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JOSÉ DE VIERA Y CLAVIJO © A. Sebastián Hernández Gutiérrez © Francisco Martínez Navarro Emigdia Repetto Jiménez © Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación. Gobierno de Canarias © De las cubiertas: Cam- PDS Editores S. L. Edita: Dykinson S. L. 915 44 28 46, Fax: 915 44 60 40. info@ dykinson. com / www. dykinson. com Producción, diseño y realización Cam- PDS. Editores S. L. Las Palmas de Gran Canaria - 35002 LPGC · Tfno: 928 38 05 60 editorial@ cam- pds. com | www. cam- pds. com I. S. B. N.: Depósito Legal: Impresión y Encuadernación: Biografías de Científicos Canarios JOSÉ DE VIERA Y CLAVIJO A. Sebastián Hernández Gutiérrez UN LEGADO HACIA EL FUTURO La memoria es una de las señas de identidad determinante en cualquier colectividad. Canarias ha tenido durante siglos una flaca memoria colectiva, tendencia que ha ido cambiando en las últimas décadas, especialmente desde que ha ganado en entidad política a través del autogobierno. Conocer los hechos y los personajes que han ido marcando el devenir histórico de Canarias en todas su vertientes es una tarea que nos incumbe a todos, porque recuperar esa memoria nos sirve de impulso para encarar el futuro con las mejores garantías. Impulsada por esta idea, nace esta colección bibliográfica dedicada a científicos canarios que han realizado enormes aportaciones en diversos campos, no sólo en lo relativo a nuestras islas sino al conocimiento científico universal. Son nombres que han surcado siglos de historia y que han influido en la sociedad de su tiempo y en las posteriores. Reconocidos por la sociedad científica internacional, es necesario que el pueblo canario también se familiarice con sus enorme labor, porque son el espejo en el que todos debemos mirarnos, especialmente las nuevas generaciones. Por ello doy las gracias a todas las personas que han hecho posible este proyecto, desde los autores y coordinadores de los trabajos hasta los responsables de la Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación del Gobierno, impulsora de esta iniciativa. Este libro que tienen en sus manos y los demás de esta colección ahondan en nuestra memoria colectiva. Y la memoria es siempre un acto de justicia. María del Mar Julios Reyes Vicepresidenta del Gobierno de Canarias JOSÉ DE VIERA Y CLAVIJO, UN PERSONAJE SABIO La historia de los pueblos siempre se construye colectivamente. Se edifica sobre sentimientos, pasiones, ilusiones, interrogantes, anhe-los, ternura y frustraciones. Todo se entrelaza en la organización de las formaciones sociales para irle dando forma a los modelos económicos, ordenamientos jurídicos, sistemas políticos y esquemas ideológicos. Por eso, el rescate de la historia, de la memoria colectiva, del pasado común, debe hacerse desde el reconocimiento de la aportación plural. Y entre esas aportaciones siempre asoman personajes que destacan, más allá de su propio contexto histórico, económico y social; algunos mucho más allá de su propia temporalidad. La historia de Canarias también cuenta con un conjunto de personas cuyo quehacer, trabajo e investigación se proyecta más allá de su tiem-po histórico. Grandes personajes de la ciencia, la cultura o la economía. Personajes preocupados por querer conocer y desentrañar las claves del conocimiento, por indagar, por investigar, por observar el entorno; por tratar analizarlo, comprenderlo y divulgarlo. José de Viera y Clavijo es, sin duda, una de esas referencias esencia-les para Canarias, no sólo para el conocimiento de su propio devenir, sino para la valoración de su aportación a la historia general del cono-cimiento y de la Ilustración. Este realejero, de cuna humilde que inicia su formación en el Puerto de la Cruz, enamorado de París y de Voltaire, buen comunicador, políglo-ta, y casi indefectiblemente avocado al sacerdocio, seducido por Feijóo, impulsor de la primera publicación periódica ( Papel Hebdomadario), nos aporta el primer gran texto omnicomprensivo de nuestra historia: los siete libros bajo el título de Noticias de la Historia General de las Islas Canarias. Si importante fue la aportación de Viera al conocimiento de la his-toria, no menos lo fue su trabajo en defensa de la investigación y el conocimiento del patrimonio natural de las islas, sus esfuerzos en le elaboración del Diccionario de la Historia Natural, iban orientados a llamar la atención sobre la singularidad y la exquisitez de la naturaleza en Canarias. Es la gran aportación sistematizada que enraíza los cono-cimientos del medio natural en Canarias y que pone de manifiesto las posibilidades que ofrecen las islas como un laboratorio natural. Una obra escrita desde la madurez del retorno a Canarias de un hombre sin-gular, formada intelectualmente en los foros más vivos de las capitales europeas del siglo XVIII, que irradiaban los principios de la Ilustración y el despertar de unos movimientos prerrevolucionarios que cambia-rían la faz política y jurídica de Europa en la etapa contemporánea. Puede que sea una aportación aún modesta, pero es una magnífica oportunidad aprovechar la conmemoración del 275 aniversario del na-cimiento de Viera y Clavijo para apoyar esta publicación. Un libro que contribuirá a rescatar la memoria colectiva; a reivindicar y potenciar la aportación de personas que dedicaron su esfuerzo a la observación, a la indagación y al análisis, premisas todas indispensable para el avance de la ciencia. Nuestro reconocimiento y gratitud a la Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación, y la Vicepresidenta del Gobierno de Canarias, Excelentísima Señora Doña María del Mar Julios, por ava-lar e impulsar desde las más altas instancias políticas del Gobierno, el avance en la recuperación de todas aquellas personas que dedicaron su vida a investigar la historia y el patrimonio natural de Canarias. Es, con total certeza, el mejor anclaje para afrontar el futuro. De Viera también deberíamos aprender la necesidad de investigar el mundo des-de nuestra propia realidad; de conciliar los valores universales con la observación, el respeto y el reconocimiento de los recursos propios; de él podríamos aprender a revertir dentro lo que aprendamos fuera. Milagros Luis Brito Viceconsejera de Medio Ambiente ÍNDICE PRESENTACIÓN ............................................................................................................ 17 PRIMERA PARTE: BIOGRAFÍA .......................................................................... 23 INTRODUCCIÓN ........................................................................................................... 25 I. VIERA EN EL CAMINO DE LAS CIENCIAS ................................................................. 27 Un cuadro, eco de su personalidad ...................................................... 29 Descubrimiento de Feijóo ..................................................................... 41 El nacimiento de un predicador ............................................................ 44 La Tertulia de Nava ............................................................................... 47 Publica su primer libro. Demostración de su filiación borbónica ......... 54 Viera, aprendiz de historiador ............................................................... 56 Viera se encuentra con la Ciencia .......................................................... 59 II. VIERA SE VA A MADRID ...................................................................................... 61 Viera, Académico .................................................................................... 64 Publicación de la Historia de Canarias. ( 1772) ...................................... 66 Viera, traductor ...................................................................................... 67 Viera, tras los pasos de don Alonso de Quijano [ en La Mancha] .......... 69 III. VIERA EN PARÍS ................................................................................................. 71 Su vida en París ...................................................................................... 72 IV. VIERA REGRESA A MADRID .................................................................................. 77 El falso retrato de Viera .......................................................................... 79 V. VIERA VUELVE A EUROPA .................................................................................... 81 Viaje a Roma ........................................................................................... 81 Viena recibe a Viera ............................................................................... 85 VI. DE NUEVO EN MADRID ....................................................................................... 89 Viera, Arcediano de Fuerteventura ........................................................ 89 VII. VIERA REGRESA A CANARIAS ................................................................................ 93 La casa Viera y Clavijo en Vegueta .......................................................... 96 Viera se integra en la Real Sociedad Económica de Amigos del País ....... 98 El patriota Viera .................................................................................... 101 El poemario didáctico ........................................................................... 104 El Diccionario de Historia Natural ...................................................... 106 La añoranza por Madrid ....................................................................... 107 Viera, obispo accidental ....................................................................... 109 Voy a dormir ahora en el polvo ............................................................. 111 SEGUNDA PARTE: Documentos ductores .................................................. 113 INTRODUCCIÓN .......................................................................................................... 115 VIII. LA RAZÓN DE UNA SELECCIÓN .............................................................................. 119 IX. FORMACIÓN CIENTÍFICA .................................................................................... 121 Cursos científicos en París .................................................................... 121 X. VIERA, DIDÁCTA .............................................................................................. 129 El Síndico Personero ............................................................................ 129 Memoria para restaurar sombreros viejos ............................................ 131 Los Aires Fixos. Ejemplo de poema didáctico .................................... 133 Noticias del Cielo .................................................................................. 135 La Boda de las Plantas .......................................................................... 136 XI. LA HISTORIA NATURAL DE CANARIAS ................................................................... 139 BIBLIOGRAFÍA I Y II PARTE .......................................................................................... 151 ANEXO: CÓMO APRENDER A TRAVÉS DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA .................. 155 INTRODUCCIÓN ........................................................................................................... 157 1. OBJETIVOS DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA EN LA ENSEÑANZA Y APRENDIZAJE .......... 159 2. APLICACIONES DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA EN EL AULA .................................... 163 Como disciplina .................................................................................... 165 Integrada en las diferentes disciplinas ................................................ 166 Como recurso didáctico ......................................................................... 166 Como medio de determinar obstáculos epistemológicos .................. 167 Como estudio de la evolución histórica de determinados conceptos ....... 168 Como forma de analizar, elegir y secuenciar los contenidos de un curso ...... 169 Como ayuda para la comprensión de los distintos procesos del quehacer científico ........................................................ 169 3. DIVERSAS FORMAS DE UTILIZACIÓN DIDÁCTICA DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA ........... 171 Utilización didáctica de las Biografías de los científicos ...................... 173 Entrevistas realizadas a científicos ....................................................... 179 Documentos originales de los científicos ............................................. 180 El comentario de textos científicos e históricos .................................... 181 Actualidad Científica ............................................................................. 182 Experimentos históricos ...................................................................... 184 Vídeos .................................................................................................... 186 Exposiciones temáticas ......................................................................... 186 Exposiciones hechas por el alumnado .................................................. 188 Congresos del alumnado ....................................................................... 189 La Simulación o Juego de Rol ................................................................ 191 El puzle como estrategia de trabajo cooperativo .................................. 192 BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................................ 195 José Viera y Clavijo 17 PRESENTACIÓN La ciencia consiste en dirigir una mirada alrededor, sentir la sorpresa, preguntarse y ver Fernández Rañada La Ciencia es profundamente humana porque incide en lo más de-finitorio de nuestra condición de animales curiosos en el mundo. Por otra parte, vivimos en una época en que nuestras vidas están influen-ciadas directamente por la ciencia y la tecnología; por ello, sería desea-ble lograr tener ciudadanos científicamente cultos que sean capaces de seguir los mensajes científicos y tecnológicos que transmiten los dis-tintos medios de comunicación y que después de pasar la enseñanza obligatoria puedan integrar nuevos conocimientos de forma autónoma A ello quiere contribuir el proyecto Biografías de Científicos Canarios que propone un recorrido por la ciencia a través de sus protagonis-tas. Nos acompañan en este apasionante viaje varios científicos cana-rios que consideramos representativos de diferentes épocas: del siglo XVIII, D. José de Viera y Clavijo y D. Agustín de Betancourt; del siglo Biografías d 18 e Científicos Canarios XIX, D. Gregorio Chil y Naranjo y D. Juan León y Castillo; por el siglo XX, presentamos a D. Juan Negrín López, D. Blas Cabrera y Felipe, D. Telesforo Bravo Expósito y D. Antonio González González, todos ellos personajes ilustres cuya memoria queremos contribuir a recuperar en la tierra que los vio nacer para las generaciones actuales y futuras. Esta obra, formada por ocho biografías, pretende dar a conocer par-te de la historia de la ciencia en Canarias y divulgarla a las nuevas ge-neraciones para que nos permita comprender mejor nuestro presente y abordar los problemas de nuestro futuro. Por otra parte, queremos resaltar el lado humano de los científicos, sus grandezas y debilidades, es decir, mostrar una ciencia con rostro humano y poner de manifiesto que la ciencia es parte de la cultura que es otra mirada a la realidad, que nos da nuevos matices de la misma, mostrando que un científico es también un humanista. Igualmente, queremos dejar patente que detrás de cada investigación o descubri-miento existen además de ideas, seres humanos que las generan y que no suelen ser héroes inaccesibles sino que viven como la mayoría de la gente. En este sentido, Aarón Ciechanover que compartió el Premio Nobel de Química con Avram Hershko, en el 2004, se expresaba así ante los estudiantes que participaron en el Campus de Excelencia de la ULPGC, en junio del 2005: « ... Un Premio Nobel no es Dios, es una per-sona normal, que tiene brazos, piernas y ojos, a la que un día le cambia la vida, se le produce una mutación genética al ganar este galardón pero lo importante no es ganar el premio sino trabajar con entusiasmo e ir hacia la búsqueda de la verdad a través de la ciencia » . Entre los objetivos de este proyecto está también dar a conocer las profundas relaciones Ciencia, Tecnología Sociedad y medio Ambiente. Cada tomo consta de tres partes bien diferenciadas: la primera se refiere a la biografía del autor estudiado en la que hemos de resaltar Presentación José Viera y Clavijo 19 su carácter didáctico y educativo, que permite su fácil lectura y com-prensión, para ello, también se incluyen cuadros resumen y gráficos La segunda parte está formada por una serie de documentos seleccio-nados de textos originales del autor estudiado, a veces extractados por nosotros, a fin de facilitar su lectura por estudiantes de diferentes ni-veles educativos especialmente en el 2 º ciclo de la ESO, Bachillerato y Universidad y por el público en general. Se incluyen también otros documentos complementarios, atractivos para el estudioso en los que aparecen al final una serie de cuestiones ductoras cuya misión es guiar la lectura y el aprendizaje. Estas cuestiones son únicamente orientati-vas de las que pueden utilizarse teniendo siempre en cuenta los objeti-vos que nos hemos fijado. Esta es una característica diferenciadora de esta colección, que la justifica y le confiere un carácter inédito. En la tercera parte exponemos diferentes maneras de utilizar la Historia de la Ciencia para que constituya una nueva forma de aprender. La estructura de cada libro de la colección permite diferentes lec-turas y quiere responder a intereses muy variados. Su lectura puede empezar por las partes y capítulos que a cada lector más le interese, por tener los mismos una cierta independencia y por tanto podrá ser utili-zado como si de un hipertexto se tratase, navegando a través del mismo y saltando hacia aquellos aspectos que sean más interesantes para cada usuario, o puede ser también leído linealmente. Finalmente, queremos resaltar el carácter unitario de la colección. Las biografías de los científicos canarios presentan una misma estruc-tura y un mismo hilo conductor, teniendo cada una de ellas una in-dependencia, pero el conjunto de las mismas le dan a la colección un cierto carácter enciclopédico, abarcando en sus aproximadamente 1200 páginas una visión de conjunto de la historia de la ciencia en Canarias Presentación de la Colección Biografías d 20 e Científicos Canarios y de sus científicos, mostrando una Ciencia con rostro humano, con sus aplicaciones y sus implicaciones sociales. El tratamiento divulgativo y didáctico de los mismos garantiza que sean libros para ser releídos, in-terpretados y trabajados, principalmente por nuestros jóvenes, a través de los materiales, recursos y orientaciones didácticas incluidas en los mismos. Los coordinadores de la colección Francisco Martínez Navarro Emigdia Repetto Jiménez Presentación Retrato de Viera y Calvijo realizado por Carnicero en 1784 PRIMERA PARTE Biografía José Viera y Clavijo 25 INTRODUCCIÓN La figura de José de Viera y Clavijo se vincula, por lo general, a la his-toria, a la historia de Canarias, concretamente, quedando un tanto en-sombrecida su participación en el despegue de las ciencias canarias. La razón es bien sencilla, su obra magna en el terreno de las humanidades, Historia General de las Islas Canarias, fue publicada y ampliamen-te divulgada desde su impresión en 1772; por el contrario, su máxima aportación al conocimiento de la naturaleza canaria, Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias, vio la luz, y sólo parcialmente, en 1866. Ello favoreció la consolidación de un concepto que en la actua-lidad tiene sello popular y del cual será muy difícil desprenderse. La visión de un Viera científico pasa por conocer dónde, cuándo y cómo hizo ciencias este sacerdote, pues debemos entender, de antema-no, que él que vivió tan intensamente el siglo XVIII se desenvolvió en un marco intelectual que nada tiene que ver con nuestra actual coyun-tura cultural. En el siglo XVIII no se había profundizado lo suficiente en el conocimiento y permanecía, aunque con resquicios, la idea del saber humanista que se desprendía del Renacimiento. Ciencias y artes eran, en esencia, dos caras de una misma moneda. Primera parte: Biografía Biografías d 26 e Científicos Canarios Esta valoración del conocimiento humano comenzó a ponerse en tela de juicio, precisamente, con la Ilustración, en pleno siglo XVIII, disgregándose las Humanidades de las llamadas Ciencias puras para hacer de cada una de ellas dos terrenos « independientes » . Viera y Clavijo desarrolla el conjunto de su obra cuando dicha disgregación era ya un hecho, quedando él fuera de los grandes debates formulados por la intelectualidad europea que comprendía desde hacía tiempo que sólo por el camino de la especialización se podrían dar pasos de gigantes de los campos del saber humano. Viera no podía, por razones obvias, convertirse de la noche a la ma-ñana en un científico de reputación internacional. Había nacido en Canarias, en las Canarias del siglo XVIII, y en una cuna humilde. Tres condicionantes que le marcarían durante toda su vida llegando a ser las piedras de toque que expliquen la dirección tomada por el arcediano. José Viera y Clavijo 27 I. VIERA EN EL CAMINO DE LAS CIENCIAS Canarias es, y era mucho más en 1731, año del nacimiento de Viera y Clavijo en El Realejo de Arriba, un territorio excesivamente alejado de Europa. Realidad geográfica que ha impedido normalmente que nues-tros talentos accedieran sin barreras a los centros culturales hispanos o europeos. Tan solo una élite ha sido capaz de franquear los obstácu-los para entrar en contacto directo con la cultura generada en el Viejo Continente. Para colmo, Canarias no poseía entonces ningún centro educativo cualificado, y tan sólo un par de « escuelas » cubrían las necesidades de una población que estaba condenada a ser analfabeta desde la cuna hasta la tumba. Ni que decir tiene de contar en cualquiera de las Islas Canarias con un laboratorio, y los únicos templos del saber se concen-traban en bibliotecas particulares cuyos propietarios, a riesgo de ser denunciados por la Inquisición, adquirían libros para el disfrute perso-nal y familiar. Otro inconveniente personal de José de Viera era su procedencia, ya que su familia, además de numerosa, era muy humilde. A pesar de ello, sus padres entendían el potencial emancipador que tiene la cultura Primera parte: Biografía Biografías d 28 e Científicos Canarios y procuraron que sus hijos estudiaran, aunque sólo fuera para curas. En aquellos tiempos la carrera eclesiástica era una salida factible para cualquier joven con talento que no contaba con el dinero suficiente para pagarse unos estudios superiores. Entonces, a través de cartas de recomendación de sacerdotes, los cuales abundaban en la familia Viera y Clavijo, se lograba que el joven en cuestión ingresara en un convento. Es el caso de José de Viera y Clavijo. Viera entró de lleno en la ciencias a partir de 1777, a raíz de hacer un viaje a Francia, aunque es cierto que ya había hecho sus pinitos con el análisis de un eclipse de sol, o las descripciones de una aurora boreal, simples narraciones que están más cerca de la literatura que de la cien-cia. Sin embargo, después de asistir en París como alumno a varios cur-sos intensivos sobre Química, Física, y Ciencias Naturales, su actitud ante el conocimiento humano cambió radicalmente para descubrir un amplio abanico de posibilidades. En aquellos días sus problemas económicos habían despareci-do, al vivir bajo la protección de un mecenas madrileño que le daba rienda suelta a la hora de hacer gastos en la adquisición del ma-terial imprescindible para equipar un laboratorio o comprar libros técnicos. De manera que se aprovechó de una situación privilegia-da para encontrar el verdadero camino de una vocación oculta, las Ciencias que compaginaría hasta el final de sus días con la Historia y la Literatura. Cuando Viera tuvo que abandonar Madrid y regresar a Canarias, cosa que hizo a una edad madura en la cual ya estaba consolidado como científico dieciochesco, descubrió las posibilidades que tenía su tierra natal. Canarias era un gigantesco laboratorio donde miles de plantas, animales y piedras le esperaban para que las analizara. Un gigantesco campo de experimentación que fue entendido como reducto de la tierra José Viera y Clavijo 29 virgen que hasta la fecha había sido muy poco explotada y cuya herencia estaba aún por disfrutar. Canarias se convierte entonces en su marco referencial para investigar sus aguas, su cielo, su agricultura… aceptando que sus estudios, redactados la mayoría como memoriales, eran aportaciones par-ticulares a un todo mucho más amplio que se concretaría con la redacción en 1799 de su Diccionario de Historia Natural. Hizo de su casa, en la plaza de Santa Ana, un baluarte de las cien-cias, llegando a montar un pequeño laboratorio que estaba equipado con un instrumental de vanguardia adquirido en Europa. En él desa-rrolló una intensa actividad científica cuyo valor y reconocimiento se desprende del nombramiento del que se hacer acreedor en el año 1803 cuando desde Francia le llega su título de académico correspondiente de la Academia de Ciencias de París. I. 1. Un cuadro, eco de su personalidad Un par de meses antes de fallecer, don José se negó a posar para su viejo amigo José de Ossavarry Acosta, pintor de medio pelo que estaba llamado a inmortalizarlo a través de un retrato que al margen de ser la mejor obra del artista, es el reflejo de toda la vida intelectual de Viera. Portadilla de su manuscrito Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias. Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 30 e Científicos Canarios Se sentía mayor, y los 82 años de existencia que cargaban sus es-paldas le indicaban que sus días estaban contados. Le quedaban las fuerzas justas para ir cerrando capítulos de los asuntos pendientes y el confort de quien tiene la impresión de haber dejado huella. No en vano había logrado trastocar los cimientos de la cultura canaria gracias a la extrapolación de conceptos universales al marco del cosmopolitismo regional. Ossavarry era consciente de que frente a él debía haberse sentado una leyenda viva, un personaje inquieto, lleno de vitalidad y prisas, que tenía pendientes algunos estudios y otros tantos análisis sobre asuntos intelectuales que le tenían consumido el día y la noche. A pesar de que el retrato era un encargo oficial hecho por Graciliano Afonso en nom-bre del Cabildo catedralicio, Viera no compareció a la cita dando por respuesta una copia de su retrato de 1784 para que el pintor grancanario lo interpretara. Ossavarry sabía, ade-más, que Viera le daría un prestigio en el ámbito local que le permitiría impulsar su propia carrera. Así lo ha-bía entendido cuando en 1807 le dio a la estampación un grabado suyo para que Viera lo utilizara como frontispi-cio de su Librito de la Doctrina Rural para que se aficionen los jóvenes al estudio de la agricultura propia del hombre. El retrato de Viera denota sobre todo sapiencia a través de un rostro paliducho, de piel blanquecina, res- Grabado de Ossavarry para ilustrar un libro sobre la enseñanza de la agricultura redactado por Viera José Viera y Clavijo 31 guardado siempre del sol al dedicar sus horas a las estancias de ga-binete. Destaca la anchura de su frente, indicador intelectual, que se nos presenta reforzada por un haz de luz que actúa a modo de icono evidenciando el ideario de la filosofía racionalista. Esa luz que pone de manifiesto el viaje ideológico hecho por los ilustrados hacia la Verdad partiendo de las sombras. Por lo demás, ojos grandes, labios delgados, de fina comisura, propios de la palabra educada, nariz aguileña, repleta de astucia…. Su cuerpo escondido, flaco, huesudo y alto, enfundado en una austera sotana dominica, pobre y eco de unas creencias que jamás abandonó. El retrato está incrustado en un óvalo, y a sus pies, una serie de atri-butos insisten en las aportaciones hechas por el protagonista en el te-rreno de las ciencias, de las artes y de las letras. Retrato de Viera hecho por Ossavarry en 1812 Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 32 e Científicos Canarios No es éste el único retrato que se conserva del arcediano José de Viera y Clavijo, pues el marqués de Santa Cruz de Mudela al saber que su amigo se retiraba definitivamente a Canarias le proporcionó un re-tratista para que lo inmortalizara. Fue en aquella ocasión modelo para Isidro Carnicero, uno de los artistas más renombrados del academicismo dieciochesco español que ostentaría durante mucho tiempo el cargo de Director de la Real Academia de San Fernando de Madrid. Ambos se conocieron en 1780 a través de un amigo común, Pedro Lozano, logrando éste del artista va-rios apuntes al grafito que con posterioridad fueron llevados al tórculo para ilustrar su poema « Aires Fixos » . El retratado fue, en verdad, Díaz Monasterio y no Viera ya que al poco parecido entre ayudante y abate debemos sumar la presencia de casaca y peluca, siguiendo la moda cor-tesana, en suplantación de la austera sotana de un cura pobre, econó-micamente hablando. Cosa muy distinta es el que se considera « retrato oficial » de Viera, un retrato de tres cuartos inscrito en un medallón ovalado que fue rea-lizado en Madrid por un grabador de la talla y prestigio de Joaquín Fabregat a partir del dibujo de Carnicero. Sabemos que José de Silva instó a Viera a posar, costeando la obra como muestra de amistad y agradecimiento. El homenajeado repartió como acto de despedida de Madrid un buen número de estas calcografías, al verse joven, bien pa-recido, e hizo constar en la leyenda la posesión de su prebenda, lo cual significa que el retrato contempló a un Viera cincuentón, ya que obtuvo la dignidad de la Catedral de Santa Ana en el año 1782. El perfil personal del escritor forma parte de su currículum y los bió-grafos que lo han tratado lo describen como un hombre « de estatura más bien alta que mediana, delgado, de ojos grandes de color pardo, hermoso… las cejas básicamente arqueadas, frente grande y despejada, José Viera y Clavijo 33 nariz casi recta y bien proporcionada; la boca, amplia, agraciada, era al-gún tanto larga; barba pequeña, el color del rostro, blanco, pero pálido y descarnado a la vez… » ( José Batllori y Lorenzo, 1913). Hombre enjuto, enemigo del ejercicio físico por preferir desde niño los libros a los juegos. Agraciado bailarín que se benefició de los pasos de la contradanza al entenderlo como parte de una herencia cultural que debían