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Francisco Martínez Viera, autor de El Antiguo Santa Cruz. Crónicas de la Capital de Canarias, que constituyó un rotundo éxito para su autor y para el Instituto de Estudios Canarios, que lo editó, no necesita presentación. A lo largo y a lo ancho de la ciudad y de la isla de sus amores, su nombre es bien conocido y apreciado. En honor a la verdad, hemos de decir que su fama y popularidad se acrecentó en forma impresionante, a raíz de la publicación de dicho volumen, cuya primera edición se agotó en quince días. Esta obra que ahora aparece a la luz pública, ANALES DEL TEATRO EN TENE- ( Slgue en la pág. 3." de la cubierta) ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE Prólogo Domingo Pérez Miník TENERIFE 1968 DEPOSITO LEGAL: T F . 222- 1968 Imprenta Editora Católica, S. L.— Alvarez de Lugo, 60.— Santa Cruz de Tenerife A mi hijo FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA LEVANTA EL TELÓN DE NUESTRO TEATRO Apenas hace un año que Francisco Martínez Viera publicó El antiguo Santa Cruz. Crónicas de la Capital de Canarias, que en nuestros días alcanza su segunda edición, cuarulo ya tiene terminado otro libro, estos ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE, que hemos de comprender enseguida como la continuación de ese primer libro, donde la ciudad se nos aparecía con su vida general, variada, panorámica, en el quehacer cuotidiano de sus habitantes, los políticos, los comerciantes, los escritores, los artesanos, los periodistas, toda aquella gente que dio forma a una obra cívica importante, acelerada, de indiscutible modernidad para aquella época, que de modo indiscutible nos confirió un cierto rango histórico, válido no solo por su realidad inmediata de voluntad política sino porque fue capaz de erigir una personalidad de mayor o menor tamaño, pero vigente, activa, indiscutible. Francisco Martínez Viera, ya en la muy digna madurez de su existencia, intenta ampliar esta visión panorámica, hasta detenerse en otros aspectos particulares de la Capital. Una manera de ampliar la historia por una parte, y, por otra, reducirla, concentrando la atención en otros centros de nuestra actividad pretérita. Ahora le ha tocado la suerte al arte del teatro, del mismo modo que nos pudo haber presentado una biografía de nuestra Prensa, las condiciones culturales de las clases medias o la pequeña o gran crónica de nuestras calles. Francisco Martínez Viera con el mismo espíritu que escribió El antiguo Santa Cruz se apodera hoy de otro aspecto de la vida pasada de nuestra ciudad, el del teatro, nos levanta su telón y coloca su escenario ante nuestra atención. A lo largo de estos ANALES el lector va conociendo toda esta vida escénica, de dentro a fuera, de abajo a arriba, la actividad de los grupos de aficionados, las compañías visitantes, el balance de las representaciones, y ese ámbito en que se movía esta pequeña Capital en el campo de este arte privilegiado. A través de todas estas páginas, que se inician en los tiempos más lejanos y que abarcan las actividades más im^ yortantes en toda la isla, nos damos cuenta de que nuestro cronista no observa todo este pasado desde hoy, sino como si se sintiera colocado en el propio ayer. Así lo peicibimos cuando nos trae desde lejos el fruto de su cosecha, como si él regresara desde el pasado a este Santa Cruz actual, con un cierto ánimo transeúnte que no sabe esconder del todo un pequeño dolor. De aquí que en Francisco Martínez Viera encontremos siempre un aire de melancolía, la del historiador dividido en sus sentimientos acaso por el amor de su ciudad tan venida a menos, pero al mismo tiempo sabemos apreciar al escritor ditirámbico que con toda razón puede afirmar la superioridad del ayer frente al hoy. Todo esto queda bien repartido en la literatura de Francisco Martínez Viera, que nunca deja de mostrar su sentido político de la Capital, su sentimiento liberal del mundo y su acendrada voluntad de cronista. La historia que nos cuenta llega hasta los primeros aoos de la República y empieza en la época de las representaciones de los autos sacramentales con motivo de las fiestas religiosas y así vamos conociendo diversos tienpos de crecimiento, de conservación y de apogeo. Tero en todo momento observamos con mucha claridad la gran vocación teatral que preside la vida de Santa Cruz, con sus primeras viejas mansiones nelsonianas preparadas al efecto en las calles de la Marina y del Tigre, las manifestaciones de los equipos de aficionados de tantas sociedades culturales y recreativas, hasta la fundación del Teatro Municipal, construido sobre un viejo convento, el actual Teatro Guimerá, con su muy distinguida pinta burguesa, el héroe más sobresaliente de e. sta vida tan pugnaz, competitiva y arriesgada, por la que se interesan todas las clases sociales, cada una en su sitio, pero de cierta manera muy unidas por unas preocupaciones superiores de cultura, con sus muy vivos carmes de acercamiento, simpatía y amistad. La creemos porque nos lo dice un cronista tan veraz como Francisco Martínez Viera, que nos trae la aportación de su personal conocimiento a lo largo de mucho más de medio siglo, aparte de lo recogido por la tradición oral, más lo aportado por la Prensa, documentos o informaciones escritos de la vida de nuestras sociedades tan abundantes en aquel Santa Cruz de Tenerife. Lo que hemos de creer es que una ciudad de tan escasa población, — que sólo cubría ese espacio que iba desde el Castillo de San Cristóbal a la Plaza de Weyler o desde el Bario del Toscal al Barranco Santos, con su media, baja y alta burguesía, ésta no muy alta pues apenas llegaba liasta el comerciante o el abogado, su artesanado copioso y su correspondiente núcleo obrero—, pudiera ofrecer una representación teatral de tanta importancia por su calidad, número y regularidad. Claro está que nos estamos refiriendo a los media< ws del siglo diecinueve y primeras décadas del veinte. Excepciortal actividad no sólo por las compañías que nos visitaban, siete o nueve todos los años, de ópera, comedia o drama, sino también por el quehacer de los grupos de aficionados y por la tan increíble continuidad. De donde salía este público para mantener cincuenta representaciones o más en el Teatro Guimerá de una misma compañía, o sostener la presencia de tres compañías al mismo tiempo, en 1914, José Tallaví en el Salón Novedades, ww. de comedia en el Teatro Municipal y otra de zarzuela en el Parque Recreativo—, o como se podía organizar una orquesta de cien músicos con motivo del centenario de Calderón de la Barca, una festividad que duró una semana. Hay que leerlo para creerlo. Pero no le vamos a contar la interesante historia que nos cuenta con tan buen ánimo, expresiva prosa y completa información Francisco Martínez Viera. Queremos afirmar que de tan sugestiva crónica nos han sorprendido dos hechos que con la mayor amplitud nos han llenado de asombro. Hubo una época en que la crítica teatral de nuestros periódicos estaba hecha por Mario Arozena, Benito Pérez Armas, Luis Rodríguez Fi-gueroa, sin olvidar más tarde a Juan Franchy, Ildefonso Maffio-tte y tantos otros, los mejores escritores del momento. Ya sabemos que los escritores de hoy viven generalmente encerrados en sus ascéticas especialidades. Otro acontecimiento que nos ha sorprendido es la representación frecuente de nuestros autores locales, de Diego Crosa a Domingo Cabrera y Leoncio Rodríguez y cuantos más, por importantes compañías que rws visitaban. Todos estos sucesos vistos desde hoy nos llenan de sorpresa, admiración y simpatía. El mismo año que se representaron en Madrid La de San Quintín, Mar y Cielo y Juan José fueron dadas a conocer a nuestro público. Ante esta vida teatral tan intensa para ciudad tan pequeña, lo que le da una ciesta categoría ejemplar, nos explicamos muy bien que Francisco Martínez Viera nos haya querido presentar una crónica tan denodada, diana y aleccionadora, que se termina en los años de la segunda República y que no ha habido manera de volverla a empezar. La oportunidad de estos ANALBS DEL TEATRO EN TENERIFE nos parece muy acertada y nos puede servir de mucho. Hace treinta años que intentamos poner un orden en el escenario de Tenerife y no hubo manera de continuar esa historia muy ilustre que tan bien nos ha sabido narrar Francisco Martínez Viera con su inspirado sentido de la noticia periodística, con su demostrado talento para recopilar las crónicas, con su vivo ánimo literario, entre melancólico y diti-rámbico, para recordarnos la historia teatral de esta pequeña Capital, que hasta ahora sólo fue grande, sin exagerar la medida, cuando tuvo un sentido real del valor de la libertad. DOMINGO PÉREZ MINIK CAPITULO I ALBORES DEL TEATRO EN CANARIAS EL TEATRO EN LAS IGLESIAS Y EN LAS PLAZAS PÚBUCAS De la época anterior a la construcción del Teatro de esta ciudad y a los orígenes del teatro en nuestras islas, son curiosísimos los datos que nos suministra un historiador isleño de la primera mitad del pasado siglo ( don José Plácido Sansón?, don José Desiré EXigour?), desde las columnas del periódico La Aurora; datos los más interesantes y valiosos que hemos encontrado relacionados con esa época primitiva del teatro insular, y con la posterior, cuando ya ennoblecido e interpretado por inteligentes aficionados irrumpía en las ciu-dac les y se adueñaba de las casas linajudas. La personalidad de este historiador se escudaba tras las iniciales de B. R., v con esas mismas iniciales aparece firmado el editorial del primer número del citado semanario de Literatura y Artes, publicado en esta capital en 5 de septiembre de 1847. Estos interesantísimos artículos de B. R. nos dicen que al promediar el siglo xviii era una realidad el arte del teatro en nuestras islas, y en particular en nuestra ciudad, donde al comenzar la pasada centuria recibió gran impulso, menudeando los cuadros de aficionados, que representaban las más famosas obras con tal perfección y refinamiento que eran gala de la sociedad santacrucera y colocaban a la capital en lugar destacado. El Teatro en nuestro país se hallaba, pues, según el citado historiador, « en brillante estado, más brillante que 12 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA en muchas localidades europeas, donde no existe un solo teatro ni se han visto jamás representaciones de comedias, cuando en el día las Canarias poseen ocho de estos edificios, la mayor parte de los cuales lian sido visitados por las compañías que los habitantes de Santa Cruz, en varias épocas, han traído de España » . Añadiendo: « Los actores de estas representaciones no sólo rivalizaban en celo y habilidades en el desempeño de sus papeles, sino también en lujo y gala en el vestir: así se veía a Edipo con los cabellos ensortijados y empolvados a la manera de los cortesanos de Carlos III; a Agamenón, el rey de los reyes, cubiertos los hombros con rico manto de raso blanco, y a la triste Elec-tra, engalanada con perlas y diamantes. Estas mismas impropiedades se notaban entonces en todos los actores de profesión de Europa, sin exceptuar a los de París, aunque ocupaban el primer rango en la escena dramática » . Don Manuel de Ossuna y Vande - Heede, el distinguido historiador tinereño, también nos cuenta a este respecto, que M. Le Dru, en su obra Voyage aux iles de Teneriffe, refiere haber asistido a una representación teatral la noche del martes de carnaval de 1796, en la casa del ex - cónsul inglés Sir Faveno, donde se puso en escena, ante numerosa concurrencia y con gran aparato. Los dioses del Olimpo. Ante el selecto auditorio desfilaron, entre otras divinidades. Mercurio, con los atributos del Comercio; Ceres, ciñendo su frente con una guirnalda de espigas y llevando una hoz en la mano; Apolo, con su lira, y Marte, que se daba a conocer por su escudo de acero y armas brillantes. En varias casas instalábanse teatros portátiles con telón, bastidores y decoraciones que representaban bosques y hermosas perspectivas. Don Juan Primo de la Guerra y del Hoyo, vizconde de Buen Paso ( sigue contándonos el señor Ossuna), en su Diario ( 1810), habla de dos representaciones que presenció en Santa Cruz, en las que el asunto de una fue la « sentencia de París y el rapto de Elena » , y el de la otra « el robo del fuego sagrado que hizo Prometeo y la venida de Pandora » , admirablemente ejecutadas — dice— por las familias Creagh v Mur-phy. « La música, las danzas del intermedio de los actos y la calidad de cuanto practicaban, todo manifestaba que el buen gusto y las facultades concurrieron a la composición del espectáculo » . « Los vestidos eran ricos, brillaban las armas y las telas de oro y plata » . Estos datos de don Manuel de Ossuna corroboran en to- ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 13 do los que nos brinda B. R. desde las columnas de La Aurora, precisando casos y citando familias de las más prestigiosas ae la sociedad santacrucera, en cuyas moradas se rendía culto al arte teatral de manera tan inusitada. Sabido es que por esa época ( comienzos del siglo xix), una función teatral de aficionados, celebrada en la mansión del teniente de rey don Carlos O'Donnell y Anethan, en la que hacía principal papel la esposa de éste, motivó algún reproche o censura del Comandante General, marqués de Casa - Cagigal, agriándose las relaciones entre ellos y provocando un grave rompimiento que repercutió en la vida social de Santa Cruz. B. R. nos dice que ya en la mitad del siglo xviii, el arte dramático comenzó a ennoblecerse en nuestras islas, « pues pasó del campo a las ciudades, cuyos moradores, con el fin de amenizar el noble ocio de que gozaban a la sazón, formaron compañías de aficionados para representar las piezas que aparecían nuevamente en España y varias que compusieron al intento algunos poetas isleños » . Si bien, « este notaole adelanto no llegó al pueblo, porque estuvo reservado a la alta clase de lo sociedad y a espectadores escogidos, en número suficiente para llenar los salones en donde se ejecutaban aquellas funciones » . Cosa que no es de extrañar porque era época de privilegios y en esto había de haberlos también. Como consecuencia de tan inusitada afición vino el deseo de superación y mejoramiento, siempre deseosos de no estancarse, como fue norma característica de nuestra tierra, y se constituyeron sociedades con fines artísticos y recreativos, planteándose luego la necesidad de construir edificios especiales para alojar, con el debido prestigio y decoro, el arte escénico, idea que aquí plasmó y se llevó a cabo de la manera más feliz, reemplazando a los modestos teatros improvisados, alojados en deficientes locales. En cuanto al primitivo teatro, a los orígenes del teatro en estas islas, el escritor de referencia nos pone en posesión de un curioso documento que nos da la cljave de cosas interesantes y de costumbres sencillas, como la vida de aquellos tiempos, pero antes nos dice: « Más de dos siglos hace que preludiaron los habitantes de las Canarias en el arte dramático con débiles ensayos y grotescas representaciones, esguidas en tablados en el centro de las iglesias, en las plazas públicas y en encrucijadas o recorriendo las aldeas en carretas, recordando así la infancia de la comedia entre los griegos antiguos » . 14 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA « HAVIENDO DE HAVER COMEDIAS EN M FIESTA DE COHPUS » ... Veamos el curioso escrito, de valor inapreciable para estos datos históricos. Es un capítulo de las Constituciones y nuevas adiciones sinodales del Obispado de las Canarias, hechas por el Iltmo. señor don Pedro Manuel Dávila y Cárdenas, a las que hizo en 1629 el ilustrísimo señor don Cristóbal de la Cámara y Murga » . Capítulo último. Dice así: « DE LAS COMEDIAS Y REPRESENTACIONES EN LAS FIESTAS DE CORPUS » Haviendo de haver comedias en la fiesta de Corpus, mandamos so pena de excomunión mayor, y de diez ducados, no se representen, sin que sean vistas y examinadas por Nos, o nuestro Provisor y Vicarios, sometiendo su examen a personas doctas, y de buen parecer, las cuales firmen, no solamente que no tienen error, ni cosa contra la fe, pero que son de buen ejemplo para las costumbres de los fieles, y no tengan deshonestidad, o sean ocasión de algún pecado. Y después de examinadas, y aprobadas las dichas comedias, por ningún caso queremos que se representen en las Iglesias, ni por la mañana, ni por la tarde; porque aunque en sí sean buenas, suelen traer muchos inconvenientes representadas en las Iglesias, y causan mucha irreverencia, con ruidos, bebidas, posturas de cuerpo, pláticas, y palabras deshonestas de mucha gente moza; todo lo cual se cunmla en todo nuestro Obispado, así en la Catedral, como en todas las Parroquias, so pena de excomunión mayor « latoe sententice » y de veinte ducados para la fábrica de las Iglesias; y damos comisión a los beneficiados y curas, para que lo estorven. Sin embargo de lo qual, siendo las comedias tales, y con las licencias sobredichas se pueden representar fuera de las Iglesias pero, no por la mañana, porque aquella es justo se ocupe toda, y todos en sola la asistencia de la procesión, la qual faltaría mucho, y se disminuiría, por quedar cansados de la comedia: lo otro, porque las tierras de este nuestro Obispado son calorosas, y es justo se acabe la procesión a buen tiempo. Pero bien permitimos que los Autos, y las comedias, se puedan hacer alrededor de las Iglesias: de manera que guardando la decencia a tan grata fiesta, puedan sin ofensa regocijarla » . ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 13 Como consecuencia de este escrito, revelador de tan ciirio-sas cosas, nos dice el historiador que nos lo transcribe, que bien podía asegurarse que desde el año de 1629, hubo autos y comedias representadas en las iglesias, plazas públicas y en los campos « que había de haberlas en la festividad del Corpus » y otras principales del año, conformándose los autores y comediantes con lo prevenido en las nuevas Constituciones que hizo en 1733, el obispo Dávila, reformando las que había promulgado en 1629, el prelado Cámara y Murga, demostrándolo también así Viera en su Historia de Canarias, al hacer mención de las fiestas celebradas en La Laguna, en 1630, con motivo del nacimiento del príncipe de Asturias, y en las que figuraron « tres comedias » . Por lo que respecta al « mérito » y contenido de esas comedias, justamente prohibidas por el obispo Dávila, el historiador Millares Torres dice que algunas de esas composiciones tenían la forma de pasillos jocosos, siendo cantadas y representadas a la puerta de las iglesias el día del Santo bajo cuya advocación estaba la parroquia, y que muchas de ellas eran impúdicas, satíricas y groseras. Pésimas loas y de mal gusto, acogidas con entusiasmo por el público que llenaba las iglesias. Prohibidas las representaciones teatrales en las iglesias, siguieron aquéllas celebrándose al aire libre, en las plazas públicas de nuestros pueblos de campo, el día de la fiesta del patrono, subidos los improvisados comediantes en tablados adecuados o en carros o carretas, subsistiendo esa costumbre durante dos siglos largos. El propio año de 1847, en que fueron publicados esos artículos sobre historia del teatro en Canarias, 6l autor de los mismos hace observar que en la fiesta de San Pedro, en Güímar, había habido « comedia » a la vieja usanza, en la plaza pública. Y en el siguiente, 1848, se hizo en la plaza de San Pedro, de la misma villa, nada menos que la tragedia de Sófocles, Electra, que había arreglado a la escena española don Vicente García de la Huerta, con el título de Agamenón rengado. Esa costumbre siguió durante muchos años, particularmente en Güímar. El Guanche, en 1868, publicaba una correspondencia de Cuba, que empezaba así: « ¡ Día de San Pedro! ¿ Cómo no recordar con este motivo la poética fiesta de Güímar, con sus sabrosas quesadillas, sus vistosos fuegos artificiales y su tradicional « tragedia al aire libre, en medio de la concurrida plaza, como si dijéramos en un atrio de la populosa Atenas?.., » 16 nUMCISCO MARTÍNEZ VICHA Los PMMEHOS TEATHOS Por lo que respecta a los Teatros de esta isla, también encontramos en los artículos de B. R., datos de grandísimo interés, que debemos recoger en estos ANALES. Helos aquí; « Entretanto, se construía en el Puerto de la Orotava, en el curso del año 1823 a 1824, el primer teatro algo regular que ha habido en las islas Canarias, a expensas de los principales vecinos del pueblo reunidos desde algunos años antes en sociedad privada: su construcción es sencilla, y de poca capacidad; pero, el escenario está adornado con lindas decoraciones pintadas por los mismos aficionados. » Interesante es este dato del primer Teatro público levantado en estas islas, correspondiendo ese honor al Puerto de la Cruz, cuna de los Triarte, y cuyos aficionados, leemos, representaban las más importantes obras, con la máxima habilidad. « ... y lo que es digno de recordar es que la primera ópera oída en las islas, es la que se ejecutó en el Puerto el año 1832 » . También es de interés este otro dato de la primera ópera cantada en Canarias, correspondiendo asimismo ese honor a la progresiva ciudad del norte de nuestra isla. Lo que no nos dice B. R., es el título de la obra ni por quiénes fue cantada, aunque descartado queda que lo fue por aficionados. « Los habitantes de Icod y villa de la Orotava, ( nos sigue contando), imitaron poco después, el ejemplo dado en el Puerto, fabricando en sus respectivos pueblos un teatro, y dando anualmente representaciones públicas durante la estación del invierno, cuyos productos se destinaban a obras útiles. Entre las piezas ejecutadas por los aficionados de Icod, se cuenta la tragedia de don Antonio Saviñón, titulada Roma libre, imitación del Junio Bruto, de Voltaire, y del Bruto primo, de Al-fieri. En el año de 1833, habiendo sido llamada la compañía cómica bajo la dirección del actor Pazo por los habitantes de Santa Cruz, la Junta de Beneficencia ae esta capital construyó Íirovisionalmente el actual teatro, hasta que circunstancias más avorables permitieron a estos vecinos levantar otro edificio de mayor capacidad y digno de su bien notoria afición al arte dramático: constaba al principio de cuatro palcos de platea; un orden de palcos por encima con galerías en el antepecho; el patio y un rango de gradas por detrás; pero, con motivo del establecimiento del Liceo artistico- literario en el año de 1842, el local recibió la forma en que se halla hoy día con el fin de darle más cabida y proporcionar a estos habitantes bailes ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 17 de máscaras durante el carnaval, espectáculos antes desconocidos en la provincia, y los que vemos reproducirse cada año con igual magnificencia y numeroso concurso. Finalmente, por los años 1838 o 39, habiendo subido a La Laguna la compañía cómica de Navarro, se fabricó un teatro en uno de los salones del convento de Santo Domingo, en el que dieron varias representaciones. Pero con motivo de haberse cedido este edificio a los señores curas del Sagrario de la Catedral, se halla en el día convertido en almacén para aco- Sío de granos, medida previsora y prudentísima para los casos e hambre. » Del Teatro Principal, de Santa Cruz, hoy denominado « Teatro Guimerá » , en homenaje al autor de Tierra Baja, hijo ilustre de esta ciudad; de su construcción e inauguración, como de su larga y honrosa historia, ya diremos más adelante cuanto es necesario, en atención a su importancia y a lo que ha representado y representa en la vida cultural de miestro pueblo. ANALES DE(. TIATRO KN TENIBIFE.— 2 CAPITULO II COMIENZAN LAS COMPAÑÍAS DE PROFESIONAIES El autor de los interesantes artículos de LM Aurora, refiriéndose al comienzo de las actuaciones teatrales en esta capital, de compañías de profesionales, nos dice que fueron « establecidas » en 1832 y que « pasaban momentáneamente a la ciudad de Las Palmas » , regresando a la nuestra. La primera compañía de que tenemos noticias que viniera de la península, es la de Pazo o Paso, si bien no aparece claro que lo hiciera en el citado año, pues el mismo B. R. nos dice que fue en 1833, cuando los habitantes de Santa Cruz « llamaron » a dicho actor, y además es completa la carencia de datos en cuanto a actuaciones de compañías en 1832. Por ello nos inclinamos a creer que fue a partir de 1833, cuando comenzaron a venir compañías teatrales a nuestras islas, pues es indudable que estos artistas dieron sus primeras representaciones en el último de los citados años, continuándolas en el siguiente, de 1834. « ESA MALDITA CALLE DEL CASTn. LO, PARA NOSOTROS LOS CEGATOS » ... Al anunciar el regreso de Las Palmas, de la citada compañía, « cuyos actores conoce ya este público » , decía el Boletín oficial de Canarias ( único periódico que aquí se publicaba), que actuaría en un almacén situado al final de la calle del Castillo ( que solo llegaba a la de San Roque, hoy Suárez Guerra), y nn colaborador del Boletín hacía constar su disconformidad en estos términos: « ¿ No le gustaría a V. Sor. Editor cuando fuese a 2 0 FEANCISCO MARTÍNEZ VIERA la comedia hallar alumbrada esa maldita calle del Castillo, para nosotros los cegatos, que en cada escaloncito hallamos un tropezón? ¡ Qué bueno sería, particularmente en esas noches de invierno y de lluvias en que se forma un barranco en ella!, por que amigo, no todos tenemos criados y « farola » para ir deslumhrando a los demás » ... EL TEATRO RE LA CALLE DEI, TTGBE La « ambulante compañía del Sr. Pazo » , como la denominaba otro colaborador del Botetín, llegó de Canaria en octubre de 1834. Era, por lo que vemos en el mencionado periódico, im resto de lo que había actuado aquí anteriormente. No dio fimciones en el « almacén » de la calle del Castillo, ni tamnoco actuó en el Teatro de la calle de La Marina, que en ese tiempo no se nombraba para nada, a pesar de que B. R. nos dice que se construyó en 1833, y los datos fidedignos que hemos adquirido nos demuestran que se construyó e inauguró, como verán los lectores, en 1835. Este resto de compañía en su nueva visita a Santa Cruz, se « instaló » en un local bajo de la casa número 5, de la calle del Tigre ( casa solariega de la familia Hardisson), vm almacén estrecho y del que decía el Boletín: « El edificio, que no nos atrevemos a llamar teatro, donde deben dar sus representaciones se halla ya preparado » . Luego hacía unos comentarios sobre la pobreza y deficiencia del local y la falta total de condiciones, por lo que el púbhco había de estar incómodo y no podrían hacerse obras que llevasen consigo demasiado aparato escénico, y aconsejaba además, al director, que desterrara « los indecentes y chocarreros saínetes, que si en ningún tiempo han debido ofrecerse en espectáculo, en el día no puede tolerar la ilustración pública » . Y también aconsejaba el Boletín, para hacer más llevadera la incomodidad del local, que los cómicos estudiaran mejor sus papeles, que no representaran obras mal ensayadas, ni que los actores salieran con trajes impropios e indecorosos... Así podía la compañía prometerse que el público toleraría las incomodidades y asistiría a las representaciones. ¿ No exigiría demasiado el Boletín? Por esta época ( era alcalde de la villa, don José Crosa), hubo el propósito, a nuestro juicio acertadísimo, de construir un Teatro en la Plaza de la Constitución ( según creemos saber, en la esquina que hoy ocupa el Hotel Orotava), y ya se habían puesto los cimientos, pero no pasó el proyecto de ahí, dando ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 21 esto motivo para que cuatro años después, el revistero de El Atlante, al congratularse del brillante resultado de la temporada cómica de aquel año ( 1838), se lamentara de las condiciones del Teatro de la calle de La Marina, censurando la apatía con que se miraba « la empresa del teatro de la Plaza de la Constitución » , de la que decía que pocas obras serían tan útiles al pueblo como la prosecución de las comenzadas con tanto entusiasmo en la referida plaza. A fines de octubre empezó la modesta compañía su nueva temporada en el no menos modesto teatrito de la calle del Tigre. Lo que ya no era tan modesto es el repertorio a que había echado mano. El desempeño de las obras no era de lo mejor, y en cuanto al mérito de los artistas... se conservaba el recuerdo de su anterior actuación. Es decir, ¡ que no se sabían los papeles! Estos pobres artistas, verdaderos cómicos de la legua, los primeros que cruzaron el mar y se aventuraron a venir a nuestras islas fueron, sin embargo, los precursores de tanta buena compañía y de tanto comediante ilustre como luego nos visitaron. .. Como dato curioso queremos consignar aquí el resultado económico de algunas de estas funciones, citando de paso las obras representadas: La Raquel, produjo una entrada de 505 rs. vn.; El viejo y la niña, 357; £ 7 hijo reconocido, 386; Coquetisino y presunción, 608; Contigo pan y cebolla, 520; El sordo en la posada, 737 ( domingo); Oreste, 522; Todo o nada o el veleta, 4ff7; La familia de la India, 502 ( domingo); Las herrerías de Maremna, 1440 ( día de la reina). Este día, 19 de noviembre, la función fue extraordinaria, adornándose el local, y asistiendo el gobernador civil. Los artistas cantaron himnos patrióticos alusivos a la festividad que se celebraba. Completaban el flamante repertorio de Pazo y de sus maltrechas huestes, Raquel, de don Vicente García de la Huerta, obra famosa en aquel tiempo, de las predilectas de Maiquez; La^ comedia nueva o el café. El viejo y la niña y El sí de las lüñas, de Moratín; Orestes, tragedia de Alfieri, traducida por don Dionisio Solís ( cuyo verdadero nombre era Dionisio Villa-nueva y Ochoa, « aquel erudito apuntador de Maiquez » , según nos dice Diego San José; Los invisibles o el tribunal secreto » e los jueces francos; Numancia libre, tragedia en tres actos de don Ignacio López de Ayala, arreglada por el ilustre poeta tinerfeño, don Antonio Saviñón, y también de la predilección de Maiquez; Coquetismo y pres'unción, comedia de don Fran- 2 2 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA cisco Flores Arenas; Contigo pan y cebolla. El sordo de la posada; Armida y Reinaldo; Marta la piadosa, obra admirable del maestro Tirso de Molina, refundida por don Dionisio Solis; y otras, con los correspondientes bailes, que fueron elemento indispensable de las compañías cómicas, durante largos años, y los sainetes o piezas finales, más o menos « indecentes y cho-carreros » , como decía el Boletín. La temporada duró escasamente un mes, fraccionándose aún más la reducida compañía, y continuando el pequeño grupo su dura e ingrata tarea. Los que aquí se quedaron, dirigidos por el actor Ramón Domínguez, siguieron actuando en espera de nuevos artistas, marchando después al interior de la isla. De este grupo gustaba y se destacaba, la actriz Tomasa López. A principios de 1835, publicó el Boletín Oficial esta grata noticia: INAUGURACIÓN DEL TEATRO DE LA CALLE LA MARINA « Podemos anunciar que está para aprobarse un proyecto presentado por una comisión que se nombró al efecto, para la construcción de un teatro provisional, cuyos productos serán invertidos en beneficio del hospital de caridad de esta villa. El edificio que elegido para ello, se halla contratado con el dueño, tiene 50 varas de fondo y 13 de ancho, capacidad suficiente para colocar en él un pequeño teatro, con las localidades proporcionadas a esta población. La obra deberá hallarse concluida para el próximo mes de octubre, que empezarán las representaciones, según el ajuste hecho con el autor ( director), de la compañía cómica que se halla en Canaria » . Que era la misma que había actuado el año anterior, en el deficiente local de la calle del Tigre. El edificio ( hoy reconstruido), donde se iba a instalar el nuevo Teatro, situado en la calle de La Marina, entre las de San Felipe Neri, ( denominada hoy Emilio Calzadilla) y el callejón de Boza, era propiedad de don Juan de Matos y Azofra, alcalde que fue de esta villa en 1839, y al dejar de ser teatro solicitó el gobernador civil que se le autorizara para convertirlo en albergue nocturno para los pobres, sin cobrar alquiler alguno e ínterin se realizara la obra proyectada para Hospicio. La inauguración de este Teatro, el primero que con relativas condiciones funcionara en esta capital, se llevó a cabo la noche del 25 de diciembre del citado año de 1835. Tenía ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 23 cabida para 432 personas, distribuidas en palcos ( éstos eran 18), lunetas, galerías, gradas y « cazuela » . Alumbraba la sala tres hermosas arañas, con 26 velas de esperma cada una. Para la construcción, el gobernador o jefe político, facilitó los fondos necesarios para lo más importante, en concepto de reintegro, ejecutándose lo demás con el producto de una suscripción El telón de boca fue obra de don Cirilo Truilhe, que lo dibujó y lo pintó, ayudado por don Vicente Cambreleng. El asunto, nos dice el Boletín, fue tomado del poema La Mttsica, ?