L I T E R A T U
UN VISIONARIO EN LA HOGUERA
LA VIDA Y LAS OBRAS DE JUAN BARTOLOME
AVONTROOT
PO8
ALEJANDRO CIORANESCU
La biografía de Juan Avontroot, visionario poco conocido de
principios del siglo XVII, ha sido estudiada ya un par de veces;
pero a pesar de todo, se puede decir que apenas la conocemos,
por faltar todavía muchos de los datos que normalmente la de-berían
componer, así como por haber despertado escaso interés
su obra escrita. El viejo artículo de Van der Elst ', publicado
en 1859, ofrece todo cuanto se podía saber entonces de su vida
y de sus actividades, en base a las publicaciones del mismo Avon-troot
y de la sentencia dictada contra él en España, por el Santo
Oficio de la Inquisición, y que sólo se conoce por medio de una
traducción holandesa, impresa por sus correligionarios 2. Otro ar-tículo,
que le dedica Knuttel en el Diccionario de biografía ho-landesa3,
apenas merece entrar en línea de cuenta, porque de-pende
exclusivamente del anterior, al punto que se le puede con-siderar
como simple resumen del trabajo de Van der Elst.
La impresión que se saca de la lectura de estos dos esquemas
biográficos es la de hallarnos en presencia de un político emi-nente
y de un economista de valor. Avontroot aparece como
consejero apreciado del duque de Lerma, a la vez que «atleta
perseverante» e incansable sembrador de la buena semilla evan-
1 C Van Der Elst, Une dernrere vrctzrne belge du Sarnt-Offtce 1632 J B
Avontroot, en «Revue trimestriellen, XXIII (1859), p 160-75
2 Copye van't Proces ende Senteiztie teghens Joan Avontroot Amsterdam,
s a . 4 " ~8
2 ?<íeüw ?JrrcJer:ü~d~cho "i~gi-üjrl;¿hW üürúenúoek, 1, Leiden, i9i i , pág 2Gí
2 ALEJANDRO CIORANESCU
gélica y política; defensor acérrimo de la libertad de conciencia,
injustamente acusado y lamentablemente ajusticiado por haber
soñado con uel triunfo de un principio que nosotros, los belgas,
hemos inscrito en nuestra constituciónn. En resumidas cuentas,
se trata nada menos que de un precursor.
Plausible o no, esta interpretación resulta por lo menos ex-plicable,
si se tiene en cuenta que estamos en presencia de jui-cios
formulados por autores protestantes, fundados en documen-tos
evidentemente interesados y también apasionadamente pro-testantes.
Todo esto, sin tener en cuenta la no mienos natural
tendencia a la exageración, propia del patriotismo Ilocal, que ins-pira
al historiador: ya que, en efecto, Van der Elst suponía que
Avontroot era su compatriota y flamenco de Bélgica. Y por
encima de todo, no debe olvidarse que se trata de una decidida
toma de actitud en favor de la víctima y contra la opresión. No E
es que pretendamos aquí poner en tela de juicio los fundamen-tos
de esta actitud, ni las opiniones que a este respecto for-mula
el historiador belga, sino tan sólo recalcar que el trabajo
E de Van der Elst es una defensa de la víctima de la1 línquisición. ;
Una defensa que, por cierto, es imposible dejar de aprobar, $
sean cuales fuesen las razones que guían al historiador; porque %
no cabe duda de que Avontroot murió en la hoguera y que esta
muerte, odiosa y reprobable en todo caso, lo es todavía más
cuando se viste con las apariencias de un acto de justicia y de fe.
No cabe duda, pues, de que la actitud del historiador estaba per- %
fectamente justificada. Pero también es cierto que:, de resultas i
de esta situación, su trabajo es apologCtico más bien que histó-rico
y corresponde a una reivindicación antes que al una preocu- E
pación objetiva. Junto con la escasez de los datos históricos que
en su tiempo pudo conocer, este detalle autoriza nuestra afirma-ción
anterior, de que a Avontroot aún no lo conocemos suficien-temente.
Es verdad que se ha dado un paso importante en esta direc-ción,
con el estudio que, más cerca de nosotros, le ha dedicado
Agustín Millares Carlo 4. Como es natural, Millares conoce me-
4 A Millares Carlo, Algunas notmas y documentos referentes a Juan Barto-
!cm4 dvnntr~a?, en uEl Museo Canarios, 111 (1935). D 1-26
544 ANUARIO DE ESTUDIOS 4 T L A N T I C O S
JUAN BARTOLOME AVONTROOT 3
jor que Van der Elst las circunstancias canarias de la existencia
de nuestro personaje; sobre las mismas aporta una serie de da-tos
nuevos que forman los primeros y, hasta ahora, los únicos
documentos auténticos referentes a nuestro biografiado. Además,
Millares también somete a nuevo examen las indicaciones que
ya antes había recogido Van der Elst de los mismos escritos de
Avontroot, a la vez que forma la bibliografía completa de su
producción propagandística. Todo ello constituye un instrumento
de trabajo de inapreciable valor; pero no debe olvidarse que el
estudio de Millares pretende ser en primer lugar una recopila-ción
bibliográfica, en cuyo aspecto sigue insustituible, en efecto.
Aprovechando esta cosecha, será quizá posible ir más lejos: por
una parte, porque nuevos documentos han ido apareciendo; por
otra parte, porque los escritos del flamenco merecen un examen
más detenido para tratar de comprender sus intenciones y su
programa.
Con una falta de respeto muy característica y común en aque-lla
época para los apellidos extranjeros, a Hans Avontroot lo
llaman en Canarias indiferentemente Aventrot, o Abentrote, o
Aventruetes, o Abantrot, o Bentrote, cuando no se le aplica una
cualquiera de las innumerables variantes posibles de estas com-binaciones.
No parece figurar entre ellas la única que resultaría
correcta; tanto más que el mismo interesado se había dejado
contagiar por el uso local y firmaba corrientemente ~Aventroten.
En cuanto a su oriundez, los documentos son unánimes en
llamarle flamenco. Además, es la nacionalidad que él mismo se
atribuye en varios documentos: de modo que, desde este punto
de vista, parece que las cosas no podían ser más claras. No lo
son mucho, sin embargo, porque en su tiempo se llamaba fla-menco
a toda persona natural de una zona geográficamente mal
definida, que abarcaba Holanda, Bélgica y la Renania westfálica,
o sea, la cuenca inferior del Rhin alemán.
Según Van der Elst, a quien sigue Millares, era Avontroot
natural de ~Aeltre,v illorio situado entre Gante y Brujas» Esta
indiCuciór? se fiiIl& r r -6~.i Gcrimentes ny-iivp -eUn &lUa iAInIaCtlly~l~CrU nrotsr-
4 ALEJANDRO CIORANESCU
ción, que se nos antoja forzada, del texto de la Copye! van't Pro-ces.
Es éste, en efecto, el único documento de que parecen haber
dispuesto los dos investigadores citados; y su texto dice al pie
de la letra: «Jan Avontroot, Nederlander, gheboren van de Stadt
Halteren in Neerlantn. De Halteren, el historiador belga hizo Ael-tre,
sin duda de buena fe: porque en efecto existe en la pro-vincia
belga de Flandes Oriental, a unos 20 kilómetros al oeste
de Gante y en la frontera con la vecina provincia de FPandes
Occidental, una población con este nombre, que no s6 si merece
la calificación de villorio. Knuttel, que sigue a su predecesor en
esto como en lo demás, sólo dice que Avontroot naciti «te Halte-ren,
in Vlaanderenn, sin más.
A la luz de todos los documentos que conocemos, no cabe
duda de que Avontroot, en efecto, era flamenco y natural de la
ciudad que sus contemporáneos llamaban Halteren. Sin embargo,
no parece igualmente segura la identificación de esta población
' con la que se halla dentro de los límites de la Bélgica actual. Un
instrumento de poder, otorgado por el mismo interesado en Ca-narias,
en 1584, y del que se volverá a hacer mención más ade-lante,
lo hace «flamenco, vecino de Haltien»: en donde el nombre
geográfico parece ser mala transcripción del escribiente, en lugar
de Haltren. Pero este poder está otorgado a favor de un amigo,
«Francisco Beques, vecino de Aquisgrana, flamenco», lo cual nos
lleva a un área muy alejada de Gante. Esta indicacióin se confir-ma,
además, por otros documentos. Así, en la información abier-ta
por el Santo Oficio de Canarias en 1615, se presenta entre los
testigos Hans Bullens, amigo de nuestro biografiado, quien se
declara natural «de Liera, tres leguas de la ciudad de Anveres en
Brabante, en Flandes), es decir, de Lierre, a unos doce kilóme-tros
al sureste de Amberes. Este Bullens afirma que Avontroot
era «natural de la ciudad de Halteren en Alemania, cabe Colo-zia::,
ccsu yUe &ficf!mrnte hubiera p~&& ri,e&rlr, si re tra-tase
de Aeltre, en Bélgica. Otro flamenco testigo, Pablo Van-guerme,
que también era natural de Amberes, dice haber sabido
de la misma esposa de Avontroot, que el sobrino de: éste tenía
a su padre aburgomestre de la ciudad de Vezel, en La provincia
de Vesfala, confines de Alemania» Estos testimonios, más bien
546 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N I I C O S
Van 't Proces cnde Seritentie teghens
Die gekomen is in Spangien in't Hofvan
Madril,otn te ipreken met den Koningh van
libeitevt van Conkientie, n-iaer vande
, , 1nqbifiti gevangen en na Toledu I
ghebracht,
--.--
l'cA M S T í: R D A2 -1, -VQQG errir J d rh eniteyn.
6 ALEJANDRO CIORANESCU
que en dirección a Flandes, apuntan visiblemente al valle infe-rior
del Rhin. En otros términos, parece fuera de duda que
Hans Avontroot era natural de la pequeña ciudad de Haltern,
en Westfalia, a mitad de camino entre Essen y Múnster y a
unos 30 kilómetros al norte de Dortmund; más o menos a igual
distancia, en dirección al oeste, se halla la ciudad de: Wesel, que es
Vezel en nuestro documento, y tampoco está lejos de la frontera
con Holanda. Así, pues, Avontroot no era exactamente lo que hoy
llamaríamos un flamenco, sino un alemán de la cuenca del Rltiin,
que es otra cosa según nuestras ideas de hoy, pero que no lo
era por aquel entonces.
Tampoco está asegurada la fecha de su nacimiento. Van der
Elst la fija en 1563; pero lo dice de manera tan disimulada y
como de paso, que es fácil advertir que le resulta incómodo pro-nunciarse
abiertamente Refiere, en efecto, ciertos aeontecimien-tos
belgas del año de 1555, para añadir luego que «más o menos g
ocho años después» había nacido su biografiado. Esta es otra con-clusión
sacada con demasiada rapidez de la Copye van't Pro- 2
ces. Allí se indicaba, como una acusación más contra el reo, xdat f
hy over t'seventigh jaren die hy out ís, heeft geleeft ande presen- $
telijck noch leeft in de Sect van Calvinusn. Es decir, «que en
más de setenta años que ahora tiene, ha vivido, y aún sigue
viviendo, en la secta de Calvinos. No nos consta que el historia- ?
dor belga haya tenrdo a mano otra información más precisa so- d
bre la edad de Avontroot. Pero si ésta es su fuente le falló el %
cálculo: porque el proceso del flamenco se desarrolló en España,
en el año de 1432, como bien lo sabe su biógrafo, de modo que
difícilmente hubiera podido tener entonces «más de setenta 1
años», si es cierto que nació en 1563. Es de suponer, por consi- "
guiente, que esta fecha así lanzada, un poco al azar, no obliga
mucho al historiador y debe entenderse con un margen bastante
elástico de credibilidad
Es posible, sin embargo, apurar un poco más las cosas. La
primera escritura que conocemos de Avontroot es el poder que
acabamos de mencionar y que había otorgado en la isla de La
Gomera, el 3 de febrero de 1584, a favor de Francisco Becques,
probablemente un Becks, natural de Aquisgrana y comerciante
548 A N U A R I O DE E S T U D I O S ATLANI I C O S
JUAN BARTOLOMÉ AVONTROOT 7
como él5. Para poder actuar como comerciante, con plena res-ponsabilidad
civil, y para tener capacidad de otorgar poderes por
presencia de escribano público, disponiendo libremente de su ha-cienda,
se precisaba entonces, como ahora, la mayoría de edad.
Se debe admitir, pues, que Avontroot tenía por lo menos veinti-cinco
años en 1584, ya que ésta era entonces la mayoría de edad.
En realidad debía de tener algunos más: porque resulta del do-cumento
que disponía de ciertos bienes acumulados en Gara-chico,
lo cual demuestra la existencia de una actividad comer-cial
ya anterior a esta fecha. Es probable, pues, que debió de
nacer por el año de 1558, año más, año menos.
Por otra parte, en su Epístola ad Regem Htspanzae, que es
de 1615, escribe Avontroot que en un primer tiempo los memo-riales
que dirigió al Rey fueron bastante tímidos y deficientes
en cuanto a su argumentación, «porque desde mi primera edad
he vivido en las Islas Canarias, en donde no está permitido leer
y estudiar la Sagrada Escritura,, No disponemos de criterios
suficientes para determinar qué es lo que se debe entender por
«primera edad». De todos modos, esta indicación no se puede re-ferir,
sino a la edad menor y a la época de los estudios; así
que lo único que se puede inferir de su afirmación es que había
llegado a Canarias bastante antes de 1584, que es la fecha de las
primeras noticias que de él tenemos. Posiblemente tenía ya unos
diez años de estancia en las Islas. No tendría nada de particular,
si se considera la afluencia considerable de colonos flamencos
o alemanes con sus familias, a lo largo de todo el siglo XVI. Los
atraía la ganancia fácil de un tráfico activo, fundado en el in-tercambio
de productos que nunca dejaba las naves vacías: pa-ños
y manufacturas flamencas, que se descargaban para pagar
el vino y el azúcar de Canarias
Pero en realidad esos mercaderes vendían todo cuanto podían
vender. Las primeras noticias que tenemos sobre las actividades
de Avontroot lo muestran en posesión de cantidades de trigo
traído de Flandes e indican, además, que éste formaba s61o un
renglón de sus negocios en las Islas El 2 de enero de 1584 estaba
-
5 Santa Crur. de Tenerife, Archivo Histórico Provincial, tomo 406, folio 269
f.-&- an .-.- I DI ---- A-1 o ---- I \
{ a , ' L G ,"l,guG. U J a L I L u UG' b u l , a c ,
Nuin 20 (1074) 549
8 ALEJANDRO CIORANESCU
Hans Avontroot en Garachico, donde otorgaba escritura ante
Pedro de Urbina, escribano público de aquel puerto, para inter-venir
en un asunto de crédito bastante complicado. Resulta que
su amigo Becks, mercader flamenco, debía 530 ducados a Diego
de Guisla, otro flamenco, vecino de La Palma, y en su nombre
a su apoderado Domingo Juan. En aquel momeilto se hallaba
Becks «de partida para la ysla de La Gomera, a resebir mercade-rías
que le vinieron en una nao flamengau; pero Domingo Juan
le impedía la salida, temeroso de que desapareciese de las Islas
sin haber pagado su deuda. Avontroot se ofreció eintonces por su
fiador y garantizó el regreso de Becks dentro d'e un plazo de
treinta días, dejando por garantía un depósito de 206 fanegas
de trigo que tenia en Garachico 6; después de lo' cual, los dos,
flamencos pudieron por fin pasar a La Gomera y recoger allí sus
mercancías. O
Pero el plazo de un mes transcurrió sin que Becks pudiesei
volver a Garachico, ya que el 3 de febrero todavía se hallaban
los dos amigos en La Gomera. Entonces, para proteger sus pro-g
pios intereses en el asunto, Avontroot dio poderes, a Becks para
administrar y beneficiar su «trigo e centeno e otras mercadurías $
que yo tengo en la ysla de Thenerife, en el lugar de Garachicom '; O
era una manera discreta de responsabilizar a su compañero, en!
caso de haber intervenido alguna venta forzosa de la garantía;
antes establecida. Y en efecto es lo que había pasado en su ausen-cia:
Domingo Juan había vendido 143 fanegas de trigo, por precio %
de 13 reales la fanega, y al volver Becks le devolvió el so-;
brante, por escritura celebrada entre los dos en Garachico, el 21
de febrero del mismo año a.
