JOBEP DEXKAGEE
Del Instituto de Estudios Canarios.
Para la ciudad de Ba&u Cruz de Temerife,
que supo co%quistarme, y a b que ao atcarmo
a igualar ee cordialidudes.
Quizá resulte difícil encontrar otro ejemplo de poeta, y de gran
poeta, con menos apego a la gloria personal, con ambición mis limi-tada,
como en Angel Guimerá. Toda la ambición de Guimerá se ci-fraba,
no en ser poeta o dramaturgo, o en querer ser un buen poeta o
dramaturgo, sino sencillamente en poder ser útil a la colectividad.
Las distintas faeetas de su producción responden a ese íntimo y pe-culiar
seatido. La poesía, la tragedia, el drama, la comedia, el teatro
lírico y, n~turalmentel,o s discursos, no pueden ser considerados corno
aspectos t:~iisscíati~odse ia orientación que Guimerá diera a su pro-ducción,
sino como las sucesivas aportaciones al romántico movimien-to
llamado Resrtaixertca y a tenor de las necesidades del histórico re-surgir
espiritual de Cataluña. Guimerá no creía en su propia gloria.
Pese a la enorme popularidad que le brindó el teatro-no precisa re-co-
i-6ar su faiiíosisima Terra baixa-, pese a haber llegado a ser el
autor más universal de España-es todavía hoy el más traducido y
a más idiomas-, y pese a gozar de la gloriosa e incómoda significa-ción
de Hombre-Sámbolo de Cataluiia, Guimerá murió con el conven-
cimiento de que la posteridad no tendria por que ocuparse de ssn
persona y de sus escritos.
mé, el suyo, un grave error; no ya Forque es harto sabido que la
posteridad ha debido ocuparse de su persona y de sus escritos, sino
porque, al rehuíi dar aclaraciones o suministrar &os biográficos a
cuantos escritores le interrogaron, dejó en pura incógnita muchos
aspectos de su vida y de su obra. De ahi qus, a los ocho aiios de la
muerte de Guimerá, un escritor no catalán, Francisco Caravaca, le-vantara
m acta de acusación a Cataluña ' achacando a puro desin-ter&
u olvido lo que en gran parte era falta de informacición autori-zada2.
De ahí también la necesidad de interminables bfisquedas do-cumentales
tanto para rellenar las lagunas derivadas del silencio del
poeta como para restituir a los cauces de la verdad histórica ,todo B
cuanto había desbordado en el campo de la leyenda. En esa tarea E
invertí no menos de doce años, y 2 los trabajos resultantes deber6 O
n
remitir al lector curioso o que precisare de mayor información que =m
D
la que e m i t e n los límites del presente trabajo. E
E
2 La índole genuinamente catalana de la poesía de GuimerSL, y en E
algunos casos de un "catalanismo un tanto feroz y militante" s e a n
expresión de Menéndez y Pelayo 4, no sólo resulta curiosa, en un poeta 3
-
1 "Acusamos someramente a Cataluia-a los escritores catalanes-de no
haber historiado debidamente la vida y la obra de uno de sus mejores poetas, O
hacia el cual ha dado muestras de sentir tanto afecto." Francisco Caravaca: E
n
Angel Gzcirnerá, poeta de CataZzcña. Ed. Maucci, Barcelona (s. a.), pág. 12, nota 1. -E
2 Hay que advertir, de todos modos, que en las postrimerías de la vida de a
Guimerá existía, realmente, un cierto desinterés en las esferas intelectuales ea- 2
n
talanas a prqdsito de un poeta que ilegó a ser e! más representativo de su n
0
época. En Guimerá-¿por qué no ?-se produjo también el fengmeno-tan cons-tznte,
tan humano, tan insoslayablepor el que Ias nuevas promociones desva- 3
O
lorizan prematura y olímpicamente a los maestros de la generación precedente.
En el caso de Guimerá, el referido fenómeno alcanzó todavía mayores propr-ciones
por razón de la rápida evolución de las ideas estéticas operada en el pri-mer
cuarto del presente siglo: el modernismo, el novecentismo y ¡os demax bmos
surgidos de la conflagración europea de 1914-1918, cada uno decretando patente
de caducidad al inmediatamente anterior y todos a una desechando la, imperante
hasta ñnes del siglo XIx.
3 Josap Xiracle: La leyenda y la historia en Za biografia de Angel Guirnerá,
traducción del original catalán inédito por Isabel Begura Caste!lví, Instituto de
Estiidioa Canarios; La Laguna de Tenerife, 1952.--1bid.: Guiriera, Editorial
Aedos, BarceIona, 1958.
4 En carta a Guimerá fechada en 16 de marzo de 1888. Véase Angel Guimeia :
BpistoZari, recull i anotació per Enric Cubas i Oliver, Eciitorial Barcino, Bar-celona,
1930, pbg. 73.
453 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOB
chas; imagino que no debi6 causar ninguna sorpresa, siendo m hecho
zomiente que muchos escritores catalanes, incluso entre los más
significados por sus ideas regionzlliistas, se producían en ambas len-guas
: la catalana y la castellana.
El hecho cierto es que la noticia da,& por Sarda no trascendió, y
José Yxart, que prologó el volumen Poesies de Gaaimrá, no hizo alu-sión
alguna a ella. Cabe decir que Yxart, en su enjundioso estudio,
partía, no de los ~ C O Sde aprendizaje del vate, sino de1 poema que
señala el inicio de la plenitud del poeta, Pndibil i Handoni, galardo-nado
con un accésit en los Juegos Florales de Barcelona de 1875.
Sepultada la noticia de Sarda en los anaqueles menos solicitados
de las bibliotecas públicas, y la moderna crítica partiendo del estudio
de Yxart, se comprende perfectamente que por espacio de medio
siglo no fuese sospechada ia existencia de un problema fundamental
en la historia humana y en la historia literaria de Angel Guimerá.
Y asimismo se comprende que, aceptado el criterio de que la expa-triación
de Guimerá se había efectuado antes de cumplir éste los
siete años, pocas serían, y confusas, las huellas que de Santa Cruz
de Tenerife existirían en su obra poética. Pero las huellas existen:
unas, realmente, confusas; otras, ostensibles y casi diría indelebles.
Las primeras corresponden a la poesía catalana; las segundas, a Ba
castellana, cuyas composiciones han permanecido prácticamente igno-radas
2or ser, en -ma abrumadora mayoría, hasta hoy día inéditas 9.
A aquéllas me referiré en primer lugar; a éstas dedicaré preferente
atención en el presente trabajo.
31uy a grandes rasgos precisaré los hechos. Angel Guimerá y
Jorge mció en Santa Ckm de Tenerlfe y en la entonces llamada calle
9 Esrie Cubas incluy6 una bajo el título EE ZEanto de Elew en el Epistola~i
de Guimerá citado; en mi trabajo La poesia castelhna de Angel Gzcimerá ("Gá-nigo",
Isla de Tenerife, ncms. 7 y 8, 1950) se publican por vez primera Las Islas
Fortunadas, AZ Teide, Dese%ga+io, Epigrama y A D. H. En m1 lxograriz, C%zmerci
se publican La cautiva, Calipso, NapoZeón Bonalparte, EspctiuLa Zibre, A mi amigo
B. Jaime Ramón y A un corazón de hielo. Las dem&s que se incluyen en el pre-sente
trabajo se publican asimismo por vez primera.
452 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
de Canales el día 6 de mayo de 1845. Su padre, Agustín Guimerá
y Fonts, residáa en la Isla desde el año 1829, y aunque el padre de
éste, su abuela y su madre le habían testamentariamente designado
heredero universal, no sentiría aeuciantes deseos de reintegrarse a
la casa solariega de Vemndre11 (provincia de Tamagona) a juzgar por
el creciente impulso que daba a sus actividades comerciales. En 1852,
al iniciarse una era de prosperidad santacrucera por razbn de1 régi-men
de puerto franco y recién matriculado Agustin Guimerá como
fabricante de pastas para sopa, asuntos urgentes le reclamaron en
Vendrell. La consecuencia importante de ese viaje fué determinar
instalarse definitivamente en Cataluña, a donde debían reunirsele su a
esposa y sus hijos Angel y Julio. E1 éxodo tuvo lugar en 23 de diciem- N
E
bre de 1853. El futuro poeta contaba, pues, ocho aiios y medio cuando, O
a b ~ i dde~l '' Ggal&-pi~i$', &~q~_ r e c espc p a t~i aU e origen, - -- m
Santa Cruz de Tenerife. En Cádiz trasbordb, y, pasajero del "Duque O
E
de Riánsares", alcanzó el puerto de Barcelona a la medianoche del E
2
E
10 de enero de 1854, tras una travesía caracterizada por serios tem- -
porales y algunos naufragios. El mar le causó tal horror que jamás 3
volvió a embarcarse. De ahí que no regresara en su vida a Santa Cruz - -
0
m
de Tener&. E
Dofía Margarita Jorge alentó en su hijo Angel las ilusiones lite- O
rarias, apartándole en cierto modo de la senda comercial señalada -
E por el padre. En cualquier momento GuimerA podía decir que cuanto -
a
literariamente era, fuese simple affcionado, fuese ya Uestrs en Gai 2-
Saber, a su madre en primer lugar lo debis. Se idolatraban mutua- -
mente. Y ese amor idoláhico explica el inenarrable desespero de Gui- O3
merá cuando en 6 de diciembre de 1883 doña Margarita Jorge mwi6
casi repentinamente. De este hecho arranca, se& Yxart, la poesía
autobiográiica de Guimerá. 'CuaIquier poeta-dice-tiene SU senti-miento
privado que le inspira y le transforma. El de Guimerá ha sido
el amor filial. Huérfano de padre, hijo únicoT1, la madre era todo
para él, como él era todo para SU madre. Y, en su carácter reservado
y taciturno, la repentina muerte de la santa mujer, la absoluta sole-
10 Hoy calle de Angel Guimerá.
11 Lo era en aquel momento, pero no en el sentido que parece indicar Yxart.
Guimerá tuvo un hermano, Julio, que murib en Santa Cruz de Tenerife en 10 de
febrero de 1867.
dad en que le sumió., a 61, ya por naturaleza abstrafdo y triste, hi-cieron
brotar aquellos nuevos manantiales de poesia en los que cual-quier
simplicidad parece poca, temerosa del artificio, y cualquier obra
de arte no sentida, pasatiempo pueril. La pasión por la verdad, rom-piendo
el molde de escuelas y dogmas, exacerbóse; enmo!lecióse su
íntima y vehemente ternura; ennegrecióse todavia más la propensión
a lo fúnebre.. . Y al igual que el náufrago, de quien se dice que por
misteriosa ley psicológica en 12s convulsiones de la muerte recuerda
detalles de su infancia.. . asi los recuerdos infantiles reaparecen en la
memoria del poeta con detalles de una nimiedad conmovedo~a" 12.
Si de una parte se retienen los conceptos emitidos por Ildefonso
Maffiotte : "El recuerdo de su madre era una obsesión ; y ese recuerdo
lo amasaba, lo confundía con la tierra; para Guimerá, Tenerife y la
madre eran la misma cosa amada y lejana" 13, y de otra no se olvida
el testimonio de José Manuel Guimerá Gurrea, segiñn el cual "en el
mmdo confuso de sus recuerdos de niño quedaron grabadas para
siempre algunas estampas del viejo Santa Cruz por las que siempre
me preguntaba" ", la verosimilitud de la afirmacióli de Yxart en
cuanto al. punto de arranque de la poesía autobiográfica de Guimerá
parece ser tan incontestable, como incontestable la presencia de Santa
Cruz de Tenerite en los poemas escritos por Guimerá corno senti-mental
consecuencia de la muerte de su madre. Precisa &vidir tales
poemas en dos grupos. Los más directamente afectados por el falle-cimiento
de Margarita Jorge están compilados bajo el epfgrafe co-m6n
de Tristes e individuados con tres asteriscos a guisa de titulo;
estos poemas son puras expansiones filiales de nostaigia, de muy
escaso valor para el bibgrafo, salvo en cuanto a la época y al mo-mento
del desembarco en Barcelona, expresados en el octavo poema
3- 1- .-l.-.:=- ue la CUL~CCLULI:
12 Tosep Yxart, pr6logo a Poesies de Angel Guimerá., Barcelona, i887; cuar-ta
ed., págs. 58-59.
13 Ildefonso Maffiotte: mimera: eZ dramaturgo y el poeta, "La Prensa",
Santa Cruz de Tenerife. 20 julio 1924.
14 José Manuel Guimerá: El sentimiento d~ la tierra: A ~ g dGu imerc*, en
Ensayos, Círculo de Bellas Artes, Santa Cruz de Tenerife, 1951.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Sembla ahir, i fa trenta anys!
Lo mariner mida : terra!,
i la mare em va besar
i em va dur a la coberta.
. .
Era al punt de mitjanit;
a l'entorn tot era negre l5
etcktera. Los poemas que se refieren a la infancia del poeta consti-tuyen
entidades independientes, sin conexión entre sí, y responden a
los títulos Nit de Nadd, Records, De La Zmfantesa y Ab cinc awys lG.
Aunque sea probabilísimo, no podrá asegurarse de una manera
Indudable que sean sSlo esos cuatro poemas los escritos por Guimerá
en relación con los a5os de su infancia. Siempre convendrá tener pre-sente
el exigente sentido de autocrítica que presidió la confección
del volumen Poesies, no ya delimitando su contenido a lo producido
entre 1870 y 1887, sino desechando sin titubeos una gran cantidad
de composiciones inéditas y otra no menor de publicadas en un re-gular
número de periódicos y en el espacio cronológico comprendido
en aquellas mismas fechas. Ello indica que Guimerá consideraba
aquellos cuatro poemas de a%@ valor, y no sólo en el terreno afec-tivo.
También Yxart les dió beligerancia, y por los motivos apun-tados,
de los que conviene resaltar lo de estar escritos "con la pasión
por la verdad" y "con detalles de una nimiedad conmovedora".
La ternura en unos, la nostalgia en otros, los detalles realistas
en todos, dan a aquellos poemas todo el carhter de la veracidad,
inalienable en las aut6nticas evocaciones. P evocaciones son, sin duda
alguna. Pero no en el sentido que indicaba Yxart y ha sido aceptado
sin vacilaciones por cuantos han saboreado los poemas antes Pndi-cados.
Como ya señal6 en otro lugar 17, examinados a ]la luz de las
precisiones biográficas actuales, aquellos poemas no retrotraen a la
infancia canaria de Guiimerál en el sentido histórico, sino a una infan-cia
ficticia, poética, subjetiva, una infancia que se compuso el poeta
15 "iParece ayer, y han transcurrido treinta años!-El marinero gritó: itie-rra!-
y mi madre me besó-y me ñlev6 a cubierta.=rEra justo medianoche;-en
'torno era todo negro."
16 "Nochebuena", "Recuerdos", "De la infancia", "A los cinco afíos".
17 JOSBMPi racle: Lo autobwgrcifico en Za poesia de Angel Ckimerá, "Revista
.de Historia", La Laguna de Tenerife, 1949, núms. 86 y 87.
8 JWEP MIRACLE
mixtificando habilísimamente las sensaciones por sí vividas en Tene-rife
y las por sí observadas en Vendren. No responde la afirmación
a la ausencia de elementos exóticos-exóticos para los catalanes, na-turalmente-
en la fauna, por ejemplo, cual 10s camellos; o en la flora,
por otro ejemplo, cual el drago; todos los elementos accesorios, e
incluso los escenarios que los contienen, resultan de filiación ven-drellense.
No. La afirmación responde principalísimamente a la pa-tente
contradicción que se observa entre Ia realidad poética y la rea-lidad
histórica de la infancia de Guimerá.
V&OS unos ejemplos. Cuando el poeta dice en De l&c infantesa
Lo record que més me plau
de la dolca mare mia
és lo de les nits d'hivern
en que en sa falda em dormia '8,
es indiscutible que evoca una vivencia santacrucera, pues sólo en Ca-narias
Guimerá estaba en edad para dormir en el regazo de la madre.
Es, la transcrita, la primera estrofa, y precediéndola un títailo tan
concreto cual De Za infancia, es lógico esperar otras evocaciones in-cliscutiblemente
tinerf eñas en las estrof as siguientes. Sin em5arg0,
en la cuarta estrofa aparecen elementos extraños a Tenerlfe:
Enfora a I'udol del ca
la sibeca responia,
i el vent o el Msl Cacador
les finestres empenyia lQ.
EB Haz Cq&r es un personaje legendario de raigambre pirenaica,
del que existe una versijn mallorquina, El Gomte Mal. Esa versión
mallorquina puede admitir la posibilidad de otra canaria, de la que
rie terige nin,aiia idea. De existir, !9 m&s prehable es q ~ lae, l egen-daria
figura será o sería designada en Tenerife con nombre distinto
al catalán y al balear, lo que a fin de cuentas no desvirtuaría la pre-sencia
de ese NaZ Cacpdor pirenaico como elemento extraño a la evo-cación
santacrucera del poema. Y casi cabría decir desgracWrne.itte,
18 "El recuerdo que más me place-de la diilce madre mía-es el de las
noches de invierno-en que en su regazo me dormía".
19 "Al exterior, al ahullar del perro,-la lechuza respondía-y el viento o el.
Mal Ca~ador( lit. el Mal Cazador)-las ventanas empujabaw.
