CANARIAS EN LOS CRONISTAS
DE INDIAS
SELECCION Y COMENTARIO
P O R
FRANCIiSW MORALES PADRQN
Catedrático d~ la Universidad de Sevilla íb)
Nos ha parecido siempre que las "Crónicas" de Indias no han
sido examinadas como debieran en busca de datos para la historia
de nuestras Islas. Desde nuestro campo americanista estimamos
que podemos arrojar cierta luz, de vez en cuando, en esa historia
que tiene un punto cardinal-no lo olvidemos-hacia América.
Conocemos el valor para la historia canaria de los textos loca-les
de Le Canarien, el "Matritense", el "Lacunense", Pedro Gómez
Escudero, Antonio Sedeño, Torriani, F'ray Alonso de Espinosa,
etcétera, de los siglos xv y XVI, para saltar ya a Fray Juan de Abreu
Galindo a fines del siglo XVI y comienzos del xvn.
Pero estimamos que cabe considerar como cronistas margi-nales,
cronistas complementarios, a los nacionales Andrés Ber-
Dartolumé do las casasF,r anciscu Gpezd e Gnariyi ,v tTGs
que vamos a compulsar en nuestro recorrido por la historiografía
americanista en busca de Canarias.
( A mis alumnos del Curso 1961-62, que me ayudaron en este trabajo
y conocieron conmigo las Islas Canarias. Este artículo fue dado a conocer
como conferencia pronunciada en abril de 1964 en la Universidad Internacio-nal
de Las Palmas de Gran Canaria
2 FRANCISCO MORALES PADRÓN
Haremos notar con respecto a estos cronistas:
1) Su valor como primeros o primitvos historiadores de Ca-narias.
2) La comparación continua que hacen del mundo americano
con la geografía canaria.
3) La visión que "Lenen C.el hecho canario como un fenómeno
sin relación con Aniérica (Bernáldez) o en Punción de Amkrica (Ca-sas
y Gómara).
Aparte de estos nombres mencionados, nuestro examen se ex-tenderá
sobre un medio centenar más de obras, escritas del xvl
al xvm, de las cuales hemos obtenido noticias canarias en unas cua-renta
de ellas. Sírvanos ello para facilitar al estudioso canario al-gunos
datos naufragados a veces en la historiografía americana y a
N para subrayar una vez más los nexos y paralelos entre Canarias y E
América. O
nice Tiera y en Pr6i9g3 yue h:st=yia ~ a t ~ r&a ! n-- m
Canarias, si se tratase por una mano hábil, no podría menos de O
E
E ofrecer una pintura muy risueña a los que, andando la hermosura S
E
de la naturaleza, no son insensibles a la riqueza de sus dones. SU -
clima es el de las Islas Afortunadas; sus campos son los Campos 3
Elíseos. ;$m5 no sería su historia! Por otra parte, nuestra historia - -
0
civil es más fecunda en grandes sucesos de lo que parece a primera m
E
vista y sus pasajes políticos tienen un no se qu6 de más sólido que O
de brillante. Es verdad que las famosas conquistas de Méjico y del n
Perú harán siempre más eco en todo el mmdo que las de Canaria -E
a y Tenerife. Es verdad también que Cortes y Pizarro serán, en la opi- l
nión de los hombres, más hkroes que Vera y Fernández de Lugo; n
n
pero jah! si fuese lícito hacer un paralelo entre los guanches y los
3
indios, entre las fuerzas de las Cai~ariasy de las Américas, entre O
el impulso que animaba a unos y a otros conquistadores" l.
Ese paralelo lo vamos a observar trazado en más de uno de
nuestros cronistas indianos. Lo veremos cuando las Casas señala
que la Tortuga era como la Gran Canaria ; volvemos a encontrar-
1 José de Viera y Clavija. Noticuxr de Za Hzstorur General de b s Islas
Canarzas Prólogo, pAgs 12-13, tomo 1 "Goyaw Ediciones, Santa Cruz de Te-nerse,
1950.
2 %a Tortuga ser& como Gran Canaria" Casas U b 1, cap LV, tomo 1,
pAgmas 252 y 265.
180 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS EN LOS CRONISTAS DE INDIAS 3
nos la comparación en el mismo Colón-tan dado a parangones-cuando
señala que en Jamaica acaecían aguaceros al igual que en
Canarias. Las Casas, al referir y criticar la destrucción de los in-dígenas
de algunas islas antillanas, manifiesta que éstas eran me-jor
que las Canarias 3. Nunca faltará este mirar hacia atrás, hacia
la última escala y geografía vista que Colh debía conocer bien,
antes de 1492, como lo evidencian sus paralelismos.
Las crCnicas indianas estudiadas no están muy lejos de la ex-periencia
canaria. Ese es un valor de parte de ellas. No vamos a en-contrar
en los capítulos consagrados a Canarias el clásico "yo lo
vi'' O "yo estuve", de las crónicas indianas, pero sus datos son fre-cuentemente
frescos, vívidos, que acusan una experiencia directa
personal o de alguien que ha acarreado la noticia.
Sin duda que habrá quedado algún cronista o algún párrafo
fuera de nuestro escrutinio, Ei orden seguido ha sido caprichoso,
aunque al tocar un tema procuremos ir esgrimiendo los testimo-nios
de acuerdo con una cronología.
El puñado de curiosidades que aportamos nos permite a veces
traer a primer plano los pequeños hechos de la historia, no menos
vaiiosos por pequeños. Son datos diversos, que reunidos constitu-yen
un inventario aprovechable donde se describe nuestra tierra
en su fisonomía del xvr, nuestros antepasados mdigenas, sus cos-tumbres,
el paisaje, los productos de la tierra, la conducta de los
conquistadores, la relación con América, etc. La imagen resultará
fragmentada, pero no por eso carece de valor.
Como denominador común en estos cronistas historiadores te-nemos
el interés por América : es su objetivo. En bloque o en parte,
Canarias está en el camino de ese objetivo. Está geográfica e his-tóricamente.
Los datos aportados lertenecen a hombres diversos, en aii fnr-mación,
en sus procedencias, en el tiempo. Unos son marinos sim-ples,
otros soldados, algunos clérigos, clérigos especiales, gober-nantes,
simples escritores o cronistas. Sus obras han sido escritas
en diversas épocas y desde distintos sitios y con diversos propó-
3 La comparación con Jamaica en Iib 1, cap. XCVII, tomo 1, pág. 394.
Casas: "Remedio para la refomacrón de las Indias". Apud. OpÚsczcZos, Car-tas
y Memorias, pág. 82.
Núm 10 (1964) 181
4 FRANCISCO MORALES PADRÓN
sitos. Unos están enjuiciando el quehacer peninsular-Bernáldez-y
miran a Canarias desde Castilla, otros están juzgando la acción
americana y enfocan el Archipiélago desde América-las Casas-;
algunos van de paso-el FidaIgo de Elvas, Federman-, pero to-dos
nos traen el dato, la notlcia, la anécdota que el estudio, la cu-riosidad
o la escala portuaria de días les facilitó.
Dijimos que son diversos los momentos, como diversos los hom-bres
y los lugares desde donde se atalaya nuestras Islas. Hay un
primer minuto, el auroral de Colón, en que las Islas son el último
tramo de lo conocido: desde ellas comienza lo desconocido. Hay
un segundo instante, de puesta en marcha de una colonización en-tre
dudas y sacrificios, que nos lo expresan las Casas, Oviedo, Gó-mara,
Herrera,etc. Y ya, pasados los años, viene la etapa de la co-lonización
con pasos firmes, rindiendo frutos, que recogen autores
tardíos y en que la noticia aparece de segunda mano, trasvasada
de un cronista a otro, con leves novedades.
Por todo ello son diversas las reacciones ante el mundo cana-rio
y, por lo mismo, variado el valor de los testimonios. Pero siem-pre
son interesantes, llenos de novedad. Es como, marchando en un
viaje descubridor, ir hallando nuestras Islas aquí o allá, en los ca-pítulos
ligeros o macizos, científicos o aventureros de las viejas
crónicas indianas.
Como los primeros minutos pertenecen a una hora renacentis-ta,
muchos no olvidarán a Plinio, Solino, Juba, Estrabón, etc., etc.,
ni a San Isidoro, Seboso y otros tantos. No faltarán tampoco las
deformaciones, los errores y hasta la "mala prensa" para las Islas;
pero entre todos-casi medio centenar-reuniremos bellas pági-nas
de antología que confirman y completan las también viejas pá-ginas
de los cronistas canarios.
Sin duda va a resultar nuestra prosa muy esclava del texto an-tiguo,
pero no queda más remedio, pues ésta es tarea de antologo
y, con harta frecuencia, es necesario dejar constancia del texto
auténtico, pues tiene mucha más fuerza que la posible glosa.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS EN LOS CRONISTAS DE INDIAS
Bienaventuradas, Afortunadas, Campos Eliseos, etc., son de-signaciones
que se disputan más de uno de los archipiélagos atlán-ticos;
pero parece cuadrar mejor a nuestras Islas, aunque ciertas
Crónicas e Historias lo pongan en duda.
Cristóbal Colón corrobora que algunos gentiles situaron el Pa-raíso
en las Islas Afortunadas, que son las Islas Canarias ... Pero ya
veremos que cuando llegue la fecha de 1497 y haya que situar el Pa-raíso,
nuestro almirante lo coloca en el Orinoco.
Pedro Mártir de Anglería insiste en la designación, aunque da
cabida a otras opiniones contrarias : "La Antigüedad las llamó Islas
Afortunadas por la temperatura de su cielo, pues ni sufren el pe-sado
invierno ni el atroz estío. Pero hay quien quiere que estas
Idas _Af^rti~nadas sean Ias que 10s ingleses !!aman de Cabo Verde".
Fernández de Oviedo sostiene que Afortunadas y Hespérides
no son lo mismo y, como otros, se escuda en el testimonio de los
antiguos, que fueron quienes las llamaron Afortunadas.
Las Casas escribe: "Podría también haber sido que las islas
de Canaria fueran parte de la tierra de la misma isla Atlántida,
y de allí, por la felicidad de la tierra, les huviese venido el nombre de
Fortunadas". El texto lascasiano es con demasiada frecuencia con-fuso,
obliga a leerlo con detenimiento, pues el hilo principal del
relato queda oscurecido con eruditas elucubraciones y citas clási-cas
que confunden. Este tema de las Afortunadas, Campos Elíseos,
Hespérides, le interesa al fraile dominico, y en diversas ocasiones
se enfrasca en él. Cuando nos dice que "Héspero fue a reinar a las
Islas de Canarias o de Cabo Verde", sostiene que los gentiles qui-sieron
poner el Paraíso Terrenal en "Las Islas Afortunadas, que
son las Canarias". En cierta ocasión, refiriéndose a testimonio de
Plutarco, dice que Sertorio, navegando hacia Cádiz, se encontró
con unos navíos que iban a Canarias, "que llamaban entonces Bea-tas
o Bienaventuradas (porque, según la ceguedad de los antiguos,
por ser templadas fértiles estimaban ser allí los Campos Eliseos
de que habló Homero, donde iban después desta vida las $ni-mas)
..." ". Siempre recurriendo a testimonio de autores clásicos,
hace el dominico sus consideraciones, sin emitir un juicio suyo de-finitivo.
Cuando lo emita será adverso. Pomponio, recuerda, indica
que las Hespérides debían de estar hacia el norte o sur y no hacia
poniente. Esto no contradice lo que indica Solino, porque al ha-blar
de Canarias señala que están cerca a donde se pone el sol de
occidente. Solino mismo manifiesta que las Canarias no son dignas
del nombre del Braíso. Por su parte, Plinio-seguimos usando a a
las Casas-, en su Historia Natural, afirma que en las Canarias N
E estaba el Paraíso; idéntica consideración hace Estrabírn en su Geo-
O grufia. Como vemos, las Casas usa a todos los autores clásicos y n--
comenta sus teorías sobre el lugar de las Afortunadas o del Pa- m
O
E
raiso porque éste es el tema que le apasiona. Le apasiona al prin- SE
cipio, cuando nos describe con halo clásico todo el mundo atlán- -E
tito y juzga la relación que ha podido haber entre las Indias y las
3
Hespérides. Le interesa luego, 127 capítulos más adelante, cuando -
tiene que situar el Paraíso terrenal, que ya Colón ha colocado en
-
0
m
E tierras de Paria. Entonces estima que "grande diferencia es la que
O
hay entre la felicidad del Faraíso a las islas de Canaria, que llaman
Fortunadas", porque aunque los antiguos colgaran a éstas mu- n
-E
chas cualidades, la verdad es que más se debía a la fantasía y liber- a
tad de los poetas que a la realidad. "Y así-concluye-, no son 2
n
aquellas islas del nombre del Paraíso dignas." Esto prueba que n
los antiguos no debieron tener noticia alguna de las Indias, pues O3
de haberlas conocido sí que le hubieran bautizado con el nombre
de Campos Eliseos j. Su amor a las Indias le torna parcial, por no
decir iaisario. Veremos cómo su amor ai indígena americano ie
lleva a defender al canario y a criticar duramente los métodos de
conquista usados en el Archipiélago. Antesala esta dura conquista
de la indiana, y antesala esta crítica laseaslana de la que hará a
4 Casas: Lib. 1, caps VI11 y XV, págs 52 y 74-80
S Casas: Lib. 1, cap. CXLII.
184 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS EN LOS CRONISTAS DE INDIAS 7
los dominadores de las Antillas. Pero, como escribíamos, su cariño
a la tierra de América-¿le ha conquistado?-le lleva a mentir.
En la Apologética Historia vuelve a negar a Canarias cualidades
para llamarse o ser Bienaventuradas, Campos Eliseos, Afortuna-das.
Está describiendo entonces la Isla Española, y vuelve a razo-nar
como en el capítulo 149 del libro 1, que la ignorancia de los
gentiles situó los Campos Elíseos en Canarias, de tal modo que
Sertorio deseó vivir en ellas, "por una poquilla de templanza que
tienen ..." pues su tierra es hartamente seca y estéril, con sierras
ásperas y peladas. ¿Qué hubiera dicho de la Española, fértil y ame-na
y más templada que cualquiera de las Canarias? 6.
G6mara recuerda también que los antiguos las llamaron Afor-tunadas
o Beatas, por ser muy sanas y abundantes de todas las
cosas necesarias para la vida del homb~req, ue allí, sin trabajo, vivía
luengo tiempo.
Igual denominación les da Juan de Castellanos
Pasando van las Islas Fortunadas
Y Hespérides que dicen Ogorgones 7.
Cinco cronistas-historiadores y dos geégrafos nos van a pres-tar
su prosa para efectuar una descripción de nuestras Islas tal
como se conocían en Castilla en el siglo XVI. No es muy detallada la
descripción de Le Canarien (caps. LXIV-LXIX), sonriente y jugo-sa,
donde hasta Fuerteventura aparece verde y con agua, pero sí
una visión donde hay rastro de antiguas pinturas y de paisajes
soñados.
Hay una descripción, la de Andrés Bernáldez, donde se adivina
la curiosidad renacentista de este cura excepcional. Las Islas se
6 Casas Apologétzca HZStoM, Cap. VIII, pág. 32
7 Gómara, 1, 374-6 Castellanos Parte Primera Elegía Prlmera Canto
Primero. Acosta refiere que Plinio las llamó "Fortunatas y la principal de
ellas dice haberse llamado Canaria por la multitud de canes o perros que en
ella había" Lib 1, cap. XI, phgs. 46-7.
descri'ben como un mundo nuevo que flota en el Atlántico, sin re-lación
alguna con América. Las demás descripciones se hacen ya
en función del mundo americano.
Para el Cura de los Falacios, Gran Canaria es una isla grande,
"muy virtuosa", con abundante agua y ríos dulces, mucho pan,
cañaverales, trlgo, cebada, vinos, higueras, palmas de dátiles y
conejos. Estas notas y estas abundancias se repetirán, como po-dremos
comprobar en los demás autores. Visto uno, casi se puede
decir que se han visto todos.
