APROXIMACION AL ESTUDIO DE LA EMIGRACION
CANARIA A AMERICA EN EL SIGLO XVI (*)
P O R
ANALOLA IWRGrES
El estudio del poblamiento indiano ha venido prestando interés
.; los estudiosos del pasado americano, especialmente durante las
últimas décadas. La publicación del Catálogo de Pasajeros a Indzas
(1940-iY46j supuso ei primer hito de una serie de trabajos sobre el
tema, y fuente necesaria a pesar de que sóio llega hasta el año 1559.
A partir de esta publicación, las obras de Rodríguez Arzúa (1947) ',
Konetzke (1952) 3, Góngora (1962) 4, Lochart (1968) j, Boyd Bowman
(1973) C, entre otros, tratan de la emigración española en sus diver-sos
orígenes: regional, urbano, o bien de conjunto según los autores,
aunque con escaso interés para la regih de Canarias por quedar
ésta relegada o minimizada como área pobladora.
A1 profesor Magnus Morner se le debe un buen trabajo de síntesis
de las publicaciones antes citadas y de otras de menor significación
( 8 ) Ponencia presentada en el XLII Congreso Internacional de Ameri-canistas.
París, septiembre de 1976.
1 Berm-iidez Plata, J. 3 vol. Sevilla, 1940-1946.
2 Las regiones españolas y la poblaczón de Amérzca, «Revista de In-dias
», núm. 30 (Madrid, 1947).
a 8panwh Migratzon to the New World przo to 1810. A state of research
report. Institute of Latm American Studies. Stockholm, 1974
4 Idem.
5 Idem.
6 Indzce yeobzográfaco de cuarenta mzl pobladores de Amérzca en el
siglo XVI. l.& edición Bogotá, 1964.
2 ANALOLA BORGES
para nuestro estudio 7. En las conclusiones que ofrece referente a la
etapa del Quinientos, el archipiélago canario queda silenciado como
región emigrante en la mayoría de los autores, o bien figura con
porcentajes mínimos en el contexto de las restantes provincias de la
metrópoli. La razón es obvia, no hay fuentes concretas para el his-toriador,
por lo que normalmente se atrenen al Catálogo de Pasa-jeros
ya citado o bien a algún manuscrito suelto en el que se hace
referencia a la insularrdad de determinada persona, también se uti-liza
algún Padrón como el realizado en la ciudad de México en
1689 Son estos ejemplos representativos de una y otra centuria.
Sin embargo, dada la situación geográfica del archipiélago, siem-pre
se ha intuido una corriente migratoria de cierta importancia, cu- N-e
y's testimonios «vivos» se encuentran en villas, pueblos y ciudades E
indianas. Algo se ha publicado sobre esta última circunstancia refe- O
n
rente a los siglos xvrr y xvrrr, pero el xvr apenas cuenta con alguna -
=m
O cita de los cronistas, con vagas alusiones a determinadas expedicio- E
E
nes o bien representadas en guarismos con los porcentajes que más S
E
adelante analizaremos. =
Por nuestra parte, teniendo como guía aquellos testimonios 4- 3
vos» nos hemos empeñado en la investigación sobre la presencia hu-
- -
0m
mana que se inicia con los viajes del Almirante para continuar sin E
interrupción, prácticamente, hasta nuestros días. El estudio de la O
presencia canaria en Ultramar durante los primeros siglos será el n
E punto inicial que conduzca al historiador a llenar los vacíos que pre- -
a
senta la historiografía de la región, y también la historiografía in- nl
diana sobre todo en el aspecto del poblamiento. El aporte insular n
0
provocó una nueva situación social que repercute en la baja demo- 3
grafía de las islas, pero también en la movilidad de la sociedad es- O
tamental; el pariente enriquecido, y, por tanto, ennoblecido en las
Indias respaldaba socialmente a la familia procedente del pueblo
llano, cuyos miembros, además, tienen la esperanza de emigrar y la
de obtener -por compra o por méritos- el ascenso a la casta de
hidalgo. Es sabido aue en la formación de la sociedad indiana, prác-
7 VBase nota 3.
8 Gente de España en. la ciudad üe Méxzco. Afio 1689. Introducción, re-copilación
y acotaciones por J. Ignacio Rubio Mañé. <Boletín del Archivo
General de la Nación». Segunda serie, núms 1-2 (Mexico, 1946).
240 A N U A R I O DE E S T U D I O S ATLANI ICOS
EMIGRACI~N CANARIA A AMÉRICA 3
ticamente durante el xvr, cuenta más la situación económica que el
linaje de corte europeo, cuya circunstancia se repetirá en la Amé-rica
emancipada.
Los continuos desplazamientos con destino al Nuevo Mundo favo-recieron
asimismo el trato con otros grupos procedentes de los di-versos
reinos de España, cuya comunicación estimuló y facilitó las
uniones por medio del vínculo de la sangre, rompiendo la secular
endogamia entre los mismos estamentos y, evitando la degeneración
biológica propia de las comunidades fuertemente jerarquizadas y de
escaso poblamiento como sucedía en Canarias. También los vínculos
de sangre, legitimados o no, se extendieron a la población amerindia,
según consta en testamentos y en otros documentos parroquiales o
notariales, coiaborando en ei fenómeno ciei mestizaje. Una pecuiia-ridad
del poblamiento insular es la participación del mestizo -fruto
del autóctono canario y castellano- que ayudó, aunque en modesta
aportación, a la formación del entramado de las distintas etnias que
se dieron cita en el Nuevo Mundo.
Todavía queda por destacar que el poblamiento de los primeros
siglos cimentó las peculiaridades de lo canario, intensificadas con
las sucesivas migraciones, peculiaridades propias de una región re-cientemente
castellanizada que conserva aún diferencias apreciables
cultural y Iingüísticamente, percibidas en aquellas áreas americanas
que recibieron un mayor influjo del grupo insular.
Por lo expuesto este trabajo supone una modesta aportación a la
historia indiana en la etapa de conquista y poblamiento, base de la
plenitud de la diociocho centuria que haría, en un proceso de ma-durez,
transformar las I n d i a s españolas en la América hispana.
Igualmente supone una aportación a la historia hispano-india en el
aspecto del poblamiento y, como consecuencia, las influencias eco-nómico-
culturales. En ello intervinieron las islas todas, sin excep-ción,
si bien las centrales tuvieron una mayor influencia cuantitativa
2 cualitativamente que las de la periferia. Recíprocamente, el pro-ceso
histórico de la región recibió el impacto de lo indiano gracias sl
trasiego humano en viajes y tornaviajes, proporcionando a la socie-dad
isleña importantes recursos materializados en el comercio y en
la economía, o bien influencias culturales e incluso en las estructu-ras
de gobierno; de forma que en aquellos lugares donde esta in-
4 ANALCU BORGES
fluencia se acusó más pudieron pasar con cierta rapidez, del estadio
rural-caapesino al de ürbano-cultural-cosmopolita.
El desplazamiento humano en esta centuria hay que situarlo den-tro
del hecho trascendental del Descubrimiento y de la ocupación de1
territorio; también en la situación geográfica del archipiélago, último
puerto castellano, la <&ti-illm del nuevo mundo.
