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MENENDEZ PELAYO ,Y CANARIAS POR SEiBASTIAN DE LA NUEZ aABMAER0. Profesar de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Laguna. A principios del pasado año, como una modesta aportación al universal. homenaje a don Marcelino Menéndez Pelayo en el primer centenario de su nacimiento, el suplemento de una revista local de Gran Canaria l publicó unas pocas pero interesantes cartas cruza-das entre el historiador canario don Agustin Millares Torres y el gran polígrafo santanderino, a las que el recopilador y depositario de los originales-un bisnieto del historiador, Agustin Millares ~alls-&adió otras de don Benito Pérez Galdós, que, como dice el recopilador, no son sino "parte de la correspondencia". Quizá no sea muy aventurado arriesgar la hipótesis de que la curiosidad por las cosas, los temas y los autores canarios comen-zara para don Marcelino a partir de su entrañable amistad con Galdós, con el que siempre estuvo en buenas relaciones a pesar 1 Vid. Suplemento de la Rev. "Telde", núm. 1, enero-febrero, 1956. Reco-gidas luego en la "Revista de Historia", de la Univ. de La Laguna, núms. 113-14. 2 SEBASTIAK DE L4 NUEZ CABALLERO de sus divergencias de opiniones, como puede observarse en los epistolarios de aquél y de éste con terceras personas ?. Esa amis-tad fué iniciada desde su juventud, como el mismo Menéndez Pe-layo dice en el Discurso de contestación a Galdós en la recepción de éste en la Real Academia de la Lengua. De esta declaración se desprende que data del año 1874, o sea poco después de la apari-ción del novelista canario en el mundo de las letras, que lo hizo en 1870 con su obra La Fontana de Oro. En las cartas recientemente publicadas se ve que hacia 1883 Menéndez Pelayo se puso en contacto con Millares Torres, a quien !e dice, entre otras cosas, que "un amigo mío, bibliófilo valencial no, me regaló, tiempo hace, una obra de usted sobre los varones iliintrm de Canarias y encontré en ella datos muy curiosos" ;. - - -- - - - - Lo que prueba indudablemente que los temas canarios fueron co- O nocidos desde antiguo por nuestro polígrafo, y, como en seguida veremos, Pérez Galdós le ayuda en esa investigación y fomenta su conocimiento de Canarias, lo que para nosotros es una revela-ción interesante, ya que estamos acostumbradüs a ver a1 grm m-velista desentendido de todo contacto con su primitiva tierra. k una de esas cartas vemos a Galdós preocupado porque su amigo don Marcelino complete su colección de obras canarias, para lo que se dirige, con fecha 15 de febrero de 1889, a su otro amigo don Agustín Millares en estos términos : "Mi amigo el señor Menéndez Pelayo, poseedor de una ma,aní-fica biblioteca, tiene todas las obras históricas referentes a Ca-mrias menos la Hktoria de la Gran Canaria, escrita y publicada p r usted. Yo me he permitido ofrecerle que se la proporcionaría, y con tal motivo me dirijo a usted seguro de que no vacilará en ofrecer un ejemplar de su obra a aquel eminente escritor: crítico y erudito.. ." Y entonces el historiador canario no sólo le envía su obra so- 2 Epistolcwio de Marcelano y Ewiqzie MenéwZez Pelago. Ed. C. S. 1. C. Santander, 1954. 3 Vid. Biograjia de canarios célebres, 2." ed. Las Palmas, 1879. 454 AXUARIO DE ESTUDIOS ATLAE~T~CGS MEPYÉNL~PZE LAYO T CASARIAS 3 'bre Gran Canaria, sino otros libros más que había pu'blicado, como se deduce de las cartas enviadas a Galdós y a Menéndez Pelayo. A este último le dice en carta fechada en 10 de marzo de 1889: "Por carta que tuve el gusto de recibir de nuestro común ami-go don Benito Pérez Galdós, me enteré que usted deseaba poseer un ejemplar de mi Historia de Gran Canaria. Como sé el objeto a que usted la destina, me he tomado la libertad de acompañar a ese ejemplar y ofrecer a usted otro de mi Historia de Za Inquisición en estas islas y el primer tomo, único publicado, de mi Hbtoria General de este Archipiélago, que comprende todos los sucesos antes de su conquista, con un estudio bibliográfico completo de nuestras fuentes históricas, que espero le sea a usted de alguna up;!i,d." Don Marcelino le contesta en abril del mismo año dándole las gracias en una interesante carta que reproducimos en la lámina, pero que transcribimos aquí para su mejor lectura: "Sr. D. Agustín Millares. / Madrid, 22 de abril de 1889. / Xuy señor mío y de todo mi aprecio : Por conducto de nuestro ami-go don Benito Pérez Galdós he tenido la honra y la satisfacción de recibir los ejemplares que usted ha tenido la bondad de enviar-me de su Historia de la Gran Canaria, de su Historia de Za Znqui-sicZón en esas Islas y del primer tomo de la Historia General del Archipiélago. Todas estas obras, testimonio de la infatigable y bien encaminada diligencia de usted, contienen datos históricos que pueden serme muy útiles. / Puesto que usted posee tantos y tan curiosos documentos adquiridos después de la publicación de sus obras, debe usted aprovechar ia primera ocasion que se pre-sente para darlos a conocer ya en una segunda edición, ya en mo-nografía~ aisladas, que quizá fuera lo más conveniente. / Tengo firme propósito de escribir la Historia de Za Literatura Española, si Dios me da vida y salud para ello. Todos mis trabajos hasta aho-ra no han sido más que preparativos para esta empresa. Cuando me arroje a ella, no dejaré de contar con la valiosa ayuda de us-ted en lo tocante a noticias de escritores canarios. / Dando a usted 4 . - SEBASTIAN DE LA NUEZ CABALLERO de nuevo las gracias, se repite suyo affmo. s. s. q. s. m. b./ M. Me-vtendex y Pelayo." Después hay una larga etapa vacía en las relaciones entre am-bos eruditos; sólo aparece una carta de don Marcelino en 1892 --cuatro años antes de la muerte de nuestro historiador-en la que contesta a cierta consulta hecha por don Agustin sobre la cró-nica de' Ben-Alcutía. Pero Menéndez Pelayo nunca olvidó a las Canarias y menos a su historia, como probaremos en seguida. Tampoco olvidaba a sus amigos canarios que figuraban, al igual. que él mismo, a la cabeza de los hombres ilustres de la España. contemporánea, como se deduce de cierta carta cruzada con su hermano Enrique el día 1 de marzo de 1908, donde con motivo de una recomendación de éste para don Fernando León y Castillo, embajador en París por aquel tiempo, le contesta: ". . . no t e n g ~ nin,gún inconveniente en transmitir al señor León y Castillo la recomendación de nuestro amigo Paulino, pero como mis relacio-nes con nuestro embajador en París han sido muy superficiales, emo que la verdadera influencia para él ha de ser Galdós, paisam y amigo suyo desde la infancia" 4. Vemos, pues, a don Marcelino relacionado directa o indirecta-mente con los canarios 'o con los temas canarios, y siempre a Gal-dÓs en el vértice de esas relaciones hacia la ladera de la erudición y los conocimientos o hacia el lado puramente social y humano. He aquí cómo el gran novelista sirvió para que el máximo inves-tigador de nuestro tiempo tuviera en la amplia planicie de su eru-dición una parte para Canarias; lo que prueba, una vez más, sir universal curiosidad y su portentosa asimilación de conocimien-tos histórico-literarios. Vamos ahora a exponer en una breve sin-tesis- de una manera ordenada-los contactos que tuvo el gran polígrafo con los temas y los autores canarios a lo largo de su vasta obra, de donde hemos ido espigando sus más interesantes. y certeros juicios, para relacionarlos con otras opiniones de la crí-tica moderna. 4 Vid. op. cit., nota 2, pág. 148 y sigs. 456 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTrCOS D~VÉNDEZP ELAYO Y CANARIAS . . . . , A) . TEMAS CANARIOS. l.-La historia primitiva. ;La primera obra, en orden cronológico, que nos ofrece un es-tudio serio sobre los temas canarios es la Historia de bs 7ceter-o-doxos españoles, pero no en su primera edición de 1880-82, fecha en que aún no se había puesto en contacto con don Agustín Mi-llares, como hemos visto más arriba, sino mucho más tarde, en la segunda edición de 1910; donde aparece en extenso y documen-tado epílogo o apartado, que es en realidad el prólogo de aquella fimosa Historia. Pero a las fuentes de este trabajo hay que aña-dir un curioso discurso (que debió haber oído o leído don Marce-lino) de recepción en la Academia de la Historia, de donde también era miembro, por don Rafael Torres Campos sobre el Carácter de la conqwista y cobnixación de las Islas Canarias, que daba abun-dante bibliografia, especialmente de su historia, y donde, basán-dose en los datos antropológicos de Berthelot y Verneau, sostiene la permanencia de la raza aborigen en Canarias Este interesante capitulo de la segunda edición de los Hetero-d o x o~tr ata, sobre todo, de la vida religiosa, costumbres y ritos de los primitivos habitantes de las diferentes regiones del territorio español, trabajo que, como dice el mismo autor en una nota, "es enteramente nuevo". EZn él dedica a Canarias uno de los más orde-nados y extensos estudios que se han hecho en torno a los pueblos primitivos que las habitaron, planteando, en sólidos juicios, los problemas fundamentales sobre los orígenes, religiones, ritos, cos-tynbres, lenguas, de los aborígenes canarios, problemas todavía sin resolver de un modo definitivo a pesar de la abundancia de meritorios estudios publicados posteriormente por documentados historiadores, etnólogos y lingüistas. A Menéndez Pelayo-cerebro receptor del más ligero hecho de 5 Discurso pronunciado el dia 2 de diciembre de 1901. N&m. 9 (1957) lo hispano-debieron, ya desde sus tempranas tiempos de histo-riador, llamarle la atencibn las Canarias en relación con la ex-pansión del dominio español, pues en la primera edición de los He-terodoxo~ d ice : ''Los primitivos historiadores de Indias hubieron de tratar incidentalmente de las Canarias como punto de partida de nuestra navegación y colonización atlántica" ". Mas es fundamentalmente en el citado Epílogo donde, de una manera metódica, estudia a nuestros historiadores. Una simple enumeración de los autores consultados-aun teniendo en cuenta que don Marcelino no iba a los documentos directamente, sino a los trabajos publicados-nos mostrará la amplísima información a N que el gran investigador poseía de Canarias. E Parece que a los primeros cronistas íAiitüiiiü Secieib, Pedro O n Gmez Escudero, Alonso Jáimez de Sotomayor) no los conocisj - m O E sino a través de las citas que hace el doctor Chil y Naranjo en su E 2 monumental e inacabada obra Estudios históricos.. . de k s Islas -E Canarias7 y seguramente también por la ya citada Historia ge- 3 ?teral del Archipiélago canario, de Millares Torres. Pero si debió -- O conocer la Crónica de los capellanes de Juan de Bethencourt, Pedro m E Boutier y Juan Le Verrier, editada en París en 1630. Además, con O muy buen sentido, da preferencia a los historiadores que tuvieron n E ocasión de recoger de labios de los Últimos aborígenes testimo- - a nios sobre sus costumbres, ritos y hechos que constituyen la his- 2 n toria primitiva de cualquier pueblo. Entre ellos cita a Alonso de n Espinosa, cuya obra data de 1594, y sobre todo la historia semi- 3 O poética del bachiller de Tenerife Antonio de Viana, autor de un poema sobre ias AnGigÜedudes de im ísim Afoi-iunadm de Giiiiz Canaria, editado en 1604, obra a la que concede más valor histó-rico que poético S. Vuelve a tratar Menéndez Pelayo del Poema de Viana en los G Vid. Historia de Zos heterodoxos. Ed. C. S. 1. C., t. VIII, pág. 161. 7 Vid. Ed. Las Palmas, 1876-1891. Reeditada en. 1905 por uno que, según Menéndez Pelayo, ocultó su nom-bre con las iniciales J. R, M., y que no es otro que don José Rodríguez Moure. .$SS ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS Estudios sobre Lope de Vega Y Dice en ellos que es "obra im-perfectisima.. ., ya se le considere como poema épico, ya como his-toria, pues para el primero contiene demasiadas circunstancias prosaicas y para el segundo demasiadas fábulas". Más adelante añade que es "ensayo juvenil ..., pero que anunciaba en su autor felicisimas condiciones para la poesía descriptiva". Por Último, pasa a contarnos brevemente el desarrollo del poema, reconocien-do sobre todo la belleza y el adecuado tratamiento del eglógico epi-sodio de Dácil y Castillo (del que volveremos a tratar en el análi-sis de la obra de Lope sobre los guanches de Tenerife). Dice, en resumen, que "Viana es imitador de Ercilla, pero no de los ado- a N cenados; su poema vale tanto como el de Pedro de Oña lo, que E tiefig más f&mM8 que é!". O n - =m Hace también nuestro investigador. la critica de la versifica- O E ción, diciendo que "los endecasílabos sueltos, de que lastimosa- E 2 E mente abusa, se confunden muchas veces con la prosa más vil, = y hasta cuando parecen buenos, lo son aisladamente, no como par- = te de un período poético" l'. Nos parece algo injusta esta cen- - - 0m swa, porque el mismo don Marcelino había criticado a otro cana- C O rio, Tomás de Iriarte, por el juicio demasiado severo que éste habia o hecho de la traducción de la Poética, de Horacio, realizada por V. n -E Espinel, donde también censura el abuso del verso suelto, que se- a 2 gún aquel momento Menéndez Pelayo consideraba el más adecua- n 0 doll. Y, precisamente en términos muy semejantes a los de 3 Iriarte, el gran polígrafo habla de la obra de Viana, sobre la que O +expone la teoría de que "si hubiera escrito todo el poema en octavas reales, mucho hubieran ganado sus versos con este freno, y algo se hubiera atajado su facilidad desaliñada, que le lleva a poner en lista los nombres de los conquistadores". María Rosa Alonso, en su magistral estudio del poema de Via- Q Vid. Ed. C. S. 1. C., t. V, págs. 286-296. l o El Arauco domado. 11 Op. cit., nota 9, pág. 296. 12 Vid. Bibl. Hispmzo-Lutwza Clásvcrc. Ed. C. S. 1. C., t. VI, pág. 81. 8 SEBASTIÁN DE LA NUEZ CABALLERO - na 13, al mismo tiempo que reconoce que "Menéndez Pelayo resaltó con gran talento y la fina sensibilidad que le caracterizaba, lo que de valioso había en la obra de Viana", rechaza, con gran sentido crítico, las ideas que aquél consideraba erróneas, como la ante-riormente apuntada, de la que dice: "El candoroso poeta pone en renglones desiguales, con la mayor sencillez del mundo, la lista de apellidos de todos los aventureros que concurrieron a la exp-dición", lo que María Rosa atribuye a un motivo histórico y social muy justificado. Recordemos la modernidad de ciertas enumera-ciones prosaicas 14. Pero volviendo a los autores citados por don Mareelino, se des-tacan, en el siglo xvn, principalmente fray Juan de Abreu Galin-do con su Historia de lu conquista de las siete islas de Gran Ca-naria, que se ha dicho datada en 1632 i5, documenttidá historia en fecha reciente ha sido debidamente estudiada e interpretada; cita con elogio la obra del padre Luis de Ancheta sobre las AntZ- @edades de las Islas Afortunadas, de 1679, y la Historia del ca-nario doctor Marín y Cubas, de 1687 y 1694. Le da menos valor a las obras de NUñez de la Peña y de fray José de Sosa, porque se basan, en S$ mayor parte, en los datos de las obras anteriormente señaladas. En el aspecto descriptivo y geográfico, en el sigIo XVIII, destaca la obra de Pedro Agustin del Castillo, terminada ya en 1737, pues es el primero que da noticias arqueológicas, hablando de las grutas de los guanches aborígenes 16. De este autor dice en los Heterodoxos que es "escritor crédulo (aunque diligente) y muy picado de la manía genealógica". Con esto entramos plenamente en el siglo xvm, en el que las 1s Vid. EL poema de Vialta, de María Rosa Alonso. Ed. C. S. 1. C. Ma-drid, 1952. 14 Ejemplo tipico es el Poema de la CreucLció?~d, e Agustin Millares Salls. 15 Editada en Santa Cruz de Tenerife en 1848 y en 1940. Imp, Valentin Sanz. Reciente edición, 1955, de A. Cioranescu, quien la lleva a los alrededo-res de i592-1866. 16 Vid. Descripción hkto~ica9 geogrdifiea de Eas islas de Canarias, edita-da en 1846 en Santa Cruz de Tenerife. Reciente reedición crítica por Miguel Santiago, Madrid, 1948-1950. 460 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS MENÉNDEZ PEZAYO Y CANARIAS 9 Canarias empiezan a tomar una fisonomía propia a través de sus escritores más relevantes. En primer lugar tenemos al arcediano de Fuenteventura don José de Viera y Clavijo, del que dice Me-néndez Pelayo que siendo "escritor de mucho talento, e imbuido de las ideas filantrópicas del siglo xvm, convirtió la primitiva historia de Canarias en delicioso idilio, con reminiscencias de la Odhea y el Telémaco" 17. Se refiere a su magnífica obra histórica titula-da Noticias de la Hhtoria general de las Islas Canarias, cuya pri-mera edición apareció de 1772 a 178218. Respecto a su intere-sante personalidad y peculiar estilo volveremos a hablar más ade-lante en el apartado dedicado a los escritores canarios, sobre los que también el gran crítico santanderino nos sugiere muchos jui-cios e ideas. Después, en el siglo XVIII, no aparecen más obras históricas de Canarias. Para encontrar una que trate de este tema, con sufi-ciente dominio y conocimientos, tenemos que llegar a finales del vi@ a,c m ! e yue volvemos-cemm e! cie1u-a h ~ b dhe la Historia general de las Islas Canaria, de don Agustín Millares. No sabemos si don Marcelino llegó a poseer todos los tomos de esa considerable historia, pues, según la carta transcrita más arriba, su autor no le había enviado sino el primero. Lo más probable es que su amigo GaldÓs se la completara después de muerto el histo-riador canario. Desde luego, don Marcelino no olvida citar este libro en el epílogo de la Historia de bs h&erodoxos, donde dice: "En esta obra de conjunto, la más importante que haya apa-recido después de Viera, refundió su malogrado lg autor otrne 17 Cid. Heterodoxos españoies, t. VIII, ptig. 181. 18 Editada posteriormente en el siglo xrx por "Biblioteca Canaria", en Santa Cruz de ~enerifeb, ajo el nombre de Historia general de las Islas C a m rhs, en ocho voliimenes. Otra edicidn ha sido hecha por "Goya Ediciones", en .pa"a.4fn . 4. *m -. ..l...- --e- & r...,A ~f =- VVLW.~CIKJ, ¿m iiüias & eminentes especiaiistas, 1950-51. 19 Menéndez Pelayo creyó por lo visto que nuestro historiador murió jo-ven, pero, por el contrario, sabemos que falleció de edad avanzada en 1896 y despu6s de dejar una considerable obra y numerosa coleccidn de documentos aún no bien estudiados. Núm. S {19571 . . . . . , . 