Unzarote tlene también mucho pan y ganado de cabras, cone-jos,
palmas (palomas dice la edición de Sevilla 1870), pescados y
poca agua dulce, por lo cual sus casi cien vecinos beben agua llove- a
d~z aq ue recogen en "maretas". N E
Fuerteventura, con parras, almendros, cabras y vacas, posee
O n
t 9 - k ; A n n " - , 3 0 .&..l"fi ,a- *:A l T - - --.?.--- i~rnvzbLi abua uuLLG uG AL". iuuo yalr;Lc a!gu zri-ada !a be& de! -- m
O
buen cura, pero sigamos su examen o viaje insular. EE
Tenerife, estima es tierra de pan, ganados y agua dulce "muy 2
E
aparejada para plantar las cosas necesarias a la vida de los hom- =
bres". Se refiere al Teide y secala que la ~ s l ate nía nueve reyes in- 3
digenas
- -
0m
Gomera es "muy virtuosa" de pan y de ganados y de azúcares, E
viñas y Waoles. O
La Palma es "tierra de mucho pan e azúcar e aguas dulces". n
Y el Hierro es "tierra áspera [que] ... tiene muchos puercos e de E a-todos
ganados", carente de agua aunque posee el fabuloso Garoé 9.
nl
n
Pedro Mártir de Anglería, curioso siempre por los productos y 3
geografías nuevas, casi nada nos dice de Canarias. Menciona sus O
nombres y nos mdica que desde la desembocadura del ,Guadalquivir
a las Islas hay 400 millas 'O.
Gonzalo Fernández de Oviedo tampoco es prolijo. Reconoce que
las islas son fértiles y abundantes de cosas necesarias para la vida
8 Cq$tijl~ T Z I , p@s. 135-?.
9 Ibídem.
l o Década 111, lib V, cap 1, págs. 241-2.
186 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
CANARIAS EN LOS CRONISTAS DE INDIAS 9
del hombre, pero nada más. Sólo el Garoé le impresionó del Hierro,
donde, según nos confiesa, estuvo tres veces ll.
Las Casas, que ha tratado del descubrimiento y de los princi-pios
de la Historia española de Canarias, reconoce él mismo con-viene
hablar "del cielo y suelos y bondad de la tierra y de los ha-bitantes".
Pero esta promesa casi se queda en eso, en promesa.
Transcribe los nombres de las siete islas, señalando la presencia
del Teide en Tenerife y la carencia de agua en el Hierro. Cuando
llega el momento de desplegar su descripción, que suponemos su-culenta,
pues debió de pasar junto a las Islas multitud de veces,
echa mano de San Isidoro para pintarnos su geografía 12. Y así las
islas poseen frutos preciosos, montañas "vestidas y adornadas de
vides", trigo, cebada y hortalizas en tanta cantidad como hierbas
en el campo. En su afán de mirar hacia el mundo clásico, recurre
a Plutarco, de cuya Vidu de Sertorio inserta extensamente las cuali-dades
de las islas expresadas por estas notas: raras lluvias y mo-deradas,
vientos suaves que por la noche se convierten en rocío,
suelo grueso y fértil que produce por sí solo sin necesidad de arar-lo
o sembrarlo, en tal cantidad que puede mantener una multitud
de hombres ociosos. Los aires son purísimos y templados, casi igual
en todo el año. Los vientos que procedían de Rancia y Flandes,
corrían por la mar "vacua de tierra" hasta llegar a Canarias "can-sados
y apurados y así eran templados y sanos". Otros vientos del
océano (Argeste y Céfiro) refrescaban y aportaban lluvias templa-das.
Estas circunstancias hacían a las Islas muy fbrtiles y por ello
"los bárbaros pensaban que las Canarias eran los Campos Elí-seos"
13. Y aquí se nos acaba la descripción lascasiana, que no es de
él, sino de San Isidoro y de Plutarco, ya que seguidamente se en-zarza
en disquisiciones sobre el Paraíso y los Campos Elíseos a base
de citas de ios Evafigeiios, autores ciásicos, etc. Y cuando llegue ei
momento de emitir un juicio no será muy favorable.
Gómara, que no navegó jamás a Indias, es más explícito que
quien estuvo en Canarias decenas de veces. Para el capellán de
1% Lb. 1, cap. IX.
12 Etzmologias Lib XIV, cap. VI.
13 Lib. 1, cap. XX.
10 FRAKCISCO MORALES PADRON
Cortés, Gran Canaria es una isla "redonda y la mejor", fertilísima
donde es fértil y esterilísima donde es estéril ... "Así que lo bueno
es poco y de regadío". Tiene razón. Nos aclara el buen clérigo que
Pedro de Vera no encontró en Gran Canaria los perros o canes que
cita Juba.
Tenerife estima que debe ser Nivaria, de forma triangular y la
mayor de todas. Abundante en trigo, tiene una montaña, el Teide,
que es "verde al pie, nevado siempre el medio, rasa y humosa en
lo alto". Hierro es la Pluitina, donde sólo interesa el "garoé". Ek
curioso comprobar cGmo Gómara, al usar vocablos indígenas, busca
la filiación africana de ellos, y a este respecto manifiesta que Go-mera
y Teide y otras palabras canarias, se encuentran también en a
los reinos de Fez y Benamarín. Para él el Archipiélago se reduce N
E
a las tres islas citadas, y al final relaciona como productos cana- O
Ana +Cnxnn~<.01 om<n"lr 1 - 0 n a l r ~ a ~ , T P nn T 3 Dn lmn ~ l ~ n n v arrnna n -
I L"L3 blylbVIJ. c.-I LíL'ucaLiI , 1-0 ycl a,,, y-., "LA U", L L*rALLlU UIVUI*---- U-*- - m
y dos libras de peso, los pájaros canarios y el "canario", "baile O
E
gentil y artificioso". Al igual que cuando trata de América, GÓ-
E
2
E
mara se encarga muy bien de indicar que las peras y el azúcar son -
frutos llevados por los castellanos. Recordemos al respecto la nó- 3
mina o balance de productos que menciona llevados a Indias por - -
0
los hispanos para mejorar la vida de los indios. m
E
O
Dos geógrafos, Fernández de Enciso y Alonso de Santa Cruz, n
difieren en extensión. Enciso corresponde a un primer momento, -E
a
como Anglería, mientras que Santa Cruz ya escribe cuando la co- l
colonización está muy avanzada en las Islas y de ella se recogen fru- n
n
tos en todos los aspectos. No son sus Canarias las del descubrirnien- 3
to, que son las que aparecen en Casas, Oviedo o Gómara, sino las O
Canarias de la colonización, las del pleno siglo xvr.
Enciso sitúa a las Islas y, "resumidamente", señala que Fuer-teventura
cuenta con ganado y cabras. Gran Canaria tiene mucho
ganado, está muy poblada y produce azúcar, miel, pan y vino; re-conoce
que "es de buena gente y la me;or isla de las Canarias".
Tenerife, que es la mayor, posee ganados, pinares, azúcar, pan,
vinos y está bien poblada. Gomera, eon buen puerto al sur, produce
azúcar, orchilla, miel y ganado. En Hierro, que no tiene agua, se
188 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS EN LOS CRONISTAS DE INDIAS 1 1
fija en el Garoé; y a La Palma la hace productora de ganados, que-
SO y miel 14.
No en balde la obra de Alonso de Santa Cruz se titula Islario
General de todas las Ishs del Mundo. Queremos decir que vamos
a encontrar en ella amplios datos sobre nuestro Archipiélago. Sa-bemos
que Santa Buz estudia Cosmografía en Salamanca y que
en 1526 va con Sebastián Caboto hacia el Río de la Plata. Pudo
entonces conocer alguna de nuestras Islas. Seis años, desde 1530,
permanecerá en Sevilla hasta ser nombrado Cosmágrafo Mayor con
encargo real de formar el Islario. Estuvo en Lisboa, años más tar-de,
y con el conocimiento que adquirió allí, donde examinó muchos
derroteros, y su experiencia directa de la Casa de la Contratación,
pudo darnos la imagen amplia que de Canarias nos ofrece.
Lanzarote, la que parece Plinio llamó Casperia, tiene una re-ducida
población, muchas cabras, ovejas y conejos, y muchas con-chas
coloradas "muy estimadas para el rescate de Guinea". Se re-coge
en ella orchilla y cebada, pero carece de todo lo demás porque
no tiene ríos ni pesca. La ausencia de agua la mitigan a base de
una fuente que tienen al norte, junto a la isla de la Graciosa (debe
ser en F'amara), y un pozo excavado al sur, junto a Rubicbn. Abun-dan
las aves marinas, que cazan con anzuelos, y cuenta la isla con
cuatro puertos.
Buenaventura o Fuerteventura, a la que parece que Tolomeo
llamó Pintaria, tiene un pueblo denominado Tascaleja (sic) y pro-duce
cebada, algún trigo, orchilla, ganado cabrío y conejos. Aquí
viven aún gentes descendientes de Juan de Bethencourt. Lo mismo
nos dice Angleria.
Gran Canaria es redonda, con una ciudad muy rica y noble que
cobijará a unos 1.000 habitantes, donde está el Obispado, Inquisi-ción,
Audiencia como la de Grados de Sevilla. Es isla alta, con ríos
y frescura. Otros lugares importantes de ella son Telde, Gando,
Gáldar, Lode (sic) y Arucas. Cosecha trigo y cebada para s6l0 me-dio
año, por lo cual tiene que importar granos de Tenerife. Además
produce carnes, pan, vino, miel, cera, azúcar, orchilla, ovejas, ca-
14 Suma de Geografia, págs. 162-3.
Núm. 10 (1964) 189
bras, vacas, puercos y palomas. Cuenta con buenos ingenios de
azúcar y frutos agrios, y árboles útiles, como pinos, dragos, laure-les
y palmeras. Sus puertos más importantes son los de Las Isletas,
Playa Brava (sic) unto a Las Palmas y Telde.
Tenerife es la que Plinio denomina Nivaria, nomb,re tomado de
las nieves que perpetuamente coronan un alto monte llamado Teide,
"que algunos dicen que tiene más de doce leguas de altura y se ve
desde más de sesenta leguas". Posee la isla una villa de 1.000 habi-tantes,
llamada San Cristóbal, vulgarmente Alaguna (sic), porque
está junto a una laguna. Posee un puerto, Santa Cruz, donde se
carga mercancías para Oriente, y otro en Garachico con 500 veci-nos,
donde se embarca trigo, pez y orchilla. Hay otros lugares en
a
Ia isla, como Buena Vista, Nicoden de los Vinos y otro Nicoden N
(sic), donde se coge mucho pan; Realejo, productor de azúcar; E
O Sauzal, Orotava, con 400 vecinos, donde se cargan vinos, pez, etc. n--
La isla posee muchas moreras, produ~~toradse seda. Tanto en esta m
O
E
isla como en Gran Canaria hay muchos mercaderes. Algo notable E
2
son "en todas estas yslas las mugeres dadas a la lwuria". =E
Cuenta Tenerife con monasterios de frailes dominicos, francis- 3
canos y agustinos y una ermita dedicada a Nuestra Señora de la - -
Candelaria, imagen antigua y milagrosa. La isla está poblada de 0m
E árboles, especialmente pinos, de donde se saca la pez (resina) y O
tablazones que se exportan; hay otros llamados ninanos, olorosos
y amarillos. Se cosecha abundante orchilla, trigo, cebada y mucho n
-E
azúcar, pues cuenta con ocho ingenios. Han plantado los poblado- a
2 res muchas viñas, por lo que las cosechas de vinos son cuantiosas n
en estos años, siendo de notar que "las viñas donde se coge son 0
todas parrales altos por el gran vicio de la tierra7', aunque también 3
O
los hay muy bajos. Se cosecha más trigo que en ninguna otra isla,
y abunda en frutas, como membrillos, granadas, peras, melones ...
Cuenta con muchos conejos y sus naturaies son muy guerreros.
Gomera debe ser la que Plinio denomina Capraria, llena de la-gartos,
según el autor romano. Es una isla muy fértil que produce
trigo, cebada, vino, azúcar, higos, orchilla, granadas, membrillos,
miel, cera y mucho ganado, pues posee unos valles profundos, muy
frescos, de abundante agua. Carece Ge puertos y su población prin-cipal,
con 300 vecinos, es Las Palmas (sic), con un puerto llamado
190 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
CANARIAS EN LOS CRONISTAS DE INDIAS 13
Hida (sic), aparte de Barranco, Val de Remigua (sic), Valhermoso,
Valle del Gran Rey, llamado hoy Puerto del Rey y donde se alza
uno de los cuatro ingenios azucareros que la isla tiene.
Hierro es la llamada por Tolomeo Pluitana, Pluviala por Seboso,
y Ombrion por Plinio, siguiendo a Juba ... Plinio la describe vacía
de edificios, con un estanque en la cumbre de un monte y unos ár-boles
llamados férulas.. Cuenta con dos puertos, uno La Caldera,
donde se pueden fabricar naos. Se cosecha trigo, cebada, y hay ga-nados
de cabras y ovejas. Produce miel, cera y orchilla. Hierro es
la isla desde donde más derechamente se toma el rumbo hacia
América.
Finalmente La Palma es a la que Plinio, según Seboso, llama isla
del Sol o Planaria. Abunda en trigo, cebada, cabras, ovejas, puer-cos,
vacas. Cría buenos perros "para torear ganados". Cosecha
miel, cera, vino bueno LLqn<. ~ ~ r pgzrz2 12s Indias y F!rnd&'.
No faltan tres ingenios, ni los conejos, perdices, gallinas de Indla,
dragos, y, algo muy importante que algunos afirman, "se cogía en
ella, antes de que se conquistase, una miel que llamavan celestial
que la cogían sobre las matas y los montes como copos de nieve;
agora cae algunos años". Esta afirmación la hacen también To-rriani
y Abreu Galindo 15.
En La Palma hay un pueblo de 400 vecinos, Santa Cruz de La
Palma, que es ciudad. Le sobra el agua, abundante y buen pan,
vino, orchilla, carnes que se embarcan para las Indias, y mucho
azúcar manufacturado en cuatro ingenios. Uno de los ingenios se
llama Tesa Corte (sic), el más poblado, cerca del cual hay una
montaña llamada la Caldera con una fuente que huele a azufre y
que mata si se bebe. En este valle de la Caldera la gente mete el
ganado macho sin guardas para engordar. Atribuye a los palme-ros
culto al sol, y dota a la isla de una gran sierra, casi siempre
cubierta de nieve, donde muchos se han perdido de frío, y refuerza
el dato escribiendo : "yo vi un recuero y un negro que se les cayeron
los pies" 16.
15 Islario, págs. 348-34.
16 Ibidem.
FRAKCISCO MORALES PADRÓN
El Garoé o Arbol Santo-árbol del Hierro--ha merecido la cu-riosidad
de literatos, historiadores y naturalistas. Viera y Clavi-jo
l7 hace una amplia disgresión en torno al árbol del Hierro sin
olvidar a Plinio, uno de los primeros en tratar este tipo de árbol
(capítulo De Porturtatzs Insuíis). Teodoro de Bry, entre otros, nos
ha dejado una fantástica e ingenua estampa o grabado de este fe-nómeno
arbóreo, que Torriani también dibujó y que Emilio Har-disson,
Buenaventura Bonnet, Darias y Padrón y Jesús Mayaard
han estudiado. Enrique Marco Dorta y Antonio Rumeu de Armas
han facilitado documentales descripciones del Garoé y la fecha de a
1612 como la de su muerte 18.
