EL ARTE RUPESTRE DEL AFRICA DEL NORTE
EN RELACION CON LA RAMA NORTEAFRICANA
DE CRO-MAGNON
POR
Al conmemorar en las Islas Canarias el 1 Centenario del des-cubrimiento
del hombre de Cro-Magnon, cobra un interés especial
en estas Islas la rama africana de esta raza humana del Paleolítico
superior europeo así como su valoración antropológica, pues a ella
pertenecían los primeros aborígenes de estas tierras españolas. Ha
sido denominada esta variedad cromañoide norteafricana, raza de
Meohta e i - ~ r byi también de Afalu-bu-Rhumel.
Al lado de las aportaciones de antropólogos y prehistoriado-res
en torno a este grupo humano norteafricano, yo desearía tra-tar
de las ricas y variadas manifestaciones artísticas, tanto de
arte mueble como rupestre, que nos ofrece el Africa del Norte en
reiación con cuanto sabemos sobre los hombres de Mechta el Arbi,
tanto en lo antropológico como en lo histórico-cultural. Es bien sa-bido
cómo, en los Últimos años, sobre todo, estas manifestaciones
artisticas norteafricanas se han enriquecido con numerosos hallaz-gos
que se han ido encontrando en toda la extensa región que
va desde el Valle del Nilo hasta las regiones atlánticas. Una gran
riqueza artística ha ido ilustrándonos sobre la Prehistoria de muy
amplias zonas de la que llamamos Africa Blanca, y en relación con
la dispersión y caracteres de estos yacimientos de'bemos relacionar
aquellos hallazgos donde esta raza de 00-Magnon dejó sus hue-llas,
contraponiéndose a otros grupos humanos crecanos de tipo
proto-mediterráneo. Por ello hemos creido de interés tratar de los
datos ya seguros, con los cuales hoy podemos establecer una valo-ración
étnico-cultural de los creadores del variado arte prehistó-rico
norteafricano, tanto rupestre como mueble.
Si tenemos en cuenta cómo se nos ofrecen hoy las culturas de
lo que podemos llamar Paleotítico Superior en Africa del Norte,
vemos que el nombre Oraniense o Iberomauritano que con razón
Brahimi quiere llamar ahora Muilliense, representa a los cramaño-nes
de Mechta-Afalu. Esta cultura del Magreb tiene entronques de
una mayor antigüedad en los niveles de industrias de hojas de El
Dabba, de Haffet el Tera, Haua Pheath niveles XVIII-XI y de otras
cuevas de Cirenaica, donde Mac Eurney la ha denominado Proto-
Oraniense ; pero desgraciadamente no tenemos restos humanos que
nos ilustren sobre la raza de sus creadores.
Un paleolítico superior cercano al más antiguo Oraniense del
Magreb, se nos ofrece también en el Valle del Nilo, donde las in-dustrias
de hojas de Turah, Heliópolis y Abu Guwair enlazan con
las de Kom-Ombo, y estas con las de la región de Wadi Halfa ya
en el Sudán donde tenemos el cráneo de Sahaba de tipo cromañoi-de
mediterráneo. En estas regiones del Nilo, estas facies cul- a
turales son denominadas por Ph. Smith, Menchiense, Silsi- E
liense, Sebekiense y también se debe incluir en ellas el Se- "
d biliense de Vignard, en sus fases más modernas. Esta idtima indus-
-
Oo>
E tria de origen mustero-levalloisiense fue poco a poco transformán- E
2
dose por los influjos culturales de las industrias de hojas de la re- E
gión. Los introductores y creadores de estas culturas los hemos
de relacionar con gentes de tipo cromagnoide en el más amplio sen-
-
tido. Todas estas culturas han apuntado fechas que van del 16.000 0
m
E
al 12.000 según los análisis del carbono 14. A nuestro entender to-dos
estos grupos étnicos y culturales llegaron al Norte de Africa
n
por el itsmo de Suez, pues con las industrias auriñacienses de Pa- E
lestina, y con el llamado Anteliense de aquella región, se relaciona a
2
todo este mundo cultural del Paleolítico superior del Valle del Nilo, d
n
n
y también el denominado Proto-Oraniense que Mac Burney ha defi-
3
nido en la capa XVIII a XI de Haua Bheath fechadas entre el O
18.aC 2 109 a! 1e.GQg 300 de untigie&d uhs~!utue, ! c ~ u !
estuvo precedido por la industria Dabbaiense que desde el estrato
XXV se extiende hasta el estrato XIX y se ha fechado en su estra-to
XX en 33.100 + 400 de cronología absoluta.