En los años siguientes, o quizá ya desde el principio, los ne-O
gocios y Pos intereses le llevaron a Avontroot a la isla de La
Palma, donde se estableció finalmente. A partir del año de 1586
fue empleado como factor o, como lo diríamos ahora, adminis-trador
de ia finca o hacienda de Arguai y TazacCorte9q, ue era
6 Ibidem, tomo 463, fol. 834
7 Zbidem, tomo 406, fol. 269.
8 Ibidem, tomo 406, fol. 268-9 (ante Lucas Rodríguez Sarmiento)
9 La fecha consta en la declaración de Francisco Bnceño i(1596) mencionada
m ANUARIO DE E S T U D I O S ATLANI ICOS
JUAN BARTOLOME AVONTROOT 9
sin duda la más importante de toda la isla y se hallaba entonces
en manos de propietarios flamencos como él.
A raíz de la conquista de La PaIma, esta hacienda había lle-gado
a ser propiedad de Juan de Lugo, en virtud del reparti-miento
hecho en su favor por su pariente el adelantado don Alon-so
Fernández de Lugo. El primer propietario había roto la tierra
y la había puesto en cultivo y luego, tras haberla mejorado con
instalar un importante ingenio de moler azúcar, la había vendido
en 1512 a Jacome de Monteverde o Groenemberg, tronco de una
dilatada familia que, por su riqueza e ilustración, ocupa un lugar
destacado en los anales isleños 'O. De Jacome pasó la hacienda
a su hijo, Melchor de Monteverde. Como este último personaje,
junto con su mujer, intervienen de una manera decisiva en la
vida de nuestro biografiado, es preciso conocerlos mejor antes
de proseguir.
Melchor de Monteverde debió de nacer por los años de 1520
a 1524; en todo caso, antes de esta última fecha, ya que resulta
que en 1549 era mayor de edadll. Según parece, había pasado
la primera mitad de su vida, o parte de ella, en Flandes. En 8
de junio de 1562 casó en Lovaina con María Van Dale o Van
den Dalle 12, hija de un rico comerciante flamenco, Pablo Van
Dale: tan rico, que pudo dar en dote a su hija la cantidad nada
despreciable de 16.000 florines
Los Van Dale, en realidad, tenían algo más que dinero. No
les faltaba cierta categoría aristocrática, que parece les fue re-conocida
formalmente por Carlos V, en la persona de nuestro
Pablo Van Dale; cosa nada de extrañar, si se tiene en cuenta
su riqueza, que les facilitaba o les abría todos los caminos Du-mas
abajo en el texto (cf nota 25) y en un inventario de 1615, también mencm
nado más adelante (cf nota 53)
10 Cf José Pereza de Ayala, Hlstorza de las casas de Machado y Monteverde,
Madrid, 1930
11 A Rumeu de Armas, Pzraterías y ataques navales, vol 1, p 170
12 J Peraza de Ayala, Historza, p 165, Fernández de Bethencourt, Nobzlzarzo
de C'nw~ins, ve! III, p 4M-44
10 ALEJANDRO CIORANESCU
rante el siglo XVII, esta misma familia fue aun más I,ejos, o por
lo menos intentó ir, en sus pretensiones nobiliarias: porque es-parció
en Flandes la especie de que su posición en las Islas,
aunque fuese eminente, estaba muy por debajo de lo que se
les debía de derecho. Pretendían, en efecto, que uno de sus
antepasados, Wautier Van Dale, encargado con una misión en
Portugal, en el afio de 1449, había casado allí con Elvira Pérez
Eópez, «.señora de las islas de Canarias», y que por aquel ca-samiento
habían empezado los Van Dale a tener derecho al
señorío de las Islas 13. Naturalmente, no hay constancia docu-mental
de la realidad de este enlace, ni de los derechos que
de 61 derivarían; y no se aventuraría mucho al decir que se
trata de humos aristocráticos, más en acuerdo con la posición
social y económica de los Van Dale en el siglo XVII, qiue en el xv.
En realidad, el primer miembro de esta familia al que encon-tramos
relacionado con las Canarias, fue precisamente este Pa-blo.
Había sido mercader en Amberes y, según los genealogistas
que se han ocupado de su caso, señor de Lilloot y de Zuitland.
Debió de nacer por el año de 1519 y casó con Ana de Coquiel. Sus
relaciones con Canarias no se explican sólo por el casamiento
de su hija, sino también por la compra que hizo en el mismo
año de 1562, a su yerno, de la hacienda de Argual y Tazacorte
antes mencionada. Consta por documentos, que en verdad son
muy posteriores a los hechos, que esta compra se hizo a cambio
de una cantidad de 48.000 florines. Tanto el comprador como el
vendedor se hallaban en aquel momento en Flandes. Nada sabe-mos
de las demás condiciones y circunstancias del contrato. Se
saca, sin embargo, la impresión de que la operación no fue una
compra-venta normal. Es posible que no haya llegado a hacerse
efectiva, o que se Raya anulado posteriormente, o que las partes
no Rayan cumplido todas sus condiciones; porque lo cierto es
que, a partir de este momento, la propiedad de derecho de la
hacienda se convirtió en algo litigioso y dio lugar a muchas con-troversias
y pleitos, durante los cuales los Monteverde no cesaron
de que la hacienda había sido siempre suya
l3 Donnet, en uBulletin de la Societé de GBographie d1Anvers., XIX (1895),
p 288
552 A N U A R I O DE h S T U D I O S ATLANTICOJ
Aun sin conocer los detalles exactos de la operacidn, se puede
aventurar una hipótesis. De creer al pie de la letra en las afirma-ciones
de los documentos, Melchor de Monteverde regresaba a
Canarias con 64.000 ducados, producto de su venta y de la dote
de su mujer: cantidad importante, cuyo rastro se pierde inmedia-tamente
y cuya existencia no concuerda con la impecuniosidad
del personaje y con las dificultades suscitadas por su herencia.
Más probablemente, el casamiento y la venta eran una liquida-ción
de deudas. Monteverde pudo haber tenido con Van Dale
obligaciones que en su día no pudo satisfacer: y el acreedor
se pagó con la finca del deudor, como antes acabamos de ver
que Domingo Juan, en un nivel económico mucho más modesto,
se pagó con el trigo de Avontroot. En este caso, Melchor de
Monteverde no habrá cobrado nada, o casi nada: a lo mejor fue
real la dote de su mujer, si no es que ésta también se reducía
a una simple ficción aritmética, dentro de los cálculos del debe
y del haber. Si hubo ejecución, se hizo con una soga atercio-pelada;
porque al yerno se le permitió residir a continuación en
lo que había sido su propiedad y quizá incluso se le dejó abierta
la posibilidad de rescatarla o de volver a recuperarla por medio
de la herencia del suegro, o por cualquier otro procedimiento;
de hecho, si no de derecho, Monteverde no dejó de actuar a con-tinuación
como propietario. Es una situación confusa, en que es
difícil decidir si él actúa en nombre propio o en nombre de su
mujer, y por consiguiente de su suegro. La hipótesis vale lo que
vale toda hipótesis sin comprobar; lo cierto es que la situación
jurídica de la hacienda de Argual y Tazacorte, que bien podría
ser un rompecabezas para nosotros, lo fue a partir de aquel mo-mento
para todos cuantos tuvieron, Q creyeron que tenían, inte-rés
y parte en ella.
Pablo Van Dale no vino a avecindarse en las Islas, a pesar
de cuanto se viene afirmando alguna vez 14. Si acaso vino, habrá
sido sólo de paso, para visitar sus propiedades y tomar las cuen-tas
de sus apoderados, que lo fueron sus propios hijos. Porque
en efecto, sean cuales fuesen los derechos y la posición de he-
-
14 Millares Carlo, Algunas nottctas, p 2, Fernández de Bethencourt, Nobl-
1- -.-1 r u u r r v , vui 11, p 400
u ALEJANDRO CIORANESCU
cho que conservaron los Monteverde en la hacienda, lo cierto
es que ésta fue administrada siempre por cuenta y en nombre
de Pablo Van Dale, mientras éste vivió. Y vivió hasta 1590, sien-do
del 24 de junio de este año el último documento que de él
conocemos, un codicilo otorgado en la ciudad de Ihmberes 15.
Su primer hijo parece haber sido Arnaldo Van Dale, a quien
encontramos en La Palma entre 1569 y 1572, entendiendo en la
administración de la hacienda. Desaparece después de la última
fecha, bien por fallecimiento o por haber regresado definitiva-mente
a Flandes. Le sucedió en la administración su hermano
Pedro Van Dale. Este debió de llegar a La Palma en 1573, ya
que en el año siguiente lo hallamos en pleitos coln los Monte-verde
por la posesión de la hacienda. Este Pedro había traído s
consigo a un hermano menor, Jerónimo, que falleció en la isla
y cuya única hija, Jerónima Van Dale, casó con Pedro de Soto-mayor
Topete, personaje conocido en los anales de la isla de La g
Palma 16. También falleció en la isla el mismo Pedro Van Dale,
en fecha desconocida, pero que debe ser la de 1589 o poco ante-
E rior, siendo sepultado en la hacienda de Tazacorte. Dejaba tres ;
hijos: Pablo Van Dale, a quien los genealogistas confunden a $
veces con su abuelo, y que falleció en Tazacorte, en 1623; y dos %
hijas que casaron brillantemente, Ana con Nicolás Massieu, ri-quísimo
hacendado y banquero palmero oriundo de Flandes, y
María con don Diego de Ayala y Rojas, conde de La Gomeia 17.
-E
4: 0 t a
2
n
Hija del comprador y esposa del vendedor de la hacienda, j
doña María Van Dale vivió en Tazacorte, entre su hermano Pe- 5
dro, administrador de los bienes paternos, y su marido, que es-taba
litigando por su propiedad Mientras vivieroii los dos cu-ñados,
el problema no presentaba mayor gravedad, ya que de
aquella finca disfrutaban indistintamente ambos interesados, el
uno por lo que tocaba a su padre y el otro por lo que tocaba
a su mujer, o más probablemente a su dote, en espera de una
1s Millares Carlo, Algunas noticias, p 2
16 Fernández de Bethencourt, Nobzlzarto de Canana, vol 111, p 241
17 Ib:dex, ve! II, p 24G
554 . 4 N U A X I O Di3 E S T U D I O S AFLANiICOS
JUAN BARTOLOMÉ AVONTROOT 13
solución definitiva. Pero en 1589 falleció Melchor de Monteverde,
dejando cuatro hijos y una herencia muy embrollada; según
parece, Pedro Van Dale ya le había precedido en la tumba 18. Doña
María quedaba sola frente a una riqueza inmensa, pero mal ase-gurada,
de una complicada administración agrícola y comercial
y de una no menos complicada serie de pleitos sucesorios. Para
hacer frente a esta situación de emergencia, se necesitaba de un
hombre que supiese de negocios: y a ella le pareció tenerlo ya
en su misma casa, ya que se casó, por decirlo así inmediatamente,
en 26 de mayo de 1589 y en la capilla de la hacienda de Tazacorte,
con el hombre de confianza de su hermano, o de su marido,
o quizá de los dos a la vez. Este hombre de confianza era nues-tro
biografiado, Hans Avontroot 19.
Parece evidente que se trata de un casamiento fundado en
el común interés de las partes o, en otros términos, de una
asociación con fines sociales y comerciales. Doña María Van Dale
ya no era joven: debía de tener entre cuarenta y cuarenta y
cinco años, lo cual no era poca edad, según el modo de vivir de
la épocam, y su segundo marido tenía unos cuatro o cinco años
menos que ella. En cuanto a Ia diferencia de rango o de clase,
es probable que no existiera en su mente, a pesar de las aparien-cias;
porque por aquel entonces las pretensiones aristocráticas
no habían trazado aún entre los comerciantes patronos y sus em-pleados
o apoderados, una línea divisoria tan definitiva como
llegaría a serlo en el siglo siguiente. No resiste, pues, al examen,
la tentación de buscar arrebatos románticos, pasión u otra ilu-sión
de esta clase, en su casamiento combinado por las necesi-dades
del gobierno de una casa difícil y de una riqueza excep-cional.
Al dar este paso, doña María había obrado cuerdamente,
obedeciendo así a la necesidad de proteger sus intereses. Sin
embargo, su casa era en efecto muy difícil de conducir y los
18 Ignoramos la fecha de su defunción Lo hallamos por úitima vez en docu-mentos
de 1580; pero no figura en las informaciones hechas por la Inquisición
en 1589 y 1590, ni en la segunda boda de su hermana
19 Millares Carlo, Algunas noticias, p 22
Tenía cuarenta y un años en 1590, según propia declaración, posiblemente
se quiiaba aigunos años, ya que en í5bi estaba casada
14 ALEJANDRO CIORANESCU
conflictos no se aquietaron con ello, porque los intereses per-sonales
de la madre no coincidían con los de los hijos. Estos
últimos habían heredado los pleitos del padre, les interesaba
más la herencia indivisa de éste, que la que podía tocarles en
un futuro indeterminado por parte de su madre. Ahora las cosas
se complicaban doblemente: por un lado, porque intervenían en
el reparto del pastel un yerno, que suele tener más prisa y me-nos
miramientos, y un intruso segundo marido, compr:tidor ines-perado
y peligroso, que dificultaba la solución y disminuía las
partes.
Estos herederos, que por definición no podían sei- sino ene-migos
de Avontroot, eran los cuatro hijos del primer matrimo-nio
de María Van Dale. La mayor, Ana de Monteverdle, tenía en
aquel año de 1589 la edad de veintidós años y hacía poco que
estaba casada con Andrés Salgado de Faria; la otra hija, María,
sólo tenía dieciséis años. De los dos varones, Melchor de Monte-verde
tenía veinte años y su hermano Pablo, heredero del nom-bre
del abuelo materno, era todavía muy niño 21. Ellos, que toda-vía
eran menores de edad, y sus familiares en su lugar, conside-raron
con disgusto y temor la entrada del advenedizo en el
círculo de intereses familiares y, para prevenir mayores inconve-nientes,
reaccionaron casi inmediatamente. El primero que tomó
cartas en el asunto, en nombre de los tres menores y de su propia
esposa, fue Andrés Salgado; y el camino que escogió para atacar
fue el más brutal, sin duda para tener la seguridad de conseguir
Pos mejores efectos.
Cuatro meses apenas después de celebrado el matrimonio de
la suegra, en 23 de septiembre de 1589, se presentó Andrés Sal-gado
en Las Palmas, ante el comisario del Santo Oficio y su no-
21 Ana falleció en Santa Cruz de la Palma el 27 de marzo de 1653, casada en
segundas nupcias con Jerónimo Boot María casó en la misma ciudad, el 12 de
junio de 1602, con Pascua1 Leardin Melchor (1575-1630) casó en 27 de julio de
1594 con Ana Espinosa Moreno, hija de Luis Espinosa, de quien dejó descen-dencia.
El último de los cuatro hijos, Pablo, nació en 1577 y caisó en 28 de
de if,;j con Mafia C&;ga&u, hija d& reg,&uZi egode
556 A N U A R I O DE ESTUDIOS AI'LANI ICOS
JUAN BARTOLOMÉ AVONTROOT 16
tario, para formular contra el padrasto de su mujer una denun-cia
formal que, según veremos, no era ya la primera. Como esta
denuncia sirvió de base al proceso que inmediatamente se incoó
al acusado, es preciso examinar de cerca su contenido.
Declara en primer lugar el delator que «a oydo dezir en
aquella ysla que el dicho Anes de Ventrote no es christiano ni
haze obras de tal; y particularmente oyó dezir este testigo a
doña Ana de Monteverde, su mujer deste testigo, y a doña Ma-ría
su hermana que, viniendo un día de viernes el dicho Hanes de
Bentrote con ellas desde el yngenio de Tasacorte a la ciudad
almorcaron en el camino y que en la mesa pusieron pescado
frito y guebos y otra comida de viernes y que él traya, o en la
faltriquera o en la alforja, una gallina cozida o asada y que
sacava della y comía a escondidas de un Pedro de Lugo, que
venía con ellas; y ellas se reían y murmuravan de velle comer
de aquella manera, y que el dicho Anes Ventrote les dixo: "¿De
qué os reys? que no lo que entra por la boca dañaM» Ya se verá
por el desarrollo del proceso que poco faltó para que aquella
gallina le saliese muy cara al acusado
También había sabido Salgado de las dos hermanas «que en
la quaresma pasada, estando ellas en el yngenio de Tasacorte,
estava allí asímismo el dicho Anes de Ebantrot y comió con ellas
y con este testigo pescado y otras cosas del tiempo de quares-ma;
y después se levantava de la mesa e yva a su aposento y
ellas le avían visto comer de un jamón que tenía cozido; y que
todo el resto de la dicha quaresma y las pasadas es muy público
que comió carne todos los días, sin diferenciar ninguna, y en
las quatro témporas del año; y que señaladamente el Jueves
Santo le vieron comer lengua de vaca sezinada y jamón; y que
una moca de casa que se llama Ysabel e otra, Marquesa, se es-candalizaron
dello y dezían que aquel hombre no debía de ser
, o~v:c+:.-.mn. !G cpa! dixe a este test ig~!u dicha SU ccñada::.