En todos estos estudios de autores canarios. el dato sobre el o
n
Garoé dentro de los cronistas de indias, sóio aparece en ia prosa - m
O
de Antonio de Pigafetta y de Gonzalo Fernández de O-~iedo: pero E
E
2 son más los testimonios que exlsten, especialmente el de las Casas, E
el de Gómara o el de Alonso de Santa Cruz.
Hoy sabemos ya que el Garoé no es un tilo, sino un tal, especie 3
propia de las Canarias o de las Islas de Madera, perteneciente a la -
0m
familia de las lauráceas. El Garoé del Hierro fue un condensador E
de nieblas que, procedentes del mar, ascendían por un valle es- o
trecho a cuyo final se alzaba el árbol. n
E
a
Andrés Bernáldez, el Cura de los Palacios, lo considera "una n
n gran maravilla del mundo". Para el amigo de Colón el árbol era
una especie de álamo, que sudaba agua por las hojas, siempre ver- =O
des, con unas bolitas amargas como hlel y muy medicinales. Era
alto como una lanza-Bernáldez usa mucho la medida de la lanza-,
17 Vid descripción de Viera y Clavijo en lib 11, cap VI1
18 En la "Revista de Historia" de la Universidad de La Laguna se han
publicado estos trabajos de Rumeu de Armas (IX, 1943, 339-341), E Hardis-son
(niim 61, 1943, pág. 30), Darias Padrón (1, núms 4 y 6, 1924 y 1925);
Marco Dorta (M, 19431, y Jesús Maynar (IX, 1943, 41-44). En la Crónica del
:'Matlltense.. se kidr;la ya de; ucnT- -a-r"u' a , yUe 105 iiidige3~sd eliíI=ii;aí;
Revista "El Museo Canario", enero-abril 1935, ndm 5, año 111, págs 56-90.
192 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS EX LOS CRONISTAS DE INDIAS 15
grueso hasta abarcar dos hombres, dotado de grandes ramas y
copa, el árbol de donde se nutrían ochenta vecinos de la isla. Sus
hojas eran como las de un laurel. Para Bernáldez no hay árbol igual
en el mundo y estima es misterio de Dios y como consolación a los
indígenas que en otros tiempos fueron arrojados en aquella tierra 19.
El texto de Pigafetta, compañero de Magallanes en la primera
vuelta al mundo, es sobradamente conocido. Supone que el árbol
sbsorke el agua de la niebla que le rodea, y al referirse a él indica
que "nos contaron". Es decir, que no lo vio a su paso por las islas 20.
El testimonio de Gonzalo F'ernández de Oviedo es igualmente
conocido *l. Hay un sentido providencialista en este testimonio,
pues Oviedo estima que diariamente Dios provee "de agua celes-tial"
a los indígenas del Hierro. Dos horas antes de amanecer co-mienza
el árbol a sudar gracias a una nube que se sitúa sobre él
y así está hasta dos horas después de levantarse el sol. Cuatro ho-ras
dura, pues, el proceso, cayendo en un estanque el agua exce-lente
y sana para hombres y ganados. En el Lib. VI, Cap. XII de
su misma obra, Oviedo, estudiando fuentes famosas, no olvida de
mencionar al Garoé y remite a donde lo ha descrito ya.
Anglería, tan curioso por todas las novedades de América, no
considera portento el Garoé, pues le consagra tres renglones. Al
tratar del segundo viaje colombino se refiere a "la última de las
Afortunadas" (Hierro) que no tiene agua potable, sino la que con-tinuamente
destila un árbol que hay en la cúspide de la isla ".
Las Casas, en cambio 23, da una detallada descripción del mis-mo.
El dominico sevillano lo considera "un secreto de la natura-l---,,
A ---A---.,-:- L. "- --- ---2l --,.---L-., ieza o, rriejur. ulcr~u, url I1iiiagr.o piaLsriw que facilita agua para
los hombres y bestias gracias a la nube que se sitúa sobre el árbol.
19 Cap. LXIV.
20 Garoé, pág. 44.
21 Lib. 1, cap IX.
22 Lib 1, cap V, pág. 11
23 Lib. 1, cap. XIX.
16 FRANCISCO MORALES PADRÓ~
Grueso, como tres cuerpos de hombre, con hojas como de laurel
o naranjo, que forman ma copa que arroja una sombra de 150
pasos en torno. La prosa de Casas evidencia que debió de estar
junto al fenómeno en alguno de sus numerosos viajes a Indias,
o del autor donde se inspira. Señala que no se parece a ningún iirbol
de los que hay "en España". Alrededor tiene una alberca donde
cae el agua dulcísima a través de "unas sangraderas" que corren
del suelo a cada brazo y rama del Garoé. Dentro de la alberca ca-ben
unas 1.000 pipas, que son 25.000 cántaros de agua, cuya dis-tribución
se regula, para lo cual hay, unto al árbol y estanque,
una casa con un guarda Son estos detalles síntomas de un cono-cimiento
"de visu", pues en otros testimonios no hallamos seme-jantes
referencias de capacidad y guarda, aunque puede Las Ca-sas
haberlo tomado de otro autor.
E
Tampoco el geógrafo Fernández de Enciso, más parco que Alon- E
2
so de Santa Cruz, quien, en su Idario General, señala que al Garoé E
le llaman "árbol de agua" y que Plinio, tomándolo de Juba-rey de 3
(Canarias-, indica que la Isla tiene un lago en lo alto de una mon- -
taña y unos árboles llamados "férulas", semejantes al sauce, de los 0
m
E
cuales se exprimía agua. El agua era amarga si el árbol era negro, O
y dulce si era blanco. Hoy sólo queda el "del agua", con una pila al
n pie, donde cae el agua que destila por la noche. Ello le lleva a suponer E
que se han debido perder los árboles citados por Plinio, o que no a
era muy exacta la relación que de las Islas tenía 94. n
Ninguno de los cronistas de Indias le llama Garoé y sólo las n
Casas parece haberlo visto personalmente. 3
O
La novedad, la perplejidad diríamos mejor, que el indígena ca-nario
significó para el hombre
na en la prosa de Boccaccio.
--
24 IsZarzo, págs. 348-361. Garoé
194
europeo del cuatrocientos se adivi-
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS EN LOS CRONISTAS DE INDIAS 17
Pero es en nuestro Andrés Bernáldez donde el mundo pre-hispánico
canario figura con esa plasticidad, viveza, que ca-racteriza
a los capítulos del cura de Los Palacios. ¿Cómo ob-tuvo
Bernáldez sus datos? El último estudio y edición de las
Memorias del Reinado de los Reyes CatÚZicos, señalan como
fuentes de tales Memorias los trabajos de Fernando del Pulgar,
colecciones legales, el TaZmud, fuentes orales, Vicente de Beauvais,
John de Mandeville, Werner Rolevinck, Ezblza, papeles personales
de Colón, cartas y documentos oficiales, la correspondencia del rey
don Fernando con el arz~b~ispdoe Sevilla Fray Diego de Deza, etc.
Se citan hasta 29 fuentes; pero en ninguna hallamos lo que pudo
ser directa información del mundo canario. Sin embargo, su in-formación
al respecto es muy completa, de primera mano, y cua-jada
de interés. Cualquier clérigo o marino, algún comerciante de
los que iban a Canarias pudo informarle.
Comienza por referir que los canarios andaban desnudos, usa-ban
una lengua en cada isla y comían carne, leche y queso. La di-versidad
del lenguaje, que más de un cronista señalara, merece el
interés de Bernáldez, porque en el cap. 118, al tratar del viaje de
Colón, subraya que, pese a haber una enorme cantidad de islas
-Antillas-, sin embargo el idioma es el mismo, y la causa de esto
bien pudiera estar en la intensa navegación que practiban y que
implicaba un trasiego cultural, al contrario que en Canarias, re-cirerda,
donde "no se entendían porque no tenían con qué nave-gar
[y] en cada isla avía una lengua". La comparación no podía
faltar.
Se echaban en mantas confeccionadas con el pellejo de los ani-males,
y a los niños los criaban envueltos en pellejos de cabritos.
No conocían el hierro.
Idólatras, sin ley, en Gran Canaria poseían una casa de adora-ción
llamada Toriña, nombre éste que para Serra Rafols equivale
a Atorina, Tirma y Atirma. Ignoraban quién les había situado en
las Islas. Eran hombres de buen esfuerzo, muy trabajadores, livia-nos
y ligeros, razonables, de buen entendimiento y de agudo inge-nio.
Fieles y caritativos. Sembraban trigo y cebada con cuernos de
cabras metidos en varas y así revolvían la tierra.
Los reyes de Gran Canaria se llamaban "Guanartemes", y los
18 FRANCISCO' MORALES P~DRÓH
sacerdotes, especie de obispos, "Fagzames". En Gran Canaria exis-tían
dos parcialidades, Telde y Gáldar. Los de GáIdar se hicieron
pronto amigos de los castellanos y los de Telde se fueron casi todos
a Sevilla.
El cap. 66 está consagrado a Gran Canaria, de cuyos hab,'It an-tes
dice que poseían diversas leyes y costumbres. Por ejemplo.
cuando había de casar alguna doncella "poníanla ciertos días en
vicio", a engordar. Salía de allí para desposarse y entonces !os ca-balleros
e hidalgos del pueblo se acercaban a ella, que debía elegir
uno para acostarse antes de hacerlo con el que sería su marido.
Si quedaba en estado, el hijo que hubiera sería noble o caballero.
Si no, los hijos de su marido serían comunes, y, para saber si que-daba
preñada, el marido "no llegaba a ella fasta saber por cierto,
por vía de la purgación". Esta y otras costum~res-apotegma-
"como de alimañas" tenían. Las Casas recogerá también esta cos-tumbre
y la vinculará al Africa, y Abreu Gaiinuo, paiiando el ciato,
la compara al derecho de pernada medieval, de modo que también
los cristianos practicaban tales costumbres 'j.
Hablando, en el capítulo 64, de la religión, sostiene lo que ya
indicamos: que eran idólatras y que la casa de Gran Canaria,
atorina, poseía una imagen de madera tan larga como una lanza,
tallada, con todos sus miembros de mujer "desnuda y con sus miem-bros
de fuera". Delante de esta imagen femenina, labrada en ma-dera,
había también tallada en madera una cabra "con su figura
de hembra que ,quería concebir", y tras ella, en actitud de "subir
y engendrar sobre la cabra", había un macho cabrío de madera.
En este "templo" derramaban leche y manteca, por lo cual el lugar
apestaba 26.
Al referirse a sus ropas nos cuenta que los indígenas canarios
antes de ser ganados por Castilla iban desnudos, salvo en Gran Ca-
-c.%.z7- u a r i a , donde llevaba:: "mas brugas de p a ! ~ ~c , e p~r gul~2, e! !m
e ellas; pero no cubrían bien los lugares inhonestos, porque no
eran cerradas por abaxo, salvo una cuerda ceñida por las caderas,
e de alli colgaban unas flocaduras de palmas repicadas" ". El re-
25 Segunda parte, cap. 111
26 Cap. LXIV, pág. 138
27 Ibid.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS EX LOS CRONISTAS DE INDIAS 19
lato de Bernáldes, ingenuo, veraz, apretado de datos, denota una
información de primera mano, hecha por todos los medios que es-taban
a su alcance. En eso precisamente reside el valor del relato
bernaldeciano, en su información fresca y directa, "en su capaci-dad
de entusiasmo y en que representa la opinión, los intereses y
los puntos de vista del pueblo, al que pertenece por completo.
A su obra no la llama Historia, ni Crónica, sino Memorias: recuer-do
y pragmatismo. Es una colección de relatos independientes en
los cuales la gran preocupación es la moralidad, el dar ejemplo.
El tema canario puede, por eso, desglosarse perfectamente del resto
de la obra, no tiene conexión. Posee la natural relación de una con-quista
finiquitada en la época de los Reyes que él recuerda (sus he-chos)
y por eso al narrar esta conquista resulta lógica-hombre re-naciente
al fin-que se fije en la naturaleza primitiva de esos isle-fioü
ati&iiticos Cuya apariCi& plaTrtea !m+*v*fi ~ n f afn nl&rira snt,o,. L "gaLiib *.#vsv~r"-
a Castilla.
Indica que la rendición se hace en 1483, y tras ella en Gran Ca-naria
quedaron sólo las mujeres y la gente menuda. Muchos se
fueron a Castilla. Y toda la parcialidad del Rey de Telde se fue a,
Sevilla y se situó en la Puerta de Mijohar (otra edición dice Miho-jsr).
Se trata de la Puerta de Bib-Ahoar, hoy de la Carne. Aquí
cerca aúp hay un Callejón de los Canarios. Otros marcharon don-de
quisieron, libremente. Y muchos ayudaron a conquistar Tene-rife,
"donde murieron asaz de ellos".
Recuerda Bernáldez que a los más ancianos de Gran Canaria
-su interés siempre se centra en esta isla-le preguntaron sobre
su origen, y que éstos respondieron que sus antepasados les ha-bían
manifestado que Dios les había colocado allí, olvidándose lue-go.
También esos antepasados les comunicaron que por cierto rum-bo-
el de España-se les mostraría "un ojo o luz por donde viése-mos",
y señalaban hacia España Evoca esto las profecías ameri-canas
de Quetzalcoalt, Bochica y Viracocha, profetizadores de la
venida de un dios blanco que les dominaría.
Alonso de Santa Cruz, al describir la isla del Hierro, indica
que en esa isla había una vieja que soñó "que venía una genera-
2s Cap LXIV, pág. 139.
NiLnz 10 (19641
20 FRANCISCO MORALES P . ~ D R ~ N
ción por la mar que los había de llevar al cielo, y vino un navío
con un clérigo, a quien se lo dijeron y él entendió que era de Dios
y los tornó cristianos antes de que se conquistasen éstos" 'Y Ve-mos,
pues, cómo se da hasta el caso de un fraile o sacerdote-o un
apbstol en ciertos sitios de Amhca-que ha estado predicando el
cristianismo antes de la arribada hispana.
Para las Casas las Afortunadas estaban habitadas-unos
100.000-por hombres desnudos "porque están fuera de todo clima
de Europa, al mediodía". Vivían sin religión, y en Gran Canaria
tenían dos gobernantes (las dos parcialidades) : a uno llamaban rey
y al otro duque. Tenía el rey como insignia y corona un ramo de a
palma. Nuestro rey y nuestro duque gobernaban con un Consejo E
de 190 hombres, reemplazados tan pronto morían por otros de su O
linaje. Estos 190 escogidos dirigían a todo el pueblo, que seguía n - m
sus indicaciones 30.
O
E
Al igual que Bernáldez, nos confiesa que las mujeres no se po- E
2
dían casar sin que previamente "las hiciese dueñas" uno de los E
190 escogidos o consejeros. Debían de ir al matrimonio gordas, 3
cebadas con leche, pues si no eran rechazadas, alegando que no es- -- 0
taban para casar por tener el vientre estrecho para concebir. Esta m
E
costumbre sirve a las Casas para deducir-como Gómara con los O
topónimos-que el poblamiento de las Islas se ha hecho desde Afri-n
ca, ya que en el continente negro viven pueblos con similares cos- E
tumbres 31. En la Apologétzca Hzstoria es más explícito, pues dice. a
"Las gentes llamadas Adirmachides o Andrimachides, pueblos de n
Africa, tuvieron por muchos siglos esta costumbre: que todas las
doncellas que se habían de casar, primero las presentaban a1 rey, 3
O
el cual las usurpaba su virginidad; testigo es Herodoto, Libro IV.
De aquí debió pasar esta ley a las islas de Canaria, como confina
por parte de Africa: que ninguna se podía casar sin que primero
el rey hiciese la salva, lo cual era estimado entre aquella gente isle-ña
por cosa egregia y muy honrada Refiérelo así Archangelo Ma-drignano
en el Itinerario de los portugueses, pero Juan de Barros,
198 A X U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
CANARIAS EN LOS CRONISTAS DE INDIAS 21
historiador portugubs, libro l.", capítulo 12, de su Década l.", lo
cuenta de esta manera ..." Y da la versión que inserta en su historia;
es decir, la de los 190 gobernadores, uno de los cuales disfrutaba
de la doncella, que debía venir bien gorda con vientre grande ... 32.
