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LIBRERÍA 5006 C/. Sasovla, 6 MADNIO- B COLECCIÓN BIBLIOGRÁFICA Bajo este título, con variable número de páginas y las ilustraciones gráficas convenientes en cada caso, agrupará el Instituto Nicolás Antonio diversas publicaciones encauzadas a la aportación de diferentes elementos de estudio concernientes al libro en general y especialmente a la bibliografía hispánica. Múltiples aspectos ofrecerá esta COLRCCIÓN, creada para acoger las obras más distintas, aunque encaminadas al mismo fin: estudios sobre bibliotecas famosas, edición de antiguos catálogos o inventarios de libros hispánicos, bibliografías monográficas sobre temas preeminentes, manuales o trabajos técnicos de investigación acerca de materias fundamentales de bibliología, bibliografía, bibliofilia, biblioteconomía, tipografía, edición, librería, encuademaciones, artes gráficas, etc. Todas estas obras útilísimas, de los mejores especialistas o de prestigiosas firmas, según los casos, verán la luz en los tomitos manuales de bolsillo, que forma la COLECCIÓN BIBLIOGRÁFICA, sin precedente en España y destinada a ser el vademécum de los amantes del libro, tanto eruditos como aficionados. VOLÚMENES PUBLICADOS I— La Biblioteca del Marqués del Cénete ( 1523) iniciada por el Cardenal Mendosa. Publícala con prólogo y notas F. J. Sánchez Cantón, de las Kea-les Academias de la Historia y de San Fernando. 136 págs. . . . Sptas. A la semblanza del personaje que, al arrebatarle la muerte cuando estaban aun frescas sus audacias, era poseedor de una hermosa colección de libros, acompaña el inventario de las 631 obras que la integraban, identificadas la mayoría de ellas, a pesar de la parquedad con que están reseñadas. S. C. se inclina a creer que la referida colección adornaba el caprichoso palacio de su fundador en Guadalajara, y admite la posibilidad de que el Marqués la aumentase con compras y regalos que le hicieron De todos modos el preciado depósito sirve para darnos una idea clara de lo que podría ser la biblioteca de un espíritu cultivado en los albores del renacimiento hispano. 11.— Un tesoro bibliogrdjico: Fuentes históricas españolas en la biblioteca del Palacio Nacional de Mafra ( Portugal), por Antonio Ibot, Catedrático del Instituto Español en Lisboa. 160 págs. . . . , 9ptas. Las fuentes históricas de A. I. son una colección de obras de carácter histórico-geográfico, que se guardan en la Biblioteca del extinguido Monasterio de Mafra ( el Escorial Portugués), publicadas ya antes de la fundación de aquél célebre santuario, o impresas en el siglo xviii, en los dias de su mayor grandeza, ya que al par que santuario era residencia real. El titulo de fuentes encaja perfectamente; no hay obras de erudición moderna. Lo menos conocido son las Declarafoes, Noticias, Kela( oes y Manifestos, folletos escasos ya, que dan valor inestimable a estas colecciones. III- IV.— La Biblioteca de Ramírez de Prado, por Joaquín de Entrambassguas. Dos volúmenes 26 ptas. La librería del celebrado bibliófilo I>. Lorenzo Ramírez de Prado, fué inventariada por Esteban de Aguilar en 1661 para dar a los curiosos, que quisieran adquirirla, una idea de los fondos coleccionados. Por eso el inventario es una sumaria indicación de los libros que integraban la biblioteca, afanosamente formada por un gran erudito y rápidamente liquidada apenas muerto. A fin de facilitar las búsquedas de las obras están divididas en cuatro grandes grupos: Letras sagradas y profanas Derecho civil y canónico. Artes liberales. Historias sagradas y profanas. Dentro de cada uno hay otras subdivisiones por materias y tamaños. Se trata sin duda de una de las colecciones más ricas de libros anteriores a la mitad del siglo xvir. NTRA. SRA. DE LA CANDELARIA - V'\„ CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS INSTITUTO NICOLÁS ANTONIO R E V I S T A DE B I B L I O G R A F Í A N A C I O N A L . - A N E J O III C O M E D I A DE NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA EDICIÓN, PRÓLOGO V NOTAS DE MARÍA ROSA ALONSO MADRID 1 9 4 3 8UC. S. OCAIIA.- TUTOR. 16. TBLBFüNO SI374. MADRID INTRODUCCIÓN 1. CARÁCTER Y SIGNIFICACIÓN DE I. A PRESENTE COMEDIA. En la tradición mítica de las islas, y en su concepción poética por tanto, el mar ha jugado siempre un papel im* portantúimo. En el mar Atlántico, la mar de los isleño*, las sirenas cantaban primero la marcha triunfal de Hércules, que entre las manzanas de oro del dragón invierte uno de sus doce afane « . Aquí, en las Hespérides, que también pudieran aer las islas encantadas que habitan en el mundo antiguo las extremidades del Océano, " cerca de la morada de la Noche". lEsta misma mar, poblada de fantasmas medievales, tenía prisionera de su embrujamiento a una isla enigmática y en eterna fuga: San Borondón, que otros llaman ** Apro-situs", y que las cartografías quisieron prender alguna vez. Y más tarde, en los albores del tiempo nuevo, cuando la " devotio moderna" inaugura sus deseos de horizontes sin límites, los mitos de las Afortunadas tienen su pregonero en la mar Atlántica, que fué entonces, como quiso Lope, " el mar de las Españas". La ensoñadora infanta Dácil—^ la más alta y bella concepción femenina de la insularidad— espera au ventora de la mar misma. La infanta, que puede ser a veces estática, esperanzada, la propia isla, aguarda del gran elemento, a quien los antiguos creyeron vivo porque se movía, la consagración de un ansia de fecundidad y vida eterna. La isla, manca angustiosa en la soledad, ha sido muchas veces como la simbólica infanta, que es su mejor signo poético, vigía esperanzada de la mar. La Virgen de Candelaria — que no en vano es verde BU I N T R O D U C C I Ó N candela— ha transformado bellamente el maravilloso mito de Afrodita emergiendo de las aguas. Ha surgido tamibién del mar, en. un buen día del siglo xiv, a conquistar el alma de los indígenas, que vivían una Arcatlia feliz, como poetizará más adelante nuestro buen baobiller Antonio de Viana. La más bermosa de las tradiciones orlan, esta Virgen chiquita y morena de mistcrio, s divinos. Las voces antiguas de las sirenas encantadoras del viejo Hércules son áiliora celestiales voces de los ángeles, que en las playas del Sur de la isJa, suaves y rendidas al primero que arriba, cantan su canción a la más pura de las Vírgenes. El culto a esta milagrosa imagen, esencialmente marinera, se extiende rápidamente por América. En . el golfo de México vence al dios indígena de Copakabana y bautiza las islas de la Candelaria, desipués de prenderse al cuello del conquistador Hernán Cortés. Sus milagros son beneficiosos, sobre todo, para los que van por aguas del mar y en horas de amargura invocan desde la lejanía su benéfica y prodigiosa intervención. Sin embargo, la influencia milagrosa de la Virgen no es en el siglo xv— nos referimos, claro está, al plano lite-raxio— del mismo tipo que la que ejerce en el medievo. La concepción mariana, que se ha movido en. función de la cultura del tiempo, no ba sido, naturalmente, la misma. De aquellos milagros del maestro Gonzalo de Berceo, en los que María ambientaba la circunstancia poética como cualquier criatura de su tiempo, apaleando a los diablos, por ejemplo, y amonestándoles con palabras duras, pasamos a otro dima en el que la Virgen tiene otra misión: curación de enfermos, consuelo de afligidois, que es con el que aparece Nuestra Señora de Candelaria en los tratados históricos que de ella hacen su glorificación. Pero en. el siglo xvii, tan esencialmente teatral en España, aliondándose en esta tendencia, se teatralizan cosas ( que preferentemente habían sido tratadas en el canto épi- i O/ iií/ aw^ n •^ í '^ Jr,' t/ r< A va r^' sm:^^^ mmxmmum¡ Kmm^ i:-.£:^ h ¿ ^.; s^ ^- v^ A# ./, n í- rt » ! .'/;..' • ^ ,,' Z/ » i^ r/ 7 - r'.'^. J-' K'n ^' ¿ .. Jif^^.' y .. . jt . jftJuem.' . • • • / ^^< f^- n/^ 7j:%%^,. ,.;,,., ^. ^> v ¿ V > 7cit/; i //-. y. í . i ye •• te t 1 í^ » '"- ^• X'T i- f- f -'^•*>-^> 7<' 3Ó'rt^ r >^ ^ ^ ' V > ' K ' ^ v . T í ^ -^/ í ;' V>- PJ? r-^/ » ;;>,<•/,/^ j •'"'^^^'' gggt. vi.^ ii^ gig^ aj'i^ i. -^ Zy^ /^ a! ij^. i » / j ¿ iVA', » y>" ¿ » WfVá:>] ti4j'^:. f^- i^^^^ I N T R O D U C C I Ó N co O en la lírica) con un afán impresionante, a lo que el teatro anterior no se liabía atrevido. Esto podía tener, o un sentido acumulativo, para edificar, o, por exceso, tratarse de una pérdida en sentido estricto de lo religioso, toda vez que se hacían figurar los santos en escenas poco respetuosas en ciertas ocasiones o atribuyéndoseles milagros que no han liecho unos y sí otros; cosa que ya ro]) ro-chaba el fino sentido de Cervantes, a los autores de comedias, en el Quijote. En estas circunstancias de las comedias de santos con elementos acumulativois está situada la obra que hoy publicamos, como tendremos ocasión de examinar más adelante. 2. ERROR COMETIDO AL CREERLA EL MANUSCRITO DE " LOS GUANCHES DE TENERIFE". En el " Catálogo de las piezas de Teatro que se conservan en el idepartamcnto de Manuscritos de la Biblioteca Nacional" ( Madrid, 1899), se registra con el número 2.398 la siguiente obra: " Nuestra Señora de la Candelaria y su » milagros y Guanches de Tenerife", como de Lope de Vega. La signatura actual es 1.718 y se indica que es una copia hecha por Juan Pérez, letra del siglo xvii. El manuscrito procede de la Biblioteca de Osuna y está impreso — según se lee en una nota— en la parte décimia de las obras de Lope ( 1618). " Duran añade — dice el Sr. Va?, y Mella en nota al pie— estos dos títulos: " La Conquista de Canarias" y " Conquista de Tenerife", y por este último está registrado como primero en el Catálogo de La Barrera." Ahora bien: la comedia que Lope imprimió en la parte décima de sus obras ( 1618) — que tuvo dos inupresiones, según el Sr. Menéndez Pelayo— es la misma que este ilustre investigador publicó en el tomo XI de las " Obras de Lope de Vega", edición de la Real Academia ( 1900), con 10 I N'T R O D U C C I ÓN « 1 títuJo ( le " Los Guanches de Tenerife y Conquista de Canarias", obra enteramente distinta a esta otra que publicamos ahora, que no es la registrada en el " Catálogo de las piezas de Teatro", como erróneamente creyó Paz y Melia. El manuscrito de la obra de Lope " Los Guanches de Tenerife" se encuentra en Parma, y, según nue « tra8 noticias, se trata de una copia posterior al siglo XVII; pero nada podemos asegurar en concreto. Este de la Biblioteca Nacional, que pul> licamos por vez primera, nos ha ofre- CÍKIO algunos problemas que no hemos resuelto aún en totalidad. 3. EL MANUSCRITO T JUSTIFICACIÓN DE SU TRANSCRIPCIÓN EN ESPAÑOL ACTUAL. En el Catálogo de la Exposición bibliográfica de Lope que hizo la Biblioteca Nacional en 1935 con motivo del centenario del Fénix y como una aportación más de la Junta del referido centenario, se lee ( pág. 53) que " Nuestra Señora de la Candelaria y sus milagros y Guanohes de Tenerife" es una copia del siglo xvii, y se da, desde lue^ o, como una obra de Lope, sin más. La misión del Catálogo tampoco permitía otra cosa. El manuscrito, encuadernado en holandesa, de 217 por 152 mm., caja de escritura 192 por 82 mm., consta de 54 páginas y una en blanco. Catorce tiene el primer acto, veintiséis el segundo y trece el tercero y último. Su primera portadilla — letra del siglo xix— lleva escrito lo siguiente: " Nuestra Señora de Candelaria y sus milagros y Guanches de Tenerife. Comedia en tres jornadas." En la cubierta pone: " De Lope de Vega." En efecto: en la cubierta, que reproducimos, puede leerse, escrita por mano distinta de la que esoribió el título, el nombre del poeta, puesto sin duda posteriormente por la forma que está colocado el ordinal 1,' entre el nom- I N T R O D U C C I Ó N 11 bre del Fénix, y con el que el escritor o escribiente quiso señalar esta primera parte y anunciar una segunda, como promete al final de la última jornada y coimo puede deducirse del asunto. La letra del primer acto es distinta a la del aegundo, en el que se señalan la separación de las estrofas. Distinta parece también la letra que comienza el tercer acto, que cambia en la segunda hoja del mismo, para reaparecer en las tres últimas. Los copistas, pues, han « ido algunos más que este " Juan Pérez" que nos indican los catálogos. Las letras, con la natural vacilación ortográfica de la época y su anarquía en el empleo de las mayúsculas, que muestran, como indicamos, más de un copista, nos indujeron a ortografiar a la moderna, con el propósito de facilitar la lectura al mayor número posible de lectores, pensando siempre en nuestras islae. Si las letra « y el nombre del copista no nos fuera dado, muchos otros detalles erróneos nos hubieran mostrado que no se trataba de un original. En la conversación que tienen los pasitorcs con el zahori tuvimos que alterar la colocación de los versos para hacer inteligible el chiste que el autor hace; en el interesante soneto que dice Castillo en el acto tercero, lamentando sus de « dichas, el copista ha escrito Entendimiento por En-dimión. por desconocer, sin duda, quién fuera este personaje, ele. El hallarnos, por tanto, con un copista no muy versado, nos hizo afirmar la determinación de transcribir a la moderna. 4. " Los GUANCHES DE TENERIFE", DE LOPE DE VEGA. La comparación de la presente obra, atribuida a Lope sin duda por el parecido de títulos y asunto, y la indudablemente escrita por el Fénix, que en adelante llamaremos, para abreviar, " Los Guanches", permite afirmar grandes diferencias en ambas. Comencemos, por de pronto, las referentes a las fuentes de lae do « comedias. 12 INTRODUCCIÓN La oibra que inspiró a Lope sus " Guanches" fué el poema de " Antigüedades de las Islas Aforlunadaa", que en 1605 publicó en Sevilla el bacliillcr Antonio de Viana, o " Poema" de Viana, como entre los canarios se llama. Lope conoció a nuestro bachiller, sin duda en Sevilla, donde estudió Medicina nuestro paisano, y en una época en que el Fénix vivió días apasionados con Micaela de Lujan en la ciudad andaluza, donde editó Viana su obra. Lope debió impresionarse con la obra de aquel muchacho, que tenía unos dieciséis años menos que él, pero que ya mostraba un temperamento apasionado también, y con el que acaso simpatizase. El " Poema" de Viana lleva inserto un soneto del Fénix en lugar preferente, y en el que « e hace un vaticinio al novel poeta: Si en tiernos años, atrevido al Polo, miras del Sol los rayos orientales, en otra edad serás su Atlante solo... Pero, desgraciadamente, de Viana, aparte de un soneto a Cairasco, sólo se conoce la obra que inspiró a Lope sus " Guanches de Tenerife", una de las " mil y quinientas" que en " horas veinticuatro" escribía el gran poeta, que — como apunta el Sr. Menéndez y Pelayo en la introducción a la misma— no leyó integró el largo poema del bachiller, sino algunos cantos que utilizó. Ya en " San Diego de Alcalá" (" Obras de la Real Academia", tomo V), aparte de los versos que dedica a la expedición de Drake y su paso por Canarias, en " La Dra-gontea" Lope se había ocupado do Canarias. Pero en " San Diego de Alcalá" los indígenas isleños están tratados como trata genéricamente al salvaje el civilizado del siglo xvii. Lope, que posiblemente escribe esta obra en 1588 ( como apunta Mcnéndez y Pelayo en el prólogo correspondiente), no había leído aún el poema de Viana, detalle en que no repara Menéndez y Pelayo cuando dice, en el referido pro- ••• ÍÍ; Í-..; \^^^¥?'. ' Jfi/ c ^ lí.'/'>'!' '/^-^ ^ • y.- rt ¡!>',.„•'!_.// i> M tf'ttilfr'f Jt ,^ c « r/^/•••/ L^ Vi- í-'. « '' j.- A< , ik/^ v/:-*.^ >- c ��� L i / n í ' • * y •' V f y t * , iTAnVr. , . í i A » , i/ rvní-**- Jn^ . fz^ ,^/^ ->'^' ' A I- ^ • í ; « ** S>'' íiiíSiV I N T R O D U C C I Ó N 13 logo de " San Diego de Alcalá", que a Lope no le era desconocida la historia de aquellas islas. En 1588, sí. Entonces no se saibía de ellas más que el " Canario", el baile dol que supieron los salones de Luis XIV, y entonces tan universal como luego nuestro vino. El " Canario" certificaba en aquella época la existencia de un país lejano, envuelto en leyendas, mezclado a la isla duende de un mágico San Bo-ron- dón medieval. Y Lope escribe de las islas lo que salic: la historia del santo que estuvo en Fuerteventura y una letra de " Canario". Examinemos el argumento de " Los Guanches", que nos permitirá hacer algunas relaciones con " Nuestra Señora de Candelaria". Los personajes que intervienen en la obra de Lope están, unos, tomados de Viana, con idénticos nombres, y otros, alterados al gusto de Lope: Alonso de Lugo, Lope Fernández, Trujillo, Casltillo, Bencomo, DácU ( su hija), Tiniguaro, conservan los nombres; pero Sigoñe, el capitán guanche de Viana, es, en Lope, Siley; el agorero Guaña-meñc, de Viana, Sileno, y los pastores que encuentran a la Virgen, Manil y Firán, nombres muy a propósito para su función isegún la época de Lope, así como los de Palnii-ra, Erbasia, etc., que da a las isleñas. En el primer acto Lope sigue exactamente a Viana: Don Alonso quiere concpiistar Tenerife. Dácil pinta a su jiadre Bencomo, las l) ellezas de La Laguna, y pide permiso para bañarse en ella. El agorero anuncia la venida de los españoles en " aquellos negro'S pájaros de España". Encuentro de Dácil y el capitán Castillo, desprovisto de la emoción poética que en él imprime Viana ( Canto V del " Poema"). Castillo es aquí un fanfarrón de comedia, un poco " miles gloriosus", y Dácil una salvaje que repite como un papagayo: "¡ Lindo español!". Castillo, que ddbía ser el galán, el personaje heroico, serio, enamorado, quiebra la concepción de lo que el mismo Lope entendía por teatro 14 INTRODUCCIÓN al ser la figura del protagoiústa una mezcla de figura de donaire, contra lo preceptuado. Lope hace on contraste, muy de la época, entre el salvaje y el civilizado. En este acto, que, como con razón afirma Menéndez y Pelayo, es el mejor de la comedia, Lope ha seguido fielmente a Viana y ha escrito bellísimos VCTAOS, tales como los que pone en boca de Castillo al llegar a la fuente, y los que dice la infanta cuando va a bañar « e; pero en los dos actos siguientes se separa bastante de nuestro bachiller y construye de prisa y malamente. En el segundo acto inventa un artificio que atribuye al complejo salvaje de loa indígena « , que toman el alma por un objeto concreto desconocido. No deja de parecer el recurso a Menéndez y Pelayo un tanto ñoño, como en efecto lo es; pero Lope, en estos caso « que enfrentaba el salvaje con el civilizado, tenía el propósito de ahondar las diferencias, conforme al credo de su época. Tinguaro, hermano del rey isleño, quita la espada al eepañol Trujillo, recurso que toma de Viana, aunque no con exactitud. Ganan los indígenas la batalla, que corresponde en Viana a la Matanza de Acentejo. Recobra Trujillo la eapada y vánse los españoles a Canaria. En el aoto tercero ocurre la aparición de la Virgen a los pastores, como se cuenta en Viana. Castillo, en traje de indígena, se ha quedado con los isleño* y promete ante una peña a Dácil que » e casará con ella, admirando la sim » plicidad de la infanta por creerle. Vuelven los españoles. Cantan los pastores bellísimos versos a la Virgen j a lo* " pajarillos canarios*'. Lope hace aparecer a San Miguel ( patrono de la isla)* presentándose ante Bencomo para que se rinda, milagro atribuido libremente por el poeta, asi como el final que ejecuta la Virgen al servir de testigo a la promesa hecha por Caatillo a Dácil ante una peña, toda vez que ésta se abre y aparece la Virgen, en testimonio de que la pro- I N T R O D U C C I Ó N IS' mesa debe cumplirse. Tras e » te milagro, que siempre ee ha contado del Cristo de la Vega en Toledo, los indígenas se entregan y bautizan y los galanes van a casarse con las isleñas, " Lois Guanches de Tenerife", citada en la segunda lista de " El Peregrino" — dice el Sr. Menéndez y Pelayo—, es » por tanto, anterior a 1609. El propósito que sin duda animó al autor no fué otro que el de hacer una de las tantas obras de circunstancia y aprovechar un argumento para hacer una obra más, que apenas cuida y que poco debió interesarle, a juzgar por la prisa que tiene en plantear y acabar un acto tan flojo y precipitado. La conquista de Tenerife era un hecho español y el " monstruo" tenía que registrarlo en su haber poético. Los propósitos del autor de " Nuestra Señora de Candelaria" son otros. 5. " NUESTRA SEÑORA DE CANDELARIA".— FUENTES, Los personajes que intervienen en " Nuestra Señora de Candelaria" son los siguientes: Bencomo, Acaymo, Libio » Gaiocán, Guacoldo, Cinocafio, Orodante, Artabano, Lisi-dauro, nombres que corresponden — según el autor— a lo* nueve menceyes o reyes de la isla; Rosamira, he( rmana de éstos; el capitán Castillo, Diego de Herrera, Sancho de Herrera, su hijo; los pastores a quienes ee aparece la Virgen, Dorieto y Lucindo, y un Piloto. La fuente principal de esta comedia es el pequeño libro — tan initeresante por otros motivos— titulado " Del origen y milagros de N. S. de Candelaria, que apareció en la isla de Tenerife, con la descripción de esta isla, compuesto por el P. Fr. Alonso de E « ípinosa, de la Orden de Predicadores, y predicador de ella. Impreso en Sevilla, año 1594, Reimpresa en Santa Cruz de Tenerife, año 1848". 86 INTRODUCCIÓN £ 1 autor de " Los Guanches de Tenerife" deaconocía « gta obra y sólo utilizó para componer su comedia el " Poema" de Viana; pero el autor de " Nuestra Señora de Candelaria" siguió muchas veces casi al pie de la letra el libro del Padre Espinosa, como ae puede comprobar en las notas que acompañan al presente texto de la comedia. El Padre Espinosa noe dice que el rey de Adeje dejó nueve hijos, que a su muerte se levantaron cada uno " con AM pedazo de tierra, haciendo término y reino para si". El mayor — dice— se llamaba Betzenuhya, que tiranizó Tao-ro; el mencey de Guiímar era Acaymo; el de Aibona, At-guaxoña y Atbitocarpe, el de Adeje. El nombre de los menceyes de Naga, Tegueste, Tacoronte, Icode y Daute, se ignora, afirma el citado autor. Cuando reinaban eeito « men- « eye « ocurrió la aparición de la Virgen, hacia 1400 ( según el autor que seguimos); cuando se conquistó Tenerife ( 1494) reinaba Bencomo en esta isla, y otro mencey. Ha* mado también Acaymo, en Guimar. Espinosa no consigna • otros nombres; pues bien: el autor de " Nuestra Señora de Candelaria" identifica nombres y fechas en laa mismas personas e igual tiempo; y la comedia, que no » e refiere a la época de Fernández de Lugo el Conquiftador, sino a la de los Herrera ( señore* de Lanzarote y la « islas menoret), tiene, no obstantfe, como personaje real más importante, al Bencomo histórico de 1494. Lo propio ocurre con el famoso capitán Castillo. Los reyes indígenas, lo « pasAore « , están, por tanto, tomados del Padre Espinosa; pero ¿ de dónde saca el autor a la infanta Rosamira y al referido Caistillo? El Padre Espinosa no cita infanta alguna, y entre una larga lista ( páginas 67 y 77) inserta el nombre de Gonzalo del Castillo, pero nada más. I N T R O D U C C I Ó N 17 6. DÁciL Y CASTILLO. Examinemos el origen de esta pareja— la infanta, el capitán—, muy repreisentativa de la sociedad tinerfeña: el hombre peniíMular, que se une a la mujer isleña, simboliza la fusión de las isla « con el Continente. Otro dato sería el natural impulso seleccionador de raza que prefiere siempre renovar » u sangre familiar, instinto que explica la significación del legendario rapto de las Sabinas en etnografía. Don Juan Núñez de la Peña, el historiador canario que escribe en 1676, en eu " Conquista y antigüedades de las Islas de la Gran Canaria" ( edición de 1847, Santa Cruz de Tenerife), niega, en la página 110, el episodio amoroso de la infanta Dácil y el capitán Castillo, tan primoroAamente cantado por Antonio de Viana en 1604. Viana, pues, ha sido acusado de inventar una trama que no sabemos de dónde toma; « ñn embargo, el mismo Núñez de la Peña, en la página 162 de su oibra, dice qi^ e la infanta Dácil se llamó Doña Mencía del Castillo, y que se casó " por amores" con el capitán Castillo. Si esto es así — pregunta el inolvidable sacerdote y cronista Rodríguez Monre en el prólogo a la edición que del " Poema" de Viana hizo en 1904—, ¿ dónde eatá la inexactitud de Viana? A pesar de impugnarlo, Núñez sigue a Viana, y el propio Viera, de tan buen sentido, que escribe en el siglo de las luces, no puede menos que insertar en su Historia de las islas los amores de la simbólica pareja. Pero D. Marcelino Menéndez y Pelayo, que a pesar de su religiosidad ortodoxa es hijo de los métodos científicos de su época y tiene una cabeza positivista, se complace en el referido prólogo a " Los Guanches", de Lope, en suscribir la primera negación de Núñez de la Peña, y también en arrojarla como un reproche a Viera, " que « uele — dice— mostrar ironía volteriana en casos más graves", pbr el hecho 1*< INTRODUCCIÓN de haber creído nuestro elegante historiador " el cuento de los amores" de la infanta y el capitán. La razón histórica de este " cuento" la han defendido casi todos los historiadores canarios, sin interrupción; la razón poética del hecho y la defensa de Viera la ha mo « - trado el malogrado Agustín Espinosa en una bella conferencia que con motivo al centenario de Viera pronunció en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife en 1931, y que el Instituto de Estudio » Canarios imprimió en 1935 oon el titulo " Sobre el signo de Viera", La Laguna. 7. Los PERSONAJES DE LA COMEDIA. El autor de " Nuestra Señora de Candelaria" no desconocía los amores de la infanta y del capitán, porque, además de la obra de Espinosa, conoció tamliién ei " Poema" de Viana. Pero la que en nuestro bachiller y en Lope e « infanta Dácil, hija de Bencomo, es ahora Rosamira, hermana del rey de Taoro. El hecho de que únicamente lo « reyes podían ca « ar con sus hermanan si no encontraban mujer de BU clase, y que consigna Espinosa, coimo puede verse en la nota correspondiente al texto ( hecho que silencia y repugnaba a Viana, que indirectamente censura estaa afirmaciones a Espinosa), da al autor ba « e para crear este personaje femenino que venía ya dado, pero no en calidad de hermana de los reyes, que es lo que plantea el drama de la pareja. L9 infanta Rosamira es también ahora la infanta enamorada, bella, que espera su ventura del mar; pero defendiéndose del amor que inspira a sus dos hermanos Bencomo y Acaymo, se defiende hevoicamente de los dos, y su figura adquiere un relieve de personalidad inquebrantable y sólida que no lo manifiesta ni aun la Dácil de Viana. ¿ De dónde toma el autor esta notable creación femenina? Exi « te en el " Poema" de Viana ( el eatudio del cual I N T R O D U C C I Ó N 19 hemos hecho en un trabajo aun inédito), un importante personaje femenino oscurecido por el papel de la infanta Dácil, y en el que « e ha reparado poco por parte de los autores que de Viana han escrito: nos referimos al de la infanta Guacimara, la infanta indomable, fuerte, apasionada y constante que encaja « ns « entimientos y su voluntad en la doctrina renacentista ( y en el fotwio, cristiana) de la libertad humana, de la voluntad y el albedrío libre. Guacimara se rebela contra su propio padre porque, enamorada del príncipe Ruimán, no quiere casarse con Tinguaro, el hombire que su padre le impone, y romo no lo acepta y ee lo dice al propio Tinguaro, se marclia de au casa en circunstancias que no son de este lu'gar exponer. El autor de " Nuestra Señora de Candelaria" quiere crear un tipo de mujer constante ( cualidad tan preciada en la Contrarreforma), fiel a su destino y a sus sentimientos, que « i antes se defendía de sus heivnano « , una vez que ha visto a Castillo y se ha enamorado de él por " flechazo", ~ que es en el xvii la forma noble y verdadera de enamorarse, este amor anida en su corazón para siempre y espera, e « pera más de diez años mirando al mar a que éste le traiga de nuevo su ventura. El conflicto dramático de Dácil, pues, < K> agiganta en Rosamira con el parentesco de los reyes. En las línea » constructivas del personaje de esta comedia, está superpuesta la Dácil con la Guacimara de Viana. Cuando Rosa mira protesta ante sus hermanos de que traten de obligarla a elegir, dice: Por ventura, ¿ hay ley que ordena que si a la amorosa pena no da mi pecho lug « r tenga por fuerza de amar? Si desto hay ley no es ley buena; que si es amor voluntad pendiente del corazón. 20 INTRODUCCIÓN Nadie la vida me taae. Dejadme o queréis que diga que queréis mi amor forzado... Ya Guacimara, al final del Canto V, pág. 155, ha dicho: " Que sujetar mi voluntad entera a quien no tengo amor, que amor forzoso, amor no es, sino rencor odioso"... En el mismo noimbre de Rosamira nos parece ver el recuerdo de una lectura a Rosalba ( otra princesa guanche de Yiana) y Guacimara, mezclado » . La eacena del encuentro de la infanta y el capitán que está en Lope desprovista de toda emoción sentimental y humana, cobra en esta comedia el mismo sentido que Yiana imprimió a sua famosas octavas del citado Canto V. En " Nuestra Señora", como en Vian*, el encuentro es lógico, y los enamorados por la difeirencia de lenguas no se entienden. Castillo, enamorado puro, héroe de una sola pieza, constante y también fiel, e> s paradligmático de la noble figura del " Arte Nuevo" de Lope, sin mezcla alguna de figura de donaire: " Ángel, salvaje o mujer, llega acá, dame a entender qué tierra es esta que piso; que diré que es paraíso si tardas en responder. Se ha enamorado súbitamente de la infanta, que no es « 1 papagayo tonto de Lope, sino una mujer inteligente y - enamorada: " Hombre, árNgel, quiero y no te puedo entender, amigo," I N T R O D U C C I Ó N 21 Y en adelante lo va a amar sin condiciones, de una manera apasionada, sin meliuidree. Su fino eapíritu acogerá también el divino misterio de la Virgen, 7 a ella se encomendará aun sin ser cristiana todavía. La onomá& tica que usa el autor, no « ha dado que pen* » ar más de una vez. Sólo el nombre del rey Guacoldo nos recuerda una lectura a un nombre citado por Viana ( pá* gina 75), Leocoldo, al que el autor antepondría la raíz "^ a" tan indígena, por cierto; el resto no « abemos ei son, efectivamente, imaginarios. En cuanto al de los pastores, Lucindo y Doristo, en Lope hay dos personajes no pastores (" La discreta enamorada"), que se llaman Luoindo 7 Doristeo. Nos interesa consignar el detalle de terminología onomástica muy de la época. La personalidad de Bencomo, en cambio, se resiente un ' poco de la grandeza que le informa Viana 7 la gravedad de Lope; aquí es un enamorado, como « u hermano Acaymo, bien que la tradicional figura histórica tenga en él las casracterísticas que Espinosa dio al rey de Taoro, cualquiera que fuese el nombre 7 época en que vivió. El zahori Guañameñe, de Espinosa 7 Viana, se llama aquí Guayamo 7 se le reviste de unas dotes de autoridad que no tiene en el bachiller, toda vez que en el " Poema", Bencomo, irritado con unas profecías que le son adversas, ordena su muerte. Pero a igual que aquí, profetiza también a la infanta que un hombre que " por la mar vendría", había de ser " su amado esposo"; no así el Sileno de Lope que sólo anuncia la venida de " los pájaros negros", imagen que aprovecha de Viana 7 éste, a su vez, de Espinosa. " Por el cerúleo mar— dice en Viana el agorero— vendrán nadando pájaros negros de mu7 blancas alas". A esta imagen no alude el Gua7amo die la comedia. Las figuras de donaire las representan, discretamente, los pastores Lucindo 7 Doristo, pero poco acentuadas. 