Cuenta Salgado que la cuaresma pasada, mientras venía él
de la ciudad de Tazacorte, topó con Avontroot que hacía el mismo
camino en dirección contraria, «al parecer muy bueno y sano
y colorado, con sus dos pistoletes y espada y daga, y tenía un
rnep e! cuva!!~ jur,te u! p i m de Ea& R~)r~achadso, nde estava
16 ALEJANDRO CIORANESCU
almorzando, y se llegó este testigo y le vido que comía de una
gallina», añadiendo la precisión de que «en su compañía yvan
un Jorge Gallego, su criado, que le servía de rodillais, y Pero
Gómes, fragüero, de Tasacorte, y otro hombren.
Otra vez más le sorprendió mientras comía gallina, en aque-lla
misma cuaresma, estando presente el licenciado Cervantes,
«que dizen es médico, aunque algunos dizen que es falso y hom-bre
facineroso». Invitado a comer con ellos, Salgado se negó a
comer de la gallina nefanda; por lo cual le dijo el Licenciado
«que bien la podía comer, con menos escríípulos que alguno que
la come; lo qual entendió este testigo, por estar este testigo más
enfermo que no el dicho Anes Vantrote, que la comía; y con
licencia deste médico dizen que el dicho Anes Vantrote come la
carne, y del vicario. Y que también se acuerda que en aquella
comida sacaron una torta regalada, con mucha acucar y espece-ría,
la qual le olió a este testigo a manteca de puerco y este
testigo no la quiso comer; y preguntándole que por qué no la
come, dixo que porque tenía manteca de puerco y ellos se riye-ron
y el dicho médico le dixo: Mucho escnjlpulo es ése». Y mien-tras
tanto, nuestro flamenco comía alegremente cazeitunas y
conserva y bevía como un hombre sano y salía a pasear a la calle
muy galano y muy vestido, como hombre de mucha saluds.
A continuación declara el delator que ya antes del casamiento
doña María Van Dale había aconsejado a Avontroot «que delante
de los españoles no dixese las cosas que dezía, porque le acusa-rían
». El le había contestado entonces «que el papa no quitaba la
carne porque Dios la oviese prohibido, sino porque se multipli-case
y oviese más carne; y que él sabía lo que decía y que si
estuviese delante del obispo y del inquisitor, que él sabría res-ponder,
que sabe tanto como ellos, porque se precia de hombre
latino y letrado».
-
Entre ia gente que trabajaba y vivía en el ingenio, dice haber
sido cosa notoria que Avontroot no ayunaba ni ganaba jubileos
ni oía misa en semana, a pesar de tener capellán que se la decía
todos los días; y que 10s días de fiesta iba a oírla sólo apoa
cumplir»; y que, «quando salía el Santísimo Sacramento a algún
z i i f em~s,e metia e:: SU caca y XISb accrmpz5ubu~N. o era mcy
558 A N U A R I O DE E S T U D I O S AT'LANl'ICOS
JUAN RARTOLOMÉ AVONTROOT 17
amigo de los santos, sino que aconsejaba que se dirigiesen las
oraciones directamente a Dios; ni lo era del Papa, de quien solía
decir «que era un hombre como él y que también se podía yr al
infierno como él».
Indica luego Salgado a las personas que tenía al flamenco
en la misma opinión que él: en primer lugar cita al cura de Los
Llanos, Francisco de Grados, que era al mismo tiempo capellán
de Tazacorte y había sido escandalizado porque en cierta proce-sión
en que le correspondía a Avontroot llevar la cruz, «la em-bió
con un negro)). También que, después de haberse confesado,
que lo solía hacer una vez al año y sólo por cumplimiento, había
dicho a su mujer, en presencia de las dos hijas de ésta, que al
confesor no había de decírselo todo. Para terminar, declara que
anteriormente había denunciado ya los mismos hechos a fray
Gaspar de Armas, comisario del Santo Oficio en La Palma y que,
«aunque andan en pleyto, no lo dize por odio que tenga, sino
por descargo de su conciencia y que los pecados se castiguen* 22.
A la vista de la ulterior conducta de Avontroot, no cabe duda
de que, en su conjunto, la delación se fundaba en hechos reales;
además, su veracidad se confirma posteriorn~entep or la declara-ción
de otros testigos. Se trataba, en efecto, de una conducta
poco recatada y de una falta de" respeto caracterizada para con
las prácticas y el ritual establecido. En un mundo en que el
mismo rey de todas las Españas seguía a pie al Santísimo Sacra-mento,
cuando lo encontraba en la calle, y en que nuestro
Avontroot se hacía servir por criados de rodillas, los hechos que
se le imputaban no eran tan baladíes como a nosotros se nos
antojan ahora; y el tribunal de la Inquisición se ponía en movi-miento
por menos que esto. Sin entrar de momento en la discu-sión
del carácter y de la esencia de la delación, conviene señalar,
sin embargo, dos circunstancias de la misma.
En primer lugar, es evidente la actitud interesada del delator.
A pesar de sus protestas de sinceridad, que eran de estilo en
tales ocasiones, su intervención no obedece al mero escrúpulo de
la religión. El mismo reconoce que tiene pleito abierto con la
persona a la que acusa, y esta circunstancia introduce ya una
7, .- - - ni,-_- 2- 0 n" ..--. ,--- - -
u L ~ rSa liiia> UG v ~ a i ib aiiaiia, iviu~cub ariarm ínquisición Xi i i , foil0 93%
Aí1,111 20 (1974) 559
18 ALEJANDRO CIORANESCU
vehemente sospecha de parcialidad o de mala intenci6n. Además,
de tratatarse de simples escrúpulos, que de todos modos no son
de descartar en tales casos, le hubiera bastado a Salgado con
haber descargado su conciencia por medio de su primera dela-ción,
ante el comisario del Santo Oficio en La Palma, sin que
fuese necesario hacer los gastos de un viaje a Gran Canaria para
repetir sus acusaciones ante el temible tribunal.
Por otra parte, los detalles de la acusación demuestran que
Avontroot, más bien que hereje calificado, era lo que hoy Ilama-riamos
un no conformista, cuando no, más simplemente, un apro-vechado.
Sus salidas tienen mucho de luterano o de calvinista,
de lo primero quizá más que de lo segundo: pero de todos modos
no se trata de verdaderas declaraciones de fe, sino que se redu- ;
cen a una actitud de resistencia y a un interés bastante más fuerte g
para los bienes de la tierra, que para los problemas del cielo.
Es verdad también que se nos dice que él presumía de «latino
y letradon; es decir, que se le supone cierta preparación. Su teo- E
logía, si es que existía por aquellas fechas, sólo I'e aconsejaba
comer disimuladamente gallina asada y lengua ahumada en tiem- E
po de cuaresma, beber vino, engañar al confesor y «pasear a la {
calle muy galano y muy bestido~. Lo menos que se: puede decir
es que Avontroot, en 1589, no era ni un reformador ni un apren-diz
de mártir. Era más bien un cínico y un libertino, dispuesto ?
a pechar con todo lo bueno de la vida y a evitar en lo posible
todo lo malo: y esto no es ni luterismo, ni calvinismio, sino craso
materialismo, muy digno, por lo demás, de sus exclusivas preo-cupaciones
mercantiles. No es que esto lo disculpe de la acusa-ción
de no ser buen cristiano, que sus mismos famiiliares le ha- $
bian levantado; pero conviene tenerlo en cuenta, para compren- "
der la lenta evolución psicológica del personaje y para darse
cuenta que el Avontroot de La Palma no es aún el que descubri-mos
más tarde en Flandes.
De todos modos, la denuncia de Andrés Salgado puso en rnar-cha
la pesada máquina judicial del tribunal de la Inquisición.
-N -n -n - f- a-l- t -a -- la d-n - -c -ii- m- - -e - -n - -t- a- -c -i -h- de las fases inmediatamente siguien-
560 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOJ
JUAN BARTOLOME AVONTROOT 19
tes a la acusación; pero éstas tuvieron que desarrollarse según
la pauta corriente en tales casos. Se extractaron de la delación
las acusaciones básicas, que se sometieron al juicio de los cali-ficadores
del tribunal. Estos opinaron que las acusaciones eran
suficientes para formar causa al reo. El fiscal pidió su deten-ción,
y en 28 de noviembre de 1589 el tribunal decretó el arresto
de AvontrootD. Fue traído a Las Palmas e ingresado en la cár-cel
secreta del Santo Oficio en 14 de febrero de 1590. Es de supo-ner
que a él no le espantó mucho su detención, porque tuvo la
calma de proveerse, para el tiempo que durase su prisión, de
dos cajas de carne de membrillo, dos pares de zapatos y seis de
escarpines, siete pañuelos, calzones de terciopelo y jubón de raso,
cuatro camisas, tres pares de manteles y cuatro servilletas, y has-ta
una escobilla para limpiar los trajes. Todo este ajuar es tan
excepcional para la cárcel como lo es para la época en general.
Se le admitió, sin embargo, y se hizo inventario de todo cuanto
traíaz4. Si pudo aplicar todo aquello a su uso normal, ello signi-fica
que no faltaron muchas cosas a su confort personal, menos
la insustituible libertad y el criado que hubiera debido servirle de
rodillas.
A1 mismo tiempo se comisionó a fray Gaspar de Armas, co-misario
del Santo Oficio en la isla de La Palma, a quien ya
conocemos, para tomar interrogatorio a todos los testigos indica-dos
por Andrés Salgado en su delación. En 17 de febrero de 1590
desfilaron ante el comisario hasta 18 testigos, cuyas declaracio-nes
consuenan en general. Ana de Monteverde, la mujer de Sal-gado,
confirma los dichos de éste referentes a la criminosa galli-na
comida bajo el pino de Vacía Borrachas, a la declaración
sobre la prohibición de comer carne, a la confesión. Declara ade-más
que le oyó decir de algunos que estaban tributando culto
a los santos: «Estos llaman a los santos y dexan de llamar a
Dios; dexan de yr a la cabeca para yr a los pies». En cuanto
al comer carne en cuaresma, su madre le había explicado que
Avontroot «tiene un apostema en el braco y que tiene licencia
para poderla comer». Termina diciendo, como es usual, que «aun-
= Millares Carlo, Algunas nottcias, p 22
24 p 22-E
20 ALEJANDRO CIORANESCU
que aya pleito sobre la hazienda con el dicho Hanes Aventroot
y doña Maria Vandala, su madre desta testigo, no por eso le
quiere mal». Su hermana menor sabe lo de la gallina y lo de
la confesión y además fue ella quien lo sonprendiló comiendo
jamón en la cuaresma pasada. Melchor de Monteverde el joven
repite el cuento de la gallina y la declaración del fllamenco, de
que «no era lo que dañava el alma lo que entrava por la boca,
sino lo que salían. Una vez, al pasar el Santísimo por la calle,
ha visto cómo él «no se levantó ni salió a acompañarlo, sino sen-tado,
como antes estava, quitó el sombrero».
En cambio, doña María Van Dale declara invariablemente a
todas las preguntas que no sabe de ellas: sólo hace una larga
declaración favorable al acusado, cuando llega al caso particular ;
de haber comido carne en cuaresma. Avontroot, dice ella, «es-tando
enfermo de una pierna, comió carne en quaresma y esto
con licencia del médico y del vicario; y asímismo la comió otra
quaresma que estava enfermo de calenturas, y siempre con licen- E
cia. Y en particular se acuerda que un día de viernes de quares-ma,
estando sentado a la mesa el dicho Hanes Aventrote, le
truxo un moso negro llamado Erbaldo, despensero, una poca de $
carne guisada, y al dicho Hanes Aventrote le dio tanta pesa-dumbre
verle traxese carne, siendo viernes, que, si no se aparta-ra
el moso, le diera una bofetada. Y asímismo se acuerda que en
una de las quaresmas que dichas tiene estava, como dicho tiene,
enfermo; y preguntó el dicho Hanes Aventrote a ésta que de- i
clara si podía comer un bocadito de lengua de vaca cecinada
de las que vienen de Flandes, y ésta que declara le dixo que sí j
y así mandó echarla en la olla y comió della; y esto fue una vez, $
y se acuerda bien que no era ni Jueves ni Viernes Santon. O
Los demás testigos, casi sin excepción, saben que Avontroot
comía carne en cuaresma. Francisco Briceño, empleado en la
L-&--A- 1- -AA n f i - n w l a AncAa lCQ/;, r"erG uaLlLuua, LL v LV LVILI~L L a ubauc A JVV
mo y que tenía licencia para comerla. Este ultimo detalle se
confirma por Ba deposición de Juan González, quien añade que
uen cuaresma a visto comer a muchas personas carnes, andando
en pie, y dizen estavan enfermos». Como ya queda dicho, la
-g allina comida debajo del pino les cayó mal a todos los testigos.
562 A N U A R I O DE E S T U D I O S 4 T L A N l I C O . Y
JUAN BARTOLOMÉ AVONTROOT 21
Los únicos detalles nuevos que se pueden recoger de estos
testimonios, constan en las declaraciones del cura de Los Llanos,
Francisco de Grados, y de un familiar del Santo Oficio, Sebas-tián
de Paz. El primero afirma que Avontroot nunca se confesó
ni comulgó con él, salvo en la última cuaresma, ni paga el diez-mo
que tiene la obligación de pagar. En cuanto al último, refiere
que, puesto sobre aviso de la conducta poco ejemplar del acusa-do,
«de industria se puso este testigo en parte donde, pudiendo
ver al Santísimo Sacramento y adorarle, pudo ver al dicho Hanes
Aventrote; y cuando el sacerdote levantó el Santísimo Sacra-mento,
este testigo miró al dicho Hanes Aventrote y bid0 que
los labios los tenía de manera que se echava de ver no dezir con
ellos nada, y los ojos al parecer tan embelesados, que a este testi-go
le pareció ser cosa imposible, ver el Santísimo Sacramento,
porque lo que con los ojos podía alcancar no podía ser más que
hasta los pies del sacerdote, de que este testigo quedó escanda-lizado~.
A nosotros se nos antoja más escandaloso el que el
piadoso acusador pretenda haber adorado el Santísimo Sacra-mento,
mientras sus ojos inquirían y su mente se escandalizaba;
pero posiblemente su intención era buena, ya que el tribunal
no se la r e p r o ~ h ó ~ ~ .
Del examen a que fue sometido el acusado en Las Palmas,
resultó que no sabía signarse ni santiguarse; que rezaba el Ave
María, pero sin la deprecación; y que conocía los diez manda-mientos,
pero únicamente en su texto latín. Al presentar sus des-cargos,
Avontroot explicó que así lo había aprendido en su país,
y que en lo demás todo cuanto se le achacaba, se debía al odio
que le tenían los hijos de su mujer.
En resumidas cuentas, todo aquello no pesaba mucho. Sin
embargo, el tribunal tardó seis meses en dictar su sentencia, pro-bablemente
por haber juzgado que, así y todo, el acusado nece-sitaba
algún escarmiento. En 12 de octubre de 1590, más de un
año después de formulada la denuncia, los jueces declararon con
unanimidad de votos «que el dicho Hanes Aventrote sea advertido
en este Santo Oficio de las cosas en que por su proceso paresca
3 Las Palmas, Museo Canario. Inquisición VIII, 2 vol 67-80 Cf. tambibn,
en ei mismo ciep0sit0, ei fondo Bute, 11, 8, foi 67-81 y 184-7
22 ALEJANDRO CIORBNESCU
aver tenido descuydo, y que pague dozientos ducados de penan m.
El 24 de octubre se le hizo entrega de su hato, conf,orme al inven-tario,
ceceto de las dos caxetas de membrillada, que dixo se las
avfa comido en la cárcel» y se le puso en libertad. A pesar del
año que habia pasado en la cárcel, salía bastante bien librado.
Los doscientos ducados apenas representaban el diez por ciento
de lo que anualmente solía ahorrar su mujer; y como los proce-sos
del Santo Oficio quedaban secretos, el suyo no parece haber
intervenido por nada en la prosperidad y en la consideración
de que gozaba en la isla.
Un mes después de su regreso, salía Avontroot por fiador a
de Alvaro Díaz de Villalobos, el nuevo depositario general de {
la isla de La Palma, en sesión del Cabildo celebrada el 27 de
noviembre de 1590. En 11 de octubre del año siguiente, le halla- 8
mos otorgando escritura de poder a su mujer, por presencia del
escribano Rodrigo Ponce, de Santa Cruz de la Palma, sin duda f
en previsión de algún viaje a que le obligaban sus negocios y de 1
los que sabemos que hizo varios en los años que siguieron. El de
ahora debe ser el que sabemos que lo llevó a Flandes y a Alemania 3
y del que regresó a La Palma el 22 de febrero del año siguiente $
O de 159228. En el otoño del mismo año emprendisó nuevo viaje 8
con el mismo destino y volvió antes de fines de diciembre, con
navío que habia mandado cargar en Hamburgo, con mercancías
propias destinadas a Canarias 29.
