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MINISTERIO DE EDUCACION NACIONAL COMISARIA GENERAL DE EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS INFORMES Y MEMORIAS N.° 28 NUEVAS EXCAVACIONES AR QUEOLOGICAS EN LAS CANARIAS OCCI DENTALES YACIMIENTOS DE TENERIFE Y LA GOMERA ( 1 947- 1 951) POR LUIS DIEGO CUSCOY INTRODUCCION por JULIO MARTINEZ SANTA. OLALLA MADRID, 1953 .4- INFORMES Y MEMORIAS DE LA COMISARIA GENERAL / DE EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS 1.— César PEMAN, Memoria sobre la situación arqueológica de la provincia de Cádiz en 1940. 1942.— Agotado. 2.— Fermín BOUZA BREY, El tesoro prehistórico de Caldas de Reyes ( Pontevedra). 1942.— 0,75 $ 3.— Joaquín SANCHEZ JIMENEZ, Memoria de los trabajos realizados por la Comi saría Provincial de Excavaciones Arqueológicas de Albacete en 1941. 1943.—. 2,25 $ 4.— José GALIAY SARAÑANA, Las excavaciones del Plan Nacional en los Batí ales de Sábada ( Zaragoza). 1944.— 2,00 $ 5.— Julián SAN VALERO APARISI, Excavaciones arqueológicas en Monte Bernorio ( Palencia). Primera campada 1943. 1944.— 1.75 $ 6.— Juan URIA RIU, La caverna prehistórica de El Cuetu, Lledías ( Asturias), y sus pinturas supesf res, 1944.— 1,50 $ 7.— Soturio GONZÁLEZ SALAS, El castro de Yecla en Santo Domingo de Silos ( Burgos). 1945.— 2,25 $ 8.— Rafael CASTEJON Y MARTINEZ DE ARIZALA, Excavaciones del Plan Nacional en Medina Azahara ( Córdoba). Campada de 1943. 1945.— 2,25 $ 9.— Julián SAN VALERO APARISI, El tesoro preimperial de plata de Drieves ( Gua dalajara), 1945.— 200 $ 10.— Juan CABRE AGUILO, El tesorillo visigodo de trientes de las excavaciones del Plan Nacional de 1944- 45 en Zorita de los Canes ( Guadalajara). 1 946.— 2,25 $ 11.— Sebastián JIMENEZ SÁNCHEZ, Excavaciones arqueológicas en Gran Canaria del Plan Nacional de ¡ 942, 1943 y 1944. 1946,— 500 $ 12.— Simeón GIMENEZ REYNA, Memoria arqueológica de la provincia de Málaga hasta 1946. 1946— 5,00 $ 13.— Julián SAN VALERO APARISI y Domingo FLETCHER VALLS, Primera campada de excavaciones en el Cabezo del Tío Pío ( Archena). Prólogo de J. MARTINEZ SANTA- OLALLA. 1947.— 2.50 $ 14.— Juan ALVAREZ DELGADO [ y Luis DIEGO CUSCOY], Excavaciones arqueo. lógicas en Tenerife ( Canarias). 1947.— 6,50 $ 1 5.— Joaquín SANCHEZ JIMENEZ, Excavaciones y trabajos arqueológicos en la provincia de Albacete, de 1942 a 1946. 1947.— 6,75 $ 16.— Julio MARTINEZ 5ANTA- OLALLA, Bernardo SAEZ MARTIN, Carlos F. POSAC MON, José Antonio SOPRANIS SALTO y Eduardo del VAL CA TURLA, Excavaciones en la ciudad del bronce II mediterráneo de La Bastida de Tofana ( Murcia). 1947.— 9,00 $ 17.— Salvador VILASECA, Las pinturas rupestres de la Cueva del Polvorín ( Puebla de Benifazá, provincia de Castellón). 1948,— 2,75 $ 18.— J. de C. SERRA- RAFOLS y Epifanio de FORTUNY, Barón de Esponella, Ex cavaciones en Santa María de Egara ( Tarrasa). 1949— 2,75 $ 19.— José GALIAY SARAÑANA, Segunda campada del Plan Nacional en Los Ba dales ( Zaragoza). 1949.— 1.25 $ 20.— Salvador VILASECA ANGUERA, José de C. SERRA- RAFOLS y Luis BRULL CEDO, Excavaciones del Plan Nacional en el Castellef de Bañolas, de Tivisa ( Tarragona). 1949.— 3, OO $ 21.— Emeterio CUADRADO DIAZ, Excavaciones en el santuario ibérico del Cigarra lejo ( Mula, Murcia). 1950.— 8, O0 $ 22.— Manuel ESTE, VE GUERRERO, Excavaciones de Asta Regia ( Mesas de Asta. Jerez), campada de 1945- 46. 1950.— 3,0O $ 23.— José M. LUENGO Y MARTINEZ, Excavaciones arqueológicas en el Castro y su necrópolis, de Meirás ( La Coruuía). 1950.— 7.00 $ 24.— Actas de la 1 Asamblea Nacional de Comisarios de Excavaciones Arqueológicas. 1950. 1951.— 6,0O$ 25.— Miriam ASTRUC, La necrópolis de Villaricos. Prólogo de A, GALLEGO BU RIN. 1951.— lI$ 26,— Carlos CERDAN MÁRQUEZ, Georg LEISNER y Vera LEISNER, Los sepul cros megalíticos de Huelva. Excavaciones arqueológicas del Plan Nacio nal 1946. 1952,— li $ © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 NUEVAS EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN LAS CANARIAS OCCIDENTALES 1 y, 3flj © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 DIANA, Artes Gráficas. — Larra, 12. Madrid. 4 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 MINISTERIO DE EDUCACION NACIONAL COMISARIA GENERAL DE EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS INFORMES Y MEMORIAS N.° 28 NUEVAS EXCAVACIONES AR QUEOLOGICAS EN LAS CANARIAS OCCIDENTALES YACIMIENTOS DE TENERIFE Y LA GOMERA ( 1 947- 1 951) POR LUIS DIEGO CUSCOY INTRODUCCION por JULIO MARTINEZ SANTA. OLALLA MADRID, 1953 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 INDICE Páginas Introducción, por JULIO MARTINEZ SANTA- OLALLA7 TENERIFE A) NUEVOS ASPECTOS ARQUEOLOGICOS DE “ LAS CAÑADAS DEL TEIDE” 1.— CERÁMICA DE “ Lás CAÑADAS” Y LA CANTERA- TALLER DE LA “ CAÑADA DE PEDRO MÉNDEZ” ( 1947) 11 1.— Determinación de las zonas de trabajo13 2.— Nuevos vasos hallados en la “ Cañada de Pedro Méndez’ 16 3.— Cerámica fragmentada18 4.— La cantera- taller de piedras de molino19 11.— ABRIGOS GUANCHES EN LA “ MONTAÑA DE ABREU” ( 1948) 21 III.— EL ESTACIONAMIENTO ABORIGEN DE “ CAÑADA BLANCA” ( 1948) 27 1.— Área explorada27 2.— El ajuar32 3.— Las piezas descubiertas: Piedras de molino; núcleos de obsidiana; cerámica34 L’ 1.— EL PARADER DOE LA “ CAÑAD ADE LA MARETA” ( 1949) 39 1.— Limites de la zona arqueológica39 2.— Rediles y abrigos41 3.—” Tabonas” y cerámica fragmentada41 4.— Cerámica de la “ Cañada de la Mareta” 42 V.— PARADEROS GUANCHES EN LA BASE DE “ MONTAÑA DE GUAJARA” Y SOBRE LA “ CAÑADA DE LA MARETA” ( 1950) 47 1.— Resumen de los trabajos efectuados en Las Cañadas del Teide47 2.— La doble campafla de 195050 3.— Dos paraderos pastoriles51 4.— Cabañas y rediles53 5.— Gánigos o vasos procedentes de lea paraderos56 6.— Industria utica VI.— ABRIGOS GUANCHES EN LAS MESETAS VOLCÁNICA ( S1951) 63 1.— Las mesetas volcánicas y el método de exploración63 2.— Huellaa aborlgenes65 3.— Relación de estos abrigos entre si68 5 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Pglnas 4.— Cerámica 72 5.—” Tabonas” 72 6.— Núcleos de obsidiana72 7.— Conclusiones74 B) NECROPOLIS Y POBLADOS DE CUEVAS 1.— NOTAS SOBRE ALGUNAS ESTACIONES RQUEOLÓGICAS DE SAN JUAN DE LA RAMBLA Y LA GUANCHA ( 1947) 75 1.— Noticia geográfica75 2.— La necrópolis del “ Risco del Masapé” 75 3.—, Necrópolis de “ Barranco Poncio” (“ La Gotera”) 81 4.— Vestigios de un estacionamiento guanche en “ Los Celajes” 83 5.— Una necrópolis en la cumbre84 11.— Dos NECRÓPOLIS GUANCHES EN EL LiTORAL DE ICOD ( 1948) 87 1.— Antecedentes87 2.— Yacimiento de “ Las Barandas” 91 3.— Yacimiento de “ El Andén” 97 111.— LA CUEVA FUNERARIA DEL “ RISCO CAÍDO” ( LA VICTORIA DE ACEN TEJo) ( 1949) 101 IV.— LA NECRÓPOLI DSEL “ BARRANCO DE LA CRUZ DE LAS ANIMAS” ( EL ROSARiO) ( 1951) 105 1.— Circunstancias del descubrimiento105 2.-— Emplaza. miento de la necrópolis106 3.— Descripción del yacimiento108 4.— Restos humanos111 5.— Ajuar funerario: a) Cuentas de collar; b) Punzones de hueso; c) Vasos112 6.— Restos vegetales115 7.— Conclusiones116 LA GOMERA C) NUEVAS EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN LA ISLA DE LA GOMERA 1.— DOS CUEVAS SEPULCRALES n Et “ BARRANCO DE ABALOS” ( 1948) 119 1.— Antecedentes119 2.— Cueva del “ Roque de la Campana” 121 3.— Cueva cje “ Los Toscones’ 124 11.— RESULTADOS DE UNA CAMPAÑA ARQUEOLÓGIC EAN EL TIiRMINO DE ALA JERÓ ( 1950) 129 1.— La Gomera en el hacer arqueológico129 2.— Zonas exploradas11 3.— Yacimientos del Barranco de Santiago135 4.— Cuevas- rediles de ‘ Punta Negra” 140 5.— Cerámica y útiles de piedra143 6.— Yacimientos funerarios del “ Barranco de los Cocos” 146 7.— Conclusiones149 Láminas151 6 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Un venturoso azar ‘ hace casi coincidir la tirada de. este vo lumen de los Informes y Memorias de la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas con el décimo quinto aniver sario de la creación de este organismo en los días postreros de la guerra civil, en una fecha por tanto propicia al balance de la obra realizada y la que quedó por hacer, siempre en función de nuestros medios económicos, que sólo comienzan a ser rea lidad en el verano de 1942. Calificamos de venturoso el azar por ser precisamente la prehistoria canaria la que ocupa este volumen, y ser la prehis toria canaria una de las creaciones y. realizaciones que. más le gítimamente enorgullecen a la Comisaría General y con ella a la Dirección Genersal de Bellas Artes y al Ministerio de Edu cación Nacional. Tal vez pueda sonar extraño el que se diga creación y rea lización hablando de investigación prehistórica canaria, puesto que precisamente el azar también hace que en estos días se cumplan los setenta y cinco años de la aparición de aquel libro memorable que fué, o debía haber sido, las “ Antiquités cana * riennes” de Sabin Berthelot ( París, Plon, 1879), que está en la mente de todos. La investigación prehistórica caniaria, que alcanzó gran auge en el siglo XIX, y a la que hicieron progresar grande mente Berthelot y René Verneau, se ha resentido siempre de un 7 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 fetichismo textual que manejaba y revolvía textos de. los viejos cronistas e historiadores de las islas Canarias, de los que se pretendía y se pretende extraer todavía, toda la sapiencia en cuantos, e refiere ala historia primitiva canaria. El aislamiento de la islas canarias, unido a la idea dieci ochesca y romántica de “ el buen salvaje”, desorbitó los pro blemas, según queda patentizado en las pedantescas historias, con su buena dosis de ciencias naturales del siglo XIX. Re construcciones antícientíficas, sin el más elemental método ( que ya en el mundo se estilaba), en que se barajaban a placer y sin criterio los textos, las “ etimologías” y un poco de antro pología caiera, son las que estaban y aún están a la orden del día. El feliz camino que S. Berthelot había marcado, pesar de todos los errores de la época en su preclaro libro, era ignorado por los canarios, lo mismo que lo ignoraban los peninsulares salvo la excepción feliz y también estéril de M. Menéndez y Pelayo que en su “ Historia de los heterodoxos españoles” in cluyó, prolijamente, en la historia primitiva general la de las islas Canarias. Peninsulares e insulares olvidaron la comunidad de muchos de los problemas de historia primitiva española, tanto para la Península como para las Islas, y no hubo inconveniente en mu tilar aquella “ ex silentio”. La mejor prueba de la ausencia de Canarias en la historia primitiva genezia’ el spañola, y viceversa de lo peninsular en el archipiélago, está en la realidad que en los índices de la Etnología de la Península Ibérica de Pedro Bosch Guimpera ( Barcelona, 1932) no existe el topónimo Ca narias, a pesar de que hacía medio siglo entonces que rodaba por el mundo el mentado libro de S. Berthelot. Desde Berthelot, que representó un avance al pretender rei vindicar el método arqueológico y la arqueología comparada para Canarias, no hay más que lamentable retroceso, sin que lo puedan paliar antes al contrario, las destrucciones y rebus © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 cas de antigüedades prehisp’ánicas, con un afán coleccionista todavía no extinguido por desdicha, La ausencia de un método arqueológico, no ya severo, ni siquiera tolerable, faltaba; la idea de una seriación etnológico ni por una iz se perfiló ( muestra de ello es el tipográficamente precioso libro de E. Hooton, “ The Ancient Inhabitants of the Cana’ry Isiands ( Cambridge, Mass., 1925); la antropología, hasta F. Falkenburger (“ Ensayo de una nueva clasificación craneológica de los antiguos habitan tes de canarias”. Actas y Memorias ‘ de la Sociedad Espaiola de Ant ropol gía, Etnografía y Prehistoria. XVII, 1942), no en caentra su camino de Damasco, y la lingüística, a pesar de sus desvaríos, parece que ahora ua dando sus primeros pasos firmes. - El cuadro de canarias era tan romántico, ant icuado, anti científico, j a la uez pretencioso, que todo era posible en Ca narias en el campo de la antropología, etnología, historia de las religiones, lingüística, psicología de los pueblos. economía y sociología. Hay un ejemplo que vale por todos, puesto que abarca los aspectos más elementales ‘ de las ciencias del hom bre: el cenobio Valerón, La musa popular, siempre ‘ ágil y em bellecedora, había clasificado aquella especie ‘ de colmena que son las celdillas ‘ de la Cuesta de Silva, a convento ‘ de las hai’i maguadas. Por dicho pretendido convento de las vírgenes pre hispánicas, des filaroñ todo. los que a Canarias fueron, y nadie vacih en aceptar como exacta interpretación científica la bella leyenda popular, cual queda demostrado en D. J. Woelf fe! ( Leonardo Torria’ni, 1Die kanarische Inseln und ihre Urbe wohner Leipzig, 1940), que sin la menor vacilacton lanza el cuento del convento de las harimaguadas para los lectores de habla alemana ‘( Mm; XVI, b). Ante esta triste realidad, la Comisaría General de Excáva cione se propuso desde el primer momento de su dotación ( 1942) termjnr con ella, y emprender un sCudio objetivo de sus monumentos- arquéológicos mediante excavaciones y una 9 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 adecuada información sobre los hallazgos. Del éxito de nues tra em presa son un exponente claro los volúmenes ya dedica dos a Canarias y los que ahora seguirán. En 1946, en el tomo 11 de estos informes y Memorias, tiene lugar la exposición por S. Jiménez Sánchez de la obra en Gran Canaria con los trabajos del trienio 1942- 1944; a aquella publicación sumaria y pura mente informativa, deberá seguir el estudio monográfico so brio y reposado. Más tarde, én 1947, el tomo 14 de los Infor mes y Memorias, franquea al público los resultados de los tra bajos realizados en Tenerife en 1944 y 1955 por J. Alvarez Delgado y L, Diego Cusco y. Hoy damos un paso más en la presentación de nuevos do curnen tos para la historia primitiva de Canarias, con el presen te volumen de L. Diego Cusco y, que no sólo es un avance en cuanto a la conquista de nueva documentación, sino que lo es también en su exposición que permitirá en fecha muy próxima que estas rendiciones de cuentas del trabajo de campo sean lo prolijas y completas que corresponde. Gracias a la labor llevada a cabo por las Comisarías de Excavaciones de Canarias, a las que alguna vez se ha sumado con iniciativas propias el Seminario de Historia Primitiva de Madrid, se ha creado un nuevo campo de trabajo en el territo rio nacional y se ha creado la arqueología canaria, que va lle gando rápidamente a una mayor edad e incluso supera ya en hechos adquiridos a muchas provincias peninsulares. En la obra realizada, no es la consecuencia menos impar tan te de nuestras campafas de trabajo de campo y publicacio ns el ir desterrando la práctica de la historia primitiva canaria a la antigua usanza, puesto que ya los lectores especializados y simples curiosos van distinguiendo entre la uerdadera investi gacián y el charlatanismo insulso, que todavía hace sus males en revistas y prensa diaria. Al aparecer este volumen dedicado a Canarias, en trance de aparición otros más voluminosos sobre arqueología de las lo © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Islas Afortunadas, no puede dejar el Ministerio de Educación Nacional menos de agradecer las colaboraciones encontradas en ambas provincias canarias por parte de los Cabildos insula res, Gobernadores civiles y toda una serie de Ayuntamientos, que por ser largos de citar, lo irán siendo, en su sitio, a medida que aparezcan las publicaciones correspondientes. Donde sólo había una labor ( ya superada metodológica mente) privada, que ya pasó, el Estado ha creado una arqueo logía, y es preciso que las Islas y sus Corporaciones hagan el esfuerzo técnico y económico de dotar a aquéllas de los orga nismos investigadores y conservadores adecuados. En este sen tido, ya parece haber sido fértil la labor de la Comisaría Ge neral de Excavaciones Arqueológicas en Canarias, puesto que el Excmo. Cabildo Insular de Tenerife, gracias al interés y la inquietud espiritual de su Presidente don Antonio Lecuona Hárdisson, ha creado un Servicio de Excavaciones y Museo, del que aguardamos prontas y firmes realizaciones que com pleten la obra científica estatal. El que en el Puerto de la Luz, el Instituto de Estudios Hispánicos haya inaugurado un Museo Arqueológico, creado por la feliz iniciativa de su Director, don Isidoro Luz Carpenter, llena de esperanzas legítimas a los que nos interesamos por la arqueología tinerfeña, puesto que su pone una suma de esfuerzos y coordinación de voluntades. Comisario General de Excavaciones Arqueo1g1cas 11 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 PROLOGO Gran parte de los trabajos arqueológicos realizados en las Canarias occidentales— Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro— después de 1947, quedan agrupadas en el presente volumen. Este es el segundo que publica la Comisaría Genera’ recogiendo la labor arqueológica desarrollada en la Provincia de Santa Cruz de Tenerife. Ante un hecho de tal significación y trascendencia conviene detener un tanto la atención, porque es mucho lo que el mismo sugiere. Nada se había hecho en estas islas con suficiente rigor que permitiese la afirmación de que los fundamentos de su Arqueo-logia estaban ya trazados. No cabían dentro del moderno con cepto de esta ciencia los trabajos aislados, realizados sin mé todo, y con una sola preocupación por el objeto. El yacimien to, como tal, no aparecía en ningún intento de estudio arqueo lógico, y la excavación no se empleó nunca, porque no se pue de llamar excavación a la remoción de un yacimiento y menos cuando no se hace seguir de una descripción clara, minuciosa y objetiva. Todo ello produjo lastimosas consecuencias. Las escasas citas sobre yacimientos dispersos no permitían delimi tar sobre el mapa de las islas las áreas primitivamente ocupa 13 2 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 das, la relación geográfica de zonas habitadas y la distribución de ¡ os grupos humanos conforme a los climas, altitud, vegeta ción, etc. Por otro lado, el objeto arrumbado en una vitrina, sin el conocimiento de su procedencia segura, etiquetado fre cuentemente de un modo falso, sin ninguna conexión con el yacimiento de origen, acabó por conferir a las colecciones ar queológicas existentes un signo ineficaz, muerto, sin valor científico de ninguna clase. Ya en el prólogo al volumen 14 de “ Informes y Memo rias”, que recoge los primeros trabajos modernos efectuados en la Provincia de Santa Cruz de Tenerife, se consigna más o menos veladamente este hecho. No queremos, pues, volver so bre lo mismo. Pero hay un punto sobre el que si deseamos ha cer significativa parada, En todos aquellos primeros intentos que no llegaron a granar en una obra seria, y, por lo tanto, sin valor como precedente aprovechable, no hay ni una mano es pañola. Que quede esto dicho así y no repitamos ningún nom bre. Hay buenas voluntades del país, hombres generosos y en tusiastas a los que se les debe el no muy rico material con que contamos, porque los otros salieron llevándose el producto de sus trabajos y lo que salió de la isla hoy forma parte de colec ciones canarias en numerosos museos extranjeros. La labor que . en las islas se realiza actualmente en el terreno arqueológico, aparte de su valor en sí, tiene el de haberlas in corporado a un quehacer enteramente nacional, y el de ser lle vado a cabo no sólo por españoles, sino por hombres de las islas o vinculados entrañablemente a ellas. Merced a esto se ha podido devolver, después de varios años de esfuerzo, el esbozo de la historia primitiva de las islas. Durante ese tiem po, el excavador y arqueólogo insular ha tenido que ser maes tro de sí mismo, crear sus técnicas propias y planear un méto do lógico y ordenado, porque no siempre las fórmulas extra ñas podían aplicarse aquí y la falta de antecedentes obstaculi zaba todo intento de sistematización. Aun con eso, se pueden 14 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 hoy mostrar ios resultados de una labor, si titubeante en un comienzo, segura ahora en su camino. Claro que ello no hubiese sido posible sin la superior preo cupación del Ministerio de Educación Nacional y la generosa acogida de la Dirección General de Bellas Artes, que han ve nido incluyendo a esta provincia dentro del Plan Nacional de Excavaciones. Y por lo que respecta al orden técnico y cintí fico, Canarias no hubiese sido ganada si el Ilmo. Sr. Comisa ria General, don Julio Martínez Santa- Olalla, no descubre el cúmulo de problemas prehistóricos que las islas tienen plantea dos y no orienta el estudio de los mismos hacia trascendenta les ángulos paletnológicos. Ha sido la labor material de las excavaciones la que ha p’r mitido reconstituir parte de un interesante pasado que estaba sin alumbrar, al mismo tiempo que los conjuntos ergológicos es tudiados nos van acercando, un poco cada día, a la clave de Oscuras migraciones que alcanzaron a las Canarias, y a una cronología nunca apuntada certeramente, pero hacia la cual se va con seguros testimonios culturales. Los trabajos contenidos en el presente volumen son otras tantas aportaciones a esos estudios de conjunto. Van despoja dos de toda teoría y de toda hipótesis. Están redactados con desnuda objetividad y a veces constituyen simples transcripcio nes de notas tomadas en el campo, en el transcurso de una ex ploración o excavación. Tenerife aparece con el mayor número de trabajos, y en tre ellos conviene parar la atención en los referentes a “ Las Cañadas del Teide”. zona descubierta por nosotros y acaso la más vasta estación arqueológica de Tenerife y la más alta de Europa— entendido esto desde un punto de vista específica mente cultural—, ya que sus yacimientos alcanzan cotas de 2.500 y más metros sobre el nivel del mar. Otros trabajos am plían el conocimiento de áreas costeras, con sus necrópolis y poblados de cuevas. 15 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Por primera vez, la isla de La Gomera aparece en un tra bajo que agotó una zona determinada, revelando las caracterís ticas arqueológicas de un barranco y valiosos datos sobre prác ticas funerarias gomeras, noticias que será preciso manejar en cuantas excavaciones se hagan en dicha isla en lo sucesivo. Por lo que se refiere a las demás islas del grupo occidental — La Palma y El Hierro—, bien por hallarse en curso de exca vación numerosos yacimientos o en exploración zonas aún no caracterizadas arqueológicamente » no se incluyen ajunos de los trabajos iniciados, que serán objeto de estudio a medida que las excavaciones se vayan concluyendo. Con esto y con la atención que en la actualidad presta a estas investigaciones el Excmo. Cabildo Insular de Tenerife, dentro de algunos afíos podrán contar etas islas, junto con el conocimiento de su pasado prehistórico, con colecciones cien tíficamente ordenadas y dispuestas, de cuyo valor dan fe las piezas recogidas en tantos yacimientos excavados por la Co misaría Provincial. La Laguna de Tenerife, 1 de marzo de 1951. Luis DIEGO Cusco 16 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 A) NUEVOS ASPECTOS ARQUEOLOGICOS DE LAS CAÑADAS DEL TEIDE En el volumen 14 de “ Informes y Memorias” de la Comi saría General de Excavaciones Arqueológicas ( Madrid, 1947), se publicaban por primera vez los trabajos referentes a Las Cañadas del Teide. Por primera vez, también, se señalaba la importancia de aquellos parajes como lugar de concentración de grupos humanos primitivos. Algunos yacimientos casualmente descubiertos en el siglo pasado y en ios primeros lustros del presente, se había seña lado como simple curiosidad, sin que nadie advirtiera el extra ordinario interés que los mismos encerraban para álumbrar zo nas oscuras de la vida aborigen. Nuestros trabajos se desenvolvieron— en sus primeras f a ses— de un modo un tanto desordenado e inseguro: sin ante cedentes de ningún valor, poco conocedores de la naturaleza del terreno y carentes de métodos de exploración y excavación, el esfuerzo desarrollado era siempre desmesurado con relación a los resultados obtenidos. Aun así, en el citado volumen pudimos dar a conocer los siguientes yacimientos: “ Estacionamientos guanches en Las Cañadas del Teide” ( págs. 37 a 47), “ La necrópolis de la Cue 17 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 va del Salitre, en Montaíía Rajada” ( págs. 48 a 59), “ Necró polis del Llano de Maja” ( págs. 99 a 109), y “ La cerámica de la Cañada de Pedro Méndez” ( págs. 112 a 116). No podíamos sospechar entonces que cada uno de estos ya cimientos iba a constituir el centro de verdaderas zonas arqueo lógicas. reveladas a lo largo de repetidas campañas y no pe queños esfuerzos. Tan es así, que las Memorias que ahora se recogen en este volumen— describiendo y estudiando yacimien tos de Las Cañadas—, vienen a ser una natural consecuencia de aquellos primeros hallazgos y una metódica ampliación del ámbito arqueológico. Así, la campaña de 1947 giraba alrededor de la Cañada de Pedro Méndez; los “ Abrigos guanches de la Montaña de Abreu” ( 1948), corresponden al conjunto de yacimientos loca lizados en torno al Llano de Ma ja; “ El estacionamiento abori gen de la Canada Blanca ( 1948), corresponde a la campana de 1945 en el mismo lugar; “ El parador de la Cañada de la Mareta y la cerámica del mismo” ( 1949), es una consecuencia del método de exploración adquirido, aplicado en este caso a una zona inédita; “ Paraderos guanches en la base de Montaña de Guajara y sobre la Cañada de la Mareta” ( 1950), es un ensayo de exploración en terreno de aspecto topográfico dis tinto al conocido. Por los espléndidos resultados obtenidos se ha seguido el mismo método en la campaña de 1951, cuya Me moria sobre abrigos individuales aclara el modo de ocupación, de aquellas alturas volcánicas, por los pastores guanches. Finalmente, la prospección aérea de Las Cañadas del Tei de— por primera vez realizada— ha revelado aspectos intere santísimos desde el punto de vista del relieve, zonas vegetales y aptas para el pastoreo, cuya verificación sobre el terreno aca bará por dar el total conocimiento del inmenso cráter sobre el que se levanta el Teide ( 1). ( 1) Tanto para los yacimientos de Las Caíadas como para los del resto de la isla de Tenerife, puede verse su situación n el mapa de la isla ( fig. 2). 18 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 1 CERÁMIcA DE “ LAS CAÑADAS” Y LA CANTERA- TALLER DE LA “ CAÑADA DE PEDRO MÉNDEZ” ( CArVIPAÑA DE 1947). 1.— Determinación de las zonas de trabajo. Más conocidas las características del vasto cráter de “ Las Cañadas” y el gran interés arqueológico que encierra, en la presente campaña de 1947 se han proseguido de un modo sis temático las exploraciones iniciadas en 1945. Como entonces, los trabajos se han llevado a dos puntos sobre los que ya se tenía antecedentes e incluso pruebas materiales, consistentes éstas en interesantes ejemplares de vasos. Dichos puntos son: Cañada Blanca y Cañada de Pedro Méndez. Ambas han sido anteriormente objeto de descripción, la que se ilustraba con los correspondientes gráficos. Por lo mismo, ahora no vamos a repetir lo ya dicho. El haber escogido de nuevo estas zonas es porque ofrecen vasto campo para el estudio de la vida abori gen, atestiguado por la gran abundancia de huellas guanches. Cumple ahora señalar de un modo sumario el alcance de los trabajos efectuados en la presente campaña. La primera parte de los mismos se llevó al contrafuerte ro coso que se extiende en dirección Norte- Sur y cierra por el W. la Cañada Blanca. Es de lava fuertemente oxidada. 19 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Esta corriente, que en algunos sitios tiene hasta cinco metros de altura, es muy fragosa y acidentada, y por lo mismo ofrece pocas condiciors de habitabilidad. Ha quedado comprobado este extremo después de una detenida exploración, de la que se obtuvo únicamente un fragmento de cerámica decorada, cuya presencia en dicho lugar no ha sido posible explicar satisfacto riamente. Más adelante se hará una descripción de los moti vos decorativos del citado fragmento. De cerámica decorada en Las Caíádas se contaba sólo con dos pequeños fragmentos recogidos por nosotros el pasado año en el borde S. de la Ca ñada de Pedro Méndez, dentro de un filo volcánico que bor dea la base de la montaña denominada El Sombrerito o La Ca chucha ( 2.312 m.). ( Véase lám. 1, fig. 2.) La citada corriente de lava de Cañada Blanca puede consi derarse arqueológicamente estéril, pues si bien hemos hallado en ella el trozo decorado a que antes nos referíamos, no reúne aquel paraje las condiciones exigidas por el aborigen para ms talarse ( 1). El fragmento a que venimos haciendo mención ( fig. 1), está decorado con profundas incisiones irregularmente paralelas: por su espesor ( 1,3 cm.) y aspecto, revela que perteneció a un vaso de grandes proporciones. La zona de líneas está bordeada por una sucesión de hoyos profundamente excavados, de con torno unas veces triangular y otras rectangular. debido, sin duda a haber sido logrados con el vértice aguzado de una ta hona. Decoración tosca, falta de técnica y carente de ritmo. Por no pertenecer al borde del vaso el fragmento recogido, se ignora si la decoración invadía la superficie del vaso o solamen te se extendía por una zona determinada. Abandonada, pues, la parte alta de la corriente volcánica, se pasó al lado opuesto de dicha Cañada, a la que cierra aqué ha por el E. La exploración se inició en el tramo terminal de la • ( 1) La campaña de 1951 desvirtúa, como se verá, esta primera impresión. 