22 INTRODUCCIÓN 8. ARGUMENTO DE LA COMEDIA. Veamoa sumariamente el argumento de la comedia, que nos permitirá hacer referencias. El acto primero comienza con la disputa de loa nueve hermanos acerca de la división del reino que Bencomo estima le corresponde íntegro. El zahori Guayamo, revestido de una especie de autoridad sacerdotal, se los reparte a gusto de todos y les dicta las leyes a que han de someterse, relación que sigue ordienadamentc la exposición dada por Espinosa. Encuentro de Rosamira, a la que sus hermanos persiguen amorosamente, con el capitán Castillo. La infanta, que se ha quedado sin tierras en el reparto, no acepta el ofrecimiento de sus hermanos, y, nueva Diana, marcha al monte de cazadora. A los hermanos pone en paz un suceso: la aparición de la Virgen de Candelaria a los pdstores en las circunstancias que Espinosa y Viana cantan. El asunto, pues, se plantea enteramente en el primer acto y en él ocurre la aparición de la Virgen. En el acto segundo, Rosamira ee queja a la Naturaleza de sus desdichas, en un lamento que recuerda el llanto de Nemoroso en Carcilaso. Un bello soneto da comienzo a la escena. La infanta teme que el objeto de su amor lo sea a la vez de " mil daños" paira el reino. El zaliorí Guayamo — ro'bado por Castillo en el primer acto—, es identificado aquí con aquel muchacho que en Espinosa llevaron los cristianos de Lanzarotc a su isla y le instruyeron en la fe de Cristo; una vez bautizado, volvió a su patria y mostró a los naturales ante la Virgen las excelencias de la Religión cristiana. Este mozo, que en Viana se llama Antón y hace ante el conquistador Lugo una gran relación de su vida y de los misterios divinos, es identificado por el autor de " Nuestra Señora" con el zahori. I N T R O D U C C I Ó N 23 Guayaimo, pues, que ahora ae llama Antón, hace en romance una larga y cansina exposición de las maravillan del mundo civilizado, y se extietule en consideraciones amplias, desarrollando la tradicional teoría ptolomeica del mundo, mezclada a la vieja dootriiui teológica medieval. Históricamente confunde a Enrique el Doliente, con Enrique IV. Instruye a los naturales en la doctrina cristiana y en sus sagrados misterios, resolviendo las dudas de los reyes sobre el particular en una larga tirada de octosíla* bos, en los que explica la rebelión de Satán, la creación de la pareja humana, primer pecado, misterio de la Encarnación, Pasión y Resurrección de Cristo. Los reyes reverencian a la Madre de Dios y hacen grandes fiestas en su honor. Queda Antón de sacristán de la Virgen ( según la tradición), a la que Rosamira se encomienda. El capitán Castillo, que disfrazado de guanche ha traído a Antón, entra al servicio de Rosamira. La trama va a consistir en que Bencomo y Acaymo lo requieren para que trabaje en favor de cada uno con su señora, y él, que ha vuelto al cabo de más de diez años sólo por la infanta, ve sus esperanzas frustradas ante tales poderosos contrincantes; pero, fingiendo acceder, casi ( como recomienda Lope en el citado " Arte de hacer comedias") les engaña con la verdad. Sanolio de Herrera y fU pailre Diego, señores de Lan-zarote, vienen a visitar la isla y a la Virgen. Voces celestiales cantan las excelencias de esta Señora, a la que adoran todos. El autor, siguiendo siempre a Espinosa preferentemente, utiliza el episodio del robo de la imagen por Sancho ( que apquí lleva a cabo Diego) para comenzar el acto tercero, en el que intercala un milagro tan estupendo — de su invención, claro—, y que en la tradición literaria ma-riana habría que remontar a Beroeo para encontrarlo tan extraordinario: sorprendidos los amantes por los reyes. 2X I N T R O D U C C I Ó N y convencidos estos del engaño de Castillo, dispor. en que con la infanta sea arrojado desde lo alto del Teide, Este designio lo toma sin duda el autor de Viana, pues Bencomo, en el " Poema", qui « o también arrojar desde el monte de Tigayga a la pareja Rosalba- Guetón, por imputarles un crimen que no cometieron. Pero un acontecimiento sobrenatural, que en el público del XVII debió jugar el mismo papel emotivo que en el público actual la llegada de los salvadores en el film ame-ricano, cuando lo « protagonistas zozobran, impide la muer » te de la infanta y el capitán. Arrojados éstos desde la cima, una nube recoge a los enamorados y los deposita en el suelo, sin daño alguno, al tiempo que aparece la Virgen. Absortofl y admirados los reyes, perdonan a tan privilegiada pareja y consienten en su unión. Llega luego Sancho de Herrera a devolver la imagen robada, según se cuenta en Espinosa y Viana. Piden los españoles amistad, conversión y sumisión, a lo que Bencomo contesta conforme a Espinosa, como puede verse en. la nota correspondiente al texto, y, disponiéndose a celebrar grandes fiestas todos, termina la obra prometiéndose una segunda comedia. 9. EL PROBLEMA DEL AUTOR. ¿ Escribió Lope de Vega e « ta obra? El propósito de\ autor es, desde luego, distinto aquí al de Lope en " Los Guandies". Se trata aihora de una intención de edificar con los milagros de la Virgen, verdadera protagonista de la obra, que aparece en los tres actos y lo santifica todo hasta con su ausencia. Los naturales, que primero surgen con BUS leyes, algunas repugnantes a un espíritu cristiano de la época ( la prueba es que Viana silencia y discute lo que se refiere a ello, bien que en el bachiller existían ade- I N T R O D U C C I Ó N 25- más otro « moiivos), que se manifiestan tal y como Espinosa nos cuenta que eran, por virtud de la Virgen haoen las paces y « e sienten conmovido » y convencidos rápidamente por las explicaciones que les da Antón. A estos guanohea no les falta más que el bautismo para ser excelentes personas, como a los de Viana; pero lo que en Via-na se explica, por llevar sangre indígena en sus venas y por ser isleño, se explica en este autor, que no es de Ca-naria « ni estuvo en ellas, por virtud exclusiva de la Candelaria. Y decimos que el autor ni es hijo de Canarias ni estuvo en ellas, por diferentes detalles que existen en la obra. El que a los enaimorados se pudiera contemplar desde abajo estando en lo alto del Teide, la cita del " jabalí", la confusión de nomJires de lugar, etc., así nos permite afirmarlo. La intención es aquí, pues, glorificar a la Virgen de Candelaria y señalar la extensión de sus beneficios. En cuanto a la versificación: romances para las relaciones, algún soneto para los que esperan ( bastante logrado el de Rosamira al comenzar el acto segundo, y cultista el de Castillo en el acto tercero), lo doíminante son las quintillas de tipo ababa y aabba ( que Lope usa en el primer acto de sus " Guanches de Tenerife"), aparte algunos tercetos de endecasílabos y algunas estrofas de siete versos octosílabos, etc. Nn se emplean, como Lope en la citada Oíbra, octavas reales en esta comedia. Es extiraño que Lope de Vega, en su afán de captar lo que de poético haya siempre en lo popular indígen< a. no usara— de escribir esta obra— ninguna letra de " Canario" en " Nuestra Señora de Candelaria"; él, que lo creyó obH-gado hasta en " San Diego de Alcalá". Carece la versificación de pocos matices estrictamente líricos, y es a veces floja, ripiosa, sin esa ligereza elegante y fina que imprime el Fénix a sus producciones. Si exceptuamos los sonetos,. 28 INTRODUCCIÓN rias, o que por otra « circunaitanciag quisiera escribir una abara como " Nuestra Señora de Candelaria", una de tantas comedias de santos del siglo xvii, que nos indica hasta qué punto la fama de la Virgen morena se extendió por entonces. Pero cata última conjetura e « sólo una circunspecta afirmación qne, desde luego, está sometida a rectificaciones, para las que nuestro trabajo investigador no nos ha proporcionado aún los datos. MARÍA ROSA ALONSO. NOTA.— Si el lector se interesa por todo lo referente a la aparición de la Virgen de Candelaria, su historia, tan en relación con los aborígenes guanches, sus miUgros, etc., vea la interesante obra del citado presbítero y cronista José Rodríguez Moure: " Historia d « la devoción del pueblo canario a Nuestra Señora d* Candelaria". Santa Cruz de Tenerife. Librería y Tipografía Católica. 1913. Allí encontrará relación de autores qu<, a partir de Espinosa, han tratado d< la santa imagen. Todo lo que posteriormente se ha escrito sobre este asunto, salvo algunos trabajos del historiador isleño Sr. Bonnet (" La Virgen de Candelaria y el milagro de la cera"; " La Tarde", Santa Cruz de Tenerife, febrero de 1932; " La Virgen de Candelaria"; " La Prensa", 11 de agosto del mismo año), no ha sido sino un calco directo de la obra del Sr. Moure. En cuanto a las obras de Espinosa y Viana, a que hago relación de páginas en las notas finales y en la Introducción, son éstas: " Del origen y milagros de N. S. de Candelaria". Compuesto por el P. Fray Alonso de Espinosa. Reimpresión de Santa Cruz de Tenerife. 1848. La edición a que aludo del " Poema" de Viana es la siguiente: " Antigüedades de las Islas Afortunadas". La Laguna, 1905. Se trata de la edición última, hecha por el citado señor Rodríguez Moure. COMEDIA FAMOSA DE LOS GUANCHES DE TENERIFE Y APARECIMIENTO Y MILAGROS DE NUESTRA SEÑORA DEr LA CANDELARIA F I G U R A S BENCOMO. SANCHO DE HEMRERA. ACAYMO. LlSTOAURO. GAIOCAN. ROSAMIRA. GuAcoLDo. CASTILLA. LIBIO. DORISTO, pastor. CiNozAFio. UN PILOTO. ORODANTE. LUCINDO, pa » tor. ARTABANO. DIEGO DE HERRERA. GUAYAMO. ACTO PRIMERO Salen Bencomo, Acaymo, Gaiocán, Cinocafio, Livio, Orodante, Guacaldo, Lisidauro, Artabano, todos nueve vestido » de pellejos, unas varas tostadas en { « u manos a manerq de doradas \ Dice Bencomo: BENCOMO. Rey he de « er, si pese a todo el orbe, pues que la herencia de derecho es mía. 1. " Las armas ofensivas con que peleaban, que defensivas ( si no eran los tamarcos que rodeaban al brazo u< na9 pequeñas tarjas de dragos no las tenían, eran unas baras tostadas y aguzadas, con ciertas mués-quecltas a trechos y con dos manzanas en medio en que encajaban la mano para que no desdijese y para que no rues « con mis fuerza el golpe." Espinosa, Ub. I, cap. VIII, págs. U- IS. 30 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA AcAYMO. . Seráalo, cuando no haya quien lo estorbe; deja, Bencomo hermano, e » a porfía, no causes que te pongan en aprieto, los que tienen tu lado y compañía. BENCOMO. ¡ Que contra mí sois todos, en efecto! ¡ Que a aquel que es de todos el mayor her- [ mano perdáis, desvergonzados, el respeto! AcAYMO. Modérate en hablar, blanda la mano que no es mucho ser todos en tu ofensa, si contra todos quieres ser tirano. BENCOMO. NO soy tirano, la deidad inmensa, que sustenta la máquina del cielo, y en uno y otro a su querer dispensa me abata y me destruya, si es mi intento mandar en cosa má « de lo que es mío. AcAYMO. Di en qué manera, ¿ a ver? y ésta venida ha de echar Í) RODANTE. ¡ Dilo! BENCOMO. Dirélo; no penséis que se mueve mi albedrío, sosegaos y las armas alteradas en tanto amainen su orgulloso brío. ACAYMO. Ya las armas tenemos sosegadas y ertamos sosegados; ¡ faabla luego! BENCOMO. ¡ Oh, mocedades mal consideradas, y cómo os vence el encendido fuego « in mirar la razón, que ha sido electa para dejar con mayor sosiego! ¿ Qué novedad, decidme, os inquieta? ¿ Ya del difunto padre, el mandamiento, y del reino la ley no se respeta? ' Aquél que a estas islas al regio asiento dio principio, apandó que se guardase la misma ley que yo guardo y sustento. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 31 y fué la ley que el hijo que heredase al muerto padre, poseyese el mando . y el reino, como suyo, administrase, y en muriendo el segundo, tras él venga ei tiene hermanos aunque hijos tenga,> al hermano segundo entre heredando y este tal en muriendo y acabando el otro que se sigue y desta suerte, entre todos este orden se mantenga hasta que ya entregados a la muerte los hermanos que hubiere el mayor hijo del mayor que heredó, vualva la suerte. Esta ley me dejaron, esta elijo; sin hermanos murió mi padre amado, el reino heredo de él, por él me rijo; cuando desta vida haya pasado, podéis irme vosotroe sucediendo como el legislador dejó ordenado'. AcAYMO. El que dijo esa ley, según yo entiendo, nunca pensó que hubiera hermanos nueve que fueran unos de otro pretendiendo. ¿ Quién habrá que lo tal por bueno apruebe que espere cuando menos el postrero a ocho, que la muerte se los lleve? Segundo hermano soy y ser primero pudiera con tu muerte en algún día, mas yo no he de pasar por tan mal fuero, S. " A quien todos conocían superioridad era al rey de Taoro, que tenia seis mil hombres de pelea, según los naturales afirman, y es de notar que aunque éstos heredaron y sucedieron al padre, $ us descendientes no asi, pONiue . el modo que de suceder tenían era que la sucesión de los reyes no era de padres a hijos, sino que si el rey que a la sazón reinaba tenia hermanos, aunque tuviese hijos no- heredaban los hijos, sino el hermano mayor; y éste muerto, heredaba el otro hermano, y asi hasta que no quedaba hermano algruno; y entonces volvía la herencia del reino al hijo mayor del primer heredero, y asi de uno en otro Iba sucediendo." Espinosa, ídem Id., pie- 13. 32 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA BENCOMO. ' ORODANTE. BENCOMO. ZAHORI. ACAYMO. 2AHORÍ. por cierto; bueiva ley, bueno aería que por reinar e « té yo deseando la muerte tuya y los demás la mía. En nombre de los ocho te demando que el reino en nueve parte* lo dividas: gocemos cada cual de cetro y mando, ¡ Primero costará más de una vida, que el reino es mío y solo de derecho, por justa herencia y ley establecido! Habráslo de hacer a tu despecho. ¡ Muera el traidor, hermanos, y Acaymo viva, pues busca el general provecho! Viviré y moriréis, que en nada estimo de todos ocho el término insolente, pues yo a lo que es justicia y ley me arrimo. ( Sale Guayamo, zahori.) ¡ Teneos, infantes; tú. Bencomo, tente! ¿ Quién nos detiene? El zahori Guayamo, el que en el alma esta discordia siente, que viendo ahora vuestro mal, rec^ lamo cese, por Dios, pendencia tan reñida, que a todos os adoro, quiero y amo; el reino y no la sangre « e divida, pues que sois de una sangre descendientes, que todos sois un cuerpo y una vida. ¡ Que yo os anuncio que de extrañas gentes será muy presto esta pequeña isla sujeta a otras leyes diferente*! Reñís por ella y con rigor pedísla el uno al otro, y con armada mano como enemigos fieros combatísla; pues no penséis, que pensaréis en vano, que vuestro reino en ella será eterno: que acaibarse tiene, y aun temprano; NUESTRA SEÑORA OE LA CANDELARIA 33 bien p « iMáÍ8 que otro reino « in gobierno no hay en el mundo, « ino el vuestro solo, ¡ pues muchos cubre el cielo sempiterno! Vosotros no sabéis más deste polo y menos lo té yo, mas adivino lo que será verdad, sin fraude o dolo. Ya « aibéis que me dio el dador, divino gracia en adivinar en lo futuro, y que os declaro la verdad contino; pues como siempre vuestro bien procuro, me puse a adivinar, y adivinando hallé que os amenaza el hado duro. De la parte de Oriente, al mar surcando, no sé cómo y en qué vendrá una gente que os quitará el gobierno, cetro y mando; si esto ha de ser así, hermanablemente gozad del reino en paz, mientras que el cielo que lo gocéis con libertad conaienle'. BENCOMO. ¡ Ah zahori Cuayamo, yo recelo que la verdad nos has pronosticado por las razones que contó mi abuelo! Y fué que siendo un día preguntado por el origen nuestro y descendencia. 3. " Porqu « bebía en este tiempo entre los gentiles un profeta o adivino <| ue también declan ser zahori, al cual llamaban Guanamono, < iue profetizaba las cosas venideras, y éste leí habla dicho que hablan de venir dentro de unos pájaros grrandes ( que eran ^ os navios) unas grentes blancas por la mar, y hablan de enseflorear la isla." Espinosa, Ídem, cap. VI, ptg. í « . Siguiéndole, escribe Vlina: " Por el cerúleo mar vendrán nadando pájaros neirros de muy blancas alas, truenos, rayos, relámpagos echando, señales propias de tormenta y malas; dellos saldrán a tierra peleando fuertes varones con diversas galas d « otra nación extrafla y belicosa, para quitarte « 1 rel> no poderosa." ( Outnaroene a Bencomo. Canto V, pág. 78.; 34 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA GUAYOCÁN. ORODANTE. ACAYMO. y qué origen tuvo nuestro estado, dijo que por cuidado y diligencia de hombres y por ser inquiridores de lo pasado tienen experiencia, « upieron de mayores a mayores que sesenta hombres y mujeres solos fueron de aquesta isla fundadores; pero de qué parte, tierra ni qué polos, ni cómo el mar surcaron, no han saliido, porque al olvido el largo tiempo dióles. Estos hicieron su habitanza y nido en esta isla; de ellos descendemos, sin que otro mundo hayamos conocido *. Pues si éstos cuyo origen no sabemos vinieron no sé cómo o por cuál arte, porque aquí sólo cielo y agua vemos, más mundo debe haber en otra parte; verdad no « has contado, bien aciertas por las gracias que el cielo en ti reparte; yo quiero, amigo, hacer lo que conciertas. Repártenos tú el reino y has de modo que acaben unas guerras y reyertas, y si alguno viniere a damos guerra, defienda cada uno por su lado, pues que le toca el término que encierra. ¡ Bizarro proceder! ¡ Consejo bravo! ¡ Dame tus brazos, ah. Bencomo hermano, que tu valor y discreción alabo! Deéde ahora confieso que te gano; desde aquí nuestra sangre se renueva; reparte tú los reinos por tu mano. 4. " Los naturales gruanches viejos dicen que tienen noticia, de In-memorarble tiempo, que vhiieron a esta isla sesenta personas, mas uo naben de ílónide, y se Juntaron y hicieron su habitación Junto a Icode." Espinosa, ídem, cap. IV, p4gr. 7. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 35 BENCOMO. TODOS. ZAHORÍ. ACAYMO. ZAHORÍ. Pue « por ú acaso esa gente de Levante viene a conquistarnos, acodamo » a remediar, hermanos, lo importante. Las tierras y lugares repartamos; repártalas Guáyame, como digo, si gra0tái « todos de ello. Sí gustamos. Tomad, pues, cada cual vuestros asientos en e « as piedras, sitio aCo « nodado para elecciones, juntas y contentos'. Su a « iento cada cual tiene tomado; toma tú el tuyo, amigo, y haz tu oficio. Mi oficio no requiere estar sentado. El que gobierna el cielo sea propicio en mi favor, que es la intención mía quitaros de contienda y de porfía, que, cual la mía, vuestra paz codicio. En nombre del que sustenta, desde su coro estrellado, el agua, el cielo y la tierra y cuanto El mismo ha criado, coanienzo el repartimiento, y a Bencomo, el mayorazgo, como a mayor y primero, le doy por su reino a Tauro, a Ilmober, la Rambla y aguas vertientes al mar salado, de quien se intitule y nombre rey solo, supremo y alto; 5. lEl rey... " sale de su casa al Tagoror, qu « era el liigai'do hacia su consulta y recibía loa pareceres de los de su Coasejo. Este lugar estaba delante de la pu « rta de su casa, en alguna llanura, y en circuito del ala redonda puestas a poco trecbo unas piedras en que se asentaban el rey y sus rasaUos al sol de Dios; y este Tagoror acostumbraban todos tener delante de sus casas mayor o menor, según la calidad y posibilidad de la persona dotide se juntaban a sus conversaciones." Espinosa, Ídem, cap. Ili, pig. ss. 36 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA TODOS. ZAHORI. TODOS. ZAHORÍ. a quien por ser mayor vuestro, aunque reye « coronados, debéis como a superior conocerlo y respetarlo. Si lo dicho OS satisface, debéis todos de jurarlo, respondiendo todos juntos: " Sí juramos"'. Sí juramos. Pues vaya tras de Bencomo, pues es el segundo hermano, el belicoso Acaymo, al cual le nombro y declaro rey de Güimar, las Alzadas, A/ tguaxora, Atbitocarpo. Resta confirmarlo todo « jurándolo. Sí juramos. Haya Guacoldo, el tercero, pues tiene el tercero grado, y sea de Taraconte rey electo y coronado; y por el mismo tenor • ea a Guayocán, el cuarto, y éata sea rey de Abona; 0. " Muchos anoi estuvo esta Isla y gente d « lla sujeta a un solo rey, que era el de A< leje, cuyo nombre ae perdió de la memoria; y coni) llegase a la vejez, a quien todo se le atreve, cada cual de sus hijos, que eran nueve, se levantó con su pedazo de tierra, haciendo término y reino por si. El mayor de los cuales, como lo era en edad lo fué en discreción, fuerza y Animo, llamábanlo Betzenuhya, o Quebetai por excelencia. Este tiranizó y sefloreó el reino de Taoro, que ahora llaman Oro-lava, cuyo término fué desde Sentejo itasta la Rambla aguas vertientes a la mar; tras del y a imitaclóin suya, los demás infantes tomaron y le levantaron con sus pedazos, llamándose mencey, que es rey. Acaymo se llanto e intituló mencey de Gulmar; de Abona, Atguaxofta, y Atblto-earpe, de Adexe. Los demás reyes, cuyos nombres se ignoran, reinaron en Naga, en Tegueste, en Tacoronte, en Icode y en Daute." Espinosa, Ídem, cap. VIH, pig. 13. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 37 y ' el quinto, que e « Lisidauro, sea el rey de Naga; y Libio, el sexto, que es sexto hermano, reine en Tegueste; y el séptimo sea él fuerte Cinocafio y sea rey de Icode; y « ea Orodante, el octavo, éeíe reine en Daute; y sea nono y último Artabano, y sea su reino Adeje. Con que nombrar acabo nueve reinos, nueve reyes, nueve amigos, nueve hermanos. Y para que sea má « firme lo repartido y trazado, por ser usanza del reino deisde 0U principio, saco del hueco de aqueste a « iento de Bencomo, el rey más alto, un hueso que fué del rey que dio principio a este Estado'; éste habéis de besar todos, y tomándolo y tocándolo sobre las cabezas vuestras, habéirs de decir: " Juramos por el día en que te viste grande rey, en todo cuanto « e descubre y se divisa del Teida el monte nevado, por quien se dijo nivario 7. El autor toma « qul los nombres cl « los reyes ( se^ ún Espinosa) por nombres de lug: ar, o los altera ( le Intento. Lo mismo hace al dlstrUiulr las tierras a Bencomo: Imobach era precisamente el nombre del rey de Taoro en el tiempo de los Herrera, segün el citado autor. 38 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA TODOS. ZAHORI. el dñtrito que gozamos', de guardar y de cumplir lo que los reyes pa « adog guardaron en este reino, no cediendo o traspasando las leyes que introdujeron." ¿ Juráslo así? Sí juramos. Y aunque sé que no ignoráis las leyee a que obligados eBtái « de guardar, oídme, que os las refiero y declaro: La primera es conocer a Dios sumo y soberano por sustentador de todo, por sublime, grande y aho'. La eegunda, ley que suele y debe guardarse, es cuando quisiera casarae alguno con cualquier mujer, llegando 8. " Cu » ndo alzaban por rey a alguno tenían esta costumbre, que ckda reino tenia un hueso del mis antiguo rey d « su linaje envuelto M> sus pellejuelos y guardado, y convocados los más anclamos al Tagoror, lugar de Junta y consulta, después de elegido el rey dábanle aquel huoso a besar; en besándolo lo ponían sobre su cabeza, y después del loe demás principales que. allí se bailaban lo ponían sobre el bombro y declan: " Agone Yacoron Yflatzaluina Cbaconamet". Juro por el bueso de aquel día en que te hiciste grande. Esta era la ceremonia de su coronación, y este día llamaban al pueblo para que conociesen al que hablan de tener por rey, y festejábanlo y regocijábanse como sabían, haciendo banquetes generales a costa del nuevo rey y de sus parientes." Espinosa, Ídem, cap. viii, págs. 13- U. Dice asimismo en el cap. I, pág. 1, de Tenerife: " A la cual los antiguos llamaron Nivarla, por un alto monte que en medio de ella está llamado Telda, que por su gran altura casi todo el aflo tiene nieve." 9. £ 1 roiio<- tnilentn que loa naturales guanches tenían de Dios era tan confuso, que sólo conocían haberlo, conociendo y alcanzando haber un hacedor y sustentador del mundo ( que lo llamaban, como dicho tengo, A4sbguayaxerax, Achoroh, Acbman, sustentador de cielo y tierra), mas ni conocían Inmortalidad de las almas, ni pena ni gloria que se les debiese." Espinosa, Ídem, cap. V, pig. 8. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 39 a » u « padres a pedirla y habiéndosela entregado con consentimiento de ellos, y de ella, queden casados, sin que de otras ceremonias se use, ni e « necesario; y que no se ponga ta « a en una, ni en tres ni en cuatro,' ni en cuantas quiera, que en esto no hay número limitado. Y en disgustando el marido de la mujer, o al contrario, ella y el marido puedan repudiarla o repudiarlo; él con otra o con otro ella pueda casarse a su salvo, y si de este matrimonio dirimido y apartado tuvieren hijos, que sean por no legítimos dado « ", y que se puedan casar con la mujer de su hermano, con tía, sobrina o prima y los demás, exceptuando 10. " Su modo de co'ntraer matrimonio era: En agradando al varún alguna mujer, fuese doncella, viuda o repudiada de otro, pedíala a sus padr « s ( si los tenia), y si ellos consentían, sin otra ceremonta ni concierto quedaban casados con el consentimiento de ambos. Y tenían las mujeres que querían y po< llan sustentar. Y como el casynlento era ficll de contraer, fAcilmente se dirimía, porque en desgustamilo el marido de la mujer, o il contrario, la enviaba a su casa y ella podía casarse con otro sin Incurrir en pena, y él con otra, laa veces que se le antojaba, y los hijos de aipiel matrimonio diriimirto o divorcio, eran tenidos por no leglttmos, y asi llamaban al tal hijo Achlcuca y a la bija Cuetbt. En uso de la generación no tenían respeto más de a madre y hermana, porque las demás, tías, sobrinas, primas, cunadas, todas \ » a llevaban por un rasero sin diferencia alguna; pero aunque eran dados a este vicio, abominaban en extremo el pecado nefando." Espinosa, Ídem, capitulo VII, págs. lí- 13. 40 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA sola madre, hermana e hija; sólo el rey pueda, no hallando igual mujer con quien case, ser con su hermana casado ". Ley tercera es que, en naciendo el hijo o hija, llamamos alguna mujer de algunas q'ue suelen hacer este acto, y esta ven- ida ha de echar a la muchacha o muchacho agua soibre la cabeza, porque a » i siempre lo usaron los antepasados nuestros, aunque la causa ignoramos; mas pueis ellos lo hicieron, justa causa es que lo hagamos. Ley cuarta: con ésta, tal que al niño haya echado agua en la cabeza, queden los padres aparentados, y que el parentesco sea tan conjunto y allegado, que ser los tales no puedan unos con otros casados". 11. " El rey no casaba con grente baja, y, a falta de no haber con (| ulé « i casar, por no ensuciar su linaje se casaban hermanos con ber-manas." ídem, cap. VIII, páí. H. 1?. " Acostumbraban ( porque tomemos desde un principio la materia) cuando alguna crltura nacía, llamar a una mujer que lo tenia por oficio, y ésta echaba agua sobre la cabeza de la criatura, y aquesta tal mujer contraía parentesco con los padres de la criatura, de suerte qus no era llcllo casarse con ella, ni tratar deshonestamente. De dónde 1 « hubiese quedado esta costumbre o ceremonia po saben dar razón más de que asi se hacia. No que fuese sacramento, pues ni lo hadan por tal. ni les era la ley evangélica predicada, mas era una ceremonia de un lavatorio que también otras naciones usaron. Puede ser haberles quedailo i'* t » costumbre y ceremonia iles* p) tlcniíx) qu* BlandsiW) y Marlovio predicaron en estaa islas ( como atris queda dicho), o antes; y como ellos murieron o se fueron de ellas, no les quedó mis que la ceremonls. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 41 Tainl) ién es ley qilc, en muriendo hoitíbre o mujer, sea lavado el cuerpo del que muriese, y lavado ha de ir echando por la boca una mixtura de manteca de ganado, polvois de brezo, y de piedra y casca de pino Manco. Y hecho una vez al día, y esto por tiempo y espacio de quince días, » e pone al sol, del uno al otro lado, ha « ta que el difunto cuerpo quede bien seco, y estando en este estado, le cosan con pieles de su ganado y de esta suerte le lleven en algún risco tapado, y en una cueva lo dejen escondido y enterrado, y « ólo llorarle puedan los parientes, y entre tanto que duran los quince días, mas de « pué « no hay má « llorarlo ". olvidando el rin para que se hacia y el nombic por quién." Espinosa^ Ídem, cap. y, pig'. o. 13. " Los mturales de esta isla, piadosos para con sus dlTuntoí, tenían pOiT costumbre que, fuantln moría alguno dellos, llamaban ciertos hombrea ( al era varón el difunto) o mujeres ( si era mujer), que tente » esto por oricio y desto vivían y a « sustentaban, los cuales, tonMmdo « I cuerpo del difunto y después de lavado, echAbanle por la boca ciertas confecciones hechas de mamtieca de granado derretida, polvos de brezo y de piedra tosca, cascara de pino y de otras no sé qué yerbas, y embutíanle con esto cada día, jwnlénrtolo aü sol, cuando de un laido, cuándo de otro, por espacio de quince días, hasta que quedaba seco y mirlado, que llamaban axo. En este tiempo tenían lupar sus parientes d « llorarle y plantearle, que otras obsequias ( slc. ¿ exequias?) no se usaban; al cabo del cual término lo cosían o envolvían en un, cuero de algunas reses de 8u ganado, que para este efecto tenían siedaladas y guardadas, y asi,. 