2-
Conviene observar, pues, que Avontroot no se había aprove-chado
de la prosperidad que habia encontrado en e1 matrimonio,
sólo para vivir fácil y regaladamente en la haciendai de su esposa,
sino que había hecho prosperar los negocios de 1;i casa, combi-nándolos
con los suyos propios, llevando y trayendo mercancías
y desp!~izánT'ose frecuentemente para ir a huscarl:is él mismo y
para asegurar su buen despacho. Sólo que esta vez los negocios
26 Milillares Carlo, Algunas notlczns, p 23-24
27 Zb~dem, p 24
28 Las Palmas, Museo Canario Inquisición CV, 7
29 Ihrdem
564 A N U A R I O DE E S T U D I O ! ; A T L A N f I C O S
JUAN BARTOLOME AVONTROOT 23
en que trata son mucho más importantes que los de sus princi-pios
en Garachico: Avontroot es ya todo un capitalista, que fleta
y carga navíos enteros por su propia cuenta, haciendo a la vez el
oficio de importador, de exportador y de banquero. Ello lo sitúa
en un nivel muy diferente, igual ya al de sus antiguos amos, los
Monteverde y los Van Dale. Por una rara ironía de las circuns-tancias,
el mismo Santo Oficio no tiene ahora inconveniente en
solicitar su colaboración y le pide sirva de intérprete en la
inspección de los barcos extranjeros, cuando su tripulación igno-ra
el español30. Las cantidades de dinero que maneja son muy
importantes: en una sola vez recibe del cajero de la hacienda,
Francisco Briceño, 9.050 ducados 31, probablemente destinados
a la organización de algún viaje al extranjero. La consideración
social siguió a la riqueza: a partir de 1606, o quizá antes, recibió
Avontroot el grado de capitán de las milicias palmeras, con lo
cual quedaba definitivamente asimilado con el estamento aris-tocrático
de la isla.
Las mercancías que los mercaderes europeos solían traer a
Canarias eran en principio bastante variadas; en cambio, no lo
eran las que se exportaban desde Canarias, ya que se reducían
a la producción local de vino y de azúcares Es de suponer que
Avontroot se dedicó al mismo tráfico, pues era el único que inte-resaba
comercialmente, además de proporcionarle doble ganan-cia,
ya que lo convertía en productor y exportador a la vez. En
esta doble calidad debió de llamarle poderosamente la atención
el interés de ensanchar su campo de actividades en dirección a
las Indias. Allí, los vinos canarios gozaban de muy buena acepta-ción
y producían beneficios mucho más importantes, debido al
monopolio al que estaba sometido el comercio americano, así
como a la notable diferencia de nivel en los precios del mercado.
El hecho es que Avontroot empezó también a comerciar con las
indias, principalmente con ei Perú, a donde incluso se trasladó y
residió durante algún tiempo. Este episodio de su biografía se
desconoce casi totalmente.
30 En 17 de mayo de 1596 (Ibtdern, LXXXVII, 12)
3: Ante i.'iaiicisco & Vaicárcei, 3 de eneI" de 1597
24 ALEJANDRO CIORANESCU
Su viaje al Perú se puede afirmar con toda seguridad, porque
de él hacen mención tanto los documentos judicialles que cono-cemos
", como la Copye van't Pvoces ya citada varias veces
Consta, además, que emprendió este viaje en compañía del conde
de La Gomera3. Estas son en realidad las únicas pistas docu-mentales
de que disponemos hasta ahora.
El conde a que se alude en esta circunstancia e:; don Antonio
Peraza de Ayala y Castilla Rojas (1568-1626), nieto del primer
conde don Guillén Peraza e hijo de doña Margarita de Montever-de,
tía de las entenadas de Avontroot. Natural de la misma isla
de La Palma, don Antonio habia vivido muy poco en Canarias,
y más a menudo en Sevilla y en la Corte. Contra el marqués de
Denia, convertido a los pocos años en el todopoderoso duque de
Lema, había sostenido un pleito por el mayorazgo de Ampudia
y Villacidaler; y prueba de que no le faltaba totalmente la razón
fue la transacción y la escritura de concierto que firmaron las g
partes en Madrid, en 3 de enero de 1597. Por esta escritura, don
Antonio abandonaba sus pretensiones, a cambio de una renta de
500 ducados y. muy probablemente, de la amistad y protección
de su poderoso contrincante. De esto, como es natural, no dicen $
nada los documentos; pero así es como parece que se debe expli-car
la carrera americana de don Antonio -hidalgo bien situado,
pero menesteroso-, que tuvo que perder el pleito por no poder ?
llevarlo a cabo y cuyo carácter se comprende fácilmente, si se
recuerda que murió en la miseria, después de casi treinta años %
de gobierno en las Indias. a
2
Don Antonio había sido nombrado gobernador de Chuquito,
en el Perú, en una época que no se ha determinado, pero que E
parece puede deducirse con relativa facilidad. En 2 de abril de
1596 había casado a distancia y por poderes con doña Leonor de
la Peña. Luego, en 21 de enero de 1597, sin haber llegado a ver
y quizá conocer a su esposa, le dio poderes para gobernar y ad-ministrar
en su nombre el condado de La Gomera: lo cual parece
a Millares Carlo, Algunas notrcras, p 2425
33 Zbidem, p. 25
34 Sobre todo lo referente a don Antonio Peraza de Ayala, cf Dacio Darlas
y ?2dz6n, Lnc rnnder de Ln Gnm~rn,S ~ n t Ci rr?z d i Tenerife, 19th. p5gs 2 3 2
566 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N Y I C O S
JUAN BARTOLOME AVONTROOT 25
indicar que su salida para las Indias estaba ya determinada en
la última de estas fechas. Si se recuerda que la transacción sobre
el mayorazgo es del 3 de enero, resulta que los dos acontecimien-tos
básicos de la vida de don Antonio, su pleito y su gobierno,
se han producido en el mismo momento. Hubo sin duda una
relación de causa a efecto entre los dos hechos; es decir, que la
recompensa de un gobierno determinó la renuncia al mayorazgo
y el marqués de Denia ganó Ampudia por medio de un nombra-miento
que no le costaba nada.
Teniendo en cuenta los poderes otorgados a su mujer desde
Madrid, suponemos que don Antonio emprendió viaje directa-mente
desde la Península, sin detenerse en Canarias. No sabe-mos
si Avontroot lo acompañó o lo siguió. De todos modos, lo
único que se puede afirmar es que la presencia de don Antonio
Peraza de Ayala en el Perú permitió a nuestro biografiado em-prender
viaje a las Indias y establecer contactos comerciales con
el virreinato.
Es de todos sabido que el acceso a las Indias quedaba prohi-bido
a los extranjeros en general. Pero Avontroot ya no lo era,
por su condición de avecindado en La Palma y capitán de mili-cias
provinciales. Así y todo, no dejaba de ser flamenco, lo cual
no era entonces la mejor recomendación; el viaje no le hubiese
resultado fácil, de no haberse aprovechado de la presencia del
Conde. Incluso cabe suponer que, para evitar inconvenientes y
sospechas, el viajero no habrá publicado su condición de foras-tero
más de lo que era estrictamente necesario. Parece ser que
se dio a conocer en el Perú con otro nombre, que era suyo, y
llamaba menos la atención Más tarde, al escribir y publicar su
Epístola a los Pevuleros, la firmaba Juan Bartolomé. eran sus
dos nombres de pila, por los que probablemente lo conocían allí,
ya que en ninguna de sus demás obras usa de seudónimo o del
,-.-r,-:-..+r, auuuuua LU.
No sabemos cuánto tiempo permaneció en las Indias. Sin du-da
hizo varios viajes, ya que así era cómo se multiplicaba mejor
la ganancia. Sólo sabemos que en 1605 estaba en España, desde
donde hacía al Consejo de Indias dos proposiciones que le mues-t
1, .,o, ,.,, L , ,,,-,, :,-c- I ..--. ------A-- 2- 1 - - 2
L L ~ I L , Zi L a VLL YUG UUCII CUIIICLLILIIILC, UUCII CUIIUL~UUL ut: la si-
26 ALEJANDRO CIORANESCU
tuación real de las Indias. Por la primera, ofrecía seis piezas de
artillería de 25 quintales, con mil quinientas balas, para servir
a la defensa de los puertos de Chile, Arica y Callao, a cambio
de una licencia para enviar cada año un navío con mercancías
al Perú, por la ruta del Estrecho de Magallanes. Por la segunda,
con el objeto de mejorar y aumentar el tráfico coimercial con
las Indias, solicitaba licencia para dos navíos al año desde
Canarias a Cuba y la creación de una factoría autorizaida en Ham-burgo,
para surtir de mercancías aquellos dos navíos.
Las dos proposiciones fueron sometidas a la Casa de Con-tratación
de Sevilla, para su informe. En 31 de enero de 1605
contestó la Casa que se ofrecían «infinitos inconvenientes en
concederse a Juan Abentrote lo que pide, con evidente y grande
daño que resultaría de abrir viaje por el dicho Estrecho; pues
desde que lo descubrió Magallanes se ha deseado y procurado
tener aquella puerta cerrada al trato y comercio destos reinos g
por allí y no hacerle común a los extranjeros que usaran dé1
con armas y navíos de trato con más diligencias que los cas-
E tellanos, en tanto deservicio de Vuestra Magestad e inquietud
de aquellos reinos; y así se procuró fortificar, después de la $
entrada de Francisco Drac, con tanta costa como se hizo, con
dos armadas que fueron a ello, aunque no tuvo efecto, por las
dificultades que se ofrecieron; y que, si fuera posible que todo !
el Perú no tuviese otra puerta ni navegación que la de Tierra
Firme, importara mucho a su conservación y quietudn3. En su %
consecuencia, las proposiciones fueron rechazadas por el Consejo
de Indias el 9 de febrero de 1605. n
n
No sabemos si pertenece a esta misma época, o a otra dife- [
rente, una iniciativa de Avontroot que también se relaciona con "
su experiencia económica y que también terminó por un fra-caso.
En el acta de su proceso se refiere que durante el reinado
de Felipe 111 la hacienda real le había quedado deudora de ciertas
cantidades de dinero que, como es fácil comprender, no le re-sultaba
fácil cobrar. La situación económica del país y de la
hacienda real era mala, y él mismo había podido darse cuenta
35 Sevilla, Archivo General de Indias Indiferente general 748, cf. Ernest
SchaefPr, El Cnnsejn Real y Supremo de las Indias; vol. 11; Sevilla, 1947; p. 350-51
568 ANUARIO DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
JUAN BARTOLOME AVONTROOT 27
de esta evidente verdad. Su experiencia como acreedor de la
Corona y como traficante en las Indias le animó entonces para
representar al duque de Lerma, con quien quizá le había puesto
en relación su protector, el conde de La Gomera. En el momento
en que se buscaban desesperadamente nuevos recursos y se es-taba
pensando en un arbitrio tan dudoso como el alza de la mo-neda
de cobre, él escribió al duque de Lerma, para proponerle
una solución económica mucho más radical y que a él se le anto-jaba
saneada y definitiva. Sugirió nada menos que la secula-rización
de los bienes eclesiásticos, representando que con esta
medida se aumentarían más que suficientemente el patrimonio
y la renta real, sin que el pueblo sufriese los daños que necesa-riamente
se seguirían del alza de la moneda. Se le contestó que
Su Majestad no tenía suficiente poder para tomar una disposición
de esta clase, y con esto se dio por terminado el asunto. Pero
no fue olvidado por sus jueces de 1632, que lo sacaron a relucir
en el proceso 36.
No sabemos si estas dos experiencias negativas habrán dejado
algún resabio de amargura en el corazón del flamenco. Lo que
parece que se puede deducir de ellas es, por un lado, el carácter
de sus proposiciones, que sigue siendo estrictamente económico,
y por el otro la nueva envergadura de sus ideas y proyectos. Es
verdad que la proposición hablaba de la expropiación de bienes
eclesiásticos, lo cual no es precisamente una manifestación en
favor de la Iglesia ni una prueba de catolicidad conformista.
Pero, todo bien pensado, tampoco es una prueba de herejía el
pensar que la Iglesia de España era demasiado rica, en compara-ción
con las necesidades del país y de la Corona: esta misma idea
la tuvieron más de una vez los reyes y los ministros, a lo largo
del siglo XVII. Prueba de que no era una ocurrencia totalmente
descabellada, es el hecho de no haber tenido consecuencias
para su autor, ni siquiera tanto como el haber comido gallina
en cuaresma. Así y todo, es interesante reconocer en este trafi-cante
satisfecho un precursor de la idea de secularización.
Esta observación no tiene nada de sorprendente, ya que sus
proposiciones se cifraban más en realidades y en intereses
L, Lnui p...y..e v.....,>u n I ~ r ü c e sp, 3-ó
N4m 20 (1974)
28 \LEJANDRO CIORANESCU
económicos, que en anhelos o intentos de reformación espiritual
Con sus nuevas ideas, Avontroot todavía no se ha salido de sus
naturales preocupaciones de capitalista y comerciante; sólo que
ha dado un gran paso hacia adelante, en orden a las dimensiones
de los problemas que ahora le llaman la atención. No sólo se
atribuye a sí mismo la misión de arbitrista y consejero de la
Corona, con una confianza en su vocación que luego iría crecien-do;
sino que, además, ha sido rebasada ya, en sus c~oncepciones,
la fase del comercio limitado al círculo estrecho de las Islas
Lo que pretende ahora Avontroot es crear una red comercial
internacional, a escala mundial, con base en Canarias, con apoyo
comercial y capitalista en Hamburgo, una de las metrópolis del
poderío hanseático, y con emporios en Cuba y en el Perú. La g
verdad es que la idea estaba en el aire. Es ésta precisamente i
la época en que empiezan a proliferar las grandes compañías $
comerciales y marítimas, que tienen por objeto fundamental el
mejor aprovechamiento de las riquezas coloniales: La Compañía 1
holandesa de las Indias orientales había sido fundada en 1602 y 2
E
difícilmente se podrá creer que Avontroot no había conocido su
existencia y sus actividades, cuando sabemos cuán intensas fueron $
sus relaciones comerciales con los Países Bajos. Lo que él pre-tendía,
pues, era aprovechar para el mundo hispánico, y natural- i
mente para sí mismo también, la fórmula que acababa de idear
el capitalismo en su marcha ascendente y que coincidía perfec- :
tamente con los intereses canarios, españoles y europeos en
general. Pero no había contado con la firme voluntad del gobierno
español, de no dar entrada a los extranjeros en el continente
americano, y ésta fue sin duda la razón principal de su fracaso. j
Tuvo pues, que volver a sus acostumbradas y más modestas "
actividades comerciales. Volvió a Canarias, donde parece que ar-mó
en 1606 un navío cargado con vino destinado a lals Indias. En
agosto había reunido las 122 pipas de vino, por un valor total
de 1.400 ducados ". Luego dio poderes para cobrar a uno de sus
socios, Esteban Rosel 38 y a su compatriota Juan Franiel 39; y
n Santa Cruz de Tenerife, Archivo 1-Iictórico Provincial, tomo 974, folío 122-26
(ante Agustín de Escobar)
38 Zbidern, fol. 316-18.
2- f.in-teA ao--a,i.v .a u> u--i r,x--.. TCIIGL de GUzíniin, escribaí;u de Garechic~, !@6, fe!:= 535-54
570 A N U A R I O DE E S T U D I O S A I ' L A N T I C O S
JUAN BARTOLOM~ AVONTROOT 29
probablemente salió para las Indias, porque en los años siguien-tes
no consta ya su presencia en Canarias.
En 14 de agosto de 1609 su protector, don Antonio Peraza
de Ayala, había sido nombrado gobernador y capitán general de
Guatemala, cargo bastante más importante que los que hasta
entonces se le habían confiado. Pero esta vez Avontroot no lo
acompañó ya a su nuevo destino. Estaba en Tazacorte, asistiendo
a su mujer, que falleció en 17 de noviembre de 1609 ". Esta asis-tencia
no se explica solamente por su obligación como marido.
No cabe duda de que se hallaba presente en Tazacorte, en 22 de
septiembre, cuando doña María Van Dale otorgaba un codicilo
por el cual dejaba el quinto de sus bienes, es decir, toda aquella
parte de su hacienda de la que podía disponer libremente, a Juan
Coot, hijo de Cristina Avontroot y sobrino de su marido. Este
Juan Coot había venido a La Palma en aquel mismo momento
o poco antes, pues resulta de los testimonios judiciales posteriores
que acompañó a Avontroot y le sirvió en La Palma por espacio
de un año, según algunos testigos, y de dos meses según otros.
