EL DESTIERRO EN TENERIFE
DEL INFANTE DON ENRIQUE DE BORBON
POR
MARIA TERESA MENCHEN
1. UN DESCONCERTANTE PERSONAJE
El infante don Enrique de Borbón, hijo de los infantes don
Francisco de Paula y doña Luisa Carlota, y por lo tanto primo de
la reina Isabel 11, nace durante el reinado de Fernando VII, con-cretamente
en 1823. Ya desde su infancia y en su primera juven-tud
muestra una personalidad que le hace aparecer como orgu-lloso,
de fuerte carácter, de genio altanero, ardiente e impetuoso
y, sobre todo, insatisfecho con el tipo de vida que le toca vivir
desde su niñez.
La complicada vida de sus padres, de ideología avanzada y
participantes, en diferentes ocasiones, en conatos revolucionarios
e intrigas, les llevará en más de una ocasión a vivir algunas eta-pas
de su vida en el destierro. Algunas de estas épocas van a coin-cidir
con la infancia de sus hijos, y esta situación va a influir
de forma bastante clara en el carácter y forma de ser del segundo:
el infante don Enrique.
Va a ser durante el destierro en Francia con que son casti-gados,
en los primeros añas de la regencia de la reina María Cris-tina,
cuando Enrique, aun niño, empiece a dar muestras de la
vehemencia de su carácter. No va a aparecer timido o acongojado
por los momentos que vive, sino que se muestra en sus juegos y
actos infantiles con altivez y valentía, y por ello prefiere los jue-gos
en que pueda destacar en esta forma. Esta manera de actuar
!e va a ser 31 preferid= de SU madre, !a infanta &&Li~ i s a
Núm 19 (1973) 433
2 MARh TERESA M ~ C H E N
Carlota, ya que en la actitud de su hijo veía reflejada un poco
su propia personalidad. Nunca la infanta se resignó ;s los destie-rros
a que fue castigada, ni se asustó, sino que, por (21 contrario,
incluso durante ellos seguía trabajando conforme a su ideología y
preparando otras conspiraciones. Será, sin duda, la forma de ser
de la infanta la que más vaya a influir en el carácter y forma-ción
de su hijo Enrique.
De estos años en Francia va a surgir en el espíritu del infante
un sentido de preterición y resentimiento hacia siis parientes
franceses y sobre todo hacia su primo Antonio de Orleáns, que
con el transcurso de los años se acentuará de tal forma que ter-minará
en un trágico final. Ya desde su estancia en el Liceo En-rique
IV, al que asiste con su hermano Francisco y al que van
sus primos, Enrique piensa que los Orleáns, por ser ,los hijos del
rey, se encuentran en una situación de privilegio de la que ellos
no participan; en las clases a que él y Antonio de Orleáns asisten
juntos se va a iniciar el sentimiento de encono entre ambos que
durará toda la vida.
Dice Marañón en su estudio sobre Tiberio «que, en realidad,
el resentimiento no es un pecado, sino una pasión; pasión de áni-mo
que puede conducir, es cierto, al pecado, y a veces a la locura
o al crimen» l. Igualmente trata sobre la facilidad con que el es-píritu
humano cuenta para eliminar los componenteri desagrada-bles
de nuestra conciencia, pero en ocasiones, escrilbe Marañón,
la agresión «queda fuera en el fondo de la conciencia», a lo me-jor
de forma inadvertida, pero como allí está, poclo a poco se
incuba y fermenta, y con el tiempo terminará infiltnlndose en el
ser hasta llegar en ocasiones a terminar rigiendo la conducta y
las reacciones de la persona. Esta catalogación de Marañón sobre
cómo el resentimiento llega a afectar a una persona puede quizá
aplicarse, según creo, a la persona del infante don Enrique. Las
envidias y resentimientos que pudo sufrir, en vez de ser supera-
60s y oividados, con ei tiempo se vieruii a~meiitados,n i, s& pGi
él, sino también por el ambiente familiar que le rodeaba. Cuando
don Enrique pasa de la niñez a la juventud, su ideología se iden-tifica
pronto con la que ha vivido en su familia, la liberal y pro-
1 Maraón, Gregorw : Tzberzo. Ht s to~md e un resentzmielzto, Madrid, 1939,
páginas 19-26.
434 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
gresista, y que va a chocar con la de su familia en el poder: doña
Maria Cristina e Isabel 11 y con los gobiernos de su época.
Si en la niñez el infante quiere destacar en sus estudios sin
someterse a los esfuerzos del trabajo, más adelante, en su carrera
militar, también deseará ascender con rapidez. Don Enrique es un
hombre inteligente, pero demasiado impetuoso, característica que
también Marañón apunta en su estudio ya citado y de la que dice
que aunque los resentidos son inteligentes, no lo suelen ser en ex-ceso,
y por ello no pueden superar las situaciones que se les van
presentando. Otra nota más del resentido puede ser la incapaci-dad
de agradecer y la facilidad con que transforma el favor que
se le hace en combustible de su resentimiento 2. Si se piensa en
esta nota, también se puede encontrar en los actos del infante,
pues cuando en el transcurso de su vida don Enrique ea deste-rrado
por el Gobierno y obligado a vivir en Francia, su tío Luis
Felipe le acogerá en ocasiones con cariño y, sin embargo, muchas
veces los juicios que hace el infante al juzgar a su tío serán du-ros
y aparecerá como molesto con él. Tampoco se puede olvidar,
en favor del infante, que la actitud del monarca francés en los
asuntos importantes, como fue la boda de Isabel 11, en nada fa-voreció,
sino todo lo contrario, los intereses de don mique.
El resentimiento, con el transcurso de los afios puede verse
aumentado si el hombre se siente fracasado ante la sociedad, y
en el caso del infante serán varias las veces que él se considere
así: ante su candidatura a marido de la reina o de la infanta
Luisa Fernanda; y los destierros a que será castigado por consi-derarle
participante en hechos revolucionarios, como con ocasión
de la revolución de Galicia de 1846. Quizá como compensación a
estos fracasos, don Enrique quiera destacar como sea, y ello le
lleva a tomar posturas extremas que hagan sonar su nombre; así,
por ejemplo, en febrero de 1848, ante los hechos revolucionarios
que tienen lugar en Francia, don Enrique lanza manifiestos en los
que aparece apoyando la ideología republicana y haciendo él mis-mo
profesión de republicanismo, a la vez que escribe otros ma-nifiestos
dirigidos a los españoles, a los que anima a que sigan el
ejemplo de Francia para librarse de la opresión a que están so-
2 Marafión, Gregorio: Ob. cit., phg. 231.
Nlím 19 (1973)
metidos. Esta actitud, si bien puede responder por un lado a su
ideología liberal, progresista y avanzada de la que auempre hizo
gala, puede, no obstante, ser expresión también de un deseo de
destacar de alguna forma, ya que quien toma esta po,stura y hace
tal manifiesto no es un hombre corriente, sino que tiene sangre
real, es hermano del rey y primo hermano de la reina de Espa-ña,
y en sus alardes de republicanismo llega a afirmar que a par-tir
de ese momento no aspira a otro título más que al de «ciu-dadano~.
Estas declaraciones van a hacer que tanto la opinión
pública, no sólo en Francia, sino también en España, como la
prensa, se ocupen de él.
El deseo de don Enrique de ser tenido en cuenta^ por grupos
políticos va a fracasar por otra nota que a lo largo de su vida
y en su forma de actuar le caracteriza; es su actitud contradic-toria,
que le hace cambiar de opinión y retractarse de lo que poco
tiempo atrás había dicho. Los progresistas, que desde un princi-pio
vieron con simpatía al infante por su forma de ser liberal,
a lo que se sumaba el recuerdo y la forma de pensa,r de sus pa-dres,
y a los que le hubiera venido muy bien contar con un miem-bro
de la famiIia real, renunciaron a aceptar la cola,boración del
infante por esas contradicciones. Pues si don Enrique hacía de-claraciones
de republicanismo que incluso le llevaron a la pérdida
de sus honores, cargos y títulos, también es cierto que cuando
pasa un tiempo en esta situación empieza a escribir a los reyes
y al Gobierno cartas de arrepentimiento en las que asegura que
él no había querido decir lo que los demás habían interpretado
y en las que mostraba su mayor deseo de volver a la protección
de su familia. Estos pasos atrás y adelante es lo que hace que
los partidos de variadas tendencias no lo tomen en serio. Así, por
ejemplo, cuando en los años 1866-67 se están prepar:ando los mo-vimientos
que llevarán a la Revolución de 1868, por mucho
interés que don Enrique tiene en participar y en entrar en con-tacto
con el general Prim y otros miembros del progresismo que
trabajan en este sentido, nada va a conseguir, por la falta de con-fianza
que en 61 tienen.
Esto mismo le pasa en relación con el Gobierno: como en di-v.
er.s as ocasiones ha sido considerado en relación con grupos revo- lucionarios. a pesar & sus am3~entimie;;bs n3 C!CXIfii%:: e: SU pW-
436 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
DON ENRIQUE DE BORB~N EN TENERIFE 5
sona, y así, después de los sucesos de 1848, en que fue separado
de su servicio a la Armada, cuando es perdonado y reintegrado
al cuerpo lo es sólo con carácter de supernumerario y en calidad
de excedente.
Todos estos hechos y situaciones van a ir aumentando con el
transcurso de los años el resentimiento del infante, y por ello los
dos últimos años de su vida, que son los siguientes a la Revolu-ción
de 1868, van a ser los peores. No logra intervenir en nada
y, sin embargo, ve que su primo Antonio de Orleáns no sólo es
figura en la Corte, sino que también tiene grupos que le apoyan
y que incluso podría llegarse a la situación de que ocupara el tro-no
de España. Don Enrique, en estos años, inicia su campaña
antimontpensierista, que le llevará hasta una situación extrema
que le costará la vida. Su oposición al Orleáns es tal, que poco
antes de llegar a la situación de duelo que tendrá lugar, el in-fante
dice que no le importa cuál pueda ser el resultado de aquel
en£ rentarniento, puea cualquiera que fuese, lograría su propósito,
de forma que si Montpensier moría no sería rey, pero si era 61
el muerto, tampoco lograria Montpensier la corona, pues no po-dría
ser rey quien hubiese matado a otro miembro de la familia
real; quizá fuese éste el Único triunfo que lograría don Enrique,
aunque le costase la vida, y fuese sobre todo un triunfo muy ne-gativo.
11. CAUSASQ UE. MOTIVAN EI, DESTIERRO DE DON ENRIQUE
La situación de España en 1864 hace pensar que no van a pa-sarse
muchos años sin que la revolución, que ya viene amena-zando
y presintiéndose desde hace ya más de un año, tenga lugar.
