LA TORRE AFRICANA DE SANTA CRUZ
DE LA MAR PEQUEÑA
W SEGUNDA 3FUNDACION
POR
ANTONIO RUMEU DE ARMAS
Catedrático de la Universidad de Madrid.
Los primeros contactos entre el Mediterráneo y el Atlántico
Sur se producen a finales del siglo XIII, cuando los genoveses
-en este caso particular los hermanos Vivaldibuscan abrhse
paso por la ruta del mar hacia los lejanos y ricos países del
Oriente asiático. Las leyendas medievales habían establecido,
junto a la barrera infranqueable de la Antigüedad, las Columnas
cie Hércuies, won plus ultra de la navegación hacia Occidente,
otro segundo obstáculo no menos infranqueable en la ruta costera
del Atlántico Sur, el promontorio africano conocido con el nom-bre
simbólico de cabo de Non, más abajo del cual el Mar Tene-broso
lo cubría todo con sus insondables tinieblas ...
Franqueado el promontorio por los genoveses, !a ruta afro-atlántica
se hizo familiar a otros pueblos europeos: mallorquines,
portugueses y castellanos. Sus viajes no se interrumpen a lo largo
2 ANTONIO RUMFU DE ARMAS
de los siglos XIV y xv, en constante emulación, aunque a la pos-tre
Portugal asumiría, con caracteres de verdadero mnapok,
la ímproba y descomunal tarea de la exploración continental des-de
Bojador a Buena Esperanza (1434-1488).
Pero dentro del Africa Occidental hubo una zona, la com-prendida
entre los cabos de Aguer y Bojador-se podría ampliar
en algunos aspectos hasta Río de Oro-, que va a estar sometida
a la influencia política de Castilla y va a ser considerada como
un verdadero interhnd de las islas Canarias, espacio vital, que
hoy diríamos, y campo natural de expansión de sus habitantes
en todos los aspectos, conquistas, cabalgadas, comercio, pesca, etc.
a Se trataba de una costa de hierro, escarpada y batida por el c.
E mar, sin apenas abrigos donde guarecerse las embarcaciones. No
O
diremos que era en absoluto impenetrable, pero si que hacían S-- m
falta muchos años de experiencia, a lo largo de renovados inten- O
E
tos y múltiples fracasos, para tener acceso a los únicos e inse- E
2
E
guros surgideros, las bocas de los ríos, cerradas por barras difí- -
cihente franquesihles, y los pequeños puertos de arrecifes, de 3
entrada aún más angosta si cabe. Esta experiencia náutica sólo
- -
0
m
la adquirieron los castellanos, desde la base frontera de las Ca- E
O
narias, a lo largo del siglo xv.
Habitablan estas tierras de Berberia, situadas al Sur de Ma- n
-E
rruecos, diversas tribus de la gran familia bereber : masmudas, a
2
gezulas y sinhachas (axenegues) , con importantes infdtraciones en d
n
n
su población de árabes puros emigrantes de la poderosa familia
5
maqili (akirabes). Era toda ella hilad al Siba, es decir, tierra insu- O
misa, inobediente al mjzen. Estas tribus bereberes se dedicaban
preferentemente a la agricultura y a la ganadería en los fértiles
valles del Sus y el Messa o Ulgas y en las estribaciones de la
gran cordillera del Atlas. Desde Messa hasta -la Saguia el-
Hamra, comarca de tránsito entre la estepa y el desierto, se ofre-eia
U: pariersrnr, mmU!tip!e y vmie de sigrioltores sedentarios en
los pequeños valles y oasis, pastores trashumantes en los pas-tizales
y montañas y, sobre todo, nómadas en la desolada pla-nicie
del desierto. La nltirna zona, desde la Saguia a Bojador y
398 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Fig. l.-El Africa ~ccidental. Asentamiento de tribus.
4 ANTONIO RUMRT DE ARMAS
Río de Oro, era típicamente sahariana, recorrida en sus despla-zamientos
por tribus nómadas y cruzada de un extremo a otro
por las parsimoniosas caravanas.
Eran ciudades interiores importantes de este amplísimo te-rritorio
Tmdante y Messa, a orillas, respectivamente, de los
ríos Sus y Ulgas, activos centros industriales y mercantiles; más
al Sur, Tagaos (en las proximidades de la antigua Nul-Lamta),
capital del reino de la Bu-Tata, en idénticas condiciones. Las tres
eran mefa o escala de las caravanas que recorrían el desierto en
actiGo y provechoso tráfico mercantil. Puertos importantes de
aquella costa, abiertos en seguida al comercio europeo, eran Ta-maraque,
Taracuco, Agadir (Porto Meseguina), Tifnit y Aglú.
El contacto con la ruta comercial de las caravanas sería el
más poderoso incentivo comercial para los pueblos europeos, en
particular castellanos y portugueses, pues ellas conducían a los
puertos del Atlántico el codiciado oro en polvo de TZvar, o sea
de los mercados de la curva del Niger, Tombuctú y Gao princi-palmente,
así como otros valiosos productos africanos: esclavos
sudaneses, malagueta, marfil, plumas de avestruz, etc.; personas
y artículos que se podían adquirir con poco coste y consiguiente
gran provecho, 'a cambio de tejidos burdos, plata, granos, etc.
Todo ello sin contar con los productos propios del Africa Occi-dental,
cera, cueros, miel, índigo, que ofrecían también grandes
márgenes de ganancia.
Los primeros europeos que establecieron contacto con estas
tierras desde la base de las Canarias fueron, sin duda alguna,
mallorquines y catalanes. La cartografía del siglo XIV (los famo-sos
portulanos) así lo registra, y se comprueba ademas en ia
toponimiu de aquellos lugares, dados a conocer, cuando no bau-tizados,
por los mallorquines en una continua progresión. Hay que
destacar además el viaje del catalán Jaime Ferrer a Río de Oro
en 1346, que es una prueba más de la audacia impar de estos
navegantes.
Después fueron los castellanos los que se abrieron paso en el
Africa atlántica. Hay base plena para fundamentar sus viajes
400 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANllICOS
El Afrira Occider.ta1 y la, Mar Pequeña en el Portttlnno del Meditcrrcineo, de
V . (le Maiollo, 1535. (Biblioteca Nacional. Madrid.)
LA WRRE AF'EICAiiA DE SANTA CRUZ DE LA MAR PEQL!A 5
por lo menos desde las décadas finales del siglo m. En cuanto
a los portugueses, se entretuvieron en la exploración de la costa
Bojador-Río de Oro entre los años 1434-1436, pero acabaron por
pasar de largo delante de ella, atra��dos por la superior riqueza
de Guinea y la Mina del Oro.
El influjo de Castilla se manifestó de tres principales ma-neras.
Los asaltos o cahalgadas en busca de esclavos y botín,
que hicieron los señores de las Canarias a todo lo largo de la
primera mitad del siglo xv, en particular el caballero andaluz
Fernán Peraza. El comercio con los puertos del cabo de Aguer,
Taracuco, Tamaraque, Agadir, Messa y AglU, que practicaron casi
exclusivamente los gaditanos. La pesca en el promontorio citado,
en el puerto de San Bartolomé (en nuestros días Vina o Médano),
en el río de la- Mar Pequeña fwEd Shebika), cabo de Bojador,
Angra dos Ruivos, Angra dos Cabalos y Río de Oro, actividad
que ejercieron los pescadores andaluces, cántabros e isleños.
11.-SE INICIA LA ACCI~N POLÍ~CA. LA PRIMERA FUNDACIQN DE LA
TORRE DE LA MAR PEQUEÑA.
Esta intensa relación tenía que conducir a una política de
hegemonía e influencia más o menos acusada por parte de Cas-tilla.
No hay que olvidar que ella había invocado siempre la inte-gración
de la Mauritania Tingitana dentro de su Corona, como
heredera directa de los derechos de la monarquía goda. Pero tam-poco
hay que olvidar que Castilla, con el problema interno de no
haber dado fin a la Reconquista peninsular en su zona privativa,
tropezaba con rémoras y obstáculos para el desarrollo de una
acción colonial de altos vuelos. Por eso en el Atlántico, sin más
excepción que las Canarias, Portugal le llevó siempre la delan-
--
t e r ~ ,u si eri e! reine de Fez como en Uü3nea.
Juan II.quiso salvar, por lo menos, para sí la zona intermedia,
la comprendida entre los cabos de Aguer y Bojador, y en 1449 la
concedió, reservándose la alta soberanía, a su poderoso vasallo
'*
iW
O-;, - Pwrtos,swgidems y es=&
de pescadoreu. frecueniado8
por los casteüunos.
Fig. 2.-E1 Adrica atlkntica s mediados del siglo Xv,
LA TORRE AFRICANA DE SANTA CRUZ DE LA MAR PEQUmA 7'
el duque de Medina Sidonia l. Rivalizó además con Portugal en
Canarias y Guinea, señalando curiosos precedentes a la política
afroatlántica de los Reyes Católicos ?.
Estos soberanos dieron un impulso desusado a la acción afri-cana
en los primeros años de su reinado, aprovechándose de la
guerra con Portygal (1474-1479), pues reivindicaron para su Co-rona
el reino de Fez y la Guinea, organizando multitud de expe-diciones
a este Último territorio con fructífero resultado 3. Pero
al precio de la paz, de la consolidación de su dinastía y de la
seguridad y soberanía plena sobre las Canarias renunciaron, por
el tratado de Alcácovas (1479), a las reivindicaciones antes se-ñaladas
".
No quedó a Castilla, pues, otra posibilidad de mpansi6n con-tinental
por Occidente que la zona Aguer-Bojador; el primer cabo
era el límite meridional del reino de Fez, y el segundo, el septen-trional
de Guinea.
Aun así, la Corona tuvo que relegar esta política a un scgundo
plmo h&a 1496, ante los ap~emios de otras empresas conside-radas
más urgentes o vitales: la conquista de Granada (1481-
1492), la sumisión de las Canarias mayores, Gran Canaria, La
Palma y Tenerife (1478-1496), y el descubrimiento de América
en sus dos viajes iniciales (1492-1496).
Pero extraoficialmente prosiguió el ininterrumpido contacto
con Africa, bien por obra de los comerciantes gaditanos, bien de
los pescadores cántabro-andaluces, bien de los caballeros isleños.
Estos últimos deben merecer nuestra especial atención.
1 CoZección de doczwnmtos imXitos para Ea histo?-ia de Españia ...,
tomo XXXVI, pág. 499.
La cédula está. expedida en Valladolid el 8 de julio del afio indicado.
2 Elias Serra Rafols: Los portugueses en Canarias. La Laguna de Te-nerife,
1941, pAgs. 22-38.
F l ~ r e n t hP& ez Ek~bid:L ag Zescu5rh-WIttoa oir. d Aiicinii~oy ia rkn-lidad
casteZlano-portuguesa hasta el trata& de TmdesiZiQs. Sevilla, 1944
páginas 127-165.
3 Pérez Eknbid, págs. 179-214.
4 Ibid., M~s21.4- 220.
8 ANTONIO. RUMEU .DE. ARMAS:.- . . . .
Fig. 3.-Directrices de la política decana de los Reyes Cat6licos.
,- . .
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS-
LA TORRE' AFRICANA DE SANTA .CRUZ'.DE .LA MAR FZQUEmh ' 9
Desde que en 1452 heredaron y asumieron el señorío de las
Canarias Inés Peraza y su consorte Diego Garcia de Herrera, se
convirtieron en campeones sin rival de la expansión de España
en Berbería de Poniente. Herrera, el prócer .villano, dirigió y
alentó un sinfín de expediciones o cabalgadas al vecino conti-nente,
de las que siempre regresó victorioso y enriquecido. No
puede sorprendernos que sus constantes relaciones con Africa le
hiciesen abrigar el propósito de erigir en la costa un estableci-miento
fijo, una torrefactorb, que le permitiese el cómodo acceso
a. la ruta deZ oro, de las caravanas, al par que la iniciación de
estrechos contactos con las tribus, con vistas a su futura domi-nación
política.
Los problemas internos del propia Archipiélagn que goberna-ba
le impidieron el desarrollo de sus planes hasta 1477. En esta
fecha habían renunciado en la Corona él y su esposa el derecho
de conquista a las tres islas mayores, y se veían así libres de
preocupaciones militares y con los aprestos de guerra concen-trados
para estas empresas, tan desproporcionadas con su ver-dadera
fuerza y poderío. Entonces fué cuando pensó Die,go Gar-cía
de Herrera en asentarse en Africa, edificando una torre en la
boca misma del río de la Mar Pequeña.
Conocían los castellanos seguramente con este nombre el pe-queño
m r interior que cierran las islas de Lanzarote y Fuerte-ventura
contra la vecina costa de Africa. De estos parajes el
más visitado por los marineros andaluces era "el rio do la Nar
Pequeña", cuyas inagotables pesquerías alaba ya en 1449 el do-to
& E, conc-eii&, a; duque & lvzediiia Sidonia el
dominio de aquellas tierras. El primer portulano que registra su
nombre es la wrta del cubrimiento de Arguin, que se conserva
en la Biblioteca Ambrogiana de Milán y se data alrededor
de 1460. Después otros muchos mapas lo consignan, aunque con
disparidad de criterio en cuanto a su emplazamiento. No nos po- ,
demos detener aquí en los problemas de su ubicación e identifi-cación;
bástenos con declarar que, a nuestro juicio, se trataba
del río Shebika, y que el punto escogido por Herrera para su
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTIGOS
LA MRRE AFRICANA DE SANTA CBUZ DE LA MAR PEQUERA 11
fiwndacih era seguramente un islote arenoso de su desembo-cadura.
Son infinitas las cuestiones críticas que la primera edificación
de la torre de Santa Cruz plantea en la interpretación de las
fuentes históricas para llegar a unas cuantas conclusiones gene-rales,
tan breves como concisas. Aquí, en este artículo, como sólo
se trata de señalar precedentes a la segunda funduciún-objeto
particular del mismo-, podemos soslayar aquéllas y limitarnos
a la rápida exposición de éstas.
En 1478, sin que se pueda precisar mes ni día, mego García
de Herrera, señor de las Canarias menores, llevando consigo al-gunos
navíos y un puñado de hombres, cruzó el estrecho brazo
de mar que separa el Archipiélago de Africa, y en la costa vecina
puso pie en tierra, tomó simbólica posesión de ella y ordenó ini-ciar
las tareas para construir una torre, que bautizó con el nom-bre
de Santa Cruz de la Mar Pequeña. En poco tiempo la mi-núscula
fortaleza estuvo en condiciones de resistir y defenderse. . .. Ac%;A A.. -11.. ..-.. m..,...*zm -."-...A--- -1 -.."..J- 2- A 1-...-.A
LIGlL 51 a ubJu Gil c116 LUla lycquclla, E; Ua.LlUC;lUll,& l lliLlllUU UG NUllDU
de Cabrera, abasteció de víveres el castillo, municionó a los sol-dados,
varó en el puerto una fusta para mantener la comunica-ción
con las Islas y regresó a éstas triunfador, acaso inconsciente
de la trascendencia histórica de su acto 5.
Era aquélla la primera vez en la Historia en que los españoles
hacían ondear el pendón de Castilla sobre territorio africano.
5 Juan de Abreu Galindo: Historia de la conquista de las saete i s h üe
Gran Cam.rin. Fdicibn c?p la Rih!i&~a C1'1arisi. C. C. C?o Tenerle, s. E., p5-
ginas 176 y 95-96.
Tomás Marín y Cubas: Historia de las &te islas de Cumria. Manw
crito de Juan del Castillo Westerliig (copia sacada por Miguel Santiago,
que se conserva en su biblioteca particular), folio 35 v.
Pedro Agustíí del Castillo y Ruiz de Vergara: Descripcihn histórica y
...-n,.Mz*:-- 2- T...- ;J-- ---m- A-.- ~ A : - : L - u# m--&:--- nr-a-.~ *n.o =n --- yc;vyrwjmu w m u u w uwruwrwa. M L L ~ W L AVL. uruina&u. mll~lliu, ~=o-rrv, v v
lumen 1, págs. 451-453.
José de Viera y Clavijo: Notáculs de la H i s t o m general de las isla,^ de
Canaria. Goya, Ediciones. S. C. de Tenerife, 1950, tomo 1, págs. 421-423, y
tomo 11, págs. 152 y 341.
12 . .ANTONIO RUMEU DE ARMAS
La torre construída, más que tal, era una auténtica factoría.
Yerran los.que creen que los establecimientos fijos que los espa-ñoles
poseyeron en el Africa Occidental fueron construídos con
vistas a operaciones militares depredadmas. Estas fortalezas o
presidios buscaban la dominación política del país por medio de
una acción militar limitadísima, más de alarde de fuerza, de
apoyo y de seguridad, que puramente ofensiva. Eran castillos c2e
paz, no reductos militares de guerra; eran factorias fortificadas
atentas a su conservación y defensa, no plazas fuertes dispues-tas
para la ofensiva y el ataque. Puede decirse que las armas
no entraban en liza más que en el decisivo momento del desem-barco
y la ocupación. Y en muchos casos, precedía a éste una a
N
intensa labor diplomática de captación cerca de las tribus indí- E
genas, q ~ keac ir, imrceszrrio e! rmp!e!vo de 12 fiivrzu en &chu ~ E E - O n previa. No olvidemos que estas torres aspiraban a vivir con auto- -
m
O
E nomía, sustentándose, en lo posible, sobre el mismo terreno ale- £
2
daño que dominaban, para iniciar con los indígenas un activo - E
tráfico, que suavemente los fuese ligando a la metrópoli con 3
vínculos estrechos de dependencia y vasallaje. --
0 El uso de las armas quedó relegado, pues, a las operaciones m
E
puramente defekvag frente a los ataques de la morisma o a las O
5 decisivas jornadas en que se ventilaba el definitivo dominio po- n
lítico del país, con objeto de aplastar cualquier conato de resis- -E
a
tencia indígena. nl
n Las cabalgadas requerían por sí mismas una táctica de sor- -
presa, incompatible con cualquier establecimiento fijo. El éxito de O3
la operación pendía de la agilidad y movilidad del desembarco
Y e! atarde. /u*"aAuma &, "m,. y ea& Ee+pues &to mg!tip&
caron hasta lo increíble-exigían escenarios dispersos y variados,
único medio de sorprender los aduares, sin dar tiempo a las tri-bus
para concentrar sus hombres y organizar la defensa. Una
cabalgada que hubiese tenido como cuartel una de las torres afri-canas,
habría acarreado inmediatamente a esta la contraofensiva
violenta de la población comarcana, y de ser adverso el ataque
la deserción en masa de los moradores, lo que equivalía a su pro-
408 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA TORRE AFRICANA DE SANTA CRUZ DE LA MAR PEQLESA 13
pia muerte por esterilidad y abandono. Por eso decíamos, que
yerran los que han creído que estas fortalezas rudimentarias se
construyeron con vistas a operaciones militares depredadoras.