Doña María no tenía ninguna razón personal para favorecer tan
señaladamente a aquel desconocido. Si lo hizo, fue seguramente
a instigación de su marido, cuyo testaferro era el joven Coot.
Se trata de una trampa legal, en cuyas sutilezas no podría-mos
entrar, si no tuviésemos a la vista la explicación del mismo
abogado que le había ayudado a Avontroot en la redacción del
codicilo. En el interrogatorio que le tomó en 1615 el comisario
del Santo Oficio y del que más adelante se volverá a hablar,
este abogado, Gabriel del Valle, afirmaba que «el dicho Juan
Abentrote consultó a este declarante sobre las fuerzas y bali-daciónn
del codicilo de doña María. El abogado «le dixo y res-pondió
que estaba firme y bálido. Y preguntándole este decla-rante
qué le movía, pues tenía ganada la voluntad de su mu-
40 Esta es la fecha en que se abrió su testamento (Millares Carlo, Algunas
noticias, p 4); pero es sabido que los testamentos cerrados se solían abrir el
mismo día del fallecimiento del otorgante, principalmente para conocer sus
disposiciones referentes al entierro
Núm 20 (1974) 571
30 ALEJANDRO CIORANESCU
ger, a averle ordenado diese el legado a su sobrino, y no a él
mismo, respondió, a lo que este declarante se quiere acordar
que él se entendía; y desta respuesta cerrada y obscura coligió
este declarante que quería el dicho capitán Juan Abentrote estu-viesse
el dicho legado en cabeza de su sobrino, y no en la suya
propia, porque sus entenados, hijos y herederos de dicha doña
María Vandala su muger, no le enputassen el dicho legado o se
lo embargassen por la pretensión de los multiplicados que tenían
contra él, en lo que avía ganado en las Indias» 41.
Esta explicación resulta perfectamente plausible. No debe ol-vidarse,
en efecto, que Avontroot había administradlo durante
veinte años la hacienda de Argual y Tazacorte, había traficado
a en las Indias, había multiplicado los bienes del matrimonio, y :.
que de todo aquello debía cuentas a su mujer y, en su ausen-cia,
a los herederos de ésta. Incluso si se admite que los capita- {
les que había invertido en el tráfico indiano le pertenecían, cosa E
E que por lo demás no parece probable, no es menos cierto que
doña María entraba por mitad en todas sus ganancia2 y que aho- 1
ra debía a los herederos veinte años de cuentas atrasadas y una E
liquidación que no podía, sino tratar de evitar. Y la evitó, no ;
sólo por esta astucia jurídica, sino por medio de una larga y disi- B
E mulada política económica, que sólo en aquel momento se llegó
a descubrir.
n
Así, pues, para no perder nada y para impedir que los Mon- %
teverde pudieran compensarse en sus bienes, prefirió poner a
nombre del sobrino la cuota disponible que de todos modos su
mujer le hubiera dejado. En cuanto a sus ganancias, las había E
transportado paulatinamente a Flandes. Después del fallecimien-to
de su mujer, liquidó rápidamente lo que quedaba ,aián por li-quidar,
cargó lo que le convenía llevar y se fue de Canarias sin
dejar bienes algunos, que pudiesen ser ejecutados por los he-rederos
de su mu~er. Esta conciucta, que da una idea de su in-ventiva
y de su capacidad de arreglárselas dentro de los límites
elásticos de una moral práctica que nada tiene que ver con la
41 Las Palmas de Gran Canaria, Archivo de Ac~alcázar, carpeta Valle (20 de
~ ~ 1 d1 e0 i 6iSj
572 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N l I C O S
JUAN BARTOLOME: AVONTROOT 31
moralidad común, no deja de ser sorprendente de parte de un
futuro profeta.
Apenas habían pasado dos meses de la muerte de doña María,
cuando ya Avontroot se había esfumado con su sobrino y con
todo cuanto tenía. Los Monteverde comprendieron que habían
sido burlados y le pusieron demanda inmediatamente. Represen-taron
a la justicia que su padrastro había ganado con sus ne-gocios
hasta ochenta mil ducados, que había depositado cuida-dosamente
en Sevilla y en Flandes; en las Islas nunca había
querido tener bienes propios, «porque como venía mosso y la
dicha nuestra madre bieja, inpucjbilitada de tener hijos, que no
los tuvo con el dicho Juan Abentrot, procuró siempre tener en
las dichas partes los dichos multiplicados». Durante la última
enfermedad de doña María, el flamenco «tomó el dinero que la
dicha nuestra madre tenía, anssi en plata como en oro, y lo puso
todo en talegones y los enbió a guardar fuera de cassa, de no-c
h e~l,l evándose, además, 25.000 reales de los últimos azúcares
vendidos. Señalan los herederos que en cuatro meses que había
estado en Indias con el conde de La Gomera, donde había lle-vado
seis mil ducados de su mujer, había ganado más de cin-cuenta
mil ducados; y que más de treinta y cuatro mil ducados
había sacado en diferentes tiempos de las rentas de la hacienda,
sin dar cuenta de ellos a nadie. A su petición, el teniente de
gobernador de La Palma, que lo era Alonso Hernández de Saa-vedra,
decretaba en 19 de mayo que se debía exigir fianzas de
Avontroot y, donde no, «luego sea presso en la cársel pública
desta siudad, con embargo de sus bienes» ". Todo estaba muy
bien y hecho según las formas legales; pero ya no quedaba nada
que hacer, porque el padrastro se había ido y no había bienes
que embargar.
Desde La Palma pasó Avontroot primero a Sevilla, donde re-sidió
por espacio de algunos meses, probablemente con el mismo
objeto, de liquidar los bienes que allí tenía y llevárselo todo con-
42 Mi!!zres Cur!o, A! ~E:MI?S? s?!c:m,p 25-26
Núm 20 (1974)
32 ALEJANDRO CIOBANESCU
sigo. Luego pasó a Amberes, donde lo vieron residir varias per-sonas
en el año de 1610 y, según parece, por el de 1611 se fijó
más o menos definitivamente en Amsterdam. Más o nienos, por-que
debe de haber continuado sus ocupaciones acostumbradas,
que le obligaban a desplazarse a los puertos de llegadla o de sa-lida
de sus mercancías. Por ejemplo, sabemos que en el mismo
otoño de 1610 estaba en Londres; y no se debe excluir la posi-bilidad
de algún breve viaje a Lisboa.
Ochenta mil ducados de capital eran suficiente dinero para
quien aspirase a la tranquilidad; y en realidad, si seguía tra-bajando,
ahora ya no era por necesidad. En su retiro dorado,
Avontroot podía ofrecerse ahora calzones de terciopelo, escar-a
pines de seda y espadas de puño dorado, sin tener que preocu- :.
parse por el día de mañana. Como sabemos que esto era más
o menos lo que le había gustado hasta entonces, no tendría nada -:
raro pensar que éste tuvo que ser el motivo que le había im- f
pulsado. a huir de Canarias sin dejar prenda. Pero por algo se
dice que spiritus f2at ubi vult; y ochenta mil ducados son menos ;E
que una paja, para quien lleva otra cosa en su corazón. El hecho $
es que Avontroot salió escapado de La Palma, embarcando sus
talegos hasta el último maravedís, pero llegó a los Países Ba- f
jos hecho todo un profeta. El día 10 de noviembre de 1612, que
es la fecha en que terminaba y firmaba su Carta al poderosísimo
Rey de España, señala para él el comienzo de una nueva vida. -E
Nos gustaría, naturalmente, saber cómo se había producido
en él esta metamorfosis y de qué manera se sintió llamado de
repente para una misión trascendental, en la que ya no cejaría
en adelante: pero esto sería preguntar cómo y de dónde vienen
los profetas. En realidad nada sabemos de su evolución interior,
ni de su mundo de ideas anterior, a parte las pocas plrovocacio-ries
iiitrascendentes qüe !G hubiun !!evade yu ddantr de! tribu-nal
de la Inquisición. No nos es posible determinar, por consi-guiente,
si se trata de una conversión repentina, de alguna vi-sión
determinante o de la lenta maduración de ciertas ideas que
ya llevaba dentro de sí. Su ejemplo, de todos modos, no parece
qn~d~nlgmsl iche a comprender por qué caminos misiteriosos se
574 A N U A R I O DE E S T U D I O S A1'LANI ICOS
JUAN EARTOLOMÉ AVONTROOT 33
llega de comerciante sin escrúpulos a inspirado y de sibarita
a héroe
A modo de simple hipótesis se puede adelantar que la idea
de su misión había brotado en su mente desde bastante antes
y venía a ser algo así como un ensanche o una nueva dirección
de su vocación anterior de arbitrista Posiblemente, sólo espera-ba
verse fuera de peligro, es decir, fuera de España, para dedicar-se
a la tarea a que se consideraba llamado; porque, en efecto,
desde el 12 de octubre de 1610, cuando se hallaba en Inglaterra,
sabemos por su propio testimonio que escribió una primera carta
al rey de España, para exponerle sus ideas. Dice que escribió
en aquella ocasión «contra el reinado de Anticriston: probable-mente,
pues, su carta contenía una tesis más o menos similar
a la de sus escritos posteriores, que se han conservado por ha-berlos
mandado imprimir.
Aquella primera carta no surtió el resultado apetecido, que
era, por lo visto, convertir al rey de España a sus propias ideas
y conseguir la independencia de los Paises Bajos. Se imaginó
entonces, con esa ingenuidad propia de todos los profetas en po-sesión
de la verdad, y que no por ello extraña menos en tal cal-culado
observador de la realidad, que su fracaso se debía a la
muerte inesperada del secretario del Rey, Andrés de Prada; y por
tanto, volvió a mandar más cartas, dirigidas esta vez directamen-te
al duque de Lerma. Reconoce que «al principio escribía yo
más tímida y torpemente, por haber vivido desde mi primera
edad en las islas Canarias, donde no se permite leer y estudiar
la Sagrada Escritura. Pero luego, al encontrarme en otras re-giones
que gozan de libertad, las he estudiado con la ayuda de
Dios y he comprendido que la religión romana es una doctrina
falsa, que el Papa es el mismo Anticristo y que la guerra de los
Países Bajos es el fin del reinado de Anticristoa 43.
Re aquí, pues, la base de su nueva doctrina, que fue en de-finitiva
la que acabaría llevándolo a la hoguera. Todo lo demás
no es sino justificación doctrinal por un lado, y por otro lado,
43 Avontroot, Carta, 1614 Al no disponer del texto español, citamos por la
edición latina de 1615 Además, este mismo texto está citado por Millares Carlo,
A:güiii.is iiüiiCiüS, I) 5-6
34 ALEJANDRO CIORANESCU
metodología de la revolución. Así, sabemos que entre las cartas
que envió al duque de Lerma, bien por correo o por medio de
algún criado suyo, le había escrito una «carta capiitaln, en que
le probaba con argumentos sacados de la Biblia que la guerra
contra los Países Bajos era injusta y que a Felipe 11 le corres-pondía
«cambiar la maldición del Papa sobre su país en bendi-ción
del Señor». Avontroot pretende que el duque de Lerma pre-sentaba
estas cartas al rey, lo cual bien podía ser simple ilu-sión
del autor, y que después pasaban al Consejo para su es-tudio,
cosa que tampoco parece probada. De todo:; modos, así
funcionaba la cosa en la mente de Avontroot, quien se figuraba
que sus nuevas cartas habían seguido el mismo cannino que sus
proposiciones referentes al comercio con las Indias. En vista de
este estudio, y para hacer más evidentes sus razones, completó
su «carta capital» con otra de admonición a todos los Grandes
del Consejo real.
Este texto es el que, fechado en 10 de noviembre de 1612, se
imprimió por orden y a costas de su autor, en 1613, en Amster-dam
y en holandés Naturalmente, las cartas enviadas a Madrid
estaban escritas en español -y así lo confirma el mismo Avon-troot-,
pero la versión española de su texto no :;e imprimió,
sino al año siguiente, en 1614 45. De modo que, en la difusión del
opúsculo, se deben tener en cuenta tres momento:; diferentes:
el envío real de las dos cartas originales al Rey y a su Consejo,
probablemente en 1612; la publicación de las mismas en holan-dés,
al año siguiente; y la edición española de 1614, seguida al
año siguiente por tres ediciones en latín y sendas ediciones en
holandés, alemán, italiano y francés.
De la primera fase de esta complicada operación, nada sabe-mos.
La edición holandesa se imprimió en Amsterdam e iba des-tinada
sin duda al uso de los correligionarios de s8u autor. Así
y todo, parece que Avontroot mandó nada menos que dos mil
ejemplares a España. De esta circunstancia se hace mención en
el proceso que se instruyó posteriormente, dándose a entender
4 Ver la descripcii>n bibliográfica de estas ediciones en Millares Carlo, Algu-nas
noticlas, p 9-16
45 !hd????, p !O
576 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
JUAN BARTOLOME AVONTROOT 35
que esos dos mil ejemplares no habían sido confiscados. Es muy
probable que habían llegado a su destino, por medio de distri-bución
gratuita entre los muchos flamencos establecidos en la
Península y en las islas Canarias 46.
Quizá estimulado por este primer éxito de la difusión de sus
ideas, mandó Avontroot que de su texto español se tirasen siete
mil ejemplares, naturalmente a sus expensas. Luego embarcó
toda la tirada para Lisboa, donde dice que le esperaba un «cria-do
» suyo: era persona acostumbrada a hacer este oficio de re-partidor,
porque ya había hecho tres viajes a Madrid, llevando
cartas y memoriales de su amo. Pero en los casos anteriores se
había tratado de simple bultos de cartas dirigidos al duque de
Lerma y protegidos por su misma dirección; mientras que ahora
se pretendía introducir en la Península toda la edición de un li-belo
de más que dudosa ortodoxia y, de todos modos, clandes-tino.
La empresa fracasó lamentablemente.
Sobre cómo pasaron las cosas, Avontroot no debió de conocer
la exacta verdad, porque él vivía ahora en Holanda, donde nadie
hubiera podido contársela. Los hechos tal como él los refiere en
su Epístola del año siguiente, corresponden en sus grandes ras-gos
a Ia realidad, pero no aclaran todas las circunstancias de las
aventuras del «criado». Según esta versión suya. la Inquisición
de Toledo tuvo noticia del viaje de la mercancía prohibida. Todos
los ejemplares del memorial fueron confiscados; el criado fue
detenido y procesado y salió condenado a seis años de galeras
Según Avontroot, el criado había salido en auto celebrado en
Toledo, el 10 de mayo de 1615, y lo que más parece haberle do-lido
de todo fue el saber que el Santo Oficio «hizo venir al bon-dadoso
rey en persona a la ciudad de Toledo para autorizar con
su presencia dicho auto».
En principio, su relato debe ser verídico; pero omite un de-talle
importante y, además, plantea un problema que no parece
fácil de solucionar.
En la sentencia publicada en traducción se dice, en efecto,
que después de su regreso a los Países Bajos, Avontroot «escri-bió
en diferentes tiempos a Su Majestad, aconsejándole que cam-
4 t76ase Una prüeba de !a penetrm5:: de! hbrc e:: Canüzxs, Ibzdem, pdp 6
Núm 20 (1974)
36 ALEJANDRO CIORANESCU
bie de religión y que autorice la secta de Calvino y la libertad de
conciencia)). Con este motivo «había mandado tres veces a su
sobrino Juan Coote», para representar y solicitar en la Corte.
Esto es lo que no decía Avontroot: que el mensajero y «criado»
detenido era su mismo sobrino, a quien ya conocemos como tes-taferro
en el asunto de la herencia palmera. El mismo texto
aclara, no s61o que Coote hizo los tres viajes mencionados, sino
que en 1614 vino adrede desde Amsterdam, enviado por su tío,
para presentar al Rey «muchos memoriales escritos y firmados
con su propia mano, tratando de ganarlo a su falsa fe e insti-gando
contra la Sede de Roma», junto con un memorial impreso
en español y un sumario explicativo de las principales herejías
de Calvino, que él trataba de autorizar por testimonios de la
Escritura, empleados fuera de su verdad y autoridad Todas es- ?- E tas herejías no llegaron a publicarse en España, porque la In-quisición
de Lisboa se apoderó de los 7.000 ejemplares enviados.
en cuanto a Juan Coote, sabemos que fue preso y condenado. O
Lo que no queda claro, al cotejar ambas versiones, es si
E Coote fue juzgado en Toledo, o en Lisboa. En el archivo de la
Inquisición de Toledo no queda rasgo de su proceso; pero lo $
mismo pasa con el que, años después, se le instruyó a Avon-troot.
