mdC
|
pequeño (250x250 max)
mediano (500x500 max)
grande
Extra Large
grande ( > 500x500)
Alta resolución
|
|
AGUSTÍN DE BETANCOURT Y MOLINA © Amílcar Martín Medina © Francisco Martínez Navarro Emigdia Repetto Jiménez © Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación. Gobierno de Canarias © De las cubiertas: Cam- PDS Editores S. L. Edita: Dykinson S. L. 915 44 28 46, Fax: 915 44 60 40. info@ dykinson. com / www. dykinson. com Producción, diseño y realización Cam- PDS. Editores S. L. Las Palmas de Gran Canaria - 35002 LPGC · Tfno: 928 38 05 60 editorial@ cam- pds. com | www. cam- pds. com I. S. B. N.: Depósito Legal: Impresión y Encuadernación: Biografías de Científicos Canarios AGUSTÍN DE BETANCOURT Y MOLINA Amílcar Martín Medina UN LEGADO HACIA EL FUTURO La memoria es una de las señas de identidad determinante en cualquier colectividad. Canarias ha tenido durante siglos una flaca memoria colectiva, tendencia que ha ido cambiando en las últimas décadas, especialmente desde que ha ganado en entidad política a través del autogobierno. Conocer los hechos y los personajes que han ido marcando el devenir histórico de Canarias en todas su vertientes es una tarea que nos incumbe a todos, porque recuperar esa memoria nos sirve de impulso para encarar el futuro con las mejores garantías. Impulsada por esta idea, nace esta colección bibliográfica dedicada a científicos canarios que han realizado enormes aportaciones en diversos campos, no sólo en lo relativo a nuestras islas sino al conocimiento científico universal. Son nombres que han surcado siglos de historia y que han influido en la sociedad de su tiempo y en las posteriores. Reconocidos por la sociedad científica internacional, es necesario que el pueblo canario también se familiarice con sus enorme labor, porque son el espejo en el que todos debemos mirarnos, especialmente las nuevas generaciones. Por ello doy las gracias a todas las personas que han hecho posible este proyecto, desde los autores y coordinadores de los trabajos hasta los responsables de la Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación del Gobierno, impulsora de esta iniciativa. Este libro que tienen en sus manos y los demás de esta colección ahondan en nuestra memoria colectiva. Y la memoria es siempre un acto de justicia. María del Mar Julios Reyes Vicepresidenta del Gobierno de Canarias AGUSTÍN DE BETANCOURT Y MOLINA, EL PRIMER INGENIERO UNIVERSAL El Gobierno de Canarias, a través de la Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación, ha tenido el acierto de promover y publicar una colección de ocho biografías de Científicos Canarios que, por orden cronológico, comienza con José de Viera y Clavijo ( 1731- 1813) y termina con Antonio González González ( 1917- 2002). Esta colección tiene el objetivo, que es además su mayor virtud, de dar a conocer a unos personajes que, naci-dos en nuestra tierra, son en parte grandes desconocidos para nuestros paisanos. La biografía desarrollada por Amílcar Martín Medina sobre el in-geniero Agustín de Betancourt y Molina tiene el mérito de condensar acertadamente la enorme actividad desarrollada por el biografiado en cuatro naciones, España, Francia, Inglaterra y Rusia, donde trabajó nuestro científico más universal. El apoyo institucional, de la que es muestra este libro, es un factor determinante para que la vida y obra de este canario ilustrado sea divulgada y estudiada. Recientemente se ha publicado que la Real Academia Española de la Historia está confec-cionando un Diccionario Biográfico Español, en el cual nuestro compa-triota figura en lugar destacado. Agustín de Betancourt y Molina nace en el Puerto de la Cruz a mi-tad del siglo XVIII en el seno de una familia privilegiada en el ámbito social y económico, pero que se vio afectada por las crisis agrícolas y comerciales que sufrieron nuestras islas en este siglo. Sin embargo, la característica principal de esta familia, ilustre e ilustrada, fue su no-table formación intelectual y cultural, acorde con el « Espíritu de Las Luces » . Influyó decisivamente en la formación de sus hijos, de manera especial en los tres mayores. La participación del progenitor en la fa-mosa Tertulia de Nava y en la creación posterior de la Real Sociedad de Amigos del País de Tenerife así lo acredita. Ya en nuestra tierra, destacó Agustín de Betancourt por su gran inteligencia, aptitud para el arte y dotes de inventiva. Becado por la Corona, se trasladó a Madrid