M E D I C I N A
LA MEDICINA CANARIA EN EA EPOCA
PREHISPANICA
P O R
SUAK BOSCH WiLWRES
Director del Museo Canario.
INTRODUCCION
Esmihir la historia de un pueblo es un trabajo ímprobo y lleno
de dificultades, pero no imposible si existen monumentos y se con-servan
tradiciones que permitan aclarar los hechos que durante ella
se han sucedido. Ya sabernos que estas fuentes históricas constitu-yen
las bases sobre las que se asienta la civilización, pues son los m-numentos
páginas escritas en piedra, llenas de ideas, aspiraciones
y pensamientos de sociedades y culturas que se han perdido en la
noche de los tiempos, y las tradichms, primeros rumores de hechos
transmitidos oralmente de generación en generación. Y si es cierto
que éstas llegan a nosotros alteradas por la ignorancia, superstición
o vanidad, hemos de convenir en que siempre contienen algo de ver-dad,
circunstancia de la que nos valemos para llegar al conocimien-to
de las creencias y costumbres de los antiguos pueblos, después
de haber sido tamizadas por la crítica.
La historia de Canarias, en su concepto más amplio, ha sido
narra-da &por las cronistas e investigadores de todos los tiempos de
una manera precisa y determinada. Quien sea aficionado a estos
estudios encontrará en nuestros archivos, bibliotecas y museos
cuantos datos necesite para poner en claro dudas y formular con-clusiones,
y en ningiin sitio encontrará el alma más intimas satis-facciones
que en el silencio de aquellos centros de investigación.
Conocer, pues, la Historia de Za Medicina de las Eslas desde que
fueron habitadas por sus primitivos pobladores hasta su conquista
e incorporación a la Corona de Castilla, constituye la máxima aspi-
Núm. 7 (1961) 539
2 JUAN BOSCH MILLARES
ración a que podemos llegar en esta publicación, ya que en el brillar
de las cosas pasadas solemos encontrar la luz de nuestras indaga-ciones
y la compensación al trabajo ímprobo y dificultoso, pero no
imposible, que representa llevar a cabo este deseo.
Por ello hemos emprendido esta labor que nos asusta, porque
nos parece largo e1 camino a recorrer, pero que no nos atemoriza
en razón a que nuestro entusiasmo es grande y lleno de esperanzas.
La HkWria de Za Medicina canaria, sembrada y diseminada en re-vistas,
opúsculos y artículos sin ilación ni fundamento, no ha sido
conjuntada en un libro que pueda servir de punto de partida para
mayores y más amplias investigaciones, por cuyo motivo, recono-ciendo
que el camino ha de estar lleno de obstáculos, emprendo esta a
labor con la serenidad de los años, por tener la firme creencia de N
E
que Dios y el Tiempo me han de ayudar en esta ilusión que viene O
bullendo en mi cerebro desde hace años. n-- m
O
Por otra parte, siendo la Medicina tan antigua como el hombre, E
E
no podemos echar en olvido la serie de datos con los que contribuye 2
E
al conocimiento de la historia general de los pueblos, pues junto a
-
la l ~&a fnf& sg vf&, p r Igs a f i ~ ~ n12t n~pr,ro ar ihn 3 -- r ---------- -
y la persistencia del grupo familiar o tribu contra los enemigos -
0
m
del exterior, nacen los primeros intentos encaminados a alejar la E
enfermedad, único medio de conservar la salud y el buen funcio- O
namiento de los órganos. Y si bien es verdad que inoportuna mu- n
E chas veces a la existencia humana apoderándose de ella en épocas -
a
más o menos distanciadas y duraderas, es cierto también que la ú1- 2
n
tima vez que nos visita Ilega acompañando a la muerte, cesación n
de la vida, contra la que nada podemos hacer. O3
Dichas estas palabras, añadiremos, para terminar, que siendo
muchos ios trabajos pubiicaüos sobre ias distintas facetas que
abarca la historia del Archipiélago Canario, en pocos de ellos se ha
llegado a perfilar y solucionar las distintas incógnitas que han sur-gido
sobre el origen de las Isk, por lo que es preciso, antes de
seguir adelante, decir que no se ha puesto punto final a la serie de
estudios que de continuo se estan llevando a cabo. De ahí nuestra
aportación al conocimiento de la historia de los aborígenes, tra-yendo
a estas páginas el resultado de nuestros hallazgos y estudios
540 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA NEDICINA CANARIA EN LA ÉPOCA PREHISPANICA 3
sobre su Xedicina, que tiene, como es lógico deducir, características
propias, que hacen pensar en deducciones tan valiosas como inte-resantes.
CAPITULO PRIMERO
Relacionada íntimamente la historia de la Medicina canaria con
k génesis y evolución del Archipiélago Afortunado, comenzaremos
nuestro trabajo exponiendo, de una manera esquemática, el estado
actual de sus problemas, pues si muchas han sido las opiniones que
sobre ello se han lanzado, nuestros estudiosos siguen buscando en
el laboratorio y la biblioteca en busca de la solución exacta.
Hemos de tratar pues, como consecuencia obligada de lo que
antecede, de dos cuestiones principales: una primera, que se refiere
al origen de nuestras Islas, y otra segunda, referida a su historia
desde que fueron descubiertas hasta el momento de su incorpora-ción
a la Corona de Castilla.
1.-Génesis de las Islas Canarias.
Al estudiar la génesis y evolución de la Tierra a través de las
Eras en que se ha dividido su Historia, nos damos cuenta de que la
meseta continental sudamericana, en contacto directo durante mi-llones
de años con la africana, formó con ella un gran bloque que
se partió en dos trozos en los finales del Secundario. Estos trozos
fueron separándose como témpanos flotantes hasta adquirir la si-tuación
que tienen en la actualidad. Uno de ellos, el formado por las
dos Américas en su marcha o emigración hacia el Oeste, por efecto
de la resistencia encontrada en sus aguas, plegó, al ser comprimido,
su frente anterior. De esta lucha entre las dos fuerzas contrapues-tas
se formó la gigantesca cadena de los Andes que corre, como
se sabe, desde AIas7ñ.a hasta la Antártida. Mientras tanto, el otro
Continente, fuerte y rodeado de mar, tuvo de continuo SUS costas
bajo el dominio de las aguas y de los bloques continentales, limite
donde entran en juego fuerzas y tensiones tectónicas.
4 JUAN BOSCH MILLARES
Separados, pues, ambos trozos, el americano y el africano, quedo
entre ellos el Océano Atlántico, mar que sirvió de escenario a la
aparición de las islas conocidas con los nombres de Azores, Madera,
Canarias y Cabo Verde.
Si observamos, a continuación, después de lo que nos acaba de
decir la Geología histórica, los salientes y entrantes de las costas
americanas y europeas que limitan al O. y E. la cuenca del Atlán-tico,
puede verse una cu-rosa coincidencia de ambos bordes. De
ahí el que Wegener pensase, para explicar la génesis de los conti-nentes
y océanos, en la existencia de movimientos horizontales y
verticales o tectónicos de los bloques de la corteza terrestre, a los
cuales se atribuye la continua y constante separación de ambos
a
Cuntinentes que sigue, a través de los siglos, de una manera imper- N
ceptible. E
O Sitüatias, pues, las Mas Canarias entre ambas partes del Ivhndo, n -
=
¿cómo se formaron y emergieron de nuestro mar Atlántico? m
O
E
Nuchas teorías se han lanzado a la luz pública por los ge61ogos E
2
que las han visitado en distintas épocas de su vida terrestre. A pesar =E
de ello, hemos de reducirlas a dos: una que trata de demostrar que
3
las Wias nacieron en el fondo del mar, sin relación alguna con las - - tierras de ambos continentes, y otra que dice son trozos despren- 0m
E didos o desgajados del Continente africano. O
Entre las primeras hemos de citar: la de Leopoldo von Buch,
llamada de los "cráteres de levantamiento", por atribuir la forma- n
-E
ción de las Islas a fuerzas interiores que empujaron la cobertura, a
2
terrestre hasta hacerla salir fuera del Atlántico; cada montaña n
0 -decía- era un cráter de levantamiento empujado por las fuerzas
expansivas internas ; la de Fernández Navmo, que dice que el Ar- 3
O
chipiélago está asentado encima de rocas volcánicas anteriores al
Terciario, sobre ias que fueron acumulándose en las épocas subsi-guientes
productos efusivos; las de Charles Lyell, Von Frish y otros
geólogos, que las suponen originadas por simples conos volcánicos
formados en el suelo del Océano, por las emisiones y acumulacio-nes
de lavas y cenizas hasta constituir el ingente edificio que hoy
existe, y ia de ~ a r t eSia n Gii, fundada en ia teoría de ia isostasia
y en la demostrada existencia de las corrientes simáticas, en vir-tud
de las cuales las islas emergidas del seno del Atlántico for-
542 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOB
LA MEDICINA CANARIA EN LA ÉPOCA PREHISPÁIiICA 5
maron en principio un todo común; bastó que surgiera un obstáculo
para que dichas corrientes se acumularan a su alrededor y dieran
lugar a una concentracih del sima. Como la ley de la isostasia
exige m equilibrio entre sial y sima, al condensarse éste, disminuye
aquél, por cuyo motivo si esta concentración y aumento se lleva a
un grado extremo, el sima adquiere la suficiente fuerza para arras-trar
el obstáculo consigo, hasta desgajarlo en bloques aislados. Una
primera rotura daría origen a las islas orientales, y una segunda
desmembración originaría el resto de la guirnalda insular.
Entre las teorías que defienden su procedencia africana se en-cuentran
: la de Hernández Pacheco, basada en la igualdad del zócalo
holocristalino existente en las &las y en el cercano litoral y en que
todas ellas, menos La Palma, están arrumbadas de N. E. a S. O. y
p r In tanto tienen direccicín pralela a los pliegues montañosos
y fosas de la parte occidental de Africa; la de Luis Gentil, que no
dudó en prolongar al Suroeste la orografía del Alto Atlas, hacién-dolo
reaparecer en las Islas Canarias, después de que sus pliegues,
descendiendo progresivamente hacia el litoral, acabaron por aho-garse
bajo las aguas; a este hundimiento de los pliegues occiden-tales
se debe el canal que hoy existe entre las Islas y la costa afri-cana.
Recientemente, Simóm Benítez Padilla, Conservador del Mu-seo
Canario, fundado en la teoria de las traslaciones continentales
de Alf. Wegener, admite que al abrirse la fosa atlántica por el des-gaje
de América, respecto a Africa, las Islas Canarias se formaron
por el arranque de la parte de sial más profundamente sumergida
en el sima donde el rozamiento es más fuerte. Estos trozos avanzan
muy rezagados bajo el sima, elevándose por su menor densidad a
la manera de un submarino que remonta a la superíicie. Surgieron
primero las Islas orientales, que quedan como flecos de retaguardia
en el bloque canario que lentamente avanza hacia el Oeste, y todos
ellos ascienden después de experimentar una sucesión de erupcio-nes
al principio básicas, más tarde ácidas y últimamente básicas.
De esta manera las Islas, descarnadas por la erosión, presentan
un núcleo cumbrero de rocas ácidas, rodeadas de básicas en el lito-ral,
como acusan los estudios geológicos del territorio canario.
Fundamenta su teoría Simón Benítez : l.", en que las formacio-
6 JUAN BOSCH MILLARES
nes de Africa eran muy anteriores y distintas a las de Canarias,
pues aquéllas son primarias y secundarias, y éstas, terciarias cuan-do
más; 2.", en que la composición litológica de las rocas de Africa,
según ha demostrado San Miguel de la Cámara, Catedrático de Pe-trografía
de la Universidad de Madrid, en su trabajo Rocas erup-tivas
del territorio de I f k , no corresponden a las de Canarias, sino
a las del escudo brasileño y zona oriental de América del Sur, y
3.", en que los canales interimulares son demasiado profundos para
suponer al Archipiélago descansando sobre el borde o zócalo afri-cano.
Estos datos y las líneas de arrumbamiento que presentan las
Islas de N. a S. y de E. a O. hicieron opinar a don Lucas Fernán-a
dez Navarro que las Islas se repartían de E. a O. en cuatro bloques N
E o agrupaciones independientes formados por Lanzarote y Fuerte-
O ventura, Gran Canaria y su apéndice La isieta, Tenerife y Gomera, n--
y La Palma con el Hierro. Como estos bloques corren sensiblemen- m
O
E
te paralelos a la costa de Africa, dice en conclusión que estos cua- sE
tro grupos se formaron a expensas de cuatro lascas arrancadas de -E
la raíz del Continente africano por el Continente americano cuando 3
empezó su Üeriva hacia e1 Oeste. - -
Por otra parte, Telesforo Bravo, en su GeografZa de h Islas 0
m
E Camarias, y Federico Macau Vilar, en su trabajo sobre Volcanes de O
Gran Canaria, nos dicen que siendo el Continente africano, una vez
separado del americano, fuerte y rodeado de mar, estuvieron sus n
-E
costas sometidas de continuo al dominio de las aguas y de los blo- a
2 ques continentales, límite de separación donde entran en juego fuer- n
zas y tensiones tectónicas. Fácil es comprender, por lo tanto, que el n
bloque africano, que ha resistido todas las orogenias (caledoniana, O3
herciniana y alpina), haya tenido que ceder pedazos de su suelo
ante aqueiios poderosos ataques, que si en aigunos sitios construían
cadenas de montañas que se levantaban miles de metros sobre el
mar, en otros sector- se producían hundimientos que arrastraban
en su movimiento trozos continentales que pasaban a dominio
oceánico.
A consecuencia de estas fracturas, el deudo sahariano, ai emer-ger
después de cada sumersión, arrastraba, con cierto retraso, parte
de las zonas próximas al mar, hasta que durante la última orogenia
544 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA MEDICINA CANARIA EN LA ]EPOCA PREHISPÁNICA 7
quedaron definitivamente sumergidas, salvo algunos pequefios
fragmentos que por encontrarse en especiales condiciones forma-ron
la base de las Eslas.
Todas estas masas continentales (siálicas), al pasar por hundi-miento
al dominio oceánico (simáticas), tuvieron que adaptarse a
las nuevas condiciones físicas y geoquímicas creadas, por lo que,
sometidas a distintas variaciones de presión y temperatura y a la
presencia de grupos de átomos o de otras especies químicas, dieron
lugar a transformaciones lentas de sus materiales que originaron
roturas en las cubiertas superiores, bruscas diferencias de presión
y frotamientos mecánicos.
Es, pues, en el Occidente nor-africano donde el Océano ha sus-traído
al Continente parte de SU suelo, el sitio en el que las tensio-np:!
tectSnicu &+reE y predcjerez c~z&ci~r ,eeqse cia!es
para que las erupciones se manifestasen.
Federico Macau Vilar, Ingeniero de Caminos, Canales y Puer-tos,
en su deseo de hacer gráfica su tesis acabada de exponer, nos
dice ,que el bloque continental de Africa, al final del Período Arcaico,
est~hzhi astmte ~mseZ^!i&dyr~e,u eritsnde, sin rmbargc, u~a~cizadw
las señales de los efectos que sobre el mismo dejaron las viejas
orogenias de aquella Era.
Coincidiendo con el principio de la Era Primaria, se inició una
gran transgresión marina que persistió durante casi toda ella.
Entre los Períodos Silúrico y Devónico tuvo lugar la orogenia cale-doniana,
la que al encontrarse con la mayor rigidez que ya habían
adquirido los materiales constituyentes del bloque continental, sólo
fue capaz de producirle ligeras fracturas en los bordes, sin lograr
modificar su relieve en la extensión y proporciones que tuvieron
l-qar en &S , r~g i c n&e~ ! a scpefi~iet err&re.
Al final del Primario volvieron a llegar sobre el Continente afri-cano
nuevas oleadas tectónicas correspondientes a la orogeaia her-ciniana,
las que, incapaces de producir gmndes plegarnientos en loa
recientes sedimentos marinos sustentados por la rigidez del basa-mento
arcaico, acentl~arcn1 a.r .lis!~caci~~ryw f r a ckrw ma@na=
les, iniciándose, a su vez, la rotura de grandes bloques en sus bordes
ya consentidos por los golpes caledonianos.
Después de la orogenia herciniana, se inició una regresión du-
8 JUAN BOSCH NIUARES
D
rante el Permo-triásico y el hundimiento de algunos de los bloques
reriilltantes de estas acciones hercinianas, cuyos efectos se hicieron O
n palpables en las primeras erupciones que asomaron a través de las -
=m
líneas de fracturas producidas por las mismas orogenias. Estos 0
E
E bloques siguieron en conjunto, más o menos paralelamente, los mo- S
E vimientos del llamado bloque continental.