Cambios importantes hubieran sido necesarics para haber corta-do
-! camina a esa revo!uciiin, Los g~hl e -~nnse; vgn g ~ ~ y C 1 , e r
sin conseguir nada: al gobierno de Mon sucede pronto otro, pre-sidido
por el general Narváez, al que siempre se recurría cuando
era necesaria mano dura. Quizá por este motivo, en sus comien-zos,
y a fin de desmentir la idea que ya habia circulado de que
este Gobierno había sido planeado por la reina y Q'Donnell con
el fin de seguir «una política de resistencia que encauzara a la
Núm 19 (1973) 437
democracia» inicia su mandato con una cierta apisriencia libe-ral
y con un programa que intenta confirmarla; se disuelven las
Cortes y pronto se empieza a hablar de elecciones. Cuando surge
este tema, sin ocuparnos aquí de todos los problemas políticos
que tal cuestión plantea, sino sólo lo que hace referencia al in-fante
don Enrique, vemos que no va a pasar mucho tiempo sin
que el infante se dirija al presidente del Gobierncr para recor-darle
su deseo, en ocasiones anteriores ya apuntado, de ocupar
un puesto en el Senado.
No es ahora la primera vez que don Enrique anhela este pues-to,
ya que en años anteriores lo había solicitado y lit reina había
considerado conveniente aplazar su candidatura para dicho pues-to
por considerar que era mejor para su primo el c,argo de capi- ;
tán general de la Armada 4; ahora bien, como exento de servicio.
Pasado algún tiempo, don Enrique se quejará de quie todavía no ha tenido confirmación para el mismo. ---
d Por eso ahora, al hablarse de elecciones, vuelve a insistir en g
lo que fue su deseo y se dirige a Isabel 11, en esta ocasión en tér-minos
tales que su actitud le va a suponer un nuevo destierro.
Acusa así a la reina de faltar al cumplimiento de su palabra y le
recuerda : - - 0
m-
«que si en los caballeros particulares la palabra es tan
sagrada que constituye la norma de sus acciones, en 8
los soberanos es aún más importante, porque forma la
base de su prestigio, fuerza de las dinastías»
-
2
2 -
En semejantes términos se va a dirigir a Narvález, y cuando 3
ambas reclamaciones llegan al Consejo de Ministros;, éste, reuni- 2
do, establece que no se pueden permitir tales actitudes hacia la "
reina y hacia un jefe de Gobierno y que es necesario castigar al
infante, llegando al acuerdo de que sea desterradol. Determina-ción
que presentan a la reina, exponiéndole detalladamente las - -
causas que la han motivado y que puntualizan del siguiente modo:
8 Valera, Juan. Hastoria general de España, Barcelona, 1890, tomo XXIII,
p&gina 293.
4 Carta de don Enraque de Borbón a Isabel IZ, Madrid, 9-iX-1864. R. A. H.,
Archivo Narváez, caja 15.
5 Cmta da don Enraaue de Borbón a Isabel 11, Madrid. 9-XI-1864. R. A. H.,
~ r c h i v oN arvBez, caja 15.
438 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N I ' I C O S
DON ENRIQUE DE BORBÓN EN TENERIFE 7
1) Que las personas que pertenecen a la familia real están
más obligadas que nadie, por su nacimiento y jerarquía, a ma-yor
sumisión que los demás súbditos, por lo que en el caso de
que esto no se cumpla, el Gobierno tiene que evitar que se quebran-te
tal sumisión.
2) Que en todas las monarquías, pero especialmente en las
constitucionales, los reyes están colocados a tal altura que no es
lícito que nunca lleguen a ellos «reconvenciones», por ser la in-culpabilidad
y la inviolabilidad condiciones esenciales de la digni-dad
regia.
3) Que en los gobiernos constitucionales, los ministros son
responsables de todos los actos del poder ejecutivo, entre los que
se comprenden los nombramientos en la milicia y los de la Alta
Cámara, y que su situación se haría intolerable:
«si se les pudiera compeler a determinaciones que su
conciencia y recto juicio repugnasen con exigir el cum-plimiento
de palabras que se supusiera haber empeñado
previamente el monarca.. . »
4) Que las faltas que en este sentido se cometen son más
graves cuanto más elevada es la categoria de las personas que
las cometen y mucho más en el caso presente, ya que el infante
don Enrique no es la primera vez que así actúa, y aunque se con-sidere
que de las anteriores culpas ya fue perdonado, no hay que
olvidarlo, ya que su «repetición aumenta más el escándalo, con-virtiendo
en una especie de hábito la insubordinación e irreve-rencia
».
5) Teniendo en cuenta que por su categoría ocupa un lugar
más elevado, tampoco se puede olvidar esto a la hora de tomar
una medida, ya que no se puede tener con él la misma postura
que con los demás súbditos.
6) Por Último, y teniendo en cuenta la categoría militar del
infante, éste está sometido a tal disciplina y leyes, y conforme a
ello y tras analizar la actitud mantenida por él, se acuerda des-terrarle
a Gran Canaria hasta nueva orden
6 A G ? I . ~ ~ & I ~ P CJo nsejo de Mznfstros: Madrid, 9-XI-1864.R . A. H.;A rchivo
Narváez, caja 15.
Núm 19 (1973) 439
8 MARÍA TERESA MENCHJ~N
Después de considerar los anteriores puntos del acuerdo a que
llegó el Consejo de Ministros, parece que queda claro el motivo
por el que es castigado el infante; no obstante, existen ciertos
rumores que hacen pensar que el destierro no sólo fue motivado
por tales reclamaciones, sino que además estas medidas fueron
tomadas por:
«tener pujos revolucionarios, ser partidario acérrimo del
reino de Italia, pretender una alianza más estrecha con
Nápoles, mantener amistad con los progresistas y otras
hierbas que saldrán pronto y de cuyo veneno el propio
infante será la víctima.. . >>
a
Por estos u otros motivos, pero quizá y sobre todo por qui- I
E tarse de encima a un infante que con sus actuaciones y en la si-tuación
política del momento sólo podía resultar incómodo y plan-tear
más problemas de los ya existentes, va a ser por lo que se f
tomen las medidas que el propio Narváez comunicará al infan-te,
expresándole que : =E
deniendo en cuenta las gravísimas y dolorosas consi-deraciones
que sugieren la forma y el sentido inconve-nientes
de dichas comunicaciones, y la falta de respeto
que en ellas se cometen contra la dignidad real, la Cons-titución
y las Leyes Fundamentales de la Monarquía
que garantizan la inviolabilidad del monarca por medio
de la responsabilidad de sus ministros. .» 2
n
0
ante estos hechos se ha decidido que debe partir de forma inme-diata
hacia Canarias, provincia elegida como lugar de destierro,
para la cual debe salir al día siguiente, 11 de noviembre de 1864 O.
Tomado tal acuerdo, el ministro de la Guerra, por su parte,
comunica al capitán general de Canarias las medidas que deberá
tomar respecto al infante, indicándole que se le debe guardar el
respeto que por su alta jerarquía merece, pero nada más. Asi-mismo
Pe recomienda la necesidad de observar la conducta que
7 Olivar Bertrand, R.. Asa cay6 rsabet II, Barcelona, 195!í, pág. 133.
8 Com2~nicucah &t duqw & Valencia a c h Enrique ,de Barbón, Ma-drid,
10-XI-1864. R. A. H., Archivo Narváez, caja 15.
440 ANUARIO DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
DON ENRIQUE DE BORBÓN EN TENERIFE 9
tenga el infante mientras dure su estancia en aquellas islas, y de
que debe de informar al Gobierno de todo lo que sepa y en la
forma más concreta. Le insiste en que sería muy conveniente,
durante este tiempo, hacer comprender al infante que su postura
debe de ser la «del súbdito más respetuoso y adicto de S. M.» lo,
pues esto le sería muy beneficioso.
Cuando don Enrique conoce los acuerdos a que ha llegado el
Consejo de Ministros, recurre a su prima en solicitud de perdón,
explicándole que en su ánimo no ha estado nunca el faltar en
nada a la reina, ni a las leyes ni a la Constitución; le expone,
además, el grado de pobreza en que se encuentra y la imposi-bilidad
que tiene para poder realizar dicho viaje en tales circuns-tancias
ll. De nada le van a servir sus peticiones, pues el Gobierno
ya está decidido a llevar adelante el asunto y tiene preparados
todos los trámites necesarios para que el viaje del infante se ini-cie
lo antes posible. Armero, ministro de Marina, ha dado las 6r-denes
oportunas al comandante del vapor Isabel 11 para que se
encargue de trasladar a don Enrique a Canarias, indicándole que
una vez que el buque esté en Alicante se presente al gobernador
militar de aquella ciudad para conocer las prevenciones que se
tengan en relación con el embarque del infante. A la vez le re-cuerda
que su misión es trasladar a don Enrique a las islas Ca-narias
sin hacer escala intermedia, a no ser por necesidad supe-rior;
pero si por cualquier circunstancia tal hecho sucediese, no
se permitirá a ningún pasajero que desembarque. Se quería con
esto evitar que, como en otras ocasiones, el infante pretextara
por cualquier motivo tocar en algún puerto y evitar el viaje a las
islas. Recuerda también Armero al comandante que una vez que
tenga conocimiento de las órdenes oportunas tiene la obligación
de presentarse ante el infante e informarle de que todo está dis-puesto
para partir, a la vez que le entregue el pliego con las 6r-denes
recibidas. Como no quiere dejar nada al azar, le indica que
si por las causas que fueren don Enrique no tuviese preparado
9 Comunacaczón del duque de Valencaa al gobernador mzlztm de Alzcmte,
10-XI-1864. R A. H., Archivo Narváez, caja 15
10 Comunicación del minzstro de la Guara al capitán general de Cana-rzm,
Madrid, 10-XI-1864. R A. H., Archivo Narvgez, caja 15.
11 Carta de don Enrque a la reina? 10-XI-1864. R. A. H.: Archivo Nar-váez,
caja 15.
10 MARfA TERESA MENCHEN
lo necesario para su «ajuar de mesa», comestibles para su manu-tención,
etc., y desease que usted se encargue de tales prepara-tivos,
entrará dentro de sus obligaciones el resolver tales asunteos,
pasando posteriormente la cuenta de todo ello a la Superioridad 12.
