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OS ^ . s^ TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO / í f - > ¿ / / - ^ ^^ RECUERDO DE UNOS JUEGOS FLORALES TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO POR RAFaEL aROCHA Y GUlLLaMÁ ( RAM/ JiO) V DOMltiGO CABRBRa Y CRU2 ( CARLOS CHUZ) CON UX PRÓLOGO DE LEONCIO RODRIGUES Y G0N,? ALE2 [ LUIS ROGER) (( 2oAt iTuCifa SftceDu » . » • HIALOGRAFÍA DE LA LAGUNA » ,• *<• » BEXCUMOIO. r: ¿ > ¿ , oSoZ-^^^ PRÓLOGO PROLOGO jEsTÁ escrito, ino sé si en libros árabes o cristianos, que á todo hombre le persigue la mala estrella. La mía, que siempre fué mal. I, reuiíitadamenle mala, me ha sorprendido hoy con un pensamiento abrumador. ¡ Haceiun prólogo!... Pues ahí es nada. ¡ Un prólogo!... Como quien dice: * ánimo, ¡ oh, escritor ilustre!, requiere la pluma y haz un prólogo. » VI [ I PRoLor. o Y aquí tenéis al prologuislo, de cara al papel, con la mano en la mejilla y la mirada en lontananza, pensando cómo salir § lo mejor posiMe de este apurado compro- j miso. I Y.... kiata Je prólogo, iba á escribir i aquí por hábito inveterado. Pero ¡ ojalá ¡ fuera verdad tanta belleza!... I Digámoslo de una vez: mis buenos amigos j- compañeros Rafael Arocha ( BamiroJ y Domingo Cabrei'a ( Carlos Cruz) quieren un prólogo mío para dos trabajos, de que son autores, presentados á los últimos Juegos Florales. Ignoro las razones que haya tenido el Jurado para no darles el premio que, á mi modesto PROLOGO IX saber y entender, se merecen por las bellezas lilerarias que atesonuí, por la exuberancia de imágenes y por la galanura de su estilo, terso, esmeíado, brillante. Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que, si por atrevimientos de concepto, como creo, han sido condenados al auto de fe, un deber de justicia y un sentimiento de misericordia obligan á evitar la total consumación de ese sacrificio doloroso, que al reprobo confunde con los que pocas ó ningunas máculas tienen en su historial, limpio do culpas y pecados. Inexpertos, sin duda, no pensaron aquellos amigos que ciertas expansiones pudieran constituir pecado venial y en su leve falta llevaron la dura penitencia. Bien merecida se la tienen, después de todo. Ellos, dos exaltados de espíritu, PROLOGO aunque ¡ eso sil muy pacíficos ciudadanos^ no podían menos que exponerse á ese pequeño contratiempo. Es Jey fatal § de toda rebeldía: las ideas^ gravitando co- j mo los cuerpos, peligran en su suerte | cuando se salen del centro de gravedad, i Fuera de éste se encuentran en el vacío. I Y ya es sabido: lo más probable es que | den en el suelo ó en el abismo, perdien- | do en el viaje los bríos de las alas, can- | sadas de batir en el ambiente social que = nos rodea. Y ¡ ay del que, viéndose caído, | no hace por incorporarse! Aves voiaces | vendrán sobre él y lobos hambrientos. I atraídos al olor de los despojos, le devo- ® rarán, despiadados, las entrañas... No quiere esto indicar que tal haya sido, ni nmcho menos, la suerte de mis patrocinados, á quienes por demás está PROLOGO XI decir que no les deseo caída de esa clase y que llago votos fervientes porque Dios les libre en su vida, si caídos se vieren, de los buitres y lobeznos de la sociedad... Mas, corno el caso es frecuente, y la tendencia de remontar los vuelos para apartarse de los trillados campos de lo vulgar parece advertirse en los trabajosde Ramiro y Carlos Cruz, bueno será prevenirles de los peligros que se corren al salirse de ese centro de gravedad, que yo llamaría, más propiamente, conteiicionalismo... Y valga el tonillo de dómine, en gracia de la buena intención del consejo. * * * — ¿ Quién es este señor Eamiro y quiéa este señor Carlos Crvz que á mí me han metido en estas danzas? PRÓLOGO Ellos me perdonen, pero á fe que no es tan íácil liacei'les un clisí' á gusto de cada uno. Son dos temperamentos opues-fos; con lasgos de carácter muy diferentes y con tendencias é ideales muy distanciados. Al decidirse ambos á publicar juntamente sus trabajos se han tocado los extremos^ uniéndose en un abrazo de frateinidad, en presencia del cual, yo, oficiando de pater, les bendigo y absuelvo... Ramiro es un revolucionario, con perdón sea dicho de su modestia. Profesa las doctrinas de Unamuno: « hay que suscitar rebeldías y sembrar inquietudes. » Pero, á buen seguro que sea capaz de hacer ninguna revolución. Huye del mundo y se deleita en el retiro. En su cuarto de trabajo está en su elemento; fuera de PROLOGO XIU él no es capaz de nadar dos hrazas: se ahogaría. Yo me imagino que va por la calle como el que pisa sobre ascuas: siempre huyendo de la tierra caldeada por el hálilo de las pasiones. Esiudió en un seminario, y de él salió, próximo ya el fin de su cairera, hecho una furia. No puede remediarlo. Detesta la hipocresía, sobre todo la exótica que á Cananas han 1raíd(, ciertos elementos revoltosos. Denle un látigo y de buena voluntad lo des-cargai- ía sobre mercaderes y fariseos... Este es Bantiro, un revolucionaiio pacífico, incapaz de aventuras i) eligrofas; un reconcentrado en la apariencia y un buen amigo en la intimidad. Carlos Cniz, por el contrario, es un impulsivo, tentado de la manía sicalíptica que tantos estragos está causando en XIV PROLOGO los muchachos de temperamento ardiente. Dice que no es idealista, pero lo es con creces; hasta llegar á los límites del sentimentalismo. En este sentido es inaguan-lable, tal como yo entiendo estos achaques. Espíritu iodo nobleza y bondad, de él no será seguramente el reino de este mundo. Tampoco sería capaz de hacer ninguna revolución, pero estoy por asegurar que, en sus adentros, alienta también la rebeldía. Sus artículos le revelan como escritor galante. Este es Carlos Cruz, un arrebatado, que escribe como piensa y como siente; cualidad ésta que constituye uno desús mayores méritos. No sé si los clisés serán del agrado • de los interesados. Este fotógrafo, incipiente y torpe, no sabe hacer otra cosa. PROLOGO XV * * * Ahora quisiera hablar algo De mi tierra y de Bosarillo. Son tan intensas las impresiones que la lectura de estos trabajos me ha producido, que no acierto á explicarme por qué se les quería reducir á pavesas. Lo digo sin ninguna clase de reservas mentales. Me parecen dignos de otra suerte. Hay en ellos frescura de ingenio, elegancia de lengu.' ije, derroche de ideas, aromas de juventud y un poderoso sentimiento regional que palpita muy hondo. Leyéndolos, yo he visto desfilar las « cosas de la tierra » , dejando una estela luminosa y perdurable; yo he repelido también estas bellas palabras de Ramiro: « Saluda á Ni varia que duerme en XVI PRÓLOGO SU palacio azul, rodeada, como una reina, de sus doncellas. í Dobleguén: onoP, sí, anie la grandeza y ^ majestad de nuestra niadie y que sus des- 1 dichas nos muevan á compasión. Depon- i gamos todo oigullo ante nuestio Teide I venerable y elevemos hacia él una plega- ^ lia per los va leí osos antepasados cuyo = sueño parece que vela, entristecido bajo | el manto de sus eternas nieves... | De mi iiervü parecerá á primera visla | de atunio bastante inconexo. Su factura, | á la verdad, no ha podido ser más extra- % ña. Así lo pensó seguramente el autor y | al frente del ti abajo ha puesto ZÍ/'/ Y/ i/ flf/ o/ í, § que lo explica todo. Banilro ha querido recorrer todas las escalas del pensamiento, mariposeando tras peregrina-! ideas. Flores de la inteligencia, sobre ellas ha PRÓLOGO XVII plegado sus alas Ja Inspiración, dejando en su cáliz, como germen bendito, la ofrenda de la poesía, de Ja belleza y del amor: el polvillo de oro de la espiritual mariposa... De mi tierra es, por otra parte, una á modo de película de cinematógrafo que, al desenvolverse en el transcurso del libro, va esparciendo sus proyecciones en la albura del papel. En ellas el lienzo es el medio ambiente canario, por el que desfilan personajes de todas cataduras, si personajes pueden llamarse el/^ fWo de « claveteados zapatones llenos de barro » , ó las muchacJias desgreñadas que en la era hacen miles de diabluras, « jugando al ^ Í//? V70 » . Frente á estos cuadros fugaces, contenidos en eJ marco de un estilo prim ./ rosamente la- XVllI PRÓLOGO bracio, parece (] tie nos asomamos á la Vega de nuestra ciudad, contemplando sus horizontes, sus grandes montañas y sus feraces campiñas siempre alfomlara-das de vegetación; parece ([ ue oímos el rumor de las aguas invernales, en canalizos y barrancos, suspirando como cautivas cüi. ucnadaíi á lecorrer lodos los días los n. ismos cauces... De mi fierra nos evoca todo eso. ¡ Qué mejor elogio! * * * Lindamente ataviada con sus galas literarias, liosarilh) es un bello poema, intensamente pasional. « El camino de la fuenle está cercado de juncos y plantas agrestes: á un lado PROLOGO hay un precipicio cuyas rocas, cortadas á pico, están casi cubiertas por una hermosa vegetación; allí crecen los cardones, las tabaibas y heléchos; las hierbas trepadoras que formando caprichopos dibujos llegan hasta el borde; su vista produce el vértigo y jamás la planfa del hombre se ha aü'evido á descender al abismo, cuyo fondo parece un lecho de esmeraldas... » En ese escenario se ha consumado la tragedia. Rosarillo, deshonrada^ ha muerto allí, en estrecho abrazo con el mozo á quien robó su querer. ¡ Pobre Rosarillo! ¡ la flor más hermosa del Valle cayó tronchada por la fatalidad! ¡ El manojito de claveles se marchitó en las impuras manos del señorito...! La historia de siempre, la eterna historia, argumento socorrido de todos los XX PROLOGO dramaturgos y novelistas. Una pasión incendiaria en pecho débil; un puñal que mata; un abismo que atrae; una copa de^ veneno en mano resuelta; una palabra vengadora; una víctima exánime, cho- i rreando sangre... Faltaran todos estos in-| gredientes y se habrá acabado la eternag historia, en que el diablillo rebelde del| amor hace de protagonista y de tiranuelo,| imponiendo su cetro al mundo entero. | ¡ 5 Una mujer fué la causa | de mi perdictón primera... I i dice el cantar y dice bien. En esos ren-| piones condensaría yo todo un tratado de ® filosofía. El que haya podido salir ileso de los lances del amor tarde ó temprano resultará descalabrado. Todos pasaremos por las horcas caudinas... PROLOGO XXI No es extraño, pues, que la musa trágica haya inspirado á Carlos Cruz en su admirable Rosarillo. Además, es propensión de todo joven intelectual salirse de los métodos que la gente vulgar emplea como procedimientos amatorios. Y hacen bien; que es poco apetecible para modelo el enamorado- máquina; es decir, el que regula todos sus movimientos con desesperante parsimonia, y se pasa una vida entera bajo la ventanade su Dulcinea. Esto me parece detestable; tan detestable, como el borrico que está todo un día moviendo la rueda de una noria, girando siempre en un mismo círculo, sin rebelarse contra esa negra suerte. En cambio, yo admiro al impulsivo, de pasión encendida, porque me parece que su 3lraa es más grande y menos egoísta. PRÓLOGO Por estas razón es y, ? obie todo, por la gran dosis pas- ional que contiene, Ii'> s( i-rillo n) e parece buena, aunque su hechura! no es humana. Y no es humana por mu- f chos motivos; pojque no hay tales carne- 1 ros, digo, {^ k's Pericos en nuestros caní pos, que sean capaces de rendirla adora-| ción, y, piiijii| ahutule, |, üique la iiiedu- cación social es incompatible con ciertos| arrci- lüs de heroínas. Esto no es ninguna novedad. Desde los| tiempt) s cab. illerescos á la fecha presen te, cien generaciones femeninas han repe- 1 tidü el piropo de la doncella lobosiana: I < í Alas Jo, que te eiirej/ o.... » * * * Creo lialier dicho, con lo expuesto. PROLíJGO xxm todo lo que yo ojiino de ItosariUo, De mi tierra y de sus icspoctivos auloie.