[ ue en 1779 compusiera don Tomás de Iriarte, nuestro gran abulista, figurando en él un paisaje, y en el centro, un grupo Sie representaba la unión de la Música y la Poesía, a cuyo pié an inscritos estos dos versos del poema citado: Música y Poesía en una misma lira tocaremos. Todos cooperaron para que el nuevo Teatro tuviera el mayor decoro posible: los jóvenes ayudando a pintar; el Ayuntamiento costeando los gastos del palco de la presidencia; el alcalde, don Bernardo Forstall, prestando las arañas de que hemos hecho mención; el comandante de Marina, costeando los atriles de la orquesta, y por último, la Sociedad Filarmónica, que había fundado y dirigía el reputado maestro don Carlos Guigou, ofreciéndose para dar mayores amenidades a aquellas veladas que congregaron durante algunos años, a lo más destacado de la sociedad santacrucera, y desde cuyo escenario se proyectó sobre la villa de entonces, lo primero que de teatro serio y solvente a nuestras islas llegó. Hemos dicho que el Teatro de la calle de La Marina, el « coliseo- bodega » , que dijera el ilustre don Luis Maffiotte, o el « callejón largo y estrecho » de que nos hablara en una regocijante crónica, don Andrés de Antequera ( « Juan de Anaga » ), también de grata memoria, se inauguró la noche del 25 de diciembre de 1835. La compañía cómica « ajustada » para hacer esta temporada, venía dirigida por la señora Rendón, actriz de excelentes condiciones, y la obra elegida para el debut e inauguración del Teatro, fue la comedia en cinco actos, No más ^^ nostrador, primera que escribiera « Fígaro » , anunciada como de don « Ramón de Arríala » , anagrama de Mariano de I< arra. Los artistas cantaron el himno de Isabel II y el de Riego, que fueron acogidos con vítores y aclamaciones. El lleno fue completo. La orquesta, dirigida por el maestro Guigou, contribuyó a la mayor brillantez de la función inaugural. De esta obra de Abarra nos cuenta Carmen de Burgos, que fue estrenada a ins- 2 4 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA tandas de Grimaldi, la noche del 29 de abril de 1831. « Fígaro » la dio como original, pero estaba inspirada en Les adieux au comptar, en un acto, de Scribe y Legouvé, y por esto se creyó que era traducida. La señora Rendón, al estrenarla aquí la anunció como basada en una obra francesa. La compañía siguió actuando durante los meses de enero y febrero del siguiente año. El repertorio parece que no era muy extenso. Entre las obras representadas en esa temporada, figuraban: Valeria, la cieguecita de Olbruk, de Scribe, traducida por Bretón de los Herreros, melodrama que, como otros muchos, estuvo muy en boga en aquel tiempo y que había sido escrito para la célebre actriz francesa Ana Mars; El sí de las niñas. La esposa del delincuente. Enamorados y celosos todos son locos y María o la niña abandonada. En los lamentables repertorios de aquellos días, figuraban siempre, dignificándolos, las obras de Moratín y de Bretón, entre otras de mérito indiscutible. La dirección de la compañía anunció que tenía en su poder tres piezas de autores del país, pero sin citar títulos ni nombres. Desde luego, en esa primera etapa de la temporada cómica de 1836, no se estrenó ninguna. En la siguiente, representóse la tragedia de Alfieri, Bruto primo, traducida y arreglada a nuestia escena por el poeta tinerfeño Saviñón, con el título Romo libre. CAPITULO III EL ACTOR GALINDO, EL TEATRO Y LA POLÍTICA Una feliz circunstancia, fortuita, dio a la compañía de la señora Rendón, un gran aliciente, recibiendo un refuerzo ínes-f) erado y dando a Santa Cruz la ocasión de conocer a uno de os más notables actores españoles de aquella época. Por aquellos días llegó a esta capital, deportado, don José Galindo, de gran cartel en Madrid, donde actuaba con su esposa, la señora Pinto, también notabilísima actriz. El actor Galindo procedía del Teatro de la Cruz, y era de la escuela del gran Isidoro Maiquez, habiendo recibido las enseñanzas de otro famoso actor, Prieto, discípulo y compañero de aquel eminente trágico. Durante quince o veinte años había sido galán joven, pero cuando fue conocido por el público de esta capital se hallaba ya en la madurez, aunque a juzgar por lo que decía el Boletín, con inusitado entusiasmo, conservaba todas las magníficas cualidades que le habían consagrado como actor de primera categoría. Este destacado artista se incorporó a la compañía cómica que se hallaba actuando aquí y le prestó su apoyo y su prestigio, dirigiéndola, ensayando obras de máxima importancia y de difícil ejecución y cuyos protagonistas, como es de supo-j^ er, corrían a su cargo. Así conoció el público de Santa Cruz las tragedias Pélayo, del gran Quintana, y Osear, hijo de Os- ^ n, de Amault, traducida del francés por don Juan Nicasio Gallego; El delincuente honrado, de don Gaspar Melchor de 26 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA Jovellanos; El preguntón y el cadete, de Kotzebue, y otras de elevado rango literario. El actor Galindo hizo su presentación con la tragedia Pelayo, la noche del 9 de febrero de 1836. El éxito acompañó al distinguidísimo actor, que hizo una creación del extraordinario personaje, llevado a la escena por uno de los más insignes poetas nacionales del pasado siglo. Terminada la temporada, se anunció otra para la primavera, con los mismos artistas, a excepción de dos actrices: Tomasa López y Vicente Huertas, que fueron sustituidas. Se abrió un nuevo abono por doce funciones ( que eran las que se daban al mes, al « precio último conforme a lo dispuesto Í ) or la autoridad » , que era, a lo que se ve, la que regulaba os precios de los espectáculos teatrales. Se anunció, con el nuevo abono, que el actor Galindo trabajaría también, aunque se le « alzara » el destierro. Y así fue. Comenzó la nueva temporada en 3 de abril, con la tragedia de Víctor Alfieri, Bruto primo, traducida a nuestro idioma por don Antonio Saviñón y Yánez, con el título Roma ít-bre, obteniendo Galindo un nuevo y resonante triunfo que compartieron modestamente los estudiosos actores Navarro y Morary. Don Antonio Saviñón y Yánez, autor de la adaptación a nuestra escena, de la tragedia de Alfieri, Bruto primo, nacido en La Laguna en 4 de agosto de 1768, hizo diversas traducciones y arreglos de obras famosas que interpretaba Máiquez; entre otras, La muerte de Abel, de Gabriel María Juan Bautista Legouvé, padre del también celebrado dramaturgo Ernesto Legouvé, con la que obtuvo el inmenso trágico un triunfo inenarrable. Joaqum Belda, en su biografía del gran actor, refiriéndose a la tragedia de Alfieri, dice que su traducción estaba muy bien hecha por Saviñón. Y el P. Blanco, en su ol) ra La Literatura española en el siglo XIX, dice, refiriéndose a la misma tragedia de Alfieri, que Saviñón « modificó su estructura y ennobleció su lenguaje » . Otra obra traducida por Saviñón y que proporcionaba grandes triunfos a Isidoro Máiquez, era la trageaia Los hijos de Edipo, también de Alfieri, y cuyo título original es Polinice. Saviñón, el eminente poeta y traductor, paisano nuestro, diputado y abogado de los Reales Consejos, falleció en Madrid, en 1814. En esta temporada que reseñamos, debutó como primera dama la « graciosa » de la compañía, Manuela Ramos, esposa del actor Femando Navarro, obteniendo en La huérfana ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 27 de Bruselüs un franco éxito. Esta artista, de la que contaba don Luis Maffiotte que hacía furor cuando se presentaba vistiendo de hombre en Pablo tj Virginia, « oyéndose los aplatisos en la Cruz de Piedra » , adquirió grandes simpatías en nuestra ciudad, donde actuó en varias temporadas seguidas, marchando luego a Madrid, donde hizo rápidos progresos, llegando a ser primeía dama del Teatro del Instituto, denominado des pues Teatro de la Comedia. El Diario Mercantil de Canarias, que se publicaba aquí, contaba en 1839 que Manuela Ramos se enfadaba porque la nombraban « los papeles públicos » ... ¡ Y eso que los « papeles públicos » no hacían más que elogiarla! En junio anunció el Boletín que los artistas que quedaban de la compañía que había dirigido el señor Domínguez y que éste había desorganizado — decía—, « con miras y medios nada honrosos para él » , se proponían reanudar las funciones bajo la dirección de don José Galindo, « mientras tanto los asuntos políticos en que se halla envuelto le obliguen a permanecer en esta villa » . Pero, no fue así, para desdicha de los infortunados artistas « cuya desgraciada suerte les hace acreedores a la benevolencia y protección » ( decía el Boletín), y por suerte para el notable actor, que había compartido con aquellos sus trabajos, por una circunstancia fortuita e inesperada: don José Galindo y los demás deportados que con él vinieron, recobraron la libertad. En sentida alocución dirigida a los habitantes de las islas Canarias, lo manifestaban, y con el mayor afecto y gratitud se despedían, diciendo que las pruebas de cariño recibidas hacían que fueran estas islas de constante recordación para ellos. Entre los deportados de ese grupo figuraba el célebre militar y conspirador, don Eugenio de Avira-neta, complicado, como sus compañeros, en los graves sucesos políticos de Barcelona de 1835. Esta fue, lectores, la magnífica actuación en esta capital, del actor GaUndo, debida a la casualidad; actuación de la que teníamos noticias, pero ignorando en qué condiciones v por ífue había venido a estas islas, en una época en que actores de su categoría no venían a ellas, que además no daban ni dinero ni gloria. Al siguiente año, 1837, reaparecieron aquí, procedentes de La Palma, varios artistas de los que habían hecho la temporada anterior. Eran un nuevo resto de la compañía que había actuado bajo la dirección de Galindo. Confiaban en la bondad e indulgencia del público y anunciaban una pequeña temporada de siete representaciones, « previo el competente 28 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA {¡ ermiso de la autoridad » . Estos espectáculos teatrales se halaban tan controlados por la autoridad, que no sólo eran presididos por los alcaldes ( sin cuya presencia no podían empezar), sino que sin la autorización de éstos no se podía ni aplaudir. Para poder repetir los artistas algún número de canto o de baile, se necesitaba la venia de la presidencia. Y si el artista no quería repetirlo y el público lo pedía, el alcalde ordenaba, bien la repetición o la prohibición de tales peticiones, y lo mismo fijaba el precio de las localidades, que la hora de empezar el espectáculo. La presidencia de los espectáculos públicos correspondió hasta 1834, a los alcaldes de casa y corte. Luego la desempeñaron los representantes municipales. Las funciones teatrales se prohibían durante le Cuaresma ( en que sólo se podía trabajar los jueves, y eso con el co-iTCspondiente permiso de la autoridad), y en la octava de Corpus y Festividad de Todos los Santos; en tiempos de calamidades públicas, guerras, rogativas y último mes de embarazo de la Reina. En caso de muerte del Soberano o consorte, no se permitía durante los primeros meses de luto palatino. En los comienzos del reinado de Isabel H, se abolió la censura de los teatros y se permitieron las representaciones durante la Cuaresma, con la sola excepción de los viernes y toda la Semana Santa. Empezó la pequeña temporada. El precio fijado no podemos decir que fuera excesivo: dos fiscas cada localidad ( 60 céntimos), a excepción de los palcos. Los « aficionados filarmónicos » , siempre desinteresados y entusiastas, prestaron su concurso a los modestos artistas, entre los que aun figuraban la Rendón, Manuela Ramos y Navarro. DEGÜELLO DE DRAMAS Y COMEDIAS A esta actuación se refería don Luis Maffiotte, cuando dijo que en 1837, los cómicos en el teatro de la calle de La Marina, « degollaban dramas y comedias una vez por semana » ... De la temporada siguiente, la de 1838, encontramos interesantes datos en El Atlante, el periódico fundado el año anterior, por don Pedro Mariano Ramírez, a quien tanto deben la imprenta y el periodismo canarios. Dirigía la compañía el actor Fernando Navarro, ya conocido, y figuraban en ella casi los mismos elementos que habían constituido la anterior, e ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 28 incluso alguno como el primer galán Aulí, que había venido con Pazo, y ahora desempeñaba un puesto secundario. Como primera actriz venía Manuela Ramos. Procedían de Canaria ( estos cómicos se « aclimataban » de tal forma en las islas que se pasaban los años recorriéndolas, sin salir d eellas), y debutaron con una obra de alta prosapia literaria, Un desafío, anunciada como de don « Ramón de Arria-la » , anagrama, como ya hemos dicho, de Mariano de Larra ( « Fígaro » ), con el que firmó varias de sus producciones o arreglos, el insigne ascritor costumbrista, malogrado en plena juventud. Esta temporada que comenzó en 21 de enero, fue bastante buena, la mejor de todas, a excepción de la casual de Ga-lindo. El repertorio era escogido, contando con obras de verdadero mérito y con los consabidos dramas tenebrosos, inverosímiles y absurdos, ciue tanto privaban en aquellos tiempos. El Atlante terminaba así una de sus reseñas teatrales: « Desearíamos todos los aficionados al teatro que la compañía no se descuidase en hacer todas las piezas dramáticas de los modernos ingenios españoles. Nada es capaz de sostener al teatro como la representación de buenas piezas, y así no debería la compañía echar en olvido nuestras advertencias. Este público ha hecho ver su gusto y su civilización; nos congratulamos de ello porque somos muy patriotas, y porque habíamos oído decir a algunos zánganos de ultramar que los cómicos venían a Santa Cruz a morirse de hambre » . ¡ Ejem!... La temporada de 1838 agradó sobremanera y el Teatro se vio todas las noches asistido de numerosa concurrencia. El crítico de El Atlante se congratulaba del éxito y decía que la temporada « se abrió con una pieza del malogrado Larra y se cerró con una tragedia del inmortal Martínez de la Rosa, la honra y prez de los liberales, la honra y prez de la patria de los Cervantes y Jovellanos » . Ya hemos dicho que el cuerpo de baile era elemento indispensable en las compañías cómico - dramáticas. Las parejas de boleros no podían faltar, efectuándose estos bailes ícon preferencia los nacionales), al finalizar el drama y antes del saínete con que terminaba el espectáculo. Cosa explicable después de conocer estos tremebundos repertorios y el trágico argumento de la mayoría de las obras. Fernando Navarro y sus compañeros siguieron actuando en 1839 y los hemos encontrado nuevamente, en nuestro recorrido de los años de 1840, 41, 42 y 43, adueñados del teatro 3 0 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA de la calle de La Marina, que dejaban a intervalos para visitar las islas, regresando de nuevo a « su cuartel » , para seguir solazando al publico de esta capital, sencillo y complacido. En la temporada de 1839, el 27 de enero, la compañía de Navarro estrenó el drama en tres actos y en verso, Elvira, del poeta tinerfeño don José Plácido Sansón, que fue muy del agrado del público y de la crítica, recibiendo el autor muchas felicitaciones. Se trata, si nuestras indagaciones no son erróneas, de la primera obra original, de autor tinerfeño, estrenada en esta capital, salvo, desde luego, aquellas piezas que ya en el siglo xviii y para los cuadros de aficionados, « compusieron al intento algunos poetas isleños » , como decía el articulista de La Aurora. Dato éste de interés para la historia de nuestro teatro insular. ] L0S ARTISTAS DE « VERSO » CANTAN ÓPERA! Un detalle curioso y pintoresco de la temporada de 1841: estos artistas, que habían regresado en muy mala situación de su excursión a Canaria, ensayaron y... ¡ cantaron una ópera, ellos, modestos cómicos de « verso » , que no conocían una sola nota musical!... Pues así y todo echaron sobre sus débiles hombros la pesada carga de una ópera seria, en tres actos, Constantino, y la cantaron en el teatro de la calle de La Marina, en el mes de marzo de aquel año, debiéndose el milagro al reputado maestro don Carlos Guigou, autor de la indicada ópera. Para este acontecimiento, decía un periódico que no se escatimaron gastos, siendo presentada la ópera con todo el aparato y lujo que exigía. Y para darle mayor interés y lucimiento, se anunció que en el premir acto aparecería en escena un carro triunfal... Fueron los héroes de esta jomada lírica, la primera en nuestra ciudad, las señoras Ramos y Navarro, y los señores Navarro, Corona, Benot y otros. No fue sólo Constantino la obra escrita por el maestro Guigou. Escribió primeramente las tituladas Opera cómica y El Templario, culminando su meritoria labor en Constantino. La letra de ambas, la escribió don José Plácido Sansón, habiéndose puesto todas en escena, cantadas con más o menos fortuna por los modestos artistas de la compañía cómica. CAPITULO rv EL PÚBUCO SE RETRAE Y LAS FUNCIONES LANGUIDECEN La temporada cómica del 41 al 42, resultó bastante floja. Revista Isleña se quejaba del « estado a menos » , a que había llegado el teatro en esta capital: « Desiertos los palcos, desiertas las lunetas. La empresa, que en el pasado año había comprometido su capital, iba a terminar sin haber cubierto gastos » . El público era escaso. Las causas de este retraimiento eran, según el citado periódico, ¡ que no cobraban sus sueldos los empleados públicos!, y eran estos la mayor parte de los conciurentes. En 1842, con motivo de instalarse en el teatro de la calle de La Marina, el nuevo Liceo Artístico y Literario, se le dio al local mayor cabida, con el propósito de celebrar bailes de máscaras en el Carnaval, espectáculo, decían, aún desconocido en estas islas. Esta nueva entidad, la primera que de esta índole aquí se formaba, agrupó a todos los elementos artísticos y literarios con que contaDa Santa Cruz, muchos de ellos destacados luego en sus respectivas disciplinas. Después de la larga actuación de la compañía de Navarro, actor que vino por primera vez formando parte de la de Pazo, vino la de Argente, de la que tenemos escasos datos, pero que parece actuó por los años 1843 o 44, y a la que, sabemos, se incorporó la actriz Manuela Ramos, suponiendo que los demás artistas fueran también conocidos. Lo que sí hemos comprobado es que este actor dejó grato recuerdo por sus 3 2 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA magníficas condiciones de comediante, que superaban a las de sus predecesores, y por haber dado a conocer a este público, con singular acierto, el célebre drama de García Gutiérrez, El Trovador, estrenado en el Teatro Príncipe, de Madrid, la noche del 1.° de marzo de 1836, con tan extraordinario éxito que constituyó uno de los más grandes acontecimientos que registrara la historia del teatro español. En 1847 aparece la primera compañía de verdadera importancia de cuantas habían actuado aquí hasta ese año. Esta compañía, de la que era empresario y actor don José Sarra-mián, la dirigía el primer actor don Domingo Mendoza, figurando en ella, entre otros excelentes artistas, la primera dama doña Juana Bastió; la segunda, señora Castillo, esposa del director; el « barba » o actor de « carácter anciano » , señor Ríos, y el « gracioso » , señor Lorenzo. Hacía tiempo, desde la temporada de Argente, que no venían compañías y había grandes deseos por parte del público, de disfrutar de nuevas y atiayentes veladas teatrales. La señora Bastió era artista entudiosa y distinguida, y el señor Mendoza todo un notable actor, de la mejor escuela, de finos modales, de elegante figura, culto y enamorado de su profesión. LAS BOLERAS, LA MORAL... Y LA « ACALORADA JUVENTUD » La temporada empezó en 4 de julio y fue brillantísima. El debut se hizo con Guzmán el Bueno, el famoso drama histórico, en verso, de don Antonio Gil y Zarate, otro de los resonantes éxitos del teatro nacional en el pasado siglo. Si la compañía era buena, el cuerpo de baile era excelente. Las boleras, además de notables artistas, eran guapas y hermosas, gustando extraordinariamente a los concurrentes, que las aplaudían y jaleaban con frenético entusiasmo, tanto aue don José Plácido Sansón, que hacía las revistas teatrales e La Aurora, se lamentaba de ello en estas líneas que reproducimos: « La moral se resiente, es cierto, del modo cómo se significa ese entusiasmo; la moral reprueba que se aplauda con más ahinco el levantar de una bien torneada pierna, que un gracioso y lindamente ejecutado paso; la moral reprueba todo eso, porque el teatro debiera ser el punto de reunión de la escogida sociedad de un país, y entre esa escogida sociedad ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 33 existe todavía, por fortuna, honestidad, decoro, pero... , Jqué importan estas consideraciones a la acalorada juventud? » . En otra reseña, el propio señor Sansón, más benévolo, decía: « Otra mujer, cuya hechicera gracia se lleva tras sí los multiplicados aplausos de los espectadores, la señora Caste-jón, en el Jarabe americano, dama de flexibles, mórbidos y seductores movimientos, entusiasmó hasta tal grado al público, que varios jóvenes se dirigieron al palco de la Presidencia pidiendo el « Ole » bailado por ella el pasado domingo, a lo que se accedió inmediatamente. Palmadas estrepitosas la obligaron a salir de nuevo y repitió una copla de su baile encantador, retirándose coronada de « bravos » y de aplausos » . El cuerpo de baile en las compañías de aquel tiempo, era elemento indispensable. Las parejas de boleros no podían faltar, efectuándose los bailes ( con preferencia los nacionales), al finalizar el drama y antes del saínete con que terminaba el espectáculo. Cosa lógica después de conocer aquellos tremebundos repertorios y el trágico argumento de la mayoría de las obras. E L EMPRESARIO MELA La compañía marchó luego a Las Palmas y regresó en diciembre, comenzando una nueva temporada, que duró bastante tiempo. Ahora venía de empresario don Francisco Mela, gran conocedor de los asuntos teatrales, verdadero impulsor del negocio teatral, a quien las islas habían de deber el conocer cuanto de la vida escénica existió durante muchos años. Hombre activísimo, actor a ratos, con sus familiares artistas todos ( su hijo Ricardo, gran actor, fue profesor de la Escuela de Declamación de Madrid), fue empresario por excelencia, de los teatros de Canarias durante casi medio siglo. En esta segunda temporada de Mendoza y primera de Mela, el repertorio se había completado con La Jura de Santa Gadea y Doña Mencía o la boda en la Inquisición, ambas de Hartzenbusch; Las Mocedades del Cid, de Guillen de Castro; Don Alvaro y la fuerza del sino, del duque de Rivas; Edipo, de Martínez de la Rosa; Guillermo Tell, de Gil y Záírate; El hambre de mundo, de Ventura de la Vega, y Un hombre de bien, de Asquerino. También se puso en esta temporada El terremoto de la Martinica... ¡ y se estrenó Don Juan Tenoriol ANALES DEL TEATBO EN TENERIFE.— 3 34 FRANCISCO MARTÍNXZ V I BU SE ESTRENA « DON JUAN TENORIO » Correspondió a esta compañía dar a conocer a los públicos de Canarias, a la que había de ser famosa obra de don José Zrrilla, y de las más célebres del teatro español del pasado siglo; la única de cuantas produjo el período romántico que ha resistido y resiste airosamente la embestida del tiempo, desafiando arrogantes los cambios, las tendencias, modalidades y gustos de cada época, y que se oye siempre con sin igual entusiasmo y deleite, llenándose los teatros como si cada representación fuera un estreno y fuera siempre obra de hov... Llena los carteles por el « mes de los muertos » , y el público, como respondiendo a su deber, a una consigna, acude en forma compacta y jubilosa, a oir los maravillosos y arbitrarios versos y a contemplar la legendaria figura, tan familiar a los españoles. Don Juan Tenorio, la obra que dio más gloria a Zorrilla que todo lo demás de su inmensa producción, se hizo aquí por primera vez, en el Teatro de la calle de La Marina, por la compañía de Mendoza, la noche del 8 febrero de 1848, re-f ) itiéndose dos veces más en la temporada. Cuatro años antes, a noche del 28 de marzo de 1844, se había estrenado en el Teatro de la Cruz, de Madrid, por artistas tan eminentes como Bárbara Lamadrid, Carlos Latorre y Antonio Guzmán, el mejor actor cómico de su tiempo. Es curioso lo que los periódicos locales dijeron de su estreno en esta capital. Leámoslos: Eco de la Juventud: « Solo hallamos de malo en esta producción el absoluto olvido del respeto que merece la religión de nuestros padres y las creencias de un pueblo que se apellida católico, pues hasta su desenlace ataca gravemente este sagrado objeto; ante esta razón, nos parece pequeña la no indiferente de inmoralidad con que viene envuelta; se pintan con tales colores a Tenorio y Mejía, se ponen en su boca tales hazañas de infamia que lastimando tanto más cuanto se hace con tan vivos colores, ofenden la moral pública y escarnecen todo lo que las sociedades conocen de más sagrado. No podemos menos de lamentar que la sublime inspiración que hizo nacer tan completa obra, no hubiese tenido por objeto un pensamiento menos resbaladizo; así como igualmente lamentamos que los señores censores no les permitiesen sus ocupaciones el ver esta pieza, pues de otro modo no concebimos su objeto, ni cómo se puso íntegra en escena » . ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 35 La Aurora: « Prescindiendo del principio altamente inmoral sobre que está basada la pieza, la consideramos como quizás la mejor de cuantas ha creado la fantasía ardiente y sin-rlarmente poética de su autor. Enlazándose con el argumento intervención de seres sobrenaturales y fantásticos, la mente de Zorrilla, del cantor de la sangre y de las nieblas, ha podido tender su raudo y atrevido vuelo, y elevándose a las altas regiones de lo ideal, producir ese conjunto singular, brillante a la par que terrible; a pesar de su grande extensión no llega a fastidiar a los espectadores » . También en nuestros días se han emitido juicios parecidos, pues Salvador Cañáis calificó de « curso abreviado de anarquía » , la representación del Tenorio. Oigámosle: « La musa romántica es de suyo demoledora, y en Don Juan Tenorio, servida por la imaginación febril, por la inspiración centelleante de Zorrilla, arremete contra todos los fundadores de la moral » . Hemos dicho que Don Juan Tenorio fue la obra que más gloria dio a su ilustre autor. Solo gloria, pues los rendimientos económicos fueron muy escasos. De ahí la enemiga que hasta su muerte sintió el poeta hacia su obra. De haber podido la hubiera destruido sin ningún remordimiento. Sabido es que Zorrilla, en una época en que no existía ley alguna de propiedad literaria que le hubiere amparado, vendió a su editor el famoso drama en 600 duros, según confesión del propio autor. Y no solo vendió el Tenorio, sino que al mismo tiempo enagenaba también, la propiedad de El Zapatero y el Rey, de Traidor, inconfeso y mártir, de El puñal del godo, de La mejor razón la espada, y de otras en número de ocho o diez. Cuenta don José Francos Rodríguez, que el insigne poeta y dramaturgo quiso suplantar el Tenorio con otro transformado en zarzuela. « El glorioso poeta ( escribía aquel maestro de periodistas), no solo profanó su propia obra, consintiendo « jue, poniéndole la música, se sustituyera a algunas escenas con varias romanzas, dúos, concertantes y coros, sino que además rectificó varios pasajes de su propia creación inmortal. ¡ Quiso quitar su auténtico y primitivo brío a don Juan Tenorio, suavizar ciertas temeridades del legendario aventurero, tachar frases suyas que flotan y flotarán siempre en el lenguaje español! ¡ Enpeño temerario el de don José Zorrilla! Su zarzuela sucumbió, y Don Juan Tenorio, el drama en siete actos, venció a la rectificación del propio padre del drama. 