L I T E R A T U R A
UNAMUNO EN FUERTEVENTURA
P O R
SEBASTIAN DE LA NUEZ C U ~ R Q
Profesor de Literatura en la Universidad de La Laguna.
Catorce años después de su primer viaje a las Islas Canarias,
dm Xigo! de n a m ~ trnue!~ve 2 e k s , EQ p r s u v d ~ ~ ts~ized ,
forzado por las circunstancias que le llevaron a emprender "la más
fuerte de sus aventuras quijoteseas", como él mismo nos dice.
Durante el primer viaje, en- 1910, cu'mplía el "cuadragésimo
sexto" aniversario de su nacimiento, y con&kraba, en un soneto,
que habia llegado a un momento culminante de su vida, s e s
Ahora que ya por fin gané la cumbre,
a mis ojos la niebla cubre el vahe.. . l.
Porque acaso él habia entrevisto que, por los alrededores de aque-
.Ila fecha, se habia iniciado una nueva &apa de su vida, que se
reflejaba en el cambio de su actitud intelectual y en su actividad
creadora.
- Pero ahora, en 1924, se encuentra ya "al frisar los sesenta"
. . . tocando ya la cumbre
de la carrera que mi Dios me impuso 2.
1 Vid. Rosario de soneto8 ZMcos, níim. XT;m, fechado en 29-M-1910.
2 Vid. De Fuerteventura a Parás, níim. ¿VI, fechado en 18-VI-1924.
2 SEBASTI~N DE LA NUEZ CABALLERO
Ahora si que ha realizado la parte más fecunda e importante de
su vida. Ya ha dado las obras fundamentales de su pensamiento:
Del sontimimto trágico de la v.ida (1913) ; las novelas más impor-tantes
han sido publicadas : Niebla (1915), Abel Sánchex (1917),
y también algunas de sus mejores obras poéticas: el Rosario de
sonetos liricos (1912), El Cristo de Velázquez (1920). Sin embargo,
este hombre sexagenario estaba en la cúspide de su talento, de sus
facultades creadoras, y su recio espíritu dispuesto a renovarse y a
rebrotar en nuevos sentimientos e ideas. Este es el momento en
que Canarias, a través de su aislamiento y de su mar, ha de ser
una auténtica revelación para su espiritu, y ha de enriquecerle su
vida íntima y darle temas para sus poesías y comentarios. a
En este momento se inicia, pues, la etapa de su vida que toca N
E
los -mibi.a!es del fiiia!. E! destierro ha de reprwer?tar, siri duda, O
en el temple de ánimo de Unamuno, sacándole de su angustiado n-- m
centro y proyectándole a la vorágine de la historia y acercándole O
E
a Dios, una transformación honda en su espíritu todavía no bien E
2
E estudiada. -
íiernkri &nitez =fiaia iam%iSií lo acajjclrlOs de decir: 2
"Un acontecimiento de hondas repercusiones en la vida intelec- - -
0
tual, política y sobre todo espiritual de Unamuno fué su destierro" m
E
(1924-1930). Y añade: "Seis años de confinamiento, lejos de su O
5 patria, domaron su coraje y le desencantaron definitivamente de n
los sucedáneos.. ." -E
a
Sólo vamos a intentar exponer aquí lo que fué su vida en el nl
confinamiento obligado, de cuatro meses, en Fuerteventura, sus n
n
repercusiones espirituales y creaciones literarias. El resto del des- =
tierro fué voluntario: poco más de un año en París, donde, a pesar O
de ia depresión que sufrió en su actividad creaaora, escri'nió aque-llas
páginas trágicas y angustiadas de La agonia del cristianismo
(1925). Y, por Último, el resto del tiempo, en Hendaya, donde escri-bió
su Romancero del destierro (1927) y sus Comentarios, repar-tidos
por la prensa española y americana, mientras contemplaba
su querido golfo de Vizcaya y oía ias campanas cie ia igiesia de
Fuenterrabía. El mismo Unamuno, en la introducción a su Ro-s
Vid. El Drama religiosa de ~ n amu n oB~. Aires, 1944.
134 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
UNAMUNO h~ FUERTEVENTURA ' 3
nmmero, resume su actividad poética en esta época: "Y así como
en Fuerteventura y en París me di a hacer sonetos, aquí, en Hen-daya,
me ha dado, sobre todo, por hacer romances." Mas ya diji-mos
que ahora nos limitaremos a seguir la crónica de la honda
emoción espiritual que recibió don Miguel en la primera fase de
su destierro y ver cómo repercutió en su alma y en su obra el tema
de Canarias, representado por Fúerteventura y la Mar.
EZ Decre,to del L3irectorio.
Sabido es que el 13 de septiembre de 1923 el General Primo de
.Rivera dió un golpe de Estado creando un Directorio Militar que
pretendía sacar a España del caos en' que la habían meticlo las
pwgieEss p!iticas -y la. &s&ieha&, perro de Afriea. LTca & las
primeras medidas fué poner freno a la libertad de palabra y pu-blicación
con que en nuestra patria se discutía y se expresaban la
prensa' y los intelectuales. Esto, como dice Hernán Benítez, hizo
perder los estribos a don Miguel y "despotricó en todos los tonos ,
B m t ay,e ! y e! Dictadur, !os desafió paladinamente, earga.::d~
siempre la tinta, como acostumbra" 4.
Por algunos testimonios epistolares se sabe que Unamuno tenia
mucha confianza en que con él no se atreverían, y "su asombro y
rabia no tuvo límites cuando fué desterrado a Fuerteventura".
Los motivos concretos de la destitución de'la vicerrectoría de la
Universidad de Salamanca-pues de rector había cesado desde
1914-y su confinamiento aún no están bien claros, pero los hechos
más cercanos que acabaron con la paciencia del Genefal fueron:
una carta de. Unamuno publicada en la revista "Nosotros", de Bue-nos
Airea (Gcieríi"ure & im23j, y un &sc-=só proii-micia~" eii
bao en la Sociedad "El Sitio". Sobre todo por la carta (al parecer
escrita para no ser publicada), que según E. Salcedo "es todo un
exabrupto producto de los peores momentos", donde no sólo se
enfrenta con Primo de Rivera, sino "con Maeztu, con Gradmon-
.wA-g--r le -y- .'lla- 3: :<.- de "--"b' la" 0 -1" ', . p-r-l O--:u7: C- O- que recibh muy &
cerca la inspiración de Ortega"
d Idem, p&g. 87.
6 Vid. "Cuaddfnos de la CAtedra de Unamuno". Salamanca, 1956, p&g. 119.
4 SEBASTIÁN DE LA-NUEZ CjlBALLERO
,L. . ; . Au. nqu. .e e.l mismo donMiguel se ma-iene infl-ible y no quiere
.,averiguar las causas, de- su destierro, él, tuvo -que sospechar- que
.f.u e.ro. n - los h. ec. hos apuntados,, puestp que más 'tarde,. .ablando de
.éstos, dice: "A consecuencia de aquel discurso de "El Sitio", .seo
.& s.p ués. . ! e i e presentaron a pedirme declaración, no sé si.a pro-
...c - e.. s. a- rme, e l juez militar de, Salamanca, un señor muy discreto y
que se 'da. b y q k cuenta c&. lq suyo ; ' y al. poco tiempo vino mi
destierro y confinainiento. precisamente el 21 de 'febrero de 1924,
el mismo día en que hacía 50 años, siendo yo niño, sentí caer en
la casa de al lado de la mía la segunda -de las bombas que los car-listas
echaron sobre Bilbao. A los 50 años de aquella época, los
:sucesores de aquéllos, me sacaron de mi casa" 6. Pero desde luego-
,las causas & la pugna entre el profesor de Salamanca y los mili-
,t?res era m& antigua! y así lo ve González Ruano cuando dice:
.!(El nombre de aquel díscolo ciudadano D. Miguel de ~ n amu n oy a
.había sonado en el oído de los generales como una injuria que en-
. tendían sin comprender ... Aquel rum-rum se concretó el día en que
:se echó- a. la ca-a don Miguel Primo de, Rivera la famosa carta de
Unamuno dirigida al director de "Nosotros", de Buenos Aires, Y L -
publicada en aquella revista"
El Decreto del destierro se firmó el 20 de febrero de 1924, y su.
texto decía así: "El Excmo. Sr. Jefe .del Gobierno, presidente del.
.Directorio. militar, me comunica la siguiente Real Orden: "Ilmo,
,".Sr.: Acordado por el Directorio militar el destierro a Fuerteven-
."tura (Canarias) de don Miguel de Unamuno y Jugo, Su Majestad
,"el Rey (q. D. g.) se ha servido disponer: Primero. Que el referido
."señor cese en los cargos de Vicerrecior de la Universidad de Sa-
."lamanca, y Decano de la Facultad de Filosofía y Letras de la mis--
." m- Cnmrniin ni i~ni ierle en cmcnnnan de emnlen xr ~ i i e l i i ne n 01 de- A'-,-. U"b--U". y,-.. "-- III..U,f-Y*I"U " "--,y*"" J ,a-"*-" VI- Y* U-.
."catedrático de la expresada Universidad". .,. " ,
. Si hemos de creer en un periodista de la época, "la noticia de
:su destierro la supo Unamuno ... por la cartelera de un periódic~
.de Salamanca, donde se hallaba; después de leerla, continuó pa-
6 Vid. Dos Discursos y dos articulas. Madrid, 1930, Hg. 83.
7 Vid. Vida, pensamiento y aventura de Miguel de Unamuno. Madrid,
1930, p8g. 108. , .
:lw ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
C UNAMUNO . EN FU~TEVENTURA . .;S
. Seando por la Plha Mayor, sin hacer comentario+" Más 'tarde,
recordando aquellos días de. zozobra y- de inquietud; de- lo. que él
.llamaría "Mi pleito personal" afirmará que su destierro fué en
-.@arte voluntario, pues él siempre tuvo la sensación de que el Go-bierno
quería quitárselo de encima, que huyera a cualquier sitio,
Acaso deberíamos creer que sus palabras son sinceras cuando nos.
.dice en dicho artículo: D SU^ el acuerdo con tiempo sdciente de
huir a Portugal antes de que se me detuviera en mi casa (lade Ia.
calle Bordadores, pues ya no estaba en la rectoral), y tampoco-quise
acudir al Gobierno militar de Salamanca a preguntar los mo-tivos
del extrañamiento ..." lo.
La actitud gallarda y un poco infantil de Unamuno con aquella
etapa gubernamental se debió, como él mismo confiesa, a un plan.
encaminado a demostrar que no timía a los atroLwllos del CM&xno.
.y al misino tiempo .destinado a crearle un problema con su per-
.sana, tomando una posición de rebeldía pasiva. Asi lo. podemos,
deducir de sus declaraciones. En un párrafo de su ensayo Cómo
.se hace una novela vemos expuestos con bastante claridad los pun-tos
de su plan: permanecer solo, nn preg~ntsir, oi didepzr, m,
hacer gastos, viajar por cuenta del Gobierno.
"Pedí a los míos-dice-, a mi familia, que ninguno de ellos
.me acompañara, que me dejaran partir solo. Tenía necesidad de
.soledad y además sabía ... que. aquel destierro era una manera de
confiscación y decidí restringir lo más posible mis gastos y hasta.
.no pagarlos, que es lo que hice. Porque se podía confinarme en una
.isla desértica, pero no a mis expensas" ".
De pronto el destierro de Unamuno pasó a ser el tema del mo-mento
en los ámbitos intelectuales no sólo de España, sino de toda.
-W-- i ir-n p. -h.g-~t&lren !gg &~$a&s, !QS pri=distaS, plitieou,
como Fernando de los Ríos, que fué procesado por esta causa... Y
como dice ~ u r t i u se n un ensayo contemporáneo de estos aconte-.
cimientos: "Un clamor de indi,gnación reson6 en la prensa mun-dial.
Antípodas espirituales como D'Annunzio y Romain Rollana
-
s Vid. "La Prensa", de Tenerife, 24-11-1924.
9 Vid. art. cit. Dos Discursos ...
lo Idem, pág. 11.
11 Vid. C6mo se hace una nmZa. B. Aires, 1927.
6 sEBASTIAN DE LA NUEZ CABALLERO
se unieron a la protesta. De la3noche a la mañana Unamuno se había
convertido en una figura europea" 12. - A todas estas protestas el Gobierno se creyó en la necesidad
de contestar, extraoficialmente claro está, que era de todo punto
intolerable que un catedrático se dedicase a "realizar propagandas
dkolventes, y a desacreditar al rey y a los representantes del po-der".
Naturalmente, hubo polémicas en torno a la figura del ex rec-tor
de Salamanca, que tuvieron su repercusión en América, donde
se manifestaron algunos españoles en defensa de las medidas to-madas
por el Jefe del Directorio, e incluso se publicó un deleznable
folleto encaminado a desacreditar la extraordinaria personalidad
del desterrado. Le acusa de antipatriota, de no apoyar la labor
salvadora de la Dictadura, de "lo intrincado de los conceptos" y de
su "versatilidad en las ideas", de politiquillo de grupo, etc. Nos da
un testimonio, aunque sea en tono de pretendida ironía, de que "al
ser conocido aquí (Montevideo) el castigo impuesto al revoluciona-rio
Unamuno, algún intelectual legítimo y muchos falsificados pu-sieron
el grito en el cielo, rasgaron sus vestiduras ..." ; para sacar la
conclusión de que si "TJnamuno se dedicaba con todo su ingenio a
insultar, injuriar y provocar a todo el mundo ... el Directorio obró
muy cuerdamente al desterrarlo, no como intelectual, sino como
político desvergonzado ..." 13. Aseveraciones todas que no es nece-sario
discutir aquí, pues son tan poco consistentes como la ma-yoría
de las invectivas contenidas en las publicaciones modernas
encaminadas a desacreditar la figura del pensador español en su
aspecto más superficial, y cuyos autores no han sabido calar en la
enorme personalidad de aquel hombre religioso, paradójico y apa-sionado.
E! mismo Marqués tle Estella, Jefe del Directorio, se hizo eco
de aquellas manifestaciones, y en una ocasión se lamentaba de que
los periódicos de la Península "no publicaran el telegrama de los
españoles residentes en Rosario de Santa Fe (Argentina) protes-tando
de las extralimitaciones de Unamuno ..." ; agregando que es-
-
12 Vid. Robert Curtius: Ensayos criticos (Unamuno, 1926). Trad. Bar-celona,
1959.
13 Vid. Rosende Girirey: El Destierro de Unamuno. Montevideo, 1924.
(Hay un ejemplar bastante maltratado en la bibl. del Ateneo de Madrid.)
138 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOB
UNAMUNO EN FUERTEVENTURA 7
taba enterado de que habia dicho que "las autoridades que le depor-taron
estaban obligadas a sufragarle ¡os gastos, y en caso con-trario
acudiría al procedimiento de las rifas para solventar sus
deudas...". Y aludiendo al mérito del desterrado dice que estas cha-bacanería~
se le ocurren "amparándose en la aureola de talento
de que le rodearon algunos". Lo cual tampoco necesita comentario.
El viaje del desterrado.
Entre los días 21 y 25 de febrero Unamuno permanece vigilado
y arrestado en Salamanca. El día 26 sale, rumbo a Cádiz, con
escaso equipaje, entre el que llevaba tres libros solamente: La Di-vina
Comedia, las Poesias de Leopardi y los Evangebs, en sus idio-mas
originales. Por expreso deseo de él mismo nadie de su familia
le acompaña. En Cádiz se encuentra con el escritor y ex diputado
don Rodrigo Soriano, que también había sido desterrado a Fuerte-ventura.
Cuando se pueden entrevistar a solas, el político le dice
a don Miguel que hay que trazar un plan de acción, para obrar de
acuerdo ... Pero aquél le contesta, sin dejar lugar a réplicas:
-No, el mío está ya hecho. Ni pregunto por qué me deportan,
ni huyo, que es lo que querrían, ni pago 14.
Unos días antes de salir para las Islas, Unamuno recibió un
telegrama, firmado por su amigo y paisano don Horacio Echeva-mía,
que decía así: "Giro 10.000 pts. para sus gastos. Tiene cuenta
abierta. No se preocupe de la situación de su familia." Esto emo-cionó
profundamente a nuestro escritor, pero al parecer no quiso
aceptar tan generosa oferta, como tampoco aceptaría, más tarde,
la del jefe del C,ohiernn frances, M. Herrlnt.
El día 28, último de febrero, embarcaba, en el vapor "Atlante",
rumbo, de nuevo, hacia Canarias, cruzando aquel mar que tan hon-damente
iba a penetrar en su alma ahora, por segunda y defini-tiva
vez. A los dos días y medio volvió a avistar las majestuosas
p a r r a s =w-t-r- -i f i r a d ~de~ l o & Anzgz, esp16n glgrrnte & !a
isla de Tenerife.
cia de la llegada
He aquí cómo los periódicos dan la escueta noti-de
los deportados:
14 Vid. art. cit.
Nzlm 5 119591
Dos Discursos.. ., pág. 83. . .
139
8 SEÍBASTI~DI~E LA NUEZ CABALLERO
"3-111-24.-En el vapor "Atlante", que fondeó en nuestro puer-
-to en la noche del sábado último, llegaron a esta capital, dé paso
para Fuerteventura, el ex rector de la Universidad de Salamanca,
don Miguel de Unamuno, y el ex diputado a Cortes, don Rodrigo
Soriano.
"En las primeras horas de la mañana del domingo, vinieron a
tierra los señores Unamuno y Sariano, recorriendo la población.
Al mediodía y acompañados de algunos correligionarios, marcha-ron
a La Laguna, y después de almorzar en el Hotel Ingies, visi-taron
el Instituto y los lugares más pintorescos de aquella ciudad.
