E P I S C O P Q L O G I O
DON DIEG0 DE ROS BH, OBISPO DE CANARIAS
$U PERSONALIDAD HUMAN~STICA Y SU APORTACI~N LITERARIA
A LAS CR~NICAS GRANADINAS DEL 1487 Y 1488
1. LOS TRES DPEGO DE MUROS
La homonimia de tres personajes gallegos, notablemente influ-yentes
en los últimos años del siglo xv, atrajo la curiosidad de
muchos regionalistas durante más de cincuenta años. Se trata de
tres obispos, de nombre: Diego de Muros, que, procedentes de la
misma familia, intervinieron al lado de los Mendozas en la
política de los Reyes Católicos, llevando a cabo empresas muy
semejantes en el ámbito eclesiástico, cultural y social.
En líneas generales se puede decir que las confusiones a que
dieron lugar desde el siglo XVI van siendo menos frecuentes. El
manejo de la documentación vaticana y el hallazgo en España de
nuevas fuentes, orientaron una media docena de semblanzas bio-gráficas,
cuya principal conclusión fue establecer entre estos per-sonajes
el orden debido y atribuir a cada uno de ellos las notas
características de su identidad.
Fue obispo de Tuy (12 de junio de 1482), trasladado después
a Ciudad Rodrigo (1 de junio de 1487) donde falleció el año
de 1492 l.
1 Eubel, Hzerarchza Catholzca 11, 258 y 129.
Núnt 20 (1974)
Este hombre, genuino producto de la Edad Media, era fraile
mercedario, antes de ser obispo y, después de su consagración,
manejaba la espada con la misma destreza que el báculo, convir-tiéndose
en el primer rival de la levantisca nobleza gallega y en
fuerte bastión contra los lusitanos, que pretendían ensanchar sus
fronteras a expensas de los Reyes Católicos.
Un hermano de hábito se ocupó de llevar a cabo, con buen
criterio, su biografía, hace más de cincuenta años 2, logrando cir-cunscribir
su personalidad en el entorno correspondiente. Gracias
a él, podemos decir que Muros 1 no se interfiere ya en la historio-grafía
de los otros dos, si exceptuamos la indebida atribución que
se sigue haciendo a Muros 111 de algunos de sus beneficios 3.
Según un acta capitular de Santiago de Compostela, que exa-minaremos
debidamente más adelante 4, este personaje era tío de
Muros 11, y, según una noticia de Galíndez de Carbaja15, lo era
también de Muros 111, apareciendo así como patriarca de una di-nastía
episcopal semejante a la que formaban los Mendozas y los
Fonsecas.
Tuvo, a primera vista, una existencia monótona y menos rele-vante
que la de sus dos parientes. Estrechamente vinculado al
2 G Vázquez Núñez, Don Dzego de Muros, obzspo de Tuy, Madrid, 1927.
Sobre sus mtervenciones políticas, ver: L. Suárez Fernández, La Espafia de los
Reyes Católzcos en Hzstorza de España, dirigida por R. Menéndez Pidal, XVII/2,
Madrid, 1969, 81.
3 La abadía de San Justo de Tojosoutos, que todavía asigna a Muros 111 S,
Portela Pazos (Decanologzo de la S. A. M. Zglesza Catedral de Compostela, Santia-go,
1944, 189, nota 1 a) perteneció en realidad al obispo de Tuy (Sinancas, R. G S.,
mayo, 1484, f. 92). La misma equivocación cometieron otros autores con la aba-día
de Sobrado (Flórez, E. S., 18, 213).
4 Znfra, nota 53
5 *Víspera de todos los santos [1492] murió fray Diego de Muros, fraile
de la Merced y obispo de Ciudad-Rodngo Fue hermano de su padre [de] D. Die-go
de Muros, obispo de Oviedo, que hoy es, que hizo el colegio de San Salva-dor
de sala manca^ (Anales breves de los Reyes Católzcos, Codoin, XVIII, 281)-
El dato, como procedente de un cronista contemporáneo, no ofrece ninguna
aucia.
14 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTLCOS
DIECO DE MUROS 11 3
cardenal don Pedro González de Mendoza, la muerte de éste en
1495 divide su vida en dos etapas muy diferentes.
La primera, cuyo comienzo hay que poner, en números redon-dos,
sobre el 1480, la desarrolló como secretario del cardenal, pík
giiemente retribuido a base de beneficios en catedrales e iglesias
menores; la segunda, como obispo de Canarias, sede para la que
fue nombrado en 1496 y en la que falleció el año de 1506.
Este Diego de Muros va a constituir el objeto principal de
nuestro estudio, y ello nos dispensa de dedicarle una amplia pre-sentación.
Bástenos con adelantar que se trata de una figura im-portante
del siglo xv, cuyo perfil todavía no se ha diseñado. Tenía
un puesto en el incipiente renacimiento español o, por lo menos,
así se lo reconoció el que fue, durante años, mentor de los huma-nistas
hispanos: Pedro Mártir de Anglería. Quizá fue el conoci-miento
que tenía del latín lo que le abrió la puerta de la casa de
Mendoza, a quien servía de notario y, a veces, de consejero.
El episcopado tampoco le llegó como retribución nepotista,
cual era frecuente en la época medieval. Diego de Muros fue un
obispo reformado, y al mismo tiempo reformador, que se aco-plaba
perfectamente a aquel plan de 10s Reyes Católicos que, de
haberse realizado como se pretendía, hubiera cambiado la faz de
la iglesia en España cincuenta años antes del Concilio de Trento.
Si comparamos su pontificado con el de sus otros parientes, fue
el suyo menos áulico y menos político, a pesar de ser él el que
más había frecuentado la corte. Quizá había aprendido junto a
Mendoza, el tercer rey de España, lo necesaria que era para e1
obispo una plena dedicación pastoral.
A Diego de Muros 11 le correspondió una sede difícil, que en-tonces
necesitaba prelados del temple de Bartolomé de las Casas.
El, siempre metido en la burocracia del reino, parece haber sido
un carácter más tolerante; aunque habilidoso y astuto, de hecho
mantuvo con los subalternos reales una sorda lucha en favor de
los guanches, a base de la cual consiguió casi todo lo que cabía
esperar de un pontificado de diez o doce años, perdido en el
océano y sin más apoyo que los documentos emanados de las
cancillerías papa1 y regia, que tan fácilmente podían llegar a las
isias como inevitabie papei mojado.
Si todos estos aspectos permanecen en la penumbra no es por
el arrimo de Muros IH al Gran Cardenal de España, sino por la
concentración de todos ellos en Diego de Muros 111, a quien no se
puede negar haber sido en muchos aspectos el mayor de los tres,
con suficiente pedestal en la historia para soportar los atributos
de su propia efigie y los que en realidad pertenecían al Eomóni-rno
de quien estamos hablando. Ea verdad exige que se haga la
justa distribución de los haberes de cada uno, con lo cual la per-sonalidad
de Muros II habrá de situarse en su propio plano. Esto
constituye la parte principal de nuestro trabajo 6. Pero antes diga-mos
quién era Diego de Muros HHH.
DIEGOD E MUROSII I. mS
Su paso por la historia de España puede seguirse a pie firme $
desde el 1483, año de su ingreso en el Colegio de Santa Cruz de
Valladolid, hasta el de 1525, en que falleció, siendo obispo de f
Oviedo. :
B
Salió del colegio en 1488 con la licenciatura en Sagrada Teo-logia,
y comenzó seguidamente a leer esta disciplina en la enton- $
ces recién establecida universidad de Sigüenza. Las cátedras de 4
aquel centro tenían, como base de sustentación para sus profeso-res,
las canonjías de la catedral, con una de las cuales inició Die- 9
go de Muros su carrera de beneficios, semejante a la que también S :
recorrió en este campo Muros II. Este hecho ha de contarse como 5
una de las razones que más contribuyeron a confundir sus perso-nas,
al menos en una época muy precisa, como diremos más ade-
lante, pues, por lo que se refiere al futuro obispo de Canarias, B 3
esperamos llegar en este aspecto a conclusiones seguras. O
Tanto el colegio de Santa Cruz como la universidad seguntina
6 De Muros 11 se ocuparon: J. Viera y Clavijo, Notrcras de Ia Hzstoria Ge-neral
de las Isias Canartas, 4 vols 1772-1773, recientemente reeditada bajo la di-rección
de E. Serra Ráfols en 3 vols , Santa Cm de Tenerife 1950-1952. Ver, espe-cialmente,
vol 111, 64-70 A López, Drego de Muros 11, obzspo de Cananas en
«Bol de la Real Academia Gallega* 83, 1914, 287-291 (Publica las bulas del nom-bramiento)
L. Diego Cuscoy, Notas sobre don Drego de Muros, obrspo de Ca-narras
en «Revista de Ilistoria», 9, 1943, 54-61 (datos recibidos y muchos de ellos
equivocadosj. ver oti-os autores eii las notas Sig~ieiiteS.
16 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N l I C O S
DIEGO DE MUROS 11 5
eran instituciones mendozanas, razón por la cual este personaje
entró en la órbita del tercer rey de España, llegando a servirle de
secretario en determinados momentos, como se dice en algunas
fuentes '.
A la muerte del cardenal (1495)) renunció a todo lo seguntino
para residir en el deanazgo de Santiago de Compostela, que po-seía
desde el año anterior. Así transcurrieron los diez años más
plenos de su existencia, durante los cuales administró la imprenta
en Valladolid, intervino en la fundación del Estudio Viejo de
Compostela, erigió el hospital de los Reyes Católicos y, sobre to-do,
trató y convivió con los humanistas, haciendo él sus ensayos
de versificador y prosista a raíz de acontecimientos tan relevan-tes
como la muerte del príncipe don Juan, el heredero de los rei-nos
hispanos, y del atentado de que fue objeto don Fernando el
Católico el año de 14928.
Sus nombramientos episcopales para las diócesis de Mondo-ñedo
(1505) y Oviedo (1512), ampliaron notablemente el campo de
su actividad, despertando en él posibilidades y ambiciones polí-ticas,
frente a la nueva situación que se preveía a la llegada de
la casa de Austria.
En el año de 1500 se le encomendaba una legación ante el rey
de Navarra para estorbar que canjeara algunos de sus dominios
por tierras de Normandía. En 1514 estuvo a punto de entrar en el
Consejo de Indias, quizá como presidente. En 1516 un altercado
7 De nuestras invest~gaciones sobre los dos homónimos no resulta que Mu-ros
111 fuera secretario de Mendoza, como lo fue ciertamente Muros 11 Mas
$ay un documento atendible que le atribuye este título. Se trata de una orden
del Consejo de la Suprema Inquisición General en que se manda a Diego de
Muros, ya obispo de Oviedo, que entregue algunos libros secuestrados por el
cardenal Mendoza, cuando él era su secretario (A H. N Inquisición, fibro 246,
540) ¿Se trata de la primera confusión entre los dos Diego de Muros3 Lo rete-nemos
como probable
8 En la primera estas ücasiüfies cümpüso un «plariciuiliD Iiiipi=eso cori
este encabezamiento «Didacr de Muros, decanr Compostellanr, ad summtirn
pontrfzcern et sacrurn senatum panagrris de obitu rllustrrssimz domrnt Johannrs
Hzspanre prrncrprs», ex oppido Valleoletti, 20 novembris 1497 Con mucha proba.
bilidad es suya la ~Exortacrdn a los Reyes, nuestros sefiores, sobre el caso acaes-crdo,
fecha por el lrcencrado de Muros» sobre el 1495 En cuanto a ésta y otras
atribuciones, ver tnfra; sobre notas 206 y ss
Núm 20 (1974)
6 JOSE L GONZALEZ NOVAL~N
con el corregidor de Oviedo, por cuestiones de competencia y
asilo eclesiástico, le hizo sospechoso al joven rey Carlos V, cuya
benevolencia pudo reconquistar, siguiendo decididamente su cau-sa
en la revuelta de los comuneros. Fue designado por ello admi-nistrador
y guardián de los bienes confiscados, pero esta em-presa,
más antipática que difícil, le obligó a enfrentarse con casas
tan poderosas como la del Condestable de Castilla, lo cual supuso
su muerte política sobre el 1522.
Apenas le quedaban tres años para reemprender en su diócesis
una actividad pastoral de cuño moderno, que, si no hubiera sido,
cuántas veces iniciada, otras tantas interrumpida, habría conju-rado
casi cien años antes el fenómeno del aislacionismo asturia-no,
impuesto por la geografía y la incultura, tan en contra de las
aspiraciones de los recluidos detrás de aquellas montañas.
No es nuestra intención ocuparnos ahora de este Muros 111,
pues tenemos la esperanza de dedicarle en plazo no largo una
aanplia y documentada monografía 9, pero será imprescindible ir
señalando, paralelamente a los de Muros 11, los hitos de su exis-tencia
pre-episcopal, ya que es durante este período cuando sus
vidas se entrecruzan y mezclan en una confusión hasta ahora no
disipada. La consecuencia más seria es que Muros 11 fue despo-jado
de su producción literaria, corta en número y extensión,
pero de destacado valor histórico
En un artículo publicado hace meses en la nueva miscelánea
del departamento de historia medieval de la universidad de Ovie-do,
intentamos descubrir la falsa atribución de dos obritas com-
9 Entre las que existen hay que tener en cuenta las siguientes F Bouza
Brey, Los Guillelmez de Bendaña y la genealogía de los Diego de Aluros en
«Bol de la Com de Monumentos de Orense*, 12, 1939, 32-45, 66-80 S Portela
Pazos, Decanologio de la S A M tglesta catedral de Santiago de Coinpostela,
Santiago, 1944, 182-202, 531-538 J L Pérez Castro, Don Diego de Muros, obispo
de Mondoñedo y Oviedo en «Compostellanum~4~, , 1959, 195-218 V Beltrán de
Heredia, La Facultad de Teología en la Universidad de Szguenza en «Rev Es-pañola
de Teología», 2, 1942, 431-435 Idem, Cartularzo de la Unwersrdad de Sda-manca
111, 371-404
18 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
DIEGO DE MUROS 11 7
plementarias sobre las campañas granadinas de los años 1487
y 1488 a Diego de Muros 111, cuando, en realidad, pertenecen a
Diego de Muros 11 lo.
El error en que incurrieron desde antiguo los cronistas y los
bibliófilos tendría menos importancia si no se tratara de dos pie-zas
del humanismo español, que, aparecidas en una época en que
pocos sabían escribir el latín de Nebrija, nos orientan sobre la
amplitud y los círculos en que se difundía la nueva cultura y ha-cen
que merezca la pena estudiar una figura de la que casi no se
conoce otra cosa que el nudo hecho de su episcopado en Cana-rias
". Su significación, sin embargo, en el mundo de las letras
y de la política hispana debió de ser importante, pues sus escri-tos
no sólo se divulgaron fuera de la Península sino que, dentro
de ella, sirvieron de fuente para otros relatos y crónicas que lite-rariamente
alcanzaron mejor fortuna.
En este trabajo no sólo nos proponemos aducir nuevos y más
claros argumentos para confirmar nuestra tesis, sino que trata-remos
de demostrar que algunas de las cartas dirigidas por el
italiano Pedro Mártir de Anglería a Diego de Muros, interpretado
como el tercero desde las primeras ediciones de su Opus Episto-larum,
lo fueron en realidad a Muros 11, a quien se tenía por uno
de los principales valedores ante el gran mecenas, Mendoza, de
las buenas letras que empezaban a difundirse en Castilla. El mis-mo
Mártir, al historiar la conquista de Vélez-Málaga, tuvo en
cuenta la narración muradana y lo mismo hizo el gran cronista
Hernando del Pulgar. Si comprobamos estos asertos en la última
10 J. L González Novalín, Los Opúsculos latinos de los Dzego de Muros en
((Asturiensia Medievalia~, 1, 1972, 357-390 (Se publica una transcripción de los
que reseñamos en la nota siguiente y del Panagirrs de Muros 111, al cual aludi-mos
en la nota 8 ')
11 Las obritas en cuestión llevan los siguientes títulos 1 Breve Epzthoma
rerum apud ivíuiu~urn ge~iurum unno MCCCC LXXX V í l eázrum per D Níurum
reverendzssimz D Carámalis Hzspanzae secretarium ad Reverendisszmum prznci-pem
et amplzsszmum D D Jo epzscopum Albanensem, cardinalem Andegaven-sem,
ex castris mzssum
2" Ad reverendissimum D Cardznalem Andegavensen Dzdaci Muros R D
Cardznalem Htspanzae secretarii de victoria serenzsszmr regis Hzspaniarum contra
mauroi Granatenrei anno LXXX V I I I felzczter parta epr i tn!~r nrzpt
Núm 20 (1974) 19
8 JOSÉ L GONZÁLEZ NOVAL~N
parte de nuestro artículo, el modesto obispo de Canarias habrá
subido algún escalón hacia el plano que le corresponde ocupar
en las primeras manifestaciones del humanismo español.
Pero antes debemos estudiar el origen de las confusiones en
curso por lo que pudiera contribuir a su solución, la que, no obs-tante,
queremos acometer desde una base estrictamente docu-mental.
