L I T E R A T U R A
SAULO TORON, POETA LfRICO
POR
JOAQUIN thRTlLES
Cuando Tomás Morales publica en 1908 Los Poemas de la Glo-ria,
del Amor y del Mar, la crítica madrileña lo convierte en la «re-presentación
poética» de las islas, y los poetas canarios lo recono-cen
como la voz y guía de la nueva generación, con poder de con-vocatoria.
A este libro! como dirá más tarde Claudio de la Torre,
«se debió, quizá, todo el movimiento poético del archipiélago, que es
apenas poco más del que engendra una sola ciudad: Las Palmas».
En 1910 se celebran en esta ciudad los primeros Juegos Flora-les
l. Estas justas literarias, con la presencia activa de Unamuno
como mantenedor de la fiesta, y la visrta de Salvador Rueda unos
meses antes, incitaron aún más aquel desperezo lírico. Menudean
1 Los Juegos Iírorales se celebraron en el teatro «Pérez Galdós» el 25
'de junio de 1910. La iniciativa fue tomada por la sociedad «El Recreo»,
fundada por Julián Torón, hermano de Saulo. Los premios fueron para TO-ds~
"foraieB( <Zi de la i*maji,j AIuss0 QUesa&, <<E!z ag,-a! ee ga=
llardía») y Suárez Moya («Velando las armas»), con la cuantia de 1.000,
400 y 200 pesetas A Tomás Morales, ausente en Madrid, le sustituye en la
lectura don Federico García Sanchiz, y a Suárez Moya don José Franchy.
2 Salvador Rueda, invitado por la sociedad «El Recreo», estuvo en Las
Palmas desde el 29 de diciembre de 1909 al 17 de enero de 1910, de paso
wi;a La "-L..-- La cf-ü&d :e tfiUütb -Gü gfiziidiushoom eiiaje e: testru
«Pérez Galdós», en que tomaron parte Luis Millares, González Díaz, Tomás
Norales y Alonso Quesada. El Alcalde don Felipe Massieu lo coronó solem-nemente
con una corona de laurel. Durante el acto, entre los aplausos del
público, Salvador Rueda y Tomás Morales se abrazan entrañablemente.
Cuando Rueda intenta dar las gracias por el homenaje, no puede hablar por
la emoción, se hinca de rodillas y llora.
entonces las tertulias literarias 3. Se celebran recitales poéticos. E1
periódico «Ecos», fundado en 1915, que dirige Alonso Quesada " con-vierte
sus locales de la calle Travieso en lugar de cita de los Ila-mados
«intelectuales». Y poco a poco se va adensando el clima poé-tico
de la ciudad. Junto a los nombres de Tomás Morales, Monso
Quesada y Saulo Torón, aparecen en los periódicos insulares y en
las revistas literarias, estrenando poemas o ensayando vocaciones,
los nombres de Luis Doreste (n. en 1882), Domingo Rivero (1852),
Claudio de la Torre (1895), Aguseín Millares Carlí, (1893), Pedro Per-domo
Acedo (1897), Luis Bedtez Inglott (1895), Montiano Placeres
(1885) y Fernando González, el más joven de todos (1901). a
N
En 1915 se publica en Madrid El lino de íos sueños, de Alonso E
O Quesada, con prólogo de Unamuno 5. En 1918, con la intrepidez de n--
sus diecisiete años, lanza Fernando González Las Canciones del Alba. m
O
E Al año siguiente, en 1919, publica Saulo Torón Las monedas de eo- E
2
bre, con un poema preliminar de Pedro Salinas. A fines del mismo -E
año sale a la luz pública, con un lujo inusitado, el libro segundo de
3 Las Rosas de Hércules, de Tomás Morales, con viñetas de Néstor -
y Miguel M. Fernández de la Torre y guardas de José Hurtado de -
0
m
E Mendoza. En 1922, muerto ya Tomás Morales y en cump!imiento de O
su testamento literario, se publica el primer libro de Las Rosas de
Hércules: que recoge los Poemas de la Gloria, del Am,or y del Mar, n
-E
con un prólogo de Enrique Díez-Canedo, un poema profético de Sal- a
2
n
n
3 Se celebran estas tertulias en la casa de Alonso Quesada, en la de
don Luis Millares, en el nncón formado por el aLyon d'Or» y la entonces O3
farmacia de Bojar junto al puente de Vefdugo, en la redacción de «Ecos»
de la calle de ~ ~ .en ~ ~~~i~~~i~~~d ~e ~ ~ ~~~ ~,i . t&d e, p8 ~ d~e ~ i ~
Las Canteras, y hasta por !as calles de la ciudad Recuérdese que Alonso,
Saulo, Claudio y otros amigos paseaban por las calles del Puerto, en ami-gable
tertulia peripatética que, a veces, se prolongaba hasta la madrugada.
4 El primer número de «Ecos» se publicó el 4 de julio de 1915 Funda-do
por don Diego Mesa y López, defendía la política de don Vicente Ruano
Aluiisu Qüesada era & d&a Elena QUesada, &
don Vicente, circunstancia que se tuvo en cuenta cuando se le nombró Di-rector
del periódico.
5 b s cinco primeros ejemplares de El lzlzo de los sueniLos fueron lleva-dos
a Las Palmas por Luis Doreste. Alonso y Saulo acudieron al barco a
recibir los libros, mientras Luis Doreste alzaba los brazos enarbolando un
ejemplar.
285 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
Saulo Tor6n (1885-1974).
Casa en que naci6 Saulo Torón, en la calle Real (hoy León y Castillo, 34),
de la ciudad de Telde.
SAULO TOñúN 8
vador Rueda y un retrato al óleo de Nicolás Massieu. En 1923 Fer-nando
González, maduro ya en el oficio, pubiica su segundo libro,
Manantiales en Ea ruta, con un retrato de Victorio Macho y unos
versos iniciales de Tomás Morales. Y el mismo año, Félix Delgado,
todavía una promesa, da a la luz Paisajes y otras visiones, prologado
por Claudio de la Torre. En este prólogo de 1923 puede ya escribir
Claudio, aludiendo al fuego lírico desencadenado por Tomás Morales:
«La llama ha prendido y forma ya una gran hoguera».
Dentro de esta densidad poética, y con este coro de voces, publica
Saulo Torón SUS dos primeros libros: Las monedas de cobre, en
1919, con un poema de Salinas, y El caracol encantado, en 1926, con
una carta prólogo de Antonio Machado. i Q ~ éle jos ya de aquel día,
~ ~ ~ ~ C U C I p_ eC r Y~&Ln, crp&p, er, yce sude, tzn pcsiláni~p,tz n &r&&,
«aparece en la trinca juvenil con un cuaderno de versos -su prime-ra
romántica aleación de perfumes marinos-, clasificándose com5
el más tímido y sensible pecho del ilusionado parnasilb! 7. Después,
en 1932, saldrá Canciones de la orilla, prologado por Díez-Canedo, y
treinta y lrlrnr ~ 5 0 sm ás t~lrde,m I%V, m breve c ~ z d e rmti tdz&
Frente al muro, en la colección <flagoro», con nota preliminar de
Ventura Doreste, en que el poeta anticipa una parte de lo que sería
su cuarto y último libro, Frente al muro, Resurrección y otros poe-mas.
Este libro se publica en 1970, no aisladamente, sino en un vo-lumen
antológico, con toda Ia producción lírica de Saulo, bajo e1
título genérico de Poedas 8, y con un prólogo de Francisco Indurain.
6 Las monedas de cobre fueron leídas en un acto solemne del Museo
Canario antes de su publicación El Presidente del Museo, don Vicente Rua-no
y Urquía, intentaba con este acto miciar una nueva etapa, convirtiendo
e! Mmeo en d g o asf cvmo e: Ateiieo de Las Pahias. IIizü la kctuix y id.
presentacion Claudio de la Torre, que se encarg6 de cuidar su edición en
Madrid. La edición de El caracd encantado y Canciones de la orzlla estuvo
al cuidado de Fernando González, lo mismo que el primer libro de Las Ro-sas
de Hércules de Tomás Morales Saulo habfa publicado sus primeros
versos, un soneto titulado <Primavera», a los dieciséis años, en «El Telé-c,,,.~,,
nrrn airi,do TT~T~..+:.. nnmnnnn ririri.-.. .~~-i i -z .rr.i~~------ --- r u r r u r r , yuu u r r a g i u r í n r u i r u u a r u u r a . u r u y u c u yuiJlrLv ~ i i u ~ i rpuvc~l i ian eii
otros periódicos locales, sobre todo en el semanario «La Voz del Puerto»,
en «Ecos» y en «El País».
7 En el diario <Falange» de Las Palmas, 26 junio 1949.
8 Ediciones del Excelentisimo Cabildo insular de Gran Canaria. Todas
las citas del poeta se hacen sobre esta edición, indicando la página entre
parentesis, al final de cada cita.
LOS TRES GRANDES
Tomás Morales, -4tonso Quesada y Saulo Torón eran los tres gran-des
de aquella generación poética y casi tenían la misma edad: To-más
y Saulo nacen en 1885 y Alonso un año más tarde, en 1886. To-más
y Aionso mueren muy jóvenes, con treinta y seis y treinta y
nueve años 9; la singladura de Saulo se estira hasta los ochenta y
nueve lo. Y los tres, tan amigos siempre y tan fraternos, iguales en
9 Tomás Morales murió el 15 de agosto de 1921, en el número 10 de
la calle de Perez Galdós. Saulo, con otros amigos, estuvo en su casa la
noche últuna hasta las tres de la madrugada. Al saberse su muerte, con- a
N
fiesa Saulo, <sentí que me faltaba el aire. Cuando llegué a su casa, estaba
ya amrta-@e, sep?taY~e)2 finres b l ~ c a s L. as smigos e n t n hm y ante 61 O
toda entereza se quebraba El día 16, al mediodía, lo llevamos a enterrar n-- m
Al borde de la fosa, uno a uno ibamos acercándonos a él y lo besábamos, O
E
sin poder contener las lágrimas. (Entrevista de Juan Hernández Rodríguez, E
2
en <Diario de Las Palmas», 11 agosto 1957.) Alonso Quesada muere el 4 de E
diciembre de 1925, en la Plaza de Doña Luisa, en Santa Brigida. tuna no- -
&e, cuente. ai?ln, me !!8mar0?1 strs fa~mli-?rerp ara que acudiera junto al 3
lecho del enfermo. Cuando Ilegu6, AIonso Quesada se mona. Ya no hablaba. --
Le Llame en varias ocasiones y no me contestó. Sólo una vez me miró con 0
m
E
los ojos muy abiertos y quiso decirme algo. Se incorporó por unos segun-
O dos, pero volvió a caer en las tinieblas de la muerte Pocas horas después
fallecía. Estas imágenes las llevaré siempre en mi alma.» (Declaraciones de n
Baulo a Cano Vera, en tEI Eco de Canarias», 10 noviembre 1966.) -E
10 El nombre completo de nuestro poeta era Saulo León Torón Navarro. a
2
Nació en la ciudad de Telde el 28 de ~uniod e 1885, en la calle Real, hoy de n
León y Castillo. Fueron sus padres don Montiano Nicolás Torón y doña n
María Magdalena Navarro. Bautizado en la parroquia de San Juan el 21 3
de julio del mismo año, fue apadrinado por don Ricardo Placeres y doña Jua- O
=U. T ~ ó nGf ici6 e= 12 c..ra=oniz e? doetor c?^n Pedro Jimdmz, q12e m5r tara-habría
de ser Canónigo Doctoral, Deán y Vicario Gzneral de la diócesis de
Canarias. (Libro 48 de bautismo, f. 251, partida núm 100). A los dos años
mueren su madre, un hermano y dos hermanas. La familia se traslada en-
-tonces a Las Palmas. Saulo estudia en su casa con su mismo padre y, muer-to
&te, con su hermano mayor Julián. Su primer empleo fue en una tien-da
de te-$&?~, y, a !os p i x e 8ños, cQmn manceho de iins farmacia con iin
sueldo de 50 pesetas al mes, frente al mercado del Puerto de La Luz. Deja
este empleo después de tres años, pero vuelve cuando su cuñado compra la
farmacia, y allí vive hasta su matrimonio De la farmacia pasa a la «Com-pañía
Carbonera Gran Canaria», con destino a la caseta del muelle, traba-jando
muchas veces hasta la madrugada, con un sueldo de 75 pesetas men-suales.
En 1930 es trasladado a las oficinas de ~MilIer y Compañía, S. A.»,
290 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
SAULO TORON 5.
el afecto y en la admiración mutua, son distintos en el perfil hurna-no
y en el comportamiento estético. Claudio de la Torre precisa, con
definición certera, la «exuberante simpatía» de Tomás Morales, la
«intima violencia» de Alonso Quesada y el <amor sereno y puro»
de Saulo Torón. Y todos sabemos del centelleo retórico de Tomás,
de la dimensión lííica de Alonso y del quieto temblor de Saulo. Arni-gos
siempre y siempre distintos. Nunca rivales. De los tres puede
decirse lo que escribió Claudio de los dos primeros: vivieron <<es-trechamente
unidos y soñaron increíblemente separados» ll.
Saulo dedica a Tomás Morales una parte de Las monedas de co-bre,
un libro entero, El caracol encantado, y un poema elegíaco en
cada uno de sus dos atimos lisros. En la primera elegia Desde la
yEiiya vieja, Sauio proclama ia capitanía ilrica de Tomas y resalta
la espera amarga de sus «viejos marinos», hugrfanos en la noche
de la ausencia:
¿Hacm qué nuevas rutas emprendiste la huída?
¿]Por qué mares navegas ahora, capitán?.
En tus playas de antaño canta mi voz dolida,
y tus viejos marinos esperándote están.
i Capitán, capitán! Surja la amada estrella
que anuncie tu regreso a los mares de ayer;
en la noche en que estamos sólo alumbra tu huella.
¡Tráenos la alegría de un nuevo amanecer! (360)
donde trabaja hasta su jubilación en 1959. A este propósito dice González
Díaz («Diario de Las Palmas», 1919): &El destino se goza en poner a estos
poetas en oposición consigo mismo. El destino ha hecho de Tomás Mo-rales,
un galeno nostálgico, ha condenado a Rafael Romero en la oficina de
una casa bancaria, y ha confinado a Saulo en una caseta del muelle. Pe-
-- yue5üa Prüiiieteos, tienen sus pequeños buitres. Y Saulo se queja de su
buitre blandamente, como él puede quejarse.. .».