"Por la tarde regresaron a esta capital, comiendo en el Hctel
Quisisana, y a las 12 de la noche siguieron viaje para Las Palmas,
a bordo del "Atlante" 15.
T7r.l--<a dn -..nrrn dnr. XK;nr.nl rinric.nmc<n -r\... 1-0 I-wrrac rnnf gr. v v l v i a uc r i u c v u uuu AULSUCL a pa+a~a~.y=unr a- lurguu J r -vi--
calles de la vieja ciudad de los Adelantados de Canarias. Poco
había variado en catorce años: encontraría el mismo recogido si-lencio
de las hierbas creciendo entre los adoquines desiguales, los
extraños "verodes" florecidos, con la próxima primavera, el1 los
&~-c:j-aau--u ay eii 10s alerus de les b&~iies cdonialzs; oirla. e! vient~
entre las torres de la catedral y las lentas campanadas del reloj
del Instituto o de la torre de la Concepción. Los corredores del
viejo claustro de los Agustinos crujirían bajo sus pies y meditaría
un momento frente al exuberante patizuelo lleno de bugambilias,
rosales, naranjos, palmeras y exóticas plantas tropicales.. . Allí se
podía respirar remanso de siglos y anhelos de quietud entre sue-ños
de inmortalidad ... Mas el vendaval del tiempo no le deja dete-nerse:
debe cumplir ahora con su destino, que le ofrecerá todavía
algo nuevo y sorprendente en el declinante sol de su vida.
En Las Palmas de Grm Canaria.
Aquel mismo día, al sonar las doce en el reloj de la Concepción
de Cmt I Cryl, e1 b ~ r msd iS hack LIS P ~ lmi s!,! egmde 21 amg-necer
a la vista de Las Isletas. F'rente a las tierras de Gran Canaria
quizá Rodrigo Soriano recordaría sus frases retóricas de orador
1s Vid. "E1 Tribuno", de Las Palmas, 4-III-1924.
político que vino a las Islas en busca de una candidatura: ''icana-,
rias! i Archipiélago afortunado, islas afortunadas para explotado-,
res y caciques! Eres tú, flotante jardín, paraíso cantado por Ho-racio
el dulce y Boccaccio el irónico, por Plinio presentido, y por
Viana el poeta evocado, eres centinela de los mares y salvaguardia
de España, fortaleza de cultura y suave castillo sin león, con'puen-,
te levadizo de espumas, y cimiento de blandas olas ..." Y otras mu-chas
lindezas por el estilo.
Muy por lo contrario, Unamuno recordaría la lección aprendida,
por primera vez en contacto con aquellas tierras, que aún no ha-bía
brotado en obras definitivas como él deseara. ¿Se acordaría
de aquellas palabras que en 1915 estampó al frente de El Lino de. a
Zos sueños?: "Allí, en Gran Canaria, en aquella isla, conocí toda la N
E fuerm de 11 vez a-isk-miento, J no fuP Alonso Quesada quien me- "
nos me ayudó a conocerla." Acaso recitaría, en voz baja, algunos n--
de los versos que le dedicó, en aquel libro, su amigo, el aislado: Oo>
E
E
2
Tierras de Gran Canaria, sin colores, -E
;secas!, en mi niñez tan luminosas.
;Montes de fuego, donde ayer sentía 2 -
mi adolescencia el ansia de otros lares! ... Om-
Campos, eriales, soledad eterna; E
-honda meditación de toda cosa-. 0
iEl sol dando de lleno en los peñascos n
y el mar... como invitando a lo imposible! -E
a
(El Lino de los sueños, pág. 129.) l
n
n
Al bajar a tierra, el Comisario de Policía que les acompañaba-n
tuvo con los deportados la conversación siguiente, que el mismo 3
O
Vmrrii?m revcge m& tarde lG :
-Aunque el vapor sale esta tarde para la Isla, ustedes tienen.
ocho días para descansar, y en estos ocho días ustedes se vigilan
a sí mismos.
-Entendido-contesté-, pierda usted cuidado.
Estas P&!U~LPUSfc erm interpretdas pnr e! Maestro como una
invitación a la fuga; pero conforme a su plan, no quiso ni hablar'
de ello; al menos por el momento. Incluso un día "pasaron por allí
Vid. art. cit. Dos Disczlrsos . Madrid, 1930, pág. 85.
10 SEBASTIAN DE LA NUEZ CABALLERO
Ricardo Calvo y Enrique Borrás, que iban para Buenos Aires",
y le invitaron:
-Véngase con nosotros...-me dijeron.
Y él les contestó:
-;Ca! Ahora aquí. Ahora soy una carga, ya veremos cómo se
deshacen de ella.
¿Qué haría don Miguel en Las Palmas en estos días de liber-tad?
No hemos encontrado testimonios de ello. Mas podemos su-poner
lo distinto que encontraría todo después de tantos años. No
habia pasado el tiempo en vano. En primer lugar, la ciudad ya no
era la misma que dejó, pues, tal como 61 mismo habia predicho,
la ciudad, que estaba en crisis de crecimiento, se había dilatado y a N
extendido, formándose una gran población mercantil y turística E
~ I tIom o ai i~fugiode Las Isietas, con su magnífica playa y su am- O
n -
plia bahía. Ya no era un camino polvoriento el que unía el puerto =m
O
con el principal núcleo urbano del Real de Las Palmas, sino una E
E
2 espaciosa avenida circulada por carruajes de todas clases y un
=E
moderno servicio de tranvías ... En fin, la Última guerra la habia
favorecido económicamente gracias a su enclave vital en las rutas 2 -
del Atlántico. -
0m
Unamuno nunca olvidó su primer viaje a Gran Canaria y siem- O
pre añoró volver a Las Palmas, como le dice a su amigo Alonso
Quesada en varias cartas. Y así en la fechada el 4 de marzo de n
-E
1912 : "El pasado verano hubo tarde en que me sorprendí fingién- a
2
dome que iba camino de casa de Luis Millares a comulgar con todos n
0 ustedes, en aquel patio, al pie de las enredaderas. ;Se me hace todo
tan pronto costumbre, gracias a Dios Todopoderoso! Y así, en esa 3
O
ciudad de Las Palmas, dejé algo que vale tanto o más que amis-tades
y afectos, dejé costumbres. ¡Pero esto del mar que así nos
separa! Cuando debía ser él quien más nos uniera." Y lo mismo
repite en otra del 1 de junio de 1915, expresando su vehemente in-terés
por volver a la Isla: "Deseo volver ahí, deseo mucho kolver,
a chapuzarme en a-isla-miento, a estar con ustedes, en aquel patio -
de la casa de Luis Millares, a volver a Teror ..."
Sin duda, en los días que permaneció en la ciudad buscaría a
los viejos amigos canarios, con los que siempre estuvo en contacto.
Pero la tormenta implacable de los años habia pasado resquebra-
UNAMUNO EN FUERTEYENTURA 11
jando los cimientos de aquel rincón de la casa de Millares, que él
llamó "hogar de espíritus", desgajando las mejores vigas que lo
sostenían. El mismo don Luis soporta, con estoica resignación, su
lenta agonía desde hace dos años, con una grave afección cerebral
que le llevará a la tumba. Pronto le acompañará también su joven
amigo, el poeta Alonso Quesada, ahora herido de muerte con una
tisis fulminante, en el próximo año de 1925. Así parecía presentirb
en un poema escrito diez años antes:
Acabo de llegar al cementerio
y he visto tu pedazo y mi pedazo
de tierra, Luis. Enfrente los ha puesto
esa mano cruel, que ha gobernado
tus horas y las mías.. .
(El Lino de los sueños, pág. 35.)
Tomás Morales, el triunfador de los Juegos Florales de 1910, des-pués
de lanzar su canto glorioso al Atlántico, reposa ya ante él y
para siempre desde 1921. De los que formaron la presidencia, con
- - Unamuno, en aquellos Juegos quedan ya muy pocos en la brecha,
Domingo Doreste, su viejo amigo, es uno de los más activos; en
estos momentos está al frente de su Escuela de Luján, cuna de tan-tos
artistas canarios, y fundada por él en 1917. "Fray Lesco" debid
volver a reunirse con su maestro de Salamanca y evocar tiempos
pasados, y contarle cómo continuaba su lucha y su labor de escri-tor
y periodista en Las Palmas, empeñado en d a r l e ~ o m oqu iso
don Miguel-una conciencia civil y patriótica a este pueblo surner-gido
en su modorra mercantil y progresista ...
Y transcurridos estos días apacibles y amicales, otra vez a em-barcarse
en un vaporcito, que le conducirá al fin de su destino,
veinte días después de haber sido procesado. Un periódico local
anuncia lacónicamente la llegada de los viajeros a la isla de Fuer-teventura
:
c c Puerto de-Cabras: 12: 11,30.-En el corren interinsular "La
Palma" llegaronhoy a esta población los señores Unamuno y $0-
riano, que vienen a cumplir el destierro impuesto por el Gobierno.
Los dos viajeros se hospedan en el hotel "Fuerteventura", donde
han sido visitados por algunos amigos."
12 SEBASTI~N DE LA NUEZ. CABALLEW
¿Cómo ve Unamuno, a su llegada, la Isla de su destierro? Al
principio se limita a observar, a ir anotando; luego tendremos toda -
una crónica de su vida: artículos, poemas, cartas, comentarios,
testimonios de la profunda huella que la Isla dejó en su ánimo y
en su obra. Por lo pronto, sólo dice: "Llegué a Fuerteventura. De
mis días de sosiego y semanas de tranquilidad en aquella especies
de cacho de Sahara perdido en el Océano, no quiero deciros nada
por ahora ..." 17. Parece que estamos leyendo algunas de las cartas
que dirigiría a su familia para comunicarle cómo disfrutaba de paz
y buena salud en la Isla, más allá de los mares ...
a
11.-UNAMUNO EN FUERTEVENTURA. E
O
n
La Isla desértka. - m
O
E
E
2 ¿Cómo era Fuerteventura en 1924, en la época del destierro de E
don Miguel de Unamuno? Muy parecida a hoy mismo. Sus tierras
áridas, su sol implacable, velado, a veces, por un toldo de nubes
fugitivas, y el mar, como ahora y como siempre, batiendo las rese- -
0
m
E cas costas ...
Pero atengámonos a los datos oficiales del momento. He aquí O
5
lo que nos dicen en un periódico fechado en mayo de aquel año: n
E "Fuerteventura es grande y pobre, es la segunda isla del Archi- a
piélago en extensión superficial y la menos habitada ... Fuerteven- n
tura mide 1.722 km" su población sólo es de 11.305 almas. El n
pueblo de mayor número de habitantes es La Oliva (2.248), luego O3
sigue Tuineje (2.013), Antigua (1.984), Pájara (1.187), Tetir
(1.145), Puerto de Cabras lS, la capital (931, según otros datos tiene
230 edificios y 850 habitantes) y Betancuria (691) ..." Hoy ha va-riado
poco esta exigua población majorera la.
17 ,Vid. art. cit. Dos Discursos ..., pág. 85.
1s Hoy nuevamente bautizada con ei nombre ae Puerto Üei Rosario.
1.e Vid. Leoncio Afonso: Esquema de Geografía fisica de las Islas Cn-
%arias, 1953, p&g. 78. Da las estadísticas de 1950, en que Puerto de Cabras '
aparece con 4.252 habitantes; pero Antigua sólo con 1.791; Oliva, con 1.694,
y Betancuria, con 710.
144 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
UNAMUN. O. ..E.N. V ER-NTURA..... .... .... . ., 1.3 < .
He aquí cómo Unamuno, en uno de sus pr;imeros artículos es-
\ - < . critos en la Isla, por esta misma fecha, hace l a descripción su-maria
para los lectores que la desconocen: "Esta infort~nada'[~?
veremos cómo dentro de poco la llamará afortunada] ,,donde entre
la apacible calma del cielo y del mar escribimos este comentario.. ..
mide en lo más largo, de punta Norte a punta Sur, cien kilóme-tros,
y en lo más ancho, veinticinco. Eb su extremo Suroeste forma
una península casi deshabitada, por donde vagan, entre soledades
desnudas y desnudeces solitarias de la mísera tierra, algunos pa&
tores" 20.
Otro cronista contemporáneo habla de las tremendas condi-ciones
de miseria y abandono en que está la Isla y de ,pasada hace
alusiones a las apreciaciones del ilustre deportado. ~opiamos a
continuación unos párrafos, pues creemos que, datm $e sir?. ~ i m
plicidad, reflejan objetivamente el estado de la Isla del destierro:
"Fuerteventura, la isla desventurada, atraviesa actualmente por
una de las crisis angustiosas frecuentes en su historia de tierra
sedienta. Rodeada de agua, ceñida por el mar y sedienta. Así la
ven en su destierro los ojos erzcrutzderes, k ~ , i r uGsau gaz de D. Mi=
guel de Unarn~no.~E'f ectivamente, a este momento debe referirse
nuestro escritor cuando, el 22 de mayo, escribe en un soneto, donde
plasma poéticamente la angustia de los majoreros:
;Agua, agua, agua! Tal es la magua
que oprime el pecho de esta gente pobre;
agua, señor, aunque sea salobre:
para qué tierra, si les falta el agua?
.......................................
Y les ciñe la mar, ;pesada broma
del Supremo Poder! Agua a la vista,
.......................................
¿hay quien la sed junto a la mar resista?
(De Fuerteventura a París, s. XXLI.)
20 Vid. art. Loa reinos de Fuerteventura, en "Nuevo Mundo". Madrid,
, .
2-V-1924.
Núm. 5 (1959)
14. SEBASTI~ DE LA NUEZ CABALLERO
ravanas emigran, en busca de trabajo, los pobres hijos de la isla
azotada por pertinaz sequía ... En las nubes ponen su esperanza los.
habitantes de F'uerteventura: si hay lluvias hay cosechas, esto es,
bienestar. Si el agua falta, todo se pierde, la tierra no produce y
hay que abandonarla ... La tierra estéril, con las entrañas secas,
está improductiva ahora ... Los animales enflaquecen, el ganado
muere sin remedio y en su impotencia los majoreros se resignan
a su desgracia ... El problema de la Isla de las grandes sequías es
la escasez de agua para la agricultura y el absentismo. Los gran-des
propietarios de terrenos viven fuera de Fuerteventura" 21.
"Mas, aun así-dice Unamuno en uno de sus comentarios, ha-ciendo
notar la tenacidad de esta tierra desafortunada-, visten a ::
estas desnudeces óseas, y hasta en este año de singular sequía, en N
este año en que la iriitad del gma d ~se mwm de k?amhre-;qu6 u
triste espectáculo el del embarque de reses en busca de pasto, a d-otra
isla!-, visten a estas desnudeces el verdor esparcido acá y 8'
aliá, de las higueras y tal cual gabia de alfalfa" 22.
8
I
Esta es la Isla semidesierta, la Isla sedienta de los latifundios, e
la Isla desolada dei tedio y de ia gai'iana, ia Isia nias aisladz a t r e j
Y
un mar todo cielo y un cielo todo mar inalterable, la Isla de las tie- E
=n
rras calcinadas, resecas, esqueléticas, que hasta este momento ha- 6
bía permanecido fuera de la historia política o literaria, pero U
E
desde marzo de 1924 iba a ser descubierta por una de las más gran- i
des y recias personalidades hispánicas de nuestro tiempo, entran- 1
a
do, con ello, en la categoría de leyenda, de historia, o sea en el iA
sueño de Dios, en la conciencia de lo eterno, como hubiera dicho n
de
el propio visitante. Ya en aquel momento un anónimo periodista 5
se encarga de proclamar la fama que la Isla y la capital de ella
habían adquirido después del destierro de aqueiias ilustres Íigü-ras:
"Hoy el nombre de Puerto de Cabras no es desconocido en
ambos mundos, y hasta lo repiten millones de labios y lo escriben,
entre galas retóricas, las más prestigiosas plumas de la literatura
contemporánea ..." O como añade más adelante: "Isla afortunada,
21 Vid. el "Diario de Las Palmas", 24-V-1924.
22 Vid. art. "Leche de Tabaiba", en En. el destierro. Madrid, 1957, pági-na
27. "Gabia", dice en otro sitio, son "cuadrados con rebordes, para que el
agua de riego se endique en ellos".
146 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
más que las restantes del Archipiélago así denominado, llama
Unamuno a la de Fuerteventura, porque carece de cine y no hay
en ella ni corridas de toros ni equipos de foot-ball; para nosotros
Ia fortuna de ese pedacito de Africa, de ese despojo de sedienta
tierra africana, arrojado al mar, consiste en haber acogido en sus
cálidos brazos a dos hombres de talento" 23.
Sentido y sentimiento del desterrado.
Intentemos ahora, ya conocido el medio donde va a desarro-llarse
su vida durante cuatro largos meses, estudiar al hombre en
su circunstancia, que es lo mismo que penetrar en su interior, con-vivir
con él. Pero en vez de desmenuzarlo en anécdotas, dichos o
en narraciones de sucesos más o menos reales, vayamos a buscarle
en sus hábitos, en su vida cotidiana, en sus paseos solitarios, en
sus meditaciones, en sus lecturas y en sus escritos, y también, un
poco, a través de los que compartieron con él cada día del destierro.
Pues Unamuno mismo dijo: "No hay modo de conocer a un hom-bre
por anécdotas, y lo h i c o que debe importarle a un hombre es
conocer a otro hombre, conocer a los demás hombres." Y esto no
por puro deporte o curiosidad, sino "porque los demás hombres
son espejos nuestros y sólo conociéndolos llegaremos a cono-cernos"
24.
En primer lugar se nos ocurre preguntar: ¿qué significó para
don Miguel su destierro de Fuerteventura?; i qué pensaba él de su
confinamiento en la Isla más desolada y sahárica de las Canarias ?