-'. La concieijcia no me acu^^ ii de ninguna doblez; si acaso, de algún abuso de confianza. He dicho lo que sicnlo, con su aditamento de consideraciones, sin dejarme en el tintero lo que- niuchos ¡ malentes desechan como escolia vil: la sinceridad. Esto es, f) i- ecisaiiienle, lo que hace falta: sinceridad, bastante sinceridad, y ella campea en todas las páginas de este libro. Si ese mérito - r(//(( arla en estos tiempos — no fuei'a suficiente para acreditar á los autores, bastarían sus gallardías juveniles y sus ímpetus intelectuales para no estillarles il paso, dejándoles libieel camino del porvenir. En esta i late dejuvenlud modesta y trabajadora están todas las esperanzas de la XXIV PRÓLOGO patria. Y la patria se resiente de la escasez de jóvenes con entusiasmos, generosidad y valentía suficientes para conquistar las viejas trincheras, enarbolando la bandera redentora. Nuestra juventud contemporánea, lia dicho Alfredo Calderón, « no siente la poesía de la vida, aquella mi'fsica del alma y melodías de que nos habla el poeta. Parece haber venido demasiado tarde como Musset á un mundo demasiado viejo. » « Un joven con juventud es en España un mirlo blanco. » Estos pesimismos me invaden el alma al pensar en nuestra vieja ciudad. ¡ Cuántas trincheras que conquistar y qué pocos Jos jóvenes que se deciden á hacer fuego sobre ellas!.. PROLOGO XXV Pero no es extraño. Nuestros jóvenes intelectuales están todavía apegados á lo antiguo. Mucho romanticismo y mucho florilegio de retórica, Y no es ese el camino que nos lleve á puerto de salvación. Hay que trocar el caramillo en arma de combate. LU18 ROGER. Octubre 8 de 1906 '' tl^' ^ Í^^ T^ Sobre la pira humeante donde gimen los condenados álzase una sombra orlada de luz demoniaca. Es la Rebeldía. En la cámara inquisitorial mueren en silencio los cobardes, tal ves los culpables; mas también hay muchos que engrosarán las filas de los rebeldes, despreciando el anatema. El grito de « non servi^ m » es con frecuencia emblema de justicia, las cenizas, qtie á muchos sirvieron de manto funerario para sepultar ilusiones y esperanzas, se convierten en honrosa distinción para las ^' gentes desprovistas en ai-soluto del sentido estético. ^> Virtud grande es la modestia, reinar debiera 28 en todas las almas.... mas ¿ quién dice que esté reñida con la verdad? Los Dioses arden en cólera sagrada. Voluntades divinas, expuestas d influencias atmosféricas, tratan de ejercer el monopolio del laurel. Nada importa que el Olimpo se conturbe, que Júpiter Tonante lance stis rayos desde el trono déla infalibilidad. Estos sólo impresionan d la nutnerosa clase de « los pobres de espiritu^> ( bienaventurados sean), los cuales se dejan seducir por el oropel aparatoso con que se reviste la autoridad. I^ os « engendros monstruosos y lamentables > avanzan tranquilos, recordando la sentencia de Cristo: « el que esté sin pecado tire la primera J> iedra. » Y trealizada la evaporación,^! callan las mií-sicas, serénase el ambiente, y en las conciencias de todos colores « queda rastro de lo que fué portentoso alarde de estulticia. » DE MI TIERRA mT^^ r^ vw^-^^ vvvv'i^ v'^ r'iírrvv^'^'^ g'^^ vv'^^ DE MI TIERRA ( DIVAGACIÓN) //'( « ' I I j veces, el nocturno callejero que, cotno un autórnalii, recorre calles y más calles, hastiado, aburrido del diurno batallar, oye de pronto melodiosos arpegios que le obligan á detenerse frente á alguna ventana débilmente iluminada. 3 4 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO Las ñolas ^ e deslizan por las sombras como dardos de luz, retozonas, mensajeras de virginales desnudeces. El pensamiento, asiéndose de los eslabones harmónicos que te desarrollan en las tinieblas como una escala luminosa entre el cielo y la tierra, sube á aquella liübilacióii duude Iiace un momento el piano remedaba un besuqueo delirante, voluptuoso.... Cesa éste, y el pensamiento le sustituye: quizá la pianista no lo lleve á mal. La aiena africana liierve, se incendia, bajo la lluvia de fuego con que el Sol, le-gocijado, dominante, sañudo, abrasa cuanto se pone á su alcance. El viajero, montado en su dromedario, se levuelve desesperado en la silla, próximo á desfallecer bajo aquel calor tórrido que enlo- DE MI TIERRA 35 quece su cerebro, atravesándolo con mil agujas cándenles. Allá lejos, perdida entre olas de fuego y arena, se divisa una palmera: el oasis • está cerca. Ya apenas tiene fuerzas; rnas € l dromedario también conoce la proximidad de la frescura y galopa con frenesí. El instinto sirve á la inteligencia, y pronto descansan á la fresca sombra. Un rayo de luz ha llegado también al alma que gemía en las tinieblas, azotada por un aire malsano, pegajoso; llena de < 3esalienlo, tomada de mercantilismo, entenebrecida.... Una corriente salutífera ha deshecho € l nublado, trayendo á la mente flores de entusiasmos, alientos de vida nueva.... Vuela, alma, sube á las puras regiones del Ideal, mas fortalece primero tus alas con la savia vivificante de los cam- 3 6 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO pos, con efluvios de almendios y duraznos. Saluda á Nivaria que^ iuerme en su palacio azul, rodeada, corno una reina, de » fcus doncellas. Reina generosa, tiene sen- timientos de cariño para sus hijos; mas | también su corazón, aunque benévolo, se g inflama algunas veces con el fuego de la | cólera y de la indignación. | * Allá está el viejo Teide. No siempre se le puede ver, en lo cual se parece á los grandes señores. Se pasa los días enamorando con las nubes, pues pica nitii/ alto, y como todas le corresponden, — motivo para que armen alborotos, — no siempre DE iMI TIERRA 3/ tiene tiempo para dar audiencia á sus admiradores. Pero no creáis por eso que es orgulloso. Mientras los geólogos disputan sobre sus abolengos, sosteniendo unos la teoría de la Atlántida, otros la del fuego central y algunos ia desmembración de la cordillera del Atlas, él maldito lo que se ocupa en estas niñerías: sabe que es de • antiguo linaje y nada más. Así es que se contenta con tener el estómago bien caliente, ponerse su montera de armiño y hacer dar alguno que otro batacazo al atrevido que intenta subírsele, á las barbas. Domina el valle más hermoso. Lleno < 3c amor, vigila noche y día, cual si temiera que se lo arrebaten. Parece uno de € sos perros gigantescos que, sentados gravemente, cuidan del chiquitín que al- 3 8 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO borota en torno suyo con risas y chilli-dos. g Las rosas y madreselvas se enredan j en el romero; los heliofropos sirven de | guarida á los pequeños grandes cantores | el agua gira y salta, inquieta, bullente,^ 8 llena de nervifisji alegría; todas las flores | consagran su cáliz y oírecon una hostia | perfumada ante el Dios de piedra. | * En las mañanitas Irías de Marzo el labriego, forrado con su manta, recorre la carretei- a encharcada por la lluvia que no cesó en toda la noche; el viento brama inquieto entre las ramas de los eucaliptos. En los cercados vecinos apnrecen DE MI TIERRA 39 los perales cargados de flor, dormidos entre la bruma. Va á oír misa en la Caledral. Las calles están llenas de charcos, algunas puertas empiezan á abrirse; el Sol pretende un instante asomarse por encima de la colina de San Hoque, mas luego desiste de ello. Entra " el peludo" en el lemplo con el cigarro Virginio delrás de la oreja, pisando fuertemente con los claveteados zapatones llenos de barro y mirando á los alfares " á ver si alcanza alguna misa." Á la salida se detiene para hablar con el com'padre ¡ sobre las lluvias y las sementeras, mientras " la mujer" y otras vecinas se arreglan las cintas < iel sombrero de palma dentro del cancel, y marchan luego á casa de ios feligreses " para mercar algo." 4 0 TRABAJAS ENTREííAIJOS A[, KUEÍiO Ahí están " las esperanceras'" veuclieu-do carbón, con las puntas del pañuelo de la cabeza cruzadas encima de la boca y el sombrerillo formando visera. Suelen contestar á las bromas con un "¡ arre!'" que no es fácil detei- minar si se dirige al galanteador ó al burro que lleva los sacos de carbón, fajados con sogas y latas de brezo. * Ya los trigos empiezan á granar. Las faldas verdegueantes de los montes ondean suavemante. Arriba, una porción de motas blancas pegadas á lo azul corren como loquillas hasta desvanecerse muertas de risa. DE MI TIERRA 41 La luz juguetea en eí claroscuro que forma la vertiente de la Mesa Mota; entre pedruscos verdinegros se yerguen las pencas de las higueras chumbas, erizadas de púas. El aire frescachón de la mañana azota las enaguas de las lecheras que cruzan el tarayal: el aire es un tuno que á veces comete imprudencias. Avanzan airosamente, descalzas— menos [ os domingos, — con la cesta de cañas llena de cacharros por entre los cuales asoman verdes heléchos... La trilla ha sido fatigosa, todos los rostros están bañados por el sudor. El ambiente parece hacerse más sofocante 42 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO por la noche. En el pueblo se sacan los sillones y las sillas á la calle; en el campo se tumban en la era, sobre las gavi- 1 lias de Irigo. Las muchachas, desgreña- | das, con una faldilla ligera y la chambra s dando alguna libertad á sus bellos prisio I ñeros, se esconden en la paja, entre risas | y chillidos, " sudando á mares," pues jue- f gan al guirgo. | La noche está cenicienta; las nubes pa- | recen petrificadas en la atmósfera; allá i abajo brilla de vez en cuando un azulado \ relámpago: son " fusiles" como dicen los | viejos. a DE MI TIERRA 45 El Sol apiieta hasta ahogar. Por el camino de las Mercedes baja la carreta llena de trigo " para el amo." El labriego, con el somí) rero apabullado y los faldones de la camisa por fuera del pantalón, aguija la yunta; el chirrido de las ruedas se confunde con el monótono de las cigarras... detrás marcha el perro verdim, de orejas cortadas y andar zorro, con un palmo de lengua fuera... Pasan algunas muchachas con haces de espigas á la cabeza, que les ocultan por completo el rostro; también las que van por leña al monle. con el sombrero en la mano para que no se les estropee, las enaguas altas, recogidas por una cuerda al talle cimbreante... De vez en cuando echan una carrerit. i. Repican las campanas de San Francis- 44 TRABAJOS ENTREGADOS AL KUEGO co. Es una música aleiire; cristalina, expresiva, que biibla al corazón; sus ondu- Jaciones Ijarraónicas juegan por encima g de los álamos, parecen anidar por un ins- lante entre sus copas de verde oscuro_, y luego se pierden por los campos de la lim... 8 Es que la fiesta del Cristo se acei'ca. Pj- onto se verán flamear en la oscura no- che las hogueras, coronáiido la cumbre con diadema de llamas, haciendo muecas f grotescas enire la sombra. " Las parran- das" discurren por todas partes; el son- f sonete de los acordeones que tocan las mozas del campo vuelve loco á " Cristo ® Padre...'' Alrededor de aquel ventorrillo searremolinan " los magos"... ¿ Quesera?.. Parece que " va á haber jarana"... DE M[ TIERRA 45 Llegan los recuerdos de la infancia, con aromas suaves de manzanas, reflejos irisados de aquella edad dichosa, de aquel corretear en medio de los brezos de San Diego, por los vericuetos y rastrojos, tras de las moras de los zarzales... atrapando lisaí^ bajo las piedras, cogiendo ranas entre el poleo y el marrubio de los barrancos... Sobre la derruida tapia, en las anchas hojas de las piteras, blanquea una multitud de prendas de vestir. Las lavanderas, " en refajo", canturrean y se lavan en posiciones algo indiscretas... 