11 Claudio de la Torre, E2 escritor su isla, Las Palmas, 1974, pági-nas
25-26. Como testimonio de esta hermandad cordialfsima, decía Saulo:'
«No habia mayor satisfacción que felicitarnos mutuamente por nuestros tra-
'bajos. El propio Tomás nos pedía consejo a Alonso y a mí; era capaz de
*n---- -.*e
.v4A,,L DUD versos si no iios gustaban». (Entrevista de Antonio Rodríguez
del Pino en «El Eco de Canarias» 3 noviembre 1963.) «El infortunio, co-menta
José Quintana, une a los dos jóvenes isleños (Saulo y Alonso); la
poesía los ata para siempre y el tiempo les depara otro poeta entrañable-mente
unido a ellos: Tomás Morales. Y los años venideros confirman al
grupo como la generación moderna más importante surgida en Canarias.»
(96 poetas de las Olas Canarias, Bilbao, 1x0, pág. 106.)
6 JOAQUÍN ARTILES
Y en La última cita, también desde la playa vieja, Saulo espera e1
encuentro definitivo con su amigo, «escuchando los salmos, de su
mar y llena el alma «de ensueños rotos y esperanzas muertas»,
para ver si por fin logro encontrarte
en el reino feliz de las estrellas. (447)
A Saulo le obsesionaba la ausencia y el retorno de Tomás. Nunca
cicatrizó del todo la herida que le produjo su muerte. Siempre pre-sente
en el recuerdo, casi sintiendo su presencia física, hasta en su
lecho de muerte, cincuenta y tres años después, lo llamaba deliran-do:
<flomás, Tomás, ¿dónde está Tomás?».
Y Tomás le corresponde con ejemplar magnanimidad. No sólo le
dedica los <d?oemas de la ciudad comercial», en el libro segundo de
Las Rosas, sino que confecciona la portada de Las monedas de co-bre
y pone todo su empeño en su publicación, en su difusión y en la
buena acogida de la crítica madrileña. Cuando, poco después de sa-lir
Las monedas, marcha Tomás a Madrid para preparar la edi-ción
del segundo libro de Las Rosas, a través de sus cartas a Sau-lo
12, se hace evidente lo entrañable de este anhelo. Hay entonces
un ajetreo afanoso de andanzas y gestiones en favor del poeta ami-go
que se quedó allá lejos, en la ciudad de Las Palmas. Tomás
despliega su mejor estrategia en torno a Las monedas de cobre,
interesando a la crítica madrileña. Sus mayores desvelos parecían
concentrarse en Saulo y en su libro, y no en la edición de Las Ro-sas.
Tomás le va noticiando, una por una, cada diligencia, cada es-car&
uza, cada esperanza y cada logro: «Me dijo Enrique pensaba
hacer una cosa sobre tu libro y que la haría enseguida»; <¿No dejes
de mandar tu retrato a Canedo»; tu libro <ha tenido el éxito que
mereces y yo contentísimo,; <<He vuelto a hablar de tí a Manolo.
Machado, y hemos acordado en todo; siempre terminamos en el elo-gio
del hombre bueno que sabe serlo hasta en el Arte»; «Debes
mandar por el primer correo un ejemplar de las monedas dedicada
en la siguiente forma: A MarZano Daranas, inteligentisimo critico, de
su amigo Saulo Torón. O cosa simílar, que te conviene. Me ha pro-metido
hacerte un articulo y yo para él quiero también el retrato
12 Estas cartas fueron publicadas por Sebastián de la Nuez en su libro
Tomás Morales, Universidad de La Laguna, 1956, t. 1, págs. 260-265.
292 A N U A R I O DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
Los tres grandes de su generaci6n literaria, Alonso Quesada, Saulo Tor6n y
Tomás Morales, en la casa de Alonso. Un letrero bien visible dice: «No presto
libros a nadie,.
Portada de <Las Monedas de Cobre». Dihujo de Tomas Morales.
Fragmento de una carta de Saulo Torón a Tomas Morales.
Saulo Torón en una recitación privada, en su propia casa.
SAULO TORdN 7
que irá al frente del supradicho artículo»; danedo me dijo que se-ría
fácil la publicación del anuncio que deseas en "España". Dice
que la crítica te la hará en "El Sol" »; «Te adjunto un recorte del
"Heraldo" »; «Debes mandar dos ejemplares del libro tuyo a la
"Ilustración Española y Americana", que publicará también tu re-trato;
otro a Rafael Cansines a la "Corres" y otro a mí diciendo:
A Ramón Martin, cordialmente, pues este señor es un admirador fa-nático
tuyo y yo se lo prometí; ya te contaré el por qué»; «Canedo
me dijo que lo primero que haría en "El Sol" sería la crítica de
Las monedas de cobre de un tal Saulo»; «No te puedes quejar del
anuncio de "España"; es espléndido como corresponde a todo lo que
en él se anuncia»; «Me dijo Daranas que esta noche saldría el ar-tículo
de él y tu bella efigie en el periodico». Un comportamiento
como éste,
dencia una
superar 13.
sostenido día por día, sin desmayo y sin cansancio, evi-elegancia
de espíritu y una identidad de almas difícil de
1s Saulo
se preocupa
en sus cartas a Tomás Morales, no exentas de buen humor,
también de la difusión y el éxito de Las Monedccs: «Me han
bombeado en la prensa local, le dice a su amigo, González Díaz, Jordé,
Suárez León, Nazarín, Renovación, etc. Otro primer libro que ha tenida
m5s exito que ningtin otro libro primero». <Te agradezco infinito tu reco-mendación
a Canedo para que se ocupe de mi libro. No te pareces a nadie
Mxra a ver si puedes lograr que Bilbao, o el propio Canedo, pongan un
anuncio en Españu, gratis, por supuesto, a fin de que el nombre de mi
libro se divulgue y pueda vender algunos ejemplares por ahf. Por todo,
gracias y gracias (sin Ley)» (25 noviembre 1919). <Escribe tíi pronto y
largo, contándome todas tus impresiones y lo que oigas decir, srnceramen-te,
de mi libro» (25 noviembre 1919). «Dile a Agustín Millares que, antes
de partir para California, me ponga una tarjeta dándome las gracias por
la poesía que le dediqué en el libro (pues no me ha dicho nada), y despues
que aprenda Esperanto» (2 diciembre 1919). «Los libros de Agustín y Ra-món
Martin. van hoy con los dos ejemplares de la "Ilustración Espa-ñola".
También he mandado ejemplares, aparte de los que tú sabes, a Ra-món
G. de la Serna, Enrique de Mesa, Juan R. Jiménez, Luis G. Bilbao,
Gabnel Miró, Angel Guerra, Julio Casares, D. Julio Cejador, Núñez de
Arena, y otros que no recuerdo. Te lo advierto por si acaso tropiezas com
alguno de ellos y se ofreciera hablar de mi. A quien no le he mandado nin-guno
es a Romanones, porque supongo que tú tampoco has de hablar con
él» (19 diciembre 1919). <Por cierto que el anuncio de mis Monedas me-rece
un agradecimiento KolossaZ» (sin fecha). aTe envio un retrato mio, uno
de aquellos retratos horrorosos que me hice ... Tú lo ves y decides si está;
8 JOAQU~N ARTILES
Más temprana y no menos entrañable era la amistad de Sado
Torón con Alonso Quesada. Saulo le dedica, igual que a Tomás Mo-rales,
un poema de su primer libro, todo el libro Canciones de la
orilla y dos poemas mortem. En el primero, con ocasión de su
óbito, Saulo recuerda, con preferente estimación, su «alma grande
y dolorida», su amistad y su arte:
Fuiste amigo preferido,
fuiste en arte el elegido,
de más firme excelcitud,
y en las sombras del sendero, a
fuiste guía y compañero
de mi muerta juventud. (361) E
O
Y en el acto inaugura! de su monumento en 1965 14, Ante el bronce =m
O
de Alonso Quesada, Saulo reafirma su vieja amistad y renueva el E
E
2
E
para publicarse o esperas a que me haga otro Tomás Gómez.» «Cuando
Tomás me haga el suyo se lo enviaré a Canedo en la forma que me indicas 3
Me gustaría que si publican ese retrato, lo hicieran en un diario y no en
una revista ilustrada. Los retratos en revistas me parecen algo propio de -
0m
cupletistas, políticos y toreros.» Y no falta, con motivo de los retratos, la E
nota de humor, ahora en verso: O
«El retrato que te envío
no es de un cónsul del Perú;
es mío, mío y muy mío
¿Que estoy mal porque me río?
La culpa la tienes tú» (2 diciembre 1919)
(Debo el conocimiento de estas cartas a la generosidad de don Nanuel
Morales Ramos, hijo del poeta Tomás Morales.)
14 Que se sepa, Saulo, tímido, retraído, habló en público sólo dos ve-ces*
en la inauguración del monumento a Alonso Quesada y en un banquete
en honor de los esposos, en el Monte de la Esperanza, Tenerife. Y sólo dos
veces salió de Gran Canaria. La primera en 1933, a los cuarenta y ocho
años de edad, con sus grandes amigos Juan Pulido y Dalia Iñiguez, en un
viaje de arte a Tenerife y La Palma. Les acompañaba Isabel Macario, an-tes
de su matrúnon~o. Isabel cantaba, acompañada al piano por Dalia. La
segunda vez, tambien en viaje de arte, a Santa Cruz de Tenerife, con su
esposa, invitados por el «Circulo La Amistad». En esta ocasión Isabel Ma-cario
dio dos conciertos: en el teatro «Guimerá» y en los salones de <La
Amistad». Aludiendo a esto, escribe Luis Doreste: «Todos, una y otra vez,
remontábamos mar adentro las sombras esfíngeas de la Isleta. Y a Saulo
10 dejábmos en la orilla azul, tiernos los ojos, con los brazos abiertos para
294 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
abrazo emocionado de tantos encuentros por un lugar cualquiera de
la ciudad:
Rafael, nuevamente
volvemos a encontrarnos;
tú, rejuvenecido por el bronce,
yo, medio carcomido por los años;
pero los dos unidos,
siempre, en un mismo espiritual abrazo. (437)
Aionso Quesada le dedica la «Canción solitaria» de El lino de los
sueños.
Los POETAS DE SAULO
Además de Tomás Morales (el «capitán» de la promoción poética)
y de Alonso Quesada (duiste en arte el preferido»), otros poetas
están también presentes en la poesía de Saulo: Antonio Machado,
Rubér? Durie, k a n Eamón Jiménez y CkstuVc Ad d f ~3 é c q~e rA. gus-tín
Espinosa añade a León Felipe. A los tres primeros dedica poe-mas
de fervor y admiración. El primero es Antonio Machado. En
un poema que titula «El libro infinito», Saulo tiene en las manos las
obras completas de Machado y contempla su retrato de «grave con-tinente~,
c on d a frente combada» y el «ensueño hondo y penetrante,
de los ojos. Temblándole el alma, «con honda emoción», repasa, an-heloso,
las paginas del libro. Al pasarlas, lentamente, va compren-diendo
el tesoro que encierran. Y confiesa con alborozo de hallazgo:
Cree que es d xunde !e n,Ue es% e:: mi mune. (29)
Así piensa Saulo desde el principio de Las monedas de cobre. Y, ya
publicadas Las monedas, el 2 de diciembre de 1919 escribe a Tomás
Morales en una de sus cartas: «La postal en que me hablas de Ma-nde
y Pntmio Mmh&e ?z?e !!egá u! ahu. Kmcu hahiu experirixen-
Bdo una satisfacción y un goce tan extraordinarios como los que
la espera, recogido en el haz de sus sueños, anheloso de nuestros reno-vados
avatares, vocero jubiloso de nuestros lances afortunadosw. (En el dia-rio
<Falange>, Las Palmas, 26 junio 1949.)
Núm 22 (1976) 2%
me produce su lectura. Ya no me importa que mis Monedas vayan
al olvido, después de haber llegado a Antonio Machado». Y añade en
una postdata: «Amplíame por carta la entrevista con el divino An-tonio
» 15. Tal era su admiración para el poeta de Castilla. Y después
de muchos aiíos, en un diálogo con el busto de Alonso Quesada, muer-to
treinta años antes, como preocupado por el encuentro con sus
amigos de la otra orilla, le pregunta si allí está también Antonio
Machado:
Dime, además, si has visto,
como en campos de Soria, deambulando
por el Celeste Huerto, al gran Antonio
con su Leonor del brazo. (437)
El segundo es Rubén Darío, el <ánclito Darío», el «padre Rubéw.
Saulo, aún después de muerto, percibe sus huellas «sobre los mon-tes
», sobre «los mares», en la región de «los astros,. Y pregunta
con interrogaciones que afirman:
¿Quién descubrió la ruta?
¿Quién descifró el enigma, si las sombras
eran más grandes que su propia alma?. ..
Padre Rubén, no has muerto ... iTodavia
cubre tu irradiación el meridiano! (31)
Porque en la admiración de Saulo y en buena parte de su poemario
está presente Rubén, aunque sea, como dice Indurain, «el Rubén
menos aparatoso,.
El tercero es Juan Ramón Jirnénez. Todavía recuerdo con emo-
,:z- 1, 2 ,--,,,,a, ,.,........,. ,.,. a,. lrin l:L...r\n ,-Yn C.-,..la &.. lo *"cirJ 4-1
8 J U l l la i i l C U p c l a u a 3uIplc~a uc 1u0 UUIUO UG U a u L u GLI IU busu ubr
poeta de Moguer, convertida en museo del gran poeta. Saulo, como
Juan Ramón, sustenta una buena carga de penumbras, de medios
tonos, de lejanías vagorosas, de melodías inconcretas, de ocasos me-lancólicos
o de paisajes como estos:
Sobre el mar dormido,
la luz de la luna
temblando de frío. 072)
15 Carta de Saulo a Tomás Morales, 2 diciembre 1919.
296 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N l ICOS
Porque la luna ha muerto, está la noche
de luto riguroso. (248)
En uno de sus poemas sueña Saulo que el espíritu de Juan Ra+
món le va a visitar «con la luz del ocaso», precisamente a esa hora
tan juanramoniana del ocaso, y que le trae «un sueño de transpa-rentes
oros». Nuestro poeta, conmovido, complacido, emocionado por
la llegada del amigo, descubre la identidad de sus almas:
Esta visita dice que es tu espíritu el mío
y que, a través del sueño, somos los dos hermanos! (85)
Y el cuarto es Gustavo Adolfo Bécquer, «el mejor Bécquer~, que
dice Indurain. Saulo no lo nombra siquiera. Pero Valbuena Prat con-creta
esta presencia de Bécquer en el poema titulado «Cada aaw,
que viene a ser una neobecqueriana llena de una nostalgia difusa de
infancia lejana y de técnicas remotas», con un «auevo sentido las
metáforas»:
Cuando mlro rociar ias estreüas
por el dulce regazo infinito
como leves monedas de plata,
jme siento tan niño!