cultivar todos los allegados al movimiento ilustrado por ser éste un baile de moda en Francia, madre de sus desvelos. Cioranescu lo trata de holgazán y perezoso, persona lenta que sólo tenía despierto el ánimo para los libros y sus cuadernos. Comelón, en-fermizo… y otros muchos calificativos que se le han añadido gracias a haber dejado tras de sí una enorme correspondencia mantenida con sus amigos en la que confiesa sus puntos débiles, sus interioridades y preocupaciones personales. Viera llega a ironizar sobre su falta de voluntad, achacando su estado a una singular pasividad heredada de los aborígenes canarios: modorra guanche, decía. Cierto es que fue un hombre de constitución delicada y que ya en la cuna presentó graves problemas de salud como lo de-muestra el hecho de recibir las aguas bautismales en su propia casa de El Realejo de Arriba. A pesar de ello vivió 82 años, y nadie puede decir que en ocasión alguna lo vio verdaderamente enfermo. I. 2. Los orígenes de Viera José Antonio del Álamo Clavijo, que éste es su verdadero nombre, no podía en sus orígenes aspirar a ser otra cosa que sacerdote. Los condi-cionantes familiares y las circunstancias sociales le conducirían inevi-tablemente hacia la carrera eclesiástica. Los curas abundaban tanto en Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 34 e Científicos Canarios su entorno que hasta su propio padre llegó a tomar las órdenes meno-res, ejerciendo de clérigo en la capellanía fundada por García González Viera. José de Viera y Clavijo nació el 28 de diciembre de 1731 en una mo-desta casa situada en la calle del Agua del Realejo Alto o de Arriba que aún se conserva, aunque muy trastocada en lo que se refiere a su es-pacio interior. Su nacimiento en Los Realejos y no en la Villa de La Orotava, de donde era oriunda su familia, se debe a un episodio más del continuo trasiego que su padre, Gabriel del Álamo, practicó durante toda su vida. Gabriel del Álamo y Viera, padre del historiador, fue una persona verdaderamente curiosa que nació en La Orotava en 1696, falleciendo en San Cristóbal de La Laguna en 1773. Sus hermanos José Antonio, Domingo Francisco y Francisco fueron sacerdotes que alcanzaron renombre dentro y fuera de Canarias. El joven Gabriel, cuarto y últi-mo de la prole, estuvo tentado de culminar unos estudios religiosos que se vieron truncados al contraer matrimonio en El Realejo Alto con Lucía García de Estrada ( La Orotava 1696 – 1722). La vida de Gabriel trascurría, por entonces, sin sobresaltos, cobijándose a la sombra que le daba su familia y la de su joven esposa. Ambos reci-bieron con alegría a Gabriela Josefa Antonia su hija, nacida en La Orotava en 1717, al año justo de su casamiento. Sin embrago, la con-trariedad llegó en 1722 cuando Lucía, en pleno mes de agosto, el día 20, fallecía dejando solo a Gabriel del Álamo con la responsabilidad de criar a la pequeña. Pero, a grandes males grandes…, y Gabriel encontró pronto sustituta para su casa, pues a los cuatro meses del entierro de Lucía García contrajo matrimonio ( 25 de diciembre de 1722) con Antonia María Clavijo ( La Orotava, 1698 - Puerto de la Cruz, 1772). José Viera y Clavijo 35 Con Antonia María Clavijo, quien era hermana del padre de José Clavijo y Fajardo, otro importante hombre de letras del período ilustra-do, no perdió el tiempo, y fruto de su matrimonio fueron diez hijos más, a saber: Josefa Jacinta, nacida en La Orotava en 1723; Antonio José Domingo, nacido en La Orotava en 1724; Nicolás Antonio, nacido en La Orotava en 1726; Gabriela, nacida en La Orotava en 1728; Antonio Francisco José, nacido en 1730 en El Realejo Alto; José Antonio, nues-tro personaje, nacido en 1731 en El Realejo Alto; Antonia Florentina de la Trinidad, nacida en el Puerto de la Cruz en 1734; Felipe Nicolás Domingo, nacido en el Puerto de la Cruz en 1735; María Josefina, naci-da en el Puerto de la Cruz en 1737; y Andrés Domingo, nacido en 1743 en el Puerto de la Cruz. Hijos, como se aprecia, nacidos en tres de las cuatro localidades ti-nerfeñas en las que residió el clan Álamo: La Orotava, Los Realejos, y Puerto de la Cruz, ya que hasta el año 1757 no pasaría a La Laguna para ejercer como escribano mayor. Su actividad laboral reconocida se inicia con el nombramiento de Alcalde Real del Realejo Alto en el año 1731, cargo que pronto abandona ( 1732) para tomar posesión del despacho de la escribanía del Puerto de la Cruz que había quedado vancante por Imagen retrospectiva de la casa natal de Viera situada en la calle del Agua del Realejo Alto Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 36 e Científicos Canarios fallecimiento de su titular Baltasar Vandama. Su nuevo empleo suponía un salto cualitativo en el escalafón social y sobre todo un aumento con-siderable en los ingresos de una familia de nueve miembros. Así, de esta manera, el benjamín, por ahora, de la familia, José Antonio, se traslada del Realejo Alto, lugar donde había venido al mundo, al Puerto de la Cruz, ciudad en la que pasaría su prolongada juventud. José de Viera y Clavijo tuvo en sus hermanos sus primeros maestros, compañeros a la vez de juegos y correrías que le enseñaron a moverse con destreza por el cosmopolitismo que se respiraba en La Ranilla, el populoso barrio de mercaderes y pescadores en el que se trasegaba con todo, libros incluidos. De este modo, podemos considerar que el Puerto de la Cruz, su bu-lliciosa vida, fue el primer aula a la que asistió con aplicación el niño Viera y Clavijo. Él mismo escribe en su primera obra seria, Vida del noticioso Jorge Sargo: « … pues como niño no pude hacer cosas memo-rables, que en el intento que llevo, de darte noticias de mi patria ( que aunque la propia ignoro) tengo al Puerto de La Orotava de la isla de Tenerife por tal.. » . El Puerto de la Cruz era, en estos mo-mentos, el lugar idóneo para contactar con la cultura europea, y un espíritu abierto, ansioso de aprendizaje, como el suyo supo aprovechar la ocasión que se le brindaba para practicar su afición favorita: leer. La localidad había prosperado como puerto de mar, asentándose en el pago muchos ex- Ilustración de su libro Jorge Sargo, realizada por Viera a los 14 años de edad José Viera y Clavijo 37 tranjeros, ingleses y franceses preferentemente, que guarda-ban un espacio de sus alforjas para unos libros prohibidos por los que los enemigos del Santo Oficio pagaban auténti-cas fortunas. Él mismo llegó a trapichear más de un volumen con el « contrabandista » que era popularmente conocido como Arnald van Stemford. Sus lecturas dieron fruto muy pronto y la primera noti-cia nos llegan de cuando Viera era un adolescente, contando tan sólo con 14 años de edad. El prodigioso joven se atrevió entonces a escribir biografías, a redactar novelas, y hasta componer versos. Su producción es, por estas fechas, una producción de sesgo mimético, al practicar un método de iniciación reproduciendo lo que captaba en infinidad de lecturas que le daban la inspiración para luego readaptarlas a su entorno y circunstancia. Es eso lo que en verdad hizo cuando escribió Vida del Noticioso Jorge Sargo emulando a Mateo Alemán ( 1547 – 1613) y su archiconocido Guzmán de Alfarache ( 1599), un noble representante de la novela picaresca es-pañola del que Viera toma la estructura básica para su Jorge Sargo. Un detalle interesante que se desprende de esta primitiva acción de Viera es su toma de posición frente a la literatura, el arte y la ciencia. Desde sus orígenes establece una conexión entre todos los terrenos del saber humano aceptándolo como parte de un modelo de actuación, de Emblema de la Inquisición, institución con la que Viera tuvo algunos problemas Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 38 e Científicos Canarios creación, que mantendrá a perpetuidad mejorándolo sólo con el deve-nir de los años y la experiencia de su propia existencia. Como ejemplo pongamos el propio título de la novelita Vida del Noticioso, una clara referencia a su interés por la historia expresada a través de un género literario, la novela. Jorge Sargo, su protagonista, podía haber sido fu-lanito de tal, pero escogió un apellido muy recurrente. Sargo en honor a un pez que tiene una especial astucia para devorar la carnada esqui-vando el anzuelo. Ésta sería, como sabemos, una de las cualidades más elogiosas de Viera, un sacerdote que jugó peligrosamente con los tribu-nales de la Inquisición, paseando con su trabajo sobre la delgada línea que hacía frontera entre lo permitido y lo prohibido. Una segunda obra, citada por él mismo en sus Autobiografía fue la Historia de Santa Genoveva, un trabajo desaparecido en la ac-tualidad, del cual se le supone que fue una inspiración prematura de dos de sus grandes amores: París y Voltaire. Santa Genoveva es, como sabemos, la patrona de París, capital de capitales, donde se fraguaba todo lo que él daba por bueno en el siglo XVIII, el siglo que le tocó vivir. Pero es que, además, Voltaire, en su juventud, tradujo una Oda a Santa Genoveva escrita en su día por el padre Le Jay; una casualidad no demostrada pero factible por cuanto que Viera mantu-vo desde muy joven el rumbo marcado por Voltaire hasta el punto de aceptarlo sin ambages como su mentor espiritual en mil y un asuntos de filosofía. Por aquellos años juveniles se adentró en la poesía, más bien en la « versicología » o el extraño arte de hacer rimar las palabras para escon-der las verdaderas ideas. Modo y método puestos de moda desde las cortes versallescas y extendido a todo Occidente que se entendía como sinónimo de intelectualidad, cuando en realidad era un virtuosismo al que fácilmente se llega con una mínima práctica. José Viera y Clavijo 39 Viera, el joven, encontró un campo de expresión idóneo a su vivaz imaginación y a su afilada lengua, y pronto se encomendó a lo que él creía que era un lenguaje cortesano, refinado y sabio. Bajo el formato de loas, entremeses, coplas o villancicos escribió infinidad de poemas, de versos pareados, décimas, endecasílabos… a los cuales les puso los pomposos nombres de « El Rosario de las Musas » , « Las Cuatro partes del día y las ocupaciones ordinarias del hombre en ella » , « Abecedario de los nombres más usados de hombres y mujeres » , « Baraja de cuaren-ta con equívocos y retruécanos… » , es decir, un conjunto de escritos en los que se aprecia que el joven Viera era un volcán a punto de explotar que no encontraba, en ese momento, el cauce adecuado para derramar todo lo que llevaba dentro. A pesar de ello, debemos valorar la certeza de los palos de ciego que estaba dando en ese momento, ya que aún desactivado disparaba los dardos en la dirección correcta. En su interior bullía la necesidad de comunicar grandes ideas, portentosos ideales, en los que se cultivaban la didáctica, la moral y las artes, tres conceptos básicos que evoluciona-rán positivamente a lo largo de su existencia haciéndose presentes en infinidad de obras salidas de su pluma. Poco se apartaba, por entonces, del barroquismo imperante, pues no en vano el Barroco no sólo era el arte oficial español de mediados del Setecientos, sino que este estilo se identificaba ya con lo español adaptándose a los gustos populares y desbordando los ámbitos mera-mente intelectuales. Como ejemplo ilustrativo de su filiación está su manuscrito Fruta Verde del Parnaso, una colección de poemas propios de la inmadurez ( verde) que recogen la más variada temática y cuyo principio y final es todo un enigma. Escribía en los ratos perdidos que le dejaban sus estudios oficiales de filosofía peripatética y teología escolástica, dos materias imprescin- Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 40 e Científicos Canarios dibles para toda persona que aspi-rase a tomar los hábitos. En efecto, desde muy joven su padre le indicó el camino del púlpito haciéndole ingresar como aspirante a clérigo en el convento de Santo Domingo de la Villa de La Orotava donde te-nía su particular feudo la Orden de Predicadores. El convento de San Benito era en aquellos días una auténtica univer-sidad ya que contaba no sólo con un elenco de excelentes « profesores » , sino con una importante y bien sur-tida biblioteca. A pesar de ello, él no recordó nunca con afecto su paso por el convento, calificando sus ense-ñanzas de tenebrosas, lóbrega noche de estos miserables estudios. Cierto es que el proyecto educativo del centro nada tenía que ver con la filosofía de la Razón ya que los dominicos se aferraban al dogmatismo, cerrando filas en torno a la fe. Pero no es menos cierto que el sistema tenía fisuras y que entre los cientos de libros que la biblioteca del convento tenía se encontraban los volúmenes de dos obras trascendentales en la vida de Viera: Teatro Crítico Universal y Cartas eruditas y curiosas. I. 3. Descubrimiento de Feijóo Viera dio, sin saberlo entonces, un paso de gigante al aproximarse al convento de San Benito de La Orotava, por cuanto que este centro Claustro del convento de Santo Domingo, donde estudió Viera José Viera y Clavijo 41 religioso escondía un tesoro, su biblioteca, que había sido conformada por las muchas aportaciones de libros que le habían hecho una serie de profesores que estaban en la línea de cambiar el sentido del pensamien-to imperante. Sería mucho decir que la herencia medievalista representada por el aristotelismo peripatético o la escolástica estaban en crisis en este si-glo, pero sí es cierto que ya algunas personas apuntaban maneras que darían cambios sustanciales. Viera sería, más pronto que tarde, uno de ellos. En el convento dominico se daban con erudición clases de Teología, de Filosofía y de Gramática, pero también se aprendía Geografía, Historia, Química, Medicina e Idiomas con especial presencia del Francés y del Inglés. También se enseñaba Griego, y desde luego se hablaba de co-mún en latín. Estas materias e idiomas tenían una correspondencia bi-bliográfica en los anaqueles de la mencionada biblioteca que sería para don José una ventana abierta hacia el universo. Además de los libros, allí estaban los profesores que los recomen-daban intentando esquivar los peligros que comportaban determina-das indicaciones, pues el Tribunal de la Inquisición acechaba en todas las esquinas. Uno de ellos fue Fray Agustín Verau, personaje crucial en la biografía de Viera pues fue él, y no otro, quién le indicó el camino que le conduciría al que sería de ahora en adelante su maestro: Benito Jerónimo Feijóo. « El Griego » , apodo que le aplicaban a Verau, fue un erudito que desde su cátedra de Artes auspiciaba un trastoque en el método de en-señanza que se practicaba intramuros, siendo Feijóo una de sus herra-mientas favoritas. Viera nunca escondió que este autor fue decisivo en su formación, y en 1812, al escribir sus Memorias, trata el episodio con una vehemencia Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 42 e Científicos Canarios desconocida y poco frecuente en el polígrafo: « … aquí que en medio de la lóbrega noche de estos miserables estudios, llegó de improviso a alumbrarle una ráfaga de feliz claridad. Por fortuna le dio a leer un amigo suyo las obras críticas de Feijóo; y al paso que las iba leyendo, o más bien devorando, se iba presentando a su razón otro nuevo modo científico, y a su espíritu otros inmensos horizontes. Así fueron éstas como las primeras semillas de cultura y de literatura sensata, porque sin pérdida de tiempo se aplicó a traducir el inglés, francés e italiano, con algunas nociones de griego; cuyos libros, instruyéndole, desempa-ñándole y divirtiéndole, le hicieron vivir en el siglo de las luces en que mucho no viven » . La confesión que hace Viera debe tomarse como parte de un testa-mento ideológico al declarar su inclinación hacia el Racionalismo, ha-cia una filosofía vanguardista ya admirada desde sus años mozos y la conciencia de su participación activa en el Siglo de las Luces. Retrato de Benito Jerónimo Feijóo, mentor cultural de Viera José Viera y Clavijo 43 Los libros que el propio Viera « devoró » aún se conservan y basta hacer un repaso a algunos discursos publicados por Benito Jerónimo Feijóo Montenegro en su Teatro Crítico Universal ( ed. 1726- 1740) para encontrar paralelismos entre ellos. Aun no existiendo un estudio comparativo entre Feijóo y Viera no es difícil captar la influencia del gallego sobre el canario a partir sólo de los enunciados de los discursos que componen su Teatro Crítico: En su primer tomo « Voz del Pueblo » ( Discurso 1); « Medicina » ( D 5); « Astrología Judiciaria y Almanaques » ( D 8); « Música de los Templos » ( D 14); « Defensa de las Mujeres » ( D 16). En el segundo de ellos nos encontramos con: « Historia Natural » ( D 2); « Peso del Aire » ( D 11) y así sucesivamente. Como máxima evidencia de dicha correspondencia entre estos autores, Alejandro Cioranescu nos señala la influencia de Feijóo en la obra poética Los Meses, de Viera, quien recoge la costum-bre china mantenida por el emperador de salir antes que nadie al cam-po para dar ejemplo y agraciar las labores agrícolas; una costumbre cuya existencia le llega a Viera a través del Teatro Crítico Universal. El descubrimiento que hace José de Viera no es otro que el enciclo-pedismo, una tendencia proveniente de Francia que hizo furor en el resto del mundo empeñada en desarticular el hermetismo gremialista y poner el conocimiento a disposición del hombre en general. De ahí pro-viene la idílica y simbólica imagen de la luz que desarma a las tinieblas, del saber frente a la ignorancia. Viera sintió desde el hallazgo un enorme respeto por quien conside-raría de ahora en adelante su maestro « indirecto » , y en varias ocasiones se refiere a él con el tratamiento de « el ilustrísimo Feijóo » queriendo, en última instancia, copiar de aquél la demoledora forma de concebir la verdad apoyándose en argumentos que le conferían una autoridad incuestionable. Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 44 e Científicos Canarios I. 4. El nacimiento de un predicador Su tendencia natural a comunicarse encontró el cauce adecuado en el sacerdocio, demostrando desde los días de estudiante que él tenía un don especial para el púlpito. Una práctica común en el método de enseñanza del convento dominico eran los debates claustrales en los que el alumno se ejercitaba a partir de la defensa o ataque de un asunto filosófico predeterminado por el profesor. Viera destacó sobremanera en esta práctica quedando claro para los restos que ese sería un buen camino para desarrollar su labor pastoral. Concluidos sus estudios, aprovecha, junto a otros jóvenes aspirantes, una estancia en La Laguna del obispo Juan Francisco Guillén llevada a cabo el año 1750 para, de su mano, recibir las llamadas órdenes meno-res, lo que en realidad venía a ser una mayoría de edad. Un poco más tarde viaja, por primera vez y sin saber que aquella sería su ciudad de adopción, a Las Palmas de Gran Canaria, encontrándose frente a frente con el obispo Valentín de Morán quién delante del altar de Santa Ana lo convierte definitivamente en cura. Previamente había pasado por el subdiaconato, por la capellanía de coro de la iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia y antes de ser nombrado presbítero, cuando con-taba con 32 años de edad, obtuvo una anhelada licencia que le permitía predicar abiertamente los asuntos religiosos. Para entonces, en 1763, residía en La Laguna, ciudad a la que su padre se trasladó tras obtener un puesto de escribano mayor del Cabildo en 1757. En aquellos años su mayor preocupación era la de alcanzar cierto prestigio en el seno de la comunidad cristiana concentrando su aten-ción en el sermón como vehículo de expresión moral. Su empeño fue tal que obtuvo una merecida fama como orador, a la vez que perfeccionó el sistema de comunicación de tal manera que cada día se acrecentaba su José Viera y Clavijo 45 fama hasta el punto de ser consciente de que sobre el púlpito no tenía en Canarias competidor serio. La temática de sus predicaciones fue casi siempre la misma, encon-trando en la hagiografía un filón inagotable y recurrente. De este modo las ejemplares vidas de santos y santas le venían como anillo al dedo para emprender batallas morales que debían, según su estrategia, mo-dificar el comportamiento de la feligresía. Como prueba del estilo que por entonces practicaba se conserva un sermón dedicado a San Antonio de Padua, predicado en la iglesia de San Francisco del Puerto de la Cruz el 13 de junio de 1756. El sermón no tiene nada de especial, pero le valió una reprimenda del inquisidor Alonso Falcón y Alarcón quién se leyó el sermón a instancias de la denuncia presentada ante el Santo Oficio por Fray Antonio Peraza. El motivo de la controversia no fue otro que los evidentes cambios de estilo que pretendía introducir Viera en la elocuencia imperante en el ministerio eclesiástico. Los tiempos estaban cambiando y don José quería aportar su grano. Y en verdad lo aportó, pues comenzó a ad-quirir fama de buen predicador solicitándose sus servicios en actos de renombre e importantes festividades. La prueba de ello la tenemos el 8 de junio de 1769 cuando fue invitado a la tribuna principal para que di-sertara con motivo de la reinauguración del convento de los dominicos en la Villa de La Orotava. Su conocimiento de idiomas extranjeros contribuyó de forma deter-minante a su aproximación a la oratoria francesa, mucho más liberal y vanguardista que la oratoria estulta que dominaba a la sazón en las islas, explica él mismo. De esta manera no es descartable, como apunta en varias obras el erudito Roméu Palazuelos, que fuese su fama de buen orador la carta de presentación que le valió su ingreso en la Tertulia de Nava. Carta Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 46 e Científicos Canarios que se reforzó cuando entabló una discusión abierta con Fray Francisco Guzmán. Una batalla que duró diez largos años, 1760 – 1770, en los cuales se estableció un pleito entre lo barroco y lo neoclásico defendido domingo a domingo desde los púlpitos laguneros. Su estilo de predicar comenzó a cobrar adeptos encontrando en La Laguna una tierra fértil, con abundancia de sacerdotes, en la que su voz se convertía en semilla. De hecho, La Laguna contaba desde 1744 con la universidad Agustina y Viera, sabedor de su repercusión, compuso en 1767 un Soneto en elogio al nuevo método de predicar abrazado por la mayor parte de los oradores de la Octava de Nuestra Señora de los Remedios. El culmen de su proceso llega al año siguiente cuando se atreve a re-dactar, sin que nadie se lo pidiera, un prólogo para una obra que estaba haciendo furor en medio de la iglesia europea. Leyó, primero, y tradu-jo, posteriormente, el Traité de la Doctrine Chretienne el orthodoxe ( París, 1703) redactado por Elías Dupín, un sacerdote francés nacido en 1657. El prólogo es toda una declaración de intenciones, a pesar de no descubrir que llegó a su lectura después de consultar el Teatro Crítico Universal de Feijóo quién citó a Louis Elías Dupín en el dis-curso « Uso de la Mágica » . Denuncia, según la opinión de Infantes Florido, el fanatismo religioso que era tomado como piedra angular del adoctrinamiento cristiano. Aboga, a su vez, por un cambio radi-cal del método basándose en el reconocimiento de los verdaderos fundamentos de la religión. Para dar crédito a sus postulados no duda en apoyarse en las ideas proclamadas por autores que ya se co-nocían en la Europa ilustrada. Es el caso del Padre Mas, de Melchor Cano, de Natal Alexandro, de Bossuet, de Bourdaloue, de Fleury o del italiano Concina…, sacerdotes que firmaban respectivos estudios José Viera y Clavijo 47 de teología en los que se vislumbra un pleito que con el tiempo al-canzaría al propio Viera, el pleito entre Razón y Fe. I. 5. La Tertulia de Nava El año 1757 es crucial en la vida de Viera y Clavijo, pues fue en este año cuando su carrera conoció un avance espectacular a consecuencia del traslado que su padre, Gabriel del Álamo, hace de su familia hacia la ciudad de San Cristóbal de La Laguna. Viera era ya un hombre avispado de 26 años de edad que llegaba a La Laguna con una experiencia más que aceptable en asuntos religiosos, amén de resuelto poetastro cuya curiosi-dad por las cosas terrenales parecía no tener fin. Para él, La Laguna fue un marco de desarrollo ideal en el que dio rienda suelta a muchas de sus preocupaciones creativas, empezando por la redacción en 1758 de una segunda parte de la obra del Padre Isla, Fray Gerundio de Campazas, en la que insistía en lo perjudicial que era un mal orador sobre un púlpito. Denunciaba los panegíricos desatinados y se burlaba de los errores de bulto cometidos por los sermoneadores « profesionales » cuya oratoria plúmbea era más insoportable que sus invenciones teológicas. Entrada para una tertulia madrileña Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 48 e Científicos Canarios Este trabajo, junto a otros como el que narra los festejos laguneros en honor al nombramiento de Carlos III como rey de España, fue un aval que superaba la « inscripción » inicial de un club tan selecto como era la Tertulia de Nava. Un club formado por aristócratas que abrie-ron, por una sola vez, sus puertas a un hijo del pueblo que aún siendo vástago de un escribano mayor del Cabildo no disponía de capitales, ni otros posibles… sólo era capaz de ofrecer su ingenio. A ella llegó Viera y Clavijo de la mano de Cristóbal del Hoyo Solórzano, marqués de San Andrés, persona que había hecho de la tertulia su asilo particular des-pués de haber trotado mundo. La Tertulia de Nava está considera como una evidencia que demues-tra la existencia de una discutida « ilustración canaria » . Una reunión no periódica celebrada, al menos, desde 1752 por espacio de dos décadas. Como sede « oficial » tenían en el palacio de Nava, en una habitación de la planta baja con los auspicios de su propietario, Tomás Lino de Nava Grimón y Porlier, V marqués de Villanueva del Prado. Hacia 1765 acu-dían con asiduidad, pero también con intermitencia, Juan Bautista de Palacio de Nava, en La Laguna, lugar donde se celebrara la afamada Tertulia José Viera y Clavijo 49 Franchy, Fernando y José Antonio de la Guerra, Martín y Lorenzo de Salazar, Fernando de Molina, Agustín de Béthencourt, José de Llarena y Mesa, Miguel y Domingo Pacheco Solís, Andrés Alfonso Gállegos, Juan Antonio de Franchy, Tomás de Nava, como anfitrión, y José Viera como postrero agregado. También rondaron el salón el nombrado Cristóbal del Hoyo, Juan Antonio Urtusáustegui, Bernardo Valois Cólogan, Juan de Castro y Soria y los Herrera Leiva. La Tertulia era, básicamente, una reunión de amigos que pasaban al-gunas tardes laguneras discutiendo y filosofando sobre las noticias del mundo, desarrollando una actividad cultural de sesgo crítico que com-partían con divertimentos de salón: bailes y juegos de naipes. El mar-qués era espléndido, convidando a los reunidos con café, chocola-te, agua de cerezas, miel…, pero, a la vez, brindando a los más « hambrientos » , entre los que se encontraba Viera, a despacharse a gusto con su biblioteca, la me-jor de Canarias de mediados del siglo XVIII. Allí se encontró el joven clérigo con obras que es-taban proscritas, redactadas por autores que sólo conocían de oí-das. Tomás de Nava disfrutaba de un estatus especial dado su poderío social y el volumen de su bolsa. Él acumuló sin restriccio-nes libros del marqués d’Argens, de Fontenelle, de Montesquieu, Retrato de Voltaire, ideólogo que marcó la vida de Viera y Clavijo Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 50 e Científicos Canarios de Rousseau y otros muchos ilustrados franceses encabezados, desde luego, por Francisco María Atouet de Voltaire. Ocasionalmente, la Tertulia realizaba excursiones campestres visi-tando lugares de interés como era la ermita de Nuestra Señora de las Mercedes para merendar en la casa del Agua, bailar allí la contradanza y pasar la tarde jugando a los naipes con la participación de las mujeres que formaban parte de la expedición. La Tertulia había nacido con vocación humanística, un asunto idó-neo para un aprendiz de historiador. El clérigo tomó conscientemente las riendas de la misma para convertirse en una especie de secretario que dejaría para la posteridad algo parecido a unas actas en las que se puede conocer hoy cuáles eran las preocupaciones intelectuales de aquellos aventajados. En este período de su vida, José de Viera y Clavijo, teje una tela de araña sin saber diferenciar su labor individual como escritor e intrépi-do « investigador » de su aportación como mantenedor de la Tertulia. Ello le condujo a un segundo encontronazo con el Santo Oficio en ju-nio de 1759 en el que también se vieron implicados Tomás de Nava y Fernando de la Guerra, siendo los tres acusados de lecturas prohibidas. El asunto se zanjó con la petición de unos apuntes tomados por Tomás de Nava sobre órdenes religiosas de un libro sin identificar de Voltaire, cosa a la que el marqués de Villanueva del Prado se negó. Este altercado ilustra la verdadera relación de los tertulianos con la sociedad tinerfeña, por cuanto que ellos veían por encima del hombro al resto de los humanos y estos los despreciaban por esnobistas, siendo la denuncia en asuntos religiosos la única forma de venganza ante tanta altanería. Huyendo tal vez de las miradas indiscretas en 1765 decidieron los miembros de la Tertulia hacer « un congreso » , según sus propias decla- José Viera y Clavijo 51 raciones, en una finca localizada en la comarca de Daute que era pro-piedad de Juan Antonio de Franchi. Aparentemente estamos ante una excursión más de los tertulianos, pero nada más lejos de la realidad ya que el viaje y la estancia marcan un hito en la evolución del movimiento ilustrado canario por las actividades que en su entorno se desarrollaron. Cierto es que los doce participantes de la experiencia pasaban parte del día de excursión, visitando pueblos y parajes, pero no es menos cierto que dedicaban unas horas al día a « enciclopedizar » la experiencia. Viera animó a los congregados a redactar una gaceta, un periódico manuscrito cuya tirada era tan sólo de once ejemplares, y cuya cabecera no podía ser otra que Gaceta de Daute. En las cuartillas que componían cada número se reflejaba con cierto grado de jocosidad las vicisitudes del viaje, a la vez, que se encendían críticas al orden social establecido. No era ésta la primera vez que José de Viera y Clavijo se preocupaba por el periodismo ya que tenía en su haber la publicación de Papel Hebdomadario, un periódico que logró salir en 50 oca-siones entre 1758 y 1759. Está conside-rado el primer periódico de Canarias y en él se ofrecía a un público restringi-do noticias de historia natural, física y literatura. La experiencia le fue muy satisfactoria ya que en el año en curso volvió al periodismo amanuense con El Piscator Lacunuense, una obra re- Portada de El Gran Piscator que serviría a Viera para