456 . . ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
porque es éste el único elemento extra60 del poema; en las demás
estrofas se describe el estadio precursor al sueño bajo las imprecisas
y contradictorias sensaciones derivadas de la sucesión de imágenes
del libro que hojeaba la madre, preso ya el protagonista en el dulce
mecer del seno materno,
En Ab cinc anys-y el título es asimismo una promesa tinerfeña :
a bs cinco a60.s-la evocación infantil tiene tanta ternura condensada
que parece imposible ser escrita sin traducir una real vivencia. En
esa estampa de los aiios dígitos, muy digna de figurar no sólo en todas
las antologias poéticas de Guimerá, sino en otras más generales de
poesía cata1ana, se describen las impresiones de la primera-y pre-maturásPma--~
oaifesk6n.
Cosit a l'hvia seguia
balb de fred i endormiscat.. . 20.
Así empieza. Todo podría ser exacto, exactisimo: el andar somns-liento
camino de la iglesia; el portazo, tan admirablemente-e infan-tilmente-
relacionado :
Entrareni, i la portella
al tancar-se don& un eop
lo mateix que l'arca velia
quan hi desaven l'arrop 21;
la oscuridad, sembradora de temores; el cosquilleo de Ba barba rasu-rada
del confesor-aludido simplemente como un hombre-aplicada
a la tierna mejilla; incluso los antagbnicos conceptos conducentes a
una Iógica conclusión infantil :
I mig eluc, guaitant sa cara,
creia en dos déus 10 meu cor:
l'un que era el d6.u de la mare,
i I'altre el del confessor 22.
Si; todo podría ser exacto, exactísirno, de no ser un detalle que se
opone a admitir la veracidad histórica de la anhcdota: la presencia
20 "Cosido con mi abuela andaba-entumecido y medio dormido".
21 "Entramos, y el portillo-al cerrarse golpeó-al igual que la vieja arca-cuando
ponían en ella el arrope".
"Y mirando su cara con los ojos medio cerrados-mi corazún creía en dos
dioses:-uno era el dios de mi madre,-y otro el del confesor".
de la abuela, esa bendita abuela concretamente mencionada en cinco
estrofas. Pues se da el caso que la abuela, la abuela materna-única
posible en Santa Cruz de Tenerife-, doña María Antonia Castellano,
había muerto en 26 de enero de 1833, doce años antes del nacimiento
del poeta.
En Nit de Nadal se nos ofrece una acabada estampa hogareiia de
indiscutible factura canaria. En CataluHía, la Nochebuena-tal es la
traducción exacta del titulo-tiene mas características tradicionales
disitintas a las canarias. El ágape de solemnidad no es una cena, la
de la noche del 24 de diciembre, sino un almuerzo, el del rnisrno día
de Navidad, 25. Los primeros versos aluden a esa cena de Noche-buena
:
B
N
Jo vuli la taula parada
com en temps en que era nin 23,
-
=m
O
es decir, como cuando residía en Santa Cruz de 'jeenerife. Luego pm- E E
tnaliza la distribución de los comensales familiares en torno a la
mesa, y lo hace con.la exactitud de una pintura-mejor diría de una f
fotografla-, cada persona presentada en el lugm que en 12 lejana $
realidad seguramente ocupara : -
0m
E
Poseu en un cap de taula
la eadira del padrí,
i en l'altre cap la del pare,
i la de la inare al mig.
A vora &ella la trona
de mon gerrnz.net petit;
jo m'asseuré a I'altra banda
com ea temps que van fugir 2C.
bciusoe s posyDie a&crFDir a cada -mi" de los coiiieiisa~es
tivos nombres y apellidos: el padrino sería el abuelo materno del
poeta-padr2, en CataluEa y de un modo especial en los medios ru-rales
(véase una influencia vendrellense), significa lo mismo padrino
2~ ?¿o quiero ia mesa ~~~eükd-~ül ieinü loa tiempos ea qce era ün =Si&'.
24 "Poned en un extremo de la mesa-la silla del padrino-y en otro extremo
ía de mi padre-y en medio, la de mi madre.=Junto a ella el sillón-de mi her-mano
menor;-yo me sentaré en la parte opuesta-como en los tiempos que
huyeron".
458 ANUAEIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PRESENCIA m TEN'ERIFE: EN LA P O E ~ ~DAE Q U ~ E X A 91
que crlSueio-, Gregorio Jorge Castellano, cuya fecha de defiamici6n na
ha sido todavía precisada; el padre, Agustí Guimerk i Fonts; Ba ma-dre,
Margarita Jorge Castellano; el hermano menor, Julio Guimerá
Jorge. Es de advertir un detalle importantísimo, y es que el hemano
Menor, Julio, sólo en Canarias estaba en edad de utilizar sill6ai a pro-pósito
para alcanzar la altura de la mesa. P sin embargo, pese a tales
minuciosas precisiones indiscutiblemente canarias, Guimerá s i t h la
escena no en el marco canario al que lógicamente csrresponderian,
sino en el catalhn, el vendrellense, que les es históricamente impropio.
Amén de m regreso jamás efectuado y por las sazones ya expuestas
-S& vós i jo, ha serventa,
tornem al casal antic- 25
y que invalidan en la segunda estrofa el tinerfeñismo de las anterior-mente
aludidas, el poema es en realidad una plañidera fantasía es-crita
bajo la impresión de la muerte de la madre del poeta. Dejemos
lo de plañidera por lo que de profundamente humano expresa. Pero
observemos que, en cuanto a fantasía, la maestris de Giaimerá para
mixtificar lo real con lo quimérico Te dictó Ia siguiente estrofa biogsb-fica~
ente-hist6ricamente-absurda :
Enceneu la llar dels avis;
mig crernat hi ha un tronc de pi;
i'últirn dia que es va encendre,
quan la mare va morir
Para dar idea del absurdo bastará recordar que Margarita Jorge, la
madre del poeta, murió, no en la solariega casa de VendreH-el ve-tusto
caserón al que en la ficción regresa el poeta acompañado de una
vieja sirvienta-, sino en un piso de vecindad, un piso aesmodado
de la barcelonesa calle de Pelayo, desprovisto de hogar y de troncos
de pino para ser en él quemados.
No precisa detenerse en el poema Records porque no tienen nin-
25 "Sólo vos y yo, ia sirvienta,-volvemos a la vetusta casa".
26 "klumbrad el hogar de los abuelos;-hay semiquemado un tronco da
pino;-el último día que ardió-fué cuando murió mi madre".
Núm. 4 (1958) 4 59
m JOSEP MIRACLE
gún contacto-ni tan sólo aparente-con Santa Cruz de Tenerife. La
infancia a la que alude el poeta no es la primera-tinerfeña-, sino
Ia segunida-vencbe1Iense-; la afirmación es válida tmt ~po r el gé-nero
de recuerdos que en el poema se evocan, como por una explícita
-y veraz-manifestaci6m del poeta:
Mon trepig en les Uosanes
trenta anys m'ha fet recular:
companyons de la infantesa,
de mi i vosaltres, que ha estat! 27.
Como en el caso del fragmento señalado con !a nota 15, los treinta
a5os alcanzan al 1854, al del arribo de Guimerá a Catalmia.
El inquisidor de realidades queda algo atónito ante el autkntico
confusionísmo que se desprende de una producción conceptuada bio-
&fica, y coii xla3o- r riiotivo Si de arleim ai;lV le es a&"-ei-"ei&) que fu&
escrita con la "pasión por la verdad" y "con detalles de una nimiedad
conmovedora". Es probable-casi me atrevería a escribir es seguro-que
Yxart, impresionado por lo de 12. nimiedad, creyera estar en Io
cierto al proclamar aquella pasión, sin ocurrírsele inquirir del propio
poeta-del que era amigo íntimo-mayores previsiones.
La pregunta, al fin, se impone: jfué Guimerá insincero al escribir
de si? infamia? No, porque no se habla propuesto reflejarla en sus
pwmss. Estos no son estampas autobiogrA5cas, sino simples crea-ciones
poéticas. En la poderosa alquimia de su arte, manipulando
sentimentaseles productos de aluviólz, consiguió reaEizaciones que ofre-cian
el brillo de la más pura verdad objetiva. La verdad que se exa-cerbó
en don Angel no fu4, pues, la que dimanaba de los hechos rea-les,
sino ña verdad subjetiva, Za que estaba más en lo profair?Cts de su
alma de poeta, traspuestos ya, al empuje de la fuerza creadora, los
Emites de su aima de hombre.
Creación; no confidencia. Tal es el valor de la poesia autobiográ-fioa
catalana de Guirnerá en lo que a su infancia se refiere. Se ha5erse
percatado Hxart de que aquellos poemas eran sólo creación poética
y no humana confidencia, tal vez en su estudio habría vertido otros
conceptos menos sentimentales, mas definitivos, al enjuiciar critica-
27 "Mis pasos sobre las losastreinta años atrás me han puesto;-compa-fieros
de la infancia-de mí y de vosotros, qué ha sido!"
4-59 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
mente la obra del poeta, subrayando todaváa más su tan manifiesta
admiración hacia el autor de Poesies.
Para el público, para la masa general de lectores, sin base para
e6juicia.r el grado de veracidad de aquel tipo de poesía, cuanto en ella
se contiene era aceptado como articulo de fe. No sé si existiria alg-éin
curioso y sagaz lector catalán, o al@n lector canario establecido en
Cataluaia o con algún conocimiento de ía lengua catalana, que echara
de menos algian que otro punto de referencia explícitamente tiner-ñeuáo
en la poesía de Guimerá; alguna cualquiera de aquellas "estam-pas
del viejo Santa Cruz" a que aludía José Manuel Guimerá Gurrea,
o ver descollar en alguna estrofa al Teide, aunque sólo fuese como
valor simbólico y representativo. Ea ausencia total de alusiones, no
ya canarias, sino santacruceras, haría válida para todos los lectores
la aánica explicación posible: la palidez de Ios recuerdos archivados
en la memoria del poeta como lógica consecuencia de los muchos afíos
transcurridos desde que fué expatriado de la bella Isla, hasta que la
muerte de su madre agitó por asá decir el poso tinerfefio que existfa
en las profundidades de su alma. Ea realidad, sin embargo, era muy
distinta.
Si ; la redidad era muy distinta. Guirnerá conservó hasta Ba muer-te
recuerdos inolvidables-y el adjetivo es suyo, como veremos-de
Santa Cruz de Tenerife. Incluso puede afirmarse que sin lo amroso
de su viaje a Cataluña, sin los temporales que le hicieron temer por
su propia vida, sin el invencible horror al mar que le produjeron,
Guimerá hublera realizado más de una visita a la ciudad que le vi&
nacer. Sentía la nostalgia Clel terruÍ%o. Familiares suyos residkm en
Santa Cruz, con los que estaba en mnstante relación epistolar. De
Santa Cruz le llegaban regularmente paquetes de "gofio9' que don
Angel saboreaba con verdadera fruición 28. De allí emanaban clamo-res
de entusiasmo que el telégrafo y el correo transport&an en cuan-
2s "Me he hallado con un aviso de correos para que mandara a recoger el
gofio. ;Bienvenido sea! La caja está ya en mi poder, y ya lo he probado. Es
buenísimo y lo como con la misma afición de toda mi vida", escribía el poeta a su
tío Isidro Guirnerá en 5 de enero de 1909. Véase Epistobari. citado, pág. 233.
hs ocasiones sus grandes intérpretes-Enrique Borrás, Maria Gue-rrero-
representaban su teatro en su teatro : el "Guimerá" 29. De allí
venñ'an desconocidos amigos cuya tarjeta de presentación era e1 deje
dulce dei castellano de las islas, el que él habló, el qEe su madre ha-blaba;
circunstancias todas que contribulan a mantener en él, a re-novar
en él el recuerdo y el amor a su patria de origen.
Ese recuerdo y ese amor los patentiz6 Guimrá en distintas oca-siones.
Unas, por obligada razh de cortesía; otras, en la más diáfana
espontaneidad. Serían ejemplo de las primeras la consabida cuartilla
autógrafa solicitada por un periódico santacrucero 30, en la que Gui-merá
declaraba: '%iento afecto profundo por la mujer canaria. Sus
ojos, por donde su corazón se asoma, brillan con bondad inefable. Su
voz es protectoora y dulcísima y llega al Iondo del alma. Al oírla, ;cuán-
"Ls veces se han huiredecido inis ojos al recuerdo de mi madre! ...
Po me inclino con veneración ferviente ante la mujer canaria como
en presencia de una santa imagen." O la carta con que Guirnerá agr-a-decía
a Santa Cruz, en Ia persona de su Alcalde, la colocación de una
lápida en su casa natal, a la que corresponden los siguientes párra-fos:
"Tinerfeña mi idclatrada madre, catalán mi bondadoso padre,
mis mores son para esta Isla y su Capital, y para @atalu5a, en cuyo
idioma está escrita mi obra literaria. Agradecido, agradecidísimo
quedo a tan alta consi6-eracióni, y usted, en mi nombre, essers dará
las gracias más efusivas a cuantos se interesaron por este humilde
servidor, que no por hallarse ausente desde su niñez de la Isla que
tiene por eterno vigía al soberano leide en niveo capuchón, ha dejado
29 En 33 de noviembre de 1899, Fernando Díaz de Mendoza escribía a Gui-merá
desde Las Talmas "habiéndole dado telegrAficamente cuenta ciei estreno de
su Bija del Xar en Santa Crw" : ", . . La noche del beneficio de María, sobre todo,
las manifestaciones de -recio y entusiasmo excedieron a toda ponderación. El
escenario repetidas veces se cubrió de Zores arrojadas de palcos y butacas; tres
carros de canelias trajeron de la Orotava para hacerle una alfombra; los paio-mares
quedaron vacíos; las salvas de aplaírsos semejaban descargas de fusilería,
y los atronadores "bravos" recordaaberi una manifestación cataianista en plena
Rambla ... Ya le adelanté a usted por telégrafo el resultado dd estreno de La
hija de! mar, pero no gude expresarle en tsn pocas palabras !as verdaderas pro-porciones
de su indiscutible triun20. Mabían venido a presenciar el acontecimiento
artístico mucha gente del interior y de Las Palmas. Las localidades estaban ven-didas
e2 sn totdidad desde las primeras horas de la ma5aca. E! tsatro eataka
adornado con colgadírras como en función de gala", etc. Carta inédita.
30 "La Prensa", en el z6o 1912. El aut6graEo de Guimer.5 ha sido distintas
veces reproducido por este y otros peri6dicos canarios.
PRESENCIA DE TENERIFE EN LA l%BfA DE GUXMZRÁ 15
por un momento de recordarla y 'afiorarla'." O, por fin, e1 prólogo
que Guimerá escribió para La Caza del poeta canario José Tabares
Bartlett, en el que, tras evocar la conversación habida con el autor
ea Barcelona "sobre cosas de aquella tierra lejana, donde ambos
hemos nacido, recordando costumbres y parajes y nombres peculia-res
de la Isla tinerfeila", escribia: "Y entonces sí que vi con admi-ración,
con los ojos del alma, como entreabrirse los horizontes, sur-giendo
del mar la isla maravillosa de1 Teide, que venía hacia mi mer-ced
al caudal que iba manando de la fuente abundosa y transparente
del poema, mezclado quizá con mis primeros recuerdos de la infancia
y con lo que yo había oído contar a mis padres de aquellas tierras
benditas donde no hay víboras, y de aquellos cielos de donde huyen
las tempestades ; que tiene aquellas playas salitrosas, negras y brilla-doras,
y aquellos molinos de viento esparcidos por doquier que yo
veré siempre con sus brazos iarguísinms revolotear, cuyas sombras
al pie de sus torres que me parecían muy altas, unas veces se exten-dían
y otras se acortaban en sus revueltas infinitas."
Vistas las afirmaciones corteses e incluso la evocación de algunas
estampas para usar todavía de la imagen de José Manuel Guimerk,
veamos las manifestaciones del poeta emitidas de un modo más espon-táneo.
Fueron hechas en 1924, unos dos meses antes de su muerte,
y corresponde a don Leoncio R~chrigiaeze l honor de haberlas conse-guido.
Don Uoncio Rodríguez era en aquellas fechas director del dia-rio
santacrucero "Ea Prensa". Y estando de paso en Barcelona, se
propuso saludar a Guimerh, y fué a encontrarle en su "'peña" de café.
A las primeras palabras surgió lo que era general creencia:
"-Pero se acordará usted poco de nuestra tierra.. . ;Tantos afios
ayente! ;Tantos años separado de ella!"
A Bo que GuPmerá a?esponc%ó tajante:
"-Sí; eso creen muchos; eso mismo me han dicho otros paisanos.
Y no ea así. Yo sigo considerándome tan isleño como el que más. M
fin y al cabo es mi tierra. Alli naci; allí recibí los primeros besos de
mi madre. Alli pasé los mejores años de mi infancia. .. iCómo olvi-d
a r C~ap t~_ ~~& P E ~ Q C Q ~ S P ~ J Are ~oerdhsi nofid&!e~? T~&T&p -
rece que estoy oyendo a mi madre! Se expresaba con ese deje dulce,
amoioeo, inconfundible, de las mujeres isleñias.. . iAh, no sabe usted
lo que ñrae gusta oirlas hablar; oír su cadencia suave, armoniosa! Hace
NBm. 4 11958) 4-62
poco estuvo en Barcelona una parienh, y me deleitaba oykndola con
versar. ;Qué acento tan dulce, tan grato, tan espiritual, verdad?"