A mediados Secundario: el mar comenzó una nueva invasión 3
del Continente que llegó a durar hasta principios del Eoceno, ya e-entrado
el Terciario. Durante el mismo, los materiales que conti- m
E
nuaron depositándose sobre la Isla por las erupciones en curso, O
fueron variando de carácter y acentuando su acidez, hasta dar lugar n
a la aparición de las familias de rocas ácidas, cuya evolución, con a E
los desfases y discontinuidades propias de los fenómenos de esta
n
3
O
546 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA MEDICINA CANARIA EN LA &'OCA PREHISPÁNICA 9
naturaleza, siguieron paralelamente la marcha de la transgresión.
De esta manera se originaron la serie de rocas fonolíticas, traquí-ticas
y rioliticas.
Ai llegar a principios del Terciario, que fue cuando tuvo lugar
la orogenia alpina, última de las grandes orogenias universales, sus
fuerzas tectónicas, que a tantos y tan importantes sistemas mon-taiíosos
dieron origen (Alpes, Andes e Himalaya), tropezaron con
la rigidez, cada vez más acentuada, del viejo Continente africano,
sobre el que apenas dejaron señales apreciables, salvo su borde me-
10 JUhY BOSCH MZLARES
diterráneo. Sin embargo, los bloques marginales del Continente su-frieron
con más intensidad los efectos de los contragolpes, reflejos
de las nuevas oleadas tectónicas que por su misma intensidad no
pudo el conjunto del Continente amortiguar del todo. Ello dio lugar
a la acción de fuertes tensiones sobre estos bloques desprendidos
Erupciones explosivas. conglo-merado
de bloques isle60c
independientes.
del Continente por las anteriores orogenias, que al producir en ellos
nuevas fisuras y fracturas llegaron en algunos casos importantes
incluso a desgajarlos en dos mitades y a dejar en su interior impor-tantes
planos de fractura paralelos entre sí.
En resumen, dos son las opiniones más en boga que se debaten
para explicar la formación y aparición de las Islas Canarias. Una,
que la atribuye al hundimiento de los bloques desprendidos del Con-tinente
africano, frente al llamado escudo sahariano, por efecto de
la lucha sobre el mismo de las fuerzas tectónicas de la orogenia
alpina. Confirman este aserto los estudios geolégicos llevados a
cabo por Bourcart, Telesforo Bravo y los Profesores Hernández
Pacheco y Hausen, demostrando la continuidad anatómica y fisio-lógica
entre el Continente africano y las Islas.
Los defensores de la otra tesis dicen que éstas se formaron a
548 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA MEDICINA CANARIA EN LA *POCA PREHISPANICA 11
expensas de las cuatro lascas arrancadas del Continente africano
por el llamado americano, cuando tuvo lugar la separación de los
dos y la deriva de este Ultimo hacia el Oeste. La fundamentan sus'
partidarios en los estudios del Profesor San Miguel de la Cámara,
negando la correspondencia litológica e histórica entre las tierras'
de Africa y Canarias.
Sea una u otra la teoría admitida, es lo cierto que el surgimien-to
del Archipiélago tuvo lugar al final del Período Mioceno, en myo
momento se verificó el paso de las plantas y animales del Conti-nente
africano a las Islas.
Escrito lo expuesto, quédanos por señalar la influencia que tuvo
el origen de las Canarias en la evolución de la Medicina prehispá-nica,
pues teniendo el hombre necesidad de recurrir, para defen-derse
de sus males, a la búsqueda de alimentos, a guarecerse
en cuevas y cavernas y a precaverse de sus enemigos con palos y
piedras, tuvo que habitar los sitios donde estos medios existieran.
Así sucedió con los primitivos pobladores de las Islas, pertenecien-tes
al Período Neolitico, donde encontraron los elementos que les
brindó la Naturaleza para luchar contra tods. clase de enfermeda-des,
pues de la misma manera que los animales lamen sus heridas,
Nam. 7 (1961) 549
12 JUAN BOSCH MILLARES
se esconden y abrigan en las rocas, hacen ejercicios y juegan para
desarrollar sus músculos, buscan una postura cómoda para dormir
y determinadas plantas y hierbas para curar sus males, el hombre
primitivo, obedeciendo a su instinto de conservación, buscó en los
tres reinos que constituyen el Mundo los medios que necesitaba
para vivir y conservar la salud.
Pues bien, al llegar a las Islas, para procurarse sus alimentos,
construir sus, guaridas y encontrar los remedios para sus males, se
halló frente a una flora que revestía caracteres de independencia
con referencia a la de la zona continental africana situad? en sus
proximidades y sometida al predominio de las influencias medite-rráneas,
tanto en las especies actualmente comunes, como en la
afinidad de los endemismos. a N
Y, en efecto, parece ser que la flora que existia en la amplia zona
Uai~aidai mediterrihea era 14 mk=a yze habi+&a e: e! Ccrtmerite O
n africano, ya que la uniformidad del clima, a comienzos de la Era -
m
O
Terciaria, consintió la difusión general de aquélla desde dicha zona E
E
2 al mencionando continente. Es entonces, por estar unidas a éste -E
las Islas durante el Período Mioceno, cuando tuvo lugar el paso de
u . =&zmi Ta bó; -y -lontomA,a n-;;ln m& en.4- nl h , ~ n A i ~ i n n f n V b L C L I L U V LA&& tLCIUb b1 AL-&-l Y b A l r V , per 3
-
efecto de las causas explicadas anteriormente, pudieron salvarse -
0
m
algunas especies de aquellos lugares de las Islas en los que las con- E
diciones locales ejercieron una cierta protección, hasta el punto de O
que ellos funcionaron como refugios para las especies terciarias y n
E como verdaderos museos donde se conservan gran número de tipos -
a
vegetales que existen actualmente en Europa. Tipos vegetales que, 2
n
por efecto de su aislamiento, dieron lugar a numerosos endemismos n
propios de cada una de las Islas del Archipiélago. 3
O
El enfriamiento ocurrido al final del Mioceno y las bajas tem-prah-
s s-Gce$Adau &uzcte 14 "=ea g!&&&i.,ru cüater-narias
y sus períodos xerotérmicos intermedios, tuvieron decisiva
influencia en la distribución de los vegetales, haciendo desaparecer
los que por una u otra causa se vieron imposibilitados de efectuav
las emigraciones e inmigraciones que exigían, para su superviven-
& , ,16 s =c~r~i&se E e! ~Gma. fUe el & E u r ~ p ,
y Norte de Africa, donde los desplazamientos de la flora no pu-dieron
efectuarse, no sólo por estar abierta y ocupada por el mar
550 ANUARZO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
LA MEDICINA CANARIA En' LA *POCA PREHISFANICA 13
la fosa mediterránea, sino por haberse establecido la barrera repre-sentada
por la gran aridez e inmensa extensión de los desiertos del
Africa del Norte. En cambio, la que pasó a las Islas se mantuvo
indefinidamente, gracias a la influencia moderadora de la faja ma-rítima
que las rodeaba. Ello explica la relación de parentesco con
las especies originarias y las extrañas afinidades entre plantas ins-taladas,
hoy día, en regiones muy distantes.
No hay que pensar, pues, en que las Islas hayan sido coloniza-
.das, desde el punto de vista botánico, por los agentes naturales de
la dispersión (vientos, aires, corrientes marinas, etc.), pues al pa-recer
se hace necesaria una más intima relación entre las tierras
colonizadas y los puntos de partida de la flora invasora. Por ello,
y por estar las Islas protegidas por el mar, pudieron mantener su
cubierta primitiva, impregnada de arcaísmo, constituyendo el ú1-
timo vestigio de ia cubierta vegetai de las épocas terciarias.
De esta manera, cuando los primitivos pobIadores llegaron a
ellas, encontraron una flora que les sirvió de alimentación, de techo
para sus casas y de remedios, llamados caseros, para cierto número
de enfermedades. Igual sucedió con la fauna, pues si bien es verdad
que se aiimentaban principaimente de la marina, hasta que arri-baron
los mamíferos, es cierto también que se encontraron fósiles
terrestres iguales a los del Continente.
E.---Sintesis h&t&ka &i Archipiélago.
No pretendemos describir en estas páginas la historia del Ar-chipiélago
Canario desde el momento en que fue poblado por sus
primitivos habitantes hasta su conquista e incorporación a la Co-rona
de Castilla por los Reyes Católicos. Bastará leer cualquiera
de las crónicas e histori,as de las Islas, publicadas en el transcurso
de estos últimos siglos, para que pueda ponerse el lector al corriente
de cuantos hechos destacados se han sucedido desde los tiempos
en que fueron descubiertas hasta nuestros días.
No vamos, pues, a detenernos en estos sucesos históricos, sino
en lo que ellos tienen relación con el conocimiento de la Medicina
canaria prehispánica, referida principalmente a la serie de inva-siones
que han sufrido sus tierras por los primitivos pobladores
.del mundo. A este propjsito justo es añadir que nuestras &las fue-
14 JUAN BOSCE MILLARES
ron conocidas, desde muy antiguo, por las diferentes naciones me-diterráneas
cuyos pueblos se adentraron en el Atlántico bordeanda
las costas africanas, a partir del instante en que las naciones del
resto de Europa dejaron de sentir la necesidad de expmionarse,
ya que, con excepción de las riberas mediterráneas y de las costas
de Gran Bretaria, Rancia y España, el Océano Atlántico perma-necía
desconocido y las expediciones que a él se lanzaron eran sim-ples
ensayos, hijos del entusiasmo y del atrevimiento.
De ahí el que fuera necesario fijar la mirada en torno al Medi-terráneo,
porque en él nacieron las civilizaciones más antiguas de
la Historia. Dígalo si no el hecho de que si ésta avanza en Europa
desde las tierras más próximm al mar hasta las orillas del Báltico
y del Mar del Norte, en Africa no pasa de las regiones litorales a N
por impedirlo el desierto, con la sola excepción de la vía del Nilo, E
y en As ia se aaentra has fa Ilega~a. la India y -h_lna, tenemo.' que O n - convenir, al observar una esfera terrestre, que las tierras en que =m
O
nace y culmina la gran civilización están comprendidas entre el EE
paraIelo 20 grados Norte y los meridianos 60 grados Este y 10 gra- 2
E
dos Oeste, es decir, lo que se llama modernamente el gran cuadrante =
Noroeste. 3
-
Expuesto lo que antecede, es necesario aclarar, antes de seguir em-adelante,
que no todas las expediciones e invasiones que se hicieron E
a las Islas han sido confirmadas por el estudio de los documentos O
y referencias escritas. Algunas de ellas permanecen en la duda, n
E sin ser merecedoras del olvido, por cuanto han influído directa a -
a
indirectamente en la cultura del Archipiélago ; otras hay que acep- 2
n
tarlas por los hechos e investigaciones posteriores, y las restantes, n
0
por ser los cimientos en que se basa la verdadera historia de nues- 3
O tras tiernas.
z z ~ v l n2 este nl an i i e~yrp Sip_i&, d ~ ~ r j h i r ~npri-mcor~a-o--
r---- -- --- r- ------ -
mente las que permanecen en la duda, y a continuación las que nadie
discute y, por lo tanto, admite. Así, pues, refiriéndome a las prime-ras
he de comenzar con:
Fenicia.-Ea más remota expedición maritirna hacia Occidente
~ l i nrnn ;n+ ro l o hintnr.40 l o n p i n n n f r omn n nn nnr . r rAr i+n nr ,onAn nn<i? y CLL. I , , bLUCI <U La, I I IUC V&'AL I". b I I b W I I i I '4,UI"IU -AL &.Lb&"U V iV, UULUIIUW *AV-habla
de los viajes Ilevados a cabo por los hijos de ese pueblo en
busca de su desarrollo comercial, dado el wpiritw. de empresa que
552 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
los dominaba y su condición aventurera que los llevaba a lanzarse
a los peligros del mar para alcanzar nuevas ganancias y posiciones
ventajosas.
De esta manera las islas psbximas a Siria y las del mar Eges
les proporcionaron las primeras riquezas, y Chipre, Cythera, Ro-das,
Creta, Lesbos, Thasos, Thera y Melos les rindieron sus prin-cipales
productos. Asimismo, colonizado el mar Egeo, se lanzaron
por el Mediterráneo, donde fundaron en el Norte de Africa las ciu-dades
de Utica, Hippona y Cartago. Por otra parte, mientras esto
sucedía, se establecieron en Sicilia, Malta, Cerdeña, litoral francés
y España, donde arribaron en el siglo xrv antes de Jesucristo y
fundaron, en el siglo m según unos y en el m según otros, la más
importante de sus colonias, a la que llamaron Gaddir (fortaleza),
con su magnífico puerto denominado Ckdiz. Fueron los primeros,
según conjeturas, que cruzaron las Columnas de Hércules, haciendo
su primera etapa en las Islas Canarias y más tarde en las Azores
y el Archipiélago de Madera, una de cuyas islas sería las Cassi-téridas,
descritas por Herodoto.
Como no ha quedado documentación alguna de estos viajes, su
dice, con el testimonio de Estrabón, que guardaban el secreto de
las tierras visitadas, a f5n de que otros navegantes no llegaran a
sus mismos lugares y se aumentaran las dificultades de la navega-ción
a los que habrían de ser más tarde sus competidores. Plutarco,
en la Vida, de S&orio, refiere que cuando éste llegó a Gades unos
navegantes españoles le revelaron que al otro lado del mar habían
encontrado tierras: se referían posiblemente a las Islas Afortu-nadas.
Egipto.-Si fijamos la vista en cualquiera de los mapas que nos
describen ios historiadores ai hablar de este pueblo, observaremos
que en el mundo mediterráneo pocas tierras se encuentran como las
del Valle del Nilo, tan propicias, para la vida de ganaderos y agri-cultores
del Periodo Neolítico. Por ello pudo en él crear y desen-volver,
antes del año 4.000, y especialmente entre los 4.000 y 3.000
antes de Jesucristo, una alta civilización, caracterizada por el usa
de los metales, de los barcos de vela y de la escritura. Y como con
la escritura entró la Humanidad en la Historia, frente a aqu6llos,
16 JUAN BOSCH MILLARES
los hombres de Europa siguieron todavía viviendo durante algunos
siglos, sin metales ni otros medios de cultura, en la Prehistoria.
Los egipcios transportaban las mercancías por el Nilo en bar-cos
y lanchones, llevando sus mejores productos industriales por
mar a otros países, hasta el punto de que en tiempos fasaónicos
sus flotas navegaban por el Egeo, entraron en el Mar Rojo y cono-cieron
el Océano Indico. No es de extrañar, por lo tanto, que, con-tando
con estos medios, los egipcios ocuparan el mismo puesto que
los fenicios en el conocimiento de los mares, al llevar a cabo em-presas
que les pusieron en comunicación con los demás pueblos.
Dígalo si no la noticia, referida por los historiadores, de que por
encargo de Nechos o Nechao 11, rey de Egipto, hicieron en el año
610 antes de Jesucristo un viaje de circunnavegación en torno al a
N Africa que duró tres años, durante los cuales pasaron por el canal E
que separa las costas occidentales de esta parte del mundo de las O
n &las del grupo oriental de Canarias, después de doblar el Cabo de -
=m
O Buena Esperanza y atravesar el Estrecho de Gibraltar y regresar E
E
a Egipto. Nada de particular tiene que los marinos de esta expe- S
E
dición las bautizaran con el nombre de Afortunadas y el que no =
haya podido aclarar la historia si llegaron o no a visitarlas. 3
Grecia.-El mar fue para Grecia el medio de comunicación con
- -
0m
las naciones extrañas y con sus mismos pueblos, hasta el punto de E
que constituyó su gran vehículo y factor poderoso de civilización. O
Fue además la nación de más potentes emigraciones, traducidas n
en la fundación de las colonias por todo el litoral mediterráneo, de E a-las
que las más antiguas se dirigieron a Oriente hasta llegar a Chi-nl
pre en el siglo xm antes de Jesucristo y más tarde a Egipto. Lus- n
0
tros después visitaron las costas del talón ,de Italia y las orientales 3
de Sicilia, hasta que a mediados del siglo vna: recorrieron sus nacio- O
nales las costas septentrionales esta úItima y las occidentales
de Italia y España, donde después de rechazar la oferta del rey
Arghanthonios, que les ofreció tierras en Tartessos, fundaron y se
establecieron en Marsella un siglo después.
Más tarde, Alejandro el Magno, en su ambición sin límites,
prepgrb l ! PgrE 12 mnqzi&~ &l n/Tpditprr&~pQo C C I & ~a ~ ~ J
base de construir una flota de mil naves dispuestas para navegar
a vela y ser impulsadas por remeros en el caso de que el viento les
554 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA MEDICINA CANARIA EN LA EPOCA PREHISPÁNICA 17
faltara. Con ello tuvo el propósito de pasar por las costas del Norte
de Africa, llegar a las Columnas de Hércules (Estrecho de Gibral-tar)
y fundar algunas factorías más allá de ellas; pero de esta expe-dición,
como de las llevadas a cabo por Pytheas, astrónomo de Mar-sella,
y Euthymenes, que las dirigieron hacia el Norte y Sur del
Estrecho, recorriendo este Ultimo la costa occidental de Africa
hasta aproximarse a las Islas Canarias, nada se sabe de cierto, por
haberse extraviado los documentos en que se hacía relación de ellas.