re-dactar su Piscator Lacunense Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 52 e Científicos Canarios dactada en prosa y verso cuyo origen está en El Piscator de Diego de Torres Villarroel que se publicaba en Salamanca. Su última aventura periodística se constata en el otoño de 1762 cuando logra publicar cin-co números de su Correo de Tenerife, antecesor, igual que el resto, de Gaceta de Daute. La primera de las tres Gacetas fue redactada el 17 de julio de 1765, teniendo la última la fecha de 7 de agosto del año en curso, elaborada íntegramente en La Laguna. Las materias tratadas son, en palabras de Romeu Palazuelos « las normales en esta clase de publicaciones, reduci-das al ámbito isleño y con un tono combativo, burlesco que las dotaría de cualidades deferentes a lo que hasta entonces se había hecho » . La larga existencia de la Tertulia pudo ser factible gracias a episodios esporádicos que la reanimaban al agruparse sus miembros en torno a causas comunes. Es el caso de Los Vasconautas, un capítulo simbóli-co de una prematura rivalidad interinsular que tiene como centro de disputa la presencia física de Julián de San Cristóbal en la isla de Gran Canaria o de Tenerife. San Cristóbal ostentaba en 1766 el cargo de Regente de la Audiencia con residencia fija en la Casa Regental de la plaza de Santa Ana, en ple-no corazón de Vegueta ( Gran Canaria). Pero él y su familia, su esposa Beatriz de Monteverde y su hija, realizaron un viaje privado a Tenerife, a La Laguna, disponiendo allí de aposento particular ( Casa Torre) por espacio de algunos meses. En el transcurso de la estancia, don Julián en-tró en estrecho contacto con la Tertulia, pudiéndose decir que por unos momentos formó parte de ella. El hombre era culto, de trato agradable, lo que propició el establecimiento de una amistad verdadera con algunos familiares de su esposa, ya que ésta había nacido en La Orotava. La ausencia de Julián de San Cristóbal se había hecho notar en Gran Canaria, siendo la misma criticada por una élite que imaginaba mucho José Viera y Clavijo 53 más de lo que en realidad pasaba. Como respuesta a estas disquisicio-nes palaciegas Viera escribió el que está considerado como su mejor poema: « Los Vasconautas » . El poema está compuesto enteramente por Viera y Clavijo, aunque tradicionalmente se asegura que algunas octavas reales fueron dicta-das por los compañeros de Tertulia. A su vez, la composición quiere presumir de un carácter épico que le otorga la inclusión en el mismo de una « Carta dedicatoria a los Campos Elíseos » que actúa como pró-logo del poema. Un poema que debe su título al apellido del patrón del barco ( Vázquez) que debía reintegrar a la familia San Cristóbal a Gran Canaria. Como epílogo de las muchas actividades gestionadas por la Tertulia poseemos la historia de la redacción del Elogio del Barón de Pun por el Monsieur Forney, Secretario de la Academia de las Ciencias de Berlín. Un trabajo nuevamente atribuido a José de Viera y Clavijo, quién lo escribe al enterarse, en 1768, del fallecimiento de Diego Sánchez. Diego Sánchez hubiese pasado sin pena ni gloria en la historia de Canarias si no llega a fijarse en él Viera, pues este humilde labriego vi-vía cuidando el trapiche propiedad de los Franchi que había servido de refugio en 1765 a la Tertulia de Nava en su congreso de Daute. Viera homenajeó en varias ocasiones al viejo Sánchez dándole el tí-tulo nobiliario de Barón de Pun, la primera vez fue el 5 de diciembre de 1765 al formar con su nombre una Relación circunstanciada del Consejo Secreto y de los debates filosóficos y políticos que tuvieron los señores de la Tertulia en el Palacio antiguo de La Laguna... Lo firma en el Real Palacio de Daute con la aprobación y licencia de impresión del Ministerio de la Corte de Daute. La última oportunidad que tuvo para evocarlo le llega, como hemos dicho, al conocer el fallecimiento de Diego Dávila Sánchez, el molinero Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 54 e Científicos Canarios cuya presencia « divertía a todos por la inocencia con que creía que el inventar y pronunciar voces insignificantes y estropeadas era hablar el francés » . Viera le dedicó entonces el Elogio al Barón de Pun y utiliza como seudónimo el de Mr. Forney, secretario de la Academia de Ciencias de Berlín que en aquellos años había adquirido cierto prestigio por ser el autor del libro titulado Eloge des savants et d’autres gens lettres del que existía un ejemplar en la biblioteca particular Martín de Salazar. El Elogio es todo un alegato encubierto en favor de su propia labor como eclesiástico agraciado por el movimiento ilustrado. Elogia al mo-linero Sánchez desplegando una biografía, que en lo sustancial podía ser la suya, para de este modo adelantarse algunas décadas a la que fue una de sus últimas composiciones, sus Memorias, escritas en 1812, un año antes de su muerte. I. 6. Publica su primer libro. Demostración de su filiación borbónica Viera tuvo en 1760 un feliz encuentro con los tipógrafos que admi-nistraban la imprenta Real de Guerra que se encontraba en la calle del Sol de Santa Cruz de Tenerife. El encuentro surgió por deseo del gremio de artesanos de La Laguna que quería publicar un pequeño opúsculo redactado por Viera y Clavijo con motivo de la proclamación de Carlos III como rey de España. La ciudad de La Laguna, como capital insular, se volcó en los festejos regios; y no fueron pocas las iniciativas particulares que se sumaron al evento. Una de ellas fue la protagonizada por Viera al componer una Loa, coloquios y otras poesías con motivo… la cual se convirtió en letra José Viera y Clavijo 55 impresa como El Jardín de las Hespérides. Representación alegórica de las Islas Canarias, proclamando y reconociendo por su Rey y Señor a nuestro Cathólico Monarca Carlos III. La obra en sí tiene una doble importancia: se trata de la primera obra impresa de Viera que, además, inaugura una serie de escritos de-dicados a Carlos III, quién, empezó a ser visto por Viera y Clavijo como la tabla de salvación que estaba pidiendo una España a la deriva. Carlos III representa para los ilustrados hispanos la recuperación del orden social filtrado por un crisol italiano al que se le suponía una intachable moral en asuntos de la administración pública. De ahí que Viera hiciera de Carlos III su particular líder monárquico y que no descansara hasta conocerlo personalmente, uno de sus sueños más queridos que se vería cumplido en 1784. La colección de documentos que dedica a los Borbones, por cuanto que es el único tema que logró llevar completamente al tipógrafo, se cierra con la Oración fúnebre en las exequias de Carlos III, un discurso laudatorio del rey escrito en clave biográfica por Viera en 1789. La noti-cia del fallecimiento de su querido monarca le sorprendió en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, y le fue fácil rememorar la figura del rey difunto pues poseía datos de primera mano que había acumulado en los 14 años de estancia madrileña. Además, hacía tan sólo cuatro años que se había repatriado conservando fresca la efigie de un Carlos III que tenía mucho contacto con el marqués de Santa Cruz, amigo y protector del Viera cortesano, a la vez que ayo del futuro Carlos IV. La Oración fúnebre se celebró en la iglesia del Seminario Conciliar de Las Palmas el 17 de marzo de 1789 bajo los auspicios de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria, institución que además sufragó los gastos de impresión de la misma en la imprenta de Miguel Ángel Bazzanti, sita en La Laguna, al año siguiente, en 1790. Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 56 e Científicos Canarios José de Viera y Clavijo nunca escondió su inclinación por la familia Borbón, llegando a manifestar su preferencia por el lis blanco ( símbolo borbónico) frente al águila negra ( iconografía propia de la Casa de los Austrias). Semejantes ideas expresa una obra redactada en 1779 que le valió un premio de Elocuencia en el concurso anual que convocaba la Real Academia Española. El título del laudatorio no era otro que Elogio a Felipe V, padre de Carlos III y esposo de Isabel de Farnesio. I. 7. Viera, aprendiz de historiador Tanto él como su hermano Nicolás, personaje que continuamente se encontraba enfermo, fueron desde su llegada a La Laguna adscritos a la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios, dándosele a él la oportuni-dad de bucear en los papeles viejos que conservaba el archivo parroquial. Aquel depósito y otros de la ciudad de los Adelantados suponían una mina que explotó convenientemente cuando le dieron la oportunidad, y mientras acopiaba datos de carácter científico, distraía el genio en escribir algunos textos que satisfacían, primero, las obligaciones de la parroquia y le descubrían, después, como un interesante pensador dieciochesco. En este marco hace la trascripción en 1764 de las Actas de las Congregaciones, Conferencias del clero de La Laguna sobre Casos de Conciencia, Sagrados Ritos y Ceremonias por mandato del obis-po Delgado y Venegas. Igualmente dedicada a asuntos clericales unas quintillas A Fray Domingo Párraga que predicando del gran Padre San Agustín, al referirse al pasaje de Josué, y parada del Sol, le dio un desmayo, se paró y no prosiguió el sermón. Pero su entusiasmo más íntimo apuntaba a empresas elevadas dedicando su tiempo real a profundizar sobre el asunto que hasta José Viera y Clavijo 57 entonces más le interesaba: la pedagogía y la democratización del sa-ber humano. Ello explica la redacción en 1764 de su manuscrito El Síndico Personero. Obra patriótica que, escrita periódicamente en el año 1764, proponía diferentes reformas en la educación, institución y felicidad común. Olegario Negrín Fajardo ( 1994) como máximo conocedor de este docu-mento afirma: « Si hubiese que resumir en una sola frase el contenido del manuscrito, ella podría ser: detectar cuáles son los problemas candentes de la realidad cultural y educativa isleña, analizar las causas de los mis-mos y proponer soluciones que saquen al país de la apatía, el subdesarro-llo, la superstición y la incultura. Todo un programa ilustrado y necesario: capacidad de análisis, imaginación en las soluciones, creencia en el poder de la educación y en la buena voluntad de los ciudadanos » . Pero en realidad todos estos trabajos eran sencillos complemen-tos a lo que sería su gran aportación a la cultura canaria y española, la Historia General de las Islas Canarias. Él sabía que estaba llamado a la realización de grandes empresas, sobre todo en materia de humanidades en las que Canarias era un te-rreno yermo, mal cultivado. Su interés por la historia de la región no encontraba satisfacción en los textos ya publicados y la lectura de la obra de Núñez de la Peña Descripción de las Islas Canarias ( 1676) le provocaba aún más el impulso creador. Llegó a decir de él que era un hombre sin demasiada instrucción, sin estilo, sin crítica, y sin los de-más conocimientos precisos para desempeñar los difíciles encargos de cronista: « … se engolfó en un negocio superior a sus fuerzas… historia insípida… envuelta en muchos arcaísmos, errores y equivocaciones… » Tampoco escapan a sus dardos envenenados Antonio de Viana « fal-so adalid » , Fray Alonso de Espinosa « incertidumbre como fusión » , Cairasco de Figueroa, Cristóbal Pérez del Cristo… Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 58 e Científicos Canarios Su capacidad crítica supone una nota de superación de matiz ético muy próxima a la estética neoclasicista, por cuanto que cree en el valor de la renovación de su labor al levantarse sobre unas ruinas inmorales que se encuentran dentro del tenebroso barroquismo. A ello debemos sumar la elaboración de un plan, de un método de acción que igual-mente constituye una característica de los nuevos tiempos. En el prólo-go del primer libro aclara: « Por tanto en la ejecución de este proyecto me he propuesto seguir un plan, de cuyo vasto, pero indispensable para desempeñar la idea de una Historia Natural y Civil… » Un plan pergeñado a comienzos de la década de los 60 del siglo XVIII, ya que el 27 de junio de 1763 da por concluido el primer libro bajo el extenso título de Noticias de la Historia General de las Islas Canarias. Contiene la Descripción geográfica de todas. Una idea del origen, carácter, uso y costumbres de sus antiguos habitantes: De los descubrimientos, y conquistas que sobre ella hicieron los Europeos: De su Gobierno Eclesiástico, Político y Militar: Del establecimiento, y sucesión de su primera Nobleza: De sus Varones ilustres por dignida-des, empleos, armas, letras y santidad: De sus fábricas, producciones naturales, y comercio; con los principales sucesos de los últimos años. Después se ocuparía de redactar otros seis libros que serían concluidos en 1766, después de tres años de ardua tarea. No podemos decir que la Historia de Canarias de Viera y Clavijo sea un producto fraguado en el seno de la Tertulia de Nava, pues aún cuan-do en los años que se concibió el clérigo era una pieza estructural de la misma, pero sí se nota la mano de algunos de sus miembros. Fernando de la Guerra le proporcionó al joven Viera muchos datos recogidos en los documentos que se guardaban en el Cabildo lagunero. Viera quiso auxiliarse estableciendo una especie de red de corres-ponsales desperdigados por todas las islas que, vía epistolar, le remi- José Viera y Clavijo 59 tían información que él en La Laguna procesaba adecuadamente. En dicha red estuvieron además de José Antonio de la Guerra y Fernando de Molina Quesada, José Van de Walle en La Palma, Fernando de la Guerra desde Lanzarote y Fuerteventura, y un amigo anónimo que le remitió abundantes noticias sacadas del Archivo Secreto de la Catedral de Santa Ana en Las Palmas de Gran Canaria. Acabada la redacción de los siete libros, cosa que aconteció en 1766, el original quedó guardado a la espera de dineros y medios técnicos que hicieran factible su divulgación, hecho que se verificaría en 1772, cuan-do Viera y Clavijo residía ya en la capital de España. I. 8. Viera se encuentra con la Ciencia Aunque lo que hoy conocemos como ciencia pura estaba a mediados del siglo XVIII en otro estadio del conocimiento, y mucho menos des-vinculada de las humanidades, un joven Viera empezaba a demostrar interés por estos asuntos. Cierto es que sus preocupaciones verdade-ras estaban concentradas en la historia, en la filosofía y en materias del pensamiento que de una u otra forma afectaban a su devoción de « predicador profesional » . Sin embargo, en 1769, su curiosidad por las ciencias y por la naturaleza despierta de forma súbita emprendiendo una carrera en estos conocimientos que nunca abandonaría. Su primer contacto tiene fecha exacta, el 3 de junio de 1769, siendo la experiencia la observación de un sencillo eclipse de sol. Él y otros compañeros de la Tertulia de Nava ( Gaspar de Franchy, Agustín de Béthencourt y Castro, Juan Urtusáustegui, Guillermo Mahory…) pudieron contemplar utili-zando periscopios de precisión, desde la azotea de una casa del Puerto de la Cruz, el paso de Venus sobre el disco solar. De la experiencia salió Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 60 e Científicos Canarios el opúsculo Observaciones del… cuya incidencia en las ciencias es ínfi-mo por cuanto que Viera ofrece en él datos del movimiento planetario atendiendo al horario; pero como prueba del interés que los ilustra-dos canarios tenían por los fenómenos naturales no tiene precio. En tal sentido, estamos seguros de que debió existir una convocatoria previa para poner de acuerdo a los concurrentes y que éstos se dieran cita a las 6 de la mañana en una azotea concreta. Igualmente tiene su interés lo ocurrido los 50 minutos siguientes. Y por último hemos de valorar que, al menos uno de los testigos, Viera, dejase testimonio escrito para el futuro. El experimento es visto en la actualidad como algo casi infantil, pero debemos valorar la calidad del mismo en el contexto que ofrecía Canarias a mediados del siglo XVIII. No pasó mucho tiempo antes de que Viera sintiera otro impulso pa-racientífico. Esta vez en La Laguna, en el anochecer del día 18 de enero de 1770, cuando media población se echó a la calle para ver un resplan-dor rojizo de un cielo inflamado opinando los más sabedores del lugar que los montes de Taganana ardían por los cuatro costados. Viera y Clavijo fue un testigo excepcional del fenómeno, y al punto aseguró a quién quiso oírle que aquello no era otra cosa que una aurora boreal. De la experiencia nació una Carta filosófica sobre la Aurora Boreal… en la que el autor describe y explica el fenómeno en cuestión. José Viera y Clavijo 61 II. VIERA SE VA A MADRID José de Viera y Clavijo no podía imaginar lo que le cambiaría la vida en el transcurso del año 1770 cuando tuvo la oportunidad de ha-cer lo que debía haber sido un breve viaje a Madrid, capital de España, para contactar con una imprenta lo suficientemente cualificada como para imprimir su Historia General de Canarias. Él, en 1770, no te-nía dinero, vivía mantenido en casa de sus padres en La Laguna y lo de hacer de sus manuscritos libros era una utopía caprichosa que no podía permitirse. Su sueño se hizo realidad gracias a la desinteresa-da colaboración de sus amigos de la Tertulia, quienes se mostraron dispuestos a sufragar el viaje y la manutención de Viera mientras es-tuviera en la Villa y Corte. Una agraciada colaboración que llevó al clérigo a lanzarse a una aventura de la cual, de antemano, era difícil salir bien parado. No era un hombre de mundo, no tenía nombre ni fortuna, y sólo contaba con su inteligencia para mantenerse a flote en un Madrid cortesano que se repetía en sus sueños desde que Cristóbal del Hoyo le había inoculado el veneno clasicista que su sola presencia desprendía. Primera parte: Biografía Biografías d 62 e Científicos Canarios Aprovechó la coyuntura que le ofreció Pedro Manuel Fernández de Villegas quién tenía la obligación de personarse en Madrid para tomar posesión de un cargo en el Concejo de Castilla en sustitución de su puesto en la Audiencia de Canarias. Después del verano, el 12 de octubre de 1770 se despidió de sus ami-gos en el puerto de Santa Cruz de Tenerife tomando camarote en una embarcación inglesa que, previa escala en Las Palmas de Gran Canaria, donde debía abordarla Fernández de Villegas, pondría rumbo a Cádiz. A finales de año ya estaba Viera instalado en Madrid, solo y auxiliado por unas pocas cartas de recomendación y la amistad de quien sería su salvación, el presbítero Agustín Ricardo Madan. Este sacerdote de origen orotavense, Villa en la que nació en 1738, ha-bía estudiado en Oviedo y Ávila donde se doctoró en Cánones ( 1763), os-tentando a partir de 1766 el cargo de racionero de la Catedral de Canarias. Al año siguiente, al tener noticias de la convocatoria de oposiciones a la cátedra de hebreo de los Reales Estudios de san Isidro de Madrid, deci-de presentarse a las mismas teniendo que embarcar para la capital de España a fin de prepararse unos exámenes que acabaría aprobando. A fin de resolver su manutención, Agustín Ricardo Madan se em-pleó como maestro, como ayo, en casa de un prócer del racionalismo español, en casa de José Joaquín de Silva Bazán quién tenía un hijo en edad de aprender las instrucciones básicas. La entrega al estudio, dada la dificultad de las oposiciones en las que estaba enfrascado, le obligó a ceder su trabajo a Viera quién se encontraba en Madrid desprotegido en busca de una labor que le rentase algún beneficio. El encuentro entre José de Silva, marqués de Santa Cruz de Mudela, y José de Viera y Clavijo tiene carácter de hallazgo por cuanto el aristó-crata actuó como generoso mecenas de un aprendiz de científico en un marco, la Ilustración, que acogía a sendos espíritus. José Viera y Clavijo 63 José Joaquín de Silva Bazán Meneses y Sarmiento no era un aristó-crata al uso, más bien formaba parte de una especie un tanto infrecuente para la época. Pertenecía a una familia poderosa que ejercía la política activa en el siglo XVIII español, los Silva. Su vinculación al movimiento ilustrado internacional no era simple teoría, sino que en sus propiedades practicaba un humanitarismo que le llevó a poseer una serie de escuelas integradas en fábricas y explotaciones agrícolas. Fue un conocido protec-tor de artistas y literatos, contando en su propia casa de Madrid con un laboratorio en el que se recreaban algunos genios nacionales. Su talento le llevó a ser nombrado académico en la Real Academia de la Historia, de la cual fue director; igualmente dirigió entre 1789 y 1790 los derroteros de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y ostentó el mismo cargo en la Real Academia Española, Consejero per-sonal del Rey Carlos IV, formaba frecuentemente parte del séquito del mismo al ser, desde la infancia del futuro rey, su ayo personal. Cuando Viera conoció al marqués, éste era viudo y su único hijo, Francisco de Silva, estaba necesitado de un ayo, persona que debía ser del entero agrado del marqués, pues el mismo residiría en su propia casa. La satisfacción de Silva fue tanta que pronto vio en Viera mucho más que un sirviente « adoptándolo » como un amigo de la familia que gozaba de privilegios poco usuales en los instructores civiles que eran contratados por los clanes pudientes de la época. Frasquito de Silva, hijo de don José Joaquín, marqués del Viso, que-dó entonces bajo la protección de Viera, encontrándose éste en el epi-centro de un orbe cultural de gustos refinados que nada tenían que ver con su procedencia. A pesar de ello, pronto se acomodó al nuevo am-biente como él manifiesta en sus Memoria de 1812. En el acto se enfrascó en la educación del joven preparando apuntes sobre filosofía ( Idea de una buena lógica), historia ( Epitome de la his- Viera se va a Madrid Primera parte: Biografía Biografías d 64 e Científicos Canarios toria de España), y materias varias ( Nociones de cronologías, épocas, eras, lustros, lunaciones, etc.) Estos apuntes se los dictaba luego a Francisco de Silva en Madrid, en El Escorial, en San Ildefonso, o en Aranjuez, pues una de las obli-gaciones del padre, como consejero del Príncipe de Asturias era la de acompañar al sucesor al trono allí donde éste se desplazase. José de Silva procuraba no despegarse de su hijo haciéndole viajar y con él, sumándose al cortejo, José de Viera quién lejos de parecerle estos viajes una incomodidad los aceptaba de buen gusto por cuanto que entendía que era una oportunidad única para conocer el vasto terri-torio español. II. 1. Viera, Académico Contando con la protección del marqués de Santa Cruz de Mudela, no le fue difícil encontrar en Madrid una imprenta de calado medio como la regentada por Blas Román para publicar en 1772 el primero de los cuatro tomos de que consta su Noticias de la Historia General de las Islas Canarias. Al año siguiente, en 1773, logró publicar el se-gundo, sirviéndole esta publicación como aval para firmar la solicitud de ingreso en la Academia de la Historia. La respuesta académica le llegó en febrero de 1774 admitiéndolo como académico correspondien-te, e iniciando a la vez una carrera meteórica que le llevaría en 1777 a ser nombrado, a instancias de Pedro Rodríguez Campomanes, director de la institución, supernumerario. Su discurso de ingreso, la Oración Gratulatoria, versó sobre la Historia y el protagonismo que la actual Academia debía cobrar en la investigación y divulgación de la misma al entenderla como una ciencia moderna. José Viera y Clavijo 65 Su presencia ente los académicos se hizo cada vez más frecuente ya que empezaba a sentar cátedra con su entusiasmo por las tareas en-comendadas. Así lo demostró en 1776 cuando se le nombró censor de libros impresos. Leer y enjuiciar, a partir de la moral del momento, todo cuanto se imprimía. Una tarea que a él le llenó de satisfacción por cuanto que sólo se trataba de leer y no de moverse. De mayor calado fue la encomienda de hacer los Extractos de las noticias de Castilla la Vieja ( 1777), una tarea, la de contrastar grandes volúmenes de información, que ya había hecho en alguna ocasión, y con la cual adquiriría una práctica que pondría en máxima explotación a su regreso a Canarias. De su plena adaptación a la Academia queda constancia en sus libros y escritos, pero también en los premios que obtuvo a través de concur-sos literarios. En 1778 Viera prueba fortuna en el concurso convocado por la Academia Española con el poema épico « El Segundo Agatócles o Cortés en Nueva España » , quedando el mismo fuera de la conside-ración del jurado. Otra suerte corrió al año siguiente con el poema « Elogio de Felipe V, Rey de España » , una composición biográfica que vitoreaba al Borbón, y con la que ganó el Primer Premio de Elocuencia. El premio comportaba además la publicación íntegra de la obra en los talleres tipográficos de Joaquín Ibarra. La obra de Viera no supone nin-gún hallazgo literario, pero el capitán de infantería del ejército francés Bongars la encontró tan interesante que llegó a publicar el Elogio en 1780, después de hacerle la correspondiente traducción. Años más tarde, en 1782, repite el premio con un « Elogio al obispo de Ávila, Alonso Tostado » , siendo igualmente publicado por Ibarra, el me-jor impresor, sin duda, que había aquellos días en la corte madrileña. Poco a poco consolida su nombre dentro de una institución oficial que le proporcionaba un privilegio, el de investigador que empezaba a Viera se va a Madrid Primera parte: Biografía Biografías d 66 e Científicos Canarios ser solicitado por otros autores que querían, en su afán enciclopedista, incluir a Canarias en sus respectivos trabajos. Viera y Clavijo se convir-tió, por así decirlo, en el portavoz de Canarias en Madrid. Un abande-rado insular que en 1776 escribió la voz « Canarias » para el Diccionario Geográfico que publicaba Luis Antonio Nicolle de La Croix ( 1779). Y algo similar ocurre en 1800 cuando recibe una carta de Ceán Bermúdez para que, desde Las Palmas, le remita información de asuntos artísticos para cumplimentar su famoso y celebrado diccionario. Viera y Clavijo le responde con un extenso informe que titula: Breve noticia de las mejo-res obras de arquitectura, pintura y escultura que hay en la Catedral de Canarias y en otros templos de las islas y de sus autores. II. 2. Publicación de la Historia de Canarias. ( 1772) Aún no siendo Historia de Canarias un trabajo para la Real Academia, como tampoco lo había sido para la Tertulia de Nava, es incuestionable que se editó a la sombra de ambas instituciones, y con el amparo del marqués de Santa Cruz de Mudela, ya que éste se hizo cargo, en parte, de la factura. Viera contactó con Blas Román el 22 de julio de 1772 haciéndole en-trega del papel necesario para la impresión del primer tomo. Entre 1772 y 1783 se publicaron los cuatro tomos ( el segundo en 1773 y el tercero en 1776). Saliendo a la luz pública mil ejemplares comunes y una tirada suplementaria de 50 ejemplares de marquilla, elevándose el coste total de la empresa a 34.926 reales. Ni que decir tiene que Viera no con-taba con este dinero, pero él se aseguró de que Blas Román recibiera con puntualidad los plazos convenidos. Y ello a pesar de los disgustos que se llevó al comprobar que desde Tenerife no se le remitía el dinero José Viera y Clavijo 67 prometido por un Cabildo que, el 9 de diciembre de 1772, no sólo fe-licitaba al autor por la obra, sino que le comunicaba la adquisición de un número de ejemplares. Una tradición canaria que posiblemente fue inaugurada por Viera y Clavijo. Como evidencia en el retraso de la subvención podemos citar un po-der otorgado el 28 de septiembre de 1786 a Lope Antonio de la Guerra y Peña por José de Viera para que aquél cobrara el dinero prometido por el Ayuntamiento de La Laguna a cuenta de los cuatro tomos adquiridos por la institución. El autor se vio en la necesidad de regalar muchos ejemplares, que-riendo así hacer promoción de su obra y como escribirá Alejandro Cioranescu ( 1950- 1951): « … 128 ejemplares del cuarto tomo, por ejem-plo, fueron repartidos prácticamente. Los demás se pusieron a la venta, a razón de 14 reales por tomo. A los cuatro años la venta de los dos to-mos primeros había producido 5.052 reales; su impresión había costa-do 16.432; de modo que el autor recobraba un poco menos de la tercera parte de sus gastos. La venta siguió siendo muy floja… En 1811 cuando Viera otorgaba su testamento, quedaban todavía en casa del marqués de Santa Cruz 236 cuerpos completos de la obra, mas muchos ejempla-res desparejados. Como no pudieron venderse, años después del falle-cimiento del autor lo que quedaba de la edición se vendió al peso del papel, en beneficio del Cabildo eclesiástico de Las Palmas » . II. 3. Viera, traductor La afición de Viera a los idiomas está más que justificada ante la necesidad de saber que continuamente demostraba. Sus nociones de inglés y francés fueron a más, aprendiendo estas lenguas con la maes- Viera se va a Madrid Primera parte: Biografía Biografías d 68 e Científicos Canarios tría con la que dominaba el latín o que era capaz de leer griego. Cuando Viera llegó a Madrid encontró una mina de textos de nuevo cuño que se conservaban no sólo la Academia, sino que dormían plácidamente en la biblioteca de José de Silva. Textos escritos mayoritariamente en francés que llamaron la atención del erudito Viera. No era la primera vez que José de Viera se embarcaba en una traduc-ción, pero a partir de 1773 con Apología de las Mujeres de Perrault hace de esta actividad una faceta más de su trabajo intelectual. La nómina de textos castellanizados es interminable, especialmente la que comporta su trabajo en Las Palmas de Gran Canaria, pero no nos resistimos a re-cordar algunos títulos que nos parecen verdaderamente significativos ya que los mismos se convirtieron en un exponente muy evidente del modelo de pensamiento que Viera y Clavijo perseguía. El Kempis o la Imitación de Jesucristo de José de Camino cobró vida en castellano en 1776; e igual proceso tomó el poema satírico sobre la nobleza compues-to originalmente por Boeleau. Poco a poco Viera se fue envalentonando y pronto, en 1777, se atre-vió a traducir el libro primero de las Geórgicas de Virgilio, y explota su vena pedagógica en 1784 con Cuentos para niños. Que instruyen divirtiendo que había sido publicado en su edición príncipe en París tal y como dispuso su verdadero autor, M. Berquin. Veinte años después, en 1804, retomó la traducción e implicó a la Real Sociedad Económica para que lo publicase como libro. Además, en este período de su vida acumuló una serie de originales en francés y en inglés que luego se en-tretendrá traduciendo en la soledad de su casa de Vegueta. Es el caso del poema de La Serre que había adquirido en París en el año 1778 y que lleva por título La Elocuencia. Poema didáctico. En similar sintonía