MAS SOBRE TOMAS MORALES
P O R
JOAQULN ARTILES
Catedrático de Literatura.
"Hay escritores, ha dicho Dámaso Alonso, a los que admiramos
sin amarlos: frías perfecciones externas, que se nos quedan obje-tivas
y lejanas. Pero hay otros, de cuya prosa, de cuyos versos,
salen .humanos, cálidos efluvios casi materiales, que poco a poco nos
rodean y nos prenden. Y ya el libro tiene dos funciones que sobre
nuestra sensibilidad entrecruzadamente actúan: si por un lado es
aislada criatura de arte, por otro es como nexo o puente, atrave-sado
de indestructibles hilos cordiales que para siempre ligan el
lector al autor" l.
Y éste es el caso de nuestro Tomás Morales. ;Qué tenían de
entrañable Las Rosas de Hércules que así nos vinculaban a su
autor? ¿Qué nexos nos ligaron tan fuertemente al cantor del Atlán-tico?
Porque lo cierto es que ningún otro libro de versos ha vuelto
a tener en nuestra juventud insular tan unánime y entusiasta aco-gida.
Cuando en 1919 apareció el segundo iibro de Las Rosas, ia
popularidad de Tomás Morales llegó a ser enorme. Y cuando, dos
años más tarde, en 1921, acaeció su muerte, toda la Isla se estre-meció
como en una catástrofe de familia.
Lo recuerdo perfectamente. Cuando salieron Las Rosas era yo
todavía un muchacho. El internado dei viejo caserón de ia caiie
del Doctor Chil, entonces Universidad Pontificia de Canarias, con
1 Dámaso Alonso : Ensuvos sobre poesicc. espullola. "Revista de Occidente",
Madrid, 1944, pág. 305.
2 JOAQUfN ARTILES
su alto prestigio de muros, de clausura y de latines, nos aislaba
un poco o un mucho del resto de la ciudad. Pero aquel aislamiento
tenia también sus quiebras y postigos. Y e! postigo en esta ocasión
fue ;quién lo dijera! nada menos que la misma biblioteca rectoral.
Allí, en aquel lugar prohibido, pero tan al alcance de la mano, es-taban
Las Rosas de Hércules, frescas todavía, como una tentación.
Y decidimos llegar a ellas como fuera. Vigilando las ausencias del
Rector, montando guardia en los puntos estratégicos, poco a poco,
fuimos leyendo y copiando versos y estrofas que después apren-díamos
de memoria. Y así un día y otro día, hasta que un buen
amigo, admirador indulgente de mis tempranas flaquezas litera-rias,
me dejó como olvidado contrabando, entre gruesos volúme-nes
de sutiles posas escolásticas, el inmenso regalo de un ejem-
-lnn ,-...,,.. nl:.. n-+,-nA.-. --.-ul-..- ---r -^ --:m ----*--
p a r , yur; v a i i a c 1 i ~ u i i ~ uc sa ua L I L C U U ~y ut: swb pebe~ab.
Es una anécdota minúscula, si queréis, de inocente picaresca
infantil, intrascendente; pero que explica hasta dónde se habían
hincado las raíces de la ansiedad, del entusiasmo, de la cálida ad-miración,
en torno a un libro de versos y en torno a un poeta. No
hago sino anotzr e! hecho, ya qUe m es mi propbsitu, en este mo-mento,
desentrañar el porqué de este suceso en nuestra pequeña
y menuda historia literaria. Aquí, y ahora, sólo me interesan Las
Rosas como "aislada criatura de arte", A lo mucho que se ha dicho
sobre Tomás Morales quiero añadir, como fruto de una última lec-tura
de Las Rosas, un conjunto de notas y sugerencias, paciente-mente
ordenadas, que acaso pudieran contribuir a una visión más
completa de nuestro poeta mayor.
Para mejor entendernos, recordemos que en Las Rosas de Hér-cules
hay que separar bien dos épocas que responden casi exacta-mente,
Con peas exceFiuiies, % los dos :ikros de la e&cióii pi=iii-cipe
de esta obra 2.
No se ha reparado bien, que yo sepa, en la dual actitud de Mo-rales
ante la "luz". Se ha hablado, sí, de su poesía "luminosa", "co-
2 Véase mis Tres lecciones de Literatura C«nctric~. Publicaciones del
Museo Canario, Las Palmas, 1942, pág. 19.
238. ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
lorista", "ardiente". Pero no se ha hecho un análisis minucioso,
de su doble postura ante ese elemento de arte, ante ese poético
ingrediente que es la luz. Y esta doble manera de ver la luz se
corresponde exactamente con las dos épocas de Las Rosas
En la primera época predomina la tenue luz de crepúsculo, la
suave estampa umbrosa, el sol con sordina, el oro otoñal. Todavía
no se ha embriagado Morales de la plena luz del sol. Prefiere la
noche al día, la claridad lunar al mediodía radiante, el paisaje de
otoño al fulgor del estío, el crepúsculo cadente a la ancha luz cenital.
Es la época de "la umbría misteriosa del jardín (Lib. 1, 72), "la
penumbra quieta" (1, 91), "el parral umbroso" (1, 41), "la dulzura
del crepúsculo soñador y romántico" (1, 50), "el silencio de la pues-ta
solar" (I,115), "los vesperales oros" (1, 135), las tardes de oto-ño
(1, 58 y 653, Ta ciaridad cernida" (1, 50) y "el tibio halago del
sol" (1, 121). Y es también la época de los sonetos marinos. Porque
esta predilección por la luz suave y mansa, casi de terciopelo, esta
evasión del poeta de la enérgica luz del sol, es también evidente
en los sonetos de los Poemas del Mar. De los trece sonetos marine-rus,
s6h üno, ei soneto Viii, nos da una estampa de mediodía, "bajo
el sol cenital". De los demás, siete son estampas nocturnas (1, IV,
VII, XI, XIII, XIV y XVI), cuatro vesperales (11,111, V y XV) y uno
del amanecer (XII).
Y lo mismo confirma su decidida preferencia por la luna. Mien-tras
en la segunda época la nombrará sólo tres veces (11, 29, 72
y 143), en esta primera aparece por lo menos diecisiete:
"La luna, que esta noche brilla más transparente,
parece enamorada del silencio rural" (1, 43).
"La estancia se ha llenado de claridad lunar;
y nosotros pensamos: es nuestra bien amada
la luna, que esta noche nos viene a consolar" (1, 53)
"Y con la luna ha vuelto la visión de mi hermana" (1, 54).
"Las noches del Adriático, claras como la luna" (1, 66).
3 Todas las citas de Los Rosas de Hércules están hechas sobre la edici6n
príncipe, Madrid, 1919 y 1922.
4 JOAQU~N ARTILES : :
"El parque en luna bañado
está esta noche de fiesta" (1, 71).
"Cada cabello es un rayo
tembloroso de la luna7' (1,72).
"Una noche en que la luna se moría" (1, 73).
"Tus ojos miran los senderos vanos
que pinta el claro mar bajo la luna" (1, 91)
"El disco de la luna bajo el azul romántico" (1, 107).
". . . tras los mástiles la luna, pensativa,
en las inquietas ondas su plenitud dilata" (1, 1373.
Muy distinto es el tratamiento de la luz en la segunda época.
No faltan, ciertamente, "la claridad murientel' (II, 24), "los regatos
umbrosos" (1, 100), "el misterio de la neblina" (11, 29), "el teme-roso
brillo de las antorchas" (11, 96) y "la nebuiosa madrugaUa
otoñal" (11, 176). Pero hay un indudable desplazamiento del poeta
hacia un mundo nuevo de luz. Es como si, de pronto, se le hubie-ran
abierto los ojos a la entera luz del sol. El predominio de la luz
radiante es aquí absoluto. A la suave luz de la luna ha sucedido
la energía vital de los rayos solares, y los ocasos se han conver-tido
en mediodías ardientes :
"Pesaba el mediodía como un airón de fuego" (1, 34).
"Ardían las montañas como en un sacrificio" (1, 34).
"El sol incendiaba los enguirnaldados pendones de guerra" (11, 21).
"Yo prefiero estas plazas al duro sol tendidas" (11, 188).
"El sol rudo de estos climas vierte su roja irradiación" (11, 143).
"El solar mediodia
reverbera el añil de su fiesta (11, 161).
240 ANUARIO DE ESTUDIOS -4TLANTIGOS
SOBRE TOBIÁS MORAL!3S
"El padre Sol retoza,
robusto, semental" (11, 75).
"Mediodía: las puertas entornadas
en una perezosa oscuridad.
Buera, el sol? avalancha desatada
sobre la actividad de la ciudad" (11, 177).
