EL VASO CON MANGO-VERTEDERO EN
EL VIEJO MUNDO Y EN AMERICA
P O R
JOSE M N A FRAMCH
Catedrático de la Universidad de Sevilla.
Como ya hemos señalado en otros lugares y venimos insistiendo
desde hace algunos años, creemos en la posibilidad de llegar a demos-trar
fehacientemente la existencia de contactos culturales entre el
área mediterránea y América, hacia el primer milenario antes de
Jesucristo. Aunque la idea no pasa a6n de ser una hipótesis de tra-bajo,
podemos ahora aportar nuevos datos para el fortalecimiento
de tal hip6tesis.
De un modo preliminar y muy provisional nos hemos referido al
tema de que vamos a tratar en este estudio en una nota que, aunque
realizada hace dos ailos, aún no ha visto la luz pública 2. Las noticias
y datos que hemos acumulado desde aquella ocasión hasta el mo-mento
actual nos permiten ahora tratar de nuevo el tema con un
mayor conocimiento de causa, al mismo tiempo que hacen de él un
argumento más en pro de la teoría que antes mencionábamos y que
es, como repetidamente he dicho, uno de los proyectos que llevamos
actualmente en marcha.
El haber desarrollado ampliamente el tema de las "pintaderas"
y su posible conexi6n euroafricana con América en este mismo ANUA-RIO
(núm. 2, pág. 77 SS.), nos exime en esta ocasión de trazar las
1 Alcina, 1952, 1954, 1955-a y b, 1956.
2 Alcina, e. p.
2 JOSg ALCINA FR.LTCII
líneas generales de nuestra hipótesis, permitiéndonos, por lo tanto,
pasar al examen del nuevo elemento cultural que creemos viene a re-forzar
nuestro pensamiento.
Este nuwo elemento de cultilra es, al igual que las "pintadmas",
de carácter ergológico, lo cual nos permite hacer un estudio en pro-fundidad
histórica que ser5 básico para la demostración de nues-tras
ideas.
Tal elemento cultural consiste en ian vaso que presenta la par-ticularidad
de tener adosado un mango. Este mango puede estar fijado
horizontalmente, verticalmente o en forma oMicua, y a su vez puede
cumplir la función de mango simplemente (cuando es sólido), o de
mango y vertedero cuando esiá constituido por un verdadero tubo
de arcilla. Esta iíltima forma es la que de un modo más particiz!ar
nos interesa estudiar en esta ocasih.
Aunque generalmente el mango, o mango-vertedero, no se asocia
con ninguna otra clase de asa, hay algunos casos, sobre los que insis-tiremos
más adelante, en que ese mango se asocia a un asa normal
(véase Cuadro 1, núms. 4 y 17).
Ea elección de este nuevo c~minod e investigación no fué-como
en el caso de las "'pintaderas"-meramente casual. Habiendo consti-tuido
las Canarias, en aquella ocasión, el nexo entre el Mediterráneo
y América, había que buscar nuevos elementos c-dturales en esas
Islas que nos sugiriesen determinadas formas americanas y europeas.
En efecto, este tipo de mango-vertedero se da con mucha frecuencia
en dichas Islas, al mismo tiempo que en América y en Europa.
En esta ocasión, como cuando estudiamos las "pintaderas", el
vaso o el asa-es *", hemos IsL-&nc"- ---- - 3 -
'U0 SeleCCIO-llar LUI el's-mento
cultural que por ningún concepto pudiésemos suponer que era
ni más ni menos que una respuesta al reto de la naturaleza. Si el
mango en sí puede considerarse, en efecto, como una idea de múl-tiple
invención, no creemos lo mismo de la asociación con e1 verte-dero,
ya que entonces, a nuestro juicio, nos haiiaríams ante uña idea
mucho más compleja y ante f m a s perfectamente definidas que nos
permiten una comparación corno la que verificamos en las páginas
siguientes.
170 ANUARIO Dl3 ESTUDIOS ATLANTICOS
EL VASO CON MANGO-VERTEDERO EN EL VIEJO MUNDO Y EN A&RICA 3
En el Cuadro I hemos tratado de mostrar gráficamente la evolu-ción
tipológica del vaso con mango y mango-vertedero, de que esta-rnos
tratando. Las líneas genéticas son, naturalmente, de carácter
puramente hipotético, aunque el hecho de que coincidan las primeras
formas con el sector correspondiente al Viejo Mundo puede servir
de indicio para comprender que el resto de nuestro hipotético des-arrollo
acaso tenga bastaates visos de verosimilitud.
Todo nuestro desarrollo parte del tipo 8, que hemos pensado fuese
una forma muy parecida a la de la cuchara o cucharón de cerámica,
ya que consiste en un cuenco del que sale un mango sólido, igual-mente
de cerbmica. Acaso este mango sirviese en principio-corno el
mango de la cuchara-para atraer los alimentos a la boca o para
mantenerlos sobre el fuego. En cualquier caso, y sea cm1 sea la rela-ción
que pueda tener esta primera forma con las cucharas y cucha-rones-
tema que sería sumamente interesante investigar-, es evi-dente
que de ella derivan las restantes formas de nuestro cuadro.