El factor geográfico, de privilegio, generó las relaciones históricas
canario-indianas desde el primer Viaje Descubridor en cuanto el ar- N::
cbipié!xge efrecer5 adenGs de la obligado estancia de las flotas. e1
tráfico comercial, y lo que había de ser esencial, el tránsito humano uU
facilitado por las arribadas periódicas de expedicionarios con destino
-
8'
a las Indias. Desde el siglo xv hay nombres de isleños en las Antillas, 8
símbolo de la efectiva participación supuestamente más importante I
que las citas obtenidas. e
A lo largo del siglo XVI hay dos hechos bien diferenciados y esen- 5Y
ciales en cuanto a su valoración: conquista y poblamíento, en la o-m
primera etapa - q u e alcanza hasta el año 40 aproximadamente-ambos
hechos inciden, es decir, el poblamiento y por tanto la emi- U
E
gración, se incrusta en el decurso de la conquista hasta el punto de u
que ésta no hubiera obtenido éxito sin aquélla. En una segunda etapa, 1
a
cuando la conquista finaliza (me estoy refiriendo a la etapa institu-
A u
cional, no siempre sincronizada en las áreas de ocupación, pero sí u
u e
terminadas las grandes conquistas), la corriente migratoria se en- 5
grosa y continuará sin interrupción aunque con ritmo vario. Sin em-bargo,
la dinámica de la conquista estuvo presente en todo el pro-ceso
del Quinientos e influyó notablemente en el poblamiento que
ocupó el vacío de la hueste o bien convivieron juntos como conclu-sión
o legado de los actos finalizados ya. En ocasiones e1 poblamien-to
supuso la base de una fundación, en otras actuó como soporte
de las tierras semihabitadas cuya ocupación no hubiera tenido sen-tldo
sin la base pobladora.
De aquí que el poblamiento del grupo canario se realiza sobre todo
en aquellos lugares donde la presencia de la hueste ~sleña fue más
numerosa y permanente, siguiendo la ruta de1 soldado -familiar,
242 A N U A R I O DE E S T U D I O S ATLAA'Z I C O J
EMIGRACI~N CANARIA A AMERICA 5
~e c inoo, simplemente coterráneo-. A medida que transcurre la cen-turia,
hacia el último tercio, fue más frecuente la dispersión.
El trasplante humano es lo más trascendental de los factores de-terminantes
de las relaciones canario-indianas y la más preciosa apor-tación
a la empresa del xvr. Desde principios del siglo comienzan a
partir familias procedentes de Lanzarote, Hierro y Gomera; poste-riormente
el contingente mayor de emigración lo darán las islas re-cientemente
conquistadas e incorporadas a la corona de Castilla, que,
además, son también las islas mayores: Gran Canana, Tenerife, La
Palma. La emigración se extiende a toda la centuria y se hará aún
más patente en los siglos siguientes. 9
Los capitanes, jefes de armadas y mandatarios con destino a las
Inr¿l,i~sf,e rzesumrr?te e~t a b l a rmr rluriones de u=.Sstad cor, las u ~ t c -
ridades y con las familias acaudaladas de las Islas, a quienes necesi-taban
para que les fuera proporcionado el abastecimiento, o bien
para solicitar fianzas y finanzas, incorporando así a algún miem-bro
de «calidad» a la hueste peninsular. Con la marinería y el pueblo
oci~rriríao t r ~ta nto. En la pxpp&cih de C.&&Q se Up&: c.,.. aqul
en las Islas la gente desta tierra nos hizo mucha cortesía, que, por
Dios, el que no llevaba a uno de nosotros a su casa, no se tenía por
honrado» 9. Recordemos los «rregocijos» de los soldados en la Pas-cua;
los «aposentos» preparados por el conde de la Gomera a los
expedicionarios del gobernador y adelantado de la Florida, Hernando
de Soto; el propio conde, a ruego del gobernador, deja partir a una
hija suya como dama de la esposa del conquistador; Jerónimo de
Ortal atrae a los ricos hermanos Silva, quienes le proporcionan una
nave, bastimentos y hombres ... Además están las expediciones que se
organizan en las propias Islas, como la del primer adelantado de
Santa Marta, o bien la de Pedro de Mendoza para el Río de La Pla-ta,
por habérsele quedado parte de su gente en Cádiz lo.
Todas estas situaciones hacen que los insulares vieran la partida
a las Indias como algo normal, como su «espacio vital». Allí habrían
de encontrarse con amigos Y parientes. En las expediciones de con-quista
era frecuente el enganche de varios hermanos: los Castilla;
9 Analola Borges: La región canaria en los origmes americanos,
<Anuario de Estudios Atlánt~cos»,n úm 18 (Madrid, 1972), pág. 236
10 Idem.
6 ANALOLA BORGES
Agustín Delgado y Juan de Agueda; PQez Cabrera y Anaya; los Mo-xica;
los Silva, los López de Aguiar; los Aponte ... A veces padre e
hijo: los Mayorga, los Alas, los Fernández de Lugo; los González de
Ocampo; los Lebrón ... Porque las flotas que salen desde Sevilla, Cá-diz,
La Coruña o Sanlúcar, completan en el Archipiélago los puestos
de capitanes, soldados o marineros que no lograron captar en la Pe-nínsula;
o bien cubren vacantes por muertes y pérdidas de naves
durante la travesía hasta Canarias. En las naos marchan también
albañiles, agricultores, misioneros, peritos en la travesía, buceado-res
para la búsqueda de las perlas, profesionales en la fabricación
del azúcar, obispos, gobernadores, almirantes de flota, jefes de ex-pedición
militar y familias pobladoras.
Desde 1511 el rey concede privilegios de excepción a los insulares
que deseen pasar a Indias, con la única obligación de inscribir sus
nombres ll. También por cédulas reiteradas se otorga facultad para
que «en cualquier partes y lugares destos nuestros reinos e señoríos
e de las Yslas de Canarias, podáis hacer e hagáis los dichos quatro-cientos
hombres y llevarlos a la dicha provincia de la Plata» 12. Cuan-do
el número de expedicionarios peninsulares no bastó, se emiten cé-dulas
en la que <mandamos que por si acaso no pudiéredes hazer to-dos
los dichos ciento y cincuenta hombres en estos dichos nuestros
reinos, podéis hazer e hagáis los que dellos faltaren en las Yslas de
Canaria, y mando a qualesquier Justicias dellas que non vos pongan
en ello ynpedymento alguno» lS. A pedro de Heredia se concede fa-cultad,
por medio de cédula, para llevar cien hombres desde las Ca-narias
con destino al Nuevo Reino de Granada 14. Diego de Ordás,
el gobernador desafortunado de Paria, llevó el importante contingen-
11 Cedulario indiano, recopilado por Diego de Encinas Comentario por
A. Garcfa Gallo. Real Cédula del 9 de septiembre de 1511 Libro 1, 396. Ins-tituto
de Cultura Hispánica. Madrid, 1945-1946.