En el caso de Coote, cabe imaginar que fue el tribunal
de Lisboa el que tomó cartas en el asunto; pero ello no pasa de
simple hipótesis, ya que los documentos distan mucho de ser ex- d
plícitos sobre este particular 47. Puede ser también que, en vista %
de sus implicaciones con el extranjero, se consideró que se tra-taba
de un proceso de Estado, quedando sus autos en la Supre-
4-1 En realidad, la situación slgue siendo confusa La Copye van't Proces, O
página 4, sólo afirma que fue la Inquisición de Lisboa la que quemó los siete
mil libros enviados con Coote En 1634, los herederos de doña María Van Dale
presentaron en la Inquisición de Canarias aun testimonio del proceso seguido
o-ta 1, T-,-.v.;&P.A- A, T-1,A, n n v e! ,-,,ni rnnrtnkn nmn Pnnt hnl-do rnmr=n7~rln
U"LU A"\IU..,L.,.V.. U., A V L I U V , Y". "YY. ~ " I I I I I L L Y U y-., ""V. &IUC.*U IV-I---.---V
a heretizar desde los catorce años* (Millares Carlo, Algunas notzczas, p 8); y a
Toledo fue donde se mandó juzgar a Avontroot en 1632 (cf nota 58 y texto del
documento allí citado) Posiblemente se consideraron ambas camas como pro-cesos
de Estado, quedándose los autos en la Suprema o en el archivo de algún
Consejo, ya que en el último caso se manda buscar alos papeles que uviere en el
Consejo, de éste y su sobrino))
5 78 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
JUAN BARTOLOM~ AVONTROOT 37
ma. En cuanto a la condena de Coote, su doble resultado fue que
la Inquisición no olvidó la interesante calidad del condenado, de
propietario en Canarias, y que, por otro lado, Avontroot no se
dio por vencido.
En la isla de La Palma le decían a Coote «el Quinteron, por
haber heredado, como testaferro de su tío, la quinta parte de
los bienes de doña María Van Dale. Aquella quinta parte no de-jaba
de representar una más que regular fuente de riqueza. Así
y todo, es probable que a él lo conocían en la isla bastante menos
que a Avontroot; este último había pasado en ella bastantes
años, había figurado en la sociedad local y había suscitado alre-dedor
de su persona, amistades quizá, y seguramente, enemis-tades.
En el proceso instruido por la Inquisición en 1614 y 1615,
Juan Coote había sido condenado por la sencilla razón que a él
se le había podido detener; mientras que su tío escapaba a la
garra de la justicia. Sólo pudo mandarse la inclusión de su libro
en el índice de libros prohibidos 48; por lo demás, no cabía, sino
esperar la oportunidad de apoderarse de su persona. Pero resul-ta
que en Canarias se le instruyó otro proceso, a él y a Coote,
sin que podamos decir cómo llegó a desencadenarse ".
No cabe duda de que este proceso estaba relacionado con el
de Lisboa (o de Toledo). Sin embargo, en los autos canarios que
conocemos parece ignorarse la existencia de una sentencia an-terior.
Sin más antecedentes, sólo consta de ellos que por junio
de 1615, es decir, un mes escaso después de haber salido Coote
en el auto de fe, el Santo Oficio de Las Palmas estaba proce-diendo
contra ambos flamencos. Las fechas indican con sufi-ciente
claridad que se trata de una continuación local del mismo
proceso. Suponemos que se trata de alguna información abierta
a petición del Tribunal de Toledo, para servir en la causa del
reo y que, por las condiciones de las comunicaciones con las
48 Millares Carlo, Algunas noticlas, p. 26.
*i ¿as Yaimas, Museo Canario: Inquisici6n CXv, 22
Núm 20 (1974)
38 ALEJANDRO CIORANESCU
Islas, ésta sólo pudo verificarse cuando era ya demasiado tarde
para incluirla en el proceso.
Consta que el fiscal del Tribunal mandó al comisario de La
Palma, que lo era Gaspar Fernández de Ocanto, a fines de ma-yo
de 1615, que investigara discretamente en su isla y en la de
Tenerife, sobre los antecedentes conocidos de Avontroot y sobre
la situación de sus intereses en Canarias. En cumplimiento de
su encargo, escribía el comisario el 3 de junio.
<<Ene sta siudad e hecho toda la deligensia que a sido pusible
en el negocio que V. S" me a mandado y no e hallado que en
esta siudad ni en la ysla aya rastro, así de la persona como de
bienes del dicho. Entre las personas de que me e yriformado hallé
un Francisco Velbes, flamenco, vesino desta siudad, persona que g
haze los negosios de los forasteros. éste dize le sirbió e hizo
tres biajes de Flandes a La Palma y que el último biaje le trajo
más de treynta mil1 ducados, con los quales se fue a España 5
y nunca más volvió. Y me dixo más, que abía escrito un libro
contra el Papa, el cual se yntitulaba del nombre del sobredicho,
y que él abía visto el libro en esta ys1aa. No qujze saber más,
que para abisar a V S" esto basta En hallándome con alguna $
fuersa, luego yré hasta Garachico y de lo que pudieie saber avi-saré
a V. Sa »
U
Y luego, el 16 de junio, volvió a escribir al Tribunal sobre el g
mismo asunto. n a
<<Agora aviso lo que e podido entender, así en el lugar de $
La Orotava, como en el de Garachico. En el Orotava supe de un
Guillermo de Mar, flamenco de nasión, vesino en el dicho lugar
y casado con una deuda de la muger del Abentrote, el qual dize 2
está en Mostredama, siudad de Olanda, y que no sabe ni a en-tendido
tenga en islas ningunos bienes, mas que sabe que la
muger de Abentrote dexó a un sobrino del dicho el quinto de sus
bienes, y que éste es peor que el tío y que éste no está en yslas,
y que los bienes los tiene en administrasión un vesino de La Bal-ma,
no supo desir el nombre. En Garachico no pude entender
so Es ésta la segunda prueba de la presencia del Iibro de Avontroot en
c ~ ~raia, 1- ~ ~ ~ ~ ~ , -r-i.-imiii.,r .uc,F !u neta 46
580 A N U A R I O D L E S 1 U D I O S . I T L 2 4 N l I C O S
JUAN BARTOLOME AVONTROOT 39
cosa que aprobecha, más de que estaba en Olanda, y que en
ninguna manera tiene bienes en yslas~
Tras haber recibido en Las Palmas los dos informes del co-misario,
en 10 y en 26 de junio, respectivamente, presentó el fis-cal,
licenciado Gabriel Martínez Pastor, denuncia formal contra
«Juan Cot, flamenco de nación, el qual, aviendo estado en la
ysla de La Palma muchos días y en ella bibido como católico
chistiano de la Iglesia Romana, confesando y comulgando y yen-do
a misa y hasiendo los demás actos que suelen y acostumbran
hacer los christianos cathólicos romanos, y como a tal le legó
el quinto de sus bienes por su testamento debajo del qual mu-rió
doña María Bandala difunta, muger del capitán Juan Aven-trot
su tío, agora es venido a mi noticia que el suso dicho se
ha pasado a los Estados de Olanda, y en la ciudad de Anstradán
y otras partes dellos bibe como calvinista, en compañía de dicho
su tío, acudiendo a las preces, prédicas y demás servicios que
los dichos calvinistas acostumbraban hacer, teniendo y creiendo
que la dicha secta es buena y que debe de aprovechar para la
salvación de su ánima». En su consecuencia, pedía al Tribunal
«le mande prender y recluir en las cárceles secretas, supuesto
que pueda ser avido, con secresto de bienes, por donde no, se
proceda contra como ausente», haciendo información de todo
ello, con interrogatorio de ciertas personas cuyos nombres indi-ca
a continuación. De todo resulta que el fiscal disponía de más
datos que los que mandaba Fernández de Ocanto en sus dos car-tas;
pero ya queda dicho que numerosos antecedentes faltan en
el expediente. Los inquisidores se declararon de acuerdo con lo
pedido y así se escribió al comisario de La Palma
La primera tarea a que se dedicó Fernández de Ocanto fue
la deseada localización de los bienes de ambos encartados En
20 de julio interrogó a Gabriel del Valle, alguacil del Santo Ofi-cio
y abogado de Avontroot durante la estancia de éste en Ca-narias:
preguntándole por los bienes, dijo que habían sido con-fiados
a Blas Simón de Silva. Dio también otras indicaciones de
interés. Confesó que a él mismo le había dado Avontroot mil rea-les,
pero había sido en justo pago de sus servicios como abogado
En ltcg, e! diezmG de los pai-ra~rsd e La Talma sido to-
Núm 20 (1974) 581
40 ALEJANDRO CIORANESCU
mado a renta por el capitán Juan del Valle, ya difunto, pero
en realidad le pertenecía a Avontroot la mitad de la renta, y un
cuarto al conde de La Gomera: sólo que en aquel año no había
producido la renta, sino cuarenta pipas de vino, que ni siquiera
habían bastado para cubrir los gastos de los arrendadores. De
igual modo, en el mismo año de 1608, Diego de EIarruelo había
arrendado los diezmos de los parrales de La Rambla y Buenavis-ta,
en Tenerife, como simple representante de Avolntroot.
Todo ello se reducía a un poco de viento. En 3 de septiembre,
Blas Simón de Silva, requerido por el comisario, hizo presen-tación
de un baúl que contenía las cosas dejadas en su guarda
por Avontroot y del que se hizo inventario. Encerraba ropa per-sonal,
dos camisones, cuatro calzones de ruán, sábanas, medias ,
rotas, una martingala de lienzo, las cuentas de La hacienda de
Tazacorte a partir de 24 de febrero de 1586, los ,autos del pro-ceso
de Pablo Vandala con Melchor de Monteverde, un cuader-no
«en lengua extranjera» y muchas cartas gastadlas y mal con-servadas.
Tres días más tarde, se confió a Gabriel del Valle, en
su calidad de alguacil del Santo Oficio, el cuidado de confiscar f
y custodiar todos los bienes de «Ans Bantroot, flamencon que $
se pudieran hallar. Además de los efectos del baúl, se consiguió
de Blas Simón una obligación por valor de 3.210 reales, y otra
de 1.000 reales del licenciado Espinosa Saravia5'. No sabemos ?
si llegó también el alguacil a incautarse de la parte que le co- &
rrespondía a Coote en la hacienda de Tazacorte, porque de ella
no se hace mérito en los autos conservados. l
Paralelamente a estas gestiones, el comisario procedió al in-terrogatorio
de las personas cuya lista le había sido comunica-da.
En 14 de noviembre hizo venir a Jerónimo Bolot, natural de "
Bruxelles y vecino de la isla desde 1590, de cincuenta y siete
años y casado en terceras nupcias con doña Ana de Monteverde,
hija mayor de doña María Van Dale, ya viuda de sin primer casa-miento
con Andrés Salgado de Faria. Boot declaró haber cono-cido
a Juan Coote en casa de Avontroot. Supo también del codi-cilo
que en su favor había otorgado doña Maríai, «y por esta
razón entendió que era su sobrino, y antes desto le avia tenido
51 Lzr ?z!msc de Grm Cmmz, Arch~c Ilcza!c&zar, carpeta Vallo
582 ANUARIO DE ESTUDIO:; ATLANTICOJ
JUAN BARTOLOME AVONTROOT 41
por criado. Y despuCs que el dicho Juan Cote se fue desta ysla,
ha entendido el testigo por público y notorio, de personas que de
Flandes han venido, que el dicho Juan Cote se juntó en las par-tes
de Flandes con el dicho su tío Hans Aventrote y que ambos
biven como hereges en la secta de los calvinistas; y que ha oído
decir a Melchor de Monteverde y a Andrés Maldonado, vecinos
de esta ysla, y a Hans Guesmes, flamenco, que al presente está
en esta ysla a lo que entiende, cómo el dicho Hans Guesmes
avía traydo información cómo el dicho Juan Cote era christiano,
por ser baptizado, y que aora profesaba y seguía la secta de
los calvinistas en Flandes, en Olandan. Sabe asimismo que esta
información, que declara haber visto, «se avia traydo de pedi-mento
de los hijos y herederos de la difunta doña María Van-dala
». prueba de que dichos herederos aún no cejaban en sus
esfuerzos, encaminados a invalidar el codicilo de 1609.
Jaques de Brier, de treinta y tres años, natural de Flandes,
dijo que había conocido en Amberes a Avontroot y a Coote: ay
vio que entonces lo tractava como a criado, y no a comtempla-ción
de pariente, y que esto sucedió abrá siete u ocho años; y que
entendió entonces de1 mismo Hans Aventrote lo quería traer a
esta ysla en su servicio; y que después de esto, avrá quatro
años, bino este testigo a esta ysla, donde entendió que el dicho
Vantroot truxo a ella al dicho Juan Cote», consiguió el codicilo
a su favor y luego volvieron juntos a Flandes. Supone que en
efecto Coote debe ser hereje, porque «en Emberes nunca le vio
oyr misa, aunque lo comunicava a menudo, por razón de estar
en servicio del dicho Vantroot, a quien tractava y comunicava
este testigo con frecuencia en la dicha ciudad de Emberes por
espacio de dos meses». También ha visto el testimonio traído
a Canarias por el otro flamenco, al que él llama Hans Bellens,
-,,my-v* i al ym vuvu- 1i bn nu-lclot mra ynuq rbn IIVr.D- yma-dumA aboa UAG-1L Ud:Ir~nIILVA JTU...-Q.- L L UPV-L+G- LSU..--G-- LVII
y son hereges de la ley o secta de Calvino, y que lo es el dicho
Juan Cote y criado en ella, y lo tiene este testigo por tal,. Pre-guntado
qué bienes dejó doña María Van Dale, dijo que repre-sentaban
en conjunto las cuatro quintas partes de los ingenios
de A r g d y Tazacorte c m s ur tierras e ir?ie~tar,ri=d;e yUe
42 ALEJANDRO CIORAhWSCU
el quinto que había sido legado a Coote sería el equivalente del
16 por 100 del total
El testigo siguiente fue otro flamenco, el capitán Nicolás
Massieu, de treinta y dos años, marido de doña Ana Vandala,
hija de Pedro y sobrina de doña María. Su declaración repite los
mismos particulares, agregando tan sólo este detalle importan-te,
que «oyó decir públicamente en esta ciudad que el dicho
Juan Cote avía sido penitenciado por el Santo Oficio de la Santa
Inquisición de Toledo, en acto público que se hizo de Inquisi-ción,
y este lo oyó dezir en la plaza pública. Y más, vio una
memoria donde se refería, y se acuerda lo dicieron Melchor de
Monteverde y Pedro de Escobar, regidores, y no se acuerda de
quién venía escripta la memoria ni en cuyas manos estava, pero
este testigo leyó en ella sólo el particular de la penitencia de di- ? E
cho Juan Cote, y lo titulava de nación inglés,. O
Esta memoria o carta de aviso indica, pues, que ya había lle-gado
a Canarias por aquella fecha, seis meses después de ce-lebrado
el auto de fe, la noticia del proceso y de la condena de i
Coote. Quizá era la misma relación que está a la base de la afir-mación
idéntica de Avontroot, de que su sobrino había salido $
en auto celebrado en Toledo. --
En 20 de noviembre fue oído por el comisario de La Palma el f
testigo Pablo Vanguerme o van Guemert, de treinta y cinco años,
natural de Amberes y marido de Ana Van Dale. De :;u más que !
pintoresca declaración no será fácil determinar quién era su %
mujer. Declara, en efecto, que es «libre y soltero y por cassan,
lo cual no desdice por cierto con su edad; pero coriviene poco
con cuanto afirma depués, de que hace doce años que está vi- E
viendo en la isla, «administrando y governando los bienes de
doña Ana Vandala, su muger legítima, que los ha tenido en comu-nidad
con las demás hermanas, hijas de Pablo Vandala, su pa-dre
». Para aclarar esta confusión, bastará tener eri cuenta el
otro detalle que señala a continuación: doña María Van Dale,
la mujer de Avontroot era «tía de este testigo, hermana de la
dicha doña Ana Vandala, su mugen> ".