donde estudia en el Real Colegio de San Isidro y en la Real Academia de San Fernando, completando su formación en L’École des Ponts et Chaussées de París. Las visicitu-des de su vida, principalmente en España y Rusia, donde acabó su periplo vital en 1824, han sido bien narradas por el autor del libro, lo que no resultó tarea fácil dado el ingente trabajo desarrollado por Agustín de Betancourt, que no se concretó a un campo delimitado sino que trascendió a diversas áreas como la invención, la investi-gación, la docencia, la ingeniería y la técnica constructiva, amén de otras relacionadas con la dirección empresarial o de grandes obras públicas. A estas facetas deben añadirse otras de menor importancia, pero trascendentes a la hora de estudiar y valorar su trayectoria vital, como su enigmático matrimonio con Ana Jourdain, las razones íntimas para su definitiva salida de España y su residencia en Rusia, e incluso los detalles de la pérdida de confianza ante el Zar Alejandro I, de cuyo apo-yo gozó durante su etapa rusa. Todas estas cuestiones hacen aún más apasionante la biografía de nuestro ilustre compatriota y acrecienta el mérito del trabajo realizado por su autor. La dimensión de su figura en Rusia se entiende si se piensa que sus restos mortales descansan en el cementerio Lazarevskoye de San Petersburgo, verdadero Panteón Nacional de aquel país, jun-to a la del sabio Lomonósov, el matemático Euler, los compositores Rimsky Korsakov y Mussorski, y otras figuras cuyo trabajo y fama trascendieron a la posteridad. Uno de sus discípulos, el arquitecto A. Montferrand, construyó sobre su tumba una columna de 6 metros, de hierro, como símbolo de los nuevos tiempos que el sabio canario contribuyó a forjar. El fondo documental de la familia Betancourt- Castro, a la que per-tenecía Agustín de Betancourt, debidamente clasificado y conservado, posee numerosas cartas y documentos de este canario universal, amén de legajos que se remontan a 1535, y que comprenden una parte impor-tante de la historia de la familia. Mijail Gorbachov, en uno de sus viajes a España, resumió certera-mente la estela de nuestro ilustre paisano al afirmar: « Llego a un país del que tengo inmejorables referencias; vengo a una España en la que nació el más ilustre colaborador que jamás ha tenido Rusia: Agustín de Betancourt. » Juan Cullen Salazar Miembro de la R. S. E. A. P. T. ÍNDICE PRESENTACIÓN ............................................................................................................ 15 PRIMERA PARTE: BIOGRAFÍA .......................................................................... 21 I. EL PESO DE LA HISTORIA .................................................................................... 23 II. CANARIAS EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII ................................................ 25 III. LOS PRIMEROS VEINTE AÑOS: EL RESPLANDOR DE « LAS LUCES » ............................... 31 IV. ESPAÑA EN EL SIGLO XVIII. EL DESPERTAR DE UN GENIO ....................................... 37 V. AGUSTÍN DE BETANCOURT ENTRE DOS REVOLUCIONES. NACE EL « INGENIERO UNIVERSAL » ..................................................................... 43 VI. AGUSTÍN DE BETANCOURT Y LOS AVATARES DE LA POLÍTICA ...................................... 55 VII. TIEMPOS BORRASCOSOS. EL ADIÓS A ESPAÑA ......................................................... 73 VIII. RUSIA EN LOS TIEMPOS DE AGUSTÍN DE BETANCOURT ............................................. 81 IX. NACE UN NUEVO PERSONAJE: AGUSTÍN AGUSTINOVICH DE BETANCOURT Y MOLINA .... 85 X. CAÍDA EN DESGRACIA. LOS ÚLTIMOS AÑOS ............................................................. 97 SEGUNDA PARTE: DOCUMENTOS DUCTORES .................................................. 105 INTRODUCCIÓN .......................................................................................................... 107 XI. SOBRE LA DESTILACIÓN DEL CARBÓN MINERAL ...................................................... 109 XII. EL REAL GABINETE DE MÁQUINAS ...................................................................... 113 XIII. LA MÁQUINA DE VAPOR DE DOBLE EFECTO ............................................................. 121 XIV. LA ESCLUSA DE ÉMBOLO BUZO ............................................................................. 125 XV. EL TELÉGRAFO ÓPTICO .................................................................................... 