está la traducción, que en 1791 hace de Los Jardines o el arte de hermosear los paisajes, un tratado de jardinería José Viera y Clavijo 69 redactado en verso francés por el abate de Lille, miembro de la Academia Francesa. Como curiosidad de este trabajo se encuentra el hecho de que fue un encargo, siendo el mismísimo Gaspar de Jovellanos quién propone la traducción al castellano entendiendo que Viera domina con soltura esta lengua. II. 4. Viera, tras los pasos de don Alonso de Quijano [ en La Mancha] El marqués de Santa Cruz de Mudela era un aristócrata de gran-des haberes cuyas propiedades se localizaban en multitud de pueblos concentrados en el sector meridional de la península Ibérica. Él y su familia tenían por costumbre hacer a ellas periódicas visitas a fin de conocer el devenir de sus dominios. José Joaquín de Silva dispuso en el mes de septiembre de 1774 realizar una visita de rutina para acercarse hasta el pueblo del Viso previa visita a las poblaciones de La Guardia, Tembleque, Manzanares, Valdepeñas Santa Cruz de Mudela… entre otras para acabar haciendo la visita oficial a sus familiares residentes en Sevilla y Cádiz. Como ya sabemos el marqués no descuidaba la instrucción de su hijo, a quién además, quería tener siempre consigo. De este modo José de Viera y Clavijo se vio embarcado en una nueva aventura a través de La Mancha, emulando, grotescamente, desde luego, al gran Quijote cuyo libro cervantino utiliza como referencia para componer uno de sus célebres libros de viajes. El viaje le resultaba emocionante y no le fue difícil convencer a uno de los acompañantes, Isidro Carnicero, dibujante, para que recreara algunas figuras y personajes que ilustrarían el manuscrito. Por des- Viera se va a Madrid Primera parte: Biografía Biografías d 70 e Científicos Canarios gracia estas ilustraciones no se conservan, como tampoco el total del manuscrito, pero los restos del mismo que han llegado hasta nosotros son lo suficientemente valiosos como para nombrar a Viera como un destacado ilustrado español. El texto está considerado por los eruditos como una de las mejores realizaciones de don José, por cuanto que en él combina con maestría noticias históricas, avatares del periplo y gra-ciosos episodios que hacen del manuscrito algo ameno, a la vez, que educativo. José Viera y Clavijo 71 III. VIERA EN PARÍS Apenas había cumplido los 20 años de edad, Francisco de Silva – Bazán y de la Cueva se vio frente al altar tomando como esposa a la per-la de la Casa del Infantado, a María Leopoldo Cristina de Toledo Salm – Salm, lográndose así una interesante alianza entre dos familias de la alta sociedad española. Una anhelada unión confirmada en 1776 por lo que temió Viera quedar sin ocupación laboral y totalmente despro-tegido de la influencia del marqués. Nada más lejos de la realidad por cuanto que don José Joaquín le demostró su afecto cuando, primero, no le hizo abandonar su casa en la que desde hacía mucho tiempo se le consideraba un familiar, y segundo, al ser invitado a participar en un viaje al extranjero que a la postre le cambiaría, sin él aún saberlo, la vida. En efecto, en 1777 la marquesa del Viso se vio afectada por la virue-la, una enfermedad muy temida en la época. María Leopoldina logró superarla tras unos meses de intensos cuidados médicos. Para cele-brar su vuelta a la Corte se ofreció en la finca de su tío el príncipe de Salm– Salm, conocida como Las Vistillas, una fiesta con banquete, mú-sica y fuegos de artificio que fue muy bien retratada por José de Viera Primera parte: Biografía Biografías d 72 e Científicos Canarios y Clavijo en el poema y que ese mismo año tomó cuerpo impreso en los talleres tipográficos de Joaquín Ibarra. A pesar de la buena salud que gozaba la hija de los duques del Infantado, la familia pretextando la necesidad de un total restableci-miento de la joven ideó un viaje a la ciudad balneario de Spa, cuya fama internacional como centro de reposo traspasaba ya, a finales del siglo XVIII, las fronteras belgas. El viaje tenía también algo de « luna de miel » y viaje de placer, pues el séquito que ambas familias organizó fue tan abundante como variopinto. Entre las personas que se seleccio-naron para formar la comitiva estaban los dos ayos de los esposos del Viso, José de Viera por parte de Francisco de Silva y José Cavanilles como instructor de doña María Leopoldina. III. 1. Su vida en París A comienzos de verano, el 24 de junio, partió una comitiva inicial a la que en los días sucesivos se le agregarían unos carruajes de familia-res que se sumaban al extraordinario viaje. En Borcequilla se añadieron a la caravana los coches del Infantado y en Lerma se anexionó el duque de Fernán Núñez. El 7 de julio pisan ya tierra francesa y llegaron a París un 13 de agosto después de mes y medio de continuo traqueteo y per-noctaciones en posadas. Durante todo este tiempo los dos clérigos tuvieron tiempo suficiente para conocerse, y hasta para confesarse su mutuo interés por las cien-cias y las humanidades, amén de haber compartido mesa, mantel, pe-luquero, jergón, posada y coche. En París, los dos clérigos junto con el resto de viajeros se acomodaron en el Hôtel de Tréville, en la calle Tournon, en las proximidades del Palacio de Luxemburgo. De allí pasa- José Viera y Clavijo 73 ron al Hôtel Tours, y un mes después se trasladaron a una casa particu-lar propiedad del príncipe de Salm en la rue d’Enfer. Los dos clérigos quedaron maravillados de París, y Viera, en parti-cular, no daba crédito a sus ojos al estar frente a frente a una ciudad que consideraba la cuna del saber universal. La vida le había dado una oportunidad, la de contactar con sus héroes de lecturas, y estaba decidi-do a no perderla, a sacar el máximo beneficio de su estancia parisina. Después, y al tiempo, de visitar el París monumental, Viera, y tam-bién Cavanilles acompañados de sus pupilos, se matricularon en todos los cursos de ciencias que sus horarios les permitían. De hecho el 17 de noviembre de 1777 se inscriben los cuatro en el curso de Física que en breve impartirá Jean – René Sigaud de la Fond. A los pocos días se daba la lección inaugural del curso de Ciencias Naturales dirigido por Valmont de Bomare y lo propio ocurría con el de Química y Mineralogía cuyo máximo responsable era M. Sage. París había logrado con este método de enseñanza libre y enciclo-pedista romper los viejos moldes de la docencia llegando a convertirse Alegoría revolucionaria de J. J. Rousseau Viera en París Primera parte: Biografía Biografías d 74 e Científicos Canarios en una capital única que ofrecía a quien quisiera aprender los últimos y más renovados conocimientos en ciencias experimentales, siendo los mismos el fruto reciente de un modelo de investigación que estaba im-buido en el Racionalismo. El académico rindió culto a la Academia Francesa creyendo en-contrarse en el Olimpo del conocimiento. Acudía a su cenáculo con frecuencia queriendo trabar amistad con los personajes admirados y tuvo la suerte de oír personalmente a Voltaire, a Benjamín Franklin, a Condorcet, a D’Alembert…, padres de la Ilustración, que en breve cam-biarían el rumbo del mundo con sus ideales liberales destronando al absolutismo que sumía a Occidente en un mar de tinieblas. Viera también tuvo tiempo para penetrar en ambientes menos ofi-ciales que surgían como hongos en un París que abonaba con gusto cualquier tipo de cosecha. El que más destaca por ser considerado en la actualidad como un embaucador, pero de enorme impacto en la per-sonalidad de Viera, fue la aventura mantenida con La Blancherie, un Portadilla de la Enciclopedia Francesa, en su edición de 1751- 1772 Retrato de Jean Le Rond D’Alembert por Lusurier ( 1770) José Viera y Clavijo 75 personaje de medio pelo que hipnotizó a Viera y a Cavanilles en una tertulia literaria que cada miércoles celebraba en su casa. El especu-lador vivía en la calle de Tournon y había abierto en un salón de su hogar una tertulia que vendía como el centro de la cultura universal, teniendo a su disposición un órgano de propaganda: Les Nouvelles de la Repúblique des Lettres. En él logró Viera insertar algunas notas suel-tas sobre el movimiento literario español contemporáneo; artículo que lógicamente tuvo que pagar con buenos luises galos. A pesar de ello, París, la experiencia allí vivida, los conocimientos ad-quiridos, los contactos realizados, serían para el caso de Viera y Clavijo un nuevo punto de partida que fragmentaba en dos su propia vida. Existe un Viera antes de París, preocupado por las humanidades, por la literatura; y existe un Viera después de París, interesado sobre todo en las ciencias, en la química, en la física, en la mineralogía. En este sentido, los conocimientos adquiridos en las « academias » de Sigaud de la Fond y Valmont de Bomare se transforman en conocimientos docto-rales que tendrán con el tiempo una respuesta muy positiva en el con-texto de la producción de Viera y Clavijo. Sigaud de la Fond impartió en abril de 1779 un curso de seis leccio-nes sobre los gases, sobre los « aires fijos » que constituían en el siglo XVIII una materia de sumo interés científico. Éste abrió los ojos a Viera sobre las posibilidades del estado gaseoso, y dos años después, en 1780, publica un poema didáctico en cuatro cantos titulado Los Aires Fixos con el seudónimo de Diego Díaz Monasterio. Mayor repercusión tuvo la docencia de Valmont de Bomare por cuan-to que este científico desbordó la curiosidad intelectual de Viera en ma-teria de mineralogía. El abate llegó a adquirir el afamado Diccionario de Historia Natural ( 1704) del profesor, texto que le serviría de modelo para futuros trabajos de investigación que llegan a reproducir hasta el Viera en París Primera parte: Biografía Biografías d 76 e Científicos Canarios título de la obra, es así como nació su Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias ( 1799). Buena parte del año 1777, y del siguiente, fue consumido por Viera en redactar un Diario en el que copió, para fortuna de sus historiadores, todos y cada uno de los pasos dados en esos dos años. Él fue consciente desde el comienzo del viaje de la importancia del mismo y no dudó en registrar en su cuaderno cuanto dato le pareció novedoso hasta el pun-to de ser, el Diario, un cuaderno de bitácora que registra fielmente su primera aventura europea. Por razones de poco interés, la planeada estancia en Spa quedó en la nada y para colmo los viajeros, los pocos que ya quedaban en París en abril de 1778, recibieron con gran disgusto el agravamiento de una tuberculosis que desde hacía algún tiempo había atacado al marqués del Viso. La tisis no era una enfermedad común entre los más acomo-dados, pero el marqués no era un hombre robusto y le confirmó la gra-vedad de la dolencia el doctor Bouvard quién desahució al joven. La única recomendación del galeno fue una inminente repatriación para que el aristócrata falleciera en tierra española. Viera asumió la difícil misión de comunicarlo a Madrid, a don José Joaquín, quién a primeros de julio estaba junto a su hijo y un grupo de eminentes doctores que confirmaron la gravedad del enfermo. Ante la alarmante situación, el marqués de Santa Cruz de Mudela organizó un viaje de vuelta contando tan sólo con la presencia de José de Viera y su hijo para dejar, momen-táneamente en París, a la esposa de éste, a sus padres, los duques del Infantado, y a Antonio Cavanilles. El pequeño cortejo sale en fuga de París, de Francia y deciden poner rumbo a Valencia donde los aires templados del Mediterráneo podían hacer algo por la afección del marquesito. Sin embargo, todo fue inútil llegándole su última hora en la víspera del día de reyes del año 1779. José Viera y Clavijo 77 IV. VIERA REGRESA A MADRID Después del entierro de Francisco de Silva – Bazán y de la Cueva, el futuro de Viera en Madrid era verdaderamente incierto. De hecho, él no acabó de entender su participación en el desdichado viaje a París entre 1777 y 1778, aunque ahora a mediados de 1778 comprendía me-jor su misión, la de hacer de padre – tutor de un joven enfermizo e inexperto aristócrata cazado al lazo por la Casa del Infantado. Pero ahora, desaparecida la pieza de la custodia nada tenía que ha-cer en el palacio familiar de los Santa Cruz, pero le sacó de dudas don José Joaquín, comunicándole que sería de su agrado que se encargase del montaje de un laboratorio de ciencias similar al que ambos habían tenido el gusto de visitar en París. Así, el marqués volvía a compor-tarse como un auténtico mecenas que veía en el abate una persona de su máxima confianza, hasta el punto de tratarlo con una familiaridad que extrañaba hasta al propio Viera Viera, agradecido, tomó en serio el encargo para recuperar el ánimo y emprender acciones concretas en París. Por suerte, algunos miem-bros de la familia del Infantado residían aún en la capital francesa, y con ellos el amigo Cavanilles, quién de ahora en adelante haría el Primera parte: Biografía Biografías d 78 e Científicos Canarios papel de corresponsal con el mundo ilustrado. Fue este clérigo pre-cisamente la persona encargada de adquirir los libros e instrumentos en las casas comerciales de Francia para remitirlos periódicamente a Madrid donde Viera los estudiaba y sacaba el mejor partido posi-ble. De hecho, convoca en varias ocasiones a los canarios afincados en Madrid para enseñarles algunos « malabarismos » químicos aprendi-dos en Francia. A dichas sesiones acude como un espectador más el propio José de Silva queriendo con su amor a las ciencias y al experi-mentalismo consolarse de la pérdida de su amado hijo. A tenor de su soledad, de no ver el futuro claro para su apellido, de no contar con esposa ni hijo cuando sólo tenía 46 años de edad, don José Joaquín pensó en el devenir de su linaje y determinó un buen día que debía emprender una nueva aventura matrimonial. Aquel 1778 fue un año insípido para el abate, con mucho tiempo para perder y muy poca producción, ya que la cabeza andaba un tanto distraí-da en asuntos mundanos como lo era el soporte de un luto perpetuo en la casa marquesal. Una de las pocas dedicaciones, además del goce de una buena manta como diría el propio Viera, fue su regular asistencia a la Academia Española y su preparación para concurrir en las convoca-torias que ésta desarrollaba cotidianamente. Se entretuvo en arreglar el poema épico El Segundo Agatócles. Cortés en Nueva España que había compuesto en París al calor del sarcasmo prerrevolucionario. Un texto verdaderamente peliagudo que ponía en solfa la presencia de Hernán Cortés en América al compararle con un antiguo tirano, Agatócles ( 284 a. C), que gobernó Tracia con mano de hierro. Los aca-démicos descalificaron de antemano el poema que atacaba arbitra-riamente a un héroe nacional representativo del Imperio Español sin darse cuenta que el abate Viera había tomado la esencia de una línea de pensamiento que a los pocos años, en 1789, acabaría trastocando el José Viera y Clavijo 79 orbe social con la declaración de la Revolución Francesa, el verdadero motor que introduciría al planeta Tierra en la Edad Contemporánea. A pesar de este fracaso, José de Viera no se desanimó, antes al con-trario, se sintió espoleado, y en 1779 vuelve al ataque con dos nue-vos trabajos: Elogio de Felipe V. Rey de España y La Rendición de Granada. En esta ocasión la fortuna le sonrió, especialmente en el caso del Elogio ya que Viera escribió una serie de alabanzas en favor de los Borbones que le redimían de cualquier pecado menor que hu-biese podido cometer en el pasado reciente. Confirma su voluntad de servicio a la corona española alejando cualquier sospecha de afrance-samiento. Por ello obtiene tres beneficios: el premio de Elocuencia, la publicación del texto por Ibarra y una moneda de una onza de oro. Viera mantiene en estos años muy vigentes sus votos sacerdotales y no desaprovecha la ocasión para triunfar en el oficio que mejor sabía hacer: sermonear. Su fama de buen orador fue, en Madrid, aumen-tando pues el abate perfeccionó el estilo, prueba de ello la tuvieron los asistentes al Oratorio del Caballero de Francia el día 20 de febre-ro de 1780 cuando desde el púlpito predicó un sermón titulado: La Transfiguración del Señor. IV. 1. El falso retrato de Viera El gabinete de ciencias instalado en la casa del marqués llegó en-tonces a convertirse en una auténtica tertulia en la que Viera era la fi-gura estelar. A ella asistían médicos y boticarios, profesores de Física y curiosos en general que buscaban una alternativa a la cultura oficial representada por una universidad española en la que pocos creían. De hecho, Viera llegó a escribir en una carta remitida en 1791 a su Viera regresa a Madrid Primera parte: Biografía Biografías d 80 e Científicos Canarios amigo Lope de la Guerra: « Vuelvo a decir a Vm. que el tiempo de las Universidades ya pasó, como el de la caballería andante, o el de la caza de cetrería. Es rara la que en Europa no se mira casi desier-ta, despreciable y ridícula. Crea Vm. al que a visto las decantadas de París, Bolonia y Padua » . Viera como buen maestro de ceremonias redactó unos apuntes ha-ciendo gala de sus pocas dotes literarias y como los experimentos prin-cipales allí ejecutados eran sobre las cualidades de los gases, tal y como se lo había enseñado Sigaud en el título de su nuevo poemario didáctico Los Aires Fixos. El científico logra publicarlos en 1779 echando mano de un antiguo socio, de Blas Román, quien gustoso entregó cuatro poe-mas al tórculo, más un retrato del autor. El primero de los poemas esta-ba dedicado al gas que emana de la tierra calcárea y de la fermentación vinosa; el segundo, al aire inflamable; el tercero, al gas nitroso, y el cuarto, y último, por el momento, al aire vital o gas deflogisticado. Esta primera edición de Los Aires Fixos, a la que se le añadió un quinto poema en 1781 en honor a los gases vegetales y un sexto de-dicado al globo aerostático en 1783, contó con una curiosidad inusual en una época repleta de personalismos, con el retrato falso del autor. Viera era muy amigo de Isidro Carnicero, un pintor de cierto prestigio que pertenecía a una recia familia de artistas y con el cual le unía una estrecha amistad que se había fortalecido en 1774 cuando ambos acom-pañan a José de Silva y Bazán en su viaje a La Mancha. Viera aprovechó su amistad con Carnicero para que le ilustrara Los Aires Fixos con un retrato. Hasta ahí, nada de extraño; lo raro fue que el retratado no fuese Viera, sino un colaborador habitual del abate, un tal Diego Díaz Monasterio, « un ayudante de cámara de su Excelencia, que solía asistir a las manipulaciones de los experimentos » . José Viera y Clavijo 81 V. VIERA VUELVE A EUROPA El marqués de Santa Cruz de Mudela veía ahora, en 1781, peligrar como nunca el desarrollo de su linaje y, aunque se consolaba con las ciencias, entendió que no era mala idea aceptar la propuesta de casa-miento hecha por algunos familiares de la rama germánica. Con este ánimo, y estando próximo a los 50 años, emprendió un nuevo viaje por Europa haciéndose acompañar por José de Viera y Clavijo, quien se mostró, desde el principio, entusiasmado con la idea. V. 1. Viaje a Roma De tal viaje, que duró un año largo, nacería otro proyecto editorial titulado Diario de mi viaje a… en el que una vez más recoge con la fide-lidad de un notario todo el acontecer del viaje. Un periplo agotador del que Viera no sacó gran provecho desde la perspectiva científica, pero que consoló al canario con el gusto de conocer lugares que había imagi-nado, comer en manteles de reyes o conocer personalmente al heredero del Trono de Pedro. Primera parte: Biografía Biografías d 82 e Científicos Canarios Italia, y en especial Roma, le pareció a nuestro paisano una ciudad mo-numental y no hubo día que no se entregara con auténtico furor a callejear contemplando palacios e iglesias que le hacían rememorar los vestigios del imperio romano o los más modernos del Barroco y Renacimiento. Acogido por José Nicolás de Azara, uno de los grandes mecenas que favorecieron en España al pintor Antonio Rafael Mengs, convivió con la curia romana permitiéndose asistir a gabinetes de arte que eran lugares privados cuyo paso y contemplación era cosa de eruditos y diletantes. En él tuvo un especial impacto la Basílica de San Pedro, edificio cen-tral de ciudad Vaticano que visitó en varias ocasiones para medir de forma tosca, pero efectiva, con sus propios pies: « Es en forma de cruz, cuyo largo tendrá 600 pies, y el ancho del brazo 440. La nave principal tiene de ancho 87 pies. De pilar a pilar conté 19 pasos míos, y 29 en cada una de las fachadas del pilar maestro que sostiene la cúpula » . Hace un periplo por Roma identificando las obras de Bernini, de Vignola, de Miguel Ángel Buonarroti, de Rafael, de Piranessi, entre-vistándose, en este caso, hasta con su hijo. Viera selecciona muy bien las visitas a partir de un plan que se inicia diariamente con la misa, Afiche publicitario de la Roma de mediados del siglo XVIII José Viera y Clavijo 83 algunas veces oficiada por él mismo, luego un largo paseo entrando y « retratando » templos, para dejar paso después del almuerzo a las ter-tulias en palacios cardenalicios y salas principescas. Al caer la noche, más visitas, y algunas tan solemnes como la que practicó el día 14 de junio, a las once de la noche, cuando fue recibido por el Papa Pío VI en audiencia privada. Viera y Clavijo, junto a José de Silva y su hermano Pedro de Silva, departieron con el Papa sobre asuntos de arte, sobre el papel jugado por Mengs en la modernización de las artes españolas, sobre el beneficio que a las mismas le hacía la « Beca Roma » concedida por la Academia de San Fernando. Los viajeros conocieron de primera mano los vestigios de la Roma imperial empezando por las Termas de Diocleciano y terminando por el Arco de Triunfo de Septimio Severo. Pero además, tuvieron tiempo de contemplar el Coliseo, el Foro, la Columna de Trajano, la mole Adriana y… el Panteón donde veneró de forma respetuosa la tumba de Rafael de Urbino. Viera vuelve a Europa Fachada de la Academia de San Fernando de Bellas Artes, Madrid. Primera parte: Biografía Biografías d 84 e Científicos Canarios Conoció también las Catacumbas y se sorprendió hasta la saciedad con los contenidos de la Biblioteca Vaticana. En efecto, el día 20 de ju-nio penetró en uno de los departamentos inexpugnables del Vaticano, su biblioteca, haciéndolo de la mano de su bibliotecario, el cardenal Zelada y de dos de sus mentores italianos: la princesa de Santa Croce y el caballero Azara. Palpó con sus propias manos obras de Virgilio, el tratado de Enrique VIII contra Lucero… y tuvo como regalo la posibilidad de copiar algu-nos de los papeles que hacían referencia a las Islas Canarias y que más tarde incluiría en el tomo IV de su Historia de Canarias que sería pu-blicado en 1783. Ese mismo día se vio ante el Laoconte, el Apolo, el Antinoo… en el Museo Vaticano y se percató de la grandiosidad de Miguel Ángel al pe-netrar en la Capilla Sixtina. Un gran día, en fin, para un espíritu abierto a los sentimientos de las bellas artes. Las ciencias quedaron, en este viaje, un tanto relegadas y se constata sólo una visita de cierto interés al naturalista napolitano Pedro Schiling al que protegía el cardenal de Zelada. Este investigador « tiene dibuja-das para estampar 162 láminas de plantas marinas, mariscos y peces con el título de Mira- Zoografía » . Y es que si el viaje a París de Viera fue un viaje entregado por entero a las Ciencias, éste a Roma lo fue a las Artes. Como despedida de lujo tuvo una nueva audiencia papal, el 19 de ju-lio, en la que Su Santidad le otorgó la facultad de conceder indulgencias plenarias. Rica propiedad que disfrutó de por vida, así como la autori-zación para leer libros prohibidos. Sin embargo, tanto Viera como sus ilustrados amigos sabían que la península Itálica era tan rica, desde la perspectiva artística, como Roma, la Ciudad Eterna, y decidieron emprender un vasto periplo por el sur de José Viera y Clavijo 85 la misma. Nápoles se convirtió pronto en su nueva ciudad – base desde la que partían diariamente para hacer excursiones a lugares emblemá-ticos de su entorno. Las visitas más cualificadas fueron las efectuadas a Pompeya y Herculano, las antiguas ciudades romanas que estaban en este momento siendo recuperadas por la arqueología después de haber permanecido siglos bajo el detritus emitido por el Vesubio. A finales de verano, en septiembre, regresan a Roma para iniciar una nueva etapa del viaje que les había llevado hasta aquí: el viaje de casamiento del marqués José de Silva con una de sus primas residente en Viena, capital de Austria. El objetivo estaba aún muy lejos, pues debían atravesar media Europa, lo que comportaba la visita a tres ciudades históricas de primer orden que requerían, por parte de la comitiva, una serie de paradas de larga duración. Siena, Florencia y Venecia fueron, entonces, escudriña-das por los viajeros, convertidos ya en expertos que se acercaban con interés científico a las iglesias, a las abadías y a los palacios. V. 2. Viena recibe a Viera Comienza el otoño de 1780 y ya el viaje empezaba a pesar en el ánimo de la comitiva « nupcial » mostrando algunos de sus miembros síntomas de cansancio. Ello explica que en los primeros días de no-viembre se determine emprender de un tirón la última y definitiva etapa del viaje de ida, es decir, Venecia– Viena. Una etapa verdadera-mente dura por cuanto que los cogió el mal tiempo, con mucho frío e intensas nevadas para recalar un feliz 18 de noviembre, tras una semana de continua cabalgadura, en Viena, el primer objetivo de su aventura. Viera vuelve a Europa Primera parte: Biografía Biografías d 86 e Científicos Canarios Viera describe a Viena « como una bella ciudad y corte populo-sa… llena de músicos… e ilumina-da por redomas de cristal » . Una ciudad en la que se reencontró con su amigo y paisano Domingo de Iriarte y en la que emprendió nuevas amistades que cultiva-ría el resto de sus días: Eugenio Izquierdo ( segundo director del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid), Francisco Angulo ( científico español protegido por el conde de Aranda) e Isidro Bossarte ( secretario personal del conde Aguilar, embajador español en Austria). La boda entre José Joaquín de Silva y Mariana terminó celebrándo-se el 16 de abril de 1781, medio año después de la llegada del novio a Viena, lo que le permitió a Viera y Clavijo conocer en buena medida la cultura germánica. Allí tomó clases de alemán, contactó con literatos y científicos, visitó en varias ocasiones la biblioteca nacional de la cual se benefició am-pliamente tomando notas de interés histórico sobre las Islas Canarias. Encontró con sorpresa personal un reducto de flora autóctona canaria en el excelente – según sus palabras– Jardín Botánico de Viena, pues en esas latitudes reconoció el aroma de las retamas de Las Cañadas del Teide, la sangre del drago… En el terreno de la ciencia experimental, el abate tuvo la oportuni-dad de conocer personalmente al doctor Ingenhoufz, un holandés que trabajaba en la capital austriaca como médico personal del emperador y en cuyo laboratorio había hecho muchos adelantos con los aires fixos Domingo de Iriarte, uno de sus amigos ilustrados que le recibió en la embajada española en Viena José Viera y Clavijo 87 emanados de las plantas. Viera le devolvió la visita el 10 de diciembre conociendo de primera mano los efectos de lo que él llamó un juguete eléctrico. A pesar de ello, la estancia en Viena fue una estancia cortesana, re-pleta de visitas protocolarias muy bien diseñadas por las anfitrionas las condesas de la Puebla y de Colaleo, tías de José de Silva. Ellas habían puesto sus ojos en una bella joven que apenas alcanzaba la mayoría de edad, la joven Mariana Waldstein. Sobra decir la calidad del linaje, la buena familia a la que pertenecía y que no andaba sobrada de capitales, de ahí que la boda tuvo el aspecto de ser un evento de conveniencia para ambos cónyuges. A los dos días de contraer matrimonio, el 18 de abril de 1781, se ini-cia desde Viena el viaje de regreso a España, a Madrid. De nuevo se repite el rosario de ciudades y villas pero esta vez atravesando el cen-tro mismo del continente, atravesando Alemania para hacer una escala muy afortunada en París. Allí, Viera, se reencontró con viejos amigos muchos de los cuales conservaba gracias a una abundante correspon-dencia mantenida durante años. José Antonio Cavanilles le dio la bien-venida y le puso al día de los últimos acontecimientos científicos, de los chismes políticos y de los aires revolucionarios que empezaban a respi-rarse en París. Tuvo la sorpresa de encontrarse allí con Juan Cólogan, un tinerfeño con el que rememoró paisajes insulares ya que ambos po-seían vivencias comunes, amén de ser amigo de sus amigos. Por fin, el 11 de julio de 1781 ponen fin al viaje quedando constancia del mismo en unos apuntes realizados por Viera que concluyen con las siguientes frases: « De manera que en el discurso de un año, tres meses y cinco días, con más de 580 postas fuera de España; hice noche en 107 posadas; pasé o tuve a la vista 138 ríos y de ellos 22 en barca; transité o estuve en 165 ciudades, 15 de las cuales eran cortes de soberanos, a Viera vuelve a Europa Primera parte: Biografía Biografías d 88 e Científicos Canarios quienes fui presentado por la mayor parte, teniendo la honra de haber comido a la mesa con dos; me hallé en 124 convites de ilustres perso-najes, conversaciones, saraos, cenas y conciertos de música escogida, vi 132 palacios, reales sitios, quintas, alquerías y casas de campo; más de 80 jardines; 61 galerías de exquisitas pinturas de los principales au-tores de las más famosas escuelas, 52 museos de estatuas y antigüeda-des; gabinetes de historia natural y de guardamuebles de príncipes; 48 grandes bibliotecas; 17 ricos monasterios; 23 universidades y colegios de primera nota; 9 observatorios astronómicos; 4 célebres meridianas; 13 academias de nobles artes; 8 menagerías o casas de fieras; 8 labo-ratorios químicos; 6 teatros anatómicos; 70 iglesias catedrales; 5 si-nagogas de judíos; 4 templos de griegos; 36 hospitales y hospicios de ambos sexos; 13 arsenales y armerías curiosas; 19 fábricas recomenda-bles, entre ellas 6 de porcelana; 33 teatros de comedias y de ópera; 61 monumentos de antigüedades romanas; templos, arcos, palacios, vías, etcétera. 8 acueductos; 6 baños
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Calificación | |
Título y subtítulo | José de Viera y Clavijo |
Autor principal | Hernández Gutiérrez, Antonio Sebastián |
Autores secundarios | Martínez Navarro, Francisco ; Repetto Jiménez, Emigdia |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | Madrid ; Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Dykinson ; Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación del Gobierno de Canarias |