No van a ser sólo estas medidas las que el Gobierno va a to-mar
para evitar que pueda aplazarse el viaje, sino que para im-pedir
igualmente cualquier negociación de don Enrique encami-nada
a conseguir que se anule o suavice tal castigo, el Gobierno
decide que se tomen las precauciones para impedir que ninguna
carta, telegrama o noticia que el infante intente dirigir a cual-quier
persona llegue a su destino. Tales medidas, qule se pueden
calificar de extremas, quedan confirmadas por un informe que el
propio González Bravo dirige al duque de Valencia, en el que
dice : D
E
u.. . se acaba de recibir en el Gabinete Central de Telé- $
grafos el despacho que original remito a V. con la cinta
en que se ha recibido, de conformidad con lo acordado. E
No queda en dicho Gabinete el menor rastro ni señal
del despacho adjunto, y lo mismo se hará con los que
de la misma procedencia se reciban en lo sucesivo.. . , 18. 5
Tras cono8cer la existencia de tales medidas es fhcil suponer
que van a ser inútiles todos los esfuerzos de don Enrique para
comunicarse con los reyes, amigos o su propia familia. Al ver el
infante que no recibe contestación a sus cartas empieza a sos-pechar
que algo ocurre con su correspondencia, y así aprovecha
una ocasión en que se encuentra solo para telegrafiar al barón
de Novelé, para informarle por este medio de su situación e in-
Gicarle su extrañeza por que no haya contestado a sus anteriores
cartas. Le recuerda que le envió un despacho comunicándole que le
desterraban a Canarias, y diciéndole: «preséntate con la niña para
evitármelo. No pierdas tiempo, vuelve ahora y si no a las ocho
de la mañana.. .» 14. En el mismo despacho le pide noticias sobre
iz Co:omunica&&n ds A r m o al cmccndante del vapor <Isabel TI,, Ma-drid,
11-XI-1864. R. A. H., Archivo Narváez, caja 15.
18 Comuwamón de González Bramo al duque & Vale?acZa, XI-1864.
R. A. H., Archivo Narváez, caja 15.
14 Despacho teZegr&,fzcod e don Enraque darig-o aI bar&n de Novelé, Ali-cante,
i2-ni-ia64. ñ. A. E., Ai-ciiivo NarvAez, caja 15,
442 A N U A R I O DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
DON ENRIQUE DE BORB~N EN TENERIFE 11
el estado en que se encuentran sus hijos y otros asuntos, pero
tampoco este documento llegará a su destinatario, ya que lo que
don Enrique no sabía es que la interceptación de sus noticias no
las hacían las personas a quienes entregaba las cartas, sino que
se hacía desde el mismo organismo de correos. Por ello, en esta
ocasión, en cuanto el gobernador de Alicante tiene conocimiento
de que el infante ha telegrafiado, se dirige por el mismo conducto
al ministro de la Gobernación, a fin de que en cuanto dicho tele-grama
llegue, sea interceptado 15.
Don Enrique, por su parte, seguirá telegrafiando a la reina
y a su hermano para que anulen tal castigo, pero ninguno de
estos mensajes va a llegar a su destinatario lb. Por fin, una vez
dispuesto todo lo necesario para el viaje, el comandante del va-por
ZsabsZ ZZ le visita para que el infante señale la fecha de par-tida,
fecha que don Enrique intenta demorar explicándole que
espera contestación a unos telegramas que ha puesto a los reyes
y a su familia, respuestas que difícilmente podían llegar, puesto
que sabemos por el informe que el gobernador ha enviado al mi-nistro
de la Gobernación son: «... los que V. me ha dicho que no
corran.. . >> l7.
A don Enrique no le queda ya más remedio que partir hacia
su destino sin recibir contestación, pero antes decide, y así lo
hace, entregar al brigadier que le había acompañado en su viaje
desde Madrid, tres cartas, una para el rey, que según informe
del gobernador :
e . . . me rogó su Alteza que firmase con el Goberna-dor
Militar, Comandante de Marina y el brigadier;
otra para el Barón de Novelé y otra para la Infanta
D." Luisa ... » ls;
quería con esto don Enrique evitar que esta vez se extraviasen las
n&i&s se &Ser% q~pfia d%u p_ de ellas.
15 Telegrma cafrado del gobernador &e Alacmte al mhzstro de la Go-bernacaólú,
Alicante, 12-XI-1864 R. A. H., Archivo Narváez, caja 15.
16 Pmpachos telegráfacos cafrados. R. A. H., Archivo Narváez, caja 15.
17 Telegrama czfrado alaZ gobernador de Alacante al minzstro de la Go-hernaca&
n, 13-XI-1864. R. A. H., Archivo Narváez.
18 Tradwclan del ofacto del gobernaáor cie Alzcmte, 13-XI-1864. R A. H.,
Archivo Narváez, caja 15.
12 MARíA TERESA MENCHEN
Mientras don Enrique estuvo en Alicante no sólo fue contro-lada
la correspondencia que él enviaba, sino que también se vi-gilaron
todas las visitas que recibía, y se le secuestrij la corres-pondencia
que le llegaba. Por ella se puede saber que recibió antes
de partir de Alicante una carta del b~arón de Novel(! extrañán-dose
de no tener noticias suyas y de no conocer nada sobre
su destierro. De las visitas que tuvo, sólo dos, la del marqués de
Premio Real y la del conde de Santa Clara, recibió el infante,
y en éstas, mientras duró su conversación con ellos, probable-mente
dándose cuenta de que era vigilado, les atendió y conversó
manteniendo la puerta abierta para que no hubiese secretos y
procurando elevar la voz para que pudiese oírse claramente lo
que decía lg. a
N
111. LA LUGADA A SANTAC RUZY SU ESTANCIA EN LAS ISLAS n-- m
O
E
El día 21 de noviembre llegaba el vapor Isabel ZI a su destino, i
pero según las noticias que da el capitán general de Canarias era
tal el estado del mar, que a pesar que desde tierra ya se había $
oído ia señal y aunque con dificultad se podía distinguir entre la
0 niebla, en el tope mayor, una bandera cuadrada que parecía ser
el estandarte real, les fue imposible fondear en la b,ahía por el
fuerte temporal existente, y tuvieron que esperar hasta el día si-guiente
para poder desembarcar. No obstante este estado de co- %
sas, que duró el resto del día, el brigadier comandante principal
de Marina pudo, a eso de las tres de la tarde, ir en su falúa y
abordar el buque para presentarse al infante y exponerle las gran- E
des dificultades que se presentaban para hacer el desembarco. Co-nocido
el estado de la mar, se acordó aplazarlo hasta el (día siguien-te
a las once de la mañana, en la confianza de que ya habria
mejorado el tiempo 20.
Fue recibido con los honores acostumbrados para personas rea-les,
lo que, como más adelante se verá, fue mal acogido por
19 Traolzccdn del oficilo del gobernador de Alkxmte, 13-XI-1B64. R. A. H.,
Archivo NarvBez, caja 15.
20 Informe ,del capatán gmeral de las Mas CaoZarzaa, do%! Joaq'uZn. Ri-quelme,
al ministro & la Guerra, Santa Cruz de Tenerife, 22-XI-1864. R. A. H ,
Archivo Narváez, caja 15.
444 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
E1 infante don Enriqiic de 11oi.tih, tlutliie clc Srvill:~.I ,itngr:~fi:~d e K. Con-zálex.
illrrrlritl, Ritilioteca li;ic.ion:il.
la reina y el Gobierno. Acudieron a esperarle, además del ca-pitán
general don Joaquin Riquelme, el gobernador civil, don Ra-món
Fernández de Zendrera; el gobernador militar, don Buena-ventura
Carbó y Aloy; el brigadier comandante de Marina, don
Manuel de Luna y Vargas, y el alcalde de la ciudad, don Patricio
Madan y Cambreleng. Don Enrique prefirió hacer el recorrido que
había hasta la casa en que debía habitar, a pie, rehusando el co-che
que las autoridades le habían preparado para este fin. En este
paseo fue acompañado por las autoridades que le habian recibido.
En tan corto recorrido, las pruebas de simpatía de que fue objeto
el infante fueron muchas 21.
Por la noche, el capitán general de aquellas islas, don Joaquín
Riquelme, dispuso que la «charanga» del batallón provisional diese
una serenata al infante, pensando que siempre sería mejor que
cualquier consideración que se tuviese con don Enrique partiera
de las autoridades antes que dejarlo a la iniciativa del pueblo,
para evitar así falsas interpretaciones. Trataba de evitar con ello
lo que, según su opinión, sucedía en aquellas islas, que era el afán
de copiar todo lo que pasaba en la Península, y que tal llegada
pudiese motivar algún alboroto, sobre todo en aquellos momen-tos,
en que había elecciones, y por esta causa habian empezado
a dividirse los habitantes de las islas en bandos; y consideraba,
además, que los de la Península les animaban para que imitasen
sus reuniones y actividades, aunque hasta ese momento nada ha-bía
ocurrido, pero estaba seguro de poder dominar la situación
si algo sucediese.
Aprovechando que don Enrique había llegado a Canarias sin
más compañía que la de un criado, don Joaquin Riquelme puso
a su disposición a uno de sus ayudantes de campo, persona de
toda su confianza y:
<c... con el fin de que siendo la primera vez que un prín-cipe
de sangre real pisa este suelo, no decaiga en cuanto
de mi dependa el prestigio de la Real Familia.. . » 22.
Núm 19 (1973) 445
14 MARÍA TERESA MENCHRN
Estas declaraciones dejan ver cómo las islas Canarias no es-taban
muy presentes en los viajes de la familia real, y por ello,
cuando llega a ellas un infante, aunque el motivo de su llegada
sea un destierro, despierta gran atención y alegría entre sus mo-radores.
Pronto le fueron presentados a don Enrique los jefes y ofi-ciales
de la guarnición: a todos recibió atentamente y se mostró
muy respetuoso ante ellos siempre que se trató de la reina, su
prima; de esta actitud también darán cuenta las autloridades al
Gobierno de Madrid. F'ue con este motivo cuando se dio al infante
la serenata antes citada, mas una vez que terminó, el pueblo que
había acudido se agolpó ante la casa en que residía el infante,
dándole gran cantidad de vivas. El infante, agradecido1 ante tales g
muestras, actuó de la mejor forma, respondiendo con un ;viva la
reina!, lo que pareció muy bien a las autoridades, y puso fin $
a tal acto. -- m
La casa que sirvió de residencia a don Enrique mientras duró
su estancia en Santa Cruz pertenecía a: S-E
«... un rico hacendado de La Orotava, don Francisco $
Garcia Gutiérrez, quien se apresuró a hacer entrega de
las llaves de la misma a la Comisión del Ayuntamiento
de esta capital que había marchado a verle con este
objeto» 23.
n
Los informes que el Gobierno pide a las autoridades canarias
sobre la actuación del infante son enviados con regularidad y en d n ellos se expresa la corrección con que el infante actúa desde su t
llegada e incluso se alude a casos particulares en que su actitud
ha quedado resaltada, como en el día del curnpleaño;~d el prin-cipe
don Alfonso, en que organizó una fiesta, a la que invitó a
las autoridades para conmemorar dicha fecha 24. El Gobierno de
Madrid; ciimdo recibe estos informes no los considera de manera
tan favorable, en cuanto se refiere a la actitud del infante, e in-cluso
le molesta, y en este sentido se dirige al capith general,
recordándole que don Enrique ha llegado a esas islas a cumplir
23 Martinez Viera, F.: Ob. czt , pág. 101.
24 Intorme de don Joquin Riquelme al manwtro de la Guerra. Es copia.
R. A. H., Archivo Narváez, caja 15.
446 A N U A R I O DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
DON ENRIQUE DE BORBbN EN TENERIFE 15
un destierro y que, por lo tanto, no se le han debido tributar ho-nores
que sólo corresponden al príncipe de Asturias. Aluden con
esto a los cañonazos con que fue recibido a su llegada. También
se ordena en la comunicación del Gobierno que se prohiba cual-quier
demostración pública que se intente hacer en honor del in-fante;
y se recomienda a la vez que se prohiba terminantemente
a don Enrique, en caso de que lo intentase, el salir de la isla, ni
siquiera a visitar los pueblos más cercanos 25.