Al llegar a este momento de la historia, y como quiera que en
a t a s exploraciones les habían precedido los fenicios, nos encon-tramos
que en el gran mundo mediterráneo existían dos grandes
civilizaciones: una oriental o feno-púnica, y otra occidental o griega. a
N
Cadag~.-Al poder marítimo de los fenicios sucedió luego, con E
el transcurso de los siglos, el de Cartago, ciudad que, colocada en O -
el promedio del Mediterráneo, podía extender con más facilidad su -- m
O
influencia a uno y otro lado de aquel mar y del Estrecho, hasta que EE
fue vencido su poderío por Roma, después de desarrolladas las tres 2
E
largas y sangrientas guerras púnicas.
-
wadc ~artqin& envi6 8 lm canaria.gj 0 por 10 menos hacia 3
-
Occidente, una expedición a las órdenes del almirante Hannon, cuyo -
0
m
relato se depositó a la vuelta en el templo de Kronos o, según Plinio, E
en el de Juno, para que se conservase perpetuamente. Este viaje, O
cuya descripción, hecha en lengua púnica y más tarde vertida al n
E griego, se hizo quinientos años antes de Jesucrito, sirvió para co- -
a
nocer las costas occidentales de Africa, de Norte a Sur, si bien se 2
n
duda, con sobrados motivos, del número de 60 bajeles y 30.000 per- n
sonas embarcadas en ellos. Se conoció esta excursión con el nom- O3
bre de "Periplo de Hannon".
2er8ia.-Derrotado el ejército Ge esta nación en el Estrecho
de las Temópilas por unos cuantos griegos al mando de Leónidas,
su rey, llamado Xerxes, por múltiples motivos, dispuso que su
escuadra, al mando de su sobrino Setaspes, diese una vuelta al Con-tinente
de Mrica, saliendo al Océano por las Columnas de Hércules,
doblando el Cabo de Buena Esperanza y regresando por el Golfo
Pérsico. Herodoto, a quien debemos estas noticias, las completa
diciendo que el propio Setaspes confesó a su tío que habían visitado
18 JUAN BOSCH MILLARES
una nación ocupada por muy pocos hombres que, vestidos con tra-jes
fenicios, huyeron a las montañas al acercarse sus buques.
De todas estas excursiones, como acabo de decir, no se tienen
datos que aseguren pusieron pie en las Canarias, porque además de
no haber encontrado en la historia huellas directas de su paso, no
despertaron la codicia de los navegantes al suponerlas carentes de
yacimientos metalífero-S y habitadas por un pueblo dispuesto a de-fenderse
en todo momento. Sin embargo, volvemos a decir, no po-demos
rechazar de plano la idea de que, atraídos por la curiosidad
u obligados por necesidades alimentarias, no hubiesen tenido con-tacto
con ellas. * -* *
a
N
Refiriéndonos ahora a la segunda clase de expediciones, es decir E
a las de que nirlgjri histori&dor Cüda de Yewci&d, corlle=ark di- no-ciendo
que el primer dato seguro sobre la existencia y visita a las =m
O
E Islas podemos trasladarlo a los tiempos de Juba, en la época roma- £
2
na, pues destruida la república cartaginesa y conquistada la ciu- =E
dad de Cartago por Escipión, se vio Roma dueña del mundo enton-
.-,-e .-,-..?.,,:a- 1,. a---"+ .. e." -:A-.-,:+,." --:-+,.-:-?.A- ---e- e
3
bci3 C~UUUCC..LULUUVU L,U UGIUUDLL~LVLI b ~ i 3GJ GL L L LU~ VILLVLLUBVD pa~oau- -
do por los países sujetos a su dominación y sus naves recorriendo -
0m
los mares que hasta esta fecha sólo habían surcado los bajeles con- E
o ducidos por los atrevidos fenicios.
Entre las expediciones marítimas llevadas a cabo hemos de citar n
E las que tuvieron lugar en las costas occidentales de Mrica y espe- -
a
cialmente la que llegó al Archipiélago Canario, cuya descripción 2
n
conservó en resumen Plinio, por haberse perdido el libro original. 0
Los romanos citaron a las Islas con el nombre de Fortunatce Zmul~. O3
A la muerte del gran emperador español Teodosio en el año 395,
-1 -rvinn,.-:- DA-,,, ,,,,.3=. ;I:--:;I;a- ^, ^+a^" a,, ll,-,;l^, 2.. n,:^e+, t:s S U L ~ G L LU sbuulauw yucuu LUV~LUUU GIL u u ua uva, uaulauva ut: vi KULC
y de Occidente, gobernados p r Arcadio y Honorio. El Imperio de
Occidente desapareció en el año 476, subsistiendo en cambio el de
Oriente hasta el 1453.
Un siglo después de desapmecido el de Occidente, los pueblos
rirr* nr\a*.-.trnr. le" .cn-..+-n.-.n 2-1 -r-n--:ri 2--u.-.-nriu -1 -....a- a- 1-"
YUG L U U G ~ N ~ LlaL3 ILVULGL ar3 ucx ul~yt ;~LlUuL ~ ~ L ~ L V LGLL LLLULLUU ut: LUD
bárbaros o extranjeros, constituidos por los germanos o bárbaros
del Norte, los de 1as fronteras de Africa y del Asia Anterior y los
556 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA MEDICINA CANARIA EN LA EPOCA PREHISPÁNICA 19
de las estepas rusas y asiáticas. De ellos, los primeros o germanos
históricos, constituidos por la fusión de las tribus procedentes de
las orillas del Báltico con la población prehistórica de las tierras
comprendidas entre el Rhin, el Danubio y el'Niemen, formaron dos
grupos, conocidos con los nombres de teutones y godos. Estos, a
su vez, se dividieron en visigodos o godos del Oeste y ostrogodos o
godos del Este.
Pues bien, durante la época visigótica el territorio africano del
Norte formaba la Mauritania Tingitana, que al extenderse vaga-mente
hacia el Sur comprendía el Archipiélago Canario, como de-pendencia
del Obispado de Rubicón, sufragáneo de la matricula de
Sevilla.
Ardes.-La formación del imperio árabe, en brusca y desme-surada
expansión, es uno de los más grandes y sorprendentes he-chos
históricos. El árabe, individualista, refractario a toda disci-plina,
acostumbrado a la vida nómada, parecía incapacitado para
la unión y para todo gran esfuerzo. Y sin embargo, en la primera
mitad del siglo m, la palabra de un profeta, Mahoma, le enardece
y lo inesperado se realiza? a tal punto que a finales del mismo siglo
la costa Norte de Africa, que pertenecía en su mayor parte a los
bizantinos, había caído en poder de los árabes convertidos al isla-mismo.
De esta parte del mundo salió una numerosa escuadra para
invadir España, hecho histórico que no fue coronado por la victoria
por haber sido derrotados por los visigodos.
Capitulada en el año 642 Alejandría en Egipto, los árabes to-maron
posesión de la Cirenaica, entraron más tarde en TLinicia y
Kairuan, y después de evitar las costas y plazas fuertes, hicieron
incursiones hasta Marruecos, donde en una de ellas fueron sorpren-didos
por los berberiscos: que los desalojaron de Kairuan. Cinco años
despuéa, los árabes se rehacen, vuelven a tomar esta plaza, y trans-curridos
diez años más de lucha, quedan vencidos los bizantinos y
los berberiscos, cayendo toda Africa en poder del Zmperio de los
Califas. Desde Tánger desembarcaron en el año 711 en Gibraltar
unos miles de soldados árabes y berberiscos, los cuales en siete
años terminaron por conquistar casi toda España.
Esta invasión y conquista y la necesidad sentida por sus nuevos
dueños de guardar las dilatadas costas atlánticas y mediterráneas
20 JUA7.7.- BOSCH LMILLARES
de los saqueos de piratas, algaradas de cristianos y sorpresas de
normandos, les obligó a crear y sostener una poderosa armada que
estrechara los vínculos de raza, religibn y costumbres entre 10s
árabes españoles y los de Africa. Ello dio lugar a que, a fines del
siglo x según unos y del siglo XII se@ otros, se citara, poniéndolo
en duda, la expedición de Ben Farrouck, al frente de 130 hombres,
que atravesó la Isla de Gran Canaria de Sur a Norte, para pasar
después a las restantes. Eh cambio, parecen tener más visos de cer-teza
las descripciones que nos hacen El-Idrisi a mediados del si-glo
XII e Ybn Jaldun tiempos después, respecto a la llevada a cabo
por los magruinos o aventureros. Sea ello lo que fuere, los árabes
las denominaron con el nombre de Ealedad el Yrsair al Kalidad, sin a
que sepamos si tuvieron intención de colonizarlas. N
E
* O 2,. - .,. *. -,. n-- m
O
Durante el transcurso de la Edad Media, el conocimiento que se E
E
tenía de las Canarias se fue perdiendo, hasta el punto de que siendo 2
e
ellas objeto de incursiones por parte de los navegantes españoles, -
portugueses, normandos y genoveses: sólo existih su recuerdo en 3
la mente de los eruditos. Y es llegado e1 siglo XIV, comenzada la na-
- -
0
m
vegación de altura, cuando vuelve a hablarse de las Canarias en el E
ámbito geográfico, pues las expediciones llevadas a cabo por ca- O
g
talanes, mallorquines, genoveses y castellanos, con el carácter de n
piraterías, en armonía con las costumbres y métodos de la época, E a-llegaron
a señalarse por la existencia de esclavos procedentes del nl
Archipiélago en diferentes puntos del Mediterráneo y costas atlán- n
n
ticas de Prancia. Así tenemos las que efectuaron a fines del si- =
glo xm, costeando la costa de Africa, los hermanos Vivaldi, se,- O
el itinerario de Antonio Usodirnare, expedicibn que diez años des-pués
repitieron otros hermanos Vivaldi, también genoveses, aun
cuando se duda de su veracidad, no obstante la afirmación de Pe-trarca
al atestiguar que antes que él naciera, en 1304, una flota ge-novesa
había llegado a Canarias.
Por el contrario? tenemos como se-mas : Iz de Lancelotto Malo-.
cello, que puso pie en Lanzarote con sus genoveses hacia 1312-1330;
la de Angiolino del Teghia en 1341, que visitó todas las Islas al fren-te
de una expedición salida de Lisboa pilotada por Nicoloso da Rec-
558 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA >iEDICiXA CANARIA W LA GPOCA PREHISP*&NICA 21
co, compuesta por florentinos, genoveses y castellanos; las de Te-disio
Doria y otros.
Años después, como los portugueses dejaron de ocupar el puesto
que tenían en el Atlántico y que los hizo convertir en el pueblo más
detentador del Océano, vinieron los mallorquines a sustituirles,
como lo demuestran las expediciones llevadas a cabo en 1342 por
Francesch Desvalers y Domenech Gual, la de Jaurne Ferrer en 1346
y la de Arnau Roger en 1352. A este propósito es curioso ver, en
el "Atlas Catalán" de 1375, dibujada la costa occidental de Africa
hasta el Sur de las Canarias, donde aparece frente al Senegal un
navío con bandera catalana y una inscripción en la que se lee : "Es
el k j e l de Jaume Ferrer partido el 10 de agosto de 1346 d a de Sant
Llorenc (San Lorenzo) en dirección al Senegal".
EE e! 13time tervi9 de! aigk XF.T aEwiiun con !os ~"dlorqclms,
en sus visitas a las Islas, otros navegantes de origen peninsular,
en particular vizcaínos, gallegos y andaluces. Entre los primeros
cabe señalar a Martín Ruiz de Avendaño, que visitó Lanzarote hacia
1377; entre los segundos, a Fernando de Ormel, conde de Ureña,
uavpacn U"in "eYn &Y, qlje rp~orrib 1386 1 s c crfgy & 1%& merq Y . ~ n t r ~ -----
los últimos, a Gonzalo Pérez Martel, señor de Almonaster, que en
1393 transitó con detenimiento por todas las Islas, causando estra-gos
a los naturales y recogiendo numerosos esclavos que llevó a
Sevilla.
La ruta de las Canarias se iba haciendo así familiar a los pue-blos
marítimos de Occidente, en particular a los del mediodía de
Europa, faltando tan sólo la posesión definitiva de las nuevas tie-rras
con los medios militares precisos.
Entre tanto Juan 1 de Portugal, aIiado con el Duque de Lan-iw
g- aeiT;aü coii los T" L=as L&i-llara de Cmtyfia P*e ,se
don Ehrique el Navegante, impulsor de la expansión portuguesa,
ordenó, al mando de éste, las expediciones al Africa en los años 1412
y 1430, tierras que, como hemos dicho, habian sido exploradas por
los catalanes; los portugueses no pasaron del Cabo Bojador, cum-piieiidu
ói+deneU mismo pl$iiicige, ft:-&dW eii la Ue
más allá de este sitio se formaban terribles tempestades.
22 JUAN BOSCH iMILLARES
Llegado el siglo xv, pues, tienen lugar las excursiones hispano-portuguesas,
después de existir cierta rivalidad, desde el adveni-miento
de la Casa de Avis, por cuestiones marítimas, entre las Co-ronas
de Castilla y Portugal, porque ma y otra buscaban en el
Norte de Africa la seguridad de su propio suelo. Y como es de
todos sabido, las iniciaron los portugueses conquistando Ceuta;
mas antes de haber tenido lugar la entrada en Tetuán, los solda-dos
y marinos de Castilla dieron comienzo a la conquista de las
Islas, dirigidos por Juan de Bethencourt y Gadifer de la Salle,
el primero de los cuales después de haber puesto pie en Lanzaro-te
al frente de una expedición francesa salida de Normandía, pasó
a España, en el año 1402, para prestar homenaje al rey Enrique IIi a
de Castilla. Tres años después fueron por ellos sometidas las Is- N
E las de Fuerteventura y Hierro, quedando sin ser dominadas las O
de la Gomera, Gran Canaria, Tenerse y La Palma. n-- m
O
No cesaron, sin embargo, con la posesión de estas Islas, cuyas
páginas y hechos gloriosos se leen en las historias de Canarias, las
expediciones al mar Atlántico de los portugueses y volvieron a des-pertarse
los atrevidos proyectos de navegación por el Sur de Afri-ea,
enviando una escuadra al mando del almirante don Fernando
de Castro, primero, en 1424, y otra más tarde, en el año 1427, a las
órdenes de Antonio González de la Cámara, a las Islas de La Palma,
%mera y Hierro, en sus frecuentes viajes a la Guinea. Prosiguieron
durante el segundo tercio del siglo m, con ocasión de ser concedida
por Ehrique IV de Castilla merced de conquista de las tres últimas
Islas citadas a dos próceres portugueses, los condes de Atouguia y
Villarreal, y que &tos cedieron a Enrique de Portugal. Posterior-mente
el Príncipe D. Fernando envió la Última al mando de Diego
de Silva, el que después de saquear Lanzarote y Fuerteventura pasó
a la de Gran Canaria, contrayendo a poco matrimonio en Lanzarote
con doña María de Ayala y Sarmiento, terminando con esta unión
las disensiones entre españoles y portugueses. Años más tarde, el
Papa Sixto IV aprobó el Tratado de Alcázovas de 1479, celebrado
entre los monarcas de España y Portugal, mediante el cual los pri-meros
quedaron dueños de las Canarias y del Océano Atlántico ex-
560 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA illEDICINA CANARIA EN L4 &OCA PREHISPÁNICA 23
tendido hasta ellas, y los segundos del resto de las islas y el mar
no incluido en la cláusula anterior.
Terminada la conquista de las cuatro primeras Islas, según
acabo de decir, la Corona de @astilla asumió la de las restantes, en
su noble y generoso ideal de civilización y cristianización, despuks
de celebrado un pacto en el año 1477 con Diego García de He-mera
y su mujer, en virtud del cual renunciaban éstos a sus dere-chos
a la conquista de las tres Islas grandes a cambio de recibir,
como indemnizaci6n el dominio Útil de Lanzarote, Fuerteventura
y Hierro y se dice que el título de Condes de la Gomera.