36 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA justamente lastimado de que las ganancias que él producía enriquecieran al editor » . En el mismo mes de febrero del 48, la compañía de Mendoza puso en escena una comedia del joven don Francisco Belmonte Vilches, que aquí residía, titulada Un diputado a Cortes y cuyo estreno suscitó una violenta polémica entre los periódicos Eco de la Juventud y La Aurora, o mejor, entre el autor, que redactaba aquel, y don José Plácido Sansón, que pertenecía a la redacción del segunda. De éste, distinguido periodista y poeta, figura destacada de nuestras letras regionales del pasado siglo, la compañía de Mendoza quiso estrenar ese mismo año, un drama en tres actos y en verso, de asunto histórico insular, titulado Hernán Peraza, escrito en 1842, por encargo de la Sociedad dramática o compañía que actuaba aquí por ese tiempo, y cuya aparición mereció grandes elogios, pero fue prohibido su estreno por las autoridades que, influenciadas por la censura ( cuenta el mismo autor), calificaron la obra de subversiva. En cambio, en el mes de noviembre del citado año, se llevó a cabo el estreno del drama en tres actos y en verso de Ignacio de Negrín Gkmzalo de Córdoba. Esta obra, primera del notabilísimo poeta, tuvo la más cordial acogida y su autor, muy joven aún y que empezaba su brillante carrera literaria con laríos y entusiasmos, fue llamado a escena y aplaudido. Gonzalo de Córdoba se imprimió en esta capital en 1848, y fue dedicado a su colega don José Plácido Sansón, a quien profesaba Negrín un entrañable afecto. Esto es, lectores, conforme a los datos adquiridos, cuanto hubo de teatro en nviestra ciudad en los años que precedieron a la construcción e inauguración del Teatro Principal, y lo que hemos logrado saber de lo que era el arte de la escena en pasadas épocas, cuando era distracción de gentes acomodadas, gala de las casas linajudas y motivo de gratas v cultas reuniones, y tablón, cuando en sus balbuceos, en tablados improvisados « ... embobó en las plazas de humildes lugares a los simples villanos... » . CAPITULO V UNA INVITACIÓN DEL JEFE SUPERIOR POLÍTICO El Ayuntamiento de esta villa ( hasta 1859 no le fue concedido a Santa Cruz el título de ciudad), a invitación del jefe superior político de la provincia, don Bartolomé Velázquez Gaztelú, nombró en noviembre de 1847, una comisión de su seno para llevar a cabo la construcción de un Teatro, que fuera digno del rango que ya tenía esta capital y cuya necesidad era por días sentida. Pueblo de una cultura muy superior a muchos de su categoría, con una gran afición al arte escénico, que dentro de sus reducidos medios y con escasos elementos mantenía, bien asistiendo y prestando ayuda a cuanta compañía o « sociedad dramática » visitaba estas islas; bien organizando y sosteniendo excelentes cuadros de aficionados que eran, como ya hemos dicho, gala de la sociedad santacrucera; con un plantel de escritores y poetas cuyas producciones teatrales se llevaban a la escena, compartiendo los éxitos intérpretes y autores, era lógico que anhelara tener un coliseo adecuado, decente, suntuoso, como el que luego, alentados por la patriótica propuesta del jefe político, con una actividad asombrosa y un entusiasmo sin límites, construyeron, dotando a esta capital de un Teatro, que hoy, a pesar de los años transcurridos, con una población diez veces superior a aquella de mitad del pasado siglo, sigue siendo el « único » Teatro de Santa Cruz... Con la construcción del Teatro municipal se ^ lalteció el 3 8 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA arte de la escena en esta ciudad. Fue un gigantesco paso en el camino de su engrandecimiento. Santa Cruz, a partir de esa fecha luminosa, irradió categoría de verdadera capital sobre los demás pueblos de la provincia. Elevóse en lo espiritual, como en lo material se estaba gestando la hermosa ciudad que había de ser. Al mérito del Teatro correspondió el de las compañías. A las modestas y mediocres del teatrito de la calle de La Marina, sucedieron las mejores que por aquellos tiempos actuaban en provincias. Después, a lo largo de tantos años, el desfile incesante por su escenario de artistas de categoría, muchos de fama universal; de agrupaciones artísticas, de tal mérito y calidad que sus actuaciones fueron timbres de honor para nosotros. Actrices eminentes, ilustres actores, grandes cantantes, concertistas famosos, exquisitas danzarinas, de recuerdo imperecedero, que prestigiaron a la ciudad y forjaron la limpia y brillante historia de nuestro Teatro municipal. La propuesta del jefe superior político, señor Velázquez Gaztelú, dirigida al Ayuntamiento con fecha 6 de noviembre de 1847, y que insertaba el semanario La Aurora, en suplemento de 30 de enero de 1848, con motivo de comenzar en este día el derribo del viejo convento, decía así: « Cuando el Gobierno de S. M. acaba de dar por su decreto de 30 de agosto anterior una organización legal al Teatro nacional, elevándolo a la altura que exige el buen gusto y los adelantos de la época, no sería ya excusable por más tiempo que la culta capital del archipiélago canario, pimto de escala y comunicación con las naciones más aventajadas del globo, no tenga para sus espectáculos escénicos un local digno de su objeto, y en armonía con la civilización y cultura de sus habitantes. El atender a esta necesidad no es prodigar un vano recreo, es llenar un deber moral y político, cuya sa-fisfacción no es ajena a las atribuciones del cuerpo municipal. Así pues, espero del ilustrado celo que distingue a esa corporación que tomando con decidido interés este asunto, me proponga a la mayor brevedad, los medios más propios para llevar a cabo la creación de un teatro que reúna al ornato y elegancia del arte, la cómoda capacidad de los espectadores. No desconozco las dificultades que se presentarán, los obstáculos con que habrá que luchar, pero todo cederá ante la voluntad decidida de esa corporación y a la acción simultánea de mi autoridad, contando con la cooperación de un púbUco siempre entusiasta de los adelantos y grandeza de su afortunado país » . ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 30 EL AYUNTAMIENTO ACUERDA CONSCBUIR UN TEATBO El Ayuntamiento, anheloso del engrandecimiento de la población, acogió con sin igual interés esta patriótica sugerencia de la digna autoridacf y designó seguidamente una comisión integrada por los patricios don Pedro Mariano Ramírez, don Juan Cumella Monner, don Juan Manuel de Foronda, don Bartolomé Cifra, don Agustín Guimerá, don Francisco Roca, don Esteban Mandillo y don José Luis de Miranda, « quienes obrando con la mayor armonía, celo y eficacia con aquella autoridad, y secundados por la del Excmo. Sr. Capitán General don Francisco Javier Ezpeleta, y del señor Intenaente de Rentas, en la parte que a sus respectivas atribuciones cupo » ( decía La Aurora), comenzaron sus trabajos con el mayor entusiasmo. CESIÓN AL MUNICIPIO DEL EXCONVENTO DE SANTO DOMINGO Los primeros pasos de la comisión, cuya presidencia fue conferida al señor Ramírez, se encaminaron a gestionar la cesión del viejo y ruinoso edificio del exconvento de Santo Domingo, que en 1847 había sido cedido al Ayuntamiento para cárcel publica, para edificar en el solar resultante de su derribo, el Teatro municipal. Este antiguo convento, fundado en 1610, ocupaba no solo lo que hoy es Teatro, sino también el solar, en que, al mismo tiempo que el coliseo, se construía la plaza de Abastos. A los pocos meses el éxito había coronado los trabajos de la comisión, y en 5 de maj'zo de 1849 se firmaba la R. O. autorizando la venta del edificio exconvento de Santo Domingo por la cantidad de 60.707 reales vellón, 32 maravedises, legalizando el Ayuntamiento su propiedad mediante escritura {) ublica celebrada ante el escribano don Manuel del Casti-lo. La cesión se hizo por el Estado con la obligación de satisfacer el Ayuntamiento un canon anual de tres por ciento sobre el valor de tasación. Fueron nombrados peritos para llevarla a efecto, por carpintería don Domingo Fariñas, v por mampostería don Rafael García. El encargado de cumplimentar la R. O. de venta del edificio, fue el mtendente don Juan de los Santos y Méndez. 4 0 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA COMIENZAN LAS OBRAS Las obras comenzaron inmediatamente bajo la dirección del arquitecto titular de la villa, don Manuel Oráa y Alcorcha, autor de los planos del nuevo edificio, y a cargo del contratista Julián Robayna y Marshall, dando cima a las mismas y poniendo el Teatro en condiciones de que pudiera, sin terminarse totalmente, abrir sus puertas la noche del 26 de febrero de 1851, constituyendo su inauguración una efemérides destacada en la vida de Santa Cruz y de cuya solemnidad hemos de hablar también. Tenía el nuevo coliseo cabida para 764 espectadores y su costo fue, aproximadamente, de 40.000 duros. La parte principal del edificio ( escenario, sala o patio, palcos, « cazuela » o paraíso, galerías, etc.) quedó terminada en 1852. Las demás obras fueron realizándose en los años sucesivos y con arreglo a los medios económicos de que se podía disponer, tardando algún tiempo para la terminación total y definitiva. El general don Ensebio de Calonge y Fenollet, que sustituyó al general Ezpeleta en el mando militar superior de estas islas, en 1852, hizo grandes elogios del edificio y de los planos del señor Oráa y expuso sus deseos de que fuese terminado, lo mismo que la plaza de Abastos, para lo que convocó diversas reuniones, excitando en ese sentido el fíelo de los interesados. En 1858, el entonces alcalde de esta capital, benemérito ciudadano don Bernabé Rodríguez Pastrana, de esclarecida memoria, se propuso terminar las obras y, secundado por el Ayuntamiento y por el pueblo todo, organizó funciones de aficionados y bailes en el mismo Teatro, a beneficio de aquellas, a las que dio gran impulso. El Fénix de Canarias decía: « Ya era tiempo que los buenos elementos artísticos dieran señales de vida. El alcalde, apoyado por el digno Ayuntamiento que preside, ha concebido el proyecto de concluir el Teatro que hace honor a esta población y que más de una capital respetable quisiera poseer » . Y decía también que la Sociedad JDramática, que tan grandes recuerdos había dejado en las diversas temporadas llevadas a cabo en el Teatro, excitada por el celo del digno gobernador, contribuiría para recaudar medios para la pronta terminación de las obras, esperando que también cooperaría a fin tan patriótico, la Sociedad Filarmónica. En 1860 se hicieron diversas reformas en el edificio, que ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 41 la experiencia había exigido que se realizaran. El escenario se trasformó por completo y conforme a las necesidades que la práctica había impuesto; al proscenio se le hizo también una radical reforma que, al decir de un periódico, había de llamar la atención del público. El escudo de anuas de la villa, que había de rematar la altura del frontis del edificio había sido encargado a Genova, aunque luego hemos visto que fue obra de don Gumersindo Robayna, y bajo el cual fue colocada la lápida que dice: « Reinando Isabel II se construyó este edificio, año 1849 » ; y por último se anunciaba que el nuevo telón de boca representaría una de las más bonitas vistas de Tenerife. Efectivamente, el telón de boca, aouel telón que conocieron varias generaciones y que, al recordarlo parece que evocamos algo que fue consustancial con iniestra edad primera y con nuestra juventud, reproducía un bello panorama de nuestra isla y fue debido al pincel de un distinguido hijo de Santa Cruz de Tenerife y meritísimo pintor: don Nicolás Alfaro y Brieva. Eco del Comercio explicaba así la obra pictórica de nuestro distinguido paisano: « El señor Alfaro, director de la Academia de Bellas Artes, pintó un nuevo telón de mucho mérito y de im trabajo ím- E robo, que representaba muchos días de asidua tarea; ha-íendo sabido elegir para trasladar al lienzo una de las más hermosas vistas de Tenerife. Dos magníficas cortinas de terciopelo carmesí galoneadas de oro y prendidas a cada lado, dejan ver una gran parte del risueño panorama que se descubre desde el Sauzal. En segundo término se destacan algunas casas de este pueblo y algunas personas y árboles, entre los cuales descuella acá y allá la elegante palmera. Más lejos se descubre el pueblo de la Matanza; más allá aún, hacia la derecha, los Realejos, el Puerto de la Cruz, y las rocas que sirven a éste de baluarte y contra las cuales se ven estrellar las espumosas olas del Océano. Y por último, descúbrese en el fondo el magestuoso Teide que asoma su elevada frente por encima de las blancas nubes, y que completa una de las bonitas vistas que el pincel puede rooar a la naturaleza » . ¡ Muchos años nuestros ojos contemplaron el viejo telón, llenos de impaciencia por verle subir; ansiosos del espectáculo, bueno, regular o malo, que detrás de él nos iba a brindar unas horas de deleite! Este telón de boca que con tanto amor pintara en su juventud, don Nicolás Alfaro, se estrenó la noche del domingo 14 de octubre de 1860. Las importantes reformas que ese 4 2 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA mismo año se hicieron en el escenario, fueron debidas al celo e inteligencia de otro joven entusiasta, don Francisco de Agui-lar, y por consecuencia de ellas quedaban las decoraciones colocadas con estricta sujeción a las reglas de perspectiva; de suerte que se hallaban salvados todos los inconvenientes que tenía el escenario. Tanto el señor Alfaro, como el señor Aguilar, merecieron grandes elogios del público, tan interesados en su Teatro. El Guanche decía lo siguiente: « La celosa comisión encargada de mejorar nuestro Teatro, responde dignamente a las esperanzas del público. Hemos \' isto nuevos bastidores de selva, cuya ejecución se ha confiado al aventajado artista que pintó el telón de boca; tenemos entendido que también pintará un telón que cierre aquella decoración. Se está reformando la lucerna, o sea procurando darle la verdadera forma que debe tener; y en este caso desaparecerán los antepechos de los palcos, los quinqués que allí se han colocado » . También se llevaron a cabo este año otras mejoras, pues había interés en que el Teatro estuviera completamente terminado para que pudiera actuar la nueva compañía que anunciaba el empresario señor Mela. Una de esas mejoras fue la colocación efe los balcones de hierro, recibidos del extranjero, y el empapelado y pintura del edificio. En 1862, se colocó la escalera que había de conducir directamente a la « cazuela » , sin tener que hacerlo desde las localidades bajas. También este mismo año se hicieron los trabajos preparatorios para constiuir la plaza y el muro de contención ciel costado norte, y que muchos años después, en 1898, con un sentido completamente opuesto al de aquellos tiempos, desapareció para dejar el amplio espacio que es hoy verdadera plaza del Teatro. Las reformas efectuadas el citado año de 1862 en el edificio, fueron tales que casi quedó terminado, como en el siguiente quedaron terminadas las de la plaza, que prensa y público pedían con unánime interés. En enero de 1866, el gobernador aprobó la construcción de nuevos palcos, comenzando las obras en el verano del citado año. Estos palcos ( palcos- plateas), se construyeron debajo de los ya construidos, y según manifestaba un periódico, « eran tan cómodos como éstos y daban al Teatro muchísimo mejor aspecto » . Dirigió las obras don Vicente Armiño, asistiendo a las pruebas de seguridad de estas nuevas localidades, el gobernador civil, que lo era don Alonso del Hoyo y Román, el ingénito jefe accidental de Obras públicas, ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 43 don José de Paz Peraza, y el alcalde, don Juan García Alvarez. Por esta época, don Nicolás Alfaro, en unión de don Francisco de Aguilar y de otros entusiastas aficionados, pintó una nueva decoración de selva para el Teatro, que representaba un paisaje de Agua García, el precioso monte tacoron-tero; decoración ésta que también conocimos, pues subsistió durante muchos años. Todas estas reformas del Teatro en la época a cjue venimos haciendo referencia, se llevaron a cabo gracias al entusiasmo y patiiotismo del alcalde ya citado, don Juan García Alvarez, pues no se contaba con recursos suficientes para afrontar los gastos, habiendo anticipado dicha autoridad cantidades de consideración para lograr la total terminación del coliseo. En septiembre de 1895, fue objeto el Teatro de nuevas reformas. Ya entonces existía el propósito de darle mavor amplitud, adaptándolo a las exigencias de la época y a una mayor población. Se pensó en reformar completamente el patio y el escenario, bajando ambos y dando inclinación al patio, etc.; las mismas reformas que se hicieron años después, pero fueron diferidas, limitándose a colocar el pavimento de mármol blanco en el vestíbulo y galería baja, convertir las ventanas de los extremos de la fachada en puertas, para dar entrada directa desde la calle al paraíso y para despacho de localidades En 1869 se dotó al Teatro de una importante mejora: el alumbrado eléctrico, que se colocó provisionalmente para que pudiera actuar la compañía dramática de Sánchez de L^ ón. De más está que digamos que el nuevo alumbrado del coliseo constituyó un grande, extraordinario acontecimiento. Casi al medio siglo de abrir sus puertas al público, se desterraban para siempre los viejos sistemas de alumbrado, malolientes y peligrosos. Y por último, en los años de 1911 a 1913, siendo alcalde, de los más prestigiosos y entusiastas, don Juan Martí y Dehesa, realizó el Ayuntamiento reformas en el Teatro que casi fue hecho de nuevo. Reformas de tanta trascendencia que modificaron por completo la sala de espectáculos y acrecentaron el número de localidades. El antiguo escenario, que se hallaba ruinoso, fue demolido, bajándose el piso del mismo, desmontóse el piso de la sala y el de las galerías, haciéndose grandes excavaciones en el foso. Se construyó un nuevo paraíso, es decir, se amplió el antiguo. Se tapizaron las barandas de palcos y plateas. Se hizo una nueva instalación de luz. Se adquirió en el extranjero una magnífica y elegante cortina de ter- 4 4 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA ciopelo, para sustituir al simpático telón que pintara en su juventud don Nicolás Alfaro, deteriorado y vencido por los años. El decorado de la sala de fiestas resultó suntuoso; el ornamentado, artístico, lujoso, elegante. Don Francisco Granados hizo el decorado del techo de la sala y de los antepechos de los palcos. Ángel Romero Mateos, el exquisito artista, pintó los bellísimos plafones, y Benjamín Sosa encargóse del dorado de la ornamentación. La nueva instalación de luz eléctrica fue espléndida: en el hueco central del techo se colocó un hermoso globo de cristal de 3.000 bujías, y en los cuatro restantes, uno en cada uno, de 600. Después, 12 globos más, con igual número de bujías. Se construyeron elegantes palcos- proscenio, y el salón de descanso se decoró con todo lujo. Un Teatro, en fin, bonito, elegante, confortable, con todos los detalles. ¡ La « bombonera » de que hablara con mimoso afecto, la bella y gentil María Palou! Estas obras fueron proyectadas y dirigidas por el arquitecto municipal, don Antonio Pintor. A ellas quedó unido también, el nombre de don Ángel Crosa, entusiasta concejal inspector del Teatro y gran propulsor de la reforma. ¡ I^ iástima del impremeditado corte que luego se asestó al amplio y elegante proscenio! El Teatro permaneció cerrado desde que, en 1911, terminó su temporada la compañía dramática Palma- Reig, hasta abril de 1913, en que, a pesar de las obras que se realizaban, se habilitó la sala para los grandes conciertos de la Sinfónica, de Madrid; volviéndose a abrir a fines de dicho año, sin terminar las reformas ( lo mismo que cuando se inauguró en 1851), para dar paso a la notabilísima compañía de opereta, italiana, de Amadeo Granieri. En esta etapa de las grandes reformas, en esos dos año en que permaneció cerrado el coliseo, actuaron en esta capital, en teatros de « varietés » , compañías de máxima categoría, artistas eminentes que, de no ser por esos inadecuados locales, no hubiéramos podido conocer y aplaudir. Citemos algunos nombres: Italia Vitaliani, Matilde Moreno, Margarita Xir-gu, Carlos Duse. Citemos también a Emilio Thuillier, que por segunda vez nos visitaba, y a Leovigildo Ruiz Tatay, que nos ofrecía por tercera vez su arte excepcional. Brillantes actuaciones estas, de las más brillantes de nuestra historia teatral, hemos de destacarlas como merecen en estos ANALES. Modestos ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 45 los escenarios, desde ellos nos subyugaron con su arte de titanes, nos deslumhraron con geniales creaciones y nos dieron a conocer obras cumbres que dejaron huella perdurable en nosotros. CAPITULO VI S E INAUGUBA EL TEATRO EN ESTA CAPITAL A fines de 1850, los periódicos locales anunciaban la buena nueva de la próxima terminación de las obras del Teatro, fracias al incansable afán de la comisión, llegando pocos días espués a su feliz término. El empresario señor Mela, esperaba. Había ya contratado el nuevo Teatro, para inagurarlo con la compañía que había formado en los días de la Pascua de Navidad. Se había recibido de Barcelona y colocado, la lucerna que había de brillar en el patio de butacas. Las obras tocaban a su fin. El Avisador de Canarias decía que, en justicia, había que dar un voto de gracias al señor Robayna, contratista de la obra-teatro, por la actividad desplegada para acelerar su conclusión: « ... la comisión que con fé y voluntad firme ha marchado adelante desde el principio, y el contratista que nada le arredra, están resueltos a que nuestras bellas no carezcan por mucho tiempo de este punto de reunión, tan necesario en una isla, digna por su cultura e ilustración de no ocupar un lugar secundario entre las demás de su clase » . Se aproximaba pues, el momento en que iba a tener realidad un anhelo fervoroso de los vecinos. El hermoso edificio, casi terminado, iba a abrir sus puertas. La primera compañía ([ tantas han actuado después!), iba a comenzar sus tareas... Plasmaba el hecho vibrante y apoteósico, el patriótico proyecto de aquel Santa Cruz de mitad de siglo que con los mayores 48 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA entusiasmos había construido su Teati- o, y era cuestión de días, de horas, la inauguración. Y, orgulloso, se aprestaba a invadirlo, a llenar todas sus localidades, a dar al acontecimiento toda la solemnidad que merecía. Llegó la noche del domingo 26 de enero de 1851, señalada para la inauguración. El hermoso Teatro, timbre de honor para la villa y para aquellos beneméritos patricios que llevaron a cabo la feliz empresa, abrió sus puertas y marcó una efemérides de luz en la historia de nuestro pueblo. TlMBBE DE HONOR PARA I- A VILLA La concurrencia, dicen las crónicas de aquellos venturosos días, fue enorme, como correspondía al fausto suceso. Quizá no apreciara el público en aquel momento, quizá no se dieran cuenta los concurrentes, curiosos y ávidos de conocer el edificio, la obra material, arquitectónica, de paso gigantesco que daba nuestra ciudad ( nuestra villa diremos con más propiedad), en el camino de su desenvolvimiento espiritual, de su cultura y engrandecimiento. Salto de tal magnitud que la colocaba de pronto entre las poblaciones de elevado rango intelectual. La discreta y plausible labor artística que desarrollaban las sociedades locales, tenía ahora marco adecuado en el hermoso Teatro que se acababa de construir. Bajo su égida alcanzarían su máximo esplendor. A las diez de la mañana ya no se podía disponer de una sola localidad. En el palco de la presidencia se hallaban las primeras autoridades y los señores que componían la comisión municipal que con tanto celo y alü'uismo diera cima a la magna obra. « Nuestras bellas ( decía un periódico), lucían sus gracias y elegantes trajes y adornos, lo mismo en localidades de palcos que en sillones, lunetas y asientos, despidiendo sus centelleantes miradas en medio de la sociedad más escogida, y creyéndose transportadas a una capital de primer orden » . Amenizó la fiesta la orquesta de « aficionados » ( así se denominaban sus componentes), dirigida por el reputado profesor don Carlos Esteban Guigou, cuya reorganización había solicitado el gobernador civil don Manuel Rafael de Vargas, a pretexto de la inauguración del Teatro. Esta prestigiosa agru- E ación, que gustó mucho y fue con entusiasmo aplaudida, lleva-a más de veinte años de constituida, continuando su patriótica labor durante muchos años y dejando profunda huella en la historia musical del país. La integraban significadas personas, El Teatro Guimerá, inaugurado en la noche del 26 de enero de 1851, « con su muy el héroe más sobresaliente de esta vida tan pugnaz, competitiva y arriesgada » , según ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 49 algunas de gran relieve en nuestra vida insular, pudiendo citar los nombres de don José Plácido Sansón, don Cirilo Truilhe, don Nicolás Alfaro, don Francisco, don Carlos y don Matías Guigou del Castillo ( hijos del director); don Bartolomé Power ( padre de Teobaldo), don Virgilio Ghirlanda, don Abel Aguilar, don Federico Ucar, don Bernardo Murphy, don Nicolás Power, don Cirilo Romero, don José Lorenzo Bello, don Felipe Ravi-na, don Rafael Montesoro, don Andrés Roselló, don Rafael Ruz, don Narciso Sansón, don Juan Lentini, don Nicolás Fuentes, don Diego Ara, don Juan Fernández del Castillo, don Bartolomé Saurín, don Francisco Aguilar y don Ignacio Villalba. Terminada la « sinfonía » , compuesta para esa noche por el señor Martí, y que mereció el elogio de los inteligentes, hieron arrojados desde la tronera de la lucerna, infinidad de composiciones poéticas alusivas a la inauguración y en loor al gobernador, a la capital y a sus moradores, y a la comisión del Ayim-tamiento. También fueron lanzadas desde la lucerna numerosas palomas. La lucerna y cuatro arañas más iluminaban la sala de espectáculos, haciendo destacar las magníficas decoraciones debidas a los jóvenes aficionados. Todo contribuyó al éxito. La excelente compañía dirigida por el primer actor don Romualdo de Lafuente, en la que figuraban notables artistas como la señora Vigones y el actor de carácter don Lutgardo Fernández Gómez, hizo un esmerado trabajo interpretando a la perfección, el escogido programa, compuesto del drama en cuatro actos y en verso, Guzmán el Bueno, de don Antonio Gil y Zarate; de la pieza cómica en un acto Embajador y Hechicero, de don Mariano Pina, y del correspondiente baile intermedio. Con Guzmán el Bueno, pues dieron comienzo en nuestro coliseo, las representaciones teatrales. Cupo ese honor a un drama español, de los que más se « cotizaban » en aquel tiempo y de los más celebrados de aquel ilustre poeta y dramaturgo. Ha transcurrido más de un siglo. En tan larga jornada ¡ cuántas obras puestas en la escena del viejo coliseo! ¡ Qué evolución en los gustos y en las escuelas y tendencias literarias! ¡ Qué transformación en las costumbres y en la vida de los pueblos! La compañía de Lafuente siguió actuando con la más cordial acogida del público, interpretando las más destacadas obras de aquella época. Para dos de ellas, Isabel la Católica, de Rodríguez Rubí, y Embajador y Hechicero, de Pina, pintaron los aficionados de esta capital, dos preciosas decoraciones que merecieron los más cálidos elogios. ANiWLES DEL TEATRO EN TENERIFE.— 4 5 0 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA La noche del 22 de mayo del citado año de 1851, se puso en escena por esta compañía la primera obra teatral de autor isleño que se hacía en el nuevo Teatro; un drama histórico, en dos actos y en verso, « sin pretensiones, pues su autor se propuso contribuir al engrandecimiento del mismo » ( así decían los programas), debido a la pluma del inspirado poeta don Ignacio de Negrín, y titulado Conde de Villamediana. Este distinguido hijo de esta capital que llegó a adquirir justo renombre y fue también en otras disciplinas saliente personalidad, dedicó su obra al M. I. Ayuntamiento. Decía un periódico, al dar la noticia del estreno, que la obra había gustado « por su fácil y florida versificación » , obteniendo su autor grandes aplausos. También los obtuvo la señora Vigones, pues hemos leído que la obra de Negrín constituyó un gran triunfo para la notable actriz. Esa misma noche se dio a conocer al público de Santa Cruz, la pieza en un acto. La coqueta y el soldado, original del director de la compañía, señor Lafuente, también excelente poeta, en cuyo beneficio se verificaba la función. En esta temporada hubo dos actuaciones filarmónicas de gran mérito en el teatro: la del notable concertista de violín, señor Robbio, discípulo del célebre Paganini, que visitó en diversas ocasiones nuestra isla, siendo siempre muy considerado y aplaudido, y la orquesta de instrumentos de viento, organizada pocos años antes por el entusiasta músico don Rafael Bethencourt y Mendoza, y cuya presentación ante el público de esta capital mereció los más lisonjeros plácemes. La afición a la música estaba ya en esa época tan extendida en esta capital que además de las dos agrupaciones que acabamos de citar, había aún una tercera, creada y dirigida por don Manuel Rodríguez, también competente músico, y cuyo debut lo hizo en la tarde del 28 de mayo de 1848, en la plaza de San Francisco. Después del desarme de la Milicia Nacional ( 1845), existían en esta isla seis « músicas militares » , llamadas así las bandas de instrumentos de viento. El público, todo el Santa Cruz distinguido, que asistía al coliseo, llenando las localidades, supo corresponder a la gran obra realizada y al mérito de los artistas y a los esfuerzos del empresario. Aquellos artistas, decían los periódicos, eran de lo mejor de que se podía disponer en la Península, algunos ya conocidos aquí, en el antiguo Teatro de la calle de La Marina. No era cosa de pensar en Matilde Diez, ni en Bárbara o Teodora Lamadrid, ni en Valero, Ariona o Romea. Las Canarias no valían la pena de que estos colosos cruzaran el mar, sólo por venir a ellas. ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 51 ¡ Los tiempos habían de ser otros, y otros los artistas erni-nentes qne habían de visitarlas!... Lo QUE PENSABA « JUAN EL CHASNFBO » « Juan el Chasnero » , que en 1836 hacía las reseñas teatrales del Boletín Oficial de Canarias, enfocaba así la idea de constniir un Teatro en esta capital: « ... el pretender edificar un teatro capaz de rivalizar en magnitud y lujo con los de Europa es seguir el impulso de una afición poco común por el arte dramático; mas bien que el de la sana razón; y el que haya creído pudiera algún día verificarse tan peregrino proyecto, bien se le puede calificar de « lunático » que cree existen « hombres murciélagos » y « carneros imi-cornios » ... No pensaba lo mismo « P. C » , que en 1838, en un artículo- resumen de la temporada teatral de aquel año, publicado en El Atlante, aludía al proyectado Teatro de la Plaza de la Constitución, cuyas obras, como hemos indicado, comenzaron, pero la apatía malogró, y excitaba el celo de todos para que se llevara a cabo el patriótico proyecto, pues « únicamente de ese modo — decía— podría sostenerse una compañía, porque el Teatro que tenemos es mezquino, ni siquiera proporcionado a la población de la capital, y así sucede que en ciertos días señalados en que todo el mundo quiere ir a divertirse al teatro, hay jaranas para conseguir boletines, y muchos se quedan en blanco » . No hemos podido « localizar » a estos dos antiguos periodistas tinerfeños, que de tan distinta manera apreciaban el problema de la construcción de un Teatro en Santa Cruz, escudados, el uno en un simpático seudónimo auténticamente isleño, y el otro en unas iniciales que sin duda no correspondían a su nombre. ¿ Asistirían los dos a la inauguración en 1851, del suntuoso Teatro? ¿ Qué pensaba « Juan el Chasnero » de aquellos « lunáticos » que unos años antes soñaron con tan « peregrino proyecto » ? CAPITULO VII EL NUEVO ESPECTÁCULO DE LAS ZAHZUELAS La segunda compañía, lírico- dramática, que vino al Teatro municipal, la dirigía también don Romualdo de Lafuente y dio comienzo a sus representaciones en 3 de octubre de 1852. Este actor, y ahora empresario, que había inaugurado el coliseo, consiguió un magnífico abono que garantizaba una concurrencia superior a la de la anterior temporada. Los precios eran bien módicos: las treinta funciones, 450 rs. vn. los palcos principales y de platea; 90 los sillones y delanteros de platea, y 60 ks lunetas. La compañía llegó de Cádiz la víspera del debut. La constituían notables artistas, los más ya conocidos de este público. Era propósito del señor Lafuente traer algo mejor de lo que trajo el señor Mela para la inauguración del Teatro, superándole en el mérito de los artistas y en el repertorio. Y reunió un magnífico conjunto en el que destacaban el primer actor don Domingo Mendoza y su esposa, la excelente actriz doña Silve-ria del Castillo, que había actuado años antes en el Teatro de la calle de La Marina; el actor de « carácter andano » don Lut-gardo Fernández Gómez, notabilísimo artista que supo dejar grato recuerdo de sus diversas actuaciones en esta capital; la aplaudida primera actriz doña Dolores León, que procedía de los teatros del Circo y Balón, de Cádiz, que a lo que parece daban categoría y eran centros de donde, por lo general, se nutrían los teatros de Canarias. De galán joven venía otro buen 54 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA artista que aquí residió largas temporadas, Manuel Villena. Como actor cómico figuraba José López Patino, también de mérito excepcional, y como dama joven y « graciosa » , Enriqueta Sánchez Castilla, que poco después de marchar de aquí, según noticia que dio un periódico local, fue asesinada en Sevilla por el apuntador de la Compañía de que formaba parte. Cinco actrices y siete actores más completaban el ya bien nutrido elenco. COMPAÑÍAS DE « DECLAMACIÓN, ZARZUELA Y BAILE » Se denominaba esta compañía « Sociedad de Declamación, Zarzuela y Baile, foiTnada para las Canarias » . El personal era mucho más numeroso que el de las compañías modernas, pues además de los artistas de « verso » , citados, venían otros tantos de zarzuela y el correspondiente cuerpo coreográfico. Traían incluso, algunos músicos, dirigidos por el « maestro de zarzuelas » don Santiago Ramos, contando también con la or- auesta formada aquí y dirigida por el músico mayor del bata-ón de África, que guarnecía esta plaza, don Bernardo Rosell. La compañía anunciaba el « nuevo espectáculo de las zarzuelas » , que tanta aceptación ( afirmaban), tenía en todas partes, y su presentación fue acogida con entera complacencia, y, como la que inauguró el Teatro, hizo su debut con Guzmán el Bueno. Un periódico explicaba así el motivo que tenían las compañías para esta predilección: « Este drama reúne a la circunstancia de ser una de las joyas más preciosas de nuestro teatro, la de proporcionar que todos los actores principales de la compañía, puedan tomar parte en él, presentándose al público » . Años antes era así mismo costumbre hacer su presentación las compañías dramáticas con la comedia de Moreto, El desdén con el desdén, obra de prueba para la dama, el galán joven y el « gracioso » . Con el mismo propósito de hacer la presentación de todo el cuerpo coreográfico, se bailó en el debut por las tres parejas, una « introducción de bailes nacionales » , terminando la primera pareja con la polka, que era obligada en todas las representaciones. El espectáculo finalizó con la pieza El secreto en el espejo. El público, que era numeroso, salió satisfecho. Era, sin duda, la mejor compañía de cuantas habían actuado en esta capital. La segunda función se hizo con el popularísimo drama en ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 55 verso, de Camprodón, Flor de un día, que el gran Valero había estrenodo ese mismo año en Madrid, y que, como ¡ Espinas de una flor!, entusiasmó a varias generaciones. « Oh, ingenuos y sencillos tiempos en que conmovían Flor de un día y La trenza de sus cabellos » , dijo en una ocasión Pedro de Répide... El 9 de octubre, con motivo de los festejos organizados para solemnizar la apertura ( que había de tener lugar al día siguiente), de los puertos francos concedidos a estas islas por R. D. de febrero de aquel año de 1852, dispuso la empresa « para este día una de las más bellas producciones modernas, quizás la más aplaudida en todos los teatros de la Península, nueva en esta capital » en tres actos, en verso, original de los señores don Juan Eugenio Hartzenbusch, don Luis Valladares Garriga y don Cayetano Rosell, titulada Jumr por tabla. A continuación se anunciaba el correspondiente oaile, y como fin de fiesta, la pieza en un acto A un cobarde, otro mayor. La noche del 31 de octubre se efectuó el estreno de la « pieza nunca representada en ningún teatro, original del apreciado escritor, vecino de esta capital, don José Desiré Dugovu, titulada El hombre propone y Dios dispone. Esta fue la segunda obra de autor local ( de autor « tinerfeño » diríamos mejor, porque lo era de corazón), estrenada en nuestro coliseo, y la tercera también correspondió al inolvidable historiador y poeta, tan vinculado a nuestro país, en el que tales huellas dejó que tenemos el deber de considerarlo como nuestro. Pero este segundo estreno de don José Desiré Dugour, revistió honores de acontecimiento y fue un homenaje del esclarecido escritor a la tierra que consideró como suya. A beneficio del primer actor y director don Domingo Mendoza, el viernes 19 de noviembre de 1852, día de la Reina, se estrenó ( previa autorización de la Junta de Censura de Madrid), el drama en cinco actos y en verso, titulado Tenerife en 1492 el cual fue, según anunciaban los programas, « exornado con todo el aparato que requiere su interesante argumento » . El Teatro « estaba sumamente concmrrido, y el publico demostró al autor la complacencia con que recibió la obra que le dedicaba, llamándolo a escena » . Así se expresaba El Noticioso de Canarias. « TENERIFE EN 1492 » , DE DON JOSÉ DESIRÉ DUGOUR Y aún hubo en esta fructífera temporada teatral un nuevo estreno de don José Desiré Dugour. En 26 del mismo mes de noviembre, y también con carácter de extraordinaria la fun- 56 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA ción, que se celebraba a beneficio del notable actor don Lut-gardo Fernández Gómez, se puso en escena con unánime aplauso del público, el drama en cuatro actos y un prólogo, titulado LM reina Faina, completando el programa el juguete en un acto, del propio señor Dugour, Agencia matrimonial. Tenerife en 1492, el drama de don José Desiré Dugour, está basado en la conquista de esta isla y es obra bien versificada y su complicado argumento está planeado y desarrollado con gran maestría, evidenciando las excelentes condiciones y el conocimiento que de la técnica teatral poseía el venerado escritor que fue figura representativa de una de las más interesantes generaciones de escritores tinerfeños. Los personajes más importantes del gran episodio de nuestra conquista están admirablemente trazados en la obra, que es un canto a la raza vencida y a los que trajeron, con la civilización, la bandera de España. Tan excelente drama fue recibido con general aplauso y el autor aclamado cuantas veces se puso en escena. El día del estreno ( 19 de noviembre de 1852), el señor Dugour repartió entre los concurrentes al Teatro, las siguientes efusivas líneas: « A los habitantes de Santa Cruz de Tenerife: Pobre náufrago arribé a vuestras playas, y me tendisteis una mano bienhechora... Nunca, nunca lo olvidaré! La riqueza y el brillo de vuestro idioma, su admirable estructura, su libre y variada sintaxis, hirieron desde luego mi impresionable corazón: más adelante, fueron mis delicias mis únicas delicias. Leí con avidez las admirables páginas de vuestra historia, devoré con ansia las obras maestras de vuestros inmortales poetas, y... quise también a ejemplo de los antiguos mejicanos, colocar mi piedra en el sacro monumento que levantaban en medio de la patria; nadie le daba su nombre, pero todos habían contribuido a edificarlo. Este pensamiento dio vida al drama que estáis llamados a juzgar, Tenerife en 1^ 2, Tenerife aún en estado de naturaleza, pero ya pronto a despegar sus alas. Mucho tiempo ha que veía desarrollarse en mi imaginación el grandioso cuadro de la conquista de esta isla; identificábame con el carácter franco, al par que majestuoso, de Bencomo; contemplaba la noble y varonil figura de Tinguaro; veía en las encantadoras páginas de Viana, a la hermosa Dácil, flor inculta nacida entre verdes pensiles de la risueña Orotava. Con- ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 57 templaba en fin, con entusiasmo, a todos estos hombres, hijos de la naturaleza, pero toscos como los bosques de su país, que tan solo esperaban un soplo de civilización para hacerse grandes como el Echeide que domina su isla. No tardó en presentarse la ocasión. Castilla y Aragón se habían unido. Isabel y Fernando al estrecharse las manos, fundaron un estado que pronto había de avasallar al mundo. Los heroicos sucesos de aquellos inmortales tiempos, dando libre campo al valor y mérito personal, hicieron biotar en rededor de Granada un sin número de héroes que ardían por plantar la Cruz sobre las arruinadas torres del Islamismo. Cayó Boadíl, y la Media Luna, vencida para siempre, fue a refugiarse a los ardientes desiertos de donde había salido. ¡ Noble Lugo, honrado Lope, ilustre Gonzalo, invicto Pedro Bcnítez! Allí hicisteis vuestro aprendizaje; y con el ardor aventurero que distinguía vuestra época, quisisteis propagar doquier las sacrosantas ciencias del Cristianismo. Volvisteis los ojos a la Reina del Atlante y en ella plantasteis la Cruz. ¿ Con qué constancias llevasteis a cabo tan ardua empresa? ¿ Cómo inclinasteis al indómito guanche a regenerarse en las Santas aguas del Bautismo? La historia nos lo refiere; vosotros todos habéis pertenecido al ejército español que supo conquistar mundos por su valor, y más adelante salvar su patria por su constancia. A tales padres, tales hijos. Estas son las colosales figuras que me he atrevido a bosquejar en la obra que os ofrezco. Humilde y pobre tributo que mi reconocimiento os dedica. Toda la compañía dramática de esta capital se ha brindado con amabilidad a interpretar mi obra; el simpático señor Mendoza la ha elegido para su beneficio, haciéndome más honor que el que seguramente merezco; así, pues, si tenéis en cuenta las dificultades que puede presentar semejante argumento al trasladarle a la escena, enlazando en una acción dramática las pastoriles costumbres de los guanches con las sin igual proezas de los caudillos castellanos; si esta producción puede siquiera ofrecernos algunos momentos de solaz, quedarán suficientemente recompensados los afanes de José Desiré Dugour Santa Cruz de Tenerife, 19 de noviembre de 1852 » . La noche del 24 de diciembre ( Nochebuena), hubo función extraordinaria a beneficio de los actores y con exclusión completa del bello sexo « según costumbre este día en todos lew teatros del reino » , es decir, que los hombres hicieron de mujer, 58 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA representando la comedia El Jwmbre más feo de Francia, arreglo de Ventura de la Vega, con números de bailes y de canto y rifándose entre los concurrentes un ramillete de dulce... La compañía de Lafuente siguió actuando en 1853. El público le prestó su apoyo y llenaba el Teatro todas las noches. El 8 de enero se puso por primera vez en nuestro coliseo Don, Juan Tenorio, a beneficio del segundo galán, don Francisco Torres. La famosa obra de Zorrilla fue presentada con toda propiedad, pintando las decoraciones el beneficiado, que fue muy aplaudido en su doble condición de actor y escenógrafo. En febrero, en el beneficio del profesor de música don Santiago Ramos, se cantaron varias zarzuelas, cuyos protagonistas desempeñó el beneficiado, anunciándose como fin de fiesta un cuadro de costumbres del país, titulado La fiesta del Pilar en Santa Cruz de Tenerife, que el público rec- ibió con frialdad, pues no fué otra cosa que un intermedio a telón alzado. El domingo de Carnaval se puso en escena la bella comedia de Bretón de los Herreros, Marcela o ¿ Cuál de los tres?, pero... desempeñada solo por las actiices, haciendo el papel de Marcela el galán joven Villena. Las damas, como los caballeros en Nochebuena los de las mujeres, hicieron los papeles de los hombres. Broma carnavalesca. Se bailó él Jaleo de Jerez, célebre baile que hizo furor durante muchos años, compuesto por el músico polaco Juan De Sckozdopole, que residió largo tiempo en España, y la jota aragonesa. Una verdadera juerga de Carnaval. La compañía abrió un nuevo abono, con excelente resultado, dando a conocer nuevas obras, entre las que figuraban Sandio Ortiz de las Roelas, refundición de La estrella de Sevilla, de Lope, y La hija de las flores, de doña Gertrudis Gómez de Avellaneda, obra que la crítica consideró como la mejor de la ilustre poetisa y de la que un periódico local dijo que era « la idealidad del poeta » . El inenarrable triunfo obtenido años después con su obra maestra Baltasar, borró el logrado por la insigne escritora en los comienzos de su gloriosa carrera. A esta compañía de Lafuente debió nuestro público el conocer las primeras zarzuelas, que fueron: El tío Caniyitas o el mundo nuevo de Cádiz, letra de don José Sanz Pérez, poeta gaditano y música del maestro Soriano Fuertes; La venta del puerto, primera obra del maestro Oudrid; Tramoya, de José Olona y Barbieri y Buenas noches, señor don Simón, de Luis Olona y Oudrid. La temporada se prolongó hasta el 6 de abril entre dra- ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 59 mas y dramones y alguna que otra obra genial; despidiéndose la compañía esa noche con el drama de Eguilaz, Marcan, inspirado en la vida del célebre poeta y dramaturgo de nuestro Siglo de Oío, y después de haber interpretado entre otras obras, la comedia de don Eugenio Rubí, Un hidalgo aragonés; el drama sentimental, traducido por don Juan Lombía, El jnlluelo de Parts, que gustó extraordinariamente; el « tremebundo » ( asi lo calificaba el Eco), drama francés, Nunca el crimen queda oculto a la justicia de Dios; La boda de Quevedo, comedia de Narciso Serra, puesta en un segundo beneficio del director de la compañía, tomando parte en su desempeño nuestro paisano Lentini, que demostró nuevamente sus grandes condiciones para la escena, y el drama en cuatro actos María, la hija de uti jornalero, cuyo argumento es el de la popularísima novela de don Wenceslao Ayguals de Izco, que se puso en otro beneficio de la la primera actriz, desempeñancfo los principales papeles, a instancia de la beneficiada, los notables aficionados José B. Lentini y José Curbelo Ayala. En aquellos tiempos era tal la profusión de beneficios que, desde el primer actor y la primera actriz, hasta el apuntador, pasando por los artistas de segunda categoría y por los músicos de la orquesta, todos tenían derecho a su función de beneficio. Y si oien esto podría en parte justificarse como compensación por la mezquindad de los sueldos y lo dudoso del negocio, se exageraba la nota en este sentido, dando lugar a que los periódicos lo censuraran y a que los abonados impusieran condiciones en cuanto al número de beneficios y de « beneficiados » . En octubre de 1853 marchó a la Península el notable actor Lutgardo Fernández Gómez, que había pertenecido a la compañía de Lafuente, con propósitos de contratar a la que había de hacer la temporada de invierno de aquel año. El señor Fernández Gómez contrató a varios artistas y completó el elenco con otros que aún se hallaban aquí y que pertenecieron, como él, a la anterior compañía. También fue c; antrata-da la señora Vigones, que había inaugurado el Teatro en 1851. Esta compañía hizo su debut la noche del 3 de diciembre del citado año de 1853, con la comedia Verdades amargas, que, al decir de la crítica de aquel tiempo, colocó a su autor, don Luis Martínez de Eguilaz, en primera fila como dramaturgo, y siguió actuando hasta el mes de abril del siguiente año de 1854. A esta temporada prestó poco apoyo el público, y los periódicos se lamentaban de ello, pero sin duda el repertorio, compuesto en su mayor parte de obras tremebundas e intermina- 6 0 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA bles, cuyos títulos bastaban para hacer su apología, era f; ausa más que suficiente para ahuyentar del coliseo a las personas de buen gusto. A fines de febrero los sargentos del batallón ligero de África, de guarnición aquí, organizaron una función a beneficio de la compañía, poniendo en escena el drama de don Eusebio Asquerino, Sancho el Bravo, desempeñado por aquellos y por las actrices. Eco del Comercio decía que fue tan grande la entrada que ni aún en los días de la apertura del Teatro se había visto afán mayor por adquirir localidades. Otra función de beneficio, pero ésta para los Asilos benéficos de esta capital, celebraron los citados sargentos en el mes de marzo, poniendo en escena el drama El principio de un reinado y la comedia Cenar a tambor batiente, constituyendo otro éxito de interpretación y de público. También en marzo varios aficionados pusieron en escena, en el Teatro municipal, el drama en tres actos y un prólogo, García de Paredes, naciendo el protagonista ( admirablemente decían los periódicos), el poeta José B. Lentini, perfectamente secundados por los jóvenes Curbelo, Savole y Benítez, y actuando con ellos las actrices de la compañía. CAPITULO VIII UNA FAMOSA « SOCIEDAD DRAMÁTICA » DEL PAÍS La Sociedad de aficionados al arte de la Declamación, que se había constituido en esta capital, comenzó a desarrollar su intensa, seria y ordenada labor artística y patriótica, en el otoño de 1854, celebrando notables espectáculos teatrales, a beneficio de obras caritativas y de mejoramiento de la población. La primera representación tuvo lugar la noche del 22 de octubre, con el drama de Zorrilla El zapatero y el rey y la comedia Dos y ninguno, entregándose su producto a la Beneficencia pública. Tomaron parte en el desempeño de ambas obras, las distinguidas poetisas doña Angela Mazzini y su hija, la señorita Victorina Bridoux, que demostraron magníficas condiciones para el arte de la escena, y los jóvenes Chamorro, Cambreleng, Lentini ( José y Juan), Sarmiento ( Claudio v Seve-riano), Savoie, Lecuona y otros. Esta primera función fue un timbre de honor para la nueva entidad, que obtuvo un triunfo rotundo, produciendo la cantidad de 2696 rs. vn. La segunda, celebrada la noche del 15 de noviembre siguiente, fue a beneficio de la isla portuguesa de San Antonio, del grupo de las de Cabo Verde, que sufría los rigores de una terrible sequía. El 19 del mismo mes, día de la reina y de su hija, dio la Sociedad de aficionados una función a beneficio de la Milicia Nacional, representándose el drama de Camprodón, ¡ Flor de un día!, y la pieza cómica, traducida desl francés. El aguador 6 2 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA y el misántropo. La concurrencia fue numerosa, llenándose el Teatro. Tanto la señora Mazzini, como los señores don Claudio Sarmiento, don Eugenio Cambreleng y don José B. Lentini, fueron aplaudidísimos. Don José Suárez Guerra actuó por primera vez esa noche y decían los periódicos que estuvo admirable, siendo ovacionado. En esa representación tomaron parte, siendo también muy elogiados y aplaudidos, las señoritas Dolores Suárez Guerra y Emilia Dugour y Ruz y los señores Savoie, Bonnet ( Vicente), Lentini ( Juan), Lecuona, Sarmiento ( Seve-riano), Dugour ( José Desiré), Ruz y Chamorro. Fue un nuevo y resonante triunfo de la « Sociedad de aficionados al arte de la Declamación » . El 7 de diciembre, a beneficio también de la Milicia Nacional, se puso en escena la comedia de Rodríguez Rubi, República conyugal, y el juguete de Bretón de los Herreros, El hombre pacifico, siendo aclamados la señorita Suárez Guerra y su hermano don José. El 23 interpretaron los aficionados, el drama Los renegados; el 25, el drama de Zorrilla, Sancho García, y la comedia de Bretón, Los parientes de mi mujer, y la noche del 31 despidieron el año de 1854, que tan destacado lugar había de ocupar en el historial de la importante sociedad, con el drama Flor de un día y la comedia Dos y ninguno. L o s AFICIONADOS REALIZAN UNA GRAN LABOR ARTÍSTICA Continuaron los entusiastas aficionados su fructífera labor a lo largo de 1855, pero no hemos de seguir adelante sin antes decir algo de los elementos que integraron esta notable v benemérita Sociedad de Declamación, a cuyo cargo corrieron numerosos espectáculos teatrales celebrados en nuesti- o Tentro, haciendo temporadas enteras, supliendo con mérito extrior-dinario a las compañías cuando éstas no venían, representando las más difíciles obras, de las que salían victoriosos, como verdaderos artistas profesionales, y cuya actuación elogiaban de tal modo los periódicos de aquella época que de su lectura hemos sacado el firme convencimiento de que aquello era algo más que un cuadro de aficionados, y que fue, sin duda, lo mejor de cuanto hubo en ese aspecto en muchos años en nuestra ciudad. Y cuenta que fueron tiempos de gran afición, de de. smedida afición al teatro y que cundían las sociedades teatrales, merecedoras todas de ser evocadas, como recuerdo y homenaje a aquellos entusiastas y laboriosos jóvenes que así contribuían al engrandecimiento de Santa Cruz. ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 63 DON José SUÁREZ GUERRA, GRAN ACTOR AFICIONADO. ANGELA MAZZINI, VICTORINA BRIDOUX Y JOSÉ B. LENTINI, ARTISTAS DE GRAN CATEGORÍA Este notable conjunto artístico denominado con la modestia, que era característica de la época. Sociedad de aficionados al arte de la Declamación, lo dirigió largo tiempo el entonces joven don José Suárez Guerra, que había de lograr destacado lugar en la vida ciudadana del país y que, al absorberlo la política, quizá le fuera restado al arte de la escena un positivo valor. Integraban la Sociedad las señoras Mazzini v Bridoux de Domínguez, las señoritas Dolores Suárez Guerra, Emilia Du-gour, María Domínguez y Eloisa Pérez, y los señores Lentini ( José y Juan), Sarmiento ( Claudio v Severiano), Savoie, Cambre-leng ( Eugenio), Lecuona, Calzadilla v Quevedo, Dugour ( José Desiré), Bonnet ( Vicente), Ruz, Chamorro y Olmos ( José") y Miranda ( Miguel). Era presidente de la Sociedad don José Desiré Dugour. Hemos dicho que los jóvenes aficionados continuaron su entusiasta labor en 1855, que fue también honroso para ellos. Lo comenzaron con El Trovador, al que siguieron Una broma de Quevedo, de Eguilaz; Fernán González, de Calvo Asencio; La ceniza en la frente y Detrás de la Cruz, el diablo, de Rodríguez Rubí; En palacio y en la calle, de Luis Mariano de Larra, y otras obras de no menos difícil ejecución. Con la interpretación del drama Alarcón culminó la labor de la Sociedad de Declamación. Su desempeño fue magistral. Don José Suárez Guerra hizo el protagonista, interpretando de tan extraordinaria manera su papel y demostrando tan excepcionales condiciones, que el entiisiasmo del público se desbordó, aclamándolo con verdadero delirio. La noche del 19 de noviembre, con motivo del santo de la reina, pusieron en escena otra obra de altos vuelos: Don Francisco de Quevedo, de Eulogio Florentino Sanz, obteniendo nueva victoria los artistas tinerfeños. Siguieron en los meses sucesivos interpretando las más difíciles obras del repertorio de aquellos años, como Dios, mi brazo y mi derecho. La hija de las flores, La estrella de las montañas. El ramo de rosas, Adriana Lecouvrenr y ¡ Espinm de una flor! En abril y junio del 56 celebraron dos extraordinarias fim-ciones a beneficio de la compañía de bomberos, que organizaba en esta capital el prestigioso arquitecto don Manuel Oráa 64 FRANaSCO MARTÍNEZ VIERA y Alcorcha, teniendo ambas el éxito apetecido: que siempre supo Santa Cruz responder a toda obra patriótica y a toda saludable iniciativa. Conjuntamente con la actuación de la Sociedad de aficionados al arte de la Declamación, dio en ese año de 1856, un nuevo concierto, el celebrado violinista don Agustín Robbio, que tuvo la acogida cariñosa que siempre le dispensó nuestro público. De verdadero acontecimiento calificaron los periódicos la representación hecha por los aficionados el 4 de enero de 1857, de la comedia en tres actos, en « verso anticuado » ( decían), de don Luis de Eguilaz, « nuestro predilecto poeta » , titulada TM Vaquera de la Finojosa, escrita para el eminente actor Fernando Ossorio, muerto en plena juventud. Numerosa y selecta, cuentan las crónicas que fue la concurrencia, ocupando todas las localidades del teatro, y asistiendo todas las autoridades y la oficialidad de diversos buques de guerra surtos en el puerto. Eco del Comercio decía que la ejecución no dejó nada que desear. Los jóvenes intérpretes cumplieron a las mil maravillas su cometido y el público premió tan concienzuda labor llamándolos a escena y colmándolos de aplausos y de aclamaciones. Los principales papeles corrieron a cargo de doña Victorina Bridoux, doña Angela Mazzini, don José Suárez Guerra, don Eugenio Cambreleng y don Manuel Savoie; tomando también parte en esta obra, en papeles secundarios, la señorita María Domínguez y el joven don José Calzadilla y Qneve-do, que fueron muy aplaudidos. En el mes de marzo sigiu'ente, embarcó para la Península, a cursar sus estudios de Farmacia, don José Suárez Guerra, dejando un gran vacío en la Sociedad de Declamación, de la que era alma y que, con tanto entusiasmo y competencia, dirigía. Con este motivo se celebró una cariñosa reunión de homenaje y despedida, testimoniándole sus compañeros y admiradores el sentimiento que su ausencia les producía. Por los años a que hemos venido haciendo referencia, funcionaban en esta capital diversas sociedades dramáticas, además de la que dirigía don José Suárez Guerra, y que tuvieron también importantísima actuación. Y si bien siempre fueron frecuentes en nuestra ciudad los cuadros de aficionados de mérito relevante, hubo época como ésta que destacamos, que fue de grandísima afición al arte escénico, organizándose diversas agrupaciones de esta índole, y además, los distintos centros recreativos, establecidos de años, solazaban ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 65 a SUS socios y familias con interesantes representaciones teatrales, en las que tomaban parte elementos valiosos y se montaban obras de indiscutible importancia. Por los años a que nos referimos funcionaban, entre otras, la Sociedad Iris, que daba funciones en su local social y la sociedad El Progreso, que en 1857 se denominó La Aurora, fusionándose después con El Recreo y cuyo nuevo teatro, decorado y arreglado espléndidamente por don Gumersindo Robayna y con capacidad para 300 personas, se había inaugurado brillantemente en un amplio local de la calle del Tigre, tenemos entendido que en los bajos del viejo caserón de la esquina de José Murphy; La Lira, sociedad asimismo teatral, que celebraba frecuentes fim-ciones en su local, y El Recreo, instalado en la plaza de la Iglesia, con un hermoso teatro y preciosas decoraciones, pintadas por don Cirilo Romero, que era presidente de la popular sociedad. Ligeramente queda reseñada la labor de aquellas beneméritas sociedades de mitad del pasado siglo, tan entusiastas y tan interesadas en el desenvolvimiento artístico de la ciudad, a la que consagraban afanes y energías, poniéndose enteramente a su servicio y contribuyendo a la realización de grandes mejoras urbanas, fomentando instituciones patrióticas y ayudando a los menesterosos en su infortunio. ANikLBS DEl. TEATRO BN TENIBIFE.— 5 CAPITULO IX Los MÁS RUIDOSOS ÉXITOS DE LA ZABZUELA GRANDE Don José Suárez Guerra, director de la Sociedad de aficionados al arte de la Declamación, regresó de la Península en 1858. El Fénix de Caruirim, con tal motivo, hacía grandes elogios de esta importante agrupación artística, y auguraba ima nueva y fecunda etapa de sus actividades al tener de nuevo en su seno a su más vaUoso elemento. La Sociedad de Declamación, que tan grato recuerdo había dejado en su intenso y valiosísima actuación anterior había puesto en ensayo una de las más celebradas comedias de López de Ayala, tln hombre de Estado, estrenada en Madrid en 1850 y en nuestra capital, por la referida Sociedad, el 15 de marzo de 1858, constituyendo su representación un nuevo y legítimo triunfo para los aficionados. Seguidamente comenzaron los ensayos de Don Francisco de Quevedo, obra que ya habían desempeñado, y por último ensayaron y estrenaron la noche del 16 de mayo, el nuevo drama de don José Desiré Dugour, Un corazón de otros tiempos, tomando parte en su desempeño doña Victorina Bridoux de Domínguez, la señorita Eloísa Pérez y los señores Suárez Guerra, Cambreleng, Sarmiento ( Claudio), Savoie y Miranda. El drama del señor Dugour agradó mucho a la concurrencia y su autor fue llamado a escena aplaudiéndosele y haciéndosele entrega de una artística corona. Como fin de fiesta representaron la pieza en un acto. Un anuncio en el diario, del propio Dugour, y cuya acer- 6 8 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA tada interpretación corrió a cargo de la señora Mazzini y de los señores Savoie, Sarmiento y Miranda. Esta función tuvo otros alicientes: el estreno de una magnífica decoración cerrada, debida a los señores don Nicolás Alfaro, don Gumersindo Robayna y don Francisco Agiiilar, miembros los tres de la Sociedad de Bellas artes, viéndose obligados a salir al palco escénico, llamados por el público, que les ovacionó con el mayor entusiasmo, y una «
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Calificación | |
Título y subtítulo | Anales del teatro en Tenerife |
Autor principal | Martínez Viera, Francisco |
