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\\ m\{\ RUMEU DE ARMAS ( liiclor on Derccluí y doclor pii Ciencias Hisiliricas por la Universidad de Madrid ( íiradii en el que oblu\ o premio cxlraordi-narin), fne euledrálicn de lícn ¿ ralia e His-liiria en Inslituios de Enseñanza Media. En In acliinlidad es caledrálien en la Facnllad de FiiüSíilui y Letras de la Universidad de Uarfeliina, y colabnradur del (¡ niisejn Superior di' Invesligacinnes Cienlü'icas. La nionojíraria que lioy leñemos el liiinor de presentar, es el lillinm Irnln de una lariia y siílida pnidueeinn i'ienlíika, entre la que destacan las siguientes puhli-i'aeiones: Hisfoj- ia ric IH ceiisiira literaria en Exp/ Mifi ( Afíiiilar, Madrid, l') 4()), /.¡ i inoeii-líieiiiii V l/ i vaei/ iiíieiiiji ( iiilifíiM'nlii'fi en Es- / wilíi (\ alenda, l') 4l). El íw/ ii/ ii líe liis Al-ealdes de Musíales ( Toledii, l') 4()), Hisío-rirt ríe la IVevisió/ i social en Esparia ( Madrid, l') 44), (,'() l( jn e/ i liariTliina ( Escuela de Estudios Hispano Americanos, Sevilla, l') 4-)), y numerosos artículos de investiga-ciiin científica publicados en « Acción es-paíH) la » , « Kazdn y Fé » , « Universidad » ( Zaragoza), « Ke\ ista Internacional de So-ciologia » , « Revista del Trabajo » , « Revista de Esludios Políticos » y otras publicaciones periódicas. Ene galardonado con el Premio Maura I' 131, por su obra ( deas y pensaniienlo de JVIaura sobre el régimen municipal; con el Premio Marvá 1!) 42, por su citado libro sobre la previsión social en España; y recientemente, con el premio « Antonio de Nebrija » del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, por un extenso estudio, todavía en prensa, sobre Ataques pira-íicos y acciones navales contra las islas L'anarias. LOS VIAJES DE JOHN HAWKINS A AMERICA PUBLICACIONES DE LA ESCUELA DE ESTUDIOS HISPANOAMERICANOS DE SEVILLA XXXV ( N." general) Serie 3.*: Monografías Las noticias, asertos y opiniones contenidas en este trabajo, son de la exclusiva responsabilidad del autor. La Escuela de Estudios Hispano- Americanos sólo responde del interés científico de sus publicaciones. ANTONIO RUMEU DE ARMAS LOS VIAJES DE JOHN HAWKINS A AMERICA ( 1562- 1595) Sevilla, 1947 Primera edición; agosto de 1947. Con veintiséis láminas RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS Editorial Católica Española, S. A. - San Jacinto, toó - Sevilla ÍNDICE GENERAL Págg. PROLOGO XIII Abreviaturas utilizadas XIX CAPITULO I.— La política y la expansión comercial inglesa en la primera mitad del siglo XVI 1 I. Las relacionen diplomáticas ehtre España e Inglaterra. Iniciación de la política de hostilidad, 1.— II. Las empresas marítimas de Inglaterra. Evolución general de la piratería, 11.— III. Primer ensayo de expansión comercial. Expediciones inglesas al continente africano, 17 CAPITULO II.— Las factorías comerciales inglesas en Canarias. Primeras piraterías contra España 35 I. El comercio inglés con las Canarias, 35.— II. Política de hostilidad. Las primeras persecuciones de ingleses, 47.— III. Primeras piraterías contra España, 60. CAPITULO III.— John Hawkins y Pedro de Ponte 69 VII Págs. I. La personalidad de John Hawkins. Sus relaciones comerciales con Canarias, 69.— 11. El comercio de esclavos en el siglo XVI, 78.— III. Pedro de Ponte. Sus relaciones con John Hawkins, 87. CAPITULO IV.— Primera expedición de John Hawkins a las Indias Occidentales 107 I. Preparativos de la expedición. Escala en Canarias y Guinea, 107.— II. John Hawkins en la isla de Santo Domingo, 112.— III. Retorno de John Hawkins. ¿ Nueva estancia en Canarias?, 121. CAPITULO V.— Segunda expedición de John Hawkins a América 131 I. Segundo viaje de John Hawkins a las Indias, 131.— II. John Hawkins en América, 148. CAPITULO VI.— Intermedio diplomático. La expedición de John Lowel a América 171 I. Diego Guzmán de Silva y John Hawkins, 171. II. La expedición de John Lowell a América, 180.— III. Capitanes y pilotos ingleses al servicio de John Hawkins, en Canarias, 187. CAPITULO VIL— Tercera expedición de John Hawkins a las Indias Occidentales. La primera escala 195 I. Preparativos de la expedición. Primero. s incidentes, 195.— II. John Hawkins en Tenerife, 207.— III. Contacto entre los navios de la escuadra. Escala en la Gomera, 219. CAPITULO VIII.— John Hawkins en América. 229 I. Los ingleses en Guinea, 229.— II. JOhn Hawkins en las Antillas y Borburata, 241.— III. La escala en Río de la Hacha y Santa Marta, 251. CAPITULO IX.— John Hawkins en San Juan de Ulúa. La batalla del 23 de Septiembre de 1568 265 VIII , ,:.' Págs. I. La Armada de Inglaterra en San Juan de Ulúa, 265.— II. Conversaciones y tratos entre españoles e ing^ leses, 278.—^ III. La batalla del 23 de Septiembre de 1568, 291. CAPITULO X.— El retorno a Inglaterra 305 I. El retorno a Inglaterra, 305.— II. El botín y los prisioneros ingleses, 311.— III. Acción diplomática de España para incorporar a Hawkins a su servicio, 325. CAPITULO XI.— Cuarto y último viaje de John Hawkins a América 335 I. Hacia el epílogo de una vida, 335.— II. Los mandos en la expedición a América de 1595. La personalidad histórica de Francis Drake, 345. III. La expedición a América. Muerte de Hawkins y Drake, 363. APÉNDICE DOCUMENTAL 385 1. Declaración prestada por Mateo de Torres en 1568, con noticias sobre la fuga de los ingleses en 1560 385 2. Licencia dada a John Hawkins, por el capitán Lorenzo Bernáldez, para poder comerciar en la isla de Santo Domingo cuando su estancia en 1563 386 3. Carta del licenciado Alonso de Herrera al Rey con pormenores sobre la estancia de Haw-^ kins en la isla de Santo Domingo en 1568 388 4. Carta del licenciado Echagoyen, oidor de la Audiencia de Santo Domingo, al Rey, escrita el 4 de Noviembre de 1563 392 5. Carta del Capitán Lorenzo Bernáldez a Felipe II explicatoria de su conducta con John Hawkins 396 6. Declaraciones prestadas por varios vecinos de Santa Cruz de Tenerife ante el licenciado Armenteros sobr » la presencia en el puerto de corsarios ingleses 399 7. Carta de John Hawkins al gobernador de Venezuela Alonso Bernáldez. Año 1565 402 IX Págs. 8. Cabeza de la información practicada por el gobernador de Borburata, Alonso Bernáldez, sobre las violencias y atentados cometidos por John Hawkins en dicho pueblo para obtener la licencia comercial. Año 1565 403 9. Declaración del testigo Juan Pacheco en la información abierta en Borburata por el gobernador Alonso Bernáldez. Año 1565 405 10. Licencia para comerciar dada a John Hawkins, por las autoridades del Rio de la Hacha, el 21 de mayo de 1565 408 11. Certificado acreditativo de la buena conducta de John Hawkins en el Río de la Hacha cuando su estancia en 1565 409 12. Pliego interrogatorio de preguntas presentado por el fiscal de la Audiencia de Santo Domingo, licenciado Santiago, en relación con los tratos de John Hawkihs con los vecinos del Río de la Hacha. Año 1565 409 13. Carta del Concejo del Río de la Hacha al Rey, de 23 de junio de 1567, con pormenores del viaje de John Lowell 413 14. Carta del tesorero del Río de la Hacha Miguel de Castellanos, al Rey, de 1 enero 1568. 417 15. Carta de los regidores Hernando Castilla y Lázaro Vallejo, sobre la estancia de Montemps y Lowell en Río de la Hacha, escrita en 8 de enero de 1568 418 16. Escrito del Concejo del Río de la Hacha a Felipe II, dándole cuenta de las operaciones de John Lowell. De 8 de enero de 1568 421 17. Carta de Diego Ruiz de Vallejo, escrita en Nueva Segovia el 21 de abril de 1568, con noticias de las piraterías de Montemps, Lowell y Hawkins en Borburata 424 18. Copia de la información que en la Inquisición de Canarias resulta cpntr^ Bartholome de Ponte, vezino y regidor de la isla " de Tenerife, preso en las cárceles de este Sancto Officio 427 19. Declaraciones prestadas por varios testigos ante la Inquisición, sobre la estancia de John Hawkins en Tenerife y La Gomera, 1567 429 X 20. Carta de las regidores del Río de la Hacha, de 26 de Septiembre de 1568 435 21. Carta del tesorero Miguel de Castellanos dando cuenta a Felipe II de la segunda estancia de Hawkins en el Kío de la Hacha. Escrita el 26 de septiembre de 1568 438 22. Carta del Gobernador Martín de las Alas y de los regidores de Cartagena de Indias, dando cuenta al Rey de haber rechazado el ataque de John Hawkins. Escrita el 30 septiembre de 156S 441 23. Cartas de los Alcaldes y Corregidor de la villa de Veracruz a la Real Audiencia de Méjico, participando el arribo de Hawkins a San Juan de Ulúa 444 24. Información testifical practicada en Vera-cruz el 5 de Octubre de 1568 por el Alcalde mayor Luis Zegrí sobre el combate de San Juan de Ulúa. Declaraciones de ingleses prisioneros 445 25. Declaración prestada en Jalapa por el contramaestre del " Jesús of Lubeck", Robert Barrett 454 26. " Declaración de unos ingleses, mandadas tomar por el general de armada don Francisco de Luxán, en San Juan de Ulúa, sobre el combate que dicho general tuvo con el general inglés Juan de Aquines". 1568 460 27. Cabeza de la información ordenada practicar por el Virrey de Méjico don Martin de En-riquez, sobre la batalla de San Juan de Ulúa ... 472 28. Declaración del capitán Antonio Delgadi- 11o en la información antes citada 475 29. Declaración del capitán Juan de Ubilla, almirante de la flota de Nueva España, en la información antes citada 478 30. Relación del suceso acaecido entre el general inglés Juan de Aquins y la armada de Nueva España en el puerto de San Juan de Ulúa. Año 1568 4? 2 Erratas 485 XI ÍNDICE DE LAMINAS Frente a I. Sello de Felipe y María, reyes de Inglaterra 8- 9 II. Isabel de Inglaterra 8 - 9 III. El navio " Minion" 24 IV. John Hawkint, 69 V. Blasón y autógrafo de Pedro de Ponte ... 76 VI. El pueble de Adeje, con la casa fuerte guai- ida de Hawkins 112 VIL Lisboa en el siglo XVI 128 VIII. Londres, emporio de las empresas co-mei- ciales y piráticas inglesas 136- 137 IX. La isla de Tenerife y el puerto de Adeje 136- 137 X. Escudo de armas de John Hawkins 176 XL Felipe II, por Pantoja de la Cruz 184- 185 XIL Navio inglés del siglo XVI 184- 185 XIII. Francis Drake en su juventud 192 XIV. El " Jesús of Lnbeek" 200- 201 XV. Sir William Cecil 200- 201 XVI. La ;¡ udad de Plymouth, sede de los Hawkins en el siglo XVI 208 XVII. San Sebastián de La Gomera 224 XVIII. John Hawkins 240 XIX. La isla de San Juan de Ulúa en 1590... 272 XX. El almirante Sir Francés Drake 304 XXI. Relación de los ingleses cautivos en San Luis de Tampico 320 XXII. William Cecil, Lord Burleigh 328 XXIII. La reina Isabel de Inglaterra 336 XXIV. Francis Drake 352 XXV. El navio inglés " Ark Royal", análogo al " Jesús of Lubeck" 368 XXVI. Sir John Hawkins 376 XII P R O L O G O La interesante personalidad del navegante y corsario inglés John Huwkins— el Juan Acles o Juan Aquines de nuestros documentos y crónicas— es muy poco conocida por los españoles, no obstante la importancia que tiene su figura en el marco general de la historia americana del siglo XVI. Y menos conocida todavía si se hace abstracción de algunos episodios piráticos o acciones de Índole militar, que no reflejan, ni mucho menos, la verdadera significación de la personalidad de Hawkins, cuyos viajes y empresas tienen mucha máfi honda trascendencia en el presente de su siglo y para el futuro, que el de unos simples encuentros navales en las inmensidades del Océano o en las encrucijadas de los puertos del Caribe. John Hawkins, hombre al mismo tiempo de empresa y acción, es uno de los más grandes marinos de Inglaterra de todos los tiempos. Bien es verdad que su figura no tiene el brillo estelar de los grandes astros de la constelación inglesa; pero cuanto carece de brillo gana su personalidad en alcance trascendente, ya que su nombre evoca no solo decisiones y empresas de alto valor material y moral, sino también la base y fundamento de doctrinas revolucionarias en el orden internacional que acabaron por prevalecer en las relaciones entre los pueblos, y que la misma España hubo de aceptar a regañadientes a medida que se acentuaba su ocaso político. Cuando John Hawkins penetra con paso firme en el mundo en que se movía su familia, de expediciones náuticas de cortos alcances o empresas comerciales de reducidos vuelos, el panorama naval geográfico del pveblo inglés era bien reduci- XIII do: el Canal, las costas occidentales de Europa, / as- ¡ í- las Canarias y, como máxima aventura, Cabo Verde y Guinea, en lucha enconada con los navios de resguardo de Portugal, atentos a la defensa de los privilegios del reino lusitano, copartícipe con España en el dominio del mundo desconocido y nuevo. Portugal y España, los dos pueblos' descubridores por excelencia, se habían precipitado a hacer valer sus derechos ante la Corte pontificia, para autorizar, sancionar y consolidar estos derechos, nacidos de convenios mutuos y de la posesión y descubrimiento de las nuevas tierras, con el marchamo oficial de la concesión pontificia. Abonaba este paso la doctrina de los teólogos que había engendrado, por tradición, el principio del poder temporal de los papas sobre las tierras de infieles, y la concesión pontificia tenía más bien un sentido pasivo de exclusión de las demás naciones que formaban la Cristiandad, en el disfrute y ocupación de las nuevas, ricas y maravillosas tierras del Oriente y Occidente. Este fué el significado de tantas y diversas bulas en beneficio de Portugal y España, que c^ dminan en las famosas " ínter caetera" y que dieron pie a acuerdos y convenios políticos Q7ie culminan también en el tratado de Tordesillas. A las naciones desheredadas del orbe no quedaba otro papel que el de teatigos de épicas grandezas ajenas. Mas a este papel no se avinieron ni Francia ni Inglaterra,, nacioneft ambas de vieja tradición marinera, que desde comienzos del siglo XVI, empezaron a organizar expediciones para ver de introducirse en el mundo misterioso, que la abundante literatura de viajes de la época pintaba rebosante de todo género de riquezas. Si esta táctica de reivindicaciones tardías no se agravó hasta la mitad exacta del siglo XVI, por lo que respecta a Inglaterra, fué debido, más que a otra cosa, a que los ingleses, después de los viajes a América de los Cabotos, formaron pobrísima idea de los territorios de Indias, sin restar eficacia, aunque siempre en menor escala, a las prohibiciones derivadas de las bulas pontificias y a las buenas relaciones de amistad y alianza entre las cortes española e inglesa. Todas estas circunstancias cambiaron a la muerte de María Tudor, después de la más estrecha alianza que Inglaterra haya tenido jamás con España. Las relaciones entre Felipe II y su cuñada Isabel de Inglaterra se hicieron cada vez más hostiles, hasta acabar en 1588, después de treinta años de guerra oculta, en lucha despiadada y sin cuartel; la autoridad de los pontífices quedó desvirtuada por el cisma y la herejía e invalidan das, por tanto, aunque con escasa base jurídica, las concesiones de tierras y mares del " obispo de Roma", y en cuarito a XIV la riqueza de las Indias nadie dudó en Inglaterra de su portentosa prodigalidad cuando se conocieron los pormenores de la conquista de Méjico y el Perú, y más todavía cuando los navios piratas hicieron sus primeras entradas en los puertos de la Gran Bretaña llevando como lastre en sus bodegas el oro y la plata robado a los navios tesoreros hispanos. Este fué el ambiente que le tocó conocer a John Hawkina cuando en plena juventud limitaba su actividad al tráfico CO' mercial y honrado con las islas Canarias, base de su crédito y principal fuente de ingresos de su familia. Y de este ambiente fué del que quiso desvincularse, al captar tan favorables circunstancias para, guiado por su audacia, lanzarse en pos de la aventura... Además, Hawkins se incorporó al mundo en que se movian navegantes, corsarios y piratas, cuando la piratería evolucio-naba, como fruto de las corrientes económicas de la época, hacia su segunda fase. Sin desaparecer el ataque aislado ai navio en ruta o el desembarco improvisado en alguno de los parajes o viUa. s de la costa, empezó a coexistir con esta forma, ruda y primitiva, una piratería comercial que aspiraba a obtener pingüe ganancia violando las leyes prohibitivas del comercio libre, implantadas por la administración española en América, siguiendo la pauta de los portugueses en sus posesiones africanas y asiáticas y de acuerdo con las doctrinas económicas de la época. Inglaterra pasaba entonces por un gfan momento de prosperidad industrial y Hawkins pensó aprovechar esta coyuntura para compensar él déficit que la absurda política monopolizadora de España producía en los mercados del Caribe, pues la metrópoli no daba abasto con las flotas para cubrir las necesidades y demandas de las colonias. Primero la carestía, y como consecuencia de ella, el contrabando pirático, fueron los frutos de semejante táctica; contrabando que alentaban los propios naturales, especuladores y asentistas, y que no pudieron combatir las autoridades interiores, a veces cómplices de estos tratos ilegales. Hawkins pensó explotar además otra mina de inealculable riqueza, en este tráfico ilegal y clandestino: el comercio negrero, el inmundo trato de seres racionales, cazados a lazo en Guinea, para abastecer los mercados esclavistas de América y cubrir la continua demanda de mano de obra en todo el continente nuevo. Este fué el ambiente que conoció Hawkins en los años inmediatos que precedieron a sus viajes por América, y estos son los planes que él concibió como de posible desarrollo allá por el año 1560. Mas la empresa no era fácil; para ello había que violar principios y apotegmas que regían entre las naciones cristia- XV ñus del orbe, estableciendo nuevos fundamentos, muchas veces arbitrarios, en que se asentase el derecho de gentes. A esta tarea se aplicó igualmente John Haivkins: de aquí la importancia internacional de su figura. Hawkins defendió y simbolizó frente al mare clausura de españoles y portugueses el principio del mare liberum, y rompió con " líneas" y barreras para que las quillas de sus navios tuviesen por norte todos los mares de la tierra. Haivkins defendió y proclamó a los cuatro vientos, frente al tráfico monopolizado y exclusivista, el principio de la libertad de comercio, en beneficio de todas las naciones del orbe, y Hawkins dio pié con sus actos al triunfo de otro principio, este sí monstruoso, que concedió patente de lenidad a todos los crímenes y atropellos cometidos por los piratas en América, el principio que se formuló con la célebre frase: There is no peace beyond the Une"; es decir, que los actos hostiles perpetrados fuera de los límites de Europa no debían ser considerados como rompimiento de la paz europea, dado el estado salvaje y ajuridico de las Indias. En torno a estos tres principios giran todos los viajes y las empresas de Hawkins. Sin embargo, John Hawkins no hubiera sido lo que fué, ni sus empresas se hubieran podido jamás realizar, sin la colaboración española; este es un signo general en la historia de los viajes del siglo XVI, que lo mismo afecta a él, que a su discípulo Drake, que a los demás navegantes ingleses, franceses u holandeses. La ciencia náutica peninsular-— hispano-lusitana— estaba tan distanciada de los rudimentarios sistemas de navegación meridionales, que el Océano era vn auténtico mare clausura para los extranjeros, si no contaban con la colaboración y el apoyo de los pilotos ibéricos, traidores a sus respectivas patrias y vendidos al oro extranjero. Los británicos, como sus antecesores los franceses, estaban en condiciones, por sus conocimientos náuticos, de arribar a las costas del Nuevo Mundo; pero como se arriba a un país virgen, en busca de puertos, surgideros y refugios, ignorantes de los peligros, temerosos de cualquier asechanza; en las mismas condiciones psicológicas y prácticas en que arribó Colón a las Antillas en H. 92. En estas circunstancias llegaron, por ejemplo, al Brasil Paulmier de Gonneville, en 1503, y William Hawkins, en 1530. Pero cuando la piratería comercial clandestina quiso abrir las puertas del mercado americano, fué preciso a los franceses y a los ingleses la colaboración de los pilotos de España y Portugal, traidores a sus respectivas patrias, porque la ciencia náutica y los conocimientos prácticos acumulados en un siglo de XVI descubrimientos no se improvisaban al conjuro de la, audacia o de la aventura... Precisamente esta colaboración española en los viajes de Hawkixis, es la nota más singular y destacada en el relato general de los mismos y lo que puede ofrecer al lector mayores sor-mesas y novedades. Esta colaboración se manifiesta en el apoyo que prestó a iodos sus empresas un misterioso personaje español, afincado en Canarias, semigenovés por su patria, y semijudáico por su raza, Pedro de Ponte, quien asociado a los negocios del inglés, fué su constante valedor, su más eficaz agente, su factor siempre discreto y decidido, y el cerebro director de una pequeña red de corresponsales, diseminados en las Antillas y costas sudamericanas, para el contrabando de géneros y productos extranjeros; esta colaboración se manifiesta, de manera aun más valiosa^ y eficaz, por la participa^ ción constante en sus viajes de marinos y pilotos españoles, como Juan Martínez, como Cristóbal de Llerena, como Bartolomé González, y como tantos otros pdotos anónimos que, motu pioprio o forzados con malas artes y violencias, enseñaron al pirata los secretos de la navegación y pusieron sobre su mesa cartas y derroteros; esta colaboración se manifiesta, por último, en sus secretos pactos y convenios con las autoridades coloniales, que débiles ante el soborno y más débiles ante los atropellos, violencias y vejaciones del pirata, dieron con su debilidad alas al corsario y sembraron la ruina de los establecimientos, al convertir en endémica una plaga que quizá pudo ser abortada en ciernes... Esta colaboración se manifiesta, si se quiere, en la absurda política mercantil de la metrópoli, que convertía al contrabando en legítima defensa contra el abandono económico y en forzada medida para satisfacer las más perentorias necesidades de la vida en islas y puertos, donde el oro, la plata y las perlas no daban para comer ni para vestir. Muchas pruebas de esto pueden verse en las páginas de este libro. Por todos estos motivos, los cuatro viajes de John Hawkins a América, episodios los más destacados de su biografía, se salen del relato meramente histórico o geográfico, para cobrar el calor de algo nuevo y vivido, lleno de dramáticas sugerencias y de valiosas enseñanzas. Su figura, por lo siniestra, no puede ser simpática jamás a los españoles. Maestro y amparador de todos los grandes corsarios de la reina Isabel de Inglaterra, propulsor y organizador constante de expediciones contra España y sus colonias, reformador enttisiasta y silencioso de su marina hasta prepararla para el triunfo contra la Invencible, a Hawkina no le XVII pueden regatear los ingleses el mérito de haber piteíto la primera piedra en el colosal edificio que con el tiempo sería el Imperio británico, pero por contragolpe, los españoles verán siempre en él al enemigo de su poderío y a quien disparó la primera piedra para abatir el inmenso edificio que, con tanto esfuerzo como sangre, habían levantado los españoles por todas las zonas del Ecúmene. Barcelona, mayo de 1947. Día de San Fernando. ! i XVIII ABREVIATURAS ( Depósitos de fondos) Archivo General de Indias, de Sevilla. Archivo de Simancas. Archivo Histórico Nacional de Madrid. Biblioteca de la Real Academia de la Historia. Biblioteca Nacional de Madrid. Museo Naval de Madrid ( Archivo- Biblioteca). * * * British Museum de Londres. Public Record Office de Londres. A. C. T.: Archivo del antiguo Cabildo de la isla de Tenerife ( hoy Ayuntamiento de La Laguna). M. C.: El Museo Canario de Las Palmas ( Biblioteca- Archivo). A, A. A. A. B. M. B. P. I.: S.: H. N.: de la H. N.: N. M. R. ; . 0.: XIX CAPITULO I lA POLÍTICA NAVAL Y LA EXPANSIÓN COMERCIAL INGLESA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVI SUMARIO: I. — Las relaciones diplomáticas entre España e Inglaterra. Iniciación de la política de hostilidad: Rivalidad medieval; El corso; Acercamiento diplotaático; Enlaces matrimoniales; Hostilidad de Isabel de Inglaterra. II.— Los empresas marítimas de Inglaterra. Evolución general de la piratería: Los Cabot; La piratería comercial. III.— Primer ensayo de expansión comercial, expediciones inglesas al continente - africano: Berbería y Guinea; Los viajes de Thomas Wyndham, * William Towerson y John Lok. I. Las relaciones diplomáticat entre España e Inglaterra. Iniciación de la política de kostiiidacl. Durante las primeras décadas del siglo XVI, las relaciones entre España e Inglaterra se habían caracterizado, en la generalidad de los casos y frente a las vicisitudes del tiempo, por su extrema, o si se quiere, buena cordialidad. La política internacional de los Re- 2 A. RUMEU DE ARMAS yes Católicos, orientada contra Francia, como rival secular de Aragón, por el predominio en Italia, había de conducir lógicamente a estrechar los lazos entre ingleses y españoles, aquéllos en defensa de sus intereses^ también seculares, en Francia, y éstos obedeciendo a las causas apuntadas. El recuerdo de la participación de Castilla en diversas ocasiones como aliada de Francia contra Inglaterra a lo largo de la baja Edad Media no fué bastante para desvirtuar los intentos de apoyo y alianza, porque aquella hostilidad momentánea o nació de rivalidades dinásticas, que pronto se apaciguaron, o fué resultado de la guerra de corso, deporte marítimo por desgracia tan frecuente en la Edad Media como en la. Moderna. La potencia naval castellana creció de tal manera a comienzos del siglo XIV, que durante la guerra de los Cien Años Francia e Inglaterra se disputaron con ahinco la amistad de Castilla, firmemente convencidas ambas de que el peso de su flota se haría sentir en la balanza de la victoria. Con razón podía decir la Crónica de Alfonso XI refiriéndose al rey francés " que si oviese amistad con el Rey de Castiella, que rescebiria del muy grand ayuda por la mar, et que seria en grand daño del Rey de Inglaterra" ^ Después del convenio entre Castilla y Francia de 1336, las naves peninsulares combatieron sin tregua ni cuartel contra los navios de la Gran Bretaña. En 1372 una escuadra castellana mandada por el almirante Bocanegra combatió frente a La Rochela con - una poderosa flota británica, con tan extraordinario éxito en la operación que fueron hechos prisioneros,, 1. Biblioteca de Autores E& pañoles ( Rivadeneyra), tomo LXVI, pág. 285. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 3 de resultas de la misma, el almirante inglés, 400 caballeros y 8.000 infantes. Después de este triunfo. La Rochela hubo de sucumbir desamparada y los castellanos pudieron acuñar, altaneros, una medalla con la inscripción: " Anglis proelio navali superatis et fuga-tis, 1373". Los navios castellanos llegaron incluso a atacar directamente a Inglaterra, pues en 1374 diversos puertos de la costa fueron saqueados e incendiados. En 1377, una escuadra combinada franco- castellana volvió a devastar las regiones costeras de la Gran Bretaña causando daños por doquier. Walsingham, Ply-mouth, Folkestone y Dover pagaron en daños y víctimas su tributo de guerra. Al año siguiente los castellanos asolaron las costas de Comwall, y dos años más tarde, en 1380, el almirante Fernán Sánchez de Tovar asestó el más duro golpe de aquella conflagración al penetrar con veinte navío" s en el Támesis hasta llegar a las inmediaciones de Londres, sembrando la desolación en toda su ruta. Más adelante, cuando en 1415 volvió a encenderse la guerra en el escenario europeo el conde de Buelna, don Pedro Niño, emprendió su famoso crucero por las costas inglesas que tanta celebridad daría a su nombre. Además una escuadra de Castilla condujo a Francia un ejército escocés auxiliar de cerca de 5.000 hombres y los navios cántabros colaboraron activamente en toda aquella campaña, que culminó con la expulsión de los ingleses del suelo francés. Los castellanos apoyaron desde el mar la conquista de Normandía, el bloqueo de la Gironda, el sitio de Burdeos y la expugnación de Bayona ^. 2. Eichard Konetzke: El Imperio español. - Madrid, 1946. Página 27- 29, a quien seguimos. 4 A. RUMEU DE ARMAS " La guerra naval entre Castilla e Inglaterra— dice Richard Konetzke— se llevó a cabo también en forma de piratería y sin escrúpulos. Los reyes de Castilla concedieron a sus marinos patentes de corso para la captura de barcos ingleses, y éstos procedieron con no menos violencia. Los corsarios no se preocupaban a menudo de la nacionalidad de sus víctimas, viendo en la guerra en corso un negocio de gran rendimiento. El comerciante marítimo se convirtió así en corsario. Esta captura de barcos, realizada recíprocamente por los dos países, y que no cesaba ni en tiempos de paz, fué durante los siglos XIV y XV un motivo constante de quejas y protestas entre los monarcas de Castilla e Inglatrra, de igual manera que, a su vez, los reyes de Aragón y Portugal protestaban de los ataques de los piratas ingleses contra sus subditos en ruta hacia los Países Bajos o Inglaterra". ^ Mas ni esta plaga endémica de la piratería, ni el recuerdo de aquellos hechos militares pasados fueron bastantes para enturbiar las buenas y cordiales relaciones de principios del siglo XVI, cuando la unión de Castilla y Aragón, tras el matrimonio de Isabel y Fernando, cambió el signo de nuestra política exterior y nos colocó en posición antagónica con Francia y en perpetua rivalidad con ella. La alianza con Inglaterra venía a coronar esta política de equilibrio antifrancés. El matrimonio concertado en 1496 y confirmado en 1501 entre la infanta doña Catalina, hija menor de los Reyes Católicos, y el príncipe de Gales, Arturo, hijo de Enrique VII; y el segundo enlace de la misma Infanta, en 1509, con su cuñado el príncipe don Enrique— el futuro Enrique VIII—, vinieron a estrechar 3. Ibid., pág. 29. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 5 con los lazos de parentesco las relaciones cordiales que « ntre ambas cortes existían, sirviendo a las interesa-, das miras que de tal unión los dos grandes pueblos europeos se prometían. De esta manera se explica la intervención de Inglaterra en la Liga Santa contra Francia en 1511, que, aunque preconizada por el papa Julio II y contando con la colaboración de Venecia y Alemania, tenía a España y a don Fernando el Católico como sus genuinos y auténticos promotores. El resultado de aquella general conflagración contra Luis XII fué la expulsión de los franceses de Italia y el afianzamiento definitivo de España en la península del Lacio. En los postreros años del reinado de Fernando el Católico pareció que esta alianza se consolidaba aún más al ajustarse el matrimonio de María, hermana de Enrique VIII, con Carlos, nieto del soberano español y futuro Emperador; pero la facilidad con que se invertían las alianzas, como fruto de la hábil e inquieta diplomacia del siglo, llevó ahora a Enrique VIII a unirse políticamente con el rey francés, estipulándose el matrimonio de Luis XII con María, la prometida del futuro Emperador ( 1514). Sin embargo, la pronta muerte del monarca franco, seguida de la de Fernando el Católico, anuló el efecto de esta alianza, pues se impuso asentar la política internacional sobre otras bases. En el momento en que Carlos I de España ocupó el trono de sus mayores vivíamos de hecho en paz con Inglaterra, paz que no se alteró por la pretensión— apenas insinuada— de Enrique VIII a la Corona imperial. En cambio, cuando al acentuarse la rivalidad entre Carlos I y Francisco I la guerra se hizo inevitable, ambos monarcas se disputaron la alianza del sor berano inglés, consiguiéndola, al fin, Carlos después de la entrevista con Enrique VIII en Dover. En aquella 6 A. RUMEU DE ARMAS ocasión supo ganar el Emperador a su partido, con extraordinaria habilidad, no sólo al rey de Inglaterra, sino también al cardenal Wolsey, favorito e inspirador de éste, y obtuvo como fruto el tratado de Wind-sor ( 1520), por el que Inglaterra. declaraba la guerra a Francia. Esta se sostuvo sin grandes ventajas para los britanos, hasta que en 1525, al llegar a Londres la noticia de la gran victoria de los imperiales en Pavía y de la prisión de Francisco I, los ingleses pensaron en aprovechar la situación para invadir el continente. El tratado de Madrid ( 1526) cortó las alas del monarca inglés, quien además consideró que lo en él estipulado lesionaba los intereses de su pueblo. Esto unido a la lentitud con que se llevaban las negociaciones de matrimonio de su hermana María con el César, dispuso el ánimo de Enrique VIII en actitud fría y calculada con respecto a España. La guerra mientras tanto volvía a ensangrentar el suelo europeo, haciendo teatro a Roma del feroz saqueo de los imperiales. Las relaciones hispano- inglesas se trocaron entonces de semicordiales en hostiles; si bien es verdad que la participación de Inglaterra en el frente de los enemigos de España no supuso a ésta peligro verdadero para la seguridad peninsular ni para la integridad de nuestras posesiones de allende los mares. El teatro europeo absorbió la atención general de las naciones. Eran los turbios años de la política inglesa, en que los apetitos desordenados del rey Enrique VIII, al pretender divorciarse de Catalina de Aragón para contraer matrimonio con Ana Bolena, le llevaron a apoyar la Liga Clementina, contra el César, preparada por Francisco I y el papa Médicis, con el propósito de humillar a España y expulsar a los imperiales de Italia. Influía en no poca escala en esta In- VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 7 teresada alianza la actitud hostil del cardenal Wolsey hacia el Emperador, resentido contra éste al no haber apoyado su candidatura al Solio pontificio, e interesado en hacer creer a su soberano que erigiéndose en protector del Papado podía conseguir fácilmente el divorcio de la princesa española. La tirantez de relaciones entre España e Inglaterra aumentó al finalizar la contienda empeñada en los campos de Europa. El César hizo valer todo su influjo para impedir el divorcio dé Enrique VIII de su legítima mujer la infanta española doña Catalina; y el papa Clemente VII confirmó el matrimonio por resolución de 23 de marzo de 1533, y defendió con singular tesón la indisolubilidad del vínculo sacramental. Enrique VIII respondió a la conminación del Papa haciendo revalidar su segundo matrimonio por el Primado inglés, e Inglaterra se separó abiertamente de la Iglesia católica para lanzarse por los abismos del e^ ror y del cisma. La muerte de la reina doña Catalina, dos años después, suavizó algo las relaciones entre Inglaterra y España, hasta el punto de que en la tercera guerra de rivalidad entre Carlos I y Francisco I éste no pudo contar ni con la alianza ni con el apoyo del soberano inglés, descontento porque el rey de Francia no había imitado su ejemplo separándose del catolicismo. Años después las conveniencias se sobrepusieron a los principios ideológicos, y Carlos I y Enrique VIII volvieron a pactar mutua alianza. Ocurría esto en 1543, cuando, rotas de nuevo las hostilidades entre España y Francia, la alianza inglesa podía suponer a la primera un buen apoyo en que cimentar la victoria. Juntos lucharon ingleses y españoles en el continente, pretendiendo los primeros que Francia abandonara a Escocia, mientras los segundos ansiaban lo mismo res- * • '• ' * •. ' • . ' •' 8 A. RUMEU DE ARMAS ' • a, ' • ) pecto a Turquía. La guerra por mar y por tierra n » v . > fué muy afortunada, y terminó separadamente para • ' ambos contendientes, pues España firmó paces en Crespy en 1544, mientras Inglaterra lo hacia dos años • . j.' después en Campe, obteniendo ventajas pecuniarias/ Al año siguiente, 1547, moría Enrique VIII, sin que nada más se señale de particular, respecto a España, ' en su reinado. Durante el breve gobierno de su hijo y sucesor ? . Eduardo VI ( 1547- 1553) las relaciones entre España e Inglaterra se mantuvieron dentro del terreno de una fría amistad oficial, procurando la corte inglesa evitar por todos los medios el rompimiento con Carlos I, te- ¡ ' íj merosa, después de la victoria de Mülhberg, de que pudiese formarse en el continente una liga de Estados católicos para combatir el anglicanismo. Y si bien es verdad que Inglaterra se separó cada vez más, en su ,; reinado, de la doctrina católica, pasando abiertamen- ., te del cisma a la herejía protestante, no es menos cier- ' íff- to que para complacer a España se consintió a María * '^ Tudor la práctica del culto católico en su propio palacio. ,* Con la muerte de Eduardo VI cambió por completo el panorama de las relaciones hispano- inglesas. De la fría cordialidad se pasó de improviso a la alian- ; za más firme y estrecha que registra nuestra historia en sus relaciones con aquel país. Recaía la corona en María Tudor, la hija de Enrique VIII, y de su primera . mujer, j Catalina de Aragón, ferviente católica, dis- .; ; puesta a hacer prevalecer en su reino la verdadera religión y a buscar en el apoyo de la poderosa España el firme resorte que la sostuviese frente al mundo pro- • testante, subvertido y derrotado por su enérgica y se- » ^, gura mano. No escapó a la sagacidad de Carlos V la feliz ca- Lámina 1.— Sello de Ftlipe v María, reyes de Inglaterr. i ( British Museum) Lámin » II.— Isabel de Inglaterra ( Nacional Maritime Museum, Gretnwich). VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 9' yuntura- que se presentiaba de consolidar el catolicismo en Inglaterra, al mismo tiempo que aseguraba su; dinastía en la Gran Bretaña, y así es que no dudó un momento en imponer a su hijo el príncipe don Felipe ( viudo ya de su primera mujer, la infanta portuguesa doña María Manuela) el matrimonio con la reina, de Inglaterra. De esta manera durante los cinco años del reinadoi de María Tudor ( 1553- 1558) las relaciones entre España e Inglaterra se mantuvieron estrechísimas, participando, las fuerzas de ambas monarquías en comunes empresas militares y sin que entre los dos pueblos-hubiese el menor acto de hostilidad armada. La muerte de María Tudor en 1558 elevó al trono-de Inglaterra a Isabel, hija de Enrique VIII y Ana Bolena, proclamada con general regocijo por el Parlamento el día 17 de noviembre de aquel mismo año. Las circunstancias políticas de Europa excluían toda otra solución y la nueva Reina tuvo no sólo la simpatía sino la ayuda de Felipe II. No hay que olvidar que María Estuardó estaba casada con el heredero de la Corona de Francia, y que, caso de recaer en ella la sucesión de Inglaterra, quedaba roto al instante el equilibrio europeo al unirse bajo un mismo cetro Francia, Inglaterra y Escocia. Por eso explica que el rey de España ayudase a la reina protestante, y que fiados en las consecuencias de tal ayuda la aceptasen, si no con júbilo, por lo menos sin protesta, los católicos ingleses. La pérdida de Calais— en tiempos de María Tudor y ayudando a España en la guerra contra Enrique II— había avivado » el odio tradicional de los ingleses contra Francia, odia en el que iba envuelta la animosidad hacia Escocia; a 10 A. RUMEU DE ARMAS SU vez Felipe II, no obstante sus paces con Francia y su reciente matrimonio con Isabel de Valois, continuaba recelando de la nación vecina y buscaba en la alianza inglesa el modo de defenderse contra aquel peligro. Cuando murió la reina María Tudor, la religión oficial de Inglaterra era la católica, y por un obispo católico fué consagrada la nueva reina Isabel. Vigorizada en el reinado anterior, comulgaban en ella las dos terceras partes de los ingleses, casi toda la aristo- ' cracia y muchos funcionarios; y hasta la misma reina Isabel gustaba de las brillantes ceremonias del culto católico y la seducía el orden y engranaje de la jerarquía eclesiástica, que armonizaba con sus ideas y deseos absolutistas y centralizadores. Felipe II, atento siempre a consolidar el catolicismo, combatiendo la herejía por todos los medios, no vaciló en solicitar la mano de Isabel cuando apenas ésta se acababa de sentar en el trono; más la reina inglesa lo entretuvo con astucia, dando largas hasta tanto que se afianzaba en el poder. Creyendo el rey de España que tal negativa tácita obedecía a antipatía personal, gestionó entonces, con el fin de darle un marido católico, el matrimonio de Isabel con su primo " Carlos, hijo del emperador Femando I; mas aquélla, sin apearse de su táctica, dio de nuevo largas al proyecto matrimonial, porque sus propósitos de ideas religiosas iban ya por muy distinto camino del que se proponían los monarcas católicos de Europa. En medio de su semi- indiferencia religiosa— que notaron con asombro y consignan los embajadores extranjeros—, Isabel creyó tomar el partido más conveniente para ella volviendo al anglicanismo, establecido por su padre y arraigado durante el gobierno de JSduardo VI. Separábale del catolicismo, aparte de los VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 11 antecedentes de su madre y de su padre, ambos excomulgados, la sumisión al Papa, de la que también protestaban con energía buena parte de sus subditos. De acuerdo con el Parlamento, Isabel restableció el Acta de Supremacía y el Acta de Uniformidad ( 30 de marzo y 18 de abril de 1559), disposiciones que pusieron frente a ella a los católicos, con casi todos los obispos a la cabeza, y que produjeron de rechazo las más violentas persecuciones que registran los anales de las contiendas religiosas. Frente a este violento cambio de postura, la posición del monarca español fué de cordura extrema. Quizá no olvidase, ahora ni después, Felipe II la recomendación de su padre el César, en la famosa " Instrucción" de 1548, de mantener la amistad con los ingleses a toda costa. Las relaciones entre ambas cortes se convirtieron en frías y hostiles, y bajo una apariencia de paz ambos reyes y sus respectivos pueblos se declararon una guerra disimulada y sorda que duró largos y largos años, hasta estallar de manera extraordinariamente violenta en 1588. Más justo es reconocer que la provocación partió siempre de Isabel de Inglaterra y que Felipe II se dejó arrastrar contra su voluntad y velando por los fueros de la dignidad regia y de la de su pueblo, en una guerra, disimulada o franca, que abominaba en lo íntimo de su conciencia. La provocación de Inglaterra y de su Reina a España, en esta primera fase de amistad simulada o guerra disimulada, se manifestó ostensiblemente fomentando y amparando el corso en aguas americanas, II. Las empresas marítioias de Inglaterra. Evolución general de la piratería. El descubrimiento de América y la difusión de la abundante literatura a que tal hecho dio lugar no dejó 12 A. RVMEU DE ARMAS de impresionar a Inglaterra, pueblo de viejas tradiciones marineras y avezado a las más arriesgadas empresas. Así, pues, no es de extrañar que se despertase en ella, lo mismo que en otras naciones de Europa, la sed de descubrimientos y la manía de los viajes, que hacían arder en ira al mismo Cristóbal Colón, monopo-lizador oficial de la empresa del Nuevo Mundo. Bien es verdad que en contra de las naciones europeas que no fuesen España o Portugal se interponía para impedirlo la famosa Bula de demarcación del papa Alejandro VI dividiendo el Océano y sus pertenencias entre ambos pueblos peninsulares; pero también es verdad que tal Bula no tuvo eficacia real sino en cuanto dirimió las contiendas surgidas entre las dos naciones ibéricas, y que a los demás pueblos europeos no les preocupó demasiado el hacerse sordos a las voces de Roma. Por otra parte, siempre había un expediente fácil a que acudir en las circunstancias extremas: la ficción de anteriores viajes y descubrimientos que ponían entonces en tela de juicio la validez de la Bula alejandrina. Recuérdese para el caso lo expuesto por Enrique VII con ocasión del viaje a América del Norte de Giovanni Cabot. Así, pues, antes de que hubiese transcurrido un lustro del descubrimiento de las Indias Occidentales, los ingleses, con su monarca Enrique VII a la cabeza, empezaron a tomar medidas para ver de introducirse en aquel maravilloso mundo. Giovanni Gabotto o Cabot, navegante de origen genovés y ciudadano de Venecia, que se había avecindado en Bristol ( llevando a cabo algunos viajes de exploración geográfica por cuenta de mercaderes británicos), fué el primero en solicitar del rey Enrique VII la correspondiente patente para iniciar los descubrimientos. En 1497, el VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 13 veneciano, no obstante las protestas del embajador español doctor Puebla, enemigo de tales expediciones, como contrarias al espíritu de la Bula de demarcación, partió de Bristol en un navio llamado Mathews y arribó a una costa inhóspita, que supuso ser de Asia, en los dominios del Gran Khan, e identificable, seguramente, con la Tierra de Labrador, en la América del Norte. En su segundo viaje ( 1498) Giovanni Cabot exploró la bahía llamada después de Hudson, y regresó a Inglaterra con las manos limpias del abundante oro que los comerciantes ingleses se prometían. En el mismo año de 1498 el capitán español Alonso de Ojeda sorprendió en su primer viaje a las Indias a un navio británico, pues asegura " que halló a ciertos ingleses en las inmediaciones de Coquiba-coa"; prueba del interés que despertaban en la Gran Bretaña las exploraciones y descubrimientos. Y en cuanto a los viajes de Sebastiano Cabot, poco cabe añadir en concreto, como no sea que constituyeron, como los anteriores, un verdadero fracaso comercial para Inglaterra, al no aparecer los territorios ricos en oro que con tanta ansiedad como esperanza se buscaban. El resultado de estas expediciones a las costas de América del Norte hizo formar a los ingleses pobrísi-ma idea de los territorios de Indias; y a pesar de las descripciones más o menos fantásticas que en Inglaterra se publicaron por este tiempo de las tierras descubiertas por los españoles, durante muchos años, ( hasta el advenimiento de Isabel al trono— 1558— y el coetáneo renacer del espíritu comercial y marítimo en la Inglaterra protestante) nadie pensó en establecer colonias en América, ni mucho menos en disputar o arrebatar al rey de España el oro y la plata que extraía de sus dominios. U A. RÜMEU DE ARMAS Si los navios ingleses llegaron alguna vez a las costas americanas, lo hicieron esporádica y casualmente. El 19 de noviembre de 1527 deteníase un na- * vio británico ante la isla de Mona ( situada cerca de Puerto Rico) y, después de recorrer su perímetro, anclaba en la de Santo Domingo. Supuse que se trataba de un navio inglés que había zarpado de la Gran Bretaña en busca de un estrecho imaginario entre Labrador y Terranova, que pusiese en comunicación por el noroeste el Atlántico con el Pacífico. La fortaleza española de la isla lo ahuyentó con un certero cañonazo y el buque inglés se perdió en el Océano. ^ Mas si se exceptúa alguna que otra expedición aislada, como la descrita, Inglaterra vivió ajena al problema americano hasta los primeros años del reinado de Isabel. Mientras tanto la piratería había evolucionado hacia su segunda fase. Sin desaparecer el ataque aislado al navio en ruta, o el desembarco improvisado en alguno de los parajes o villas de la costa, en los que tan formidable experiencia habían adquirido los, piratas. hugonotes franceses, empezó a coexistir con esta forma, ruda y primitiva, una piratería comercial — el lobo disfrazado de cordero—, que aspiraba a obtener pingüe ganancia violando las leyes prohibitivas del comercio libre, implantadas por la administración española en América, siguiendo la pauta de los portugueses en sus posesiones africanas y asiáticas y de acuerdo con las doctrinas económicas de la época. La centralización del comercio en Sevilla por me- 4. A. I. Patronato Real, leg. 265, doc. 1. I. A. Wright: Spanish documerits concerning English vo-yages to the Caribbean ( 1527- 1568). Publicación de la Ha-kluyt Society. Londres, 1929; págs. 29- 59. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 15 dio de la Casa de Contratación, organismo creado para la, gestión inmediata y el manejo práctico de los asuntos económicos, sobre la base del más rígido y exclusivo monopolio, contribuyó a dar pie al comercio clandestino por el alza de precios a que la excesiva demanda de artículos de primera necesidad dio lugar y por la demora y escasez con que llegaban al mercado-americano. En no menor escala contribuyeron a este ^ estado de cosas las gabelas, impuestos y extorsiones de toda índole, unas veces legales y otras arbitrarias, a que el comercio monopolizado ha dado lugar siempre a través de la historia. El resultado no se hizo esperar. Con la organización de las flotas y armadas de guarda, España obligó al corso a buscar la segunda de sus fases: el comercio clandestino. Lo empezaron los franceses condueien-d) hierros, paños y bujería a las Antillas y lugares circunvecinos; lo siguieron los portugueses llevando negros de Guinea, solicitados por los mineros y agricultores, y lo monopolizaron más tarde los ingleses en su doble papel de negreros y mercaderes. Siendo dicho comercio beneficioso para ambas partes contratantes, tolerado o no por los Oficiales reales, se hizo tanto más incitante cuanto más se reducía la. expedición de las notas, insuficientes para surtir de artículos de primera necesidad a los españoles esparcidos por el continente y las islas vecinas. Eran los mismos colonos quienes alentaban y sostenían ese comercio clandestino facilitando el acceso a los navios,, proporcionándoles puerto y pilotaje, encargándose de hacer los alijos y despistando a los navios guardacostas cuando trataban de darles alcance. Bajo la dirección de mercaderes sin patria, bajos especuladores y miserables logreros de las Indias y la metrópoli, aprendieron los extranjeros a conducir los- 16 A. RUMEU DE ARMAS géneros en grandes navios armados, que anclaban en cualquier puerto seguro pero no poblado, y desde el que expendian la mercancia, recibiendo a cambio el equivalente en oro o plata, sin escándalo y sin que se dieran por enteradas las autoridades. Pero no siempre reinaba la paz en estos tratos clandestinos e ilícitos entre españoles y extranjeros. La mala fe, compañera inseparable de los negocios inmorales, trocó muchas veces a los discípulos de Mercurio en secuaces de Marte; y bien porque a los extranjeros conviniese apoderarse sin el menor escrúpulo de cualquier embarcación que tropezasen en ruta, bien porque los españoles se hartasen de aquellos ilícitos tratos, el hecho real es que muchas veces degeneraron las transacciones en combates, reyertas y crímenes. De esta manera el comercio clandestino fomentó la piratería de represalia, justificada en agresiones recibidas por los navios en ruta o en los puertos, o falsamente justificada en supuestas agresiones para autorizar con patentes de corso la existencia de una piratería oficial clandestina. Los armadores extranjeros conseguían de sus gobiernos en determinadas ocasiones las famosas cartas de marca; es decir, patentes o autorizaciones para hostilizar como en estado de guerra, aunque la paz subsistiese, al enemigo, y resarcirse con creces de los daños recibidos. Dichas patentes hasta beneficiaban con un trato de favor a los armadores ( corsario^), puesto que eran considerados en caso de rendición más como comerciantes que como piratas. En un sentido estricto no cabe confundir a los corsarios con los piratas. Los corsarios estaban autorizados y generalmente respaldados por sus respectivos gobiernos y en cierta forma revestían el carácter de beligerantes; los piratas, al contrario, obraban por propia cuenta, no reconocían gobierno, patria ni ley VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 17 y formaban bandas en las que andaban mezclados aventureros de varias nacionalidades, Pero en la práctica se confundieron corsarios y piratas, sin que se puedan establecer distingos en la malla entrelazada de sus crímenes y depredaciones. III. Primer ensayo ele expansión comercial. Expediciones inglesas al conti' nente africano. La división del Océano entre portugueses y españoles contó desde un principio con la enemiga de las demás naciones europeas, principalmente Francia e Inglaterra, países de vieja tradición marítima, poco y mal avenidos con el papel de mudos testigos de épicas grandezas ajenas. Si a ello se añade la exclusión comercial con las colonias impuesta por los dos grandes pueblos descubridores, con arreglo a las doctrinas económicas de la época, se comprenderá la pugna, rivalidad y competencia surgida en las primeras décadas del siglo XVI, entre los distintos pueblos europeos, no sólo para posesionarse de las nuevas tierras descubiertas, sino para introducirse clandestinamente en los do-niinioB' ajenos y establecer ¡ trato comercial con sus moradores a cambio de oro y especias. Los franceses fueron los primeros en disputar a Portugal la integridad de su imperio africano, o por lo menos los más audaces en violar las leyes prohibitivas del comercio con los indígenas, sólo que el estado frecuente de guerra con nuestro paFs hace difícil el rastrear su paso por las costas españolas, siguiendo la ruta de Berbería y Guinea. En cambio, los ingleses, rivales de Francia, en esta táctica marítima de reivindicaciones tardías, encontraron en las Canarias un magnífico punto de apo- ( 2) 18 A. RUMEU DE ARMAS yo para sus largos viajes por el Océano. El trato comercial ininterrumpido con las islas— pronto tendremos ocasión de comprobarlo— facilitó esta continua relación, hasta el punto de pasar desapercibida en sus orígenes para las autoridades españolas, que luego, como veremos, intentaron cortar de raíz el mal por medio de hábiles gestiones diplomáticas, temerosas del posible contagio que en su día pudieran sufrir— como sufrieron— las Indias Occidentales. En el primer tercio del siglo XVI se empieza a manifestar en Inglaterra una corriente acentuadamente mercantilista preocupada por hallar nuevos mercados a los productos de la industria inglesa por medio de un activo comercio con lejanos y extraños países. Inglaterra estaba sufriendo una honda transformación social y económica: de un lado, se había acentuado la decadencia de la antigua nobleza, diezmada y arruinada en la devastadora guerra de las Dos Rosas; y de otro, se había creado una nueva nobleza territorial, como resultas de Tá expoliación a que había sido sometida la Iglesia de Inglaterra en sus inmensas propiedades. Simultáneamente con ello se produjo la verdadera transformación económica del país: abandono de la agricultura por el pastoreo, acumulación de inmensos rebaños, materia prima abundante para abastecer una activa industria textil, y aumento extraordinario de la población hacia finales del siglo XV y principios del XVI. Como resultas de este juego de concausas, en apariencia inconexas, pero en realidad íntimamente ligadas, se produjo la fiebre de los negocios y la organización de las grandes compañías mercantiles, preocupadas por hallar nuevos mercados a los productos de la creciente actividad industrial. Las relaciones sistemáticas de Inglaterra con la costa occidental africana no empezaron hasta el reí- VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 19 nado de Eduardo VII, ya que los viajes de William Hawkins a Guinea en tránsito para el Brasil, no pasaron de intentos aislados, sin uTíeriores consecuencias. Como dato curioso y precedente que muestra la preocupación inglesa por el norte de África— Marruecos y Berberia— puede apuntarse la cita de Hakluyt, quien asegura en sus Principal Navigations que en 1481 John Tintam y William Fabián, mercaderes ingleses residentes en Andalucía, prepararon bajo los auspicios del duque de Medina Sidonia una expedición a Marruecos, que fracasó en ciernes ante las contumaces reclamaciones del rey de Portugal ^ De esta manera el año 1551 puede señalarse como el de iniciación de las expediciones africanas en serie, al constituirse en Londres una potente compañía comercial de la que eran miembros destacados Sir John Lutterell, Henry Ostrich y Thomas Wyndham, este último dueño del navio Lión, base primordial de la empresa. El capitán James Alday, natural de Dart-mouth, era el encargado de dirigirse a Marruecos ( conduciendo a dos personajes moros) para trabar relaciones con el Xarife; mas al ser víctima de una epidemia, tuvo que encargarse del mando efectivo de la misma Thomas Wyndham. El Lión zarpó de Ports-mouth en la fecha indicada, ignorándose cualquiera otra particularidad del viaje, como no sea el feliz regreso del navio. Sin duda, en aquella ocasión Wyndham debió hacer escala en alguna de las islas Canarias ® . 5. Richard Hakluyt: The Principal Navigations, Voya- 0^ s, Traffiques & Discoveries. Edición James Mac Lehose, tomo VI, pág. 123. Publicada por la Hakluyt Society, en serie aparte. Glasgow, 1903- 1905. 6. Richard Hakluyt: Principal Navigations. Edición Mac Lehose, tomo VI, pág. 136. Supónese que los dos personajes moros que sirvieron de no A. RUMEU DE ARMAS Al año siguiente, 1552, fué el mismo Thomas Wyndham quien reanudó el trato comercial con Marruecos. Un grupo de negociantes ingleses entre los que se contaban Sir John Yorke, Sir William Garrard, Sir Thomas Wroth y Francis Lambert financiaron la expedición, y Wyndham pudo zarpar de Bristol a bordo del Lión con rumbo al continente africano. Después de quince días de navegación, Thomas Wyndhan arribó al puerto de Safí, en la costa marroquí, donde descargó sus mercancías para cargar a su vez en Santa Cruz de Berbería azúcar, melaza, dátiles y almendras. En el viaje de regreso Wyndham hizo escala en la isla de Lanzarote, con cuyos habitantes tuvo serios al-. tercados que estuvieron a punto de hacer fracasar la expedición '^. Ignoramos la causa verdadera de tales contiendas, aunque es muy posible que los lanzarote-ños respondiesen con la fuerza a algún desaguisado inglés de carácter pirático, que pronto veremos repetirse con harta frecuencia. De tal manera debieron excederse los canarios en la represión de las ofensas de Wyndham, que éste reclamó y obtuvo de Felipe II una indemnización por los daños recibidos en Lanzarote ^, intermediarios en las primeras negociaciones, habían sido víctimas de algún acto de piratería y conducidos a Inglaterra por tal motivo. Thomas Wyndham era hijo de un aventurero inglés que había alcanzado, por sus hazañas en el mar, la estimación de Enrique VIII, hasta el punto de nombrarle vicealmirante. Ambos fueron naturales de Norfolk. Thomas Wyndham, hijo, había adquirido en la fecha que nos ocupa una sólida reputación apresando en el canal navios portugueses y flamencos cargados de azúcar. 7. Richard Hakluyt: Principal Navigations, tomo VI, página 138. 8. Hakluyt, tomo VI, pág. 139. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 21 A partir de este momento un gran número de navios mercantes ingleses establecieron un tráfico regular entre Inglaterra, Marruecos y Berbería, intercambiándose, de una parte, tejidos, armas y municiones, y, de otra, azúcar y goma, no sin la protesta airada de Portugal, que veía roto su monopolio comercial y amenazadas sus factorías costeras por los ataques de los moros, bien armados con material inglés de guerra. Portugal ordenó, a partir de este momento, a sus navios abrir fuego sin contemplaciones sobre las embarcaciones británicas que transitasen por las costas de África, iniciándose de esta manera una guerra de represalias obstinada y sangrienta. De entre estas numerosas expediciones destaca la organizada en la primavera de 1553 por un sindicato de aventureros londinenses ( Merchants aventurers), del cual eran figuras preeminentes Sir George Barnes, Sir John Yorke, Sir William Garrard, Thomas Wyn-dham y Francis Lambert. Este sindicato londinense, poniendo la vista más lejos, aspiraba a iniciar el trato comercial con Guinea, y preparó con tal fin dos navios: Primrose y Lión, y una pinaza: Moon, que puso bajo las inmediatas órdenes de Wyndham, aunque contando con la valiosa colaboración de un experto piloto portugués, Antonio Anes Pinteado, natural de Oporto, que había llevado a cabo distintos viajes por las costas de Guinea y el Brasil. La flota zarpó de Portsmouth el 12 de agosto de 1555, y tras de hacer escala en la isla de Madera y en una de las Canarias, dló fin a la primera parte de su navegación en el río Sestos ( Guinea) en cuya ribera desembarcaron para iniciar el comercio del oro, móvil principal de la empresa. Siguieron costeando hacia los cabos de las Palmas y Tres Puntas con dirección a la Costa de Oro— en medio de la cual estaba el famoso castillo portugués de Elmina 22 A. RUMEU DE ARMAS —^ y aun arribaron a la de Benin, no sin sufrir mil desgraciadas peripecias. Thomas Wyndham y gran parte de las tripulaciones sucumbieron víctimas de los rigores del clima tropical; por falta de hombfes, los navios tuvieron que ser abandonados, a excepción del Primrose; mas a pesar de tales desgracias y pérdidas la expedición constituyó un éxito económico sin precedentes, despertando la sed de riquezas en una nación hasta entonces al margen de tan fantásticas iniciativas ^ Para proseguir la empresa, con tanto éxito iniciada, se organizó en Londres un nuevo sindicato de grandes negociantes sobre la base de los dos * anterio-res. De esta manera permanecieron en el mismo Sir George Barnes y Sir John Yorke, pero buscaron la colaboración de otros grandes empresarios, como Thomas Lok, Anthony Hickman y Edward Castlyn. Estos dos últimos habían organizado un activo comercio con Portugal y España, teniendo sus agentes en Lisboa y Sevilla desde los tiempos de Enrique VIII; comercio que habían extendido en el primer año del reinado de María Tudor a las islas Canarias, donde tenían sus factores fijos y permanentes. Puesto al frente de la expedición, compuesta de tres navios y dos pinazas. 