Hasta aquí, lo que podráamos llamar la comprobación de la a£k-mación
de Maffiotte ya aducida: que para Guimerá, Tenerife y la
madre eran la misma cosa amada y lejana. Y casi en lo último de la
conversación, la declaración solemne: "Po no olvido nunca que nací
en Tenerife, y sienpre que se ofrece proclamo muy alto que soy tan
isle5o como Galdós, mi excelente amigo y compañero. El lo sabe tam-bién,
y en mis cartas le digo siempre: 'Mi qnerido paisano' ... Por
cierto que una vez le advertáa que no nos íbamos a poder tratar bien
porque él y yo, uno de Las Pa1rnas y otro de Tenerife, teníamos que
ser 'enemigos'. . . Y don Benito se reia mucho. Al fin hemos terminado
por tratarnos como buenos hermanos." Entre la evocación a la madre
y la declaración de tinerfeñisrno, la parte sustantiva de los recuerdos
ocupa el centro de la conversacibn; y precisa advertir-aspecto im-portantísimo,
puesto que revela hasta qué punto era exacto Guimerá
al manifestar que guardaba recuerdos inoJvidabies de Santa Cruz de
Tenerife-que, trastornando las bases de un interrogatorio periodís-tico
y pasando el interrogador a interrogado, las estampas, los recuer-dos,
surgieron directamente evocados por el propio Guimerá:
"-Y diga usted-me pregunta-. ¿Todavía se viaja allí en ca-mello?
Porque en mis tiempos recuerdo ver los romeros montados en
sendas angarillas, camino de la fiesta de la Candelaria.. . 3eseaitaba
muy pintoresco. ;Y el bzrnagal?. . . ;lodavía se usa el krnagal, con
su culantrillo y su agua fresca, cristalina? ... ¿Y las vendedoras de
pasteles? : ;todavía bajan de La Laguna con el balayo y el farolillo?
"El señor Guimerá, con una curiosidad que parece infantil, no
cesa de hacerme preguntas. Y como una visión borrosa y lejana, van
desfilando por su memoria las cosas del terruño: las arenas negras
de ia playa, los viejos altares de iglesia, el "gofio" y izasza los higos
chiimbos, ?reseos y lozanos de la Mesanota.
"-En Cataluña-me dice-los !:amamos figues de mom; i;ei.o en
ninguna parte los he comido como allí, secos y c~~lrbiGoasl sol ... yo,
cada vez que oigo pregonar los figzees de moro, me acuerdo de aque-llos
de mi tierra, grandes, dulces y sabrosos.
"Por úitimo me pregunta par los adelantos que se han hecho en
Santa Cruz, por sus calles, por sus alamedas, por sus barrios del Cabo
4434 ANUARIO DE ESTUDIOS ATEANTICOS
y los Toscales.. . i Todavía-me dice-se conserva la c m de mármol
en la plaza de la Constitución? ...
"-Sí, señor. Ha habido algunos intentos para trasladarla a otro
sitio ; pero.. .
"-;Que no la quiten, por Dios!-exclama don Angel" 31.
Son esas cosas diminutas, esas nimiedades, las que evocaba Gui-merá
poco antes de su muerte. Las pequeñas cosas que en su infancia
constituían su mundo, su vida: los pasteles de La Laguna, los higos
chumbos de la Mesamota, las mujeres con el balayo y el farolillo, el
bernagal y el culantrillo, los camellos y la fiesta de la Candelaria, las
arenas negras de la playa, los molinos de viento. Desgraciadamente
-y no es ningún reproche, ya tengo advertido que el interrogado
había pasado a interrogador-, desgraciadamente, digo, Leoncio Ro-dríguez
no hallaría ocasión para llevar a Guimerá al terreno propicio
pQ.m e. puetai. b tr &ra wegU13tas aclai=acioiiea
sobre lo que fué de su vida junto a las cosas por las que se interesaba.
Y sin embargo, mucho y muy importante fué lo que Leoncio Rodrí-guez
consiguió de Guimerá: lo bastante para desmentir que Tenerife
se había borrado de la memoria del poeta y para asegurar la perdu-rabilidad
de su tinerfeñismo.
Aclarado este extremo, ¿por qué, pues, Guimerá no introdujo en
los poemas anteriormente aludidos algunas referencias a aquellas
nimiedades que habrían dado más visos de realidad a sus evocaciones
infantiles? En primer lugar, por las mismas razones ya expuestas:
por tratarse más de creaciones que de evocaciones. P en segundo
lugar, por razón del idioma con que escribía, el catalán, al glue muy
probablemente, de habérselo propuesto, no habría sabido verter-es-pontánearnente
y sin esfuerzo-voces como óernagal y cuirantrillo u
otras análogas, no corrientes en el castellano que se habla en &'a-taiu5.
a.
Otra pregunta podría formularse: si a las postrimerías de su vida
Guimerá tenía empeño en proclamar su origen isleño, ¿cómo siendo
m gran escritor, y un gran escritor constantemente agasajado por
sus coterráneos, no escribia algo, en prosa o en verso, en el teatro
A s ai margen del teatro, acerca de Tenerife?; jno había cantado su
. ,-7
31 Como es sabido, la cruz por cuyo traslado se alarmaba Guimerá está hoy
emplazada en la plaza de San Telmo, en el barrio de El Cabo, tan querido del poeta
coetáneo catalán el sacerdote-poeta Jacint Verdaguer al misraísfmo-
Teide en su más famoso poema L'Atlantidu? Verdaguer cantó al Teide
por razones contrapuestas a las de Guimerá. Aquél realizó distintos
viajes a América, con escala en Tenerife, adscrito como capellán en
uno de los navíos de la Compañía Transatlántica; éste no puso jamás
el pie en un barco-se comprende : radicado ya en Cataluña-, ni para
una travesía de tan poco alcance como para trasladarse de Barcelona
a Palma de Mallorca.
También corresponde a Leoncio Rodríguez el mérito de aclarar
este extremo. Su conversación con Guimerá tuvo efecto poco antes
que en Santa Cruz se colocara la lápida en la casa natal del poeta.
Preguntar, incluso indirectamente, si el poeta asistiría al acto, era.
casi obligado. Y don Leoncio preguntó:
"-i Volvería usted, don Angel, a Tenerif e ?
7 9 ~ ~&.--ls- oal se riuestba -mLp ~ COoi-~- mO."
La edad-setenta y nueve años-hubiera disculpado en Guimerá
una respuesta negativa. Sólo Dios sabe si, de haberla dado, habría
sido torcidamente interpretada. Tengo para mí que en la confusión
de don Angel entraba por partes iguales el rubor de explicar el miedo
que el mar le infundía y cuánto le pesaba no haber vuelto a Tenerife.
Su respuesta f ué :
"-Me gustaría ir-nos dice-. ;Pero me cuesta tanto trabajo de-cidirme!
Usted no sabe lo que me preocupa salir de Barcelona. Zria
-aCade-, no por el homenaje, que yo no soy hombre de vanidades,
aunque no encuentro censurable que se tengan en algunas ocasiones,
sino por la satisfacción que exprimentaria recorriendo mi tierra (a
mí me gusta caminar mucho), conociendo sus pueblos, viendo SUB
costumbres, quedándome alguna noche en campo raso para oír el
habla de los campesinos, sus cantos, s ~psas iones, seis odios.. . P qui-siera
sobre todo contemplar el Teide, sentir alguna sacudida de 1s
tierra, como aquellas de que tanto me hablaba mi madre, que tenía,
un oído finísimo para percibir los temblores.. . "
Lo que eqGvale a decir que lo que interesaba a Guimerá hombre
era muy distinto de lo que había conocido Guirñrerá niño. Escribir
desde Barcelona y tras tantos aiíos de ausencia sobre la base del ber-nagal
y el culantrillo, de los pasteles de La Laguna y ios higos chum-bos
de la Mesamota, ser5a ofrecer a Canarias una nostálgica evoca-
&% BXUAZIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
ci6n de las consabidas estampas, unas páginas meramente sentimen-tales
que, aunque aceptadas y agradecidas, no tendrían la fibra, el
nervio del escritor que había producido tragedias como Mar i ceZy
19'anirna morta o Jesús de Natxaret, dramas como Terra baixa, Maria
Rosa o La fiZZa del mar, o poesías como Lyany mil, Poblet o Lo cap
dyEn Josep Moragas. Para escribir de Tenerife en consonancia con
aquellas poesías, aquellos dramas o aquellas tragedias, y hasta en
consonancia con lo que los tinerfeiíos de él esperarían, Guimerá pre-cisaba
de unas vivencias de adulto, las que sefialaba a Eeoncio Ro-driguez,
las que en los últimos meses de su vida lamentaba no haber
adquirido.
;Cuán distinto del de Verdaguer habría sido el T'elde cantado por
Guimerál! ;Con qu& salvaje fiereza impresionarían las dantescas ea-fiadas
a un escritor innatamente propenso a lo fiero y a lo salva.je!
;Con cuánta razón hablando de ellas decía Esmeralda Cervantes que
constituyen un '"grandioso espectáculo que sólo pueden describir plu-mas
como la de @astelar o poetas como mis amigos Guimerá y Zo-rrllla"
! 32. Pero Guimerá no había visto en su vida al "eterno vigía"
de su querida Isla. "De Tenerife, no conozco más que a Santa Cruz",
habEa manifestado a Eeoncio Rodríguez. Y aunque abrigo fundadas
sospechas de que la afirmación es algo exagerada, de que algiin año
el nifio Guirnerá sería también romero de la Candelaria o del Cristo
de La Laguna, no cabe la menor duda de que jamás fué llevado a la
impresionante plataforma de Las Casiadas para contemp1ar en toda
su rn~gniáicenciaa 1 "coloso de la patria mía" según cantara un día en
sus versos juveniles.
El balayo y el farolillo era demasiado pobre bagaje para ir en
busca de tanta grandeza ignorada; el bernagal y su culantrillo era
Uemzsizde si=ple pzm UesfSIzr !WS ~ns t~mhrelse,s cmt ~ s !,a s hvhsu,
las pasiones, los odios, la vida de sus paisanos. El lejano recuerdo
era demasiado infantil para vivificar hombrunas luchas bajo las aspas
de los moIin~sd e viento. Y sin embargo, Tenerife estaba demasiado
dentro de sí para no acuciarle a escribir algo que testimoniara su na-
LL .u-r.a-'le,-z- a -az. *s.-l ena. Xnientú, y tuvo que desistir, faltándole como le Fai-
32 Enocarta dirigida a Nicolás Estnvanez en 14 de agosto de 1880, reprodu-cida
en "La Prensa" de Sanes Cruz de Tenerife, extraordinario de mayo de 1923.
taba la materia prima de la observación directa. Así lo manifestaba,
apesadumbrado, en su charla con Leoncio Rodriguez :
"Una vez-prosigue-intenté hacer una obra con asunto isleño;
queria dedicarle esa modesta ofrenda a mi tierra, y hasta Maria Gue-rrero
se me ofreció para estrenar la obra en Tenerife. Tropecé con
algunas dificultades, por desconocimiento del habla 33 y las costum-bres
del pais, y abandoné el prayecto. Pero aconseje usted a los escri-tores
de silí hagan algo para el teatro. ;Hay tantas cosas típicas y
pintorescas que pueden utilizarse! La heha, por ejemplo, los bailes
canarios, las mujeres canarias, a cuánto se presta todo esto para lle-varlo
a la escena" 34.
Lo que olvidó decir Angel Guimerá a Leoncio Rodríguez era que
Tenerife estaba, sin embargo, presente en su o b ~ ali teraria. Ea noti-ciz
k&ier2 cu,cwad9 m ciert9 reme!^, 9 pr 19 meD=a ,a in&Uduh'e
satisfacción en los medios cultos santacruceros. Pero ello le hubiera
obligado a aclarar que se trataba de una producción a la que él no
daba más valor que el estrictamente sentimental, y probablemente
le hubiese puesto en el trance de no poder evitar que, siendo ya un
hombre célebre, se diera alguna publicidad a unos tanteos literarios
que atestiguaban sus expansiones juveniles. No habló de ello a Leon-cio
Rodriguez. Aunque les amen secretamente, a los grandes hombres
les ruboriza ver expuestos sus pinitos a, la pfiblica curiosidad.
EL APRENDIZ POETA.
Como dije antes-vkse nota 8-, en 1882 Joan Sarda daba no-ticia
de que Guimerá guardaba dos tomos manuscritos de poesia eas-tellana,
escrita en los albores de su carrera literaria. En el trans-curso
de los años la noticia cayó en el olvido, del que no consiguieron
sacarla los sagaces periodistas que, en el año 6909, a raíz del gran-dioso
homenaje que se tributó al poeta, se desvelaron para dar todo
33 NO se reteriria, naturalmente, ai casteiiano, srno a modismos peculiares,
fuere en general, fuere de una clase determinada de la población, campesinos
por ejemso.
34 Reproducido fragmentariamente de El ti%erfeñisrno de don Azgel, "Lá
Prensa", Santa Cruz de Tenerife, 20 julio 1924.
463 AXUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PRESENCIA DE TEN'ERIFE EN LA POES~A DE GUIMERÁ 21
género de detalles, y a ser posible inéditos, sobre la vida y la obra del
glorioso homenajeado.
A la muerte del poeta-18 de julio de 1924-todo el mundo creía
a pie juntillas que en su vida Guimerá no había escrito ni un solo verso
en lengua castellana, tanto porque así resultaba del examen de lo pu-blicado,
como atendiendo al catalanismo radical que Guimerá había
insobornablemente profesado y del que habia sido erigido en perso-nificación
y símbolo. Como es lógico, a la muerte de Guimerá la prensa
repitió a mansalva datos biográficos y bibliográficos, y las revistas
literarias y teatrales ofrendaron, cada una en su especialidad, las
siemprevivas de los extraordinarios. En una de ellas, aparecida en
9 de agosto, y sin darle la importancia que requería, se daba tambi6n
cuenta de la existencia de la poesia castellana de Guimerá 35. Tal vez
por estar demasiado envuelta entre informaciones harto conocidas,
la noticia no dejó huella.
Ello permitió al escritor Enric Cubas apuntarse el mérito de las
primeras precisiones a este respecto. A1 compilar el Epistohri citado,
tuvo muy en cuenta la amistad que unía a Guimerá con el vendrellense
Jaurne Ramon i Vidales, amigo de la infancia y primer mentor lite-rario
del poeta. Consiguió algunas cartas, y con ellas algunas com-posiciones
juveniles de Guimerá, en ambas lenguas. Por lo que a las
castellanas se refiere, tramcribió una integra bajo el titialo El Zlmto
de Elm, y, en nota, los títulos de otras diez: Al Teide (en La muerte
de mi kermaw), Las ruinas del castillo de BelZvm 36, Amor ete~no,
Una noche de verano, El regreso del marino, NapoZe6n Bonaparte
antes de Za guerra de Za independencia, Lamereto de amor, A orillas
del Guadalete.. El le& de Iberia y Pan'casZa 37. Unos dos afios después,
Francisco Caravaca, habiendo examinado el mismo fondo vendre-llense,
en su biografía también citada, reg9et.a con alguna omisión
los títulos ya hechos piiblicos por Cubas, añadiendo uno: El canto
del Bruclz. Caravaca no creyó oportuno reproducir íntegra ninguna
35 Salvador Bonavia: Intimitats dJEnW me r d en els seus c ome~ame%tdse
vida literaria, i el perque de Zyamistat amb En Pere Aldavert, "La Escena Ca-talana",
Barcelona, 9 agosto 1924.
36 NO se trata del famoso castillo mallorquín de este nombre. En la trans-cripci6n
del titulo Cubas sufrió un ligero error con Bellvey, ruinoso castillo de los
alrededores de Vendrell.
37 V6ase Epistolari citado, pág. 23, nota.
composición; para dar muestra de la poesía castellana de Guimerá
reprodujo los dos primeros versos de Al Teide y los cuatro primeros
de NapoZeón Bonaparte.
Sorprende que los mencionados autores se asbstuvieran de copiar
las poesías castellanas de GUimerá que tuvieron en las manos. Tal
fué mi propbito, pero menos afortunado que mis predecesores, en nin-guno
de mis viajes a Vendrell pude dar con el fondo Ramón, extra-viado
desde 1836. Consideraba ya irremisiblemente perdidas todas
las posibilidades de exhumar los primeros pasos de Guimerá en la
literatura, cuando la Providencia, tratándome con una gran magna-nimidad,
orientó mi atención hacia el casi anodino artículo al que
antes me refería. Así supe que "Guimerá, al terminar sus estudios 2 N en los Escolapios, había escrito composiciones castellanas como re- E;
sultado de su paso por el aula de Retórica y Poética, que era la pre-diiecta
dei joven estudiante. Tales poesías no consiguieron el honor
de aparecer a la luz pública; su autor las recopiló, y como un recuerdo E E
de sus tanteos literarios las mandó encuadernar en 2 ian tomo y las
guardó inéditas en su biblioteca" 38.