Hay un carácter que nos va a dar la clave para la clasificación tipo-lógica
en dos grc?ndes grupos: es la caracteristica del brazo o mango,
ya sea éste sólido o hueco. De ahí que distingamos en nuestro Cm-
&o 1 dos grandes ramas, que hemos denominado A y B. Esta Última
(en la que hallamos menor níamero de tipos) corresponde a los man-gos
sólidos, mientras la rama A agrupa a todos los tipos de mango
con vertedero o mango hueco.
No vamos a insistir mucho en la rama B de nuestra clasificación
genética, ya que, evidentemente, no hemos querido adentrarnos en la
~ji.obkiiGtica y ciasificacióri de todo un sinnúmero de vasos y objetos
cerámicas en que el mango juega un importante papel: sirva de ejem-plo
la serie de incensarios que se dan con gran abundancia en Meso-américa,
o las grandes cucharas de las culturas del Sudoeste de los
Estados Unidos. Hemos querido mencionar, sin embargo, dos ramas:
la Ba, que viene a ser la continuación del tipo 1 en el 5, ya que única-mente
varia la forma del vaso, pero Ila función del mango sigue siendo
idéntica. La rama Bb es de carácter muy particular, ya que en ella
aparecen vasijas-por otra parte muy parecidas en cuanto a la forma
Núm. 4 (1958) 171
Cuadro 1.
EL VASO CON MANGO-VERTEDERO EN EL VIEJO MUNDO Y EN P&XlC$ 5
general-en Canarias y en América, con dos protuberancias que
actúan, en cierto sentido, como mangos y son al mismo tiempo un
embrión de asas.
Ea rama más importante para nuestro interés actual es la que
hemos denominado A, ya que el número de tipos que podemos deter-minar,
tanto en el Viejo Mundo como en América, es muy abundante
y, por consecuencia, muy demostrativa su continuidad transconti-nental.
De esta rama principal salen otras tres subdivisiones, carac-terizadas
por la presencia de un mango-vertedero (rama Aa), de dos
mangos-vertederos opuestos (rama Ab) o de un mango-vertedero
asociado a un amplio cuello con asa central (rama Ac) que nos re-cuerda
la forma de una tetera.
En la primera de las ramas mencionadas hallamos va vaso muy
tápico de las Canarias, consistente en un cuenco simple con un verte-d-,-
l-C,.--l -..-- --1-, ,-,C- , ,,- ,,.. ,-, -1 ,,,, d, -.., -1 ,A,,:,, ...:rrnl
UGLU L S L L C L ~ Lq ue ~ C L L C X ~ ~ ~ L L L G LLI~U L ~G:B uraa ~ ~ c v a yuuvr: GL I n a n r i r L u t i r v c ~
del vaso al cual se halla anexo (tipo 2). De este cuenco se pasa, en
América, a formas más complejas: el vaso ya es globular y aparece
el cuello y la boca, mientras el mango se prolonga cada vez más en
sentido oblicuo (tipos 7 y 8). Es, a nuestro juicio, del tipo 8 del que
parten tres formas muy características en América (9, 13 y 14) en
las que el mango-vertedera se hace vertical o casi vertical. En los
tipos 13 y 14 el vaso es de forma casi discoidea, o en todo caso pre-dominan
las líneas horizontales sobre las verticales; en cambio, en
e s P o 9 las formas son más bien verticales y tiene un amplio cuello
y boca. De este tipo se pasa genéticamente al vaso tipo 48, que pro-piamente
es una copa, aunque ei mango-vertedero se adosa vertical-mente
a la superficie por medio de dos puentes. Estos puentes (uno
de ellos constitliye el paso del tubo del vertedero al vaso propiammte
dicho, mientras el otro es de simple sujeción) se sqwirag milcilo mAs
de la superficie de1 vaso en Iss tipos extremos ñl y 12.
Ea serie que hemos denominado Ab es mucho más corta en for-mas
y en número de ejemplares. Se trata, como hemos dicho, de un
vaso con dos mangos-vertederos opuestos. En el tipo 3, que corres-nnnib
2 P a n a r i a c h a l l amn s r a r a ~ t ~ r i s 6 i r as iam i l n w n al ki,m 3, 2 3 - J y V A P U V v.",---- PWV, *----A-^-- -" -----l^"l- --------- --
que en ~estao casión con dos vertedeiios que nunca superan !a aLiltirra
del vaso al que se hallan unidos. En el tipo americano más prckimno,
la boca del vaso se hace de menor diámetro, mientras los mangos-
6 JOSÉ ALCINA FXANCH
vertederos se hacen más largos (tipo 15). El tipo más común en Amé-rica
es el que lleva el número 16. Corresponde en esta modalidad, de
dobles mangos, al tipo 9 o sus derivados, ya que presenta amplia boca
y cuello y mango-vertedero que pclrtiendo de la pailza del vaso se
prolonga verticalmente unido al cue!lo únicamente por un pequeño
puente.
Finalmente, la serie Ac, menos numerosa que la anterior, se ca-racteriza,
como hems i;zdicado antes, por presentar una amplia boca,
sobre ia cual se eleva m asa en forma de cinta que dibuja un arco.
En ei caso del tipo 4, procedente de Egipto, el vaso es globular, mien-tras
en el caso de los vasos americsnos Ea forma general se relaciona.
muy estrechamente con el tipo 13, ya que son achatados, a! mismo
tiempo qtíe sri mango-vertedero es vertical.