4451 10 sEBASTI~N DE LA NUEZ CABALLERO trabajos de fecha anterior, entre ellos su Historia de Crmz .CG- ~ a ~ i 2a0. " Como resultado del método de estudio apuntado más arriba, don Marcelino no llegó a tener noticias de otras historias de Ca-narias, que, desde luego, no estaban ni están aún impresas, como son: el manuscrito de Francisco López de Ulloa, de 1648, conser-vado en la Biblioteca Nacional, y los del doctor don Domingo Déniz, bajo la custodia de la familia Alzola, de Las Palmas, así como al-gunos otros docpimentos publicados después de su muerte. Estudiaremos ahora el momento en que la historia primitiva de Canarias se convierte en tema literario. Ya hemos visto un an-tecedente en el Poema de Antonio de Viana, que es la fuente di-recta de donde toma el asunto Lope de Vega para hacer su comedia sgbre !a. C~fiqúio"kdxe Te ~ r i f et,_ itn!g(?a también Los gucrntches de Tenmife, cuyo análisis o prólogo don Marcelino incluye en sus Estudios sobre el teatro de Lope de Vega, en el apartado que co-rresponde a las crónicas y leyendas dramáticas de España 'l. gn primer lugar, nos muestra el motivo que movió al Fénix a buscar en tan exótico lugar tema para su comedia: "Lope, que en todas partes encontraba asuntos de comedia, ley��, o por lo menos hojeó, el poema del vate canario." Y más adelante: "Agradóle sin duda el estilo lozano y exuberante del buen Bachiller, su fantasía pró-diga y amena, la candidez idílica de sus cuadros y, sobre todo, la extrañeza y novedad de las cosas que cuenta y la naturaleza que describeyy22 . Andrés de Lorenzo-Cáceres, erudito canario, en su opúsculo sobre Las Canarias de LopeZ3, cita naturalmente a Los guan- -0 Vid. Historia de los ?betero,dozos, t. Vm, phg. 152, nota 3. 21 Vid. EX. C. S. L C., t. V, apartado LXXi, págs. 285 a 305. 22 Idem, p6g. 286. 23 Ed. inst. de Estudios canarios. Tenerife, 1933. 462: ANUaRZO DE E8TUDZ08 ATLANTZCOS MENÉNDEZ PEL.4YO Y CANARIAS 11 c$es de Tenme, y reconoce la influencia de Viana sobre aquella comedia, señalando además la qmistad que unió a ambos poetas . cuando el canario estudiaba en Sevilla por el año 1604, fecha tam-bién de la publicación de las Antigiiedades. A más abundancia, la señorita Alonso, en su exhaustiva obra sobre este Poema ya ci-tada, copia un efusivo soneto de h p e dedicado al poeta canario, el que a pesar de los "tiernos años" (en lo que alude a la temprana. edad en que escribió Viana su obra) ha sido capaz de mirar ."los rayos orientaies del Sol", o sea, competir con Apolo, y será "su Atlante solo" cuando sea mayor y tenga fuerzas para sostener un mundo. Pero véase el curioso soneto: hii más qüe e: vieiiiü, entre iae ondas graves, monte levante y con las velas rife, vuela por alto mar isleño esquife a competencia'de las grandes naves. Canta con versos dulces y süaves la historia de Canaria y Tenerife que en ciegos laberintos de Pacife da el cielo a la virtud fbciles iiaves. Si en tiernos años, atrevido, al polo miras del sol los rayos orientales, en otra edad serás su Atlante solo. Islas del Océano: de corales ceñid su frente, en tanto que de Apolo crece, a las verdes hojas inmortales. AnóZi@s de "Los guanches & Tenerife". Después Menéndez Pelayo pasa a analizar los elementos que Lope de vega tomó del Poema de Viana. El más importante de ellos, y sin dudi e1 m b Ingrad~,t -_nte en la C~MVUCOIF. O e! poema, es la romántica "égloga" de Dácil y Castillo. Como señala María Rosa, don Mamelino es el primero que habla de la Nausicaa canaria y de la "égloga guanche", antes que lo hicieran los pro- fesores Agustin Espinosa y Valbuena Prat Destaca además nuestro polígrafo, con buen gusto, la imagen de los "pájaros ne-gros", el retrato de la princesa y el encuentro con el capitán Cas-tillo. Sin embargo, la señorita Alonso no está conforme con la in-terpretación y las fuentes posibles que aduce don Marcelino para la formación de esa "égloga guanche"; rechaza la hipótesis de que quizá fuera una reminiscencia histórica del "rapto de las tres jóvenes isleñas que los corsarios de Diego de Herrera hicieron en Gran Canaria" no da una solución, pero observa que lo ti-pico en la res bucólica que manejó Viana es su "carácter realista a y local", pues según nuestra escritora "lo curioso es que Viana N E sabe ver lo que tiene delante, y cuando por obediencia literaria O acude a la fuente del canon culto fracasa". A sus personajes "los --- m vemos pensar, sentir, actuar, vivir, en suma, y no en la vorágine D E de la aventura inverosímil como juguetes de un azar fantástico, E 2 E sino prisioneros de un destino poco accidentado, de unas circuns- - -+,..m,-.; adverszs, ~?~t??t.aIe.!nd sn ? mzynría" 3 - De una manera aún más apasionada y poética replica Agustin - 0 m E Espinosa al comentario positivista que hace Mendndez Pelayo a la credulidad de Viera y Clavijo en su ~i s tor ias obre la leyenda O E de Dácil y Castillo, pues para don Marcelino era muy de extrañar - -E que un escritor enciclopedista, tan alejado de supersticiones y de a 2 creencias en tradiciones no fundamentales, admitiera tan burda le- -- yenda, puramente literaria. Pero veamos el comentario de A. Es- = pinosa, arrancado de la misma exclamación de Menéndez Pelayo: O ' i A S e 2 encit-, adwrfPmia! ;Por la sensata adverten-eia precisamente! El corazón de Viera florecía en Canarias y su intelecto en el reino de lo Universal. Bien que se sonriese el ais-lado de supersticiones exóticas, mentiras clericales y fabulerías 24 Esta leyenda ha sido romanceada afortunadamente por el.'poeta tiner-feAo Guillermo Perera en La, primesa W Z . "Bibl. Canaria". 25 Vid. Poema de Viana, op. cit. de M. R. Alonso, pág. 455. 26 ~dem, op. cit., pags; 311 'a 313. ' ' : .. . . . 464 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS de la ortodoxia oficiante. Pero ;del mito "dáeilo", del perenne sig- "no canario, de la égloga de nuestra Nausicaa regional!" 27. Otros elementos que señala Menéndez Pelayo como tomados por Lope para sus Guanches de Tencrife son los que componen "la aparición y milagros de la santa imagen de Nuestra Señora de la Candelaria", informándonos, de pasada, en una nota, donde se refleja el apasionado bibliófilo que era nuestro critico, que un . tal fray Alonso de Espinosa había tratado el tema "en un librillo de extraordinaria rareza" titulado Del origen y milagros de Nues-ira Señora de Za Candelaria, que apareció en la isla de Tenerife, con la descripción de esta isla, compuesto por el P. F. A. E., de la Orden de Predicadores, Sevilla, 1594, reimpreso en Santa Cruz, 6849, Bibl. Isleña". Maria Rosa Alonso ha editado y comentado una interesante comedia, anónima, hasta entonces inédita; sobre la Virgen de la Candelaria 28, y en su prólogo demuestra concluyentemente que esta comedia y la de Los guancks de Tenerife son de distinto autor y rectifica a Menéndez Pelayo, cjie vió en San Diego de Al-caZá y la Dragontea alusiones a la historia de Canarias, que dice .conocía ya, pero no se fija en que esa obra, Nuestra Señora, es.de 1588, época en que Lope de Vega sólo conocía de nuestras islas el baile del "canario" (probablemente por la Historia general de las Hndiw, de F.O López de Gómara, cap. CCXXIV, que data de 1568) y la existencia, de un santo, San Diego, que estuvo en Fuerteven-tura. Defiende también en esta obra, la doctora Aionso, la existen-cia real de los personajes legelrdarios Dácil y Castillo, pues el Úni-co que la niega es Núñez de la Peña en su Conquista y antigiie¿h des de lus Islas de Gran Canaria (B676), añadiendo que Dácil se llamó doña Mencía del Castillo y se casó por amores con el capi' 2.1 Vid. Sobre el siglto de Viera, de A. Espinosa. Ed. Inst. Estudios (3- mrino. Sm+a C n i l de Temrife, 1931. - I 2s Vid. Comedia de Nuestra Se-wra de la Cande~ariu.E d., prólogo y no-tas *de M. Rosa Alonso. Ed. C. S. 1. C. ''Rev. BibI. Nacional", anejd 111. Mj-drid, 1944. 14 SEBASTIÁN DE LA NUEZ CABALLERO tán Castillo; destaca igualmente que Agusth Espinosa rechaza. la acusación que hace nuestro polígrafo llamando ingenuo a Vie-ra por admitir dicha leyenda, como ya hemos visto. Por último, - M. Rosa Alonso aventura la hipótesis de que la Comedia de Nues-tra Sehra de ;la Candeiaria pudo haber sido escrita por un fraile dominico, como lo fué el citado Alonso de Espinosa. Menéndez Pelayo expone, en su prólogo, el desarrollo de la co-media de Los guanches de Tewife y dice que "Lope sigue a Via-na paso a paso en el primer acto de su drama, pero con libertad e independencia de gran poeta". Reconoce, sin embargo, "que las pi5ncipales bellezas se encuentran ya en el poema de Viana", aun- a que, naturalmente, "lucen menos en sus destartalados endecasí- N E labor que en los fáciles romances y redondillas de Lope" 29. Sin O embargo-sigue diciendo don Marcelino-, ya Lope no tomó nada - E m O más del libro de Viana, ni siquiera de la "conquista de Tenerife EE y de las batallas de guanches y castellanos, limitándose a recoger 2 E algún nombre como el de Tinguaro". - hdqen6ei i temei i te de! P~emxd.e Im ~ntiy2c&~deuM,e néndez 3 - Pelayo señala otros elementos de Canarias en la comedia de Lo+, - 0 m E y ésta es la introducción de la letra al "baile canario", tan popular, O por esa época en toda Europa, y que, como observa muy bien nues- -5 tra polígrafo, lo introdujo en su obra el Fénix, arrastrado siem- -E a pre por su afán de revivencia de lo popular, al no encontrar roL l mames canarios de la conquista, a excepción de las célebres "en- -- dechas" a la muerte de Guillén Peraza. 3 O Curiosa es, por último, la afirmación que hace nuestro crítico sobre unos versos de la obra de Lope, donde, según aquél, se po-drían resumir "la filosofía de la conquista tal como debió presen-tarse en el cerebro de los conquistadores" Copiemos algdnor, fragmentos del monólogo de Bencomo, el rey de los guanches: m Vid. op. cit. Men6ndez Pelayo, t. V, pgg. 300. 30 Vid. Idem, M. M. P., t. V, pág. 302. 466 ANUARIO DE EBTUDIOB ATLANTZCOL i A qué vienen españoles a conquistar mi pobreza? . . . . . .............................. " ,. . . ¿Traigo yo picos agudos, . . . . sino estos dardos tostados? .............................. El arco y la flecha jno son armas hidalgas del mundo? .............................. j En quéi fuego oculto fundo . la muerte, engaño y traición? a Es evidente que don' Marcelino, al estudias Los guanches ale - N E YenerEfe, tuvo que documentarse yyensar con profundidad en los temas canarios tales como las fuentes histórico-literarias de las n - =m leyendas, los noiribres de los pobladores aborígenes, las costum- , O E bres y las tradiciones y, por último, también en los prablemas que E 2 E suscitaba la falta de romances popul&es de la conquista y el sig-nificado de esta conquista, que él cree ingenuamente resumida en 3 esos versos, que sólo. reflejan ideas i&licas un tanto literaturi- - 0m zadas. E O g -E B) AUTORECSA NARIOS! EREITOSY CREADORES. a - n Nos toca ahora, después de recorrer los temas canarios trata- 3 dos por Menéndez Pelayo, hablar de los autores fiaturales de Ca- O narias que este polígrafo conoció, ley6 y comentó en sus obras con pleno conocimiento de su canariedad. Quizá, sin saberlo, pudo ha-berlos reunido bajo unas mismas características, y sin duda lo hubiera liekho de haber, algiin día, emprendido la Historia de las literaturas españolas o hispánicas, que era el vasto proyecto para el que se preparaba, de cerca o de lejos' don Marcelino, según se puede deducir por una de las cartas dirigidas a Millares y copiada más arriba, donde dice, refiriéndose a ese proyecto: "Todos mis trabajos hasta ahora no han sido más que preparativos piara esta empresa." Vamos, pues, por orden eronol6gico de aparición de autores, a estudiar en las citas de Menéndez Pelayo, que éste hace de un modo disperso a través de sus obras, la personalidad y la obra de un pqueiío número de escritores canarios-eruditos, estudiosos y creadores-que son como los hitos que representan a Canarias en el movimiento histórico de nuestra literatura na-cional. Siglos XVZ-XVZI: Cairasco de Pigueroa. Ya en las cartas cruzadas con Millares Torres, éste le ofrecía a don Marcelino información de "Viana y Cairasco, y sobre nues-tros cronistas e historiadores canarios, por si usted los juzga dig-nos de figurar modestamente en su obra". Pero la Única referen-cia extensa que encontramos sobre el autor del Templo militante es la del tomo IV de la Bibliografda Hispano-Latina &kka31, donde se refiere a una traducción libre del "Altera jarn teritur", Epoclm XVI de WO~IC~hCeIc,h a por e1 poeta de los esdrújulos. Toma la referencia don Marcelino de la citada Historia de la con-quista, de fray Juan de Abreu Galindo, donde este fraile aduce la oda de Horacio para demostrar la tradición idílica de estas islas de Canarias. Dice así la cita: "Y Horacio en la oda 16 del Epodo declara ser estas Islas los Campos Elíseos donde las ánimas de los bienaventurados que de este mundo salían iban a tomar des-canso y quietud, como galantemente traduxo a Horacio el único fénix B. ~aisascoC, anónigo de la Santa Iglesia Catedral de Nues-tra Señora Santa Ana de Canaria, digno de ser puesto en el arco de la fama" ". Y luego transcribe la composición que nosotros 'cam-bién trasladamos aquí por considerarla una interesante referen-cia que hace de las Islas Canarias desde el punto de vista literario: 3% Ed. C. S. 1. C., t. V, pág. 468. 32 Vid. op. cit., Fray J. A. G. Ed. Santa Cruz de Tencrife, 1848. Sobre Cairasco, véase El Teatro de Cairasco, en "Estudios de Literatura española y comparada" (Univ. de La Laguna, 1954), por A. Cioranescu, y un estudio del mismo en este número 3 del ANUARIODE ESTUDIOAST LÁNTICOS. 468 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTIGOS - MENENDEZ PEMYO , , Otras islas se ven que T CANARIAS 17 blanco velo . . . las ciñe en torno, menos elevadas; llam��las, por su fértil cielo y suelo, la antigua edad las islas Fortunadas; y tan amigo suyo estimó al cielo que, de su voluntad no cultivadas, , las tierras entendió dar nobles frutos, ' y las incultas vides sus tributos. Siempre decía florecer la oliva, I destilar de las piedras miel sabrosa, l y, con murmullo blando, el agua viva bajar del alto monte presurosa; templar el aire la calor estiva, de suerte que a ninguno es enojosa, y, en fin, por su tempianza, iauros, paimas, ser los Campos Eliseos de las almas. a) Vieray Ciavajo. Es probable que Menéndez Pelayo pensara más de una vez en la peculiar inclinación de los escritores canarios-y no solamente los del siglo wm-hacia las ideas enciclopedistas y las tenden-cias librepensadoras tan típicas de ese siglo, donde parece haberse formado el espíritu de los mejores escritores de las Islas. Así ocu-rre con Viera y Clavijo y su casi homónimo Clavijo y Fajardo (uno de los principales promotores de la abolición de los autos sa-cramentales), y también los Iriarte, humanistas y afrancesados academicistas, y lo mismo el docto don Graciliano Afonso y el más grande de todos, el novelista contemporáneo Pérez Galdós. En la Historia de los heterodoxos españoles encontramos al-gunas apreciaciones muy exactas sobre el arcediano don José de Viera y Clavijo; ya hemos copiado el párrafo donde don Marceli-no le reconoce como "escritor de. mucho talento e imbuido en' las ideas filantrópicas del siglo xw". Exalta en una nota de la mis- ma página la prosa con que Viera redactó su Dicciona.Mo de Hb-feria Natural de las Islas Cana~icrs" d e l que dice es un "libro tan notable por su mérito científico como por ser una de las me-jores muestras de la cultura y elegante prosa que escribían nues-tros naturalistas de la centuria décimoctava" ". Precisamente, en ocasión de la ya comentada obra de Lope sobre los guanches de Tenerife, don Marcelino, al copiar, en un raudal enumerativo, las voces botánicas propias de las Islas, \ Lentiscos, barbusanos, palos blancos, viñáticos y tilos, bayas, brezos; acebuches, tabaibas y cardones 35. se ,cuerda del Dic&lzario de Viera y Clavijo, lo cual comenta el profesor Espinosa en su opúsculo Sobre el signo de Viera, recor-clando que Menéndez Pelayo no es sospechoso de esquividad hacia Viera. "El ha hecho el mejor elogio de nuestro historiógrafo al utilizar y recomendar su Diccionario de Hktotia Natural para qna mejor inteligencia de la botánica del poema de ~iana" Frente a estas apreciaciones tenemos como contraste, por ú1- timo, el juicio, justo desde luego, que don Marcelino hace de los escarceos poéticos del arcediano de Fuenteventura con motivo de la enumeración de las obras didáctico-poéticas reunidas al final del.tomo ZTI de la Historia de las ideas estéticas. Me refiero a La Elocuencia, poema didáctico en seis cantos 37. Reconoce allí Me-néndez Pelayo que "Viera es uno de los mejores prosistas del si-glo wm, como lo testifica su Historia de Canarzasi', pero observa - 33 Publicado en Las Palmas de 1866 a 1869. 34 Vid. Heterodoxos. Ed. C. S. 1. C., t. 111, nota 2 de la pág. 181. 35 Vid. Estudios sobre Lope de Vega, t. V, p$g. 287. 36 Vid. op. cit. de A. Espinosa, pág. 20. 37 Este poema-según M. P.-, escrito desde 1787, esta refundido y tra-ducido libremente de otro del abate La Serre (1778). Bué publicado en Lis Palmas en 1841. Vid. Viera y f3av.tjo y In cult?crn francesa, en op. cit. de A. Cioranescu, La Laguna, 1954. 4'70 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS MENÉNDEZ PELAYO Y CANARIAS 19. pronta y socarronamente que "cultivaba las Musas contra toda la voluntad de estas sagradas doncellas", y añade: ' l . . . tenia sobre todo la manía de los poemas didácticos [lo mismo que Iriarte y Afonso, como veremos]. Baste decir que compuso hasta siete u ocho, entre ellos Los Meses, Las Bodas de las PlaMas, Los Aires: fijos.. . Para él toda materia científica era materia poética" El interés por Viera se refleja en el Catálogo de Manuscritos de la Biblioteca de don Marcelino, donde consta uno que se refiere al Honor y derechos del presbiteriado, por don José de Viera y Cla-. vi jo. Menéndez Pelayo, al tratar uno de los episodios de la lucha entre los partidarios del teatro nacional y los protectores 'del afrancesamiento de nuestras letras, estudia, en su Historia de las- .Ideas estétic. el procesot ~ Q I ~ F - CyE, pr ú!tim9, e! célebre de-a e t o sobre los autos sacramentales, en el que tan de cerca inter-vino un eminente y ya novelesco personaje canario. Al iniciar el relato señala al autor de un manifiesto contra esas piezas reli-giosas, donde "solicita su prohibición: en nombre de los intereses' de la religión y el arte". "Era el solicitante-dice don Marcelino- .don J. Clavijo y Fajardo, nacido en las Islas Canarias y educado en Francia, donde habia tratado a Voltaire y a Buffon, cuya His-toria Natural puso en castellano con bastante pureza de lengua. Clavijo habia vuelto de Francia con espíritu enciclopedista harto pronunciado, que más adelante le valió algunos disgustos con la Inquisición. Pero entonces todo le sonreía : Ekaumarchais no ha-bía venido todavía desde París a inquietarle pidiéndole cuentas .de la honra de su hermana" 39. Ya en la Historia ole los heterndorns h-hia hab!wde, de paz-f 3s Vid. Historáa de las ideus esteticas en. EspaRa. Ed. C. S. 1. C., t. TII, pa-gina 480. 