El vestido de estos indígenas canarios consistía en hojas de
palmas teñidas de color. Se rapaban las barbas con agudas piedras,
pues no conocían el hierro. Si algún clavo u otro ob~etod e hierro
tenían, lo usaban para fabricar anzuelos. Sigue minucioso las Ca-sas,
y 41 es consciente de este detallismo y nos lo dirá.
Continuemos glosándolo. Poseían los isleños mucho trigo y ce-bada,
pero carecían de industria para amasar pan, por lo cual la
harina que obtenían la tomaban cocida con carne o con manteca de
los ganados. Estos eran de cabras y ovejas, muy numerosos. Con-sideraban
como vil desollar el ganado, para lo cual dedicaban a los
esclavos que capturaban en sus luchas, y si les faltaban éstos,
obligaban a los más viles del pueblo al desuello.
Las madres eran reacias a criar a sus hijos y solventaban la
crianza poniéndoles a mamar de las cabras.
Eran esforzados y hábiles en sus luchas, que hacían a base de
piedras y palos cortos.
Los indígenas de la Gomera tenían algunas de las costumbres
señaladas, pero diferían en otras. Generalmente comían leche, hier-bas
y raíces de juncos, culebras, ratones y lagartos. Tenían a las
mujeres "cuasi comunes", y cuando unos a otros se visitaban, los
visitados ofrecían sus mujeres a los visitantes. De estas relaciones
"tan franca y voluntaria, procedió ley y costumbre entre ellos, que
no heredaban los hijos, sino los sobrinos". Pasaban el tiempo can-tando,
bailando "y en uso de las mujeres, y esto tenían por su biena-venturanza".
Estos los de la Gomera.
Los de Tenerife se aiimentaban con trigo, cebada y iegumbres,
amén de ganado que tenían en abundantes hatos y con cuyas pie-les
se vestían. Se distinguian por tener unos ocho o nueve linajes,
con su rey propio. Cuando el rey moría lo llevaba a cuestas a en-terrar
el más honrado. Una vez en la sepultura, todos a- una, gri-
L - 1 . ' ' . T T ~ . Lctuan -- i vete a ia salvación !" Las mujeres no eran aquí comunes,
32 Cap. CCII.
sino personales. Eran más razonables que los de las otras islas y
más guerreros.
Los de La Palma, unos quinientos, eran los "menos políticos y
razonables". Los menos civilizados, en una palabra. Comían hier-bas,
leche y miel.
Este sustancioso capítulo XXI (hb. I), que no es smo una tra-ducción
del capítulo XII, Década 1 de Joiio de Barros (Década Pri-mezra
da Asza. Lisboa, 1752), lo termina el dominico sevillano re-futando
a Petrarca en sus juicios sobre los indígenas canarios.
Petrarca, en el Lib. U[, Cap. 111 de su De Vita Solitaria, escribió que
los indígenas canarios eran poco menos que bestias, que vivían más
por instinto que por razón, y que andaban dedicados a cuidar soli- a
tariamente sus ganados por sus montes. Las Casas reconoce que N
E
hay autores que tienen autoridad y crédito, pero cuando se dedi- O
can a ~scfihfdre nidar "~v~_rrapnn ]a u-tgncia de 18 FhS el n-- m
caso de Petrarca, pues no es cierto que los canarios fueran tan bes- o
E
tiales, como lo demuestran los escritos de los portugueses, que E
2
E fueron los primeros en tratarlos. Uno de estos autores debe ser -
Joao de Barros, al que Casas cita con frecuencia. Y en esta disqui- 3
sición historiográfica termina con algo muy interesante, diciéndo- --
0
nos que Alonso de Palencia, en su obra Universal Vocabulario en m
E
ZatZn y en romance, participa que ha escrito las costumbres y fabas O
religiones maravillosas de los canarzos, pero, razona el fraile, no
n
ha debido publicarse esta obra. "Y lo dicho baste cuanto a las Islas -E
Canarias", termina 33.
a
2
n
Anglería, anterior a las Casas en cuanto a testimonio, no apor- n
ta grandes novedades, pero da dos interesantes noticias. Una sobre
O3
la cosmogonía o teogonía canaria ; otra sobre los descendientes de
Bethencourt, y todo en un capítulo donde está hablando de la
isla. EjpaE&. 1 e3 qUe e! j i~manistam i!a& f i ~ i&l la pluma
las noticias segun le afloran o según le llegan. Hablando de lugares
sagrados, cita a Jerusalén y a la Meca, similares en su significado
religioso, según él, a "Tyrma, edificada sobre alta roca" en Gran
Canaria y desde donde muchos indígenas alegres y cantando "se
tirubvn 2&je, pPrS=a&&r p r sur racrifica&rci]!eu & niio las
Y -- --"
33 Casas, lib. 1, cap XXI.
200 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS EN LOS CRONISTAS DE INDIAS 23
almas de los que se arrojaban desde allí por amor de Tyrma eran
más felices y llevadas a las delicias eternas" 34. Esto mismo lo dirá
Alonso de Santa Cruz.
Pedro Mártir es desordenado, mezcla y nos obliga a poner en or-den
su prosa. Pero en este caso vamos a prescindir de este orden y
seguir su desorden. Porque a continuación dice : "he sabido poco ha"
que en Canarias hay un partido betancorano que conserva todavía la
lengua y las costumbres francesas, a pesar de que los herederos de
Betancor vendieron sus derechos. Los que acompañaron al francés
construyeron allí sus casas, aumentaron sus familias, y allí per-manecen
felices viviendo con los españoles "sin los fríos de
Francia',
Fernández de Oviedo es tan breve como Angleria, y en su
brevedad no añade noticia nueva aigwa. Para éi ios canarios son
gente de mucho esfuerzo, "cuasi desnuda y tan silvestre" que no
tenían lumbre, según algunos, y poseían armas, consistentes en
varas y piedras, con las que mataron a muchos cristianos 3G.
Gómara, como siempre, inicia su indagación por la filología.
Y así nos explica o nos da la versión que algunos autores han fa-cilitado
del gentilicio canario, derivado, según unos, "por comer
como canes, mucho y crudo", pues un canario "se comía veinte co-nejos
de una comida".
Hablaba de la cueva de los reyes de Gáldar, cavada "en peña
viva y toda chapada de tablones del corazón del pino que llaman
tea, madera perpetua". Los indígenas andaban desnudos o, cuan-do
mucho, con dos cueros peludos de cabra. A base de sebo endu-recían
el cuero, mojando el sebo de cabras con zumos de hierbas.
En -1.1 alimentación gastaban ceba.& (no tenían trigo) y cru-da,
por no conocer el fuego, según dicen. Pero Gómara no acepta
esta afirmación y sostiene que sí conocían el fuego. En cambio, sí
consta que no conocían el hierro y que tenían que arar la tierra a
base de cuernos.
34 Lib VII, cap. 1, pág. 260.
$5 Anglería: Década 111, lib. VII, cap. 1, pág. 260.
36 Lib 1, cap. V.
Núm 10 (1964)
Cada isla tenía su propia lengua.
En la guerra eran esforzados y cuidadosos; usaban ballestas de
palo y dardos y lanzones con cuernos por hierro. Eran hábiles arro-jando
piedras y solían atacar de noche para engañar al enemigo.
En la paz eran flojos y disolutos. Gustaban de fiestas y bailes, y
solían pintarse en éstas, así como para la lucha. Polígamos, idóla-tras,
se les aparecía mucho el diablo. Cuando elegian nuevo señor,
muchos, para ganar fama y hacienda para los suyos, solían arro-jarse
por el peñasco de Ayatirma (sic). A los muertos los bañaban
en el mar, luego los secaban a la sombra y los liab,an con correas
de cuero de cabra de tal manera que duraban mucho sin corrom-perse.
Maravilla-considera-que estando tan cerca de Africa fue-ran
tan distintos en religión, costumbres, trajes y color. Gómara
no rehuye nunca la consideración y la comparación y por eso ter-mina
razonando que ei hecho de que no tuvieran fuego, hierro ni
letras es síntoma de que no habían entrado allí cristianos. Pero
desde Bethencourt han comenzado a ser de Castilla y ya son cris-tianos
"y visten como en España" (prirnera distinción de un penin-sular),
adonde vienen "con las apelaciones y tributos" 3'.
Alonso de Santa Cruz coincide con Gómara y con ~ n g l e r í ay
Casas. Los canarios, para Alonso de Santa Cruz, sí conocieron el
fuego, aunque haya autores que sostengan lo contrario. Como ar-mas
usaban varas y piedras, y como casas, las cuevas. Religiosa-mente
rendían ctulto al sol, estrellas y luna. Eran ~ o l í g a ~ o"spe, r o
el principal las había de conocer primero, lo cual era tenido por una
gran honra". Ligeros, saltaban como cabras de peñia en peña, sien-do
los de Tenerife los más guerreros. Tenían lenguas distintas se-gún
islas.
&-aii Canaria, s-Gbak: pln,c ;p. e, a ! ~ n = s
se despeñaban como parte de la ceremonia, gratificando el príncipe
a los parientes del suicida.
También en Gran Canaria había una peña alta, llamada Telma
(sic), donde hacían sus ritos, y en su honor los cananos, tomhndo-se
de !as manos dos =. das, alegres y cantmde, pexwxdidm yr 1%
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS EN LOS CROXISTAS DE INDIAS 25
sacerdotes de que quien así moría lograba que su alma gozara
vida eterna, se despeñaban. Así los canarios por sus Termas (sic),
que eran como casas santas y que tenían para ellos el mismo signi-ficado
que para nosotros Jerusalén o para los moros la Meca, per-dían
la vida 38.
En ninguno de los cronistas se recoge la suerte posterior del
indígena canario. Se habla de sus costumbres, y Bernáldez, lo vi-mos,
nos da el fin de algunos grupos, pero nada más. Unicamente
Fray Bernardino de Sahagún, al referirse a la desaparición del
pueblo azteca, recuerda el caso canario, e indica que "desde las
Canarias acá todas las naciones han faltado" 39.
¿Quiénes pudieron informar a Bernáldez sobre la conquista de
Canarias? Los últimos editores de la famosa Historia, hoy llamada
más propiamente Memorias, citan una treiritena de fuentes usadas
por el cura de Los Palacios, pero, dijimos, ninguna de elIas tiene
que ver con el mundo canario. Consultado por mí uno de los edito-res,
el doctor Juan de Mata Carriazo, sobre el particular, tuvo la
amabilidad de informarme sobre su opinión de que tal vez algún
clérigo o comerciante pudo ser quien le informase tan cuidado-samente
sobre lo sucedido en Canarias. O alguno de los actores.
Pudo tener como amigo, en su casa, a cualquiera de aquellos
conquistadores que, partiendo de Sevilla, se lanzaron a debelar el
Archipiélago. Es lo que sucede a Colón. Tanto el hecho canario
como el hallazgo colombino entran en sus capítulos poniendo una
nota exótica en el popularismo de su prosa.
No hay acarreo de materiales nuevos y, por lo mismo, no en-contramos
noticias. Nos dice, refiriéndose a Gran Canaria, que
desde Sevilla se enviaron a conquistarla a Juan Rejón y a Pedro
de Algaba, pero "entre los cuales' ovo cisma e muerte". Después
marchó Pedro de Vera, Alcaide de Arcos, que salió de Jerez en
35 I~larzo Parte tercera, 348-361.
39 Tomo 111, cap. XIII, pág. 308.
26 FRANCISCO MORALES PADRÓN
1480 y que fue enviado a conquistar Gran Canaria como castigo
por haber matado al alcaide de Medina Sidonia. La relacilón con
América se apunta ya, pues este Vera será abuelo de Alvar Núñez
Cabeza de Vaca, como más de una vez nos dirán las crónicas in-dianas.
E h los capítulos 64, 65 y 66 trata Bernáldez de las Islas,
su conquista en general y, en particular, de la Gran Canaria. Para
volver en los capítulos 132 y 134 a tratar de las cocquistas de La
Palma y Tenerife. Precisamente el capítulo 132 es copiado servil-mente
por Alonso de Santa Cruz en su Crónica de Zos Reyes Cat5-
licos. Resulta interesante leer en Bernáldez, al referirse a La Pal-ma,
que su conquista no la ha sabido "explicadamente". Prueba de
que su información debió ser oral. Refiere que Alonso de Lugo, a
N
caballero de Sevilla, actuó con Vera y quedó en Gran Canaria, de E
donde salió para dominar a La Palma, cosa que efectúa en 1493, O
n -
sometiendo a 1.200 palmeros entre varones y hembras y capturan-
- m
O
E
do 21.000 cabezas de cabras y ovejas. El mismo Lugo obtiene la SE
conquista de Tenerife, que principia con gente de Sevilla y toda -E
Andalucía, amén de gente del Archipiélago. Pero tan pronto co- 3
menzaron a hacer la guerra a los guanches se encontraron con que - -
éstos querían "ser cristianos e likres, que no querían guerra" y pe- 0
m
E
dían los dejaran tranquilos en sus casas y tierras como vasallos O
de Castilla. Esto no fue bien acogido entre los conquistadores por
n diversas causas: l.", por los grandes gastos que se habían heoho -E
preparando la expedición; 2.", porque los tinerfeños habían sido a
2
requeridos muchas veces y se habían negado a aceptar la fe cató- n
n
lica y el vasallaje a Castilla, y 3.eL, porque se desconfiaba de ellos.
Tras discutir diversas opiniones se inició la conquista, pero los 3
O
guanches descalabraron a los de Lugo rápidamente y los persi-guieron
"fasta la mar". Fue un reembarque sangriento porque mu-chos
lograron alcanzar los navíos, pero otros se "enrrocavan en las
peñas e barrancos e veras donde bate la mar, e allí los mataban;
e dellos desde que la mar crescía los ahogava". Murieron más de
ochocientos hombres de Lugo. Los que escaparon se volvieron a
Gran Canaria "e dende cada uno a su tierra". Pero Lugo se enva-lentonó
más; regresó a Castilla, pidió licencia, reclutó gentes y
más ordenadamente desembarcó en Tenerife en 1495, sometiendo
204 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS J3N LOS CRON~STASD E IXDIAS 24
totalmente a los guanches y a "Tenerife [e] la metieron en el se-ñorío
de Castilla" ".
Para Bernáldez la conquista de Canarias es un episodio más
del reinado cuyas Memorzas escribe; no así para los otros cro-nistas
que analicemos : Gómara, por ejemplo.
Para el capellán de Cortés la conquista de Cansrias es el antece-dente
de la conquista de América. Lo dice claramente: "Por ser las
islas Canarias camino para las Indias, y recientemente conquista-das,
escribo aquí su conquista". Se remonta al siglo XIV, tras soste-ner
que el Archipiélago fue muy conocido y elogiado por griegos, la-tinos
y africanos. Es en 1344 cuando Luis de la Cerda solicita ya li-cencia
a Pedro IV de Aragón para someter a las Islas, adonde, tal
vez, hubieran llegado entonces los mallorquines, a quienes los cana-rios
se alaban de haber vencido. Hacia 1393 arriban los primeros es-pañoles,
que son sevillanos, vizcaínos y guipuzcoanos. Van con
caballos y el cronista ignora a costa de quiénes fueron, pero sí sabe
que apresaron al rey y a la reina de Lanzarote, más 170 personas,
cueros de cabras, cera... El próximo personaje en la prosa de Gó-mara
es Juan de Bethencourt, que lleva a Fray Mendo (sic) como
obispo. El conquistador normando sometió a cuatro islas, cuyo
señorío dejó a su sobrino Menaute (sic). Bethencourt envió a Es-paña
y Francia esclavos, cueros, sebos, cera, orchilla, sangre de
drago, higos ... Prosigue narrando las incidencias de la conquista.