Aunque no podamos tener nunca una certeza absoluta en cuanto
a haber agotado el tema del vaso con mango-vertedero, creemos que
la aportación que hacemos en el presente estudio es definitiva por
cuanto su número es muy abundante, al mismo tiempo que las lagu-nas
que podemos anotar son escasas. Mencionando estas lagunas, en
primer lugar debemos lamenrCtanr o haber podido consultar el estudio
de Lindblorn sobre el área africana, aunqu? para riuestro propósito
actual creemos que no hubiese modificado, sino simplemente amplia-do,
nuestras conclusiones.
En la enumeración que a conti~uacións e hace de los ejemplares
de vasos con mango-vertedero localizados tanto en el Viejo Mundo
como en América, vamos a seguir la pnmmta marcha de ]la idea de
tal tipo de cerámica en tiempos pasados. Por ello empezaremos por
el Oriente Próximo y seguiremos en el sentido de Oriente a Occiden-te,
en que suponemos se produjo la difusión de la idea.
Los ejemplares más remotos y más orientales de la serie estu-diada
son los correspondientes al Elam. Ya en el periodo Susa 1 ha-llamos
varias formas de vasijas, cuencos y cántaros con pitorro y
mango-vertedero. Dentro del llamado período Uruk ~odernoss eñalar
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
formas idénticas a nuestro tipo 1 4. En otros casos el mango-vertedero
se halla asociado a un vaso globular más o menos grande 5 Esta
forma se hace tradicional en Elam, ya que volvemos a encontrarla
en el periodo Susa 11, en el que m gran vaso globular presenta un
mango-vertedero oblicuo de gran longitud 6.
Siguiendo la marcha de Oriente a Occidente que antes mencioná-bamos,
hallamos ejemplares de mango-vertedero en el período Bronce
Antiguo de Palestina ', así como en m ejemplar hallado en una tumba
cananea con objetos de importacih chipriota y mieénica en Gezler,
o en su época israelita
En la cultura Kermah de Egipto hallamos un ejemplar mxy cu-rioso
en el que el mango-vertedero termina en forma de cabeza de ter-nero
Presenta la particularidad de haiiarse en un vaso globular con
amplia boca, sobre la cual se tiende un asa sernicircular.
Desde Egipto suponemos que la fol-ma de mango-vertedero ea-mina
junto con el conjunto de hallazgos que caracterizan el Neolitieo
norteafricano hacia Occidente. En Túnez, como paso intermedio, ha-llamos
un ejemplar que corresponde a este período en la regi6n1°.
Es quizá en la región twecina donde la idea de mango-vertedero
toma dos rutas divergentes, a nuestro juicio : una que seguirá el Norte
de Africa hasta las costas frente 2 las Canarias, y otra que pasará a
la península italiana y Europa.
Mencionarerncs primerameate la marcha del elemento cultural
sobre el que estarnos discutiendo por la ruta europea. En primer
lugar hay que señalar un ejemplar en Sicilia, en la provincia de Ca-tania,
donde, perteneciente a la alt-wa ,Be-Sícula, lo hallamos en
PBi?mo nell'Agro di Paternó ll. Más al norte, en Italia, hallamos ejem-plares
de mango-vertedero en la Caverna del Sanguineto, en Ligu-ria
12, correspondiendo a una cuLa!tura. de tipo neolitico; en La kagozza,
4 Contenau, 1937, fig. 10.
5 Conrenau, 1337, fig. 10; Childe, 1935, figs. 83 y 89.
6 BOSC~19, 27-1928,1 , 155, fig. 90; Cniide, 1935, Iám. XXViI (derecha).
7 Archueoloyy.. ., 1957, 83.
S Bosch, 1927-1928, 1, 554, fig. 337, y iI, 12, fig. 2.
9 Beltrán, 1950, fig. 72 (16).
10 Ebert, XEII, lám. 86.
11 Cafici, 1938, 15, lám. 6, 1.
12 ISSS~1, 893, lám. II, 13.
176 ANUAEIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Fig. 1.-Zerarnica procedente de Gunjnrn y Cafindfi de la Mareta (Tenerife. Canarias)
(Pericot. 19%, fig. frente pag. 588.1
e""---.- - S - : . . -
Fig. 3.-Cerámica de la Cultura Susa 11. IChilde. 1935. 15m. XXVII. derecha.]
provincia de Milán 13, y en Finalmarina (Liguria) , correspondiente a
la cultura de las Cuevas Ligures, igualmente de carácter neolítico 14.
La tradición de este tipo de mango parece terminar en la zona
norte de Italia, no obstante lo cual hallamos un vaso con mango en
Cabás (Mallorca) de la Edad de Bronce peninsular 15, que sin duda
debe relacionarse con la rama de dif~mión que partiendo de Túnez
penetraba en Europa por Sicilia.
Ea rama de difusión del mango-vertedero que sigue el Norte de
Africa deja escasas huellas de su paso por estas tierras, hoy en su
mayor parte desérticas o sumamente áridas; pero la volvemos a en-contrar
en las Islas Canarias, representando, naturalmente, un salto
cronológico muy considerable en comparación con los hallazgos de
Túnez o Italia. Este tipo de mango se da con mucha frecuencia y
tanto en Gran Canaria como en Tenerife. Mencionaremos algunos lu-gares
como ejemplos dentro de este gran conjunto. En Gran Canaria
hallamos un cuenco con mango sólido casi vertical en La Furnia (Gál-dar)
16. En la Mdea de San Nicolás podemos señalar un ejemplar muy
curioso de amplia boca y cuello que presenta dos protuberancias a
ambos lados del cuello verticalmente, constituyendo realmente dos
asas o asideros 17. Otro ejemplar con mango vertical podemos loca-lizarlo
en el Agadir de Valerón (Guía) la.