-
De la veracidad de la noticia no abrigaba la menor duda, y por ?j
las siguientes razones: el autor del artículo, Salvador Bonavía (pa- -
0
m
E
&e), y al mismo tiempo editor y propietario de la revista "La Escena
Catalana", tuvo durante muchos años su establecimiento de librería
n
en la Plaza del Pino, contigua a la calle de Petritxol, en la que residía
Guimerá; como en tales establecimientos se admiten encargos de im- a
2
prenta y encuadernación, y existiendo entre el poeta y el librero una
vieja amistad, no es infundado admitir que Bonavía recibiera del E 3 propio Guimerá los pliegos manuscritos para que se los encuadernara. "
Lo que sorprende es que una noticia tan importante, no sólo para los
estudiosos de Guimera, sino para los críticos literarios y para los
historisdores de la literatura, hubiese estado treinta años sepultada
en las páginas de una revista facilísimamente consultable. No fu6
nada dificil comprobar la existencia del singular volumen en el do-micilio
de don Angel. Amabilísimas y cordiales, corno de costumbre,
daña. Adriana. y doña Sara Aldavert, a primeros de enero de 1954,
pusieron en mis manos lo que ellas habían considerado como una li-
S8 Reproducido en traducción libre del artículo señalado en la nota 35.
470 ANUAEIO DE ESTUDIOS ATLANTZGOS
breta que usara Guimerá en sus años de escolar y que en realidad es
el preciado testimonio de los primeros pasos literarios del poeta.
Las composiciones están escritas sobre papl barba, formando pá-ginas
de 20,s X 65 centímetros, agrupadas en pliegos de a veinte pá-ginas;
el todo está encuadernado en cartoné, las tapas recubiertas
con papel imitando la pasta española; lomo, en piel color canela, liso,
sin nervaduras ni grabados; las guardas, formadas por el mismo
papel barba; en el ángulo superior izquierdo del interior de cada tapa
(sin inscripciones externas no es posible prever si el libro está o no
en posición correcta), la cifra "2 00" escrita en lápiz indica el precio
pagado por la encuadernación: dos pesetas. Preceden al texto cuatro
páginas en Manco, "de respeto", despuks de las cuales se observan,
indiscutibles, las huellas de una hoja desgajada; sus dos psginas,
por lo menos la anterior, no estarían en blanco, en cuyo caso no habría
razón para destruirlas; tal vez esa página anterior cumpliría fun-ciones
de portada y en ella constarían el nombre del autor y el titulo
del volumen con o sin otras indicaciones complementarias; es de pre-sumir
que, por m explicable rubor en m hombre ya célebre y de su
especial significación, el propio Guimerá hubiese desgajado la hoja,
ocult&ndose así a la natural curiosidad de los operarios encuaderna-dores.
Otras dos páginas en blanco siguen a la hoja desgajada.
Como las composiciones no es&n firmadas y en ninguna parte
aparece el nombre de su autor, el volumen plantea ante todo un pro-blema
de autenticidad. E1 problema queda resuelto teniendo en cuen-ta,
en primer lugar, que en el volumen aut@grafo figuran las compo-siciones
citadas por Cubas y por Caravaca. Al Teide (en lee muerte
de mi hermano) aparece, sin 10s prhntesis, en la página 138; Em
ruinas de2 castiZlo de Bellver (con el nombre correcto, Bellvey), en
ia 87; Una noche de vercano, en ia 26; El ieyresü del mai-iizm (con d
título Lee vuelta del marino), en la 21; Wapole6az Bonaparte antes de
la guerra de la independencia (con el título Napoleón Bonaparte. So-neto),
en la 51; A orillas del GuadaZeLe, en la 8; Pantasla, en la 56.
En el supuesto de no existir cambio de título, no figuran las compo-siciones
Amor eterno (¿sería Amor filial?), Lame~t od e amor (¿seria
Un lamento?) y El le6n de Iberia que constan en la lista de Cubas.
No existe asimismo en el volumen la composición El canto del Bruch,
euya noticia da Caravaca. Ea composición integra publicada por Cu-
bas bajo el título El llanto de Elena corresponde a la en el tomo titu-lada
Dedkcadnx, a mi hermno Julio. La presencia de ese hermano Julio
-al que ya me he referido en la nota 11 y texto subsiguiente a la
nota 24-es definitiva como valor probatorio : el último poema citado
está fechado a 10 de febrero de 1867 (fecha del fallecimiento de Julio)
y apostillado con la siguiente nota : "Precisamente al hallarse mi que-rido
hermano en la agonía, yo ignorando tan inmensa desgracia escri-bía
esta poesía para él destinada."
Es innecesario señalar que, en su materialidad, las composiciones
castellanas de Guimerá que examinaron Cubas y Caravaca no son las
que integran e1 volumen. Aquéllas serían en hojas sueltas, originales
o copias; las del volumen están copiadas exprofeso para formar m
t o ~ oe,x istiera o no de antemano la idea de la encuadernación. En
otras palabras, "están puestas en limpio", los títulos con la mejor
caligrafía en trazos gruesos (en algunos casos con perfiles afiliga-nados),
esmeradamente subrayados con dos lineas al amparo de la
regla, gruesa la superior, fina la inferior; bien calculada la extensión
de las distintas métricas para asegurar la igualdad de los márgenes;
con idéntica distancia entre línea y línea de escritura, de perfecta
horizontalidad, distancia y horizontalidad que delatan el uso, por
transparencia, del papel pautado. La eseritura, en principio fina, atil-dada,
en el último tercio va perdiendo mucho de su esmero y casi todo
de sus perfiles, menudeando las correcciones posteriores en lápiz y
en tinta.
Es indiscutible que de la primera a la última página median algu-nos
años. No se pueden determinar exactamente los límites por cuan-to
las composiciones fechadas constituyen excepción; la primera fe-cha
corresponde a la ya indicada del 18 de febrero de 1867 y aparece
en el folio 136; la última, al 2 de julio de 1870 y en el fnlio 2869. En,
general puede decirse que el orden de las composiciones es el crono-lógico,
salvo en el primer cuarto del tomo, en el que se aprovechan
huecos con algunas composiciones menores, tales como cankares,
epigramas y epitafios, que deben cumplir meras funciones de relleno.
El t e ~ esst a gy&etjearL~n*t;ie& i& e: das partes ((i sefiaa dos
tomos manuscritos a que se referia Sarda?) : la primera está inte-grada
por composiciones en castellano y en catalán y ocupa los pri-meros
280 folios; les siguen doce páginas en Manco, hasta la termi-
472 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOB
nación del pliego; la segunda comprende una colección de seis roman-ces
hkt&ricos escritos exclusivamente en lengua catalana y ocupan
sesenta y cinco páginas sin numerar, seguidas de otras diecisiete en
blanco. Considerando una sola unidad cada grupo de cantares, el vo-lumen
contiene, en total, 107 composiciones, de las que 2'2 correspon-den
a las castellanas y 35 a las catalanas.
Con posterioridad al hallazgo del volumen autógrafo y a la noticia
publicada en Canarias-véase mota 9-2 la lectura de una carta de
Guimerá dirigida al R. P. Ramón Piera, Rector del Colegio de San
Antonio-vulgarmente designado por los Escol~~fios-, y reproducida
en otro número conmemorativo de "La Escena Catalana" 39, me ofre-ció
alguna orientación para mejor delimitar el carácter y la crono- a
logía de la poesía castellana de Angel Guimerá. N
E
O
- m
O Poesia escokw. E
E
2
Iniciada en Tenerife la primera enseñanza y tenninada en Ven- E
drell, Guimerá fue matriculado en el. Colegio de San Antonio, de Bar- =
celona, regido por Padres Escolapios. Ingresó en el curso 1859-1860, -
0 en regimen de alumno interno-su distintivo era el "número 86"-, m
E
y se di6 por terminada su segunda enseñanza-probablemente con la O
obtención del grado de bachiller-en junio o julio de 1862. n
Mero espejismo indujo a algunos biógrafos a precisar que había E
a
ido a "completar" 40 O a '6inicP~as"u educación literaria 41, cuando en
n rigor la finalidad perseguida por el padre del escolar era puramente n
comercial. Ni las matemáticas ni tan sólo la aritmetica fueron asig- 3
naturas del agrado de Angel-tenia una auténtica aversión a los lo- O
garitmos-; según confesión propia, su asignatura preferida era la
& HistGRB-+j-Giz&p-G eda verse en ello el remotyor ece&nt- Ue
tragedias-, y le seguía en orden la de Dibujo. No se le conoce opi-nión
en cuanto a la de Retórica y Poética, y no es improbable que,
como tal asignatura, le interesaran mucho más las grandes obras
universales de obligada lectura que el conocimiento exacto del for-
39 Un deixebZe agrait, "La Escena Catalana", Barcelona, 18 julio 1925.
40 Carles Capdevila: Angel G-uirnera, "Revista de Catalunya", Barcelona,
julio 1924.
41 Francisco Caravaca, op. cit., pág. 52.
26 JOSEP MIRACLE
mulario con el cual distinguir las distintas formas métricas, la arqui-tectura
del discurso o la distinción de los estilos, por cuanto las gran-des
creaciones literarias le serían como una extensión de la asigna-tura
de Historia; es decir, que le ofrecían la narración de unos hechos
extraordinarios, unas heroicidades y unos héroes con los cuales ali-mentaría
el fuego de la fantasía que comenzaba a arder en su cerebro.
En la carta antes aludida Guimerá usa de una palabra altamente sig-nificativa:
"Con el Padre Riera empecé la mecánica de los versos."
El Padre Riera fué el profesor de Retórica y Poética de Guimerá,
el que le di6 a conocer la mecánica. La poesz'a, o por lo menos la voca-ción
poética, se la dió otro escolapio al que no tuvo como profesor y
al que ni siquiera conoció personalmente: el Padre Juan Arolas B
poeta que alcanzó alguna notoriedad en su época y cuyos temas pre- N
E
dílectos eran los orientales y los caballerescos. No es improbable que
algunos poemas del Padre Ardas sirvieran de ejemplo en las 1eccio- n -
=m
nes del Padre Riera; es seguro que por lo menos una obra del Padre O
E
Arolas estaba en la biblioteca del Colegio de San Antonio, y que Gui- E
2
E merá two mucho empefio en leerla. No creo buscara poesia en sus =
páginas; en mi opinión, lo que le atraía era la historia fantaseada 3
que en ellas campaba. Aun así, fué aquél e1 primer libro de poesias - -
0m
que ;tuvo en las manos, segían manifiesta el propio Guimerá en la carta E
aludida; y tal entusiasmo debió despertarle, que-son palabras su- O
yas-"el Padre Martra, en aquellas fechas Director del colegio, se n
E empeñó en enseñarme a recitar; jamás lo consiguió 43, y u día me -
a
quitó el libro. Pero yo lo tenía ya en el alma! ;Pobre Padre Arolas!" @. 2
n
Es precisamente bajo la sombra del Padre Arolas y bajo la in- 0
fluencia de SIB temas predilectos cómo Guirnerá dió entrada al volu- O3
men autógrafo de sus poesias. No estaxán en él todas las que Guimerá
escribiera en sus años de escolar ni en los sucesivos, sino aquellas que
uvnsiderar,ra dimas & ser copiadas "en :irLpiu', y g-dar&&s. Ee
42 Juan Arolas nació en Earcelona en 1805 y falleció en Valencia en 1849.
Según Manuel de Montoliu (Manzutl d'histdria critica de la literatura catalana,
pág. 187), al dar a conocer en Valencia la obra de Joaquim Rubió i Ors, el padre
Arolas despertó la musa valenciana en el poeta Teodoro Llorente.
43 La$ ~i~alid-j_dees rzpscda estliviercm zBsnht i~er?tea wenks en Gx;mer&;
en sus grandes triunfos en los Juegos Florales necesitó siempre la colaboración
de un buen lector que le sustituyera cara al público.
44 La última frase, más que afectiva, parece ser misericordiosa: el padre
Arolas murió con las facultades mentales perturbadas.
474 ANUAXIO DE ZSTUDIOS ATLANTICOS
Angel Guimerá en 1862, cuaiido escribia euclu\ivamente en idioma castellano.
PBESMCIA DE TEPIERIFE EN LA POESfA DE GUIMERÁ n
modo que si no puede asegurarse de una manera absoluta que la pri-mera
del volumen sea la primera escrita por Guimerá, a esta poesía
corresponde atribuir el valor de documento histórico, por cuya razón
creo inexcusable reproducirla en estas páginas:
LA CAUTIVA
Camino de Ale jandría
avanza una caravana,
tropa del sultán Alí
en conifusa zaragata.
Custodian una beldad,
de Sidonia arrebatada,
por orden de su Señor
que cuanto ve cuanto ama.
Va sobre un fuerte camello,
que rápidamente avanza,
oculta en vistosa tienda
do brilla el oro y la plata;
que así, a través de las sedas
no entra indiscreta mirada,
ni el rayo del sol ardiente
su terso cutis empaña;
porque es tan bella su faz
en finas gasas velada,
cual si el justo Alá al nacer
pusiera en ella sus gracias.
Mas de sus rasgados ojos
brota furtiva una lágrima
que surcando la mejilla
sobre su descansa.
; Inocente sensitiva
que un insecto acariciara!
¿Por qué así doblas la frente?
i Por qué así perlas derramas?
Mira que en mullido lecho
tu regio esposo te aguarda,
secliento de las caricias
que son Uesteiios ciei alma.
Mira que tienes allí
el Harem con sus mil galas,
del Serrallo los primores,
que hermoso un Edh retratan;
fuentes que forman murmullo
y sonorosas cascadas;
aves de vivo plumaje
que entre los árboles cantan;
fiores de varios perfume 45,
del color de la escarlata,
y blancas mal la pureza,
y otras azules, y gualdas;
y grutas tristes, sombrías;
y kioscos en la enramada,
y góndolas en el río
surco caprichosn iabran.
Atrevidos minaretes
con mil torres almenadas;
salones de oro y de jaspe, B
baño, obeliscos, estatuas. N
E Mas Ia cautiva Zulima
estas grandezas rechzza, O
n qüe verriiiedo ei corazón -
m
O
son el gozarlas mriy caras. E
Y es que en su pecho está escrito E
2
con caracteres de llama -E
diasmar, el hombre querido
que ha amado desde la infancia. 3
-
P este amor grande y profundo O-m
aniquilarlo no alcanza E
Alí con su poderio, O
primor, encantos y m-agia.
n
-E
Como tcdos los poetas primerizos, entre sus quince y sus dieci- a
2 siete años, Guimerá nada tenfa que decir por cuenta propia y sí todo ;
por cuenta ajena. La ausencia de inspiración quedaba compensada 1
por la imitación. Todos cuantos han desfilado por las aulas de Retó- 3
O
rica y Poética saben de la vacuidad de sus propios versos-versos,
que no poemas-; tcdos han debido hacer versos, malos o peores, con
alguna maña o sin ninguna mafia, para demostrar que ies iba entrarm-do
lo de la mecánica, lo del formulario base. Para un alumno de pan
colegio confesional, además de la preocupación por la forma y la de
buscar algún argumento a desarrollar en aquella forma, existía la de
conformar el todo a los cánones de la moralidad absoluta y de la
ejempiaridad relativa. Así se explica, en el contenido de La cautiva,
15 De varios perfume. El error debe estar en el plural varios, inadvertida-mente
escrito por influencia del precedente flores.
476 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
la pueril descripción del escenario de los amores de un sultán y el
candor que respira la composición desde la primera a la última línea.
Todas cuantas historietas dan vida a las composiciones guimeranea-nas
escolares están concebidas con idea primordialmente moralista.
Algunas podrían considerarse apólogos. No faltan composiciones ter-minadas
con la consabida moraleja, escrita con letra vertical para in-dicar
Ia cursiva.
Siempre salvando algún posible margen de error, en mi concepto
la poesía escolar guimeraneana está representada en el volumen au-tógrafo
por diecinueve composiciones, las primeras, tituladas, respec-tivamente
: La cautiva, La awora, Epigrama, A orilla del Guadalete,
Epigrama, El mendigo, CaEpso, Ea weltar, del marhw, Un@ noche de
verano, Amor filial, Ek sueño y la muerte, Un lamento, Amor perdido,
Epigrama, Napoleón Bonaparte, Dicha y dolor, Fantasia, Epigralpulc
y Lidia. Salvo los epigramas y los sonetos, en general se trata de com-posiciones
de regular extensión-entre los setenta y los cien versos
como término medio-, y delatan sucesivos ejercicios estróficos. "Del
pareado arriba-precisa Guimerá en la referida carta-, hasta el so-neto."
Y añade a guisa de ejemplo: "Uno a Napoleón Bonaparte.
;Cómo debía ser!" Es partiendo de esa alusión cómo he osado deli-mitar
la poesía escolar de Guimerá de la post-escolar.
La regular extensión de tales composiciones se opone a reprodu-cirlas
íntegras en estas páginas, dejando para mejor ocasión, si algún
día la ocasión se presenta, publicar en su totalidad la producción cas-tellana
del genial poeta catalán. Como sea, sin embargo, que ellas
señalan el punto de partida de toda la obra guimeraneana, prescin-diendo
de las más genuinamente escolares-las más elasificables como
simples ejercicios estróficos-, reproduciré algunas de aquellas pw-
-d-a--4 que 8 mi juicio permiten intoir, rñentrin de sus: diráa inevitables.
imperfecciones, al futuro gran poeta.
A BRILLAS DEL GUADALETE
Por el claro zañr del. puro cielo
los densos nubarrones se tendías,
y las aves carniivoras su vuelo
encima de la tierra se cernían.