En la biblioteca del Colegio de Santa Cruz de Valladolid se
conserva el Libro de Recepciones de los alumnos, abierto proba-blemente
en 1485 ó 1486 l2 y conservado al día según iban en- H
trando los colegiales. Lo que interesa para nuestro propósito es
el hecho de que una mano posterior, pero siempre del siglo XVI, -I
consignó al margen, y entre líneas, los cargos principales que
E habían tenido los ingresados. A Diego de Muros 111, que figura
2 en la primera nómina de recipiendarios le calificó como canónigo
de Sigxienza, obispo de Canarias, y fundador del colegio mayor %
de San Salvador de Oviedo, en Salamanca 13. Ahora bien: éste no -
fue jamás obispo de Canarias. Sus títulos más sonados fueron
-como hemos dicho-, los de deán de Santiago y obispo de Mon-doñedo
y de Oviedo. En Santa Cruz de Valladolid se le considera-ba
como el primer colegial y como hombre que había conseguido
una brillante carrera eclesiástica. Si se le confundió con su ho-mónimo
de Canarias, que a su vez nunca había sido colegial en d
aquella casa, hay que buscar la razón no solamente en la cercanía
12 El primer asiento de los colegiales está firmado en el lugar preferente
por aDzdacus de Muros, magzster» (era Muros 111) La firma se encuentra en
el sitio en que solía estamparla el rector, y este personaje lo fue desde el 29
de septiembre de 1485 al 29 de septiembre de 1486 (Bibl del Col de Santa Cruz,
libro 5, sin fol )
13 acanonicus seguntinus, archidiaconus ( 3 ) , episcopus Canane el fundator
collegii majoris sancti Salvatoris, vulgo de Oviedo, Salmantice~ El término
«archidiaconus», de dudosa lectura en la fotografía que tomamos del documen-to,
podría referirse al arcedianato de Carmona, que como diremos más ade
lante, poseyeron los dos Diego de Muros
20 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N I I C O S
DIEGO DE MUROS 11 9
que ambos habían mantenido con el cardenal Mendozai4, sino
también en la fama que había dejado tras sí el que un día había
pasado por las islas afortunadas. Este primero y fundamental
error siguió tomando cuerpo en los escritos del Colegio de Santa
Cruz lS, de modo que en los últimos años del siglo XVI la memoria
de Muros 11 había sido absorbida para los colegiales de aquella
casa por la personalidad del gran obispo de Mondoñedo y de
Oviedo 16.
Así se explica que don Francisco Vicente, al recopilar los ana-les
del colegio en 1739, incurra en todos los precedentes errores,
haciendo de dos personajes uno y, colgando al Diego de Muros 111
cuanto encontró referido a este nombre y, sobre todo, las impor-tantes
acciones que el licenciado Núñez de la Peña había consig-nado
acerca de Muros 11 en su obra sobre la conquista de las
Canarias 17. --
14 Diego de Muros II firma como secretario del cardenal el acta fundacional
del colegio Podrá ser también el que administró, en nombre del cardenal, las
obras del edificio Pero, dada su ausencia de Valladolid, nosotros creemos que
el administrador de quien hablan las fuentes era Muros 111
1s En la Academia de la Historia de Madrid (Colecczón Salazar H-21) se en-cuentra
un manuscrito Anales del Collegzo de Santa Cruz de Valladolzd que
lundó el Ilmo Sr don P González de Mendoza, Gran Cardenal de España, Arz-obzspo
de Toledo, en cuyo folio 12 se consigna la admisión de Muros 111 en
esta nota. «Entró Diego de Muros Entró en 24 de febrero, año 1484, diócesis
de Santiago de Galicia, szendo canónzgo de Santzago y secretarzo del Reveren-dísimo
Señor Cardenal Después canónigo de Siguenza, obzspo de Canana, obis-po
de Oviedo Fue cuatro años colegialu. Los subrayados, que nosotros intro-ducimos,
expresan títulos que Muros 111 no tenía. En 1484 no era canónigo
de Santiago ni fue nunca canónigo simple de aquella iglesia Sin embargo, sí
era canónigo compostelano Diego de Muros 11 Tampoco es a aquél, sino a éste,
a quien en aquella fecha se puede atribuir el calificativo de secretario del
rev. señor cardenal
16 El manuscrito de la Academia no tiene fecha, la cual debe deducirse de la
calidad de la escritura y de las listas de colegiales Estas llegan hasta Antonio
de h ~ i eq,i e en?rS ei. e! =es de &r:! de 1645 Pere etru m==, an?er:=r, a E:
parecer, abarca hasta Antonio Bonalvaca, que entró en 1576 En torno a ese
año creemos que hay que poner la composición inicial del Catalogo
17 Anales del Colegzo Mazor de Santa t, en que se contzenen las partzdas de
los ciento y sesenta y sezs prtmeros colegzales Su aucthor don Franctsco Vtzen-te,
colegzal del mzsmo colegzo de Santa Cruz, año de 1739. (Bibl del Col. de
Santa Cruz, libro 16) La semblanza de Muros 111 ocupa los ff 2-4. Al margen se
LOS PAPELES DEL COLEGIODE L SALVADOR.
También en este colegio, establecido en Salamanca el año de
1522 por Diego de Muros 111, se transmitía una semblanza oficial
de su fundador. Se había adoptado, para añadirla a las Constitu-ciones,
la escrita por el arcediano de Tineo, Alonso Marañón de
Espinosa, en los últimos años del siglo XVI la.
Este hombre conocía bien los instrumentos de la catedral
ovetense, donde desempeñaba, por comisión del cabildo, el oficio
de archivero y poseía una cultura no limitada por las cumbres
del Pajares. Así evitó el hacer a Diego de Muros obispo de Cana-rias,
pero no dudó en atribuirle otras acciones que o no le co-rrespondían
o, al menos, no confirman los documentos. Le com-prometió
en un viaje y estancia en Roma, al servicio de un car- e
denal, de donde habría vuelto a España para ser secretario de E
Mendoza, acompañándolo en la guerra de Granada y -esto fue g
lo más importante, repetido después universalmente- escribien- 2
E do, como testigo de VZSLL, dos relaciones sobre la misma. E
2
La difusión que alcanzaron los papeles del colegio del Salva- -
dor por distintas bibliotecas y archivos, dieron pie a los cronistas E
del XVII para ir recopiando los mismos errores 19. Así, Gil Gonzá-lez
Dávila conocía en 1635 a un solo Diego de Muros, a quien
E aplicó lo poco que pudo recopilar sobre los personajes que lleva-ron
este nombre 20. De su paso por Mondoñedo no tenía noticia
--- n
consignan algunas fuentes Epistolar10 de Pedro Mártir, cardenal Aguirre, Pru-dencio
de Sandoval, etc
18 Su obra se titula. Memorras de la Santa Iglesia de Ovredo Se conservan
manuscritas en la B N , e impresas en la Biblioteca Gótica de la Catedral de
Oviedo, núm 7 La fecha de su composición hay que ponerla en el pontificado
de Diego Aponte de Quiñones (1585-1598), parlente del autor, que le encargó
la obra.
19 Las Constituciones del Colegio del Salvador se encuentran en la Biblio-teca
Nacional de Madrid Ims 940) y en el Archivo Diocesano de León. La bio-grafía
de Muros 111, sacada de las constituciones fue publicada por J. L Pérez
Castro (srrpra, nota 9) y por J M Fernández Catón El colegro Mayor de San
Salvador de Ovredo Catalogo de Colegrales en «Studium Legionense» 1, 1960,
259-329
m Teatro eclesrástlco de la tglesia de Ovredo, Madrid. 1635 En la moderna
edición de J Porrua Turanzas, Madrid, 1959. pp 70-76.
22 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N r I C O J
DIEGO DE MUROS 11 11
alguna, como parece que tampoco la tenían los manuscritos ante-riores
del colegio de Santa Cruz, que pudieron servirle de fuente.
La existencia de un Diego de Muros en esa diócesis gallega
-ya consignada por Alonso Marañón de Espinosa-, la conoció
J. Viera Clavijo, pero ni siquiera sospechó que se tratara de dos
personajes distintos, pues, en varios lugares de su obra, alude al
traslado de Diego de Muros de la diócesis de Canarias a la
silla de Mondoñedo y, consiguientemente, desde esta última a
Oviedo 21.
LUCIDASA PRECIACIONES DEL P. FL~REZ.
El primero, que yo sepa, en distinguir con claridad a los tres
Diego de Muros, asignando a cada uno las diócesis que habían
regentado, aunque confundiendo, en parte, sus carreras benefi-ciales
y otras actividades, fue el maestro Enríquez Flórez, al com-poner
para su España Sagrada la lista de los obispos de Mon-doñedo.
Pero, temeroso quizá de que le salieran más homóni-mos
de la cuenta, se expresó tímidamente, limitándose a consta-tar
la incompatibilidad cronológica en que se incurriría si el
obispo de Canarias hubiera sido el mismo de Mondoñedo y Ovie-do
U. Las fechas de que disponía el P. Flórez no eran exactas, pero
tampoco viciaban la validez de su raciocinio
Aunque el P Risco añadió nuevas y decisivas razones para
reforzar la postura de Flórez, al escribir la historia de la iglesia
exenta de Oviedo, tampoco logró destruir la tradicional confu-
-
21 Nottczas de la Hzstorla General de las Islas Canartas (supra, nota 6") Ver
p e , estas expresiones «Trasladado don Diego de Muros a Mondoñedo en
1512 fue promovido al obispado de Oviedo murio en 1524~ Y otras inexac-titudes
del mismo bulto
2 acerca de la iglesia de Canarias, quisieramos ver algunas pruebas que
nos descubrieran el tiempo [del pontificado de Muros] pues Gil González tuvo
notable empeño en no citar ningún año Núñez de la Peña en su historia de
Canarias dice que en el 1493 fue nombrado por su obispo el señor don Diego de
Muros y que pasó allá Este año tiene contra sí la fundación del Hospital Real
[de Santiago] que, empezado después de la conquista de Granada, no podía
estar concluido en el 93 Por tanto, mientras yo no vea mejores documentos.
diré que el obispo de Canarias en 1493 fue diverso del nuestro» [e d del Mondo-ñedo]
(E S 18, 214)
si6nU. Todavía en nuestros días, a pesar de que el P. Beltrán de
Heredia abordó la cuestión de frente en dos valiosos estudios 24
e intentó descriminar a los Muros 11 y 111 por los beneficios ecle-siásticos
y títulos académicos que cada uno había poseído, se
pueden encontrar en estudios de cierta altura los mismos invete-rados
errores. Cuando éstos se refieren a las sedes episcopales,
habida cuenta de los datos de Eubel, ya no pueden disculparse
a no ser por inadvertencia o descuido. Otra cosa habría que decir
de las confusiones que afectan a la asignación de los beneficios
correspondientes a cada uno, que, por ser tantos y recaer en
personas del mismo nombre y del mismo tiempo, constituyen
para el biógrafo un solapado escollo
a
11.-DIEGO DE MUROS 11, SECRETARIO DE MENDOZA E
O
-- m
Cuanto hemos dicho hasta aquí tiende a proporcionar al lec-tor
unos puntos de partida y un avance de conclusiones; pero i
poco más hemos hecho que señalar en el lejano horizonte del
siglo xv la silueta de un hombre no confundible con los que $
merodean a su lado. Mas, en realidad, ¿quién era este Diego de
Muros? ¿Qué sabemos de su familia? ¿Qué de su estancia en la f
casa de Mendoza? ¿Cómo fue elaborando su curriculum vitae
antes de llegar a Canarias? He aquí los interrogantes a los que
quisiéramos responder para fijar el marco de su precisa y con- %
tradistinta existencia a
n
n
LO QUE SE SABE DE SU FAMILIA. 3
O
Los eruditos gallegos conocen, desde hace tiempo, los nombres
de los progenitores de Muros 11, tal como aparecen en una escri-tura
de foro, otorgada por su madre, Mayor Pérez, como tutora,
guardadora y administradora de sus hijos Jácome y Diego. Eí
padre se llamaba, según el mismo instrumento, Vasco López de
P E. S 39, 96-96
24 La Facultad de Teología en la Untverszdad de Stguenza Y Dtego de Mu-ros
III (supra, nota 9)
24 A N U A R I O DE ESTUDIOS ATLANTICOS
DIEGO DE MUROS 11 13
Burgos, y era regidor de la ciudad de S a n t i a g ~N~i~ng. una otra
cosa de particular interés se añade a la simple enumeración de
estos personajes, aun cuando la genealogía de esta familia ha
sido reiteradamente estudiada 26
La razón hay que buscarla en la falsa atribución que se hizo
del acta capitular de Santiago, citada más arriban, a Diego de
Muros 111 rompiendo así el único hilo seguro que nos lleva a
entrocar a nuestro personaje con el obispo de Tuy. Pero, si la
denominación de «sobrino» tiene un sentido estricto y no se
aplica, en este caso, a un parentesco más o menos cercano, el
padre o la madre de Muros 11 debe ser incluido entre los herma-nos
del referido prelado.
Dejemos esta cuestión a los conocedores de los linajes galle-gos,
limitándonos a constatar que el nombre «Vasco» es frecuen-te
en esta estirpe muradana 29.
Tampoco nos atrevemos a emitir juicio decisorio sobre la
condición social de esta casa, acerca de la cual se mantienen tan
diferentes posturas; pues mientras la doctora Luisa Cuesta" ex-cluye
su pertenencia a la nobleza de la región, R. Artaza y Mal-varez
31 la defiende con gran apasionamiento. Nuevos y concienzu-dos
estudios que, según sabemos, se están realizando en esta ma-teria
serán los llamados a asentar la conclusión acertada.
Entre tanto, si podemos añadir una palabra sobre la situación
económica en que, al menos, al final de su vida se encontraba
Diego de Muros 11. El 17 de julio de 1501 entregaba varias pro-piedades
rurales y urbanas con sus juros y sus derechos, algunas
de ellas heredadas de su familia, al Estudio Viejo de Santiago de
u S Cabeza de León, Htstorla de la Unrversrdad de Santrago de Compos-tela
I/1, Santiago, 1946, 32 Anteriormente había llamado la atención sobre el
padre de Muros 11 Vázquez Núñez, o c p 9
26 El estudio más completo sobre este punto es el de Bouza Brey, Los GUI-llelmez
de Bendaña cit en la nota 9
Supra, nota 4 "
28 Znfra, nota 53
29 Bouza Brey, o c p 43
M La Unzversrdad Gallega Su pasado, su presente, su porvenzr en «Boletín
de la Univ de Santiago de Compostelau, 7, 1931, 17
31 La V111a de Muros y su dtstrlto, Pontevedra, 1959, 438 y SS
Núm 20 (1974)
Compostela, que entonces fundaba, junto con su pariente, el futu-ro
obispo de Mondoñedo y Oviedo 32. La enumeración de estos ha-beres,
dispersos en varios lugares de Galicia, nos lleva a pensar
en un hombre rico, acaso desde la cuna. En todo caso, bastantes
años antes de esa fecha, Pedro Mártir de Anglería le incrimina
con acento jocundo de ser un buen administrador del dineroJ3
Que los ascendientes de Muros eran gente acomodada lo con-firma
también su intervención en el debate sucesorio entre Isabel
la Católica y Juana la Beltraneja, en el cual se pronunciaron a
favor de la primera, siguiendo el partido de los Mendoza. En ello
debió de influir la circunstancia de que el obispo de Tuy hubiera
desempeñado en Guadalajara la encomienda del monasterio de la
Merced y el provincialato de Castilla 34. En este contexto, es muy
probable que el viejo prelado haya servido de puente para intro-ducir
a sus parientes más jóvenes, en concreto a Muros 11, en
casa del gran cardenal. En ésta, más que en su propia familia,
encontró nuestro protagonista la rampa de lanzamiento para su
porvenir.
DIEGOD E MUROS11 EN LA CASA DE MENDOZA.
Que un Diego de Muros fue durante varios años secretario de
Mendoza se comprueba tan pronto como se ha entrado en contac-to
con los papeles del cardenal: la carta fundacional del Colegio
--
32 «El dicho señor obispo [de Canarias dió y dotó] las casas en que mora,
que fueron de su padre Vasco López de Burgos con sus hortos y pertenencias
que están en el Canto de la Rúa Nueva, que son propias de su patrimonio, en que
se ha de facer edificar el dicho estudio» dtem, todas las otras casas y horno,
fueros y derechos que tiene en esta ciudad de Santiago con el juro de piesentar
el patronazgo de beneficio con cura de Santa Cristina de Remedo y todas las
casas y heredades que fueron y le pertenescían y tienen en el arzobispado de
Santiago y reino de Galicia, ecebto cierto lugar que tiene en Noya, que reserva
para sí^ (Simancas, Contaduría de Mercedes, 36, 25 Copia del documento fun-dacional
del Estudio Viejo de Compostela)
33 eli ice re vis pecunias forte' Minime, neque enim illas ego possideo, quo-niam
non magnifaciam, neque tu 1111s indiges quia, quoniam illas bene serves,
dives esu (Opus Epzstolarum, ep. 25) Mas adelante demostraremos que esta
carta iba dirigida a Muros 11 y no al 111, como se cree
M Vázquez Núñez, o c, p 15 y SS
26 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
DIEGO DE MUROS II 15
de Santa Cruz, por citar uno de sus instrumentos más solemnes,
está refrendada por un ~Didacus de Muros, santae Compostella-nae
ecclesiae canonzcus, notarzus apostolzcus ac reverendzssimz
dominz cardznaíis memorati secretarius».