En Tenerife hallamos una mayor variedad en la tipología de estos
mangos o asideros. Hay ejemplares en los que simplemente se pueden
señalar dos pedúnculos: tales son algunos ejemplares de Cañada
Blanca lo. En la Cañada de Pedro Méndez20, en la Cañada Blanca,
Cañada de la Mareta y Guajara 21 o en otros lugares se dan con fre-cuencia
los mangos-vertederos, mangos que generalmente se presen-tan
verticalmente. Luis Diego Cuscoy 22 señala en Tenerife también
un gran vaso en el que se presentan dos mangos-vertederos opuestos,
Regazzoni, 1887, 2, lám. 11-4.
Almagro, 1941, 192, fig. 110; Beltrán, 1950, fig. 23 (14).
Pericot, 1934, 1, 235.
Jiménez, 1946, lám. MX, 4.
Diego Cuscoy, 1954, fig. 7 (2); Jiménez, 1946, Iám. m, centro.
jiiiiéiir~, 2946, %m. Lk711.
Aivarez, 1947, fig. 5, 3, lám. VI, fig. 1 (2).
Alvarez, 1947, lám. XIII, fig. 1.
Pericot, 1955, 588 y 589; Alvarez, 1947, Iám. V, fig. 2.
Mego Cuscoy, 1954, fig. 6.
Núm. 4 (1958)
10 JOSE ALCINA FRANCfi
que tienen las mismas características que los anteriores, saIvo la par-ticuIaridad
de presentarse dos en un mismo vaso.
Los ejemplares euroafricanos de este tipo especial de mango
vemos que se distribuyen alrededor del Mediterráneo y en forma muy.
parecida a como se localizaban los ejemplares de "pintaderas" (véase
el Mapa 1). En cualquier caso, el punto más occidental del conjunto
euroafricano es e! constituído por las Canarias.
Cuando pasarnos a ~mé r i c aha liamos la particularidad de que, por
así decirlo, las ideas aún ernbrionarias ea el Viejo Mundo cobran su
B realizacibn más completa y compleja en el Nuevo. Es aquí donde
hallamos mayor número de ejemplares de este tipo de vaso con mango- E
O vertedero, al misino tiempo que sus formas, según hemos visto, son n - m más vaiiiadas y complejas. O E
La distribución general de este tipo de mango en América es fun- E
2
damentahsente por la parte que se ha llamado América Nuclear, sf E
bien hay una cierta preponderancia en la zona Mesoamericana. Es en 3
esta región donde tiene gran importancia, hasta constituir uno de los -
0
rasgos diagnósticos del compiejo Q, seg-hn algunos autores 23.
m
E
Podemos e-mpezar la descripción de los ejempiares americanos por O
los de Teotihuacán (véase Mapa 2), donde hallamos dos formas su- -
mamente típicas (niameros 9 y 16 de nuestro Cuadro 1) de mango- a£
vertedero siniple y doble, siempre verticales y unidos al cuello del.
n
vaso por medio de un puente sólido 24. También correspondiendo a n
n
la cultura Teotihuacana podemos señalar un vaso representando un 3
O animal de amplio cuello vertical que muestra vertedero vertical según
el tipo 13 de nuestra clasificación 2j. En Cholula hay que señalar tam-bien
otro ejemplar de vas^ con mzng~-wr tdem26 .
Monte Albán es un foco muy importante donde hallamos un nú-mero
muy considerable de ejemplares con mango-vertedero. La mayor
parte corresponden a un tipo parecido al 14 de nuestra clasificación,
aunque de panza más gIobular. De ian cuerpo casi esférico surge un
23 Kidder-Jennings-SSook, 1946, 203.
24 Covarrubias, 1957, fig. 53; Marquina, 1951, lám. 32.
25 M,arquina, 1951, lám. 33.
26 Verneau, 1913, lám. VIII-6.
118 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOB
lq'ig. 4.-Ceriimica gii;inche de Tenerifc (Canarias,. [Diego Cuscoy. 1954, f i g ti I
Fig. 5.-Cerámica ~ilumbate Ac Cerro de las Mesas. Vcracruz (Mesicob.
LDricker, 1943. 16m. 23.1
Pip. li.-Cerimica procedente de la Hua tcca (Mcxicol. IBushneil y DiChy. s. a,. Iám. 43-E.1
Fig;. 7 y :!.-Ceramica tlc Salcaja->Tornosteiii~ii~~oG unlemala)I. Lothrol). 1936. Iigi. 91 08.1
cuello generalmente amplio que se abre aún más en la boca, al mismo
tiempo que paralelamente se eleva un tubo desde la panza,hasta mayor
altura que el borde de la boca 27. En algunos casos estas mismas for-mas
cerámicas presentan en relieve y aun escultóricamente figuras
humanas sentadas o en otras actitudes 28.
Uno de los ejemplares más bellos pertenece a la Colección de Miguel
Covarrubias 29, CUYO cuello y boca se aproximan a la forma general
de una copa, mientras el cuerpo es sumamente achatado y el mango-vertedero
muy estrecho y alto.