JOSEP MIRACLE
Y el sol, con moribundos resplandores,
al hundirse en las selvas virginales,
retrataba sus diáfanos colores
del río Guadalete en los cristales,
de ese río, que en rápido murmullo
majestuoso camina sobre arenas,
mezclando un día su armonioso arrullo
al fragor de las hordas sarracenas.
Y aun agora al recordar el hecho
que arrancara al rey godo de su asiento,
parece que se agita y de su pecho
brotan suspiros que se lieva el viento.
Será que encuentra un eco en sus arcanos
los males que sufriera el pueblo ibero,
el rugido feroz de los tiranos,
el denuedo de bravos caballeros;
el lamento del godo que caía
mordiendo las arenas con coraje;
y el llanto de la virgen que gemía
en medio de los cánticos salvajes;
el sonido de bélicos clarines,
voces de los ejércitos reales,
el clamor de bizarros paladines,
el estruendo de parches y atabales;
el grito jadeante de! soldado
al llamar a sus ñlas la victoria,
y el cántico del bardo qxe, inspirado,
clama Vida y honor, o Muerte y gloria.
; Oh río Guadalete ! Po quisiera
con rasgos indelebles en mi mente
trizzrro esa escena plaiíiilera
que hundió en el polvo a la española gente.
Mas tú callas; y sigues presuroso
por el curso que un dia te marcara
el brazo del Eterno poderoso ...
Y haces bien en callar; que a ruina tanta
se entorpece la voz en la garganta,
y el párpa6o se cierra pesaroso;
pues parece a !o lejos se levanta
en cuadro sa-cgriento y horroroso.
ANVARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
El lenguaje de A orillas del Guadalete no es ya el de La cazctiva.
Aunque en el volumen autógrafo les separen dos solas composiciones,
en la realidad la distancia debió ser mayor. Ello no quiere decir que
A orilhs del Guadalete esté exenta de influencias-y a los críticos
compete señalarlas-; yo me limitaré a indicar que es ésta la pri-mera
composición de tipo histórico, en cuya concepción se vislumbra
más lo trágico que lo heroico de la epopeya. Las alas poéticas de Gui-merá
eran todavía demasiado débiles para arrancar un girón de la
historia y elevarle a las grandes alturas de la poesía. La inspiración
estaba todavía en ciernes, y el poder sugestivo de la imagen se encon-traba
aiin lejos en su lenguaje poético.
Algo parecido cabria decir en materia de amores. Los que apa-recen
en sus composiciones escolares son, naturalmente, amores de
mentirijillas, los que el despertar de la pubertad deja vislumbrar en
CualqLIierií iuza~Detes, i mi a&u serLfj-&&? naad a T<vi&s. Es & Gobser-var,
empero, que los que dan tema a las composiciones de Guimerk
en esta época están señaIados por la desventura, no sé si por esa su
natural tendencia a lo trágico o si como consecuencia de la preocu-pación
por la moralidad y la ejemplaridad. Se trata, claro está, de
amores sin fibra, escritos "en frío", sin la hondura de expresión de
cuando, padeciendo en propia carne la desdicha del amor, tradujo en
sentidas sintesis sus íntimas rebeldías. Entre los quince y los dieci-siete
anos, el amor daba a Guimerá algunos temas para sus poéticas
-y ya dramtiticas-historietas. Cual la siguiente :
AMOR FILIAL
"Niña ,que amor acrisola
¿por qué vas con languidez
cogiendo roja amapola?
¿A dónde vas bella Lola
entre la tostada mies?
Mira -que nace un espino
en la blonda cabellera,
y puede herir tu pie fino;
vete siguiendo el camino
del lago por la ribera.
Y en ese puro cristal
que te mires es preciso
tu hermosura virginal,
que allí se vió por su mal
trocado en flor d Narciso.
Y cuando el líquido puro
retrate tu gentileza
con rasgo firae y seguro,
no extrañarás, te lo juro,
que ine encante esa belleza.
No extra5ará.s que suspire
del fondo del corazón,
ni que a tu vista delire,
ni que en el bosque te mire
como grata aparición."
De este modo se expresaba,
c m a ~ o r o s a sa= he!os,
un pastor que la adoraba
y en silencio atomenta[ba]
el aguijón de los cpilos.
Mas la niña apesarada
que oyó este fino querer,
tornó la vista enojada,
quedando su faz bañada
del color del sosicleí-.
Y dejando la lianura,
como tímicla gacela,
se internó por la espesura:
que allí se creyó segura
y el peligro no recela.
Mas j ay! que, oculto, el. pastor
va siguiendo su picada
por el espeso verdor,
como sigue el cazador :
a su presa en la enramada.
AI1í el desdeñado amante
sin más testigo que Dios,
clama venganza al instante,
y va siguiendo adeiante
de la hermosa niña en pos.
46 Terminaci6n omitida en el volumen autbgrafo.
480 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Y entran en un cementerio
en donde la Parca airada
ejerció m ministerio,
y en los pliegues del misterio
dejó su huella marcada.
Ante una tumba de hinojos
queda suspirando Lola,
y e9 líquido de sus ojos
cayó en los pétalos rojos
de la sensible amapola.
Y con mano estremecida
pone las flores de fuego
sobre la losa querida,
y con lengua entorpecida
al Cielo eleva este ruego:
"Madre mia, Madre amada,
;.por qué a mi vista te escondes?
¿Dó está tu sombra velada?
¿ Por qué a tu hija adorada
con el silencio respondes?
"¿Será que el Dios de bondad
no quiere dejes el Cielo
por esta vil soledad,
y en su eterna majestad
olvidas mi desconsuelo ?
"Madre mía, Madre mía,
no me dejes en la tierra
do reina la hipocresía,
do el honor y la hidalguía
el hombre de sí destierra.
";Ay! ilévame a esa morada
en que una dicha sin fin
deja nuestre a h a embriagada,
sin que se encuentre turbada
por un pensamiento ruin."
Plegó sus labios de grana
esta tierna sensitiva
marchita en edad temprana,
y al cielo do el bien dimana
alzó Ia mirada aItiva.
Y el amante que la oía
oculto entre los abrojos
con pesar se conmovía,
y entre suspiros decía
olvidando sus encjos :
"No está bien en la hermosura
que psdece en su orfandad
dar prueba de amor segura,
que fuera vana. locura
sin mezcla de caridad.
"Ni está bien en el garzón
que blasona de cump!ido,
quebrantar con :a pasi~n
un sensible corazón
donde el pesar ha nacido.
"Desde hoy bosque y arroyuelo
me verán segzrir tus huellas
como siguen por el cielo
al Angel de raudo vuelo
ios escuadrones cie estreiias.
"Y nunca el roce del viento
que va pasando fugaz
te llevará mi lamento,
ni un suspiro ni un acento
suelte mi labio jam&s.
"Sólo si un remoto día
se disipa cual vapor
tu negra melancolía,
no cesaré en la porfia
de ser digno de tu amor."
Dijo el zagal; presuroso
se alejó de aquel reci-ato
con el paso tembloroso:
que entró cual hombre alevoso
y al salir era distinto.
Y Lola siguió llorando
sobre la piedra maciza,
y el día que va pasando
va una hora triste marcando
que apagada se desliza.
Mas jay! que d llegar la aurora
cor las rUeltas Ue! oriente
la inocencia ya no llora,
qlie está de hinojos ahora
al pie del Omnipotente.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PRESENCIA DE TENERIFE EN LA POESÍA DE GUIiilERÁ
;Ay! que e! Angel de la muerte
oyó su místico llanto,
tuvo piedad de su suerte,
y su tristura convierte
en los célicos encantos.
Y hoy día cubre su losa
flores que lanzan aroma,
y una sombra vaporosa,
apesarada y llorosa,
entre la verdura asoma.
Y si una mano atrevida
aparta la flor marchita
que está en la tumba esparcida,
sobre la losa esmipida
esta leyenda ,halla escrita :
R-a.j o e& ~(liprad, e hielo
reposa el amor filial;
fué tma niña angelical,
que faltándole el consuelo
del ccarifio materml,
voló a buscarlo e% el! Cielo.
;Quién habría pronosticado en aquellas fechas que el autor de
tanta prosa vertical sería m dla m afamado poeta, cuyas caracterís-ticas
serían en cuanto a concepción la grandiosidad, y en cuanto a
expresibn la economía de palabras y el uso de imágenes concisas,
abruptas, como cortadas a filo de hacha? Nadie. Ni los profesores
que pudieran descubrir en 61 una cierta facilidad, una cierta mafia en
la versificación.
Por los ejemplos hasta aquí transcritos, son ya visibles los alti-bajos
de la poesía escolar de Angel GuirnerB. En aquella época, falto
de ex-periencia. falto de madurez, a Guimerá le sentaban mejor los
temas facilones que los grandes temas universales cual el amor, asi
como las jocosidades aptas a las composiciones breves. Estaban máls
acordes con su edad, podian mejor traducir, incluso dentro del ge-neral
mimetismo de su poesía, algo ya más genuinamente suyo. VSase,
por ejemplo: el siguiente
JOSEj? MIRACLE
A un galeno preguntó
don Eustaqíiio cierto día
si curaba la maoia,
y él al punto contestó:
En el hombre tiene cura,
mas si se halla en la mujer,
sólo puede Lucifer
curarla, en la sepultura.
Poesía de hoja de calendario, de &ina festiva, más que suficien-te
para canalizar las ambiciones de m aado!escente en sus primeros
psos péticos. En otro epigr8ma, la agudeza tiene su miaja de irre-verencia
que los Pad~esE scolapios debieron discuIparle riendo para
sus adentros. Este:
Mientras por un lance honroso
combate don Nicanor,
la esposa ruega al Señor
por el alma de sn esposo;
y al verle entrar presuroso
lleno de satisfacción,
dice eiia con compunción:
Señor, ya que en la partida
mi esposo salió con vida,
¿qué haremos de la oración?
Indiscutiblemente este género de composiciones estaba más en
el centro de sus juveniles facultades. Y sin embargo, es evidente que
entre !o jocoso y lo serio, lo que le venía cortado a medida y lo que le
rrsiil'caba desproporcionado, Guimerá estaba cimentando su futura
personalidad de poeta.
De las diecinueve composiciones que consiaero prodileidas en los
años de su internado en el colegio de los Padres Escolapios, una des-cuella,
según mi modo de ver, como la más subjetiva del aprendiz
poeta. Aquella constante de rebeldfa que se observa en el. conjunto
de la obra de Guirnerá contra la injusticia humana en cualquier orden,
tiene, en el poema a que nne refiero, su levadura. La acción está si-
484 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
tuada en la época medieval, como podría estar en otra anterior o pas-terior;
el sentido de la justicia, para uin hombre de la integridad y
de la simplicidad de Guimrá, está al margen de las épocas; en su
adolescencia y en su senectud, en prosa y en verso, en los pri6dicss
y en las tablas, la pluma de Guimerá estuvo siempre humedecida para
denunciar y combatir lo injusto, incluso lo fatalmente injusto. En el
poeaya en cuestión, pese a SU carácter de historieta, pese a la nece-sidad
de observar los cánones de una moral confesional, pese a todo
el lastre que pudiera coattar el vuelo de un incipiente poeta, la falta
de madurez inaclukla, se observa corno un afán de exteriorizar senti-mientos
ántimos, de opinar por propia cuenta. Tal vez sea por esas
razones de ssubjetividad, que pueda observarse asimismo la embrio-naria
existencia de 60 que más tarde daráa. carácter a las imágenes
tipicamente guimeranaeikñaas.
EL MENDIGO
Avanza la noche oscura
soltando copos de nieve
que el viento con mano leve
se complace en esparcir
al pie de altivo edificio
de encambradas 46 bis prop~r~iones,
cuyos negros 'correones
van las nieves a cubrir.
Allí, con triste lamento,
implora un modesto abrigo
un haraposo mendigo
de prézoz decrepitud,
y s6!o a su voz responde
soner=sa caruwjwcj,~
y el murmullo en la enramada
del viento airado del sud.
46 brs Al copiar la composición en su volumen, Guimerá escribib, probable-mente
por descuido, encumbradas; pero luego rectiticó cuidadosamente los trazos
de la zc hasta convertirla en una ~ e e, ? zcambradas, conforme, creo, a su propio ori-ginal.
La rectificacibn evidencia un deliberado prop6siLo de usar de encambraclas
como sinhimo de ewcaramadas, según puede daducirse de! Diccionario de la Real
Academia. Es de advertir que con tal expresión se consigue dar la imagen de un
castillo alzado sobre una vertical rocosa.
Núm. 4 (1958) 485
JOSm MIRACLE
En esa morada a l t h
es risueña la existencia;
que allí habita la opulencia,
la algazara del festín;
que alli voluptuosa danza
sofoca el triste gemido
de este rncrtal afligido
llegado de otro confin.
Y esas esgesas murallas
no atraviesa e! viento helado,
ni la voz del desgraciado
que implora hospitalidad ;
que allí emb ~ a g ah asta el perfume
que despide la bujía,
y los cantos de la orgía
aumentan su liviancad.
Que alli ias damas hermosas,
con ardiente desatino,
beben rubicundo vino
en !a copa dei doncel,
y brindan, desde el instante,
sin que les tiemb!e la mano,
amor eterno, m5s vano
que el brillo del oropel.
Y otra vez vuelve el mendigo,
con mano pesada y yerta,
a llamar a aquella puerta
que escarnece su dolor;
y siempre a su clamoreo
nuevo estrépito responde,
que en este alcázar esconde
su rostro culpable amor.
Deja esa alegre morada,
que alli desprecian tu ?.loro
y puede causar desdoro
la tristeza de un mortal.
Eres mendigo infelice,
y tu rota vestidura
puede manchar la hermosura
que reina en la bacanal.
Mas ; ay ! i dónde irás ahora ?
¿Quién cubrirá tu pobreza?
;Y tu ardorosa cabeza
dó la podrás reclinar?
A-NUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
¿Dónde iras en esta noche,
en que el ímpetu del viento
de los árboles violento
va las ramas a quebrar?
¿Dónde irás, si está la tierra
eyuelta en blanco sudario,
y te presenta nefario
extenso llano a tus pies?
;Dónde sentarás la planta,
si está tan cerca el sendero
del voraz despeñadero
que entre la nieve no ves?
Y con afán el mendigo
torna la vista doquiera,
y nada ve en la pradera
sobre la capa glacial;
n A l n non n l ~ l o o na i G r r n
U"&" -0" C,LbUzA'AJ. ",LbAv"
de granitica muralla,
que en sus salones batalla
un estrépito infernal.
Y vuelve a poner la mano
sobre la puerta rnacisa;
y esta vez cesa la risa
y la calma allí reinó;
mas tras un breve momento
se abrió misteriosa reja,
y asomándose una vieja
de este modo se expresó:
"Vete cn mal hora, importuno,
sin volver aquí la cara,
que turba nuestra algazara
tu sempiterno gemir;
marcha presto, que tu vista
sería de triste agkro
para el noble caballero
que amor nos viene a rendir.
"Huye de aquí a toda prisa
que voy a soltar los perros,
y tus crímenes y yerros
en sus dientes pagarás;
que gente de tu calaña,
por ladrón y vagabundo,
están de más en el mundo.
y reclama Satanás."
Y haciendo horribles visajes
la dama cerró la reja,
y allí abandonado deja
al miserable otra vez,
que alzando ia vista al cielo
en rubor Ia faz bafiada,
con la lengua sosegada
depuso así su altivez:
"Señor, ¿por qué así abandonas
la inocente criatura
sola con su desvemtnra,
en brazos de la aflicción?
H en los vastos arenales
. de la vida procelosa,
~ P O Tq ué así marchao azarosa
torturado e! coiazón ?
por qué siempre le persigue
el hado de adversa suerte,
y es su refugio la =uerte
y su lecho un ataúd?
;Por qzr6 sin padres ni amigos
todos huyen de su lado?
;Y es tan pobre y desgraciado,
- que llega a odiar !a virtridi
":Por qué ya desde la cuna
duerme el pobre entre cadenas,
y el rico infiltra en !as venas
de su hijo orgullo cruel?
i Por qilé ai inpIsrar ayuda
vuelve la faz con Eereza?
¿Es por ventura bajezs?
si en la faz m asoma hiel?
"i Por q -~éal tivo el poderoso
ia Erente erguida levanta,
y al pobre quiere a su planta
vaya la tierra a morder?
Que a pesar de su iaiqueza,
viene al mundo con dolores,
y crueles sinsabores
causa a su madre al nacer.
"Que también la Parca fiera
juega al azar con su vida,
y su grandeza mentida
no la arrastrm a! morir.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PRESENCIA DE TmRIFE ;N ie0ESf.A DE GUIMERA
Que también bajo la tierra
son el pasto de gusanos,
y víctimas y tiranos
se van allí a confundir.
"Pues ;por qué en todas edades
hay coronado verdugo
que anhela estrechar el yugo
del hombre con tanto afán? 47.
;No son hijos de la tierra?
¿ No son unos sus destinos ?
; P por diversos caminos
a igual término 1-0 van?
"Serñor, Señor, nuestro piieblo,
;ja más alzará la frezte?
;Y del solio al insoñeaite
no le podrá derribar? --
Y unidos con paz eterna,
queriéndonos coma hermanos,
sin verdugos ni tiranos
nuestro orgullo será amar."
Dijo: y soltando al instante
llanto amargo de sus ojos,
cayó el anciano de hinojos
con religioso fervor;
y doblando su cuerpo
en brazos del. parroxisano,
rodó el anciano al abismo
y así acab6 su dolor.