4 6 TRABAJOS ENTREGADOS AL KUKGO Al cerrar y abrir los ojos varias veces seguidas cuando estamos en una habitación oscura, ora vemos círculos luminosos, rojizos, que se desvanecen fantásticamente, ora un tejido de mallas multicolores, de una trama mágica, que cambia de matiz á cada segundo. Hacemos otro moviniiento con los párpados, y se presentan ráfagas brillantes, que ya se reducen á un punto, ya se alargan indefinidamente. Una cosa análoga ocurre en la memoria; sensaciones semejantes se verifican en la imaginación. Es un arenal por el que marchamos vertiginosamente, viendo desfilar á derecha é izquierda espectros de recuerdos, imágenes de ilusiones que no se han de realizar: de pronto, una oleada de arena DE MI TIERRA 47 destruye el surco por el cual caminábamos, sepultando los recuerdos, haciendo huir las fantásticas ilusiones, y aparece una nueva procesión. Los recuerdos enseñan, las ilusiones engañan; aquéllos son verdades demostradas, éstas son con frecuencia fenómenos de espejismo. Sin embargo, el hombre corre tras ellas como un loco, corre tras la mentira, para agregar una nueva verdad á sus recuerdos. Vuela, alma, por las regiones de la quimera, mas cuida de que, al penetrar en el laberinto del sueño azul, no salga el Minotauro monstruoso del positivismo y devore tu creencia. ¡ Creer! ¿ Qué mal hay en ello? 48 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO El viento del Oeste alborof.), se incomoda, al penetrar entre Jos áiboles del rncftjte. Luego fe refresca y empieza su sinfonía entre el follaje, órgano gigante de « una catedral de las sombi'as. » Recorre una escala variada, rica, inmensa, desde la queja amorosa hasta las harmonías más desenfrenadas, los aullidos fiiás feroces. La escala de la risa también ubarca desde la mueca honible del gorila hasta la sonrisa divina de los ángeles. Por la negra cumbre asoma una estrella rojiza. El labriego, tendido junto á la choza de paja, observa " de donde quedan las cabañuelas." El alma se agranda en las sombras; contesta á las palabras graves, benévolas, de las constelaciones con preguntas sin fin: IJE MI TIERRA 49 misteiioía comunicación telepática llena de presentimientos inefables. ¡ Oh, alma! ¿ Por qué te quieren arrebatar la fe? Vuela, vuela siempre... Grande eres en la lucha, sublime en la abstracción. Grandiosa es la tempestad en la región baja, oyendo el mugido de los barrancos y los furores del huracán; pero más grandioso e. s contemplaila, cual el águila, por encima de las nubes, viendo á nuestros pies el líquido telón arrastrado en caprichosos vaivenes por la cellisca. Brota el layo á nuestra vista entre aquel oleaje de vapor furioso, eiitre aijuellas masas preñadas de agua, de electricidad, de vida. El águila busca siempre la región se-i'ena de la luz. TRABAJOS ENTREGADOS AL KUKdO Eli la leni{) estnd de abiijo, en la ludia, se foinia un carácter; en las alluras se robustece el genio. Allí liay pasiones, san- gre, monstruos que vencer; aquí la nien- te se pierde en la abstracción y prot'un diza los misterios del Sei-. Abajo, el doloi' Iiace lelorcerse los miembios en espasmos agónicos; las ener- gias vitales se convierten en llanto ener- vante; la Humanidad asoma su rostro doliente al balcón de la esperanza, mien- I tras su cuerpo, cai- gado con los hierros del tormento, gime en la sombra: el su- írimiento purificando los seres, que tam- s bien del lodo biota la vicia, y entre las sombras se hace la luz. El dolor asciende lentamente en gradaciones luminosas hasta la resignación he- DE MI TIERRA 5 I roicii, que regenera el alma: el dolor se transforma en aureoln. Arriba, el genio se mece en la región sublime á donde no llegan los gritos de las pasiones. Penetre el espíi'ilu en las profundidades del ¿ « ¿ Í » ;' hasta llegar ala cima del poder; conjugue el verbo aniar en todas sus inflexiones iiasfa sacar la esencia del querer; transforme la sabiduría en potencia, el amor en voluntad, y uniendo la potencia con la voluntad se convertirá en creador. 5 2 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO * * * Nivaria, sultana de Occidente, vecina délas Zoraidas moriscas, yace aletargada en su diván de alhelíes, mostrando su desnudo cuerpo, expresión de la belleza, perfumado con esencias de jazmines y losas silvestres, oreado por la brisa marina cargada de emanaciones afrodisíacas. Su espíritu vaga lejos de su cuerpo, perdido en los arenales del sueño africano. DE MI TIERRA 53 De vez en cuando alguna llamarada del espíritu linerfefio brilla en el ambiente saturado de meicantilismo. En la vega lagunera cruza en noche oscura un fogonazo eléctrico alumbrando los cañaverales y el cristal verdoso de la Madre del Agua, y luego el trueno zumba, perdiéndose retozón entre los brezos de la Mesa Mota. Los efluvios magnéticos han de mecer seguramente los árboles de la fuente Castalia. El numen tiene algo de hipnotizador. De vez en cuando el poeta hace volver el espíritu de Nivaria á su cuerpo que empezaba á enfriarse, y entonces torna la sonrisa á sus labios y sus ojos de oda- Jisca . satisfecha lanzan un destello fulgurante. * 5 4 TRABAJOS EN'lREf. ADOS AL FUKGO ¿ Dónde se ha escondido la Psiquis de Nivaria? ¿ Estará perdida enlie las retamas de la cumbre, viendo como cae la lluvia finísima castigada por el viento? ¿ Acaso, fascinada por el espectro de los guanches, sil ve de cariátide á la puerta de alguna cueva de los acantilados? ¿ Ó, tal vez, al cabíilgur en un luyo de Sol, éste, juguetón y curioso, al divisar las aguas azules, la dejó caer dentro para jugar con libertad en la superficie? La mente, de.- orientada, subió al Teide. Allí estaba ella, mirando al Sol, encantada de su belleza: el viejo progenitor de los seres la besaba amoroso, trémulo de pasión, y en aquel gigantesco lecho nupcial, entre los peñascos graníticos alfombrados de armiño, celebraron sus bodas DE MI TIKRRA 55 divinales, embriagados por la harmonía del azul infinito.... De íiquellas bodas nació el arte niva-rienw. - i^ y* íí3i^ U< i'^ ROSARILLO "^ er ( arlss ( raz ''( ¿ / fr( f// r. // fice (/ y/ ic iiiue/ io fwia. Kemjñs lib. I. lap. XV. * m^^ r^ » w'H'"?^?' f4%^'^^ Ww'^^ T-^ W^^ ROSARILLO p, A\ TO á mi tierra, canto á sus campos cubiertos de orégano y tomillo, esmaltados de azucenas y amapolas; circuidos por árboles que en verano lucen la verdura y ílor de sus 62 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO trajes y entre cuyas ramas anidan los canarios y los mirlos, ios jilgueros y los capirotes que con sus " arpadas lenguas" saludan el nacimiento del Sol, cantando himnos á este gran soberano: árboles que en invierno levantan al cielo sus macilentos brazos, como si imploraran misericordia. Canto á los marios de mi tierra, canto sus amores, ora tranquilos, ora horribles y furiosos Canto á las hermosas zagalas, sonrosadas como las fresas, rebosando vida y salud; siempre alegres^ siempre risueñas, dejándonos entrever sus dientes blancos como las almendras cuando con risotadas, que parecen lluvia de guindas, contestan á las bromas de sus compañeros. ROSARir. t. o 63 Cauto á la flor más hermosa del valle^ que, cuando cubría su cabeza con el vistoso pafiuelo de colores y vestía su saya de pintorreada zaraza, daba envidia á las rosas y azucenas: canto á Rosarillo. cauto sus amores •<" rg'e> í>-^ Y9' íeí'.^^'?^^ e>'^ ' « é^' e)^ ^ ^ ^ é ) ^ • « '< S'e>'^ ~'- í5^- e- y' •<^' e>^ SONREÍA la Naturaleza ai recibir lorf primeros besos del Sol que comeiizalja á desperezarse; sus rayos acariciaban las tranquilas aguas de la fuente que se deslizan sobre su lecho de musgo y culantrillo, murmurando canciones de niños. El camino de la fuente está cercado de juncos y plantas agrestes: á un lado hay un precipicio cuyas rocas, cortadas á pico, están casi cubiertas por una hermosa 66 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO vegetación; allí crecen los cardones, las tabaibasy heléchos; las hierbas trepadoras que formando caprichosos dibujos llegan hasta el borde; su vista produce el vértigo, y jamás la planta del hombre se ha atrevido á descender al abismo, cuyo fondo paiece un lecho de esmeraldas. Las n. udiaihas se dirigen lodas las nuifianas á la fuente para llenar sus cántaros, antes que el Sol caldee la tierra con sus ardientes besos. Ya Rosarillo estaba llenando el suyo, cuando apareció su novio, — rudo y apuesto mocetón y uno de los mejores partidos del lugar, — y mientras e! agua iba cayendo con liíOtadas argentinas, ellos se cantaban sus amores, forjándose un porvenir dichoso, rodeados de chiquillos que los llamarían padres.... y así continuaban ROSARILLO 67 • charlando hasta que, ya lleno el cántaro, comenzaba á desparramarse el agua y entonces Perico ayudaba á cargárselo á la taimada^ que, con risas de alegría, salpicaba la cara del muchacho, el cual, extasiado, contemplaba el donaire de su Rosarillo,— la moza más guapa de toda la comarca, — y viendo temblar aquel torneado seno, sentía tentaciones de abrazar el delicado talle y eslampar un beso en las sonrosadas mejillas de su amada. Pero no; todavía aquel fruto no estaba razonado y había que esperar á que el cura bendijera el ingerto de aquellos dos - arbolülos. TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO 69 II Abundante estaba la cosecha aquel íifio: las doradas espigas se inclinaban ba-jo el peso del grano, los árboles parecían desgajarse, tanta era la fruta; de la viña pendían hermosos y amarillos racimos: todo sonreía. El dueño de la finca,— que de medias tenía el señor Juan, padre de Ptosarillo,— 7 o ROSARILI. O había ido á ver Ja recolección de la cosecha, descansando unos días de la vida agitada del casino, de los salones y del café. Don Emilio, que así se llamaba, era un joven simpa [ ico, de buena presencia, un poco afeminado en el veslir, y en las reuniones arislocráticas que frecuentaba era siempre el predilecto de las damas. Huérfano hacía varios años y en posesión de una bonita fortuna que le permitía vivir holgíidamente de sus rentas, estaba acostumbrado á no encontrar dificultades en su<; antojos. Su lado flaco erar> las mujeres; de M y de ellas se contaban en la ciudad varios líos amorosos que lo-rodeaban de una aureola de tenorio. Muchas eran las mamas que miraban á Emilio con buenos ojos para yerno, perc^ él no pensaba todavía en echarse á cuestas la pesada carga del matrimonio. TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO / I Para alojar debidamente al owo, arreglaron la casa principal de la finca, de cuya limpieza se encargó Rosarillo, que la dejó brillando como una tacita de plata. Loá uiedianeros eslimaban mucho al amo, pues nunca los molestaba con exigencias, y cuando la cosecha era mala les perdonaba parle de su3 medias: aunque la gente del pueblo decía que toda esa bondad de don Emilio era porque miraba con ojos de deseo ú Rosarillo, á quien echaba sus piropos que ella recibía casi con agrado. Bien es verdad que los que esto decían cuidaban muy bien de que no los oyera Perico, pues si tal sucediese, ya no lo volveí iaii á repetir. ¡ Su Rosarillo era tan pura y tan santa como la virgen de los Remedios! ROSARILLO III Era domingo. En la puerta de la Iglesia estaba un grupo de campesinos esperando que la campana los llamara por última vez para oír la misa. Las muchachas iban entrando primero, luciendo sus sayas nuevas de vivos colores, sus rayados justillos, los vistosos pañuelos de seda y los sombreritos de 7 4 TK^ i;\|( XS ENTREGADOS AI, FUEGO palma que tan bien sientan á sus risueñas caras, donde retozan la alegría y la vida. Allí estaba también Rosarillo, la moza más bonita que había en diez leguas á la redonda, luciendo sus zapatitos de cha- rol que sólo se calzaba cuando repicaban recio, su Irajecilo nuevo y el sombrerillo de palma, blanco como la flor del almen- dro. Orgulloso estaba Perico de que aquel manojito de claveles fuera suyo, y de que aquel corazoncilo escondido deba- jo de un seno que, cuando palpitaba, ha- cía temblar los redondos pechos, fuera suyo, sólo suyo... Pronto corrió la noticia de que en la finca de fió Junn habría baile, pues el señorito Emilio quería celebrar con regocijo la abundante cosecha de aquel año, y ROSARILLO yS deseaba que todos los mozos y mozas del pueblo estuvieran allí para bailar isas, folias y seguidillas: en fin que el amo quería echar una cana al aire, y ya todos sabían que cuando él invitaba la fiesta era buena. TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO ^]^ IV El sol sostenía la última lucha con las sombras que iban envolviendo á la tierra con un manto de melancolía, el crepúsculo comenzaba á extender sus oscuras alas sobre la Naturaleza: los pájaros ya no lanzaban torrentes de harmonía, sólo notas pausadas y entrecortadas se dejaban oír; las hojas de los árboles comen- 78 ROSARILLO '/ aban á murmurar sus plegarias movidas por la brisa; ios lagartos se escondían en sus agujeros, arrastrándose poco á poco sobre las paredes; las mariposas revoloteaban alrededoi" de las flores, los caballitos dd diablo \ han zumbando de un lado para otro; los nardos y retamas saturaban el aire de un aroma embriagador; el gallo pisaba á la gallina por última vez, la paloma arrullaba en su nido esperando al macho, las rosas se inclinaban como buscándose para confundirse en un abrazo El baile tocaba ya á su fin: sólo unas cuantas parejas continuaban en el terrero, fatigadas y cubiertas de sudor; el vino al correr en abundancia se les había subido á la cabeza; las muchachas encarnadas por la agitación y retozonas ya no temían TRABAJOS t; NTREGADOS AL FUEGO 79 que ios mozos les vieran la pantorrilla: el vino les había robado el pudor. Los campesinos, sentados en troncos de árboles y en rústicos bancos alrededor de la era, iban apurando los vasos de vino que pasaban de una mano á otra; en todas las caras se notaba la alegría y el cansancio, algunas muchachas estaban echadas por el suelo ó recostadas en las parvas. ÍVo Juan, que allá en sus mocedades fué rasgueador de los de marca, tomó de manos de un mozalvete la guitarra y empezó á acompañar las folias. De pronto se OJO una voz fresca y agradable: era Ro-sarillo que cantaba... Su cantar era melancólico y juguetón, triste y risueño; en todas las caras brilló el entusiasmo al oírse: 8 0 ROSARILLO El que nunca haya escuchado conx) se canta una pena, que escuche como se cantan las folias de mi tierra. Cuando Rosarillo terminó el cantar, le contestó Emilio que tenía voz bien timbrada de barítono, aunque á su canto le faltaba ese sabor especial de las follas, que sólo poseen nuestros magos-. El cantar del señorito era sentimental; su voz potente se extendió por el valle y lodos los mozos decían: " silencio, que el amo canta;" las parejas giraban con más donaire y las muchachas acompañaban con palmadas; tió Juan rasgueó la guitarra como en sus buenos tiempos. Emilio cantaba: TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO gl Dos cantos hay en mi tierra que en mi alma suenan á gloria: el arrorrú de mi madre, las folias úe mi novia. El cantar íué termitíado con un ¡ niii! que salió de todas las bocas y el baile siguió adelante. Luego^ relevándose algunas parejaS; pasaron á bailar las seguidillas, terminando con las saltonas t| ue es un baile en el que pronto se fatigan los más i'e-sistentes, una baraúnda sometida á ritmo, donde con gran prontitud se cambia de pareja y se hacen piruetas en las cuales las muchachas ponen en movimiento sus redondeadas caderas. El canto es alegre y vivo. Tió Juan, no conforme con hacer sonar todas las cuerdas, se acompañaba dando 8 2 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO golpes con el dedo gordo en la caja de la guitarra, y, en el paroxisn> o del entusiasmo, el viejo cantó con voz cascada la copla de rúbrica: Señores " bailadores, alcen las patas, que pai'ccen ratones dentro de zarzas. Las parejas continuaba n girando vertiginosamente al son de la guitarra y de las palmas. Rosarillo comenzaba á sentir los efectos del vino, pero el picaro del señorito no la dejaba ni un momento, siempre le estaba dando de beber, y ella le encontraba tan guapo, tan simpático, que no ROSARILLO 83 se atrevía á desairarlo; le decía palabras tan dulces, cosas tan bonitas.... ¡ Qué diferencia del señorito á su novio! ¡ Qué feliz sería eon un marido como el amo! Pero, ¡ qué loca era! pensar en eso, ella, una zagalilla.... y luego Perico que tanto la quería: no, no, ella nunca olvidaría á su novio. Mas todo parecía conjurarse contra ella: el vino, el baile, la proximidad del señorito, la soñolencia de la tarde; los recuerdos... esos recuerdos de los tiempos en que ambos eran niños y jugaban juntos, correteando por la finca tras los tabobos á quienes casi siempre atrapaba ella por ser más ágil... entonces se tuteaban, pero ahora, al verlo todo un hombre con aquellos bigotes tjn bien cuidados, le tenía tanto respeto que no se atrevía á levantar la vista delante de él. 8 4 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO Por más esfuerzos que hacía, le era imposible substraerse á estos recuerdos: cuando los amos iban á pasar los meses de calor en la finca^ ella no paraba sino en la casa principal donde la querían mucho y le daban golosinas, y allí jugaban al matrimonio ella y Emililo; él hacía un marido muyserio, muy formal; ella una mujercila muy risueña, muy gobernosa, limpiaba la casa, hacía la comida y por último termimban sus faenas befándose en los ojos y en la boca Las sombras de la taide aumentaban. Rosarillo, sin darse cuenta, fué conducida por Emilio aun apartado rincón de la finca, casi oculto por pequeños arbustos y allí se sentaron, comenzando á hablarse con más familiaridad. Él se atrevió ROS ARILLO 85 á pasarle el brazo por la cintura, ella quiso desasirse, pero el vino que se había apoderado por completo de aquella cabe-cita parecía que la inclinaba hacia él; en aquel momento su torneado seno palpitaba más acelerado, sus húmedos y gruesos labios parecían pedir un ósculo, sentía necesidad de caricias, de besos; sin darse cuenta se estrechaba cada vez más contra Emilio, sus alientos se confundían; la tierra parecía suspirar amores; ya apenas se hablaban, su respiración era fatigada: él no pudo resistir más y posó sus labios en aquellos pechos redondos y sonrosados como manzana que comienza á sazonarse, confundiéndose en un abrazo loco.... Las sombras se habían apoderado de la tierra. La luna apareció majestuosa; la gÓ TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO brisa mecía las Iicijas, el agua del arroyo cantaba, el aire impregnado de aromas seducía, las i- anas entonaban cánticos sacerdotales que se dilataban en la soledad de la notlie; de lato en ralo be oía el lú-gubie graznido del cuervo y de la corneja; el aire comenzaba á susurrar himnos de ameren Ins hojas de los álamos.... la Naturaleza di> rmía, la sultana de la noche velaba. - ^ ROSARII. LO 87 ¿ Por qué está liisle, muy triste Rosa, rillo? jPor qué la lozano ílor del valle comienza á maicliilarse, apenas abiertos sus pétalos á las caricias de la vida? ¿ Por qué ya no c^ pcia en la fuente á su novio que sólo vive por ella, por aspirar su aroma, por darlo vida con los ardientes rayos de su pasión? ¿ Qué tiene? ¿ Por qué 8 8 TRAKAJOS ENTREGADOS AL FUEGO llora? ¿ Por qué, cuando las sombras crepusculares comienzan á extender su manto de melancolía sobre la fierra, una lágrima asoma á sus ojos y corre por sus mejillas, y un suspiro exhalan sus labios, que se va á perder entre el follaje? ¿ Por qué tristC; muy triste, lloraba la flor más hermosa del valle?.... KOSARILLO 89 VI Por íin volvió Rosarillo á la fuente, lesligo de sus amores, á oír cantar el agua en su lecho de juncos y culantrillos, á mirarse en su cristalino espejo, á contemplar su faz pálida y demacrada, á recordar las inocentes bromas de su novio, á llorar la pérdida de su honra.... y mientras una lágrima asomaba á sus gO TRAHAJOS ENTREGADOS AL KUEGO ojos, que se iba á perder en el delantal, el agua seguía cayendo en el cántaro con carcajadas de alegría, con chillidos de niños, con risas de enamorados, con harmonías que semejaban susurro de besos. Ya el cántaro estaba lleno, ya el agua comenzaba á despairamarse, cuando apareció Perico, pálido, desencajado: sus ojos hundidos denunciaban noches de horribles pesadillas. Se acercó á Hosarillo que, al verlo, se quedó aterrada, y, pasándole el brazo por Ja cintura, la atrajo hacia él, miró con ojos de loco su faz herniosa y descompuesta, y.... — ¡ Perico! — pudo decir al fin la infeliz. El no le contestó; quiso hablar, pero no pudo. RÜSARII. LO 91 — ¡ Perico! - volvió á repetir anegada en llnnlo. — Perico, si: aquí me llene?, cerca de tí. más cerca que nunca;-- y la miraba como si quisiera leer en el fondo de su alma, y estieiliándola fuertemente, rugió á su oído estas palabras con tono so letnne y trágico: — Rosario, un hombro dijo que habías sido suya, que le había poseído, que había gozado de lus caricias, de tu carne... ese liombre era el señorito, que ha quedado tendido en el suelo con el corazón atravesado por mi cuchillo: ahora júrame por lu madre muerta, por mi amor, por aquel á quien arrebaté la vida, que no es cierto que llegó hasta tí, que has sido respetada por mí como la virgen del Ro-iio; dimequpminlió, para estrecharte entre 9 2 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUECiO mis brazos y llevarle lejos, muy lejos, donde podamos gozni- de nuestro amor.... pero si no mintió, si dijo la verdad, para hundirme contigo, confundidos en un abrazo infernal, en ese abismo que está á nuesti'os pies, — y señalaba el horrible precipicio por donde no podían bajar ni las cabras, precipicio que causaba el vértigo sólo con mirarlo,— y así saber que tu última caricia es para mí, que tu último beso es mío, sólo mío — ¡ Perico!.... — Sí, dime que mintió, que eres pura, que tus caricias no han sido de nadie, que serán para mí; que no me has engañado, que guardas el tesoro de tu virginidad para entregármelo intacto... habla, dime que mintió, que mintió, sí; habla, que quiero oírlo de tus labios, dime que tú sólo has pensado en mí Cuando el ROSARILLO 93 amo dijo que habías sido de él, yo no sé lo que senlí, sólo sé que tiré del cuchillo y... cuando me di cuenta le vi revolcándose en un charco de sangre... Rosarillo, mírame... ¡ Si supieras cuánto he sufrido, cuánto he llorado!... Rosarillo se retorcía con desesperación. De pronto Perico la cogió por las manos, tiró con fuerza de ella y mirándola con la locura de los celos, dijo: - ¿ Fuiste de él, ó eres pura? — Sí, PericO; perdóname... fui suya... no mintió. — ¡ Ah, infame!... ven ahora á ser mía, pero mía sólo, mía en el regazo de la muerte. La cogió entre sus brazos, la aprisionó con fuerza y dándole un beso lleno de amor y de rabia, de celos y de pasión, se arrojó con ella al abismo. 9 4 TRABAJOS ENTREGADOS AI. FUEGO Sus cuerpos, unidos en estrecho abrazo, chocaban contra las rocas, desgarrándose las carnes al tropezar en las piedras salientes, viéndose sostenidos algunos instantes por las matas para luego descender vertiginosamente, como pelota lanzada al espacio, que, rebotando al primer tropiezo, continúa con más energía su desenfrenada carrera: y en el fondo del abismo espei- aba lecoger sus triturados cuerpos una tumba alegre, sonriente^ del color de la esperanza; cubierta con manto de hierbas v flores Y mientras tanto, el agua en la fuente continuaba cantando, chillando, riéndose; acariciando los culantrillos y los juncos, RÜSARILLO 95 desparramándose fuera del cántaro con harmonías que parecían lluvia de guindas y cerezas.... 4. Y había algunos que se mostraban desdeñosos, sin hacer alto aparentemente en aquellas pequeneces. 5. i\ Ias su corazón estaba corroído por la malicia, y en la sombra afilaban sus dientes, ansiosos de morder. 6. He ahí que apareció la presa que aguardaban y entonces se cebaron en ella con saña fiera. 7. Y los náufragos se turbaron al oír esto. 8. Kntonces llegó á ellos una \ oz que clamaba de lo alto: 9. Cuando oyereis un juicio sólido y competente, aunque no os fuere grato, agradecedlq; mas no hagáis caso de los fuegos fatuos que lucen, pero no queman. 10. Sabed que si tal no hicieran, muy otra sería la condición humana. 11. Y era la voz de la Razón la que estas cosas decía. De ¿ Libro de la Conciencia, cap. V.