Este no podía ser Muros 1, que para entonces (1483) ya llevaba
casi diez años gobernando la diócesis de Tuy. Quedan sólo los
otros dos, como posibles contendientes ante la historia al cargo
de secretario del cardenal y de los demás títulos expresados. Nin-gún
autor, que yo sepa, dudó hasta ahora en atribuírselos todos
a Diego de Muros 111, ya por haber sido el único de quien se ocu-paron
ya por considerarlo el más importante. El mismo Beltrán
de Heredia pagó tributo a la común opinión en su artículo sobre
la facultad de teología en la universidad de Siguenza presentando
como pruebas fehacientes «diversos actos y documentos co-rrespondientes
a años sucesivos en que actúa el mismo Diego de
Muros [111] como secretario del gran cardenal» 35.
Nuestra opinión es diferente: El verdadero y constante secre-tario
del cardenal Mendoza, cuya firma se encuentra tanto en los
testimonios aducidos por el P. Beltrán como en otros que vamos
a reseñar más adelante, es Diego de Muros 11, el futuro obispo de
Canarias, y no hay ninguno que con evidencia se haya de atribuir
a Diego de Muros 111, el obispo de Mondoñedo y Oviedo. Aún
más: la cronología, los itinerarios y hasta la misma firma de éste
lo excluyen en tal manera que puede ponerse en duda que haya
actuado en alguna ocasión como secretario de Mendoza, pese in-cluso
al testimonio del Consejo Supremo de la Inquisición Gene-ral,
que presentábamos más arriba 36.
35 Enumera en concreto «el decreto de anexión de un canonicato y prebenda
del cabildo seguntino a la cátedra de cánones del Colegio-Universidad de Porta-cdi,
fechado en Guadalajara a 25 de septiembre de 1486, un relato de la con-quista
de Málaga de 1487, un libramiento del canónigo obrero de Toledo del
mismo año, la escritura de construcción de la iglesia de Málaga, firmada por
E:ege de F.4urir er? Zaragezi i !Y de febrrre de !4%, isi ceme !is udiri~mr i
las constituciones de la universidad de Siguenza, en Sevilla a 1 de abril de 1490,
más un mandamiento de exención de tributo, dado en Guadalajara a 23 de febre-ro
de 1 4 9 1 ~( a c 433) Téngase en cuenta no obstante que Beltrán de Heredia
reconoció en el Cartula~zo (111, 371) que también Muros 11 había sido secretario
de Mendoza
36 Supra, nota 7
16 JOSE L GONZÁLEZ NOVALlN
Sin perjuicio de volver sobre algunas de estas razones, diga-mos,
ya desde ahora, que nuestra argumentación se basa en las
consideraciones siguientes. 1." El Diego de Muros que firma
como secretario del cardenal desde el 1482 se llama a sí mismo
.canónigo compostelano». Pero Muros 111 no lo fue hasta el
1494, en que obtuvo la dignidad de deán 37
2.' Los documentos firmados por el mismo secretario en el
1482 y en el 1487 están fechados en diversas ciudades de los rei-nos
castellanos: Córdoba, Calahorra, Tarazona, Alcalá de Hena-res,
Guadalajara, Toledo 38.
Mas, durante estos años, Diego de Muros 111 aparece en Sala-manca
(. .1483) y en el Colegio de Santa Cruz de Valladolid (1483-
1488), donde, según las constituciones, los colegiales tenían obli-gación
de mantener residencia continua 39
3." Los escritos firmados por el secretario de Mendoza en el
1487 y 1488, fueron compuestos en distintos lugares de Andalu-cía.
Málaga, Murcia, Sevilla. Ahora bien, la residencia de Mu-ros
111 estuvo desde el 1488 al 1495 en Sigüenza, donde era cate-drático
de la universidad y poseía una canonjía"
4." Sin embargo, Diego de Muros 11 era canónigo de Santiago
desde 1474, poseía otros beneficios que también se reflejan en
los papeles del cardenal y, sobre todo, estaba libre de una resi-dencia
obligada que le impidiera desplazarse de un lugar para
otro en servicio de su señor
Cuando se habla, por tanto, del secretario Mendoza, es nece-sario
pensar en él y no en su homónimo, mientras no tengamos
a este propósito testimonios fehacientes
Lo que no podemos dictaminar con certeza es el tiempo y el
modo en que nuestro protagonista fue recibido en la casa del
cardenal. Poseemos, sin embargo, datos suficientes para aventu-rar
una hipótesis, en principio muy razonable: En el año de 1476
37 Znfra' sobre nota 57
38 Znfra, sobre notas 45-51
39 En el Colegio de Santa Cruz se aplicaban entonces las de San Bartolomé
de Salamanca, que así lo preceptuaban (L Sala Balust, Constttucrones, estatutos
y cerernonras de los Antzguos Coleglos seculares de la Unwerszdad de Salamanca,
111, Madrid, 1964, 15-16.)
40 Infra, nota 152 y 72
A N U A R I O DE ESTUDIOS ATLANl'ZCOS
DIECO DE MUROS 11 17
figuraba entre los familiares del obispo de Tuy uno que se Ilama-ba
Diego de Muros Su nombre aparece entre los testigos que
avalaron la concesión al obispo de un privilegio real 41. Que éste
fuera el sobrino para el que dos años antes se pedía una canonjía,
en la que no residió 42, cae dentro de lo probable. Ahora bien, en
el año de 1476 el obispo salía para Roma con una legación de los
Reyes Católicos Entre sus acompañantes ya no consta que se
encontrara Diego de Muros, a pesar de que formaban su séquito
otros de sus habituales criados. ¿Cabe pensar entonces que, dadas
las relaciones y afinidad política que existían entre el obispo de
Tuy y el gran cardenal de España, fuera éste el momento en que
Diego de Muros 11 pasó de una casa episcopal a otra, encontran-do
para los próximos veinte años una ocupación estable al servi-cio
de Mendoza? 43. {NO podría este hecho haber dado origen a
la noticia que nos proporciona Alonso Marañón de Espinosa (si
bien él la refiere a Muros 111) de que «siendo de poca edad pasó
a Roma, entró en servicio de un cardenal, amigo del cardenal de
España, don Pedro González de Mendoza, y como gran presente,
se lo envió por secretario de Roma a España»? M.
41 Vázquez Núfiez, o c, 45
42 Portela Pazos, Decanologto, 188
43 Todos los autores refieren el dato a Muros 111, y hasta suponen algunos
que fue este el momento en que comenzó sus estudios en la universidad de
Salamanca Ningún reparo objetivo se puede poner a esta hipótesis, que se
compagina perfectamente con la cronología del interesado Si nosotros no la
aceptamos es porque nos parece obvio identificar al criado de Muros 1 con el
canónigo de Santiago Y aquél era Diego de Muros 11.
M La formación romana del secretario de Mendoza la aceptan Portela Pazos
(Gahcza en tternpo de los Fonsecas, Madrid, 1957, 151) y el erudito gallego Cru-ceiro
Freijomil (Emiclopedta Gallega Dicczonarto blo-bzbliográftco de escnto-res
11, Santiago de Compostela, 1952, 466), pero no aducen ningún documento
que apoye la afirmación de Espinosa Ciertamente D~ego de Muros 11 era doctor
en derecho, pero no sabemos en qué universidad había adquirido el grado o si
se lo apropi&a, como parece que coaium"ve, por tener nombramieriio
de notario apostólico, que concedía el Romano Pontífice. Que, andando el tiem-po,
Diego de Muros tuvo relación con un cardenal romano, Jean Balue -que ya
lo era por estas fechas- lo explicaremos ampliamente más adelante Pero este
conocimiento parece haber surgido por diversos caminos; pero especialmente
a través del conde de Tendilla, hermano del cardenal, que visitó la ciudad eterna
en 1486 (znfra; nota 182)
Nkm 20 (1974) 29
Los INSTRUMENTOS FIRMADOS POR MUROS.
Si las circunstancias precisas y los caminos derechos por los
cuales Diego de Muros 11 llegó a casa de Mendoza se escapan to-davía
a nuestro conocimiento, no ocurre lo mismo con las actua-ciones
que tuvo como secretario. Sería pretensión inútil hacer
de ellas un elenco exhaustivo, ya que su nombre surge frecuen-tísimamente
en los papeles del cardenal. Pero damos a conti-nuación
un regesto de los que pasaron por nuestra mano o fue-ron
citados por investigadores dignos de crédito, por cuanto con-tribuyen
a establecer su itinerario y nos sirven de punto de apoyo
para ir recomponiendo su vida.
1482. Octubre, 2. Córdoba. Diego de Muros II asiste como , D secretario a la Congregación General de los reinos de
Castilla y León, que vota en favor de los Reyes Católi-cos
un subsidio de cien mil florines para la guerra de i
Granada. Su suscripción dice así: «Diego de Muros, ca-nónzgo
de la santa iglesia de Santiago, notario apostó- i
E lico y secretarzo de la general Congregación. D. Murus, ;
notarius apostolzcus 45. 3
1483. Noviembre, 21. Calahorra. Autoriza la carta fundacio-nal
del Colegio de Santa Cruz. Dibujado cuidadosa- E
mente su signo notarial, suscribe: «Ego, Didactis de
Muros, sanctae Compostellanae ecclesiae canonicus,
notarius apostoltcus ac reverendissimz domini mei car- i
dinatis memorati secretarius, omnzbus et szngulzs, dum
sic agerentur. , interfui et sic fiert vidi.. Rogatus et j
requisitus, D. Murus» 46 3
O ---
45 Simancas, Diversos de Castilla, 2-48 Aunque el documento no alude a Men-doza,
él fue, como recién nombrado arzobispo de Toledo, uno de los prelados
que acompafiaban a los Reyes Católicos, al recibir éstos la bula papa1 se eleva
n !a cntepuria de cxzadñ !a =erra cmtra ! ~ ms a rm Lñ bU!a estaba fechalle e!
10 de agosto de 1482 (3 Goñi Gaztambide, Hlstorla de la Cruzada en España,
Vitoria, 1957, 374) El pudo nombrar u ofrecer a su secretario para la Congrega-ci6n
General
46 Biblioteca del Colegio de Santa Cruz de Valladolid, ms 1 N B . El nom-bre
de Diego de Muros 111 figura entre los admitidos en el colegio, como maestro
en artes y bachiller en sagrada teología
30 A N U A R I O DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
7
.-- 7 ) u 3 \p
P-C, $5'
4* . - L., &'"
Anotación marginal autógrafa de Diego d!e Muros en el acta de la Congregación de Córdoba de 1482
Refrendo autógrafo de Diegc de Mk i r ~ üen e! acta Ue :a Congregacióii de Súi-Uobz Ue 1482
DIEGO DE MUROS 11 21
Noviembre, 15. Alcalá de Henares. Autoriza un docu-mento
firmado y sellado por Mendoza, cuyo contenido
no podemos deducir de la parte del texto, xerocopiado,
que tenemos a la vista. Suscribe: Signo notarial; y des-pués:
«yo Dtego de Muros, notarzo apostólzco, secreta-rio
del reverendísimo señor, mz señor, el cardenal de
España, Rogado» 47.
Septiembre, 25. Guadalajara. Legaliza «de mandato re-reverendissimi
domini cardinalis~ la anexión de una
canonjía de Siguenza a la cátedra de decretos del cole-gio
de Portaceli. Firma: «D. Murus, secretarius» a.
Febrero, 16. Zaragoza. Firma la escritura de constitu-ción
de la iglesia de Málaga 49.
Abril. Sevilla. Autoriza «de mandato reverendisszmz do-mzni
cardznalzs» las adiciones de Mendoza a las consti-tuciones
del Colegio de Portaceli, compuestas en 1484.
Firma. «D.M urus, secretarzus~50 .
Febrero, 23. Guadalajara. Firma, como secretario del
cardenal, una exención de impuestos sobre las mercan-cías
que se introducen en la ciudadS1.
Este recorrido, mucho más breve del que podrá realizar quien
se proponga hacer un acopio de los documentos mendozanos, bas-ta
para demostrar la permanencia de Diego de Muros en el oficio
de secretario del cardenal El lector se habrá hecho cargo de la
insistencia con que hemos recogido su manera de firmar: «D. Mu-
47 Simancas, Patronato Real, 19-11 Otro documento del mismo año, expedido
en favor de D Diego Hurtado de Mendoza, nombrado arzobispo de Sevilla por
los Reyes Católicos en contra del nombramiento que el Papa había hecho en
favor de Rodrigo de Borja, lo cita J Hazañas y la Rúa, Maese Rodrzgo 1444-1509,
Sevilla, 1909, 12. Diego de Muros 111 seguía en Valladolid
4 A H N. Universidades, leg 583, núm 3 Muros 111 sigue en Santa Cruz.
49 Citado por Beltrán de Heredia, La Facultad de Teología , 433, y Haza-ñas
y Rúa, o c , 302.
50 A H N, Universidades, libro 1234 F, f 43 (copiado en el libro 1235 F, f 48)
Diego de Muros 111 ya se encontraba en Siguenza
51 Citado por T Minguella, Htstorza de la dzóceszs de Szguenza y de sus
ubzspus E, ivladrid, i9i2, p i82 (iu'o hcnios visto ei originai j
Núm 20 (1974) 33
22 JOSE L GONZÁLEZ NOVAL~N
rus» o «Muros». Este dato constituye, a nuestro entender, una
nota característica de la documentación de Muros 11, pues Mu-ros
111, cuyas firmas conocemos por los libros del Colegio de
Santa Cruz, se denominaba invariablemente «D. de Muros» 52. Si
a esto se añade la divergencia de itinerarios entre estos dos per-sonajes,
que reiteradamente hemos contranotado, se desvanecen
todas las dudas sobre cuál de los Muros fue el secretario habitual
de Mendoza.
A completar la semblanza de Diego de Muros 11 en aquellos
años contribuye asimismo la lista de sus beneficios, en la que
también se han cometido hasta ahora muchos errores. ]La que
vamos a reproducir en seguida está sacada de documentos de
primera mano y es resultado de un análisis comparativo con
aquellos otros que versan sobre el mismo argumento. D
E
E
2
Si Diego de Muros 11 se sitúa, como obispo, en la corriente, -
de discreta modernidad, que comprobaremos más adelante; en
cuanto prebendado menor, fue uno de aquellos acumuladores de -
beneficios tan frecuentes en los días del renacimiento. Lo había i
sido Mendoza y éste siguió su ejemplo. Quizá no fue otra la paga
que sacó de la casa del cardenal, cuya largueza tantas veces se vio
elogiada. n
De nuevo tenemos que constatar que los biógrafos de los Mu-ros
tampoco consiguieron, en este punto, ahuyentar la sombra de d
Muros 111 quien, además de haber poseído no pocas prebendas,
resultó agraciado con la indebida atribución de casi todas las
de su homónimo. Es necesario decir en descargo de las semblan-zas
recibidas, que algunos de estos beneficios se los pasaron los
dos parientes de mano en mano por el sistema, entonces en boga,
deS . ! remncias cnndiri~nadasn de la cnmpra-venta. Pem e1 que
entre ellos poseyó una cartera beneficia1 más repleta fue Diego
de Muros 11. Su edad (unos veinte años más viejo) y su profesión
burocrática le retenían vinculado con lazos más consistentes a la
52 Biblioteca del Colegio de Santa Cruz, libro S o «Libro de Recepclones~,
ff 1-3 (Lrs firmrs cerresp~n.ri,en2. !es a ñ ~ r! M a! %-!A$? )
34 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
Diego de Muros, canónigo de la Santa Iglesia de Compostela, notario apos-tólico
y secretario del cardenal Mendoza, autoriza con su firma la carta
fundacional del Colegio de Santa Cruz
Núm 20 (1974) 35
24 JOSÉ L GONZÁLEZ NOVALIN
saliente edad media. Pero vengamos ya a consignar la lista que
resulta de nuestra investigación, con los testimonios en que se
basa.