Asá, con ese final de tragedia, con una muerte que tanto puede
ser atribuida a un accidente como a un sraicidio, de cuaPqaier
perfectamente hermanada con los funestos desenlaces de Eas krage-dias
de Guirne~6.
Tal vez un da pueda estudiarse con mejor fortuna la primera
poesía guimeraneam y descubrir si la sucesión de los titulos en el
volumen autógrafo corresponde a la sucesión csolaollógiea. Asiraihsmo,
47 Ea frase aparece en el volumen aut6graXo sin los signos de interrogación,
dándole aparentemente un significado alirmativo. Por el contexto se deduce que,
el contrario, la frase debe ser interrogativa.
Nana. 4 (19581 489
si puede elevarse a definitiva 32 delimitación que me he permitid^
indicar a base de la alusión guimeraneana al soneto a Bonap~rte.
Hoy por hoy sólo es posible afirmar que la segunda escolaridad de Gui-merá
comenzó con el curso 1859-1868 y que terminó con el 1861-1862,
y que es entre tales límites cuando Guirnerk, al compás del apren-dizaje
de la mecánica de los versos, escribió sus primeras composi-ciones.
Ya es innecesario señalar, pues, la gratuidad de las afirma-ciones
se@ las cuales, terminada la segunda escolaridad, Guimerh
tuvo que ponerse a las órdenes de su padre, aprovechando los ocios
que le permitían las obligaciones para escnik sus priilieí-as poeñias ".
Precisa advertir que, p r razones aquí innecesarias, el padre de
Angel Guimerá había renunciado, no sin pesadumbre, a Ea ilusión de B
N que su hijo fuera el colaborador y el continuador en los negocios. E
En la esfera de las paternales influencias, Guimerá había sido ente- O
yz~qentea buarbi& pcr !a íje n 3 3 ma&e. gsta,e ~car&jda 2 ihsioila& -- m
O
con los escritos del hijo y con los dibujos del hijo; alentada por la EE
nula predisposición comercial de Angel; afianzada por las seguirida- 2
E
des del potencial económico familiar, entró en grandfsima parte para
-
que, a su regreso a Vendrell, Guimerá leyera y escribiera a su, an- 3
-
chas, sin la más leve coacci6n impuesta por el ejercicio de una pro- -
0
m
fesión o de una obligatoriedad. La peligrosísima condescendencia ma- E
terna convirtió a Guimerá en un auténtico desocupado-i cómo debió
O
ser comidilla de comadres, en una villa provinciana del siglo pasa- n
E
do!-. Habráa podido hacerle un más sano o un más insano bohemio.
-
a
La atenta vigilancia de la madre y la sólida formación moral del hijo 2
n
salvaron el peligro y alcanzaron hacer de Guimerá un auténtico n
poeta. 3
O
Con los años, claro está. El poeta, el auténtico poeta, se manifes-taría
cuando, ya presentado en los cenáculos literarios barceloneses,
e'l escribir poemas tendría una razón de ser más trascendente-pu-blicar
en los periódicos, competir en los certámenes-que la de re-galar
los oídos de la madre. Mientras, sus composiciones serían bas-tante
equiparables a las de la época escolar, escritas no como ejercicio
obligado, sino como de puro pasatiempo, faltas de ambición y con el
consabido mimetismo en lugar de la inspiración. Trátase de nuevas
48 Véase Carles Capdevila, op. cit., y seguidores.
490 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PRESENCIA DE TENPRIFE EN LA POESfA DE GUIMERA 43
versiones de sus escolares historietas, las orientales, las marineras,
las pastoriles, las caballerescas, centradas en las habituales desven-turas
amorosas, y por lo general narradas a través de una larga su-cesión
de estrofas. La continuación del aprendizaje, en definitiva.
Ya me referiré mLs adelante, y de un modo especial, a la poesía
eminentemente canaria de Guimerá, producida en esta época. Antes,
y con objeto de dar alguna idea, aunque ligera, de la evolución de la
poesía castellana de Guimerá, señalaré algunas de las características
post-escolares.
Como ya es de presumir, entre Iss mehas eornposiciones de imi-tación
es en esta época cuando aparece por vez primera el poema deri-vado
de la impresión directa de algo concreto, determinado, del m-biente
en que transciarria la vida de Grsimerá. Cercano a Vendrell
T.--. -,...-L-- 2- ---- .---L:l,- -----A-- ,.--A:--- J- 3- z A-G
: X A ~ L L ~ L IL WS r e s u~e u1~1 C~; a s L u v , u u w s ~e sugv sut : UPI pasauo I ~ ~ I V L V .
La historia del castillo era tan desconocida de Guimerá como Pgno.
rada de sus paisanos, por lo que en la impresión del poeta no coope-raron
factores sentimntales de orden histórico. Tal vez sea éste el
primer ensayo giaimeraneano para expresar poiticamente lo huma-namente
contemplado.
LAS RUINAS DEL CASTILLO DE BELLVEY
La tarde se desliza, cual ninfa seductora,
de rozagante traje, de diáfano color,
en campo de verdura, que pálido decora
los rayos postrimeros de un sol abrasador.
Entonces nuestro pecho suspira vagoroso,
y expláyase la vista por el tranquilo mar
y biiscu en, !u cdim &!me fr~nUeso,
do el cuerpo fatigado se pueda reclinar.
Allí, bajo la sombra, contempla sosegado
las ruinas de un castillo, de altiva pro.porción
gigante que venciera, con brazo denodado,
del tiempo los embates, furor del Aquilón.
Mirad: sobre sus hombros, de dura pedrería,
los siglos han pasado cual pasa el vendaval;
y el roce de sus alas, j nefanda alevosía!,
descarna las almenas, derrumba su portal.
Castillo que levantas los negros torreones
cual sombra pavorosa que a s~n i ae n tu ajimez:
;q u6 hicistes, di, en mal hora, de tai~tltosc zrnpeones ? ;
¿qué EuS de tu grandeza?; ¿qué TUS de tu altivez?
Un tiempo te elevabas scñando poderío,
circüido de mrallas, vestido de esplendor,
ciñéndose tu f r e ~ t eco n bélico atavío,
pendones y estandartes de mhgico color.
Un tiempo en tus almenas, la tierna castellaria
aguarda a su guerierc, tal vez con inquietud,
y al verle cómo huelga veloce por la plana,
al piar0 az-ür del cielo ;.~iostrGs i: gratitud.
Un día tus salones terubiaron cunmo~~iir~s
al son de las baladzs del tierno trovador;
y el grito de combate, por todos repetido,
se oyera en tus cavernas, con hórrido fragor.
Un tiempo tus guerreros, al pie de la muralla,
en lides y torneos gozaba9 de solaz;
y cánticos de amores y cuentos de batalla
seguían a la guerra las heras de la paz.
Euy sólo "L grandeza nos dice lo qiie ha sido.
paredes derruidas que el tiempo destiuyG.
Tú fuiste ccual hoguera F e el valle ha corroído;
io dice tu ceniza: la llama se extinguió.
Eoy sólo en tu recinto campea la tristura;
hoy sólo el viento helado te viene a profanar,
y en vez de los guerreros de níti6a armadura,
;las aves con ia luna te vienen a llcrar!
En rigor, la impresión se traducízl en una fantasía más. S' :n em-bargo,
;es lícito preguntarse si, de serle conocida a Guimerá la his-
A - 1 1 n 4-n-nr. 7.-n -r\n;Xn nnnnvin. o n 1-0 hnnnñnn 2- n..c< LV916t uc.1 L ~ D L I U ~ , ík L G i L c I uua LrvbLurr buubrbtcr. db La, ..cw.cu~a, u, 0-
moradores, o por lo menos de revolotear sobre las viejas piedras una
cualquiera de las leyendas que el vulgo forja a su entorno, el ven-drellense
castillo de Bellvey habria dado paso a m precoz Gnimerá
épico? La pregunta viene impuesta por la evidentísirns. tendencia de1
joveri a c-$eivgT gSnero ez~d!elesco, psible aezUe!c, & !a
prim-eriza infiuencía del Padre Arolas. En los poemas de esta época
abundan las almenas y las murallas, los guerreros y Ias damas, las
espadas y los clarines, pero faltan los hechos que les dé vida y los
492 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLhlJTdCOS
hkrovs que les 66 brío. Me refiero, claro está, a los hechos y a los
héroes hhistbrieos. Por e210 eres que la respuesta a 1% anterior pregunta
debe ser negativa. En la poesía de esta época parece ser que Guimerá
sentia máls lo accidental del escenario que lo fundamental del hecho
histórico, que estaba máls atento a la minsicalidad de las estrofas que
a lo emotivo de la evocaeióin. En este sentido, creo pede ser proba-torio
el poema que Guimerá escribió en honor del Angel que corona
el campanario vendrellense, en cuyas treinta y una estrofas se roza
la historia local, p r o no se adenstra emotivamente en ella. Véase en
el siguiente fragmento :
EL ANGEL DE VENDRELL
¿ Buseas, ai-me, las ieglones
de los hijos de la guerra
cuyos duros escuadrones
oprimieron esta tierra?
~ B U S C ~diSm,e , el atavío
de los déspotas del Sena
cuyo eterno desvarío
fué argollarnos la cadena?
¿Buscas a ArbÓs altanero
o en traje de nube ardiente,
por orden del Extranjero,
por orden del Pretendiente?
~ B U S Clo~sS r udos soldados
de a l g h diestro cabecilla
cuyos odios concentrados
no domaron esta villa?
Cesa; no tornes la vista
buscando nuevo tormento.
Pasó todo como arista
arrastrada por el viento.
Estamos, evidentemente, muy lejos de aquella casi salvaje emoti-vidad
de Poblet servida en alas de genial fantasía, cuando Guimerá
-y el salto 10 daria en pocos años-pasara de narrador frío de la
Núm. 4 (1958) 493
historia a cantor apasionado de sus hombres y sus hechos. Pero pikb"8
Margarita Jorge, para la madre del poeta, embllesada oyente o de-vota
lectora, las murallas y las almenas, las ignotas damas y los n~
menos ignotos guerreros tendrían bastante humanidad para hacerle
considerar que aquellos poemas representariaar ya un estadio dehi-tivo
en la poesía de su hijo. Lo que sería muy humano y xsptabili-simo.
Como que el poeta persistiera en 12 "cnlea, a pesar de que en la
realidad aquellos poemas representabzn todmía un primer batir de
alas a ras de nido. Con algún afortu-lads aleteo a mayor altwa, wl-dentemente.
Tal es de ver en el ÚItlmo pemz caballeresco de la épca
-sin ningún roce histórico, es decir, de pura fantasía-, titulado U%
resto de feudahmo, de una extensión análoga a la de Ei! nzendigo
antes reproducido, y en el que nauiE.aga esta bien lograda octava que
precisa poner a salvo por ser la que flistingue al poeta del m& o menos
hábil versificados :
Tii verás a los nables infaczones
morder el polvo cpe les diera vida;
yo veré tus aegruzcos torreo~es
hundirse de mi brazo a la einbestida;
las torres, las almenas, los bastiones,
ser&n las hojas de Ense encina herida
que rodando dei monte a Ia llanura
esparcidas recuerda su estructura.
Rash que vino lo inevitable a cambiar el rambo de la poesía ju-venil
guirneraneana: el amor. Babia en Vendrell una m-uchacha de
cuya belleza se habla todavía hoy día en la villa. Llamábase Nfaria
Rubió y Rabassó, y por r a z h de ser hija de! cerero del lugar era
vulgarmente apodada "la María Cmdeies". Grrimerá se erniprendb de
ella. Fu6, la suya, una larga historia de amor menos dramática que
las qiie 41 inventaba en sus ficciones poS"tcas: pero igualmente Mor-tunada.
De ella nos quedan, corno valores firmes, las celebémirnas
rebeldías de Del meu EcZbum 49, en catalán, y como valores relativos
el alud de cantares y un cierto nfimeso de composiciones de más al-cance
en la producción castellana. Con mejor fortuna en sus amores,
40 "De mi dlbuum". Serie de composiciones breves incluída en el tomo Poesíes,
en las que despechado, enojado, el poeta protesta contra la infidelidad Oe su
amada. María Erabió Xabassd casO en Vendrell con Narciso Sonet Ramon el día
23 de octubre de 1879.
494 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
tal vez hoy la poesía castellana y la poesía catalana corntariseai coa
un Guimerá lírico de grandes vuellos, a juzgar por las escaszs comps-siciones
de ese género publicadas. En la producción castellana inédita
intuyen al. lírico composkiones, por ejempb, como la siguiente:
A UNA F%OW
Suave brisa, que deslisa 5o
al pasar sobre la flor;
corre aprisa, corre aprisa,
si te Uevas la sonrisa
del objeto de mi amor.
Flor galana, flor temprana,
que ia aurora estremeció,
di: ;no viste en la mañana
otra flor pura y lozana ? . . .
Y la flor me contestó:
Era hermosa, era una rosa,
no la busques por tu bien.
En la zona calurosa
marchitóse, presurosa
ha brotado en el Edén.
Pero el amor no resultó iar, acicate para Iss grandes vueños liricos,
La esquivez de la doncella recortó las alas al. poeta, trocando en des-animados,
a veces en rencorosos cantwes lo que en mejor ocasión
hubieran sido entusiastas cánticos al amor o a la mujer amada. Algu-nos,
elegidos al azar:
Hace tres meses que lloro
la inconstancia de tu amor,
y a pesar de tanta lágrima
aún arde mi corazón.
Ocultas niña en tus labios
de flechas repleta aljaba;
por eso un suspiro tuyo
se va a clavar en mi alma.
8 8 *
e0 Deslisa por desliza. En la producción castellana de Guimerá abundan las
confusiones ortográficas que, como la sefíalada, delatan la procedencia canaria
del castellano del poeta.
Eres fria y desdeñosa
en el mayo de la vida;
cuando te alcance el invierno
serás nieve endurecida.
A tu puerta el viento gime
y entre suspiros te Sarna;
yo también gimo y suspiro
a Ias puertas de tu alma.
Llevo en los ojos tu imagen;
llevo en los labios tu aliento;
en mi pecho está tu alma,
y la mía está, en tu féretro.
Era, mi !~íii(
do Ia dicha vibró poco,
que el dielite del sufrimiento
todas las cuerdas ha roto.
No faltó momento en que el amante se creyó sinceramente corres-pondido,
y ese momento se traduce en una mayor Irninosidad de los
cantams. Son los menos, y ellos pdrian representar el embrión de
Pi~turosp robables poemcs llírieos que la inconstancia del amor malo-
~ 2 en1 d efmitiva. Por ejemplo:
En los pensiles las rosas
sin rocío se marchitan;
niña, deja que humedezca
las rosas de tus mejillas.
Ic- a *
Sólo es feliz el esclavo
cuando rompe las cadenas ;
las de tu amor, vida mía,
yo quisiera hacer eternas.
* I JC
Sabes, niña, que el reloj
contra nosotros conspira;
si estas lejos se uetiene;
si ilegas, se precipita.
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTIGOS
Nuestras almas son dos limas
que ardiendo juntas están;
sólo un sopJo de la muerte
a las dos extinguirá.
No fué preciso el soplo de la muerte para extinguir a. una de las
I!ana,s, la, que arda sólo en la ilusi6n del poeta. La evidencia de no
ser amado por Maria le dictej m poema que respira despecho desde
el titulo hasta el último verso, y en el que la forma esd-sújula de los
consonantes parece esgrimida como acerado aguij6n:
aeN iña simpática I."BtiO l&iig.ui&&,
de ojos dulcísimos
más que el amor,
tienes por séquito
tropa de jóvenes
que amor volcánico
llevan en pos.
Por ti frenkticos
los días rápidos
con luz iatídica
miran pasar.
Por ti ridículos
su vida es lóbrega
sin zzna ráfaga
de bienestar.
Que tú sin lástima
mientes hipócrita
a tus satéiites
fino (querer,
y luego estúpida
muestras diabólica
risa sarcástica
por esquivez.
El blando céfiro
pone su hálito
entre los pétalos
de tierna flor.
JOSEP YIRACLE
El sol purísimo
con luz magnífica
tifie de púrpura
la creación.
Los bellos pájaros
de vuelo alígero
llenan con cánticos
la inmensidad;
pero W estática
cual flor escuklida
ni olor balsámico
sabes lanzar.
Eres bel!ísima
como los Brigeles,
mas sin espíritu
ni corazón.
Que eres inánime
como los mármoles;
que eres cual lámpara
sin resplandor.
No es difícil atribuir una fecha al transcrito poema, por cuanto
en el volumen autbgrafo aparece entre otros dos, fechados: el wi-mero,
a 2 de marzo; el seguxxdo, a 5 de marzo, ambos de 1869. A par-tir
de esas fechas es ya inútil buscar en sus autógrafos castellanos
algún rayo de luz en el aspecto amoroso. En aquel año 1869, que debiz.
ser un año crucial para el poeta, Guimerá estaba anonadado. Su poe-sía
es tremendamente melancólica. En 15 de julio fechaba una com-posición
que resumía su estado de espíritu:
VIVIR ES PENAR
Triste es vivir sin soñar,
mas también soñar es triste,
porque enseña el despertar 52
que una verdad sólo existe
y es la verdad del penar.