Así las cosas, la conquista de Gran Canaria (1480-1483) la llevó
a cabo primero Juan Rejón y luego el capitán Pedro de Vera, auxi-liados
diplomática y econhicamente por el obispo Juan de Frías
y ayudado el segundo por el rey indigena o Guanarteme, el que,
Lu....C:a-, uutia60 corr el mxrrbre de doii 'Pei-iitiiLio y apdiirinado por los
Reyes Católicos, medió y actuó con gran lealtad, después de ha-berse
sucedido escenas memorables por parte de invasores e in-vadidos
que se cibn en las crónicas. Asimismo don Fernando co-operó
tambih, en unión de otros caudillos canarios, a la con-n;
ui~tu. de 12 Isla de La Izha (1453), dirigida por doii Alürrso
Fernández de Lugo, el que a su vez sometió a Tenerife (1494-1496)
con gente de Andalucía e indígenas, ayudado por el Mencey Aña-terve
de Güimar, jefe del partido españolista de la Isla. Estas tres
Últimas, por tanto, fueron incorporadas a la Corona de Castilla en
los años 1483, 1483 y 1496.
e e
Hemos visto, pues, por la reseña histbrica que antecede, la serie
de incursiones que padecieron las Islas procedentes de toda la
cuenca del M&terr&e y & 1~ ~nslcien~s ccidea+~!dwe! ;?+Wántic~
europeo. Es lógico p a r que ante ellas reaccionaran los primitivos
pobladores del Archipiélago, vibrando en todas sus manifestacio-nes,
pues cada Isla tenía su manera de vivir y encerraba en su alma
la virginidad de una cultura limitada por el horizonte.
De ahi e1 que -*.as hahitantes s?cegierl?ny re~egierzzd e !::SUv isi-tantes
cuanto llevaba implícito un intento de adelantamiento con
el más sublime de los sentimientos, porque todos experimentaban
y tenían el deseo innato de perfeccionamiento en su afán de conocer
24 J73.4iX BOSCH MILIARES
los medios para prolongar la vida. Nadie puede, por lo tanto, poner
en duda que cada uno de los pueblos invasores tenía sus costum-bres,
sus modismos, sus tradiciones populares y que fueron poco a
poco inñltrándose en el cuerpo y en el alma de los isleños, hasta ir
mixtificándolos como resultado del cruce habido entre ellos. No-podía,
por consiguiente, escapar a este inñujo la llamada medicina
preventiva, representada por las prácticas curanderiles de los abori-genes
y por las creencias médico-populares de los invasores y con-quistadores,
creencias que alcanzaron limites de verdadero fana-tismo
cuando los enfermos de aquella época observaron que su pri-mer
núcleo de remedios iba engrosando la fe en sus destinos, con
el afiujo de los que, por proceder de otros sitios tan lejanos, se con-sideraban
como de mayor acción curativa. a N
Quede, pues, como deducción importante de lo que queda ma- E
la ap"rtacihn que &-u&o de k rle&ciria & ha O
-n
canarios prehispánicos trajeron los pueblos ribereiíos del Sur y =m
O
Oeste de Europa y Koroeste de Africa. E
E
2
E
=
A 7SWlVTT A
U - I A V - V O 3
ABO~ÚGENEESN EL MOMENTO DE LA CONQUISTA.
ANTROPOLOGÍAC ANARIA.
fiando Juan de Bethencourt, Pedro de Vera y Alonso Fernán-dez
de Lugo, en el transcurso del siglo xv, conquistaron las siete
Islas Canarias, vivía en ellas un pueblo interesante desde los pun-tos
de vista antropdógico, etnográfico y prehistórico. Es fácil com-prender,
por consiguiente, que durante los años que duró la con-quista
nada pudieron legarnos los que, comprometidos en la em-presa
militar, tenían por norma y propósito someterlas cuanto
antes a :a Corona de Castilla, que por entonces daba días de gloria
a nuestra patria, dueña de las tierras y de los mares.
Fke después, posteriormente a esta fecha histórica y como re-suItado
de los estudios e investigaciones llevadas a cabo sobre sus
moradores por los numerosos viajeros que a ellas arribaron, y por
los científicos que aprovecharon el material procedente de estas
Islas y el existente en museos nacionales y extranjeros, cuando em-
562 ANUARIO DE ESTUDIOS ATL1ArTZCOS
LA &fEDICINA CANARIA EN LA EFOGA PREHISPáhTICA 25
pezaron a fundarse los cimientos sobre los que había de asentarse
la historia de los antiguos canarios, avalados con los documentos
que la tradición ha conservado. Con el transcurso de los años, como
es natural, se han rectificado muchos errores, a la par que se han
aclarado otros, sin que ello quiera decir que algunos de los proble-mas
antropológicos, etnográficos y prehistóricos que palpitan cada
día hayan sido resueltos definitivamente.
P uno de ellos, acaso el más interesante, es el que se refiere a
las razas que habitaban las Islas cuando fueron conquistadas para
los Reyes Católicos, que si bien en parte está en vias de solución,
a h sostienen diversas opiniones algunos de los maestros que del
mismo se han ocupado.
Estudws efectuados durante bs 6ltimos cien añios.-No esca-pará
a las personas que me lean, que todos nuestros historiadores
nos dan noticias sobre los caracteres físicos y morales de los pri-mitivos
habitantes del Archipiélago; pero, como ellos no tienen
fundamentos cientificos en qué apoyarse, me referiré concisamente
a los estudios efectuados en el transcurso de los últimos cien años
por los autores que se detallan a continuación, los cuales establecen
conclusiones que están sirviendo de base a estudios posteriores.
Webb y Berthelot, en su Historia NaturaZ de las Zsh Canarias,
nos dicen que las Islas fueron colonizadas por diversas tribus be-reberes
antes de que los árabes llegaran a Africa.
Quatrefages y Mamy, en La race de Cro-Nagm dans Z'espace
y d w le temps y en Cravtia ethnkct, fueron los primeros que nos
dieron a conocer la semejanza existente entre los cráneos canarios
y la primitiva raza de Cro-Magnon. Este descubrimiento, camino
de la verdad, que abrió un ancho campo a la investigación, consti-tuyó
la base de las primeras conclusiones admitidas -por la Ciencia,
pues demostró queÍos "canarios", como los ho.mbres de la Vesre
de &o-Magnon, eran dolicocéfalos, tenían la cara más estrecha
en su base que en la parte alta, causa de la desarmonía que guar-daba
con el cráneo, y poseían órbitas bajas y anchas y nariz fina.
Estas observaciones no pudieron menos de ser recogidas más
tarde por René Verneau, director honorario del Museo Canario de
Las Palmas, el antropólogo que más tiempo ha dedicado a estudiar
el problema racial de Canarias. De sus estudios dedujo que los
26 JUAN BOSCH MILLARES
primeros pobladores que nos ocupan pertenecían a cuatro tipos
diferentes : l.", el guanche, con todos los caracteres de Cro-Magnon;
2P, el semita, que creyi, emparentado con el árabe; 3.0, un elemento
braquicéfalo de origen desconocido, y 4.O, un tipo bereber muy
escaso.
Chil y Naranjo, fundador de la primera sociedad cultural de Las
Palmas citada, en su M e d r e sur lJorigine des Guanches 0% ha-
Mtans primitifs des IZes Cmaries, presentada al Congreso Inter-nacional
de Ciencias Antropológicas en París en el año 1878, nos
dice que la población canaria se formó en su origen por los elemen-tos
de la raza de Cro-Magnon y que posteriormente los fenicios y
los bereberes la modificaron con cruzamientos. "Así -son sus pa-labras-
se formó con el tiempo la raza guanche, que fue la que a
N
se encontró cuando la Conquista y que era ya distinta de las origi- E
---:--y, O &lL%LlcW . n Sergi, por su parte, manifiesta que los "canarios" formaban
-
m
O
E parte del gran tronco camítico, por cuya razón los llama bereberes E
2
isleños, y que ellos no procedieron de Europa, como dice Verneau, -E
sino del Africa Occidental.
-- 3 von Luschan, en sus estuaios aniropoiógicos puViicados en el -
año 1896 en la "Zeitschrift fiir Ethnologie", nos dice que los "ca-
-
0
m
E narios" pertenecieron a tres tipos : 1.0, el guanche, caracterizado O
por tener estatura alta, cabeza grande, ojos grandes y dolicocefa-lia;
2.", otro, distinguido por ser de estatura mediana, cara larga n
-E
y estrecha, nariz fina y mesocefalia, y un 3.0 más bajo que el ante- a
rior, caracterizado por tener cráneo corto, ancho y alto, nariz fina 2
n
y cara estrecha, a tal punto que lo emparentaba con los presemitas n
armenoides del Asia Menor. O3
En el año 1915, Hooton estuvo en Canarias y de sus estudios,
publicados en "Harvard African StuCiies7j con ei títuio ue ¿os aw
tigzws haMtmtes de CanarhsJ dedujo que la población se dividía
en cinco tipos: 1.0e,l nórdico; 2.O, parecido al nórdico; 3 .O, braqui-céfalo,
al que llamó alpino mongoloide; 4.0, negroide, y 5.O, guan-che,
al que no consideró como descendiente directo de la raza de
Cro-Magnon, sino como un mestizaje entre CLóiico y braquicéfaio,
causa a la que se debía la forma inarmónica de la cabeza.
Francisco de las Barras de Aragón, en sus estudios publicados
564 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA MEDICINA CANARIA EN LA EPOCA PREHISPhICA 27
durante los años 1922 al 1929 en las "Actas y Memorias de la SQ-ciedad
Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria", con-firmó
la existencia de rasgos cromañoides en los cráneos canarios
conservados en el Museo de Madrid.
Tamagnini, por su parte, en sus publicaciones Etaf mtwZ de
nos mnnaisaws sur les m&w habitacnts des Res Ciaozaries y Os
antiguos habitantes das CwarWcs, aparecidas en 10s a5os 1931 y
1932, diferenció cuatro tipos: 1.0, dolicocéfalo, leptoprósop y
leptorrino; 2.O, dolicocéfalo también, pero camoprósopo y platirri-no;
3 ~b,ra quicéfalo, y 4.0, el guanche, con sus afinidades croma-ñoides,
al que consideró, como von Luschan, producto del mesti-zaje
de los dos primeros y, por consiguiente, la causa de la disar-monia
ya descrita.
Fischer, en el año 193O partiendo de medidas tomadas en el
vivo durante el tiempo que permaneció en Santa Cruz de Tenerife,
estableció cinco tipos, a los que llamó mediterráneo, bereber (va-riante
del anterior), oriental, de nariz arqueada y ojos de almendra
(¿semita ?) , alpino y Cro-Magnon.
FYederic Falkenburger; en su Ewanjo de una nueva dnsifka-cGn
craneozógica de b s habitantes antiguos de Canarias, publicado
en la revista española antes citada en el año 1942, presenta la no-vedad
de que sus conclusiones están basadas en el estudio de los
indices faciales (facial superior, orbitario y nasal), a diferencia
de todos los que llevamos expuestos, que han sido fundamentados
en el de los índices cefálicos, que no presentan grandes diferencias.
En 61 establece cinco tipos: 1.0, guanche o Cro-Magnon, caracte-rizado
por tener cara baja o media, órbitas bajas y nariz fina o me-dia;
2.O, negroide, mezcla del anterior y un elemento prebosqui-mano,
caracterizado por poseer cara baja o media; í>rb.itas bajas o
medias y nariz ancha; 3.0, mediterráneo, representado por poseer
cara alta o media, órbitas altas o medias y nariz fina o media, carac-teres
que le hacen dar un parecido a los antiguos cráneos españoles
y egipcios; 4.0, mixto, que muestra todas las posibles variaciones
de índoles faciales, y un 5." braquieéfala, que fue e1 primero que se
encontró durante la guerra púnica en Cartago y Egipto.
Pérez de Barradas, en su NanuaZ de Aatropobgia, publicado
en el año 1946, dice que los guanches, o sean los pobladores de Ca-
28 JUAN BOSCH MILLARES
narias cuando la conquista, eran un pueblo camita, cuyos rasgos
se conservan en la población actual, donde se encuentran hombres
altos, de piel blanca, pelo con frecuencia rubio, ojos claros y con
el cráneo que recuerda, según muchos autores, al de la raza fósil
de Cro-Magnon.
Kelso de Montigny, por su parte, establece tres tipos con los
caracteres siguientes: Lo, cromaiíoide puro, visto de perfil y algo
menos de frente, pues al no tener los ángulos de la mandíbula ever-tidos,
demuestra que en ellos hay algo de sangre mwtérida (raza
de Neanderthal), con lo que se prueba que esta raza no está extin-guida,
como pretenden Marcelino Bode y otros antropólogos;
2P, predominantemente nórdico, porque el perfil craneano visto
en norma verticalis no forma una elipse perfecta, sino ligeramente
pentagonal, su nasio situado en una brecha profunda y estrecha,
su nariz aguileña y ser poca la distancia existente entre la espina
nasal y el prostio, y 3.", turánido, mal llamado armenoide (braqui-céfalo),
mezclado con el tipo mediterráneo, por ser una de sus ca-racterísticas
la frente perfectamente vertical y haber llegado pro-bablemente
a las Canarias con los fenicios, en los que abundaba
este tipo.
Los cr&n@s de bs primitivos pobladores.-Expuestas las opi-niones
de los más importantes antropólogos y arqueólogos espa-ñoles
y extranjeros y vistas las diferencias que con respecto a algu-nos
tipos han señalado, ya que en lo fundamental están de acuerdo,
;cabe llegar a conclusiones que puedan permitir una clasificacián
que sea la base de estudios posteriores, puesto que, como dije al
principio, quedan aún por resolver algunos problemas antropoló-gicos,
etnográficos y prehistóricos? ; ;ca be establecer de una ma-nera
concreta la existencia de tipos parciales con predominio en la
herencia, ya que es un hecho conocido que desde los primeros años
del siglo xv se propusieron los europeos someterlas a su domi-nación?
Si repasamos la historia de estas Islas, tan fecundas en circuns-tanciadas
crónicas, recordaremos que durante las Edades Antigua
y Media los egipcios, etmcos, persas, fenicios, cartagineses, ro-manos,
árabes, genoveses, catalanes, normandos, portugueses, ga-llegos,
mallorquines y andaluces, al decir de aquéllos, hicieron des-
566 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
cripciones de expediciones a estas Islas, que se basan en docu-mentos
y estudios inseguros; pero nadie puede poner en duda la
posibilidad de cruzamientos con los nativos. Si a ello añadimos que
durante el siglo xv tuvieron lugar incursiones organizadas, toda
vez que en sus comienzos las Canarias eran conocidas geográfica-mente
por las naciones que ocupaban las orilIas del Mediterráneo
y que numerosos esclavos nacidos en el Archipiélago se encontra-ban
con frecuencia diseminados por varias comarcas de Francia,
Génova, Venecia, Castilla, Aragón y Portugal, se comprenderá que
en muchos cráneos de los primitivos pobladores habrían de encon-trarse
estigmas o señales reveladores de la estancia y cruce entre
invasores e invadidos. De ahí las numerosas descripciones de los
ap1tropólogos que a primera vista dan lugar a desorientación en el
problema, el que estudiado con más detenimiento permite llegar a
eonciusiones que sirvan cle puerta de eiiti;á¿ia a iiuevas iii~&ig~-
ciones.
Valiéndose de todo el material antropológico existente en los
museos de París, Madrid, Santa Cruz de Tenerife y en especial del
que posee el Museo Canaria de Las Palmas de Gran Canaria, que guaraa espi&&aa coiecc~oiies, caialugada y revba6w rur
Profesor Verneau, y en las cuales ha logrado el que esto escribe
establecer ensayos de Paleopatología humana, fueron descritos por
este antropólogo tres tipos perfectamente independientes, dadas
+us características, sobre las cuales, modificadas, han establecido
las suyas los demás autores.
PRIME~Rm .-Caracteres antmpolúgicos (fig. 1). -Observando
el cráneo visto de frente, apreciamos que tiene la cara ancha y
corta, los arcos superciliares muy desarrollados en su parte inter-na,
las órbitas bajas, anchas y rectangulares, la nariz mediana y
saliente, el maxilar superior relativamente estrecho y algo prognato
y la mandíbula inferior con mentón ancho y saliente. Visto de per-fil
anotamos la frente bien desarrollada, la bóveda aplastada con
otra depresión en la parte inferior de 10s parietales y superior del
occipital y la protuberancia externa bien pronunciada. Si lo vemos
por encima, apreciamos la forma pentagonal de la boveda, como
resultado del desarrollo de las eminencias parietales, y si lo mira-mos
por detrás confknaremos los datos acabados de exponer.
30 JUAN BOSCH MILLARES
De los factores apuntados esquemáticamente sacamos la con-clusión
de que la cara de este tipo, más estrecha en la base que
en la parte alta, contribuye a la disarmonía que guarda con el crá-neo,
pues ya sabemos que un cráneo alargado, para ser armónico,
necesita una cara alta, y esta que describo es más bien baja.
Ahora bien, ja qué raza pertenece el cráneo que acabamos de
describir ?