1474. Canónzgo de Santiago: En las actas capitulares de la
catedral compostelana, se encuentra una, correspondiente al
día l." de agosto de 1474 cuyo contenido substancial se refleja
en el extracto que sigue:
«En este día [los señores capztulares] recibieron por ca-nónigo
a Diego de Muros ... por mandado del señor arzobispo
don Alonso de Fonseca ... por contemplación e ruego de don
Diego de Muros, obispo de Tuy, que daba Iogar e le placía
que fuese recebido el dlcho Diego de Muros, sobrino del dl-cho
señor obispo de Tuyn 53. S
0
Esta es la primera atribución que los conocedores del texto :
hicieron a Muros 111; pero no es posible encajarla con otros da-tos
que de él conocemos. Ya hemos dicho más arriba que en el %
año de 1483 entraba en el Colegio de Santa Cruz de Valladolid 5
con los primeros pobladores de aquella casa. La lista de ellos se 3
conserva tanto en el Lzbro de Recepciones como en el Acta Fun- !j
dacional. Cada nombre va acompañado de sus títulos correspon- 1
dientes, como era inevitable en un acto que se encomendaba a la g
historia. Ahora bien: a Diego de Muros se le llama simplemente
«maestro en artes y bachiller en teología» 54. El que firma, el se- j -
cretario de Mendoza, ése sí figura como canónigo de Santiago $
Años más tarde (1488) este Diego de Muros recibe una cátedra ;
de teología en la universidad de Sigüenza, a la que iba aneja una H z
canonjía en la iglesia catedral. Esta fue la primera prebenda D
eclesiástica poseída por Muros 111 Así se deduce claramente de
-- -
53 Portela Pazos, Decanologro , 187
9 Carta Fundacional del Colegio de Santa Cruz U a multis fidedignis
certiores facti sumus de vitae morumque honestate providorum virorum Didacl
de Muros, magistri in artibus, bachalarii in theologia, civitatis Compostellanae,
etc D Diego de Muros comienza a firmar como licenciado el 6 de julio de 1487
(Lzbro de Recepcrones, f 3)
Después de cuanto llevamos dicho, ni siquiera merece la pena refutar la
opinión mantenida por algunos de que el colegial entrante en Santa Cruz de
Vz!!zde!:G y e! s e c r r tm~q cr f:rma e! acta p~d:erans er !a siisme persona
36 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
DlEGO DE MUROS 11 25
una bula de Inocencio VIII, fechada el 22 de mayo de 1489, cuya
finalidad es confirmarle el cargo y silla que el año anterior le
habían concedido Mendoza y los canónigos de Sigüenza. En ella
aparece Diego de Muros 111 como «clérigo del obispado de San-tiago,
licenciado en teología y regente de la cátedra de tal dis-ciplina~
56 .
Pero la que nos da la certeza de que, veinte años más tarde,
Diego de Muros 111 aún no poseía ningún beneficio en Santiago
es una carta del Rey Católico, fechada en el mes de febrero de
1494, en la cual pide al cabildo compostelano que «habida plena
información de la idoneidad y suficiencia y buena y honesta vida
del licenciado Diego de Muros. pueda haber y haya la primera
dignidad que al presente vaca o vacare en la dicha iglesia de
Santiago » ".
Muy otra es, en relación con el acta, la situación de Diego de
Muros 11. El aparece, desde el primer momento, en la documenta-ción
en que se registra su nombre, como «Canónigo Composte-lano
», título que conservó hasta el día de su nombramiento para
obispo de Canarias El hecho de que el primer instrumento
reseñado por nosotros sea del 1482, en nada se opone a la con-clusión
de que sea él y no otro el proveído como canónigo en
1474. De los tres Diego de Muros, entonces vivientes, sólo el se-gundo
no encuentra para este nombramiento ningún reparo docu-mental
sino una positiva confirmación, aunque ésta aparezca,
hoy por hoy, ocho años posterior a los autos.
1486. Arcediano de Carmona: Esta dignidad había sido crea-da
aquel mismo año en la catedral de Sevilla por el arzobispo
don Diego Hurtado de Mendoza, sobrino del cardenal. Su erec-ción
se había conseguido despés de muchas contiendas con el
cabildo, que se resistió a dotaila de la mesa catedralicia y temía
que el prebendado precediera a las dignidades más antiguas. Pero
el arzobispo realizó sus propósitos y dio la posesión del arcedia-
56 A H N , Universidades, leg 583, núm. 3, f 19
fl Simancas, R G S , febrero de 1494, f. 51 La carta está dirigida, en reali-dad
a don Alonso de Burgos, obispo de Palencia, que era el encargado de
ejecutar los nombramientos por orden y comisión del rey Diego de Muros
fue nombrado en seguida deán de Compostela
58 Edlt por A López, ver wpra, nnta 6
Núm 20 (1974) 37
nato a su provisor Juan de Marquina; mas, habiendo fallecido
aquel mismo año, entró a sucederle Diego de Muros 11 59. El ham-bre
beneficia1 de éste debía de ser, por aquellas fechas, muy
acuciante, pues el mismo año consiguió del papa Inocencio VI11
una bula que le capacitaba para obtener beneficios simples y
prestimoniales en las iglesias de Castillaa.
En 1497 esta dignidad ya había pasado a manos de Diego de
Muros 111, pues consta que el que la poseía el 6 de abril era
además «deán de Santiago de C~mpostela»~E's. lógico suponer
que la transmisión se hiciera en 1496 al ser nombrado obispo el
beneficiario anterior.
La exacta atribución de este título en el período que señala-mos
es de capital importancia para saber a quién se refieren
algunos de los beneficios siguientes.
1490. Beneficiario simple en varias iglesias gallegas.-Diego
de Muros, «arcediano de Carrnona», pide protección a los Reyes
Católicos para dos beneficios simples de las iglesias parroquia-les
de Galicia~ que «él tiene y posee por justos títulos» @. En el
documento se citan los siguientes:
Medros benefzcros Benefrcros completos
Santa María de Troanes Santiago de Prevediños
Santa María de Rodeiro San Salvador de Ledesrna
Santiago de Villamayor San Vicente de Bama
Santiesteban de Paleo Santiago de Villarín
San Pedro de Querentes Santa María de Lañas
Santa Cristina de Montouto San Juan de Borneiro
59 Hazañas y de la Rúa, Maese Rodrrgo, 25 Que no se trataba en esta prime-ra
colación de Muros 111 se deduce no sólo de su estancia en el colegio de
Valladolid, sino del solo título de canónigo seguntino que se le da en 1488 (Yela
Utrilla, Documentos para la historta del cabtldo segunttno en B R. A. H., 83,
1923, 94) y en 1494 (Simancas; R. G. S, febrero 1949, 51) Por otra parte, al secre-tario
de Mendoza se le llama, por estas fechas, aarcediano de Carmona»
a Ee!trBn de Herel~a, R d n r t i de !a Llntoersdd de Snlamnmn TlI, Sala-manca,
1957, núm 1265
61 Hazañas y de la Rúa, o c, 31. Los canjes que Muros hizo después con este
beneficio no pertenecen a este lugar
62 Simancas, R G S, septiembre, 1490, f 185 Otra carta semejante pero con
una lista de beneficios más reducida, se encuentra también en Simancas, R G. S ,
marzo, 1492, f 250
38 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
DIEGO DE MUROS 11
San Juan de Samir San Cristóbal de Beseiio
Santiago de Cercas (ve1 Cercio) Santa Mana de Marozos
San Cristóbal de Folgoso
Estos lugares, la mayor parte de los cuales pertenecen hoy a
la provincia de La Coruña, y algunos a las de Orense y Ponte-vedra,
parece que eran eclesiásticamente de la diócesis de
Santiago.
1490. Arcediano de Castdla y párroco de la vzlla de Muros.-
Los dos títulos aparecen en una bula del Papa Inocencio VIII, fe-chada
el día 10 de julio, en la cual le concede protección contra
Rodrigo Pacheco que pretendía el arcedianato de Castilla (digni-dad
de la iglesia de Orense) y Gonzalo de Landeira, que le dispu-taba
la posesión de la parroquia de Muros. Los dos beneficios
habían quedado vacantes por muerte de su último poseedor, Ro-drigo
de Lugo @ - 1490. Arcedzano de Toro.-Este título, añadido al de secreta-rio
del reverendísimo cardenal de España, se lo aplican a Diego
de Muros los Reyes Católicos en una carta fechada en Sevilla el
20 de abril de 1490, otorgándole el auxilio del brazo secular con-tra
Gonzalo de Landeira en la disputa a la que nos hemos referi-do
en el párrafo anterior. Fuera de esta referencia, no sabemos
ni cuándo se posesionó ni hasta cuándo retuvo el arcedianato"
1491. Chantre de Santzago de Composte1a.-Se trata de una
canonjía, de derecho controvertido, según se hace constar en otra
cédula de los Reyes Católicos, dirigida al gobernador de Galicia,
don Diego López de Haro. Según ésta, el doctor Diego de Muros,
«arcediano de Carmona~ y ((nuestro capellán., había aceptado,
por nominación real y por bula y breve del Papa, la chantría de
Santiago, vacante por muerte de Alvar Rodríguez. Había tomado
posesión de ella, según derecho, y la había disfrutado durante
- - 2 1 2 A--: ..- -2---., ,.., -,,.. ,L,- ' , , A
ulius uias, ilcgaiiuu d ucslgllal u11 vlLallu YUG GII su IIUIIIUIG LUIILU
posesión de los préstamos anejos. Pero Juan de Melgarejo, criado
del arzobispo don Alonso Fonseca, de hecho y contra derecho,
-
63 Arch Vat , Reg Vat 687, ff 331-334 El beneficio curado de Muros pasó
despuCs a Diego de Muros 111, que lo poseía en 1504. Zb, 832, f 248 v
Simancas, R G S , aorii, 1490, E i53
apoyado por el prelado y algunos de los canónigos, se entrometió
en la misma dignidad, quitándole los frutos y disputándole el
beneficio
No es fácil saber el desenlace de estas contiendas, que a ve-ces
se prolongaban años y años. Portela Pazos, que da una ver-sión
del episodio diversa en circunstancias accidentales, cree que
ésta se concluyó entrando Melgarejo en posesión de la dignidad
y cediendo, por su parte, a Muros dos sinecuras que rentaban
aproximadamente la cantidad de la chantría M.
1493. Canónigo de Sevilla.-Se trata de otro beneficio que
Diego de Muros 11 disfrutó, igual que la chantría, con discutible
derecho. La diferencia está en que ahora fue él el «clérigo moles-tador
» (así se llamaban los beneficiarios intrusos) y no el mo-lestado.
El Papa Inocencio VIII, al recibir la noticia de la toma de
Granada, prometió al correo que le llevaba esta nueva, un tal
Alonso Cortés, sacristán mayor de los Reyes Católicos, la primera
canonjía que vacara en Sevilla. El canciller Rodrigo de Borja, fu-turo
Alejandro VI, recibió del pontífice el encargo de dar, en su
día, cumplimiento a la expectativa Al morir el canónigo Ruiz
de Porras pretendió Borja introducir a Cortés en la expectativa
vacante; pero se encontró con que se le había adelantado Rodri-go
de Mendoza, e1 cual no Ia disfrutaba por sí, sino que la había
resignado y cedido al arcediano de Carmona, Diego de Muros.
Una bula y monitorio del Papa, en la que a Muros se califica de
intruso, conminaba al deán y canónigos de Sevilla a obrar «con-forme
a justicias 67
No entra en nuestro propósito emitir un juicio de valor ni
sobre el sistema beneficia1 eclesiástico, vigente en aquella época,
ni sobre las personas que se incorporaban a él con una tenacidad
digna de mejor causa. El que Diego de Muros poseyera simultá-
6 Simancas, K S S , marzo, i49.2, f 256. Vira sobre ei i-iiismo wgüiiieiito
se encuentra en R G S., agosto, 1491, f 163 Las fechas de estas dos cartas nos
dan idea de la duración del litigio.
6 Portela Pazos, Decanologto , 188, nota 4"
67 En Simancas, R G S , marzo, 1493, f. 136, se encuentra una cédula de los
Reyes Catblicos dirigida al cabildo hispalense, que se había enviado acompa-fi2ndu
z !z hu!a de! P2pa Otro pape! inbre e! mlsrnn asunto, zb.> f; 158
40 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N l l C O J
DIEGO DE MUROS 11 29
neamente cuatro canonjías, Iuchando a brazo partido por conse-guir
otras dos, un nombramiento de párroco, concedido por el
mismo Romano Pontífice, y diez y siete beneficios menores en
otras tantas iglesias gallegas podría interpretarse como indicio
de mundanidad o, por lo menos, de manifiesta avaricia; pero se
comportará con mayor objetividad el que logre entender que
éste era el sistema normal de retribución de aquella época, acep-tado
y seguido por casi todos los hombres de iglesia hasta poco
antes del concilio de Trento. Sólo los reformistas, los más sen-sibilizados
con la espiritualidad evangélica, le hacían objeto de
sus denuncias.
El que Diego de Muros no sintiera en este punto mayor inquie-tud
lo delata como hombre típicamente medieval y típicamente
renacentista. Eran los ahomines novi», los que proclamaban, si-guiendo
a Virgilio, que "magnus ab integro seclorum nascitur
ordo" 68, quienes más afanosamente corrían detrás de las preben-das
de iglesia, esperando encontrar en ellas el apoyo de su exis-tencia
cuando les faltaran los mecenas que un día les habían
sostenido.
Pero Diego de Muros 11 no habría de retirarse, a la muerte de
Mendoza, a disfrutar de sus rentas; estaba llamado a comenzar
entonces la etapa mejor de su vida, aquella en la que tendría
que afrontar sacrificios mayores, llevando a cabo en la medida
de sus desentrenadas y cortesanas fuerzas, una labor de verda-dero
humanismo en las recién conquistadas Islas Canarias.
111.-DIEGO DE MUROS, OBISPO DE CANARIAS
El cardenal Mendoza murió en Guadalajara, donde la familia
tenía su solar, el 11 de enero de 1498. Para sucederlo en SigUen-za
nomhri el Papa a Rerdardinn Lbpez de Carbaja!, &iqm de
Badajoz, que obstentaba, desde 1492, la púrpura cardenalicia.
Este hombre no era ajeno a la casa de Mendoza. Había tenido
Ver Buc 4, 5 Aunque Virgilio se refería a un ciclo de 10 O00 años, pasado
el cual, retornaban los mismos acontecimientos, se aplicaba el verso al gran
-..l,-..-- r a i i i u i u *. ..,.A ,.-.2 .- ..A* -1 D- -.-a- -- 1- - --A-- 1-2 ---- 2.. 7 - -.:a- i i i r i u u u c i u u yui CL x\ciiacliiiiriiLu cii iui UIDLIIILUL UIUCIICS uc 11 v l u a
30 JOSE L GONZÁLEZ NOVALiN
con el cardenal encuentros de trascendencia para la política reli-giosa
de España en 1485, al desempeñar, en nombre de la curia
romana, una misión ante los Reyes Católicos 69, y -lo que es
más significativo- había actuado como apoderado del cardenal
en asuntos de carácter privado lo.
Por este capítulo los Diego de Muros podían esperar no s61o
que el nuevo obispo mantuviera sus cargos y su influencia, sino
también que los reforzara, ya que -al decir de P. Salazar- ha-bía
sido uno de ellos (Diego de Muros 111) el que, años atrás, le
había presentado a Mendoza, poniendo así la primera piedra de
su brillante carrera eclesiástica "
Pero Bernardino de Carbajal residía en Roma, demasiado d~s-tante
para proyectar sobre ellos la sombra de su valimiento,
a pesar de haberlo intentado por el camino más recto.
Comenzó, en realidad, por distinguir a Diego de Muros 111
con el cargo de provisor y procurador general, encomendándole
la toma de posesión de la diócesis, que se verificó el 26 de marzo
de 1495 n. Pero sea que el nuevo provisor tropezara en el gobier-no
con desagradables sorpresas o que el deanazgo de Santiago,
que ya poseía, le abriera horizontes más halagüeños, Muros 111
se apresuró a salir de Siguenza, renunciando a su canonjía y a la
cátedra que le estaba aneja, el día l." de agosto 73. SU vida buscó
entonces un centro de gravitación: la corte, en la que había sido
nombrado capellán de la Reina 74, con la ciudad de Valladolid,
69 Ver rnfra, sobre nota 169
70 En 1486, Bernardino López de Carbajai tomaba posesión en nombre de
Mendoza, del decanato de la Seo y de la rectoría de San Juan en Zaragoza
(A de la Torre, Documentos 11, 285)
7' *Por el favor del cardenal vino don Bernardino al puesto que ocupó. D16-
sele a conocer don Diego de Muros, su secretario, obispo de Oviedon ( 3 ) P. Sa-lazar
y Mendoza, Crdnrca del Gran Cardenal de España, llb 1 O, capitulo 60; ed
Toledo 1625; 2M
72 Arch. Cap de Siguenza, Actas Capitulares 12, 203
73 A. H N , Unwersrdades, leg 587, sin follar: [«Lepe de Encinas dixo] cómo
la canonjia que está en esta iglesia anexada a la cáthedra magistral del colegio
era presto vaca, por cuanto el Ilcenciado Muros, que la tenía, se había absen-tado
de la ciudad e había dado por vaca la dicha canonjiau
74 A de la Torre, La Casa de Isabel la Catdhca, Madrid, 1954, 29
42 A N U A R I O DE E S T U D I O S ATLAN1'ICO.S
DIEGO DE MUROS 11 81
donde se le encomendaba la dirección de la imprenta, reciente-mente
instalada 75.
Entre tanto, cqué ocurría con Diego de Muros II? Su nombre
no vuelve a aparecer hasta la hora de su nombramiento para el
obispado de Canarias. No será desacertado pensar que su presen-cia
en la casa de Mendoza siguió siendo necesaria durante algún
tiempo y que de allí le arrancaron los mismos Reyes Católicos
para encomendarle el ministerio eclesiástico en uno de los mo-mentos
más delicados de su política religiosa
La presentación y nombramiento de Diego de Muros 11 para
la diócesis de Canarias debe enmarcarse en un contexto de dis-tensión
de relaciones entre España y la Santa Sede después de
un período de crisis profunda, debido precisamente a los nombra-mientos
episcopales, en torno a los cuales los Reyes urgían pre-tendidos
derechos de patronato mientras el Papa reivindicaba
omnímoda libertad. A la muerte de Mendoza, las negociaciones
ya habían entrado por caminos de buen acuerdo, reservándose
Roma el derecho de proveer las vacantes según su beneplácito
y concediendo de hecho las mitras a aquéllos que presentaban los
Reyes 76. En este clima se produjo el nombramiento de Muros n.