Quizá, intentando dar una respuesta a esta incógnita, podamos
penetrar en el intimo sentido que para él tuvo el destierro y po-nernos
en condiciones de explicar su vida y su obra posterior a este
episodio.
Casi todos los críticos están de acuerdo en considerar este con-finamiento
como un fracaso en la intentona política de Unamuno,
o bien como una burda comedia que no tenía ni dignidad ni novedad
23 Vid. "El Tribuno", de Las Palmas: Puerto de Cabras, playa de moda,
nirmero del 4-V-1924.
24 Vid. "Noches del destierro", en En el destierro. Madrid, 1947, phg. 146.
16 S~ASTIAN DE LA NUEZ CABALLERO
(C. Barja# Criado de Val, etc.). Mas, sin profundizar mucho en esta
cuestion, creemos que Unamuno no intentó deliberadamente aco-meter
seriamente una aventura política, ni, como dice Criado qle
V ~ I",u n Último esfuerzo de Unamuno en esta conquista de la per-sonalidad
que le lleva al campo político" 25. Creemos más bien que
todo esto es el resultado de un impulso que surge de su sentido de lo
justo y quizá también de su soberbia ofendida, manifestada, con
brutal sinceridad, en una serie de improperios que no conducían a
nada, sino a desahogar su personalidad herida en lo más vivo de
su concepción de la España eterna e histórica con que soñaba.
Otros piensan, un (poco ligeramente a mi juicio, que Unamuno
hizo de su destierro una comedia, una farsa. Nada más lejos de la
a
realidad. En esta circunstancia, como en otras de su vida, don c.
E ~ i ~ u ekbrlS ~nvid!cp! r su irritable tempramento, por su más
O
radical sinceridad. Su vida y su obra, y en esto están conforme --:
todos, son la lucha por la expresión o la realización de su perso- m
O
E
nalidad. Y esto no se consigue sino siendo sincero consigo mismo E
2
y con los demás. Si hay algo que una su criterio, sus parad.o jas, sus -E ,
exisayíx, eo-&z&u, g w -y 0vmvauaA. -- xr --- siis nhras & ficcion, es la 2
sinceridad de una personalidad irreductible buscándose, autoins- --
peccionándose, inquietándose e imponiéndose siempre en todo. 0
m
E
Desde este punto de vista podríamos explicarnos su empeño en O
considerar como una fuerte aventura quijotesca la que el destierro n
le deparaba, y que no estaba dispuesto a que se la escamotearan -E
ni el Dictador, ni los partidos extremistas, en beneficio de los pro- a
2
pósitos de aquél o la propaganda de las banderías de éstos. Muy d
n
n
bien lo vió don Miguel cuando los liberales pedían su indulto, que
rechazó violentamente :
5
O
Los que clamáis ";indulto!" id a la porra
que a vuestra triste España no me amoldo ...
(De Fuerteventura ..., s. III, vrs. 1-2.)
Pensmno qce e1 fracaso de esta aparente comedia política del
destierro es, en realidad, una zancadilla del ángel de Jacob, que
luchó en apretado abrazo con Unamuno, al que salvó de caer en
as Vjd. M. Criado de-Val: AtMnt&o. +&id (s. a.), pág. 232. .. - -
148 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANT. IC....O .S...
. . .
un>rnás hondo ridículo si hubiera tenido que representar su papel
en el drama o comedia política de su tiempo. En este caso, don
Miguel se hubiera convertido en un energúmeno de un solo par-tido,
el de sí mismo.
Mas de alguna manera Dios nos hace cumplir con nuestro des-tino.
Y si todo no sucedió como quiso el Directorio o como deseó
don Miguel, que veía un poco exageradamente-como hemos indi-cado-
en todo esto "la más fuerte de mis aventuras quijotescas",
era necesario el paso cómico-dramático del coníinamiento y la fuga
para entrar en el drama serio del aislamiento y la mar. No puede
hablarse de farsa en quien sintió, como pocos, la auténtica nos-talgia
del desterrado que languidece fuera del centro de su coti- a
N
dianidad, que para él es garantía de permanencia y de creación. E
Desde el principio al fin de su destierro vemos una constante año-
"
n -
= rama de la patria, que le lleva, como un peregrino hambriento, al m
O
E pie mismo del santuario, a cuyos umbrales cae rendido, sin poder E
2
penetrar en él. Esto es Hendaya, donde, todos los días, dice: "Veo =E
desde la cama nacer el alba, el alba del Occidente, el alba del ocaso,
2 sobre las colinas de España. Y pienso en la otra aurora, en el alba - - que rompa la pesadilla de su historia" 2s. 0m
E
Sabemos que Unamuno repasó, en su confinamiento, la vida de o
algunos grandes desterrados que se encontraron en circunstanci&
n semejantes a la suya. Así tenemos al Dante, cuyo libro le acom- -E
pañó constantemente en esta aventura, y asimismo encontramos a
2
algunas citas en que demuestra conocer aquellas vidas, como la n
0 que recuerda el confinamiento de Víctor Hugo a la isla de Guerney
"de donde lanzó sus rayos contra la podredumbre del Segundo Im- 3
O
perio ...", y luego añade: "Sólo que Hugo tuvo que estarse años en
esa isla, que vi al pasar, de lejos, acercándonos a-~herbur~oc"u, an-do
volvía de Fuerteventura.
Interesado Marañón 27 por la influencia que, en la historia de
España, han ejercido sus hijos exilados, estudia la personalidad de
algunos de los más preclaros que vivieron lejos de la patria ru-miando,
en soledad, el amargor de la injusticia, y almacenando fuer-zas
y energías por si llegaba el momento de poder actuar con liber-
Vid. "Las noches del destierro", en En e2 destierro, pág. 145. , *
27 Vid. Españoles fuera de ~s p añaC. ol. Austral, níim. 710. Madrid, 1947.
Nam. 6 '(1959) . , .
. , . . ,. . . : ., m...: ' '149
SEBASTIhN DE LA NUEZ CABALLERO
tad. La figura simbólica del desterrado la ve nuestro gran ensa-yista
en Séneca, confinado, durante ocho años, en la isla de Córcega
en el 41 de nuestra era. Le evoca allí, magistralmente, en las horas
que preceden a la honda crisis del alma solitaria y desesperada
antes de la reacción viril que al fin ha de producirse, y que es muy
semejante a los momentos de cualquier gran exilado, llámese Sé-neca,
Dante, Hugo o Unamuno.
"Aquella tarde, junto al mar, estaba el español hundido en uno
de esos pozos en que cae el ánimo del emigrado y de los que parece
que no podrá salir ..." "No se puede vivir lejos de la patria", mur-muraba.
Así también Unamuno, sumido en la tristeza, siente
... la fatiga de un día más, la mella
que siime - 1 alma en la mortal desgana ...
(Idem, s. LV.)
E "Se tendió en la playa y cerró los ojos para tratar de soñar. Con E
2
los ojos del alma miró hacia atrás y vió el mundo de los bienes pr- E
didos ... Miró hacia el porvenir y se vió olvidado de los suyos, aco-modado
ya a esa muerte anticipada que parece el exilio. Se miró . 2 m
a sí mismo y tuvo la impresión terrible que se tiene en la prisión -
0
m
E y en el destierro de "verse vivir". Y así nuestro desterrado, presa O
de la misma angustia, confiesa -
Ya sg, lo que es el porvenir: la espera
tupida de ansias, devorar las horas
sin paladearlas, confundir auroras
con ocasos, sentir la senda huera ...
(Idem, s. XXI, vrs. 1-4.)
"Lleno de angustia-sigue imaginando Marañón-abrió los pár-pados
y se encontró frente a frente con el cielo azul ... Sus ojos atra-vesaron
el azul infinito, surcado por los ampos intactos de las nu-bes,
y vieron, detrás, el mundo insondable de loa astros y de las
ahms hechss COEW !es tres, de eWrni&id.,." Mrrs Irr serenidad
termina $por invadir poco a poco el alma del hombre fuerte y es-toico
y "Entonces se alzó, y con paso alegre volvió a su casa... Y,
como si una voz que nadie oía le dictase en silencio, escribió, sin
pausa, una larga carta a su madre." He aquí un párrafo de esa cé-
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTIUOS
UNAMUNO EN FUERTEVENTURA 19
lebre carta: "¿A qué atormentarnos por la ausencia de la tierra
vernácula, si toda la tierra es patria para el varón digno de este
nombre; y éste, en cualquier parte de ella, se sentirá por igual des-terrado
del mundo, que empieza tras la b6veda azul?"
Un proceso semejante, aunque alterado por la pasión política
y la saña antidictatorial, concurre en el pensar y en el sentimiento
.de Unarnuno. i Cuántas veces se paseó por las solitarias playas de
Ia isla fuerteventurosa interrogando el arcano, el porvenir de su
patria y el suyo propio, tratando de leerlo más ailá del horizonte
.y de los mares ? :
... Dime, Señor de España, te lo ruego
por la mar de mi tierra, j es que merece
t u c t ~ba !dSn qGe asi :a, eniefiehrece
y que a su corazón ha puesto ciego? ...
(Idem, s. XLI, vrs. 5-8.)
Pero, a igual que Séneca, la patria ideal, no la material, acom-paña
al desterrado que de veras 1a ama, y qze de verzs es hombre.
Por eso les contesta a los liberales que convivían con el Directorio
y que le aconsejaban "que era forzoso atemperar* a la realidad:
"los que, como yo, creemos, en sentimiento histórico de la historia,
que son las personas, los hombres, los que hacen las cosas y las
llevan, no debemos plegarnos a esa realidad material y que con-migo
llevé a la Isla la personalidad de Ekpaña" 28. Y más tarde,
cuando llevaba dos años de exilio, y a los pies mismos de la patria
-esquiva, una noche, lleno de profunda emoción, exclama serena-mente,
comenzando como el doctor iluminado y místico: "De noche,
a solas y a oscuras, es cn^n?n puede !legar s. Usm cüwita Ye
.cómo la vida es sueño, la historia, pesadilla, y el mundo, des-tierro"
*=.
Y prosigue Séneca sus reflexiones: "La patria no son los hom-bres
que la pueblan ni los vanos afanes de cada día, sino la unión
del pasado y de1 fi't_aro que se huce es ca6a hombre v h , y, por 10
tanto, en ti y en mí; la tradición y la esperanza que se funden en la
28 Vid. De ~kerteventura a Parls, comentario al soneto XLII, pág. 73.
29 Vid. "Las noches del destierro". Idem, op. cit., pág. 146.
N11m. 5 (1959) 151
,beve inquietud de nuestra existencia -mortal. Esto es la patria y
po lo que quiere la violencia del destino, que se disfraza de tiranía;
.y eso, que es, en verdad, la patria, i quién nos lo puede quitar, este-mos
donde estemos?" Por eso Unamuno se siente identificado con
el pasado, elaborando la historia patria del futuro con sus sueños
cuando dice en Fuerteventura: "¡Esta es mi Insula Barataria! Aquí
.me visitan, en larga estantigua, en procesión de ánimas doloridas,
.todos los que en los largos siglos sufrieron la pasión trágica de mi
España ..." 30.
Y después Marañón, para terminar su introducción, conocién-dose
y conociendo a sus compatriotas-pues él mismo experimentó
el regusto doloroso del exilio-, saca en consecuencia que el espa- a
ñol es "en contra de lo que se ha dicho, poco inclinado a viajar", N
E y esto porque en ia Tenínsuia nüestra hay a!g~ ípe nes tiem en O
permanente vilo, algo que bordea, cada día, el drama, sin dejar de -n- m
ser inefablé, como uri permanente auto sacramental...". "Y esta O
tendencia mistica-zúíade-basta para que el español se sienta E
2
'atado a su tierra y no apetezca el dejarla, a no ser en busca de -E
aventuras..." ji. 2
Piénsese ahora en don Miguel, y comprobemos lo incómodo que O- -
'siempre se sintió fuera de España, en sus cortos viajes a París, m
Italia o Suiza; siendo Portugal el único país por el que le gustaba O
'viajar, pues para él no era el extranjero ... Cuando salió hacia el E
n
'destierro fué en busca de una aventura quijotesca, casi planeada -E
con premeditación, aunque toda ella no saliera a medida de sus, a
9
deseos. En este sentido, pues, Marañón puede considerar a Una- n
n
'muno como un español auténtico y prototípico.
3
Pero, sin duda, es leyendo la "Comedia divina" que hizo el Dante O
(iín exilado ejemplar) como ünamuno comenzó a aprender !a. ga::
'lección de la resignación y a comprender la gran vanidad de las
cosas de este mundo. Lecciones que, por otra parte, hay que apren-
'der a nuestra propia costa. Así, un buen día, al releer el pasaje del
Purgatorio en que el Dante, acompañado de Virgilio, encuentra a
Estancio, y éste, al ir a abrazar ias piernas del gran maiitu;ii;o, es
rechazado por él diciéndole : "Frate, / non far ; che tu se ombra
- -
so Vid. ULa3A tlBntida", op. cit.,,p 6g. 37.
81 Vid. op. cit. Col. Austral, núm. 710. Prólogo y phgs. 18 y 19.
152 ANUARIO DE ESTUDIOS ATfiANTICOS
ed ombrq yedi?. (cap. .m,,v . -133), le sugiere a .n ue->tr.oa; utor ::un
soneto, donde sentimos aletear la duda: ,, , . . . . . v . . .
,. \
, . , .. .. ; ..,:. '-, . :
... Y ino estaré-luchando, somb~aa dusta,
contra pálida sombra de molino?..: ' '
Y a continuación, refiriéndose a la escena española del momento,
vemos cómo monologa, preguntándose si vale la pqa emplear to-das
sus energías en una lucha estéril con unos trágicos peleles, que
son sólo sombras de una pesadilla:
... Sombras chinescas son esos peleles
que toman por acción el mero gesto
de sus muecas; jpor qué tanto te dueles?
Guarda, si, es tu deber, siempre tu puesto;
mas no vale, =guel, que te desveles,
ni que en duelos así eches el resto.
(Idem, s. XXViíi, vrs. 9-14.)
-También al Dante quisieron escamotearle su vida, su vida civil?
haciendo comedia su destierro y queriendo obligarle a humillarse.
si deseaba volver a la patria. Mas él venció representando la má-xima
Comedia, la divina, la eterna, donde confundió a sus enemi-gos,
enviándolos a representar la tragedia de su inmortal condena-ción.
Por eso Unamuno llega a identificarse con el Dante, como se
puede comprobar en un hermoso articulo, hasta hace poco inédi-to
32, donde, comentando una frase, en la que Armando Donoso
iiama al gran florentino "alma de monje", nuestro escritor añade:
"Dante, el monje seglar, el solitario en el, mundo, buscaba a
Dios en Ia soledad de su alma ae desterrado de su reino, del Rein~
de Dios, y le buscaba a través de las luchas civiles de su pueblo.
El ciudadano florentino, errando fuera de su Florencia-fuera de
ella murió-, pero en Italia, en su Italia universal y eterna, no podía
desprenderse del siglo, del mundo." Igualmente Unamuno errante,
CQMQ FCQS en na&ro 'iemp~, en bias-a mhelosa de Dios, del Dios
de su España inmortal, en busca de un reino que no es de este
. . . . . . . . . >.. ' I
' . . .. ' . : , . . , . . . . . . , .
32 Vid. "Monje se&$ (Hendaya, 12W-1925), incluido en En. el-destie-
... . .. " . . . , , % .. - . . wo, op. cit., p&g. 189 y SS. ,.., . . I ,, . . , . . 2 '. :'
a SEBASTIhN DE LA NUEZ; CABALLERO
mundo, aparece como un monje seglar en muchos de sus tremendos
aonetos del destierro.
"Yo soy la senda, la verdad, la vida."
iY qué duro, Señor, otro destino!
¡De otra verdad como es terrible el sino!
¡Cuán pronto de otra vida uno se olvida!
Bilis y tinta encima de la herida
abierta al polvo negro del camino,
sin tu sangre, Señor, celeste vino
que la embalsame al fin de la partida.
"No es mi reino-dijiste-de este mundo",
pero ve que, sin patria, triste muero
en el desierto y en error profundo;
raíz dame en la tierra, aquí, primero;
sin raíz con el polvo me confundo:
sólo con ella he de irte todo entero.
(Idem, s. XCVI.)
Pero Unamuno se fija sobre todo en la acción civil, en el sen-tido
patriótico del Dante, que di JO : ";Ay sierva Italia-hostería
del dolor-nave sin piloto en gran tormenta,-no dueña de las gen-tes,
sino burdel!", cuyos improperios son semejantes a los de nues-f
ro desterrado :
... Me canta la pasión, y así conjuro
con ese encanto la feroz mentira
que arrastra a España en su destino oscuro...
(Idem, s. LXXXII, vrs. 9-11.)
Y aunque Unamuno no trataba de justificarse-sino encontrar
Ar. -..- l^^L..".,, -1 A, a, ,.., ,:, -,-:,,,, ,,,C:-l,- ---C,, , ,,-
GIL a- IGCLUI a3 GL GLU UG uw pl upaa paaiuiica ~ ~ X L L I U G Y pur ULL a ~ G L -
sonalidad-, vemos cómo se acerca a Dante -ansioso de encontrar
un alma capaz de reaccionar ante la injusticia con su misma
ansia frenética. Y por eso exclama: ";Y hay que oír las terribles
palabras de política seglar que puso en boca de San Pedro en el
---L- nm 2-1 ' t n - - - z - - ~ , ! v 1--- 3- . -:-LI-- - - - - - 1 :- -- CBIILU L 8 ~ e rla r a i su . ~ i e n uue pasiories civlies, aquel inurije se-glar,
aquel solitario en el siglo, más allá del siglo, más allá del
mundo" 33. Y con esto basta para comprqder que si Unamuno
33 Idem, art. cit., p8g. 192.
154 ANUARIO DE ESTUDIOS -4TLANTICOS
UNAMUNO EN FUERTEVENTURA - 23
:-aIma con bastantes resonancias medievales, y viviencio en un
siglo de más desatadas polémicas-traspasó los límites de la co-rrección
ortodoxa, arrastrado por su "ánima sdegnosa", siempre
fué impulsado por un profundo y verdadero amor a la España ideal
que soñaba, al borde también de la quiebra, como la Italia presen-tida
por el Dante Alighieri en el siglo m.