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Calificación | |
Título y subtítulo | Trabajos entregados al fuego : recuerdo de unos juegos florales |
Autor principal | Arocha y Guillama, Rafael |
Autores secundarios | Cabrera Cruz, Domingo ; Rodríguez, Leoncio |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | La Laguna |
Editorial | Imprenta de La Laguna |
Fecha | 1906 |
Páginas | 99 p. |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 1809880 Bytes |
Procedencia | Universidad de La Laguna. Biblioteca |
Texto | OS ^ . s^ TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO / í f - > ¿ / / - ^ ^^ RECUERDO DE UNOS JUEGOS FLORALES TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO POR RAFaEL aROCHA Y GUlLLaMÁ ( RAM/ JiO) V DOMltiGO CABRBRa Y CRU2 ( CARLOS CHUZ) CON UX PRÓLOGO DE LEONCIO RODRIGUES Y G0N,? ALE2 [ LUIS ROGER) (( 2oAt iTuCifa SftceDu » . » • HIALOGRAFÍA DE LA LAGUNA » ,• *<• » BEXCUMOIO. r: ¿ > ¿ , oSoZ-^^^ PRÓLOGO PROLOGO jEsTÁ escrito, ino sé si en libros árabes o cristianos, que á todo hombre le persigue la mala estrella. La mía, que siempre fué mal. I, reuiíitadamenle mala, me ha sorprendido hoy con un pensamiento abrumador. ¡ Haceiun prólogo!... Pues ahí es nada. ¡ Un prólogo!... Como quien dice: * ánimo, ¡ oh, escritor ilustre!, requiere la pluma y haz un prólogo. » VI [ I PRoLor. o Y aquí tenéis al prologuislo, de cara al papel, con la mano en la mejilla y la mirada en lontananza, pensando cómo salir § lo mejor posiMe de este apurado compro- j miso. I Y.... kiata Je prólogo, iba á escribir i aquí por hábito inveterado. Pero ¡ ojalá ¡ fuera verdad tanta belleza!... I Digámoslo de una vez: mis buenos amigos j- compañeros Rafael Arocha ( BamiroJ y Domingo Cabrei'a ( Carlos Cruz) quieren un prólogo mío para dos trabajos, de que son autores, presentados á los últimos Juegos Florales. Ignoro las razones que haya tenido el Jurado para no darles el premio que, á mi modesto PROLOGO IX saber y entender, se merecen por las bellezas lilerarias que atesonuí, por la exuberancia de imágenes y por la galanura de su estilo, terso, esmeíado, brillante. Sea de ello lo que fuere, lo cierto es que, si por atrevimientos de concepto, como creo, han sido condenados al auto de fe, un deber de justicia y un sentimiento de misericordia obligan á evitar la total consumación de ese sacrificio doloroso, que al reprobo confunde con los que pocas ó ningunas máculas tienen en su historial, limpio do culpas y pecados. Inexpertos, sin duda, no pensaron aquellos amigos que ciertas expansiones pudieran constituir pecado venial y en su leve falta llevaron la dura penitencia. Bien merecida se la tienen, después de todo. Ellos, dos exaltados de espíritu, PROLOGO aunque ¡ eso sil muy pacíficos ciudadanos^ no podían menos que exponerse á ese pequeño contratiempo. Es Jey fatal § de toda rebeldía: las ideas^ gravitando co- j mo los cuerpos, peligran en su suerte | cuando se salen del centro de gravedad, i Fuera de éste se encuentran en el vacío. I Y ya es sabido: lo más probable es que | den en el suelo ó en el abismo, perdien- | do en el viaje los bríos de las alas, can- | sadas de batir en el ambiente social que = nos rodea. Y ¡ ay del que, viéndose caído, | no hace por incorporarse! Aves voiaces | vendrán sobre él y lobos hambrientos. I atraídos al olor de los despojos, le devo- ® rarán, despiadados, las entrañas... No quiere esto indicar que tal haya sido, ni nmcho menos, la suerte de mis patrocinados, á quienes por demás está PROLOGO XI decir que no les deseo caída de esa clase y que llago votos fervientes porque Dios les libre en su vida, si caídos se vieren, de los buitres y lobeznos de la sociedad... Mas, corno el caso es frecuente, y la tendencia de remontar los vuelos para apartarse de los trillados campos de lo vulgar parece advertirse en los trabajosde Ramiro y Carlos Cruz, bueno será prevenirles de los peligros que se corren al salirse de ese centro de gravedad, que yo llamaría, más propiamente, conteiicionalismo... Y valga el tonillo de dómine, en gracia de la buena intención del consejo. * * * — ¿ Quién es este señor Eamiro y quiéa este señor Carlos Crvz que á mí me han metido en estas danzas? PRÓLOGO Ellos me perdonen, pero á fe que no es tan íácil liacei'les un clisí' á gusto de cada uno. Son dos temperamentos opues-fos; con lasgos de carácter muy diferentes y con tendencias é ideales muy distanciados. Al decidirse ambos á publicar juntamente sus trabajos se han tocado los extremos^ uniéndose en un abrazo de frateinidad, en presencia del cual, yo, oficiando de pater, les bendigo y absuelvo... Ramiro es un revolucionario, con perdón sea dicho de su modestia. Profesa las doctrinas de Unamuno: « hay que suscitar rebeldías y sembrar inquietudes. » Pero, á buen seguro que sea capaz de hacer ninguna revolución. Huye del mundo y se deleita en el retiro. En su cuarto de trabajo está en su elemento; fuera de PROLOGO XIU él no es capaz de nadar dos hrazas: se ahogaría. Yo me imagino que va por la calle como el que pisa sobre ascuas: siempre huyendo de la tierra caldeada por el hálilo de las pasiones. Esiudió en un seminario, y de él salió, próximo ya el fin de su cairera, hecho una furia. No puede remediarlo. Detesta la hipocresía, sobre todo la exótica que á Cananas han 1raíd(, ciertos elementos revoltosos. Denle un látigo y de buena voluntad lo des-cargai- ía sobre mercaderes y fariseos... Este es Bantiro, un revolucionaiio pacífico, incapaz de aventuras i) eligrofas; un reconcentrado en la apariencia y un buen amigo en la intimidad. Carlos Cniz, por el contrario, es un impulsivo, tentado de la manía sicalíptica que tantos estragos está causando en XIV PROLOGO los muchachos de temperamento ardiente. Dice que no es idealista, pero lo es con creces; hasta llegar á los límites del sentimentalismo. En este sentido es inaguan-lable, tal como yo entiendo estos achaques. Espíritu iodo nobleza y bondad, de él no será seguramente el reino de este mundo. Tampoco sería capaz de hacer ninguna revolución, pero estoy por asegurar que, en sus adentros, alienta también la rebeldía. Sus artículos le revelan como escritor galante. Este es Carlos Cruz, un arrebatado, que escribe como piensa y como siente; cualidad ésta que constituye uno desús mayores méritos. No sé si los clisés serán del agrado • de los interesados. Este fotógrafo, incipiente y torpe, no sabe hacer otra cosa. PROLOGO XV * * * Ahora quisiera hablar algo De mi tierra y de Bosarillo. Son tan intensas las impresiones que la lectura de estos trabajos me ha producido, que no acierto á explicarme por qué se les quería reducir á pavesas. Lo digo sin ninguna clase de reservas mentales. Me parecen dignos de otra suerte. Hay en ellos frescura de ingenio, elegancia de lengu.' ije, derroche de ideas, aromas de juventud y un poderoso sentimiento regional que palpita muy hondo. Leyéndolos, yo he visto desfilar las « cosas de la tierra » , dejando una estela luminosa y perdurable; yo he repelido también estas bellas palabras de Ramiro: « Saluda á Ni varia que duerme en XVI PRÓLOGO SU palacio azul, rodeada, como una reina, de sus doncellas. í Dobleguén: onoP, sí, anie la grandeza y ^ majestad de nuestra niadie y que sus des- 1 dichas nos muevan á compasión. Depon- i gamos todo oigullo ante nuestio Teide I venerable y elevemos hacia él una plega- ^ lia per los va leí osos antepasados cuyo = sueño parece que vela, entristecido bajo | el manto de sus eternas nieves... | De mi iiervü parecerá á primera visla | de atunio bastante inconexo. Su factura, | á la verdad, no ha podido ser más extra- % ña. Así lo pensó seguramente el autor y | al frente del ti abajo ha puesto ZÍ/'/ Y/ i/ flf/ o/ í, § que lo explica todo. Banilro ha querido recorrer todas las escalas del pensamiento, mariposeando tras peregrina-! ideas. Flores de la inteligencia, sobre ellas ha PRÓLOGO XVII plegado sus alas Ja Inspiración, dejando en su cáliz, como germen bendito, la ofrenda de la poesía, de Ja belleza y del amor: el polvillo de oro de la espiritual mariposa... De mi tierra es, por otra parte, una á modo de película de cinematógrafo que, al desenvolverse en el transcurso del libro, va esparciendo sus proyecciones en la albura del papel. En ellas el lienzo es el medio ambiente canario, por el que desfilan personajes de todas cataduras, si personajes pueden llamarse el/^ fWo de « claveteados zapatones llenos de barro » , ó las muchacJias desgreñadas que en la era hacen miles de diabluras, « jugando al ^ Í//? V70 » . Frente á estos cuadros fugaces, contenidos en eJ marco de un estilo prim ./ rosamente la- XVllI PRÓLOGO bracio, parece (] tie nos asomamos á la Vega de nuestra ciudad, contemplando sus horizontes, sus grandes montañas y sus feraces campiñas siempre alfomlara-das de vegetación; parece ([ ue oímos el rumor de las aguas invernales, en canalizos y barrancos, suspirando como cautivas cüi. ucnadaíi á lecorrer lodos los días los n. ismos cauces... De mi fierra nos evoca todo eso. ¡ Qué mejor elogio! * * * Lindamente ataviada con sus galas literarias, liosarilh) es un bello poema, intensamente pasional. « El camino de la fuenle está cercado de juncos y plantas agrestes: á un lado PROLOGO hay un precipicio cuyas rocas, cortadas á pico, están casi cubiertas por una hermosa vegetación; allí crecen los cardones, las tabaibas y heléchos; las hierbas trepadoras que formando caprichopos dibujos llegan hasta el borde; su vista produce el vértigo y jamás la planfa del hombre se ha aü'evido á descender al abismo, cuyo fondo parece un lecho de esmeraldas... » En ese escenario se ha consumado la tragedia. Rosarillo, deshonrada^ ha muerto allí, en estrecho abrazo con el mozo á quien robó su querer. ¡ Pobre Rosarillo! ¡ la flor más hermosa del Valle cayó tronchada por la fatalidad! ¡ El manojito de claveles se marchitó en las impuras manos del señorito...! La historia de siempre, la eterna historia, argumento socorrido de todos los XX PROLOGO dramaturgos y novelistas. Una pasión incendiaria en pecho débil; un puñal que mata; un abismo que atrae; una copa de^ veneno en mano resuelta; una palabra vengadora; una víctima exánime, cho- i rreando sangre... Faltaran todos estos in-| gredientes y se habrá acabado la eternag historia, en que el diablillo rebelde del| amor hace de protagonista y de tiranuelo,| imponiendo su cetro al mundo entero. | ¡ 5 Una mujer fué la causa | de mi perdictón primera... I i dice el cantar y dice bien. En esos ren-| piones condensaría yo todo un tratado de ® filosofía. El que haya podido salir ileso de los lances del amor tarde ó temprano resultará descalabrado. Todos pasaremos por las horcas caudinas... PROLOGO XXI No es extraño, pues, que la musa trágica haya inspirado á Carlos Cruz en su admirable Rosarillo. Además, es propensión de todo joven intelectual salirse de los métodos que la gente vulgar emplea como procedimientos amatorios. Y hacen bien; que es poco apetecible para modelo el enamorado- máquina; es decir, el que regula todos sus movimientos con desesperante parsimonia, y se pasa una vida entera bajo la ventanade su Dulcinea. Esto me parece detestable; tan detestable, como el borrico que está todo un día moviendo la rueda de una noria, girando siempre en un mismo círculo, sin rebelarse contra esa negra suerte. En cambio, yo admiro al impulsivo, de pasión encendida, porque me parece que su 3lraa es más grande y menos egoísta. PRÓLOGO Por estas razón es y, ? obie todo, por la gran dosis pas- ional que contiene, Ii'> s( i-rillo n) e parece buena, aunque su hechura! no es humana. Y no es humana por mu- f chos motivos; pojque no hay tales carne- 1 ros, digo, {^ k's Pericos en nuestros caní pos, que sean capaces de rendirla adora-| ción, y, piiijii| ahutule, |, üique la iiiedu- cación social es incompatible con ciertos| arrci- lüs de heroínas. Esto no es ninguna novedad. Desde los| tiempt) s cab. illerescos á la fecha presen te, cien generaciones femeninas han repe- 1 tidü el piropo de la doncella lobosiana: I < í Alas Jo, que te eiirej/ o.... » * * * Creo lialier dicho, con lo expuesto. PROLíJGO xxm todo lo que yo ojiino de ItosariUo, De mi tierra y de sus icspoctivos auloie.