Tanto la Reina Católica, al incluirlo en sus listas episcopales,
como Alejandro VI, que mandaba expedir a su nombre las bulas
para Canarias, veían en él a un eclesiástico digno, de entrambos
ya conocido, en cuya persona se podía rendir un homenaje pós-
75 M Alcocer Martínez, Catálogo razonado de obras tmpresas en Valladoltd,
Valladolid, 1926, 9 y SS
76 T de Azcona, O. F M , Isabel la Catdlzca, Madrid, 1964, 437 y SS Idem, La
elecctón y Reforma del Eptscopado en tzempos de los Reyes Católtcos, Madrid,
1960, 112 y SS
«Ducim siquidem bonae memoriae iviichaeie episcopo Rubicensi, regimi-ni
ecclesiae Rubicensis praesidente, Nos cupientes eidem ecclesiae cum vacaret
per apostolicae sedis providentiam utilem et idoneam providere personam, pro-visionem
ipsius ecclesiae ordinationi et dispositioni nostrae duximus eam speciali-ter
reservandam, decernentes ex tunc irritum et inane si secus a quoquam
quavis auctoritate scienter ve1 ignoranter contigerit attentarim (Bula de nom-
tumo al gran Cardenal de España. El nombramiento se produjo,
efectivamente, el 21 de julio de 1496 78 Hacía tan sólo año y me-dio
que había fallecido Mendoza.
En la bula de nombramiento 79 se consigna la necesidad de
dar al obispo Miguel de la Serna, que en su breve pontificado
había dejado en la diócesis una estela de santidad, un sucesor
destacado por su pureza de vida, honestidad de costumbres y re<-
to juicio para los negocios espirituales y temporales a Este era,
según el parecer, de cualificados testigos (fidedignis relatibus),
Diego de Muros 11, y como tal, lo proponía en público consistorio
el mismo hijo del Papa, cardenal César Borja. Pero si semejantes
elogios no tuvieran otro valor que el que conviene a una fórmula
usual de la cancillería pontificia, aún se podría encontrar un tes- a
timonio favorable a la personalidad religiosa del electo de Cana- : E rias, examinando el grupo de los siete restantes obispos que fue-ron
preconizados el mismo día para otras tantas diócesis espa- -:
ñolas m
O
E
--t--i- E
2
78 Arch. Vat., Cons Acta Mucellanea 2, 96 v «Canarien, Dicta die [27 jumi] E
idem sanctissimus dominus noster, ad relationem ejusdem [card Valentini] pro-vidit
de persona domini Guidaci de Muros, canonici Campo Stellarum, juns $
utriusque doctoris, eclesiae Canarien, vacanti per obitum Michaelis, egiscopi, ; -
extra Romanam Curiam deffunctin Corresponde al acto de proclamación en el B
consistorio El cardenal valentino era César Borja, el hijo de Alejandro VI, lla-mado
así por ser además obispo de Valencia
79 Publicada por el P Atanasio López (supra, nota 6 ) La importancia de esta s
publicación aumenta por faltar en el archivo vaticano los registros donde debie-ran
encontrarse estas bulas El P Atanasio publicó el instrumento original que
se encontraba en el monasterio de Guadalupe n
80 «Post deliberationem quam de praeficiendo eidem ecclesiae personam uti-lem
et etiam fructuosam cum fratibus nostris [cardinalibus] habuimus diligen- 5
tem, demum ad te, canonicum Compostellanum, u j doctorem, cui apud Nos O
de vitae munditia, honestate morum, spiritualium providentia et temporalium
circunspectione allisque multiplicium virtutum donis fidedigna testimonia exhi-bentur,
direximus oculos mentis nostrae* (Bula de nombramiento)
81 h s nemkrzdec ten ??IUres fUerei?
Pascual de Ampudia, O P prof de teología, para Burgos. Gutiérre dt: Tole-do.
doctor en derecho, para Plasencia Juan de Valle, tesorero de Burgos, para
Catania Antonio de Rojas, mallorquín, para Mallorca. Pedro de MunrSbrega,
presbítero de Zaragoza, para Mondoiiedo Francisco Sancho, trasladado de Avila
a Córdoba Alfonso Carrillo, trasladado de Catania a Avila (Arch Vat , Acta
Miscellanea 2, 96)
44 A N U A R J O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
DIFXO DE MUROS 11 33
Los obispos que ahora se designaban, como de nueva crea-ción,
eran todos naturales del reino (primera exigencia de los so-beranos
para acabar con el absentismo y la fuga de capitales),
y algunos, como el dominico Pascua1 de Ampudia, disfrutaban en
amplios sectores del pueblo fama de varones piísimos 82
Pocas semanas después de su nombramiento, los procurado-res
de Muros ante la curia romana, que lo fueron en aquella oca-sión
el clérigo sevillano Diego de Bonilla y el banquero Jacobo
de Bertinis, comenzaron a abonar a la cámara pontificia y al
colegio de cardenales los servicios comunes o prorratas a que
las distintas oficinas eran acreedoras por la expedición de las
bulas. La cantidad ascendía a trescientos florines de oro, que se
pagaban en dos o tres plazos dentro del año 83.
Ninguna peculiaridad (cual podría ser la posición económica
de Muros) descubrimos en esta acción, que se ejecuta con inva-riable
rutina y que llevaron a cabo en las mismas fechas el resto
de los nombrados, según la tasación asignada a sus sillas corres-pondientes.
Las Bulas de Muros, así compradas, según el malévolo argot
de la época, fueron a parar, no sabemos si en vida o en muerte
de su titular, a los pies de la Virgen de Guadalupe, donde las en-contró
el tantas veces citado P Atanasio López. De la devoción
a Una semblanza, aún inédita de Ampudia fue presentada como tesis docto-ral
en la facultad de Historia Eclesiástica de la Pontificia Universidad Gregoria-na
de Roma, por el sacerdote burgalés Joaquín Luis Ortega
«Die dicta [9 aug 14961 Didacus antedictus [de Bonilla] vice et nomine
venerabilis viri domini Didaci, electi Rubicen, obtulit camerae apostolicae et
sacro collegio reverendissimorum dominorum sanctae Romanae ecclesiae cardina-
Iium collegio, pro communi servitio dictae ecclesiae, ratione provisionis et pro-fectionis
de persona dicti domini Didaci eidem ecclesiae per bullas domini Ale-xandri
papae VI, sub datum Romae tertio kalendas julii anno quarto, auctori-tate
apostolica factae. ducatos auri de camera tricentoi, ad quns dicta erclela
taxata in camera apostollca reperitur D (Arch. Vat. Oblatzones Communes 11,
149 v uDie XXII rnensis augusti bullae dictae ecclesiae Rubicen, quae una et
eadem est cum dicta Canarien, de mandato domini apocrisarii datae fuerunt
domino Jacobo de Bertinis, mercatori et socio societati de Nuntiis de Romana
curia, qui solvit omnia jura communia ad rationem tncentorum florinorum,
prout dicta ecclesia Cananen taxata et prout patet per cedulas depositariorumu
Arch Vat Oblationes communes 11, 149 v)
de nuestro protagonista a esta advocación mariana aportaremos
más adelante algún elocuente indicio.
El obispado de Canarias, perdido en el océano Atlántico, no
era en aquella época, ni en los decenios siguientes, un honor ape-tecible.
La capital de la diócesis, que apenas contaba un siglo -se
había erigido el 7 de julio de 1404-&1 estaba recién tras1,adada
de Eanzarote a la Gran Canaria, donde aún no tenía catedral para
poner en funcionamiento el cabildo, que entonces constituía la
parte más importante, si bien fuera la más polémica, de una cu-ria
episcopal 85. Añádase a esto que la conquista de las islas toda-vía
no se había rematado s6, razón por la cual ni las parroquias
ni las iglesias habían llegado a su normal desarrollo, exig,iendo
del prelado canario una constante atención al cuadro organiza- g
tivo O
E
E
Pero el problema más grave surgía de las relaciones entre los
conquistadores y los nativos. Apoyados aquéllos por el atielan-tado
Alonso de LugoBBs,e adueñaban de los territorios más pro- {
ductivos, esgrimiendo por título el derecho de conquista, y man-teniendo
a los guanches en su primitiva superstición y pobreza.
Aún parece que se repetían en tiempo de Muros las lamentables
escenas de las remesas de esclavos que se llevaban a vender en
las costas del Africa o en ciertas ciudades de la Península. Se
--- 2 n
84 Eubel, Hrerarchm 1, 426 Ver también Atanasio López, Fray Alfonso de
San Lucar de Barrameda, prtmer obispo de Canarras en «Arch. Ibero-Ameiricano» E
1, 1914, 564-566 3
O
6 La translacion de la sede la había concedido el papa Inocencio VIII, a Pe-tición
de los Reyes Católicos y se había hecho el 20 de noviembre de 1485 A Ru-meu
de Armas, Ptraterías y ataques navales contra las islas Canaltas II/l, Ma-drid,
1948, 264 En torno a la catedral de Las Palmas, cfr J Hernhdez Perera,
Sobre los arquttectos de la catedral de las Palmas, 1500-1570 en uEl Museo cana-r
i o ~7 3-74, 1960, 255-305.
86 J. Alvarez Delgado, La Conqursta de Tenerrfe. Un reajuste dt' datos hasta
1496 en «Rev~sta de Historia Canarian 133-134, 1961
87 Rumeu de Armas, o c , 270, 322-323
8s Rumeu de Armas, Alonso de Lugo en la corte de los Reyes Católicos, Ma-drid,
s a , monografía funciamentai para estos iemas
46 A N U A R I O DE E S T U D I O S ATLAN'I ICOS
DIEGO DE MUROS 11 35
procuraba - e s o sí- que, antes de pasar al mercado, hubieran
recibido el bautismo 89.
La opresión llegó a tal extremo que el rey Fernando el Cató-lico
ordenó -medida frecuente, a pesar de todo- el año de
1506 una «toma de residencia» al Adelantado, en la que buena
parte de los cargos recayeron sobre Pedro y Jerónimo de Valdés,
sus dos sobrinos
Pese a la buena voluntad del monarca y a los reiterados to-ques
de atención de la curia romana9', el resultado de esta ins-pección
fue muy mezquino, pues el visitador, Ortiz de Zárate,
«se ciñó a desposeer de sus datas a algunas personas que, sin
calidad de vecinos, las habían recibido, para inmediatamente
atribuírselas a algunos paniaguados que acababan de recibir mer-ced
de ellas de mano del rey y que, en cuanto a vecindad, no so-ñaban
con poner jamás el pie en la isla» 92
Es muy posible que la ineficacia de esta gestión se haya debi-do
al cambio político que se produjo en Castilla con el aparta-miento
del rey don Fernando y la llegada de Felipe el Hermoso;
pero es imposible no sospechar que la injusticia hubiera echado
tan profundas raíces que ya nadie se atrevía a exterminarla de
cuajo.
En aquellas circunstancias, Canarias necesitaba un obispo de
temple lascasiano, que proclamara las exigencias del evangelio en
los primordiales derechos del hombre. Algo así había intentado
el antecesor de Diego de Muros, fray Miguel de la Serna, y el
papa aludía a ello en las bulas del n~mbr ami ento~p~er;o había
muerto en 1488 «mártir de la humanidad y de la libertad de los
naturales de nuestras islas» 94, habiendo pontificado en Canarias
89 Znfra, sobre nota 101
90 Abundante material en Fontes verum Canarzarum, fasc 3 El Adelantado
don Alonso de Lugo, edit por L de la Rosa Oliveira y E Serra Ráfols, La
Laguna, 1949, fasc 4 Acuerdos del Cabildo de Tenerife 1497-1507, edit por
E Serra Ráfols, La Laguna, 1949, fasc 6 Reformacrdn del repartrmzento de
Tenertfe en 1506, edit De la Rosa-Serra Ráfols, Santa Cruz de Tenerife, 1953.
91 Cfr a este propósito D J Woelfel, La Curra romana y la corona de Espa-
Fia en la defensa de los aborígenes canarros en «Anthropos» 35, 1930, 1026 y 1071
a L de la Rosa-E Serra en Fontes , fasc 6, p TII-IV
93 Znfra, nota 77
w Viera y Clavilo, o c , 496
sólo dos años y originando una vacante que habría de prolon-garse
durante ocho.
Esperar que hiciera frente a la situación un hombre que había
sido hasta entonces el ejecutivo de Mendoza, capellán de los
reyes, perito en tareas notariales y, como veremos más adelante,
aficionado al latín y a los escarceos humanísticos, hubiera sido
poner demasiada confianza en la adaptabilidad de los hombres.
Diego de Muros no podía luchar con los ministros de la corona
ni formular denuncias que recayeran en último término sobre
sus soberanos, aunque sí podía -y lo hizo de hecho- condenar
actuaciones injustas, excomulgar subalternos, acoger a los per-seguidos,
encubrir sus fugas, etc., etc. Su pontificado se situó
-y quizá fue éste su acierto- en un punto igualmente distante
del de Juan de Frías (? 1485), que había sido un soldado, y del
de fray Miguel de la Serna, que había sido un misionero. O
n
Mérito suyo fue el poner su residencia habitual en las islas
cuando los obispos de ultramar comenzaban a encontrar tantos E
encantos en las ciudades de Andalucía; mas era ésta un arma de
dos filos que hacía difícil que en cada momento se supi~era em- f
plear el corte apropiado. 3 - -
0
m
E DIEGOD E MUROSU,N OBISPO DE LOS GUANCHIZS.
O
Oriundo de un medio rural, aunque sus inmediatos anteceso-res
vivieran en Compostela, Diego de Muros cayó en la trampa k
de recibir del Adelantado un espléndido lote de tierras en el re-parto
de Tenerife. Don Lope Fernández, regidor de la isla, de- j
claró en la toma de residencia de 1506 «que sabe que al obispo $
le dio el Adelantado hasta setenta fanegas de tierra en linde de la
"
Dehesa fasta Taganana, donde tiene fecho una casa e una güerta
de árboles e vina y tierra yerma, y tiénela toda cercada de la
parte de la Dehesa con un albarrada ..» g5.
Nada había en esto de malo, cuando se trataba de adjudicar
tierras sin poseedor conocido; pero lo que en semejante presura
perjudicaba a los naturales era que, siendo la tierra escasa de
agua, los pocos manantiales que servían de abrevaderos para
E %??ter , f~sc 6, M
48 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
DIEGO DE MUROS 11 37
el ganado estaban en la demarcación del obispo, y, por medio de
tapias y cercas, se impedía llegar hasta ellos; de modo que,
cuando alguna pieza o rebaño se introducía, «con perros e lanzas
e garrochas acosan los dichos ganados e aún algunos dellos han
matado, según que es público por esta isla» %.
Aunque en la visita del 1506 se quitaron a las posesiones de
Muros cuatro fanegas y media de regadío en el Araotava (las cua-les
tampoco se dieron a los naturales, sino que se pusieron a libre
disposición del rey) m, todavía en 1519 se derribaron, en las tie-rras
que habían pertenecido al obispo, algunas cercas de abre-vaderos
98.
Pero si la actuación de Diego de Muros y sus criados parecía
diferenciarse poco de la de otros conquistadores en la ocupación
y explotación de las tierras canarias, no ocurría así cuando se
trataba de proteger a los nativos contra la tiranía de sus gober-nantes.
Aunque sobre este punto es de esperar que arrojen más
luz otros estudios que se enfoquen desde perspectivas sociales
y antropológicas, no es imposible vislumbrar, a base de las fuen-tes
ya publicadas, por donde apunta la conclusión.
El más repugnante negocio que los subalternos reales tenían
montado en Canarias era la trata de esclavos, la cual no sólo
afectaba a quienes eran deportados y expuestos en los mercados,
sino también a aquellos otros, teóricamente libres, a quienes se
interfería de tal modo el camino de sus legítimas reclamaciones
ante la autoridad competente, que de hecho pasaban la vida en-tera
privados de libertad. La ida de los nativos a la corte cons-tituía
para los funcionarios isleños un verdadero peligro. En fa-vor
de unos y otros constan algunas actuaciones de Diego de
Muros, si bien sus logros fueran escasos.
En la aludida visita del 1506 se elogió su valentía al lanzar la
excomunión personal contra Jerónimo de Valdés, porque preten-día
vender en Castilla -y así lo hizo a pesar de todo- a un guan-che
que se había dirigido al obispo, pidiendo su protección 99. Se
96 De la misma declaración del regidor Fernández, vid. nota anterior.
97 Fontes. , fasc. 6, 141.
98 Fontes , fasc. 16: Acuerdos del cabildo de Tenerrfe 1518-1525, 31 y s
9 Fontes , fasc 6, 84 y 88: [Lope Fernández] «oyó decir a Jerónimo de
-. Vald6s cómo, por mandado del adelantado, tomó a uno que se dice Alonso
Núm 20 (1974) 49
38 JOSÉ 1, GONZÁLEZ NOVAL~N
dijo también que daba acogida en su casa a quienes se decidían
a ir a la corte para defender sus derechos, facilitándoles de este
modo una huida difícil de realizar lW.