No queremos entrar ahora en una más minuciosa exposición
de lo que hoy sabemos de estas cuituras, pero cabe ver en eiias ra-mas
de igual carácter étnico y cultural al de las gentes que cono-cemos
bien con el nombre de raza del Mechta, que desarrolló el
Oraniense en el Magreb. Para esta cultura tenemos fechas que van
desde el 12.320 del nivel inferior de Cueva Rassel y aún podría ser an-
124 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
terior el llamado Oraniense I equivalente al "Horizonte Collingnon"
que quería la etapa inicial más anti,gua de esta cultura magrebi.
Parece lógico pensar que a los creadores de .estas civilizaciones
de industrias de hojas ya mencionadas debamos relacionarlas
con gentes cromañoides, las cuales serían la base primera de la
formación de las razas (blancas europeoides que el Africa del Norte
ofrece siempre en su historia. Ahora bien, hemos de señalar que
una característica de todas estas culturas es la ausencia de arte
mueble en los hallazgos que de ellas conocemos, por lo cual las ma-nifestaciones
de arte rupestre que hallamos en el Valle del Nilo y
en los desiertos cercanos a esta región, así como aquellos del Sá-hara
Central y Septentrional hasta la región del Atlas, deben con-siderarse
extraños a este mimdo de! Pa!en!íticn superinr, q w en
Argelia y Marruecos está representado por la raza típica de los
cromañoides norteafricanos de Mechta el Arb? y Afalu-bu-Rhumel,
y, al menos en Nubia, por el cráneo de Sahaba (Sudán) que es un
cromañoide mediterráneo no alejado en algunos aspectos de los
del Magreh:
Cuando estas culturas se desarrollaban hizo su aparición, en la
región de Túnez, la cultura Capsiense. Las fechas aportadas por el
carbono 14 nos permiten envejecer hasta el 8.000 a. de J.C., el Cap-siense.
Esta cultura se propagó rápidamente por la Cirenaica y
llega luego a influir en el Sebiliense tardío del Valle del Nilo y
también, sobre todo, 'hacia el Magreb, desde el interior de Túnez y
Este de Argelia. Allí aparece en su facies más antigua y rápida-mente
se propaga con su industria litica, caracterizada pon un pre-dominio
de los microlitos, cada vez mayor, a lo largo de las tres
etapzueü !türa!eu qde se ha definido: CaPsieiise tipico; Caí;-
. siense superior y Neolitico de tradición capsiense.
La dispersión del Capsiense orilló hacia el Te11 occidental arge-lino
y marroquí, al oraniense, matizándolo en su etapa final de desa-rrollo.
Sin embargo, está comprobado que las gentes de la raza
del Mechta en ia región del Magre-,
mientras se desarrollaba el Capsiense Superior y aún en la etapa
del Neolítico que le sucede.
El problema del origen de la cultura capsiense está aún sin re-solver.
Nosotros creemos, como R. Veaufrey, que debió formarse
por aportaciones culturales llegadas desde Sicilia y el Sur de .Ita-lia.
Tal vez la dificultad de hallar yacimientos claves de su perío-do
inicial de desarrollo se deba a que ha debido cubrirse por el mar
una gran parte del golfo de Gabes, que muchos historiadores pen-samos
debió ser tierra firme entre el 10.000 y el 6.000. a. de J. C.
Por allí debió pasar esta corriente cultural. También a esto se debe
el que el llamado por Mac Burney Capsiense Oriental resulte aisla-do
en la Cirenaica y no enlacen los yacimientos del Te11 argelino
oriental y Norte de Tianez, con los de Tripolitania y Cirenaica. Hoy
el Capsiense típico, o sea el más antiguo, sólo se nos ofrece a algu-nos
kilómetros al interior de la costa tunecina.
La raza da los creadores. del capsiense está aún poco documen-tadai
pero parece eran ya meriiterranoides, de -un origen J carac-teres
distintos a los hombres de Mechta que desarrollaron la cul-tura
Oraniense.
A veces se ha apuntado que serían negroides, lo cual no está
probado y ningún hallazgo nos lo confirma, aunque en su expan-airín
hlinili nl aiir nn iínnno 719 pxrlinrlclrlli lna hnmhrna nlinainnaaa an U"" 'LUV'U U' "U' , U" 'yVVU J U u. U.YUUW, IVU ' . V I I A V I I Y -rY~UL*U"L. LII
cruzaron en el Sáhara con negros.