Cuando miro las olas alzarse
en montañas de azul cristalino,
para luego romperse en espumas,
jme siento tan niño!
Y que termina:
Porque sé que la vida no puede
ser cumbre ni abismo,
sino un algo muy vago que flota,
que flota perdido,
sumergido en un sueño sin ansias,
ime siento tan niño! (291-92)
Otros poetas, otros nombres, inciden en la poesia de Saulo, como
Miguel de Unamuno, «siempre con sus ficciones dialogando», y Jo-sefina
de la Torre, «música del alto cielo, / que al resonar en mi
vida / daba luz al pensamiento,. Casi siempre son homenajes
póstumos, incidencias de amigos muertos: Julián Torón, su hermano,
con da clara línea de su trayectoria»; Domingo Rivero, «unaestro y
compañero, / más cordialmente amigo»; Rafael Mesa, con su <cvida
dispersa» y su «musical locura»; Miguel Sarmiento, «maestro en el
saber preclaro»; Ignacia de Lara, «con un supremo alarde de excel-sa
poesía>, y Juan Millares Carló, con sus «rimas de perfecto acor-de
». Los demás poetas amigos quedan perpetuados simplemente en
limpias dedicatorias: Enrique Diez-Canedo, Pedro Salinas, Angel Val-buena
Prat, Claudio de -la Torre, Luis Doreste, Agustín Millares Car-ló,
Montiano Placeres, González Díaz, Fernando González.
Saulo Torón hace más concesiones al modernismo que Alonso
Quesada. Pero el verdadero Saulo, sin llegar a la secreta hondura
de AIonso, está lejos de la retórica de Tomás Morales. Su voz no
tiene acentos wagnerianos, sino el medio tono suave de la penumbra.
Sa-do cree con Walier Paier que ia forma más eievaaa Gel arte es
da austeridad de la belleza», y ha leído muchas veces aquellos ver-sos
de Rubén Darío: <iDe desnuda que está / brilla la estrella». Por
eso su poesía evita cualquier escape de grandilocuencia y cualquier
griterío de imágenes, reduciendo el artificio «a un juego leve de
conceptos y músicas», que dijo Diez-Canedo; «diciendo su palabra
con desnuda belleza, sin afeite apenas», en expresión de Francisco
Indurain; sin caer en un «laberinto de conceptos y de metáforas»,
como dice Antonio Machado; «hasta conseguir la expresión esencial»
que dijera Ventura Doreste; convertido en aeiíor de gran riqueza>,
;;zm s6h -mas iiiuneGas de ~abi t te' i~i la palma de la mano, como 10
define Salinas. Y los cinco prologuistas de Saulo coinciden con el.
poeta cuando dice:
Palabra mía
clara y exacta?
clara como mi vida,
exacta como el ritmo de mi alma.
Palabra honrada y pobre
que dice, reza o canta,
según el sentimiento que la anima,
pero que no se vende ni se mancha. (293)
ANUARIO DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
Esta escasez de artificios, esta frugalidad de aderezos, este aho-rro
de energías en la búsqueda de elementos formales, hace que el
poeta concentre sus esfuerzos hacia dentro. Porque en ese mundo
interior, por los adentros del alma, discurre mejor la peripecia de
sus versos:
Tengo los ojos hundidos
de mirar siempre hacia dentro,
para no errar el camino. (391)
Y cuando su hermana le reprocha el descuido exterior de su ves-timentas
define en Ia respixsta la desnuda verdad de su estilo:
... lo que importa
y es menester cuidarlo,
es lo de dentro. Lo de fuera ...
Acuérdate de Cristo en el Calvario.
(.CoAuTrAv .... Ll...-n,. "..d.-.&,. ..A* .7n"+;Ar. ULI uLair%,v auualw pvr vc~nuv,
y con los pies descalzos! (94)
Y el poeta se adentra en su mundo interior hasta encontrar e1
hontanar de sus versos en su vida de emociones. Lo diCe él mismo
en la primera estrofa de su primer libro:
Mi verso es el sereno manantial de mi vida
donde afluyen acordes todas mis emociones;
toda emoción que pasa deja una estrofa urdida
en el lino invisible de las meditaciones. (23)
Y lo dirá después más exactamente, en los «Ritmos y cantares%
de su último libro:
Me quitarán la palabra,
pero nunca el sentimiento
que e; flinGo a;ma, (M)
Y así, su verso, decantado de externidades, estimulado por la
emoción y no por la retórica, muchas veces apenas con un roce de
palabras, y hasta en algún caso con cierto gramatical desaliño, tie-ne
temblor de latido y humedad de alma. Y tiene también, de acuer-
do con su talante humano y con su gravitá riposata, un tempo me-surado
y una serenidad inalterable. Porque Saulo, que es un enhe-brador
de quietas emociones, parece estar de acuerdo con Word-woorth
cuando define la poesía como <ama emoción recordada en el
.sosiego». Con razón ha hecho notar Indurain que en Saulo aunca
falta el latido íntimo que ha convertido en remembranza o en emo-ción,
si no en ambas, lo contingente y fugaz, tocándolo así de gra-cia
y de misterio lírico».
Porque en la emoción, en el recuerdo emocionado, se apoya todo
este sentido franciscano 6e ia vida, toda esa iieriliiiiillal: c6smi~a de!
poeta con el mundo de cada día, todo ese amor de las cosas peque-ñas
y hasta vulgares, esa querencia de lo mínimo y exiguo que for-ma
el cañamazo de Las monedas de cobre: los limpios manteles, los
trajes remendados, el patio de la casa, el salario modesto, la li-mosna
de cada día, la hoja del almanarjue, el s2%ü vi&, las ezir-tas
vulgares, la lámpara de la alcoba. O esa minimización afectiva
de las personas y cosas con el uso tan frecuente del diminutivo.
Pensando en esto, precisamente en esto, Díez-Canedo dirá que <si
no fuesen monedas de cobre, los versos de Saulo podrían ser flore-ciilas
del huerto franciscano». Y esto lo hacía Saulo en una época
en que parecía proscripto este tipo de emociones y sentimientos.
-Ya lo advierte Francisco Indurain: <$recisamente cuando más des-acreditados
-y no sin causa- estaban los motivos de tipo sentiien-tal,
familiar, de cada día, de la vida corriente y moliente, Saulo
tuvo la gallardía de ser 61 rñismo, dicieiidü su pzkbra em desimia
belleza, sin afeite apenas, para cantar su barrio, su familia, la tienda
d e la esquina, los bancos del paseo, el puerto y su cotidianidad en la
aventura. Lo vulgar se decanta y adquiere brillo o efusión y hasta
magia».
Esta emoción del poeta se tiñe muchas veces de tristeza, de una
suave tristeza que se le filtra dulcemente en el alma:
300 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
SAUM TOR6N
Y una suave tristeza,
una sutil zozobra
va llenando mi espíritu. (62)
Rincones queridos,
;qué dulce tristeza
se entrá en el espíritu
con vuestra presencia! (133)
O de un hondo dolor que nunca logra romper su equilibrio ni su
compostura, como en los poemas de «La nochew, trémulos de miedo,
de soledad y de tristeza. O el dolor esperpéntico del borracho del
barrio, qobre borracho loco, / despojo absurdo, trágico y grotes-
'COB (75). O el llanto en el entierro de una joven, con <cuna caja
blanca, / las cintas blancas y las biancas rosas», pero <ciudos de
negro, porque así es la moda» (63). O el dolor de la nostalgia pre-sentida,
al dejar su antigua vivienda:
Vendré todas las noches a llamar a tu puerta
;A ver si me responde dentro mi juventud! (55)
O el dolor ingenuo, pero hondo, por la muerte del perro amigo,
que termina con esta oración emocionada:
Haz que el perro amigo se avenga a tu Reino
y pónselo al santo de Asís en los brazos. (53)
O el sollozo de las olas porque se ha muerto la luna:
Porque la luna ha muerto, está la noche
de luto riguroso ...
m1 ----- AL Turriui de las ola;, en !as s~mbras,
Hora como un solIozo ...
iCuando la luna muere,
llena el dolor el Universo todo! (248)
Pero esta tristeza no nace siempre de una anécdota cercana, de
una inmediata circunstancia externa. Tviuchas veces tiene su üi;r;gefi
en el pasado mismo del poeta, en su angustioso vivir histórico, en su
contingencia existencial, en recuerdos, fracasos e ilusiones rotas:
Un doliente recuerdo que viene del pasado
va llenando mi alma de emoción y tristeza. (86)
Núm 22 (1976)
El dolor del presente y el fracaso de ayer;
y la angustia infinita del corazón que llora. (86)
Y qué honda tristeza
del corazón, que nunca
consigue lo que sueña! ... (244)
De tal modo que, a veces, la tristeza se convierte en su única
señal de vida:
Por tí, sólo por tí
sabe mi corazón que aún está vivo ... (140)
Y hasta llega a aceptarla con gozosa entereza:
Hoy tan sólo me importa
gustar la pena y olvidar la herida. (148)
Porque este es el sino de su existencia:
Nacer y sufrir,
sufrir y cantar.. .
Mi vida fue así (392)
Hace algún tiempo escribía yo, a propósito de un poeta intimis-ta:
«No es un intimismo que se adelgaza y ahila hasta desjugar su
propio yo. Es una intimidad sustentada de externas circunstancias,
de ineludibles querencias, que le incitan y aguijan hasta estreme-cerle
el alma y zarandearle levemente la emoción». Esto mismo po-dría,
tal vez, escribirse de Saulo Torón. Pero sólo en parte. Porque
muchas veces no se sabe si el río lírico de Saulo discurre desde las
cosas o desde el íntimo manadero de su alma. Hay un ir y un venir,
un flujo y un reflujo, entre el mundo que le circunda y su mundo
escondido. Hay una Iírica fluencia silenciosa que va y viene por ca-minos
de misterio. Hay una fuerza de dentro a fuera y otra de fue-ra
a dentro. ¿Es el poeta quien lirifica su externa circunstancia -lo
pequeño, lo familiar, la pobreza, el dolor, el amor, la muerte, el mar-transfiriendo
a personas y cosas sus íntimos estados anímicos? ¿O
302 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
son las cosas las que estremecen las cuerdas secretas del alma, ro-zándolas
apenas con su plectro dorado?
LA POBREZA
La pobreza gravita también sobre esta intimidad dolorida. Y en
esto coincide con Alonso Quesada y Fernando González. Porque los
tres son poetas tristes, tremendamente tristes. Y los tres cantan la
.pobreza, su personal y auténtica pobreza. El lino de los sueños co-menzaba
con esta «Oración de todos los días»:
i'&n&ta 12 p&rpza de mi ras,?!
Hoy la comida ha sido más humilde ...
Mi madre ha sonreído tristemente,
pero había una paz en su mirada ...
Fernando González lo dirá más tarde en El reloj sin horas:
... Eramos pobres,
y de niños teníamos zapatos
sólo para calzarnos los domingos.
Y Saulo Torón, en Las monedas de cobre, canta así su angustia
de cada fin de mes:
El día último de mes es para
-lo.s- que morirnos víctimas de un salario modesto, 2:- -l-A-- -A-.--- .3:--:2:J- i---.-.. l-...-...
u11 usa altzy,it: Y t~a~; r ;uu,l v i u ~ ~eun u e a gluaaa.
cobrar, pagar, y luego ... quedarnos sin un céntimo. (82)
Y, a través de su primer libro, va pasando tristemente las cuen-tas
de su rosario de penurias:
¡Señor, qué vivir más triste este de la pobreza;
qué vivir más amargo, qué vivir más acerbo! ($2)
Las profundas angustias de la indigencia trágica. (86)
... mis bolsilios exhaustos de dinero. (105)
18 JOAQUiN ARTILES
Y su vagón de tercera, como Antonio Machado:
Fue en vagón de tercera donde vine a la vida
y en tercera prosigo mi vagar taciturno. (90)
Y qué alegría de niño grande, cuando puede comprarse con su
dinero unas modestas prendas de vestir:
Con mi dinero he comprado
unas botas y un sombrero;
s. 0 . . v.. s.. ... e. ... ... s. ...
Lo comprado poco vale;
ipero fue con mi dinero! (300)
Otra de sus grandes obsesiones es la muerte. La ausencia de tan-tos
amigos queridos tuvo que dejar una huella profunda en su fina
sensibilidad. Uno tras otro, todos van desfilando hacia la otra orilla:
Rafael Mesa, Luis Millares, Juan Carló, Adolfo Miranda, Mister
Bright, Domingo Rivero, Tomás Morales, Alonso Quesada, Mlguel
Sarmiento. El poeta, que va quedándose solo, se queja amargamen-te,
con un grito angustioso de soledad:
Amigos, todos sois idos ...
iy yo estoy solo ante el mar! (363)
Y, sin saber que su andadura va a ser tan larga, se siente mo-rir
en la soIedad de cada día. Y se pone a esperar la muerte, casi
a suplicarla :
¿Por qué, Señor, la vida
si ya me estoy muriendo? (261)
Y se lo va a contar al mar, al gran amigo que no se muere:
Y he de morir joh, mar! he de morir
como una ola más en tu ribera.
Le entregaré mi alma al infinito
igual que el infinito me la diera. (273)
%NUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOI
Mas, sin embargo, sé que ya mi vida
pronto terminará, mar entrañable. (462)
Sálo aguardo el soplo tuyo
que a la eternidad me lleve. (377)
Y eso, eternidad aguardada, es la muerte para Saulo. No un aca-bamiento
definitivo, sino el comienzo de un mundo «de paz perpetua
e inenarrables goces,, el trasmundo de los sentidos, el encuentro-escatológico
con las almas amigas en el lugar de la cita definitiva,
donde las almas fraternizan libres
en una alegre comunión de hermanos. (438)
Aquí aguardo, Tomás, tu última cita
-callado el labio y con el alma atenta-,
para ver si por fin logro encontrarte
en el reino feliz de las estrellas. (447)
El mañana, jel mañana es lo que vale!