20 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 misma el correspondiente al S., pues la del N. ya había sido objeto de detenida exploración en campañas anteriores. La zona ahora explorada parte de la base de Guajara y avanza en forma de espolón hasta las proximidades de la Fuente de la Piedra. La descripción y enumeración de las circunstancias ar queológicas del tramo N. han quedado ampliamente consigna- Fig. 1.— Fragmento cerámico decorado; molino circular de mano ( Cañada Blanca). Fragmentos de vasos, con borde prolongado y hueco digital debajo del asa, por BU parte interior. (( jañada de ¿ a Marea.) 21 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 das en la memoria “ Estacionamientos guanches en Las Caña das del Teide”. En el lugar escogido para los trabajos de l. a actual campa ña, ha sido descubierta una interesante pieza cerámica, escon dida, como se da en estos parajes, en el fondo de una grieta de las lavas. Dicha pieza ( lám. II, fig. 1) es un vaso de regulares pro porciones: tiene 81 centímetros de circunferencia en sus bor des, 28 de diámetro y 20 de altura. El espesor de sus pare des es de 50 milímetros. Tiene dos pequeñas asas en forma de pezón— una de ellas ha tenido que ser reconstruida—, y su base, de contorno esférico, aparece profusamente decorada por un curioso motivo inciso, logrado con la arista puntiaguda de una tabona ( lám. II, fig. 3). La superficie exterior de esta in teresante pieza está rayada en toda su superficie: pero no hay que ver en esto intento decorativo alguno, sino que se trata más bien de la huella dejada por el instrumento utilizado en el pulimento de las paredes del vaso. 2.— Nuevos vasos hallados en la Cañada de Pedro Méndez. Aunque en la campaña del pasado año ya se exploró la par te central de esta cañada ( véase la Memoria La cerámica de la Cañada de Pedro Méndez), así como también ios puntos Nor te, Sur y Este de la misma, había quedado sin explorar todo el espacio del Oeste que, por estar constituido de pequeñas ha nadas, separadas unas de otras por alternados amontonamien tos de lavas antiguas, se suponía guardasen interesantes ves tigios prehistóricos. Iniciados, pues, los trabajos en el citado lugar, se eligió la parte colindante a las lavas negras procedentes de la moder na erupción del Chahorra o Pico Viejo, y se evitaron éstas, como es natural, pues se daba por descartada la existenci. a de ningún vestigio guanche. 22 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 A los breves momentos de comenzado el trabajo de explo ración, se daba en el fondo de una angosta grieta con un her moso vaso ( lám. III. fig. 1). Es una pieza de color pardo roji zo, de forma aproximadamente esférica. Se recogió entera. No tiene asas, El borde, ligeramente vuelto hacia adentro está de corado en toda su extensión por el característico dentado inci so, que tanto se da en la cerámica guanche. La superficie ex terior del vaso muestra claramente las huellas del modelado a mano. En los bordes mide 83 cm. de circunferencia, tiene 22 de alto y 26 de diámetro. A pesar de sus proporciones. el espesor de sus paredes es de 50 mm., junto al borde. En su base se aprecia un espesor mayor. No poseyendo base plana. se sos tiene, no obstante, en posición vertical ( lám. U, fig. 2). En el momento de ser descubierta se hallaba ligeramente inclinada a un lado, y en el interior de ella, hacia el lado sobre el cual se inclinaba, uná pequeña zona cubierta con una cos tra negruzca, fuertemente adherida a las paredes. Por si se tra tara de restos alimenticios, se procedió a raspar dichos resi duos al objeto de ser analizados. Con ellos va también una re lativa cantidad de polvo y tierra. De hallazgos verdaderamente espectaculares por la belle za de las piezas pueden considerarse los efectuados en una pe queña hondonada rocosa de l. a Cañada citada, en las proxi midades del talud volcánico a que antes nos referíamos. La primera fué descubierta en un pequeño boquete que se hallaba disimulado con unas piedras. El vaso aparecía también inclinado sobre un lado y le faltaba al mismo una pequeña por ción del borde, como consecuencia de la calda de una de las piedras de cierre. Una profunda hendidura lo dividía en dos porciones ( lám. 1, fig. 1). Asimismo, la boca o gollete no con servaba más que la parte correspondiente a la inserción con el resto del vaso. Posteriormente reconstruido presenta el bello aspecto que 23 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 puede verse en la Iám. III, 1 y 4. Como siempre, su decoración se reduce a los trazos incisos que comprenden todo el borde del vaso; en este caso, además, se decora con igual motivo el fino borde de la boca o vertedero. Esta pieza tiene 58 cm. de circunferencia, 20 de diámetro y 11,5 de altura. En ios bordes, el espesor es de 4 mm. El pito rro o gollete sobresale 5 cm. del perfil de la vasija: su diáme tro es de 4,5 cm, Color ocre claro, Forma semiesférica. Bien modelado, con huellas de acabado pulimento. La segunda pieza es un vaso de forma ovoidea, coloración clara, rosácea, perfectamente pulimentado. El material emplea do es de buena calidad, esmerada obra manual.— no hay que olvidar que es una cerámica hecha sin torno— y a punto de perfecta cocción. La línea del perfil pierde simetría en el pun to de la inserción de la curiosa asa- gollete. Es la pieza mejor conservada de las hasta ahora recogidas por nosotros. Fué hallada en la misma hondonada rocosa que la pieza anteriormente descrita, si bien no estaba escondida en una grie ta, sino bajo unos salientes de basalto, a ras de tierra. Se halla ba oculta tras unas piedras colocadas intencionadamente. Sus características son: 46 cm. de circunferencia, 14,5 de diámetro y 14 de altura. Su asa- gollete, graciosamente curva da hacia arriba, mide 9 cm. y sobresale 7 del borde. La an chura de la boca del gollete es de 45 cm. ( lám. III, 2 y 3). 3. — Cerámica fragmentada. Tanto en la Cañada de Pedro Méndez como en la Caña da Blanca, son muy abundantes lcs fragmentos cerámicos dis persos entre las arenas, la piedra pómez y las lavas. Poco in terés ofrecen estos restos, por cuanto con ellos es imposible reconstruir ningún vaso. Se han recogido de entre tan abun dantes fragmentos, las asas, ya que a medida que se vayan 24 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 conociendo las piezas enteras, siempre será más fácil estable cer una relación entre éstas y las asas. Así, podemos decir que las halladas ahora pertenecen a pe queñas piezas, probablemente ovoídeas, de asa única que so bresale verticalmente del borde del vaso. Las hay semejantes a piezas del tipo que ya describimos en Estacionamientos guan ches en Las Cañadas del Teide, vasijas de grandes proporcio nes y doble asa, Otras corresponden seguramente a piezas semejantes a la descrita más arriba, o sea, la hallada en Caña da Blanca. Asas pertenecientes a pequeños vasos análogos a los que el pasado año se descubrieron en. Cañada de Pedro Méndez; vasos de asa única, con un agujero decorativo en el centro de la misma. Sin embargo. una presenta igual agujero, pero perfora el vaso hasta su interior. Finalmente, se halló otra asa- vertedero de idéntica factura a las que hemos descrito para los vasos pequeños de Cañada de Pedro Méndez. 4.— La czntera- taller de piedras de molino. DescuLrimiento importante ha sido el de una cantera de basalto cavernoso, emplazada al N. de Cañada de Pedro Mén dez. Pasa junto a ella el camino utilizado por los cabreros y leñadores para atravesar la citada cañada y comunicarse con las otras que están al otro lado de las corrientes volcánicas. En el estado en que actualmente se halla aún pueden ver se los prismas basálticos en su natural posición vertical y jun to a ellos, restos de otros, fragmentados. con huellas evidentes de haber sido desprendidos de la masa rocosa por medio de cuñas. La c. tada cantera ha sido ahora removida y un detenido examen de aquel confuso montón de rocas dió por resultado el descubrimiento de dos piedras que presentan unas entalladu ras en todo su contorno: estas entalladuras, conseguidas por 25 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 quedaba comprobada por los hallazgos citados, por la presen cia de abrigos modernos de pastores y por las fuentes cerca nas a aquellos lugares. Decíamos entonces: “ La fuente que sur tía— y que sigue surtiendo— a los patores que aquí se estable cieran temporalmente. se encuentra al Norte de la Montaña de Arenas Negras El etacionamiento primitivo se extendía des de las laderas occidentales y meridionales de dicha montaña, a lo largo de todo el borde que cierra la Cañada de Diego Her nández, al S. y W. de l. a Montaña de las Piedras y Montaña Colorada, y también al S. y E. de la Montaña de Abreu. Es decir, aproximadamente unos tres kilómetros de longitud por dos de anchura” ( 2). ( Para una exacta localización de los lugares a que estamos haciendo referencia puede consultarse el mapa que en el tra bajo citado se publica en la pág. 101.) Aun con todas las circunstancias que quedan expuestas. persistía la sospecha de que el verdadero núcleo del poblado no había sido descubierto, y al objeto de conseguirlo se dirigió una detenida labor de exploración durante la presente cam pa ña. El punto de partida fué, desde luego, el roque donde se halla emplazada la necrópolis. Se volvió sobre los lugares ya conocidos, que en el trabajo tan citado sobre dicha necrópolis se describen en detalle; se exploraron nuevamente los vivos o paredones aledaños de lava y en todos ellos seguían apare ciendo los mismos vestigios: cerámica y lascas de obsidiana. Ampliamos la exploración por las bases y contornos de la Montaña de las Piedras. Montaña de Abreu— situada al E. de la anterior— y Montaña de las Vacas, al SE. de la última. En todas ellas, bien que en escasa proporción. se hallaron frag mentos cerámicos. La ascensión a la Montaña de Abreu dió, por fin, la clave al problema que planteaba la necrópolis del Llano de Ma ja. ( 2) Loo. cit. pag. 111. 28 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 conociendo las piezas enteras, siempre será más fácil estable cer una relación entre éstas y las asas. Así, podemos decir que las halladas ahora pertenecen a pe queñas piezas, probablemente ovoldeas, de asa única que so bresale verticalmente del borde del vaso. Las hay semejantes a piezas del tipo que ya describimos en Estacionamientos guan ches en Las Cañadas del Teide, vasijas de grandes proporcio nes y doble asa. Otras corresponden seguramente a piezas semejantes a la descrita más arriba, o sea, la hallada en Caña da Blanca. Asas pertenecientes a pequeños vasos análogos a los que el pasado año se descubrieron en. Cañada de Pedro Méndez; vasos de asa única, con un agujero decorativo en el centro de la misma. Sin embargo, una presenta igual agujero, pero perfora el vaso hasta su interior. Finalmente, se halló otra asa- vertedero de idéntica factura a las que hemos descrito para los vasos pequeños de Cañada de Pedro Méndez. 4.— La cantera- taller de piedras de molino. Descubrimiento importante ha sido el de una cantera de basalto cavernoso, emplazada al N. de Cañada de Pedro Mén dez. Pasa junto a ella el camino utilizado por los cabreros y leñadores para atravesar la citada cañada y comunicarse con las otras que están al otro lado de las corrientes volcánicas. En el estado en que actualmente se halla aún pueden ver se los prismas basálticos en su natural posición vertical y jun to a ellos, restos de otros, fragmentados. con huellas evidentes de haber sido desprendidos de la masa rocosa por medio de cuñas. La c; tada cantera ha sido ahora removida y un detenido examen de aquel confuso montón de rocas dió por resultado el descubrimiento de dos piedras que presentan unas entalladu ras en todo su contorno: estas entalladuras, conseguidas por 25 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 percusión con otra piedra más dura, dan un perfil en V y re vela un trabajo lento y paciente. En la misma cantera hallamos confirmación de lo que supo níamos respecto al instrumento de piedra utilizado, pues se descubrió una interesante pieza de basalto compacto, de forma almendrada, dispuesta perfectamente para el trabajo a que es taba destinada. Sus dimensiones son: largo, 18 centímetros; ancho, 9; espesor máximo, 6,5 cm. En distintos puntos de la misma cañada menudearon los ha llazgos de piedras de molino, fragmentadas. Estos hallaz9os se veriticaron siempre en las proximidades de lugares propios para acampar. Se halló una pieza que tiene en su contorno una leve entalladura, huella, sin duda, que conservaba del bloque primitivo de que fué desprendido. Es una pieza todavía en bru to, inutilizada mientras se trabaja en ella. Fué hallada en el borde de la cantera. Otro de los objetos descubiertos, de gran interés, revela la existencia de un tipo de molino que no conocíamos, y qu en este caso puede llamarse propiamente “ de mano”. Es una pe queña piedra de basalto muy poroso, preparada para servir de muela superior, pero está sin acabar. Le falta un trozo, y aún no se había comenzado el pulimento de su parte inferior. Mide 12 cm. de diámetro y 7.5 cm. de altura. Se adapta perfecta mente al hueco de la mano. Los fragmentos de molino recogidos son de tipos ya cono cidos y no presentan detalles dignos de mención, salvo que son piezas inutilizadas en fase de construcción. En el presente caso sirven para confirmar una vez más la existencia de estacionamientos en aquellos parajes. y la pre sencia en los mismos no sólo de un ajuar propio de un pueblo pastor y trashumante, sino incluso— como en el caso de la can tera— de talleres donde hacer sus molinos. Es curioso compro bar hoy, que todavía se va a Las Cañadas a buscar basalto apropiado para la confección de molinos caseros. 26 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 II ABRIGOS GUANCHES EN LA MONTAÑA DE ABREU. ( 1948) Cuando en anteriores campafias hubimos de excavar la ne crópolis del Llano de Maja, en la isla de Tenerife ( 1), nos que dó, como remate de dicho trabajo, la, sczpecha de que el cita do yacimiento funerario tenía que estar necesariamente rela cionado con los parajes en torno, en los que se bailarían, sin duda, las pruebas de un asentamiento primitivo, bien en cue vas, cabañas o abrigos naturales. En aquella ocasión exploramos hasta un cierto límite la zona circundante y obtuvimos resultados satisfactorios: hallaz gos de cerámica en fragmentos y numerosas tabonas, en luga res relativamente próximos al roque donde se encontraba la necrópolis. Llegamos a la conclusión de que el yacimiento de referen cia correspondía a un estacionamiento pastoril cuya existencia ( 1) Publicado bajo el titulo de “ La necrópolis del Usno de Maja” ( isla de Tenerife), en Informes y Memmiae, de la Com. ( len, de Excavaciones Arqueo Jógicas, Madrid, 1947, págs. 99 a 111. 27 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 quedaba comprobada por los hallazgos citados, por la presen cia de abrigos modernos de pastores y por las fuentes cerca nas a aquellos lugares. Decíamos entonces: “ La fuente que sur tía— y que sigue surtiendo— a los patores que aquí se estable cieran temporalmente se encuentra al Norte de la Montaña de Arenas Negras El etacionamiento primitivo se extendía des de las laderas occidentales y meridionales de dicha montaña, a lo largo de todo el borde que cierra la Cañada de Diego Her nández, al S. y W. de la Montaña de las Piedras y Montaña Colorada, y también al S. y E. de la Montaña de Abreu. Es decir, aproximadamente unos tres kilómetros de longitud por dos de anchura” ( 2). ( Para una exacta localización de los lugares a que estamos haciendo referencia puede consultarse el mapa que en el tra bajo citado se publica en la pág. 101.) Aun con todas las circunstancias que quedan expuestas persistía la sospecha de que el verdadero núcleo del poblado no había sido descubierto, y al objeto de conseguirlo se dirigió una detenida labor de exploración durante la presente cam pa ña. El punto de partida fué, desde luego, el roque donde se halla emplazada la necrópolis. Se volvió sobre los lugares ya conocidos, que en el trabajo tan citado sobre dicha necrópolis se describen en detalle; se exploraron nuevamente ios “ vivos” o paredones aledaños de lava y en todos ellos seguían apare ciendo los mismos vestigios: cerámica y lascas de obsidiana. Ampliamos la exploración por las bases y contornos de la Mdntaña de las Piedras, Montaña de Abreu— situada al E. de la anterior— y Montaña de las Vacas, al SE. de la última. En todas ellas, bien que en escasa proporción se hallaron frag mentos cerámicos. La ascensión a la Montaña de Abreu dió, por fin, la clave al problema que planteaba la necrópolis del Llano de Ma ja. ( 2) Loe. cit. pág. 111. 28 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 La Montaña de Abreu ( 2.381 m.), doble colina dispuesta de N. a S., deja caer sus suaves declives, por el NV., sobre el Llano de Ma ja. y por el S. sobre el Llano de ios Infantes. Al SE. enlaza, a través de una vaguada, con la Montaña de las Vacas ( 2,337 m.). El Llano de los Infantes, extenso para je silencioso a aquella altitud, punteado de retamas, se pierde al 5. y lo limitan la Montaña del Colmenar ( 2.292 m.) y Mon taña Negra ( 2.248 m.). Visto en conjunto este extenso paraje de cumbres, y si tuados en lo alto de la Montaña de Abreu, veremos que desde ella se dominan por igual y en toda su . extensión el Llano de Maja y el de los Infantes: es, por consiguiente, un punto estra tégico por la extensión que atalaya, lugar indicado para el es 29 Fig. 2.— Localización de yacimientos sobre el mapa de la isla de Tenerife. 3 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 tablecimiento de partores, supuesto que desde aquel privile giado mirador pueden vigilar los rebaños, ya se encuentren en uno u otro llano, lina detenida exploración del paraje cimero, practicada por entre las rocas que lo cubren, dió de nuevo pruebas de que allí se habían establecido pastores primitivos, en hallazgos de cerámica y tabonas,. habituales testigos de todo estacionamiento guanche. Estos vestigios eran, además, muy abundantes. Observado el paraje, con numerosas rocas, pero carente de cuevas y abrigos naturales, era lógico sospechar que si allí hubo un asiento de pastores— no nos atrevemos a llamarlo po blado—, se debieron de haber levantado pequeñas construc ciones que les sirvieran de abrigo. Ya llamó la atención que en un espacio entre rocas ( lám. IV) se encontraran abundantes tabonasi, y que aquel espacio apareciese cuidadosamente ce rrado por su costado posterior mediante una apretada coloca ción de piedras. El citado espacio tiene una longitud de 2,50 metros y una anchura de 0,95 m., como máximo. Si sobre las rocas del contorno se colocaban otras hasta conseguir una re lativa alineación y nivelación, para convertir aquel espacio en cabaña o abrigo, sólo faltaba techarlo con ramas, cosa proba ble de todo punto. Que no todo era aprovechamiento de los accidentes natu rales, sino que también se habían hecho construcciones, se des cubrió en otros lugares de la cima de la Montaña de Abreu, En primer término se destacaba un abrigo, en uso actualmente, pero levantado sobre un asiento primitivo ( Iám. V, fig. 1). De éste queda la base, de grandes piedras, una de las cuales forma parte del extremo de la construcción semicircular: ésta no tiene otra finalidad que servir de protección, durante el día, contra los vientos dominantes mientras se atiende al dean, u lar de los ganados por los llanos que desde allí se avistan. A pesar de que esta construcción es hoy una gorona, cree mos que primitivamente fué cabaña— de 2,50 m. de diámetro— 30 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 con planta aproximadamente semicircular, pues así lo indican las piedras que aun señalan el contorno. Abona nuestra opinión el que carecía la construcción pri mitiva de paredón o muro natural de apoyo, hecho que se re pite con frecuencia y que es lo que impone o determina la lí nea semicircular de la construcción, como este mismo estacio namiento nos demuestra en otros lugares. Véamos. En la fig. 3 se observa una roca que va de Nor te a Sur, y en torno a ella, dos semicírculos de opuesto arran que. Hasta ahora es la construcción más inter. esante e ingenio oo sa de todas cuantas hemos visto en la Montaña de Abreu— al rededor de la docena—, ya que asegura una completa protec ción contra ios vientos, vinieren de donde vinieren. Incluso dos piedras en la extremidad N. del roque protegen un espa cio que pudo haber sido cocina. ( Todo el conjunto de este do ble abrigo puede verse en la lám V, fig. 2.) cD Fig. 3.— Tenerife Planta del doble abrigo semicircular en torno a un bloque fijo. Montaña de Abreu. 31 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Es probable que modernamente la sigan utilizando los pas tores, pues en el extremo S. de la colina, y en la parte media de su ladera, hemos hallado en pleno uso una cabaña de plan ta aproximadamente circular, como debió de haber sido la de la lám. V, hg. 1, y techada con ramas de retama, arbusto que serviría de techumbre a estos abrigos ( lám. VI, fig. 1). No deben extrañar las pequeñas dimensiones de estas cons trucciones. Sólo servirían para dormir, y en algún caso para protegerse de tiempos inclementes y duros, Pero al pastor le bastaba con vigilar desde lo alto a sus ganados y, una vez al día, llevarlos a la fuente. Precisamente al S. de la Montaña de Colmenar y de Monta ña Negra se encuentran tres fuentes. A estas fuentes llevan todavía hoy los pastores a sus rebaños, pues en la Montaña de Abreu hay actualmente un estaciona miento pastoril, procedente de Arico, en ci S. de la isla, que ha escogido como lugar de asentamiento el mismo de sus lejanos antecesores, y que hace sus abrigos de la misma forma que aquéllos los hacían. Y a este respecto. nada tan valioso para la etnología como poder establecer lejanos contactos con testi monios inmediatos. 32 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 III EL ESTACIONAMIENTO ABORIGEN DE CAÑADA BLANCA. ( 1948) 1 .— Area explorada. En el curso de la campaña arqueológica desarrollada en la isla de Tenerife en el verano del año 1945, y con ocasión de una de las primeras investigaciones serias que se llevaban a cabo en Las Cañadasfr al pie del Teide ( 1), llegamos a unas conclusiones que subrayamos ahora totalmente: “ 1 . Dadas las condiciones dominantes de clima en Las Cañadas durante la época invernal, hay que suponer. que sólo en los meses de pri mavera y verano— acaso de mayo a octubre— dichos lugares estarían habitados por los guanches. 2. a Se concentrarían en los bordes rocosos de la llanada o cañada, y aprovecharían los pa rajes propicios para acampar en el corazón de las corrientes volcánicas, 3• ft Las necrópolis de Las Cañadas— ejemplo, la de ( 1) Véase “ Estacionamientos guanches en Las Cañadas del Teide” ( isla de Tenerife), publicado en Informes y Memorkis por la Coin. Gen. de Excava ciones Arqueológicas. Madrid, 1947, págs. 37 a 48. 33 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 la Cueva del Salitre ( 2) — estarían destinadas a dar cabida a los que morían durante el período de permanencia allí. 4. El motivo de la traslación desde la orilla del mar a regiones de más de 2.200 metros de altura habrá que buscarlo en la nece sidad de pastos frescos para el ganado. 5. La instalación te nía que ser provisional, y el ajuar, limitado a lo indispensable. 6. De un año para otro dejarían oculto todo aquello que no fuese de inmediata necesidad en las zonas costeras. Los gran des gánigos, objetos enojosos para el transporte a través de montañas y volcanes, serían econdidos en pequeñas grutas o cuevas. 7. Bien por olvido del lugar— en parajes donde el pai saje es siempre el mismo— o porque el usuario del objeto no retornase, éste ha permanecido oculto hasta nuestros días y, por lo general, en un buen estado de conservación. A la vista de esta última conclusión descúbrese la importancia que para la arqueología tenerifeña tiene el explorar aquellos parajes minu ciosamente. Creemos que en ellos se halla la más extraordina ria colección de gánigos que, por desgracia. aún no se ha po dido reunir” ( 1). Conclusiones y comentario final que siguen siendo válidos y que de un modo preciso acaban de ser corroborados en las investigaciones efectuadas durante la presente campaña. En 1945 se eligió la Cañada Blanca, vasta llanada “ enca jada, por el Norte, por las más bajas estribaciones de la base del Teide; al Oeste, por la fantástica geometría de Los Roques y al Sur, por las paredes del cerco de Las Cañadas, quedando así bajo la mole impresionante de Gua jara, que con sus 2.694 metros sobre el nivel del mar constituye la tercera elevación de la isla, superándole solamente el Teide y el Pico Viejo o Cha horra” ( 2). ( 2) También la del “ Llano de Maja”. ( 1) Trabajo citado, págs. 47 y 48. ( 2) Idem, pág. 40. Véase en la pág. 41 el mapa de la zona, donde se se fiala el área explorada en 1945. A él es preciso acudir en el presente caso, sólo 34 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Fig. 4.— Tenerife. Área explorada y excavada entre Cañada. Blanca y Ca- ña4a tic la Griete, indicando con distinto rayado la extensión de las campañas realizadas. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Al E. de Los Roques. y en el extremo SE. de la Cañada Blanca, corre en dirección N.- S. una poderosa corriente de lava, constituida por roques y pedregal suelto lleno de socavo nes y profundas grietas. Esta corriente cae en pronunciado bi sel sobre la cañada. En algunos puntos este borde suele tenez de 10 a 15 metros de alto, y solamente de 3 a 4 en otros, sobre todo en el extremo S. o porción terminal, la menos alta de todo el trayecto que recorrió la lava. La anchura de esta corriente es en algunos lugares de 500 metro, aunque lo normal es de 100 a 200 metros. La parte su perior ofrece pequeñas mesetas y estrechas vaguadas, y entre ellas se levantan agudos roques de lava rojiza. Era, desde lue go, lugar propicio para acampar, si bien se hacía en menor es cala que en los bordes, como veremos más adelante. Ya en otra ocasión lo hemos destacado: esta parte superior tiene abundan tes abrigos, incluso alguna cueva propia para habitación o re fugio nocturno, y que hemos hallado en esos abrigos y cuevas algún vaso primitivo. Al comparar los vestigios aquí descu biertos con los que se encontraban en el borde de la corriente de lava, vimos que los últimos superaban en número a los otros, y que era también mayor la cantidad y diversidad de objetos que se hallaban ocultos en las grietas de las piedras que miran a la cañada. Con este valioso dato la exploración de la presente campaña se dirigió exclusivamente al citado borde, pero en una estrecha faja del mismo, la que abarc. a desde su punto de contacto con la parte llana de la cañada y a una altura no su perior a cuatro metros, con preferencia allí donde el borde no ofreciese demasiada pendiente. La lám. IV, fig, 2 dará idea de las características de este borde, sobre todo en su parte ex plorada. que un poco más al S. del ángulo inferior izquierdo del rectángulo que aparece allí rayado En la fig. 7 reproducimos ahora la extensión alcanzada por las excavaciones realizadas en campañas sucesivas ( los trazos breves invaden una faja muy amplia en el borde de Cañada Bhwzca). 36 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Ahora bien: estudiando la caída de la lava sobre la caña da, descubrimos que, en ciertos sitios, quedaban pequeños es pacios circulares dibujados vagamente por piedras. y siempre en las proximidades de la caída de la lava, pero con preferen cia donde, ésta ofrecía un apoyo o abrigo sólido. Con frecuen cia, el espacio circular aparecía cubierto con pómez o arena, contrastando notablemente con el cascajo volcánico de los al rededores ( lám. VII, fig. 2). Estas huellas, muy parecidas a las de los abrigos que ya habíamos visto en la Montaña de Abreu, se encontraban en algunos casos separados de la corriente de lava escasos metros, pero sólo cuando contaban con roques y piedras donde apoyarse. Esta importante observación la hacía mos desde lo alto del murallón de lava. Con aquello datos iniciamos, pues, la exploración de un sector de una longitud aproximada a los 150 metros; el punto de arranque fué una cabaña que ya vimos el pasado año, y que estaba habitada por el encargado de un colmenar instalado en aquellos parajes. Dicha cabaña se hallaba todavía en pie, incluso con su techumbre de ramas. La lám. VII, fig. 1, nos va a ilustrar en detalle. La cabaña, al igual que la otra vista en la Montaña de Abreu, se apoya por la izquierda en una roca sa liente; de esta manera, no ha sido necesario más que construir una pared en arco; después de dejar hueco para la puerta, la pared forma la parte anterior y el costado derecho de la caba ña, ya que todo el lateral izquierdo y la parte posterior están constituidos por la roca. Troncos y ramas de retama y codeso forman la techumbre. Esta moderna cabaña habla sido levan tada . sobre la planta de otra primitiva, como lo demuestran las rocas de mayor tamaño y sólidamente encajadas que aún for man la base. Hemos comprobado repetidamente que donde hay un re fugio o cabaña modernamente en uso, corresponde a un anti guo asentamiento. Esta es la causa por la cual la exploración 37 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 se hizo a partir de tal lugar, al Norte y al Sur dt1 mismo, y en un espacio total que ya hemos señalado. La determinación no era yana, y prueba de ello que en tor-. no a la citada cabaña se hicieron los primeros hallazgos. En la misma lámina VII, fig. 1, se pueden ver, señalados con cruces. los lugares donde aparecieron vasos. 2.