Cuando estas disposiciones llegan a manos de don Joaquín
Riquelme, queda sorprendido y molesto, por considerar que él des-de
un principio ha estado cumpliendo con su deber. Contesta rá-pidamente,
puntualizando que los honores que se rindieron a don
Enrique fueron los justos que aparecen en el protocolo y ninguno
más. En cuanto al punto en que se hace referencia a que el in-fante
nc debe de abandonar la capital de la isla, responde que
como hasta ese momento no se había recibido ninguna indicación
en ese sentido, él no habia visto inconveniente alguno en autori-zar
al infante a que visitase La Orotava y La Laguna, respon-diendo
a las invitaciones que le habían hecho ambos ayuntamien-tos,
teniendo en cuenta además que sólo estaban a siete leguas y
que podía considerarse como una pequeña excursión, en la que
además había estado acompañado en todo momento por su ayu-dante
de campo, que como ya anteriormente había informado, era
de toda su confianza. No obstante, aseguraba que a partir de di-cha
fecha tales hechos no volverían a repetirse y el infante no
abandonaría dicha ciudad 2B.
Mientras dura su estancia en Santa Cruz, don Enrique no deja
de insistir cerca de su prima sobre sus deseos de regresar a la
Península, explicando el abandono en que ha quedado su familia
y aludiendo, además, a su estado de salud, del que dice que no es
bueno 27 En efecto, en algunos de los informes que envían las
autoridades se hace mención a la salud del infante y se dice que
eii 19s ú1t:iioi> Liempx iio SS eacüenti-a "uieii.
25 Comunicactón del mmzstro &e la Guerra al capztán general de Ca-narzas,
Madrid, 3-XII-1864. R. A. H., Archivo Narváez, caja 15.
2a Informe de don Joaquin RqwZme al mznastro de la Guerra, Santa Cruz
de Tenerife, 14-XII-1864. R A H., Archivo Narváez, caja 15.
27 Carta de dm Enrzque a la rezna, Santa Cruz de Tenerife, 29-XII-1864.
3. p, E,A ~ck.!ich ?uri&ez, cuju 15.
No obstante la insistencia de don Enrique ante Isalbel II, va a
pasar aún algún mes hasta que tanto el Gobierno conlo la reina
crean conveniente su regreso a la Península. Será a principios
de 1865 cuando se acceda a esta petición, y así se le comunicará
el 6 de enero de este año al capitán general de aquellas islas.
Si antes, al referirnos a los informes que tanto el capitán ge-neral
como el gobernador enviaban al Gobierno, vimos que eran
favorables al tratar de la actitud observada por el infante, a par-tir
de la fecha en que don Enrique conoce la noticia de su pron- - - -
to regreso a la Península, según estas mismas autoridades, cpn-bia
su forma de actuar; de la sumisión y retraimiento mantenido
anteriormente pasa a hacer una vida más activa y de sociedad,
asiste a bailes d e máscaras dados por sociedades arte,= lanas como
las de «El Recreo, y «La Aurora», de lo cual se tiene noticia por a
otro informe, en esta ocasión del gobernador Fernándlez de Zen-drera,
y en el que se dice que el infante asistió a estos actos a {
pesar de que se sabe que los socios que forman estas sociedades E
E «... tienen las ideas más avanzadas del progreso o demacra- ;
cia.. . » 28. No conformándose con asistir a tales actos, eimpezó ade- -
más a recibir a personas de semejante ideología en su propia casa E
3. firmó en los áibumes de las sociedades ya citadas, c?scribiendo -
en términos que halagaban tales ideas. Al tener conocimiento de
E esto las autoridades, una vez conocido el contenido de lo escrito
en aquellos álbumes, toman la decisión de sustituir lo escrito en
alguno de ellos por otras declaraciones semejantes, aunque con
distinto significado 29. Querían evitar con esto cualquier tipo de
complicación que pudiera plantearse de inmediato o en un futuro 1
apoyándose en lo dejado escrito por don Enrique. n
Cuando estos informes llegan a Madrid se piensa inmediata-mente
en tomar medidas contra el infante, pero ya era tarde, pues
don Enrique había abandonado las islas a bordo del va,por correo
Pelayo, en el que había embarcado el 29 de enero de ese mismo
P~EOc m U ireccih E CBdiz. _Ante e s t a hech~se,! generiz! NarvBez
pide a Fernández de Zendrera que de todo lo que le ha infor- --
28 Informe del gobernador de Cawmas den Ramón Fer*llán& de Zen-drera
a2 duaue de Valencza, Santa Cruz, sin fecha. R A. H., Plrchivo Nar-váez,
caja 15.
29 Informe del gobernñldor & Cunar&@ al &que de Valencia, sin fecha.
R -4. H, Archlvn Narv&ez, caja 15.
448 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
DON ENRIQUE DE BORB~NE N TENERIFE 17
mado por carta lo haga ahora de forma oficial, y por lo que hace
referencia a los escritos del infante, le pide que le envíe los ori-ginales
y copias para conservarlos por si fuera menester. De
acuerdo con estas órdenes, Fernández de Zendrera volverá a in-formar
sobre estos asuntos en el mes de marzo con el carácter
oficial que se le ha pedido, enviando los originales y copias pedi-dos
por Narváez, por los que se puede saber cuáles fueron las
modificaciones hechas 30.
¿Qué frases había escrito don Enrique que podían resultar tan
comprometedoras como para tener que cambiarlas? Es interesan-te
conocer el contenido de dichos documentos para poder ver la
</peligrosidad» que encerraban las afirmaciones que en ellos hi-ciese
el infante.
En el álbum de la Sociedad «La Aurora» dedica don Enrique
unas líneas a agradecer todas las atenciones que han tenido con
él mientras ha durado su estancia en aquellas islas. Hace asimis-mo
grandes elogios del trabajo, y quizá en lo que puede residir
lo peligroso o inconveniente, según el criterio de las autoridades,
sea en el recuerdo que el infante hace de los brindis que ha habi-do
en la fiesta y la alegría que Ie produjo que uno de ellos fuese
dedicado a su madre, la infanta doña Luisa Carlota, recordán-aola
:
<c.. . cuando rasgando el fatal testamento de manos del
moribundo Fernando VI1 sentaba la corona sobre las
sienes de la inocente Isabel, y daba vida e infinito por-venir
al partido liberal. » 31.
Puede ser que este intento de hacer patente don Enrique la
importancia que en aquellos momentos tuvo la actitud de su ma-dre
y el sentimiento liberal que respaldaban sus actos, no les pa-reciese
bien u oportuno a dichas autoridades.
En el álbum de la Sociedad «El Recreo» sí hace unas decla-raciones
que pueden resultar más comprometedoras, ya que en
sus hojas deja escrito las quejas que él tiene por las medidas
80 Informe muy reservado de Bernández de Zendmvu al duque de Va-
Isncza, Santa Cruz de Tenerife, 1-111-1865. R. A. H., Archivo Narváez, caja 15.
31 Declcuraczones de don Enrque en el álbum de la Soczedad «La Aurora)),
o1 22-I-IB55. R A. H., AiChPr'O ih*'ari%ez, Caja 15. ZJ Copia iiCi3li. i.
18 MAR~AT ERESA MENCHEN
que se han tomado en su contra por parte del Gobierno. Explica
a los artesanos que al regresar a Santa Cruz de su visita a las
poblaciones del Teide, se encontró con que por causas ajenas y
desagradables procedentes de Madrid :
«. . . hollaron mi dignidad y sublevaron en mi ánimo
cuanto de nobilísimo encierra un pecho honrado, un
alma libre.. . al verme cautivo en un perímetro deter-minado,
donde falta aire, resolví como significación elo-cuente
en un mutismo reducirme a la estrechez de mi
morada hasta el momento feliz de embarcarme ... bas-tóme
para mi desahogo un paseo en la azotea, por toda
mi compañía la soledad y las cuatro paredes testigos
verdaderos de la más violenta y humillante de las si- ;
tuaciones, por la Única distracción una mirada al mar,
inmensa llanura de libertad donde las puras brisas di-
- cen al hombre independiente, respira.. . » 82. - O m
E Estas declaraciones no gustaron nada a las autoridades de las 2
E islas y aún peor parecerían al Gobierno de Madrid; y de ahí la
decisión de cambiarlas por las siguientes : 3
-
«Por causas aflictivas y no por falta de afecto, del que f
no puede dudarse, resolví al regresar a Santa Ckw de
mi visita a las poblaciones vecinas del Teide reducirme
a no salir de mi morada hasta que el Todo Poderoso se -
dignase señalar el término del alejamiento de mis hi- $
jos.. . >> n
n
que en nada hacían alusión a las órdenes llegadas desde Madrid 2
en que se prohibía que don Enrique abandonase la capital de la
isla a la que había sido desterrado, y en la que también habían
desaparecido las alusiones del infante a la humillación de que se
cmuideruhr. victirr?z. Tzmhién se mndificr? e! textc en ntris nr-á -
rrafos posteriores, y así, donde don Enrique hace unas alusiones
32 Manafestaczones hechas por don Enrique m eZ dlbum ole la Bocaedad
Recreo», 15-1-1865 R. A. H., Archivo Narvkez, caja 15. Es copia núm. 2.
3s Modafzcaczones hmhas por las autoridades en lo escrito por don Emri-que
en el álbum de la Soczedad <El Recreoil. Copia núin. 3. R. ,4. H., Archivo
Narvirez; c a p 1.5;
450 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
DON ENRIQUE DE BORB~N EN TENERIFE 19
al mar, calificándole de «inmensa llanura de libertad» cuyas bri-sas
«dicen al hombre independiente, respira», son tambiéli cam-biadas
por otras semejantes, pero que cambian totalmente su sig-nificación,
y así dicen:
«. . . por único pasatiempo una mirada fija al mar, in-mensa
llanura donde las puras brisas me dicen como
marino, respira» 84.