Allí estaré contigo. (446)
Donde estés -en la sombra o el olvido-espera
por nosotros. (362)
Pero al poeta, que ama también la vida, le duele la muerte como
un desgarramiento de la carne. Y en uno de sus últimos poemas,
vencido ya por la carga de los años, gime con hondo lamento:
iAy qué dolor, ay qué dolor, Dios mío!
Sentir que nuestro ser se está acabando.
h.. s. s.. s. ... e . . s. s.. ... ... s. ... s. ...
¡Ay qué dolor, ay qué dolor de vida!
¡Ay qué dolor, ay qué dolor de muerte! (470)
--
Y ~ ~ e nqtuee , poco a poco, se ie van muriendo la mente y los
sentidos, uno a uno, con buscada lentitud, y sin querer quebrar la
línea de la mesura:
Mis oídos ya no oyen,
mi cerebro ya no piensa.
Mi corazón angustiado
como un pájaro aletea.
Ndm 22 (1976)
JO.4QUÍN ARTILES
Mis ojos quieren mirar,
y en vez de mirar se cierran.
-¡Las luminarias de ayer
se han convertido en pavesas!- ... ... ... .*. ... .s. s.. e.. e.. s. e.. e.
¡Alma, despierta a la luz!
-¡Pero el alma no despierta!- (473)
Parece como si el poeta estuviera ensayando el ancho apaga-miento
de su vida, hasta sumirse en el silencio de su idtimo verso:
No cantes, que ya no es tiempo. a
Tu vida se está acabando
E como un inút-i -l recuerdo.
No cantes ... Y escucha sóio O
lo que te diga el Silencio. (474) - m
O
E
Y así, en verdad, habría de morir Saulo Torón, en la ciudad de E
2
E Las Palmas, el 23 de enero de 1974, a la una de la mañana, muy
cerca del mar, casi junto al mar, calladamente; como una oIa man- 3
sa, como era su voluntad: -
0
m
En la playa nací,
en la playa, también, acaso muera,
callado, humilde, tímido,
j adivinado apenas !
como tú, ola mansa,
como tú, ola humilde,
como tú, ola de la ribera. (183)
Al morir Saulo, comenta Cipriano Acosta, «el mar ha tenido que
llorar amargamente, sin que nadie lo advierta ... El mar ha tenido
que estremecerse de angustia por la ausencia definitiva del poeta
que tan bien supo entenderlo y trascenderlo. El mar se ha quedado
huérfano una vez más -tantos poetas lo amaron-; pero esta vez
con una tremenda orfandad desoladora» 16.
16 Cipriano Acosta, SauZo, cordialidad, en «Diario de Las Palmas», 26
enero 1974.
306 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANl I C O S
No se ha insistido suficientemente en el aspecto amoroso de la
poesía de Saulo, sobre todo de El caracol encantado. Se ha hablado
mucho de este libro como poesía del mar, como una sinfonía del
mar. Pero no se ha dicho todavía que El caracol encantado es tam-bién
una sinfonía de amor, un verdadero poema de amor, con una
concreta intriga amorosa. No en vano le puso Saulo en la cabecera,
como clave y síntesis de todo el poema, aquel verso de Rubén Da-río:
«El caracol la forma tiene de un corazón». Y no en vano nues-tro
poeta, en el mismo preludio del libro, señala su doble contenido:
Lo que hay dentro de mi
es mar y corazón. (171)
Que nosotros sepamos, entre lo mucho que se ha dicho de El ca-racol
encantado, sólo dos comentaristas han sabido intuir esta ver-tiente
erótica del poema. Apenas publicado el libro, escribía Suárez
León 17: &ay en estas páginas una poderosa airaccitn cauiivadüra;
surge de la trama dorada y malva del verso, como de una maravi-llosa
apoteosis de atardecer, la figura de Ella; un afecto silencioso
y puro del poeta, contado nostálgicamente y ennoblecido por la
pureza del recuerdo». Y Fernando González l8 comentaba por Ias
mismas fechas: la ilusión del poeta «se llena con el fantasma de un
gran amor, acaso de su amor único, puro y sereno en la memoria,
eterno en el alma, que se llevó aquel barco negro y grande, en un
ocaso rosa y oro, hacia tierras desconocidas. Todas las tardes, el
poeta vuelve a esta playa a ver el mar que le trajo los últimos sus-piros
& la mujer f@iva, a loar Su iier-mesura
».
Sólo desde esta doble perspectiva, erótica y marinera, puede te-nerse
una visión entera de El caracol encantado.
Sí, el mar está presente en el poema, con una superior presencia
- ------ 1 .. - - . < - L f - - ñr-.-1._- - 1 1 - L - I I - -1- J!--^1-
V~ SUXI y acusuca. lvlucflas veces s w l w cumu L ~ I W I I ue IUIIUWO, eLICii-
17 Suárez León, en «El Tilbuno», 2 septiembre 1926.
18 Fernando González, en «Revista Hispanoamericana de Ciencias, Le-tras
y Artes», reproducido en <El Liberal» de Las Palmas, 22 septiembre
1926.
22 JoAQU~N ARTILES
ramándose sobre una estrofa a lomo de los versos, o asomándose
por las esquinas del poema, y hasta implicado en el rumor de un
sollozo. Otras veces, adelantándose a las candilejas, llenando todo
el escenario. Pero no como protagonista del libro, sino como esce-nario,
como ámbito y espacio de una peripecia amorosa, como so-porte
y apoyatura, como testigo, como confidente o como cómplice.
La serie de marinas, finísimas, de la primera parte del libro crean,
con su plural insistencia, el ámbito encantado de una historia amo-rosa
no menos encantada 19. El mar es como el entorno lírico de la
intriga, como el estuche mágico de un bello cuento de amor. El ca-racol
es, por obra y gracia del poeta, el símbolo de un corazón ena-morado.
Lo confiesa el mismo Saulo 20: «El caracol encantado se
puede decir que es mi vida», es mi «despertar hacia el mar» y es
también <da ilama de un amor». El caracol es como una crónica de
amor y de mar.
De toda la obra de Saulo, El caracol es el único intento de gran
poema, con unidad temática y con estructura planificada. Concebido
como un poema enterizo, de tema erótico, está dividido en cinco par-tes,
con un <iPreludio», y una coda o «Alba postrera». Las cinco par-tes
se titulan «Iniciación», <iPlenitud», <(rristezas y oraciones del cre-púsculo
», «La noche» y «Las últimas oraciones». O lo que es lo mis-mo,
siguiendo el símil de la división natural de los días: «Amanecer»,
«Mediodía», «Ocaso», <SJoche profunda» y <<Noches in esperanza». Se-bastián
de la Nuez sugiere el paralelismo de estas partes con los dis-tintos
momentos de Néstor en su Poema del mar, y es sabido que Sau-lo
vio pintar los tres primeros cuadros del Poema y que Néstor decorá
la casa del poeta con reproducciones del Poema entero. El mismo Sau-lo
21 explicará más tarde su secreto significado: El Amanecer es
como «el descubrimiento de la naturaleza»; el Mediodia, la plenitud
apasionante»; el Ocaso, la «tristeza» de la huída, y la Noche, e1
19 Al parecer, Saulo habfa vivido su primer amor, que terminó con un
cruel desengaño. Alonso Quesada, que acababa de sufrir la misma expe-riencia,
le decfa: <<Verás como esto nos sirve por lo menos para hacer me-jores
poesfas». (Entrevista con Vera Cano en «El Eco de Canarias, 2 no-viembre
1966.)
20 Entrevista con Joverasu (J. V. S.) en «Diario de Las Palmas», 7
abril 1955.
21 Idem, id.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICO'P
SAULO TORON 23
«ensueño» de los recuerdos. Y, traduciéndolo al lenguaje del acon-tecimiento
amoroso, el Amanecer es la espera de la amada; el Me-diodia,
el encuentro de los amantes; el Ocaso, la traición y la huída;
la Noche, el tormento de los recuerdos, y, al final, la gran mentira.
Pero el mar, aun sin ser el protagonista gel poema, está presente
en cada cabalgada, Y no con una impasibilidad desganada, sino con
una mterrelación activa, con un apareamiento armonioso entre la
fluencia amorosa y los estados del mar. En la espera de la amada,
alfombrando de oros el camlno por donde habría de venir: <el sol
vierte en el agua / todos sus oros líquidos» (189). En su llegada por
las rutas del mar, festejando el encuentro con la orgía deslumbran-te
de sus colores:
Sacude, mar, tus espumas
y viértelas en la playa,
en profusión radiante de perlas,
y nácares, y rubíes, y esmeraldas ...
7v11i.l ahraun~ iir rnr-anr+~rr.v Au -o yn-inr drruacu Pr- er-.w~---i n c a c
inmateriales, fantásticas,
pon en la arena, joh, mar!, para que puedas
festejar dignamente su llegada. (200)
En el gozo de su presencia, sosegado y estático, repitiendo el
nombre de la amada: «Y el mar en sosiego, diciendo tu nombre con
claro rumor» (216). En el silencio de la huida, encubriendo la trai-ción
de la amada: «Vengo a la playa solo / a ver el mar que la llevó
en la huída» (222). En la ilusión del retorno, acompañando la espe-ranza
del poeta:
Rosas de espuma que el mar
abre en la playa dorada ...
mi corazón hace tiempo
que otro florecer aguarda. (233)
En el recuerdo dolorido, desatando sus iras contra las rocas:
El mar se ha alzado airado.
porque una sombra ha oscurecido el cielo,
y en montañas de espuma
se resquebraja contra los roquedos ... (235)
Núm 22 (1976)
JOAQUÍN ARTILES
En el desengaño final, dando imágenes al desaliento del poeta:
Todo como la espuma se deshace,
todo como el rumor se desvanece. (245)
Y en el olvido definitivo, sumándose a sus lamentos:
El rumor de las olas en las sombras,
llega como un sollozo. (248)
La peripecia amorosa del poema tiene un amplio desarrollo. En
la primera parte, surge la unagen de la amada, borrosa todavía, a
inconcreta e intemporal, desconocida, asediada de incógnitas, sin
nombre, sin geografía y sin rostro: O
n -
Y surges ante mí, no sé de dónde m
O
E ni quién te trae - jel mar o mi deseo? (191) E
2
E
Y, sin embargo, el poeta presiente su venida. Y la espera con
ansiedad: 3
-
0
~Vendrás, al fin? - No lo dudes, m
E
corazón, jella vendrá! (192) O
iVendrás! Yo no sé por donde,
pero sí sé que vendrás. (193) n
-E
a
Y, en esta espera ansiosa, la imagen de la amada se va clarifi-n
cando. El poeta la adivina como un ideal de belleza, como un mila- n
n
gro de perfección, como una novia del renacimiento: 3
O
Y serás, siendo mía,
eje y luz del universo;
concreción milagrosa
de lo eterno y perfecto. (194)
Pero hasta aquí todo es adivinación y presentimiento, pura ilu-sión
platónica. En la segunda parte, la espera se convierte en pre-sencia
y una ola de optimismo lo invade todo. Es la hora de la ple-nitud
y del logro, de la pleamar y el mediodía:
Llegaste al fin, mi prometida ...
¡Con qué vehemencia te esperaba!
ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
SAULO TQRON
Tomas las llaves de mi amor
y abre las puertas de mi alma. (199)
Y la amada penetra en el alma del poeta hasta convertirse en
su prisionera :
En mi corazón entraste
y en él prisionera estás. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
jcorazón, con ella dentro,
eres más grande que el mar! (201)
Y así, corporeizada, traducida en presencia y en cuerpo, tan cer-cana
y tan adentro, tan en el corazón, el poeta comienza su ronda
de galanteos, vertiendo en metáforas sus labios, su sonrisa, su fren-te,
sus ojos:
¡TUS labios!
Dos llamas de sol
en dos pétalos rojos de rosa.
TU sonrisa!
El secreto que entreabre el camino
de todas las glorias.
[TU frente!
El espacio infinito :
el cielo sin sombras.
¡TUS ojos!
iE1 día primero del mundo
eternizado en dos auroras! (208)
Y la sueña dichosa y cósmica, cortejada por las estrellas y por
su propio corazón, hollando como una diosa los caminos siderales:
con las estrellas delante
y mi corazón detrás. (213)
Tu silueta en la dulce ilusión de los cielos
y el mar, en sosiego, diciendo tu nombre con claro rumor. (216)
A este «mediodía» de triunfo sigue la hora del «Crepúsculo». Esta
tercera parte es de acabamiento y fracaso. Es el ocaso de una ple-
Núm 22 (1976) 311
nitud que se creía eterna. Es la quiebra de una felicidad, hecha
pedazos por la amada, que huye misteriosamente, como había ve-nido
:
Se fue por el mar, sutil,
como entró en mi corazón. (220)
El poeta no nos dice las razones de su huida, pero sí la intensi-dad
de su dolor, renovado por la tenacidad de los recuerdos:
¿Qué me importa
que te fueras lejos,
si ine habias de dejar en el a'ma
clavado el recuerdo? (228)
Y así Uega d a noche» desventurada. El recuerdo de la amada
sigue atormentando al poeta, que lucha entre la espera y el engaño,
entre la ausencia y el retorno, jugando a1 <cí» y al «no» en un vai-vén
de olvidos y esperanzas, descubriendo su huella en todas partes:
Adonde quiera que mlro,
allí mis ojos te encuentran. (242)
Y el poeta vaga y desvaría, hablando en la alta noche con las
estrellas:
Yo no sé si es ilusión
o verdad tanta grmcleza;
sólo sé que en 12. alta noche
me hablan de tí las estrellas. (42)
O rumiando sus tristezas «por la playa en sombras», esperando
sin esperar, náufrago y redivivo en el mar de la desesperanza, es-perando
y desesperando, para volver a esperar de nuevo:
El alma tiembh muda,
sombras y soledad pesan en ella;
soledad que dilata tu recuerdo,
sombras para una luz que nunca llega ...
.dcU~Gñl l.-v.L..;t i7;ía nada restar6 a i~iiv ida
que de esta angustia redimirla pueda?