9. Hakluyt: Principal Navigations, vol. VI, pág. 141- 154. La narración del viaje, que reproduce Hakluyt, es debida a la pluma de Richard Edén. La desgracia de la expedicicji se debió, en parte, a la tozudez de Wyndham, obstinado en penetrar en el interior del continente, pese a lo avanzado de la estación. Anes Pinteado opuso resistencia a conducirles, pero amenazado por el inglés, se resignó a ello. Mientras tanto, las tripulaciones se consumían de fiebre en la costa de Benin. Cuando Anes Pinteado regresó de comerciar con el rey de Benin, Wyndham había fallecido. El mismo Pinteado sucumbió en la travesía, antes de llegar a las costas de Inglaterra. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 23 John Lok, hermano de Thomas, zarpó de Plymouth en 1554, siguiendo la ruta de Wyndham y contando con la valiosa colaboración de algunos de los supervivientes de la anterior expedición, entre ellos el más adelante famoso explorador Martin Frobisher. Tras la obligada escala en Canarias, John Lok arribó a la Costa de Oro, y con más experiencia y mejor suerte que su desgraciado antecesor, pudo ver colmados sus propósitos, pues regresó a Inglaterra con una valiosa cargazón, entre la que es digna de mencionar 400 libras de oro y más de 250 colmillos de elefante ^". El servicio de espionaje portugués en Inglaterra y Francia, que, como el español, era un portento de sagacidad y buena organización en aquel siglo, puso al corriente a la corte lusitana de las continuadas andanzas de los navegantes británicos. Precisamente en el verano de 1555— mientras Lok navegaba en viaje de retorno— se presentaba en Londres un enviado portugués, Lopes de Sousa", para exigir de la soberana inglesa el inmediato cese de las expediciones africanas ^^ No consiguió Portugal por este medio su propósito, pero sí lo alcanzó valiéndose del influjo del príncipe don Felipe, quien al servicio de los intereses de los reyes de Portugal, sus parientes, presionó a su esposa la reina doña María Tudor hasta lograr que el Consejo privado de la Corona, después de pasar el verano de 1555 discutiendo acaloradamente sobre el particular, prohibiese a regañadientes las expediciones en proyecto a las partes de Guinea. No fué ajena a tal resolución la princesa doña Juana, viuda del príncipe heredero de Portugal y ma10. Hakluyt: Principal Navigations, t. VI, pág. 154- 177. 11. P. R. O.: State Papers. Foreign Series. Mary, volumen XIV, número 4 y 5. U A. RUMEU DE ARMAS dre del futuro rey don Sebastián, gobernadora de los reinos españoles, en las ausencias de su hermano don Felipe, ni escapó a la sagacidad de ambos el enorme peligro que las expediciones británicas suponían en un futuro próximo para la integridad territorial y comercial de nuestros inmensos dominios de América, Sin embargo, la impopularidad de esta determinación era buen augurio de su corta vida; nuestro mismo en-bajador en Inglaterra, don Gómez Suárez de Figueroa, conde de Feria, testimonió posteriormente al rey don Felipe II cómo tal prohibición se había hecho tan sólo " por respeto de V. M."; y añadía, remachando el clavo: " la Reina Nuestra Señora [ María Tudor] vino en ello de mala gana y los del Consejo de muy mala..." ^^ Así no es de extrañar que ganados los consejeros con rumbosa mano e interesados particularmente en el negocio, levantasen la prohibición a principios de 1556 y autorizasen al sindicato de Guinea para reanudar la empresa bajo la apariencia de orientar al comercio de Inglaterra hacia las costas de Berbería, con 12. Carta del conde de Feria a Felipe II, fechada en Londres, a 25 de noviembre de 1558. ( A. S.: Secretaría de Estado, leg. 118, fol. 95. - Codoint tomo LXXXVII, pág. 86). Don Gómez Suárez de Figueroa, conde- duque de Feria, era hijo segundo de don Lorenzo Suárez de Figueroa, conde de Feria y de doña Catalina Fernández de Córdoba, marquesa de Friego. Felipe II le nombró, sucesivamente. Consejero de Estado, embajador en Inglaterra ( 1558- 1559) y embajador en Portugal. Casó durante su permanencia en la Gran Bretaña con una dama de la reina María, lady Jane Dorraer, hija de William Dormer y Mary Sidney. Su fallecimiento ocurrió en El Escorial, el 7 de diciembre de 1571. m ^ c , í Lamina ill.— El navio " Minion" ( grabado cjue se conserva en el Magdalene CoUege, Cambridge). VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 25 objeto de acallar la protesta lusitana ". Financiaron la expedición Edward Castlyn, Jeffery Alien, Rowland Fox y Richard Stoekbridge, y después de vencer en corto plazo las dificultades e inconvenientes propios de-tal empresa, sus organizadores pudieron al fin ver alzar velas a los navios bajo la experta dirección de Wi- Uiam Towerson, Apoyándose como siempre en la escala comercial de las Canarias, donde los buques negociaban para proveerse de víveres y hacer aguada, Towerson dio el salto al continente africano arribando' a la misma Costa de Oro. Durante un mes pudo llevar a cabo sus transacciones con los indígenas pacíficamente y regresar a Londres pleno de optimsimo ". Los armadores ingleses animados por el éxito no dudaron ya en violar abiertamente las pi'ohibiciones del Consejo lanzándose al mar con diversa suerte, pues en las restantes expediciones de 1556- 1557 aparecieron entreverados los éxitos con los ruidosos fracasos. Una de las más destacadas fué la segunda de William Towerson, quien zarpó de Inglaterra en noviembre de 1556 conduciendo una flotilla de dos buques y una pinaza con dirección a Guinea. En su camino tropezó Towerson con una armada francesa en ruta hacia las costas africanas, y pactando alianza con ella ^^, prosi- 13. P. R. O.: Acts of the Privy Council, volumen CCXIV. 14. Hakluyt: Principal Navigations, t. VI, pág. 177- 211. 15. Componían la flota francesa los navios: l'Espoir, Lau-rier y Honfleur, que iban mandados por los capitanes del armador Jean Ango: Denis Blondel, Jérome Baudet y Jean-d'Orleans. El encuentro tuvo lugar el 30 de diciembre de 1556, y ya se disponían ambas flotas a combatir cuando, reconociéndose' como amigos, pactaron alianza. ( Véase: Charles de la Ronciére: Histoire de la Marine' frangaise. París, 1923; tomo IV, pág. 77). ,26 A. RUMEU DE ARMAS guieron juntos el viaje hasta su ulterior destino. Mas hartos y prevenidos, los portugueses les esperaban con su flota, bien pertrechados, a la altura de Elmina, obligándoles a combatir repetidas veces. No obstante al contratiempo, Towerson puJo comerciar con los indígenas lo suficiente para regresar a Inglaterra, en abril de 1557, con una buena carga de oro y marfil ^^. En Enero del año siguiente, 1558, William Towerson volvió a hacerse a la mar conduciendo dos potentes navios arrendados a la Marina real, el Minion y el Tiger, y otro de propiedad particular, el Cristopher, no sin vencer la resistencia oficial, otra vez hecha efectiva por las reclamaciones del rey consorte don Felipe. De nuevo ofrecieron sus organizadores hipotéticas garantías de dirigir la expedición al Norte de África, y la flota— los tres navios antes citados y una pinaza— • pudo zarpar sin contratiempos mayores en la fecha indicada ". Los buques ingleses dirigieron sus pasos, como tantas veces, a las islas Afortunadas, fondeando en el Puerto de la Luz, en Gran Canaria, con objeto de comerciar allí intensamente. Edward Kingsmill, representante de los negociantes ingleses Hickman y Cas-tlyn en dicha isla, facilitó y garantizó las transaccio- 16. Hakluyt: Principal Navigations, t. VI, pág. 212- 231. 17. Ibid., págs. 231- 252. Spanish Calendar, tomo I, 1558- 67, núms. 2 y 11. ( Con este título abreviado, nos referimos ahora, y nos referiremos en adelante, a la importantísima colección que lleva por nombre Calendar of Letters and State Papers relating to English . Affairs, preserved principaUy in the Archives of Simancas.. Serie publicada por Martín A. S. Hume entre los años 1892- 1899). VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 27 nes, y Towerson pudo abandonarla con felicidad llevando bien repuestos sus navios de viveres ^*. Los portugueses, como siempre, trataron de cerrar el paso a la flota inglesa, mas la superioridad y fortaleza del Minian, navio de guerra muy bien artillado, le abrió las puertas de Guinea. Cargados los buques, Towerson emprendió el viaje de regreso, que fué desastroso. Diezmadas las tripulaciones por la peste, el Tiger hubo de ser abandonado en pleno Océano, por falta de hombres, y apenas si pudieron arribar al puerto de Portsmouth el Minion y el Christopher, maltrechos y casi desamparados. Por contraste, el éxito económico fué, como siempre, extraordinario. Cuando todavía Towerson navegaba por las costas de Guinea, las presiones de Portugal volvieron a mover la influencia española cerca de la corte inglesa para cortar de raiz las expediciones oceánicas. La interesante correspondencia de nuestro embajador en Londres, don Gómez Suárez de Figueroa, conde de Feria, refleja el extraordinario interés que puso el rey < Jon Felipe, en el ocaso de su influencia en Inglaterra, para rogar— no exigir— de la reina María el remedio • de un mal que ya parecía endémico. Muy altas y poderosas razones debían asistir al rey don Felipe— apar- 18. Elizabeth. State Papers. Foreign Calendar, tomo III, 1560- 61, número 412. ( Con este título abreviado hacemos referencia ahora, y en adelante, a la importante colección titulada: Calendar of State Papers Foreing Series of de Reign of Elizabeth... preserved in Her Mayesty's Public Record Office. Serie publicada entre los años 1863- 1908, por Joseph Stevenson, Alian James Crosby y A. J. Butler). 28 A. RUMEU DE ARMAS te de servir los intereses de Portugal—^ para arrosfrar una demanda y unas exigencias que iban en trueque de su popularidad, pues, como asevera el mismo Feria, los subditos ingleses " quedaron descontentísimos en este Reino de que se les impidiese aquella navegación..." ". La reina María, accediendo de mala gana a sus. deseos, ordenó llevar a cabo sobre el particular " algunas diligencias"; pero, tropezando con la hostilidad general, todas las medidas " se fueron en humo", según la frase gráfica de nuestro embajador ^'*. Es más, la muerte de la reina María, un mes antes del regreso de Towerson, hizo perder a Felipe II toda posibilidad de orientar en su provecho las actividades marítimas; de Inglaterra. No obstante, la diplomacia española puso en juego el ascendiente que todavía ejercía el monarca español sobre la nueva reina, su cuñada Isabel, para obtener promesas para el futuro, mas sin lograr a la postre resultado alguno eficaz. Nuestro mismo embajador escribía, escéptico, a Felipe II el 25 de noviembre de 1558: " Yo entiendo que es materia muy peligrosa la de la nave Miñona, porque ella fué de aquí en tiempo que era Almirante Havuar [ Howard], y debiéronsela pagar porque la dejasen ir y aunque decían que iba a Berbería siempre se entendió a donde iba y que algunos del Consejo eran en la conseja..." ^ i, Y terminaba señalándole el punto flaco de su momentánea posición en Inglaterra, muerta ya la reina doña María:: 19. A. S. Secretaría de Estado, leg. 118, fol. 95. Codoví, tomo LXXXVII, pág. 86. Carta del conde de Feria a Felipe II, desde Londres, a 25 de noviembre de 1558. 20. Ibid. 21. Ibid. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 29 ^' Cuanto se hizo— las diligencias—^ fué por respeto de V. M., y la Reina nuestra Señora, que haya gloria, vino en ello de mala gana, porque había entre ellos interesados en la cosa, pero no embargante esto, veré de hacer lo que pudiere..." 22. Sin embargo, las gestiones del conde de Feria a la postre fracasaron " y la ruta de Guinea siguió abierta para Inglaterra. Bien es verdad que durante los primeros años del reinado de Isabel disminuyeron ostensiblemente las expediciones africanas, pero no lo bastante para que Portugal se sintiese satisfecha y abandonase sus presiones sobre la corte española en vista de los ineficaces resultados de sus propios emisarios o embajadores. En la primavera de 1561 el gobierno portugués había enviado a Londres, como especial comisionado, al caballero Manuel Araujo, conduciendo un largo memorial de agravios infligidos a los lusitanos por los piratas de Inglaterra ^* y minuciosas instrucciones para lograr la suspensión definitiva del tráfico con Guinea. Sin embargo, si bien la reina Isabel se mostró 22. ibid. 23. El interés puesto por Felipe II en el asunto, está reflejado en su carta de 28 de enero de 1559, en la que insiste cerca del embajador para que reclame la devolución de las mercancías de los navios " que habían llegado al puerto de Ar-tamuz con pimienta y oro que traían de la Costa de la Mina..." ( Expedición de Towerson). En dicha carta, Felipe 11 reitera a Feria su extraordinario interés por los asuntos de su " sobrino" ( Don Sebastián de Portugal). ( A. S.: Secretaría de Estado, leg. 812, fol. 11. Co-doin, tomo LXXXVII, pág. 117). 24. P. R. O.: State Papers. Foreign Series. ElizaJ} eth, volumen XCV, fol. 242- 67. so A. RUMEU DE ARMAS condescendiente con lo primero, reprobando los abusos y crímenes incontrolables de lo piratas y prometiendo colaborar para su castigo, en cambio se mantuvo inflexible con respecto al segundo punto, declarando paladinamente su propósito de no excluir a Inglaterra del comercio con África. Fueron vanas todas las palabras del emisario inglés sacando a relucir los sacrificios que tales conquistas habían costado a Portugal en sangre y dinero, y más vanas las de nuestro embajador don Alvaro de la Quadra aludiendo a las concesiones pontificias de los nuevos territorios, pues la respuesta de Sir Villiam Cecil no se hizo esperar: " que al Papa no estaba repartir el mundo ni dar y quitar Reinos a quien él quisiese..." ^'^. Así, pues, el Almirantazgo volvió a recibir órdenes de comerciar con la Mina, y la reina Isabel dispuso el 1 de mayo de 1561 que todos sus subditos pudiesen organizar expediciones a aquellas comarcas dando aviso de ello al Almirantazgo, para asegurarse previamente de la observancia de las leyes y de los lícitos propósitos de sus organizadores ^^. El viejo sindicato de Guinea ( cuya experiencia en estas lides ha quedado bien probada) recogió al punto la invitación regia y reunidos para este efecto Sir Wi-lliam Chester, Sir William Garrard, Sir Thomas Lod-ge, William Winter, Benjamín Gonson, Hickman y Castlyn, dispusieron la activa preparación de la expedición. El 18 de junio, puestos al habla con la reina, decidieron arrendar a la Marina real dos navios: Mi- 25. Carta de don Alvaro de la Quadra al Rey Felipe II, fechada en Londres, a 27 de noviembre de 1561. ( A. S.: Secretaría de Estado, leg. 815, fol. 106. Codoin. Tomo LXXXVII, pág. 372). Spanish Calendar, tomo I, 1558- 67, número 144. 26. Elizabeth. State Papers. Foreign Calendar, tomo IV, 1561- 62, número 157. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 31 nion y Primrose y dos pinazas: Flower de Luce y Bry-gandine ^'^; estos convenios solían hacerse sobre la base de que la reina entregaba los navios bien pertrechados y equipados a cambio de disfrutar, contra el riesgo que los mismos corrían, de la sexta parte de los beneficios obtenidos, y obligándose por su parte los negociantes a proveerlos de tripulación, municiones, vituallas y mercaderías ^^ Encargado del mando de los navios John Lok— a quien ya hemos conocido dirigiendo la expedición de 1554— 29^ la flota zarpó del Támesis el 11 de septiembre de 1561, sufriendo los rigores de un mar tempestuoso en el estrecho de Dover, hasta el punto de que el Minion y el Primrose chocaron con estrépito en la obscuridad, teniendo que ir a buscar abrigo a Portsmouth y Harwich, respectivamente. De la salida informó nuestro embajador, don Alvaro de la Quadra, a Felipe 11, dándole detalles y pormenores de todo, y conviene que lo tengamos muy presente, porque ello aclarará acontecimientos inmediatos, en Canarias ^°. 27. P. R. O.: State Papers. Domestic Series. Elizaheth, volumen XVII, número 43. 28. P. R. O.: State Papers. Domestic Series. Elizaheth, volumen XXVI, número 44 y 45. 29. John Lok recibió las instrucciones para el viaje el 8 de septiembre de 1561. Por ellas, conocemos los fines primordiales de la expedición, que eran los siguientes: 1.5 Establecer una factoría en la Costa de Oro, en los territorios de un rey llamado Habaan, con quien habla negociado Tovs^ erson, y 2.- Recuperar los navios que habían sido abandonados en la costa de Benin cuando la muerte de Wyndham en 1554. 30. Cartas de don Alvaro de la Quadra a Felipe II; su fecha, en Londres, a 13 de septiembre y 27 de noviembre de 1561. ( A. S.: Secretarla de Estado, leg. 815, fol. 103 y 106.. Codoin, tomo LXXXVII, pág. 370 y 372). 32 A. RUMEU DE ARMAS Dos meses tardaron los ingleses en reparar las averías de los navios, y cuando por fin pudo hacerse a la mar la flota de nuevo la dispersó el huracán, obligándola a refugiarse en distintos puertos de la Gran Bretaña. El mismo John Lok, como presintiendo que le acompañaría la desgracia, quiso retrasar la definitiva partida esperando mejor estación ^^; pero los negociantes ingleses le obligaron a zarpar de nuevo con rumbo a Guinea. Estaba previsto en el itinerario de la expedición el no hacer escala en las Canarias, dada la situación de tirantez imperante; y bien previsto, porque las autoridades insulares habían sido prevenidas y esperaban alertas contra cualquier desaguisado. Sin embargo, la desgracia siguió cebándose en los expedicionarios; tres de los navios cruzaron por las aguas del archipiélago sin contratiempo, pero la pinaza Flower de Luce, separada del grueso de la expedición, tuvo que buscar refugio en el puerto de Santa Cruz de Tenerife, en el que fué detenida y sus tripulantes apresados y encausados por la Inquisición como herejes ^^. El resto de la flota arribó felizmente a la Costa del Oro, llevando a cabo importantes transacciones ^' K En este estado de cosas los ingleses pusieron su vista más lejos en orden al tráfico naval. Ya dijimos con cuánto tesón combatió nuestro rey don Felipe II 31. Así consta en una carta de John Lok a los negociantes ingleses fechada en 11 de diciembre ( R. Hakluyt: Principal Navigations, tomo VI, pág. 255). 32. EUzabeth. State Papers. Foreign Calendar, tomo V, 1562, número 1461. 33. P. R. O.: State Papera. Domestic Series. EUzabeth, vol. XXVI, número 45. Richard Hakluyt: Principal Navigations, tomo VI, página 253 y siguientes. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 33 la piratería contra los lusitanos y el comercio con Guinea, pues a su perspicaz espíritu no podía escaparse « 1 riesgo inminente que tal táctica, sin garantías jurídicas, ponía a sus inmensos dominios de América. Pues bien, ese peligro y ese momento llegó para España en 1562, y lo simboliza un hombre audaz, soñador y aventurero, orgullo de la Inglaterra isabelina, que abrió a su nación las puertas de las maravillosas Indias: John Hawkins. Sus empresas y expediciones navales serán el objeto particular de este estudio. ( 3) CAPITULO n LAS FACTORÍAS COMERCIALES INGLESAS EN CANARIAS. PRIMERAS PIRATERÍAS CONTRA ESPAÑA SUMARIO: I.— El comercio inglés con las Canarias: Primeros cultivos; El azúcar y el vino; William Hawkins; Los factores de la casa Hickman y Castlyn; Otros factores. II.— Política de hostilidad. Las primeras persecuciones de ingleses: Intervención del Santo Oficio; Procesos de Thomas Nicholas y de Edward Kingsmill; Otras persecuciones. III.— Primeras piraterías contra España: Edward Cooke; La conspiración de los beneficiados; Prisión y fuga de los piratas John Poole y Thomas Champneys. I. Comercio inelés con las C^. ananas. La actividad comercial de las islas Canarias con el extranjero data de los primeros años del siglo XVI, cuando'repartidas sus tierras entre conquistadores y aborígenes, aquellas fértilísimas comarcas empezaron a compensar a sus pobladores del esfuerzo de la conquista y del nacido de la aclimatación de nuevos y difíciles cultivos. De entre éstos destacó en primera línea en los albores de la colonización el azúcar, cu- se A. RUMEU DE ARMAS yo extraordinario valor entonces en el mercado europeo compensaba con creces los esfuerzos que su cultivo requiere. Famosos fueron en Gran Canaria los primeros ingenios de azúcar que se establecieron a raíz de finalizada la conquista, con los primeros r^ e-partimientos de tierras. Para ello hizo traer Pedro de Vera de la isla de Madera maestros de azúcar que enseñaron su cultivo a los pobladores y establecieron las primeras plantaciones. El mismo conquistador y primer gobernador Pedro de Vera construyó el ingenio más antiguo de la isla, movido por agua, que hacía derivar del barranco del Guiniguada para el cultivo de sus tierras en la margen derecha de dicho arro-yuelo. Casi frontero con él estaba situado el ingenio de su alférez mayor, Alonso Jaimes, movido por tracción animal, que competía con el de Vera en la calidad y cantidad del azúcar elaborado. Famosos fueron también los ingenios que estableció don Alonso Fernández de Lugo en sus posesiones de Agaete, más tarde propiedad del genovés Francisco Palomares, y más tarde aún de los Zayas de Arellano y Cerezo; los del francés Santa Gadea, en Arucas, que luego constituyeron la base primordial de la fortuna, Juan Marcel y de su yerno el acaudalo don Pedro Cerón; el ingenio de Te-noya, propiedad del conquistador Juan de Civerio Mú-xica y de sus sucesores; los ingenios de Telde, creación personal del capitán Alonso Rodríguez de Palencia y que más adelante prosperaron bajo la experta dirección de sus propietarios Gonzalo de Jaraquemada, Francisco Matos y Cristóbal García del Castillo, etcétera. .. ^ De Gran Canaria el cultivo se extendió a las 1. A mediados del siglo XVI, Gran Canaria contaba ( no obstante la postración que sufría el cultivo del azúcar) con unos siete u ocho ingenios. ( Descripción de Canarias hecha por un tío del Licenciado Valcáreel. " Revista de Historia" de La Laguna, año 63 ( 1943), 198). VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 37 . islas de La Palma y Tenerife, en cuyos campos arraigó con mayor intensidad. La Palma fué entonces el emporio del comercio azucarero, gozando de justo renombre los ingenios de los Sauces, Argual y Tazacor-te, estos dos últimos fundados por una compañía de mercaderes alemanes, de quienes los adquirió en 1513 Jácome de Groenemberg, fundador de la casa de Mon-teverde en Canarias ^. Estos famosos ingenios los traspasó por venta Melchor de Monteverde a su suegro Pablo van- Dalle, noble mercader flamenco, señor de Lilloot y Zuitland ^ Para darse idea de la importancia azucarera de La Palma baste declarar que en 1526 pasaban de doce los ingenios de azúcar que trabajaban 2. A. S.: Mar y Tierra. Leg. 349. Leonardo Torriani: " Informatione del porto de Tazzacorte del l'Isola della Palma".' José Peraza de Ayala: Historia de las Casas de Machado y Monteverde. Madrid 1930, pág. 160. 8. Francisco Fernández de Bethencourt: Nobiliario y Blasón de Canarias, 1880, tomo IV, pág. 214. Uno de los factores de Pablo Van Dalle en La Palma fué el famoso heresiarca Juan Bartolomé Avontroot, autor de las conocidas Epístolas al Rey de España y al Dux de Venecia en defensa del protestantismo. Avontroot casó más tarde con la hija de su jefe, María Van Dalle—^ viuda de Melchor de Monteverde—, en 1589, y fué procesado por el Santo Oficio en la misma fecha por sospechoso de herejía. En 1609, después de haber alternado su residencia en La Palma, con viajes al Perú y a Flandes, se ausentó definitivamente de Canarias, dando, a partir de entonces, a la publicidad sus famosísimos escritos. En 1631 retornó a España, siendo detenido en Toledo y relajado por el Santo Oficio como reo de herejía en 1632. Véase Agustín Millares Cario: Noticias y documentos referentes a Juan Bartolomé Avontroot en la revista El Mv^ eo Canario, 5, ( 1935), 1- 26. S8 A. RUMEU DE ARMAS sin descanso para mantener la demanda del mercado exterior *. Rivalizó con La Palma en el comercio azucarero la isla de Tenerife, que poseía a mediados del siglo XVI diez ingenios para la molienda de caña de azúcar, distribuidos de la siguiente manera: tres en el valle de La Orotava, destacando el que era propiedad de la familia Varcárcel ^ y un ingenio en cada uno de los lugares de Taganana, Garachico, Güimar, Los Silos, Daute, Adeje y Abona ^ Entre estos últimos eran dignos de particular mención los trapiches de Daute y Adeje, propiedad de la familia genovesa de Ponte y fundados respectivamente por Cristóbal de Ponte y su hijo, el emprendedor Pedro de Ponte y Vergara; así como el de Abona, propiedad de la familia Soler, oriunda de Cataluña, que rivalizaba con aquéllos en el comercio azucarero con la Gran Bretaña. Por su parte, los condes de La Gomera poseían en su isla privativa otros dos importantísimos ingenios, uno en Hermigua y otro en valle; Gran Rey, bases ambos del activo comercio con las Indias y el extranjero ''. Desde las islas del azúcar— como eran llamadas las Afortunadas por los europeos en el siglo XVI— el cultivo de este importante producto se transmitió a la 4. A. Anderson: Historical Deduction, tomo II, página 48. Citado por L. de Alberti y A. B. Wallis Chapman en el prólogo de su obra English merchants and the Spanish Inqui-aition in the Canaries. Londres 1912, pág. XIV. 5. A. H. N.: Inquisición, leg. 1.525. 6. Enrique Marco Dorta: Descripción de las islas Canarias . hecha en virtud de mandato de S. M. por un tío del Licenciado Valcárcél. Revista de Historia de La Laguna, 63, ( 1943), 201- 203. 7. Ibid. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 39 vecina costa de África, al cabo de Aguer, donde los mismos campesinos canarios enseñaron a los moros de Santa Cruz el cultivo de la caña de azúcar. Bajo la decidida protección del Xarife, la industria azucarera adquirió tal importancia en aquella comarca, que, según declaración del gobernador de Tenerife don Juan Alvarez de Fonseca, hecha en 1575, poseía Xarife en los aledaños de Santa Cruz catorce potentes ingenios " los mejores que ay en el mundo", que le servían de base para un activísimo comercio: " el agucar es muy bueno— añadía Fonseca—^ y todo se trae al... cabo de Aguer, y allí los venden a los... franceses, flamencos e yngleses los quales a trueco... les llevan gran cantidad de armas, dineros, hierro, cobre, acero y algunas ropas" « . La correspondencia de nuestros embajadores en Londres confirma en todos sus extremos las aseveraciones de Alvarez de Fonseca, reflejando el activo tráfico entre Santa Cruz e Inglaterra y la competencia que el azúcar del valle del Sur hacía a las islas Canarias ^ Por su parte, los franceses crearon en 1570 una compañía comercial en Rúan, mediante la asociación de dos importantes firmas, Hallé- Le Seigneur, con el objetivo primordial de activar el tráfico azucarero de Canarias y Berbería con Francia, disponiendo en la 8. A. S.: Mar y Tierra, leg. 80. Año 1575. Memorial del gobernador de Tenerife y La Palma, don Juan Alvarez de Fonseca, al Rey, escrito el 7 de Marzo de 1575. 9. A. S.: Secretaría de Estado, leg. 822, fol. 49. Carta « de don Guerau de Spes al Rey, fechada en Londres el 18 de Enero de 1570. Le da cuenta de la llegada a Londres de dos naves del cabo de Agüic, en el reino de Fez, con azúcares; le participa cómo se iba a proseguir activamente el tráfico por acuerdos celebrados con el Xarife, y le daba cuenta por último de que Jos ingleses se Hmitaban en su comercio a surtir de * rma8 a los moros... iO A. RUMEU DE ARMAS ciudad francesa antes citada de potentes refinerías. Fueron factores fijos de esta compañía en Canarias y Marruecos Paul Regnault y Jaeques Mignot ^°. Mayor importancia adquirió, sin embargo, a partir del segundo tercio del siglo XVI, el cultivo de la vid, que hizo famosos y renombrados en el mundo entero por tres siglos a los caldos canarios. La delicada " malvasia" mediterránea, cuyos primeros sarmientos procedían de la isla griega de su nombre, se aclimató con tanta fortuna en Canarias, principalmente en las islas de Tenerife y La Palma, que terminó por prevalecer sobre cualquiera otra clase de cultivos en eí archipiélago. Además coincidió su auge con la crisis del comercio del azúcar, arruinado por la competencia que le hacían las Antillas y Berbería. El inglés Thomas Nicholas, que, como hemos de ver, vivió en Tenerife entre los años 1556- 1561, testimonia en sus escritos la importancia que iba adquiriendo el cultivo de la vid en las Canarias, destacando por su excelencia los tenerifeños vinos de la Rambla y los palmeros caldos de la Breña, semejantes a la malvasia, cuya producción anual se remontaba entonces por encima de las doce mil pipas anuales ^^ El mismo Nicholas áse10. El acta de constitución de dicha sociedad está datada en Rúan el 1 de Octubre de 1570. La firman: Barthélemy, Andrieu y Laurent Hallé, Alonce y Adrien Le Seigneur, Bona-venture de Cramant y Eustache Trévache. ( Véase: Conde Henry de Castries: Les Sources inédites de l'histoire du Maroc de 1530 á 18^ 5, tomo I, París 1905, página 303; Philippe Barrey: Les Normands au Maroc, París 1917; Ernest de Fréville: Mémoire sur le commerce maritime de Rouen, tomo II, pág. 481, y E. Gosselin: Documents inédits pour servir á l'histoire de la marine normande ef du commerce rouennais pendant les XVI.^ et XVIL^ siécles. Rouen 1876, página 167.) 11. Descripción de las Canarias en el año 1526, hecha por Thomas Nicols, factor inglés. Introducción y notas de Büe- VIAJES DE HAWKINS A AMERICA U gura que un comerciante inglés John Hill, extendió su cultivo por la isla de El Hierro, plantando allí por su mano la primera viña ^^. En Tenerife se extendió vertiginosamente el cultivo de la vid, adquiriendo renombre los viñedos de los términos de La Orotava, Los Realejos, San. Juan de la Rambla, Icod, Garachico, Buenavista, Sauzal, Taco-ronte y Tegueste ^^ Como prueba del áyea de extensión que adquirió a mediados del siglo el cultivo vitícola en Tenerife, baste consignar que su predominio dio nombre a algunas de sus comarcas, como la de leod de los Vinos, que ya aparece con tal apelativo en documentos de 1554 ". A finales del siglo XVI la sustitución del cultivo de la caña de azúcar por la vid incrementó de manera extraordinaria la producción vitícola, asegurándose que en 1596 la cosecha sobrepasó la. enorme cantidad de 28.000 pipas ^^. En Gran Canaria, en cambio, el cultivo de la vid adquirió escaso desarrollo, aunque la isla produjo en corta escala selectos y acreditados vinos ^^. naventura Bonnet. Revista de Historia, tomo V, año X, número 39, pág. 213. Dicha Descripción fué publicada, por primera vez, por Hakluyt ( volumen II de la Edición de 1599) y reproducida en todas las ediciones de Principal Navígations y en diferentes libros de viajes. 