Fecha | 2006 |
Páginas | 197 p. |
Datos serie | Biografías de Científicos Canarios ; 1 |
Materias |
Viera y Clavijo, José de (1731-1813) Biografía |
Enlaces relacionados | Más biografías de científicos canarios: https://mdc.ulpgc.es/cdm/search/collection/MDC/searchterm/Biograf%C3%ADas%20de%20Cient%C3%ADficos%20Canarios/field/serie/mode/all/conn/and/order/nosort |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 4 Mb |
Texto | JOSÉ DE VIERA Y CLAVIJO © A. Sebastián Hernández Gutiérrez © Francisco Martínez Navarro Emigdia Repetto Jiménez © Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación. Gobierno de Canarias © De las cubiertas: Cam- PDS Editores S. L. Edita: Dykinson S. L. 915 44 28 46, Fax: 915 44 60 40. info@ dykinson. com / www. dykinson. com Producción, diseño y realización Cam- PDS. Editores S. L. Las Palmas de Gran Canaria - 35002 LPGC · Tfno: 928 38 05 60 editorial@ cam- pds. com | www. cam- pds. com I. S. B. N.: Depósito Legal: Impresión y Encuadernación: Biografías de Científicos Canarios JOSÉ DE VIERA Y CLAVIJO A. Sebastián Hernández Gutiérrez UN LEGADO HACIA EL FUTURO La memoria es una de las señas de identidad determinante en cualquier colectividad. Canarias ha tenido durante siglos una flaca memoria colectiva, tendencia que ha ido cambiando en las últimas décadas, especialmente desde que ha ganado en entidad política a través del autogobierno. Conocer los hechos y los personajes que han ido marcando el devenir histórico de Canarias en todas su vertientes es una tarea que nos incumbe a todos, porque recuperar esa memoria nos sirve de impulso para encarar el futuro con las mejores garantías. Impulsada por esta idea, nace esta colección bibliográfica dedicada a científicos canarios que han realizado enormes aportaciones en diversos campos, no sólo en lo relativo a nuestras islas sino al conocimiento científico universal. Son nombres que han surcado siglos de historia y que han influido en la sociedad de su tiempo y en las posteriores. Reconocidos por la sociedad científica internacional, es necesario que el pueblo canario también se familiarice con sus enorme labor, porque son el espejo en el que todos debemos mirarnos, especialmente las nuevas generaciones. Por ello doy las gracias a todas las personas que han hecho posible este proyecto, desde los autores y coordinadores de los trabajos hasta los responsables de la Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación del Gobierno, impulsora de esta iniciativa. Este libro que tienen en sus manos y los demás de esta colección ahondan en nuestra memoria colectiva. Y la memoria es siempre un acto de justicia. María del Mar Julios Reyes Vicepresidenta del Gobierno de Canarias JOSÉ DE VIERA Y CLAVIJO, UN PERSONAJE SABIO La historia de los pueblos siempre se construye colectivamente. Se edifica sobre sentimientos, pasiones, ilusiones, interrogantes, anhe-los, ternura y frustraciones. Todo se entrelaza en la organización de las formaciones sociales para irle dando forma a los modelos económicos, ordenamientos jurídicos, sistemas políticos y esquemas ideológicos. Por eso, el rescate de la historia, de la memoria colectiva, del pasado común, debe hacerse desde el reconocimiento de la aportación plural. Y entre esas aportaciones siempre asoman personajes que destacan, más allá de su propio contexto histórico, económico y social; algunos mucho más allá de su propia temporalidad. La historia de Canarias también cuenta con un conjunto de personas cuyo quehacer, trabajo e investigación se proyecta más allá de su tiem-po histórico. Grandes personajes de la ciencia, la cultura o la economía. Personajes preocupados por querer conocer y desentrañar las claves del conocimiento, por indagar, por investigar, por observar el entorno; por tratar analizarlo, comprenderlo y divulgarlo. José de Viera y Clavijo es, sin duda, una de esas referencias esencia-les para Canarias, no sólo para el conocimiento de su propio devenir, sino para la valoración de su aportación a la historia general del cono-cimiento y de la Ilustración. Este realejero, de cuna humilde que inicia su formación en el Puerto de la Cruz, enamorado de París y de Voltaire, buen comunicador, políglo-ta, y casi indefectiblemente avocado al sacerdocio, seducido por Feijóo, impulsor de la primera publicación periódica ( Papel Hebdomadario), nos aporta el primer gran texto omnicomprensivo de nuestra historia: los siete libros bajo el título de Noticias de la Historia General de las Islas Canarias. Si importante fue la aportación de Viera al conocimiento de la his-toria, no menos lo fue su trabajo en defensa de la investigación y el conocimiento del patrimonio natural de las islas, sus esfuerzos en le elaboración del Diccionario de la Historia Natural, iban orientados a llamar la atención sobre la singularidad y la exquisitez de la naturaleza en Canarias. Es la gran aportación sistematizada que enraíza los cono-cimientos del medio natural en Canarias y que pone de manifiesto las posibilidades que ofrecen las islas como un laboratorio natural. Una obra escrita desde la madurez del retorno a Canarias de un hombre sin-gular, formada intelectualmente en los foros más vivos de las capitales europeas del siglo XVIII, que irradiaban los principios de la Ilustración y el despertar de unos movimientos prerrevolucionarios que cambia-rían la faz política y jurídica de Europa en la etapa contemporánea. Puede que sea una aportación aún modesta, pero es una magnífica oportunidad aprovechar la conmemoración del 275 aniversario del na-cimiento de Viera y Clavijo para apoyar esta publicación. Un libro que contribuirá a rescatar la memoria colectiva; a reivindicar y potenciar la aportación de personas que dedicaron su esfuerzo a la observación, a la indagación y al análisis, premisas todas indispensable para el avance de la ciencia. Nuestro reconocimiento y gratitud a la Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación, y la Vicepresidenta del Gobierno de Canarias, Excelentísima Señora Doña María del Mar Julios, por ava-lar e impulsar desde las más altas instancias políticas del Gobierno, el avance en la recuperación de todas aquellas personas que dedicaron su vida a investigar la historia y el patrimonio natural de Canarias. Es, con total certeza, el mejor anclaje para afrontar el futuro. De Viera también deberíamos aprender la necesidad de investigar el mundo des-de nuestra propia realidad; de conciliar los valores universales con la observación, el respeto y el reconocimiento de los recursos propios; de él podríamos aprender a revertir dentro lo que aprendamos fuera. Milagros Luis Brito Viceconsejera de Medio Ambiente ÍNDICE PRESENTACIÓN ............................................................................................................ 17 PRIMERA PARTE: BIOGRAFÍA .......................................................................... 23 INTRODUCCIÓN ........................................................................................................... 25 I. VIERA EN EL CAMINO DE LAS CIENCIAS ................................................................. 27 Un cuadro, eco de su personalidad ...................................................... 29 Descubrimiento de Feijóo ..................................................................... 41 El nacimiento de un predicador ............................................................ 44 La Tertulia de Nava ............................................................................... 47 Publica su primer libro. Demostración de su filiación borbónica ......... 54 Viera, aprendiz de historiador ............................................................... 56 Viera se encuentra con la Ciencia .......................................................... 59 II. VIERA SE VA A MADRID ...................................................................................... 61 Viera, Académico .................................................................................... 64 Publicación de la Historia de Canarias. ( 1772) ...................................... 66 Viera, traductor ...................................................................................... 67 Viera, tras los pasos de don Alonso de Quijano [ en La Mancha] .......... 69 III. VIERA EN PARÍS ................................................................................................. 71 Su vida en París ...................................................................................... 72 IV. VIERA REGRESA A MADRID .................................................................................. 77 El falso retrato de Viera .......................................................................... 79 V. VIERA VUELVE A EUROPA .................................................................................... 81 Viaje a Roma ........................................................................................... 81 Viena recibe a Viera ............................................................................... 85 VI. DE NUEVO EN MADRID ....................................................................................... 89 Viera, Arcediano de Fuerteventura ........................................................ 89 VII. VIERA REGRESA A CANARIAS ................................................................................ 93 La casa Viera y Clavijo en Vegueta .......................................................... 96 Viera se integra en la Real Sociedad Económica de Amigos del País ....... 98 El patriota Viera .................................................................................... 101 El poemario didáctico ........................................................................... 104 El Diccionario de Historia Natural ...................................................... 106 La añoranza por Madrid ....................................................................... 107 Viera, obispo accidental ....................................................................... 109 Voy a dormir ahora en el polvo ............................................................. 111 SEGUNDA PARTE: Documentos ductores .................................................. 113 INTRODUCCIÓN .......................................................................................................... 115 VIII. LA RAZÓN DE UNA SELECCIÓN .............................................................................. 119 IX. FORMACIÓN CIENTÍFICA .................................................................................... 121 Cursos científicos en París .................................................................... 121 X. VIERA, DIDÁCTA .............................................................................................. 129 El Síndico Personero ............................................................................ 129 Memoria para restaurar sombreros viejos ............................................ 131 Los Aires Fixos. Ejemplo de poema didáctico .................................... 133 Noticias del Cielo .................................................................................. 135 La Boda de las Plantas .......................................................................... 136 XI. LA HISTORIA NATURAL DE CANARIAS ................................................................... 139 BIBLIOGRAFÍA I Y II PARTE .......................................................................................... 151 ANEXO: CÓMO APRENDER A TRAVÉS DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA .................. 155 INTRODUCCIÓN ........................................................................................................... 157 1. OBJETIVOS DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA EN LA ENSEÑANZA Y APRENDIZAJE .......... 159 2. APLICACIONES DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA EN EL AULA .................................... 163 Como disciplina .................................................................................... 165 Integrada en las diferentes disciplinas ................................................ 166 Como recurso didáctico ......................................................................... 166 Como medio de determinar obstáculos epistemológicos .................. 167 Como estudio de la evolución histórica de determinados conceptos ....... 168 Como forma de analizar, elegir y secuenciar los contenidos de un curso ...... 169 Como ayuda para la comprensión de los distintos procesos del quehacer científico ........................................................ 169 3. DIVERSAS FORMAS DE UTILIZACIÓN DIDÁCTICA DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA ........... 171 Utilización didáctica de las Biografías de los científicos ...................... 173 Entrevistas realizadas a científicos ....................................................... 179 Documentos originales de los científicos ............................................. 180 El comentario de textos científicos e históricos .................................... 181 Actualidad Científica ............................................................................. 182 Experimentos históricos ...................................................................... 184 Vídeos .................................................................................................... 186 Exposiciones temáticas ......................................................................... 186 Exposiciones hechas por el alumnado .................................................. 188 Congresos del alumnado ....................................................................... 189 La Simulación o Juego de Rol ................................................................ 191 El puzle como estrategia de trabajo cooperativo .................................. 192 BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................................ 195 José Viera y Clavijo 17 PRESENTACIÓN La ciencia consiste en dirigir una mirada alrededor, sentir la sorpresa, preguntarse y ver Fernández Rañada La Ciencia es profundamente humana porque incide en lo más de-finitorio de nuestra condición de animales curiosos en el mundo. Por otra parte, vivimos en una época en que nuestras vidas están influen-ciadas directamente por la ciencia y la tecnología; por ello, sería desea-ble lograr tener ciudadanos científicamente cultos que sean capaces de seguir los mensajes científicos y tecnológicos que transmiten los dis-tintos medios de comunicación y que después de pasar la enseñanza obligatoria puedan integrar nuevos conocimientos de forma autónoma A ello quiere contribuir el proyecto Biografías de Científicos Canarios que propone un recorrido por la ciencia a través de sus protagonis-tas. Nos acompañan en este apasionante viaje varios científicos cana-rios que consideramos representativos de diferentes épocas: del siglo XVIII, D. José de Viera y Clavijo y D. Agustín de Betancourt; del siglo Biografías d 18 e Científicos Canarios XIX, D. Gregorio Chil y Naranjo y D. Juan León y Castillo; por el siglo XX, presentamos a D. Juan Negrín López, D. Blas Cabrera y Felipe, D. Telesforo Bravo Expósito y D. Antonio González González, todos ellos personajes ilustres cuya memoria queremos contribuir a recuperar en la tierra que los vio nacer para las generaciones actuales y futuras. Esta obra, formada por ocho biografías, pretende dar a conocer par-te de la historia de la ciencia en Canarias y divulgarla a las nuevas ge-neraciones para que nos permita comprender mejor nuestro presente y abordar los problemas de nuestro futuro. Por otra parte, queremos resaltar el lado humano de los científicos, sus grandezas y debilidades, es decir, mostrar una ciencia con rostro humano y poner de manifiesto que la ciencia es parte de la cultura que es otra mirada a la realidad, que nos da nuevos matices de la misma, mostrando que un científico es también un humanista. Igualmente, queremos dejar patente que detrás de cada investigación o descubri-miento existen además de ideas, seres humanos que las generan y que no suelen ser héroes inaccesibles sino que viven como la mayoría de la gente. En este sentido, Aarón Ciechanover que compartió el Premio Nobel de Química con Avram Hershko, en el 2004, se expresaba así ante los estudiantes que participaron en el Campus de Excelencia de la ULPGC, en junio del 2005: « ... Un Premio Nobel no es Dios, es una per-sona normal, que tiene brazos, piernas y ojos, a la que un día le cambia la vida, se le produce una mutación genética al ganar este galardón pero lo importante no es ganar el premio sino trabajar con entusiasmo e ir hacia la búsqueda de la verdad a través de la ciencia » . Entre los objetivos de este proyecto está también dar a conocer las profundas relaciones Ciencia, Tecnología Sociedad y medio Ambiente. Cada tomo consta de tres partes bien diferenciadas: la primera se refiere a la biografía del autor estudiado en la que hemos de resaltar Presentación José Viera y Clavijo 19 su carácter didáctico y educativo, que permite su fácil lectura y com-prensión, para ello, también se incluyen cuadros resumen y gráficos La segunda parte está formada por una serie de documentos seleccio-nados de textos originales del autor estudiado, a veces extractados por nosotros, a fin de facilitar su lectura por estudiantes de diferentes ni-veles educativos especialmente en el 2 º ciclo de la ESO, Bachillerato y Universidad y por el público en general. Se incluyen también otros documentos complementarios, atractivos para el estudioso en los que aparecen al final una serie de cuestiones ductoras cuya misión es guiar la lectura y el aprendizaje. Estas cuestiones son únicamente orientati-vas de las que pueden utilizarse teniendo siempre en cuenta los objeti-vos que nos hemos fijado. Esta es una característica diferenciadora de esta colección, que la justifica y le confiere un carácter inédito. En la tercera parte exponemos diferentes maneras de utilizar la Historia de la Ciencia para que constituya una nueva forma de aprender. La estructura de cada libro de la colección permite diferentes lec-turas y quiere responder a intereses muy variados. Su lectura puede empezar por las partes y capítulos que a cada lector más le interese, por tener los mismos una cierta independencia y por tanto podrá ser utili-zado como si de un hipertexto se tratase, navegando a través del mismo y saltando hacia aquellos aspectos que sean más interesantes para cada usuario, o puede ser también leído linealmente. Finalmente, queremos resaltar el carácter unitario de la colección. Las biografías de los científicos canarios presentan una misma estruc-tura y un mismo hilo conductor, teniendo cada una de ellas una in-dependencia, pero el conjunto de las mismas le dan a la colección un cierto carácter enciclopédico, abarcando en sus aproximadamente 1200 páginas una visión de conjunto de la historia de la ciencia en Canarias Presentación de la Colección Biografías d 20 e Científicos Canarios y de sus científicos, mostrando una Ciencia con rostro humano, con sus aplicaciones y sus implicaciones sociales. El tratamiento divulgativo y didáctico de los mismos garantiza que sean libros para ser releídos, in-terpretados y trabajados, principalmente por nuestros jóvenes, a través de los materiales, recursos y orientaciones didácticas incluidas en los mismos. Los coordinadores de la colección Francisco Martínez Navarro Emigdia Repetto Jiménez Presentación Retrato de Viera y Calvijo realizado por Carnicero en 1784 PRIMERA PARTE Biografía José Viera y Clavijo 25 INTRODUCCIÓN La figura de José de Viera y Clavijo se vincula, por lo general, a la his-toria, a la historia de Canarias, concretamente, quedando un tanto en-sombrecida su participación en el despegue de las ciencias canarias. La razón es bien sencilla, su obra magna en el terreno de las humanidades, Historia General de las Islas Canarias, fue publicada y ampliamen-te divulgada desde su impresión en 1772; por el contrario, su máxima aportación al conocimiento de la naturaleza canaria, Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias, vio la luz, y sólo parcialmente, en 1866. Ello favoreció la consolidación de un concepto que en la actua-lidad tiene sello popular y del cual será muy difícil desprenderse. La visión de un Viera científico pasa por conocer dónde, cuándo y cómo hizo ciencias este sacerdote, pues debemos entender, de antema-no, que él que vivió tan intensamente el siglo XVIII se desenvolvió en un marco intelectual que nada tiene que ver con nuestra actual coyun-tura cultural. En el siglo XVIII no se había profundizado lo suficiente en el conocimiento y permanecía, aunque con resquicios, la idea del saber humanista que se desprendía del Renacimiento. Ciencias y artes eran, en esencia, dos caras de una misma moneda. Primera parte: Biografía Biografías d 26 e Científicos Canarios Esta valoración del conocimiento humano comenzó a ponerse en tela de juicio, precisamente, con la Ilustración, en pleno siglo XVIII, disgregándose las Humanidades de las llamadas Ciencias puras para hacer de cada una de ellas dos terrenos « independientes » . Viera y Clavijo desarrolla el conjunto de su obra cuando dicha disgregación era ya un hecho, quedando él fuera de los grandes debates formulados por la intelectualidad europea que comprendía desde hacía tiempo que sólo por el camino de la especialización se podrían dar pasos de gigantes de los campos del saber humano. Viera no podía, por razones obvias, convertirse de la noche a la ma-ñana en un científico de reputación internacional. Había nacido en Canarias, en las Canarias del siglo XVIII, y en una cuna humilde. Tres condicionantes que le marcarían durante toda su vida llegando a ser las piedras de toque que expliquen la dirección tomada por el arcediano. José Viera y Clavijo 27 I. VIERA EN EL CAMINO DE LAS CIENCIAS Canarias es, y era mucho más en 1731, año del nacimiento de Viera y Clavijo en El Realejo de Arriba, un territorio excesivamente alejado de Europa. Realidad geográfica que ha impedido normalmente que nues-tros talentos accedieran sin barreras a los centros culturales hispanos o europeos. Tan solo una élite ha sido capaz de franquear los obstácu-los para entrar en contacto directo con la cultura generada en el Viejo Continente. Para colmo, Canarias no poseía entonces ningún centro educativo cualificado, y tan sólo un par de « escuelas » cubrían las necesidades de una población que estaba condenada a ser analfabeta desde la cuna hasta la tumba. Ni que decir tiene de contar en cualquiera de las Islas Canarias con un laboratorio, y los únicos templos del saber se concen-traban en bibliotecas particulares cuyos propietarios, a riesgo de ser denunciados por la Inquisición, adquirían libros para el disfrute perso-nal y familiar. Otro inconveniente personal de José de Viera era su procedencia, ya que su familia, además de numerosa, era muy humilde. A pesar de ello, sus padres entendían el potencial emancipador que tiene la cultura Primera parte: Biografía Biografías d 28 e Científicos Canarios y procuraron que sus hijos estudiaran, aunque sólo fuera para curas. En aquellos tiempos la carrera eclesiástica era una salida factible para cualquier joven con talento que no contaba con el dinero suficiente para pagarse unos estudios superiores. Entonces, a través de cartas de recomendación de sacerdotes, los cuales abundaban en la familia Viera y Clavijo, se lograba que el joven en cuestión ingresara en un convento. Es el caso de José de Viera y Clavijo. Viera entró de lleno en la ciencias a partir de 1777, a raíz de hacer un viaje a Francia, aunque es cierto que ya había hecho sus pinitos con el análisis de un eclipse de sol, o las descripciones de una aurora boreal, simples narraciones que están más cerca de la literatura que de la cien-cia. Sin embargo, después de asistir en París como alumno a varios cur-sos intensivos sobre Química, Física, y Ciencias Naturales, su actitud ante el conocimiento humano cambió radicalmente para descubrir un amplio abanico de posibilidades. En aquellos días sus problemas económicos habían despareci-do, al vivir bajo la protección de un mecenas madrileño que le daba rienda suelta a la hora de hacer gastos en la adquisición del ma-terial imprescindible para equipar un laboratorio o comprar libros técnicos. De manera que se aprovechó de una situación privilegia-da para encontrar el verdadero camino de una vocación oculta, las Ciencias que compaginaría hasta el final de sus días con la Historia y la Literatura. Cuando Viera tuvo que abandonar Madrid y regresar a Canarias, cosa que hizo a una edad madura en la cual ya estaba consolidado como científico dieciochesco, descubrió las posibilidades que tenía su tierra natal. Canarias era un gigantesco laboratorio donde miles de plantas, animales y piedras le esperaban para que las analizara. Un gigantesco campo de experimentación que fue entendido como reducto de la tierra José Viera y Clavijo 29 virgen que hasta la fecha había sido muy poco explotada y cuya herencia estaba aún por disfrutar. Canarias se convierte entonces en su marco referencial para investigar sus aguas, su cielo, su agricultura… aceptando que sus estudios, redactados la mayoría como memoriales, eran aportaciones par-ticulares a un todo mucho más amplio que se concretaría con la redacción en 1799 de su Diccionario de Historia Natural. Hizo de su casa, en la plaza de Santa Ana, un baluarte de las cien-cias, llegando a montar un pequeño laboratorio que estaba equipado con un instrumental de vanguardia adquirido en Europa. En él desa-rrolló una intensa actividad científica cuyo valor y reconocimiento se desprende del nombramiento del que se hacer acreedor en el año 1803 cuando desde Francia le llega su título de académico correspondiente de la Academia de Ciencias de París. I. 1. Un cuadro, eco de su personalidad Un par de meses antes de fallecer, don José se negó a posar para su viejo amigo José de Ossavarry Acosta, pintor de medio pelo que estaba llamado a inmortalizarlo a través de un retrato que al margen de ser la mejor obra del artista, es el reflejo de toda la vida intelectual de Viera. Portadilla de su manuscrito Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias. Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 30 e Científicos Canarios Se sentía mayor, y los 82 años de existencia que cargaban sus es-paldas le indicaban que sus días estaban contados. Le quedaban las fuerzas justas para ir cerrando capítulos de los asuntos pendientes y el confort de quien tiene la impresión de haber dejado huella. No en vano había logrado trastocar los cimientos de la cultura canaria gracias a la extrapolación de conceptos universales al marco del cosmopolitismo regional. Ossavarry era consciente de que frente a él debía haberse sentado una leyenda viva, un personaje inquieto, lleno de vitalidad y prisas, que tenía pendientes algunos estudios y otros tantos análisis sobre asuntos intelectuales que le tenían consumido el día y la noche. A pesar de que el retrato era un encargo oficial hecho por Graciliano Afonso en nom-bre del Cabildo catedralicio, Viera no compareció a la cita dando por respuesta una copia de su retrato de 1784 para que el pintor grancanario lo interpretara. Ossavarry sabía, ade-más, que Viera le daría un prestigio en el ámbito local que le permitiría impulsar su propia carrera. Así lo ha-bía entendido cuando en 1807 le dio a la estampación un grabado suyo para que Viera lo utilizara como frontispi-cio de su Librito de la Doctrina Rural para que se aficionen los jóvenes al estudio de la agricultura propia del hombre. El retrato de Viera denota sobre todo sapiencia a través de un rostro paliducho, de piel blanquecina, res- Grabado de Ossavarry para ilustrar un libro sobre la enseñanza de la agricultura redactado por Viera José Viera y Clavijo 31 guardado siempre del sol al dedicar sus horas a las estancias de ga-binete. Destaca la anchura de su frente, indicador intelectual, que se nos presenta reforzada por un haz de luz que actúa a modo de icono evidenciando el ideario de la filosofía racionalista. Esa luz que pone de manifiesto el viaje ideológico hecho por los ilustrados hacia la Verdad partiendo de las sombras. Por lo demás, ojos grandes, labios delgados, de fina comisura, propios de la palabra educada, nariz aguileña, repleta de astucia…. Su cuerpo escondido, flaco, huesudo y alto, enfundado en una austera sotana dominica, pobre y eco de unas creencias que jamás abandonó. El retrato está incrustado en un óvalo, y a sus pies, una serie de atri-butos insisten en las aportaciones hechas por el protagonista en el te-rreno de las ciencias, de las artes y de las letras. Retrato de Viera hecho por Ossavarry en 1812 Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 32 e Científicos Canarios No es éste el único retrato que se conserva del arcediano José de Viera y Clavijo, pues el marqués de Santa Cruz de Mudela al saber que su amigo se retiraba definitivamente a Canarias le proporcionó un re-tratista para que lo inmortalizara. Fue en aquella ocasión modelo para Isidro Carnicero, uno de los artistas más renombrados del academicismo dieciochesco español que ostentaría durante mucho tiempo el cargo de Director de la Real Academia de San Fernando de Madrid. Ambos se conocieron en 1780 a través de un amigo común, Pedro Lozano, logrando éste del artista va-rios apuntes al grafito que con posterioridad fueron llevados al tórculo para ilustrar su poema « Aires Fixos » . El retratado fue, en verdad, Díaz Monasterio y no Viera ya que al poco parecido entre ayudante y abate debemos sumar la presencia de casaca y peluca, siguiendo la moda cor-tesana, en suplantación de la austera sotana de un cura pobre, econó-micamente hablando. Cosa muy distinta es el que se considera « retrato oficial » de Viera, un retrato de tres cuartos inscrito en un medallón ovalado que fue rea-lizado en Madrid por un grabador de la talla y prestigio de Joaquín Fabregat a partir del dibujo de Carnicero. Sabemos que José de Silva instó a Viera a posar, costeando la obra como muestra de amistad y agradecimiento. El homenajeado repartió como acto de despedida de Madrid un buen número de estas calcografías, al verse joven, bien pa-recido, e hizo constar en la leyenda la posesión de su prebenda, lo cual significa que el retrato contempló a un Viera cincuentón, ya que obtuvo la dignidad de la Catedral de Santa Ana en el año 1782. El perfil personal del escritor forma parte de su currículum y los bió-grafos que lo han tratado lo describen como un hombre « de estatura más bien alta que mediana, delgado, de ojos grandes de color pardo, hermoso… las cejas básicamente arqueadas, frente grande y despejada, José Viera y Clavijo 33 nariz casi recta y bien proporcionada; la boca, amplia, agraciada, era al-gún tanto larga; barba pequeña, el color del rostro, blanco, pero pálido y descarnado a la vez… » ( José Batllori y Lorenzo, 1913). Hombre enjuto, enemigo del ejercicio físico por preferir desde niño los libros a los juegos. Agraciado bailarín que se benefició de los pasos de la contradanza al entenderlo como parte de una herencia cultural que debían cultivar todos los allegados al movimiento ilustrado por ser éste un baile de moda en Francia, madre de sus desvelos. Cioranescu lo trata de holgazán y perezoso, persona lenta que sólo tenía despierto el ánimo para los libros y sus cuadernos. Comelón, en-fermizo… y otros muchos calificativos que se le han añadido gracias a haber dejado tras de sí una enorme correspondencia mantenida con sus amigos en la que confiesa sus puntos débiles, sus interioridades y preocupaciones personales. Viera llega a ironizar sobre su falta de voluntad, achacando su estado a una singular pasividad heredada de los aborígenes canarios: modorra guanche, decía. Cierto es que fue un hombre de constitución delicada y que ya en la cuna presentó graves problemas de salud como lo de-muestra el hecho de recibir las aguas bautismales en su propia casa de El Realejo de Arriba. A pesar de ello vivió 82 años, y nadie puede decir que en ocasión alguna lo vio verdaderamente enfermo. I. 2. Los orígenes de Viera José Antonio del Álamo Clavijo, que éste es su verdadero nombre, no podía en sus orígenes aspirar a ser otra cosa que sacerdote. Los condi-cionantes familiares y las circunstancias sociales le conducirían inevi-tablemente hacia la carrera eclesiástica. Los curas abundaban tanto en Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 34 e Científicos Canarios su entorno que hasta su propio padre llegó a tomar las órdenes meno-res, ejerciendo de clérigo en la capellanía fundada por García González Viera. José de Viera y Clavijo nació el 28 de diciembre de 1731 en una mo-desta casa situada en la calle del Agua del Realejo Alto o de Arriba que aún se conserva, aunque muy trastocada en lo que se refiere a su es-pacio interior. Su nacimiento en Los Realejos y no en la Villa de La Orotava, de donde era oriunda su familia, se debe a un episodio más del continuo trasiego que su padre, Gabriel del Álamo, practicó durante toda su vida. Gabriel del Álamo y Viera, padre del historiador, fue una persona verdaderamente curiosa que nació en La Orotava en 1696, falleciendo en San Cristóbal de La Laguna en 1773. Sus hermanos José Antonio, Domingo Francisco y Francisco fueron sacerdotes que alcanzaron renombre dentro y fuera de Canarias. El joven Gabriel, cuarto y últi-mo de la prole, estuvo tentado de culminar unos estudios religiosos que se vieron truncados al contraer matrimonio en El Realejo Alto con Lucía García de Estrada ( La Orotava 1696 – 1722). La vida de Gabriel trascurría, por entonces, sin sobresaltos, cobijándose a la sombra que le daba su familia y la de su joven esposa. Ambos reci-bieron con alegría a Gabriela Josefa Antonia su hija, nacida en La Orotava en 1717, al año justo de su casamiento. Sin embrago, la con-trariedad llegó en 1722 cuando Lucía, en pleno mes de agosto, el día 20, fallecía dejando solo a Gabriel del Álamo con la responsabilidad de criar a la pequeña. Pero, a grandes males grandes…, y Gabriel encontró pronto sustituta para su casa, pues a los cuatro meses del entierro de Lucía García contrajo matrimonio ( 25 de diciembre de 1722) con Antonia María Clavijo ( La Orotava, 1698 - Puerto de la Cruz, 1772). José Viera y Clavijo 35 Con Antonia María Clavijo, quien era hermana del padre de José Clavijo y Fajardo, otro importante hombre de letras del período ilustra-do, no perdió el tiempo, y fruto de su matrimonio fueron diez hijos más, a saber: Josefa Jacinta, nacida en La Orotava en 1723; Antonio José Domingo, nacido en La Orotava en 1724; Nicolás Antonio, nacido en La Orotava en 1726; Gabriela, nacida en La Orotava en 1728; Antonio Francisco José, nacido en 1730 en El Realejo Alto; José Antonio, nues-tro personaje, nacido en 1731 en El Realejo Alto; Antonia Florentina de la Trinidad, nacida en el Puerto de la Cruz en 1734; Felipe Nicolás Domingo, nacido en el Puerto de la Cruz en 1735; María Josefina, naci-da en el Puerto de la Cruz en 1737; y Andrés Domingo, nacido en 1743 en el Puerto de la Cruz. Hijos, como se aprecia, nacidos en tres de las cuatro localidades ti-nerfeñas en las que residió el clan Álamo: La Orotava, Los Realejos, y Puerto de la Cruz, ya que hasta el año 1757 no pasaría a La Laguna para ejercer como escribano mayor. Su actividad laboral reconocida se inicia con el nombramiento de Alcalde Real del Realejo Alto en el año 1731, cargo que pronto abandona ( 1732) para tomar posesión del despacho de la escribanía del Puerto de la Cruz que había quedado vancante por Imagen retrospectiva de la casa natal de Viera situada en la calle del Agua del Realejo Alto Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 36 e Científicos Canarios fallecimiento de su titular Baltasar Vandama. Su nuevo empleo suponía un salto cualitativo en el escalafón social y sobre todo un aumento con-siderable en los ingresos de una familia de nueve miembros. Así, de esta manera, el benjamín, por ahora, de la familia, José Antonio, se traslada del Realejo Alto, lugar donde había venido al mundo, al Puerto de la Cruz, ciudad en la que pasaría su prolongada juventud. José de Viera y Clavijo tuvo en sus hermanos sus primeros maestros, compañeros a la vez de juegos y correrías que le enseñaron a moverse con destreza por el cosmopolitismo que se respiraba en La Ranilla, el populoso barrio de mercaderes y pescadores en el que se trasegaba con todo, libros incluidos. De este modo, podemos considerar que el Puerto de la Cruz, su bu-lliciosa vida, fue el primer aula a la que asistió con aplicación el niño Viera y Clavijo. Él mismo escribe en su primera obra seria, Vida del noticioso Jorge Sargo: « … pues como niño no pude hacer cosas memo-rables, que en el intento que llevo, de darte noticias de mi patria ( que aunque la propia ignoro) tengo al Puerto de La Orotava de la isla de Tenerife por tal.. » . El Puerto de la Cruz era, en estos mo-mentos, el lugar idóneo para contactar con la cultura europea, y un espíritu abierto, ansioso de aprendizaje, como el suyo supo aprovechar la ocasión que se le brindaba para practicar su afición favorita: leer. La localidad había prosperado como puerto de mar, asentándose en el pago muchos ex- Ilustración de su libro Jorge Sargo, realizada por Viera a los 14 años de edad José Viera y Clavijo 37 tranjeros, ingleses y franceses preferentemente, que guarda-ban un espacio de sus alforjas para unos libros prohibidos por los que los enemigos del Santo Oficio pagaban auténti-cas fortunas. Él mismo llegó a trapichear más de un volumen con el « contrabandista » que era popularmente conocido como Arnald van Stemford. Sus lecturas dieron fruto muy pronto y la primera noti-cia nos llegan de cuando Viera era un adolescente, contando tan sólo con 14 años de edad. El prodigioso joven se atrevió entonces a escribir biografías, a redactar novelas, y hasta componer versos. Su producción es, por estas fechas, una producción de sesgo mimético, al practicar un método de iniciación reproduciendo lo que captaba en infinidad de lecturas que le daban la inspiración para luego readaptarlas a su entorno y circunstancia. Es eso lo que en verdad hizo cuando escribió Vida del Noticioso Jorge Sargo emulando a Mateo Alemán ( 1547 – 1613) y su archiconocido Guzmán de Alfarache ( 1599), un noble representante de la novela picaresca es-pañola del que Viera toma la estructura básica para su Jorge Sargo. Un detalle interesante que se desprende de esta primitiva acción de Viera es su toma de posición frente a la literatura, el arte y la ciencia. Desde sus orígenes establece una conexión entre todos los terrenos del saber humano aceptándolo como parte de un modelo de actuación, de Emblema de la Inquisición, institución con la que Viera tuvo algunos problemas Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 38 e Científicos Canarios creación, que mantendrá a perpetuidad mejorándolo sólo con el deve-nir de los años y la experiencia de su propia existencia. Como ejemplo pongamos el propio título de la novelita Vida del Noticioso, una clara referencia a su interés por la historia expresada a través de un género literario, la novela. Jorge Sargo, su protagonista, podía haber sido fu-lanito de tal, pero escogió un apellido muy recurrente. Sargo en honor a un pez que tiene una especial astucia para devorar la carnada esqui-vando el anzuelo. Ésta sería, como sabemos, una de las cualidades más elogiosas de Viera, un sacerdote que jugó peligrosamente con los tribu-nales de la Inquisición, paseando con su trabajo sobre la delgada línea que hacía frontera entre lo permitido y lo prohibido. Una segunda obra, citada por él mismo en sus Autobiografía fue la Historia de Santa Genoveva, un trabajo desaparecido en la ac-tualidad, del cual se le supone que fue una inspiración prematura de dos de sus grandes amores: París y Voltaire. Santa Genoveva es, como sabemos, la patrona de París, capital de capitales, donde se fraguaba todo lo que él daba por bueno en el siglo XVIII, el siglo que le tocó vivir. Pero es que, además, Voltaire, en su juventud, tradujo una Oda a Santa Genoveva escrita en su día por el padre Le Jay; una casualidad no demostrada pero factible por cuanto que Viera mantu-vo desde muy joven el rumbo marcado por Voltaire hasta el punto de aceptarlo sin ambages como su mentor espiritual en mil y un asuntos de filosofía. Por aquellos años juveniles se adentró en la poesía, más bien en la « versicología » o el extraño arte de hacer rimar las palabras para escon-der las verdaderas ideas. Modo y método puestos de moda desde las cortes versallescas y extendido a todo Occidente que se entendía como sinónimo de intelectualidad, cuando en realidad era un virtuosismo al que fácilmente se llega con una mínima práctica. José Viera y Clavijo 39 Viera, el joven, encontró un campo de expresión idóneo a su vivaz imaginación y a su afilada lengua, y pronto se encomendó a lo que él creía que era un lenguaje cortesano, refinado y sabio. Bajo el formato de loas, entremeses, coplas o villancicos escribió infinidad de poemas, de versos pareados, décimas, endecasílabos… a los cuales les puso los pomposos nombres de « El Rosario de las Musas » , « Las Cuatro partes del día y las ocupaciones ordinarias del hombre en ella » , « Abecedario de los nombres más usados de hombres y mujeres » , « Baraja de cuaren-ta con equívocos y retruécanos… » , es decir, un conjunto de escritos en los que se aprecia que el joven Viera era un volcán a punto de explotar que no encontraba, en ese momento, el cauce adecuado para derramar todo lo que llevaba dentro. A pesar de ello, debemos valorar la certeza de los palos de ciego que estaba dando en ese momento, ya que aún desactivado disparaba los dardos en la dirección correcta. En su interior bullía la necesidad de comunicar grandes ideas, portentosos ideales, en los que se cultivaban la didáctica, la moral y las artes, tres conceptos básicos que evoluciona-rán positivamente a lo largo de su existencia haciéndose presentes en infinidad de obras salidas de su pluma. Poco se apartaba, por entonces, del barroquismo imperante, pues no en vano el Barroco no sólo era el arte oficial español de mediados del Setecientos, sino que este estilo se identificaba ya con lo español adaptándose a los gustos populares y desbordando los ámbitos mera-mente intelectuales. Como ejemplo ilustrativo de su filiación está su manuscrito Fruta Verde del Parnaso, una colección de poemas propios de la inmadurez ( verde) que recogen la más variada temática y cuyo principio y final es todo un enigma. Escribía en los ratos perdidos que le dejaban sus estudios oficiales de filosofía peripatética y teología escolástica, dos materias imprescin- Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 40 e Científicos Canarios dibles para toda persona que aspi-rase a tomar los hábitos. En efecto, desde muy joven su padre le indicó el camino del púlpito haciéndole ingresar como aspirante a clérigo en el convento de Santo Domingo de la Villa de La Orotava donde te-nía su particular feudo la Orden de Predicadores. El convento de San Benito era en aquellos días una auténtica univer-sidad ya que contaba no sólo con un elenco de excelentes « profesores » , sino con una importante y bien sur-tida biblioteca. A pesar de ello, él no recordó nunca con afecto su paso por el convento, calificando sus ense-ñanzas de tenebrosas, lóbrega noche de estos miserables estudios. Cierto es que el proyecto educativo del centro nada tenía que ver con la filosofía de la Razón ya que los dominicos se aferraban al dogmatismo, cerrando filas en torno a la fe. Pero no es menos cierto que el sistema tenía fisuras y que entre los cientos de libros que la biblioteca del convento tenía se encontraban los volúmenes de dos obras trascendentales en la vida de Viera: Teatro Crítico Universal y Cartas eruditas y curiosas. I. 3. Descubrimiento de Feijóo Viera dio, sin saberlo entonces, un paso de gigante al aproximarse al convento de San Benito de La Orotava, por cuanto que este centro Claustro del convento de Santo Domingo, donde estudió Viera José Viera y Clavijo 41 religioso escondía un tesoro, su biblioteca, que había sido conformada por las muchas aportaciones de libros que le habían hecho una serie de profesores que estaban en la línea de cambiar el sentido del pensamien-to imperante. Sería mucho decir que la herencia medievalista representada por el aristotelismo peripatético o la escolástica estaban en crisis en este si-glo, pero sí es cierto que ya algunas personas apuntaban maneras que darían cambios sustanciales. Viera sería, más pronto que tarde, uno de ellos. En el convento dominico se daban con erudición clases de Teología, de Filosofía y de Gramática, pero también se aprendía Geografía, Historia, Química, Medicina e Idiomas con especial presencia del Francés y del Inglés. También se enseñaba Griego, y desde luego se hablaba de co-mún en latín. Estas materias e idiomas tenían una correspondencia bi-bliográfica en los anaqueles de la mencionada biblioteca que sería para don José una ventana abierta hacia el universo. Además de los libros, allí estaban los profesores que los recomen-daban intentando esquivar los peligros que comportaban determina-das indicaciones, pues el Tribunal de la Inquisición acechaba en todas las esquinas. Uno de ellos fue Fray Agustín Verau, personaje crucial en la biografía de Viera pues fue él, y no otro, quién le indicó el camino que le conduciría al que sería de ahora en adelante su maestro: Benito Jerónimo Feijóo. « El Griego » , apodo que le aplicaban a Verau, fue un erudito que desde su cátedra de Artes auspiciaba un trastoque en el método de en-señanza que se practicaba intramuros, siendo Feijóo una de sus herra-mientas favoritas. Viera nunca escondió que este autor fue decisivo en su formación, y en 1812, al escribir sus Memorias, trata el episodio con una vehemencia Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 42 e Científicos Canarios desconocida y poco frecuente en el polígrafo: « … aquí que en medio de la lóbrega noche de estos miserables estudios, llegó de improviso a alumbrarle una ráfaga de feliz claridad. Por fortuna le dio a leer un amigo suyo las obras críticas de Feijóo; y al paso que las iba leyendo, o más bien devorando, se iba presentando a su razón otro nuevo modo científico, y a su espíritu otros inmensos horizontes. Así fueron éstas como las primeras semillas de cultura y de literatura sensata, porque sin pérdida de tiempo se aplicó a traducir el inglés, francés e italiano, con algunas nociones de griego; cuyos libros, instruyéndole, desempa-ñándole y divirtiéndole, le hicieron vivir en el siglo de las luces en que mucho no viven » . La confesión que hace Viera debe tomarse como parte de un testa-mento ideológico al declarar su inclinación hacia el Racionalismo, ha-cia una filosofía vanguardista ya admirada desde sus años mozos y la conciencia de su participación activa en el Siglo de las Luces. Retrato de Benito Jerónimo Feijóo, mentor cultural de Viera José Viera y Clavijo 43 Los libros que el propio Viera « devoró » aún se conservan y basta hacer un repaso a algunos discursos publicados por Benito Jerónimo Feijóo Montenegro en su Teatro Crítico Universal ( ed. 1726- 1740) para encontrar paralelismos entre ellos. Aun no existiendo un estudio comparativo entre Feijóo y Viera no es difícil captar la influencia del gallego sobre el canario a partir sólo de los enunciados de los discursos que componen su Teatro Crítico: En su primer tomo « Voz del Pueblo » ( Discurso 1); « Medicina » ( D 5); « Astrología Judiciaria y Almanaques » ( D 8); « Música de los Templos » ( D 14); « Defensa de las Mujeres » ( D 16). En el segundo de ellos nos encontramos con: « Historia Natural » ( D 2); « Peso del Aire » ( D 11) y así sucesivamente. Como máxima evidencia de dicha correspondencia entre estos autores, Alejandro Cioranescu nos señala la influencia de Feijóo en la obra poética Los Meses, de Viera, quien recoge la costum-bre china mantenida por el emperador de salir antes que nadie al cam-po para dar ejemplo y agraciar las labores agrícolas; una costumbre cuya existencia le llega a Viera a través del Teatro Crítico Universal. El descubrimiento que hace José de Viera no es otro que el enciclo-pedismo, una tendencia proveniente de Francia que hizo furor en el resto del mundo empeñada en desarticular el hermetismo gremialista y poner el conocimiento a disposición del hombre en general. De ahí pro-viene la idílica y simbólica imagen de la luz que desarma a las tinieblas, del saber frente a la ignorancia. Viera sintió desde el hallazgo un enorme respeto por quien conside-raría de ahora en adelante su maestro « indirecto » , y en varias ocasiones se refiere a él con el tratamiento de « el ilustrísimo Feijóo » queriendo, en última instancia, copiar de aquél la demoledora forma de concebir la verdad apoyándose en argumentos que le conferían una autoridad incuestionable. Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 44 e Científicos Canarios I. 4. El nacimiento de un predicador Su tendencia natural a comunicarse encontró el cauce adecuado en el sacerdocio, demostrando desde los días de estudiante que él tenía un don especial para el púlpito. Una práctica común en el método de enseñanza del convento dominico eran los debates claustrales en los que el alumno se ejercitaba a partir de la defensa o ataque de un asunto filosófico predeterminado por el profesor. Viera destacó sobremanera en esta práctica quedando claro para los restos que ese sería un buen camino para desarrollar su labor pastoral. Concluidos sus estudios, aprovecha, junto a otros jóvenes aspirantes, una estancia en La Laguna del obispo Juan Francisco Guillén llevada a cabo el año 1750 para, de su mano, recibir las llamadas órdenes meno-res, lo que en realidad venía a ser una mayoría de edad. Un poco más tarde viaja, por primera vez y sin saber que aquella sería su ciudad de adopción, a Las Palmas de Gran Canaria, encontrándose frente a frente con el obispo Valentín de Morán quién delante del altar de Santa Ana lo convierte definitivamente en cura. Previamente había pasado por el subdiaconato, por la capellanía de coro de la iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia y antes de ser nombrado presbítero, cuando con-taba con 32 años de edad, obtuvo una anhelada licencia que le permitía predicar abiertamente los asuntos religiosos. Para entonces, en 1763, residía en La Laguna, ciudad a la que su padre se trasladó tras obtener un puesto de escribano mayor del Cabildo en 1757. En aquellos años su mayor preocupación era la de alcanzar cierto prestigio en el seno de la comunidad cristiana concentrando su aten-ción en el sermón como vehículo de expresión moral. Su empeño fue tal que obtuvo una merecida fama como orador, a la vez que perfeccionó el sistema de comunicación de tal manera que cada día se acrecentaba su José Viera y Clavijo 45 fama hasta el punto de ser consciente de que sobre el púlpito no tenía en Canarias competidor serio. La temática de sus predicaciones fue casi siempre la misma, encon-trando en la hagiografía un filón inagotable y recurrente. De este modo las ejemplares vidas de santos y santas le venían como anillo al dedo para emprender batallas morales que debían, según su estrategia, mo-dificar el comportamiento de la feligresía. Como prueba del estilo que por entonces practicaba se conserva un sermón dedicado a San Antonio de Padua, predicado en la iglesia de San Francisco del Puerto de la Cruz el 13 de junio de 1756. El sermón no tiene nada de especial, pero le valió una reprimenda del inquisidor Alonso Falcón y Alarcón quién se leyó el sermón a instancias de la denuncia presentada ante el Santo Oficio por Fray Antonio Peraza. El motivo de la controversia no fue otro que los evidentes cambios de estilo que pretendía introducir Viera en la elocuencia imperante en el ministerio eclesiástico. Los tiempos estaban cambiando y don José quería aportar su grano. Y en verdad lo aportó, pues comenzó a ad-quirir fama de buen predicador solicitándose sus servicios en actos de renombre e importantes festividades. La prueba de ello la tenemos el 8 de junio de 1769 cuando fue invitado a la tribuna principal para que di-sertara con motivo de la reinauguración del convento de los dominicos en la Villa de La Orotava. Su conocimiento de idiomas extranjeros contribuyó de forma deter-minante a su aproximación a la oratoria francesa, mucho más liberal y vanguardista que la oratoria estulta que dominaba a la sazón en las islas, explica él mismo. De esta manera no es descartable, como apunta en varias obras el erudito Roméu Palazuelos, que fuese su fama de buen orador la carta de presentación que le valió su ingreso en la Tertulia de Nava. Carta Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 46 e Científicos Canarios que se reforzó cuando entabló una discusión abierta con Fray Francisco Guzmán. Una batalla que duró diez largos años, 1760 – 1770, en los cuales se estableció un pleito entre lo barroco y lo neoclásico defendido domingo a domingo desde los púlpitos laguneros. Su estilo de predicar comenzó a cobrar adeptos encontrando en La Laguna una tierra fértil, con abundancia de sacerdotes, en la que su voz se convertía en semilla. De hecho, La Laguna contaba desde 1744 con la universidad Agustina y Viera, sabedor de su repercusión, compuso en 1767 un Soneto en elogio al nuevo método de predicar abrazado por la mayor parte de los oradores de la Octava de Nuestra Señora de los Remedios. El culmen de su proceso llega al año siguiente cuando se atreve a re-dactar, sin que nadie se lo pidiera, un prólogo para una obra que estaba haciendo furor en medio de la iglesia europea. Leyó, primero, y tradu-jo, posteriormente, el Traité de la Doctrine Chretienne el orthodoxe ( París, 1703) redactado por Elías Dupín, un sacerdote francés nacido en 1657. El prólogo es toda una declaración de intenciones, a pesar de no descubrir que llegó a su lectura después de consultar el Teatro Crítico Universal de Feijóo quién citó a Louis Elías Dupín en el dis-curso « Uso de la Mágica » . Denuncia, según la opinión de Infantes Florido, el fanatismo religioso que era tomado como piedra angular del adoctrinamiento cristiano. Aboga, a su vez, por un cambio radi-cal del método basándose en el reconocimiento de los verdaderos fundamentos de la religión. Para dar crédito a sus postulados no duda en apoyarse en las ideas proclamadas por autores que ya se co-nocían en la Europa ilustrada. Es el caso del Padre Mas, de Melchor Cano, de Natal Alexandro, de Bossuet, de Bourdaloue, de Fleury o del italiano Concina…, sacerdotes que firmaban respectivos estudios José Viera y Clavijo 47 de teología en los que se vislumbra un pleito que con el tiempo al-canzaría al propio Viera, el pleito entre Razón y Fe. I. 5. La Tertulia de Nava El año 1757 es crucial en la vida de Viera y Clavijo, pues fue en este año cuando su carrera conoció un avance espectacular a consecuencia del traslado que su padre, Gabriel del Álamo, hace de su familia hacia la ciudad de San Cristóbal de La Laguna. Viera era ya un hombre avispado de 26 años de edad que llegaba a La Laguna con una experiencia más que aceptable en asuntos religiosos, amén de resuelto poetastro cuya curiosi-dad por las cosas terrenales parecía no tener fin. Para él, La Laguna fue un marco de desarrollo ideal en el que dio rienda suelta a muchas de sus preocupaciones creativas, empezando por la redacción en 1758 de una segunda parte de la obra del Padre Isla, Fray Gerundio de Campazas, en la que insistía en lo perjudicial que era un mal orador sobre un púlpito. Denunciaba los panegíricos desatinados y se burlaba de los errores de bulto cometidos por los sermoneadores « profesionales » cuya oratoria plúmbea era más insoportable que sus invenciones teológicas. Entrada para una tertulia madrileña Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 48 e Científicos Canarios Este trabajo, junto a otros como el que narra los festejos laguneros en honor al nombramiento de Carlos III como rey de España, fue un aval que superaba la « inscripción » inicial de un club tan selecto como era la Tertulia de Nava. Un club formado por aristócratas que abrie-ron, por una sola vez, sus puertas a un hijo del pueblo que aún siendo vástago de un escribano mayor del Cabildo no disponía de capitales, ni otros posibles… sólo era capaz de ofrecer su ingenio. A ella llegó Viera y Clavijo de la mano de Cristóbal del Hoyo Solórzano, marqués de San Andrés, persona que había hecho de la tertulia su asilo particular des-pués de haber trotado mundo. La Tertulia de Nava está considera como una evidencia que demues-tra la existencia de una discutida « ilustración canaria » . Una reunión no periódica celebrada, al menos, desde 1752 por espacio de dos décadas. Como sede « oficial » tenían en el palacio de Nava, en una habitación de la planta baja con los auspicios de su propietario, Tomás Lino de Nava Grimón y Porlier, V marqués de Villanueva del Prado. Hacia 1765 acu-dían con asiduidad, pero también con intermitencia, Juan Bautista de Palacio de Nava, en La Laguna, lugar donde se celebrara la afamada Tertulia José Viera y Clavijo 49 Franchy, Fernando y José Antonio de la Guerra, Martín y Lorenzo de Salazar, Fernando de Molina, Agustín de Béthencourt, José de Llarena y Mesa, Miguel y Domingo Pacheco Solís, Andrés Alfonso Gállegos, Juan Antonio de Franchy, Tomás de Nava, como anfitrión, y José Viera como postrero agregado. También rondaron el salón el nombrado Cristóbal del Hoyo, Juan Antonio Urtusáustegui, Bernardo Valois Cólogan, Juan de Castro y Soria y los Herrera Leiva. La Tertulia era, básicamente, una reunión de amigos que pasaban al-gunas tardes laguneras discutiendo y filosofando sobre las noticias del mundo, desarrollando una actividad cultural de sesgo crítico que com-partían con divertimentos de salón: bailes y juegos de naipes. El mar-qués era espléndido, convidando a los reunidos con café, chocola-te, agua de cerezas, miel…, pero, a la vez, brindando a los más « hambrientos » , entre los que se encontraba Viera, a despacharse a gusto con su biblioteca, la me-jor de Canarias de mediados del siglo XVIII. Allí se encontró el joven clérigo con obras que es-taban proscritas, redactadas por autores que sólo conocían de oí-das. Tomás de Nava disfrutaba de un estatus especial dado su poderío social y el volumen de su bolsa. Él acumuló sin restriccio-nes libros del marqués d’Argens, de Fontenelle, de Montesquieu, Retrato de Voltaire, ideólogo que marcó la vida de Viera y Clavijo Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 50 e Científicos Canarios de Rousseau y otros muchos ilustrados franceses encabezados, desde luego, por Francisco María Atouet de Voltaire. Ocasionalmente, la Tertulia realizaba excursiones campestres visi-tando lugares de interés como era la ermita de Nuestra Señora de las Mercedes para merendar en la casa del Agua, bailar allí la contradanza y pasar la tarde jugando a los naipes con la participación de las mujeres que formaban parte de la expedición. La Tertulia había nacido con vocación humanística, un asunto idó-neo para un aprendiz de historiador. El clérigo tomó conscientemente las riendas de la misma para convertirse en una especie de secretario que dejaría para la posteridad algo parecido a unas actas en las que se puede conocer hoy cuáles eran las preocupaciones intelectuales de aquellos aventajados. En este período de su vida, José de Viera y Clavijo, teje una tela de araña sin saber diferenciar su labor individual como escritor e intrépi-do « investigador » de su aportación como mantenedor de la Tertulia. Ello le condujo a un segundo encontronazo con el Santo Oficio en ju-nio de 1759 en el que también se vieron implicados Tomás de Nava y Fernando de la Guerra, siendo los tres acusados de lecturas prohibidas. El asunto se zanjó con la petición de unos apuntes tomados por Tomás de Nava sobre órdenes religiosas de un libro sin identificar de Voltaire, cosa a la que el marqués de Villanueva del Prado se negó. Este altercado ilustra la verdadera relación de los tertulianos con la sociedad tinerfeña, por cuanto que ellos veían por encima del hombro al resto de los humanos y estos los despreciaban por esnobistas, siendo la denuncia en asuntos religiosos la única forma de venganza ante tanta altanería. Huyendo tal vez de las miradas indiscretas en 1765 decidieron los miembros de la Tertulia hacer « un congreso » , según sus propias decla- José Viera y Clavijo 51 raciones, en una finca localizada en la comarca de Daute que era pro-piedad de Juan Antonio de Franchi. Aparentemente estamos ante una excursión más de los tertulianos, pero nada más lejos de la realidad ya que el viaje y la estancia marcan un hito en la evolución del movimiento ilustrado canario por las actividades que en su entorno se desarrollaron. Cierto es que los doce participantes de la experiencia pasaban parte del día de excursión, visitando pueblos y parajes, pero no es menos cierto que dedicaban unas horas al día a « enciclopedizar » la experiencia. Viera animó a los congregados a redactar una gaceta, un periódico manuscrito cuya tirada era tan sólo de once ejemplares, y cuya cabecera no podía ser otra que Gaceta de Daute. En las cuartillas que componían cada número se reflejaba con cierto grado de jocosidad las vicisitudes del viaje, a la vez, que se encendían críticas al orden social establecido. No era ésta la primera vez que José de Viera y Clavijo se preocupaba por el periodismo ya que tenía en su haber la publicación de Papel Hebdomadario, un periódico