-mi voz pregunta- y en la oscura noche,
perdido, el eco imperceptible suena.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
iNada! -otra vez responde-.
iY sin embargo el corazón espera! (252)
Hasta que, al fin, logra arrancarse la espera y e1 recuerdo. Y se
queda solo, terriblemente sólo, en medio de su tragedia:
Me he arrancado del alma tu recuerdo
para quedar más sólo todavía. (254)
Y, en esta dramática soledad, se llega a las «Ultimas oraciones»,
quebrantado y maltrecho, con la vida rota y un peso de desengaños
en el alma:
Amor! Gran mentira.
iTe creí eterno,
y eras sólo un aroma fugaz
que aspiré en un sueño! ... (262)
Y se debate solo, impotente, entre horizontes de sombras:
Mira hacia el pasado ... jsombras solamente!
Mira hacia el futuro . . j sombras nada más ! (263)
Con su cruel desesperanza a cuestas. Y con su mala estrella.
Para siempre y jamás:
Que no se trunca
el destino. Y el mío está
resuelto ya :
i Nunca ! (264)
Así, con este fatal derrumbamiento, parecía terminar esta fic-ción
goemática. Pero el poeta, sobreponiéndose a su «espantable rea-lidad,,
h a r á brotar de sus desesperanzas» «un entusiasmo nuevo»
y «un nuevo oriente de ilusiones». En la oda del <<Alba postrera,,
asnrna un nuevo amanecer y e1 poeta voceaj con nuevos hrios y cm
su eros a cuestas, dispuesto a otras singladuras:
iVuela, velero mío,
corazón-marinero, que ya tardas!
iA la mar otra vez, que un nuevo oriente
para vivir te aguarda! (269)
28 JoAQUÍN ARTILES
Y esta nueva singladura se llama Isabel 22, y llena los <Poemas
de Amor y Ternura» de su último libro. Ahora es la amada de carne
y hueso, con nombre y con rostro, <trémula de promesas y espe-ranzas
», con virtudes de esposa y de madre, con su hogar y con sus
hijos:
jY así te quiero, madre!
iAsí te quiero, santa! (415)
Déjame vivir así,
en el hueco de tu nombre. (422)
Y ahora hay cantos de nana para dormir a los hijos:
Yo sé de una estrella
que en la noche canta
para que tú duermas.
Y sé de un lucero
yue r u a n d ~t ú & ~ r a p s
te dice: «te quiero». (428)
Y hay también un hogar con la presencia de Dios:
Te he sentido, Señor, en la llanura,
en los valles, las cumbres y los mares...
Pero cuando más cerca te he sentido
es cuando entre mis brazos he tenido
al hijo nuevo para darle cuna. (434)
22 '--T.-' Isauel IvLacar.r", ."-'-- l-a .es.po sa ce: pue¿a c.... '- ^^*C.."'^ ""+"'"""'^ ep uauiv bvuir ajv ~ i iur~r r i i v ~ ~ ~
7 de febrero de 1936, en la iglesia de San Francisco, bendiciendo la unión
el parroco don Antonio Artiles. Tuvo dos hijos- Saulo Jesús y María Isa-bel.
Isabel Macario ha sido una de las mejores cantantes de Las Palmas.
Saulo Torón, en su entrevista con Cano Vera («El Eco de Canarias, 10 di-ciembre
1966) no ha podido silenciar que Isabel «ha tenido la mejor voz
& soiji-azu & ~ ~ & ~qicec h&e d&, y q e I ,a si& e! pr:n@a! e!eir,eztc zr-tfstico
de los varios conciertos que se han celebrado en Las Palmas». Su
casa de la Ciudad Jardín, Hermanos Garcia de la Torre, número 21, fue,
desde sus bodas, el hogar de la música y la poesía, centro de reuniones,
conciertos y recitales. Por allí pasaron Marimí del Pino, Dolores Mahbrón,
el tenor rumano Kanteanu, Chano González, Chicho Morales, Alfredo Kraus
y otros muchos.
314 ANUARIO DB ESTUDIOS ATLANTJCOS
Pero si Saulo es poeta de su peque50 mundo entrañable, del do-lor,
de la pobreza, de la muerte y del amor, es también, y sobre
todo, poeta del mar. Saulo vivió siempre frente al mar o cerca del
mar, «escuchando su voz», como le dice Antonio Machado: «Usted
escucha la voz del mar, contempla usted el mar, piensa usted en él-y
lo canta. Siga usted, querido poeta, fiel a esa musa». Enrique
Díez-Canedo atribuye a esta visión constante de las aguas movedi-zas
el estremecimiento lírico de sus versos: «Los ojos del poeta se
tienden hacia el mar, desde la orilla donde canta. El movimiento
eterno del . a.g ua se nota en ese temblor de su poesía, que no petri- fica s ~ Vs ~ S~OLsIiSmQ ,q iie !as illüntielie en perpetue estuds de flui-dez,
como si reconociese en la materia y en los motivos de su ins-piración
permanente cualidad marina» 23. Y en esto coincide Fer-nando
González cuando escribe: «Tal influencia ejerce el mar en la
obra de Saulo Torón, que la forma de sus versos, como la emoci��n
qUe vive en ellos, parecen tener ~ r v,uf vé:: de deaje: e! pensarnien-to
que se lleva y el corazón que se hace más hondo> 24. Y el mismo.
poeta lo confiesa en estos versos:
De tanto mirar al mar
voy creyendo sólo en él
y olvidando lo demás. (463)
Porque el mar es algo fundamental en su vida, como una parte
sustancial de su ser. El tantas veces citado Díez-Canedo observa
que «el mar viene a confundirse con su propia alma; es el espejo
de sus sueños, ia cuna Cie sus inspiraciones, el forjador de sus aie-grías
» 25. Y cita estos versos de El caracol encantado:
He puesto mi alma sobre el mar, y el mar
parece que ha ensanchado sus dominios.
23 Diez-Canedo, La Zimca cawa?$a, en «¿a Gaceta Literaria» de Ma-drid,
reproducido en <El Tribuno» de Las Palmas, 3 agosto 1929.
24 Fernando González en «Revista Hispanoamericana de Ciencias, Le-tras
y Artes», reproducido en «El Liberal» de Las Palmas, 22 septiem-bre
1926.
25 En «El Sob, 14 octubre 1926, reproducido en ��El Tribuno», Las
Palmas, 26 octubre 1926.
JOAQUIN ARTILGS
Yo no sé si es el mar lo que ahora veo,
o si es el alma lo que ahora miro. (212)
El mar de Saulo no es, como se ha repetido, el mar épico y mi-tológico
de la «Oda al Atlántico», de Tomás Morales, ni el mar-puerto
o el mar-sendero de sus sonetos marinos. Tampoco es el mar-obstáculo,
el mar aislante y angustioso de Alonso Quesada, que se
quejaba a Dios, prisionero en su isla: <¡NO puedo perdonarte esta
condena / de isla y de mar, Señor...!». Ni el mar de Luis Benítez
Inglott, «sin luz y sin contornos, sin astros y sin naves, y con el rugir
del viento». El mar de Saulo Torón es, esencialmente, un mar lírico
y manso, que tiene antecedentes en su hermano Julián. Como escri-bió
Valbuena Prat, cnn Saulo «se llega a la esencia del mar mismo.
esfumante, panteísta, lírica». Su mar no es tampoco el océano in-menso,
sino un mar de ribera y de espumas, que se duerme dulce-mente
sobre la arena. A pesar de la «Canción del marinero enamo-r
a d o ~q ue, al regresar al puerto, trae espumas «de todos los mares»,
y a pesar de alguna otra escapada el gran océano, el mar de Saulo
no es un mar de altura, sino más bien un mar domesticado y cer-cano.
La imagen del «mar dormido» se repite muchas veces 26:
Arena,
menuda arena de la playa,
regazo apacible de la onda dormida
que lenta resbala. (185)
El mar, ahora dormido,
descansa en la ribera. (259)
¡Cómo se estremece el mar
cuando el v i e~t olo acaricia,
sin llegarlo a despertar! (368)
El mar dormido o quieto, que apenas tiene respiro de vida:
Sobre la arena amiga
el mar descansa respirando apenas. (252)
O el mar que se hace espumas para jugar en la playa:
26 V d págs. 201, 224, 229, 252, 264, 276, 289, 372.
316 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
El mar, roto en espumas,
juega sobre la arena. (259)
El mar hecho «flor de espumas», que se estremece «con retozos
de espuma», y que teje «encajes de espuma» en la orilla:
Espuma de la ribera,
encaje fr��gil tejido
entre la mar y la tierra. (373)
Esos encajes de azulada espuma
que se hacen ondas al besar la playa. (459)
Esa espuma frágil y perecedera, como la vida del poeta:
iMi vida!
¡Sólo esa espuma que el mar
crea y deshace en la orilla! (225)
Soy frágil como la espuma,
y débil como la flor. (202)
O como la vida de sus cantares:
i Cantares! ...
Música de espumas
que forma los mares. (589)
Así es el mar de Saulo Torón. Un mar en sosiego, rigurosamente
ataráxico. Un mar de orilla con juego de espumas. Mar apacible y
en sordina, silencioso y sin iras. Un mar aquietado que, si alguna
vez enarca su furia, es para desbravarse y emblandecerse con «mon-tañas
de espuma» (235) o «de azul cristalino» (291). Y sus barcos,
más que de alto bordo, son barcos veleros: la barca pequeña que
baila sobre las olas, o la barca de velas que cruza las aguas,
d e jmd ~E SE este!u
temblorosa y blanca,
como un caminito
de cintas de plata. (316)
Pero este mar, así, limitado, encerrado entre la ribera y el ho-rizonte,
este mar y este cielo que abarcan los ojos, a pesar de sus
32 JOAQUÍNAR TILES
lindes, anonada al poeta, que se siente empequeñecido ante tanta
grandeza :
Cielo y mar...
i Qué POCO somos
para tanta inmensidad! (369)
Como le abruma la lejanía znaccesible de las estrellas, que pa-rece
amenguar su poderío de hombre:
¡MI poder tan pequeño,
y esa estrella tan alta! ...
Aunque la noche se prolongue, eterna,
i jamás podré alcanzarla! (243)
Al poeta le gustaría un mar más pequeño y las estrellas al al-cance
de la mano. Como le gustaría también reducir su poesía a
estas unidades concretas:
'2-1, .., ,.,.n.-.n
UVlU u11 V C L i 3 V )
con una sola palabra
y un único pensamiento. (368)
El poeta prefiere las cosas medibles y alcanzables, como el bar-co
velero, como la ola de la playa, como el encaje de espumas.
SAULO Y LA CRITICA
Si reuniéramos todo lo que se ha escrito de Saulo Torón, necesi-tariamos
iin libro vnliminnso. Nuestro empeño, más limitado, ~LI-eda
reducido a traer a estas páginas, a manera de florilegio, un acopio
de testimonios esclarecedores, entresacados de las muchas críticas
y comentarios que se han hecho de la obra del poeta y que han
llegado a nuestro conocimiento, casi todos conservados celosamente
en la ccbemhenenm de Smlo Torón. Mereda Ia pena hacer este es-pigue~
de exégesis y glosas admirativas. Agradecemos públicamen-te
a la ilustre familia del poeta la generosidad con que ha puesto
en nuestras manos tan valioso instrumento de trabajo. Bien sabemos
que no todas las citas aducidas tienen la misma jerarquía de valor,
pero todas, hasta las más modestas, contribuyen a su exaltación.
318 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N L I C O S
- Claudio de la Torre. Las monedas de cobre fueron leídas y pre-sentadas
en el salón-biblioteca del Museo Canario, antes de su pu-blicación,
por Claudio de la Torre, que dijo entre otras cosas: «Saulo
'Torón es, acaso, en la discutida caravana sentimental por el desier-to
de Las Palmas, el poeta más puro y acaso también, el más hu-mano
». «El verso de Saulo Torón tiene el brillo apagado de todo lo
íntimo: de las monedas de cobre, del pan nuestro de cada día. No
es el oro de Tomás Morales, ni la moderna plata de Juan Ramón
Jiménez. Tampoco es el hierro pesado y magnífico del viejo witman,
el americano. Es el cobre francés de F'rancis Jammes que a veces
es espuñd viiandc Antinin Machado cambia su dinero castellano.»
(Toda la prensa canaria se hace eco de este acto, verdadero acon-tecimiento
literario en las islas: «Renovación», «La Prensa», <<La
Provincia», «Ecos», «La Crónica», «El Tribuno», «Diario de Las Pal-mas
», «El Noticiero».)
- A?zv'?ri?no (en «El Trihiin~3): Sns versos «son jugosos y emotivos:
tienen un perfume de alma joven y romántica, y hay en ellos ins-piración,
bondad y sentimiento».
- González Diaz (en <<Diariod e Las Palmas»): «Saulo siempre está
en sus versos». «Siempre haliareis acuerdo absoluto entre su yo y
su obra». «Es un poeta-niño que traduce sus voces interiores. Y lla-ma
monedas de cobre a sus monedas de oro, el oro nativo acuñado
por su inspiración».
- Anónimo (en «El Ciudadano») : Saulo qasa silencioso, arrimado
a las aceras de su barrio, con su sonrisa amarga y su vida siempre
---A-- hapin d~ntrn, cadz yez más hacia dent.roj y nadie podrá pensar que
es el poeta amigo, que hizo de su vida y de sus versos una única
y sola Ilamarada interior».
- Nazarin (en «La Crónica»): Saulo Torón «es el poeta de lo íntimo,
$de lo sentimental y hogareño. Hay en todos sus poemas un dejo in-fantil,
romo de ad0leccent.e que empieza a entrever el gran misterio
de la vida y, con los ojos desmesuradamente abiertos, aún no com-prende
».
- Anónimo (en <(Renovación»): «Los versos de Saulo Torón tienen
luz de sol en el mar y en el campo; luz de luna y penumbra de cre-púsculos.
En ellos van las almas de todos los soñadores».
- Jordé (en «Diario de Las Palmas»): «El poeta nunca ahueca la.
voz para hablarnos enfáticamente, sacrificando el pensamiento a la.
pompa y sonoridad exterior del verso». «Se expresa en tono sencillo,
sobrio, íntimo, como de conversación familiar».
- Anónimo (en <al Heraldo», Madrid, diciembre 1919) : «Tienen una
humana y honda armonía estos versos famdiares, modestos y justos
de Saulo Torón». «Estas monedas de cobre valen como si se hubiesen
aleado con oro».