— E! ajuar. Decimos, por consiguiente. que la parte verdaderamente in teresante de esta corriente de lava es aquella que tiene en su faja inferior bloques en los cuales se puede apoyar una peque ña construcción. La lámina VIL fig. 2, es a este efecto bien elo cuente: en primer término, aparecen dispersas unas piedras que aun en su actual desorden dejan ver confusamente la planta de un abrigo; al fondo, y bajo dos grandes rocas, se ve una grieta; ésta aparecía hábilmente disimulada tras una piedra. Al ser ésta apartada se descubrió en el fondo de la grieta un gáni go y varios bloques de obsidiana junto con numerosas tabonas. Los bloques de obsidiana se hallaron también en otros lugares, siempre con “ tabonas” de ellos obtenidas, y en algunos casos muy próximos al escondrijo de los vasos. Un ejemplo típico lo tenemos en otro hallazgo verificado donde aparecieron cuatro núcleos de obsidiana: en una grieta situada en alto se halló otro vaso. Aunque en el piso no quede ningún vestigio de cabaña, con los datos recogidos en circuns tancias análogas, no resulta desatinada la sospecha que al pie de estas rocas existió una pequeña habitación, y que el ajuar de su ocupante quedó oculto en la misma. Y hasta tal punto es esto cierto, que en un lugar próximo, separado del anterior unos 10 metros, se repetía idéntico hecho: núcleos de obsidia na y tahonas en una grieta inferior, junto al suelo; vasos ocul tos en una grieta más alta. En la lám. VI, fig. 2, lo acabamos 38 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 de ver demostrado; la cruz inferior indica dónde aparecieron tres núcleos de obsidiana; la superior, dónde se halló otro gánigo. En vista de los resultados que se iban obteniendo a lo largo de la exploración, se cayó en la sospecha de que nos hallába mos en el área de un establecimiento humano, pues nó otra cosa significaban los abrigos o pequeñas cabañas y el ajuar que se iba descubriendo a medida que la exploración se inten sificaba. Desde luego, por primera vez se podía señalar con toda exactitud un espacio habitado en Las Cañadas, al igual que había ocurrido en. la Montáña de Abreu. Se dirá que en ésta no se halló ningún objeto, pero téngase en cuenta que e1 aspecto de la cumbre de dicha montaña y la corriente lávica del E. de la Cañada Blanca, difieren notablemente, En el pri mer caso son sólo rocas desnudas y al aire, carentes de escon drijos y socavones, y en semejante sitio no pudieron ocultarse los objetos. Lo más que se pudo hacer es dejarlos al pie de las rocas, como en efecto sucedió, pues modernamente fueron des cubiertos y rotos en el mismo lugar del hallazgo, como lo de muestra la gran cantidad de fragmentos que allí se encuentran. Sin embargo, en la Cañada Blanca todo se prestaba a disimu lar la presencia de los objetos: cuevas pequeñas, grietas, es trechas galerías, . etc. Debido a ello, el descubrimiento del esta cionamiento ha traído consigo el de todo o parte del ajuar en él oculto. No ya los vasos y tabonas, sino incluso molinos: una piedra en fase inicial de construcción; otra, rota mientras se practicaba el orificio central y, finalmente, un molino acabado y en uso, interesante pieza que se reproduce en la fig. 1 ( 1, per fil; 2, corte). Las muelas. rotas se hallaron en el suelo, entre las gravas, mientras el molino completo estaba perfectamente ocul to en el fondo de un boquete, entre dos rocas, de la misma ma nera que se ocultan los gánigos. Por cierto, que éstos están de tal forma escondidos que no siempre es posible obtener una fotografía para indicar el procedimiento de ocultación. En la 39 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 ocasión presente hemos sido más afortunados, ya que muy al exterior, aunque protegidos por un gran bloque de lava, ha llamos tres gánigos en un mismo sitio. La lámina VIII, fig. 1, reproduce la posición de los vasos en el agujero, tal como se encontraban detrás de la piedra que los ocultaba. 3.— Las piezas descubiertas. Hemos descubierto objetos diversos: núcleos de obsidiana, piedras de molino, tabonas y gánigos. Fundamentalmente son los objetos indispensables a un pue blo en régimen pastoril y que, además, hace desplazamientos temporales en busca de pastos. Es un ajuar simple, nada más que el necesario: vasijas para la leche y el agua, piezas para la molturación del grano destinado a la fabricación de gofio, y obsidiana para obtener de ella sus utensilios cortantes. Sin que de un modo absoluto fueran éstos los únicos utensilios de uso corriente entre los guanches, sí los más frágiles, los más moles tos para ser trasladados de un lugar a otro y también los más pesados. Fragilidad y dificultades de transporte son las cir cunstancias determinantes de la ocultación de los citados uten silios, y la misma se practicó precisamente— no sería lógico pensar de otra manera—, dentro del área habitada. Por lo tan to, con ser trascendentales los descubrimierftos, el de mayor importancia fué el del poblado, que se hizo después de un de tenido estudio del paraje. Situado dicho poblado o estaciona miento— falta un término exacto que defina las característi cas de la estación— pasemos a describir ios objetos. Piedras de molino.— Un molino entero: 17 centímetros de altura total; corresponden 9 centímetros a la muela inferior y 8 a la superior; diámetro, 24 centímetros; orificio de la muela superior, 8 y 7 centímetros de diámetro, parte superior e infe rior, respectivamente. Perfil del orificio, bicónico; 5 centímetros 40 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 de diámetro en la. unión de ios vértices. Muela inferior; orifi cio, diámetros, 7 y 9; unión de los vértices, 4 centímetros. La muela superior tiene cuatro hoyos excavados, con el fin de impulsarla durante la faena de molturación ( lám. VII, fig. 2).. Piedra de molino en construcción ( lám. IX, fig. 1) se fracturó en la labor inicial de desbastamiento. Zonas toscamen-’ te pulimentadas; este pulimento se realizaba al paso que se des bastaba la pieza, pues la zona contiguá a la fractura aún no aparece pulimentada. Dimensiones: 30 cm. de diámetro’ y 12 de altura. No se había iniciado la construcción del orificio. Piedra de molino fragmentada: pertenece a otra pieza en fase más adelantada de construcción; tiene todo el pulirnen. o y parte del orificio, iniciado por su parte inferior. Debió ha-’ berse fracturado a lo largo de esta operación por cuanto el ori ficio por su parte superior no se había comenzado. Dimens nes: diámetro, 22 cm.; altura, 7 cm. ( la misma lámina IX, figura 1) Núcleos de Obsidiana,— Ya hemos hablado de ellos. Aun que abunda este minera! en Las Cañadas, no lo es tanto en Cañada Blanca. Los núcleos que ahora recogemos pertenecen a un tipo de obsidiana compacta y muy pura, que se talla en lascas, pues otra de calidad inferior rompe en nódulos. Entre los que hemos recogido en Cañada Blanca los hay que pesan cinco kilos y otros poco más de 400 gramos. Piezas recogidas, 12; todas muestran entalladuras practicadas por percusión en su borde, Cerámica. — Hemos rescatado 11 piezaS. 9 de ellas enteras y 2 incompletas. Estas últimas, pueden verse en la lám. IX, figura 3, en el estado en que fueron halladas. La pieza menor es un pequeño cuenco sin asas, de 12 cm. de alto y 15 de diá metro ( fig. 5, número 8). La pieza mayor es, un vaso semiesf é-’ rico de pequeñas asas con el vértice hacia arriba, rebasando el nivel del borde; éste está modelado en suave bisel sin decorar. Altura. 20 cm.; de asa a asa, 30 cm. Color pardo oscuro. 41 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Lámina IX, fig. 4. Vaso de la izquierda: forma ovoide, borde ligeramente entrado y decorado con incisiones en todo su contorno; panza lisa, bien pulimentada. Coloración rojiza pálida. Perfecto estado de conservación. Dimensiones: altura, 24 centímetros; diámetro, 21. Perfil, fig. 4, número 11. Pieza de la derecha, vaso ovalado, sin excesiva pronunciación . en la base; borde con igual decoración que la del anterior; colora ción ocre oscuro, con zonas negras; dimensiones; 19 centíme tros de altura y 22 de diámetro de la boca. Perfil, fig. 5, nú mero 17. Lámina IX, fig. 2. Tres vasos de análoga factura, con asa típica en ios vasos pequeños de Tenerife. Forma oval. Bor de decorado, coloración clara, rojiza; paredes con huellas de dedos al modelarlas. Dimensiones: Izquierda: 11 centímetros de altura; 15 de diámetro; centro: 16 centímetros de altura; y 13 de diámetro: derecha, 15 centímetros de altura y 14 de diá metro. . La fotografía, obtenida en un plano poco propicio, ha deformado el’ aspecto y contorno de los mismos. Véase el per fil de los tres vasos,, en el orden señalado, fig. 5, núme ros 5, 6 y 9. Lámina X, fig. 1. El vaso de la izquierda ofrece una curio sa asociación de asa de mango, análogo a los de la figura an terior, y de asa perforada, pitorro o vertedero. El asa de man go aparece rota, pero su punto de arranque es igual al de 1as ya citadas. Forma ovoide; color pardo claro, borde hacia aden tro, sin decorar. Dimensiones: altura, 15 centímetros; diáme tro, 16. Perfil: fig. 5, número 3. El vaso de la derecha es un cuenco con asa curvada, sin perforar, pero con un agujero acaso de finalidad decorativa. Borde sin decorar: Color rojizo. Dimensiones: altura, 12 cen timetros; diámetro, 21. Perfil: fig. 5, número 1. Lámina X, fig, 3. Dos vasos semiesféricos. Asas perfo radas en ambos , aunque de tipo distinto. El vaso de la dere cha es de tipo análogo al de la misma posición en igual lámina, 42 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 figura 1, derecha, pero en éste su asa está sin perforar, como ya se dijo, Coloración parda con una mancha blanquecina el de la izquierda. Dimensiones: Izquierda, 12,5 centímetros de alto, 43 1 1 11 1 1 1 1 J jIO cms. Fig. 5. Perfiles de vasos procedentes de Cañada Bknca ( Tenerife). ( © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 por 15 de diámetro. Derecha: 12 altura, 19 diámetro. Perfiles: figura 6, números 2 y 4. El espesor de las paredes de los vasos que hemos enume rado y descrito, va de los 5 a los 7 milímetros en los bordes, aumenta én la parte de la panza, pero donde adquiere mayor espesor es en el fondo. Tales son las particularidades del ajuar descubierto en el estacionamiento aborigen de la Cañada Blanca, 44 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Iv EL PARADERO DE LA CAÑADA DE LA MARETA Y LA CERÁMICA DEL MISMO. ( 1949) 1.— Límites de la zona arqueológica. Ya hemos descrito en diversas ocasiones las característi cas de los paraderos guanches de Las Cañadas del Teide y el ajuar quese halla oculto en escondrijos enclavados dentro del área de aquéllos. Los procedimientos de exploración han sido perfecciona dos a lo largo de, los afios, y el éxito de las exploraciones va siendo cada vez mayor, debido a un mejor conocimiento de terreno, que ha permitido determinar los parajes habituales de estacionamiento de los antiguos pastores. Hemos detallado en anteriores informes y memorias el área del gran estacionamiento de . Cañada Blanca, que ha exigido tres vastas campañas en años sucesivos para ser explorado y conocido . en ‘ toda su extensión. El resultado ha quedado bien patente con el descubrimiento de una rica colección de vasos, 45 4 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 que ha aportado valiosas noticias al conocimiento de la tipolo gía cerámica guanche. La presente campaña se orientó hacia el baluarte volcánico que por el S. y SE. cierra la Cañada de la Mareta y se pro longa hacia el W. para bordear la Cañada del Montón de Tri 90. Al S. se hallan dominados estos parajes por la mole impre sionante de la Montaña de Gua jara, segunda altitud de la isla, con 2.694 metros sobre el nivel del mar ( fig. 4). Al pie de esta montaña establecimos el campamento, pues ello nos permitía abarcar una amplia zona, dentro de la cual se hallan los siguientes accidentes y relieves: borde S. de Caña da Blanca; la Cañada de la Mareta y la del Montón de Trigo, estas dos últimsa en toda su extensión. De. ellas ofrecían un gran interés el contorno N. y los parajes en que por el E. y ‘ W. termina la corriente de lava que la circunda. Por el S. flan quea dichas cañadas la áspera ladera de Gua jara, lugar poco propicio para un establecimiento humano. Después de una minuciosa exploración de tan extenso pa raje, comenzaron a descubrirse vestigios en el saliente que se para la Cañada de la Mareta de la del Montón de Trigo. El lugar se encuentra a 2.200 metros sobre el nivel del mar y for ma el flanco izquierdo de una poderosa corriente de lavas ro jas que tiene allí una elevación de más de 30 metros. Su cima, con una anchura en ciertos lugares de hasta dos kilómetros, esconde lugares llanos cubiertos de lapilli y a trechos se ele van las extrañas arquitecturas de roques dorados, los cuales constituyen envidiables parajes para acampar a causa de los abrigos que ofrecen. El núcleo más importante del paradero de la Cañada de la Mareta se encuentra en la parte alta de la curva que describe la citada corriente de lava en torno al entrante W. de la citada cañada. Pocos parajes como éste para un estacionamiento, por sus anfractuosidades, túneles, cuevas y escondrijos. Un río de, Java que por allí discurrió, levantó de extraña manera los ma 46 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 teriales pétreos, los excavó, horadó y construyó cúpulas y te chos abovedados bajo los cuales el cobijo es seguro. Del paradero de ‘ la Cañada de la Mareta hemos de desta car— aparte del ajuar, del que luego hablaremos—, una serie çle abrigos— más bien pequeñas cabañas— y rediles, elementos de construcción guanche que nunca, hasta ahora,’ habían sido hallados en tal número y de tipología tan definida. 2.— Rediles y abrigos. Son varios los que, construidos al costado S. del citado ríó de lava, corren adosados a él en dirección E.- W. El más inte resante por sus proporciones se encuentra en el arranque de’ dicha corriente, por su extermo E. y en la zona de contacto con la parte llana de la cima. Es un recinto rectangular de 10 metros de largo por 4,75 metros de ancho. Su entrada ( véase lám. X, fig. 1) está en el lado E.. donde aparece la figura sentada: un muro corre a lo largo del costado N., que, con el que se ve levantado por , el E. constituye la parte construida, pues por el S. y W. lo delimitan los accidentes naturales del terreno, es decir el flan co de la citada corriente de lava. 3.—” Tabonas” y cerámica fragmentada. Sólo en el interior del recinto de este redil se recogieron. 150 tabonas, en las cuales se hallan comprendidos todos los ti pos ya conocidos en esta clase de piezas: microlitros ( 8 milí metros de longitud máxima por 5 milímetros de ancho), peque ñas lascas de 2 a 3 centímetros y grandes la sca de 6 y más centímetros. También se recogieron varios núcleos de obsidiana, material para la obtención de las tabonas. Todos estos elemen tos aparecían dispersos en la superficie del yacimiento. 47 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Igualmente se descubrieron numerosas tabonas entre el po! yo de las cuevas próximas al redil de referencia, pero en me nor número. Dichas cuevas sirvieron de habitación y refugio de los pri mitivos pastores, ya que en las horas meridianas y durante la noche, las temperaturas dominantes obligan a resguardarse. Además de los rediles debemos destacar los abrigos. Son pequeñas construcciones circulares o semicirculares adosadas al paredón ñatural de lavas. El diámetro máximo de estas peque ñas construcciones es de 2 metros. El reproducido en la lámi na XI, fig. 2, tiene 1,50 metros de diámetro, y está cimenta do con grandes bloques, algunos de ellos empotrados vertical mente en el suelo. Su altura no sería superior a 2 metros, a juz gar por el nivel del paredón natural que le sirve de apoyo, y estaría techado con ramas de retama, escobón o codeso, vege tales abundantes por aquellos contornos. Serviría de abrigo a un solo pastor. Siguiendo la dirección del citado río de lava hemos encon trado ocho de estos abrigos, de planta análoga y sistema cons tructivo idéntico. El que damos en la citada lámina XI, fig. 2, está en el extremo W. de la Cañada de la Mareta, en un pa raje solitario y muy protegido de los vientos reinantes. En el fondo de todos estos abrigos se hallaron tabonas y numerosos fragmentos de vasos. Entre éstos aparecieron dos asas pertenecientes a pequeños gánigos; son asas de borde, y presentan un hoyo digital en la parte interior, por debajo del asa ( fig. 1). 4.— Cerámica de la Cañada de la Mareta. - Ocultos en profundos escondrijos del río de lava se halla ron varios gánigos, cuya descripción damos a continuación. 1. Cuenco con asa_, ertedero.-.( Figura 6, pieza de la iz 48 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 quierda.) Color gris; adherencias blanquecinas de polvo de pó mez en sus paredes. Sólida asa, de 1,5 centímetros de espesor. Forma semiesférica. Altura, 13 centímetros; diámetro, 18,5 centímetros; espesor de las paredes, 3 milímetros ( lám. X, fi gura 2, pieza de la izquierda). Borde decorado con incisiones. Fig. 6.— Vasos de tipo diverso, procedentes de Cañada BZanca y Cañada de Za Mareta ( Isla de Tenerife). 2. Vasija ovoidea de ancha boca.— Color tierra, con zo nas rojizas. Borde ligeramente biselado, sin decorar. Altura, 22,5 centímetros; 23 centímetros de diámetro; 5 milímetros de espesor a la altura del borde ( fig, 6, pieza de la derecha). 3. Gánigo con asa- vertedero.— Hermosa pieza de un co lor ocre claro uniforme. Gran esbeltez de líneas y perfecto aca 8 40 49 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 hado. Decoración incisa del borde, y asa- vertedero modelada finamente, también decorada. Conceptuamos ésta como la pie za más bella descubierta por nosotros, y su tamaño excede en 5 ó 6 centímetros del tipo corriente de esta clase de gánigos Se halló partido en dos, aunque sin faltarle ningún fragmen to. Tiene 20 centímetros de altura y 22 de diámetro, con un espesor de 2 y 3 milímetros ( figura 6, centro, y lám. X, figu ra 1, pieza de la derecha). 4. Gran gánigo decorado.— Color pardo. Borde plano; forma semiesférica. Fueron hallados los fragmentos del mismo en el fondo de una grieta volcánica. No tiene asas. Además de la decoración incisa del borde , presénta una banda de 4 cen tímetros de ancho, decorada, que se extiende por todo el con torno del vaso. El motivo, toscamente resuelto, está constitui do por zonas de trazos incisos verticales alternando con otras de trazos horizontales y limitados en su parte inferior con una línea horizontal de trazado irregular. Es el primer vaso deco rado descubierto en Las Cañadas. Altura del mismo, 22 centí metros; diámetro, 23 centímetros. Espesor de las paredes, 8 mi límetros ( lám. X, fig. 4). 5. Cuenco de asas protuberantes.— Pequeño, pero sólido cuenco semiesférico, de asas protuberantes conseguidas me diante la introducción de un dedo en la pasta blanda ( fig. 6, número 4). Borde ligeramente entrado, sin decorar. Color teja. Las asas se prestan a manejar la pieza introduciendo los dedos en el hueco interior. De este tipo de asas es el primer vaso guan che que se conoce. Altura, 14 centímetros; diámetro, 17 cen tímetros; espesor, 5 milímetros. 6. Pequeño gánigo ovoide.— Gánigo sin asas: color par • do claro. Borde plano. con finas incisiones. Altura, 12 centí metros; igual medida de diámetro. Paredes muy finas, de 2 mi límetros en el borde ( fig. 6, número 5). 7. Cuenco pequeño.— La más pequeña pieza hasta ahora• 50 • © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 conocida de lá cerámica guanche. Se halló rota en el fondo de un escond. rijo, debajo de una piedra. Color rosa: forma semi esférica, aunque de irregular perfil. Altura, 4,5 centímetros y 7 de diámetro. Espesor, 1,5 milímtros ( fig. 6, número 6). 8. Vaso ovide.— También esta pieza constituye una nove dad dentro de la cerámica indígena, Hasta ahora es única en su tipo. Color ocre claro, con zonas ennegrecidas por la coc ción, Tiene cierta esbeltez, con sus 22,5 centímetros de ato y sólo 9,5 de diámetro en la boca, Borde decorado con líneas in cisas; 3 milímetros de espesor ( fig. 6, número 7 y lám. X, fi gura 2, pieza del centro). 9. Cuenco de asas a la altura del bórde.— Vasija media na, que se halló rota por haber, rodado hasta el fondo del es condrijo. Color gris oscuro. Las asas están logradas por me dio de un simple levantamiento del borde: éste es redondeado y está sin decorar. Forma semiesférica. Altura, 17 centímetros y 21. de diámetro, Como detalle curioso presenta tres agujeros en la parte inferior de un asa: sólo dos de ellos ( los inferiores) perforan la pared : el otro, solamente está iniciado. El uso de estos agujeros es un tanto inseguro, aunque parece podían ser vir para colgar la vasija de un cordel ( fig, 6, número 8), 10. Cuenco semiesférico.— No tiene asas y está recons fruido, pues se halló sin fondo y con falta de parte de las pa redes. Color pardo oscuro, Borde plano, sin decorar: 24 cen tímetros de diámetro y 17 centímetros de altura; 5 milímetros de espesor ( fig. 6, número 9). 11. Vaso de asas en el borde.— De tipo parecido al des crito en el número 8, aunque más alto y de fondo más redondo. Se descubrió roto y ha habido necesidad de reconstruírlo. Bor de redondeado, sin decorar. Modelado tosco y paredes irregu lares. Altura, 21 centímetros; 20 centímetros de diámetro; 7 mi límetros de espesor ( fig. 6, núm. 10). A semejanza de lo acaecido el pasado año en el parador de Cañada Blanca, el de la Cañada de la Mareta nos ha propor 51 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 donado un rico ajuar cerámico. Las Cañadas del Teide consti tuyen aún un lugar privilegiado para el arqueólogo, y de allí se puede extraer uná colección de cerámica de gran interés. El quehacer es laborioso y difícil, pero bien vale perseverar in cluso con sacrificios, cuando se halla tan generosa compensa ción al esfuerzo. 52 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 y PARADEROS GUANCHES EN LA BASE DE LA MONTAÑA DE GUAJARA Y SOBRE LA CAÑADA DE LA MARETA: ( 1950) 1.— Resumen de ¡ os trabajos efectuados en “ Las Cañadas del Teide”. Va siendo hora de hacer memoria de las campañas lleva das a cabo— todas con positivos resultados— en ios parajes que rodean al Pico de Teide. Precisamente por esos mismos resul tados y por el tiempo transcurrido a partir de la primera cam paíia. conviene una recapitulación. Se abarca ya una perspectiva en lo espacial que permite una más clara visión y se está en posesión de un caudal de ex periencias aprovechables, por su alto valor para lo que allí, en aquel vasto cráter de 20 kilómetros de diámetro, queda aún por hacer. En efecto, Las Cañadas del Teide, a unos 2.500 metros so bre el nivel del mar, guardan uno de los más apasionantes ca pitulos de la prehistoria tinerfeña, es decir, del oscuro período • que se extiende desde los orígenes hasta el mismo momento 53 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 de la incorporación a Castilla, en el siglo xv. Apasionante en cuanto que los vestigios allí conservados lo están en función de unas actividades vitales— trashumancia, desplazamientos, es tacionamientos, etc.—, fáciles de reconstituir a medida que se avanza en el conocimiento de aquella zona. No ha sido fácil en medio de un paisaje agreste, desolado, casi inhóspito, sin árboles ni refugios naturales, con un clima duro, tanto en invierno como en verano, abrir vía franca a la investigación arqueológica, Las dificultades halladas en el me dio natural, se han encontrado también en el terreno científico. No se contaba con ningún precedente, y lo que penosamente se había logrado conocer con relación a la vida de los aborígenes en las tierras bajas, preferentemente en la faja costera insular, no era válido para las montañas y cumbres volcánicas de la isla. El conocimiento de algunos hallazgos fortuitos, aislados, en Las Cañadas del Teide, hicierón que fijáramos la atención en ellos. Pero aun esos mismos hallazgos desorientaban en un principio, por no guardar relación unos con otros y darse de un modo disperso, en zonas muy alejadas entre sí No debe extrañar, pues, que las primeras exploraciones de aquellos extensos ámbitos marchasen un tanto desorientadas, Así y todo, en pocos años ha sido posible, mediante amplias exploraciones y el estudio de determinadas zonas, dar a la in vestigación arqueológica de Las Cañadas del Teide un cierto sentido de unidad. Esto no ha sido logrado hasta no estar en posesión de un método, que ha surgido con la práctica, y de cuya bondad hablan los resultados conseguidos. Si bien el primer intento de exploración data del año 1944, fué al año siguiente cuando se obtuvieron los primeros resuta dos. Se descubrieron y estudiaron los primeros estacionamien tos aborígenes en las cumbres de Tenerife ( 1) y se descubrió ( 1) Estacionamientos guanches en “ Las Cañadas del Teide”; voL 14 de In formes y Memorias de la Com. Gen, de Excavaciones Arqueológicas. Madrid, 1947, págs. 37- 42. 54 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 una necrópolis conocida desde el siglo xviii y que entonces fu descrita desde el punto de vista de las ciencias naturales ( 2). El año 1946 se excavó asimismo una necrópolis enclavada en el Llano de Maja ( 3), con el descubrimiento de un enterramien to que suministró valiosos datos acercá de ritos y ajuar funera rios. Hasta el momento presente son los únicos yacimientos se pulcrales conocidos en Las Cañadas. El mismo áfio 1946 se llevó a cabo una exploración de La Cañada de Pedro Mén dez ( 4), uno de los lugares más internados de Las Cañadas, con el hallazgo de vasos guanches y el descubrimiento de una cantera- taller para confeccionar molinos de mano, ( Queda des crita al principio.) Con posterioridad se han efectuado los siguientes tra! a jos: localización y estudio de abrigos en el estacionamiento de la Montaña de Abreu; nuevos hallazgos de cerámica en el bor de de Cañada Blanca, estudio del estacionamiento descubii’to en la misma cañada y exploración de la Cañada de la Mareta, con hallazgos de cerámica. Estos trabajos— que se recogen ahora en su totalidad— se llevaron durante las campañas de los años 1947 y siguientes. El área explorada dentro del cráter de Las Cañadas es muy extensa, De Norte a Sur abarca desde El Portillo de la Villa hasta la Montaña de Gua jara, y de Este a Oeste, desde el Llano de Maja hasta la Montaña del Cedro. Dentro de esta vasta extensión— Las Cañadas de un extremo a otro—, los puntos excavados han sido: Montaña Rajada, Montaña de Abreu, Cañada Blanca, Cañada de la Mareta, Cañada del Montón de Trigo, Los Roques, bordes del Llano de Ucanca, Boca de Tauce y Cañada de Pedro Méndez. Pero precisando aún más, el sector que ha sido objeto de ( 2) La necrópolis de la “ Cueva del. Salitre” ( Montaña Rajada, Lc Cañadas del Teide). Id., íd., págs. 48- 59.. ( 3) Necrópolis del “ Ldano de Maja” ( Tenerife); Id., íd., págs. 99- 109. ( 4) La cerámica de la “ Cañada de Pedro Méndez”; Id., IcL, págs. 112- 116. 55 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 una exploración poco menos que exhaustiva es el comprendido entre Cañada Blanca ( incluidos sus bordes oriental y occiden tal), Montaña de Guajara y Cañada de la Grieta. Todo este esfuerzo ha sido recompensado: descubrimien tos de paraderos, y dentro de ellos, de cabañas y abrigos que conservan oculto un interesante ajuar de pastores: molinos de mano, lascas de obsidiana y otros útiles de piedra y, sobre todo, cerámica: pasan ya de cuarenta las piezas enteras reco gidas, sin contar centenares de fragmentós, gran variedad de asas y algunos trozos decorados. 2.— La doble campaña de 1950. Visto que la zona que ofrecía unas mayores posibilidades es la que circuye a Cañada Blanca y que se extiende por la base de Montaña de Gua jara, el presente verano se han efec tuado allí dos campañas: la primeras sobre la faja situada al SE. de Cañada Blanca, incluyendo los bordes Norte y Sur de la Cañada de la Mareta y avanzando por este punto hasta la base de la Montaña de Guajara ( fig. 4). La segunda, se llevó sobre la amplia zona que en la cita da figura aparece señalada con trazos discontinuos, es decir, la que bordea por el E. una extensión señalada con trazos apretados y breves— que corresponde a sectores explorados y excavados en campañas anteriores—, ampliándose en el bor de SE. para abarcar el contrafuerte de la Cañada del Montón de Trigo. Se describió un arco dentro del cual quedó incluido el Sanatorio y la superficie de lavas que están limitadas al E. por el camino que conduce al Pico de Teide, Este lugar será explorado en la campaña del año - próximo ( véase la citada fi gura 4). Aunque se habla de dos campañas ello ha de entenderse solamente con relación al tiempo— fueron realizadas en dos 56 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 etapas —, no en cuanto a la zona por sus características o por los fines de la investigación. El aspecto del vasto paraje es siempre el mismo: corrientes de lava— rojas, negras, grises—, caída de las mismas sobre las hondonadas de Las Cañadas cu biertas de lapilli y pómez; bloques y masas de lavas vítreas, qué en la parte alta de la corriente se amontonan formando fan tásticas estructuras. Repliegues resquebrajados, apenas mitiga da su dureza por las retamas y los codesos, . únicos arbustos que motean de verde- gris las rocas. Así, pues, las dos campañas van a entrar en la unidad de una sola memoria, la que, a su vez, viene también a ser una continuación de las anteriores. De este modo, las investigacio nes parciales van igualmente camino de dar forma única y to tal a la investigación. 3.