Ya hemos señalado que el desarrollo de esta cultura tiene el
enorme interés de ofrecernos creaciones artísticas desde sus más
antiguas fases de desarrollo. Es, en nuestra opinión, un rastro más
de su origen europeo; tal vez se formó en las tierras del sur de
Italia y Sicilia, donde se pueden ver los mejores paralelos para sus
creaciones artísticas.
Igualmente, se ha visto que una de las características diferen-ciadoras
que podemas señalar entre oranienses y capsienses, es la
carencia a'Dsoiu&, de cr-eaciones ai+-faiicas de iodo ur&fi entre 12
cultura *Oraniense y las ya citadas culturas que podemos conside-rar
como paralelos más o menos lejanos del Oraniense del Magreb
en la Cirenaica y en las industrias de hojas del Paleolítico superior
que se han señalado a lo largo del Valle del Nilo.
En ninguno de ios yacimientos de estas cuituras hemos haiia-do
la más pequeña representación de arte mueble. Una excepción
es la cueva de Taforalt en Marruecos, que ha aportado en los nive-les
del Oraniense, ya muy influido por el Capsiense superior, al-guna
plaquita con pobres grabados, que hemos de admitir como
126 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Ei ARTE RUPESTRE DEL AFWCA DEL NORTE ... 5
una penetración más de las influencias culturales del Capsiense en
el área del Oraniense. Por el contrario, las gentes capsienses, des-de
el comienzo de su presencia en Africa, nos ofrecen grabados en
huesos, en plaquitas de piedra y en huevos de avestruz. Estas ma-nifestaciones
artísticas, de un marcado carácter naturalista, se han
desarrollado grandemente en toda el área del Capsiente Típico, en
la más extensa área del Capsiense Superior, y al fin se ve creada
una gran provincia artística durante la etapa del Neolítico de tra-dición
Capsiense, que va desde el occidente de Túnez y sur de Ar-gelia
extendiéndose más y más hacia el sur y el oeste por todo el
Sáhara centro-occidental.
Es, pues, la presencia o carencia de arte un elemento más que
define el área geográfica de estas dos culturas y sus hombres. Y
mirando hacia nuestras islas Canarias podemos observar cómo la
carencia de arte rupestre o mueble de tipo Capsiense es evidente.
Ciertamente hallamos algunas manifestaciones de arte rupestre
que podemos hallar en Balos (Gran Canaria), o en Belmaco (La
Palma) o en otras islas, pero tales manifestaciones artísticas debe-mos
relacionarlas con tardías aportaciones atlánticas como se #ha
supuesto, aunque esto no creamos tiene mucho fundamento. Más
bien por su carácter esquemático se relacionaría el arte rupestre
canario con los grahados rupestres de época tardía de las regio-nes
meridionales de Marruecos o del Sáhara Occidental que desa-rrollaron
los hombres de la raza del Mechta en época tarda equi-valente
al período1 del Bronce Antiguo y aún en etapas posteriores
a éste. Así, pues, la carencia de arte naturalístico vincularía la pri-mera
población canaria más con el mundo ibero-mauritánico u ora-niense
del Magreb y con las gentes de Afalu-bu-Rhumel, con las
cuales los antropólogos han señalado evidente parentesco para el
poblamiento antiguo de las Canarias.
También, en otro aspecto aún, el arte rupestre del Africa del
Norte nos ofrece un especial interés para la interpretación cultu-ral
y etnológica de la llamada Africa Blanca. Nos referimos a la dis-cutida
cronología de toda la extensa serie de obras de arte rupes-tre
norteafricano. Incluso para la interpretación de los orígenes de
la cultura capsiense es de interés analizar esta cuestión y sus pro-blemas.