- Suárez León (en «El Espectador»): «Los versos de Saulo, satura-dos
de belleza contemplativa, de ingenuidad, de sereno meditar, tie-nen
el encanto romántico de un clafor de luna, de un florecido lu-minar
de estrellas, del rumor del oleaje que en la noche dice a l
pw+a cesas extrañas de ur: sxt rañ~m mdm ...
- M. Gutzérrez Castro (en «El Noticiero»): Saulo Torón nos re-lata
das alternativas de su vivir interno, un poco amargado por las%
heces de la vida exterior».
- José Rial (en <al Tribuno»): «Este libro se abre en una ense-nada
Como -m remansO. isla por lo que se io-vulgar;
mejor dicho, porque eleva lo vulgar hasta hacerlo surgir
como esas tierras que se alzan, de pronto, del fondo del océano y
presentan conchas marinas en sus cumbres».
- Daniel González (en <Renovación»): «Es un poeta melancólico,
taciturno, como son los poetas que meditan acerca del propio y aje-no
dolor. La Soledad y el Silencio, esos mudos compañeros de las
almas errabundas, van dictándole sus versos saturados de una ado-rable
y conmovedora tristeza».
- R. Larin (en &enovación»): «A través de sus páginas vanse
observando los fenómenos que mueven, como a un arpa eolia, las
cuerdas muy sencillas del alma del poeta».
- Mariano Daranas (en <(La Acción», Madrid, 23 enero 1920): Som
versos «sobrios, circulantes y llenos de una ternura franciscana»,
Doemas sutiles, deliciosos y alados. Hay que buscar la escondida
a 1 m e n d r a de cada cosa, aun de las más tenues, de las más
anodinas y triviales. La contemplación, o sea el recogimiento pre-descriptivo,
constituye un inefable placer estético. Todo aquello tan
borroso y vulgar en apariencia, tan fuera de los heroico y lo amo-roso,
encuentra en la pluma de Saulo Torón un comentario lírico,
320 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
lleno de misterio y fervor». «Este grave gesto de intimidad, de ele-vación,
lleva al autor a una serena actitud contemplativa».
- Luis Doreste (desde París, febrero 1920): «3e aquí un libro
que yo no cambiaría por el mejor libro de mis grandes poetas fa-voritos
».
- E. Diez-Canedo (en «El Sol», Madrid, 27 marzo 1920): «Hay en
su libro un firme amor a todas las cosas del mundo, a los espectácu-los
naturales y a la diaria estrechez, santificada por Madonna Po-vertade.
Si no fuesen monedas de cobre, los versos de Saulo Torón
podrían ser florecillas del huerto franciscano».
- Diez-Canedo (en «La Nación», de Buenos Aires): «De sus ver-sos
aparta toda vana ostentación. Hubo un tiempo en que los poe-tas
gustaban de compararlos con gemas raras y espléndidos joyeles:
he aquí a Saulo Torón que, para imagen de los suyos no sólo acude
a un metal modesto, sino que lo toma reducido a baja moneda».
- Francisco Luis Bernárdez (en «El Pueblo Gagello», de Vigo):
Saulo tiene «emoción doméstica, íntima, sentimental. Morales pudo-ser
un poeta civil, multitudinario. Saulo Torón será siempre el poe-ta
solista, el poeta de la emociíin pequeña».
- Frau Lesco (en «El Liberal», Las Palmas, 21 octubre 1926):
<<En la poesía de Saulo la inspiración se cierne sobre lo prosaico
con vuelo de alondra, a ras de suelo, pero sin tocarlo; esbozos de
poesía, si se quiere, pero poesía al fin; y yo diría mejor, preludios
de gran poesía».
- Ventura Doreste (junio 1938): Hay en su primer libro «versos
con hondo sabor lírico. Y junto a estos hay poemas con demasiado
sentimiento hogareño: en ellos no habrá tanto lirismo como luego la
habrá en las restantes obras».
- Cristina Alberta Preemby (en «El Liberal», agosto 1926): «Sau-lo
Torón, incorporado desde hace tiempo al grupo de los selectos
poetas españoles, hoy conquista, con su nuevo libro, un puesto de
vanguardia en la lírica nacional».
- Agustin Espinosa (en «La Rosa de los Vientos», abril 1927):
<Este Saulo Torón de ahora, tiene relaciones -más que con el autor
de Las Rosas de Hércules-, con el Juan R. Jiménez de la segunda
36 JOAQUÍN ARTILES
.época, tal vez con Antonio Machado. Pero, sobre todo, su inspira-ción
hay que buscarla en un poeta español muy poco conocido: León
Felipe. El ritmo que anima las Oraciones de cariinante es el que
domina en el último libro de Saulo Torón. El tema de la inquietud,
de la angustia de pisar siempre la misma senda, del horror al aisla-miento,
tan característico en el libro de León Felipe, corre por los
versos de El caracol encantado».
- F. Silva Rojo (en «El L~beral», 9 septiembre 1926): «Nuestro
poeta no canta la grandiosidad del mar, sino canta la peña que, so-litaria
y triste, es batida por las olas día y noche sin tener un mo-mento
de reposo, y la ola, modesta y pequefía, que va a morir a la a
playa, humilde y callada, temerosa de mojarnos nuestros pies». N
E - Suárez León (en «El Tribuno», Las Palmas, 2 septiembre 1926): O
&ay en estas páginas -donde brilla como un sol la bondad supre- n -
=m
ma de su alma- una poderosa atracción cautivadora; surge de la O
E
trama dorada y malva del verso, como una maravillosa apoteosis E
2
-de atardecer, la figura de Ella; un afecto silencioso y puro del poe- E
=
ta, cantado nostálgicamente y ennoblecido por la pureza del re- 3
cuerdo». --
0 - Miguel Noble Umpiérrez (en «El Liberal», 28 octubre 1926): El m
E
libro está «regido por una perfecta unidad poemáticax «Es uno de
nuestros poetas más sensitivos». 5 n
- José Jurado Mordes (en «El Liberal», 14 septiembre 1926): -E
-&a voz de Saulo guarda la cadencia de los salmos litúrgicos y su
poesía marinera es tierna como la pastorial de Francis James». n
0 - Fernando González (en «Revista Hispanoamericana de Cien-cias,
Letras y Artes», reproducido en «El Liberal», de Las Palmas, 3
O
22 septiembre 1926): <&a soledad le ha hecho permanecer en su ac-titud
espiritual y formal, mientras los demás ... han hallado nuevas
inflexioces para su voz, otros asuntos para sus cantos, distintas co-modidades
para sus posturas. Mariposas del arte, que han quemado
las alas, en holocausto a la moda, en la llama de cada día». «Tal
influencia ejerce el mar en la obra de Saulo Torón, que la forma de
sus versos, como la emoción que vive en ellos, parecen tener un
vaivén de oleaje: el pensamiento que se lleva y el corazón que se
hace más hondo».
- Anónimo (en <Diario de Las Palmas», 21 agosto 1926): Saulo
Torón <<no canta el mar con entonación épica, con énfasis declama-
322 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
torio, sino en tono menor, con acento íntimo, con expresión confi-dencial~
.
- Anónimo (en «El Popular», 6 septiembre 1926): «Los libros de
Saulo son su espejo. Leyéndolos, se lee en su alma. Y, aparte de
sus demás méritos, tienen ese: el de la sinceridad espiritual. Acaso
el mayor de todos».
- Fm3 Lesco (en «El Liberal», 21 octubre 1926): Fray Lesco pre-fiere
Las monedas. Hay un salto entre los dos libros primeros de
Saulo. <Aquél es un collar de poesias desgranadas, agrupadas sim-páticamente;
éste es ya un breve poema, o por lo menos, un intento
de poema». «Entre un libro y otro echo de menos una verdadera
evo:üción poética; Y me parece q ~ Secr ulo, en este seg~fidoE bro,
desmerece un tanto, apesar de haber elevado la intención y el tono,
apesar de haber buscado un interés cósmico. Prefiero sus primeras
poesías y prefiriría que el poeta hubiera seguido la primera senda».
«En Monedas de cobre la poesía es directa. Nada se interpone entre
el poeta y la natui-aieza». En El Caracoi «la sustancia poética no pue-de
ser más noble; pero la encuentro más jugosa cuando el poeta la
hace brotar de un mundo más cercano, del mundo en que palpita y
vive. De espontáneo se ha trocado en volitivo».
- Diez-Canedo (en «El Sol», Madrid, 14 octubre 1926; reprodu-cido
en «El Tribuno», 26 octubre 1926): «Saulo Torón no es un poeta
descriptivo; es íntimo, fervoroso; no en vano llama oraciones a mu-chas
poesias de su libro. El mar viene a confundirse con su propia
alma; es el espejo de sus sueños, la cuna de sus aspiraciones, el for-jador
de sus alegrías».
- Jorge Frank (en <al Liberal», 29 septiembre 1926): Este libro
tiene una cdrialdad más aparente que real, puesto que encubre un
cálido fervor y la lírica tragedia de un alma sentimental, tragedia
que a los demás podrá parecer minúscula y deleznable, pero que, a
veces, llena la trama toda de una vida».
- J. J. M.: «Este libro es la obra de plenitud de un poeta, que
nos la ofrece como un rico fruto en sazón». «Diríase que los cantos
de Tom��s Morales eran la voz, y estos cantos del poeta de hoy son
el eco. En aquéllos había siempre como una vibración de música im-petuosa
y fuerte, y en éstos, más bien se encuentra la suave caden-cia
de una melodía apenas perceptible en el silencio»,
38 JOAQUfN ARTILES
- Valentin de Pedro (en <&a Nación>, Madrid, 26 agosto 1926) r
«La melancolía de los versos de Saulo Torón es la melancolía de las
Islas Canarias, prisioneras del mar». <dRecuerdo su encuentro y sus
versos, una noche, camlno de América, en la playa de Las Canteras.
Al recibir El Caracol es como SI nos encontráramos de nuevo con el
poeta amigo, como si estuviéramos con él en aquella hora lejana en
que nos abrió su alma, florecida de ritmos, como un cielo florecido
de estrellas».
- Valbuena Prat (en <(La Gaceta Literaria», de Madrid, repro-ducido
en <El Tribuno», 3 agosto 1929): Saulo «nos da un poema ex-clusivamente
oceánico. La obra -concebida y ejecutada musical-mente-
es una sinfonía marina, a base de los temas de nostalgia,
irizaciones, nubes, espuma, noche, misticismo; sobre estas meiodias.
persiste eterna, inmensa, monócroma, la armonía de las olas del mar.
El precedente de esta técnica se podría buscar en el Juan Ramón de
Piedra y Cielo».
- S. L. (en «El Federal», 9 abril 1932): «En sus versos hay comcp
un jadeo esforzado de luchador, que quiere siempre vestir con son-risas
la pena oculta y con alegría externa la amarga aridez del mun-do
subjetivo».
- M. G. C. (en «El Tribuno», 2 abril 1932): Hay en este libro.
«hondura de pensamiento, hondura clara, de manantial que discurre
fresco y rumoroso sobre un lecho de roca. No hay abismos en este
pensamiento. Luz, claridad, diafanidad infantil».
- José Rial (en <al Día», Tenerife, 4 abril 1932): «Y surge este
tercer libro, que podríamos llamar el libro del Otoño, y que es todo.
él como una elegía. Saulo ha encontrado otra vez el acento suyo y la
expresión suya. Lo reflejo, que es su característica. Y como lo que
en él refleja es el paisaje desolado de su propia alma, su infantili-dad
de hermano menor, su canción de ahora es quizá más débil que
aquellas otras, más senciIIa y fácil, más candorosa, pero más sin-cera
que ninguna».
- Jordé (en <Diario de Las Palmas», 7 abril 1932): Sus rimas <ne-flejan
una envidiable tranquilidad interior, la paz de un espíritu con-templativo,
el quieto remanso de una conciencia que no sufre per-
324 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
turbaciones. Sueña con sus ideales, y si no ve la posibilidad de al-canzarlos,
no se encoleriza, no protesta, se resigna y conforma con
su destino».
- Guzllén Peraza (en «El País», 6 abrrl 1932): «Saulo Torón es un
hombre que pisa la tierra con pies ligeros. Con pies de niño. Con
pies y pisadas que nadie oye. Su alma, con un contenido espiritual
rico, apenas se abre o entreabre para los demás. Tiene el pudor de
expresar su sentimiento».
- A. M. (en «La Prensa», Tenerife, 23 abril 1932): «Admirable
poeta el que sabe decir cosas tan bellas con palabras tan justas. Ni
una de más ni una de menos. Suave encanto de olas pequeñas y de
espumas vírgenes hay en ellos».
- Suárez León (en «El Tribuno», 9 abril 1932): «Leyendo Cancia-nes
de la orilla, en mis ojos han temblado las lágrimas, porque hay
tal dulzura en la expresión, tal bondad y nobleza en la honda rai-gambre
emotiva, un ritmo tan sosegado y sereno en la fluidez del
verso, habla el alma de un modo tan cordial y sincero, que el es-píritu
siéntese envuelto en una onda suave de acariciadora ternura».
- Angel Tristán (en «El País», 28 abril 1932): Es un libro «de-liciosamente
silencioso», con sólo das metáforas inevitables», que
elimina dodo intrascendente juego conceptual».
- Agustln Millares Cubas (en <¿Diario de Las Palmas», 20 abril
1932): Saulo Torón es un «poeta refinado, sutil y elegante», con «la-sencillez
pura y delicada de sus estrofas».
- Luis Doreste (en «Diario de Las Palmas», 6 abril 1932~: «Es el
mejor Iibro de nuestro poeta». Supera a los anteriores «en densidad
lírica y en simplicidad de medios expresivos. Saulo escala plena al-tura
emotiva en sus Canciones de la orilla; diáfano y jugoso su ver-so,
aparece en perfección con la espontaneidad del fruto limpio y
sano». Con este libro alcanza «un asiento de honor entre los mejores
poetas españoles actuales».
- F. D. (en «Azor», Barcelona, 15 octubre 1932): Saulo Torón
«nació en el borde marino de la Isla y en él se ha quedado con pe-reza
de sol y de mar sosegados)). «Cumple así su destino de marinero
en tierra, nauta de la nave del sueño hacia su horizonte único, pren-dado
y prendido de su mar». d3aulo Torón hace del ángulo Tomás
Morales-Alonso Quesada, el triángulo equilátero -con valor de per-
manencia- que cierra una generación sin precedentes. Aunque sí,
por fortuna, con sucesión)>.