El ñnal de las declaraciones hechas por el infante también es mo-dificado,
y así se sustituye:
<<. .. no asemejándose en nada el Príncipe Caballero a
los que olvidan amigos, favores y sacrificios pasados los
tiempos de calamidad.. . » s5
por estas otras:
e . .. y un alma bien nacida sabe consignar, no aseme-jándose
en nada a aquellos desgraciados mortales que
olvidan amigos, favores y sacrificios pasados los tiem-pos
de calamidad.. >> 8e.
Pero no fueron sólo estos dos álbumes donde don Enrique ex-presó
su pensamiento sobre la actuación del Gobierno en referen-cia
con su persona, sino que también hizo ciertas declaraciones
en este sentido al despedirse del Ayuntamiento de Santa C m de
Tenerife, antes de abandonar aquellas islas. En su discurso re-cuerda
a los isleños que es la primera vez que un príncipe llega
a aquellas tierras, y les expone que siempre se podrá decir:
<< . Reinaba la bondadosa Isabel y su augusto esposo
D. Francisco de Asís, cuando un Infante de España, pri-mo
y hermano fue el primer Príncipe Nacional q-u e sa-lud6
a estas islas.. . »
34 Modiftca.cZone~h echas p o ~h s autorzdades en lo escmto por d m En*
qw el dllbwm de la Sociedud aEl RecWo», ya citado. Copia núm. 3.
35 Manifestaciones de don Enrzque a Za 8oQíeaad aEl Recreo», ya citado.
Copla núm. 2.
86 &fodzfICa~umehse ohm por las autoriacccFes en el álbunn de la 80-
<El R,eMeOb, ya citada. Copia núm. 3.
37 Despedida de d m Enrique daZ Ayuntamiento de: gatntffi Crw de Ten&
&te, l-x-lgeC;. a. A. u., .4rch!vs ??ar-&ez, caja. 15. Es mpia aún. 4.
Nám 19 (1973)
MARfA TERESA MENCBÉN
Con estas frases parece que quedaba resaltado el abandono en que
los reyes habían tenido a las islas y seguían teniendo, pues si es
cierto que un príncipe había llegado, no lo es menos que el mo-tivo
del viaje había sido un destierro, buscando un lugar bastante
alejado de la capital de la Península, y no un viaje para cono-cer
los problemas y dificultades de aquellas provincias a fin de
hacer algo para intentar resolverlos. En su discurso aludía tam-bién
don Enrique a la serie de persecuciones que a lo largo de
su vida había padecido y que se iniciaron en 1846 con motivo de
su inculpación en los sucesos revolucionarios de Galicia y que aún
no habían terminada Después de estos relatos, y antes de termi-nar,
va a hacer otras afirmaciones que tampoco s e r h bien aeo-gidas
por las autoridades, pues en ellas vuelve a hacer hincapié
en el abandono, y dice:
<< . . . mas en medio del olvido y de la miseria que te ro-dean,
pueblo magnánimo y digno de las Is1,as Canarias,
te he visto tan grande que próximo a alejarme de tus
playas mi alma se oprime y olvido que soy padre para
consagrarte una lágrima de despedida.. . »
Esta reiterada insistencia del infante en el mismo aspecto es
el principal motivo de desagrado y en donde ven el mayor peligro,
sobre todo pensando en situaciones que pueden plantearse apo-yándose
en las palabras de don Enrique. Pero no será ésta la
Última vez que don Enrique haga declaraciones, pues; después de
esta despedida acudirá a despedirse del Ayuntamiento de La Lagu-na,
que, como los demás, tantas atenciones habían tenido para con
él. En esta ocasión les dirá:
<<... amo a vuestra antigua ciudad y por vez postrera
la saludo ,. A Dios digo a la que en un tiempo era y si-guiendo
el curso natural de las cosas de este pobre mun-do
Yviide ayer grmdeza, hoy decalleneia y ~bsc~ridud,
ha deijudb ü% m; pero lo será por que sus destinos cam-biarán
sin perjudicar ni los intereses de otras poblacio-nes
vecinas. Cesen todas las cuestiones cle localidad,
88 pe spedda & dan En~%qudee l Ayuntarnzento de 8lanta Cruz de Wne-rife,
ya ~ i t a dC~c. p!~= Cm.4 .
452 A N U A R I O DE E S T U D I O S . 4 T L A N T I C O S
haya un abrazo general, fórmese un lazo común para
valer en riqueza y prosperidad. Paz y unión entre to-dos
los pueblos de las islas hermanas en este archipié-lago..
. >> 89.
Estos documentos son los que el gobernador Fernández de Ben-drera
considera que deben ser sustituidos por otros, ya que por
tratarse de documentos que se archivan, más adelante podrían
comprometer la reputación del infante 40. Gracias a que don Enri-que
ya había abandonado aquellas islas cuando tales informes
llegaron a Madrid pudo terminar su etapa de destierro, pues de
haber estado allí es muy posible que hubiese permanecido aún
largo tiempo.
w. TRÁGICO DESTINO DE UN HOMBRE
Desde su regreso del destierro, la actividad de don Enrique
va a seguir una trayectoria semejante a la de otras etapas de
su vida; poco o nada positivo va a lograr, pero no obstante, él
va a intentar participar en los acontecimientos políticos de esas
fechas y sobre todo intenta colaborar con los grupos políticos que
ya empiezan a preparar la revolución que desembocará en 1868,
dando lugar a la caída de Isabel 11.
Cuando don Enrique tiene conocimiento, ya en 1866, de que
el general Prim está trabajando con otros políticos para acabar
con el gobierno de la Monarquía, intenta ponerse en contacto
con él para ofrecerle su colaboración; se inician los contactos
y en ocasiones el infante llega a pensar que en esta oportunidad
va a participar, pero lo cierto es que al final, y sin profundizar
aquí en todos los hechos que tuvieron lugar y que no hacen al
caso, don Enrique no será tenido en cuenta y sí utilizado para
sus intereses por algunos de estos grupos. El miedo a que don
Enrique, en un momento determinado, cambie de forma de pensar
o hable de lo que se prepara, hace que los progresistas no con- --
se Despedida &Z Znfaozte d m Enrique del Ayuntamiento de La Laguna,
Santa Cruz de Tenerife, 24-1-1865. R. A. H., Archivo Narváez, caja 15 Es co-pia
núm. 5.
rn &fema ñe Femdndez &e 2 e n d ~ ~a ~-Ncnl %laz, <-anta Crzn de Teuer!-
fe, 1-III-1865. R. A. H., Archivo Narváez, caja 15.
22 MARÍA TERESA MENcHÉN
fíen en él y prefieren perder esta colaboración que les podía ser
muy útil, por contar así con un miembro de la familia real, antes
de poner en peligro los hechos que preparan por cualquier in-discreción.
Ya que no ha podido participar con los grupos políticos que
preparan la revolución, quiere por su cuenta dar a conocer cuál
es su opinión, y en 1867, en París, donde se encuentra, lanza un
Manifiesto explicando cuál es su postura:
e . . . fiel a los principios liberales que he ok)servado toda
la vida, mi propio honor no me permite estar donde los
españoles son víctimas de la más vio1enl.a reacción y
donde el régimen de la persecución y del terror había
sustituido a 10s sagrados derechos y a las más impor- I
E tantes garantías de la Constitución» ". O
n--
Por tal motivo, estaba decidido a sacrificar incluso el porvenir
E
de sus hijos y vivir en el extranjero antes que aprobar con su
presencia en Madrid actos tan deplorables. Tales declaraciones ;
sólo le van a servir para que en cuanto el Gobierno y la reina E
tengan conocimiento de ellas, y una vez que se confirma que real- ?j
mente han sido escritas por el infante, se acuerde destituirle de B
E todos los honores, empleos y condecoraciones. Ya que sólo de esta
forma iba a poder participar don Enrique en actos que pusieran
de manifiesto su oposición a la política española, en cuanto tiene
lugar la revolución de 1868 y la caída de Isabel 11, el infante, ya I
en España, espera a ver qué rumbo van a seguir los aconteci-mientos.
0
A alto nivel político, la revolución triunfante se plantea y bqs-ca
una solución para ver cuál va a ser en adelante la forma en
que se va a regir el país y quién estará a su frente. Suscitado el
dilema entre monarquia y república, aspectos que para nada va- --- - +-ri.iv.. --..: nn n-n;nnnn O r n n n n 4 n m nnmk-a nnmn nnoihlno
Iliua a LuI;aL ayu1, U= G L L S ~ ~ ~ Y C L Ua i i r a i i b j a i i i u i i r u a ~ ui bur i iu y u u n u i c u
candidatos a una futura monarquía; entre estos nombres y res-paldado
por bastantes seguidores va a aparecer la figura de don
Antonio de Orleáns, duque de Montpensier. Ante tal candidatura,
41 Luz: Pierre de: Los espwiaZes, en busca de un rey, psgs 10-11, citado
por Olivar Bertrand en As( ca96 Isabel II, pBg. 171.
454 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
DON ENRIQUE DE BORBON EN TENERIFE 23
don Enrique decide desde un principio oponerse a ella. Si Mont-pensier
contaba con el apoyo de los unionistas, también es cierto
que tenía muchos detractores entre los demás partidos.
Don Enrique, colocado a la cabeza de los antimontpensieris-tas,
empieza por dirigir un largo documento al Gobierno en el que
explica las ambiciones de Montpensier y, en general, el deseo de
los Orleáns, desde tiempo atrás, para apoderarse del poder en Es-paña.
El enfrentamiento del infante y Montpensier se va a hacer
tan manifiesto desde 1869, que no va a tardar más de un año en
terminar en tragedia. No se va a contentar don Enrique con el
anterior escrito, sino que seguirá publicando una serie de ellos
con el mismo fin, y llegará a tal grado en sus acusaciones en su
último escrito «A los montpensieristas» 42, que provocará que
Montpensier tome una postura ante él. Es necesario aclarar que
si bien algunas acusaciones de las hechas por el infante podían
ser algo desorbitadas, sin embargo otras respondían a la realidad.
Si los terminos en que estaba redactado el documento eran fuer-tes,
también es cierto que Montpensier podía leer por aquellas fe-chas
cosas semejantes sobre él, aunque redactadas en términos
más comedidos, en algunos periódicos progresistas o republicanos.
Pero en esta ocasión no pensaba don Antonio de Orleáns dejar
pasar la osadía de don Enrique, teniendo en cuenta sus mutuos
recelos y enemistades.
La cólera que tal artículc despertó en Montpensier se tradujo
en primer lugar en una carta en la que el duque pedía a don En-rique
que por escrito le dijese si ciertamente tal documento era
suyo o no 43. La contestación del infante no iba a tardar, y en ella
le decía que era cierto que él lo había escrito y que estaba dis-puesto
a responder de él Así, el conflicto ya estaba planteado.