— Dos paraderos pastoriles. A lo largo de la doble campaña efeçtuada han sido locali zados dos paraderos aborígenes: uno, en la base de la Mon taña de Gua jara. al otro lado de la pequeña cañada que sepa ra a quélla de la ancha corriente de lava. En lo más alto de ésta existe otro, sobre la Cañada de la Mareta y en la cima de la corriente de lavas que la rodea. Alternan aquí los espacios llanos con las masas escoriáceas y con lavas levantadas de tal forma que a veces simulan mura llas derruidas o muros mal construídos con irregulares bloques. Otras veces se encuentran hondonadas bien protegidas de los vientos. En los espacios llanos y en las hondonadas crecen las retamas, y cuando es menor la altitud, también los codesos. Ya hemos hablado en otro lugar de la gran variedad riqueza vegetal que cubrió aquellos parajes. • Pues bien: en medio de esas corrientes de lavas, aprove-. chando vaguadas y refugios, se establecieron ios pastores pri 57 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 mitivos: los pastos eran fáciles de alcanzar y los rebaños po dían ser vigilados desde cualquier altura. Cerca suelen encon trarse algunas fuentes; a media altura de la Montaña de Gua jara hay una y algunas más en su base ( fig. 4). Las zonas llanas están siempre circuidas de paredones o amontonamientos de rocas volcánicas, Hay entre ellos grietas y covachas que pueden servir para refugio provisional diurno. Para pernoctar en ellos reúnen pocas condicions. Además de ser angostas y quebradas, las afiladas lavas dificultan su ac ceso. Constantemente circula por ellas un aire helado. Par ticularmente, durante la noche es imposible resistir la baja tem peratura de esta corriente. Diferenciar topográficamente ambas zonas es punto poco menos que imposible de conseguir. El paradero situado en la base de la Montañá de Gua jara se encuentra en la misma co rriente de lavas que el que se asienta sobre l. a Cañada de la Mareta, pero entre los dos hay un espacio llano que es el que en realidad los separa. Ambos están a los 2.250 metros sobre el nivel del mar. La ocupación de estos parajes por los primitivos pastores está ex plicada por la presencia de las fuentes, donde podían abrevar frecuentemente los rebaños. Tanto los pastores de un parade ro como los del otro, aprovecharían en común las llanadas y vaguadas, donde todavía hoy, en lo más duro del verano, se encuentran pastos frescos. Sin embargo, al pie de la Montaña de Gua jara, acaso por ser el punto terminal de la corriente de lava, las masas volcá nicas se resquebrajan y amontonan en grandes bloques, lo que siempre constituye un elemento aprovechable como abrigo, y poder levantar a su amparo pequeñas cabañas y rediles ( lámi na XII, fig. 2). Más al N., los relieves se suavizan, y aun que los escondrijos y las grietas son incontables, no se encuen tra tanta protección para abrigos y cabañas ( lám. XII, fi gura 1). 58 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 4.— Cabañas y rediles. De las primitivas construcciones sólo restan vagas huellas. difíciles de descubrir en medio del inmenso pedregal sobre el cual se encuentran. Se trataba de pequeñas cabañas adosadas a muros natu rales, levantadas sus paredes con lavas sueltas, material que ensambla difícilmente y que por desgaste de sus aritas se fué disgregando. Cayeron al suelo las débiles paredes y volvieron a confundirse los bloques que habían servido en la Construc ción con ios dispersos por el suelo. El viento, acarreando pol vo de piedra pómez, unificó y niveló los desolados espacios. Otra circunstancia que dificulta el descubrimiento de yaci mientos primitivos, es que las formas de pastoreo en Las Ca ñadas no han sufrido interrupción desde la época anterior a la Conquista hasta nuestros días, y que los pastores modernos han utilizado, en muchos casos, los refugios primitivos o han levantado sobre éstos nuevas construcciones, siempre de pie dra seca, como es de suponer. La elección de lugar era, por parte de los aborígenes, en extremo acertada, hasta el punto que muchas veces ios modernos estacionamientos pueden ser vir de guía para el descubrimiento de los antiguos. Sólo la excavación de los fondos de cabañas puede ayudar eficazmente en la empresa. De ser yacimiento aborigen, apare ce siempre atestiguado por la presencia de tabonas. y fragmen tos cerámicos. Siguiendo este procedimiento hemos descubierto un conjun to de cabañas y redil, el yacimiento pastoril más interesante descubierto por nosotros en Las Cañadas. Está sobre la Caña da de la Mareta y se ciñe al paredón natural de lavas de que hemos hablado. Consta de dos cabañas de pequeñas dimensiones, aproxi madamente de 2,50 metros por 1,50 metros, una con entrada única ( fig. 7, a) y otra con doble entrada ( íd., b). Ambas con- 59 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 e 4- 4 e e e 4) 4) e 4) ee e e e o) 11 1 e 1 . e .4) o + o o bo L) 60 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 tiguas, sin comunicación entre sí y aledañas a un redil ( íd. c) con entrada única , en cuyo recodo terminal se hallan dos pe queños reductos análogos a los que los pastores suelen hacer en las cercanías del redil para que las crías o recentales no ma men constamente de las madres ( íd., d). La planta del citado conjuntos tal como la presentamos en la fig. 7, dará idea cte cómo son utilizados los elementos natu rales— la disposición natural de las rocas— para la construc ción y acondicionamiento de las cabañas y redil. Rayamos los bloques naturales y dejamos en blanco los acarreados por el hombre. Todo queda fijado por el paredón y bloques sueltos o empotrados en tierra. El aprovechamiento de estos elemen tos es inteligente y asombra el que con esta experiencia no intentasen hacer lo mismo en las zonas costeras , con régimen social más sedentario, donde no existe, que sepamos ningún vestigio de construcción, hallándose solamente. poblados de cuevas. En la lámina XIII, fig. 1, véase la utilización de los blo que caídos para habilitar la entrada de una cabaña. Pueden verse también los restos del muro de la misma. Con mayor claridad aún puede esto mismo verse en la lá mina XIV, fig. 1, donde sobre los gruesos bloques de la iz quierda se descubren anchas lajas pertenecientes a la antigua pared. A la derecha asoman los salientes del paredón natural en el que se apoyaba la cabaña, con lajas caídas al pie, proce dentes, sin duda, del lienzo adicional para que la pared del frente se adosara sólidamente a dicho muro. En la lámina XIV, fig. 2, el fondo de una cabaña respal dada por un poderoso paredón de lavas. 61 5 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 5.—” Gánigos” o vasos procedentes de los paraderos de a base de la “ Montaña de Gua jara” y de la “ Cañada de la Mareta”. En ocasiónes anteriores y con motivo de otras campañas lle vadas a cabo en Las Cañadas del Teide, nos hemos referido a la particular manera que tenían de esconder su ajuar los pas tores guanches. Dentro del ámbito del paradero, en escondrijos a veces próximos a los refugios y cabañas, y en algunos casos en pa rajes muy alejados de los puntos habitados, ocultaban sus va sijas y molinos. Se comprenderá que para hallarlos, es condición previa la localización de un paradero. Todo lo demás se reduce a estar muy familiarizados con el terreno. Los gánicos, lo mismos pueden estar ocultos en la boca de una grieta, convenientemente disimulada con piedras, que en el fondo. Nosotros hemos hallado una pieza a más de 50 me tros de profundidad, en lo más hondo de una quebrada y an gosta grieta. Merced a la perfecta ocultación de las piezas, muchas de ellas son recuperadas enteras. La doble campaña de este verano ha sido verdaderamente fructífera. Se ha nrecogido en total 14 piezas’ enteras, dos asas, dos fragmentos de cerámica decorada y numerosos de ce rámica lisa. En la lámina XV damos ocho de estas piezas: del nú mero ¡ al 6, proceden del paradero de la Cañada de la Mare ta; los números 7 y 8, al de la Montaña de Gua jara. Gánigo número 1.— Vaso semiesférico, liso, de color claro. Borde decorado con incisiones. Asa de mango— o simplemen ta mango—, semejanza a la del número 5, a juzgar por el arran que, ya que el vaso no la conserva. La zona de inserción del asa puede verse en la parte izquierda de la figura. Diámetro, 62 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 20 centímetros; altura, 12 centímetros; espesor de las paredes, 3 milímetros en el borde, 4 en el fondo. Gánigo número 2.— Pequeño cuenco semiesférico, más tos co que el anterior. Color gris oscuro con manchas ocres y ne gras. Sin asa ni mango. Borde decor. ado con finas incisiones, como huellas ungulares. 12 centímetros de altura; diámetro, .16 centímetros. Espesor de las paredes, de 4 a 6 milímetros. Gánigo número 3.— Hermoso vaso con pitorro, de color teja oscuro. Este pitorro es más fino que el ancho vertedero frecuente en esta clase de piezas, de lo que puede servir de ejemplo la señalada con el número 4. Tiene un diámetro de 24 centímetros y una altura de 13,5 centímetros. Se halló par tido en dos y con falta de un trozo para la perfectá unión. La figura lo reproducereconstruído. El espesor de sus paredes, a la altura del borde, es de 4 milímetros: en el fondo es más• grueso: aumenta de 2 a 3 milímetros, Gánigo número 4.— Algo más pequeño que el anterior. Construcción más fina y un más perfecto acabado de la pieza. Pitorro de grueso vertedero. Pieza de color ocre muy oscuro. Diámetro, 20 centímetros y 12 de altura. Grueso de sus pare des, de 3 a 5 milímeros. Gánigo número 5.— Cuenco con mango sólido, más ancho en su base y suavemente modelado en la zona de inserción a las paredes del vaso; sobresale de éste 8 centímetros. Diáme tro del gánigo, 17 centímetros por 12 de altura. Grueso de sus paredes, de 3 a 5 milímetros. Gánigo número 6.— Vaso de perfil muy irregular, más’pan zudo por el lado donde se destaca su asa- vertedero; ésta es gruesa, curvada en su porción terminal. Tanto el vertedero o pitorro en su borde como el del vaso, están decorados con in cisiones. Paredes muy finas, de 3 a 4 milímetros, y muy frági les, con pérdida de la capa exterior en algunas zonas, que ha habido necesidad de reforzar para asegurar la integridad del vaso. Color negro, no sólo por la materia empleada, sino por 63 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 la intensa ¿ occión a que fué sometido. Diámetro, 16 centíme tros y altura igual. Gánigo número 7.— Pequeño vaso de fondo redondo y mango, tipo muy frecuente en Las Cañadas. Color ocre claro, con zonas cenicientas. Diámetro, 12 centímetros; altura, 11,5 centímetros. Gánigo número 8.— Cuenco con pitorro o vertedero. Color gris oscuro. Decoración incisa de los bordes. Diámetro, 15 cen tímetros; altura, 12 centímetros. Paredes, de 3 a 4 milímetros. Más gruesas en la parte del pitorro. Las cuatro piezas reunidas en la lámina XVI proceden de escondrijos de la base de la Montaña de Gua jara. Gánigo número 1.— Vaso de 27 centímetros de altura y 26 de diámetro. Le faltaba parte del fondo y una zona lateral. Color ocre oscuro, liso, pero de borde inciso. Pequeñas asas de mamelón al nivel del borde, Más que de asas parece tratarse de simples protuberancias de aquél. Grueso de las paredes, de 4 a 5 milímetros. Gánigo número 2.— Vasija de fondo plano, tosca, gruesa, hallada rota en el fondo de una grieta de 50 metros de profun didad. Ha habido necesidad de reconstruirla en una parte de la panza. Tiene 30 centímetros de diámetro y 20 centímetros de altura. Paredes, de 10 a 12 milímetros de espesor. El hecho de haber sido hallada recubierta de una capa de hollín— circunstancia rarísima en la cerámica de Las Caña das— nos ha hecho pensar que más que una vasija utilizada para agua o leche, se empleó para tostar los cereales con que obtener el gofio. Hemos comprobado, por el hallazgo de moli nos de mano, que los cereales se tostaban y molían en Las Ca ñadas durante la época de pastoreo. La tipología de la pieza es excepcional en la cerámica de Tenerife y su descubrimiento atestigua lo que ya habíamos sos pechado sobre el régimen de vida del pastor guanche. Gánigo número 3.— Vaso semiesférico color tierra seca. 64 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Mala cocción, por cuyo motivo parte de la pieza se halló dis gregada. Ejemplar reproducido, ya reconstruido. Sin asas, como la anterior. Diámetro, 21,5 centímetros. Altura, 15 cen tímetros. Espesor, de 4 a 6 milímetros. Sin decorar sus bordes. Gánigo número 4,— Vaso oblongo, con 24 centímetros en su eje mayor y 21 centímetros en el menor. Color pardo en las zonas próximas a los bordes y color teja oscuro en parte de la panza y fondo. Altura, 11 centímetros. Bordes decorados con finas incisiones. Espesor, de 3 a 5 milímetros. Dos platos. — Como el hallazgo del tostador, podemos con siderar el de estas dos piezas como excepcional. Eran desco nocidos los platos u hondillas en la cerámica de Tenerife. Con este hallazgo, su conocimiento se enriquece notablemente. En la lámina XVI, se reproducen ambas piezas. La de la izquier da es una hondilla, más gruesa, más tosca que la otra. Tiene 20 centímetros de diámetro la de la derecha y 24 centímetros la izquierda. Ambas presentan una leve decoración incisa del borde. Tienen un subido color teja, y el estado de conservación era completo en la pieza de la derecha. La otra estaba deterio rada por la ación mecánica de las piedras desprendidas sobre ella en el interior del escondrijo. Asas y fragmentos decorados.— En la figura 8 se agru pan estos fragmentos cerámicos. Una de las asas es de mango— tan corriente en la cerámi ca de Tenerife— con la particularidad— detalle menos frecuen te— detener un agujero decorativo en su parte terminal, pla na. Este hoyuelo tiene una profundidad de 1,50 centímetros de profundidad. La otra asa es de mamelón, se destaca de las proximida des del borde decorado con incisiones. También el anterior pre sentaba estos trazos incisos. Esta asa de mamelón presenta un detalle insólito en la cerá micaguanche: se trata de un hoyuelo practicado en la pared interior del vaso, pero ahonda tan poco, que no llega a perfo 65 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 rarla. Acaso fué un intento de perforación dirigido a estable cer comunicación con la boca de un pitorro, y se quedó sólo en intento al insertar un asa de mamelón. Los dos fragmentos decorados no presentan ningún dato nuevo sobre los ya conocidos. La cerámicas decorada en Te Fig. 8.— Asas y fragmentos cerámicos decorados ( Base de Gi. aJara). nerife es rarísima, y hasta ahora, los temas conocidos son siem pre los trazos incisos cruzados. 6.— industria lítica. Procedentes de los excavaciones practicadas en los fondos de las cabañas, se han obtenido numerosas piezas talladas, de obsidiana. En menor proporción se han descubierto en el fon do de algún escondrijo. La utilización de la obsidiana para obtener de ella útiles de e 66 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 corte ha sido estudiado por nosotros en otro lugar ( 5). Una vez más hallamos las lascas de obsidiana asociadas a todo esta blecimiento humano primitivo, tanto sedentario como pastoril. Con mayor proporción en Las Cañadas, donde ese cristal vol cánico abunda extraordinariamente. Algunos fondos de caba ñas, por la cantidad y diversidad de piezas halladas en ellas, hacían pensar en verdaderos talleres, pues junto con pequeños núcleos aparecían muchas piezas microlíticas, Sin intent. ar, de momento, una clasificación detallada y ex haustiva de todas ellas, las agruparemos, atendiendo, más que a su tipología, a su tamaño y estructura. 1.0 Microlitos; piezas recogidas; 549. 2.° Lascas; piezas recogidas, 238. 3• 0 Nucleiformes; piezas recogidas, 130. 4.° Núcleos; piezas recogidas, 18. En total, 935 piezas, las que, además de enriquecer el te soro tinerfeño, aportan datos para un mejor conocimiento de la industria lítica guanche. Junto a esta espléndida colección de tabonas y de núcleos’ para obtenerlas, debemos poner un hacha tallada en basalto. descubierta en la excavación de un fondo de cabaña del pa radero de la Cañada de la Mareta. Se trata de una pieza de 12 centímetros de altura por 11 de ancha, conseguida a base de anchos planos y tosca talla, con una finalidad exclusivamente práctica. Es pieza rara en la arqueología de Tenerife. * * * Por las prospecciones realizadas en el interior de Las Ca ñadas— que se han acabado de precisar a lo largo de la doble campaña de este año— el trabajo que aún resta por efectuar, asegura tan buenos resultados como los logrados hasta el presente. ( 5) Luis Diego Cuscoy: Estudio acerca de las tabonas de los Guanches. Cuadernos de Historia Primitiva. Madrid. 1947. 67 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 VI ABRIGOS GUANCHES EN LAS MESETAS VOLCÁNICAS. ( 1951) 1.— Las mesetas volcánicas y el método de exploración. La campaña de 1951 ha proseguido dentro del espacio com prendido entre la carretera que cruza Las Cañadas, al N., los parajes próximos al Sanatorio y Montaña de la Cruz al 5.. borde de Cañada Blanca al W. y Valle de las Piedras árran cadas al E. Es decir, un sector delimitado dentro de las co rrientes de lava procedentes de la vertiente SE. del Teide, que forman un poderoso baluarte, áspero y levantado, cuyos bor des delimitan varias cañadas: la de La Mareta, la del Montón de Trigo, la de La Camella, etc., etc. ( véase fig. 4). La exploración de este amplio sector se orientó con miras a dilucidar aspectos poco claros acerca de la ocupación de aquellas alturas por grupos humanos primitivos. Habían sido estudiados con preferencia los bordes de esas corrientes de lava que al caer sobre las llanadas de arena ofrecían un as pecto fragoso por resquebrajamiento de sus materiales y 69 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 amontonamiento de los mismos, de tal forma, que entre ellos hay oquedades numerosas, covachas y escondrijos aptos para servir de abrigo a los pastores primitivos y para ocultación de su ajuar. Estos mismos lugares han sido elegidos hasta nuestros días y ocupados por los pastores que frecuentan aquellos pa rajes, por los colmeneros que cuidan sus colmenas en la pri mavera en Las Cañadas y por los carboneros. Todos suelen acampar entre las anfractuosidades de las lavas, A lo largo de varias campañas se comprobó repetidamen te que esos bordes volcánicos eran los lugares elegidos por los aborígenes durante su permanencia en Las Cañadas. No obs tante, algunos vestigios dispersos en la parte alta de esas co rrientes de lava, y, sobre todo, los datos recogidos en la cam paña del pasado año de 1950, nos hizo entrar en la sospecha de que dichos lugares encerraban huellas primitivas. En busca de ellas, y con el fin de completar el conocimiento de aquellas desoladas alturas desd. e el punto de vista humano, hemos orientado la presente campaña eligiendo una de las zonas más características: altura, 2.200 metros, suelo muy accidentado, cuevas y abrigos escasos, pequeñas áreas aptas para el pasto reo, reducidas a angostas fajas ‘ de terreno llano, pero con la típica vegetación de Las Cañadas desarrollándose entre pie dras y roques. A pesar de haber sido interrumpida la campaña brusca mente por un desafortunado accidente sufrido en aquellas al turas, ios datos recogidos son ya de por sí alentadores. De paso, con esta experiencia se puede acometer la exploración de los parajes que rodean al Teide de un modo total, trabajando en cada zona según sus características y con métodos perfecta mente diferenciados. Los bordes de las corrientes volcánicas serán explorados minuciosamente; en la accidentada meseta de las mismas se dirigirá la atención exclusivamente a los roques levantados, a 70 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 ¡ os lugares protegidos por baluartes rocosos y a los paredones naturales de lavas. Ahor. a bien: los bordes han sido siempre ocupados— se ha visto por trabajo anteriores— de un modo total, desde la base hasta su parte superior, y en ellos se han descubierto parade ros constituídos por covachas, abrigos, restos de cabañas y de rediles, Algunos de estos complejos asentamientos quedan suficientemente descritos en páginas anteriores. Al mismo tiempo se ha visto la naturaleza y riquezá del ajuar oculto en agujeros y profundas grietas. Responde todo ello a una concentración humana relativa mente notable, a un pastoreo en gran escala, con nutridos re baños y numerosos pastores al cuidado de los ganados, lo que exigía un campamento donde hombres y rebaños pudieran ha llar holgado acomodo, Pero a medida que uno se aleja de esos bordes, y al cam biar la topografía del terreno, cambia también la forma de ocu pación del mismo por, el pastor primitivo. Aquella soledad calcinada, llena del reflejo de las lavas vítreas, moteada de gris por las retamas y con solitarios manojos de hierbas aso mando por entre las fisuras de las rocas, no pudo ser apeteci da, y menos por un pueblo sostenido de un modo casi abso luto por una economía pastoril. Además de la escasez de agua hay que añadir los días en que sopla el levante— que no son pocos en la época en que hasta allí subían ios pastores—, en los que el sol abrasa, el aire reseca la piel, y las piedras y el lapilli queman como ascuas. Esos días casi vedan el tránsito a través de aquellos ámbitos. 2.— Huellas aborígenes. Pues bien; a pesar de todo ello, el hombre ha dejado allí las huellas de su paso, aunque en menor escala que en los 71 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 bordes de las corrientes lávicas, donde se está protegido del viento y resguardado por la sombra gran parte del día. En las acçidentadas mesetas lo primero que se advierte es la existencia de abrigos individuales y de rediles de redu cidas dimensiones, en los cuales sólo podía ser acogido un reducido número de cabezas de ganado. Dadas sus dimensio nes se debió haber destinado a tal fin el que reproducimos en la figura 9, número 1: 4 metros de largo por dos de ancho. Obsérvese en el mismo de qué forma se aprovechaban los ac cidentes naturales. Los bloques rayados corresponden a las ba ses de roques levantados; las piedras que forman el tercer lado son los restos de la antigua pared levantada por los pastores guanches. El no quedar ningún vestigio indicador de la exis tencia de una puerta de entrada, hace suponer que este lugar estuviese destinado a encerrar ganado durante la noche. La entrada se cerraría con un portillo o cancela de troncos y ra mas para evitar la salida del ganado. Los abrigos, acondicionados y transformados en pequeñas cabañas, aprovechaban, asimismo, los paredones naturales, completando con un muro de piedra seca— en la que siempre se advierte la puerta de entrada—, la rudimentaria construc ción. Como lo que primordialmente interesaba era la utiliza ción de roques naturalmente dispuestos y con altura suficiente para resguardar del sol y del viento a los que a su sombra se cobijasen, la planta de la cabaña resulta a veces triangular ( figura 9, número 2) y otras rectangular, de irregular traza do ( fig. 9, número 3). Con frecuencia resulta extremadamente difícil descubrir en medio de las retamas desgajadas y secas, y del pedregal. es tos interesantes abrigos » del que es una buena muestra el que se reproduce parcialmente en la lámina XVII. fig. 1. Después de limpio y excavado se recogieron de su fondo numerosos fragmentos cerámicos y tabonas. Un ejemplo que no suele repetirse, que demuestra la exis 72 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 tencia de pequeños rediles, en este caso en estrecha asociación con una pequeña cabaña, lo hallamos en la lámina XVII, fi gura 2. Recoge el aspecto de un primitivo rediL con escaso tes timonio arqueológico en su fondo, pues si faltó la cerámicas en cambio se hallaron tahonas. Al lado opuesto del mismo roque — lámina XVIII, fig. 1— se descubrió la cabaña, con su planta claramente visible, como puede comprobarse en la foto, y con fondo rico en cerámica fragmentada y tabonas. A ser posible, se elegirían siempre roques de suficiente al tura que asegurasen un mayor tiempo de sombra y opusieran mayor obstáculo al viento. Véase un refugio de este tipo en la lámina y figuras citadas. Allanado un pequeño espacio de tierra al pie del roque, se dispusieron en su torno bloques suel 3 — Fig. 9.— Plantas de abrigos en las mesetas volcánicas de Las Cañadas del Teide. ‘ 73 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 tos de lava sobre los que se levantaría la pared d. e piedra seca. Aún pueden verse algunos de estos bloques a la derecha y al pie del roque protector. El fondo de este abrigo también dió abundante cerámica y numerosas tabonas. Pero con frecuencia estos abrigos disponen de covachas y escondrijos en los que se ocultaría el ajuar. En ciertos casos podían ser utilizados para dormir, ya que de noche es preciso buscar buen refugio para protegerse del viento helado que ba rre Las Cañadas. Finalmente, hemos de hablar de un tipo de refugio acogi do entre poderosos roques. En él se tiene asegurada la sombra durante la mayor parte de las horas del día ( lámina XVIII, fi gura 2). Asimismo, ofrece segura protección contra el viento. La dureza de la vida en el fondo de Las Cañadas se adivina sólo con contemplar la fragosidad de estas mesetas. Su exploración cxige no pequeños esfuerzos, ya que hay que seguir paso a paso las huellas de los pastores aborígenes en medio de aquel mundo calcinado y revuelto. - Los vientos más frecuentes en aquellos parajes proceden del Noioeste. Los abrigos, siempre que los accidentes natura les lo permitan, buscan protección por ese lado. Frecuentemen te están orientados u E. y SE., muy pocas veces al N. y ningu na al NW. 3.— Relación de estos abrigos entre sí. Lo primero que se advierte en estos refugios dispersos en medio de la meseta lávica, es que no existe relación de proxi midad entre ellos, y que el ajuar que se descubre revela una extremada pobreza. - Por tratarse, como evidentemente se trata, de refugios en su mayoría individuales, se comprende que los restos arqueo lógicos sean, por lo mismo, escasos. Por otro lado, en estas mesetas es donde suelen ocultarse los pastores modernos y 74 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 - donde ios carboneros levantan sus carboneras. Durante el día han tenido que resguardarse del sol en los mismos sitios en que lo hicieron los pastores guanches. Ello produjo, como conse vi,,, iuF1U1 4’ 4,’,, VfVj’ FIg. 10.— Asa, fragmentos cerámicos e incisiones decorativas de los bordes do los vasos. cuenda, el hallazgo casual y destrucción de las piezas descu biertas, lo que ha restado valiosos elementos a la investigación. No obstante, en el fondo de las cabañas y abrigos descri 75 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 ( ( Fig. 10 bis.— Bordes de vasos procedentes de las mesetas volcánicas de Las Cañadas. 76 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Fig. 11.— Fragmento de vaso con asa- vertedero ( Las Cañadas). Cuentas de collar del Barranco Pono ( San Juan de la Rambla). Fragmento decorado y asas perforadas procedentes del abrigo de L08 Celajes ( La Guancha). 77 11 e$ 1 1 6 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 tos, se han descubierto tabonas, cerámica y núcleos de ob sidiana. L— Cerámica. Toda fragmentada. Lisa en su mayor parte, salvo los frag mentos que se reproducen en la figura 10, con decoración in cisa, y un ejemplar de asa para la implantación digital, poco frecuente en la cerámica de Tenerife. En la misma figura se dan los motivos decorativos de la parte superior de los bordes: trazos incisos, dobles e ininte rrumpidos, ungulaciones, huecos excisos— semicirculareS y ova lados— e impresiones superficiales. En los fondos de cabañas y abrigos se descubrieron nume rosos bordes de vasos, cuya descripción omitimos por reprodu cirse en detalle, y a su tamaño en la fig. 10 bis. Los hay que pertenecen a grandes vasijas y a pequeños vasos. Un asa- vertedero confirma la abundancia de este tipo de vasija en Las Cañadas, de la que hay escasísimas referencias para las zonas costeras ( fig, 11, número 1). 5.— Tabonas. El total de piezas recogidas es de 875, y responden a las características, ya tan repetidas en otras ocasiones, de este co ocido utensilio guanche: siempre en lascas y microlitos de talla atípica. 5.— Núcleos de obsidiana. Descritos también en otras ocasiones çomo formando par te del conjunto ergológico de cuevas- habitación— en la costa—, 78 - © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Fig. 12.— Gran núcleo de obsidiana para la obtención de tabonas. 79 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 y de cabañas y abrigos en los paraderos pastoriles de cumbre. En la figura 12 damos una de estas piezas. con múltiples pla nos de percusión. Dada la excelente calidad y pureza del minerál que for ma esta pieza, revela la cuidada selección que hacían de los núcleos para la obtención de tabonas. 7. Conclusiones. Hasta tanto no se continúen los trabajos iniciados en las mesetas lávicas de Las Cañadas, por los resultados hasta aho ra obtenidos, podemos deducir: 1.0 Que, al igual que los bordes, estas mesetas eran ocu padas también por el pastor aborigen. 2.° Que se elegían abrigos naturales y se transformaban en cabañas para protegerse del sol y del viento. 3.° Que estos abrigos están dispersos y sin relación algu na entre ellos. 4• o Qué cada uno de ellos sólo tiene cabida para un pas tor, en algún caso para dos, pero no para mayor número. 5• 0 Que serían pastores de escaso ganado. por las redu cidas dimensiones de los rediles descubiertos, alguno en rela ción de proximidad con el refugio del pastor. Y 6.° Que el ajuar. como consecuencia de la pobreza del ya cimiento, e.’, asimismo, pobre y escaso. 80 © Del documento, de los autores.<
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Título y subtítulo | Nuevas excavaciones arqueológicas en las Canarias occidentales : yacimientos de Tenerife y la Gomera (1947-1951) |
Autor principal | Diego Cuscoy, Luis |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | Madrid |