42 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARU ROSAMIRA. BENCOMO. RoSAMIRA. También es ley que los hombres que en la población o el campo encuentren con mujer sola, no puedan en bien ni en malo hablarla sin que el primero ella le haya hablado ", por excusar muchos males « que nacen de esto y porque se ordenaron e « tas leyes. • ( Dice Rosamira, dentro:) Yo estorbaré su etección, pues no hacen caso de mí. ¿ Qué es esto? ¿ Qué voces son las que dieron? ( Sale fuera, también vestida de pieles.) Yo las di y tengo razón, y ten^ o mucha razón. La fama llegó a mi oído que el reino habéis repartido entre todos nueve hermanos; mal dije: nueve tiranos, por la aenal y pinta de la piel, se eoftocla después el cuerpo del dl-ruato. Eitos cueros los adobaban con niuclia curiosidad, gamuzados, y lo's tefilsn con ciscara de pino, y con mucha sutileza loa cosían con correas del mismo cuero, que casi no se parecía la costura. En estas pieles adobadas cosían y envolvían el cuerpo del difunto después de mirlado y poniéndole muchos cueros destos encima, y algunos ponían en ataúd de madera Incorruptible, como tea, hecho todo de una pieza, y cavado no sé con qué a la forma del cuerpo, y desta suerte lo llevaban a alguna Inaccesible cueva puesta en algún rteco tajado, donde nadie pudiese llegar, y allí lo ponían y dejaban, habiéndole hecho en esto el 4lltlroo beneficio y honra." Espinosa, Ídem, cap. IX, pSg. lA. 14. " Y estos guerreros ( que casi lo eran todos) estaban tan bien disciplinados, que era ley inviolable que el hombre de guerra que topando alguna mujer en algún camino o en otro lugar solitario, la miraba o hablaba sin que ella primero le hablase o pldMe algo, y en poblado le decía alguna palabra deshonesta que se pudiese probar, muriese luego, sin alguna apelación.- tanta era su disciplina." Espinosa, ( dem, cap. V, pág. 0. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 43 hijos de un padre ofendido; y a la codicia tirana — porque hal> éifl tenido guerras— aplaca su furia iiMana y habéi « partido las tierras sin dar tierra a vuestra hermana. Si aquel que fué sólo dueño de todo este reino ialeño a todos nos engendró, ¿ cómo para mí faltó siquiera un lugar pequeño? No quiero vuestra hermandad, que en vuestra misma ciudad por ventura yo hallaré alguno que guerra os dé porque yo le dé amistad. BENCOMO. Mi querida Rosamira, mi bella hermana y señora, que eres nuestra sangre, mira que cada uno te adora y sólo a tu gusto aspira. La suerte me cupo a mí de Imobe, la Rambla y Tauro; « írvete de ello y de mí, que el reino, corona y lauro, todo lo renuncio en ti. AcAYMO. Hermana: si repartimos sin ti el reino, no entendimos que hubieras mirado en puntos: todo es tuyo, y todos juntos te amamofl y te servimos. Ese enojo que en ti mora es en contra justa ley, pues si cada cual ahora 44 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA ROSAMIRA. ACAYMO. ZAHORÍ. BENCOMO. ZAHORÍ. BENCOMO. de un reino pequeño es rey, tú eres de todos señora. Todo está a tu gusto y mando; ese ro « tro afable y blando vuelve, bellísima hermana. Soy mujer y soy hermana y como hermana me ablando; bien que me hayáis agraviado, pues en quien estuvo ausente del reino habéis dispensado. Mas vuestra humildad presente vence el agravio pasado: ya mi enojo es acabado. Contadme lo que pasó, porque gustaré de oírlo. Cuayamo podrá decirlo, que él los reinos repartió. Luego lo podrás saber, en cuanto aviso a los reyes de lo que deben haeer. ¿ Hay más fueros y más leyes que hayamos de obedecer? Sólo, señores, os resta hacer mañana gran fiesta, y a lo< 9 grandes del Estado hacer un convite honrado ". Pues como ya no sea presta, que yo solo he de hacerlo, y cuanto ganado tengo quiero que se coma en ella. ( Sale Doriíto, pastor, turbado.) ¿ Dónde vas, Doristo? 15. " Este día— el de la coronación— llamaban al pueblo para qu « conociesen al qu « habían de tener por rey, y festejábanlo y regrocljibtin- 9e como sabían, lisflcnido ban<| iicies sroneralps a costa del nupvo rey y de su » parientes." Espinosa, ídem, cap. VIII, páfr. U. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 45 DORISTO. ROSAMIRA. DORISTO. RoSAMIRA. DoRISTO. ZAHORÍ. DoRISTO. ZAHORÍ. DoRISTO. ZAHORI. BENCOMO. GUAYOCÁN. DoRISTO. RoSAMIRA. DoRISTO. RoSAMIRA. Vengo buMcando a la infanta bella para avisarla de un poco — vengo de contento loco—; mueaama, ha « ido que lie vi « to... ¿ Qué has visto, amigo Dori « to? Vide... Vete poco a poco. Escúchenme, les suplico; que vi junto al arroyuelo un borri, un borra... ¿ Un borrico? Como calléis, dirélo. Vide un berraco. Un puerco quieres decir; y ese ¿ es muy grande? Es, sin mentir, coimo vos, ma « no es tan flaco. Si e « como yo no e « muy chico; ¡ a fe que es « Igo bellaco el pastor! Para principio de fiesta bueno es esto. No es muy malo. Mueaama, poco le cuesta tomar su lanza de palo y esconderse allí en la cuesta de la punta del pinar. que salió a bañarse al mar y ha de volver por allí. Guía, que ya voy traa tí ¡ Quizás lo podré matar! Sigúeme, pues. Ya te sigo. ¡ Quedad, reyes, en buen hora! 46 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA ACAYMO. ZAHORÍ. ROSAMIRA. BENCOMO. ACATMO. BENCOMO. ACAYMO. TODOS. LUCINDO. Salen DoRISTO. LUCINDO. RoSAMIRA. DORISTO. RoSAMIRA. Vaya Guáyame contigo. ¿ Quieres que vaya, señora? Sí, Guayamo, ven conmigo. Y no « otr08, ¿ qué esperamos? ¿ cómo a convidar no vamos al convite? ¡ Que se ordene nuestra'- gente! ¡ En hora buena! ¡ Vamos luego! ¡ Vamos! ¡ Vamos! { Vánse.) Dice LUCINDO, pastor, de dentro: ¡ Aparta de lo sembrado! ¡ Fuego, amén, queme al cabrío! ¡ echa por ese otro lado, por el vue « tro o por el río! ¡ Guía al prado, guía al prado! RoSAMIRA, ZAHORÍ, DORISTO y LUCINDO. ¡ Calla, Liacindo, en mal hora, no des voces! que, señora, a matar un jafcalí viene tras mí, y es aquí por do ha de pasar ahora. ¡ No deis voces! Y el ganado entre uno y otro cerro aunque es el pasto vedado. ¿ Y es este el paeo del puerco? Sí señora, aqueste lado te pon, 8Í le has de esperar, que por aquí salió al mar de entre estos pinos mayores. Id en buena hora, pastores, que yo sola he de quedar. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 47 DORISTO. ROSAMIRA. DORISTO. RoSAMIRA. ZAHORÍ. RoSAMIRA. ZAHORÍ. RoSAMIRA. ZAHORÍ. RoSAMIRA. ZAHORÍ. Pues ella ha de quedar sola. Guayamo queda conmigo. ¡ Contra el puerco irá el amigo a tirarle de la cola! ( Vónse.) En tanto que al puerco espero ya que, amigo, me has contado de este reino, el tri « te agüero con lo demás que ha pasado rogarte una cosa quiero. ¿ Cómo rogarme? Mercedes serán grandes, si concedes que pueda servirte en algo. Pues si algo contigo valgo ahora mostrarlo puedes. Ya conoce « cuan curiosas algunas mujeres son por saber algunw cosas. Son de aqueaa condición oontino, las más hermosas. Yo entiendo querrás saber lo que te ha de suceder. Acertaste, caso es llano, toma, mírame esta mano. Mano no la he menester; e « e e « engaño vulgar muy usado en todo el suelo, pue « no hay para qué tomar la mano, el que Je dio el cielo gracia para adivinar. De tus razones infiero ser eso así. Pues ya quiero de lo que sé, alguna parte decir, mas temo enojarte. 4a NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA K n K RosAMiRA. Los cabellos se me erizan; ¡ ay, cuitada! ZAHORI. Con hombre de extraña tierra y que ha de asaltar con guerra eate reino, has de casar ". RoSAMiRA. ¡ Guayamo, eéa boca cierra! ¡ Déjame, vete de aquí, no isea causa tu presencia para saber más de ti! ZAHORÍ. Por cumplir con la obediencia que te debo, lo haré asi; al mar a pe « car me voy a donide « abrás que estoy hasta que licencia tenga. ( Váse.) RosAMiRA. ¡ Vete: a la muerte te doy! ¡ Esto suele suceder a los que quieren saber, lo que el cielo sólo sabe! Mas también, ¿ en qué ley cabe que tal deibo yo creer? ¡ Ea ya, que es de « vario que sepa un hombre mortal lo porvenir, no lo creo! Ya para bien de este mal, que venga el puerco deseo. 16. " DIJole Guaflamene el ayorero, (| U « un personaje de nación extrafla que por la mar vendría al puerto y sitio marltlnio llamado Aflamo entonces, de ser habla al fin de mil desastres, íuerras, batallas, cautiverio y muertes, su amado esposo, en dulce paz tranquila; parecióle « er COM, aunque creíble, de suceder difícil, y a esta causa, la soledad le avrada de aquel bosque y no el bullicio de la corte slearre." Vlans. Canto III, par. 88. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 49 Dice de dentro GONZALO DEL CASTILLO; responde un PILOTO. CASTILLO. Llega, llega el barco a tierra que quiero « altar y ver lo que su distrito encierra. PILOTO. NO saltes, que podrá haber fieras que te hagan guerra. ROSAMIRA. ¡ Válgame Dio « ! ¿ Quién serán" * los que tales voces dan de lenguaje tan extraño? ¡ Ya me temo de algún daño! ¡ Pero qué vuelto « están según IA vista me enseña junto al mar, en la salida de la caleta pequeña! Quiero desde « quí escondida tras aqueste risco o breña estar, callando y mirando lo que será, y si en llegando alguno oíendenne quiere cuando coger me quisiere no me alcanzará volando. { Salen fuera.) PILOTO. Al fin quisiste saltar en tierra. CASTILLO. Y antes que el sol se ponga, pienso tornar. 17. OácU: " Cielo, iqué s « rll « questo que « qul veo? iQaé puedo hacer? ; Ay, triste, si me siente! ¡ Quiero huir!... ¡ Pero que es hombre creo! i Hombre 7 81; mas extraño y diferente; combate mi temor con mi deseo, un extranjero tengo ya presente. iVerélo bien? Mas, temo de mlralle, qué lindo, qué gralin, qué de buen talle." Vian « . Canto v, pif. 1S5. 50 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA PILOTO. ROSAMIRA. PILOTO. ¡ Bravo ánimo de español! CASTILLO. Sólo te quiero rogar que me esperes con cuidado porque si acaso forzado de alguna causa corriere a embarcarme, cuando fuere halle el barquillo aprestado. No tengas esto a locura, vuélvete y sólo procura esperarme, que yo entiendo que he contarte, en viniendo, alguna nueva aventura, tú, con esto, grande cuento. Al barco me voy rogando a Dios, te libre de aprieto. { Váse.) Acá se viene acercando, temiendo estoy no me sienta. ¡ Válgame Dios! Ya me fundo que, sin éste hay otro mundo; que de allá debe de ser esta gente. CASTILLO. YO he de ver * ei el ánimo de que liabiendo descubre en esta maleza, sea hombre, fiera o salvaje, que habite en esta aspereza. RoSAMiRA. ¡ Qué extraña lengua! ¡ Qué traje! ¡ Qué hermosa naturaleza! ¡ Oh, quién pudiera entender la lengua para saber quién es! CASTILLO. Ya voy por aquí. RosAMiRA. El ha de verme, ¡ ay de mi! Si ha de querer ofenderme NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA .51 CASTILLO. ROSAMIRA. CASTILLO. ROSAMIRA. quiero con aqueste dardo matarle, mas ¿ qué será la causa que me acobarda? Quiero huir, mas ¡ tarde es ya! ¡ A Dios y a ventura aguardo! ¡ Parece que oigo rumor por aquí cerca! Temor me da este hombre. ¡ Santo cielo, salvaje es aquél! Verélo, desde más cerca, mejor. ¡ Como no tengo experiencia, ni sé si es mujer ni monstruo! Bella faz, bella presencia; ángel parece en el rostro y salvaje en la apariencia. ¿ Ángel, salvaje o mujer" llega acá, dame a entender qué tierra es esta que piso? ¡ Que diré que es paraíso « i tardas en responder! " Que no me entiende recelo, quiérela llamar por « eña « . Por señas me llama, ¡ cielo, es ángel el que me enseña, qu<> esta lengua no es del sucio. 18. CastiUo: " Angrel o serafín en forma bumana, o cifra de la misma hermosura en la belleza y parte soberana, y solamente humana en la figura: si mi humildad vuestra grandeza allana..." Vlana. ídem, plg. 128. 1 « . CastUlo: " No Ignoro que estraflils mi oscura lengua pues no me respondéis, mas el concepto de la fe de mi amor no queda en mengua..." Vlana. ídem, pág. tse. 52 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARU CASTILLO. DORISTO. CASTILLO. DoRISTO. PILOTO. pues que no la entiendo yo! " Hombre, ángel, quiero y no te puedo entender, amigo. Bendigo el rostro y maldigo la haibla y quien la enseñó," pues pierdo por no entenderla de saber y conocer mujer tan extraña y bella. ¡ Dame esa mano, mujer! " Dice de dentro DORISTO. ¡ Oh, la muesama, qué es de ella! ¿ Mató ya el puerco?... Mas, mas., ¿ qué ee, qué es esto? ¡ que jamás yo vi hombre tan extraño! Gente suena. De algún daño me temo. Yo vuelyo aitrá « a decir a los hermanos que la tiene de las mano « , un hombre de extraño talle. ( Váse.) Sale el PILOTO. ¡ Ah, español, mira que el valle de salvajes inhumanos so. OicU: " Parece que tne habla ariclonaao, mas no le entiendo en cuanto dice, nada." Vtana. ídem Id. SI. Castillo: " MaMiro, ¡ oii Babilonia: el devaneo - del soberbio ediriclo que hiciste por donde el general hablar hebreo en variedad de lengua rc'partlste..." Vlana. ídem Id. 8S. " Castillo, sin temor, de amor vencido, larra la rienda a su deseo y Ueja a tomarle la mano con la suya; DácU contlrate..." Vlana. ídem Id. NUESTUA SEÑORA DE LA CANDELARIA 53 CASTILLO. PILOTO. CASTILLO. PILOTO. ROSAMIRA. CASTILLO. PILOTO. CASTILLO. PILOTO. está lleno y te podrán prender « i esperas! ¿ Están cerca? Cerca están. Amigo, ésta he de llevar conmigo. ¡ No, no, que te alcanzarán! ¡ Huyamos presto de aquí! ¿ Qué conciertan? ¡ Ay, de mí! ¡ Quizás me querrán prender! ¡ Tengo de irme sin saber qué tierra es é> sta! Yo vi donde el barco está escondido, uno de aquesto « , pescando y e « tá tan embebecido que no me vio; ven volando y si de ello eres servido lo podremos UeV'ar preso. ¡ Salvaje bella, confío que voy preso de tu amor! ¡ Huyamo « , mira que vienen! CASTILLO. Yo voy sin seso. ROSAMIRA. Como se fueron tan presto^ no sé qué diga; imaigino que es por ventura algo de ésto lo que dijo el adivino. En gran confueión me ha puesto; ya sin dud^ a, quiero bien al extraño, ¡ ay, cielo, quién volviera otra vez a verlo! ¡ Qué talle, qué rostro bello! ¡ Bendígalo el cielo! Amén. 54 NUESTUA SEÑORA DE LA CANDELARIA Salen loa hermanos y DORISTO. BENCOMO. ¿ Qué nos dijo este pa « tor, hermana? RosAMiRA. No aé que ha sido. ORODANTE. Robado tiene el sentido. AcATMO. De temor lo ha'brá perdóido. RosAMiRA. { Aparte.) ¡ De amor, dijeras mejor! DORISTO. ¡ Yo no vi en todos mis día « tal hombre! Dice de dentro el ZAHORÍ: ZAHORI. ¡ Que los extraños me llevan! ¡ Socorro, amigos! BENCOMO. ¡ Sin duda que ya, enemigos dan principio a nuestros daños! ¡ Vamos presto a socorrerlo! ORODANTE. ¡ Vamos todos! ( Vánae.) AcAYMO. Id volando, que mientras vais a valerlo quiero quedar yo aguardando a mi hermana, a mi ángel bello, ¿ qué fué aquesto, hermana amada? RosAMiRA. Vime, hermano, salteada de un hombre noble y extraño sí; noble fué; no me engañó, pues de él pude ser robada. Cuando yo ya entendía que en cautiverio cruel llevarme con él quería, vino al caso otro como él y se fué en su compañía. Nunca entendí su lenguaje, que es extraño, como el traje, mas de su presencia fundo NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 55 que es muy poco darle el mundo obedien> cia y vasallaje. AcATMO. Sin duda que te dejó rendida con su valer. RosAMiRA. Hermano: ¿ rendida yo de hombre extraño? ( Aparte.) Su amor me rindió, prendió y mató. AcAYMO. Hermana: ¿ sabes, ^ aso, qué es amor? RosAMlRA. No he hecho caso de « u mal ni de su bien, y así, sin saberlo, paso. AcAYMO. Quisiera que lo « upieras. RosAMlRA. Pues ei es de alguna importancia haz cuenta que amo de veras. ACAYMO. ¿ Y quién de tanta ganancia es dueño? RosAMiRA. ¿ De qué te alteras? AcAYMO. ¡ De que me diate gran susto con esto! RosAMlRA. Si por tu igusto dije que amo, ¿ en qué te ofendo? AcAYMO. ¡ Pues si por ti estoy muriendo, no fué el alterarme justo! Si cada vez que te veo, de considerarte y verte crece en mí un justo deseo de gozarte y de tenerte conmigo en « aero himeneo, ¿ fué mucho que me alterase? RosAMlRA. Y fué mucho que ignoraae la causa por quien suspiras, si a quien como a amante miras como hermano te mirase; no creí de tu valor 56 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA que en la vida me mostraraa otro, que hermanablc amor. AcAYMO. Ni yo creí que tú usaras conmigo tanto rigor. ¿ Quién mejor que yo merece tanto bien, ni quién padece tanto como yo por ti? RoSAMlRA. ¿ Ni quién mejor también, di, que yo, ese amor aborrece? Olvida esa pretensión, que es en vano presumir que en mí reine esa afición. Mira que siento venir gente; trueca la razón. ( Salen todos.) ¡ AI fin fué Guáyame preso! ¿ Qué dices? Lo que es y o « digo. ¡ Oh, des^ aciado suceso! Mas, ¡ oib, gracioso enemigo, de hoy más tu amistad profeso! ¿ Por dónde, hermanos, se fueron? Dentro del mar se metieron en un vaso como artesa, que corta el mar tan de priesa, que de vista se perdieron en cuanto me estás oyendo. AcAYMO. ¿ Sabes lo que pienso? BENCOMO. Di... ACAYMO. Que son los que van huyendo los que dijo el zahori. BENCOMO. YO también lo mesmo entiendo; ¡ triste del que adivinó ACAYMO. BENCOMO. ACAYMO. BENCOMO. ACAYMO. RoSAMIRA. BENCOMO. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 57 nuestra desventura y no supo adivinar la « suyas! " ORODANTE. ¡ En él se ensuelva y concluya el mal que pronosticó! BENCOMO. Hermanos, yo determino que cada cual tome luego para eu reino el camino, que el descuido y desosiego daña a los hombres contino. Junte cada cual la gente que para el uso úe guerra le parezca conveniente, que amparado de su tierra el más cobarde es valiente. ORODANTE. Vamos, pues; ¿ a qué aguardamos? Y por diversos caminos a nuestras tierras nos vamos. AcATMO. En diversos desatinos quiere el cielo que entendamos. ¡ Ay, bella hermana querida, si viera en paz convertida la guerra que tú me da « ! RosAMiRA. ¡ Ay, cielos, si veré más al extraño de mi vida! BENCOMO. Irás conmigo, oye, y mira que te he mucho menester. ACATMO. ¿ A mi hermana Rosamira? ¡ Aqueso no podrá ser, que importa a la intención mía! BENCOMO. ¿ En qué importarte podría? BS. " P « ro al de virtud fuiste dotado y de adKlno el nombre falso cobras, ¿ cómo tu propio mal no adivinaste cuando por el ajeno peligraste?" Bencomo ante el cadáver de Ouafiamefie. Vlana. Canto III, pág-. 80. 58 NUESTKA SEÑORA DE LA CANDELARIA ACAYMO. BENCOMO. ACAYMO. BENCOMO. ACATMO. BENCOMO. ACAYMO. ¡ Por Dio « que no lo has de hacer; déjala en mi compañía y no quieras más saber! Lo haré tal, por vida mía, que soy de esto superior y a quien estará mejor tenerla siempre a su lado; que le « oy aficionado, y « iendo hermano mayor y habiéndome de casar con mujer noble y doncella, la cual no he podido hallar, quiero casarme con ella, pues lá ley me da lugar. Ese mesmo pensamiento tengo, y ei en casamiento ha de ser de algún hermano, yo te gané por la mano, pues le he dicho ya mi intento. Tal pensamiento destierra de ti, que prometo y juro por el cielo y por la tierra que no has de vivir seguro ei empiezo a moverte guerra; y agradece al juramento con que en el repartimiento os juré a todos por reyes, que por las antiguas leyes pasaréis los ocho y ciento. Vem acá, hermana, conmigo, que en mi lado has de reinar. ¡ Digo que no irá contigo! ¡ Digo que la he de llevar! ¡ Que no hais de llevarla digo! NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 59 RoSAMiRA. Hermanos, que viva estoy; ni al uno ni al otro ' doy, en oaso que no « ea justo, licencia de hacer su gusto; libre nací, libre « oy. ¿ No miráis que es necedad reñir los dos por aquello que en ajena voluntad conserve el efecto de ello? No os alteréis, sosegaos; de que deba el casamiento hacerse a gusto y contento, ¿ DO os da el tiempo testimonio, pues no es justo, el matrimonio « i falta el consentimiento? Y pues esto falta en mí, pondré paz en vuestra guerra con ausentarme de aquí. BENCOMO. ¿ A dónde vas? RosAMiRA. A la Sierra. ( Váse.) ACAYMO. ¡ Por ti se fué! BENCOMO. Más por ti, que mi justa pretensión nunca le diera ocasión de tan repentina ausencia: ¡ fuese por tu impertinencia! AcATMO. Esa mesma es mi razón. Vete de aquí, hermano injusto, que tú me impediste el lauro a mí, tan decente y justo! BENCOMO. Voyme a mi reino de Tauro, y del presente disgusto yo me vengaré, ¡ villano! ¿ Hay por dicha algún hermano que venga en mi compañía? 60 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA ARTABANO. BENCOMO. ¡ Tu locura y fantasía nos va en seguirte a la mano! Pues desde este punto y hora, a todos ocho, ¡ villanos!, declaro por enemigo « y niego por mis hermano*. Entraré en las cuevas vuestras, destruyendo y asolando las partes donde habitáis, porque no tengáis reparo. Arrasaré vuestras mieses y asolaré vuestros campos; mataré vuestros pastores, roharé vuestros- ganados. Las mujeres de lo « vuestros servirán a mis vasallos como tgujetas y esclavas, sin premios y sin salarios. Y después que a todos haya heoho todo el mal y daño que al más extraño enemigo pueda hacer el más extraño, y en premio de vuestro yerro, os haré mis tributarios con juramento inviolable, porque en los futuros años se diga por excelencia que Bencomo, rey de Tauro, tuvo a sus leyes sujetos ocho reyes por vasallos. Y a la hermana, mi enemiga, si puedo hacerla a las manos, la haré esclava de aquella con quien yo fuere casado. Todo lo cual, enemigos, NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 61 lo veréis dentro de un año suceder en daño vuestro y en venganza de mi agravio. { Váse Bencomo.) AcAYMO. ¡ Válganle el sustentador de la tierra y cielo santo! ¡ Qué sentencia tan extraña! ¡ Qué castigo tan extraño nos promete este arrogante! Vamos a buscar, faermano « , a mi bella Rosamira, medio y fin de mis cuidados. Que como ella no me esconda la viéta de su sol claro, y m ú con 1 « ayuda vuestra, de nuestro arrogante hermano refrenaré la locura y aun haré que, álable y blando, venga a demandar perdón a los que dejó aigravtados. Vamojs, antes que se ponga mi bello sol, que aún sus rayos veo relumbrar. ¡ Seguidme! ORODANTE. ¡ Sea, todos le sigamo « ! ( Vánse, diciendo dentro Doristo y Lucindo:) DoRiSTO. Guia por esa sendilla, que ya es hora que el ganado deje de la mar la orilla. Que en aquel monte encumbrado hay yerba que es maravilla. LUCINDO. ¡ Eoha por este barranco, que por aquí hay paso franco por entre una y otra peñ^! DORISTO. ¡ Oh, hideputa, y caza era! ¡ Y cómo saltó de un tranco 62 NUESTHA SEÑORA DE LA CANDELARIA el arroyo, la bationda ( ale) I ¡ Ojo, pues cómo « e arredra! ¡ Eh, Dios, si « acó una piedra, que en loe lomos o « la esconda! ¿ No queréis? Pues yo la « acó. ¡ Ea, oveja del bellaco, • o vas con tanto remanso! ¿ De qué se espanta aquel manso? ¡ Mal lobo le rompa el saco! LuciNDO. ¿ De qué se podrá espantar? DoRiSTO. No sé. ¡ Cosa es que me admira! ¡ Corre, tú, velo a mirar! LuciNDO. ¡ Todo el hato se retira! ¡ Ninguno quiere pasar! DoRiSTO. ¡ Si hay x> oi^ dicha algún ladrón metido en algún rincón de esa « peñas! LuciNDO. Ya yo he visto lo que es; llega acá, Doristo. DoRlSTO. ¡ Oh, caso de admiración! { Descúbrese Nuestra Señora, abriéndose una peña en dos partes.) Una mujer es, Lucindo, de extraño traje, y en brazos tiene un muchacho tan lindo. LUCINDO. ¡ Guarte de sus embarazos; ríndete al Rey! DORISTO. SÍ me rindo. ¡ Pardiez! Si no me avisar as, yo la hablara y ella se quejara al Rey. LUCINDO. Ckvmo lo marca la ley, te ahorcara y acabara^ DORISTO. Yo te agradezco la vida pues que la ten- go por ti; NUESTUA SEÑORA OE LA CANDELARIA 63 LUCINDO. DORISTO. LUCINDO. DORISTO. LuCINDO. DORISTO. LVCINDO. DORISTO. LuCINDO. DORISTO. LuClNDO. DoRISTO. mas « i aquesta es la salida del ganaido, y « i ettá allí, cuando a ir no se comida ( sic), ¿ qué haremos, pues el hablarle nos veda el Rey? Señalarle desde fuera, haciendo eeñae que se vaya a esotras peñas, pues hay hartas en el valle, y deje paso al ganado, porque de verla se espanta. Va de señas: ¡ Salte a un lado! ¡ Pardiez! ¡ Cosa es que me espanto! ¡ Ya ten^ o el brazo cansado de hacer « eñas, y en la peña « e está queda! Pues la dueña, si no se quiere apartar, yo la haré, sin más hablar, « juitarse una peña en seña; y verás cómo la tiro y la hago quitar de allí. ¡ Toma! ¡ Daca y mira! Miro; no la des recio... ¡ Ay de mí! ¿ Cómo no acabas el tiro? ¡ Tira! ¡ No lo puedo hacer! ¿ Pues quién te quita el poder? ¡ Ay, Doristo, que en el brazo siento no sé qué embarazo que no lo puedo mover! ¡ Oh, ten- rble conlusión, 64 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA « in duda la forastera te echó alguna maldición! LtJCiNDo. E « o fuera si ella hubiera ha'blado. DoRiSTO. Tienes razón; sabes, Lucindo, que eiento que el mal te ha venido a cuento; pues puesíto en ako lu'gar, servirás de a « eñalar de qué parte corre el viento. LUCINDO. A un traidor que desespera le están tus donaires bien. DoRiSTO. De espantajo de higuera nos puedes servir también. LUCINDO. Y tú el hacer que yo muera. DoRiSTO. Por ti quiero aventurar la vida y quiero hablar a esta mujer, por saber si ella te pudo ofender. LUCINDO. NO la llegues a enojar, que podrá ser te suceda lo que a mi me ha sucedido. DoRiSTO. Ya me mira y se está queda. ¡ Qué rostro tiene tan lindo, qué serena está y qué queda, qué muehacho tan bonito, desnudo, y un pajarito tiene en las manos, dorado"; un niño tan extremado, regalado y tiernecito! ¿ Para qué le tiene en cueros, 84. " Y llene un nino ' Mnio, desnudo, bello y lindo, al dieitro todo, qu « en ambas manos prende un pajarlUo que cual cansrlo toca de amarillo." Vlana. Canto Vi, ptg. t7 « NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 6^ dígame, señora hermoaa? Que el sol de aquestos oteros y la noche tenejirosa, con sereno y ventisquero, 8U belleza han de ofender. ¿ No me quiere responder? ¡ Pierdo el « eso en ver que calla! Yo he de llegar a tocarla, ( Tócala.) de piedra debe de ser. Quiero con un pedernal cortarle un dedo, y veré si vive o está mortal. ( Dale.) ¡ Ay, mi dedo me corté, que no el suyo! ¿ Hay co « a igual? Segunda vez he de ver si le cocrto; ¡ qué placer! ( Dale.) ¡ Ya me he dado otra herida! Sea: a tres va la vencida; ¡ Válgate Dios, por mujer! ( Dale.) ¡ Cinco dedos me lisié y ella no ha sentido nada! " SS. " Yendo dos naturales por aquella costa repa » t « ndo su granado; habiendo de pasar por aquella playa; llegrando el granado que por la playa Iba Klerramado a la boca del barranco, se espantó y, no queriendo pasar, remolinaba. El uno de los pastores, creyendo que su ganado se espantaba ( Kirque sentís rente, y pensando que fuesen algunos naturales que le querían robar y saltear su g'anado, como lo tenían por costumbre, de hurtarse unos a otros, para certificarse pasó adelante, y mirando hacia aquella parte del barranco vldo la santa imagen, que estaba en pie sobre una pena. Y como persona que de sen> ejantes visiones estaba desusada, no sin pavor se la puso a considerar y parecióle ( porque tenia un nlflo em brazos) ser mujer, aunque extrafló el traje y color. Y porque entre ellos era costumbre que si topaban alguna mujer a solas y en lugrar solitario no la hablaban, porque Incurrían en pena de muerte, le hlio seflas para que se aparta*!', poii| ue su ganado que remolinaba tuviese lugrar de pasar. Pero como la Imagen no hiciese movimiento alguno ni respondiese palabra, amohinóse el pastor y acudió a sus acostumbradas armas, que eran pleidras, y asiendo de una levantó <•! brazo, y fuese para amena]! ar< le o para tirarle con ella. Y asi como levantó el brazo, yendo a desembrazar para hacer su tiro se le quedó yerto y extendido, « in poderlo rodear. El otro companero, habiendo visto lo que 66 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA LUCINDO. ROSAMIRA. LuCINDO. DORISTO. RoSAMIRA. ACATMO. ¿ No te aYÍ « é? ( Sale Rosamira.) ¡ Ay mujer desventurada! ¿ En qué contra el cielo erré? De amor de un extraño herida y de hermanos peraeguida, ¿ en qué ha de parar mi suerte? Nuesama es aquélla, advierte. Ella sea bienvenida, pues por ella el rey « abrá lo que con esta mujer pasado a loe dos nos ha. Nuesama: Si quiere ver cosa nueva, allegue acá. Dices bien, que es novedad de más peso y gravedad que ha sido en el mundo vista. { Salen Acaymo y los dos hermanos.) Nunca la perdí de vista, mira si he dicho verdad. ¡ Oh, mi Rosamira, enseña ese sol, que el mundo admira y a quien lo adora desdeña! pamba y no quedando escarmentado, cobrando atrevimiento de que no nabla mudaml- onto nt voz y de que aunque hablaban al bulto o Imagren no respondía, qulao hacer nueva experiencia, aunque a oosta luya, y ver si « pa cosa viva, y lleg& n'dose cerca, con mí » miedo que vergOenza, toro* una tahona, que es una piedra prieta y lisa como azabache, que herl< Ui una con otra se hace en rajas y queda con filo como navajas, con que sangran y sajan; tomando, pues, esta piedra se llegó a la santa imagen para quererle cortar un dedo de la mano por satisfacer a su ignorancia y ver si sentía, y poniendo el dedo de la Imagen sobre el suyo y comenzando a cortar en él, hallóse el necio burlado, porque la herida se daba a si propio y en sus dedos, sin hacer daho a la mano de la santa imagen. Y siendo aún porfiado y pertinaz ( porque era necio), probó otra vez, mas cátale a cuestas, porque sus dedos estaban corriendo sangre d « las heridas que 61 propio, sin querer, se daba. Y los de la Mnta imagen quedaron Ubres y sanos, sin señal alguna." Espinosa, Ub. II, cap. II, piglnai S3- S4. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 67 ROSAMIRA. ACATMO. LUCINDO. ACAYMO. LuCINDO. DORISTO. ACATMO. DORISTO. Déjate de « qneso y mixa lo que está sobre esta peña. ¿ Qué es esto, divino cielo? Que en ver que en mi reino amelo ha « dado en dewiiibrir oo « a « extrañas y prodigio « aa, gran bien o gran mal reodo. ¡ No sé a qué me lo atribuyo! Mira, cual está mi brazo y de éste, la mano suya. ¿ Quién os lisió? ¡ Este embarazo! ¡ Calla! £ 1 cielo te destruya. No le dee ese apellido; lo que nos ha sucedido, • eñor, lo quiero contar". Ya pudieras empezar. Déme, pues, atento oído; Viniendo no ha mucho rato loe do « , con nuestra* ovejas, a entrar por este barranco que es el paso de estas « elvas, vimos que el manso, y con él las ovejas delanteras, se espantaban, recelando a la entrada de esas peñas, y pensando que serían ladrones que entre esas quiebras suelen esconderse a veces por hurtar alguna oveja. 2ft. " E8I03 pastores, admlrsrtos, consultan entre si ( jué harían, y determinan que serla razón dar dello parte al rey de Oulmar, cuyos vasallos eran y en cuyo término apareció la santa reliquia." " Llegrados el rey con lo » suyos al lujar donde los pastores decían, yendo ellos por fruía, hallan la santa Imagen en el propio lugrar donde ia hablan dejado." Espinosa, ídem, cap. III, páí.' SS. 68 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA pasamos los dos delante y vimos « obre esa > peña esa mujer celestial que no es cosa de la tierra; Y como siempre lo « reyes nos mandáis, por leyes vuestras, que aquel que hablare en el campo con mujer, la vida pierda si ella no habla primero, llegué yo a hacerla señas sin osar hablar palabras por no incurrir en la pena, diciendo que se quitase del pa « o de las ovejas, y como no se movía tomó Lucindo una piedra, y yendo a mirar quedó tieso, el brazo y mano tiesa. Yo también, que escarmentar pudiera en cabeza ajena, llegué a tocarla, por ver si era cosa viva o muerta, y con una piedra aguda quise lo que no debiera cortarla, por ver si siente, y en vez de cortarla a ella i^ n dedo, una vez y otra, cortaba mi mano mesma; esto es, señor, lo que pasa. Ahora, tu alteza vea si es de la tierra o del cielo la que ha dado estas dos pruebas. AcATMO. Del cielo es, dices verdad, que de tierra es imposible tal belleza y majeatad. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 69 ARTABANO. ACATMO. CUACOLDO. ACATMO. ROSAMIRA. ACAYMO. ¡ Qué rostro tan apacible, qué talle, qué suavidad, qué graciosos ojos bellos! ¡ Qué rubicundos cabellos, con cuánta gracia y compás los tiene vueltos atrás hechos seis ramales de dios! ¡ Válgate Dios, por chiquito, qué gracioso y qué bonito, con cuánta gracia y donaire, parece que asusta « 1 aire « u dorado pajarito! ¿ Qué os parece, hermanos, de estos? ¿ Qué nos puede parecer? ¡ Que empleó de su saber, aquí, todo el cielo el resto! Sabéis, hermanos, que quiero, aunque contra todos fué Bencomo, enojado y fiero, que noticia se le dé de tan milagroso agüero. ¡ Corre, itú, Guaooldo y haz que venga a vernos de paz que aún podrás bien alcanzarlo! Corriendo parto a Ikmarlo lleno de gusto y solaz. ( Váse.) Bella herman » Rosamira, ¿ por qué tan callando estás? Llega, y estas gracias mira. Ya la he visto, y cuanto más la contemplo más me admiro. Ves cuánta reverencia la tengo, por la excelencia que siento de su valer NUESTKA SEÑORA DE LA CANDELARIA que no te trato de amor porque estoy en su presencia. LuciNDO. ¡ Ni tratas de remediar mi brazo tieso y la mano de éste que ves desangrar! AcATMO. Antes, lo más acertado será haceros castigar por el descomedimiento de tener atrevimiento de tirarla y de tocarla. DoRiSTO. Nunca yo quise enojarla. ¡ Malhaya tu pensamiento! LuciNDO. ¡ Señora, piedad te mueva de los dos! AcATMO. En esa cueva a e » tar presos os condeno, mientras yo trazo y ordeno qué castigo darse o « debe; id luego y no salgáis de ella « in que yo lo ordene y mande. DoRlSTO. ¡ Muesama, graciosa y bella, suplíquele que se ablande que esto y más hará por ella! RosAMiRA. Yo o « daré todo el favor que pudiere, id sin temor que yo a mi cargo lo tomo. ( Sale Guacoldo y Bencomo.) Gl^ ACOLDO. Ya viene de paz. Bencomo, que aquí cerca, alrededor, con mueha instancia buscaba lo que de él saber podrás. BENCOMO Buscando a mi hermana, andaba de paz, vengo a donde estás, aunque yo de guerra estaba; ya Guacoldo me contó NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 71 ACAYMO. BENCOMO. ACAYMO. BENCOMO. de qué suerte os descubrió el cielo esta joya beUa, y díjome poco de ella según lo que he visto yo. Y ten por cierto que es ella quien nuestro enojo atropella, pues que tú viendo su faz me enviarte a llamar de paz y yo de paz vengo a verla. ¡ Dichoso tú, que merece « tener del cielo una prenda con que tu reino ennoiblece, y de honor, valor y hacienda te mejoras y engrandeces! Gran cuenta con ella ten, que no la conoces bien, y me dice el corazón que verán por su ocasión estos reinos mucho bien. ¿ Quieres, hermano, que demos orden que de ésta todos, por igual, gocemos? ¿ En qué manera? Que agora a tu reino la llevemos y seis meses estará contigo, y conmigo acá otros seis, y de este modo 4e prolija el tiempo todo medio año acá, medio allá. Estimo el ofrecimiento, aunque el efecto rehuyo, pues no admito ni consiento que a mi reino, desde el tuyo, se haga ese mudamiento; I ¿ NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA ACAYMO. BENCOMO. que 8Í ella gastara ser mi huéspeda, aparecer pudiera donde yo reino, m « « , pue « , pareció en tu reino tú la debes merecer. Yo vendré, que es más razón, siempre que tenga ocasión a visitarla en su tierra ". Gran nobleza en ti se encierra, cumple con tu obligación, y si te parece a tí que joya tan estimada debe mudarse de aquí al lugar de mi morada, llévese y póngase allí. Has dicho muy bien, ordena, pues la das tan buen lugar, que se lleve en hora buena mas, quien la osara tocar temerosos de la pena que como castigar pudo a los pastorea, no dudo que nos castigue también. Í7. " El R « y ( le Gulmar, o por orrcclmlento y coni » ( llmlento que con el rey de Tsoro quiso tener, o por no « ntender ni estimar lo que en su poder tenía, dijo al rey de Taoro que le parecía serla bien que todo » participasen de este bien; y para esto, que partiesen el ano y que la mitad del estuviese aquella mujer en su reino de Taoro, y la otra mitad en el suyo de Gulmar, donde habla aparecido. Respondió « 1 r « y d « Taoro una razón mis que de gentil ( porque aun debajo de aquellas pieles y tamarcos habla ingenios subidos); dijo: " Aunque tengo el ofrecimiento en mucho, tío acepto al presente el partido, porque a una cosa celestial como entiendo debe ser ésta, mas respeto se le debe que ese; y serft más razón que yo y mis vasallos vengamos de nuestras casas a servirla, que no que ella vaya a visitarnos a nosotros, porque si ella gustara de habitar en mi reino y de que alia la sirviéramos y tuviéramos, ella apareciera allá; pero pues apareció en tu reino, su voluntad es estar en él, y pues hemos tratado paces siendo esta mujer la Interventora, guardemos la paz, que habiéndola habrá comunicación". Dicho digno del rey y para entre reyes." Espinosa, Ídem, cap. III, págs. SS- St. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 73: ACATMO. Espera, verás cuan bien al remedio de eso acudo; trae, Cuacoldo, a los pastores • que dentro esa cueva están. ( Váse Guacoldo.'^ Que éstos, como malhechores, al peligro se poadrán en pena de sus errores, y si algo les sucediere el daño que les viniere de pena les servirá. BENCOMO. ¡ Muy bien ordenado está! { Salen Doristo, Lucinda y Guacoldo.) DORISTO. ¿ Qué castigo darnos quiere? ¿ Estamos ya sentenciados, señora? ROSAMIRA. No tengáis pena, que antes estáis perdonados. LuciNDO. ¡ Bien haya su vista buena! BENCOMO. Llegad lo « dos por los lados y cargaos de esa señora que al lugar donde el rey mora queremos llevarla. LuciNDO. Vamos. DORISTO. Perdone si la ofendemos. que esto ahora es mandamiento del Rey, { Ásenla.) LuciNDO. ¡ Ay, Dios soberano, « ano del brazo me siento! DORISTO. ¡ Y yo también de mi mano, sano y resano y contento". 88. " Y asi mandó el rey que, pues ellos hablan hecho la primera experiencia, acom « tleBen a hacer la secunda y la echasen muio para llevarla... Llegan los dos pastores, el uno manco de los dedoi de Ik mano y el otro del brazo, y en poniendo ¡ tus manos y tocando la santa 1# » ' 74 NUESTUA SEÑORA DE LA CANDELARIA ACAYMO. BENCOMO. ACAYMO. BENCOMO. ACATMO. DORISTO. LUCINDO. BENCOMO. ACATMO. BENCOMO. ¡ Oh, misterio celeAtial, que en tocarla eanó el mal de un pasmado y otro manco! ¡ Oh, cielo benigno y franco 1 ¡ Cielo franco y liberal, qué joya tan rica y bella me diste, quieto y ufano y glorioso en poseerla! Llegad, reyes, llegad, hermanos, carguemos todos de ella, que una canga tan de estima DO es de pastores; arrima tu hombro y la llevaremos. Mejor será que crucemos estas varas, y ella encima • será muy mejor que vaya y dos de uno y otro lado la tendrán, porque no caiga. Bien, hermano, lo has trazado. ¿ Has visto qué bien lo ensaya? ¡ Bueno es eso!' ¿ Ahora, sabes Doristo, que en cosas graves « abe el rey Bencomo mucho? ( Suenan dentro chirímías.) Oíd: ¿ Qué es esto que escucho? ¡ Qué instrumentos tan suaves! ¡ Qué de divinas señales nos muestra el cielo en señal de sus hechos liberales! Decid, prenda celestial reliquia para baberla d « alzar ( cosa nillag: roM), quedan « 1 uno y al otro < le aus lesiones sanos y buenos, con rrande admlrscldo de los prsssn-tes." Espinosa, Ídem, cap. III, pS; s. 3S- 2ft. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 75 qué músicas celestiales < y » van, señora, sirviendo. Tú y yo la iremos teniendo; andad poco a poco, hermanos! HosAMiRA. Mujer del cielo: en tus manos, mi pecho y vida encomiendo. ACTO SEGUNDO ( Sale Rosamira sola.) HosAMiRA. Arbolea, prados, sotos y sombríos, arroyos claros, fuentes de agua llenas, aves cuyas arpadas cantilenas hieren los pechos de pasión vacíos. Hermosos cisnes de loa mansos ríos, tórtolas viudas, dulces filomenas que agora sois testigos de mis penas y ya lo fuisteis de placeres míos. Doleos de mi dolor, « entid mi pena, pues sentisteis loe guatos que sentía antes que me entregase a un mal tan fuerte, que estando el mal que mi desdicha ordena que excede al bien que « nte^ poseía y sólo habrá remedio con mi muerte. ¡ Oh, riguTOM suerte! ¡ Oh, pena rigurosa! ¡ Vida enojoM y larga, • ustento de una carga de ausencia tan confusa y tan dudosa, pues muero ausente y no sé por quién muero, y esperando imposihle desespero! Cielo, pues que a un zahori le diste gracia y saber que adivinase de mí lo que me ha de « uoeder. ¿ Qué tardanza es ésta, di? Si han de venir loa extraño* 78 NUESTHA SEÑORA DE LA CANDELARIA ACAYMO. BENCOMO, ROSAMIRA. BENCOMO. como tarden tanto, muero, aunque por mi bien que espero, e « pera el reino mil daños; mas si en mi pecho encerró, mil daño « amor de un daño nacido, que los causó, la vista de aquel extraño. ¡ Muera el reino y viva yol Mueran en resolución, lo que mis hermanos son con todo el isleño lauro. pues me están martirizando con su pesada afición. Mas no mueran, que soy de ellos uña y carne, y si ha de ser, qué extraños han de ofenderlos; sangre mía ha de verter el golpe que diera en ellos. Que bien puede el santo cielo, movido del justo celo, « on que quiero al bello extraño hacerle bien, sin que daño le venga a mi patrio suelo. { Salen lo » dos reyes, Acaymo y Bencomo.} Dices, hermano, muy bien; llega o lleguemos los dos. Sépase por qué o por quién nos niega. ¡ Guárdete Dios! ¡ Y a ti te guarde también! Visto, hermana, la crueldad con que pagas la amistad de cada cual de por sí, los dos venimos a ti, juntos de conformidad. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 79 para averiguar recelo*, que no « haces padecer, tan por un compá « los duelo, que ya es necedad tener el uno del otro, celo « . Y al ver que usas años, de términos tan extraños, para decir la verdad, no sé si es honestidad, 8Í es locura o son engaños. Pues vemos que se te pasa toda la flor que la vida da la juventud por tasa y que de homíbres perseguida, ninguno tu pecho abraza; funda tu causa en razón, y si acaso es presunción advierte que hombres tan buenos te piden y cuando menos tan buenos como tú, son. Si la leona arrogante por ser cosa natural, se rinde al león, su amante y al fin cualquier animal, « e junta a eu semejante ¿ Por qué, siendo tú mujer y habiendo tomado el ser conforme a naturaleza del hombre, es tal tu dureza que no te dejas vencer? ¿ Hay, a dicha, en la Isla toda algún hombre de valor que en dulce tálamo o boda merezca gozar tu amor? Si tu gusto se acomoda ' 80 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA a hombre que te merezca no por nosotros carezca de cumplimiento tu gusto porque hallarás siendo justo en mí quien te favorezca. AcAYMO. ' Yo tamhién, confirmo y digo lo que mi hermano Bencomo, y si hay quien valga contigo nuis que yo, a mi cargo tomo socorrerle y serle amigo. Que con condición que sea en quien se ocupa y emplea, ese altivo pensamiento hombre de merecimiento en buenhora te posea. Mas si es a quien das la mano indigno de merecerte, habréis trabajado en vano, porque os daremos la muerte como a villana y villano. Y si de los dos que estamos quieres a alguno, juramos por la potencia y amor del solo sustentador que honramos y veneramos que al uno apenas tendrás la palabra prometida de que su esposa serás, cuando el otro se despida de importunarte jamás. Abre aquesa boca y cierra la puerta al rigor, que atierra de dos reyes el valor que manifestar tu amor es la paz de nuestra guerra. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 81 BosAMiRA. . Aunque quiera anteponeros alguna razón que sea bastante a sffti « facero8 temiendo que no se crea no quisiera responderos. Por ventura ¿ Hay ley que ordena que si a la amorosa pena no da mi pecho lu^ ar tenga por fuerza de amar? Si de esto hay ley, no es ley buena. Que si es amor voluntad pendiente del corazón, do se cría la amistad y los matrimonios son amor y conformidad, y e « tá de estos dos vacío mi pedio, libre albedrío } en^ para que mi gusto disponga de todo, ¿ es justo que se esfuerce el gusto mío? Si acaso tenéis recelo que tenga otro amor, yo os juro por el que sustenta el cielo que ningún hombre procuro de todo el isleño suelo, que en todo nuestro distrito * sólo 08 dirán que ejercito la caza, por serle uniga, y si no ved si hay quien diga, que amor de hombre humano admito. De que 1 « edad se me pase, de que no tenga afición, de que envejezca y no case si es que éstos, mis gustos son, nadie la vida me tase 82 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA que en diferente cuidado está mi pecho ocupado, ¿ de qué a lo « do « os fatiga? ¡ Dejadme, o queréis que diga que queréis mi amor forzado! AcAYMO. Con esto acabó de echar a su ingratitud el sello. BENCOMO. NO; es mujer. Déjala estar que aunque ahora dijo aquello presto la verás mudar. RoSAMlRA. Antes se mudará el fuego de su esfera y verá el cielo las olas del mar arder. BENCOMO. Pues una cosa has de hacer por nuestra paz y sosiego. RoSAMlRA. Cuanto me queráis mandar haré con tal, que no sea lo que es mi gusto forzar. , BENCOMO. Porque cada cual desea poder de tu amor gozar y porque aunque el desengaño nos da su término extraño suelen los tiempos mudarse y en un momento acabaree lo que no pudo en un año. Habernos los dos trazado para que no nos ofenda de celos, el mal pesado que cada cual te pretenda por modo y término honrado y esto sin darte disgusto ni acometer hecho injusto sino sólo en confianza que el tiempo con su mudanza hará mudanza en tu gusto. NUESTHA SEÑORA DE LA CANDELARIA 83 ROSAMIRA. BENCOMO. ACATMO. BENCOMO. ANTÓN. Y será con condición, que cuando el uno estuviere contigo en conversación, el que segundo acudiere deje gozar su ocasión al otro y podrá mirarte cuando otra vez pueda haiblarte a solas, como el primero y aunque se esté un día entero a enojarlo ni a enojarte, no llegue el otro y se entienda que ha de ser lo que te hablare cosa con que no te ofenda porque no resulte o pare tu enojo en esta contienda. Y aquel a quien más amiga te mo « trares, ese diga el bien que le prometieres y « i la mano le dieres el cielo se la bendiga. ¿ Gustas que esto quede así? Si está en eso la paz vuestra nunca la perdáis por mí. Dame, Acaymo, esa diestra por firmeza. Vesla aquí. Y como quien soy, prometo que si en público o secreto hablando acierto a hallaros ^ de volverme y de dejaros. Yo también lo mismo acepto. { Salen el zahori que desde aquí se llama Ati' ton, vestido de cristiano y Castillo, vestido de guanche, como que trae preso ai zahori.) Mira que no me conoces. & 4 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA CASTILLO. ACATMO. BENCOMO. CASTILLO. ROSAMIRA. CASTILLO. ANTÓN. CASTILLO. ACATMO. CASTILLO. ¡ Digo que tienes de ir pre « o! ¿ Qué es eeto? ¿ Quién da estas voces? ¡ Extraño y nuevo suceso! Si me enojo, irás a coces. ¡ Oh, soberana deidad, haz mi sospecha verdad y así como el traje veo vea el fin de mi deseo! Aquí está su majestad. Mas BUS majestades dos, que de haher llegado a verlos doy muchas gracias a Dio « , ¿ Piensas con eso moverlos? ¿ Quién es él o quién sois vos? Denos el uno razón que estamos en confusión de ver con extraiío traje homhre de nuestro lenguaje. Dadme, reyes, atención. Yo soy un isleño pobre que en la parte más remota nací de los reinos vuestros; aunque ¡ ahora poco importa que sepáis mi nacimiento ni el discurso de mi historia. Soy, al fin, un cazador que de una « partes a otras ejercitando la caza suelo andar la Isla toda ya por los espesos montes, ya por las marinas rocas y llegando orilla el mar, habrá poco nuM de un hora en seguimiento de un puerco vi por donde el sol asoma. NUESTRA SEÑORA DE I. A CANDELARIA 85 cuando al despertar el día nos muestra su cara hermosa dos hombres dentro de un vaao de pinos y tablas gordas a modo de otro, que ha día « que apaireció en nuestra co « ta cuando el zahori Guáyame prendieron gentes remotas. Salió éste en tierra y el otro al momento el mar acota con dos palos, que como alas lo « ibate y el agua azota. Y yo creyendo que es éste por las señas de la ropa el que a Guáyame prendió le prendí y le trai^ ahora para que le deis castigo que iguale a » u « falsas obras que si ahora le soltáis bien podrá una vez y otra « como prendió al zaihorí llevar de preso » gran copia, que el que a ser ladrón se atreve no lo e « una vez sola. BENCOMO. ¿ TÚ, qué respondes a e « to? ¿ A qué viniate a esta tierra? Danos la respuesta presto. ¿ Ere « de paz o de guerra? Haz tu intento manifieíAo y advierte que de negar ningún fruto has de sacar y aunque soy rey justiciero sabré, si eres verdadero ser piadoso y perdonar. 86 NUESTHA SEÑORA DE LA CANDELARIA ¿ Rieste? ¡ Galano intento; algún loco debe ser pues preso, muestra contento! ANTÓN. Ríeme, señor, de ver tu poco conocimiento. Pues si ha gran tiempo que mora este que tu vista ignora fuera de tu compañía la cara que antes tenía esa mi « ma tiene ahora. Que aunque de traje mudé no de facciones. Mas yo siempre tuve y tengo fe; pero en vosotros faltó; el tiempo que yo falté. Y si a mí vue « tra presencia me faltó, vuestra presencia siempre ha hecho asiento en mí y en vosotros se ve aquí que causó el olvido ausencia; yo que en el alma os estimo no os olvido porque os amo, de Bencomo y de Acaymo mas vosotros a Guayamo casi negáis vuestro arrimo, pues presente le tenéis y ya no le conocéis." 39. " Deapuéü que las Islas de Lanzarote y Fuertev « ntura > e pusieron debajo del yuKO del Evangelio y vinieron en [ wder de españolea por haberlas comprado a los franceses, que las ganaron y poblaron, sallsn los moradores de ellas en navios a saltear y Uevar presos y cautivos los que desta Isla podían haber, y uno de los primeros ( si él no fué) fué un muchacho que a la boca de un barranco hallaron pescando, y nevándolo consigo lo tndustrlarou en la f « y lo bautliaron, Uamindolo Antón. Y como aquel a quien Dios tenia escogido para lengua de « stt gente y para que descubriese el tesoro que en esta lila estaba encubierto, en breve tiempo aprovechó mucho en la ( e y ganó en la voluntad di « su NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 87 BENCOMO. ANTÓN. BENCOMO. ACAYMO. ANTÓN. ROSAMIRA. ANTÓN. CASTILLO. ¿ Soi » ? ¡ Oh, cielo piadoso y santo, pues tras de disgusto tanto tal guato dado me habéis! ¡ Oh, mi Cuayamo querido dame tus brazos! Señor, tu « pies para besar pido. Dárete abrazos de amor. A destajo lo has cogido deja que dé yo también mil abrazos. Yo « oy quien por gozar de abrazos tale « pasara infinitos males siendo el premio tanto bien. También estoy yo a la mira y quiero darle mis brazos. ¡ Oh, mi infanta Rosamira, dichoso el que tus abrazos viene a gozar! ¡ Quién tal mira! ¡ Oh, belleza, la mayor que ha visto humano amador! ¡ Oh, rosa del alma mía, Y cuando será aquel día, que « emejante favor goce yo en tus bellos brazos! Cuándo, ay Dios, me enlazaré en tan soberanos lazo « ; « mo para que dándole libertad le dejase volver a su tlerr » par » convertir a sus parientes, o, como algunos dicen, lo traían por adalid, y qu « , « chindólo en tlorr » en esta Isla, se quedó en ella escondido y alzado. Al fin vino al reino y término di' ( lulmar, y como venia en traje easl-- JUno y los naturales le vieron, pensando ser de los que solían saltear ruéronse para él con ánimo denodado; mas el mozo Antón, hablindoles con su leníua y dándoseles a conocer, los aplacó." Espinosa, Ídem, capitulo VII, pAg- s. 30- 31. 68 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA dioho80 el mar que pasé, dichosos los em'baTazos y peligro en que estoy puesto, pue « es claro y mamíiesto que aunque me vuelva a perder gano en haber vuelto a ver de tanta belleza el resto. RosAMlRA. ¡ Ay, Cuayamo y cuántos año « la falta de tu presencia ee ha sentido! ANTÓN. ¡ Cuántos daños he visto yo en vuestra ausencia! BENCOMO. Casos habrás visto extraños que quien otro mundo vio, diverso del que nació mucho pudo ver y oir. ANTÓN. Ahora podré decir que soy hombre, que antes no. Emprendido y descubierto he visto, estando cautivo tanto, que afirmo y e « cierto que ahora soy hombre vivo que antes era animal muerto. ACATMO. Pues comiénzalo a contar que para ver o escoduir co « a que de nuevo venga, ya sabes que no hay quien tenga paciencia para e « perar. ANTÓN. Una co « a me has pedido de tal peso y gravedad que turba cualquier sentido pero no hay dificultad en co « a que me has pedido; sólo en cuanto que es tan grave no « é en que empiece o acabe... NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 89- BENCOMO. Sí harás, pues tanto penetras. ANTÓN. Quiero empezar por las letras que son del todo la llave; hay en ese mundo ignoto a lo « que en esta comarca hacéis vuestra habitación, diversas cosas extrañas y porque sepáis el cómo las supe y pude contarlas todas sin haberlas visto del modo que os satisfaga. Sabed que hay allí unas hojas delgadas, lisas y blancas, cuadradas de buen tamaño, ni muy chicas ni muy largas; esta « se llaman papel labradas por una traza que o « la contaré después, que ahora no es de importancia y h « y una mixtura negra que de ciertos polvo « y agua se hace y se llama tinta con ésta y plumas cortadas pintan en el papel unas que por allí letras llaman con ra « gos, cifras y puntos de mil diferentes trazas. Aquesta*, « in ser personas, y sin tener lenguas hablan pues que se entiende por ellas cuanto en todo el mundo pasa, escrito por hombres sabios con cuidado y vigilancia que en sucediendo una cosa la pintan y la retratan. ^ NUESTKA SEÑORA DE LA CANDELARIA Los que aquesta ciencia apreoden con gran facilidad hablan cuanto ha pasado en la tierra y aun coaas del cielo alcanzan. Esta ciencia aprendí yo en esta mi ausencia larga, por do supe lo que ahora contaré en breves palabras: el mundo, a quien los antiguos pusieron por nombre máquina es lo que consta de cielo, fuego, aire, tierra y agua; dividiéronla en dos partes por ser distintas entre ambas una, celestial región; otra, elemental morada. La celestial que es primera como más suprema y alta y divisa en once cielos los diez que se mueven y andan por natural movimiento que nunca jamás descansan; el onceno en cuanto a nos y primero allá se llama cielo empíreo y éste es fijo donde las benditas almas de los bienaventurados gozando de Dios descansan. El primero de los diez, primero móvil se llama a quien los nueve que restan siguen y por él se mandan. Esta es del mundo una parte, y en la segunda que falta está sucesivamente NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 91 la región del fuego y paran de allí a la región del aire que está en parte algo más baja, y en lo mis bajo del todo e « tán la tierra y el agua entre ambos casi mezclados, por ser cosa necesaria; a la tierra lo « antiguos dividieron su distancia en tres partes, que llamaron África, Europa y Asia. El Asia que es la mayor contiene en sí bien pobladas cuarenta y ocho provincias que la menos es más larga que todos los nueve reinos de esta isla de Nivaria. Y por el mismo tenor, doce provincias tiene África en la Europa hay treinta y cuatro provincias de Europa; E'spaña se dice la más famosa del mundo, en religión y armas que en sí contiene once reinos gobernados de un monarca que es el cuarto Don Enrique a quien el Doliente llaman, y un Diego de Herrera, noble vasallo del rey de España es señor de la conquista de las Indias de Canarias, bien cercana de esta nuestra con el cual desde su patria vino en su favor y ayuda un caballero de fama, 92 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA que 68 Gonzalo del Cantillo, hombre noible en sangre y caata el cual, estando una tarde con un dueño de una barca pescando, de un viento recio las olas del mar hincliadas sin pensarlo los trajeron a descubrir nuestras playas, y hallóme en ellas pescando y en un barco me arrebata; llevóme a Fuerteventura y allí me enseña y declara una ley que los cristianos mantienen, que así se llaman e8to « españoles inertes cuya ley es justa y santa, tórneme cu> al él, cristiano y Antón es mi nombre y gracia; Castillo, como mi amo al fin su ley, letras y habla aprendí en mi larga auAencia, y queriendo ver mi patria licencia le demandé y fué su nobleza tanta, que envió conmigo un hombre surcando en un barco el agua trujóme, dejóme en tierra volvióse y en esa playa este cazador hallóme y viendo la ropa extraña me prendió y trujóme preso con que mi cuento se acaba. BENCOMO. Suspenso y embelesado Antón o Guáyame amigo me deja lo que has contado. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 93 CASTILLO. YO SU tardanza maldigo. AcATMO. Yo sin sentido he quedado. HoSAMiRA. Yo ni me espanto de oírlo ni de su acento al decirlo pude en nada reparar hasta que le oí nombrar al noble español Castillo. ¡ Ay, Cuayamo, si aoabara « tu cuento y conmigo solo del español me contaras! CASTILLO. Y tú, la que al mismo Apolo como a Dafne enamoras quién pudiera a sola « verte por ver si e « la vida o muerte el tema de mi* locuras. BENCOMO. ¿ Qué es lo que entre tí murmuras? CASTILLO. Murmuro mi mala suerte que trabajé de los pié* pensando que daba alcance a algún lanee de interés y paréoeme que el lance movió mi suerte al revés. AcATMO. Antes de entender no acabas tu suerte, que si esperabas interés de la pri « ión tienes mejor ocasión que la que tener peiwabas, que « iendo el preso enemigo aspiraban tus codicias a la paga y siendo amigo será en vez de paga, albricias pide, que a darlas me obligo. BENCOMO. También de mi parte fía que las daré. 94 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA RosAMiRA. Y de la mía que también la « m « iiido yo. ANTÓN. Ya tu suerte « e trocó mete en tu ca » a el buen día. CASTILLO. Pue « señorea, lo que ahora para en albricias, codicio con que mi suerte mejora que me admita en su servicio Rosamira, mi señora; que como soy cazador y ella sabe esto mejor que nadie en este horizonte andando con ella al monte sabré más con su caloo-. BENCOMO. El ha pedido muy bien: Yo lo otorgo. AcAYMO. Yo lo acepto. ROSAMIRA. YO tengo al vuestro también mi gusto en eso sujeto. CASTILLO. Viváis mil años, amén. Yo desde aquí, afirmar oso que cazador más famoso en la Isla donde estamos no le habrá. BENCOMO. El nombre sepamos. CASTILLO. Yo me llamo Venturoso y aunque antes se me llamó por cierta ocasión, creed que ahora se confirmó con esta nueva merced donde mi dicha empezó. BENCOMO. Todos de tu bien holgamos. 4 Cómo, hermanos, no le damos a nuestro Antón, pues lo ignora noticia de la Señora NUESTRA SEÑORA OE LA CANDELARIA 95 cuyas mercedes gozamos? Que quien vido y sabe tanto bien podrá ser conocerlo. Corre e » a cortina o manto verás la cosa más bella que se ha visto. ( Corren una cortina y aparece una imagen híncanse de rodillas todos.) ANTÓN. ¡ Oh, cielo santo, qué divinas maravillas veo!, hincad las rodillas ante el valor sin segundo de aquélla que fué en el mundo limpia de todas mancillas; de aqueilk puerta del cielo de aquella escalera santa por quien bajó Dios al suelo y el hombre sube y levanta hasta el mismo Dios, su vuelo. De aquella perk preciosa más que el sol y luna hermosa hija del Eterno Padre, del Hijo ab Eterno Madre; del Santo Espíritu, Espora. De la que parió doncella de la que de Dios a nos trujo paces y de aquella que decir Madre de Dios no hay más cosa, engrandecedla. AcATMO. Si tantas gracias contiene, que la pidamos conviene, perdón, con alma y con boca de la reverencia poca que se le ha tenido y tiene; que dice que esta Señora 96 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA efl madre de Aquel que mora en la celestial región, por quien gobernados « on luna, sol, cielo y aurora. ANTÓN. SÍ señor, ée/ t& es su madre. BENCOMO. Advierte que me has de dar razón que lo dicho ouadire si Dios es sólo y sin par, si £ 1 solo es principio y Padre d « cuanto el mismo crió, ¿ Cómo mujer le parió? Quien de principio carece decir que nació parece obscuro. ANTÓN. Aclararlo he yo. Es Dios Padre y es Dio « Hijo y Espíritu Santo inmenso un Criaidor trino en persona y un solo Dio* verdadero. El Padre que es quien se nombra en la Trinidad primero por la gran fecundidad de su alto entendimiento una noticia engendró no como nosotros vemos accidente, mas substancia y tan bueno como El mesmo. Este engendrado es el Hijo no que el Padre tea más viejo que el Hijo que enilre los dos no hay primero, ni hay postrero. Estas divinas personas mirándose recibieron en si, tanto amor de verse que de su « moroso fuego NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA se produjo una substancia un amor puro y perfecto que es el Espíritu Santo y tan igual Dios como ellos. No es que se entienda que son tres Dioses, que aqueste es yerro sino una voluntad sola un amor puro y perfecto tres personas y una esencia por tan divino misterio, que él solo se entiende a sí y nadie basta a entenderlo. Este Dios que es uno y trino perdurable y sempiterno ha más de siete- mil años que crió la tierra y cielo; luego que el cielo crió fué todo de ángeles lleno que son unas ciiatoras hermosas tan por extremo, que no sé con qué igualarlas sólo sé decir que fueron tales como convenía para servirse Dios de ellos. De aquestos ángeles, uno el más grave y el más bello, el que entre todo « tenía más cerca de Dios su asiento reinando soberbia en él, quiso y pretendió de hacerlo igu « lairse a « u Criador soberbio y notable yerro. Declaró su intento a todos y con su maldito intento siguió su parcialidad 98 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA de log ángeles el tercio; dividióae el cielo en bandos y entre maloe y entre bueno « hubo una campal batalla y al fin lo* bueno » vencieron. Luzbel, que así se decía este Capitán soberbio fué con todos sus parciales arrojado en el Infierno y los que antes ser solían, ángeles hermosos, fueron en demonio « convertidos y padecen fuego eterno. Luego para separar Dios, de aquellos que cayeron loe asientos que ocuparon quiso y accedió el remedio que a imagen y a semejanza suya a Adán, hombre primero, fué de la tierra formado que Dios más puede hacer que esto. Púsofe en el Paraí « o un jardín tan bello y fresco que fuera cielo en la tierra si hubiera en la tierra cielo. Dióle mando sobre todos los animales terrenos, púsoles a todos nombres quedando por señor de ellos; y pareciéndole a Dios que el « nimal de más precio que era el hombre, estaba mal sin compañera, a su modelo, infundió un sueño en Adán, que en lo que duró este « ueño NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 99 die una costilla del hombre hizo el animal más bello del mundo, que es la mujer. Despertó Adán y despierto le dio Dios por compañera la que es hueso de sus huesos. Creced y multiplicaos les dijo y porque ellos siendo criaturas y al Criador reconociesen su imperio, un precepto que guardasen les dio, bien fácil precepto, y fué que de todas frutas de aquel Paraíso o huerto puedan a su voluntad tocar y comer, excepto, de un á
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Calificación | |
Título y subtítulo | Comedia de Nuestra Señora de la Candelaria |
Autores secundarios | Alonso, María Rosa |
Entidad | Consejo Superior de Investigaciones Científicas (España) |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | Madrid |