51 Variante en el mismo autógrafo: Sólo tzL estutica.
52 Literalmente: porque ensek el dispertar.
498 AhTUARIO DE ESTUDIOS ATLAhTTICOS
Nace el hombre. Seductora
la algazara le rodea;
la madre su frente orea;
le besa; es feliz.. . j ay, llora!
ya la pena saborea z3.
Niño, le admira el encanto
de la rosa, flor galana;
la coge, grita.. . i y en tanto
de su diestra sangre mana
y de sus ojos el llanto!
Joven, trémulo suspira
a las plantas de su dueño.
Arde en su pecho una pira,
es feliz.. . j ay ! no ; es mentira
porque su dicha es un sueño.
Anciano, su vida es santa:
sueña sólo con el cielo;
no es feliz, porque le espanta
una sombra que levanta
contra él la mano de hielo.
Triste es vivir sin sentir,
mas también sentir es triste
porque enseña, ; ay ! el vivir z4
que una verdad sólo existe
y es la verdad del morir.
En 3 de agosto, muy verosímilmente atendiendo ruegos de &fin
músico amigo Guimerá escribió nuevamente en lírico. Si el supues-to
músico esperaba lo que era lógico esperar de un poeta de veinti-cuatro
años, optimismo y alegría, mal podía dárselos quien acababa
de proclamar "que una verdad sólo existe y es la verdad del morir".
Sus acentos tenían que ser necesariameme iúgubres, y ei compositor
Variante en el mismo autógrafo: ya lcc vida saborea.
54 Variante en el misnio autógrafo: porque etzseña jug! el sufrir.
La hipótesis se basa, en cuanto al poema a que me refiero, en la acotación
Para cu?zto escrita debajo el título. En este aspecto, cabe señalar la composición
A Maria, bajo cuyo título se especifica: Himno cantado por *varias jóvenes, en
la rzoz;ena de los Dolores, en VendrelZ, además de un Himno titulado El carlismo,
y La monja y La Zum de miel, ambas subtituladas Canción. Me pregunto si el
músico en cuestión seria el organista de la parroquia de Vendrell, don Carlos
Casals, padre del genial violoncelista Pablo.
tendria que inspkme en lo melanclaiics y lo fttnebire para dar expre-sión
musical al poema:
Madre, aspiré su aroma,
su miel beM;
besé la fresca rosa,
pobre de ~ l i í
Me embriaga su esencia,
loca estoy ya.
E: e! z h a mz. espiaa
clavada esti.
-Niki pura inocente,
cilra tu mal.
-331 amor tiene un grillo
que es de metal.
-Rómpeio, luz del cielo.
-3Jad-i-e, por Dios,
arramadme la vida,
el aEor no.
@e sia vida, me queda
saber amzr
para 21 :1-ucdo mii veces
poder tomar.
Y si pierdo la calma
tanto sufrir
cada instante coa vida
."-*A -Q-.":=- U51 a l i l V I II .
Dije antes que? el aiio 1869 debía ser @rucia1p ara Angel Guirnerá.
Ya en el t6rmino de su aprendizaje, Guimerá estaba próximo a des-
500 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
aparecer conlo poeta castellano. M&s: en 1869, GuHmerá ya no era
poeta castellano propiamente dicho, sino poeta bilin8gaie. El medio en
que vivía le iba Pnsensiblemente captando; sus amigos, y los entusias-mos
de sus amigos, le iban sensiblemente influyendo. Su doble san-gre-
la catalana del padre, la canaria de la madre-hervia discorde
en las tinieblas de sus venas cada una luchando por la primacía.
En 1869 la atraccihn de ambas lenguas se hace ptentísima en el vo-
Iwen aeatógrafo del p t a . Las composiciones escritas en ese año
están-casi diria providencidmente-fechadas y transcritas al refe-rido
volumen en orden csonohógico indiscutible, de modo que permi-ten
seguir al día al poeta bilingiie en su transición idismática. El
balance d . fin de ano, si me es licito usar de ma expresión comercial,
acusa preponderancia de la poesfa catalana sobre la castellana. En
1870, la preponderancia es total: una sola compusición castellana,
prebablemerite escrita par8 e! 5lb1mx Ue a!gh admimdsr e wdmirz-dora
a juzgar por la dedicatoria que constituye el título: A D. H. La
composición está fechada, y ello permite afirmar que en 2 de julio
de 1870 la poesía castellana perdió era Angel Guimerá a uno de sus
cultivadores.
Es hora ya de dedicar especial atencibn a la presencia de Tenerife
en la poesía de Guimeráá, ostensible, como dije antes, en la produc-ción
castellana que, como se acaba de indiczr, Guimer& abandonó
en 2 de julio de 1870.
Sería sencillamente absurdo aducir razones politicas para expli-car
la actitud de Guimerá. En 1869, en 1870, incluso admitiendo en
él un catalanismo que todavía no sentía: nada le impediria escribir
en ambas lenguas, la catalana y Ba castelIama, como en ambos lenguas
escribían muchos de 10s más conspicuos catalanistas. Incluso tengo
para mí que el bilingiiismo debió representar una ambición eoncreta
de Guimerá al sentirse turbado por la 'dualidad idiomática, muy vero-n;
wi;lv\?nnfn nv, 1 0 ciorrrimAe -;+"A An lQRQ XT, 1, .3wwoci+vX In -ril:.Cino - U11119111LbILbb b I L 1- U-6 iillU<l I L I I U U i U UU IVVV+ i.1- 1- FIiLICIUbSW 1LI> L J V I I C I U L * >
le arrastró el sentimiento, que es cosa muy distinta.
Entre los factores decisivos cabe sefialar, en primer lugar, la defini-tiva
aclimatación al terriaYho de su padre, ]la extraordinaria fuerza de
captación del medio ambiente; y en segundo lugar, la indeclinable
contagiosidad de los juveniles entusiasmos. Los de los amigos de Gui-merá,
y muy especialmente los de Jaume Ramon i Vidales, su íntimo.
su primer mentor literario, derivaban del resurgir espiritual de Ca-taluña
que se conoce en la historia con el nombre de Renaisenpu. La
divisa de ese movimiento era la frase de G"apmany "No puede amar
a su nación quien no ama a su provincia". Y esa enorme verdad que
Ramon i Vidales y muchos otros jjvenes nacidos y criados en Cata-luña
descubrían a raíz de los Juegos Florales de 1868, habíala ya
adoptado Guimerá, consciente o inconscientemente, bastante antes de
ser tentado por los amigos a escribir tambih él en lengua catalana.
El fenómeno no deja de ser curioso. Los jóvenes nativamente ca-talanes
despertaron al regionalismo. Guimerá era regionalista nato.
En aquella fecha y antes de aquella fecha, Guimerá se había poética-mf
i . - .Cn iMn.-.;Cr\nCnrl* rrn".;r\nnl;oCo r>nnn&ri nlr i,"rrnlnrrvr..rnn v ZLIGILLC l l L a l l u G r 3 L LLUU I G~IVI ICUIU~ .a~ a u a IVa LLI p V L L ~ L L L ~ LY U U~ U ~ W Y Ivw
era Tenerife y evocándola desde el extranjero clima-4ataiuña--,
sin ocurrirsele preguntar si tales conceptos eran estatalmente orto-doxos,
por cuanto la política, que es artificio de los hombres, está al
margen de los sentimientos, que son creación de Dios. Lo que no le
representaba, naturalmente, ningrín obstáculo para considerarse un
hijo de Pelayo en el soneto Napoleón Bonaparte, levantar un himno a
España 125re cuando el destronamiento de Isabel HI, o entonar un
cántico de unión y hermandad ibérica en uno de sus más célebres
discursos en pro del regionalismo catalán.
No me cabe la menor duda que, de no haber sido expatriado, Gui-merá
habría sido una pieza importante en el resu-rgir canario, como
fué, en !a esfera literaria, Teobaldo P0wer. ?or lo del sentimiento,
claro está. Porque es presumible que Pwer y Guimeri hubieran coin-cidido
en sus juveniles afanes, como en más o en menos debieron coin-cidir
en la escuela de primera enseñanza de Santa Crirz. Porque el
resurgir canario se cifra en la declaración de Puerto Franco, en 1852,
precisamente en el aiío er, que el padre de Aagel Guimerá se trasladó
a Cataluña, cuyo viaje fué causa del que desgaj5 al futuro poeta de
si patria y le injertó en el extranjwo clima. Sin tal viaje, sin tal expa-triación,
inmerso en su clima y contagiado por la fiebre cons-tructiva,
Guimerá hubiera ofrendado a Canarias lo que ofrendó a
Catalitña: el producto de su genio. Y io que en su vejez depbraba
502 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
-no haber visto al Teide, no haber observado a fondo a sus paisanos
rurales en sus pasiones-, le habría sido base para concepciones aná-logas
a Terru baixa, pero genuinamente tinerfeñas.
No son, las anteriores, suposiciones enteramente gratuitas. El
mismo Guimerá lo testifica en las composiciones que reproduciré en
el presente apartado, y que intentaré subrayar en los comentarios
que las acompañan.
Persistencia atZcintica.
Partiendo del hecho cierto de que Guimerh tuvo horror al mar
a causa de los temporales en él sufridos, llama la atención el que, sea
como elemento esencial, sea csmo elemento secundario, una gran can-tidad
de las producciones juveniles de Guimerá sean de asunto mari-nero.
Podría aducirse que el mismo horror que le incapacitó para
embarcarse en su vida le ofreció, en contrapartida, un amor plató-nico,
nostálgico, al mar, al que rendiría tributo en aquellas compo-siciones
y más tarde en el teatro con el drama La filla dd mar y con
la célebre tragedia Mar i cel. Podría darse, efectivamente, esta expli-cación.
Pero se da el caso que el mar de las producciones poéticas
castdlanas de Guimerá no es el mar anónimo de los poetas, ni siquiera
el Mar Mediterráneo, indiscutiblemente adscrito al de aquel drama
y de aquella tragedia. El mar de Guimerá es, sencillamente, el mar
canario, el Océano Atlántico.
El atZantisrno de Guimerá no deja de producir una cierta sorpresa
en un joven radicado en la costa mediterránea, fuese en Vendrell,
cuya playa de Sant Salvador tenía en aqeiellá época rango de puerto 5c,
fuese en Barcelona, en que todos los dias, desde la ventana de su
hakitaciían de internado podía ver las aguas mediterráneas en una
extensión delimitada entre la montaña de Montjuic y las viejas
Atarazanias. Los seis o siete años transcurridos desde que con el
alborear del 1854 dej6 en e1 Estrecho las olas atlánticas, parecen
56 La playa de Sant Salvador, denominada pomposamente Puerto de VendreEl
en los registros que se conservan en el Ayuntamiento de la villa, cumplió fun-ciones
portuarias hasta el mes de enero de 1880. Los navíos que en ella hacfan
escala anclaban algo mar adentro, y el embarque y el desembarque se efectuaba
por medio de 'barcazas.
E% JOSEP MIRACLE
suEcientes no para olvidarlas, pero sí para no recurrir precisamente
a ellas sin una necesidad concreta y determinada. Tal es el caso de
Et suego y ía mzce~teu, na de sus composiciones escolares. Es& con-cebida
en forma para que dos ángeles, el del suefio y el de la muerte,
analicen cuál debe considerarse mks feliz en su cometido. Para sos-tener
su diálogo, ambos ángeles no precisa3an de escenario concreto;
podían discutir sus razones en un punto cualquiera del éter, a la puerta
de humilde choza o en el centro de aristocrático salón. A Guimerá le
piugo, sin embargo, que los ángeles Ge su poema dialogaran en Tene-rife.
P preparó cuidadosamente, desde las primeras estrofas, el punto
en que los dos ángeles debían darse cita:
El mar, ese gigante poderoso
que irrita con su roce el raudo viento,
alza la frente impávido y furioso
soltando de sus fauces ronco aliento.
El sol, que viste manto rubicundo,
tiñe las ondas de su luz brillante,
lanza postrer mirada sobre el mundo,
y abísmase en el fondo del Atlante.
Y la tierra impregnada de vapores,
al faltarle el aliento soberano,
se reviste de pálidos colores
de la frondosa cúspide hasta e1 llano.
En tanto, de !os mares se remonta
nube ligera, que el espacio hiende,
qEe cambia de color, mil veces pronta
sobre selva aromática desciende.
Y sube por los ámbitos del cielo
armonía de pájaros cantores;
37 viste la aspereza de este slzelo
tupida alfombra de variadas flores.
Si eb mar en la primera estrofa puede ser un concepto general,
como puede serlo ba tierra en la tercera, en la segundz. es ya un ele-mrintn
nr\mnornt~mnnfa A n f n - i n n i f n - IILGIILrV ~UbUIYIIIIWILV. e! ,Bf&ntic=. De haber eucritc:
Guimerá desde Lisboa, por ejemplo, el detalle carecería de signiíi-cación;
pero escribiendo en Barcelona, un ocaso atlántico resulta
francamente absurdo, por cuanto en Barcelona, en Cataluña, el sol se
504 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANSICOS
oculta siempre tras los montes de occidente. Esto es lo que da signi-feeaci6n
al poema, y ya tendré naeva ocasión de referirme a Ia,s pues-tas
atEknticas: cuando en su escolaridad Guimerá escribía El sueño
3 $a muerte, su espiritu no estaba en Barcelona, sino en Santa Cruz
de Tenerife, en la bella isla canaria. Ea tierra indeterminada en el
poema, en la quinta estrofa se transforma en %te su&, con un de-mostrativo
que no es aplicable al concepto general de la Tierra, sino
a aquella porción desde la que sea posibie observar cómo el sol se
abisma en el Atlántico, y sin antececienrte qiae le d6 concreta precisión,
ya sobreentendido en el espiritu del poeta: Tenerife. Me pregunto si
en los últimos versos transcritos-~pv iste la aspereza de este suela /
tupida alfombra de wwiada-s flores-podría verse una alusión a la
parte sur de la isla de Tenerife, la más árida-la sola que Guimerá
conocia-, y otra a la parte norte y concretamente a la Brotava, que
Guirne1.6 conocia por solas referencias. La aiusión se completa en el
primer verso de la siguiente estrofa:
Allí, bajo feraz, verde palmera,
dosel que la natura desplegara, '
se hallan dos seres de mirada austera
cual si célica llama iluminara.
Son los dos hgeles, en trance de inieiar el diálogo, sin especial interés
a los fruies del presente apartado.
De ser exacta la división que me he permitido señalar ea la pri-meriza
producci6n guimeraneana, el primer poema que Guimerá
escribiera en Vendrell, ya reintegrado a la villa de su padre, sería
uno netamente canario, Las Pshs Fortzcnadas, que reservo para más
adelante. Y el segundo-siempre refiriéndome, claro está, al orden
cm que aparecen en ei voiumen autógrafo-, otro de origen netamen-te
barcelon4s: El cóJ.ra. Digo netamente barcelonés, porque aun
czrando Santa Cruz de Tenerife sufrió una epidemia de cólera en 1846,
Ggtimer5, no pdia tener ninguna idea de ello contando como contaba
asilo un año de edad. En cambio, podía perfectamente recordar el
cblera que se abatio sobre Barcelona durante el verano de 1854,
estando 61 y sus padres en la ciudad condal, pasando las mil y una
peripecias para trasladarse a Vendrell. y escapar luego de Vendrell
por haberse declarado también allí la epidemia. Pues bien: también
58 JOSEP MIRACLE
este poema está tocado de atlantismo y desde su misma primera
estrofa :
Iba tocando al crepúsculo
Febo, con el paso rápido,
tiñendo el mundo de ópalo
al hundirse en el Atlántico.
Y aquí la imaginación de Guimerá salva lo que en la más estricta
realidad no puede salvar ningún escritor en Cataluña: toda la an-chura
de la Península Ibérica para hacer explicable aquel ocaso atlán-tico.
Así lo da a entender la cuarta estrofa y concretamente en su pri-mer
verso: .
Ya ha cubierto el suelo ibérico
de la noche el triste hábito;
ya la luna con luz férvida
da al mundo colores pálidos.
Lo que no obsta para que, en la búsqueda de consonantes esdrújulos
-muy posible razón de ser de la señalada incompatibilidad para un
escritor en Cataluña-, el poeta se sirva de términos de comparación
de factura no catalana, ni ibérica, sino canaria:
; Queréis que siga impertérrito
siendo de la muerte el árbitro
si sBlo a mi nombre ;el Cólera!
tiemblan cual suelo volcánico?
Posteriormente a aquellas Ruinas del castillo de Bellvq, que se-ñalan,
a mi entender, según he ya indicado, un primer ensayo de tra-ducción
poética directa, es decir, cuando lo inmediato tenía ya poder
de atracción para el poeta, aparece el poema La plegaria, cuyas dos
primeras estrofas parecen ser, y probablemente son, alusivas a Se-nerife.
Dice en la primera:
La noche adelanta; sus tibios fulgores
oculta la luna tras negro crespón;
el aura tranquila se duerinr en las flores,
y el mar acaricia quebrado pe5ón.
Las ,pe&as y los pegones son casi tan abundantes como los poemas
guimeraneanos de la época que hacen más o menos referencia al mar;
S06 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
PRESENCIA DE TEXERIFE EN LA POESfA DE GUIMERÁ 59
en muchos casos pueden_ ser considerados segáln su sentido propio;
en otros, adquieren la significación de isla, o por lo menos de costa.