129 XVI. ESSAI SUR LA COMPOSITION DES MACHINES ( ENSAYO SOBRE LA COMPOSICIÓN DE LAS MÁQUINAS) ............................................ 133 XVII. ENTREVISTA CON D. JUAN CULLEN SALAZAR ....................................................... 139 BIBLIOGRAFÍA I Y II PARTE ........................................................................................ 145 ANEXO: CÓMO APRENDER A TRAVÉS DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA ................. 147 INTRODUCCIÓN .......................................................................................................... 149 1. OBJETIVOS DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA EN LA ENSEÑANZA Y APRENDIZAJE ........... 151 2. APLICACIONES DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA EN EL AULA .................................... 155 Como disciplina .................................................................................... 157 Integrada en las diferentes disciplinas ............................................... 158 Como recurso didáctico ........................................................................ 158 Como medio de determinar obstáculos epistemológicos ................. 159 Como estudio de la evolución histórica de determinados conceptos ...... 160 Como forma de analizar, elegir y secuenciar los contenidos de un curso ...... 161 Como ayuda para la comprensión de los distintos procesos del quehacer científico ........................................................ 161 3. DIVERSAS FORMAS DE UTILIZACIÓN DIDÁCTICA DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA ......... 163 Utilización didáctica de las Biografías de los científicos ..................... 165 Entrevistas realizadas a científicos ....................................................... 171 Documentos originales de los científicos ............................................ 172 El comentario de textos científicos e históricos .................................. 173 Actualidad científica ............................................................................. 174 Experimentos históricos ...................................................................... 176 Vídeos ................................................................................................... 178 Exposiciones temáticas ....................................................................... 178 Exposiciones hechas por el alumnado ................................................ 180 Congresos del alumnado ....................................................................... 181 La Simulación o Juego de Rol .............................................................. 183 El puzle como estrategia de trabajo cooperativo ................................. 184 BIBLIOGRAFÍA ........................................................................................................... 187 Agustín de Betancourt y Molina 15 PRESENTACIÓN La ciencia consiste en dirigir una mirada alrededor, sentir la sorpresa, preguntarse y ver Fernández Rañada La Ciencia es profundamente humana, porque incide en lo más de-finitorio de nuestra condición de animales curiosos en el mundo. Por otra parte, vivimos en una época en que nuestras vidas están influen-ciadas directamente por la ciencia y la tecnología, por ello, sería desea-ble lograr tener ciudadanos científicamente cultos que sean capaces de seguir los mensajes científicos y tecnológicos que transmiten los dis-tintos medios de comunicación y que después de pasar la enseñanza obligatoria puedan integrar nuevos conocimientos de forma autónoma A ello quiere contribuir el proyecto Biografías de Científicos Canarios y que propone un recorrido por la ciencia a través de sus protagonis-tas. Nos acompañan en este apasionante viaje varios científicos cana-rios que consideramos representativos de diferentes épocas: Del siglo XVIII, D. José Viera y Clavijo y D. Agustín de Betancourt; del siglo Biografías d 16 e Científicos Canarios XIX, D. Gregorio Chil y Naranjo y D. Juan León y Castillo; por el siglo XX, presentamos a D. Juan Negrín López, D. Blas Cabrera y Felipe, D. Telesforo Bravo Expósito y D. Antonio González González, todos ellos personajes ilustres cuya memoria queremos contribuir a recuperar en la tierra que los vio nacer, para las generaciones actuales y futuras. Esta obra, formada por ocho biografías pretende dar a conocer parte de la historia de la ciencia en Canarias y divulgarla a las