ALGUNOS NUEVOS ASPECTOS
DE LOS PROBLEMAS
DE LA PREHISTORIA CANARIA
POR
LUIS PERIcgT
CatedrAtico de la Universidad de Barcelona
El caso de las Islas Canarias y su poblamiento prehistórico
nos ha parecido siempre apasionante. Reúne el misterio de teda
prehistoria insular a los enigmas que el Africa primitiva plan-tea,
acrecentado su interés para nosotros por su condición de
territorio hispánico, incorporado a la civilización por los espa-ñoles.
Esto explica el que nos sintiéramos atraídos por el encargo
de redactar unas páginas de síntesis sobre la Prehistoria cana-ria.
Pero una inmediata reflexión nos impide intentar siquiera
esta labor. Sólo quien domine todos los múltiples aspectos de la
arqueología canaria, y estando sobre el terreno tenga acceso a
los materiales y yacimientos, que en gran número se han descu-bierto
en los últimos años, puede localizar todo lo hallado hasta
el presente y realizar esta Útil labor de síntesis.
Per 0tr2 p t e , c m m ~ t Uhe! Congresu Iíitemacioiial US
Ciencias Prehistóricas y Protohistóricas, celebrado en Madrid
en 1955, tuvimos interés en que figurase en la serie de folletos
distribuidos a los congresistas uno en el que les fuera presen-
2 LUIS PERICOT
tado el estado actual de la Prehistoria canaria. El folleto se pu-blicó
con el titulo de PaZetmbgia de las IsEas Cana*, siendo
su autor el infatigable Comisario de Excavaciones de Tenerife,
Luis Diego Cuscoy, al que tanto debe nuestra Ciencia. Luis Diego
Cuscoy nos da en pocas páginas una imagen clara de los vesti-gios
sobre los que basamos nuestro conocimiento de los canarios
primitivos. A este folleto remitimos al lector, que podrá luego
ampliar sus datos con las obras antiguas y 'modernas que indi-camos
l.
Sin embargo, no creemos que carezcan de interés algunos as-pectos
que desearíamos subrayar, aspectos surgidos a raíz de
descubrimientos recientes y que conviene divulgar. Esta es la
causa de mi fugaz intervención en el campo de los estuüios cana-rios,
en los que admiro muy especialmente a quienes en los últi-mos
años luchan, con medi& escasos, para buscar en el suelo de
las Islas la clave de su misterioso pasado remoto.
La investigclción de la Prehistoria canaria. --
Tan sólo en el continente americano podemos hallar un mundo
que ofrezca al etnólogo misterios más apasionantes que los que
ofrece el continente africano. El papel de Africa, tan discutido
siempre, hasta el punto de que muchos investigadores consideran
que se trata de un continente retrasado que guarda las cosas
pero no inventa nada, va cobrando en los últimos tiempos un
relieve insospechado. Mientras hallazgos como el ProcotvsuZl y los
AustralopitecicCos señaian ia psibiiidad de que ia Eumanidad
naciera en Africa, el reciente del Atlantropo en la región de Orán
acerca los Pitecantrópidos a nuestras tierras y yacimientos como
los de Olorgesailie o de Sidi Hanech, sitúan en ella focos indus-triales
más importantes y más viejos que en cualquier otra parte
1 Luis Diego Cuscoy : Patetmlogia ds las Zsb Camrias, Madrid '(IV Cm-grao
internacional de Ciencias Prehist6ricas y Protohistóricas), 1954, 41 p&i
ginas, 17 figs.
NUEVOS ASPECTOS .DE LA PRFISTORIA CANARTA 3
del mundo. Hemos de creer, pues, que hubo una larga etapa du-rante
la cual Africa fué creabra e impulsara de culturas. Su
retraso parece iniciarse con las industrias del Paleolítico supe-rior
y seguir ya en adelante 2.
La Prehistoria de las islas que rodean el continente africano
nos aparece como un apéndice de la del mismo. Respecto de las
.atlánticas no parecen contener restos de habitación humana pre-histórica
excepto las más próximas al continente. Las Canarias
no dejan de ofrecer una serie de nexos con la Prehistoria hispá-nica,
ligada a su vez a la norteafricana. Hagamos notar que en
las síntesis sobre Prehistoria africana se habla raramente de las
Canarias, a causa de que las últimas publicacjones españolas so-bre
las Islas no han tenido la difusión que sena de desear 3.
Conocidas las Islas Canarias en la Antigüedad y visitadas
por navegantes de diversos países a partir de entonces, fueron
descritas, tras la ocupación española, por cronistas y viajeros
que son la base para el conocimiento del pasado canario y que
no han sido complementadno c m &tos Uirectss >asta e! des-arrollo
de la investigación científica seria en los Últimos años del
siglo Xrx.
En los primeros tiempos de la investigación moderna, a los
nombres de Berthelot y de Verneau se agregan los españoles de
Chil y Naranjo y Bethencourt Alfonso 4. En general, ios especia-
- - - -- - - -
2 Para la Prehistoria genera de Africa, daspuéc del trabajo clásico de
H. Breuil, L'Afrique prélzbto~ique ("Cahiers d'Art", París, 1930, pág. 449),
destacan dos síntesis redentes que recomendamos: R. Vaufrey, LJage de
Za pierre en Ajrique, "Journal de la Sociét6 des AfriranM,s", 1958,
p&gina 103, y H. Alimen, PrShistotre de lJAfrique, París, 1955 (578 páginas,
28 Iáms., 155 figs.). Todavía R. Battaglia: Africa. Genti e Culture, Roma,
1954 (claro resumen etnografico).-Sobre el Norte de Africa, v. M. Almagro:
Das AZte Nordafrika, en el t. 11 de Historia lVundi, p1)á. 101.
Puede verse confirmado lo que decimos en las obras citadas en la
nota anterior. En el libro de la Srta. Alimen, excdente pcr !e deds, !m
Canarias se citan una sola vez en reiación con la túmulos que los bereberes
introdujeron en ellas.
4 Sabin Berthelot publicó varios trabajos sobre los signos grabados en
las rocas. Es clásica su obra Antiqu4tés can.m%dnates, ou amnotatiw sur
4 LUIS PERICOT
listas hispanos tuvieron en relativo olvido la Prehistoria de las
Canarias, lo que se comprende por el esfuerzo que requirió es-tructurar
por vez primera la Piehistoria peninsular. El profesor
Elias Serra Ráfols procuró desde-su "Revista de Historia" dar
impulso a tales estudios. El profesor Pérez de Barradas trabajó
en las islas y en 1939 nos daba un trabajo de' s��ntesis muy Útil.
A él se debe una primera sistematización y numerosos atisbos
colmgarativos 5,
Z'origime'dm peupks qzli oc.tmp&rerst les iZeY Fop.t~~nbes,.deypllie s p ~ 8 ~ Z e r S
t-s ft&%p'a Z'&oq?m &e Zeur conquete. Paris, 1879. '
René Verneau, eminente antropólogo francés, uno de los fundadores del
Institut de Paleontolagie Huniaine, consagró gran parte de su vida a las
k-iai;'izs (C- i t íx%beü &, &jiw a??~I !m Cmuwim: París! 1891) y public6
docenas de trabajos sobre diversos aspectos de su vida primitiva. Aún al-cancé
a asistir a uno de ;sus úitimos cursos en 1926 y de éi escuch6 mis ~
.plimerais informaciones sobre la Prehi.toria canaria.
Con Verneau bbia colaborado Gregario Chi y 'Naranjo, findador del
Museo Canario en Las Palmas y el primer hpulsor español de tales estu-dios
con car8cter cieztrSc~.P ar 1% b p ~ Jaua~n Bethencourt ALfol~~o
.publicó diverqp trabajos arqueológicos.
Conserva siempre un gran valor como recapilación de 108 datos tra-dicionales,
la obra ,de José Viera y Clavijo: Noticias de la Historia g&rd
de las Islas de Canariau, Madrid, 1772-1883, 2." ed. Santa Cruz de Tene-rife,
1858-1863, y la más reciente, Sta. Cruz de Tenerife, 1950-52.
Ehtre las publicaciones de Chil y Naranjo, destaquemos: E s t d w s his-t6ricos,
climaatológicos patológicos & laU Islas Cmmrias, Las: palmas,
1876-1891.-Origines des premiers c(~tu~Wtm8C, . R. 3." sess. Congr. AS&.
Franc. Avanc. Sciences, Lille, i874 (1875), .pág. 501. -LJ&ge & .?u pieme
a w es ~omav-ies, ' k ' ~ n t h ~ ~ p o 1 0 ~Xi eII"I,, 1902, pág. 89, etc.
5 Sin haber trabajado directamente como arqueólogo, E. SeWa Ráfols',
formado eii :-a. escüela del Prof. Eusch GGimmgmrahj ,sabido dar un impulso
a nu&r& estudiols t&to desde su cátedra y a través de sus discípuios.
como desde, las Mginas de la benemérita Revista de Llistwfh, de impres-cindible
consulta para seguir el movimiento investigador de Canarias (se
puMica desde 1924).
En cuanto a J. ~ 6 r e zde Bamadas, de quien s610 lamentaremos no si-guiei;
a, el m ü I g q ~ weci 6 = Ir. ifi-~-~-~od-i-w-a-r-i ipsrne histórica canaria, publicó
.ha iitil &tesis: Estado actual de investigaciones prehistóricas sobré
Canarias. M m k acerca & íos estlcrEaOs rdizaidms en 1958 ,m el Museo
C-O, Las palma&, 1939. Contiene una bibliografía muy campleta, a la
que remitimos.
582 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICO'S
A partir de esta última fecha las Islas Canarias han sido
objeto de una investigación más intensa en la que sería injusto
olvidar el papel de la Comisaría General de Ekcavaciones Ar-queolóigicas;
tanto por parte del Comisario General, profesor
Martinez Santa-Olalla, como de los comisarios insulares. En las
Memorias de la Comisaría, lo mismo que en las diversas publi-caciones
del Seminario de Historia Primitiva, quedan reflejados
los resultados de los más serios estudios realizados hasta el pre-sente.
Por vez primera hemos contado con rebuscas y excava-ciones
metódicas, en lugar de los datos casuales y las noticias
ae grandes hallazgos destrozados de tiempos anteriores
Los nombres de Alvarez Delgado, especialista en temas filo-lógicos
e históricos; Jiunénez Sánchez, Luis Diego Cuscoy, Her-nández,
Bosch Millares, entre otros, se parangonan con los de
sabios extranjeros que en estos úitimos tiempos se han ocupado
de las Canarias primitivas: Wolfel, Hooton, Falkenburger, Vailois,
iMarcy, Fischer, Tamagnini, etc. Imprescindibles son las monagra-
6 Entre las aportaciones del Prof. Martinm Santa-Olalla y el grupo de
investigadores del Sembario de Historia Primitiva de la Universidad de
Madrid, y aparte otros trabajos que citamos más adelante, figuran:
J. Martínez Santa-Olalla: Afma en las actividúcdes cbe2 Semi~udrio dk
Historia Primitba del Hombre, "Publicacione~ del S. H. P. H.", Notas, 1,
Madrid, 1947.-La pcita de b Ceraintica a h'aJmapa m et laeolitico hPs-pammauritánico,
"Cuadernos de Hist. m"m, , 2, 1948, pág. 95. Esta
cerámica surge en Oriente hacia d 2300 a. C. y llega algo más tarde a
Esrpaña.-S&r'e el NeoZltico antigua m España, "Atlantis", Madrid, 1941.-
B. Sáez Martín: Lms trabajos deE Semimrio de Historia P~imitivs en Ca-
P~.ELTWL~ m 1948, "Cuadernos de Hist. Prim.", IiI, 2, Madrid, 1948, pág. 125.
Las memorias publicaüas por La Comisaria General de Excavaciones son
las siguientes: S. Jiménez Sánchez: Excavaciones arqueológicas m Gmn
CcUnaria, del Plan: Nacional de 1942, 1945 y 1946, ''Infonfor y MemoiZemorias de
la Comisaría General de Egcavaciones Arqueolbgicas", n b 11, Madrid,
1946.-J. Alvarez Delgado: Exca/vacwws arqzceoZ6gicoss m Taierafe ( C m
rhs). Plan Nacional 1944-1945, "Informes y Memorias de la Comisaria. ",
número 14, Madrid, 1947.-L. Diego Cuscoy: Nmuas exCcuyaciolles arqumid-giom
en las Canarias o c c ~ t & s . Yacintientos de Tt%&fe y La Gomern
(1947-1951), “Infames y Memorias de la Comisaría...", n��m. 28, Ma-drid,
1953.
6 , . LUIS PERI.C OT .
,fías y las síntesis de L. Diego Cuscoy para las islas .del grupo
pcidental, y de J. Jirnénez Sánchez para las del grupo oriental '.