Editorial | Ministerio de Educacion Nacional, Comisaria General de excavaciones arqueológicas |
Fecha | 1953 |
Páginas | 192 p. : 1 v. |
Datos serie | Informes y memorias ; 28 |
Materias |
Excavaciones (Arqueología) Publicaciones oficiales La Gomera Santa Cruz de Tenerife (Canarias : Provincia) |
Tamaño de archivo | 116,27 Mb |
Texto | MINISTERIO DE EDUCACION NACIONAL COMISARIA GENERAL DE EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS INFORMES Y MEMORIAS N.° 28 NUEVAS EXCAVACIONES AR QUEOLOGICAS EN LAS CANARIAS OCCI DENTALES YACIMIENTOS DE TENERIFE Y LA GOMERA ( 1 947- 1 951) POR LUIS DIEGO CUSCOY INTRODUCCION por JULIO MARTINEZ SANTA. OLALLA MADRID, 1953 .4- INFORMES Y MEMORIAS DE LA COMISARIA GENERAL / DE EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS 1.— César PEMAN, Memoria sobre la situación arqueológica de la provincia de Cádiz en 1940. 1942.— Agotado. 2.— Fermín BOUZA BREY, El tesoro prehistórico de Caldas de Reyes ( Pontevedra). 1942.— 0,75 $ 3.— Joaquín SANCHEZ JIMENEZ, Memoria de los trabajos realizados por la Comi saría Provincial de Excavaciones Arqueológicas de Albacete en 1941. 1943.—. 2,25 $ 4.— José GALIAY SARAÑANA, Las excavaciones del Plan Nacional en los Batí ales de Sábada ( Zaragoza). 1944.— 2,00 $ 5.— Julián SAN VALERO APARISI, Excavaciones arqueológicas en Monte Bernorio ( Palencia). Primera campada 1943. 1944.— 1.75 $ 6.— Juan URIA RIU, La caverna prehistórica de El Cuetu, Lledías ( Asturias), y sus pinturas supesf res, 1944.— 1,50 $ 7.— Soturio GONZÁLEZ SALAS, El castro de Yecla en Santo Domingo de Silos ( Burgos). 1945.— 2,25 $ 8.— Rafael CASTEJON Y MARTINEZ DE ARIZALA, Excavaciones del Plan Nacional en Medina Azahara ( Córdoba). Campada de 1943. 1945.— 2,25 $ 9.— Julián SAN VALERO APARISI, El tesoro preimperial de plata de Drieves ( Gua dalajara), 1945.— 200 $ 10.— Juan CABRE AGUILO, El tesorillo visigodo de trientes de las excavaciones del Plan Nacional de 1944- 45 en Zorita de los Canes ( Guadalajara). 1 946.— 2,25 $ 11.— Sebastián JIMENEZ SÁNCHEZ, Excavaciones arqueológicas en Gran Canaria del Plan Nacional de ¡ 942, 1943 y 1944. 1946,— 500 $ 12.— Simeón GIMENEZ REYNA, Memoria arqueológica de la provincia de Málaga hasta 1946. 1946— 5,00 $ 13.— Julián SAN VALERO APARISI y Domingo FLETCHER VALLS, Primera campada de excavaciones en el Cabezo del Tío Pío ( Archena). Prólogo de J. MARTINEZ SANTA- OLALLA. 1947.— 2.50 $ 14.— Juan ALVAREZ DELGADO [ y Luis DIEGO CUSCOY], Excavaciones arqueo. lógicas en Tenerife ( Canarias). 1947.— 6,50 $ 1 5.— Joaquín SANCHEZ JIMENEZ, Excavaciones y trabajos arqueológicos en la provincia de Albacete, de 1942 a 1946. 1947.— 6,75 $ 16.— Julio MARTINEZ 5ANTA- OLALLA, Bernardo SAEZ MARTIN, Carlos F. POSAC MON, José Antonio SOPRANIS SALTO y Eduardo del VAL CA TURLA, Excavaciones en la ciudad del bronce II mediterráneo de La Bastida de Tofana ( Murcia). 1947.— 9,00 $ 17.— Salvador VILASECA, Las pinturas rupestres de la Cueva del Polvorín ( Puebla de Benifazá, provincia de Castellón). 1948,— 2,75 $ 18.— J. de C. SERRA- RAFOLS y Epifanio de FORTUNY, Barón de Esponella, Ex cavaciones en Santa María de Egara ( Tarrasa). 1949— 2,75 $ 19.— José GALIAY SARAÑANA, Segunda campada del Plan Nacional en Los Ba dales ( Zaragoza). 1949.— 1.25 $ 20.— Salvador VILASECA ANGUERA, José de C. SERRA- RAFOLS y Luis BRULL CEDO, Excavaciones del Plan Nacional en el Castellef de Bañolas, de Tivisa ( Tarragona). 1949.— 3, OO $ 21.— Emeterio CUADRADO DIAZ, Excavaciones en el santuario ibérico del Cigarra lejo ( Mula, Murcia). 1950.— 8, O0 $ 22.— Manuel ESTE, VE GUERRERO, Excavaciones de Asta Regia ( Mesas de Asta. Jerez), campada de 1945- 46. 1950.— 3,0O $ 23.— José M. LUENGO Y MARTINEZ, Excavaciones arqueológicas en el Castro y su necrópolis, de Meirás ( La Coruuía). 1950.— 7.00 $ 24.— Actas de la 1 Asamblea Nacional de Comisarios de Excavaciones Arqueológicas. 1950. 1951.— 6,0O$ 25.— Miriam ASTRUC, La necrópolis de Villaricos. Prólogo de A, GALLEGO BU RIN. 1951.— lI$ 26,— Carlos CERDAN MÁRQUEZ, Georg LEISNER y Vera LEISNER, Los sepul cros megalíticos de Huelva. Excavaciones arqueológicas del Plan Nacio nal 1946. 1952,— li $ © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 NUEVAS EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN LAS CANARIAS OCCIDENTALES 1 y, 3flj © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 DIANA, Artes Gráficas. — Larra, 12. Madrid. 4 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 MINISTERIO DE EDUCACION NACIONAL COMISARIA GENERAL DE EXCAVACIONES ARQUEOLÓGICAS INFORMES Y MEMORIAS N.° 28 NUEVAS EXCAVACIONES AR QUEOLOGICAS EN LAS CANARIAS OCCIDENTALES YACIMIENTOS DE TENERIFE Y LA GOMERA ( 1 947- 1 951) POR LUIS DIEGO CUSCOY INTRODUCCION por JULIO MARTINEZ SANTA. OLALLA MADRID, 1953 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 INDICE Páginas Introducción, por JULIO MARTINEZ SANTA- OLALLA7 TENERIFE A) NUEVOS ASPECTOS ARQUEOLOGICOS DE “ LAS CAÑADAS DEL TEIDE” 1.— CERÁMICA DE “ Lás CAÑADAS” Y LA CANTERA- TALLER DE LA “ CAÑADA DE PEDRO MÉNDEZ” ( 1947) 11 1.— Determinación de las zonas de trabajo13 2.— Nuevos vasos hallados en la “ Cañada de Pedro Méndez’ 16 3.— Cerámica fragmentada18 4.— La cantera- taller de piedras de molino19 11.— ABRIGOS GUANCHES EN LA “ MONTAÑA DE ABREU” ( 1948) 21 III.— EL ESTACIONAMIENTO ABORIGEN DE “ CAÑADA BLANCA” ( 1948) 27 1.— Área explorada27 2.— El ajuar32 3.— Las piezas descubiertas: Piedras de molino; núcleos de obsidiana; cerámica34 L’ 1.— EL PARADER DOE LA “ CAÑAD ADE LA MARETA” ( 1949) 39 1.— Limites de la zona arqueológica39 2.— Rediles y abrigos41 3.—” Tabonas” y cerámica fragmentada41 4.— Cerámica de la “ Cañada de la Mareta” 42 V.— PARADEROS GUANCHES EN LA BASE DE “ MONTAÑA DE GUAJARA” Y SOBRE LA “ CAÑADA DE LA MARETA” ( 1950) 47 1.— Resumen de los trabajos efectuados en Las Cañadas del Teide47 2.— La doble campafla de 195050 3.— Dos paraderos pastoriles51 4.— Cabañas y rediles53 5.— Gánigos o vasos procedentes de lea paraderos56 6.— Industria utica VI.— ABRIGOS GUANCHES EN LAS MESETAS VOLCÁNICA ( S1951) 63 1.— Las mesetas volcánicas y el método de exploración63 2.— Huellaa aborlgenes65 3.— Relación de estos abrigos entre si68 5 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Pglnas 4.— Cerámica 72 5.—” Tabonas” 72 6.— Núcleos de obsidiana72 7.— Conclusiones74 B) NECROPOLIS Y POBLADOS DE CUEVAS 1.— NOTAS SOBRE ALGUNAS ESTACIONES RQUEOLÓGICAS DE SAN JUAN DE LA RAMBLA Y LA GUANCHA ( 1947) 75 1.— Noticia geográfica75 2.— La necrópolis del “ Risco del Masapé” 75 3.—, Necrópolis de “ Barranco Poncio” (“ La Gotera”) 81 4.— Vestigios de un estacionamiento guanche en “ Los Celajes” 83 5.— Una necrópolis en la cumbre84 11.— Dos NECRÓPOLIS GUANCHES EN EL LiTORAL DE ICOD ( 1948) 87 1.— Antecedentes87 2.— Yacimiento de “ Las Barandas” 91 3.— Yacimiento de “ El Andén” 97 111.— LA CUEVA FUNERARIA DEL “ RISCO CAÍDO” ( LA VICTORIA DE ACEN TEJo) ( 1949) 101 IV.— LA NECRÓPOLI DSEL “ BARRANCO DE LA CRUZ DE LAS ANIMAS” ( EL ROSARiO) ( 1951) 105 1.— Circunstancias del descubrimiento105 2.-— Emplaza. miento de la necrópolis106 3.— Descripción del yacimiento108 4.— Restos humanos111 5.— Ajuar funerario: a) Cuentas de collar; b) Punzones de hueso; c) Vasos112 6.— Restos vegetales115 7.— Conclusiones116 LA GOMERA C) NUEVAS EXCAVACIONES ARQUEOLOGICAS EN LA ISLA DE LA GOMERA 1.— DOS CUEVAS SEPULCRALES n Et “ BARRANCO DE ABALOS” ( 1948) 119 1.— Antecedentes119 2.— Cueva del “ Roque de la Campana” 121 3.— Cueva cje “ Los Toscones’ 124 11.— RESULTADOS DE UNA CAMPAÑA ARQUEOLÓGIC EAN EL TIiRMINO DE ALA JERÓ ( 1950) 129 1.— La Gomera en el hacer arqueológico129 2.— Zonas exploradas11 3.— Yacimientos del Barranco de Santiago135 4.— Cuevas- rediles de ‘ Punta Negra” 140 5.— Cerámica y útiles de piedra143 6.— Yacimientos funerarios del “ Barranco de los Cocos” 146 7.— Conclusiones149 Láminas151 6 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Un venturoso azar ‘ hace casi coincidir la tirada de. este vo lumen de los Informes y Memorias de la Comisaría General de Excavaciones Arqueológicas con el décimo quinto aniver sario de la creación de este organismo en los días postreros de la guerra civil, en una fecha por tanto propicia al balance de la obra realizada y la que quedó por hacer, siempre en función de nuestros medios económicos, que sólo comienzan a ser rea lidad en el verano de 1942. Calificamos de venturoso el azar por ser precisamente la prehistoria canaria la que ocupa este volumen, y ser la prehis toria canaria una de las creaciones y. realizaciones que. más le gítimamente enorgullecen a la Comisaría General y con ella a la Dirección Genersal de Bellas Artes y al Ministerio de Edu cación Nacional. Tal vez pueda sonar extraño el que se diga creación y rea lización hablando de investigación prehistórica canaria, puesto que precisamente el azar también hace que en estos días se cumplan los setenta y cinco años de la aparición de aquel libro memorable que fué, o debía haber sido, las “ Antiquités cana * riennes” de Sabin Berthelot ( París, Plon, 1879), que está en la mente de todos. La investigación prehistórica caniaria, que alcanzó gran auge en el siglo XIX, y a la que hicieron progresar grande mente Berthelot y René Verneau, se ha resentido siempre de un 7 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 fetichismo textual que manejaba y revolvía textos de. los viejos cronistas e historiadores de las islas Canarias, de los que se pretendía y se pretende extraer todavía, toda la sapiencia en cuantos, e refiere ala historia primitiva canaria. El aislamiento de la islas canarias, unido a la idea dieci ochesca y romántica de “ el buen salvaje”, desorbitó los pro blemas, según queda patentizado en las pedantescas historias, con su buena dosis de ciencias naturales del siglo XIX. Re construcciones antícientíficas, sin el más elemental método ( que ya en el mundo se estilaba), en que se barajaban a placer y sin criterio los textos, las “ etimologías” y un poco de antro pología caiera, son las que estaban y aún están a la orden del día. El feliz camino que S. Berthelot había marcado, pesar de todos los errores de la época en su preclaro libro, era ignorado por los canarios, lo mismo que lo ignoraban los peninsulares salvo la excepción feliz y también estéril de M. Menéndez y Pelayo que en su “ Historia de los heterodoxos españoles” in cluyó, prolijamente, en la historia primitiva general la de las islas Canarias. Peninsulares e insulares olvidaron la comunidad de muchos de los problemas de historia primitiva española, tanto para la Península como para las Islas, y no hubo inconveniente en mu tilar aquella “ ex silentio”. La mejor prueba de la ausencia de Canarias en la historia primitiva genezia’ el spañola, y viceversa de lo peninsular en el archipiélago, está en la realidad que en los índices de la Etnología de la Península Ibérica de Pedro Bosch Guimpera ( Barcelona, 1932) no existe el topónimo Ca narias, a pesar de que hacía medio siglo entonces que rodaba por el mundo el mentado libro de S. Berthelot. Desde Berthelot, que representó un avance al pretender rei vindicar el método arqueológico y la arqueología comparada para Canarias, no hay más que lamentable retroceso, sin que lo puedan paliar antes al contrario, las destrucciones y rebus © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 cas de antigüedades prehisp’ánicas, con un afán coleccionista todavía no extinguido por desdicha, La ausencia de un método arqueológico, no ya severo, ni siquiera tolerable, faltaba; la idea de una seriación etnológico ni por una iz se perfiló ( muestra de ello es el tipográficamente precioso libro de E. Hooton, “ The Ancient Inhabitants of the Cana’ry Isiands ( Cambridge, Mass., 1925); la antropología, hasta F. Falkenburger (“ Ensayo de una nueva clasificación craneológica de los antiguos habitan tes de canarias”. Actas y Memorias ‘ de la Sociedad Espaiola de Ant ropol gía, Etnografía y Prehistoria. XVII, 1942), no en caentra su camino de Damasco, y la lingüística, a pesar de sus desvaríos, parece que ahora ua dando sus primeros pasos firmes. - El cuadro de canarias era tan romántico, ant icuado, anti científico, j a la uez pretencioso, que todo era posible en Ca narias en el campo de la antropología, etnología, historia de las religiones, lingüística, psicología de los pueblos. economía y sociología. Hay un ejemplo que vale por todos, puesto que abarca los aspectos más elementales ‘ de las ciencias del hom bre: el cenobio Valerón, La musa popular, siempre ‘ ágil y em bellecedora, había clasificado aquella especie ‘ de colmena que son las celdillas ‘ de la Cuesta de Silva, a convento ‘ de las hai’i maguadas. Por dicho pretendido convento de las vírgenes pre hispánicas, des filaroñ todo. los que a Canarias fueron, y nadie vacih en aceptar como exacta interpretación científica la bella leyenda popular, cual queda demostrado en D. J. Woelf fe! ( Leonardo Torria’ni, 1Die kanarische Inseln und ihre Urbe wohner Leipzig, 1940), que sin la menor vacilacton lanza el cuento del convento de las harimaguadas para los lectores de habla alemana ‘( Mm; XVI, b). Ante esta triste realidad, la Comisaría General de Excáva cione se propuso desde el primer momento de su dotación ( 1942) termjnr con ella, y emprender un sCudio objetivo de sus monumentos- arquéológicos mediante excavaciones y una 9 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 adecuada información sobre los hallazgos. Del éxito de nues tra em presa son un exponente claro los volúmenes ya dedica dos a Canarias y los que ahora seguirán. En 1946, en el tomo 11 de estos informes y Memorias, tiene lugar la exposición por S. Jiménez Sánchez de la obra en Gran Canaria con los trabajos del trienio 1942- 1944; a aquella publicación sumaria y pura mente informativa, deberá seguir el estudio monográfico so brio y reposado. Más tarde, én 1947, el tomo 14 de los Infor mes y Memorias, franquea al público los resultados de los tra bajos realizados en Tenerife en 1944 y 1955 por J. Alvarez Delgado y L, Diego Cusco y. Hoy damos un paso más en la presentación de nuevos do curnen tos para la historia primitiva de Canarias, con el presen te volumen de L. Diego Cusco y, que no sólo es un avance en cuanto a la conquista de nueva documentación, sino que lo es también en su exposición que permitirá en fecha muy próxima que estas rendiciones de cuentas del trabajo de campo sean lo prolijas y completas que corresponde. Gracias a la labor llevada a cabo por las Comisarías de Excavaciones de Canarias, a las que alguna vez se ha sumado con iniciativas propias el Seminario de Historia Primitiva de Madrid, se ha creado un nuevo campo de trabajo en el territo rio nacional y se ha creado la arqueología canaria, que va lle gando rápidamente a una mayor edad e incluso supera ya en hechos adquiridos a muchas provincias peninsulares. En la obra realizada, no es la consecuencia menos impar tan te de nuestras campafas de trabajo de campo y publicacio ns el ir desterrando la práctica de la historia primitiva canaria a la antigua usanza, puesto que ya los lectores especializados y simples curiosos van distinguiendo entre la uerdadera investi gacián y el charlatanismo insulso, que todavía hace sus males en revistas y prensa diaria. Al aparecer este volumen dedicado a Canarias, en trance de aparición otros más voluminosos sobre arqueología de las lo © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Islas Afortunadas, no puede dejar el Ministerio de Educación Nacional menos de agradecer las colaboraciones encontradas en ambas provincias canarias por parte de los Cabildos insula res, Gobernadores civiles y toda una serie de Ayuntamientos, que por ser largos de citar, lo irán siendo, en su sitio, a medida que aparezcan las publicaciones correspondientes. Donde sólo había una labor ( ya superada metodológica mente) privada, que ya pasó, el Estado ha creado una arqueo logía, y es preciso que las Islas y sus Corporaciones hagan el esfuerzo técnico y económico de dotar a aquéllas de los orga nismos investigadores y conservadores adecuados. En este sen tido, ya parece haber sido fértil la labor de la Comisaría Ge neral de Excavaciones Arqueológicas en Canarias, puesto que el Excmo. Cabildo Insular de Tenerife, gracias al interés y la inquietud espiritual de su Presidente don Antonio Lecuona Hárdisson, ha creado un Servicio de Excavaciones y Museo, del que aguardamos prontas y firmes realizaciones que com pleten la obra científica estatal. El que en el Puerto de la Luz, el Instituto de Estudios Hispánicos haya inaugurado un Museo Arqueológico, creado por la feliz iniciativa de su Director, don Isidoro Luz Carpenter, llena de esperanzas legítimas a los que nos interesamos por la arqueología tinerfeña, puesto que su pone una suma de esfuerzos y coordinación de voluntades. Comisario General de Excavaciones Arqueo1g1cas 11 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 PROLOGO Gran parte de los trabajos arqueológicos realizados en las Canarias occidentales— Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro— después de 1947, quedan agrupadas en el presente volumen. Este es el segundo que publica la Comisaría Genera’ recogiendo la labor arqueológica desarrollada en la Provincia de Santa Cruz de Tenerife. Ante un hecho de tal significación y trascendencia conviene detener un tanto la atención, porque es mucho lo que el mismo sugiere. Nada se había hecho en estas islas con suficiente rigor que permitiese la afirmación de que los fundamentos de su Arqueo-logia estaban ya trazados. No cabían dentro del moderno con cepto de esta ciencia los trabajos aislados, realizados sin mé todo, y con una sola preocupación por el objeto. El yacimien to, como tal, no aparecía en ningún intento de estudio arqueo lógico, y la excavación no se empleó nunca, porque no se pue de llamar excavación a la remoción de un yacimiento y menos cuando no se hace seguir de una descripción clara, minuciosa y objetiva. Todo ello produjo lastimosas consecuencias. Las escasas citas sobre yacimientos dispersos no permitían delimi tar sobre el mapa de las islas las áreas primitivamente ocupa 13 2 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 das, la relación geográfica de zonas habitadas y la distribución de ¡ os grupos humanos conforme a los climas, altitud, vegeta ción, etc. Por otro lado, el objeto arrumbado en una vitrina, sin el conocimiento de su procedencia segura, etiquetado fre cuentemente de un modo falso, sin ninguna conexión con el yacimiento de origen, acabó por conferir a las colecciones ar queológicas existentes un signo ineficaz, muerto, sin valor científico de ninguna clase. Ya en el prólogo al volumen 14 de “ Informes y Memo rias”, que recoge los primeros trabajos modernos efectuados en la Provincia de Santa Cruz de Tenerife, se consigna más o menos veladamente este hecho. No queremos, pues, volver so bre lo mismo. Pero hay un punto sobre el que si deseamos ha cer significativa parada, En todos aquellos primeros intentos que no llegaron a granar en una obra seria, y, por lo tanto, sin valor como precedente aprovechable, no hay ni una mano es pañola. Que quede esto dicho así y no repitamos ningún nom bre. Hay buenas voluntades del país, hombres generosos y en tusiastas a los que se les debe el no muy rico material con que contamos, porque los otros salieron llevándose el producto de sus trabajos y lo que salió de la isla hoy forma parte de colec ciones canarias en numerosos museos extranjeros. La labor que . en las islas se realiza actualmente en el terreno arqueológico, aparte de su valor en sí, tiene el de haberlas in corporado a un quehacer enteramente nacional, y el de ser lle vado a cabo no sólo por españoles, sino por hombres de las islas o vinculados entrañablemente a ellas. Merced a esto se ha podido devolver, después de varios años de esfuerzo, el esbozo de la historia primitiva de las islas. Durante ese tiem po, el excavador y arqueólogo insular ha tenido que ser maes tro de sí mismo, crear sus técnicas propias y planear un méto do lógico y ordenado, porque no siempre las fórmulas extra ñas podían aplicarse aquí y la falta de antecedentes obstaculi zaba todo intento de sistematización. Aun con eso, se pueden 14 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 hoy mostrar ios resultados de una labor, si titubeante en un comienzo, segura ahora en su camino. Claro que ello no hubiese sido posible sin la superior preo cupación del Ministerio de Educación Nacional y la generosa acogida de la Dirección General de Bellas Artes, que han ve nido incluyendo a esta provincia dentro del Plan Nacional de Excavaciones. Y por lo que respecta al orden técnico y cintí fico, Canarias no hubiese sido ganada si el Ilmo. Sr. Comisa ria General, don Julio Martínez Santa- Olalla, no descubre el cúmulo de problemas prehistóricos que las islas tienen plantea dos y no orienta el estudio de los mismos hacia trascendenta les ángulos paletnológicos. Ha sido la labor material de las excavaciones la que ha p’r mitido reconstituir parte de un interesante pasado que estaba sin alumbrar, al mismo tiempo que los conjuntos ergológicos es tudiados nos van acercando, un poco cada día, a la clave de Oscuras migraciones que alcanzaron a las Canarias, y a una cronología nunca apuntada certeramente, pero hacia la cual se va con seguros testimonios culturales. Los trabajos contenidos en el presente volumen son otras tantas aportaciones a esos estudios de conjunto. Van despoja dos de toda teoría y de toda hipótesis. Están redactados con desnuda objetividad y a veces constituyen simples transcripcio nes de notas tomadas en el campo, en el transcurso de una ex ploración o excavación. Tenerife aparece con el mayor número de trabajos, y en tre ellos conviene parar la atención en los referentes a “ Las Cañadas del Teide”. zona descubierta por nosotros y acaso la más vasta estación arqueológica de Tenerife y la más alta de Europa— entendido esto desde un punto de vista específica mente cultural—, ya que sus yacimientos alcanzan cotas de 2.500 y más metros sobre el nivel del mar. Otros trabajos am plían el conocimiento de áreas costeras, con sus necrópolis y poblados de cuevas. 15 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Por primera vez, la isla de La Gomera aparece en un tra bajo que agotó una zona determinada, revelando las caracterís ticas arqueológicas de un barranco y valiosos datos sobre prác ticas funerarias gomeras, noticias que será preciso manejar en cuantas excavaciones se hagan en dicha isla en lo sucesivo. Por lo que se refiere a las demás islas del grupo occidental — La Palma y El Hierro—, bien por hallarse en curso de exca vación numerosos yacimientos o en exploración zonas aún no caracterizadas arqueológicamente » no se incluyen ajunos de los trabajos iniciados, que serán objeto de estudio a medida que las excavaciones se vayan concluyendo. Con esto y con la atención que en la actualidad presta a estas investigaciones el Excmo. Cabildo Insular de Tenerife, dentro de algunos afíos podrán contar etas islas, junto con el conocimiento de su pasado prehistórico, con colecciones cien tíficamente ordenadas y dispuestas, de cuyo valor dan fe las piezas recogidas en tantos yacimientos excavados por la Co misaría Provincial. La Laguna de Tenerife, 1 de marzo de 1951. Luis DIEGO Cusco 16 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 A) NUEVOS ASPECTOS ARQUEOLOGICOS DE LAS CAÑADAS DEL TEIDE En el volumen 14 de “ Informes y Memorias” de la Comi saría General de Excavaciones Arqueológicas ( Madrid, 1947), se publicaban por primera vez los trabajos referentes a Las Cañadas del Teide. Por primera vez, también, se señalaba la importancia de aquellos parajes como lugar de concentración de grupos humanos primitivos. Algunos yacimientos casualmente descubiertos en el siglo pasado y en ios primeros lustros del presente, se había seña lado como simple curiosidad, sin que nadie advirtiera el extra ordinario interés que los mismos encerraban para álumbrar zo nas oscuras de la vida aborigen. Nuestros trabajos se desenvolvieron— en sus primeras f a ses— de un modo un tanto desordenado e inseguro: sin ante cedentes de ningún valor, poco conocedores de la naturaleza del terreno y carentes de métodos de exploración y excavación, el esfuerzo desarrollado era siempre desmesurado con relación a los resultados obtenidos. Aun así, en el citado volumen pudimos dar a conocer los siguientes yacimientos: “ Estacionamientos guanches en Las Cañadas del Teide” ( págs. 37 a 47), “ La necrópolis de la Cue 17 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 va del Salitre, en Montaíía Rajada” ( págs. 48 a 59), “ Necró polis del Llano de Maja” ( págs. 99 a 109), y “ La cerámica de la Cañada de Pedro Méndez” ( págs. 112 a 116). No podíamos sospechar entonces que cada uno de estos ya cimientos iba a constituir el centro de verdaderas zonas arqueo lógicas. reveladas a lo largo de repetidas campañas y no pe queños esfuerzos. Tan es así, que las Memorias que ahora se recogen en este volumen— describiendo y estudiando yacimien tos de Las Cañadas—, vienen a ser una natural consecuencia de aquellos primeros hallazgos y una metódica ampliación del ámbito arqueológico. Así, la campaña de 1947 giraba alrededor de la Cañada de Pedro Méndez; los “ Abrigos guanches de la Montaña de Abreu” ( 1948), corresponden al conjunto de yacimientos loca lizados en torno al Llano de Ma ja; “ El estacionamiento abori gen de la Canada Blanca ( 1948), corresponde a la campana de 1945 en el mismo lugar; “ El parador de la Cañada de la Mareta y la cerámica del mismo” ( 1949), es una consecuencia del método de exploración adquirido, aplicado en este caso a una zona inédita; “ Paraderos guanches en la base de Montaña de Guajara y sobre la Cañada de la Mareta” ( 1950), es un ensayo de exploración en terreno de aspecto topográfico dis tinto al conocido. Por los espléndidos resultados obtenidos se ha seguido el mismo método en la campaña de 1951, cuya Me moria sobre abrigos individuales aclara el modo de ocupación, de aquellas alturas volcánicas, por los pastores guanches. Finalmente, la prospección aérea de Las Cañadas del Tei de— por primera vez realizada— ha revelado aspectos intere santísimos desde el punto de vista del relieve, zonas vegetales y aptas para el pastoreo, cuya verificación sobre el terreno aca bará por dar el total conocimiento del inmenso cráter sobre el que se levanta el Teide ( 1). ( 1) Tanto para los yacimientos de Las Caíadas como para los del resto de la isla de Tenerife, puede verse su situación n el mapa de la isla ( fig. 2). 18 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 1 CERÁMIcA DE “ LAS CAÑADAS” Y LA CANTERA- TALLER DE LA “ CAÑADA DE PEDRO MÉNDEZ” ( CArVIPAÑA DE 1947). 1.— Determinación de las zonas de trabajo. Más conocidas las características del vasto cráter de “ Las Cañadas” y el gran interés arqueológico que encierra, en la presente campaña de 1947 se han proseguido de un modo sis temático las exploraciones iniciadas en 1945. Como entonces, los trabajos se han llevado a dos puntos sobre los que ya se tenía antecedentes e incluso pruebas materiales, consistentes éstas en interesantes ejemplares de vasos. Dichos puntos son: Cañada Blanca y Cañada de Pedro Méndez. Ambas han sido anteriormente objeto de descripción, la que se ilustraba con los correspondientes gráficos. Por lo mismo, ahora no vamos a repetir lo ya dicho. El haber escogido de nuevo estas zonas es porque ofrecen vasto campo para el estudio de la vida abori gen, atestiguado por la gran abundancia de huellas guanches. Cumple ahora señalar de un modo sumario el alcance de los trabajos efectuados en la presente campaña. La primera parte de los mismos se llevó al contrafuerte ro coso que se extiende en dirección Norte- Sur y cierra por el W. la Cañada Blanca. Es de lava fuertemente oxidada. 19 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Esta corriente, que en algunos sitios tiene hasta cinco metros de altura, es muy fragosa y acidentada, y por lo mismo ofrece pocas condiciors de habitabilidad. Ha quedado comprobado este extremo después de una detenida exploración, de la que se obtuvo únicamente un fragmento de cerámica decorada, cuya presencia en dicho lugar no ha sido posible explicar satisfacto riamente. Más adelante se hará una descripción de los moti vos decorativos del citado fragmento. De cerámica decorada en Las Caíádas se contaba sólo con dos pequeños fragmentos recogidos por nosotros el pasado año en el borde S. de la Ca ñada de Pedro Méndez, dentro de un filo volcánico que bor dea la base de la montaña denominada El Sombrerito o La Ca chucha ( 2.312 m.). ( Véase lám. 1, fig. 2.) La citada corriente de lava de Cañada Blanca puede consi derarse arqueológicamente estéril, pues si bien hemos hallado en ella el trozo decorado a que antes nos referíamos, no reúne aquel paraje las condiciones exigidas por el aborigen para ms talarse ( 1). El fragmento a que venimos haciendo mención ( fig. 1), está decorado con profundas incisiones irregularmente paralelas: por su espesor ( 1,3 cm.) y aspecto, revela que perteneció a un vaso de grandes proporciones. La zona de líneas está bordeada por una sucesión de hoyos profundamente excavados, de con torno unas veces triangular y otras rectangular. debido, sin duda a haber sido logrados con el vértice aguzado de una ta hona. Decoración tosca, falta de técnica y carente de ritmo. Por no pertenecer al borde del vaso el fragmento recogido, se ignora si la decoración invadía la superficie del vaso o solamen te se extendía por una zona determinada. Abandonada, pues, la parte alta de la corriente volcánica, se pasó al lado opuesto de dicha Cañada, a la que cierra aqué ha por el E. La exploración se inició en el tramo terminal de la • ( 1) La campaña de 1951 desvirtúa, como se verá, esta primera impresión. 