89 1dem;ldeus estéticas, t. 111, pág. 277. Núm. S (1957) da, de Clavijo indicando su "espíritu enciclopédico" y donde tam-bién nos relata el proceso a que el Tribunal de la Inquisición some-tió al autor lanzaroteño, por el que "fué condenado a penitencias-secretas y adjuró de Zeui Como sospechoso de naturalismo, deísmo y materialismo" 40. Sigue hablándonos, en las Ideas estéticas, de este curioso personaje, por el que indudablemente no sentía ninguna simpatía. Dice Menéndez Pelayo que disfrutaba el favor y la protección de la Corte, especialmente de Aranda y Grimaldi, y que traducía del francés "todas las obras cuya difusión se con-sideraba útil en aquel tiempo de literatura reglamentada". Y para. justificar la resonancia de sus artículos publicados en El Pensa-dor, especie de periódico o "ensayos que salían periódicamente", a imitación del Spectador, de Addíson, añade Menénclez PdaP que Clavij; "estaba al frente de los teatros de Madrid como di-rector, ejercía el cargo de secretario en el gabinete de Historia Natural y componía El Mercurio en la Secretaria de Estado". En de 10s números de El Pensador, después "de repetir el dicho de Nasarre que los López (sic), los Calderones y los Solices ha-bían corrompido nuestra escena, la emprende con los autos sa-cramentales". A continuación entresaca varios párrafos del fa-moso manifiesto y termina: "De todo esto infería Clavijo y Fa-jardo que los autos eran farsas espirituales, que el soberano de-bia prohibir como ofensivas y perniciosas al Catolicismo y a la. Razón, por lo mucho que ayudaban a continuar el concepto de bárbaros que hemos adquirido entre las naciones." Después nuestro polígrafo pasa a describir, con todo detalle, la reacción de los tradicionalistas contra Clavijo, con los cuales está indudablemente cuando dice: "El sentimiento popular se le-vantó indignado contra los insultos que le dirigía, so capa de pie-dad, el afrancesado y volteriano periodistay'. Por último, Menén-dez Pe!&yo cib !irgos párrafos de Romea y Tapia (El escritor sin titulo) y de aria no Nipho, principales defensores del teatro na- 40 Vid. op. cit., Heterodozos, t. V. pág. 313. 472 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICO?-; cional, que prueban que los tradicionalistas tenían razón en con-siderar a los autos como "legítima poesía sagrada" ". Sin embargo, respecto a Clavijo y Fajardo-complejo de vida y destino-, ni la literatura ni la crítica ha dicho aún la última palabra42. Prueba de ello es que el malogrado Agustín Espi-nosa, en un interesante trabajo sobre este escritor, nos sorprende cuando dice, contradiciendo a Menéndez Pelayo, que "ha sido creencia general durante mucho tiempo que a causa de los artícu-los del Pensador y los dos folletos de los Desengaños 43 fueron inmediatamente prohibidos los autos sacramentales en España". Y más &ajo: "Pero los artículos del Pensador aparecen en 1763 a N y sólo dos años después, el 9 de junio de 1765, aparece la Real Cé- E O duia prohibiendo ios autos sacramentales", y añade: ". . . esta n-- m misma distancia de dos años es muy probable que fuera suficien- O E te para que pasaran al olvido los artículos del Pensador" 4*. E 2 E Quizá hayan exagerado ambos escritores en la mayor o menor in- - fluencia que en su tiempo pudo tener el enciclopedista canario, 3 pero indudablemente Clavijo y Fajardo es una figura clave de la - - 0 m época de Carlos 111 y, con todos sus apasionamientos y equivoca- E ciones, debió ser un interesante personaje que no se.comprenderá O completamente sino cuando se estudie mejor nuestro siglo XVIII. c) . Los . . Comenzando por el más viejo, comentaremos, primero, los tro-zos que le dedica don Marcelino, en su Historia de Zas ideas esté- 41 Vid. op. cit., Ideas estéticas, t. III, págs. 277-279. 42 Véase la tragedia de Goethe, CZavijo, y los trabajos de A. Espinosa. Tesis doctoral, y pl ensayo de Ricardc Egrnj., CEgtejo: VV?.P(CWD &- rrw vada. 43 Escritos por Nicolás Fernandez de Moratín. 44 Cit. por la edición inédita del "Museo Canario", de Las Palmas, 1950, pkgina 59, que yace en las estanterías de la imprenta esperando un epílogo. Núm. 3 - (19571 47 ticas, al docto humanista del Puerto de la Cruz de Tenerife don Juan de Iriarte. Al hablar de los redactores' del Diario de los ti-feratos, dice que la parte crítica fué compuesta por el biblioteca-rio don Juan de Iriarte, "uno de los hombres más doctos de aque-lla centuria, consumado gramático y latinista, autor de ingenio-sos epigramas en la lengua madre y en la castellana, y de un buen digerido catálogo de los manuscritos griegos de la Real Biblioteca de Madrid" 45. Prueba de la atención y simpatía que le merece este autor es iia nota que aparece al pie de la página de esta cita, donde dice co-nocer sus obras sueltas, su biografía,. y añadiendo "que Iriarte propende a lo conceptuoso, aunque dentro del gusto francés", pero reconoce que sus disticos "son notables por la ekgafieia. 6e 1s &c-ción", - Más adelante, en los comentarios a la obra de Ignacio de Lu-zán, Menéndez Pelayo aclara el juicio crítico de Juan de Iriarte, cuando éste sale al paso de las arbitrarias apreciaciones del autor del Arte poética, sobre Lope de Vega y sobre Góngora. Así, por ejemplo, Luzán había calificado el Arte nueuo, de Lope, de "libro cuyos fundamentos y principios se oponen directamente a la ra-z6n y a las reglas de Aristóteles". Entonces Iriarte le sale al paso diciendo que "Lope no compuso su Arte para, apoyar la novedad de su comedias, ni se propuso levantar nueva poética contra Aris-ióteles y Horacio, cuyos preceptos en todo lo esencial recomien-da", y termina sagazmente el erudito canario diciendo: "La obra de Lope, m& es arte nuevo de criticar comedias que de hacer-gas:: *" . Este juicio, para su época, ea quizá :a aejur i~tsrpre-tación que se podía dar de la desconcertante obra crítica de Lope, que el mismo don Marcelino interpretó algo apasionadamente. A continuación hace referencia a la ponderada crítica de Juan de Iriarte cuando éste comenta el soneto de Góngora en loor de Luis de Babbia, al que "Luzán había despedazado con verdadera *j Vid. op. cit., Ideas estétacas, t. 111, pág. 234. CG Vid. ídem, págs. 294-299. 4'7.1- ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS MENÉXDEZ PELAYO Y CANARIAS saña, entonces necesaria.. ." Obsérvese que don Marcelino no p-netró nunca del todo en la enrevesada sintaxis y laberinto de me-táforas tras las que el poeta cordobés ocultaba rayos de luminosa helleza; sin embargo, dice "que don Juan de Iriarte apura los es-fuerzos de su ingeniosidad para defender el soneto de Góngora, y realmente saca ilesas de las garras censorias de Luzán algunas frases poéticas y figuras de buena ley", pero también afirma, por otro lado, que nuestro escritor "compromete en mal hora su cau-sa", o sea la causa del barroquismo extremo. Pero aún llega a la máxima apreciación de las dotes críticas de Iriarte cuando é8e sale en "defensa de la tragicomedia, proscrita por Luzán como gé-nero monstruoso y bárbaro, y copia varios párrafos .d e lo. s argu- lrIem,us u3e- a- -u-wA - r- l2w3 -a3 u u u2e- -L-~-LL- LU2I-I-:,- --2-- 2- 1- 2-1 UGLIVUUU~ ut: la tzaaiii;la Irrizxua uci poema dramático, aducidos por Iriarte. Página que don Marcelino califica de "crítica verdaderamente sensata y admirable" 4:. En uno de los textos citados de la HZstork de 2as ideas esté-ticas, don Marcelino hace referencia a los "ingeniosos epigramas en la lengua madre" (o sea en latín) compuestos por Juan de Iriar-ie. Pues bien, en las adicioiies, al final del tomo IV de la Biblb-grafáa Hispano-Latina Clásica, hay un párrafo referente al padre Urbano Campos donde comenta Menéndez Pelayo un epigra-ma algo desabridamente, y que dice así: "De su traducción de Horacio se burló don Juan de Iriarte en este distico algo insulso y fundándose en un juego de palabras, como muchos de los suyos: Urbanus Flaccum, quo non urbanior alter, Vertit at interpres rusticus ipse fuit. En el tomo VI1 de la misma obra nuestro critico comenta unos versos de cierta composición latina de Iriarte dedicada a don Do-mingo Inatio Suárez de Figueroa y titulada "Navali signi fero an-tea orae gaditanae custodi Triestia hispanice interpretandi", que 47 Vid. op. cit., Hi8toria de las ideas estdticas, todo lo referente a Luzb y a Iriarte, en el t. Iii, phgs. 235 a 237. 4s Vid. BibZ. Hispano-Latina Clásica. Ed. C. S. 1. C., t. IV, pág. 569. 24 SEBASTIÁN DE LA IWEZ CABALLERO consiste en una serie de hexámetros encomiásticos dedicados a la traducción latina de Ovidio de aquel escritor. Sin duda los cono-cimientos clásicos de Juan de Iriarte y su claro sentido critico frente a la rigidez pseudoclásica de los galicistas son las cosas que atrajeron más poderosamente la estima de Menéndez Pelayo hacia el humanista canario, 8 quien, al parecer, apreciaba más que a su sobrino. 2.-Tomás de Iriarte. Con las referencias, citas y análisis de sus obras críticas y traducciones, que Menéndez Pelayo hace, del famoso fabulista ca-mrio, se po&h redactar un estudio brillante y bastante Completo de esta interesante fi,gura tan típica de su siglo. En los Estuclws de crítica literaria (en el trabajo dedicado a la literatura españo-la del siglo xvm), hablando de los "poemas didácticos", pergeña una breve semblanza cuando dice: "Tomás de Iriarte, escritor tan ingenioso y discreto como frío, que cuitiví, con k i i o a:gurios g6- neros de poesía ligera, sobre todo la fábula, y que en todos se mos-tró acrisolado humanista y docto filólogo" 49. Pero es en la Historia de las ideas estéticas donde analiza el as-pecto general de su obra creadora. Habla primero de sus cualida-des literarias, de las que dice tenia todas "menos las que nacen del calor de la fantasía", y aiíade: "Toda su erudición y todo su buen gusto no bastaría para hacerle comprender ni sentir la diferencia entre la poesía y la prosa; pero éste es, así como el primero, su h l c n defecto. En toda In demás es correcto y discretísimo. Léan-se sus obras como quien lee prosa crítica, y nada habrá que ta-char en ellas." Seguidamente el gran polígrafo explica, justifi-cando más el defecto de nuestro Iriarte, pues si es verdad que ese "prosaismo estaba en la atmósfera del siglo x m , e Iriarte no le trajo ni podía traerie por su propia cuenta", entonces este defec-to deja de ser suyo para ser de su siglo. 49 Vid. Est?id,ios de c7-éticct. Zifemrin. Ed. C. S. 1. C., t. IV, pág. 11. 476 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS Sin embargo, don Marcelino seguirá siempre insistiendo en el prosaismo fundamental de Iriarte, que no es otra cosa sino la po-sición razonadora del neoclásico frente al desbordamiento imagi-nativo del romántico; por eso "áriarte defendió aquella manera de escribir exacta y clara, pero amanerada y trivial, burlándose en su prólogo de los que petendetz escribir con fuego, sal y no-vedad". Pasa luego a examinar sus obras: "Iriarte-dice-fuÉ: inventor de un nuevo género de poesía didáctica, la fábula literaria, antes de él no ensayado sistemáticamente en ninguna literatura". Son "una serie de fábulas ... ingeniosisimas y slgunas de ellas magistrales, una amplisima po��tica, la más elegante que pudo nacer de una tendencia tan prosaica.. ." "El fabulista marcha siem-pe euii !uS OjoaF -~estot.sn ia mhirLia o rLioi-aieja q-ue p e i e n & a inculcar; ni se mezcla en su obra otro elemento poético que el de la sátira, más festiva siempre que punzante". En cuanto al con- ' tenido de las fábulas, don Marcelino no las encuentra tan meri-torias y originales; dice que "son para principiantes y un tanto vulgares". No estima en ellas el valor y el interés de 4as fábulas, "sino el primor y gracia de la versificación y del lenguaje, y un cierto risueño espíritu de invención y adaptación satírica, que fué la única musa de Iriarte a la cual debe la popularidad de muchos de sus versos". Compara a Samaniego con Iriarte-quien al prin-cipio quería imitar a nuestro poeta-, "aunque tenia-como dice Menéndez Pelayo-más viveza de fantasia que él, más numen des-criptivo y mayor robustez de versificación.. . a la vez que era infe-rior a su modelo en gusto y corrección". Don Marcelino llama la atención sobre un aspecto poco estu-diado en Iriarte: su intervención en el arte dramático, cuyos en-sayos son tan estimables para nuestro crítico que considera a lriarte como "el inmediato predecesor de Moratín en el cultivo de la comedia clásica, y ésta es su mayor gloria, juntamente con las fábulas. El serñorito mimado, La señoda malcriada, El de gentes, son ensayos muy estimables si se prescinde de su carácter acentuadamente pedagógico y de la frialdad y falta de fuerza có- mica inherentes al autor.. ." Por último, también cita una obra de crítica, Los Ziteratos en Cuaresma, 'donde naturalmente sigue rí-gidamente los principios clásicos, aunque reconoce expesamente "que no basta la observancia de las tres unidades para gradUar de excelente una pieza.. . " 50. Estudia también Menéndez Pelayo, bastante detalladamente, las traducciones latinas de Tomás de Iriarte. Sabemos que el gran polígrafo fué un enorme admirador de Horacio, a quien conside-raba como el mejor modelo a imitar por antiguos y modernos, y el mismo habíale seguido en sus ensayos poéticos juveniles 51. Con razón en la Historia de las ideas estéticas habla del "verda-dero y legitimo servicio" que prestó nuestro fabulista "traducien-do flojo y desmayadamente; pero comentando con erudición y buen juicio la Epístola a los Pisones de Horacio". Y precisamente hablando de esa interpretación horaciana exclama con ironía: " iY se creía Iriarte admirador y discípulo de Horacio, el hombre que ha tenido más poesáa de estib en el mundo y le tradujo tan fiel como desmayadamenle" 52. Naturalmente es en la Biblioteca Hi.@ano-Latina donde te-nemos que ir a buscar Ia exposición de las traducciones y estu-dios de Iriarte sobre los mejores autores latinos, de los que era muy versado y devoto lector. Dice don Marcelino que "los defec-tos de las anteriores traducciones del Arte poética movieron a don Tomás de Iriarte a emprender el mismo trabajo, publicando una nueva versión en 17'7'7.. . ". Y luego enumera, con detalle y gran sentido crítico, las características de esa obra. "En su tras-lación- dice-evitó cuidadosamente ios yerros de sus predeceso-res; estudió y meditó el texto original; examinó cuantas edicio-nes de Horacio pudo haber en sus manos". Le da importancia al "discurso preliminar, en que analiza con docta aunque áspera crí- 50 Vid. Obra creadora de T. Iriarte en ElPstoria de Meas estéticas, t. 111, páginas 296 a 301. . 51 Vid. PoeSias de Menéndez Pelayo. Ed. Emecé. Buenos Aires, 1946. 52 Vid. op. cit., Historia & km odecss estéticas, t. iii, pág. 298. 478 ANUARIO Di9 ESTUDIOS ATLANTICOB MENENDEZ PELAYO Y CANARIAS 27 tfca varias de las traducciones de Horacio publicadas antes de la. suya". Habla de la forma métrica elegida por Iriarte, que es la silva, la cual no aprueba don Marcelino, pues no la considera apta para estos menesteres. Añade que Iriarte "tenía sobrada afición a esta forma holgadisima: así, la empleó en el Poema de lu Mtisica, en casi todas sus epístolas, en algunos poemas cortos, al paso que en su comenzada traducción de la Eneida eligió, con me-jor acuerdo, el romance endecasílabo y esto le impidió quizá ser tan redundante, difuso y prosaico como en la Ephtola ad Pisones". Y termina nuestro mítico con un juicio objetivo y justo del fondo y de la forma de dicha obra: "En esta versión no se hallarán erro-res en punto a inteligencia del sentido, que Iriarte comprendía bien, ni se kd!~W:: defectos en e! h g ~ a j ' zq, w es duiidequiei-a purísimo, castizo y acendrado, aunque falto de abundancia y de nervio; pero se hallarán desleídos los pensamientos del original en 6.M3 versos, a veces duros, a veces inarmónicos, y casi siem-pre flojos y desaliñados" 55. Después don Marcelino pasa a hacer crítica de los comentarios de Marte a las otras versiones horacianas. Una extensamente tra-tada, con abundante copia de párrafos del erudito canario, es la traducción de Vicente Espinel, sobre cuyos comentarios Menén-dez Pelayo observa que aunque la "crítica peque de excesivamen-te severa y aun de apasionada, no puede negársele la razón en la mayor parte de los defectos que señala". En otro comentario a la crítica de Priarte a la traducción del Arte poética, de un tal Mo-rel!, dice es "el único crítico nuestro que parece haberla conoci-dot, cosa que no deja cie notar don Marcelino. Ai terminar su aná-lisis da un juicio sobre el estilo de Iriarte y su especial situación de época y escuela; "pero el mayor defecto (y éste lo omite Iriarte para no condenarse en cabeza ajena, o porque debía tenerle por excelencia) es el continuo prosaismo de dicción en que el padre: Morrell y otros enemigos del culteranismo incurría, por reacción 5s Vid. op. cit., BibZ. Hi8pano-Lati~c6,t . VITIp,& g. 115. contra él, en el mismo siglo xvm, abriendo las puertas a Iriarte y 2 los demás helados versificadores del xvu~"54 . No deja tampoco de registrar la traducción que hizo Iriarte de los cuatro primeros libros de la Eneida, la cual comenta Me-néndez Pelayo justamente cuando dice: "No adolece la traduc-ción de Iriarte, como otras suyas, especialmente'la de la Ep'htoh ad Pisones, de prosaísmo de dicción, porque Iriarte tenia dema-siado gusto para ponerlos en una epopeya ..." Y a continuación añade: "Pero nadie da lo que no tiene, y si podía el fabulista ca-nario t r ad~~cciorn dignidad y decoro el texto vir,giliano, faltabale calor en el alma y viveza en la fantasía para reproducir los la-mentos de Dido" "". Por fdtirno, con motivo del comentario a las EpistoZas de Mar-te, que "son sermones a imitación del venusino", Menéndez Pela- JO vuelve a enjuiciar definitivamente el temple poético y alcance verdadero de su ingenio, diciendo: ". . . aunque falto este docto lli-terato de genialidad lírica (y lo mismo le ocurra a Viana, a viera y a Áfonsoj formó esciieIa aparte, y CO;: demzsiuc?vs CGEI fau-tor del prosaísmo", Y finalmente, comentando esas Epistolas, dice: "Pero, aparte de este defecto, en Priarte lo era de gusto y trascendió a todas sus obras; aparte de la frialdad natural del -escritor, que nunca le deja enternecer ni enojarse mucho, esas epístolas, especialmente las cuatro primeras y la séptima, son sus mejores títulos de nobleza literaria después de las Fábulas y de la comedia El señorito rnineado.. ." 56. Sacamos, pues, la conclusión de que don Marcelino supo re-conocer en e1 fabulista canario-a pesar de sus ideas librepensa-doras afrancesadas-sus eminentes méritos de erudito y huma-nista, su originalidad, el buen gusto de sus obras de creación, su excelente prosa y verso castizo en todos sus escritos aunque in- 54 Viá. op. cit., BibE. Xtspiiríü-Latiíiii, t. VIIIp, 5g. 105. 