Y es tan patente esta predilección del poeta por la pujante y
entera luz solar, que hasta en los amaneceres y ocasos los rayos
del sol se potencian e irritan como flechas o puñales:
"El día ha despertado
f2echa.rzdo en la solana" (11, 75).
"Helios, niño, duplica sus fueros
en la pompa de sus vestimentas" (11, 152).
"Aún quedan en la granja
sus Últimos puiiales.
Su irradiacidn nzttenjz.
rebota en los cristales" (11, 79).
Y esta imagen de los rayos del sol, estimulantes, hirientes como
flechas, puñales o dardos, persiste en los versos de esta época :
"En el cenit magnífico, el Magno Ardor brillaba
fulminando en un rayo de paroxismo ardiente,
sobre el mar o la costa, la cabellera brava" (1, 35).
"El gran sol apolíneo loa
el milagro, CIM. E?tCrdm de oro" (11, 151j.
"Del calor estival los acontecimientos,
sobre las desnudeces del héroe, punzadores,
eran cual un enjambre de tS.banos hambrientos" (1, 34).
"E! su! en iiamaracias rotundas, destilaba
su radiación actinica;
al monstruo la excitante caricia espoleaba
y el lomo azul fugaba
esquivando la acerba persecución luminica" (11, 46).
LOS COLORES.
Otro elemento de arte en Tomás Morales es el "color". Como
en la "Epístola a Néstor", la poesía de Tomás es
"una loca irrupción de amarillos,
y de azules y verdes y rojos" (11, 154).
Su escala de colores, en orden descendente, de más a menos,
es la que sigue: amarillo, 49 veces; rojo y blanco, 44; azul, 29;
negro, 24; verde, 13, y gris, 7. Predominan el amarillo y el rojo,
colores calientes, de fruta madura y de vida en plenitud, colores
de reyes y cardenales, colores Ge rapso&s qne se vestían de rojo
para recitar la Zliada y de amarillo para la Odisea. Casi no existe
el gris. Faltan los violetas y escasean los azules vagorosos, colores
fríos y crepusculares, colores cadentes, juanramonianos, de hori-zontes
lejanos y diluidos. Los azules de Morales son intensos, enér-gicos,
como en la pintura veneciana, ctzü!es limpios y tersos de cielo
y de mar.
El "rojo" es el que se nos presenta con una más extensa varie-dad
de sinónimos : rojo, escarlata, morado, sangre, incevdio, fuego,
lumbre, mcarnadu, rosa, rojizo, púrpwa, grana, bermellón y ber-mejo:
la "cruz escarlata de los capitanesJ', las "rojas banderas",
los "pendones morados", la "aurora de fuego", los "ojos de lum-bre",
la "mar de sangre", las "pulpas bermejas de los frutales",
el "bermellón solar". . .
El "amarilb" se desdobla en áureo, dorado, rrubio, oro, naranjcl,
ambarino y lunar: el "oro estival:', la "mazurcs Uorzdu", !a "irra-diación
naranja", el "áureo solsticio de junio", el "lunar espectáculo
de los cabellos de oro".
Y junto a los rojos y amarillos, el "blanco", con sus variedades
plata, nacarino, lacteo, lechoso, candeal, albo, nevado, nivoso y ar-miño.
El "Brindis en la glorificacih de un i i i a t e~&t i ce~s", todo
él, un poema de nitida y serena blancura:
"Blanca vejez de armiño inmaculado,
serenidad de intelectual belleza,
242 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTlCOS
MAS =RE TOMAS MORALES 7
' conformidad perfecta con su estado
nos dice este varón que ha sublimado
la plata de la edad en su cabeza".
...................................................
"Sonrisa de bondad sobre la espuma,
toda nevada, de su barba asoma;
su invierno se perfuma
con un sutil, primaveral, aroma".
Y otra vez la insistencia en la blancura de su cabeza: . .
"y otros, en fin, que igualan la blancura
de sus melenas con la tuya, blanca."
-- Y, como perpetuando este homenaje de blancura,
"iSi tu nombre, señor, está marcado
con una piedra blanca en nuestra vida!" (11, 136-138).
En un solo poema: "blanca vejez", "armiño inmaculado", "la
plata de la edad", "la espuma, toda nevada, de su barba", "el in-vierno
de 'su cabeza", "la. blancura de sus melenas". ..