20 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 misma el correspondiente al S., pues la del N. ya había sido objeto de detenida exploración en campañas anteriores. La zona ahora explorada parte de la base de Guajara y avanza en forma de espolón hasta las proximidades de la Fuente de la Piedra. La descripción y enumeración de las circunstancias ar queológicas del tramo N. han quedado ampliamente consigna- Fig. 1.— Fragmento cerámico decorado; molino circular de mano ( Cañada Blanca). Fragmentos de vasos, con borde prolongado y hueco digital debajo del asa, por BU parte interior. (( jañada de ¿ a Marea.) 21 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 das en la memoria “ Estacionamientos guanches en Las Caña das del Teide”. En el lugar escogido para los trabajos de l. a actual campa ña, ha sido descubierta una interesante pieza cerámica, escon dida, como se da en estos parajes, en el fondo de una grieta de las lavas. Dicha pieza ( lám. II, fig. 1) es un vaso de regulares pro porciones: tiene 81 centímetros de circunferencia en sus bor des, 28 de diámetro y 20 de altura. El espesor de sus pare des es de 50 milímetros. Tiene dos pequeñas asas en forma de pezón— una de ellas ha tenido que ser reconstruida—, y su base, de contorno esférico, aparece profusamente decorada por un curioso motivo inciso, logrado con la arista puntiaguda de una tabona ( lám. II, fig. 3). La superficie exterior de esta in teresante pieza está rayada en toda su superficie: pero no hay que ver en esto intento decorativo alguno, sino que se trata más bien de la huella dejada por el instrumento utilizado en el pulimento de las paredes del vaso. 2.— Nuevos vasos hallados en la Cañada de Pedro Méndez. Aunque en la campaña del pasado año ya se exploró la par te central de esta cañada ( véase la Memoria La cerámica de la Cañada de Pedro Méndez), así como también ios puntos Nor te, Sur y Este de la misma, había quedado sin explorar todo el espacio del Oeste que, por estar constituido de pequeñas ha nadas, separadas unas de otras por alternados amontonamien tos de lavas antiguas, se suponía guardasen interesantes ves tigios prehistóricos. Iniciados, pues, los trabajos en el citado lugar, se eligió la parte colindante a las lavas negras procedentes de la moder na erupción del Chahorra o Pico Viejo, y se evitaron éstas, como es natural, pues se daba por descartada la existenci. a de ningún vestigio guanche. 22 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 A los breves momentos de comenzado el trabajo de explo ración, se daba en el fondo de una angosta grieta con un her moso vaso ( lám. III. fig. 1). Es una pieza de color pardo roji zo, de forma aproximadamente esférica. Se recogió entera. No tiene asas, El borde, ligeramente vuelto hacia adentro está de corado en toda su extensión por el característico dentado inci so, que tanto se da en la cerámica guanche. La superficie ex terior del vaso muestra claramente las huellas del modelado a mano. En los bordes mide 83 cm. de circunferencia, tiene 22 de alto y 26 de diámetro. A pesar de sus proporciones. el espesor de sus paredes es de 50 mm., junto al borde. En su base se aprecia un espesor mayor. No poseyendo base plana. se sos tiene, no obstante, en posición vertical ( lám. U, fig. 2). En el momento de ser descubierta se hallaba ligeramente inclinada a un lado, y en el interior de ella, hacia el lado sobre el cual se inclinaba, uná pequeña zona cubierta con una cos tra negruzca, fuertemente adherida a las paredes. Por si se tra tara de restos alimenticios, se procedió a raspar dichos resi duos al objeto de ser analizados. Con ellos va también una re lativa cantidad de polvo y tierra. De hallazgos verdaderamente espectaculares por la belle za de las piezas pueden considerarse los efectuados en una pe queña hondonada rocosa de l. a Cañada citada, en las proxi midades del talud volcánico a que antes nos referíamos. La primera fué descubierta en un pequeño boquete que se hallaba disimulado con unas piedras. El vaso aparecía también inclinado sobre un lado y le faltaba al mismo una pequeña por ción del borde, como consecuencia de la calda de una de las piedras de cierre. Una profunda hendidura lo dividía en dos porciones ( lám. 1, fig. 1). Asimismo, la boca o gollete no con servaba más que la parte correspondiente a la inserción con el resto del vaso. Posteriormente reconstruido presenta el bello aspecto que 23 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 puede verse en la Iám. III, 1 y 4. Como siempre, su decoración se reduce a los trazos incisos que comprenden todo el borde del vaso; en este caso, además, se decora con igual motivo el fino borde de la boca o vertedero. Esta pieza tiene 58 cm. de circunferencia, 20 de diámetro y 11,5 de altura. En ios bordes, el espesor es de 4 mm. El pito rro o gollete sobresale 5 cm. del perfil de la vasija: su diáme tro es de 4,5 cm, Color ocre claro, Forma semiesférica. Bien modelado, con huellas de acabado pulimento. La segunda pieza es un vaso de forma ovoidea, coloración clara, rosácea, perfectamente pulimentado. El material emplea do es de buena calidad, esmerada obra manual.— no hay que olvidar que es una cerámica hecha sin torno— y a punto de perfecta cocción. La línea del perfil pierde simetría en el pun to de la inserción de la curiosa asa- gollete. Es la pieza mejor conservada de las hasta ahora recogidas por nosotros. Fué hallada en la misma hondonada rocosa que la pieza anteriormente descrita, si bien no estaba escondida en una grie ta, sino bajo unos salientes de basalto, a ras de tierra. Se halla ba oculta tras unas piedras colocadas intencionadamente. Sus características son: 46 cm. de circunferencia, 14,5 de diámetro y 14 de altura. Su asa- gollete, graciosamente curva da hacia arriba, mide 9 cm. y sobresale 7 del borde. La an chura de la boca del gollete es de 45 cm. ( lám. III, 2 y 3). 3. — Cerámica fragmentada. Tanto en la Cañada de Pedro Méndez como en la Caña da Blanca, son muy abundantes lcs fragmentos cerámicos dis persos entre las arenas, la piedra pómez y las lavas. Poco in terés ofrecen estos restos, por cuanto con ellos es imposible reconstruir ningún vaso. Se han recogido de entre tan abun dantes fragmentos, las asas, ya que a medida que se vayan 24 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 conociendo las piezas enteras, siempre será más fácil estable cer una relación entre éstas y las asas. Así, podemos decir que las halladas ahora pertenecen a pe queñas piezas, probablemente ovoídeas, de asa única que so bresale verticalmente del borde del vaso. Las hay semejantes a piezas del tipo que ya describimos en Estacionamientos guan ches en Las Cañadas del Teide, vasijas de grandes proporcio nes y doble asa, Otras corresponden seguramente a piezas semejantes a la descrita más arriba, o sea, la hallada en Caña da Blanca. Asas pertenecientes a pequeños vasos análogos a los que el pasado año se descubrieron en. Cañada de Pedro Méndez; vasos de asa única, con un agujero decorativo en el centro de la misma. Sin embargo. una presenta igual agujero, pero perfora el vaso hasta su interior. Finalmente, se halló otra asa- vertedero de idéntica factura a las que hemos descrito para los vasos pequeños de Cañada de Pedro Méndez. 4.— La czntera- taller de piedras de molino. DescuLrimiento importante ha sido el de una cantera de basalto cavernoso, emplazada al N. de Cañada de Pedro Mén dez. Pasa junto a ella el camino utilizado por los cabreros y leñadores para atravesar la citada cañada y comunicarse con las otras que están al otro lado de las corrientes volcánicas. En el estado en que actualmente se halla aún pueden ver se los prismas basálticos en su natural posición vertical y jun to a ellos, restos de otros, fragmentados. con huellas evidentes de haber sido desprendidos de la masa rocosa por medio de cuñas. La c. tada cantera ha sido ahora removida y un detenido examen de aquel confuso montón de rocas dió por resultado el descubrimiento de dos piedras que presentan unas entalladu ras en todo su contorno: estas entalladuras, conseguidas por 25 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 quedaba comprobada por los hallazgos citados, por la presen cia de abrigos modernos de pastores y por las fuentes cerca nas a aquellos lugares. Decíamos entonces: “ La fuente que sur tía— y que sigue surtiendo— a los patores que aquí se estable cieran temporalmente. se encuentra al Norte de la Montaña de Arenas Negras El etacionamiento primitivo se extendía des de las laderas occidentales y meridionales de dicha montaña, a lo largo de todo el borde que cierra la Cañada de Diego Her nández, al S. y W. de l. a Montaña de las Piedras y Montaña Colorada, y también al S. y E. de la Montaña de Abreu. Es decir, aproximadamente unos tres kilómetros de longitud por dos de anchura” ( 2). ( Para una exacta localización de los lugares a que estamos haciendo referencia puede consultarse el mapa que en el tra bajo citado se publica en la pág. 101.) Aun con todas las circunstancias que quedan expuestas. persistía la sospecha de que el verdadero núcleo del poblado no había sido descubierto, y al objeto de conseguirlo se dirigió una detenida labor de exploración durante la presente cam pa ña. El punto de partida fué, desde luego, el roque donde se halla emplazada la necrópolis. Se volvió sobre los lugares ya conocidos, que en el trabajo tan citado sobre dicha necrópolis se describen en detalle; se exploraron nuevamente los vivos o paredones aledaños de lava y en todos ellos seguían apare ciendo los mismos vestigios: cerámica y lascas de obsidiana. Ampliamos la exploración por las bases y contornos de la Montaña de las Piedras. Montaña de Abreu— situada al E. de la anterior— y Montaña de las Vacas, al SE. de la última. En todas ellas, bien que en escasa proporción. se hallaron frag mentos cerámicos. La ascensión a la Montaña de Abreu dió, por fin, la clave al problema que planteaba la necrópolis del Llano de Ma ja. ( 2) Loo. cit. pag. 111. 28 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 conociendo las piezas enteras, siempre será más fácil estable cer una relación entre éstas y las asas. Así, podemos decir que las halladas ahora pertenecen a pe queñas piezas, probablemente ovoldeas, de asa única que so bresale verticalmente del borde del vaso. Las hay semejantes a piezas del tipo que ya describimos en Estacionamientos guan ches en Las Cañadas del Teide, vasijas de grandes proporcio nes y doble asa. Otras corresponden seguramente a piezas semejantes a la descrita más arriba, o sea, la hallada en Caña da Blanca. Asas pertenecientes a pequeños vasos análogos a los que el pasado año se descubrieron en. Cañada de Pedro Méndez; vasos de asa única, con un agujero decorativo en el centro de la misma. Sin embargo, una presenta igual agujero, pero perfora el vaso hasta su interior. Finalmente, se halló otra asa- vertedero de idéntica factura a las que hemos descrito para los vasos pequeños de Cañada de Pedro Méndez. 4.— La cantera- taller de piedras de molino. Descubrimiento importante ha sido el de una cantera de basalto cavernoso, emplazada al N. de Cañada de Pedro Mén dez. Pasa junto a ella el camino utilizado por los cabreros y leñadores para atravesar la citada cañada y comunicarse con las otras que están al otro lado de las corrientes volcánicas. En el estado en que actualmente se halla aún pueden ver se los prismas basálticos en su natural posición vertical y jun to a ellos, restos de otros, fragmentados. con huellas evidentes de haber sido desprendidos de la masa rocosa por medio de cuñas. La c; tada cantera ha sido ahora removida y un detenido examen de aquel confuso montón de rocas dió por resultado el descubrimiento de dos piedras que presentan unas entalladu ras en todo su contorno: estas entalladuras, conseguidas por 25 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 percusión con otra piedra más dura, dan un perfil en V y re vela un trabajo lento y paciente. En la misma cantera hallamos confirmación de lo que supo níamos respecto al instrumento de piedra utilizado, pues se descubrió una interesante pieza de basalto compacto, de forma almendrada, dispuesta perfectamente para el trabajo a que es taba destinada. Sus dimensiones son: largo, 18 centímetros; ancho, 9; espesor máximo, 6,5 cm. En distintos puntos de la misma cañada menudearon los ha llazgos de piedras de molino, fragmentadas. Estos hallaz9os se veriticaron siempre en las proximidades de lugares propios para acampar. Se halló una pieza que tiene en su contorno una leve entalladura, huella, sin duda, que conservaba del bloque primitivo de que fué desprendido. Es una pieza todavía en bru to, inutilizada mientras se trabaja en ella. Fué hallada en el borde de la cantera. Otro de los objetos descubiertos, de gran interés, revela la existencia de un tipo de molino que no conocíamos, y qu en este caso puede llamarse propiamente “ de mano”. Es una pe queña piedra de basalto muy poroso, preparada para servir de muela superior, pero está sin acabar. Le falta un trozo, y aún no se había comenzado el pulimento de su parte inferior. Mide 12 cm. de diámetro y 7.5 cm. de altura. Se adapta perfecta mente al hueco de la mano. Los fragmentos de molino recogidos son de tipos ya cono cidos y no presentan detalles dignos de mención, salvo que son piezas inutilizadas en fase de construcción. En el presente caso sirven para confirmar una vez más la existencia de estacionamientos en aquellos parajes. y la pre sencia en los mismos no sólo de un ajuar propio de un pueblo pastor y trashumante, sino incluso— como en el caso de la can tera— de talleres donde hacer sus molinos. Es curioso compro bar hoy, que todavía se va a Las Cañadas a buscar basalto apropiado para la confección de molinos caseros. 26 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 II ABRIGOS GUANCHES EN LA MONTAÑA DE ABREU. ( 1948) Cuando en anteriores campafias hubimos de excavar la ne crópolis del Llano de Maja, en la isla de Tenerife ( 1), nos que dó, como remate de dicho trabajo, la, sczpecha de que el cita do yacimiento funerario tenía que estar necesariamente rela cionado con los parajes en torno, en los que se bailarían, sin duda, las pruebas de un asentamiento primitivo, bien en cue vas, cabañas o abrigos naturales. En aquella ocasión exploramos hasta un cierto límite la zona circundante y obtuvimos resultados satisfactorios: hallaz gos de cerámica en fragmentos y numerosas tabonas, en luga res relativamente próximos al roque donde se encontraba la necrópolis. Llegamos a la conclusión de que el yacimiento de referen cia correspondía a un estacionamiento pastoril cuya existencia ( 1) Publicado bajo el titulo de “ La necrópolis del Usno de Maja” ( isla de Tenerife), en Informes y Memmiae, de la Com. ( len, de Excavaciones Arqueo Jógicas, Madrid, 1947, págs. 99 a 111. 27 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 quedaba comprobada por los hallazgos citados, por la presen cia de abrigos modernos de pastores y por las fuentes cerca nas a aquellos lugares. Decíamos entonces: “ La fuente que sur tía— y que sigue surtiendo— a los patores que aquí se estable cieran temporalmente se encuentra al Norte de la Montaña de Arenas Negras El etacionamiento primitivo se extendía des de las laderas occidentales y meridionales de dicha montaña, a lo largo de todo el borde que cierra la Cañada de Diego Her nández, al S. y W. de la Montaña de las Piedras y Montaña Colorada, y también al S. y E. de la Montaña de Abreu. Es decir, aproximadamente unos tres kilómetros de longitud por dos de anchura” ( 2). ( Para una exacta localización de los lugares a que estamos haciendo referencia puede consultarse el mapa que en el tra bajo citado se publica en la pág. 101.) Aun con todas las circunstancias que quedan expuestas persistía la sospecha de que el verdadero núcleo del poblado no había sido descubierto, y al objeto de conseguirlo se dirigió una detenida labor de exploración durante la presente cam pa ña. El punto de partida fué, desde luego, el roque donde se halla emplazada la necrópolis. Se volvió sobre los lugares ya conocidos, que en el trabajo tan citado sobre dicha necrópolis se describen en detalle; se exploraron nuevamente ios “ vivos” o paredones aledaños de lava y en todos ellos seguían apare ciendo los mismos vestigios: cerámica y lascas de obsidiana. Ampliamos la exploración por las bases y contornos de la Mdntaña de las Piedras, Montaña de Abreu— situada al E. de la anterior— y Montaña de las Vacas, al SE. de la última. En todas ellas, bien que en escasa proporción se hallaron frag mentos cerámicos. La ascensión a la Montaña de Abreu dió, por fin, la clave al problema que planteaba la necrópolis del Llano de Ma ja. ( 2) Loe. cit. pág. 111. 28 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 La Montaña de Abreu ( 2.381 m.), doble colina dispuesta de N. a S., deja caer sus suaves declives, por el NV., sobre el Llano de Ma ja. y por el S. sobre el Llano de ios Infantes. Al SE. enlaza, a través de una vaguada, con la Montaña de las Vacas ( 2,337 m.). El Llano de los Infantes, extenso para je silencioso a aquella altitud, punteado de retamas, se pierde al 5. y lo limitan la Montaña del Colmenar ( 2.292 m.) y Mon taña Negra ( 2.248 m.). Visto en conjunto este extenso paraje de cumbres, y si tuados en lo alto de la Montaña de Abreu, veremos que desde ella se dominan por igual y en toda su . extensión el Llano de Maja y el de los Infantes: es, por consiguiente, un punto estra tégico por la extensión que atalaya, lugar indicado para el es 29 Fig. 2.— Localización de yacimientos sobre el mapa de la isla de Tenerife. 3 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 tablecimiento de partores, supuesto que desde aquel privile giado mirador pueden vigilar los rebaños, ya se encuentren en uno u otro llano, lina detenida exploración del paraje cimero, practicada por entre las rocas que lo cubren, dió de nuevo pruebas de que allí se habían establecido pastores primitivos, en hallazgos de cerámica y tabonas,. habituales testigos de todo estacionamiento guanche. Estos vestigios eran, además, muy abundantes. Observado el paraje, con numerosas rocas, pero carente de cuevas y abrigos naturales, era lógico sospechar que si allí hubo un asiento de pastores— no nos atrevemos a llamarlo po blado—, se debieron de haber levantado pequeñas construc ciones que les sirvieran de abrigo. Ya llamó la atención que en un espacio entre rocas ( lám. IV) se encontraran abundantes tabonasi, y que aquel espacio apareciese cuidadosamente ce rrado por su costado posterior mediante una apretada coloca ción de piedras. El citado espacio tiene una longitud de 2,50 metros y una anchura de 0,95 m., como máximo. Si sobre las rocas del contorno se colocaban otras hasta conseguir una re lativa alineación y nivelación, para convertir aquel espacio en cabaña o abrigo, sólo faltaba techarlo con ramas, cosa proba ble de todo punto. Que no todo era aprovechamiento de los accidentes natu rales, sino que también se habían hecho construcciones, se des cubrió en otros lugares de la cima de la Montaña de Abreu, En primer término se destacaba un abrigo, en uso actualmente, pero levantado sobre un asiento primitivo ( Iám. V, fig. 1). De éste queda la base, de grandes piedras, una de las cuales forma parte del extremo de la construcción semicircular: ésta no tiene otra finalidad que servir de protección, durante el día, contra los vientos dominantes mientras se atiende al dean, u lar de los ganados por los llanos que desde allí se avistan. A pesar de que esta construcción es hoy una gorona, cree mos que primitivamente fué cabaña— de 2,50 m. de diámetro— 30 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 con planta aproximadamente semicircular, pues así lo indican las piedras que aun señalan el contorno. Abona nuestra opinión el que carecía la construcción pri mitiva de paredón o muro natural de apoyo, hecho que se re pite con frecuencia y que es lo que impone o determina la lí nea semicircular de la construcción, como este mismo estacio namiento nos demuestra en otros lugares. Véamos. En la fig. 3 se observa una roca que va de Nor te a Sur, y en torno a ella, dos semicírculos de opuesto arran que. Hasta ahora es la construcción más inter. esante e ingenio oo sa de todas cuantas hemos visto en la Montaña de Abreu— al rededor de la docena—, ya que asegura una completa protec ción contra ios vientos, vinieren de donde vinieren. Incluso dos piedras en la extremidad N. del roque protegen un espa cio que pudo haber sido cocina. ( Todo el conjunto de este do ble abrigo puede verse en la lám V, fig. 2.) cD Fig. 3.— Tenerife Planta del doble abrigo semicircular en torno a un bloque fijo. Montaña de Abreu. 31 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Es probable que modernamente la sigan utilizando los pas tores, pues en el extremo S. de la colina, y en la parte media de su ladera, hemos hallado en pleno uso una cabaña de plan ta aproximadamente circular, como debió de haber sido la de la lám. V, hg. 1, y techada con ramas de retama, arbusto que serviría de techumbre a estos abrigos ( lám. VI, fig. 1). No deben extrañar las pequeñas dimensiones de estas cons trucciones. Sólo servirían para dormir, y en algún caso para protegerse de tiempos inclementes y duros, Pero al pastor le bastaba con vigilar desde lo alto a sus ganados y, una vez al día, llevarlos a la fuente. Precisamente al S. de la Montaña de Colmenar y de Monta ña Negra se encuentran tres fuentes. A estas fuentes llevan todavía hoy los pastores a sus rebaños, pues en la Montaña de Abreu hay actualmente un estaciona miento pastoril, procedente de Arico, en ci S. de la isla, que ha escogido como lugar de asentamiento el mismo de sus lejanos antecesores, y que hace sus abrigos de la misma forma que aquéllos los hacían. Y a este respecto. nada tan valioso para la etnología como poder establecer lejanos contactos con testi monios inmediatos. 32 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 III EL ESTACIONAMIENTO ABORIGEN DE CAÑADA BLANCA. ( 1948) 1 .— Area explorada. En el curso de la campaña arqueológica desarrollada en la isla de Tenerife en el verano del año 1945, y con ocasión de una de las primeras investigaciones serias que se llevaban a cabo en Las Cañadasfr al pie del Teide ( 1), llegamos a unas conclusiones que subrayamos ahora totalmente: “ 1 . Dadas las condiciones dominantes de clima en Las Cañadas durante la época invernal, hay que suponer. que sólo en los meses de pri mavera y verano— acaso de mayo a octubre— dichos lugares estarían habitados por los guanches. 2. a Se concentrarían en los bordes rocosos de la llanada o cañada, y aprovecharían los pa rajes propicios para acampar en el corazón de las corrientes volcánicas, 3• ft Las necrópolis de Las Cañadas— ejemplo, la de ( 1) Véase “ Estacionamientos guanches en Las Cañadas del Teide” ( isla de Tenerife), publicado en Informes y Memorkis por la Coin. Gen. de Excava ciones Arqueológicas. Madrid, 1947, págs. 37 a 48. 33 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 la Cueva del Salitre ( 2) — estarían destinadas a dar cabida a los que morían durante el período de permanencia allí. 4. El motivo de la traslación desde la orilla del mar a regiones de más de 2.200 metros de altura habrá que buscarlo en la nece sidad de pastos frescos para el ganado. 5. La instalación te nía que ser provisional, y el ajuar, limitado a lo indispensable. 6. De un año para otro dejarían oculto todo aquello que no fuese de inmediata necesidad en las zonas costeras. Los gran des gánigos, objetos enojosos para el transporte a través de montañas y volcanes, serían econdidos en pequeñas grutas o cuevas. 7. Bien por olvido del lugar— en parajes donde el pai saje es siempre el mismo— o porque el usuario del objeto no retornase, éste ha permanecido oculto hasta nuestros días y, por lo general, en un buen estado de conservación. A la vista de esta última conclusión descúbrese la importancia que para la arqueología tenerifeña tiene el explorar aquellos parajes minu ciosamente. Creemos que en ellos se halla la más extraordina ria colección de gánigos que, por desgracia. aún no se ha po dido reunir” ( 1). Conclusiones y comentario final que siguen siendo válidos y que de un modo preciso acaban de ser corroborados en las investigaciones efectuadas durante la presente campaña. En 1945 se eligió la Cañada Blanca, vasta llanada “ enca jada, por el Norte, por las más bajas estribaciones de la base del Teide; al Oeste, por la fantástica geometría de Los Roques y al Sur, por las paredes del cerco de Las Cañadas, quedando así bajo la mole impresionante de Gua jara, que con sus 2.694 metros sobre el nivel del mar constituye la tercera elevación de la isla, superándole solamente el Teide y el Pico Viejo o Cha horra” ( 2). ( 2) También la del “ Llano de Maja”. ( 1) Trabajo citado, págs. 47 y 48. ( 2) Idem, pág. 40. Véase en la pág. 41 el mapa de la zona, donde se se fiala el área explorada en 1945. A él es preciso acudir en el presente caso, sólo 34 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Fig. 4.— Tenerife. Área explorada y excavada entre Cañada. Blanca y Ca- ña4a tic la Griete, indicando con distinto rayado la extensión de las campañas realizadas. © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Al E. de Los Roques. y en el extremo SE. de la Cañada Blanca, corre en dirección N.- S. una poderosa corriente de lava, constituida por roques y pedregal suelto lleno de socavo nes y profundas grietas. Esta corriente cae en pronunciado bi sel sobre la cañada. En algunos puntos este borde suele tenez de 10 a 15 metros de alto, y solamente de 3 a 4 en otros, sobre todo en el extremo S. o porción terminal, la menos alta de todo el trayecto que recorrió la lava. La anchura de esta corriente es en algunos lugares de 500 metro, aunque lo normal es de 100 a 200 metros. La parte su perior ofrece pequeñas mesetas y estrechas vaguadas, y entre ellas se levantan agudos roques de lava rojiza. Era, desde lue go, lugar propicio para acampar, si bien se hacía en menor es cala que en los bordes, como veremos más adelante. Ya en otra ocasión lo hemos destacado: esta parte superior tiene abundan tes abrigos, incluso alguna cueva propia para habitación o re fugio nocturno, y que hemos hallado en esos abrigos y cuevas algún vaso primitivo. Al comparar los vestigios aquí descu biertos con los que se encontraban en el borde de la corriente de lava, vimos que los últimos superaban en número a los otros, y que era también mayor la cantidad y diversidad de objetos que se hallaban ocultos en las grietas de las piedras que miran a la cañada. Con este valioso dato la exploración de la presente campaña se dirigió exclusivamente al citado borde, pero en una estrecha faja del mismo, la que abarc. a desde su punto de contacto con la parte llana de la cañada y a una altura no su perior a cuatro metros, con preferencia allí donde el borde no ofreciese demasiada pendiente. La lám. IV, fig, 2 dará idea de las características de este borde, sobre todo en su parte ex plorada. que un poco más al S. del ángulo inferior izquierdo del rectángulo que aparece allí rayado En la fig. 7 reproducimos ahora la extensión alcanzada por las excavaciones realizadas en campañas sucesivas ( los trazos breves invaden una faja muy amplia en el borde de Cañada Bhwzca). 36 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Ahora bien: estudiando la caída de la lava sobre la caña da, descubrimos que, en ciertos sitios, quedaban pequeños es pacios circulares dibujados vagamente por piedras. y siempre en las proximidades de la caída de la lava, pero con preferen cia donde, ésta ofrecía un apoyo o abrigo sólido. Con frecuen cia, el espacio circular aparecía cubierto con pómez o arena, contrastando notablemente con el cascajo volcánico de los al rededores ( lám. VII, fig. 2). Estas huellas, muy parecidas a las de los abrigos que ya habíamos visto en la Montaña de Abreu, se encontraban en algunos casos separados de la corriente de lava escasos metros, pero sólo cuando contaban con roques y piedras donde apoyarse. Esta importante observación la hacía mos desde lo alto del murallón de lava. Con aquello datos iniciamos, pues, la exploración de un sector de una longitud aproximada a los 150 metros; el punto de arranque fué una cabaña que ya vimos el pasado año, y que estaba habitada por el encargado de un colmenar instalado en aquellos parajes. Dicha cabaña se hallaba todavía en pie, incluso con su techumbre de ramas. La lám. VII, fig. 1, nos va a ilustrar en detalle. La cabaña, al igual que la otra vista en la Montaña de Abreu, se apoya por la izquierda en una roca sa liente; de esta manera, no ha sido necesario más que construir una pared en arco; después de dejar hueco para la puerta, la pared forma la parte anterior y el costado derecho de la caba ña, ya que todo el lateral izquierdo y la parte posterior están constituidos por la roca. Troncos y ramas de retama y codeso forman la techumbre. Esta moderna cabaña habla sido levan tada . sobre la planta de otra primitiva, como lo demuestran las rocas de mayor tamaño y sólidamente encajadas que aún for man la base. Hemos comprobado repetidamente que donde hay un re fugio o cabaña modernamente en uso, corresponde a un anti guo asentamiento. Esta es la causa por la cual la exploración 37 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 se hizo a partir de tal lugar, al Norte y al Sur dt1 mismo, y en un espacio total que ya hemos señalado. La determinación no era yana, y prueba de ello que en tor-. no a la citada cabaña se hicieron los primeros hallazgos. En la misma lámina VII, fig. 1, se pueden ver, señalados con cruces. los lugares donde aparecieron vasos. 