También en Monte Albán podemos anotar algunas formas ya ci-tadas
al mencionar Teotihuacán, como por ejemplo el tipo 8 de nues-tro
Cuadro 1 30. Finalmente, tambih hallarnos aqui un ejemplar con
dobles mangos-vertederos, al mismo tiempo que el vaso es figura-tivo
31.
En la Mixteca se pueden senalar algunos ejemplares muy par-ticulares
(véase el tipo 12 del Cuadro 11, en los que el cuerpo parece
la unión de dos conos por sus vértices, al mismo tiempo que los
mangos-vertederos se hallan muy separados del vaso propiamente
dicho, por medio del puente que lo sujeta a la parte superior del vaso,
De este mismo tipo pudimos dibujar seis ejemplares en el Museo Na-cional
de Antropología de M6jico en 1951.
De Miahuatlan (Oaxaca) es un vaso doble del cual una de las par-tes
es un vaso con mango-vertedero en la forma clásica de Monte
Albán, es decir con mango vertical y puente de unión entre éste y el
cuello del vaso a2. De forma parecida es otro ejemplar hallado en
Cuilapan (Guerrero) y clasificado como de cultura Monte Albán Id 33.
Si pasamos de los valles centrales a la periferia, especialmente a
las costas del Golfo de Méjico, hallaremos notables diferencias, clun-que
buen número de tipos tengan su prolongación o su antecedente
en ,éstos.
27 Caso, 1947, 1Am. V; Arte PreMsp&nico.. ., 1946, fig. 157; &Zarquina, 1951,
lám. 100; Bernal, 1949, figs. 38, 40 y 54.
28 Covm"ubias, 1957, Iám. XXXII; Caso, 1947, Iám. VI; Marquina, 1951,
lám. 100: Arte PreMspárizico .., 1946, fig. 158.
29 Bushnell y Digby, s. a., Iám. 22.
30 Covarrubias, 1957, fig. 59; Marquina, 1951, lám. 101.
31 Arte Pr&sp&nico ..., 1946, fig. 172.
32 Noguera, 1937, fig. 18.
33 Bernai, 1958, 70, foto 42.
Cr y-
MapaJI-2. Teotih2acán.3. Chol~$a.-3. Monte Albán.4. %a Mixte2%+ MIahuat-ian.-
b. cuiiapan.-I. nemojaúas.-o. Isla. de :vi Sa c r i~~i o s . -~C.e rra .es Cajetes.-
10. Pánuco.-11. Los Tuxt1as.-12. Tres Zapotes.-13. Cerro de las Mesas.-14. Huasteca.
15. Kamina1juyú.-16. Uaxactún.-17. Salcajá-Momostenan o 18. San José-Escuintla.
19. Coroza1.-20. Playa de los Muertos.-21. San Miguel.-%2:Üsu?u~án.-23. Nicoya.-
24. Panamá.-25. Coc1é.-26. Veraguas.-27. .Sierra Nevada de Santa Marta.-%. Pacha-camac.-
29. Nazca.30. Arequipa. - 31. Kjara Vallea (Cochabamba). - 32. Tupuraya
(Cochabamba).33. Tacacacoma.34. Larecaja.35. Tiahuanaco.
180 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
EL VASO CON MANGO-VERTEDERO EN EL VVIJO MUNDO Y EN AMERICA 13
En la región Euasteca hallamos un conjunto muy abundante y
bastante homogineo de vasos con mango-vertedero. La mayor parte
de estos vasos tienen como característica comirn la de presentar un
cuerpo achatado o aplanado, de uno de cuyos extremos se eleva un
pitorro o mango-vertedero más o menos largo. El cuello del vaso es
amplio y sobre el mismo se observa un asa cintfforme que va de Iado
a lado, recordándonos el conjunto, como hemos indicado más arriba,
a una tetera (viase el tipo 17 de nuestro Cuadro 1). Por regla general,
este tipo de vasijas o bien presenta un cuerpo en forma de gajos o
de calabaza 34, O bien representa. un animal cuya cola está consti-tuída
por el pi'corro precisamente y cuya cabeza se destaca en el
extremo opuesto 35.
Además de estas formas caracteristicses de la Huasteca aún po-demos
señalar algunos ejemplares que se relacionan más con los ante-riormente
descritos. Uno de ellos, de cuerpo igualmente aplastado,
presenta alto y estrecho cuello, de cuyo borde sde una cinta o puente
que se une al gollete o asa-vertedero que se eleva a igual altura que
eñ cueilo, aunque presentando diámetro mucho menor 36. Hay que se-ñalar,
finalmente, un vaso de San Luis de Potosí, en el que sobre una
base casi plana se eleva una figura humana y un mango-vertedero
unidos por medio de un puente 37.
En la región Totonaca hallarnos algunos ejemplares de mango-vertedero
sumamente interesantes. Uno de ellos corresponde a1 pe-riodo
Remojadas Inferior (equivalente al Arcaico tardio) y repre-senta
un doble vaso con cuello Gnico cilíndrico que se une por medio
de un puente al mango-vertedero que verticdmente se eleva en uno
de los extremos de la vasija 38. De la Isla de los Sacrificios es otro
ejemplar conservado en el I&useo Británico 30, que presenta un asa
cint3orr.e sobre la boca y un mango lateral oblicuo.
sal-, pderlOS sefialar numerases ejes&-
plares de mango-vertedero. Por ejemplo, hay que citar un ejemplar
O
34 Marquinz, 1951, lám. 119; Btaub, 1926, fig. 9.
35 Harcourt, 1948, fig. 71; Marquina, 1951, lám. 119; Bushnell y Digby,
s. a., !&:E. 43-l.