que logró salir en 50 oca-siones entre 1758 y 1759. Está conside-rado el primer periódico de Canarias y en él se ofrecía a un público restringi-do noticias de historia natural, física y literatura. La experiencia le fue muy satisfactoria ya que en el año en curso volvió al periodismo amanuense con El Piscator Lacunuense, una obra re- Portada de El Gran Piscator que serviría a Viera para re-dactar su Piscator Lacunense Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 52 e Científicos Canarios dactada en prosa y verso cuyo origen está en El Piscator de Diego de Torres Villarroel que se publicaba en Salamanca. Su última aventura periodística se constata en el otoño de 1762 cuando logra publicar cin-co números de su Correo de Tenerife, antecesor, igual que el resto, de Gaceta de Daute. La primera de las tres Gacetas fue redactada el 17 de julio de 1765, teniendo la última la fecha de 7 de agosto del año en curso, elaborada íntegramente en La Laguna. Las materias tratadas son, en palabras de Romeu Palazuelos « las normales en esta clase de publicaciones, reduci-das al ámbito isleño y con un tono combativo, burlesco que las dotaría de cualidades deferentes a lo que hasta entonces se había hecho » . La larga existencia de la Tertulia pudo ser factible gracias a episodios esporádicos que la reanimaban al agruparse sus miembros en torno a causas comunes. Es el caso de Los Vasconautas, un capítulo simbóli-co de una prematura rivalidad interinsular que tiene como centro de disputa la presencia física de Julián de San Cristóbal en la isla de Gran Canaria o de Tenerife. San Cristóbal ostentaba en 1766 el cargo de Regente de la Audiencia con residencia fija en la Casa Regental de la plaza de Santa Ana, en ple-no corazón de Vegueta ( Gran Canaria). Pero él y su familia, su esposa Beatriz de Monteverde y su hija, realizaron un viaje privado a Tenerife, a La Laguna, disponiendo allí de aposento particular ( Casa Torre) por espacio de algunos meses. En el transcurso de la estancia, don Julián en-tró en estrecho contacto con la Tertulia, pudiéndose decir que por unos momentos formó parte de ella. El hombre era culto, de trato agradable, lo que propició el establecimiento de una amistad verdadera con algunos familiares de su esposa, ya que ésta había nacido en La Orotava. La ausencia de Julián de San Cristóbal se había hecho notar en Gran Canaria, siendo la misma criticada por una élite que imaginaba mucho José Viera y Clavijo 53 más de lo que en realidad pasaba. Como respuesta a estas disquisicio-nes palaciegas Viera escribió el que está considerado como su mejor poema: « Los Vasconautas » . El poema está compuesto enteramente por Viera y Clavijo, aunque tradicionalmente se asegura que algunas octavas reales fueron dicta-das por los compañeros de Tertulia. A su vez, la composición quiere presumir de un carácter épico que le otorga la inclusión en el mismo de una « Carta dedicatoria a los Campos Elíseos » que actúa como pró-logo del poema. Un poema que debe su título al apellido del patrón del barco ( Vázquez) que debía reintegrar a la familia San Cristóbal a Gran Canaria. Como epílogo de las muchas actividades gestionadas por la Tertulia poseemos la historia de la redacción del Elogio del Barón de Pun por el Monsieur Forney, Secretario de la Academia de las Ciencias de Berlín. Un trabajo nuevamente atribuido a José de Viera y Clavijo, quién lo escribe al enterarse, en 1768, del fallecimiento de Diego Sánchez. Diego Sánchez hubiese pasado sin pena ni gloria en la historia de Canarias si no llega a fijarse en él Viera, pues este humilde labriego vi-vía cuidando el trapiche propiedad de los Franchi que había servido de refugio en 1765 a la Tertulia de Nava en su congreso de Daute. Viera homenajeó en varias ocasiones al viejo Sánchez dándole el tí-tulo nobiliario de Barón de Pun, la primera vez fue el 5 de diciembre de 1765 al formar con su nombre una Relación circunstanciada del Consejo Secreto y de los debates filosóficos y políticos que tuvieron los señores de la Tertulia en el Palacio antiguo de La Laguna... Lo firma en el Real Palacio de Daute con la aprobación y licencia de impresión del Ministerio de la Corte de Daute. La última oportunidad que tuvo para evocarlo le llega, como hemos dicho, al conocer el fallecimiento de Diego Dávila Sánchez, el molinero Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 54 e Científicos Canarios cuya presencia « divertía a todos por la inocencia con que creía que el inventar y pronunciar voces insignificantes y estropeadas era hablar el francés » . Viera le dedicó entonces el Elogio al Barón de Pun y utiliza como seudónimo el de Mr. Forney, secretario de la Academia de Ciencias de Berlín que en aquellos años había adquirido cierto prestigio por ser el autor del libro titulado Eloge des savants et d’autres gens lettres del que existía un ejemplar en la biblioteca particular Martín de Salazar. El Elogio es todo un alegato encubierto en favor de su propia labor como eclesiástico agraciado por el movimiento ilustrado. Elogia al mo-linero Sánchez desplegando una biografía, que en lo sustancial podía ser la suya, para de este modo adelantarse algunas décadas a la que fue una de sus últimas composiciones, sus Memorias, escritas en 1812, un año antes de su muerte. I. 6. Publica su primer libro. Demostración de su filiación borbónica Viera tuvo en 1760 un feliz encuentro con los tipógrafos que admi-nistraban la imprenta Real de Guerra que se encontraba en la calle del Sol de Santa Cruz de Tenerife. El encuentro surgió por deseo del gremio de artesanos de La Laguna que quería publicar un pequeño opúsculo redactado por Viera y Clavijo con motivo de la proclamación de Carlos III como rey de España. La ciudad de La Laguna, como capital insular, se volcó en los festejos regios; y no fueron pocas las iniciativas particulares que se sumaron al evento. Una de ellas fue la protagonizada por Viera al componer una Loa, coloquios y otras poesías con motivo… la cual se convirtió en letra José Viera y Clavijo 55 impresa como El Jardín de las Hespérides. Representación alegórica de las Islas Canarias, proclamando y reconociendo por su Rey y Señor a nuestro Cathólico Monarca Carlos III. La obra en sí tiene una doble importancia: se trata de la primera obra impresa de Viera que, además, inaugura una serie de escritos de-dicados a Carlos III, quién, empezó a ser visto por Viera y Clavijo como la tabla de salvación que estaba pidiendo una España a la deriva. Carlos III representa para los ilustrados hispanos la recuperación del orden social filtrado por un crisol italiano al que se le suponía una intachable moral en asuntos de la administración pública. De ahí que Viera hiciera de Carlos III su particular líder monárquico y que no descansara hasta conocerlo personalmente, uno de sus sueños más queridos que se vería cumplido en 1784. La colección de documentos que dedica a los Borbones, por cuanto que es el único tema que logró llevar completamente al tipógrafo, se cierra con la Oración fúnebre en las exequias de Carlos III, un discurso laudatorio del rey escrito en clave biográfica por Viera en 1789. La noti-cia del fallecimiento de su querido monarca le sorprendió en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, y le fue fácil rememorar la figura del rey difunto pues poseía datos de primera mano que había acumulado en los 14 años de estancia madrileña. Además, hacía tan sólo cuatro años que se había repatriado conservando fresca la efigie de un Carlos III que tenía mucho contacto con el marqués de Santa Cruz, amigo y protector del Viera cortesano, a la vez que ayo del futuro Carlos IV. La Oración fúnebre se celebró en la iglesia del Seminario Conciliar de Las Palmas el 17 de marzo de 1789 bajo los auspicios de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Gran Canaria, institución que además sufragó los gastos de impresión de la misma en la imprenta de Miguel Ángel Bazzanti, sita en La Laguna, al año siguiente, en 1790. Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 56 e Científicos Canarios José de Viera y Clavijo nunca escondió su inclinación por la familia Borbón, llegando a manifestar su preferencia por el lis blanco ( símbolo borbónico) frente al águila negra ( iconografía propia de la Casa de los Austrias). Semejantes ideas expresa una obra redactada en 1779 que le valió un premio de Elocuencia en el concurso anual que convocaba la Real Academia Española. El título del laudatorio no era otro que Elogio a Felipe V, padre de Carlos III y esposo de Isabel de Farnesio. I. 7. Viera, aprendiz de historiador Tanto él como su hermano Nicolás, personaje que continuamente se encontraba enfermo, fueron desde su llegada a La Laguna adscritos a la parroquia de Nuestra Señora de los Remedios, dándosele a él la oportuni-dad de bucear en los papeles viejos que conservaba el archivo parroquial. Aquel depósito y otros de la ciudad de los Adelantados suponían una mina que explotó convenientemente cuando le dieron la oportunidad, y mientras acopiaba datos de carácter científico, distraía el genio en escribir algunos textos que satisfacían, primero, las obligaciones de la parroquia y le descubrían, después, como un interesante pensador dieciochesco. En este marco hace la trascripción en 1764 de las Actas de las Congregaciones, Conferencias del clero de La Laguna sobre Casos de Conciencia, Sagrados Ritos y Ceremonias por mandato del obis-po Delgado y Venegas. Igualmente dedicada a asuntos clericales unas quintillas A Fray Domingo Párraga que predicando del gran Padre San Agustín, al referirse al pasaje de Josué, y parada del Sol, le dio un desmayo, se paró y no prosiguió el sermón. Pero su entusiasmo más íntimo apuntaba a empresas elevadas dedicando su tiempo real a profundizar sobre el asunto que hasta José Viera y Clavijo 57 entonces más le interesaba: la pedagogía y la democratización del sa-ber humano. Ello explica la redacción en 1764 de su manuscrito El Síndico Personero. Obra patriótica que, escrita periódicamente en el año 1764, proponía diferentes reformas en la educación, institución y felicidad común. Olegario Negrín Fajardo ( 1994) como máximo conocedor de este docu-mento afirma: « Si hubiese que resumir en una sola frase el contenido del manuscrito, ella podría ser: detectar cuáles son los problemas candentes de la realidad cultural y educativa isleña, analizar las causas de los mis-mos y proponer soluciones que saquen al país de la apatía, el subdesarro-llo, la superstición y la incultura. Todo un programa ilustrado y necesario: capacidad de análisis, imaginación en las soluciones, creencia en el poder de la educación y en la buena voluntad de los ciudadanos » . Pero en realidad todos estos trabajos eran sencillos complemen-tos a lo que sería su gran aportación a la cultura canaria y española, la Historia General de las Islas Canarias. Él sabía que estaba llamado a la realización de grandes empresas, sobre todo en materia de humanidades en las que Canarias era un te-rreno yermo, mal cultivado. Su interés por la historia de la región no encontraba satisfacción en los textos ya publicados y la lectura de la obra de Núñez de la Peña Descripción de las Islas Canarias ( 1676) le provocaba aún más el impulso creador. Llegó a decir de él que era un hombre sin demasiada instrucción, sin estilo, sin crítica, y sin los de-más conocimientos precisos para desempeñar los difíciles encargos de cronista: « … se engolfó en un negocio superior a sus fuerzas… historia insípida… envuelta en muchos arcaísmos, errores y equivocaciones… » Tampoco escapan a sus dardos envenenados Antonio de Viana « fal-so adalid » , Fray Alonso de Espinosa « incertidumbre como fusión » , Cairasco de Figueroa, Cristóbal Pérez del Cristo… Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 58 e Científicos Canarios Su capacidad crítica supone una nota de superación de matiz ético muy próxima a la estética neoclasicista, por cuanto que cree en el valor de la renovación de su labor al levantarse sobre unas ruinas inmorales que se encuentran dentro del tenebroso barroquismo. A ello debemos sumar la elaboración de un plan, de un método de acción que igual-mente constituye una característica de los nuevos tiempos. En el prólo-go del primer libro aclara: « Por tanto en la ejecución de este proyecto me he propuesto seguir un plan, de cuyo vasto, pero indispensable para desempeñar la idea de una Historia Natural y Civil… » Un plan pergeñado a comienzos de la década de los 60 del siglo XVIII, ya que el 27 de junio de 1763 da por concluido el primer libro bajo el extenso título de Noticias de la Historia General de las Islas Canarias. Contiene la Descripción geográfica de todas. Una idea del origen, carácter, uso y costumbres de sus antiguos habitantes: De los descubrimientos, y conquistas que sobre ella hicieron los Europeos: De su Gobierno Eclesiástico, Político y Militar: Del establecimiento, y sucesión de su primera Nobleza: De sus Varones ilustres por dignida-des, empleos, armas, letras y santidad: De sus fábricas, producciones naturales, y comercio; con los principales sucesos de los últimos años. Después se ocuparía de redactar otros seis libros que serían concluidos en 1766, después de tres años de ardua tarea. No podemos decir que la Historia de Canarias de Viera y Clavijo sea un producto fraguado en el seno de la Tertulia de Nava, pues aún cuan-do en los años que se concibió el clérigo era una pieza estructural de la misma, pero sí se nota la mano de algunos de sus miembros. Fernando de la Guerra le proporcionó al joven Viera muchos datos recogidos en los documentos que se guardaban en el Cabildo lagunero. Viera quiso auxiliarse estableciendo una especie de red de corres-ponsales desperdigados por todas las islas que, vía epistolar, le remi- José Viera y Clavijo 59 tían información que él en La Laguna procesaba adecuadamente. En dicha red estuvieron además de José Antonio de la Guerra y Fernando de Molina Quesada, José Van de Walle en La Palma, Fernando de la Guerra desde Lanzarote y Fuerteventura, y un amigo anónimo que le remitió abundantes noticias sacadas del Archivo Secreto de la Catedral de Santa Ana en Las Palmas de Gran Canaria. Acabada la redacción de los siete libros, cosa que aconteció en 1766, el original quedó guardado a la espera de dineros y medios técnicos que hicieran factible su divulgación, hecho que se verificaría en 1772, cuan-do Viera y Clavijo residía ya en la capital de España. I. 8. Viera se encuentra con la Ciencia Aunque lo que hoy conocemos como ciencia pura estaba a mediados del siglo XVIII en otro estadio del conocimiento, y mucho menos des-vinculada de las humanidades, un joven Viera empezaba a demostrar interés por estos asuntos. Cierto es que sus preocupaciones verdade-ras estaban concentradas en la historia, en la filosofía y en materias del pensamiento que de una u otra forma afectaban a su devoción de « predicador profesional » . Sin embargo, en 1769, su curiosidad por las ciencias y por la naturaleza despierta de forma súbita emprendiendo una carrera en estos conocimientos que nunca abandonaría. Su primer contacto tiene fecha exacta, el 3 de junio de 1769, siendo la experiencia la observación de un sencillo eclipse de sol. Él y otros compañeros de la Tertulia de Nava ( Gaspar de Franchy, Agustín de Béthencourt y Castro, Juan Urtusáustegui, Guillermo Mahory…) pudieron contemplar utili-zando periscopios de precisión, desde la azotea de una casa del Puerto de la Cruz, el paso de Venus sobre el disco solar. De la experiencia salió Viera en el camino de las ciencias Primera parte: Biografía Biografías d 60 e Científicos Canarios el opúsculo Observaciones del… cuya incidencia en las ciencias es ínfi-mo por cuanto que Viera ofrece en él datos del movimiento planetario atendiendo al horario; pero como prueba del interés que los ilustra-dos canarios tenían por los fenómenos naturales no tiene precio. En tal sentido, estamos seguros de que debió existir una convocatoria previa para poner de acuerdo a los concurrentes y que éstos se dieran cita a las 6 de la mañana en una azotea concreta. Igualmente tiene su interés lo ocurrido los 50 minutos siguientes. Y por último hemos de valorar que, al menos uno de los testigos, Viera, dejase testimonio escrito para el futuro. El experimento es visto en la actualidad como algo casi infantil, pero debemos valorar la calidad del mismo en el contexto que ofrecía Canarias a mediados del siglo XVIII. No pasó mucho tiempo antes de que Viera sintiera otro impulso pa-racientífico. Esta vez en La Laguna, en el anochecer del día 18 de enero de 1770, cuando media población se echó a la calle para ver un resplan-dor rojizo de un cielo inflamado opinando los más sabedores del lugar que los montes de Taganana ardían por los cuatro costados. Viera y Clavijo fue un testigo excepcional del fenómeno, y al punto aseguró a quién quiso oírle que aquello no era otra cosa que una aurora boreal. De la experiencia nació una Carta filosófica sobre la Aurora Boreal… en la que el autor describe y explica el fenómeno en cuestión. José Viera y Clavijo 61 II. VIERA SE VA A MADRID José de Viera y Clavijo no podía imaginar lo que le cambiaría la vida en el transcurso del año 1770 cuando tuvo la oportunidad de ha-cer lo que debía haber sido un breve viaje a Madrid, capital de España, para contactar con una imprenta lo suficientemente cualificada como para imprimir su Historia General de Canarias. Él, en 1770, no te-nía dinero, vivía mantenido en casa de sus padres en La Laguna y lo de hacer de sus manuscritos libros era una utopía caprichosa que no podía permitirse. Su sueño se hizo realidad gracias a la desinteresa-da colaboración de sus amigos de la Tertulia, quienes se mostraron dispuestos a sufragar el viaje y la manutención de Viera mientras es-tuviera en la Villa y Corte. Una agraciada colaboración que llevó al clérigo a lanzarse a una aventura de la cual, de antemano, era difícil salir bien parado. No era un hombre de mundo, no tenía nombre ni fortuna, y sólo contaba con su inteligencia para mantenerse a flote en un Madrid cortesano que se repetía en sus sueños desde que Cristóbal del Hoyo le había inoculado el veneno clasicista que su sola presencia desprendía. Primera parte: Biografía Biografías d 62 e Científicos Canarios Aprovechó la coyuntura que le ofreció Pedro Manuel Fernández de Villegas quién tenía la obligación de personarse en Madrid para tomar posesión de un cargo en el Concejo de Castilla en sustitución de su puesto en la Audiencia de Canarias. Después del verano, el 12 de octubre de 1770 se despidió de sus ami-gos en el puerto de Santa Cruz de Tenerife tomando camarote en una embarcación inglesa que, previa escala en Las Palmas de Gran Canaria, donde debía abordarla Fernández de Villegas, pondría rumbo a Cádiz. A finales de año ya estaba Viera instalado en Madrid, solo y auxiliado por unas pocas cartas de recomendación y la amistad de quien sería su salvación, el presbítero Agustín Ricardo Madan. Este sacerdote de origen orotavense, Villa en la que nació en 1738, ha-bía estudiado en Oviedo y Ávila donde se doctoró en Cánones ( 1763), os-tentando a partir de 1766 el cargo de racionero de la Catedral de Canarias. Al año siguiente, al tener noticias de la convocatoria de oposiciones a la cátedra de hebreo de los Reales Estudios de san Isidro de Madrid, deci-de presentarse a las mismas teniendo que embarcar para la capital de España a fin de prepararse unos exámenes que acabaría aprobando. A fin de resolver su manutención, Agustín Ricardo Madan se em-pleó como maestro, como ayo, en casa de un prócer del racionalismo español, en casa de José Joaquín de Silva Bazán quién tenía un hijo en edad de aprender las instrucciones básicas. La entrega al estudio, dada la dificultad de las oposiciones en las que estaba enfrascado, le obligó a ceder su trabajo a Viera quién se encontraba en Madrid desprotegido en busca de una labor que le rentase algún beneficio. El encuentro entre José de Silva, marqués de Santa Cruz de Mudela, y José de Viera y Clavijo tiene carácter de hallazgo por cuanto el aristó-crata actuó como generoso mecenas de un aprendiz de científico en un marco, la Ilustración, que acogía a sendos espíritus. José Viera y Clavijo 63 José Joaquín de Silva Bazán Meneses y Sarmiento no era un aristó-crata al uso, más bien formaba parte de una especie un tanto infrecuente para la época. Pertenecía a una familia poderosa que ejercía la política activa en el siglo XVIII español, los Silva. Su vinculación al movimiento ilustrado internacional no era simple teoría, sino que en sus propiedades practicaba un humanitarismo que le llevó a poseer una serie de escuelas integradas en fábricas y explotaciones agrícolas. Fue un conocido protec-tor de artistas y literatos, contando en su propia casa de Madrid con un laboratorio en el que se recreaban algunos genios nacionales. Su talento le llevó a ser nombrado académico en la Real Academia de la Historia, de la cual fue director; igualmente dirigió entre 1789 y 1790 los derroteros de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, y ostentó el mismo cargo en la Real Academia Española, Consejero per-sonal del Rey Carlos IV, formaba frecuentemente parte del séquito del mismo al ser, desde la infancia del futuro rey, su ayo personal. Cuando Viera conoció al marqués, éste era viudo y su único hijo, Francisco de Silva, estaba necesitado de un ayo, persona que debía ser del entero agrado del marqués, pues el mismo residiría en su propia casa. La satisfacción de Silva fue tanta que pronto vio en Viera mucho más que un sirviente « adoptándolo » como un amigo de la familia que gozaba de privilegios poco usuales en los instructores civiles que eran contratados por los clanes pudientes de la época. Frasquito de Silva, hijo de don José Joaquín, marqués del Viso, que-dó entonces bajo la protección de Viera, encontrándose éste en el epi-centro de un orbe cultural de gustos refinados que nada tenían que ver con su procedencia. A pesar de ello, pronto se acomodó al nuevo am-biente como él manifiesta en sus Memoria de 1812. En el acto se enfrascó en la educación del joven preparando apuntes sobre filosofía ( Idea de una buena lógica), historia ( Epitome de la his- Viera se va a Madrid Primera parte: Biografía Biografías d 64 e Científicos Canarios toria de España), y materias varias ( Nociones de cronologías, épocas, eras, lustros, lunaciones, etc.) Estos apuntes se los dictaba luego a Francisco de Silva en Madrid, en El Escorial, en San Ildefonso, o en Aranjuez, pues una de las obli-gaciones del padre, como consejero del Príncipe de Asturias era la de acompañar al sucesor al trono allí donde éste se desplazase. José de Silva procuraba no despegarse de su hijo haciéndole viajar y con él, sumándose al cortejo, José de Viera quién lejos de parecerle estos viajes una incomodidad los aceptaba de buen gusto por cuanto que entendía que era una oportunidad única para conocer el vasto terri-torio español. II. 1. Viera, Académico Contando con la protección del marqués de Santa Cruz de Mudela, no le fue difícil encontrar en Madrid una imprenta de calado medio como la regentada por Blas Román para publicar en 1772 el primero de los cuatro tomos de que consta su Noticias de la Historia General de las Islas Canarias. Al año siguiente, en 1773, logró publicar el se-gundo, sirviéndole esta publicación como aval para firmar la solicitud de ingreso en la Academia de la Historia. La respuesta académica le llegó en febrero de 1774 admitiéndolo como académico correspondien-te, e iniciando a la vez una carrera meteórica que le llevaría en 1777 a ser nombrado, a instancias de Pedro Rodríguez Campomanes, director de la institución, supernumerario. Su discurso de ingreso, la Oración Gratulatoria, versó sobre la Historia y el protagonismo que la actual Academia debía cobrar en la investigación y divulgación de la misma al entenderla como una ciencia moderna. José Viera y Clavijo 65 Su presencia ente los académicos se hizo cada vez más frecuente ya que empezaba a sentar cátedra con su entusiasmo por las tareas en-comendadas. Así lo demostró en 1776 cuando se le nombró censor de libros impresos. Leer y enjuiciar, a partir de la moral del momento, todo cuanto se imprimía. Una tarea que a él le llenó de satisfacción por cuanto que sólo se trataba de leer y no de moverse. De mayor calado fue la encomienda de hacer los Extractos de las noticias de Castilla la Vieja ( 1777), una tarea, la de contrastar grandes volúmenes de información, que ya había hecho en alguna ocasión, y con la cual adquiriría una práctica que pondría en máxima explotación a su regreso a Canarias. De su plena adaptación a la Academia queda constancia en sus libros y escritos, pero también en los premios que obtuvo a través de concur-sos literarios. En 1778 Viera prueba fortuna en el concurso convocado por la Academia Española con el poema épico « El Segundo Agatócles o Cortés en Nueva España » , quedando el mismo fuera de la conside-ración del jurado. Otra suerte corrió al año siguiente con el poema « Elogio de Felipe V, Rey de España » , una composición biográfica que vitoreaba al Borbón, y con la que ganó el Primer Premio de Elocuencia. El premio comportaba además la publicación íntegra de la obra en los talleres tipográficos de Joaquín Ibarra. La obra de Viera no supone nin-gún hallazgo literario, pero el capitán de infantería del ejército francés Bongars la encontró tan interesante que llegó a publicar el Elogio en 1780, después de hacerle la correspondiente traducción. Años más tarde, en 1782, repite el premio con un « Elogio al obispo de Ávila, Alonso Tostado » , siendo igualmente publicado por Ibarra, el me-jor impresor, sin duda, que había aquellos días en la corte madrileña. Poco a poco consolida su nombre dentro de una institución oficial que le proporcionaba un privilegio, el de investigador que empezaba a Viera se va a Madrid Primera parte: Biografía Biografías d 66 e Científicos Canarios ser solicitado por otros autores que querían, en su afán enciclopedista, incluir a Canarias en sus respectivos trabajos. Viera y Clavijo se convir-tió, por así decirlo, en el portavoz de Canarias en Madrid. Un abande-rado insular que en 1776 escribió la voz « Canarias » para el Diccionario Geográfico que publicaba Luis Antonio Nicolle de La Croix ( 1779). Y algo similar ocurre en 1800 cuando recibe una carta de Ceán Bermúdez para que, desde Las Palmas, le remita información de asuntos artísticos para cumplimentar su famoso y celebrado diccionario. Viera y Clavijo le responde con un extenso informe que titula: Breve noticia de las mejo-res obras de arquitectura, pintura y escultura que hay en la Catedral de Canarias y en otros templos de las islas y de sus autores. II. 2. Publicación de la Historia de Canarias. ( 1772) Aún no siendo Historia de Canarias un trabajo para la Real Academia, como tampoco lo había sido para la Tertulia de Nava, es incuestionable que se editó a la sombra de ambas instituciones, y con el amparo del marqués de Santa Cruz de Mudela, ya que éste se hizo cargo, en parte, de la factura. Viera contactó con Blas Román el 22 de julio de 1772 haciéndole en-trega del papel necesario para la impresión del primer tomo. Entre 1772 y 1783 se publicaron los cuatro tomos ( el segundo en 1773 y el tercero en 1776). Saliendo a la luz pública mil ejemplares comunes y una tirada suplementaria de 50 ejemplares de marquilla, elevándose el coste total de la empresa a 34.926 reales. Ni que decir tiene que Viera no con-taba con este dinero, pero él se aseguró de que Blas Román recibiera con puntualidad los plazos convenidos. Y ello a pesar de los disgustos que se llevó al comprobar que desde Tenerife no se le remitía el dinero José Viera y Clavijo 67 prometido por un Cabildo que, el 9 de diciembre de 1772, no sólo fe-licitaba al autor por la obra, sino que le comunicaba la adquisición de un número de ejemplares. Una tradición canaria que posiblemente fue inaugurada por Viera y Clavijo. Como evidencia en el retraso de la subvención podemos citar un po-der otorgado el 28 de septiembre de 1786 a Lope Antonio de la Guerra y Peña por José de Viera para que aquél cobrara el dinero prometido por el Ayuntamiento de La Laguna a cuenta de los cuatro tomos adquiridos por la institución. El autor se vio en la necesidad de regalar muchos ejemplares, que-riendo así hacer promoción de su obra y como escribirá Alejandro Cioranescu ( 1950- 1951): « … 128 ejemplares del cuarto tomo, por ejem-plo, fueron repartidos prácticamente. Los demás se pusieron a la venta, a razón de 14 reales por tomo. A los cuatro años la venta de los dos to-mos primeros había producido 5.052 reales; su impresión había costa-do 16.432; de modo que el autor recobraba un poco menos de la tercera parte de sus gastos. La venta siguió siendo muy floja… En 1811 cuando Viera otorgaba su testamento, quedaban todavía en casa del marqués de Santa Cruz 236 cuerpos completos de la obra, mas muchos ejempla-res desparejados. Como no pudieron venderse, años después del falle-cimiento del autor lo que quedaba de la edición se vendió al peso del papel, en beneficio del Cabildo eclesiástico de Las Palmas » . II. 3. Viera, traductor La afición de Viera a los idiomas está más que justificada ante la necesidad de saber que continuamente demostraba. Sus nociones de inglés y francés fueron a más, aprendiendo estas lenguas con la maes- Viera se va a Madrid Primera parte: Biografía Biografías d 68 e Científicos Canarios tría con la que dominaba el latín o que era capaz de leer griego. Cuando Viera llegó a Madrid encontró una mina de textos de nuevo cuño que se conservaban no sólo la Academia, sino que dormían plácidamente en la biblioteca de José de Silva. Textos escritos mayoritariamente en francés que llamaron la atención del erudito Viera. No era la primera vez que José de Viera se embarcaba en una traduc-ción, pero a partir de 1773 con Apología de las Mujeres de Perrault hace de esta actividad una faceta más de su trabajo intelectual. La nómina de textos castellanizados es interminable, especialmente la que comporta su trabajo en Las Palmas de Gran Canaria, pero no nos resistimos a re-cordar algunos títulos que nos parecen verdaderamente significativos ya que los mismos se convirtieron en un exponente muy evidente del modelo de pensamiento que Viera y Clavijo perseguía. El Kempis o la Imitación de Jesucristo de José de Camino cobró vida en castellano en 1776; e igual proceso tomó el poema satírico sobre la nobleza compues-to originalmente por Boeleau. Poco a poco Viera se fue envalentonando y pronto, en 1777, se atre-vió a traducir el libro primero de las Geórgicas de Virgilio, y explota su vena pedagógica en 1784 con Cuentos para niños. Que instruyen divirtiendo que había sido publicado en su edición príncipe en París tal y como dispuso su verdadero autor, M. Berquin. Veinte años después, en 