Pero apenas hay desigualdad en la frecuencia de colores en las
dos épocas que hemos señalado. Desde el principio de su obra poé-tica,
Tomás Morales tuvo siempre bien abiertos los ojos a todos
los colores. En toda su obra, como en la "Tarde en la seIva",
"ilustró el arco iris con siete resplandores
la fugaz maravilla de sus siete colores" (11, 83).
O, como en la "Oda al ~tlántico",
"en sus vidriadas minas quebraron sus colores
las siete iridiscentes lumbreras espectrales" (11, 42).
Las flores, como elemento poético, son escasas en la primera
época de Tomás Morales. Alguna vez, jazmines (1, 72 y 78), nar-dos
(1, 78), azucenas (1, 73) y limoneros en-flor (1, 45). Las rosas
Núm. 5 (1959) 243
8 JOAQU~N ARTILES
casi no aparecen todavía sino como término de comparación, para
exaltar las mejillas de una dama:
pues creyó que milagrosas
eran las mejillas rosas" (1, 89)
"Y las mejillas rosadas
más rosadas que las rosas" (1, 90).
Tomás Morales no había pensado todavía, ni remotame::te, en
el definitivo titulo de su obra : Las Rosas de Hércules 4.
En cambio, en la segunda época, cuando el poeta especifica las
flores, triunfan plenamente las rosas como Única flor que le inte- a
resa. Por verdadera excepción, sólo dos veces aparecen las ama- *
polas: en la "Aiegoría del otoño" (11, 77) y, $mt~ce 2 !ZS vide- u
tas, en la "Pastoral Romántica", destinada ya a lo que hubiera d-sido
su Libro 111. En lo demás, siempre que se concretan las flores, 8'
8 surgen las rosas : I
F
a , -7 Con ias rosas primeras del afio te a!fo~bré uri camino" (11, 68). j
E
"Todo el sendero está de rosas, todo el bosquejo está de trinos -=n m
"y ayer surgió la Primavera de la floresta de un rosal" (11, 141).
U
E
"Las manos recortaron, pacientes, los rosales i
y las rosas llenaron de luz los romanceros" (11, 99). 1 a
En el "Canto Inaugural" las rosas surgen a millares ante los
2
i
n
ojos extáticos de Hércules :
d
F
5
"Corriu U n !arge setn de silvestres rosales
........................... ................................
Ante sus ojos se abren millares de corolas
esmaltando la bella frondación del follaje;
unas en sangre tintas como las amapolas,
otras de gamas breves y tonos apagados;
todas de ensueño, plenas de luz y de aureoias" (I, 36)
4 Sin embargo, véase el soneto "A María", en Sebastián de la Nuez:
Tomcis Morales. Su vida, su tiempo y su obra, Santa Cruz de Tenerife 1956, t. 11,
página 303, donde el poeta ya llama rosas a sus lirismos.
244 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
MAS SOBRE TOMÁS MORALES 9
Frente a frente, en antítesis bella, Hércules y las rosas se miran
fascinados, como dos símbolos contrarios :
"Opuestos arquetipos de paz y de violencia:
las peregrinas rosas, floral aristocracia,
y. el vástago de Júpiter, todo supervivencia.
;Delicadeza y fuego, fragilidad y audacia:
los dos rosados vértices de la Sabiduría,
la conjunción suprema de la Fuerza y la Gracia!" (1, 37).
Y al fin triunfa la gracia sobre la fuerza, triunfan las rosas
sobre el héroe. Hércules termina su hazaña "borracho de aromas",
"sobre la oliente alfombra los músculos vencidos"
y soñando su primer sueño de amor
"bajo un cielo del Lacio 'y en un lecho de rosas" (1, 30).
Pero no tienen colores las rosas de Tomás Morales. Silo tres
veces aparecen las rosas blancas (1, 79 y 11,112 y 158) y dos veces
las rojas, "tintas en sangre" (1, 36) y "detonantes" (II, 74).
Indiscutiblemente, Tomás Morales es el gran poeta del mar.
Los críticos han subrayado distintos aspectos o interpretaciones
de este mar que llena una buena ,parte de su obra: el mar "mito-lógico~',
el mar "antropomorfo", el mar "destino", e1 mar "p~er-to".
Yo quiero hacer notar aquí otra de sus características: el mar
en calma, el mar en sosiego, el mar casi en quieta tranquilidad,
frente a la mar dinámica y en tumulto, frente a la mar tempes-tuosa.