6; En la actualidad, Ventura Doreste ha dado una versión libre de Dido y Elteas ("Colección para treinta bibliófilos", Loas Palmas, 1945). 56 Vid. op. cit., BibZ. Hispano-Latmct, t. GI, pág. 362. 480 ANUARIO DB ESTTJD;OB BTLANTICOS MENENDEZ PELAYO Y CANARIAS 29 sistiera tanto en ese prosaismo de dicción, en esa falta de imagi-nación, de calor o de emociGn que, en realidad, nos parecen no sólo propios de Iriarte, sino de todos los grandes escritores cana-rios de su época, y también de los in,genios españoles que, en el siglo xrm, reaccionaron contra el cuiteranismo, cayendo, a veces, en una excesiva frialdad neoclásica. Siglo XZX : GraciEiano A fonso. Nos da también Menéndez Pelayo curiosas noticias del canó-nigo de la Iglesia Catedral de Canarias don Graciliano Afonso, tan buen humanista como mediocre poeta. Precisamente eii -=a nota que pone don Marcelino al pie de un comentario a una de sus traducciones nos dice que "las obras del doctoral Afonso son casi desconocidas en el continente" y manifiesta que los ejemplares y noticias de este autor se los habían suministrado sus "amigos don Benito Pérez Galdós y don Diego Mesa, hijos entrambos de Cana-rias". Véase otra vez a don Benito preocupado en aportar mate- 5ales literarios de su patria chica a su docto amigo. Entre las traducciones de Afonso cita-don Marcelino-la de la Poética, de Horacio, pero lo que le llama la atención a nuestro polígrafo es "Ea exposición o comentario perpetuo", que "cons-tituye un verdadero tratado de teoría literaria de los mejores que hay en castellano dentro de los cánones de la antigua escuela clá-sica, pero muy libre y racionalmente interpretados". No habk de la versión del Arte poética, pues dice que "es cosa infelicisima, porque el doctoral Afonso, aunque humanista de veras, tenía tan poco de poeta como su ilustre paisano Viera y Clavijo, a pesar del encarnizamiento con que uno y otro se dieron al cultivo de las Wusas". Pszu luego n emwmerv las obras traducidas por el doc-toral, quien "puso en verso castellano, siempre con dudosa fortu-na, las Eghgas y la Eneida, de Virgilio, todo Anacreonte, el Poe-ma, de Museo, y el Ensayo sobre critica y el Rizo robado, de Pope. .. 30 , SEBASTZÁN DE .NUEZ CABALLERO Cualquiera de estas traducciones, no obstante, supera a la de la. Poética, de Horacio, donde la mala elección del metro ha acabado de despeñar al autor por los senderos del prosaismo más trivial". Y al final exclama, acordándose de las excelencias de la introduc-ción: ";Lástima que tal traducción ande mezclada con tan estima-ble comentario !" ". En otros tomos de la Bibliografiu Higoano-Latina, Menéndez Pelayo comenta separadamente algunas de las traducciones del doctoral enumeradas antes. Aunque varía poco su juicio crítico respecto a ellas, transcribimos unos párrafos porque nos muestra. lo documentado que estaba don Marcelino respecto a las obras que comentaba, y su ávida curiosidad por todo lo que caía bajo el c ~ y 1 pde SU e-efa!idad. Eii ei tomo Iíuí de ia obra citada ha-bla, con gran detalle, de la versión de la Eneida, de Virgilio, tra-ducida en verso endecasílabo por don Graciliano Afonso, doctoral de la Santa Iglesia Catedral de Canarias. Año de 1853. Copia va-rios párrafos de la justificación que el autor pone al frente de. su obra, no sin antes advertirnos que "en ellos se transparentan las genialidades y el mal gusto del señor don Graciliano". Por esos párrafos nos enteramos de que el doctoral estuvo emigrado en América "por causa de la libertad", de donde trajo "una traduc-ción de la Eneida en prosa, con notas para la instrucción de la ju-ventud canaria", y entonces "por diversión, o más bien para bur-larme de mí mismo, puse en verso el libro primero". Menéndez Pelayo comenta: "El 25 de junio de 1853 le ocurrió la idea de po-nerla en verso y la terminó el 24 de ocubre: celeridad verdadera-mem,,+ n mnnrn-mr. y m& en a;rii~ianod e setenta y ocho años. Se-ria- sigue diciendo don Marcelino-injusticia notoria examinar con rigor una traducción hecha en tales condiciones por un hom-bre que no tenia ninguna condición poética, a pesar de sus buenas humanidades y de su furor de versificar." A pesar de esto, nues-tro polígrafo encuentra en esta versión castellana de la Eneida al- 57 Vid. op. cit., Bibl. Hispano-Latina, t VI, pág. 149. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS gunos versos que, "para hechos a los setenta y ocho años, no son infelices. . . " j8. Hace también un comentario a las "Noticias sobre P. Virgilio Marón y traducción en verso de sus diez Eglogas". Alaba el jui-cio crítico del señor Afonso, que "prefiere (no del todo ineptamen-te, si se atiende al arte de la composición y al progreso de la acción épica) los seis Últimos libros de la Eneida a los primeros, y aun reconoce ventajas en el carácter de Eneas tal como en estos libros se presenta. .." Y después, haciendo crítica de la crítica, dice don MarcePino, como buen conocedor de los clásicos: "Todo esto, aun-que algo extravagante, está presentado con ingenio, y encierra una verdad innegable, es a saber, que la parte más Zatka y"más origina! de !a ep=,pp & TVTi@iG 8 0 y~rec iuumrfitv eses &o ~ ! t i - mos libros, en general tan desdeñados por la critica." Después pasa a comentar brevemente la traducción de las EgZogas, de las que dice de una manera tajante y sin duda alguna que es "la peor que hay en verso castellano, y la peor también de las muy numerosas que don Gracáliano publico de poetas griegos, latinos e ingleses" 50. La Única disculpa es, como en el caso de la Eneida, que a los ochenta años se puedan "hacer versos, ni bue-, nos ni malos." Don Miguel Artigas ha encontrado y catalogado entre los ma-nuscritos de la biblioteca de Menéndez Pelayo La Antégona, ds Sófocles, traducida por Graciliano Afonso, doctoral de Canarias. Como se puede observar, don Marcelino conoció extensa e inten-samente a este escritor canario de segunda fila, humanista y poe; +n r\nmcir.mnl;AnA An orr +;a-- mr-n hn niAn A a t m l l m i 4 s r n n n t a n c l f r r - 'LC&, p L U V l l a l l U C & U U- UU CLDlllpV, yUb U0 UlUV VC.*UIIWUUILIbLLLU U Y C U diado actualmente por el doctor don Alfonso de Armas en un eru-, dito y extenso trabajo todavía inédito. - vid. op. cit., BibZ. Hispano-Latina, t. Vm, págs. 243-245. 50 Esta íiltima se refiere al Rizo robado y & ~ n s a y o's obre critica; de Alejandro Pope, de cuyo ensayo da noticias don Marcelino, en su Historia de ius ideas estéticas, como existente en su biblioteca particular. Sobre Afonso, véase un estudio por Alfonso de Armas en este mismo niunero 3 del ANUARIO DE ESTUDIOAST L~NTICOS. Núm. 3 (1957) 483 SEBASTIAN DE LA NUEZ CABALLERO Siglos XZX-XX: Benito Pérez Gaídós., iSi pudiéramos reconstruir, con materiales fidedignos (cartas, testimonios y memorias), las relaciones entre don Marceliiio y don Benito, veríamos presentarse, a nuestra vista, una de las amis-tades más paradójicas y más firmes que han habido entre dos hombres de nuestro tiempo: el uno, todo vehemencia y apasiona-miento por la tradición nacional, por los valores perennes de lo español, lleno de ideas conservadoras respecto a la vida y a la po-lítica, con una portentosa memoria y ,grandes conocimientos de toda cultura literaria e histórica; el otro, una figura apagada y la-boriosa, vivaz y paciente, irrespetuoso con ei pasado y la iradi-ción, imbuido de ideas liberales y progresistas, creador de un mun-do imaginado y al mismo tiempo vivido, minuciosamente observa-do y en parte sacado de su medio ambiente y a veces entremez-clado de ideas elaboradas "a priori" . . . En fin, dos personalida-des distintas y a veces hasta contrapuestas, pero que en la vida real se compenetran, se entienden y se aprecian. ;Magnífica lección de tolerancia para nuestros intolerantes e intolerables tiempos! No conozco el juicio sincero que Galdós pudo tener de Menén-dez Pelayo, sino el interés y el aprecio que se ven reflejados en . las cartas mencionadas al principio de este trabajo; pero sí tene-mos un juicio razonado, elaborado y bastante compIeto de don Marcelino sobre el ,gran novelista canario. Está expuesto en el dis-curso de contestación al de don Benito, en la recepción de éste en ia Reai Academia Españoia, ceiebracia ei 7 de febrero de 1897, aunque había sido eIegido en 1889, no habiendo recibido la inves-tidura hasta aquella fecha por culpa de don Marcelino, como él mismo confiesa en el preámbulo de este Discurso 60. Desde el comienzo el orador afirma su leal amistad hacia don 60 Fue incluido en los Estudios de critica 16terar.i~( Madrid, 1908) con el titulo de Don Bemito Pérex Ga,Zdós considerado como novelista; nosotros oe-guimos la edición de los Discursos, editada en "Cl. Castellanos", núm. 140. 484 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS MENÉNDEZ PELAYO Y CANARIAS 33 Benito, diciendo que hace "más de veintitrés años.. . tuve la honra de estrechar relaciones de amistad con el fecundísimo y original novelista. Desde entonces, a pesar del transcurso del tiempo, que suele enfriar toaos los afectos humanos, y a pesar de nuestra pú- . blica y notoria discordancia en puntos muy esenciales, y a pesar, cn fin, de los muy diversos rumbos que hemos seguido en las ta-reas literarias, nuestra amistad, como cimentada en roca viva, ha resistido a todos los accidentes que pudieran contrariarla y ni una sola nube la ha empañado hasta el presente" Prueba de cómo recordaban los Menéndez Pelayo a don Benito son las cartas cru-zadas entre don Enrique y don Marcelino, aquél en Santander y éste en Madrid. Así, por ejemplo, en la fechada el 23 de enero de 1901, dice don Marcelino que para el Teatro español "no hay más esperanza de salvación que el drama de Galdós, que éste dió por consideración amistosa a Balart, el cual se arrepiente de habér-selo pedido". Se trata nada menos que de Electra, que, como se sabe, produjo una reacción popular y provocó un cambio de ga-k; ma+a m;n;ot1\4nl U A 1 1 G LG A A I A A A A U I G L A-1. Difícil es hacer una síntesis de las ideas críticas sobre la pro-ducción de Galdós que Menéndez Pelayo expone en su Discurso, pues es un juicio critico amplio, variado e incluso apoyado en ex-ploraciones sobre el arte selecto y el de las masas hacia la poesía lírica y la épica. Sin embargo, intentaremos-siguiendo nuestra norma-sacar los juicios más sobresalientes que nos den una aca-bada idea del autor comentado. 1 . O No cabe duda de que el juicio global de la obra es alta-mente favorable, ya que don Marcelino dice : ". . . es el artífice va-liente de un monumento que quizá, después de la Comedia huma- #¿a, de Balzac, no tenga rival, en lo copioso y en lo vario, entre cuantos han levantado el genib de la novela en nuestro siglo" G2. 2.0 Analiza, más adelante, nuestro polígrafo los fundamen- $co de prGcedirAieir;tusn oue!iPdtiec PoSrseZ Ga]& cUaii+o 61 Vid. Discursos, "Cl. Castellanos'', núm. 140, p8g. 69. 62 Vid. Idem, pBg. 70. 34 SEBASTIAN DE M NUEZ C.4EALLERO dice, hablando de su ingente obra: "Para realizar tamaña empre-sa, el señor Pérez Galdós ha empleado sucesiva o simultaneamen-te los procedimientos de la novela histórica, de la novela realista, de la novela simbólica, en grados y formas distintos, atendiendo, por una parte, a las cualidades propias del asunto, y por otra, a los progresos de su educación individual y a lo que vulgarmente se llama el gusto del público" G3. Atribuye justamente a Galdós la prioridad del intento de "la restauración de la novela española" P pesar de ser el más joven de su generación, y añade : ". . . quien emprenda el catálogo de las obras de imaginación en el período novisirno de nuestras letras tendrá que comenzar por La Fontma a N de Oro". E 3." Hace luego un extenso, sereno y expositivo comeiiizrio, O n que es toda una apología, de los Episodios Nacionales, que consti- - m D E tuyen más de "veinte novelas en las cuales intervienen más de SE quinientos personajes entre los históricos y los fabulosos", en los - E que "están representados todas las castas y condiciones, todos los 3 oficios y estados, todos los partidos y banderías, todos los im- -- 0 pulsos buenos y malos, todas las heroicas grandezas y todas las m E extravagancias, fanatismos y necesidades que en la ,guerra y la O 5 paz, en los montes y en las ciudades.. . forman la trama de nues- n E tra existencia nacional durante el período.. . que se extiende desde - a el día de Trafalgar hasta los sangrientos albores de la primera y 2 n más encarnizada de nuestras guerras civiles" =. n n Expone, sin embargo, su disconformidad con ciertas tenden- 3 O cias que se insinúan ya en los Episodios y que don Marcelino cali-fica de "racionalisrno no iracundo, no zigresivo, sino más bien manso, frío", que debió ser como el que el mismo Galdós practi-caba en sus conversaciones particulares. Pero dice en seguida: - "... en los cuadros épicos, que son casi todos los de la primera se-rie, de- los Episodios, el entusiasmo nacionaI se sobrepone a cual- 63 Vid. Idem, pág. 76. . - . . . .- : . . . . _: 3 , i ,. . . . . .. ,. . .. , , . - Vid. Idenl, pBg. 85. &86 ,ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS quier otro impulso o tendencia" 65. Termina diciendo que son "una de las afortunadas creaciones de la literatura española en nuestro siglo", que, además, "han penetrado en los hogares más aristocrá-ticos y en los más humildes, en las escuelas y en los talleres; han enseñado verdadera historia a muchos que no la sabían; no han 3echo daño a nadie, y han dado honesto recreo a todos, y han edu-cado a la juventud en el culto de la Patria". 4.0 Después pasa directamente al espinoso tema de las no-velas sociales o simbólicas, donde las tendencias anticlericales y antitradicionalistas se muestran claramente en Gloria y en La fa-milia de León Rochs. Aquí justifica el crítico el apasionamiento con que las acogió en su salida, diciendo que "aquello no es un j-Zeio literario subre Gbriu, sino la reprobación de su iendencia". Y, con un sorprendente espíritu amplio y generoso, añade : "Una novela no es obra dogmática ni ha de ser juzgada con el mismo ri-gor que un tratado de teología" 66. 5.0 Analiza muy bien las influencias del movimiento natura-lista: "Galdós aprovechó en numerosos libros de desigual valor toda la parte útil de la evolución naturalista, esmerándose sobre todo en e1 individualismo de sus pinturas; en la riqueza, a vevs nimia, de detalles casi miscrosc6picos; en la copia fiel, a veces de-masiada fiel, del lenguaje vulgar, sin excluir el de la hez del po-pulacho". Reconoce el "valor sociológico" de estos cuadros nove-lísticos hasta el punto de afirmar que "han de ser apreciados por los historiadores futuros" G7. Sefíala las virtudes y descubrimientos de la novela galdosia- .¡id, diciendo que Fortunata y Jacintn "es uno de los grandes es-fuerzos del ingenio español de nuestros días", tanto "por la reali-zación natural sincera" como "por la riqueza del material artís- -tic0 allí acumulado". En cambio, en Angel Guerra nos muestra '"condiciones no advertidas en él hasta entonces como el sentido 6: Vid. Idem pág. 87. GG Vid. Idern, págs. 92-93. 67 Vid. op. cit., Discursos, pág. 99. de la poesía arqueológica de las viejas ciudades castellanas", en. lo cual es un precedente de los novelistas del noventa y ocho. 6." Por Último, al final de su ~iscursoe,m ite su punto de vis-ta respecto a los "ensayos dramáticos del señor Galdós", que se-gún don MarceIino vienen a romper "con una porción de conven-ciones escénicas, trasplantando al teatro el diálogo franco y v i v ~ de la novela, y procurando más de una vez encarnar en sus obras algún pensamiento de reforma social, al modo que lo hacen Ibsen y otros dramaturgos del Norte" ". Hemos intentado hacer un resumen de la posición de Menkn-. dez Pelayo frente a la obra entrañable de Galdós, y le hemos vis-to esforzarse por interpretar y enjuiciar imparcialmente a un. autor moder~o, vivo y en evolución en aquel momento, y que es? por añadidura, un amigo. Y a pesar de todo esto sale airoso de la difícil prueba, incluso después de reconocer modestamente que sus fuerzas "no alcanzan a dominar un tema tan arduo por una. parte, y por otra; tan alejado de mis estudios habituales". Pero, ' don MarceIino acierta en esto también, a fuerza de conocimiento y de devoción por el arte, así como por su gran sentido crítico, am-plio y humanisimo. R.ESUMEN. C A R A ~ ~ S T IYC CAONSCL USIONES. Sólo nos resta señalar ahora, como resumen, las tendencias generales de los escritores canarios comentados por Menéndez Pe-layo, que ya apuntamos m& arriba. S1 se observa un poco se verá, en seguida que coinciden casi todos ellos en las mismas caracte-rísticas, las que enumeramos a continuación : A) En cuanto a la forma: a) Corrección, pureza en la' dic-- ción y en la exposición, facultades descriptivas (Viana, Viera,. Iriarte, Afonso, etc.). b) Versificación pobre (con la sola y hon- 6s Vid. Idem, pág. 104. 488 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLUTICOB rosa excepción de Iriarte) y nulas o escasas dotes líricas (Viera Afonso, Iriarte, etc) ; y c) Prosaismo manifiesto (Cairasco, Via-na, Iriarte, Afonso, etc.). B) En cuanto al fondo: a) Ideas de la Enciclopedia, afrance-samiento y liberalismo (Viera, Iriarte, Clavijo y Fajardo, Afonso, Galdós, etc.). b) Falta de imaginación y de numen y fantasía (Viera, Iriarte, Afonso, etc.). c) Didactismo (Cairasco, Viana, Vie-ra, Iriarte, Afonso, Galdós, etc.) ; y d) Impulso fecundo, aigo des-ordenado, pero asimilador y recreador (Viana, Viera, Iriarte, Gal-dós, etc.). En general, para Menéndez Pelayo, las Canarias, que nunca conoció directamente, además de ser la cuna de todos estos escri-tores y especialmente de la de su amigo Galrlós, lué i i n i tierra ima-ginada y ensoñada a través de las reminiscencias clásicas y quizá vivida en amigable conversaciónien una tarde santanderina-con don Benito, mientras contemplaban e¡ Cantáb,rico y el amigo canario le hablaba acaso del otro gran mar, el Atlántico. ñ-ueba de su inierés y conocimientos de las Islas Canarias - q u e como hemos visto conoció por sus historiadores, sus poetas y sus mejores ingenios-es que al terminar el trabajo sobre las costumbres y ceremonias de los pueblos prehistóricos de España, en el epílogo de los Heterodoxos recuerda que el Tasso coloca el jardín paradisíaco de la encantadora Armida en las lejanas Islas Afortunadas: "Ed era queste l'isole Felici" acordándose acaso de aquellos otros versos juveniles que él mismo compuso bajo el nombre de "El pájaro de Aglaya", y que comienmn así: ¿Leíste alguna vez allá en el Tasso la suave historia del jardín de Armida? 70. 69 Vid. T. Tasso: Gerusaleme &iberatu, Canto XV. Véase un estudio so- L. . esto e a d a6m. i del &-UABIO DE ESTUDIOATSLA NTICOS, de A. Cioranescu. 70 Vid. op. cit., Poesias, pág. 102.