Esta situación despertó el temor de los montpensieristas, que as-piraban
a ver sentado en el trono de España al duque. Espera-ban,
no obstante, que Montpensier no llegase a más desafio que
cnsl AUnGo n vUn A~nL. Ac~n~~t aiL b~nvU ns ,+ ao m k ; X m n1 An n n r i An ln :mCnmtn T -.;mm par- CLLIIIUICII CI U ~ U C I UU G ia d i i r a s i b a u u ~ u aL cs-nanda.
Todos pensaban que al llegar a una situación más extrema,
42 A los mmtpensWtas. Publicado en «La Epoca» de 7 de marw
de 1870.
43 Morayta, Miguela Historia generd de Espaíicz, Madrid, 1893-94,
tomo VIII, pág. 769
44 Xcr&.;rtn, X!g~e!: ^?A cit., ~vP?.." VA-, pkg. ?69.
24 MARfA TERESA MENCHEN
aunque el resultado fuese favorable para él, las c:onsecuencias
que podían resultar las iba a pagar a muy alto precio. Cuando
Luisa Fernanda tuvo noticia de lo ocurrido, se dirigió a su espo-so
telegrafiándole y aconsejándole : «No te batas, despréciale» 45 ;
para tranquilizarla, el duque le aseguró que nada tenia que te-mer,
pues no pensaba hacer nada, mas no iba a quedar convenci-da,
pues la infanta conocía bien a don Enrique y pensaba que en
esta ocasión parecía estar dispuesto a todo; sabía, además, que
su marido, en cuestión de honor, no se iba a quedar atrás, y no
desconocía tampoco la mutua antipatía que ambos se profesaban.
Días después de la publicación del citado articulo iba a em-pezar
el intercambio de visitas a modo de embajadas entre la Cos-tanilla
de los Angeles, residencia de don Enrique, y la calle de A
Fuencarral, casa de don Fermín Lasala, en donde estaba vivien- ?-
E
do el duque durante esos días. Encargó Montpensiei- a los gene- rales don Fernando F'ernández de Córdova y don Juan Alaminos,
y a su secretario don Felipe Solís que fueran sus padrinos, y les f
rogó que fuesen a visitar a don Enrique para tal fin. La entrevis-ta
con el infante fue casi inmediata y quedaron un poco sorpren- E
didos al oír al infante, que después de comunicarles que aceptaba,
les dijo que como no podía prescindir de personas que por el mo- -
mento estaban ausentes de Madrid, era necesario que esperasen. f
Esto hizo pensar a los padrinos del duque que lo que don Enrique E
quería era demorar la satisfacción y así se lo hicieron saber, re-cordándole
la obligación que como caballero tenía, y añadiendo
que siempre encontraría en la capital personas, aun entre sus ene-migos,
que le asistieran en el lance. n
n
Don Enrique, al día siguiente de esa visita nombró para re-presentarle
a don Federico Rubio y a don Emigdio Santamarn'a.
En la entrevista que éstos mantendrían con los representantes
del duque expusieron que la intención de don Enrique en diferir
por algunos días tal situación estaba motivada porque el infante
había soiicitado primeramente dei duque de ia Victoiia que fuese
su padrino y aún no había recibido contestación. Si? acordó por
fm la fecha para el 12 de marzo y se eligió como lugar la Dehesa
de los Carabancheles.
456 ANUARIO DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
DON ENRIQUE DE BORBÓN EN TENERIFE 25
Llegado el día y una vez en el terreno del duelo y hechos ya
los preparativos necesarios en estos casos, se inició el desafío.
Después de haber disparado dos veces consecutivas, ambos estaban
ilesos; sería el tercer disparo el que causaría la muerte de don
Enrique. Antes de realizarse este disparo, el duque de Montpen-sier
se dirigió al infante para decirle que si acaso su pistola es-taba
en mal estado le prestaría la suya, mas como nada de eso
sucedía se continuó la ceremonia, volviendo a cargar sus armas.
Al oír don Enrique las palabras del duque : «. . . se turbó algo, le
tembló la mano o apuntó nervioso; nadie sabrá lo que pasó, la
bala rozó el brazo de Montpensier sin herirle.. . » 48. El duque hizo
su disparo correspondiente y el infante murió.
Desde la víspera, don Enrique no había ocultado a nadie
sus temores sobre el fin que podía tener aquel desenlace; pen-saba
y decía a sus amigos que Montpensier siempre había sido
un hombre muy favorecido por la suerte y además era un buen
tirador de pistola.
La misma mañana del duelo se despidió de sus hijos mayo-res,
pues los pequeños se encontraban en París.
Cuando don Antonio de Orleáns, nada más disparar, se dio
cuenta de la muerte del infante, se desesperó; no se puede saber
si sólo por el dolor que tal hecho le producía o si también podía
influir bastante el darse cuenta ya, en aquel momento, de que
la muerte del infante le iba a traer funestas consecuencias; quizá
vio cómo la muerte de don Enrique en el campo del honor traía
consigo la muerte de sus aspiraciones al trono español.
Gran resonancia tuvo en toda Europa tal desafío, a pesar de
que el Gobierno español «lo desvirtuara con la fabulilla oficial de
que don Enrique había muerto pobmdol umcm p2stolcr.s en el cam-po
de tiro» 47. Esta fue la versión que del triste suceso dio el juez
ae Getafe, que fue a quien correspondió ocuparse de tales hechos,
y &u exp!icaciS~ fvde rec@& pcr 1% prezsu, w e eXp!ic&u
más que había averiguado, según testimonios prestados por al-gunas
personas, que «. . . el infante don Enrique recibió la muer-
46 Sagrera, Ana de. Ob cat., pág 137.
47 Pérez Galdós, B.: Obras completas, tomo 11: Epbodíhs nacionales.
La España tragtca, p&g. 928.
Nzím 19 (1973) 457
26 MARfA TERESA MENCHÉN
te por habérsere disparado una pistola que estaba probamdo y cuya
bala le dio en la sien derecha.. .»
Inmediatamente después del suceso, el cuerpo del infante fue
trasladado a su casa de la Costanilla de los Angeles y alli descan-só
en un desnudo colchón que sustentaban desiguales tablas so-bre
dos bancos derrengados. En los primeros moment~oe acudió a
rezar por él el capellán de las Descalzas Reales, con el que, se-gún
parece, había estado confesando el infante el día anterior al
duelo 49. Pronto empezó a acudir gente del pueblo con la curiosi-dad
de ver el cadáver, y también empezaron a desfilitr personas
conocidas dentro del ambiente político, como Luis Blaiic, Montero
Telinge, Garcia López, Roque Barcia y algunos otros, calificados
republicanos. a N
Fue desde el primer momento la masonería la que se encargó
de organizar aquel acto. Los miembros de la logia «La Acacia»
aparecían alli vestidos con sus levitas y mandiles. Entre los asis-tentes,
Luis Blanc se quejaba de que no asistiesen a aquel duelo
personajes de primera fila pertenecientes a la «orden>>C. omenta-ba
la ausencia del general Prim, grado 33 en el Oriente de Es-cocia,
y también la de Sagasta, al que acusaba de querer olvidar
en esa época su historia masónica.
La sala en que descansaba el infante fue arreglada, poniendo
el cuerpo en cama imperial de la sacramental de San Isidro. Don
Enrique fue vestido de vicealmirante y a su cabecera. se le colo-caron
el escudo de armas reales y un paño bordado en oro en el
que figuraba su grado 33 que tenía dentro de la masonería. Con-forme
a este ritual masónico, su cadbver fue colocaldo entre la
línea de O~ientea Occidente, y velando su cama hacian guardia
otros masones vestidos de ritual. Todo aquel ambiente teatral con-trastaba
con el resto de la casa y de la misma sala en que esta-ba,
donde se podía apreciar claramente la situación de pobreza
en que estaba viviendo el infante. Incluso en las paredes, anti-guamente
tapizadas, se notaba la huella dejada por cuadros an-teriormente
existentes y que si antes habían adornado aquellas
458 A N U A R I O DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
paredes, después desaparecieron, al igual que los muebles mejo-res,
para cubrir las necesidades. En aquel momento sólo restaban
algunas cosas de ínfimo valor.
Aunque al velatorio habían acudido algunas figuras de cier-ta
resonancia política, sin embargo faltaban los altos cargos de
la Marina, en la cual el infante, como ya se sabe, era vicealmi-rante.
Faltó también la aristocracia y se notó la ausencia de las
personas más representativas de los distintos partidos. Si de la
vida del infante se había usado en muchas ocasiones para po-nerle
en candelero de hechos políticos, su muerte también iba a
ser utilizada por algunas para hacer de ella un acto politico de
matiz antimontpensierista, a la vez que fue una exaltación de los
ritos masónicos; cm ello se motivó que muchas personas se apar-taran
de aquel acto, sobre todo aquellas que más peso tenían,
tanto en lo politico como en io social. La mayor parte del pú-blico
que acudió pertenecía al pueblo desconocido.
El día 14 de marzo tuvo lugar el entierro; era un día claro,
pero ventoso, y bastante gente se agolpaba en las calles para ver
pasar el cortejo fúnebre. La presidencia estaba formada por el
duque de Sessa, el hijo de Güell y el capellán de las Descalzas
Reales. Acompañaban al infante, además, Montero Telingen, Gar-cia
López, Díaz Quintero, Sánchez Borgella, Luis Blanc, etc. Ni
en el desfile apareció la Marina para acompañar a uno de sus más
altos jefes, ni tampoco se vieron altos funcionarios; lo que si se
veía desde lejos era a los masones con sus símbolos, si bien tu-vieron
que esconderlos ante las protestas surgidas entre parte de
las personas que presenciaban el entierro.
El entierro de un príncipe, de un infante de España, hermano
del rey, primo carnal de la reina, llevaba el más pobre de los
acompañamientos. El duelo se despidió en la calle de Toledo y fue
muy reducido el grupo que se trasladó hasta el cementerio. El
cuerpo cle don Enrique fue enterraiio en un frío nicho y a este
acto sólo precedió el rezo de un responso por el capellán de las
Descalzas. Terminado el acto y cuando ya abandonaban el cemen-terio,
en la puerta de éste, Luis Blanc aprovechó para hacer un
discurso politico, justificando su presencia en aquel acto y dicien-rln
~Smn dnn Tilnri~e hsrhili mi?ertn cmnde se hd!~))U ::secreta=
Núin 19 (1973) 459
mente elegido presidente de la República.. . » despu4s de oír ta-les
palabras se deshizo el acto.