. Digamos por anticipado que los estudios arqueológicos y an-
.tropolÓgicos realizados, y lo mismo podríamos decir de los lin-giiisticos,
en los que no vamos a entrar, no nos han proporcio-nado
todavía un esquema preciso ni han resuelto los enigmáti-cos
problemas que el pblamiento prehistórico de las Canarias
.plantea. Eiio hace que no debamos considerarnos satisfechos con
4 0 realizado hasta el presente. En todas las islas, pero más espe-
7 De los autores indicados ,se irán citando los trabajos principales opor-tunamente.
De L. Diego Cuscoy son tambi6n los trabajos siguientes, aparte otros
que se citarán en m lugar: El &termjnimw geogrhfiao en la habitaci6n
abovigen de Zas IslcGs CanaW. "Atti" 1 Congr. Int. Preh. Mediterrhnea, Ko-rencia,
19W, y en "Rev. de Hist.", 101-104, 1953, pág. 299.-El ajuar de las
czlevas sepulcraües üe las Camrias o c ~ t a l ~iis ,C ongreao Arqueológico
Nacional, ñaadrid, 1951 (Zaragoza, 1952), pág. 135.-Notw arqueológfcas. El
enterramiento de los T a s c m m el barnwux> de Asalos (Isla de G m e m ) ,
"Rev. de Hist.", 101-104, 1953, pág. 302.
Entre los numerosm trabajos de Sebastián Jiménez Sánchez figura los
siguientes: Dos tfimulos catmrios en Agaiete, "Af,lantis", XV, 1936-40.-
Cuevas y tagdror de ZCb montaña de Cuatro Puertas, "Rey. de Hist.", 59,
1942.-La, necr6polis de Arteara, Grw Cm?-ia, "Rev. de Hist.", 49, 1942,
página 144. - 8ilo coZeotirvs> prehasl,cWico o Agadir de Valcrón, "Rev. de
Hist.", nam. 65, 1944.-Reüz&ón de los wlás Pmporttcntes yacimientos ar-quaológicos
de Zos gmncMs-canarios de Za8 &las de Gran Cm&, Lawa-rote
y FuertaVerctum, Las Palmas, 1946,-Embccl~(;~1~1mientyo se ntena-aiewtos
de los cyu1ui~riosy QWMU: ~ . ~ ~"R, ev. de Hist.", nam. 55, 1945, y en
"Atiantis", t. XVI, 1941, pág. 129.-Presenciu de bewberes 0n Gran Canaria
2: &, canarios en Berberkz, Las Pahnas, 1948.-Excavacwnes arqueoZogioas
m Gmn Canaria, "Rev. de Hist.", 1950, pág. 22.-El trigo, wno de los ali-mentos
de Zm -0s prehistbricos, "Rev. de Hist.", 9899, 1952, N-
@a 205.-PrincipaZes yacimientos a~qe~eiol6gbodse ias islas de Gram Ca-naria
y F'u@'teventura descubiertos, @@mudos y estudfis &&e 1946 a
1951 incZzGsiw, Las Palmas, 1952.-Yaoimimtos arqueol6gicos grcvnca;na?.ios
descubZertos y estudiados en 1951, Las Palmas, 1952. - N u m estaciones
arqzc~ológicm em Gran Canaria y Fwertsventura. Ccúmpanai de 1958, Las Pal-mas,
1953.
Muy importante es la aportación de D. J. Wolfel. Aparte otros trabajw
que iremoa citando, resalta su obra: Leona;rdo Towimi. Die KmxWsclien
In~eZla uad &re UTbawohWf, Leipzig, 1940.
5% ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOB
NUJCVOS ASPECTOS DE .LA PBEHISTORIA CANAHA 7
4almente en las menores del qp occidental y'en Lanzarote y
Fuerteventura, faltan exploraciones y trabajos de excavación.
.Yacimientos excavados y materiales importantes esperan su pu-
, blicación adecuada.
,Rasgos genmales' de la Prehistoria canaria.
Seguiremos la síntesis de Luis Diego Cuscoy para reseñar
brevemente las características privcipales del poblamiento pre-
,histórico de las Canarias El cuadro que nos ofrece muestra a
unas poblaciones de cultivadores y ganaderos aprovechando las
mesetas y zonas altas para el pastoreo y las anfractuosidades
.costeras pra su habitacióii.
Cada isla tiene sus particularidades arqueológicas, prueba de
su relativo aislamiento, dentro de una unidad general indudable.
Pero dentro de ésta se aprecian dos grandes grupos, el occiden-tal:
Tenerife, Hierro, La Palma, Gomera, y el oriental: Gran
Canaria, Fuerteventura, Lanzarote, coincidiendo con la actual
división provincial.
La investigación arqueológica nos da s6l0 una parte de los
elementos de la vida de los pueblos. Uno de los más favorecidos
en este sentido en la habitación, cuyos restos suelen constituir el
tipo más abundante de yacimiento prehistórico.
En las islas del grupo occidental, las numerosas cuevas natu-rales,
abiertas en el basalto, en los acantilados costeros o las
márgenes de los barrancos cerca de la desembocadura, sirvieron
de habitación fonmando verdaderos poMados en diversas tema-zas
o andenes. La mejor y más eminente de las cuevas se reser-vaba
al jefe de la tribu o rey, mientras las cuevas de las zonas
extremas se dejan para fines sepulcrales. Con piedras se podía
8 L Diego Cmcoy: PaZetnoZogfa & las I s h Cnmmas, a las que agre-garemos
datos de Pérez de Barradas y de Jiménez Sánchez. De este último
puede servir como muy iitil síntesis La Pr&istoria de Gran Canaria, '"V.
de Hist.", núm. 70, 1945.
8 LUIS PERICOT
mejorar la habitación, e incluso un sencillo murete podía separar
.una parte de la cueva para destinarla a redil. En zona de la en-trada
suele hallarse vestigio del hogar, y en ella se verifican la
mayoría de hallazgos, mientras la zona interior servía de refugio
nocturno en el que se disponían toscos lechos vegetales s.
Las chozas de las zonas altas forman verdaderos poblados,
de los que hoy se conservan tan sólo las piedras de la base de
los muros, como ocurre en el de la Cruz de la Reina (Punta Gorda,
La Palma), que posee habitaciones de planta rectangular. La
planta circular la hallamos ,en los taras de la isla de Hierro,
recintos de dos metros de diámetro que deben ser restos de
atalayas costeras. Otras veces se aprovechan los abrigos rocosos,
completados con piedras lo.
En ias isias dei grupo oriental se da el contraste entre los
poblados formados por habitaciones de muro de piedra seca, de
-aparejo grueso en la base y de planta rectangular, cuadrangular,
cruciforme o irregular, con las cuevas artificiales abiertas en la
toba. En Gran Canaria tales cuevas abundan. En Gáldar hay un
grupo numeroso que presenta la particularidad de sus decoracio-nes
de frisos .pintados con motivos geométricos, incluso círculos,
en blanco, rojo, ocre, gris y negro. En otros casos, como en Tufia,
se observa la relación entre los grupos de cuevas y los poblados ".
Estructuras más considerables las observamos en el grupo
oriental en los túmulos de planta circular y con varios pisos. En
Lanzarote y Fuerteventura hallamos también poblados de cuevas
y de cabañas de piedra. Curiosas son las complicadas plantas de
las casas del barranco de Pozo Negro en la Última de dichas islas.
9 V. las obras cits. de S. Berthelot y Ghü y Naranjo. -R. Verneau:
HaVitation, sepultures et Eieus sacrés des am&m cmaTiens, "Rev. d'Ethno-graphie",
VIII, París, 1889, pág. 221.-S. Jimenez SBnchez: La Prehistoria
de Gran Camaria.
10 L. Diego Cuscoy: PaZet.noZogia, p8g. 9 y sigs.
11 S. Jiménez SAnch~z: La PrehiUtoricL de Grm Cmn&rh. Mu&m el
contraste entre las habitaciones y poblados neolíticos costeros, propios de
inmigrantes, y las habitaciones en cuevas del interior, propias de los gran-canarios
indígenas.
586 ANUARIO DE .ESTUDIOS ATLANTICO~
NUFVOS ASPECTOS DE LA PREHISTORIA CANARTA 9
1
Un tipo distinto nos lo ofrecen las llamadas "casas hondas" en
Lanzarote, que con sus lajas dispuestas sobre piedras verticales
recuerdan las galerías cubiertas 12.
Sin duda los yacimientos canarios más famosos son las cue-vas
sepulcrales, muchas de ellas wn sus tesoros destruídos a
causa de la natural curiosidad de sus descubridores en fechas
recientes todavía. De tales saqueos tenemos numerosos testimo-nios,
pero acaso nada impresione tanto en este sentido cmo el
relato que hace Chil y Naranjo de las cuevas sepulcrales del ba-rranco
de Guayadeque, en Gran Canaria, saqueadas durante
la primera mitad del sigb pasado. Según uno de los que tornaron
parte en la destrucción del yacimiento, hubo un tiempo en que en
su casa no tuvo otro servicio que los gánigos (vasos) y olias que
sacaba de las cuevas, y que los cordobanes de sus zapatos, como
muchísimos de Im de sus vecinos, se hacían con las pieles que
sacaban de los zurrones (las momias y sus envolturas), y que los
costales y albardas los hacían con las telas de que estaban vacti-das
las momias 13.
Dispuestas a lo largo de los muros de las cuevas se encon-traban
las momias en diversas posiciones según los casos, en-vueltas
en pieles o cubiertas de una tela p e s a tejida con junco
y cuerdas de tripa; esteras de junco las resguardaban exterior-mente.
Los que pudieron penetrar por vez primera en una cueva
sepulcral hubieron de sentir una impresih extraordinaria, ya que
es ésta una de las más aparatosas maneras de disponer de los
muertos, dentro del variadisimo repertorio que en este orden de
cosas puede presentar la Humanidad.
En zonas cercanas a las orillas del mar abundan los paradores
con amontonamientos de conchas. En los concheros de Teno (Te-nerife)
y El Julan RKierro) se encuentran tabonas de obsidiana o
de basalto que se utilizan para arrancar las patellas. Son conoci-
' V. Berthelot, ob. cit., lám. 3, fig. 1.
13 Chil y Naranjo: Estuaios Iristóricos, climatoMgicos y patológicos d2
lns Islas Cma*, Las Palmas, 1876-1891.-V. otras descripciones en las
obras clásicas de Beirthdot y Verneau
10 LUIS PERICOT
dos los concheros. de P. .u n. ta Llana (Gomera), y los hay en. Gran
Canaria. Debió haberlos en todas las islas.. Sin duda los indígenas
se reunían para mariscar junto a la orilla y allí han quedado las
conchas con otros vestigios de su existencia 14.
Como siempre, la cerámica es el elemento más abundante que
poseemos amo resultado de las excavaciones. Pero en la cerámica
canaria se observan notables diferencias entre las distintas Islas
e incluso dentro de ellas según los yacimientos1'.
En general, la encontrada en los poblados en cuevas se utilizó
en el hogar y estuvo sometida al fuego, mientras la que se halla
en las habitaciones pastoriles de los altos servía para guardar
el agua y la leche.
En Tenerife la cerámica es de preferencia ovoide y de fondo
cónico sln asas, pero con mango verticai, especiaimente en las
vasijas pequeñas, con mangos de vertedero o pitorro o de mango
asociado a pitorro. Cuando se dewra recibe trazos incisos, exci-siones
o decoración plástica. Otras veces recuerda la cerámica
embetunada del Mediterráneo o la pintada a la almagra de la
Península.
En lab isla de La Palma hallamos cerámica de perfiles curvos,
. . , .. . . . . . . . .
-- . ,
. .
14 ~escripci6nd e. var& coneherhs en J. ~ l v a r i zD e l s o : ' Ezcawcio-mes
arqueolóyica-s en Temerife, p&gs. 85 y 192.-J. de C; Serra WolS: Ex-cursi&.
a los, cotzcheros de Teno, "Rev. de Hist.", nfim. 72;pág. 426, y nií-mero
.73,, p5g: ,17, 1945. . .
15 Sobre la c&ámica v. G. Chil y Xaranjo: La cercimica entre los grcan-cMs
, '',E2 Mus& ~aiiirio";t . ',TI,L as .~&~ma.s1,8 8% pág. '161'-. L.' Di@
Cuscoy : Fa;Cetnologacb, pág. 14.-Del' mismo : : La ceránnfca decorada de Te-
-!fe, ."$ode. .,E M.'6;4,,: 1 949,-p ág. 277.-Eei. rniBmo; La . c e . ~ + i j ~& Ts-mr
i fe c& t+er>umit? d&fiiZ.ido&~ 'la ~ i d a ' ~ ~'fAhmepu, r iasy, XII; 1950,
página 97.-S. ~ i m h e z~ ánchez:C er&nzica neoUtica de - las 6sia.s de Fuer-
&m.nt&r&- y ma~ote,: ."El . MUseo Canario'', 20, '1946.-P. Heniández : La
cerámica. ab.ortgen . & de: Gran '.Oaru;cria, IV Congr. . Arq. del Sudeste Bspaiial,
~ l c h e ,1' 9 4 8 ( ~ a r t i ~ ena19, 4 9), pág. 156.-J. PBrez de Barradas: Catdogo
& colecci& & U.er&,&y ka arqm ";@&os., U"' m"--- 8. ---- 2 - , 7 fil .Museo ~U1iiarLu >
. . . . .