Cuando veamos una torre sobre el amplio escenario de la costa
africana occidental, hemos de pensar que es el centro vital de
una zona más o menos extensa de paz e iníluencia, nacida para el
'tráfico, el comercio y la acción política ...
La historia de la torre de Santa Cruz en la primera etapa
de su vida es muy poco conocida. Sabemos, no obstante, que en
1479, un año después de su fundación, las tribus de los aledaños,
fanatizadas por algún santón o jeque, empezaron a mostrarse hos-tiles.
Había reemplazado en aquel lapso de tiempo en el mando
de la fortaleza al alcaide Alonso de Cabrera, Jofre de Tenorio,
y tgc6le a él, por tanto, hacer frente ai inusitado peligro. Puesta
la guarnición sobre las armas, la pequeña fortaleza se aprestó
para la defensa, y en breves jornadas quedó interrumpido todo
trato y relación entre españoles e indígenas.
Había sido el instigador del ataque, al parecer, un jeque moro
ilamado Aoiaba, quien asumió el importante papel de movilizar
las cabilas para lanzarlas en su dia sobre la débil fortaleza. Esta
operación no resultó tan fácil como el caudillo moro suponía, lo
que le impulsó a romper las hostilidades con las primeras fuerzas
concentradas, que puso a las órdenes del capitán Adial. Avanzó
éste con sus tropas, "más de dos mil quinientas lanzas", y en
pocas horas quedó formalizado el asedio.
Los moros ocuparon los lugares más próximos a la torre, se
parapetaron en los accidentes del terreno, excavaron trincheras
para protegerse y comenzaron a batir el castillo con sus rudimen-tarios
procedimientos de guerra.
Ante el mal cariz de los acontecimientos, el alcaide Jofre de
Tenorio no vaciló un segundo en hacer zarpar la fusta, varada
en el puerto junto a la torre, para que su propio maestre hiciese
conocer a Herrera lo comprometida de la situación de los defen-sores,
el n h e r o de los atacantes y el inminente peligro de que
estas fuerzas fuesen redobladas en cualquier instante.
14 ANTONIO RUMEU DE ARMAS , . '
Así ocurrió, en efecto, pues pocas jornadas más tarde com-parecía
el jeque Aoiaba con un impresionante escuadrón, com-puesto
por más de "tres mil lanzas.. . y diez mil moros de a pie",
Sumaban en total las fuerzas atacantes, se,gún el testimonio de
los cronistas, cinco mil quinientas lanzas y diez mil peones, cifra
que consideramos de todo punto exagerada y fantástica, pero que
prueba, en última instancia, aun rebajada a sus naturales pro-porciones,
lo formidable del ataque y los vastos proyectos conce-'
bidos en torno a la operación militar. Creemos que reducidos los
atacantes a una tercera parte, alrededor de cinco mil hombres,
estaremos mucho más cerca de la realidad.
Por suerte para los defensores, el momento decisivo del asalto
se vió frenado por la llegada de la expedición española de socorro,
organizada con sin-gular premura en Lanzarote por don Diego
Garcia de Herrera. En efecto, apenas se tuvieron en la isla las
primeras noticias del asedio, toda ella se movilizó para acudir en
auxilio de los valientes defensores de la fortaleza africana. Re-quisados
en el puerto de Arrecife cuantos navíos estaban fon-deados
en ii-4szo, eillCu teta!, 12s dlieias & ]a &$r, e d u p
caron en ellos, haciéndose a la vela con rumbo a la costa vecina,
sin pérdida de momento. Iban al frente de las tropas expedicio-narias,
el señor de las Canarias menores don Diego García de
Herrera, su yerno don Pedro Fernández de Saavedra, el gober-nador
Juan Alonso de Sanabria y acaso el capititn Diego de Ca-brera
Solier, hijo del primer alcaide de la Mar Pequeña. Eran
en total los expedicionarios alrededor de "seiscientos hombres
bien armados".
Llegó Herrera con sus escuadrones a la vista de la fortaleza
cuando ésta resistía heroicamente las embestidas de la morisma,
y cuando sus muros empezaban a mostrar heridas por los reite-rados
zarpazos del enemigo. "Entró Herrera con su embarcación
en el río-dice Castillo-lo más arrimado a tierra que pudo, y
nacienaoi fila & &par6 aigmIw -&rsva eargsdos & =&,rr,Ya
al campo árabe.. ." La medicina fué de rapidísimo efecto; era tan
grande el pánico que la artilieria-desconocida para las cabilas
410 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOd
,saharianas-producía en las fiias moras, que la desbandada fué
general, con la primera impresión. Se rehicieron las cabilas y vol-vieron
a aproximarse a la torre, pero acobardadas y sin moral ...
.Cada vez que tronaba el cañón, la desbandada se repetía. Com-prendió
el jeque Aoiaba que era imposible luchar con las tropas
de refresco recién llegadas y sobre todo contra sus poderosos me-dios
de guerra, y después de celebrar consejo con los otros jeques
-y caídes, optó por levantar el campo, retirándose con menos ma-jestad
y aparato del que habían hecho ostentación en el momento
.de comparecer ante los muros de Mar Pequeña.
Abasteció Herrera la fortaleza, procuró restañar las heridas
sufridas en sus muros, municionó a sus defensores, aumentó el a
nhero de éstas para mayor garantía de su seguridad, y viendo E
que los rrloros qüda"uaii de iiiüm~nioe scarmentados y sin ánimos
O
n
=
para reincidir en el ataque, decidió emprender él también la re- m
O
E
tirada a la isla de su señorío. Embarcadas las tropas en los na- E
2
víos, Herrera y Saavedra hicieron su triunfal entrada en Teguise E
en este año 1479, en que la torre de Santa Cruz escribía con san- =
gre la página de su bautismo de fuegoe. e-m
Después de este acontecimiento bélico las crónicas registran E
muy pocos más, sea de esta u otra índole. En el mismo año de O
1479 se entregó voluntariamente a los españoles el moro HeZw- n
E
grut, bautizado en Lanzarote con el nombre de Juan Camacho y -
a
adalid insustituible, por su conocimiento del terreno, de cuantas 2
n
cabalgadas desde entonces se organizaron. En 1480, seguramente,
se preparó por Herrera una expedición de castigo contra los mo- 3
O
ros de los aledaños de Santa Cruz que habían participado en el
,asedio, opiiaci6n que se vió coronada por el éxito, pues regre-saron
con muchos cautivos y cuantioso botín 7. Por Último, en
1483 aprestaron los isleños otra expedición a1 cabo de Aguer, tan
6 Abreu, págs. 96-97.
Ivlarín, iois. 43 v.-44.
Ca5till0, págs. 453-454.
Viera y Clavijo, tomo' 1, @gs. 423-424, y tomo 11, pz3.g. 341.
7 Ibíd.
16 ANTONIO RUMEü DE ARMAS
confusa en los detalles como desgraciada en resultados, ya que
debió terminar en desastre militar
Desde el momento que la torre señorial de Santa Cniz de la
Mar Pequeña fué .reconstruida con carácter realengo en 1496,
como en seguida vamos a ver, hemos de dar por sentada una
dolorosa verdad: la torre de Santa Cruz, la fortaleza señorial de
los Herrera, desaparece en una fecha anterior a 1495, que todavía
no podemos precisar, por carencia de los más indispensables ele-mentos
de juicio para fijarla.
Sin respuesta quedan también de momento otras interrogan-tes
que cabe formular. jFué abandonada la torre, por sus seño-res,
como empresa arriesgada y costosa, superior a sus escasas
fuerzas? ¿Sucumbió a los ataques de la morisma, en dramático
episodio que la historia siiencia ... ? :a disjwith, EGS p-irece
más racional el abandono político-comercial que la pérdida en el
.terreno militar. Sería muy extraño que un episodio doloroso, dra-mático
y, por fuerza, sangriento no hubiese dejado la más pe-queña
huella en cronistas e historiadores. Estos hechos, que con-mocionan
violentamente a las masas, casi siempre dejan rastro
en la Historia. Parece más lógico pensar que, careciendo la fa-milia
Herrera-Peraza de potencial económico para desarrollar des-de
la torre un activo comercio, y no siendo las islas todavía ve-nero
de riqueza para abastecer y fomentar éste, la fortaleza aca-base
por ser gravosa en extremo y todo ello arrastrase a los
herederos de Diego de Herrera a abandonarla, retirando las fuer-zas
de ocupación a los cuarteles insulares.
Hemos dicho los herederos de Diego de Herrera con preme-
&=ación. ¿cómo b@na aestie,= ficl-&&r-qde hizo de *AJrici
escenario constante de sus proezas-, destruyendo su obra, en
una retirada silenciosa y sombría, cuando apenas empezaban a
fraguar los muros de la torre que fundara en 1478.
Parece lógico pensar que fuese después de su muerte, sobre-s
Abreu, págs. 151-152.
Marín y Cubas, fol. 54
412 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
venida el 22 de noviembre de 1485, cuando los herederos del se-ñor
de las Canarias decidiesen la evacuación. ¿ 1486 ?. . . ,
¿ 1490 ? . . . , i 1492 ?. . .
La firma del tratado de Toidesillas entre España Portugal
(7 de junio de 1494) sobre el reparto de Africa en zonas de in-fluencia
vino a delimitar el espacio geográfico en que Castiiia
podía moverse con plenitud de derechos soberanos. Con arreglo
a, las cláusulas del mismo se declaró zona polémica o litigiosa la
comprendida entre el cabo de Aguer y Messa, pendiente de incor-poración
a una u otra Corona, de las resultas de una informa-ción
in situ y del fallo de una Comisión internacional; zona de
plena soberanía de Castilla, la delimitada por Messa y el cabo
de Bojador, y zonz de ~zhdg~c! r~ux ~ ! ~ s i ~ mUexsUdz ee ste W-timo
promontorio hacia el Sur. Por último, se estableció como
limite pesquero infranqueable para los navíos de Castilla el pa-
.ralelo del cabo de Bojadore.
Este fué un paso importante que parecía augurar una inter-venci6n
político-militar inmediata en el continente.
De cuantos antecedentes tenemos a la vista, resulta patente
y claro que Fernando e Isabel abrigaban en 1495 el firme y deci-dido
propósito de extender el influjo y la acción política de Es-paña
por las inmensas tierras del Africa Occidental. Este deseo
no tardaría en exteriorizarse mucho tiempo, ,pues en. los meses
ñnales de ese año se iniciaban por parte de España las negocia-ciones
diplomáticas con las cabilas vecinas a San Bartolomé y
Mar Pequeña, que habían de conducir al año siguiente, 1496, a1
9 Archivo de Indias: Patronato, leg. 170, níim. 5.
Martin Femández Navarrete: Colección & los viages y descubrimientos
que hicieron. p o ~&r Eos españales desde fines del siglo XV. Madrid, 1825,
t m o 11, págs. 116-130.
18 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
Fig. 5 . 4 tratado de Tordesillas en sus estipulaciones atlánticas.
reconocimiento por las mismas de la soberanía de Castilla y a la
reedificación de la torre de Santa Cruz.
En anteriores párrafos hemos dado por sentado, con verda-dera
lógica, que la reconstnicción de la torre de la Mar Pequeñz.
supone su destrucción anterior por abandono o pérdida, por eva-cuación
de los españoles o conquista de los moros. Este es un
hecho indiscutible sobre el cual no hay porqué insistir más. En
cuanto a su reconsl;rucción, el primer problema que se nos plan-
414 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
tea es determinar quién fué la autoridad o jefe militar que asu-mió,
en representación de la Corona, el mando de la expedición
conquistadora.
Desde tiempo inmemorial viene atribuyéndose esta gloria al
gobernador de Gran Canaria don Alonso Fajardo. El primer es-critor
que registra este nombre y, por ende, el episodio, es el
cronista Tomás Marín y Cubas, aunque siguiendo su línea con-fusa
de involucrar Santa Cruz de la Mar Pequeña con Santa Cruz
de Berbería o del Cabo de Gué. Dice así este autor: "Fabricó
[Alonso] Faxardo [la torre] de Mar Pequeña, en Santa Cruz de
Berbería, dentro de el cabo de Aguer, que produjo que no la
ganasen los moros" lo. Castillo y Ruiz de Vergara repite la noti-cia
en sus líneas generder;, wiique u u y v ~ de: ~ fiagziits caz-tradicción:
"Alonso Faxardo, de la casa de los marqueses de los
Vélez, vino por gobernador y repartidor de tierras y agu as...
Reedificó en la Berbería el castillo de Santa Cruz de Mar Pe-queña,
que los Reyes Católicos tomaron a Diego García de He-mera
en ia compra que ie hicieron de estas islas" ll. La contra-dicción
está en que Castillo, en capítulos anteriores de su Des-cripción
hktórica y geográfica de Zas islas Canarias da la torre
como fundada en 1477-1478, después de la venta, y ahora resulta
traspasada a la Corona antes de su construcción y cimentación 12.
Por su parte, el historiador Viera y Clavijo confirma esta misma
atribución: "Parece que por este mismo tiempo se había unido a
la Corona de Castilla el célebre castillo de Guáder o de Santa
1' Hiutor-& & iii tim&ia & ias siete @as de C m r u 1 , 1687. Manus-crito
de Juan del Castillo Westerling (copia de M. Santiago), fol. 129.
Em el manuscrito de 1694 da otra versi6n:
"Y fabric6 el gobernador Alonso Fajardo, en Mar Pequeña de Santa Cr*
de Berbería, puerto de Marruecos, dentro dd cabo de Guer, un fuerte que
en poco se perdió.. .".
nuxr-;~Eív,L.;-v. .-- umuu:- y LYaranjo: Estpcáios Wtoricos, cltma~t~lóg.ico?sJ gntol0-
gicos de Zas islas Canarias. Las Palrnais, 1899, tomo m, pág. 409.
11 Desmipci6x histórica y geogríifica de islas Canarias. Ed. M. San-tiago.
Madrid, 1948-50, pátgs. 823-824.
12 Págirias 96-97.
20 ANTONIO RU?MEU DE ARMAS
Cruz de Mar Pequeña, en Berbería (plaza que había construído y
defendido con tanta reputación Diego de Herrera), supuesto que
el nuevo gobernador de la Gran Canaria, Alonso Fajardo, de la
casa de los marqueses ae Vélez, le reedificó y defendió valero-samente
del sitio que le puso una partida de tropas del rey de
Fez, hasta precisarlas a retirarse. Desde entonces perciben los
corregidores de la isla de Canaria 50.000 maraveclís de sueldo, en
calidad de alcaides de aquella fortificación.. . " 13. Las fuentes pos-teriores
no aportan ningún nuevo pormenor sobre la reco~zstmc-
&ón de la torre africana.
Hoy podemos afirmar que esta tradición, recogida por los his-a
toriadores canarios, es en absoluto exacta, pues tenemos abun-dantes
pruebas documentales inéditas que confirman la atribu- O
ción. La torre de Santa Cruz de la Mar Pequeña fué reconstruida, -n- m
en efecto, por el gobernador de la isla de Gran Canaria don'~10nso O
E
Fajardo, y hasta nos es permitido fijar con exactitud, valiendonos E
2
E
de esos documentos, la fecha de su reedificación y los detalles
más izimios Gel kist6rice wcenteci~ient~. 3
. Empecemos por enmarcar cronológicamente su gobierno. Om-
E Marín y Cubas asegura que Fajardo vino a regentar el cargo
O
antes citado en 1493, mientras Castillo Ruiz de Vergara y Viera
y Clavijo anticipan la fecha a 1492, y Millares Torres la retrasa E
a 1494 14. En realidad, ninguno está en lo cierto, aunque sin andar a
muy descaminados. Alonso Fajardo fué nombrado gobernador el n
n
30 de enero de 1495 y tomó posesión de su cargo en Las Palmas
3
el 7 de agosto de dicho año. En cuanto al término de su manda- O
to, finaliza éste? por muerte, en los días postreros del año 14 9.'l7
13 NoticiaS & la hostorOa geraeMJ de im islas cie Canaria.. Goya, Edicio-nes.
S. C. de Tenerife, 1951, tomo 11, phgs. 150-51.
14 Marin y Cubas, obra citada, folio 129.
Castillo, obra citada, libro III, capitulo 1, pág. 524.
~ p y + ~ , ,~,.,- ,.i no., :- .,tnña tnxm LT, *g. 150, y tomo m. pág. 483.
Agustín Millares Torres: Historia genera2 de Zchs islas Canccrias. Las Pal-mas,
1893, tomo iV, pág. 258. .