Si repasamos la Antropología de la segunda mitad del siglo m,
veremos que fue el profesor francés Broca el que, estudiando e1
ejemplar descubierto en Dordoña (Prancia) el año 1848, pertene-ciente
a la raza de 00-Magnon, evaluó su estatura en 1,80 metros
y nos dijo que su cráneo era dolicocéfalo, su índice cefálico de 73,7',
su capacidad craneana de 1.590 c. c. y la b6veda craneana elevada a
N
(hipsicéfala) . Al mirar su contorno, por arriba es pentagonal debido E
a! sa!ieEte , 1& hfibas paiietaIes, y si se le obserxz & -pei-E:, la O
n -
frente aparece levantada por encima de los arcos superciliares, que =m
O
E son relativamente poco salientes, y la bóveda desarrollada, siguien- E
2
do una curva regular en las regiones anterior y media, en tanto, =e
que forma un vasto semiplano en la parieto-occipital.
3 (-jescRbir la cara rlGs y-ue es i-elati-vameiite Toa-& y muy- -
ancha, en tanto el cráneo lo es estrecho y largo; de ahí la explica- -
0m
E cién de su disamonía. Por debajo del frontal, que es ancho y alto,
O
medianamente abovedado, se abren las órbitas igualmente muy g
anchas y de bordes casi rectilineos. Los pómulos son fuertes y sa- n
-E lientes y la nariz estrecha, larga, fLna y leptomina, pwque los hue- a
sos nasales se proyectan hacia adelante. El maxilar superior, com- 2
n
primido al nivel de las arcadas dentarias, presenta un prognatismo 0
bastante pronunciado, y la mandibula inferior, robusta, presenta 3 O
una barbilla triangular y prominente. Los huesos largos acusan una
talla riq (1,33 1 , 3 j y -sIa corjfoi-fiiaci~n &-ética con
las impresiones musculares muy vigorosas ; de ellas, el fémur pre-senta
una Enea áspera muy desarrollada, y la tibia, forma apIanada
en lámina de sable (tibia platicnémica).
La raza de Cro-Magmn originaria de este tipo.-% compara-
-^- --L..- ^^.^^^L --*- - ---- 7 - -
U ~ V Da liu~ae b~wbt i a ~ a ~ ~ eCU~IIe 1b0s que presentan m ~ ~ h ocrsán eus
de los primitivos pobladores de Canarias descritos más arriba, nos
daremos cuenta seguidamente de la gran semejanza que existe
568 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOB
LA MEDICINA CANARIA EN LA EPOCA PREHISPÁNICA 31
entre ellos, semejanza que se ve agrandada cuando se comparan
entre sí los caracteres étnicos, según referiré más adelante. De ahí
el que se pueda afirmar, y en esta opinión están contestes todos los
autores, que la raza humana f b i l de Cro-Magnon se asentó en lar;
islas desde que fueron habitadas. Pero al llegar a este punto surge
inmediatamente la cuestión siguiente: jcómo llegó a las Canarias
esta raza que ha producido cambios profundos en la existencia del
hombre, por los progresos que ha llevado a cabo ?
Asentada en el Perigord durante la Era Cuaternaria, donde pa-rece
tuvo su centro principal, se extendió por el Norte hasta Bél-gica
y Holanda, por el Este hasta el Meuse y por el Sur en una
vasta región que llegó hasta las tierras de Labour en Italia. En to-dos
estos sitios quedó demostrada la existencia de la raza por los
representantes suministrados en gran número de poblaciones de
la época actual, bien pwos o mestizados, y por los numerosos ha-llazgos
encontrados en las sepultmas neolíticas de varios lugares
franceses.
¿Quiere esto decir que en este gran espacio quedó. encerrada la
raza histórica que me ocupa? De ninguna manera, pues si bien la
raza de Cro-Magnon ha persistido en los sitios donde ha existido,
nadie puede negar el que haya podido enviar migraciones en distinz
tas direcciones, pues un hecho que observamos frecuentemente es
el de ver grupos humanos desplazados del lugar que les vio nacer,
abandonando a sus hermanos y patria, para dirigirse hacia nuevas
comarcas, aun careciendo de medios de locomoción. A este propó-sito
Quatrefages decía que la imperfección del estado social favo-recía
la diseminación de la especie humana, y que los pueblos ca-zadores,
como eran los hombres de 00-Magnon, por las necesidades
que les imponen su género de vida y los instintos que desarrolla,
necesitan vivir en grandes espacios.
La raza de Cm-Magrwn en Eq&a.-Al fin de la Era Cuater-naria
nuevos individuos vinieron a disputar el suelo a 10s viejos
trogloditas y es por tanto en esta época cuando tienen lugar, en
mayor proporción, las emigraciones de la raza. Unos marcharon
al Norte, otros al Sur y otros permanecieron en sus sitios, conser-vando
su tipo primitivo o mestizándose con los recién llegados.
Dejando a un lado las emipaciones hacia el Norte, podemos
32 JUAhT BOSCH MELARES
decir que las del Sur siguieron dos direcciones: una hacia el Sur-a
t e , que se ha podido apreciar en Italia hasta la tierra de Eabour,
y otra hacia el Suroeste, que llegó a Portugal despues de haber
atravesado la Península Ibérica. La raza de Cro-Magnon pertenece
al Paleolítico Superior, y España no podía dejar de contribuir a
la reconstrucción de esta raza primitiva, gracias a los estudios
de los antropólogos españoles Antón, Hoyos, Olóriz y otros, y a
los del francés Verneau, sobre nuestros primitivos restos humanos.
A esta raza corresponden el cráneo de Monóvar, en Alicante; los
17 prehistóricos existentes en el Museo Antropológico de Madrid
(14 de la época neolítica), encontrados en Oviedo, Segovia y An-dalucía;
los de la Edad del Bronce hallados en la tumba de Baza
(Granada) ; el defectuoso cráneo hecho presente por el Padre Lo- a N
renzo Sierra en Camargo '(Santander), y la gran cantidad de hue- E
,A, L..niio--n Loll..;lnn nn lnn r.r.nrr7nn ;In 1" Conn mo".rlolnn;nnc<n Vl O
aun ULUUCUIVU ssas~auva~ 1 I1(W C I U G V Q ~ J UG r a n ~ a ~ u a r c ~ r s ~ s w o . n-género
de vida que llevaba este hombre es id6ntico al del resto de
- m
O
E Europa, y nos es mostrado en los yacimientos y estaciones que E
2
de él nos quedan. Con el frío del Paleolítico Superior se refugió -E
en las innumerables cavernas de nuestra zona cantábrica y levan-
&:-- - ------ :L -1 ---- - ---vez ,.- -1 .-+,. -.." ."...4.-- a- --:.-. . .."..*.-.* 3
LLUCL, ayas cclu as i auu , a s r ~ y r ~CLuL CL a r LG aua r ~ L U Du 6 ub~v,L wa l v l r -
vestidos y adornos, y trabajaron el hueso y la cerámica con la -
0
m
perfección que muestran los abundantes restos de las estaciones E
O españolas.
La evolución del Paleolítico al Neolítico tiene en España su n
E
manifestación con el desarrollo de una fase típicamente española
-
a
que se la conoce, por su localización, con el nombre de Asturiense. 2
n
Al llegar al Neolítico, España se puebla de restos y monumentos n
que muestran el alcance a que ilegó aquella civilización, siendo los O3
más característicos la cueva de los Murciélagos, entre Granada y
ei mar; las cuevas de ivíenga y dei Romerai, a la derecha de Xnie-quera,
en la provincia de Málaga; abundantísimos dólmenes y
menhires en Gerona, los castros y mamoas en Galicia y los monu-mentos
megalíticos en Baleares. Los adelantos logrados por esta
raza durante el Neolítico se muestran palpables en nuestros mo-numentos,
en la construcción de grandes cámaras y en ia aparición
de molinos de triturar, adelantos demostrativos de que no les era
desconocida la agricultura. La diadema de oro y las conchas de la
370 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA MEDICINA CANARIA EN LA. &POCA PREHISPÁh'ICA 33
misma cueva nos hablan de su afán por la ornamentación, y la
abundancia de castras de la región gallega explica su organización
social en tribus que buscaban la defensa contra los ataques ene-migos.
Todos estos hallazgos han demostrado que la raza de Cro-
Magnon vivió en España y estaba extendida por toda la Península,
esto es, desde Oviedo hasta Andalucía.
La ram de Cro-Magm en Africa.-í!onocida la parte septen-trional
de Africa, que se extiende desde la costa mediterránea hasta
el límite septentrional del bosque tropical del Africa Central, con
el nombre de Africa blanca, en atención a que en ella no hubo ne-gros,
los maravillosos hallazgos de esqueletos encontrados por
investigadores franceses en sepulturas situadas en los limites
Norte y Sur del Sáhara han demostrado que desde el principio esta
región fue habitada por la raza de Cro-Magnon del Periodo Gla-ciar.
Este periodo glaciar de Europa correspondi6 a un periodo
fluvial de Africa blanca, y todo el espacio que hoy ocupa el desierto
estaba entonces cubierto por sabanas y bosques, los valles llenos
de laurnas y ríos, los montes poblados de árboles y el campo
y el ganado alimentaban a los hombres, a cuyo lado existían tribus
o cazadores de cultura inferior.
Por otro lado, las investigaciones de Bourquinat y Mac Carthy
y la del general Faidherbe han demostrado la existencia de la raza
de Cro-Magnon en las sepuIturas megalíticas de Koknia, en los
monumentos también megalíticos de Túnez, Argelia y Marruecos
y en los individuos de gran taila, rubios y de ojos azules existentes
en el Africa blanca.
La raza de Gro-Magmn en Canarias.-Con la existencia de gen-ls
rcbias entre c~narinr qmd&a &dd-.ridoj por 10 que aca-bamos
de decir, una unión con el Noroeste de Africa, donde aque-llos
individuos, de gran talla, recordaban a los rubios bereberes
del Atlas, desde antiguo conocidos. Las investigaciones de Bertho-bn
y Chantre, publicadas en su obra Recherch a~thropoZogiq2ces
dnm !n Rehe& nrj,m.f&, y las cr'mparaciones hechas entre los
cráneos canarios con los del Egipto antiguo, según el trabajo de
Oettering, conñnnaron estos asertos.
Por otra parte, WGLfel, en sus estudios comparativos de1 idio-
3& JUAN BOSCH MILLARES
ma de los antiguos canarios con las lenguas bereberes, el antiguo
numídico y los idiomas de los haussas, y los llevados a cabo sobre
pinturas rupestres de animales domésticos, costumbres, cultura,
material de reglamentación del reparto de aguas, etc., ha creado
fuentes de investigación que han confirmado la existencia de esta
dependencia antropol6gica de muchos de los aborígenes con la raza
de Cro-Magnon. Es preciso, a este propósito, recordar que con los
períodos glaciares y las épocas interglaciares y postglaciares, la
flora y la fauna se desplazaron de Europa hacia Africa y con ellas
el hombre, en el caso de que por entonces existiera. E1 Mediterrá-neo
era un puente que unía tierras kmes, y España era el máximo
mediador entre la Europa Occidental y Africa del Norte. Todas
ellas formaban una gran unidad, dentro de la cual existía el-mar a N
Mediterráneo con carácter de mar interior. A esta unidad perte- E
~ p c i m!m ~ m ~ ~ r ~ ~ . O n
-
Podemos decir, pues, en el estado actual de nuestros conoci- =m
O
E mientos, que el mismo tipo que vivía desde el principio de la Epoca E
2 Cuatrrnaria en el Valle de La Vezere, existía en España durante la E
=
Epoca Neolítica, vivió en Africa antes de la Epoca Romana y en
e! NeUipié!ztg~ Canar i~h uta, e! siglo XY, Gmde, m e! m m e m 3
-
de la conquista española, se encontraban todavía en las Islas indi- -
0m
viduos que ofrecían este tipo puro o apenas alterado. ¿No parece E
O natural pensar que la raza de @ro-Magnon haya emigrado hacia el
Sur y que par lo tanto las Mas Canarias fueron la última etapa de n
E los viejos cazadores de Ha VezGre? -
a
Hay, por consiguiente, que rechazar la idea de que la emigra- 2
n
ción haya tenido lugar en sentido contrario, como dice Verneau, 0
por euanto los aborígenes no han podido vivir en las Islas en la O3
época en que aquellos que se consideraban como sus antecesores
----Le- 1-- .a-- --: ---- 1 -- ---- L -- --- -7 T7-17- 3- 'r - T7-->---
CCLL~~LUlCuUa SIC U I L LC~-U~~ JJI~~WG,U ~ L C L U ~IL U e~l1 el v a l e u e u 5 a . v egr-e.
Representantes de la raza de Cro-Xagm en las Islas.-Al He-gar
al Período Neolítico o de la piedra pulimentada, ya en avanzada
prehistoria, el Norte de Africa, donde acabamos de decir persistió
la raza de Cro-Nagnon, fue dominio de las razas blancas de Africa,
viviendo en éi puebios totalmente diferentes desde ei punto de vista
de la civilización, pues siendo inhabitable Europa en extensas pro-porciones
en el Período Glaciar, el Norte de Africa, por contraste,
512 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS'
lofrecia condiciones ideales de vida. Ello dio lugar a que al lado
de un pueblo marcadamente civilizado como fue el egipcio, se en-contraban
los etíopes, babilonios, griegos, fenicios y romanos, in-terviniendo
y mezclando su sangre con los de la antigua población,
hasta que en el siglo va los árabes comenzaron a invadir el Africa
del Norte, llegando hasta el Océano Atlántico, y por el Este y por
el Sur hasta el Sudán, invasiones que dieron lugar a filtraciones
en todas las poblaciones negras.
Ekta complejidad de pueblos da idea de la importancia del pro-blema
étnico del Africa del Norte, cuya población estaba subdivi-dida
en varios grupos, de los que el más importante fue el de los
bereberes. !Como es lógico suponer, sufrieron la influencia de los
pueblos que les invadieron, y así adoptaron de los cartagineses sus
divinidades, de los romanos su religión y de los árabes musulma-nes
el islamismo. Sin embargo, a peszr de estos cruzamientos, una
parte del elemento berebere permaneció intacto, sobre todo aquellos
que, para conservar su independencia, se retiraron hacia los con-fines
más alejados de la zona ocupada por los árabes y los que fue-ron
a vivir en las regiones difícilmente accesibles de los macizos
montañosos, donde conservaron una situación preponderante que
perduró hasta el siglo xw, fecha en que los españoles y turcos les
hicieron perder su pureza.
Eran los bereberes hombres, en su mayor parte, de gran talla,
beilos, robustos, con piel apenas ligeramente morena y cabellos ge-neralmente
negros; y otros, Ios menos, de piel blanca y cabellos
rubios. La cabeza, dolicocéfala, estaba relativamente poco desarro-llada
en el sentido vertical y muy ancha al nivel de las abolladuras
parietales, con un occipital haciendo prominencia hacia atrás en
forma de abrazadera, lo que daba al cráneo una forma pentagonal.
La frente, bien desarrollada en todos sentidos, sobremontaba a una
cara sin prognatismo, que en lugar de ser alargada como el cráneo,
era corta y larga al nivel de los p6mulos. La nariz era recta, sa-liente
y estrecha. Los arcos superciliares presentaban un relieve
pronunciado en su parte interna, con espesas cejas que cubrían
ojos largamente hundidos y perfectamente horizontales.-~lm entón,
bien destacado, tenia forma triangular más que cuadrada.
Los bereberes, que ocupaban todo el Norte de Africa antes de
36 JUAN BOSCH MILLARES
las tiempos históricos, se encuentran hoy diseminados desde Egipto
a Marruecos y desde el Mediterráneo al Senegal. Se distingue en
ellos dos tipos, el rubio y el moreno, más extendido éste que aquél,
y pueden ser divididos en dos grandes grupos: los sedentarios de
las montañas y los nómadas de las llanuras. Comprenden varias
tribus, entre las que mencionaremos, como más importantes, las
de los guanches, cabileños, touaregs y moros.
Pues bien, cuando las Islas fueron conquistadas, desde comien-zos
del siglo xv hasta los tiempos de los Reyes Católicos, la ma-yoría
de los habitantes de algunas poseían los rasgos de los bere-beres
y por consiguiente los mismos caracteres antropológícos que
personalizan a la raza de Cro-Magnon. De ahí el que lleguemos a
a la conclusión final ,de que tanto unos como otros proceden de N
E
esta raza prehistórica, afirmación que extenderemos a sus carac- O
terísticas étnicas, pues, como aquéllos, desconocían los metales y n-- m
se valían para fabricar sus utensilios de rocas volcánicas que se O
E
prestaban difícilmente para el trabajo. Sabían, sin embargo, ha- E
2
E cer objetos de alfarería y cesteria, y con sus malas herramientas -
adornaban algunos recipientes de madera y construían mazas, ja- 3
bdinas y lanzas. Salvo en Gran Canaria, donde sus habitantes con- - -
0
feccionaban, con juncos, especies de cortes, zagalejos y manteles, m
E
los guanches (tomando esta designación en sentido general, si bien O
su verdadero significado es la de habitante de la Isla de Tenerife) n
empleaban para vestirse pieles de cabra o de carnero. Asimismo a-E
hacían collares con las conchas, fragmentos de rocas o granos de l
n
tierra arcillosa secados al sol, y con portasellos labrados en tierra n
n
cocida ("pintaderas") grababan, en Gran Canaria, dibujos. 3
O
Los guanches vivían en grutas donde depsitaban sus muertos,
awcas vmes dnaP:éis de h&erlGs xemffica& y el?~Tiie!tecsr pie!rc
cuidadosamente cosidas y superpuestas en número de cuatro, cinco,
seis y más capas. Cultivaban los cereales y torrefactaban los gra-nos
antes de reducirlos a harina por medio de pequeños molinos
parecidos a los de que se servían los romanos. A esta harina, co-nocida
con de "@b", le aza&aii y carne de FG
rebaños, formados por cabras y ovejas. Cuidaban igualmente puer-cos
y se dedicaban a la pesca.