No faltan, es verdad, las fieras tormentas, sobre todo en
la primera época :
"Y oyeron de las olas los rudos alborotos
golpear la cubierta con recia algarabía,
entre los crujirnientos de los mástiles rotos
y las imprecaciones de la marinería" (1, 104).
10 JOAQUIN ARTILES .
O en el soneto IV:
"En la playa, confusa, resonga la marea,
las olas acrecientan en el'turbión su brío,
y hasta el medroso faro que lejos parpadea,
se acurruca en la niebla tiritando de frio" (1, 125).
Y aun en la época segunda no faltan algunos trazos de fiereza
marina: "los lomos fieros del salvaje elemento" (11, 66), "el piéla-go
inseguro" (II61,) , "del mar sobre la hirviente espalda" (11, 621,
"el fiero remolino" (11, 62) ; o aquel verso de "Britania Máxima" :
"Fué un día en que el viento tronaba los mares con sus bataholas"
[m, 20).
Pero el mar de Tomás Morales es esencialmente tranquilo y en
calma. Es un mar en reposo, o tímidamente movido.
Así, en los sonetos de los Poemas del Mar:
"El frio de los quietos mares escandinavos" (1, 117).
"Noche pasada a bordo en la quietud del puerto" (1, 129).
"Baten las olas.lentas su canción marinera". (1, 131).
"Hasta e! viento parece que ha muerto en la bahía" (1, 133).
"Estas ondas, antaño florecidas de estelas,
hoy mumuran. apenas un quejumbroso halago" (1, 135).
' Y, sobre todo, el primer soneto, al3Puerto de Gran Canaria,
todo él en calma, en una pasmosa serenidad movible 5:
"Puerto de Gran Canaria sobre el sonoro Atlántico,
con sus faroles rojos en la noche calina,
y el disco de la luna bajo el azul romántico
rielando en la movible serenidad marina.. .
--
Esta sensación de calma, en este sbneto, ha, sido glosada bellamente
por Sebastih de la Nuez en su obra citada, t. 11, pág, 198 y 199.
,346 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
MAS SOBRE TOMAS MORALES ii
Silencio' de los muelles en la paz bochornosa,
lento compás de remos, en el confin perdido,
y el leve chapoteo del agua verdinosa
lamiendo los sillares del malecón dormido.. .
. .
Fingen, en la penumbra, fosfóricos trenzados
las mortecinas luces de los barcos anclados, - .
brillando entre las ondas muertas de la bahía; '
. ,
Y, de pronto, rasgando la calma, sosegado, . ,
un cantar marinero, monótono y cansado,
vierte en la noche el dejo de su melancolía". . . (1, 107 y 108).
¿Y en la "Oda al Atlántico"? Parecía que aquí el "fuerte titán
de hombre? cerúleos" habría de desatar su fiereza salvaje y sus
. m k ~ kU~ri8us . Zl p e t a comienza pintándonos un mar todavía sin
vientos y sin olas, un mar larvado, silencioso, tremendamente quie-to;
tan prodigiosamente estático, tan primitivamente muerto, que
-todavía casi no es el mar:
"Era el mar silencioso.. .
Diríase embriagado de olímpico reposo,
prisionero en el circulo que el horizonte cierra.
El viento no ondulaba la bruñida planicie
y era su superficie
como un cristal inmenso afianzado en la tierra.
En lucha las enormes y opuestas energías,
las potencias caóticas, sustentaban bravías
el equilibrio etéreo
-a la estática adicto y al aquilón reacio-en
un inmensurable atletismo de espacio:
lo infinito del agua y el infinito aéreo".. .
"Así pasaron cientos de centurias iguales,
soledad y misterio.. . Las potencias rivales
sin abdicar un punto, mantenían su puesto
con su actitud de siglos y su forzado gesto.
Mas. de pronto"
1
&Qué sucede de pronto?
, >..
" "Mas de pronto, una noche claudican los puntales; . ..
. . .
se anuncian cosas nuevas y sobrenaturales" (II, 40 y 41). I I
Parece como si fueran a'desatarse las "enormes y opuestas
energías". Parece como si se fuera a romper en bravas tempesta-.
des aquel "inmensurable atletismo de espacio". Parece como si fue-ran
a claudicar los puntales de los siglos en un inmenso cataclismo
oceánico. Y, sin embargo:
"Quedó el hechizo roto: las aguas se curvaron
flexiblemente, y raudas, en amoroso allego,
por toda la llanura gloriosa se buscaron
con langor de caricia y agilidad de juego" (11, 45).