Intervino, sin embargo, el obispo en un lance al cual es im-posible
saber si fue arrastrado por la astucia del AdeZantado
o por coyuntural connivencia de la potestad eclesiástica con las
autoridades civiles. Tal fue una redada de «más de doscientas
mil ánimas» que se llevó a cabo entre los habitantes de Abona
y Adexe, con la excusa de que habían luchado contra el ejjército
castellano. Citados por el prelado, acudieron en masa a recibir
el bautismo; pero inmediatamente después fueron encerrados
y vendidos como cautivos en Valencia, en Barcelona y en otros
lugares, a pesar de que «daban voces e reclamaban diciendo que
eran cristianos, servidores de Sus Altezas» 'O'. Semejante apela-ción
parece indicar que la medida no producía admiración cuan-do
se aplicaba a los canarios rebeldes.
El episodio tiene, a nuestro entender, visos de haber sido per-petrado
en nombre de la Inquisición, que entonces regia Tor-quemada
y que en las islas, igual que en el resto de España, esta-ba
en manos de los obispos, constituyendo un aspecto importante
de su quehacer pastoral. A este propósito, creemos que se debe
dulcificar el acento de Néstor del Alamo, al enjuiciar la actividad
inquisitorial de Diego de Muros: <<Nuestrod on Diego -dice-fue
hombre de sagaz exactitud y recibió el encargo de implantar
en la nueva diócesis las oficinas del Santo Oficio de la Inquisi-ción,
ejerciendo él mismo funciones de inquisidor de Canarias.
Como clérigo de espada a la cintura y sotana arremangada -si
era menester- supo hacia dónde proyectaba el punto de su ba-llestería
y cómo jugar el resguardo rodelero, que no ein vano
Galicia era su patria ..» 'O2. En realidad, ni Diego de Muros apa-
Guanche, diciendo que era esclavo, y el mismo Alonso reclamó diciendo que
era libre, e sobre ello que lo había descomulgado [el obispo] e que todavía se la
tovo dura al obispo e lo fizo embarcar e lo llevaron a CastilIa a vendern
l b , p. 93.
101 Ib, p 83 La noticia procede de la declaración hecha por Alonso de las
H ~ a si n precisar el tiempo en que ocurrió este suceso.
la N. del Alamo, El Mzlagro de fray Gtl, introduc. a Espinosa, Historra de
Nuestra Señora de Candelarra, Sevilla, 1594, reedit por E Serra-Ráfols, B Bonet
y N. Aiamo, Santa Cruz de Tenerife, 1952, ij XXXII
50 A N U A R I O DE E S T U D I O S 4 T L A N l I C O S
DIEGO DE MUROS 11 39
rece en los datos que sobre él consignamos como clérigo de espa-da
a la cintura y sotana arremangada, ni hacía nada distinto de
los otros obispos al presidir la inquisición en su diócesis. Ni si-quiera
debió de ser él el encargado de organizar las oficinas del
Santo Oficio, que ya funcionaba antes de su llegada a las islas '",
y que, como tribunal de distrito, no se organizó en Canarias hasta
después de su muerte lW. Esta es nuestra opinión, sin perjuicio de
que un sondeo en los documentos canarios del tribunal de la fe
- q u e no está en nuestras manos realizar por ahora- pueda
inducir una conclusión diferente.
Poco más dan de sí las fuentes impresas que pasaron por
nuestras manos para recomponer el cuadro de las actuaciones
concretas de Muros en su diócesis de Canarias; pero dispone-mos,
para adentrarnos en el estudio de su ideología pastoral, de
dos documentos de capital importancia: las constituciones sino-dales
de los años 1497 y 1506. Aquí sí que tiene razón N. Alamo
para calificarles como ala primera reforma seria de nuestra re-cién
nacida iglesia», atribuyendo a su autor la gloria de haber
celebrado en las islas el primer sínodo diocesano.
LAS CONSTITUCIONES SINODALES DEL 1497
Aunque no conociéramos de estas constituciones más que las
fechas, ya supondrían un dato importante en la vida de Muros,
cuyo episcopado enmarcan como un paréntesis. Situadas las pri-meras
en el mes de octubre de 1497 y las segundas en el de fe-brero
de 1506, nos garantizan la estancia del prelado en Canarias
al año de su elección y pocos meses antes de su fallecimiento,
ocurrido en el verano de este último año.
Si a esto añadimos la noticia de Viera y Clavijo, confirmada
parcialmente por A. Rumeu de Armas, de que también hizo visita
pastoral a la diócesis en 1498 'O5 y en 1503 lM es obvio afirmar que
103 Un documento inquisitorial de Canarias del afio 1493 fue dado a conocer
por don J Woelfel, La Curza romana y la corona de España , en ~Anthroposn,
35, 1930, 1061
Fue establecido por Cisneros después del 1509, J A Llorente, Hzstorza
crítrca de la Ingulszczón de España 11, Barcelona, 1835, 175
105 V ~ r ay Clav~jo,H tstorta de Ganarlas, p 499
1 % - A r, L K U L I I I ~ de fiiiiiaa, rrruraríus y aíüques riui~aies , iiji, 322.523, afirma su
visita a Tenerife una vez terminada la conquista de la isla
Núm 20 (1974) 51
40 JOSE L GONZÁLEZ NOVALIN
residió en las islas a lo largo de su pontificado, costumbre poco
seguida por los prelados de entonces, y menos por los riombra-dos
para las diócesis del Atlántico, que solían encontrar en Sevi-lla
una ciudad agradable para su permanencia y bien comunicada
para mantener el contacto con sus provisores lo'.
De estas dobles, o más exactamente complementarias, consti-tuciones,
publicadas por Chil y Naranjo 'O8 y reeditadas de nuevo
según una copia conservada en la parroquia de Telde 'Og, son las
de 1497 las que pretenden reglamentar la vida religiosa del obis-pado,
en tanto que las del 1506 contemplan problemas de carácter
administrativo en cuanto a jurisdicción y recogida de diezmos,
mas precisamente par eso, son éstas las que reflejan un colorido
a local. N
Los últimos años del siglo xv fueron fecundos en sínodos dio-cesanos,
de los cuales muy pocos están recogidos en las clásicas {-
colecciones de Aguilar y Tejada, sin que dejen por ello de cons- E
tituii un material bastante explorado para los profesionales de
la historia eclesiástica. Las del 1497 encajan tan perfectamente 1
dentro del género que no dan pie para suponer que la iglesia [
insular se encontrara en condiciones muy diferentes de las que B
se manifestaban en otros obispados de la Península. -
0
m
E
Es verdad que la labor misionera del tiempo tenía menos en
cuenta que hoy los valores indigenistas y que, implantada la igle-sia
en una región, asimilaba con rapidez el estilo homogéneo de -
la cristiandad medieval; pero parece imposible que una legisla- $
2 ción arbitrada para guanches recién convertidos, fuera más o me-nos
idéntica que la que se aplicaba a quienes dejaban atrás siglos f
de cristianismo El hecho obliga a pensar que se inspiraba en 2
fuentes importadas de la Península.
Conviene no perder de vista que la escuela episcopal de Diego
de Muros estaba en casa de los Mendoza y que tanto el gran car-
A---l A-- ll-A-.. f'---Al-- -A-- ".. -,.L..:...- A-- l-,:?....- U....+-A-ucual,
UUM ZGUIU uulualcL, ~ul l lu3 u J U U L L L ~ U uuu u ~ c g uIL UL Lauu
dieron constituciones a las iglesias por ellos regidas 'lo. Las de
v--
107 Según A de Espinosa, Hrstorza de Cadelarza, p 68, Diego de Muros ya
se encontraba en Canarias el 25 de junio de 1497
108 Estudros Hzstdrzcos de las Islas Canarras, 111, 449 y SS
1B E! M u o p ~C nnnrfo, 15, 1945, 112-131
110 Sobre las constituciones del Gran Cardenal ver P González de Mendoza,
52 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANI'ICOS
UIEGO DE MUROS 11 41
este último alcanzaron bastante celebridad, ya que el cardenal
Diego Deza las incorporó al sínodo provincial de Sevilla del año
1512 "' y el provisor de Fernando de Valdés, Gaspar Cervantes de
Gaete, las hizo reimprimir en el año de 1555 lI2. Un examen com-parativo
entre éstas y las primeras de Muros nos lleva a la con-clusión
evidente de que el obispo de Canarias se sirvió de ellas
e impuso a la letra algunas de sus prescripciones 113 Tales fueron,
---
Crdnrca del Gran Cardenal de España, Toledo, 1625, p 214-215, sobre las de
Diego Hurtado, ver nota siguiente
111 Las constituciones de Deza las publica J Saenz de Aguirre, Collectlo
Manima Conciliorum omnrum Hrspanrae, V, Roma, 1755, 361-381 Las de Diego
Hurtado de Mendoza, rb, 382-389 El texto bilingue de Deza y solamente los
títulos de las constituciones de Hurtado en J Tejada y Ramiro, Colecccdn de Cd-nones
y de todos los Concrlros de la ~glesza espalzola, V, Madrid, 1855, 68 y sigs
112 Aguirre, o c. V, 389
113 Los capítulos de las Constituciones de Muros, tal como pueden deducirse
de las publicadas en «El Museo Canarion, son las siguientes:
Constrtuciones del 1497. 1 -Contra la simonía en sepulturas y entierros 2-
Forma y precio para celebrar los treintenarios. 3.-Idem para los novenarios.
4.4ue estos sufragios no se apliquen en domingo en las iglesias donde sólo
hay un clérigo. 5.-La limpieza de corporales y ornamentos 6 . 4 u e se empleen
para la comunión y para la reserva hostias redondas y pequeñas. 7 . 4 u e se
abra en las iglesias un libro de bautizados 8-Que no haya en los bautismos
más de dos padrinos. 9-Que, vista la negligencia de los albaceas, los párrocos
saquen de los testamentos copia de las mandas piadosas. 10-Sobre el derecho
de asilo en los templos. ll.-Que se haga un padr6n de las personas que cum-plan
con pascua. 12.-Que no se lleve el viático ni se bautice durante la misa
mayor. 13.4ue haya en las iglesias una lista de los excomulgados y que la
lean cada domingo. 14.-Que se anuncie quienes son absueltos y quienes reinci-den
15 -Misas supersticiosas y celebradas con cierto número de candelas. 16.-
Sobre el entierro de los pobres. 17-Arancel de los sacristanes por los entie-rros.
17.46mo se debe hacer el entierro de los niños. 18.-Que se ponga en las
iglesias un pergamino con los rudimentos del catecismo y los pecados reser-vados.
19.-Que se publique carta de excomunión contra los pecados públicos
U).-Que haya en las iglesias un clérigo que enseñe a leer y escribir. 21.4obre
e! Aesrmso dominica!: 22-Sobre e! ati~endo y porte exterior 10- r!&@.^-
23.4ue los cléngos no lleven luto ni barba crecida. 24.4ue ningún cl6rigo de
orden sacro juegue en público ni en secreto. 25.-Que los clérigos arrojen de sí
a las concubinas en plazo de treinta días. 26.-Que los clérigos substitutos con
cura de almas sean examinados por el provisor. 27.-Que se atienda a la confe-sión
de los moribundos 28 -Que se guarde en el rezo de las horas la costumbre
de cada iglesia 29-Que los clérigos sean obligados a celebrar, por lo menos,
cuatro veces al año 30 -Sobre el lugar y cuidado para la reserva de la Eucaristía
por vía de ejemplo, las que legislaban sobre la limpieza de los
corporales, los libros de bautizados, el número de padrinos (si
bien ésta se hubiera acomodado a las peculiaridades canarias),
la administración del viático y del bautismo durante la misa ma-yor,
los excomulgados y los absueltos, las misas supersticiosas '14
31 -Que no se vendan ni empeñen los vasos sagrados 32 -Sobre los impedimen-tos
matrimoniales 33-Que no se celebren matrimonios secretos. 34.-Que pre-cedan
al matrimonio tres amonestaciones 35.-Penas para los bígamos. 36.-
Que no se celebren matrimonios en tiempo vedado 37-Sobre los diezmos de
la mesa episcopal y capitular 38 y 39.-Sobre el diezmo de personas particula-res
pertencientes al cabildo o a la familia del obispo 40- Sobre las cosas que
pagan diezmo 41.-Diezmo del azúcar de Gran Canaria 42-Diezmo del azúcar
de la Gomera. 43.-Plazos de arriendo para los diezmos 44-Sobre la publica-ci6n
de las Constituciones
Constrtuciones del 1506 1-2. Sobre el arriendo del azúcar. 3-5. Sobre la calidad
y garantías de los arrendadores. 6 Vicarios del obispo en las islas. 7 Lista de
las fiestas de guardar en la dibcesis de Canarias.
114 Compárese la constitución sobre las misas supersticiosas y se verá que
Diego de Muros se limita a traducir las prescripciones dictadas por el arzobispo
de Sevilla
Consttt. 15 de Dzego de Muros.
«Otrosí, por cuanto habernos enten-dido,
que algunas personas, así omes
como mugeres, con simpleza deman-dan
que les sean dichas unas misas
que dicen de Santo Amador e otras
que llaman del Conde y otras de Sant
Vicente con cinco candelas, e otras
con siete e otras con nueve, creyendo
que las tales misas no ternán efica-cia
para lo que desean si no se dije-sen
con tal numero, con otras su-persticiones
así en los colores de las
candelas como en estar juntas O fe-chas
cruz. e otras vanidades que el
enemigo procura interponer e sem-brar
en los buenos propósitos e obras
conosciendo que un poco de semejan-te
fermento de vandad corrompe toda
la masa de la buena obra; por ende
Nos, deseando evitar e erradicar las
semejantes supersticiones, defende-
Constit. 28 Hurtado de Mendoza.
dtem, quia audivimus iionnullas
personas, tam viros quam mulieres,
cum simplicitate petere sibi coelebra-ri
quasdam missas dictas Sancti
Amatoris et alias vulgo de2 Conde
atque alias Sancti Vincentii cum quin-que,
septem aut novem cereis, cre-dentes
quod tales missae non essent
efficaces ad finem suum nlsi coele-brentur
cum tali numero et aliis su-perstitionibus
tam in colore cereo-rum
quam in colocando illos conjunc-tos
ve1 in forma crucis ve1 aliis va-nitatibus
quas diabolus procurat im-mittere
sub specie boni propositi et
operis; propterea nos tollere ac radi-citus
evellere similes superstitiones
optantes, praecipimus sacerdotibus
sub poena excommumcationis et in
virtute sanctae obaedientiae ne ad-mittant
et exequantur simiies stui-
ANUARIO DE ES7 U D I O S A T L A N T I C O J
DIEGO DE MUROS 11 43
Pero nada tienen que ver con las constituciones de Diego Hur-tado
de Mendoza los capítulos referentes a pecados reservados
y públicos, y todos los subsiguientes, que constituyen aproxima-damente
la mitad de las sinodales de Muros. De entre ellas quisié-ramos
destacar las que conciernen a la enseñanza y a los matri-monios
entre parientes, que seguramente reflejan la situación
especial de las islas. Al decir de Zuaznavar Il5, la instrucción ele-mental
de los jóvenes se venía confiando, durante el tiempo de
la conquista, a los curas de las parroquias, que con frecuencia
la delegaban en sus sacristanes. Esta es la explicación de que Mu-ros
grave la conciencia de los responsables de las iglesias para
que «procuren con toda diligencia tener buenos y doctos sacris-tanes,
que sirvan las dichas iglesias e instruyan a los niños, como
dicho es, certificándoles que #?S culpas e negligencias de los sa-cristanes
requeriremos de ellos, etc.». No en vano había sido él
quien, años atrás, había procurado que los hijos de los nobles
recibieran la educación conveniente del humanista italiano Pedro
Mártir de Anglería '16
mos a los sacerdotes, so pena de ex-comunión
mayor e en virtud de san-ta
obidiencia, que no acepten ni cum-plan
las semejantes más locas que
devotas demandas, mas que digan
las misas como usan decir las otras
sin otra innovación alguna ni inven-ción;
e si quisieren decir las misas
con cierto número de candelas a ho-nor
y reverencia de los misterios que
nuestra santa madre iglesia honra
y tiene en veneración, así como tres
candelas a reverencia de la santa
Trinidad, o cinco a reverencia de las
cinco llagas, o siete a reverencia de
los siete dones del Espíritu Santo,
nueve a reverencia de los nueve me-ses,
no por esto estorben la devoción
de los fieles, cesando toda otra su-perstición
o vanidad.*
tas magis quam pias petitiones, sed
coelebrent missas prout coelebrare
solent alias absque aliqua innova-tione
seu inventione Et si voluennt
coelebrare missas cum quodam nu-mero
cereorum ad honorem et reve-rentiam
mysteriorum quae sancta
mater ecclesia colit et habet in vene-ratione,
videlicet. cum tribus cereis
ad honorem sanctissimae Trinitatis
ve1 quinque ad honorem quinque stig-matum
ve1 septem ad honorem sep-tem
donorum Spiritus Sancti ve1 no-vem
ad reverentiam novem mensium,
non propterea perturbent devotionem
fideliurn, ommbus aliis superstitioni-bus
praetermmissis »
11s Compendio de Htstorza de Canarias, Madrid, 1816, 76. Citado por A Milla-res
Torres, Ezografia cie Canarzos Céiebres, Las Paimas, i878, i5
116 Infra, nota 127 y ss
44 JOSÉ L. GONZALEZ NOVAL~N
El matrimonio era un sacramento cuya doctrina canónica aún
no había alcanzado la concreción que recibió en el Concilio de
Trento, estando, por tanto, expuesto a innumerables desviacio-nes
y abusos. En cristiandades jóvenes, como la de Canarias, se
veía abocado además a las reminiscencias de la cultura aborigen,
que podía formar con las prácticas de la iglesia una curiosa amal-gama.