1804, retomó la traducción e implicó a la Real Sociedad Económica para que lo publicase como libro. Además, en este período de su vida acumuló una serie de originales en francés y en inglés que luego se en-tretendrá traduciendo en la soledad de su casa de Vegueta. Es el caso del poema de La Serre que había adquirido en París en el año 1778 y que lleva por título La Elocuencia. Poema didáctico. En similar sintonía está la traducción, que en 1791 hace de Los Jardines o el arte de hermosear los paisajes, un tratado de jardinería José Viera y Clavijo 69 redactado en verso francés por el abate de Lille, miembro de la Academia Francesa. Como curiosidad de este trabajo se encuentra el hecho de que fue un encargo, siendo el mismísimo Gaspar de Jovellanos quién propone la traducción al castellano entendiendo que Viera domina con soltura esta lengua. II. 4. Viera, tras los pasos de don Alonso de Quijano [ en La Mancha] El marqués de Santa Cruz de Mudela era un aristócrata de gran-des haberes cuyas propiedades se localizaban en multitud de pueblos concentrados en el sector meridional de la península Ibérica. Él y su familia tenían por costumbre hacer a ellas periódicas visitas a fin de conocer el devenir de sus dominios. José Joaquín de Silva dispuso en el mes de septiembre de 1774 realizar una visita de rutina para acercarse hasta el pueblo del Viso previa visita a las poblaciones de La Guardia, Tembleque, Manzanares, Valdepeñas Santa Cruz de Mudela… entre otras para acabar haciendo la visita oficial a sus familiares residentes en Sevilla y Cádiz. Como ya sabemos el marqués no descuidaba la instrucción de su hijo, a quién además, quería tener siempre consigo. De este modo José de Viera y Clavijo se vio embarcado en una nueva aventura a través de La Mancha, emulando, grotescamente, desde luego, al gran Quijote cuyo libro cervantino utiliza como referencia para componer uno de sus célebres libros de viajes. El viaje le resultaba emocionante y no le fue difícil convencer a uno de los acompañantes, Isidro Carnicero, dibujante, para que recreara algunas figuras y personajes que ilustrarían el manuscrito. Por des- Viera se va a Madrid Primera parte: Biografía Biografías d 70 e Científicos Canarios gracia estas ilustraciones no se conservan, como tampoco el total del manuscrito, pero los restos del mismo que han llegado hasta nosotros son lo suficientemente valiosos como para nombrar a Viera como un destacado ilustrado español. El texto está considerado por los eruditos como una de las mejores realizaciones de don José, por cuanto que en él combina con maestría noticias históricas, avatares del periplo y gra-ciosos episodios que hacen del manuscrito algo ameno, a la vez, que educativo. José Viera y Clavijo 71 III. VIERA EN PARÍS Apenas había cumplido los 20 años de edad, Francisco de Silva – Bazán y de la Cueva se vio frente al altar tomando como esposa a la per-la de la Casa del Infantado, a María Leopoldo Cristina de Toledo Salm – Salm, lográndose así una interesante alianza entre dos familias de la alta sociedad española. Una anhelada unión confirmada en 1776 por lo que temió Viera quedar sin ocupación laboral y totalmente despro-tegido de la influencia del marqués. Nada más lejos de la realidad por cuanto que don José Joaquín le demostró su afecto cuando, primero, no le hizo abandonar su casa en la que desde hacía mucho tiempo se le consideraba un familiar, y segundo, al ser invitado a participar en un viaje al extranjero que a la postre le cambiaría, sin él aún saberlo, la vida. En efecto, en 1777 la marquesa del Viso se vio afectada por la virue-la, una enfermedad muy temida en la época. María Leopoldina logró superarla tras unos meses de intensos cuidados médicos. Para cele-brar su vuelta a la Corte se ofreció en la finca de su tío el príncipe de Salm– Salm, conocida como Las Vistillas, una fiesta con banquete, mú-sica y fuegos de artificio que fue muy bien retratada por José de Viera Primera parte: Biografía Biografías d 72 e Científicos Canarios y Clavijo en el poema y que ese mismo año tomó cuerpo impreso en los talleres tipográficos de Joaquín Ibarra. A pesar de la buena salud que gozaba la hija de los duques del Infantado, la familia pretextando la necesidad de un total restableci-miento de la joven ideó un viaje a la ciudad balneario de Spa, cuya fama internacional como centro de reposo traspasaba ya, a finales del siglo XVIII, las fronteras belgas. El viaje tenía también algo de « luna de miel » y viaje de placer, pues el séquito que ambas familias organizó fue tan abundante como variopinto. Entre las personas que se seleccio-naron para formar la comitiva estaban los dos ayos de los esposos del Viso, José de Viera por parte de Francisco de Silva y José Cavanilles como instructor de doña María Leopoldina. III. 1. Su vida en París A comienzos de verano, el 24 de junio, partió una comitiva inicial a la que en los días sucesivos se le agregarían unos carruajes de familia-res que se sumaban al extraordinario viaje. En Borcequilla se añadieron a la caravana los coches del Infantado y en Lerma se anexionó el duque de Fernán Núñez. El 7 de julio pisan ya tierra francesa y llegaron a París un 13 de agosto después de mes y medio de continuo traqueteo y per-noctaciones en posadas. Durante todo este tiempo los dos clérigos tuvieron tiempo suficiente para conocerse, y hasta para confesarse su mutuo interés por las cien-cias y las humanidades, amén de haber compartido mesa, mantel, pe-luquero, jergón, posada y coche. En París, los dos clérigos junto con el resto de viajeros se acomodaron en el Hôtel de Tréville, en la calle Tournon, en las proximidades del Palacio de Luxemburgo. De allí pasa- José Viera y Clavijo 73 ron al Hôtel Tours, y un mes después se trasladaron a una casa particu-lar propiedad del príncipe de Salm en la rue d’Enfer. Los dos clérigos quedaron maravillados de París, y Viera, en parti-cular, no daba crédito a sus ojos al estar frente a frente a una ciudad que consideraba la cuna del saber universal. La vida le había dado una oportunidad, la de contactar con sus héroes de lecturas, y estaba decidi-do a no perderla, a sacar el máximo beneficio de su estancia parisina. Después, y al tiempo, de visitar el París monumental, Viera, y tam-bién Cavanilles acompañados de sus pupilos, se matricularon en todos los cursos de ciencias que sus horarios les permitían. De hecho el 17 de noviembre de 1777 se inscriben los cuatro en el curso de Física que en breve impartirá Jean – René Sigaud de la Fond. A los pocos días se daba la lección inaugural del curso de Ciencias Naturales dirigido por Valmont de Bomare y lo propio ocurría con el de Química y Mineralogía cuyo máximo responsable era M. Sage. París había logrado con este método de enseñanza libre y enciclo-pedista romper los viejos moldes de la docencia llegando a convertirse Alegoría revolucionaria de J. J. Rousseau Viera en París Primera parte: Biografía Biografías d 74 e Científicos Canarios en una capital única que ofrecía a quien quisiera aprender los últimos y más renovados conocimientos en ciencias experimentales, siendo los mismos el fruto reciente de un modelo de investigación que estaba im-buido en el Racionalismo. El académico rindió culto a la Academia Francesa creyendo en-contrarse en el Olimpo del conocimiento. Acudía a su cenáculo con frecuencia queriendo trabar amistad con los personajes admirados y tuvo la suerte de oír personalmente a Voltaire, a Benjamín Franklin, a Condorcet, a D’Alembert…, padres de la Ilustración, que en breve cam-biarían el rumbo del mundo con sus ideales liberales destronando al absolutismo que sumía a Occidente en un mar de tinieblas. Viera también tuvo tiempo para penetrar en ambientes menos ofi-ciales que surgían como hongos en un París que abonaba con gusto cualquier tipo de cosecha. El que más destaca por ser considerado en la actualidad como un embaucador, pero de enorme impacto en la per-sonalidad de Viera, fue la aventura mantenida con La Blancherie, un Portadilla de la Enciclopedia Francesa, en su edición de 1751- 1772 Retrato de Jean Le Rond D’Alembert por Lusurier ( 1770) José Viera y Clavijo 75 personaje de medio pelo que hipnotizó a Viera y a Cavanilles en una tertulia literaria que cada miércoles celebraba en su casa. El especu-lador vivía en la calle de Tournon y había abierto en un salón de su hogar una tertulia que vendía como el centro de la cultura universal, teniendo a su disposición un órgano de propaganda: Les Nouvelles de la Repúblique des Lettres. En él logró Viera insertar algunas notas suel-tas sobre el movimiento literario español contemporáneo; artículo que lógicamente tuvo que pagar con buenos luises galos. A pesar de ello, París, la experiencia allí vivida, los conocimientos ad-quiridos, los contactos realizados, serían para el caso de Viera y Clavijo un nuevo punto de partida que fragmentaba en dos su propia vida. Existe un Viera antes de París, preocupado por las humanidades, por la literatura; y existe un Viera después de París, interesado sobre todo en las ciencias, en la química, en la física, en la mineralogía. En este sentido, los conocimientos adquiridos en las « academias » de Sigaud de la Fond y Valmont de Bomare se transforman en conocimientos docto-rales que tendrán con el tiempo una respuesta muy positiva en el con-texto de la producción de Viera y Clavijo. Sigaud de la Fond impartió en abril de 1779 un curso de seis leccio-nes sobre los gases, sobre los « aires fijos » que constituían en el siglo XVIII una materia de sumo interés científico. Éste abrió los ojos a Viera sobre las posibilidades del estado gaseoso, y dos años después, en 1780, publica un poema didáctico en cuatro cantos titulado Los Aires Fixos con el seudónimo de Diego Díaz Monasterio. Mayor repercusión tuvo la docencia de Valmont de Bomare por cuan-to que este científico desbordó la curiosidad intelectual de Viera en ma-teria de mineralogía. El abate llegó a adquirir el afamado Diccionario de Historia Natural ( 1704) del profesor, texto que le serviría de modelo para futuros trabajos de investigación que llegan a reproducir hasta el Viera en París Primera parte: Biografía Biografías d 76 e Científicos Canarios título de la obra, es así como nació su Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias ( 1799). Buena parte del año 1777, y del siguiente, fue consumido por Viera en redactar un Diario en el que copió, para fortuna de sus historiadores, todos y cada uno de los pasos dados en esos dos años. Él fue consciente desde el comienzo del viaje de la importancia del mismo y no dudó en registrar en su cuaderno cuanto dato le pareció novedoso hasta el pun-to de ser, el Diario, un cuaderno de bitácora que registra fielmente su primera aventura europea. Por razones de poco interés, la planeada estancia en Spa quedó en la nada y para colmo los viajeros, los pocos que ya quedaban en París en abril de 1778, recibieron con gran disgusto el agravamiento de una tuberculosis que desde hacía algún tiempo había atacado al marqués del Viso. La tisis no era una enfermedad común entre los más acomo-dados, pero el marqués no era un hombre robusto y le confirmó la gra-vedad de la dolencia el doctor Bouvard quién desahució al joven. La única recomendación del galeno fue una inminente repatriación para que el aristócrata falleciera en tierra española. Viera asumió la difícil misión de comunicarlo a Madrid, a don José Joaquín, quién a primeros de julio estaba junto a su hijo y un grupo de eminentes doctores que confirmaron la gravedad del enfermo. Ante la alarmante situación, el marqués de Santa Cruz de Mudela organizó un viaje de vuelta contando tan sólo con la presencia de José de Viera y su hijo para dejar, momen-táneamente en París, a la esposa de éste, a sus padres, los duques del Infantado, y a Antonio Cavanilles. El pequeño cortejo sale en fuga de París, de Francia y deciden poner rumbo a Valencia donde los aires templados del Mediterráneo podían hacer algo por la afección del marquesito. Sin embargo, todo fue inútil llegándole su última hora en la víspera del día de reyes del año 1779. José Viera y Clavijo 77 IV. VIERA REGRESA A MADRID Después del entierro de Francisco de Silva – Bazán y de la Cueva, el futuro de Viera en Madrid era verdaderamente incierto. De hecho, él no acabó de entender su participación en el desdichado viaje a París entre 1777 y 1778, aunque ahora a mediados de 1778 comprendía me-jor su misión, la de hacer de padre – tutor de un joven enfermizo e inexperto aristócrata cazado al lazo por la Casa del Infantado. Pero ahora, desaparecida la pieza de la custodia nada tenía que ha-cer en el palacio familiar de los Santa Cruz, pero le sacó de dudas don José Joaquín, comunicándole que sería de su agrado que se encargase del montaje de un laboratorio de ciencias similar al que ambos habían tenido el gusto de visitar en París. Así, el marqués volvía a compor-tarse como un auténtico mecenas que veía en el abate una persona de su máxima confianza, hasta el punto de tratarlo con una familiaridad que extrañaba hasta al propio Viera Viera, agradecido, tomó en serio el encargo para recuperar el ánimo y emprender acciones concretas en París. Por suerte, algunos miem-bros de la familia del Infantado residían aún en la capital francesa, y con ellos el amigo Cavanilles, quién de ahora en adelante haría el Primera parte: Biografía Biografías d 78 e Científicos Canarios papel de corresponsal con el mundo ilustrado. Fue este clérigo pre-cisamente la persona encargada de adquirir los libros e instrumentos en las casas comerciales de Francia para remitirlos periódicamente a Madrid donde Viera los estudiaba y sacaba el mejor partido posi-ble. De hecho, convoca en varias ocasiones a los canarios afincados en Madrid para enseñarles algunos « malabarismos » químicos aprendi-dos en Francia. A dichas sesiones acude como un espectador más el propio José de Silva queriendo con su amor a las ciencias y al experi-mentalismo consolarse de la pérdida de su amado hijo. A tenor de su soledad, de no ver el futuro claro para su apellido, de no contar con esposa ni hijo cuando sólo tenía 46 años de edad, don José Joaquín pensó en el devenir de su linaje y determinó un buen día que debía emprender una nueva aventura matrimonial. Aquel 1778 fue un año insípido para el abate, con mucho tiempo para perder y muy poca producción, ya que la cabeza andaba un tanto distraí-da en asuntos mundanos como lo era el soporte de un luto perpetuo en la casa marquesal. Una de las pocas dedicaciones, además del goce de una buena manta como diría el propio Viera, fue su regular asistencia a la Academia Española y su preparación para concurrir en las convoca-torias que ésta desarrollaba cotidianamente. Se entretuvo en arreglar el poema épico El Segundo Agatócles. Cortés en Nueva España que había compuesto en París al calor del sarcasmo prerrevolucionario. Un texto verdaderamente peliagudo que ponía en solfa la presencia de Hernán Cortés en América al compararle con un antiguo tirano, Agatócles ( 284 a. C), que gobernó Tracia con mano de hierro. Los aca-démicos descalificaron de antemano el poema que atacaba arbitra-riamente a un héroe nacional representativo del Imperio Español sin darse cuenta que el abate Viera había tomado la esencia de una línea de pensamiento que a los pocos años, en 1789, acabaría trastocando el José Viera y Clavijo 79 orbe social con la declaración de la Revolución Francesa, el verdadero motor que introduciría al planeta Tierra en la Edad Contemporánea. A pesar de este fracaso, José de Viera no se desanimó, antes al con-trario, se sintió espoleado, y en 1779 vuelve al ataque con dos nue-vos trabajos: Elogio de Felipe V. Rey de España y La Rendición de Granada. En esta ocasión la fortuna le sonrió, especialmente en el caso del Elogio ya que Viera escribió una serie de alabanzas en favor de los Borbones que le redimían de cualquier pecado menor que hu-biese podido cometer en el pasado reciente. Confirma su voluntad de servicio a la corona española alejando cualquier sospecha de afrance-samiento. Por ello obtiene tres beneficios: el premio de Elocuencia, la publicación del texto por Ibarra y una moneda de una onza de oro. Viera mantiene en estos años muy vigentes sus votos sacerdotales y no desaprovecha la ocasión para triunfar en el oficio que mejor sabía hacer: sermonear. Su fama de buen orador fue, en Madrid, aumen-tando pues el abate perfeccionó el estilo, prueba de ello la tuvieron los asistentes al Oratorio del Caballero de Francia el día 20 de febre-ro de 1780 cuando desde el púlpito predicó un sermón titulado: La Transfiguración del Señor. IV. 1. El falso retrato de Viera El gabinete de ciencias instalado en la casa del marqués llegó en-tonces a convertirse en una auténtica tertulia en la que Viera era la fi-gura estelar. A ella asistían médicos y boticarios, profesores de Física y curiosos en general que buscaban una alternativa a la cultura oficial representada por una universidad española en la que pocos creían. De hecho, Viera llegó a escribir en una carta remitida en 1791 a su Viera regresa a Madrid Primera parte: Biografía Biografías d 80 e Científicos Canarios amigo Lope de la Guerra: « Vuelvo a decir a Vm. que el tiempo de las Universidades ya pasó, como el de la caballería andante, o el de la caza de cetrería. Es rara la que en Europa no se mira casi desier-ta, despreciable y ridícula. Crea Vm. al que a visto las decantadas de París, Bolonia y Padua » . Viera como buen maestro de ceremonias redactó unos apuntes ha-ciendo gala de sus pocas dotes literarias y como los experimentos prin-cipales allí ejecutados eran sobre las cualidades de los gases, tal y como se lo había enseñado Sigaud en el título de su nuevo poemario didáctico Los Aires Fixos. El científico logra publicarlos en 1779 echando mano de un antiguo socio, de Blas Román, quien gustoso entregó cuatro poe-mas al tórculo, más un retrato del autor. El primero de los poemas esta-ba dedicado al gas que emana de la tierra calcárea y de la fermentación vinosa; el segundo, al aire inflamable; el tercero, al gas nitroso, y el cuarto, y último, por el momento, al aire vital o gas deflogisticado. Esta primera edición de Los Aires Fixos, a la que se le añadió un quinto poema en 1781 en honor a los gases vegetales y un sexto de-dicado al globo aerostático en 1783, contó con una curiosidad inusual en una época repleta de personalismos, con el retrato falso del autor. Viera era muy amigo de Isidro Carnicero, un pintor de cierto prestigio que pertenecía a una recia familia de artistas y con el cual le unía una estrecha amistad que se había fortalecido en 1774 cuando ambos acom-pañan a José de Silva y Bazán en su viaje a La Mancha. Viera aprovechó su amistad con Carnicero para que le ilustrara Los Aires Fixos con un retrato. Hasta ahí, nada de extraño; lo raro fue que el retratado no fuese Viera, sino un colaborador habitual del abate, un tal Diego Díaz Monasterio, « un ayudante de cámara de su Excelencia, que solía asistir a las manipulaciones de los experimentos » . José Viera y Clavijo 81 V. VIERA VUELVE A EUROPA El marqués de Santa Cruz de Mudela veía ahora, en 1781, peligrar como nunca el desarrollo de su linaje y, aunque se consolaba con las ciencias, entendió que no era mala idea aceptar la propuesta de casa-miento hecha por algunos familiares de la rama germánica. Con este ánimo, y estando próximo a los 50 años, emprendió un nuevo viaje por Europa haciéndose acompañar por José de Viera y Clavijo, quien se mostró, desde el principio, entusiasmado con la idea. V. 1. Viaje a Roma De tal viaje, que duró un año largo, nacería otro proyecto editorial titulado Diario de mi viaje a… en el que una vez más recoge con la fide-lidad de un notario todo el acontecer del viaje. Un periplo agotador del que Viera no sacó gran provecho desde la perspectiva científica, pero que consoló al canario con el gusto de conocer lugares que había imagi-nado, comer en manteles de reyes o conocer personalmente al heredero del Trono de Pedro. Primera parte: Biografía Biografías d 82 e Científicos Canarios Italia, y en especial Roma, le pareció a nuestro paisano una ciudad mo-numental y no hubo día que no se entregara con auténtico furor a callejear contemplando palacios e iglesias que le hacían rememorar los vestigios del imperio romano o los más modernos del Barroco y Renacimiento. Acogido por José Nicolás de Azara, uno de los grandes mecenas que favorecieron en España al pintor Antonio Rafael Mengs, convivió con la curia romana permitiéndose asistir a gabinetes de arte que eran lugares privados cuyo paso y contemplación era cosa de eruditos y diletantes. En él tuvo un especial impacto la Basílica de San Pedro, edificio cen-tral de ciudad Vaticano que visitó en varias ocasiones para medir de forma tosca, pero efectiva, con sus propios pies: « Es en forma de cruz, cuyo largo tendrá 600 pies, y el ancho del brazo 440. La nave principal tiene de ancho 87 pies. De pilar a pilar conté 19 pasos míos, y 29 en cada una de las fachadas del pilar maestro que sostiene la cúpula » . Hace un periplo por Roma identificando las obras de Bernini, de Vignola, de Miguel Ángel Buonarroti, de Rafael, de Piranessi, entre-vistándose, en este caso, hasta con su hijo. Viera selecciona muy bien las visitas a partir de un plan que se inicia diariamente con la misa, Afiche publicitario de la Roma de mediados del siglo XVIII José Viera y Clavijo 83 algunas veces oficiada por él mismo, luego un largo paseo entrando y « retratando » templos, para dejar paso después del almuerzo a las ter-tulias en palacios cardenalicios y salas principescas. Al caer la noche, más visitas, y algunas tan solemnes como la que practicó el día 14 de junio, a las once de la noche, cuando fue recibido por el Papa Pío VI en audiencia privada. Viera y Clavijo, junto a José de Silva y su hermano Pedro de Silva, departieron con el Papa sobre asuntos de arte, sobre el papel jugado por Mengs en la modernización de las artes españolas, sobre el beneficio que a las mismas le hacía la « Beca Roma » concedida por la Academia de San Fernando. Los viajeros conocieron de primera mano los vestigios de la Roma imperial empezando por las Termas de Diocleciano y terminando por el Arco de Triunfo de Septimio Severo. Pero además, tuvieron tiempo de contemplar el Coliseo, el Foro, la Columna de Trajano, la mole Adriana y… el Panteón donde veneró de forma respetuosa la tumba de Rafael de Urbino. Viera vuelve a Europa Fachada de la Academia de San Fernando de Bellas Artes, Madrid. Primera parte: Biografía Biografías d 84 e Científicos Canarios Conoció también las Catacumbas y se sorprendió hasta la saciedad con los contenidos de la Biblioteca Vaticana. En efecto, el día 20 de ju-nio penetró en uno de los departamentos inexpugnables del Vaticano, su biblioteca, haciéndolo de la mano de su bibliotecario, el cardenal Zelada y de dos de sus mentores italianos: la princesa de Santa Croce y el caballero Azara. Palpó con sus propias manos obras de Virgilio, el tratado de Enrique VIII contra Lucero… y tuvo como regalo la posibilidad de copiar algu-nos de los papeles que hacían referencia a las Islas Canarias y que más tarde incluiría en el tomo IV de su Historia de Canarias que sería pu-blicado en 1783. Ese mismo día se vio ante el Laoconte, el Apolo, el Antinoo… en el Museo Vaticano y se percató de la grandiosidad de Miguel Ángel al pe-netrar en la Capilla Sixtina. Un gran día, en fin, para un espíritu abierto a los sentimientos de las bellas artes. Las ciencias quedaron, en este viaje, un tanto relegadas y se constata sólo una visita de cierto interés al naturalista napolitano Pedro Schiling al que protegía el cardenal de Zelada. Este investigador « tiene dibuja-das para estampar 162 láminas de plantas marinas, mariscos y peces con el título de Mira- Zoografía » . Y es que si el viaje a París de Viera fue un viaje entregado por entero a las Ciencias, éste a Roma lo fue a las Artes. Como despedida de lujo tuvo una nueva audiencia papal, el 19 de ju-lio, en la que Su Santidad le otorgó la facultad de conceder indulgencias plenarias. Rica propiedad que disfrutó de por vida, así como la autori-zación para leer libros prohibidos. Sin embargo, tanto Viera como sus ilustrados amigos sabían que la península Itálica era tan rica, desde la perspectiva artística, como Roma, la Ciudad Eterna, y decidieron emprender un vasto periplo por el sur de José Viera y Clavijo 85 la misma. Nápoles se convirtió pronto en su nueva ciudad – base desde la que partían diariamente para hacer excursiones a lugares emblemá-ticos de su entorno. Las visitas más cualificadas fueron las efectuadas a Pompeya y Herculano, las antiguas ciudades romanas que estaban en este momento siendo recuperadas por la arqueología después de haber permanecido siglos bajo el detritus emitido por el Vesubio. A finales de verano, en septiembre, regresan a Roma para iniciar una nueva etapa del viaje que les había llevado hasta aquí: el viaje de casamiento del marqués José de Silva con una de sus primas residente en Viena, capital de Austria. El objetivo estaba aún muy lejos, pues debían atravesar media Europa, lo que comportaba la visita a tres ciudades históricas de primer orden que requerían, por parte de la comitiva, una serie de paradas de larga duración. Siena, Florencia y Venecia fueron, entonces, escudriña-das por los viajeros, convertidos ya en expertos que se acercaban con interés científico a las iglesias, a las abadías y a los palacios. V. 2. Viena recibe a Viera Comienza el otoño de 1780 y ya el viaje empezaba a pesar en el ánimo de la comitiva « nupcial » mostrando algunos de sus miembros síntomas de cansancio. Ello explica que en los primeros días de no-viembre se determine emprender de un tirón la última y definitiva etapa del viaje de ida, es decir, Venecia– Viena. Una etapa verdadera-mente dura por cuanto que los cogió el mal tiempo, con mucho frío e intensas nevadas para recalar un feliz 18 de noviembre, tras una semana de continua cabalgadura, en Viena, el primer objetivo de su aventura. Viera vuelve a Europa Primera parte: Biografía Biografías d 86 e Científicos Canarios Viera describe a Viena « como una bella ciudad y corte populo-sa… llena de músicos… e ilumina-da por redomas de cristal » . Una ciudad en la que se reencontró con su amigo y paisano Domingo de Iriarte y en la que emprendió nuevas amistades que cultiva-ría el resto de sus días: Eugenio Izquierdo ( segundo director del Real Gabinete de Historia Natural de Madrid), Francisco Angulo ( científico español protegido por el conde de Aranda) e Isidro Bossarte ( secretario personal del conde Aguilar, embajador español en Austria). La boda entre José Joaquín de Silva y Mariana terminó celebrándo-se el 16 de abril de 1781, medio año después de la llegada del novio a Viena, lo que le permitió a Viera y Clavijo conocer en buena medida la cultura germánica. Allí tomó clases de alemán, contactó con literatos y científicos, visitó en varias ocasiones la biblioteca nacional de la cual se benefició am-pliamente tomando notas de interés histórico sobre las Islas Canarias. Encontró con sorpresa personal un reducto de flora autóctona canaria en el excelente – según sus palabras– Jardín Botánico de Viena, pues en esas latitudes reconoció el aroma de las retamas de Las Cañadas del Teide, la sangre del drago… En el terreno de la ciencia experimental, el abate tuvo la oportuni-dad de conocer personalmente al doctor Ingenhoufz, un holandés que trabajaba en la capital austriaca como médico personal del emperador y en cuyo laboratorio había hecho muchos adelantos con los aires fixos Domingo de Iriarte, uno de sus amigos ilustrados que le recibió en la embajada española en Viena José Viera y Clavijo 87 emanados de las plantas. Viera le devolvió la visita el 10 de diciembre conociendo de primera mano los efectos de lo que él llamó un juguete eléctrico. A pesar de ello, la estancia en Viena fue una estancia cortesana, re-pleta de visitas protocolarias muy bien diseñadas por las anfitrionas las condesas de la Puebla y de Colaleo, tías de José de Silva. Ellas habían puesto sus ojos en una bella joven que apenas alcanzaba la mayoría de edad, la joven Mariana Waldstein. Sobra decir la calidad del linaje, la buena familia a la que pertenecía y que no andaba sobrada de capitales, de ahí que la boda tuvo el aspecto de ser un evento de conveniencia para ambos cónyuges. A los dos días de contraer matrimonio, el 18 de abril de 1781, se ini-cia desde Viena el viaje de regreso a España, a Madrid. De nuevo se repite el rosario de ciudades y villas pero esta vez atravesando el cen-tro mismo del continente, atravesando Alemania para hacer una escala muy afortunada en París. Allí, Viera, se reencontró con viejos amigos muchos de los cuales conservaba gracias a una abundante correspon-dencia mantenida durante años. José Antonio Cavanilles le dio la bien-venida y le puso al día de los últimos acontecimientos científicos, de los chismes políticos y de los aires revolucionarios que empezaban a respi-rarse en París. Tuvo la sorpresa de encontrarse allí con Juan Cólogan, un tinerfeño con el que rememoró paisajes insulares ya que ambos po-seían vivencias comunes, amén de ser amigo de sus amigos. Por fin, el 11 de julio de 1781 ponen fin al viaje quedando constancia del mismo en unos apuntes realizados por Viera que concluyen con las siguientes frases: « De manera que en el discurso de un año, tres meses y cinco días, con más de 580 postas fuera de España; hice noche en 107 posadas; pasé o tuve a la vista 138 ríos y de ellos 22 en barca; transité o estuve en 165 ciudades, 15 de las cuales eran cortes de soberanos, a Viera vuelve a Europa Primera parte: Biografía Biografías d 88 e Científicos Canarios quienes fui presentado por la mayor parte, teniendo la honra de haber comido a la mesa con dos; me hallé en 124 convites de ilustres perso-najes, conversaciones, saraos, cenas y conciertos de música escogida, vi 132 palacios, reales sitios, quintas, alquerías y casas de campo; más de 80 jardines; 61 galerías de exquisitas pinturas de los principales au-tores de las más famosas escuelas, 52 museos de estatuas y antigüeda-des; gabinetes de historia natural y de guardamuebles de príncipes; 48 grandes bibliotecas; 17 ricos monasterios; 23 universidades y colegios de primera nota; 9 observatorios astronómicos; 4 célebres meridianas; 13 academias de nobles artes; 8 menagerías o casas de fieras; 8 labo-ratorios químicos; 6 teatros anatómicos; 70 iglesias catedrales; 5 si-nagogas de judíos; 4 templos de griegos; 36 hospitales y hospicios de ambos sexos; 13 arsenales y armerías curiosas; 19 fábricas recomenda-bles, entre ellas 6 de porcelana; 33 teatros de comedias y de ópera; 61 monumentos de antigüedades romanas; templos, arcos, palacios, vías, etcétera. 8 acueductos; 6 baños |
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