Una vez conocido el duelo y la muerte del infante, cabe pre-guntarse
cómo llegó don Enrique en sus ofensas hasta la situa-ción
de motivar un desafío. Realmente, no se puede si~bers i sólo
fue la enemistad hacia el duque, lo que parece muy probable, o si
pesó en tales hechos, como dice el propio infante, su deseo de ven-gar
a su cuñada y reina lo que le llevó a tal extremo. Pero tam-bién
nos queda la posibilidad de pensar que puesto que el infante
fue manejado en muchas ocasiones por distintos grupos, en esta
ocasión también lo fuera. Quizá para algunos, con este duelo se
podían aclarar las posiciones en cuanto a los pretendientes al tro-no,
y al menos se podría descartar a uno Este planteamiento a
para resolver la situación se le achaca a la masonería,, de la cual ?- E se dice que contaba con la muerte segura de Montpensier por E
considerar a don Enrique como mejor tirador 52. La explicación
de que se acuse a la masoneria se basaba en que conocida la f
adhesión de don Enrique a ella y sabiendo la prohibici6n que exis-tía
dentro de la misma de que sus afiliados se batiesen en duelo, 1
no obstante el infante fue autorizado para tal desafio, según se
publicaba el mismo día 12 de marzo en La Rq6blzca Ibérica, don- -
de se decía que «la orden masónica ha autorizado a d!on Enrique f
de Borbón, que a ella pertenece, para que pueda ventilar en el te- E
rreno de los caballeros la cuestión que tiene pendiente con el du-que
de Montpensien. n
-E
La prensa de distintas tendencias se ocupará de este aconte- $ 2 cimiento, y según la ideología que represente cada periódico, así ;
serán los juicios. No iba a tardar mucho tiempo en celebrarse f
un Consejo de Guerra que juzgase al duque y le condenase a la 2
leve pena de un mes de destierro a diez leguas de Madrid y a
treinta mil pesetas de indemnización para la familia.. Sería, sin
embargo, el peor castigo el fin de las esperanzas del duque al
A~--r--u l luu2 .. t: W--..Cm iJ nfio:l..lrimnn+r\ nl &n;nr\ Cr ; . .nfn A n l ;nPna+n o; I i r a p a l i a . ~ U ~ ~ L J ~ G U ~ G IG&A LUGLU LU L L ~ U U L U UGA umauLc,
de esta forma se puede calificar, pues aunque a muy alto precio.
consiguió lograr el fin que se había propuesto.
50 PBrez Galdós, B.. Obras ompletas, t. 111: La E s p a trhgzca, pág. 940
51 Sagrera, Ana de: Ob. czt., p8g. 136.
sz mente, Vicente de la: HZstor%a de las Sociedades secretas Lugo,
1870-71, tomo 11, p8g. 337.
460 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
I n f m e del capitán general de Canmas, don Joaqw'n Rzquelme,
a don Fer~ando Fernández de Cór≻c
Santa Cruz de Tenerife, 23 de Noviembre de 1864. =Excmo.
Sr. Don Fernando Fernández de Cordova.=Mi General: En co-municación
separada fecha de ayer contesto a la Real Orden de
10 del corriente por la que se sirve V. manifestarme la determi-
1:ación de que venga a fijar su residencia en esta capital S. A. R.
el Sermo. Sr. Infante Don Enrique María de Borbón.=Ayer, en
momentos de estar cerrado este puerto por el grueso temporal,
ya casi dentro del mismo se descubrió entre la niebla el Vapor
de S. M. «Isabel II» enarbolando Pabellón Real que fue saludado
en el acto por la plaza y hasta por la tarde no pudo venir a tie-rra
un Jefe del expresado buque que me entregó la Real Orden
citada. Hoy, mejorado un poco el fuerte temporal, me he trasla-dado
al ((Isabel II» a ofrecer mis respetos a S. A. R. y acompa-ñarle
a tierra; en ella ha recibido por las tropas de esta guarni-ción
los honores mandados para personas reales, y esta noche
he dispuesto que la charanga del batallón provisional le de una
serenata para que las consideraciones a su alta jerarquía partan
ue la autoridad y no del pueblo, que el de estas islas es de buena
índole pero es tambien gustoso en copiar al de la Península.
Las elecciones empezaron a dividir en bandos a sus habitan-tes,
que hoy aún no tienen definitiva nomenclatura, pero que ya
desde la Península trabajan para que copien sus reuniones y ten-gan
sus desahogos. Nada de esto me pone en alarma, el Gober-nador
Civil lo sabe, y a mi me basta con el solo batallón provi-sionai
que guarnece estas islas, aunque compuesto de naturales
de ellas, para detener si necesario fuera a los que pretendiesen
salirse del carril de orden y respeto a S. M. y su Gobierno. Hay
sin embargo una circunstancia que conviene que conozca V. el Bri-gadier
Milans, Gobernador Militar de Gran Canaria, osado siem-pre
er. SUS ccnieraaci~neu, hace daño en este psis y de üii imdu
30 MARÍA TERESA MENCHÉN
que no es castigable, pero además hoy juzgo seria conveniente,
o acceder a su petición de dejar este mando o llevarlo a Ibiza;
dispénseme V. esta indicación, que sólo me la permito en bien del
servicio porque juzgo debe ser más conveniente al gobierno, cuan-do
sea posible que adoptara providencias que por justas y mere-cidas
que sean, son armas aunque sucias que los contrarios uti-lizan.=
Como este Señor Infante no tiene en su compafiia sino un
solo criado, he puesto a sus órdenes uno de mis ayudantes de
campo, persona de toda mi confianza, con el fin de que siendo la
primera vez que un Príncipe Real pisa este suelo, no decaiga en
cuanto de mi dependa el prestigio de la Real familia. Al presen-tarles
los señores jefes y oficiales y dirigirle como era consi-guiente
las palabras de respeto y consideración que son de ritual, a
contestó haciendo un alarde de cariñoso homenaje y profundo I E acatamiento a la Augusta Señora y prima nuestra Soberana. A1 E
terminar la serenata, el pueblo agolpado a las inmediaciones de
su casa, prorrumpió en vivas al Infante Don Enrique, y en el acto
S. A. me ordenó respondiera con un viva nuestra Reina que cum-pli
en el momento y fue respondido con entusiasmo. Esta muni- 1
cipalidad ha proporcionado a S. A. una bonita casa lujosamente
amueblada y ayer y hoy le han servido decorosa comida; dudo B
que el municipio tenga fondos para continuar su galantería y se-
E
gún me indican S. A. no los tiene abundantes; ageno a estos deta- E
lles se lo indico a V. para su conocimiento.=Es probable que cuan-do
vengan corporaciones y personas de los pueblos del interior -
de estas islas y aun de las seis restantes le supliquen se digne $ 2 hacerles una visita; mientras V. no me prevenga otra cosa, en-torpeceré
el que visite otras islas pero no los pueblos de esta, en H
lo que no encuentro por ahora ningún inconveniente. No puedo 2
decir a V. nada determinado sobre elecciones, solo si, que aten-dido
a que se me hizo conocer que había apuros en el Gobierno
Civil y teniendo en cuenta que la mayor parte de las militares
aqui sufi electares, he trabajzdo con f6 pem si:: traspasar !a ley
ni comprometer .en lo más mínimo al Gobierno ni aún a una pes-sona,
y digo a V. esto porque sé que se quejaban de que el CQ-mandante
D. Federico Verdugo de artillerfa presidiest una mesa
de oposición y hubiese arrastrado los votos de la maehrtranza que
ha estado dirigiendo muchos años: el Comandante Verdugo está
462 ANUARIO DE ESTUDIOS A T L A N T I C O S
DON ENRIQUE DE BORB~N EN TENERIFE 31
fuera de mi círculo por ser destinado a Filipinas contra su vo-luntad,
por consiguiente nada teme, pero para V. solo tendré la
jactancia de decirle, no se si con equivocación, que si hubiera ha-bido
otro más egoista en mi puesto, las elecciones todas hubieran
tenido un resultado poco ventajoso. Aprovecho el regreso del Va-por
«Isabel II» para participarle las impresiones del primer mo-mento
y nada más, pero quedo en comunicar a V. cuanto ocurra
interesante en el asunto principal de esta carta.=Soy de V. con
toda consideración y aprecio affmo. seguro servidor y verdadero
amigo Q. B. S. M., Joaquin de RiqueZme.
Es copia.
Znfme muy reservado de Pernández de Zendrera
al duque de Valencia
Gobierno de la Provincia.
Canarias.
Exmo. Sr.
Por las comunicaciones periódicas oficiales que he tenido el
honor de dirigir al Exmo. Sr. Ministro de la Gobernación se ha-brá
enterado V. E. de la vida retraida que observó el Srmo. Sr. In-fante
D. Enrique María de Borbón desde que desembarcó en esta
capital hasta que tuvo noticias de que se le permitía regresar a
la Península.
Desde entonces cambió por completo su conducta, presentán-dose
en público y asistiendo a los bailes de máscaras que dieron
las sociedades democráticas tituladas «La Aurora» y «E1 Recreo»,
admitiendo en su casa y demostrándoles gran deferencia a perso-nas
tildadas de ideas las más avanzadas en el progreso y demo-cracia.
Eh los albums de las sociedades citadas «La Aurora» y «El
Recreo» dejó consignado doctrinas halagadoras para ellas, como
ecre&faii adjün&j q j i a a ~&yierG'us 1.p y 2.p
Tan pronto como llegó a mi noticia de lo consignado en la que
va marcada con el número 2.2 me fue preciso intervenir en el
asunto con energía, aunque siempre con la prudencia, y cautela
debida, para no comprometer la alta dignidad de S. ,4. y evitar
un conflicto, consiguiendo de este modo que al tercer día desapa-reciese
del album, y lo sustituyese en los terminos que aparece
de la adjunta copia número 3.9
A los Ayuntamientos de esta capital y de la ciudad de La
Laguna dirigió la despedida que consta en las copias que acom-paño
con los números 4.9 y 5.0
Respecto a la del n." 4.0, creo deber llamar la superror
atención de V. E., pues debiendo conservarse esta clase de docu-mentos
en el Archivo del Municipio, no se ocultará a su alta pe- A
netración el sentido que encierra su contenido y el cual puede ?- E un día comprometer la reputación de S. A. y en consecuencia
si V. E. creyese deba retirarse dicho documento por la. importan-cia
que tiene, se servirá participármelo para su mas puntual y f
exacto cumplimiento. SE
Todo lo que tengo la honra de elevar a V. E. para su cono- j
cimiento y efectos oportunos 3
Dios guarde a V. E. muchos años. - -
Santa Ckuz de Tenerife 1.9 de Marzo de 1865. 0
m
E
Exrno. Sr. O
Ramón. 2%. de Zendrera
n
E Exmo. Sr. Presidente del Consejo de Ministros. -
a
2
n
n
3 3
O
Copia número 1, adjunta8 d docwmmts 2
!Sello: «Gobierno de la Provincia. Canarias».)