36 IVíarquina, 1951, iám. 119.
37 Covarrubias, 1957, lám. XLVñI.
38 Medellín, 1953, fig. 37.
39 Bushnell y Digby, s. a., lAm. 43-A.
del Cerro de los Cajetes, conservado en el Gothenburg Ethnographical
Museum 40. En la Hacienda Oviedo (Pánuco) se descubrió otro ejem-plar
de cuerpo achatado, cuello corto y ancho y mango-vertedero ver-tical
y sin puente de unión, que corresponde aproximadamente al
tipo 13 de nuestro &adro P 41. En el Adoratorio núm. 3 de Pollinapan,
en Los Tuxtlas, también se puede localizar otra vasija de tipo esfé-rico
con cuello corto y amplia boca que presenta mango-vertedero
inclinado en uno de sus lados 42.
En Tres Zapotes son numerosos y variados los tipos de vasos con
mango-vertedero. Se da, por ejemplo, el tipo de vaso con asa sobre
la boca y mango-vertedero vertical en uno de los costados 43; tam-bién
encontramos el vaso con mango vertical y puente de unión entre
el mango-vertedero y el cuello del vaso 44, así como otros tipos 4s.
En Cerro de las Mesas también hemos podido señalar varios tipos
de vasos con mango-vertedero. Uno de ellos se halla en una figura
mayor, quien lo sujeta entre las manos 46 y las piernas. Se trata de
un vaso globular con amplio cuello y boca y mango-vertedero obiicuo
que se eleva a mayor altura que el cuello del recipiente. También se
dan otros ejemplares de mangos verticales, unidos casi siempre por
medio de puentes al cuello o a la panza del vaso 47.
En la zona meridional de Mesoamérica, y concretamente en Gua-temala,
volvemos a encontrar buen número de este tipo de mangos-vertederos.
En Kaminaljuyú hallamos un vaso doble de estilo perua-no,
en el que una de las partes es un vaso globular de amplio cuello
y boca con un pequeño mango-vertedero vertical unido al cuello por
medio de un puente 48, así como un notable ejemplo de cer��mica ana-ranjada
delgada 49 que corresponde por su forma exactamente a nues-tro
tipo 14. En el distrito de Salcajá-Momostenango se pueden seña-lar
otros dos ejemplares caracterizados por repfesentar una figura
40 Rydén, 1954, 151.
41 Valenzuela, 1945, fig. 19.
42 Valenzuela, 1945, fig. 18.
43 Weiant, 1943, fig. 27-g.
44 Weiant, 1943, fig. 11-d.
46 Weiant, 1943, Iám. 59, 1 y 2.
46 Drucker, 1943, lám. 23.
47 Drucker, 1943, fig. 12 (x, y); Iám. 19 (b, c).
48 ;Kidder-Jennings-Shook, 1946, figs. 77 y 179 (h, i).
49 Kidder-Jennings-Shook, 1946, 203 y fig. 206-j.
182 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
EL VASO CON RZAXGQ-VERTEDERO EN EL VIEJO MUNDO Y EN A&RICA 15
de animal cuya cola está constituida por el mango-vertedero que se
eleva verticalmente en un extremo; por su parte, el cuello y la boca
son muy amplios 50. Otro ejemplar de cerámica de estilo Usulutan
se puede localizar en San José, Escuintla. Se trata de un doble vaso
de estilo peruano, una de cuyas partes es un vaso con mango-verte-dero
vertical y amplio cuello y boca 51.
También se puede señalar otro ejemplar en el periodo Mamon de
Uaxactun 52 y otros varios en Honduras Británicas, uno de ellos co-rrespondiente
al período San José 1 53. Del distrito Coroza1 podemos
citar un cuenco con mango simple ", asi como una olla con mango
vertical 59ot ra en que el mango-vertedero se une al cuello por medio
de un puente 56.
Siguiendo nuestra enumeración, en dirección al Sur hallamos al-gunos
ejemplares en la Playa de los Muertos, Valle del UlUa, en Hon-
;I..*..on 57 @ nl' ril X T n w n n ~ ~ C fAi n U n n ; I ~ * v ~ oma m l ~ o A n no nñolor. n S w n o n ; i n - _
UUL a0 . ULI \I LI V I U ~ U L - Z U\ LI-VIIULY -U UCI ~ U ~ U ~U ~I I IL C U ~ LW L I vu ~ J \ ~ L A A -
plares de mangos-vertederos así como m vaso de cerámica phm-bate
posiblemente de los valles de UlÚa o Chamelecon 59 que presenta
la particularidad de ser casi idéntico al mencionado anteriormente
en Cerro de las Mesas: consiste en una figura humana sentada que
tiene entre las manos y las piernas un vaso de amplio cuello y boca
y mango-vertedero oblicuo.
En El Salvador, y correspondiendo al departamento de Usulutáil,
hay un vaso conservado en el Museo de Gotenburgo 60, así como otro
procedente de San Miguel, constituido por una olla con rasgos bu-manos
en relieve que presenta un mango-vertedero vertical sin
puente 61.