Es de notar las equivocadas transcripciones de los nombres indí-genas:
Maninigra, por ejemplo, y otros que hemos hecho constar.
De éste, de Maninigra, reproduce una frase que ya recoge la Cró-nica
de Sedeño, al igual que Abreu Galindo, pronunciada cuando
alguien le tachó de medroso: "Tiemblan las carnes temiendo el
peligro donde las ha de poner el corazón". Gómara no emite ningún
juicio sobre la conquista, ni califica a ninguno de los actores, pero
subraya el valor del indígena canario y menciona a Maninidra y a
otro llamado Juan Delgado .'l.
---
4O Caps. 64, 65, 66, 132 y 134; págs. 135-145 g 337-314.
41 1. 374-6. Sobre "El dicho de Maninidra" véase aclaración de A. Ciora-nescu
'<Revista de Historia Canaria", XXVIII, 137-140, 1962, págs 182-187.
Gonzalo F'ernández de Oviedo aprovecha la escala de Colón en
Gran Canaria en 1492 para facilitarnos los breves datos que nos
da sokre la conquista y los indígenas, sin novedad alguna "?.
Y de paso también, y así lo expresa, se manifiesta Anglería cuan-do
escribe: "Paréceme que no ha de disgustar, supuesto que hemos
venido a las Canarias (con Colón en el primer viaje), el que cuente
cómo de desconocidas se hizieron conocidas y de incultas vinieron
a cultura". Supone que "por fehz suerte" las encontró Juan de
Bethencourt en 1405; pero su relato es mínimo, aunque, como
Oviedo, resalta el coraje bélico de los indígenas. Como Gómara,
transcribe mal los nombres, y como Bernáldez, recoge la derrota
de Lugo en Tenerife, aunque la mortandad de cristianos la reduce
a 400 ". a
N
Y vamos con las Casas: O
xodi&hamQs yce &rn$!&z recege 1% c o q ~ i s t l& canarias n - m
como un episodio más de la historia de los Reyes Católicos que O
E
narra, en función de éstos. En cambio Gómara, Oviedo y Anglería E
2
E -corno Sahagún más tarde-se hacen eco determinados por el he- -
cho americano que están narrando. Gómara, ya lo dijimos: "por 3
ser camino para las Indias", Anglería, "supuesto que hemos ve- n--
nido a Canarias". Es decir, ya que estamos aquí-en Canarias- m
E
digamos algo de ellas, parecen decirnos con sus frases O
Entre unos y otros hay diferencias, no sólo en cuanto a la ex- -
tensión o transcripción de nombres indígenas, sino en cuanto a E
fechas. Merece evidenciemos algo notable en Bernáldez y en las a
Casas. El cura de Los Palacios recoge el mito sobre el OJO o luz n
n
que, según profecía, se les mostraría a los canarios en dirección a
España. En las Casas llama la atención su bella frase: "Las Ca- 3
O
narias estaban tras la puerta", y pese a ello no habían sido descu-biertas
y conquistadas. Con mayor razón, considera, tenían que
estar ocultas las Indias. Siempre, como vemos, el paralelo, la com-paración
Canarias-Indias. Las Casas, cuyo relato de la conquista
de las Islas es amplio, merece la atención, aunque no vayamos a
glosarlo. Como fuentes utiliza documentación y al portugués 3050
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS EN LOS CRONISTAS DE INDIAS 29
de Barros, a quien combate, especialmente al tratar de los inten-tos
portugueses 44. Las Casas y Gómara ofrecen cierto paralelismo
al tratar de Bethencourt.
Las razones que impelen a las casas para tratar de la con-quista
canaria están perfectamente expresadas cuando escribe :
"porque haya dellas noticia alguna en nuestro vulgar castellano,
pues ni en él, ni en historia escrita en latín, se hallará escripto tan
particularmente ni tan larga lo que aquí habernos dicho dellas"
Cierto, aunque son las palabras siguientes más interesantes, puesto
que evidencian ese paralelismo tantas veces citado, pero ya visto
por el fraile dominico: "y parece no ser fuera de propósito refe-rirlo
como quiera que cada día, hablando destas Indias, hemos de
topar con ellas". Ellas son las Islas Canarias. Ya en el capitulo XVII
ha hecho semejante afirmación y propósito en bello párrafo que no
tiene desperdicio alguno: Dado que "muchas hemos de tocar en la
historia siguiente, con el ayuda de Dios, y muchos y aun quizás
todos los que hoy son y menos los que vinieren, no saben ni por
ventura podrían saber cuándo ni cómo ni por quih fue celebrado su
descubrimiento, parecióme que sería mucho agradable referir aquí
algo de ello, antes que tratemos del de nuestras oceanas Indias".
Nos libera de todo comentario la claridad del párrafo lascasiano.
Pero queremos añadir algo más, no nuestro, sino del mismo fraile.
Y es que, continuando esta similitud Canarias-Indias, segu'damen-te
nos comunica que un año, que deja en blanco, una nave inglesa
o francesa yendo de Francia o de Inglaterra a España fue arras-trada
por vientos contrarios yendo a parar a Canarias. Esta nave
llevó la noticia a Francia ... y entonces comenzó su conquista. La
similitud con el casual descubrimiento de América por el piloto
desconocido es patente. Seguir al fraile implica alargar nuestro es-tudio,
pero sus capítulos XV a XVI del Libro 1 contienen un rico
mwteril! par2 12 hi&criegr&i-i. canaria 4F,
Resulta interesante no sólo seguir la tarea de exégesis y crí-tica
de las Casas cuando se trata de desmentir a Barros o cuando
usa documentos y la Historia de don Juan de Castilla, de la cual
44 Lib 1, cap. XiX.
45 Lib. 1, cap. XXiI.
46 Tomo 1, págs. 73-118.
80 FRANCISCO8 MORALES P ~ D R ~ S
sólo posee "ciertos cuadernos". Aún más notable resulta compro-bar
en las Casas una exaltación-que alcanzará su cenit al en-frentarse
con el mundo americano-, cuando trata de los derechos
para efectuar la conquista. Y así exclama y se pregunta: ";Qu5
causa legítima o qué justicia tuvieron estos Betancores de ir a in-quietar
e hacer esclavos a aquellos canarios, estando en sus tierras
seguros y pacíficos, sin ir a Francia ni venir a Castilla ni a otra
parte a molestar ni hacer injuria, violencia ni daño alguno a vi-viente
persona del mundo?" 45. Como una tromba prosigue el fraile
arremetiendo contra los portugueses y contra los que arribaron a
Canarias a efectuar daños, robar, saltear Juan de Bethencourt,
dice, conquistó Lanzarote, Fuerteventura y Hierro "haciendo gue-rra
cruel a los vecinos naturales dellas, sin otra razón ni causa más a
de por su voluntad, o, por mejor decir, ambición y querer ser señor N
E
de quien no le debía nada, sojuzgándolos ...; es cosa cierta de mara- O
villar que haya caido tant.a ceguedad en los cristianos ;h abien- n-- m
do profesado guardar la ley natural y el Evangelio ..." ". O
E
Por fin, en la Historia de Za Nuesa España, escrita en el XVI por
Juan Alonso de Zorita, se habla de Lucio Marineo Sículo, que en sus
Cosas MemorabZes de España (Lib. XIX) trata de "cómo y cuhdo
se ganaran las Canarias".
Es éste tema siempre polémico y cuajado de interés en la his-toriografía
colombina. No cabe aquí extenderse porque sólo pre-tendemos
señalar las relaciones de Canarias, tal como aparecen en
los cronistas indianos, con el asunto. Las Casas, Oviedo, el Inca
Garcilaso, recogen la historia del hallazgo casual de América por
..m -:TA+, ArimnnmnniAn m1.n Ir\ nnm.i>nir>X o P n l A n
,411 plLVLu U.zC,L,UIIVC.IUU YUb AV C.UIIIUUIIUV U "VIVIL.
En las Casas se trata de un barco descarriado que hacía la
ruta España a F'landes o Inglaterra.
47 Lib. 1, cap. XJX.
48 Xdem y cap. Pv7II.
49 Llb 1, cap XVII.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS EN LOS CRONISTAS DE IKDIAS 31
En Fernández de Oviedo es el mismo barco en ruta Espaiia-
Inglaterra.
En Gómara son más de una las versiones, pero es donde primero
se dice que se trata de un piloto andaluz que negociaba con Canarias.
El Znca Garcilaso a ~ p l í ala referencia, pues habla de un piloto
de Huelva, del Condado, que traficaba con Canarias; de estas islas
iba a Madera y de aquí se dirigía a España, cerrando su "triangular
contratación", primera mención que hallarnos de un comercio
triangular.
Pizarro Orellana dará similar versión que la del Inca jn.
A nosotros, claro, nos interesan aquellas versiones donde el pre-
6 e s c ~br imi ehu purezcu !igu& u CmuRas, bien prwe re tmti
de un piloto canario o porque el famoso piloto contrataba con Ca-narias.
mte es el valor de las versiones que recogemos y que no
encontramos citadas en las obras que acabamos de mencionar.
Pigafetta escribe que algunos suponían que "desde las Islas
Canarias podía llegar a la isla de la Antilla, y por esta razón Colón
denominó Antillas a las Islas que encontró más acá de América 51.
Antonio de Herrera recuerda que un vecino de las Islas Made-ras
pidió licencia en 1484 para descubrir ciertas tierras que se
veían anualmente hacia el W. De esto resultó que en los mapas
antiguos se pintaran algunas islas, especialmente llamadas Anti-llas,
situadas a unas 200 millas al poniente de las Canarias. Estas
Antillas, estimaban los portugueses, eran las Siete Ciudades, "cuya
fama y apetito ha hecho a muchos, por codicia, desvariar y gastar
muchos dineros sin provecho".
Menciona también Herrera el caso de un Antonio Leme que
navegando hacia Poniente le pareció encontrar islas. Y afirma que
50 Baldomero de Lorenzo Leal: Crzstóbal Colón y Alonso Sdnchex o el
primer descubrzmiento del Nuevo Mundo Jerez, 1892 Alberto Aboal Amaro:
El Ptloto Desconoczdo. Montevideo, 1957.
51 Pigafetta, gag, 12.
en la Gomera y Hierro muchos habitantes sostenían ver cada año
islas hacia poniente. Pero también recoge el cronista oficial que
más de uno pensaba que la tierra se acababa en Canarias; más allá
sólo habia mar
Alonso de Santa Cruz se inclina a considerar como germen del
plan colombino, no las lecturas efectuadas por el futuro Almirante,
sino "la noticia que traxo aquella nao que viniendo por alta mar
de la parte de las Canarias y siendo alcanzada allá por tempestad
vio alguna de aquellas yslas que están casi adiacentes a la Espa-ñola,
por el qual indicio se determinó don Christoval Colón, o por-que
Dios por su bondad y misericordia quiso revelar una cosa que
avía de redundar en su servicio" s3. a
N
E
Fray Antonio de la Calancha, en su Crónzca Moralizadora, elu- O
n
*.,l..,.." :m..Al--..+A -,.l.-,. 1- -A-,.-:- 2-1 L. --1--i..:-- L-.....
-
~ u uar 16 u a l l r rGi lLG Duul c: la ~ C l l G u l bU G1 p L Uy oGLU I;UlUlllUlllU, U a l S L- - m
O jando diversos pareceres que él expone objetivamente: "Otros di- E
E
cen que le dio la noticia-a Colón-un hombre del Condado llama- s
E
do Alonso Sánchez de Huelva, natural de Huelva, piloto de las Ca- =
narias; así lo dlce Garcilaso". El "presbítero Gómara-añadedice 3
que muchos afirman que el marinero que dio la noticia era andaluz, - -
0m
que trataba en Canarias y en las Islas de Madera ..." M E
O
La Historia Apologética de las Indias Occzdentales y en especial n
de la Provincia de San Vicente de Chiapas y Guatemala, recoge tam- aE
bién la historia del piloto andaluz, llamado Alonso Sánchez, que
n
navegando de España a Canarias fue empujado hacia el Nuevo n
Mundo 55. 3
O
Y el Padre Gumilla, para afianzar esa posibilidad de una derrota
a causa de una tormenta Canarias-Indias, cuenta que estando en
1731 en San José de Oruña (Trinidad), los vecinos, que "aunque
pocos son honrados", le contaron que años atrás había arribado
52 Herrera: Década 1, lib. 1, cap 11, tomo 1, pág. 4.
53 Parte tercera, pág. 347.
54 Calancña, ptig. 10.
55 Isasoge Hzstoma ApoZogétzca de las I n h s Occidentales, pág 146.
210 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS EN LOS CRONISTAS DE INDIAS 33
a la isla un barco que yendo de Tenerife a otra isla del Archipié-lago
se vio desviado por una tormenta. Gracias al vino que iieva-ban
vivieron, aunque llegaron flacos y esperando la muerte a cada
minuto. Si esto sucedía en pleno siglo XVIII, se pregunta Gumilla,
¿no pudo acontecer lo mismo en siglos pasados? ", y admite así
ia posibilidad de un marino canario, o de un barco que traficaba
con Canarias, o un marinero andaluz que viajaba a Canarias, etc.,
se viera empujado hacia poniente hasta arribar a las costas ameri-canas.
El hecho en sí no era difícil, ni imposible. Lo meritorio es-taba
en la segunda parte: en el regreso.
7.-CANARIAS COMO ESCALA.
Insistir sobre el valor de Canarias como escala y centro de
aprovisionamiento resulta vano ya. En cualquiera de los "Derro-teros"
de antaño se recalca esta nota y en todas las crónicas las
expediciones a Indias aparecen tocando en la Gomera, Gran Ca-naria,
el Hierro y a veces en Tenerife o Lanzarote, para hacer
aguada, tomar leña y provisiones. Pocas fueron las flotas que no
hicieron esta parada reglamentaria, uniendo de este modo a las
Islas con América en un vínculo que aún dura.
Si recurrimos a la Geografía de Indias de López de Velasco, por
ejemplo, hallaremos perfectamente trazada toda la ruta: de Sevilla a
Sanlúcar, de aquí, por el Golfo de las Yeguas y tras navegar unas
250 leguas, a Canarias, tardándose ocho o diez días. Nos explica el
geógrafo los momentos del año en que conviene navegar y el predo-minio
de los vientos que afectan a la navegación, para indicarnos
seguidamente que de Canarias se va a la Dominica recorriendo
56 Gumilla: El Orirzoco Ilustrado. Segunda parte, cap. VI, págs. 260-1. El
Padre Acosta corrobora esta posibilidad con una experiencia personal que
cuenta así: "A mí me acaeció, pasando a Indias, verme en la primera tierra
poblada de españoles quince días despues de salidos de las Canarias, y sm
duda fuera más breve el viaje si se dieran velas a brisa fresca que corría. Así
que me parece cosa muy verosímil que hayan en tiempos pasados venid^ a
Indias hombres vencidos de la furia del viento, sin tener ellos tal pensamlen-to
" Lib. 1, cap XIX, pág 72.
34, FRANCISCO MORALES PADRÓN
unas 500 leguas en veinticinco días en naves que pueden navegar
de 25 a 30 leguas diarias ".
Las recaladas solían hacerse "en Gran Canaria, o la Gomera,
o La Palma, porque están en más derecha derrota y al propósito,
e son fértiles e abundan en bastimentos y de lo que conviene a los
que esta l a ~ g an agevación hacen", dice Oviedo js.
Hierro y la Punta de Anaga serán también fundamentales refe-rencias
para enrumbar y fijar posiciones, como bien nos lo recuer-dan
Alonso de Santa Cruz y Vázquez de Espinosa ".
Y Tenerife, más abundante en provisiones, será refugio de im- a
portantes flotas. Y el Teide, desde el gran viaje descubridor, será N
E
faro y guía : O -
Pasan por Canarias, ven el p~co
de Teide que domina los celajes
corte las ondas náutico hocico.
rima Juan de Castellanos 60.