1944, niim., 9. , , ,
El va.& .de.o nüefío, en, 3. , Martínez . santa-~lalla:L' a fecha' & I<i. cerá-
, .
mica..'., p&g. 100, n. ' ' . . ' . . .
558 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
L > .. A- . ' - A .. .& - ,Z A+.-.%&! *
Vaaos con asa. CerAmica tinerfeña procedente de Guajara y Caficrda de la Mareta.
NüEVOS ASPECTOS DE LA PREHISTORIA CANARlA 11
con incisiones, impresiones cardiales y de tejido. En la Gomera
y Hierro la cerámica es tosca y lisa.
En Gran Canaria, en los túmulos y cabañas aparece una ce-rámica
de fondo plano o curvo; la de las cuevas es tosca y lisa,
con mangos verticales y mamelones. Hay vasos con dos y cuatro
asas o con asas de aletas. Se decoran con pinturas geométricas
y con incisiones de líneas, rectángulos, rambos, motivos curvos,
espigas, dientes de lobo, etc.
En Lanzarote y Fuerteventura se encuentran grandes vasos
con motivos en espiga, sinuosos o dientes de lobo, incisos o
excisos. a
Abundan los vasos pequeños (tabajostes, tofks), que son en E
realidad vasos de ordeño, con vertedero. - O
Una de las piezas más curiosas entre las halladas en Gran n-- m
O
Canaria es la llamada p2ntadeTIa, sello plano de cerámica o ma: EE
dera, con mango vertical perforado. Haremos referencia a esta 2
E
pieza más adelante.
Elemerite tac iqcrta~t:+,e !c. cer&zicñ e e! Ze !o +a!!& 3
de la piedra, siendo la canaria aborigen una cultura esencialmen-
-
0
m
E
te neolítica 16. Las piedras usadas casi exclusivamente son la O
obsidiana y el basalto. La primera se hallaba con especial abun- n
dancia en Tenerife, en las cañadas del Teide, por lo que en las -E
a
necrópolis y concheros da la Isla abundan las piezas de obsidiana,
n
talladas en forma atipica y que reciben el nombre de tabonm. n
n
Faltan las puntas de flecha, mientras las formas que aparecen 3
O
no pueden ser calificadas d s que de lascas, percutores y raede-ras.
En todas las Islas, excepto en Tenerife, aparecen finas hojas
de basalto.
En los concheros de Teno (Tenerife) y en algunas cuevas de
Tenerife y Gomera han aparecido toscos picos que recuerdan las
16 Sobre la talla de.la piedra v. especialmente L. Di-o Cuscoy: A'otas
acerca de la fndzGstria látioa guanche, "Rev. de Hist.", 1949, pág.. 204.-Del
mismo: De arqueologia ccanaria. Estudio acerca de las tabcmm de 20s gzlaozc
ches, "Cuadernos de Hist. Primitiva", ii, 2, 1947, pág. 111.-J. Alvarez Del-gado:
Tabona. ,Votas l i l z g ü á s t ~ ," Rev. de Hist.", XI, 1945.
32 , .
LUIS PERICOT
formas asturienses. No faltan pequeñas hachas de mano de tipo
amigdaloide, tanto de obsidiana como de basalto.
Abundan los esferoides de piedra, que servirían como piedras
de honda, o forradas de piel, como bolas.
Hallazgo excepcional es el de unas hachas de cloromelanita
en Gran Canaria.
De piedra eran también los molinos. Naturalmente, el tipo que
domina es el más avanzado, el circular de dos piezas superpues-tas.
En Gran Canaria abunda también el tipo rectangular con
excavación profunda y machacador. En la isla de Hierro se han
hallado algunos ejemplares del tipo más primitivo, neolitico, de
una piedra ovalada ligeramente cóncava ".
En Iris ajuares abmndan 10s pi'nznnes de b s n de tipo priazi-tivo
con un extremo ancho que serviría como mango. Su finali-dad
era la de coser las pieles con que se cubrían o vestían los
muertos; se guardaban en portapunzones de hueso. Para el tra-bajo
de las pieles se usaban espátulas del mismo material. De
Tenerife son anzuelos de hueso y asta Is.
Como objetos de ornamento, 'las piezas dominantes son las
cuentas de collar de piedra o de concha y los colgantes de con-cha.
Las cuentas son diacoideas, pero se utilizan también vérte-bras
de pescado. En cuanto a los colgantes suelen hacerse con
valvas de cardio o de conchas de Covzus, con perforación bicónica.
En La Palma vemos colgantes de madera tallados en forma de
concha.
De especial interés son las cuentas de collar de barro que se
eiiC-fieIILu-aa sii Tziiof1:bf2y rnyaiSfo rúr"laSsO ii diseoi,es, ei!lFa&i-cas,
de barrilete o esféricas, que pueden llegar a no tener más de
dos a cuatro milímetros de diámetro. Sobre todo su interés reside
17 .%bw Inr mnlina., v. E. Serra Wds. L. Diego Cuscoy: Los maZ&os
de mano, "Rev. de Hist.", 92, 1950.-S. Jiménez Sánchez: Datos sobre los
nwlinos de mano, "Rev. de Hist.", núm. 97, 1952, p&g. 69.
18 L. Diego Cuscoy: Paletmlogia, pág. 19. >
Sobre los anzuelos v. Berthelot, ob. cit., pág. 239 y l b . 15.
590 A.IVUARI0 DE EiSTUDIOB ATLANTICOS
NUEVOS ASPECTOS DE LA PBEHISTORIA CANARTA 13
en darse en forma, de cuentas segmentadas. Existen incluso cuen-tas
de hueso incisas imitando las segmentadas.
A una época ya relativamente avanzada han de referirse las
cuentas de azabache, vidrio y otras materias que aparecen en los
yacimientos indígenas 19.
Los bastones constituyen un capítulo interesante del ajuar
indígena, pero que sólo puede estudiarse con ayuda de los textos
de los primeros cronistas, pues las piezas de madera se han con-servado
en forma precaria. Aquéllos nos hablan de las armas de
madera de los aborígenes canarios. Así conocemos los magados,
texexes, banotes y añepas 20. e
Los magados (rniagles, etc.) eran unos palos largos y delgados
a manera de espadas con su puño, y según Viera se reforzaba
su punta con tahnas.
Los tezezes eran bastones de más de 2,5 metros de longitud.
Los bamtes eran dardos con dos abultamientos en medio para
fijar la mano y muescas que se 'rompían quedando dentro de la
herida.
En cuanto a las añepas serían símbolo jerárquico, o, como
quiere Wolfel, bastones arrojadizoe de tipo egipcio-nubio arcaico.
En la necrópolis del llano de Maja se han hallado restos de po-sibles
añepas. En La Palma se descubrieron, sobre dos cadáveres,
cuatro piezas en forma de cayado que, según el profesor Martinez
SantaQlalla, recuerdan al bumerang, pero que Cuscoy sigue in-terpretando
como símbolos jerárquicos.
De madera son cucharas y otras piezas, y aún podríamos
agregar el trabajo de las .pieles y la cesteria de juncos y tejidos.
10 Sobre las cuentas de coilar v. L. Digeo Cuscoy: Paletnologüx, pkg-na
18.-Del mismo: A&ms üe Zas gwzches Las mentas de collar, "Rev.
de Hist.", 66, 1944, pág. 117.
V6ass también E. Hemández Pacheco: Adomm de piedm de los antiguos
h;?.hitmf~s &e LdMlzarote, "Bol. desla R. SOC. ESP. de Historia Natural", 1908.
20 Sobre los distintos tipos de bastones, v. L. niego Cuscoy: Fk%@t?w-logia,
pág. 20..-J. Marünez Santa-Olalla: Los bunamng más occidelztaZes
del Viejo M W , "Actas y Memorias de la Soc. Bp. de Antr., Etn. y
Preh.", XXN, MWrid, 1949, p8g. 99.
Núm. 1 (19551 591
14 LUIS PERICOT:
De barro cocido o piedra aparecen en .Gran Canaria. abum
dantes ídolos, mientras según CLiscoy faltan en las Islas .donde
hay vestigios de matriarcado. Aparecen. tanto en las habitaciones
como en los túmulos sepulcrales. .
Ya Pérez de Barradas, que los estudió "l, distinguió. tres tipos
en los mismos. El pri,mer tipo lo constituyen las .placas de barro
cocido con indicación de senos femeñinos y en clara relación con
la diosa de la fecundidad mediterránea. El segundo tipo lo for-man
ejemplares de cabeza pequeña sobre cuello largo, con figuras
sentadas de extremidades inferiores muy desarrolladas y sin in-dicación
sexual. El tercero, las cabezas y figuras mixtas de hom-bre
y animal, o con cabeza de perro, las llamadas tibisenas (nom-bre
que recibían unos demonios, perros lanudos u otras bestias,
que se aparecían a los isleños).
Jiménez Sánchez, en su notable y completo estudio sobre los
ídolos canarios 22, agrega tres tipos más: los .amirletos para col-gar
u ostentar, las figuras huma.nas esquematizadas en piedra-y
los betilos.
El tipo sexto ha dado ejemplares en piedra en Ei Bahdero
(Telde, Gran Canaria). El tipo quinto se muestra en el curioso
hallazgo, en el poblado de Los Caserones (San Nicolás, Gran Ca-naria),
de un idolo en piedra volcánica de más de.medio metro
y que Wolfel acertadamente relaciona-con los tipos egeos y me-diterráneos
en general.
Otros muchos hallazgos refiere el autor grancanario. Citemos
u
dos cuervos o tortugas colgantes de San 'Nicolás y varias figuras
halladas en Arucas. Sobre todo el tipo -de figura femenina esque-mática
y como encapuchada, con prolongaciones laterales de su
21 L. Diego CuBcoy: PaZetmsologia, p&g' 2i.-J. P h z de Barnadas: Es-tado
actual, pág. 15 y sigs.
22 S. Jiménez Sánchez: Nuews idolos de los camtQrios-_mehLqd~~s~
"El Museo Canario", núm. 13, Las Palmas, 1945.-Del mismo: IdoZos üe
tos canarios prehiqxinicos, "Homenaje a Julio üñartínez Santa-OlW' ("Ac-tas
y Memorias de la Sociedad Espaiiola de Antrapdogía, Etnografía y Pre-historia",
XXII, Madrid, 1947, pág. S6).
592 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
NUEVOS ASPECMS DE LA PREHISTORIA CANARiA 15
traje, de la que hay un ejemplar precioso de dicha localidad, con
incisiones en zigzag en toda su superficie 2s.
Muchos de estos ídolos serían para W,olfel y Schuchart repre-
.eentacimes de antepasados más que ídolos propiamente.
Si queremos establecer una lista provisional y sin duda in-campleta
de elementos que hallamos en las Canarias y que se-ñalan
relacjones con comarcas más o menos lejanas, podríamos
indicar los siguientes :
En primer lugar, los que tratamos más detalladamente: cuen-tas
segnentadas (Egipto), cuentas de collar en general (Medi-terráneo
y Egipto), grabados (Mediterráneo y Atlántico), pinta-deras
(Próximo Oriente, América), trepanación (Norte de Africa,
América).
Pero hay muchos otros que no podemos más que enumerar.
Las i u 6 u i~iiu esiraii una té~i"ii~&a laseado srcaicu. y encuen-tran
su paralelo en el Sahara. Pero hacen pensar en un dato nega-tivo
curioso, la falta de puntas de flecha de piedra a pesar de
que el Sahara las tuvo tan bellas desde muy antiguo. En Teno
(Tenerife) se han hallado picos que recuerdan lo asturiense y que
con las hachas de mano amigdaloides de Tenerife y otras Islas
pueden marcar el estrato más arcaico de las técnicas continen-tales
llegado hasta aquí.
En la cerámica, tanto Pérez de Barradas 24 como Martínez
Santa-Olalla han insistido en los paralelos con las cerámicas de
las culturas hispano-rnauritánica e ibero-sahariense que ofrecen
23 Otro ídolo parecido, incompleto, pero con la faz conservada, se re-produce
por Bertheloit, ob. dt., Iám. 8. Se estudia por S. Jimhez Sánchez
en los trabajos citados. Eln d segundo de ellos lo reproduce junto con un
ídolo de este t q o , compieta, Saiiacio en ¿a Fortaleza y que se gtiü.iiUQ en
París (fig. 1).
24 J. P&ez de Barradas:' La cuma de los Murcidlagos y la Arqueologia
de ~ainCL~%U"sA, rch. Esp. de Arqueología", XIV, Madrid, 1940-41, pág. 60.