12. Ibid., pág.' 213. 13. Enrique Marco Dorta: Descripción de las islas Canarias hecha en virtud de mandato de S. M. por un tío del Licenciado Valcárcel. Revista de Historia de La Laguna, 63^ ( 1943), 197. 14. A. C. T.: Letra I, leg. 1.**, núm. 5, documento púm. 1. 15. L. de Alberti y A. B. Wallis Chapman: English inerehants and the Spanish Inquisition in the Ganaries. Londres 1912. Introducción, pág. XVI. 16. Descripción del tío del Licenciado Valcárcel..., antes citada. . JÍ2 A. RÜMEU DE ARMAS El famoso pirata John Hawkins se asombraba en sus frecuentes visitas a Tenerife de la calidad de la uva canaria, de la que llega a decir " que eran como ciruelas..."; su voto es de calidad sobre el particular, pues con su paisano Francis Drake fué de los más finos catadores de los dorados vinos insulares ". La producción agrícola canaria que añadía al iazú- € ar y al vino otro valiosos productos, como el trigo ( del que daban extraordinarias cosechas, si el tiempo las favorecía, Lanzarote y Fuerteventura ^^ y la sangre « de drago, a los que se unían en otro orden de cosas las mieles, la orchilla y la varrilla, así como tejidos y corambre de elaboración o preparación isleña ", tuvo ^ ue buscar salida al excedente de producción. El mer- < 3ado peninsular consumió. parte de ella, aunque escasa, y el resto hubo de encontrar colocación en las In- > dias Occidentales y en las naciones europeas, principalmente Francia, los Países Bajos e Inglaterra, que se repartieron el excedente de la producción azucarera y vitícola de las islas Afortunadas. 17. The Hawkins Voyages. Edición de Sir C. R. Mar-iham, año 1878, pág. 12. 18. Descripción de las Islas Canarias hecha en virtud , de mandato de S. M. por un tío del Licenciado Valcárcel, pu-l) licada por Enrique Marco Dorta en Revista de Historia de La Laguna, 63, ( 1943), 204. "... es Langarote tierra muy fértil de pan, quando le'ter- • cian los tiempos que como una vez, en mucha parte della, se harten bien las tierras de agua acuden a 30 y a 40 fanegas..." 19. Ibid., pág. 203. " quando el año es abundante de pan también llevan [ a las Indias] harinas y tafetanes de todos colores, rrasos y terciopelos, esto todo negro que es mucha la seda que en esta ysla [ Tenerife] se coje y mucha miel... y de las demás también llevan corambre, y demás desto que se carga para yndias es mucho el tracto de acucares, y vinos que se cargan para Flan-des, Francia e Ingalaterra y mucha cantidad de orchillas y va-irrilla para vidrio..." VIAJES DE HAWKINS A AMERICA AS Interesándonos ahora tan sólo cuanto se refiere a nuestras relaciones con Inglaterra, digamos dos palabras sobre las particularidades del comercio con esta nación. Las relaciones comerciales entre las islas Canarias e Inglaterra pueden datarse como de los primeros años del siglo XVI. Hasta entonces el área comercial de la expansión inglesa había quedado reducida a sus límites medievales, con el Canal de la Mancha como gran centro de empresas mercantiles, y las costas del Occidente europeo como teatro de más arriesgadas hazañas. Precisamente el tratado de Medina del Campo, firmado por los Reyes Católicos en 1489, al conceder a los ingleses libertad completa de comercio en todos sus dominios, les abrió las puertas de las Canarias, pues nunca las consideraron los Reyes españoles como colonias cerradas al comercio extranjero ^". Sin embargo, el tráfico activo no se inició hasta el año 1519, en que los comerciantes de Bristol organizaron expediciones comerciales a las islas de Azores y Canarias, así como a las vecinas costas de Marruecos y Berbería ^^ La figura más representativa en el círculo de este tráfico mercantil fué la de William Hawkins ^^, famo- 20. James A. Williamson: Sir John Hawkins. Oxford 1927, pág. 88. 21. Ibid., pág. 36. 22. La familia Hawkiná era originaria de Devonshire y más concretamente del lugar de Tavistock. William era hijo ^ e John Hawkins y de Jane, a su vez hija de William Amydas, •^ e Lauceston. Su nacimiento se data entre los años 1490- lBOO. William Hawkins casó con Jane Trelawney ( hija de William Trelaw- ^^ y) y tuvo dos hijos de este matrimonio: William y John. U A. RUMEU DE ARMAS SO mercader de Plymouth y hombre de negocios preeminente, que llegó a empuñar la vara de alcalde de su ciudad natal, quien en unión de sus hijos William y John estableció un servicio regular marítimo con las Canarias/ dedicándose a la compra de azúcares y vinos en las distintas islas del archipiélago, en las que contaban con poderosos auxiliares y amigos. Los Libros de registro del puerto de Plymouth atestiguan la extraordinaria actividad desplegada por esta familia afortunada, que consiguió, al par que riquezas para su casa, propagar la excelencia de los vinos canarios, dándoles popularidad y fama y abriéndoles los hogares de las clases acomodadas de su nación. Este tráfico lo llevaban a cabo en pequeños buques dé veinte a cincuenta toneladas, ligerísimos y muy marineros, que tardaban en hacer su recorrido de ida y retorno unos tres meses aproximados. William Hawkins no se limitó a este activo trato, sino que, atando el cabo suelto de las expediciones de los Cabotos, inició por su cuenta otras no menos arriesgadas a África y América. En 1530 visitó las costas de Guinea, a bordo de su navio Paul, de 250 toneladas, recorriendo la ribera de Sestos, y, cruzando el Atlántico por su parte más estrecha, arribó a las costas del Brasil, las que visitó detenidamente, trabando de pasa relaciones con los indígenas. En 1532 repitió Hawkins el viaje en análogas circunstancias ^^ En los años restantes de su vida, William Hawkins prosiguió activamente sus expediciones mercanti- 23. Kichard Hakluyt: The Principal Navigations, Voya-ges, Traffiques & Discoveries of the English Nation. Edición de James Mac Lehose. Glasgow, 1903- 1905. The Hawkins, Voyages. During the reigns of Henry VIIL Queen Elizatíeth, and James I. Edición preparada, con un en-jündioso prólogo, por Sir Clements R. Markham Society, 1878. página 3- 4. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA , i5 les y descubridoras, entreveradas con las prácticas. El activo comercio con Canarias, en el que había logrado « rédito y fama su hijo John, le produjo pingües ganancias; las expediciones a Guinea y al Brasil, proseguidas por otros marinos bajo su patrocinio, honores y gloria; y la sed de aventuras le llevó a enrolarse como corsario, con autorización de Enrique VIII, para combatir la navegación francesa, aunque algunas veces saliesen malparados de aquellos ataques los navios españoles que cruzaban pacíficamente el Canal de la Mancha ^\ El comercio de vinos atrajo además a las Canarias a otras importantes casas comerciales inglesas. Hecuérdese el caso ( como expusimos en anteriores páginas) que en 1553 Anthony Hickman y Edward Cas-tlyn decidieron ampliar el área de sus transacciones mercantiles, estableciendo factores fijos en las islas Canarias. Fueron los designados para representarlos Edward Kingsmill, en la isla de Gran Canaria, y Wi- Uiam Edge ( sic) y Thomas Nicholas ^^ en la de Tenerife. Para dar una idea aproximada de la importancia de las transacciones llevadas a cabo por estos agentes, baste con declarar que, según confesión del propio Kingsmill, ascendió a 30.000 ducados el valor de una Bola de las operaciones mercantiles de las muchas en que tomó parte ^^ Figura destacada en este comercio 24. Véase el capítulo " Oíd William Hawkins", de la obra de James A. Williamson Sir John Hawkins. Oxford, 1927. Página 3- 31. 25. William Edge fué el primer factor de Hinckman y Castlyn en Tenerife. Vino a la isla en 1558, donde residió hasta ser sustituido por Nicholas en 1557. ( Museo Canario de Las Palmas. Archivo de la Inquisición de Canarias. Proceso de Tomás Niculas. Año 1561, signatura XVIII- 19). 26. Elizabeth State Papers Foreign Calendar, tomo III, 1560- 61, pág. 256- 8, número 412. i6 A. RUMEUDE ARMAS fué también la de Andrew Barker, famoso mercader de Bristol, quien tenía como factor íijo en Tenerife para la venta de telas y otras mercaderías a John Drue 2''. Los Hawkins se entendían directamente para sus transacciones con los anteriores agentes y con la familia Ponte; y con carácter más o menos independiente actuaban tres comerciantes británicos: Richard Grafton, Charles Chester y Jofre López ( sic), todos residentes en Tenerife. La misma popularidad alcanzada por los vinos canarios en Inglaterra, reflejada en las obras dramáticas del inmortal Shakespeare, demuestra el auge del tráfico comercial con la Gran Bretaña. Téngase en cuenta que a partir de 1585 este intercambio se suspende o amortigua a consecuencia de la tirantez de relaciones con la reina Isabel, que conduciría tres años más tarde a la, guerra declarada, y se comprenderá que precisamente entre estos treinta y cinco años que corren de 1550 a 1585 el consumo del delicioso néctar debió ser tan intenso en la brumosa Albión, que permitía a todo un pueblo comprender por boca del más grande de sus dramaturgos que el " sack" o " ca-nary" no podía ser otra cosa " que un maravilloso vino que se cuela y perfuma la sangre" ^^ Y el misma William Shakespeare, cuando crea el tipo de Falstaff, el gordo Sir John Falstaff, vividor, petardista y desaprensivo, dando vida a la concepción humorística más grandiosa que haya aparecido sobre la escena, no vacila en apelarlo, por su excesivo culto y afición a Baco,. 27. M. C.: Archivo de la Inquisición. Proceso contra Juan Druc. Año 1575. Signatura LXXXII- 3. 28. La segunda par. te del Rey Enrique IV. Acto II. Escena IV. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA i7 con el apodo de " Sir John Canary" ". El vino de las. islas Afortunadas aplacaba la sed de los ingleses en todas las tabernas de la Gran Bretaña. I I . Política de bostilidji^ Las primeras persecaciones ác iagleses. Mas las relaciones comerciales entre las Canarias e Inglaterra no transcurrieron tan pacíficas que alguna que otra vez— en sus principios— no fuesen perturbadas por los ataques piráticos hasta el punto de. 29. William Shakespeare canta las excelencias del vino de Canarias en algunas de sus obras inmortailes. En La pñmera parte del Rey Enrique IV, el dramaturgo inglés alude más de veinte veces al " sack" o " canary". Y en La segunda parte del Rey Enrique IV, la taberna " Cabeza de Jabalí", es el escenario de graciosísimas situaciones. Andrés de Lorenzo- Cáceres, en su precioso estudio Malvasia. y Falstaff ( Laguna de Tenerife, 1941, pág. 38), resume en los siguientes términos las principales alusiones al " canary": " Cualquier lugar parece adecuado para que un personaje hable del vino canario. Mas " La Cabeza de Jabalí", será siempre un escenario especialmente grato para quienes gusten oír contar del maravilloso néctar. " Su misma posadera, tras asegurar a Dolí' que su color se ha encendido como una rosa, le dice del mucho Canarias que ha bebido: " maravilloso vino que se cuela y que perfuma la. sangre en menos que decir: ¿ qué es ésto?" " Infeliz posadera, que en la misma escena { Parte segunda de Enrique IV, act. II, esc. IV), oye a Falstaff saludar a Fistol: " Aquí, Fistol, te cargo con una copa de Canarias; desahógate tú sobre mi posadera". _ " Sir John Falstaff, nuestro Sir Juan Canarias que tanto divirtió a la Reina Isabel de Inglaterra, mereció bien este nombre con que lo apellida Shakespeare por labios de su personaje- Fistol. " Su vida estaba rendida al maravilloso néctar." En otras obras de William, como Las alegres comadres de Windsor o en Noche de Reyes... se repiten constantemente las alusiones al malvasia canario, popular más que ninguno otro-> vino en la Inglaterra isabelina. 48 A. RUMEU DE ARMAS crear una atmósfera de tirantez y de recelo. En marzo de 1540, regresando de Santa Cruz de Berbería, en el cabo de Aguer, una carabela andaluza, propiedad del maestro Pedro de Burgos, fué atacada y robada a la altura de cabo Cantin, por un navio pirata inglés ^°. En 1546 denunciaban los portugueses a un tal Thomas Indema ( acaso Wyndham) como reincidente pirata que había cometido depredaciones por entre las islas del Océano ^^ Cuatro años después, en 1550, los ingleses se apoderaban en la isla de Madera de un navio cargado de azúcar, de probable procedencia canaria ^ 2. Con escasa diferencia de tiempo, don Alvaro de Bazán combatía, en 1556, frente a Santa Cruz de Cabo de Aguer, contra un pirata inglés de imposible identificación, " Bicharte Guates", que traficaba en armas con los moros, para que éstos hostilizasen a los pescadores vecinos. Ninguno de estos ataques iba dirigido directamente contra España, pero son todos ellos claro indicio de un mal endémico próximo a propagarse. La muerte de la reina María Tudor, en 1558, fué la señal de alarma. Si hasta entonces los ingleses habían respetado la integridad del imperio español, a partir de ahora empezaría la carrera desenfrenada de atentados y ataques, que ti « nen su máxima expresión y símbolo en la figura semi- legendaria de Drake. A la rivalidad política, a la diferencia de caracteres y, por tanto, a la antipatía personal entre sus 30. A. I.: Patronato Real, leg. 265- 2. Información hecha en Cádiz sobre el robo que hicieron unos ingleses en la' mar a una nao española que venía del cabo de Guer. • ( 7 de abril • de 1540). 31. P. R. O.: State Papers. Foreign Series. Elizabeth, vol. XCV, fol. 242- 67. 32. Ibid. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA U9 monarcas, vinieron a unirse otra vez, para separar a sus respectivos pueblos, las diferencias religiosas. Coincidió, además, el triunfo de Isabel con los primeros intentos de propagación del protestantismo en España, cuyos débiles focos, aunque fueron ahogados en ciernes, contribuyeron a redoblar el celo de la Inquisición en materia de fe, despertando además los recelos de ella contra los subditos de los países contaminados por la herejía. Respondiendo a tal estado de opinión, la princesa doña Juana, gobernadora de los Estados en nombre del rey don Felipe, expidió en Valiadolid, el 7 de septiembre de 1558, la famosa pragmática sobre censura y vigilancia de libros, completada un mes más tarde con la Real cédula de 9 de octubre, dirigida a las autoridades canarias, en las que encomendándoles el mayor cuidado sobre tan espinosa materia les ordenaba, de acuerdo con la Inquisición, la visita e inspección de los navios extranjeros que llegasen a sus puertos, con objeto de que no descargasen " balas de libros o mercaderías sin que [ fuesen] reconocidas por vos las dichas Justicias e Comisarios del Santo Oficio para ver si en las üichas balas o fardeles vienen libros reprobados o de sospechosa doctrina". Tal medida abrió las puertas de los navios extranjeros a los oficiales de la Inquisición, que usando unas veces de moderación y otras de intransigencia, que apoyados en la mayor parte de los « asos por el Consejo de la Suprema de Madrid o suavemente reprendidos en las menos, provocaron una se- J* ie interminable de roces, litigios, castigos, represalias y reclamaciones diplomáticas, que en pequeña parte serán dadas a conocer en estas páginas. Porque la Inquisición no limitó su poder, con respecto a los extranjeros, a la política de libros, sino que amplió su jurisdicción a los delitos de herejía o contra la fe co- 4) 50 A. RUMEU DE ARMAS metidos dentro o fuera del territorio español, quedando, por tanto, incursos en sus anatemas todos aquellos, que comulgaban en las nuevas doctrinas que se propagaban por Europa. Claro está que criterio tan rígido como estrecho no fué siempre el predominante, pues el Consejo de la Suprema Inquisición, forzado por las conveniencias diplomáticas, hubo de abrir muchas veces la mano sobre el particular, llamando la atención a los inquisidores para que fuesen más flexibles en sua^ determinaciones, al objeto de evftar excesivos litigios, no ahuyentar el comercio extranjero y paliar la tirantez de relaciones con los países protestantes ^^ Se respiraba, pues, en Canarias este estado de-cosas cuando empezaron a llover contra la Inquisición las denuncias contra el factor de la casa " Hickman y Castlyn" en Tenerife, Thoman Nicholas, natural de Gloucester, de veintiocho años de edad, que había venido a las islas en 1556, cumpliendo órdenes de su&" jefes a quienes,, por cierto, llaman los inquisidores " Antonio Iqueman y Duarte Castelin, vecinos de Londres". El inquisidor don Luis Padilla decretó en Las Palmas, el 21 de enero de 1560, que se abriese en Tenerife la oportuna pesquisa, y dando comisión para ello al beneficiado de La Orotava Francisco Martín,, 33. A. H. N.: Inquisición de Canarias. Leg. 1818- 19. Las visitas a los navios las hacían de común acuerdo loa. delegados del gobernador y los comisarios del S. O., aunque aquéllos hicieron con frecuencia dejación de sus funciones, llevando a cabo la inspección tan sólo los últimos. En 1569 el gobernador de Gran Canaria, licenciado Pedro- Eodríguez de Herrera, recordó al S. O. las atribuciones de la potestad civil en materia de inspección de navios extranjeros, y más adelante, por motivos de precedencia, hubo serios litigios entre gobernadores e inquisodres, principalmente en tiempos en que mandaba en Gran Canaria don Diego Melgarejo- ( 1575). VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 51 le encargó inquiriese noticias sobre " ciertos ingleses y flamencos por proposiciones herétjicas". El proceso de Thomas Nicholas ( Tomás Nicolás o Niculas, pues de las dos maneras se firmaba en España) se conserva integro entre la valiosísima documentación que de la Inquisición de Canarias guarda la prestigiosa sociedad " El Museo Canario", de Las Palmas ^* y nos va a servir para deshacer las patrañas inventadas por Nicholas, cuando su regreso a Inglaterra, sobre los absurdos procedimientos e inconfesables causas que movían a la Inquisición canariense. Thomas Nicholas declaró en Londres, en 1564, que los causantes de su detención en Canarias habían sido dos ladrones y dos prostitutas, que le acusaban de vivir con arreglo a la ley inglesa y de ser hereje, como subdito que era de una reina herética. De la misma veracidad hizo alarde Nicholas al enjuiciar al Santo Oficio y a sus miembros más conspicuos, pues arremetió de palabra contra el inquisidor don Luis de Padilla, a quien tilda de judío, impulsado en su persecución por el inconfesable móvil del más descarado latrocinio ^^ Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Es cierto que Nicholas había mantenido trato y relación con dos mujeres llamadas las Morenas— María. Morena, viuda de García de Puerta Carriazo, y Catalina Morena—, las cuales, según declaración del propio acusado, " le hazian... camisas"; es cierto también que al ser detenido y llamado a declarar Thomas Nicholas en Las Palmas, acusó como enemigas declaradas suyas 34. M. C.: AVchivo de la Inquisición. Proceso contra Thomas Niculas, inglés. Año 1560. Signatura XVIII- 19. 35. P. R. o.: EKzabeth. State Papers. Foreign Calendar, tomo III, año 1561, núm. 407, pág. 251, y tomo VII, año 1564, numero 411, página 137. 52 A. RUMEU DE ARMAS a las citadas mujeres, refiriendo el lance que con ellas había tenido por causa de un anillo que le habían sustraído entre bromas y veras, vendiéndolo después por tres doblas a Antonio Dorantes ^ ® ; no es menos cierto el enojo del inglés, enterado de la fechoría al regreso de uno de sus frecuentes viajes comerciales a la isla de La Palma, de la que protestó enérgicamente por carta. Pero tales suposiciones y desavenencias no destruyen ni neutralizan las verdaderas causas del proceso inquisitorial " contra ciertos ingleses y flamencos por proposiciones heréticas", y el de Nicholas no fué sino uno de los tantos procesos que incoó la Inquisición por esta época contra aquellos que delinquían en materia de fe. Abierto el proceso en La Laguna, en Enero de 1560, declararon, entre otros testigos, el capitán Pedro Soler y el bachiller Ramos, estando ambos de acuerdo en afirmar que Nicholas no " iba a misa", así como que se había expresado repetidas veces con " palabras sospechosas". El capitán Soler puso por testigo de tales afirmaciones a su propio hijo, el beneficiado de la iglesia de los Remedios, Pedro Soler, cuyo nombre convendrá recordar para el futuro. Declararon también, como no podía ocurrir por menos, las Morenas, y si bien es cierto que sus denuncias fueron las más sustanciosas, no hay ningún motivo ni indicio para, transcurridos cerca de cuatro siglos, poner en duda la autenticidad de sus afirmaciones, aun suponiendo que las impulsase a hacerlas públicas la ira o el despecho: Desde las excelencias de la secta luterana, pasando por los mayores ataques a la confesión y a la castidad, en medio de soe- 36. Declaración de Thomas Nicholas ante el inquisidor don Luis de Padilla el 1 de febrero de 1560. Proceso antes • citado ( M. C. Inquisición: XVIII- 19). VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 5S ees burlas y procaces bromas, aparecen en boca de Ni-cholas, al decir de' aquellas mujeres ". El mismo Nicholas, presintiendo el riesgo que corría su persona, andaba ocultándose por aquellos días de casa en casa, morando unas veces en la de su compatriota " Calafeton" ( Richard Grafton) y otras en distintas de la ciudad o de la isla, hasta que pudo embarcar para Gran Canaria, buscando refugio en la residencia de su consocio " Duarte Quinzemil" ( Edward Kingsmill), con propósito de ausentarse del archipiélago para ocultarse en Sevilla. La casualidad hizo, sin embargo, que en el mismo navio en que había huido de Tenerife viniese acompañándole la " información" contra él pi; ficticada ^^ por 37. El 26 de enero de 1560 declararon las Morenas cómo hacía cuatro años que Nicholas iba a la casa de ambas para " hacerse camisas y pañuelos"; que en ese tiempo no se cansaba de predicarles sobre las excelencias de la secta luterana en relación con el catolicismo; que hacia burla de la confesión asegurándoles que del trato espiritual con los frailes no se obtenía otra cosa que el " que las mujeres saliesen muchas veces preñadas"; y que se mofaba de la castidad, afirmando que la virginidad en la mujer joven era causa de " irse al infierno". Declararon además, cómo Nicholas se entretenía, mientras ellas trabajaban, cantando en su lengva ( acompañándose con una vihuela propiedad de Juan Sebastián Morena, su hermano), sin que pudiesen penetrar en el sentido de aquellas canciones. Por su parte, Thomas Nicholas declaró en su descargo có^ Mo las Morenas le habían amenazado, al reclamarles el anillo, con " que le harían quemar" vivo, con otras injurias " por las que vinieron a contienda y juicio". También afirmó en su descargo que el hermano de ambas, Juan Sebastián Morena, le debía cierta cantidad de dinero. Sin duda, unas y otap ^ on las prostitutas y los ladrones a los que se refiere Nicholas en sus declaraciones de Londres. 38. La orden para iniciar la " información" fué expedida « n Las Palmas por el inquisidor don Luis de Padilla el 21 de enero de 1560. fi • i^^ información dio comienzo en La Laguna, ante el bene-nciado de La Orotava Francisco Martín, el 26 de enero de 1560. 5Jt A. RUMEU DE ARMAS lo que, dándose prisa los inquisidores, resolvieron ordenar su detención el 1 de febrero de 1560; y tras la declaración de rigor ^^, dispusieron su ingreso en las cárceles secretas del Santo Oficio. A partir de este momento se inicia el farragoso proceso con su interminable desfile de testigos de cargo y de descargo, que no añaden nada substancial a lo consignado *". Sólo nos interesa hacer resaltar los nombres de los amigos de Nicholas, que él presentó como testigos qué podían deponer en su favor; eran éstos: Pedro de Ponte, Fabián Viña Negrón, Melchor de Monteverde, el benefi- 39. En su declaración afirmó Nicholas ser natural de Gloucester, cristiano, de 28 años de eoad y factor de Antonio Iqueman y Duarte Castelin; que se dedicaba a la. " trata en pannos, liengos y fustanes y bocaranes y otras cosas de Inglaterra y Flandes, y en enbiar agucares y ramieles destas yslas para Flandes y Espanna"; que había venido a Canarias por primera vez en 1556 para trabajar a las órdenes de Guillermo Edge, factor de Hickman y Castlyn en Tenerife, con objeto de familiarizarse con el castellano; y que después de permanecer tres meses en el archipiélago regresó a Inglaterra, para retornar a su vez en Í557 a Tenerife como factor de los antedichos mercaderes en sustitución de Edge. Afirmó, asimismo, Nicholas que su residencia fija había sido la isla de Tenerife y, en particular, la ciudad de La Laguna; pero que había frecuentado las islas de Gran Canaria y La Palma en sus tratos comerciales. En La Laguna habíale servido siempre de morada la casa del vecino Antonio Dorantes. En cuanto al motivo de su viaje, Nicholas lo justificó alegando que venía a Gran Canaria para sus asuntos comerciales con Kingsmill, y que no había dejado apoderados o representantes suyos en Tenerife, por haber liquidado su negocio en aquella isla. 40. La Inquisición ordenó, además, el secuestro de todos sus bienes en La Palma, Tenerife y Gran Canaria, incautándose de sus equipajes, y disponiendo la clausura del domicilio de su consocio Edward Kinsgmill, entre tanto que se llevaba a cabo en el mismo un minucioso registro. Tal medida traería de rechazo consigo serios altercados entre las autoridades españolas y Kingsmill, conforme veremos en sucesivas páginas. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 55 ciado informante Francisco Martín— prueba concluiente de la imparcialidad con que la llevaría a cabo—, Bartolomé Joven, Pedro de Alarcón... y un número interminable de frailes. Entre sus compatriotas depusieron a su favor: Edward Kingsmill y Richard Grafton. Thomas Nicholas permaneció en . las cárceles del ^ anto Oficio de Canarias por espacio de veinte meses, hasta que, reclamado por las autoridades de la Inquisición de Sevilla, alcanzó poco tiempo después la libertad ( debido a, las gestiones diplomáticas de Inglaterra), pudiendp trasladarse a Londres a dar cuenta a sus je-ies del resultado de sus negocios. Según declaró allí, la casa Hiekman y Castlyn había perdido a consecuencia de su detención en Canarias más de 14.000 ducados *^ Por aquella fecha o algo más adelante Nicholas— •• algo más conocido en los libros de viaje por Nicols— escribió su popular Descripción de las Canarias, que iia dado cierta celebridad a su nombre, al ser inserta en las colecciones de viajes de este siglo y posteriores ". Cuando aún no se había apagado el ruido provocado por la detención de Nicholas, de nuevo la Inquisición volvió a proceder contra otros factores y comerciantes ingleses avecindados en Canarias. El más destacado de estos procesos fué el que incoó contra el factor de "' Hiekman and Castlyn", Edward Kingsmill. Al ser 41. Elizabefh. State Papers. Foreign Calendar, tomo III, año 1561, núm. 407, y tomo VII, año 1564, núm. 411. 42. Richard Hakluyt: Principal Navigations, tomo VI, • Págs, 127- 132. Véase" Descripción de las Canarias en el año 1526, hecha ^ r Thomas Nicols^ factor inglés. Introducción y notas de jSuenaventura Bonnet. Publicada en " Revista de Historia". 39 ( 1933), 206. 56 A. RUMEU DE ARMAS arrestado en su domicilio, el 1 de febrero de 1560, su compañero Thomas Nicholas, decretó la Inquisición, una vez tomada la confesión al reo, el secuestro de todos sus bienes en las tres islas de Tenerife, Gran Canaria y La Palma, y para asegurar la eficacia de éste ordenó la consiguiente clausura del domicilio de Kings-mill, con objeto de proceder a un minucioso. registro. Llevado a cabo éste, reveló determinadas anormalidades en las transacciones del factor inglés, por lo que fué procesado, no sabemos si por la potestad civil o. eclesiástica ( ya que su causa no se conserva) y finalmente multado con mil ducados. No teniendo, pues^, ninguna información española sobre el caso, nos hemos de atener a las revelaciones del comerciante británico. Este declaró una vez, de regreso en su patria, que se le había acusado de haber exportado moneda y de llevar sus libros comerciales en inglés, contraviniendo" las órdenes de las autoridades " ; pero, cierto o no, la único real fué que además de la multa recibió el reo orden de destierro, teniendo que ausentarse de Canarias definitivamente en 1561, no obstante haberse interesado en su favor ( y en el de Nicholas) Felipe II cerca de las autoridades del archipiélago **. En cuanto a los demás factores ingleses residentes en Canarias, su suerte estaba ya prejuzgada de antemano. Todos seguirían el mismo camino que sus. compañeros, aunque en distintos momentos. El primero en ingresar en las cárceles secretas de la Inquisición fué el comerciante inglés John Hill, a quien Nicholas o Nicols, en su Descñpción,.., atribuye 43. Elizabeth. State Papers. Foreign Calendar, tomo III, 1561, núm. 412. págs. 256- 58; y P. R. O.: State Papers. Foreign Series. Elizabeth, vol. XL, núm. 340. 44. Elizabeth. State Papers. Foreign Calendar, tomo III, 1561, núm. 354, pág. 213. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 57 la introducción del cultivo de la vid en la isla de EL Hierro. John Hill fué detenido en dicha isla y trasladado a Gran Canaria en 1574, en cuyas cárceles de la. ciudad capital ingresó el 23 de Junio del año mencionado ". Poco más sabemos de su ulterior suerte ". En análoga fecha ingresaron también en las cár-^ celes del Santo Oficio los mercaderes ingleses John Sanders y William Hall, a quienes se dio tormento^ siendo condenados por herejes a distintas penas pecuniarias *''. Por el mismo camino les siguió el factor inglés, avecindado en Tenerife Charles Chester, hijo de un rico comerciante de Bristol, con quien mantenía correspondencia. El 7 de Marzo de 1575, Chester ingresaba en las cárceles secretas de la Inquisición ^^ pro- 45. W. De Gray Birch: Catalogue of a collection of original manuscripts formerly belonging to the Holy office of the Inquisition in the Canary islands. Londres 1903, tomo I, página 221. Se refiere al " Libro de la Cárcel", correspondiente a. los años 1574- 1626. Dice así: " Joan Hil, inglés, vezino de la ysla del Hierro, 2S de Junio de 1574. No traya dineros ni otra. cosa p
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Calificación | |
Título y subtítulo | Los viajes de John Hawkins a América 1562-1595 |
Autor principal | Rumeu de Armas, Antonio |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | Sevilla |