12 Archivo General de Indias. Sevilla España. Real Cédula a Alonso
Cabrera concediéndole licencia para reclutar gente con destino a la expedi-ción
de Pedro de Mendoza Valladolid, 25 de mayo de 1537 Audiencia de
Buenos Aires, lega30 1, iibro üe asientos número 1
13 Archivo General de Indias, Real Cédula a Cristóbal de Frías Mara-fión
para reclutar 150 hombres con destino a la expedición de Pedro de
Mendoza. Valladolid, 16 de junio de 1537
14 E Restrepo Tirado Datos para la histoma de Cartagena, «Revista
Contemporánea», núm 1, 15 (Cartagena, 1933 )
244 A N U A R I O DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
te de 350 hombres; y el sucesor, Jerónimo de Ortal, reclutó ochenta
hombres en Tenerife 15, además de aquellos que hubiese allegado en
las otras islas. También Spira, gobernador de Venezuela, recoge dos-cientos
hombres que suponen la mitad de su expedición le.
De aquí se deduce que en todas las expediciones que pasaron por
las Islas salieron hombres e incluso familias oriundas del Archipié-lago;
entre las que se encuentran las de origen indígena y castellano,
y también portugués, flamenco, genovés e irlandés. Y, aunque en
número reducido, merecen citarse a los mestizos canarios y «guan-ches
» que permanecieron en el anonimato como la mayoría de los
expedicionarios salvo rara excepción, pues no se cumplió con aquel
elemental requisito de que fueran registrados según ordenaba la real
eédüki de E??;as f cmio :a mayor parte Ue 12 ;;.,ercanciü oaEC sin e!
debido registro, lo que dio lugar a muchas y airadas protestas por
parte de la Casa de Contratación, así la mayoría de los emigrantes
partieron sin registrar sus nombres.
Hubo casos en los que el expedicronario pagaba al capitán de la
nave para que ios dejase enganchar. CrisiGaai de Frías Marafibii es
uno de los capitanes que se quedaron rezagados en la Península con
el fin de unirse a la flota de Pedro de Mendoza en la Gomera. Pero
no llegó a tiempo; se detuvo más de lo conveniente en Gran Cana-ria,
con pretexto o con escasa razón para reparar la nave. Cuando
llega a la Gomera, ya había zarpado la flota de Mendoza, y allí se
detuvo otros muchos días, por cuya irregularidad se le hace juicio de
cargo. Por declaraciones varias de testigos se sabe que embarcó
gente en ambas islas -aparte de la que ya había recogido Mendo-za-.
Un testigo dice que «avía fecho gente en Canaria e que los di-
- ----* rierus 110 sabe si 10s cokh Ir; otro csegüra We wido yüe f!etC e::
Canarias algunas personas por otras que se avían ydo de los suyos
e le davan dineros e se quedava con ellos» 18. Hay también quien oyó
decir en Sanlúcar y en Canarias que Frías llevaba pasajeros previo
pago «y en Canarias vido ... entrar ciertos hombres de más de los que
15 Analola Borges. Consideraciones acerca de b conqwista del Meta,
«Boletín de la Fundaci6n John Boulton», núm. 33 (Caracas, 1973)
1.5 Idem.
17 Citado en trabajo (9), pág 238
18 Idem.
8 ANALOLA BORGES
yban de Sanlficar, e desde qu'esto vido e1 piloto dixo a ciertos sol-dados
que requiriese al capitán que no metiese jente porque no ca-bían
en la nao ni avía agua ni bastimentos y que dónde yvan a mo-rir
como carneros» lg.
Es una muestra del afán del éxodo. Los expedicionarios de las
Islas pagaban para poder emigrar, mientras que en los territorios
peninsulares se hacía difícil reclutar la hueste. En este caso que
se comenta, el riesgo era evidente a causa de la sobrecarga de la
nave y de la limitación del abastecimiento.
Dejando aparte las numerosas citas que sería prolijo enumerar,
con lo expuesto se deduce que la emigración se lleva a cabo por di-versos
modos: a) por concesión real; b) de manera espontánea y sin
e! Aoh;A, wo,;,+w,. ,\ ,*w "*h,,,, 01 ,",:+A, A, ,A ;,p* A, ,, L L L N l U V I L 6 1 i J C L V , bj pVI D V V V I IIV QI bLLplLiall UG U L L Y G 9 JGIG UG GA-pedición;
d) por vía clandestina, partiendo las naves desde las Islas
sin el correspondiente permiso de la Casa de Contratación o del Real
Consejo de las Indias.
Pero los insulares no sólo marcharon en calidad de soldados o
agricultores, sino que en gran medida partieron familias completas
a poblar con destino a aquellos territorios ya conquistados. Durante
los primeros años se dirigieron a las Antillas, luego también al Con-tinente.
Estas familias pobladoras son reclamadas por los propios
mandatarios de aquellas regiones, y entonces ha quedado alguna
constancia, algún dato; sin embargo, fueron muchos más los que
emigraron sin dejar registro alguno. Se sabe que en la expedición a
Paric! se hallaban mujeres insulares 20, y es de suponer que forma-ran
parte de familias pobladoras. También las hubo en las flotas que
zarparon al Río de la Plata, Florida, Santa Marta, etc. En 1531 el
gobernador de esta última región solicita al rey el envío de gente de
Canarias para poblar, porque -dice- la que llega de la metrópoli
muere el ochenta por ciento 21. Se conoce por real cédula (1534) que
«en la dicha ysla de La Palma y en las otras yslas de Canaria se
19 Idem
20 Juan de Castellanos: Elegias de Varones IZwstres de Irzdias, «Bibl:o-teca
de Autores Espafioles», parte 1 \ elegía IX canto 1, pág 82 2 2 edi-ción.
Madnd, 1852
21 E. Restrepo Tirado: Hzstoraa de la provznma de Santa Narta, Bo-gotá,
1953, pág 97.
246 A N U A R I O DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
EMIGRACI~N CANARIA A AM~~RICA 9
cargavan de cada día muchos navíos de pan y harina y biscocho y
queso y otras mercaderías para las dlchas nuestras Indias, e iban mu-chos
vecznos con sus mugeres e hijos a poblar en ellas, los quales eran
molestados y fatigados de los almoxarifes de la dicha isla y de otras
yslas de Canaria porque les pedían los derechos de las mercaderías
y cosas rnov~das que llevaban, no los deviendo, pues los habían de
pagar en las dichas nuestras Yndias donde llevaban las tales mer-cader
ías~22 .
Con frecuencia, las cédulas en las que se faculta a una determi-nada
autoridad para crear nuevas poblaciones, precisa que las per-sonas
que allí lleven sean «hombres libres ... destos nuestros Reinos
o de las Yslas Canarias» Y, con los hombres, que debe entenderse
familias pobladoras, ocurría lo mismo que con las mercancías: era
mucho más fácíl y menos costoso su traslado desde las Islas.
Pero, además, la emigración continuaba sin el debido registro. En
1547 el Consejo advierte al visitador del Nuevo Reino, Diez de Ar-mendáriz,
que no consienta e! tránsito de gente alguna de Canarias
sin expresa licencia, seguramente porque los insulares se hallaban
ya incorporados a toda la red de expediciones que andaban y desan-daban
la espectacular geografía del Nuevo Reino y se extendían
desde el Tocuyo hasta Perú, rebasando fronteras, y cambiando de
caudillos.
