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NUEVO DESCUBRIMIENTO DE CANARIAS © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 FEDERICO GARClA SANCHIZ NUEVO DESCUBRIMIENTO DE CANARIAS (LAI LKTENDAS y LOS PKLIOROS QUE TUNEN ESTAS ISLAS) yiLHf ji^ w T - M ^ M B B ^ ^ ^ /-*~SI F^ aBMMaí ^ P i 1 iks -y'' i 1 •'íiiií! ! I' i 9 w ^ 1'(i11r1 i' MADRID BIBLIOTECA RENACIMIENTO • . ritlETO Y COMr.*, EDITOKIS Princesa, 77. 1910. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 OBRAS DE FEDERICO GARCÍA SANCHIZ PÍO BAROJA (AGOTADA) POR TIERRA FRAGOSA... IAOOTADA) LAS SIESTAS DEL CAÑAVERAL HISTORIA ROMÁNTICA (Cuento Semanal) LA COMEDIETA DE LAS VENGANZAS © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 A DON RAFAEL COMENGE, EX PRESIDENTE DEL CASINO ESPAÑOL DE MANILA, COMANDANTE DE LA GUERRILLA DE ESTE CASINO EN LA SUBLEVACIÓN DE LOS TAGALOS, EX GOBERNADOR CIVIL DE CANARIAS; CON TODO RESPETO, feL AUTOR © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 «SI BUSCAS LA VERDAD, YO TE CONVIDO Á QUE LEAS. OFREZCO A LOS VENIDEROS UN EJEMPLO, A LOS PRESENTES UN DESENGAÑO, UN CONSUELO A LOS PASADOS. ALGUNOS CONDENARÁN MI HISTORIA DE TRISTE. PERO ESA ES CONDICIÓN DE LAS LLAGAS, NO DEJARSE MANEJAR SIN DOLOR, NI SANGRE MUCHOS TE PARECERÁN SECRETOS; NO LO HAN SIDO A MI INTELIGENCIA; NINGUNO JUZGA TEMERARIAMENTE, SINO AQUEL QUE AFIRMA LO QUE NO SABE. NO ES SECRETO LO QUE ESTÁ ENTRE POCOS; DE ESTOS ESCRIBO MELÓ- GUERRA DE CATALUÑA. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 LA LEYENDA DE CANARIAS © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 UNA PÁGINA INÉDITA DEL BAEDEKER ¿ Quién no ha contemplado en los escaparates de la calle del Arenal, aquí en Madrid, ó en el cauché de una revista ilustrada, en las policromías de un cartel, en los billetes Cook... la cubierta y las cámaras de un trasatlántico ? No se diría sino que flota un trozo desgajado de M nte-Carlo. Los salones de estufa, con amplios y enanos divanes, el piano que se ofrece en la desnude" de su teclado, plantas en chinescos tibores, la opaca moqueta, espejos gliantes y ceremoniosos como duques, la mesa revuelta de periódicos, y en tomo una tertulia de novela de Bourget ó de Prevost, madamas de opulento perfil, gentlemen... Creeríamos que navegar constituye una fiesta, mitad verbena en un yate, mitad carnaval © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 l í FEDERICO GARCÍA SANCHIZ de salón, con sus ribetes novelescos. Y fijamos el lento proceso de embarcarse en un instante encumbrado de delicia y placer, y en este instante, divino en la noche, fúlgido de luna, un poco encandilados con la influencia de unos exóticos licores que se beben á bordo, sintiendo resollar el mar, platicamos de un fuego que arde sin consumirnos, con una amiga extraña y muy hermosa que conocimos en el vapor. A lo lejos se descubre una candida y apaisada ciudad, misteriosa y atrayente... ¡Las islas Canarias, las Afortunadas! Tierra en que los antiguos suponían no el Paraíso terrenal, sino la Gloria donde moraban los justos y elegidos. El clima sosegado como un río. Flores, pájaros, arboledas. Una divertida y amena mezcla de costumbres británicas, tropicales y andaluzas. El cielo siempre azul. Los días, largos, radiosos, embriagados, sensuales, cegadores. Nocturnos de ruiseñor, de nardos y guitarras amantes... Aunque arribarais en lo crudo del invierno, detonarían á vuestra vista, en los muelles, los jipis y los canotiers rubios y agrios como limones. ¡ Sombreros de paja y el mes de Febrero ! Sombrero de pajal entonces, equivale á algo © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 LA LEYENDA DE CAÑARÍAS tj tan estrafalariamente sugestivo y pródigo en menudas delicias como el sarao aquél de trajes que en la rigurosidad del estío parisiense celebraba el ingeniero de Sapho, la novela de Daudet. ¿ Recordáis ? El caserón cerrado, echadas las persianas, nada más que el asfalto con su neblina, por fuera; y adentro, biombos de laca, mesas con bujías de pantalla verde y con búcaros, músicas, evónibus, laureles, epigramas, madrigales, sonrisas, carcajadas y canciones. El archipiélago entero es el palacete que se niega á las asperezas de la calle. El ambiente suyo halaga como un baño tibio. Y el señuelo de un pintoresco localismo. Es admirable la compostura de sus doncellas, como de sus matronas, que sobre el exótico cucurucho de un traje imperio ó la graciosa gravedad de una levita femenina, ostentan una, digamos, folk-lorica y simple mantilla blanca, idéntica á la mantellina de velludo que usan las charras, menos el color. Los figurines franceses rematan en un tocado de virgen de ermita castellana y serraniega, el manto envolviendo desde el moño á los pies: no más que la piel morena, la boca granate y los ojo» que cautivaran á un poeta moro, alejan de lo« © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ oratorios y conventicos ascéticos; la Magdalena escondía su pelo, blondo y vivo en ondas, en ese chai: el rebozo nevado, enmarcando un cuerpo de ámbar que se derrite al fuego de las pasiones y aroma en su aniquilamiento, evoca el Oriente de los cipreses, los limoneros y los quioscos de mirtos, los baños con rosas deshojadas, la luna, perla que luce en la frente del universo, y las fantasías tristes y desvanecidas de las bayaderas, sobre blondas alcatifas ó hirsutas y rayadas cortezas de tigre, entre la desmelenada humareda de encanto de los braserillos, mientras las dos cuerdas del guimbre rebotan en la vitela, en armonía con unas esquilas de cristal que golpea un cetro de plata, y con un pífano melancólico como un atardecer... El bueno de Peer Gynt, ¡cómo se deleita en la danza de Anitra! Y la promesa del valle de la Orotava, una de las maravillas del paisaje. Al fondo el pico del Teide, con su caperuza nevada, que agujerea el azul. El Océano allá, hundido y dilatándose, espumoso en olas enormes que fingen legiones de blancos mitológicos delfines. El hondón, convertido en un parterre aBrileño al mismo tiempo que en un jardín botánico ; © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 LA LEYENDA DE CANARIAS 15 y en el Agosto ofrece allí Europa sus rítmicas y apacibles galanuras floréales al Nuevo Continente, y América anuncia su exuberancia y lujuriosa frondosidad. En torno al ruiseñor que canta en un rosal de Francia, los irisados y purpurinos pájaros-moscas brillan como libélulas estivales. Un loro y una mona descansan como un trofeo en un tilo germano. En un espacio el valle ampararía con un dosel de cocoteros y árboles de la canela el idilio de Pablo y Virginia; en sus perfumadas rosedas hallarían delicado eco los lamentos del Tasso, y entre los troncos de un bosquete sombrío, la espectral silueta de Werther andando y desandando tamizaría su agudo dolor... En grandiosa armonía suma el valle de la Orotava la creación universal... Cuando Humdbolt lo contemplaba desde una cumbre, se arrodilló y adoró el mundo religiosamente... V la apoteosis de muchos grandes hoteles, inexpugnables fortalezas sin el salvoconducto de una libra esterlina, albos yates reales en la profusión de embetunadas y apestosas embarcaciones, que levaritan su arquitectura, por lo geneial un pastiche de celebradas é ilustres residencian inglesas, á distancia de poblado. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 16 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ en el declive de silbosos montes, los cuales recorren unas vedadas carreteras, remembranza de los puentes levadizos. Grandes hoteles con el recato del hall, pecera de los flirteadores ; el arrebolado estuco de los baños, la serenidad de cisterna de una biblioteca, la encerada sala de festividades y el comedor de los candelabros y los conos de rosas bajo la guardia muda de unas libreas engoladas y altivas. Ninguno descuidó el aderezo de una italianesca terraza, que orlan adelfas y laureles, con unas arcadas de que penden los airones de las campánulas y los jazmines; y en el horizonte, el mar... i Las islas Canarias, las Afortunadas ! Vivir quiero una vida de templanza, sin metafísicas, ofrenda á los sentidos, desmayada y gustosa, soñadoramente sensual... © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 CANARIAS JARDÍN DEL AMOR Era en Madrid, era en verano y en una fonda. Cierta noche me asomé al balcón, y en el vecino, apelotonado en un bulto negro con un ribete de luz que le prestaban los faroles de la calle, vislumbré al hombrazo que había almorzado y comido en mi misma mesa. Se llamaba don José Pedro y venía á doctorarse en Medicina; en examinándose regresaría para siempre á su tierra, las islas Canarias, y entre los suyos, en un pueblo que se denomina Tel-de, y que está rodeado de plátanos, naranjos y olivos... También don José Pedro me vio y me reconoció de balcón á balcón, porque corriéndose á la esquina del suyo, me dijo con esa pintoresca cortesía de los hoteles: —Buenas noches, don Federico, ¿ cómo le va ? © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 Y lo dijo en una media voz dulce y que cirru-llaba, que parecía un eco de guajira: el acento aquél tan acaramelado y lánguido fué como un chorro de luz que arrojaran sobre la informe corpulencia de mi amigo, y que devolvía el relieve á los más minuciosos y escondidos detalles de su ñgura: fatalmente la voz aquella no podía salir sino de unos labios abultados y de criollo, bajo una mirada dormida con voluptuosidad y que sombrearan los rizos de una cabellera con remolinos de pequeños bucles. Así era, en efecto, el señor don José: membrudo, largo de brazos, la color gitanesca, y al remate la cabeza que dibujo y que en su excesiva dulcedumbre y con los anillos de pelo obscuro, parecía una testa de santo en talla, como las que se guardan en los museos provinciales; igual piel, de una tonalidad arcillosa; idénticas pupilas grandes, bellas y mansas... —Y á usted, ¿cómo le va, don Pepe? Esclataba, reventaba como una breva llena de madurez y de mieles, una noche de Julio, que olía á jazmines. Por encima de la turbulencia de las calles, ya en la alta hora casi sin tránsito, mas con el agrio estruendo de los cafés y unos vendedores, y un coche que © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 LA LEYENDA DE CANARIAS 19 cruza raudo, y una ronda de noctámbulos y alguien que reclama al vigilante, nuestros balcones se refugiaban en la sombra, en el punto que se insinuaba la morena sensualidad del veraniego nocturno. Y arriba estaba el cielo estrellado, polvoriento de luz, estremecido, cálido, deseoso... Yo me acordaba de los granados de Sevilla, de los naranjos de Valencia, de las fuentes de la Alhambra y de las escalinatas de mármol y los bojes florentinos. Acompañado de un grillo que cantaba en una maceta cualquiera de por allí, yo evocaba uno de esos cenadores con campánulas, madreselvas y pasionarias que hay en los jardines del Sur, y dentro un banco de mimbres, y unos faroles japoneses, y una mujer bronceada que tornasola el bermejo papel de la lumbre, vestida de blanco, con los pies pequeños y los ojos que turban... A pesar de los regatuelos, á pesar de los sapos flautistas, á pesar del surtidor en el alabastro, á pesar de aquel vago rumor de una guitarra, había tanto silencio y arrobo en el aire, que cuando una estrella loca se disparó como un cohete, se oía como si un diamante rayara un cielo de cristal... © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 FEDERICO GARCÍA SANCHl¿ —¿ En qué piensa usted, don Federico ? —¿ Y usted ? —En mi país... —Debe de ser muy bonito su país. ¿ Qué haría usted esta noche en su país ? —Enamorar... Luego he sabido que en Canarias se dice enamorar á la peladura de pava. El señor don José se sentía, como yo, ebrio de la noche, de los recuerdos, de un vaho de nostalgias. Rompió á hablar con su música, contaba, revelaba ; ¡ me dio unos calofríos !... i Oh, el Sur de verdad, los nocturnos africanos en que el rocío cae en gruesas gotas que estallan como las uvas que se echan los chicos unos á otros ! Las camelias cuelgan como las joyas de unos enormes tinglados de ramas, los cactus erizan en el vacío sus invertebrados y espinosos tentáculos, una palma dobla sus lanzas al peso de la luna redonda que parece que pende al extremo de la más baja; la ardentía de la tierra puebla el campo de ignotos y pintorescos insectos que chirrían y brincan, y corren coronándolo todo y con un rumor de riachuelo los pámpanos, que se persiguen, de un parral ! Inmensas, muy dilatadcis haciendas © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 LA LEYENDA DE CANARIAS de plátanos, con su pina como una arracada de oro, con el borlón amoratado de su flor, símbolo del sensualismo, llenan la extensión de las islas. El señor don José Pedro montaba en su caballo Brillante, y caminaba una legua, solo, mudo, embebiéndose de perfumes, arrullos, astros, poético misterio, la soledad sonora en la cual se respira una absoluta y profunda germinación. Tal vez sonaba el plañido de una folla, acaso una vidalita bonaerense denunciaba en la negror del platanal otro viandante que acariciaba con canciones su desvelo... El platanal cerraba el horizonte con una misma graciosa curva de seno, repetida hasta la infinitud... En esto resplandecían y guiñaban las luces de un caserío. En un jardín gorjeaba un pájaro. Los arriates chispeaban de luciérnagas. Acudía sumiso un perro, meneando la cola... Pie á tierra. Quedaba Brillante sujeto por la brida á un árbol, braceando de cuando en cuando con una patada sonora y hueca. Y aquella emoción del camino, que fecundaba, volcábase en barboteo que se atropellaba como las manzanas que se trasiegan de panera á panera... Y un aliento que habla: ¿ Eres tú, Pepe ? © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ —¡ Pues quién va á ser ! Y tras el hálito, la novia, una hembra tropical, con su bata de grandes lazadas, con sus arremangados brazos con argollas de oro, con sus abultados pechos, pálida, los dientes blancos y la mirada de terciopelo, con sus za-patitos de charol. \ Mujer de ámbar. Venus de bronce, que lleva en los cabellos una cinta listada de verde y amarillo, diadema de las reinas incas ; mujer cuyo corazón aroma como los pebeteros de Cleopatra ; ojos negros y diáfanos como un vino de -mil vendimias, gro-sezuela boca de granada, pies como madroños, con sus enflocadas y agudas botinas de charol !... —¿ Conque eres tú ? —j Pues quién !... El señor don José Pedro contaba, revelaba, i me dio unos escalofríos ! Se me apoderó una añoranza desoladora de aquello que aún no conocía. Me enardecía las sienes una tumultuosa visión que me mantuvo en éxtasis un buen trecho. Soñé con atravesar los platanales jinete en un potro de anca de hoz, y golpear una ventana, y derretirme en una apasionada solicitud hacia una de aquellas perezosas © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 y sabrosas mujeres que al platicar producirían un cosquilleo en mi piel, y me imaginaba á mi novia tendida en una hamaca, levemente arrebozada en un fastuoso y lumínico chai de gasa espolvoreado de blancas lentejuelas... Nunca el pino del Norte de la rima heiniana se>entenebreció y enfoscó más que yo esa noche, anhelando un radioso amor de una palmera ardiente. .. ¡El sueño de una noche de verano I * * Acabaré, como todo, con un epitafio. El señor don José Pedro no se doctoró, ni volvió nunca más á cruzar las espesuras isleñas, en el sosiego substancioso y enervante de los nocturnos de su país. ¿Os acordáis de la peste de tifus que asoló Madrid habrá un año y medio? Don José Pedro se ofreció de voluntario practicante en el Hospital, y por contagio murió. Las revistas ilustradas publicaron su retrato, y los diarios escribieron encomiásticamente sobre él... Durante mi viaje al archipiélago, en dos ocasiones, vi á un hermano suyo, muy enlutado, muy triste... Descanse por siempre el señor don José Peílro, paz á los muertos. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 JAUJA Es el Salón de Conferencias del Congreso, el casino más barato. Brinda al fatigado paseante en calle un mullido diván de un perezoso color de cereza; para recreo y solaz de la vista ornaron sus muros con retratos evocadores, y hay en el altísimo techo una claraboya de gruesos cristales que decolora la lumbre del sol, y baña el ancho aposento en una serena y casi niortecina claror de tarde de otoño en que llueve. Por demasiado sabido debíase callar que la obscuridad que se insinúa, convida á la plática, hundiéndose en el terciopelo rojo, dando chupadas á un cigarro: ¡ con qué voluptuosidad se ve flotar y espesarse el humo, y cómo se borran las figuras y los diversos grupos y tertulias, hasta quedar todos envueltos en nubes, como los dioses ! Y si al ñn se enciende "na lámpara, entra en el ánimo una inefable sensación, grata mezcla de abandono y seguro © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 a6 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ concepto de la vida, lirismo y aburguesamiento que van del brazo tan pacíñca y efusivamente... ¡ Oh, la dulce ponzoña d?l confort! Cuando hay vacaciones, ó por cualquier causa, clausura en el Congreso, suelen asistir al Salón los ex gobernadores, los ex diputados, los aficionados á la política sin más trascendencia que su gusto, periodistas... En ñn, el tifus que como su igual de los teatros, no paga y pega. Ellos conocen las trampas y los escondites de los escenarios nacionales, y antes que principie la comedia, lo mismo que el propio representante de la empresa se asoman á escudriñar la sala por el agujero misterioso y terrible de la cortina. Ellos parlan un caló picaresco, y os revelan la cifra de los jeroglíficos que se ocurran, y tienen un punto de vista ganancioso y firme de las gentes y los panoramas. Si les advertís que observen á lo alto, que esplende la bóveda celeste con nácar y oro, responden mirando al río, pues refleja la sublime decoración y de paso lleva peces en sus aguas sosegadas y claras. Siempre vienen por atún y á ver al duque: y en resumen, ¿qué son más que guardias de almadrabas, cuando no lo» pobre» } cautivos atunes? © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 LA LEYENDA DE CANARIAS IJ Recuerdo que al anunciar á un corro de habituales del Salón de Conferencias mi partida hacia el archipiélago canario, desplegaron sobre la mesa una mágica baraja de granjerias. Las Canarias, ¡ ah ! Las libras esterlinas rebotando con su tintineo alegre y lleno de virtudes de hada. El romanticismo, la moda, la literatura y la tisis, arrastrando ingleses á las islas. Desparramadas diez ó veinte ruletas que originan un ambiente de placer, fastuosidades y grandezas. Una perenne y elegante existencia de estación invernal, propicia á la aventura venturosa. El indiano que vuelve con su jipi, su negro Domingo, su loro, y un cheque contra Luropa: el infeliz muy nostálgico, muy sentimental... Y á lo mejor una famosa é ilustre caravana de cómicos que interrumpe por algún tiempo su viaje á las Américas, y el archipiélago entonces resplandece como una resurrección de la corte del rey Sol... La India remota y legendaria envía unos hombres de ojos mitad de rana, mitad de tigre, de color de maleta y con aspecto palúdico, febril, que por encima de la muchedumbre de mercaderes reinan con un cetro de bambú. Los indios cuelgan sus palacios encantados con ta- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 28 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ pices que rayan las luces del iris, con encajes de un vano relieve de espuma, y con pañuelos de Manila de un fleco fluvial. En un navio fastuoso, impregnados de un acre perfume, transporta el indio sables, lienzos, lacas, pieles de fiera, tibores, tazas de bronce, collares de perlas falsas, labrados puños de sombrilla, el ajedrez de teñido marfil, la arqueta de ébano, cartuchos de resinas, la lámpara rútila como la diadema de un emperador, la arcaica coraza del antiguo guerrero japonés... Exportan y divulgan el Asia de las pagodas de caolín y los elefantes... En Canarias, los paños y lienzos sajones, casi no se venden, se regalan ; un traje exquisito cinco duros: ¡ los puertos francos ! Tampoco cuestan apenas los bálsamos y óleos franceses y sus imitaciones alemanas. ¿ Y el tabaco ? Que me despidiera del fundamental y patriótico cajetín de cuarenta y cinco céntimos. Llegarían á hastiarme los nombres de Gener y Henri Clay. Mi desespañolización comenzaría por ahí; porque iba á desiberizarme, y á sumergirme de cuerpo y alma en la civilización—que. según un donoso ingenio, esto constituye lo exótico para nosotros ; y ya podía preparar y en- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 LA LEYENDA DE CANARIAS 29 comendar mi alma al diablo, si no abrigaba intenciones de correrla y gozarla, al par que de lucrarme. Si regresaba á la península con menos de diez baúles, y sin un gato preñado como las gatas, era que no servía para la lucha, y me aconsejaban la renunciación cristiana, y los tres votos y el convento, ya que más fácil y sonriente ocasión de medro, no tornaría en un siglo... Y vosotros ¿qué hacéis que no estáis por allá forrándoos?... ^m embargo de mi desconñanza, confesaré que seducía el halagüeño y pródigo relato. Y medio sepulto en los muelles del diván, lanzando al aire bocanadas de humo, dejando de escuchar lindezas y cosas extraordinarias, me puse a inventarlas yo, y descubrí un paraíso. í uve lástima de un hidalgo linajudo que ahora asomaba en el dintel, y que mostró cierta afectación de su levita inglesa... ¡Inglesa! Precisamente... Ya se enterarían, ya... Me imaginé en un soberbio parque, tumbado en una hamaca, saboreando un a Águila» digna de un lord, sintiendo cómo á mi lado se divertían unos deliciosos y aporcelanados chicuelos que paseaban en la giba de unos camellos, cuadrúpedo que abun- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 30 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ da en las Afortunadas; y la fragancia de las frondosidades me adormecía, y entre las ramas chispeaban las arañas de un Círculo aristocrático y pintoresco, de inevitable y promiscuo cosmopolitismo, y llegaba una música de los retorcidos y mefistofélicos zíngaros... El oro rodaba. Alguien me despertó, no sé si un hermano ó primo del consejero que retrata E^a de Quei-ros en Os Maias, un ministro de Instrucción pública que no ceja de repetir: «En Inglaterra, comercio, sólo comercio: poetas, sabios, pensadores... ni uno; comercio de algodón arriba y abajo. > El procer que digo me preguntó, y me hizo caer de nuevo en mis recelos y descon-ñanzas: —Canarias, diga, ¿ está al lado de Cuba, verdad, por detrás de Cuba, acaso? i Cuidado que ignorar dónde se asienta el peregrino reino de Jauja 1 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 SOBRE CUBIERTA Embarqué en Cádiz; mediaba el día; mar blanda, bruñida por el sol; azur ; juegos olímpicos de las gaviotas. El bote, con una mustia y abadejada vela aleteando, y á impulsos del remo chorreante, surcó la dársena ; se arrojó cual un tenor á la romanza, en alta mar. Se hallaba el vapor fuera del puerto; su mole negra, con espejeos del agua, parecía un ballenón dormido. De que arribara el bote, asomáronse á cubierta los curiosos. Gané yo la rígida escalera con una afectada naturalidad -, salté á las tablas un poco conmovido. Me miraron; nos miramos. Y no hubo nada... Sacudido el atolondramiento que me inspirara mi natural timidez, recorrí con la vista la cu-cierta, levemente combada, clara y limpia. Luego me encaramé al fumoir. Es una gau-ita con cuatro mesas de agrietado mármol rojo. Unaa © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 32 FEDERICO GARCÍA SANCMiZ ventanas de tranvía. Un corrido diván de velludo. Un anuncio impreso rogando que no se enciendan cerillas. Historiadas molduras enmarcando los respiraderos, y una mecha para los cigarros. Parte del pasaje entreteníase jugando al dominó en los veladores de mármol y otra parte relataba costumbres de los negros. Iba el buque á Fernando Póo: saliera de Barcelona, tocaba en Valencia, en Cádiz, en las Palmas: luego continuaba navegando aguas allá, y al cabo de quince días, las anclas sepultaríanse en la arena; como un telón de fondo abríase una playa con bambúes, gigantescos heléchos, palmeras y tupidas frondas de una congestionada floración. Una playa que esmaltaban las cacatúas y estremecían con sus zapatetas y sus brincos los monos, arrojándose frutas ; que obscurecían los mosquitos en rondas como nubes. La colonia europea, con traje de hilo, salakhof y polainas, presenciaba el desembarque diplomáticamente. Negros de testa de mastín, sus mujeres de pechos caídos y largos como plátanos y con pezones de biberón, su progenie de carne de mayólica y cabellera de astracán, ululaban en falsete á la llegada del vapor, el cual arrojaba © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 1,A l.EVF.NDA DE CANARIAS 33 unos espumosos ciiorrus de agua y desvanecía su penacho de humo. Comunicábanse los negros un grito: —Hu, hu, hu... Era que recordaban lo que los viejos referían del tiempo de los esclavos ; entonces, en divisando un barco, los negros avisábanse, lanzando de uno en otro su atiplado hu, hu, y la alar-nía se filtraba en las fragosidades más escondidas, i Va á comenzar la caza ! ; Hu, hu ! La negrada precipitábase á disputar á los orangutanes las alturas inaccesibles, el regazo de los troncos huecos, cualquier refugio disimulado... Rodaron los años ; peroraba pródigamente Cas-telar, y á despecho de la manumisión, seguía el nu, hu, de lo que se ha llamado el ébano vivo; ^s un terror tradicional como el de los niños holandeses por el Duque de Alba... En tal punto el narrador suspendió su discurso para preguntarme: —Usted ¿ viene también con nosotros ? —No, me quedo en Canarias. —i Ah ! En seguida el infatigable charlatán improvisó una loa al archipiélago, enumerando y engalanando lo que ya sabía yo del clima, los 3 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 34 KEUfcRlCO GARCÍA SANCHIZ ingleses, la Orotava, el tabaco, el cosmopolitis mo, los placeres y el amor... —Y á propósito, hombre—dijo bruscamente— ; ¿ es usted casado ? —No, señor. —Pues, amigo mío, en Canarias La hinca... i Esto más! Según aquel íntimo y desconocido á un tiempo, ninguno de los mozos peninsulares que residía dos meses en las islas escapaba del matrimonio ; y norabuena, porqur se urdían y lograban bodas espléndidas, que no parecía sino que les reservaban las mayores fortunas del país. El demonio del compadrito, entornando los párpados y golpeándome cari ñosamente en la espalda, me auguró la vict' ria sobre una novia al par de hermosa, rica. —No se burle usted. Se casan todos, todos, y con especialidad los militares... ¿ Pero qué maravilla ó terreno milagro dispuso Jehová en medio de los mares ? Por si no bastara á las islas ser risueñas, fértiles, pintorescas, confortables, dulces y paradisíacas, he ahí la rareza y privilegio de aquellas mujeres como princesas de un cuento de color rosa, que nos brindaban con su lindura, su ardoroso corazón y un dineral. ¿ Cómo ho zarpa- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 LA LEYENDA DE CANARIAS 3} ban á diario los vapores correos de Canarias? Y el San Francisco, ¿qué se retardaba, qué le impedía pEirtir?... ¿Querían, tal vez, que yo, un galán predestinado á tantas dichas, muriese de una terrible y excesiva inquietud? Entonces comprendí el alarido de Ricardo I I I: « i Un caballo, un caballo y doy la mitad de mi reino 1» i No poder volar I... Silbó un pito en el puente. Respondió el tintineo de una campana. Salimos á cubierta. El capitán abrazó y besó á un apuesto doncel: —i Hasta luego ! El trepidar sordo de un bordoneo en las máquinas. Las barcas auxiliares se despiden. Marchamos. Las boyas.. Nos cruzamos con el ^umancia, que se dirige al arsenal, y que saludamos izando la bandera. Un barco italiano, y de nuevo se enhiesta el pendón. Nuestro buque inicia el cabeceo temido y esperado. De pronto un cañonazo: ¡ adiós á la plaza ! Flotan en el ambiente el humo y las virutas negras. Alegría del sol. Un bravo ventezuelo. Cádiz, silencioso, restaba allá, con sus azoteas, unas cúpulas, el puerto erizado de mástiles. Revuelan las gaviotas. La estela principia á espumarajear... © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 36 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ En un lírico rapto de emancipación, ante la radiosa magniñcencia del porvenir, y al abandonar las tristezas y ruindades, ¡ pobre patria ! declamé y canté los aquilinos versos: *Arma la nave grande; e salpa verso l'emula di Roma, lasciando dietro a te gli stagni aniari- •. > © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 AL LLEGAR ... Llevaba un trecho el buque de estremecerse y jadear. Estaba amaneciendo el día cuarto, postrero de la navegación. La noche había Sido mala: un vendaval se revolcó entre las olas y el buque bailaba como un delfín, bajo una luna cadavérica. Liado en una manta, tendido en el camarote, oí cómo pasaban el rosario los tripulantes. Fué un momento angustioso... Pero ya brillaba el sol, nuevo y blando en Su rosa y en su ámbar. Como los abuelos <^uando despiertan, el barco seguía con unos asmáticos estertores: parecía que se fatigaba, •íue no podría continuar andando. Y, como lo ^igo, se paró y vino un gran silencio. IVfedio desconcertado salté de la litera, y al punto giró Ja puerta, y el camarero, con su americana blanca y su servilleta al hombro, me advirtió © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 40 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ que acabábamos de entrar en las islas Canarias. En tropel acudieron á mi memoria las innumerables alabanzas y galanuras que se cuentan del archipiélago afortunado: lo de las flores y las arboledas... La primera ojeada, desde el buque, confesaré en verdad que no aumentó su peregrina fama y nombradía. Vi destartalados y polvorientos los muelles, sin alamedas ni edificios; al fondo unas colinas ásperas, calvas, de sombría tonalidad. ¿Y las palmeras y los limoneros ? Otra más: se nubló instantánea, repentinamente. Una lancha transportó los viajeros á tierra. Nos asaltó una multitud de rapaces, zagalones, intérpretes, voceros de hotel... Unos cuantos gigantes de aplastadas narices, mustios bigotes y criolla cabellera riza, ofrecían carruaje. Vestían los aurigas con andrajos, se tocaban con unos amplios y trasudados chambergos de Méjico, empuñaban una yara grasicnta y languidecían al hablar con una flojedad insulsa. Los cochecillos semejaban á los tílburis, y arrastrábanlos sendos caballejos peludos y chicos como cabras. La parada de los coches, el montón de los equipajes, la gavilla de pilletes, que se encrespaba y empinaba el hocico como un © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 4I nido de aguiluchos hambrientos; las comisiones de intérpretes y propagandistas, y, en fin, nosotros, los viajeros, animábamos un espacio del puerto. Más allá de las escaleras no turbaba nada el abandono de la extensa planicie. Señalaba aquel día el almanaque con tinta encarnada, y el sosiego dominical adormecía el ambiente, ahora melancólico y propicio á que desde una de las ancladas embarcaciones principiase á sonar una gaita escocesa plañendo nostalgias. Las tierras de sol nos recibían en un, crepúsculo gris, sin paleta, forastero y norteño artificio de difuminos y lápices... l^'racasaban las bellas mentiras: se nos reveló la mujer en unas monstruosas y torpes, con su cuadrada testa varonil, su talle de cabalgadura, los pies descalzos, en un brazo una canastilla, y en los b'elfudos labios, sin voluptuosidad, sin depravación, sin gentileza y sin orientalismo, un humeante cigarro de papel... Nosotros soñábamos en una Danae de verdosas palideces ambarinas; pero la misma reseca y tostada madre Pipota nos miraba sin comprendernos, como una bestia, y lanzaba, con gesto de capataz, adelantando y engrosando la boca un chorrazo de humo. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 42 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ Por huir de la hosquedad de los muelles alquilé uno de los carromatos y el rocinillo se soltó á andar con avidez no sospechada: braceaba elásticamente sobre un barrizal, y brincaba el tílburi, cuando no corría como disparado y con un ruido de máquina de coser, nunca alterado del látigo ni los alalíes de un cochero galán. La carretera, blanda de cieno, sin bancos, majanos ni frondosidades, desarróllase junto al mar, y á intervalos, entre caseríos escuetos y solitarios, y si no con una cerca de chumberas. A lo mejor surgían del fango, como los sapos, unos mugrientos rapaces, que se emparejaban con nuestra marcha, y seguían, seguían, entonando unos á modo de villancicos y tendiendo pedigüeños los gorros... No se borraba ni olvidaba la desolación de los muelles. Discurrían por las cunetas las mujeres de la colilla en los belfos y los pies descalzos. Duró la carrera bastante tiempo. Por remate nos acogió una vía que, alineadas en un urbanismo tirado á cordel, forman numerosas viviendas de un solo piso, azules, ocrosas, rosáceas; óo fortalece los muros el herraje de una reja, se rasgan en unas celosías verdes y de persiana, con unos cuarterones que se cierran como las © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 43 tapas de un libro grueso. Corona la fábrica la azotea andaluza. La algazara de los varios tílburis en que nos conducían á los pasajeros de aquel buque, hacía se asomasen curiosas cabezas á los cuarterones: nos miraban con frialdad, escudriñaban, y devolvíanse impasibles y altivas, con lentitud, al interior... ¡ Oh, las Afortunadas, qué pobres sois ahora! © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 CANCIÓN ¿ Sabéis qué paradoja de libertad gtiarda una isla ? ¿ No imagináis la amargura de vivir siempre en un compás y de idéntica manera en la hora que da una campanada como en la que desgrtua su collar de doce, mientras que pasa por nuestro lado, en una tangente, la humanidad de agrupaciones y aspectos tan Contrarios como barcos la conducen entregada a. su alegría ó á su dolor? El solitario de un pueblo escondido arenal adentro, ¿qué se topará que le despierte nostalgias ó el ansia de correr, de volar ? ¿ Basta la carreta de la Muer-t^ e con sus cómicos, el famélico buhonero, los errabundos civiles, incluso un automóvil que cruzó habrá un año; bastan á alborotar los cascos de un hidalgo de los de sillón de cue- ''o. olla de garbanzos y pemil al medio día, ••ocín flaco, galgo corredor, escopeta de con- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 46 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ trabando, armario con libros y reja con novia de cara de imagen ermitaña y serraniega, y después un casino con billares, y al ñnal una redonda luna de miel, á cuyo claror recorrer las angostas vías de tapias, devanando sus quimeras de desterrado? A los puertos marinos arriban buques que esperáis como una cita : ¿qué traerán del mundo? Cuando se marchan, estos buques, que ni se reflejaron en las aguas gruesas que no espejean, nada abandonan á vuestra amorosa codicia. Un nocturno de grandes y tembladoras estrellas lechosas, de aire borracho, fascinaron con las luminarias que como guirnaldas de naranjas brillan eii medio de la negrura; y la movible planicie quiebra una luz en pétalos de rosa, teje con otra una escala para un Romeo más sutil, llénase de regueros deslumbrantes ; un barco sajón iluminado evoca la sala de lectura ó de música, con plantas y divanes, cigarrillos de opio y vino de Jerez, con ladíes escotadas y gentlemen de smoking, en tanto vosotros vagabundeáis sorteando charcas y demás descuidos municipales ; una nave italiana con sus faroles es un festival de los sentidos: allí las mujeres del Tiziano arrebozan su ámbar en un chai indio, ríen y © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CAÑARLAS 47 fuman voluptuosamente, y tendidas en meridianas escuchan á la guitarra tan triste florecer en risueñas y ansiosas serenatas de vio-lín... Si al amanecer buscáis el castillo flotante que sorprendisteis animado como una casa de duendes, no encontraréis ni el vestigio de un estremecimiento en la inmensidad siempre estremecida. Huyó el buque, y como para aprisionaros más en una desesperada locura, allá en el horizonte se agranda y modela y perfila una menuda nube rastrera, y divisáis otro vapor procer y potentado, que igualmente que los idos, á la noche os arrebatará el alma y la impulsara á precipitarse tras de cien delirios, como un fuego fatuo... © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ASLTOR EL DESIERTO Bajo el nublado algodonoso y ñjo, dos camellos y su guardián caminaban por la pedregosa llanura, resbalando á trechos en una arena vitrea y negruzca que llevó el simún. Era en el archipiélago. La costa de África se adivina, vislúmbrase desde la orilla del mar, cuando esclarece el ambiente. El poderoso ventazo del Sahara apaga el postrero de sus vuelos en el Sur de las islas, y si no, cruza rozándolas y cae ruidosamente en el mar. Por doquiera resaltan las huellas de su paso... Aquella tarde de cielo encapotado y triste, ^o se veían en la vasta extensión más que el ^.lardián y los camellos. Había un silencio ex-raño, absoluto. Ni una verdegueante fronda, '1 un caserío con su penacho del bueii humo, •11 otra caravana. Las nubes se deshacían en •^'1 horizonte, á la redonda. Sentíase en el aire 4 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 50 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ una pegajosa tibieza. No se hallaría un regato, un corrompido charcal, una cisterna, una noria vertiendo y quebrando sus espejos de agua. Por detrás de la bruma debía de existir un pueblo, ^ allí gentío y vida... ; pero ¿hacia dónde? f-os dos camellos s^uían la marcha sobre sus zancos llenos de peladuras, y flotaban sus retorcidos cuellos como una serpiente que se columpia en las ramas de un árbol. A su lado iba el camellero, fumando, mudo y abstraído. Y á lo mejor uno de los camellos, entre cazurro y rebelde, deteníase y miraba al guardián con sus pupilas, amarillentas y lustrosas igual que granos de uva sucios, á las que daba un chispazo de humana altivez. Entonces el amo, quitándose de la boca la pipa, lanzaba un turbión de humo, y el camello parecía que lo aspiraba con sensualidad placentera. Luego aún canturreaba un desmayado grito para animar .sus bestias, y continuaba el grupo cruzando el arenal, en silencio, bajo las nubes quietas y blan-duzcas... i Las caravanas ! ¿ Quién no imagina un palmeral, con guirnaldas de floridas enredaderas, y en lo más grato y umbroso del bosquecillo un pozo de fragante y reidora linfa? Es la hora © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 51 del descanso, descárganse los camellos de su pesadumbre de tapices, armas, telas, instrumentos músicos. Apoyándose en su callo pectoral esos camellos que pintamos de un dorado color, se acuestan en la hierba y duermen. En tanto los camelleros tañen pífanos, se coronan de campánulas, recitan las divinas tonadas del Oriente. Afuera acecha el sol rugiendo como mil leones que se murieran de una heroica hambre... La suavidad y armonía del bosquete es como un arrullo y una ponzoña que encantan y convertirán en ovejuela al león... «Hurí de cabellos de oro, dicenme que quieres tú que te cuente un cuento moro; uno sé que es un tesoro, y me lo contó Benzú...» i Esto, trovas de don Pedro Antonio Alar-cón, signiñca comúnmente la palabra «caravanas » ! ¡ Ah, y las acuarelas de Fortuny ! En cambio de la excesiva ufanía de un rancho árabe, tan gayo y rico, aquél de un cristiano, con sus camellos parduscos, polvorientos y esqueléticos, monstruos que inspiraban el capricho de una maquinaria envuelta en un pellejo, atravesaba la desolada llanura como si su-friíse el largo y prolijo martirio de una expía- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 52 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ ción. El nublado p«manecía en su fofa inmovilidad. Aumentaba el silencio y también la calina. No se acababa nunca la jornada. Poco á poco se ensombrecían las reverberaciones contra el suelo, pétreo y vidrioso, de la destemplada blancor de las alturas, hasta que obscureció. Agonizaba la tarde. Los camellos y el camellero diríase que no se movían de un rodal... Ya casi cuajaba la noche, y se encontraron una banda de aves negras, y al rato un perro muerto, enjuto como cecina, amoratado hormiguero de moscas, y con las costillas desnudas, en que los cuervos se posaban como gaviotas que otean desde el varillaje de una barca á medio construir. Ni se espantaron los pajarracos, ni desvió á la insensible y sonam-bulesca caravana la pestilencia de la carroña. Sonsoneaba el enjambre de las moscas. Fosforecía á trozos el can: sus empañados ojos, con su alucinante vaguedad, mentían una dolorosa expresión, y en torno á su descarnado hocico desparramábanse las plumas del rapaz averío... La noche cerró por completo, y principiaron á brillar las luces de un poblado en lo áltimo de la llanura... ¿ Bagdag ? © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 SANATORIUM Decía Enrique Heine: «Sólo el hombre enfermo es hombre; sus miembros revelan una historia de dolores, están saturados de espíritu. B También los sanatorios, como ninguna otra fábrica arquitectónica, exceptuando las viejas catedrales y tal vez las quintas de los árabes andaluces, podrían mostrar un alma exquisita en el sutil paralelismo de las líneas de su plano y los sentimientos de su indicado habitador. Al pronunciar «sanatórium», parece como si nos trasladásemos á un apacible rincón de montaña, en el cual hubiera un grande y niveo ediñcio, sugestivo y silencioso como las mujeres que vestidas de negro y con un delantal blanco que sostiene el aspa de unos tirantes, cruzan sus largas y solitarias galerías. La ingenuidad de la fuente rústica en el jardín, inspira á los huéspedes sus pueriles y simples © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 54 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ juegos ilusionistas. Enseña á tener un recogimiento digno y grave, pues oculta en sus entrañas la amargura, y en su sereno aspecto sonríe. Rodéanlo, por lo común, opulentas fragosidades, una selva que atraviesa un río, unos, muchos montes, un pradal con vacas y margaritas... ; claros ejemplos en la forzosa quietud, contemplativa y germinadora, de una convalecencia. Se desprende del vocablo «sanatorio» una idea de dulcedumbre, como un aliento amoroso y puro. Desarmada de todas armas, nace la Armonía de la cabeza de la Razón... Ocurre las más veces que el sanatorio no se encierra entre muros. Bastantes países alcanzaron celebridad de amables, generosos y delicados. ¡ Oh, ios paraísos en que florece el limonero... \ Monte-Cario, la terraza del mundo; Niza, cuyo azur semeja una campana de cristal ; nuestra Málaga que respira los cielos; Madera, que ríe y se destrenza en multitud de arroyos ; Cairo, el encantado reino de ! 15 golondrinas... Yo sé que los tísicos, desde el fondo de sus ensueños, añadirán ahora: «Canarias, divina delicia de la tierra...» Lo sé porque he tropezado en cualquier paraje de las islas, con nu- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 55 merusísimos tuberculosos. Ln la mesa del hotel, en el vecino asiento del automóvil, en la plaza oyendo la charanga militar, en el inevitable paseo por el espolón de los muelles, nun ca falta aquella afilada sombra del hético, que dilata sus párpados de violetas mustias y mira con ñja transparencia, que junta en el pecho las ascéticas manos de uñas buidas y cárdenas, y tose y tose, y se le colorean un instante las mejillas... Sus orejas recuerdan el celuloide y acaso la cabellera cae abultadamente, en vellones muertos, sobre el profundo surco de la nuca... —¿Qué tal, mejoramos.'—interroga alguien por cortesía y amabilidad. —Poco á poco, sí... Poco á poco—, contestan los tísicos con una voz ñna; el esfuerzo les hace toser de nuevo, y se descomponen y arrebolan ; pero al último siempre sonríen... ¿ Curaránse ? ¿Se contiene el tsanatórium» del archipiélago en la bonanza, el suave temple de los huertos de limoneros y granados, donde se mezclan frescor y ardentía como los contrarios chorros de un voluptuoso baño tibio? La mucha lumbre, ¿no apagará la canción de las corrientes aguas, ni el gorjear de los pájaros, y el perfume de la lozana y libre verdura de los © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 56 FEDERICO GARCIA SANCHIZ caminos? ¿Quién lo visitó, y no se ha detenido al borde de un llano canario, que henchía la gleba, que lo abotagaba, el sol ; que humeaba en una vaharada cristalina ? A lo mejor se desata y enloquece «el sur», una hoguera convertida en viento, y no se diría más que el África es un tísico de fabulosa grandiosidad, el cual se encorva hacia la escuadrilla de islas, y las oprime con su soplo corrosivo, asfixiante. Júntase la humedad al bochorno. Recuerdo la extrañeza de los viajeros del transatlántico Alfonso XII, en el regreso de Buenos Aires, que al cabo de varios días de navegación, al arribar á Tenerife, por primera vez observaron que la teca del barandado se empapó y rezumaba. Con. efecto, nótase allí una intensa humedad. Pues ¿ y lo dificultoso de las excursiones y andanzas, en virtud de lo quebradizo del terreno, raramente liso, cadena de cuestas, hasta resultar panorámicas las denominadas bellezas del paisaje, el señuelo de los kodacs? Y flota el polvo como un rayo de sol que alancea una cámara en tinieblas. Figuraos un tuberculoso, trepando con heroico alarde que le vence y dobla el cuerpo ruin, como la vuelta del báculo con que se mantiene en pie: suda, se © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 57 ahoga, suena su respiración en un silbido: eus pómulos brillan ; sus cabellos se mojan y pegan á la marchita epidermis ; camina con la boca abierta, y el polvoriento ambiente va asentando su nube en las enfermas entrañas, adelantándose y preparando las transformaciones de la fosa. Por ñn: ¿ qué diversiones y amenidades, cuáles fiestas, qué espectáculo saludable, trato ó compaña, qué amistosa caridad, qué emuladora alegría, apartarán al tísico 'de su melancólico soliloquio, de su desmayo y pesimismo ? Pongo por favorable caso que residís en la capital del archipiélago, Santa Cruz. Durante el medio año de mi permanencia en esa ciudad, no se pasaba mañana ni tarde que los esquilones de las iglesias no tocaran á gloria por la agonía de un niño. Había una peste que nadie acertaba á remediar. Los periódicos increpaban al Alcalde. Se discutía sobre la epidemia en los cafés. Los ¡médicos revelaron afrentosos secretos de dinero, en muchas casas no les pagaban, negáronse á asistirlas. De noche, al improviso, una mujer llorosa recorría las calles, con el espiritado hijo en brazos, buscando un doctor... © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 58 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ Repetiré las palabras de Goya en su aguafuerte: a Yo lo vi...» Los jueves y domingos un banda de música hacía florecer en otra primavera más, los valses desteñidos, solterones ó anticuados, las t Escenas pintorescas», el «Poeta y Aldeano», el coro de «Bohemios», y para remate un paso-doble. Triunfaba alborotando la serenata en la plaza de la Constitución, rampa de losas que cerca un caserío nada monumental, y abajo dos pinos cloróticos forman dosel á un puesto de coches, y en la cabecera se yergue una cruz. A ranchos semeja el losado la cubierta de un buque. Pero más bien es la tapa inmensa de un enorme, gigantesco sepulcro. Entiérranse en aquella plaza la frivolidad, las modas, el entretenimiento ; ¿ cabe algo más aburrido y chillón y agrio que una fantasía para platillos y bombo, hay algo que entristezca como unos guardias municipales con ros de carabinero, unos pisaverdes que exageran las haldas de la chaqueta y el remangarse los calzones, tal cual linda y abrileña muchacha, mas anémica, mas con unos pobres y pretenciosos trapitos, y esos corros de mamas obesas y arremolachadeis, que en todas las plazas de la Constitución buscan © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 50 sentarse la mayoría en un banco público, y una en silla de pago ? Los oficiales de la guarnición arrastran los sables gallardamente despreocupados. Las parejas de novios, flor y abeja, abeja y flor, se liban por turno, con la mirada. En la terraza de un Círculo se apelotona un recio mentidero de varones. Las redadas de mozalbetes luchando por el chiste, silban, parodian las sirenas de vapor, se ríen á carcajadas, pisan á los perros... Pensáis: si se desgajase de sus cimientos una de tantas plazas de la Cons-itución, y se depositara como un retablo en una calle de una ciudad grande y moderna, la calle de Alcalá, en Madrid, sirva de ejemplo: ¿ qué cataclismo ocurriría ? ¿ Y qué impresionaría con especialidad ? Yo sospecho que el desmedido uso de zapatos de charol con hiperbólicas lazadas... Finiquitan los líricos nocturnos en el momento que la iluminada esfera del reloj del Gobierno Civil señala las diez. La hora. Comienzan á plegarse las sillas. Retíranse las gentes. Hasta el domingo, cuaresmal abstinencia. Las noches sin serenata recógense las familias en su vivienda, y piden placer al fonógrafo : en una rúa, seis, ocho, diez de los armoniosos estuches... ¿No comprendéis el deli- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 6o FEDERICO GARCÍA SANCHIZ quio de mirar á la luna, escuchando á Caruso, constipado? Tenerife es la segunda patria del invento de Edison: por el día el sol, que abruma, oblíganos á no salir del cuarto; de noche ¿ dónde ir ? En la necesidad de una ñna existencia interior, el espíritu desdeña la lotería y los juegos de prendas, y congrégase en la adoración al gramófono... Por razones idénticas Sevilla se apropió el piano... ¿Qué queréis? Los isleños prefieren el cilindro maravilloso: más misterio, además de que inspira respeto, no consiente paliques... Atención, ya balbucea el arrobador Spirto gentil... En un corral se estableció una caravana de titiriteros, con su murga que presidía un trombón abollado. ¡ Oh, venerables abuelos de las aldeas ! Tornaríais á reíros con el borrico sabio, con el tonto de las bofetadas, con el puerco educado á la alta escuela. Allí el hombre-reptil que se descoyunta, el atleta ciclópeo, los excéntricos que ejecutan la Marsellesa y Campanone con una escala de copas y platos. Y allí la imborrable pantomima de los bandidos de los Abruzzos con aquel incendio, y la de la guerra de África en que un corneta degüella á un morazo... Conforme adelanta la función, siem- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 6l pre «extraordinaria», el espectador se embriaga en las emociones dulces y dolorosas que Paul Verlaine lloró ante los caballitos de madera... En esto asoma Zaida á patinar en el alambre. Calza chinelas turquescas, aljofaran las rojas mallas racimos de lentejuelas: no la abandona la japonesa sombrilla: sonríe y canta la tonada que le hurtó para sus comedias Santiago Rusiñol: De Ierres enllá portem la tristessa... La tristeza y el tedio. Un cruel spleen os devora como el buitre de Prometeo. Si no leéis, beberéis alcohol, si no dormiréis. Los diarios de Europa inquietan con el relato de saraos, exposiciones, conciertos, carreras de caballos, lecturas y estrenos. Del mundo aquél sólo el tapete verde de una ruleta consiguió Tenerife. Y la policía la desarmó, mientras mi permanencia en las islas, bendita casualidad. ¿Qué hacer? He aquí la pregunta de cada día, de cada hora, de cada minuto. ¿ Qué hacer ? Los infelices tísicos, en compensación de sus fatigas y una yanta más mecánica que nutritiva, porque nunca el agua caliente cría peces sabro- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 62 KEDERÍCO GARCÍA SANCHIZ SOS, ni la lava pastos para el rebaño ; con el re-gfusto de las conservas, han de soportar el arrullo de un gramófono, conserva de la voz, y los volatines sin fortuna... Languidecen, se marchitan, bostezan, se desesperan... Cuando yo embarqué para la Península me dijeron que «e aficionaban á inventar y comprobar solitarios de naipes. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 SANGRE SOLAR Cielo azul, tierra de oro, mar esmeraldino: en el horizonte unas triangulares velas blj.n-cas : en el aire un revolar de palomas : una torre, seca y morena como un orejón, rueda unas campanas ; y canta el bronce musical... Deslumhran multitud de cúpulas con tejas de colores, bamboléase la nieve de ropas puestas á secar en los tendederos ; el sol se quiebra en las vidrieras de los quioscos que llaman mi- ^aniares: la fundida estatua que corona la catedral, resalta en negro al recortarse en la diafanidad... Hay largas tapias en calles de un poético silencio, por las que asoman cipreses y en las que se derraman pasionarias y olorosos rosales. Hay unas plazas que forman entonados caserones con ventrudas balconadas y patios en que unos domésticos de chaleco rojo y polaina ave- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 64 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ llanadaí, cepillan y lavan los caballos y ios carruajes, y en tomo se cimbrean los galgos aristocráticos. Hay un callizo que tiene un nombre arcaico y gremial, y de los desvanes siempre caen tonadas antiguas sonsoneadas á coro al compás de unos telares ; de los asotanados cuartos bajos constantemente suben cánticos, golpear de martillos y risas; en un trecho detienen al curioso caminante tres, cuatro puertas con aspecto de no abrirse nunca: son almacenes de especicis, trascienden á canela y á clavo : otra da un grato olor de café crudo. Hay en una revuelta un retablo de la Virgen, con su lámpara bermeja y aguda como el corazón, con unos ramos cónicos de dalias ; á su pie rezonga un mendigo de barbas negras y chapeo, de carnes como la madera de una castellana talla, ojos de bandolero. Allí junto, entre unas acacias de bola, juegan unas niñas al corro : Yo me quería casar con un mocito barbero... Hay una iglesia muy antigua, con unas cortinas verdes y los anuncios de las novenas y devociones pegados con obleas en un portón ; caí •! atrio de mármol obicuro que el © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 6j tiempo emblanqueció flota aroma de incienso y se ven diseminadas ramitas de mirto y al-bahaca; espera un coche familiar tapizado de damasco eminencia; entran y salen las beatas con unos levilines y unas lustrosas llaves grandes, y se paran y escuchan á un sacerdote gordo, que airastra los pies, y que se quedó ciego, casi ciego ; un joven pálido con una corbata de garabato, le sirve de lazarillo. Hay un mercado como un zoco árabe, con sus gritos, su desorden, su promiscuidad, su bullanga de fiesta meridional. De allí salen los pregonemos de las canturias moras y la estatuaria postura griega, el pescadero, el florista, el laña-dor, el horchatero, el escobero, el que vende palmitos ó miel ó caza muerta... Recorren la ciudad y por un instante alteran el somnífero arrullo de un piano que hace escalas, de unos palomos buchones que se regodean, de un loro en su alcándara, allá olvidado en un mirador... Las tierras del sol: Málaga, Valencia, Ñapóles, Florencia, Sevilla..., todas, todas ¿no guardan tales recuerdos de los tiempos que más las definieron como claras y rientes hijas de Apolo ? ¿ Falta acaso tampoco el suburbio popular de las guitarras y las tabernas, las mo- 5 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 66 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ citas más guapas, y las abuelas más pilongas, y los chaveas más diablescos y la gente del bronce, ese arrabal que suele presidir el Matadero, con su cabeza de toro en piedra, como un símbolo, en la fachada ? ¿ Alguna entre las demás no posee y se ufana de sus jardines, de sus alamedas y recreos, con la fuente monumental de «Las Estaciones», clásico y simple alabastro que los años doran, con sus ramilletes de adelfas, sus arriates como aquel del abanico y otro que ñgura un reloj, y, en ñn, la pista llena de berlinas, jardineras, galeras, cestos ; los brutos redondeados y lustrosos, los lacayos con cara de onza y unas libreas verde-botella; y adentro un marqués que aún conserva la Luchana y un bastón de Indias ; y á su lado, con una flor en la cintura, una de esas odaliscas cuyas antecesoras el siglo de los Felipes bautizó, tibiamente perezosa, y la cual esparce la descuidada voluptuosidad de su mirada por el firmamento que se arrebola con magnífica lentitud?... Las tierras del sol, ; las floréales, las nupciales, las arqueológicas, las músicas, las del rumbo, las del color!... Canarias es un dominio del sol. Y él, ¿es un © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 67 dominio de Canarias? En verdad os digo que en ningún favorecido lugar se aparece con tanto ímpetu como en el archipiélago atlántico ; no se diría sino que al gusto y uso africanos, pues frente á la morería se halla Canarias, el sol se disfrazó de sultán, y reunió en un lecho de espumas siete doncellas que amar y enaltecer poderosamente. Apasionado mayor de las islas, ni el mismo Océano que las cuna y aduerme con su oleaje, al par movimiento y voz, ritmo el más vital. Pero las doncellitas no acertaron á enseñorearse de su dueño, y una inconmovible esclavitud las aniquila. Y nótese cómo la principal ventaja de su riqueza acabó en una afrentosa ruindad. ¿ Por qué los isleños no prepararon sus montañas y sus valles para que los preñara y adornase fascinado el padre universal? No. supieron jamás lograr un bosque, la ofrenda y el pago de sus caricias. Si proponéis una explotación, poblar de árboles las cumbres calvas, plantar y fincar los desiertos con viñas de malvasía, encogen los hombros, responden con maldiciones á la lava que cubre el suelo dondequiera, se cansan antes de principiar. En balde les advertís que llovería si se encrespa- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 b8 t-£^DEKICO GARCÍA SANCHU sen las frondas, y el a£[ua duplicaría la* cosechas, y 9e dulciñcaría el clima aún más, y au-mentaríanse los vapores en la dársena, y tintinearía el oro en aquellas mesas de café á que en extremo se aficionaron... La fuerza, la violencia, la fecundidad, ¿ no caracterizan á las tierras del sol ? El archipiélago se cultiva á trozos, arbustos solitarios en un apagado hogar de fragua... Otros bienes que á sus predilectos procura la luz son la galanura, el fausto, los jardines, el bullicio, los palacios claros y alegres, las zambras, la majeza, la policromía, el brillo... Después del vigor, la gracia, en un helénico equilibrio. ¿Y cómo se alumbrará la madre Pipota sin su candil ? Si los isleños menospreciáronse de enriquecer el país, ¿ qué les resta para el regalo y lujo üe lo superfluo ? Si no cae el agua ni surge del fondo, ¿ qué regia fuente de tres tazones y cien chorros se podrá fabricar, aunque la diseñara Leonardo redivivo ? ¿ Qué terraza de jaspes, á la moda de Florencia, se construirá en el punto que la escoria toca la fimbria del cielo, cerrando el horizonte como una chinesca muralla de lo horrible, inútil y sat^il ? ¡ Ah, si le naciera © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 BN LAS ISLAS CANAKIA8 un pinar de terciopelo, con sus arpas !... Salvo un ingenuo, un modestísimo y provinciano parque, que aderezaron aquellos ministros de Carlos III, los que se creería que los repartieron por una circular de la época, muy vanidosa de su sello real, no ostenta la primer ciudad de las islas una avenida de plátanos, castaños ó laureles, una arboleda, por acabar en una palabra. No sonríen las poblaciones canarias. Desconocen la amenidad, la lindeza, la elegancia, el