Las escalas de Colón revisten un enorme interés, y la primera
ha servido para que modernamente algunos cultivadores de la his-toria
insular polemicen sobre el lugar de la arribada de Colón en
Gran Canaria. Para nosotros no hay duda alguna de que ese lugar
fue Las Palmas. Aunque el Almirante o Pinzón hayan arribado a
Gando, luego debieron ir a Las Palmas. Y si Pinzón fondeó en
Gando, no cabe duda que Colón, viniendo de la Gomera, se di-igió
a Las Palmas, donde debía estar doña Beatriz de Bohadilin y el.
navío de Grajeda que le interesaba. No podía pensar Colón que la
señerz de 1a Gnmera estuviera en Gando, lugar sin importanck
política o comercial. Repito, pues, que no insistimos más en las
recaladas de Colón. Todas constan bien en el Dicrr%o del primer
57 Lope de Velasco
58 Oviedo, lib. 1, cap. M.
59 Vázquez de Espinosa, iia 1, cap. 2. Punto i.
SO Castellanos: "Historia de Cartagena". Canto 1, tomo 111, pág 19.
212 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS EN LOS CRONISTAS DE INDIAS 35
viaje, en las Casas, en Fernández de Oviedo, en Hernando Colón,
en Antonio de Herrera, etc.
Si el primer viaje colombino tiene interés descubridor, por los
aprestos y arreglos técnicos que se le hacen a los barcos y, sobre
todo, por la inyección de optimismo que les ponen a los aventure-ros
al indicarles que desde las Islas se veían tierras hacia el Oeste,
el segundo viaje está dotado igualmente de una enorme trascen-dencia
colonizadora. De nuevo se hace alto en la Gomera, donde
estarán dos días tomando velozmente provisiones de becerros, ca-bras,
ovejas, leña, agua, gallinas, que fueron la base de la futura
riqueza avícola americana, pepitas y simientes de frutas, y las
famosas ocho puercas que costaron 560 maravedies.
Los animales prefirieron siempre tomarlos en Canarias vivos,
para evitarles el mal rato que significaba la navegación Cádiz-
Canarias. En este tramo las flotas "sienten la mayor dificultad,
por ser aquel Golfo de las Yeguas vario, y contrastado de varios
vientos" ". Esto lo hace constar el P. Acosta.
Pero mucho antes, y por directa experiencia en más de una oca-sión,
Fernández de Oviedo expresó que "aquel espacio o golfo de mar
que hay desde Castilla a estas islas se llama Golfo de las Yeguas a
causa de las muchas dellas que allí se han echado. Porque, como es
tempestuoso mar, en mucha manera más que desde allí adelante
hasta las Indias e de más peligro, acaesció, en los principios que esta
tierra se poblaba, que trayendo los ganados e yeguas desde España,
todas las más dellas se quedaron en aquel golfo, por tormentas e por
se morir en el viaje; y, de ser tan dificultoso de pasarlas, comenzaron
los hombres de la mar a llamarle el Golfo de las Yeguas. E así se
ie puso este nomsbre e se ha quedado con éi; porque las que llegaban
vivas hasta las Islas de Canaria, las tenían por navegadas o pues-tas
en salvo. Mas también se pudiera llamarle el Golfo de las Va-cas,
pues no murieron menos que de las yeguas, de la mesma
manera" 62.
61 José Acosta: Lib. III, cap. IV, pág 144.
62 Oviedo: Lib. 11, cap. Viii.
36 FRmCISCO MORALES PADRÓN
Gómara fija también la ruta Sanlúcar-Hierro en unas S50 le-guas,
a hacer en ocho o doce días. Y, como Oviedo, las Casas y
Acosta, reconoce que el tramo peor del viaje a Indias está en el
citado Golfo de las Yeguas, equivalente, 21 regreso, al Canal de
Bahamas 63.
Las Casas, que navegó decenas de veces por el Atlántico,
asevera que "el mayor golfo de mar que en aquellos tiempos
por nuestra gente se navegaba era, o el de las Canarjas. o el de las
Islas Azores, o el de las Islas de la Madera o las de Cabo Verde'' ".
El viaje era menos rudo en el segundo trecho: "pasadas las
a
Canarias, van bajando [las naves]-dice el P. Acosta-hasta en- N
trar en la Tórrida; y hallan luego la brisa, y navegando a popa, E
O que apenas hay necesidad de tocar a las velas en todo el viaje. Por n--
eso llamaron a aquel golfo, el Golfo de las Damas, por su quietud m
O
E
y apacibilidad" 65. SE
Con frecuencia se tardaba más en lograr fondear en una de
las Canarias que en llegar a ellas. Dijimos que el tramo Sevilla-ca-narias
se hacía en ocho o doce días o algo más; dependía del es-tado
del mar. Colón tardó del 4 al 9 de agosto en su primer viaje,
logrando fondear, dice Hernando, el 11 66.
Desde Canarias hacia América empujaban los alisios, y los ma-rinos
divisaban hasta cinco clases de aves, entre ellas el famoso
"rabo de junco", que Oviedo, haciendo su tercer viaje entre Cana-rias
y la Península, logró divisar en el Golfo de las Yeguas con
gran admiración de los marineros, que nunca habían visto estas
aves tan cerca de España 6í. Los compañeros de Colón, por su parte,
creyeron experimentar que el agua en el llamado Golfo de las Da-mas
era menos salada y cada vez más hermosa, síntoma de "ser
los aires más puros y dulces" ".
63 Gómara, 1, pág 371 (E3 Camino de las Indias).
64 Casas: Hzstorm de las Indius, lib 1, cap XXXVII
65 Acosta, lib. Iii, cap. IV, pág. 144.
6 6 o ~ l ~ dh0h,. VnIj Cap;
67 Oviedo, lib. XIV, cap. 1.
68 Casas. Hzstortu de las Imitas, lib 1, cap. XXXVI
214 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS EN LOS CRONISTAS DE INDIAS 37
Toda la teoría de expediciones que siguen al hallazgo colombino
tocarán generalmente en Canarias. Lo hace Pinzón y Ovando en
1502 y Alonso Quintero en 1504. Pedrarias Dávila, con su florida
expedición en el año 1514, arrika a la Gomera, donde permanece
fondeado dieciséis días para carenar las naves maltratadas por un
temporal, especialmente la capitana, que perdiU el timón, al igual
que Pinzón en 1492. En la Gomera toma leña y agua, "pues vienen
muy ,bien aquellas islas a los que quieren lanzarse a aquel vasto
mar", sentencia Angleria 'j9. Oviedo manifiesta que Pedrarias arri-b6
a la Gomera con 18 naos y carabelas, enviando una directamente
a Santo Domingo para tomar "lenguas" 'l. La escala debió ser de
veinte días, pues Oviedo, que iba en el viaje, así nos lo dice ma-nifestando
entonces que eran 22 naos y carabelas. El sucesor de
Pedrarias, el Gobernador Pedro de los Ríos, también arribará a
!a &mera en 2.526 E! ii;is=o año en yiiz tocó Montejo, eonq~is-tador
de Yucatán.
No faltará nunca la anécdota, el episodio cómico o trágico, en
estas escalas, como siempre sucede en la historia del mar. Cuenta
las Casas que en 1510 pasaron a la Española los primeros hmi-nicos
en la figura de fray Domingo de Mendoza. Se contaba en
Santo Domingo que cuando este fraile tocó en la Gomera le roga-ron
que visitase a una mujer que estaba endemoniada y el fraile
aceptó gustoso. Conjuró al demonio y le preguntó que de dónde
venia, a lo que el diablo, por boca de la mujer gomera, le contestó
que de las Indias. El fraile exclamb : "; Ah, don traidor, que yo no
os cale para allá, pues la fe catálica se lleva y va en ellas a predi-carse,
donde habéis rescibido gran daño y ser dellas desterrado!"
Respondió el demonio: "Bien está, que a l ~ ú nda ño me han hecho
y hacen, pero por eso bien que no se sabrá el secreto de estos cien
años", El demonio ha p&do decir verdadj apstilla las Czsas y
el tiempo se encargará de demostrarlo "y por ventura el secreto
es la claridad del engaño y ceguedad que hay cerca de las injusti-
69 Década 111, lib 1, cap 1, pág. 242.
70 Casas: Ibid., lib. 111, cap. LIX.
"- ,-.--..J-
1 . vvleuo, lib. L, cap. 111, tomo V, pggs. 32%-212.
72 Oviedo, segunda parte, Iib X, cap. VI, tomo III, pag. 223.
73 Oviedo, segunda parte, lib. X, cap XXTI, tomo IiI, pág. 304.
38 FRANCISCO MORALES PIDRON
cias e impiedades que estas gentes de nosotros han rescibido, no
teniéndose por pecado ..." ít Un demonio "canario" le ha servido
para una de sus admoniciones.
Magallanes se aprovisiona en Tenerife í5, y fondea en un puer-to
llamado Monterroso Loayza, yendo a las especierías, toca en
agosto de 1525 en la Gomera, donde embarca "agua y refresco y
lo que le convenía para la prosecución de su luengo viaje". Fran-cisco
Pizarro, después de las famosas capitulaciones, pasó con sus
gentes por la Gomera, donde aguardo a su hermano Hernando-lá
inteligencia de la familia-, a quien había dejado atrás resolvien-do
los problemas de la empresa de última hora 77.
Sim6n de Alzaba toca en octubre de 1534 en la Gomera, donde a
toman refrescos y adoban a la nao capitana, que hacía mucha agua N
E debido a que, saliendo de Cádiz, tocó fondo O
Don Pedro de Mendoza.; en sil conocida. expedir.iÓn al Rfo Ia n-- m
Plata, fondea en Canarias, y, como a otros, "se le quedaron mu- O
E
chos hombres en las Islas". Esto se lo contó a Fernández de Ovie- E
2
do el clérigo Diego de Quintanilla, que formó parte de la citada E
=
expedición. Sabemos que ésta tuvo que cerrar el banderín de en- =
ganche, pues las gentes, ilusionadas por el tesoro de Atahualpa -- 0
traído por Hernando Pizarro y expuesto en Sevilla, corrió a enro- m
E
larse con don Pedro de Mendoza. Pero a causa de muertes, deser- O
tores y dos naos perdidas, al Plata llegaron 1.500 hombres de los
n
2.000 que habían embarcado -E
También, yendo al Río de la Plata, tocó en La Palma Alvar a
2
Núñez Cabeza de Vaca, quien tomó por la fuerza "una carabela n
0
que estaba cargada con vino" $O.
Diego de Ordás arriba a Tenerife, lo recuerda Fernández de 3
O
Oviedo glosando la crónica del P. Carvajal, y fija en cuarenta y dos
días la estancia de Ordás en Santa Cruz de Tenerife, donde com-
74 Casas, lib. 11, cap LIV
75 Oviedo, lib. XX, cap. 1.
76 Pigafetta, pág 44.
77 Pedro Pizarro, págs. 20-21.
78 Oviedo. 11, pág 240: Oviedo, 111, 343.
79 Oviedo, segunda parte, lib 111, cap VIII.
80 0 , segu nda 'parte, hb IV, cap. XV
216 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS EN LOS CRONISTAS DE INDIAS 39
prÓ dos carabelas "y tomó otros cien hombres isleños, buena gen-te,
y proveyóse ..." El P. Aguado, más explícito, indica que Te-nerife
era en aquel tiempo, " y aún agora, la más fuerte y abun-dante
de comidas y mantenimientos" s2. En Santa Cruz permane-ció
durante dos meses Ordás, rehaciéndose de bastimentos y de
gente, entre los cuales estaban los hidalgos "Silvas", que se ofre-cieron
a pertrechar ciertos navíos y tripulación a su costa, y de
los que dice Juan de Castellanos :
Gaspar de Silva con sus dos hermanos
eran en Tenerife principales,
de próspero caudal y rico traje.
Al Ordás ofrecieron sus caudales
enviándole con buen matalotaje,
y con doscientos hombres naturales
prometieron de yr aquel viage. . 83.
Como los Silva tardaban algo, Ordás se adelantó rumbo al Ama-zonas,
donde tendrá lugar una historia de la cual hoy queda el
topónimo Silva dado a una isla del río.
Jerónimo de Ortal, sucesor de Ordás, zarpa de Sevilla en agos-to
de 1534 y en Tenerife amó otra carabela con 70 hombres 84.
Juan de Castellanos, beneficiado de Tunja, refiriéndose a Ortal, en
su ElegÚt de Varones Ilustres canta :
Surgieron en las Islas de Canaria,
adonde recogió gente novela,
y en Tenerde fue principalmente
donde se le llegó copia de gente 8s.
También se refiere a Pedro Fernández de Lugo, que prepara
su expedición en Tenerife en 1535 ((en la Elegia IV, canto 1) ; y Fer-nández
Piedrahita 8b igualmente da testimonio de esta expedición.
81 Oviedo, lib , V, cap 11.
82 Aguado, lib. IV, cap. VII, pág. 458. Caulín indica que en Tenenfe Ordás
se rehizo "de nuevas gentes y los correspondientes bastimentos" Lib. 11, ca-
~í t u l oV , pág. 136
83 Castellanos- Primera parte. Elegía IX. Canto primero, tomo 1, 337
84 Oviedo, Liib V, cap VII, tomo 11, p&g. 409.
85 Castellanos Elegía XI. Canto 1, tomo 1, pág 405.
86 P. Fernández de Piedrahita: Primera parte, lib. 111, cap. V, pág. 99.
40 FRANCISCO MORALES PADRON
En Tenerife nombró ya a Gonzalo Jiménez de Quesada como Te-niente
General.
El mismo Castellanos, respecto a su hijo el tercer Adelantado
de Canarias don Alonso Luis, ya en 1540, dice :
donde de los isleños más granados
también se le llegó lustrosa gente
En efecto
Con muchos hombres nobles
don Alonso Luis salió de España
y pasó por las Islas de Canaria,
donde de los isleños más granados
también se le llegó lustrosa gente
y en tres navíos bien aderezados
para Santo Domingo hizo vía 87.
Lucas Fernández de Piedrahita y Fray Pedro Simón corrobo-ran
que con don Alonso Luis Fernández de Lugo se enrolaron en
Canarias "gente noMe y común", "algunos de los soldados de más
porte de las Islas, y personas de mucha experiencia, como Juan de
Mayorga, antiguo conquistador de Cubagua"
El madrileño Pedro de Heredia, yendo también a las tierras
del Nuevo Reino, tardará once días en avistar la Gomera, y en ella
permanecerá ocho días, "donde se proveyó de lo que hobo menes-ter
de refresco e agua e leña e otros hastimentos para su camino"
Los testimonios, con frecuencia, se contradicen al describir las
Islas, al valorar sus ventajas, al enjuiciar a sus productos y hom-hres.
Vimos cómo Fernández de Oviedo, tratando de la expedición
de Ordás, califica a los isleños de "buena gente". Esforzados, su-fridores,
los llamarán otros, que por su rápida adaptación a las
condiciones telúricas del Nuevo Mundo destacaron pronto en todas
partes.
87 Castellanos: Cuarta parte, Historia del Nuevo Reino de Granada Can-to
XVII, tomo IV, pág. 415.
-- SQ P FeE5ndez de ,Diedrahita. Primera pnrte, !lb VIII, cap 1, p8gs. 3G1-2;
Simón: Segunda parte Sexta noticia, cap. 1, tomo 111, pág. 169.
89 Oviedo Segunda parte, lib VIII, cap V, tomo 111, pág. 144
218 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS EN LOS CRONISTAS DE INDIAS 41
Ruiz de Arce (1543), testigo y cronista de la conquista del Perú,
habla de la Gomera como de una "tierra mísera", donde viven unos
pocos cristianos dedicados a la ganadería 90. Peyorativamente se
trata a la tierra gomera, pero es un caso único. Igual sucede con
los isleños, calificados de "bastos y groseros" por Aguado, Lucas
Fernández de Piedrahita y Oviedo y Baños. Al historiar la expe-dición
de Spira, arribada a Canarias ocho días antes de Navidad,
cuenta Aguado que no sólo celebraron las Navidades, sino que pro-curaron
rehacerse de la gente que, en casi Ia mitad, se les había
quedado en Cádiz, para lo cual embarcaron doscientos hombres,
"gente basta y grosera" 91. LOS dos adjetivos debieron de gustar
a Fernández Piedrahita 92, que los repite, y a Oviedo y Baños, que
reincide con m��s alevosía, pues señala que Spira tomó "los prime-ros
que encontró en aquellas islas, sin reparar que fuesen de los
vastos y groseros que suelen producir aquel terreno" "".
Paliemos el mal sabor que nos haya producido estos juicios
adversos saboreando la anécdota llena de picaresca, humor o tra-gedia.
Recordemos lo sucedido en Canarias a las expediciones de
Nicolás Federman, Pedro de Mendoza y Hernando de Soto: 1529,
1535 y 1538.
F'ederman, en 1529, arribará a Lanzarote; Ulrico Schmidl (con
Mendoza) fondeará en La Palma, y el Fidalgo de Elvas, cronista de
Soto, en la Gomera. Tres fechas, tres nombres, tres islas y tres su-cesos
curiosos, narrados por dos tudescos y un port~gués.
F'ederman cuenta que tardaron veintitrés días en llegar a @a-narias,
por lo que se vieron obligados a buscar agua en Lanzarote,
"isla que, a pesar de estar bajo el Reino de España, s6lo tiene una
ciudad poblada de cristianos llamada Lanzarote" (sic). El viento les
impidió fondear y se dirigen entonces a Rabicón (sic), donde el
n ? _ i n l i Federman cl-semharca con diez hombres, sin sospechar que
en tierra pudiera haber enemigos. Por entonces reinaba en la isla
una gran sequía, por lo cual se permitía a los árabes de la costa
90 J. Ruiz de Arce. advertencia de -- a sus sucesores Apud. Tres
testigos de Za conquzsta del Perú, pág 76
91 Aguado, lib. 11, cap. 1, tomo 1, págs 114-5.
92 P. Fernández de Piedrahita: Parte primera, lib 111, cap IV, pág. 88.
93 Oviedo y Baños. Parte primera, lib 1, cap. X, pág 48.
vecina habitar en Lanzarote apacentando sus rebaños de cabras
y camellos. Pagaban un tributo al capitán (sic) de la isla y nego-ciaban
con Africa a base de ganados, leche y queso. Cuando los
árabes que estaban en Rubicón vieron a Federman y los suyos es-timaron
que eran franceses (Francia estaba en guerra con Espa-ña
entonces) y les atacaron en número de 80. Federman y otros
fueron heridos a pedradas, dos alemanes y un español fueron apu-ñalados
y el mismo Federman sufrió una estocada, amén de la pe-drada,
siendo finalmente hecho prisionero unto con dos españoles.
Los que huyeron lo hicieron malamente, pues se les persiguió has-ta
las barcas a pedradas. Los prisioneros fueron llevados a una
cueva en calidad de rehenes, aunque se le permitió a Federman es- a
cribir pidiendo rescate. Federman ocultó que él era el capitán de N
E la expedición, y pidió enviaran al barbero para curarlos y a un
O griego que sabía árabe para enterarse de lo que tramaban sus rap-n--
tores. Igualmente ordenó que los navíos levaran anclas y fueran m
O
E
a la ciudad a pedir ayuda por tierra. Así Lo hicieron los navíos, y a E
2
los cuatro días el capitán de Lanzarote, Sancho de Herrers (sic), -E
mandó fuerzas en camellos que los liberó, y apresó a los árabes o
berberiscos. Curados los heridos y perfectamente atendidos, par- 3
-
tieron luego hacia la Gomera para terminar el aprovisionamiento -
0
m
E durante tres días 94.
O
Ulrico Schmidl, años más tarde, en 1535, pasará por Canarias en
unión del Adelantado Mendoza. En el Archipiblago, poblado por "pu- n
E ros españoles con sus mujeres e hijos", los barcos se dispersaron. -
a
Schmidl fue con tres barcos a La Palma, donde están cuatro se- 2
n
manas anclados abasteciéndose. Cuando Mendoza ordenó levar an- n
clas encontraron que en el barco de nuestro cronista iba una pa- 3
O
reja de novios formada por un primo del Adelantado-don Jorge-y
una muchacha palmera hija de un rico vecino insular. Por la
noche el citado doil Jvrge haUia bajado a tierra con doce compa-ñeros
y había recogido a su amada "con sus joyas y vestidos y
también con dinero". Xi el capitán del barco, Enrique Paime, ni
el resto de la tripulación se enteró de este rapto. Sólo el que mon-taba
guardia a media noche lo supo. Al levar anclas a la mañana
niol~innfnr i n x r e n f a r r í m f i iorf~l nn nhligb a r e b ~21~ ps~e_r~t op, r a ,,lbU'"LIC" U I A * " A I Y U I I --A L -u- "V --U - ---
94 Fedennan, págs. 24-28
220 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS EN LOS CRONISTAS DE INDIAS 43
desgracia de don Jorge Mendoza. Porque entonces el capitán Enri-que
Paime, ignorante de lo sucedndo, quiso bajar a tierra en un
batel y se encontró con que en la playa le esperaban más de 34) hom-bres
bien armados con arcabuces y alabardas. Paime tuvo que huir
rápido y refugiarse en otro barco distinto al suyo. Fracasado el
intento palmero, en la ciudad comenzaron en seguida a repricar las
campanas y dos piezas de artillería a disparar contra el barco de
Paime. El primer disparo hizo trizas el depósito de barro que había
en popa con agua fresca, el segundo hizo añicos el palo de mesana,
el tercero abrió un gran agujero en medio del navío y mató a un
hombre, y el cuarto se malogró. Gracias a la intervención del ca-
Gtán y tripulantes de unos barcos anclados junto al de Paime que
iban a Nueva España y estaban en tierra, se apaciguaron los áni-mos.
El Alcalde y el Regidor, así como el padre de la muchacha,
subieron a bordo en busca de ésta y de Jorge Mendoza, pero éste
manifestó que la muchacha "era su corporal esposa", cosa que
ella confirmó, por lo cual "se les unió de inmediato", aunque el
padre de la joven estaba muy triste. Paime, por supuesto, se negó
a que la pareja viajara en su barco maltrecho 95.
A los quince días de zarpar de Sanlúcar llegaba a la Gomera
Hernando de Soto. Era el año de 1538. Domingo de Pascua Florida,
por la mañana. El que había sido el mejor jinete de la conquista,
el hombre que había repartido a las primeras vírgenes del sol in-caicas
y que asustó con su caballo cerca de Cajamarca a unos
nobles incaicos que merecieron la muerte por este temor, era
recibido por el Conde de la Gomera "con mucho placer". Y "fue
bien aposentado". El conde "andaba todo vestido de blanco, capa
y pelliza y calzas y zapatos y caperuza, que parecía conde de gi-tanos".
Ocho días después de su llegada, después de tener todos
"graciosamente" posada y "por su dinero muchos mantenimien-
A.Lu-a , -p- a- .l-i y viiloU Cajiies,>,l a SS alej&a & la Gaxera &jaiido
en ella a este pintoresco Conde que, en su generosidad, dio a la
mujer de Soto-doña Isabel-una hija que tenía, bastarda, como
doncella 96. Da la impresión que es el Conde quien debe agradecer
a Soto lo sucedido, tal como nuestro cronista portugués cuenta el
95 Schmidl, págs. 32-35.
9s Fidalgo de Elvas, cap. IV, pá. 37.
hecho. Pero el Inca Garcilaso añade algunas pinceladas más a la
anécdota y por él nos enteramos que Soto "en aquellos días alcan-zó
del Conde, con muchos ruegos y súplicas, le diese una hija natu-ral
que tenía, de edad de diecisiete años, llamada doña Leonor de
Bobadilla, para llevarla consigo y casar y hacerla gran señora en
su nueva conquista". Cedió el conde y entrególa a doña Isabel de
Bobadilla, mujer del Adelantado, "para que admitiéndola por hija,
la llevase en su compañía". Y cierra el Inca su historia: "Con esta
dama, cuya hermosura era extremada, salió el governador muy
contento de la isla de la Gomera" el 24 de abril. Tal vez el Conde
quedó triste, sin su hija bastarda. Y lo que no sabemos es si la
muchacha iba triste o contenta Triste, desde luego, si presintió
el final de la expedición que descubriría el Río Mississipí 9i. a N
Otra expedición importante, rumbo a Florida, es la del General E
Pedro Meléndez de Valdés, que también arribaría a Canarias, y, O
n -
en escritos ai rey, hará una vaioración estratégica Qe las islas, como - m
O
apostadero, donde es necesario que las armadas se abastezcan por E
E
múltiples razones, siendo una de ellas, y muy importante, que los 2
E
productos son más baratos (una pipa de vino vale 10 ó 12 ducados =
y en Indias 40 ó 50 ducados), aunque conviene contar con reales 3
despachos para que las autoridades colaboren en estos aprestos
- -
0m
y se logren productos buenos y a precios no abusivos. E
O
E 8.-PRODUCTOS EMBARCADOS PARA INDIAS. a
Nos interesa aquí pasar revista a los productos canarios em-barcados
hacia América. Los vinos, quesos, harina y animales fue-ron
metidos en los barcos tempranamente. Junto con simientes. Las
Casas, Fernández de O,viedo, Acosta, el P. Cobo, constituyen tes-timonios
fehacientes que la dnc.~~menta.ciÓcno nfirma. Pero hay al-gunos
productos originales, decisivos, que interesa subrayar. Es el
caso de las famosas conchas coloradas, de los camellos, de los plá-tanos,
de las vides, de la caña de azúcar y de los cerdos.
Las conchas coloradas las cita ya Bernáldez al mencionar las
cosas que los portugueses llevan para rescatar en las costas de
97 Historia de Za Florzda, cap. VIII.
222 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS EN LOS CROXISTAS DE INDIAS 45
Africa: "Conchas de Canaria-escribe-que tienen los negros en
muy gran estimación y aprecio" En Fernández de Oviedo las
conchas coloradas aparecen cuando describe una balsa de indios
peruanos que Pizarro encuentra. La descripción de la embarcación
o balsa es espléndida y recuerda los dibujos de Humboldt : "La ma-nera
de este navío era de muy gruesos maderos, reatados fuerte-mente
con soga rescia de henequén, con su alcázar o retrete e go-vernalles,
velas e jarcias, e potales de piedra grandes, tamañas
como piedra de barbero, que sirven en lugar de áncoras. Llevaban
conchas coloradas, de que hay en Chaquira, id est sartales, como
las de las islas de Canaria que se venden al rey de Portugal para
el rescate de Guinea ; e por estas dan los indios todo el oro e plata
e ropas que traen de rescate"
Sarmiento de Gamboa, en su Hwtoria Indica, menciona también
el gran valor-"más que la plata. ni el ~ro"+~ue las citadas con-chas
tenían para los indígenas del PerÚIOO. También las Casas,
contemporáneo de Oviedo, cita el valor de "las conchas que se pes-can
en Canaria y se venden en tanto precio en la Mina de Portu-gal"
lo1. Igual testimonio recogemos en Alonso de Santa Cruz '".
Gonzalo Fernández de Oviedo es prolijo al citar productos ca-narios
pasados a Indias. En sus capítulos figuran pan fresco, galli-nas,
cabras, quesos, carneros, cabritos, "vacas en pie", carne sa-lada,
"pescado salado de tollos" lo3, etc. Todo embarca en Gran Ca-naria,
Gomera o La Palma. Es en Oviedo donde hallamos el dato
relativo a los pZcitanos, que también recoge el Padre Cobo. Dice el
cronista oficial que fray Tomás de Berlanga llevó a Santo Domin-go
"este linaje de planta", que luego se propagó muy bien por
todas las Antillas y el Continente, dado que no lleva trabajo el
mantener la planta y debido a que tiene mucha demanda de fruto.
"Trujeron los primeros de Gran Canaria-recuerda-e yo los vide
en la misma cibdad en el monasterio de San Francisco el año de
0s Cap. VI.
"9 Ub. V, cap. 111.
100 Caps XXXVIII y LXII.
101 Lb. 1. cap. CXLVIII.
102 IsZarzo, Parte tercera, págs. 348-61.
103 Lib. 1, cap. IX, tomo 1, págs 36-7.
46 FRANCISCO MORALES PADRÓN
mil quinientos veinte, e así los hay en las otras islas Fortunadas o
de Canaria" 'O4". Prosigue Oviedo con una larga disgresión en torno
al plátano, su cultivo y clases.
Años más tarde el Padre Cobo (1582-1657) corrobora el dato
de los plátanos, transportados en 1516 por fray Tomás de Verlan-ga
(sic), de la orden de Predicadores, posteriormente obispo de
Panamá ' O 5 .
Termina Oviedo el capítulo anterior hablando de la cana de
azúcar, que también se llevó de Canarias. Aquí precisamen-te
lo6 indica que fue el bachiller Gonzalo de Velosa quien pri-mero
construyó en Santo Domingo un trapiche movido por caba-llos
a orillas del río Nigua, llevando "oficiales para ello desde las
Islas Canarias". Sin embargo, parece haber sido un tal Pedro de a N
Atienza el primero que llevó la cana de azúcar.
En Co'bo se halla igualmente la noticia relativa a los came��íos O - -
llevados al Perú por el capitán Juan de la Reinaga, uno de ios pri-
- m
O
E meros pobladores. Estos camellos se multiplicaron mucho, pero no E
2 se extendieron fuera de los limites del Arzobispado de Lima. Unos E
=
fueron domesticados y otros se hicieron salvajes en las Sierras
entre Lima y el valle de Inca. Descuidados, fueron disminuyendo, 3
-
sobre todo por las matanzas que negros cimarrones hacían de ellos -
0m
para mantenerse, de tal modo que en 1615 sólo quedaban dos hem- E
bras cuando un vecino quiso recogerlos para que no se extinguie- O
sen. El Padre Acosta los vio, "aunque pocos", "llevados de Cana- -
E rias, y multiplicados allá, pero cortamente" ln7.
-
a
Los cerdos igualmente pasaron de Canarias a Indias en uno de 2-
los viajes colombinos. El valor del cerdo en las entradas conquis- 0
tadoras fue decisivo. Las huestes que contaron con las armas de O3
fuego, el caballo y el perro como factores sorpresivos o sorpren-dentes,
se hacían tambi��n acompañar por reatas de cerdos y vacas
-
loa Lib. VIII, cap. 1, tomo 1, págs 248-9, tomo 11, pág. 38 Aquí mdica
que a U Española se llevaron conejos, pero se comprobó eran perjudiciales
por lo mucho que se reproducían, como había sucedido en Canarias, donde son
tarnb~én dañinos para los campos.
105 Ub X, cap. XLIV
106 Ub. IV, cap. VIII, tomo 1, pag 106, y lib VIII, cap. L, tomo 1, pág. 250
107 Cobo, lib. X, cap XLIII, ACOSta, lib IV, cap X X X ~
224 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS EN LOS CRONISTAS DE INDIAS 47
que les proporcionaban carnes. Las Casas lo dijo primero, y Anto-nio
de Herrera, cronista oficial, recuerda que en el segundo viaje
colombino se embarca en Canarias, agua, leña, becerros, cabras,
ovejas "y ocho puercas, a sesenta maravedís la pieza, de las cuales
multiplicaron las que después hubo en las Indias". Simientes, hor-talizas
y gallinas entraron con las puercas loa.