-16 LUIS PERICOT
las diversas cerámicas canarias (incisas, con relieves, excisas,
embetunadas, a la dmagra, en Tenerife) y los paralelos con la
cerámica del Bronce atlántico y de los dólmenes norteuropeos de
la cerámica de La Palma. El Último de los autores citados ha
comparado con tipos chipriotas el vaso de ordeiío ?'.
Notables son las hachas de cloromelanita de Gran Canaria,
evidentemente un objeto importado que señala el Mediterráneo
occidefital o alguna co)marca atlántica europea 26.
Las construcciones megaliticas tienen un claro paralelo en el
Norte de Africa y Sahara. Es este uno de los casos más paten-tes.
En todas las regiones colonizadas por los bereberes se en-cuentran
dos tipos de construcciones funerarias que les son pro-pias:
los thulos (kerkur o redjem en árabe; barxina en bereber)
y !es c&,_F~P&~, fama, cilin&ica, ijarsci&js a una &eú;&j, &
donde les viene el nombre. Gsell ya señaló su existencia en las
Islas Canarias. Monod hizo notar también la relación en este pun-to
entre las Canarias y el Sahara occidental 27. Por su parte, las
casas de Fuerteventura recuerdan en sus plantas estructuras me-ditemaneas,
de Malta por ejemplo. En Malta pensamos también
al considerar los frisos pintados en las habitaciones de Gran
n
25 Sobre oerámica cardial en Canarias y los problemas generales de -E
relacioneis en el NeoliFico, s base sobre todo de la cerámica, v. J. San Va- a
2 l e ~ o :EZ NeoZitico esp&oZ y szls reZuciones, "Cuadernos de Hist. Primitiva", n
1, 1, Madrid, 1946.-Del mismo: Lcc Peninsda hispana m el mundo meoli- 0
tico, "Publicaciones del Seminario de Hist. Primitiva", Nota 3, Madrid, 1948. 3
Véase también J. ñZartinez Santa-Olalia: La fecha de ia cerámica n la O
almagm.. .
26 Estas piezas; como tndn 0hjet0 que pm SG mn)eriu debu ser impcr-tado,
han de ser objeto de un análisis detenido para fijar m exacta proce-dencia.
Que sepamos, no se ha realizado todavía para los ejemplares ca-narios.
27 Véase S. Gseii: Histoire anciemne de Z'Afmque du Nwd, t. 6, Parfs,
1927.-V. sobre todo la bella obra de M. Reygasse: Monummts fiméruires
préisiamig~ies de I ' l l f r i q ~ d"~ Nnrd, PEZ%, 125C!.-P. H. KeeNer: LiI ,M$
Z%satiw vnégalithique au Maroc, "Bull. Société Prehistorique Frangaise",
París. 1932, núm. 9.-J. Martínez Santa-Olalla: El Salzara amte2slámico es-pccííol,
Madrid, 1944, láms. CCLXIII-CCXXXV.
594 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
ConstrucciCii; niegalltica en "El Agujero" (Ghldar. Gran Canaria).
E1 Idolo de Los Caserones, en piedra volchica tallada. (Aldea de San Nicolfis.
Gran Canaria.)
NUEVOS ASPECTOS DE LA PREHISTORIA CANAMA 17
Canaria. Las "casas hondas" hacen pensar en las galerías cu-biertas
de nuestras comarcas 28.
En cuanto a los ídolos pisamos también terreno firme. El con-junto
de los mismos pertenece al acervo cultural mediterráneo,
con los ídolos femeninos, en placa o con las extremidades infe-riores
muy desarrolladas, los betilos, etc. En cuanto al curioso
ídolo de Los Caserones, se ha indicado desde el primer momento
su carácter egeo. La figura en barro cocido de Arucas, con sus
apéndices laterales y su decoración incisa, hace pensar en la de-coración
de alguno de los cilindros de piedra portugueses y toda
la figura sugiere tipos orientales.
Quedan, por Último, los palos. Los banotes son considerados
por Menghin como prototipo del soliférreo hispano. Las añepa.s
son comparadas por Woifel con los h-stnnes z r r ~ j z r l ;Ze~ &!~ ~
cultura egipcio-nubia. En cuanto a los palos-cayados pueden ser
insignias, como quiere Cuscoy, o bumerangs, como ha dicho el
profesor Martinez Santa-Olalla 29.
Resulta curiosa la semejanza en la técnica de los garrotes o
iizazas de iriadera armados de tabonas, que recibian el nombre
de maga&, rnagle o amogadac, con el maquahuitl mejicano, &m-bien
armado con lascas de obsidiana, y mejor aún con el de los
nicaraos, más primitivos, que era un garrote con lascas de obsi-diana
30.
Tampoco podemos olvidar que la momificación se halla igual-mente
en el antiguo Egipto, en Canarias, en Sudamérica y en
Polinesia, distribución bastante parecida a la que señalaremos
para la trepanación 31.
+ 2s Véase la nota 12.
29 L. Diego (;"uscoy: Paletnologáu, pág. 20.-J. Martínez Santa-Olalla:
Los bumerang ...- O. F. A. Menghin: E1 soliférreo de Tos htspánicos, "Bol.
Seminario de Estudios de Arte y Arqueologia", Valladolid, XV, 1949, pág. 19.
30 Véase L. Pericot: La AAmSrica inüigena, Barcelona, 1936, pág. 144,
con bibliografía.
31 Véase S. Jiménez Sánchez: Embulsaimamientos y enterrarnientos de
Zos mnarios y gucunches, "Rev. de Hist.", núm. 55, 1945, y en "Atlantis",
tomo XVI, 1941, pág. 129.
18 LUIS PERICOT
El caso de las cuentas de c:dlar segmentadas.
Cuando Diego Cuscoy publicó en 1944 su artículo sobre las
cuentas de collar como adorno de los guanches 32 hizo notar ya
el paralelismo con las segmented-be& que los arqueólogos in-gleses
habían notado en el antiguo Egipto y en yacimientos neo-eneoliticos
de Occidente. Realmente es difícil negar el carácter
elemental de las cuentas de collar, sobre todo de las simplemente
discoideas. Por ello, el establecer paralelismos basándose en pie-zas
tan sencillas, resulta aventurado. Sin embargo, no está de
más comprobar que las cuentas de collar de los yacimientos ca-narios
repiten las formas usuales en el Neo-enedítico mediterrá- a
N
neo y durante la Edad del Bronce, confirmando la unidad cultural E
señalada repetidas veces. O
n-- m Pero ya es más difícil pensar en una invención aislada en el oE
caso: de las cuentas segmentadas. Viera y Clavijo las reseña como E
.S
halladas en 1767 en unos riscos de Güimar. Cuscoy las estudia -E
detenidamente y nos da preciosos datos sobre su factura, identi- 3
ficando las que ha hallado en diversos yacimientos de Tenerile - -
0
m
como las sregmeszted-beads de los arqueólogos. Es interesante ob- E
servar que son de barro cocido muy duro, de pasta finísima, con O
capa exterior más fina aún y sometida a curioso pulimento que n
E
les da un hermoso brillo "tan intenso a veces que da la impre-
-
2 sión de un vidriado". Esta d~irezap ermite una excelente conser- n
n vacibn incluso en cuevas húmedas. Tienen color de coral, rubias,
pardas o negras. El orificio central se hacía, según Cuscoy, con 3
O
un pico o espina de Euphorbia canariensis y a veces con un tro-cito
de palo muy fino, pues en alguna cuenta se aprecia la im-pronta
dejada por el objeto vegetal.
Cuscoy las cita procedentes de una cueva del Risco del Cas-tillo
(Sauzal), de otra cueva del Risco de los Sauces (Tacoronte),
en um CWVE de lar. Laderas (Auna) en la cueva de los Caminos
32 L. Diego Cuscoy: Adornos de los guanches. Las cuemtas de collur,
"Rev. de Hist.", 66, 1944, pág. 117.
NUENOS ASPECTOS DE LA PREHISTORIA CANARTA 19
(Sauzal) y una cueva de Teno. Por la factura diversa supone una
cronología distinta, lo que no creemos probable.
Pues bien, en hueso y piedra las cuentas segmentadas apa-recen
ya en el neolítico almeriense, o sea en la primera mitad
del tercer milenio a. C., y desde hace tiempo Siret y otros pre-historiadores
aceptaron su paralelo con los ejemplares egipcios.
En Egipto se señalan incluso para la época predinástica y se
encuentran asimismo en otras comarcas orientales. A partir de
la dinastía XVIII se encuentran hechas en fayenza o loza vidria-da,
aunque acaso existieran antes en Siria. Los ejemplares en
dicho material hallados en Fuente Alamo, yacimiento argárico,
y en estaciones inglesas de la cultura de Wessex, se dan como
prueba definitiva de que en el siglo m a. C. las culturas argá-rica
y de Wessex se hallaban en su apogeo y que en aquella
remota fecha existía un comercio por mar entre Egipto y las
Islas Británicas con etapa en la Península Ibérica 33.
Nada tiene de extraño que esos navegantes llegasen a las Ca-narias
y fruto de ese contacto serían las cuentas segmentadas de
mle-n.. e-r---u:re . La h ~ i - t~ic aés bs iios !as acerca a !ES de f8yerczu O
loza vidriada egipcias, como si fueran una imitación de las mis-mas.
En tal caso podríamos aventurar una cronología. Su co-mienzo
en Canarias estaría próximo a4 año 1000 a. C., acaso entre
el año 1300 y 100 a. C. Los ejemplares toscos serían imitacio-nes
de los primeros y mejores.
Los grabados rupstres y sus coneximes.
Los datos que poseemos sobre insculturas o petroglifos son
aún escasos, y sin duda muchas habrán sido destruidas, pero son
suficientes para asegurarnos la realidad de contactos entre las di-versas
comarcas atlánticas durante la Edad del Bronce. Aquí apa-
33 Sobre las segvnented beads, v. L. Perieot: Bobre dgums objetos &
0Taa;mento del emeoiitloo del Este de España, "Homenaje a Mélida", Madrid,
1936.-V. GoTdon ChPde: Prehistolrc nviptwlzs in Europe, Oslo, 1950.
20 LUIS IrERICOT
recen los grabados sobre las losas basálticas propias de las Islas.
Desde que Berthelot divulgó los grabados de la cueva de
BeDmaco @lazo, isla de La Palma), que ya se conocían en 1752
y que Viera y Clavijo describió, se vió claro que se trataba de
un tipo de petroglifos que tenían sus paralelos en otras comarcas
atlánticas europeas. Pero en aquella época no podía verse claro
el camino ni la posibilidad de tan lejanos contactos. Hoy posee-mos
nuevos y m& decisivos datos tanto en la isla de La Palma
como en el continente africano vecino 34.
Los más importantes entre los nuevos petroglifos canarios
son los de La Fuente de Za Sama (Las Tricias, Garafía), en la
propia isla de La Palma 35.
Se ha indicado el hallazgo en la repetida Isla de nuevos pe-troglifos
que, por lo que sabemos, están inéditos. Suponemos que
no harán sino reforzar lo ya conocido en este dominio 3G.
En Belmaco y Fuente de la Sarsa el motivo típico son las
espirales, aisladas o en grupo, figuras lahrínticas, meandros, lí-neas
sinuosas, etc. En Eelmaco se han querido ver también figu-ras
Z Q Q ~ Q ~s~in- n_X-i-Sl e , s e p e & p-eciuar e:i&eneia.
La relación con los petroglifos espiraliforrnes atlánticos es
evidente y muchos autores la señalaron ya para Belmaco. Los
grabados de Garafía no hacen sino confirmar tal relación en
forma indiscutible. Garafía se puede poner al lado de Gavrinis,
de New Grange o Lough Crew ".
34 S., Berthdot, OO. cit., láms. 16 y sigs.-Obs. &s. de lWolfel, L. niego
Cuscoy, etc.
35 Una buena fotografía del impresionante grabado de Garafia Ln B.
S&ez Martín: Los trabajos del Semina<rio. .. - V. Avelina Nata-E. Serra
Ráifols: Los mevos grabados mpestros de Zm wla de La Palma, "Rev. de
Hist.", 56, 1941, pág. 352.
. 36 L. Diego Cuscoy: Paletnologia, phg. 24.
37 Véase E. Mac OVihite: Estudios sobre h relacwws atZa?ztwas de la
Pervinsuia hispínica elz ia Edmi del Brmee, "Disertaciones Matritenses", 11,
Madrid, 1951, eg. 24.-odac White hace llegar de Canarias a Galicia y a la
pEovincia atlántica europea La espiral surgida en el Egipto predinástlco, lo
que nos parece aventurado. Del mismo autor: A ne*w vlew on. Ir* Brme
Age Rock Scribilzgs, "Jowrnal R. Soc. Anthr. Ire;laJMY"' m, 1946, p&g. 67.
598 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Arriba: Espirales de La Filente de la Sarsa. Abajo: Grabados de Belinaco.
(Isla de La Palma.)
1 = Grabados rupestres circulares y espirdiformes.-2 = Grabados rupestres eaquernAticon de diversos tipos.4 = Cuentas de collar riegmentadas.