Nada hay aquí violento y salvaje. Todo es suave y tranquilo:.
las aguas que se curvan fbexib~lemente, las aguas que se buscan
con amoroso &lego, las aguas que se encuentran con Zangor de
caricia.
Y lo mismo sucede en el canto VUI:
"i Y el mar? Omnipresente,
se exaltaba en el júbilo de su vigor naciente,
en el festín radioso de la estivai mañana,
retador e inconsciente con su barbarie sana.
Sintiendo sus enormes poderes dilatados,
desperezaba alegre, los flancos liberados". . .
Otra vez parece que el mar va a desatarse en un dinamismo,
bárbaro y colosal, en un desperezo de catástrofe. Pero la verdad
es que, en el siguiente verso, termina
"rizándose al entorno de emergentes bajíos" (II, 46).
Digamos ahora algo sobre algunas externidades del estilo de.
Temás Xerales, sobre las fi_mas de dicción o "elegancias", como
las llama Hemosilla, las tan denostadas figuras de lenguaje. Sólo.
unos cuantos ejemplos que nos muestren hasta qué punto supo el.
poeta usar, con tino y con maestría, este magnífico recurso de la.
retórica tradicional.
248 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
MÁS SOBRE TOMAS MORALES 13
Veamos, p. e., el grácil jugueteo de estos octosílabos, con po-lipote
y doble aliteración, en que las vibrantes y labiales piruetean
ágilmente sobre el rkpido encabalgamiento de los versos:
"Yo soy aquel rimador
que entre el amor y el amor
rimó, cantando, su vida" (1, 89).
.O estos otros, con doble polipote y doble aliteraciún, combina-das
tan hábilmente que parece como si los fonemas b y r se bus-caran
o se huyeran por las esquinas de los versos:
"El buscaba y rebuscaba,
ella miraba y reía;
y él buscando y ella riendo
se pasaron tocio ei día" (1, '76j.
O estos alejandrinos en que las palabras chirrían sobre los goz-nes
de las erres:
"Y el agrio resoplido de las roncas bocinas
resonó en el silencio de la puesta solar" [I, ii5),
o se mueven lentamente, con andadura blanda de labiales:
"Y si veis que mi alma, a menudo, comete
el pecado de ingenua; no os burléis, se concibe:
Yo soy un buen abuelo que ha robado un juguete". . . (1, 66 y 67).
Son innumerables los recursos del poeta cuando quiere subra-yar
un concepto, enfatizar una idea, llamar la atención sobre una
serie de cosas. Unas veces acude a la anáfora, repitiendo una pala-bra
ai comieñco de varios ~aiijüiittxe, t;mc si q~isiersc m S E fuerza
iterativa incrustarlos materialmente en nuestro mundo emocional :
"Silenciosa la noche, silenciosa la charca,
silencioso el bichero que da impulso a la barca" (11, 89)
Otras veces ia iteración abarca ei conjirriio entero, tudo -m sin-tagma,
que se repite tenazmente hasta herirnos con su insistencia:
"Cuatro veces fui muerto, cuatro veces, Amor, me has herido.
;Más de cuatro pasaron tus flechas silbando a mi oído!
JOAQUh ARTILES
;Cuatro heridas sangrientas que el Arquero, causó, envenenadas!
i Oh dolor! Cuatro duras saetas en mi alma clavadas". . . (11, 69).
"Ojos claros, ojos claros, ojos claros,
blanca tez.. .
La una es rubia, la otra es rubia, la otra es rubia.
; Oh, qué rubias son las tres!" (1, 72).
Carlos Bousoño, con su fina sagacidad, ha observado el hondo
sentido poético y expresivo de la reiteración. "En una serie reite-rativa
-nos dice- la calificación primera destila en la segunda
buena parte de su significado. Preñada así de sentido, la palabra
golpea ya con todo su grueso volumen sobre la siguiente, a la que
comunica, a su vez, en gran escala, su contenido". "Como el metal
que, golpeado repetidamente con un mazo de hierro, adquiere una
temperatura que el primer golpe es incapaz de proporcionarle"
No es raro en Tomás Morales el recurso del asindeton, sepa-rando
los conceptos con el leve tropiezo de unas comas, dejándolos
caer lentamente y uno a uno sobre el surso de los versos:
"Y vertió, en vez de lágrimas, rocío, vino, miel" (11, 93).