15 Archivo de SiTaancas (A. S.) : Riegist~o de2 Sello, enero de 1495. Pri-mero
fué designado, por c6dula de 24 de enero, juez de residencia. El nom-
416 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA TORRE AFRICANA DE SAPU'TA CRUZ DE LA MAR P E Q U ~ A 21
Tenemos, pues, el gobierno de don Alonso Fajardo enmarcado
entre los años 1495.1497, por un período de duración de dos años
y once meses de mando nominal y dos años y cuatro meses de-gestión
efectiva.
De la vida de Fajardo es muy poco lo que hasta ahora sa-bíamos,
si hacernos abstracción de su relación de parentesco con
los marqueses de los Vélez, cosa en la que insisten los historia-dores
regionales. Como el titulo de marqués de los Vélez le fué
concedido a don Pedro [Chacónl Fajardo, en 1507, por Fernando
el Católico, hubiera sido más lógico decir que el gobernador era
pariente de los adelantados de Murcia, casa en la que vino a re-caer,
diez años después de la muerte de nuestro personaje, dicho
titulo nobiliario 16.
rtxu ia ;14gmi.a. de Xonso Fajarcio cobra, a partir de ahora, la
notoriedad suñciente para que intentemos reconstruir a grandes
rasgos su biografía, pues su nombre quedará ya unido para siem-pre
a la historia de Africa, de la que va a ser uno de los más
destacados actores.
bramiento de gobernador se demoró hasta seis días m& tarde. Como tal juez
de residencia había de tomársela a su antecesor Francisco Maldonado.
En cuanto a la toma de posesión, el 7 de agosto, así consta en un docu-mento
del A. S. de 17 de enero de 1497 titulado: "Fe de lo que a rentado
las rentas de Sus Altezas e lo que a avido dellas el gobernador Alonso
Fajardo ..." (Cmtaduráa Mwor, l." epoca, legajo 97, carpeta 24.) Dice así: "... ovo de aver el gobernador Alonso F'ajardo por su salario, por cada año,
Ciento e ~inquenta miii maravedís de la moneda corriente en Castilla, que
fasen dossientas mil1 maravedís de esta dicha ysla, porque asy se papban
[a] los gobernadores antepasados de los quintos e cosas a Sus Altezas
pertenecientes ..., el qual dicho gobernador rescibió el oficio en sjete dáas
&deI mes de agosto de woventu. e pinco anos . . . O
Sobre la muerte de Aionso Fajardo en diciembre de 1497, vease la p6-
gina 56.
16 Don Pedro Fajardo, adelantado de Murcia, falleció en 1482, dejando
como universal heredera a su h i c a hija Luisa Fajardo. Casó esta señora,
por indicación de los Reyes Católicos, con don Juan Chacón (muerto en
1503), hijo del famoso servidor de aquéllos Gonzalo Chacón, señor de CR-earrubios.
fié al hijo de &tos, por nombre Pedro Fajardo, como su abuelo,
a quien concedió Feniando el Católico, en 1507, el título de marques de
los Vélez.
22 ANTONIO RUIME3U DE ARMAS
Puede darse por seguro que Fajardo nació en Murcia y, con-cretando
más, en un terreno de probabilidades, en Lorca. Fué su
padre Alonso Fajardo el Bravo, regidor de Murcia y alcaide de
Lorca, uno de los más revoltosos y levantiscos personajes de la
época de Juan II y Enrique IV. Era el alcaide hijo del comendador
y trece de Santiago Pedro Lbpez Fajardo y nieto del adelantado
de Murcia Alonso Yáñez Fajardo 17.
Alonso Fajardo el B w o había casado en su juventud con
doña María Piñeiro, hija del alcaide de Lorca Martin Fernández
Piñeiro, circunstancia que le había permitido hacerse con el
mando de esta importante fortaleza, así que acabaron los días de
su suegro 18. Si añadimos a1 valor estratégico de esta formidable a
N
posición el dominio señorial sobre las tierras de Cieza, Alhama E
de Murcia, Xiquena y Caravaca, se comprenderá que ei aicaide O
n--
era uno de los más poderosos magnates murcianos de aquella m
O
época. Como soldado valeroso su fama fué extra~rdinaria,v erda- E
2
E dero terror de los moros en los frecuentes encuentros fronteri- -
zos. Sii carrera militar culmina en la famosa batalla de los Alpor- 3
chones (1452), contra las huestes del rey de Granada. - -
0
m
Pero Fajardo se dejó arrastrar por el mal de su siglo: las E
luchas y rivalidades locales, que convirtieron a Castilla en campo U
de perpetua guerra civil. En Murcia, lo mismo que en Córdoba, n
E
luchaban entre sí no familias rivales, sino primos contra primos.
-
a
2 Personificaban la contienda don Pedro Fajardo, adelantado de n
n
17 Por rigurosa agnaoidn d título de Addantado de Murcia debió corres- =
O
ponder a Peüro hópez Fajardo, ya que era el primoghito de Alonso Yáñez
Sin embargo, éste prefirió a su homónimo, hijo de segundas nupcias.
Almo Yáñez Fajardo, segundo del nombre, Adelantado de Murcia, cas6
con María de Quesada, y fumon padres de Pedro Fajardo, también -4de-lantado.
Doña María de Quesida era a su vez hija de Pedro Díaz Quesada,
señor de Garcíes.
1s De este matrimonio nacieron varios hijos.
Varones: Cdmez Fajardo, comendador de Socovos, en la Orden de San-tiago;
Xartín Fernández Fajardo; Pedro Fajardo, alcaide de Caravaca, y
Diego Fajardo.
HembrrulU: Aldonza, casa& con Garcia Mamique; Constanza y Mencia.
Juan Torres Fontes: Fajar& "e2 Bravo". Edurcia, 1944, ptigs. 18-19.
418 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTE008
LA TORRE AFRICANA DE. SSYTA CRUZ DE I;A MAR PEQUmA 23
Murcia, y su primo Alonso Fajardo, alcaide de Lorca 19. Por espa-cio
de veinte años, 1441-9461, el reino de Kurcia no conoció otro
espectáculo que el de la guerra civil. Don Pedro, más astuto' y
ladino, contó casi siempre con el apoyo del poder real, y fué aco-rralando
a su enemigo, nasta despojarle de todas sus tierras: Eh
9461, en el asedio de Caravaca, se esfuma como una sombra la
figura del Brava, no quedando de su persona sino un recuerdo
fantástico y legendario.. . ".
Pues bien; de ese palo nació como astilla Alonso Fajardo el
Africano. Vino al mundo como fruto de unos amores irregulares,
según revelación de mosén Diego de Valera *l. Por lo mismo, no
puede extrañarnos que sea muy poco lo que conocemos de su ju-ventud.
En documentos reales se le titula múltiples veces bachi-ller
lo que nos arrastra a dar por cierto que estudió en alguna
de las Universidades españolas, acaso en Salamanca, la más fa-mosa
entre todas. Después entró al servicio de Fernando e Isabel,
ir9 T J ,h ne ?u 17.
Alonso YáSez Fajardo
Adelantado de Murcia
I
I .Pedro Mpez . Fajardo
Í
Alonso Yáñez Fajardo
Comendador de Caravaca Adelantado de Murcia
1
Alonso Fajardo "el Bravo"
Alcaide de Lorca
Alonso Fajar& "el Africano"
Gobernador de Gran Canaria
I
Pedro Fajardo
Adelantado de Xurcia
I
Luisa Fajardo
Adelantado de Murcia
20 Jmm Torres Fontes: Fajara0 "el Bravo". Murcia. 1944 y Don Pe&O
Fa@rdo, adebntaüo rnayor del reinio de Mu~cicG. C. S. 1. C. "Biblioteca Re-yes
Católicos". Madrid, s. a., -. 22, 23, etc., etc.
21 Crónica de los Reyes Católicos. Edición de Juan de M. Carriazo. Ma-drid,
1927, págs, 190 y 193.
22 A. S.: Registro del Sello. Reales cédulas de 30 de enero (nombra-mienta),
13, 20, 26 de febrero y 25 de mamo de 1495 y 9 y 27 de marzo
de 1496 (diversas comisiones).
Libro Rojo de &m Canwria o gran libro de provisiones y Redes céclu2us.
Las Palmas, 1947, pdg. 11. (Reproduce la Real caula de 20 de febrero
de 1495.)
24. ANTONIO RUMW DE ARMAS
desempeñando en su Corte los cargos de criado, contino. y trin-chante
23. . . - . . , - , . . . . . . . . - . . .
. - En 1481, -la guerra de Granada inflamó. de- entusiasmo bélico
a la nación española en todas sus .clases. Ea nobleza cortesana se
distó-como.un solo -hombre en las banderas de Castilla, y sabe-mos
que Alonso ajard do hizo la guerra desde el primer día como
"capitán caballerol' 24. El-lector supla con su imaginación los mil
lances y encuentros en que el contino red tuvo que templar su
acero a duros golpes. La Historia suele pasar por alto esta cola-boración
de "todos a una", para centrar su atención sobre los
caudillos o los héroes. Pero hay un momento en la difíci1.y ago-a
tadora campaña en que todos los cronistas se fijarán en él. .
E
Ti%á ni.omAr\ al nitin AP R n n A a nn moirn An IAQE; W a r n ~ n r l n el r u- ~uaiiuv bi uariw uv sruuuu, b u r r r u j w u- ~ r v v a. vrr-wr~uv
O
Católico había iniciado, el 15 de abril, la campaña de ese año por n - m
tierras -granadinas, ocupando, con la brevedad del rayo, los pue- O
E
E blas y castillos de Cártama, Benameji y Coin. Desde esta última S
E
plaza se dirigió con sus poderosas huestes sobre la ciudad de
Ronda, considerada inexpugnable por su posición de fortaleza na- 5
tural. Hacia el 10 de mayo el asedio quedó formalizado, haciendo -
0
m
E el ejército cristiano alarde de su poderosa artillería, con la que
O
batía sin tregua ni descanso la plaza. Acompañaban al rey Fer-nando
el marqués de Cádiz, don Rodrigo Ponce de León; el conde n
-E
de Benavente, don Rodrigo Pimentel, y el maestre de Alcántara, a
don Juan de Estúñiga. Alrededor del 19 de mayo, las tropas cas- n
n
tellanas iniciaron el asalto del arrabal viejo, sobre cuyos muros
3
destacaba la graciosa silueta de una mezquita, con su torre o O
alminar anejo. En esta acción fué donde a todos dejó absortos y
suspensos .el 'heroísmo de: Alonso Fajardo.' . . .
. . . .
. . . . . . . . . . . . . .
23 Reales c6dulm de 6 de junio de 1488. . . . . . .
"A vos Aifon ..,Yañes,n. uestro: criado.e vasallo e . [trinlchantre e capitán
cavallero, contino de nuestra c m , fijo de Aifon Fajardo ..."
"A vos Aifon Yañes Fajardo, nuestro criado e vasallo, trinchante, c a p i t h
cavallero, contino de nuestra casa... ..
A. S.: Registro deZ Bello, junio de 1488, fols. 8 y 9.
24 V6ase la nota anterior.
420 ANUARIO DE ESTUDIOS ATL&RTICOS
Asalto y rendicion de Ronda. (Sillería del coro de la. Catedral. Toledo.)
LA W B E AFBICANA.DE SANTA CRUZ DE LA EdAa PEQWA 25
Preferimos a cualquier comentario sobre el hecho, dejar ha-
,blar a los cronistas coetáneos. Fernando del Pulgar, en su Crónica
.de íos Reyes Católicos, relata el sucedido en estos términos:
"Acaescjó que un cavallero que se llamava Alonso Fajardo, capi-
.tán de ciertos peones, puso .una escala al muro en la parte que
xombatia e subió el primero por ella; e luego subieron con 61
ciertos otros escuderos e peones, los quales pelearon con los mo-ros,
e guardaron aquella parte del adarve. Y este capitán E'ajardo
se adelantó, e tomó la seña que llevaba el alferez de aquellos
,peones, e trabajó por la poner encima de una torre de una mes-quita
que estava en aquel arrabal. Los moros que guardavan la a
torre vinieron contra él, e tomáronle la vandera. Y él, peleando N
E
*con ellos en los tejados de la mezquita, a vista de todos, la reco- O
bro por fuerqa de armas, con ayuda que le fizieron los que le n -
=m
seguían, e pelearon con los moros de aquella torre fasta que la O
E
E
ganaron e ficieron retraer a los moros por las puertas del alcácar S
E
,de la cibdat" 25. Por su parte, mosén Diqgo de Valera, en su Cró- =
nka de los Reyea Católicos, no puede reprimir su admiración y 3
-
entusiasmo por la hazaña: "En este combate hizo cosas más se- -
0m
ñaladas Alonso Fajardo, fijo bastardo de Alonso Fajardo el de O
Lorm, que ninguno de quantos en él se hallaron" 26.
n . Pooos días después, la ciudad, sin moral para resistir, abría -E
sus puertas y se rendía, el 22 de mayo de 1485. a
2
Todavía tuvo ocasión Alonso Fajardo de cubrirse de gloria n
0
delante de su Rey, en esta mima campaña. Regresaba Fernando 3
con sus huestes por el camino de Nálaga, cuando un destacamento O
.de caballería mora sorprendió su retaguardia, poniendo en peligro
al grueso de la formación. Según el cronista Valera, la situación
estuvo en algunos momentos comprometida, pero a la postre los
atacantes fueron rechazados "por el maestre de Alchtara, que
fizo rostro a los moros e peleó como valiente caballero, e alguno
de los suyos con él". Mosén Diego añade: "E acpi se se5dS más
25 Edición de Juan de Mata Carriazo, Espasa-Calpe, 1943, volumen m,
página 169.
Edición de Juan de M. Caniazo. Madrid, 1927, p&g. 190.
26 ANTONIO B U W DE ARMAS
que ninguno de los que allí se hallaron Alonso Yáñez Fajardo,
fijo bastardo de Alonso Fajardo, el que tovo a Lorca, de quien
arriba es fecha mención, el que delante de todos yva peleando con
grand esfuerco y ardideza" 27.
Fernando el Católico no debió nunca olvidar estas reiteradas
pruebas do heroísmo de su contino, pues cuando, tres años más
tarde, reside en la tierra natal del valiente soldado, preparando
desde la capital, Murcia, el ataque decisivo contra los moros de
Almería, Baza y Guadix, le recompensa espléndidamente. El Rey
Católico, con buen sentido político, le concede mercedes y gracias
en Ronda, escenario de sus hazañas, y Lorca, cuna de su linaje.
Las dos cédulas de privilegio están expedidas en Murcia el 6 de
junio de i488, e1 mismo día de ia partida de Fernando para ini-ciar
la campaña levantina. Por la *primera, le concede especial
facultad para edificar en Ronda un molino o batán; por la segun-da,
autorización para construir, entre Lorca y Vera, dos ventas
de hospedaje. En ambos privilegios se le titula "Alfonso Yeez
Fajardo, nuestro críado e vasallo e trinchante e capitán caballero,
contino de nuestra casa"; se le declara "fijo de Nfon Fajardo"
y se le recompensan "los muchos e buenos e leales e seííalados
servicios que nos aveys fecho de cada día, especi&aZn~entee n la
guerra de Zm moros enemzgos de nuestra Santa Fe Católica.. ." ".
De aquellos hechos y de estas recompensas cabe deducir cuán
lucido papel debió desempeñar Alonso Fajardo a lo laqgo de toda
la guerra granadina, aunque las crónicas no registren hazañas
tan singulares com las de Ronda.
Al término de la contienda, en 1492, Fajardo vi6 premiados
sus valiosos wxvicios con un cargo de relativa importancia: el
corregimiento de las ciudades de Loja y Alhama, que desempeñó
sin interrupción hasta los primeros días del año 1495 20.
27 Ibid., pág. 193.
2s A. S.: Registro del Sello, junio de 1488, foIs. S y 9.
* F.Ué corregidor de estas ciudades durante todo el año 1494, por lo
menas. Ignoramos, sin embargo, la fecha exacta de su designación para d
desempeño de este cargo.
422 ANUAIZIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA TORRE AFRICANA DE SANTA CRUZ DE LA MAR PEQUmA 27
,W. - ~ N S O- F AJARDY ODIE GO DE CABREXAN. EGOCIACIONECOSN
.LAS TRIBUS AFRICANAS PARA EL RECONOCIMIENTO DE sOBERAN~A
Y PAGO DE "PARIAS".
Alonso Fajardo fué llamado a la Corte para recibir un nuevo
ascenso en su carrera. Corría el mes de enero de 1495, y los
Reyes residían por entonces en el Alcázar de Madrid. Allí acudi6
Fajardo por la fecha expresada, y oyó de sus labios cuál era el
nuevo destino que le tenían asignado: el gobierno de la isla de
Gran Canaria, con una mis2ón especial secreta, que el sagaz lec-tor
ya habrá adivinado cuál era.
Por la misma fecha visitaba en Madrid a los Reyes Católicos
el viajero alemán Jerónimo Münwr, y entre las mil noticias que
recogió en las antesalas cortesanas hay que destacar ésta: "Gran-de
apresto 'de naves, caballos y demás abastecimientos hace el
rey para la expedición a Africa, donde es muy temido, principal-mente
por los reyes de Fezj de '14jnez y U2 Wemecéñ. Eq &m;=
bién en Africa un esforzado capitán, oon tres mil de a caballo y
veinte mil infantes, /quien hvita aZ rey a pasar a Africa y espera
con su ejército en los Montes Atlánticos" Aun admjtiendo que
el texto de Mlhuer haya desfigurado la escueta noticia, es indu-dable
que en 1494-1495 Fernando e Isabel recibieron, por emisa-rios
propios o mejor aún a trvés de mercaderes gaditanos, por-menores,
informes y hasta invitaciones para estrechar los lazos
con las tribus del Sur del Atlas y sus jeques, que podían ser, con
el tiempo, valiosos colaboradores en una combinada acción ofen-siva
contra los reinas del Africa norteña.