Autores secundarios | Pérez Minik, Domingo |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | Tenerife |
Editorial | Imprenta Editora Católica |
Fecha | 1968 |
Páginas | 357 |
Materias |
Teatro Canarias Tenerife Historia y crítica |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 6487154 Bytes |
Texto | Francisco Martínez Viera, autor de El Antiguo Santa Cruz. Crónicas de la Capital de Canarias, que constituyó un rotundo éxito para su autor y para el Instituto de Estudios Canarios, que lo editó, no necesita presentación. A lo largo y a lo ancho de la ciudad y de la isla de sus amores, su nombre es bien conocido y apreciado. En honor a la verdad, hemos de decir que su fama y popularidad se acrecentó en forma impresionante, a raíz de la publicación de dicho volumen, cuya primera edición se agotó en quince días. Esta obra que ahora aparece a la luz pública, ANALES DEL TEATRO EN TENE- ( Slgue en la pág. 3." de la cubierta) ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE Prólogo Domingo Pérez Miník TENERIFE 1968 DEPOSITO LEGAL: T F . 222- 1968 Imprenta Editora Católica, S. L.— Alvarez de Lugo, 60.— Santa Cruz de Tenerife A mi hijo FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA LEVANTA EL TELÓN DE NUESTRO TEATRO Apenas hace un año que Francisco Martínez Viera publicó El antiguo Santa Cruz. Crónicas de la Capital de Canarias, que en nuestros días alcanza su segunda edición, cuarulo ya tiene terminado otro libro, estos ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE, que hemos de comprender enseguida como la continuación de ese primer libro, donde la ciudad se nos aparecía con su vida general, variada, panorámica, en el quehacer cuotidiano de sus habitantes, los políticos, los comerciantes, los escritores, los artesanos, los periodistas, toda aquella gente que dio forma a una obra cívica importante, acelerada, de indiscutible modernidad para aquella época, que de modo indiscutible nos confirió un cierto rango histórico, válido no solo por su realidad inmediata de voluntad política sino porque fue capaz de erigir una personalidad de mayor o menor tamaño, pero vigente, activa, indiscutible. Francisco Martínez Viera, ya en la muy digna madurez de su existencia, intenta ampliar esta visión panorámica, hasta detenerse en otros aspectos particulares de la Capital. Una manera de ampliar la historia por una parte, y, por otra, reducirla, concentrando la atención en otros centros de nuestra actividad pretérita. Ahora le ha tocado la suerte al arte del teatro, del mismo modo que nos pudo haber presentado una biografía de nuestra Prensa, las condiciones culturales de las clases medias o la pequeña o gran crónica de nuestras calles. Francisco Martínez Viera con el mismo espíritu que escribió El antiguo Santa Cruz se apodera hoy de otro aspecto de la vida pasada de nuestra ciudad, el del teatro, nos levanta su telón y coloca su escenario ante nuestra atención. A lo largo de estos ANALES el lector va conociendo toda esta vida escénica, de dentro a fuera, de abajo a arriba, la actividad de los grupos de aficionados, las compañías visitantes, el balance de las representaciones, y ese ámbito en que se movía esta pequeña Capital en el campo de este arte privilegiado. A través de todas estas páginas, que se inician en los tiempos más lejanos y que abarcan las actividades más im^ yortantes en toda la isla, nos damos cuenta de que nuestro cronista no observa todo este pasado desde hoy, sino como si se sintiera colocado en el propio ayer. Así lo peicibimos cuando nos trae desde lejos el fruto de su cosecha, como si él regresara desde el pasado a este Santa Cruz actual, con un cierto ánimo transeúnte que no sabe esconder del todo un pequeño dolor. De aquí que en Francisco Martínez Viera encontremos siempre un aire de melancolía, la del historiador dividido en sus sentimientos acaso por el amor de su ciudad tan venida a menos, pero al mismo tiempo sabemos apreciar al escritor ditirámbico que con toda razón puede afirmar la superioridad del ayer frente al hoy. Todo esto queda bien repartido en la literatura de Francisco Martínez Viera, que nunca deja de mostrar su sentido político de la Capital, su sentimiento liberal del mundo y su acendrada voluntad de cronista. La historia que nos cuenta llega hasta los primeros aoos de la República y empieza en la época de las representaciones de los autos sacramentales con motivo de las fiestas religiosas y así vamos conociendo diversos tienpos de crecimiento, de conservación y de apogeo. Tero en todo momento observamos con mucha claridad la gran vocación teatral que preside la vida de Santa Cruz, con sus primeras viejas mansiones nelsonianas preparadas al efecto en las calles de la Marina y del Tigre, las manifestaciones de los equipos de aficionados de tantas sociedades culturales y recreativas, hasta la fundación del Teatro Municipal, construido sobre un viejo convento, el actual Teatro Guimerá, con su muy distinguida pinta burguesa, el héroe más sobresaliente de e. sta vida tan pugnaz, competitiva y arriesgada, por la que se interesan todas las clases sociales, cada una en su sitio, pero de cierta manera muy unidas por unas preocupaciones superiores de cultura, con sus muy vivos carmes de acercamiento, simpatía y amistad. La creemos porque nos lo dice un cronista tan veraz como Francisco Martínez Viera, que nos trae la aportación de su personal conocimiento a lo largo de mucho más de medio siglo, aparte de lo recogido por la tradición oral, más lo aportado por la Prensa, documentos o informaciones escritos de la vida de nuestras sociedades tan abundantes en aquel Santa Cruz de Tenerife. Lo que hemos de creer es que una ciudad de tan escasa población, — que sólo cubría ese espacio que iba desde el Castillo de San Cristóbal a la Plaza de Weyler o desde el Bario del Toscal al Barranco Santos, con su media, baja y alta burguesía, ésta no muy alta pues apenas llegaba liasta el comerciante o el abogado, su artesanado copioso y su correspondiente núcleo obrero—, pudiera ofrecer una representación teatral de tanta importancia por su calidad, número y regularidad. Claro está que nos estamos refiriendo a los media< ws del siglo diecinueve y primeras décadas del veinte. Excepciortal actividad no sólo por las compañías que nos visitaban, siete o nueve todos los años, de ópera, comedia o drama, sino también por el quehacer de los grupos de aficionados y por la tan increíble continuidad. De donde salía este público para mantener cincuenta representaciones o más en el Teatro Guimerá de una misma compañía, o sostener la presencia de tres compañías al mismo tiempo, en 1914, José Tallaví en el Salón Novedades, ww. de comedia en el Teatro Municipal y otra de zarzuela en el Parque Recreativo—, o como se podía organizar una orquesta de cien músicos con motivo del centenario de Calderón de la Barca, una festividad que duró una semana. Hay que leerlo para creerlo. Pero no le vamos a contar la interesante historia que nos cuenta con tan buen ánimo, expresiva prosa y completa información Francisco Martínez Viera. Queremos afirmar que de tan sugestiva crónica nos han sorprendido dos hechos que con la mayor amplitud nos han llenado de asombro. Hubo una época en que la crítica teatral de nuestros periódicos estaba hecha por Mario Arozena, Benito Pérez Armas, Luis Rodríguez Fi-gueroa, sin olvidar más tarde a Juan Franchy, Ildefonso Maffio-tte y tantos otros, los mejores escritores del momento. Ya sabemos que los escritores de hoy viven generalmente encerrados en sus ascéticas especialidades. Otro acontecimiento que nos ha sorprendido es la representación frecuente de nuestros autores locales, de Diego Crosa a Domingo Cabrera y Leoncio Rodríguez y cuantos más, por importantes compañías que rws visitaban. Todos estos sucesos vistos desde hoy nos llenan de sorpresa, admiración y simpatía. El mismo año que se representaron en Madrid La de San Quintín, Mar y Cielo y Juan José fueron dadas a conocer a nuestro público. Ante esta vida teatral tan intensa para ciudad tan pequeña, lo que le da una ciesta categoría ejemplar, nos explicamos muy bien que Francisco Martínez Viera nos haya querido presentar una crónica tan denodada, diana y aleccionadora, que se termina en los años de la segunda República y que no ha habido manera de volverla a empezar. La oportunidad de estos ANALBS DEL TEATRO EN TENERIFE nos parece muy acertada y nos puede servir de mucho. Hace treinta años que intentamos poner un orden en el escenario de Tenerife y no hubo manera de continuar esa historia muy ilustre que tan bien nos ha sabido narrar Francisco Martínez Viera con su inspirado sentido de la noticia periodística, con su demostrado talento para recopilar las crónicas, con su vivo ánimo literario, entre melancólico y diti-rámbico, para recordarnos la historia teatral de esta pequeña Capital, que hasta ahora sólo fue grande, sin exagerar la medida, cuando tuvo un sentido real del valor de la libertad. DOMINGO PÉREZ MINIK CAPITULO I ALBORES DEL TEATRO EN CANARIAS EL TEATRO EN LAS IGLESIAS Y EN LAS PLAZAS PÚBUCAS De la época anterior a la construcción del Teatro de esta ciudad y a los orígenes del teatro en nuestras islas, son curiosísimos los datos que nos suministra un historiador isleño de la primera mitad del pasado siglo ( don José Plácido Sansón?, don José Desiré EXigour?), desde las columnas del periódico La Aurora; datos los más interesantes y valiosos que hemos encontrado relacionados con esa época primitiva del teatro insular, y con la posterior, cuando ya ennoblecido e interpretado por inteligentes aficionados irrumpía en las ciu-dac les y se adueñaba de las casas linajudas. La personalidad de este historiador se escudaba tras las iniciales de B. R., v con esas mismas iniciales aparece firmado el editorial del primer número del citado semanario de Literatura y Artes, publicado en esta capital en 5 de septiembre de 1847. Estos interesantísimos artículos de B. R. nos dicen que al promediar el siglo xviii era una realidad el arte del teatro en nuestras islas, y en particular en nuestra ciudad, donde al comenzar la pasada centuria recibió gran impulso, menudeando los cuadros de aficionados, que representaban las más famosas obras con tal perfección y refinamiento que eran gala de la sociedad santacrucera y colocaban a la capital en lugar destacado. El Teatro en nuestro país se hallaba, pues, según el citado historiador, « en brillante estado, más brillante que 12 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA en muchas localidades europeas, donde no existe un solo teatro ni se han visto jamás representaciones de comedias, cuando en el día las Canarias poseen ocho de estos edificios, la mayor parte de los cuales lian sido visitados por las compañías que los habitantes de Santa Cruz, en varias épocas, han traído de España » . Añadiendo: « Los actores de estas representaciones no sólo rivalizaban en celo y habilidades en el desempeño de sus papeles, sino también en lujo y gala en el vestir: así se veía a Edipo con los cabellos ensortijados y empolvados a la manera de los cortesanos de Carlos III; a Agamenón, el rey de los reyes, cubiertos los hombros con rico manto de raso blanco, y a la triste Elec-tra, engalanada con perlas y diamantes. Estas mismas impropiedades se notaban entonces en todos los actores de profesión de Europa, sin exceptuar a los de París, aunque ocupaban el primer rango en la escena dramática » . Don Manuel de Ossuna y Vande - Heede, el distinguido historiador tinereño, también nos cuenta a este respecto, que M. Le Dru, en su obra Voyage aux iles de Teneriffe, refiere haber asistido a una representación teatral la noche del martes de carnaval de 1796, en la casa del ex - cónsul inglés Sir Faveno, donde se puso en escena, ante numerosa concurrencia y con gran aparato. Los dioses del Olimpo. Ante el selecto auditorio desfilaron, entre otras divinidades. Mercurio, con los atributos del Comercio; Ceres, ciñendo su frente con una guirnalda de espigas y llevando una hoz en la mano; Apolo, con su lira, y Marte, que se daba a conocer por su escudo de acero y armas brillantes. En varias casas instalábanse teatros portátiles con telón, bastidores y decoraciones que representaban bosques y hermosas perspectivas. Don Juan Primo de la Guerra y del Hoyo, vizconde de Buen Paso ( sigue contándonos el señor Ossuna), en su Diario ( 1810), habla de dos representaciones que presenció en Santa Cruz, en las que el asunto de una fue la « sentencia de París y el rapto de Elena » , y el de la otra « el robo del fuego sagrado que hizo Prometeo y la venida de Pandora » , admirablemente ejecutadas — dice— por las familias Creagh v Mur-phy. « La música, las danzas del intermedio de los actos y la calidad de cuanto practicaban, todo manifestaba que el buen gusto y las facultades concurrieron a la composición del espectáculo » . « Los vestidos eran ricos, brillaban las armas y las telas de oro y plata » . Estos datos de don Manuel de Ossuna corroboran en to- ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 13 do los que nos brinda B. R. desde las columnas de La Aurora, precisando casos y citando familias de las más prestigiosas ae la sociedad santacrucera, en cuyas moradas se rendía culto al arte teatral de manera tan inusitada. Sabido es que por esa época ( comienzos del siglo xix), una función teatral de aficionados, celebrada en la mansión del teniente de rey don Carlos O'Donnell y Anethan, en la que hacía principal papel la esposa de éste, motivó algún reproche o censura del Comandante General, marqués de Casa - Cagigal, agriándose las relaciones entre ellos y provocando un grave rompimiento que repercutió en la vida social de Santa Cruz. B. R. nos dice que ya en la mitad del siglo xviii, el arte dramático comenzó a ennoblecerse en nuestras islas, « pues pasó del campo a las ciudades, cuyos moradores, con el fin de amenizar el noble ocio de que gozaban a la sazón, formaron compañías de aficionados para representar las piezas que aparecían nuevamente en España y varias que compusieron al intento algunos poetas isleños » . Si bien, « este notaole adelanto no llegó al pueblo, porque estuvo reservado a la alta clase de lo sociedad y a espectadores escogidos, en número suficiente para llenar los salones en donde se ejecutaban aquellas funciones » . Cosa que no es de extrañar porque era época de privilegios y en esto había de haberlos también. Como consecuencia de tan inusitada afición vino el deseo de superación y mejoramiento, siempre deseosos de no estancarse, como fue norma característica de nuestra tierra, y se constituyeron sociedades con fines artísticos y recreativos, planteándose luego la necesidad de construir edificios especiales para alojar, con el debido prestigio y decoro, el arte escénico, idea que aquí plasmó y se llevó a cabo de la manera más feliz, reemplazando a los modestos teatros improvisados, alojados en deficientes locales. En cuanto al primitivo teatro, a los orígenes del teatro en estas islas, el escritor de referencia nos pone en posesión de un curioso documento que nos da la cljave de cosas interesantes y de costumbres sencillas, como la vida de aquellos tiempos, pero antes nos dice: « Más de dos siglos hace que preludiaron los habitantes de las Canarias en el arte dramático con débiles ensayos y grotescas representaciones, esguidas en tablados en el centro de las iglesias, en las plazas públicas y en encrucijadas o recorriendo las aldeas en carretas, recordando así la infancia de la comedia entre los griegos antiguos » . 14 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA « HAVIENDO DE HAVER COMEDIAS EN M FIESTA DE COHPUS » ... Veamos el curioso escrito, de valor inapreciable para estos datos históricos. Es un capítulo de las Constituciones y nuevas adiciones sinodales del Obispado de las Canarias, hechas por el Iltmo. señor don Pedro Manuel Dávila y Cárdenas, a las que hizo en 1629 el ilustrísimo señor don Cristóbal de la Cámara y Murga » . Capítulo último. Dice así: « DE LAS COMEDIAS Y REPRESENTACIONES EN LAS FIESTAS DE CORPUS » Haviendo de haver comedias en la fiesta de Corpus, mandamos so pena de excomunión mayor, y de diez ducados, no se representen, sin que sean vistas y examinadas por Nos, o nuestro Provisor y Vicarios, sometiendo su examen a personas doctas, y de buen parecer, las cuales firmen, no solamente que no tienen error, ni cosa contra la fe, pero que son de buen ejemplo para las costumbres de los fieles, y no tengan deshonestidad, o sean ocasión de algún pecado. Y después de examinadas, y aprobadas las dichas comedias, por ningún caso queremos que se representen en las Iglesias, ni por la mañana, ni por la tarde; porque aunque en sí sean buenas, suelen traer muchos inconvenientes representadas en las Iglesias, y causan mucha irreverencia, con ruidos, bebidas, posturas de cuerpo, pláticas, y palabras deshonestas de mucha gente moza; todo lo cual se cunmla en todo nuestro Obispado, así en la Catedral, como en todas las Parroquias, so pena de excomunión mayor « latoe sententice » y de veinte ducados para la fábrica de las Iglesias; y damos comisión a los beneficiados y curas, para que lo estorven. Sin embargo de lo qual, siendo las comedias tales, y con las licencias sobredichas se pueden representar fuera de las Iglesias pero, no por la mañana, porque aquella es justo se ocupe toda, y todos en sola la asistencia de la procesión, la qual faltaría mucho, y se disminuiría, por quedar cansados de la comedia: lo otro, porque las tierras de este nuestro Obispado son calorosas, y es justo se acabe la procesión a buen tiempo. Pero bien permitimos que los Autos, y las comedias, se puedan hacer alrededor de las Iglesias: de manera que guardando la decencia a tan grata fiesta, puedan sin ofensa regocijarla » . ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 13 Como consecuencia de este escrito, revelador de tan ciirio-sas cosas, nos dice el historiador que nos lo transcribe, que bien podía asegurarse que desde el año de 1629, hubo autos y comedias representadas en las iglesias, plazas públicas y en los campos « que había de haberlas en la festividad del Corpus » y otras principales del año, conformándose los autores y comediantes con lo prevenido en las nuevas Constituciones que hizo en 1733, el obispo Dávila, reformando las que había promulgado en 1629, el prelado Cámara y Murga, demostrándolo también así Viera en su Historia de Canarias, al hacer mención de las fiestas celebradas en La Laguna, en 1630, con motivo del nacimiento del príncipe de Asturias, y en las que figuraron « tres comedias » . Por lo que respecta al « mérito » y contenido de esas comedias, justamente prohibidas por el obispo Dávila, el historiador Millares Torres dice que algunas de esas composiciones tenían la forma de pasillos jocosos, siendo cantadas y representadas a la puerta de las iglesias el día del Santo bajo cuya advocación estaba la parroquia, y que muchas de ellas eran impúdicas, satíricas y groseras. Pésimas loas y de mal gusto, acogidas con entusiasmo por el público que llenaba las iglesias. Prohibidas las representaciones teatrales en las iglesias, siguieron aquéllas celebrándose al aire libre, en las plazas públicas de nuestros pueblos de campo, el día de la fiesta del patrono, subidos los improvisados comediantes en tablados adecuados o en carros o carretas, subsistiendo esa costumbre durante dos siglos largos. El propio año de 1847, en que fueron publicados esos artículos sobre historia del teatro en Canarias, 6l autor de los mismos hace observar que en la fiesta de San Pedro, en Güímar, había habido « comedia » a la vieja usanza, en la plaza pública. Y en el siguiente, 1848, se hizo en la plaza de San Pedro, de la misma villa, nada menos que la tragedia de Sófocles, Electra, que había arreglado a la escena española don Vicente García de la Huerta, con el título de Agamenón rengado. Esa costumbre siguió durante muchos años, particularmente en Güímar. El Guanche, en 1868, publicaba una correspondencia de Cuba, que empezaba así: « ¡ Día de San Pedro! ¿ Cómo no recordar con este motivo la poética fiesta de Güímar, con sus sabrosas quesadillas, sus vistosos fuegos artificiales y su tradicional « tragedia al aire libre, en medio de la concurrida plaza, como si dijéramos en un atrio de la populosa Atenas?.., » 16 nUMCISCO MARTÍNEZ VICHA Los PMMEHOS TEATHOS Por lo que respecta a los Teatros de esta isla, también encontramos en los artículos de B. R., datos de grandísimo interés, que debemos recoger en estos ANALES. Helos aquí; « Entretanto, se construía en el Puerto de la Orotava, en el curso del año 1823 a 1824, el primer teatro algo regular que ha habido en las islas Canarias, a expensas de los principales vecinos del pueblo reunidos desde algunos años antes en sociedad privada: su construcción es sencilla, y de poca capacidad; pero, el escenario está adornado con lindas decoraciones pintadas por los mismos aficionados. » Interesante es este dato del primer Teatro público levantado en estas islas, correspondiendo ese honor al Puerto de la Cruz, cuna de los Triarte, y cuyos aficionados, leemos, representaban las más importantes obras, con la máxima habilidad. « ... y lo que es digno de recordar es que la primera ópera oída en las islas, es la que se ejecutó en el Puerto el año 1832 » . También es de interés este otro dato de la primera ópera cantada en Canarias, correspondiendo asimismo ese honor a la progresiva ciudad del norte de nuestra isla. Lo que no nos dice B. R., es el título de la obra ni por quiénes fue cantada, aunque descartado queda que lo fue por aficionados. « Los habitantes de Icod y villa de la Orotava, ( nos sigue contando), imitaron poco después, el ejemplo dado en el Puerto, fabricando en sus respectivos pueblos un teatro, y dando anualmente representaciones públicas durante la estación del invierno, cuyos productos se destinaban a obras útiles. Entre las piezas ejecutadas por los aficionados de Icod, se cuenta la tragedia de don Antonio Saviñón, titulada Roma libre, imitación del Junio Bruto, de Voltaire, y del Bruto primo, de Al-fieri. En el año de 1833, habiendo sido llamada la compañía cómica bajo la dirección del actor Pazo por los habitantes de Santa Cruz, la Junta de Beneficencia ae esta capital construyó Íirovisionalmente el actual teatro, hasta que circunstancias más avorables permitieron a estos vecinos levantar otro edificio de mayor capacidad y digno de su bien notoria afición al arte dramático: constaba al principio de cuatro palcos de platea; un orden de palcos por encima con galerías en el antepecho; el patio y un rango de gradas por detrás; pero, con motivo del establecimiento del Liceo artistico- literario en el año de 1842, el local recibió la forma en que se halla hoy día con el fin de darle más cabida y proporcionar a estos habitantes bailes ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 17 de máscaras durante el carnaval, espectáculos antes desconocidos en la provincia, y los que vemos reproducirse cada año con igual magnificencia y numeroso concurso. Finalmente, por los años 1838 o 39, habiendo subido a La Laguna la compañía cómica de Navarro, se fabricó un teatro en uno de los salones del convento de Santo Domingo, en el que dieron varias representaciones. Pero con motivo de haberse cedido este edificio a los señores curas del Sagrario de la Catedral, se halla en el día convertido en almacén para aco- Sío de granos, medida previsora y prudentísima para los casos e hambre. » Del Teatro Principal, de Santa Cruz, hoy denominado « Teatro Guimerá » , en homenaje al autor de Tierra Baja, hijo ilustre de esta ciudad; de su construcción e inauguración, como de su larga y honrosa historia, ya diremos más adelante cuanto es necesario, en atención a su importancia y a lo que ha representado y representa en la vida cultural de miestro pueblo. ANALES DE(. TIATRO KN TENIBIFE.— 2 CAPITULO II COMIENZAN LAS COMPAÑÍAS DE PROFESIONAIES El autor de los interesantes artículos de LM Aurora, refiriéndose al comienzo de las actuaciones teatrales en esta capital, de compañías de profesionales, nos dice que fueron « establecidas » en 1832 y que « pasaban momentáneamente a la ciudad de Las Palmas » , regresando a la nuestra. La primera compañía de que tenemos noticias que viniera de la península, es la de Pazo o Paso, si bien no aparece claro que lo hiciera en el citado año, pues el mismo B. R. nos dice que fue en 1833, cuando los habitantes de Santa Cruz « llamaron » a dicho actor, y además es completa la carencia de datos en cuanto a actuaciones de compañías en 1832. Por ello nos inclinamos a creer que fue a partir de 1833, cuando comenzaron a venir compañías teatrales a nuestras islas, pues es indudable que estos artistas dieron sus primeras representaciones en el último de los citados años, continuándolas en el siguiente, de 1834. « ESA MALDITA CALLE DEL CASTn. LO, PARA NOSOTROS LOS CEGATOS » ... Al anunciar el regreso de Las Palmas, de la citada compañía, « cuyos actores conoce ya este público » , decía el Boletín oficial de Canarias ( único periódico que aquí se publicaba), que actuaría en un almacén situado al final de la calle del Castillo ( que solo llegaba a la de San Roque, hoy Suárez Guerra), y nn colaborador del Boletín hacía constar su disconformidad en estos términos: « ¿ No le gustaría a V. Sor. Editor cuando fuese a 2 0 FEANCISCO MARTÍNEZ VIERA la comedia hallar alumbrada esa maldita calle del Castillo, para nosotros los cegatos, que en cada escaloncito hallamos un tropezón? ¡ Qué bueno sería, particularmente en esas noches de invierno y de lluvias en que se forma un barranco en ella!, por que amigo, no todos tenemos criados y « farola » para ir deslumhrando a los demás » ... EL TEATRO RE LA CALLE DEI, TTGBE La « ambulante compañía del Sr. Pazo » , como la denominaba otro colaborador del Botetín, llegó de Canaria en octubre de 1834. Era, por lo que vemos en el mencionado periódico, im resto de lo que había actuado aquí anteriormente. No dio fimciones en el « almacén » de la calle del Castillo, ni tamnoco actuó en el Teatro de la calle de La Marina, que en ese tiempo no se nombraba para nada, a pesar de que B. R. nos dice que se construyó en 1833, y los datos fidedignos que hemos adquirido nos demuestran que se construyó e inauguró, como verán los lectores, en 1835. Este resto de compañía en su nueva visita a Santa Cruz, se « instaló » en un local bajo de la casa número 5, de la calle del Tigre ( casa solariega de la familia Hardisson), vm almacén estrecho y del que decía el Boletín: « El edificio, que no nos atrevemos a llamar teatro, donde deben dar sus representaciones se halla ya preparado » . Luego hacía unos comentarios sobre la pobreza y deficiencia del local y la falta total de condiciones, por lo que el púbhco había de estar incómodo y no podrían hacerse obras que llevasen consigo demasiado aparato escénico, y aconsejaba además, al director, que desterrara « los indecentes y chocarreros saínetes, que si en ningún tiempo han debido ofrecerse en espectáculo, en el día no puede tolerar la ilustración pública » . Y también aconsejaba el Boletín, para hacer más llevadera la incomodidad del local, que los cómicos estudiaran mejor sus papeles, que no representaran obras mal ensayadas, ni que los actores salieran con trajes impropios e indecorosos... Así podía la compañía prometerse que el público toleraría las incomodidades y asistiría a las representaciones. ¿ No exigiría demasiado el Boletín? Por esta época ( era alcalde de la villa, don José Crosa), hubo el propósito, a nuestro juicio acertadísimo, de construir un Teatro en la Plaza de la Constitución ( según creemos saber, en la esquina que hoy ocupa el Hotel Orotava), y ya se habían puesto los cimientos, pero no pasó el proyecto de ahí, dando ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 21 esto motivo para que cuatro años después, el revistero de El Atlante, al congratularse del brillante resultado de la temporada cómica de aquel año ( 1838), se lamentara de las condiciones del Teatro de la calle de La Marina, censurando la apatía con que se miraba « la empresa del teatro de la Plaza de la Constitución » , de la que decía que pocas obras serían tan útiles al pueblo como la prosecución de las comenzadas con tanto entusiasmo en la referida plaza. A fines de octubre empezó la modesta compañía su nueva temporada en el no menos modesto teatrito de la calle del Tigre. Lo que ya no era tan modesto es el repertorio a que había echado mano. El desempeño de las obras no era de lo mejor, y en cuanto al mérito de los artistas... se conservaba el recuerdo de su anterior actuación. Es decir, ¡ que no se sabían los papeles! Estos pobres artistas, verdaderos cómicos de la legua, los primeros que cruzaron el mar y se aventuraron a venir a nuestras islas fueron, sin embargo, los precursores de tanta buena compañía y de tanto comediante ilustre como luego nos visitaron. .. Como dato curioso queremos consignar aquí el resultado económico de algunas de estas funciones, citando de paso las obras representadas: La Raquel, produjo una entrada de 505 rs. vn.; El viejo y la niña, 357; £ 7 hijo reconocido, 386; Coquetisino y presunción, 608; Contigo pan y cebolla, 520; El sordo en la posada, 737 ( domingo); Oreste, 522; Todo o nada o el veleta, 4ff7; La familia de la India, 502 ( domingo); Las herrerías de Maremna, 1440 ( día de la reina). Este día, 19 de noviembre, la función fue extraordinaria, adornándose el local, y asistiendo el gobernador civil. Los artistas cantaron himnos patrióticos alusivos a la festividad que se celebraba. Completaban el flamante repertorio de Pazo y de sus maltrechas huestes, Raquel, de don Vicente García de la Huerta, obra famosa en aquel tiempo, de las predilectas de Maiquez; La^ comedia nueva o el café. El viejo y la niña y El sí de las lüñas, de Moratín; Orestes, tragedia de Alfieri, traducida por don Dionisio Solís ( cuyo verdadero nombre era Dionisio Villa-nueva y Ochoa, « aquel erudito apuntador de Maiquez » , según nos dice Diego San José; Los invisibles o el tribunal secreto » e los jueces francos; Numancia libre, tragedia en tres actos de don Ignacio López de Ayala, arreglada por el ilustre poeta tinerfeño, don Antonio Saviñón, y también de la predilección de Maiquez; Coquetismo y pres'unción, comedia de don Fran- 2 2 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA cisco Flores Arenas; Contigo pan y cebolla. El sordo de la posada; Armida y Reinaldo; Marta la piadosa, obra admirable del maestro Tirso de Molina, refundida por don Dionisio Solis; y otras, con los correspondientes bailes, que fueron elemento indispensable de las compañías cómicas, durante largos años, y los sainetes o piezas finales, más o menos « indecentes y cho-carreros » , como decía el Boletín. La temporada duró escasamente un mes, fraccionándose aún más la reducida compañía, y continuando el pequeño grupo su dura e ingrata tarea. Los que aquí se quedaron, dirigidos por el actor Ramón Domínguez, siguieron actuando en espera de nuevos artistas, marchando después al interior de la isla. De este grupo gustaba y se destacaba, la actriz Tomasa López. A principios de 1835, publicó el Boletín Oficial esta grata noticia: INAUGURACIÓN DEL TEATRO DE LA CALLE LA MARINA « Podemos anunciar que está para aprobarse un proyecto presentado por una comisión que se nombró al efecto, para la construcción de un teatro provisional, cuyos productos serán invertidos en beneficio del hospital de caridad de esta villa. El edificio que elegido para ello, se halla contratado con el dueño, tiene 50 varas de fondo y 13 de ancho, capacidad suficiente para colocar en él un pequeño teatro, con las localidades proporcionadas a esta población. La obra deberá hallarse concluida para el próximo mes de octubre, que empezarán las representaciones, según el ajuste hecho con el autor ( director), de la compañía cómica que se halla en Canaria » . Que era la misma que había actuado el año anterior, en el deficiente local de la calle del Tigre. El edificio ( hoy reconstruido), donde se iba a instalar el nuevo Teatro, situado en la calle de La Marina, entre las de San Felipe Neri, ( denominada hoy Emilio Calzadilla) y el callejón de Boza, era propiedad de don Juan de Matos y Azofra, alcalde que fue de esta villa en 1839, y al dejar de ser teatro solicitó el gobernador civil que se le autorizara para convertirlo en albergue nocturno para los pobres, sin cobrar alquiler alguno e ínterin se realizara la obra proyectada para Hospicio. La inauguración de este Teatro, el primero que con relativas condiciones funcionara en esta capital, se llevó a cabo la noche del 25 de diciembre del citado año de 1835. Tenía ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 23 cabida para 432 personas, distribuidas en palcos ( éstos eran 18), lunetas, galerías, gradas y « cazuela » . Alumbraba la sala tres hermosas arañas, con 26 velas de esperma cada una. Para la construcción, el gobernador o jefe político, facilitó los fondos necesarios para lo más importante, en concepto de reintegro, ejecutándose lo demás con el producto de una suscripción El telón de boca fue obra de don Cirilo Truilhe, que lo dibujó y lo pintó, ayudado por don Vicente Cambreleng. El asunto, nos dice el Boletín, fue tomado del poema La Mttsica, ?