Editorial | Instituto Nicolás Antonio |
Fecha | 1943 |
Páginas | 169 p. |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 9230435 Bytes |
Notas | Anejo III de la Revista de Bibliografía Nacional |
Texto | LIBRERÍA 5006 C/. Sasovla, 6 MADNIO- B COLECCIÓN BIBLIOGRÁFICA Bajo este título, con variable número de páginas y las ilustraciones gráficas convenientes en cada caso, agrupará el Instituto Nicolás Antonio diversas publicaciones encauzadas a la aportación de diferentes elementos de estudio concernientes al libro en general y especialmente a la bibliografía hispánica. Múltiples aspectos ofrecerá esta COLRCCIÓN, creada para acoger las obras más distintas, aunque encaminadas al mismo fin: estudios sobre bibliotecas famosas, edición de antiguos catálogos o inventarios de libros hispánicos, bibliografías monográficas sobre temas preeminentes, manuales o trabajos técnicos de investigación acerca de materias fundamentales de bibliología, bibliografía, bibliofilia, biblioteconomía, tipografía, edición, librería, encuademaciones, artes gráficas, etc. Todas estas obras útilísimas, de los mejores especialistas o de prestigiosas firmas, según los casos, verán la luz en los tomitos manuales de bolsillo, que forma la COLECCIÓN BIBLIOGRÁFICA, sin precedente en España y destinada a ser el vademécum de los amantes del libro, tanto eruditos como aficionados. VOLÚMENES PUBLICADOS I— La Biblioteca del Marqués del Cénete ( 1523) iniciada por el Cardenal Mendosa. Publícala con prólogo y notas F. J. Sánchez Cantón, de las Kea-les Academias de la Historia y de San Fernando. 136 págs. . . . Sptas. A la semblanza del personaje que, al arrebatarle la muerte cuando estaban aun frescas sus audacias, era poseedor de una hermosa colección de libros, acompaña el inventario de las 631 obras que la integraban, identificadas la mayoría de ellas, a pesar de la parquedad con que están reseñadas. S. C. se inclina a creer que la referida colección adornaba el caprichoso palacio de su fundador en Guadalajara, y admite la posibilidad de que el Marqués la aumentase con compras y regalos que le hicieron De todos modos el preciado depósito sirve para darnos una idea clara de lo que podría ser la biblioteca de un espíritu cultivado en los albores del renacimiento hispano. 11.— Un tesoro bibliogrdjico: Fuentes históricas españolas en la biblioteca del Palacio Nacional de Mafra ( Portugal), por Antonio Ibot, Catedrático del Instituto Español en Lisboa. 160 págs. . . . , 9ptas. Las fuentes históricas de A. I. son una colección de obras de carácter histórico-geográfico, que se guardan en la Biblioteca del extinguido Monasterio de Mafra ( el Escorial Portugués), publicadas ya antes de la fundación de aquél célebre santuario, o impresas en el siglo xviii, en los dias de su mayor grandeza, ya que al par que santuario era residencia real. El titulo de fuentes encaja perfectamente; no hay obras de erudición moderna. Lo menos conocido son las Declarafoes, Noticias, Kela( oes y Manifestos, folletos escasos ya, que dan valor inestimable a estas colecciones. III- IV.— La Biblioteca de Ramírez de Prado, por Joaquín de Entrambassguas. Dos volúmenes 26 ptas. La librería del celebrado bibliófilo I>. Lorenzo Ramírez de Prado, fué inventariada por Esteban de Aguilar en 1661 para dar a los curiosos, que quisieran adquirirla, una idea de los fondos coleccionados. Por eso el inventario es una sumaria indicación de los libros que integraban la biblioteca, afanosamente formada por un gran erudito y rápidamente liquidada apenas muerto. A fin de facilitar las búsquedas de las obras están divididas en cuatro grandes grupos: Letras sagradas y profanas Derecho civil y canónico. Artes liberales. Historias sagradas y profanas. Dentro de cada uno hay otras subdivisiones por materias y tamaños. Se trata sin duda de una de las colecciones más ricas de libros anteriores a la mitad del siglo xvir. NTRA. SRA. DE LA CANDELARIA - V'\„ CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS INSTITUTO NICOLÁS ANTONIO R E V I S T A DE B I B L I O G R A F Í A N A C I O N A L . - A N E J O III C O M E D I A DE NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA EDICIÓN, PRÓLOGO V NOTAS DE MARÍA ROSA ALONSO MADRID 1 9 4 3 8UC. S. OCAIIA.- TUTOR. 16. TBLBFüNO SI374. MADRID INTRODUCCIÓN 1. CARÁCTER Y SIGNIFICACIÓN DE I. A PRESENTE COMEDIA. En la tradición mítica de las islas, y en su concepción poética por tanto, el mar ha jugado siempre un papel im* portantúimo. En el mar Atlántico, la mar de los isleño*, las sirenas cantaban primero la marcha triunfal de Hércules, que entre las manzanas de oro del dragón invierte uno de sus doce afane « . Aquí, en las Hespérides, que también pudieran aer las islas encantadas que habitan en el mundo antiguo las extremidades del Océano, " cerca de la morada de la Noche". lEsta misma mar, poblada de fantasmas medievales, tenía prisionera de su embrujamiento a una isla enigmática y en eterna fuga: San Borondón, que otros llaman ** Apro-situs", y que las cartografías quisieron prender alguna vez. Y más tarde, en los albores del tiempo nuevo, cuando la " devotio moderna" inaugura sus deseos de horizontes sin límites, los mitos de las Afortunadas tienen su pregonero en la mar Atlántica, que fué entonces, como quiso Lope, " el mar de las Españas". La ensoñadora infanta Dácil—^ la más alta y bella concepción femenina de la insularidad— espera au ventora de la mar misma. La infanta, que puede ser a veces estática, esperanzada, la propia isla, aguarda del gran elemento, a quien los antiguos creyeron vivo porque se movía, la consagración de un ansia de fecundidad y vida eterna. La isla, manca angustiosa en la soledad, ha sido muchas veces como la simbólica infanta, que es su mejor signo poético, vigía esperanzada de la mar. La Virgen de Candelaria — que no en vano es verde BU I N T R O D U C C I Ó N candela— ha transformado bellamente el maravilloso mito de Afrodita emergiendo de las aguas. Ha surgido tamibién del mar, en. un buen día del siglo xiv, a conquistar el alma de los indígenas, que vivían una Arcatlia feliz, como poetizará más adelante nuestro buen baobiller Antonio de Viana. La más bermosa de las tradiciones orlan, esta Virgen chiquita y morena de mistcrio, s divinos. Las voces antiguas de las sirenas encantadoras del viejo Hércules son áiliora celestiales voces de los ángeles, que en las playas del Sur de la isJa, suaves y rendidas al primero que arriba, cantan su canción a la más pura de las Vírgenes. El culto a esta milagrosa imagen, esencialmente marinera, se extiende rápidamente por América. En . el golfo de México vence al dios indígena de Copakabana y bautiza las islas de la Candelaria, desipués de prenderse al cuello del conquistador Hernán Cortés. Sus milagros son beneficiosos, sobre todo, para los que van por aguas del mar y en horas de amargura invocan desde la lejanía su benéfica y prodigiosa intervención. Sin embargo, la influencia milagrosa de la Virgen no es en el siglo xv— nos referimos, claro está, al plano lite-raxio— del mismo tipo que la que ejerce en el medievo. La concepción mariana, que se ha movido en. función de la cultura del tiempo, no ba sido, naturalmente, la misma. De aquellos milagros del maestro Gonzalo de Berceo, en los que María ambientaba la circunstancia poética como cualquier criatura de su tiempo, apaleando a los diablos, por ejemplo, y amonestándoles con palabras duras, pasamos a otro dima en el que la Virgen tiene otra misión: curación de enfermos, consuelo de afligidois, que es con el que aparece Nuestra Señora de Candelaria en los tratados históricos que de ella hacen su glorificación. Pero en. el siglo xvii, tan esencialmente teatral en España, aliondándose en esta tendencia, se teatralizan cosas ( que preferentemente habían sido tratadas en el canto épi- i O/ iií/ aw^ n •^ í '^ Jr,' t/ r< A va r^' sm:^^^ mmxmmum¡ Kmm^ i:-.£:^ h ¿ ^.; s^ ^- v^ A# ./, n í- rt » ! .'/;..' • ^ ,,' Z/ » i^ r/ 7 - r'.'^. J-' K'n ^' ¿ .. Jif^^.' y .. . jt . jftJuem.' . • • • / ^^< f^- n/^ 7j:%%^,. ,.;,,., ^. ^> v ¿ V > 7cit/; i //-. y. í . i ye •• te t 1 í^ » '"- ^• X'T i- f- f -'^•*>-^> 7<' 3Ó'rt^ r >^ ^ ^ ' V > ' K ' ^ v . T í ^ -^/ í ;' V>- PJ? r-^/ » ;;>,<•/,/^ j •'"'^^^'' gggt. vi.^ ii^ gig^ aj'i^ i. -^ Zy^ /^ a! ij^. i » / j ¿ iVA', » y>" ¿ » WfVá:>] ti4j'^:. f^- i^^^^ I N T R O D U C C I Ó N co O en la lírica) con un afán impresionante, a lo que el teatro anterior no se liabía atrevido. Esto podía tener, o un sentido acumulativo, para edificar, o, por exceso, tratarse de una pérdida en sentido estricto de lo religioso, toda vez que se hacían figurar los santos en escenas poco respetuosas en ciertas ocasiones o atribuyéndoseles milagros que no han liecho unos y sí otros; cosa que ya ro]) ro-chaba el fino sentido de Cervantes, a los autores de comedias, en el Quijote. En estas circunstancias de las comedias de santos con elementos acumulativois está situada la obra que hoy publicamos, como tendremos ocasión de examinar más adelante. 2. ERROR COMETIDO AL CREERLA EL MANUSCRITO DE " LOS GUANCHES DE TENERIFE". En el " Catálogo de las piezas de Teatro que se conservan en el idepartamcnto de Manuscritos de la Biblioteca Nacional" ( Madrid, 1899), se registra con el número 2.398 la siguiente obra: " Nuestra Señora de la Candelaria y su » milagros y Guanches de Tenerife", como de Lope de Vega. La signatura actual es 1.718 y se indica que es una copia hecha por Juan Pérez, letra del siglo xvii. El manuscrito procede de la Biblioteca de Osuna y está impreso — según se lee en una nota— en la parte décimia de las obras de Lope ( 1618). " Duran añade — dice el Sr. Va?, y Mella en nota al pie— estos dos títulos: " La Conquista de Canarias" y " Conquista de Tenerife", y por este último está registrado como primero en el Catálogo de La Barrera." Ahora bien: la comedia que Lope imprimió en la parte décima de sus obras ( 1618) — que tuvo dos inupresiones, según el Sr. Menéndez Pelayo— es la misma que este ilustre investigador publicó en el tomo XI de las " Obras de Lope de Vega", edición de la Real Academia ( 1900), con 10 I N'T R O D U C C I ÓN « 1 títuJo ( le " Los Guanches de Tenerife y Conquista de Canarias", obra enteramente distinta a esta otra que publicamos ahora, que no es la registrada en el " Catálogo de las piezas de Teatro", como erróneamente creyó Paz y Melia. El manuscrito de la obra de Lope " Los Guanches de Tenerife" se encuentra en Parma, y, según nue « tra8 noticias, se trata de una copia posterior al siglo XVII; pero nada podemos asegurar en concreto. Este de la Biblioteca Nacional, que pul> licamos por vez primera, nos ha ofre- CÍKIO algunos problemas que no hemos resuelto aún en totalidad. 3. EL MANUSCRITO T JUSTIFICACIÓN DE SU TRANSCRIPCIÓN EN ESPAÑOL ACTUAL. En el Catálogo de la Exposición bibliográfica de Lope que hizo la Biblioteca Nacional en 1935 con motivo del centenario del Fénix y como una aportación más de la Junta del referido centenario, se lee ( pág. 53) que " Nuestra Señora de la Candelaria y sus milagros y Guanohes de Tenerife" es una copia del siglo xvii, y se da, desde lue^ o, como una obra de Lope, sin más. La misión del Catálogo tampoco permitía otra cosa. El manuscrito, encuadernado en holandesa, de 217 por 152 mm., caja de escritura 192 por 82 mm., consta de 54 páginas y una en blanco. Catorce tiene el primer acto, veintiséis el segundo y trece el tercero y último. Su primera portadilla — letra del siglo xix— lleva escrito lo siguiente: " Nuestra Señora de Candelaria y sus milagros y Guanches de Tenerife. Comedia en tres jornadas." En la cubierta pone: " De Lope de Vega." En efecto: en la cubierta, que reproducimos, puede leerse, escrita por mano distinta de la que esoribió el título, el nombre del poeta, puesto sin duda posteriormente por la forma que está colocado el ordinal 1,' entre el nom- I N T R O D U C C I Ó N 11 bre del Fénix, y con el que el escritor o escribiente quiso señalar esta primera parte y anunciar una segunda, como promete al final de la última jornada y coimo puede deducirse del asunto. La letra del primer acto es distinta a la del aegundo, en el que se señalan la separación de las estrofas. Distinta parece también la letra que comienza el tercer acto, que cambia en la segunda hoja del mismo, para reaparecer en las tres últimas. Los copistas, pues, han « ido algunos más que este " Juan Pérez" que nos indican los catálogos. Las letras, con la natural vacilación ortográfica de la época y su anarquía en el empleo de las mayúsculas, que muestran, como indicamos, más de un copista, nos indujeron a ortografiar a la moderna, con el propósito de facilitar la lectura al mayor número posible de lectores, pensando siempre en nuestras islae. Si las letra « y el nombre del copista no nos fuera dado, muchos otros detalles erróneos nos hubieran mostrado que no se trataba de un original. En la conversación que tienen los pasitorcs con el zahori tuvimos que alterar la colocación de los versos para hacer inteligible el chiste que el autor hace; en el interesante soneto que dice Castillo en el acto tercero, lamentando sus de « dichas, el copista ha escrito Entendimiento por En-dimión. por desconocer, sin duda, quién fuera este personaje, ele. El hallarnos, por tanto, con un copista no muy versado, nos hizo afirmar la determinación de transcribir a la moderna. 4. " Los GUANCHES DE TENERIFE", DE LOPE DE VEGA. La comparación de la presente obra, atribuida a Lope sin duda por el parecido de títulos y asunto, y la indudablemente escrita por el Fénix, que en adelante llamaremos, para abreviar, " Los Guanches", permite afirmar grandes diferencias en ambas. Comencemos, por de pronto, las referentes a las fuentes de lae do « comedias. 12 INTRODUCCIÓN La oibra que inspiró a Lope sus " Guanches" fué el poema de " Antigüedades de las Islas Aforlunadaa", que en 1605 publicó en Sevilla el bacliillcr Antonio de Viana, o " Poema" de Viana, como entre los canarios se llama. Lope conoció a nuestro bachiller, sin duda en Sevilla, donde estudió Medicina nuestro paisano, y en una época en que el Fénix vivió días apasionados con Micaela de Lujan en la ciudad andaluza, donde editó Viana su obra. Lope debió impresionarse con la obra de aquel muchacho, que tenía unos dieciséis años menos que él, pero que ya mostraba un temperamento apasionado también, y con el que acaso simpatizase. El " Poema" de Viana lleva inserto un soneto del Fénix en lugar preferente, y en el que « e hace un vaticinio al novel poeta: Si en tiernos años, atrevido al Polo, miras del Sol los rayos orientales, en otra edad serás su Atlante solo... Pero, desgraciadamente, de Viana, aparte de un soneto a Cairasco, sólo se conoce la obra que inspiró a Lope sus " Guanches de Tenerife", una de las " mil y quinientas" que en " horas veinticuatro" escribía el gran poeta, que — como apunta el Sr. Menéndez y Pelayo en la introducción a la misma— no leyó integró el largo poema del bachiller, sino algunos cantos que utilizó. Ya en " San Diego de Alcalá" (" Obras de la Real Academia", tomo V), aparte de los versos que dedica a la expedición de Drake y su paso por Canarias, en " La Dra-gontea" Lope se había ocupado do Canarias. Pero en " San Diego de Alcalá" los indígenas isleños están tratados como trata genéricamente al salvaje el civilizado del siglo xvii. Lope, que posiblemente escribe esta obra en 1588 ( como apunta Mcnéndez y Pelayo en el prólogo correspondiente), no había leído aún el poema de Viana, detalle en que no repara Menéndez y Pelayo cuando dice, en el referido pro- ••• ÍÍ; Í-..; \^^^¥?'. ' Jfi/ c ^ lí.'/'>'!' '/^-^ ^ • y.- rt ¡!>',.„•'!_.// i> M tf'ttilfr'f Jt ,^ c « r/^/•••/ L^ Vi- í-'. « '' j.- A< , ik/^ v/:-*.^ >- c ��� L i / n í ' • * y •' V f y t * , iTAnVr. , . í i A » , i/ rvní-**- Jn^ . fz^ ,^/^ ->'^' ' A I- ^ • í ; « ** S>'' íiiíSiV I N T R O D U C C I Ó N 13 logo de " San Diego de Alcalá", que a Lope no le era desconocida la historia de aquellas islas. En 1588, sí. Entonces no se saibía de ellas más que el " Canario", el baile dol que supieron los salones de Luis XIV, y entonces tan universal como luego nuestro vino. El " Canario" certificaba en aquella época la existencia de un país lejano, envuelto en leyendas, mezclado a la isla duende de un mágico San Bo-ron- dón medieval. Y Lope escribe de las islas lo que salic: la historia del santo que estuvo en Fuerteventura y una letra de " Canario". Examinemos el argumento de " Los Guanches", que nos permitirá hacer algunas relaciones con " Nuestra Señora de Candelaria". Los personajes que intervienen en la obra de Lope están, unos, tomados de Viana, con idénticos nombres, y otros, alterados al gusto de Lope: Alonso de Lugo, Lope Fernández, Trujillo, Casltillo, Bencomo, DácU ( su hija), Tiniguaro, conservan los nombres; pero Sigoñe, el capitán guanche de Viana, es, en Lope, Siley; el agorero Guaña-meñc, de Viana, Sileno, y los pastores que encuentran a la Virgen, Manil y Firán, nombres muy a propósito para su función isegún la época de Lope, así como los de Palnii-ra, Erbasia, etc., que da a las isleñas. En el primer acto Lope sigue exactamente a Viana: Don Alonso quiere concpiistar Tenerife. Dácil pinta a su jiadre Bencomo, las l) ellezas de La Laguna, y pide permiso para bañarse en ella. El agorero anuncia la venida de los españoles en " aquellos negro'S pájaros de España". Encuentro de Dácil y el capitán Castillo, desprovisto de la emoción poética que en él imprime Viana ( Canto V del " Poema"). Castillo es aquí un fanfarrón de comedia, un poco " miles gloriosus", y Dácil una salvaje que repite como un papagayo: "¡ Lindo español!". Castillo, que ddbía ser el galán, el personaje heroico, serio, enamorado, quiebra la concepción de lo que el mismo Lope entendía por teatro 14 INTRODUCCIÓN al ser la figura del protagoiústa una mezcla de figura de donaire, contra lo preceptuado. Lope hace on contraste, muy de la época, entre el salvaje y el civilizado. En este acto, que, como con razón afirma Menéndez y Pelayo, es el mejor de la comedia, Lope ha seguido fielmente a Viana y ha escrito bellísimos VCTAOS, tales como los que pone en boca de Castillo al llegar a la fuente, y los que dice la infanta cuando va a bañar « e; pero en los dos actos siguientes se separa bastante de nuestro bachiller y construye de prisa y malamente. En el segundo acto inventa un artificio que atribuye al complejo salvaje de loa indígena « , que toman el alma por un objeto concreto desconocido. No deja de parecer el recurso a Menéndez y Pelayo un tanto ñoño, como en efecto lo es; pero Lope, en estos caso « que enfrentaba el salvaje con el civilizado, tenía el propósito de ahondar las diferencias, conforme al credo de su época. Tinguaro, hermano del rey isleño, quita la espada al eepañol Trujillo, recurso que toma de Viana, aunque no con exactitud. Ganan los indígenas la batalla, que corresponde en Viana a la Matanza de Acentejo. Recobra Trujillo la eapada y vánse los españoles a Canaria. En el aoto tercero ocurre la aparición de la Virgen a los pastores, como se cuenta en Viana. Castillo, en traje de indígena, se ha quedado con los isleño* y promete ante una peña a Dácil que » e casará con ella, admirando la sim » plicidad de la infanta por creerle. Vuelven los españoles. Cantan los pastores bellísimos versos a la Virgen j a lo* " pajarillos canarios*'. Lope hace aparecer a San Miguel ( patrono de la isla)* presentándose ante Bencomo para que se rinda, milagro atribuido libremente por el poeta, asi como el final que ejecuta la Virgen al servir de testigo a la promesa hecha por Caatillo a Dácil ante una peña, toda vez que ésta se abre y aparece la Virgen, en testimonio de que la pro- I N T R O D U C C I Ó N IS' mesa debe cumplirse. Tras e » te milagro, que siempre ee ha contado del Cristo de la Vega en Toledo, los indígenas se entregan y bautizan y los galanes van a casarse con las isleñas, " Lois Guanches de Tenerife", citada en la segunda lista de " El Peregrino" — dice el Sr. Menéndez y Pelayo—, es » por tanto, anterior a 1609. El propósito que sin duda animó al autor no fué otro que el de hacer una de las tantas obras de circunstancia y aprovechar un argumento para hacer una obra más, que apenas cuida y que poco debió interesarle, a juzgar por la prisa que tiene en plantear y acabar un acto tan flojo y precipitado. La conquista de Tenerife era un hecho español y el " monstruo" tenía que registrarlo en su haber poético. Los propósitos del autor de " Nuestra Señora de Candelaria" son otros. 5. " NUESTRA SEÑORA DE CANDELARIA".— FUENTES, Los personajes que intervienen en " Nuestra Señora de Candelaria" son los siguientes: Bencomo, Acaymo, Libio » Gaiocán, Guacoldo, Cinocafio, Orodante, Artabano, Lisi-dauro, nombres que corresponden — según el autor— a lo* nueve menceyes o reyes de la isla; Rosamira, he( rmana de éstos; el capitán Castillo, Diego de Herrera, Sancho de Herrera, su hijo; los pastores a quienes ee aparece la Virgen, Dorieto y Lucindo, y un Piloto. La fuente principal de esta comedia es el pequeño libro — tan initeresante por otros motivos— titulado " Del origen y milagros de N. S. de Candelaria, que apareció en la isla de Tenerife, con la descripción de esta isla, compuesto por el P. Fr. Alonso de E « ípinosa, de la Orden de Predicadores, y predicador de ella. Impreso en Sevilla, año 1594, Reimpresa en Santa Cruz de Tenerife, año 1848". 86 INTRODUCCIÓN £ 1 autor de " Los Guanches de Tenerife" deaconocía « gta obra y sólo utilizó para componer su comedia el " Poema" de Viana; pero el autor de " Nuestra Señora de Candelaria" siguió muchas veces casi al pie de la letra el libro del Padre Espinosa, como ae puede comprobar en las notas que acompañan al presente texto de la comedia. El Padre Espinosa noe dice que el rey de Adeje dejó nueve hijos, que a su muerte se levantaron cada uno " con AM pedazo de tierra, haciendo término y reino para si". El mayor — dice— se llamaba Betzenuhya, que tiranizó Tao-ro; el mencey de Guiímar era Acaymo; el de Aibona, At-guaxoña y Atbitocarpe, el de Adeje. El nombre de los menceyes de Naga, Tegueste, Tacoronte, Icode y Daute, se ignora, afirma el citado autor. Cuando reinaban eeito « men- « eye « ocurrió la aparición de la Virgen, hacia 1400 ( según el autor que seguimos); cuando se conquistó Tenerife ( 1494) reinaba Bencomo en esta isla, y otro mencey. Ha* mado también Acaymo, en Guimar. Espinosa no consigna • otros nombres; pues bien: el autor de " Nuestra Señora de Candelaria" identifica nombres y fechas en laa mismas personas e igual tiempo; y la comedia, que no » e refiere a la época de Fernández de Lugo el Conquiftador, sino a la de los Herrera ( señore* de Lanzarote y la « islas menoret), tiene, no obstantfe, como personaje real más importante, al Bencomo histórico de 1494. Lo propio ocurre con el famoso capitán Castillo. Los reyes indígenas, lo « pasAore « , están, por tanto, tomados del Padre Espinosa; pero ¿ de dónde saca el autor a la infanta Rosamira y al referido Caistillo? El Padre Espinosa no cita infanta alguna, y entre una larga lista ( páginas 67 y 77) inserta el nombre de Gonzalo del Castillo, pero nada más. I N T R O D U C C I Ó N 17 6. DÁciL Y CASTILLO. Examinemos el origen de esta pareja— la infanta, el capitán—, muy repreisentativa de la sociedad tinerfeña: el hombre peniíMular, que se une a la mujer isleña, simboliza la fusión de las isla « con el Continente. Otro dato sería el natural impulso seleccionador de raza que prefiere siempre renovar » u sangre familiar, instinto que explica la significación del legendario rapto de las Sabinas en etnografía. Don Juan Núñez de la Peña, el historiador canario que escribe en 1676, en eu " Conquista y antigüedades de las Islas de la Gran Canaria" ( edición de 1847, Santa Cruz de Tenerife), niega, en la página 110, el episodio amoroso de la infanta Dácil y el capitán Castillo, tan primoroAamente cantado por Antonio de Viana en 1604. Viana, pues, ha sido acusado de inventar una trama que no sabemos de dónde toma; « ñn embargo, el mismo Núñez de la Peña, en la página 162 de su oibra, dice qi^ e la infanta Dácil se llamó Doña Mencía del Castillo, y que se casó " por amores" con el capitán Castillo. Si esto es así — pregunta el inolvidable sacerdote y cronista Rodríguez Monre en el prólogo a la edición que del " Poema" de Viana hizo en 1904—, ¿ dónde eatá la inexactitud de Viana? A pesar de impugnarlo, Núñez sigue a Viana, y el propio Viera, de tan buen sentido, que escribe en el siglo de las luces, no puede menos que insertar en su Historia de las islas los amores de la simbólica pareja. Pero D. Marcelino Menéndez y Pelayo, que a pesar de su religiosidad ortodoxa es hijo de los métodos científicos de su época y tiene una cabeza positivista, se complace en el referido prólogo a " Los Guanches", de Lope, en suscribir la primera negación de Núñez de la Peña, y también en arrojarla como un reproche a Viera, " que « uele — dice— mostrar ironía volteriana en casos más graves", pbr el hecho 1*< INTRODUCCIÓN de haber creído nuestro elegante historiador " el cuento de los amores" de la infanta y el capitán. La razón histórica de este " cuento" la han defendido casi todos los historiadores canarios, sin interrupción; la razón poética del hecho y la defensa de Viera la ha mo « - trado el malogrado Agustín Espinosa en una bella conferencia que con motivo al centenario de Viera pronunció en el Círculo de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife en 1931, y que el Instituto de Estudio » Canarios imprimió en 1935 oon el titulo " Sobre el signo de Viera", La Laguna. 7. Los PERSONAJES DE LA COMEDIA. El autor de " Nuestra Señora de Candelaria" no desconocía los amores de la infanta y del capitán, porque, además de la obra de Espinosa, conoció tamliién ei " Poema" de Viana. Pero la que en nuestro bachiller y en Lope e « infanta Dácil, hija de Bencomo, es ahora Rosamira, hermana del rey de Taoro. El hecho de que únicamente lo « reyes podían ca « ar con sus hermanan si no encontraban mujer de BU clase, y que consigna Espinosa, coimo puede verse en la nota correspondiente al texto ( hecho que silencia y repugnaba a Viana, que indirectamente censura estaa afirmaciones a Espinosa), da al autor ba « e para crear este personaje femenino que venía ya dado, pero no en calidad de hermana de los reyes, que es lo que plantea el drama de la pareja. L9 infanta Rosamira es también ahora la infanta enamorada, bella, que espera su ventura del mar; pero defendiéndose del amor que inspira a sus dos hermanos Bencomo y Acaymo, se defiende hevoicamente de los dos, y su figura adquiere un relieve de personalidad inquebrantable y sólida que no lo manifiesta ni aun la Dácil de Viana. ¿ De dónde toma el autor esta notable creación femenina? Exi « te en el " Poema" de Viana ( el eatudio del cual I N T R O D U C C I Ó N 19 hemos hecho en un trabajo aun inédito), un importante personaje femenino oscurecido por el papel de la infanta Dácil, y en el que « e ha reparado poco por parte de los autores que de Viana han escrito: nos referimos al de la infanta Guacimara, la infanta indomable, fuerte, apasionada y constante que encaja « ns « entimientos y su voluntad en la doctrina renacentista ( y en el fotwio, cristiana) de la libertad humana, de la voluntad y el albedrío libre. Guacimara se rebela contra su propio padre porque, enamorada del príncipe Ruimán, no quiere casarse con Tinguaro, el hombire que su padre le impone, y romo no lo acepta y ee lo dice al propio Tinguaro, se marclia de au casa en circunstancias que no son de este lu'gar exponer. El autor de " Nuestra Señora de Candelaria" quiere crear un tipo de mujer constante ( cualidad tan preciada en la Contrarreforma), fiel a su destino y a sus sentimientos, que « i antes se defendía de sus heivnano « , una vez que ha visto a Castillo y se ha enamorado de él por " flechazo", ~ que es en el xvii la forma noble y verdadera de enamorarse, este amor anida en su corazón para siempre y espera, e « pera más de diez años mirando al mar a que éste le traiga de nuevo su ventura. El conflicto dramático de Dácil, pues, < K> agiganta en Rosamira con el parentesco de los reyes. En las línea » constructivas del personaje de esta comedia, está superpuesta la Dácil con la Guacimara de Viana. Cuando Rosa mira protesta ante sus hermanos de que traten de obligarla a elegir, dice: Por ventura, ¿ hay ley que ordena que si a la amorosa pena no da mi pecho lug « r tenga por fuerza de amar? Si desto hay ley no es ley buena; que si es amor voluntad pendiente del corazón. 20 INTRODUCCIÓN Nadie la vida me taae. Dejadme o queréis que diga que queréis mi amor forzado... Ya Guacimara, al final del Canto V, pág. 155, ha dicho: " Que sujetar mi voluntad entera a quien no tengo amor, que amor forzoso, amor no es, sino rencor odioso"... En el mismo noimbre de Rosamira nos parece ver el recuerdo de una lectura a Rosalba ( otra princesa guanche de Yiana) y Guacimara, mezclado » . La eacena del encuentro de la infanta y el capitán que está en Lope desprovista de toda emoción sentimental y humana, cobra en esta comedia el mismo sentido que Yiana imprimió a sua famosas octavas del citado Canto V. En " Nuestra Señora", como en Vian*, el encuentro es lógico, y los enamorados por la difeirencia de lenguas no se entienden. Castillo, enamorado puro, héroe de una sola pieza, constante y también fiel, e> s paradligmático de la noble figura del " Arte Nuevo" de Lope, sin mezcla alguna de figura de donaire: " Ángel, salvaje o mujer, llega acá, dame a entender qué tierra es esta que piso; que diré que es paraíso si tardas en responder. Se ha enamorado súbitamente de la infanta, que no es « 1 papagayo tonto de Lope, sino una mujer inteligente y - enamorada: " Hombre, árNgel, quiero y no te puedo entender, amigo," I N T R O D U C C I Ó N 21 Y en adelante lo va a amar sin condiciones, de una manera apasionada, sin meliuidree. Su fino eapíritu acogerá también el divino misterio de la Virgen, 7 a ella se encomendará aun sin ser cristiana todavía. La onomá& tica que usa el autor, no « ha dado que pen* » ar más de una vez. Sólo el nombre del rey Guacoldo nos recuerda una lectura a un nombre citado por Viana ( pá* gina 75), Leocoldo, al que el autor antepondría la raíz "^ a" tan indígena, por cierto; el resto no « abemos ei son, efectivamente, imaginarios. En cuanto al de los pastores, Lucindo y Doristo, en Lope hay dos personajes no pastores (" La discreta enamorada"), que se llaman Luoindo 7 Doristeo. Nos interesa consignar el detalle de terminología onomástica muy de la época. La personalidad de Bencomo, en cambio, se resiente un ' poco de la grandeza que le informa Viana 7 la gravedad de Lope; aquí es un enamorado, como « u hermano Acaymo, bien que la tradicional figura histórica tenga en él las casracterísticas que Espinosa dio al rey de Taoro, cualquiera que fuese el nombre 7 época en que vivió. El zahori Guañameñe, de Espinosa 7 Viana, se llama aquí Guayamo 7 se le reviste de unas dotes de autoridad que no tiene en el bachiller, toda vez que en el " Poema", Bencomo, irritado con unas profecías que le son adversas, ordena su muerte. Pero a igual que aquí, profetiza también a la infanta que un hombre que " por la mar vendría", había de ser " su amado esposo"; no así el Sileno de Lope que sólo anuncia la venida de " los pájaros negros", imagen que aprovecha de Viana 7 éste, a su vez, de Espinosa. " Por el cerúleo mar— dice en Viana el agorero— vendrán nadando pájaros negros de mu7 blancas alas". A esta imagen no alude el Gua7amo die la comedia. Las figuras de donaire las representan, discretamente, los pastores Lucindo 7 Doristo, pero poco acentuadas. 