574 ANUARIO DE ESTUDIOS ATL4NTICOS
LA MEDICINA CANARIA EN LA $POCA PREHISPÁNICA 37
Los guanches eran habitualmente duices, pacífios y muy hos-pitalarios
y rodeaban a sus jefes de un gran respeto. Las mujeres
eran siempre bien tratadas, existiendo entre ellas una especie de
vestales (harimaguadas) que estaban rodeadas del misma respeto
de que gozaban los jefes masculinos. A pesar de su pacifismo, sur-gían
algunas veces dificultades entre las tribus, que se resolvían en
los combates, desplegando hombres y mujeres una bravura de
la que pudieron dar cuenta los conquistadores. Tenían una religión
naturista y creían en seres superiores, a los que rendían culto y
ofrecían sacrificios.
En resumen, el individuo guanche fue, desde luego, el más abun-dante
de las Islas, pero no el único ; de aquí el error en que muchos no
versados caen cuando hablan de que todos los pobladores canarios
se 112m22 "g?~an~heys 'd' e que Fueron los ihicos que se encontraron
cuando tuvo lugar la conquista. Como veremos a continuación,
existían, además del guanche, otros elementos, aunque en menos
abundancia, que tenían sus características propias y diferían com-pletamente
de aquellos por su civilización, su industria y también, . . -A-=- &AA- ----.A--.- -en n.. 1rinm.ain Pokamnn oilnmác? fipm
DG~uu L u u a apar uarbra, p r uu rcrlguajb. r i u i u c r r r A v * i , uuvrArwu, "-.,Y--
pos antes de aquel en que Juan de Bethencourt abordó las Cana-rias,
estas Islas habían sido visitadas, algunas veces, por pobla-ciones
salidas del Norte del Continente africano y por consiguiente
estas arribadas de nuevos emigrantes dieron lugar a mezclas con
los habitantes que las poblaban desde antiguo.
SEGUNDO TIFO.-Semita.-Ahora bien, j a qué tipo pertenecían
estos grupos de individuos que existían en distinta proporción en
cada una de las Islas?
Dije anteriormente que en el Norte de Africa, durante el Pe-ríodo
Neolitico, vivieron pueblos totaImente diferentes desde el
punto de vista de la civilización. Dije también que los árabes coy
rnenzaron a invadirlo en el siglo tu, llegando hasta el Océano Atlán-tico
por el Oeste y hasta el Sudh por el Sur, infiltrándose, por lo
tanto, en todas las poblaciones negras; y ahora añadiré que llegado
el siglo xr se cruzaron en gran níimero con los indígenas bereberes.
Ardientes partidarios del islamismo, penetraron arma en mano en
38 JUAN BOSCH MILLARES
una gran parte de Africa y en la mitad aproximada de Asia, ha-ciendo
numerosos prosélitos.
Una vez abolida la barrera religiosa entre vencedores y ven-cidos,
los árabes, además de cruzar su sangre con los bereberes, lo
hicieron con los negros llegados en las caravanas como esclavos.
De esta manera, predicando la doctrina de Mahoma, llegaron hasta
el corazón de Africa y se asomaron a Egipto, Marruecos, Abisinia,
Guinea y en toda la extensibn comprendida desde el Golfo de Adeii
hasta la Cafrería. De la misma manera, al advenimiento del isla-mismo
los árabes se extendieron por toda Siria, donde encontraron
gran número de hermanos judíos, turcos, griegos, cretenses, etcé-tera.
Así, y como resultado de estos cruzamientos, surgió el tipo
semita, que en todos ellos, especialmente en el cruce sirio-árabe, se
conocía por su talla mediana, piel ligeramente morena o blanca, ca-be!!~~
11 eges rh&s y abxdmtes, y, en e! hombre, b a r h bie: p-blada
y ojos rasgados.
Caracteres antr0polÓgicos.-El cráneo es francamente dolieo-céfalo
y bien desarrollado en el sentido vertical; la frente, derecha,
es poco elevada; la cara, alta y en forma de óvalo regular, teniendo
ISs Gjm ,3 fvrTIa. de ssobremoii"Lad&G, :t:cejaz;m -esm, Men dibujadas,
pero con párpados bien pronunciados, nariz fuertemente deprimi-da
y estrecha en su nacimiento, saliente, un poco grande en su raíz
y aquilina. Los labios son carnosos, y el mentón redondeado y lige-ramente
prominente.
Si dirigimos la vista a la fig. 1, segunda fila, observaremos que
vista de frente su cara es estrecha y alargada, sus arcos superci-liares
poco salientes, las órbitas más altas que en el tipo anterior,
la nariz mediana y la mandíbula con mentón triangular, estrecha
y saliente. Si la miramos de perfil, su frente es un poco menos abul-
4. d.. 3-7 --e-- 7 - -
&uct que :a uel guaiclie, y en su bóveiía y base no existen apias-tamientos.
Observada por encima, la forma del cráneo es elíptiea
y alargada, por lo que guarda, en 0poskih también a la del guan-che,
armonía con la de la cara, notándose el desarrollo verticzl del
cráneo y el paralelismo de sus paredes cuando le vemos por detrás.
Lus semita en Canarias.-Dei estudio y cornparaci5n de ios
caracteres de este cráneo con los generales de la raza semita, raza
blanca de Asia, échase de ver la semejanza, por lo que hemos de
576 ANUARIO DE ESTUDIOS .LTLANTICOS
concluir diciendo que este tipo está representado por un hombre de
menor estatura que el guanche (pues su altura oscilaba entre 1,65
y 1,67), con cabellos negros, ojos pardos y piel un poco oscura, aun
cuando las mujeres más blancas y hermosas existían en Gran Ca-naria,
La Palma y Hierro, menos en las rde Tenerife, Lanzarote y
Fuerteventura y escasas en da Gomera.
Todos estos caracteres les daban una fisonomía que hacía re-cordar
a la de los árabes actuales de Argelia, y como los dientes y
los huesos de la cabeza y del esqueleto eran m& finos que los del
tipo anterior, las gentes de este segundo tipo no eran tan fuertes
y vigorosos como los ,guanches. Sin embargo, tenían un tipo de civi-lización
más avanzada, como lo demostraba la construcción por ellos
de verdaderas habitaciones de piedra seca y la existencia de fabri-cantes
de tejidos y de pinturas corporales hechas por medio de las
llamadas "pintaderas". Lo revela también su cerámica, las institu-ciones
religiosas e inscripciones que poseían, las revelaciones cultu-rales
y los rasgos lhgüísticos que unían a sus habitantes con el
mundo neolítico africano. Esta raza fue la que trajo agricultores y
ganaderos al Archipiklago, base del pastoreo que ejercieron los abo-rígenes.
TERCETRI PO.-Negrde.-Repartido entre las Islas, pero prin-cipalmente
en Gran Canaria y la Gomera, encontró Verneau un
tercer tipo, 'de carácter braquicgfalo o de cabeza corta, con baja
estatura y narices anchas, cuyo origen al principio fue imposible co-nocer
por existir en pequeiía cantidad, pero más tarde, en el año
1915, al observar en muchos de los cráneos conservados en el Mu-seo
Canario un prognatismo a veces enorme, pensó que algunos
individuos naturales del Continente africano arribaron al Axhi-piélago
y ejercieron su influencia sobre una parte no escasa de la
población. A este tipo lo llamó negroide.
Caracteres antrqo;iógicos.-Si volvemos a fijar nuestra vista
en la fig. 1, tercera fila, nos daremos cuenta que de frente presenta
cara extema da.rga.da con maxilar 81~1per&8xn chc2, Srbftas m ~wy!-
tas, nariz mediana, mentón estrecho y saliente, prognatismo suba-nasal
frecuentemente muy acentuado. De perfil, la frente es abul-tada
y vertical, caracteres que la distinguen de los otros dos tipos;
40 JUAN BOSCH MILLARES
bóveda craneana apenas aplastada, corta y sin prominencia de1
occipital; la forma pentagonal de la bdveda no es tan pronmciada
como en el tipo primero. Por atrás se nota el desarrollo vertical de1
cráneo, con cierta sobreelevación de la región mediana antero-pos-terior.
Pues bien, en este tipo el carácter antropológico más importan-te,
que le da personalidad y que le distingue claramente de los otros
dos, es la braquicefalia, y como ésta no se formó en el Paleolítico
Superior, en el que la dolicocefalia fue carácter dominante, hay que
pensar que la formación del bloque braquicefálico tuvo lugar des-pués
de aquél, no sabemos si por emigración de razas braquicefá-licas
desde Asia, o por un proceso endocrino y de adaptación del
medio montañoso a expensas de los pueblos mediterráneos, cuyo a N
avance hacia el Norte fue comprobado en épocas prehistóricas.
Ahora bien, ¿de dónde procedieron estos pueblos que poseían O
n además, como segundo carácter específico, la verticalidad de su
-
m
O
E frente? E 2
Admitido este tipo por Von Lwchan, que lo emparentaba con -E
los presemitas armenoides del Asia Menor; por Hooton, que lo
iiamó aipino mongoioide; por Tamagnini, que se redujo a descri-. 3
-
birlo, sin establecer relaciones de dependencia con las otras razas; -
0
m
E por Fischer, que la calificó de alpino, y p r Falkenburger, que lo
O considera como encontrado en la guerra pínica entre m a g o y
Egipto, no ha sido clasificado aún en sus propios términos, pues n
E en el momento actual un hecho que la clasificación señala con cla- -
a
ridad es que las tres grandes razas, la blanca o caucásica, la negra 2
n
o negroide y la amarilla o mongoloide, no quedan limitadas a deter- n
minados Continentes, como tienen lugar actualmente con las par-. Oi
tes caucasoides de Europa, Asia y Africa, que están situadas a
derecha e izquierüa dei Océano Indico, y con el tronco mone;oivide
que habita en Oceanía, en el Este de Asia y en el Norte y Suramé-rica,
casi rodeando al Océano Pacífico.
Este tipo, menos importante que los otros dos, fue considerado
como vestigio de las gentes llegadas con los pueblos navegantes y
coionizadores a partir del primer miiezrio aiita de Cristo.
Estos tres elementos raciales descritos por Verneau en las pá-ginas
anteriores, el guamhe, el semita y el bvaqukéfdo o negroide:
578 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOB.
se observan tanto en los cráneos de las mujeres como en los de los
hombres existentes en los museos y sociedades científicas de Ca-narias,
Madrid y París, siendo interesante señalar que en los mu-chos
individuos que ofrecen señales de mestizaje no es raro obser-var
que los caracteres de ellos se encuentran unas veces pronun-ciados
en el cráneo y otras en la cara, es decir, que los caracteres
de los tipos se yuxtaponen, en lugar de fundirse.
CAPM"ULO 111
ULTI~~EOSTSU DIOS E.I NVESTIGACIONES ANTROPOL~GICAS.
El profesor adjunto de Antropología de la Facultad de Cien-cias
de Barcelona, Dr. Fusté Ara, que ha permanecido algún tiem-po
en Gran Canaria completando sus trabajos sobre las razas
aborígenes, en el Museo Canario, nos dice que los primitivos
-pobladores del Archipiélago pueden ser incluídos en los siguientes
tipos existentes, confirmados por el estudio de ia población actual:
1." Tipo cromaiioide, caracterizado por su elevada estatura,
de constitución atlética, cara baja, ancha y de contorno cuadran-gular,
debido a la gran distancia que separa entre si los ángulos
mandibulares a consecuencia de la gran extroversión de la región
goniaca; tiene, además, prominentes los piimulos, la región glabelar
y los arcos superciliares, caracteres que proporcionan a su fiso-nomía
rasgos vigorosos ; en esta cara, baja y ancha, llaman la aten- '
ción los ojos, con la abertura palpebral horizontal hundida y poco
abierta., a consecuencia de la altura de la concavidad orbi-taria
que en el cráneo aparece baja, ancha y de contorno rectan-gular.
Se observan en éste, además del fuerte desarrollo de las
rugosidades correspondientes a inserciones musculares, el gran
tamaño de las apófisis mastoides y con mucha frecuencia el con-termi
pentqpnal que se qwelfa viste por encima.
Con referencia a la llegada de estos hombres de ~ r o - ~ a ~ an o n
las Islas piensa F'usté, como Verneau, que efectuaron un largo viaje
desde Francia a través de España hasta llegar a1 ~rchipiélagop or
vía marítima. Lo demuestra el hecho de que en las poblaciones
42 JUAN BOSCH MILLARES
prehistóricas peninsulares, el elemento cromañoide está amplia-mente
difundido; pero lo hace dudoso el argumento de que hay que
admitir un largo desplazamiento por mar hacia unas Islas, cuya
existencia desconocían, en gentes que carecían de vocación mari-nera.
Por lo pronto, las primeras observaciones del antropólogo fran-cés
respecto al paso de la raza de Cro-Magnon, desde F'rancia hasta
el Norte de Africa, fueron recientemente conñrmadas por los des-cubrimientos
y estudios efectuados en algunas poblaciones prehis-tóricas
norteafricanas. En efecto, el hallazgo de diferentes yaci-mientos
argelinos pertenecientes a las culturas ibero-mauritánica
y capsiense, más o menos sincrónicas del Mesolítico europeo, ha
demostrado la existencia de un conjunto de formas cromañoides,
con las que se ha creado el tipo o raza denominada de Mechta
Afaiou, dei nombre de los principales yacii~itiitür; de Mechtz e!
Arbi y de AfaIou-bou-Rummell, situada en la zona comprendida
entre la costa de Túnez y el Atlántico.
En ella encontró A. Ruhlmam un cráneo situado en un nivel
Paleolítico Superior, en la cueva llamada Dar-es Soltan, cerca de
Rabat, ei que, estudiado por Vaiiois, demostró que la raza de TvIecli~
el Arbi era una variante un poco más tosca y de aspecto más primi-tivo
del grupo de Bo-Magnon, por cuya razón lanzó la hipótesis
de que en ésta se hallaba el origen de los guanches.
El descubrimiento de este tipo étnico, como el hallazgo en la
Cueva de Barranc-Blanc (Rotova, Valencia) de un fragmento del
frontal humano presentando todas las características de esta pri-mitiva
y tosca variedad africana del Cro-Magnon, viene a confirmar
lo dicho más arriba por Verneau, cuando afirmaba que el itinerario
seguido por esta raza fue el señalado desde Francia hasta estas
Islas a trav6.s de España y Norte de Africa. este descubrimiento
y hallazgo quedó demostrada la existencia de un lazo de unión entre
los pobladores de Canarias y los de la población española del Neolí-tico
Superior; pero faltaba demostrar la relación entre los croma-ñones
canarios y norteafricanos, ya que hemos dicho que desde las
poblaciones de este Continente saitzron a Canarias.
Pues bien, el hallazgo llevado a cabo por el prehistoriador fran-cés
Ruhlmm dio la clave para el establecimiento de este intere-
580 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
sante problema antropodinámico, ya que encontró un cráneo perte-neciente
igualmente al de Mechta, en un nivel antiguo de la Cueva
de Dar-es Soltan, en las cercanías de Rabat, con lo que quedó acla-rada
la relación entre ambos cromañones.
Ulteriores pesquisas han permitido comprobar la persistencia
de dicho elemento entre los actuales isleños de Gran Canaria, si
bien en menor proporción que en el de las mismas gentes anteriores
a la conquista. Este elemento cromañoide se encuentra en todas las
Islas del Archipiélago, pero es en Tenerife donde se halla mejor
representado.
2." Con mayor frecuencia que este tipo se advierte la presen-cia,
en los cráneos de los antiguos pobladores y la población actual
de la Isla de Gran Canaria, de otro tipo que, asemejándose al ante-rior
por su corpuiencia y robustez, difiere principalmente por la
gran altura de la bóveda craneana y por el alargamiento de la cara,
circunstancias ambas que le dan un contorno pentagonal caracte-rístico.
Este elemento, estudiado por Verneau, F'wté y Fischer, fue
denominado tipo bereber, con la advertencia de que podría tratarse
posiblemente de una variedad norteafricana del tipo mediterráneo,
raza krbérida establecida por el antropjlogo italiano Biassutti y
admitida desde antiguo por sus características lingüística y ar-queológicas.