2.— E! ajuar. Decimos, por consiguiente. que la parte verdaderamente in teresante de esta corriente de lava es aquella que tiene en su faja inferior bloques en los cuales se puede apoyar una peque ña construcción. La lámina VIL fig. 2, es a este efecto bien elo cuente: en primer término, aparecen dispersas unas piedras que aun en su actual desorden dejan ver confusamente la planta de un abrigo; al fondo, y bajo dos grandes rocas, se ve una grieta; ésta aparecía hábilmente disimulada tras una piedra. Al ser ésta apartada se descubrió en el fondo de la grieta un gáni go y varios bloques de obsidiana junto con numerosas tabonas. Los bloques de obsidiana se hallaron también en otros lugares, siempre con “ tabonas” de ellos obtenidas, y en algunos casos muy próximos al escondrijo de los vasos. Un ejemplo típico lo tenemos en otro hallazgo verificado donde aparecieron cuatro núcleos de obsidiana: en una grieta situada en alto se halló otro vaso. Aunque en el piso no quede ningún vestigio de cabaña, con los datos recogidos en circuns tancias análogas, no resulta desatinada la sospecha que al pie de estas rocas existió una pequeña habitación, y que el ajuar de su ocupante quedó oculto en la misma. Y hasta tal punto es esto cierto, que en un lugar próximo, separado del anterior unos 10 metros, se repetía idéntico hecho: núcleos de obsidia na y tahonas en una grieta inferior, junto al suelo; vasos ocul tos en una grieta más alta. En la lám. VI, fig. 2, lo acabamos 38 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 de ver demostrado; la cruz inferior indica dónde aparecieron tres núcleos de obsidiana; la superior, dónde se halló otro gánigo. En vista de los resultados que se iban obteniendo a lo largo de la exploración, se cayó en la sospecha de que nos hallába mos en el área de un establecimiento humano, pues nó otra cosa significaban los abrigos o pequeñas cabañas y el ajuar que se iba descubriendo a medida que la exploración se inten sificaba. Desde luego, por primera vez se podía señalar con toda exactitud un espacio habitado en Las Cañadas, al igual que había ocurrido en. la Montáña de Abreu. Se dirá que en ésta no se halló ningún objeto, pero téngase en cuenta que e1 aspecto de la cumbre de dicha montaña y la corriente lávica del E. de la Cañada Blanca, difieren notablemente, En el pri mer caso son sólo rocas desnudas y al aire, carentes de escon drijos y socavones, y en semejante sitio no pudieron ocultarse los objetos. Lo más que se pudo hacer es dejarlos al pie de las rocas, como en efecto sucedió, pues modernamente fueron des cubiertos y rotos en el mismo lugar del hallazgo, como lo de muestra la gran cantidad de fragmentos que allí se encuentran. Sin embargo, en la Cañada Blanca todo se prestaba a disimu lar la presencia de los objetos: cuevas pequeñas, grietas, es trechas galerías, . etc. Debido a ello, el descubrimiento del esta cionamiento ha traído consigo el de todo o parte del ajuar en él oculto. No ya los vasos y tabonas, sino incluso molinos: una piedra en fase inicial de construcción; otra, rota mientras se practicaba el orificio central y, finalmente, un molino acabado y en uso, interesante pieza que se reproduce en la fig. 1 ( 1, per fil; 2, corte). Las muelas. rotas se hallaron en el suelo, entre las gravas, mientras el molino completo estaba perfectamente ocul to en el fondo de un boquete, entre dos rocas, de la misma ma nera que se ocultan los gánigos. Por cierto, que éstos están de tal forma escondidos que no siempre es posible obtener una fotografía para indicar el procedimiento de ocultación. En la 39 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 ocasión presente hemos sido más afortunados, ya que muy al exterior, aunque protegidos por un gran bloque de lava, ha llamos tres gánigos en un mismo sitio. La lámina VIII, fig. 1, reproduce la posición de los vasos en el agujero, tal como se encontraban detrás de la piedra que los ocultaba. 3.— Las piezas descubiertas. Hemos descubierto objetos diversos: núcleos de obsidiana, piedras de molino, tabonas y gánigos. Fundamentalmente son los objetos indispensables a un pue blo en régimen pastoril y que, además, hace desplazamientos temporales en busca de pastos. Es un ajuar simple, nada más que el necesario: vasijas para la leche y el agua, piezas para la molturación del grano destinado a la fabricación de gofio, y obsidiana para obtener de ella sus utensilios cortantes. Sin que de un modo absoluto fueran éstos los únicos utensilios de uso corriente entre los guanches, sí los más frágiles, los más moles tos para ser trasladados de un lugar a otro y también los más pesados. Fragilidad y dificultades de transporte son las cir cunstancias determinantes de la ocultación de los citados uten silios, y la misma se practicó precisamente— no sería lógico pensar de otra manera—, dentro del área habitada. Por lo tan to, con ser trascendentales los descubrimierftos, el de mayor importancia fué el del poblado, que se hizo después de un de tenido estudio del paraje. Situado dicho poblado o estaciona miento— falta un término exacto que defina las característi cas de la estación— pasemos a describir ios objetos. Piedras de molino.— Un molino entero: 17 centímetros de altura total; corresponden 9 centímetros a la muela inferior y 8 a la superior; diámetro, 24 centímetros; orificio de la muela superior, 8 y 7 centímetros de diámetro, parte superior e infe rior, respectivamente. Perfil del orificio, bicónico; 5 centímetros 40 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 de diámetro en la. unión de ios vértices. Muela inferior; orifi cio, diámetros, 7 y 9; unión de los vértices, 4 centímetros. La muela superior tiene cuatro hoyos excavados, con el fin de impulsarla durante la faena de molturación ( lám. VII, fig. 2).. Piedra de molino en construcción ( lám. IX, fig. 1) se fracturó en la labor inicial de desbastamiento. Zonas toscamen-’ te pulimentadas; este pulimento se realizaba al paso que se des bastaba la pieza, pues la zona contiguá a la fractura aún no aparece pulimentada. Dimensiones: 30 cm. de diámetro’ y 12 de altura. No se había iniciado la construcción del orificio. Piedra de molino fragmentada: pertenece a otra pieza en fase más adelantada de construcción; tiene todo el pulirnen. o y parte del orificio, iniciado por su parte inferior. Debió ha-’ berse fracturado a lo largo de esta operación por cuanto el ori ficio por su parte superior no se había comenzado. Dimens nes: diámetro, 22 cm.; altura, 7 cm. ( la misma lámina IX, figura 1) Núcleos de Obsidiana,— Ya hemos hablado de ellos. Aun que abunda este minera! en Las Cañadas, no lo es tanto en Cañada Blanca. Los núcleos que ahora recogemos pertenecen a un tipo de obsidiana compacta y muy pura, que se talla en lascas, pues otra de calidad inferior rompe en nódulos. Entre los que hemos recogido en Cañada Blanca los hay que pesan cinco kilos y otros poco más de 400 gramos. Piezas recogidas, 12; todas muestran entalladuras practicadas por percusión en su borde, Cerámica. — Hemos rescatado 11 piezaS. 9 de ellas enteras y 2 incompletas. Estas últimas, pueden verse en la lám. IX, figura 3, en el estado en que fueron halladas. La pieza menor es un pequeño cuenco sin asas, de 12 cm. de alto y 15 de diá metro ( fig. 5, número 8). La pieza mayor es, un vaso semiesf é-’ rico de pequeñas asas con el vértice hacia arriba, rebasando el nivel del borde; éste está modelado en suave bisel sin decorar. Altura. 20 cm.; de asa a asa, 30 cm. Color pardo oscuro. 41 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Lámina IX, fig. 4. Vaso de la izquierda: forma ovoide, borde ligeramente entrado y decorado con incisiones en todo su contorno; panza lisa, bien pulimentada. Coloración rojiza pálida. Perfecto estado de conservación. Dimensiones: altura, 24 centímetros; diámetro, 21. Perfil, fig. 4, número 11. Pieza de la derecha, vaso ovalado, sin excesiva pronunciación . en la base; borde con igual decoración que la del anterior; colora ción ocre oscuro, con zonas negras; dimensiones; 19 centíme tros de altura y 22 de diámetro de la boca. Perfil, fig. 5, nú mero 17. Lámina IX, fig. 2. Tres vasos de análoga factura, con asa típica en ios vasos pequeños de Tenerife. Forma oval. Bor de decorado, coloración clara, rojiza; paredes con huellas de dedos al modelarlas. Dimensiones: Izquierda: 11 centímetros de altura; 15 de diámetro; centro: 16 centímetros de altura; y 13 de diámetro: derecha, 15 centímetros de altura y 14 de diá metro. . La fotografía, obtenida en un plano poco propicio, ha deformado el’ aspecto y contorno de los mismos. Véase el per fil de los tres vasos,, en el orden señalado, fig. 5, núme ros 5, 6 y 9. Lámina X, fig. 1. El vaso de la izquierda ofrece una curio sa asociación de asa de mango, análogo a los de la figura an terior, y de asa perforada, pitorro o vertedero. El asa de man go aparece rota, pero su punto de arranque es igual al de 1as ya citadas. Forma ovoide; color pardo claro, borde hacia aden tro, sin decorar. Dimensiones: altura, 15 centímetros; diáme tro, 16. Perfil: fig. 5, número 3. El vaso de la derecha es un cuenco con asa curvada, sin perforar, pero con un agujero acaso de finalidad decorativa. Borde sin decorar: Color rojizo. Dimensiones: altura, 12 cen timetros; diámetro, 21. Perfil: fig. 5, número 1. Lámina X, fig, 3. Dos vasos semiesféricos. Asas perfo radas en ambos , aunque de tipo distinto. El vaso de la dere cha es de tipo análogo al de la misma posición en igual lámina, 42 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 figura 1, derecha, pero en éste su asa está sin perforar, como ya se dijo, Coloración parda con una mancha blanquecina el de la izquierda. Dimensiones: Izquierda, 12,5 centímetros de alto, 43 1 1 11 1 1 1 1 J jIO cms. Fig. 5. Perfiles de vasos procedentes de Cañada Bknca ( Tenerife). ( © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 por 15 de diámetro. Derecha: 12 altura, 19 diámetro. Perfiles: figura 6, números 2 y 4. El espesor de las paredes de los vasos que hemos enume rado y descrito, va de los 5 a los 7 milímetros en los bordes, aumenta én la parte de la panza, pero donde adquiere mayor espesor es en el fondo. Tales son las particularidades del ajuar descubierto en el estacionamiento aborigen de la Cañada Blanca, 44 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Iv EL PARADERO DE LA CAÑADA DE LA MARETA Y LA CERÁMICA DEL MISMO. ( 1949) 1.— Límites de la zona arqueológica. Ya hemos descrito en diversas ocasiones las característi cas de los paraderos guanches de Las Cañadas del Teide y el ajuar quese halla oculto en escondrijos enclavados dentro del área de aquéllos. Los procedimientos de exploración han sido perfecciona dos a lo largo de, los afios, y el éxito de las exploraciones va siendo cada vez mayor, debido a un mejor conocimiento de terreno, que ha permitido determinar los parajes habituales de estacionamiento de los antiguos pastores. Hemos detallado en anteriores informes y memorias el área del gran estacionamiento de . Cañada Blanca, que ha exigido tres vastas campañas en años sucesivos para ser explorado y conocido . en ‘ toda su extensión. El resultado ha quedado bien patente con el descubrimiento de una rica colección de vasos, 45 4 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 que ha aportado valiosas noticias al conocimiento de la tipolo gía cerámica guanche. La presente campaña se orientó hacia el baluarte volcánico que por el S. y SE. cierra la Cañada de la Mareta y se pro longa hacia el W. para bordear la Cañada del Montón de Tri 90. Al S. se hallan dominados estos parajes por la mole impre sionante de la Montaña de Gua jara, segunda altitud de la isla, con 2.694 metros sobre el nivel del mar ( fig. 4). Al pie de esta montaña establecimos el campamento, pues ello nos permitía abarcar una amplia zona, dentro de la cual se hallan los siguientes accidentes y relieves: borde S. de Caña da Blanca; la Cañada de la Mareta y la del Montón de Trigo, estas dos últimsa en toda su extensión. De. ellas ofrecían un gran interés el contorno N. y los parajes en que por el E. y ‘ W. termina la corriente de lava que la circunda. Por el S. flan quea dichas cañadas la áspera ladera de Gua jara, lugar poco propicio para un establecimiento humano. Después de una minuciosa exploración de tan extenso pa raje, comenzaron a descubrirse vestigios en el saliente que se para la Cañada de la Mareta de la del Montón de Trigo. El lugar se encuentra a 2.200 metros sobre el nivel del mar y for ma el flanco izquierdo de una poderosa corriente de lavas ro jas que tiene allí una elevación de más de 30 metros. Su cima, con una anchura en ciertos lugares de hasta dos kilómetros, esconde lugares llanos cubiertos de lapilli y a trechos se ele van las extrañas arquitecturas de roques dorados, los cuales constituyen envidiables parajes para acampar a causa de los abrigos que ofrecen. El núcleo más importante del paradero de la Cañada de la Mareta se encuentra en la parte alta de la curva que describe la citada corriente de lava en torno al entrante W. de la citada cañada. Pocos parajes como éste para un estacionamiento, por sus anfractuosidades, túneles, cuevas y escondrijos. Un río de, Java que por allí discurrió, levantó de extraña manera los ma 46 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 teriales pétreos, los excavó, horadó y construyó cúpulas y te chos abovedados bajo los cuales el cobijo es seguro. Del paradero de ‘ la Cañada de la Mareta hemos de desta car— aparte del ajuar, del que luego hablaremos—, una serie çle abrigos— más bien pequeñas cabañas— y rediles, elementos de construcción guanche que nunca, hasta ahora,’ habían sido hallados en tal número y de tipología tan definida. 2.— Rediles y abrigos. Son varios los que, construidos al costado S. del citado ríó de lava, corren adosados a él en dirección E.- W. El más inte resante por sus proporciones se encuentra en el arranque de’ dicha corriente, por su extermo E. y en la zona de contacto con la parte llana de la cima. Es un recinto rectangular de 10 metros de largo por 4,75 metros de ancho. Su entrada ( véase lám. X, fig. 1) está en el lado E.. donde aparece la figura sentada: un muro corre a lo largo del costado N., que, con el que se ve levantado por , el E. constituye la parte construida, pues por el S. y W. lo delimitan los accidentes naturales del terreno, es decir el flan co de la citada corriente de lava. 3.—” Tabonas” y cerámica fragmentada. Sólo en el interior del recinto de este redil se recogieron. 150 tabonas, en las cuales se hallan comprendidos todos los ti pos ya conocidos en esta clase de piezas: microlitros ( 8 milí metros de longitud máxima por 5 milímetros de ancho), peque ñas lascas de 2 a 3 centímetros y grandes la sca de 6 y más centímetros. También se recogieron varios núcleos de obsidiana, material para la obtención de las tabonas. Todos estos elemen tos aparecían dispersos en la superficie del yacimiento. 47 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Igualmente se descubrieron numerosas tabonas entre el po! yo de las cuevas próximas al redil de referencia, pero en me nor número. Dichas cuevas sirvieron de habitación y refugio de los pri mitivos pastores, ya que en las horas meridianas y durante la noche, las temperaturas dominantes obligan a resguardarse. Además de los rediles debemos destacar los abrigos. Son pequeñas construcciones circulares o semicirculares adosadas al paredón ñatural de lavas. El diámetro máximo de estas peque ñas construcciones es de 2 metros. El reproducido en la lámi na XI, fig. 2, tiene 1,50 metros de diámetro, y está cimenta do con grandes bloques, algunos de ellos empotrados vertical mente en el suelo. Su altura no sería superior a 2 metros, a juz gar por el nivel del paredón natural que le sirve de apoyo, y estaría techado con ramas de retama, escobón o codeso, vege tales abundantes por aquellos contornos. Serviría de abrigo a un solo pastor. Siguiendo la dirección del citado río de lava hemos encon trado ocho de estos abrigos, de planta análoga y sistema cons tructivo idéntico. El que damos en la citada lámina XI, fig. 2, está en el extremo W. de la Cañada de la Mareta, en un pa raje solitario y muy protegido de los vientos reinantes. En el fondo de todos estos abrigos se hallaron tabonas y numerosos fragmentos de vasos. Entre éstos aparecieron dos asas pertenecientes a pequeños gánigos; son asas de borde, y presentan un hoyo digital en la parte interior, por debajo del asa ( fig. 1). 4.— Cerámica de la Cañada de la Mareta. - Ocultos en profundos escondrijos del río de lava se halla ron varios gánigos, cuya descripción damos a continuación. 1. Cuenco con asa_, ertedero.-.( Figura 6, pieza de la iz 48 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 quierda.) Color gris; adherencias blanquecinas de polvo de pó mez en sus paredes. Sólida asa, de 1,5 centímetros de espesor. Forma semiesférica. Altura, 13 centímetros; diámetro, 18,5 centímetros; espesor de las paredes, 3 milímetros ( lám. X, fi gura 2, pieza de la izquierda). Borde decorado con incisiones. Fig. 6.— Vasos de tipo diverso, procedentes de Cañada BZanca y Cañada de Za Mareta ( Isla de Tenerife). 2. Vasija ovoidea de ancha boca.— Color tierra, con zo nas rojizas. Borde ligeramente biselado, sin decorar. Altura, 22,5 centímetros; 23 centímetros de diámetro; 5 milímetros de espesor a la altura del borde ( fig, 6, pieza de la derecha). 3. Gánigo con asa- vertedero.— Hermosa pieza de un co lor ocre claro uniforme. Gran esbeltez de líneas y perfecto aca 8 40 49 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 hado. Decoración incisa del borde, y asa- vertedero modelada finamente, también decorada. Conceptuamos ésta como la pie za más bella descubierta por nosotros, y su tamaño excede en 5 ó 6 centímetros del tipo corriente de esta clase de gánigos Se halló partido en dos, aunque sin faltarle ningún fragmen to. Tiene 20 centímetros de altura y 22 de diámetro, con un espesor de 2 y 3 milímetros ( figura 6, centro, y lám. X, figu ra 1, pieza de la derecha). 4. Gran gánigo decorado.— Color pardo. Borde plano; forma semiesférica. Fueron hallados los fragmentos del mismo en el fondo de una grieta volcánica. No tiene asas. Además de la decoración incisa del borde , presénta una banda de 4 cen tímetros de ancho, decorada, que se extiende por todo el con torno del vaso. El motivo, toscamente resuelto, está constitui do por zonas de trazos incisos verticales alternando con otras de trazos horizontales y limitados en su parte inferior con una línea horizontal de trazado irregular. Es el primer vaso deco rado descubierto en Las Cañadas. Altura del mismo, 22 centí metros; diámetro, 23 centímetros. Espesor de las paredes, 8 mi límetros ( lám. X, fig. 4). 5. Cuenco de asas protuberantes.— Pequeño, pero sólido cuenco semiesférico, de asas protuberantes conseguidas me diante la introducción de un dedo en la pasta blanda ( fig. 6, número 4). Borde ligeramente entrado, sin decorar. Color teja. Las asas se prestan a manejar la pieza introduciendo los dedos en el hueco interior. De este tipo de asas es el primer vaso guan che que se conoce. Altura, 14 centímetros; diámetro, 17 cen tímetros; espesor, 5 milímetros. 6. Pequeño gánigo ovoide.— Gánigo sin asas: color par • do claro. Borde plano. con finas incisiones. Altura, 12 centí metros; igual medida de diámetro. Paredes muy finas, de 2 mi límetros en el borde ( fig. 6, número 5). 7. Cuenco pequeño.— La más pequeña pieza hasta ahora• 50 • © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 conocida de lá cerámica guanche. Se halló rota en el fondo de un escond. rijo, debajo de una piedra. Color rosa: forma semi esférica, aunque de irregular perfil. Altura, 4,5 centímetros y 7 de diámetro. Espesor, 1,5 milímtros ( fig. 6, número 6). 8. Vaso ovide.— También esta pieza constituye una nove dad dentro de la cerámica indígena, Hasta ahora es única en su tipo. Color ocre claro, con zonas ennegrecidas por la coc ción, Tiene cierta esbeltez, con sus 22,5 centímetros de ato y sólo 9,5 de diámetro en la boca, Borde decorado con líneas in cisas; 3 milímetros de espesor ( fig. 6, número 7 y lám. X, fi gura 2, pieza del centro). 9. Cuenco de asas a la altura del bórde.— Vasija media na, que se halló rota por haber, rodado hasta el fondo del es condrijo. Color gris oscuro. Las asas están logradas por me dio de un simple levantamiento del borde: éste es redondeado y está sin decorar. Forma semiesférica. Altura, 17 centímetros y 21. de diámetro, Como detalle curioso presenta tres agujeros en la parte inferior de un asa: sólo dos de ellos ( los inferiores) perforan la pared : el otro, solamente está iniciado. El uso de estos agujeros es un tanto inseguro, aunque parece podían ser vir para colgar la vasija de un cordel ( fig, 6, número 8), 10. Cuenco semiesférico.— No tiene asas y está recons fruido, pues se halló sin fondo y con falta de parte de las pa redes. Color pardo oscuro, Borde plano, sin decorar: 24 cen tímetros de diámetro y 17 centímetros de altura; 5 milímetros de espesor ( fig. 6, número 9). 11. Vaso de asas en el borde.— De tipo parecido al des crito en el número 8, aunque más alto y de fondo más redondo. Se descubrió roto y ha habido necesidad de reconstruírlo. Bor de redondeado, sin decorar. Modelado tosco y paredes irregu lares. Altura, 21 centímetros; 20 centímetros de diámetro; 7 mi límetros de espesor ( fig. 6, núm. 10). A semejanza de lo acaecido el pasado año en el parador de Cañada Blanca, el de la Cañada de la Mareta nos ha propor 51 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 donado un rico ajuar cerámico. Las Cañadas del Teide consti tuyen aún un lugar privilegiado para el arqueólogo, y de allí se puede extraer uná colección de cerámica de gran interés. El quehacer es laborioso y difícil, pero bien vale perseverar in cluso con sacrificios, cuando se halla tan generosa compensa ción al esfuerzo. 52 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 y PARADEROS GUANCHES EN LA BASE DE LA MONTAÑA DE GUAJARA Y SOBRE LA CAÑADA DE LA MARETA: ( 1950) 1.— Resumen de ¡ os trabajos efectuados en “ Las Cañadas del Teide”. Va siendo hora de hacer memoria de las campañas lleva das a cabo— todas con positivos resultados— en ios parajes que rodean al Pico de Teide. Precisamente por esos mismos resul tados y por el tiempo transcurrido a partir de la primera cam paíia. conviene una recapitulación. Se abarca ya una perspectiva en lo espacial que permite una más clara visión y se está en posesión de un caudal de ex periencias aprovechables, por su alto valor para lo que allí, en aquel vasto cráter de 20 kilómetros de diámetro, queda aún por hacer. En efecto, Las Cañadas del Teide, a unos 2.500 metros so bre el nivel del mar, guardan uno de los más apasionantes ca pitulos de la prehistoria tinerfeña, es decir, del oscuro período • que se extiende desde los orígenes hasta el mismo momento 53 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 de la incorporación a Castilla, en el siglo xv. Apasionante en cuanto que los vestigios allí conservados lo están en función de unas actividades vitales— trashumancia, desplazamientos, es tacionamientos, etc.—, fáciles de reconstituir a medida que se avanza en el conocimiento de aquella zona. No ha sido fácil en medio de un paisaje agreste, desolado, casi inhóspito, sin árboles ni refugios naturales, con un clima duro, tanto en invierno como en verano, abrir vía franca a la investigación arqueológica, Las dificultades halladas en el me dio natural, se han encontrado también en el terreno científico. No se contaba con ningún precedente, y lo que penosamente se había logrado conocer con relación a la vida de los aborígenes en las tierras bajas, preferentemente en la faja costera insular, no era válido para las montañas y cumbres volcánicas de la isla. El conocimiento de algunos hallazgos fortuitos, aislados, en Las Cañadas del Teide, hicierón que fijáramos la atención en ellos. Pero aun esos mismos hallazgos desorientaban en un principio, por no guardar relación unos con otros y darse de un modo disperso, en zonas muy alejadas entre sí No debe extrañar, pues, que las primeras exploraciones de aquellos extensos ámbitos marchasen un tanto desorientadas, Así y todo, en pocos años ha sido posible, mediante amplias exploraciones y el estudio de determinadas zonas, dar a la in vestigación arqueológica de Las Cañadas del Teide un cierto sentido de unidad. Esto no ha sido logrado hasta no estar en posesión de un método, que ha surgido con la práctica, y de cuya bondad hablan los resultados conseguidos. Si bien el primer intento de exploración data del año 1944, fué al año siguiente cuando se obtuvieron los primeros resuta dos. Se descubrieron y estudiaron los primeros estacionamien tos aborígenes en las cumbres de Tenerife ( 1) y se descubrió ( 1) Estacionamientos guanches en “ Las Cañadas del Teide”; voL 14 de In formes y Memorias de la Com. Gen, de Excavaciones Arqueológicas. Madrid, 1947, págs. 37- 42. 54 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 una necrópolis conocida desde el siglo xviii y que entonces fu descrita desde el punto de vista de las ciencias naturales ( 2). El año 1946 se excavó asimismo una necrópolis enclavada en el Llano de Maja ( 3), con el descubrimiento de un enterramien to que suministró valiosos datos acercá de ritos y ajuar funera rios. Hasta el momento presente son los únicos yacimientos se pulcrales conocidos en Las Cañadas. El mismo áfio 1946 se llevó a cabo una exploración de La Cañada de Pedro Mén dez ( 4), uno de los lugares más internados de Las Cañadas, con el hallazgo de vasos guanches y el descubrimiento de una cantera- taller para confeccionar molinos de mano, ( Queda des crita al principio.) Con posterioridad se han efectuado los siguientes tra! a jos: localización y estudio de abrigos en el estacionamiento de la Montaña de Abreu; nuevos hallazgos de cerámica en el bor de de Cañada Blanca, estudio del estacionamiento descubii’to en la misma cañada y exploración de la Cañada de la Mareta, con hallazgos de cerámica. Estos trabajos— que se recogen ahora en su totalidad— se llevaron durante las campañas de los años 1947 y siguientes. El área explorada dentro del cráter de Las Cañadas es muy extensa, De Norte a Sur abarca desde El Portillo de la Villa hasta la Montaña de Gua jara, y de Este a Oeste, desde el Llano de Maja hasta la Montaña del Cedro. Dentro de esta vasta extensión— Las Cañadas de un extremo a otro—, los puntos excavados han sido: Montaña Rajada, Montaña de Abreu, Cañada Blanca, Cañada de la Mareta, Cañada del Montón de Trigo, Los Roques, bordes del Llano de Ucanca, Boca de Tauce y Cañada de Pedro Méndez. Pero precisando aún más, el sector que ha sido objeto de ( 2) La necrópolis de la “ Cueva del. Salitre” ( Montaña Rajada, Lc Cañadas del Teide). Id., íd., págs. 48- 59.. ( 3) Necrópolis del “ Ldano de Maja” ( Tenerife); Id., íd., págs. 99- 109. ( 4) La cerámica de la “ Cañada de Pedro Méndez”; Id., IcL, págs. 112- 116. 55 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 una exploración poco menos que exhaustiva es el comprendido entre Cañada Blanca ( incluidos sus bordes oriental y occiden tal), Montaña de Guajara y Cañada de la Grieta. Todo este esfuerzo ha sido recompensado: descubrimien tos de paraderos, y dentro de ellos, de cabañas y abrigos que conservan oculto un interesante ajuar de pastores: molinos de mano, lascas de obsidiana y otros útiles de piedra y, sobre todo, cerámica: pasan ya de cuarenta las piezas enteras reco gidas, sin contar centenares de fragmentós, gran variedad de asas y algunos trozos decorados. 2.— La doble campaña de 1950. Visto que la zona que ofrecía unas mayores posibilidades es la que circuye a Cañada Blanca y que se extiende por la base de Montaña de Gua jara, el presente verano se han efec tuado allí dos campañas: la primeras sobre la faja situada al SE. de Cañada Blanca, incluyendo los bordes Norte y Sur de la Cañada de la Mareta y avanzando por este punto hasta la base de la Montaña de Guajara ( fig. 4). La segunda, se llevó sobre la amplia zona que en la cita da figura aparece señalada con trazos discontinuos, es decir, la que bordea por el E. una extensión señalada con trazos apretados y breves— que corresponde a sectores explorados y excavados en campañas anteriores—, ampliándose en el bor de SE. para abarcar el contrafuerte de la Cañada del Montón de Trigo. Se describió un arco dentro del cual quedó incluido el Sanatorio y la superficie de lavas que están limitadas al E. por el camino que conduce al Pico de Teide, Este lugar será explorado en la campaña del año - próximo ( véase la citada fi gura 4). Aunque se habla de dos campañas ello ha de entenderse solamente con relación al tiempo— fueron realizadas en dos 56 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 etapas —, no en cuanto a la zona por sus características o por los fines de la investigación. El aspecto del vasto paraje es siempre el mismo: corrientes de lava— rojas, negras, grises—, caída de las mismas sobre las hondonadas de Las Cañadas cu biertas de lapilli y pómez; bloques y masas de lavas vítreas, qué en la parte alta de la corriente se amontonan formando fan tásticas estructuras. Repliegues resquebrajados, apenas mitiga da su dureza por las retamas y los codesos, . únicos arbustos que motean de verde- gris las rocas. Así, pues, las dos campañas van a entrar en la unidad de una sola memoria, la que, a su vez, viene también a ser una continuación de las anteriores. De este modo, las investigacio nes parciales van igualmente camino de dar forma única y to tal a la investigación. 3.