(Se Indican a610 algunaa localidades. Ea especial en e1 Mria del Norte se ha prescindido de lna que no tienen un late& concreto psra nuestra tesis.)
NUEVOS ASPECMS DE LA PREHISTOBiA CANARIA 21
Se ha de notar la presencia, junto a los grabados, de cerámica
relacionada por su decoración con la de la cultura megalítica
del Norte de Europa, lo que ha servido para intentar darles una
feoha (1800-1500 a. C.).
En el continente africano los hallazgos de grabados y pin-turas
han sido en número enorme. En el Africa del Noroeste los
grabados abundan. Para nuestro objeto no interesan las nume-'
rosas representaciones de animales. Pero si hemos de destacar los
grupos cercanos a Marrakech, en el Atlas, especialmente en el
Ukaimedem. Aquí abundan representaciones de hachas y puñales
como los de algunas localidades europeas de la Edad del Bronce
(incluso presentan un parecido mn las alpinas del Monte Bego).
Pero, y esto es lo que nos importa aqui, se dan los motivos circu-kres
y espiraks ?a. En otros lugares dei Sahara aparece ei mo-tivo
de la espiral m.
Este último detalle es decisivo. El problema ahora es el de
averiguar si el evidente contacto entre petroglifos espiraliformes
africanos y europeos se realizó por caminos normaIes, España-
Marruecos-Sahara-Canarias, o si la relación tuvo por itinerario la
ruta atlántica por mar hasta las Canarias y de aqui pasó a Ma-rrakech
y al Sahara.
En la isla del Hierro (los letreros de E;! JuZun) existe otro
conjunto de carácter diverso. Aunque se ven en él círculos, labe-rintos
y motivos serpentiformes, aparecen e11 forma mucho más
esquemática que él tipo anteriormente descrito. Círculos y óvalos
38 J. MaJhomme en comunicación al 11 Congreso Panafricano de Pre-
3.:n~m..:r Argel, 1952.-Vbe z. u/i&nomme: Les grctvures rupestres de la
región de Marrahech, en el Livret-Guide, l p a r t b mrocaim, del 11 Coltgres
Pamafricain de Préhktoire, Alger, 1952, phg. 18.-Del mismo: R&resenta-tima
de: haches du Bronze ( G r m Atlas), "Bull. Soc. Prek du Maroc", 7-8,
1954; entre otros trabajos. No puede perderse de vista la abundancia do
petroglifos espiraliformes en las costas atlánticas de América. Este es un
c&-;',vuo a
39 H. Alimen: Préhbteire de E'Ajrique, pág. 416 y sigs.-R. Vaiifrey:
L'a* rupestre wd-afrkain, "Archives de 1'Imt. de Paleontologie Humaine",
Mem. nfim. 20, 1939.
22 LUIS PERICOT
tienen líneas o cruces inscritas, meandros y signos indetermina-dos.
Se les puede comparar con los grabados del Bmrrarmo de
Babs, en Gran Canaria, donde hay además algunas figuras hu-manas
en su fase anQs esquemática como en el arte neolítico this-pan0
(hombre-abeto) y al parecer también motivos zoomorf os ;
más difíciles de aceptar son los supuestos grabados de navíos que
Wolfel admite como paralelo con los escandinavos 'O.
En El Julan aparece sólo algún fragmento de cerámica tosca
y lisa, pero los grabados se integran en un conjunto de restos
(entre elios concheros, cuevas sepulcrales y taros) que Cusc~y
atribuye a grupos de pastores. Tanto Wolfel como Cuscoy se in-clinan
por supóner estos petroglifos muestras de una escritura
ideo..g ráfica. Cuscay además la supone un motivo religioso pas- 1T ... ,. toril. vv'oi~esi e¡ entüsiasn~a~ ü i lia idez de tener en e!!m !a pru~b-de
la existencia de una primitiva escritura obra de las .gentes de
esa gran cultura africana en que él cree.
Caracteres de escritura (tifinagh como quiere Marcy y como
nos parece mejor, o de influencia cretense como quiere Wolfel)
son los signos de ha Caleta, Barranco de TejeZeita y La Candw,
en la isla del Hierro, y a las que se ha dado una antigüedad má-xima
del siglo m a. C. 41.
Los restos petroglificos de Lanzarote no se pueden tomar en
consideración. Muy escasos y poco antiguos son algunos petro-glifos
señalados en Fuerteventura 42.
De manera que los petroglifos canarios constituyen un docu-mento
de un valor inestimable para probar los repetidos contac-tos
con las culturas prehistóricas continentales y nos ofrecen
por b menos tres capas, una ~rioderiia ya entrando en !a histo-ria,
alfabetiforme, y dos anteriores y acaso más o menos con-
40 L. Diego Cuscoy: Paletnologia, !@g. %.-P. Hernández Benltez: 191s-cripcimes
y grabadds del barranco de' Bazos, "El ,Xuseo Canario", niímc-ro
15, iY45.
4 1 Sobre estos signos véase WWodlf : Leolvc~~dToo rriani... , apéndices.
42 Véase E. Serra R&fol$s: Cr6nica arqueoZóg2cuc. Visita & astzcd~wu a
Lansarote y Fuerteventura, "Rw. de H~ist.", 1942, pág. 127.
Grn ANUARlO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
Los "letreros" de El J*clnn. (Isla d'el Hierro.)
NUEVOS ASPECTOS DE LA PREHISTORIA CANARIA 2%
temporáneas, pero que mientras una mira hacia el Mediterráneo
y el Levante español, la otra se orienta hacia las costas atlán-.
- ticas europeas. Ninguna de ellas parece poder ser anterior aL
-.
segundo rlnilenio a. C.
El .problema de h navegación prehistórica y el papel de
lus Camarim en posibks viajes trasatlánticos.
A menos que aceptáramos que los com,plejos elementos que
poblaron las Canarias fueron gentes llevadas allí por grupos de
navegantes superiores (fenicios, cartagineses, mauritanos, ára-bes),
hemos de pensar que se arribó a ellas con medios rudimen-.
.tarios. Así se nos plantea un problema apasionante, e1 de la m--
vegación primitiva, que empieza a interesar incluso al público
profaino ante las hazañas de tipo científico-deportivo que se han
multiplicado en los .Ultimas años.
Para las Canarias se complica por la l p a facilidad que otor-.
E&; : ~ ~ ~ ~ i j AcoLsaAom y 1"s -pligI*os de sus aguas. ;amexo-.
plicar las repetidas llegadas 'a través de milenios y los contac-tos
evidentes con culturas continentales? Y aún se hace mis di-ficil
si pensamos en los elementos de la cultura atlántica europea.
que no han podido llegar a Canarias o a la costa africana vecina.
más que por mar desde su lejano centro. Zmaginemos lo que po-.
dían ser los viajes por el Cantábrico y el Atlántico, desde Irlanda.
hasta las Canarias, en toscas embarcaciones durante la Edad der.
Bronce.
Pero si los anteriorw viajes no pueden negarse, entm J U eri.
el dominio de la puka hipótesis la posibilidad de que las Cana-.
rias hayan podido servir de etapa al hombre prehistórico en ca-suales
o voluntarias travesías del Atlántico. Hace unos añ,os nin-gún
etnólogo serio se hubiera atrevido a plantear esta posibili-dad.
A-uii hora parecer& imprudente a muchos. Sin embargo, cree--
mos que no podemos dejar de planteárnosla.
Y ello por varias razones. En primer lugar, etnólogos y pa--
24 LUIS PERICOT .
leobotánims, al tratar de explicar el origen y difusión de cier-tas
plantas y aun de ciertos elementos culturales en América, di-rigen
su vista hacia el Africa y se sienten inclinados a buscar
aquí el origen de aquéllos. En segundo lugar, nuestra visión de
las posibilidades del primitivo como navegante, voluntario u oca-sional,
ha variado de manera radical en los últimos años por
,obra de tantos navegantes solitarios y grupos audaces que con
medios rudimentarios han realizado felizmente largas travesías.
Dadas las corrientes y los vientos dominantes en el Atlán-tico
Sur, la distancia que media entre las costas occidentales de
Africi' y las del Brasil no puede ya considerarse un obstáculo
insuperable para un viaje desde aquel continente hasta América. a
Pero si en el caso del Perú, por ejemplo, ha sido fácil recons- N
E
truir sus tipos de embarcaciones prehispánicas y recoger una O
serie de noticias y tradiciones que aseguran que desde sus costas n-- m
se realizaron largos viajes, para el Africa no parece posible que O
E
ello se repita, pues no hay noticias ni tradiciones de pueblos ma- s
rineros.
-
Xespecto de ias Canaria:, el pmurma es deuo1udcr. I I w v pan- 3
-
tos años, Alvarez Delgado ha reunido los datos conocidos sobre -
0
m
E la capacidad náutica de los canarios primitivos, obteniendo un O
cu'adro completamente negativo, en el que, aunque queramos, no
n
podemos encontrar grieta aIguna que nos permita insinuar que -E
acaso en época remota el desvalimiento no fuera tan completo a
2
en este aspecto de la vida de los canarios 43.
n
n
El argumento de que quienes fueron capaces de poblar las 3
islas desde la costa, y no en una sola inmigración, no podían ser O
inhhhiks totalmente como navegantes, merece alguna atención.
No parece verosimil que todas las inmigraciones en Canarias se
realizaran por gentes no navegantes embarcados en las naves de
pueblos de capacidad marinera, a pesar de que tal explicación se
43 J. AJvarez Delgado: La naueqación. entre los amarzos prehispanzcos,
'"Archivo Español de Arqueología", niim. 79, Madrid, 1950, pág. 164. En
el comentario que le dedica E. Serra en la "Rev. de Hist.", 101-104, 195%
pagina 308, se inclina por creer en alguna navegación indígena.
,602 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
AWEVOS ASPECTOS DE LA PREHISTORIA CANARIA 25
ha dado en algunos casos de poblamiento de Polinesia o de
América.
Las sugestiones de Alvarez Delgado son interesantes en el
sentido de que conocidas las corrientes y vientos dominantes
(aunque se puede objetar que éstos deben haber variado con los
cambios climáticos), se explica el que unos navegantes pueda
haber arribado primeramente a Isla$ del grupo oriental y no seria
preciso aceptar para ellas un poMamiento paulatino desde las Islas
más próximas al continente.
Claro está que puede darse el caso de una población aborigen
canaria apartada de todo tráfico por mar que no sea el raro y
ocasional entre las Islas en circunstancias favorables, mientras
mediterráneos o africanos hábiles en el mar pudieron usar las
í&nwizs temo &zpg !a travegfa &! AaA~tico. para los ná-vegantes
árabes, herederos de todo el saber náutico de los anti-guos
y en pleno apogeo de su expansión que les llevó a tierras
muy lejanas, tenemos datos más concretos que nos permiten sos-pechar
que atravesaron el Atlántico. Se trata de la expedición
hacia Occidente de una flota del sultán mandingo Muhammad de
Gao a principios del siglo m, de la que no volvió a tenerse no-ticia.
Lo que sí parece seguro es que, al contrario de lo que ocurre
en el Pacífico, donde tenemos pruebas de contactos en ambas di-recciones,
en el Atlántico podemos sospechar su travesía de Este
a Oeste, pero no hay ningún elemento americano que haya lle-gado,
que sepamos, al Africa 44.
Sin darle mayor trascendencia que la de simple hipótesis, se-
44 Véase, por ejemplo, el estudio de J. Vernet: Influencuro nttcsuZ~nnnas
sri. eZ oriqan de la cartografh Iláutica, donde cita el trabajo de A. Zeki
Pacha: Une secozde tmtatbe des JfusuWam par ddcwvrir Z'Amerique,
"Bu11. Lnst. E@.", 2, 1920, #p@. 57. (Publicaciones de ,la Real Sociedad Geo-gráfica
de Madrid, 1953.)
Según M. D. W. Jeffreys (Pre CoZwmhim w&ge Zn Afrbcn. ''Xa%cre'',
172, 1953, pág. 965), árabes y negros habían llegado a América alrededor
del 900 a. C. Induso hay quien duda ahora (de que d maíz fuera cultivado
por vez primera en América.
267 LUIS PERICOT
ñalaremos la atrevida sugestión de Thor Heyerdahl4?, que Mou-rant,
al estudiar la distribución de los factores sanguíneos en el
.orbe, recoge como digna de tenerse en cuenta "fiP.a ra Heyerdahl
los polinesios proceden, en dos oleadas distintas, de las costas
de América. Una oleada meridional habría llevado a grupos fu-gitivos
peruanos al las islas polinesias. Estos grupos halsrian dado
a los polinesios sus elementos caucasoides. A su vez este elemento
caucasoide en Sudamérica procedería, a través del Atlántico, de
las Canarias y el continente vecino. La presencia de una serie
de elementos culturale,s (e scritura, trepanación, pintaderas, cala-baza,
momificación) que parecen llegados a América directamente
desde Mrica, la semejanza sanguinea entre americanos y poli- a
nesios, los rasgos comunes que esos y otros autores quieren ver E
e::+,reC ~ U T y~ n~urUte rrfrican~s,p or una parte, e hipotéticos cau- O
casoides americanos,. por otra, serían los argumentos básicos.
n-- m
O
Digamos que las teorías de Thor Heyerdahl, aun estando apo- E
2 yadas por su bella gesta y por el sentido ccuinún de que el primi-tivo
sólo puede haber recorrido los mares a favor de corrientes
y vientos favorables y éstos señaian el camino de Este a Oeste 3
mejor que el contrario, han sido mal acogidas por los etnólogos.