52 En realidad Pablo Vanguemert estuvo casado con Ana Vandala, según
resulta de la partición de su herencia. ante Andrés de Chaves. en 15 de octubre
584 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
JUAN BARTOLOME AVONTROOT 43
Pero en realidad esto importa menos. Lo que si importa es
saber que el testigo también conoció en Amberes a Avontroot y
a su sobrino y criado. En La Palma, sabe que «mientras estaba
en esta ysla el dicho Juan Cote, que sería como seis o ocho
meses, entrava en la yglesia y recava hincado de rodillas y oía
misa, y esto lo vio como dos veces, y nunca lo vio confesar y
comulgar)). Había sabido de doña María que el padre de Coote
«era burgomestre de la ciudad de Vezel, en la provincia de Ves-fala,
confines de Alemania, en la qual ciudad a oydo decir que
no viven cathólicos». Tampoco ignora la existencia de la infor-mación
traída de Flandes por Hans Bellens. «Y demás de lo
dicho, oyó decir a los criados del dicho Hans Ventroot, quando
en esta ysla estuvo en su compañía el dicho Juan Cote, que el
dicho Hans Vantroot comía carne en viernes y en otros días
prohibidos, diciendo estava enfermo, y que hacía al sobrino la
comiese también en los mismos días, diciéndole: -Anda, come,
que también estás enfermo.-»
Luego entra a declarar Blas Simón de Silva, regidor y alcaide
de la fortaleza de Santa Cruz de la Palma. Tras haber testimo-niado
sobre los mismos particulares que ya conocemos, lo que
sabe añadir a base de sus propios recuerdos es que, al haber fa-llecido
doña María dejando a Coote como heredero en parte, «el
dicho Hans Aventrot, su tío, como su curador, pidió pocesión
indivisa por rassón de este legado, en los bienes que quedaron
por la muerte de la dicha doña María y se le dio judicialmente;
y sobresto ay pleyto travado ante Andrés de Armas, escrivano
público desta ysla, con los hijos de la dicha doña María; y aun-que
el dicho Hans Aventrot dexó a este testigo encargada Ia
solicitud deste pleyto y de otros suyos, no se an hecho diligen-cias
y se están en el punto que los dexó)). Al momento de firmar
su declaración, se acuerda el testigo que, pocos días antes de sa-lir
de Canarias, le había dicho Avontroot. E<-Dízenme que mis
entenados dizen que mi sobrino Juan Cot no puede heredar el
quinto que le mandó de sus bienes doña María, mi muger, por
ser ereje. Holgarme ya si lo pusiesen antes que yo me fuese,
de 1611 Su mujer era en efecto hermana de doña María Van Dale Quizá él
-.v.*,. A-,. .-...... yuAav uccii yUC era vkdo en 1615
44 ALEJANDRO CIORANESCU
que yo les mostraría cómo era christiano cathólico y bautizado,
porque avía obispo en la ciudad donde nació y todos se bauti-zaban-.
»
Miguel Pérez, de cincuenta años, capitán y piloto mayor, sabe
además de lo que saben todos «que el dicho Juan Cot vino a
España, a la corte del Rey nuestro Señor, con ciertos libros he-rético~,
de orden y mandato de el dicho su tío, para darlos a
Su Magestad, y que fue preso por el Santo Oficio y castigado
y penitenciado, y que avía confesado que era herege desde que
nasción y que así se lo ha dicho a él el licenciado Juan Sánchez
Vizcaíno, clérigo presbítero, y con él otros de quienes no se acuer-da.
Acto seguido se mandó llamar al Licenciado, quien confirmó
lo que sabía de Coote, apresso y castigado por la S,anta Inquisi-ción
de Toledo. Lo qual oyó decir comúnmente en la plaza y en
particular lo que toca a la prisión, al capitán Gaspar Vendo-val,
y que se lo avía escripto su hermano el Doctor Vendoval,
residente en la dicha Corten. Y uno de los últimos testigos, Cor-niles
de Ruyter, flamenco, mercader de La Palma, de sesenta
y cinco años, sabe algo más, que Coote había llegado a entregar
sus cartas al Rey «y pretendiendo después de dadas huyrse a uña
de caballo, lo cogieron en el camino y lo prendieron por la Santa
Inquisición y lo castigaron como a heregen -versión romántica,
que dice haber oído de boca de ciertos mercaderes flamencos
que habían llegado de Espaiía.
Al cabo de tan laboriosa investigación, los resulltados conse-guidos
no tienen, en realidad, mucho interés. Tale,=; como eran,
fueron enviados por el comisario al Tribunal de Las Palmas, en
22 de noviembre de 1615. La carta con que los acompaña dice
claramente que a éste le parece el asunto mal enfoc:ado. En efec-to,
preso ya el reo y regularmente condenado, ahora lo que tiene
interés para el tribunal es el secuestro de los bienes que quedan
detrás de 61. Estos Dienes reales e imporiáiiies, pei-o la
tuación no es clara, y así la ve y la describe Fernández de Ocanto.
Sobre los mismos bienes hay pleito entablado por los demás
herederos de doña María Van Dale. Estos pretenden anular el
famoso codicilo, alegando que la última voluntad de doña María
qc& nltrirsi!nlent- ifivalidada For la condición de hereje de
586 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
JUAN BARTOLOMÉ AVONTROOT 45
Juan Coote. Esta condición no ofrece duda, y se halla confirmada
por el juicio anterior; pero se trata ahora de establecer si Coote
era ya hereje en el momento del codicilo - e n cuyo caso los
Monteverde tienen razón, el codicilo es nulo, Coote no tiene bie-nes
y el Santo Oficio no tiene nada que secuestrar-, o si incurrió
en error después de haber heredado legítimamente, en cuyo caso
el Santo Oficio puede proceder legalmente a la confiscación de
sus bienes. Pero la encuesta no ha dado ningún resultado satis-factorio,
desde este punto de vista. De ahí la posición molesta
y las dudas del comisario investigador:
aCon esto remito a V. S". las diligencias de la comissión con-tra
Juan Cote. Va probado lo que se pudo averiguar en esta
ciudad de oydas, sin que aya quien deponga sobre que era ca-thólico
romano al tiempo del legado del quinto, porque nadie
advirtió cómo procedió en esta ysla quando estuvo en ella. Los
hijos y erederos de doña María Vandala pretenden que era hereje
al tiempo del legado, para que éste sea nulo, como hecho a inca-paz,
y los acrezca a ellos; por lo qual, aunque fueron citados en
la información dos herederos, que fueron el capitán AndrCs Mal-donado
y Melchor de Monteverde, no los examiné ni les pedí la
información que an traydo de Flandes sobre que es y a sido
hereje Juan Cote, porque no avía de aprovechar el intento del
señor Fiscal, antes al suyo».
En efecto, todo aquello no era aprovechable jurídicamente;
y el tribunal parece que se dio cuenta que no podía proceder.
En 22 de junio acordó seguir interrogando a los demás testigos
y pedir la documentación del caso a la Inquisición de Toledo,
si la tuviese; con lo cual se hace más evidente que no la tenía,
porque de otro modo ya hubieran tenido conocimiento de ella
los Inquisidores de Canarias; «y en el intirin, no sobreviniendo
otra nueva culpa contra él, en conformidad de lo dispuesto por
cartas acordadas no a lugar de hazerse instancia contra ei dicho
Juan Cote, por no haver delinquido ni dado escándalo en estas
yslas ni puertos adxacentes». Esta fórmula indica que las cosas
no están aún maduras y que conviene, sin desistirse formalmente,
dejar que duerma la causa hasta que se produzcan otros hechos
n ~ * m x r n cx r m A c f c í ~ i l ~AcP PO.-OP+PP~WQV Y! tribEna! tenia pisa IIUY ."U J IliUU IU".I"Q U" " U I U " C W 1 I Y L I L .
Nunr ?O (1974) 587
46 ALEJANDRO CIORANESCU
y prefinó esperar dieciocho años, hasta que cayó en la trampa el
segundo de los dos acusados 53
En cuanto a Avontroot, sus intereses en Canarias quedan
completamente eliminados a partir de esta fecha de 1615. Por
una parte, los pocos bienes de que disponía en La Palma habían
sido puestos bajo secuestro, por orden de la Inquisición. Por
otra parte, su participación disimulada en la hacienda de Taza-corte
también se le escapaba, en condiciones que quedan eviden-tes
en su conjunto, pero cuya exacta articulación jurídica nos
escapa. Pero la verdad es que aquello sólo constituía la menor
parte de los bienes que había ganado en Canarias Además, por
encima de los bienes materiales situaba él, en esta nueva fase de
sus actividades, su convicción profunda y la causa a que se
había consagrado. Por ellas arriesgó, junto con la vida de su
sobrino, todo cuanto poseía en España; por ellas gastó cantida-des
que debieron de ser importantes, en sus p~blic~acionedse
propaganda; y por ellas, al fin y al cabo, sacrificó su propia
vida. Conviene, pues, conocer el ideal que está persiguiendo, antes
de entrar en el estudio de sus últimas vicisitudes
Sus ideas se hallan expuestas en la serie de opú,sculos que
publicó a sus expensas y de los cuales la Epístola al Rey de
España antes mencionada había sido la primera y la que más
a menudo mandó imprimir Tuvo hasta diez ediciones diferen-tes,
en español, latín, holandés, italiano y francés, a pesar de lo
cual son muy raros sus ejemplares. Publicó luego una Epistola
al DLLXd e Venecza (1619) en holandés, una Christiana znstvuctio
sobre los orígenes y la significación trascendental de: la guerra
que ahora conocemos con el nombre de Guerra de Treinta años
(1620) y Una Epistola u !m Perderes (!62f3).E n t o d ~ s& as re
expresan, hasta con cierta monotonía que llega a ser obsesiva,
53 Las Palmas, Museo Canario Inquisición CXV, 22, Archivo Acialcázar,
carpeta Valle En el interrogatorio figura también el que se tomó a Hans Bullens
en La Orotava el 2 de diciembre de 1615, pero no hay en 61 ninguna indicacibn
XJeVz
588 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
O R I G I N A L -
Dan een
O p @t &~tc66'fvel! ntcb
ber ~ e u '
4.8 ALEJANDRO CIORANESCU
las mismas ideas y la misma argumentación; de modo que es
fácil penetrar ahora en su mundo intelectual y religioso.
Este mundo, extraño para nosotros y hasta cierto punto in-comprensible,
no lo era tanto para sus contemporáneos. Como
muchos lectores de la Biblia, como muchos fieles ateirnorizados
por la lectura del Apocalipsis y por la perspectiva de los últimos
tiempos, como Cristóbal Colón, Las Casas y un sinúmero de
pensadores de su mismo siglo, Avontroot era un mileriarista. Se
sabe que el milenarismo arranca de la fe en el regreso de Cristo,
que deberá reinar en la tierra durante mil años y en la con-siguiente
instauración de un orden nuevo, destinado a restable-cer
en el mundo la primitiva felicidad e inocencia. Este mesia-nismo,
sumamente corriente durante el siglo XVI, tiene profundas
implicaciones religiosas, pero arranca a menudo de la realidad
política y social y constituye una derivación utópica y una huida
de esta realidad, hacia las perspectivas serenas y proinetedoras
de un futuro mejor, que casi se puede tocar con la mano. Preci-samente
ésta es la justificación del milenarismo de Avontroot.
Conviene, pues, distinguir en su ideología entre la necesidad de
justicia que constituye su primer motor, y la derivación religiosa
de la misma. En rigor, la primera no hace necesaria a la segunda;
pero la continuidad orgánica de la reflexión, que no deja de ser
evidente, no tiene nada sorprendente en esta época de búsqueda
inquieta de verdades que todavía no se pueden concebir fuera de
su transcendencia y de la verdad fundamental de la fe.
Pero la fe había sido sin duda el último descubriiniento de
Avontroot, al que no vimos muy preocupado por los problemas
del alma, en los tiempos de su juventud palmera. Lo que prime-ro
debió de saltarle a la vista debió de ser la arbitrariedad del
poder. Su experiencia mercantil le había permitido descubrir por
su propia cuenta las interioridades del sistema colonial. Luego,
su condición de fiamenco y su conocimiento directo de España
y de los Paises Bajos le habían colocado en buena posición para
comprender y seguir paso a paso el desarrollo de la larga y en-conada
lucha de sus compatriotas para conquista de su liber-tad
religiosa y, en una segunda fase, de su independencia total.
Durante !mg= tirmpe, !es Puises Rujos se. hiikiesen c o n f o m d ~
590 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
JUAN BARTOLOMÉ AVONTR001' 49
con la tutela española, con la condición de admitírseles la liber-tad
de conciencia y la pluralidad de confesiones; pero esto era
precisamente lo último que estaban dispuestos a conceder los
Reyes. De todos modos, la libertad de conciencia fue a principios
de siglo el problema más debatido de las relaciones entre espa-ñoles
y flamencos ". Era natural, pues, que Avontroot lo hubiese
conocido y sentido en su fibra más íntima. Sus relaciones conti-nuadas
con Canarias y con España en general, hasta cierto punto
su mismo interés, no hacían deseable, desde su punto de vista,
una total separación de los dos países. No fue, pues, un defensor
de la idea de independencia de los Países Bajos; en cambio, sí
fue constante defensor de la libertad de conciencia que, según
él, hubiera debido servir de igual modo a españoles y a flamen-cos
y proporcionar la base de un acuerdo definitivo entre las dos
naciones que, por haber ignorado la clave de su entendimiento,
se habían convertido en dos campos enemigos.
Puesto a meditar sobre las posibilidades de realizar su pro-yecto
de acercamiento, Avontroot se encuentra desde el principio
con una dificultad supranacional, que en verdad era la única a la -
vez que insuperable, que es el ecumenismo católico, vuelto más
tenso y más vigilante en su forma postridentina. Pero no era
difícil para un protestante encontrar reparos a esta actitud; y los
estudios bíblicos tardíos que emprendió Avontroot, según su
propia confesión, le hicieron comprender por dónde podía em-pezar
la guerra a una organización tan poderosa como la misma
Iglesia de Roma. Su descubrimiento, desde este punto de vista,
no constituye ninguna novedad, porque coincide perfectamente
54 Por ser el problema de la libertad de conciencia uno de los mas discutidos
en el siglo XVII, no cabe dar aquí referencias bibliográficas Sólo conviene señalar
que la actitud de los gobiernos disiente profundamente de la tolerancia que
defienden los pensadores políticos Incluso en Francia, donde la libertad de
conciencia habla sido reconoc~da por el edicto de Nantes, los gobernantes suelen
establecer una relación entre la libertad de conciencia y el espíritu de oposición
y de rebeldía (Etienne Thuau, Razson d'Etat et pensée polrtrque h i'époque de
Rtchelieu, París (1966), p 251) En España, Felipe IV tuvo que enfrentarse con
el mismo problema, por pedirle libertad de conciencia los judíos, sobre todo
los de Portugal: cf Elkan M Adler, Documents sur les rnarranes d'Espagne et
de PsTizba! 3 ~ P~hl!l5pye ITJ, TUC TU^ &-S EpAdesJ UiVesi,
50 ALEJANDRO CIORANESCU
con la óptica reformista en general. la religión no está en la
palabra de Roma, sino en los libros sagrados y todo cuanto no
ha sido previsto de antemano en estos últimos, es obra del hom-bre
y, como toda obra humana, equivocada y caduca.
Las afirmaciones que pertenecen, más que al pensamiento
propio de Avontroot, a la teología reformista, abundan en los
textos que han salido de la pluma del flamenco. La palabra de
Dios, escribe él en 1614, es nuestra madre; y al ser así, la Iglesia
no es nuestra madre, ya que ha sido instituida ella misma en
base precisamente a la palabra de Dios. Los oficios de los santos,
el Ave María, el Salve Regina, son efecto de una pura idolatría
y quitan a Dios lo que se le debe a El solo, para ofrecerlo a sus
criaturas. La transubstanciación es una novedad que no tiene
más que seiscientos años en la tradición de la Iglesia y constituye
una forma más de esta misma idolatría. Estas, y otras por el
estilo, son las verdades que descubre de camino el mercader
flamenco y que considera tan importantes como para comuni-carlas
al Rey Católico por correo especial
Para quien tenga una dosis mínima de sentido común y una
mediana percepción de la realidad política, que viene a ser ahora
realidad histórica, este modo de proceder quizá no merecería
otro nombre que el de simpleza o de locura. El !Rey Católico
bien conocía la posición ideológica de los protestantes y esta últi-ma
había sido expuesta mil veces, de modo más elocuente que en
la presentación bastante desgarbada que le da nuestro teólogo
improvisado. Por encima de ser tan peligrosa como el tiempo
lo demostraría, la intervención de Avontroot era perfectamente
inútil. Pero la inutilidad de los esfuerzos, vista dentro de lo inme-diato,
es quizá lo que caracteriza a los profetas y a los mártires.
No quiere decir esto que Avontroot ha escogido y,a su camino
y va a sabiendas hacia el martirio. Toda esperanza no debe ex-clüirse,
poryue a 41 !e parece h&er &sClbierte &Q n1i-ip- 10s
demás no habían visto y que urge comunicar al Fley Católico,
para salvación de su inmenso poderío terrestre y, más aún, para
salvación de su alma.