Don Alonso Fajardo fué designado juez de residencia de la
isla de Gran Canaria por cédula de 24 de enero de 1495, y gober-
30 Viaje por España y Portugal, 1494-1495 Ca l ~ c ~ i d-An& en==. Fa-drid,
1951, pilg. 113.
Jerónimo Münzer, más conocido por Monetarius, hizo su entrada en Ma-drid
el 17 de enero de 1495. Fué recibido por los Reyes Cat6licos el 24 de
enero. A1 día siguiente, 25, abandonaba la villa.
28 ANTONIO RZíMEU DE ARMAS
nador de la misma isla seis días más tarde, el 30, disposición
esta.Última que se comunicó, sin pérdida de momento, al Cabildo
de Gran Canaria para su conocimiento 31. Como tal gobernador
era el tercero de la isla, pues le habían precedido el conquistador-gobernador
Pedro de Vera (1480-1491) y Francisco Maldonado
-(1491-1493, a. quien venía a reemplazar.
Durante los meses de febrero y marzo de 1495 la cancillería
regia expide diversas cédulas, encargando a Alonso Fajardo de
-importantes comisiones sobre repartimientos de tierras, libertad
-de los indígenas injustamente cautivados en Gran Canaria y La
Palma, etc., etc. 32. Debe ser también destacada la real cédula de
31 A. S.: Registro a e ~x eiio.
En la primera Real cédula se dice "que nos enbiamos ... a Francisco
Maldonado, conbpo ... a tomar e rsibir resydencia de Pedro de Viera, nues-tro
capitán general e governador ..., el qual recibió la dicha residencia e
la enbi6 ante nos en el nuestro Consejo, he despuds acá ka tenido Za go-verniación
de b dicha. ysh ..."
En la segunda cédula se comunica al Caibi1cio que "ia nuestra merced a
voluntad es que Alonso E'aja~do, contino de nuestra casa, tenga por nos el
Loficio de govemación e jusgado e capitanía general desa dicha ysla y w
tima por el tiempo que nuestra merced fuere ..."
32 A. S.: Eegistro deZ Sello. Reales c6dulas de 13, 20 y 26 de febrero y
8 y 25 de marzo de 1495.
En la pág. anterior) hemos dado 'por supuesta la existencia de una misión
especial secreta por parte de los Reyes Católicos a Fajardo; pues bien, mi9
cédula tres alíos posterior (donde se hace clara alwi6n a las disposiciones
en esta nota registradas) parece confirmar nuestro aserto. Se trata de la
Real cédula expedida en Alcalá de Henares e<l 24 de feb~erod e 1498, enca-g=
do aJ gobernador sustituto de Fajardo, m Sánchez de Valermuela, 4
exacto cumplimiento de 6rdenes y comisiones. Dice así:
"Sepadea que aJ titiempo que parrt.ió de nuestra Corte el bachiller A l ~ o
Fajardo, ya difunto, gobernador que fué de las dichas islas, Nos le man-damos
dar ciertas nuestras cartas e provisiolies e memoriales, así para la
buena igobexnaci6n de la dicha isla, cowto para @za otra? cosa convpl&raw
:: nzevtrn s~rn$rio; e después le enviamos cerca deiio e de otras cosas otras
cartas e provisiones; e porque nuestra merced e voluntad es que se faga
e cumpla lo contenido en las dichas nuestras cartas, e que lo que él oon??nzó
a facer por mrtud dellas se acabe, fué acordado que debíamos mandar esta
nuestra carta para vos en la razón; e Nos tovúnoslo por bien, porque VOS
424 ANUARIO DE EBTUDIOS ATLANTICOS
LA TORRE AFRICANA DE SANTA CRUZ DE LA MAR PEQUmA 29
.22 de febrero del propio año, que dió por liquidado el débito con-traído
con él por la hacienda real como corre,gidor de Loja y
Alhama, pues se le libraron 68.900 maravedís que se le adeudaban
de su sueldo sobre "qualesquier rentas e derechos a Nos perte-
.necientes en la ysla de la Gran Canaria" 33.
Asuntos de carácter privado retuvieron en la metrópoli al
,nuevo gobernador hasta julio de 1495, fecha en que embarcó en
Cádiz, en compañia de su esposa, Elvira de Narváez, y de su
alcalde mayor, el bachiller Rodrigo Eópez. De esta manera vé-
'mosle, el 7 de agosto de ese año, tomar posesión de su cargo cle
. "gobernador y ciapitán general" en la Ciudad-Real de Las Palmas
de Gran Canaria, capital de la isla de su mando ".
mandamos que luego f w i s traer ante vos todas las dichas nuestras cartas
e memoriales, que ansi mandamck dar e dimos para el dicho bachillw Alonso
Fajardo, e las guardedes a cumplades s ejecutades e fagades guardar e com-plir
e ejecutar en todo e por todo ..." (Agustín Millares Torres: Historia gc-aemZ
de las Ishs Cm&. Las Palmas. 1893. t. IV; págs 220-221 )
33 A. S.: Contadurúz Mayor. 1." epoca, leg. 97, carpeta 24.
Dice asi: "Nuestrw contadores mayores; Nos vos mandamos que libredes
a Alonso Fajardo, nuestro corregidor que fué de las cibdades de Loxa
Alhama, sesenta e ocho mil1 e nuevecientos maravedís, que le son devidos
del salario que le ovo de aver del dicho corregimiento de los d o s pasados,
los quales dichos sesenta e ocho miil nueveCientos maravedís le librar seña-ladamente
en quailequier r e n b e deechos a Nos pertenes@ientes en la ysla
de la Gran Canaria deste año o de los venideros ..."
Dicha cantidad le fu6 librada por carta de 25 de febrero de 1495, contra
el "~cauñlador mayor o retpptor de qualesquier rentas a Sw Altezas per-tenescientes
en la ysla de Grand Canaria".
En efecto; en 1- cirecteo de esfa Ilr. re !re i t p~zrt ida qm dice: ''y+'.--.. ,
que le fueron librados en las rentas de Canaria sesenta e ocho miii e
nobecientos maravedís del mla~io üel corregiraLiento de Loza e A l h a &E
criio niouenta e W t r o . .."
34 Vease la nota 15.
La presencia de doña EXvira de Narváez está testimoniada por diversos
&ci im~.?tn~a !w q : ~ eu" , a p i < a &dGyo;ym.
En cuanto al alcalde mayor Rodrigo L6pez, figura como tal en un docu-
'mento de 2 de septiembre de 1496. Se titula "el honrrado y discreto varón,
el bachiller Rodrigo Lopes, alcaide mayor data dicha ysla por el virtuw
cavallero Alfonso Fajardo, governador e capitán ge3iem.I desta dicha yda
'Núm. 1 (1955) ' 425
30 ANTONIO RLJlEXI DE ARMAS
Apenas había transcurrido un mes de este acto simbólico,
cuando vemos plenamente entregado al nuevo gobernador a la
realización de sus vastos y complicados proyectos africanos. j E h
qué consistían éstos? Pues, simplemente, en establecer contacto
con las tribus y cabilas de Africa, con vistas a extender el do-minio
política de España por la amplia faz del desierto sahariano.
Para ello se buscaría como causa y motivo que disimulase el prin-cipal
propósito, el establecimiento de un activo tráñco comercial
por una y otra parte, castellanos y bereberes.
Era aquélla una decisión arriegada e importante, que con el
tiempo podría alcanzar enorme trascendencia política y económi-ca.
iQui4n era el inductor de esta determinación? ¿La Corona,
reqmnfiendo a un plan premeditado, o el gobernador, con una
intuición sagaz, que le acredita como previsor político? En la
disyuntiva, nos parece lógico optar por la primera solución. Er+
muy grave el paso, particularmente después de Tordesillas, para
que un simple gobernador tomase sobre sus hombros el peso y
la responsabiiidad totai de un acbo de la iiiipüi+.t.rici~ pditica qie
en seguida vamos a ver. La misma premura con que se realiza,
al mes escaso del arribo de Fajardo, como si ningún otro asunto
de gobierno le preocupase, induce a pensar que obedecía una clara
consigna real.
Ahora bien; esta consigna debía ser de reducidos vuelos, limi-tada,
por el momento, a nqgociaciones comerciales o acaso diplo-máticas,
verdaderas operaciones de tanteo, para conocer el estado
de Africa, sus posibilidades económicas y el talante amistoso u
hostil de los hdígmas. E&& dar= qw, Per !U fechst que mm-en-tamos,
los Reyes Católicos no habían todavía pensado en cons-por
el Rey e la Reyna, medros señores.. ." (A. S. : Cánmra de CastiEb.
Eieblos, 2.a serie. Canarias.).
El primer acto político en que aparece el gobernador Fajazdo es en el
remate de las renta3 del caxgo y descargo y de las tercias reales, operación
verilicada en Las Palmas el 6 de septiembre de 1495. (A. S.: Contadul-ía
mayor, l.' 6,poca, 1%. 97, carpeta 24.)
426 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
tniir una fortaleza sobre suelo africano, con vistas a una imne-diata
dominación política.
Destaquemos que los gastos de estas negociaciones van a ser
cargados en su totalidad sobre los fondos de la hacienda real, y
que Fajardo ofrecerá gajes y beneficios a los emisarios "en nom-bre
de Sus Altezas", prueba evidente del carácter oficial de la
empresa.
Pero hacía falta buscar y encontrar el hombre adecuado para
realizar esta difícil comisión, a un tiempo comercial y diploma-tica.
Alonso Fajardo no vaciló sobre ello, en cuanto se informó
de los méritos y circunstancias que concurrían en Diego de Ca-brera,
hijo primogénito de Alonso, el alcaide de la torre señorial
de Santa Cruz de la Mar Pequeña. - &&te persocaje, ligado como el que más a la historia africana,
nos es sobradamente conocido. Hijo primogénito de Alonso y de
su esposa, Catalina Dumpiérrez, los genealogistas le dan como
nacido en Lanzarote en 1458, de lo que resultaría tener en 1495
treinta y siete años. Ase-wan asimismo que de-sempñS, cmm S;
padre, en la isla nativa, los cargos de gobernador y capitán ge-neral
en nombre y representación de sus legítimos señores. Se le
llama el Bueno, queriendo con ello revelar sus singulares virtudes
y dotes personales.
Ya destacamos su probable participación en el socorro de 1479
contra el asedio de los moros a la torre de Santa Cruz. Es asi-mismo
segura su intervención en la jornada de castigo de 1480
oontra las tribus de aquella comarca 35. El historiador Castillo
Ruiz de Veqgara añade, por su cuenta y riesgo, que Diego de Ca-brera
fué, en su día, uno de los alcaides de la torre señorial Se-
Esta continua relación con Africa le permitió a Cabrera el do-minio
del árabe a la perfección, circunstancia que iba a favore-cerle
mucho en las futuras negociaciones con los moros. Era ade-más
propietario de una mmbe?a, con !a tipulación a-.wzida a
35 Abreu, obra citada, pág. 97.
36 Descripción histórim. y geográfica de las I s h Canarias. Edición
M. Santiago. Madrid, 1948-50, pág. 824.
32 ANTONIO KUMEU DE ARMAS
navegar por los bajíos africanos, y ello fué un incentivo más ante
los ojos escrutadores de Fajardo para escogerle.
Reunidos ambos personajes en Las Palmas, convinieron los
medios para realizar la expedición, sin olvidar los más nimios
detalles. El objetivo está bien claro en los documentos: "fazer las
pazes e contratación con los alárabes" 37; es decir, establecer con
ellos amistosas relaciones y abrir las puertas para el desarrollo
de un activo comercio. Tenía la expedición, sin embargo, una fma-lidad
oculta, después de esta primera fase de tanteo: arrastrar a
'los indígenas al reconocimiento de la soberanía de España, con-sintiendo
la construcción de fortalezas-factorías y pagando a sus a
soberanos las parias acostumbradas en estos casos. N
Se escogió asimismo por ambos, como puerto de desembarco, O
el de San Bar tobd (en nuestros días conocido con el nombre de n-- m
Vina o Médano), al norte del río de la Mar Pequeña (wZd She- O
E
E
bika) y al sur del río IDsaa, por ser un fondeadero de arrecifes, SE
oonsiderado el más seguro de toda aquella bravía costa. No tenia
-
otra dificultad que su entrada; pero ello era un secreto a voces 3
-
para los expertos pilotos y los avezados pescadores isleños. -
0
m
E
Se calculó que la misión que se confiaba a Cabrera podía tener O
el plazo de duración de un año, entre viajes de ida y retorno,
n
para conciliar voluntades. El gobernador Fajardo ofreció a su -E
embajador, "en nombre de Sus Altezas, quarenta mill maravedis a
2
de acostanziento por un año, para concertarse los rescates e pases n
n
con los moros.. . " 38. 3
O
p.----
37 A. S.: Cunt(MEOL.rkz mayor, 1." Rpca, leg. 97, carpeta 24.
"Alonso Fajardo, gohrnadm de Grand Canaria, e por 61 dokia Elvira
Narváez, su muger." (Primera data.)
38 Ibíd.
"Yten se d e m a Diego de Cabrera. por su persona. que le prometi6 el
gobernador, en m b r e de Sm Altexas, quarenta mill maravedí6 de %os-tamiento
por un año, para colzCertarse los rescata e pases con los moras,
en el qual servicio syrvi6 el dicho Diego de Cabrera swte meses fasta que
ooncertó las dichas parias e rescates con los dara.cres; montan los diohois
vete meses veynte e tres miii e tresyentcus e treynta e tres maravedís ..."
AcostcumWo = estipendio, sueldo.
425 ANGARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
LA TORRE AF'RICANA DE SANTA CBUZ DE LA MAR PEQUERA 33
Fig. 6.-E1 pue~to de ,San Bartolomé (en nuestros días Vina o Medano).
El gobernador contrató asimismo, en un precio que no consta,
la carabda de Diego de Cabrera, "vecino de Lanzarote".
En cuanto a Iás ~~t :~cai i cpi=ar a comerciar, se embarcaron
treinta quintales de pasas, amén de otros diversos productos (su-ponemos
que los acostumbrados: trigo, cebada, paja, aziicar, te-jidos
burdos, etc.). El valor de los ú l h o s ascendía a 14.241 ma-ravedís
30.
38 Ibíd.
"Item, que se fysieron.de gastos en la caravela de [Diego del Cabrera,
vepino de Lanzarote, en las cosas que en ella se cargaron para concertar las
Los expedicionarios salieron del Puerto de la Luz el 20 de
septiembre de 1495, desembarcaron en San Bartolomé jornadas
más tarde y permanecieron en el Sáhara hasta los días hales de
diciembre del mismo año. Se mantuvieron, por tanto, en Africa
por espacio de tres meses largos 40.
dichos rescates, catorze mill e dosyentos e quarenta e un maravedís ... e
treynta quintales de pasa para rescate, de que se ha de dar menta ..."
40 Ibid., Primera data.
"Ytem, que se fysierm de gasto en los mantenimientos para la gente de
la caravela de [Diego de] Cabrera desde veynte de settiembre, que 0mgec6
a servir m fmm las pazes e contratmüh con los aldrabes, fasta en fyn
& disyenbm de2 dicho aGo, doze mill e veynte e tres maravedls. ."
No se concreta en este documento el año a que se hace velada refe- a
N rexia: ¿ 1495 ¿ 1496? E
Si nos atenemos a un documento hermano del anterior: "El dicho Alonso O
Fajardo la dicha data" (documenta que a partir de ahora conoceremos por n--
Segunda data), la carabela de Diego de Cabrera estuvo como una de tantas m
O
al servicio de los constructores de La torre de Santa Cruz desde el 20 de E
septiembre a h e s de diciembre. De todas maneras llama la atención la 2
E
fecha tardía de incorporación, y más todavía la de retorno, a finales de -
diciembre de 1496, cuando la twre había sido totalwnte mX@w&, el día 11, 3
por operarios y peones. ¿ Qué iba a hacer ella sola eoi Africa ... ? --
Pero es que por la Primera data (párrafo transcrito anteriormente) nos 0
m
E
enteramos que Diego de Cabrera !"desde veynte de settiembre ... a fyn de U
disyenbre") se limitó a "fazer las pazes e contratación con los al&rabwV,
sin intervenir para nada en la operación de Mar Pequeña. n
Frente a esta aclaración cabe tomar dos actitudes: -E
a
l.* Las negociaciones se llevaron a cabo por espacio de siete meses, l
entre septiembre de 1495 y abril de 1496, con una primera etapa de 20 de n
n
septiembre a 31 de diciembre de 1495.
2." Las negaciaciones se efectuaron casi simultáneamente a la construc- O 3
ción de la torre desde septiembre de 1496 a abrii de 1497, con una primwa
etapa de 20 de septiembre a 31 de diciembre.
En la disymtiva optamos por la primera solución, por las razones si-guientes
:
a ) Las negociaciones de paz tuvieron que preceder, en buena 16gica,
al desembarco, como fué norma invariable en circunstancias similares.
b) Eh otro caso carecerían de sentido las protestas de doña Inés Peraza
en la fecha que se producen (p&g. 37).
C) Menos sentido tendrían las alusiones a las "parias y rescates" que
10s Reyes Católicos1 hacen en su carta de 29 de marzo de 1496 (págs. 39-40).
d) No tendría encaje adecuado el viaje de Fajardo, "la fn%mera ocx, a
San Bartolomé, a ver Ea tierm e a fablar con Diego de Cabrera" (pág. 35).