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Calificación | |
Título y subtítulo | Menéndez Pelayo y Canarias |
Autor principal | Nuez Caballero, Sebastián de la |
Publicación fuente | Anuario de estudios atlánticos |
Numeración | Número 03 |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Madrid ; Las Palmas |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 1957 |
Páginas | p. 453-489 |
Materias | Menéndez y Pelayo, Marcelino (1856-1912) ; Crítica e interpretación ; Historia ; Canarias |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 2129852 Bytes |
Texto | MENENDEZ PELAYO ,Y CANARIAS POR SEiBASTIAN DE LA NUEZ aABMAER0. Profesar de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de La Laguna. A principios del pasado año, como una modesta aportación al universal. homenaje a don Marcelino Menéndez Pelayo en el primer centenario de su nacimiento, el suplemento de una revista local de Gran Canaria l publicó unas pocas pero interesantes cartas cruza-das entre el historiador canario don Agustin Millares Torres y el gran polígrafo santanderino, a las que el recopilador y depositario de los originales-un bisnieto del historiador, Agustin Millares ~alls-&adió otras de don Benito Pérez Galdós, que, como dice el recopilador, no son sino "parte de la correspondencia". Quizá no sea muy aventurado arriesgar la hipótesis de que la curiosidad por las cosas, los temas y los autores canarios comen-zara para don Marcelino a partir de su entrañable amistad con Galdós, con el que siempre estuvo en buenas relaciones a pesar 1 Vid. Suplemento de la Rev. "Telde", núm. 1, enero-febrero, 1956. Reco-gidas luego en la "Revista de Historia", de la Univ. de La Laguna, núms. 113-14. 2 SEBASTIAK DE L4 NUEZ CABALLERO de sus divergencias de opiniones, como puede observarse en los epistolarios de aquél y de éste con terceras personas ?. Esa amis-tad fué iniciada desde su juventud, como el mismo Menéndez Pe-layo dice en el Discurso de contestación a Galdós en la recepción de éste en la Real Academia de la Lengua. De esta declaración se desprende que data del año 1874, o sea poco después de la apari-ción del novelista canario en el mundo de las letras, que lo hizo en 1870 con su obra La Fontana de Oro. En las cartas recientemente publicadas se ve que hacia 1883 Menéndez Pelayo se puso en contacto con Millares Torres, a quien !e dice, entre otras cosas, que "un amigo mío, bibliófilo valencial no, me regaló, tiempo hace, una obra de usted sobre los varones iliintrm de Canarias y encontré en ella datos muy curiosos" ;. - - -- - - - - Lo que prueba indudablemente que los temas canarios fueron co- O nocidos desde antiguo por nuestro polígrafo, y, como en seguida veremos, Pérez Galdós le ayuda en esa investigación y fomenta su conocimiento de Canarias, lo que para nosotros es una revela-ción interesante, ya que estamos acostumbradüs a ver a1 grm m-velista desentendido de todo contacto con su primitiva tierra. k una de esas cartas vemos a Galdós preocupado porque su amigo don Marcelino complete su colección de obras canarias, para lo que se dirige, con fecha 15 de febrero de 1889, a su otro amigo don Agustín Millares en estos términos : "Mi amigo el señor Menéndez Pelayo, poseedor de una ma,aní-fica biblioteca, tiene todas las obras históricas referentes a Ca-mrias menos la Hktoria de la Gran Canaria, escrita y publicada p r usted. Yo me he permitido ofrecerle que se la proporcionaría, y con tal motivo me dirijo a usted seguro de que no vacilará en ofrecer un ejemplar de su obra a aquel eminente escritor: crítico y erudito.. ." Y entonces el historiador canario no sólo le envía su obra so- 2 Epistolcwio de Marcelano y Ewiqzie MenéwZez Pelago. Ed. C. S. 1. C. Santander, 1954. 3 Vid. Biograjia de canarios célebres, 2." ed. Las Palmas, 1879. 454 AXUARIO DE ESTUDIOS ATLAE~T~CGS MEPYÉNL~PZE LAYO T CASARIAS 3 'bre Gran Canaria, sino otros libros más que había pu'blicado, como se deduce de las cartas enviadas a Galdós y a Menéndez Pelayo. A este último le dice en carta fechada en 10 de marzo de 1889: "Por carta que tuve el gusto de recibir de nuestro común ami-go don Benito Pérez Galdós, me enteré que usted deseaba poseer un ejemplar de mi Historia de Gran Canaria. Como sé el objeto a que usted la destina, me he tomado la libertad de acompañar a ese ejemplar y ofrecer a usted otro de mi Historia de Za Inquisición en estas islas y el primer tomo, único publicado, de mi Hbtoria General de este Archipiélago, que comprende todos los sucesos antes de su conquista, con un estudio bibliográfico completo de nuestras fuentes históricas, que espero le sea a usted de alguna up;!i,d." Don Marcelino le contesta en abril del mismo año dándole las gracias en una interesante carta que reproducimos en la lámina, pero que transcribimos aquí para su mejor lectura: "Sr. D. Agustín Millares. / Madrid, 22 de abril de 1889. / Xuy señor mío y de todo mi aprecio : Por conducto de nuestro ami-go don Benito Pérez Galdós he tenido la honra y la satisfacción de recibir los ejemplares que usted ha tenido la bondad de enviar-me de su Historia de la Gran Canaria, de su Historia de Za Znqui-sicZón en esas Islas y del primer tomo de la Historia General del Archipiélago. Todas estas obras, testimonio de la infatigable y bien encaminada diligencia de usted, contienen datos históricos que pueden serme muy útiles. / Puesto que usted posee tantos y tan curiosos documentos adquiridos después de la publicación de sus obras, debe usted aprovechar ia primera ocasion que se pre-sente para darlos a conocer ya en una segunda edición, ya en mo-nografía~ aisladas, que quizá fuera lo más conveniente. / Tengo firme propósito de escribir la Historia de Za Literatura Española, si Dios me da vida y salud para ello. Todos mis trabajos hasta aho-ra no han sido más que preparativos para esta empresa. Cuando me arroje a ella, no dejaré de contar con la valiosa ayuda de us-ted en lo tocante a noticias de escritores canarios. / Dando a usted 4 . - SEBASTIAN DE LA NUEZ CABALLERO de nuevo las gracias, se repite suyo affmo. s. s. q. s. m. b./ M. Me-vtendex y Pelayo." Después hay una larga etapa vacía en las relaciones entre am-bos eruditos; sólo aparece una carta de don Marcelino en 1892 --cuatro años antes de la muerte de nuestro historiador-en la que contesta a cierta consulta hecha por don Agustin sobre la cró-nica de' Ben-Alcutía. Pero Menéndez Pelayo nunca olvidó a las Canarias y menos a su historia, como probaremos en seguida. Tampoco olvidaba a sus amigos canarios que figuraban, al igual. que él mismo, a la cabeza de los hombres ilustres de la España. contemporánea, como se deduce de cierta carta cruzada con su hermano Enrique el día 1 de marzo de 1908, donde con motivo de una recomendación de éste para don Fernando León y Castillo, embajador en París por aquel tiempo, le contesta: ". . . no t e n g ~ nin,gún inconveniente en transmitir al señor León y Castillo la recomendación de nuestro amigo Paulino, pero como mis relacio-nes con nuestro embajador en París han sido muy superficiales, emo que la verdadera influencia para él ha de ser Galdós, paisam y amigo suyo desde la infancia" 4. Vemos, pues, a don Marcelino relacionado directa o indirecta-mente con los canarios 'o con los temas canarios, y siempre a Gal-dÓs en el vértice de esas relaciones hacia la ladera de la erudición y los conocimientos o hacia el lado puramente social y humano. He aquí cómo el gran novelista sirvió para que el máximo inves-tigador de nuestro tiempo tuviera en la amplia planicie de su eru-dición una parte para Canarias; lo que prueba, una vez más, sir universal curiosidad y su portentosa asimilación de conocimien-tos histórico-literarios. Vamos ahora a exponer en una breve sin-tesis- de una manera ordenada-los contactos que tuvo el gran polígrafo con los temas y los autores canarios a lo largo de su vasta obra, de donde hemos ido espigando sus más interesantes. y certeros juicios, para relacionarlos con otras opiniones de la crí-tica moderna. 4 Vid. op. cit., nota 2, pág. 148 y sigs. 456 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTrCOS D~VÉNDEZP ELAYO Y CANARIAS . . . . , A) . TEMAS CANARIOS. l.-La historia primitiva. ;La primera obra, en orden cronológico, que nos ofrece un es-tudio serio sobre los temas canarios es la Historia de bs 7ceter-o-doxos españoles, pero no en su primera edición de 1880-82, fecha en que aún no se había puesto en contacto con don Agustín Mi-llares, como hemos visto más arriba, sino mucho más tarde, en la segunda edición de 1910; donde aparece en extenso y documen-tado epílogo o apartado, que es en realidad el prólogo de aquella fimosa Historia. Pero a las fuentes de este trabajo hay que aña-dir un curioso discurso (que debió haber oído o leído don Marce-lino) de recepción en la Academia de la Historia, de donde también era miembro, por don Rafael Torres Campos sobre el Carácter de la conqwista y cobnixación de las Islas Canarias, que daba abun-dante bibliografia, especialmente de su historia, y donde, basán-dose en los datos antropológicos de Berthelot y Verneau, sostiene la permanencia de la raza aborigen en Canarias Este interesante capitulo de la segunda edición de los Hetero-d o x o~tr ata, sobre todo, de la vida religiosa, costumbres y ritos de los primitivos habitantes de las diferentes regiones del territorio español, trabajo que, como dice el mismo autor en una nota, "es enteramente nuevo". EZn él dedica a Canarias uno de los más orde-nados y extensos estudios que se han hecho en torno a los pueblos primitivos que las habitaron, planteando, en sólidos juicios, los problemas fundamentales sobre los orígenes, religiones, ritos, cos-tynbres, lenguas, de los aborígenes canarios, problemas todavía sin resolver de un modo definitivo a pesar de la abundancia de meritorios estudios publicados posteriormente por documentados historiadores, etnólogos y lingüistas. A Menéndez Pelayo-cerebro receptor del más ligero hecho de 5 Discurso pronunciado el dia 2 de diciembre de 1901. N&m. 9 (1957) lo hispano-debieron, ya desde sus tempranas tiempos de histo-riador, llamarle la atencibn las Canarias en relación con la ex-pansión del dominio español, pues en la primera edición de los He-terodoxo~ d ice : ''Los primitivos historiadores de Indias hubieron de tratar incidentalmente de las Canarias como punto de partida de nuestra navegación y colonización atlántica" ". Mas es fundamentalmente en el citado Epílogo donde, de una manera metódica, estudia a nuestros historiadores. Una simple enumeración de los autores consultados-aun teniendo en cuenta que don Marcelino no iba a los documentos directamente, sino a los trabajos publicados-nos mostrará la amplísima información a N que el gran investigador poseía de Canarias. E Parece que a los primeros cronistas íAiitüiiiü Secieib, Pedro O n Gmez Escudero, Alonso Jáimez de Sotomayor) no los conocisj - m O E sino a través de las citas que hace el doctor Chil y Naranjo en su E 2 monumental e inacabada obra Estudios históricos.. . de k s Islas -E Canarias7 y seguramente también por la ya citada Historia ge- 3 ?teral del Archipiélago canario, de Millares Torres. Pero si debió -- O conocer la Crónica de los capellanes de Juan de Bethencourt, Pedro m E Boutier y Juan Le Verrier, editada en París en 1630. Además, con O muy buen sentido, da preferencia a los historiadores que tuvieron n E ocasión de recoger de labios de los Últimos aborígenes testimo- - a nios sobre sus costumbres, ritos y hechos que constituyen la his- 2 n toria primitiva de cualquier pueblo. Entre ellos cita a Alonso de n Espinosa, cuya obra data de 1594, y sobre todo la historia semi- 3 O poética del bachiller de Tenerife Antonio de Viana, autor de un poema sobre ias AnGigÜedudes de im ísim Afoi-iunadm de Giiiiz Canaria, editado en 1604, obra a la que concede más valor histó-rico que poético S. Vuelve a tratar Menéndez Pelayo del Poema de Viana en los G Vid. Historia de Zos heterodoxos. Ed. C. S. 1. C., t. VIII, pág. 161. 7 Vid. Ed. Las Palmas, 1876-1891. Reeditada en. 1905 por uno que, según Menéndez Pelayo, ocultó su nom-bre con las iniciales J. R, M., y que no es otro que don José Rodríguez Moure. .$SS ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS Estudios sobre Lope de Vega Y Dice en ellos que es "obra im-perfectisima.. ., ya se le considere como poema épico, ya como his-toria, pues para el primero contiene demasiadas circunstancias prosaicas y para el segundo demasiadas fábulas". Más adelante añade que es "ensayo juvenil ..., pero que anunciaba en su autor felicisimas condiciones para la poesía descriptiva". Por Último, pasa a contarnos brevemente el desarrollo del poema, reconocien-do sobre todo la belleza y el adecuado tratamiento del eglógico epi-sodio de Dácil y Castillo (del que volveremos a tratar en el análi-sis de la obra de Lope sobre los guanches de Tenerife). Dice, en resumen, que "Viana es imitador de Ercilla, pero no de los ado- a N cenados; su poema vale tanto como el de Pedro de Oña lo, que E tiefig más f&mM8 que é!". O n - =m Hace también nuestro investigador. la critica de la versifica- O E ción, diciendo que "los endecasílabos sueltos, de que lastimosa- E 2 E mente abusa, se confunden muchas veces con la prosa más vil, = y hasta cuando parecen buenos, lo son aisladamente, no como par- = te de un período poético" l'. Nos parece algo injusta esta cen- - - 0m swa, porque el mismo don Marcelino había criticado a otro cana- C O rio, Tomás de Iriarte, por el juicio demasiado severo que éste habia o hecho de la traducción de la Poética, de Horacio, realizada por V. n -E Espinel, donde también censura el abuso del verso suelto, que se- a 2 gún aquel momento Menéndez Pelayo consideraba el más adecua- n 0 doll. Y, precisamente en términos muy semejantes a los de 3 Iriarte, el gran polígrafo habla de la obra de Viana, sobre la que O +expone la teoría de que "si hubiera escrito todo el poema en octavas reales, mucho hubieran ganado sus versos con este freno, y algo se hubiera atajado su facilidad desaliñada, que le lleva a poner en lista los nombres de los conquistadores". María Rosa Alonso, en su magistral estudio del poema de Via- Q Vid. Ed. C. S. 1. C., t. V, págs. 286-296. l o El Arauco domado. 11 Op. cit., nota 9, pág. 296. 12 Vid. Bibl. Hispmzo-Lutwza Clásvcrc. Ed. C. S. 1. C., t. VI, pág. 81. 8 SEBASTIÁN DE LA NUEZ CABALLERO - na 13, al mismo tiempo que reconoce que "Menéndez Pelayo resaltó con gran talento y la fina sensibilidad que le caracterizaba, lo que de valioso había en la obra de Viana", rechaza, con gran sentido crítico, las ideas que aquél consideraba erróneas, como la ante-riormente apuntada, de la que dice: "El candoroso poeta pone en renglones desiguales, con la mayor sencillez del mundo, la lista de apellidos de todos los aventureros que concurrieron a la exp-dición", lo que María Rosa atribuye a un motivo histórico y social muy justificado. Recordemos la modernidad de ciertas enumera-ciones prosaicas 14. Pero volviendo a los autores citados por don Mareelino, se des-tacan, en el siglo xvn, principalmente fray Juan de Abreu Galin-do con su Historia de lu conquista de las siete islas de Gran Ca-naria, que se ha dicho datada en 1632 i5, documenttidá historia en fecha reciente ha sido debidamente estudiada e interpretada; cita con elogio la obra del padre Luis de Ancheta sobre las AntZ- @edades de las Islas Afortunadas, de 1679, y la Historia del ca-nario doctor Marín y Cubas, de 1687 y 1694. Le da menos valor a las obras de NUñez de la Peña y de fray José de Sosa, porque se basan, en S$ mayor parte, en los datos de las obras anteriormente señaladas. En el aspecto descriptivo y geográfico, en el sigIo XVIII, destaca la obra de Pedro Agustin del Castillo, terminada ya en 1737, pues es el primero que da noticias arqueológicas, hablando de las grutas de los guanches aborígenes 16. De este autor dice en los Heterodoxos que es "escritor crédulo (aunque diligente) y muy picado de la manía genealógica". Con esto entramos plenamente en el siglo xvm, en el que las 1s Vid. EL poema de Vialta, de María Rosa Alonso. Ed. C. S. 1. C. Ma-drid, 1952. 14 Ejemplo tipico es el Poema de la CreucLció?~d, e Agustin Millares Salls. 15 Editada en Santa Cruz de Tenerife en 1848 y en 1940. Imp, Valentin Sanz. Reciente edición, 1955, de A. Cioranescu, quien la lleva a los alrededo-res de i592-1866. 16 Vid. Descripción hkto~ica9 geogrdifiea de Eas islas de Canarias, edita-da en 1846 en Santa Cruz de Tenerife. Reciente reedición crítica por Miguel Santiago, Madrid, 1948-1950. 460 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS MENÉNDEZ PEZAYO Y CANARIAS 9 Canarias empiezan a tomar una fisonomía propia a través de sus escritores más relevantes. En primer lugar tenemos al arcediano de Fuenteventura don José de Viera y Clavijo, del que dice Me-néndez Pelayo que siendo "escritor de mucho talento, e imbuido de las ideas filantrópicas del siglo xvm, convirtió la primitiva historia de Canarias en delicioso idilio, con reminiscencias de la Odhea y el Telémaco" 17. Se refiere a su magnífica obra histórica titula-da Noticias de la Hhtoria general de las Islas Canarias, cuya pri-mera edición apareció de 1772 a 178218. Respecto a su intere-sante personalidad y peculiar estilo volveremos a hablar más ade-lante en el apartado dedicado a los escritores canarios, sobre los que también el gran crítico santanderino nos sugiere muchos jui-cios e ideas. Después, en el siglo XVIII, no aparecen más obras históricas de Canarias. Para encontrar una que trate de este tema, con sufi-ciente dominio y conocimientos, tenemos que llegar a finales del vi@ a,c m ! e yue volvemos-cemm e! cie1u-a h ~ b dhe la Historia general de las Islas Canaria, de don Agustín Millares. No sabemos si don Marcelino llegó a poseer todos los tomos de esa considerable historia, pues, según la carta transcrita más arriba, su autor no le había enviado sino el primero. Lo más probable es que su amigo GaldÓs se la completara después de muerto el histo-riador canario. Desde luego, don Marcelino no olvida citar este libro en el epílogo de la Historia de bs h&erodoxos, donde dice: "En esta obra de conjunto, la más importante que haya apa-recido después de Viera, refundió su malogrado lg autor otrne 17 Cid. Heterodoxos españoies, t. VIII, ptig. 181. 18 Editada posteriormente en el siglo xrx por "Biblioteca Canaria", en Santa Cruz de ~enerifeb, ajo el nombre de Historia general de las Islas C a m rhs, en ocho voliimenes. Otra edicidn ha sido hecha por "Goya Ediciones", en .pa"a.4fn . 4. *m -. ..l...- --e- & r...,A ~f =- VVLW.~CIKJ, ¿m iiüias & eminentes especiaiistas, 1950-51. 19 Menéndez Pelayo creyó por lo visto que nuestro historiador murió jo-ven, pero, por el contrario, sabemos que falleció de edad avanzada en 1896 y despu6s de dejar una considerable obra y numerosa coleccidn de documentos aún no bien estudiados. Núm. S {19571 . . . . . , . 