Vi& y aventura del confinado.
Casi podríamos reconstruir, día a día, la vida cotidiana e inti-ma
de don Miguel en la desértica Isla canaria recogiendo sus pro-pias
confesiones,' ya en prosa, ya en verso-más en verso que en
prosa-, en ese desconcertante diario de los primeros meses de des-tierro,
que lleva por título De Fuerteventura a Parh (1925). Y si
a esto añadimos los artículos escritos en la 1sla.y pblicados en
"Nuevo Mundo" de Madrid, en "Caras y Caretas" de Buenos Aires
y en "El Tribuno" de Las Palmas, recogidos en parte por - la "Bi-blioteca
Canaria" (s. a.) y casi todos por García ~ l a n c oen un libro,
ya citado, que lleva por titulo En el destierro (1947), todavía ten-dremos
algunos datos interesantes más, a los que pueden unirse
cartas, declaraciones y testimonios de personas que convivieron
con el desterrado.
Las h r a s y 10s dias.-Según uno de los testigos, Unamuno se
instaló, "junto con el ex diputado Rodrigo Soriano, en la pensión
de D. Francisco Medina Brriel", llamada pomposamente "Hotel
Fuerteventura", aimqiw era "hiimi!& ccusitu que e&& eric!a=
vada entre la cárcel y la iglesia". Pronto empezó a salir de paseo,
pero al principio "parecía cansado". "Más tarde comenzó a for-marse
una tertulia a su alrededor." El primer testimonio contem-poráneo
de esta tertulia nos lo da el articulista de "El Tribuno",
-citado más arriba, que nos d i o : "A !-. p e r t 8 de !u cusz de! Sr. Css-tañeyra-
simpática personalidad del país-tienen el sabio cate-
,drático y el escritor artista su tertulia. Allí se hacen los honores
a los forasteros que acaban de desembarcar, se toma el aperitivo
y el refresco, se comenta la actualidad que el telégrafo transmite,
@ SEBASTIhN DE LA, NUEZ CABALLSRO
se comenta el culto a la radio-telefonía, se leen las cart&los
mpntones de cartas-de los amigos y los periódicos provincianos
y madrileños, y se habla, en una charla que no decae, de lo humano
s61o" 34. A esta tertulia "asistían, aparte del dueño de la casa, don
Aquilino Fernández (al que Unamuno llama en sus cartas "el fan-tástico
Aquilino, conejera", es deoir de Lanzarote), don Lorenzo
Castañeyra, don Juan Pérez Medina-mi padre-, Soriano, su inse-parable
compañero de viaje, y algunos otros...", según recuerda el
joven José Pérez Naranjo
Mas fué con don Ramón Castañeyra Schaman, acaudalado co-merciante
y hombre autodidacta, que había formado su pequeña
biblioteca privada y recibía los periódicos de Las Palmas y de 1aa- a
drid, con quien tuvo mayor trato y amistad nuestro escritor. Biep N
M refie-ja &a amistad ez la carta-prSloga qde h;.~el h ~ n o r O
de presidir el libro De Fuerteventura a Parús, porque como el autor n-- m
decía: "es justo que sea el nombre de usted el que primero vaya O
en cabeza de este libro doloroso, ya que usted fué el verdadero E
2
E padrino de esos sonetos, el primero que los conoció, el que los rq- -
cibió todavía iívidos delparto cüaiid~ Ilurabaii e: trágico primr 2
llanto y hasta asistió usted a la gestación de algunos de ellos". Por O--
esto y el propio testimonio de don Ramón-que guarda celosamen- m
E
te aún muchos recuerdos del maestro-sabemos que en muchas O
ocasiones fué el confidente de don Miguel, tan dado a comunicar n
sus proyectos, sus problemas y dudas que se le presentaban en la a-E
génesis y el desarrollo de un poema o de una obra; acaso no tanto l
n
para pedir opinión como para escuchar el eco de su pensamiento n
n
a través de otro, y ver reencarnadas sus ideas en alguien que no 3
fuera él mismo O
Se acuerda también 6e don $osé CataCtryra, el ve~erable pa-triarca
de la casa; del "buen párroco de Puerto de Cabras, don Víc-
34 Vid. "E1 Tribuno", art. cit., 4-V-1924.
35 Vid. Vicente Borges, art. Unamuno, ew xapatilEas por Fuerteventura,
en "El Día'', de Santa Cruz de Tenerife, 8-N-1956.
36 A Castañeyra van dirigidas las tres Únicas cartas de Unamuno que
hemos podido recoger, gracias a unas fotocopias existentes en el Museo Ca-nario
de Las Palmas, puesto que las originales han desaparecido. Así es las-tima
que se hayan perdido tambien las destinadas a don Francisco Medina,
,que no conocemos. -, \ ? - .,
656 AiVUARZO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
UNAMUNO EN ?WERTEVENTURA 25
d >
tor San Martín", con el que hablaba "con frecuencia de lo div- ino
&egÚn el citado articulistasn el paseo que 'con éste dan diaria;
mente". Y aún añade más detalles: "Se entienden bien. Hasta se
comprenden y se estiman. No es raro ver al sacerdote apoyado en .
el brazo de don Miguel, que le explica un tema filosófico, ni a .don
Rodrigo del brazo del presbítero mientras éste re consulta el plan
de los sermones que prepara para los días santos de la Semana
de Pasión ..." 37. También cita a "mi posadero don Paco Medina",
al "excelente don Pancho López, espíritu zumbón y crítico...". Una
y otra vez vuelve a recordarles, como testifican las cartas diri-gidas
a Castañeyra. Así dice: "Bien quisiera ir dedicando un re-cuerdo
a cada uno de ustedes, a su padre, a sus hermanos, a D. Víc-tor-
le escribiré en cuanto me sienta en ánimo de confesión-, a
D. Paco Medina, a D. Pancho, al juez, a todos los de la tertulia
inolvidable, al patriarca de Tetir ... Dn. Matías López ..." (Carta,
29-XII-1924).
Don Francisco Medina, el dueño del hotel, nos habla de varios
rasgos de la vida y carácter de don Miguel en la Isla. Dice que era
hombre violento e intransigente. Cuando le fué a llamar la aten-ción
por las quejas de los vecinos de que se daba baños de sol ente-ramente
desnudo en la azotea del hotel, contestó: "Yo no los miro.
Que no me miren ellos a mí." Solía llevarse a su pequeña hija, de
la mano, en sus paseos por los muelles del puerto o por las afueras
del pueblo. También José Naranjo opina "que don Miguel poseía
un genio temible y, en ciertas ocasiones, se manifestaba como un
soberbio gigantesco. Pero nunca observó que le quitara la palabra
a nadie y, mucho menos, se constituyera en centro de tertulia. El
centro, como es lógico, se lo ofrecían los demásl'..Esto está de acuer-do
con la delicadeza que presidiii 10s actos de la vida cotidiana de
don Miguel, contrariamente a lo que pudiera creerse por sus arre-batos
temperamentales que le llevaban a proferir improperios y
acres censuras cuando leofendían en sus sentimientos personales
o en su sentido patriótico.
Una de las mayores distracciones r!e don Miguel, en la Isla.
fueron sus paseos, a camello, por las cercanías de Puerto de Cabras.
He aquí cómo nos lo describe, en uno de ellos, el cronista de "El
37 'Vid. "E1 Tribuno", ídem.
26 S~ASTIAN DE LA' NUEZ CABALLERO
!€'ribuno", y cómo lo vemos en una fotografía obtenida por el jo-ven
Naranjo. "Se coloca en lo alto de la joroba, como en un tro-no,
y con Castañeyra a la derecha y Rodrigo a la izquierda, cruza
e1 caserío de Las Rozas, serio, grave, solemne, igual que un gran
señor de Oriente, y sigue adelante, mecidos sus sueños por la dolo-rosa
oscilación del eterno caminar a través del desierto''38.
Otras veces organizaban verdaderas excursiones al interior de
la Isla, que Unamuno llegó a conocer casi palmo a palmo. Muchos
de estos lugares dejaron una huella permanente en su espíritu,
como lo demuestra el que, todavía en el último año de su vida
(1936), diga a Castañeyra: "Cuántas veces pienso que estaría me-jor
ahí, en Puerto Cabras, o en La Oliva, o en Pájara, o en Betan-curia
... ¿Cuándo podré volver a rever eso y a darle un abrazo ahí?"
(Curtu, 23-IV-36). A&mk tenemes tectimilinc ahiindzntes, en
poemas y en artículos, de sus visitas a los pueblos de Fuerteven-tura.
Uno de los que más le impresionó fué Betancuria, antigua
capital de la Isla, al que fué en compañía de don Ramón y de su
amigo y traductor al inglés, Mr. Grawford Flitch ... También le
a c ~ q u ñ d x mw estws exciirsioms !os j+~eneu J ~ z nX eriinri, her-mano
del posadero, y José Naranjo. Gracias a ellos conservamos
algunas fotografias de la época. Este último nos testifica que
le oyó decir a don Miguel: "Me llevo a Betancuria bien grabado
dentro del magín" (sic). Del templo de Santa María dijo que
era una de las cosas más valiosas y pintorescas del p b l o y
de más solera canaria. Pero también otros lugares y pueblos le
sugirieron temas para sus meditaciones. Así la muralla c!e Punta
Jandía, que separaba los antiguos reinos de Fuerteventura, le trans-porta
a la prehistoria de la Isla, y le parece "haber visto a las hues-tes
del Nui-to, de 12 ppvrciói; enormemente mayor, acüdir desde
Tuineje y Tesejeraque, y Tiscamanita, y Arnpuyenta, y Chamotis-tafe,
y Triquibijate.." 39. En su excursión a Pájara, en compañía
de un Ayudante de Obras Públicas, al oír las quejas de un labriego,
que no podía pasar con su camello cargado de leña bajo los ojos
d-1 '-2 - 1- al yuer~~ute: la c u r e h--a- , se acuercki de la famusa. mt&f.forae;.% :-
gélica ... Mas ya trataremos, con más detenimiento, de las impre-
38 Idem.
8s Vid. "Los reinos de Fuerteventura", art. incluido en EN el destierro.
158 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
UNAMUNO EN FUERTEVENTURA 27
siones y sentimientos que dejaron estos lugares, pueblos y paisa-jes
en los escritos de Unamuno, en el apartado sobre los temas de
Fuerteventura.
Aparte de esta tertulia fija o de esas excursiones ocasionales,
jen qué empleaba el día este hombre acostumbrado a una perrna-nente
actividad física y espiritual? Por los testimonios conserva-dos
bien podemos imaginar en lo que invertía el tiempo en los días
tranquilos y normales de su destierro fuerteventuroso. Al desper-tarse,
aún en la cama, lo primero que hacía, siguiendo una antigua
costumbre, era leer un pasaje del Evangelio, cuyo ejemplar en
griego siempre estaba a la cabecera de su lecho. El nos lo dice ex-presamente:
"En estas mañanas, cuando el sol, al salir de la mar,
me da, recién salido, un beso en la frente, tomo mi Nuevo Testa-pae?
lt~ g-ieg!=G ,& ra s! azar y- .i1 b"-"v 40. UQ=n IIGnV~ ran rur +bnan~:~na C bnamd~r .u ry~- an, l o~ru.s-nos
días de sol se iría a pasear a la azotea, releyendo algún poema
de Leopardi o algún pasaje del Dante. Ya sabemos cómo, alguna
vez, se dió algunos baños de sol completamente desnudo, mientras
escribía un soneto, como el que comienza: "Al sol d. e .l,a verdad . . ha-.-.+- d~--..d- / -: -l-- 7 9 V T 7 1 --- ---------- --m--- y u l i ~ uu cauuua / iili aula... (a. A V J , abauu pur auucracluu a a p r 1 -
tual a la circunstancia física. Después bajaría a arreglarse o a tra-bajar
un rato en su cuarto. El día que tocaba correo, leería los dia-rios
que llegaban de la isla vecina ("El Tribuno", "E1 Diario de
Las Palmas", etc.) con las noticias de lo que ocurría por el mundo,
sobre todo, las que más le interesaban, las de Madrid. He aquí cómo!
describe-desde París-añorando estas líoras de lenta meditación
de las novedades que venían de la patria lejana: "Cuando allí, en
la isla, me llegaban las noticias de la metrópoli, con ocho, con diez,
alguna vez hasta con quince días de retraso, mi estómago mental
esiaba ya preparado para recibirlas y digerirlas. Y luego la larga
rumia de ellas. Por lo cual aquí, en París, me entero acaso de más
sucesos, pero allí, en la Isla, me enteraba de los hechos." (Para
Unamuno el suceso es lo que pasa, mientras que el hecho es lo que
queda; y en esto, según él, no le supera París a Fuerteventura, "en
riqueza iie hechos permanentes" j 4i.
La correspondencia que debió recibir Unamuno, en la Isla, fué,
40 Vid. "Este nuestro clima", art. de En. el destierro, op. cit., pág. 21.
41 Vid. "De Fuerteventura a París", art. de íd., pág. 56.
28. SEBASTIAN .DE LA NUEYE CABALLERO
sin duda, muy copiosa, y ya sabemos cómo le gustaba contestar,
él,+soio, a la mayoría de las cartas que le enviaban de los más
diferentes puntos de Europa y América. Desgraciadamente no te:
nemos a mano, aquí, el rico archivo epistolar de don Miguel (que
por otra parte está elaborando y recogiendo pacientemente el doc-tor
García Blanco), donde podríamos encontrar tanto las impre-siones
del desterrado como el reflejo e influencia del hecho del
destierro y los comentarios que suscitó en todo el mundo. Cono-cemos,
sin embargo, las ya citadas cartas de Unamuno dirigidas
a don Ramón Castañeyra, que tan ricos testimonios nos dan de\su
estancia en la isla fuerteventurosa, y algunos fragmentos de car-tas
dirigidas a él, donde se nota una notable influencia de su tem- a
peramento en el corresponsal, como la que le dirige, después de su N
E partida, el ya conocido Mr. Plitch. O
Honda nostalgia sentirá don Miguel cuando, ya lejos de la Isla, d-- o>
pensaba siempre volver a ella. He aquí cómo se dirige a su amigo O
E
Castañeyra cuando atravesaba una honda desgana espiritual en E
2
E París: "Cuando pasado todo esto vuelva yo a ésa-porque le repito -
qde .;=!ver-, ;@ ccuw les pn"n-r lnCál r" "rInICnUt*n r Un *1Us r"r-i aUt-o dUe" e"Uc-o um-a--r 2
admirable a la que tanto debo!" Y a continuación: "iFuerteventu- O- -
ra! ;Mi Fuerteventura! ;Cuánto he hablado de ella con mi que- m
E
rido M. Flitch! Que también volverá a ésa, se lo aseguro ..." (Carta O
del 29-XII-24). n
Después de atender su correspondencia suponemos que saldría -E
a
a dar un paseo hasta la hora del almuerzo, que debía ser la del E l
medio día. Por cierto que a todos llamaba la atención lo sobrio de n
n
su comida, sin ninguna clase de bebidas, sin café ni cigarrillos de 3
sobremesa. En cuanto a su indumentaria, José Naranjo nos cuenta O
que impuso ei sin-sombrerismo entre ia juventud majorera. Todos
nosotros-dice-, al verle siempre destocado, con el pelo entero y
el aspecto saludable, -istiendo a pie firme, sobre la cabeza, el
rigor de los rayos solares, nos avergonzamos un poco pensando en
su edad, ya avanzada. Entonces decidimos no usar sombrero ... Por
io visto, las insoiaciones no podian con éi." También recuerda, ei
mismo testigo, que Unamuno "usaba unas alpargatas del país, con
base de esparto. Las encontraba m& cómodas y frescas. En cuan-to
al resto del atuendo, era todo ungran caballero. Pulcro, limpio,
3.6 0.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICO. .F .
UNAMUNO hX FUEXTEVENTURA . 29'
de manos finas y blancas, y de cuidada barba, que contrastaba con
el color de la piel, parecida a la de un indio comanche (sic). Tam-poco
usaba corbata" 42.
Después de la comida charlaría un rato con su compañero de
exilio, don Rodrigo Soriano, que alguien ha llamado su sancho-pancesco
amigo. Y es que D. Quijote en Fuerteventura necesitaba
su escudero, que, como ya vimos, cambiaron sus cabalgaduras por
el descarnado camello, símbolo de la Isla acamellada; así como
"Rocinante" lo fué de la España hambrienta y enflaquecida que ya
no estaba para conquistas. Por las cartas a Castañeyra vemos que,
una vez terminado el confinamiento de Fuerteventura, ambos ami-gos
riñeron hasta el punto que don Miguel no quiso saber nada
de él. Sólo ya, en la época de la República, lo considera, por su labor
españolista en Chile, redimido de sus antiguas ingratitudes y erro-res
fuerteventurosos. "Aleccionado-y escarmentado-dice-por
la vida, ha sabido conducirse con gran tacto y discreción. Me ale-gro
;claro está! ... Hayan sido cuales fueran sus faltas, merece ya
unos últimos años de sosiego. Por mi parte, quiero olvidar cuanto
nos distanció" (Carta, 22-IV-36).