Este éxodo sin control dio lugar al despoblamiento de las Islas,
cuyas autoridades reclaman al rey. El profesor Peraza de Ayala dice
que la afluencia de canarios a Santo Domingo y a otras partes de
las Indias llegó a tener tal proporción que Gran Canaria, por medio
de su regidor Pedro de Escobar, expuso al rey el peligro que había
de despoblarse Ia isla y quedarse, por consiguiente, sin defensa fren-te
a los navíos luteranos y otros enemigos que la amenazaban, lo que
dio por resultado que se dictase la real cédula de 18 de enero de
1574, ordenando que no ssliese ningún vecino de la misma para que-darse
en Indias 24.
22 José Peraza de Ayala: El régimen comerciaZ ¿te Canarias con las
rndzas, Universrdad de La Laguna, 1952, phg. 182.
23 Fernández de hedrahita: Histona Gelzeral del Nuevo Reino de Gra-nada,
BogotB, 1942, tomo IV, libro XI, capitulo IV, pág. 50.
24 JOSP~er aza de Ayala: 0 ó cit. (22), págs. 20-21.
10 ANALOLA BORGES
Para una mayor clarificación del desplazamiento se expone a coi)
tinuación un comentario de los distintos grupos:
1) Grupo conquistador.
2) La gente del mar.
3) Grupo Poblador: A) Personas que viajan solas.
a) Funcionarios.
b) Clérigos.
c) Mujeres.
d) Pendencieros y víct~mas
e) Hombres de las islas
B) Familias Pobladoras.
Comenzamos por el grupo de Conquzstadores por ser también los
primeros emigrados, posiblemente se inicia esta corriente en 1502,
con la flota de Fray Nicolás de Ovando con destino a La Española y
continuará con mayor o menor intensidad s~guiendo el ritmo de la
Conquista.
No se ha podido determinar cuántos fueron. pero debió ser algu-nos
m~llares; la cifra que damos al final de este estudio de Nueve mzl
trescientos veinte expedicionarios no ha de entenderse sólo como gru-po
de conquista porque hay constancia que en las mismas flotas em-barcaban
familias pobladoras, aunque evidentemente sería en nú-mero
inferior.
En relación nominal hemos consignado más de un millar, su hallaz-go
se debe a las primeras fuentes: manuscritos y crónicas, en algún
caso también a obras genealógicas. Si se tiene en cuenta que en
estudios anteriores apenas se conocía una veintena de hombres, puede
considerarse esta cifra de interés para posteriores investigaciones.
Aquí cabe preguntarse quiénes, de cuáles familias procedían es-tos
conquistadores. Parece ser que una gran parte perteneció al es-tamento
superior de ia sociedad canaria y otro ai pueblo iiano, se-gún
revelan las fuentes revisadas; otro dato de interés, conocido por
las fuentes manuscritas, es que en las relaciones de soldados-conquis-tadores
se muestra que casi todos sabían firmar, salvo rara ex-cepción.
248 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
EMIGRACION CANARIA A AMÉRICA 11
En otro aspecto, en el grupo conquistador y en el estamento supe-rior
es donde se da la violencia, la crueldad, el latrocinio y todos
aquellos factores negativos que proporciona el entramado bélico y
los escenarios geográficos, siempre hostiles al europeo, en su asom-brosa
grandeza. Paralelamente, se dieron asimismo actos heroicos
y generosos realmente singulares.
Se puede considerar como estamento superior las familias siguien-tes:
a) las familias de quienes ejercen el señorío de las islas de
Fuerteventura, Lanzarote y Hierro; b) las de los condes de la Go-mera;
c) las de los adelantados y gobernadores de las islas de Gran
Canaria, Tenerife y La Palma; d) los descendientes de los conquis-tadores
de las islas recientemente incorporadas a la corona de Cas-tilla;
e) los altos funcionarios de la administración insular; f) los
mercaderes ricos de origen catalán, genovés, lusitano o flamenco.
En esta sociedad, en proceso de formación y con escaso pobla-miento,
es natural que el grupo de «notables» fuera reducido, por lo
que pronto se unieron entre sí -mercaderes y nobles- por vínculos
de sangre. De aquí que, los sobrenombres de los primeros años del
siglo XVI se repitan por generaciones, y se encuentren enlazados por
preposiciones y guiones hasta siete de estos apellidos, acompañando
a una sola persona cuyos nombres propios forman otra cadena. El
poseedor los llevaba consigo a las Indias, en cuyo quehacer le re-sultaba
tan desajustado como el plumaje, la vestidura, armas y con-decoraciones
conseguidas en las guerras de Italia o en los tercios
de Flandes; por lo que, normalmente, se despojaba de gran parte de
los tales nombres y sobrenombres, esto ha sido un problema más
cuando se ha investigado su filiación insular; hay que añadir que,
por la reduccibn del grupo estamental, es frecuente la repetición de
nombres y apellidos en personas que no tienen ya parentesco entre
sí, produciendo una gran confusión en el intento de localizarlos.
Entre estas familias que marchan a Indias se encuentran: An-chieta,
Ayala, Benítez, Bethencourt, Bobadilla, Cano, Carrasco, Ca-sas,
Castro, Castillal Cepeda, Clavijo, Cuevas, Figueroa, Fonte, Gue-rra,
Herrera, Hoyo, Isla, Jove, Lara, Lebrón, León, Lugo, Luján, Man-rique,
Mexía, Monguía (o Monxica), Núñez, Padilla, Peraza, Perdomo.
Pereira, Ponte, Rivas, Rojas, Salazar, Silva, Soler, Vera, Verde,
Xuarez. ..
En realidad fueron ellos quienes financiaron barcos y costearon
12 ANALOLA BORGES
soldados con destino a la conquista; quienes se endeudaron y mu-rieron
en los primeros enfrentamientos porque ... aobleza obliga»;
los que sobrevivieron, en general murieron pobres, acosados por los
acreedores y con desamparo familiar. Los más afortunados consi-guieron
alguna encomienda o un puesto en el cabildo de la villa que
habían conquistado; son raros los casos de quienes se enriquecieron.
Hubo, naturalmente, muchos soldados y marineros pertenecientes
al «común», algunos con oficio conocido: platero, zapatero, cantero.. . ,
o bien servidor de algún seiíor. Entre el «común» mestiza canario-castellano
o autóctono, hijos de algún «reyezuelo» insular, si bien en
este caso perteneció al estamento intermedio. Las gentes se enrola-ban
en las flotas de paso para las Indias, generalmente encubiertas
en el anonimato; los isleños estuvieron siempre prestos a partir a la
aventura en busca de quimeras.
De t o d o S los grupos emigrantes, el Conquistador desaparecerá
como tal, pertenece al siglo xvr, a una etapa irrepetible. Ellos inicia-lon
el trasvase humano y posibilitaron la migración de esta misma
etapa y la de las posteriores centurias
Por las fuentes revisadas el conqu~stador canario estuvo presente,
especialmente, en determinadas zonas geográficas: en primer lugar,
las Antillas; luego siguió la penetración del continente Sur, proyec-tándose
en tres áreas concretas: Nuevo Reino de Granada, Venezue-la,
Paria, Cumaná y el Río de la Plata. Sin embargo, es de suponer
que, posteriores investigaciones ofrezcan testimonios de su partici-pación
en otras áreas. La relación que hemos confeccionado nos
muestra que, prácticamente, estuvieron en todo el continente, pero
se trata de casos aislados y de grupos reducidos.