El Srmo. Sr. Infante D. Enrique María de Borbón dejó puesta
en el album de «La Aurora» la siguiente manifestacióii:
«Si enmudecí a los expresivos brindis de esta noche, no fue
qw mi mente se durmiera, ni mi corazón dejara de sentir .. Oí
464 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T I C O S
DON ENRIQUE DE BORB~N EN TENERIFE 33
pronunciar el venerado nombre de mi madre! Oí sentidamente ci-tar
aquel hecho suyo, cuando rasgando el fatal testamento de
manos del moribundo Fernando VI1 sentaba la Corona sobre las
sienes de la inocente Isabel, y daba vida e inñnito porvenir al no-ble
partido liberal.. mi corazón latía con violencia ... a grandes
rasgos cuanto hubiese tenido que decir. . Y nada mis que con la
historia en la mano! Pero al inclinarme Unicammte ante ustedes,
bondadosos socios de «La Aurora», brindé con el silencio mas elo-cuente
en ciertas circunstancias.=Permitir que ahora pase a otro
punto. Es la honradez y el trabajo la brillante diadema de los
pueblos civilizados, la mina inagotable que los hace ricos, la ver-dad
que los crea libres.=Al asistir a la última fiesta de honrados
y laboriosos artesanos de esta noble tierra, salúdolos nuevamente
con la más tierna emoción.=Al decir adiós a estas Islas, las deseo
toda clase de prosperidades.=Reciba la Sociedad de «La Aurora»
el testimonio de mi gratitud, y recuerde siempre al que muy luego
se ausentará, pero que en prenda de cariño aquí deja su corazón.
22 de Enero de 1865.=Enr.iq.ue Marz'a de Bwbón.»
Es copia. =Zendrera.
Copia número 2, adpn'ta al documento 2
(Sello : «Gobierno de la Provincia. Canarias».)
Consignado por S. A. en el album de la Sociedad «El Recreo»,
v variado posteriormente :
«Al regresar a Santa Cruz de mi visita a las poblaciones del
Teide, motivos procediendo desagradablemente de Madrid holla-ron
mi dignidad y sublevaron en mi ánimo cuanto de nobilísimo
encierra un pecno nonrado, un aima iibre .. Al verme cautivo en
un perímetro determinado, donde falta aire, resolví como signi-ficación
elocuente en un mutismo reducirme a la estrechez de mi
morada hasta el momento feliz de embarcarme. Bastome para
todo desahogo un paseo en la azotea, por toda mi compañía la
s&d& y !us c c ~ t r cp urede:: te&ig=s rer&-&ros de vio-
Núm 19 (1973) 465
34 MARIA TERESA MENcH~N
lenta y humillante de las situaciones, por la única distracción
una mirada al mar, inmensa llanura de libertad donde las puras
brisas dicen al hombre independiente, respira.. . Cumplido ya el
mes de aquella digna resolución, cuando la Sociedad del Casino
con una delicadeza extraordinaria me deuicó el baile del 9.
Esta noche ha sido la Sociedad del Recreo la que expresiva
al infinito ha venido a hacerme nuevamente salir de mi reclusión.
No se ya con que palabras reiterar mi gratitud y eterna memoria
por tantas demostraciones de afecto y sirnpatia como recibo. Esta
noche con tan tierno entusiasmo consagrado a mi por la reco-mendable
clase de honrados y laboriosos artesanos es un consuelo
más grabado en las tristes páginas de mi corazón en un nuevo
recuerdo de las Islas, sobre los mil que debo, y se consignar en A
mi alma bien nacida, no asemejándose en d a el Pl$n.cipe Garba- ?-
E
ZZero a los que ol&n. amigos, favores y sarrifiobs: pawdh los
tiempos de la calamrdad. ..-E de Enero de 1865.=Enr2que Ma-m
ria de Borbán,.» O
E
2 Es copia. =Zendrem. E
(Sello: «Gobierno de la Provincia. Canarias».)
-E
a
Consignado por S. A. en el album de la Sociedad «El Recreo»: -
n
«Por causas aflictivas y no por falta de afecto, del que no pue- 1
de dudarse, resolví al regresar a Santa C'ruz de mi visita a las 2
poblaciones vecinas del Teide reducirme a no salir de mi morada
hasta que el Todo Poderoso se dignase señalar el término del ale-jamiento
de mis hijos, bástame por todo desahogo mi paseo en
la por toda mi compañia la so:e&d las cua&-o pa;.e&s
testigos de mi situación, por único pasatiempo una mirada fija
al mar, inmensa y libre llanura donde las puras brisas me dicen
como marino, respira.=Cumplia el mes de esta resolución, cuando
ia Sociedad del Casino con una delicadeza extraordinaria me de-
UicS e! baile de! 9,=I-;Sta noche ha sido la Sociedad del Recreo la
466 A N U A R I O DE ES1 U D I O S A T L A N T I C O S
bON ENRIQUE DE BORB~N f2N TENERIFE 35
que infinitamente expresiva ha venido a hacerme nuevamente sa-lir
de mi reclusión.=No sé ya con que palabras reiterar mi grati-tud
y eterna memoria por tantas demostraciones de afecto y sim-patía
que de todos recibo.=Esta noche consagrada con tan tierno
entusiasmo por la recomendable clase de honrados y laboriosas
artesanos es un consuelo más que queda grabado en las tristes
páginas de mi corazón, un nuevo recuerdo de las Islas sobre los
mil que debo, y un alma bien nacida sabe consignar, no aseme-jándose
en nada a aquellos desgraciados mortales que olvidan
amigos, favores y sacrificios pasados los tiempos de calamidad.=
15 de Enero de 1865.=Enrique Marz'a de Barbón.»
Es copia. =Zendrera.
Despedida de S. A. al Ayuntamiento de Santa Cruz de Te-nerife
:
«M. 1. Ayuntamiento de la muy noble, leal e invicta ciudad
de Santa Chz de Santiago de Tenerife.=He leído repetidas veces
la sentida felicitación que la M. 1. Corporación Municipal de esta
invicta ciudad ha tenido la bondad de dirigirme con esta fecha.
Es un titulo más que añadir a mi gratitud y eterno recuerdo de
estas islas hermanas, y así bajo los fuertes latidos de mi cora-zón
conmovido trazaré afectuosa respuesta. =Reinaba la bondadosa
Isabel y su Augusto esposo D. Francisco de Asís, cuando un In-fante
de España, primo y hermano, fué el primer Príncipe Na-cional
que saludó a estas Islas. esto dirá la historia. Dios en
sus altísimos juicios permitió que los puertos de estos mares se
abrieran para quedar grabado este suceso. .
De Dios, principio y fin de todas las cosas, nuestras almas cre-yentes
deben esperar el bien.=Llegué triste; y el rumor de los
vientos me repetía incesantemente el gemido de mis hijos! El
mar y la cadena de la resignación me separaban de ellos! Dios
qUe cUrwe;;tia. tanta pena, agreg&i a! -;=o dz lxi amargui;á
principiando a llenar desde 1846 rebosaba ya, dirigiló mi consue-lo
... El noble pecho de los isleños que tan grandes sentimientos
atesora, fue el instrumento providencial y por doquier me pro-diga
simpatías y ovaciones. Ai lado de los padecimientos nacen
las palmas, en el mismo sitio señalado al dolor elevan el pedestal.=
En busca del abrazo de mis hijos marcho contento. ;Oh sí, muy
feliz! ... Mas en medio del olvido y de la miseria que te rodean,
pueblo magnánimo y digno de las Islas Canarias, te he visto tan
grande que próximo a alejarme de tus, playas mi alma se oprime
y olvido que soy padre para consagrarte una lágrim:~d e despedi-da.
Recógela, que perla es de mi corazón que te ama, y bendecirá
siempre tu memo'ria. Recógela, que también es dádiva de mis
hijos, en cuyo nombre os doy las más tiernas gracias.=Y vos
M. 1. Corporación Municipal de esta 1. ciudad, sed el bondadoso
intérprete de mi afecto, y recibid la inmensa parte que os coms-ponde
por cuanto habeis hecho y sentido en mi obsequio. Recibid
mi adiós con la esperanza de aquellos sentimientos que identifi-can
nuestro ser, tanto en la adversidad como en la fortuna.
Santa Cruz de Tenerife 21 de Enero de 1865.=Enricpe Marz'a de
Bwb6n. »
Es copia. =Zmdrera.
Despedida que dirigió S. A. al Ayuntamiento de La Laguna:
«M. 1. Ayuntamiento de la M. N. y M. L. Ciudad de San Cristo-bal
de la La Laguna. =He experimentado la más tierna emoción al
recibir vuestro parabién por mi regreso a los brazos de mis hijos,
de que tan cioiorosamenie iiiit: sepa& Os hrzbeis dástktlg~ide~=
aliviar mi pena con vuestras simpatías y francas demostraciones.
Por vuestro profundo cariño, tan decisivo en su expr~esión,h e vis-to
la verdad de vuestras almas y experimentado sil calor. Este
momento en que por escrito consigno los sentimientos de mi par-t
i e d u &cto, kfkita gratitud y eterno recuerdo que tantas ve-
468 A N U A R I O DE E S T U D I O S A T L A N T l C O S
bON ENRIQUE Dk B'ORB~N m TENER& 37
ces os he manifestado con un corazón abierto es el más feliz. de
mi vida.=;Oh! nunca olvidaré la ciudad de San Cnstobal de la
Laguna, la de tan altos timbres, la que fue Cabildo General de la
isla, la que posee el glonoso pendón de la conquista.. .
Yo recorrí sus calles sembradas de flores, llenas de pueblo hon-rado
y sencillo, engalanados sus balcones donde latían miles de
pechos para repetirme «te queremos» y las bellas agitando sus
pañuelos formaban inmensa bandera.=Amo a vuestra antigua ciu-dad
y por vez postrera la saludo. . A Dios digo a la que en un
tiempo era y siguiendo el curso natural de las cosas de este po-bre
mundo donde ayer grandeza, hoy decadencia y obscuridad,
ha dejudo de ser; pero lo será por que sus destinos cambiarán sin
perjudicar ni los intereses de otras poblaciones vecinas. = Cesen to-das
las cuestiones de localidad, haya un abrazo general, fórmese
un lazo comun para valer en riqueza y prosperidad. Paz y unión
entre todos los pueblos de las islas hermanas de este archipiélago
y ahora recibid M. 1. Corporación Municipal el adiós de mi alma
agradecida, pues pronto me ausentaré para llevar a S. M. la Reina
mi Augusta prima el homenaje de aqui.=Santa Ckuz de Tenerife
24 de Enero de 1865.=Enriq.ue Marz'a de Borb&.»
Es copia. =Zmdrera.