Editorial | Escuela de Estudios Hispanoamericanos de Sevilla |
Fecha | 1947 |
Páginas | 530 p. |
Datos serie | Monografías ; 9 |
Materias |
América Descubrimiento y exploración 1562-1595 |
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Texto | \\ m\{\ RUMEU DE ARMAS ( liiclor on Derccluí y doclor pii Ciencias Hisiliricas por la Universidad de Madrid ( íiradii en el que oblu\ o premio cxlraordi-narin), fne euledrálicn de lícn ¿ ralia e His-liiria en Inslituios de Enseñanza Media. En In acliinlidad es caledrálien en la Facnllad de FiiüSíilui y Letras de la Universidad de Uarfeliina, y colabnradur del (¡ niisejn Superior di' Invesligacinnes Cienlü'icas. La nionojíraria que lioy leñemos el liiinor de presentar, es el lillinm Irnln de una lariia y siílida pnidueeinn i'ienlíika, entre la que destacan las siguientes puhli-i'aeiones: Hisfoj- ia ric IH ceiisiira literaria en Exp/ Mifi ( Afíiiilar, Madrid, l') 4()), /.¡ i inoeii-líieiiiii V l/ i vaei/ iiíieiiiji ( iiilifíiM'nlii'fi en Es- / wilíi (\ alenda, l') 4l). El íw/ ii/ ii líe liis Al-ealdes de Musíales ( Toledii, l') 4()), Hisío-rirt ríe la IVevisió/ i social en Esparia ( Madrid, l') 44), (,'() l( jn e/ i liariTliina ( Escuela de Estudios Hispano Americanos, Sevilla, l') 4-)), y numerosos artículos de investiga-ciiin científica publicados en « Acción es-paíH) la » , « Kazdn y Fé » , « Universidad » ( Zaragoza), « Ke\ ista Internacional de So-ciologia » , « Revista del Trabajo » , « Revista de Esludios Políticos » y otras publicaciones periódicas. Ene galardonado con el Premio Maura I' 131, por su obra ( deas y pensaniienlo de JVIaura sobre el régimen municipal; con el Premio Marvá 1!) 42, por su citado libro sobre la previsión social en España; y recientemente, con el premio « Antonio de Nebrija » del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, por un extenso estudio, todavía en prensa, sobre Ataques pira-íicos y acciones navales contra las islas L'anarias. LOS VIAJES DE JOHN HAWKINS A AMERICA PUBLICACIONES DE LA ESCUELA DE ESTUDIOS HISPANOAMERICANOS DE SEVILLA XXXV ( N." general) Serie 3.*: Monografías Las noticias, asertos y opiniones contenidas en este trabajo, son de la exclusiva responsabilidad del autor. La Escuela de Estudios Hispano- Americanos sólo responde del interés científico de sus publicaciones. ANTONIO RUMEU DE ARMAS LOS VIAJES DE JOHN HAWKINS A AMERICA ( 1562- 1595) Sevilla, 1947 Primera edición; agosto de 1947. Con veintiséis láminas RESERVADOS TODOS LOS DERECHOS Editorial Católica Española, S. A. - San Jacinto, toó - Sevilla ÍNDICE GENERAL Págg. PROLOGO XIII Abreviaturas utilizadas XIX CAPITULO I.— La política y la expansión comercial inglesa en la primera mitad del siglo XVI 1 I. Las relacionen diplomáticas ehtre España e Inglaterra. Iniciación de la política de hostilidad, 1.— II. Las empresas marítimas de Inglaterra. Evolución general de la piratería, 11.— III. Primer ensayo de expansión comercial. Expediciones inglesas al continente africano, 17 CAPITULO II.— Las factorías comerciales inglesas en Canarias. Primeras piraterías contra España 35 I. El comercio inglés con las Canarias, 35.— II. Política de hostilidad. Las primeras persecuciones de ingleses, 47.— III. Primeras piraterías contra España, 60. CAPITULO III.— John Hawkins y Pedro de Ponte 69 VII Págs. I. La personalidad de John Hawkins. Sus relaciones comerciales con Canarias, 69.— 11. El comercio de esclavos en el siglo XVI, 78.— III. Pedro de Ponte. Sus relaciones con John Hawkins, 87. CAPITULO IV.— Primera expedición de John Hawkins a las Indias Occidentales 107 I. Preparativos de la expedición. Escala en Canarias y Guinea, 107.— II. John Hawkins en la isla de Santo Domingo, 112.— III. Retorno de John Hawkins. ¿ Nueva estancia en Canarias?, 121. CAPITULO V.— Segunda expedición de John Hawkins a América 131 I. Segundo viaje de John Hawkins a las Indias, 131.— II. John Hawkins en América, 148. CAPITULO VI.— Intermedio diplomático. La expedición de John Lowel a América 171 I. Diego Guzmán de Silva y John Hawkins, 171. II. La expedición de John Lowell a América, 180.— III. Capitanes y pilotos ingleses al servicio de John Hawkins, en Canarias, 187. CAPITULO VIL— Tercera expedición de John Hawkins a las Indias Occidentales. La primera escala 195 I. Preparativos de la expedición. Primero. s incidentes, 195.— II. John Hawkins en Tenerife, 207.— III. Contacto entre los navios de la escuadra. Escala en la Gomera, 219. CAPITULO VIII.— John Hawkins en América. 229 I. Los ingleses en Guinea, 229.— II. JOhn Hawkins en las Antillas y Borburata, 241.— III. La escala en Río de la Hacha y Santa Marta, 251. CAPITULO IX.— John Hawkins en San Juan de Ulúa. La batalla del 23 de Septiembre de 1568 265 VIII , ,:.' Págs. I. La Armada de Inglaterra en San Juan de Ulúa, 265.— II. Conversaciones y tratos entre españoles e ing^ leses, 278.—^ III. La batalla del 23 de Septiembre de 1568, 291. CAPITULO X.— El retorno a Inglaterra 305 I. El retorno a Inglaterra, 305.— II. El botín y los prisioneros ingleses, 311.— III. Acción diplomática de España para incorporar a Hawkins a su servicio, 325. CAPITULO XI.— Cuarto y último viaje de John Hawkins a América 335 I. Hacia el epílogo de una vida, 335.— II. Los mandos en la expedición a América de 1595. La personalidad histórica de Francis Drake, 345. III. La expedición a América. Muerte de Hawkins y Drake, 363. APÉNDICE DOCUMENTAL 385 1. Declaración prestada por Mateo de Torres en 1568, con noticias sobre la fuga de los ingleses en 1560 385 2. Licencia dada a John Hawkins, por el capitán Lorenzo Bernáldez, para poder comerciar en la isla de Santo Domingo cuando su estancia en 1563 386 3. Carta del licenciado Alonso de Herrera al Rey con pormenores sobre la estancia de Haw-^ kins en la isla de Santo Domingo en 1568 388 4. Carta del licenciado Echagoyen, oidor de la Audiencia de Santo Domingo, al Rey, escrita el 4 de Noviembre de 1563 392 5. Carta del Capitán Lorenzo Bernáldez a Felipe II explicatoria de su conducta con John Hawkins 396 6. Declaraciones prestadas por varios vecinos de Santa Cruz de Tenerife ante el licenciado Armenteros sobr » la presencia en el puerto de corsarios ingleses 399 7. Carta de John Hawkins al gobernador de Venezuela Alonso Bernáldez. Año 1565 402 IX Págs. 8. Cabeza de la información practicada por el gobernador de Borburata, Alonso Bernáldez, sobre las violencias y atentados cometidos por John Hawkins en dicho pueblo para obtener la licencia comercial. Año 1565 403 9. Declaración del testigo Juan Pacheco en la información abierta en Borburata por el gobernador Alonso Bernáldez. Año 1565 405 10. Licencia para comerciar dada a John Hawkins, por las autoridades del Rio de la Hacha, el 21 de mayo de 1565 408 11. Certificado acreditativo de la buena conducta de John Hawkins en el Río de la Hacha cuando su estancia en 1565 409 12. Pliego interrogatorio de preguntas presentado por el fiscal de la Audiencia de Santo Domingo, licenciado Santiago, en relación con los tratos de John Hawkihs con los vecinos del Río de la Hacha. Año 1565 409 13. Carta del Concejo del Río de la Hacha al Rey, de 23 de junio de 1567, con pormenores del viaje de John Lowell 413 14. Carta del tesorero del Río de la Hacha Miguel de Castellanos, al Rey, de 1 enero 1568. 417 15. Carta de los regidores Hernando Castilla y Lázaro Vallejo, sobre la estancia de Montemps y Lowell en Río de la Hacha, escrita en 8 de enero de 1568 418 16. Escrito del Concejo del Río de la Hacha a Felipe II, dándole cuenta de las operaciones de John Lowell. De 8 de enero de 1568 421 17. Carta de Diego Ruiz de Vallejo, escrita en Nueva Segovia el 21 de abril de 1568, con noticias de las piraterías de Montemps, Lowell y Hawkins en Borburata 424 18. Copia de la información que en la Inquisición de Canarias resulta cpntr^ Bartholome de Ponte, vezino y regidor de la isla " de Tenerife, preso en las cárceles de este Sancto Officio 427 19. Declaraciones prestadas por varios testigos ante la Inquisición, sobre la estancia de John Hawkins en Tenerife y La Gomera, 1567 429 X 20. Carta de las regidores del Río de la Hacha, de 26 de Septiembre de 1568 435 21. Carta del tesorero Miguel de Castellanos dando cuenta a Felipe II de la segunda estancia de Hawkins en el Kío de la Hacha. Escrita el 26 de septiembre de 1568 438 22. Carta del Gobernador Martín de las Alas y de los regidores de Cartagena de Indias, dando cuenta al Rey de haber rechazado el ataque de John Hawkins. Escrita el 30 septiembre de 156S 441 23. Cartas de los Alcaldes y Corregidor de la villa de Veracruz a la Real Audiencia de Méjico, participando el arribo de Hawkins a San Juan de Ulúa 444 24. Información testifical practicada en Vera-cruz el 5 de Octubre de 1568 por el Alcalde mayor Luis Zegrí sobre el combate de San Juan de Ulúa. Declaraciones de ingleses prisioneros 445 25. Declaración prestada en Jalapa por el contramaestre del " Jesús of Lubeck", Robert Barrett 454 26. " Declaración de unos ingleses, mandadas tomar por el general de armada don Francisco de Luxán, en San Juan de Ulúa, sobre el combate que dicho general tuvo con el general inglés Juan de Aquines". 1568 460 27. Cabeza de la información ordenada practicar por el Virrey de Méjico don Martin de En-riquez, sobre la batalla de San Juan de Ulúa ... 472 28. Declaración del capitán Antonio Delgadi- 11o en la información antes citada 475 29. Declaración del capitán Juan de Ubilla, almirante de la flota de Nueva España, en la información antes citada 478 30. Relación del suceso acaecido entre el general inglés Juan de Aquins y la armada de Nueva España en el puerto de San Juan de Ulúa. Año 1568 4? 2 Erratas 485 XI ÍNDICE DE LAMINAS Frente a I. Sello de Felipe y María, reyes de Inglaterra 8- 9 II. Isabel de Inglaterra 8 - 9 III. El navio " Minion" 24 IV. John Hawkint, 69 V. Blasón y autógrafo de Pedro de Ponte ... 76 VI. El pueble de Adeje, con la casa fuerte guai- ida de Hawkins 112 VIL Lisboa en el siglo XVI 128 VIII. Londres, emporio de las empresas co-mei- ciales y piráticas inglesas 136- 137 IX. La isla de Tenerife y el puerto de Adeje 136- 137 X. Escudo de armas de John Hawkins 176 XL Felipe II, por Pantoja de la Cruz 184- 185 XIL Navio inglés del siglo XVI 184- 185 XIII. Francis Drake en su juventud 192 XIV. El " Jesús of Lnbeek" 200- 201 XV. Sir William Cecil 200- 201 XVI. La ;¡ udad de Plymouth, sede de los Hawkins en el siglo XVI 208 XVII. San Sebastián de La Gomera 224 XVIII. John Hawkins 240 XIX. La isla de San Juan de Ulúa en 1590... 272 XX. El almirante Sir Francés Drake 304 XXI. Relación de los ingleses cautivos en San Luis de Tampico 320 XXII. William Cecil, Lord Burleigh 328 XXIII. La reina Isabel de Inglaterra 336 XXIV. Francis Drake 352 XXV. El navio inglés " Ark Royal", análogo al " Jesús of Lubeck" 368 XXVI. Sir John Hawkins 376 XII P R O L O G O La interesante personalidad del navegante y corsario inglés John Huwkins— el Juan Acles o Juan Aquines de nuestros documentos y crónicas— es muy poco conocida por los españoles, no obstante la importancia que tiene su figura en el marco general de la historia americana del siglo XVI. Y menos conocida todavía si se hace abstracción de algunos episodios piráticos o acciones de Índole militar, que no reflejan, ni mucho menos, la verdadera significación de la personalidad de Hawkins, cuyos viajes y empresas tienen mucha máfi honda trascendencia en el presente de su siglo y para el futuro, que el de unos simples encuentros navales en las inmensidades del Océano o en las encrucijadas de los puertos del Caribe. John Hawkins, hombre al mismo tiempo de empresa y acción, es uno de los más grandes marinos de Inglaterra de todos los tiempos. Bien es verdad que su figura no tiene el brillo estelar de los grandes astros de la constelación inglesa; pero cuanto carece de brillo gana su personalidad en alcance trascendente, ya que su nombre evoca no solo decisiones y empresas de alto valor material y moral, sino también la base y fundamento de doctrinas revolucionarias en el orden internacional que acabaron por prevalecer en las relaciones entre los pueblos, y que la misma España hubo de aceptar a regañadientes a medida que se acentuaba su ocaso político. Cuando John Hawkins penetra con paso firme en el mundo en que se movía su familia, de expediciones náuticas de cortos alcances o empresas comerciales de reducidos vuelos, el panorama naval geográfico del pveblo inglés era bien reduci- XIII do: el Canal, las costas occidentales de Europa, / as- ¡ í- las Canarias y, como máxima aventura, Cabo Verde y Guinea, en lucha enconada con los navios de resguardo de Portugal, atentos a la defensa de los privilegios del reino lusitano, copartícipe con España en el dominio del mundo desconocido y nuevo. Portugal y España, los dos pueblos' descubridores por excelencia, se habían precipitado a hacer valer sus derechos ante la Corte pontificia, para autorizar, sancionar y consolidar estos derechos, nacidos de convenios mutuos y de la posesión y descubrimiento de las nuevas tierras, con el marchamo oficial de la concesión pontificia. Abonaba este paso la doctrina de los teólogos que había engendrado, por tradición, el principio del poder temporal de los papas sobre las tierras de infieles, y la concesión pontificia tenía más bien un sentido pasivo de exclusión de las demás naciones que formaban la Cristiandad, en el disfrute y ocupación de las nuevas, ricas y maravillosas tierras del Oriente y Occidente. Este fué el significado de tantas y diversas bulas en beneficio de Portugal y España, que c^ dminan en las famosas " ínter caetera" y que dieron pie a acuerdos y convenios políticos Q7ie culminan también en el tratado de Tordesillas. A las naciones desheredadas del orbe no quedaba otro papel que el de teatigos de épicas grandezas ajenas. Mas a este papel no se avinieron ni Francia ni Inglaterra,, nacioneft ambas de vieja tradición marinera, que desde comienzos del siglo XVI, empezaron a organizar expediciones para ver de introducirse en el mundo misterioso, que la abundante literatura de viajes de la época pintaba rebosante de todo género de riquezas. Si esta táctica de reivindicaciones tardías no se agravó hasta la mitad exacta del siglo XVI, por lo que respecta a Inglaterra, fué debido, más que a otra cosa, a que los ingleses, después de los viajes a América de los Cabotos, formaron pobrísima idea de los territorios de Indias, sin restar eficacia, aunque siempre en menor escala, a las prohibiciones derivadas de las bulas pontificias y a las buenas relaciones de amistad y alianza entre las cortes española e inglesa. Todas estas circunstancias cambiaron a la muerte de María Tudor, después de la más estrecha alianza que Inglaterra haya tenido jamás con España. Las relaciones entre Felipe II y su cuñada Isabel de Inglaterra se hicieron cada vez más hostiles, hasta acabar en 1588, después de treinta años de guerra oculta, en lucha despiadada y sin cuartel; la autoridad de los pontífices quedó desvirtuada por el cisma y la herejía e invalidan das, por tanto, aunque con escasa base jurídica, las concesiones de tierras y mares del " obispo de Roma", y en cuarito a XIV la riqueza de las Indias nadie dudó en Inglaterra de su portentosa prodigalidad cuando se conocieron los pormenores de la conquista de Méjico y el Perú, y más todavía cuando los navios piratas hicieron sus primeras entradas en los puertos de la Gran Bretaña llevando como lastre en sus bodegas el oro y la plata robado a los navios tesoreros hispanos. Este fué el ambiente que le tocó conocer a John Hawkina cuando en plena juventud limitaba su actividad al tráfico CO' mercial y honrado con las islas Canarias, base de su crédito y principal fuente de ingresos de su familia. Y de este ambiente fué del que quiso desvincularse, al captar tan favorables circunstancias para, guiado por su audacia, lanzarse en pos de la aventura... Además, Hawkins se incorporó al mundo en que se movian navegantes, corsarios y piratas, cuando la piratería evolucio-naba, como fruto de las corrientes económicas de la época, hacia su segunda fase. Sin desaparecer el ataque aislado ai navio en ruta o el desembarco improvisado en alguno de los parajes o viUa. s de la costa, empezó a coexistir con esta forma, ruda y primitiva, una piratería comercial que aspiraba a obtener pingüe ganancia violando las leyes prohibitivas del comercio libre, implantadas por la administración española en América, siguiendo la pauta de los portugueses en sus posesiones africanas y asiáticas y de acuerdo con las doctrinas económicas de la época. Inglaterra pasaba entonces por un gfan momento de prosperidad industrial y Hawkins pensó aprovechar esta coyuntura para compensar él déficit que la absurda política monopolizadora de España producía en los mercados del Caribe, pues la metrópoli no daba abasto con las flotas para cubrir las necesidades y demandas de las colonias. Primero la carestía, y como consecuencia de ella, el contrabando pirático, fueron los frutos de semejante táctica; contrabando que alentaban los propios naturales, especuladores y asentistas, y que no pudieron combatir las autoridades interiores, a veces cómplices de estos tratos ilegales. Hawkins pensó explotar además otra mina de inealculable riqueza, en este tráfico ilegal y clandestino: el comercio negrero, el inmundo trato de seres racionales, cazados a lazo en Guinea, para abastecer los mercados esclavistas de América y cubrir la continua demanda de mano de obra en todo el continente nuevo. Este fué el ambiente que conoció Hawkins en los años inmediatos que precedieron a sus viajes por América, y estos son los planes que él concibió como de posible desarrollo allá por el año 1560. Mas la empresa no era fácil; para ello había que violar principios y apotegmas que regían entre las naciones cristia- XV ñus del orbe, estableciendo nuevos fundamentos, muchas veces arbitrarios, en que se asentase el derecho de gentes. A esta tarea se aplicó igualmente John Haivkins: de aquí la importancia internacional de su figura. Hawkins defendió y simbolizó frente al mare clausura de españoles y portugueses el principio del mare liberum, y rompió con " líneas" y barreras para que las quillas de sus navios tuviesen por norte todos los mares de la tierra. Haivkins defendió y proclamó a los cuatro vientos, frente al tráfico monopolizado y exclusivista, el principio de la libertad de comercio, en beneficio de todas las naciones del orbe, y Hawkins dio pié con sus actos al triunfo de otro principio, este sí monstruoso, que concedió patente de lenidad a todos los crímenes y atropellos cometidos por los piratas en América, el principio que se formuló con la célebre frase: There is no peace beyond the Une"; es decir, que los actos hostiles perpetrados fuera de los límites de Europa no debían ser considerados como rompimiento de la paz europea, dado el estado salvaje y ajuridico de las Indias. En torno a estos tres principios giran todos los viajes y las empresas de Hawkins. Sin embargo, John Hawkins no hubiera sido lo que fué, ni sus empresas se hubieran podido jamás realizar, sin la colaboración española; este es un signo general en la historia de los viajes del siglo XVI, que lo mismo afecta a él, que a su discípulo Drake, que a los demás navegantes ingleses, franceses u holandeses. La ciencia náutica peninsular-— hispano-lusitana— estaba tan distanciada de los rudimentarios sistemas de navegación meridionales, que el Océano era vn auténtico mare clausura para los extranjeros, si no contaban con la colaboración y el apoyo de los pilotos ibéricos, traidores a sus respectivas patrias y vendidos al oro extranjero. Los británicos, como sus antecesores los franceses, estaban en condiciones, por sus conocimientos náuticos, de arribar a las costas del Nuevo Mundo; pero como se arriba a un país virgen, en busca de puertos, surgideros y refugios, ignorantes de los peligros, temerosos de cualquier asechanza; en las mismas condiciones psicológicas y prácticas en que arribó Colón a las Antillas en H. 92. En estas circunstancias llegaron, por ejemplo, al Brasil Paulmier de Gonneville, en 1503, y William Hawkins, en 1530. Pero cuando la piratería comercial clandestina quiso abrir las puertas del mercado americano, fué preciso a los franceses y a los ingleses la colaboración de los pilotos de España y Portugal, traidores a sus respectivas patrias, porque la ciencia náutica y los conocimientos prácticos acumulados en un siglo de XVI descubrimientos no se improvisaban al conjuro de la, audacia o de la aventura... Precisamente esta colaboración española en los viajes de Hawkixis, es la nota más singular y destacada en el relato general de los mismos y lo que puede ofrecer al lector mayores sor-mesas y novedades. Esta colaboración se manifiesta en el apoyo que prestó a iodos sus empresas un misterioso personaje español, afincado en Canarias, semigenovés por su patria, y semijudáico por su raza, Pedro de Ponte, quien asociado a los negocios del inglés, fué su constante valedor, su más eficaz agente, su factor siempre discreto y decidido, y el cerebro director de una pequeña red de corresponsales, diseminados en las Antillas y costas sudamericanas, para el contrabando de géneros y productos extranjeros; esta colaboración se manifiesta, de manera aun más valiosa^ y eficaz, por la participa^ ción constante en sus viajes de marinos y pilotos españoles, como Juan Martínez, como Cristóbal de Llerena, como Bartolomé González, y como tantos otros pdotos anónimos que, motu pioprio o forzados con malas artes y violencias, enseñaron al pirata los secretos de la navegación y pusieron sobre su mesa cartas y derroteros; esta colaboración se manifiesta, por último, en sus secretos pactos y convenios con las autoridades coloniales, que débiles ante el soborno y más débiles ante los atropellos, violencias y vejaciones del pirata, dieron con su debilidad alas al corsario y sembraron la ruina de los establecimientos, al convertir en endémica una plaga que quizá pudo ser abortada en ciernes... Esta colaboración se manifiesta, si se quiere, en la absurda política mercantil de la metrópoli, que convertía al contrabando en legítima defensa contra el abandono económico y en forzada medida para satisfacer las más perentorias necesidades de la vida en islas y puertos, donde el oro, la plata y las perlas no daban para comer ni para vestir. Muchas pruebas de esto pueden verse en las páginas de este libro. Por todos estos motivos, los cuatro viajes de John Hawkins a América, episodios los más destacados de su biografía, se salen del relato meramente histórico o geográfico, para cobrar el calor de algo nuevo y vivido, lleno de dramáticas sugerencias y de valiosas enseñanzas. Su figura, por lo siniestra, no puede ser simpática jamás a los españoles. Maestro y amparador de todos los grandes corsarios de la reina Isabel de Inglaterra, propulsor y organizador constante de expediciones contra España y sus colonias, reformador enttisiasta y silencioso de su marina hasta prepararla para el triunfo contra la Invencible, a Hawkina no le XVII pueden regatear los ingleses el mérito de haber piteíto la primera piedra en el colosal edificio que con el tiempo sería el Imperio británico, pero por contragolpe, los españoles verán siempre en él al enemigo de su poderío y a quien disparó la primera piedra para abatir el inmenso edificio que, con tanto esfuerzo como sangre, habían levantado los españoles por todas las zonas del Ecúmene. Barcelona, mayo de 1947. Día de San Fernando. ! i XVIII ABREVIATURAS ( Depósitos de fondos) Archivo General de Indias, de Sevilla. Archivo de Simancas. Archivo Histórico Nacional de Madrid. Biblioteca de la Real Academia de la Historia. Biblioteca Nacional de Madrid. Museo Naval de Madrid ( Archivo- Biblioteca). * * * British Museum de Londres. Public Record Office de Londres. A. C. T.: Archivo del antiguo Cabildo de la isla de Tenerife ( hoy Ayuntamiento de La Laguna). M. C.: El Museo Canario de Las Palmas ( Biblioteca- Archivo). A, A. A. A. B. M. B. P. I.: S.: H. N.: de la H. N.: N. M. R. ; . 0.: XIX CAPITULO I lA POLÍTICA NAVAL Y LA EXPANSIÓN COMERCIAL INGLESA EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XVI SUMARIO: I. — Las relaciones diplomáticas entre España e Inglaterra. Iniciación de la política de hostilidad: Rivalidad medieval; El corso; Acercamiento diplotaático; Enlaces matrimoniales; Hostilidad de Isabel de Inglaterra. II.— Los empresas marítimas de Inglaterra. Evolución general de la piratería: Los Cabot; La piratería comercial. III.— Primer ensayo de expansión comercial, expediciones inglesas al continente - africano: Berbería y Guinea; Los viajes de Thomas Wyndham, * William Towerson y John Lok. I. Las relaciones diplomáticat entre España e Inglaterra. Iniciación de la política de kostiiidacl. Durante las primeras décadas del siglo XVI, las relaciones entre España e Inglaterra se habían caracterizado, en la generalidad de los casos y frente a las vicisitudes del tiempo, por su extrema, o si se quiere, buena cordialidad. La política internacional de los Re- 2 A. RUMEU DE ARMAS yes Católicos, orientada contra Francia, como rival secular de Aragón, por el predominio en Italia, había de conducir lógicamente a estrechar los lazos entre ingleses y españoles, aquéllos en defensa de sus intereses^ también seculares, en Francia, y éstos obedeciendo a las causas apuntadas. El recuerdo de la participación de Castilla en diversas ocasiones como aliada de Francia contra Inglaterra a lo largo de la baja Edad Media no fué bastante para desvirtuar los intentos de apoyo y alianza, porque aquella hostilidad momentánea o nació de rivalidades dinásticas, que pronto se apaciguaron, o fué resultado de la guerra de corso, deporte marítimo por desgracia tan frecuente en la Edad Media como en la. Moderna. La potencia naval castellana creció de tal manera a comienzos del siglo XIV, que durante la guerra de los Cien Años Francia e Inglaterra se disputaron con ahinco la amistad de Castilla, firmemente convencidas ambas de que el peso de su flota se haría sentir en la balanza de la victoria. Con razón podía decir la Crónica de Alfonso XI refiriéndose al rey francés " que si oviese amistad con el Rey de Castiella, que rescebiria del muy grand ayuda por la mar, et que seria en grand daño del Rey de Inglaterra" ^ Después del convenio entre Castilla y Francia de 1336, las naves peninsulares combatieron sin tregua ni cuartel contra los navios de la Gran Bretaña. En 1372 una escuadra castellana mandada por el almirante Bocanegra combatió frente a La Rochela con - una poderosa flota británica, con tan extraordinario éxito en la operación que fueron hechos prisioneros,, 1. Biblioteca de Autores E& pañoles ( Rivadeneyra), tomo LXVI, pág. 285. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 3 de resultas de la misma, el almirante inglés, 400 caballeros y 8.000 infantes. Después de este triunfo. La Rochela hubo de sucumbir desamparada y los castellanos pudieron acuñar, altaneros, una medalla con la inscripción: " Anglis proelio navali superatis et fuga-tis, 1373". Los navios castellanos llegaron incluso a atacar directamente a Inglaterra, pues en 1374 diversos puertos de la costa fueron saqueados e incendiados. En 1377, una escuadra combinada franco- castellana volvió a devastar las regiones costeras de la Gran Bretaña causando daños por doquier. Walsingham, Ply-mouth, Folkestone y Dover pagaron en daños y víctimas su tributo de guerra. Al año siguiente los castellanos asolaron las costas de Comwall, y dos años más tarde, en 1380, el almirante Fernán Sánchez de Tovar asestó el más duro golpe de aquella conflagración al penetrar con veinte navío" s en el Támesis hasta llegar a las inmediaciones de Londres, sembrando la desolación en toda su ruta. Más adelante, cuando en 1415 volvió a encenderse la guerra en el escenario europeo el conde de Buelna, don Pedro Niño, emprendió su famoso crucero por las costas inglesas que tanta celebridad daría a su nombre. Además una escuadra de Castilla condujo a Francia un ejército escocés auxiliar de cerca de 5.000 hombres y los navios cántabros colaboraron activamente en toda aquella campaña, que culminó con la expulsión de los ingleses del suelo francés. Los castellanos apoyaron desde el mar la conquista de Normandía, el bloqueo de la Gironda, el sitio de Burdeos y la expugnación de Bayona ^. 2. Eichard Konetzke: El Imperio español. - Madrid, 1946. Página 27- 29, a quien seguimos. 4 A. RUMEU DE ARMAS " La guerra naval entre Castilla e Inglaterra— dice Richard Konetzke— se llevó a cabo también en forma de piratería y sin escrúpulos. Los reyes de Castilla concedieron a sus marinos patentes de corso para la captura de barcos ingleses, y éstos procedieron con no menos violencia. Los corsarios no se preocupaban a menudo de la nacionalidad de sus víctimas, viendo en la guerra en corso un negocio de gran rendimiento. El comerciante marítimo se convirtió así en corsario. Esta captura de barcos, realizada recíprocamente por los dos países, y que no cesaba ni en tiempos de paz, fué durante los siglos XIV y XV un motivo constante de quejas y protestas entre los monarcas de Castilla e Inglatrra, de igual manera que, a su vez, los reyes de Aragón y Portugal protestaban de los ataques de los piratas ingleses contra sus subditos en ruta hacia los Países Bajos o Inglaterra". ^ Mas ni esta plaga endémica de la piratería, ni el recuerdo de aquellos hechos militares pasados fueron bastantes para enturbiar las buenas y cordiales relaciones de principios del siglo XVI, cuando la unión de Castilla y Aragón, tras el matrimonio de Isabel y Fernando, cambió el signo de nuestra política exterior y nos colocó en posición antagónica con Francia y en perpetua rivalidad con ella. La alianza con Inglaterra venía a coronar esta política de equilibrio antifrancés. El matrimonio concertado en 1496 y confirmado en 1501 entre la infanta doña Catalina, hija menor de los Reyes Católicos, y el príncipe de Gales, Arturo, hijo de Enrique VII; y el segundo enlace de la misma Infanta, en 1509, con su cuñado el príncipe don Enrique— el futuro Enrique VIII—, vinieron a estrechar 3. Ibid., pág. 29. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 5 con los lazos de parentesco las relaciones cordiales que « ntre ambas cortes existían, sirviendo a las interesa-, das miras que de tal unión los dos grandes pueblos europeos se prometían. De esta manera se explica la intervención de Inglaterra en la Liga Santa contra Francia en 1511, que, aunque preconizada por el papa Julio II y contando con la colaboración de Venecia y Alemania, tenía a España y a don Fernando el Católico como sus genuinos y auténticos promotores. El resultado de aquella general conflagración contra Luis XII fué la expulsión de los franceses de Italia y el afianzamiento definitivo de España en la península del Lacio. En los postreros años del reinado de Fernando el Católico pareció que esta alianza se consolidaba aún más al ajustarse el matrimonio de María, hermana de Enrique VIII, con Carlos, nieto del soberano español y futuro Emperador; pero la facilidad con que se invertían las alianzas, como fruto de la hábil e inquieta diplomacia del siglo, llevó ahora a Enrique VIII a unirse políticamente con el rey francés, estipulándose el matrimonio de Luis XII con María, la prometida del futuro Emperador ( 1514). Sin embargo, la pronta muerte del monarca franco, seguida de la de Fernando el Católico, anuló el efecto de esta alianza, pues se impuso asentar la política internacional sobre otras bases. En el momento en que Carlos I de España ocupó el trono de sus mayores vivíamos de hecho en paz con Inglaterra, paz que no se alteró por la pretensión— apenas insinuada— de Enrique VIII a la Corona imperial. En cambio, cuando al acentuarse la rivalidad entre Carlos I y Francisco I la guerra se hizo inevitable, ambos monarcas se disputaron la alianza del sor berano inglés, consiguiéndola, al fin, Carlos después de la entrevista con Enrique VIII en Dover. En aquella 6 A. RUMEU DE ARMAS ocasión supo ganar el Emperador a su partido, con extraordinaria habilidad, no sólo al rey de Inglaterra, sino también al cardenal Wolsey, favorito e inspirador de éste, y obtuvo como fruto el tratado de Wind-sor ( 1520), por el que Inglaterra. declaraba la guerra a Francia. Esta se sostuvo sin grandes ventajas para los britanos, hasta que en 1525, al llegar a Londres la noticia de la gran victoria de los imperiales en Pavía y de la prisión de Francisco I, los ingleses pensaron en aprovechar la situación para invadir el continente. El tratado de Madrid ( 1526) cortó las alas del monarca inglés, quien además consideró que lo en él estipulado lesionaba los intereses de su pueblo. Esto unido a la lentitud con que se llevaban las negociaciones de matrimonio de su hermana María con el César, dispuso el ánimo de Enrique VIII en actitud fría y calculada con respecto a España. La guerra mientras tanto volvía a ensangrentar el suelo europeo, haciendo teatro a Roma del feroz saqueo de los imperiales. Las relaciones hispano- inglesas se trocaron entonces de semicordiales en hostiles; si bien es verdad que la participación de Inglaterra en el frente de los enemigos de España no supuso a ésta peligro verdadero para la seguridad peninsular ni para la integridad de nuestras posesiones de allende los mares. El teatro europeo absorbió la atención general de las naciones. Eran los turbios años de la política inglesa, en que los apetitos desordenados del rey Enrique VIII, al pretender divorciarse de Catalina de Aragón para contraer matrimonio con Ana Bolena, le llevaron a apoyar la Liga Clementina, contra el César, preparada por Francisco I y el papa Médicis, con el propósito de humillar a España y expulsar a los imperiales de Italia. Influía en no poca escala en esta In- VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 7 teresada alianza la actitud hostil del cardenal Wolsey hacia el Emperador, resentido contra éste al no haber apoyado su candidatura al Solio pontificio, e interesado en hacer creer a su soberano que erigiéndose en protector del Papado podía conseguir fácilmente el divorcio de la princesa española. La tirantez de relaciones entre España e Inglaterra aumentó al finalizar la contienda empeñada en los campos de Europa. El César hizo valer todo su influjo para impedir el divorcio dé Enrique VIII de su legítima mujer la infanta española doña Catalina; y el papa Clemente VII confirmó el matrimonio por resolución de 23 de marzo de 1533, y defendió con singular tesón la indisolubilidad del vínculo sacramental. Enrique VIII respondió a la conminación del Papa haciendo revalidar su segundo matrimonio por el Primado inglés, e Inglaterra se separó abiertamente de la Iglesia católica para lanzarse por los abismos del e^ ror y del cisma. La muerte de la reina doña Catalina, dos años después, suavizó algo las relaciones entre Inglaterra y España, hasta el punto de que en la tercera guerra de rivalidad entre Carlos I y Francisco I éste no pudo contar ni con la alianza ni con el apoyo del soberano inglés, descontento porque el rey de Francia no había imitado su ejemplo separándose del catolicismo. Años después las conveniencias se sobrepusieron a los principios ideológicos, y Carlos I y Enrique VIII volvieron a pactar mutua alianza. Ocurría esto en 1543, cuando, rotas de nuevo las hostilidades entre España y Francia, la alianza inglesa podía suponer a la primera un buen apoyo en que cimentar la victoria. Juntos lucharon ingleses y españoles en el continente, pretendiendo los primeros que Francia abandonara a Escocia, mientras los segundos ansiaban lo mismo res- * • '• ' * •. ' • . ' •' 8 A. RUMEU DE ARMAS ' • a, ' • ) pecto a Turquía. La guerra por mar y por tierra n » v . > fué muy afortunada, y terminó separadamente para • ' ambos contendientes, pues España firmó paces en Crespy en 1544, mientras Inglaterra lo hacia dos años • . j.' después en Campe, obteniendo ventajas pecuniarias/ Al año siguiente, 1547, moría Enrique VIII, sin que nada más se señale de particular, respecto a España, ' en su reinado. Durante el breve gobierno de su hijo y sucesor ? . Eduardo VI ( 1547- 1553) las relaciones entre España e Inglaterra se mantuvieron dentro del terreno de una fría amistad oficial, procurando la corte inglesa evitar por todos los medios el rompimiento con Carlos I, te- ¡ ' íj merosa, después de la victoria de Mülhberg, de que pudiese formarse en el continente una liga de Estados católicos para combatir el anglicanismo. Y si bien es verdad que Inglaterra se separó cada vez más, en su ,; reinado, de la doctrina católica, pasando abiertamen- ., te del cisma a la herejía protestante, no es menos cier- ' íff- to que para complacer a España se consintió a María * '^ Tudor la práctica del culto católico en su propio palacio. ,* Con la muerte de Eduardo VI cambió por completo el panorama de las relaciones hispano- inglesas. De la fría cordialidad se pasó de improviso a la alian- ; za más firme y estrecha que registra nuestra historia en sus relaciones con aquel país. Recaía la corona en María Tudor, la hija de Enrique VIII, y de su primera . mujer, j Catalina de Aragón, ferviente católica, dis- .; ; puesta a hacer prevalecer en su reino la verdadera religión y a buscar en el apoyo de la poderosa España el firme resorte que la sostuviese frente al mundo pro- • testante, subvertido y derrotado por su enérgica y se- » ^, gura mano. No escapó a la sagacidad de Carlos V la feliz ca- Lámina 1.— Sello de Ftlipe v María, reyes de Inglaterr. i ( British Museum) Lámin » II.— Isabel de Inglaterra ( Nacional Maritime Museum, Gretnwich). VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 9' yuntura- que se presentiaba de consolidar el catolicismo en Inglaterra, al mismo tiempo que aseguraba su; dinastía en la Gran Bretaña, y así es que no dudó un momento en imponer a su hijo el príncipe don Felipe ( viudo ya de su primera mujer, la infanta portuguesa doña María Manuela) el matrimonio con la reina, de Inglaterra. De esta manera durante los cinco años del reinadoi de María Tudor ( 1553- 1558) las relaciones entre España e Inglaterra se mantuvieron estrechísimas, participando, las fuerzas de ambas monarquías en comunes empresas militares y sin que entre los dos pueblos-hubiese el menor acto de hostilidad armada. La muerte de María Tudor en 1558 elevó al trono-de Inglaterra a Isabel, hija de Enrique VIII y Ana Bolena, proclamada con general regocijo por el Parlamento el día 17 de noviembre de aquel mismo año. Las circunstancias políticas de Europa excluían toda otra solución y la nueva Reina tuvo no sólo la simpatía sino la ayuda de Felipe II. No hay que olvidar que María Estuardó estaba casada con el heredero de la Corona de Francia, y que, caso de recaer en ella la sucesión de Inglaterra, quedaba roto al instante el equilibrio europeo al unirse bajo un mismo cetro Francia, Inglaterra y Escocia. Por eso explica que el rey de España ayudase a la reina protestante, y que fiados en las consecuencias de tal ayuda la aceptasen, si no con júbilo, por lo menos sin protesta, los católicos ingleses. La pérdida de Calais— en tiempos de María Tudor y ayudando a España en la guerra contra Enrique II— había avivado » el odio tradicional de los ingleses contra Francia, odia en el que iba envuelta la animosidad hacia Escocia; a 10 A. RUMEU DE ARMAS SU vez Felipe II, no obstante sus paces con Francia y su reciente matrimonio con Isabel de Valois, continuaba recelando de la nación vecina y buscaba en la alianza inglesa el modo de defenderse contra aquel peligro. Cuando murió la reina María Tudor, la religión oficial de Inglaterra era la católica, y por un obispo católico fué consagrada la nueva reina Isabel. Vigorizada en el reinado anterior, comulgaban en ella las dos terceras partes de los ingleses, casi toda la aristo- ' cracia y muchos funcionarios; y hasta la misma reina Isabel gustaba de las brillantes ceremonias del culto católico y la seducía el orden y engranaje de la jerarquía eclesiástica, que armonizaba con sus ideas y deseos absolutistas y centralizadores. Felipe II, atento siempre a consolidar el catolicismo, combatiendo la herejía por todos los medios, no vaciló en solicitar la mano de Isabel cuando apenas ésta se acababa de sentar en el trono; más la reina inglesa lo entretuvo con astucia, dando largas hasta tanto que se afianzaba en el poder. Creyendo el rey de España que tal negativa tácita obedecía a antipatía personal, gestionó entonces, con el fin de darle un marido católico, el matrimonio de Isabel con su primo " Carlos, hijo del emperador Femando I; mas aquélla, sin apearse de su táctica, dio de nuevo largas al proyecto matrimonial, porque sus propósitos de ideas religiosas iban ya por muy distinto camino del que se proponían los monarcas católicos de Europa. En medio de su semi- indiferencia religiosa— que notaron con asombro y consignan los embajadores extranjeros—, Isabel creyó tomar el partido más conveniente para ella volviendo al anglicanismo, establecido por su padre y arraigado durante el gobierno de JSduardo VI. Separábale del catolicismo, aparte de los VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 11 antecedentes de su madre y de su padre, ambos excomulgados, la sumisión al Papa, de la que también protestaban con energía buena parte de sus subditos. De acuerdo con el Parlamento, Isabel restableció el Acta de Supremacía y el Acta de Uniformidad ( 30 de marzo y 18 de abril de 1559), disposiciones que pusieron frente a ella a los católicos, con casi todos los obispos a la cabeza, y que produjeron de rechazo las más violentas persecuciones que registran los anales de las contiendas religiosas. Frente a este violento cambio de postura, la posición del monarca español fué de cordura extrema. Quizá no olvidase, ahora ni después, Felipe II la recomendación de su padre el César, en la famosa " Instrucción" de 1548, de mantener la amistad con los ingleses a toda costa. Las relaciones entre ambas cortes se convirtieron en frías y hostiles, y bajo una apariencia de paz ambos reyes y sus respectivos pueblos se declararon una guerra disimulada y sorda que duró largos y largos años, hasta estallar de manera extraordinariamente violenta en 1588. Más justo es reconocer que la provocación partió siempre de Isabel de Inglaterra y que Felipe II se dejó arrastrar contra su voluntad y velando por los fueros de la dignidad regia y de la de su pueblo, en una guerra, disimulada o franca, que abominaba en lo íntimo de su conciencia. La provocación de Inglaterra y de su Reina a España, en esta primera fase de amistad simulada o guerra disimulada, se manifestó ostensiblemente fomentando y amparando el corso en aguas americanas, II. Las empresas marítioias de Inglaterra. Evolución general de la piratería. El descubrimiento de América y la difusión de la abundante literatura a que tal hecho dio lugar no dejó 12 A. RVMEU DE ARMAS de impresionar a Inglaterra, pueblo de viejas tradiciones marineras y avezado a las más arriesgadas empresas. Así, pues, no es de extrañar que se despertase en ella, lo mismo que en otras naciones de Europa, la sed de descubrimientos y la manía de los viajes, que hacían arder en ira al mismo Cristóbal Colón, monopo-lizador oficial de la empresa del Nuevo Mundo. Bien es verdad que en contra de las naciones europeas que no fuesen España o Portugal se interponía para impedirlo la famosa Bula de demarcación del papa Alejandro VI dividiendo el Océano y sus pertenencias entre ambos pueblos peninsulares; pero también es verdad que tal Bula no tuvo eficacia real sino en cuanto dirimió las contiendas surgidas entre las dos naciones ibéricas, y que a los demás pueblos europeos no les preocupó demasiado el hacerse sordos a las voces de Roma. Por otra parte, siempre había un expediente fácil a que acudir en las circunstancias extremas: la ficción de anteriores viajes y descubrimientos que ponían entonces en tela de juicio la validez de la Bula alejandrina. Recuérdese para el caso lo expuesto por Enrique VII con ocasión del viaje a América del Norte de Giovanni Cabot. Así, pues, antes de que hubiese transcurrido un lustro del descubrimiento de las Indias Occidentales, los ingleses, con su monarca Enrique VII a la cabeza, empezaron a tomar medidas para ver de introducirse en aquel maravilloso mundo. Giovanni Gabotto o Cabot, navegante de origen genovés y ciudadano de Venecia, que se había avecindado en Bristol ( llevando a cabo algunos viajes de exploración geográfica por cuenta de mercaderes británicos), fué el primero en solicitar del rey Enrique VII la correspondiente patente para iniciar los descubrimientos. En 1497, el VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 13 veneciano, no obstante las protestas del embajador español doctor Puebla, enemigo de tales expediciones, como contrarias al espíritu de la Bula de demarcación, partió de Bristol en un navio llamado Mathews y arribó a una costa inhóspita, que supuso ser de Asia, en los dominios del Gran Khan, e identificable, seguramente, con la Tierra de Labrador, en la América del Norte. En su segundo viaje ( 1498) Giovanni Cabot exploró la bahía llamada después de Hudson, y regresó a Inglaterra con las manos limpias del abundante oro que los comerciantes ingleses se prometían. En el mismo año de 1498 el capitán español Alonso de Ojeda sorprendió en su primer viaje a las Indias a un navio británico, pues asegura " que halló a ciertos ingleses en las inmediaciones de Coquiba-coa"; prueba del interés que despertaban en la Gran Bretaña las exploraciones y descubrimientos. Y en cuanto a los viajes de Sebastiano Cabot, poco cabe añadir en concreto, como no sea que constituyeron, como los anteriores, un verdadero fracaso comercial para Inglaterra, al no aparecer los territorios ricos en oro que con tanta ansiedad como esperanza se buscaban. El resultado de estas expediciones a las costas de América del Norte hizo formar a los ingleses pobrísi-ma idea de los territorios de Indias; y a pesar de las descripciones más o menos fantásticas que en Inglaterra se publicaron por este tiempo de las tierras descubiertas por los españoles, durante muchos años, ( hasta el advenimiento de Isabel al trono— 1558— y el coetáneo renacer del espíritu comercial y marítimo en la Inglaterra protestante) nadie pensó en establecer colonias en América, ni mucho menos en disputar o arrebatar al rey de España el oro y la plata que extraía de sus dominios. U A. RÜMEU DE ARMAS Si los navios ingleses llegaron alguna vez a las costas americanas, lo hicieron esporádica y casualmente. El 19 de noviembre de 1527 deteníase un na- * vio británico ante la isla de Mona ( situada cerca de Puerto Rico) y, después de recorrer su perímetro, anclaba en la de Santo Domingo. Supuse que se trataba de un navio inglés que había zarpado de la Gran Bretaña en busca de un estrecho imaginario entre Labrador y Terranova, que pusiese en comunicación por el noroeste el Atlántico con el Pacífico. La fortaleza española de la isla lo ahuyentó con un certero cañonazo y el buque inglés se perdió en el Océano. ^ Mas si se exceptúa alguna que otra expedición aislada, como la descrita, Inglaterra vivió ajena al problema americano hasta los primeros años del reinado de Isabel. Mientras tanto la piratería había evolucionado hacia su segunda fase. Sin desaparecer el ataque aislado al navio en ruta, o el desembarco improvisado en alguno de los parajes o villas de la costa, en los que tan formidable experiencia habían adquirido los, piratas. hugonotes franceses, empezó a coexistir con esta forma, ruda y primitiva, una piratería comercial — el lobo disfrazado de cordero—, que aspiraba a obtener pingüe ganancia violando las leyes prohibitivas del comercio libre, implantadas por la administración española en América, siguiendo la pauta de los portugueses en sus posesiones africanas y asiáticas y de acuerdo con las doctrinas económicas de la época. La centralización del comercio en Sevilla por me- 4. A. I. Patronato Real, leg. 265, doc. 1. I. A. Wright: Spanish documerits concerning English vo-yages to the Caribbean ( 1527- 1568). Publicación de la Ha-kluyt Society. Londres, 1929; págs. 29- 59. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 15 dio de la Casa de Contratación, organismo creado para la, gestión inmediata y el manejo práctico de los asuntos económicos, sobre la base del más rígido y exclusivo monopolio, contribuyó a dar pie al comercio clandestino por el alza de precios a que la excesiva demanda de artículos de primera necesidad dio lugar y por la demora y escasez con que llegaban al mercado-americano. En no menor escala contribuyeron a este ^ estado de cosas las gabelas, impuestos y extorsiones de toda índole, unas veces legales y otras arbitrarias, a que el comercio monopolizado ha dado lugar siempre a través de la historia. El resultado no se hizo esperar. Con la organización de las flotas y armadas de guarda, España obligó al corso a buscar la segunda de sus fases: el comercio clandestino. Lo empezaron los franceses condueien-d) hierros, paños y bujería a las Antillas y lugares circunvecinos; lo siguieron los portugueses llevando negros de Guinea, solicitados por los mineros y agricultores, y lo monopolizaron más tarde los ingleses en su doble papel de negreros y mercaderes. Siendo dicho comercio beneficioso para ambas partes contratantes, tolerado o no por los Oficiales reales, se hizo tanto más incitante cuanto más se reducía la. expedición de las notas, insuficientes para surtir de artículos de primera necesidad a los españoles esparcidos por el continente y las islas vecinas. Eran los mismos colonos quienes alentaban y sostenían ese comercio clandestino facilitando el acceso a los navios,, proporcionándoles puerto y pilotaje, encargándose de hacer los alijos y despistando a los navios guardacostas cuando trataban de darles alcance. Bajo la dirección de mercaderes sin patria, bajos especuladores y miserables logreros de las Indias y la metrópoli, aprendieron los extranjeros a conducir los- 16 A. RUMEU DE ARMAS géneros en grandes navios armados, que anclaban en cualquier puerto seguro pero no poblado, y desde el que expendian la mercancia, recibiendo a cambio el equivalente en oro o plata, sin escándalo y sin que se dieran por enteradas las autoridades. Pero no siempre reinaba la paz en estos tratos clandestinos e ilícitos entre españoles y extranjeros. La mala fe, compañera inseparable de los negocios inmorales, trocó muchas veces a los discípulos de Mercurio en secuaces de Marte; y bien porque a los extranjeros conviniese apoderarse sin el menor escrúpulo de cualquier embarcación que tropezasen en ruta, bien porque los españoles se hartasen de aquellos ilícitos tratos, el hecho real es que muchas veces degeneraron las transacciones en combates, reyertas y crímenes. De esta manera el comercio clandestino fomentó la piratería de represalia, justificada en agresiones recibidas por los navios en ruta o en los puertos, o falsamente justificada en supuestas agresiones para autorizar con patentes de corso la existencia de una piratería oficial clandestina. Los armadores extranjeros conseguían de sus gobiernos en determinadas ocasiones las famosas cartas de marca; es decir, patentes o autorizaciones para hostilizar como en estado de guerra, aunque la paz subsistiese, al enemigo, y resarcirse con creces de los daños recibidos. Dichas patentes hasta beneficiaban con un trato de favor a los armadores ( corsario^), puesto que eran considerados en caso de rendición más como comerciantes que como piratas. En un sentido estricto no cabe confundir a los corsarios con los piratas. Los corsarios estaban autorizados y generalmente respaldados por sus respectivos gobiernos y en cierta forma revestían el carácter de beligerantes; los piratas, al contrario, obraban por propia cuenta, no reconocían gobierno, patria ni ley VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 17 y formaban bandas en las que andaban mezclados aventureros de varias nacionalidades, Pero en la práctica se confundieron corsarios y piratas, sin que se puedan establecer distingos en la malla entrelazada de sus crímenes y depredaciones. III. Primer ensayo ele expansión comercial. Expediciones inglesas al conti' nente africano. La división del Océano entre portugueses y españoles contó desde un principio con la enemiga de las demás naciones europeas, principalmente Francia e Inglaterra, países de vieja tradición marítima, poco y mal avenidos con el papel de mudos testigos de épicas grandezas ajenas. Si a ello se añade la exclusión comercial con las colonias impuesta por los dos grandes pueblos descubridores, con arreglo a las doctrinas económicas de la época, se comprenderá la pugna, rivalidad y competencia surgida en las primeras décadas del siglo XVI, entre los distintos pueblos europeos, no sólo para posesionarse de las nuevas tierras descubiertas, sino para introducirse clandestinamente en los do-niinioB' ajenos y establecer ¡ trato comercial con sus moradores a cambio de oro y especias. Los franceses fueron los primeros en disputar a Portugal la integridad de su imperio africano, o por lo menos los más audaces en violar las leyes prohibitivas del comercio con los indígenas, sólo que el estado frecuente de guerra con nuestro paFs hace difícil el rastrear su paso por las costas españolas, siguiendo la ruta de Berbería y Guinea. En cambio, los ingleses, rivales de Francia, en esta táctica marítima de reivindicaciones tardías, encontraron en las Canarias un magnífico punto de apo- ( 2) 18 A. RUMEU DE ARMAS yo para sus largos viajes por el Océano. El trato comercial ininterrumpido con las islas— pronto tendremos ocasión de comprobarlo— facilitó esta continua relación, hasta el punto de pasar desapercibida en sus orígenes para las autoridades españolas, que luego, como veremos, intentaron cortar de raíz el mal por medio de hábiles gestiones diplomáticas, temerosas del posible contagio que en su día pudieran sufrir— como sufrieron— las Indias Occidentales. En el primer tercio del siglo XVI se empieza a manifestar en Inglaterra una corriente acentuadamente mercantilista preocupada por hallar nuevos mercados a los productos de la industria inglesa por medio de un activo comercio con lejanos y extraños países. Inglaterra estaba sufriendo una honda transformación social y económica: de un lado, se había acentuado la decadencia de la antigua nobleza, diezmada y arruinada en la devastadora guerra de las Dos Rosas; y de otro, se había creado una nueva nobleza territorial, como resultas de Tá expoliación a que había sido sometida la Iglesia de Inglaterra en sus inmensas propiedades. Simultáneamente con ello se produjo la verdadera transformación económica del país: abandono de la agricultura por el pastoreo, acumulación de inmensos rebaños, materia prima abundante para abastecer una activa industria textil, y aumento extraordinario de la población hacia finales del siglo XV y principios del XVI. Como resultas de este juego de concausas, en apariencia inconexas, pero en realidad íntimamente ligadas, se produjo la fiebre de los negocios y la organización de las grandes compañías mercantiles, preocupadas por hallar nuevos mercados a los productos de la creciente actividad industrial. Las relaciones sistemáticas de Inglaterra con la costa occidental africana no empezaron hasta el reí- VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 19 nado de Eduardo VII, ya que los viajes de William Hawkins a Guinea en tránsito para el Brasil, no pasaron de intentos aislados, sin uTíeriores consecuencias. Como dato curioso y precedente que muestra la preocupación inglesa por el norte de África— Marruecos y Berberia— puede apuntarse la cita de Hakluyt, quien asegura en sus Principal Navigations que en 1481 John Tintam y William Fabián, mercaderes ingleses residentes en Andalucía, prepararon bajo los auspicios del duque de Medina Sidonia una expedición a Marruecos, que fracasó en ciernes ante las contumaces reclamaciones del rey de Portugal ^ De esta manera el año 1551 puede señalarse como el de iniciación de las expediciones africanas en serie, al constituirse en Londres una potente compañía comercial de la que eran miembros destacados Sir John Lutterell, Henry Ostrich y Thomas Wyndham, este último dueño del navio Lión, base primordial de la empresa. El capitán James Alday, natural de Dart-mouth, era el encargado de dirigirse a Marruecos ( conduciendo a dos personajes moros) para trabar relaciones con el Xarife; mas al ser víctima de una epidemia, tuvo que encargarse del mando efectivo de la misma Thomas Wyndham. El Lión zarpó de Ports-mouth en la fecha indicada, ignorándose cualquiera otra particularidad del viaje, como no sea el feliz regreso del navio. Sin duda, en aquella ocasión Wyndham debió hacer escala en alguna de las islas Canarias ® . 5. Richard Hakluyt: The Principal Navigations, Voya- 0^ s, Traffiques & Discoveries. Edición James Mac Lehose, tomo VI, pág. 123. Publicada por la Hakluyt Society, en serie aparte. Glasgow, 1903- 1905. 6. Richard Hakluyt: Principal Navigations. Edición Mac Lehose, tomo VI, pág. 136. Supónese que los dos personajes moros que sirvieron de no A. RUMEU DE ARMAS Al año siguiente, 1552, fué el mismo Thomas Wyndham quien reanudó el trato comercial con Marruecos. Un grupo de negociantes ingleses entre los que se contaban Sir John Yorke, Sir William Garrard, Sir Thomas Wroth y Francis Lambert financiaron la expedición, y Wyndham pudo zarpar de Bristol a bordo del Lión con rumbo al continente africano. Después de quince días de navegación, Thomas Wyndhan arribó al puerto de Safí, en la costa marroquí, donde descargó sus mercancías para cargar a su vez en Santa Cruz de Berbería azúcar, melaza, dátiles y almendras. En el viaje de regreso Wyndham hizo escala en la isla de Lanzarote, con cuyos habitantes tuvo serios al-. tercados que estuvieron a punto de hacer fracasar la expedición '^. Ignoramos la causa verdadera de tales contiendas, aunque es muy posible que los lanzarote-ños respondiesen con la fuerza a algún desaguisado inglés de carácter pirático, que pronto veremos repetirse con harta frecuencia. De tal manera debieron excederse los canarios en la represión de las ofensas de Wyndham, que éste reclamó y obtuvo de Felipe II una indemnización por los daños recibidos en Lanzarote ^, intermediarios en las primeras negociaciones, habían sido víctimas de algún acto de piratería y conducidos a Inglaterra por tal motivo. Thomas Wyndham era hijo de un aventurero inglés que había alcanzado, por sus hazañas en el mar, la estimación de Enrique VIII, hasta el punto de nombrarle vicealmirante. Ambos fueron naturales de Norfolk. Thomas Wyndham, hijo, había adquirido en la fecha que nos ocupa una sólida reputación apresando en el canal navios portugueses y flamencos cargados de azúcar. 7. Richard Hakluyt: Principal Navigations, tomo VI, página 138. 8. Hakluyt, tomo VI, pág. 139. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 21 A partir de este momento un gran número de navios mercantes ingleses establecieron un tráfico regular entre Inglaterra, Marruecos y Berbería, intercambiándose, de una parte, tejidos, armas y municiones, y, de otra, azúcar y goma, no sin la protesta airada de Portugal, que veía roto su monopolio comercial y amenazadas sus factorías costeras por los ataques de los moros, bien armados con material inglés de guerra. Portugal ordenó, a partir de este momento, a sus navios abrir fuego sin contemplaciones sobre las embarcaciones británicas que transitasen por las costas de África, iniciándose de esta manera una guerra de represalias obstinada y sangrienta. De entre estas numerosas expediciones destaca la organizada en la primavera de 1553 por un sindicato de aventureros londinenses ( Merchants aventurers), del cual eran figuras preeminentes Sir George Barnes, Sir John Yorke, Sir William Garrard, Thomas Wyn-dham y Francis Lambert. Este sindicato londinense, poniendo la vista más lejos, aspiraba a iniciar el trato comercial con Guinea, y preparó con tal fin dos navios: Primrose y Lión, y una pinaza: Moon, que puso bajo las inmediatas órdenes de Wyndham, aunque contando con la valiosa colaboración de un experto piloto portugués, Antonio Anes Pinteado, natural de Oporto, que había llevado a cabo distintos viajes por las costas de Guinea y el Brasil. La flota zarpó de Portsmouth el 12 de agosto de 1555, y tras de hacer escala en la isla de Madera y en una de las Canarias, dló fin a la primera parte de su navegación en el río Sestos ( Guinea) en cuya ribera desembarcaron para iniciar el comercio del oro, móvil principal de la empresa. Siguieron costeando hacia los cabos de las Palmas y Tres Puntas con dirección a la Costa de Oro— en medio de la cual estaba el famoso castillo portugués de Elmina 22 A. RUMEU DE ARMAS —^ y aun arribaron a la de Benin, no sin sufrir mil desgraciadas peripecias. Thomas Wyndham y gran parte de las tripulaciones sucumbieron víctimas de los rigores del clima tropical; por falta de hombfes, los navios tuvieron que ser abandonados, a excepción del Primrose; mas a pesar de tales desgracias y pérdidas la expedición constituyó un éxito económico sin precedentes, despertando la sed de riquezas en una nación hasta entonces al margen de tan fantásticas iniciativas ^ Para proseguir la empresa, con tanto éxito iniciada, se organizó en Londres un nuevo sindicato de grandes negociantes sobre la base de los dos * anterio-res. De esta manera permanecieron en el mismo Sir George Barnes y Sir John Yorke, pero buscaron la colaboración de otros grandes empresarios, como Thomas Lok, Anthony Hickman y Edward Castlyn. Estos dos últimos habían organizado un activo comercio con Portugal y España, teniendo sus agentes en Lisboa y Sevilla desde los tiempos de Enrique VIII; comercio que habían extendido en el primer año del reinado de María Tudor a las islas Canarias, donde tenían sus factores fijos y permanentes. Puesto al frente de la expedición, compuesta de tres navios y dos pinazas. 