Tras la charla dormiría la apacible siesta cuando en Puerto de
Cabras todo sería sueño: sueño en las calles desiertas, sueño en
las blancas casas, sueño en los malecones del puerto y sueño en la
mar bajo el sol, que bosteza en el cielo eternamente inmóvil.
Horas de lectura y meditación.-Unamuno nos confiesa, en di-versos
lugares: "No me traje conmigo a este confinamiento de
Fuerteventura más que tres libros que caben en un mediano bol-sillo:
un ejemplar del Nuevo Testamento en s u original griego,
edición Nest!ei ae Sti~ttgarte, n papel como tela de cebolla, y dos
.ediciones microscópicas, vademecum, de la Divina Comedia y de
las Poesim de Leopardi, hechas )por Barbera, en Florencia" 43. Li-bros
que, por otra parte, leyó y releyó constantemente,. no sólo en
Fuerteventura, sino durante toda su vida. Pero acaso fuera aquí
.rl_~nC1,&P @riera, cgn m& calma y re.piJoja lpjnos & sus m& ff-mn-
.sos pasajes, como se refleja en varios artículos y poemas escritos en
42 Vid. V. Borges, art. cit.
43 Vid. "La Aulaga majorera", art. de En el destierro, op. cit., pBg. 31.
el destierro. Ya hemos tenido ocasión de comentar algunas de esas
citas y aún veremos, más adelante, otros comentarios relaciona-dos
con su circunstancia o con los temas de la Isla.
Si era el Nuevo Testamento y lo abría por los "Hechos de los
Apóstoles", y el pasaje que leía le evocaba algo en relación con su
acaecer íntimo y personal, entonces es posible que surgiera la idea
generatriz de un nuevo ensayo o un nuevo soneto. Tomaba la pluma
y remitía al lector al libro sagrado diciendo: "Tampoco quiero
exponer lo que el libro de los "Hechos de los Apóstoles" cuenta en
ese pasaje para que los lectores tengan que acudir a él." Así en
el soneto XVII, se supone conocido el cap. 28, vers. 20 de los "He:
chos", donde se relata cómo San Pablo, por acusaciones de sus pro-pios
hermanos, "sin haber hecho nada contra el pueblo, ni contra
las tradiciones de nuestros padres", es entregado a manos de los
gentiles, y después conducido a Roma, y concluye diciendo: "Por
este motivo, pues, he procurado veros y hablaros, para que sepáis
que por la esperanza de Israel me veo atado con esta cadena." Del
mismo modo Unamuno, defendiendo el "evangelio de mi Señor Don
Quijote", se siente acusado por el pueblo que "sigue lamiendo el
mango de su azote" :
... Y pues que en él no hay de tu seso un brote.
me vuelvo a los gentiles y les hablo
tus hazañas, haciendo de San Pablo
de tu fe, ya que así me toca en lote.
(s. XVII, vrs. 5-8.)
Y empeñado en una noble lucha, haciendo, como dice, de após-tol
de la nueva fe, se lanza a su cruzada quijotesca, por la cual
pdece g h n r ~~ Brce!y destierro. Mzs c~nfi-e, n que, d fin, h2 de
salir victorioso en la misión que Dios le ha encomendado:
... He de salvar el alma de mi España,
empeñada en hundirse en el abismo
con su barca, pues toma por cucaña
lo que es maste, y llevando tu bautismo
de burlas de pasión a gente extraña
forjaré universal el quijotismo. .
(Idem, vrs. 9-14.)
162 - . ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOB
. .
UNAMUNO E& FUERTEVENTURA ' 31
Releyendo al Dante y con la pluma en la mano le sorprendemos
-por su propio testimonio-en un momento de inspiración: "Aho-ra
mismo, mientras estoy escribiendo esto, con el librito de la
Divina Comedia a la mano y el Libro (El Quijote) en el corazón,
la mar me está cantando la eterna cantinela ..." 44, el rumor eterno
de las olas que llegan suavemente, como invitando al sueño, hasta
su cuarto de pensión de exilado.
Naturalmente, éstas no eran sus únicas lecturas. Por lógica cu-riosidad
se interesó por obras más o menos científicas sobre ca-narias,
como nos dice: "En esas horas lentas y preñadas en mi
confinamiento, en mi aislamiento en esta venturosa Fuerteventura,
me doy a ratos a leer libros que me han procurado y en los que se
habla de casos y cosas de estas Islas Canarias." Y añade, sin espe-cificar.
c-&ieü: "Los iliejoi-es, ingiwes" -5. En lugar halDia del
ornitólogo David A. Bannerman, "cuya obra sobre las Islas Cana-rias
tengo a la vista", mientras escribía su artículo "A pesca de
metáforas" 4% Cita también el Timeo y Critias, donde Platón relata
la historia de la fabulosa Atlántida, y la voluminosa obra del doc-tor
don Gregorio Cnii y Naranjo tituiaaa E s i d k s históricos, cfi-matoMgicos
y patológicos de Zas Islas Canwrias, de la cual habla
irónicamente, pero de la que sacó material para dos de sus ar-tículos
: "Los reinos de Fuerteventura" y "La sepultura de Mahan",
donde relata los pormenores sobre este extraño sepulcro, en cuya
existencia creía el "ingenuo doctor". Otro libro que debió orientar
a don Miguel en el conocimiento de las Islas es la excelente obra
de don José de Viera y Clavijo Noticias de la Historia general de
las Islas Canarias (ed. 1859), que sirve de fuente a su artículo sobre
"Don Pedro Fernández de Saavedra, primer señor de Fuerteven.
turai'.
Además, Unamuno recibía "libros enviados por sus autores,
desde todos los puntos del extranjero y de nuestra patria. La dedi-catoria
de cada uno, con ligeras variantes, decían casi lo mismo:
"A mi querido maestro". . .". Alguna vez los hojeaba y "ponía unas
anotaciones, precedidas de una cifra, en la última página de cada
44 Vid. %a risa quijotesca", art. de En el destierro, pág. 49.
45 Vid. "La Atlántida", art. de En el destierro, pág. 34.
. .
46 Vid. fdem, pág. -43 y SS.
Núm. 5 (19591 163
32 SEBASTIAN DE LA NUEZ. CABALLERO
libro ... Casi siempre señalaba los defectos gramaticales", según nos
dice José Naranjo en sus preciosas declaraciones. A este reper-torio
de lecturas habría que añadir los libros prestados, proceden-tes
de las escasas bibliotecas de la Isla, como la de don Ramón
Castañeyra. En ella encontró un día las cinco series de los Epi-sodios
Nacbnales de Galdós y muchas de sus famosas Nmelas
contemporáneas. Efectivamente, en una de las cartas que dirigió
a su amigo dice: "nunca podré olvidar que fué ahí, y gracias a
usted y su librería, como releí a Galdós y aprendí a conocerlo. Pues
le debo declarar que aun cuando yo conocí y traté a don Benito,
mi verdadero conocimiento de su obra data de mi estancia en esa.
En la quietud y en el sosiego de esa isla es donde pude darme cuen-ta
de todo el enorme trabajo de aquel hombre recogido. Mi Galdós
de hoy es el que aprendí a conocer ahí ... Asi q o 10s hérws-cómi-cos
y trágicos-de don Benito vienen en mi memoria trabados con
el sol desnudo de Fuerteventura" (Carta, 12-IV-32). Con lo que
tenemos un interesantísimo testimonio de cómo un hombre de la
generación del 98, que rechazó el estilo de Galdós, se adelanta a la
revalorización & 1-2 pan obra novelfstlcz de! eacriter canarin. Tam-bién
en uno de sus sonetos le dedica un recuerdo cuando vuelve a
leer, "después de más de cuarenta años, Doña Pmfecta", cuya lec-tura
le devuelve a su edad juvenil:
Remonto entre tus páginas pajizas
el curso de mi vida, ya no escaso,
y en sueños bebo el agua de aquel vaso
que se rompió en mi mocedad ...
(s. XXXIX, vrs: 1-4.)
Es decir, bebe, como sus compañeros de generación (Ganivet, Azo-rín,
Maeztu), sus primeros barruntos liberales, pero también el gran
amor a España de don Benito, como Unamuno cohesa finalmente :
... Días en que ignorante de tus males
nací, España, a la historia oyendo el grito
de mi Bilbao, que en las marinas sales
de su ría recibe el don bendito
de la mar libre, días liberales
que me lienó de ensueños Don Benito.
(Idem, vrs. 9-14.)
164 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOB
UNAMUNO EN FUERTEVENTURA
Muy revelador para conocer el carácter de Unamuno es la no-ticia
que nos da Naranjo al recordar que vió "varias veces en la
mesa de noche de su alcoba" un ejemplar de su obra Recuerdos üe
niñez y mocedad. ¿Estaría allí casualmente, o realmente se com-placía
en releer, al acostarse, algunos párrafos de su propia obra?
Nos parece que, dada la predilección que tenía por este libro, al
cual consideraba injustamente preterido por el público y la critica,
y conociendo las constantes evocaciones de la niñez, no es raro
pensar que buscara, de vez en cuando, consuelo a sus angustias
entre sus páginas. En uno de los sonetos del destierro, abrumado
por la soledad y las eternas interrogaciones, encuentra paz y so-siego
en los recuerdos de la infancia, pues "sólo la niñez tierna
guarda aplomo" (s. X W ) . En busca de este aplomo, que le era
n n n n m n 4 n r inrn -..nndnw ln d; - ;dnd d ~.L..-- L.\n* m- nn..nlln.-. *:wnrrrrn
i r b b b o a l iv F a & a 6 u a a ual la U a S L u u a u U= IIVLLLULG GIL ayuvlian C~LLC~LUW-tancias,
iría a releerse y a recrearse, buscándose a si mismo, en sus
Recuerdos de niñez y mocedad. ;Qué ternura emocionada hay en
este hombre, casi anciano, que vuelve conscientemente a la infan-cia
para recobrar en ella la hombría! Con sus propias palabras di- ..:..-.., -..- -.,, ..:- ..,..,..,^, d.-.,-.,.-.-., AA,-:,,, ,- rrl .-..-.-,. -o
L laluua que ~ U GILIL LLLU I ILLLU G, U G U I I ~ ~ GwLz , UUL I I I I L DG GI L GI JGIIU u L a -
terno en busca de las raíces primitivas de su ser.
Las horas vaoías.-Mas todos los días el desterrado no estaría
en condiciones de escribir o leer, y comentar lo meditado o lo leido:
Estas serían acaso las horas vacías de la tarde, las horas en que le
iría ganando un tremendo sentimiento de te¿iio,.de desgana por las
cosas todas. Sentimiento que; a veces, se convertía en nostalgia
(k1 hogar lejano, o en una congoja, que viniendo del corazón, le
llenaría poco a poco el alma de una angustia indefinible y cruel.
.L.. Qneraimente sentimienios,ie aPraan despubs de i*eciuir
cartas o. fotografías de su familia, que espera anhelante en Sala-manca
el término de su exilio. Por eso, frente al. retrato de su
esposa exclama :
... cr:..-t, a, 1, :,:,A , 1.. ,,,..a..,r,, u i s i i b u u= ia uiiuiuri a a pcuauuruurc,
grave carga deber decir: ";Acuso !",
y en esta lucha contra el mal intruso
eres tú, Concha mía, mi costumbre ...
(s. XXVI, ars. 5-8.)
34 SEBAST1.b DE LA .NUEZ CABALLERO
En el oscuro cuarto de la pensión, donde a veces E& encerraba para
meditar sin ser visto de nadie, evocaba dulcemente los
Tranquilos ecos del hogar lejano,
grises recuerdos del fugaz sosiego,
suaves rescoldos de apacible fuego :
cansada, ante ellos, tiémblame la mano...
(s. XXW, vrs. 1-4.)
E interroga, angustiado y nostálgico, al cielo por el día en que ha
de regresar al apacible seno de su vieja casa de la amada Sala-manca
:
... Y ¿cuándo harás, Señor, compadecido,
*iieiicio vivo de Casa
me dé en sus brazos al más santo olvido?
(Idem, vrs. 12-14.)
. Para calmar el tedio y la morriña, y esta desgana de la vida,
aparte de las horas de lectura y las tertulias interminables: don
Miguel encontró dos entretenimientos solitarios. Uno era el ya viejo
hábito de hacer pajaritas de papel. Extenso testimonio contempo-ráneo
de este inofensivo entretenimiento nos lo da el citado ar-tículo
de "El'T ribuno" :
"Mientras Rodrigo se dedica a la caza o la pesca, o se baña en
el mar, en que todos los días hace ejercicios de natación durante
una hora, don Miguel se consagra al culto de la "cocotología", la
ciencia exacta de la pajarita de papel. Las frágiles pajaritas de
Unamuno han invadido la Isla; ellas han de ser en lo sucesivo los
V~&&~GF ; ~lnzriw..." (&E JQ q o z !g& articidiuti, 2 l ~ yfz -
mosos pájaros de Canarias.) "Todos, todos los rapaces de Puerto
de Cabras conservan y quieren a estas pajaritas de Unamuno ..." 47.
Había llegado a una rara perfección en este arte menor, como ates-tigua
José Naranjo que dice haberle visto "... en su habitación con-k
c c i ~ n m dm i~= d e u de plpe!, por medie & S I ~ ~ Q Se~ inFg;e niQc18
dobleces. De aquellas manos salían los leones, los elefantes, los ca-mellos
y todo un jardín zoológico, como por arte de magia". Como
47 Vid. art. cit. de "El Tribuno", de Las Palmas.
166 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
prueba de que esto le entretenía, añade : "Así pasaba horas y horas
encerrado en su habitación. Llegó a llenar una mesa con aquellas
caricaturas del reino animal. A mi hermano le dedicó un camello
que, por mucho que lo intentemos, nunca saldrá tan perfecto como
aquella graciosa obrita del arte de los dobleces" 48.
Del otro entretenimiento nos proporciona don Miguel su tes-timonio:
"Mi amigo Flitch, que conocía mi afición a matar tiempo
perdido y a adormecer la imaginación sobreexcitada haciendo so-litarios
con la baraja-juego de paciencia, que dicen aquí-, me
ofreció una baraja francesa para que lo hiciese." Podemos, pues,
imaginarnos a nuestro escritor, bien sentado ante una mesa cual-quiera,
rumiando a solas sus tristezas, dedicado al azar de los nai-pes
caprichosos, que terminaron por inspirarle uno de sus sonetos,
donde se reveia ei sentido piadoso y consoiador que tenia para éi
ese juego. Y obsérvese cómo encuentra, en la trivialidad de éste,
un sentido trascendente, donde se barajan las olas del mar y el
destino histórico como símbolos fundamentales de la imagen
poética :
iS01itarios sin fin a la baraja!
Al viento del azar, blando tirano
como las olas de la mar, mi mano
tiende los naipes. Este que no encaja
y el otro que del juego se desgaja ...
Y van las horas, mas no van en vano;
que ese azar, de la historia soberano,
así, piadoso, mis pesares maja ...
(s. XXXViii, vrs. 1-8.)
Horas de nostalgia frente ai mar. -Mas cuando, nasüado de
todo, no hallaba lenitivo a sus p a r e s o a sus pensamientos ator-mentados,
huía del hotel, amasando acaso una bolita de pan entre
10s dedos, a pasearse por las afueras.de la población. EStas cami-natas
terminaban, casi siempre, frente al mar, en busca de sosiego
en ei eterno ir y venir de ias oias ; sosiego a su ansiedad que a veces
le inspiraron algunos poemas, que reflejan admirablemente su es-tado
de ánimo. Siempre se acordará con deleite de esos ratos de
48 Vid. art. cit. V. Borges en "El Día", de Tenerife.
paseo y meditación, como se lo dice a Castañeyra, pues desea vol-ver
"al lado de esa mar, junto a aquel peñasco a que solía ir a
soñar" (Carta, 29-XII-24).
He aquí uno de los sonetos que sintetizan, mejor que ninguna
descripción, esas horas de nostalgia frente al infinito mar, escrito,
según dice en los comentarios de su diario poético, "después de
varios días de acudir en vano, ,por la noche, de diez y media a doce,
a la costa, a ver si llegaba señal del barco francés que había de
sacarme del confinamiento :
Ya sé lo que es el porvenir: la espera
tupida de ansias, devorar las horas
sin paladearlas, confundir auroras
con ocasos, sentir la senda huera.
Matar el tiempo de cualquier manera
forzando al sueño con abrumadoras
pesadillas de hiel y en las sonoras
oraciones oír rumor de quera.
Siempre aguardando la suprema cita,
la de ia libertad, santa paiabra,
pero no más; soñar en la garita
mientras el tedio en nuestro pecho labra
y cuando al fin el fin se precipita
se abre del mar de la oquedad el abra.
(s. XXI.)
Pero, poco a poco, el mar mismo va adentrándose en su alma
-como ya estudiaremos en los próximos capítulos-; y es que la
presencia del continuo vaivén de las olas le habla de sentimientos
de perennidad, G! yüe !e irá prqmrcimmd~w tkv.í=uZ e meditacih
y de inspiración poéticas. Así, por ejemplo, le vemos hacer juegos
metafóricos entre los sonetos y las olas o entre los sonetos y las
generaciones, que pasan sin cesar :
CUalidc e! rurisalici~d e esperar =.,e zbri?m,z
y me vuelvo al afán de cada día
contemplo ansioso vuestra teoría,
sonetos de la mar, olas de espuma. ..
(s. XXXI, vrs. 1-4.)