Las Últimas derivaciones del área Mesoamericana las hallamos en
50 Lothrop, 1936, figs. 91-a y 98.
i, T7:,3^1~.. T,..^-:--- C1L,.,.1- <nilP RO
VA rxruucrr -a cin~iiisu-uiwufi,~ a r u u, ~ u 4. o -L y 1%-k.
52 Ricketson y Ricketson, 1937, fig. 151.
53 Thompson, 1939, fig. 30.
54 Gann, 1939, Iám. 4 (2).
55 Gann, 1939, lám. 4 (7').
56 Gann, 1939, %m. 4 (3).
67 Popenoe, 1934, citado por Kidder-Jennings-Shook, 1946, 203; Strong, 1948,
%ig. 114 y m.
58 Strongadder-Paul, 1938, figs. 18-m y 25; Yde, 1938, fig. 49-r.
50 Saville, 1916, citado por Kidder-Jennings-Shook, 1946, fig. 78-e.
60 Rydén, 1954, 151.
61 Ryd&n, 1954, fig. 53.
Centroamérica. En Costa Rica hallamos un ejemplar de mango-ver-tedero
en el área de Miravalles, región de NicoyaG2. Se trata de un
vaso representando un ave y apoyado sobre tres pequeños pies. El
mango-vertedero se eleva sobre la parte posterior del pájaro y se
une por medio de un puente a la cabeza del pájaro, que es a su vez
cuello y boca de la vasija. En Panamá hallamos otros ejemplares de
este tipo cerámico en Coclé G3, en la provincia de Veraboyas y otros
lugares 65.
En el área coionbiana y ecuatoriana, puentes de unión entre Meso-américa
y el Perh, son escasisimos los ejemplares hallados, o por
mejor decir, se señala finicamente un ejemplar que pueda agruparse
con el co~juntoq- ue estamos examinando. Nos referimos a m vaso
del periodo Talrona II de Sierra Nevada de Santa Marta, el cual pre-senta
dos mGones o maxgos a ambos lados de:! cuel!o. En cualquier
caso, no se trata del mango-vertedero del que venimos hablando -re-ferentemente
y su paralelo en el Viejo Mundo es vaso de Gran
Canaria de forma muy parecida.
Ccmo los ejemplares que vamos a examinar a conlinv.aclón corfes-ponden
al área meridional del Pení, hay que buscar una explicación
a la discontinuidad que IrLalLamos desde Colombia hasta esta región
(véase el Mapa 2 ) . Posiblemente la explicación se hzlk en las rela-ciones
ecmreiaies marítiinas entre Mesoam4rica y Centroamérica con
e! PeLú en tiempos prehispánicos.
En la Cultura Pukina hay numerosos ejemplos de vasos con
mango-vertedero. Unas veces este mango se halla unido al cuello por
medio de un puente 6Gm, ientras otras el mango-vertedero se presenta
por completo independiente 67. En Pachaka~ac podenios ser'ialar un
vaso casi idéntico al tipo 45 del Cuadro 1, que presenta dos verte-deros
opuestos e indvpendientes 6s. Dentro &;el conjznto ceaitural Nazca
Jfiho-no onñn!arr f arvrh;ár, ~-oi . incn inmnlní lnn r7n r n ~ n ~ n a - ~ r a ~ t ~icnl- ~ r n a ,,'C.,,bILI"Z1 L 3 i l L ' b l L j L LULLLWLUIL V UI A", b -.,U UL. llliCLi.',"U * U I CU,.,"I "Y ir*
dependientes G9.
Stone, 1958, láni. 1-b.
LoLlrop, 1942, citado por Rydén, 1954, 152.
Eothrop, 1950, fg. 16-a.
T ^CL..^- -1n*o C- 99
Y U L L l l V t J , IcCtc,, L I S . *d.
Carrión, 1955, Iám. XIX-i.
Camión, 1955, láni. XIX-g-h.
Carrión, 1955, lám. XIX-e.
Carrión, 1955, Iám. =-a, b, c.
164 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
F'if:. 9.-Cerámica de Miravalles (Nicoyn. Costa Rica)
I Stotie. 1958. I A m 1-1,. l
Fig. 10.-Vaso procedente de San Salvador. [Ryden, 1954. fig. 53.1
Fig. 11.-Cerámica procedente del periodo 11 de Monte Alhan (Mé-xico).
lBushneIl y Digby. s. a.. lim. 22.1
Fig. 12.-CerAmica procedente de la región de Co-chabamba
i Bolivia). [Rydén. 1954. fig. 51.i
EL VASO CON MANGO-VERTEDERO EN EL VIEJO MUNDO Y EX AhaRICA 17
En Arequipa se señala otro ejemplar en estilo Churajón, presen-tando
mango-vertedero 70.
En Kjara Vallea, en Cochabamba, hallamos dos ejemplares de for-mas
muy semejantes, aunque se diferencian en la presencia o ausen-cia
del puente de unión del mango-vertedero. Ambas piezas se con-servan
en el Museo de Gotenburgo ?l. También se señala otra pieza
en Tupuraya, en Cochabamba, pieza que presenta estilo Tlahuanaco
Decadente 72.