Sin embargo, hay que tener presente que si los bere-beres,
bajo el punto de vista cultural, constituyen una entidad inde-pendiente,
no ocurre lo mismo desde el punto de vista racial, pues
el pueblo bereber forma parte de un complejo integrado por dife-rentes
elementos raciales, entre los cuales ocupa su lugar el tipo
a que nos referimos.
Probablemente este tipo, de elevada estatura, cabeza aIta y cara
alargada, no es otro que el calificado de protomediterrám por al-gunos
autores y de eurafriccinicb y atlante mediterráneo por otros,
encontrado en yacimientos de la cultura capsiense anterior al pe-ríodo
de la piedra pulimentada y que hoy goza de amplia difusión
en los países de la cuenca del Mediterráneo y persiste todavía entre
los habitantes de la provincia de Alicante y en algunas provincias
portuguesas.
Estos dos elementos acabados de señalar, el crmaiioide y el
44 JUAN BOSCH MILLARES
e~?~africáni&so, n los que aparecieron principalmente en el b c h i -
piélago durante las primeras oleadas de inmigraciones, si, como
es de suponer, fueron v a ~ h sla s que llegaron a ellas en diferentes
épocas.
3.0 Además de estos dos tipos se ha encontrado en la población
prehistórica canaria otro elemento que hizo antes su aparición en
el Norte de Africa : el tipo orien;táZ&, distinto de los anteriores por
su menor corpulencia y robustez. Sus gentes son de estatura media-pa,
d6lico o mesocéfala y con características que los hacen confun-dir
con otros semejantes, hasta el punto que resulta en ocasiones
aificil su discriminacibn.
En este tipo orientálido, la cara es alargada y bastante larga,
a .continuando a veces casi insensiblemente el periil de la frente, algo N
incIinada hacia atrás. E1 dorso de la nariz frecuentemente convexo,
los ojos con su contorno almendrado, cierta carnosidad en ias me- O
n--
jillas, y a menudo un acusado prognatismo alveolar, a veces doble, m
O
E
completan los rasgos principales fsionómicos del tipo en cuestión. SE
Añadiremos únicamente que, a diferencia de los tipos ~.onzañoi&s - E
y eurafricánido, en los que la piel es más o menos clara y con fre-cuencia
también claro el aris: en ei t i ~ oor ientaiicib ia pigmentación 3
-
es muy oscura, el iris pardo, el cabello negro y la tez morena, hasta -
0
m
E alcanzar en ocasiones un tinte oliváceo. O
4.0 Además de esos tres elementos, considerados come, los más
importantes entre los primitivos pobladores del Archipiélago, exis- n
-E
ten el tipo mediterráneo y el armenoide. El primero, parecido al a
2 orientálido, integrante de las poblaciones neolíticas de la Penin- n
suIa y de1 Norte de Africa hasta el Próximo Oriente, conserva en n
parte los rasgos de la raza de Mechta el Arbi y presenta otros nue- 5
O
vos, indicadores de que se ha producido un cambio de población.
Recientemente se han encontrado restos humanos en la capa B
neolítica de Dar-es Soltan, y el cráneo hallado en 1936 por Jaranoff
en un conchero cercano a Rabat, que fueron incluídos por Vallois
en la raza mediterránea. Esta raza, en un neolitico más avanzado,
quedó dueña de todo el Africa del Norte y pasó probablemente a
las Islas en el tercer milenio antes de Jesucristo. Tal raza, de ojos
y cabellos oscuros, con cráneo moderadamente alargado, lo mismo
que la cara, m llamada también del Zitoral porque no se la encuen-
582 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA MEDICINA CANARIA EN LA *POCA PREHISPÁNICA 45
tra a más de 250 kilómetros del mar y se extiende alrededor del
Mediterráneo desde Gibraltar a la embocadura del Tiber y por el
Atlántico desde el Estrecho de Gibraltar hasta la embocadura del
Guadalquivir.
5.0 El tipo armemide, de talla un poco por encima de la nor-mal,
piel blanca, cabellos y ojos negros, cráneo braquicéfalo, nariz
fuertemente curvada en forma de seis con la punta muy carnosa
dirigida hacia abajo, boca un poco larga, labios bastante finos y
bien dibujados, es el que menos abunda en la población actual y
en la prehistórica.
En estos tres últimos tipos la pigmentación es oscura, con el
iris pardo, el cabello negro y la tez morena, a veces muy oscura,
lincluso alcanzando en ocasiones cierto tinte oliváceo.
6.0 &tudiando los habitantes de la población isleña actual,
Fusté Ara observó la existencia de algunos individuos despigmen-tados,
con cabellos de color oscilante entre el castaño claro y un ru-bio
más o menos oscuro, con cierto tono rojizo y unos claros de tona-lidades
variables entre el azul, verde y gris. Como estos caracteres
no siempre se hallan asociados a individuos de tiplogía cromañoide,
admite la existencia de un tipo drdico, portador de estos caracteres
de pigmentación en épocas recientes, tal vez cuando se introdujo
en la Isla el cultivo de la vid, que ha dado lugar a que en la actua-lidad
haya disminuido el número de personas despigmentadas, en
razón al hecho de que en los cruzamientos con individuos de pig-mentación
oscura, la clara, según las leyes de Mendel, tiene carácter
recesivo.
, Por su intensa despigmentaciún, el tipo mrrd2c<f difiere de los
anteriores por su cabello rubio, a veces ceniciento, los ojos de color
Bzul o azul claro y la tez muy blanca, generalmente pecosa, carac-teres
que asociados a otros, como la considerable altura de la cara,
discrepan de los propios del tipo cromañoide. Este tipo nórdico sólo
hemos podido observarlo, y aun con escasa frecuencia, en la zona
norte de la Isla de Gran Canaria.
Si, como todo parece suponer, este elemento nórdico no guarda
relación con las formas despigmentadas que se encontraban ya
entre los antiguos pobladores, y a las que anteriormente hicimos
mención, queda planteado el problema de su llegada al Archipi6-
46 JUAN BOSCH MILLARES
lago Canario. En otras islas atlánticas, como son las de Cabo Verde,
la penetración de individuos con cabellos rubios y ojos azules, que
se observa entre la población actual, es fenómeno reciente, ya que
en la época de su descubrimiento, acaecido de 1450 a 1460, se ha-llaban
todavía deshabitadas.
En relación con este problema debe de tenerse muy en cuenta,
por lo que a Canarias se refiere, que en el siglo xvr hay testimonios
de la existencia de intensas relaciones comerciales con los Países
Bajos, siendo conocidos los nombres de varios mercaderes flamen-cos
avecindados en las Islas, relaciones que bien pudieran suponer
un aporte de elementos nórdicos a la población canaria. Incluso se
conserva todavía algún topúnimo de origen holandés; tal es, v. g., el
de la caldera y pico de Bandama, en las proximidades de Las Pal- a N
mas, que en uri mapa del siglo pasado aparece todavía con la grafia E
Vmdama, O
n -
De todos modos no hay que olvidar que, según Abreu-Saldun =m
O
E (1377, a mediados del siglo m), los francos habían visitado ya las E
2
Canarias (M. Pelayo, 1933), y tampoco que los prehistoriadores ven =E
en algunas insculturas o petroglifos canarios, así como en algunos
nlnrnr\n+rio nr,l+r.aoonlnm.omr rn+rin ,..m ,,%m:+,- "Grrrn"vr l o
3
vuvu FIIGLLLGAICVD ~ I L ~ L C L I ~ LG~UL, L SUL IGIILVU YUG ~ G 1L11 1~~1a1u L l l l a i l L a -
existencia de contactos en épocas prehistóricas con países atlán- -
0m
ticos norte-europeos, por lo que no puede descartarse la llegada de E
O elementos nórdicos a Canarias en épocas remotas.
7." No se puede dar por íhalizado el estudio de las razas que n
-E
poblaron las Islas Canarias sin hablar de otro elemento racial, ca- a
2 racterizado por poseer algunos rasgos en su esqueleto facial, muy n
especialmente el prognatismo y las proporciones de sus miembros, 0
calificada por Verneau de negroide, al compararlo con los dos esque- O3
letos encontrados en la Cueva de la Riviera, cerca de la localidad
-7. m.. t. - 7 -7: -.. - -L. - -L- - ---.---- ---- -1: - - -L- - 7 m.--!- 3 - A --..: - ue brlmalru, en urr - - - - - - - e s L a . a L o cor-respuriu~e~u~ ree r-iuuux waciense,
el más, antiguo de los pertenecientes al Paleolítico Supefior. Esta
afirmación del antropólogo francés quedó al descubierto cuando
Vallois demostró que los pretendidos caracteres negroides no eran
privativos de los esqueletos de Grimaldi, sino comunes a las razas
-1-1 n - 1 -l!A?- - m 2---
uei ralevuLlw D U ~ ~ I - ~ V L - .
Para confirmarlo basta decir que el hecho de ser la nariz un
poco ancha no significa necesariamente ascendencia negra, pues la
584 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
LA MEDICINA CANARIA EN LA EPOCA PREHISPÁNICA 47
del negro, además de ser ancha, tiene otros caracteres que no tienen
los cráneos estudiados por Verneau. Lo mismo cabe decir del prog-natismo
subnasal o alveolar, que se presenta en otros tipos como
consecuencia de cierta disarmonia entre el grado de desarrollo del
maxilar y el tamaño de los dientes, mientras que en los negros, por
el contrario, se extiende a todo el macizo facial, carácter que no lea
es exclusivo, puesto que esta forma de prognatismo se encuentra
también entre los cráneos orientálidos.
La confirmación de este tipo hubiera planteado un problema en
el estudio de los aborígenes, toda vez que apareció también en el
Neolítico español y en el Egipto predinástico ; pero el hecho de que
fueran traídos a estas &las muchos esclavos negros, procedentes
de Berbería y Guinea, para el cultivo del azúcar, y de que no se
haya tenido cuidado en la investigación de la época y procedencia
de los cráneos coleccionados, quita valor a su estudio como elemen-tos
pobladores del Archipiélago.
Negado, pues, el tipo negroide, los señalados por Fusté, el cro-mañoide,
el eui"africánido y el orientálkh, son, en definitiva, los
principales elementos que integraron la población aborigen cana-ria
y los que dominan en el actual complejo racial insular, con dife-rencias
en cuanto a su participación en las diferentes islas, consti-tuyendo
en conjunto un cuadro muy semejante al de las pobla-ciones
norteafricanas con las que, sin ningún género de dudas, es-tuvo
en relación la primitiva población del Archipiélago. Estos tres
elementos se encuentran distribuídos de distinta manera en la Isla
de Gran Canaria, pues el orientálido y el rnediterrdmé), tienen pre-dominio
en el Sur, el eurrafricánido en el Norte y el crorncuñoide en
el Centro. Esta misma distribución, referida a la Isla de Tenerife,
la confirmó la profesora de Maguncia Dra. YIse Schwidetzky du-rante
su estancia en las Islas en estos dos Últimos años.
En resumen, para saber cuáles fueron los primeros pobladores
de Canarias hay que admitir la existencia de varias oleadas de
pueblos invasores, procedentes del Norte de Africa. Ello hace pen-sar,
y asi se deduce de la distribución geográfica del Archipiélago,
que a las Mas llegó., en primer lugar, un elemento antiguo, portador
48 JEAN BOSCH MILLARES
de los valores culturales arcaicos, representado por las geates
c ~ ~y euroafricd~nidos,s cons tituyentes de la raza de Mechta
el Arbi, corrientemente llamados guanches, en el Postpaleolítico,
en una época en que el clima pudo ser m& favorable incluso en
el mar. M& tarde llegarían los elementos representativos de la raza
mediterránea y orienMZida, que arribó a las Islas avanzado el Neolí-tico,
hasta una época en que la intensidad de las relaciones medi-terráneas
y atlánticas alcanzaron gran valor. Esta intensidad fue
la que dio origen a la existencia de otros elementos que también
ía poblaron y que fueron la causa de la multiplicidad de razas que
describen los antropólogos, como resultado de la desertizacióii del
Sáhara, de las vicisitudes históricas o geopolíticas de algunos pue-blos
en el Norte de Africa, como sucedió con los bereberes al huir a N
de la propagación del Islam, o por efecto de los intensos aiíos de E
i n f r n c i i í n d n h i d n c a l a c i n ~ r a c i n n n c6 r a h n c l a c ei ialnc AnaAn a1 c imin 7r.r O
'L""' -AV- U U U A U V U ., LUU AA-. U Y A V I I I V Y W L WUUU) .CUU " C I W A U U U U U L % V UI U A r i L V Y a, n especialmente en el XI, establecieron las culturas orientálidas re- -
m
O
cientes. E
E
Ahora blen, ¿como arribaron los primitivos pobladores a estas
Islas?
S Admitida, desde el punto de vista geológico, la separación en
bloques de la regihn continental africana por efecto de las fuerzas
Tectónicas que actuaron sobre ella, al decir de los partidarios de la
teoría del origen africano de estas tierras, queda explicado el paso
de las plantas y animales antes de la terminación del Terciario;
pero como el hombre apareció sobre la Tierra en el Período Cua-temario,
hay que pensar que los aborígenes saltaron desde el Con-tinente
haciendo uso de la vía marítima. Parece a primera vista
extraño que &ta pudiera realizarse sin tener conocimiento de ia
brújula y otros medios de navegación; pero el hecho de haberse
efectuado viajes a través de los mares por seres solitarios, en
estos Últimos tiempos, hace pensar, primero, en que las inmigra-ciones
no fueron hechas en grandes oleadas, y segundo, que tenien-do
lugar las corrientes y vientos marinos de Este a Oeste, nada
de particular tenía que estas gentes, conducidas por grupos de
navegantes superiores (fenicios, cartagineses, mauritanos, árabes)
586 ANUARIO DE ESTUDIOS A.TL.ANTICQS
o solos, hubieran arribado primeramente a las Islas del grupo orien-tal.
E310 no inaalida el hecho de que una población aborigen ca-naria
establecida en ma isla, apartada de todo tráfico por mar,
pudiera haberse trasladada a las restantes en circunstncias favo-rables,
desde el momento en que los mediterráneos y africanos,
hábiles en el mar, pudieron usar las Canarias como etapa en la
travesía del Atlántico. Después, las Islas son conocidas de los pue-blos
navegantes y colonizadores mediterráneos que describimos en
las invasiones efectuadas por ellos, los cuales trajeron elementos
culturales nuevos, mencionados por los historiadores, hasta que
fueron conquistadas por los Reyes Cat6licos.
Sin embargo, los estudios de la madera y pieles de las momias
.&e Acusa, Guayade-que, Cueva del Rey y de La Guancha, en Gran
Canaria, realizados en el Naturkundig Laboratorium der Rijks-
Universiteit de Groningen (Holanda) por el profesor Dr. PZ1. de
Bries, mediante el procedimiento del Carbono 14, revelan que las
fechas de las mismas datan desde los años 292 hasta el 1082. Esta
última, anterior a la iniciación de la conquista de Gran Canaria
(1478): corresponde a unos trozos de madera del magnífico túmulo
funerario de La Guancha en Gáldar, perteneciente al estrato cul-tural
superior; mientras que la primera corresponde a una cueva
sepulcral del centro de la Isla, donde podría suponerse la presencia
de los elementos raciales y culturales más antiguos. Tratándose
de poblaciones cuyas bases económicas de subsistencia estaban ba-sadas
en la agricultura y la ganadería, debieron ser sin duda muy
importantes las causas que les movieron a embarcarse desde las
costas de Africa con destino a las Islas. P entre ellas, muy proba-blemente,
deben de haber desempeñado un papel antropodinámico
&c&$is 1~ n;e hg,~si de repetidg,pie~tec itudw, &e es, 12 dese-cación
del Sáhara y la irrupción del Islam en Africa del Norte.
Estos estudios, llevados a cabo hasta el presente, nada .aclaran
obre el problema que se debate acerca del origen y fecha de la
aparición de los aborígenes, por lo que es precisa pensar que hace
50 JUAN BOSCH MILLARES
falta una prospección arqueológica amplia, con objeto de buscar
yacimientos que diesen una estratigrafía precisa, problema aún no
resuelto en los momentos actuales.
CAPITULO IV
Ha sido tema discutido en todos los tiempos, el saber si los pri-mitivos
pobladores de las Islas Canarias fueron o no idólatras, pues
estando en íntima relación la medicina de los antiguos pueblos con
los ritos y ceremonias religiosas, el estudio de éstos y de los ídolos
encontrados en alguna de aquéllas, puede aclarar esta >duda que aún
sostienen ios partidarios de ambas opiniones.