- Fray Lesco (en «La Libertad», Madrid, 6 agosto 1932): <Todos
nuestros poetas adolecen de él, hasta cuando maldicen del aisla-miento.
El árbol ermitaño de Estébanez, el remanso de la orilla ma-rina
de Saulo Torón, las visiones meridianas de Tomás Morales, el
kamletismo de Alonso Quesada, las lindezas infantiles de Josefina
de la Torre, la avaricia de infancia de Fernando González, el ba-rroco
africanismo de Vicente Boada, los airecillos exóticos de Félix
Delgado ..., todo ello es cuerpo de una sentimentalidad que pugna
por trascender de la tierra madre y que recae en ella como lluvia in-coercible
».
- _ A _ ~ Q T ~(e~ n &.a P,rpnca>, &.~pn,os P ~ P ~ s ,w Ie 1933): &reve
y claro, el libro de Saulo Torón nos hace pasar una hora en ensoña-ción
dulcísima». Leyéndolo, d a sensación antigua, que creíamos ol-vidada
-idespués de tanto tiempo!- ha tornado a resurgir en este
instante en que tenemos el libro del poeta entre las manos». El libro
es ahora Cnndn?ses do la d l n , de Cado TorSri; ?r,uñulzu ser5 ctrc.
Mañana este libro que acabamos de leer no habrá cambiado; pero
será otro libro. Las sensaciones que suscite en nosotros serán di-versas;
porque nosotros, si lo leemos ahora en un momento de sua-ve
melancolía, lo leeremos mañana en instantes de euforia vital. Un
libro de poesía lírica no es un solo libro; su milagro consiste en que
el volumen se multiplica, a la par que van sucediéndose, en torno
al nexo central de nuestra personalidad, las múltiples personalida-des
efímeras que todos Hevamos con nosotros».
- Agustin Espinosa (en «Diario de Las Palmas», 20 junio 1932):
«Antes de ayer era Rartol~rr-éC airasce. Ayer, T smh Meralec ... &y
es un nieto de Bartolomé, un hijo de Tomás, el que, junto a la vieja
orilla, tiembla su corazón y dice su canto ... Hoy es Saulo Torón. Ma-rinero
de tu tierra. Alumno de tu mar. Colegiado de Neptuno. El que,
cara a la mar -ocio y ardor- canta». «Jugaba a la música marina
el abuelo. Jugó el hijo a la marina p@ticu. iP, qué begu &=ru e!
nieto? Ni a la música, ni al color. Ni al tiempo, ni a1 espacio». «El
mar en que juega, trágicamente, Saulo, ni el del lejano abuelo es,
ni el del cercano padre. Es con el alma pura del mar, con su es-pectro
ulterior, con su incanoro ritmo, con lo que Saulo juega. Y es
un juego de zgonía el suyo, de aire en pie, de atormentado tiento».
326 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
<Confina el sáulico mar a la vez con la vida y con la muerte. Es
fronterizo del cielo y tangente de la tierra. Es mar de dos orillas.
Del ahora fugaz y del mañana eterno».
- Ventura Doreste (junio 1938): De Las monedas de cobre has-ta
Canciones de la orilla, el salto ha sido grande. Una a modo de
catarsis se ha operado en su ánimo. En su primer libro había afi-nidades
con otros poetas insulares; en su último libro se coloca por
encima de ellos. Su obra es ya suprema en la lírica canaria. La
sencillez del. libro es ya lo difícil; tiene irizaciones de conchas, de
corales, de maravilla. Hay una limpidez esplendorosa. Su poesía ncr
tiene ningún carácter mistagógico; sus poemas son la madurez del
poeta, casi en la cima de la ascensión de la vida».
- Sebmtián de la Nuez (en Tomás Morales. Su vida, su tiempo
y su obra, Universidad de La Laguna, 1956): «Entre la vida, el me-r
I . 1 ; ~ -7 -1 tnmmn-s~mn*ltri Anl nnntn hnri r r n anliilihrin nnrfnrrtn nnn
ULV J GI IiLlllpLlUI11L111iV ULl YVCUU ILLIQ UI1. CYUIIIULIV pbLLCUVV, =C.-
trasparenta en su poesía, que le hace ser la más pura, la más se-rena
y la más clásica - e n este sentido de mesura- de todas las
Canarias».
- Diez-Echarri y Roca Franquesa (en Historia de la Literatura
Española e Hispanoamericana, Madrid, 1960, pág. 1298): «Con una
sensibilidad más afín a la nuestra, prefiere un tono menor, que por
su desnudez expresiva le acerca a veces a Juan Ramón Jiménez y
por lo sentencioso y grave hace recordar la última manera de An-tonio
Machado».
- T7Glhen~ fl&o?*ig & ?'' Yiteyc+pG Yspa~&, teme 11,
página 897, Barcelona, 1937): «Después del libro primerizo Las mo-nedas
de cobre, donde ya apuntaban temas marinos junto al canto
íntimo y el aislamiento, publica El caracol encantado, que viene a
ser una sinfonía marina, del océano esfumante e inmenso. Su poe-siu
r?l& hmdr. se hu% e . Ca?t@onesd e Za ~Rl la,e n qce r! s e ~ 5 U ~
lírico del mar se une a un neoprimitivismo, ingenuo, bellamente 1í-ricos.
- González Ruano (Antologia de woetas españoles contemporá-neos,
Barcelona, 1940): «Torón pertenece a la generación modernis-ta
que tiene en Canarias un matiz propio y especial. Un afán de
4 2 JOAQUÍXAR TILES
darle a sus poesías cierta gravedad de sentencias nos hace recordar
muchas veces la lectura de Antonio Machado».
- José Quintana (96 poetas de las Islas Canarias, Bilbao, 1970,
página 106): «Amantes del mar, Morales y Saulo: uno, a lo univer-sal,
haciendo navegar su mundo mágico por todos los confines, aupan-do
la Isla, y las Islas como naves errabundas; Saulo, amando la
olita que lame sus pies, que besa la tierra negra y rubia, el vaivén
que, suavemente, se arrastra arena arriba, viendo el brillor de las
límpidas aguas reflejarse en un fondo de luminosidad. Saulo ama
el mar y lo canta como su erótico amor, haciendo de la geografía
marina el espacio lírico de su alma».
EL GRAN HOMENAJE A SAULO
El 11 de octubre de 1969, en el Bodegón del Pueblo Canario, se
celebró el gran homenaje a Saulo Torón, convocado por el Neotea,
con una asistencia extraordinaria de amigos y admiradores, porque,
como decía la convocatoria del homenaje, «en cualquier tiempo y en
cualquier circunstancia, Saulo Torón ha ceñido, en su torno, la cá-lida
afectuosidad de los fervorosos de su lírica singularísima». Un
grupo de poetas exaltó su figura, e hizo el ofrecimiento del acto don
Manuel Morales Ramos, hijo de Tomás Morales. Se recibieron ad-hesiones
de Dámaso AIonso, Alfredo Kraus, Claudio y Josefina de
la Torre, García Nieto, Ramón de Garciasol, Buero Vallejo, Rafael
Morales, Enrique Azcoaga, Sebastián de la Nuez, Pedro Perdomo,
Fernando hnzález, Pedro Cabrera y muchísimos más.
- Manuel Morales Ramos (en <al Eco de Canarias», 12 octubre
1969): <&a poesía de Saulo Torón se me parece como una hermosa
lección de lealtades. Lealtad para consigo mismo, lealtad para con
el hombre que ha ido edificándola, lealtad para los demás, lealtad
casi hasta los límites de lo obsesivo con los compañeros de una ge-neración
poética, de la que es, y sea por muchos años, glorioso su-perviviente~.
- Juan Velázquez (en <iDiario de Las Palmas», 13 octubre 1969) :
Define a Sauio Torón como «dilecto profesor de suaves y hondas me-lancolías
» y percibe el <<tranquilo, sencillo y hondo alquitaramiento
de la versión atractiva de su cantado mar».
328 ANUARIO DE ESTL'DIOS ATLANI ICOS
Saulo Torón con un grupo de poetas canarios. De izquierda a derecha: Tomás Arroyo, Luis Doreste, Vicente Boada,
Saulo Torón, Fernando González, Luis Báez, Francisco de Armas y Montiano Placeres.
En un homenaje a varios poetas canarios. De izquierda a derecha: Pedro Perdomo, Luis Doreste, JO-sefina
de la Torre, Saulo Torón y Fernando González.
- Juan Márquez (en «El Eco de Canarias», 13 octubre 1969):
Saulo Torón es «un Hombre triplemente fuera de serie. Primero, por
su esquisitez, sensibilidad y talento. Segundo, por su maravillosa
modestia, fundamento de toda auténtica inteligencia; culminando
esta perfecta trinidad con esa otra característica suya, su inmensa
bondad».
- Juan del Rio Ayala («en «El Eco de Canarias», 4 octubre 1969):
«Saulo Torón, longevo pero no marchito, es ahora la más alta diana
a la que apunta ese arco de justificados homenajes que es el Neotea.
Saulo poeta, no se le concibe de otra forma ..., tiene la impronta hu-mildad
con cadencias canarias de la lírica íntima y el canto intro-vertido
como si temiera salir al exterior con estridenciasa.
- R~lfxol RnmZ~ez (m «Diario de Las Palmas», 4 septiembre
1969): «Es necesario rendirle homenaje de gratitud por tantas ense-ñanzas
derramadas y por el ejemplo que supone para actuales y ve-nideras
generaciones».
- Antonio Cillero (en <&a Provincia», 9 octubre 1969): <Escritor
~criparid~e sf mismo1 de SIX pequeños afectos próximos, de la dulce
observación de las cosas, habla de lo que él ve sólo por sí, de tal
modo que sus más encendidos epígonos repítenle el sambenito de
poeta intimista donde bastaría decir sentimental y personalista».
- Dolores de la Fe (en <¿La Provincia», 28 septiembre 1969): «La
amenidad de su charla es asombrosa. Cada recuerdo suyo a través
de palabras, pierde esos barrocos caracteres de daguerrotipo que
suelen tener los recuerdos, para convertirse en un cuadro lleno de
vida, de gracejo».
- Jesús Delgado (en «Diario de Las Palmas», 22 septiembre 1969):
T.:, pnesia de Saldo «más intensa que extensa, sencilla, intirnista y
recoleta, ha logrado un renombre que ha traspasado los estrechos
límites de nuestro medio ambiente y su rúbrica goza, a estas altu-ras,
de una estimación muy bien ganada».
- Juan Bosch Millares (en «El Eco de Canarias», 10 octubre 1969):
~Veneraflef isura del Parnaso isleño y enamorado asimismo de este
mar nuestro, el agasajo y reconocimiento a su valía intelectual será
la justa recompensa que ha de acusar con emoción, pues cansado
de andar con el tiempo y por el tiempo, los años que blanquean su
cabeza son los mejores versos que pueden coronarla».
- Perdomo Azopardo (en <¿Diario de Las Palmas», 13 octubre
44 JOAQUfN ARTILES
1969): <&álido homenaje el ofrecido el sábado a Saulo Torón ... Ma-siva
asistencia de amigos y admiradores de su obra que deseaban
testimoniar su adhesión no sólo al poeta, sino también al amigo.
Saulo (don Saulo), ese viejo imbatido por los años, logró uno de esos
espontáneos movimientos que son -sencillamente- el culminar de
una vida».
- Agustin Quevedo (en <Diario de Las Palmas», 10 octubre 1969):
Habla de «ese homenaje que ha venido preocupando (a Saulo), que
tanto le ha afectado, desde que unos amigos decidieron organizarlo, y
que usted en su incorregible timidez -la timidez esa suya mucho
más poderosa que los tantos años de su vivir-, ha querido esquivar
tesoneramenteB.
- AWEano (en <cT)iario de Las Palmas», 20 septiembre 1969): Sau-lo
Torón <<con casi un glorioso siglo de poesía a la espalda, contem-plando
lo próximo y lo lejano, al borde de los días y de las cosas,
bordando canciones, amores y nostalgias al son de su Caracol en-cantado~.
«Poeta como Francis Jarnes o como Rosalía de Castro, de
ayer, de ahora y de mañana. Poeta al que antologiza el corazón
entero de la Isla».
- Andrés Hernández Navarro (en «El Eco de Canarias», 21 sep-tiembre
1969): «Saulo Torón conservó en su poesía el aire de una
época, pero siempre en avanzada, soñando, tal vez, el futuro sin
perder una sola nota del pasado; viviendo hacia ma��ana, pero con
el recuerdo pronto de una juventud soñadora. Pero en el poeta que-da
marcado el espacio, con las influencias geográficas de la Isla.
E1 mar, la montaña, la vida cotidiana, la tarde por el sendero y el
paisaje agreste o risueño de sus esperanzas».
- Diaz Cutillas (en «Diario de Las Palmas, 8 octubre 1969): «La
poesía y la música en un hogar entrañable para todos cuantos co-nocen
-y si conocen, admiran- a don Saulo y a doña Isabel y a sus
hijos. Don Saulo Torón, espectador excepcional y constante de las
clases y sesiones de canto, es ahora merecido objeto de este home-naje,
en que tantas admiraciones y afectos cantan» ...
- Belarmino (en <<El Eco de Canarias», 18 septiembre 1969): Sau-lo
Torón «alzó su estro y su cántico, siempre en voz baja y en sen-tencioso
y armonioso susurro, ya Junto al muro, ya casi al final.
Y qué lección de verdad y de ternura nos da en sus versos de Fren-te
al muro. La vieja voz musita, enternece y alecciona. La dulce
330 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLAMTICOS
y sabia voz de quien ha vivido mucho y perdonado bastante y ya poco
espera. Sentado, más que en pie, junto a la ansiada orilla. Con los
ojos y las lágrimas en lejanías pretéritas y en amores próximos y
casi filiales. Manuel Morales Ramos será quien con sus palabras,
el mejor fruto de un amor heredado, ponga, sobre la ungida senci-llez
del poeta, la corona del homenajea.
- José Quintana (en «El Eco de Canarias», 30 septiembre 1969):
Saulo Torón «sin otros atributos en su vida que la entrega de tantas
primaveras a su tierra, a sus amigos, pobre en riquezas, nos deja
el amor a nuestro mar, a nuestras playas; y sus versos, en obra
completa que editara el Excelentísimo Cabildo Insular».