-'. La concieijcia no me acu^^ ii de ninguna doblez; si acaso, de algún abuso de confianza. He dicho lo que sicnlo, con su aditamento de consideraciones, sin dejarme en el tintero lo que- niuchos ¡ malentes desechan como escolia vil: la sinceridad. Esto es, f) i- ecisaiiienle, lo que hace falta: sinceridad, bastante sinceridad, y ella campea en todas las páginas de este libro. Si ese mérito - r(//(( arla en estos tiempos — no fuei'a suficiente para acreditar á los autores, bastarían sus gallardías juveniles y sus ímpetus intelectuales para no estillarles il paso, dejándoles libieel camino del porvenir. En esta i late dejuvenlud modesta y trabajadora están todas las esperanzas de la XXIV PRÓLOGO patria. Y la patria se resiente de la escasez de jóvenes con entusiasmos, generosidad y valentía suficientes para conquistar las viejas trincheras, enarbolando la bandera redentora. Nuestra juventud contemporánea, lia dicho Alfredo Calderón, « no siente la poesía de la vida, aquella mi'fsica del alma y melodías de que nos habla el poeta. Parece haber venido demasiado tarde como Musset á un mundo demasiado viejo. » « Un joven con juventud es en España un mirlo blanco. » Estos pesimismos me invaden el alma al pensar en nuestra vieja ciudad. ¡ Cuántas trincheras que conquistar y qué pocos Jos jóvenes que se deciden á hacer fuego sobre ellas!.. PROLOGO XXV Pero no es extraño. Nuestros jóvenes intelectuales están todavía apegados á lo antiguo. Mucho romanticismo y mucho florilegio de retórica, Y no es ese el camino que nos lleve á puerto de salvación. Hay que trocar el caramillo en arma de combate. LU18 ROGER. Octubre 8 de 1906 '' tl^' ^ Í^^ T^ Sobre la pira humeante donde gimen los condenados álzase una sombra orlada de luz demoniaca. Es la Rebeldía. En la cámara inquisitorial mueren en silencio los cobardes, tal ves los culpables; mas también hay muchos que engrosarán las filas de los rebeldes, despreciando el anatema. El grito de « non servi^ m » es con frecuencia emblema de justicia, las cenizas, qtie á muchos sirvieron de manto funerario para sepultar ilusiones y esperanzas, se convierten en honrosa distinción para las ^' gentes desprovistas en ai-soluto del sentido estético. ^> Virtud grande es la modestia, reinar debiera 28 en todas las almas.... mas ¿ quién dice que esté reñida con la verdad? Los Dioses arden en cólera sagrada. Voluntades divinas, expuestas d influencias atmosféricas, tratan de ejercer el monopolio del laurel. Nada importa que el Olimpo se conturbe, que Júpiter Tonante lance stis rayos desde el trono déla infalibilidad. Estos sólo impresionan d la nutnerosa clase de « los pobres de espiritu^> ( bienaventurados sean), los cuales se dejan seducir por el oropel aparatoso con que se reviste la autoridad. I^ os « engendros monstruosos y lamentables > avanzan tranquilos, recordando la sentencia de Cristo: « el que esté sin pecado tire la primera J> iedra. » Y trealizada la evaporación,^! callan las mií-sicas, serénase el ambiente, y en las conciencias de todos colores « queda rastro de lo que fué portentoso alarde de estulticia. » DE MI TIERRA mT^^ r^ vw^-^^ vvvv'i^ v'^ r'iírrvv^'^'^ g'^^ vv'^^ DE MI TIERRA ( DIVAGACIÓN) //'( « ' I I j veces, el nocturno callejero que, cotno un autórnalii, recorre calles y más calles, hastiado, aburrido del diurno batallar, oye de pronto melodiosos arpegios que le obligan á detenerse frente á alguna ventana débilmente iluminada. 3 4 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO Las ñolas ^ e deslizan por las sombras como dardos de luz, retozonas, mensajeras de virginales desnudeces. El pensamiento, asiéndose de los eslabones harmónicos que te desarrollan en las tinieblas como una escala luminosa entre el cielo y la tierra, sube á aquella liübilacióii duude Iiace un momento el piano remedaba un besuqueo delirante, voluptuoso.... Cesa éste, y el pensamiento le sustituye: quizá la pianista no lo lleve á mal. La aiena africana liierve, se incendia, bajo la lluvia de fuego con que el Sol, le-gocijado, dominante, sañudo, abrasa cuanto se pone á su alcance. El viajero, montado en su dromedario, se levuelve desesperado en la silla, próximo á desfallecer bajo aquel calor tórrido que enlo- DE MI TIERRA 35 quece su cerebro, atravesándolo con mil agujas cándenles. Allá lejos, perdida entre olas de fuego y arena, se divisa una palmera: el oasis • está cerca. Ya apenas tiene fuerzas; rnas € l dromedario también conoce la proximidad de la frescura y galopa con frenesí. El instinto sirve á la inteligencia, y pronto descansan á la fresca sombra. Un rayo de luz ha llegado también al alma que gemía en las tinieblas, azotada por un aire malsano, pegajoso; llena de < 3esalienlo, tomada de mercantilismo, entenebrecida.... Una corriente salutífera ha deshecho € l nublado, trayendo á la mente flores de entusiasmos, alientos de vida nueva.... Vuela, alma, sube á las puras regiones del Ideal, mas fortalece primero tus alas con la savia vivificante de los cam- 3 6 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO pos, con efluvios de almendios y duraznos. Saluda á Nivaria que^ iuerme en su palacio azul, rodeada, corno una reina, de » fcus doncellas. Reina generosa, tiene sen- timientos de cariño para sus hijos; mas | también su corazón, aunque benévolo, se g inflama algunas veces con el fuego de la | cólera y de la indignación. | * Allá está el viejo Teide. No siempre se le puede ver, en lo cual se parece á los grandes señores. Se pasa los días enamorando con las nubes, pues pica nitii/ alto, y como todas le corresponden, — motivo para que armen alborotos, — no siempre DE iMI TIERRA 3/ tiene tiempo para dar audiencia á sus admiradores. Pero no creáis por eso que es orgulloso. Mientras los geólogos disputan sobre sus abolengos, sosteniendo unos la teoría de la Atlántida, otros la del fuego central y algunos ia desmembración de la cordillera del Atlas, él maldito lo que se ocupa en estas niñerías: sabe que es de • antiguo linaje y nada más. Así es que se contenta con tener el estómago bien caliente, ponerse su montera de armiño y hacer dar alguno que otro batacazo al atrevido que intenta subírsele, á las barbas. Domina el valle más hermoso. Lleno < 3c amor, vigila noche y día, cual si temiera que se lo arrebaten. Parece uno de € sos perros gigantescos que, sentados gravemente, cuidan del chiquitín que al- 3 8 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO borota en torno suyo con risas y chilli-dos. g Las rosas y madreselvas se enredan j en el romero; los heliofropos sirven de | guarida á los pequeños grandes cantores | el agua gira y salta, inquieta, bullente,^ 8 llena de nervifisji alegría; todas las flores | consagran su cáliz y oírecon una hostia | perfumada ante el Dios de piedra. | * En las mañanitas Irías de Marzo el labriego, forrado con su manta, recorre la carretei- a encharcada por la lluvia que no cesó en toda la noche; el viento brama inquieto entre las ramas de los eucaliptos. En los cercados vecinos apnrecen DE MI TIERRA 39 los perales cargados de flor, dormidos entre la bruma. Va á oír misa en la Caledral. Las calles están llenas de charcos, algunas puertas empiezan á abrirse; el Sol pretende un instante asomarse por encima de la colina de San Hoque, mas luego desiste de ello. Entra " el peludo" en el lemplo con el cigarro Virginio delrás de la oreja, pisando fuertemente con los claveteados zapatones llenos de barro y mirando á los alfares " á ver si alcanza alguna misa." Á la salida se detiene para hablar con el com'padre ¡ sobre las lluvias y las sementeras, mientras " la mujer" y otras vecinas se arreglan las cintas < iel sombrero de palma dentro del cancel, y marchan luego á casa de ios feligreses " para mercar algo." 4 0 TRABAJAS ENTREííAIJOS A[, KUEÍiO Ahí están " las esperanceras'" veuclieu-do carbón, con las puntas del pañuelo de la cabeza cruzadas encima de la boca y el sombrerillo formando visera. Suelen contestar á las bromas con un "¡ arre!'" que no es fácil detei- minar si se dirige al galanteador ó al burro que lleva los sacos de carbón, fajados con sogas y latas de brezo. * Ya los trigos empiezan á granar. Las faldas verdegueantes de los montes ondean suavemante. Arriba, una porción de motas blancas pegadas á lo azul corren como loquillas hasta desvanecerse muertas de risa. DE MI TIERRA 41 La luz juguetea en eí claroscuro que forma la vertiente de la Mesa Mota; entre pedruscos verdinegros se yerguen las pencas de las higueras chumbas, erizadas de púas. El aire frescachón de la mañana azota las enaguas de las lecheras que cruzan el tarayal: el aire es un tuno que á veces comete imprudencias. Avanzan airosamente, descalzas— menos [ os domingos, — con la cesta de cañas llena de cacharros por entre los cuales asoman verdes heléchos... La trilla ha sido fatigosa, todos los rostros están bañados por el sudor. El ambiente parece hacerse más sofocante 42 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO por la noche. En el pueblo se sacan los sillones y las sillas á la calle; en el campo se tumban en la era, sobre las gavi- 1 lias de Irigo. Las muchachas, desgreña- | das, con una faldilla ligera y la chambra s dando alguna libertad á sus bellos prisio I ñeros, se esconden en la paja, entre risas | y chillidos, " sudando á mares," pues jue- f gan al guirgo. | La noche está cenicienta; las nubes pa- | recen petrificadas en la atmósfera; allá i abajo brilla de vez en cuando un azulado \ relámpago: son " fusiles" como dicen los | viejos. a DE MI TIERRA 45 El Sol apiieta hasta ahogar. Por el camino de las Mercedes baja la carreta llena de trigo " para el amo." El labriego, con el somí) rero apabullado y los faldones de la camisa por fuera del pantalón, aguija la yunta; el chirrido de las ruedas se confunde con el monótono de las cigarras... detrás marcha el perro verdim, de orejas cortadas y andar zorro, con un palmo de lengua fuera... Pasan algunas muchachas con haces de espigas á la cabeza, que les ocultan por completo el rostro; también las que van por leña al monle. con el sombrero en la mano para que no se les estropee, las enaguas altas, recogidas por una cuerda al talle cimbreante... De vez en cuando echan una carrerit. i. Repican las campanas de San Francis- 44 TRABAJOS ENTREGADOS AL KUEGO co. Es una música aleiire; cristalina, expresiva, que biibla al corazón; sus ondu- Jaciones Ijarraónicas juegan por encima g de los álamos, parecen anidar por un ins- lante entre sus copas de verde oscuro_, y luego se pierden por los campos de la lim... 8 Es que la fiesta del Cristo se acei'ca. Pj- onto se verán flamear en la oscura no- che las hogueras, coronáiido la cumbre con diadema de llamas, haciendo muecas f grotescas enire la sombra. " Las parran- das" discurren por todas partes; el son- f sonete de los acordeones que tocan las mozas del campo vuelve loco á " Cristo ® Padre...'' Alrededor de aquel ventorrillo searremolinan " los magos"... ¿ Quesera?.. Parece que " va á haber jarana"... DE M[ TIERRA 45 Llegan los recuerdos de la infancia, con aromas suaves de manzanas, reflejos irisados de aquella edad dichosa, de aquel corretear en medio de los brezos de San Diego, por los vericuetos y rastrojos, tras de las moras de los zarzales... atrapando lisaí^ bajo las piedras, cogiendo ranas entre el poleo y el marrubio de los barrancos... Sobre la derruida tapia, en las anchas hojas de las piteras, blanquea una multitud de prendas de vestir. Las lavanderas, " en refajo", canturrean y se lavan en posiciones algo indiscretas... 