[ ue en 1779 compusiera don Tomás de Iriarte, nuestro gran abulista, figurando en él un paisaje, y en el centro, un grupo Sie representaba la unión de la Música y la Poesía, a cuyo pié an inscritos estos dos versos del poema citado: Música y Poesía en una misma lira tocaremos. Todos cooperaron para que el nuevo Teatro tuviera el mayor decoro posible: los jóvenes ayudando a pintar; el Ayuntamiento costeando los gastos del palco de la presidencia; el alcalde, don Bernardo Forstall, prestando las arañas de que hemos hecho mención; el comandante de Marina, costeando los atriles de la orquesta, y por último, la Sociedad Filarmónica, que había fundado y dirigía el reputado maestro don Carlos Guigou, ofreciéndose para dar mayores amenidades a aquellas veladas que congregaron durante algunos años, a lo más destacado de la sociedad santacrucera, y desde cuyo escenario se proyectó sobre la villa de entonces, lo primero que de teatro serio y solvente a nuestras islas llegó. Hemos dicho que el Teatro de la calle de La Marina, el « coliseo- bodega » , que dijera el ilustre don Luis Maffiotte, o el « callejón largo y estrecho » de que nos hablara en una regocijante crónica, don Andrés de Antequera ( « Juan de Anaga » ), también de grata memoria, se inauguró la noche del 25 de diciembre de 1835. La compañía cómica « ajustada » para hacer esta temporada, venía dirigida por la señora Rendón, actriz de excelentes condiciones, y la obra elegida para el debut e inauguración del Teatro, fue la comedia en cinco actos, No más ^^ nostrador, primera que escribiera « Fígaro » , anunciada como de don « Ramón de Arríala » , anagrama de Mariano de I< arra. Los artistas cantaron el himno de Isabel II y el de Riego, que fueron acogidos con vítores y aclamaciones. El lleno fue completo. La orquesta, dirigida por el maestro Guigou, contribuyó a la mayor brillantez de la función inaugural. De esta obra de Abarra nos cuenta Carmen de Burgos, que fue estrenada a ins- 2 4 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA tandas de Grimaldi, la noche del 29 de abril de 1831. « Fígaro » la dio como original, pero estaba inspirada en Les adieux au comptar, en un acto, de Scribe y Legouvé, y por esto se creyó que era traducida. La señora Rendón, al estrenarla aquí la anunció como basada en una obra francesa. La compañía siguió actuando durante los meses de enero y febrero del siguiente año. El repertorio parece que no era muy extenso. Entre las obras representadas en esa temporada, figuraban: Valeria, la cieguecita de Olbruk, de Scribe, traducida por Bretón de los Herreros, melodrama que, como otros muchos, estuvo muy en boga en aquel tiempo y que había sido escrito para la célebre actriz francesa Ana Mars; El sí de las niñas. La esposa del delincuente. Enamorados y celosos todos son locos y María o la niña abandonada. En los lamentables repertorios de aquellos días, figuraban siempre, dignificándolos, las obras de Moratín y de Bretón, entre otras de mérito indiscutible. La dirección de la compañía anunció que tenía en su poder tres piezas de autores del país, pero sin citar títulos ni nombres. Desde luego, en esa primera etapa de la temporada cómica de 1836, no se estrenó ninguna. En la siguiente, representóse la tragedia de Alfieri, Bruto primo, traducida y arreglada a nuestia escena por el poeta tinerfeño Saviñón, con el título Romo libre. CAPITULO III EL ACTOR GALINDO, EL TEATRO Y LA POLÍTICA Una feliz circunstancia, fortuita, dio a la compañía de la señora Rendón, un gran aliciente, recibiendo un refuerzo ínes-f) erado y dando a Santa Cruz la ocasión de conocer a uno de os más notables actores españoles de aquella época. Por aquellos días llegó a esta capital, deportado, don José Galindo, de gran cartel en Madrid, donde actuaba con su esposa, la señora Pinto, también notabilísima actriz. El actor Galindo procedía del Teatro de la Cruz, y era de la escuela del gran Isidoro Maiquez, habiendo recibido las enseñanzas de otro famoso actor, Prieto, discípulo y compañero de aquel eminente trágico. Durante quince o veinte años había sido galán joven, pero cuando fue conocido por el público de esta capital se hallaba ya en la madurez, aunque a juzgar por lo que decía el Boletín, con inusitado entusiasmo, conservaba todas las magníficas cualidades que le habían consagrado como actor de primera categoría. Este destacado artista se incorporó a la compañía cómica que se hallaba actuando aquí y le prestó su apoyo y su prestigio, dirigiéndola, ensayando obras de máxima importancia y de difícil ejecución y cuyos protagonistas, como es de supo-j^ er, corrían a su cargo. Así conoció el público de Santa Cruz las tragedias Pélayo, del gran Quintana, y Osear, hijo de Os- ^ n, de Amault, traducida del francés por don Juan Nicasio Gallego; El delincuente honrado, de don Gaspar Melchor de 26 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA Jovellanos; El preguntón y el cadete, de Kotzebue, y otras de elevado rango literario. El actor Galindo hizo su presentación con la tragedia Pelayo, la noche del 9 de febrero de 1836. El éxito acompañó al distinguidísimo actor, que hizo una creación del extraordinario personaje, llevado a la escena por uno de los más insignes poetas nacionales del pasado siglo. Terminada la temporada, se anunció otra para la primavera, con los mismos artistas, a excepción de dos actrices: Tomasa López y Vicente Huertas, que fueron sustituidas. Se abrió un nuevo abono por doce funciones ( que eran las que se daban al mes, al « precio último conforme a lo dispuesto Í ) or la autoridad » , que era, a lo que se ve, la que regulaba os precios de los espectáculos teatrales. Se anunció, con el nuevo abono, que el actor Galindo trabajaría también, aunque se le « alzara » el destierro. Y así fue. Comenzó la nueva temporada en 3 de abril, con la tragedia de Víctor Alfieri, Bruto primo, traducida a nuestro idioma por don Antonio Saviñón y Yánez, con el título Roma ít-bre, obteniendo Galindo un nuevo y resonante triunfo que compartieron modestamente los estudiosos actores Navarro y Morary. Don Antonio Saviñón y Yánez, autor de la adaptación a nuestra escena, de la tragedia de Alfieri, Bruto primo, nacido en La Laguna en 4 de agosto de 1768, hizo diversas traducciones y arreglos de obras famosas que interpretaba Máiquez; entre otras, La muerte de Abel, de Gabriel María Juan Bautista Legouvé, padre del también celebrado dramaturgo Ernesto Legouvé, con la que obtuvo el inmenso trágico un triunfo inenarrable. Joaqum Belda, en su biografía del gran actor, refiriéndose a la tragedia de Alfieri, dice que su traducción estaba muy bien hecha por Saviñón. Y el P. Blanco, en su ol) ra La Literatura española en el siglo XIX, dice, refiriéndose a la misma tragedia de Alfieri, que Saviñón « modificó su estructura y ennobleció su lenguaje » . Otra obra traducida por Saviñón y que proporcionaba grandes triunfos a Isidoro Máiquez, era la trageaia Los hijos de Edipo, también de Alfieri, y cuyo título original es Polinice. Saviñón, el eminente poeta y traductor, paisano nuestro, diputado y abogado de los Reales Consejos, falleció en Madrid, en 1814. En esta temporada que reseñamos, debutó como primera dama la « graciosa » de la compañía, Manuela Ramos, esposa del actor Femando Navarro, obteniendo en La huérfana ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 27 de Bruselüs un franco éxito. Esta artista, de la que contaba don Luis Maffiotte que hacía furor cuando se presentaba vistiendo de hombre en Pablo tj Virginia, « oyéndose los aplatisos en la Cruz de Piedra » , adquirió grandes simpatías en nuestra ciudad, donde actuó en varias temporadas seguidas, marchando luego a Madrid, donde hizo rápidos progresos, llegando a ser primeía dama del Teatro del Instituto, denominado des pues Teatro de la Comedia. El Diario Mercantil de Canarias, que se publicaba aquí, contaba en 1839 que Manuela Ramos se enfadaba porque la nombraban « los papeles públicos » ... ¡ Y eso que los « papeles públicos » no hacían más que elogiarla! En junio anunció el Boletín que los artistas que quedaban de la compañía que había dirigido el señor Domínguez y que éste había desorganizado — decía—, « con miras y medios nada honrosos para él » , se proponían reanudar las funciones bajo la dirección de don José Galindo, « mientras tanto los asuntos políticos en que se halla envuelto le obliguen a permanecer en esta villa » . Pero, no fue así, para desdicha de los infortunados artistas « cuya desgraciada suerte les hace acreedores a la benevolencia y protección » ( decía el Boletín), y por suerte para el notable actor, que había compartido con aquellos sus trabajos, por una circunstancia fortuita e inesperada: don José Galindo y los demás deportados que con él vinieron, recobraron la libertad. En sentida alocución dirigida a los habitantes de las islas Canarias, lo manifestaban, y con el mayor afecto y gratitud se despedían, diciendo que las pruebas de cariño recibidas hacían que fueran estas islas de constante recordación para ellos. Entre los deportados de ese grupo figuraba el célebre militar y conspirador, don Eugenio de Avira-neta, complicado, como sus compañeros, en los graves sucesos políticos de Barcelona de 1835. Esta fue, lectores, la magnífica actuación en esta capital, del actor GaUndo, debida a la casualidad; actuación de la que teníamos noticias, pero ignorando en qué condiciones v por ífue había venido a estas islas, en una época en que actores de su categoría no venían a ellas, que además no daban ni dinero ni gloria. Al siguiente año, 1837, reaparecieron aquí, procedentes de La Palma, varios artistas de los que habían hecho la temporada anterior. Eran un nuevo resto de la compañía que había actuado bajo la dirección de Galindo. Confiaban en la bondad e indulgencia del público y anunciaban una pequeña temporada de siete representaciones, « previo el competente 28 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA {¡ ermiso de la autoridad » . Estos espectáculos teatrales se halaban tan controlados por la autoridad, que no sólo eran presididos por los alcaldes ( sin cuya presencia no podían empezar), sino que sin la autorización de éstos no se podía ni aplaudir. Para poder repetir los artistas algún número de canto o de baile, se necesitaba la venia de la presidencia. Y si el artista no quería repetirlo y el público lo pedía, el alcalde ordenaba, bien la repetición o la prohibición de tales peticiones, y lo mismo fijaba el precio de las localidades, que la hora de empezar el espectáculo. La presidencia de los espectáculos públicos correspondió hasta 1834, a los alcaldes de casa y corte. Luego la desempeñaron los representantes municipales. Las funciones teatrales se prohibían durante le Cuaresma ( en que sólo se podía trabajar los jueves, y eso con el co-iTCspondiente permiso de la autoridad), y en la octava de Corpus y Festividad de Todos los Santos; en tiempos de calamidades públicas, guerras, rogativas y último mes de embarazo de la Reina. En caso de muerte del Soberano o consorte, no se permitía durante los primeros meses de luto palatino. En los comienzos del reinado de Isabel H, se abolió la censura de los teatros y se permitieron las representaciones durante la Cuaresma, con la sola excepción de los viernes y toda la Semana Santa. Empezó la pequeña temporada. El precio fijado no podemos decir que fuera excesivo: dos fiscas cada localidad ( 60 céntimos), a excepción de los palcos. Los « aficionados filarmónicos » , siempre desinteresados y entusiastas, prestaron su concurso a los modestos artistas, entre los que aun figuraban la Rendón, Manuela Ramos y Navarro. DEGÜELLO DE DRAMAS Y COMEDIAS A esta actuación se refería don Luis Maffiotte, cuando dijo que en 1837, los cómicos en el teatro de la calle de La Marina, « degollaban dramas y comedias una vez por semana » ... De la temporada siguiente, la de 1838, encontramos interesantes datos en El Atlante, el periódico fundado el año anterior, por don Pedro Mariano Ramírez, a quien tanto deben la imprenta y el periodismo canarios. Dirigía la compañía el actor Fernando Navarro, ya conocido, y figuraban en ella casi los mismos elementos que habían constituido la anterior, e ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 28 incluso alguno como el primer galán Aulí, que había venido con Pazo, y ahora desempeñaba un puesto secundario. Como primera actriz venía Manuela Ramos. Procedían de Canaria ( estos cómicos se « aclimataban » de tal forma en las islas que se pasaban los años recorriéndolas, sin salir d eellas), y debutaron con una obra de alta prosapia literaria, Un desafío, anunciada como de don « Ramón de Arria-la » , anagrama, como ya hemos dicho, de Mariano de Larra ( « Fígaro » ), con el que firmó varias de sus producciones o arreglos, el insigne ascritor costumbrista, malogrado en plena juventud. Esta temporada que comenzó en 21 de enero, fue bastante buena, la mejor de todas, a excepción de la casual de Ga-lindo. El repertorio era escogido, contando con obras de verdadero mérito y con los consabidos dramas tenebrosos, inverosímiles y absurdos, ciue tanto privaban en aquellos tiempos. El Atlante terminaba así una de sus reseñas teatrales: « Desearíamos todos los aficionados al teatro que la compañía no se descuidase en hacer todas las piezas dramáticas de los modernos ingenios españoles. Nada es capaz de sostener al teatro como la representación de buenas piezas, y así no debería la compañía echar en olvido nuestras advertencias. Este público ha hecho ver su gusto y su civilización; nos congratulamos de ello porque somos muy patriotas, y porque habíamos oído decir a algunos zánganos de ultramar que los cómicos venían a Santa Cruz a morirse de hambre » . ¡ Ejem!... La temporada de 1838 agradó sobremanera y el Teatro se vio todas las noches asistido de numerosa concurrencia. El crítico de El Atlante se congratulaba del éxito y decía que la temporada « se abrió con una pieza del malogrado Larra y se cerró con una tragedia del inmortal Martínez de la Rosa, la honra y prez de los liberales, la honra y prez de la patria de los Cervantes y Jovellanos » . Ya hemos dicho que el cuerpo de baile era elemento indispensable en las compañías cómico - dramáticas. Las parejas de boleros no podían faltar, efectuándose estos bailes ícon preferencia los nacionales), al finalizar el drama y antes del saínete con que terminaba el espectáculo. Cosa explicable después de conocer estos tremebundos repertorios y el trágico argumento de la mayoría de las obras. Fernando Navarro y sus compañeros siguieron actuando en 1839 y los hemos encontrado nuevamente, en nuestro recorrido de los años de 1840, 41, 42 y 43, adueñados del teatro 3 0 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA de la calle de La Marina, que dejaban a intervalos para visitar las islas, regresando de nuevo a « su cuartel » , para seguir solazando al publico de esta capital, sencillo y complacido. En la temporada de 1839, el 27 de enero, la compañía de Navarro estrenó el drama en tres actos y en verso, Elvira, del poeta tinerfeño don José Plácido Sansón, que fue muy del agrado del público y de la crítica, recibiendo el autor muchas felicitaciones. Se trata, si nuestras indagaciones no son erróneas, de la primera obra original, de autor tinerfeño, estrenada en esta capital, salvo, desde luego, aquellas piezas que ya en el siglo xviii y para los cuadros de aficionados, « compusieron al intento algunos poetas isleños » , como decía el articulista de La Aurora. Dato éste de interés para la historia de nuestro teatro insular. ] L0S ARTISTAS DE « VERSO » CANTAN ÓPERA! Un detalle curioso y pintoresco de la temporada de 1841: estos artistas, que habían regresado en muy mala situación de su excursión a Canaria, ensayaron y... ¡ cantaron una ópera, ellos, modestos cómicos de « verso » , que no conocían una sola nota musical!... Pues así y todo echaron sobre sus débiles hombros la pesada carga de una ópera seria, en tres actos, Constantino, y la cantaron en el teatro de la calle de La Marina, en el mes de marzo de aquel año, debiéndose el milagro al reputado maestro don Carlos Guigou, autor de la indicada ópera. Para este acontecimiento, decía un periódico que no se escatimaron gastos, siendo presentada la ópera con todo el aparato y lujo que exigía. Y para darle mayor interés y lucimiento, se anunció que en el premir acto aparecería en escena un carro triunfal... Fueron los héroes de esta jomada lírica, la primera en nuestra ciudad, las señoras Ramos y Navarro, y los señores Navarro, Corona, Benot y otros. No fue sólo Constantino la obra escrita por el maestro Guigou. Escribió primeramente las tituladas Opera cómica y El Templario, culminando su meritoria labor en Constantino. La letra de ambas, la escribió don José Plácido Sansón, habiéndose puesto todas en escena, cantadas con más o menos fortuna por los modestos artistas de la compañía cómica. CAPITULO rv EL PÚBUCO SE RETRAE Y LAS FUNCIONES LANGUIDECEN La temporada cómica del 41 al 42, resultó bastante floja. Revista Isleña se quejaba del « estado a menos » , a que había llegado el teatro en esta capital: « Desiertos los palcos, desiertas las lunetas. La empresa, que en el pasado año había comprometido su capital, iba a terminar sin haber cubierto gastos » . El público era escaso. Las causas de este retraimiento eran, según el citado periódico, ¡ que no cobraban sus sueldos los empleados públicos!, y eran estos la mayor parte de los conciurentes. En 1842, con motivo de instalarse en el teatro de la calle de La Marina, el nuevo Liceo Artístico y Literario, se le dio al local mayor cabida, con el propósito de celebrar bailes de máscaras en el Carnaval, espectáculo, decían, aún desconocido en estas islas. Esta nueva entidad, la primera que de esta índole aquí se formaba, agrupó a todos los elementos artísticos y literarios con que contaDa Santa Cruz, muchos de ellos destacados luego en sus respectivas disciplinas. Después de la larga actuación de la compañía de Navarro, actor que vino por primera vez formando parte de la de Pazo, vino la de Argente, de la que tenemos escasos datos, pero que parece actuó por los años 1843 o 44, y a la que, sabemos, se incorporó la actriz Manuela Ramos, suponiendo que los demás artistas fueran también conocidos. Lo que sí hemos comprobado es que este actor dejó grato recuerdo por sus 3 2 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA magníficas condiciones de comediante, que superaban a las de sus predecesores, y por haber dado a conocer a este público, con singular acierto, el célebre drama de García Gutiérrez, El Trovador, estrenado en el Teatro Príncipe, de Madrid, la noche del 1.° de marzo de 1836, con tan extraordinario éxito que constituyó uno de los más grandes acontecimientos que registrara la historia del teatro español. En 1847 aparece la primera compañía de verdadera importancia de cuantas habían actuado aquí hasta ese año. Esta compañía, de la que era empresario y actor don José Sarra-mián, la dirigía el primer actor don Domingo Mendoza, figurando en ella, entre otros excelentes artistas, la primera dama doña Juana Bastió; la segunda, señora Castillo, esposa del director; el « barba » o actor de « carácter anciano » , señor Ríos, y el « gracioso » , señor Lorenzo. Hacía tiempo, desde la temporada de Argente, que no venían compañías y había grandes deseos por parte del público, de disfrutar de nuevas y atiayentes veladas teatrales. La señora Bastió era artista entudiosa y distinguida, y el señor Mendoza todo un notable actor, de la mejor escuela, de finos modales, de elegante figura, culto y enamorado de su profesión. LAS BOLERAS, LA MORAL... Y LA « ACALORADA JUVENTUD » La temporada empezó en 4 de julio y fue brillantísima. El debut se hizo con Guzmán el Bueno, el famoso drama histórico, en verso, de don Antonio Gil y Zarate, otro de los resonantes éxitos del teatro nacional en el pasado siglo. Si la compañía era buena, el cuerpo de baile era excelente. Las boleras, además de notables artistas, eran guapas y hermosas, gustando extraordinariamente a los concurrentes, que las aplaudían y jaleaban con frenético entusiasmo, tanto aue don José Plácido Sansón, que hacía las revistas teatrales e La Aurora, se lamentaba de ello en estas líneas que reproducimos: « La moral se resiente, es cierto, del modo cómo se significa ese entusiasmo; la moral reprueba que se aplauda con más ahinco el levantar de una bien torneada pierna, que un gracioso y lindamente ejecutado paso; la moral reprueba todo eso, porque el teatro debiera ser el punto de reunión de la escogida sociedad de un país, y entre esa escogida sociedad ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 33 existe todavía, por fortuna, honestidad, decoro, pero... , Jqué importan estas consideraciones a la acalorada juventud? » . En otra reseña, el propio señor Sansón, más benévolo, decía: « Otra mujer, cuya hechicera gracia se lleva tras sí los multiplicados aplausos de los espectadores, la señora Caste-jón, en el Jarabe americano, dama de flexibles, mórbidos y seductores movimientos, entusiasmó hasta tal grado al público, que varios jóvenes se dirigieron al palco de la Presidencia pidiendo el « Ole » bailado por ella el pasado domingo, a lo que se accedió inmediatamente. Palmadas estrepitosas la obligaron a salir de nuevo y repitió una copla de su baile encantador, retirándose coronada de « bravos » y de aplausos » . El cuerpo de baile en las compañías de aquel tiempo, era elemento indispensable. Las parejas de boleros no podían faltar, efectuándose los bailes ( con preferencia los nacionales), al finalizar el drama y antes del saínete con que terminaba el espectáculo. Cosa lógica después de conocer aquellos tremebundos repertorios y el trágico argumento de la mayoría de las obras. E L EMPRESARIO MELA La compañía marchó luego a Las Palmas y regresó en diciembre, comenzando una nueva temporada, que duró bastante tiempo. Ahora venía de empresario don Francisco Mela, gran conocedor de los asuntos teatrales, verdadero impulsor del negocio teatral, a quien las islas habían de deber el conocer cuanto de la vida escénica existió durante muchos años. Hombre activísimo, actor a ratos, con sus familiares artistas todos ( su hijo Ricardo, gran actor, fue profesor de la Escuela de Declamación de Madrid), fue empresario por excelencia, de los teatros de Canarias durante casi medio siglo. En esta segunda temporada de Mendoza y primera de Mela, el repertorio se había completado con La Jura de Santa Gadea y Doña Mencía o la boda en la Inquisición, ambas de Hartzenbusch; Las Mocedades del Cid, de Guillen de Castro; Don Alvaro y la fuerza del sino, del duque de Rivas; Edipo, de Martínez de la Rosa; Guillermo Tell, de Gil y Záírate; El hambre de mundo, de Ventura de la Vega, y Un hombre de bien, de Asquerino. También se puso en esta temporada El terremoto de la Martinica... ¡ y se estrenó Don Juan Tenoriol ANALES DEL TEATBO EN TENERIFE.— 3 34 FRANCISCO MARTÍNXZ V I BU SE ESTRENA « DON JUAN TENORIO » Correspondió a esta compañía dar a conocer a los públicos de Canarias, a la que había de ser famosa obra de don José Zrrilla, y de las más célebres del teatro español del pasado siglo; la única de cuantas produjo el período romántico que ha resistido y resiste airosamente la embestida del tiempo, desafiando arrogantes los cambios, las tendencias, modalidades y gustos de cada época, y que se oye siempre con sin igual entusiasmo y deleite, llenándose los teatros como si cada representación fuera un estreno y fuera siempre obra de hov... Llena los carteles por el « mes de los muertos » , y el público, como respondiendo a su deber, a una consigna, acude en forma compacta y jubilosa, a oir los maravillosos y arbitrarios versos y a contemplar la legendaria figura, tan familiar a los españoles. Don Juan Tenorio, la obra que dio más gloria a Zorrilla que todo lo demás de su inmensa producción, se hizo aquí por primera vez, en el Teatro de la calle de La Marina, por la compañía de Mendoza, la noche del 8 febrero de 1848, re-f ) itiéndose dos veces más en la temporada. Cuatro años antes, a noche del 28 de marzo de 1844, se había estrenado en el Teatro de la Cruz, de Madrid, por artistas tan eminentes como Bárbara Lamadrid, Carlos Latorre y Antonio Guzmán, el mejor actor cómico de su tiempo. Es curioso lo que los periódicos locales dijeron de su estreno en esta capital. Leámoslos: Eco de la Juventud: « Solo hallamos de malo en esta producción el absoluto olvido del respeto que merece la religión de nuestros padres y las creencias de un pueblo que se apellida católico, pues hasta su desenlace ataca gravemente este sagrado objeto; ante esta razón, nos parece pequeña la no indiferente de inmoralidad con que viene envuelta; se pintan con tales colores a Tenorio y Mejía, se ponen en su boca tales hazañas de infamia que lastimando tanto más cuanto se hace con tan vivos colores, ofenden la moral pública y escarnecen todo lo que las sociedades conocen de más sagrado. No podemos menos de lamentar que la sublime inspiración que hizo nacer tan completa obra, no hubiese tenido por objeto un pensamiento menos resbaladizo; así como igualmente lamentamos que los señores censores no les permitiesen sus ocupaciones el ver esta pieza, pues de otro modo no concebimos su objeto, ni cómo se puso íntegra en escena » . ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 35 La Aurora: « Prescindiendo del principio altamente inmoral sobre que está basada la pieza, la consideramos como quizás la mejor de cuantas ha creado la fantasía ardiente y sin-rlarmente poética de su autor. Enlazándose con el argumento intervención de seres sobrenaturales y fantásticos, la mente de Zorrilla, del cantor de la sangre y de las nieblas, ha podido tender su raudo y atrevido vuelo, y elevándose a las altas regiones de lo ideal, producir ese conjunto singular, brillante a la par que terrible; a pesar de su grande extensión no llega a fastidiar a los espectadores » . También en nuestros días se han emitido juicios parecidos, pues Salvador Cañáis calificó de « curso abreviado de anarquía » , la representación del Tenorio. Oigámosle: « La musa romántica es de suyo demoledora, y en Don Juan Tenorio, servida por la imaginación febril, por la inspiración centelleante de Zorrilla, arremete contra todos los fundadores de la moral » . Hemos dicho que Don Juan Tenorio fue la obra que más gloria dio a su ilustre autor. Solo gloria, pues los rendimientos económicos fueron muy escasos. De ahí la enemiga que hasta su muerte sintió el poeta hacia su obra. De haber podido la hubiera destruido sin ningún remordimiento. Sabido es que Zorrilla, en una época en que no existía ley alguna de propiedad literaria que le hubiere amparado, vendió a su editor el famoso drama en 600 duros, según confesión del propio autor. Y no solo vendió el Tenorio, sino que al mismo tiempo enagenaba también, la propiedad de El Zapatero y el Rey, de Traidor, inconfeso y mártir, de El puñal del godo, de La mejor razón la espada, y de otras en número de ocho o diez. Cuenta don José Francos Rodríguez, que el insigne poeta y dramaturgo quiso suplantar el Tenorio con otro transformado en zarzuela. « El glorioso poeta ( escribía aquel maestro de periodistas), no solo profanó su propia obra, consintiendo « jue, poniéndole la música, se sustituyera a algunas escenas con varias romanzas, dúos, concertantes y coros, sino que además rectificó varios pasajes de su propia creación inmortal. ¡ Quiso quitar su auténtico y primitivo brío a don Juan Tenorio, suavizar ciertas temeridades del legendario aventurero, tachar frases suyas que flotan y flotarán siempre en el lenguaje español! ¡ Enpeño temerario el de don José Zorrilla! Su zarzuela sucumbió, y Don Juan Tenorio, el drama en siete actos, venció a la rectificación del propio padre del drama. 