4451 10 sEBASTI~N DE LA NUEZ CABALLERO trabajos de fecha anterior, entre ellos su Historia de Crmz .CG- ~ a ~ i 2a0. " Como resultado del método de estudio apuntado más arriba, don Marcelino no llegó a tener noticias de otras historias de Ca-narias, que, desde luego, no estaban ni están aún impresas, como son: el manuscrito de Francisco López de Ulloa, de 1648, conser-vado en la Biblioteca Nacional, y los del doctor don Domingo Déniz, bajo la custodia de la familia Alzola, de Las Palmas, así como al-gunos otros docpimentos publicados después de su muerte. Estudiaremos ahora el momento en que la historia primitiva de Canarias se convierte en tema literario. Ya hemos visto un an-tecedente en el Poema de Antonio de Viana, que es la fuente di-recta de donde toma el asunto Lope de Vega para hacer su comedia sgbre !a. C~fiqúio"kdxe Te ~ r i f et,_ itn!g(?a también Los gucrntches de Tenmife, cuyo análisis o prólogo don Marcelino incluye en sus Estudios sobre el teatro de Lope de Vega, en el apartado que co-rresponde a las crónicas y leyendas dramáticas de España 'l. gn primer lugar, nos muestra el motivo que movió al Fénix a buscar en tan exótico lugar tema para su comedia: "Lope, que en todas partes encontraba asuntos de comedia, ley��, o por lo menos hojeó, el poema del vate canario." Y más adelante: "Agradóle sin duda el estilo lozano y exuberante del buen Bachiller, su fantasía pró-diga y amena, la candidez idílica de sus cuadros y, sobre todo, la extrañeza y novedad de las cosas que cuenta y la naturaleza que describeyy22 . Andrés de Lorenzo-Cáceres, erudito canario, en su opúsculo sobre Las Canarias de LopeZ3, cita naturalmente a Los guan- -0 Vid. Historia de los ?betero,dozos, t. Vm, phg. 152, nota 3. 21 Vid. EX. C. S. L C., t. V, apartado LXXi, págs. 285 a 305. 22 Idem, p6g. 286. 23 Ed. inst. de Estudios canarios. Tenerife, 1933. 462: ANUaRZO DE E8TUDZ08 ATLANTZCOS MENÉNDEZ PEL.4YO Y CANARIAS 11 c$es de Tenme, y reconoce la influencia de Viana sobre aquella comedia, señalando además la qmistad que unió a ambos poetas . cuando el canario estudiaba en Sevilla por el año 1604, fecha tam-bién de la publicación de las Antigiiedades. A más abundancia, la señorita Alonso, en su exhaustiva obra sobre este Poema ya ci-tada, copia un efusivo soneto de h p e dedicado al poeta canario, el que a pesar de los "tiernos años" (en lo que alude a la temprana. edad en que escribió Viana su obra) ha sido capaz de mirar ."los rayos orientaies del Sol", o sea, competir con Apolo, y será "su Atlante solo" cuando sea mayor y tenga fuerzas para sostener un mundo. Pero véase el curioso soneto: hii más qüe e: vieiiiü, entre iae ondas graves, monte levante y con las velas rife, vuela por alto mar isleño esquife a competencia'de las grandes naves. Canta con versos dulces y süaves la historia de Canaria y Tenerife que en ciegos laberintos de Pacife da el cielo a la virtud fbciles iiaves. Si en tiernos años, atrevido, al polo miras del sol los rayos orientales, en otra edad serás su Atlante solo. Islas del Océano: de corales ceñid su frente, en tanto que de Apolo crece, a las verdes hojas inmortales. AnóZi@s de "Los guanches & Tenerife". Después Menéndez Pelayo pasa a analizar los elementos que Lope de vega tomó del Poema de Viana. El más importante de ellos, y sin dudi e1 m b Ingrad~,t -_nte en la C~MVUCOIF. O e! poema, es la romántica "égloga" de Dácil y Castillo. Como señala María Rosa, don Mamelino es el primero que habla de la Nausicaa canaria y de la "égloga guanche", antes que lo hicieran los pro- fesores Agustin Espinosa y Valbuena Prat Destaca además nuestro polígrafo, con buen gusto, la imagen de los "pájaros ne-gros", el retrato de la princesa y el encuentro con el capitán Cas-tillo. Sin embargo, la señorita Alonso no está conforme con la in-terpretación y las fuentes posibles que aduce don Marcelino para la formación de esa "égloga guanche"; rechaza la hipótesis de que quizá fuera una reminiscencia histórica del "rapto de las tres jóvenes isleñas que los corsarios de Diego de Herrera hicieron en Gran Canaria" no da una solución, pero observa que lo ti-pico en la res bucólica que manejó Viana es su "carácter realista a y local", pues según nuestra escritora "lo curioso es que Viana N E sabe ver lo que tiene delante, y cuando por obediencia literaria O acude a la fuente del canon culto fracasa". A sus personajes "los --- m vemos pensar, sentir, actuar, vivir, en suma, y no en la vorágine D E de la aventura inverosímil como juguetes de un azar fantástico, E 2 E sino prisioneros de un destino poco accidentado, de unas circuns- - -+,..m,-.; adverszs, ~?~t??t.aIe.!nd sn ? mzynría" 3 - De una manera aún más apasionada y poética replica Agustin - 0 m E Espinosa al comentario positivista que hace Mendndez Pelayo a la credulidad de Viera y Clavijo en su ~i s tor ias obre la leyenda O E de Dácil y Castillo, pues para don Marcelino era muy de extrañar - -E que un escritor enciclopedista, tan alejado de supersticiones y de a 2 creencias en tradiciones no fundamentales, admitiera tan burda le- -- yenda, puramente literaria. Pero veamos el comentario de A. Es- = pinosa, arrancado de la misma exclamación de Menéndez Pelayo: O ' i A S e 2 encit-, adwrfPmia! ;Por la sensata adverten-eia precisamente! El corazón de Viera florecía en Canarias y su intelecto en el reino de lo Universal. Bien que se sonriese el ais-lado de supersticiones exóticas, mentiras clericales y fabulerías 24 Esta leyenda ha sido romanceada afortunadamente por el.'poeta tiner-feAo Guillermo Perera en La, primesa W Z . "Bibl. Canaria". 25 Vid. Poema de Viana, op. cit. de M. R. Alonso, pág. 455. 26 ~dem, op. cit., pags; 311 'a 313. ' ' : .. . . . 464 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS de la ortodoxia oficiante. Pero ;del mito "dáeilo", del perenne sig- "no canario, de la égloga de nuestra Nausicaa regional!" 27. Otros elementos que señala Menéndez Pelayo como tomados por Lope para sus Guanches de Tencrife son los que componen "la aparición y milagros de la santa imagen de Nuestra Señora de la Candelaria", informándonos, de pasada, en una nota, donde se refleja el apasionado bibliófilo que era nuestro critico, que un . tal fray Alonso de Espinosa había tratado el tema "en un librillo de extraordinaria rareza" titulado Del origen y milagros de Nues-ira Señora de Za Candelaria, que apareció en la isla de Tenerife, con la descripción de esta isla, compuesto por el P. F. A. E., de la Orden de Predicadores, Sevilla, 1594, reimpreso en Santa Cruz, 6849, Bibl. Isleña". Maria Rosa Alonso ha editado y comentado una interesante comedia, anónima, hasta entonces inédita; sobre la Virgen de la Candelaria 28, y en su prólogo demuestra concluyentemente que esta comedia y la de Los guancks de Tenerife son de distinto autor y rectifica a Menéndez Pelayo, cjie vió en San Diego de Al-caZá y la Dragontea alusiones a la historia de Canarias, que dice .conocía ya, pero no se fija en que esa obra, Nuestra Señora, es.de 1588, época en que Lope de Vega sólo conocía de nuestras islas el baile del "canario" (probablemente por la Historia general de las Hndiw, de F.O López de Gómara, cap. CCXXIV, que data de 1568) y la existencia, de un santo, San Diego, que estuvo en Fuerteven-tura. Defiende también en esta obra, la doctora Aionso, la existen-cia real de los personajes legelrdarios Dácil y Castillo, pues el Úni-co que la niega es Núñez de la Peña en su Conquista y antigiie¿h des de lus Islas de Gran Canaria (B676), añadiendo que Dácil se llamó doña Mencía del Castillo y se casó por amores con el capi' 2.1 Vid. Sobre el siglto de Viera, de A. Espinosa. Ed. Inst. Estudios (3- mrino. Sm+a C n i l de Temrife, 1931. - I 2s Vid. Comedia de Nuestra Se-wra de la Cande~ariu.E d., prólogo y no-tas *de M. Rosa Alonso. Ed. C. S. 1. C. ''Rev. BibI. Nacional", anejd 111. Mj-drid, 1944. 14 SEBASTIÁN DE LA NUEZ CABALLERO tán Castillo; destaca igualmente que Agusth Espinosa rechaza. la acusación que hace nuestro polígrafo llamando ingenuo a Vie-ra por admitir dicha leyenda, como ya hemos visto. Por último, - M. Rosa Alonso aventura la hipótesis de que la Comedia de Nues-tra Sehra de ;la Candeiaria pudo haber sido escrita por un fraile dominico, como lo fué el citado Alonso de Espinosa. Menéndez Pelayo expone, en su prólogo, el desarrollo de la co-media de Los guanches de Tewife y dice que "Lope sigue a Via-na paso a paso en el primer acto de su drama, pero con libertad e independencia de gran poeta". Reconoce, sin embargo, "que las pi5ncipales bellezas se encuentran ya en el poema de Viana", aun- a que, naturalmente, "lucen menos en sus destartalados endecasí- N E labor que en los fáciles romances y redondillas de Lope" 29. Sin O embargo-sigue diciendo don Marcelino-, ya Lope no tomó nada - E m O más del libro de Viana, ni siquiera de la "conquista de Tenerife EE y de las batallas de guanches y castellanos, limitándose a recoger 2 E algún nombre como el de Tinguaro". - hdqen6ei i temei i te de! P~emxd.e Im ~ntiy2c&~deuM,e néndez 3 - Pelayo señala otros elementos de Canarias en la comedia de Lo+, - 0 m E y ésta es la introducción de la letra al "baile canario", tan popular, O por esa época en toda Europa, y que, como observa muy bien nues- -5 tra polígrafo, lo introdujo en su obra el Fénix, arrastrado siem- -E a pre por su afán de revivencia de lo popular, al no encontrar roL l mames canarios de la conquista, a excepción de las célebres "en- -- dechas" a la muerte de Guillén Peraza. 3 O Curiosa es, por último, la afirmación que hace nuestro crítico sobre unos versos de la obra de Lope, donde, según aquél, se po-drían resumir "la filosofía de la conquista tal como debió presen-tarse en el cerebro de los conquistadores" Copiemos algdnor, fragmentos del monólogo de Bencomo, el rey de los guanches: m Vid. op. cit. Men6ndez Pelayo, t. V, pgg. 300. 30 Vid. Idem, M. M. P., t. V, pág. 302. 466 ANUARIO DE EBTUDIOB ATLANTZCOL i A qué vienen españoles a conquistar mi pobreza? . . . . . .............................. " ,. . . ¿Traigo yo picos agudos, . . . . sino estos dardos tostados? .............................. El arco y la flecha jno son armas hidalgas del mundo? .............................. j En quéi fuego oculto fundo . la muerte, engaño y traición? a Es evidente que don' Marcelino, al estudias Los guanches ale - N E YenerEfe, tuvo que documentarse yyensar con profundidad en los temas canarios tales como las fuentes histórico-literarias de las n - =m leyendas, los noiribres de los pobladores aborígenes, las costum- , O E bres y las tradiciones y, por último, también en los prablemas que E 2 E suscitaba la falta de romances popul&es de la conquista y el sig-nificado de esta conquista, que él cree ingenuamente resumida en 3 esos versos, que sólo. reflejan ideas i&licas un tanto literaturi- - 0m zadas. E O g -E B) AUTORECSA NARIOS! EREITOSY CREADORES. a - n Nos toca ahora, después de recorrer los temas canarios trata- 3 dos por Menéndez Pelayo, hablar de los autores fiaturales de Ca- O narias que este polígrafo conoció, ley6 y comentó en sus obras con pleno conocimiento de su canariedad. Quizá, sin saberlo, pudo ha-berlos reunido bajo unas mismas características, y sin duda lo hubiera liekho de haber, algiin día, emprendido la Historia de las literaturas españolas o hispánicas, que era el vasto proyecto para el que se preparaba, de cerca o de lejos' don Marcelino, según se puede deducir por una de las cartas dirigidas a Millares y copiada más arriba, donde dice, refiriéndose a ese proyecto: "Todos mis trabajos hasta ahora no han sido más que preparativos piara esta empresa." Vamos, pues, por orden eronol6gico de aparición de autores, a estudiar en las citas de Menéndez Pelayo, que éste hace de un modo disperso a través de sus obras, la personalidad y la obra de un pqueiío número de escritores canarios-eruditos, estudiosos y creadores-que son como los hitos que representan a Canarias en el movimiento histórico de nuestra literatura na-cional. Siglos XVZ-XVZI: Cairasco de Pigueroa. Ya en las cartas cruzadas con Millares Torres, éste le ofrecía a don Marcelino información de "Viana y Cairasco, y sobre nues-tros cronistas e historiadores canarios, por si usted los juzga dig-nos de figurar modestamente en su obra". Pero la Única referen-cia extensa que encontramos sobre el autor del Templo militante es la del tomo IV de la Bibliografda Hispano-Latina &kka31, donde se refiere a una traducción libre del "Altera jarn teritur", Epoclm XVI de WO~IC~hCeIc,h a por e1 poeta de los esdrújulos. Toma la referencia don Marcelino de la citada Historia de la con-quista, de fray Juan de Abreu Galindo, donde este fraile aduce la oda de Horacio para demostrar la tradición idílica de estas islas de Canarias. Dice así la cita: "Y Horacio en la oda 16 del Epodo declara ser estas Islas los Campos Elíseos donde las ánimas de los bienaventurados que de este mundo salían iban a tomar des-canso y quietud, como galantemente traduxo a Horacio el único fénix B. ~aisascoC, anónigo de la Santa Iglesia Catedral de Nues-tra Señora Santa Ana de Canaria, digno de ser puesto en el arco de la fama" ". Y luego transcribe la composición que nosotros 'cam-bién trasladamos aquí por considerarla una interesante referen-cia que hace de las Islas Canarias desde el punto de vista literario: 3% Ed. C. S. 1. C., t. V, pág. 468. 32 Vid. op. cit., Fray J. A. G. Ed. Santa Cruz de Tencrife, 1848. Sobre Cairasco, véase El Teatro de Cairasco, en "Estudios de Literatura española y comparada" (Univ. de La Laguna, 1954), por A. Cioranescu, y un estudio del mismo en este número 3 del ANUARIODE ESTUDIOAST LÁNTICOS. 468 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTIGOS - MENENDEZ PEMYO , , Otras islas se ven que T CANARIAS 17 blanco velo . . . las ciñe en torno, menos elevadas; llam��las, por su fértil cielo y suelo, la antigua edad las islas Fortunadas; y tan amigo suyo estimó al cielo que, de su voluntad no cultivadas, , las tierras entendió dar nobles frutos, ' y las incultas vides sus tributos. Siempre decía florecer la oliva, I destilar de las piedras miel sabrosa, l y, con murmullo blando, el agua viva bajar del alto monte presurosa; templar el aire la calor estiva, de suerte que a ninguno es enojosa, y, en fin, por su tempianza, iauros, paimas, ser los Campos Eliseos de las almas. a) Vieray Ciavajo. Es probable que Menéndez Pelayo pensara más de una vez en la peculiar inclinación de los escritores canarios-y no solamente los del siglo wm-hacia las ideas enciclopedistas y las tenden-cias librepensadoras tan típicas de ese siglo, donde parece haberse formado el espíritu de los mejores escritores de las Islas. Así ocu-rre con Viera y Clavijo y su casi homónimo Clavijo y Fajardo (uno de los principales promotores de la abolición de los autos sa-cramentales), y también los Iriarte, humanistas y afrancesados academicistas, y lo mismo el docto don Graciliano Afonso y el más grande de todos, el novelista contemporáneo Pérez Galdós. En la Historia de los heterodoxos españoles encontramos al-gunas apreciaciones muy exactas sobre el arcediano don José de Viera y Clavijo; ya hemos copiado el párrafo donde don Marceli-no le reconoce como "escritor de. mucho talento e imbuido en' las ideas filantrópicas del siglo xw". Exalta en una nota de la mis- ma página la prosa con que Viera redactó su Dicciona.Mo de Hb-feria Natural de las Islas Cana~icrs" d e l que dice es un "libro tan notable por su mérito científico como por ser una de las me-jores muestras de la cultura y elegante prosa que escribían nues-tros naturalistas de la centuria décimoctava" ". Precisamente, en ocasión de la ya comentada obra de Lope sobre los guanches de Tenerife, don Marcelino, al copiar, en un raudal enumerativo, las voces botánicas propias de las Islas, \ Lentiscos, barbusanos, palos blancos, viñáticos y tilos, bayas, brezos; acebuches, tabaibas y cardones 35. se ,cuerda del Dic&lzario de Viera y Clavijo, lo cual comenta el profesor Espinosa en su opúsculo Sobre el signo de Viera, recor-clando que Menéndez Pelayo no es sospechoso de esquividad hacia Viera. "El ha hecho el mejor elogio de nuestro historiógrafo al utilizar y recomendar su Diccionario de Hktotia Natural para qna mejor inteligencia de la botánica del poema de ~iana" Frente a estas apreciaciones tenemos como contraste, por ú1- timo, el juicio, justo desde luego, que don Marcelino hace de los escarceos poéticos del arcediano de Fuenteventura con motivo de la enumeración de las obras didáctico-poéticas reunidas al final del.tomo ZTI de la Historia de las ideas estéticas. Me refiero a La Elocuencia, poema didáctico en seis cantos 37. Reconoce allí Me-néndez Pelayo que "Viera es uno de los mejores prosistas del si-glo wm, como lo testifica su Historia de Canarzasi', pero observa - 33 Publicado en Las Palmas de 1866 a 1869. 34 Vid. Heterodoxos. Ed. C. S. 1. C., t. 111, nota 2 de la pág. 181. 35 Vid. Estudios sobre Lope de Vega, t. V, p$g. 287. 36 Vid. op. cit. de A. Espinosa, pág. 20. 37 Este poema-según M. P.-, escrito desde 1787, esta refundido y tra-ducido libremente de otro del abate La Serre (1778). Bué publicado en Lis Palmas en 1841. Vid. Viera y f3av.tjo y In cult?crn francesa, en op. cit. de A. Cioranescu, La Laguna, 1954. 4'70 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS MENÉNDEZ PELAYO Y CANARIAS 19. pronta y socarronamente que "cultivaba las Musas contra toda la voluntad de estas sagradas doncellas", y añade: ' l . . . tenia sobre todo la manía de los poemas didácticos [lo mismo que Iriarte y Afonso, como veremos]. Baste decir que compuso hasta siete u ocho, entre ellos Los Meses, Las Bodas de las PlaMas, Los Aires: fijos.. . Para él toda materia científica era materia poética" El interés por Viera se refleja en el Catálogo de Manuscritos de la Biblioteca de don Marcelino, donde consta uno que se refiere al Honor y derechos del presbiteriado, por don José de Viera y Cla-. vi jo. Menéndez Pelayo, al tratar uno de los episodios de la lucha entre los partidarios del teatro nacional y los protectores 'del afrancesamiento de nuestras letras, estudia, en su Historia de las- .Ideas estétic. el procesot ~ Q I ~ F - CyE, pr ú!tim9, e! célebre de-a e t o sobre los autos sacramentales, en el que tan de cerca inter-vino un eminente y ya novelesco personaje canario. Al iniciar el relato señala al autor de un manifiesto contra esas piezas reli-giosas, donde "solicita su prohibición: en nombre de los intereses' de la religión y el arte". "Era el solicitante-dice don Marcelino- .don J. Clavijo y Fajardo, nacido en las Islas Canarias y educado en Francia, donde habia tratado a Voltaire y a Buffon, cuya His-toria Natural puso en castellano con bastante pureza de lengua. Clavijo habia vuelto de Francia con espíritu enciclopedista harto pronunciado, que más adelante le valió algunos disgustos con la Inquisición. Pero entonces todo le sonreía : Ekaumarchais no ha-bía venido todavía desde París a inquietarle pidiéndole cuentas .de la honra de su hermana" 39. Ya en la Historia ole los heterndorns h-hia hab!wde, de paz-f 3s Vid. Historáa de las ideus esteticas en. EspaRa. Ed. C. S. 1. C., t. TII, pa-gina 480. 