Son heterogéneos los productos tomados en Canarias. El Padre
Aguado, por ejemplo, recuerda que el Emperador autorizó a los
alemanes capitulantes de la conquista de Venezuela-Eynger y
Sayller-para contar en Tenerife "con pinos de los que allí tene-mos
nuestros" destinados a lo que quisieran Io9.
La escala en Canarias, postrero adiós, servía para cargar todo
lo que en Sevilía o Cádiz no se embarcaba por diversas razones.
Primero, para aligerar los barcos ; luego porque en el Archipiélago
se obtenían al-pnas cosas más baratamente y más frescas. El Al-mirante
Menéndez o Meléndez de Avilés, comunicaba al rey a raíz
de su viaje a Florida, que interesaba adquirir el bizcocho en Ca-narias,
pues valía 20 reales el quintal en lugar de 36. El vino tam-bién
era más barato, las carnes, etc. Con el objeto de hacer este
ahorro los expedicionarios cargaban a veces sólo lo necesario para
arribar a Canarias y una vez allí terminaban de abastecerse. Me
léndez de Avilés calculaba que podía ahorrarse, en su caso, más
de 4.000 ducados con esta operación
Es raro no encontrar productos canarios, u hombres de Cana-rias,
en las grandes conquistas indianas. Sahagún recuerda que
mientras Cortés fabricaba los famosos 13 bergantines para llevar
a cabo la definitiva conquista de México, aportó a Veracruz un
navío de Castiiia y Canarias con tres caballos, ballestas, escopetas,
pólvora, hilos de ballestas y mercancías que alegró a todos lll. En
el Perú los quesos canarios arriban en momentos difíciles, lleva-dos
con cecina y tocinos por el mercador Pedro Gregorio. Pedro
108 Herrera: Década 1, lib. 1, cap VI, tomo 1, pág. 37.
109 Aguado: Capitulación del emperador con los alemanes. Notas al ca-pítulo
11 del lib. 1.
110 E. Ruidíaz y Caravia La Florida. Su conquista cololzzxaczólz por Pe-dro
Menéndex de Avilés. Apéndice XXXVII, tomo TI, págs. 211-212.
111 Sahagún, cap. XIII, tomo 111, pAg. 308.
Núm 10 (1964)
48 EKAXCISCO MORALES PADR~S
de Alvarado también llevó bastante queso de Canarias, "con lo
que dio la vida a muchos de sus militares", sostiene Fernández de
Oviedo l12. Momento crítico también el de unos náufragos que cuen-ta,
Oviedo, los cuales gracias a los restos del navío, las balsas, cla-vos
y pez que encontraron en una pipa llevada de la Gomera, pu-dieron
fabricar un bergantín y arribar a Tierra Firme.
El vino pas6 de siempre y hasta el XVIII. Y también la planta.
Es el único caso de exportación de la planta y del producto sin men-gua.
El Inca Garcilaso, en Los Comentarios Reales cita a un
Francisco Caravantes, antiguo y de los primeros conquistadores
del Ferú, hombre noble y toledano, que vaendo la tierra en quietud
-despues de las Guerras Civries-mandó a buscar a Espafia plan-tas
de vid, "y el que vino por ella, por llevarla más fresca, la llevj
de las islas 'Canarias de uva prieta, y así salió casi toda la uva
tinta y el vino es todo aloque, no del todo tinto ..."
Los ricos caballeros del Perú enriquecían su tlerra, la antigua
"viña de Dios", y llevaban a ella todo lo que fuera trasunto de la
patria lejana. Por eso en 1556, un salmantino llamado don Martín
de Guzmán, volvió al Perú atraído por la nostalgia "y llevó muy
lindos jaeces y otras cosas curiosas, entre las cuales llevó una jaula
con pajarilla de los que acá llaman canarios, porque se crían en las
islas Canarias", fue muy estimado porque cantaba mucho y bien;
causó admiración que una avecilla tan pequeña pasase dos mares
tan grandes y tantas leguas por tierra ..." "4.
9.-ISLEÑOS, NATURALES DE CANARIAS.
Isleños se denominaron a los naturales de nuestras Islc?s, e is-lellos
se les sigue llamando hoy en muchas partes de América: aun-que
esas partes sean islas. Ei Cntáiogo de Pasayeros a indias re-
112 "Relación del descubrimiento del Reino del Perú que hizo Diego de
Trujillo " Apud Tres testigos ds la Conquista deZ Perú, pág. 127 Las Casas
también nos habla de los quesos canarios lib. 111, cap CLVIIT, tomo 111, pá-gina
374.
113 Inca Garcilaso, lib. IX, cap XXV
114 Inca Garcilaso. Comentarios Reales, Iib IX, cap XXIV
226 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANARIAS EX LOS CRONISTAS DE IPiDIAs 49
coge los nombres de algunos de estos emigrantes, pero no todos,
por razones obvias. El insular aprovechó el barco, la nao de trán-sito,
para embarcarse en ella sin cumplir con el formulismo de una
licencia diligenciada en Sevilla. Cabe suponer, sin mucho error,
que en todas las expediciones que tocaron en las Islas debieron
engancharse isleños. Algunos muy conocidos, como los hermanos
Silvas que fueron con Ordás, o como aquellos nobles y distinguidos
caballeros que embarcaron con Pedro Fernández de Lugo, y con
su hijo Alonso Luis más tarde. Otros, menos notables, como el
grancanario fray Alonso Lobrón, compañero de Alvar Núñez Ca-beza
de Vaca en tierras de Suramérica llj, o los que brotan en los
versos del beneficiado de Tunja Juan de Castellanos.
Hay una zona donde los isleños figuran más: Tierra Firme, la
zona norte de Suramérica. Nos referimos al primer momento, al
perfnd~d e h c ~ q ~ i &czm.te !!ancs _a^gua& rer.wen e&- pre-sencia,
explicada por motivos ya expuestos: Ordás y Lugo, que en
Tenerife cargaron bastante gente isleña. Los hermanos Silva fue-ron
convencidos por Alonso de Herrera, Maese de Campo de Ordás.
Eran los Silva "gente de mediana hacienda y linaje y juveniles en
la edad, y aun en el juicio, a los cuales fácilmente atrajo a sí Alonso
de Herrera para que, deshaciéndose del patrimonio y bienes que
alli tenían, los gastasen en armar navío y los que pudiesen, y en
ellos metiesen los soldados y gentes que hallasen para ir con el
Comendador Ordás". Les ofreció a cambio riquezas y fama. Así
lo hicieron los Silvas. Se deshicieron de todos los bienes y hacien-das
que tenían y compraron una nao y una carabela ... Los herma-nos
Silvas, aceptados por Crdás, quedaron en Santa Cruz pertre-chando
sus barcos, pero el demonio les tentó y comenzaron mal su
actuación indiana. Se presagiaba ya el final que iban a tener. Cuan-di
se disponfan a zarpar en segiiimiento & Qrd&sja rrihó iln @eón
de un caballero portugués cargado de mercancías para Tenerife
y con una doncella, corta de edad, hija o pariente del dueño del
barco. El maestre del galeón, enemistado con el caballero portu-gués,
se puso al habla con el mayor de los Silva, Gaspar, y conven-ció
a éste de que se debía apoderar del yaleCn luso. Así lo hizo Silva
115 Nnufrfraqzos y comentarzos, pág. 115
Núns 10 (1964)
50 FRANCISCO MORALES PADRÓN
y dio al portugués, a cambio, la nao deteriorada que tenía apres-tada
para hacer su viaje. Repartió su gente entre el galeón y una
carabela y a sus dos hermanos, Juan González y BartoIomé Gon-zález,
los puso en el galeón por capitanes.
En Cabo Verde continuaron sus tropelías los Silva, pues roba-ron
ganado y desvalijaron a algunos moradores. Gaspar, que debía
ser personaje de cuidado, "forzó y corrompió a la doncella" que
llevaba en la carabela. El galeón se adelantó. Cuando llegaron a
Paria, Ordás los recibió. espléndidamente y hasta les autorizó a
vender mercancías que traían con tal fin, pero prontamente Ordás
fue enterado por dos soldados de lo que había sucedido en Tene-rife,
Cabo Verde y a bordo: inmediatamente Ordás ordenó apre-sar
y enjuiciar a los dos Silvas que venían en el galeón, Juan y
Bartolomé González, que fueron ajusticiados en seguida. Al poco
a-il;S Gaspr a. !p. fortaleza paria y no 2 Grd&u, qxe y2
se había metido por el río Uriaparia. Decidió seguirle, y cuando
lo encontró mostró alegría, que pronto se le apagó. Porque Ordás
ordenó condenarle y ajusticiarle. Su cadáver fue enterrado en la
islita de Peratabre, que desde entonces se llamó de Gaspar de
Silva Il6.
Jerónimo Ortal, sustituto de Ordás, se hará acompañar por
Agustín Delgado, su Alcalde Mayor, "que era diestro en la guerra
y cuya patria era Tenerife" l17. Fue este Delgado hombre destacado
en la conquista porque son varios los cronistas que recogen su
nombre. Aguado nos comunica que "hera tenido por hombre ex-perimentado
en negocios de guerra, por averse hallado en algunas
entradas de las que de las yslas de Canaria suelen hazer a Ver-vería
..." Il8. Lo que suponíamos y sabíamos: más de uno de los ac-tores
de la conquista de Canarias pasaron a Indias, y muchos de
ellos prosiguieron en la costa africana sus actividades bélicas, que
luego extendieron al horizonte indiano, como este Delgado.
Castellanos, en sus versos, saca a relucir en diversas ocasiones
116 Aguado, lib IV, cap XI.
117 Oviedo, lib. V, cap X, segunda parte
118 bb. vi, cap. 1, tomo, 1, págs. 642-3
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CANARIAS EN LOS CEONISTAS DE INDIAS 51
a isleños destacados por una u otra razón: Diego Rodríguez, Luis
Perdomo, Cristóbal Fernández de Sanabria ... El primero
... no menudo
ni grueso, pero joven, es ligero
mediante de cuerpo y espaldudo,
el oficio del cual era platero
y en las presas de lucha nada rudo
en todas las posturas de marla varia
e hijo de las Islas de Canaria 1x0.
Luis Perdomo era, en cambio :
soldado diestro, suelto y animoso
hombre para la guerra de gran tomo,
y en lances semejantes venturoso,
nzkira! de ?as Islas de Czarks
y de los antiquísimos de Paria
Y el último-Sanabria-fue "capitán en su tenencia" y "natu-ral
de la isla de Canaria" 120.
Estos canarios o isleños, que en el XVIII afluirán más intensa-mente
hacia Venezuela, llevaron a esta tierra el culto a la Virgen
de La Candelaria, a la cual elevaron un templo en 1708 "ayudados
del fervoroso celo y piadosa aplicación del licenciado Pedro de Vi-cuña,
venerable sacerdote" lZ1.
¿Pudieron llevar estos "isleños" la diversión de la lucha cana-ria
a Indias? Es posible. Nuestra sospecha se asienta en el Can-to
IV del Elogio a don Luis de Rojas, Gobernador de Santa Marta,
debido a Juan de Castellanos. La historia es sencilla: el indio gan-dul,
Tiguer, con una carga de plátanos llega al mercado en unión
de otros compañeros. Cuando le preguntan el valor de su mercan-cía
contesta que no la vende, pero que la cede si alguien se la dispu-ta
en lucha. Ninguno de los cristianos aceptaba el reto, hasta que
el capitán Antonio de Torquemada, viendo a toda su gente "cuasi
11s Castellanos Elogio de don Luis de Rojas .. Canto cuarto, tomo, 11, pá-ginas
612-613.
120 Canto segundo. Elogio de don Lope de Orozco, tomo ii, p&g. 658.
121 Oviedo y Baños: Parte primera, lib. V, cap. V, pág. 426.
Núm 10 (1964) 229
demudada y uno y otro hablar confusamente, con una cierta rlsa
disfrazada", se dirigió a Diego Rodríguez, el isleño cuyo oficio era
platero. En la plaza, fresca la mafíana, rodeados de nidios y caste-llanos,
ambos contendientes se enfrentan como si de Hércules y
Anteo se tratara. Lo que sigue es una perfecta descripción de una
lucha canaria :
Desnudos miembros del gandul robusto
y limpios del palestrico ceroma,
aquella parte que le dio más gusto
del lugar que decimos, esa toma;
Diego Rodríguez, con vestido justo,
muslos y partes impudentes doma
ambos se van llegando con gran tiento
y en los rostros algún demudamiento
Firmes los pies, los brazos estendidos,
entrambos iban por la llana mesa,
los ojos vigilantes y advertidos,
arremetieron para hacer presa
Resuena con bufidos la dehesa,
h l a 11-n-n menester la daza larga r--- - ----
según el uno sobre el otro carga.
Ambos reguardos dan a las gargantas
y a las partes que pueden dalles pena,
las prestezas de vueltas eran tantas
cuantas un remolino desordena;
la berra se rompía con las plantas,
desgarros grandes hay por el arena,
del gran reholladero de la rueda
los cubria nublosa polvareda.
Nn ronnann nn r i n n c minmnn n.inc(.ne
L 'V ' uy-w-.. -A. U*-"- A. IIUIIIVU yUIU,,VY
aquí y allí los lleva furia loca.
Los uidios que los mlran hacen gestos
queriendo ver su Tiguer hecho roca,
hasta los españoles más enhiestos
hacían mil visajes con la boca
7 . ~r osds o r r - 1 cin nolnar nolos "--- ---- --- Y-"-- Y----
Bien como cuando dos toros valientes
muestran sus furias en el campo verde,
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
CANAKIAS EN LOS CRONISTAS DC INDIAS
y hacen con los golpes de las frentes
al ganado dormido que recuerde,
crecen impetuosos accidentes,
y el que tierra ganó luego la pierde
y el perdidoso vuelve más atroce
y superioridad no reconoce.
Desta manera cada cual se muestra
en su postura y en su movimiento,
sin que del gran rigor de la palestra
se pueda declarar el vencimiento.
está dudosa ya la gente nuestra
y no menos el bárbaro convento
viendo que el español en la congoja,
cuanto trabaja más, menos afloja.
Andando pues trabada la rencilla,
Diego Rodríguez, con honroso celo,
no sé cómo se puso la rodilla
a tiempo que le vino muy a pelo,
y de tal suerte fue la zancadilla
que dio con el gandul0 en aquel suelo,
diciendo : "Perro, ¿ tú no me conoces ?"
Y di6le luego tres o cuatro coces" 122.
Con esta lucha canaria terminamos nuestro estudio. Dejamos
al lector saboree la prosa de Colón, o vea él mismo los párrafos de
otros autores donde se nos habla del Infante don Henrique y Cana-rias,
de piratas en las Islas, de Tratados sobre las Islas, sobre es-clavos,
comercio, etc., etc. 1"3.
12.) Castellanos: Canto VI ~logios de don Luis de Rojas, Gobernador
de Santa Marta. Tomo 11, págs. 613-4.
Sobre el éxito de Canarias como mercado para la venta de esclavos,
véase las Casas, lib. 1, cap. CXXII, tomo 1, pág. 466; el interés del Infante
don Henrique por Cananas lo recoge el mismo las Casas ampliamente en el
libro 1, caps. XVIII y XIX, tomo 1, págs. 94-104: en Serrera, Lope de Velascu
y el mismo Pigafetta aparecen notidas sobre Canarias y los Tratados inter-nacionales
de Castilla; el papel de la Isla en el tráfico americano figura men-cionado
por Cobo (lib. XI, cap XVI, tomo 111, plig. 82), en Lope de Velasco
(página 89) y en Acosta, lib IV, cap XVII, pág 270 (harina), y lib TV, ca-pítulo
XXXII, pág 313 (vino). Canarias y la piratería figuran en Fernández de
Oviedo, lib. XI, cap XII, tomo 11, pág. 208; en Castellanos Canto 11. Dis-curso
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