168 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTXOS
.UNAMUNO EN FUERTEVENTURA 37
. Otras veces lis olas de la mar le sirven de confidentes, en su
soledad, y establece con ellas un diálogo lleno de nostalgias de la
lejana tierra vasca. He aquí cómo las interroga acongojado:
¿Cuál de vosotras, olas de consuelo
que rodando venís desde la raya
celestial y surcando con la laya
espumosa a la mar el leve suelo;
cuál de vosotras que aviváis mi anhelo
viene del fiero golfo de Vizcaya?
i Cuál de vosotras con su lengua ensaya
cantos que fueron mi primer desvelo? ...
(s. XL, vrs. 1-8.)
Y si en este soneto predomina un sentimiento de lírica saudade,
nostálgica del rincón de la tierra natal donde transcurrió su infan-cia,
en el siguiente aparece una contestación a sus preguntas, que
dan origen a nuevas interrogaciones, ya no dirigidas a las olas,
sino a Dios mismo. La meditación frente al mar gira ahora en torno
de! pvenir de la p-tris y de sil puebloj y el poeta vibra iieno de
angustia por el momento presente:
"Del fiero golfo de Vizcaya Uego",
me canta una ola y a mis pies perece
y con su canto de agonía mece,
Dios mío, esta zozobra en que me anego.
Dime, Señor de España, te lo ruego
por la mar de mi tierra, j es que merece
tanto baldón que así la entenebrece
y que a su corazón ha puesto ciego? ...
!s. XLI, vrs. 1-8.)
Otro día, desde las riberas de Playa Blanca, cerca de Puerto de
Cabras, vuelve a surgir el señuelo de la tierra vasca unido a las olas
que vienen a morir a sus pies:
Oias gigantes de ia mar havia
que canta el sueiío férreo de Vizcaya,
cunada en el sosiego de esta playa,
os sueña con morriña el alma mía ...
(s. XLJX, vrs. 1-4.)
(=osa que le lleva e evocar-por lógica asociación-una de las .más
grandes hazañas de un navegante de la patria: "Ciñó a la tierra
por la mar Elcano." Otras veces la soledad, la tristeza, el paso
monótono de las horas bastan para impregnar sus versos de una
profunda y fina melancolía : he aquí cómo expresa el tedio y la tris-teza
de un día perdido, encerrándolo entre la última estrella de la
noche que se "derrite en la luz" cuando "Te da en la frente el sol
de la mañana" y
... de'la que nace cuando la campana
tocando a la oración doliente sella
la fatiga de un día más, la mella
que sume al alma en la mortal desgana ...
(S. LV, vrs. 5-8.)
Pero la mar termina por oír la súplica anhelante del desterrado,
y la constante visión de las olas apaciguan sus ansias de retorno,
le dan ejemplo de paciencia y de humildad, y le procuran sosiego
a su corazón arrebatado por la pasión, como él les rogaba sin pre-
&fiGei. piieirai- en ii-son&bie de las aguas:
... Olas que sois ensueños del Oceano,
y en cuya vista mi morriña anego;
lavad meciendo mi pasión, os ruego,
mas sin abrirme el misterioso arcano...
(S. XXV'II, vrs. 5-8.)
Y sin duda lo consiguió, porque, más tarde, en el tráfago de aquel
París, donde comprendió al fin todo lo que la isla de Fuerteventura
había sido y sería, de allí en adelante, para él, nos dice recordando
aquellos paseos: "iün, aqueiias noches plácidas, junto a ia mar
compasiva y consoladora, viendo rielar la luna sobre las olas bri-zantes!
... La mar eterna, la que adormece nuestros ensueños" 'O.
, '
Los comentarios del Diario poético.
En los cuatro meses de estancia en F'uerteventura no fueron
muchos los acontecimientos que conmovieron hondamente a don
49 Vid. art. "De Fuerteventura a Paris", de op. cit. En el destierro.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
UNAMUNO EN FUERTEVENTURA 39
Miguel, aunque él vivía, conmovido y apasionado, la historia del
momento, y lo que llamaba su aventura quijotesca y fuerteven-turosa.
,
Ya hemos apuntado que para conocer lo que aconteció verda-dera
y profundamente en el alma de Unamuno en este destierro
isleño seria acaso bastante hacer un estudio detallado y profundo
de ese diario intimo y apasionado que forma el discordante libro
"De Fuerteventura a París". Mas, en vez de hacer este examen si-guiendo
el mismo orden de la aventura, hemos preferido hacerlo
por etapas y por temas, porque así tendremos una visión más am-plia,
que abarca su sentido artístico y biográfico. No obstante, da-remos
ahora un breve esquema de la relación que existe entre vida
y obra-siguiendo poemas y comentarios-en cuanto se refiere al
acaecer exterior e interior, tan estrechamente unidos en nuestro
autor.
Hemos de pensar que hacia el 20 de abril (1924), cuando llevaba
unos cuarenta días en el destierro, empezó a preocuparse Unamuno por los temas de la Isla y a escribir sls zrticu!m y cmiipsi.c i.s líes
poéticas, pues ya el 23 de este mes publica en "El Tribuno", de Las
Palmas, La sepultura de Mahan, que lleva por epígrafe "La última
aventura de D. Quijote". Después, de una manera ininterrumpida,
siguen las colaboraciones en el "Nuevo Mundo", que comienza con
Los Reinos de Fwrtesentura (2-V-24), en "Caras y Caretas" con
El camello y eZ ojo de la aguja (29-V-24)e,tc . Pero el primer sonetco
en que aparece el tema de Fuerteventura sólo lo compone el 11 de
mayo, aunque hay aún en él contaminaciones políticas. El poeta
intuye certeramente que desde ahora ha de brotar de la Isla una
rjc2 xr,emAu .g m ~ wa. nG- -u-:r-i-y--ueG--L c r t-.71 d-v.l--m- a permanente de su "España ce-lestial
y pura" :
. . ... Roca sedienta al sol, Fuerteventura,
tesoro de salud y de nobleza, . .
- D~UteS gu arde por siempre de la hartura,
pues del limpio caudal de tu pobreza
para su España celestial y pura
te ha de sacar mi espíritu riqueza.
(s. VIIi, vrs. 9-14.)
40 SEBAST- DE LA NUEZ CABALLERO
Comentando este soneto, el autor, consciente de que al fin ha lo-grado
distraer su pasión política y librarse de la inercia de un ren-cor
estéril, dice: "Ya con este soneto entré en otro campo. Fuerte-ventura
es una isla hoy pobre, muy pobre, que puede enriquecerse
si logra alumbrar agua; pero rica, riquísima en la nobleza de sus
habitantes, los majoreros ..." Y al final anuncia el propósito de de-dicar
toda una obra a este tema: "Mas de ella he de escribir lar-gamente
en otro libro."
Después sigue todo un proceso donde aparecen alternadamen-te:
las preocupaciones políticas y ,patrióticas, los recuerdos de la
tierra natal y del hogar, sus esperanzas de liberación y sus sue-ños,
etc., motivos que van tejiendo los días y dando temas a sus
artículos y sonetos. Al mismo tiempo que sus efemérides, como al '
cumpiir ios sesenta, dice :
Voy ya, Señor, a los sesenta, historia
larga mi vida de tenaz empeño ...
(s. X, vrs. 1-2.)
o, como la del bombardeo de Bilbao por los carlistas-en tantos
lugares repetido-, a cuyo recuerdo dedica el soneto XT, recuerda
las efemérides nacionales, como la muerte de Riego :
-
. . Un siglo ya queal turbulento Riego
hizo ahorcar el abyecto rey Fernando ...
(s. XII, vrs. 1-2.)
Otro día, lleno de entusiasmo por el sol puro de la Isla, escribe
un soneto "mientras enteramente desnudo tomaba baños de sol en
ia azotea ciei Hotel r"üert2:ventiii.a". Ae~rd8nU~udre la nr-d-t h n l a
evangélica de los talentos (Mat. XXV-14-30), pretende dar una lec-ción
de moral con su ejemplo, pues él no guarda sus bienes éticos
avaramente, sino que los emplea para protestar contra la injus-ticia
:
... Ei me enseñó a cantar- con mi voz rilda
lo que otros callan y al perverso enjuicia;
y me enseñó a escapar de la avaricia
de dones del Espíritu; El me escuda ...
(S. XV, vrs. 5-8.)
172 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
UNAMUNO EN FUERTEVENTURA 41
Ya desde mediados del mes de mayo don Miguel debió recibir
noticias de que había salido de Marsella el director del diario "Le
Quotidien", M. H. Dumay, en un barco de recreo, para venir a pre-parar
un plan de evasión, pues el día 22 de este mes escribe un
emocionado soneto (que hemos reproducido más arriba), al que
añade un comentario aclarador, pues dice que lo escribe "después
de varios días de acudir en vano... a la costa, a ver si llegaba señal
del barco francés". Y después añade, un poco ingenuamente, tra-tando
de dar mayor fuerza dramática a su aventura: "La historia
de aquella larga y emocionante espera, que duró más de dos me-ses,
he de contarla algún día."
Mas pasan los días de este apacible mes de mayo, y mientras
tanto Unamuno ha ido conociendo la Isla y sus habitantes, ha ido
echando raíces g ~ 1~42 eat ar& a sti recwerde puru siempre. S&re
todo su espíritu se ha enriquecido, se ha adensado, en esta tierra
reseca por el sol y bañada de un mar infinito. Los sonetos surgen
casi a diario, y asisten a sus primeras lecturas su amigo el fuer-teventuroso
don Ramón y el inglés "amigo del alma J. E. Craw-ford
FIitch", a qiiien !e, ley6 e! SQII&G YYYLIYidmT,on de hay -aas i=-
bólica comparación de la "raya celeste de la mar serena" con el
derecho, a lo que contestó el inglés "señalándole al cielo, en que
por un resquicio de nubes se colaba una raza de lumbre del sol
poniente: Y el rayo del sol".
Otro día, el 13 de junio, nos habla de la partida de su amigo:
"se nos fué, conmovidísimo, y con Ihgrimas en los ojos, Mr. Flitch.
Comimos con él, a bordo del "Tordera", cuyo capitán era un vasco,
un bermeano". Mientras, su acaecer intelectual seguía con sus
eternas preocupaciones. Al recobrar la vena lírica y al dedicarse
9 12 nnmnnc<iniXi.. fin-: A--- --m---- - uuiliyvuibivil Laul G d u a i ~ ad - ~loa SO~~&OS,p ieñsa en io que
llama sus "yos ex futuros", que son las personas "que pude haber
sido y dejé de ser, las posibilidades que he ido dejando en el camino
de mi vida", que poéticamente explica en un cuarteto:
.....- V UP~VP qce p g d ~se r y yde e! &&.inu
sofocó en una cátedra en Castilla,
me llega por la mar hasta la orilla
trayendo nueva rueca y nuevo lino ...
(s. LVI, vrs. 5-8.)
42 SEBASTLhN DE LA NUEZ CABALLERO
Que nos revela, como un sueño de juventud, su inclinación por Ia
poesía, pues como dice: "Hacerme, al fin, el que soñé, poeta." Pero
a fines de junio, justamente el día 25, esta "vena poética estaba
seca o congelada". Han comenzado los febriles días que precedieron
a la fuga.
Ya desde primeros de julio los días se suceden fatalmente ver-tiginosos,
y los últimos acontecimientos los reseña el exilado sólo
para recordarlos "cuando haga el relato objetivo de la cautividad
y la liberación", como sigue prometiéndonos hasta el final: "El día
1 de julio supe que mi hijo mayor, con su mujer, habían llegado a
Las Falmas, donde se vieron con los de "L'Aiglon" que venían a
libertarnos, y esperaron allí el resultado, creyendo que nos evadi- a
riamos a la isla .de Madera y de alli a Lisboa para ir a Francia." N
=qjués a n ~ t a. e ~ c ~ ~ t a ~ ~ ~ t ~ : E " WU lL Y9 iLinI -~AS Vun rf iirlr faii mi u ~ rXi Krunrlri~n aru T 7-~--d-i.n
O
de Bastiani, mi amigo argentino, con su hija, y se fué el 6." Tras n-- o>
esta fria noticia se oculta uno de los malos humores del confinado, O
pues recordando aún esa visita-acaso inoportuna, en aquel mo- E
2
E mento-todavía le guarda rencor en 1927, puesto que en su ensayo -
Gómo se es.cr&e ~muela,s s i~m =brar!a dice de ella: "Y eritai- 2
ces, al final de mi confinamiento en la Isla, después que mi hijo O- -
mayor hubo venido, con su mujer, a juntárseme, presentóseme una m
E
dama-a la que acompañaba, para guardarla acaso, su hija-que U
me había puesto casi fuera de mi con su persecución epistolar. n
Acaso quería darme a entender que llegaba a hacer conmigo lo que a-E
los míos, mi mujer y mis hijos, no habían hecho." Este exabrupto l
n no puede explicarse sino por la tensión impuesta por las condi- n
n
ciones en que se encontraba nuestro hipersensible confinado. 3
Aquí interrumpimos nuestra crónica para concluirla en nues- O
tro último capitulo, donde ünamuno se despide definitivamente Ue
. Canarias, aunque siempre pensó volver a ellas, como dijo en sus
Dkursos (1928) : "Pienso volver todavía a aquellas tierras desola-das,
donde me instalé tranquilamente." Y p a s a m o ~ nlo s próxi-mos
capítulos-a estudiar los elementos del paisaje y el mar de
Fuerteventura, que dejaron honda ñueiia en su obra y en sü
espíritu.
174 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICO'~
Intentaremos en este capitulo y los sucesivos reconstruir la
visión unamunesca de Fuerteventura, lo que él liama la creación
de la Isla quijotesca, su Insula Barataria. Creación que ha sido,
sin duda, uno de los más bellos mitos de la historia literaria espa-ñola
contemporánea. Para nuestro estudio seguiremos un método
ordenado: desde la expresión de la Isla, a través de su intimidad
y de los temas, hasta la síntesis final del estilo y del paisaje ele-vados
a la categoría de símbolos.
Afortunadamente-aunque no tengamos la obra defirzitiva q o
Unamuno nos prometiera sobre Fuerteventura-poseemos sufi-ciente
bibliografía-prosa y verso-para reconstruir los contor-nos
de esta visióln ideal y literaria. Ahora vamos a señalar las prin-cipales
características de las fuentes de información que posee-mos.
La base de éstas es el libro-ya varias veces citadn-, mezdz
de palpitante trozo autobiográfico y de altísima poesía, titulado
De Fuerteventura a Par&, publicado en la capital de Francia en
1925. Es, como dice Luis F. Vivanco, "un apasionado y apasionante
diario de su vida pública y política durante los días agitados del
destierro, primero en la isla de Fuerteventura, rodeado por la so-ledad
del mar, después en París, rodeado por la soledad de la mu-chedumbre
bulevardesca" ' O . Por otra parte, tenemos una preciosa
declaración del autor sobre los sonetos que componen este libro,
al frente de su Romancero del destierro (1928), donde, hablando
de la p& pijra 57 & b p&u ipspira& en lo. ,tUafi&d phufiea.
e histórica, dice: "Tampoco todos aquellos sonetos son de circuns-tancias
políticas, aunque todos ellos, hasta los que se podrían lla-mar
religiosos, y aun místicos, están inspirados por la actualidad
política de mi España." Y para convencer a aquellos que piensan
n , aq~gi 2~ kzy pgesiu, añade : "h& üa!idad -@Efjca es &eraidad
histórica y por lo tanto jmesía. Y nada más actual que lo circuns-tancial
cuando se siente en eternidad."
50 Vid. L. F. Vivanco: Poesia de Unamuno. Madrid.
44 SEBASTIÁN DE LA NUEZ CABALLERO
Quizá De Fuerteventura a Park es el libro de Unamuno menos
concebido conforme a un plan determinado. A él se le puede apli-car,
más que a otros, lo que dice J. Marías de sus obras en general:
"Ni sistema, pues, ni aforismos, sino reiteración de momentos dis-persos"
51. Participa, por partes más o menos iguales, de la natu-raleza
de la obra de arte, del comentario de actualidad, de violenta
diatriba satirica y de impresionista visión autobiográfica en rela-ción
con su circunstancia personal y el paisaje que le rodea. ¿Cómo
clasificar a un libro tan fuera de toda preceptiva clásica? Pero es
que cabe preguntarse también si los libros de Unamuno pueden
encajar en los géneros literarios tradicionales. No es lugar éste
para resolver tal cuestión, pero cualquiera puede observar que La
vida de D: Quijote y Sancho, Niebb o el Cristo de Velázquex po-
=es,d esde el p n t d~e !iteraric, czr5ctPr híbrido que las
hacen participar de lo específicamente poético, de lo dramático y
del ensayo Iilosófico. Por otra parte, los géneros litera-r 'l O S eran
también un asunto problemático para el propio autor. Por eso no
debe extrañarnos-si en tiempos normales Unamuno producía
obras i n d a s i f i c s d e la yrizeru e t ~ p zde $2 destie-wo sa-liera
ese libro desconcertante, lleno de altas cimas de intuición
lírica y extraordinarios logros poéticos, y al mismo tiempo con
profundos baches, donde un alma fustigada y herida se desata en
prosaicos insultos y en retorcidas alusiones de la más vulgar coeta-neidad,
hoy, para nosotros, a treinta y cinco años de distancia,
deleznable y anacrónica.
Los sonetos De Fuerteventura a Paris se hacen cada dia, están
fechados y fijados en el tiempo y en el espacio, circunscritos a un
momento histórico determinado. Son historia ellos mismos, son
historia hecha cai-iie espilitü, t r ~ z o s vida &! prGpiGse ~t ir
y pensar. Muchos se refieren a hechos, a sucesos de la época pasada
y presente, y esto les da, rotundamente, un carácter histórico y
autobiográfico. Sin duda pensaba, como dice J. Marías, que "sin
la reflexión sobre los acontecimientos temporales, no hay histo-ria",
y ésta es eseñciaiiiie& la tra'uzós q ~ dea midad u este !i-bro:
"reflexiones sobre acontecimientos". Pero también de acaeci-
61 Vid. J. Marías: Miguel de Unan~uno. Ed. Austral, niim. 991. Buenos
Aires, 1950, pág. 16.