430 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOb
Nada en concreto sabemos de cómo se desarrollaron las ne-gociaciones,
calvo que fueron coronadas por un éxito rotundo.
Es preciso, pues, dar margen a la fantasía con la mesura que a
un historiador le está permitido. Hay que suponer que Diego de
Cabrera fué cordialmente recibido por los jeques de las tribus
comarcanas a San Bartolomé y la Mar Pequeña; que cambió con
ellos los regalos y obsequios acostumbrados en estos casos; que
permuto sus mercancías por otros productos del suelo africano
o las vendib por el codiciado y brillante oro en polvo; que firmó
paces y alianzas con las cabilas.. .
Pero como su misi6n era mucha más diplomática que comer-cial,
Diego de Cabrera desplegó desde el primer día extraordina-ria
habilidad y astucia para atraer al partido y a la causa de
España a los jeques moros, haciéndoles ver las ventajas que les
proporcionaría el apoyo y la protección de Castilla y de sus pode-rosos
soberanos Fernando e Isabel. Estas negociaciones debieron
marchar por tan buen camino y con tal rapidez, que Diego de
Cabrera rreyCt rnnveniente 1a presencia permnal de! g~hprnadnr
F'ajardo en Africa, enviándole urgentes avisos y mensajes en ese
sentido.
El gobernador de Gran Canaria no se dejó rogar demasiado,
y se trasladó a "San Bartolomé a ver la tierra e a fablar con
Diego de Cabrera". Embarcó para ello en la "caravela de Rodrigo
de Lisbona", y puso pie en el Continente con el mayor aparato
para impresionar a los moros. Era la primera vez que un
representante y mandatario real pisaba tierras de Africa. Igno-ramos
la fecha exacta de este viaje, así como cualquier incidencia
del mismo; sólo conocemos el importe de los gastos de esta se-gunda
expedición, 23.895 maravedís, que por lo elevado nos mas-tra
a considerarla a un tiempo empresa político-comercial 4'. Te-
--
41 Ibíd., Primera @ata
"...primeramente se fysieron de gasto qwl& el gobernudor fu.4 la pri-mera
vez 11. San Bu~rtoZoméa, ver la tierra e a fabiar con W g o d e CaWera,
em la caravela de Rodrigo de Lisbona, se gastaron veynte e tres mil1 e
ochocientos e noventa e cinco maravedis.. ."
36 ANTONIO RUMW DE ARhWS
nemos que volver a las suposiciones, y no hay que ser muy sagaz
para entrever cuál sería el papel de Fajardo. Debió respaldar con
su autoridad cuanto Diego de Cabrera les prometía; reconocería
rápidamente el territorio y recibiría por aquí y aliá los home-najes
y parabienes de las tribus, cada vez más inclinadas al
vasda je.
Regresó Alonso Fajardo a Las Palmas en el otoiio de 1495,
mientras Diego de Cabrera proseguía su comisión en Africa, ulti-mando
las negociaciones hasta en los mas nimios detalles. Ya no
se discutía la paz y el comercio, sino el pago de pa~ias, como
reconocimiento de la soberanía de España y a cambio de su pro-tección.
Terminada esta primera fase de la negociación, había que re-solver
y decidir. Se imponia un estudio minucioso dei proHerna
y hasta una consulta a la Corte para que los Reyes decidiesen en
Última instancia. Diego de Cabrera dió por conclusa su embajada,
embarcó en San Bartolomé, y a finales de diciembre de 1495 com-parecía
en Las Palmas para dar cumplida cuenta de su laboriosa
gestión.
Los gastos de este viaje se evaluaron en 12.023 maravedís,
invertidos casi totalmente en el sostenimiento de la tripulación del
navío 42.
42 Vease ia nota 40.
Aunque se insiie en que Diego de Cabrera estuvo como en~bnjtuZor al
servicio de los Reyes Católicos "syete meses!', 8uponemos que no se quiere
indicar con ello una continuidad constante en Africa. Además, dlo estaria
en contradicción con los documentos que hablan de dos estancias separadas,
la primera desde 20 de septiembre a fines de diciembre (tres meses largos),
y la segunda de un mes. Fh medio es preciso, para completar les siete
meses, una jornada trimestmZ en Las Palmas (enero a marzo de 1496) en
las discusiones, estudio y redacción del tratado.
Por lo que respecta al alquiler de la carabela y al sueldo de los tripu-lantes
de la misma, se invirtid el numerario siguiente:
Carabela de Diego de Cabrera: Prestó sus servicios desde el 20 de
septiembre al 31 de diciembre. Se pag6 de alquiler por el casco 26.668 ma-ravedí
y 4 cornados.
Maestre, Rodrigo de Cubas (sueldo, 5.666 mr.). Contrmmestre, Martín
432 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZC'OS-
LA TORRE AFBICANA DE W T A CRUZ Di3 LA MAR PJCQUI~RA 37.
V.-LOS REYES CAT~LICOORSD ENAN LA CONSTRUCBÓN DE LA TORRE
DE SANTAC RUZD E LA MAR PEQUEÑAG. RAN CANARIAC, UARTEL
GENERAL.
Una negociación de esta índole no pudo mantenerse en sigilo.
Trascendió a las distintas islas del Archipiélago canario y des-pertó
la alarma de aquellos que se consideraban lesionados en sus
derechos. Nos referimos, como podrá suponerse, a la familia
Herrera-Peraza, que hasta entonces había ejercido una especial
tutela sobre los moradores del continente vecino.
Desde la muerte de Diego ,Garcia de Herrera, en 1485, su
esposa, la señora titular de las Canarias menores, doña Inés Pe-raza,
.asumió personalmente la defensa de los intereses de su
casa. Por este motivo no nos sorprenderá verla diez años más
tarde, en 1,os primeros días de 1496, obstaculizando por completo
los planes de Fajardo para extender el influjo de sus soberanos
sobre Africa.
Lo que no podemos calibrar es hasta dónde llegó doña Inés
Feraza en esta táctica obstruccionista. Sabemos por un documen-to
regio de excepcional importancia, que quiso construir apresu-radamente
una torre sobre las ruinas de la anterior; es decir, en
Mar Pequeña, y que por tal causa tuvo serios altercados y de-bates
con el gobernador Alonso Fajardo, que le salió al paso y
le impidió la realización del proyecto, hasta tanto que la Corona
resolviese. No queda claro, en ,cambio, si estas diferencias se dii-cutieron
exclusivamente en as Palmas o si doña Inés Feraza
llegó a pasar con sus hombres a Africa, obligando al gobernador
a expedir, como. representante regio, una orden conminatoria
de Maya (5.000). Piloto, Luis de Triana (5.000 mr.). llIarinoros: Cristóbal
ñaartín de Castilleja (5.333; desde el 20 de julio al 20 de septiembre, 31
servicio particular del gobernador), Aionso Cazorla, Francisco Mpez (3.333).
Grwmetes: Cristóbal Tenorio, Juan Pelves, Pedro Portugués, otro Pedro
Portugués, Hernán Guillén (2.333 mr. caüa uno). Paje, Salvador (1.033 mr.).
as ANTONIO RUMEU DE ARMAS
para que evacuase sin pérdida de tiempo las posiciones ocupadas.
Por el texto de los documentos ambas opiniones son defendibles,
aunque parece más fundada la primera 43.
Después de estos incidentes se imponía cada vez más una ur:
gente consulta a la Corte, para que Fernando e Isabel resolviesen
aquello que juzgasen mejor a sus intereses, conveniencias y pla-nes.
Consta que Fajardo les remitió un amplio informe con minu-ciosos
pormenores de las negociaciones africanas y de las dispu-tas
sobrevenidas como consecuencia de las mismas, reclamando
una r9pida decisión.
Mientras tanto, en Las Palmas discutían Fajardo y Cabrera
los pormenores del tratado de amistad y vasallaje entre España a
N
y las tribus de Africa, hasta que quedó perfilado en todos sus E
O
puntos. Los moros debían estar aguardando la respuesta dentro S-- m de un plazo limitado (de tiempo, pues viendo el gobernador O E
que la resolución de sus soberanos se demoraba más de lo que E
2
E convenía, optó por enviarles una nueva embajada, de la que se -
hizo cargo; como es natural, el negociador de las paces, Diego 3
de Cabrera.
- -
0
m
Emprendió éste su segurido viaje en marzo de 1496, perma- E
O
neciendo en el Continente por espacio tan sólo de un mes. Esto 5
revela cómo todo se desarrolló con normalidad, por los cauces n
-E
previstos, sin desavenencias ni contratiempos. Los jeques de las a
2
distintas tribus se comprometieron a reconocer la soberanía de d
n
n
España (en señal de lo cual pagarían a sus Reyes las simbólicas
3
parias), a permitir la construcción en el wZd Shebika de una O
torre-factoría fortificada y a abrir sus puertos y mercados al trá-fico
comercial.
En abril de 1496 estaba de regreso en Las Palmas, finalizada
su comisión, el embajador Diego de Cabarera. Había durado ésta
siete meses, desde septiembre de 14951 a abril de 1496, y le corres-pondian,
yvr tsnto, de! s~e!U=y ~ see !e haMu pmmetid~,3 - 3 3 3
43 Carta regia de 29 de marzo de 1496, que comentaremos seguidamente.
434 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
El Africa AtMntica y la Mar PequeAa en el A.t?rr,v de Juan Martlnez, 1587. (Eiblio-teca
Nacional. Madrid.)
Isabel la Católica, soberana de Castilla, propulsora de la construcci6n de la
torre de Santa Cruz de la Mar Pequeña. (Palacio Real. Madrid.)
LA TORRE AFRICANA DE SANTA CRUZ DE LA MAR ~ U E B A 39.
maravedís, cantidad que le fué certificada para su cobranza por
el mencionado gobernador 44.
Por esta fecha, ya venia de camino la wrta regia resoluto-ria
del pleito africano. Va dirigida a "Alfonm Fajardo, nuestro
gobernador de las yslas de la Grand Canaria"; se titula: "Mana
damiento de Sus Altezas para hedifycar la torre de Santa Cruz
de la Mar Pequeña", y está firmada en Tortosa, residencia tem-poral
de la Corte, el 29 de marzo de 1496. Los Reyes Católicos
contestan a-la misiva de su gobernador, y aplauden su entereza
y resolución en el pleito con la señora de las Canarias menores:
"Vimos vuestra letra-dicen-y en mucho servicio vos tenernov
& y.~ep -jr e!!9 nec, eocr&ptrs, y tede q ~ 8eye y3 U;&&= y
respondido en lo que dona Inés Peraca vos movió, está muy bien.
fecho, y nos tenemos por servidos de vos en ello". Después re-.
chazan de plano los propósitos de esta señora con respecto a
establecerse, por su cuenta y riesgo, en Africa, como atentato-rios
a la soberanía real, y conminan al gobernador a acometer,
este mismo proyecto en el más breve plazo: "E porque aqueilo
que ella querría emprender es en deservicio nuestro e contra nues-tra
prekeminencia real, mandarnosvos que le non dedes lugar a
ello, e que en aquel sytio que ella que& faser Za torre, la fagays
vos luego faser en nuestro nombre.. ." Fernando e Isabel se mues-tran
extraordinariamente esperanzados por la actitud de las
cabilas y las ventajas políticas y comerciales que podía reportar
la construcción de la fortaleza : "Para que della se pueda, enten:
der en lo de las parias y rescates, porque estas cosas, como desys,
pertenescen a Nos e non a otro alguno de nuestros súbditos". La
carta termina reiterando la orden antedicha: "E pues allá ay
-
44 Véanse las notas 38, 40 y 42. Primera data.
"Yten, paresce por las dichzis cuentas que sa deven a la caravela e gente
de Diego de Cabrera por .un mes que andovo más despub de las primeras
cuantas fasta que concertó el rescate e pplkrtas con los aZarves, por el dicha
navio e gente dies e syete mi11 e quinientos rnaravedis ..."
Tanto esta cantidad, como los 23.333 maravedís de acostarnielato, se
adeudaban todavía a Bego de Cabrera en marzo de 1498.
40 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
recaudo para la obra della, por servicio nuestro que con mucha
diligencia la fagays, e non alceys mano della fasta la poner en
tal estado que della se pueda seguir el rescatc y entender en las
parias, y avisándonos syempre de todo lo [que] más oviere, con
diligencia e cuydado e proveimiento que confiamos de vos" ".
Esta orden equivalía a una sentencia en el pleito político pIan-teado,
sin que a doña Inés Peraza, obediente y sumisa, le fuese
posible adoptar otra actitud, ya que frente a la Corona ning-6~
derecho podía invocar que pudiese ser jurídicamente defendido.
Cuando Alonso Fajardo tuvo en su poder la carta regia de 29
de marzo, no ~ e r d i óu n instante en el apresto de la expedición a N
o$&nnnn nrin+nn+nndn mmrr:rrci m l : o + n n d r i h r r m k r a c . nnlinrr&nAr\oa al
C~LI abcwla, LUIL u a.cauuu ua v AUU~ L,~ O C C L L L U UU UIIIUL GU, U ~ U La uuuwz GA
armamento preciso, abasteciéndose de víveres y repletando sus O
n almacenes de materiales de construcción.
-
m
O
E
Esta operación, más política que militar, la conocemos con tal SE
cúmulo de pormenores y detalles, que hemos forzosamente de -E
ahorrárselos al lector para no caer en la nimiedad, ni hacer fa- =
rragosas estas páginas. Nos limitaremos a destacar aquellos que -- O
puedan tener un singular interés o merezcan ser señalados por m
E
su especial curiosidad. O
Cinco fueron las embarcaciones contratadas. La primera, el n
E navío llamado de "El Viejo", nombre que seguramente recordaba -
a
el de su lmaestre Abnso Viejo; era su contramaestre Francisco 2
n
del Lillo. La segunda era una carabela propiedad de Rodrigo n
Quintero, que hacía también las veces de maestre; su piloto se 3
O
llamaba Juan Quintero. La tercera era una nao, la "Pimienta";
su maestre, Cristóbal Martinez. La cuarta era una carabela pro-piedad
de un tal Leonallo, actuando de maestre Antón Gallardo,
y de piloto, Cristóbal Martín de Santiponce. Por Último, la quinta
Gi2 -mi "uarcod e FI=a-nc.sc" Gfnov-&, c-iqjifala s f-jiiic~on~
de maestre a un tiempo que las de popietario.
45 A. S.: Contaduria mugor, l." época, lag. 97, carpeta 24.
"Alfons Fajardo. Mandamiento de Sus Alte- para hedifycar la torre
de Santa Cruz de la Mar Pequeña" (29 de marzo de 1496).
430 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA TORRE AFRICANA DE SANTA CRUZ.DE LA MAR P E Q ~ A 41
No menor cuidado hubo que desplegar en la recluta del per-sonal
idóneo para la edificación de la torre. heron contratados
tres maestros mayores de obras: Diego Gómez, Cristóbal Martín
y Diego de Armas, y siete albañiles; un maestro mayor herrero,
Pedro de Madrid; un herrero, Pedro Portugués; un. majador, Bar-tolmé
Ayamonte, y un follador, Andrés Gomero; dos maestros
mayores carpinteros, Francisco López y Cristóbal Martínez ; cinco
carpinteros y tres aserradores. Para ayudar a la sustentación de
estos hombres (junto con soldados y tripulantes) se contrataron
los servicios de tres pescadores: Gonzalo Cordonero, Antón Ga-rrido
y un tal Juan; y para el cuidado de sus ropas una lavan-dera:
María, Única mujer incorporada a la expedición.
Aunque estaba previsto un desembarco pacífico en Africa,
había que asegurarse frente a cualquier sorpresa o desagradable
contingencia. Las cabilas no todas obraban al unísono, ni eran
leales por largo tiempo a su palabra, ni la estabilidad política
era su nota más acusada. La torre que se iba a construir era a
.un tiempo fortaleza y factoría, y como tal tenia que estar per-fectamente
defendida. Consta por los documentos, que se adqui-rieron
para la misma diversas Zmbherdas (cañones), ballestas y
espingardas por valor de 17.067 maravedís.
El capítulo de los mantenimientos no fué menos importante.
En vituallas diversas se invirtieron 164.870 maravedís. A ello hay
que añadir una segunda partida a base de "viscochos e vinos e
%evada e otras cosas por menudo de mantenimientos", cuyo im-porte
ascendió a 1.533 maravedís.
Pero lo que requirió más tiempo y dinero fué el acopio de
materiales para la edificación del castillo. El importe del hierro,
que se adquirió al mercader Gonzalo de Segura, ascendió a 45.824
maravedís. Sólo en la fabricación de las herramientas precisas se
invhieron 33 quintales de mineral. El precio de la madera sumó
una cifra más elevada: 51.672 maravedís J parte de ella "se lah6
en la Grand Canaria", mientras que otra buena porción se con-dujo
en bruto "a la Mar Pequeña para la cepa e obras de la torre".
La cal se adquirió de manos del calero Alejo de Medina, y su
.valor ascendió a 14.900 maravedís. "En pez y estopa para llevar
a Berberís para las dichas obras y [en] mangueras y estoperones
-para los navíos" se consumieron 4.308 maravedís. En Sevilla se
compraron al mercader Antón Gerónimo "doze redes de torre e
.un chinchorro viejo e una barca para servicio de la torre e quatro
remos para la barca grande e tres serones de cinta", por un im-porte
total de 8.274 maravedis. En la Aldea de San Nicolás se
adquirió, de manos del pescador Fernando Dáaz, ~ u ci h inchorro
viejo "para llevar a la Mar Pequeña", gastándose en la compra
y la reparación 6.853 maravedís.