36 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA justamente lastimado de que las ganancias que él producía enriquecieran al editor » . En el mismo mes de febrero del 48, la compañía de Mendoza puso en escena una comedia del joven don Francisco Belmonte Vilches, que aquí residía, titulada Un diputado a Cortes y cuyo estreno suscitó una violenta polémica entre los periódicos Eco de la Juventud y La Aurora, o mejor, entre el autor, que redactaba aquel, y don José Plácido Sansón, que pertenecía a la redacción del segunda. De éste, distinguido periodista y poeta, figura destacada de nuestras letras regionales del pasado siglo, la compañía de Mendoza quiso estrenar ese mismo año, un drama en tres actos y en verso, de asunto histórico insular, titulado Hernán Peraza, escrito en 1842, por encargo de la Sociedad dramática o compañía que actuaba aquí por ese tiempo, y cuya aparición mereció grandes elogios, pero fue prohibido su estreno por las autoridades que, influenciadas por la censura ( cuenta el mismo autor), calificaron la obra de subversiva. En cambio, en el mes de noviembre del citado año, se llevó a cabo el estreno del drama en tres actos y en verso de Ignacio de Negrín Gkmzalo de Córdoba. Esta obra, primera del notabilísimo poeta, tuvo la más cordial acogida y su autor, muy joven aún y que empezaba su brillante carrera literaria con laríos y entusiasmos, fue llamado a escena y aplaudido. Gonzalo de Córdoba se imprimió en esta capital en 1848, y fue dedicado a su colega don José Plácido Sansón, a quien profesaba Negrín un entrañable afecto. Esto es, lectores, conforme a los datos adquiridos, cuanto hubo de teatro en nviestra ciudad en los años que precedieron a la construcción e inauguración del Teatro Principal, y lo que hemos logrado saber de lo que era el arte de la escena en pasadas épocas, cuando era distracción de gentes acomodadas, gala de las casas linajudas y motivo de gratas v cultas reuniones, y tablón, cuando en sus balbuceos, en tablados improvisados « ... embobó en las plazas de humildes lugares a los simples villanos... » . CAPITULO V UNA INVITACIÓN DEL JEFE SUPERIOR POLÍTICO El Ayuntamiento de esta villa ( hasta 1859 no le fue concedido a Santa Cruz el título de ciudad), a invitación del jefe superior político de la provincia, don Bartolomé Velázquez Gaztelú, nombró en noviembre de 1847, una comisión de su seno para llevar a cabo la construcción de un Teatro, que fuera digno del rango que ya tenía esta capital y cuya necesidad era por días sentida. Pueblo de una cultura muy superior a muchos de su categoría, con una gran afición al arte escénico, que dentro de sus reducidos medios y con escasos elementos mantenía, bien asistiendo y prestando ayuda a cuanta compañía o « sociedad dramática » visitaba estas islas; bien organizando y sosteniendo excelentes cuadros de aficionados que eran, como ya hemos dicho, gala de la sociedad santacrucera; con un plantel de escritores y poetas cuyas producciones teatrales se llevaban a la escena, compartiendo los éxitos intérpretes y autores, era lógico que anhelara tener un coliseo adecuado, decente, suntuoso, como el que luego, alentados por la patriótica propuesta del jefe político, con una actividad asombrosa y un entusiasmo sin límites, construyeron, dotando a esta capital de un Teatro, que hoy, a pesar de los años transcurridos, con una población diez veces superior a aquella de mitad del pasado siglo, sigue siendo el « único » Teatro de Santa Cruz... Con la construcción del Teatro municipal se ^ lalteció el 3 8 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA arte de la escena en esta ciudad. Fue un gigantesco paso en el camino de su engrandecimiento. Santa Cruz, a partir de esa fecha luminosa, irradió categoría de verdadera capital sobre los demás pueblos de la provincia. Elevóse en lo espiritual, como en lo material se estaba gestando la hermosa ciudad que había de ser. Al mérito del Teatro correspondió el de las compañías. A las modestas y mediocres del teatrito de la calle de La Marina, sucedieron las mejores que por aquellos tiempos actuaban en provincias. Después, a lo largo de tantos años, el desfile incesante por su escenario de artistas de categoría, muchos de fama universal; de agrupaciones artísticas, de tal mérito y calidad que sus actuaciones fueron timbres de honor para nosotros. Actrices eminentes, ilustres actores, grandes cantantes, concertistas famosos, exquisitas danzarinas, de recuerdo imperecedero, que prestigiaron a la ciudad y forjaron la limpia y brillante historia de nuestro Teatro municipal. La propuesta del jefe superior político, señor Velázquez Gaztelú, dirigida al Ayuntamiento con fecha 6 de noviembre de 1847, y que insertaba el semanario La Aurora, en suplemento de 30 de enero de 1848, con motivo de comenzar en este día el derribo del viejo convento, decía así: « Cuando el Gobierno de S. M. acaba de dar por su decreto de 30 de agosto anterior una organización legal al Teatro nacional, elevándolo a la altura que exige el buen gusto y los adelantos de la época, no sería ya excusable por más tiempo que la culta capital del archipiélago canario, pimto de escala y comunicación con las naciones más aventajadas del globo, no tenga para sus espectáculos escénicos un local digno de su objeto, y en armonía con la civilización y cultura de sus habitantes. El atender a esta necesidad no es prodigar un vano recreo, es llenar un deber moral y político, cuya sa-fisfacción no es ajena a las atribuciones del cuerpo municipal. Así pues, espero del ilustrado celo que distingue a esa corporación que tomando con decidido interés este asunto, me proponga a la mayor brevedad, los medios más propios para llevar a cabo la creación de un teatro que reúna al ornato y elegancia del arte, la cómoda capacidad de los espectadores. No desconozco las dificultades que se presentarán, los obstáculos con que habrá que luchar, pero todo cederá ante la voluntad decidida de esa corporación y a la acción simultánea de mi autoridad, contando con la cooperación de un púbUco siempre entusiasta de los adelantos y grandeza de su afortunado país » . ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 30 EL AYUNTAMIENTO ACUERDA CONSCBUIR UN TEATBO El Ayuntamiento, anheloso del engrandecimiento de la población, acogió con sin igual interés esta patriótica sugerencia de la digna autoridacf y designó seguidamente una comisión integrada por los patricios don Pedro Mariano Ramírez, don Juan Cumella Monner, don Juan Manuel de Foronda, don Bartolomé Cifra, don Agustín Guimerá, don Francisco Roca, don Esteban Mandillo y don José Luis de Miranda, « quienes obrando con la mayor armonía, celo y eficacia con aquella autoridad, y secundados por la del Excmo. Sr. Capitán General don Francisco Javier Ezpeleta, y del señor Intenaente de Rentas, en la parte que a sus respectivas atribuciones cupo » ( decía La Aurora), comenzaron sus trabajos con el mayor entusiasmo. CESIÓN AL MUNICIPIO DEL EXCONVENTO DE SANTO DOMINGO Los primeros pasos de la comisión, cuya presidencia fue conferida al señor Ramírez, se encaminaron a gestionar la cesión del viejo y ruinoso edificio del exconvento de Santo Domingo, que en 1847 había sido cedido al Ayuntamiento para cárcel publica, para edificar en el solar resultante de su derribo, el Teatro municipal. Este antiguo convento, fundado en 1610, ocupaba no solo lo que hoy es Teatro, sino también el solar, en que, al mismo tiempo que el coliseo, se construía la plaza de Abastos. A los pocos meses el éxito había coronado los trabajos de la comisión, y en 5 de maj'zo de 1849 se firmaba la R. O. autorizando la venta del edificio exconvento de Santo Domingo por la cantidad de 60.707 reales vellón, 32 maravedises, legalizando el Ayuntamiento su propiedad mediante escritura {) ublica celebrada ante el escribano don Manuel del Casti-lo. La cesión se hizo por el Estado con la obligación de satisfacer el Ayuntamiento un canon anual de tres por ciento sobre el valor de tasación. Fueron nombrados peritos para llevarla a efecto, por carpintería don Domingo Fariñas, v por mampostería don Rafael García. El encargado de cumplimentar la R. O. de venta del edificio, fue el mtendente don Juan de los Santos y Méndez. 4 0 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA COMIENZAN LAS OBRAS Las obras comenzaron inmediatamente bajo la dirección del arquitecto titular de la villa, don Manuel Oráa y Alcorcha, autor de los planos del nuevo edificio, y a cargo del contratista Julián Robayna y Marshall, dando cima a las mismas y poniendo el Teatro en condiciones de que pudiera, sin terminarse totalmente, abrir sus puertas la noche del 26 de febrero de 1851, constituyendo su inauguración una efemérides destacada en la vida de Santa Cruz y de cuya solemnidad hemos de hablar también. Tenía el nuevo coliseo cabida para 764 espectadores y su costo fue, aproximadamente, de 40.000 duros. La parte principal del edificio ( escenario, sala o patio, palcos, « cazuela » o paraíso, galerías, etc.) quedó terminada en 1852. Las demás obras fueron realizándose en los años sucesivos y con arreglo a los medios económicos de que se podía disponer, tardando algún tiempo para la terminación total y definitiva. El general don Ensebio de Calonge y Fenollet, que sustituyó al general Ezpeleta en el mando militar superior de estas islas, en 1852, hizo grandes elogios del edificio y de los planos del señor Oráa y expuso sus deseos de que fuese terminado, lo mismo que la plaza de Abastos, para lo que convocó diversas reuniones, excitando en ese sentido el fíelo de los interesados. En 1858, el entonces alcalde de esta capital, benemérito ciudadano don Bernabé Rodríguez Pastrana, de esclarecida memoria, se propuso terminar las obras y, secundado por el Ayuntamiento y por el pueblo todo, organizó funciones de aficionados y bailes en el mismo Teatro, a beneficio de aquellas, a las que dio gran impulso. El Fénix de Canarias decía: « Ya era tiempo que los buenos elementos artísticos dieran señales de vida. El alcalde, apoyado por el digno Ayuntamiento que preside, ha concebido el proyecto de concluir el Teatro que hace honor a esta población y que más de una capital respetable quisiera poseer » . Y decía también que la Sociedad JDramática, que tan grandes recuerdos había dejado en las diversas temporadas llevadas a cabo en el Teatro, excitada por el celo del digno gobernador, contribuiría para recaudar medios para la pronta terminación de las obras, esperando que también cooperaría a fin tan patriótico, la Sociedad Filarmónica. En 1860 se hicieron diversas reformas en el edificio, que ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 41 la experiencia había exigido que se realizaran. El escenario se trasformó por completo y conforme a las necesidades que la práctica había impuesto; al proscenio se le hizo también una radical reforma que, al decir de un periódico, había de llamar la atención del público. El escudo de anuas de la villa, que había de rematar la altura del frontis del edificio había sido encargado a Genova, aunque luego hemos visto que fue obra de don Gumersindo Robayna, y bajo el cual fue colocada la lápida que dice: « Reinando Isabel II se construyó este edificio, año 1849 » ; y por último se anunciaba que el nuevo telón de boca representaría una de las más bonitas vistas de Tenerife. Efectivamente, el telón de boca, aouel telón que conocieron varias generaciones y que, al recordarlo parece que evocamos algo que fue consustancial con iniestra edad primera y con nuestra juventud, reproducía un bello panorama de nuestra isla y fue debido al pincel de un distinguido hijo de Santa Cruz de Tenerife y meritísimo pintor: don Nicolás Alfaro y Brieva. Eco del Comercio explicaba así la obra pictórica de nuestro distinguido paisano: « El señor Alfaro, director de la Academia de Bellas Artes, pintó un nuevo telón de mucho mérito y de im trabajo ím- E robo, que representaba muchos días de asidua tarea; ha-íendo sabido elegir para trasladar al lienzo una de las más hermosas vistas de Tenerife. Dos magníficas cortinas de terciopelo carmesí galoneadas de oro y prendidas a cada lado, dejan ver una gran parte del risueño panorama que se descubre desde el Sauzal. En segundo término se destacan algunas casas de este pueblo y algunas personas y árboles, entre los cuales descuella acá y allá la elegante palmera. Más lejos se descubre el pueblo de la Matanza; más allá aún, hacia la derecha, los Realejos, el Puerto de la Cruz, y las rocas que sirven a éste de baluarte y contra las cuales se ven estrellar las espumosas olas del Océano. Y por último, descúbrese en el fondo el magestuoso Teide que asoma su elevada frente por encima de las blancas nubes, y que completa una de las bonitas vistas que el pincel puede rooar a la naturaleza » . ¡ Muchos años nuestros ojos contemplaron el viejo telón, llenos de impaciencia por verle subir; ansiosos del espectáculo, bueno, regular o malo, que detrás de él nos iba a brindar unas horas de deleite! Este telón de boca que con tanto amor pintara en su juventud, don Nicolás Alfaro, se estrenó la noche del domingo 14 de octubre de 1860. Las importantes reformas que ese 4 2 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA mismo año se hicieron en el escenario, fueron debidas al celo e inteligencia de otro joven entusiasta, don Francisco de Agui-lar, y por consecuencia de ellas quedaban las decoraciones colocadas con estricta sujeción a las reglas de perspectiva; de suerte que se hallaban salvados todos los inconvenientes que tenía el escenario. Tanto el señor Alfaro, como el señor Aguilar, merecieron grandes elogios del público, tan interesados en su Teatro. El Guanche decía lo siguiente: « La celosa comisión encargada de mejorar nuestro Teatro, responde dignamente a las esperanzas del público. Hemos \' isto nuevos bastidores de selva, cuya ejecución se ha confiado al aventajado artista que pintó el telón de boca; tenemos entendido que también pintará un telón que cierre aquella decoración. Se está reformando la lucerna, o sea procurando darle la verdadera forma que debe tener; y en este caso desaparecerán los antepechos de los palcos, los quinqués que allí se han colocado » . También se llevaron a cabo este año otras mejoras, pues había interés en que el Teatro estuviera completamente terminado para que pudiera actuar la nueva compañía que anunciaba el empresario señor Mela. Una de esas mejoras fue la colocación efe los balcones de hierro, recibidos del extranjero, y el empapelado y pintura del edificio. En 1862, se colocó la escalera que había de conducir directamente a la « cazuela » , sin tener que hacerlo desde las localidades bajas. También este mismo año se hicieron los trabajos preparatorios para constiuir la plaza y el muro de contención ciel costado norte, y que muchos años después, en 1898, con un sentido completamente opuesto al de aquellos tiempos, desapareció para dejar el amplio espacio que es hoy verdadera plaza del Teatro. Las reformas efectuadas el citado año de 1862 en el edificio, fueron tales que casi quedó terminado, como en el siguiente quedaron terminadas las de la plaza, que prensa y público pedían con unánime interés. En enero de 1866, el gobernador aprobó la construcción de nuevos palcos, comenzando las obras en el verano del citado año. Estos palcos ( palcos- plateas), se construyeron debajo de los ya construidos, y según manifestaba un periódico, « eran tan cómodos como éstos y daban al Teatro muchísimo mejor aspecto » . Dirigió las obras don Vicente Armiño, asistiendo a las pruebas de seguridad de estas nuevas localidades, el gobernador civil, que lo era don Alonso del Hoyo y Román, el ingénito jefe accidental de Obras públicas, ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 43 don José de Paz Peraza, y el alcalde, don Juan García Alvarez. Por esta época, don Nicolás Alfaro, en unión de don Francisco de Aguilar y de otros entusiastas aficionados, pintó una nueva decoración de selva para el Teatro, que representaba un paisaje de Agua García, el precioso monte tacoron-tero; decoración ésta que también conocimos, pues subsistió durante muchos años. Todas estas reformas del Teatro en la época a cjue venimos haciendo referencia, se llevaron a cabo gracias al entusiasmo y patiiotismo del alcalde ya citado, don Juan García Alvarez, pues no se contaba con recursos suficientes para afrontar los gastos, habiendo anticipado dicha autoridad cantidades de consideración para lograr la total terminación del coliseo. En septiembre de 1895, fue objeto el Teatro de nuevas reformas. Ya entonces existía el propósito de darle mavor amplitud, adaptándolo a las exigencias de la época y a una mayor población. Se pensó en reformar completamente el patio y el escenario, bajando ambos y dando inclinación al patio, etc.; las mismas reformas que se hicieron años después, pero fueron diferidas, limitándose a colocar el pavimento de mármol blanco en el vestíbulo y galería baja, convertir las ventanas de los extremos de la fachada en puertas, para dar entrada directa desde la calle al paraíso y para despacho de localidades En 1869 se dotó al Teatro de una importante mejora: el alumbrado eléctrico, que se colocó provisionalmente para que pudiera actuar la compañía dramática de Sánchez de L^ ón. De más está que digamos que el nuevo alumbrado del coliseo constituyó un grande, extraordinario acontecimiento. Casi al medio siglo de abrir sus puertas al público, se desterraban para siempre los viejos sistemas de alumbrado, malolientes y peligrosos. Y por último, en los años de 1911 a 1913, siendo alcalde, de los más prestigiosos y entusiastas, don Juan Martí y Dehesa, realizó el Ayuntamiento reformas en el Teatro que casi fue hecho de nuevo. Reformas de tanta trascendencia que modificaron por completo la sala de espectáculos y acrecentaron el número de localidades. El antiguo escenario, que se hallaba ruinoso, fue demolido, bajándose el piso del mismo, desmontóse el piso de la sala y el de las galerías, haciéndose grandes excavaciones en el foso. Se construyó un nuevo paraíso, es decir, se amplió el antiguo. Se tapizaron las barandas de palcos y plateas. Se hizo una nueva instalación de luz. Se adquirió en el extranjero una magnífica y elegante cortina de ter- 4 4 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA ciopelo, para sustituir al simpático telón que pintara en su juventud don Nicolás Alfaro, deteriorado y vencido por los años. El decorado de la sala de fiestas resultó suntuoso; el ornamentado, artístico, lujoso, elegante. Don Francisco Granados hizo el decorado del techo de la sala y de los antepechos de los palcos. Ángel Romero Mateos, el exquisito artista, pintó los bellísimos plafones, y Benjamín Sosa encargóse del dorado de la ornamentación. La nueva instalación de luz eléctrica fue espléndida: en el hueco central del techo se colocó un hermoso globo de cristal de 3.000 bujías, y en los cuatro restantes, uno en cada uno, de 600. Después, 12 globos más, con igual número de bujías. Se construyeron elegantes palcos- proscenio, y el salón de descanso se decoró con todo lujo. Un Teatro, en fin, bonito, elegante, confortable, con todos los detalles. ¡ La « bombonera » de que hablara con mimoso afecto, la bella y gentil María Palou! Estas obras fueron proyectadas y dirigidas por el arquitecto municipal, don Antonio Pintor. A ellas quedó unido también, el nombre de don Ángel Crosa, entusiasta concejal inspector del Teatro y gran propulsor de la reforma. ¡ I^ iástima del impremeditado corte que luego se asestó al amplio y elegante proscenio! El Teatro permaneció cerrado desde que, en 1911, terminó su temporada la compañía dramática Palma- Reig, hasta abril de 1913, en que, a pesar de las obras que se realizaban, se habilitó la sala para los grandes conciertos de la Sinfónica, de Madrid; volviéndose a abrir a fines de dicho año, sin terminar las reformas ( lo mismo que cuando se inauguró en 1851), para dar paso a la notabilísima compañía de opereta, italiana, de Amadeo Granieri. En esta etapa de las grandes reformas, en esos dos año en que permaneció cerrado el coliseo, actuaron en esta capital, en teatros de « varietés » , compañías de máxima categoría, artistas eminentes que, de no ser por esos inadecuados locales, no hubiéramos podido conocer y aplaudir. Citemos algunos nombres: Italia Vitaliani, Matilde Moreno, Margarita Xir-gu, Carlos Duse. Citemos también a Emilio Thuillier, que por segunda vez nos visitaba, y a Leovigildo Ruiz Tatay, que nos ofrecía por tercera vez su arte excepcional. Brillantes actuaciones estas, de las más brillantes de nuestra historia teatral, hemos de destacarlas como merecen en estos ANALES. Modestos ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 45 los escenarios, desde ellos nos subyugaron con su arte de titanes, nos deslumhraron con geniales creaciones y nos dieron a conocer obras cumbres que dejaron huella perdurable en nosotros. CAPITULO VI S E INAUGUBA EL TEATRO EN ESTA CAPITAL A fines de 1850, los periódicos locales anunciaban la buena nueva de la próxima terminación de las obras del Teatro, fracias al incansable afán de la comisión, llegando pocos días espués a su feliz término. El empresario señor Mela, esperaba. Había ya contratado el nuevo Teatro, para inagurarlo con la compañía que había formado en los días de la Pascua de Navidad. Se había recibido de Barcelona y colocado, la lucerna que había de brillar en el patio de butacas. Las obras tocaban a su fin. El Avisador de Canarias decía que, en justicia, había que dar un voto de gracias al señor Robayna, contratista de la obra-teatro, por la actividad desplegada para acelerar su conclusión: « ... la comisión que con fé y voluntad firme ha marchado adelante desde el principio, y el contratista que nada le arredra, están resueltos a que nuestras bellas no carezcan por mucho tiempo de este punto de reunión, tan necesario en una isla, digna por su cultura e ilustración de no ocupar un lugar secundario entre las demás de su clase » . Se aproximaba pues, el momento en que iba a tener realidad un anhelo fervoroso de los vecinos. El hermoso edificio, casi terminado, iba a abrir sus puertas. La primera compañía ([ tantas han actuado después!), iba a comenzar sus tareas... Plasmaba el hecho vibrante y apoteósico, el patriótico proyecto de aquel Santa Cruz de mitad de siglo que con los mayores 48 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA entusiasmos había construido su Teati- o, y era cuestión de días, de horas, la inauguración. Y, orgulloso, se aprestaba a invadirlo, a llenar todas sus localidades, a dar al acontecimiento toda la solemnidad que merecía. Llegó la noche del domingo 26 de enero de 1851, señalada para la inauguración. El hermoso Teatro, timbre de honor para la villa y para aquellos beneméritos patricios que llevaron a cabo la feliz empresa, abrió sus puertas y marcó una efemérides de luz en la historia de nuestro pueblo. TlMBBE DE HONOR PARA I- A VILLA La concurrencia, dicen las crónicas de aquellos venturosos días, fue enorme, como correspondía al fausto suceso. Quizá no apreciara el público en aquel momento, quizá no se dieran cuenta los concurrentes, curiosos y ávidos de conocer el edificio, la obra material, arquitectónica, de paso gigantesco que daba nuestra ciudad ( nuestra villa diremos con más propiedad), en el camino de su desenvolvimiento espiritual, de su cultura y engrandecimiento. Salto de tal magnitud que la colocaba de pronto entre las poblaciones de elevado rango intelectual. La discreta y plausible labor artística que desarrollaban las sociedades locales, tenía ahora marco adecuado en el hermoso Teatro que se acababa de construir. Bajo su égida alcanzarían su máximo esplendor. A las diez de la mañana ya no se podía disponer de una sola localidad. En el palco de la presidencia se hallaban las primeras autoridades y los señores que componían la comisión municipal que con tanto celo y alü'uismo diera cima a la magna obra. « Nuestras bellas ( decía un periódico), lucían sus gracias y elegantes trajes y adornos, lo mismo en localidades de palcos que en sillones, lunetas y asientos, despidiendo sus centelleantes miradas en medio de la sociedad más escogida, y creyéndose transportadas a una capital de primer orden » . Amenizó la fiesta la orquesta de « aficionados » ( así se denominaban sus componentes), dirigida por el reputado profesor don Carlos Esteban Guigou, cuya reorganización había solicitado el gobernador civil don Manuel Rafael de Vargas, a pretexto de la inauguración del Teatro. Esta prestigiosa agru- E ación, que gustó mucho y fue con entusiasmo aplaudida, lleva-a más de veinte años de constituida, continuando su patriótica labor durante muchos años y dejando profunda huella en la historia musical del país. La integraban significadas personas, El Teatro Guimerá, inaugurado en la noche del 26 de enero de 1851, « con su muy el héroe más sobresaliente de esta vida tan pugnaz, competitiva y arriesgada » , según ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 49 algunas de gran relieve en nuestra vida insular, pudiendo citar los nombres de don José Plácido Sansón, don Cirilo Truilhe, don Nicolás Alfaro, don Francisco, don Carlos y don Matías Guigou del Castillo ( hijos del director); don Bartolomé Power ( padre de Teobaldo), don Virgilio Ghirlanda, don Abel Aguilar, don Federico Ucar, don Bernardo Murphy, don Nicolás Power, don Cirilo Romero, don José Lorenzo Bello, don Felipe Ravi-na, don Rafael Montesoro, don Andrés Roselló, don Rafael Ruz, don Narciso Sansón, don Juan Lentini, don Nicolás Fuentes, don Diego Ara, don Juan Fernández del Castillo, don Bartolomé Saurín, don Francisco Aguilar y don Ignacio Villalba. Terminada la « sinfonía » , compuesta para esa noche por el señor Martí, y que mereció el elogio de los inteligentes, hieron arrojados desde la tronera de la lucerna, infinidad de composiciones poéticas alusivas a la inauguración y en loor al gobernador, a la capital y a sus moradores, y a la comisión del Ayim-tamiento. También fueron lanzadas desde la lucerna numerosas palomas. La lucerna y cuatro arañas más iluminaban la sala de espectáculos, haciendo destacar las magníficas decoraciones debidas a los jóvenes aficionados. Todo contribuyó al éxito. La excelente compañía dirigida por el primer actor don Romualdo de Lafuente, en la que figuraban notables artistas como la señora Vigones y el actor de carácter don Lutgardo Fernández Gómez, hizo un esmerado trabajo interpretando a la perfección, el escogido programa, compuesto del drama en cuatro actos y en verso, Guzmán el Bueno, de don Antonio Gil y Zarate; de la pieza cómica en un acto Embajador y Hechicero, de don Mariano Pina, y del correspondiente baile intermedio. Con Guzmán el Bueno, pues dieron comienzo en nuestro coliseo, las representaciones teatrales. Cupo ese honor a un drama español, de los que más se « cotizaban » en aquel tiempo y de los más celebrados de aquel ilustre poeta y dramaturgo. Ha transcurrido más de un siglo. En tan larga jornada ¡ cuántas obras puestas en la escena del viejo coliseo! ¡ Qué evolución en los gustos y en las escuelas y tendencias literarias! ¡ Qué transformación en las costumbres y en la vida de los pueblos! La compañía de Lafuente siguió actuando con la más cordial acogida del público, interpretando las más destacadas obras de aquella época. Para dos de ellas, Isabel la Católica, de Rodríguez Rubí, y Embajador y Hechicero, de Pina, pintaron los aficionados de esta capital, dos preciosas decoraciones que merecieron los más cálidos elogios. ANiWLES DEL TEATRO EN TENERIFE.— 4 5 0 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA La noche del 22 de mayo del citado año de 1851, se puso en escena por esta compañía la primera obra teatral de autor isleño que se hacía en el nuevo Teatro; un drama histórico, en dos actos y en verso, « sin pretensiones, pues su autor se propuso contribuir al engrandecimiento del mismo » ( así decían los programas), debido a la pluma del inspirado poeta don Ignacio de Negrín, y titulado Conde de Villamediana. Este distinguido hijo de esta capital que llegó a adquirir justo renombre y fue también en otras disciplinas saliente personalidad, dedicó su obra al M. I. Ayuntamiento. Decía un periódico, al dar la noticia del estreno, que la obra había gustado « por su fácil y florida versificación » , obteniendo su autor grandes aplausos. También los obtuvo la señora Vigones, pues hemos leído que la obra de Negrín constituyó un gran triunfo para la notable actriz. Esa misma noche se dio a conocer al público de Santa Cruz, la pieza en un acto. La coqueta y el soldado, original del director de la compañía, señor Lafuente, también excelente poeta, en cuyo beneficio se verificaba la función. En esta temporada hubo dos actuaciones filarmónicas de gran mérito en el teatro: la del notable concertista de violín, señor Robbio, discípulo del célebre Paganini, que visitó en diversas ocasiones nuestra isla, siendo siempre muy considerado y aplaudido, y la orquesta de instrumentos de viento, organizada pocos años antes por el entusiasta músico don Rafael Bethencourt y Mendoza, y cuya presentación ante el público de esta capital mereció los más lisonjeros plácemes. La afición a la música estaba ya en esa época tan extendida en esta capital que además de las dos agrupaciones que acabamos de citar, había aún una tercera, creada y dirigida por don Manuel Rodríguez, también competente músico, y cuyo debut lo hizo en la tarde del 28 de mayo de 1848, en la plaza de San Francisco. Después del desarme de la Milicia Nacional ( 1845), existían en esta isla seis « músicas militares » , llamadas así las bandas de instrumentos de viento. El público, todo el Santa Cruz distinguido, que asistía al coliseo, llenando las localidades, supo corresponder a la gran obra realizada y al mérito de los artistas y a los esfuerzos del empresario. Aquellos artistas, decían los periódicos, eran de lo mejor de que se podía disponer en la Península, algunos ya conocidos aquí, en el antiguo Teatro de la calle de La Marina. No era cosa de pensar en Matilde Diez, ni en Bárbara o Teodora Lamadrid, ni en Valero, Ariona o Romea. Las Canarias no valían la pena de que estos colosos cruzaran el mar, sólo por venir a ellas. ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 51 ¡ Los tiempos habían de ser otros, y otros los artistas erni-nentes qne habían de visitarlas!... Lo QUE PENSABA « JUAN EL CHASNFBO » « Juan el Chasnero » , que en 1836 hacía las reseñas teatrales del Boletín Oficial de Canarias, enfocaba así la idea de constniir un Teatro en esta capital: « ... el pretender edificar un teatro capaz de rivalizar en magnitud y lujo con los de Europa es seguir el impulso de una afición poco común por el arte dramático; mas bien que el de la sana razón; y el que haya creído pudiera algún día verificarse tan peregrino proyecto, bien se le puede calificar de « lunático » que cree existen « hombres murciélagos » y « carneros imi-cornios » ... No pensaba lo mismo « P. C » , que en 1838, en un artículo- resumen de la temporada teatral de aquel año, publicado en El Atlante, aludía al proyectado Teatro de la Plaza de la Constitución, cuyas obras, como hemos indicado, comenzaron, pero la apatía malogró, y excitaba el celo de todos para que se llevara a cabo el patriótico proyecto, pues « únicamente de ese modo — decía— podría sostenerse una compañía, porque el Teatro que tenemos es mezquino, ni siquiera proporcionado a la población de la capital, y así sucede que en ciertos días señalados en que todo el mundo quiere ir a divertirse al teatro, hay jaranas para conseguir boletines, y muchos se quedan en blanco » . No hemos podido « localizar » a estos dos antiguos periodistas tinerfeños, que de tan distinta manera apreciaban el problema de la construcción de un Teatro en Santa Cruz, escudados, el uno en un simpático seudónimo auténticamente isleño, y el otro en unas iniciales que sin duda no correspondían a su nombre. ¿ Asistirían los dos a la inauguración en 1851, del suntuoso Teatro? ¿ Qué pensaba « Juan el Chasnero » de aquellos « lunáticos » que unos años antes soñaron con tan « peregrino proyecto » ? CAPITULO VII EL NUEVO ESPECTÁCULO DE LAS ZAHZUELAS La segunda compañía, lírico- dramática, que vino al Teatro municipal, la dirigía también don Romualdo de Lafuente y dio comienzo a sus representaciones en 3 de octubre de 1852. Este actor, y ahora empresario, que había inaugurado el coliseo, consiguió un magnífico abono que garantizaba una concurrencia superior a la de la anterior temporada. Los precios eran bien módicos: las treinta funciones, 450 rs. vn. los palcos principales y de platea; 90 los sillones y delanteros de platea, y 60 ks lunetas. La compañía llegó de Cádiz la víspera del debut. La constituían notables artistas, los más ya conocidos de este público. Era propósito del señor Lafuente traer algo mejor de lo que trajo el señor Mela para la inauguración del Teatro, superándole en el mérito de los artistas y en el repertorio. Y reunió un magnífico conjunto en el que destacaban el primer actor don Domingo Mendoza y su esposa, la excelente actriz doña Silve-ria del Castillo, que había actuado años antes en el Teatro de la calle de La Marina; el actor de « carácter andano » don Lut-gardo Fernández Gómez, notabilísimo artista que supo dejar grato recuerdo de sus diversas actuaciones en esta capital; la aplaudida primera actriz doña Dolores León, que procedía de los teatros del Circo y Balón, de Cádiz, que a lo que parece daban categoría y eran centros de donde, por lo general, se nutrían los teatros de Canarias. De galán joven venía otro buen 54 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA artista que aquí residió largas temporadas, Manuel Villena. Como actor cómico figuraba José López Patino, también de mérito excepcional, y como dama joven y « graciosa » , Enriqueta Sánchez Castilla, que poco después de marchar de aquí, según noticia que dio un periódico local, fue asesinada en Sevilla por el apuntador de la Compañía de que formaba parte. Cinco actrices y siete actores más completaban el ya bien nutrido elenco. COMPAÑÍAS DE « DECLAMACIÓN, ZARZUELA Y BAILE » Se denominaba esta compañía « Sociedad de Declamación, Zarzuela y Baile, foiTnada para las Canarias » . El personal era mucho más numeroso que el de las compañías modernas, pues además de los artistas de « verso » , citados, venían otros tantos de zarzuela y el correspondiente cuerpo coreográfico. Traían incluso, algunos músicos, dirigidos por el « maestro de zarzuelas » don Santiago Ramos, contando también con la or- auesta formada aquí y dirigida por el músico mayor del bata-ón de África, que guarnecía esta plaza, don Bernardo Rosell. La compañía anunciaba el « nuevo espectáculo de las zarzuelas » , que tanta aceptación ( afirmaban), tenía en todas partes, y su presentación fue acogida con entera complacencia, y, como la que inauguró el Teatro, hizo su debut con Guzmán el Bueno. Un periódico explicaba así el motivo que tenían las compañías para esta predilección: « Este drama reúne a la circunstancia de ser una de las joyas más preciosas de nuestro teatro, la de proporcionar que todos los actores principales de la compañía, puedan tomar parte en él, presentándose al público » . Años antes era así mismo costumbre hacer su presentación las compañías dramáticas con la comedia de Moreto, El desdén con el desdén, obra de prueba para la dama, el galán joven y el « gracioso » . Con el mismo propósito de hacer la presentación de todo el cuerpo coreográfico, se bailó en el debut por las tres parejas, una « introducción de bailes nacionales » , terminando la primera pareja con la polka, que era obligada en todas las representaciones. El espectáculo finalizó con la pieza El secreto en el espejo. El público, que era numeroso, salió satisfecho. Era, sin duda, la mejor compañía de cuantas habían actuado en esta capital. La segunda función se hizo con el popularísimo drama en ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 55 verso, de Camprodón, Flor de un día, que el gran Valero había estrenodo ese mismo año en Madrid, y que, como ¡ Espinas de una flor!, entusiasmó a varias generaciones. « Oh, ingenuos y sencillos tiempos en que conmovían Flor de un día y La trenza de sus cabellos » , dijo en una ocasión Pedro de Répide... El 9 de octubre, con motivo de los festejos organizados para solemnizar la apertura ( que había de tener lugar al día siguiente), de los puertos francos concedidos a estas islas por R. D. de febrero de aquel año de 1852, dispuso la empresa « para este día una de las más bellas producciones modernas, quizás la más aplaudida en todos los teatros de la Península, nueva en esta capital » en tres actos, en verso, original de los señores don Juan Eugenio Hartzenbusch, don Luis Valladares Garriga y don Cayetano Rosell, titulada Jumr por tabla. A continuación se anunciaba el correspondiente oaile, y como fin de fiesta, la pieza en un acto A un cobarde, otro mayor. La noche del 31 de octubre se efectuó el estreno de la « pieza nunca representada en ningún teatro, original del apreciado escritor, vecino de esta capital, don José Desiré Dugovu, titulada El hombre propone y Dios dispone. Esta fue la segunda obra de autor local ( de autor « tinerfeño » diríamos mejor, porque lo era de corazón), estrenada en nuestro coliseo, y la tercera también correspondió al inolvidable historiador y poeta, tan vinculado a nuestro país, en el que tales huellas dejó que tenemos el deber de considerarlo como nuestro. Pero este segundo estreno de don José Desiré Dugour, revistió honores de acontecimiento y fue un homenaje del esclarecido escritor a la tierra que consideró como suya. A beneficio del primer actor y director don Domingo Mendoza, el viernes 19 de noviembre de 1852, día de la Reina, se estrenó ( previa autorización de la Junta de Censura de Madrid), el drama en cinco actos y en verso, titulado Tenerife en 1492 el cual fue, según anunciaban los programas, « exornado con todo el aparato que requiere su interesante argumento » . El Teatro « estaba sumamente concmrrido, y el publico demostró al autor la complacencia con que recibió la obra que le dedicaba, llamándolo a escena » . Así se expresaba El Noticioso de Canarias. « TENERIFE EN 1492 » , DE DON JOSÉ DESIRÉ DUGOUR Y aún hubo en esta fructífera temporada teatral un nuevo estreno de don José Desiré Dugour. En 26 del mismo mes de noviembre, y también con carácter de extraordinaria la fun- 56 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA ción, que se celebraba a beneficio del notable actor don Lut-gardo Fernández Gómez, se puso en escena con unánime aplauso del público, el drama en cuatro actos y un prólogo, titulado LM reina Faina, completando el programa el juguete en un acto, del propio señor Dugour, Agencia matrimonial. Tenerife en 1492, el drama de don José Desiré Dugour, está basado en la conquista de esta isla y es obra bien versificada y su complicado argumento está planeado y desarrollado con gran maestría, evidenciando las excelentes condiciones y el conocimiento que de la técnica teatral poseía el venerado escritor que fue figura representativa de una de las más interesantes generaciones de escritores tinerfeños. Los personajes más importantes del gran episodio de nuestra conquista están admirablemente trazados en la obra, que es un canto a la raza vencida y a los que trajeron, con la civilización, la bandera de España. Tan excelente drama fue recibido con general aplauso y el autor aclamado cuantas veces se puso en escena. El día del estreno ( 19 de noviembre de 1852), el señor Dugour repartió entre los concurrentes al Teatro, las siguientes efusivas líneas: « A los habitantes de Santa Cruz de Tenerife: Pobre náufrago arribé a vuestras playas, y me tendisteis una mano bienhechora... Nunca, nunca lo olvidaré! La riqueza y el brillo de vuestro idioma, su admirable estructura, su libre y variada sintaxis, hirieron desde luego mi impresionable corazón: más adelante, fueron mis delicias mis únicas delicias. Leí con avidez las admirables páginas de vuestra historia, devoré con ansia las obras maestras de vuestros inmortales poetas, y... quise también a ejemplo de los antiguos mejicanos, colocar mi piedra en el sacro monumento que levantaban en medio de la patria; nadie le daba su nombre, pero todos habían contribuido a edificarlo. Este pensamiento dio vida al drama que estáis llamados a juzgar, Tenerife en 1^ 2, Tenerife aún en estado de naturaleza, pero ya pronto a despegar sus alas. Mucho tiempo ha que veía desarrollarse en mi imaginación el grandioso cuadro de la conquista de esta isla; identificábame con el carácter franco, al par que majestuoso, de Bencomo; contemplaba la noble y varonil figura de Tinguaro; veía en las encantadoras páginas de Viana, a la hermosa Dácil, flor inculta nacida entre verdes pensiles de la risueña Orotava. Con- ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 57 templaba en fin, con entusiasmo, a todos estos hombres, hijos de la naturaleza, pero toscos como los bosques de su país, que tan solo esperaban un soplo de civilización para hacerse grandes como el Echeide que domina su isla. No tardó en presentarse la ocasión. Castilla y Aragón se habían unido. Isabel y Fernando al estrecharse las manos, fundaron un estado que pronto había de avasallar al mundo. Los heroicos sucesos de aquellos inmortales tiempos, dando libre campo al valor y mérito personal, hicieron biotar en rededor de Granada un sin número de héroes que ardían por plantar la Cruz sobre las arruinadas torres del Islamismo. Cayó Boadíl, y la Media Luna, vencida para siempre, fue a refugiarse a los ardientes desiertos de donde había salido. ¡ Noble Lugo, honrado Lope, ilustre Gonzalo, invicto Pedro Bcnítez! Allí hicisteis vuestro aprendizaje; y con el ardor aventurero que distinguía vuestra época, quisisteis propagar doquier las sacrosantas ciencias del Cristianismo. Volvisteis los ojos a la Reina del Atlante y en ella plantasteis la Cruz. ¿ Con qué constancias llevasteis a cabo tan ardua empresa? ¿ Cómo inclinasteis al indómito guanche a regenerarse en las Santas aguas del Bautismo? La historia nos lo refiere; vosotros todos habéis pertenecido al ejército español que supo conquistar mundos por su valor, y más adelante salvar su patria por su constancia. A tales padres, tales hijos. Estas son las colosales figuras que me he atrevido a bosquejar en la obra que os ofrezco. Humilde y pobre tributo que mi reconocimiento os dedica. Toda la compañía dramática de esta capital se ha brindado con amabilidad a interpretar mi obra; el simpático señor Mendoza la ha elegido para su beneficio, haciéndome más honor que el que seguramente merezco; así, pues, si tenéis en cuenta las dificultades que puede presentar semejante argumento al trasladarle a la escena, enlazando en una acción dramática las pastoriles costumbres de los guanches con las sin igual proezas de los caudillos castellanos; si esta producción puede siquiera ofrecernos algunos momentos de solaz, quedarán suficientemente recompensados los afanes de José Desiré Dugour Santa Cruz de Tenerife, 19 de noviembre de 1852 » . La noche del 24 de diciembre ( Nochebuena), hubo función extraordinaria a beneficio de los actores y con exclusión completa del bello sexo « según costumbre este día en todos lew teatros del reino » , es decir, que los hombres hicieron de mujer, 58 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA representando la comedia El Jwmbre más feo de Francia, arreglo de Ventura de la Vega, con números de bailes y de canto y rifándose entre los concurrentes un ramillete de dulce... La compañía de Lafuente siguió actuando en 1853. El público le prestó su apoyo y llenaba el Teatro todas las noches. El 8 de enero se puso por primera vez en nuestro coliseo Don, Juan Tenorio, a beneficio del segundo galán, don Francisco Torres. La famosa obra de Zorrilla fue presentada con toda propiedad, pintando las decoraciones el beneficiado, que fue muy aplaudido en su doble condición de actor y escenógrafo. En febrero, en el beneficio del profesor de música don Santiago Ramos, se cantaron varias zarzuelas, cuyos protagonistas desempeñó el beneficiado, anunciándose como fin de fiesta un cuadro de costumbres del país, titulado La fiesta del Pilar en Santa Cruz de Tenerife, que el público rec- ibió con frialdad, pues no fué otra cosa que un intermedio a telón alzado. El domingo de Carnaval se puso en escena la bella comedia de Bretón de los Herreros, Marcela o ¿ Cuál de los tres?, pero... desempeñada solo por las actiices, haciendo el papel de Marcela el galán joven Villena. Las damas, como los caballeros en Nochebuena los de las mujeres, hicieron los papeles de los hombres. Broma carnavalesca. Se bailó él Jaleo de Jerez, célebre baile que hizo furor durante muchos años, compuesto por el músico polaco Juan De Sckozdopole, que residió largo tiempo en España, y la jota aragonesa. Una verdadera juerga de Carnaval. La compañía abrió un nuevo abono, con excelente resultado, dando a conocer nuevas obras, entre las que figuraban Sandio Ortiz de las Roelas, refundición de La estrella de Sevilla, de Lope, y La hija de las flores, de doña Gertrudis Gómez de Avellaneda, obra que la crítica consideró como la mejor de la ilustre poetisa y de la que un periódico local dijo que era « la idealidad del poeta » . El inenarrable triunfo obtenido años después con su obra maestra Baltasar, borró el logrado por la insigne escritora en los comienzos de su gloriosa carrera. A esta compañía de Lafuente debió nuestro público el conocer las primeras zarzuelas, que fueron: El tío Caniyitas o el mundo nuevo de Cádiz, letra de don José Sanz Pérez, poeta gaditano y música del maestro Soriano Fuertes; La venta del puerto, primera obra del maestro Oudrid; Tramoya, de José Olona y Barbieri y Buenas noches, señor don Simón, de Luis Olona y Oudrid. La temporada se prolongó hasta el 6 de abril entre dra- ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 59 mas y dramones y alguna que otra obra genial; despidiéndose la compañía esa noche con el drama de Eguilaz, Marcan, inspirado en la vida del célebre poeta y dramaturgo de nuestro Siglo de Oío, y después de haber interpretado entre otras obras, la comedia de don Eugenio Rubí, Un hidalgo aragonés; el drama sentimental, traducido por don Juan Lombía, El jnlluelo de Parts, que gustó extraordinariamente; el « tremebundo » ( asi lo calificaba el Eco), drama francés, Nunca el crimen queda oculto a la justicia de Dios; La boda de Quevedo, comedia de Narciso Serra, puesta en un segundo beneficio del director de la compañía, tomando parte en su desempeño nuestro paisano Lentini, que demostró nuevamente sus grandes condiciones para la escena, y el drama en cuatro actos María, la hija de uti jornalero, cuyo argumento es el de la popularísima novela de don Wenceslao Ayguals de Izco, que se puso en otro beneficio de la la primera actriz, desempeñancfo los principales papeles, a instancia de la beneficiada, los notables aficionados José B. Lentini y José Curbelo Ayala. En aquellos tiempos era tal la profusión de beneficios que, desde el primer actor y la primera actriz, hasta el apuntador, pasando por los artistas de segunda categoría y por los músicos de la orquesta, todos tenían derecho a su función de beneficio. Y si oien esto podría en parte justificarse como compensación por la mezquindad de los sueldos y lo dudoso del negocio, se exageraba la nota en este sentido, dando lugar a que los periódicos lo censuraran y a que los abonados impusieran condiciones en cuanto al número de beneficios y de « beneficiados » . En octubre de 1853 marchó a la Península el notable actor Lutgardo Fernández Gómez, que había pertenecido a la compañía de Lafuente, con propósitos de contratar a la que había de hacer la temporada de invierno de aquel año. El señor Fernández Gómez contrató a varios artistas y completó el elenco con otros que aún se hallaban aquí y que pertenecieron, como él, a la anterior compañía. También fue c; antrata-da la señora Vigones, que había inaugurado el Teatro en 1851. Esta compañía hizo su debut la noche del 3 de diciembre del citado año de 1853, con la comedia Verdades amargas, que, al decir de la crítica de aquel tiempo, colocó a su autor, don Luis Martínez de Eguilaz, en primera fila como dramaturgo, y siguió actuando hasta el mes de abril del siguiente año de 1854. A esta temporada prestó poco apoyo el público, y los periódicos se lamentaban de ello, pero sin duda el repertorio, compuesto en su mayor parte de obras tremebundas e intermina- 6 0 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA bles, cuyos títulos bastaban para hacer su apología, era f; ausa más que suficiente para ahuyentar del coliseo a las personas de buen gusto. A fines de febrero los sargentos del batallón ligero de África, de guarnición aquí, organizaron una función a beneficio de la compañía, poniendo en escena el drama de don Eusebio Asquerino, Sancho el Bravo, desempeñado por aquellos y por las actrices. Eco del Comercio decía que fue tan grande la entrada que ni aún en los días de la apertura del Teatro se había visto afán mayor por adquirir localidades. Otra función de beneficio, pero ésta para los Asilos benéficos de esta capital, celebraron los citados sargentos en el mes de marzo, poniendo en escena el drama El principio de un reinado y la comedia Cenar a tambor batiente, constituyendo otro éxito de interpretación y de público. También en marzo varios aficionados pusieron en escena, en el Teatro municipal, el drama en tres actos y un prólogo, García de Paredes, naciendo el protagonista ( admirablemente decían los periódicos), el poeta José B. Lentini, perfectamente secundados por los jóvenes Curbelo, Savole y Benítez, y actuando con ellos las actrices de la compañía. CAPITULO VIII UNA FAMOSA « SOCIEDAD DRAMÁTICA » DEL PAÍS La Sociedad de aficionados al arte de la Declamación, que se había constituido en esta capital, comenzó a desarrollar su intensa, seria y ordenada labor artística y patriótica, en el otoño de 1854, celebrando notables espectáculos teatrales, a beneficio de obras caritativas y de mejoramiento de la población. La primera representación tuvo lugar la noche del 22 de octubre, con el drama de Zorrilla El zapatero y el rey y la comedia Dos y ninguno, entregándose su producto a la Beneficencia pública. Tomaron parte en el desempeño de ambas obras, las distinguidas poetisas doña Angela Mazzini y su hija, la señorita Victorina Bridoux, que demostraron magníficas condiciones para el arte de la escena, y los jóvenes Chamorro, Cambreleng, Lentini ( José y Juan), Sarmiento ( Claudio v Seve-riano), Savoie, Lecuona y otros. Esta primera función fue un timbre de honor para la nueva entidad, que obtuvo un triunfo rotundo, produciendo la cantidad de 2696 rs. vn. La segunda, celebrada la noche del 15 de noviembre siguiente, fue a beneficio de la isla portuguesa de San Antonio, del grupo de las de Cabo Verde, que sufría los rigores de una terrible sequía. El 19 del mismo mes, día de la reina y de su hija, dio la Sociedad de aficionados una función a beneficio de la Milicia Nacional, representándose el drama de Camprodón, ¡ Flor de un día!, y la pieza cómica, traducida desl francés. El aguador 6 2 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA y el misántropo. La concurrencia fue numerosa, llenándose el Teatro. Tanto la señora Mazzini, como los señores don Claudio Sarmiento, don Eugenio Cambreleng y don José B. Lentini, fueron aplaudidísimos. Don José Suárez Guerra actuó por primera vez esa noche y decían los periódicos que estuvo admirable, siendo ovacionado. En esa representación tomaron parte, siendo también muy elogiados y aplaudidos, las señoritas Dolores Suárez Guerra y Emilia Dugour y Ruz y los señores Savoie, Bonnet ( Vicente), Lentini ( Juan), Lecuona, Sarmiento ( Seve-riano), Dugour ( José Desiré), Ruz y Chamorro. Fue un nuevo y resonante triunfo de la « Sociedad de aficionados al arte de la Declamación » . El 7 de diciembre, a beneficio también de la Milicia Nacional, se puso en escena la comedia de Rodríguez Rubi, República conyugal, y el juguete de Bretón de los Herreros, El hombre pacifico, siendo aclamados la señorita Suárez Guerra y su hermano don José. El 23 interpretaron los aficionados, el drama Los renegados; el 25, el drama de Zorrilla, Sancho García, y la comedia de Bretón, Los parientes de mi mujer, y la noche del 31 despidieron el año de 1854, que tan destacado lugar había de ocupar en el historial de la importante sociedad, con el drama Flor de un día y la comedia Dos y ninguno. L o s AFICIONADOS REALIZAN UNA GRAN LABOR ARTÍSTICA Continuaron los entusiastas aficionados su fructífera labor a lo largo de 1855, pero no hemos de seguir adelante sin antes decir algo de los elementos que integraron esta notable v benemérita Sociedad de Declamación, a cuyo cargo corrieron numerosos espectáculos teatrales celebrados en nuesti- o Tentro, haciendo temporadas enteras, supliendo con mérito extrior-dinario a las compañías cuando éstas no venían, representando las más difíciles obras, de las que salían victoriosos, como verdaderos artistas profesionales, y cuya actuación elogiaban de tal modo los periódicos de aquella época que de su lectura hemos sacado el firme convencimiento de que aquello era algo más que un cuadro de aficionados, y que fue, sin duda, lo mejor de cuanto hubo en ese aspecto en muchos años en nuestra ciudad. Y cuenta que fueron tiempos de gran afición, de de. smedida afición al teatro y que cundían las sociedades teatrales, merecedoras todas de ser evocadas, como recuerdo y homenaje a aquellos entusiastas y laboriosos jóvenes que así contribuían al engrandecimiento de Santa Cruz. ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 63 DON José SUÁREZ GUERRA, GRAN ACTOR AFICIONADO. ANGELA MAZZINI, VICTORINA BRIDOUX Y JOSÉ B. LENTINI, ARTISTAS DE GRAN CATEGORÍA Este notable conjunto artístico denominado con la modestia, que era característica de la época. Sociedad de aficionados al arte de la Declamación, lo dirigió largo tiempo el entonces joven don José Suárez Guerra, que había de lograr destacado lugar en la vida ciudadana del país y que, al absorberlo la política, quizá le fuera restado al arte de la escena un positivo valor. Integraban la Sociedad las señoras Mazzini v Bridoux de Domínguez, las señoritas Dolores Suárez Guerra, Emilia Du-gour, María Domínguez y Eloisa Pérez, y los señores Lentini ( José y Juan), Sarmiento ( Claudio v Severiano), Savoie, Cambre-leng ( Eugenio), Lecuona, Calzadilla v Quevedo, Dugour ( José Desiré), Bonnet ( Vicente), Ruz, Chamorro y Olmos ( José") y Miranda ( Miguel). Era presidente de la Sociedad don José Desiré Dugour. Hemos dicho que los jóvenes aficionados continuaron su entusiasta labor en 1855, que fue también honroso para ellos. Lo comenzaron con El Trovador, al que siguieron Una broma de Quevedo, de Eguilaz; Fernán González, de Calvo Asencio; La ceniza en la frente y Detrás de la Cruz, el diablo, de Rodríguez Rubí; En palacio y en la calle, de Luis Mariano de Larra, y otras obras de no menos difícil ejecución. Con la interpretación del drama Alarcón culminó la labor de la Sociedad de Declamación. Su desempeño fue magistral. Don José Suárez Guerra hizo el protagonista, interpretando de tan extraordinaria manera su papel y demostrando tan excepcionales condiciones, que el entiisiasmo del público se desbordó, aclamándolo con verdadero delirio. La noche del 19 de noviembre, con motivo del santo de la reina, pusieron en escena otra obra de altos vuelos: Don Francisco de Quevedo, de Eulogio Florentino Sanz, obteniendo nueva victoria los artistas tinerfeños. Siguieron en los meses sucesivos interpretando las más difíciles obras del repertorio de aquellos años, como Dios, mi brazo y mi derecho. La hija de las flores, La estrella de las montañas. El ramo de rosas, Adriana Lecouvrenr y ¡ Espinm de una flor! En abril y junio del 56 celebraron dos extraordinarias fim-ciones a beneficio de la compañía de bomberos, que organizaba en esta capital el prestigioso arquitecto don Manuel Oráa 64 FRANaSCO MARTÍNEZ VIERA y Alcorcha, teniendo ambas el éxito apetecido: que siempre supo Santa Cruz responder a toda obra patriótica y a toda saludable iniciativa. Conjuntamente con la actuación de la Sociedad de aficionados al arte de la Declamación, dio en ese año de 1856, un nuevo concierto, el celebrado violinista don Agustín Robbio, que tuvo la acogida cariñosa que siempre le dispensó nuestro público. De verdadero acontecimiento calificaron los periódicos la representación hecha por los aficionados el 4 de enero de 1857, de la comedia en tres actos, en « verso anticuado » ( decían), de don Luis de Eguilaz, « nuestro predilecto poeta » , titulada TM Vaquera de la Finojosa, escrita para el eminente actor Fernando Ossorio, muerto en plena juventud. Numerosa y selecta, cuentan las crónicas que fue la concurrencia, ocupando todas las localidades del teatro, y asistiendo todas las autoridades y la oficialidad de diversos buques de guerra surtos en el puerto. Eco del Comercio decía que la ejecución no dejó nada que desear. Los jóvenes intérpretes cumplieron a las mil maravillas su cometido y el público premió tan concienzuda labor llamándolos a escena y colmándolos de aplausos y de aclamaciones. Los principales papeles corrieron a cargo de doña Victorina Bridoux, doña Angela Mazzini, don José Suárez Guerra, don Eugenio Cambreleng y don Manuel Savoie; tomando también parte en esta obra, en papeles secundarios, la señorita María Domínguez y el joven don José Calzadilla y Qneve-do, que fueron muy aplaudidos. En el mes de marzo sigiu'ente, embarcó para la Península, a cursar sus estudios de Farmacia, don José Suárez Guerra, dejando un gran vacío en la Sociedad de Declamación, de la que era alma y que, con tanto entusiasmo y competencia, dirigía. Con este motivo se celebró una cariñosa reunión de homenaje y despedida, testimoniándole sus compañeros y admiradores el sentimiento que su ausencia les producía. Por los años a que hemos venido haciendo referencia, funcionaban en esta capital diversas sociedades dramáticas, además de la que dirigía don José Suárez Guerra, y que tuvieron también importantísima actuación. Y si bien siempre fueron frecuentes en nuestra ciudad los cuadros de aficionados de mérito relevante, hubo época como ésta que destacamos, que fue de grandísima afición al arte escénico, organizándose diversas agrupaciones de esta índole, y además, los distintos centros recreativos, establecidos de años, solazaban ANALES DEL TEATRO EN TENERIFE 65 a SUS socios y familias con interesantes representaciones teatrales, en las que tomaban parte elementos valiosos y se montaban obras de indiscutible importancia. Por los años a que nos referimos funcionaban, entre otras, la Sociedad Iris, que daba funciones en su local social y la sociedad El Progreso, que en 1857 se denominó La Aurora, fusionándose después con El Recreo y cuyo nuevo teatro, decorado y arreglado espléndidamente por don Gumersindo Robayna y con capacidad para 300 personas, se había inaugurado brillantemente en un amplio local de la calle del Tigre, tenemos entendido que en los bajos del viejo caserón de la esquina de José Murphy; La Lira, sociedad asimismo teatral, que celebraba frecuentes fim-ciones en su local, y El Recreo, instalado en la plaza de la Iglesia, con un hermoso teatro y preciosas decoraciones, pintadas por don Cirilo Romero, que era presidente de la popular sociedad. Ligeramente queda reseñada la labor de aquellas beneméritas sociedades de mitad del pasado siglo, tan entusiastas y tan interesadas en el desenvolvimiento artístico de la ciudad, a la que consagraban afanes y energías, poniéndose enteramente a su servicio y contribuyendo a la realización de grandes mejoras urbanas, fomentando instituciones patrióticas y ayudando a los menesterosos en su infortunio. ANikLBS DEl. TEATRO BN TENIBIFE.— 5 CAPITULO IX Los MÁS RUIDOSOS ÉXITOS DE LA ZABZUELA GRANDE Don José Suárez Guerra, director de la Sociedad de aficionados al arte de la Declamación, regresó de la Península en 1858. El Fénix de Caruirim, con tal motivo, hacía grandes elogios de esta importante agrupación artística, y auguraba ima nueva y fecunda etapa de sus actividades al tener de nuevo en su seno a su más vaUoso elemento. La Sociedad de Declamación, que tan grato recuerdo había dejado en su intenso y valiosísima actuación anterior había puesto en ensayo una de las más celebradas comedias de López de Ayala, tln hombre de Estado, estrenada en Madrid en 1850 y en nuestra capital, por la referida Sociedad, el 15 de marzo de 1858, constituyendo su representación un nuevo y legítimo triunfo para los aficionados. Seguidamente comenzaron los ensayos de Don Francisco de Quevedo, obra que ya habían desempeñado, y por último ensayaron y estrenaron la noche del 16 de mayo, el nuevo drama de don José Desiré Dugour, Un corazón de otros tiempos, tomando parte en su desempeño doña Victorina Bridoux de Domínguez, la señorita Eloísa Pérez y los señores Suárez Guerra, Cambreleng, Sarmiento ( Claudio), Savoie y Miranda. El drama del señor Dugour agradó mucho a la concurrencia y su autor fue llamado a escena aplaudiéndosele y haciéndosele entrega de una artística corona. Como fin de fiesta representaron la pieza en un acto. Un anuncio en el diario, del propio Dugour, y cuya acer- 6 8 FRANCISCO MARTÍNEZ VIERA tada interpretación corrió a cargo de la señora Mazzini y de los señores Savoie, Sarmiento y Miranda. Esta función tuvo otros alicientes: el estreno de una magnífica decoración cerrada, debida a los señores don Nicolás Alfaro, don Gumersindo Robayna y don Francisco Agiiilar, miembros los tres de la Sociedad de Bellas artes, viéndose obligados a salir al palco escénico, llamados por el público, que les ovacionó con el mayor entusiasmo, y una « |
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