Como doctor en derecho, Diego de Muros le dedicó en
sus sinodales una atención solamente comparable a la otorgada
a los funerales, cuya importancia es fácilmente comprensible por
el transfondo animista de aquella cultura "7.
Así, constata y reprueba la existencia de muchos matrimonios
entre parientes o de clérigos ordenados in sacvis, e impone la
a pena de excomunión, además de la privación de los frutos bene- :.
ficiales de un año, a los sacerdotegque asistieren a tales enlaces;
mas para los contrayentes no establece ningún castigo. Se con- {-
denan también los matrimonios secretos, tan en boga en aque- E
llos años. Es, sin embargo, mínima la pena impuesta a los bíga-mos,
que consistía solamente en la multa de un marco de plata. 1
Las multas pecuniarias, juntamente con la atención dedicada a la
recogida de diezmos. son otra de las características de las sino- i
dales de Muros. -
0
m
E Sea lo que fuere de su adecuación al medio pastoral de Cana-rias,
al que, en unas pocas ocasiones, se alude directamente, hay E
que tomar en consideración la resonancia que estas constitucio- -
nes tuvieron en las promulgadas por los sucesores de Muros $
F. Vázquez de Arce 118 y C. de la Cámara y Murga llg. Ambos ape-n
117 Darias Padrón, Hutorza de la Religtdn en Cananas, 1957. 3
118 De estas constituciones tenemos a la vista la copia manuscrita sacada
por A Millares en 1880, en xerocopia que debemos a Ia amabilidad de don
Francisco Caballero Mújica. El título, puesto por el señor Millares, dice: Cons-titucrones
Sznodales del Obrspado de Canarias por el señor Obispo don Fernan-
4, Ydzyüei de Arce en !m aAm dr 15N y 1515. Rrf.,r:Cnclase a !as U:: ?has,
el ilustre autor escribe en una advertencia previa: nDesconocidas fueron al
señor Viera las primeras constituciones sinodales de este obispado, redactadas
por el obispo don Diego de Muros y que llevan la fecha de 1497, habiendo sido
juradas solemnemente por éste y su cabildo a 29 de octubre del mismo año
En 26 de febrero de 1506 se le añadieron algunos artículos con las mismas for-malidades
Fue descubierto el manuscrito de estas curiosas constituciones por
el frscal don José A. Zuaznavar y se custodiaba en la parroquia de ñelde, de
56 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N l ICOS
DIEGO DE MUROS 11 45
lan a muchos de sus capítulos para ratificarlos, ampliarlos y algu-na
vez corregirlos. Esto ocurría a pesar de que Vázquez de Arce
había asistido al sínodo sevillano, convocado por Deza, al que se
quería dar validez en toda la provincia eclesiástica. Que en esta
reunión metropolitana se tuvieran en cuenta las sinodales de
Muros es bastante probable, dado el intercambio que entonces
se hacía con el material de este género; pero no podríamos afir-mar
el influjo de un texto en el otro sin someterlos a un análisis
comparativo, que no juzgamos de este lugar. Las constituciones
de Deza aparecen más bien como originales y fruto inmediato de
una reflexión minuciosa sobre el estado religioso de la provincia.
Este breve instrumento, al que también se da el nombre de
«Constituciones» tiene evidentemente carácter complementario,
viniendo a llenar las lagunas del anterior en tres precisos aspec-tos:
el de las rentas o diezmos, el de la jurisdicción de los vica-rios
episcopales y en las fiestas de guardar para la diócesis de
Canarias.
Tanto los productos sometidos al dtezmo como los beneficia-rios
a quienes éste cedía, ya se enumeraban en las constituciones
del 1497. Aquéllos afectaban a los «ganados mayores o menores,
mansos e bravos, e colmenas selvajes e figueras salvajes ..., pan,
vino, queso, lana y menudos e orchillaa. Las adiciones del 1506
tenían por objeto establecer el tiempo del año en que debía tri-butar
cada especie y las condiciones en que habrían de actuar los
recaudadores; es decir, los licitantes que, en púbIica subasta, rea-lizada
por la iglesia, se comprometían a pagar el valor de los diez-mos
por una cantidad global que respondía al valor previsible
de las cosechas.
donde parece que ha desaparecido posteriormente. Otra copia muy incomple-ta,
pero de ietra magnifica del sigio xvr se encuentran en hojas sueltas en el
archivo secreto de la catedral de Las Palmas~. El hecho de que recientemente se
hayan publicado en «El Museo Canario» «como se hallan en un testimonio que,
autorizado por Fernán Gutiérrez, escribano que fue de Telde hasta el año de
1548, se conserva de letra clara y hermosa en el archivo de la iglesia parroquia1
de dicho pueblo*, indica que no se ha perdido (A c , p 113)
119 C:??&u?es de Calzor:~~M, aUr:d, 1634
-- Núm 20 (1974) 57
Siendo todos estos productos de gran provecho, debía de te-ner
particular importancia la cera de abeja, hasta tal punto esca-sa
en las islas que se contó entre los principales milagros de
Nuestra Señora de Candelaria la reiterada-aparición de glrandes
cantidades de ella en las playas de la Gomera y de Tenenife. De
uno de estos hallazgos levantó acta el notario Fernando Aharez,
clérigo de Jaén y canónigo de Canarias, haciendo constar en la
misma que se había dado «cierta cantidad al muy reverendo en
Cristo Padre y Señor don Diego de Muros, obispo destas dichas
islas y obispado de Canarias, que aquí vino a visitar esta dicha
isla [Tenerife] y iglesia della, el cual envió de la dicha cera a San-ta
María de Guadalupe y a otras iglesias del dicho su obispado
para que la tuviesen en reliquias,, lB a
Contribuía también con el diezmo la caña de azúcar, que se
distribuía de distinta manera según las islas: De lo recaudado
en Gran Canaria se llevaba la mitad el obispo, y la otra mitad
debería distribuirse entre los curas de las parroquias para que
con ello pagasen a los sacristanes encargados de la enseñanza. i
Los iotes que por cualquier causa quedaban libres se aplicarían
a la fábrica de la catedral. 3
Cuanto hemos dicho hasta aquí nos sitúa ante una parstoral
O que poco tiene que ver con la de nuestra época. Pero hay en las
adiciones del 1506 un capítulo el cual evoca una figura, en parte
creada y en parte restablecida, por el Concilio Vaticano 11: la
de los vicarios episcopales, que por esta razón merece un comen- %
tario más amplio a
2
Estos eran, a juzgar por los textos, representantes del obispo
en las islas y defensores de sus intereses. Su competencia no
abarcaba, por tanto, todas las áreas de la actividad eclesiiistica,
sino que se limitaba a «dar cartas de excomunión sobre cosas
furtadas o deudas decimales, o defensión de clérigos e inmuni-
.-
la Espinosa, Del Urtgen y Mrlagros de la Santa Imagen Úe N,uestra Señora
de Candelana, Sevilla, 1954, 59 Por qué razón Diego de Muros favoreció ai san-tuario
de Guadalupe con este envío es cosa que no tenemos comprobada. No
sabemos si el P. Atanasio Mpez poseía otros indicios, además de Cste, para
afirmar que Muros profesaba una cordialísima devoción al monasterio de Gua-daiupe.
En todo caso, allí fue a parar el original de la bula de su nombramien-
+A Cfr. süyrü, ~ o t a79
58 -- ANUARIO DE E S T U D I O S A T L A N f I C O S
DIWO DE MUROS 1I 4'7
dad eclesiástica, y sobre estas cosas oir [y] sentenciar». Aun en
este campo sus sentencias podían ser apeladas ante el obispo o su
provisor.
Pero, como es comprensible, de aquí tomaban pie los vica-rios
para ampliar sus funciones, haciéndose pasar por apodera-dos
del obispo en cualquier otro asunto. Y así, concedían y qui-taban
jurisdicción a los curas con notable mengua de las atri-buciones
por regla general reservadas al vicario general de la
diócesis.
Diego de Muros vio claramente que tales abusos minaban las
bases de su autoridad, y exponían a una demarcación, de suyo
ya fraccionada, al peligro de convertirse en numerosos reinos de
taifas. Por esta razón, redujo a sus justos límites las atribucio-nes
de los vicarios, denegándoles expresamente la jurisdicción en
causas matrimoniales y criminales y sometiéndolos a la autori-dad
de su provisor. Se les prohibió, además, bajo pena de diez
mil maravedises, entrometerse en aquellos asuntos en los que ya
hubiera comenzado a actuar la curia central del obispo.
Las donaciones hechas a la iglesia con cargas que a veces no
se cumplían, la novedad de los títulos de posesión, la ósmosis
entre la esfera civil y eclesiástica, y otros factores por el estilo,
hacían frecuentes, en aquel tiempo, las usurpaciones, los pilla-jes
y, sobre todo, la intromisión de los funcionarios reales en la
competencia de la iglesia. Los vicarios episcopales de las islas
Canarias eran los celadores de los derechos eclesiásticos en lo
jurisdiccional y económico; pero no tenían ninguna influencia
directa en el cuidado espiritual de las almas: eran juristas y plei-teadores,
diríamos nosotros; mas con un predominio neto de
esta última cualidad. A su antipático oficio debió no poco la li-bertad
de iglesia.
La lista de las fiestas, con que se cierran las adiciones del
1506, no ofrece a nuestro entender, algún interés especial. Era
frecuente que catálogos por el estilo se agregaran, tal como pres-cribía
Diego de Muros, a los catecismos rudimentarios que figu-raban
en las iglesias. Establecida una comparación entre este
santoral y el que se impuso en el sínodo hispalense del 1512, se
ubselIa e: de Caiiarias es TIi& profuso en
Núm 20 (1974) 59
48 JOSE L GONZÁLEZ NOVAL~N
algunas fiestas eliminadas por Deza. Tales son: la de S. Francis-co,
el 4 de octubre, la de Santa Catalina, el 25 de noviembre, la de
la Virgen de la O, el 18 de diciembre, las de San Esteban y la de
los Santos Inocentes, el 26 y 28 del mismo mes. Pero, en contra-partida,
no se solemnizaba en Canarias ni la fiesta de San Pedro
ni la de San Bartolomé
Cuanto llevamos expuesto constituye, más que un análisis mi-nucioso,
un índice de los problemas eclesiásticos que preocupa-ban
durante el pontificado de Muros. No dudamos que una Nnves-tigación
directa en las fuentes inéditas de las islas pueda añadir
otros rasgos al perfil pastoral de este obispo; pero creemos ha-ber
destacado los suficientes para concluir que el sello de su
actuación hay que buscarlo en aquella inquietud organizativa
que, respaldada por su residencia habitual en Canarias, consoli- :-
dó, sobre las bases del derecho vigente, una cristianización que
se había desarrollado hasta entonces de modo bastante informal.
d
LA MUERTE DE DIEGO DE MUROS. :
B
Las adiciones del 1506 son el último acto importante del pon-tificado
de Muros, que fallecía pocos meses después de haberlas -;
promulgado con su cabildo. Desgraciadamente no poseemos has- j
ta la fecha el dato exacto sobre su muerte, pues los dos que
aparecen más atendibles se presentan como contradictorios. S
El 20 de octubre de 1507 era nombrado su sucesor don Pedro z
de Ayala, «por muerte de don Diegow 12'. Como esta fecha consta
en documentos romanos, es claro que, desde el fallecimiento de d- Muros hasta ese día, había transcurrido el tiempo necesario para j
que los reyes de España hicieran la presentación del electo y la
curia romana realizara los trámites del nombramiento. Es, por
tanto, preciso retrotraerse en algunos meses.
Ahora bien, según un testimonio recogido por N, Alamo lZ,
Diege & Mcres ya h&iu fa!!eci& e! 26 & nct&r~d e]! ~nte-rior.
Ese día visitó la parroquia de Agüimes el arcediano de Tene-rife
que iba a proveer los cargos de alguacil, alcalde y escribano
de aquella villa que, por ser señorío episcopal, estaban vacantes
60 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANY ICOS
DIEGO DE MUROS 11 49
«por fin y muerte del muy reverendo señor don Diego de Muros
que en gloria está».
Sin embargo, J. Alvarez Delgado cree poder demostrar que
Muros vivía todavía el 29 de diciembre de 1506, basándose en al-gunos
acuerdos del cabildo de Tenerife en los cuales se habla del
«valle donde mora el obispo» y de la ((cumbre de la casa del
obispo» lU
Por nuestra parte creemos que la noticia de Alamo debe con-siderarse
como decisoria en esta cuestión, ya que las expresiones
recogidas por el Sr. Delgado pueden fácilmente interpretarse
como precisiones toponímicas, sin que interese el hecho de que
el obispo a quien pertenecen las casas viva todavía o haya muerto
recientemente. En una palabra, Muros falleció, en nuestra opi-nión,
en el verano de 1506, siendo por tanto preciso corregir el
dato de Eubel i24, que no se apoya en ningún testimonio concreto.
IV -DIEGO DE MUROS 11, UN CRONISTA DE GRANADA
Que Diego de Muros 11 tuviera algo que ver con las letras es
un problema del que nadie hasta ahora se había ocupado. El
P. Beltrán de Heredia insistió en su grado de doctor para dife-renciarlo
de Muros 111, que sólo aparecería como licenciado lZ6.
Nosotros mismos dejamos constatada la condición de doctor
del obispo de Canarias, según un documento de los Reyes Cató-licos
ln. Pero el dato ni es del todo individuante ni nos dice gran
cosa sobre su precedente carrera científica pues también a Mu-ros
111 se le llama «doctor en decretos» en una bula de Alejan-dro
VI por la que se le nombra notario apostólico la, retornando
de nuevo el título a la hora de su nombramiento como obispo de
Mondoñedo 12'
123 La Conquista de Tenerife , o c 57-59
124 Supone que Muros falleció en 1507
Cartulario 111, 371
126 Era, en realidad, maestro en artes y licenciado en teología, como consta
por varios documentos
127 Supra, sobre nota 65
128 Arch Vat , Reg Vat 877, 98
Eubei, Hzerarcñta
50 JOSE L GONZÁLEZ NOVAL~N
Prescindiendo de los títulos académicos que pudieran corres-ponder
a cada uno de estos personajes, nosotros hemos llamado
la atención, hace dos años, sobre la producción literaria de Diego
de Muros II m, atribuyéndole dos opúsculos universalmente adju-dicados
a Muros 111. Pero la significación de este hombre en las
letras latinas del siglo xv no se agota en la autoría de los dos
escritos citados; hay que completarla descubriendo 'Las relacio-nes
que mantuvo con los humanistas, sin descartar que pudieran
ser suyos algunos otros escritos. Tal es lo que nos proponemos
hacer en este capítulo.
El 13 de septiembre de 1486 llegaba a Roma con una emba-jada
de los Reyes Católicos el conde de Tendilla, don Iñigo López
de Mendoza, hermano del cardenal de España Purpurados y
nobles salieron a recibirlo a una finca papal, a pocos kilómetros
de la urbe. Allí, en el lugar designado hoy todavía con el nombre
de La Magliana, se levantaron, después de un banquete, las copas
de bienvenida ". E1 conde, que habia saIido de España con la
aureola de dominar bien el latín tuvo que pasar por la humi-llación
de que dos protonotarios apostólicos, uno español y otro
italiano, le sirvieran de intérpretes en los brindis
Este episodio, unido al interés por las letras que, como hijo
del marqués de Santillana, había heredado Tendilla, le indujo a
buscar entre los humanistas de Italia un buen preceptor de latín
1% Supra, nota 10
131 Su misión era presentar al Papa Inocencio VIII, recientemente elegido
la obediencia de los Reyes y procurar la paz entre el Rey de Nápoles, aliado
y pariente de Fernando el Católico, y los nobles de Milán, apoyados por el
Papa. H. del Pulgar, Crdnzca de los Reyes CatóZicos, capítulo 182 Ed. Carriazo,
206 y SS.
132 Burckard, Ltber notarum ab anno 1483 usque a6 annum i5&, eci i"v:iir¿iiüii,
Rerum Italicarum scnptores, 32, 559
133 F. del Pulgar, o. c , 207: «Allende de ser caballero esforzado, era bien
mostrado en las letras latinas>
134 «Et quia comes nesciebat expedite loqui latinum, protonotarii irespon-derunt
alternatis vicibus recipientibus eum.» (Burckard, 1. c.) Los intérpretes
SUeron Antonio Gera!d:m y Jrun de Xed:x, qce h e despi'dr nhbp de Astorga
62 A N U A R I O DE E S T U D I O S A ' T L A N T I C O S
DlEGO DE MUROS 11 51
para la nobleza española, que hasta entonces sólo se había pre-ocupado
de hacer la guerra.