-
0
m
E
Estos siguen convencidos de que Oceanía se pobló desde Occi- O
dente y que por los caminos de Oeste a Este los elementos de n
origen africano' pueden haber llegaiio a América. E
a
Siendo la obra de Mourant muy reciente (1954), ignoramos la n
reacción que su aceptación de parte, por lo menos, de las teorías n
n
de Heyerdahl, puede provocar. 3
O
Por nuestra parte, escépticos siempre en lo que se refiere a
iravesias atlhticas, yel?;os tma. &f.,g~!+&de n e] !.~P&G qiie las
45 Thor H e y a d a : Alrnie7*icm 1ncliam-s tn t F j e Pncific, Londres, 1952.
Entre las muchas críticas provocadas por las teorías de Heyerda, véase
la de R. Heine-Geldern: Heyerdahl's hypothesis of Polynesian origias: a
crit.i:cLw, "Geogr. doiim.", Londres. vol. C m . núms. 4-6, 1950; y la de
A. Metraux en la "Revue de Paris", julio 1951.
46 A. E. Mourant: The distribut&rz of the 1tz~m.m bZoo6 grwps, Lon-dres,
1954.
604 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTlCOS
El Cenobio Valerh. (Cuesta de Silva. Gran Canaria.)
"Pinta&ras" de la Isla de Gran Canaria. De la Colección del Museo Canario
de Las Palmas.
N W O S ASPECTOS DE LA PREHISTORIA CkVARIA 8'7
teorías de Heyerdahl exigirían una travesía por lo menos en el
primer milenio a. C. para que pudieran tener origen africano ele-mentos
peruanos muy arcaicos. Claro está que en el primer mi-lenio
a. C. caben muchas actividades que ignoramos de las gentes
que poblaban las costas africanas y las Canarias. En todo caso
no hay duda de que estas hipótesis han venido a animar nuestros
estudios, y en la época deportiva que vivimos pueden servir de
pretexto a magníficas empresas.
Las pintaderas, de barro cocido o en algunos casos de ma-dera,
son sellos planos con un asa vertical, con frecuencia agu-jereada.
En relieve, por excisión, el sello presenta motivos geo-métricos,
parecidos a las decoraciones de algunas cerámicas.
Las pintaderas son exclusivas de Gran Canaria, aunque no
es imposible que se usaran en otras islas, pues Berthelot publicó
varias de Güímar (Tenerife) Hay numerosos datos en las tra-diciones
conservadas sobre la decoración corporal que practica-ban
los canarios con jugos vegetales de color y se ha pensado
por Verneau, al que sigue Pérez de Barradas, que para este fin
podrían servir las pintaderas. Pero Marcy ha hecho un estudio
minucioso del tema y con otros autores prefiere interpretarlas,
como los sellos del Próximo Oriente, como marcas de propiedad
personal. Conocemos en la Isla graneros colectivos (Cenobio Va-lerón,
por ejemplo), e incluso se han hallado estructuras inter-pretadas
mmo graneros-fortalezas (semejantes a los de otros te-rritorios
africanos), y las pintaderas pudieran ser sellos para
marcar pellas de barro colocadas en la entrada ,de los departa-mentos
de propiedad particular dentro del granero colectivo. Aun
en Aimlérica la finalidad decorativa no es tampoco clara. Incluso
el nombre es discutible 48.
47 S. Berthelot, ob. cit., Iám. X.
48 G. Marcy: El verdccdew destino de bs "yintadcnr;csW Se Canarias,
trad. en "Rev. de Hist.", 58, 1942, pág. 108; en francks, en el "Journ. de
28. LUIS PERICOT
Se conocen en número de varios centenares. Las de madera
proceden de Gáldar y Arucas. Hay un ejemplar cilíndrico.
Lo que da interés a esta curiosa pieza es que se da dentro de
culturas neoliticas o del comienzo del metal en otras regiones
del Orbe.
Wlolfel señaló su relación con los sellos de Egipto, Creta y
Mesopotamia. Pérez de Barradas, en 1939, relacionó las de Ca-narias
con las de la cueva de Arene Candide y los fondos de
cabaña de Reggio, en Italia, así como con la costumbre de la
pintura corporal en el Danubio y en el Egipto predinhstico 49.
Pero es que en Siria y Palestina, desde las fases más anti-guas
50, se dan las pintaderas. En cuanto al Danubio, en imi-tación
en barro cocido de las de piedra orientales, abundan en la
f e h i i h i a n a II y aparecen -perfectamente delimitadas lo mis-mo
que en la citada cueva li'gur. Hoy tenemos ya algún raro ejem-plar
en la Península. De manera que podemos ponerlo, junto con
la trepanación y la momificación, en el caudal de elementos que
han llegado por el Norte de Africa, en la gran oleada cultural
que Canarias ha recibido en e: III mileni=.
Más curioso aún es que las pintaderas se encuentran abun-la
Soc. des Africanistes", X, 1940, pág. 163.-La aplicación de las pinta-deras
para aplicar adornos corporales puede defenderse a base del trabajo
de Th. Monod: Sobre algunas pintadiera6 ~est~eafricainas",A mpurias", m,
1944, pág. 265.
49 J. Perez de Barradas: Estado actual, p$g. 20.-Véase ademas: R-Verneau,
Les pintadew de Ea Gramd Canlarie, "Rev. a'Ethn.'', 3, París,
1885, pág. 193; Diego Ripmhe Torréns, Les pint&ras de E'Europe, de8
Canmies et de ZJAmérique, XII Congreso Int. de Americanistas, París, 1900
:1VC!2); P. H P T ~ B~en~ítePz. VZin diicación de nuestras pintaderas, "El Mu-seo
Canario", V, $0, Las Palmas, 1944, p6g. 15.
50 Sobre las pintaderae en 'los niveles neolíticos de Siria-Cilicia, vease
R. J. Braidwood: A tentative re2atiw Chronology of Syria from the ter-minal
food gathering stage to ca. 2000 B. C., fig. 1 (en Rebtive Chromolo-gies
in OMI World Archa~ology, ed. por R. W. Ehrich, aicago, 1954, p&&-
iia 34). Par& 1-1. dnmhianas y su cronología, véase V. Gordon Childe: Prc-historie
migrations in Europe, Oslo, 1950. Para, las italianas, véase L. Ber-nabo
Brea: Gli scavi mella c w m d alle Arene Ca n d ~ eP. arte I. Gli strati
con ceranziche, Bordighe~a, 1946, iárn. XíX y pág. 203.
606 ANUARIO DE EETUDIOS ATLANTICOS
NUEVOS ASPECTOS DE -LA PREHISTORIA CANARIA 2.9
dantes en la América central. Han sido estudiadas precisamente
por un etnólogo español, J. Alcina Frmch. El Último de sus tra-bajos,
muy importante, está todavía inédito s=. Alcina ha traba-jado
en los museos mejicanos y ha señalado la distribución de
las pintaderas en todo el Mundo. Establece las zonas en que pue-den
agruparse. Aparte la América central y las Antillas, las ve-mos
en Colombia, Ecuador y Norte del Perú. Hallazgos aislados
se señalan en Abisinia y Japón.
Cabe preguntarse si se trata de una invenciói aislada o de
un fenómeno de derivación. Nos inclinaríamos por esto último
dadas las estrechas similitudes en las distintas comarcas. Pero
¿'cómo explicar la difusión de este tipo desde el Mediterránea
hasta América ?
El caso de ia trepartación.
La trepanación ha sido estudiada por Wolfel y se han fijada,
en ella m ~ c h m~ ts= resa2.S in &ida ~ ü i i ~ i i i u ~ f ee imenfo cd-tural
muy significativo y propio de pueblos que usaban la honda.
y las mazas.
En Oceanía se practicaba con gran acierto en el vivo para.
curar las heridas y se cerraba la abertura con un pedazo de coco-
Se señala en Polinesia y Melanesia. En algunas zonas se prac-ticaba
la incisión en cruz o en T.
En América se encuentra la trepanación en varios lugares de
la zona pacífica, pero sobre todo en el Perú. Al igual que en
51 &te trabajo ha sido premiado en 1954 por d Consejo Superior de
Investigaciones Científicas. Véase su estudio: LXvtribución geográfica de Ins
"Pintaderas" en América, "Archivo de Prehistoria Levantina", IX, 1952,
Valencia (19531, pág. 241. Con extensa bibliografía, a la que remitimos.
52 D. J. Wolfel: Dk Trqwmxtion. Stuciien. über Urspru~zg, Zusamrnew
hünge U& E?~lturelieZ ugehorigkeit & Tropunation, "Anthropos". XX; Vie-na,
1925.-E. Mac White: Notas sobre ia trepam&ón prehistórica cm $a
Peninsula Ibérica, "Cuadernos de Hist. Primitiva", 1, 2, 1946, p8g. 61.--J.
Bwch Millares: Las amas y fracturas de crdwo de los guancl~ss, "E3 Mu-seo
Canario", 1944.
80 LUIS PERlCOT
Oceania, predomina la trepanación circular. En Polinesia se usaba
de preferencia un- cuchillo de sílex. En el Perú y Bolivia la he-rida
se cubre con un pedazo de calabaza. Del estudio de Wolfel
se deduce la evidente relación entre la trepanación americana y
la oceánica, debidas al uso de armas semejantes : honda y maza.
Borman, pues, un claro complejo cultural. El problema es, como
siempre, el de saber si la trepanación americana tiene un origen
meániw, como piensan la mayoría de autores, o si, por el con-trario,
desde las costas del Perú se extendió hacia la Polinesia.
Ahora bien: hay otro foco de trepanación, el bereber del Atlas
y las Islas Canarias. Y no sería aventurado sospechar que éste
pudo ser otro elemento que atravesó el Atlántico. Precisamente
en el Perú aparece asociada a la trepanación el uso de la calabaza
para tapar la herida. Y la calabaza es acaso ia planta que m&
probabilidades tiene de haber cruzado el Atlántico.
La calabaza (Lagenaria) tiene una distribución circum-atlán-tica,
y hasta el antidifusionista Merrill supone que desde el foco
africano, donde sabemos se cultivaba varios miles de años antes
de nuestra era, pasó a América, dando la vuelta por el Pacífico 53.
Si tenemos en cuenta que en la costa del Perú se han encontrado
vestigios de dicha especie en yacimientos fechados hacia el
1000 a. C., antes de que se poblara la PoIinesia, y que la distan-eia
entre Africa y América es de 1.700 millas, mientras 2.00
ui.,i!!z.: sepm-m- las costas del Perú de la isla de la Pascua, la más
53 Sobre la c&bma, véase Th. Heyerdahl, oú. cit., pág. 439, con am-plia
bibliografia. -E. D. Merrill: Obaavulions on crcltiwtcd p h ~ t s WML
referente to certwin arnericm problems, "Ceiba", 1, 1. Tegucigalpa (Non-duras),
1950.
Por varias Tazones no puede pensarse en que La calabaza atravesara
flotando el Océano, La Lagenaria. se conocía y usaba en Canarias, según
Viera.-Véase J. Alvarez Delgado: Buba?zgo, "Rev. de Hist.", 71, 1945, pf-gina
261.
4508 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS
extrema de las islas polinésicas, se comprende que no se puede
descuidar la posibilidad de una difusión a través del Atlántico.
En cuanto al algodón, ha sido estudiado recientemente el
problema complejo de su difusión por parte de los paleobotáni-cos.
Los resultados son curiosps y vamos a intentar resumirlos
en pocas líneas 54.
Se conocen dos variedades del algodón salvaje, el americano
con 13 cromosomas pequeños y el del Viejo Mundo con 13 cro-rnosomas
grandes. El algodón doméstico cultivado en el Nuevo
Mundo tiene 26 cromosomas, 13 grandes y 13 pequeños. Sólo
puede haber surgido por la hibridación de su algodón salvaje por
el del Viejo Mundo. En éste el algodón, que debió emplearse pri-mero
por el aceite de sus simientes, sa c U t i i 4 Z S U ~p rmtíi y süs
fibras se emplearon para el tejido. Ello ocurrió en la Arabia me-ridional,
en el Africa del Nordeste o en el valle del Indo. Esta
Última región parece preferirse como foco primero, y las gentes
de Mohenjo Daro, en el 11 milenio a. C. por lo menrxs, ya 10 tejían.