Núm. 15 (13691 127
En efecto, la etapa que representa en la Prehistoria Africana
la cultura Capsiense es esencial, por su duración y por su paulatina
y enorme extensión. Pero como ya hemos señalado, no sabemos dónde
se origina esta cultura, que hallamos ya formada en la región de los
"chotts" al interior de Ttínez. El arte mueble ya aparece en los yaci-mientos
más antiguos del llamado Capsiense Típico como Redeyeff,
Gapsa : huevos de avestruz ,grabados, huesos decorados y placas de
caliza grabadas se nos ofrecen con frecuencia. Luego paulatinamente
vemos su ,gran desarrollo en las fases siguientes del Capsiense Supe-rior,
que va alcanzando una mayor dispersión hacia el Oeste y Sur de
aquella región. Durante el Neolitico, que parece llega a la región' al
final del VI milenio, nos muestra su apogeo y mayor expansión
A"+,. ,-.qql+**..- .-.m. *l -l.- 3,. \T-,.l:4:n- J.. m--d:.-.:A- CL.-.A ,.--A
G D L ~LU I LUL a GULL C L I IUI I I ~ULu uc LY CUILLIGU uc I L LLLUI ; IVIL ~ L L ~ ~ C L I P C .
La presencia del arte Capsiense desde las primeras fases del
desarrollo de esta cultura es de gran interés, pues los mejores pa-ralelos,
sobre todo para sus plaquitas grabadas, son los hallazgos
del Epipaleolitico del Sur de Italia y de ,Sicilia. Esto es válido, tan-
A- , -- l - - , , - ., . ,- ... -2 :-. ., . -,. .. --
LU para ius Iiaiiazgus ue ia regiuri ue L uriez y Este de Argelia. Eii-tonces
y antes el Tell mediterráneo está ocupado siempre por el
Oraniense. Más al Este, en Cirenaica, hallamos el!llamado por Mac
Burney Capsiense Oriental, que en Haua Feath. nos ofrece algunos
claros ejemplos de estas obras de arte de claro espíritu Capsiense.
Es esta manifestación cultural del arte la que más nos liga el
mundo Capsiense con el Mediterráneo y debe apartarnos de ver
a esta cultura como obra africana de negroides. Además de
la provincia ,Capsiense, el arte prehistórico norteafricano, so-bre
todo el arte rupestre, nos ofrece otras tres provincias ar-tísticas
de personalidad diferente por su tematica y técni-cas.
Las tres son de' época posterior. Una está formada por
los artistas grabadores de las rocas del Valle del Nilo y de las zo.
nas desérticas que se extienden hacia los desiertos del Norte del
Sudán y al Oeste de Egipto. El estudio de toda esta gran provin-cia
artística, a la que recientemente hemos consagrado el es-tenso
volumen X de la serie de las "Memorias de la Misión Arqueo-lógica
Española en Egipto", nos asegura que el arte de aquella re-gión
es posterior al Neolitico egipcio y que debió comenzar su des-arrollo
sólo a partir del periodo gerziense o cultura de Nagada 11
128 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL ARTE RUPESTRE DEL AFWCA DEL NORTE ... 7
que va del 3.500 a 3.200 a. de J. C. Se desarrolló por pueblos prehis-tóricos,
y luego sin interrupción los hahitantes de aquella región
en &poca histórica según nos prueba el arte rupestre y mueble que
han elaborado, conservaron su personalidad propia, pero siem-pre
muy relacionados con qgipto, tanto en Nubia como en las zonas
de los desiertos orientales que se extienden hacia el Este y el Oeste
del Nilo.
Otra extensa provincia artística se desarrolló desde los montes
de Gilf Kebir y el Auenat hasta el Hoggar, por todo el centro del
Sáhara, sobre todo en las regiones montañosas como el Tassali y
el Acacus, donde hubo el núcleo más personal por su actividad artis-tica.
En ella, al lado de los grabadores, se nos ofrecen cientos de
pintwac de f lm 8tr~ctiv0,r e d i z ~ d ~ens !m abrigm mces~s:' e
estas regiones.
Las pinturas del Sáhara central delimitan la zona Capsiense con
pequeñas penetraciones hacia el Norte, como la de la cabra de
Anguit, pero no alcanzan las regiones montañosas del Oeste de Tú-
Eez y e! 3 2 &~ A rgelia, es decir e! área. I;r=pia y tipica &! czrsien-se.
Nosotros creemos que las pinturas del Sáhara son una aporta-ción
cultural y étnica más tardía que el Capsiense, ya de época neo-litica,
equivalente cronológicamente al Neolitico de Tradición Cap-siense.