176 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTIGOS
UNMIUNO EN FUERTEVENTURA 45
mientos interiores, que es también la historia particular-con ca-tegorías
de prototipo-de un ser único que se llamó Miguel de Una-muno,
y no en cualquier momento de su vida, sino en los primeros
meses de su destierro. Pero también hemos dicho que estos poemas
surgen en un lugar concreto geográfico y que se forman envueltos
en una circunstancia y en un ambiente determinado. Esto hemos
de tenerlo muy en cuenta, pues es lo que va a darles su carácter
y su valor estético permanente. Es decir, lo que para nosotros tiene
un valor literario y poético es precisamente la sublimación, la adi-vinación
de un estilo y de un sentido propios, surgidos del ambiente
y del paisaje de la Isla canaria a través del quijotesco espíritu del
escritor exilado.
Mas no se crea, por todo lo dicho, que este libro, desconcer-tante
a primera vista, se separa demasiado ri- sus otra produc-ciones,
sean en prosa o en verso. A su texto se puede aplicar lo que
Marías ha dicho para su obra en general: "En Unamuno nada apa-rece
como concluso y acabado, sino, a la inversa, como esencial-mente
fragmentario y problemático; y lejos de mostrar lo dicho
en su aislamiento r o t ~ ~&- - - h i n ~ ~ p ieén 12 fcpntp xJjt,~l J -_=E-sionada
de donde brotan sus palabras todas. La referencia a la
preocupación personal es constante y explícita ..." Y más abajo:
"por otra parte, se descubre una profunda unidad en toda la obra ...
Una unidad que llega a ser-así lo dice él mismo-monotonía" 52.
Tanto como sus otras obras, el concepto, el fondo marca su pre-dominio
sobre la puramente formal, sobre lo estético, o, como dice
J. Marias, "de lo que se trata siempre es de crear circunstancia
espiritual o llevarnos" a la misma situación en que estuvo el poeta
cuando lo escribió ". Efectivamente, al leer estos sonetos nos de-jnn
sl miamn tinmnn niin iin n m o r a n r nn ni nlms-nnnnn An Tn -;m-
JW", U' ""Y'*'" *.UlA*,/W ya. LYI UIIIUAf,WA U.A U A UIIII",-?UUWV U,, A U L'AA.2
ma hiel con que muchos fueron escritos-, una angustia indefini-ble
que se filtra en nuestro corazón reflejando la circunstancia es-pecial
en que fueron creados.
Es dificil, sin embargo, encontrar antecedentes, próximos o re-m,
~ t ~Us ,e sta &m, tante er, !as de TVLn.arn1sm c m x e: : != Ge !m
escritores españoles o extranjeros. Podrían citarse, acaso, como
52 Vid. op. cit., pág. 15.
53 Vid. ídem, pág. l34.
antecedentes clásicos, las Tristes o las Póntkas de Ovidio; pero
esto no deja de ser una mera coincidencia de situaciones. Ya hemos
señalado cómo el Dante pudo influir en su actitud, directamente,
por sus lecturas, pero acaso más en los artículos que en el verso,
donde no hallamos nada en común, si no es su implacable actitud
frente a sus ofensores. A veces-no como influencia directa-en-contramos
algunos antecedentes curiosos, como los Regrets (1558)
de Joachim du Bellay, que es presentado, por su autor, como un
"journal intime" escrito en sonetos. En esta obra-desarrollada
también siguiendo una lógica íntima especial y bajo un clima moral
semejante al de Unamuno-expone las tristezas y las nostalgias
de su exilio voluntario en la corte de Roma, lamentándose de la a
mediocridad y prosaísmo de sus funciones, que poco a poco se con- N
.Y.IC;.Ln dLnGE e:: implacable s&tirac entra !u s~ciedud r eman^, q w O
viene a terminar también en París, relatando sus impresiones de n-- m
viaje y más que nunca desencantado de sus ilusiones. O
E
E
En su aspecto apasionado, de confesión íntima, podríamos pen- 2E
sar en el Diario de Amiel, más cercano, y donde se muestra un -
corazón ai desnudo como en este diario de ü'namuno : poético y pro- >
saico, violento y nostálgico, insultando y orando, odiando y aman- - -
0
m
do. Piénsese, por Último, que todo esto se produce en unas circuns- E
tancias determinadas que le asemejan a todos los grandes homr O
bres que han sabido expresar sus sentimientos de desterrados, no n
E sólo de su patria, sino del mundo y de si mismos-errantes en busca -
a
de un ideal que sólo puede tener un término en Dios-, desde Sé- 2
n
neca a Ovidio, desde el Dante a Unamuno, que también se desata, n
como el gran florentino, contra sus enemigos, señalando sus faltas O3
y caracterizándolos por alusiones de la más estricta coetaneidad,
que necesitan de aclaraciones como las que, a veces, hace nuestro
autor en sus comentarios.
Estas breves referencias a las fuentes intelectuales de este libro
no tienen la pretensión de ser un estudio de los antecedentes, pues
para ello habría que analizar detenidamente cada soneto y señalar
los orígenes originales o literarios de cada uno de ellos. Lo cual
sería muy sugestivo, pero esto nos llevaría fuera del terreno de
este ensayo, pues plantearía el problema general de las fuentes lite-rarias
y naturales de la poesía de Unamuno. En conjunto se puede
UNAMUNO EN ,FUERTEVENTURA 47
decir que hay huellas de los místicos, -de Quevedo, de Fray Luis,
de Antero de Quental, de Guerra Junqueiro, de Alonso Quesa-da,
etc.
Esta obra comprende un total de ciento tres sonetos-encade-nados
casi todos por una serie de comentarios en prosa-que, por
orden cronológico, van desde poco antes de salir de Salamanca
(día 25 ó 26 de febrero de 1924) hasta la redacción de los prólogos-cartas,
una al frente de los escritos en Fuerteventura dirigida a
don Ramón Castañeyra (8-1-25) y otra frente a los escritos en
París dirigida a Jean Casou (10-1-25), aunque el Último de los so-netos
está fechado en Ia capital de Francia el 21 de diciembre
de 1924. a
N
Dentro del desorden intelectual y el tono apasionado en que E
están re6zctados &,os somtos y c0li-~iitai5üs-~vmo surgidos de O n
una dolorosa e inmediata vivencia no carente, a veces, de violencia -
=m
O
iconoclasta-, corresponden a un proceso espiritual y emocional EE
evidente, que podemos dividir en tres etapas: 1) Desde el soneto 2
E
primero hasta el séptimo sólo encontramos al Unamuno como po- =
l:&:-- 3- L--- 7 - * - L
ULLLU, dpt a i ~ ~ l aucuu m.ra el uicvador y e1 Eey, tema que aquí no 2
nos interesa, pero que reaparecerá casi constantemente a lo largo
- -
0m
de toda la obra, contaminando algunos momentos de mayor liris- E
mo. 11) Desde el soneto octavo (11-V-24), del que él mismo dice: O
"entré en otro campo", o sea en el tema de la Isla fuerteventurosa, n
E cuya creación y descubrimiento de estilo y paisaje invaden gra- -
a
dualmente al poeta, hasta el soneto sesenta y seis (fechado a bordo 2
n
del "Zeelandia", rumbo a Lisboa, 22-VII-24), ocupando unos cin- o
cuenta y nueve (de los que hay que descontar unos once que se O3
refieren a acontecimTentos históricos y políticos del momento), que
comprenden también ios soneios que ie dan carácter de diario inti-mo,
y que aparecen, como dice Garcia Blanco, "entre ambos temas,
como sopesándolos, como interfiriéndose con ellos, el biográfico,
como casi una docena de sonetos que van revelándonos los estados
sucesivos y contradictorios del ánimo del confinado : la esperanza,
el desaiienio, ia vejez que ie cerca ..." ". La 111) y uitima etapa esta
marcada fuera de la Isla africana, y la componen los treinta y seis
sonetos últimos, escritos en París entre el 10 de noviembre y el
54 Vid. M.igueZ de Unamuno y sus poesfas. Salamanca, 1954, pág. 287.
Núm. 5 (1959) 179
21 de diciembre de 1924, donde se nota una gradual disminución
de energía y voluntad poéticas, pero en los que todavía surge ful-gurante
el recuerdo de F'uerteventura, a la que dedica unos cinco
sonetos, contraponiéndola paradójicamente a la Ciudad de la luz,
'a cuyos temas le dedica igual número de sonetos. En el resto vuelve
a su preocupación política y nacional y a sus meditaciones e im-presiones
relacionados con su propio acaecer personal.
El tema poético del confinamiento y de la Isla no se agotan en
esta obra. El Romancero del destierro, publicado en Buenos Aires
en 1928, y escrito en Hendaya en el año anterior, nos ofrece algu-nas
muestras de la honda conmoción que produjo en el espíritu
de don Miguel la Isla canaria y sus temas, sobre todo el mar, cuya a
visión quedó desde ahora grabada para siempre en su ser y en su N
E
obra ; como podremos comprobar también en aiguiias cüiiiplisi~i~- O
nes del C a n h e r o o diario poético de Unamuno (escrito entre 1928 --n m
y 1936, desde el destierro hasta su muerte), editado en Buenos O
E
E
Aires en 1953 con prólogo de J. Montesinos; obra póstuma pues, . S
E
donde aparecen recuerdos de la Isla ya lejana y perdida, y reco- -
bracia, ya inmortai, para ia poesía. 2
En prosa escribió Unamuno una serie de comentarios y ar-
- -
0
m
tículos de actualidad histórica, o de eternidad paisajística, de los E
elementos isleños, siempre en torno a su experiencia intima de cir- O
cunstancias, lecturas o meditaciones personales. Muchos de ellos n
E son, en realidad, formas prosaicas de los mismos temas de los so- -
a
netos y composiciones comentadas, según su costumbre de verter, 2
n
en distintas formas, los mismos pensamientos y las mismas expe- n
riencias. O3
Estos artículos, escritos sin duda para atender la demanda de
las revistas y periódicos que solicitaban su colaboración y sus de-claraciones
sobre la Isla y el destierro, no tienen, naturalmente,
el valor lírico o autobiográfico que poseen sus composiciones poé-ticas,
pero sí nos sirven para completar la visión y los temas que
nos ocupan. Los que aquí nos interesan fueron publicados, en su
mayoría, en el "Nuevo Mundo" de Madrid y en "Caras y Caretas"
de Buenos Aires, apareciendo también alguno en la prensa de Las
Palmas. Hoy se encuentran reunidos en algunas colecciones que
enumeramos a continuación: Ea primera es la realizada por la
180 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOB
"Biblioteca Canaria" de Santa Cruz de Tenerife bajo el título de
Impresiones de Viaje. Fuertmmtura, un oasis en el desierto (Cró-lzicas
de D. Miguel de Unamuno) (s. a., hacia 1940-42). Otra es la
titulada Paisajes del alma (1954), reunida por Garcia Blanco, que,
entre otros, recoge algunos articulos dedicados al paisaje de Fuer-teventura,
incluidos, más tarde, en el volumen 1 de las Obras Com-pletas
de Unamuno (ed. A. Aguado). Y, por último, el mismo Gar-cia
Blanco ha publicado un volumen donde están casi todos los
artículos referentes al confinamiento, que lleva por título En el
destierro (Recuerdos y Esperanzas) (1957), dividido en tres par-tes,
que el recopilador denomina: 1) "Fuerteventura. Divagacio-nes
de un confinado" (1924) ; 2) "Aspectos de París" (1924-1925),
y 3) "Desde Hendaya" (1925-1927). Al primero, la parte más breve,
corres-ponden nueve articulos dedicados a relatarnos las impresio-nes
de la Isla, que es lo que nos interesa, aunque los demás tam-bién
son Útiles por los datos que nos dan sobre la peculiar actitud
de Unamuno frente a su conñnamiento, y no pocas notas y recuer-dos
de F'uerteventura, huellas de su experiencia en la Isla canaria.
Sin embargo, ninguna de estas colecciones y libros agotan tn-dos
los articulos dedicados a la Isla y al destierro, pues el volu-men
V de las Obras Completa recoge "La última aventura de
D. Quijote", publicada antes en "El Tribuno" de Las Palmas (23
y 24 de abril de 1924) y en la "Biblioteca Canaria" (s. a., de hacia
1940). A ello hay que añadir otros pasajes referentes al mismo
tema que se encuentran en los ensayos Cómo se hace w a novela
(Buenos Aires, 1927), Alrededor del estilo (1924) y los artículos
Dos artlculos y dos discursos (Recuerdos del destierro) (Ma-drid,
1930).
Impresión y c m t m de la Isla.
La primera visión, ya casi definitiva, que Unamuno tiene de la
Isla es la de su áspera y descarnada estructura, que él califica,
certeramente, de esquelética. Por eso desde los primeros versos,
que brotan sinceros y caldeados aún por la pasión que.le agobia
el ánimo, como el soneto VIii (11-V-24), nos ofrece unos trazos
completos :
50 S E B A S T ~D E LA N U C~ABA LLERO
;Oh, fuerteventurosa isla africana,
sufrida y descarnada cual camello ...
(vrs. 1-2.)
. Esta visión de la Isla descarnada ha de ser un leiv-motiv de
todo el tema de Fuerteventura, y en ello le veremos insistir una y
otra vez, en verso y en prosa: "Tierra desnuda, esquelética, enjuta,
toda ella huesos, tierra que retempla el ánimo" 55; O bien exclama,
lleno de admiración por las cualidades de este paisaje, que lo siente
fundido ya en su espíritu: ";Estas soledades desnudas, esqueléti-cas,
de esta descarnada isla de Fuerteventura! ;Este esqueleto de
tierra, entrañas rocosas que surgieron del fondo de la mar, ruinas
de volcanes; esta rojiza osamenta atormentada de sed!" 56.
Pero la visión de la Isla en esqueleto tiene una explicación, que
no tarda en descubrirnos el poeta en el soneto XVI (17-V-24)e,s -
crito, seis días más tarde que el anterior, contemplando una mon-taña
de fuego, volcán ya apagado: "por la sed descarnada y tan
desnuda" (vr. 2). Y es que el hambre y la sed han producido esta
Isla esquelética y desamparada, a la que hay que añadir la tre-menda
y ascética pobreza, de la que, sin embargo, espera sacar
riqueza perdurable para la patria lejana y grande. Por eso termina
así el soneto comentado:
... Roca sedienta al sol, Fuerteventura,
tesoro de salud y de nobleza:
Dios te guarde por siempre de la hartura,
pues del limpio caudal de tu pobreza
para su España celestial y pura
te ha de sacar mi espiritu riqueza. '7 78 -
(u. vrs. 9-14.)
Insiste siempre en esta radical indigencia de la Isla, porque ella
es, para Unamuno, categoría trascendente, evangélica. Por ello,
describiendo la Isla canaria, basa paradójicamente, en esa cuali-dad,
negativa a ~ j a ~ ~s~ ht er~u;~us~~ry ~ ~,rztz i~&r , e spi-ritual
y moral. Así dice: "Desierto es esta solemne y querida tie-
55 Vid. art. "La aulaga majorera", de En el destierro, op. cit., pág. 31.
56 Vid. art. "Leche de Tabaiba", idem pág. 27.
182 ... . ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTLCOS
cra aislada de Fuerteventura, una de las islas llamadas antaño
Afortunadas y que tiene la fortuna y la hermosura a la vez en su
noble y robusta pobreza" 57. Y contemplando lo que él llama "pai-saje
evangélico", porque en el mismo se funden en metáforas y
palabras las enseñanzas de la Buena Nueva, exclama: ";Ah! ;Po-bre
Fuerteventura! ¡Qué lección la de tu noble y resignada po-breza!"
Pero quizá sea el soneto XVI el que nos dé la visión más honda
y sintética de este momento, pues en ella no sólo contemplamos a
Ia Isla desde su esqueleto volcánico, sino formando unidad con los
elementos mismos de la tierra y el mar, junto con sus productos
típicos: la aulaga, el camello y el "gofio" :
nUicu & ie!c&E e& m~ntzc.ñ,u
por la sed descarnada y tan desnuda,
que la desolación contempla muda
de esta isla sufrida y ermitaña.
La mar piadosa con su espuma baña
las uñas de sus pies y la esquinuda
camella rumia allí la aulaga ruda,
con cuatro patas colosal araña.
Pellas de gofio, pan en esqueleto,
forma a estos hombres-lo demás conduto-y
en este suelo de escorial, escueto,
arraigado en las piedras, gris y enjuto,
como pasó el abuelo pasa el nieto
sin hojas, dando sólo flor y fruto.
Y en el comentario en prosa a este soneto, todavía más sintético
y """"Q, cen~cideh qr C C ~C nmn 1 2 ~ ,@cQl itprzri~& 1" &lz, &e:
"La aulaga es un esqueleto de planta; la camella es casi esquelé-tica,
y Fuerteventura es casi un esqueleto de isla" Obsérvese
que en todas estas impresiones, y especialmente en este Último poe-ma,
lo que llena los periodos sintácticos son los sinónimos de des-curnadz
y euqi?&t,cs: r.w;.iyn, ~q&~d&, pscc~isl,g ~ ~ g & ,~ +jtn,
57 Vid. nota 55.
68 Vid. "Este nuestro clima", art. de En el destierro, phg. 21.
. .
6s Vid. op. cit.. Da Fzberteventura ..., pág. 40.
etcétera. Ya en París, como se lee en el soneto LXVII, tiene, en eL
recuerdo, la misma visión de Fuerteventura, pues desde la lejanía
Te alzas enjuta sobre el cielo pardo ...