4 6 TRABAJOS ENTREGADOS AL KUKGO Al cerrar y abrir los ojos varias veces seguidas cuando estamos en una habitación oscura, ora vemos círculos luminosos, rojizos, que se desvanecen fantásticamente, ora un tejido de mallas multicolores, de una trama mágica, que cambia de matiz á cada segundo. Hacemos otro moviniiento con los párpados, y se presentan ráfagas brillantes, que ya se reducen á un punto, ya se alargan indefinidamente. Una cosa análoga ocurre en la memoria; sensaciones semejantes se verifican en la imaginación. Es un arenal por el que marchamos vertiginosamente, viendo desfilar á derecha é izquierda espectros de recuerdos, imágenes de ilusiones que no se han de realizar: de pronto, una oleada de arena DE MI TIERRA 47 destruye el surco por el cual caminábamos, sepultando los recuerdos, haciendo huir las fantásticas ilusiones, y aparece una nueva procesión. Los recuerdos enseñan, las ilusiones engañan; aquéllos son verdades demostradas, éstas son con frecuencia fenómenos de espejismo. Sin embargo, el hombre corre tras ellas como un loco, corre tras la mentira, para agregar una nueva verdad á sus recuerdos. Vuela, alma, por las regiones de la quimera, mas cuida de que, al penetrar en el laberinto del sueño azul, no salga el Minotauro monstruoso del positivismo y devore tu creencia. ¡ Creer! ¿ Qué mal hay en ello? 48 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO El viento del Oeste alborof.), se incomoda, al penetrar entre Jos áiboles del rncftjte. Luego fe refresca y empieza su sinfonía entre el follaje, órgano gigante de « una catedral de las sombi'as. » Recorre una escala variada, rica, inmensa, desde la queja amorosa hasta las harmonías más desenfrenadas, los aullidos fiiás feroces. La escala de la risa también ubarca desde la mueca honible del gorila hasta la sonrisa divina de los ángeles. Por la negra cumbre asoma una estrella rojiza. El labriego, tendido junto á la choza de paja, observa " de donde quedan las cabañuelas." El alma se agranda en las sombras; contesta á las palabras graves, benévolas, de las constelaciones con preguntas sin fin: IJE MI TIERRA 49 misteiioía comunicación telepática llena de presentimientos inefables. ¡ Oh, alma! ¿ Por qué te quieren arrebatar la fe? Vuela, vuela siempre... Grande eres en la lucha, sublime en la abstracción. Grandiosa es la tempestad en la región baja, oyendo el mugido de los barrancos y los furores del huracán; pero más grandioso e. s contemplaila, cual el águila, por encima de las nubes, viendo á nuestros pies el líquido telón arrastrado en caprichosos vaivenes por la cellisca. Brota el layo á nuestra vista entre aquel oleaje de vapor furioso, eiitre aijuellas masas preñadas de agua, de electricidad, de vida. El águila busca siempre la región se-i'ena de la luz. TRABAJOS ENTREGADOS AL KUKdO Eli la leni{) estnd de abiijo, en la ludia, se foinia un carácter; en las alluras se robustece el genio. Allí liay pasiones, san- gre, monstruos que vencer; aquí la nien- te se pierde en la abstracción y prot'un diza los misterios del Sei-. Abajo, el doloi' Iiace lelorcerse los miembios en espasmos agónicos; las ener- gias vitales se convierten en llanto ener- vante; la Humanidad asoma su rostro doliente al balcón de la esperanza, mien- I tras su cuerpo, cai- gado con los hierros del tormento, gime en la sombra: el su- írimiento purificando los seres, que tam- s bien del lodo biota la vicia, y entre las sombras se hace la luz. El dolor asciende lentamente en gradaciones luminosas hasta la resignación he- DE MI TIERRA 5 I roicii, que regenera el alma: el dolor se transforma en aureoln. Arriba, el genio se mece en la región sublime á donde no llegan los gritos de las pasiones. Penetre el espíi'ilu en las profundidades del ¿ « ¿ Í » ;' hasta llegar ala cima del poder; conjugue el verbo aniar en todas sus inflexiones iiasfa sacar la esencia del querer; transforme la sabiduría en potencia, el amor en voluntad, y uniendo la potencia con la voluntad se convertirá en creador. 5 2 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO * * * Nivaria, sultana de Occidente, vecina délas Zoraidas moriscas, yace aletargada en su diván de alhelíes, mostrando su desnudo cuerpo, expresión de la belleza, perfumado con esencias de jazmines y losas silvestres, oreado por la brisa marina cargada de emanaciones afrodisíacas. Su espíritu vaga lejos de su cuerpo, perdido en los arenales del sueño africano. DE MI TIERRA 53 De vez en cuando alguna llamarada del espíritu linerfefio brilla en el ambiente saturado de meicantilismo. En la vega lagunera cruza en noche oscura un fogonazo eléctrico alumbrando los cañaverales y el cristal verdoso de la Madre del Agua, y luego el trueno zumba, perdiéndose retozón entre los brezos de la Mesa Mota. Los efluvios magnéticos han de mecer seguramente los árboles de la fuente Castalia. El numen tiene algo de hipnotizador. De vez en cuando el poeta hace volver el espíritu de Nivaria á su cuerpo que empezaba á enfriarse, y entonces torna la sonrisa á sus labios y sus ojos de oda- Jisca . satisfecha lanzan un destello fulgurante. * 5 4 TRABAJOS EN'lREf. ADOS AL FUKGO ¿ Dónde se ha escondido la Psiquis de Nivaria? ¿ Estará perdida enlie las retamas de la cumbre, viendo como cae la lluvia finísima castigada por el viento? ¿ Acaso, fascinada por el espectro de los guanches, sil ve de cariátide á la puerta de alguna cueva de los acantilados? ¿ Ó, tal vez, al cabíilgur en un luyo de Sol, éste, juguetón y curioso, al divisar las aguas azules, la dejó caer dentro para jugar con libertad en la superficie? La mente, de.- orientada, subió al Teide. Allí estaba ella, mirando al Sol, encantada de su belleza: el viejo progenitor de los seres la besaba amoroso, trémulo de pasión, y en aquel gigantesco lecho nupcial, entre los peñascos graníticos alfombrados de armiño, celebraron sus bodas DE MI TIKRRA 55 divinales, embriagados por la harmonía del azul infinito.... De íiquellas bodas nació el arte niva-rienw. - i^ y* íí3i^ U< i'^ ROSARILLO "^ er ( arlss ( raz ''( ¿ / fr( f// r. // fice (/ y/ ic iiiue/ io fwia. Kemjñs lib. I. lap. XV. * m^^ r^ » w'H'"?^?' f4%^'^^ Ww'^^ T-^ W^^ ROSARILLO p, A\ TO á mi tierra, canto á sus campos cubiertos de orégano y tomillo, esmaltados de azucenas y amapolas; circuidos por árboles que en verano lucen la verdura y ílor de sus 62 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO trajes y entre cuyas ramas anidan los canarios y los mirlos, ios jilgueros y los capirotes que con sus " arpadas lenguas" saludan el nacimiento del Sol, cantando himnos á este gran soberano: árboles que en invierno levantan al cielo sus macilentos brazos, como si imploraran misericordia. Canto á los marios de mi tierra, canto sus amores, ora tranquilos, ora horribles y furiosos Canto á las hermosas zagalas, sonrosadas como las fresas, rebosando vida y salud; siempre alegres^ siempre risueñas, dejándonos entrever sus dientes blancos como las almendras cuando con risotadas, que parecen lluvia de guindas, contestan á las bromas de sus compañeros. ROSARir. t. o 63 Cauto á la flor más hermosa del valle^ que, cuando cubría su cabeza con el vistoso pafiuelo de colores y vestía su saya de pintorreada zaraza, daba envidia á las rosas y azucenas: canto á Rosarillo. cauto sus amores •<" rg'e> í>-^ Y9' íeí'.^^'?^^ e>'^ ' « é^' e)^ ^ ^ ^ é ) ^ • « '< S'e>'^ ~'- í5^- e- y' •<^' e>^ SONREÍA la Naturaleza ai recibir lorf primeros besos del Sol que comeiizalja á desperezarse; sus rayos acariciaban las tranquilas aguas de la fuente que se deslizan sobre su lecho de musgo y culantrillo, murmurando canciones de niños. El camino de la fuente está cercado de juncos y plantas agrestes: á un lado hay un precipicio cuyas rocas, cortadas á pico, están casi cubiertas por una hermosa 66 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO vegetación; allí crecen los cardones, las tabaibasy heléchos; las hierbas trepadoras que formando caprichosos dibujos llegan hasta el borde; su vista produce el vértigo, y jamás la planta del hombre se ha atrevido á descender al abismo, cuyo fondo paiece un lecho de esmeraldas. Las n. udiaihas se dirigen lodas las nuifianas á la fuente para llenar sus cántaros, antes que el Sol caldee la tierra con sus ardientes besos. Ya Rosarillo estaba llenando el suyo, cuando apareció su novio, — rudo y apuesto mocetón y uno de los mejores partidos del lugar, — y mientras e! agua iba cayendo con liíOtadas argentinas, ellos se cantaban sus amores, forjándose un porvenir dichoso, rodeados de chiquillos que los llamarían padres.... y así continuaban ROSARILLO 67 • charlando hasta que, ya lleno el cántaro, comenzaba á desparramarse el agua y entonces Perico ayudaba á cargárselo á la taimada^ que, con risas de alegría, salpicaba la cara del muchacho, el cual, extasiado, contemplaba el donaire de su Rosarillo,— la moza más guapa de toda la comarca, — y viendo temblar aquel torneado seno, sentía tentaciones de abrazar el delicado talle y eslampar un beso en las sonrosadas mejillas de su amada. Pero no; todavía aquel fruto no estaba razonado y había que esperar á que el cura bendijera el ingerto de aquellos dos - arbolülos. TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO 69 II Abundante estaba la cosecha aquel íifio: las doradas espigas se inclinaban ba-jo el peso del grano, los árboles parecían desgajarse, tanta era la fruta; de la viña pendían hermosos y amarillos racimos: todo sonreía. El dueño de la finca,— que de medias tenía el señor Juan, padre de Ptosarillo,— 7 o ROSARILI. O había ido á ver Ja recolección de la cosecha, descansando unos días de la vida agitada del casino, de los salones y del café. Don Emilio, que así se llamaba, era un joven simpa [ ico, de buena presencia, un poco afeminado en el veslir, y en las reuniones arislocráticas que frecuentaba era siempre el predilecto de las damas. Huérfano hacía varios años y en posesión de una bonita fortuna que le permitía vivir holgíidamente de sus rentas, estaba acostumbrado á no encontrar dificultades en su<; antojos. Su lado flaco erar> las mujeres; de M y de ellas se contaban en la ciudad varios líos amorosos que lo-rodeaban de una aureola de tenorio. Muchas eran las mamas que miraban á Emilio con buenos ojos para yerno, perc^ él no pensaba todavía en echarse á cuestas la pesada carga del matrimonio. TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO / I Para alojar debidamente al owo, arreglaron la casa principal de la finca, de cuya limpieza se encargó Rosarillo, que la dejó brillando como una tacita de plata. Loá uiedianeros eslimaban mucho al amo, pues nunca los molestaba con exigencias, y cuando la cosecha era mala les perdonaba parle de su3 medias: aunque la gente del pueblo decía que toda esa bondad de don Emilio era porque miraba con ojos de deseo ú Rosarillo, á quien echaba sus piropos que ella recibía casi con agrado. Bien es verdad que los que esto decían cuidaban muy bien de que no los oyera Perico, pues si tal sucediese, ya no lo volveí iaii á repetir. ¡ Su Rosarillo era tan pura y tan santa como la virgen de los Remedios! ROSARILLO III Era domingo. En la puerta de la Iglesia estaba un grupo de campesinos esperando que la campana los llamara por última vez para oír la misa. Las muchachas iban entrando primero, luciendo sus sayas nuevas de vivos colores, sus rayados justillos, los vistosos pañuelos de seda y los sombreritos de 7 4 TK^ i;\|( XS ENTREGADOS AI, FUEGO palma que tan bien sientan á sus risueñas caras, donde retozan la alegría y la vida. Allí estaba también Rosarillo, la moza más bonita que había en diez leguas á la redonda, luciendo sus zapatitos de cha- rol que sólo se calzaba cuando repicaban recio, su Irajecilo nuevo y el sombrerillo de palma, blanco como la flor del almen- dro. Orgulloso estaba Perico de que aquel manojito de claveles fuera suyo, y de que aquel corazoncilo escondido deba- jo de un seno que, cuando palpitaba, ha- cía temblar los redondos pechos, fuera suyo, sólo suyo... Pronto corrió la noticia de que en la finca de fió Junn habría baile, pues el señorito Emilio quería celebrar con regocijo la abundante cosecha de aquel año, y ROSARILLO yS deseaba que todos los mozos y mozas del pueblo estuvieran allí para bailar isas, folias y seguidillas: en fin que el amo