El gran descubrimiento de Avontroot es la solución milena-rirh
de 12 histmia. Quiéralo el Rey Catblico o no lo quiera, todo
592 ANUARIO DE ESTUDIOS A r L R N l ICOS
JUAN BARTOLOMÉ AVONTROOT 61
está previsto en la Mente divina y en su expresión, que es la
Biblia; y nadie podrá llamarse a engaño, porque sólo de él depen-de
el no ignorar la voluntad de Dios. El fin de los tiempos
está muy cerca, la solución tan deseada es inminente, y esto sí
vale la pena comunicarlo al Rey con la debida urgencia, porque
todos han pasado al lado de la verdad, sin verla. La misión de
Avontroot es precisamente ésta, de traducir en palabras inte-ligible~
lo que la divina Providencia tiene determinado desde
siempre.
Sigamos, pues, su razonamiento, para comprender en qué con-siste
ese secreto que él solo conoce. Como es de costumbre en
tales casos, todo arranca, una vez más, del Apocalipsis. Avon-troot
ha descubierto quién es la fiera del Apocalipsis, con sus
siete cabezas y sus diez cuernos: no es nada menos que el doble
poderío romano, constituido en el año de 313, gracias a la célebre
donación del emperador Constantino. A partir de esta fecha y de
aquel grave error, el poder único se dividió en dos y Roma se
convirtió en la «bestia secular y espiritual, nacida de Césares
crueles y de Papas sanguinarios»
Es verdad que la demostración de este descubrimiento deja
algo que desear; porque no resulta muy claro qué son o qué
representan los diez cuernos de la fiera. Avontroot habla indi-ferentemente
de los siete reyes de Roma antigua, de siete go-biernos
de Roma (reyes, cónsules, dictadores, decemvires, tribu-nos,
emperadores y papas), de siete colinas; y de diez reyes mo-dernos,
el último de los cuales sería el mismísimo Felipe 111,
colaborador cordial de Anticristo; y también de diecisiete pro-vincias
holandesas rebeldes. En cambio, la demostración del fin
próximo de la fiera es sumamente rigurosa y, por decirlo así,
matemática. Esta debe ser, además, la pieza más importante de
todo el edificio ideado por Avontroot y la que debe convencer
más seguramente ai Soberano
En efecto, la fiera del capítulo 17 del Apocalipsis tiene una
vida limitada por la voluntad de Dios en cuarenta y dos meses
proféticos, que es cuanto debe durar la lucha de los santos con
el «Romano Anticristos. Al multiplicar cuarenta y dos con trein-ta,
se obtienen mil doscientos sesenta años (según el cómputo
Núm 20 (1974)
62 ALEJANDRO CIORANESCU
de Números, 14), que son el plazo de vida concedido a la fiera
Estos mil doscientos sesenta años, añadidos a trescilentos trece,
que es la fecha del nacimiento de la fiera, indican que, aparente-mente,
su fin está previsto para el año 1573. Pero se trata de un
error de cálculo; porque el profeta considera el año de trescien-tos
sesenta días, mientras bien se sabe que el año tiene cinco
días y medio más. Al adicionar estos días que no tuvlo en cuenta
el profeta, encontramos que representan el valor de dieciocho
años, que conviene deducir del resultado anterior. Se llega de
este modo al año de 1555, que es la fecha en que «expiraron los
cuarenta y dos meses de potestad plenaria de esta Bestia». Enton-ces
fue, en efecto, cuando el César Carlos y el Papa, rnuy a pesar
suyo, tuvieron que otorgar, en Augsburgo y en 25 de septiembre
de 1555, la libertad de religión, y cuando varios reyes y repúblicas
retiraron al Papa el reconocimiento de su suprema autoridad
Así, pues, en 1555 acaba la guerra de los santos con la derrota
de la Bestia apocalíptica Pero ésta aún no se da por vencida.
En 1565 impone a los Países Bajos el Concilio de Trento, cele-brado
en país de su propia jurisdicción y que, por lo tanto, repre-senta
su sola voluntad Las provincias belgas se rebelan en
1547, y con esto empieza la segunda guerra apocalíptica, que debe
durar cuarenta y dos meses, y que en efecto dura cuarenta y dos
años, de 1567 a 1609 Esta segunda guerra también estaba prevista
en el Apocalipsis o, mejor dicho, simbolizada por la lucha de la
fiera con el Cordero La fiera es, naturalmente, el Papa, cuyas
pretensiones defiende el rey de España, y el cordero es el reino
de Cristo, defendido por sus súbditos flamencos. De este modo
queda demostrado «con claridad meridianas que el Papa es el
mismo Anticristo, que el Cordero consiguió la victoria final y que
al rey de España apenas le queda tiempo, si quiere salvar todavía
sus intereses materiales y espirituales. Terminado ya el reino de
Anticristo, Felipe 111 no tiene razón alguna de dejarse envolver
en su ruina. Aun puede salvarlo todo, separando su causa de la
del Papa y permitiendo que la Biblia se traduzca, se irnprima y se
estudie libremente en sus reinos, asegurando de este modo el
mejor conocimiento de la verdad.
Saloeinos ya cuáles fueloii las vieisi~&s y los resu!tadGs de
594 A N U A R I O DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
Omnibus
R O M A N I I M P E R I I
R E G I B U S & P R I N C I -
P I B V S .
Super Bclíointci F e R D I N A N D v al CE-A-
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mis Regem. ..: ,.- - % , & - '
Pa Io.?nnnn A:en!tsf:rnr.
54 ALEJANDRO CIORANFXCU
la primera publicación de Avontroot. A pesar de e'llo, en los años
de 1615 y 1616 se dedicó a multiplicar la traducciones y las edi-ciones
de su texto, con la intención visible de popularizar su
descubrimiento. Por otra parte, como éste tenía vigencia univer-sal
y concernía de igual modo a todos los contemporáneos, no
es de extrañar, que en los años siguientes sintió Avontroot una
vocación milenarista ecuménica y se vio obligado, por decirlo
así, a tomar cartas en algunos acontecimientos de importancia
continental, con los que en apariencia él no tenía nada que ver.
En 1619 dirigió una carta, impresa en holandés, al Dux de Ve-necia,
para comunicarle sus ya conocidas opiniones. Todos los
cristianos, escribía, piensan que el Papa es sucesor de San Pe-dro;
sin embargo, «todos los cristianos no saben que el Papa:
de Roma es el Anticristo~U. na de sus acciones más contrarias
a las órdenes de Dios y a la naturaleza, concierne personalmente:
al Dux; el papa Alejandro 111, en efecto, había decretado el casa-:
miento de Venecia con el mar, autorizando al Dux a que cam-1
biase cada año su anillo de boda con la laguna. Esta idea le parece;
a Avontroot «abominable». Es tiempo ya que Veriecia abandone!
tamaña impostura y renuncie a unas ilusiones de que sólo el;
Papa es responsable. Se entiende, por debajo de esta salida in-i
tempestiva, que por lo demás carece de objeto inmediato, que el
poderío marítimo veneciano y su pretensión a la supremacía eni
los mares molestaba al flamenco, testigo de vista y parte intere-8
sada en el enorme desarrollo que estaba tomando entonces el!
tráfico marítimo holandés. 2
n=
Luego repitió en latín, en forma ligeramente diferente, una1
Cristiana instrticctón, que iba dirigida a todos los príncipes del?
Imperio y adaptada a sus intereses y a los problemas surgidos
de la guerra recientemente iniciada. Tras exponer su tesis co-nocida,
pasa Avontroot a criticar la política del emperador Fer-nando
11, cuya actitud en 10 referente a ia reiigión repite hasta
cierto punto a la de Carlos V, protector como él de los intereses
de Roma. Como él, Fernando ha empezado por algunos éxitos;
pero Dios arruinará el poder de los papas, que deja primero que
florezca en su grado máximo, para ofrecer luego mejor ejemplo
de su poder. Asi c-mc; c r i s t ~& sbizD a JudiQs y ~ c 2 ~ ~
596 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOJ
JUAN BARTOLOMÉ AVONTROOT 55
destruyendo la ciudad de Jerusalén, de igual modo «vencerá con
sus mismas espadas a estos partidarios de los Reyes, y quemará
la ciudad de Roma, como hizo con Sodoma y Gomorran. Esta
publicación no tiene fecha; pero habla de los éxitos conseguidos
por los Imperiales, de modo que debe ser poco posterior a la
batalla de Montaña Blanca (1620): quizá de este mismo año o
del siguiente, que fue el momento crítico en que los protestantes
andaban más necesitados de estímulo y de apoyo moral.
La última publicación de Avontroot es la Epístola a los pe-ruleros.
Es del año de 1627; pero su historia, que se remonta a los
años anteriores, está hecha por el mismo autor en la segunda
edición, que es de 1630. Con su ayuda podemos, pues, compren-der
mejor los antecedentes de este asunto.
Sabemos ya que Avontroot había residido durante algún tiem-po
en el Perú. No se puede precisar la duración de esta residen-cia
suya, ni si hizo varios viajes, ni si conservó con el reino
algunas relaciones comerciales. Pero lo cierto es que conocía
bien aquella región, que le había interesado tanto como para
que hiciera al Consejo la proposición de que antes se hizo men-ción,
en vista de liberalizar el comercio con las Indias, y prin-cipalmente
con el Perú. Al rechazarse su ofrecimiento y al pasar
a residir él mismo en Holanda, sus conocimientos del Perú y sus
relaciones eventuales de nada podían servirle. Pero de repente
aquel país lejano vino a ser preocupación actual para los Estados
de Holanda, cuando empezó a pensarse, y luego a organizarse
un ataque contra el imperio colonial español, es decir, a prin-cipios
del año de 1622.
Posiblemente en aquel momento alguien habrá pensado en
Avontroot. Era éste uno de los pocos residentes en Holanda
que conocía el Pení y podía informar úiiimeñte a 10s oigañiza-dores
de la expedición. La utilidad de su testimonio se hace evi-dente,
si se piensa que entre otras cosas que conocía perfecta-mente
nuestro personaje, se incluía la defensa de los puertos
españoles del Pacífico, cuyo refuerzo había sido objeto de su
nrnnnsiriiin a! C ~ n r p&j ~ Indias. Ahora no sp trataha rl_p rpfor- r- -r --------
Núm 20 (1974) 597
56 ALEJANDRO CIORANESCU
zarla, sino de describirla con todas sus debilidades; y no cabe
duda que en este particular el testimonio de Avontroot era el de
un buen conocedor de la situación real.
De todos modos, lo cierto es que nuestro personaje supo de
la organización de aquella expedición, desde los primeros mo-mentos.
Pero la empresa era difícil y olía mucho a aventura;
durante largos meses se dudó de si aquello era posible, o si
había que abandonar una ilusión irrealizable. Sin duda Avon-troot
se había entusiasmado con la idea: era para él una sa-tisfacción,
una posibilidad de actuar y de hacerse útil, un medio
de perjudicar al principal auxiliar de Anticristo y quizá, al cabo
de todo esto, una posibilidad de volver triunfalmente a aquel
reino fabuloso cuyas puertas se le habían cerrado tan brutaLñ
mente. En aquellos momentos de indecisión, en que todos duda-i
ban, él solo no dudó ni un momento. Más aún, tuvo tres revela-;
ciones divinas que le aseguraron terminantemente que el pro-g
yecto se realizaría y que tendría el éxito apetecido. O
E
La primera revelación la tuvo el 29 de mayo de 1622, durante;
la oración, y le vino como una tranquila seguridad del espíritu,!
de que aquella armada partiría sin falta. Tras haber escuchado;
aquella mística intuición, vino desde Amsterdam a La Haya, parai
insistir acerca de los Poderosos Señores de los Estados a queg
llevasen adelante su proyecto, animándoles con las seguridadesi
que tan evidentemente había recibido él mismo. n
La segunda revelación la tuvo quince semanas más tarde.!
«Como Satanás, enemigo de Cristo, no pudo estorbar la prepa-i
ración de la armada por medio de la falta de fondos, trató de!
inutilizarla por medio de la falta de aplicación de ailgunos señores:
comisionados, de modo que a mediados de septiembre sólo es-taba
pronta la mitad de la armada. Yo estaba sumamente pre-ocupado,
sin saber si debía solicitar lo de antes o no, porque en
arnhac r l ~ r i c i n n e c hahía hrirta rlifiriiltarl \\ Pprn kie aniií niie pc .*-a"-" ..u--"A-LA-" -A--*- **-*..L. --*--...*L.--... -*u *A- ---* ---
medio de aquel marasmo y de aquella inseguridaid, los Estados
decretaron, el día 11 de septiembre, un día de (oración por la
liberación del país de la tiranía española; y en aquel mismo mo-mento
Dios le puso en el corazón que con las oraciones generales
así establecidas se conseguiría la apetecida recompensa, confor-
598 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
JUAN BARTOLOME AVONTROOT 57
me al principio, asegurado ya por el primer testimonio, de que
Dios ayuda a quien se dirige a El
La tercera revelación lleva la fecha del 18 de septiembre.
((Entre los comisionados había algunos tan mal intencionados
para conmigo, que rechazaban todas mis propuestas, se negaban
a enviar a un general a que tomase tierra, y confundían mis
instrucciones con los avisos inútiles. Yo mandé comprar algunas
sillas, espuelas, arreos para las necesidades de la guerra. Las
compré en La Haya, notándolas en una agenda nueva, en dos
páginas que se hacían frente; y el 18 de septiembre, al querer
volver a examinar aquello, en vista de su pago, lo encontró rojo
de sangres. Compredió que era una señal que le enviaba Dios,
para certificarle que todo saldrá bien
Y en efecto sus revelaciones no le engañaron. La expedición
era ya una realidad. La mandaba Jacobo L'Hermite, en holandés
Lermijte, con la misión de saquear los establecimientos españo-les
del Pacífico y eventualmente de ocupar una base de opera-ciones
en la costa del Perú. En cuanto al papel desempeñado
en aquella empresa por Avontroot, debió de ser bastante modes-to.
Se le consultó probablemente; pero parece ser que él iba
más allá de la pregunta, hasta dar «instrucciones» a los futu-ros
invasores del Perú. Su papel fue el que buenamente puede
reservarse a un profeta en una empresa militar; y se ve clara-mente
que su queja principal es que nadie le hacía caso. Con-siguió,
por lo menos, confiar a alguno de los jefes de la armada
una carta manuscrita, dirigida generalmente a los peruleros, sin
decir en manos de quién había que entregarla.
La expedición tardó bastante en seguir su rumbo y sus re-sultados
fueron prácticamente nulos. Jacobo L'Hermite salió de
Gorea el 29 de abril de 1623. Pasó el Estrecho de Magallanes,
bloqueó el puerto de Callao el 8 de agosto, pero no pudo tomar
la ciudad y perdió a su jefe. Volvió sin él a Holanda, al año
siguiente. Eubo augún ruido, representado por pubiicaciones
triunfalistas del partido protestante, contento de haber atacado al
español en el corazón de su imperio "; pero las nueces fueron
pocas, o acaso ninguna.
55 Cf por ejemplo La furreuse defarte des Espagnols et la sanglante batarlle
Núm 20 (1974) 599
98 ALEJANDRO CIORANESCU
Avontroot se dio cuenta del fracaso y lo atribuyó natural-mente
a la circunstancia de no haberse respetado sus instruc-ciones:
porque en efecto su carta no había llegado a su destino.
La situación era bastante más grave de lo que aparentemente
se puede apreciar. En efecto, Avontroot había recibido seguri-dades
de que aquello prosperaría, y ahora se percataba de que
las cosas no habían seguido su rumbo normal. Había, pues, algún
vicio oculto en el enfoque de la cuestión. Sus meditaciones le
descubrieron la verdadera causa del fracaso y por que Dios no se
había dignado concederle la victoria. Humildemente tuvo que re-conocer
que había cometido tres errores fatales. Primero, no
había mandado con la Armada el Catecismo reformado; en se-gundo
lugar, la expedición había salido cuatro años antes de
la fecha prevista, porque no era el año de 1624, sino el de 1628,
el reservado por la Providencia para que los peruleros pudiesen
conocer la verdad; en fin, la armada se fundaba cómodamente
en el brazo de carne y hueso, mientras el triunfo de. la Iglesia
de Cristo estaba reservada a un brazo meramente espiritual. No
le quedaba más remedio que volver a empezar.
Afortunadamente sus compatriotas le proporcionaron rápida-mente
la posibilidad de aplicar su nuevo programa. La Compañía
holandesa de las Indias occidentales, recientemente constituida,
comprendía el reino del Peni en los límites de sus actividades.
Un barco de la Compañía salió de Texel el 24 de enero de 1628,
rumbo a Buenos Aires: Avontroot se había apresurado en im-primir
tres mil ejemplares de su Epístola a los peruleros, para
poderlos embarcar junto con otros tantos ejemplares del Cate-cismo.
Pero Satanás velaba, o acaso Anticristo. Aquel n,avío volvió
de su viaje con los tres mil ejemplares que devolvió íntegros e
intactos a su autor, menos 75, que se habían quedado en tierra.
El pobre Avontroot, no pudo, sino observar melancólicament