(vr. l.)
o bien
... Te alzas enjuta como flor de cardo ...
(vr. 5.)
Y todavía veremos cómo, partiendo de la visión escueta, la Isla
cobra un sentido trascendente, porque el esqueleto es el armazón
fundamental del hombre y de las cosas, y por lo tanto símbolo de
lo ~ermanentey eterno, que nos da una íntima lección con el estilo
supremo de su paisaje. Y así exclamará: "i Y qué hermosura! i Sí,
hermosura! Ciaro está que para ei que sabe buscar ei intimo se-creto
de la forma, la esencia del estilo, en la línea desnuda del
esqueleto ..." 60. Unamuno, pues, supo descubrir la verdadera be-lleza
de la Isla esquelética y darle una categoría estética entre los
mitos de nuestra literatura; mas este tema lo dejamos para la
sintesis final dei descubrimiento dei paisaje y su estiio.
Los elementos del paisaje fuerteuentzcroso.
Antes de decidirnos a dar una teoría del paisaje de la Isla, que
naturalmente depende de la categoría que Unamuno le ha asignado
dentro de su obra total, conviene analizar los elementos que inte-gran
ese paisaje. Según esto, podemos distinguir dos clases de ele-mentos
generales, que podríamos llamar : a) elementos externos
0 plástirn~ (rnm-0 ]a visión & Ung m~nta_ñ,a 0 iln ~ aml l o )y;
b) los elementos internos o evocadores (como las nubes o las olas
que se transforman en ideas-sentimientos). Es decir, que si los
primeros corresponden al significado natural mismo, directo, aun-que
se eleven al plano de imagen metafórica o de símbolos, los
wviindn~ afm-tan 21 plgn~ x~isigngrie, eye~ader IQ~ r&i&d -'e)"'-.- U'-'--
espiritual, lo cual es un verdadero estado de conciencia que ha
emanado del paisaje.
60 Vid. "Leche de Tabaiba", art. de En el destierro, p8g. 27.
184 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS'
De los elementos primeros podemos hacer una división, bien
clara, que corresponde a los elementos naturales de cualquier pai-saje:
a) los elementos geofisicos; p) Ia flora y la fauna; u) los.
pueblos, y S) el mar. En este capítulo estudiaremos los tres pri--
meros apartados, dejando para otro el mar, por la importancia que,
para Unamuno tiene este elemento en la concepción del paisaje
exterior e interior de Fuerteventura, y de su obra en general.
a) Elementos geof Wos.
Unamuno, acostumbrado al páramo castellano, penetrado de su
elemental visión, supo extraer de él esa esencial estética de lo des-y
ssc.Getu, yUe conciL& a la t;sri.a ea y
esquemática sencillez. Por esto no es extraño que en la Isla ca-naria
fije su atención, directamente, en la tierra; en sus dunas
arenosas y onduladas, donde asoman, de vez en cuando, las rocas.
desnudas ; o se fije en los secos pedregales calcinados, que anun-cian
el 0 tarIibi6n en iu müat-f,as q-ue, des& !2j08, E,,
jan gibas gigantes de camellos ...
-Las rocas aparecen como uno de los elementos primordiales del
paisaje, desde la primera impresión hasta la última evocación de.
la Isla fuerteventurosa. Ya hemos visto cómo desde el primer mo-mento
la llama:
Roca sedienta al sol, Fuerteventura. ..
(S. ViII, vr, 1.)
Y cuando llega a comprender plenamente la esencia del paisaje,
el elemento real y físico que le sugiere su ya célebre visión meta-.
fórica del esqueleto de la Isla son sus rocas, dispersas por doquier,
en pleno desierto o resistiendo, en las costas, eternamente a la.
mar de donde surgieron. Por eso dice: ";Este esqueleto de tierra,.
entrañas rocosas que surgieron del fondo de la mar, ruinas de vol-canes;
esta rojiza osamenta atormentada de sed!" 61. Y con '1 mis-mo
apelativo la designa desde la soledad esperanzada de París:.
61 Vid. nota anterior.
54 SEaASTIhI DE LA NUM CABALLERO
... Espero aún, ya que mi fe perdura
fraguada allí sobre su roca, roca;
el sol eterno con su luz la toca;
de todo frágil barro la depura ...
(s. LXXIII, vrs. 5-8.)
Y cuando también, por último, en Hendaya, ya desesperanzado,
piensa que acaso su espera se haga definitiva, evoca a la Isla como
un lecho de roca donde ha de reposar eternamente, coincidiendo
con la declaración que hace en una carta a Castañeyra: "y man-daría
que me enterrasen ... al lado de esa mar, junto a aquel peñasco
a que solía ir a soñar ..." (Carta, 29-XII-24). Y en el poema:
Tape su polvo mi abatido pecho
donde tu mar entró, Fuerteventura;
con el de roca sempiterno lecho
mi polvo se haga poso de la hondura ...
(Romancero del Destierro, pág. 11.)
El campo, sembrado de rocas o piedras y restos remotos de
lavas volcánicas, le ayuda a fijar la imagen esquelética y árida de
la Isla, que a veces aparece ligada-como hemos visto en 'algún
pasaje-a la ascética vida del isleño-majorero :
... arraigado en las pieclras, gris y enjuto,
como pasó el abuelo pasa el nieto,
sin hojas, dando sólo flor y fruto.
(s. XVI, vrs. 12-14.)
y -ynv- r .*U.1+:-. LUUU-G1L, G-1L mG.,.,..., LLLGL L..4LU L U ~ J -V2W-:Ll.1U,L. G Ua,G. Ll.. a g-#.,c.G:-:m.u L1nLt.a L:-1n,..lzc.. ua, .1.la
montaña, le sugiere a Unamuno varios pasajes y visiones. Ya he-mos
copiado, más arriba, uno de los sonetos más hermosos de la
colección, donde nos presenta a la Isla toda como simbolizada en
nmu--:u--a u2t-: ---l-L- --A- l-.?- VUIC~U e s ~ a~ W C C W I ~ C Í
por la sed descarnada y tan desnuda, . .
que la desolación contempla muda
de esta isla sufrida y ermitaña ...
(s. XVI, vrs. 1-4.)
186 , . . ANUARIO DE E S . T U D I O S . - ~ T L ~ ~ T T I C ~ ~
. Luego, ya en París, vuelven a surgir del recuerdo las montañas
desnudas y volcánicas ... Y una noche, que vuelve de un paseo por
el Bosque de Bolonia, viendo surgir la Luna llena, roja y entre
neblina, por el hueco que forma el Arco de la Estrella, se acuerda
de las dunas del desierto isleño y elabora la imagen de un poema,
producto de dos visiones superpuestas :
En neblina otoñal se anega el Arco
de la Estrella; semeja enomze duna
que se horadó para a la roja Luna
submarina del cielo hacer de marco...
(S. LXXVIII, vrs. 1-4;)
P todavía le sugiere otro soneto, del que se cuida también de dar-nos
puntualmente su génesis: "Lo de la duna me recordó a la Mon-taña
Quemada, montón de cenizas de volcán que hay en F'uerteven-tura,
cerca de La Oliva."
;Oh, la trágica sed de la Montah
n.:-...-3.-- ' L - 2 - -1 _ - 1 -- - - Z - I
I.+CI~LULCU uaju ei su1 que se r-eia:
Ni llorar su dolor ella podía;
cenizas de volcán visten su entraña ...
(s. LWUX, vrs. 1-4.) .
8) La flora y la fauna.
Para completar las perspectivas de un paisaje hay que acudir,
con frecuencia, a los seres animados que la Naturaleza nos ofrece
con toda su directa plasticidad. Aunque son pocos los que nuestro
escritor puede contemplar en e.1 árido paisaje de ,Fuerteventura,
éstos son muy característicos, y Unamuno los sabe captar con sin-gular
penetración y maestría.
La palmera.-Entre la flora fuerteventurosa se destaca natu-ralmente
la palmera, la graciosa y alada palmera de los países de-sértico~
y meridionales, que tantos poetas cantaron desde la más
remota antigüedad. Primero la contempla el escritor como un ele-mento
decorativo de un paisaje bíblico, o evangélico &.bien, que
Num. 5 (1968) - 187
o
SEBAST~~DNE W XUFZ CABALLERO
nos da una lección de noble y resignada pobreza, simbolizada en
"aquel camello sacando agua de una noria al pie de una palmera" 62..
Pronto la noble planta le sugiere un poema donde vue1ve.a redes-cubrirla,
a recrearla; un soneto todo metáfora viviente y orgánica,
sin digresiones metafísicas, sin preocupaciones políticas o perso-nales,
un soneto que nos muestra un Unamuno puramente lírico,.
que, sin embargo, lleva el sello característico del autor:
Es una antorcha al aire esta palmera,
verde llama que busca al sol desnudo
para.beberle sangre; en cada nudo
de su tronco cuajó una primavera.
Sin bretes ni eslabones, altanera
y erguida, pisa el yermo seco y rudo;
purs =?ir! 211 ciu!~ 32 r m h ~ d ~
;,$ la copa de sus venas, sin madera.
No se retuerce ni se quiebra al suelo ;
: no hay sombra en su follaje, es luz cuajada
'. que en ofrenda de amor se alarga al-cielo;
la sangre de un volcán que, enamorada
del padre Sol, se revistió de anhelo
y se ofrece, columna, a su morada.
..(s. LX.)
En el primer cuarteto se fija el poeta en los elementos pura-mente
externos, y ve a su objeto como una antorcha al aire, y por
el color en verde llama. Luego construye las siguientes imágenes
sobre unos datos científicos. El poeta sabe que gracias a la energía
solar tomada por la clorofila (hemoglobina) se elabora la savia
(sangre) que le da ser y vida a la planta. Otro conocimiento es que
en cada prjm2yer-r ~ ~ z -ixj a n uri_~ árboli por los que se puede
contar su edad. En el segundo cuarteto pasa a la imagen tradicio-nal
que identifica a la palmera con un esbelto talle de mujer, aquí
sobreentendida en altanera y erguida, que como una mujer anda-luza
pha el yermo seco y r&; para luego volver a una traslación
fn-91 nn q ~ see repite, & &g =Q&, jmaven del nrimer r i iar - *"*-A-* "** D--- --- r- ------ - ---
teto, en que vemos otra vez bajar la vida del cielo infundida en la
savia, sangre de sus venas.
62 Vid. art. "Este nuestro clima", de En el destierro, pág. 21.
188 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
En los tercetos se adelgazan más las imágenes y los concep
tos: primero vemos transformado su follaje sin sombra en luz
cuajada que en o f r d a de amor se alarga al cielo, donde las imá-genes
anteriores se evaporan en puro sentimiento apasionado, cuyo
sentido, en el último terceto, surge directamente del clima desér-tico
y volcánico de Ia Isla, pues el poeta adivina que aquí la sai-gre
de la palmera no sólo está formada por el sol y el cielo, sino
de la entraña de un volcán fuerteventuroso. Por último, es la tie-rra
misma (henos ya ante un sentido casi místico), ardiente, per-sonificada
en volcán y en palmera que se eleva hacia el Sol-Dios
para ofrecerse toda ella en columna del templo universal, cuya
bóveda es el cielo. Pues Unamuno nos ha dicho, en otro lugar, que
así como la naturaleza y los árboles pueden semejar templos o casas
de una ciudad viviente, las ciudades se aparecen, a veces, también
como bosques y naturaleza, como paisaje natural.
. La aulaga.-Creemos que esta pequeña mata salvaje de la isla
de Fuerteventura, a cuya clasificación hot5nir.n renuncia e1 pro-pio
Unamuno diciendo que "es llamada aquí aulaga, aliaga, argoma
o tojo, que no es ni la retama ni la escoba", es quizá la que en por-tugués
llaman alliaga (del latín ulex), cuyo nombre científico seria
la genista triacanthus de las leguminosas, o bien, como dice Sa-bino
Berthelot 63, una variedad del Teline canariens2s, la genista
~cunccriensk de Linneo, con lo que seria aún más certera la adivi-nación
de Unamuno al comparar esta mata con la retama 0% de-ti,
la Ginestra de Leopardi, como en seguida veremos.
Esta pobre mata nos da un ejemplo de la formidable concen-
4. -- - .- - .- ... .. - .. .- - LL-aviúi visionaria y simboiizadora que nuestro escritor vueica, a
veces, en el más insignificante objeto de la naturaleza. Sin embar-go,
la aulaga no le inspira ningún poema completo, como en el caso
de la palmera; mas sí asoma su pobre y descarnada figura, alguna
vez, entre algún soneto, como elemento de referencia para com-pietar
ia visión ciei paisaje fuerteventuroso :
63 Vid. Barker-Webb et Sabin Berthelot: Histoire Naturelb des I&s Ca-nariens.
París, o;(IM=CCXL.
68 SEBASTlhN DE. LA NUEZ CABALLERO
.... Lamar piadosa, con su espuma, baña
las uñas de sus pies, y la esquinuda
camella rumia aili la aulaga ruda. .. $
(s. XVI, ms. 5-7.)
o bien es junto a Ektancuria, donde contempla
... Desnuda la montaña en que el camello,
buscando entre las piedras flor de aulaga,
marca en el cielo su abatido cuelio ...
(s. XLIV, vrs. 9-11.)
Pero es en un articulo en prosa donde encontramos toda una des- a
criptiva y una estilística, y aún una estética y una metafísica, en E
torno a la sencilla y triste aulaga fuerteventurosa. Ya en su cono- "
d cida definición de los elementos isleños, inserta en el comentario -
m
O
al soneto XVI, dice: "La aulaga es un esqueleto de planta...", con E
E
lo que se inicia el proceso que le llevará a convertirla en el símbolo 2
E
mismo de la Isla.
Sin embargo, el punto de partida a sus meditaciones está en la
asociación de la planta a un recuerdo literario ya muy lejano en él. -
0
m
Se trata de uno de los poemas de Leopardi, La Ginestra, del cual E
hizo Unamuno una traducción en 1899. De ellos nos da puntual 5
noticia García Blanco 64. De esta "Retama" o "ginestra contenta n
E dei deserti" ha de acordarse muchas veces: en sus cartas, antes a
de ver publicado el poema; en sus Poesias (1907)) y después en sus 2
d
n
artículos, ya evocando las "colinas recortadas" y "resquebrajadas n
de sed" que rodean a Alcalá de Henares, "donde sólo levantan ca- O3
beza el cardo rudo y la retama olorosa y desnuda" (1899) ; o bien
ascendiendo hacia las Hurdes, cuando atraviesa "unas soledades
henchidas de luz del cielo", donde vuelve a encontrar, entre la jara,
el torbisco y el romero, la retama que cantó Leopardi (1914). Y
por último, "cuando hubo de vivir en la isla canaria de F'uerteven-tura,
paraje auténticamente desértico"-comenta García Blan-co-,
es el momento en que queda grabada, plástica y literariamen-te,
la categoría de esa retama que ahora se ha transformado en
64 Vid. op. cit. DO% Miguel de Uflantuno y sus poesias, pág. 32 y SS.
190 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
UNAMUNO EN FUERTEVENTURA 59
la "aulaga majorera". Este es el título del articulo donde quedan
fijos SUS perennes valores 65.
Primero nos anuncia su descubrimiento: "Y en este solemne
desierto, en esta soledad sahárica, he encontrado a la retama leo-pardina
"contenta dei desert Y... La de Leopardi erguía sus enjutos
tallos en la árida espalda del formidable monte exterminador Ve-subio;
ésta retuerce sus óseos nervios al pie de las ruinas de vol-canes,
en mayor desierto en que se extendió sobre los cadáveres
de Pompeya y Herculano." Después nos hace una hermosa descrip-ción
que hoy podría servir para componer un cuadro expresionista
o abstracto: "La aulaga majorera ... tiende su triste verdor pardo,
su verdura gris, por entre los pedregales sedientos, y al pie, a las
veces, de esos tristes tarajales ... La aulaga no tiene hojas; la aula-gz~
desdefia !a hojarasca; la aulaga iiü es más que un esqueieto de
planta espinosa [recordemos su comentario al soneto XVI]. Sus
desnudos y delgados tallos, armados de espinas, no se adornan más
que con unas florecillas amarillas."
Claro es que la aulaga no florece en vano. Tiene una misión que
!!ensr. "La a-daga-se&n Tunamuno-da flores para el camello.
Para que el camello se las coma, por supuesto. Y así este sobrio
animal se alimenta de flores." Mas nuestro escritor va mucho más
lejos. La humilde aulaga llegará a ser síntesis y norma del verda-dero
estilo, y ello le servirá para exponer toda una teoría estética
de la Isla fuerteventurosa dentro del paisaje de Canarias. Desde
ahora sabemos que este elemento de la flora isleña es una cate-goría
simbólica de la Isla misma, como el escritor nos manifiesta
con toda claridad: "La aulaga es una expresión entrañada y entra-ñable;
la aulaga dice, frente al cielo y a ras de la tierra, ceñidas de
mar, ia sed de vida, la sed de inmortaiidad de las entrañas volcá-nicas
de la Tierra."
Aceptado esto es ya fácil otorgarle, a la esquelética mata del
desierto, también un sentido ético, al que van a parar casi siempre
las meditaciones unamunianas, que lleva hasta sus Últimas conse-cuencias.
IVo tendría ningún vaior ia sedienta aulaga si además de
representar el puro estilo no nos diera una lección moral de humil-dad.
Cuenta Unamuno-Quijote que cuando "vino a esta isla de
65 Vid. este art. en En el destierro, p8g. 31 y ss.
-60 SEBASTI~N'D E LA N U ~ ZCA BALLERO
Fuerteventura ... se consolaba en sus inevitables decaimientos de
ánimo, cuando le acometía la tentación