También los conquistadores, salvo excepciones, fueron miembros
de los Cabildos de reciente fundación. Sin embargo, los «cachupines»
les arrebataron los cargos en años posteriores, tanto al propio con-quistador
como a sus descendientes. Esto motivó las fricciones entre
soldados y criollos, y entre españoles o «cachupines», cuyos enfrenta-mientos
se extienden a los más altos organismos institucionales.
Pocos canarios alcanzaron puestos en ios organismos provincia-les
o virreinales. Quizá motivado en parte por no haber podido os-tentar
ante el Real Consejo de las Indias el expediente adecuado que
los acreditara veteranos en el servicio al rey, en los campos de
batalla europeos. De forma que, así como no hubo en la conquista
250 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
una figura de talla excepcional comparable a aquellas personalida-des
que lograron situarse entre los primeros, y, en este caso, sólo
por el propio esfuerzo, si bien secundados por la hueste, en la mis-ma
medida encontramos que los isleños que ocuparon cargos rele-vantes
son escasos.
Tiene trascendental importancia. Los pilotos canarios aprendie-ron
muy pronto la ruta de da carrera». Las armadas que llegan des-de
los puertos de Coruña, Sevilla o Cádiz, con destino a Indias, arri-ban
casi siempre con la baja de algún navío por pérdida o grave
deterioro, en los consiguientes naufragios.
Con frecuencia hubo que comprar más de una nave cuyos con-ductores
-pilotos, maestres, capitanes- son isleños. No es posible
dar cuenta de la importancia de la aportación -la de la gente del
mar- ya que si las flotas y armadas llegaron a su destino, muy fre-cuentemente
fue gracias al relevo de puestos vacantes -por razones
varias- durante la travesía desde los puertos metropolitanos hasta
el archipiélago.
Los pilotos no se improvisan, la travesía del océano estuvo siem-pre
llena de escollos, en las regiones peninsulares apenas habían
pilotos preparados en la década del treinta y había que recurrir a
los portugueses. La carencia de conductores de naves retrasó más
de tres años la expedición de Mendoza al Plata 25. LOS capitanes
debieron asegurarse, antes de aprestar un nuevo navío, que encon-trarían
en el archipiélago profesionales del mar Tenebroso ... y así
debio ser.
Hallaron pilotos peritos en da carrera de Indias», veteranos en
la dura tarea de conducir -a través del océano- hombres, flora,
fauna, materlal bélico y de construcción; semillas, aperos de labran-za
y cuanto fue necesario especialmente en la primera etapa. Quizá
el más veterano fuera Tomé Cano «el Viejo», miembro de una fa-
25 Analola Borges: El Tratado de Tordeszltas y la corcquista del Rio de
La Plata, Primer coloquio Luso-Español de Historia de Ultramar 2 3 Jor-nadas
arnericanlstas de la Universidad de Valladolid, 11, Valladolid, 1973,
páginas 345-357.
14 ANALOLA BORGES
milia de tradición marinera que cubrirá cuatro generaciones en
viajes y tornaviajes Antón López de Aguiar estableció un puente
entre Sevilla y Buenos Aires, pasando por Canarias, en los años niás
difíciles de aquella fundación. Lázaro Fonte ocupó el puesto de jefe
de flota en la armada del adelantado de Santa Marta; Luis Rodríguez
la de Hernández de Serpa con destino a Cumaná; este grupo, con
seguridad pasó a las Indias, si bien la mayoría prestó el gran ser-vicio
de que pudieran permanecer los estantes. Los barcos que arri-baban
con la carga material y humana, llevaron también el recuerdo
fresco de la tierra; fue el nexo de las dos orillas del innienso oc6~-
no. Muchos murieron tierra adentro, al remontar los ríos, otros se-pultados
en el océano, los menos envejecieron en un lugar cualquiera
del archipiélago añorando los años de desafíos a huracanes, tcrrnen-tas
marinas, calmas chicha, piratas.
Debió ser numeroso el grupo de marineros enrolados, quizá, con
el fin de desertar en el puerto de destino, o en las escalas, para
militar bajo el primer capitán del territorio, porque nadie le pre-guntaría
su procedencia dada la extrema necesidad de hombres en
las huestes diezmadas. Soldados o marineros fueron cnlquilados por
acciones bélicas en mar y tierra o remontando ríos; tambrén por cau-sas
derivadas del hambre, la sed y de enfermedades desconocidas en
países europeos, sin que los infortunios respetaran a ningún grupc.
La nota sobresalrente de este grupo es la de su presencia como
trasvase humano durante toda la etapa de dominación española, cesa
la emigración en los años conflictivos de la guerra de emancipación,
pero vuelve con mayor ímpetu continuando la corriente migratoria
hasta nuestros días.
Los primeros partieron con la hueste de conquista -según se dijo
en el apartado anterior-; más tarde se le diferencia como núcleo
poblador. En nuestra relación distinguimos dos clases de emigrantes:
A) Personas que viajan solas.
B) Familias pobladoras
252 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N I I C O S
EMIGRACI~N CANARIA A AMÉRICA 15
A) Personas que viajan solas.
Son numerosas, Se encuentran entre ellas las más variadas cau-sas
o motivaciones impulsoras de la emigración. Los primeros en lle-gar,
según la relación, proceden de la raza autóctona; es conocido
el relato del canario forzudo en el segundo Viaje Descubridor, de lo
cual se deduce que no sería el único que partiera con el almirante;
otro indígena, un Juan de Guarzanaro, testa en 1497 porque «estando
enfermo de bubas y queriendo ir sobre las Indias de Antilla...», quizá
en busca de salud, hace testamento; le siguen en antigüedad Juan
de Vera que se halla ya en 1498 en Santo Domingo, se desconoce sin
embargo la fecha de partida que pudo ser anterior. Por contraste,
en el Laiáiogo de Pasajeros ", se registran los primeros insulares
en 1511, se trata de Fernando de Aragón, y de Francisco Martin, sin
que se consigne destino. Para entonces ya habían pasado por las is-las
las expediciones de1 Almirante, la de Ojeda -Vespucio- La
Cosa; Vicente Yáñez, Juan de Moya, Vélez de Mendoza, Alonso de
ejeda. juaidie &aiido, Moiiso Quiritero; joande La Cosa y Diego
Padilla, esta última en 1506, luego hay unos años, hasta el 14, en los
que no se tiene constancia de la arribada de flotas; supongo que esta
circunstancia fue la que movió a aquellos dos emigrantes del año 11
a trasladarse a Sevilla, por cuya razón quedaron inscritos en el obli-gado
Libro de Registro.
No parece desacertado apuntar que en estas doce expediciones
consignadas desde 1492 a 1506 hayan partido más de un centenar de
personas. La carencia del Registro ha motivado el error tradicional
de los americanistas que se ocupan de estos temas al infravalorar
la nrncnnnio do Ponnvinr AnclJn lrrc ri&w\r,n-n A-1 n--n..Ln:-:-i-~ A- y- u-r~iriuU + VUUUL LUU U ~ D U ~IV;D ~ L L L L ~ CuI 3 a ~ u 3UC L U C ~ L U L I L IIIIICIIIJJ,
Conquista y Poblamiento.