Más al Oeste, desde el Sur del Atlas marroquí hasta Maurita-nia,
perdiendo calidad y expresión conforme se avanza hacia el Sur,
se extiende otra tercera provincia artística que nos muestra en torno
a la región de los montes de Zemur y en la zona de Esmara (Sáhara
Occidental Español) uno de sus más personales focos de crea-ción
artística hasta ahora conocidos. Esta tercera provincia nos
inclinamos a considerarla como una creación de cazadores más que
de agricultores, enlazados con el Neolítico de tradición capsiense,
que sólo tarde y muy lentamente debió penetrar en esta región
occidental entremezclándose con la corriente cultural que llegó des.
de el Sur del Sáhara.
El problema de fechar y dar prioridad a unas u otras obras de
arte y a una u otra de las provincias artísticas del arte rupestre
norteafricano está aún por resolver. Resulta que los investigado-res
de la gran provincia del arte rupestre del Sáhara Central y Me-
8 MARTfN ALMAGRO
ridional, basados en pruebas del C. 14 recogidas, sobre todo, por
Mori y por Lhote, han elevado grandemente las fechas de las pin-turas
bellísimas que creó esta provincia artística. Con ello también
se ha pensado en elevar la fecha del gran arte rupestre de los gra-badores
del área Capsiense, y se ha intentado considerar que mu-chos
fenómenos culturales que en estas manifestaciones artísticas
se nos ofrecen habrían sido la raíz de manifestaciones religiosas
y culturales del mundo faraónico egipcio. En nuestra opinión esta
posición, lo mismo que la que tiende a hacer el Neolitico de la zona
Occidental del Sáhara hacia el Sur de Marruecos más antiguo que
el del Valle del Nilo, a base de fechas de C. 14 recientemente ob-tenidas,
nos parece muy dificil de sostener sin discusión. Cuando
Mori, a base del Carbono 14, intentó probar que la momificación
y la representación de un barco de ultratumba representado en-cima
de la momia hallada en Um Umagiat son manifestaciones
culturales, no derivadas de Egipto, sino más antiguas, y se inclina
a ver allí el precedente de las representaciones de la barca de ultra-tumba
de Osiris, tantas veces repetidas en el Valle del Nilo, nos pa-rece
contrario a lo que seguramente fue en la realidad.
En nuestra opinión, debemos de ver en esta, y en otras repre-sentaciones
de barcas que nos ofrecen los conjuntos pintados del
Tassili, contactos de los pueblos pastores más que agricultores de
zonas del Sáhara Central con la p a n civilización del Valle del
Nilo, alrededor de la cual estos pueblos del desierto merodearon y a
veces amenazaron seriamente al mundo faraónico ; incluso Ile,garon a
imponerle algunas dinastías como es bien sabido. Con las barcas de
las pinturas rupestres del Acacus y del Tassili podemos citar las
fGrmas de las hachas -y de les arcos ; !anu n +LAGC =u; lbnaou n y-l:L ncCiwXaI:I cnlnaun ~.nWr\ ! :In~rI*W -
mas e incluso la manera de tratar la perspectiva de las composicio-nes
y aún las formas de representar algunos animales. Todo ello nos
parece derivaciones claras de la técnica y del naturalismo del arte
que se fue desarrollando en Egipto desde el periodo predinástico
hasta e! Imperiu htigiiu.
No nos extenderemos ahora aquí en el análisis minucioso de
estos argumentos, que esperamos poder tratar más detenidamente
en un trabajo próximo consagrada a la Prehistoria del Sáhara Oc-cidental.
Ahora sólo queremos señalar que el arte Capsiense fue el
130 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL ARTE RUPESTRE DEL AFRICA DEL NORTE ... 9
origen y la creación inicial de la gran provincia artística de
grabadores que se desarrolló por todo el Africa del Norte, de-jándonos
no sólo arte rupestre, sino también bellas obras de arte
mueble. Por el contrario, las pinturas rupestres que se extienden
desde las montañas de Gilf lKebir y el Auenat hasta el Hoggar y que
recientemente hemos hallado nosotros en el Sáhara español, son
una manifestación cultural de los pueblos pastores del Sáhara, que
a veces citan los textos egipcios y que mantuvieron continuado
contacto y recibieron el influjo de la gran civilización que conoce-mos
con el nombre de cultura faraónica.