Vivía entonces en Roma un milanés, favorecido por altos per-sonajes
de aquella corte, que frecuentaba, con buena acogida, los
grupos más destacados del humanismo. Con Bartolomé Escan-diano,
el obispo de Vitervo, había cultivado la métrica y con Pom-ponio
Leto había cooperado en la restauración de la Academia
Romana, disuelta por Paulo 11. Se llamaba, como habrá adivi-nado
el lector, Pedro Mártir de Anglería '".
Tendilla, que debió tener conocimiento de él por medio de
algún español residente en Roma, quizá el protonotario Juan
de Marquina o el obispo de Pamplona Alonso Carrillo, le conside-ró
la persona apropiada para realizar sus proyectos. Hoy es im-posible
saber si Pedro Mártir fue movido por el desprecio hacia
Roma, que en diez años le había proporcionado pocos honores,
o si, efectivamente, le atraía, como no se cansaba de repetir, la
tranquilidad interior conseguida en España por los Reyes Católi-cos;
pero lo cierto es que el 29 de agosto de 1487 salía de Roma
«a las órdenes y bajo la protección de Iñigo López de Mendozan
camino de Castilla 136. El 13 de noviembre lo recibían los Reyes
y, lentamente, apoyado por sus dotes humanas y el género epis-tolar
que dominaba con verdadera maestría, fue tomando con-tacto
con importantes personajes del reino. Pero era el nombre
de Tendilla el que habría de franquearle todas las puertas, co-menzando
por las del gran cardenal, su hermano, que tenía bajo
su patronazgo instituciones como el colegio de Santa Cruz y San
Antonio de Portaceli.
Pero Mendoza tomaba las cosas con principesca serenidad.
Ningún contacto personal buscó por entonces con el humanista
italiano; se limitó simplemente a hacerle llegar, a través de su
secretario, Diego de Muros, la oferta de su protección y ayuda 13'.
Muros, por su parte le invitó a un almuerzo en su compañía.
1% Sobre este personaje, cfr. J H Mariéjol, Un lettrk italzen a la court
dlEspagne, Pierre Martyr d'dnghera, Paris 1887, 1 y SS.
136 P. Mártir de Anglería, Epistolario, est y trad por J López de Toro,
1, Madrid 1953, ep. 1
137 «Diego de Muros, varón docto y prudente, tu secretario particular, ofre-r
: h r eli tu mmkre, eh pnmude de !as EspuEzs, tU a;u!a y pr~tacibn ei;
La invitación fue aceptada, mas no sin gran suspicacia. Temía
Mártir que el banquete no fuera más que un pretexto para some-terle
a un examen del que no iba a salir bien parada su reputación
de humanista IB. Quizá era esta especie de amor propio o una
valoración efectivamente superior de los eruditos de España lo
que le estaba moviendo a preferir la guerra a la letras, profesión
para la cual, a pesar de sus veintinueve años, esiaba tal mal
dotado 139.
Este encuentro, que, si llegó a realizarse, tuvo lugai- no en
Salamanca, como indica López Toro sino en las proximidades
de Lorca, donde se había establecido la corte para preparar el
ataque a Granada l4I, apenas si volvió a reanudarse hasta el 1492,
en que reaparece la correspondencia de Mártir a Muros b12.
Aquel año, concluida la guerra, Pedro Mártir se convenció de
que el ejército no era su vocación y, para tener un puesto en la
ciudad conquistada, se ordenó de sacerdote y aceptó el priorato
de la catedral granadina de manos del arzobispo fray Hernando
este mundo tan diferente del de Italian (Eputolario, ep 24. Pedro Mártir a Men-doza,
el 23 de mayo de 1488)
1% «Me invitas, oh Muros, a comer mañana en tu casa ¿qué quieres obte-ner
de un peregrino que llegó poco ha a una nación extranjera y no muy par-tidaria
del nombre italiano7 Eres, Muros, astuto y escurridizo Di la verdad,
¿para qué me quieres?. Escuchad que ya lo dice: dicen muchos, entre ellos
mi señor, que/este italiano/cultiva las musas; pongamos a prueba su valer
y ahondando por fuera y por dentro, como buenos catadores, sabremos la ver-dad
al día siguiente pensaremos de este hombre de manera distinta que el
vulgo n (Zb., ep. 25)
139 Así se lo comunicaba el 30 de marzo al arzobispo de Braga: uTengo in-tención,
mientras los años me lo consientan, de empeñar las armas en tan
justa y piadosa guerra* (ep lo), y al obispo de Avila, el 9 de mayo: «Bullan,
pues, ilustre prelado y brillen por tierras de Granada mis veintinueve años,
muy adecuados para la guerran (ep 17).
140 Así se deduce del lugar donde supone fechada la carta. (Zndrcs, p. 447)
i4i «-La reina se ha quedado en ias fronteras enemigas de iviurcia Como ei
rey no estaba dispuesto a acampar en ningún sitio, al quedar toda la corte
con la reina, yo también me quedé para no fatigarme en vano.. (Ep. 30). So-bre
esta campaña, ver znfra, nota 185.
142 Así parece deducirse de una frase de Mártir en el referido aiio: asólo
por la fama me siento obligado a tener el más alto y honroso concepto de ti*
(w? be te hmcrifxe sentiam se!% me ceg~t ~ppininm) (Ep. 96).
66 A N U A R I O DE ESTUDIOS A T L A N f I C O S
DIEGO DE MUROS 11 63
de Talavera. A lo que parece, ambicionaba un cargo de más in-fluencia
en la corte, pero nadie le ofrecía otra cosa sino aquello
para lo que lo había traído Tendilla: la enseñanza del latín a los
hijos de los nobles. Pedro Mártir se dio cuenta de que ya no
podía jugar con la suerte, y se decidió, por fin, a salir de Grana-da
para establecer su escuela en Valladolid '". En esta decisión
intervino eficazmente Mendoza, a través de su secretario, Diego
de Muros. En una carta del 30 de marzo de 1492, Pedro Mártir
atribuía a las recomendaciones de éste que el cardenal siguiera
acordándose de él y prometía guardarle agradecimiento eterno 14.
En otra del 5 de abril iba recorriendo, con el forzado entusiasmo
del maestro que quiere reconciliarse con su penoso destino, los
argumentos que Muros le había propuesto para determinarlo
a abrir su academia: el príncipe de España, por voluntad de sus
padres, se está dedicando al estudio. Su ejemplo lo van a seguir
los nobles y se borrará la opinión de que estén reñidas la espada
y la pluma. Es preciso enseñar en qué consiste la gloria y qué
coraza da más esplendor a la vida las.
Esta carta, unida a otra de farragoso estilo y oscura motiva-ción,
en la que Mártir ironiza, dirigiéndose a Muros, sobre el
concepto que tiene el soldado español acerca del placer y lo
bueno, nos revela al secretario de Mendoza como hombre al que
se atribuye una acertada concepción de la vida y cuyo juicio es
capaz de ejercer en los otros una notable influencia. Si a esto
añadimos expresiones tales como las de «mucho más docto que
yo», «buen catador de personas» (ep. 25)) «uno de los sabios de
España» (ep. 4.5)) «experto en jurisprudencia, grangeador de vo-luntades
ajenas» (ep. 96), «amparo de los buenos» (ep. 103)) etc.,
aún quitándoles la carga que puedan tener de lisonja, nos queda-mos
con rasgos suficientes para dotar a Diego de Muros 11 de un
bello perfil moral.
Pero hasta ahora hemos supuesto que a él y no a otro estaban
en realidad dirigidas las cartas de Pedro Mártir ¿no cabe pensar
que el destinatario de ellas hubiera sido Diego de Muros 111, co-
Núm 20 (1974)
mo sin excepción se ha dicho hasta ahora y como hace suponer el
títdo «decano compostelano» que figura en el encabezamiento de
las cartas 45, 96 y 103, es decir: que se aplica al destinatario des-de
el 13 de septiembre de 1488?
Una vez más hemos de formular nuestra opinión de que el
Diego de Muros, secretario influyente del cardenal Mendoza 146,
presente en Murcia en la primavera de 14 8,'418 doctor en dere-cho
tenía que ser el que hemos calificado como Muros 11; por
otra parte, mal podía ser famoso en España, conocedor de la
corte, anfitrión de un huésped distinguido, dueño o administra-dor
de una fortuna el Diego de Muros 111 que entonces c~oncluía
sus estudios en el colegio de Santa Cruz de Valladolid y comen-zaba
a abrirse camino en Sigüenza, en una cátedra de teología '". 2
En cuanto al título «decano compostelano», que aparece en las
cartas de Mártir, se puede afirmar que no procede de los origi- 5
nales, sino de los primeros editores de sus epístolas que iricurrie- g
ron en la habitual confusión entre los dos personajes '". Más
arriba hemos demostrado '" con un documento fehaciente que
E Diego de Muros 111 no era deán de Santiago en 1488 ni en 1492.
Busquemos ahora en los escritos de Muros no sdlo la justifi- $
cación de las expresiones de Mártir, sino nuevas e importantes
huellas para su biografía. E
146 Supra, sobre nota 36
147 Supra, sobre nota 40
148 Supra, notas 125 y SS
149 Supra, nota 56
13 No es éste el único error en el epistolario de Pedro Mártir Frente a la
postura de Ranke que qu~so ver en él indicios de una manipulación intencio-nada,
Mpez Toro afirma que mi la presentación, ordenación, distribución, epí-grafes
y datas de las epfstdas pertenecen al cuerpo de ellas; ni el desorden,
trastueque de noticias, imprecisiones y hasta errores de todo genero prueban
interpolaciones, intención previa, ideas preestablecidas o planes de obra de
conjunto Este epistolano no es ni más ni menos que otro cudquiera de los
incontables que hoy ven la luz pública sin que estén ordenados y revisados por
su autora (J. Mpez Toro en el uEstudio» previo al Epistolario de P Mártir,
1 p. IX).
*c. Supra, rioia 57
66 A N U A R I O DE E S T U D I O S 4 T L A N l I C O S
Pnmera página del Breve Ep%thoma, según el ejemplar de
la Biblioteca Vallicelliana de Roma.
Según dejamos dicho, al comienzo de este artículo, como mo-tivación
y planteamiento del mismo 15*, entre la producción lite-raria
del siglo xv, hay que contar tres opúsculos en latín que,
publicados bajo el nombre de Diego de Muros, constituyen hoy
otras tantas rarezas bibliográficas. Permítasenos repartir ahora
sus títulos, ya que nos proponemos abordar de frente el proble-ma
del autor, que presentan los dos primeros.
Abre la serie una crónica breve de la conquista de Mála~gaq, ue
abarca, en razón de tiempo, las campañas llevadas a cabo en el
verano de 1487 por el ejército de los Reyes Católicos. El escrito,
dirigido a un cardenal francés, Jéan Balue, que era obispo simul-táneamente
de Albano y de Angers, pero que por aquellas fechas
residía en la curia romana, apareció con el título y dedicatoria
siguientes :
Breve epzthoma revum apud Malacam gestarum anno
M.CCCC.LXXX.eVdIiIt,u m per D. Murum, reverendissimi
D. cardinalis hispaniae secretarium, ad reverendissimum
principem et amplissimum D. D. 30. Episcopum Pllbanan-sem,
cardinalem Andegavensern, ex castris missunz.
Este opúsculo es el más conocido de todos ellos, debido segu-ramente
a su mayor difusión '".
1% Supra, notas 10 y 11 Ver texto correspondiente
153 A pesar de la afirmaci6n de A Palau, que dice no ser conocido más que
un ejemplar de esta obrita. el adquirido por la ~Hispanic Society of America»,
en 1911, al precio de 3.000 marcos (Manual del Librero Hzspano-Americano, X,
368), hemos podido constatar la existencia de otros en las bibliotecas siguien-tes:
Italza: Bibliotecas Vallicellina y Casanatense, de Roma. Parece que la Bi-k
l i ~ t r c oV oti-r t ~ z h ~ bpnns ey5 en SE d ! ~ce ndes ejemp!mis de estm dos
opúsculos (G B. Audifredi, Cathalogus historzco-cntzcus romancirum edttronum,
Roma, 1783, 450-451) Hoy no figuran en sus ficheros. Bibliotecas Comunales de
Ferrara y Tneste. Bdlgica. Biblioteca Real. Londres British Museum París
Biblioteca Nacional En la biblioteca de los PP. Capuchinos de Mallorca encon-tr6
un ejemplar Villanueva, que en su Viaje Literario , 22, 22l y s., le califica
de esta manera: estas dos obntas [se refiere tambikn al segundo escrlto de
Muros -nota siguiente], aunque impresas, son de las que deben reputarse por
68 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N I I C O S
DIEGO DE MUROS 11 57
El segundo no quiere ser otra cosa que una continuación del
primero para informar al mismo destinatario de las correrías y
expediciones que el rey don Fernando hizo en el verano de 1488
con el fin de estudiar la estrategia de los ataques siguientes. Por
haber sido compuesto con más rapidez el autor lo incluyo, con
cierta modestia, en el género epistolar:
Ad reverendzsszmum D. cardrnalem Andegavensem, Di-daci
Muros, R. D. cardinalis Hispaniae secretarii, de victo-ria
serenissimi regis Hispaniarum contra Mauros Grana-tenses
anno L.XXX.VIII felicite^ parta, epistola zncipit
Publicado por el mismo tipógrafo que el anterior, se encuen-tra
generalmente encuadernado con él como si formara una
unidad '".
----
manuscritas, porque su misma pequeiiez las ha hecho raras y así irán copiadas
para nuestras colecciones~. De tal copia no tenemos noticia, ni tampoco sabe-mos
si se conserva el ejemplar visto por Villanueva Otro que poseía don Fran-cisco
Chrdenas fue transcrito y publicado por Guillén Robles en su obra Mdlaga
Musulmana, juntamente con una versión al castellano. Según referencias que
nos proporcionan algunos eruditos de Málaga, hoy no se conoce el paradero
de este e~emplar B Montfaucon, conoció otro ejemplar en la Biblioteca Cesárea
de Viena (Bzbliotheca Bzblrothecarum 1, París, 1739, 573) y de él tomó nota
Nicolás Antonio en su Bzblzotheca Hzspana Vetus, 11, Madrid, 1738, 324; pero el
título que le asignan estos dos bibliófilos no coincide con el que llevan los
ejemplares por nosotros examinados ni siquiera coinciden entre si: Montfaucon
lo consigna como: Didaci Maurl brevzs epithome rerum ad Malacam rn Hispa-nia
gestarum, a. 1487 y Nicolás Antonio como: Brevzs Epzthome rerum ad Mala-cam
in Hispania gestarum 1487 Nosotros estamos convencidos de que las dife-rencias,
exclusivamente formales, se deben a citas memoristicas o aproximati-vas,
pues no creemos que haya habido ediciones diferentes del opúsculo Las
de Roma y Londres, que hemos examinado detenidamente son del mismo edi-tor
y de la misma tirada Era éste, a juzgar por la letra (humanfstica y redon-dita)
y formato, el romano Eucharius Silver. La noticia de Haebler (número
457) de üna edici6ii :iec:ia en Záragüza por k a n HUius iiü :a sii¿üiiiiiiiiiüs con-firmada
1% No la citan expresamente los catálogos de la Biblioteca Nacional de Pa-rís,
de la Hispanic Society ni de la Comunal de Ferrara. Nosotros la hemos
visto en Roma y Londres junto con la anterior Montfaucon y NicolAs Antonio
la citan así: Didaci Maurt historica narratto de vzctorza serennissimi regis His-panzarum
Ferdinandi Catholici contra Mauros Granaten~eq a 14XR
Primera página del De victoria contra Mauros Granatenses,
según el ejemplar de la Biblioteca Vallicelliana de Roma
ANUARIO DE ESTUDIOS .41'LANTICOS
DIEGO DE MUROS 11 59
El tercero es un panegírico u oración fúnebre que uno de los
Diego de Muros dirigió al Papa y al colegio cardenalicio, a la
muerte del príncipe don Juan, el malogrado heredero de todos
los reinos hispanos. Se intitula:
Didaci de Muros, Decani Compostelfani, ad Summum Pon-tificem
et sacrum senatum panagiris de obitu illustrissimi
domini Johannis, Hispaniae principis.
El discurso, que está fechado en Valladolid el 20 de noviem-bre
de 1497, en una pieza bibliográfica más rara aún que las ante-riores
=.
Estas tres obras pertenecen, por su contenido, a un género
literario del que aún se conservan algunas muestras y, por la
forma, a aquella corriente del humanismo español que se nutría
de los clásicos latinos en el vocabulario y los giros no menos que
en las constantes historiológicas y apreciaciones biográficas m.
En este aspecto las obras de Diego de Muros entran de lleno en
la historia de nuestra literatura renacentista. Pero no es este
nuestro objetivo. Nosotros nos limitamos a un punto previo,
preciso y concreto; a la identidad de este (o estos) Diego de
Muros; o, lo que es lo mismo, al problema, no tocado hasta
ahora, del verdadero autor de los referidos escritos.
El Panagiris de obztu iflustrissimi domini Johannis, último
de la serie, se debe sin duda alguna a Diego de Muros 111, pues
el autor se adjudica el título de adecanus CompostelIanus» en
una fecha en la que poseía tal dignidad. Pero el autor de las dos
primeras