En estos cuidadosos trabajos se invirtieran los meses que
transcurren desde abril a agosto de 1496, participando activa- a N
,mente en los mismos, bajo la constante vigilancia del gobernador E
Alonso Fajardo, una Comisión especial organizada para el caso, O
n que integraban el vecino de Sevilla Cristóbal de la Puebla, de-
-
m
O e
signado "escribano.. . y contador de las cosas de Berberís" ; Diego 2E
de San Martín, "mayordomo", y en calidad de auxiliares los re- - E
-pidnres del Cabildo Diego de Zorita y Fernando de Miranda ". 5
- -
0
m
E
VI.-LOS CASTELLANOS EN &RICA. EDIFICACIÓN DE LA TORRE. O
E A principios del mes de julio de 1496 empezaron a concen- a
'trarse en el Puerto de la Luz o de las Isletas los navíos contra- 9
n
tados. El 6 arribaba la nao de Alonso Viejo; el 7, la carabela de n
Rodrigo Quintero ; el 19, la nave "Pimienta" con su maestre Cris- 3
O
'tóbal Martínez; el 27, la carabda de Leonallo, con Antón Gallardo
al frente, y el 12 de agosto, la última, la ca.ra-kla de Francisco
Ginovés.
La actividad fué constante durante todos estos días, dedicados
,al transporte, desde Las Palmas al Puerto, de armas, manteni-mientos
y materiales, para ser embarcados en los navíos. El coste
de estos acarreos y trabajos ascendió a 6.726 maravedis.
46 Ihíd. Primera data.
a98 ANUARIO DE ESTUDIO9 BTLANTICOS
1 ~ 4 TORRE AFRICANA DE SAh'TA CRUZ DE LA MAR PEQWA 43
El momento de la partida se acercaba, y fué preciso alistar
los soldados, a cuyo cargo había de estar la defensa de los cons-tructores
de la torre y llegado el caso de sus propios muros.
Como más que una operación de guerra estaba planeada una em-presa
de ocupación pacífica, el gobernador ajard do consideró que
para tal menester bastaban con treinta infantes o peones. Los
nombres de todos los conocernos puntualmente, aunque no hace
al caso reproducirlos aquí. Podrán parecer pocos estos peones,
pero téngase en cuenta que los tripulantes de los cinco navíos,
en su mayor parte desocupados, eran hombres aptos para empu-ñar
las armas en cualquier adversa circunstancia.
Hacia mediados de agosto todo estaba preparado y dispuesto
para la partid. pendiente f t - Gdo de !a m d e ~de zsqar. Esta
no se hizo esperar, pues el 28 del mes y año expresado la escua-dra
o flotilla abandonaba el Puerto de la Luz con rumbo a Africa.
Conducían los navíos algo'más de cien hombres divididos así:
44 tripulantes, 28 constructores y 30 soldados.
La operación había dacio comienzo.
Antes de seguir adelante hemos de plantearnos un primer pro-blema
critico. Es éste: ¿quién asumió el mando de la expedi-ción..
. ? No hay constancia de que el gobernador Alonso Faajardo
acompañase a los expedicionarios, pero tampoco prueba alguna
en contrario. Sin embargo, todo parece abonar la primera supo-sición.
;Cómo iba Fajardo a dejar en manos de un subordinado
suyo la dirección de esta empresa, que él había personalmente
alentado y sobre la que tenía un mandato regio expreso ... ? Da-mos,
pues, por segnm qi~ee ! g ~ b e ~ a 6 o&re Gran Cauaria ibs
al frente de sus hombres, sin rehuir riesgos, adversidades y
fatigas.
En cuanto a la fecha exacta del desembarco en Africa, tam-poco
poseemos información. Hay que suponer, no obstante, que
no po&a demorarse arriba de un par de das. En consecuencia,
cabe dar por seguro que la escuadra entró en la boca del río de
la Mar Pequeña el 30 de agosto de 1496, procediéndose seguida-mente
a dese&barcar en la isleta de su desembocadura: hombres,
LA MRRE AFRICANA DE SANTA CRUZ DE LA MAR PEQUEf$A 45
armamento, víveres y materiales de construcción, con objeto de
iniciar rápidamente la edificación de la torre.
Hay que suponer que las cabilas colaboraron en el desem-barco
con su apoyo, más moral que material, sin cometer ningún
acto de hostilidad. Los documentos con su silencio así lo conñr-man
y respaldan. Sin embargo, no opina de tal modo el historiador
Viera y Clavijo, quien dejándose llevar por la rutina, el paralelis-mo
con episodios anteriores, da por supuesto que hubo lucha entre
españoles y bereberes: "El nuevo gobernador de la Gran Canaria,
Alonso Fajardo, de la casa de los marqueses de los Vélez, le re-
. edificócse refiere al castillo-y defendió valerosamente del sitio
que le puso una partida de tropas del rey de Fez [?], hasta pre-cisarlas
a retirarse" 47. Dejando a un lado errores de bulto (valga
al caso, imaginar al rey de Fez asediando Mar Pequeña), la opi-nión
de Viera debe ser rechazada de plano por no tener funda-mento
alguno.
- Nuestra información va disminuyendo a medida que las la-bores
& constri~rdbn & h 'owp se emrenden con vertiginoso
ritmo. Suponemos que Alonso Fajardo regresaría a Las Palmas,
así que hubo dejado los trabajos por buen camino. Uno de los
.navíos salió para Lanzarote el 12 de septiembre, con objeto de
,evacuar a dos soldados enfermos: Juan de Alba y Juan Estevan,
y nada de particular tendría que en esa misma embarcación re-tornase
el gobernador a Gran Canaria.
Nada en absoluto hemos podido adivinar de la forma, dimen-siones,
dependencias y detalles ornamentales de la torre de Santa
Cm. Tampoco hay pormenores sobre el desarrollo de los traba-jos,
fuera de su extraordinaria celeridad. Apenas si ha quedado
registrada alguna labor particular. Así sabemos, por ejemplo, que
el maestre Alonso Viejo había intervenido una noche en "atar
la madera de la cepa", por lo que fué recompensado "con trezien-
'0s e rnmavp&~ que ]e &C> e] gn&xa&r" 48-
47 Obra citada, tomo 11, phg. 151.
! 48 A. S.: Colttaduria mayor.. 1.' época, leg. 97, carpeta 24.
."El dicho Alonso Fajado,. la dicha data." (Segunda data.)
46 ANTONIO RUMEU DE ARMAS .
Lo único que ha quedado registrado con alguna puntualidad
son los viajes de los navíos, anclados en la desembocadura del
río. Estas embarcaciones sirvieron de protección, refugio y al-macén
a los expedicionarios mientras duró la construcción de la
torre. Pero como no hacia falta la presencia de las cuatro, una
por lo menos estaba casi siempre navegando para mantener la
comunicación con la isla-metrópoli y proveer a las necesidades
materiales de la obra, artesanos y guarnición. Por ejemplo, la
nave de Leonallo fué a la isla de La Gomera llevando a bordo
al contador Cristóbal de la Puebla, con la extraña misión de "de-
* mandar la gente a la Bobadilla, por mandado del gobernador".
Parece ello referirse a determinado compromiso contraído por
esta señora (doña Beatriz de Bobadilla, la viuda del señor de La
Gomera Fernán Peraza) para alistar algunos de sus vasallos en
la guarnición de la fortaleza próxima a inaugurarse. Conocemos
también otro viaje realizado por la nao "Pimienta" a Las Palmas
para proveerse de víveres, con objeto de dejar totalmente abas-tecida
de ellos la torre de Santa Cruz. Esta nave trajo de retorno
mantenimientos y vituallas por la elevada cantidad de 35.690 ma-ravedí~,
pues se pretendía que la guarnición no se viese carente
de nada durante su prmanencia sobre los arenales africanos.
Estos últimos pormenores son ya un claro indicio de que la
torre elevaba día a día el contorno de sus muros, como augurio
de un próximo fin. En efecto, a principios de noviembre de 1496,
a los dos meses justos de iniciados los trabajos, la torre, en su
estructura fundamental, estaba terminada.
Algunos de los artesanos, conclusa su labor, se dispusieron
para regresar. El 14 de noviembre (acaso en el viaje Último del
navío de Leonallo) retornaron a Las Palmas el maestro mayor
herrero Pedro de Madrid y el maestro mayor carpintero Francis-co
López, a los que se agregaron el follador, tres carpinteros, un
albañil y cuatro de los soldados o peones del presidio. Todos ellos
arribaron a Gran Canaria el 16 de dicho mes.
Por idéntica fecha ocurrió en el escenario africano el Único
desagradable incidente de la expedición. El río de la Xar Pequeña
-442 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA TORRE AFRICANA DE SANTA CBUZ DE LA MAR PEQUE~A 47
era de difícil acceso a causa de la barra que lo cerraba y que
sólo se podía franquear en la pleamar. No supo sortear los peli-gros,
en una de las maniobras de entrada o salida, el maestre
Rodrigo Quintero, y su carabela naufragó, perdiéndose para siem-pre.
Los daños materiales pudieron ser compensados en parte, ya
"que todas las cosas, asy mastelas como madera e clavasón e
otras cosas que della se escaparon, se tomaron tohs para 7-
obras de la dicha torre". La tripulación se repartió entre los de-más
navíos, y del incidente no quedó otro recuerdo que el de
los daños y perjuicios.
En los documentos se insiste, con reiteración, en que "la ca-ravela
de Rodrigo Quintero ... se perdió en 'la barra de la Mar
Pequeña en servicio de Sus Altezas". Como a su propietario sólo
se le pagó "por el sueldo de la dicha caravela, por el casco della,
desde syete de julio hasta XVZ de novicnbre", está claro que en
esta última fecha fué cuando sobrevino el naufragio le.
Después de este incidente, que supuso una breve paralización
de los trabajos, éstos se reemprendlernn C ~ E31 1r ime más ve!m
si cabe. Los operarios se entregaron con sin igual ardor a su
tarea para dar remate a los mil detalles que un edificio, máxime
si es de índole militar, plantea en su construcción. Las obras que-daban
por completo terminadas, de conformidad con los planes
previstos, en los primeros días de diciembre.
El regreso de los expedicionarios se verificó por etapas. En
cabeza partió, el 3 de diciembre de 1496, el navío de Leonallo,
conduciendo a parte de aquéllos, mientras que el grueso de los
hombres zarpó del río de la Mar Pequeña, en las carabelas de
"El Viejo" y "Pimienta", el día 11 del mismo mes y año. Los
primeros arribaron a Las Palmas el 5, mientras que los segundos
lo hacían el 14
40 Primera y segunda data.
50 Segunda data
La lista de los expedicionarios que desembarcaron en Las Palmas el 16
de noviembre, 5 y 14 de diciembre, con el tiempo que sirvieron y el sueldo
que ganaron, es la siguiente:
a) EXPEaICION DEL 16 DE NOVIEMBRE. (Tiempo de servicio desde el 28 de
Núm. 1 119551 e43
'ANTONIO RUMFU DE ARMAS
.El coste total de la empresa de ocupación hasta esa fecha se
evaluó en la i.mportante. cantidad de 1.060.139 maravedís, un
:.cuento en cifras redondas, dividido así: en materiales de cons-agosto
hasta esa fecha) : Pedro de Madrid, maestro mayor herrero (sueldo,
5.266 mr.); Francisco López, maestro mayor carpintero (5.266 mr.); Andrb
Gomero, follador (1.647 mr.); Luis Xunebas, carpintero (5.266 mr.); Diego
Portugués, carpintero ((2.970 mr. ) ; Pedro de Avila, carpintero (2.970 mr. ;
LabaJ'os, dbafiil (2.973 mr.).
Peones: Cristóbal de Baena, F'rancisco Gáldar, Ginés '~arbero,S ebastihn
del Hierro (sueldo de cada uno: 1.647 mr.).
b) EXPFJIICIÓN DEL 5 DE DICIEMBRE. (Tiempo de servicio desde d 18 de
agosto hasta esa fecha) : Cristóbal Martin, maestro mayor albañil (sueldo,
6.532 mr.); Gonzalo Cordonero, pescador (4.733 mr.); Juan, pescador (3.733
mr.) ; Marfa, lavandera (1.689 mr.) .
Albañiles: Juan Adonar, Esteban Provencial, Betawios, Hernando Luna
(sueldo de cada uno, 3.733 mr.).
Pems: Juan de Gáldar, Juan Capitán, Francisco Canario, Lucas, Juan
Portugués, Cristóbal Ubeda, Martín Canario, Calderín, Juan Caiador, Diego
Izquierdo (sueldo de cada uno, 2.090 mr.).
C) EXPEDICIDOELN 14 DE DICIEMBRE. (Tiempo de servicio desde el 28 de
agosto hasta esa fecha): Cristóbal Martfnez, maestro mayor carpintero;
Diego Gómez, maestro mayor albañil, y Diego de Armas, mawtro mayor
albdíil (suddo de cada uno, 7.132 mr.). Francisco Lanzarote, albañil; Batista
Monjardín, carpintero; Pedro Francés, aserrador, y han Francescobo, ase-rrador
(cada uno 4.093 mr.).
. , Peones: Pedro Canario, otro Pedro Canario, Sancho Vermudo (2.300 m.)
y Gali (1.783 mr.).
A estas listas de operarica y peones hay que afiadir los nombres de lee
hue se quedaron en Africa formando parte de la guarnición fija de la torre
(cuyos servicios se ,puntualizarán más adeliinte; nota 52). AdemBs, regre-saron
anticipadamente los expedicionarios siguientes: Diego de Cabrejaa,
aserrador (desde 28 de: agosto a 28 de septiembre; sueldo, 1.000 mr 1; .Tu^
ae Aba y Juan Estevan, peones (28 de agcxsto a 12 de septiembre; sueldo,
500 mr.); Antón Mayor, Martin de Vera y Pedro de Zorita, peones (pres
taron servicio un mes, sin determinar fecha; sueldo, 500 mr. cada uno),
Mención especial merecen los navíos que tomaron parte en la empresa.
El 5 de diciembre entraba en d Puerto de la Luz el navío LeonaZlo, tra-yend~
~&mfi& ,Q& tfipAzci^n & !z cli.&& ~lzlrzgak n&&-ig~
Quintero.
a ) N~vfoD E LEoNALM): Prestó sus semicios desde el 27 de julio aI 5 de
diciembre. Se pagó de alquiler por el casco 17.200 mr.
Muestre: Antón Gallardo (sueldo, 7.776 mr.). Piloto: Cristóbal Martín dc
Santipome (6.766 mr.). Mmimros: Alonso González, Gonzalo Gallardo, To-
444 - ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA TORRE AFRICANA DE SANTA CRUZ DE LA MAR PEQUmA 49'
trucción, herramientas, armas y vituallas, 426.791 mavedis, y
en fletes de navíos, sueldos, etc., 633.348 maravedís 51.
Hasta el día 11 de diciembre de 1496 la ocupación de Mar
Pequeña, la seguridad de los trabajadores entregados afanosa-mente
a la construcción de la torre y el orden en todo su perí-m&&
o contorno estuvo garantizado por los treinta peones de
la guarnición; pero a partir de ese &a en que abandonaron la
--
ribio Sanz (4.766 mr. cada uno). Gncmete: Pedro l(3.476 mr.). Mozos: Her-nando
de Nájera y Diaguillo (2.250 mr.). Paje: perico (1.720 nr.).
b) TRIPULACID~EN L A CARABELA PMDIDA DE RODRIGOQU INTERO: La Ca-rabela
prestó servicios desde el 7 de julio al 16 de noviembre. Se pago de
dquiler por el casco 34.400 mr. La tripulación permaneció en Africa hasta
Q 5 Ue diciexibre.
Muestre : Rodrigo Quintero (sueldo, 8.966 mr.) . Piloto : Juan Quintero
(7.717 mr.). Ma?%neros: Pedro S&nchez y Lorenzo Ibáfiez (5.466 cada uno).
G~umetes: Alonso Sánchez, ,Hernando Ríos, Hernando Asturiano, Hernando
Portugués, Miguel Yres (3.966 mr. cada uno). Paje: Dieguillo (2.000 mr.).
Los otros dos navíos, "El Viejo" y "Pimienta", arribaron a Gran Ca-naria
el 14 de diciembre.
a) N ~ v f oD E "EL VIEJO": Prest6 sus servicios d&e el 6 de julio al
14 de diciembre. Se pagó de alquiler por el casco 41.866 maravedís y
4 cornadas.
Maestre: Alonso Viejo (sueldo, 11.320 mr.). Colztmrmueslre: Francisco
del Lillo (8.363 rnr.). Marineros: Crist6bal Rodríguez y Juan Torres (5.746
usda mo).
b) NAV~"OP IMIENTAP"r:e st6 sus servicios desde el 19 de julio al 14
de diciembre. Se pagó de alquiler 29.000 mr.
Maestre: Cristóbal Martínez (sueldo, 8.753 mr.). Marineros: Gonzalo Mar-tin,
Francisco Martín, Antón Santana, Diego Rodriguez, Hernando Quintero,
Cristóbal Portugués, Juan Mata (5.360 cada uno). El marinero Bartolom6
'A13 im..-.ri41 =se h~üipürú d i7 de sepiiem-bre í3.48Ü mr.). Grumetes: Perin Ga-lafate
y Guillermo (1.353 y 3.910 mr.). Paje: BartolomB (1.925 mr.).
51 A. S.: Contadu?%a mayor. l." época, leg. 97, carpeta 24.
"Relación de la quenta que di6 doña Elvira de Narváez, muger de Aionso
Fajardo, governador que fué de Canaria." (Cuenta resumen.)
50 ANTONIO RUnW DE ARMAS
fortaleza, recién terminada, los últimos expedicionarios, entró en
funciones el nuevo presidio, compuesto nada más que por dieci-siete
hombres, de acuerdo con las instrucciones del gobernador
Fajardo.