F I N A L
Casi cinco años después del homenaje, el 23 de enero de 1974,
muere Saulo Torón. Su gran amigo Ignacio Quintana expresó enton-ces
el llanto de los poetas y del mar: «Aun dobian ias campanas de
la catedral de Santa Poesía y doblarán mucho tiempo, como lloran
las almas del verbo noble y la ideal medida y las barcas junto a la
playa desierta, y las olas con espumas de lágrimas, y el mar in-menso,
infinito y camarada de Tomás Morales, y el mar intimo y
solo de Saulo. Doblan y lloran por él, por el poeta, el poeta entra-ñable
de las cosas sencillas y eternas». Y evoca su «sensibilidad a
flor de piel» que de humedecía los ojos y le ahogaba la expresión.
Sus versos nacían de una lira íntima, de una vida interior de la
que él disfrutaba plenamente. Era, como él cantó, una barca pe-queña
sin más vela que su pensarnientoa. «Tenía el don de lágrimas,
sin que el geniecillo del humor le abandonara. En su juventud es-cribió
en los periódicos, polemizó, ironizó ..., pero supo también decir
la discuIpa o el perdón ante el hermano dolido. Fue sencillamente
bueno, manso, humilde. Y su verso mejor fue el sosiego de su con-ciencia
en la casa, junto al jardín, mirando al mar -joh, el mar,
sublime obsesión lírica de Saulo ??orón!-, besando a un niño, con-tando
y cantando a las estrellas, sintiendo a Dios en todas partes».
(«Eco de Canarias», 26 enero 1974.)
S O A Q U ~ ARTILES
ALGUNOS POEMAS EN HONOR A SAULO TORON
ELOGIOA SAULOTO RON
SauIo Torón, hermano del oro de la tarde,
el más ilustre hijo de mi pueblo nativo,
por la celeste hoguera que en tu tesoro arde
está mi corazón libertado. y cautivo.
El mar te dijo un día su secreto romántico
y tú al mar le dijiste tu secreto de oro,
y así fue el mar poeta y el poeta fue Atlántico:
Únicos guardadores del más bello tesoro.
Lamaste tim «Monedas de cobre», peregnnasi
a recorrer el mundo, como las golondrinas,
y han vuelto del color del gran disco solar.
Apolo, el sacerdote, entra en su templo egregio
llevándote del brazo, y ante el concurso regio
alza por t f la copa delante del altar .
(Fernando Gonzáiez, 1919. )
EN EL HOMENAJE A SAULO TORÓN
Las monedm & cobre ya son oro
que el tiempo, fiel maestro, aquilatara ..
Hoy las vemos brillar como almenara
Alumbrando tu arte y tu decoro.
Y el encantado caracol, sonoro,
nun- +iool*i+*un;oo rrrvnnr rnoo y u r ln m o r crooro r u r i A u i v r r u r u ,
Se hace una sola voz en esta clara
Jornada de amistad. Y se oye el coro
De las dulces camiones de la orilla
Llenas de gracias y de virtud senc~lla
C D ~l=a fUeutr de tU c=-&:
Monedas, caracolas y canelones
Son un mar infinito de emociones
En homenaje a tí, Saulo Torón.
(Ignacio Quintana Marrero, 1969.)
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
A DESHORA
Un día el alma exaltada
quiso cantar en tu honor,
pero no estaba afinada
para tan alta tonada
mi pobre lira interior.
Y aqueI cantar tembloroso
en el alma se quedó:
jen un fervor cariñoso
por tu libro prodigioso,
mi cantar se transformó!
Que afinando la rudeza
del desacorde de ayer,
fue limando la aspereza
y dando nueva belleza
a mi antiguo parecer.
En el silencio emotivo
el alma fue una ilusión:
aaúi-& d p;ecti.o
en un soberbio motivo
de armonfa y corazón ..
Y pues no es dable al sincero
esa armonía ideal,
gozo con ser el postrero
que en tu triunfo primero
brinde el canto fraternal.
Y así, con ánimo recto
y un amistoso sentir,
sin esperar lo perfecto,
pongo en mi campo el afecto
que ayer no supe decir.
Hoy mi orquesta más precisa
se ensaya en esta canción
con m8s amable sonrisa,
cual la modesta üivisa
del libro, Saulo Torón . .
Tus Monedas, de divino
furgor de cobre lunar,
van sefíalando el camino
del tesoro cristalino
que terminas de encontrar.
J O A Q U ~ ARTILES
[Y yo el m8s pobre viajero,
falto de toda emoción,
avance por el sendero
recogiendo aquel dinero
que faltaba al corazón!
En tus «Monedas de cobre»
tienes un gran capital,
que vas repartiendo sobre
la gran miseria del pobre
mendigo sentimental.
;Ya eres el rey fabuloso
del gran tesoro sutil!
iTii -ora-zón iiimilinsn
pudo lograr el piadoso
y dulce anhelo infantil!
(Vicente Boada, 1920.)
Unida va a tu nombre y a tu verso
la nostalgia del tiempo que ya es ido;
los meses y los años se han hundido
en la sima sin fin del universo
Cuando tuve conciencia me vi pobre.
Tu caracola mi ambición despierta
y tesoi*" coioce ante mi
pues era oro de tu verso el cobre
Sintiendo ya cercano el postrer viaje,
sin oro, plata o cobre en mi bagale,
siento que se renueva mi ambición.
Como tú yo quisiera haber sembrado
y que fuera el amor fruto logrado
de la mejor simiente. el corazón.
(Juan Millares Carló, 1965 )
ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
Saulo: se que te sobran las laudes oficiales
e incluso las que nacen cerca del corazón.
que ante nuestro homenaje aún te estás preguntando:
¿Que he hecho yo? ¿Qué soy yo?
Hay tanto borrador en sucio de hombre
mendigando un honor,
que ese asombro sincero con que tú los recibes
sería suficiente y asombrosa razón
Perdona: Los amigos me han pedido que escnba
las cosas que ellos sienten dentro del corazbn.
Todos quisieran darte una respuesta
a pr e ~ i i tha ya. he hecho
Nacer, honrar la vida, fundar hijos y amigos,
escribir sin remedio cuatro libros de amor.
No cobrarnos la gloria que todos te debemos
«;Que he hecho yo?»
Maestro a pesar tuyo. Lección de lealtades
Hombre en una palabra Hombre y poeta en dos.
Canciones en la orilla. Canciones frente al muro
largos años al sol.
Cuando era muy sencillo coronarse Rey Midas,
y convertir en oro la baja adulación,
tú has preferido el cobre: metal de hogar del pueblo,
sonoro en la campana si no en el mostrador.
Metal que no reluce, aunque la luz conduzca.
;El pueblo bate el cobre, el oro faIso no!
Ahora somos nosotros los que nos preguntamos.
¿Qué he hecho yo, qué soy yo?
Recibir homenajes no es lo tuyo Imagina
que somos tu familia alrededor,
y haznos el homenaje de estar junto a nosotros,
de repartir tu pan y repartir tu voz.
¡Todo lo que tú eres no se va con la vida:
en nuestra orilla siempre sonará tu canción!
(Pedro Lezcano, 1969.)
Ndm 22 (1976) 335
JOAQUIN ARTILES
EL CARACOL ENCANTADO
El caracol es una rosa mannera
calcificada por el sol;
dentro, un niño
mariscador.
Dándole un reto a la oreja,
que es el humano caracol,
el niño habla del silbo como fuente
de la que el viento nació;
y de dónde forja el sol su espada
por los agostos del calor
y de cuándo los peces de la sangre
penetran en el corazón.
Y habla también de las mareas
que oscilan por el amor,
seiialando en el jardín de cada ola
cual es su mejor flor,
qué sonondad del océano
desprende el más fecundo olor.
El caracol, nos dice, es una epístola
actada a Saulo Torón,
porque Saulo es como Pablo,
misionero y pescador.
Por apóstol y poeta,
Saulo, acompáñanos,
que el camino se hace largo
y al final espera Dios.
(Pío Gómez Nisa, 1969 )
Poeta encanecldo que aún llevas en el alma
las antiguas orillas y los cielos lejanos
y en im arca ewantada tu corazón encierras,
corcel embalsamado de juveniles días
Poeta de temblores y de tímida mano
cuando cortas tu rosa, despabilas el fuego
en que vas deshilando pesadumbres y ayeres,
despabilando acordes de tu violín de padre.
AVUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
Poeta de aquel viejo fanal de tu morada
todavía encendido, ardibdote en la mano,
aquella que te tiembla al escribir tu verso
y te sigue temblando al subir a tus ojos.
Lo sé, para Isabel, la miel de antiguos besos.
Para el hombre y tu DIOS, tu corazón más puro.
A los que no sabemos de tu tristeza, danos
el pan y el vino de tu profundo beso.
A los que no sabemos,
algo sencillo y Único :
algo como la luz que soñara ser sombra,
aigo como ia dor que quisiera ser música.
Por caminos de fe y de esperanza,
enséñanos,
tu sabio caminar de sofiador de auroras,
de familiares voces y enlutados muros.
El corazón aguarda.
Créenos.
Ser buenos
como lo fuiste tú es lo que importa
Besar la ola que a acaricrarnos viene
como un humilde perro, oír el viento,
segar la humilde espiga,
soñar con Dios, y lo que venga
como a un pródigo hermano recibirlo.
Poeta de cien lunas y cien nieves,
porque en tu corazón no cabe el tiempo,
sino la brasa que encendiste y el buen rumbo
que diste a tus sueños,
---S:-- L.-,.- 7- ---- A---
UC~ULUC L I U C S L L ~ S uuran, UUCDLLV~ auuq
pon luz a nuestros ojos,
canción a nuestro pecho.
Y tu palabra,
dánosla, Saulo nuestro, como un padre.
(3uan Sosa Suárez, 1969.)
3 0 A ~ U hA RTILES
CANC16N E3lTERA PARA SAULO TORON
Porque aún hay fuego en tu herida,
no puedo dormir en paz.
Aún te da guerra pensar
que se te acaban los días
sin que los veas cambiar.
Atin la pena se te da
como a la rosa la espina,
más siempre dispuesto estás
a comenzar otra runa,
con menos años quizá.
Joven, como la que más,
responde tu poesía,
sin que abandones la orilla,
a la llamada del mar.
Las olas te movilizan.
Eres la voz más sencilla
que entona el mejor cantar,
por debajo y por encima
del tiempo que se nos va.
Te alienta la fe más viva.
No es cierta tu ancianidad
Estrella otra vez partida,
partlda por la mitad,
jamás se da por vencida
y vuelve a dar claridad.
Que venga Dios y lo diga,
que diga si no es verdad
que tiempre tienes la dicha
y el aire para soñiar
En la playa de la vida
hay quien te ve todavía
salir desnudo del mar
(Agustín Millares, 1969 )
No temas al crepúsculo
que embellece las horas, si uno piensa
que siendo luz amortiguada, tiene
t, fU,ltL7jw y &&tLI treEqareEcls,
que armoniza los tonos de las cosas
y esclarece en el hombre las ideas
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Recoge, Saulo, en el bazar del alma
cuanto el crepúsculo te ofrezca:
un sabor, un olor, un simple goce,
la lágrima -retazo de una estrella-la
sonrisa que amaste, y el acento
de la voz que te canta, y te recrea.
Arropa en el declive, sin agrura
los pensamientos tristes, y alborea
los oscuros, recóndidos parajes,
con el rescoldo de unas brasas viejas
-residuos, ecendrados de tí mismo-de
las albas de antaño, y hermosea
el crepúsculo tuyo, soleando
esas altimas horas con que cuentas.
(Jos6 Jurado Morales, 1969.)
PARA EL POETA SAULO TORdN
De nuevo,
convertido
en luz de arena
y en estrella de rostso
y aire
sumergido,
llegas,
poeta,
por el azul camino
de espesa espuma
de oro y sai,
por el aroma transparente
que es nuestro
viejo
territorio,
nuestro archipiélago
de sangre,
fuego
y viento.
De la verdad de tu agua
salen cristales submanlnos,
algas
de humo y hierro
JOAQUfN ARTILES
que se atan a tu pelo
como hilados de ciclones
filtrándose en d mar.
De islelia claridad
es tu vuelo emplumado;
un cfrculo de nidos
te saluda
de medio arriba,
rezumando
helada libertad
Tu paz y tu esperanza
sostienen
en el cielo de los océanos
las columnas del hércules guerrero,
las prm?eras de! !!&Q
y de la muerte.
Llegas,
poeta,
del intimo color del infinito
a poner tu sonoro pulso
y a5-G-Uacen Be hs
junto al dolor del hombre,
su pena y su miseria.
Mientras e1 viento turbio,
dándose de golpes
contra los árboles
del odio,
quiere borrar tus huellas,
de hueso,
tierra,
lluvia
y carne,
tus pasos por el mundo
resuenan como espejos.
Llegas,
poeta,
al pueblo;
tu salitrosa frente
arrugada en la lucha
inagotable del silencio.
Arrugas tiene el surco
donde trabaja el campesino,
arrugas el carmno
por donde viaja el carretero,
arrugas tiene el cielo
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
y Ia mar,
tu mar, poeta amigo,
donde tú fuiste,
amando,
el mejor marinero.
(José Caballero Millares, 1969.)
EL POETA VIEJO
Bajaba puntualmente todas las mañanas
hasta la Avenida de Alcaravaneras.
T>esc?e xi CSE Ge nifin, sri mismz CZ!!~,
le veia arrastrar sus años de viejo
soñador, su pelo blanco y sus manos
chrdenas, y la vista siempre puesta
en el horizonte de la acera, jamás
sin alzarla junto a nosotros, niños
ociosos de verano por el mes de agosto
de todos los años siguientes, y 61
que decía <adi6s», levantando
su mano y esbozando una sonrisa
apenas dibujada, de buen padre
que nada interrumpe, ni el campo
de gravedad de nuestra infancia.
Y siempre fue asf, todos los años que tardd
en doblar la esquina, seguir por León y Castillo,
cruzar a la Avenida, perderse
en la playa y volver a nuestros años
de hombres, encontrarlo todavía más joven
que nosotros, con su cuerpo decrepito
y su canción sonando siempre como un viejo
clavicordio, don Saulo
y nosotros ya definitivamente
desafinados.
(Al£ onso B'Shanahan, 1969. \