Al leer y releer las páginas de nuestra historia dedicadas a esta
faceta de la etnología canaria, nos encontramos con que los aborí-genes
creían en la existencia de un Dios, aCLmitian la presencia del
demonio o genio del mal y eran supersticiosos, es decir, tenían creen-cias
extrañas a ia fe reiigiosa y por consiguiente contrarias a ia
razón.
Con respecto al primer punto, es sabido por todos los que m
leen que reconocían a Dios como un Ser Supremo, eterno, omnipo-tente
y conservador del mundo, al que llamaron Alcorac o Alcoran
en Gran Canaria; Achaman y Achguayaxiraxi (conservador del
mundo), Achahuvahan (el grande), Achicanac (el sublime), Ach-guaregenan
(sustentador de todo), Atguochafmataman (sustenta-dor
del cielo y de la tierra), Acoran y Alcorac (Dios que les había
hecho de tierra y agua), en Tenerife; Abora (Dios del universo que
moraba en io más aito de ios cielos y hacia mover todos los astros),
en La Palma; Enaoranhan (Dios protector de los hombres) y Mo-neyba
(protector de las mujeres), en el Hierro; Orahan (hacedor de
todas las cosas), en la Gomera; Althos, en Lanzarote, y sin nombre
alguno en Fuerteventura, al que adoraban levantando las manos
ai cieio.
Tal creencia tenían en E1 y tanta la veneración sentida, que,
con el fui de estar más cerca de sus dioses, al suponerlos habitando
588 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
la altura de las montañas o el cielo, construyeron pequeños tem-plos
de piedra ((oratorios) en los montes, cuevas, bosques, casas y
riscos o en la cima de aquéllos, con el objeto de estar más próximos
a ellos. Son de citar como lugares más elevados, los de Umiaga en
Telde y Tirma en Gáldar, en la isla de Gran Canaria; las pirámides
de piedra seca situadas en todos los términos de la Isla de La
Palma; los dos riscos colocados en el lugar llamado Bentayca, co-nocido
actualmente con el de Santillo de los Antiguos, en el Hierro;
la montaña situada en la fortaleza de Chipde, en la Gomera, y los
grandes edificios llamados "Efequenes" en las islas de Lanzarote
y Fuerteventura, donde depositaban la manteca y la leche de cabra
como ofrenda al Ser Supremo.
No se conformaban, sin embargo, con este acercamiento a Dios
para ser mejor oídos y rendirle culto, sino que, en el deseo de supe-ración
y de llamar la atención cuando se producían o tenían lugar
en las Islas grandes calamidades públicas, como enfermedades y se-quías,
organizaban los jefes religiosos procesiones constituidas por
los moradores y sus ganados, que terminaban en uno de los dos
riscos ya citados de la Isla de Gran Canaria, en un valie profundo
de la de Tenerife, en los dos riscos de la Isla del Hierro, en las pi-rámides
de piedra seca existentes en la de La Palma, o en la forta-leza
de Chipude en la de la Gomera.
En todas estas manifestaciones se unían lw gentes de los pue-blos
con sus ganados, llevando ramas de árboles y hojas de palmera,
presididas por las Harimaguadas, júvenes vírgenes que habitaban
en las cuevas de Gran Canaria. Una vez en los riscos o en lo hondo
del valle, separaban los machos de las hembras y los menores de
los mayores, colocándolos en distintos corrales sin darles alimento
durante tres días, a fin de q-u e llenasen el aire de gritos lastimeros,
aullidos, gemidos y llantos. En este tiempo, el fanatismo, excitado
por el hambre, daba libre ensanche a la desesperación hasta exhaIar
gritos de rabia.
Si el cielo permanecía sordo a las voces, se dirigían al mar en
medio de esta creciente algarabía (después de haber roto con cierta
ceremonia vasijas llenas de leche y manteca dentro del templo, en
honor de la Divinidad), bailando el baile canario, entonando sus
cantos, haciendo visajes y movimientos con los ojos, cabeza y cuer-
52 JUAN BOSCH MILLARES
p y abriendo y extendiendo los brazos para implorar la miseri-cordia
de Dios. Adentrados en el océano, azotaban las olas con las
ramas que habían traído para la fiesta, o se valían, en la Isla del
Hierro, de un anciano, venerado por su piedad y sabiduría, que
penetraba en la cueva de Asteheyta para presentar al pueblo un
cerdo de pequeño tamaño, al que llamaban "Aranfaibo", protector,
por tener el privilegio, como los rebaños, en otras dos de las Islas,
de interceder cerca de la Divinidad para poner fin a la calamidad
pública.
Con respecto al segundo punto he de decir que creían en la ex%+ a
tencia de un demonio o genio del mal, al que suponían habitaba en E
el centro de las montañas o en e1 interior del vdc9n, p&ci~nC?n O n
tormentos y fuego eterno. En Gran Canaria le llamaban "Gavioto", =m
O
y en Tenerife "Guayotay'. Se le consideraba como el causante de E
E
las erupciones de fuego y azufre que tenían lugar en el Teide, en 2
cuyo interior se encontraba el Infierno, al que conocían con el nom-hre
& "Rrh~i i i@E~n. gw czcyifi&r lpy qr ry&, trzk~d e &a 3
como de noche, bajo formas distintas de animales (gallinas con -
0m
pollos, becerros, cerdos y perros grandes lanudos), a los que deno- E
minaban "Tibicenas" en Gran Canaria, "Canchayyy "Gucancha" en O
6
Tenerife, e "Irnene", "Iruene" y "Haguanran" en La Palma. n
E Todo aquello capaz de producirles miedo era considerado por a
los aborígenes como emanaciones del diablo. En la isla de La Palma n
existe un peñasco escarpado, en el interior de La Caldera, que se
levanta como un inmenso obelisco. En sus inmeáiaciones vivía la 5O
tribu de Tanausú y sus gentes pasaban temblando al lado del mis-al
q-cs j Ima h L '<Idafe",a tal P-mitoqu e al co-mi,jera~o
ellas como un genio del mal, trataban de aplacarlo, reservándoles las
vísceras de los animales que sacrificaban para su alimentación. Sólo
en el caso de que el miedo llegara a adquirir caracteres de terror
ofrecían al monolito víctimas enteras, ocasionadas al precipitarse
desde io alto de ias montañas próximas.
590 ANUAaZIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS -
LA MEDICINA CANARIA EN LA EPOCA PREHISPÁNICA 53
Con referencia al tercer punto he de añadir que eran supersti-ciosos,
es decir, tenian creencias extrañas a la fe religiosa y por
consiguiente contrarias a la razón. Ello les hacía jurar por el Sol,
a quien llamaban "Majec"; por la Luna, a quien nombraban "Aca-man"
; por el Infierno, a quien conocían con el nombre de "Echeide",
y por las estrellas y huesos de sus antepasados cuando trataban de
vengarse o de pelear en los homenajes.
En Fuerteventura quemaban cebada en las habitaciones donde
hacían sus sacrificios, para observar la dirección en que salía el
humo producto de la combustión. Invocaban en su presencia a los
magos, llamados en Gran Canaria "mahos" o "magios'.', hijos de-
"Majec", como espíritus de sus antepasados que vagaban por los
mares, los cuales predecían, por la dirección que tomaba el humo,
si era el del bien o el del mal el que se manifestaba, ya que en el
primer caso salía el humo hacia arriba y en el segundo hacia los
lados.
Por esa misma superstición se dejaban dominar por las sacer-,
dotisas, las cuales pronosticaban el futuro, calmaban las disensio-nes
y presidían, como he dicho en páginas anteriores, las ceremo-nias
religiosas. De Fuerteventura se conservan los nombres de
Tibaibin y Tamonante su hija, y de la Gomera el de Eiuniche, tam-bién
adivino, el cual predecía que después de la muerte del Dios
Orahan vendrían a la Isla hombres nuevos con el encargo de decir
a quién se debía adorar.
Eran, al mismo tiempo, fanáticos, sobre todo en aquellas Islas
en las que se rendía extremada adoración a la Divinidad. Así, en
Lanzarote, subían a las cumbres de las montañas más próximas al
cielo para rendir su culto a Dios; en el Hierro, por estar persua-didos
de que descendía desde dicha altura para darles audiencia,
y sobre los dos peñascos que están en el término de Bentaica; en.
Gran Canaria, sobre los de Tirma en Gáldar y Umiaga en Telde,
para adorarle haciendo sus juramentos.
Este mismo fanatismo les hacía creer en la inmortalidad de1
alma, si pemamm en 10s men_sa.jes q1u.e se cnnfiaban en Tenerife a la
voluntaria víctima del sacrificio humano, cuando tenía lugar el fu-neral
dedicado al rey. A dicha víctima encargaban, antes de preci-pitarse
al abismo en busca de la otra vida, transmitiera a los reyes
54 JUAX BOSCH MILLARES
y parientes difuntos todas las noticias que tenía de los que vivían
en ésta. El referido fanatismo lo corroboraba el hecho de que en
la misma Isla adoraban por cosa celestial y suprema deidad a la
Virgen de la Candelaria y al niño colocado en su mano derecha, al
cual llamaron "Chijoraji", hasta alcanzar límites insospechados
tratándose de pueblos paganos. Lo mismo sucedió con los natu-rales
de la isla del Hierro al dar a Dios Nuestro Señor el nombre
de "Enaoranhan" y a la Virgen María el de "Moneyba", después
de ser conquistados.
De lo expuesto podemos deducir que en los canarios prehispá-nicos,
como en las gentes de otros pueblos sujetos a idénticas im-presiones
y a igual desarrollo físico y moral, el sentimiento religio- a
so, que es una de las condiciones de la propia naturaleza, dio origen N
E en todos los tiempos y bajo todos los climas a la formación de siste-
O mas más o menos compiicados, donde ia idea de un ser superior om-n-=
nipotente, que castigaba a los malos y premiaba a los buenos, que se m
O
E
aplacaba con súplicas y dádivas o enviaba la lluvia, los huracanes, SE
el buen tiempo, las pestes y los terremotos, estaba siempre enla- =E
zada con el pensamiento más filosófico y elevado de una vida ultra- =
A ... terrestre. Pueblos hubo, y hay totíavía, que nunca han iiegado a - -
elevarse a esta Última concepción; pero casi puede asegurarse que 0m
E
ninguno ha existido sin sentir algún presentimiento de ese poder O
supremo y moderador, en cuyas manos está la vida y la muerte del
hombre, su desgracia o su felicidad. n
-E
Eran, por consiguiente, los primitivos canarios, deistas (doc- a
2
trina que reconoce un Dios sin admitir revelación ni culto externo), n
al que dedicaron adoratorios en lugares determinados para que las 0
personas de uno y otro sexo, religiosas y ejemplares en sus morales 3
O
virtudes consagrados al culto, imploraran las divinas misericor-dias
en sus necesidades con ofrendas de Leche, manteca, miel y sacri-ficios
de animales escogidos, ayunos, maceraciones y penitencias
en los tiempos de las grandes calamidades, como sequía, enferme-dades
y otras desgracias. Es decir, ritos comunes a todas las Islas,
reveladores de un común origen, aun cuando, con las alteraciones
que ei aisiamiento habla producido en el transcurso de los siglos,
modificando, omitiendo y adicionando en la forma, mas no en su
fondo, la mayor parte de aquellas tradiciones, ceremonias y ritos.
592 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Todos estos datos hacen creer que no les era desconocida la idea
altamente moral y conisolidadora de la inmortalidad del alma, cre-yendo
en una vida futura donde, después de la muerte, iban a gozar
placeres eternos si iban al cielo, y castigos si iban al infierno.
Debemos añadir también que los canarios prehispánicos, a pesar
del deismo, eran idólatras o, lo que es lo mismo, adoraban la figura
de unia faisa divinidad, como lo demuestran los ídolos encontrados
principalmente en las islas de Gran Canaria y Tenerife, donde, al
decir de Alvise da Cadamosto, se contaron nueve especies de ido-latría,
pues no sólo adoraban al sol, la luna y las estrellas, sino
que juraban por ellos y por el infierno, al que dieron, como hemos
dicho, el nombre de "Ekheide".
I D O L O S .
-RI- ~- -s -t -ii- d- -i n& 10s j&]~sC, Q ~ fGi g j r ~& i z a fa18 divinidad a
las que se da adoración, plantea, antes de comenzar, dos problemas.
Uno de ellos, la existencia casi exclusiva de ellos en la isla de G r i
Canaria y su ausencia en Ias que se han hallado vestigios, de ma-triarcado,
y en segundo lugar sii composición y hallazgo, pues
todos han sido construidos en madera, barro cocido y piedra y
recogidos en las habitaciones de los aborígenes y túmulos sepul-crales.
Esto no quiere decir que en Ias demás Islas la idolatría no exis-tiera,
pues ya hemos dicho que en La Palma, sin figuras ni ídolos
ma&yi&s, j h a ~si= h&itanta -_ g d ~ y u11 pi,r&midpyc ~n;-tyjl&s
en las cimas de..Ias montañas, y que en la del Hierro dos ídolos
(masculino y femenino) llamados, respectivamente, Enaoranhan
y Moneyba, que existían en la imaginación del pueblo, no tuvieron
representación material adecuada.
-1 niirner~& jdnl~sQ &vjni&dm .~?pn~nt r -hraJ jd~n ~.
aumentando con los años, a medida que se han ido realizando las
excavaciones arqueol0gicas, por lo que, siendo necesario clasifi-carlos
para su mejor exposición, los hemos agrupado en dos tipos :
56 JUAY BOSCH hIXLL.4RES
uno representado por fig2cra.s humanas, y otro por figuras de ani-males.
Dentro del primero hacemos, a su vez, una subdivisión, aten-diendo
a la materia de'que están construídos, pues, como acabo de
decir, lo esth en madera, barro cocido y piedra.
I d o h de madera.-Entre ellos tenernos el que nos describe An-drés
Bernáldez, recogido por los conquistadores en una casa de
oración llamada Tariña, representando a una mujer desnuda y ante
ella una cabra en posición adecuada para la cópula; un macho ca-brio,
esculpido en la misma sustancia, parece colocado detrás de ella.
ddobs de piedra.-El encontrado en 134: por los enviados de
Alfonso IV de Portugal en un oratorio de la isla de Gran Canaria a
representando a un hombre desnudo que sostiene un globo en la mano N
E
y cuyas partes sexuales están cubiertas por una especie de tejido O
de palmera parecido al de que hacían uso las gentes del país; y el que n-- m
nos detalla Jiménez Sánchez, encontrado en Los Caserones (término O
E
municipal de la Aldea de San Nicolás de Tolentino), representando E
2
una figura humana que presenta en su cara anterior rasgos y de- -E
talles que acusan un rostro de toscas facciones y en la posterior un 3
suave declive, en parte, de la cabeza. --
Idolos de tierra o bar~o w&. - Ea sido hallado un ídolo 0
m
E
figurande una cabeza de mujer;,con cuello ,liso desmesuradamente O
largo, cara y ojos redondos, pupila bien marcada, nariz alargada
naciendo por encima de los ojos; rota en-la.base, y boca lineal. En n
-E
sW lados osténta dos largos apéndices pintados .en rojo, y la cabe. a
2
Uera constituida por una larga trenza de pelo pintada en negro que n
n
cae' sobre espa1da:a 10 largo~de.lac o.lwfma vertebral: .
En la Hoya. de San Juan, junto a' Montafia Cardones -fArucas); 3
O
seencontró-una figura femenina de 12. centíketros de altura, hueca,
que ha perdido da mayor parte ¿le una de sus earas (anterior), con-servando
1a.posterior y parte del tocado; está constitllída por una
pie&, cónica, ricamente decorada con finos zig-zag pbr el lado pos-terior
y lisa en la parte que queda por delante. A ambos lados, unas
a1as planas presentando en sus caras un rayado cruzado formando
romhs-y.un punteado en forma.de orla. o cenefa que la limita por
suborde in£erio-r. Recuerda notablemente esta figura la de los oran-tes
de los santuarios bélicos.
594 ANCARIO DE ESTUDIOS ATL4NTICOB
LA MEDICINA CANARIA EN LA *POCA PREHISPANIC.4 57
En una gruta de la Fortaleza de Tirajana encontró Verneau
un ídolo parecido al anterior, pero más .completo, puesto que lleva
en su babeza el pelo trenzado y en su tórax dos senos voluminosos
que atestiguan el sexo. Colocada sobre un pie, la permite mante-nerse
en posición vertical.
- En el Museo Canario tenemos otro en forma de embudo inver-tido,
provisto de cuatro apéndices que quieren figurar sus brazos.
y caderas. De los primeros un antebrazo persiste en parte, haciendo
contraste con un brazo más o menos grueso que el cuello, mientras
las dos piernas quedan reducidas a un cilindro. La cabezs es pe-queña,
el cuello. largo, la boca y los ojos redondos y la nariz del-gada.
El personaje que quie~ere presenitar clicho ídolo <permanece
en ~osiciónd e cuclillas y está barnizado en rojo brillante.
Elshallado en Gáldar y guardado en