urbanismo... Recapaciten que se les exigirán responsabilidades de su tesoro de calor y transparencia... Y acaece que con el absoluto desdén al aza-donazo y al encanto de la amabilidad y los refinamientos, el país se empobreció y entenebreció desdichadamente. En la vía de la Oro-tava se alinean los mendigos, y asaltan y obsesionan con sus lágrimas al forastero. España confió á las islas la misión de adelantar á la joven América una muestra de la hospitalaria cultura europea ; ¿ por qué Canarias presenta en la vanguardia una miseria, un descaro, un indigno memorial ? El empuje y la energía solares que no domeñaron y aprovediaron los indígenas, se les vuelve en contra, y les infil- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 70 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ tro una indolencia ya heredada que produce el sopor. Así les desposeyeron de los muelles, y de las grandes y la mínimas industrias. En los bancos de la plaza tinerfeña de la Constitución, perennemente hallaréis desceñidos y engarabitados dormilones. Las denominadas clases altas ocian volteando los dados en unos casinos. Afirma la sabiduría popular que el ocio es madre de todos los vicios ; sus nietos son la ignorancia y la indeferencia, su tataranieto..., un valor negativo. ¿ Qué iluso, después de esto, esperará toparse allí uno de aquellos palacios con pinturas y medallones al fresco en el frontis, con una escalinata ancha y graciosamente curva como la cola de un manto de emperatriz ; con una huerta que oculta un templete del amor en una roseda; con una cochera ceremoniosa de carrozas, cuyas portezuelas lucen tornasoladas conchas seculares ; con una galería de cuadros del Renacimiento, y una sala en que se reverencia el clavecín de Sebaistián Bach... ; uno de aquellos palacios claros y alegres, en suma, que perpetúan la gloria ilustre y la pompa de las gentes y los pueblos que los edificaron ? ¿Cómo exigir á una muchedumbre cha- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 71 fada y oprimida por mil soles, el regocijo y la vivacidad inmortal de otras multitudes que parecen la espuma de su sol, uno y soberano? Avanza la hora de Florencia, y no se tiñe de púrpura un rococó alabastro, el granito de una almenada torre heroica, ni se inflaman como antorchas unos cipreses, ni se truecan en rubíes los brillantes de un surtidor, ni alienta el mármol de una desnuda estatua con la sangre de una mitológica carnación... Villas sin callizos, la revuelta de la tapada, la encrucijada celestinesca, los hidalgos soportales, la plazuela de los autos de fe y el raso de la horca... ¿ No tiene historia Canarias ? No tiene arte, estilo, personalidad; no tiene civilización... Ofrece la rareza de que en una tierra del sol no palpite la a sangre solar». © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ALEMANES EN LA ORATAVA i Oh, el bochorno de esta noche africana ! Grandes y lechosas estrellas palpitan como el corazón ; suena el mar como el viento que tañe muchos acordados pinares ; la espesura enigmática de unos jardines envía el ardor de su aliento perfumado; torpes y cálidos abejorros revuelan en las tinieblas y tropiezan en mi cara y en mis manos que los atraen con su claridad ; los grillos chirrían en la verbena de las luciérnagas; las gruesas gotas del rocío revientan á mis pies... Con una mantecosa blandura se eleva entre los árboles, que lo mellan á bocados redondos de sus frondas, un palacio de dos alas, con unas torres y un patio inmenso y suave de c^ped, hasta el que descienden ampliéis esca- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 74 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ linatas de mármol. De trecho en trecho, un poyo que imita una columna, y sobre el capitel una canastilla con un rosal. A mis espaldas sale de un artificio de ciprés recortado un triple surtidor con su reir de ninfa. El alcázar trae el recuerdo de la mole de ladrillo rojo que habitaban nuestros reyes en Aranjuez. Las macetas, con sus volutas y relieves al estilo borbónico, y los enanos laberintos italianescos completan la versallesca remembranza. Un ala del edificio tiene encendidos en carnoso color de rosa sus altos ventanales. A intervalos se oye una música tras los vidrios, y pasan abrazándose y rodando unas sombras negras. Sigilosamente se abre el portalón, y se escapan los trinos de la flauta como un pájaro que huye cantando. En seguida la sordina otra vez, y se apaga la grieta de luz que acababa de romper la obscuridad de ima galería desierta. Y á lo largo de la nave, misteriosa bajo el fulgor de los luceros, deslízanse unas sombras blancas... De repente... ¿qué es esto? El patio todo se ilumina con una lumbre espectral. Las arcadas del claustro profano marcan su vuelta en las losas. El palacio se corona como de escar- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 75 cha. Divide una pared un descomunal cartabón que refulge. Brilla el rocío en las escaleras. Yo mismo me contemplo caricaturizado en una disforme silueta tumbada en el césped. i Qué es esto ? Miro arriba, y el firmamento está radioso como la capa del mar. Busco, escudriño... ¡allí! Prendida en el tinglado de unas chimeneas que alguien dispuso igual que los escalonados tubos de la siringa, hay una luna llena, carrilluda, buenaza, del color del pan, que no sé por qué me da unas tremendas ganas de reir. —Bon sotT, la lune!—exclamo como en Verlaine, en Fétes galantes, el abate borracho. ¡Bon soir ! Y me retiro muy tieso, muy grave, perseguido por el coro burlón de los grillos, sintiendo alejarse la musical alegría de la ninfa que guarda la fuente del triple surtidor... i Oh, la sensualidad de los nocturnos africanos, aquí en el famosísimo valle, aquí en el puerto de la Orotava ! m * El valle explaya su verdura isla adentro, hacia el Norte de Tenerife. No temáis, iin © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 FEDERICO OARCiA SANCHIZ embargo, que la cxoirsión resulte la carrera de obstáculos que suele emprender el turista dr los lugares célebres. Un viaje á la Orotava no encierra trascendencia ninguna, ni siquiera la de instruirse. Nunca será una peregrinación. Sólo se encaminan las gentes hacia los platanales éstos en solicitud deí deleite de una vida ociosa y de lujo. La Orotava, al fin, es el oasis de la desolada isla: clima dulce, panoramas, florida la tierra... Y sobre todo, que nuestro vigésimo siglo eiiropeo, representado por los alemanes, se ha apoderado del Paraíso tinerfeño, ha descubierto el sentido de su relativa mas armónica abundancia, y lo civilizó y educó pensando en el viejo continente, lo llenó de confort, aquí exótico, y en suma, aportó la silla de marfil que Emersson demanda para contemplar con comodidad los amados pinos. Yo fui á la Orotava en un cochecillo de dos ruedas, del que tiraba un vivaz galgo, que no un rocín. El amo del tílburi guiaba ayudándose con un látigo fino como un cabello, y el corcel braceaba en una gimnasia de gentileza, y devoraba el camino, entre el tintineo de dos enormes faroles. A la izquierda ascendía el monte con frutales en su rosácea © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 77 primavera y choras humeantes. De cuando en cuando un pastor con unas pocas vacas. Desollados eucaliptus y jugosos y espesos laureles de Indias pueblan la carretera de gratos sones, y listan el pardo terruño con rayas de oro, como la piel de un tigre. Allá abajo, muy abajo, á la diestra, luego de un abismo, se derrama el mar, mudo y terso, inmóvil, con unos r^ueros de claridad que parecen las desconchaduras de un espejo, y que delatan la borrasca de un oleaje bravio y encrespado. Nos pasó un automóvil. Unas carretas rurales saludáronnos con una tarda reverencia de los muleros. También topamos un arcaico landeau con unos ingleses. Cruzó galopando un jinete de amplios calzones y fieltro gris, con el monóculo clavado en una ceja. Después fué un ciclista con los mil rayitos que á la argéntea máquina arrancaba el sol. Dejábamos atrás aldeas idílicas, en la tarde que iba muriendo... De verdad, yo había conocido algo así en el ^ouché de alguna revista de moda. Me hice la ilusión de que aceptaba un cqnvite á unas se-inanas de un parisiense castillo en los bosques de Francia. Y miraba con ojos noveleros mi sombra que la última luz perfilaba en el polvo, © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 78 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ con el acampanado gabán, los dedos en una cayata y en la solapa unas brozas y unas miosotis que la silueta errabunda copiaba con prolijidad de miniaturista... ¡ El Teide! Destacado del cielo glauco que se descoloraba, sobrepujando una montañota, surgía un pico, rasurado y agudo, con unas estrías de nieve, j El Teide ! ¿ Recordáis sus hazañas que hace unos meses nos inquietaron y avivaron la memoria de Messina ? ¡ Padre del archipiélago ! Pensaba yo hallarme un barbado volcán, con su cimera de humazo que infestara el aire. Pues no; helo ahí doncel, y que adorna su pecho con joyeles y cadenas de plata de nieve, como un enamorado... En tanto ya llegábamos al universal valle de la Orotava. Fórmalo un hondón que el crepúsculo agranda y magniñca. La masa verde de un platanal de plátanos prietos que caprichosamente se compararían á loros que no hablasen: plátanos menudos, cuando acaso soñáis en gigantes. Plátanos, plátanos, plátanos. En la sima, en los declives, sobre ribazos, en fila, sueltos... De pie en el tílburi, yo vacilo en conmoverme: no me emocionan los plátanos, no infunden el respeto religioso que las © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 79 encinas druídicas, ni la ternura bucólica que los granados y los mirtos, ni el anhelo heroico de un robledal. Aquel travieso caballerete Puk, el •iiablillo de las jugarretas, me insinúa : «¿ Dónde se arrodillarla Humboldt, que es fama ado- '^ó de rodillas el valle ? A mi lado, el amigo mío, revela cantidades, oaraja nombres de monedas, mercados ingleses, créditos, liquidaciones... Sí, afortunados propietarios los del valle, rinden los plátanos una copiosa riqueza en tributo. Pero ¿no ocurre lo •^ismo con los naranjales de Valencia, y sin embargo, también son gratos á la vista, evoca-clores y tema de poetas insignes ? ¿ Estará en 'í'^e los naranjos recuerdan la Grecia, y los plátanos América, símbolo de un exclusivo porvenir bancario que puede no preocupar á mu-chas gentes? Entonces: ¿ no merece el valle su nombradla *n vasta? Tan vasta, no. Loa y acatamiento ^' se le debe: poco á poco el paisaje se nos Cíela por la retina y arriba al pecho ; impre-lona la profundidad de la hoya, la manse- ^mbre del Atlántico que muere en una playa Pucnosa, el cerco de una cordillera procer, y M^el pJcQ fjg] f eide que conforme lo examina- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 8o FEDERICO GARCÍA SANCHIZ mos nos admira más en su falta de tramoya y aparato, con su escueta sobriedad. Encanta dominar esa escenografía casi titanesca, de lo alto de un tílburi, y terminaremos apasionándonos por los silenciosos doseles que despliegan los plátanos á lo largo y lo ancho del valle. Porque en la cumbre del puerto esclata-ron las luminarias de un soberbio edificio, á través de fastuosas frondosidades. He ahí la Europa colonizadora. Precipitamos el agagal-do jaco hacia el solitario alcázar, y ya el lucero temblaba en el crudo azur, cuando penetramos en un patio inmenso y suave con el césped, esmaltado de rosas que bordean amplias escalinatas de mármol. En el momento que nos desentumecíamos principió á alborotar un tam-tam chino ; á su conjuro damas escotadas y ge*'^' lemei de smoking apareciéronse en las gal^^' rías y se dirigieron á un esplendente comedor.- En medio de los plátanos, luego de la com'' da, la aristocrática multitud dijo y cometí" rabelesianas locuras, donosuras de corneo'^ shakespeariana, rimas de Heine. ¿ Cómo n° apasionarse del bosque que ofrece en su seno en vez de setas venenosas una guirnalda "^ ondinas del Rhin y unos faunos como los <^^ © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 8i pintaba Boecklin, nada helénicos, faunos focas, que disparatando en los humanos juegos inventarán uno divino...? Va te contaré, lector, el idilio de los ingleses en Canarias. Aman la sencillez. Toman ^1 sol como los lagartos. Vagan en el ensueño ^e la luna, rumiando la nostalgia de los días ^^ que sintieron la de estas tierras. Hasta en. '3- cantina de un Club, donde yo he chocado ^'gunos rusos y algunos whiskie and soda con '^^ntenares de rusos y whiskie, en los veladores con ceniceros de reclamo y presididos por el •"^trato en relieve de su rey, beben sin inmutar- ^ copa tras copa de sus ponzoñas y elixires ^^c siempre tienen color de guinda ó de bar- '^! y ya ahitos, se quedan en mangas de ca-insa y riñen una partida de billar, ó abrochán- '^^^ la americana sé lanzan á la calle, enhies- °^ y solemnes como un pompón, mas con la 'airada de un cordero. En la halagüeña lati- ^> en la diafanidad del archipiélago de las ^te islas, los ingleses se desvanecen en una ^stencia escurridiza y sedosa como la caricia 6 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 82 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ de una mano sensual á la muda y mórbida cabellera de una deseada mujer... ¿ Por qué los alemanes, que entonan un himno gemelo del inglés, al izar la bandera, y que prorrumpen también en burras ; por qué los alemanes no sentirán lo mismo que los ingleses, con aquella extática y casi mística simplicidad sabrosa, el resplandor y las indolencias de los países del sol, sino que por el contrario chillan, ríen, brincan, se aturden, trotan, bailan zarabandas y tarantelas, y el suelo tiembla, como la tarima de una barraca, bajo la fortaleza y el torbellino de los ferreteados zapatones ? Una colonia de ondinas, y faunos y silenos con demasiada grasa, se apoderó del valle- El palacio borbónico, á la risueña y encantadora luz del nuevo día, desciende en su H' naje regio, y realiza en cambio uno de esos novecentistas proyectos que publica la arqui' tectura nórdica en sus revistas de arte decorativo. Se trata de un hotel, blanco y simétrico, rodeado de una selva, por dentro Versalles- Acodado en la ventana recorro con la vista la abullonáda pendiente del cerro. El camp'' se transfiguró. ¿ Talaron y soterraron los plá' © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 83 taños ? Por doquiera, palmas, laureles, pinos, extrañas y corpulentas camelias, y un boscaje raro que evoca el fondo del mar, un enano boscaje de arbustos retorcidos y espinosos de África, sierpes vegetales, erizos, alfanjes mo- '^os, sierras, parodias de anticuados y curvilí- 'leos instrumentos músicos, monstruosos corales verdes: sin un rumor, sin una vibración "^1 un movimiento: se creería que va á despe- •"ezarse con los mil tentáculos. Contrasta con ^^ sueño incomprensible la viveza de las ro- ^^s, los geranios, campánulas, pasionarias, azucenas, violetas, lirios, un Abril de parterre junto á un Agosto de jardín botánico, y por ^•^cima un sol de miel, púrpura y ámbar. La tiranía destócase sus nieblas mañaneras con ^nguida beatitud. El océano semeja una gasa ^leste en la que olvidaron unos encajes. Se es- *^"^njan los pájaros y quiebran sus piídos. Una t'Ostrera gota del relente, (]ue no se evaporó, fone la magia de un arco iris microscópico so- ^ una carminosa hojuela... ^^Igo para saturarme de la castidad de la uriana y respirar el sosiego del aire, y enfilo prolongado corredor que un fámulo encera ^ando las botas que aguardan betún á la © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 84 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ puerta de cada dormitorio. Una madama escapa sigilosamente del gabinete del pedicuro. Atraviesa una camarera que sostiene en la punta de sus dedos un servicio de te. En el vestíbulo, recostado en un diván de mimbre que acolchan rameados almohadones, hallo á un amigo mío, un tcabezota» de doctor que me presentctron durante la velada. Os prometo que entre los ingleses no faltarán sus acreditados excéntricos. En un cotarro de alemanes no podía mancar uñ ilustre doctor Topsius. Mi amigo es un naturalista, que dedicó la mitad del armario ropero para la levita y el frac, y la otra mitad para los pedruscos y los bichos que colecciona. \ Bravo doctor ! Anoche, la cantina del hotel, que gobierna una pizpi' reta Margarita, cuajó en una orgía sorda de gentlemen. La luna llena, en el hueco de un balcón, enriquecería su álbum de homenajes- ¿ Quién no le arrojó un suspiro ? La pequeña Margarita defendíase á grititos y arañazos contra el ansia de todos por besarla. Dos venerables abuelos volcaban los dados, y ^"^ barbilampiño doncel, golpeándose la inmacU' lada pechera, encaramóse á una mesa de bíH^í y recitaba versos... Se hablaba alemán, ii^' © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 £N LAS ISLAS CANARIAS 85 glés, francés, español... Al improviso, atrepellándonos, como un carro cuya caballería se desenfrena, precipitóse en la cantina el bueno del doctor con su frac universitario y una manga de coger libélulas y mariposas; una amarilla volaba en las lámparas; siguióla con inspiradas pupilas el sabio y al remate ca.yó en la red el insecto y se marchó mi doctor rezongando latines, con un olímpico desdén para las carcajadas que estallaron á sus espaldas y para el vals que en su cara rizaban y desrizaban, un poco más allá, la flauta ^on sus trinos, el piano á picotazos y un vio- ' n c e l o que razionaba y un violín seductor, i Topsius de mi ánima ! Topsius, más doctor 9ue Fausto, que hubiese cedido á la tentación •^cl placer y la juventud... En la ágil molicie de las horas alondras, el "uen naturalista, enfundado en una bata de ^'lo. leía en la panza de un volumen. Le inte- "^umpí y nos saludamos. Se inició una plática ^^ generalidades. Una recua de enflocados snillos que acudían al hotel para alquilarse excursionistas, sirvió de pretexto á una con- ^rencia del sabio, que la coronó con una in- ' 'untaría respuesta á mi asombro por los va- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 86 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ ríos efectos de las tierras solares en germanos y anglosajones. —Alemania—dijo Topsius—envuelta en sus brumas, torpe por la pesadumbre de sus fríos y su barbarie, y al par académica y estudiosa de la antigüedad, se enternece al recuerdo de la risa de Grecia ; la risa de Grecia, que en concepto de los investigadores significa equilibrio, transparencia, salud, cultivo, comprensión, serenidad. Pero los turistas confunden el zángano y su Beocia con la abeja ática, y un trozo de azul y una flamarada de oro les basta para considerarse ciudadanos helenos, sin que exijan jamás una mayor exquisitez de detalles en el pastiche; y creen que la risa de las bacanales es la risa de los griegos ; y cómo Alemania entera se enternece al nombre de Grecia... Calló el doctor y fijó en mí una mirada gatuna ; á pesar de las mariposas de la víspera, no aseguraría yo que el tío aquél no mc t tomaba el peloi. * —Bon soir... Era el décimo saludo que dirigía á la luna, © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 87 siempre en las chimeneas, emboscada como amante que acecha la inñdelidad. Gané una de las escalinatas y entré en un pintoresco y caprichoso hall. Al pronto me cegó la especie de árboles Noel de luminarias que simulan 'as cristalinas arañas pendientes, y su multiplicación en los espejos y en el charolado par-luet que se dilataba por sucesivos salones con 'as puertas abiertas. Después vislumbré en su Perspectiva el arrullador sexteto junto á un in- 'iienso ventanal claveteado de estrellas, al socaire de la tapa de un piano de cola. Algu- •^as parejas danzaban, y las faldas femeniles, *^on la velocidad de las vueltas, ceñíanse á los "Muslos, y en los bordes se explayaban como *s flores que llaman campanillas. Avanzaba valsando sola una figura de amazona, rubia y •^a; dos rivales se echaron á recibirla, cho-aron los tres, y unas rosas que ella llevaba el pecho, se deshojaron y llovieron lentas ''^o plumas de un palomo que hirieron en ^1 tiro. *-" el hall tertuliábase con un velador de 'ttibre al centro de cada corro. Dominaban 'os hombres los rostros de una bermejez de S'^' y las pelucas blondas. En violentísi- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 88 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ ma contraposición, varios gentlemen africanos, gente del valle que asiste al sarao del hotel, con sus testas morenas y el pelo rizoso, ponían un ascua en el tono frío y auroral. Unas mujeres parecían abanicos inmensos, gayos y madrigalescos abanicos Luis XV. Semejaban otras pavos reales. Otras una septembrina vara de nardos. La estatua que el alba anima y enrojece... He aquí las ondinas fuera del río, con los cabellos secos. En la amplitud descuidada del hall, las ondinas mezclaban y borraban sus remilgos y reparos de judías, católicas ó protestantes, apuraban vasos de champagne y fumaban cigarritos de que fluye un humo sutil- A lo mejor se levantaba una, arrebozábase en el chai, cuya flora de lentejuelas fosforecía, y atravesando el baile internábase en una estancia diminuta, que con sus divanes turcos y sus apaisados espejos de óvalo, tornábanos á los románticos dibujos de Gavarnie. De una discreta penumbra destacaba un tapete verde,. la ruleta, en una palabra. La ondina sentábase y señalaba con lápiz en los cartones ; sus ensortijadas manos con las fichas, mentían el na' car portador de las perlas; los espejos, q^^ © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 89 añoraban el miriñaque y las cocas, copiaban su escote de la espalda, recortado como un corazón de baraja francesa. Chupaba eternamente los cigarritos con sus cintas de humo sutil... Al ardor de las tierras solares, cubrióse de un tenue sarpullido su nivea epidermis, y obscure-ciéronsele los párpados como una rosa te que se mustia... ¡ Alemanes en la Orotava ! Rabclesianas locuras, donosuras de comedia shakespearana, "mas de Heine. Bulliciosa alegría de vivir. La risa de Grecia... Esos gentlemen africanos que negreaban en el hall, guardan multitud de fotografías de diversos parajes, pom- Pa de los kodacs teutones, al dorso de las cuales, escrito en rasgos de una femenina indecisión, se lee: Orotava—Teneriffa—Sais- ^°^, igio; y cierran la frase signos admirativos, reveladores de la más profunda ventura... (Orotava, en el Ht^mboldí.) © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EL CASTELLANO LEAL Y dice el conde de Benavente por boca del duque de Rivas, y en romance, para mayor casticismo y dignidad: Hola, hidalgos y escuderos de mi alcurnia y mi blasón, mirad como bien nacidos de mi sangre y casa en pro. Esas puertas se defiendan, que no ha de entrar, vive Dios, por ellas quien no estuviere más limpio que lo está el sol... i Ignora alguien la hazaña de Benavente, cuando el cesar Carlos V, «en España era pri- "leroi, le envió por huésped al gran Bor- '='ón, que gozóse en ver prisionero á su natural señor; y que á Toledo ha vtnido. ufano de su traición, para recibir mercedes V vtr al Emperador...? © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 94 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ El altivo y escrupuloso procer le abandona su alhajado palacio, y el francés hizo mansión en Toledo, del noble conde ocupando ¡os honrados aposentos. Pero la noche en que los dejó vacíos, y partiera con sus capitanes todo afectado de orgullo por el abatimiento y castigo del de Benavente, turbó la apacible lunj un vapor blanco y espeso. A poco rato tomóse en humo fecundo'y denso... Después en ardientes chispas y en un resplandor horrendo... Y al fin su furor mo.\irando en embravecido incendio, que devoraba altas torres y denumbaba altos techos... Con esta acción tan ilustre, el venerable conde de Benavente dictó á su tierra un inmarchitable código del honor de la hospitalidad. En compás y tono más familiares, aquel relato sobre la lucha entre el hidalgo y el labrador para ocupar la cabecera, ¿ no indica bien á las claras cómo deberá mostrarse y llevarse en un convite la cortesía española ? Y en caso de © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA 95 alojar á personas de calidad y poderío, ahí el alcalde de Zalamea puede servir de guía y 'lorte á los demasiado humildes como á los desmedidamente vanos. Por lo que toca á la abundancia y al amor con que se reciban los extraños y de fuera, gratos y pródigos ejemplos hay en el Quijote, desde el de los pastores ^ue no poseen más que un puñado de bellotas, "asta el del rico caballero del verde gabán, con sus tobosescas tinajas en el patio, visión tranquilizadora y casi nutritiva. Un castellano, un español leal, entonces, no ha de compartir su mesa con las gentes malas y descalificadas ; acatará y enaltecerá al huésped, ^'n sublimarlo al extremo de que venga el ami- S"^ dz la calle a parar en amo de nuestra casa, y desconociéndola tenga que «hacer sus hono-res », según el dicho corriente; con los sober- ^•"•s y magníficos no quebrarse de una reve- ^ncia, tampoco envarar el espinazo: la llana y grave dulzura de Pedro Crespo; y en la a el estimado y defendido pernil, y para •^spués la más suculenta gallina de la corra- '^'^a, y ej, [^ tertulia nuestra, el asiento pro- P'o. ya que no la silla tradicional de los pajareas del hogar ; y así al estilo procúrense © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 96 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ al forastero regalo, amenidad, abundancia, contento y placer. Muéveme á escribir lo que va, el espectáculo que, no sin rubor y cólera, presencié en las islas Cnarias. No es que amparen y eleven á un traidor, es que los isleños mismos son sus traidores. ¿Por qué prefirieron descender á fondistas y y hosteleros de Inglaterra, cuando podían mantenerse en una igualdad con sus visitantes, y no que se rebajan á criados, y llega á regir sus actos un mandato ajeno ? ¿ No significa desdén y menosprecio para los hidalgos de la Península, que en el archipiélago no vivan los ingleses como alojados, sino, por el contrario, nosotros hemos de cambiar los usos y costumbres españoles y meridionales por los del Septentrión ? ¡ En un lugar hispano y meridional ! El ordenamiento y distribución de las jornadas obedece á un método inglés. Almorzaréis á media mañana, el te á las cinco, ^^ comida en punto que anochece. En los re^- iauranís y cervecerías, la lista está compuesta de exotismos. Administra y vigila el ceremonial de las festividades de sociedad un sever'í> © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA 97 Juicio nórdico: prohibido el smoking en los bailes y saraos la pechera blanda; ¡ ay, y Cotno se cuela ahí un chistoso iberismo, rema- '3-ndo los fracs con gorras y canotiers! Jorge ^'^uminel, en Canarias, se pasea por las calles ^^ frac y gorra velluda... No creáis, sus desazones y pesadumbres aca- '^^a á los isleños la manía de anglosajoni- ^^rse. Forzosamente las oñcinas, tendejones y "^^spachos laboran en lo engallado y corajudo ^^ sol. ¡ Imaginaos, si en el bochorno de un °^^dio día agosteño, entre la reverberación de la''• s calles que humean, os encomendasen hallar y co.^egir la falta de una suma, desalojar los anaqueles de su carga de paños y extenderlos ^ el mostrador! ¿No alcanzó ya autoridad de aforismo y no ^ complace en afirmarlo cada vez más la expe- ^^^ncia, que la diáfana frescura matutina ayu- ^ y estimula á trabajar? La hora de la chi- Ch "arrera, esa fogarada, esa incandescencia uni- ^'"-3-1 ¿no entorpece y dificulta la máquina ^mana? Duerme la naturaleza. *Desde el hombre á la mosca todo se enerva...* "ues ¿y qué espolear de precipitaciones © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 98 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ é impaciencias existen donde las tardes permanecen suspensas en su arrebol como en un éxtasis y eternizan su clara luz ? Hablo yo, sentido como español de que las islas renuncien á su abolengo y á conquistarse una personalidad, y de que así olviden la postura señorial y afable que les corresponde, envenenadas por la codicia, ambiciosas de lucro como los cuervos mercaderes. Miren de no caer, por la corrosiva obra de las complacencias, en una irremediable pobreza del ánimo, en ciertas aptitudes para la servidumbre, en la esclavitud. No se comprende la entrega al forastero del espíritu, las libertades, el pasado, el presente y quizás el porvenir,- además del pan, la sal y el agua simbólicos. Y que el oro inglés, convencido de la grandeza de su imperio, no se conmueve ante las más abnegadas sumisiones... Un castellano, un español leal, procure ^ su huésped regalo, amenidad, abundancia, contento y placer. ¿ Será preciso advertir que si vergonzoso y avariento parece el descuido de cualquiera de las enumeradas atenciones y observancias, no menos se condena la lisonja © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA 99 hiperbólica, un adulatorio condescender y soportar ? También los clásicos definieron y explayaron este por lo común ganancioso arte en un libro : La Celestina. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ANDALUCÍA. AMERICA Como la blanca Cádiz, como Sevilla, Icis ciudades canarias deben admirarse desde lo ^Ito de una torre, en el barquichuelo de un &lobo, asomándose á una nube; y que funcionen de cicerone las golondrinas: con su ternura y delicadeza, los pajaritos amigos de Jesús saben mostrar entre innumerables azo- *^eas, patios, cierros, rejas y jardines del Guadalquivir, todos iguales los unos á los otros, •^üal oculta á la tataranieta de la guapa Rocío " Dolores que sirvió de modelo á Murillo en su ""Hsima Concepción. Como Cádiz y Sevilla son Las Palmas y ^*nta Cruz, apaisadas, claras, sin tejados ver-inosos y parduscos; ¿ recordáis la glauca y ^defta llanura de pastos que se despliega á ^ vista de la Giralda? Parece un quieto y •^nnicio mar; ese mar que desde los campama- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 I02 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ ríos de Tenerife ó la Gran Canóiria, semeja una rizosa y juguetona llanura pradal... Pero no se engañe nadie: si una prístina y resbaladiza ojeada trae la memoria de Andalucía, bien pronto se desmorona la ilusión ; así que por nuestros pasos, deteniéndonos á escudriñar en los portales, parándonos en las esquinas y enfilando los callizos, recorremos las poblaciones del archipiélago. ¿ Por qué la primavera isleña no huele á azahar y albahaca? ¿ Por qué los reducidos pórticos y atrios no descubren el patinuelo á través de una cancela florida y calada como un encaje ? ¿ Y cómo en ninguno se oye el murmurio de una fuentecita de alabastro, bajo un improvisado dosel de palmitos y plátanos en sus pintadas cubas ? Y esas tapias que embadurnaron de un agrio color rosa y que tanto se ufanan con esas enredaderas de borlones rojos, ¿no deslumbrarían en la Bética, con una nivea blancor, y no turbarían los sentidos del caminante con el aliento de unos rosales menudos, y no pondrían en el alma un melancólico deseo amatorio, con su gravedad, su portón verde y un manto de p^' sionajias y jazmines como suspiros ? ¿ Dónde está tampoco la guirnalda de macetas en la^^ © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA 103 azoteas? ¿Y el cierro de cristales que reflejan el sol moribundo y brillan como un incendio? Finalmente, no hay rejas. En Canarias no guarda la mocita, el ruiseñor de la casa, un relicario de hierro, canastillo de flores, red de galanes, cárcel e las sultanas, filtros que con Su trama depuran y sutilizan la bravia pasión meridional, retablo como el que alumbra una lámipara á la vuelta, pero en el que María Santísima, escucha al pecador, se engarza de palique con él, se ríe, llora, besa y mata y muere. En las islas reemplazaron las rejas unas ventanas con unos cuarterones que se abren y cíe- Tan como las tapas de un libro grueso: y ^^ jaula con un jilguero, ni una vara üe "ardos... Dicho se está que no habiendo rejas, no se "alia un enverjado, una veleta, un aldabón, ^ picaporte, un clavo, un herraje de arca, un ^bailete de pozo, nada en suma que los mar- •Jlos de los forjadores crearan para lustre y ^stimonio de una civilización. Este desdén al •erro heredáronlo los actuales canarios de sus ancestrales los guanches, que sólo usaban uten- ' IOS de piedra, en el siglo XV como en la © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 I04 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ edad de las cavernas y las tribus de cazadores y pescadores. El hierro artístico se desconoce en Canarias. En Andalucía, por el contrario, ¿ no se ha hecho siempre un puro adorno y una filigrana de la tosquedad de un lingote, lo mismo si era para convertirlo en una cruz, que en una cerradura ó la barra de un balcón ? Decididamente las Canarias no se hermana con Andalucía. Me presumo que mejor se ayuntan á América, con sus construcciones bajas, sus rúas rectas, sus persianas verdes, sus loros y sus monas en tal cual casa, su flora febril de tonalidad, su falta de historia, su carencia absoluta de monumentos y solares de alcurnia. su ignorancia de los oficios y las industrias clásicos. Aquello del gramófono, que se prefiere al piano, ¿no indica también americanismo? Y la traza criolla de las gentes, y su acento demasiado lánguido y musical, y su gusto y modo de vestirse con los jipis y el hilo y los zapatos blancos de allende el océano... Y el hábito que tienen de bautizarse en la pila o^ San Juan, con empingorotados y resonantes nombres de la antigüedad: Héctor, Aquilea. Andrómaca, Elena, Cayo, Horacio, Tulio-•• ¿Evocación y nostalgias de Grecia y Roma. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA 105 No, sino ansias é invocación á Buenos Aires, Habana y Méjico. Iberia, madre común de tantas diversas tierras, á la hora de cautivarlas las inició en un mismo abecedario. En orden á viviendas cons-truyó .la andaluza, empobrecida, en la redondez de sus dominios... que ya se emanciparon y redimieron. Aquel que todavía permanece ai cobijo español, más que á la Patria, ama á los libertos por natural afinidad de edades., tendencia,'cultivo y origen. ¿No? ¿Pedís una prueba del americanismo en el archipiélago ? Sabed, pues, cómo en un Casino ó Círculo de intelectuales, allá en Tenerife, se ha enarbola- ^o y ondeó á la brisa atlántica, una bandera nueva de las islas, y el estandarte no copiaba atributo patrio, mas en su lugar lucía unas argénteas y rútilas, unas representativas estrellas... © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 SIGLO XVI Andando, andando por las islas al remate descubrí un trozo de España trasplantado, olvidado, mejor, en una hoya. Tropecé con un poblado de un color de yesca bajo las tejas Qiusgosas, ralas brozas en las calles, replazas solitarias con árboles copudos, y á intervalos •lia torre morena cuya cima atravesaba la luz ^cl cielo engarzándose como un zañro en el "Ueco de las campanas. Asi en Castilla la Vie- J^- Y como en la tierra parda menudos y pandos trigales se extendían en las inmediacio- '^^ campesinas. Un lejano ventezuelo, el re- "lusgo frío de las montafiuelas del horizonte •^^lofriaba y esclarecía á ráfagas unos desmedrados planteles. El viajero se asombra de que ^ surquen la inmensidad azul unas cigüeñas, '^'í sus patas péndulas y las alas dibujando un ^^Pricho japonés. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 lo8 FEDERICO GARCÍA 8ANCHI2 Aquel pedazo de Segovia ó de Avila, se llama la Laguna, y está en el lecho seco de varias que habrá no pocos siglos inundaban el hoy verdecido valle. Quiso Naturaleza que en medio de la dulcedumbre y la ardentía solar de toda la isla, el hondón siempre se encontrara frío, casi helado ; no de otra manera cruza el sediento arenal la molla gruesa de una corriente de agua. Como cuando en invierno erraba vagabundo por la segoviana plazuela de Conde de Cheste, seguido de un galgo, hollé hierbas de la humedad, me detuve ante misteriosas puertas cerradas, con telarañas en los badajos y que despedían un rancio olor, sufrí una lluvia ñna y melancólica, y vi esfumarse y desmelenarse en las apartadas cumbres un esponjoso nubasco gris. También sonaban unas esquilas en la población. Me estremeció una desapacible frescor. Pasaron unas abuelas enlutadas y que llevaban cruzadas en el regazo sus manos céreas ó esqueléticas. ¡ Nostalgia de nostalgias ! A la salida de la ciudad discurrís por un ancho y llano caminal que en las tardes buenas sombrean en elevadí-sima nave gótica, los desollados y renegridos eucaliptus; sus descarnadas ramas flotan y d © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA 109 aire las enreda como los cabellos de Ofelia eñ el riachuelo. Grata y ensimismada avenida con un aroma sutil, para el ensueño de los tristes y los ambiciosos. Mudo, blando y abrigado andén que prefieren los clérigos de la arcaica hoya. Lírica arboleda que solloza en el sepulcro del lago y de la ciudad esplendorosa de los antiguos españoles, dos veces enterramiento. .. ¿ Acaso por su condición de camposanto, el señor obispo, un ancianito temblón y risueño, la escogió entre las demás poblaciones isleñas para refugio suyo y floresta de sus deliquios? En verdad añade semejanza de la Laguna á Castilla, el caserón sacro con su balconada Ventruda, el alero de recias vigas, el patio verdegueante, y tras los vidrios unas desteñidas cortinas carmesí. Por las desiertas rúas mar- *^han capellanes de canalón é inflado manteo, ^1 abrigo de los paraguas. Y de cuando en cuando plañen unas campanas broncas, tinti- ^ean unas argentinas, según que las ruede un J^yán de sacristía ó que juguetee con ellas el 'bonancible y sonrosado demandadero de unas "lonjas. Las monjas tienen una tartana mi- "'iscula y que arrastra un caballuco con el pelo © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 n o FEDERICO GARCÍA SANCHIZ á flecos; trashumante despensa de sus orzas de miel y sus confituras, por las que los golosos se relamen como los gatos. Papa chico de este feudo de la religión, el ancianito mitrado con sus brazos trémulos y débiles bendice los curas y los canónigos, bendice los peroles dulces que le ofrendan las madres, bendice, eternamente bendice... Como el de Cristo su reino no debe ser del mundo, y Su Ilustrísima sonríe y no mira aquella tierra muerta, muy muerta, en la que, como en los cadáveres la cabellera, crece un glauco trigal. Fué la Laguna fosa de sus linfas que sorbió. Después sepultó la ciudad que construyeron los capitanes gallegos de la conquista. En el día no resta nada más que la envoltura, al modo que el calcáreo caparazón de las alimañas antediluvianas en los Museos. Por allí apareció en tiempos la vida, grácil y próvida, como boticellesca hada de la primavera que cubre de margaritas el yermo y llena de risas y canciones el espacio. Cuajó el divino afán y el entusiasmo que despertara en las muchedumbres de entonces, en las doradas piedras del colegio italianesco con su hospedería antañOi Instituto provincial hoy, armoniosa dádiva del © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA III Renacimiento al archipiélago, joya de peña labrada como por orfebres, cámaras pensativas y serenas, claustro en que se aduerme la luna, jardín ameno con unos arriates que copian las encendidas rosas del Tiziano, sobre el mismo fondo de obscura hojarasca que tanto admiraba el gran pintor amigo de Carlos V, rey y imperante. La vida ha muerto. Arrebataron á la Laguna •a capitalidad y gobierno de las islas. Los mercaderes con sus talcos pululan en Santa Cruz, donde los divisen y codicien los fastuosos navios hiperbóreos. Del pasado áureo no persiste ^1 cuadro de un insigne pincel, una estatua, "n libro. Los soldados de Fernández de Lugo ^olo eran soldados: sucumbieron á su hora, y ^in obradores y estudios, ya sin alma la ciu- ^^d íbase acabando, hasta que se momificó en Parte y en parte se petrificó. El señor obispo y sus clérigos hormiguean ^ el vacío caracol. Dícese que ocultas en las ^^tanas de cuarterones, hay unas doncellas ^riñosas, con mejillas de nácar; el curioso Sitante no las sorprende asomadas un mo- ^^to, ni escuchó que cantasen acompañando labor de aguja, ni le suspendió el ánimo y © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 113 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ esclavizó la voluntad, acordada música de sus salterios de princesas caídas en un encantamiento. Apagan los rumores de la tierra fenecida esas incansables campanas de las iglesias, unas broncas, otras argentinas, llamando á los viejos, rezagados y sonambulescos fantasmas del ayer... Y esto habla de Hispania en aquel famoso dominio suyo: un cementerio. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 CORREO DE ESPAÑA Así, despegada, crudamente dicen los isletos correo de España, al vapor que cada diez ^ías comunica el archipiélago con la península. ^0 mismo se señalarían los correos de Francia, Alemania, Inglaterra. ¿ Por qué no nombrar '^as propiamente esos barcos de Pinillos ó Co- '^illas, correo de la península, de la patria? los llama de tal manera, ni aun nosotros "^s peninsulares, porque en alas de la añoran- ^^> la frase «correo español», que tantos en Canarias pronuncian con frialdad, significa á 'nuestros oídos el más amable y celestial de los ^•avenimientos. El semáforo, combinando sus esferas y sus '^cezuelos, anuncia la proximidad del buque. ^llá sale á recibirlo una gabarra que desem- °3-rcará los sacos y envoltorios de la corres- P'^ndencia. Momentos después comienzan á re- 8 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 114 FRDERICO GARCÍA SANCHIZ clamar sus apartados los ordenanzas de li'^ cuarteles, del Banco de España, oficinas p;i' ticulares. Gobierno Civil... Todos solicitan el periódico, el libro, la carta amistosa. Por un breve tiempo se rompe el hechizo de vivir aislados, en la soledad menos humana. Correo español representa poseer los diarios de Madrid, la última comedia estrenada que pedisteis una quincena antes, cualquiera menester ó utensilio que no se hallaba en las islas y hubo que encargarlo á la villa y corte, el pliegue-cito amoroso, los retazos de un discurso político que os envía un leal... La colonia nuestra acude y entra á la rebatiña en la bodega de los bienvenidos vapores- Y para el archipiélago ¿trae un latidf), un saludo, un presente, el correo de España? Nunca jamás: él no lo busca, no se lo da tampoco la madre patria. Entristece la indiferencia de los isleños y el descuido proverbial en nosotros. De ahí resulta que se desconoce España; ¿y cómo amar sin previo trato y estimación de bellezas y virtudes ? En caso peregrino los correos conducen á 1*^* muelles canarios una legión de famélicos y ^"' bunos comediantes de la legua, las entecas >' © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA 115 Sombrías cuadrillas de unos toreros novicios y las cuerdas de los deportados, comúnmente anarquistas de Barcelona. A Don Alfonso XIII cabe el honor del primero de los reyes en visitar las Afortunadas. Hasta que lloramos las colonias, España elegía sus funcionarios de 'as islas entre la picaresca y el hampa de levita, los arruinados, los matachines, los rapa- "^^s, gerifaltes de la voracidad que asaltaban 'os nidos sin dejar con cría y huevos ni uno ; y encrespaba su ruta una estela de odios por ^us villanías y sus continuadas majezas. Lue- -^o han mejorado, y muy distinta y selecta "ornada dedica el Estado español á su lejana Provincia. Pero ya se injertó y fructiñcó en los 'sleños la desconfianza, el prejuicio, cierta so- ''•Pada é íntima rivalidad. ¿Y cómo extra- "^arnos, si una eminente autoridad militar fué Satinada no ha mucho á regir aquel país, y '^ando se le presentaban los oficiales pregun-abales en un tonillo de hombre enterado, si ^mandaron su puesto en Canarias, con mayor '"^••ibución y fuera de la garra de usureros y '^srciantes, á causa de tener deudas, conflic-y peligros en la península? • s cree que España no adelantó y que no © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 I l 6 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ logra regenerarse y, sacudir las desgracias y resolver las quiebras del año noventa y ocho. No se teme de nosotros, se nos considera agotados, exprimidos, caducos. Y en inmoral contraste, frente á la decadencia aceptada sin observación ni análisis, sin un rescoldo de afecto, la poderosa y engreída Inglaterra, metrópoli del orbe, ostenta por las islas su ufanía de sentirse gigante, su regocijo, su seguridad de la salud, y cascabelea con las monedas de oro... Los correos se suceden macizando su concavidad con los cables que tienden los peninsulares á la patria. Los isleños ignoran nuestros profesores jóvenes, los artistas nuevos, la ciencia que balbucea, la pujanza y floración de aldeas y ciudades ; el desenterramiento de la-S industrias gloriosas, el orto de los ideales. E" literatura, pongo por ejemplo familiar á nH estudio, no recorrieron más de Echegaray, P^' lacio Valdés y Galdós, si se exceptúa un rama' de la novela que se cultiva ahora con enorme é impúdico éxito. Recordaré que en la bibliO' teca del Casino de Santa Cruz, espuma de la capital, no sospechábanse siquiera los mérito de Bcnavente, Baroja, Azorín, Rubén Dari<^' © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA 117 Juan R. Jiménez, Maragall, Marquina, Una-muno, Machado, Mesa, Díez-Canedo... En cambio no faltaban la obra de Felipe Trigo, y sus imitaciones. Y gracias á las calenturientas mañas de estos agradadores y placenteros, aparece España, la de las azucenas de Santa Teresa y las rosas de Garcilaso, como un maldecido pueblo que entonteció el mazazo de sus martirios y desventuras ; y apagada la lámpara de su espiritualidad, y olvidado el ritmo de sus clásicas elegancias, y empobrecido el idioma, persiste exclusivamente la carne que va embruteciendo una lujuria senil... Recábese de los correos uu lugar, por humilde que sea, en que viaje y se muestre á las ^nultitudes algo así como otra extensión universitaria. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 VAPOR PARA ESPAÑA Se extinguieron el amor, el respeto y la admiración de Canarias á la península. El isleño l o siente nada ante el nombre éste de Iberia, 'demasiado sincero, no oculta su indiferencia, y si no es que se relacionan con las islas, los problemas y asuntos nacionales discútelos como Si se trata.se de la política china. En cualquiera de sus dársenas hay un vapor Mue se prepara á zarpar con rumbo á España, ruede asegurarse que conduce las respuestas ''<• los peninsulares al postrero correo, y las Pi'cguntas de esos mismos peninsulares que de- •^srá contestar el correo próximo. ¿ No embarcan 'sleños para la patria grande? Sí, una comi- ^lon de políticos menudos, tal cual estudiante Qe carreras que directamente ayuda y engran- ^^ce el Estado, los codiciosos de un empleo, 'Sun turista. Viene á la península quien busca © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 I20 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ SU sombra y protección sin condiciones, un refugio en las covachuelas que no le deje desamparado en la ciudad comercial. Los escasos, mas célebres artistas que nacieron en las islas, siempre generosos de su desinterés, también peregrinan hacia España; pero no vuelven, al contrarío que los politicuelos y los burócratas. Ahí está el caso de Galdós, y el de Guimerá, aquél definidor de madrileñismo, éste patriarca de los catalanes. Repite el ejemplo Nicolás Estévanez. Canarias, en su pobreza, es un país mercantil y labrador. Sus juventudes se dedican en masa á mercadear ó cuidan los plátanos y la caña dulce. Forman una especie de senado ideal los viejos comerciantes y los encanecidos agricultores. No son ni el alma ni el músculo del archipiélago, unos oficinistas, unos abogados, unos militares, un puñadito de doctores é ingenieros. Pues bien, ni los comerciantes ni los labradores se embarcan para España. Desaparecieron el amor, el respeto, la admiración. Cuando le a^^cia el deseo de aprender ó lucrarse al isleño, extiende á su vista el mapa universa' y lo examina como UD teclado: nuestra tecla © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA [ 121 siempre falla. La voz de la sangre no ha clamado desde sus entrañas. Dei romanticismo del sacrificio se mofará. La historia no le importa. Ni siquiera sueña un porvenir, sino un presente cargado de riquezas como la cornucopia c'e la abundancia. Y los agricultores parten en bandas á la zafra de Cuba ; se internan en América. Y los comerciantes se orientan en Inglatera y Alemania. Acaso su adolescencia transcurrió en un colegio sajón, y allí han florecido los almendros de su primer amorío, y se ha constituido y cuajado su espíritu, y allá anhela tornar en los ataques de sentimentalismo y morriña. ¿ (¿né mercado puede abrirles España, tan sin dine- •"os ? España queda como una ruina pintoresca para los kodacs de los ingleses. Todo en himno ^ los ingleses. Los isleños remojados en el ^anal de la Mancha, se convierten en voceros ^c la opulencia británica. En opuestas legiones ^Tiban los labriegos con su maravilla que rela- "^^r. nautas cantores de los trópicos. ¿Quién •"^ferirá cosas de España, Hisfiama máter? •'^sí la lluvia comienza en unas gruesas gotas ^sanchadas, y en seguida se espesa y termi- * en un diluvio. Así las solitarias fuentecicas © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 122 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ de las cumbres, con sus chorruelos que se van filtrando y que se llaman con sus cristalinos rumores, al ñn se juntan y surge de un remanso un río constante/ impetuoso, arrollador. Y la roqueña oquedad se llenó de agua, y por ]o> ayer secos surcos se precipita la corriente, } aquella muralla de unos p)eñascos que se sostc nían en un difícil cuanto airoso equilibrio, sucumbe al coraje de la riada, y la riada, asolan :'"i, destruyendo, crece en su furor, y no repos' hasta que se vuelca y rinde en el inmenso \ maternal regazo de los mares... Ya entendéis la parábola. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 LA JACA TORDA Quisiera contaros por qué divertida cuanto terrible rivalidad, entrambas juventudes, la peninsular y la isleña, se odian y, hasta en ocasiones batallan á tiros por las calles. Cuestión de faldas. ¿ Recordáis el vaticinio de mi boda, allá en Cádiz ? Yo no me he casado. Pero el bueno del parlador aquél no se engañaba asegurando que matrimonian en el ar- "^hipiélago muchos galanes peninsulares ; y es 'latural, pues si nuestro temple enamoradizo y 'a^ cálida belleza de la mujer canaria favorecen '<^s noviazgos, un monótono y árido vivir, por •"^t'urso nos conduce en derechura al amartela- '^lento, y sin tentaciones alrededor, pronto se ecorre el camino de la vicaría. Además, las "Mayores y medianas herederas no parece sino "'le están reservadas á los peninsulares. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 124 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ Sería curiosa una lista de los grandes contribuyentes, y al lado sus yernos. No ofenderé, ni siquiera he de insinuar una tenue duda, sobre que influya el dinero en las bodas. Acaece que la doncella rica luce y se engalana con un llamativo lujo, ameniza el paseo, asiste, si le hay, al teatro y resplandece en una platea, baila en las ñestas del Casino, acaso en la lírica hora del atardecer ofrece en el mar la adorable visión de una batelera en una nao como un cisne. En la familiaridad y abandono, una doncella acaudalada sabe mostrarse espiritual, culta, música, narra de sus viajes. ¿ Quién no se explicará que esos gavilane; metamorfosea-dos en cadete uno, otro en alférez de navio con su gorra blanca y su señoril levita, un tercero en un gentleman de frac, se apresuren '^ fonmar la lista paralela á la de los contribuyentes? En la de arriba simulan la gruesa y nudosa cadena de oro del indiano, los prestigios bancarios, los apellidos vencedores y sonoros del archipiélago. El sutil hilo áureo q^*^ cruzaba la ropilla de los caballeros hidalgos en la España de ayer, evoca la de abajo, toda gentileza y gallardía y arrogantes artificio^ aprendidos en el rancio y linajudo solar. Ad- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA 125 mirable fusión de razas, confluencia engrande-cedora y fecunda... Se comprende en seguida y á las claras el embelesamiento por una heredera; ¿cómo justificar también que siempre salgan elegidos de-las herederas los meritorios peninsulares? El teniente de Toledo, el guardia marina de Cartagena, el novel ingeniero de Madrid, ¿ con qué niagia lograron y pescaron el corazón y la mano de las novias ricas ? No creo yo que el alma femenina sueña constantemente en el enamorado que la adora sin conocerla, y que ha de venir de muy lejos á encontrarla y rendírsele. Tampoco será la ventajosa proporción y corpulencia en la figura, puesto que los varones canarios suelen alcanzar una estatura procer, hablan cantando, mi- •"an que acarician y sus cabellos se esparcen en 'ibres rizos. Todavía menos deberá atribuirse "^^ espejuelo de un jornal; ¿qué inquietan y desazonan á una heredera los metales monedados? Por último, ¿existe alguien capaz de r ^gurarse que se encumbra y distingue á la juventud peninsular por tributario españolismo, ^^ donde tan desprestigiados y caídos an- *^arno8 ? © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 126 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ Entiendan los isleños cómo la culpa ts suya. No se lamenten y encolericen á causa de su postergación: entérense de cómo ellos mismos levantan el trono á sus enemigos. ¿ No ? Prue- \ie uno á pelar la pava con bizarría, arranque, altivez, cierta petulancia y menos apoltrona-miento y pereza. Ya dije que en Canarias no se adoptó la reja, y la substituyen unas ventanas de varios cuarterones. Allí está la dama. De codos en el alféizar, poetiza, imagina novelas, huele una rosa, traduce el sentido de las nubes, alimenta con bellas mentiras su soledad. La mujer canaria, morena, ojinegra, ardiente, (mórbida y apasionada, flor solar, persigue la violencia de los amores románticos, sedúcenla el valor, el peligro, los discuros qu( embriagan, la audacia, el ingenio, el chiste : mujer al ñn, y meridional, casi sevillana, casi cubanita. Vosotros, infelices isleños, ¿qué inventáis que las sugestione, qué hacéis para adivinar su pensamiento y ^turbarlo ? ¿ p'uisteis majos alguna vez ? El novio llega, da las buenas noches, enciende un cigarro ; luego, ¡ manes de Don Juan !, pide... ¿un beso? No. ¿ E^ abanico ó el pañuelo ? No. ¿ Un caprichillo de las pupilas moras? No. ¡Pide una silla! Y la © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAN.\ 127 dama asoma su brazo desnudo, no para que lo mordisqueen ó que ilumine con su blancor 'as sombras ; sostiene una silla, el trovador ¡a coge, la acomoda en la acera, y se sienta y repantiga como un canónigo gotoso... ¿ Comprendéis ahora la inclinación de esa mujer que se llama Andrómaca, mas que ocul- ^^ en el pecho á Carmen, por el peninsular, que ^opió á los jardineros del Alcázar la habilidad en componer ramos de claveles y alhelíes ? *^1 peninsular lleva el rumbo, los coloquios ín- •^•nios con murmurio de agua reidora, el piropo, ^' juramento agitanado, los desplantes, las de- '•ciosas arbitrariedades, los celos, las coplas, una voz que se enronquece en el palique de si- ^^os ; las peticiones desesperadas y agónicas, '^^tvosismos, fustazos, rabotadas, la súplica ^ rodillas, el mimo pueril ; y lo que vale más " estima la hembra de ámbar y sangre de vino ^ granada, el mozo peninsular se yergue ante ^ ventana, pégase al muro, no se mueve por i'^e nc) se asuste el amor, y permanece en su '^beltez hasta el alba, y entonces á la luz nue- Se divisa que ensanchan su cetrino rostro las ojeras de una combatida vigilia. Y 'i 'd cree en la pasión... © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 128 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ ¿ No os convenceréis, amigos isleños, de que, fatalmente, nuestras mujeres, de doncellas suspiran y seguirán suspirando por cabalgar como Doña Leonor en aquella famosa y nacional jaca torda del Don Alvaro ó la fuerza del Sino ? ¡ Oh, cuando el satánico inca prepara la fuga y declama lleno de elocuencia 1 «¡Ángel consolador del alma mía.../ (Van ya los sanios cielos á dar corona eterna á mis desvelos? Me ahoga la alegría... ¿Por qué tiempo perder...? La jaca torda la que, cual dices tú, los campos borda, la que tanto te agrada por su obediencia y brío, para ti está, mi dueño, enjaezada; para Curra el overo. Para mi el alazán gallardo y fiero. ¡Oh, loco estoy de amor y de alegría/ © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 CANCIÓN *¿Diez meses sin divisar una mantilla madrileAa. ni una •palidez valenciana, ni un solo pie andaluz?»—Fígaro.—tCarta á uri^su amigo residente en París. » Por una demasiada ingenuidad pensaba este pobre é inexperto español que os habla, que no se podía sentir nostalgia de los países solares más que en las tierras de bruma, y sobre todo que sin salir de la patria era absurdo echarla de imenos. Pues no ; últimamente y así que hube agotado las pláticas y los entretenimientos que inventaba con mis amigos, y no placiéndome vol- C3-r y rebotar los dados en las mesas del café, 'íi dormir á deshora, se me apoderó la murria, y la voluntad se me iba tras los barcos fugitivos. Una misión administrativa me retenía en ^1 archipiélago. Esa misma misión me llevaba á diario al Gobierno Civil, y por ahí despuntó 9 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 I30 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ la desolada añoranza. Soy, como la mayoría de los iberos, un familiar de las oñcinas públicas de archivos, diputaciones, audiencias, universidades. La retina, y desde luego el ánimo, se me acostumjbraron á los armarios almagrados y de celosías, á los sillones de una tapicería verde, á las esteras de junco, al brasero en que se enrosca un gato, al retrato de los reyes empalideciendo en una cartulina que amarillea, á cierto olorcillo rancio, á una luz de un oro bermejino, pátina que toma el sol en las arcaicító habitaciones. En una antigua mesa castellana escribe un hombre con gafas y mangotes, y tal vez aguardaréis á que termine de extender un oficio, sentados en un diván que tiene una sarta de clavos dorados, ya con abolladuras, junto á un clérigo que empuña un rollo de papeles á la manera clásica, sin plegarlos, y que trasciende á rapé. En tales cisternas de la vida nacional hay un descanso V un tradicionalisimo aristocráticos, no entró el tumulto de la calle, el tiempo se destila gota a gota, con una arrulladora somnolencia... Sea la reverberación del océano, ó porque las agrias paredes de los edificios no le entonan, ó en fin que Natura esclarece y argéntea el so' © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA 131 en aquellas latitudes, bufete tan característico y de raza como el despacho del gobernador, no era nunca bañado por la lumbre oro viejo y de onzas que todos los demás. No poco debía contribuir que no se aderezó la cámara con los muebles esos almagrados y verdosos, dos colores fuás españolistas aún que el rojo y el amarillo. La legendaria moda en la península es que los estrados de los políticos, crisol de enredos, red de incautos y alambique, se decore con una gravedad sacra, escenas
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Calificación | |
Título y subtítulo | Nuevo descubrimiento de Canarias : las leyendas y los peligros que tienen estas islas |
Autor principal | García Sanchiz, Federico |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | Madrid |