22 INTRODUCCIÓN 8. ARGUMENTO DE LA COMEDIA. Veamoa sumariamente el argumento de la comedia, que nos permitirá hacer referencias. El acto primero comienza con la disputa de loa nueve hermanos acerca de la división del reino que Bencomo estima le corresponde íntegro. El zahori Guayamo, revestido de una especie de autoridad sacerdotal, se los reparte a gusto de todos y les dicta las leyes a que han de someterse, relación que sigue ordienadamentc la exposición dada por Espinosa. Encuentro de Rosamira, a la que sus hermanos persiguen amorosamente, con el capitán Castillo. La infanta, que se ha quedado sin tierras en el reparto, no acepta el ofrecimiento de sus hermanos, y, nueva Diana, marcha al monte de cazadora. A los hermanos pone en paz un suceso: la aparición de la Virgen de Candelaria a los pdstores en las circunstancias que Espinosa y Viana cantan. El asunto, pues, se plantea enteramente en el primer acto y en él ocurre la aparición de la Virgen. En el acto segundo, Rosamira ee queja a la Naturaleza de sus desdichas, en un lamento que recuerda el llanto de Nemoroso en Carcilaso. Un bello soneto da comienzo a la escena. La infanta teme que el objeto de su amor lo sea a la vez de " mil daños" paira el reino. El zaliorí Guayamo — ro'bado por Castillo en el primer acto—, es identificado aquí con aquel muchacho que en Espinosa llevaron los cristianos de Lanzarotc a su isla y le instruyeron en la fe de Cristo; una vez bautizado, volvió a su patria y mostró a los naturales ante la Virgen las excelencias de la Religión cristiana. Este mozo, que en Viana se llama Antón y hace ante el conquistador Lugo una gran relación de su vida y de los misterios divinos, es identificado por el autor de " Nuestra Señora" con el zahori. I N T R O D U C C I Ó N 23 Guayaimo, pues, que ahora ae llama Antón, hace en romance una larga y cansina exposición de las maravillan del mundo civilizado, y se extietule en consideraciones amplias, desarrollando la tradicional teoría ptolomeica del mundo, mezclada a la vieja dootriiui teológica medieval. Históricamente confunde a Enrique el Doliente, con Enrique IV. Instruye a los naturales en la doctrina cristiana y en sus sagrados misterios, resolviendo las dudas de los reyes sobre el particular en una larga tirada de octosíla* bos, en los que explica la rebelión de Satán, la creación de la pareja humana, primer pecado, misterio de la Encarnación, Pasión y Resurrección de Cristo. Los reyes reverencian a la Madre de Dios y hacen grandes fiestas en su honor. Queda Antón de sacristán de la Virgen ( según la tradición), a la que Rosamira se encomienda. El capitán Castillo, que disfrazado de guanche ha traído a Antón, entra al servicio de Rosamira. La trama va a consistir en que Bencomo y Acaymo lo requieren para que trabaje en favor de cada uno con su señora, y él, que ha vuelto al cabo de más de diez años sólo por la infanta, ve sus esperanzas frustradas ante tales poderosos contrincantes; pero, fingiendo acceder, casi ( como recomienda Lope en el citado " Arte de hacer comedias") les engaña con la verdad. Sanolio de Herrera y fU pailre Diego, señores de Lan-zarote, vienen a visitar la isla y a la Virgen. Voces celestiales cantan las excelencias de esta Señora, a la que adoran todos. El autor, siguiendo siempre a Espinosa preferentemente, utiliza el episodio del robo de la imagen por Sancho ( que apquí lleva a cabo Diego) para comenzar el acto tercero, en el que intercala un milagro tan estupendo — de su invención, claro—, y que en la tradición literaria ma-riana habría que remontar a Beroeo para encontrarlo tan extraordinario: sorprendidos los amantes por los reyes. 2X I N T R O D U C C I Ó N y convencidos estos del engaño de Castillo, dispor. en que con la infanta sea arrojado desde lo alto del Teide, Este designio lo toma sin duda el autor de Viana, pues Bencomo, en el " Poema", qui « o también arrojar desde el monte de Tigayga a la pareja Rosalba- Guetón, por imputarles un crimen que no cometieron. Pero un acontecimiento sobrenatural, que en el público del XVII debió jugar el mismo papel emotivo que en el público actual la llegada de los salvadores en el film ame-ricano, cuando lo « protagonistas zozobran, impide la muer » te de la infanta y el capitán. Arrojados éstos desde la cima, una nube recoge a los enamorados y los deposita en el suelo, sin daño alguno, al tiempo que aparece la Virgen. Absortofl y admirados los reyes, perdonan a tan privilegiada pareja y consienten en su unión. Llega luego Sancho de Herrera a devolver la imagen robada, según se cuenta en Espinosa y Viana. Piden los españoles amistad, conversión y sumisión, a lo que Bencomo contesta conforme a Espinosa, como puede verse en. la nota correspondiente al texto, y, disponiéndose a celebrar grandes fiestas todos, termina la obra prometiéndose una segunda comedia. 9. EL PROBLEMA DEL AUTOR. ¿ Escribió Lope de Vega e « ta obra? El propósito de\ autor es, desde luego, distinto aquí al de Lope en " Los Guandies". Se trata aihora de una intención de edificar con los milagros de la Virgen, verdadera protagonista de la obra, que aparece en los tres actos y lo santifica todo hasta con su ausencia. Los naturales, que primero surgen con BUS leyes, algunas repugnantes a un espíritu cristiano de la época ( la prueba es que Viana silencia y discute lo que se refiere a ello, bien que en el bachiller existían ade- I N T R O D U C C I Ó N 25- más otro « moiivos), que se manifiestan tal y como Espinosa nos cuenta que eran, por virtud de la Virgen haoen las paces y « e sienten conmovido » y convencidos rápidamente por las explicaciones que les da Antón. A estos guanohea no les falta más que el bautismo para ser excelentes personas, como a los de Viana; pero lo que en Via-na se explica, por llevar sangre indígena en sus venas y por ser isleño, se explica en este autor, que no es de Ca-naria « ni estuvo en ellas, por virtud exclusiva de la Candelaria. Y decimos que el autor ni es hijo de Canarias ni estuvo en ellas, por diferentes detalles que existen en la obra. El que a los enaimorados se pudiera contemplar desde abajo estando en lo alto del Teide, la cita del " jabalí", la confusión de nomJires de lugar, etc., así nos permite afirmarlo. La intención es aquí, pues, glorificar a la Virgen de Candelaria y señalar la extensión de sus beneficios. En cuanto a la versificación: romances para las relaciones, algún soneto para los que esperan ( bastante logrado el de Rosamira al comenzar el acto segundo, y cultista el de Castillo en el acto tercero), lo doíminante son las quintillas de tipo ababa y aabba ( que Lope usa en el primer acto de sus " Guanches de Tenerife"), aparte algunos tercetos de endecasílabos y algunas estrofas de siete versos octosílabos, etc. Nn se emplean, como Lope en la citada Oíbra, octavas reales en esta comedia. Es extiraño que Lope de Vega, en su afán de captar lo que de poético haya siempre en lo popular indígen< a. no usara— de escribir esta obra— ninguna letra de " Canario" en " Nuestra Señora de Candelaria"; él, que lo creyó obH-gado hasta en " San Diego de Alcalá". Carece la versificación de pocos matices estrictamente líricos, y es a veces floja, ripiosa, sin esa ligereza elegante y fina que imprime el Fénix a sus producciones. Si exceptuamos los sonetos,. 28 INTRODUCCIÓN rias, o que por otra « circunaitanciag quisiera escribir una abara como " Nuestra Señora de Candelaria", una de tantas comedias de santos del siglo xvii, que nos indica hasta qué punto la fama de la Virgen morena se extendió por entonces. Pero cata última conjetura e « sólo una circunspecta afirmación qne, desde luego, está sometida a rectificaciones, para las que nuestro trabajo investigador no nos ha proporcionado aún los datos. MARÍA ROSA ALONSO. NOTA.— Si el lector se interesa por todo lo referente a la aparición de la Virgen de Candelaria, su historia, tan en relación con los aborígenes guanches, sus miUgros, etc., vea la interesante obra del citado presbítero y cronista José Rodríguez Moure: " Historia d « la devoción del pueblo canario a Nuestra Señora d* Candelaria". Santa Cruz de Tenerife. Librería y Tipografía Católica. 1913. Allí encontrará relación de autores qu<, a partir de Espinosa, han tratado d< la santa imagen. Todo lo que posteriormente se ha escrito sobre este asunto, salvo algunos trabajos del historiador isleño Sr. Bonnet (" La Virgen de Candelaria y el milagro de la cera"; " La Tarde", Santa Cruz de Tenerife, febrero de 1932; " La Virgen de Candelaria"; " La Prensa", 11 de agosto del mismo año), no ha sido sino un calco directo de la obra del Sr. Moure. En cuanto a las obras de Espinosa y Viana, a que hago relación de páginas en las notas finales y en la Introducción, son éstas: " Del origen y milagros de N. S. de Candelaria". Compuesto por el P. Fray Alonso de Espinosa. Reimpresión de Santa Cruz de Tenerife. 1848. La edición a que aludo del " Poema" de Viana es la siguiente: " Antigüedades de las Islas Afortunadas". La Laguna, 1905. Se trata de la edición última, hecha por el citado señor Rodríguez Moure. COMEDIA FAMOSA DE LOS GUANCHES DE TENERIFE Y APARECIMIENTO Y MILAGROS DE NUESTRA SEÑORA DEr LA CANDELARIA F I G U R A S BENCOMO. SANCHO DE HEMRERA. ACAYMO. LlSTOAURO. GAIOCAN. ROSAMIRA. GuAcoLDo. CASTILLA. LIBIO. DORISTO, pastor. CiNozAFio. UN PILOTO. ORODANTE. LUCINDO, pa » tor. ARTABANO. DIEGO DE HERRERA. GUAYAMO. ACTO PRIMERO Salen Bencomo, Acaymo, Gaiocán, Cinocafio, Livio, Orodante, Guacaldo, Lisidauro, Artabano, todos nueve vestido » de pellejos, unas varas tostadas en { « u manos a manerq de doradas \ Dice Bencomo: BENCOMO. Rey he de « er, si pese a todo el orbe, pues que la herencia de derecho es mía. 1. " Las armas ofensivas con que peleaban, que defensivas ( si no eran los tamarcos que rodeaban al brazo u< na9 pequeñas tarjas de dragos no las tenían, eran unas baras tostadas y aguzadas, con ciertas mués-quecltas a trechos y con dos manzanas en medio en que encajaban la mano para que no desdijese y para que no rues « con mis fuerza el golpe." Espinosa, Ub. I, cap. VIII, págs. U- IS. 30 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA AcAYMO. . Seráalo, cuando no haya quien lo estorbe; deja, Bencomo hermano, e » a porfía, no causes que te pongan en aprieto, los que tienen tu lado y compañía. BENCOMO. ¡ Que contra mí sois todos, en efecto! ¡ Que a aquel que es de todos el mayor her- [ mano perdáis, desvergonzados, el respeto! AcAYMO. Modérate en hablar, blanda la mano que no es mucho ser todos en tu ofensa, si contra todos quieres ser tirano. BENCOMO. NO soy tirano, la deidad inmensa, que sustenta la máquina del cielo, y en uno y otro a su querer dispensa me abata y me destruya, si es mi intento mandar en cosa má « de lo que es mío. AcAYMO. Di en qué manera, ¿ a ver? y ésta venida ha de echar Í) RODANTE. ¡ Dilo! BENCOMO. Dirélo; no penséis que se mueve mi albedrío, sosegaos y las armas alteradas en tanto amainen su orgulloso brío. ACAYMO. Ya las armas tenemos sosegadas y ertamos sosegados; ¡ faabla luego! BENCOMO. ¡ Oh, mocedades mal consideradas, y cómo os vence el encendido fuego « in mirar la razón, que ha sido electa para dejar con mayor sosiego! ¿ Qué novedad, decidme, os inquieta? ¿ Ya del difunto padre, el mandamiento, y del reino la ley no se respeta? ' Aquél que a estas islas al regio asiento dio principio, apandó que se guardase la misma ley que yo guardo y sustento. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 31 y fué la ley que el hijo que heredase al muerto padre, poseyese el mando . y el reino, como suyo, administrase, y en muriendo el segundo, tras él venga ei tiene hermanos aunque hijos tenga,> al hermano segundo entre heredando y este tal en muriendo y acabando el otro que se sigue y desta suerte, entre todos este orden se mantenga hasta que ya entregados a la muerte los hermanos que hubiere el mayor hijo del mayor que heredó, vualva la suerte. Esta ley me dejaron, esta elijo; sin hermanos murió mi padre amado, el reino heredo de él, por él me rijo; cuando desta vida haya pasado, podéis irme vosotroe sucediendo como el legislador dejó ordenado'. AcAYMO. El que dijo esa ley, según yo entiendo, nunca pensó que hubiera hermanos nueve que fueran unos de otro pretendiendo. ¿ Quién habrá que lo tal por bueno apruebe que espere cuando menos el postrero a ocho, que la muerte se los lleve? Segundo hermano soy y ser primero pudiera con tu muerte en algún día, mas yo no he de pasar por tan mal fuero, S. " A quien todos conocían superioridad era al rey de Taoro, que tenia seis mil hombres de pelea, según los naturales afirman, y es de notar que aunque éstos heredaron y sucedieron al padre, $ us descendientes no asi, pONiue . el modo que de suceder tenían era que la sucesión de los reyes no era de padres a hijos, sino que si el rey que a la sazón reinaba tenia hermanos, aunque tuviese hijos no- heredaban los hijos, sino el hermano mayor; y éste muerto, heredaba el otro hermano, y asi hasta que no quedaba hermano algruno; y entonces volvía la herencia del reino al hijo mayor del primer heredero, y asi de uno en otro Iba sucediendo." Espinosa, ídem Id., pie- 13. 32 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA BENCOMO. ' ORODANTE. BENCOMO. ZAHORI. ACAYMO. 2AHORÍ. por cierto; bueiva ley, bueno aería que por reinar e « té yo deseando la muerte tuya y los demás la mía. En nombre de los ocho te demando que el reino en nueve parte* lo dividas: gocemos cada cual de cetro y mando, ¡ Primero costará más de una vida, que el reino es mío y solo de derecho, por justa herencia y ley establecido! Habráslo de hacer a tu despecho. ¡ Muera el traidor, hermanos, y Acaymo viva, pues busca el general provecho! Viviré y moriréis, que en nada estimo de todos ocho el término insolente, pues yo a lo que es justicia y ley me arrimo. ( Sale Guayamo, zahori.) ¡ Teneos, infantes; tú. Bencomo, tente! ¿ Quién nos detiene? El zahori Guayamo, el que en el alma esta discordia siente, que viendo ahora vuestro mal, rec^ lamo cese, por Dios, pendencia tan reñida, que a todos os adoro, quiero y amo; el reino y no la sangre « e divida, pues que sois de una sangre descendientes, que todos sois un cuerpo y una vida. ¡ Que yo os anuncio que de extrañas gentes será muy presto esta pequeña isla sujeta a otras leyes diferente*! Reñís por ella y con rigor pedísla el uno al otro, y con armada mano como enemigos fieros combatísla; pues no penséis, que pensaréis en vano, que vuestro reino en ella será eterno: que acaibarse tiene, y aun temprano; NUESTRA SEÑORA OE LA CANDELARIA 33 bien p « iMáÍ8 que otro reino « in gobierno no hay en el mundo, « ino el vuestro solo, ¡ pues muchos cubre el cielo sempiterno! Vosotros no sabéis más deste polo y menos lo té yo, mas adivino lo que será verdad, sin fraude o dolo. Ya « aibéis que me dio el dador, divino gracia en adivinar en lo futuro, y que os declaro la verdad contino; pues como siempre vuestro bien procuro, me puse a adivinar, y adivinando hallé que os amenaza el hado duro. De la parte de Oriente, al mar surcando, no sé cómo y en qué vendrá una gente que os quitará el gobierno, cetro y mando; si esto ha de ser así, hermanablemente gozad del reino en paz, mientras que el cielo que lo gocéis con libertad conaienle'. BENCOMO. ¡ Ah zahori Cuayamo, yo recelo que la verdad nos has pronosticado por las razones que contó mi abuelo! Y fué que siendo un día preguntado por el origen nuestro y descendencia. 3. " Porqu « bebía en este tiempo entre los gentiles un profeta o adivino <| ue también declan ser zahori, al cual llamaban Guanamono, < iue profetizaba las cosas venideras, y éste leí habla dicho que hablan de venir dentro de unos pájaros grrandes ( que eran ^ os navios) unas grentes blancas por la mar, y hablan de enseflorear la isla." Espinosa, Ídem, cap. VI, ptg. í « . Siguiéndole, escribe Vlina: " Por el cerúleo mar vendrán nadando pájaros neirros de muy blancas alas, truenos, rayos, relámpagos echando, señales propias de tormenta y malas; dellos saldrán a tierra peleando fuertes varones con diversas galas d « otra nación extrafla y belicosa, para quitarte « 1 rel> no poderosa." ( Outnaroene a Bencomo. Canto V, pág. 78.; 34 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA GUAYOCÁN. ORODANTE. ACAYMO. y qué origen tuvo nuestro estado, dijo que por cuidado y diligencia de hombres y por ser inquiridores de lo pasado tienen experiencia, « upieron de mayores a mayores que sesenta hombres y mujeres solos fueron de aquesta isla fundadores; pero de qué parte, tierra ni qué polos, ni cómo el mar surcaron, no han saliido, porque al olvido el largo tiempo dióles. Estos hicieron su habitanza y nido en esta isla; de ellos descendemos, sin que otro mundo hayamos conocido *. Pues si éstos cuyo origen no sabemos vinieron no sé cómo o por cuál arte, porque aquí sólo cielo y agua vemos, más mundo debe haber en otra parte; verdad no « has contado, bien aciertas por las gracias que el cielo en ti reparte; yo quiero, amigo, hacer lo que conciertas. Repártenos tú el reino y has de modo que acaben unas guerras y reyertas, y si alguno viniere a damos guerra, defienda cada uno por su lado, pues que le toca el término que encierra. ¡ Bizarro proceder! ¡ Consejo bravo! ¡ Dame tus brazos, ah. Bencomo hermano, que tu valor y discreción alabo! Deéde ahora confieso que te gano; desde aquí nuestra sangre se renueva; reparte tú los reinos por tu mano. 4. " Los naturales gruanches viejos dicen que tienen noticia, de In-memorarble tiempo, que vhiieron a esta isla sesenta personas, mas uo naben de ílónide, y se Juntaron y hicieron su habitación Junto a Icode." Espinosa, ídem, cap. IV, p4gr. 7. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 35 BENCOMO. TODOS. ZAHORÍ. ACAYMO. ZAHORÍ. Pue « por ú acaso esa gente de Levante viene a conquistarnos, acodamo » a remediar, hermanos, lo importante. Las tierras y lugares repartamos; repártalas Guáyame, como digo, si gra0tái « todos de ello. Sí gustamos. Tomad, pues, cada cual vuestros asientos en e « as piedras, sitio aCo « nodado para elecciones, juntas y contentos'. Su a « iento cada cual tiene tomado; toma tú el tuyo, amigo, y haz tu oficio. Mi oficio no requiere estar sentado. El que gobierna el cielo sea propicio en mi favor, que es la intención mía quitaros de contienda y de porfía, que, cual la mía, vuestra paz codicio. En nombre del que sustenta, desde su coro estrellado, el agua, el cielo y la tierra y cuanto El mismo ha criado, coanienzo el repartimiento, y a Bencomo, el mayorazgo, como a mayor y primero, le doy por su reino a Tauro, a Ilmober, la Rambla y aguas vertientes al mar salado, de quien se intitule y nombre rey solo, supremo y alto; 5. lEl rey... " sale de su casa al Tagoror, qu « era el liigai'do hacia su consulta y recibía loa pareceres de los de su Coasejo. Este lugar estaba delante de la pu « rta de su casa, en alguna llanura, y en circuito del ala redonda puestas a poco trecbo unas piedras en que se asentaban el rey y sus rasaUos al sol de Dios; y este Tagoror acostumbraban todos tener delante de sus casas mayor o menor, según la calidad y posibilidad de la persona dotide se juntaban a sus conversaciones." Espinosa, Ídem, cap. Ili, pig. ss. 36 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA TODOS. ZAHORI. TODOS. ZAHORÍ. a quien por ser mayor vuestro, aunque reye « coronados, debéis como a superior conocerlo y respetarlo. Si lo dicho OS satisface, debéis todos de jurarlo, respondiendo todos juntos: " Sí juramos"'. Sí juramos. Pues vaya tras de Bencomo, pues es el segundo hermano, el belicoso Acaymo, al cual le nombro y declaro rey de Güimar, las Alzadas, A/ tguaxora, Atbitocarpo. Resta confirmarlo todo « jurándolo. Sí juramos. Haya Guacoldo, el tercero, pues tiene el tercero grado, y sea de Taraconte rey electo y coronado; y por el mismo tenor • ea a Guayocán, el cuarto, y éata sea rey de Abona; 0. " Muchos anoi estuvo esta Isla y gente d « lla sujeta a un solo rey, que era el de A< leje, cuyo nombre ae perdió de la memoria; y coni) llegase a la vejez, a quien todo se le atreve, cada cual de sus hijos, que eran nueve, se levantó con su pedazo de tierra, haciendo término y reino por si. El mayor de los cuales, como lo era en edad lo fué en discreción, fuerza y Animo, llamábanlo Betzenuhya, o Quebetai por excelencia. Este tiranizó y sefloreó el reino de Taoro, que ahora llaman Oro-lava, cuyo término fué desde Sentejo itasta la Rambla aguas vertientes a la mar; tras del y a imitaclóin suya, los demás infantes tomaron y le levantaron con sus pedazos, llamándose mencey, que es rey. Acaymo se llanto e intituló mencey de Gulmar; de Abona, Atguaxofta, y Atblto-earpe, de Adexe. Los demás reyes, cuyos nombres se ignoran, reinaron en Naga, en Tegueste, en Tacoronte, en Icode y en Daute." Espinosa, Ídem, cap. VIH, pig. 13. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 37 y ' el quinto, que e « Lisidauro, sea el rey de Naga; y Libio, el sexto, que es sexto hermano, reine en Tegueste; y el séptimo sea él fuerte Cinocafio y sea rey de Icode; y « ea Orodante, el octavo, éeíe reine en Daute; y sea nono y último Artabano, y sea su reino Adeje. Con que nombrar acabo nueve reinos, nueve reyes, nueve amigos, nueve hermanos. Y para que sea má « firme lo repartido y trazado, por ser usanza del reino deisde 0U principio, saco del hueco de aqueste a « iento de Bencomo, el rey más alto, un hueso que fué del rey que dio principio a este Estado'; éste habéis de besar todos, y tomándolo y tocándolo sobre las cabezas vuestras, habéirs de decir: " Juramos por el día en que te viste grande rey, en todo cuanto « e descubre y se divisa del Teida el monte nevado, por quien se dijo nivario 7. El autor toma « qul los nombres cl « los reyes ( se^ ún Espinosa) por nombres de lug: ar, o los altera ( le Intento. Lo mismo hace al dlstrUiulr las tierras a Bencomo: Imobach era precisamente el nombre del rey de Taoro en el tiempo de los Herrera, segün el citado autor. 38 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA TODOS. ZAHORI. el dñtrito que gozamos', de guardar y de cumplir lo que los reyes pa « adog guardaron en este reino, no cediendo o traspasando las leyes que introdujeron." ¿ Juráslo así? Sí juramos. Y aunque sé que no ignoráis las leyee a que obligados eBtái « de guardar, oídme, que os las refiero y declaro: La primera es conocer a Dios sumo y soberano por sustentador de todo, por sublime, grande y aho'. La eegunda, ley que suele y debe guardarse, es cuando quisiera casarae alguno con cualquier mujer, llegando 8. " Cu » ndo alzaban por rey a alguno tenían esta costumbre, que ckda reino tenia un hueso del mis antiguo rey d « su linaje envuelto M> sus pellejuelos y guardado, y convocados los más anclamos al Tagoror, lugar de Junta y consulta, después de elegido el rey dábanle aquel huoso a besar; en besándolo lo ponían sobre su cabeza, y después del loe demás principales que. allí se bailaban lo ponían sobre el bombro y declan: " Agone Yacoron Yflatzaluina Cbaconamet". Juro por el bueso de aquel día en que te hiciste grande. Esta era la ceremonia de su coronación, y este día llamaban al pueblo para que conociesen al que hablan de tener por rey, y festejábanlo y regocijábanse como sabían, haciendo banquetes generales a costa del nuevo rey y de sus parientes." Espinosa, Ídem, cap. viii, págs. 13- U. Dice asimismo en el cap. I, pág. 1, de Tenerife: " A la cual los antiguos llamaron Nivarla, por un alto monte que en medio de ella está llamado Telda, que por su gran altura casi todo el aflo tiene nieve." 9. £ 1 roiio<- tnilentn que loa naturales guanches tenían de Dios era tan confuso, que sólo conocían haberlo, conociendo y alcanzando haber un hacedor y sustentador del mundo ( que lo llamaban, como dicho tengo, A4sbguayaxerax, Achoroh, Acbman, sustentador de cielo y tierra), mas ni conocían Inmortalidad de las almas, ni pena ni gloria que se les debiese." Espinosa, Ídem, cap. V, pig. 8. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 39 a » u « padres a pedirla y habiéndosela entregado con consentimiento de ellos, y de ella, queden casados, sin que de otras ceremonias se use, ni e « necesario; y que no se ponga ta « a en una, ni en tres ni en cuatro,' ni en cuantas quiera, que en esto no hay número limitado. Y en disgustando el marido de la mujer, o al contrario, ella y el marido puedan repudiarla o repudiarlo; él con otra o con otro ella pueda casarse a su salvo, y si de este matrimonio dirimido y apartado tuvieren hijos, que sean por no legítimos dado « ", y que se puedan casar con la mujer de su hermano, con tía, sobrina o prima y los demás, exceptuando 10. " Su modo de co'ntraer matrimonio era: En agradando al varún alguna mujer, fuese doncella, viuda o repudiada de otro, pedíala a sus padr « s ( si los tenia), y si ellos consentían, sin otra ceremonta ni concierto quedaban casados con el consentimiento de ambos. Y tenían las mujeres que querían y po< llan sustentar. Y como el casynlento era ficll de contraer, fAcilmente se dirimía, porque en desgustamilo el marido de la mujer, o il contrario, la enviaba a su casa y ella podía casarse con otro sin Incurrir en pena, y él con otra, laa veces que se le antojaba, y los hijos de aipiel matrimonio diriimirto o divorcio, eran tenidos por no leglttmos, y asi llamaban al tal hijo Achlcuca y a la bija Cuetbt. En uso de la generación no tenían respeto más de a madre y hermana, porque las demás, tías, sobrinas, primas, cunadas, todas \ » a llevaban por un rasero sin diferencia alguna; pero aunque eran dados a este vicio, abominaban en extremo el pecado nefando." Espinosa, Ídem, capitulo VII, págs. lí- 13. 40 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA sola madre, hermana e hija; sólo el rey pueda, no hallando igual mujer con quien case, ser con su hermana casado ". Ley tercera es que, en naciendo el hijo o hija, llamamos alguna mujer de algunas q'ue suelen hacer este acto, y esta ven- ida ha de echar a la muchacha o muchacho agua soibre la cabeza, porque a » i siempre lo usaron los antepasados nuestros, aunque la causa ignoramos; mas pueis ellos lo hicieron, justa causa es que lo hagamos. Ley cuarta: con ésta, tal que al niño haya echado agua en la cabeza, queden los padres aparentados, y que el parentesco sea tan conjunto y allegado, que ser los tales no puedan unos con otros casados". 11. " El rey no casaba con grente baja, y, a falta de no haber con (| ulé « i casar, por no ensuciar su linaje se casaban hermanos con ber-manas." ídem, cap. VIII, páí. H. 1?. " Acostumbraban ( porque tomemos desde un principio la materia) cuando alguna crltura nacía, llamar a una mujer que lo tenia por oficio, y ésta echaba agua sobre la cabeza de la criatura, y aquesta tal mujer contraía parentesco con los padres de la criatura, de suerte qus no era llcllo casarse con ella, ni tratar deshonestamente. De dónde 1 « hubiese quedado esta costumbre o ceremonia po saben dar razón más de que asi se hacia. No que fuese sacramento, pues ni lo hadan por tal. ni les era la ley evangélica predicada, mas era una ceremonia de un lavatorio que también otras naciones usaron. Puede ser haberles quedailo i'* t » costumbre y ceremonia iles* p) tlcniíx) qu* BlandsiW) y Marlovio predicaron en estaa islas ( como atris queda dicho), o antes; y como ellos murieron o se fueron de ellas, no les quedó mis que la ceremonls. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 41 Tainl) ién es ley qilc, en muriendo hoitíbre o mujer, sea lavado el cuerpo del que muriese, y lavado ha de ir echando por la boca una mixtura de manteca de ganado, polvois de brezo, y de piedra y casca de pino Manco. Y hecho una vez al día, y esto por tiempo y espacio de quince días, » e pone al sol, del uno al otro lado, ha « ta que el difunto cuerpo quede bien seco, y estando en este estado, le cosan con pieles de su ganado y de esta suerte le lleven en algún risco tapado, y en una cueva lo dejen escondido y enterrado, y « ólo llorarle puedan los parientes, y entre tanto que duran los quince días, mas de « pué « no hay má « llorarlo ". olvidando el rin para que se hacia y el nombic por quién." Espinosa^ Ídem, cap. y, pig'. o. 13. " Los mturales de esta isla, piadosos para con sus dlTuntoí, tenían pOiT costumbre que, fuantln moría alguno dellos, llamaban ciertos hombrea ( al era varón el difunto) o mujeres ( si era mujer), que tente » esto por oricio y desto vivían y a « sustentaban, los cuales, tonMmdo « I cuerpo del difunto y después de lavado, echAbanle por la boca ciertas confecciones hechas de mamtieca de granado derretida, polvos de brezo y de piedra tosca, cascara de pino y de otras no sé qué yerbas, y embutíanle con esto cada día, jwnlénrtolo aü sol, cuando de un laido, cuándo de otro, por espacio de quince días, hasta que quedaba seco y mirlado, que llamaban axo. En este tiempo tenían lupar sus parientes d « llorarle y plantearle, que otras obsequias ( slc. ¿ exequias?) no se usaban; al cabo del cual término lo cosían o envolvían en un, cuero de algunas reses de 8u ganado, que para este efecto tenían siedaladas y guardadas, y asi,. 