— Dos paraderos pastoriles. A lo largo de la doble campaña efeçtuada han sido locali zados dos paraderos aborígenes: uno, en la base de la Mon taña de Gua jara. al otro lado de la pequeña cañada que sepa ra a quélla de la ancha corriente de lava. En lo más alto de ésta existe otro, sobre la Cañada de la Mareta y en la cima de la corriente de lavas que la rodea. Alternan aquí los espacios llanos con las masas escoriáceas y con lavas levantadas de tal forma que a veces simulan mura llas derruidas o muros mal construídos con irregulares bloques. Otras veces se encuentran hondonadas bien protegidas de los vientos. En los espacios llanos y en las hondonadas crecen las retamas, y cuando es menor la altitud, también los codesos. Ya hemos hablado en otro lugar de la gran variedad riqueza vegetal que cubrió aquellos parajes. • Pues bien: en medio de esas corrientes de lavas, aprove-. chando vaguadas y refugios, se establecieron ios pastores pri 57 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 mitivos: los pastos eran fáciles de alcanzar y los rebaños po dían ser vigilados desde cualquier altura. Cerca suelen encon trarse algunas fuentes; a media altura de la Montaña de Gua jara hay una y algunas más en su base ( fig. 4). Las zonas llanas están siempre circuidas de paredones o amontonamientos de rocas volcánicas, Hay entre ellos grietas y covachas que pueden servir para refugio provisional diurno. Para pernoctar en ellos reúnen pocas condicions. Además de ser angostas y quebradas, las afiladas lavas dificultan su ac ceso. Constantemente circula por ellas un aire helado. Par ticularmente, durante la noche es imposible resistir la baja tem peratura de esta corriente. Diferenciar topográficamente ambas zonas es punto poco menos que imposible de conseguir. El paradero situado en la base de la Montañá de Gua jara se encuentra en la misma co rriente de lavas que el que se asienta sobre l. a Cañada de la Mareta, pero entre los dos hay un espacio llano que es el que en realidad los separa. Ambos están a los 2.250 metros sobre el nivel del mar. La ocupación de estos parajes por los primitivos pastores está ex plicada por la presencia de las fuentes, donde podían abrevar frecuentemente los rebaños. Tanto los pastores de un parade ro como los del otro, aprovecharían en común las llanadas y vaguadas, donde todavía hoy, en lo más duro del verano, se encuentran pastos frescos. Sin embargo, al pie de la Montaña de Gua jara, acaso por ser el punto terminal de la corriente de lava, las masas volcá nicas se resquebrajan y amontonan en grandes bloques, lo que siempre constituye un elemento aprovechable como abrigo, y poder levantar a su amparo pequeñas cabañas y rediles ( lámi na XII, fig. 2). Más al N., los relieves se suavizan, y aun que los escondrijos y las grietas son incontables, no se encuen tra tanta protección para abrigos y cabañas ( lám. XII, fi gura 1). 58 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 4.— Cabañas y rediles. De las primitivas construcciones sólo restan vagas huellas. difíciles de descubrir en medio del inmenso pedregal sobre el cual se encuentran. Se trataba de pequeñas cabañas adosadas a muros natu rales, levantadas sus paredes con lavas sueltas, material que ensambla difícilmente y que por desgaste de sus aritas se fué disgregando. Cayeron al suelo las débiles paredes y volvieron a confundirse los bloques que habían servido en la Construc ción con ios dispersos por el suelo. El viento, acarreando pol vo de piedra pómez, unificó y niveló los desolados espacios. Otra circunstancia que dificulta el descubrimiento de yaci mientos primitivos, es que las formas de pastoreo en Las Ca ñadas no han sufrido interrupción desde la época anterior a la Conquista hasta nuestros días, y que los pastores modernos han utilizado, en muchos casos, los refugios primitivos o han levantado sobre éstos nuevas construcciones, siempre de pie dra seca, como es de suponer. La elección de lugar era, por parte de los aborígenes, en extremo acertada, hasta el punto que muchas veces ios modernos estacionamientos pueden ser vir de guía para el descubrimiento de los antiguos. Sólo la excavación de los fondos de cabañas puede ayudar eficazmente en la empresa. De ser yacimiento aborigen, apare ce siempre atestiguado por la presencia de tabonas. y fragmen tos cerámicos. Siguiendo este procedimiento hemos descubierto un conjun to de cabañas y redil, el yacimiento pastoril más interesante descubierto por nosotros en Las Cañadas. Está sobre la Caña da de la Mareta y se ciñe al paredón natural de lavas de que hemos hablado. Consta de dos cabañas de pequeñas dimensiones, aproxi madamente de 2,50 metros por 1,50 metros, una con entrada única ( fig. 7, a) y otra con doble entrada ( íd., b). Ambas con- 59 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 e 4- 4 e e e 4) 4) e 4) ee e e e o) 11 1 e 1 . e .4) o + o o bo L) 60 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 tiguas, sin comunicación entre sí y aledañas a un redil ( íd. c) con entrada única , en cuyo recodo terminal se hallan dos pe queños reductos análogos a los que los pastores suelen hacer en las cercanías del redil para que las crías o recentales no ma men constamente de las madres ( íd., d). La planta del citado conjuntos tal como la presentamos en la fig. 7, dará idea cte cómo son utilizados los elementos natu rales— la disposición natural de las rocas— para la construc ción y acondicionamiento de las cabañas y redil. Rayamos los bloques naturales y dejamos en blanco los acarreados por el hombre. Todo queda fijado por el paredón y bloques sueltos o empotrados en tierra. El aprovechamiento de estos elemen tos es inteligente y asombra el que con esta experiencia no intentasen hacer lo mismo en las zonas costeras , con régimen social más sedentario, donde no existe, que sepamos ningún vestigio de construcción, hallándose solamente. poblados de cuevas. En la lámina XIII, fig. 1, véase la utilización de los blo que caídos para habilitar la entrada de una cabaña. Pueden verse también los restos del muro de la misma. Con mayor claridad aún puede esto mismo verse en la lá mina XIV, fig. 1, donde sobre los gruesos bloques de la iz quierda se descubren anchas lajas pertenecientes a la antigua pared. A la derecha asoman los salientes del paredón natural en el que se apoyaba la cabaña, con lajas caídas al pie, proce dentes, sin duda, del lienzo adicional para que la pared del frente se adosara sólidamente a dicho muro. En la lámina XIV, fig. 2, el fondo de una cabaña respal dada por un poderoso paredón de lavas. 61 5 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 5.—” Gánigos” o vasos procedentes de los paraderos de a base de la “ Montaña de Gua jara” y de la “ Cañada de la Mareta”. En ocasiónes anteriores y con motivo de otras campañas lle vadas a cabo en Las Cañadas del Teide, nos hemos referido a la particular manera que tenían de esconder su ajuar los pas tores guanches. Dentro del ámbito del paradero, en escondrijos a veces próximos a los refugios y cabañas, y en algunos casos en pa rajes muy alejados de los puntos habitados, ocultaban sus va sijas y molinos. Se comprenderá que para hallarlos, es condición previa la localización de un paradero. Todo lo demás se reduce a estar muy familiarizados con el terreno. Los gánicos, lo mismos pueden estar ocultos en la boca de una grieta, convenientemente disimulada con piedras, que en el fondo. Nosotros hemos hallado una pieza a más de 50 me tros de profundidad, en lo más hondo de una quebrada y an gosta grieta. Merced a la perfecta ocultación de las piezas, muchas de ellas son recuperadas enteras. La doble campaña de este verano ha sido verdaderamente fructífera. Se ha nrecogido en total 14 piezas’ enteras, dos asas, dos fragmentos de cerámica decorada y numerosos de ce rámica lisa. En la lámina XV damos ocho de estas piezas: del nú mero ¡ al 6, proceden del paradero de la Cañada de la Mare ta; los números 7 y 8, al de la Montaña de Gua jara. Gánigo número 1.— Vaso semiesférico, liso, de color claro. Borde decorado con incisiones. Asa de mango— o simplemen ta mango—, semejanza a la del número 5, a juzgar por el arran que, ya que el vaso no la conserva. La zona de inserción del asa puede verse en la parte izquierda de la figura. Diámetro, 62 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 20 centímetros; altura, 12 centímetros; espesor de las paredes, 3 milímetros en el borde, 4 en el fondo. Gánigo número 2.— Pequeño cuenco semiesférico, más tos co que el anterior. Color gris oscuro con manchas ocres y ne gras. Sin asa ni mango. Borde decor. ado con finas incisiones, como huellas ungulares. 12 centímetros de altura; diámetro, .16 centímetros. Espesor de las paredes, de 4 a 6 milímetros. Gánigo número 3.— Hermoso vaso con pitorro, de color teja oscuro. Este pitorro es más fino que el ancho vertedero frecuente en esta clase de piezas, de lo que puede servir de ejemplo la señalada con el número 4. Tiene un diámetro de 24 centímetros y una altura de 13,5 centímetros. Se halló par tido en dos y con falta de un trozo para la perfectá unión. La figura lo reproducereconstruído. El espesor de sus paredes, a la altura del borde, es de 4 milímetros: en el fondo es más• grueso: aumenta de 2 a 3 milímetros, Gánigo número 4.— Algo más pequeño que el anterior. Construcción más fina y un más perfecto acabado de la pieza. Pitorro de grueso vertedero. Pieza de color ocre muy oscuro. Diámetro, 20 centímetros y 12 de altura. Grueso de sus pare des, de 3 a 5 milímeros. Gánigo número 5.— Cuenco con mango sólido, más ancho en su base y suavemente modelado en la zona de inserción a las paredes del vaso; sobresale de éste 8 centímetros. Diáme tro del gánigo, 17 centímetros por 12 de altura. Grueso de sus paredes, de 3 a 5 milímetros. Gánigo número 6.— Vaso de perfil muy irregular, más’pan zudo por el lado donde se destaca su asa- vertedero; ésta es gruesa, curvada en su porción terminal. Tanto el vertedero o pitorro en su borde como el del vaso, están decorados con in cisiones. Paredes muy finas, de 3 a 4 milímetros, y muy frági les, con pérdida de la capa exterior en algunas zonas, que ha habido necesidad de reforzar para asegurar la integridad del vaso. Color negro, no sólo por la materia empleada, sino por 63 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 la intensa ¿ occión a que fué sometido. Diámetro, 16 centíme tros y altura igual. Gánigo número 7.— Pequeño vaso de fondo redondo y mango, tipo muy frecuente en Las Cañadas. Color ocre claro, con zonas cenicientas. Diámetro, 12 centímetros; altura, 11,5 centímetros. Gánigo número 8.— Cuenco con pitorro o vertedero. Color gris oscuro. Decoración incisa de los bordes. Diámetro, 15 cen tímetros; altura, 12 centímetros. Paredes, de 3 a 4 milímetros. Más gruesas en la parte del pitorro. Las cuatro piezas reunidas en la lámina XVI proceden de escondrijos de la base de la Montaña de Gua jara. Gánigo número 1.— Vaso de 27 centímetros de altura y 26 de diámetro. Le faltaba parte del fondo y una zona lateral. Color ocre oscuro, liso, pero de borde inciso. Pequeñas asas de mamelón al nivel del borde, Más que de asas parece tratarse de simples protuberancias de aquél. Grueso de las paredes, de 4 a 5 milímetros. Gánigo número 2.— Vasija de fondo plano, tosca, gruesa, hallada rota en el fondo de una grieta de 50 metros de profun didad. Ha habido necesidad de reconstruirla en una parte de la panza. Tiene 30 centímetros de diámetro y 20 centímetros de altura. Paredes, de 10 a 12 milímetros de espesor. El hecho de haber sido hallada recubierta de una capa de hollín— circunstancia rarísima en la cerámica de Las Caña das— nos ha hecho pensar que más que una vasija utilizada para agua o leche, se empleó para tostar los cereales con que obtener el gofio. Hemos comprobado, por el hallazgo de moli nos de mano, que los cereales se tostaban y molían en Las Ca ñadas durante la época de pastoreo. La tipología de la pieza es excepcional en la cerámica de Tenerife y su descubrimiento atestigua lo que ya habíamos sos pechado sobre el régimen de vida del pastor guanche. Gánigo número 3.— Vaso semiesférico color tierra seca. 64 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Mala cocción, por cuyo motivo parte de la pieza se halló dis gregada. Ejemplar reproducido, ya reconstruido. Sin asas, como la anterior. Diámetro, 21,5 centímetros. Altura, 15 cen tímetros. Espesor, de 4 a 6 milímetros. Sin decorar sus bordes. Gánigo número 4,— Vaso oblongo, con 24 centímetros en su eje mayor y 21 centímetros en el menor. Color pardo en las zonas próximas a los bordes y color teja oscuro en parte de la panza y fondo. Altura, 11 centímetros. Bordes decorados con finas incisiones. Espesor, de 3 a 5 milímetros. Dos platos. — Como el hallazgo del tostador, podemos con siderar el de estas dos piezas como excepcional. Eran desco nocidos los platos u hondillas en la cerámica de Tenerife. Con este hallazgo, su conocimiento se enriquece notablemente. En la lámina XVI, se reproducen ambas piezas. La de la izquier da es una hondilla, más gruesa, más tosca que la otra. Tiene 20 centímetros de diámetro la de la derecha y 24 centímetros la izquierda. Ambas presentan una leve decoración incisa del borde. Tienen un subido color teja, y el estado de conservación era completo en la pieza de la derecha. La otra estaba deterio rada por la ación mecánica de las piedras desprendidas sobre ella en el interior del escondrijo. Asas y fragmentos decorados.— En la figura 8 se agru pan estos fragmentos cerámicos. Una de las asas es de mango— tan corriente en la cerámi ca de Tenerife— con la particularidad— detalle menos frecuen te— detener un agujero decorativo en su parte terminal, pla na. Este hoyuelo tiene una profundidad de 1,50 centímetros de profundidad. La otra asa es de mamelón, se destaca de las proximida des del borde decorado con incisiones. También el anterior pre sentaba estos trazos incisos. Esta asa de mamelón presenta un detalle insólito en la cerá micaguanche: se trata de un hoyuelo practicado en la pared interior del vaso, pero ahonda tan poco, que no llega a perfo 65 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 rarla. Acaso fué un intento de perforación dirigido a estable cer comunicación con la boca de un pitorro, y se quedó sólo en intento al insertar un asa de mamelón. Los dos fragmentos decorados no presentan ningún dato nuevo sobre los ya conocidos. La cerámicas decorada en Te Fig. 8.— Asas y fragmentos cerámicos decorados ( Base de Gi. aJara). nerife es rarísima, y hasta ahora, los temas conocidos son siem pre los trazos incisos cruzados. 6.— industria lítica. Procedentes de los excavaciones practicadas en los fondos de las cabañas, se han obtenido numerosas piezas talladas, de obsidiana. En menor proporción se han descubierto en el fon do de algún escondrijo. La utilización de la obsidiana para obtener de ella útiles de e 66 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 corte ha sido estudiado por nosotros en otro lugar ( 5). Una vez más hallamos las lascas de obsidiana asociadas a todo esta blecimiento humano primitivo, tanto sedentario como pastoril. Con mayor proporción en Las Cañadas, donde ese cristal vol cánico abunda extraordinariamente. Algunos fondos de caba ñas, por la cantidad y diversidad de piezas halladas en ellas, hacían pensar en verdaderos talleres, pues junto con pequeños núcleos aparecían muchas piezas microlíticas, Sin intent. ar, de momento, una clasificación detallada y ex haustiva de todas ellas, las agruparemos, atendiendo, más que a su tipología, a su tamaño y estructura. 1.0 Microlitos; piezas recogidas; 549. 2.° Lascas; piezas recogidas, 238. 3• 0 Nucleiformes; piezas recogidas, 130. 4.° Núcleos; piezas recogidas, 18. En total, 935 piezas, las que, además de enriquecer el te soro tinerfeño, aportan datos para un mejor conocimiento de la industria lítica guanche. Junto a esta espléndida colección de tabonas y de núcleos’ para obtenerlas, debemos poner un hacha tallada en basalto. descubierta en la excavación de un fondo de cabaña del pa radero de la Cañada de la Mareta. Se trata de una pieza de 12 centímetros de altura por 11 de ancha, conseguida a base de anchos planos y tosca talla, con una finalidad exclusivamente práctica. Es pieza rara en la arqueología de Tenerife. * * * Por las prospecciones realizadas en el interior de Las Ca ñadas— que se han acabado de precisar a lo largo de la doble campaña de este año— el trabajo que aún resta por efectuar, asegura tan buenos resultados como los logrados hasta el presente. ( 5) Luis Diego Cuscoy: Estudio acerca de las tabonas de los Guanches. Cuadernos de Historia Primitiva. Madrid. 1947. 67 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 VI ABRIGOS GUANCHES EN LAS MESETAS VOLCÁNICAS. ( 1951) 1.— Las mesetas volcánicas y el método de exploración. La campaña de 1951 ha proseguido dentro del espacio com prendido entre la carretera que cruza Las Cañadas, al N., los parajes próximos al Sanatorio y Montaña de la Cruz al 5.. borde de Cañada Blanca al W. y Valle de las Piedras árran cadas al E. Es decir, un sector delimitado dentro de las co rrientes de lava procedentes de la vertiente SE. del Teide, que forman un poderoso baluarte, áspero y levantado, cuyos bor des delimitan varias cañadas: la de La Mareta, la del Montón de Trigo, la de La Camella, etc., etc. ( véase fig. 4). La exploración de este amplio sector se orientó con miras a dilucidar aspectos poco claros acerca de la ocupación de aquellas alturas por grupos humanos primitivos. Habían sido estudiados con preferencia los bordes de esas corrientes de lava que al caer sobre las llanadas de arena ofrecían un as pecto fragoso por resquebrajamiento de sus materiales y 69 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 amontonamiento de los mismos, de tal forma, que entre ellos hay oquedades numerosas, covachas y escondrijos aptos para servir de abrigo a los pastores primitivos y para ocultación de su ajuar. Estos mismos lugares han sido elegidos hasta nuestros días y ocupados por los pastores que frecuentan aquellos pa rajes, por los colmeneros que cuidan sus colmenas en la pri mavera en Las Cañadas y por los carboneros. Todos suelen acampar entre las anfractuosidades de las lavas, A lo largo de varias campañas se comprobó repetidamen te que esos bordes volcánicos eran los lugares elegidos por los aborígenes durante su permanencia en Las Cañadas. No obs tante, algunos vestigios dispersos en la parte alta de esas co rrientes de lava, y, sobre todo, los datos recogidos en la cam paña del pasado año de 1950, nos hizo entrar en la sospecha de que dichos lugares encerraban huellas primitivas. En busca de ellas, y con el fin de completar el conocimiento de aquellas desoladas alturas desd. e el punto de vista humano, hemos orientado la presente campaña eligiendo una de las zonas más características: altura, 2.200 metros, suelo muy accidentado, cuevas y abrigos escasos, pequeñas áreas aptas para el pasto reo, reducidas a angostas fajas ‘ de terreno llano, pero con la típica vegetación de Las Cañadas desarrollándose entre pie dras y roques. A pesar de haber sido interrumpida la campaña brusca mente por un desafortunado accidente sufrido en aquellas al turas, ios datos recogidos son ya de por sí alentadores. De paso, con esta experiencia se puede acometer la exploración de los parajes que rodean al Teide de un modo total, trabajando en cada zona según sus características y con métodos perfecta mente diferenciados. Los bordes de las corrientes volcánicas serán explorados minuciosamente; en la accidentada meseta de las mismas se dirigirá la atención exclusivamente a los roques levantados, a 70 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 ¡ os lugares protegidos por baluartes rocosos y a los paredones naturales de lavas. Ahor. a bien: los bordes han sido siempre ocupados— se ha visto por trabajo anteriores— de un modo total, desde la base hasta su parte superior, y en ellos se han descubierto parade ros constituídos por covachas, abrigos, restos de cabañas y de rediles, Algunos de estos complejos asentamientos quedan suficientemente descritos en páginas anteriores. Al mismo tiempo se ha visto la naturaleza y riquezá del ajuar oculto en agujeros y profundas grietas. Responde todo ello a una concentración humana relativa mente notable, a un pastoreo en gran escala, con nutridos re baños y numerosos pastores al cuidado de los ganados, lo que exigía un campamento donde hombres y rebaños pudieran ha llar holgado acomodo, Pero a medida que uno se aleja de esos bordes, y al cam biar la topografía del terreno, cambia también la forma de ocu pación del mismo por, el pastor primitivo. Aquella soledad calcinada, llena del reflejo de las lavas vítreas, moteada de gris por las retamas y con solitarios manojos de hierbas aso mando por entre las fisuras de las rocas, no pudo ser apeteci da, y menos por un pueblo sostenido de un modo casi abso luto por una economía pastoril. Además de la escasez de agua hay que añadir los días en que sopla el levante— que no son pocos en la época en que hasta allí subían ios pastores—, en los que el sol abrasa, el aire reseca la piel, y las piedras y el lapilli queman como ascuas. Esos días casi vedan el tránsito a través de aquellos ámbitos. 2.— Huellas aborígenes. Pues bien; a pesar de todo ello, el hombre ha dejado allí las huellas de su paso, aunque en menor escala que en los 71 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 bordes de las corrientes lávicas, donde se está protegido del viento y resguardado por la sombra gran parte del día. En las acçidentadas mesetas lo primero que se advierte es la existencia de abrigos individuales y de rediles de redu cidas dimensiones, en los cuales sólo podía ser acogido un reducido número de cabezas de ganado. Dadas sus dimensio nes se debió haber destinado a tal fin el que reproducimos en la figura 9, número 1: 4 metros de largo por dos de ancho. Obsérvese en el mismo de qué forma se aprovechaban los ac cidentes naturales. Los bloques rayados corresponden a las ba ses de roques levantados; las piedras que forman el tercer lado son los restos de la antigua pared levantada por los pastores guanches. El no quedar ningún vestigio indicador de la exis tencia de una puerta de entrada, hace suponer que este lugar estuviese destinado a encerrar ganado durante la noche. La entrada se cerraría con un portillo o cancela de troncos y ra mas para evitar la salida del ganado. Los abrigos, acondicionados y transformados en pequeñas cabañas, aprovechaban, asimismo, los paredones naturales, completando con un muro de piedra seca— en la que siempre se advierte la puerta de entrada—, la rudimentaria construc ción. Como lo que primordialmente interesaba era la utiliza ción de roques naturalmente dispuestos y con altura suficiente para resguardar del sol y del viento a los que a su sombra se cobijasen, la planta de la cabaña resulta a veces triangular ( figura 9, número 2) y otras rectangular, de irregular traza do ( fig. 9, número 3). Con frecuencia resulta extremadamente difícil descubrir en medio de las retamas desgajadas y secas, y del pedregal. es tos interesantes abrigos » del que es una buena muestra el que se reproduce parcialmente en la lámina XVII. fig. 1. Después de limpio y excavado se recogieron de su fondo numerosos fragmentos cerámicos y tabonas. Un ejemplo que no suele repetirse, que demuestra la exis 72 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 tencia de pequeños rediles, en este caso en estrecha asociación con una pequeña cabaña, lo hallamos en la lámina XVII, fi gura 2. Recoge el aspecto de un primitivo rediL con escaso tes timonio arqueológico en su fondo, pues si faltó la cerámicas en cambio se hallaron tahonas. Al lado opuesto del mismo roque — lámina XVIII, fig. 1— se descubrió la cabaña, con su planta claramente visible, como puede comprobarse en la foto, y con fondo rico en cerámica fragmentada y tabonas. A ser posible, se elegirían siempre roques de suficiente al tura que asegurasen un mayor tiempo de sombra y opusieran mayor obstáculo al viento. Véase un refugio de este tipo en la lámina y figuras citadas. Allanado un pequeño espacio de tierra al pie del roque, se dispusieron en su torno bloques suel 3 — Fig. 9.— Plantas de abrigos en las mesetas volcánicas de Las Cañadas del Teide. ‘ 73 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 tos de lava sobre los que se levantaría la pared d. e piedra seca. Aún pueden verse algunos de estos bloques a la derecha y al pie del roque protector. El fondo de este abrigo también dió abundante cerámica y numerosas tabonas. Pero con frecuencia estos abrigos disponen de covachas y escondrijos en los que se ocultaría el ajuar. En ciertos casos podían ser utilizados para dormir, ya que de noche es preciso buscar buen refugio para protegerse del viento helado que ba rre Las Cañadas. Finalmente, hemos de hablar de un tipo de refugio acogi do entre poderosos roques. En él se tiene asegurada la sombra durante la mayor parte de las horas del día ( lámina XVIII, fi gura 2). Asimismo, ofrece segura protección contra el viento. La dureza de la vida en el fondo de Las Cañadas se adivina sólo con contemplar la fragosidad de estas mesetas. Su exploración cxige no pequeños esfuerzos, ya que hay que seguir paso a paso las huellas de los pastores aborígenes en medio de aquel mundo calcinado y revuelto. - Los vientos más frecuentes en aquellos parajes proceden del Noioeste. Los abrigos, siempre que los accidentes natura les lo permitan, buscan protección por ese lado. Frecuentemen te están orientados u E. y SE., muy pocas veces al N. y ningu na al NW. 3.— Relación de estos abrigos entre sí. Lo primero que se advierte en estos refugios dispersos en medio de la meseta lávica, es que no existe relación de proxi midad entre ellos, y que el ajuar que se descubre revela una extremada pobreza. - Por tratarse, como evidentemente se trata, de refugios en su mayoría individuales, se comprende que los restos arqueo lógicos sean, por lo mismo, escasos. Por otro lado, en estas mesetas es donde suelen ocultarse los pastores modernos y 74 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 - donde ios carboneros levantan sus carboneras. Durante el día han tenido que resguardarse del sol en los mismos sitios en que lo hicieron los pastores guanches. Ello produjo, como conse vi,,, iuF1U1 4’ 4,’,, VfVj’ FIg. 10.— Asa, fragmentos cerámicos e incisiones decorativas de los bordes do los vasos. cuenda, el hallazgo casual y destrucción de las piezas descu biertas, lo que ha restado valiosos elementos a la investigación. No obstante, en el fondo de las cabañas y abrigos descri 75 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 ( ( Fig. 10 bis.— Bordes de vasos procedentes de las mesetas volcánicas de Las Cañadas. 76 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Fig. 11.— Fragmento de vaso con asa- vertedero ( Las Cañadas). Cuentas de collar del Barranco Pono ( San Juan de la Rambla). Fragmento decorado y asas perforadas procedentes del abrigo de L08 Celajes ( La Guancha). 77 11 e$ 1 1 6 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 tos, se han descubierto tabonas, cerámica y núcleos de ob sidiana. L— Cerámica. Toda fragmentada. Lisa en su mayor parte, salvo los frag mentos que se reproducen en la figura 10, con decoración in cisa, y un ejemplar de asa para la implantación digital, poco frecuente en la cerámica de Tenerife. En la misma figura se dan los motivos decorativos de la parte superior de los bordes: trazos incisos, dobles e ininte rrumpidos, ungulaciones, huecos excisos— semicirculareS y ova lados— e impresiones superficiales. En los fondos de cabañas y abrigos se descubrieron nume rosos bordes de vasos, cuya descripción omitimos por reprodu cirse en detalle, y a su tamaño en la fig. 10 bis. Los hay que pertenecen a grandes vasijas y a pequeños vasos. Un asa- vertedero confirma la abundancia de este tipo de vasija en Las Cañadas, de la que hay escasísimas referencias para las zonas costeras ( fig, 11, número 1). 5.— Tabonas. El total de piezas recogidas es de 875, y responden a las características, ya tan repetidas en otras ocasiones, de este co ocido utensilio guanche: siempre en lascas y microlitos de talla atípica. 5.— Núcleos de obsidiana. Descritos también en otras ocasiones çomo formando par te del conjunto ergológico de cuevas- habitación— en la costa—, 78 - © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 Fig. 12.— Gran núcleo de obsidiana para la obtención de tabonas. 79 © Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca universitaria, 2009 y de cabañas y abrigos en los paraderos pastoriles de cumbre. En la figura 12 damos una de estas piezas. con múltiples pla nos de percusión. Dada la excelente calidad y pureza del minerál que for ma esta pieza, revela la cuidada selección que hacían de los núcleos para la obtención de tabonas. 7. Conclusiones. Hasta tanto no se continúen los trabajos iniciados en las mesetas lávicas de Las Cañadas, por los resultados hasta aho ra obtenidos, podemos deducir: 1.0 Que, al igual que los bordes, estas mesetas eran ocu padas también por el pastor aborigen. 2.° Que se elegían abrigos naturales y se transformaban en cabañas para protegerse del sol y del viento. 3.° Que estos abrigos están dispersos y sin relación algu na entre ellos. 4• o Qué cada uno de ellos sólo tiene cabida para un pas tor, en algún caso para dos, pero no para mayor número. 5• 0 Que serían pastores de escaso ganado. por las redu cidas dimensiones de los rediles descubiertos, alguno en rela ción de proximidad con el refugio del pastor. Y 6.° Que el ajuar. como consecuencia de la pobreza del ya cimiento, e.’, asimismo, pobre y escaso. 80 © Del documento, de los autores.< |
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