9. Hakluyt: Principal Navigations, vol. VI, pág. 141- 154. La narración del viaje, que reproduce Hakluyt, es debida a la pluma de Richard Edén. La desgracia de la expedicicji se debió, en parte, a la tozudez de Wyndham, obstinado en penetrar en el interior del continente, pese a lo avanzado de la estación. Anes Pinteado opuso resistencia a conducirles, pero amenazado por el inglés, se resignó a ello. Mientras tanto, las tripulaciones se consumían de fiebre en la costa de Benin. Cuando Anes Pinteado regresó de comerciar con el rey de Benin, Wyndham había fallecido. El mismo Pinteado sucumbió en la travesía, antes de llegar a las costas de Inglaterra. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 23 John Lok, hermano de Thomas, zarpó de Plymouth en 1554, siguiendo la ruta de Wyndham y contando con la valiosa colaboración de algunos de los supervivientes de la anterior expedición, entre ellos el más adelante famoso explorador Martin Frobisher. Tras la obligada escala en Canarias, John Lok arribó a la Costa de Oro, y con más experiencia y mejor suerte que su desgraciado antecesor, pudo ver colmados sus propósitos, pues regresó a Inglaterra con una valiosa cargazón, entre la que es digna de mencionar 400 libras de oro y más de 250 colmillos de elefante ^". El servicio de espionaje portugués en Inglaterra y Francia, que, como el español, era un portento de sagacidad y buena organización en aquel siglo, puso al corriente a la corte lusitana de las continuadas andanzas de los navegantes británicos. Precisamente en el verano de 1555— mientras Lok navegaba en viaje de retorno— se presentaba en Londres un enviado portugués, Lopes de Sousa", para exigir de la soberana inglesa el inmediato cese de las expediciones africanas ^^ No consiguió Portugal por este medio su propósito, pero sí lo alcanzó valiéndose del influjo del príncipe don Felipe, quien al servicio de los intereses de los reyes de Portugal, sus parientes, presionó a su esposa la reina doña María Tudor hasta lograr que el Consejo privado de la Corona, después de pasar el verano de 1555 discutiendo acaloradamente sobre el particular, prohibiese a regañadientes las expediciones en proyecto a las partes de Guinea. No fué ajena a tal resolución la princesa doña Juana, viuda del príncipe heredero de Portugal y ma10. Hakluyt: Principal Navigations, t. VI, pág. 154- 177. 11. P. R. O.: State Papers. Foreign Series. Mary, volumen XIV, número 4 y 5. U A. RUMEU DE ARMAS dre del futuro rey don Sebastián, gobernadora de los reinos españoles, en las ausencias de su hermano don Felipe, ni escapó a la sagacidad de ambos el enorme peligro que las expediciones británicas suponían en un futuro próximo para la integridad territorial y comercial de nuestros inmensos dominios de América, Sin embargo, la impopularidad de esta determinación era buen augurio de su corta vida; nuestro mismo en-bajador en Inglaterra, don Gómez Suárez de Figueroa, conde de Feria, testimonió posteriormente al rey don Felipe II cómo tal prohibición se había hecho tan sólo " por respeto de V. M."; y añadía, remachando el clavo: " la Reina Nuestra Señora [ María Tudor] vino en ello de mala gana y los del Consejo de muy mala..." ^^ Así no es de extrañar que ganados los consejeros con rumbosa mano e interesados particularmente en el negocio, levantasen la prohibición a principios de 1556 y autorizasen al sindicato de Guinea para reanudar la empresa bajo la apariencia de orientar al comercio de Inglaterra hacia las costas de Berbería, con 12. Carta del conde de Feria a Felipe II, fechada en Londres, a 25 de noviembre de 1558. ( A. S.: Secretaría de Estado, leg. 118, fol. 95. - Codoint tomo LXXXVII, pág. 86). Don Gómez Suárez de Figueroa, conde- duque de Feria, era hijo segundo de don Lorenzo Suárez de Figueroa, conde de Feria y de doña Catalina Fernández de Córdoba, marquesa de Friego. Felipe II le nombró, sucesivamente. Consejero de Estado, embajador en Inglaterra ( 1558- 1559) y embajador en Portugal. Casó durante su permanencia en la Gran Bretaña con una dama de la reina María, lady Jane Dorraer, hija de William Dormer y Mary Sidney. Su fallecimiento ocurrió en El Escorial, el 7 de diciembre de 1571. m ^ c , í Lamina ill.— El navio " Minion" ( grabado cjue se conserva en el Magdalene CoUege, Cambridge). VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 25 objeto de acallar la protesta lusitana ". Financiaron la expedición Edward Castlyn, Jeffery Alien, Rowland Fox y Richard Stoekbridge, y después de vencer en corto plazo las dificultades e inconvenientes propios de-tal empresa, sus organizadores pudieron al fin ver alzar velas a los navios bajo la experta dirección de Wi- Uiam Towerson, Apoyándose como siempre en la escala comercial de las Canarias, donde los buques negociaban para proveerse de víveres y hacer aguada, Towerson dio el salto al continente africano arribando' a la misma Costa de Oro. Durante un mes pudo llevar a cabo sus transacciones con los indígenas pacíficamente y regresar a Londres pleno de optimsimo ". Los armadores ingleses animados por el éxito no dudaron ya en violar abiertamente las pi'ohibiciones del Consejo lanzándose al mar con diversa suerte, pues en las restantes expediciones de 1556- 1557 aparecieron entreverados los éxitos con los ruidosos fracasos. Una de las más destacadas fué la segunda de William Towerson, quien zarpó de Inglaterra en noviembre de 1556 conduciendo una flotilla de dos buques y una pinaza con dirección a Guinea. En su camino tropezó Towerson con una armada francesa en ruta hacia las costas africanas, y pactando alianza con ella ^^, prosi- 13. P. R. O.: Acts of the Privy Council, volumen CCXIV. 14. Hakluyt: Principal Navigations, t. VI, pág. 177- 211. 15. Componían la flota francesa los navios: l'Espoir, Lau-rier y Honfleur, que iban mandados por los capitanes del armador Jean Ango: Denis Blondel, Jérome Baudet y Jean-d'Orleans. El encuentro tuvo lugar el 30 de diciembre de 1556, y ya se disponían ambas flotas a combatir cuando, reconociéndose' como amigos, pactaron alianza. ( Véase: Charles de la Ronciére: Histoire de la Marine' frangaise. París, 1923; tomo IV, pág. 77). ,26 A. RUMEU DE ARMAS guieron juntos el viaje hasta su ulterior destino. Mas hartos y prevenidos, los portugueses les esperaban con su flota, bien pertrechados, a la altura de Elmina, obligándoles a combatir repetidas veces. No obstante al contratiempo, Towerson puJo comerciar con los indígenas lo suficiente para regresar a Inglaterra, en abril de 1557, con una buena carga de oro y marfil ^^. En Enero del año siguiente, 1558, William Towerson volvió a hacerse a la mar conduciendo dos potentes navios arrendados a la Marina real, el Minion y el Tiger, y otro de propiedad particular, el Cristopher, no sin vencer la resistencia oficial, otra vez hecha efectiva por las reclamaciones del rey consorte don Felipe. De nuevo ofrecieron sus organizadores hipotéticas garantías de dirigir la expedición al Norte de África, y la flota— los tres navios antes citados y una pinaza— • pudo zarpar sin contratiempos mayores en la fecha indicada ". Los buques ingleses dirigieron sus pasos, como tantas veces, a las islas Afortunadas, fondeando en el Puerto de la Luz, en Gran Canaria, con objeto de comerciar allí intensamente. Edward Kingsmill, representante de los negociantes ingleses Hickman y Cas-tlyn en dicha isla, facilitó y garantizó las transaccio- 16. Hakluyt: Principal Navigations, t. VI, pág. 212- 231. 17. Ibid., págs. 231- 252. Spanish Calendar, tomo I, 1558- 67, núms. 2 y 11. ( Con este título abreviado, nos referimos ahora, y nos referiremos en adelante, a la importantísima colección que lleva por nombre Calendar of Letters and State Papers relating to English . Affairs, preserved principaUy in the Archives of Simancas.. Serie publicada por Martín A. S. Hume entre los años 1892- 1899). VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 27 nes, y Towerson pudo abandonarla con felicidad llevando bien repuestos sus navios de viveres ^*. Los portugueses, como siempre, trataron de cerrar el paso a la flota inglesa, mas la superioridad y fortaleza del Minian, navio de guerra muy bien artillado, le abrió las puertas de Guinea. Cargados los buques, Towerson emprendió el viaje de regreso, que fué desastroso. Diezmadas las tripulaciones por la peste, el Tiger hubo de ser abandonado en pleno Océano, por falta de hombres, y apenas si pudieron arribar al puerto de Portsmouth el Minion y el Christopher, maltrechos y casi desamparados. Por contraste, el éxito económico fué, como siempre, extraordinario. Cuando todavía Towerson navegaba por las costas de Guinea, las presiones de Portugal volvieron a mover la influencia española cerca de la corte inglesa para cortar de raiz las expediciones oceánicas. La interesante correspondencia de nuestro embajador en Londres, don Gómez Suárez de Figueroa, conde de Feria, refleja el extraordinario interés que puso el rey < Jon Felipe, en el ocaso de su influencia en Inglaterra, para rogar— no exigir— de la reina María el remedio • de un mal que ya parecía endémico. Muy altas y poderosas razones debían asistir al rey don Felipe— apar- 18. Elizabeth. State Papers. Foreign Calendar, tomo III, 1560- 61, número 412. ( Con este título abreviado hacemos referencia ahora, y en adelante, a la importante colección titulada: Calendar of State Papers Foreing Series of de Reign of Elizabeth... preserved in Her Mayesty's Public Record Office. Serie publicada entre los años 1863- 1908, por Joseph Stevenson, Alian James Crosby y A. J. Butler). 28 A. RUMEU DE ARMAS te de servir los intereses de Portugal—^ para arrosfrar una demanda y unas exigencias que iban en trueque de su popularidad, pues, como asevera el mismo Feria, los subditos ingleses " quedaron descontentísimos en este Reino de que se les impidiese aquella navegación..." ". La reina María, accediendo de mala gana a sus. deseos, ordenó llevar a cabo sobre el particular " algunas diligencias"; pero, tropezando con la hostilidad general, todas las medidas " se fueron en humo", según la frase gráfica de nuestro embajador ^'*. Es más, la muerte de la reina María, un mes antes del regreso de Towerson, hizo perder a Felipe II toda posibilidad de orientar en su provecho las actividades marítimas; de Inglaterra. No obstante, la diplomacia española puso en juego el ascendiente que todavía ejercía el monarca español sobre la nueva reina, su cuñada Isabel, para obtener promesas para el futuro, mas sin lograr a la postre resultado alguno eficaz. Nuestro mismo embajador escribía, escéptico, a Felipe II el 25 de noviembre de 1558: " Yo entiendo que es materia muy peligrosa la de la nave Miñona, porque ella fué de aquí en tiempo que era Almirante Havuar [ Howard], y debiéronsela pagar porque la dejasen ir y aunque decían que iba a Berbería siempre se entendió a donde iba y que algunos del Consejo eran en la conseja..." ^ i, Y terminaba señalándole el punto flaco de su momentánea posición en Inglaterra, muerta ya la reina doña María:: 19. A. S. Secretaría de Estado, leg. 118, fol. 95. Codoví, tomo LXXXVII, pág. 86. Carta del conde de Feria a Felipe II, desde Londres, a 25 de noviembre de 1558. 20. Ibid. 21. Ibid. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 29 ^' Cuanto se hizo— las diligencias—^ fué por respeto de V. M., y la Reina nuestra Señora, que haya gloria, vino en ello de mala gana, porque había entre ellos interesados en la cosa, pero no embargante esto, veré de hacer lo que pudiere..." 22. Sin embargo, las gestiones del conde de Feria a la postre fracasaron " y la ruta de Guinea siguió abierta para Inglaterra. Bien es verdad que durante los primeros años del reinado de Isabel disminuyeron ostensiblemente las expediciones africanas, pero no lo bastante para que Portugal se sintiese satisfecha y abandonase sus presiones sobre la corte española en vista de los ineficaces resultados de sus propios emisarios o embajadores. En la primavera de 1561 el gobierno portugués había enviado a Londres, como especial comisionado, al caballero Manuel Araujo, conduciendo un largo memorial de agravios infligidos a los lusitanos por los piratas de Inglaterra ^* y minuciosas instrucciones para lograr la suspensión definitiva del tráfico con Guinea. Sin embargo, si bien la reina Isabel se mostró 22. ibid. 23. El interés puesto por Felipe II en el asunto, está reflejado en su carta de 28 de enero de 1559, en la que insiste cerca del embajador para que reclame la devolución de las mercancías de los navios " que habían llegado al puerto de Ar-tamuz con pimienta y oro que traían de la Costa de la Mina..." ( Expedición de Towerson). En dicha carta, Felipe 11 reitera a Feria su extraordinario interés por los asuntos de su " sobrino" ( Don Sebastián de Portugal). ( A. S.: Secretaría de Estado, leg. 812, fol. 11. Co-doin, tomo LXXXVII, pág. 117). 24. P. R. O.: State Papers. Foreign Series. ElizaJ} eth, volumen XCV, fol. 242- 67. so A. RUMEU DE ARMAS condescendiente con lo primero, reprobando los abusos y crímenes incontrolables de lo piratas y prometiendo colaborar para su castigo, en cambio se mantuvo inflexible con respecto al segundo punto, declarando paladinamente su propósito de no excluir a Inglaterra del comercio con África. Fueron vanas todas las palabras del emisario inglés sacando a relucir los sacrificios que tales conquistas habían costado a Portugal en sangre y dinero, y más vanas las de nuestro embajador don Alvaro de la Quadra aludiendo a las concesiones pontificias de los nuevos territorios, pues la respuesta de Sir Villiam Cecil no se hizo esperar: " que al Papa no estaba repartir el mundo ni dar y quitar Reinos a quien él quisiese..." ^'^. Así, pues, el Almirantazgo volvió a recibir órdenes de comerciar con la Mina, y la reina Isabel dispuso el 1 de mayo de 1561 que todos sus subditos pudiesen organizar expediciones a aquellas comarcas dando aviso de ello al Almirantazgo, para asegurarse previamente de la observancia de las leyes y de los lícitos propósitos de sus organizadores ^^. El viejo sindicato de Guinea ( cuya experiencia en estas lides ha quedado bien probada) recogió al punto la invitación regia y reunidos para este efecto Sir Wi-lliam Chester, Sir William Garrard, Sir Thomas Lod-ge, William Winter, Benjamín Gonson, Hickman y Castlyn, dispusieron la activa preparación de la expedición. El 18 de junio, puestos al habla con la reina, decidieron arrendar a la Marina real dos navios: Mi- 25. Carta de don Alvaro de la Quadra al Rey Felipe II, fechada en Londres, a 27 de noviembre de 1561. ( A. S.: Secretaría de Estado, leg. 815, fol. 106. Codoin. Tomo LXXXVII, pág. 372). Spanish Calendar, tomo I, 1558- 67, número 144. 26. Elizabeth. State Papers. Foreign Calendar, tomo IV, 1561- 62, número 157. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 31 nion y Primrose y dos pinazas: Flower de Luce y Bry-gandine ^'^; estos convenios solían hacerse sobre la base de que la reina entregaba los navios bien pertrechados y equipados a cambio de disfrutar, contra el riesgo que los mismos corrían, de la sexta parte de los beneficios obtenidos, y obligándose por su parte los negociantes a proveerlos de tripulación, municiones, vituallas y mercaderías ^^ Encargado del mando de los navios John Lok— a quien ya hemos conocido dirigiendo la expedición de 1554— 29^ la flota zarpó del Támesis el 11 de septiembre de 1561, sufriendo los rigores de un mar tempestuoso en el estrecho de Dover, hasta el punto de que el Minion y el Primrose chocaron con estrépito en la obscuridad, teniendo que ir a buscar abrigo a Portsmouth y Harwich, respectivamente. De la salida informó nuestro embajador, don Alvaro de la Quadra, a Felipe 11, dándole detalles y pormenores de todo, y conviene que lo tengamos muy presente, porque ello aclarará acontecimientos inmediatos, en Canarias ^°. 27. P. R. O.: State Papers. Domestic Series. Elizaheth, volumen XVII, número 43. 28. P. R. O.: State Papers. Domestic Series. Elizaheth, volumen XXVI, número 44 y 45. 29. John Lok recibió las instrucciones para el viaje el 8 de septiembre de 1561. Por ellas, conocemos los fines primordiales de la expedición, que eran los siguientes: 1.5 Establecer una factoría en la Costa de Oro, en los territorios de un rey llamado Habaan, con quien habla negociado Tovs^ erson, y 2.- Recuperar los navios que habían sido abandonados en la costa de Benin cuando la muerte de Wyndham en 1554. 30. Cartas de don Alvaro de la Quadra a Felipe II; su fecha, en Londres, a 13 de septiembre y 27 de noviembre de 1561. ( A. S.: Secretarla de Estado, leg. 815, fol. 103 y 106.. Codoin, tomo LXXXVII, pág. 370 y 372). 32 A. RUMEU DE ARMAS Dos meses tardaron los ingleses en reparar las averías de los navios, y cuando por fin pudo hacerse a la mar la flota de nuevo la dispersó el huracán, obligándola a refugiarse en distintos puertos de la Gran Bretaña. El mismo John Lok, como presintiendo que le acompañaría la desgracia, quiso retrasar la definitiva partida esperando mejor estación ^^; pero los negociantes ingleses le obligaron a zarpar de nuevo con rumbo a Guinea. Estaba previsto en el itinerario de la expedición el no hacer escala en las Canarias, dada la situación de tirantez imperante; y bien previsto, porque las autoridades insulares habían sido prevenidas y esperaban alertas contra cualquier desaguisado. Sin embargo, la desgracia siguió cebándose en los expedicionarios; tres de los navios cruzaron por las aguas del archipiélago sin contratiempo, pero la pinaza Flower de Luce, separada del grueso de la expedición, tuvo que buscar refugio en el puerto de Santa Cruz de Tenerife, en el que fué detenida y sus tripulantes apresados y encausados por la Inquisición como herejes ^^. El resto de la flota arribó felizmente a la Costa del Oro, llevando a cabo importantes transacciones ^' K En este estado de cosas los ingleses pusieron su vista más lejos en orden al tráfico naval. Ya dijimos con cuánto tesón combatió nuestro rey don Felipe II 31. Así consta en una carta de John Lok a los negociantes ingleses fechada en 11 de diciembre ( R. Hakluyt: Principal Navigations, tomo VI, pág. 255). 32. EUzabeth. State Papers. Foreign Calendar, tomo V, 1562, número 1461. 33. P. R. O.: State Papera. Domestic Series. EUzabeth, vol. XXVI, número 45. Richard Hakluyt: Principal Navigations, tomo VI, página 253 y siguientes. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 33 la piratería contra los lusitanos y el comercio con Guinea, pues a su perspicaz espíritu no podía escaparse « 1 riesgo inminente que tal táctica, sin garantías jurídicas, ponía a sus inmensos dominios de América. Pues bien, ese peligro y ese momento llegó para España en 1562, y lo simboliza un hombre audaz, soñador y aventurero, orgullo de la Inglaterra isabelina, que abrió a su nación las puertas de las maravillosas Indias: John Hawkins. Sus empresas y expediciones navales serán el objeto particular de este estudio. ( 3) CAPITULO n LAS FACTORÍAS COMERCIALES INGLESAS EN CANARIAS. PRIMERAS PIRATERÍAS CONTRA ESPAÑA SUMARIO: I.— El comercio inglés con las Canarias: Primeros cultivos; El azúcar y el vino; William Hawkins; Los factores de la casa Hickman y Castlyn; Otros factores. II.— Política de hostilidad. Las primeras persecuciones de ingleses: Intervención del Santo Oficio; Procesos de Thomas Nicholas y de Edward Kingsmill; Otras persecuciones. III.— Primeras piraterías contra España: Edward Cooke; La conspiración de los beneficiados; Prisión y fuga de los piratas John Poole y Thomas Champneys. I. Comercio inelés con las C^. ananas. La actividad comercial de las islas Canarias con el extranjero data de los primeros años del siglo XVI, cuando'repartidas sus tierras entre conquistadores y aborígenes, aquellas fértilísimas comarcas empezaron a compensar a sus pobladores del esfuerzo de la conquista y del nacido de la aclimatación de nuevos y difíciles cultivos. De entre éstos destacó en primera línea en los albores de la colonización el azúcar, cu- se A. RUMEU DE ARMAS yo extraordinario valor entonces en el mercado europeo compensaba con creces los esfuerzos que su cultivo requiere. Famosos fueron en Gran Canaria los primeros ingenios de azúcar que se establecieron a raíz de finalizada la conquista, con los primeros r^ e-partimientos de tierras. Para ello hizo traer Pedro de Vera de la isla de Madera maestros de azúcar que enseñaron su cultivo a los pobladores y establecieron las primeras plantaciones. El mismo conquistador y primer gobernador Pedro de Vera construyó el ingenio más antiguo de la isla, movido por agua, que hacía derivar del barranco del Guiniguada para el cultivo de sus tierras en la margen derecha de dicho arro-yuelo. Casi frontero con él estaba situado el ingenio de su alférez mayor, Alonso Jaimes, movido por tracción animal, que competía con el de Vera en la calidad y cantidad del azúcar elaborado. Famosos fueron también los ingenios que estableció don Alonso Fernández de Lugo en sus posesiones de Agaete, más tarde propiedad del genovés Francisco Palomares, y más tarde aún de los Zayas de Arellano y Cerezo; los del francés Santa Gadea, en Arucas, que luego constituyeron la base primordial de la fortuna, Juan Marcel y de su yerno el acaudalo don Pedro Cerón; el ingenio de Te-noya, propiedad del conquistador Juan de Civerio Mú-xica y de sus sucesores; los ingenios de Telde, creación personal del capitán Alonso Rodríguez de Palencia y que más adelante prosperaron bajo la experta dirección de sus propietarios Gonzalo de Jaraquemada, Francisco Matos y Cristóbal García del Castillo, etcétera. .. ^ De Gran Canaria el cultivo se extendió a las 1. A mediados del siglo XVI, Gran Canaria contaba ( no obstante la postración que sufría el cultivo del azúcar) con unos siete u ocho ingenios. ( Descripción de Canarias hecha por un tío del Licenciado Valcáreel. " Revista de Historia" de La Laguna, año 63 ( 1943), 198). VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 37 . islas de La Palma y Tenerife, en cuyos campos arraigó con mayor intensidad. La Palma fué entonces el emporio del comercio azucarero, gozando de justo renombre los ingenios de los Sauces, Argual y Tazacor-te, estos dos últimos fundados por una compañía de mercaderes alemanes, de quienes los adquirió en 1513 Jácome de Groenemberg, fundador de la casa de Mon-teverde en Canarias ^. Estos famosos ingenios los traspasó por venta Melchor de Monteverde a su suegro Pablo van- Dalle, noble mercader flamenco, señor de Lilloot y Zuitland ^ Para darse idea de la importancia azucarera de La Palma baste declarar que en 1526 pasaban de doce los ingenios de azúcar que trabajaban 2. A. S.: Mar y Tierra. Leg. 349. Leonardo Torriani: " Informatione del porto de Tazzacorte del l'Isola della Palma".' José Peraza de Ayala: Historia de las Casas de Machado y Monteverde. Madrid 1930, pág. 160. 8. Francisco Fernández de Bethencourt: Nobiliario y Blasón de Canarias, 1880, tomo IV, pág. 214. Uno de los factores de Pablo Van Dalle en La Palma fué el famoso heresiarca Juan Bartolomé Avontroot, autor de las conocidas Epístolas al Rey de España y al Dux de Venecia en defensa del protestantismo. Avontroot casó más tarde con la hija de su jefe, María Van Dalle—^ viuda de Melchor de Monteverde—, en 1589, y fué procesado por el Santo Oficio en la misma fecha por sospechoso de herejía. En 1609, después de haber alternado su residencia en La Palma, con viajes al Perú y a Flandes, se ausentó definitivamente de Canarias, dando, a partir de entonces, a la publicidad sus famosísimos escritos. En 1631 retornó a España, siendo detenido en Toledo y relajado por el Santo Oficio como reo de herejía en 1632. Véase Agustín Millares Cario: Noticias y documentos referentes a Juan Bartolomé Avontroot en la revista El Mv^ eo Canario, 5, ( 1935), 1- 26. S8 A. RUMEU DE ARMAS sin descanso para mantener la demanda del mercado exterior *. Rivalizó con La Palma en el comercio azucarero la isla de Tenerife, que poseía a mediados del siglo XVI diez ingenios para la molienda de caña de azúcar, distribuidos de la siguiente manera: tres en el valle de La Orotava, destacando el que era propiedad de la familia Varcárcel ^ y un ingenio en cada uno de los lugares de Taganana, Garachico, Güimar, Los Silos, Daute, Adeje y Abona ^ Entre estos últimos eran dignos de particular mención los trapiches de Daute y Adeje, propiedad de la familia genovesa de Ponte y fundados respectivamente por Cristóbal de Ponte y su hijo, el emprendedor Pedro de Ponte y Vergara; así como el de Abona, propiedad de la familia Soler, oriunda de Cataluña, que rivalizaba con aquéllos en el comercio azucarero con la Gran Bretaña. Por su parte, los condes de La Gomera poseían en su isla privativa otros dos importantísimos ingenios, uno en Hermigua y otro en valle; Gran Rey, bases ambos del activo comercio con las Indias y el extranjero ''. Desde las islas del azúcar— como eran llamadas las Afortunadas por los europeos en el siglo XVI— el cultivo de este importante producto se transmitió a la 4. A. Anderson: Historical Deduction, tomo II, página 48. Citado por L. de Alberti y A. B. Wallis Chapman en el prólogo de su obra English merchants and the Spanish Inqui-aition in the Canaries. Londres 1912, pág. XIV. 5. A. H. N.: Inquisición, leg. 1.525. 6. Enrique Marco Dorta: Descripción de las islas Canarias . hecha en virtud de mandato de S. M. por un tío del Licenciado Valcárcél. Revista de Historia de La Laguna, 63, ( 1943), 201- 203. 7. Ibid. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 39 vecina costa de África, al cabo de Aguer, donde los mismos campesinos canarios enseñaron a los moros de Santa Cruz el cultivo de la caña de azúcar. Bajo la decidida protección del Xarife, la industria azucarera adquirió tal importancia en aquella comarca, que, según declaración del gobernador de Tenerife don Juan Alvarez de Fonseca, hecha en 1575, poseía Xarife en los aledaños de Santa Cruz catorce potentes ingenios " los mejores que ay en el mundo", que le servían de base para un activísimo comercio: " el agucar es muy bueno— añadía Fonseca—^ y todo se trae al... cabo de Aguer, y allí los venden a los... franceses, flamencos e yngleses los quales a trueco... les llevan gran cantidad de armas, dineros, hierro, cobre, acero y algunas ropas" « . La correspondencia de nuestros embajadores en Londres confirma en todos sus extremos las aseveraciones de Alvarez de Fonseca, reflejando el activo tráfico entre Santa Cruz e Inglaterra y la competencia que el azúcar del valle del Sur hacía a las islas Canarias ^ Por su parte, los franceses crearon en 1570 una compañía comercial en Rúan, mediante la asociación de dos importantes firmas, Hallé- Le Seigneur, con el objetivo primordial de activar el tráfico azucarero de Canarias y Berbería con Francia, disponiendo en la 8. A. S.: Mar y Tierra, leg. 80. Año 1575. Memorial del gobernador de Tenerife y La Palma, don Juan Alvarez de Fonseca, al Rey, escrito el 7 de Marzo de 1575. 9. A. S.: Secretaría de Estado, leg. 822, fol. 49. Carta « de don Guerau de Spes al Rey, fechada en Londres el 18 de Enero de 1570. Le da cuenta de la llegada a Londres de dos naves del cabo de Agüic, en el reino de Fez, con azúcares; le participa cómo se iba a proseguir activamente el tráfico por acuerdos celebrados con el Xarife, y le daba cuenta por último de que Jos ingleses se Hmitaban en su comercio a surtir de * rma8 a los moros... iO A. RUMEU DE ARMAS ciudad francesa antes citada de potentes refinerías. Fueron factores fijos de esta compañía en Canarias y Marruecos Paul Regnault y Jaeques Mignot ^°. Mayor importancia adquirió, sin embargo, a partir del segundo tercio del siglo XVI, el cultivo de la vid, que hizo famosos y renombrados en el mundo entero por tres siglos a los caldos canarios. La delicada " malvasia" mediterránea, cuyos primeros sarmientos procedían de la isla griega de su nombre, se aclimató con tanta fortuna en Canarias, principalmente en las islas de Tenerife y La Palma, que terminó por prevalecer sobre cualquiera otra clase de cultivos en eí archipiélago. Además coincidió su auge con la crisis del comercio del azúcar, arruinado por la competencia que le hacían las Antillas y Berbería. El inglés Thomas Nicholas, que, como hemos de ver, vivió en Tenerife entre los años 1556- 1561, testimonia en sus escritos la importancia que iba adquiriendo el cultivo de la vid en las Canarias, destacando por su excelencia los tenerifeños vinos de la Rambla y los palmeros caldos de la Breña, semejantes a la malvasia, cuya producción anual se remontaba entonces por encima de las doce mil pipas anuales ^^ El mismo Nicholas áse10. El acta de constitución de dicha sociedad está datada en Rúan el 1 de Octubre de 1570. La firman: Barthélemy, Andrieu y Laurent Hallé, Alonce y Adrien Le Seigneur, Bona-venture de Cramant y Eustache Trévache. ( Véase: Conde Henry de Castries: Les Sources inédites de l'histoire du Maroc de 1530 á 18^ 5, tomo I, París 1905, página 303; Philippe Barrey: Les Normands au Maroc, París 1917; Ernest de Fréville: Mémoire sur le commerce maritime de Rouen, tomo II, pág. 481, y E. Gosselin: Documents inédits pour servir á l'histoire de la marine normande ef du commerce rouennais pendant les XVI.^ et XVIL^ siécles. Rouen 1876, página 167.) 11. Descripción de las Canarias en el año 1526, hecha por Thomas Nicols, factor inglés. Introducción y notas de Büe- VIAJES DE HAWKINS A AMERICA U gura que un comerciante inglés John Hill, extendió su cultivo por la isla de El Hierro, plantando allí por su mano la primera viña ^^. En Tenerife se extendió vertiginosamente el cultivo de la vid, adquiriendo renombre los viñedos de los términos de La Orotava, Los Realejos, San. Juan de la Rambla, Icod, Garachico, Buenavista, Sauzal, Taco-ronte y Tegueste ^^ Como prueba del áyea de extensión que adquirió a mediados del siglo el cultivo vitícola en Tenerife, baste consignar que su predominio dio nombre a algunas de sus comarcas, como la de leod de los Vinos, que ya aparece con tal apelativo en documentos de 1554 ". A finales del siglo XVI la sustitución del cultivo de la caña de azúcar por la vid incrementó de manera extraordinaria la producción vitícola, asegurándose que en 1596 la cosecha sobrepasó la. enorme cantidad de 28.000 pipas ^^. En Gran Canaria, en cambio, el cultivo de la vid adquirió escaso desarrollo, aunque la isla produjo en corta escala selectos y acreditados vinos ^^. naventura Bonnet. Revista de Historia, tomo V, año X, número 39, pág. 213. Dicha Descripción fué publicada, por primera vez, por Hakluyt ( volumen II de la Edición de 1599) y reproducida en todas las ediciones de Principal Navígations y en diferentes libros de viajes. 