La hibridacióii d2i algodón americano ha de haberse reali-zado
muy pronto, pues en el Perú se conocía muchos siglos antes
de nuestra Era. Ahora bien, el camino de la Polinesia parece que
no pudo ser utilizado por esta planta, que falta en Melanesia,
Micronesia, Nueva Guinea y Australia. Tampoco puede pensarse
en su transporte por tierra a través de comarcas no adecuadas
para su cultivo. Queda el camino directo por mar desde la India
o el más corto y favorabie desde Africa a través del Atlántico.
Caso semejante es el de la escritura. En la remota isla de la
Pascua se encuentran unas tablas de madera con signos tallados
54 Soh3 e! d g d h y YÜS prübieiüay, 7%. iieyerdahi, ob cit., pdg. 446.-
Sauer: Cultiwted phnts of South and Centre America (en, el Handbook of
South American Iaciians de Steward, vol. 6, 1950).--Carter: PEant evidace
foi eal-íy cwttacts lwith America, "Southwestern Journal of A&.hropology",
VI, 2, Albuquerque (N. M.), 1950.
que constituyen una escritura que se ha puesto en relacih con
la de Mohenjo-Daro, comparación que muchos autores no acep
tan. Si aceptamos el parecido entre los dos sistemas, podemos
pensar con Heyerdahl, enlpeñado en combatir las relaciones di-rectas
entre Asia y Polinesia, que el camino entre el Indo y la
isla de la Pascua es más corto por el Oeste que por el Este Y
que es más favorable para una navegación rudimentaria.
Vestigios en el Perú y sistemas de escritura de los cunas de
Panamá y de los motilones de Venezuela, en cuya descripción no
podemos entrar, pues nos alejarían demasiado del tema, trans-plantan
el problema del origen de la escritura de la isla de la
8 Pascua a la costa atlántica de Sudamérica, con lo que el camino N
por el Africa del Norte y el Atlántico resulta sugestivo y mere- U
cerá una rebusca de posibles signos parecidos en el Norte de %-
8' Africa y en Canarias (véase el mapa adjunto) 55.
8
I
Desde los comienzos de la investigación moderna ha preocu-pado
el problema antropológico canario. Para resolverlo se han
tenido en cuenta los restos descubiertos en las necrópolis y el
estudio de los canarios actuales. Por desgracia, como en todas
partes, han sido en gran número los yacimientos perdidos para la
ciencia y en especial los de carácter antropológico por la fragi-lidad
de los restas humanos y el daño que la natural curiosidad
de ios descubridvi~sc ausa eii fales estaci~x%P. cr otra p~rtc?,
la falta de cronología en la Prehistoria canaria diiiculta el estu-dio
de la evolución étnica a través de los vestigios humanos.
Pronto se apreció la existencia de un tipo humano peculiar
predominante, en especial en algunas de las Islas, al que se dió
55 Sobre esta escritura, v6ase Th. Heyerdahl, ob. cit., pág. 625, cm bi-bliografia
y -tiples ref weflcias.
610 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOB
NZTEVOS ASPECTOS DE LA PREHISTORIA CANAR'iA 33
el nombre de gwanche, por suponerlo el característico de la po-blación
indígena. Ya Verneau hizo notar que en los cráneos guan-ches
se encontraban reunidos los rasgos propios de la raza de
Cro-Magnon. Entre ellos, la forma alargada del cráneo, la cara
baja o mediana, las órbitas bajas de contorno cuadrangular y la
nariz generalmente leptorrina 55.
Naturalmente, este es el tipo que nos interesa primordial-mente,
pues ha de corresponder a una oleada antigua, la más
antigua, creemos, de la población canaria.
Para Verneau y otros autores de su época, la explicación de
su presencia la hallaríamos en su retirada a. través de España
hacia el Norte de Africa, desde donde irían a parar a las Cana-rias
como zona de refugio. Fischer, al que sigue Wolfel, cree que
ha de relacionarse con el tipo dálico de la raza nórdica; ambos
sostienen que este tipo primitivo no desapareció, sino que se con-serva
en los actuales canarios, lo que creemos acertado ".
Esta visión se ha. modificado con el conocimiento detallado
de !as pdA,!aei~nesp rehiutSricaa de! -A,fricz mennr. Se ha ido pre-cisando
un tipo étnico, la llamada raza de Mechta-el-Arbi. Co-rresponde
a estaciones con industria iberomauritánica, cultura
litoral y paralela a la capsiense, y a otras con industria capsiense
e incluso con industria neolítica de tradición capsiense (cuevas
de Djebel Fatas y de los Trogloditas en Argelia). Se extiende
desde la costa de Túnez hasta el Atlántico, pues A. Ruhlrnann
56 Broca ya notó la existencia de aíinidades morfológicas entre vascos,
Lahitiw y gw~~heQs-.a t~efages,H amy y Verneau afirmaron que el tipo de
Cromaggnon se ha conservado entre los guanches. VBase R. Verneau:
race & Cm-Mugnon, ses migrutions, ses descenalaotts, "Rev. d'ilnthropolo-gie",
3." ser., t. 1, Paris, 1878.-Del mismo: De la plumlit6 des rccces mr
cievwes de Z'archipeZ mucrJcuz, "Bull. Soc. d'Anthropologie", 2." serie, t. 11,
París, 1876, pzig. 408.-Del mismo: Rcvpport sur une mission scielztlfiqw
XCP? !'lch*eZ cmnt-iq. "Archives des missions scientifiques et litteraires",
S." serie, t. 13, París, 1887, pág. 569.
57 E. Fischer: Sind d k AZter Kanarisr ausgestorben?, "Zeitschrift für
Ethnologie", 62, 1930, p&g. 258.-D. J. Wolfel: 8 i ~ dd k Urei~w~hrizedre r
Kamren uusges2lorbea, 'S. f. E", 62, 1930, pág. 282.
34 LUIS PERICOT
encontró un cráneo de esta raza en un nivel paleolítico superior
de la cueva de Dar-es-Soltan, cerca de Rabat 58.
Estudiando el tipo de Mechta-el-Arbi, H. Vallois vió clara su
pertenencia al grupo Cro-Magnon, del que es una variante un
poco más tosca y de aspecto algo más primitivo. Y así, en 1934,
dicho ilustre antropólogo hnzó la hipótesis de que en la raza de
Mechta-el-Arbi se hallaba el origen de los guanches. Faltaba en-contrar
sus representantes en la región atlántica del continente
y el hallazgo de Dares-Soltan llenó este vacío 59.
Estas serían, pues, las primeras gentes que poblaron las Ca-narias,
bien fueran llevados por su espíritu viajero, bien ante la
presión de los pueblos neolíticos. Entre el final del Paleolítico y
el comienzo del Neolítico nos quedan imns C ~ I B I I ~ QmS i!enios de!
Mesolítico para situar en ellos esta primera inmigración. '
Este sensacional resultado, que aclara muchas cosas, hace que
todo nuevo hallazgo relacionado con la raza de Cro-Magnon en
el continente africano o en el Sur de Europa pueda tener reper-cusiones
en el problema del poblamiento canario primitivo. Dado
que no tenemos sino datos muy dispersos y escasos de la antro-pología
del Sur de Europa durante el Paleolítico superior, caben
todavía muchas y grandes sorpresas en esta materia.
Así ha constituído uno de los hallazgos más sorprendentes de
mi vida científica el que realizamos el año 1951 en la cueva del
Barranc Blanc (Rótova, Valencia). En un nivel que está perfec-tamente
definido como epigravetiense (equivalente al magdale-
58 M. Boule-H. Vallois: Les hommes fossiles, 4: ed., Paris, 1952, p&$-
nas 315 y 448. También se llama raza de Afalu (del yacimiento de Afalu-bu-
bmmel) a la que denominamos de Mechta-d-Arái. - C. Arambourg-
39.8 Boule-R. Verneau: Les grottes pdéolithiques des Beni-Segonal (Algerie),
"Archives de 1'Inst. de Paleont. Hum.", Mem. 13, París, 1934.
59 H. Vallois: Les restes hwnains de Zcs ymttc de Dar-es-SoZtan (en
A. Rualmann: LCF grotte préhisto%ue de Dar-es-Soltalz. Col. "Hesperis",
Rabat, XI, 1951).
V. también: R. Vaufrey: L'age des homas fossibs de Mechta-el-Arbi,
"Bull. de la Soc. Hist. et Géograph. de la région de Sétif", t. 1, 1935, pag. 1.
612 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTICOS.
NUEVOS ASPECTOS'DE LA PREHISTORIA CANARIA 35
niense de comarcas más septentrionales) apareció un fragmento
de frontal humano que presenta todas las características de la
tosca y primitiva variedad africana del Cro-Magnon y coincide
con los cráneos guanches 60. Se trata, pues, de un lazo insospe-chado
entre los pobladores de Canarias y uno de los elementos
de la población española del Paleolítico superior, a la vez que la
prueba de que una sola raza se difundió entonces por ambas ori-llas
del Mediterráneo y que el Estrecho de Gibraltar fué surcado
por esas gentes, lo que permite sospechar que ya entonces pudie-ron
llegar a las Canarias.
El segundo elemento étnico lo constituye el tipo mediterráneo
que se halla como elemento constituyente de las poblaciones neo-
Iítira de la Peninsiila y de! Nnrk de Africa hasta el Próximo
Oriente. La participación de este segundo elemento en la etnia
canaria no puede ser más claro y a su entrada habremos de atri-buir
la mayoría de elementos básicos de la cultura neolitica de
cultivadores y ganaderos que quedó rezagada en las islas. Mi-rancio
la ia costa vecina podemos seguir ei tránsito de ia raza de
Mechta a otros tipos humanos que, aunque conservan en parte
los rasgos anteriores, ofrecen otros nuevos (la abundancia de
caries, por ejemplo) que indican que se ha producido un cambio
de población. Tal nos indican los restos humanos de la capa B,
neolítica, de Dar-es-Soltan y el cráneo hallado en 1936 por Ja-ranoff
en un conchero cercano a Rabat. Todos ellos son incluídos
por Vallois en la raza mediterránea que en un Neolítico más
avanzado queda dueña de toda el Africa del Norte y que es na-tiirl!
mpntp 1% que SgpEemnF: p& a Canaria-. La fecha de este
acontecimiento trascendental ha de ser posterior al 3000 a. C.,
60 E3 frontal del Barrcvnc Blamc ha sido estudiado por el Prof. S. Alcolb6.
Juntos lo llevamos al 11 Congreso Panafricano de Prehistoria, celebrado en
A~gel en septiembre de 1953, donde fué examinado por los mejores espe-cialistas
y comparado con las series del Museo de Argel. El resuitacio Tu6
del todo favorable al diagnóstico dado por nuestro colega.-V8ase S. Alcobé:
AntropoZogZa del Pateolz'tico en el Norte de Africa en el Levante espafiol,
"Archivos del Instituto de Estudios Africanos", W, nih. 30, Madrid, 1954,
página 73.
36 LUIS PERICOT
fecha obtenida para el Neolitico de tradición capsiense por medio
del Carbono 14. Podemos reservarle el tercer milenio 61.
Con este elemento racial hemos de suljsner penetran en las
Islas las creaciones culturales y los rasgos lingüísticos que unen
a los habitantes de las Canarias con el mundo neolitico norte-africano,
que siguió, sin embargo, haciendo sentir su influencia
-a través de posteriores milenios.
Es curioso apreciar la distinta proporción que los dos tipos
étnicos anteriores presentan en las distintas Islas, tal como la
han señalado los antropólogos que han medido millares de cra-neos
en los últimos años. Es curioso que la proporción del tipo
guanche es más reducida de lo que podíamos pensar. Falken-burger.
el último de los que han estudiado con intensidad la po-blación
canaria, a base de 744 cráneos y teniendo en cuenta todos
los trabajos anteriores, da las siguientes proporciones: mientras
el tipo guanche se da en 35 % de los cráneos estudiados y en
30 % el tipo mediterráneo, en Tenerife estas cifras son 34 y 35 %,
en Grari cananae ; 33 y 35 yo, eii aieier0e; 36 26 yo y- en Gu-mera
la proporción de guanches sube a 46 OJo y la de mediterrá-neos
baja a 12 O/o 62.
Todos los antropólogos que se han ocupado de las Canarias
han reconocido en ellas un elemento racial calificado de negroide,
principalmente por presentar la cara baja y la nariz ancha. Este
tipo étnico plantea un difícil problema. Hemos de recordar que
3 aparece también en el Neolítico español y que se htalla sobre todo
en el Sgipto predinástico. Pero el hecho de que fueran llevados
a Canarias muchos esclavos negros para el cultivo de la caña de
azúcar y el haberse basado algunos antropólogos en colecciones
61 D. Jaranoff : L'évoZution rnqorpholoigique du lWaroc atla*ztique p&nt
le Pliocene et le Qwterrmire, "Rev. de Géogr. physique et de Géologie dy-
..a-,,in..-~~
LLu..,u, , IX, 1935, pAg. 301.