"Nobles escudos, doradas proas, recias amuras" (11, 27).
O el empleo de una coordinación polisindética, aguijando las
palabras con 'púas de conjunciones :
"Y miramos y vemos, y escuchamos y oímos,
algo que en nuestra vida ni vimos ni escuchamos" (1, 49).
A veces el polisíndeton se hace creciente, progresivo, de clímax
ascendente, como en aquel verso de la "Oda a las glorias de Don
Juan de Austria" :
"Y el mar fue sangre, y el cielo incendio, y horror el viento" (II,30)
O este otro, de ritmo anapéstico, del "Canto en loor de las ban-dera
ali=&sf' :
"Bajo el miedo y el hambre y el odio que agobian las tierras" (II,17).
6 Seas calas en la expresión, Uteraria española, págs. 205 y 206.
250 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
MAS SOBRE TOEILÁS MORALES 15
Son frecuentes los conjuntos paralelísticos, como estos versos
de paralelismo binario en que todos los elementos verbales son
esencialmente iguales en los dos versos :
"Sobre el magno dolor de la suerte,
ante el hosco segar de la muerte" (11, 17).
O estos otros, de estructura ternaria, en que cada verso abar-ca
un conjunto completo y es sorprendente la semejanza de los
tres conjuntos, sobre todo si se tiene en cuenta la doble anáfora
de los tres versos: "innumerables" al comienzo de los primeros
hemistiquios y el relativo "que" al comienzo de los segundos:
";Innumerables gentes que nuestro triunfo ansían !
. ;innumerabies pechos yue eii mestrus brsms fim!
;Innumerables ojos que esperan ver surgir". . . (11, 18).
O los cuatro dístrofos del canto 11 de la "Balada del Niño Ar-quero"
que comienzan :
"La primera en la frente.. .
"La segunda en los ojos ...
"La tercera en la boca ...
"Y la cuarta en el pecho.. . (11, 69).
O aquellos otros: I
";Duro Amor veleidoso.. .
;Breve Amor lisonjero.. .
i Cruel Amor fatalista.. . (11, 69).
La lista de los procedimientos retóricos podría alargarse inde-finidamente.
Y merecería la pena. Pero resumamos ya los puntos
principales de este estudio.
1.0 Es evidente la dual actitud de Tomás. Morales ante ese
elemento de arte que es la luz: suave y crepuscular en la primera
época, luz mansa y tibia, con oro otoñal, luz de luna; energía vital
en la &poca segunda, mediodías ardientes, fulgor de estío, la luz
que retoza pujante y robusta, los rayos del sol que hieren como
flechas, como dardos, como puñales.
2.0 Sin distinción de épocas, la poesía de Tomás Morales es
intensamente colorista: el poeta prefiere los colores calientes, el
amarillo y el rojo; y, junto a éstos, el blanco ; en menor escala, los
colores crepusculares y cadentes, de horizontes diluidos.
3.0 Apenas hay flores en la primera época : algunas veces, jaz-mines,
azucenas, nardos; en la época segunda triunfan pienamente
las rosas, casi siempre sin color.
4." Frente a la mar dinámica y en tumulto, el mar de Tomás
Morales es, al menos también, si no principalmente, el mar en
calma, el mar en sosiego, el mar tranquilo y sereno, con una pas-mosa
serenidad movible que guarda en su seno, larvadas y ame-nazadoras,
fierezas salvajes y bríos de cataclismos.
5." El poeta, siempre preocupado de la externidad del verso,
SI& i?sw c m tim y maestria, Si:: deede5ar ningciio, 10s teiitzUu-res
recursos de la retórica tradicional.
Y una nota final, para aquellos jóvenes que, con pretexto de S
E
inactualidad, comienzan a subestimar a nuestro poeta: queremos
recnrdmlvs que también e!!ss !legarán a ser inaetUaks. Y fiera
Dios que, entonces, quede de su obra, al menos, lo que aún queda
em- de Tomás Morales. Porque, a pesar del vaivén implacable del tiem- E
po, hay algo que no puede envejecer, porque la belleza es eterna O
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y no periclita. De Tomás Morales podemos decir, aún hoy, aquel n
verso de Antonio Machado, que bien pudo escribirse para Morales : E a
n
"Tu musa es la más noble; se llama Todavía". n
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O
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLA-VTICOS