Revisando de nuevo el Catálogo de Pasajeros sólo registra vein-ticinco
personas en los años comprendidos entre el 1511 y 1559; en
este úItimo año, un so10 pasajero con destino a Puerto Rico: Juan
Pérez. Testimcmies m& reve!ud~res se ha!!ufi er, e1 cg&1=yi= de Ca-narias
z*, sobre todo para la segunda mitad de la centuria, estas
26 ob czt. (i), 1, 308 y 283.
27 Publicado por Francisco Morales Padrón, Las Palmas de Gran Ca-naria,
1973.
16 ANALOLA BORGES
fuentes con las crónicas y diversos manuscritos de Ia época propor-ciona
datos con los que la relación ha podido registrar hasta un mi-liar
de personas, es decir, se ha podido confeccionar con estos testi-monios
una relación nominal que tenemos en prensa.
Entre ellos, artesanos, «oficiales» azucareros, labradores, miem-bros
del clero regular y secular, algún inventor o descubridor de <<Yn-genio
», funcionarios de la administración, aventureros prestos a des-cubrir
tesoros o lugares utópicos; personas llamadas por algún pa-riente,
ya situado en las nuevas tierras, con el fin de ezerle servi-cio
»; mujeres viudas, muchas solteras, y casadas que van a reunirse
con el marido; mujeres también mayores llamadas por algún parien-te,
o madre de un gobernador.. Todas ellas personas que no llevan
la intención de pasar sino de permanecer, de estar en las Indias;
este grupo, sin saberlo, contribuyó a la población del lugar donde se
asentaron.
Cabe destacar :
a) Funcionarios que viajan solos y cuando termina la etapa del
ejercicio de su cargo, casan en la provincia de destino, convirtién-dose
en estantes. En la relación se encuentran a insulares desempe-ñando
cargos locales y provinciales (audiencias, hacienda y goberna-ción).
Distingue además aquellos que los ocupan por méritos pro-pios
adquiridos en Indias o en los reinos de España, especialmente
en Canarias, de aquellos otros que, por méritos de sus antecesores
pasan a Indias a ejercer sus funciones. Se conoce muy poco de la
actuación de estos hombres en el ejercicio de sus cargos; su estudio
tendría especial interés para conocer la influencia o influencias de
lo canario en Indias. En otros estudios nuestros se citan numerosas
fuentes que pudiera servir para quienes se interesen por este aspecto
histórico.
b) LOS c14rLgos.-Este grupo debió ser muy superior a los que
se citan en la relación. En general, al igual que ocurre con los fun-cionarios,
se desconoce la actuación en el ejercicio de su ministerio.
En general, las fuentes los citan de forma aislada y, con frecuencia,
unido a algún conflicto político o en tensiones con las autoridades
locales
Sin embargo, hay una representación del clero secular, casi todos
254 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N I I C O S
EMIGRACI~N CANARIA A AM~RICA 17
destinados a pueblos de misión; en menor número se encuentran los
cargos catedralicios. En cuanto a las Ordenes religiosas, los hay en
todas aquellas que participaron en la evangelización durante el qui-nientos
(franciscanos, dominicos, jesuitas, agustinos, mercedarios);
incluso en las crónicas de estas órdenes se halla una constante par-quedad
sobre noticias de sus miembros; mención aparte y excepcio-nal
son los testimonios refereiltes a los jesuitas P. P. José de An-chieta
y José de Arce; otra rara excepción fue la presencia de mon-jas
en algún convento de clausura indiano.
Por último, también en la jerarquía eclesiástica están presentes
los isleños con el modesto número de cuatro obispos, si bien otros
tantos fueron elegidos pero no llegaron a posesionarse a causa de
iia'uei= ilíuerio de llegar a o C-up la sede de. desiirio, o bit.Ii por
renuncia voluntaria a tan alta dignidad y responsabilidad.
c) Maajems.-Es de destacar las mujeres que viajan solas co-rriendo
el riesgo de los peligros de la travesía -huracanes, calmas
chicha, piratas, naufragios. ..- y del g i a v l~i i i ii~m pacto yUe debi5
producir el encuentro con las Indias 28.
Con todo, hay mujeres «donzellas» y viudas, jóvenes y maduras,
emigrantes con destino a todos los puertos indianos; luego llegará la
penetración del territorio: Lima, Bogotá, México, Antioquía, Carora,
Asunción ... y, para mayor sorpresa dadas las circunstancias y la
época viajan, también solas, a Filipinas; rutas que llevan meses de
mar y tierra, en constante hostilidad por parte de los hombres y de
la naturaleza.
Ni se puede pensar de ellas que fueron aventureras en el concepto
- 1 _ q j&. i~ney ~es ge!e dursr u !u expresfbE; es c=n=n,i& las trabas y las
condiciones que regulaban la emigración. Se sabe también que par-tieron
mujeres públicas con licencia para ejercer su oficio; pero las
relacionadas aquí no tuvieron esa condición. Seguramente fueron lla-madas
por algún familiar, hay muchas viudas que se dirigen a Nue-
&p&~, pzpu regnirsr
Si bien es cierto que queda
que tuvieron las hispanas para
--
28 Analola Borges: L a mujer
<Anuario de Estudios Americanos»,
c m a!gh hijs hermanc.
la incógnita sobre las motivaciones
emular a los hombres en correr los
pobladora en tos origenes amemcanos,
tomo WUX (Sevilla, 1972), 3&9-444
18 ANALOLA EORGES
mismos riesgos ellas solas, no hay duda de su importancia socioló-gica
en cuanto a la contribución al poblamiento y su importancia
cultural, en cuanto es portadora de un sustrato milenario de cultura
que llevaba consigo por igual la campesina y !a señora 29.
d) Pendencieros y victlmas.-Se encuentran en todas las zonas.
Ambos grupos parecen estar formados por personas ligadas al esta-mento
superior y en menor número por las del pueblo Ilano. Homi-cidas
(Sebastián de Castilla, Juail de Vargas); insolentes (Juan Pa-vón,
Alonso Lebrón); delatores (Bernardino Monteverde, Sánchez Mo-rillo)
; ladrón (Aionso Luis de Lugo).
Las víctimas, como es natural, son mucho más numerosas, la ma- a N
yoria =casi=~adupso r 18s guerruc ci.íi!es de! Perú Avfi&es XJ~Q- E
lentas en los distintos motines recayeron en hidalgos (Londoño, Me- O
n
xía, Baltasar de Castilla, Castro Viñatea...). Otros fueron víctimas - m
O
de la tiranía de los jefes: Lázaro Font, puede ser el testimonio de las E
E
arbitrariedades y durezas de un superior sin escrúpulos que condena 2
E
sin formar juicio, a pesar de haber tenido una limpia trayectoria de
-
lealtad y de méritos contraídos durante su larga actuación 30.