42 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARU ROSAMIRA. BENCOMO. RoSAMIRA. También es ley que los hombres que en la población o el campo encuentren con mujer sola, no puedan en bien ni en malo hablarla sin que el primero ella le haya hablado ", por excusar muchos males « que nacen de esto y porque se ordenaron e « tas leyes. • ( Dice Rosamira, dentro:) Yo estorbaré su etección, pues no hacen caso de mí. ¿ Qué es esto? ¿ Qué voces son las que dieron? ( Sale fuera, también vestida de pieles.) Yo las di y tengo razón, y ten^ o mucha razón. La fama llegó a mi oído que el reino habéis repartido entre todos nueve hermanos; mal dije: nueve tiranos, por la aenal y pinta de la piel, se eoftocla después el cuerpo del dl-ruato. Eitos cueros los adobaban con niuclia curiosidad, gamuzados, y lo's tefilsn con ciscara de pino, y con mucha sutileza loa cosían con correas del mismo cuero, que casi no se parecía la costura. En estas pieles adobadas cosían y envolvían el cuerpo del difunto después de mirlado y poniéndole muchos cueros destos encima, y algunos ponían en ataúd de madera Incorruptible, como tea, hecho todo de una pieza, y cavado no sé con qué a la forma del cuerpo, y desta suerte lo llevaban a alguna Inaccesible cueva puesta en algún rteco tajado, donde nadie pudiese llegar, y allí lo ponían y dejaban, habiéndole hecho en esto el 4lltlroo beneficio y honra." Espinosa, Ídem, cap. IX, pSg. lA. 14. " Y estos guerreros ( que casi lo eran todos) estaban tan bien disciplinados, que era ley inviolable que el hombre de guerra que topando alguna mujer en algún camino o en otro lugar solitario, la miraba o hablaba sin que ella primero le hablase o pldMe algo, y en poblado le decía alguna palabra deshonesta que se pudiese probar, muriese luego, sin alguna apelación.- tanta era su disciplina." Espinosa, ( dem, cap. V, pág. 0. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 43 hijos de un padre ofendido; y a la codicia tirana — porque hal> éifl tenido guerras— aplaca su furia iiMana y habéi « partido las tierras sin dar tierra a vuestra hermana. Si aquel que fué sólo dueño de todo este reino ialeño a todos nos engendró, ¿ cómo para mí faltó siquiera un lugar pequeño? No quiero vuestra hermandad, que en vuestra misma ciudad por ventura yo hallaré alguno que guerra os dé porque yo le dé amistad. BENCOMO. Mi querida Rosamira, mi bella hermana y señora, que eres nuestra sangre, mira que cada uno te adora y sólo a tu gusto aspira. La suerte me cupo a mí de Imobe, la Rambla y Tauro; « írvete de ello y de mí, que el reino, corona y lauro, todo lo renuncio en ti. AcAYMO. Hermana: si repartimos sin ti el reino, no entendimos que hubieras mirado en puntos: todo es tuyo, y todos juntos te amamofl y te servimos. Ese enojo que en ti mora es en contra justa ley, pues si cada cual ahora 44 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA ROSAMIRA. ACAYMO. ZAHORÍ. BENCOMO. ZAHORÍ. BENCOMO. de un reino pequeño es rey, tú eres de todos señora. Todo está a tu gusto y mando; ese ro « tro afable y blando vuelve, bellísima hermana. Soy mujer y soy hermana y como hermana me ablando; bien que me hayáis agraviado, pues en quien estuvo ausente del reino habéis dispensado. Mas vuestra humildad presente vence el agravio pasado: ya mi enojo es acabado. Contadme lo que pasó, porque gustaré de oírlo. Cuayamo podrá decirlo, que él los reinos repartió. Luego lo podrás saber, en cuanto aviso a los reyes de lo que deben haeer. ¿ Hay más fueros y más leyes que hayamos de obedecer? Sólo, señores, os resta hacer mañana gran fiesta, y a lo< 9 grandes del Estado hacer un convite honrado ". Pues como ya no sea presta, que yo solo he de hacerlo, y cuanto ganado tengo quiero que se coma en ella. ( Sale Doriíto, pastor, turbado.) ¿ Dónde vas, Doristo? 15. " Este día— el de la coronación— llamaban al pueblo para qu « conociesen al qu « habían de tener por rey, y festejábanlo y regrocljibtin- 9e como sabían, lisflcnido ban<| iicies sroneralps a costa del nupvo rey y de su » parientes." Espinosa, ídem, cap. VIII, páfr. U. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 45 DORISTO. ROSAMIRA. DORISTO. RoSAMIRA. DoRISTO. ZAHORÍ. DoRISTO. ZAHORÍ. DoRISTO. ZAHORI. BENCOMO. GUAYOCÁN. DoRISTO. RoSAMIRA. DoRISTO. RoSAMIRA. Vengo buMcando a la infanta bella para avisarla de un poco — vengo de contento loco—; mueaama, ha « ido que lie vi « to... ¿ Qué has visto, amigo Dori « to? Vide... Vete poco a poco. Escúchenme, les suplico; que vi junto al arroyuelo un borri, un borra... ¿ Un borrico? Como calléis, dirélo. Vide un berraco. Un puerco quieres decir; y ese ¿ es muy grande? Es, sin mentir, coimo vos, ma « no es tan flaco. Si e « como yo no e « muy chico; ¡ a fe que es « Igo bellaco el pastor! Para principio de fiesta bueno es esto. No es muy malo. Mueaama, poco le cuesta tomar su lanza de palo y esconderse allí en la cuesta de la punta del pinar. que salió a bañarse al mar y ha de volver por allí. Guía, que ya voy traa tí ¡ Quizás lo podré matar! Sigúeme, pues. Ya te sigo. ¡ Quedad, reyes, en buen hora! 46 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA ACAYMO. ZAHORÍ. ROSAMIRA. BENCOMO. ACATMO. BENCOMO. ACAYMO. TODOS. LUCINDO. Salen DoRISTO. LUCINDO. RoSAMIRA. DORISTO. RoSAMIRA. Vaya Guáyame contigo. ¿ Quieres que vaya, señora? Sí, Guayamo, ven conmigo. Y no « otr08, ¿ qué esperamos? ¿ cómo a convidar no vamos al convite? ¡ Que se ordene nuestra'- gente! ¡ En hora buena! ¡ Vamos luego! ¡ Vamos! ¡ Vamos! { Vánse.) Dice LUCINDO, pastor, de dentro: ¡ Aparta de lo sembrado! ¡ Fuego, amén, queme al cabrío! ¡ echa por ese otro lado, por el vue « tro o por el río! ¡ Guía al prado, guía al prado! RoSAMIRA, ZAHORÍ, DORISTO y LUCINDO. ¡ Calla, Liacindo, en mal hora, no des voces! que, señora, a matar un jafcalí viene tras mí, y es aquí por do ha de pasar ahora. ¡ No deis voces! Y el ganado entre uno y otro cerro aunque es el pasto vedado. ¿ Y es este el paeo del puerco? Sí señora, aqueste lado te pon, 8Í le has de esperar, que por aquí salió al mar de entre estos pinos mayores. Id en buena hora, pastores, que yo sola he de quedar. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 47 DORISTO. ROSAMIRA. DORISTO. RoSAMIRA. ZAHORÍ. RoSAMIRA. ZAHORÍ. RoSAMIRA. ZAHORÍ. RoSAMIRA. ZAHORÍ. Pues ella ha de quedar sola. Guayamo queda conmigo. ¡ Contra el puerco irá el amigo a tirarle de la cola! ( Vónse.) En tanto que al puerco espero ya que, amigo, me has contado de este reino, el tri « te agüero con lo demás que ha pasado rogarte una cosa quiero. ¿ Cómo rogarme? Mercedes serán grandes, si concedes que pueda servirte en algo. Pues si algo contigo valgo ahora mostrarlo puedes. Ya conoce « cuan curiosas algunas mujeres son por saber algunw cosas. Son de aqueaa condición oontino, las más hermosas. Yo entiendo querrás saber lo que te ha de suceder. Acertaste, caso es llano, toma, mírame esta mano. Mano no la he menester; e « e e « engaño vulgar muy usado en todo el suelo, pue « no hay para qué tomar la mano, el que Je dio el cielo gracia para adivinar. De tus razones infiero ser eso así. Pues ya quiero de lo que sé, alguna parte decir, mas temo enojarte. 4a NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA K n K RosAMiRA. Los cabellos se me erizan; ¡ ay, cuitada! ZAHORI. Con hombre de extraña tierra y que ha de asaltar con guerra eate reino, has de casar ". RoSAMiRA. ¡ Guayamo, eéa boca cierra! ¡ Déjame, vete de aquí, no isea causa tu presencia para saber más de ti! ZAHORÍ. Por cumplir con la obediencia que te debo, lo haré asi; al mar a pe « car me voy a donide « abrás que estoy hasta que licencia tenga. ( Váse.) RosAMiRA. ¡ Vete: a la muerte te doy! ¡ Esto suele suceder a los que quieren saber, lo que el cielo sólo sabe! Mas también, ¿ en qué ley cabe que tal deibo yo creer? ¡ Ea ya, que es de « vario que sepa un hombre mortal lo porvenir, no lo creo! Ya para bien de este mal, que venga el puerco deseo. 16. " DIJole Guaflamene el ayorero, (| U « un personaje de nación extrafla que por la mar vendría al puerto y sitio marltlnio llamado Aflamo entonces, de ser habla al fin de mil desastres, íuerras, batallas, cautiverio y muertes, su amado esposo, en dulce paz tranquila; parecióle « er COM, aunque creíble, de suceder difícil, y a esta causa, la soledad le avrada de aquel bosque y no el bullicio de la corte slearre." Vlans. Canto III, par. 88. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 49 Dice de dentro GONZALO DEL CASTILLO; responde un PILOTO. CASTILLO. Llega, llega el barco a tierra que quiero « altar y ver lo que su distrito encierra. PILOTO. NO saltes, que podrá haber fieras que te hagan guerra. ROSAMIRA. ¡ Válgame Dio « ! ¿ Quién serán" * los que tales voces dan de lenguaje tan extraño? ¡ Ya me temo de algún daño! ¡ Pero qué vuelto « están según IA vista me enseña junto al mar, en la salida de la caleta pequeña! Quiero desde « quí escondida tras aqueste risco o breña estar, callando y mirando lo que será, y si en llegando alguno oíendenne quiere cuando coger me quisiere no me alcanzará volando. { Salen fuera.) PILOTO. Al fin quisiste saltar en tierra. CASTILLO. Y antes que el sol se ponga, pienso tornar. 17. OácU: " Cielo, iqué s « rll « questo que « qul veo? iQaé puedo hacer? ; Ay, triste, si me siente! ¡ Quiero huir!... ¡ Pero que es hombre creo! i Hombre 7 81; mas extraño y diferente; combate mi temor con mi deseo, un extranjero tengo ya presente. iVerélo bien? Mas, temo de mlralle, qué lindo, qué gralin, qué de buen talle." Vian « . Canto v, pif. 1S5. 50 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA PILOTO. ROSAMIRA. PILOTO. ¡ Bravo ánimo de español! CASTILLO. Sólo te quiero rogar que me esperes con cuidado porque si acaso forzado de alguna causa corriere a embarcarme, cuando fuere halle el barquillo aprestado. No tengas esto a locura, vuélvete y sólo procura esperarme, que yo entiendo que he contarte, en viniendo, alguna nueva aventura, tú, con esto, grande cuento. Al barco me voy rogando a Dios, te libre de aprieto. { Váse.) Acá se viene acercando, temiendo estoy no me sienta. ¡ Válgame Dios! Ya me fundo que, sin éste hay otro mundo; que de allá debe de ser esta gente. CASTILLO. YO he de ver * ei el ánimo de que liabiendo descubre en esta maleza, sea hombre, fiera o salvaje, que habite en esta aspereza. RoSAMiRA. ¡ Qué extraña lengua! ¡ Qué traje! ¡ Qué hermosa naturaleza! ¡ Oh, quién pudiera entender la lengua para saber quién es! CASTILLO. Ya voy por aquí. RosAMiRA. El ha de verme, ¡ ay de mi! Si ha de querer ofenderme NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA .51 CASTILLO. ROSAMIRA. CASTILLO. ROSAMIRA. quiero con aqueste dardo matarle, mas ¿ qué será la causa que me acobarda? Quiero huir, mas ¡ tarde es ya! ¡ A Dios y a ventura aguardo! ¡ Parece que oigo rumor por aquí cerca! Temor me da este hombre. ¡ Santo cielo, salvaje es aquél! Verélo, desde más cerca, mejor. ¡ Como no tengo experiencia, ni sé si es mujer ni monstruo! Bella faz, bella presencia; ángel parece en el rostro y salvaje en la apariencia. ¿ Ángel, salvaje o mujer" llega acá, dame a entender qué tierra es esta que piso? ¡ Que diré que es paraíso « i tardas en responder! " Que no me entiende recelo, quiérela llamar por « eña « . Por señas me llama, ¡ cielo, es ángel el que me enseña, qu<> esta lengua no es del sucio. 18. CastiUo: " Angrel o serafín en forma bumana, o cifra de la misma hermosura en la belleza y parte soberana, y solamente humana en la figura: si mi humildad vuestra grandeza allana..." Vlana. ídem, plg. 128. 1 « . CastUlo: " No Ignoro que estraflils mi oscura lengua pues no me respondéis, mas el concepto de la fe de mi amor no queda en mengua..." Vlana. ídem, pág. tse. 52 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARU CASTILLO. DORISTO. CASTILLO. DoRISTO. PILOTO. pues que no la entiendo yo! " Hombre, ángel, quiero y no te puedo entender, amigo. Bendigo el rostro y maldigo la haibla y quien la enseñó," pues pierdo por no entenderla de saber y conocer mujer tan extraña y bella. ¡ Dame esa mano, mujer! " Dice de dentro DORISTO. ¡ Oh, la muesama, qué es de ella! ¿ Mató ya el puerco?... Mas, mas., ¿ qué ee, qué es esto? ¡ que jamás yo vi hombre tan extraño! Gente suena. De algún daño me temo. Yo vuelyo aitrá « a decir a los hermanos que la tiene de las mano « , un hombre de extraño talle. ( Váse.) Sale el PILOTO. ¡ Ah, español, mira que el valle de salvajes inhumanos so. OicU: " Parece que tne habla ariclonaao, mas no le entiendo en cuanto dice, nada." Vtana. ídem Id. SI. Castillo: " MaMiro, ¡ oii Babilonia: el devaneo - del soberbio ediriclo que hiciste por donde el general hablar hebreo en variedad de lengua rc'partlste..." Vlana. ídem Id. 8S. " Castillo, sin temor, de amor vencido, larra la rienda a su deseo y Ueja a tomarle la mano con la suya; DácU contlrate..." Vlana. ídem Id. NUESTUA SEÑORA DE LA CANDELARIA 53 CASTILLO. PILOTO. CASTILLO. PILOTO. ROSAMIRA. CASTILLO. PILOTO. CASTILLO. PILOTO. está lleno y te podrán prender « i esperas! ¿ Están cerca? Cerca están. Amigo, ésta he de llevar conmigo. ¡ No, no, que te alcanzarán! ¡ Huyamos presto de aquí! ¿ Qué conciertan? ¡ Ay, de mí! ¡ Quizás me querrán prender! ¡ Tengo de irme sin saber qué tierra es é> sta! Yo vi donde el barco está escondido, uno de aquesto « , pescando y e « tá tan embebecido que no me vio; ven volando y si de ello eres servido lo podremos UeV'ar preso. ¡ Salvaje bella, confío que voy preso de tu amor! ¡ Huyamo « , mira que vienen! CASTILLO. Yo voy sin seso. ROSAMIRA. Como se fueron tan presto^ no sé qué diga; imaigino que es por ventura algo de ésto lo que dijo el adivino. En gran confueión me ha puesto; ya sin dud^ a, quiero bien al extraño, ¡ ay, cielo, quién volviera otra vez a verlo! ¡ Qué talle, qué rostro bello! ¡ Bendígalo el cielo! Amén. 54 NUESTUA SEÑORA DE LA CANDELARIA Salen loa hermanos y DORISTO. BENCOMO. ¿ Qué nos dijo este pa « tor, hermana? RosAMiRA. No aé que ha sido. ORODANTE. Robado tiene el sentido. AcATMO. De temor lo ha'brá perdóido. RosAMiRA. { Aparte.) ¡ De amor, dijeras mejor! DORISTO. ¡ Yo no vi en todos mis día « tal hombre! Dice de dentro el ZAHORÍ: ZAHORI. ¡ Que los extraños me llevan! ¡ Socorro, amigos! BENCOMO. ¡ Sin duda que ya, enemigos dan principio a nuestros daños! ¡ Vamos presto a socorrerlo! ORODANTE. ¡ Vamos todos! ( Vánae.) AcAYMO. Id volando, que mientras vais a valerlo quiero quedar yo aguardando a mi hermana, a mi ángel bello, ¿ qué fué aquesto, hermana amada? RosAMiRA. Vime, hermano, salteada de un hombre noble y extraño sí; noble fué; no me engañó, pues de él pude ser robada. Cuando yo ya entendía que en cautiverio cruel llevarme con él quería, vino al caso otro como él y se fué en su compañía. Nunca entendí su lenguaje, que es extraño, como el traje, mas de su presencia fundo NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 55 que es muy poco darle el mundo obedien> cia y vasallaje. AcATMO. Sin duda que te dejó rendida con su valer. RosAMiRA. Hermano: ¿ rendida yo de hombre extraño? ( Aparte.) Su amor me rindió, prendió y mató. AcAYMO. Hermana: ¿ sabes, ^ aso, qué es amor? RosAMlRA. No he hecho caso de « u mal ni de su bien, y así, sin saberlo, paso. AcAYMO. Quisiera que lo « upieras. RosAMlRA. Pues ei es de alguna importancia haz cuenta que amo de veras. ACAYMO. ¿ Y quién de tanta ganancia es dueño? RosAMiRA. ¿ De qué te alteras? AcAYMO. ¡ De que me diate gran susto con esto! RosAMlRA. Si por tu igusto dije que amo, ¿ en qué te ofendo? AcAYMO. ¡ Pues si por ti estoy muriendo, no fué el alterarme justo! Si cada vez que te veo, de considerarte y verte crece en mí un justo deseo de gozarte y de tenerte conmigo en « aero himeneo, ¿ fué mucho que me alterase? RosAMlRA. Y fué mucho que ignoraae la causa por quien suspiras, si a quien como a amante miras como hermano te mirase; no creí de tu valor 56 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA que en la vida me mostraraa otro, que hermanablc amor. AcAYMO. Ni yo creí que tú usaras conmigo tanto rigor. ¿ Quién mejor que yo merece tanto bien, ni quién padece tanto como yo por ti? RoSAMlRA. ¿ Ni quién mejor también, di, que yo, ese amor aborrece? Olvida esa pretensión, que es en vano presumir que en mí reine esa afición. Mira que siento venir gente; trueca la razón. ( Salen todos.) ¡ AI fin fué Guáyame preso! ¿ Qué dices? Lo que es y o « digo. ¡ Oh, des^ aciado suceso! Mas, ¡ oib, gracioso enemigo, de hoy más tu amistad profeso! ¿ Por dónde, hermanos, se fueron? Dentro del mar se metieron en un vaso como artesa, que corta el mar tan de priesa, que de vista se perdieron en cuanto me estás oyendo. AcAYMO. ¿ Sabes lo que pienso? BENCOMO. Di... ACAYMO. Que son los que van huyendo los que dijo el zahori. BENCOMO. YO también lo mesmo entiendo; ¡ triste del que adivinó ACAYMO. BENCOMO. ACAYMO. BENCOMO. ACAYMO. RoSAMIRA. BENCOMO. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 57 nuestra desventura y no supo adivinar la « suyas! " ORODANTE. ¡ En él se ensuelva y concluya el mal que pronosticó! BENCOMO. Hermanos, yo determino que cada cual tome luego para eu reino el camino, que el descuido y desosiego daña a los hombres contino. Junte cada cual la gente que para el uso úe guerra le parezca conveniente, que amparado de su tierra el más cobarde es valiente. ORODANTE. Vamos, pues; ¿ a qué aguardamos? Y por diversos caminos a nuestras tierras nos vamos. AcATMO. En diversos desatinos quiere el cielo que entendamos. ¡ Ay, bella hermana querida, si viera en paz convertida la guerra que tú me da « ! RosAMiRA. ¡ Ay, cielos, si veré más al extraño de mi vida! BENCOMO. Irás conmigo, oye, y mira que te he mucho menester. ACATMO. ¿ A mi hermana Rosamira? ¡ Aqueso no podrá ser, que importa a la intención mía! BENCOMO. ¿ En qué importarte podría? BS. " P « ro al de virtud fuiste dotado y de adKlno el nombre falso cobras, ¿ cómo tu propio mal no adivinaste cuando por el ajeno peligraste?" Bencomo ante el cadáver de Ouafiamefie. Vlana. Canto III, pág-. 80. 58 NUESTKA SEÑORA DE LA CANDELARIA ACAYMO. BENCOMO. ACAYMO. BENCOMO. ACATMO. BENCOMO. ACAYMO. ¡ Por Dio « que no lo has de hacer; déjala en mi compañía y no quieras más saber! Lo haré tal, por vida mía, que soy de esto superior y a quien estará mejor tenerla siempre a su lado; que le « oy aficionado, y « iendo hermano mayor y habiéndome de casar con mujer noble y doncella, la cual no he podido hallar, quiero casarme con ella, pues lá ley me da lugar. Ese mesmo pensamiento tengo, y ei en casamiento ha de ser de algún hermano, yo te gané por la mano, pues le he dicho ya mi intento. Tal pensamiento destierra de ti, que prometo y juro por el cielo y por la tierra que no has de vivir seguro ei empiezo a moverte guerra; y agradece al juramento con que en el repartimiento os juré a todos por reyes, que por las antiguas leyes pasaréis los ocho y ciento. Vem acá, hermana, conmigo, que en mi lado has de reinar. ¡ Digo que no irá contigo! ¡ Digo que la he de llevar! ¡ Que no hais de llevarla digo! NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 59 RoSAMiRA. Hermanos, que viva estoy; ni al uno ni al otro ' doy, en oaso que no « ea justo, licencia de hacer su gusto; libre nací, libre « oy. ¿ No miráis que es necedad reñir los dos por aquello que en ajena voluntad conserve el efecto de ello? No os alteréis, sosegaos; de que deba el casamiento hacerse a gusto y contento, ¿ DO os da el tiempo testimonio, pues no es justo, el matrimonio « i falta el consentimiento? Y pues esto falta en mí, pondré paz en vuestra guerra con ausentarme de aquí. BENCOMO. ¿ A dónde vas? RosAMiRA. A la Sierra. ( Váse.) ACAYMO. ¡ Por ti se fué! BENCOMO. Más por ti, que mi justa pretensión nunca le diera ocasión de tan repentina ausencia: ¡ fuese por tu impertinencia! AcATMO. Esa mesma es mi razón. Vete de aquí, hermano injusto, que tú me impediste el lauro a mí, tan decente y justo! BENCOMO. Voyme a mi reino de Tauro, y del presente disgusto yo me vengaré, ¡ villano! ¿ Hay por dicha algún hermano que venga en mi compañía? 60 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA ARTABANO. BENCOMO. ¡ Tu locura y fantasía nos va en seguirte a la mano! Pues desde este punto y hora, a todos ocho, ¡ villanos!, declaro por enemigo « y niego por mis hermano*. Entraré en las cuevas vuestras, destruyendo y asolando las partes donde habitáis, porque no tengáis reparo. Arrasaré vuestras mieses y asolaré vuestros campos; mataré vuestros pastores, roharé vuestros- ganados. Las mujeres de lo « vuestros servirán a mis vasallos como tgujetas y esclavas, sin premios y sin salarios. Y después que a todos haya heoho todo el mal y daño que al más extraño enemigo pueda hacer el más extraño, y en premio de vuestro yerro, os haré mis tributarios con juramento inviolable, porque en los futuros años se diga por excelencia que Bencomo, rey de Tauro, tuvo a sus leyes sujetos ocho reyes por vasallos. Y a la hermana, mi enemiga, si puedo hacerla a las manos, la haré esclava de aquella con quien yo fuere casado. Todo lo cual, enemigos, NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 61 lo veréis dentro de un año suceder en daño vuestro y en venganza de mi agravio. { Váse Bencomo.) AcAYMO. ¡ Válganle el sustentador de la tierra y cielo santo! ¡ Qué sentencia tan extraña! ¡ Qué castigo tan extraño nos promete este arrogante! Vamos a buscar, faermano « , a mi bella Rosamira, medio y fin de mis cuidados. Que como ella no me esconda la viéta de su sol claro, y m ú con 1 « ayuda vuestra, de nuestro arrogante hermano refrenaré la locura y aun haré que, álable y blando, venga a demandar perdón a los que dejó aigravtados. Vamojs, antes que se ponga mi bello sol, que aún sus rayos veo relumbrar. ¡ Seguidme! ORODANTE. ¡ Sea, todos le sigamo « ! ( Vánse, diciendo dentro Doristo y Lucindo:) DoRiSTO. Guia por esa sendilla, que ya es hora que el ganado deje de la mar la orilla. Que en aquel monte encumbrado hay yerba que es maravilla. LUCINDO. ¡ Eoha por este barranco, que por aquí hay paso franco por entre una y otra peñ^! DORISTO. ¡ Oh, hideputa, y caza era! ¡ Y cómo saltó de un tranco 62 NUESTHA SEÑORA DE LA CANDELARIA el arroyo, la bationda ( ale) I ¡ Ojo, pues cómo « e arredra! ¡ Eh, Dios, si « acó una piedra, que en loe lomos o « la esconda! ¿ No queréis? Pues yo la « acó. ¡ Ea, oveja del bellaco, • o vas con tanto remanso! ¿ De qué se espanta aquel manso? ¡ Mal lobo le rompa el saco! LuciNDO. ¿ De qué se podrá espantar? DoRiSTO. No sé. ¡ Cosa es que me admira! ¡ Corre, tú, velo a mirar! LuciNDO. ¡ Todo el hato se retira! ¡ Ninguno quiere pasar! DoRiSTO. ¡ Si hay x> oi^ dicha algún ladrón metido en algún rincón de esa « peñas! LuciNDO. Ya yo he visto lo que es; llega acá, Doristo. DoRlSTO. ¡ Oh, caso de admiración! { Descúbrese Nuestra Señora, abriéndose una peña en dos partes.) Una mujer es, Lucindo, de extraño traje, y en brazos tiene un muchacho tan lindo. LUCINDO. ¡ Guarte de sus embarazos; ríndete al Rey! DORISTO. SÍ me rindo. ¡ Pardiez! Si no me avisar as, yo la hablara y ella se quejara al Rey. LUCINDO. Ckvmo lo marca la ley, te ahorcara y acabara^ DORISTO. Yo te agradezco la vida pues que la ten- go por ti; NUESTUA SEÑORA OE LA CANDELARIA 63 LUCINDO. DORISTO. LUCINDO. DORISTO. LuCINDO. DORISTO. LVCINDO. DORISTO. LuCINDO. DORISTO. LuClNDO. DoRISTO. mas « i aquesta es la salida del ganaido, y « i ettá allí, cuando a ir no se comida ( sic), ¿ qué haremos, pues el hablarle nos veda el Rey? Señalarle desde fuera, haciendo eeñae que se vaya a esotras peñas, pues hay hartas en el valle, y deje paso al ganado, porque de verla se espanta. Va de señas: ¡ Salte a un lado! ¡ Pardiez! ¡ Cosa es que me espanto! ¡ Ya ten^ o el brazo cansado de hacer « eñas, y en la peña « e está queda! Pues la dueña, si no se quiere apartar, yo la haré, sin más hablar, « juitarse una peña en seña; y verás cómo la tiro y la hago quitar de allí. ¡ Toma! ¡ Daca y mira! Miro; no la des recio... ¡ Ay de mí! ¿ Cómo no acabas el tiro? ¡ Tira! ¡ No lo puedo hacer! ¿ Pues quién te quita el poder? ¡ Ay, Doristo, que en el brazo siento no sé qué embarazo que no lo puedo mover! ¡ Oh, ten- rble conlusión, 64 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA « in duda la forastera te echó alguna maldición! LtJCiNDo. E « o fuera si ella hubiera ha'blado. DoRiSTO. Tienes razón; sabes, Lucindo, que eiento que el mal te ha venido a cuento; pues puesíto en ako lu'gar, servirás de a « eñalar de qué parte corre el viento. LUCINDO. A un traidor que desespera le están tus donaires bien. DoRiSTO. De espantajo de higuera nos puedes servir también. LUCINDO. Y tú el hacer que yo muera. DoRiSTO. Por ti quiero aventurar la vida y quiero hablar a esta mujer, por saber si ella te pudo ofender. LUCINDO. NO la llegues a enojar, que podrá ser te suceda lo que a mi me ha sucedido. DoRiSTO. Ya me mira y se está queda. ¡ Qué rostro tiene tan lindo, qué serena está y qué queda, qué muehacho tan bonito, desnudo, y un pajarito tiene en las manos, dorado"; un niño tan extremado, regalado y tiernecito! ¿ Para qué le tiene en cueros, 84. " Y llene un nino ' Mnio, desnudo, bello y lindo, al dieitro todo, qu « en ambas manos prende un pajarlUo que cual cansrlo toca de amarillo." Vlana. Canto Vi, ptg. t7 « NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 6^ dígame, señora hermoaa? Que el sol de aquestos oteros y la noche tenejirosa, con sereno y ventisquero, 8U belleza han de ofender. ¿ No me quiere responder? ¡ Pierdo el « eso en ver que calla! Yo he de llegar a tocarla, ( Tócala.) de piedra debe de ser. Quiero con un pedernal cortarle un dedo, y veré si vive o está mortal. ( Dale.) ¡ Ay, mi dedo me corté, que no el suyo! ¿ Hay co « a igual? Segunda vez he de ver si le cocrto; ¡ qué placer! ( Dale.) ¡ Ya me he dado otra herida! Sea: a tres va la vencida; ¡ Válgate Dios, por mujer! ( Dale.) ¡ Cinco dedos me lisié y ella no ha sentido nada! " SS. " Yendo dos naturales por aquella costa repa » t « ndo su granado; habiendo de pasar por aquella playa; llegrando el granado que por la playa Iba Klerramado a la boca del barranco, se espantó y, no queriendo pasar, remolinaba. El uno de los pastores, creyendo que su ganado se espantaba ( Kirque sentís rente, y pensando que fuesen algunos naturales que le querían robar y saltear su g'anado, como lo tenían por costumbre, de hurtarse unos a otros, para certificarse pasó adelante, y mirando hacia aquella parte del barranco vldo la santa imagen, que estaba en pie sobre una pena. Y como persona que de sen> ejantes visiones estaba desusada, no sin pavor se la puso a considerar y parecióle ( porque tenia un nlflo em brazos) ser mujer, aunque extrafló el traje y color. Y porque entre ellos era costumbre que si topaban alguna mujer a solas y en lugrar solitario no la hablaban, porque Incurrían en pena de muerte, le hlio seflas para que se aparta*!', poii| ue su ganado que remolinaba tuviese lugrar de pasar. Pero como la Imagen no hiciese movimiento alguno ni respondiese palabra, amohinóse el pastor y acudió a sus acostumbradas armas, que eran pleidras, y asiendo de una levantó <•! brazo, y fuese para amena]! ar< le o para tirarle con ella. Y asi como levantó el brazo, yendo a desembrazar para hacer su tiro se le quedó yerto y extendido, « in poderlo rodear. El otro companero, habiendo visto lo que 66 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA LUCINDO. ROSAMIRA. LuCINDO. DORISTO. RoSAMIRA. ACATMO. ¿ No te aYÍ « é? ( Sale Rosamira.) ¡ Ay mujer desventurada! ¿ En qué contra el cielo erré? De amor de un extraño herida y de hermanos peraeguida, ¿ en qué ha de parar mi suerte? Nuesama es aquélla, advierte. Ella sea bienvenida, pues por ella el rey « abrá lo que con esta mujer pasado a loe dos nos ha. Nuesama: Si quiere ver cosa nueva, allegue acá. Dices bien, que es novedad de más peso y gravedad que ha sido en el mundo vista. { Salen Acaymo y los dos hermanos.) Nunca la perdí de vista, mira si he dicho verdad. ¡ Oh, mi Rosamira, enseña ese sol, que el mundo admira y a quien lo adora desdeña! pamba y no quedando escarmentado, cobrando atrevimiento de que no nabla mudaml- onto nt voz y de que aunque hablaban al bulto o Imagren no respondía, qulao hacer nueva experiencia, aunque a oosta luya, y ver si « pa cosa viva, y lleg& n'dose cerca, con mí » miedo que vergOenza, toro* una tahona, que es una piedra prieta y lisa como azabache, que herl< Ui una con otra se hace en rajas y queda con filo como navajas, con que sangran y sajan; tomando, pues, esta piedra se llegó a la santa imagen para quererle cortar un dedo de la mano por satisfacer a su ignorancia y ver si sentía, y poniendo el dedo de la Imagen sobre el suyo y comenzando a cortar en él, hallóse el necio burlado, porque la herida se daba a si propio y en sus dedos, sin hacer daho a la mano de la santa imagen. Y siendo aún porfiado y pertinaz ( porque era necio), probó otra vez, mas cátale a cuestas, porque sus dedos estaban corriendo sangre d « las heridas que 61 propio, sin querer, se daba. Y los de la Mnta imagen quedaron Ubres y sanos, sin señal alguna." Espinosa, Ub. II, cap. II, piglnai S3- S4. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 67 ROSAMIRA. ACATMO. LUCINDO. ACAYMO. LuCINDO. DORISTO. ACATMO. DORISTO. Déjate de « qneso y mixa lo que está sobre esta peña. ¿ Qué es esto, divino cielo? Que en ver que en mi reino amelo ha « dado en dewiiibrir oo « a « extrañas y prodigio « aa, gran bien o gran mal reodo. ¡ No sé a qué me lo atribuyo! Mira, cual está mi brazo y de éste, la mano suya. ¿ Quién os lisió? ¡ Este embarazo! ¡ Calla! £ 1 cielo te destruya. No le dee ese apellido; lo que nos ha sucedido, • eñor, lo quiero contar". Ya pudieras empezar. Déme, pues, atento oído; Viniendo no ha mucho rato loe do « , con nuestra* ovejas, a entrar por este barranco que es el paso de estas « elvas, vimos que el manso, y con él las ovejas delanteras, se espantaban, recelando a la entrada de esas peñas, y pensando que serían ladrones que entre esas quiebras suelen esconderse a veces por hurtar alguna oveja. 2ft. " E8I03 pastores, admlrsrtos, consultan entre si ( jué harían, y determinan que serla razón dar dello parte al rey de Oulmar, cuyos vasallos eran y en cuyo término apareció la santa reliquia." " Llegrados el rey con lo » suyos al lujar donde los pastores decían, yendo ellos por fruía, hallan la santa Imagen en el propio lugrar donde ia hablan dejado." Espinosa, ídem, cap. III, páí.' SS. 68 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA pasamos los dos delante y vimos « obre esa > peña esa mujer celestial que no es cosa de la tierra; Y como siempre lo « reyes nos mandáis, por leyes vuestras, que aquel que hablare en el campo con mujer, la vida pierda si ella no habla primero, llegué yo a hacerla señas sin osar hablar palabras por no incurrir en la pena, diciendo que se quitase del pa « o de las ovejas, y como no se movía tomó Lucindo una piedra, y yendo a mirar quedó tieso, el brazo y mano tiesa. Yo también, que escarmentar pudiera en cabeza ajena, llegué a tocarla, por ver si era cosa viva o muerta, y con una piedra aguda quise lo que no debiera cortarla, por ver si siente, y en vez de cortarla a ella i^ n dedo, una vez y otra, cortaba mi mano mesma; esto es, señor, lo que pasa. Ahora, tu alteza vea si es de la tierra o del cielo la que ha dado estas dos pruebas. AcATMO. Del cielo es, dices verdad, que de tierra es imposible tal belleza y majeatad. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 69 ARTABANO. ACATMO. CUACOLDO. ACATMO. ROSAMIRA. ACAYMO. ¡ Qué rostro tan apacible, qué talle, qué suavidad, qué graciosos ojos bellos! ¡ Qué rubicundos cabellos, con cuánta gracia y compás los tiene vueltos atrás hechos seis ramales de dios! ¡ Válgate Dios, por chiquito, qué gracioso y qué bonito, con cuánta gracia y donaire, parece que asusta « 1 aire « u dorado pajarito! ¿ Qué os parece, hermanos, de estos? ¿ Qué nos puede parecer? ¡ Que empleó de su saber, aquí, todo el cielo el resto! Sabéis, hermanos, que quiero, aunque contra todos fué Bencomo, enojado y fiero, que noticia se le dé de tan milagroso agüero. ¡ Corre, itú, Guaooldo y haz que venga a vernos de paz que aún podrás bien alcanzarlo! Corriendo parto a Ikmarlo lleno de gusto y solaz. ( Váse.) Bella herman » Rosamira, ¿ por qué tan callando estás? Llega, y estas gracias mira. Ya la he visto, y cuanto más la contemplo más me admiro. Ves cuánta reverencia la tengo, por la excelencia que siento de su valer NUESTKA SEÑORA DE LA CANDELARIA que no te trato de amor porque estoy en su presencia. LuciNDO. ¡ Ni tratas de remediar mi brazo tieso y la mano de éste que ves desangrar! AcATMO. Antes, lo más acertado será haceros castigar por el descomedimiento de tener atrevimiento de tirarla y de tocarla. DoRiSTO. Nunca yo quise enojarla. ¡ Malhaya tu pensamiento! LuciNDO. ¡ Señora, piedad te mueva de los dos! AcATMO. En esa cueva a e » tar presos os condeno, mientras yo trazo y ordeno qué castigo darse o « debe; id luego y no salgáis de ella « in que yo lo ordene y mande. DoRlSTO. ¡ Muesama, graciosa y bella, suplíquele que se ablande que esto y más hará por ella! RosAMiRA. Yo o « daré todo el favor que pudiere, id sin temor que yo a mi cargo lo tomo. ( Sale Guacoldo y Bencomo.) Gl^ ACOLDO. Ya viene de paz. Bencomo, que aquí cerca, alrededor, con mueha instancia buscaba lo que de él saber podrás. BENCOMO Buscando a mi hermana, andaba de paz, vengo a donde estás, aunque yo de guerra estaba; ya Guacoldo me contó NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 71 ACAYMO. BENCOMO. ACAYMO. BENCOMO. de qué suerte os descubrió el cielo esta joya beUa, y díjome poco de ella según lo que he visto yo. Y ten por cierto que es ella quien nuestro enojo atropella, pues que tú viendo su faz me enviarte a llamar de paz y yo de paz vengo a verla. ¡ Dichoso tú, que merece « tener del cielo una prenda con que tu reino ennoiblece, y de honor, valor y hacienda te mejoras y engrandeces! Gran cuenta con ella ten, que no la conoces bien, y me dice el corazón que verán por su ocasión estos reinos mucho bien. ¿ Quieres, hermano, que demos orden que de ésta todos, por igual, gocemos? ¿ En qué manera? Que agora a tu reino la llevemos y seis meses estará contigo, y conmigo acá otros seis, y de este modo 4e prolija el tiempo todo medio año acá, medio allá. Estimo el ofrecimiento, aunque el efecto rehuyo, pues no admito ni consiento que a mi reino, desde el tuyo, se haga ese mudamiento; I ¿ NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA ACAYMO. BENCOMO. que 8Í ella gastara ser mi huéspeda, aparecer pudiera donde yo reino, m « « , pue « , pareció en tu reino tú la debes merecer. Yo vendré, que es más razón, siempre que tenga ocasión a visitarla en su tierra ". Gran nobleza en ti se encierra, cumple con tu obligación, y si te parece a tí que joya tan estimada debe mudarse de aquí al lugar de mi morada, llévese y póngase allí. Has dicho muy bien, ordena, pues la das tan buen lugar, que se lleve en hora buena mas, quien la osara tocar temerosos de la pena que como castigar pudo a los pastorea, no dudo que nos castigue también. Í7. " El R « y ( le Gulmar, o por orrcclmlento y coni » ( llmlento que con el rey de Tsoro quiso tener, o por no « ntender ni estimar lo que en su poder tenía, dijo al rey de Taoro que le parecía serla bien que todo » participasen de este bien; y para esto, que partiesen el ano y que la mitad del estuviese aquella mujer en su reino de Taoro, y la otra mitad en el suyo de Gulmar, donde habla aparecido. Respondió « 1 r « y d « Taoro una razón mis que de gentil ( porque aun debajo de aquellas pieles y tamarcos habla ingenios subidos); dijo: " Aunque tengo el ofrecimiento en mucho, tío acepto al presente el partido, porque a una cosa celestial como entiendo debe ser ésta, mas respeto se le debe que ese; y serft más razón que yo y mis vasallos vengamos de nuestras casas a servirla, que no que ella vaya a visitarnos a nosotros, porque si ella gustara de habitar en mi reino y de que alia la sirviéramos y tuviéramos, ella apareciera allá; pero pues apareció en tu reino, su voluntad es estar en él, y pues hemos tratado paces siendo esta mujer la Interventora, guardemos la paz, que habiéndola habrá comunicación". Dicho digno del rey y para entre reyes." Espinosa, Ídem, cap. III, págs. SS- St. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 73: ACATMO. Espera, verás cuan bien al remedio de eso acudo; trae, Cuacoldo, a los pastores • que dentro esa cueva están. ( Váse Guacoldo.'^ Que éstos, como malhechores, al peligro se poadrán en pena de sus errores, y si algo les sucediere el daño que les viniere de pena les servirá. BENCOMO. ¡ Muy bien ordenado está! { Salen Doristo, Lucinda y Guacoldo.) DORISTO. ¿ Qué castigo darnos quiere? ¿ Estamos ya sentenciados, señora? ROSAMIRA. No tengáis pena, que antes estáis perdonados. LuciNDO. ¡ Bien haya su vista buena! BENCOMO. Llegad lo « dos por los lados y cargaos de esa señora que al lugar donde el rey mora queremos llevarla. LuciNDO. Vamos. DORISTO. Perdone si la ofendemos. que esto ahora es mandamiento del Rey, { Ásenla.) LuciNDO. ¡ Ay, Dios soberano, « ano del brazo me siento! DORISTO. ¡ Y yo también de mi mano, sano y resano y contento". 88. " Y asi mandó el rey que, pues ellos hablan hecho la primera experiencia, acom « tleBen a hacer la secunda y la echasen muio para llevarla... Llegan los dos pastores, el uno manco de los dedoi de Ik mano y el otro del brazo, y en poniendo ¡ tus manos y tocando la santa 1# » ' 74 NUESTUA SEÑORA DE LA CANDELARIA ACAYMO. BENCOMO. ACAYMO. BENCOMO. ACATMO. DORISTO. LUCINDO. BENCOMO. ACATMO. BENCOMO. ¡ Oh, misterio celeAtial, que en tocarla eanó el mal de un pasmado y otro manco! ¡ Oh, cielo benigno y franco 1 ¡ Cielo franco y liberal, qué joya tan rica y bella me diste, quieto y ufano y glorioso en poseerla! Llegad, reyes, llegad, hermanos, carguemos todos de ella, que una canga tan de estima DO es de pastores; arrima tu hombro y la llevaremos. Mejor será que crucemos estas varas, y ella encima • será muy mejor que vaya y dos de uno y otro lado la tendrán, porque no caiga. Bien, hermano, lo has trazado. ¿ Has visto qué bien lo ensaya? ¡ Bueno es eso!' ¿ Ahora, sabes Doristo, que en cosas graves « abe el rey Bencomo mucho? ( Suenan dentro chirímías.) Oíd: ¿ Qué es esto que escucho? ¡ Qué instrumentos tan suaves! ¡ Qué de divinas señales nos muestra el cielo en señal de sus hechos liberales! Decid, prenda celestial reliquia para baberla d « alzar ( cosa nillag: roM), quedan « 1 uno y al otro < le aus lesiones sanos y buenos, con rrande admlrscldo de los prsssn-tes." Espinosa, Ídem, cap. III, pS; s. 3S- 2ft. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 75 qué músicas celestiales < y » van, señora, sirviendo. Tú y yo la iremos teniendo; andad poco a poco, hermanos! HosAMiRA. Mujer del cielo: en tus manos, mi pecho y vida encomiendo. ACTO SEGUNDO ( Sale Rosamira sola.) HosAMiRA. Arbolea, prados, sotos y sombríos, arroyos claros, fuentes de agua llenas, aves cuyas arpadas cantilenas hieren los pechos de pasión vacíos. Hermosos cisnes de loa mansos ríos, tórtolas viudas, dulces filomenas que agora sois testigos de mis penas y ya lo fuisteis de placeres míos. Doleos de mi dolor, « entid mi pena, pues sentisteis loe guatos que sentía antes que me entregase a un mal tan fuerte, que estando el mal que mi desdicha ordena que excede al bien que « nte^ poseía y sólo habrá remedio con mi muerte. ¡ Oh, riguTOM suerte! ¡ Oh, pena rigurosa! ¡ Vida enojoM y larga, • ustento de una carga de ausencia tan confusa y tan dudosa, pues muero ausente y no sé por quién muero, y esperando imposihle desespero! Cielo, pues que a un zahori le diste gracia y saber que adivinase de mí lo que me ha de « uoeder. ¿ Qué tardanza es ésta, di? Si han de venir loa extraño* 78 NUESTHA SEÑORA DE LA CANDELARIA ACAYMO. BENCOMO, ROSAMIRA. BENCOMO. como tarden tanto, muero, aunque por mi bien que espero, e « pera el reino mil daños; mas si en mi pecho encerró, mil daño « amor de un daño nacido, que los causó, la vista de aquel extraño. ¡ Muera el reino y viva yol Mueran en resolución, lo que mis hermanos son con todo el isleño lauro. pues me están martirizando con su pesada afición. Mas no mueran, que soy de ellos uña y carne, y si ha de ser, qué extraños han de ofenderlos; sangre mía ha de verter el golpe que diera en ellos. Que bien puede el santo cielo, movido del justo celo, « on que quiero al bello extraño hacerle bien, sin que daño le venga a mi patrio suelo. { Salen lo » dos reyes, Acaymo y Bencomo.} Dices, hermano, muy bien; llega o lleguemos los dos. Sépase por qué o por quién nos niega. ¡ Guárdete Dios! ¡ Y a ti te guarde también! Visto, hermana, la crueldad con que pagas la amistad de cada cual de por sí, los dos venimos a ti, juntos de conformidad. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 79 para averiguar recelo*, que no « haces padecer, tan por un compá « los duelo, que ya es necedad tener el uno del otro, celo « . Y al ver que usas años, de términos tan extraños, para decir la verdad, no sé si es honestidad, 8Í es locura o son engaños. Pues vemos que se te pasa toda la flor que la vida da la juventud por tasa y que de homíbres perseguida, ninguno tu pecho abraza; funda tu causa en razón, y si acaso es presunción advierte que hombres tan buenos te piden y cuando menos tan buenos como tú, son. Si la leona arrogante por ser cosa natural, se rinde al león, su amante y al fin cualquier animal, « e junta a eu semejante ¿ Por qué, siendo tú mujer y habiendo tomado el ser conforme a naturaleza del hombre, es tal tu dureza que no te dejas vencer? ¿ Hay, a dicha, en la Isla toda algún hombre de valor que en dulce tálamo o boda merezca gozar tu amor? Si tu gusto se acomoda ' 80 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA a hombre que te merezca no por nosotros carezca de cumplimiento tu gusto porque hallarás siendo justo en mí quien te favorezca. AcAYMO. ' Yo tamhién, confirmo y digo lo que mi hermano Bencomo, y si hay quien valga contigo nuis que yo, a mi cargo tomo socorrerle y serle amigo. Que con condición que sea en quien se ocupa y emplea, ese altivo pensamiento hombre de merecimiento en buenhora te posea. Mas si es a quien das la mano indigno de merecerte, habréis trabajado en vano, porque os daremos la muerte como a villana y villano. Y si de los dos que estamos quieres a alguno, juramos por la potencia y amor del solo sustentador que honramos y veneramos que al uno apenas tendrás la palabra prometida de que su esposa serás, cuando el otro se despida de importunarte jamás. Abre aquesa boca y cierra la puerta al rigor, que atierra de dos reyes el valor que manifestar tu amor es la paz de nuestra guerra. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 81 BosAMiRA. . Aunque quiera anteponeros alguna razón que sea bastante a sffti « facero8 temiendo que no se crea no quisiera responderos. Por ventura ¿ Hay ley que ordena que si a la amorosa pena no da mi pecho lu^ ar tenga por fuerza de amar? Si de esto hay ley, no es ley buena. Que si es amor voluntad pendiente del corazón, do se cría la amistad y los matrimonios son amor y conformidad, y e « tá de estos dos vacío mi pedio, libre albedrío } en^ para que mi gusto disponga de todo, ¿ es justo que se esfuerce el gusto mío? Si acaso tenéis recelo que tenga otro amor, yo os juro por el que sustenta el cielo que ningún hombre procuro de todo el isleño suelo, que en todo nuestro distrito * sólo 08 dirán que ejercito la caza, por serle uniga, y si no ved si hay quien diga, que amor de hombre humano admito. De que 1 « edad se me pase, de que no tenga afición, de que envejezca y no case si es que éstos, mis gustos son, nadie la vida me tase 82 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA que en diferente cuidado está mi pecho ocupado, ¿ de qué a lo « do « os fatiga? ¡ Dejadme, o queréis que diga que queréis mi amor forzado! AcAYMO. Con esto acabó de echar a su ingratitud el sello. BENCOMO. NO; es mujer. Déjala estar que aunque ahora dijo aquello presto la verás mudar. RoSAMlRA. Antes se mudará el fuego de su esfera y verá el cielo las olas del mar arder. BENCOMO. Pues una cosa has de hacer por nuestra paz y sosiego. RoSAMlRA. Cuanto me queráis mandar haré con tal, que no sea lo que es mi gusto forzar. , BENCOMO. Porque cada cual desea poder de tu amor gozar y porque aunque el desengaño nos da su término extraño suelen los tiempos mudarse y en un momento acabaree lo que no pudo en un año. Habernos los dos trazado para que no nos ofenda de celos, el mal pesado que cada cual te pretenda por modo y término honrado y esto sin darte disgusto ni acometer hecho injusto sino sólo en confianza que el tiempo con su mudanza hará mudanza en tu gusto. NUESTHA SEÑORA DE LA CANDELARIA 83 ROSAMIRA. BENCOMO. ACATMO. BENCOMO. ANTÓN. Y será con condición, que cuando el uno estuviere contigo en conversación, el que segundo acudiere deje gozar su ocasión al otro y podrá mirarte cuando otra vez pueda haiblarte a solas, como el primero y aunque se esté un día entero a enojarlo ni a enojarte, no llegue el otro y se entienda que ha de ser lo que te hablare cosa con que no te ofenda porque no resulte o pare tu enojo en esta contienda. Y aquel a quien más amiga te mo « trares, ese diga el bien que le prometieres y « i la mano le dieres el cielo se la bendiga. ¿ Gustas que esto quede así? Si está en eso la paz vuestra nunca la perdáis por mí. Dame, Acaymo, esa diestra por firmeza. Vesla aquí. Y como quien soy, prometo que si en público o secreto hablando acierto a hallaros ^ de volverme y de dejaros. Yo también lo mismo acepto. { Salen el zahori que desde aquí se llama Ati' ton, vestido de cristiano y Castillo, vestido de guanche, como que trae preso ai zahori.) Mira que no me conoces. & 4 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA CASTILLO. ACATMO. BENCOMO. CASTILLO. ROSAMIRA. CASTILLO. ANTÓN. CASTILLO. ACATMO. CASTILLO. ¡ Digo que tienes de ir pre « o! ¿ Qué es eeto? ¿ Quién da estas voces? ¡ Extraño y nuevo suceso! Si me enojo, irás a coces. ¡ Oh, soberana deidad, haz mi sospecha verdad y así como el traje veo vea el fin de mi deseo! Aquí está su majestad. Mas BUS majestades dos, que de haher llegado a verlos doy muchas gracias a Dio « , ¿ Piensas con eso moverlos? ¿ Quién es él o quién sois vos? Denos el uno razón que estamos en confusión de ver con extraiío traje homhre de nuestro lenguaje. Dadme, reyes, atención. Yo soy un isleño pobre que en la parte más remota nací de los reinos vuestros; aunque ¡ ahora poco importa que sepáis mi nacimiento ni el discurso de mi historia. Soy, al fin, un cazador que de una « partes a otras ejercitando la caza suelo andar la Isla toda ya por los espesos montes, ya por las marinas rocas y llegando orilla el mar, habrá poco nuM de un hora en seguimiento de un puerco vi por donde el sol asoma. NUESTRA SEÑORA DE I. A CANDELARIA 85 cuando al despertar el día nos muestra su cara hermosa dos hombres dentro de un vaao de pinos y tablas gordas a modo de otro, que ha día « que apaireció en nuestra co « ta cuando el zahori Guáyame prendieron gentes remotas. Salió éste en tierra y el otro al momento el mar acota con dos palos, que como alas lo « ibate y el agua azota. Y yo creyendo que es éste por las señas de la ropa el que a Guáyame prendió le prendí y le trai^ ahora para que le deis castigo que iguale a » u « falsas obras que si ahora le soltáis bien podrá una vez y otra « como prendió al zaihorí llevar de preso » gran copia, que el que a ser ladrón se atreve no lo e « una vez sola. BENCOMO. ¿ TÚ, qué respondes a e « to? ¿ A qué viniate a esta tierra? Danos la respuesta presto. ¿ Ere « de paz o de guerra? Haz tu intento manifieíAo y advierte que de negar ningún fruto has de sacar y aunque soy rey justiciero sabré, si eres verdadero ser piadoso y perdonar. 86 NUESTHA SEÑORA DE LA CANDELARIA ¿ Rieste? ¡ Galano intento; algún loco debe ser pues preso, muestra contento! ANTÓN. Ríeme, señor, de ver tu poco conocimiento. Pues si ha gran tiempo que mora este que tu vista ignora fuera de tu compañía la cara que antes tenía esa mi « ma tiene ahora. Que aunque de traje mudé no de facciones. Mas yo siempre tuve y tengo fe; pero en vosotros faltó; el tiempo que yo falté. Y si a mí vue « tra presencia me faltó, vuestra presencia siempre ha hecho asiento en mí y en vosotros se ve aquí que causó el olvido ausencia; yo que en el alma os estimo no os olvido porque os amo, de Bencomo y de Acaymo mas vosotros a Guayamo casi negáis vuestro arrimo, pues presente le tenéis y ya no le conocéis." 39. " Deapuéü que las Islas de Lanzarote y Fuertev « ntura > e pusieron debajo del yuKO del Evangelio y vinieron en [ wder de españolea por haberlas comprado a los franceses, que las ganaron y poblaron, sallsn los moradores de ellas en navios a saltear y Uevar presos y cautivos los que desta Isla podían haber, y uno de los primeros ( si él no fué) fué un muchacho que a la boca de un barranco hallaron pescando, y nevándolo consigo lo tndustrlarou en la f « y lo bautliaron, Uamindolo Antón. Y como aquel a quien Dios tenia escogido para lengua de « stt gente y para que descubriese el tesoro que en esta lila estaba encubierto, en breve tiempo aprovechó mucho en la ( e y ganó en la voluntad di « su NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 87 BENCOMO. ANTÓN. BENCOMO. ACAYMO. ANTÓN. ROSAMIRA. ANTÓN. CASTILLO. ¿ Soi » ? ¡ Oh, cielo piadoso y santo, pues tras de disgusto tanto tal guato dado me habéis! ¡ Oh, mi Cuayamo querido dame tus brazos! Señor, tu « pies para besar pido. Dárete abrazos de amor. A destajo lo has cogido deja que dé yo también mil abrazos. Yo « oy quien por gozar de abrazos tale « pasara infinitos males siendo el premio tanto bien. También estoy yo a la mira y quiero darle mis brazos. ¡ Oh, mi infanta Rosamira, dichoso el que tus abrazos viene a gozar! ¡ Quién tal mira! ¡ Oh, belleza, la mayor que ha visto humano amador! ¡ Oh, rosa del alma mía, Y cuando será aquel día, que « emejante favor goce yo en tus bellos brazos! Cuándo, ay Dios, me enlazaré en tan soberanos lazo « ; « mo para que dándole libertad le dejase volver a su tlerr » par » convertir a sus parientes, o, como algunos dicen, lo traían por adalid, y qu « , « chindólo en tlorr » en esta Isla, se quedó en ella escondido y alzado. Al fin vino al reino y término di' ( lulmar, y como venia en traje easl-- JUno y los naturales le vieron, pensando ser de los que solían saltear ruéronse para él con ánimo denodado; mas el mozo Antón, hablindoles con su leníua y dándoseles a conocer, los aplacó." Espinosa, Ídem, capitulo VII, pAg- s. 30- 31. 68 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA dioho80 el mar que pasé, dichosos los em'baTazos y peligro en que estoy puesto, pue « es claro y mamíiesto que aunque me vuelva a perder gano en haber vuelto a ver de tanta belleza el resto. RosAMlRA. ¡ Ay, Cuayamo y cuántos año « la falta de tu presencia ee ha sentido! ANTÓN. ¡ Cuántos daños he visto yo en vuestra ausencia! BENCOMO. Casos habrás visto extraños que quien otro mundo vio, diverso del que nació mucho pudo ver y oir. ANTÓN. Ahora podré decir que soy hombre, que antes no. Emprendido y descubierto he visto, estando cautivo tanto, que afirmo y e « cierto que ahora soy hombre vivo que antes era animal muerto. ACATMO. Pues comiénzalo a contar que para ver o escoduir co « a que de nuevo venga, ya sabes que no hay quien tenga paciencia para e « perar. ANTÓN. Una co « a me has pedido de tal peso y gravedad que turba cualquier sentido pero no hay dificultad en co « a que me has pedido; sólo en cuanto que es tan grave no « é en que empiece o acabe... NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 89- BENCOMO. Sí harás, pues tanto penetras. ANTÓN. Quiero empezar por las letras que son del todo la llave; hay en ese mundo ignoto a lo « que en esta comarca hacéis vuestra habitación, diversas cosas extrañas y porque sepáis el cómo las supe y pude contarlas todas sin haberlas visto del modo que os satisfaga. Sabed que hay allí unas hojas delgadas, lisas y blancas, cuadradas de buen tamaño, ni muy chicas ni muy largas; esta « se llaman papel labradas por una traza que o « la contaré después, que ahora no es de importancia y h « y una mixtura negra que de ciertos polvo « y agua se hace y se llama tinta con ésta y plumas cortadas pintan en el papel unas que por allí letras llaman con ra « gos, cifras y puntos de mil diferentes trazas. Aquesta*, « in ser personas, y sin tener lenguas hablan pues que se entiende por ellas cuanto en todo el mundo pasa, escrito por hombres sabios con cuidado y vigilancia que en sucediendo una cosa la pintan y la retratan. ^ NUESTKA SEÑORA DE LA CANDELARIA Los que aquesta ciencia apreoden con gran facilidad hablan cuanto ha pasado en la tierra y aun coaas del cielo alcanzan. Esta ciencia aprendí yo en esta mi ausencia larga, por do supe lo que ahora contaré en breves palabras: el mundo, a quien los antiguos pusieron por nombre máquina es lo que consta de cielo, fuego, aire, tierra y agua; dividiéronla en dos partes por ser distintas entre ambas una, celestial región; otra, elemental morada. La celestial que es primera como más suprema y alta y divisa en once cielos los diez que se mueven y andan por natural movimiento que nunca jamás descansan; el onceno en cuanto a nos y primero allá se llama cielo empíreo y éste es fijo donde las benditas almas de los bienaventurados gozando de Dios descansan. El primero de los diez, primero móvil se llama a quien los nueve que restan siguen y por él se mandan. Esta es del mundo una parte, y en la segunda que falta está sucesivamente NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 91 la región del fuego y paran de allí a la región del aire que está en parte algo más baja, y en lo mis bajo del todo e « tán la tierra y el agua entre ambos casi mezclados, por ser cosa necesaria; a la tierra lo « antiguos dividieron su distancia en tres partes, que llamaron África, Europa y Asia. El Asia que es la mayor contiene en sí bien pobladas cuarenta y ocho provincias que la menos es más larga que todos los nueve reinos de esta isla de Nivaria. Y por el mismo tenor, doce provincias tiene África en la Europa hay treinta y cuatro provincias de Europa; E'spaña se dice la más famosa del mundo, en religión y armas que en sí contiene once reinos gobernados de un monarca que es el cuarto Don Enrique a quien el Doliente llaman, y un Diego de Herrera, noble vasallo del rey de España es señor de la conquista de las Indias de Canarias, bien cercana de esta nuestra con el cual desde su patria vino en su favor y ayuda un caballero de fama, 92 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA que 68 Gonzalo del Cantillo, hombre noible en sangre y caata el cual, estando una tarde con un dueño de una barca pescando, de un viento recio las olas del mar hincliadas sin pensarlo los trajeron a descubrir nuestras playas, y hallóme en ellas pescando y en un barco me arrebata; llevóme a Fuerteventura y allí me enseña y declara una ley que los cristianos mantienen, que así se llaman e8to « españoles inertes cuya ley es justa y santa, tórneme cu> al él, cristiano y Antón es mi nombre y gracia; Castillo, como mi amo al fin su ley, letras y habla aprendí en mi larga auAencia, y queriendo ver mi patria licencia le demandé y fué su nobleza tanta, que envió conmigo un hombre surcando en un barco el agua trujóme, dejóme en tierra volvióse y en esa playa este cazador hallóme y viendo la ropa extraña me prendió y trujóme preso con que mi cuento se acaba. BENCOMO. Suspenso y embelesado Antón o Guáyame amigo me deja lo que has contado. NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 93 CASTILLO. YO SU tardanza maldigo. AcATMO. Yo sin sentido he quedado. HoSAMiRA. Yo ni me espanto de oírlo ni de su acento al decirlo pude en nada reparar hasta que le oí nombrar al noble español Castillo. ¡ Ay, Cuayamo, si aoabara « tu cuento y conmigo solo del español me contaras! CASTILLO. Y tú, la que al mismo Apolo como a Dafne enamoras quién pudiera a sola « verte por ver si e « la vida o muerte el tema de mi* locuras. BENCOMO. ¿ Qué es lo que entre tí murmuras? CASTILLO. Murmuro mi mala suerte que trabajé de los pié* pensando que daba alcance a algún lanee de interés y paréoeme que el lance movió mi suerte al revés. AcATMO. Antes de entender no acabas tu suerte, que si esperabas interés de la pri « ión tienes mejor ocasión que la que tener peiwabas, que « iendo el preso enemigo aspiraban tus codicias a la paga y siendo amigo será en vez de paga, albricias pide, que a darlas me obligo. BENCOMO. También de mi parte fía que las daré. 94 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA RosAMiRA. Y de la mía que también la « m « iiido yo. ANTÓN. Ya tu suerte « e trocó mete en tu ca » a el buen día. CASTILLO. Pue « señorea, lo que ahora para en albricias, codicio con que mi suerte mejora que me admita en su servicio Rosamira, mi señora; que como soy cazador y ella sabe esto mejor que nadie en este horizonte andando con ella al monte sabré más con su caloo-. BENCOMO. El ha pedido muy bien: Yo lo otorgo. AcAYMO. Yo lo acepto. ROSAMIRA. YO tengo al vuestro también mi gusto en eso sujeto. CASTILLO. Viváis mil años, amén. Yo desde aquí, afirmar oso que cazador más famoso en la Isla donde estamos no le habrá. BENCOMO. El nombre sepamos. CASTILLO. Yo me llamo Venturoso y aunque antes se me llamó por cierta ocasión, creed que ahora se confirmó con esta nueva merced donde mi dicha empezó. BENCOMO. Todos de tu bien holgamos. 4 Cómo, hermanos, no le damos a nuestro Antón, pues lo ignora noticia de la Señora NUESTRA SEÑORA OE LA CANDELARIA 95 cuyas mercedes gozamos? Que quien vido y sabe tanto bien podrá ser conocerlo. Corre e » a cortina o manto verás la cosa más bella que se ha visto. ( Corren una cortina y aparece una imagen híncanse de rodillas todos.) ANTÓN. ¡ Oh, cielo santo, qué divinas maravillas veo!, hincad las rodillas ante el valor sin segundo de aquélla que fué en el mundo limpia de todas mancillas; de aqueilk puerta del cielo de aquella escalera santa por quien bajó Dios al suelo y el hombre sube y levanta hasta el mismo Dios, su vuelo. De aquella perk preciosa más que el sol y luna hermosa hija del Eterno Padre, del Hijo ab Eterno Madre; del Santo Espíritu, Espora. De la que parió doncella de la que de Dios a nos trujo paces y de aquella que decir Madre de Dios no hay más cosa, engrandecedla. AcATMO. Si tantas gracias contiene, que la pidamos conviene, perdón, con alma y con boca de la reverencia poca que se le ha tenido y tiene; que dice que esta Señora 96 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA efl madre de Aquel que mora en la celestial región, por quien gobernados « on luna, sol, cielo y aurora. ANTÓN. SÍ señor, ée/ t& es su madre. BENCOMO. Advierte que me has de dar razón que lo dicho ouadire si Dios es sólo y sin par, si £ 1 solo es principio y Padre d « cuanto el mismo crió, ¿ Cómo mujer le parió? Quien de principio carece decir que nació parece obscuro. ANTÓN. Aclararlo he yo. Es Dios Padre y es Dio « Hijo y Espíritu Santo inmenso un Criaidor trino en persona y un solo Dio* verdadero. El Padre que es quien se nombra en la Trinidad primero por la gran fecundidad de su alto entendimiento una noticia engendró no como nosotros vemos accidente, mas substancia y tan bueno como El mesmo. Este engendrado es el Hijo no que el Padre tea más viejo que el Hijo que enilre los dos no hay primero, ni hay postrero. Estas divinas personas mirándose recibieron en si, tanto amor de verse que de su « moroso fuego NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA se produjo una substancia un amor puro y perfecto que es el Espíritu Santo y tan igual Dios como ellos. No es que se entienda que son tres Dioses, que aqueste es yerro sino una voluntad sola un amor puro y perfecto tres personas y una esencia por tan divino misterio, que él solo se entiende a sí y nadie basta a entenderlo. Este Dios que es uno y trino perdurable y sempiterno ha más de siete- mil años que crió la tierra y cielo; luego que el cielo crió fué todo de ángeles lleno que son unas ciiatoras hermosas tan por extremo, que no sé con qué igualarlas sólo sé decir que fueron tales como convenía para servirse Dios de ellos. De aquestos ángeles, uno el más grave y el más bello, el que entre todo « tenía más cerca de Dios su asiento reinando soberbia en él, quiso y pretendió de hacerlo igu « lairse a « u Criador soberbio y notable yerro. Declaró su intento a todos y con su maldito intento siguió su parcialidad 98 NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA de log ángeles el tercio; dividióae el cielo en bandos y entre maloe y entre bueno « hubo una campal batalla y al fin lo* bueno » vencieron. Luzbel, que así se decía este Capitán soberbio fué con todos sus parciales arrojado en el Infierno y los que antes ser solían, ángeles hermosos, fueron en demonio « convertidos y padecen fuego eterno. Luego para separar Dios, de aquellos que cayeron loe asientos que ocuparon quiso y accedió el remedio que a imagen y a semejanza suya a Adán, hombre primero, fué de la tierra formado que Dios más puede hacer que esto. Púsofe en el Paraí « o un jardín tan bello y fresco que fuera cielo en la tierra si hubiera en la tierra cielo. Dióle mando sobre todos los animales terrenos, púsoles a todos nombres quedando por señor de ellos; y pareciéndole a Dios que el « nimal de más precio que era el hombre, estaba mal sin compañera, a su modelo, infundió un sueño en Adán, que en lo que duró este « ueño NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA 99 die una costilla del hombre hizo el animal más bello del mundo, que es la mujer. Despertó Adán y despierto le dio Dios por compañera la que es hueso de sus huesos. Creced y multiplicaos les dijo y porque ellos siendo criaturas y al Criador reconociesen su imperio, un precepto que guardasen les dio, bien fácil precepto, y fué que de todas frutas de aquel Paraíso o huerto puedan a su voluntad tocar y comer, excepto, de un á |
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