Para cubrir fuerzas tan escasas se ofreció a los veteranos de
Africa la posibilidad del reenganche. Algunos optaron por seguir
la aventura y permanecieron, quien más quien menos, sobre las
arenas saharianas. Por extraño que nos parezca, un albañil, Gar-cia
de Córdoba, que debía ser hombre de letras, se transformó,
de la noche a la mañana, en escribano de la torre de Santa Cruz,
con "mil1 e dosyentos maravedís" de asignación mensual y la
especifica tarea de dar fe y tomar nota de todas las transacciones
comerciales que tuviesen al castillo por escenario. Dos marineros,
tripulantes de la carahela perdida de Rodrigo Quintero, Gonzalo
de Yllanes y Pedro dk Puertas, optaron también por permanecer
sobre suelo africano; el primero aceptó el cargo de "piloto de
entrada del puerto" de la Mar Pequeña; en cuanto al segundo. a.e. .oi .o. &sempe5ar -mya f1~1ció~s.i ma r , ya yue ~mh c sd irfmtaron
del elevado sueldo de "mil1 e dosyentos maravedís cada mes".
Para las reparaciones de la torre se quedaron asimismo el he-rrero
Pedro Portugués y e1 ma j a d~rB artolomé Ayamonte, con
sueldos de 1.200 y 1.000 maravedís al mes, respectivamente. Tam-bién
optó por la eventual residencia en el Continente el carpin-tero
Alonso Calafate, cuyo estipendio o sueldo ignoramos.
~ s t a q u emo sta mbién la permanencia en Africa del pescador
Antón Garrido, con el especial cometido de proveer con su tra-baje
a la sustentacich de los hombres que componían el desta-camento
(1.000 maravedís de sueldo).
De los soldados de la guarnición se alistaron, por segunda
vez, Martín Montero, Luis de Cabra, Sancho de Vera, Manuel
Portugués (su verdadero apllido Sosa), Quijada y Peñalosa. To-dos
estos peones cobraban 000 maravedis ~ L e m ~62. ~ ! ~ s
52 Todos estos semidores y peones de la torre de Santa Cruz cobraron
sus sueldos desde: el 25 de julio hasta tan s610 el 11 de diciembre, dia en
M6 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA MRRE AFRICANA 'DE SANTA CRUZ DE LA MAR PEQUESA 51
En la nao "Pimienta", en el úI+,imo viaje que realizó desde
Las Palmas a Mar Pequeña para proceder a la evacuación final,
vinieron el lombardero Cristóbal de San Pedro (a cuyo cargo co-rrería
el manejo de los cañones) y los soldados que habían de
cubrir las plazas vacantes del presidio hasta completar el nií-mero
previsto de diecisiete.
Todos estos hombres, veteranos y bisoños, residentes y recién
llegadm, empezaron a cobrar sus sueldos a partir del 11 de di-ciembre
de 1496, día de la evacuación definitiva de la torre por
los constructores.
En cuanto al gobierno de la torre de Santa Cruz, lo asumió
desde el primer momento un alcaide propio, designado por don
Alonso Fajardo. De esta primera etapa sólo conocemos el nom-bre
de un castellano de Mar Pequeña: Diego Ramírez, "que
syendo alcayde'syrvió cinco meses e medio"; pero por el breve
plazo de su actuación, nos quedamos ignorando si fué el primero
o el segundo administrador de la fortaleza africana 53.
También quedó al servicio de la torre, especialmente contra-tado
para este fin, el navío de Francisco Ginovés, cuya ausencia
habrá descubierto el sagaz lector en la relación de las embarca-que
la fortaleza fue evacuada por los constructores y entró en funciones la
guarnición. Pedro PortuyQ, herrero (3.973 mr.); Bartolom6 Ayamante,
majador (2.230 mr.) ; Alonso Calafate, carpintero (3.973 mr.); Garcia de
Córdova, albañil (3.973 mr.); Anth Garrido, pescador (3.973 mr.). Peones:
Manuel Portugués o Manuel Sosa, Pehalosa, Martíí B'lontero, Luis de Cabra,
Quijada y Sancho de Vera (2.230 mr. cada uno).
Los dos marineros de 1s carabela de Rod~Ugo Quintero: Gonzalo Yllanes
y Pedro de las Puertas sirvieron algo más: desde el 7 de julio al 11 de
diciembre '(5.466 mr. cada uno).
Todos ellas, sin otra excepción que el carpintero Alonco Calafate y el
peSn Sancho de Vera; aparecerán más sd~lanter erlammdo 1- s~ieldnid e-vengados
a partir del 11 de diciembre de 1496, en que se iniciaron sus
servicios en la torre.
53 Archivo de Protocolos Notariales de Sevilla. Mcio 4 . O Francisco Se-gura.
Año 1500, leg. 1, fol. 22 v.
Documento de 22 de diciembre de 1499, al que aludiremos m& adelante.
(Nómina de la guarnición & Santa Cruz de la odar Pequeña.)
52 ANTONIO BC'NIE[I DE ARMAS
d:
ciones evacuadas. Por medio de este navío se mantenía la comu-nicación
con la isla-metrópoli, se abastecía la fortaleza de víveres
y se transportaban las mercancias que daban continuo incremento
al tráfico comercial iniciado.
A partir de este momento, la historia de la torre de la Mar
Pequeña queda envuelta en la monotonía de su diaria existencia,
sin grandes hechos que registrar ni acontecimientos que descri-bir.
Insistamos una vez más en que la torre de Santa Cruz fué
antes que nada y sobre todo una factorh comercial, entregada a
la fiebre de los negocios y de las transacciones. Salvo contadas
excepciones, distintos asedios, en que el castillo escribirá con
sangre las páginas más brillantes de su historia, sus días trans-cwrieron
bajo la bruma y el silencio con que el tiempo envuelve
las actividades normales de los hombres en su cotidiano devenir.
El 1 de marzo de 1497, cuando se cumplían los tres meses de
la inauguración de la torre, visitó Santa Cruz de la Mar Pequeña
el gobernador Alonso Fajardo, quien sin duda quería contemplar
ii . .. "--A-'---
de visur, ia nueva lurwrcIa, -p--am r o. r"r cmi rlvnlmu Lo ~ .P IIC pfindjrjnnes de ha- Y- -.-.--------_ .
bitabilidad y defensa. Acaso se hubiesen señalado por esta fecha
defectos, anomalías o deficiencias en su construcción, porque el
hecho es que el gobernador llevó consigo seis hombres "a Ber-beria
para faser qierta cal e otras cosas", b que iniuce a supo-ner
que se iban a acometer importantes obras, en el perímetro
de la torre. Este viaje lo realizó don Alonso Fajardo "en la
caravela de Jordán".
El cargamento que llevó esta embarcación (es de suponer que
pftreckos, viveres y mercancías) debió ser de importancia, ya
que estaba valorado en la crecida cantidad de 44.849 marave-dis
El arribo de Alonso Fajardo a Africa trajo consigo el inme-diato
reIevo del navío apostado en mar Pequeña, propiedad de
54 Primera data.
"Después que se acabó la torre ... el gobernador fu6. .. a Ia dicha torre
en primero de maqo de noventa e syete ..."
448 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Francisco Ginovés, que hacía su entrada, de retorno, en el puerto
de Las Palmas el 16 de marzo de 1497 ".
No podemos precisar el tiempo que permaneció en el Conti-nente
el gobernador Fajardo en esta minuciosa visita de inspec-ción,
aunque no debió demorarse su partida por mucho tiempo.
Desde este momento la comunicación entre las islas Canarias
y el Africa Occidental se mantuvo por medio de viajes constan-tes,
pero sin el enorme gasto que suponía tener apostado perma-nentemente
un navío en el puerto fluvial de Mar Pequeña. En
caso de peligro, cualquiera de las diminutas embarcaciones pes-queras
al servicio de la torre podía cruzar veloz el angosto brazo
de mar que separa el Continente de las Islas para dar el grito de
alarma y exigir el ixm-e&atn ende de uecerrsu. .
Tenemos oscuros informes y al mismo tiempo curiosos por:
menores de algunos de los viajes que en esta etapa se organiza-ron
con fines de aprovisionamiento y comercio. Los documentos
registran la partida para la imre de Santa Cruz de un navío
"con qiertas armas e herramientas.. . e pólvora.. .", por valor de
40.142 maravedís. En fecha imprecisa zarpó también de Las Pal-mas
la carabela de Diego de Cabrera con un importante carga-mento,
tasado por encima de los 30.167 maravedis. Poco tiemii
más tarde se encontraba en Lanzarote este mismo personaje
"cargando las cosas que llevava para la Mar Pequeña", cuando
55 El navio de Francisco Ginovh estuvo al servicio de los constructores'
de la torre desde el 12 de agosto .al 11 de diciembre de 1496, y desde
fecha hasta el 16 de marzo de 1497 apostado junto a la fortaleza.
En la primera etapa el alquiler del cmco se fij6 en 15.866 mr. Los suel-dos
fueron los siguientes : M~f istr:e Francisco Ginovéa (7.250 mr.). Marine-ros:
Juan López, Pedro Villalón, Cristóbal Madrid (4.473 mr. cada uno).
Grumetes: Diego Andrade y Esteban Portugués (3.783 mr.). Paje: Jaco-mero
(1.586).
Los servicios prestados desde el 11 de diciembre al 16 de marzo se,
evaluaron en 28.500 mr. (por alquiler del casco y sueldo de los tripulantes),'
cantidad esta úitirna que todavía no se había hecho efectiva a Francisco
GinovBs en marzo de 1498.
sobrevino un navío pirata francés, que capturó la carabela con su
carga y desapareció con ambos sin dejar rastro ni huella 56.
Todavía señalan los documentos en este mismo año de 1497,
aunque sin concretar mes ni día, un segundo viaje a Africa del
gobernador Alom Fajardo. Debió comprender este ilustre polí-tico
que le era imprescindible, para sostener un tráfico comercial
activo con Mar Pequeña, la posesión de un navío propio, y no
vaciló en adquirirlo por compra a Esteban de la Peñalara, en
nombre de "Sus Altezas". Esta embarcación fué la que le sirvió
a Fajardo para surcar por cuarta vez el Océano con dirección a
Berbería de Poniente, llevando consigo un valioso cargamento
que superaba los 56.440 maravedís 57.
La política que España estaba desarrollando en Africa exigía,
sin interrupción, medidas de gobierno para atraer ia confianza
de las cabilas y ganar en lo posible su ehnacióln. Es cierto que
se habían firmado paces y se habían comprometido muchas de
ellas al pago de p a w , como reconocimiento de la soberanía de
C1-stillai ,pero no es menos verídico que la alianza y la paz con-certada
veíase siempre en riesgo de ser violada por los asaltos
y depredaciones de aventure~os incontrolados, 'atentos tan sólo
a su medro personal. La acción política y la cabdgada eran in-compatibles
y antagónicas, como lo son siempre la paz y la gue-rra,
la amistad y la hostilidad. Don Alonso Fajardo debió darse
inmediata cuenta del riesgo a que estaba expuesta su acertada
política de captación, puesto que pidió a los Reyes Católicos una
declaración formal de mma de paz para la Mar Pequeña y sus
tierras aledañas. El sistema empleado en aquella época era auto-rizar
al representante de la Corona a expedir cartas de seguro
56 Primera data.
Por el Wmo servicio se debian a Diego de Cabrera "de lo que ganó de
su sueldo, de catorze ;dias que estovo cargando las C Ü qu~e ii ev&ii&p z~=
la Mar Pequeña, fasta que la tomaron los franceses en Lawote", 6.818
mi8ravedIs.
57 A. S.: Colztadwia mayor, etc. Primera y segunda data.
450 . ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
El Africa Occidental y la Mar PequeAa en el Atlas del Meditemíneo. Carta 11.
irlthtlco Norte). de Juan Oliva. (Museo Marltlmo. Barcelona.)
El Africa Atlfmtka y la Mar Pequeha en el PortuZucino de1 Mediterrnneo de
Vicente Prunes. 1800. (Museo Martitimo. Barcelona.)
LA TORRE AFRICANA DE SANTA CRUZ DE LA MAR PEQUESIA 55
con el expresado fin. Así lo hicieron Fernando e Isabel por su
Real cédula de 22 de junio de 1497.
La importancia de esta disposición merece m adecuado co-mentario.
El seguro mparaba a cuantos acudían a merciar a
la torre de la Mar Pequeña, en términos amplísimos: "Por quanto
por nuestro mandado fué fecha e hedificada la torre de Santa
Cruz, que es en la Mar Pequeña, para que allí los moros de Ber-vería
puedan venir e contratar oro e otras qualesquier merca-derías
que quesieran; por ende, por la presente damos lisencia e
facultad a vos Alonso Fajardo, nuestro governador de la Grand
Canaria, para que en nuestro nombre podades segurar e segu-redes
qualesquier moros e moras, que venieren a la dicha torre
a contratar e rescatar el dicho oro e qualesquier mercaderías que
quesieren e por bien tovieren.. . " El seguro se extendía, como era
lógico, a aquellas cabilas que habían aceptado la soberanía de
Castilla: "E asymismo que podades segurar e seguredes a todos
a qualesquier moros e moras, que obedesgierem e nos dieren e
pagaren hs parh que con /vos, en nuestro nombre, asentaren de
íuos dar e pagar en & un a&, para que sus personas e bienes
e mercaderías, oro e plata, e .ganados e esclavos e otras cosas
qudesquier que traxieren e llevaren, e vendieren e rescataren c
compraren en la dicha torre e sus témhos, sean seguros de todas
e qualesquier personas, de qualquier estado e condición que sean,
segund e con la manera e con las condiciones e por el tiempo e
tiempo que vos, en nuestro nombre, les señalardes.. ." 5s.
A nuestra manera de ver, el segmdo viaje del gobernador Fa-jardo
a Africa estuvo impulsado por esta sagaz medida de go-bierno
de los soberanos españoles. Durante su estancia en el Con-tinente
debió repartir entre las tribus las oportunas cartas &e
seguro, no sin antes hacer pregonar por Andalucía y las Cana-rias
el texto de la Real cédula antedicha.
Sin embargo, este viaje, emprendido por Fajardo con el mejor
optimismo, sería el Último de su vida terrenal, porque Dios le iba
58 A. S.: Regeistlu, del Selb. Junio de 1497.
Nrim. 1 (1955)
66 ANTONIO RUMFU DE ARMAS
a llamar muy pronto a realizar otro del que no se regresa nunca.
En efecto, adoleció el gobernador en territorio africano de un
agudo mal, cuyas circunstancias especificas desconocemos, y sus
días se extinguieron sobre la rutilante arena del desierto en el
recinto murado de la torre de Santa Cruz de la Mar Pequeña.
El Destino entretejió en la existencia heroica de Alonso Fa-jardo
la vida con la muerte, de tal manera que Africa fu6 a un
tiempo para él pedestal de su fama y perpetua sepultura. Su vida,
consagrada de especial manera al servicio de los intereses de Es-paña
en Berberia, se trunca precisamente en el escenario donde
desplegó sus singulares dotes de diplomático y político para esta-blecer
y consolidar los cimientos de un Imperio inmediato y a
N
CA ÜC.L.*^ UuL.
EN LA TORRE DE SANTA CRUZ. E
3
La muerte del gobernador Alonso Fajardo, en tierras de hfri- O-m
ca, debió sobrevenir en el mes de diciembre de 1497. Puestos a E
concretar más, alrededor del día 6 59. NOS permite fijar esta fecha, O
bastante aproximada, la propia n(tmina del gobernador, pues
/
consta "que ovo de aver de salario desde primero de enero de
noventa e syete fasta en fin de dicho año ..., ciento e cinquenta
mili maravedís.. .", mientras no se le libra cantidad alguna a par-tir
de este tope o limite. Ello está perfectamente de acuerdo con
la Real cédula de 24 de febrero de 1498, que le daba ya por fa2Ze-,
cZdo en esta fecha, si tenemos el buen cuidado de restar los már-genes
de tiempo precisos para que la noticia se difundiese por
la Corte 'O. .
' .
59 Véase la nota 62. .. .
60 A. S.: Contadu* mayor, etc.
"Alonso Fajardo, gobernador de la Grand Canaria, e por éi doña Wvira
NarvBez, su muger." (Primera data.)
"Relaci6n de la quenta que di6 doña Elvira de Narvgez, muger de Alonso
452 ANUARIO DE ESTUDIOS A,TL;BNTI005'.
LA TORRE AFRICANA DE SANTA CRUZ DE LA' MAR PEQUEfh 57
La fecha de su muerte nos sirve también para datar su se-gundo
viaje y estancia en Africa, después de la edificación de la
torre de Santa Cruz, que no debió ser anterior en mucho a estos
luctuosos acontecimientos.
En cuanto a su Óbito en Mar Pequeña, se deduce por el valio-sísimo
testimonio del capitán conquistador de Tenerife, don
Alonso de Lugo, pues este personaje comunicó, meses después, a
Fernando e Isabel "que él sabiendo que Alonso Fajardo ..., go-vernador
que fué de las dichas yslas, hera fallescido, el qual es-taba
en aquellas prtes '[de Africa] ..., fué a baste~er los que
estaban ... en la torre de la Mar Pequeña ..."
- El fallecimiento de don Alonso Fajardo había de provocar el
a'rres tu de t.xpe&ciulies & &CI~;C.& Iiiiaiite-ner
la comunicación con la torre, atender a su gobierno, enviar
los acostumbrados socorros y proveer al reelmplazo de parte de
su guarnición. Sabemos, por fehacientes documentos, que "luego
c m murw el g o b e W r , fué Rodrigo de Narvaes a estar por
alcayde en la dicha torre" de Santa Cruz. Este viaje se organizó
en brevisimas jornadas, fletándose con tal objeto la carabela de
Bartolmé Marques. Su cargamento en esta ocasión, vituallas y
mercancías, ascendió a 13.620 maravedis. Rodrigo de Marváez
recldó, además, diversos soldados de su confianza para relevar
a los que llevaban un año de permanente residencia en Africa.