3
- -
0
e) Hombres «de laos Islas».-Se trata de aquellos emigrantes m
E
que marcaron sus nombres con el lugar de origen. Son aquellos que, O
quizá, procedentes del estamento llano, llegan a la recluta de em- n
barque y se decía fulano de la Isla, es decir, de aquella de donde -E
partía la nave; si, por el contrario, procedía de otra distinta de la a
2
del puerto de partida, entonces el apellido es de las Islas. Asimismo n
n
algunos del estracto social superior se apellidan de la misma forma.
Unos y otros figuran como soldados, pilotos, capitanes, Fundadores, 3
O
regidores.. . además de los apellidos referentes a la insularidad están
también los que llevan de sobrenombre la toponimia del archipiélago:
Agaete, Canario, Gomera, Herreño, Lanzarote ...
Muchos perecieron en selvas o huracanes marinos, los que sobre-vivieron
quedaron en las Indias, alguno terminó su vida en un claus-tro
religioso.
-
29 Idern
30 Analola Borges Notas para un estudzo sobre la proyección de Ca-narias
en la Conquwta de Amérzca, «Anuario de Estudios Atlánticos», nú-mero
20 (Madrid-Las Palmas, 1974), pkgs 162-166
'256 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
E) Familias Pobladoras.
Esta emigración se inicia desde los primeros años de la conquis-ta.
Embarcan con la hueste, siguiendo la ruta de la ocupación del
territorio, en ocasiones fueron víctimas de las penurias y tragedias
propias de la situación bélica. Una vez consolidada la conquista, las
familias se dispersan por el continente.
Se trata de familias sueltas que parten voluntariamente sin que,
a: parecer, tengan conexión con aquellas que emigran -a veces
coaccionadas- con destino al poblamiento de determinadas áreas
o lugares indianos, cuyo desplazamiento viene regulado desde el Real
Consejo de Indias. Esta situación sí se dará a partir del seiscientos;
en ei dieciséis parece ser que, saivo excepciones, viajan voluntaria-mente
en busca, quizá, de mejoras económicas o sociales, o bien para
reunirse con algún familiar estante en Indias. Son familias comple-tas
-padres e hijos- a veces con algún pariente y otras personas
de servicio. En ocasiones se hace constar los hijos menores y tam-
$ién cc'nijas donzeiias». Es de destacar ei hecho de que aigunos miem-bros
de estas familias pagan a la real cámara una crecida cantidad
en concepto de fianza por la que se obligan a permanecer al menos
ocho años en un lugar preciso, aquel por el que le fue concedida la
licencia de embarque.
Este grupo parte desde los puertos del archipiélago, con destinos
varios, y, es de suponer que al realizar el viaje por cuenta propia
pertenezcan al estamento medio o superior, si bien en su compañía
viajan personas del estado llano (servidores). También hay algún
grupo de familias labradoras y artesanas, y de procedencia neobur-guesa,
del grupo mercantil instalado en el archipiélago desde los pri-meros
años del quinientos; y de la nobleza representada por el sector
señorial de las islas Gomera, Hierro, Lanzarote y Fuerteventura, o
bien por los familiares de los adelantados y gobernadores del archi-piélago.
En algún caso el grupo lo encabeza una autoridad que mar-cha
hacia su destino, a veces hasta con quince o veinte personas.
Sin embargo, los testimonios de nombres concretos son tardíos,
comienzan en la década del sesenta, son familias aisladas que emi-gran
desde los puertos del archipiélago pero con licencia real, es
decir, han solicitado, por vía reglamentaria, su partida, parece ser
20 ANALOLA BORGES
que a partlr de aquella fecha disminuye considerablemente la emi-gración
clandestina.
Si bien los destinos de las familias son a los distintos puertos in-dianos,
prevalecen las Antillas, en segundo lugar Nueva España y el
Nuevo Reino, le siguen las provincias e islas que hoy conforman la
nación de Venezuela; marchan también por este orden a Perú, Río
de la Plata y Amirica Central. Las personas que no regresan se ms-talan
con carácter de wezinos», son los que están en las Indias, sus
descendientes criollos son ya americanos, a veces, criollos destaca-dos
en la milicia, en la iglesia, en las artes. Sin que en ello haya
distinción, en cuanto a su origen social. Posiblemente, como comenta
el doctor Cárdenas, los nacldos en Indias tienen unas especiales ac- a
tl?g&~, ~ t ? j i ~ es o p ~ ~ t~rau~sncr~&i +a n,ui:
«(f. 176 v.) Para dar muestra, y testimonio cierto, de que todos los -
nacidos en Indias sean a una mano de agudo tracendido y delicado m
O
E ingenio, quiero que comparemos a uno de los de acá con otro rezin E
(sic) venido de España, y sea esta la manera, que el nacido en las 2
E
Indias no sea criado en algunas de estas grandes y famosas ciuda-des
de las Indias, sino en una pobre y bárbara aldea de Indios, solo 3
en compañía de quatro labradores, y sea assí mosmo (sic) el cachu- -
pin o rezin (sic) venido de España criado en aldea, y juntensen estos 0
m
E que tengan plática y conversación el uno con el otro, oyremos al
(f. 177) Español nacido en las Yndias, hablar tan pulido, cortesano y
O
curioso, y con tantos preimbulos, delicadeza, y estilo retórico, no en- -
señado ni artificial, sino natural, que parece ha sido criado toda su E
vida en corte y en compañía de gente muy hablada y discreta, al a
contrario verán al chapetón como no se aya entre gente ciudadana, -
que no hay palo con corteza que más bronco y torpe sea, pues ver el
modo de proceder del uno tan differente del otro, uno tan torpe, y 3
otro tan bivo; que no ay hombre por ignorante que sea, que luego O
no eche de ver, qual sea cachupin, y qual nacido en Indias.
Pues venga agora una muger de España, y entre en conversación
de muchas damas de las Indias, al momento se differencia y conoce
ser de España, solo por la ventaja que en quanto al trascender, y
hablar no haze la Española gente nacida en Indias, a los que de
España venimos, pues pongan punto, mejor biva yo, (f. 177 v.) que
aya cortesano criado dentro de Madrid o Toledo que mejor la lime
y componga ... » 31.
31 Doctor Juan de Cárdenas Problemas y secretos maravillosos de las
Indias. Ediciones Cultura Hispán~ca Colección incunables americanos Volu-men
IX. Mzdrid, 1945.
258 ANUARIO DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
EMIGRACION CANARIA A AMGRICA 21
La experiencia de la emigración a Indias en el Quinientos tiene
peculiaridades que la distingue de anteriores situaciones. No hubo
anteriormente en la historia de la 'humanidad un desplazamiento de
tal magnitud espacial en un reducido tiempo. El hecho en si se di-ferencia
notablemente de los movimientos de pueblos en las edades
Antigua o Media; de las ocupaciones de extensas regiones por me-dio
de largas etapas, a veces seculares; ni puede compararse, por
ejemplo, a la ocupación militar y al posterior poblamiento del mundo
romano o del musulmán por citar unos testimonios que nos son pró-ximos.