Fue desde Egipto de donde creemos arrancara el hacha que lle-va
un hombre pintado en un abrigo rupestre de Seffar en el Tassi-li
; de Egipto procede el disco que lleva el carnero de Bu Alen ; y no
nacieron en Argelia las representaciones egipcias del carnero de
Amón; y como éstas podríamos citar otras muchas manifestaciones
culturales que llegaron hacia el Oeste a partir del mundo artístico
faraónico. También nos parece evidente que todo este arte pictórico
se desarrolló en pleno Neolítico Sahariano equivalente al Neolítico
de tradición Capsiense del Sáhara Septentrional, el cual solamente
hacia el año 4.000 ó 3.500 debe ser fechado. Y tanto uno como otro
arrancan del Valle del Nilo ; sólo desde Egipto han podido llegar los
animales dom6sticos que, junto con la fauna salvaje, inspiraron a
loa grandes grabadores del Sur del Atlas y a los pintores del Sáhara
Central y Meridional. Igualmente creemos de época tardía toda la
provincia Occidental del Arte sahariano. Hemos de reconocer que
los datos del C 14 no solamente ayudan a los que, como Lhote y Mo-ri,
sostienen fechas anteriores para estas manifestaciones cultura-les,
sino que recientemente los yacimientos neolíticos de la zona oc-cidental
del Sihara pu~blicadosp or J. Mateu y G. Carnps han venido
a dar una mayor antigüedad al Neolítico occidental que las fechas
logradas para el Neolítico del Fayum en Elgipto o de Es-Shaeina~be n
%i A b n 108 =&S a n t i p c ~& ! VI!!^ de! -Ni!c. &c en^c~m~csi ertz- 'V u---A,
mente que las fechas del carbono 14 están en contraposición a lo que
en nuestra opinión debió ser el desarrollo del Neolítico en todas las
regiones de Africa del Norte, pues esta etapa cultural la creemos
originada de los focos del Valle del Nilo extendiéndose hacia Occi-dente
y no a la inversa.
Núm. 15 (1969) 131
10 MARTfN ALMAGRO
El esclarecimiento y valoración étnica de estos problemas y, so-b,
re todo, el carácter exterior de estas provincias artísticas del Afri-ca
del Norte son de gran importancia para interpretar el origen
y carácter del hombre primero llegado a las islas. Podemos anotar
que no tuvo arte naturalista, ni rupestre ni mueble, con lo cual
coincide más con el área oraniense de los cromagnones norteafri-canos
de Mechta el Arbi y Afalu-bu-Rhumel que con el hombre
protomediterraneo del área capsiense. El arte que los grabados ru-pestres
de Gran Canaria (Barranco de Balos), o de las otras islas
sobre todo La Palma (Belmaco y otros yacimientos), son de tipo
abstracto, nunca naturalista. Nosotros no los creemos de origen a
atlántico y deben paralelizarse con grabados rupestres del sur del N
Atlas y del Sáhara Occidental, como esperamos pu~blicar próxima- O
mente. n--
Om
-
Por otra parte el admitir una gran antigüedad a las culturas E
E
neolíticas del Africa Occidental nos obliga a elevar a fechas muy 2
E
superiores a las que hasta ahora hemos pensado la presencia
de ,los primeros hombres en nuestras Islas. Evidentemente sólo con 3
el Neolítico llegaron a ellas los primeros navegantes a poblarlas, -
0
m
E y en nuestra opinión este poblamiento se realizó en época tardía.
O
Incluso nos parece que tal vez los elementos africanos llegaron des-pués
que la Gran Canaria había sido ya colonizada por otros elemen- n
E
tos mediterráneos que nos ofrecen sus hallazgos sobre todo en Gran
-
a
Canaria ; pero si se lograra mantener esta gran antigüedad para el n
arte rupestre y para el Neolitico del Occidente del Aifrica del Norte, n
los seguros elementos africanos del Neolítico de nuestras Canarias 3
O
podrían ser elevados grandemente en su cronología.
No estamos aún ciertamente en condiciones de poder ofrecer so-lución
a todos estos problemas, pero el más claro conocimiento al-canzado
de los fenómenos culturales y su desarrollo durante la
rD r~auh;~n+i ur\vi ivs rd a1 A fAnn do1 Nnrta narmi t~nh nv vezmw C Q m~& ici. ubr r r r r ruw uur r . vs ru, yvr----uuir
luz la interpretación del mundo cultural desarrollado por los Cro-
Magnones de la raza de Mechta el Arbi y los mediterráneos cromag-noides
capsienses en estas extensas regiones del Africa del Norte o
Africa Blanca, en la cual tuvo su origen, al menos en una gran parte,
la población que pobló nuestras islas Canarias.
132 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS