EL ARTE RUPESTRE CANARIO
Y LAS RELACIONES ATLANTIDAS
P O R
ANTONIO BELTaAN
El estudio del arte rupestre canario está aún en la fase analí-tica
firecueiiielso s desculoi<iiiienios que caiiibial
incluso las síntesis más prudentes que, en todo caso, serán hipó-tesis
de trabajo de validez muy limitada; los problemas se agudi-zan
al tratar de determinar el origen y la cronología de los gra-bados
y los ~osiblesc aminos por los que los temas y las técnicas
han ;legar hasta las isias 1. índudablemenie el p:arliea-miento
de estas cuestiones es inseparable de la general de época
y características del poblamiento de las Canarias y del no menos
difícil de la perduración de técnicas y modos de vida arcaizantes.
Por otra parte ya Berthelot expuso, y todos tras él han admitido,
que no hay unidad cultural entre las islas del Archipiélago, sien-do
el fondo pancanario muy exiguo y extendiéndose a áreas mu-cho
más extensas y remotas, con lo cual el problema viene a
plantearse en forma distinta en cada una de las islas que conser-van
grabados rupestres, y las relaciones que pueden establecerse
para una de eiias no han de servir, forzosamente, para las demás,
máxime cuando existen diferencias radicales en formas y técni-cas
que permiten postular orígenes distintos y evoluciones in-dependientes.
1 Antmio RdtrSn Mzrtinez, Lnr grnhnhr de! Rnrrmce de Bn!nr,
Gran Canaria, Las Palmas, 1971, Conclusiones, págs. 142-155; cfs. aquí la
bibliografía. Muchas de las conclusiones deben ser ya modificadas, des-pués
del estudio de los petroglifos de la Isla de La Palma y del
Hierro.
Núm 17 (1971) 281
2 ANTONIO BELTRAN
Tipológicamente, el arte rupestre canario podría sintetizarse
de la forma siguiente:
1. Figuras humanas, esquemáticas, exclusivas de la isla de
Gran Canaria, con la extensa serie grabada del Barranco de los
Balos 2, la figura aislada de la cueva del Moro, en Agaete, y las
pintadas y acusadamente esquematizadas de la Majada Alta.
11. Figuras animales, concretamente caballos, montados, pos-teriores
al siglo XIII, en el barranco de los Balos.
111. Figuras geométricas del tipo de la espiral, laberinto,
círculos o semicírculos concéntricos, meandros, zarcillos, serpen-ttformes,
rosetas y análogos, en Zonzamas (Lanzarote) y la Isla
de La Palma (Belmaco, Tigalate Hondo, Roque de Teneguía, in-numerables
yacimientos de la zona de Santo Domingo de Gara-fía
y Las Iriciasj.
IV. Círculos, óvalos y fzguras semejantes, simples o con
diámetros cruzados, abundantes en el Júlan (Hierro) y existen-tes
en Lanzarote, La Palma y Balos (Gran Canaria).
V. Pinturas geométricas decorativas, en varios colores, de
ia Cueva Pintada, de Gáidar (Gran Canaria), algunas descubier-tas
en 1970.
VI. Inscripciones alfabéticas grabadas en el Júlan, La Cale-ta,
Tejeleita y La Candia (Hierro), Tajodeque (La Palma), Ba-rranco
de los Balos y Barranco de Silva (Gran Canaria).
Hay que señalar, de antemano, que sólo los signos muy sim-ples
y elementales coinciden en las islas citadas, siendo peculia-res
de cada una de ellas cuando se especializan o complican.
También que, hasta ahora, no han aparecido grabados en Fuerte-ventura,
lenerife (desechada la supuesta piedra de Anagaj ni
en la Gomera.
De la isla de La Palma se habían valorado sólo Belmaco, Tiga-late
Hondo y una pequeña parte de los grabados de ia Fuente
2 Antonio Beltrán, Ensayo tipológzco de ordenación de las figuras
humanas grabadas en el Barranco de los Balos (Isla de Gran Canaria,
España), en prensa en el núm. de aEthnosn dedicado al prof. Manuel
Heleno.
282 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
EL ARTE RUPESTRE CANARIO 3
de la Zarza, y las conclusiones avanzadas, sin demasiadas prue-bas,
eran las siguientes:
a) El Júlan sería neolítico y lo mismo habría que decir de
los inéditos grabados de Lanzarote y de los parecidos de Balos
((Gran Canaria).
b) Las estaciones de La Palma serían de la Edad del Bronce
y datables entre el -1800 y el -1500, debiéndose aplicar este
criterio al petroglifo grande de Zonzamas.
c) Finalmente las inscripciones alfabéticas se fecharían en-tre
el siglo 111 a. de J.C. y el 1 o 11 de la Era, época en que las
Canarias eran ya conocidas por los romanos.
Realmente estas conclusiones no se apoyaban en ninguna
base concreta ya que no se diferenciaban los grabados de las di-versas
idas ni existían estratigrai'ías que pudiesen confirmar las
hipótesis; de aquí que las opiniones de los autores más pruden-tes
se limiten a exponer razonables dudas sobre el origen y cro-nología
de los grabados 3. Cierto que venían a coincidir en las
referencias hechas a figuras análogas de Galicia, Bretaña, Esco-
.tia e iriancia, admitiendo un ciclo mediterráneo que empalmaría
con el norte de Africa.
El elemento atlántico como origen y base de los petroglifos
canarios fue valorado por Elías Serra Ráfols, Martínez Santa
Olalla y L. Pericot, a pesar de que sólo conocían, al escribir, una
pequeña parte del impresionante conjunto de la isla de La Pal-ma;
se apoyaban en las semejanzas formales evidentes de Belma-
3 L. Diego Cuscoy, Paletnología de las Islas Canarias, Santa Cruz de
Tenerife, 1963, págs. 45-48. M. Tarradell, Los drversos horrzontes de la
Pr~hictoria canaria, «Anuario de Estudios Atlánticosn, 15, 1969, pág. 385.
M. Almagro, El arte rupestre del Afma del Norte en relaczón con la
rama norteafrtcana de Cromagnon, íbidem, pág 123. S. Jiménez Sánchez,
La prehistoria de Gran Canarta, «Revista de Historia)), 70, 1945.-Pérez de
Barradas, Estado actual de las investigaciones prehzstórzcas sobre Ca-nanas,
Las Palmas, 1939, haría llegar los grabados del Noroeste africano
entre la mtad de! 11 milenario y los pnmerns sIg!n de! II; sus argu-mentos,
dado que su síntesis era la más completa, sirvieron para que la
tesis afncana ganase adeptos y nada habría que objetar a ella si nos
referimos a los grabados de Gran Canaria y del Hierro, pero pierden
mucho valor si se aplican a la totalidad de las islas y petroglifos.
Núm 17 (1971) 283
co y Fuente de la Zarza, con modelos gallegos, bretones, irlan-deses
y escoceses y en un fondo cultural forzosamente común a
todos ellos 4; cierto que ninguno de los tres dejó de tener en
cuenta las influencias mediterráneas y africanas, enumerando
minuciosamente los rasgos culturales coincidentes en las distin-tas
áreas. Evidentemente las comparaciones de elementos aisla-dos
pueden inducir a error o bien obligar a líneas de difusión de
una complejidad infinita, pero las indudables semejanzas de la
Fuente de la Zarza con Gavrinis New Grange o Lough Crew per-mitieron
escribir a Pericot algo que es muy difícil negar: «los
petroglifos canarios constituyen un documento de valor inesti-mable
para probar los repetidos contactos con las culturas pre-históricas
continentales y nos ofrecen, por lo menos, tres capas,
una moderna ya entrando en la Historia, alfabetiforme, y dos
,-+- i,.,.. .,,..- Ar. ,-,, A#. rin~+amnnrAnanr mor,, ",.O m;o,.-
a u L c L l u 1 c s y aclasu L U ~ J u ALIGLIUJ L V L I L L L I I ~ V L ~ L L L ~ J , ~ L I Wy u- ~ 1 1 1 ~ 1 1 -
tras una mira hacia el Mediterráneo y el Levante español, la otra
se orienta hacia las costas atlánticas europeas. Ninguna de ellas
parece poder ser anterior al segundo milenio a. C.D.
El cómo y cuándo de estas relaciones no tiene, por ahora, so-
I..-:A- -..--:--. xrr-l$,l :,+,+A -1 nr:na, ,, rra+- A;,-~,.+~
IULLUII 111 cuxa, YV ULLGI ILLLGLILU u u a & a I LA VL + ~ L L GLL b l & L a , UII =&La-mente,
aunque sólo manejó los grabados de el Júlan y Balos5;
Mac White, apoyándose en los petroglifos de La Palma, supone
ala posibilidad de que la espiral de Europa Occidental, en vez de
venir del Egeo, con escala en Malta, sea de origen egipcio predi-nástico
y se diseminase por el Norte de Africa y de allí a las Ca-narias,
desde donde llegaría a la provincia atlántica europea» 6,
4 Avelina Mata y E. Serra Ráfols, Los nuevos grabados rupestres de
la isla de La Palma, ((Revista de Historian, VII, 1940-41, pág. 352. Ber-nardo
Sáez Martín, Los trabajos del Semznario de Historia Primztiva
del Hombre, en Canarias, en 1948, «Cuadernos del Seminario de Historia
Primitiva del Hombre,, 111, Madnd, 1948. L. Pericot, Algunos nuevos
aspectos de los problemas de la Prehzstorza canaria, «Anuario de Estu-dios
Atlánticos», 1, 1955, págs. 579 y sigs.
5 D J Wolfel, Leonardo Torrianz: Die Kanarischen Znseln und ihre
Urbewohner, Leipzig, 1940; y referencias a comparaciones de los almo-garenes
de Cuatro Puertas y Roque Bentaiga con los altares cretenses
en Jiménez Sánchez, Exponentes megalítzcos cultuales de los aborígenes
cananos, aActas del V Congreso Panafricano», 11, 1966, pág. 156.
6 Eoin Mac White, Estudios sobre las relaczones atlánticas de la
284 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
Son muchas las semejanzas que existen entre temas del Noroes-te
africano y los grupos de grabados de las diversas islas Cana-rias,
y la proximidad de las costas de Río de Oro y del 4rchipié-lago
no deja de influir en cualquier hipótesis que se emita. Por
otra parte no cabe duda de que las comparaciones tipológicas
nos llevan con más facilidad a Galicia, zonas alpinas de la Val
Camonica y Carschenna, en Italia y Suiza, respectivamente, y a
Irlanda y Escocia, en la forma que veremos.
En cambio resulta difícil incluir las Canarias en la línea de
la gran difusión de la espiral o motivos análogos que llega
hasta Oceanía, el Sudeste de Asia y toda América '.
Antes de pasar adelante vale la pena hacer una síntesis de los
grabados de la isla de La Palma, aún inéditos, que pueden apor-tar
una suma importante de informaciones en relación con el
arte rupestre de otras áreas europeas y africanas. Se hallan es-tos
grabados o bien en piedras verticales a los dos lados de los
«cabocos» en cuyo fondo se asocian fuentes y cuevas o abrigos,
todos ellos con restos de habitación a juzgar por las cerámicas
en ellas encontradas, o también en piedras pequeñas, más o me-nos
horizontales, en «topos» o lomos montañosos y una eviden-te
proximidad al mar. En el primer grupo de grabados es evi-
'dente la asociación de temas de meandros, serpentiformes o lazos
con otros de espirales, laberintos o círculos y semicírculos para-lelos;
en el segundo predominan estos últimos signos. En oca-siones
las formas se complican y llegan a adoptar el aspecto de
laberintos intestinales semejantes a los babilónicos, y en casi
Península hispánica en la Edad del Bronce, Madrid, 1951, pág. 24; se
apoya en Vaufrey, L'art rupestre nord-africain, 1939, y en un trabajo de
Martínez Santa-Ulalla, del Museo Canario, 1947, que no llegó a pu-
'blicarse.
7 Entre la extensa bibliografía sobre el tema: Karl Kerenyi, Labyrznth
Studien, 1." ed., Amsterdam-Leipzig, 1941, 2.., Leyden, 1950. Oswaldo
F. A. Menghin, Estrlos de arte rupestre de Patagonia, «Acta Prehistóri-ca
», 1, Buenos Aires, 1957, p 121, y Labyrznthe, Vulvenbilder und Frgu-renrapporte
in der Alten und Neuen Welt. Beitrage zur Znterpretation
Prahistorischer Felsgraphik, ~Beitrage zur Alten Geschichte und deren
Nachleben. Feschrift fur Frarz Altheim zum 6 10.1968», 1, Berlín, 1969,
página 1; Menghin aceptaría una ruta de Europa a Indonesia y Ocea-nía.
Cfs. más bibliografía en nuestro Balos cit., págs. 139 y sigs.
Num 17 (1971) 285
todas las estaciones hay algún signo excepcional que rompe con
la regularidad, casi monotonía, en la repetición de los ya citados.
En un estudio que preparamos sobre los petroglifos de La Palma
se precisará más acerca de estos conceptos, pero parece induda-ble
que los signos están en relación con las fuentes y corrientes
de agua, casi siempre en su nacimiento, pero también siguiendo.
su curso desde una orilla del barranco o cerca de las «degolla-das
» de su desembocadura sobre los acantilados. De su orienta-ción
y forma puede deducirse que muchos de los signos de forma
redondeada tienen relación con el sol sin que se excluya la rela-ción
con el mar, bien patente en el Roque Teneguía o en el grupo.
del Cementerio de Santo Domingo. La repetición de estos hechos
es tan evidente que los propios cabreros y recolectores de lapas
de la zona de Garafía lo han advertido. Ya nos parece más com-plicado
entrar, por el momento, en las posibles relaciones con
ritos de adivinación y oráculos o bien en la supuesta representa-ción
del descenso a los infiernos y del posterior regreso desde
ellos, ligada con danzas y otros ritos, es decir la idea de la repre-sentación
de la muerte y resurrección, propia de las culturas
agrícolas, como quiere Kerenyi.
Las semejanzas con ejemplos del mundo atlántico, europeo,
o africano, son verdaderamente asombrosas, llegando a la casi
identidad, si bien en Canarias hay siempre un elemento diferen-cial
que debe ser atribuido a una larga evolución en un ambiente
cerrado. Veamos, por ejemplo, los círculos concéntricos con línea
radial de Mevagh (Donegal) o Youghal (Cork), o el tipo de labe-rinto
cerrado de Hollywood (Wicklow), o los círculos o semicírcu-los
enlazados de Seskilgreen o New Grange, o las espirales enla-zadas
(del tipo de los occhiale de Val Camonica) de la última
localidad citada; y en forma más simple los círculos concéntri-cos
con radio cruzando todas las líneas o partiendo de la más
exterior que se encuentran en Escocia (Auchnabreach), Suecia
(Skalv y Backa)
8 E. MacWhite, A new vzew on the zrzsh bronze-age rock scrzbings,
Dublín, 1946. Sean O'Riordain, Antiguities of the Irzsh Countrystde, 3.a ed.
Londres. 1956, pág. 56 V. Gordon Childe, The prehistory of Scotland,
Londres, 1935.
286 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
EL ARTE RUPESTRE CANARIO 7
Los paralelos con Galicia son, igualmente, evidentes; aparte
del laberinto cerrado de Mogor, los círculos concéntricos con ra-dios
de Villar de Matos, Figueirido o Salcedo, el laberinto con
radio y la agrupación de concéntricos de Lombo da Costa repiten
tipos idénticos a los irlandeses o los palmeros 9. Sobrino Lorenzo
Ruza mantiene la independencia de los petroglifos gallego-atlán-ticos
y los considera núcleo original de los de Irlanda, Escocia,
Norte de Inglaterra y Escandinavia e, incluso, en cierto modo,
de los signos megalíticos de Boyne (Irlanda) y de Morbihan
(Bretaña); pero en último término los petroglifos gallego-atlán-ticos
procederían del área mediterránea. Los de Canarias, Gran
Atlas, Sahara occidental y Argelia mostrarían fuertes afinidades
con los gallegos y se extenderían hacia el sur, como demuestra
el descubierto en Tchitundo-Hulo (Angola).
Aunque más localizadas, las semejanzas de ios petrogiifos pai-meros
y de las estelas de la Valtelina son también evidentes; los
círculos con prolongaciones, las espirales enlazadas y otros ele-mentos
de las piedras de Caven, Valgella, Ossino, Borno y Sonico
que Anati sitúa entre el 2200 y el 1000, encuentran estrechos pa-ralelos
en petroglifos de Belmaco y la Fuente de ia Zarza '" y
también los círculos de Carschenna en Suiza". Hay que tener
en cuenta, además, la espiral del oinochoe de Tagliatella, del
siglo VI1 a. de J.C. y la presencia de un núcleo independiente
de espirales en Malta, cuyo origen en el Mediterráneo oriental
parece indiscutible.
Los paralelos en la región de Marrakech (Ukaimedem) y el
Sahara se combinan con la ascendencia, indudablemente de di-chas
comarcas, de las cerámicas de La Palma, únicas de todo el
archipiélago que tienen esta filiación O.
9 R. Sobnno Buhigas, Corpus Petroglyphorum Gallaeczae, Santia-go,
1935. R. Sobrino Lorenzo Ruza, Los motivos de laberzntos y su in-fluencza
en los petroglifos gallego-atlánticos, «Revista de Guimaresn, 1963,
y Ensayo de datación de los laberintos grabados europeos de tzpo de
Tagliatella, íbidem, 1956. Emm. Anati, Arte rupestre nelle regzoni occt-deniaii
áeiia Penzsüiu íiiei-ica, Vaicaiiiünica, 1768.
10 E. Anati, Arte prezstorzca m Valtellzna, 1968.
11 Christian Zindel, Felszezchnungen auf Carschenna. Gmeinde Szls
zm Domschleg, «Ur Schweiz)), XXXII, 1, 1968.
12 R. Vaufrey, L'cige des spzrales de I'art rupestre nord-africam, ~Bul-
Nktn 17 (1971) 287
Independientemente de los paralelos aislados, el mayor inte-rés
está en la agrupación de signos diversos como encontramos
en Belmaco, en la Fuente de la Zarza, en la Zarcita y otras esta-ciones
de La Palma, y en la piedra dolménica de Gavr'inis, donde
aparecen paralelas ultrasemicirculares o curvas, con meandros;
en la estela de Pola de Allande (Asturias) en el Museo de Oviedo,
con la misma asociación; o en las tres estelas del Museo de Ra-bat
y procedentes de la región, donde nuevamente se unen mean-dros
y signos curvos paralelos, aunque se añada aquí una repre-sentación
humana. En Talat N'Iisk, en la región del Gran Atlas,
hay grabados sobre losas de piedra formados por una circunfe-rencia
que encierra signos más o menos semicirculares de varias
líneas paralelas en la parte marginal del círculo y líneas ondula-das
en el centro, mientras que en Aougdal N'ouagouns el interior
queda sustituido por iaberíntos intestinales muy compiicados;
es de advertir que, en ambos casos, de la circunferencia salen
pequeñas rayas que podrían representar los rayos solares 13.
En conclusión podemos decir que los tres problemas apasio-nantes
del arte rupestre canario quedan en pie: el origen, la cro-nología
y la significación, y que, como máximo, podemos aven-turar
una serie de hipótesis de trabajo que dependerán, en todo
caso, de la solución que se halle para el del poblamiento del
Archipiélago. Aún hemos de añadir que no es válida para Cana-rias
la terminología prehistórica europea o africana, y que si
letin de la Soc. Preh. Francaise», 33, 1936, pág. 624. Jean Malhomme,
Corpus des gravures rupestres du Grand Atlas, Rabat, 1, 1959, y 11, 1961.
R. Pyto y J. C. Musso, Corpus des pezntures et gravures rupestres de
Grande Kabyhe, París, 1969 Es importante señalar que los motivos de
!m gr&mdm rqxctrcs de Lz ?l!ml se repten en !z demrzc16~ de 12
característica cerámica; por desgracia, los ejemplares que conocemos
del Museo de la Sociedad Cosmológica de Santa Cruz de La Palma, de
colecciones particulares de la isla o el ejemplar del Museo Arqueológico
Nacional, carecen de referencias concretas.
l3 La piedra de Gavr'ínis en Coffey, New Grande and other inscribel
txwtdi zrz Ire!nrzA y reprc.iiicc:Sn en Pericet: Prohtstnr~on ~ pdrz ?r?itiqvi>p.
art, Londres, 1969, pág 106; la de Pola de Allande en M. Berenguer, Arte
en Asturias, Oviedo, 1969, fig. 48, y Malhomme, loc. cit., 1, 171, 329 y 330.