Sino que a las Indias se llega surcando el ancho océano en
dirección transversal o longitudinal, sin etapas de adaptación al me-dio,
sin el conocimiento siquiera remoto de los hombres, de las cul-turas,
de! esceEuriG eco!@cG, S6lG u!mnG habria &teFi& 18 imu-gen
multiforme de una parcela descrita por el conquistador afortu-nado
o por el relato del cronista oficial. En cuanto al tiempo, trans-currió
entre. clelo y mar,. no hubo entonces, sólo el ga, sólo el en-cuentro,
la tierra, el Mundo Nuevo que resultó Novísjmo. La con-cixrefi&
h m z f i ~& ! Qi f i i&, ~ sP Q ~rigjnz! irr~pet&!e.
Los pobladores de esta centuria fueron también los artesanos cons-tructores
de la posterior situación hispano-india' que la haría, de al-guna
forma, semejante a la de las Españas; y los primeros recep-tores
del impacto producido por el encuentro entre grupos humanos
para quienes el sentido de los valores éticos, morales, religiosos o
culturales difícilmente se ajustaron a los esquemas de cada grupo.
El brusco encuentro produjo parecida reacción cuando se sostuvo con
comunidades en estadio neolítico -rural-campesino-, como si lo fue
con el estadio urbano-institucional de las Altas Culturas. La diferen-cia
estuvo en que la transculturación o mestizaje cultural se realizó
con ritmo acelerado en el segundo caso y con ritmo lento en el pri-mero,
o bien no se logró la transcultura. ,
Sería interesante conocer cuantos -hombres y mujeres- supervi-vieron
al impacto geo-histórico étnico-cultural de la Queva situación.
Es sabido que todo desplazamiento conlleva en si mismo la disminu-ción
demográfica no sblo del pueblo ocupado sino; también del que
ocupa; y éste último aún en las circunstancias $favorables que le
permita mantener su statu lingüístico-religioso-~gqio-culturalc,o mo
así lo fueron en general para los españoles. Los americanistas no se
han puesto de acuerdo para determinar el número aproximado de
22 ANALOLA EORGES
muertes que la ocupación del territorio produjo en el pueblo ame-rindio;
si bien las cifras más moderadas que se han dado parece una
contribución lamentablemente muy alta. Pero no se ha ~ntentado un
estudio similar con la población española.
Es lógico que, para el grupo recién llegado, el confrontamiento,
aun en las circunstancias de que sólo hubiera sido dialéctico, produ-ciría
la consiguiente debilitación biológica aumentando la debilita-ción
básica de todo movimiento migratorio, una de cuyas causas fue
la agudización de las enfermedades propias de los pueblos europeos
(cólera, viruela ...) a las que se añaden los morbos propios de las
comunidades amerindias. Una cita del médico Cárdenas puede ilus-trar
este comentario:
«Dos extremos notaremos en las Indias bien contrarios el uno del
otro, el primero es saber, que los Españoles apenas han llegado a
los veynte años, quando ya se andan quexando de reumas, y aún de
xaqueca, y dolor de estómago, y otros males mas propios de viejos
que de mocos, y otro es que por maravilla se ha visto indio quexarse,
ni enfermar de reumas, yjada, mal de orina, ni otros males que tan
continuos y ordinarios son en los EspañoIes, pues aún a los mocos y
muchachos no perdonan.. .» s2.
Nuestra investigación ha consistido en la búsqueda de las fuen-tes
-manuscritos, crónicas, relatos de viajes, genealogías, protoco-los,
padrones ...- que nos permitiera conocer de forma aproximada
la importancia del trasvase humano desde el archipiélago a las
Indias.
El resultado ha sido la elaboración de una relaczón o catálogo en
el que constan expediciones, familias pobladoras y fichas individuali-zadas
de las personas que han obtenido licencia para partir o de las
que se encuentran ya en el Nuevo Continente. En la imposibilidad de
reseñar cuanto queda expresado en la referida relaciónt damos a
continuación unos datos comparativos con las cifras suministradas por
la bibliografía que ha venido tratando este aspecto y los que hemos
logrado con nuestra investigación :
32 Idem.
260 ANUARIO DE ESTUDIOS RTLAN? ICOS
Datos publicados Nuestra aportación
1 América general (1511-1559) 33
Porcentaje de canarios 0,2 % . $ . . . . 13,Z %
Correspondiente a 25 personas . . . . . . . . . . . . . . . 1.660 personas
2 Amérzca general (1540-1579) 34.
Porcentaje de canarios 0,6 % . . . . . . . . 3,6 %
Correspondiente a 159,7 personas . ....._.. 971 personas
3 Rio de Za Plata (1535-1580) 35.
Porcentaje de canarios 1,l % . 283 %
Correspondiente a 18,7 personas . . . . . . . 489 personas -
TOTALEM IGRANTES: 203,4 3.120
Estos datos suponen una cifra considerable en favor de nuestra
investigación. Frente al porcentaje dado, global, de 1,9, nuestro es-tudio
aporta para estas etapas y lugares un 45,3 por 100.
Er, resumer,, x e s t r a aportaciS:: en cifras ~pmz im~d i ies;, evmo
sigue :
Para toda América (1495-1599).
Personas insertas en la relaczón . . . . . . 1.025
Expediciones (soldados y familias pobladoras) ... 9.380 -
TOTAL 10.405
Las mzl veinticinco personas que se citan en la relación se dirigen,
por orden preferencial, a los siguientes destinos: Antillas, Nueva Es-paña,
Venezuela, Nueva Granada, Perú, Río de la Plata.
En las expedicinner h ems cms t~t a d ca! gi?nav, ~ G Eci erta certeza,
se citan por orden cronológico:
Destino
Expedici6n de Ovando ... 50 personas Española
>> Pedrarias . . 50 >> Darién
>> Montejn ... 50 :> Y~uutdr,
w Ordaz . . . . . . . . . . . . . . 150 >> Paria
>> Silva . . . S . . . . 200 » Venezuela
88 Datos extrafdos del «Catálogo de Pasajeros>, ob. cit (1).
34 Magnus Morner: 0ó. cit. (77, pág. 54.
35 Idem.
ANALOLA BORGES
Destino
Expedición de Heredia ...................
>> Ortal . . . . . . . $
>> Spira . . . . . %
>> Mendoza . . . . . .
>> Fernández de Lugo .
>> Sedeño . . .
>> Pereira Benitez . . .
TOTALDE EXPEDICIONARIOS .
...... 200 personas Cartagena
80 >> Paria
.. 200 » Venezuela
S . 300 » Río de la Plata
. . 800 » Nueva Granada
. . 100 » Isla Margarita
.. 150 >> Nueva Granada
.. 2 330
Sobre esta base hemos calculado el resto de los expedicionarios
enrolados en las flotas que se detuvieron en las islas, lo cual nos da
un número aproximado de nueve mil trescientos ochenta expedicio-narios.
Los msulares ejercieron tambikn cargos en
Cabildos ........... 27
Hacienda y gobierno .. 35 Milicia .............. .. .. 41
Iglesia . . . . . . . . . . . . . . . 5
Hasta aquí la situación actual de nuestras investigaciones sobre
la migración canaria a Indias en el siglo XVI 36
86 De mi obra en prensa: La concurrencm de las Islas Canaruls al po
bZamknto indiano (1493-1699).
A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N I ICOS