En uno o en otro caso no tienen relación con 'Vendrell, cuya playa se
extiende sin accidentes. El quebrado peñ6n del poema a que me refiero
es una costa, se&n se infiere de la segunda estrofa:
De pronto amanece. La aurora rosada
reviste los montes de claro esplendor;
se extiende en los valles; pensil, enramada
anuncia doquiera los rayos del sol.
Y según se infiere de la tercera, una isla, puesto que prácticamente
no media distancia entre el mar, el valle y el monte:
Ya el aura sacude las flores dormidas,
rizando las ondas quizás con amor;
ya dejan las fieras svs tristes g~-~a-ridag
dei rústico lecho ya salta el pastor.
El poema que le sigue, El barón fuerte, es más claramente alusivo
a Tenerife dentro de la fantasia que preside las composiciones:
;Qué me importa de la tierra
los vaivenes y temblores?
¿ Qué me importan los horrores,
los estragos de la guerra?
;Qué me importan los volcanes
con su ardiente torbellino?
;Y el furor de! remolino
con la Tuerza de titanes ?
Asi empezando, ya no es de extrañar que el valiente, el intrépido, e1
tenaz marinero, aparezca
. i Fijo, cual roca segura
en el proceloso Atlante.
Guimerá llevaba escritos ya distintos camtares amorosos en las
piiginas de su volumen autógrafo. Poeta veaadrellense y enamorado
U2 -iia belleza de ia vfiia, nada tiene de extrafio y mucho de natural
que los guerreros y las damas de anteriores fantaslas caballerescas
se trocaran en personajes de menos alcurnia protagonizando histo-rias
de amor. Ya sabemos que Guimera no Tu& correspondido por su
amada. Y es probablemente ésta la mzOn de que sus nuevas historias
de amor sean de cuEo desgraciado. Casi me atrevería a indicar que
están escritas con valor de parábola, como medio sutil. para aleccio-nar
a la e s q ~ v ado ncella sobre los funestos extremos a que pnede
conducir un desesperado amor. Tales poemas son, en general, de
asunto marinero, lo que no es absolutamente impropio hablando de
Ve n d ~ lyl a media&s deel pasado siglo. Pero lo que resulta impropio
es que no sean me&terr%Pseos. Ea composición que abre la serie, y
que, dadz su corta extensión, permite la reproducci6n íntsgra, es
explícitamente atlántica, según puede verse en las dos alusiones en
ella contenidas :
EL PASTOR
L l z ~ ftre~fi éc,ico
suelta un pastor
bajo Ia cóncava
roca o peñón;
y el eco eriérgico
con triste voz
repite trémulo
nuevo clamor :
"¿Por qué el Atlántico
fiero rugió
sobre los mástiles
del pailebot,
y alzando férvido
grito feroz,
mi amada Angélica
;ay! se tragó?
¿Qué? en lo recóndito
de ese peñón,
do está su tÚrmXo,
mares de horror,
¿qué? ¿ 81% en su féretro
lejos de Alcióc,
bajo tu sábana
no quepo yo ?"
Calla, y los céfiros
dicen veloz:
"Ve a su sarcófago,
ve, caben dos".
Como una ráfaga
ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTIC'08
corre ei pastor,
y dando al céiiro
un triste adiós,
híindese rápido
Sajo el maatón
del mai. Atlántico 57
que suspiró,
formando cireulos
de blanco azoa.
Frente al transcrito poema, como al refex4rrm.e a 2% c&m, po&Aa
aducirse la presencia de?. Atlántico como osligada consecuencia del
imperativo de Ios consonantes esdrújulos; 410 que no impide observar
que en un poema posterior, Uín bien perdido, la O6ea atBLntSca mapa-rece
en aque19ss ocasos mzk&.imos de imposible observacibra desde
Cataluiia y a los que ya me he referido:
Cada tarde, cuando el sol
con gala de finas blondas
busca lecho entre las ondas
que se tiñen de amebol,
Sanagen que se repite en la. pniiiltirna estrofa del peana y cona las
mismas palabras, salvo er; el primer verso conceMdo en forma de
conclusi6n :
Y por eso cuando el sol.. .
U& bien perdido puede ser fechado en el ario 1868, cuando en el
espiritu de GGanimrál hicieron decisiva mella los factores ambientales
que le orientaron al bilingiiisrnzo primero y al uso exclusivo del ca-
"calárn despéa
Persistencia canaria.
El año 1868 señala, amén de los veinii'cr5s afios de edad de Angel
G-aimerá, los catorce transcurridos desde su desembarco en el puerto
de Barcelona. Catorce años de lenta aelimatacih, y, a juzgar por los
ejemplos reproducidos, casi podría decirse de resistencia a la aclima-tación.
Seria wn error atribuir a un propólsito deliberado esa resis-
57 Escrita en lápiz, una variante en el mismo aut6grafo: del mcw ~c124:Mmo.
Núm. .k (1958) 509
62 J OSEP MIRACLE
tencia. Cierto es que, a su llegada, Cataluña no fué tierra grata al
niño Guimerá. Traía de Canarias infantiles prejuicios que le habían
indispuesto con el idioma de su padre, áspero, duro y repelente a sus
oídos 58; el viaje había sido, más que accidentado, fatídico; Barcelona,
con sus murallas, sus calles angostas, sus pisos sin luz, le parecería
sombría en comparación con la lurniiiosa Santa Cruz de que procedía;
la incomprensibilidad del habla de los naturales, que se@m expresión
suya le "dañaba los oídos" ; la azarosa aventura impuesta por la epi-demia
de cólera; todo parecia haberse conjurado para que Guimerá
se sintiera refractario a admitir aquella tierra como su nueva patria.
Pero no creo hubiera en el ánimo de Guimerá deliberado propósito de
mantenerse espiritualmente al margen de aquella tierra y de sus habi-tantes.
De haber existido tal propósito, en pocos años los juegos y la B
N
camaradería de los mozalbetes lo habrían disipado. E
Hubo, eso sí, una persistencia canaria en el seno de la familia, O
n -
más acusada o no tan ?&usada según que ésta ocupara el domicilio =m
O
E
barcelonés o el vendrellense. Don Agustín, el padre de Guimerá, E
2
por razón de sus menesteres comerciales, tenía piso alquilado en Bar- =E
celona, piso que con alguna frecuencia ocupaba con la esposa y los
hijos. Esa frecuencia, que un loiógrafo ha creído reglamentada j9, se - -
fundamentaba en las preferencias de doña Margarita Jorge, que no 0m
E
estaba a gusto en la casa solariega de Vendrell; en Vendrell la fa- O
milia Guimerá, y especialmente en los primeros años, compartia el
n
kcho y la mesa, además de con la madre de Agustin, María Fonts i -E
Rubió, con la familia Romeu, formada por el matrimonio de una
hermana de Agustín, Angela, con Josep Romeu i Sivilla, cuyos hijos g
nacieron en aquella misma casa. Siendo ambas familias de idiosin-
3 crasia distinta y usando de distinto idioma, se comprende que doña "
Margarita se sintiera más a sus anchas en Barcelona, donde su fa-milia
estaba constituída exactamente igual que como en Santa Cruz
de Tenerife.
Barcelona fué el domicilio habitual de la familia Guimerá durante
5s Guimerá oyó por vez primera hablar catalán en el ~ u e r t od e Santa Cruz
de lener.ife y a 10s siete años de edad. T$,t~s:: de 12 visit,~ ==e, cin 61, efect.1~6
su padre a un velero procedente de Vendrell y con trjpulación catalana. Tan
ásperamente sonó a los oídos de Angel aquel desconocido idioma, que las cordia-lidades
y las efusiones de los interlocutores se !e antojaron enconadas disputas.
59 Carles Capdevila, op. cit., 49.
los años de escolaridad de Angel en los Escolapios. Alumno interno,
a Angel, como a sus compañeros, le era permitida la vida. familiar
todos los domingos, según testimonio del mismo poeta Y Ya vida
familiar barcelonesa era una prolongación de la vida familiar canaria.
En lengua castellana y con el dulce acento canario se expresaban
todos los miembros, incluso el jefe de familia, el catalán Agustín;
a1 estilo canario se cocinaba y se coda; de modo que de paredes
adentro, doña Margarita y sus hijos podían fabricarse Ia ilusión de
vivir en su isla natal; a tal punto, que no llegaran a sorprenderse
demasiado si, al asomarse, un dia la casualidad les brindaba ver pasar
a un camello ante su casa, como tantos vieron pasar en Santa Cruz.
No es improbable que esa persistencia canaria imprimiera un
cierto freno al proceso de aclimatación de Angel Guimerá; en cam-bio,
creo puede asegurarse que contribuyó de un modo extraordina-ric
w !a címservacióii del ssentiriiieeii canario como frrndamentai y
esencial en el joven escolar y ya aprendiz poeta. Más adelante ten-dremos
ocasión de considerar la posibilidad de otras influencias ca-narias
reforzando las meramente familiares.
Co?z lira isleña.
Vimos rezumar el canarismo de Guimerá en alguna de sus pesias
escolares, en otras post-escolares y otras ya distanciadas por los anos
de la época de escolaridad; vimos el adlantismo de Guimerá dela&uado
su procedencic\ canaria, indicando claramente que a pesar de la insos-layable
influencia del ambiente, el espíritu de Guimerá estaba en Ca-narias
y no en Cataluña. Nos falta ver al poeta, no en nuevas alu-siones
delatoras, sino en producciones directamente ligadas con la
Isla de que procedía.
La primera composición netamente canaria es un canto al Archi-piélago,
que, como indiqué anteriormente, señala, a mi modo de ver,
el inicio de la poesía escrita sin la influencia directa. del aula, es decir,
en Vendrell, con libre JT manifiesta voluntad de creación. Tengo para
mi que Guimerá escribió el poema principalmente como agasajo a
60 Angel Guirnerá: Record aZ P. SaZlards, "La Escena Catalana", Barcelona,
18 julio 1925, pág. 14.
su madre, la ma j a rneialmmte canaria que ie h~híi7dd. ado el ser y,
tamMén, la bondadosísima madre que !e alentaba a se,guir el camino
de la poesía. Dice ~ 3 1 :
UII día rugió e1 zar. Con ronco acento
los Euros a las ondas irritaron;
y al compás de un estrépito ~ioiento
en montañas de espuma se elevaron,
que ilegaiido a la playa, con intento,
las briiantes armas esmaltaron
con restos de las naves destruídas
al choque de sus fuerzas desmedidas.
¡Horrendo en sus furores fué aqdel día!
Los d e ~ s o sy apiñados nubarrones
por el éter vagaban a porfía;
al choque de los fieros A,qriñlones
el mar, con denodada valentía
escalaba Iss áridos peñones
cual gigante de orgu!lo y de altiveza
que ambiciona encumbrarse a la grmdeza.
Mas de pronto Ics genios voladores
huyeron a regiones apartadas
arrastrando a los túrpidos vapores
que empañaban a! sol. Las encurn'bradas
y yertas olas, reemedalado amores,
dejaron sus fierezas olvidadas
al pie de ese peñbn que combatieron,
y doblando la frente se durmieron.
Y en vez de esa titánica bravura,
y en vez de aquel horrible desconcierto,
e!e7Sse, veloz, per !a e~peswa,
llegando a los conñnsa del desierto,
coro armonioso que placer augura;
coro sublime, celestial concierto,
que en las olas dormidas se desmaya,
y repiten los ecos en la ?laya.
Mas luego, por !as rocas africanas,
descubrióse en alegre comitiva,
siete ninfas o diosas, siete hermanas,
de faz hermosa, de mirada altiva,
El Iirimer canto de Guimerú a las Islas Canarias. en su picina inicial.
que avanzan majestuosas cual sultanas
al compás de una cántica expresiva,
suspendiendo de pronto sus cantares
al llegar a la orilla de los mares.
Visten manto de nitida blancura
con cimbria rozagante de esmeralda;
orla su frente, pródiga natura,
de rosa y de azucena una $iairnalda
que guarda y aprisiona con usura
las trenzas que se pierden por Ia espalda,
Hondas, como Ba mies a que remeda,
suaves, como las hebras &e ia seda.
Nivaria es la mayor; si a andar se atreve,
las brillantes arenas avasalla
baje su pie más blanco que ia nieve;
si mira el hondo mar, su furia acalla
trocando la bravura en canto ieve;
si luego se retira, airado estalla
y parece que llora a la hermosura
arrugando su liquida llarnra.
Hoy cual sj.empre, ~ n d a sse estremecen,
saludando a Nivaria en su ilegada;
hoy cual sie.mpre, las aguas humedecen
la p l a i a de la ninfa pertumacla
y luego mumtlrando se adorxeeen;
ma.s ella con la ffevile levantadda,
tornando a sus hermanas piaees."t era
a todas les hab16 de esta manera:
"Sois hermosas; los vientos y los mares
suspenden el furor de su coraje;
nos saludan los robles seculares,
y los hombres nos rinden vasallaje;
y al ver nuestras bellezas singulares
los dioses nos tributan homenaje;
y 'codos nos ofrecen a porfía
amor, divinidad e idolatría.
-Mas deeidme : i qué importa de 40s Cielos
resp=irzf el perfume de grandeza,
si en premio de esos míseros desvelos
,jada. se ~*7n-r'*a.A rnr.u.nvnutrrro w npur rs vr vaw~ ,o
y luego, satisifeehos sus anhelos,
el desprecio será nuestra belleza,
pues la flor cuando adorna los festines
ya no vuelve a brillar en los jardines?"
f9SEi' MPRACLE
Nivaria enmudeció; las otras bellas
miráronse en las aguas de una fuente;
y luego, alborozadas todas ellas
dijeron con lenguaje vehemente :
"Preferimos ser reinas y doncellas
a la orilla del piélago inclemente,
que apurar en los Cielos 1a ambrosía
a costa del piacer y la alegría."
Mas de pronto la bóveda retumba,
y avanzan corno sombras funerales
el genio de la noche El viento zumba
arrancando ias peñas desiguales,
y el mar, ;el romo mar!, ñero derrumba
la arena que guarnece sus umbrales;
y el mar, jel ronco mctr!, bajo sus huellas,
;ay! sepulta a las trémuias doncellas.
En medio de esta lucha de gigante
la, noche transcurrió; nuevos aibores
brillaron cual diadema rutilante.
Cesó la te-mpestad en sus horrores;
mas ;ay! por las ilanuras del Atlante,
en medio de 10s diáfanos vapores
lucieron siete rocas : siete hermanas,
juguete de las ondas af-' icanas.
Y en medio del silencio más profundo
descendiera esta voz de los espacios:
"Quisisteis habitas* siempre en el mundo
a trueqire de los céiicos palacios;
despreciasteis los dioses tremebundos
por vestiros de perlas y topacios;
sufrid pues, ccmo ninfas, desgraciadas;
como rocas, seréis Afortunadas."
La trclriscrita composición debe comesponder a iiltimos de 1862
o a cominzos de 1863, a los diecisiete o dieciocho años del poeta.
Como autor, Guirnerá debía estar contento de su obra; pese a los
defectos que ma crítica rigurosa podría señalar en ella, no fal'ean
cualidades ni está exenta de logradas expresiones. Como isleño, Gui-merá
estaría tan satisfecho cemo su madre ante aquel cántico a las
Islas y especialmente a la, mayor, en la que - habían nacido.
6% Obsérvese la falta de ccncordancia, por posible inadvertencia al copiar el
poema en los pliegos autbgrafos, transcribiendo eZ genio por íos genios.
514 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTIGOS.
No puede afirmarse rotundamente si Las Islas Forttmtedas hubiese
podido ser el único poema que Guimerá dedicara, de una manera Pn-eqitlvoca,
a su tierna natal. Mn embargo, es presumible. Pese a las
constantes alusiones atlánticas, pese a los peñones y a las palmas y
palmeras que se suceden en las páginas autógrafas de Guimrá y que
delatan su espíritu inquebrantablemente canario enclavado, cual otro
pñtan, en tierna catalana, el poeta no parece inclinado a escribir nue-vos
chnticos a la Isla en general ni a particularidades de ella, cual
el Teide que la representa y simboliza, cual la cruz, emblema de su
ciudad de procedencia. Insensiblemente-y fatalment4uBmerá
sufría la atracción del medio, incrementada en su tiempo por ese po-deroso
elemento que se llama Amor. Si; es licito sospechar que Las
Idas Portunadas representan m islote canario en la producción
castellana de Guimerá. Pero en el seno de su familia se produ~eron
unas circunstancias que actuaron a modo de revulsivo y dieron nue-vos
bríos al poeta isleño, al poeta canario que era Guimerá.
Ya en las primeras páginas de4 presente trabajo he hecho alusión
a un hermano de Angel GPalmerk, su único hermano, Julio, poco menos
de cuatro años más joven que el poeta. Julio Guimerá Eué también
alumno interno en el colegio barcelonés de los Escolapios, cuyos re-cuerdos-
aEgims dibujos, firmados y fechados-se conservan, con
otros análogos de Angel, en el que fué domicilio barcelonés del poeta,
en la calle Petritxol. Julio Gaimerá tuvo que ser repatriado a Tene-rife
en fecha ignorada, pero no anterior a 1863, a causa de su precaria
salud. Afecto, al parecer, de tuberculosis, y habiendo indicado los
facultativos la conveniemia de otros aires marítimos, Julio reembarcó
para Santa Cruz de Tenerife, confiado a Ba tutela de Isidro Guimerá
Fonts 62, hermano de Agustin,