Las estelas de Rabat, inéditas, nos han sido comunicadas por el profesor
Souville
288 A N U A R I O DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
EL ARTE RUPESTRE CANARIO 9
hablamos de Neolítico o Edad del Bronce queremos referirnos
al ambiente cultural de dichas etapas en los continentes, sin pre-juzgar
la cronología absoluta. No obstante ello, hemos podido
observar en La Palma que no hay signos de cristianización de
los grabados, lo cual quiere decir que en el tiempo de la coloni-zación
española ya no cumplían los grabados una finalidad reli-giosa
e incluso que ya habrían olvidado los aborígenes su signi-f
icación.
Las figuras humanas, que se dan exclusivamente en Balos,
(Gran Canaria), se presentan con un grado de estilización o esque-matización
que obedecería a una dinámica local e incluso a varia-ciones
culturales que las llevarían hasta simples esquemas y
signos cruciformes. Es imposible separar por épocas los diver-sos
tipos hmanos, e inc!Usu pensamos y e !a mclyor parte de
ellos pueden ser sincrónicos. Los más naturalistas, de grandes
manos y pies, podrían situarse partiendo de fines del Bronce
europeo; tal vez los de cuerpo rectangular y largo falo podrían
encontrar paralelos en representaciones de la Edad del Hierro,
pero fiada se opunz a q ~ peie dan a!cafizar !a í$uca de !a con-quista.
En las láminas 1 a V puede advertirse una ordenación
tipológica que podría responder a un intento de seriación cro-nológica
en la que los números 88 a 90 son modernos. La Majada
Alta y la Cueva del Moro de Agaete habrían de someterse a la
misma ordenación.
Los caballos son posteriores a la llegada de los europeos a
las islas.
Las figuras espirales y semejantes de Zonzamas y La Palma
reflejan un ambiente correspondiente a la Edad del Bronce con-
+:,,,+..1 T ,-^^ -:---&^^ ^^--1-:-^ ---- l - 3 - 1 - - - - l7 & , A, 1,
LmmILal . ~ u LaUI IJUI ILU~L UI I I~ICJU> LU~ I IUD GIIIICLLU, TUCIILC UG la
Zarza, Zarcita, los Guanches, don Pedro y Buracas con asocia-ciones
de meandros y de formas circulares arrastran los de sig-nos
aislados (aunque sean numerosos en cada estación) como
Tigalate Hondo, Teneguía, El Sauce, Santo Domingo, barrancos
de CrUz Fasien, La TL;uz, ficrlie de Calafuiel Cueva del Agua, E:
Palmar, Don Pedro, Juan Adalid, el Riachuelo y El Corchete.
Su difusión es evidentemente atlántica, bien sea directamente
desde el oeste de Europa o a través del noroeste de Africa y con
lejanas vinculaciones con el Mediterráneo. Una tipología de es-
Lámina 1 ~(Balos)
Lámina 11 (Balos)
Lámina 111 (BaIos)
Lámina IV (Balos)
Lámina VI (Belmaco)
Lámina VI1 (La Zarza)
Lámina VI11 (La Zarza)
tos signos aparecerá en nuestra obra en preparación, pero ade-lantamos
algunos en las láminas VI a VIII.
Los círculos y óvalos del tipo del Hierro y los inéditos de
Lanzarote, aparte de los existentes en Gran Canaria y La Palma,
son difíciles de datar por su gran simplicidad y pueden ser de
diferentes épocas y responder, incluso, a un fenómeno de con-vergencia.
El hacerlos neolíticos por su aparente primitivisms
no tiene justificación:
Las pinturas de la Cueva Pintada (Gáldar) están aún por es-tudiar
independientemente de los ajuares encontrados, y su as-pecto
reflejan un ambiente parecido a la Europa mediterránea
de hacia el 2000.
Finalmente los signos ttfinagh no deben ser anteriores al si-glo
111 a. de J.C. y muchos deben datarse en épocas muy recien-tes;
proceden, indudablemente, de ia zona sahariana.
Podría pensarse que todos estos grabados, a excepción de los
escritos, tienen un carácter religioso, relacionados con las divi-nidades
de las fuentes y del agua y con el sol, quizá adorado en
zonas abiertas sobre ei mar o en lo mas profundo dei arranque
de los ucabocos~ en la isla de La Palma 14.
14 Cfs. nuestro Balos cit , págs. 154155.
306 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S