Editorial | Biblioteca Renacimiento |
Fecha | 1910 |
Páginas | 221 p. |
Materias |
Canarias Historia Mitos y leyendas |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 12983265 Bytes |
Texto | NUEVO DESCUBRIMIENTO DE CANARIAS © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 FEDERICO GARClA SANCHIZ NUEVO DESCUBRIMIENTO DE CANARIAS (LAI LKTENDAS y LOS PKLIOROS QUE TUNEN ESTAS ISLAS) yiLHf ji^ w T - M ^ M B B ^ ^ ^ /-*~SI F^ aBMMaí ^ P i 1 iks -y'' i 1 •'íiiií! ! I' i 9 w ^ 1'(i11r1 i' MADRID BIBLIOTECA RENACIMIENTO • . ritlETO Y COMr.*, EDITOKIS Princesa, 77. 1910. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 OBRAS DE FEDERICO GARCÍA SANCHIZ PÍO BAROJA (AGOTADA) POR TIERRA FRAGOSA... IAOOTADA) LAS SIESTAS DEL CAÑAVERAL HISTORIA ROMÁNTICA (Cuento Semanal) LA COMEDIETA DE LAS VENGANZAS © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 A DON RAFAEL COMENGE, EX PRESIDENTE DEL CASINO ESPAÑOL DE MANILA, COMANDANTE DE LA GUERRILLA DE ESTE CASINO EN LA SUBLEVACIÓN DE LOS TAGALOS, EX GOBERNADOR CIVIL DE CANARIAS; CON TODO RESPETO, feL AUTOR © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 «SI BUSCAS LA VERDAD, YO TE CONVIDO Á QUE LEAS. OFREZCO A LOS VENIDEROS UN EJEMPLO, A LOS PRESENTES UN DESENGAÑO, UN CONSUELO A LOS PASADOS. ALGUNOS CONDENARÁN MI HISTORIA DE TRISTE. PERO ESA ES CONDICIÓN DE LAS LLAGAS, NO DEJARSE MANEJAR SIN DOLOR, NI SANGRE MUCHOS TE PARECERÁN SECRETOS; NO LO HAN SIDO A MI INTELIGENCIA; NINGUNO JUZGA TEMERARIAMENTE, SINO AQUEL QUE AFIRMA LO QUE NO SABE. NO ES SECRETO LO QUE ESTÁ ENTRE POCOS; DE ESTOS ESCRIBO MELÓ- GUERRA DE CATALUÑA. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 LA LEYENDA DE CANARIAS © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 UNA PÁGINA INÉDITA DEL BAEDEKER ¿ Quién no ha contemplado en los escaparates de la calle del Arenal, aquí en Madrid, ó en el cauché de una revista ilustrada, en las policromías de un cartel, en los billetes Cook... la cubierta y las cámaras de un trasatlántico ? No se diría sino que flota un trozo desgajado de M nte-Carlo. Los salones de estufa, con amplios y enanos divanes, el piano que se ofrece en la desnude" de su teclado, plantas en chinescos tibores, la opaca moqueta, espejos gliantes y ceremoniosos como duques, la mesa revuelta de periódicos, y en tomo una tertulia de novela de Bourget ó de Prevost, madamas de opulento perfil, gentlemen... Creeríamos que navegar constituye una fiesta, mitad verbena en un yate, mitad carnaval © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 l í FEDERICO GARCÍA SANCHIZ de salón, con sus ribetes novelescos. Y fijamos el lento proceso de embarcarse en un instante encumbrado de delicia y placer, y en este instante, divino en la noche, fúlgido de luna, un poco encandilados con la influencia de unos exóticos licores que se beben á bordo, sintiendo resollar el mar, platicamos de un fuego que arde sin consumirnos, con una amiga extraña y muy hermosa que conocimos en el vapor. A lo lejos se descubre una candida y apaisada ciudad, misteriosa y atrayente... ¡Las islas Canarias, las Afortunadas! Tierra en que los antiguos suponían no el Paraíso terrenal, sino la Gloria donde moraban los justos y elegidos. El clima sosegado como un río. Flores, pájaros, arboledas. Una divertida y amena mezcla de costumbres británicas, tropicales y andaluzas. El cielo siempre azul. Los días, largos, radiosos, embriagados, sensuales, cegadores. Nocturnos de ruiseñor, de nardos y guitarras amantes... Aunque arribarais en lo crudo del invierno, detonarían á vuestra vista, en los muelles, los jipis y los canotiers rubios y agrios como limones. ¡ Sombreros de paja y el mes de Febrero ! Sombrero de pajal entonces, equivale á algo © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 LA LEYENDA DE CAÑARÍAS tj tan estrafalariamente sugestivo y pródigo en menudas delicias como el sarao aquél de trajes que en la rigurosidad del estío parisiense celebraba el ingeniero de Sapho, la novela de Daudet. ¿ Recordáis ? El caserón cerrado, echadas las persianas, nada más que el asfalto con su neblina, por fuera; y adentro, biombos de laca, mesas con bujías de pantalla verde y con búcaros, músicas, evónibus, laureles, epigramas, madrigales, sonrisas, carcajadas y canciones. El archipiélago entero es el palacete que se niega á las asperezas de la calle. El ambiente suyo halaga como un baño tibio. Y el señuelo de un pintoresco localismo. Es admirable la compostura de sus doncellas, como de sus matronas, que sobre el exótico cucurucho de un traje imperio ó la graciosa gravedad de una levita femenina, ostentan una, digamos, folk-lorica y simple mantilla blanca, idéntica á la mantellina de velludo que usan las charras, menos el color. Los figurines franceses rematan en un tocado de virgen de ermita castellana y serraniega, el manto envolviendo desde el moño á los pies: no más que la piel morena, la boca granate y los ojo» que cautivaran á un poeta moro, alejan de lo« © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ oratorios y conventicos ascéticos; la Magdalena escondía su pelo, blondo y vivo en ondas, en ese chai: el rebozo nevado, enmarcando un cuerpo de ámbar que se derrite al fuego de las pasiones y aroma en su aniquilamiento, evoca el Oriente de los cipreses, los limoneros y los quioscos de mirtos, los baños con rosas deshojadas, la luna, perla que luce en la frente del universo, y las fantasías tristes y desvanecidas de las bayaderas, sobre blondas alcatifas ó hirsutas y rayadas cortezas de tigre, entre la desmelenada humareda de encanto de los braserillos, mientras las dos cuerdas del guimbre rebotan en la vitela, en armonía con unas esquilas de cristal que golpea un cetro de plata, y con un pífano melancólico como un atardecer... El bueno de Peer Gynt, ¡cómo se deleita en la danza de Anitra! Y la promesa del valle de la Orotava, una de las maravillas del paisaje. Al fondo el pico del Teide, con su caperuza nevada, que agujerea el azul. El Océano allá, hundido y dilatándose, espumoso en olas enormes que fingen legiones de blancos mitológicos delfines. El hondón, convertido en un parterre aBrileño al mismo tiempo que en un jardín botánico ; © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 LA LEYENDA DE CANARIAS 15 y en el Agosto ofrece allí Europa sus rítmicas y apacibles galanuras floréales al Nuevo Continente, y América anuncia su exuberancia y lujuriosa frondosidad. En torno al ruiseñor que canta en un rosal de Francia, los irisados y purpurinos pájaros-moscas brillan como libélulas estivales. Un loro y una mona descansan como un trofeo en un tilo germano. En un espacio el valle ampararía con un dosel de cocoteros y árboles de la canela el idilio de Pablo y Virginia; en sus perfumadas rosedas hallarían delicado eco los lamentos del Tasso, y entre los troncos de un bosquete sombrío, la espectral silueta de Werther andando y desandando tamizaría su agudo dolor... En grandiosa armonía suma el valle de la Orotava la creación universal... Cuando Humdbolt lo contemplaba desde una cumbre, se arrodilló y adoró el mundo religiosamente... V la apoteosis de muchos grandes hoteles, inexpugnables fortalezas sin el salvoconducto de una libra esterlina, albos yates reales en la profusión de embetunadas y apestosas embarcaciones, que levaritan su arquitectura, por lo geneial un pastiche de celebradas é ilustres residencian inglesas, á distancia de poblado. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 16 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ en el declive de silbosos montes, los cuales recorren unas vedadas carreteras, remembranza de los puentes levadizos. Grandes hoteles con el recato del hall, pecera de los flirteadores ; el arrebolado estuco de los baños, la serenidad de cisterna de una biblioteca, la encerada sala de festividades y el comedor de los candelabros y los conos de rosas bajo la guardia muda de unas libreas engoladas y altivas. Ninguno descuidó el aderezo de una italianesca terraza, que orlan adelfas y laureles, con unas arcadas de que penden los airones de las campánulas y los jazmines; y en el horizonte, el mar... i Las islas Canarias, las Afortunadas ! Vivir quiero una vida de templanza, sin metafísicas, ofrenda á los sentidos, desmayada y gustosa, soñadoramente sensual... © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 CANARIAS JARDÍN DEL AMOR Era en Madrid, era en verano y en una fonda. Cierta noche me asomé al balcón, y en el vecino, apelotonado en un bulto negro con un ribete de luz que le prestaban los faroles de la calle, vislumbré al hombrazo que había almorzado y comido en mi misma mesa. Se llamaba don José Pedro y venía á doctorarse en Medicina; en examinándose regresaría para siempre á su tierra, las islas Canarias, y entre los suyos, en un pueblo que se denomina Tel-de, y que está rodeado de plátanos, naranjos y olivos... También don José Pedro me vio y me reconoció de balcón á balcón, porque corriéndose á la esquina del suyo, me dijo con esa pintoresca cortesía de los hoteles: —Buenas noches, don Federico, ¿ cómo le va ? © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 Y lo dijo en una media voz dulce y que cirru-llaba, que parecía un eco de guajira: el acento aquél tan acaramelado y lánguido fué como un chorro de luz que arrojaran sobre la informe corpulencia de mi amigo, y que devolvía el relieve á los más minuciosos y escondidos detalles de su ñgura: fatalmente la voz aquella no podía salir sino de unos labios abultados y de criollo, bajo una mirada dormida con voluptuosidad y que sombrearan los rizos de una cabellera con remolinos de pequeños bucles. Así era, en efecto, el señor don José: membrudo, largo de brazos, la color gitanesca, y al remate la cabeza que dibujo y que en su excesiva dulcedumbre y con los anillos de pelo obscuro, parecía una testa de santo en talla, como las que se guardan en los museos provinciales; igual piel, de una tonalidad arcillosa; idénticas pupilas grandes, bellas y mansas... —Y á usted, ¿cómo le va, don Pepe? Esclataba, reventaba como una breva llena de madurez y de mieles, una noche de Julio, que olía á jazmines. Por encima de la turbulencia de las calles, ya en la alta hora casi sin tránsito, mas con el agrio estruendo de los cafés y unos vendedores, y un coche que © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 LA LEYENDA DE CANARIAS 19 cruza raudo, y una ronda de noctámbulos y alguien que reclama al vigilante, nuestros balcones se refugiaban en la sombra, en el punto que se insinuaba la morena sensualidad del veraniego nocturno. Y arriba estaba el cielo estrellado, polvoriento de luz, estremecido, cálido, deseoso... Yo me acordaba de los granados de Sevilla, de los naranjos de Valencia, de las fuentes de la Alhambra y de las escalinatas de mármol y los bojes florentinos. Acompañado de un grillo que cantaba en una maceta cualquiera de por allí, yo evocaba uno de esos cenadores con campánulas, madreselvas y pasionarias que hay en los jardines del Sur, y dentro un banco de mimbres, y unos faroles japoneses, y una mujer bronceada que tornasola el bermejo papel de la lumbre, vestida de blanco, con los pies pequeños y los ojos que turban... A pesar de los regatuelos, á pesar de los sapos flautistas, á pesar del surtidor en el alabastro, á pesar de aquel vago rumor de una guitarra, había tanto silencio y arrobo en el aire, que cuando una estrella loca se disparó como un cohete, se oía como si un diamante rayara un cielo de cristal... © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 FEDERICO GARCÍA SANCHl¿ —¿ En qué piensa usted, don Federico ? —¿ Y usted ? —En mi país... —Debe de ser muy bonito su país. ¿ Qué haría usted esta noche en su país ? —Enamorar... Luego he sabido que en Canarias se dice enamorar á la peladura de pava. El señor don José se sentía, como yo, ebrio de la noche, de los recuerdos, de un vaho de nostalgias. Rompió á hablar con su música, contaba, revelaba ; ¡ me dio unos calofríos !... i Oh, el Sur de verdad, los nocturnos africanos en que el rocío cae en gruesas gotas que estallan como las uvas que se echan los chicos unos á otros ! Las camelias cuelgan como las joyas de unos enormes tinglados de ramas, los cactus erizan en el vacío sus invertebrados y espinosos tentáculos, una palma dobla sus lanzas al peso de la luna redonda que parece que pende al extremo de la más baja; la ardentía de la tierra puebla el campo de ignotos y pintorescos insectos que chirrían y brincan, y corren coronándolo todo y con un rumor de riachuelo los pámpanos, que se persiguen, de un parral ! Inmensas, muy dilatadcis haciendas © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 LA LEYENDA DE CANARIAS de plátanos, con su pina como una arracada de oro, con el borlón amoratado de su flor, símbolo del sensualismo, llenan la extensión de las islas. El señor don José Pedro montaba en su caballo Brillante, y caminaba una legua, solo, mudo, embebiéndose de perfumes, arrullos, astros, poético misterio, la soledad sonora en la cual se respira una absoluta y profunda germinación. Tal vez sonaba el plañido de una folla, acaso una vidalita bonaerense denunciaba en la negror del platanal otro viandante que acariciaba con canciones su desvelo... El platanal cerraba el horizonte con una misma graciosa curva de seno, repetida hasta la infinitud... En esto resplandecían y guiñaban las luces de un caserío. En un jardín gorjeaba un pájaro. Los arriates chispeaban de luciérnagas. Acudía sumiso un perro, meneando la cola... Pie á tierra. Quedaba Brillante sujeto por la brida á un árbol, braceando de cuando en cuando con una patada sonora y hueca. Y aquella emoción del camino, que fecundaba, volcábase en barboteo que se atropellaba como las manzanas que se trasiegan de panera á panera... Y un aliento que habla: ¿ Eres tú, Pepe ? © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ —¡ Pues quién va á ser ! Y tras el hálito, la novia, una hembra tropical, con su bata de grandes lazadas, con sus arremangados brazos con argollas de oro, con sus abultados pechos, pálida, los dientes blancos y la mirada de terciopelo, con sus za-patitos de charol. \ Mujer de ámbar. Venus de bronce, que lleva en los cabellos una cinta listada de verde y amarillo, diadema de las reinas incas ; mujer cuyo corazón aroma como los pebeteros de Cleopatra ; ojos negros y diáfanos como un vino de -mil vendimias, gro-sezuela boca de granada, pies como madroños, con sus enflocadas y agudas botinas de charol !... —¿ Conque eres tú ? —j Pues quién !... El señor don José Pedro contaba, revelaba, i me dio unos escalofríos ! Se me apoderó una añoranza desoladora de aquello que aún no conocía. Me enardecía las sienes una tumultuosa visión que me mantuvo en éxtasis un buen trecho. Soñé con atravesar los platanales jinete en un potro de anca de hoz, y golpear una ventana, y derretirme en una apasionada solicitud hacia una de aquellas perezosas © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 y sabrosas mujeres que al platicar producirían un cosquilleo en mi piel, y me imaginaba á mi novia tendida en una hamaca, levemente arrebozada en un fastuoso y lumínico chai de gasa espolvoreado de blancas lentejuelas... Nunca el pino del Norte de la rima heiniana se>entenebreció y enfoscó más que yo esa noche, anhelando un radioso amor de una palmera ardiente. .. ¡El sueño de una noche de verano I * * Acabaré, como todo, con un epitafio. El señor don José Pedro no se doctoró, ni volvió nunca más á cruzar las espesuras isleñas, en el sosiego substancioso y enervante de los nocturnos de su país. ¿Os acordáis de la peste de tifus que asoló Madrid habrá un año y medio? Don José Pedro se ofreció de voluntario practicante en el Hospital, y por contagio murió. Las revistas ilustradas publicaron su retrato, y los diarios escribieron encomiásticamente sobre él... Durante mi viaje al archipiélago, en dos ocasiones, vi á un hermano suyo, muy enlutado, muy triste... Descanse por siempre el señor don José Peílro, paz á los muertos. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 JAUJA Es el Salón de Conferencias del Congreso, el casino más barato. Brinda al fatigado paseante en calle un mullido diván de un perezoso color de cereza; para recreo y solaz de la vista ornaron sus muros con retratos evocadores, y hay en el altísimo techo una claraboya de gruesos cristales que decolora la lumbre del sol, y baña el ancho aposento en una serena y casi niortecina claror de tarde de otoño en que llueve. Por demasiado sabido debíase callar que la obscuridad que se insinúa, convida á la plática, hundiéndose en el terciopelo rojo, dando chupadas á un cigarro: ¡ con qué voluptuosidad se ve flotar y espesarse el humo, y cómo se borran las figuras y los diversos grupos y tertulias, hasta quedar todos envueltos en nubes, como los dioses ! Y si al ñn se enciende "na lámpara, entra en el ánimo una inefable sensación, grata mezcla de abandono y seguro © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 a6 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ concepto de la vida, lirismo y aburguesamiento que van del brazo tan pacíñca y efusivamente... ¡ Oh, la dulce ponzoña d?l confort! Cuando hay vacaciones, ó por cualquier causa, clausura en el Congreso, suelen asistir al Salón los ex gobernadores, los ex diputados, los aficionados á la política sin más trascendencia que su gusto, periodistas... En ñn, el tifus que como su igual de los teatros, no paga y pega. Ellos conocen las trampas y los escondites de los escenarios nacionales, y antes que principie la comedia, lo mismo que el propio representante de la empresa se asoman á escudriñar la sala por el agujero misterioso y terrible de la cortina. Ellos parlan un caló picaresco, y os revelan la cifra de los jeroglíficos que se ocurran, y tienen un punto de vista ganancioso y firme de las gentes y los panoramas. Si les advertís que observen á lo alto, que esplende la bóveda celeste con nácar y oro, responden mirando al río, pues refleja la sublime decoración y de paso lleva peces en sus aguas sosegadas y claras. Siempre vienen por atún y á ver al duque: y en resumen, ¿qué son más que guardias de almadrabas, cuando no lo» pobre» } cautivos atunes? © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 LA LEYENDA DE CANARIAS IJ Recuerdo que al anunciar á un corro de habituales del Salón de Conferencias mi partida hacia el archipiélago canario, desplegaron sobre la mesa una mágica baraja de granjerias. Las Canarias, ¡ ah ! Las libras esterlinas rebotando con su tintineo alegre y lleno de virtudes de hada. El romanticismo, la moda, la literatura y la tisis, arrastrando ingleses á las islas. Desparramadas diez ó veinte ruletas que originan un ambiente de placer, fastuosidades y grandezas. Una perenne y elegante existencia de estación invernal, propicia á la aventura venturosa. El indiano que vuelve con su jipi, su negro Domingo, su loro, y un cheque contra Luropa: el infeliz muy nostálgico, muy sentimental... Y á lo mejor una famosa é ilustre caravana de cómicos que interrumpe por algún tiempo su viaje á las Américas, y el archipiélago entonces resplandece como una resurrección de la corte del rey Sol... La India remota y legendaria envía unos hombres de ojos mitad de rana, mitad de tigre, de color de maleta y con aspecto palúdico, febril, que por encima de la muchedumbre de mercaderes reinan con un cetro de bambú. Los indios cuelgan sus palacios encantados con ta- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 28 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ pices que rayan las luces del iris, con encajes de un vano relieve de espuma, y con pañuelos de Manila de un fleco fluvial. En un navio fastuoso, impregnados de un acre perfume, transporta el indio sables, lienzos, lacas, pieles de fiera, tibores, tazas de bronce, collares de perlas falsas, labrados puños de sombrilla, el ajedrez de teñido marfil, la arqueta de ébano, cartuchos de resinas, la lámpara rútila como la diadema de un emperador, la arcaica coraza del antiguo guerrero japonés... Exportan y divulgan el Asia de las pagodas de caolín y los elefantes... En Canarias, los paños y lienzos sajones, casi no se venden, se regalan ; un traje exquisito cinco duros: ¡ los puertos francos ! Tampoco cuestan apenas los bálsamos y óleos franceses y sus imitaciones alemanas. ¿ Y el tabaco ? Que me despidiera del fundamental y patriótico cajetín de cuarenta y cinco céntimos. Llegarían á hastiarme los nombres de Gener y Henri Clay. Mi desespañolización comenzaría por ahí; porque iba á desiberizarme, y á sumergirme de cuerpo y alma en la civilización—que. según un donoso ingenio, esto constituye lo exótico para nosotros ; y ya podía preparar y en- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 LA LEYENDA DE CANARIAS 29 comendar mi alma al diablo, si no abrigaba intenciones de correrla y gozarla, al par que de lucrarme. Si regresaba á la península con menos de diez baúles, y sin un gato preñado como las gatas, era que no servía para la lucha, y me aconsejaban la renunciación cristiana, y los tres votos y el convento, ya que más fácil y sonriente ocasión de medro, no tornaría en un siglo... Y vosotros ¿qué hacéis que no estáis por allá forrándoos?... ^m embargo de mi desconñanza, confesaré que seducía el halagüeño y pródigo relato. Y medio sepulto en los muelles del diván, lanzando al aire bocanadas de humo, dejando de escuchar lindezas y cosas extraordinarias, me puse a inventarlas yo, y descubrí un paraíso. í uve lástima de un hidalgo linajudo que ahora asomaba en el dintel, y que mostró cierta afectación de su levita inglesa... ¡Inglesa! Precisamente... Ya se enterarían, ya... Me imaginé en un soberbio parque, tumbado en una hamaca, saboreando un a Águila» digna de un lord, sintiendo cómo á mi lado se divertían unos deliciosos y aporcelanados chicuelos que paseaban en la giba de unos camellos, cuadrúpedo que abun- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 30 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ da en las Afortunadas; y la fragancia de las frondosidades me adormecía, y entre las ramas chispeaban las arañas de un Círculo aristocrático y pintoresco, de inevitable y promiscuo cosmopolitismo, y llegaba una música de los retorcidos y mefistofélicos zíngaros... El oro rodaba. Alguien me despertó, no sé si un hermano ó primo del consejero que retrata E^a de Quei-ros en Os Maias, un ministro de Instrucción pública que no ceja de repetir: «En Inglaterra, comercio, sólo comercio: poetas, sabios, pensadores... ni uno; comercio de algodón arriba y abajo. > El procer que digo me preguntó, y me hizo caer de nuevo en mis recelos y descon-ñanzas: —Canarias, diga, ¿ está al lado de Cuba, verdad, por detrás de Cuba, acaso? i Cuidado que ignorar dónde se asienta el peregrino reino de Jauja 1 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 SOBRE CUBIERTA Embarqué en Cádiz; mediaba el día; mar blanda, bruñida por el sol; azur ; juegos olímpicos de las gaviotas. El bote, con una mustia y abadejada vela aleteando, y á impulsos del remo chorreante, surcó la dársena ; se arrojó cual un tenor á la romanza, en alta mar. Se hallaba el vapor fuera del puerto; su mole negra, con espejeos del agua, parecía un ballenón dormido. De que arribara el bote, asomáronse á cubierta los curiosos. Gané yo la rígida escalera con una afectada naturalidad -, salté á las tablas un poco conmovido. Me miraron; nos miramos. Y no hubo nada... Sacudido el atolondramiento que me inspirara mi natural timidez, recorrí con la vista la cu-cierta, levemente combada, clara y limpia. Luego me encaramé al fumoir. Es una gau-ita con cuatro mesas de agrietado mármol rojo. Unaa © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 32 FEDERICO GARCÍA SANCMiZ ventanas de tranvía. Un corrido diván de velludo. Un anuncio impreso rogando que no se enciendan cerillas. Historiadas molduras enmarcando los respiraderos, y una mecha para los cigarros. Parte del pasaje entreteníase jugando al dominó en los veladores de mármol y otra parte relataba costumbres de los negros. Iba el buque á Fernando Póo: saliera de Barcelona, tocaba en Valencia, en Cádiz, en las Palmas: luego continuaba navegando aguas allá, y al cabo de quince días, las anclas sepultaríanse en la arena; como un telón de fondo abríase una playa con bambúes, gigantescos heléchos, palmeras y tupidas frondas de una congestionada floración. Una playa que esmaltaban las cacatúas y estremecían con sus zapatetas y sus brincos los monos, arrojándose frutas ; que obscurecían los mosquitos en rondas como nubes. La colonia europea, con traje de hilo, salakhof y polainas, presenciaba el desembarque diplomáticamente. Negros de testa de mastín, sus mujeres de pechos caídos y largos como plátanos y con pezones de biberón, su progenie de carne de mayólica y cabellera de astracán, ululaban en falsete á la llegada del vapor, el cual arrojaba © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 1,A l.EVF.NDA DE CANARIAS 33 unos espumosos ciiorrus de agua y desvanecía su penacho de humo. Comunicábanse los negros un grito: —Hu, hu, hu... Era que recordaban lo que los viejos referían del tiempo de los esclavos ; entonces, en divisando un barco, los negros avisábanse, lanzando de uno en otro su atiplado hu, hu, y la alar-nía se filtraba en las fragosidades más escondidas, i Va á comenzar la caza ! ; Hu, hu ! La negrada precipitábase á disputar á los orangutanes las alturas inaccesibles, el regazo de los troncos huecos, cualquier refugio disimulado... Rodaron los años ; peroraba pródigamente Cas-telar, y á despecho de la manumisión, seguía el nu, hu, de lo que se ha llamado el ébano vivo; ^s un terror tradicional como el de los niños holandeses por el Duque de Alba... En tal punto el narrador suspendió su discurso para preguntarme: —Usted ¿ viene también con nosotros ? —No, me quedo en Canarias. —i Ah ! En seguida el infatigable charlatán improvisó una loa al archipiélago, enumerando y engalanando lo que ya sabía yo del clima, los 3 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 34 KEUfcRlCO GARCÍA SANCHIZ ingleses, la Orotava, el tabaco, el cosmopolitis mo, los placeres y el amor... —Y á propósito, hombre—dijo bruscamente— ; ¿ es usted casado ? —No, señor. —Pues, amigo mío, en Canarias La hinca... i Esto más! Según aquel íntimo y desconocido á un tiempo, ninguno de los mozos peninsulares que residía dos meses en las islas escapaba del matrimonio ; y norabuena, porqur se urdían y lograban bodas espléndidas, que no parecía sino que les reservaban las mayores fortunas del país. El demonio del compadrito, entornando los párpados y golpeándome cari ñosamente en la espalda, me auguró la vict' ria sobre una novia al par de hermosa, rica. —No se burle usted. Se casan todos, todos, y con especialidad los militares... ¿ Pero qué maravilla ó terreno milagro dispuso Jehová en medio de los mares ? Por si no bastara á las islas ser risueñas, fértiles, pintorescas, confortables, dulces y paradisíacas, he ahí la rareza y privilegio de aquellas mujeres como princesas de un cuento de color rosa, que nos brindaban con su lindura, su ardoroso corazón y un dineral. ¿ Cómo ho zarpa- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 LA LEYENDA DE CANARIAS 3} ban á diario los vapores correos de Canarias? Y el San Francisco, ¿qué se retardaba, qué le impedía pEirtir?... ¿Querían, tal vez, que yo, un galán predestinado á tantas dichas, muriese de una terrible y excesiva inquietud? Entonces comprendí el alarido de Ricardo I I I: « i Un caballo, un caballo y doy la mitad de mi reino 1» i No poder volar I... Silbó un pito en el puente. Respondió el tintineo de una campana. Salimos á cubierta. El capitán abrazó y besó á un apuesto doncel: —i Hasta luego ! El trepidar sordo de un bordoneo en las máquinas. Las barcas auxiliares se despiden. Marchamos. Las boyas.. Nos cruzamos con el ^umancia, que se dirige al arsenal, y que saludamos izando la bandera. Un barco italiano, y de nuevo se enhiesta el pendón. Nuestro buque inicia el cabeceo temido y esperado. De pronto un cañonazo: ¡ adiós á la plaza ! Flotan en el ambiente el humo y las virutas negras. Alegría del sol. Un bravo ventezuelo. Cádiz, silencioso, restaba allá, con sus azoteas, unas cúpulas, el puerto erizado de mástiles. Revuelan las gaviotas. La estela principia á espumarajear... © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 36 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ En un lírico rapto de emancipación, ante la radiosa magniñcencia del porvenir, y al abandonar las tristezas y ruindades, ¡ pobre patria ! declamé y canté los aquilinos versos: *Arma la nave grande; e salpa verso l'emula di Roma, lasciando dietro a te gli stagni aniari- •. > © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 AL LLEGAR ... Llevaba un trecho el buque de estremecerse y jadear. Estaba amaneciendo el día cuarto, postrero de la navegación. La noche había Sido mala: un vendaval se revolcó entre las olas y el buque bailaba como un delfín, bajo una luna cadavérica. Liado en una manta, tendido en el camarote, oí cómo pasaban el rosario los tripulantes. Fué un momento angustioso... Pero ya brillaba el sol, nuevo y blando en Su rosa y en su ámbar. Como los abuelos <^uando despiertan, el barco seguía con unos asmáticos estertores: parecía que se fatigaba, •íue no podría continuar andando. Y, como lo ^igo, se paró y vino un gran silencio. IVfedio desconcertado salté de la litera, y al punto giró Ja puerta, y el camarero, con su americana blanca y su servilleta al hombro, me advirtió © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 40 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ que acabábamos de entrar en las islas Canarias. En tropel acudieron á mi memoria las innumerables alabanzas y galanuras que se cuentan del archipiélago afortunado: lo de las flores y las arboledas... La primera ojeada, desde el buque, confesaré en verdad que no aumentó su peregrina fama y nombradía. Vi destartalados y polvorientos los muelles, sin alamedas ni edificios; al fondo unas colinas ásperas, calvas, de sombría tonalidad. ¿Y las palmeras y los limoneros ? Otra más: se nubló instantánea, repentinamente. Una lancha transportó los viajeros á tierra. Nos asaltó una multitud de rapaces, zagalones, intérpretes, voceros de hotel... Unos cuantos gigantes de aplastadas narices, mustios bigotes y criolla cabellera riza, ofrecían carruaje. Vestían los aurigas con andrajos, se tocaban con unos amplios y trasudados chambergos de Méjico, empuñaban una yara grasicnta y languidecían al hablar con una flojedad insulsa. Los cochecillos semejaban á los tílburis, y arrastrábanlos sendos caballejos peludos y chicos como cabras. La parada de los coches, el montón de los equipajes, la gavilla de pilletes, que se encrespaba y empinaba el hocico como un © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 4I nido de aguiluchos hambrientos; las comisiones de intérpretes y propagandistas, y, en fin, nosotros, los viajeros, animábamos un espacio del puerto. Más allá de las escaleras no turbaba nada el abandono de la extensa planicie. Señalaba aquel día el almanaque con tinta encarnada, y el sosiego dominical adormecía el ambiente, ahora melancólico y propicio á que desde una de las ancladas embarcaciones principiase á sonar una gaita escocesa plañendo nostalgias. Las tierras de sol nos recibían en un, crepúsculo gris, sin paleta, forastero y norteño artificio de difuminos y lápices... l^'racasaban las bellas mentiras: se nos reveló la mujer en unas monstruosas y torpes, con su cuadrada testa varonil, su talle de cabalgadura, los pies descalzos, en un brazo una canastilla, y en los b'elfudos labios, sin voluptuosidad, sin depravación, sin gentileza y sin orientalismo, un humeante cigarro de papel... Nosotros soñábamos en una Danae de verdosas palideces ambarinas; pero la misma reseca y tostada madre Pipota nos miraba sin comprendernos, como una bestia, y lanzaba, con gesto de capataz, adelantando y engrosando la boca un chorrazo de humo. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 42 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ Por huir de la hosquedad de los muelles alquilé uno de los carromatos y el rocinillo se soltó á andar con avidez no sospechada: braceaba elásticamente sobre un barrizal, y brincaba el tílburi, cuando no corría como disparado y con un ruido de máquina de coser, nunca alterado del látigo ni los alalíes de un cochero galán. La carretera, blanda de cieno, sin bancos, majanos ni frondosidades, desarróllase junto al mar, y á intervalos, entre caseríos escuetos y solitarios, y si no con una cerca de chumberas. A lo mejor surgían del fango, como los sapos, unos mugrientos rapaces, que se emparejaban con nuestra marcha, y seguían, seguían, entonando unos á modo de villancicos y tendiendo pedigüeños los gorros... No se borraba ni olvidaba la desolación de los muelles. Discurrían por las cunetas las mujeres de la colilla en los belfos y los pies descalzos. Duró la carrera bastante tiempo. Por remate nos acogió una vía que, alineadas en un urbanismo tirado á cordel, forman numerosas viviendas de un solo piso, azules, ocrosas, rosáceas; óo fortalece los muros el herraje de una reja, se rasgan en unas celosías verdes y de persiana, con unos cuarterones que se cierran como las © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 43 tapas de un libro grueso. Corona la fábrica la azotea andaluza. La algazara de los varios tílburis en que nos conducían á los pasajeros de aquel buque, hacía se asomasen curiosas cabezas á los cuarterones: nos miraban con frialdad, escudriñaban, y devolvíanse impasibles y altivas, con lentitud, al interior... ¡ Oh, las Afortunadas, qué pobres sois ahora! © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 CANCIÓN ¿ Sabéis qué paradoja de libertad gtiarda una isla ? ¿ No imagináis la amargura de vivir siempre en un compás y de idéntica manera en la hora que da una campanada como en la que desgrtua su collar de doce, mientras que pasa por nuestro lado, en una tangente, la humanidad de agrupaciones y aspectos tan Contrarios como barcos la conducen entregada a. su alegría ó á su dolor? El solitario de un pueblo escondido arenal adentro, ¿qué se topará que le despierte nostalgias ó el ansia de correr, de volar ? ¿ Basta la carreta de la Muer-t^ e con sus cómicos, el famélico buhonero, los errabundos civiles, incluso un automóvil que cruzó habrá un año; bastan á alborotar los cascos de un hidalgo de los de sillón de cue- ''o. olla de garbanzos y pemil al medio día, ••ocín flaco, galgo corredor, escopeta de con- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 46 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ trabando, armario con libros y reja con novia de cara de imagen ermitaña y serraniega, y después un casino con billares, y al ñnal una redonda luna de miel, á cuyo claror recorrer las angostas vías de tapias, devanando sus quimeras de desterrado? A los puertos marinos arriban buques que esperáis como una cita : ¿qué traerán del mundo? Cuando se marchan, estos buques, que ni se reflejaron en las aguas gruesas que no espejean, nada abandonan á vuestra amorosa codicia. Un nocturno de grandes y tembladoras estrellas lechosas, de aire borracho, fascinaron con las luminarias que como guirnaldas de naranjas brillan eii medio de la negrura; y la movible planicie quiebra una luz en pétalos de rosa, teje con otra una escala para un Romeo más sutil, llénase de regueros deslumbrantes ; un barco sajón iluminado evoca la sala de lectura ó de música, con plantas y divanes, cigarrillos de opio y vino de Jerez, con ladíes escotadas y gentlemen de smoking, en tanto vosotros vagabundeáis sorteando charcas y demás descuidos municipales ; una nave italiana con sus faroles es un festival de los sentidos: allí las mujeres del Tiziano arrebozan su ámbar en un chai indio, ríen y © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CAÑARLAS 47 fuman voluptuosamente, y tendidas en meridianas escuchan á la guitarra tan triste florecer en risueñas y ansiosas serenatas de vio-lín... Si al amanecer buscáis el castillo flotante que sorprendisteis animado como una casa de duendes, no encontraréis ni el vestigio de un estremecimiento en la inmensidad siempre estremecida. Huyó el buque, y como para aprisionaros más en una desesperada locura, allá en el horizonte se agranda y modela y perfila una menuda nube rastrera, y divisáis otro vapor procer y potentado, que igualmente que los idos, á la noche os arrebatará el alma y la impulsara á precipitarse tras de cien delirios, como un fuego fatuo... © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ASLTOR EL DESIERTO Bajo el nublado algodonoso y ñjo, dos camellos y su guardián caminaban por la pedregosa llanura, resbalando á trechos en una arena vitrea y negruzca que llevó el simún. Era en el archipiélago. La costa de África se adivina, vislúmbrase desde la orilla del mar, cuando esclarece el ambiente. El poderoso ventazo del Sahara apaga el postrero de sus vuelos en el Sur de las islas, y si no, cruza rozándolas y cae ruidosamente en el mar. Por doquiera resaltan las huellas de su paso... Aquella tarde de cielo encapotado y triste, ^o se veían en la vasta extensión más que el ^.lardián y los camellos. Había un silencio ex-raño, absoluto. Ni una verdegueante fronda, '1 un caserío con su penacho del bueii humo, •11 otra caravana. Las nubes se deshacían en •^'1 horizonte, á la redonda. Sentíase en el aire 4 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 50 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ una pegajosa tibieza. No se hallaría un regato, un corrompido charcal, una cisterna, una noria vertiendo y quebrando sus espejos de agua. Por detrás de la bruma debía de existir un pueblo, ^ allí gentío y vida... ; pero ¿hacia dónde? f-os dos camellos s^uían la marcha sobre sus zancos llenos de peladuras, y flotaban sus retorcidos cuellos como una serpiente que se columpia en las ramas de un árbol. A su lado iba el camellero, fumando, mudo y abstraído. Y á lo mejor uno de los camellos, entre cazurro y rebelde, deteníase y miraba al guardián con sus pupilas, amarillentas y lustrosas igual que granos de uva sucios, á las que daba un chispazo de humana altivez. Entonces el amo, quitándose de la boca la pipa, lanzaba un turbión de humo, y el camello parecía que lo aspiraba con sensualidad placentera. Luego aún canturreaba un desmayado grito para animar .sus bestias, y continuaba el grupo cruzando el arenal, en silencio, bajo las nubes quietas y blan-duzcas... i Las caravanas ! ¿ Quién no imagina un palmeral, con guirnaldas de floridas enredaderas, y en lo más grato y umbroso del bosquecillo un pozo de fragante y reidora linfa? Es la hora © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 51 del descanso, descárganse los camellos de su pesadumbre de tapices, armas, telas, instrumentos músicos. Apoyándose en su callo pectoral esos camellos que pintamos de un dorado color, se acuestan en la hierba y duermen. En tanto los camelleros tañen pífanos, se coronan de campánulas, recitan las divinas tonadas del Oriente. Afuera acecha el sol rugiendo como mil leones que se murieran de una heroica hambre... La suavidad y armonía del bosquete es como un arrullo y una ponzoña que encantan y convertirán en ovejuela al león... «Hurí de cabellos de oro, dicenme que quieres tú que te cuente un cuento moro; uno sé que es un tesoro, y me lo contó Benzú...» i Esto, trovas de don Pedro Antonio Alar-cón, signiñca comúnmente la palabra «caravanas » ! ¡ Ah, y las acuarelas de Fortuny ! En cambio de la excesiva ufanía de un rancho árabe, tan gayo y rico, aquél de un cristiano, con sus camellos parduscos, polvorientos y esqueléticos, monstruos que inspiraban el capricho de una maquinaria envuelta en un pellejo, atravesaba la desolada llanura como si su-friíse el largo y prolijo martirio de una expía- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 52 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ ción. El nublado p«manecía en su fofa inmovilidad. Aumentaba el silencio y también la calina. No se acababa nunca la jornada. Poco á poco se ensombrecían las reverberaciones contra el suelo, pétreo y vidrioso, de la destemplada blancor de las alturas, hasta que obscureció. Agonizaba la tarde. Los camellos y el camellero diríase que no se movían de un rodal... Ya casi cuajaba la noche, y se encontraron una banda de aves negras, y al rato un perro muerto, enjuto como cecina, amoratado hormiguero de moscas, y con las costillas desnudas, en que los cuervos se posaban como gaviotas que otean desde el varillaje de una barca á medio construir. Ni se espantaron los pajarracos, ni desvió á la insensible y sonam-bulesca caravana la pestilencia de la carroña. Sonsoneaba el enjambre de las moscas. Fosforecía á trozos el can: sus empañados ojos, con su alucinante vaguedad, mentían una dolorosa expresión, y en torno á su descarnado hocico desparramábanse las plumas del rapaz averío... La noche cerró por completo, y principiaron á brillar las luces de un poblado en lo áltimo de la llanura... ¿ Bagdag ? © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 SANATORIUM Decía Enrique Heine: «Sólo el hombre enfermo es hombre; sus miembros revelan una historia de dolores, están saturados de espíritu. B También los sanatorios, como ninguna otra fábrica arquitectónica, exceptuando las viejas catedrales y tal vez las quintas de los árabes andaluces, podrían mostrar un alma exquisita en el sutil paralelismo de las líneas de su plano y los sentimientos de su indicado habitador. Al pronunciar «sanatórium», parece como si nos trasladásemos á un apacible rincón de montaña, en el cual hubiera un grande y niveo ediñcio, sugestivo y silencioso como las mujeres que vestidas de negro y con un delantal blanco que sostiene el aspa de unos tirantes, cruzan sus largas y solitarias galerías. La ingenuidad de la fuente rústica en el jardín, inspira á los huéspedes sus pueriles y simples © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 54 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ juegos ilusionistas. Enseña á tener un recogimiento digno y grave, pues oculta en sus entrañas la amargura, y en su sereno aspecto sonríe. Rodéanlo, por lo común, opulentas fragosidades, una selva que atraviesa un río, unos, muchos montes, un pradal con vacas y margaritas... ; claros ejemplos en la forzosa quietud, contemplativa y germinadora, de una convalecencia. Se desprende del vocablo «sanatorio» una idea de dulcedumbre, como un aliento amoroso y puro. Desarmada de todas armas, nace la Armonía de la cabeza de la Razón... Ocurre las más veces que el sanatorio no se encierra entre muros. Bastantes países alcanzaron celebridad de amables, generosos y delicados. ¡ Oh, ios paraísos en que florece el limonero... \ Monte-Cario, la terraza del mundo; Niza, cuyo azur semeja una campana de cristal ; nuestra Málaga que respira los cielos; Madera, que ríe y se destrenza en multitud de arroyos ; Cairo, el encantado reino de ! 15 golondrinas... Yo sé que los tísicos, desde el fondo de sus ensueños, añadirán ahora: «Canarias, divina delicia de la tierra...» Lo sé porque he tropezado en cualquier paraje de las islas, con nu- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 55 merusísimos tuberculosos. Ln la mesa del hotel, en el vecino asiento del automóvil, en la plaza oyendo la charanga militar, en el inevitable paseo por el espolón de los muelles, nun ca falta aquella afilada sombra del hético, que dilata sus párpados de violetas mustias y mira con ñja transparencia, que junta en el pecho las ascéticas manos de uñas buidas y cárdenas, y tose y tose, y se le colorean un instante las mejillas... Sus orejas recuerdan el celuloide y acaso la cabellera cae abultadamente, en vellones muertos, sobre el profundo surco de la nuca... —¿Qué tal, mejoramos.'—interroga alguien por cortesía y amabilidad. —Poco á poco, sí... Poco á poco—, contestan los tísicos con una voz ñna; el esfuerzo les hace toser de nuevo, y se descomponen y arrebolan ; pero al último siempre sonríen... ¿ Curaránse ? ¿Se contiene el tsanatórium» del archipiélago en la bonanza, el suave temple de los huertos de limoneros y granados, donde se mezclan frescor y ardentía como los contrarios chorros de un voluptuoso baño tibio? La mucha lumbre, ¿no apagará la canción de las corrientes aguas, ni el gorjear de los pájaros, y el perfume de la lozana y libre verdura de los © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 56 FEDERICO GARCIA SANCHIZ caminos? ¿Quién lo visitó, y no se ha detenido al borde de un llano canario, que henchía la gleba, que lo abotagaba, el sol ; que humeaba en una vaharada cristalina ? A lo mejor se desata y enloquece «el sur», una hoguera convertida en viento, y no se diría más que el África es un tísico de fabulosa grandiosidad, el cual se encorva hacia la escuadrilla de islas, y las oprime con su soplo corrosivo, asfixiante. Júntase la humedad al bochorno. Recuerdo la extrañeza de los viajeros del transatlántico Alfonso XII, en el regreso de Buenos Aires, que al cabo de varios días de navegación, al arribar á Tenerife, por primera vez observaron que la teca del barandado se empapó y rezumaba. Con. efecto, nótase allí una intensa humedad. Pues ¿ y lo dificultoso de las excursiones y andanzas, en virtud de lo quebradizo del terreno, raramente liso, cadena de cuestas, hasta resultar panorámicas las denominadas bellezas del paisaje, el señuelo de los kodacs? Y flota el polvo como un rayo de sol que alancea una cámara en tinieblas. Figuraos un tuberculoso, trepando con heroico alarde que le vence y dobla el cuerpo ruin, como la vuelta del báculo con que se mantiene en pie: suda, se © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 57 ahoga, suena su respiración en un silbido: eus pómulos brillan ; sus cabellos se mojan y pegan á la marchita epidermis ; camina con la boca abierta, y el polvoriento ambiente va asentando su nube en las enfermas entrañas, adelantándose y preparando las transformaciones de la fosa. Por ñn: ¿ qué diversiones y amenidades, cuáles fiestas, qué espectáculo saludable, trato ó compaña, qué amistosa caridad, qué emuladora alegría, apartarán al tísico 'de su melancólico soliloquio, de su desmayo y pesimismo ? Pongo por favorable caso que residís en la capital del archipiélago, Santa Cruz. Durante el medio año de mi permanencia en esa ciudad, no se pasaba mañana ni tarde que los esquilones de las iglesias no tocaran á gloria por la agonía de un niño. Había una peste que nadie acertaba á remediar. Los periódicos increpaban al Alcalde. Se discutía sobre la epidemia en los cafés. Los ¡médicos revelaron afrentosos secretos de dinero, en muchas casas no les pagaban, negáronse á asistirlas. De noche, al improviso, una mujer llorosa recorría las calles, con el espiritado hijo en brazos, buscando un doctor... © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 58 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ Repetiré las palabras de Goya en su aguafuerte: a Yo lo vi...» Los jueves y domingos un banda de música hacía florecer en otra primavera más, los valses desteñidos, solterones ó anticuados, las t Escenas pintorescas», el «Poeta y Aldeano», el coro de «Bohemios», y para remate un paso-doble. Triunfaba alborotando la serenata en la plaza de la Constitución, rampa de losas que cerca un caserío nada monumental, y abajo dos pinos cloróticos forman dosel á un puesto de coches, y en la cabecera se yergue una cruz. A ranchos semeja el losado la cubierta de un buque. Pero más bien es la tapa inmensa de un enorme, gigantesco sepulcro. Entiérranse en aquella plaza la frivolidad, las modas, el entretenimiento ; ¿ cabe algo más aburrido y chillón y agrio que una fantasía para platillos y bombo, hay algo que entristezca como unos guardias municipales con ros de carabinero, unos pisaverdes que exageran las haldas de la chaqueta y el remangarse los calzones, tal cual linda y abrileña muchacha, mas anémica, mas con unos pobres y pretenciosos trapitos, y esos corros de mamas obesas y arremolachadeis, que en todas las plazas de la Constitución buscan © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 50 sentarse la mayoría en un banco público, y una en silla de pago ? Los oficiales de la guarnición arrastran los sables gallardamente despreocupados. Las parejas de novios, flor y abeja, abeja y flor, se liban por turno, con la mirada. En la terraza de un Círculo se apelotona un recio mentidero de varones. Las redadas de mozalbetes luchando por el chiste, silban, parodian las sirenas de vapor, se ríen á carcajadas, pisan á los perros... Pensáis: si se desgajase de sus cimientos una de tantas plazas de la Cons-itución, y se depositara como un retablo en una calle de una ciudad grande y moderna, la calle de Alcalá, en Madrid, sirva de ejemplo: ¿ qué cataclismo ocurriría ? ¿ Y qué impresionaría con especialidad ? Yo sospecho que el desmedido uso de zapatos de charol con hiperbólicas lazadas... Finiquitan los líricos nocturnos en el momento que la iluminada esfera del reloj del Gobierno Civil señala las diez. La hora. Comienzan á plegarse las sillas. Retíranse las gentes. Hasta el domingo, cuaresmal abstinencia. Las noches sin serenata recógense las familias en su vivienda, y piden placer al fonógrafo : en una rúa, seis, ocho, diez de los armoniosos estuches... ¿No comprendéis el deli- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 6o FEDERICO GARCÍA SANCHIZ quio de mirar á la luna, escuchando á Caruso, constipado? Tenerife es la segunda patria del invento de Edison: por el día el sol, que abruma, oblíganos á no salir del cuarto; de noche ¿ dónde ir ? En la necesidad de una ñna existencia interior, el espíritu desdeña la lotería y los juegos de prendas, y congrégase en la adoración al gramófono... Por razones idénticas Sevilla se apropió el piano... ¿Qué queréis? Los isleños prefieren el cilindro maravilloso: más misterio, además de que inspira respeto, no consiente paliques... Atención, ya balbucea el arrobador Spirto gentil... En un corral se estableció una caravana de titiriteros, con su murga que presidía un trombón abollado. ¡ Oh, venerables abuelos de las aldeas ! Tornaríais á reíros con el borrico sabio, con el tonto de las bofetadas, con el puerco educado á la alta escuela. Allí el hombre-reptil que se descoyunta, el atleta ciclópeo, los excéntricos que ejecutan la Marsellesa y Campanone con una escala de copas y platos. Y allí la imborrable pantomima de los bandidos de los Abruzzos con aquel incendio, y la de la guerra de África en que un corneta degüella á un morazo... Conforme adelanta la función, siem- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 6l pre «extraordinaria», el espectador se embriaga en las emociones dulces y dolorosas que Paul Verlaine lloró ante los caballitos de madera... En esto asoma Zaida á patinar en el alambre. Calza chinelas turquescas, aljofaran las rojas mallas racimos de lentejuelas: no la abandona la japonesa sombrilla: sonríe y canta la tonada que le hurtó para sus comedias Santiago Rusiñol: De Ierres enllá portem la tristessa... La tristeza y el tedio. Un cruel spleen os devora como el buitre de Prometeo. Si no leéis, beberéis alcohol, si no dormiréis. Los diarios de Europa inquietan con el relato de saraos, exposiciones, conciertos, carreras de caballos, lecturas y estrenos. Del mundo aquél sólo el tapete verde de una ruleta consiguió Tenerife. Y la policía la desarmó, mientras mi permanencia en las islas, bendita casualidad. ¿Qué hacer? He aquí la pregunta de cada día, de cada hora, de cada minuto. ¿ Qué hacer ? Los infelices tísicos, en compensación de sus fatigas y una yanta más mecánica que nutritiva, porque nunca el agua caliente cría peces sabro- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 62 KEDERÍCO GARCÍA SANCHIZ SOS, ni la lava pastos para el rebaño ; con el re-gfusto de las conservas, han de soportar el arrullo de un gramófono, conserva de la voz, y los volatines sin fortuna... Languidecen, se marchitan, bostezan, se desesperan... Cuando yo embarqué para la Península me dijeron que «e aficionaban á inventar y comprobar solitarios de naipes. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 SANGRE SOLAR Cielo azul, tierra de oro, mar esmeraldino: en el horizonte unas triangulares velas blj.n-cas : en el aire un revolar de palomas : una torre, seca y morena como un orejón, rueda unas campanas ; y canta el bronce musical... Deslumhran multitud de cúpulas con tejas de colores, bamboléase la nieve de ropas puestas á secar en los tendederos ; el sol se quiebra en las vidrieras de los quioscos que llaman mi- ^aniares: la fundida estatua que corona la catedral, resalta en negro al recortarse en la diafanidad... Hay largas tapias en calles de un poético silencio, por las que asoman cipreses y en las que se derraman pasionarias y olorosos rosales. Hay unas plazas que forman entonados caserones con ventrudas balconadas y patios en que unos domésticos de chaleco rojo y polaina ave- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 64 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ llanadaí, cepillan y lavan los caballos y ios carruajes, y en tomo se cimbrean los galgos aristocráticos. Hay un callizo que tiene un nombre arcaico y gremial, y de los desvanes siempre caen tonadas antiguas sonsoneadas á coro al compás de unos telares ; de los asotanados cuartos bajos constantemente suben cánticos, golpear de martillos y risas; en un trecho detienen al curioso caminante tres, cuatro puertas con aspecto de no abrirse nunca: son almacenes de especicis, trascienden á canela y á clavo : otra da un grato olor de café crudo. Hay en una revuelta un retablo de la Virgen, con su lámpara bermeja y aguda como el corazón, con unos ramos cónicos de dalias ; á su pie rezonga un mendigo de barbas negras y chapeo, de carnes como la madera de una castellana talla, ojos de bandolero. Allí junto, entre unas acacias de bola, juegan unas niñas al corro : Yo me quería casar con un mocito barbero... Hay una iglesia muy antigua, con unas cortinas verdes y los anuncios de las novenas y devociones pegados con obleas en un portón ; caí •! atrio de mármol obicuro que el © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 6j tiempo emblanqueció flota aroma de incienso y se ven diseminadas ramitas de mirto y al-bahaca; espera un coche familiar tapizado de damasco eminencia; entran y salen las beatas con unos levilines y unas lustrosas llaves grandes, y se paran y escuchan á un sacerdote gordo, que airastra los pies, y que se quedó ciego, casi ciego ; un joven pálido con una corbata de garabato, le sirve de lazarillo. Hay un mercado como un zoco árabe, con sus gritos, su desorden, su promiscuidad, su bullanga de fiesta meridional. De allí salen los pregonemos de las canturias moras y la estatuaria postura griega, el pescadero, el florista, el laña-dor, el horchatero, el escobero, el que vende palmitos ó miel ó caza muerta... Recorren la ciudad y por un instante alteran el somnífero arrullo de un piano que hace escalas, de unos palomos buchones que se regodean, de un loro en su alcándara, allá olvidado en un mirador... Las tierras del sol: Málaga, Valencia, Ñapóles, Florencia, Sevilla..., todas, todas ¿no guardan tales recuerdos de los tiempos que más las definieron como claras y rientes hijas de Apolo ? ¿ Falta acaso tampoco el suburbio popular de las guitarras y las tabernas, las mo- 5 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 66 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ citas más guapas, y las abuelas más pilongas, y los chaveas más diablescos y la gente del bronce, ese arrabal que suele presidir el Matadero, con su cabeza de toro en piedra, como un símbolo, en la fachada ? ¿ Alguna entre las demás no posee y se ufana de sus jardines, de sus alamedas y recreos, con la fuente monumental de «Las Estaciones», clásico y simple alabastro que los años doran, con sus ramilletes de adelfas, sus arriates como aquel del abanico y otro que ñgura un reloj, y, en ñn, la pista llena de berlinas, jardineras, galeras, cestos ; los brutos redondeados y lustrosos, los lacayos con cara de onza y unas libreas verde-botella; y adentro un marqués que aún conserva la Luchana y un bastón de Indias ; y á su lado, con una flor en la cintura, una de esas odaliscas cuyas antecesoras el siglo de los Felipes bautizó, tibiamente perezosa, y la cual esparce la descuidada voluptuosidad de su mirada por el firmamento que se arrebola con magnífica lentitud?... Las tierras del sol, ; las floréales, las nupciales, las arqueológicas, las músicas, las del rumbo, las del color!... Canarias es un dominio del sol. Y él, ¿es un © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 67 dominio de Canarias? En verdad os digo que en ningún favorecido lugar se aparece con tanto ímpetu como en el archipiélago atlántico ; no se diría sino que al gusto y uso africanos, pues frente á la morería se halla Canarias, el sol se disfrazó de sultán, y reunió en un lecho de espumas siete doncellas que amar y enaltecer poderosamente. Apasionado mayor de las islas, ni el mismo Océano que las cuna y aduerme con su oleaje, al par movimiento y voz, ritmo el más vital. Pero las doncellitas no acertaron á enseñorearse de su dueño, y una inconmovible esclavitud las aniquila. Y nótese cómo la principal ventaja de su riqueza acabó en una afrentosa ruindad. ¿ Por qué los isleños no prepararon sus montañas y sus valles para que los preñara y adornase fascinado el padre universal? No. supieron jamás lograr un bosque, la ofrenda y el pago de sus caricias. Si proponéis una explotación, poblar de árboles las cumbres calvas, plantar y fincar los desiertos con viñas de malvasía, encogen los hombros, responden con maldiciones á la lava que cubre el suelo dondequiera, se cansan antes de principiar. En balde les advertís que llovería si se encrespa- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 b8 t-£^DEKICO GARCÍA SANCHU sen las frondas, y el a£[ua duplicaría la* cosechas, y 9e dulciñcaría el clima aún más, y au-mentaríanse los vapores en la dársena, y tintinearía el oro en aquellas mesas de café á que en extremo se aficionaron... La fuerza, la violencia, la fecundidad, ¿ no caracterizan á las tierras del sol ? El archipiélago se cultiva á trozos, arbustos solitarios en un apagado hogar de fragua... Otros bienes que á sus predilectos procura la luz son la galanura, el fausto, los jardines, el bullicio, los palacios claros y alegres, las zambras, la majeza, la policromía, el brillo... Después del vigor, la gracia, en un helénico equilibrio. ¿Y cómo se alumbrará la madre Pipota sin su candil ? Si los isleños menospreciáronse de enriquecer el país, ¿ qué les resta para el regalo y lujo üe lo superfluo ? Si no cae el agua ni surge del fondo, ¿ qué regia fuente de tres tazones y cien chorros se podrá fabricar, aunque la diseñara Leonardo redivivo ? ¿ Qué terraza de jaspes, á la moda de Florencia, se construirá en el punto que la escoria toca la fimbria del cielo, cerrando el horizonte como una chinesca muralla de lo horrible, inútil y sat^il ? ¡ Ah, si le naciera © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 BN LAS ISLAS CANAKIA8 un pinar de terciopelo, con sus arpas !... Salvo un ingenuo, un modestísimo y provinciano parque, que aderezaron aquellos ministros de Carlos III, los que se creería que los repartieron por una circular de la época, muy vanidosa de su sello real, no ostenta la primer ciudad de