89 1dem;ldeus estéticas, t. 111, pág. 277. Núm. S (1957) da, de Clavijo indicando su "espíritu enciclopédico" y donde tam-bién nos relata el proceso a que el Tribunal de la Inquisición some-tió al autor lanzaroteño, por el que "fué condenado a penitencias-secretas y adjuró de Zeui Como sospechoso de naturalismo, deísmo y materialismo" 40. Sigue hablándonos, en las Ideas estéticas, de este curioso personaje, por el que indudablemente no sentía ninguna simpatía. Dice Menéndez Pelayo que disfrutaba el favor y la protección de la Corte, especialmente de Aranda y Grimaldi, y que traducía del francés "todas las obras cuya difusión se con-sideraba útil en aquel tiempo de literatura reglamentada". Y para. justificar la resonancia de sus artículos publicados en El Pensa-dor, especie de periódico o "ensayos que salían periódicamente", a imitación del Spectador, de Addíson, añade Menénclez PdaP que Clavij; "estaba al frente de los teatros de Madrid como di-rector, ejercía el cargo de secretario en el gabinete de Historia Natural y componía El Mercurio en la Secretaria de Estado". En de 10s números de El Pensador, después "de repetir el dicho de Nasarre que los López (sic), los Calderones y los Solices ha-bían corrompido nuestra escena, la emprende con los autos sa-cramentales". A continuación entresaca varios párrafos del fa-moso manifiesto y termina: "De todo esto infería Clavijo y Fa-jardo que los autos eran farsas espirituales, que el soberano de-bia prohibir como ofensivas y perniciosas al Catolicismo y a la. Razón, por lo mucho que ayudaban a continuar el concepto de bárbaros que hemos adquirido entre las naciones." Después nuestro polígrafo pasa a describir, con todo detalle, la reacción de los tradicionalistas contra Clavijo, con los cuales está indudablemente cuando dice: "El sentimiento popular se le-vantó indignado contra los insultos que le dirigía, so capa de pie-dad, el afrancesado y volteriano periodistay'. Por último, Menén-dez Pe!&yo cib !irgos párrafos de Romea y Tapia (El escritor sin titulo) y de aria no Nipho, principales defensores del teatro na- 40 Vid. op. cit., Heterodozos, t. V. pág. 313. 472 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICO?-; cional, que prueban que los tradicionalistas tenían razón en con-siderar a los autos como "legítima poesía sagrada" ". Sin embargo, respecto a Clavijo y Fajardo-complejo de vida y destino-, ni la literatura ni la crítica ha dicho aún la última palabra42. Prueba de ello es que el malogrado Agustín Espi-nosa, en un interesante trabajo sobre este escritor, nos sorprende cuando dice, contradiciendo a Menéndez Pelayo, que "ha sido creencia general durante mucho tiempo que a causa de los artícu-los del Pensador y los dos folletos de los Desengaños 43 fueron inmediatamente prohibidos los autos sacramentales en España". Y más &ajo: "Pero los artículos del Pensador aparecen en 1763 a N y sólo dos años después, el 9 de junio de 1765, aparece la Real Cé- E O duia prohibiendo ios autos sacramentales", y añade: ". . . esta n-- m misma distancia de dos años es muy probable que fuera suficien- O E te para que pasaran al olvido los artículos del Pensador" 4*. E 2 E Quizá hayan exagerado ambos escritores en la mayor o menor in- - fluencia que en su tiempo pudo tener el enciclopedista canario, 3 pero indudablemente Clavijo y Fajardo es una figura clave de la - - 0 m época de Carlos 111 y, con todos sus apasionamientos y equivoca- E ciones, debió ser un interesante personaje que no se.comprenderá O completamente sino cuando se estudie mejor nuestro siglo XVIII. c) . Los . . Comenzando por el más viejo, comentaremos, primero, los tro-zos que le dedica don Marcelino, en su Historia de Zas ideas esté- 41 Vid. op. cit., Ideas estéticas, t. III, págs. 277-279. 42 Véase la tragedia de Goethe, CZavijo, y los trabajos de A. Espinosa. Tesis doctoral, y pl ensayo de Ricardc Egrnj., CEgtejo: VV?.P(CWD &- rrw vada. 43 Escritos por Nicolás Fernandez de Moratín. 44 Cit. por la edición inédita del "Museo Canario", de Las Palmas, 1950, pkgina 59, que yace en las estanterías de la imprenta esperando un epílogo. Núm. 3 - (19571 47 ticas, al docto humanista del Puerto de la Cruz de Tenerife don Juan de Iriarte. Al hablar de los redactores' del Diario de los ti-feratos, dice que la parte crítica fué compuesta por el biblioteca-rio don Juan de Iriarte, "uno de los hombres más doctos de aque-lla centuria, consumado gramático y latinista, autor de ingenio-sos epigramas en la lengua madre y en la castellana, y de un buen digerido catálogo de los manuscritos griegos de la Real Biblioteca de Madrid" 45. Prueba de la atención y simpatía que le merece este autor es iia nota que aparece al pie de la página de esta cita, donde dice co-nocer sus obras sueltas, su biografía,. y añadiendo "que Iriarte propende a lo conceptuoso, aunque dentro del gusto francés", pero reconoce que sus disticos "son notables por la ekgafieia. 6e 1s &c-ción", - Más adelante, en los comentarios a la obra de Ignacio de Lu-zán, Menéndez Pelayo aclara el juicio crítico de Juan de Iriarte, cuando éste sale al paso de las arbitrarias apreciaciones del autor del Arte poética, sobre Lope de Vega y sobre Góngora. Así, por ejemplo, Luzán había calificado el Arte nueuo, de Lope, de "libro cuyos fundamentos y principios se oponen directamente a la ra-z6n y a las reglas de Aristóteles". Entonces Iriarte le sale al paso diciendo que "Lope no compuso su Arte para, apoyar la novedad de su comedias, ni se propuso levantar nueva poética contra Aris-ióteles y Horacio, cuyos preceptos en todo lo esencial recomien-da", y termina sagazmente el erudito canario diciendo: "La obra de Lope, m& es arte nuevo de criticar comedias que de hacer-gas:: *" . Este juicio, para su época, ea quizá :a aejur i~tsrpre-tación que se podía dar de la desconcertante obra crítica de Lope, que el mismo don Marcelino interpretó algo apasionadamente. A continuación hace referencia a la ponderada crítica de Juan de Iriarte cuando éste comenta el soneto de Góngora en loor de Luis de Babbia, al que "Luzán había despedazado con verdadera *j Vid. op. cit., Ideas estétacas, t. 111, pág. 234. CG Vid. ídem, págs. 294-299. 4'7.1- ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS MENÉXDEZ PELAYO Y CANARIAS saña, entonces necesaria.. ." Obsérvese que don Marcelino no p-netró nunca del todo en la enrevesada sintaxis y laberinto de me-táforas tras las que el poeta cordobés ocultaba rayos de luminosa helleza; sin embargo, dice "que don Juan de Iriarte apura los es-fuerzos de su ingeniosidad para defender el soneto de Góngora, y realmente saca ilesas de las garras censorias de Luzán algunas frases poéticas y figuras de buena ley", pero también afirma, por otro lado, que nuestro escritor "compromete en mal hora su cau-sa", o sea la causa del barroquismo extremo. Pero aún llega a la máxima apreciación de las dotes críticas de Iriarte cuando é8e sale en "defensa de la tragicomedia, proscrita por Luzán como gé-nero monstruoso y bárbaro, y copia varios párrafos .d e lo. s argu- lrIem,us u3e- a- -u-wA - r- l2w3 -a3 u u u2e- -L-~-LL- LU2I-I-:,- --2-- 2- 1- 2-1 UGLIVUUU~ ut: la tzaaiii;la Irrizxua uci poema dramático, aducidos por Iriarte. Página que don Marcelino califica de "crítica verdaderamente sensata y admirable" 4:. En uno de los textos citados de la HZstork de 2as ideas esté-ticas, don Marcelino hace referencia a los "ingeniosos epigramas en la lengua madre" (o sea en latín) compuestos por Juan de Iriar-ie. Pues bien, en las adicioiies, al final del tomo IV de la Biblb-grafáa Hispano-Latina Clásica, hay un párrafo referente al padre Urbano Campos donde comenta Menéndez Pelayo un epigra-ma algo desabridamente, y que dice así: "De su traducción de Horacio se burló don Juan de Iriarte en este distico algo insulso y fundándose en un juego de palabras, como muchos de los suyos: Urbanus Flaccum, quo non urbanior alter, Vertit at interpres rusticus ipse fuit. En el tomo VI1 de la misma obra nuestro critico comenta unos versos de cierta composición latina de Iriarte dedicada a don Do-mingo Inatio Suárez de Figueroa y titulada "Navali signi fero an-tea orae gaditanae custodi Triestia hispanice interpretandi", que 47 Vid. op. cit., Hi8toria de las ideas estdticas, todo lo referente a Luzb y a Iriarte, en el t. Iii, phgs. 235 a 237. 4s Vid. BibZ. Hispano-Latina Clásica. Ed. C. S. 1. C., t. IV, pág. 569. 24 SEBASTIÁN DE LA IWEZ CABALLERO consiste en una serie de hexámetros encomiásticos dedicados a la traducción latina de Ovidio de aquel escritor. Sin duda los cono-cimientos clásicos de Juan de Iriarte y su claro sentido critico frente a la rigidez pseudoclásica de los galicistas son las cosas que atrajeron más poderosamente la estima de Menéndez Pelayo hacia el humanista canario, 8 quien, al parecer, apreciaba más que a su sobrino. 2.-Tomás de Iriarte. Con las referencias, citas y análisis de sus obras críticas y traducciones, que Menéndez Pelayo hace, del famoso fabulista ca-mrio, se po&h redactar un estudio brillante y bastante Completo de esta interesante fi,gura tan típica de su siglo. En los Estuclws de crítica literaria (en el trabajo dedicado a la literatura españo-la del siglo xvm), hablando de los "poemas didácticos", pergeña una breve semblanza cuando dice: "Tomás de Iriarte, escritor tan ingenioso y discreto como frío, que cuitiví, con k i i o a:gurios g6- neros de poesía ligera, sobre todo la fábula, y que en todos se mos-tró acrisolado humanista y docto filólogo" 49. Pero es en la Historia de las ideas estéticas donde analiza el as-pecto general de su obra creadora. Habla primero de sus cualida-des literarias, de las que dice tenia todas "menos las que nacen del calor de la fantasía", y aiíade: "Toda su erudición y todo su buen gusto no bastaría para hacerle comprender ni sentir la diferencia entre la poesía y la prosa; pero éste es, así como el primero, su h l c n defecto. En toda In demás es correcto y discretísimo. Léan-se sus obras como quien lee prosa crítica, y nada habrá que ta-char en ellas." Seguidamente el gran polígrafo explica, justifi-cando más el defecto de nuestro Iriarte, pues si es verdad que ese "prosaismo estaba en la atmósfera del siglo x m , e Iriarte no le trajo ni podía traerie por su propia cuenta", entonces este defec-to deja de ser suyo para ser de su siglo. 49 Vid. Est?id,ios de c7-éticct. Zifemrin. Ed. C. S. 1. C., t. IV, pág. 11. 476 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS Sin embargo, don Marcelino seguirá siempre insistiendo en el prosaismo fundamental de Iriarte, que no es otra cosa sino la po-sición razonadora del neoclásico frente al desbordamiento imagi-nativo del romántico; por eso "áriarte defendió aquella manera de escribir exacta y clara, pero amanerada y trivial, burlándose en su prólogo de los que petendetz escribir con fuego, sal y no-vedad". Pasa luego a examinar sus obras: "Iriarte-dice-fuÉ: inventor de un nuevo género de poesía didáctica, la fábula literaria, antes de él no ensayado sistemáticamente en ninguna literatura". Son "una serie de fábulas ... ingeniosisimas y slgunas de ellas magistrales, una amplisima po��tica, la más elegante que pudo nacer de una tendencia tan prosaica.. ." "El fabulista marcha siem-pe euii !uS OjoaF -~estot.sn ia mhirLia o rLioi-aieja q-ue p e i e n & a inculcar; ni se mezcla en su obra otro elemento poético que el de la sátira, más festiva siempre que punzante". En cuanto al con- ' tenido de las fábulas, don Marcelino no las encuentra tan meri-torias y originales; dice que "son para principiantes y un tanto vulgares". No estima en ellas el valor y el interés de 4as fábulas, "sino el primor y gracia de la versificación y del lenguaje, y un cierto risueño espíritu de invención y adaptación satírica, que fué la única musa de Iriarte a la cual debe la popularidad de muchos de sus versos". Compara a Samaniego con Iriarte-quien al prin-cipio quería imitar a nuestro poeta-, "aunque tenia-como dice Menéndez Pelayo-más viveza de fantasia que él, más numen des-criptivo y mayor robustez de versificación.. . a la vez que era infe-rior a su modelo en gusto y corrección". Don Marcelino llama la atención sobre un aspecto poco estu-diado en Iriarte: su intervención en el arte dramático, cuyos en-sayos son tan estimables para nuestro crítico que considera a lriarte como "el inmediato predecesor de Moratín en el cultivo de la comedia clásica, y ésta es su mayor gloria, juntamente con las fábulas. El serñorito mimado, La señoda malcriada, El de gentes, son ensayos muy estimables si se prescinde de su carácter acentuadamente pedagógico y de la frialdad y falta de fuerza có- mica inherentes al autor.. ." Por último, también cita una obra de crítica, Los Ziteratos en Cuaresma, 'donde naturalmente sigue rí-gidamente los principios clásicos, aunque reconoce expesamente "que no basta la observancia de las tres unidades para gradUar de excelente una pieza.. . " 50. Estudia también Menéndez Pelayo, bastante detalladamente, las traducciones latinas de Tomás de Iriarte. Sabemos que el gran polígrafo fué un enorme admirador de Horacio, a quien conside-raba como el mejor modelo a imitar por antiguos y modernos, y el mismo habíale seguido en sus ensayos poéticos juveniles 51. Con razón en la Historia de las ideas estéticas habla del "verda-dero y legitimo servicio" que prestó nuestro fabulista "traducien-do flojo y desmayadamente; pero comentando con erudición y buen juicio la Epístola a los Pisones de Horacio". Y precisamente hablando de esa interpretación horaciana exclama con ironía: " iY se creía Iriarte admirador y discípulo de Horacio, el hombre que ha tenido más poesáa de estib en el mundo y le tradujo tan fiel como desmayadamenle" 52. Naturalmente es en la Biblioteca Hi.@ano-Latina donde te-nemos que ir a buscar Ia exposición de las traducciones y estu-dios de Iriarte sobre los mejores autores latinos, de los que era muy versado y devoto lector. Dice don Marcelino que "los defec-tos de las anteriores traducciones del Arte poética movieron a don Tomás de Iriarte a emprender el mismo trabajo, publicando una nueva versión en 17'7'7.. . ". Y luego enumera, con detalle y gran sentido crítico, las características de esa obra. "En su tras-lación- dice-evitó cuidadosamente ios yerros de sus predeceso-res; estudió y meditó el texto original; examinó cuantas edicio-nes de Horacio pudo haber en sus manos". Le da importancia al "discurso preliminar, en que analiza con docta aunque áspera crí- 50 Vid. Obra creadora de T. Iriarte en ElPstoria de Meas estéticas, t. 111, páginas 296 a 301. . 51 Vid. PoeSias de Menéndez Pelayo. Ed. Emecé. Buenos Aires, 1946. 52 Vid. op. cit., Historia & km odecss estéticas, t. iii, pág. 298. 478 ANUARIO Di9 ESTUDIOS ATLANTICOB MENENDEZ PELAYO Y CANARIAS 27 tfca varias de las traducciones de Horacio publicadas antes de la. suya". Habla de la forma métrica elegida por Iriarte, que es la silva, la cual no aprueba don Marcelino, pues no la considera apta para estos menesteres. Añade que Iriarte "tenía sobrada afición a esta forma holgadisima: así, la empleó en el Poema de lu Mtisica, en casi todas sus epístolas, en algunos poemas cortos, al paso que en su comenzada traducción de la Eneida eligió, con me-jor acuerdo, el romance endecasílabo y esto le impidió quizá ser tan redundante, difuso y prosaico como en la Ephtola ad Pisones". Y termina nuestro mítico con un juicio objetivo y justo del fondo y de la forma de dicha obra: "En esta versión no se hallarán erro-res en punto a inteligencia del sentido, que Iriarte comprendía bien, ni se kd!~W:: defectos en e! h g ~ a j ' zq, w es duiidequiei-a purísimo, castizo y acendrado, aunque falto de abundancia y de nervio; pero se hallarán desleídos los pensamientos del original en 6.M3 versos, a veces duros, a veces inarmónicos, y casi siem-pre flojos y desaliñados" 55. Después don Marcelino pasa a hacer crítica de los comentarios de Marte a las otras versiones horacianas. Una extensamente tra-tada, con abundante copia de párrafos del erudito canario, es la traducción de Vicente Espinel, sobre cuyos comentarios Menén-dez Pelayo observa que aunque la "crítica peque de excesivamen-te severa y aun de apasionada, no puede negársele la razón en la mayor parte de los defectos que señala". En otro comentario a la crítica de Priarte a la traducción del Arte poética, de un tal Mo-rel!, dice es "el único crítico nuestro que parece haberla conoci-dot, cosa que no deja cie notar don Marcelino. Ai terminar su aná-lisis da un juicio sobre el estilo de Iriarte y su especial situación de época y escuela; "pero el mayor defecto (y éste lo omite Iriarte para no condenarse en cabeza ajena, o porque debía tenerle por excelencia) es el continuo prosaismo de dicción en que el padre: Morrell y otros enemigos del culteranismo incurría, por reacción 5s Vid. op. cit., BibZ. Hi8pano-Lati~c6,t . VITIp,& g. 115. contra él, en el mismo siglo xvm, abriendo las puertas a Iriarte y 2 los demás helados versificadores del xvu~"54 . No deja tampoco de registrar la traducción que hizo Iriarte de los cuatro primeros libros de la Eneida, la cual comenta Me-néndez Pelayo justamente cuando dice: "No adolece la traduc-ción de Iriarte, como otras suyas, especialmente'la de la Ep'htoh ad Pisones, de prosaísmo de dicción, porque Iriarte tenia dema-siado gusto para ponerlos en una epopeya ..." Y a continuación añade: "Pero nadie da lo que no tiene, y si podía el fabulista ca-nario t r ad~~cciorn dignidad y decoro el texto vir,giliano, faltabale calor en el alma y viveza en la fantasía para reproducir los la-mentos de Dido" "". Por fdtirno, con motivo del comentario a las EpistoZas de Mar-te, que "son sermones a imitación del venusino", Menéndez Pela- JO vuelve a enjuiciar definitivamente el temple poético y alcance verdadero de su ingenio, diciendo: ". . . aunque falto este docto lli-terato de genialidad lírica (y lo mismo le ocurra a Viana, a viera y a Áfonsoj formó esciieIa aparte, y CO;: demzsiuc?vs CGEI fau-tor del prosaísmo", Y finalmente, comentando esas Epistolas, dice: "Pero, aparte de este defecto, en Priarte lo era de gusto y trascendió a todas sus obras; aparte de la frialdad natural del -escritor, que nunca le deja enternecer ni enojarse mucho, esas epístolas, especialmente las cuatro primeras y la séptima, son sus mejores títulos de nobleza literaria después de las Fábulas y de la comedia El señorito rnineado.. ." 56. Sacamos, pues, la conclusión de que don Marcelino supo re-conocer en e1 fabulista canario-a pesar de sus ideas librepensa-doras afrancesadas-sus eminentes méritos de erudito y huma-nista, su originalidad, el buen gusto de sus obras de creación, su excelente prosa y verso castizo en todos sus escritos aunque in- 54 Viá. op. cit., BibE. Xtspiiríü-Latiíiii, t. VIIIp, 5g. 105. 