62 F. Faikenburger: Ewayo de una luueva clasificm*kh craneológicrc (le
los antigw3s habitamtes de Canaimas, "Actas de la Sociedad FSpafiola de
Antropología, Etnografía y Prehistoria", Madrid, 1942; en frances en "L'An-thropologie",
49, París, 1939, págs. 333 y 533.
614 ANUARIO DE ESTTJDIOS ATLANTICOS
NUEVOS ASPECTOS DE LA PREHISTORIA CANAKlA 37
de cráneos reunidos sin preocuparse de su época y procedencia
hace suponer que se ha falseado la verdadera proporción del ele-mento
negroide en la etnia canaria.
Por úItimo, y prescindiendo de los grupos mixtos, queda otro
elemento menos importante y claramente braquicéfalo. El paren-tesco
del mismo hay que buscarlo en el Asia Menor, pero tam-bién
se halla en Egipto y en la Cartago púnica. Podemos, pues,
considerarlo como vestigio de las gentes llegadas con los pueblos
navegantes y colonizadores a partir del 1 milenio a. C. 64.
No se crea, sin embargo, que el esquema pueda ser tan sen-cillo
como de los párrafos anteriores podría suponerse. Los estu-idios
más recientes 65 indican que en el pueblo que desarrolló el
Capsiense (tipo de Ain Metterchem) se encuentra un p p o étnico
mediterránido y que el tipo berbérido deriva del de Mechta-el-
Arbi. Para el Mesoiítico de Africa del Norte señala Cabot Briggs
cuatro elementos raciales. Es decir, que muy pronto la población
63 Así se cuenta que Hooton pagaba un duro par cada cráneo que le
Uevaban, reuniendo así billar de p i m para su estudio, pero sin posi-bilidad
de comprobar su exacta procedencia y antigüedad.
E. A. Hooton: Ths mcimt inhbitmts o! the Cafltzry Zslan&, Cambridge
-(E. U.), 1925.
64 Véase Falkenburger, ob. cit.-L. Diego (;iiscoy: Pabtmlogia, p&g. 26:
Otros f rabajos antropológicos:
F. de las Barras de Aragdn: Estudio de los cr&ueos antiguos de Carie
rias e d t e n t e s en el Mu~eoA. rttropológico Nacional, "Actas y Memorias de
ia Soc. Esp. de Antr., ,Etn. y Preh.", VIII, Madrid, 1929, phg. 3.
.E. Tamagnini: Cont.ribwóes para o estudo üa Antlropologia Portuguesa.
XI. 10s antiguos mbitcvntes &S Canta?-@% "Rev. de la Fa& de Ciencias de
la Univeiisidad de Coimbra", 11, Coimbira, 1932, phg. 267.
E. Fisclier: Problemas antropológlcos de las Islas Coclza~ius, "Homenaje
a D. Luis de Hoyos Sáinz", 1, Madfid, 1949, pág. 153.-Del mismo: Beitrng
mcr RassierzJcunde der alten Kmrier, "Zeitschrift für Morphologie und An-throlpologie",
Berlíí, XLT, 1949, Mg. 284.
65 R. Cabt Briggs: The stolze age mces of mrth.west AfTic~, "Ame
rican School of Prehistoric Research", Peabody Museum, Harvard Univer-sity,
Bull, núm. 18, Cambridge .(E. U.), 1955.-S. Alcobé: Bbdynamik cM
Af~ik%mischeaX ontinents, "Historia Mundi", t. 1, Basilea, 1953. Agmiecc;
mos al Prof. Alcobé sus útiles indicaciones.
Qs LUIS PERlCOT
del Norte de Africa aparece mezclada y por tanto el elemento
que llamamos guanche pudo entrar en Canarias pronto y ya mez-clado,
como pudo entrar tarde y mezclado también con el pueblo
de habla bereber y de cultura neolitica.
En estos últimos años se ha concedido un gran valor a la
reacción sanguínea, estudiándose en la sangre humana la presen-cia
de una serie de factores que permiten una clasificación racial
mucho más segura que la obtenida con rasgos externos fácilmen-te
modificables.
Por desgracia, no parece que hayan podido obtenerse datos
de grupos;. indígenas canarios puros. Según Mourant, en 1954, los
grupos Rh se dan en las Islas Canarias en la proporción que ca- a
bría esperar de una población europea con notable aportación ne-o
gra. El factor R 2 es más frecuente que en la mayoría de po- n-- m blaciones mediterráneas, al igual que ocurre con algunas comar- O
.-
cas españolas 06. Hay que esperar, pues, nuevas observaciones E
2
E para que podamos tener en cuenta este importante factor.
3
-
0
C o n c l u s i o n e s . m
E
o
Nos hemos fijado sólo en los datos arqueológicos y un poco n
E en los antropológicos. Pero un estudio que pretendiera ser com- a
pleto habría de incluir los datos lingüisticos y el análisis de las n
tradiciones recogidas por los primeros cronistas e historiadores. n
Estos Últimos nos darían el cuadro de la vida de los canarios en 3
O
la época anterior a la ocupación europea, especialmente en la vida
social. En cuanto ai problema Ge ia iengua, muy discutido, parece
prevalecer en él la relación del lenguaje canario primitivo con el
bereber. Con ello no se hace sino reforzar los resultados que nos
proporciona la Arqueología. Si algo pudo quedar de la primi-
, - 68 . VBase Mourant, o&. cit., pág. 80. Ver pág. 145, donde se inclina a
aceptar que las elementos de raza blanca que se pueden rastrear en Sudamé-rica
en la epoca precolombina pudieron llegar desde las islas Canarias.
ANUARIO DE EBTUDIOS ATLWTIOOS
NUEVOS ASPECTOS
-tiva habla de los guanches
.nes de apreciarlo 'j7.
Expresar ahora aquí la
DE I;A PREHISTORIA CANARIA 39
paleolíticos, no estamos en condicio-esperanza
de que los esforzados ar-queólogos
canarios acabarán por encontrar yacimientos con estra-tigrafia
que nos aclaren los puntos hoy dudosos y señalen con
claridad las sucesivas capas de inmigración, sería mostrar con-fianza
contra todo convencimiento. Hay que pensar que el núme-ro
de yacimientos en el Archipiélago es reducido y que muchos
-han sido por desgracia destruidos, incluso en los últimos años ".
El mayor obstáculo con que tropieza la Prehistoria canaria
es la falta de cronología, falta que difícilmente podrá subsanarse.
Ello depende de dos factores principales. Uno es la falta de ya-cimientos
con estratigrafía. Otro es el retraso cultural que es
67 Sobre los aspectce IingUisticos, véase J. Alvarez Delgado: Los ubori-genes
de Canarias ante la Lingüisti~, "Atlantis", Madrid, 1941.-Del mis-mo
: Sistema de mnner&ón worteafricm, Nadrid (manuales Emérita) ,
-1-9 4--4 (v. p! ~ ~ r n p n t g y&i ~W . Giefe ''Ecg. 61 HM.",1 95G, p&g. a9!; S=
Misceláltea guamhe (La. Laguna, 1942) y muchos otros trabajos.
D. J. Wolfel: Leonardo TorriGGni ..., apéndice II, dedicado a la lengua, y
numerosos trabajos posteriores, en especial sus Monumenta Linguae Canariac.
A. Tovar: Canarias y la lingiifstica ilzaoeuropea, "EmBrita", X, 1942.
Critica a Alvarez Delgado por huir de la relación de la lengua. canaria. con
la bereber.-Del mismo: iZn&m~ropeas en Canarias?, "Zephyms", IJI, Sa-lamanca,
1952, p8g. 242.
W. Vycichl: La lengua de los antiguos canarios. Zntrodwción a7 estudio
de la 1engu.a y de la historia ca?mrias, "Rev. de Hist.", XVIII, 1952, pág. 167.
Para este autor, la colonizaci6n de Canarias seria fruto de la presi6n árabe.
E. Zyhlarz: Das Xamrische Bertmisch in d n e m sprachgeschichtlichen
_MiEgu, <'S&schu+ fiiUr xaigeE!&7&ChwL Gese!!schsf.ft", 169, 2, 1950, &i-na
403. Comentario de W. Giese en "Rev. de Hist", 100, 1952, pág. 413.
W. Giese: Acerca del can'dctsr de b Zmgua guunche, ''Rev. de Hist.",
1949, pág. 188.
D. J. Wolfel: Le problhe des rapports du guanche et dzc berbere, %es-peris",
Raibat, XL, 1953, pág. 523. Comentario de E. Serra en "Rev. de
TT:-L w qnq qnrr,
&LIDL. , NI-N*, IJJ3, p&-. 289. %VZu"ei cree que hay vestigios ae un su-m-trato
prebereber, lo que sería del mayor interés comprobar.
6s Véase L. Diego Cuscoy: La wcróplis de la cueva de Uchma eelz el
hamo de Zcú Tafetana (Tenm.fe), "Rev. de Hist.", 100, 1952, pág. 390.
Relata todo el proceso de destmcción
40 LUIS PER~COT
propio de unas Islas donde los fenómenos pueden haberse produ-cido
tarde y conservado su facies arcaica durante mucho tiempo.
Los paralelos con las culturas continentales nos dan una cro-nología
relativa más o menos vaga, de la que deducimos una cro-nología
absoluta más incierta todavía.
El resultado será, pues, favorable el día que tengamos una
buena secuencia cultural en la costa africana vecina. Los suce-sivos
niveles que en ella observemos habrán de corresponder for-zosamente
a los distintos tipos cultmales que en las Islas se en-cuentran.
El progreso de la Prehistoria africana en general es
muy marcado, por lo que este camino indirecto para iluminar el
pasado de Canarias nos parece ya próximo.
Al fin g al cabo, esto es lo que ahora podemos hacer: inten-tar
situar cada uno de los elementos canarios en el complejo con-tinental
adecuado.
Una nota optimista podemos introducir aquí haciendo refe-
'
rencia a la nueva fase en que ha entrado la cronología prehistó-rica
gracias a :OS mStudoc qw pmiteii Gjar coii precisih 18
fecha de vestigios que hace unos años habrían permanecido mu-dos
en este aspecto
Aceptamos una primera oleada, básica, de gentes de la raza
de Mechtael-Arbi, guanches por consiguiente, en un momento
antiguo p r o postpaleolítico, antes de la llegada de los neoliticos
o acaso empujados por la llegada de éstos. En una época en que
el clima pudo ser más favorable, incluso en el mar, estas gentes
formaron la capa fundamental de Ia población canaria. Unos po-cos
elementos culturales pueden haber sobrevivido.
-- -
69 Véase B. Zeuner: Datiltg the Paut, 3.' ed., 1952.
El Carbono 14 ha sido aplicado a vstigios africanas que tienen relacion
con la cultura canaria. VBase F. Johnson: Radiocarbon datlng, "American
Antiquity", 1951, y las mediciones publicadas por W. J?. Libby en la re-
*.ri+cti. g&p&p, pn s&.ioahrp & 1951, &i~mho ce 1-52, ener- & 1954 y
noviembre de 1954. En conjunto, estas fechazi resultan m& bajas de lo que
muchos hablamas supuesto. Hacia el 6000 a C. el Africa del Norte se
hallaba en pleno capsiense, y hacia el 3000 a. C. el Neolitico de tradición
capsiense predoiiainaba.
618 ANUARIO DE ESTUDIOS ATLANTZCOS
Agricultores y ganaderos vinieron después. Hemos visto cómo
el pastoreo es la actividad básica de los canarios prehispánicos.
La época de su llegada es el Neolítico avanzado, que se prolonga
hasta una época en que la intensidad de relaciones mediterráneas
y atlánticas se multiplica. Sin tal intensidad no se explicarían
los numerosos elementos de claro origen exterior que de esta
época se conocen. Entre ellos sobresalen los grabados rupestres
de tipo claramente atlántico.
Después las Islas son conocidas de los pueblos navegantes y
colonizadores mediterráneos, aportándose a las mismas los ele-mentos
étnicos y culturales avanzados (tipo arquitectónicos del
Africa Menor, que son la Última fase de las construcciones me-galíticas;
elementos de población ~ r i e n t d ! .
Por encima de las capas anteriores, quedan las aportaciones
ya históricas, en especial a través de romanos y árabes, que de-bían
ser intensas.
En alguno de estos momentos, las Canarias pueden haber ser-
. & r.i.r. l.,:-~-a- --e-~ LA-a-p-~ a par ra a i c amr ias costas americanas. Pero
aunque esta travesía atlántica pueda haber sido trascendental
como transmisora de elementos importantes, no creemos posible
aceptarla más que con carácter ocasional y sin regreso.
Terminaremos reiterando nuestra admiración por la labor
realizada en el Último cuarto de siglo por los investigadores espa-ñoles
en las Canarias, augurándoles nuevos descubrimientos que
colocarán la Africanística española, empujada también hacia ade-lante
en los restantes territorios que España ocupa, al nivel que
el papel trascendental del gmn cnst im~tes e nerece.