las islas una avenida de plátanos, castaños ó laureles, una arboleda, por acabar en una palabra. No sonríen las poblaciones canarias. Desconocen la amenidad, la lindeza, la elegancia, el urbanismo... Recapaciten que se les exigirán responsabilidades de su tesoro de calor y transparencia... Y acaece que con el absoluto desdén al aza-donazo y al encanto de la amabilidad y los refinamientos, el país se empobreció y entenebreció desdichadamente. En la vía de la Oro-tava se alinean los mendigos, y asaltan y obsesionan con sus lágrimas al forastero. España confió á las islas la misión de adelantar á la joven América una muestra de la hospitalaria cultura europea ; ¿ por qué Canarias presenta en la vanguardia una miseria, un descaro, un indigno memorial ? El empuje y la energía solares que no domeñaron y aprovediaron los indígenas, se les vuelve en contra, y les infil- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 70 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ tro una indolencia ya heredada que produce el sopor. Así les desposeyeron de los muelles, y de las grandes y la mínimas industrias. En los bancos de la plaza tinerfeña de la Constitución, perennemente hallaréis desceñidos y engarabitados dormilones. Las denominadas clases altas ocian volteando los dados en unos casinos. Afirma la sabiduría popular que el ocio es madre de todos los vicios ; sus nietos son la ignorancia y la indeferencia, su tataranieto..., un valor negativo. ¿ Qué iluso, después de esto, esperará toparse allí uno de aquellos palacios con pinturas y medallones al fresco en el frontis, con una escalinata ancha y graciosamente curva como la cola de un manto de emperatriz ; con una huerta que oculta un templete del amor en una roseda; con una cochera ceremoniosa de carrozas, cuyas portezuelas lucen tornasoladas conchas seculares ; con una galería de cuadros del Renacimiento, y una sala en que se reverencia el clavecín de Sebaistián Bach... ; uno de aquellos palacios claros y alegres, en suma, que perpetúan la gloria ilustre y la pompa de las gentes y los pueblos que los edificaron ? ¿Cómo exigir á una muchedumbre cha- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 71 fada y oprimida por mil soles, el regocijo y la vivacidad inmortal de otras multitudes que parecen la espuma de su sol, uno y soberano? Avanza la hora de Florencia, y no se tiñe de púrpura un rococó alabastro, el granito de una almenada torre heroica, ni se inflaman como antorchas unos cipreses, ni se truecan en rubíes los brillantes de un surtidor, ni alienta el mármol de una desnuda estatua con la sangre de una mitológica carnación... Villas sin callizos, la revuelta de la tapada, la encrucijada celestinesca, los hidalgos soportales, la plazuela de los autos de fe y el raso de la horca... ¿ No tiene historia Canarias ? No tiene arte, estilo, personalidad; no tiene civilización... Ofrece la rareza de que en una tierra del sol no palpite la a sangre solar». © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ALEMANES EN LA ORATAVA i Oh, el bochorno de esta noche africana ! Grandes y lechosas estrellas palpitan como el corazón ; suena el mar como el viento que tañe muchos acordados pinares ; la espesura enigmática de unos jardines envía el ardor de su aliento perfumado; torpes y cálidos abejorros revuelan en las tinieblas y tropiezan en mi cara y en mis manos que los atraen con su claridad ; los grillos chirrían en la verbena de las luciérnagas; las gruesas gotas del rocío revientan á mis pies... Con una mantecosa blandura se eleva entre los árboles, que lo mellan á bocados redondos de sus frondas, un palacio de dos alas, con unas torres y un patio inmenso y suave de c^ped, hasta el que descienden ampliéis esca- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 74 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ linatas de mármol. De trecho en trecho, un poyo que imita una columna, y sobre el capitel una canastilla con un rosal. A mis espaldas sale de un artificio de ciprés recortado un triple surtidor con su reir de ninfa. El alcázar trae el recuerdo de la mole de ladrillo rojo que habitaban nuestros reyes en Aranjuez. Las macetas, con sus volutas y relieves al estilo borbónico, y los enanos laberintos italianescos completan la versallesca remembranza. Un ala del edificio tiene encendidos en carnoso color de rosa sus altos ventanales. A intervalos se oye una música tras los vidrios, y pasan abrazándose y rodando unas sombras negras. Sigilosamente se abre el portalón, y se escapan los trinos de la flauta como un pájaro que huye cantando. En seguida la sordina otra vez, y se apaga la grieta de luz que acababa de romper la obscuridad de ima galería desierta. Y á lo largo de la nave, misteriosa bajo el fulgor de los luceros, deslízanse unas sombras blancas... De repente... ¿qué es esto? El patio todo se ilumina con una lumbre espectral. Las arcadas del claustro profano marcan su vuelta en las losas. El palacio se corona como de escar- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 75 cha. Divide una pared un descomunal cartabón que refulge. Brilla el rocío en las escaleras. Yo mismo me contemplo caricaturizado en una disforme silueta tumbada en el césped. i Qué es esto ? Miro arriba, y el firmamento está radioso como la capa del mar. Busco, escudriño... ¡allí! Prendida en el tinglado de unas chimeneas que alguien dispuso igual que los escalonados tubos de la siringa, hay una luna llena, carrilluda, buenaza, del color del pan, que no sé por qué me da unas tremendas ganas de reir. —Bon sotT, la lune!—exclamo como en Verlaine, en Fétes galantes, el abate borracho. ¡Bon soir ! Y me retiro muy tieso, muy grave, perseguido por el coro burlón de los grillos, sintiendo alejarse la musical alegría de la ninfa que guarda la fuente del triple surtidor... i Oh, la sensualidad de los nocturnos africanos, aquí en el famosísimo valle, aquí en el puerto de la Orotava ! m * El valle explaya su verdura isla adentro, hacia el Norte de Tenerife. No temáis, iin © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 FEDERICO OARCiA SANCHIZ embargo, que la cxoirsión resulte la carrera de obstáculos que suele emprender el turista dr los lugares célebres. Un viaje á la Orotava no encierra trascendencia ninguna, ni siquiera la de instruirse. Nunca será una peregrinación. Sólo se encaminan las gentes hacia los platanales éstos en solicitud deí deleite de una vida ociosa y de lujo. La Orotava, al fin, es el oasis de la desolada isla: clima dulce, panoramas, florida la tierra... Y sobre todo, que nuestro vigésimo siglo eiiropeo, representado por los alemanes, se ha apoderado del Paraíso tinerfeño, ha descubierto el sentido de su relativa mas armónica abundancia, y lo civilizó y educó pensando en el viejo continente, lo llenó de confort, aquí exótico, y en suma, aportó la silla de marfil que Emersson demanda para contemplar con comodidad los amados pinos. Yo fui á la Orotava en un cochecillo de dos ruedas, del que tiraba un vivaz galgo, que no un rocín. El amo del tílburi guiaba ayudándose con un látigo fino como un cabello, y el corcel braceaba en una gimnasia de gentileza, y devoraba el camino, entre el tintineo de dos enormes faroles. A la izquierda ascendía el monte con frutales en su rosácea © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 77 primavera y choras humeantes. De cuando en cuando un pastor con unas pocas vacas. Desollados eucaliptus y jugosos y espesos laureles de Indias pueblan la carretera de gratos sones, y listan el pardo terruño con rayas de oro, como la piel de un tigre. Allá abajo, muy abajo, á la diestra, luego de un abismo, se derrama el mar, mudo y terso, inmóvil, con unos r^ueros de claridad que parecen las desconchaduras de un espejo, y que delatan la borrasca de un oleaje bravio y encrespado. Nos pasó un automóvil. Unas carretas rurales saludáronnos con una tarda reverencia de los muleros. También topamos un arcaico landeau con unos ingleses. Cruzó galopando un jinete de amplios calzones y fieltro gris, con el monóculo clavado en una ceja. Después fué un ciclista con los mil rayitos que á la argéntea máquina arrancaba el sol. Dejábamos atrás aldeas idílicas, en la tarde que iba muriendo... De verdad, yo había conocido algo así en el ^ouché de alguna revista de moda. Me hice la ilusión de que aceptaba un cqnvite á unas se-inanas de un parisiense castillo en los bosques de Francia. Y miraba con ojos noveleros mi sombra que la última luz perfilaba en el polvo, © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 78 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ con el acampanado gabán, los dedos en una cayata y en la solapa unas brozas y unas miosotis que la silueta errabunda copiaba con prolijidad de miniaturista... ¡ El Teide! Destacado del cielo glauco que se descoloraba, sobrepujando una montañota, surgía un pico, rasurado y agudo, con unas estrías de nieve, j El Teide ! ¿ Recordáis sus hazañas que hace unos meses nos inquietaron y avivaron la memoria de Messina ? ¡ Padre del archipiélago ! Pensaba yo hallarme un barbado volcán, con su cimera de humazo que infestara el aire. Pues no; helo ahí doncel, y que adorna su pecho con joyeles y cadenas de plata de nieve, como un enamorado... En tanto ya llegábamos al universal valle de la Orotava. Fórmalo un hondón que el crepúsculo agranda y magniñca. La masa verde de un platanal de plátanos prietos que caprichosamente se compararían á loros que no hablasen: plátanos menudos, cuando acaso soñáis en gigantes. Plátanos, plátanos, plátanos. En la sima, en los declives, sobre ribazos, en fila, sueltos... De pie en el tílburi, yo vacilo en conmoverme: no me emocionan los plátanos, no infunden el respeto religioso que las © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 79 encinas druídicas, ni la ternura bucólica que los granados y los mirtos, ni el anhelo heroico de un robledal. Aquel travieso caballerete Puk, el •iiablillo de las jugarretas, me insinúa : «¿ Dónde se arrodillarla Humboldt, que es fama ado- '^ó de rodillas el valle ? A mi lado, el amigo mío, revela cantidades, oaraja nombres de monedas, mercados ingleses, créditos, liquidaciones... Sí, afortunados propietarios los del valle, rinden los plátanos una copiosa riqueza en tributo. Pero ¿no ocurre lo •^ismo con los naranjales de Valencia, y sin embargo, también son gratos á la vista, evoca-clores y tema de poetas insignes ? ¿ Estará en 'í'^e los naranjos recuerdan la Grecia, y los plátanos América, símbolo de un exclusivo porvenir bancario que puede no preocupar á mu-chas gentes? Entonces: ¿ no merece el valle su nombradla *n vasta? Tan vasta, no. Loa y acatamiento ^' se le debe: poco á poco el paisaje se nos Cíela por la retina y arriba al pecho ; impre-lona la profundidad de la hoya, la manse- ^mbre del Atlántico que muere en una playa Pucnosa, el cerco de una cordillera procer, y M^el pJcQ fjg] f eide que conforme lo examina- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 8o FEDERICO GARCÍA SANCHIZ mos nos admira más en su falta de tramoya y aparato, con su escueta sobriedad. Encanta dominar esa escenografía casi titanesca, de lo alto de un tílburi, y terminaremos apasionándonos por los silenciosos doseles que despliegan los plátanos á lo largo y lo ancho del valle. Porque en la cumbre del puerto esclata-ron las luminarias de un soberbio edificio, á través de fastuosas frondosidades. He ahí la Europa colonizadora. Precipitamos el agagal-do jaco hacia el solitario alcázar, y ya el lucero temblaba en el crudo azur, cuando penetramos en un patio inmenso y suave con el césped, esmaltado de rosas que bordean amplias escalinatas de mármol. En el momento que nos desentumecíamos principió á alborotar un tam-tam chino ; á su conjuro damas escotadas y ge*'^' lemei de smoking apareciéronse en las gal^^' rías y se dirigieron á un esplendente comedor.- En medio de los plátanos, luego de la com'' da, la aristocrática multitud dijo y cometí" rabelesianas locuras, donosuras de corneo'^ shakespeariana, rimas de Heine. ¿ Cómo n° apasionarse del bosque que ofrece en su seno en vez de setas venenosas una guirnalda "^ ondinas del Rhin y unos faunos como los <^^ © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 8i pintaba Boecklin, nada helénicos, faunos focas, que disparatando en los humanos juegos inventarán uno divino...? Va te contaré, lector, el idilio de los ingleses en Canarias. Aman la sencillez. Toman ^1 sol como los lagartos. Vagan en el ensueño ^e la luna, rumiando la nostalgia de los días ^^ que sintieron la de estas tierras. Hasta en. '3- cantina de un Club, donde yo he chocado ^'gunos rusos y algunos whiskie and soda con '^^ntenares de rusos y whiskie, en los veladores con ceniceros de reclamo y presididos por el •"^trato en relieve de su rey, beben sin inmutar- ^ copa tras copa de sus ponzoñas y elixires ^^c siempre tienen color de guinda ó de bar- '^! y ya ahitos, se quedan en mangas de ca-insa y riñen una partida de billar, ó abrochán- '^^^ la americana sé lanzan á la calle, enhies- °^ y solemnes como un pompón, mas con la 'airada de un cordero. En la halagüeña lati- ^> en la diafanidad del archipiélago de las ^te islas, los ingleses se desvanecen en una ^stencia escurridiza y sedosa como la caricia 6 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 82 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ de una mano sensual á la muda y mórbida cabellera de una deseada mujer... ¿ Por qué los alemanes, que entonan un himno gemelo del inglés, al izar la bandera, y que prorrumpen también en burras ; por qué los alemanes no sentirán lo mismo que los ingleses, con aquella extática y casi mística simplicidad sabrosa, el resplandor y las indolencias de los países del sol, sino que por el contrario chillan, ríen, brincan, se aturden, trotan, bailan zarabandas y tarantelas, y el suelo tiembla, como la tarima de una barraca, bajo la fortaleza y el torbellino de los ferreteados zapatones ? Una colonia de ondinas, y faunos y silenos con demasiada grasa, se apoderó del valle- El palacio borbónico, á la risueña y encantadora luz del nuevo día, desciende en su H' naje regio, y realiza en cambio uno de esos novecentistas proyectos que publica la arqui' tectura nórdica en sus revistas de arte decorativo. Se trata de un hotel, blanco y simétrico, rodeado de una selva, por dentro Versalles- Acodado en la ventana recorro con la vista la abullonáda pendiente del cerro. El camp'' se transfiguró. ¿ Talaron y soterraron los plá' © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 83 taños ? Por doquiera, palmas, laureles, pinos, extrañas y corpulentas camelias, y un boscaje raro que evoca el fondo del mar, un enano boscaje de arbustos retorcidos y espinosos de África, sierpes vegetales, erizos, alfanjes mo- '^os, sierras, parodias de anticuados y curvilí- 'leos instrumentos músicos, monstruosos corales verdes: sin un rumor, sin una vibración "^1 un movimiento: se creería que va á despe- •"ezarse con los mil tentáculos. Contrasta con ^^ sueño incomprensible la viveza de las ro- ^^s, los geranios, campánulas, pasionarias, azucenas, violetas, lirios, un Abril de parterre junto á un Agosto de jardín botánico, y por ^•^cima un sol de miel, púrpura y ámbar. La tiranía destócase sus nieblas mañaneras con ^nguida beatitud. El océano semeja una gasa ^leste en la que olvidaron unos encajes. Se es- *^"^njan los pájaros y quiebran sus piídos. Una t'Ostrera gota del relente, (]ue no se evaporó, fone la magia de un arco iris microscópico so- ^ una carminosa hojuela... ^^Igo para saturarme de la castidad de la uriana y respirar el sosiego del aire, y enfilo prolongado corredor que un fámulo encera ^ando las botas que aguardan betún á la © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 84 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ puerta de cada dormitorio. Una madama escapa sigilosamente del gabinete del pedicuro. Atraviesa una camarera que sostiene en la punta de sus dedos un servicio de te. En el vestíbulo, recostado en un diván de mimbre que acolchan rameados almohadones, hallo á un amigo mío, un tcabezota» de doctor que me presentctron durante la velada. Os prometo que entre los ingleses no faltarán sus acreditados excéntricos. En un cotarro de alemanes no podía mancar uñ ilustre doctor Topsius. Mi amigo es un naturalista, que dedicó la mitad del armario ropero para la levita y el frac, y la otra mitad para los pedruscos y los bichos que colecciona. \ Bravo doctor ! Anoche, la cantina del hotel, que gobierna una pizpi' reta Margarita, cuajó en una orgía sorda de gentlemen. La luna llena, en el hueco de un balcón, enriquecería su álbum de homenajes- ¿ Quién no le arrojó un suspiro ? La pequeña Margarita defendíase á grititos y arañazos contra el ansia de todos por besarla. Dos venerables abuelos volcaban los dados, y ^"^ barbilampiño doncel, golpeándose la inmacU' lada pechera, encaramóse á una mesa de bíH^í y recitaba versos... Se hablaba alemán, ii^' © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 £N LAS ISLAS CANARIAS 85 glés, francés, español... Al improviso, atrepellándonos, como un carro cuya caballería se desenfrena, precipitóse en la cantina el bueno del doctor con su frac universitario y una manga de coger libélulas y mariposas; una amarilla volaba en las lámparas; siguióla con inspiradas pupilas el sabio y al remate ca.yó en la red el insecto y se marchó mi doctor rezongando latines, con un olímpico desdén para las carcajadas que estallaron á sus espaldas y para el vals que en su cara rizaban y desrizaban, un poco más allá, la flauta ^on sus trinos, el piano á picotazos y un vio- ' n c e l o que razionaba y un violín seductor, i Topsius de mi ánima ! Topsius, más doctor 9ue Fausto, que hubiese cedido á la tentación •^cl placer y la juventud... En la ágil molicie de las horas alondras, el "uen naturalista, enfundado en una bata de ^'lo. leía en la panza de un volumen. Le inte- "^umpí y nos saludamos. Se inició una plática ^^ generalidades. Una recua de enflocados snillos que acudían al hotel para alquilarse excursionistas, sirvió de pretexto á una con- ^rencia del sabio, que la coronó con una in- ' 'untaría respuesta á mi asombro por los va- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 86 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ ríos efectos de las tierras solares en germanos y anglosajones. —Alemania—dijo Topsius—envuelta en sus brumas, torpe por la pesadumbre de sus fríos y su barbarie, y al par académica y estudiosa de la antigüedad, se enternece al recuerdo de la risa de Grecia ; la risa de Grecia, que en concepto de los investigadores significa equilibrio, transparencia, salud, cultivo, comprensión, serenidad. Pero los turistas confunden el zángano y su Beocia con la abeja ática, y un trozo de azul y una flamarada de oro les basta para considerarse ciudadanos helenos, sin que exijan jamás una mayor exquisitez de detalles en el pastiche; y creen que la risa de las bacanales es la risa de los griegos ; y cómo Alemania entera se enternece al nombre de Grecia... Calló el doctor y fijó en mí una mirada gatuna ; á pesar de las mariposas de la víspera, no aseguraría yo que el tío aquél no mc t tomaba el peloi. * —Bon soir... Era el décimo saludo que dirigía á la luna, © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 87 siempre en las chimeneas, emboscada como amante que acecha la inñdelidad. Gané una de las escalinatas y entré en un pintoresco y caprichoso hall. Al pronto me cegó la especie de árboles Noel de luminarias que simulan 'as cristalinas arañas pendientes, y su multiplicación en los espejos y en el charolado par-luet que se dilataba por sucesivos salones con 'as puertas abiertas. Después vislumbré en su Perspectiva el arrullador sexteto junto á un in- 'iienso ventanal claveteado de estrellas, al socaire de la tapa de un piano de cola. Algu- •^as parejas danzaban, y las faldas femeniles, *^on la velocidad de las vueltas, ceñíanse á los "Muslos, y en los bordes se explayaban como *s flores que llaman campanillas. Avanzaba valsando sola una figura de amazona, rubia y •^a; dos rivales se echaron á recibirla, cho-aron los tres, y unas rosas que ella llevaba el pecho, se deshojaron y llovieron lentas ''^o plumas de un palomo que hirieron en ^1 tiro. *-" el hall tertuliábase con un velador de 'ttibre al centro de cada corro. Dominaban 'os hombres los rostros de una bermejez de S'^' y las pelucas blondas. En violentísi- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 88 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ ma contraposición, varios gentlemen africanos, gente del valle que asiste al sarao del hotel, con sus testas morenas y el pelo rizoso, ponían un ascua en el tono frío y auroral. Unas mujeres parecían abanicos inmensos, gayos y madrigalescos abanicos Luis XV. Semejaban otras pavos reales. Otras una septembrina vara de nardos. La estatua que el alba anima y enrojece... He aquí las ondinas fuera del río, con los cabellos secos. En la amplitud descuidada del hall, las ondinas mezclaban y borraban sus remilgos y reparos de judías, católicas ó protestantes, apuraban vasos de champagne y fumaban cigarritos de que fluye un humo sutil- A lo mejor se levantaba una, arrebozábase en el chai, cuya flora de lentejuelas fosforecía, y atravesando el baile internábase en una estancia diminuta, que con sus divanes turcos y sus apaisados espejos de óvalo, tornábanos á los románticos dibujos de Gavarnie. De una discreta penumbra destacaba un tapete verde,. la ruleta, en una palabra. La ondina sentábase y señalaba con lápiz en los cartones ; sus ensortijadas manos con las fichas, mentían el na' car portador de las perlas; los espejos, q^^ © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EN LAS ISLAS CANARIAS 89 añoraban el miriñaque y las cocas, copiaban su escote de la espalda, recortado como un corazón de baraja francesa. Chupaba eternamente los cigarritos con sus cintas de humo sutil... Al ardor de las tierras solares, cubrióse de un tenue sarpullido su nivea epidermis, y obscure-ciéronsele los párpados como una rosa te que se mustia... ¡ Alemanes en la Orotava ! Rabclesianas locuras, donosuras de comedia shakespearana, "mas de Heine. Bulliciosa alegría de vivir. La risa de Grecia... Esos gentlemen africanos que negreaban en el hall, guardan multitud de fotografías de diversos parajes, pom- Pa de los kodacs teutones, al dorso de las cuales, escrito en rasgos de una femenina indecisión, se lee: Orotava—Teneriffa—Sais- ^°^, igio; y cierran la frase signos admirativos, reveladores de la más profunda ventura... (Orotava, en el Ht^mboldí.) © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 EL CASTELLANO LEAL Y dice el conde de Benavente por boca del duque de Rivas, y en romance, para mayor casticismo y dignidad: Hola, hidalgos y escuderos de mi alcurnia y mi blasón, mirad como bien nacidos de mi sangre y casa en pro. Esas puertas se defiendan, que no ha de entrar, vive Dios, por ellas quien no estuviere más limpio que lo está el sol... i Ignora alguien la hazaña de Benavente, cuando el cesar Carlos V, «en España era pri- "leroi, le envió por huésped al gran Bor- '='ón, que gozóse en ver prisionero á su natural señor; y que á Toledo ha vtnido. ufano de su traición, para recibir mercedes V vtr al Emperador...? © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 94 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ El altivo y escrupuloso procer le abandona su alhajado palacio, y el francés hizo mansión en Toledo, del noble conde ocupando ¡os honrados aposentos. Pero la noche en que los dejó vacíos, y partiera con sus capitanes todo afectado de orgullo por el abatimiento y castigo del de Benavente, turbó la apacible lunj un vapor blanco y espeso. A poco rato tomóse en humo fecundo'y denso... Después en ardientes chispas y en un resplandor horrendo... Y al fin su furor mo.\irando en embravecido incendio, que devoraba altas torres y denumbaba altos techos... Con esta acción tan ilustre, el venerable conde de Benavente dictó á su tierra un inmarchitable código del honor de la hospitalidad. En compás y tono más familiares, aquel relato sobre la lucha entre el hidalgo y el labrador para ocupar la cabecera, ¿ no indica bien á las claras cómo deberá mostrarse y llevarse en un convite la cortesía española ? Y en caso de © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA 95 alojar á personas de calidad y poderío, ahí el alcalde de Zalamea puede servir de guía y 'lorte á los demasiado humildes como á los desmedidamente vanos. Por lo que toca á la abundancia y al amor con que se reciban los extraños y de fuera, gratos y pródigos ejemplos hay en el Quijote, desde el de los pastores ^ue no poseen más que un puñado de bellotas, "asta el del rico caballero del verde gabán, con sus tobosescas tinajas en el patio, visión tranquilizadora y casi nutritiva. Un castellano, un español leal, entonces, no ha de compartir su mesa con las gentes malas y descalificadas ; acatará y enaltecerá al huésped, ^'n sublimarlo al extremo de que venga el ami- S"^ dz la calle a parar en amo de nuestra casa, y desconociéndola tenga que «hacer sus hono-res », según el dicho corriente; con los sober- ^•"•s y magníficos no quebrarse de una reve- ^ncia, tampoco envarar el espinazo: la llana y grave dulzura de Pedro Crespo; y en la a el estimado y defendido pernil, y para •^spués la más suculenta gallina de la corra- '^'^a, y ej, [^ tertulia nuestra, el asiento pro- P'o. ya que no la silla tradicional de los pajareas del hogar ; y así al estilo procúrense © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 96 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ al forastero regalo, amenidad, abundancia, contento y placer. Muéveme á escribir lo que va, el espectáculo que, no sin rubor y cólera, presencié en las islas Cnarias. No es que amparen y eleven á un traidor, es que los isleños mismos son sus traidores. ¿Por qué prefirieron descender á fondistas y y hosteleros de Inglaterra, cuando podían mantenerse en una igualdad con sus visitantes, y no que se rebajan á criados, y llega á regir sus actos un mandato ajeno ? ¿ No significa desdén y menosprecio para los hidalgos de la Península, que en el archipiélago no vivan los ingleses como alojados, sino, por el contrario, nosotros hemos de cambiar los usos y costumbres españoles y meridionales por los del Septentrión ? ¡ En un lugar hispano y meridional ! El ordenamiento y distribución de las jornadas obedece á un método inglés. Almorzaréis á media mañana, el te á las cinco, ^^ comida en punto que anochece. En los re^- iauranís y cervecerías, la lista está compuesta de exotismos. Administra y vigila el ceremonial de las festividades de sociedad un sever'í> © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA 97 Juicio nórdico: prohibido el smoking en los bailes y saraos la pechera blanda; ¡ ay, y Cotno se cuela ahí un chistoso iberismo, rema- '3-ndo los fracs con gorras y canotiers! Jorge ^'^uminel, en Canarias, se pasea por las calles ^^ frac y gorra velluda... No creáis, sus desazones y pesadumbres aca- '^^a á los isleños la manía de anglosajoni- ^^rse. Forzosamente las oñcinas, tendejones y "^^spachos laboran en lo engallado y corajudo ^^ sol. ¡ Imaginaos, si en el bochorno de un °^^dio día agosteño, entre la reverberación de la''• s calles que humean, os encomendasen hallar y co.^egir la falta de una suma, desalojar los anaqueles de su carga de paños y extenderlos ^ el mostrador! ¿No alcanzó ya autoridad de aforismo y no ^ complace en afirmarlo cada vez más la expe- ^^^ncia, que la diáfana frescura matutina ayu- ^ y estimula á trabajar? La hora de la chi- Ch "arrera, esa fogarada, esa incandescencia uni- ^'"-3-1 ¿no entorpece y dificulta la máquina ^mana? Duerme la naturaleza. *Desde el hombre á la mosca todo se enerva...* "ues ¿y qué espolear de precipitaciones © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 98 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ é impaciencias existen donde las tardes permanecen suspensas en su arrebol como en un éxtasis y eternizan su clara luz ? Hablo yo, sentido como español de que las islas renuncien á su abolengo y á conquistarse una personalidad, y de que así olviden la postura señorial y afable que les corresponde, envenenadas por la codicia, ambiciosas de lucro como los cuervos mercaderes. Miren de no caer, por la corrosiva obra de las complacencias, en una irremediable pobreza del ánimo, en ciertas aptitudes para la servidumbre, en la esclavitud. No se comprende la entrega al forastero del espíritu, las libertades, el pasado, el presente y quizás el porvenir,- además del pan, la sal y el agua simbólicos. Y que el oro inglés, convencido de la grandeza de su imperio, no se conmueve ante las más abnegadas sumisiones... Un castellano, un español leal, procure ^ su huésped regalo, amenidad, abundancia, contento y placer. ¿ Será preciso advertir que si vergonzoso y avariento parece el descuido de cualquiera de las enumeradas atenciones y observancias, no menos se condena la lisonja © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA 99 hiperbólica, un adulatorio condescender y soportar ? También los clásicos definieron y explayaron este por lo común ganancioso arte en un libro : La Celestina. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ANDALUCÍA. AMERICA Como la blanca Cádiz, como Sevilla, Icis ciudades canarias deben admirarse desde lo ^Ito de una torre, en el barquichuelo de un &lobo, asomándose á una nube; y que funcionen de cicerone las golondrinas: con su ternura y delicadeza, los pajaritos amigos de Jesús saben mostrar entre innumerables azo- *^eas, patios, cierros, rejas y jardines del Guadalquivir, todos iguales los unos á los otros, •^üal oculta á la tataranieta de la guapa Rocío " Dolores que sirvió de modelo á Murillo en su ""Hsima Concepción. Como Cádiz y Sevilla son Las Palmas y ^*nta Cruz, apaisadas, claras, sin tejados ver-inosos y parduscos; ¿ recordáis la glauca y ^defta llanura de pastos que se despliega á ^ vista de la Giralda? Parece un quieto y •^nnicio mar; ese mar que desde los campama- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 I02 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ ríos de Tenerife ó la Gran Canóiria, semeja una rizosa y juguetona llanura pradal... Pero no se engañe nadie: si una prístina y resbaladiza ojeada trae la memoria de Andalucía, bien pronto se desmorona la ilusión ; así que por nuestros pasos, deteniéndonos á escudriñar en los portales, parándonos en las esquinas y enfilando los callizos, recorremos las poblaciones del archipiélago. ¿ Por qué la primavera isleña no huele á azahar y albahaca? ¿ Por qué los reducidos pórticos y atrios no descubren el patinuelo á través de una cancela florida y calada como un encaje ? ¿ Y cómo en ninguno se oye el murmurio de una fuentecita de alabastro, bajo un improvisado dosel de palmitos y plátanos en sus pintadas cubas ? Y esas tapias que embadurnaron de un agrio color rosa y que tanto se ufanan con esas enredaderas de borlones rojos, ¿no deslumbrarían en la Bética, con una nivea blancor, y no turbarían los sentidos del caminante con el aliento de unos rosales menudos, y no pondrían en el alma un melancólico deseo amatorio, con su gravedad, su portón verde y un manto de p^' sionajias y jazmines como suspiros ? ¿ Dónde está tampoco la guirnalda de macetas en la^^ © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA 103 azoteas? ¿Y el cierro de cristales que reflejan el sol moribundo y brillan como un incendio? Finalmente, no hay rejas. En Canarias no guarda la mocita, el ruiseñor de la casa, un relicario de hierro, canastillo de flores, red de galanes, cárcel e las sultanas, filtros que con Su trama depuran y sutilizan la bravia pasión meridional, retablo como el que alumbra una lámipara á la vuelta, pero en el que María Santísima, escucha al pecador, se engarza de palique con él, se ríe, llora, besa y mata y muere. En las islas reemplazaron las rejas unas ventanas con unos cuarterones que se abren y cíe- Tan como las tapas de un libro grueso: y ^^ jaula con un jilguero, ni una vara üe "ardos... Dicho se está que no habiendo rejas, no se "alia un enverjado, una veleta, un aldabón, ^ picaporte, un clavo, un herraje de arca, un ^bailete de pozo, nada en suma que los mar- •Jlos de los forjadores crearan para lustre y ^stimonio de una civilización. Este desdén al •erro heredáronlo los actuales canarios de sus ancestrales los guanches, que sólo usaban uten- ' IOS de piedra, en el siglo XV como en la © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 I04 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ edad de las cavernas y las tribus de cazadores y pescadores. El hierro artístico se desconoce en Canarias. En Andalucía, por el contrario, ¿ no se ha hecho siempre un puro adorno y una filigrana de la tosquedad de un lingote, lo mismo si era para convertirlo en una cruz, que en una cerradura ó la barra de un balcón ? Decididamente las Canarias no se hermana con Andalucía. Me presumo que mejor se ayuntan á América, con sus construcciones bajas, sus rúas rectas, sus persianas verdes, sus loros y sus monas en tal cual casa, su flora febril de tonalidad, su falta de historia, su carencia absoluta de monumentos y solares de alcurnia. su ignorancia de los oficios y las industrias clásicos. Aquello del gramófono, que se prefiere al piano, ¿no indica también americanismo? Y la traza criolla de las gentes, y su acento demasiado lánguido y musical, y su gusto y modo de vestirse con los jipis y el hilo y los zapatos blancos de allende el océano... Y el hábito que tienen de bautizarse en la pila o^ San Juan, con empingorotados y resonantes nombres de la antigüedad: Héctor, Aquilea. Andrómaca, Elena, Cayo, Horacio, Tulio-•• ¿Evocación y nostalgias de Grecia y Roma. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA 105 No, sino ansias é invocación á Buenos Aires, Habana y Méjico. Iberia, madre común de tantas diversas tierras, á la hora de cautivarlas las inició en un mismo abecedario. En orden á viviendas cons-truyó .la andaluza, empobrecida, en la redondez de sus dominios... que ya se emanciparon y redimieron. Aquel que todavía permanece ai cobijo español, más que á la Patria, ama á los libertos por natural afinidad de edades., tendencia,'cultivo y origen. ¿No? ¿Pedís una prueba del americanismo en el archipiélago ? Sabed, pues, cómo en un Casino ó Círculo de intelectuales, allá en Tenerife, se ha enarbola- ^o y ondeó á la brisa atlántica, una bandera nueva de las islas, y el estandarte no copiaba atributo patrio, mas en su lugar lucía unas argénteas y rútilas, unas representativas estrellas... © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 SIGLO XVI Andando, andando por las islas al remate descubrí un trozo de España trasplantado, olvidado, mejor, en una hoya. Tropecé con un poblado de un color de yesca bajo las tejas Qiusgosas, ralas brozas en las calles, replazas solitarias con árboles copudos, y á intervalos •lia torre morena cuya cima atravesaba la luz ^cl cielo engarzándose como un zañro en el "Ueco de las campanas. Asi en Castilla la Vie- J^- Y como en la tierra parda menudos y pandos trigales se extendían en las inmediacio- '^^ campesinas. Un lejano ventezuelo, el re- "lusgo frío de las montafiuelas del horizonte •^^lofriaba y esclarecía á ráfagas unos desmedrados planteles. El viajero se asombra de que ^ surquen la inmensidad azul unas cigüeñas, '^'í sus patas péndulas y las alas dibujando un ^^Pricho japonés. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 lo8 FEDERICO GARCÍA 8ANCHI2 Aquel pedazo de Segovia ó de Avila, se llama la Laguna, y está en el lecho seco de varias que habrá no pocos siglos inundaban el hoy verdecido valle. Quiso Naturaleza que en medio de la dulcedumbre y la ardentía solar de toda la isla, el hondón siempre se encontrara frío, casi helado ; no de otra manera cruza el sediento arenal la molla gruesa de una corriente de agua. Como cuando en invierno erraba vagabundo por la segoviana plazuela de Conde de Cheste, seguido de un galgo, hollé hierbas de la humedad, me detuve ante misteriosas puertas cerradas, con telarañas en los badajos y que despedían un rancio olor, sufrí una lluvia ñna y melancólica, y vi esfumarse y desmelenarse en las apartadas cumbres un esponjoso nubasco gris. También sonaban unas esquilas en la población. Me estremeció una desapacible frescor. Pasaron unas abuelas enlutadas y que llevaban cruzadas en el regazo sus manos céreas ó esqueléticas. ¡ Nostalgia de nostalgias ! A la salida de la ciudad discurrís por un ancho y llano caminal que en las tardes buenas sombrean en elevadí-sima nave gótica, los desollados y renegridos eucaliptus; sus descarnadas ramas flotan y d © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA 109 aire las enreda como los cabellos de Ofelia eñ el riachuelo. Grata y ensimismada avenida con un aroma sutil, para el ensueño de los tristes y los ambiciosos. Mudo, blando y abrigado andén que prefieren los clérigos de la arcaica hoya. Lírica arboleda que solloza en el sepulcro del lago y de la ciudad esplendorosa de los antiguos españoles, dos veces enterramiento. .. ¿ Acaso por su condición de camposanto, el señor obispo, un ancianito temblón y risueño, la escogió entre las demás poblaciones isleñas para refugio suyo y floresta de sus deliquios? En verdad añade semejanza de la Laguna á Castilla, el caserón sacro con su balconada Ventruda, el alero de recias vigas, el patio verdegueante, y tras los vidrios unas desteñidas cortinas carmesí. Por las desiertas rúas mar- *^han capellanes de canalón é inflado manteo, ^1 abrigo de los paraguas. Y de cuando en cuando plañen unas campanas broncas, tinti- ^ean unas argentinas, según que las ruede un J^yán de sacristía ó que juguetee con ellas el 'bonancible y sonrosado demandadero de unas "lonjas. Las monjas tienen una tartana mi- "'iscula y que arrastra un caballuco con el pelo © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 n o FEDERICO GARCÍA SANCHIZ á flecos; trashumante despensa de sus orzas de miel y sus confituras, por las que los golosos se relamen como los gatos. Papa chico de este feudo de la religión, el ancianito mitrado con sus brazos trémulos y débiles bendice los curas y los canónigos, bendice los peroles dulces que le ofrendan las madres, bendice, eternamente bendice... Como el de Cristo su reino no debe ser del mundo, y Su Ilustrísima sonríe y no mira aquella tierra muerta, muy muerta, en la que, como en los cadáveres la cabellera, crece un glauco trigal. Fué la Laguna fosa de sus linfas que sorbió. Después sepultó la ciudad que construyeron los capitanes gallegos de la conquista. En el día no resta nada más que la envoltura, al modo que el calcáreo caparazón de las alimañas antediluvianas en los Museos. Por allí apareció en tiempos la vida, grácil y próvida, como boticellesca hada de la primavera que cubre de margaritas el yermo y llena de risas y canciones el espacio. Cuajó el divino afán y el entusiasmo que despertara en las muchedumbres de entonces, en las doradas piedras del colegio italianesco con su hospedería antañOi Instituto provincial hoy, armoniosa dádiva del © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA III Renacimiento al archipiélago, joya de peña labrada como por orfebres, cámaras pensativas y serenas, claustro en que se aduerme la luna, jardín ameno con unos arriates que copian las encendidas rosas del Tiziano, sobre el mismo fondo de obscura hojarasca que tanto admiraba el gran pintor amigo de Carlos V, rey y imperante. La vida ha muerto. Arrebataron á la Laguna •a capitalidad y gobierno de las islas. Los mercaderes con sus talcos pululan en Santa Cruz, donde los divisen y codicien los fastuosos navios hiperbóreos. Del pasado áureo no persiste ^1 cuadro de un insigne pincel, una estatua, "n libro. Los soldados de Fernández de Lugo ^olo eran soldados: sucumbieron á su hora, y ^in obradores y estudios, ya sin alma la ciu- ^^d íbase acabando, hasta que se momificó en Parte y en parte se petrificó. El señor obispo y sus clérigos hormiguean ^ el vacío caracol. Dícese que ocultas en las ^^tanas de cuarterones, hay unas doncellas ^riñosas, con mejillas de nácar; el curioso Sitante no las sorprende asomadas un mo- ^^to, ni escuchó que cantasen acompañando labor de aguja, ni le suspendió el ánimo y © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 113 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ esclavizó la voluntad, acordada música de sus salterios de princesas caídas en un encantamiento. Apagan los rumores de la tierra fenecida esas incansables campanas de las iglesias, unas broncas, otras argentinas, llamando á los viejos, rezagados y sonambulescos fantasmas del ayer... Y esto habla de Hispania en aquel famoso dominio suyo: un cementerio. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 CORREO DE ESPAÑA Así, despegada, crudamente dicen los isletos correo de España, al vapor que cada diez ^ías comunica el archipiélago con la península. ^0 mismo se señalarían los correos de Francia, Alemania, Inglaterra. ¿ Por qué no nombrar '^as propiamente esos barcos de Pinillos ó Co- '^illas, correo de la península, de la patria? los llama de tal manera, ni aun nosotros "^s peninsulares, porque en alas de la añoran- ^^> la frase «correo español», que tantos en Canarias pronuncian con frialdad, significa á 'nuestros oídos el más amable y celestial de los ^•avenimientos. El semáforo, combinando sus esferas y sus '^cezuelos, anuncia la proximidad del buque. ^llá sale á recibirlo una gabarra que desem- °3-rcará los sacos y envoltorios de la corres- P'^ndencia. Momentos después comienzan á re- 8 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 114 FRDERICO GARCÍA SANCHIZ clamar sus apartados los ordenanzas de li'^ cuarteles, del Banco de España, oficinas p;i' ticulares. Gobierno Civil... Todos solicitan el periódico, el libro, la carta amistosa. Por un breve tiempo se rompe el hechizo de vivir aislados, en la soledad menos humana. Correo español representa poseer los diarios de Madrid, la última comedia estrenada que pedisteis una quincena antes, cualquiera menester ó utensilio que no se hallaba en las islas y hubo que encargarlo á la villa y corte, el pliegue-cito amoroso, los retazos de un discurso político que os envía un leal... La colonia nuestra acude y entra á la rebatiña en la bodega de los bienvenidos vapores- Y para el archipiélago ¿trae un latidf), un saludo, un presente, el correo de España? Nunca jamás: él no lo busca, no se lo da tampoco la madre patria. Entristece la indiferencia de los isleños y el descuido proverbial en nosotros. De ahí resulta que se desconoce España; ¿y cómo amar sin previo trato y estimación de bellezas y virtudes ? En caso peregrino los correos conducen á 1*^* muelles canarios una legión de famélicos y ^"' bunos comediantes de la legua, las entecas >' © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA 115 Sombrías cuadrillas de unos toreros novicios y las cuerdas de los deportados, comúnmente anarquistas de Barcelona. A Don Alfonso XIII cabe el honor del primero de los reyes en visitar las Afortunadas. Hasta que lloramos las colonias, España elegía sus funcionarios de 'as islas entre la picaresca y el hampa de levita, los arruinados, los matachines, los rapa- "^^s, gerifaltes de la voracidad que asaltaban 'os nidos sin dejar con cría y huevos ni uno ; y encrespaba su ruta una estela de odios por ^us villanías y sus continuadas majezas. Lue- -^o han mejorado, y muy distinta y selecta "ornada dedica el Estado español á su lejana Provincia. Pero ya se injertó y fructiñcó en los 'sleños la desconfianza, el prejuicio, cierta so- ''•Pada é íntima rivalidad. ¿Y cómo extra- "^arnos, si una eminente autoridad militar fué Satinada no ha mucho á regir aquel país, y '^ando se le presentaban los oficiales pregun-abales en un tonillo de hombre enterado, si ^mandaron su puesto en Canarias, con mayor '"^••ibución y fuera de la garra de usureros y '^srciantes, á causa de tener deudas, conflic-y peligros en la península? • s cree que España no adelantó y que no © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 I l 6 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ logra regenerarse y, sacudir las desgracias y resolver las quiebras del año noventa y ocho. No se teme de nosotros, se nos considera agotados, exprimidos, caducos. Y en inmoral contraste, frente á la decadencia aceptada sin observación ni análisis, sin un rescoldo de afecto, la poderosa y engreída Inglaterra, metrópoli del orbe, ostenta por las islas su ufanía de sentirse gigante, su regocijo, su seguridad de la salud, y cascabelea con las monedas de oro... Los correos se suceden macizando su concavidad con los cables que tienden los peninsulares á la patria. Los isleños ignoran nuestros profesores jóvenes, los artistas nuevos, la ciencia que balbucea, la pujanza y floración de aldeas y ciudades ; el desenterramiento de la-S industrias gloriosas, el orto de los ideales. E" literatura, pongo por ejemplo familiar á nH estudio, no recorrieron más de Echegaray, P^' lacio Valdés y Galdós, si se exceptúa un rama' de la novela que se cultiva ahora con enorme é impúdico éxito. Recordaré que en la bibliO' teca del Casino de Santa Cruz, espuma de la capital, no sospechábanse siquiera los mérito de Bcnavente, Baroja, Azorín, Rubén Dari<^' © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA 117 Juan R. Jiménez, Maragall, Marquina, Una-muno, Machado, Mesa, Díez-Canedo... En cambio no faltaban la obra de Felipe Trigo, y sus imitaciones. Y gracias á las calenturientas mañas de estos agradadores y placenteros, aparece España, la de las azucenas de Santa Teresa y las rosas de Garcilaso, como un maldecido pueblo que entonteció el mazazo de sus martirios y desventuras ; y apagada la lámpara de su espiritualidad, y olvidado el ritmo de sus clásicas elegancias, y empobrecido el idioma, persiste exclusivamente la carne que va embruteciendo una lujuria senil... Recábese de los correos uu lugar, por humilde que sea, en que viaje y se muestre á las ^nultitudes algo así como otra extensión universitaria. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 VAPOR PARA ESPAÑA Se extinguieron el amor, el respeto y la admiración de Canarias á la península. El isleño l o siente nada ante el nombre éste de Iberia, 'demasiado sincero, no oculta su indiferencia, y si no es que se relacionan con las islas, los problemas y asuntos nacionales discútelos como Si se trata.se de la política china. En cualquiera de sus dársenas hay un vapor Mue se prepara á zarpar con rumbo á España, ruede asegurarse que conduce las respuestas ''<• los peninsulares al postrero correo, y las Pi'cguntas de esos mismos peninsulares que de- •^srá contestar el correo próximo. ¿ No embarcan 'sleños para la patria grande? Sí, una comi- ^lon de políticos menudos, tal cual estudiante Qe carreras que directamente ayuda y engran- ^^ce el Estado, los codiciosos de un empleo, 'Sun turista. Viene á la península quien busca © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 I20 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ SU sombra y protección sin condiciones, un refugio en las covachuelas que no le deje desamparado en la ciudad comercial. Los escasos, mas célebres artistas que nacieron en las islas, siempre generosos de su desinterés, también peregrinan hacia España; pero no vuelven, al contrarío que los politicuelos y los burócratas. Ahí está el caso de Galdós, y el de Guimerá, aquél definidor de madrileñismo, éste patriarca de los catalanes. Repite el ejemplo Nicolás Estévanez. Canarias, en su pobreza, es un país mercantil y labrador. Sus juventudes se dedican en masa á mercadear ó cuidan los plátanos y la caña dulce. Forman una especie de senado ideal los viejos comerciantes y los encanecidos agricultores. No son ni el alma ni el músculo del archipiélago, unos oficinistas, unos abogados, unos militares, un puñadito de doctores é ingenieros. Pues bien, ni los comerciantes ni los labradores se embarcan para España. Desaparecieron el amor, el respeto, la admiración. Cuando le a^^cia el deseo de aprender ó lucrarse al isleño, extiende á su vista el mapa universa' y lo examina como UD teclado: nuestra tecla © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA [ 121 siempre falla. La voz de la sangre no ha clamado desde sus entrañas. Dei romanticismo del sacrificio se mofará. La historia no le importa. Ni siquiera sueña un porvenir, sino un presente cargado de riquezas como la cornucopia c'e la abundancia. Y los agricultores parten en bandas á la zafra de Cuba ; se internan en América. Y los comerciantes se orientan en Inglatera y Alemania. Acaso su adolescencia transcurrió en un colegio sajón, y allí han florecido los almendros de su primer amorío, y se ha constituido y cuajado su espíritu, y allá anhela tornar en los ataques de sentimentalismo y morriña. ¿ (¿né mercado puede abrirles España, tan sin dine- •"os ? España queda como una ruina pintoresca para los kodacs de los ingleses. Todo en himno ^ los ingleses. Los isleños remojados en el ^anal de la Mancha, se convierten en voceros ^c la opulencia británica. En opuestas legiones ^Tiban los labriegos con su maravilla que rela- "^^r. nautas cantores de los trópicos. ¿Quién •"^ferirá cosas de España, Hisfiama máter? •'^sí la lluvia comienza en unas gruesas gotas ^sanchadas, y en seguida se espesa y termi- * en un diluvio. Así las solitarias fuentecicas © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 122 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ de las cumbres, con sus chorruelos que se van filtrando y que se llaman con sus cristalinos rumores, al ñn se juntan y surge de un remanso un río constante/ impetuoso, arrollador. Y la roqueña oquedad se llenó de agua, y por ]o> ayer secos surcos se precipita la corriente, } aquella muralla de unos p)eñascos que se sostc nían en un difícil cuanto airoso equilibrio, sucumbe al coraje de la riada, y la riada, asolan :'"i, destruyendo, crece en su furor, y no repos' hasta que se vuelca y rinde en el inmenso \ maternal regazo de los mares... Ya entendéis la parábola. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 LA JACA TORDA Quisiera contaros por qué divertida cuanto terrible rivalidad, entrambas juventudes, la peninsular y la isleña, se odian y, hasta en ocasiones batallan á tiros por las calles. Cuestión de faldas. ¿ Recordáis el vaticinio de mi boda, allá en Cádiz ? Yo no me he casado. Pero el bueno del parlador aquél no se engañaba asegurando que matrimonian en el ar- "^hipiélago muchos galanes peninsulares ; y es 'latural, pues si nuestro temple enamoradizo y 'a^ cálida belleza de la mujer canaria favorecen '<^s noviazgos, un monótono y árido vivir, por •"^t'urso nos conduce en derechura al amartela- '^lento, y sin tentaciones alrededor, pronto se ecorre el camino de la vicaría. Además, las "Mayores y medianas herederas no parece sino "'le están reservadas á los peninsulares. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 124 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ Sería curiosa una lista de los grandes contribuyentes, y al lado sus yernos. No ofenderé, ni siquiera he de insinuar una tenue duda, sobre que influya el dinero en las bodas. Acaece que la doncella rica luce y se engalana con un llamativo lujo, ameniza el paseo, asiste, si le hay, al teatro y resplandece en una platea, baila en las ñestas del Casino, acaso en la lírica hora del atardecer ofrece en el mar la adorable visión de una batelera en una nao como un cisne. En la familiaridad y abandono, una doncella acaudalada sabe mostrarse espiritual, culta, música, narra de sus viajes. ¿ Quién no se explicará que esos gavilane; metamorfosea-dos en cadete uno, otro en alférez de navio con su gorra blanca y su señoril levita, un tercero en un gentleman de frac, se apresuren '^ fonmar la lista paralela á la de los contribuyentes? En la de arriba simulan la gruesa y nudosa cadena de oro del indiano, los prestigios bancarios, los apellidos vencedores y sonoros del archipiélago. El sutil hilo áureo q^*^ cruzaba la ropilla de los caballeros hidalgos en la España de ayer, evoca la de abajo, toda gentileza y gallardía y arrogantes artificio^ aprendidos en el rancio y linajudo solar. Ad- © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA 125 mirable fusión de razas, confluencia engrande-cedora y fecunda... Se comprende en seguida y á las claras el embelesamiento por una heredera; ¿cómo justificar también que siempre salgan elegidos de-las herederas los meritorios peninsulares? El teniente de Toledo, el guardia marina de Cartagena, el novel ingeniero de Madrid, ¿ con qué niagia lograron y pescaron el corazón y la mano de las novias ricas ? No creo yo que el alma femenina sueña constantemente en el enamorado que la adora sin conocerla, y que ha de venir de muy lejos á encontrarla y rendírsele. Tampoco será la ventajosa proporción y corpulencia en la figura, puesto que los varones canarios suelen alcanzar una estatura procer, hablan cantando, mi- •"an que acarician y sus cabellos se esparcen en 'ibres rizos. Todavía menos deberá atribuirse "^^ espejuelo de un jornal; ¿qué inquietan y desazonan á una heredera los metales monedados? Por último, ¿existe alguien capaz de r ^gurarse que se encumbra y distingue á la juventud peninsular por tributario españolismo, ^^ donde tan desprestigiados y caídos an- *^arno8 ? © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 126 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ Entiendan los isleños cómo la culpa ts suya. No se lamenten y encolericen á causa de su postergación: entérense de cómo ellos mismos levantan el trono á sus enemigos. ¿ No ? Prue- \ie uno á pelar la pava con bizarría, arranque, altivez, cierta petulancia y menos apoltrona-miento y pereza. Ya dije que en Canarias no se adoptó la reja, y la substituyen unas ventanas de varios cuarterones. Allí está la dama. De codos en el alféizar, poetiza, imagina novelas, huele una rosa, traduce el sentido de las nubes, alimenta con bellas mentiras su soledad. La mujer canaria, morena, ojinegra, ardiente, (mórbida y apasionada, flor solar, persigue la violencia de los amores románticos, sedúcenla el valor, el peligro, los discuros qu( embriagan, la audacia, el ingenio, el chiste : mujer al ñn, y meridional, casi sevillana, casi cubanita. Vosotros, infelices isleños, ¿qué inventáis que las sugestione, qué hacéis para adivinar su pensamiento y ^turbarlo ? ¿ p'uisteis majos alguna vez ? El novio llega, da las buenas noches, enciende un cigarro ; luego, ¡ manes de Don Juan !, pide... ¿un beso? No. ¿ E^ abanico ó el pañuelo ? No. ¿ Un caprichillo de las pupilas moras? No. ¡Pide una silla! Y la © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAN.\ 127 dama asoma su brazo desnudo, no para que lo mordisqueen ó que ilumine con su blancor 'as sombras ; sostiene una silla, el trovador ¡a coge, la acomoda en la acera, y se sienta y repantiga como un canónigo gotoso... ¿ Comprendéis ahora la inclinación de esa mujer que se llama Andrómaca, mas que ocul- ^^ en el pecho á Carmen, por el peninsular, que ^opió á los jardineros del Alcázar la habilidad en componer ramos de claveles y alhelíes ? *^1 peninsular lleva el rumbo, los coloquios ín- •^•nios con murmurio de agua reidora, el piropo, ^' juramento agitanado, los desplantes, las de- '•ciosas arbitrariedades, los celos, las coplas, una voz que se enronquece en el palique de si- ^^os ; las peticiones desesperadas y agónicas, '^^tvosismos, fustazos, rabotadas, la súplica ^ rodillas, el mimo pueril ; y lo que vale más " estima la hembra de ámbar y sangre de vino ^ granada, el mozo peninsular se yergue ante ^ ventana, pégase al muro, no se mueve por i'^e nc) se asuste el amor, y permanece en su '^beltez hasta el alba, y entonces á la luz nue- Se divisa que ensanchan su cetrino rostro las ojeras de una combatida vigilia. Y 'i 'd cree en la pasión... © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 128 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ ¿ No os convenceréis, amigos isleños, de que, fatalmente, nuestras mujeres, de doncellas suspiran y seguirán suspirando por cabalgar como Doña Leonor en aquella famosa y nacional jaca torda del Don Alvaro ó la fuerza del Sino ? ¡ Oh, cuando el satánico inca prepara la fuga y declama lleno de elocuencia 1 «¡Ángel consolador del alma mía.../ (Van ya los sanios cielos á dar corona eterna á mis desvelos? Me ahoga la alegría... ¿Por qué tiempo perder...? La jaca torda la que, cual dices tú, los campos borda, la que tanto te agrada por su obediencia y brío, para ti está, mi dueño, enjaezada; para Curra el overo. Para mi el alazán gallardo y fiero. ¡Oh, loco estoy de amor y de alegría/ © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 CANCIÓN *¿Diez meses sin divisar una mantilla madrileAa. ni una •palidez valenciana, ni un solo pie andaluz?»—Fígaro.—tCarta á uri^su amigo residente en París. » Por una demasiada ingenuidad pensaba este pobre é inexperto español que os habla, que no se podía sentir nostalgia de los países solares más que en las tierras de bruma, y sobre todo que sin salir de la patria era absurdo echarla de imenos. Pues no ; últimamente y así que hube agotado las pláticas y los entretenimientos que inventaba con mis amigos, y no placiéndome vol- C3-r y rebotar los dados en las mesas del café, 'íi dormir á deshora, se me apoderó la murria, y la voluntad se me iba tras los barcos fugitivos. Una misión administrativa me retenía en ^1 archipiélago. Esa misma misión me llevaba á diario al Gobierno Civil, y por ahí despuntó 9 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 I30 FEDERICO GARCÍA SANCHIZ la desolada añoranza. Soy, como la mayoría de los iberos, un familiar de las oñcinas públicas de archivos, diputaciones, audiencias, universidades. La retina, y desde luego el ánimo, se me acostumjbraron á los armarios almagrados y de celosías, á los sillones de una tapicería verde, á las esteras de junco, al brasero en que se enrosca un gato, al retrato de los reyes empalideciendo en una cartulina que amarillea, á cierto olorcillo rancio, á una luz de un oro bermejino, pátina que toma el sol en las arcaicító habitaciones. En una antigua mesa castellana escribe un hombre con gafas y mangotes, y tal vez aguardaréis á que termine de extender un oficio, sentados en un diván que tiene una sarta de clavos dorados, ya con abolladuras, junto á un clérigo que empuña un rollo de papeles á la manera clásica, sin plegarlos, y que trasciende á rapé. En tales cisternas de la vida nacional hay un descanso V un tradicionalisimo aristocráticos, no entró el tumulto de la calle, el tiempo se destila gota a gota, con una arrulladora somnolencia... Sea la reverberación del océano, ó porque las agrias paredes de los edificios no le entonan, ó en fin que Natura esclarece y argéntea el so' © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2010 ESPAÑA 131 en aquellas latitudes, bufete tan característico y de raza como el despacho del gobernador, no era nunca bañado por la lumbre oro viejo y de onzas que todos los demás. No poco debía contribuir que no se aderezó la cámara con los muebles esos almagrados y verdosos, dos colores fuás españolistas aún que el rojo y el amarillo. La legendaria moda en la península es que los estrados de los políticos, crisol de enredos, red de incautos y alambique, se decore con una gravedad sacra, escenas |
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