Otras piezas que presentan mango-vertedero se han encontrado
en Tacacacoma T3, en Larecaja 74, as5 como en el periodo clásico de
Tiahuanaco 75 o en el período Decadente del mismo 76. Finalmente,
hay que mencionar un vaso de la provincia de Muñecas, en Bolivia 77 ;
otro de Cultura Huruquilia en San Lueas, zona del Sur de Bolivia 78,
y aun en el Norte de Chile, pero de estilo Tiahuanaco Decadente 79.
Como en el estudio que hicimos con anterioridad sobre las "pin-taderas",
vamos a ver ahora la proyección en el tiempo de todos los
datos que hemos visto desplegar en el terreno geográfico. Es este
análisis el. que nos marca exactamente el sentido de la difusión, ya
que es así cómo vemos cuál es el lugar donde se presenta con ante-rioridad
una misma forma: tal es Ea que estamos estudiando ahora.
Realmente el Cuadro II dice por sí mismo mucho más de lo que
pudiésemos nosotros decir aquí. En él hemos ñnclsiído los datos mas
antiguos en cada región, con el fin de ver Ia marcha de !ea difusión;
en algunos cs~sos,s in embargo, hemos indicado algunas culturas pos-teriores
en que también tenemos Ba certeza de que mantuvieron la
tradición de la forma estudiada.
Kroeber, 1944, 1á.m. 2, 1.
Rydén, 1954, figs. 51-a, b.
Rydh, 1954, 150.
Schmidt, 1929, 256, tig. 2.
Ruben. 1952. figs. 40 y 41.
Bennett, 1934, fig. 16-c; Rydén, 1947, fig. 8-0.
Bennett, 1934, fig. 12-q; 1936, 495-96, fig. 26-8.
Rydén, 1954, fig. 50.
narra, 1950, 28 y fig. 5.
Rydén, 1944, e. 79.
israelita
Canaan
--
I-TALIA
-
w Cuevas
-iguros '
I-UA-S TEL
gas
sla de
LOS
-ac-r ificio.
CTalironra
lsututan Y
EL VASO CON MANGO-VERTEDERO EX EL VIEJO MUNDO Y EN AMERTCA 19
No vamos a entrar tampoco en una discusión de detalle acerca
de la cronologáa de cada una de las culturas, lo que excedería de nues-tro
interés actual, ya que en definitiva nos bastan fechas relativas
aproximadas para señalar el sentido de marcha de la idea del mango-vertedero.
Las fechas más antiguas para este tipo de cerámica las hallamos
en el Elam, donde encontramos ejemplares de los períodos Susa 1 y
Susa 11. De este primitivo centro partiría la idea probablemeilte hacia
Palestina, donde hallamos un desarrollo posterior bastante confir-mado,
y en segundo lugar llegaría a Egipto. La idea sigue entonces
un camino hacia Occidente por todo el Norte de Africa, pasando por
Túnez, de donde partirá una rama septentrional hacia Italia.
La marcha que nos interesa a nosotros, sin embargo, es la que
tiene por última etapa las Islas Canarias. Desgraciadamente, la cro-nología
canaria es muy insegura, pero p ~ d e mc~ilsp mer, si??e mhargc,
que hacia el año 1800 antes de Cristo llega a las Afortunadas el con-junto
de ideas neolíticas, a las que pertenece este detalle cerámico.
La llegada a América no podemos precisarla, pero debe ser tam-bién
hacia el año 1000 antes de Cristo, ya que aparece en un conjunto
de culturas muy arcaicas en Mesoamérica: Monte Albán I, Remojadas
Inferior, Mamón, Ustalután, etc. Su desarrollo posterior en Mesoamé-rica
es muy extenso y llega a constituir un tipo bastante caracterás-tico
del área. Sin embargo, la idea pasa, junto con otras, al área pe-ruana;
pero allí ya lo hace en tiempos mucho más recientes: hacia
el siglo v después de Cristo.
Como en ocasiones anteriores debnm~s, w! !!e,ur a! zapitü!o de
las conclusiones, reconocer que son los datos los que nos empujan
a reconocer un hecho que creemos cada vez más probable: el de que
en el primer milenario antes de Cristo se producen contactos cultu-rales
entre el Viejo y el Nuevo Mundo a través del Atlántico, y más
concretsmoite U. trmrés de !as Canarias, cpe sfmn coiiio de tram-polín
para las incursiones-siempre desorganizadas, desde Iuego-en
el Continente americano.
La geogmfía, la cronología y ]la estilística nos fuerzan a llegar
a esta conclusión al estudiar este nuevo elemento cultural: el mango
y mango-vertedero. Las formas que presentan los objetos americanos
y europeos, la función de los mismos, el núcleo bastante limitado que
constituyen en el mundo, así como la marcha ascemd2nte que ofste-nemos
en el cuadro cronológleo, parece Que no deja lugar a dudas, si
tenemos en cuenta que ya hemos hecho una comprobación semejante
con las "pintaderas", acerco. de los contactos a que antes nos refe-
No obstante, creemos que el conjunto de elementos culturales,
sobre los que b a s a ~ o se sta hipótesis, son aían poco numerosos como
para poder sustcíltar sobre ellos toda una teoría. Creemos que el ea-mino
está abierto a muchas posibilidades y seguiremos trabajando
en este sentido en el fnturo. Sirva este estudio de n u c a contribu-ción
para una teoría atlantista de la cultiirización de Ia America pre-hispánica.
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