La carabela debió zarpar del Puerto de la Luz alrededor del 9 de
diciembre de 1497, arribando al río de la Mar Pequeña dos jor-nadas
máls tarde sin contratiempo alguno.
Don Rodrigo de Narváez tomó posesión de la alcaidía de la
torre de Santa Cruz inmediatamente, asumiendo el gobierno de
aquel territorio por espacio de un año, hasta el definitivo relevo
de la primera guarnición, en diciembre de 1498. En cuanto a la
personalidad de este alcaide: ignoramos cualquier pormenor o de-
Fajardo, governador que fue de Canaria." (Cuenta remen), 27 de marm
de 1498.
Libro Rojo de C m Canaria. Las Palmas, 1947, pág. 15.
61 A. S.: Registro del Sello. Real cedula de 4 de septiembre de 1499.
58 .ANTONIO RUi@U DE ARMAS
talle particular. Suponemos que seria hermano o pl.óximo pariente
de la esposa de Fajardo, doña Elvira de Narváez. Desconocemos,
por otra parte, si su designación había sido hecha, previamente,
por el gobernador, o si fué nombrado por el Cabildo de Gran Ca-naria,
ante el apremio de las circunstancias.
En el tornaviaje de la carabela de Bartolomé Marques a Las
palmas, en los días postreros de diciembre de 1497, se reinte-graron
a sus hogares, después de la correspondiente sustitución,
diversos servidores y soldados de la t o k . Fueron éstos el herrero
Pedro Portugués, el majador Bartolomé Ayamonte, el pescador
Antón Garrido y los soldados Manuel de Sosa, Martín Montoro
y Luis de Cabra. Habían permanecido estos hombres en el Con- a
N
tinente dieciséis meses, &vididos >si: Ires y medio consagrados E
a las tareas de la edificación de la torre y "dose meses y medio" O
n--
enrolados en su presidio 62.
m
O
E
No habían de pasar muchos días de esta expediciiin, sin que E
2
la propia esposa del gobernador, doña Elvira de Narvbz, mujer -E
3- ---:-A ue r-euv ~-e-n-r,p-~ vear un:i,l , apresizse z CWZ' e1 &Sd.rw CO~I &- 3
rección a la torre de la Mar Pequeña. Sin duda, con el corazón - -
0
m
traspasado por el dolor, quko visitar la sepultura de su esposo, E
en la soledad del desierto africano, y llevar el aliento de su pa- O
labra a los leales colaboradores de aquél. Consta que en esta n
-E
a
2
62 Primera data y nómina de la guarnición de la torre de Santa CniZ n
de la Mar Peque ña.... (Esta atima. en Archivo de Protocolo8 de Sevilla) n
Los cálculos están hechos de la siguiente manera. Los servidores que 3
más tiempoi estiivierm en la torre de Mar Pequeña residieron en ella 24 me-
O
ses (a sea desde ei ii de dicimbre de i496 Q ii de Uicieuibie &e i4J8, dk
en que se produjo el relevo, sin más posible error que alguna que otra
jornada). De los ~oldados que vinieron con el .mide Rodrigo de Namáez,
109 que m& tiempo residieron lo hicieron por 12 meses; luego tuvieron que
llegar a la fortaleza alrededor del 11 de diciembre de 1497. Ello coincide con
el tiempo de servicio de los soldados relevdos que estuvieron 12 ?f~m eses,
o sea, qiimce dias mas hasta su reuitegracion a Las Paimasi; por eso ilemos
a&madu que retornaron en Jm últimas días de diciembre de 1497.
Si Rodrigo de Narváez embarc6 para la torre, "luego como murió el
gobernador" y arribó sobre el 11 de diciabre de 1497, Alonso Fajardo tuvo
que fallecer días antes, alrededor del 6.
454 ANUARIO DE BBTCIDIOS ATLANTICOS
LA TORRE AFRICANA DE SANTA CRUZ DE LA XAR PEQUmA 99
expedición se embarcaron para Africa mantenimientos y mercan-cías
por valor de 19.691 maravedis.
Hasta qué punto se identificó esta señora con la actuación
política de su marido y c6mo supo comprender la enorme tras-cendencia
de sus actos, nos lo revda el hecho de que en cuanto
abandonó Gran Canaria y así que arribó a Sevilla, en febrero de
1498, lo primero que hizo fué arrendar por sí misma una carabela,
la de Diego Papelero, que fletó para la torre de Santa Cruz con
un importante cargamento valorado en 9.970 maravedís 63.
Otra de las expediciones de socorm que se organizaron en lo^
primeros meses de 1498 fué la del capitán Alonso de Lugo a Santa
Cruz de la Mar Pequeña; pero se dan en esta empresa taI cúmulo
de extrañas circunstancias, que nos obligan a un estudio inde-pendiente
y minucioso de ella.
No se puede 'fijar exactamente la fecha en que el capitán
Alonso de Lugo se trasladó'con sus huestes a Santa Cruz de la
Mar Pequeña para cumplir y ejecutar una extraña misión poli-tim-
militar. Pero si tenemos en cuenta que este valeroso capitán
andaluz declaró, meses más tarde, que uno de los objetivos de
su expedición a Afri'ca había sido abastecer a la guarnición de la
63 Primera data.
Doña Elvira de Narváez declaró ante los contadores reales, en mars
de 1498, que se debían "del sueldo de dies e sy&e hombre, que estan en la
dicha torre, a mill maravedis cada mes cada uno, que son dies e syete mili
&&ravedís cada mes, montan desde 1-e de desyencbm üe noventa e seys
fusta h w e de enero de wmta e ocho, son treze meses, al dioho precio,
dosyentas e vente e un mill marav~dís "
De wta declaración pudiera deducirse que abandonó la torre de la
Pcyuefia el 11 de enero de 1498 (o por lo menos Lgg Palmas). En uno u
otro caso, su residencia en Africa coincidiría con los iiltiios días de di-ciembre
de 1497 y primercs de mero de 1498.
60 . ANTONIO RUMEU DE ARMAS
torre, a raíz misma de la niuerte del gobernador Alonso Fajardo,
'hemos de suponer que no se pudo demorar mucho por encima de
esa fecha. Si Fajardo sucumbe en la primera década del mes de
diciembre de 1497, la expedición de Alom de Lugo se pudo veri-ficar
por todo el mes de enero, hasta si se quiere febrero de 1498,
sin que quepa demorarla másM.
Sin embargo, la ayuda y el socorro a los defensores de la tome
de la Mar Pequeña, a su ,guarnición, fué hasta cierto punto un
objetivo imprevisto. Hoy sabemos por un fehaciente documento
de excepcional valor, que en los meses ñnales del año 1497, Alonso
de Lugo se hallaba enfrascado, con todo el calor que sabía poner
en sus empresas, en los preparativos de una importante expedi-ción
al Continente vecino. Cuando apenas se había cumplido un
semestre de su regreso de la metropoii, después de haber coronado
con éxito la conquista de la isla de Tenerife (1494-1496), vemos a
este inquieto soldado en el puerto de Santa Cruz, afanosamente
entregado a nuevos preparativos bélicos.
L Adónde se dirigía? ;Cuál era su. objetivo? ¿De quién obe-decía
Órdenes? ¿De qué medios disponía? Se dirigió con sus hues-tes
a Santa Cruz de la Mar Pequeña; sobre este extremo no cabe
vacilación alguna. Su objetivo también aparece claro en los docu-mentos:
"procurar de faser en Tierra Firme, sobre el agua, una
torre", en la misma comarca de Mar Pequeña donde estaba asen-tada
la primitiva. Más dificil resulta, en cambio, responder a la
tercera interrogación. Extraño es que- Alonso de Lugo se inje-
64 Los I/ibros de Acuerdos del Cabildo de Tenerife no nos facilitan mu-cho
la tarea para datar esta expedición del capitán Alonso Üe Lugo a ia
Mar Pequeña, porque las sesiones están muy distanciadas unas de otras. El
gobernador de Tenerife asiste a las reuniones de 27 de octubre de 1497,
26 de enero, 3 de febrero, 9 y 23 de marzo, 15 y 27 de mayo y 4 de junio
de 1498. Después de esta fecha se a m t a a La Gomera, donde contrae
matrimonio con Beatriz de Bobadilla.
La expedición debió ser antes de 26 de enero, pero pudo efecixanse en&
3 de febrero y 9 de marzo.
Acuerdos deZ Cabildo de Tenmife, 1497-1507. Edición de E. Serra Ráfols
"Fontes serum Canariarum", N. La Laguna, 1949, pzígs. 4 a 10.
456 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANT1CO.S
LA 'PORRE AFRICANA DE SANTA CRUZ DE LA RlAR PEQTJE~A 61
riese, por su cuenta y riesgo, en los asuntos africanos, cuando
muy bien sabia lo interesada que estaba la Corona en la marcha
y dirección de los mismos. Acaso la iniciativa fuese privada, aun-que
contase con un beneplácito real más o menos explícito. Apoya
lo primero, el mismo silencio de los documentos; respalda lo se-gundo,
la reclamación que Lugo formula ante los Soberanos por
los daños recibidos en la operación. Durante la estancia de don
Alonso en la Corte-Burgos-en los Últimos meses de 1496 y
primeros de 1497, a raíz de finalizada la conquista de Tenerife,
pudo este intrépido soldado sugerir a los Reyes la conveniencia
de edificar una nueva torre en Tierra Firme, con achaque de mal
emplazamiento de la primera, recibiendo el beneplácito de sus
soberanos para construir esta sebounda fortaleza a sus propias
expensas. En cuanto a los medios materiales de que dispuso el
capitán andaluz para su empresa africana, sabemos que contaba
con tres carabelas, así como múltiples "cosas e aparejos e armas
e pertrechos e mantenimientos". Vese por todo ello, que era una
expedición de indiscutible importancia.
Cuando los preparativos estaban en su momento más álgido
y todo era tráfago y fiebre en el puerto de Santa Cruztde Tene-rife,
llegó a la isla la noticia de la muerte de klonso Fajardo en
la torre de la Mar Pequeña, circunstancia que movió al capitán
Lugo a acelerar la partida, enviando por delante a dos de las ca-rabelas,
mientras él zarpaba días más tarde en la tercera. De
esta manera llegaron los expedicionarios a Africa sin contratiem-po
alguno; las carabelas fondearon en e1 río de la Mar Pequeíia,
desembarcaron los hombres, descargaron el material que condu-cían,
y Alonso de Lugo se entregó a unos trabajos sobre cuya
índole y circunstancias carecemos por completo de información.
Si iba, como creemos, a edificar una segunda torre, "en Tierra
Firme, sobre el agua", cabe pensar que serían los cimientos de
la misma aquello que les entretuvo durante Ins primeros &a s...
En realidad, no tuvieron tiempo de agotar muchas semanas
en la faena, porque alguien vigilaba de cerca ca& uno de sus
pasos, dispuesto a impedir que el éxito coronase la empresa pro-
62 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
yectada. Nos referimos a doña Inés Peraza, señora titular de las
Canarias, la viuda de Diego Garcia de Herrera. Si esta. intrépida
fémina habia sentido celos de la actuación de Fajardo y le había
promovido pleitos y debates, sembrando de obstáculos su camino,
mayor sería su indignación al ver a su paisano el capitán Lugo
(acaso por iniciativa propia) inmiscuirse en un territorio que por
muchos años consideró, sin titulos bastantes, estrechamente
vinculado a su casa.
Había que actuar rápidamente, procurando de paso a Lugo
un castigo ejemplar. Doña Inés Peraza, mujer varonil e impe-tuosa,
aun consciente de la gravedad de su paso, no vaciló en
a tomar una resolución irrevocable. Despachó inmediatamente un c.
E navío de aviso para su yerno el famoso capitán lusitano Diogo
O
da Silva, futuro conde de Portalegre, y le pidió que asumiese en n-- m
su nombre el castigo del inva-sor, que pisaba, sin derecho, sus O
E
tierras patrimoniales. E
2
E La decisión era grave. No debe olvidarse que Diogo da Silva -
era p ~ ~y qu~e su ~interv~encisón en, est e propuesto hecho de 3
armas equivalía a una flagrante violación del tratado de Torde-
- -
0
m
sillas. No obstante lo expuesto, el capitán lusitano aceptó la invi- E
tación de su suegra y se dispuso a cumplimentar sus deseos, como
O
si fueran órdenes de su propio Rey. n
-E
En este momento surge una cuestión previa: ¿Dónde residía a
2
por aquella fecha Diogo da Silva? En cualquier parte, menos en n:
n
el Archipiélago, pues consta documentalmente que tan pronto
"como doña Ynés Peraca (que en las yslas de Gran Canaria
5
O
estava) supo que1 dicho Alonso de Lugo yba a bastecer [la
torre]. . ., enbió una caravela suya a Diego de Silva para que fuese
a le estorvar e registrar la dicha yda". Excluído el archipiélago,
quedan tres opciones: la metrópoli, Portugal; o las islas, la Ma-dera,
valga al caso; o las plazas marroquíes de la costa, Tánger,
_A_rci!z ... Pm razones ripl proximidad cabria invocar la sequndu
solución, pero sin descartar las otras dos, carentes como estamos
de pruebas en su apoyo.
Por la rapidez con que se envió el aviso, la celeridad con que
455 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EA TORRE AFRICANA DE SANTA CRUZ DE LA ;MAR PEQUENA 63
se presentó la escuadra en Mar Pequeña y la sorpresa que in-fundió
ésta con su inesperada presencia, Diogo da Silva no podía
estar muy lejos.. . No queda claro en el documento, por su con-fusa
redacción, si el portugués tomó personalmente el mando de
1ZL dota o delegó el castigo en un capitán subalterno.
En cuanto a los aprestos de guerra no pudieron ser más for-midables,
pues la escuadra que compareció- en Santa Cruz venia
compuesta por "ocho caravelas, -con mucha artilIería".
Dada la desigualdad de las fuerzas combatientes, el ataque se
redujo a una operación de aniquilamiento rayana en acto de ban-dolerismo,
propio más de piratas que de capitanes. Preferimos a
cualquier reconstrucción por nuestra parte, referir el combate
con la misma prosa oficial que lo registra: Diego de Silva "armó
luego ocho caravelas, con mucha artillería, las quales enbió en
busca del dicho governador para le faser quanto dapfio pudieren;
e que, con poco temor de Dios, diz que entraron en el puerto q d
dicho Alonso de Lugo avía desenbarcado, e que le tomaron e
queblrantaron e estruyeron las cnsas e aparejes e amas e per-trechos
e mantenimientos que allí avia para el bastimento del
dicho puerto de la Mar Pequeña, e que aspismo le tomaron
quanto tenía en la caravela en que avía ydo, la qual asymismo
le tomaron juntamente con otras dos caravelas que en el dicho
puerto tenia, de que1 dicho Alonso de Lugo rescibi6 mucho agra-vio
e dapño.. ." 65.
A partir de este momento, nuestra información decrece, por-que
los documentos silencian por completo cuál fué el epibgo del
combate naval de Mar Pequeña. Hemos de suponer, lógicamente,
que el atacante abandonó, triunfador, el río de la Mar Pequeña
con su importante presa, y que Alonso de Lugo, sin medios ma-teriales
para proseguir la empresa iniciada, regresaría a Tene-rife,
su isla privativa, en espera de #mejor ocasión para reempren-der
sus conquistas africana.
. Una guerra sorda quedó desde entonces declarada entre las
65 A. S.: Eegistro del Sello. Real cedula de 4 de septiembre de 1499.
64 ANTONIO RUMEU DE ARMAS
familias Herrera-Peraza y Lugo, rivales en influjo y poderío den-tro
del espacio atlántico canario-africano. es& después del en-cuentro
narrado, Alonso de Lugo, que venia asediando la femenil
fortaleza de doña Beatriz de Bobadilla para conseguir su mano
(mucho más férrea y varonil que blanca), se apuntaba un triunfo
decisivo, pues al casarse con ella, en el verano de 1498, se alzó
con la tutela de sus entenados Guillén Peraza y Beatriz de He-mera,
hijos de la Bobadilla y de su primer marido Fernán Pe-raza,
y extendió su influjo político sobre La Gomera y El Hierro,
con lo que fueron desde entonces cuatro las islas que obedecían
sus consignas. Desde este frente, Alonso de Lugo procuró hos-
8 tilizar a su incansable enemiga doña Inés Peraza, urdiendo con- N
tra ella reclamaciones, pleitos y pendencias, a los que respondía U
y pagaba la señora titular de las Canarias menores-que no era -::
manca, por cierto-con moneda de la misma ley, poniendo a pme- 8'
8 ba su fértil ingenio para salir airosa en la difícil contienda, mitad I
cortesana, mitad judicial 66. e
Nmsn de h g n tuvo un momento en su vida en que su influjo 5
Y
sobre los Reyes fué aplastante. Nos referimos al verano de 1499, E
=n
6
U
66 Las islas de La Gomera y El Hierro habían sido cedidas en 1478 E
y 1486, respectivamente, a Fernán Peraza por sus padres los señores de Las d
Canarias Dietgo García de Herrera e Inés Peraza. 1
a
En el A. S. se conservan diversas cédulas que reflejan esta lucha sorda A
y enconada. La de 5 de noviembre de 1499 se expidió a petición de Alonso i
n
i
de Lugo contra Inés Peraza, reclamando a 6sta un esclavo negro propiedad e
de aquél que se había refugiado en susi dominios privativos. En cambio, la f
cédula 20 de mayo de 1500 se expidió a Tuegos de Ines Peraza