6; En la actualidad, Ventura Doreste ha dado una versión libre de Dido y Elteas ("Colección para treinta bibliófilos", Loas Palmas, 1945). 56 Vid. op. cit., BibZ. Hispano-Latmct, t. GI, pág. 362. 480 ANUARIO DB ESTTJD;OB BTLANTICOS MENENDEZ PELAYO Y CANARIAS 29 sistiera tanto en ese prosaismo de dicción, en esa falta de imagi-nación, de calor o de emociGn que, en realidad, nos parecen no sólo propios de Iriarte, sino de todos los grandes escritores cana-rios de su época, y también de los in,genios españoles que, en el siglo xrm, reaccionaron contra el cuiteranismo, cayendo, a veces, en una excesiva frialdad neoclásica. Siglo XZX : GraciEiano A fonso. Nos da también Menéndez Pelayo curiosas noticias del canó-nigo de la Iglesia Catedral de Canarias don Graciliano Afonso, tan buen humanista como mediocre poeta. Precisamente eii -=a nota que pone don Marcelino al pie de un comentario a una de sus traducciones nos dice que "las obras del doctoral Afonso son casi desconocidas en el continente" y manifiesta que los ejemplares y noticias de este autor se los habían suministrado sus "amigos don Benito Pérez Galdós y don Diego Mesa, hijos entrambos de Cana-rias". Véase otra vez a don Benito preocupado en aportar mate- 5ales literarios de su patria chica a su docto amigo. Entre las traducciones de Afonso cita-don Marcelino-la de la Poética, de Horacio, pero lo que le llama la atención a nuestro polígrafo es "Ea exposición o comentario perpetuo", que "cons-tituye un verdadero tratado de teoría literaria de los mejores que hay en castellano dentro de los cánones de la antigua escuela clá-sica, pero muy libre y racionalmente interpretados". No habk de la versión del Arte poética, pues dice que "es cosa infelicisima, porque el doctoral Afonso, aunque humanista de veras, tenía tan poco de poeta como su ilustre paisano Viera y Clavijo, a pesar del encarnizamiento con que uno y otro se dieron al cultivo de las Wusas". Pszu luego n emwmerv las obras traducidas por el doc-toral, quien "puso en verso castellano, siempre con dudosa fortu-na, las Eghgas y la Eneida, de Virgilio, todo Anacreonte, el Poe-ma, de Museo, y el Ensayo sobre critica y el Rizo robado, de Pope. .. 30 , SEBASTZÁN DE .NUEZ CABALLERO Cualquiera de estas traducciones, no obstante, supera a la de la. Poética, de Horacio, donde la mala elección del metro ha acabado de despeñar al autor por los senderos del prosaismo más trivial". Y al final exclama, acordándose de las excelencias de la introduc-ción: ";Lástima que tal traducción ande mezclada con tan estima-ble comentario !" ". En otros tomos de la Bibliografiu Higoano-Latina, Menéndez Pelayo comenta separadamente algunas de las traducciones del doctoral enumeradas antes. Aunque varía poco su juicio crítico respecto a ellas, transcribimos unos párrafos porque nos muestra. lo documentado que estaba don Marcelino respecto a las obras que comentaba, y su ávida curiosidad por todo lo que caía bajo el c ~ y 1 pde SU e-efa!idad. Eii ei tomo Iíuí de ia obra citada ha-bla, con gran detalle, de la versión de la Eneida, de Virgilio, tra-ducida en verso endecasílabo por don Graciliano Afonso, doctoral de la Santa Iglesia Catedral de Canarias. Año de 1853. Copia va-rios párrafos de la justificación que el autor pone al frente de. su obra, no sin antes advertirnos que "en ellos se transparentan las genialidades y el mal gusto del señor don Graciliano". Por esos párrafos nos enteramos de que el doctoral estuvo emigrado en América "por causa de la libertad", de donde trajo "una traduc-ción de la Eneida en prosa, con notas para la instrucción de la ju-ventud canaria", y entonces "por diversión, o más bien para bur-larme de mí mismo, puse en verso el libro primero". Menéndez Pelayo comenta: "El 25 de junio de 1853 le ocurrió la idea de po-nerla en verso y la terminó el 24 de ocubre: celeridad verdadera-mem,,+ n mnnrn-mr. y m& en a;rii~ianod e setenta y ocho años. Se-ria- sigue diciendo don Marcelino-injusticia notoria examinar con rigor una traducción hecha en tales condiciones por un hom-bre que no tenia ninguna condición poética, a pesar de sus buenas humanidades y de su furor de versificar." A pesar de esto, nues-tro polígrafo encuentra en esta versión castellana de la Eneida al- 57 Vid. op. cit., Bibl. Hispano-Latina, t VI, pág. 149. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS gunos versos que, "para hechos a los setenta y ocho años, no son infelices. . . " j8. Hace también un comentario a las "Noticias sobre P. Virgilio Marón y traducción en verso de sus diez Eglogas". Alaba el jui-cio crítico del señor Afonso, que "prefiere (no del todo ineptamen-te, si se atiende al arte de la composición y al progreso de la acción épica) los seis Últimos libros de la Eneida a los primeros, y aun reconoce ventajas en el carácter de Eneas tal como en estos libros se presenta. .." Y después, haciendo crítica de la crítica, dice don MarcePino, como buen conocedor de los clásicos: "Todo esto, aun-que algo extravagante, está presentado con ingenio, y encierra una verdad innegable, es a saber, que la parte más Zatka y"más origina! de !a ep=,pp & TVTi@iG 8 0 y~rec iuumrfitv eses &o ~ ! t i - mos libros, en general tan desdeñados por la critica." Después pasa a comentar brevemente la traducción de las EgZogas, de las que dice de una manera tajante y sin duda alguna que es "la peor que hay en verso castellano, y la peor también de las muy numerosas que don Gracáliano publico de poetas griegos, latinos e ingleses" 50. La Única disculpa es, como en el caso de la Eneida, que a los ochenta años se puedan "hacer versos, ni bue-, nos ni malos." Don Miguel Artigas ha encontrado y catalogado entre los ma-nuscritos de la biblioteca de Menéndez Pelayo La Antégona, ds Sófocles, traducida por Graciliano Afonso, doctoral de Canarias. Como se puede observar, don Marcelino conoció extensa e inten-samente a este escritor canario de segunda fila, humanista y poe; +n r\nmcir.mnl;AnA An orr +;a-- mr-n hn niAn A a t m l l m i 4 s r n n n t a n c l f r r - 'LC&, p L U V l l a l l U C & U U- UU CLDlllpV, yUb U0 UlUV VC.*UIIWUUILIbLLLU U Y C U diado actualmente por el doctor don Alfonso de Armas en un eru-, dito y extenso trabajo todavía inédito. - vid. op. cit., BibZ. Hispano-Latina, t. Vm, págs. 243-245. 50 Esta íiltima se refiere al Rizo robado y & ~ n s a y o's obre critica; de Alejandro Pope, de cuyo ensayo da noticias don Marcelino, en su Historia de ius ideas estéticas, como existente en su biblioteca particular. Sobre Afonso, véase un estudio por Alfonso de Armas en este mismo niunero 3 del ANUARIO DE ESTUDIOAST L~NTICOS. Núm. 3 (1957) 483 SEBASTIAN DE LA NUEZ CABALLERO Siglos XZX-XX: Benito Pérez Gaídós., iSi pudiéramos reconstruir, con materiales fidedignos (cartas, testimonios y memorias), las relaciones entre don Marceliiio y don Benito, veríamos presentarse, a nuestra vista, una de las amis-tades más paradójicas y más firmes que han habido entre dos hombres de nuestro tiempo: el uno, todo vehemencia y apasiona-miento por la tradición nacional, por los valores perennes de lo español, lleno de ideas conservadoras respecto a la vida y a la po-lítica, con una portentosa memoria y ,grandes conocimientos de toda cultura literaria e histórica; el otro, una figura apagada y la-boriosa, vivaz y paciente, irrespetuoso con ei pasado y la iradi-ción, imbuido de ideas liberales y progresistas, creador de un mun-do imaginado y al mismo tiempo vivido, minuciosamente observa-do y en parte sacado de su medio ambiente y a veces entremez-clado de ideas elaboradas "a priori" . . . En fin, dos personalida-des distintas y a veces hasta contrapuestas, pero que en la vida real se compenetran, se entienden y se aprecian. ;Magnífica lección de tolerancia para nuestros intolerantes e intolerables tiempos! No conozco el juicio sincero que Galdós pudo tener de Menén-dez Pelayo, sino el interés y el aprecio que se ven reflejados en . las cartas mencionadas al principio de este trabajo; pero sí tene-mos un juicio razonado, elaborado y bastante compIeto de don Marcelino sobre el ,gran novelista canario. Está expuesto en el dis-curso de contestación al de don Benito, en la recepción de éste en ia Reai Academia Españoia, ceiebracia ei 7 de febrero de 1897, aunque había sido eIegido en 1889, no habiendo recibido la inves-tidura hasta aquella fecha por culpa de don Marcelino, como él mismo confiesa en el preámbulo de este Discurso 60. Desde el comienzo el orador afirma su leal amistad hacia don 60 Fue incluido en los Estudios de critica 16terar.i~( Madrid, 1908) con el titulo de Don Bemito Pérex Ga,Zdós considerado como novelista; nosotros oe-guimos la edición de los Discursos, editada en "Cl. Castellanos", núm. 140. 484 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS MENÉNDEZ PELAYO Y CANARIAS 33 Benito, diciendo que hace "más de veintitrés años.. . tuve la honra de estrechar relaciones de amistad con el fecundísimo y original novelista. Desde entonces, a pesar del transcurso del tiempo, que suele enfriar toaos los afectos humanos, y a pesar de nuestra pú- . blica y notoria discordancia en puntos muy esenciales, y a pesar, cn fin, de los muy diversos rumbos que hemos seguido en las ta-reas literarias, nuestra amistad, como cimentada en roca viva, ha resistido a todos los accidentes que pudieran contrariarla y ni una sola nube la ha empañado hasta el presente" Prueba de cómo recordaban los Menéndez Pelayo a don Benito son las cartas cru-zadas entre don Enrique y don Marcelino, aquél en Santander y éste en Madrid. Así, por ejemplo, en la fechada el 23 de enero de 1901, dice don Marcelino que para el Teatro español "no hay más esperanza de salvación que el drama de Galdós, que éste dió por consideración amistosa a Balart, el cual se arrepiente de habér-selo pedido". Se trata nada menos que de Electra, que, como se sabe, produjo una reacción popular y provocó un cambio de ga-k; ma+a m;n;ot1\4nl U A 1 1 G LG A A I A A A A U I G L A-1. Difícil es hacer una síntesis de las ideas críticas sobre la pro-ducción de Galdós que Menéndez Pelayo expone en su Discurso, pues es un juicio critico amplio, variado e incluso apoyado en ex-ploraciones sobre el arte selecto y el de las masas hacia la poesía lírica y la épica. Sin embargo, intentaremos-siguiendo nuestra norma-sacar los juicios más sobresalientes que nos den una aca-bada idea del autor comentado. 1 . O No cabe duda de que el juicio global de la obra es alta-mente favorable, ya que don Marcelino dice : ". . . es el artífice va-liente de un monumento que quizá, después de la Comedia huma- #¿a, de Balzac, no tenga rival, en lo copioso y en lo vario, entre cuantos han levantado el genib de la novela en nuestro siglo" G2. 2.0 Analiza, más adelante, nuestro polígrafo los fundamen- $co de prGcedirAieir;tusn oue!iPdtiec PoSrseZ Ga]& cUaii+o 61 Vid. Discursos, "Cl. Castellanos'', núm. 140, p8g. 69. 62 Vid. Idem, pBg. 70. 34 SEBASTIAN DE M NUEZ C.4EALLERO dice, hablando de su ingente obra: "Para realizar tamaña empre-sa, el señor Pérez Galdós ha empleado sucesiva o simultaneamen-te los procedimientos de la novela histórica, de la novela realista, de la novela simbólica, en grados y formas distintos, atendiendo, por una parte, a las cualidades propias del asunto, y por otra, a los progresos de su educación individual y a lo que vulgarmente se llama el gusto del público" G3. Atribuye justamente a Galdós la prioridad del intento de "la restauración de la novela española" P pesar de ser el más joven de su generación, y añade : ". . . quien emprenda el catálogo de las obras de imaginación en el período novisirno de nuestras letras tendrá que comenzar por La Fontma a N de Oro". E 3." Hace luego un extenso, sereno y expositivo comeiiizrio, O n que es toda una apología, de los Episodios Nacionales, que consti- - m D E tuyen más de "veinte novelas en las cuales intervienen más de SE quinientos personajes entre los históricos y los fabulosos", en los - E que "están representados todas las castas y condiciones, todos los 3 oficios y estados, todos los partidos y banderías, todos los im- -- 0 pulsos buenos y malos, todas las heroicas grandezas y todas las m E extravagancias, fanatismos y necesidades que en la ,guerra y la O 5 paz, en los montes y en las ciudades.. . forman la trama de nues- n E tra existencia nacional durante el período.. . que se extiende desde - a el día de Trafalgar hasta los sangrientos albores de la primera y 2 n más encarnizada de nuestras guerras civiles" =. n n Expone, sin embargo, su disconformidad con ciertas tenden- 3 O cias que se insinúan ya en los Episodios y que don Marcelino cali-fica de "racionalisrno no iracundo, no zigresivo, sino más bien manso, frío", que debió ser como el que el mismo Galdós practi-caba en sus conversaciones particulares. Pero dice en seguida: - "... en los cuadros épicos, que son casi todos los de la primera se-rie, de- los Episodios, el entusiasmo nacionaI se sobrepone a cual- 63 Vid. Idem, pág. 76. . - . . . .- : . . . . _: 3 , i ,. . . . . .. ,. . .. , , . - Vid. Idenl, pBg. 85. &86 ,ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS quier otro impulso o tendencia" 65. Termina diciendo que son "una de las afortunadas creaciones de la literatura española en nuestro siglo", que, además, "han penetrado en los hogares más aristocrá-ticos y en los más humildes, en las escuelas y en los talleres; han enseñado verdadera historia a muchos que no la sabían; no han 3echo daño a nadie, y han dado honesto recreo a todos, y han edu-cado a la juventud en el culto de la Patria". 4.0 Después pasa directamente al espinoso tema de las no-velas sociales o simbólicas, donde las tendencias anticlericales y antitradicionalistas se muestran claramente en Gloria y en La fa-milia de León Rochs. Aquí justifica el crítico el apasionamiento con que las acogió en su salida, diciendo que "aquello no es un j-Zeio literario subre Gbriu, sino la reprobación de su iendencia". Y, con un sorprendente espíritu amplio y generoso, añade : "Una novela no es obra dogmática ni ha de ser juzgada con el mismo ri-gor que un tratado de teología" 66. 5.0 Analiza muy bien las influencias del movimiento natura-lista: "Galdós aprovechó en numerosos libros de desigual valor toda la parte útil de la evolución naturalista, esmerándose sobre todo en e1 individualismo de sus pinturas; en la riqueza, a vevs nimia, de detalles casi miscrosc6picos; en la copia fiel, a veces de-masiada fiel, del lenguaje vulgar, sin excluir el de la hez del po-pulacho". Reconoce el "valor sociológico" de estos cuadros nove-lísticos hasta el punto de afirmar que "han de ser apreciados por los historiadores futuros" G7. Sefíala las virtudes y descubrimientos de la novela galdosia- .¡id, diciendo que Fortunata y Jacintn "es uno de los grandes es-fuerzos del ingenio español de nuestros días", tanto "por la reali-zación natural sincera" como "por la riqueza del material artís- -tic0 allí acumulado". En cambio, en Angel Guerra nos muestra '"condiciones no advertidas en él hasta entonces como el sentido 6: Vid. Idem pág. 87. GG Vid. Idern, págs. 92-93. 67 Vid. op. cit., Discursos, pág. 99. de la poesía arqueológica de las viejas ciudades castellanas", en. lo cual es un precedente de los novelistas del noventa y ocho. 6." Por Último, al final de su ~iscursoe,m ite su punto de vis-ta respecto a los "ensayos dramáticos del señor Galdós", que se-gún don MarceIino vienen a romper "con una porción de conven-ciones escénicas, trasplantando al teatro el diálogo franco y v i v ~ de la novela, y procurando más de una vez encarnar en sus obras algún pensamiento de reforma social, al modo que lo hacen Ibsen y otros dramaturgos del Norte" ". Hemos intentado hacer un resumen de la posición de Menkn-. dez Pelayo frente a la obra entrañable de Galdós, y le hemos vis-to esforzarse por interpretar y enjuiciar imparcialmente a un. autor moder~o, vivo y en evolución en aquel momento, y que es? por añadidura, un amigo. Y a pesar de todo esto sale airoso de la difícil prueba, incluso después de reconocer modestamente que sus fuerzas "no alcanzan a dominar un tema tan arduo por una. parte, y por otra; tan alejado de mis estudios habituales". Pero, ' don MarceIino acierta en esto también, a fuerza de conocimiento y de devoción por el arte, así como por su gran sentido crítico, am-plio y humanisimo. R.ESUMEN. C A R A ~ ~ S T IYC CAONSCL USIONES. Sólo nos resta señalar ahora, como resumen, las tendencias generales de los escritores canarios comentados por Menéndez Pe-layo, que ya apuntamos m& arriba. S1 se observa un poco se verá, en seguida que coinciden casi todos ellos en las mismas caracte-rísticas, las que enumeramos a continuación : A) En cuanto a la forma: a) Corrección, pureza en la' dic-- ción y en la exposición, facultades descriptivas (Viana, Viera,. Iriarte, Afonso, etc.). b) Versificación pobre (con la sola y hon- 6s Vid. Idem, pág. 104. 488 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLUTICOB rosa excepción de Iriarte) y nulas o escasas dotes líricas (Viera Afonso, Iriarte, etc) ; y c) Prosaismo manifiesto (Cairasco, Via-na, Iriarte, Afonso, etc.). B) En cuanto al fondo: a) Ideas de la Enciclopedia, afrance-samiento y liberalismo (Viera, Iriarte, Clavijo y Fajardo, Afonso, Galdós, etc.). b) Falta de imaginación y de numen y fantasía (Viera, Iriarte, Afonso, etc.). c) Didactismo (Cairasco, Viana, Vie-ra, Iriarte, Afonso, Galdós, etc.) ; y d) Impulso fecundo, aigo des-ordenado, pero asimilador y recreador (Viana, Viera, Iriarte, Gal-dós, etc.). En general, para Menéndez Pelayo, las Canarias, que nunca conoció directamente, además de ser la cuna de todos estos escri-tores y especialmente de la de su amigo Galrlós, lué i i n i tierra ima-ginada y ensoñada a través de las reminiscencias clásicas y quizá vivida en amigable conversaciónien una tarde santanderina-con don Benito, mientras contemplaban e¡ Cantáb,rico y el amigo canario le hablaba acaso del otro gran mar, el Atlántico. ñ-ueba de su inierés y conocimientos de las Islas Canarias - q u e como hemos visto conoció por sus historiadores, sus poetas y sus mejores ingenios-es que al terminar el trabajo sobre las costumbres y ceremonias de los pueblos prehistóricos de España, en el epílogo de los Heterodoxos recuerda que el Tasso coloca el jardín paradisíaco de la encantadora Armida en las lejanas Islas Afortunadas: "Ed era queste l'isole Felici" acordándose acaso de aquellos otros versos juveniles que él mismo compuso bajo el nombre de "El pájaro de Aglaya", y que comienmn así: ¿Leíste alguna vez allá en el Tasso la suave historia del jardín de Armida? 70. 69 Vid. T. Tasso: Gerusaleme &iberatu, Canto XV. Véase un estudio so- L. . esto e a d a6m. i del &-UABIO DE ESTUDIOATSLA NTICOS, de A. Cioranescu. 70 Vid. op. cit., Poesias, pág. 102. |
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