12. Ibid., pág.' 213. 13. Enrique Marco Dorta: Descripción de las islas Canarias hecha en virtud de mandato de S. M. por un tío del Licenciado Valcárcel. Revista de Historia de La Laguna, 63^ ( 1943), 197. 14. A. C. T.: Letra I, leg. 1.**, núm. 5, documento púm. 1. 15. L. de Alberti y A. B. Wallis Chapman: English inerehants and the Spanish Inquisition in the Ganaries. Londres 1912. Introducción, pág. XVI. 16. Descripción del tío del Licenciado Valcárcel..., antes citada. . JÍ2 A. RÜMEU DE ARMAS El famoso pirata John Hawkins se asombraba en sus frecuentes visitas a Tenerife de la calidad de la uva canaria, de la que llega a decir " que eran como ciruelas..."; su voto es de calidad sobre el particular, pues con su paisano Francis Drake fué de los más finos catadores de los dorados vinos insulares ". La producción agrícola canaria que añadía al iazú- € ar y al vino otro valiosos productos, como el trigo ( del que daban extraordinarias cosechas, si el tiempo las favorecía, Lanzarote y Fuerteventura ^^ y la sangre « de drago, a los que se unían en otro orden de cosas las mieles, la orchilla y la varrilla, así como tejidos y corambre de elaboración o preparación isleña ", tuvo ^ ue buscar salida al excedente de producción. El mer- < 3ado peninsular consumió. parte de ella, aunque escasa, y el resto hubo de encontrar colocación en las In- > dias Occidentales y en las naciones europeas, principalmente Francia, los Países Bajos e Inglaterra, que se repartieron el excedente de la producción azucarera y vitícola de las islas Afortunadas. 17. The Hawkins Voyages. Edición de Sir C. R. Mar-iham, año 1878, pág. 12. 18. Descripción de las Islas Canarias hecha en virtud , de mandato de S. M. por un tío del Licenciado Valcárcel, pu-l) licada por Enrique Marco Dorta en Revista de Historia de La Laguna, 63, ( 1943), 204. "... es Langarote tierra muy fértil de pan, quando le'ter- • cian los tiempos que como una vez, en mucha parte della, se harten bien las tierras de agua acuden a 30 y a 40 fanegas..." 19. Ibid., pág. 203. " quando el año es abundante de pan también llevan [ a las Indias] harinas y tafetanes de todos colores, rrasos y terciopelos, esto todo negro que es mucha la seda que en esta ysla [ Tenerife] se coje y mucha miel... y de las demás también llevan corambre, y demás desto que se carga para yndias es mucho el tracto de acucares, y vinos que se cargan para Flan-des, Francia e Ingalaterra y mucha cantidad de orchillas y va-irrilla para vidrio..." VIAJES DE HAWKINS A AMERICA AS Interesándonos ahora tan sólo cuanto se refiere a nuestras relaciones con Inglaterra, digamos dos palabras sobre las particularidades del comercio con esta nación. Las relaciones comerciales entre las islas Canarias e Inglaterra pueden datarse como de los primeros años del siglo XVI. Hasta entonces el área comercial de la expansión inglesa había quedado reducida a sus límites medievales, con el Canal de la Mancha como gran centro de empresas mercantiles, y las costas del Occidente europeo como teatro de más arriesgadas hazañas. Precisamente el tratado de Medina del Campo, firmado por los Reyes Católicos en 1489, al conceder a los ingleses libertad completa de comercio en todos sus dominios, les abrió las puertas de las Canarias, pues nunca las consideraron los Reyes españoles como colonias cerradas al comercio extranjero ^". Sin embargo, el tráfico activo no se inició hasta el año 1519, en que los comerciantes de Bristol organizaron expediciones comerciales a las islas de Azores y Canarias, así como a las vecinas costas de Marruecos y Berbería ^^ La figura más representativa en el círculo de este tráfico mercantil fué la de William Hawkins ^^, famo- 20. James A. Williamson: Sir John Hawkins. Oxford 1927, pág. 88. 21. Ibid., pág. 36. 22. La familia Hawkiná era originaria de Devonshire y más concretamente del lugar de Tavistock. William era hijo ^ e John Hawkins y de Jane, a su vez hija de William Amydas, •^ e Lauceston. Su nacimiento se data entre los años 1490- lBOO. William Hawkins casó con Jane Trelawney ( hija de William Trelaw- ^^ y) y tuvo dos hijos de este matrimonio: William y John. U A. RUMEU DE ARMAS SO mercader de Plymouth y hombre de negocios preeminente, que llegó a empuñar la vara de alcalde de su ciudad natal, quien en unión de sus hijos William y John estableció un servicio regular marítimo con las Canarias/ dedicándose a la compra de azúcares y vinos en las distintas islas del archipiélago, en las que contaban con poderosos auxiliares y amigos. Los Libros de registro del puerto de Plymouth atestiguan la extraordinaria actividad desplegada por esta familia afortunada, que consiguió, al par que riquezas para su casa, propagar la excelencia de los vinos canarios, dándoles popularidad y fama y abriéndoles los hogares de las clases acomodadas de su nación. Este tráfico lo llevaban a cabo en pequeños buques dé veinte a cincuenta toneladas, ligerísimos y muy marineros, que tardaban en hacer su recorrido de ida y retorno unos tres meses aproximados. William Hawkins no se limitó a este activo trato, sino que, atando el cabo suelto de las expediciones de los Cabotos, inició por su cuenta otras no menos arriesgadas a África y América. En 1530 visitó las costas de Guinea, a bordo de su navio Paul, de 250 toneladas, recorriendo la ribera de Sestos, y, cruzando el Atlántico por su parte más estrecha, arribó a las costas del Brasil, las que visitó detenidamente, trabando de pasa relaciones con los indígenas. En 1532 repitió Hawkins el viaje en análogas circunstancias ^^ En los años restantes de su vida, William Hawkins prosiguió activamente sus expediciones mercanti- 23. Kichard Hakluyt: The Principal Navigations, Voya-ges, Traffiques & Discoveries of the English Nation. Edición de James Mac Lehose. Glasgow, 1903- 1905. The Hawkins, Voyages. During the reigns of Henry VIIL Queen Elizatíeth, and James I. Edición preparada, con un en-jündioso prólogo, por Sir Clements R. Markham Society, 1878. página 3- 4. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA , i5 les y descubridoras, entreveradas con las prácticas. El activo comercio con Canarias, en el que había logrado « rédito y fama su hijo John, le produjo pingües ganancias; las expediciones a Guinea y al Brasil, proseguidas por otros marinos bajo su patrocinio, honores y gloria; y la sed de aventuras le llevó a enrolarse como corsario, con autorización de Enrique VIII, para combatir la navegación francesa, aunque algunas veces saliesen malparados de aquellos ataques los navios españoles que cruzaban pacíficamente el Canal de la Mancha ^\ El comercio de vinos atrajo además a las Canarias a otras importantes casas comerciales inglesas. Hecuérdese el caso ( como expusimos en anteriores páginas) que en 1553 Anthony Hickman y Edward Cas-tlyn decidieron ampliar el área de sus transacciones mercantiles, estableciendo factores fijos en las islas Canarias. Fueron los designados para representarlos Edward Kingsmill, en la isla de Gran Canaria, y Wi- Uiam Edge ( sic) y Thomas Nicholas ^^ en la de Tenerife. Para dar una idea aproximada de la importancia de las transacciones llevadas a cabo por estos agentes, baste con declarar que, según confesión del propio Kingsmill, ascendió a 30.000 ducados el valor de una Bola de las operaciones mercantiles de las muchas en que tomó parte ^^ Figura destacada en este comercio 24. Véase el capítulo " Oíd William Hawkins", de la obra de James A. Williamson Sir John Hawkins. Oxford, 1927. Página 3- 31. 25. William Edge fué el primer factor de Hinckman y Castlyn en Tenerife. Vino a la isla en 1558, donde residió hasta ser sustituido por Nicholas en 1557. ( Museo Canario de Las Palmas. Archivo de la Inquisición de Canarias. Proceso de Tomás Niculas. Año 1561, signatura XVIII- 19). 26. Elizabeth State Papers Foreign Calendar, tomo III, 1560- 61, pág. 256- 8, número 412. i6 A. RUMEUDE ARMAS fué también la de Andrew Barker, famoso mercader de Bristol, quien tenía como factor íijo en Tenerife para la venta de telas y otras mercaderías a John Drue 2''. Los Hawkins se entendían directamente para sus transacciones con los anteriores agentes y con la familia Ponte; y con carácter más o menos independiente actuaban tres comerciantes británicos: Richard Grafton, Charles Chester y Jofre López ( sic), todos residentes en Tenerife. La misma popularidad alcanzada por los vinos canarios en Inglaterra, reflejada en las obras dramáticas del inmortal Shakespeare, demuestra el auge del tráfico comercial con la Gran Bretaña. Téngase en cuenta que a partir de 1585 este intercambio se suspende o amortigua a consecuencia de la tirantez de relaciones con la reina Isabel, que conduciría tres años más tarde a la, guerra declarada, y se comprenderá que precisamente entre estos treinta y cinco años que corren de 1550 a 1585 el consumo del delicioso néctar debió ser tan intenso en la brumosa Albión, que permitía a todo un pueblo comprender por boca del más grande de sus dramaturgos que el " sack" o " ca-nary" no podía ser otra cosa " que un maravilloso vino que se cuela y perfuma la sangre" ^^ Y el misma William Shakespeare, cuando crea el tipo de Falstaff, el gordo Sir John Falstaff, vividor, petardista y desaprensivo, dando vida a la concepción humorística más grandiosa que haya aparecido sobre la escena, no vacila en apelarlo, por su excesivo culto y afición a Baco,. 27. M. C.: Archivo de la Inquisición. Proceso contra Juan Druc. Año 1575. Signatura LXXXII- 3. 28. La segunda par. te del Rey Enrique IV. Acto II. Escena IV. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA i7 con el apodo de " Sir John Canary" ". El vino de las. islas Afortunadas aplacaba la sed de los ingleses en todas las tabernas de la Gran Bretaña. I I . Política de bostilidji^ Las primeras persecaciones ác iagleses. Mas las relaciones comerciales entre las Canarias e Inglaterra no transcurrieron tan pacíficas que alguna que otra vez— en sus principios— no fuesen perturbadas por los ataques piráticos hasta el punto de. 29. William Shakespeare canta las excelencias del vino de Canarias en algunas de sus obras inmortailes. En La pñmera parte del Rey Enrique IV, el dramaturgo inglés alude más de veinte veces al " sack" o " canary". Y en La segunda parte del Rey Enrique IV, la taberna " Cabeza de Jabalí", es el escenario de graciosísimas situaciones. Andrés de Lorenzo- Cáceres, en su precioso estudio Malvasia. y Falstaff ( Laguna de Tenerife, 1941, pág. 38), resume en los siguientes términos las principales alusiones al " canary": " Cualquier lugar parece adecuado para que un personaje hable del vino canario. Mas " La Cabeza de Jabalí", será siempre un escenario especialmente grato para quienes gusten oír contar del maravilloso néctar. " Su misma posadera, tras asegurar a Dolí' que su color se ha encendido como una rosa, le dice del mucho Canarias que ha bebido: " maravilloso vino que se cuela y que perfuma la. sangre en menos que decir: ¿ qué es ésto?" " Infeliz posadera, que en la misma escena { Parte segunda de Enrique IV, act. II, esc. IV), oye a Falstaff saludar a Fistol: " Aquí, Fistol, te cargo con una copa de Canarias; desahógate tú sobre mi posadera". _ " Sir John Falstaff, nuestro Sir Juan Canarias que tanto divirtió a la Reina Isabel de Inglaterra, mereció bien este nombre con que lo apellida Shakespeare por labios de su personaje- Fistol. " Su vida estaba rendida al maravilloso néctar." En otras obras de William, como Las alegres comadres de Windsor o en Noche de Reyes... se repiten constantemente las alusiones al malvasia canario, popular más que ninguno otro-> vino en la Inglaterra isabelina. 48 A. RUMEU DE ARMAS crear una atmósfera de tirantez y de recelo. En marzo de 1540, regresando de Santa Cruz de Berbería, en el cabo de Aguer, una carabela andaluza, propiedad del maestro Pedro de Burgos, fué atacada y robada a la altura de cabo Cantin, por un navio pirata inglés ^°. En 1546 denunciaban los portugueses a un tal Thomas Indema ( acaso Wyndham) como reincidente pirata que había cometido depredaciones por entre las islas del Océano ^^ Cuatro años después, en 1550, los ingleses se apoderaban en la isla de Madera de un navio cargado de azúcar, de probable procedencia canaria ^ 2. Con escasa diferencia de tiempo, don Alvaro de Bazán combatía, en 1556, frente a Santa Cruz de Cabo de Aguer, contra un pirata inglés de imposible identificación, " Bicharte Guates", que traficaba en armas con los moros, para que éstos hostilizasen a los pescadores vecinos. Ninguno de estos ataques iba dirigido directamente contra España, pero son todos ellos claro indicio de un mal endémico próximo a propagarse. La muerte de la reina María Tudor, en 1558, fué la señal de alarma. Si hasta entonces los ingleses habían respetado la integridad del imperio español, a partir de ahora empezaría la carrera desenfrenada de atentados y ataques, que ti « nen su máxima expresión y símbolo en la figura semi- legendaria de Drake. A la rivalidad política, a la diferencia de caracteres y, por tanto, a la antipatía personal entre sus 30. A. I.: Patronato Real, leg. 265- 2. Información hecha en Cádiz sobre el robo que hicieron unos ingleses en la' mar a una nao española que venía del cabo de Guer. • ( 7 de abril • de 1540). 31. P. R. O.: State Papers. Foreign Series. Elizabeth, vol. XCV, fol. 242- 67. 32. Ibid. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA U9 monarcas, vinieron a unirse otra vez, para separar a sus respectivos pueblos, las diferencias religiosas. Coincidió, además, el triunfo de Isabel con los primeros intentos de propagación del protestantismo en España, cuyos débiles focos, aunque fueron ahogados en ciernes, contribuyeron a redoblar el celo de la Inquisición en materia de fe, despertando además los recelos de ella contra los subditos de los países contaminados por la herejía. Respondiendo a tal estado de opinión, la princesa doña Juana, gobernadora de los Estados en nombre del rey don Felipe, expidió en Valiadolid, el 7 de septiembre de 1558, la famosa pragmática sobre censura y vigilancia de libros, completada un mes más tarde con la Real cédula de 9 de octubre, dirigida a las autoridades canarias, en las que encomendándoles el mayor cuidado sobre tan espinosa materia les ordenaba, de acuerdo con la Inquisición, la visita e inspección de los navios extranjeros que llegasen a sus puertos, con objeto de que no descargasen " balas de libros o mercaderías sin que [ fuesen] reconocidas por vos las dichas Justicias e Comisarios del Santo Oficio para ver si en las üichas balas o fardeles vienen libros reprobados o de sospechosa doctrina". Tal medida abrió las puertas de los navios extranjeros a los oficiales de la Inquisición, que usando unas veces de moderación y otras de intransigencia, que apoyados en la mayor parte de los « asos por el Consejo de la Suprema de Madrid o suavemente reprendidos en las menos, provocaron una se- J* ie interminable de roces, litigios, castigos, represalias y reclamaciones diplomáticas, que en pequeña parte serán dadas a conocer en estas páginas. Porque la Inquisición no limitó su poder, con respecto a los extranjeros, a la política de libros, sino que amplió su jurisdicción a los delitos de herejía o contra la fe co- 4) 50 A. RUMEU DE ARMAS metidos dentro o fuera del territorio español, quedando, por tanto, incursos en sus anatemas todos aquellos, que comulgaban en las nuevas doctrinas que se propagaban por Europa. Claro está que criterio tan rígido como estrecho no fué siempre el predominante, pues el Consejo de la Suprema Inquisición, forzado por las conveniencias diplomáticas, hubo de abrir muchas veces la mano sobre el particular, llamando la atención a los inquisidores para que fuesen más flexibles en sua^ determinaciones, al objeto de evftar excesivos litigios, no ahuyentar el comercio extranjero y paliar la tirantez de relaciones con los países protestantes ^^ Se respiraba, pues, en Canarias este estado de-cosas cuando empezaron a llover contra la Inquisición las denuncias contra el factor de la casa " Hickman y Castlyn" en Tenerife, Thoman Nicholas, natural de Gloucester, de veintiocho años de edad, que había venido a las islas en 1556, cumpliendo órdenes de su&" jefes a quienes,, por cierto, llaman los inquisidores " Antonio Iqueman y Duarte Castelin, vecinos de Londres". El inquisidor don Luis Padilla decretó en Las Palmas, el 21 de enero de 1560, que se abriese en Tenerife la oportuna pesquisa, y dando comisión para ello al beneficiado de La Orotava Francisco Martín,, 33. A. H. N.: Inquisición de Canarias. Leg. 1818- 19. Las visitas a los navios las hacían de común acuerdo loa. delegados del gobernador y los comisarios del S. O., aunque aquéllos hicieron con frecuencia dejación de sus funciones, llevando a cabo la inspección tan sólo los últimos. En 1569 el gobernador de Gran Canaria, licenciado Pedro- Eodríguez de Herrera, recordó al S. O. las atribuciones de la potestad civil en materia de inspección de navios extranjeros, y más adelante, por motivos de precedencia, hubo serios litigios entre gobernadores e inquisodres, principalmente en tiempos en que mandaba en Gran Canaria don Diego Melgarejo- ( 1575). VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 51 le encargó inquiriese noticias sobre " ciertos ingleses y flamencos por proposiciones herétjicas". El proceso de Thomas Nicholas ( Tomás Nicolás o Niculas, pues de las dos maneras se firmaba en España) se conserva integro entre la valiosísima documentación que de la Inquisición de Canarias guarda la prestigiosa sociedad " El Museo Canario", de Las Palmas ^* y nos va a servir para deshacer las patrañas inventadas por Nicholas, cuando su regreso a Inglaterra, sobre los absurdos procedimientos e inconfesables causas que movían a la Inquisición canariense. Thomas Nicholas declaró en Londres, en 1564, que los causantes de su detención en Canarias habían sido dos ladrones y dos prostitutas, que le acusaban de vivir con arreglo a la ley inglesa y de ser hereje, como subdito que era de una reina herética. De la misma veracidad hizo alarde Nicholas al enjuiciar al Santo Oficio y a sus miembros más conspicuos, pues arremetió de palabra contra el inquisidor don Luis de Padilla, a quien tilda de judío, impulsado en su persecución por el inconfesable móvil del más descarado latrocinio ^^ Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Es cierto que Nicholas había mantenido trato y relación con dos mujeres llamadas las Morenas— María. Morena, viuda de García de Puerta Carriazo, y Catalina Morena—, las cuales, según declaración del propio acusado, " le hazian... camisas"; es cierto también que al ser detenido y llamado a declarar Thomas Nicholas en Las Palmas, acusó como enemigas declaradas suyas 34. M. C.: AVchivo de la Inquisición. Proceso contra Thomas Niculas, inglés. Año 1560. Signatura XVIII- 19. 35. P. R. o.: EKzabeth. State Papers. Foreign Calendar, tomo III, año 1561, núm. 407, pág. 251, y tomo VII, año 1564, numero 411, página 137. 52 A. RUMEU DE ARMAS a las citadas mujeres, refiriendo el lance que con ellas había tenido por causa de un anillo que le habían sustraído entre bromas y veras, vendiéndolo después por tres doblas a Antonio Dorantes ^ ® ; no es menos cierto el enojo del inglés, enterado de la fechoría al regreso de uno de sus frecuentes viajes comerciales a la isla de La Palma, de la que protestó enérgicamente por carta. Pero tales suposiciones y desavenencias no destruyen ni neutralizan las verdaderas causas del proceso inquisitorial " contra ciertos ingleses y flamencos por proposiciones heréticas", y el de Nicholas no fué sino uno de los tantos procesos que incoó la Inquisición por esta época contra aquellos que delinquían en materia de fe. Abierto el proceso en La Laguna, en Enero de 1560, declararon, entre otros testigos, el capitán Pedro Soler y el bachiller Ramos, estando ambos de acuerdo en afirmar que Nicholas no " iba a misa", así como que se había expresado repetidas veces con " palabras sospechosas". El capitán Soler puso por testigo de tales afirmaciones a su propio hijo, el beneficiado de la iglesia de los Remedios, Pedro Soler, cuyo nombre convendrá recordar para el futuro. Declararon también, como no podía ocurrir por menos, las Morenas, y si bien es cierto que sus denuncias fueron las más sustanciosas, no hay ningún motivo ni indicio para, transcurridos cerca de cuatro siglos, poner en duda la autenticidad de sus afirmaciones, aun suponiendo que las impulsase a hacerlas públicas la ira o el despecho: Desde las excelencias de la secta luterana, pasando por los mayores ataques a la confesión y a la castidad, en medio de soe- 36. Declaración de Thomas Nicholas ante el inquisidor don Luis de Padilla el 1 de febrero de 1560. Proceso antes • citado ( M. C. Inquisición: XVIII- 19). VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 5S ees burlas y procaces bromas, aparecen en boca de Ni-cholas, al decir de' aquellas mujeres ". El mismo Nicholas, presintiendo el riesgo que corría su persona, andaba ocultándose por aquellos días de casa en casa, morando unas veces en la de su compatriota " Calafeton" ( Richard Grafton) y otras en distintas de la ciudad o de la isla, hasta que pudo embarcar para Gran Canaria, buscando refugio en la residencia de su consocio " Duarte Quinzemil" ( Edward Kingsmill), con propósito de ausentarse del archipiélago para ocultarse en Sevilla. La casualidad hizo, sin embargo, que en el mismo navio en que había huido de Tenerife viniese acompañándole la " información" contra él pi; ficticada ^^ por 37. El 26 de enero de 1560 declararon las Morenas cómo hacía cuatro años que Nicholas iba a la casa de ambas para " hacerse camisas y pañuelos"; que en ese tiempo no se cansaba de predicarles sobre las excelencias de la secta luterana en relación con el catolicismo; que hacia burla de la confesión asegurándoles que del trato espiritual con los frailes no se obtenía otra cosa que el " que las mujeres saliesen muchas veces preñadas"; y que se mofaba de la castidad, afirmando que la virginidad en la mujer joven era causa de " irse al infierno". Declararon además, cómo Nicholas se entretenía, mientras ellas trabajaban, cantando en su lengva ( acompañándose con una vihuela propiedad de Juan Sebastián Morena, su hermano), sin que pudiesen penetrar en el sentido de aquellas canciones. Por su parte, Thomas Nicholas declaró en su descargo có^ Mo las Morenas le habían amenazado, al reclamarles el anillo, con " que le harían quemar" vivo, con otras injurias " por las que vinieron a contienda y juicio". También afirmó en su descargo que el hermano de ambas, Juan Sebastián Morena, le debía cierta cantidad de dinero. Sin duda, unas y otap ^ on las prostitutas y los ladrones a los que se refiere Nicholas en sus declaraciones de Londres. 38. La orden para iniciar la " información" fué expedida « n Las Palmas por el inquisidor don Luis de Padilla el 21 de enero de 1560. fi • i^^ información dio comienzo en La Laguna, ante el bene-nciado de La Orotava Francisco Martín, el 26 de enero de 1560. 5Jt A. RUMEU DE ARMAS lo que, dándose prisa los inquisidores, resolvieron ordenar su detención el 1 de febrero de 1560; y tras la declaración de rigor ^^, dispusieron su ingreso en las cárceles secretas del Santo Oficio. A partir de este momento se inicia el farragoso proceso con su interminable desfile de testigos de cargo y de descargo, que no añaden nada substancial a lo consignado *". Sólo nos interesa hacer resaltar los nombres de los amigos de Nicholas, que él presentó como testigos qué podían deponer en su favor; eran éstos: Pedro de Ponte, Fabián Viña Negrón, Melchor de Monteverde, el benefi- 39. En su declaración afirmó Nicholas ser natural de Gloucester, cristiano, de 28 años de eoad y factor de Antonio Iqueman y Duarte Castelin; que se dedicaba a la. " trata en pannos, liengos y fustanes y bocaranes y otras cosas de Inglaterra y Flandes, y en enbiar agucares y ramieles destas yslas para Flandes y Espanna"; que había venido a Canarias por primera vez en 1556 para trabajar a las órdenes de Guillermo Edge, factor de Hickman y Castlyn en Tenerife, con objeto de familiarizarse con el castellano; y que después de permanecer tres meses en el archipiélago regresó a Inglaterra, para retornar a su vez en Í557 a Tenerife como factor de los antedichos mercaderes en sustitución de Edge. Afirmó, asimismo, Nicholas que su residencia fija había sido la isla de Tenerife y, en particular, la ciudad de La Laguna; pero que había frecuentado las islas de Gran Canaria y La Palma en sus tratos comerciales. En La Laguna habíale servido siempre de morada la casa del vecino Antonio Dorantes. En cuanto al motivo de su viaje, Nicholas lo justificó alegando que venía a Gran Canaria para sus asuntos comerciales con Kingsmill, y que no había dejado apoderados o representantes suyos en Tenerife, por haber liquidado su negocio en aquella isla. 40. La Inquisición ordenó, además, el secuestro de todos sus bienes en La Palma, Tenerife y Gran Canaria, incautándose de sus equipajes, y disponiendo la clausura del domicilio de su consocio Edward Kinsgmill, entre tanto que se llevaba a cabo en el mismo un minucioso registro. Tal medida traería de rechazo consigo serios altercados entre las autoridades españolas y Kingsmill, conforme veremos en sucesivas páginas. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 55 ciado informante Francisco Martín— prueba concluiente de la imparcialidad con que la llevaría a cabo—, Bartolomé Joven, Pedro de Alarcón... y un número interminable de frailes. Entre sus compatriotas depusieron a su favor: Edward Kingsmill y Richard Grafton. Thomas Nicholas permaneció en . las cárceles del ^ anto Oficio de Canarias por espacio de veinte meses, hasta que, reclamado por las autoridades de la Inquisición de Sevilla, alcanzó poco tiempo después la libertad ( debido a, las gestiones diplomáticas de Inglaterra), pudiendp trasladarse a Londres a dar cuenta a sus je-ies del resultado de sus negocios. Según declaró allí, la casa Hiekman y Castlyn había perdido a consecuencia de su detención en Canarias más de 14.000 ducados *^ Por aquella fecha o algo más adelante Nicholas— •• algo más conocido en los libros de viaje por Nicols— escribió su popular Descripción de las Canarias, que iia dado cierta celebridad a su nombre, al ser inserta en las colecciones de viajes de este siglo y posteriores ". Cuando aún no se había apagado el ruido provocado por la detención de Nicholas, de nuevo la Inquisición volvió a proceder contra otros factores y comerciantes ingleses avecindados en Canarias. El más destacado de estos procesos fué el que incoó contra el factor de "' Hiekman and Castlyn", Edward Kingsmill. Al ser 41. Elizabefh. State Papers. Foreign Calendar, tomo III, año 1561, núm. 407, y tomo VII, año 1564, núm. 411. 42. Richard Hakluyt: Principal Navigations, tomo VI, • Págs, 127- 132. Véase" Descripción de las Canarias en el año 1526, hecha ^ r Thomas Nicols^ factor inglés. Introducción y notas de jSuenaventura Bonnet. Publicada en " Revista de Historia". 39 ( 1933), 206. 56 A. RUMEU DE ARMAS arrestado en su domicilio, el 1 de febrero de 1560, su compañero Thomas Nicholas, decretó la Inquisición, una vez tomada la confesión al reo, el secuestro de todos sus bienes en las tres islas de Tenerife, Gran Canaria y La Palma, y para asegurar la eficacia de éste ordenó la consiguiente clausura del domicilio de Kings-mill, con objeto de proceder a un minucioso. registro. Llevado a cabo éste, reveló determinadas anormalidades en las transacciones del factor inglés, por lo que fué procesado, no sabemos si por la potestad civil o. eclesiástica ( ya que su causa no se conserva) y finalmente multado con mil ducados. No teniendo, pues^, ninguna información española sobre el caso, nos hemos de atener a las revelaciones del comerciante británico. Este declaró una vez, de regreso en su patria, que se le había acusado de haber exportado moneda y de llevar sus libros comerciales en inglés, contraviniendo" las órdenes de las autoridades " ; pero, cierto o no, la único real fué que además de la multa recibió el reo orden de destierro, teniendo que ausentarse de Canarias definitivamente en 1561, no obstante haberse interesado en su favor ( y en el de Nicholas) Felipe II cerca de las autoridades del archipiélago **. En cuanto a los demás factores ingleses residentes en Canarias, su suerte estaba ya prejuzgada de antemano. Todos seguirían el mismo camino que sus. compañeros, aunque en distintos momentos. El primero en ingresar en las cárceles secretas de la Inquisición fué el comerciante inglés John Hill, a quien Nicholas o Nicols, en su Descñpción,.., atribuye 43. Elizabeth. State Papers. Foreign Calendar, tomo III, 1561, núm. 412. págs. 256- 58; y P. R. O.: State Papers. Foreign Series. Elizabeth, vol. XL, núm. 340. 44. Elizabeth. State Papers. Foreign Calendar, tomo III, 1561, núm. 354, pág. 213. VIAJES DE HAWKINS A AMERICA 57 la introducción del cultivo de la vid en la isla de EL Hierro. John Hill fué detenido en dicha isla y trasladado a Gran Canaria en 1574, en cuyas cárceles de la. ciudad capital ingresó el 23 de Junio del año mencionado ". Poco más sabemos de su ulterior suerte ". En análoga fecha ingresaron también en las cár-^ celes del Santo Oficio los mercaderes ingleses John Sanders y William Hall, a quienes se dio tormento^ siendo condenados por herejes a distintas penas pecuniarias *''. Por el mismo camino les siguió el factor inglés, avecindado en Tenerife Charles Chester, hijo de un rico comerciante de Bristol, con quien mantenía correspondencia. El 7 de Marzo de 1575, Chester ingresaba en las cárceles secretas de la Inquisición ^^ pro- 45. W. De Gray Birch: Catalogue of a collection of original manuscripts formerly belonging to the Holy office of the Inquisition in the Canary islands. Londres 1903, tomo I, página 221. Se refiere al " Libro de la Cárcel", correspondiente a. los años 1574- 1626. Dice así: " Joan Hil, inglés, vezino de la ysla del Hierro, 2S de Junio de 1574. No traya dineros ni otra. cosa p |
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