quería echar una cana al aire, y ya todos sabían que cuando él invitaba la fiesta era buena. TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO ^]^ IV El sol sostenía la última lucha con las sombras que iban envolviendo á la tierra con un manto de melancolía, el crepúsculo comenzaba á extender sus oscuras alas sobre la Naturaleza: los pájaros ya no lanzaban torrentes de harmonía, sólo notas pausadas y entrecortadas se dejaban oír; las hojas de los árboles comen- 78 ROSARILLO '/ aban á murmurar sus plegarias movidas por la brisa; ios lagartos se escondían en sus agujeros, arrastrándose poco á poco sobre las paredes; las mariposas revoloteaban alrededoi" de las flores, los caballitos dd diablo \ han zumbando de un lado para otro; los nardos y retamas saturaban el aire de un aroma embriagador; el gallo pisaba á la gallina por última vez, la paloma arrullaba en su nido esperando al macho, las rosas se inclinaban como buscándose para confundirse en un abrazo El baile tocaba ya á su fin: sólo unas cuantas parejas continuaban en el terrero, fatigadas y cubiertas de sudor; el vino al correr en abundancia se les había subido á la cabeza; las muchachas encarnadas por la agitación y retozonas ya no temían TRABAJOS t; NTREGADOS AL FUEGO 79 que ios mozos les vieran la pantorrilla: el vino les había robado el pudor. Los campesinos, sentados en troncos de árboles y en rústicos bancos alrededor de la era, iban apurando los vasos de vino que pasaban de una mano á otra; en todas las caras se notaba la alegría y el cansancio, algunas muchachas estaban echadas por el suelo ó recostadas en las parvas. ÍVo Juan, que allá en sus mocedades fué rasgueador de los de marca, tomó de manos de un mozalvete la guitarra y empezó á acompañar las folias. De pronto se OJO una voz fresca y agradable: era Ro-sarillo que cantaba... Su cantar era melancólico y juguetón, triste y risueño; en todas las caras brilló el entusiasmo al oírse: 8 0 ROSARILLO El que nunca haya escuchado conx) se canta una pena, que escuche como se cantan las folias de mi tierra. Cuando Rosarillo terminó el cantar, le contestó Emilio que tenía voz bien timbrada de barítono, aunque á su canto le faltaba ese sabor especial de las follas, que sólo poseen nuestros magos-. El cantar del señorito era sentimental; su voz potente se extendió por el valle y lodos los mozos decían: " silencio, que el amo canta;" las parejas giraban con más donaire y las muchachas acompañaban con palmadas; tió Juan rasgueó la guitarra como en sus buenos tiempos. Emilio cantaba: TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO gl Dos cantos hay en mi tierra que en mi alma suenan á gloria: el arrorrú de mi madre, las folias úe mi novia. El cantar íué termitíado con un ¡ niii! que salió de todas las bocas y el baile siguió adelante. Luego^ relevándose algunas parejaS; pasaron á bailar las seguidillas, terminando con las saltonas t| ue es un baile en el que pronto se fatigan los más i'e-sistentes, una baraúnda sometida á ritmo, donde con gran prontitud se cambia de pareja y se hacen piruetas en las cuales las muchachas ponen en movimiento sus redondeadas caderas. El canto es alegre y vivo. Tió Juan, no conforme con hacer sonar todas las cuerdas, se acompañaba dando 8 2 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO golpes con el dedo gordo en la caja de la guitarra, y, en el paroxisn> o del entusiasmo, el viejo cantó con voz cascada la copla de rúbrica: Señores " bailadores, alcen las patas, que pai'ccen ratones dentro de zarzas. Las parejas continuaba n girando vertiginosamente al son de la guitarra y de las palmas. Rosarillo comenzaba á sentir los efectos del vino, pero el picaro del señorito no la dejaba ni un momento, siempre le estaba dando de beber, y ella le encontraba tan guapo, tan simpático, que no ROSARILLO 83 se atrevía á desairarlo; le decía palabras tan dulces, cosas tan bonitas.... ¡ Qué diferencia del señorito á su novio! ¡ Qué feliz sería eon un marido como el amo! Pero, ¡ qué loca era! pensar en eso, ella, una zagalilla.... y luego Perico que tanto la quería: no, no, ella nunca olvidaría á su novio. Mas todo parecía conjurarse contra ella: el vino, el baile, la proximidad del señorito, la soñolencia de la tarde; los recuerdos... esos recuerdos de los tiempos en que ambos eran niños y jugaban juntos, correteando por la finca tras los tabobos á quienes casi siempre atrapaba ella por ser más ágil... entonces se tuteaban, pero ahora, al verlo todo un hombre con aquellos bigotes tjn bien cuidados, le tenía tanto respeto que no se atrevía á levantar la vista delante de él. 8 4 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO Por más esfuerzos que hacía, le era imposible substraerse á estos recuerdos: cuando los amos iban á pasar los meses de calor en la finca^ ella no paraba sino en la casa principal donde la querían mucho y le daban golosinas, y allí jugaban al matrimonio ella y Emililo; él hacía un marido muyserio, muy formal; ella una mujercila muy risueña, muy gobernosa, limpiaba la casa, hacía la comida y por último termimban sus faenas befándose en los ojos y en la boca Las sombras de la taide aumentaban. Rosarillo, sin darse cuenta, fué conducida por Emilio aun apartado rincón de la finca, casi oculto por pequeños arbustos y allí se sentaron, comenzando á hablarse con más familiaridad. Él se atrevió ROS ARILLO 85 á pasarle el brazo por la cintura, ella quiso desasirse, pero el vino que se había apoderado por completo de aquella cabe-cita parecía que la inclinaba hacia él; en aquel momento su torneado seno palpitaba más acelerado, sus húmedos y gruesos labios parecían pedir un ósculo, sentía necesidad de caricias, de besos; sin darse cuenta se estrechaba cada vez más contra Emilio, sus alientos se confundían; la tierra parecía suspirar amores; ya apenas se hablaban, su respiración era fatigada: él no pudo resistir más y posó sus labios en aquellos pechos redondos y sonrosados como manzana que comienza á sazonarse, confundiéndose en un abrazo loco.... Las sombras se habían apoderado de la tierra. La luna apareció majestuosa; la gÓ TRABAJOS ENTREGADOS AL FUEGO brisa mecía las Iicijas, el agua del arroyo cantaba, el aire impregnado de aromas seducía, las i- anas entonaban cánticos sacerdotales que se dilataban en la soledad de la notlie; de lato en ralo be oía el lú-gubie graznido del cuervo y de la corneja; el aire comenzaba á susurrar himnos de ameren Ins hojas de los álamos.... la Naturaleza di> rmía, la sultana de la noche velaba. - ^ ROSARII. LO 87 ¿ Por qué está liisle, muy triste Rosa, rillo? jPor qué la lozano ílor del valle comienza á maicliilarse, apenas abiertos sus pétalos á las caricias de la vida? ¿ Por qué ya no c^ pcia en la fuente á su novio que sólo vive por ella, por aspirar su aroma, por darlo vida con los ardientes rayos de su pasión? ¿ Qué tiene? ¿ Por qué 8 8 TRAKAJOS ENTREGADOS AL FUEGO llora? ¿ Por qué, cuando las sombras crepusculares comienzan á extender su manto de melancolía sobre la fierra, una lágrima asoma á sus ojos y corre por sus mejillas, y un suspiro exhalan sus labios, que se va á perder entre el follaje? ¿ Por qué tristC; muy triste, lloraba la flor más hermosa del valle?.... KOSARILLO 89 VI Por íin volvió Rosarillo á la fuente, lesligo de sus amores, á oír cantar el agua en su lecho de juncos y culantrillos, á mirarse en su cristalino espejo, á contemplar su faz pálida y demacrada, á recordar las inocentes bromas de su novio, á llorar la pérdida de su honra.... y mientras una lágrima asomaba á sus gO TRAHAJOS ENTREGADOS AL KUEGO ojos, que se iba á perder en el delantal, el agua seguía cayendo en el cántaro con carcajadas de alegría, con chillidos de niños, con risas de enamorados, con harmonías que semejaban susurro de besos. Ya el cántaro estaba lleno, ya el agua comenzaba á despairamarse, cuando apareció Perico, pálido, desencajado: sus ojos hundidos denunciaban noches de horribles pesadillas. Se acercó á Hosarillo que, al verlo, se quedó aterrada, y, pasándole el brazo por Ja cintura, la atrajo hacia él, miró con ojos de loco su faz herniosa y descompuesta, y.... — ¡ Perico! — pudo decir al fin la infeliz. El no le contestó; quiso hablar, pero no pudo. RÜSARII. LO 91 — ¡ Perico! - volvió á repetir anegada en llnnlo. — Perico, si: aquí me llene?, cerca de tí. más cerca que nunca;-- y la miraba como si quisiera leer en el fondo de su alma, y estieiliándola fuertemente, rugió á su oído estas palabras con tono so letnne y trágico: — Rosario, un hombro dijo que habías sido suya, que le había poseído, que había gozado de lus caricias, de tu carne... ese liombre era el señorito, que ha quedado tendido en el suelo con el corazón atravesado por mi cuchillo: ahora júrame por lu madre muerta, por mi amor, por aquel á quien arrebaté la vida, que no es cierto que llegó hasta tí, que has sido respetada por mí como la virgen del Ro-iio; dimequpminlió, para estrecharte entre 9 2 TRABAJOS ENTREGADOS AL FUECiO mis brazos y llevarle lejos, muy lejos, donde podamos gozni- de nuestro amor.... pero si no mintió, si dijo la verdad, para hundirme contigo, confundidos en un abrazo infernal, en ese abismo que está á nuesti'os pies, — y señalaba el horrible precipicio por donde no podían bajar ni las cabras, precipicio que causaba el vértigo sólo con mirarlo,— y así saber que tu última caricia es para mí, que tu último beso es mío, sólo mío — ¡ Perico!.... — Sí, dime que mintió, que eres pura, que tus caricias no han sido de nadie, que serán para mí; que no me has engañado, que guardas el tesoro de tu virginidad para entregármelo intacto... habla, dime que mintió, que mintió, sí; habla, que quiero oírlo de tus labios, dime que tú sólo has pensado en mí Cuando el ROSARILLO 93 amo dijo que habías sido de él, yo no sé lo que senlí, sólo sé que tiré del cuchillo y... cuando me di cuenta le vi revolcándose en un charco de sangre... Rosarillo, mírame... ¡ Si supieras cuánto he sufrido, cuánto he llorado!... Rosarillo se retorcía con desesperación. De pronto Perico la cogió por las manos, tiró con fuerza de ella y mirándola con la locura de los celos, dijo: - ¿ Fuiste de él, ó eres pura? — Sí, PericO; perdóname... fui suya... no mintió. — ¡ Ah, infame!... ven ahora á ser mía, pero mía sólo, mía en el regazo de la muerte. La cogió entre sus brazos, la aprisionó con fuerza y dándole un beso lleno de amor y de rabia, de celos y de pasión, se arrojó con ella al abismo. 9 4 TRABAJOS ENTREGADOS AI. FUEGO Sus cuerpos, unidos en estrecho abrazo, chocaban contra las rocas, desgarrándose las carnes al tropezar en las piedras salientes, viéndose sostenidos algunos instantes por las matas para luego descender vertiginosamente, como pelota lanzada al espacio, que, rebotando al primer tropiezo, continúa con más energía su desenfrenada carrera: y en el fondo del abismo espei- aba lecoger sus triturados cuerpos una tumba alegre, sonriente^ del color de la esperanza; cubierta con manto de hierbas v flores Y mientras tanto, el agua en la fuente continuaba cantando, chillando, riéndose; acariciando los culantrillos y los juncos, RÜSARILLO 95 desparramándose fuera del cántaro con harmonías que parecían lluvia de guindas y cerezas.... 4. Y había algunos que se mostraban desdeñosos, sin hacer alto aparentemente en aquellas pequeneces. 5. i\ Ias su corazón estaba corroído por la malicia, y en la sombra afilaban sus dientes, ansiosos de morder. 6. He ahí que apareció la presa que aguardaban y entonces se cebaron en ella con saña fiera. 7. Y los náufragos se turbaron al oír esto. 8. Kntonces llegó á ellos una \ oz que clamaba de lo alto: 9. Cuando oyereis un juicio sólido y competente, aunque no os fuere grato, agradecedlq; mas no hagáis caso de los fuegos fatuos que lucen, pero no queman. 10. Sabed que si tal no hicieran, muy otra sería la condición humana. 11. Y era la voz de la Razón la que estas cosas decía. De ¿ Libro de la Conciencia, cap. V. |
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