nuevas gene-raciones para que nos permita comprender mejor nuestro presente y abordar los problemas de nuestro futuro. Por otra parte, queremos resaltar el lado humano de los científicos, sus grandezas y debilidades, es decir, mostrar una ciencia con rostro humano, y poner de manifiesto que la ciencia es parte de la cultura que es otra mirada a la realidad, que nos da nuevos matices de la misma, mostrando que un científico es también un humanista. Igualmente, queremos dejar patente que detrás de cada investigación o descubri-miento existen además de ideas, seres humanos que las generan y que no suelen ser héroes inaccesibles sino que viven como la mayoría de la gente. En este sentido, Aarón Ciechanover que compartió el Premio Nobel de Química con Avram Hershko, en el 2004, se expresaba así ante los estudiantes que participaron en el Campus de Excelencia de la ULPGC, en junio del 2005: « ... Un Premio Nobel no es Dios, es una per-sona normal, que tiene brazos, piernas y ojos, a la que un día le cambia la vida, se le produce una mutación genética al ganar este galardón pero lo importante no es ganar el premio sino trabajar con entusiasmo e ir hacia la búsqueda de la verdad a través de la ciencia » . Entre los objetivos de este proyecto está también dar a conocer las profundas relaciones Ciencia, Tecnología Sociedad y medio Ambiente. Cada tomo consta de tres partes bien diferenciadas: la primera se refiere a la biografía del autor estudiado en la que hemos de resaltar Presentación Agustín de Betancourt y Molina 17 su carácter didáctico y educativo, que permite su fácil lectura y com-prensión, para ello, también se incluyen cuadros resumen y gráficos La segunda parte, está formada por una serie de documentos seleccio-nados de textos originales del autor estudiado, a veces extractados por nosotros, a fin de facilitar su lectura por estudiantes de diferentes ni-veles educativos especialmente en el 2o ciclo de la ESO, bachillerato y Universidad y por el público en general. Se incluyen también otros documentos complementarios, atractivos para el estudioso en los que aparecen al final, una serie de cuestiones ductoras cuya misión es guiar la lectura y el aprendizaje. Estas cuestiones son únicamente orientati-vas de las que pueden utilizarse teniendo siempre en cuanta los objeti-vos que nos hemos fijado. Esta es una característica diferenciadora de esta colección, que la justifica y le confiere un carácter inédito. En la tercera parte, exponemos diferentes maneras de utilizar la Historia de la Ciencia para que constituya una nueva forma de aprender. La estructura de cada libro de la colección permite diferentes lec-turas y quiere responder a intereses muy variados. Su lectura puede empezar por las partes y capítulos que a cada lector más le interese, por tener los mismas una cierta independencia y por tanto podrá ser utilizado como si de un hipertexto se tratase, navegando a través del mismo y saltando a aquellos aspectos que sean más interesantes para cada usuario o puede ser también leído linealmente. Finalmente, queremos resaltar el carácter unitario de la colección. Las biografías de los científicos canarios presentan una misma estruc-tura y un mismo hilo conductor, teniendo cada una de ellas una in-dependencia, pero el conjunto de las mismas le dan a la colección un cierto carácter enciclopédico, abarcando en sus aproximadamente 1200 páginas una visión de conjunto de la historia de la ciencia en Canarias Presentación de la Colección Biografías d 18 e Científicos Canarios y de sus científicos, mostrando una Ciencia con rostro humano, con sus aplicaciones y sus implicaciones sociales. El tratamiento divulgativo y didáctico de los mismos garantiza que sean libros para ser releídos, in-terpretados y trabajados, principalmente por nuestros jóvenes, a través de los materiales, recursos y orientaciones didácticas incluidas en los mismos. Los coordinadores de la colección Francisco Martínez Navarro Emigdia Repetto Jiménez Presentación Agustín de Betancourt y Molina PRIMERA PARTE Biografía Agustín de Betancourt y Molina 23 I. EL PESO DE LA HISTORIA La biografía tradicional está diseñada como el conjunto de acciones y acontecimientos, secuenciados temporalmente, que conforman y de-finen la vida de una persona. Sin embargo, estos elementos no resultan suficientes para describir en su totalidad la peripecia vital de un indi-viduo, a menos que se incluya en paralelo un análisis de la sociedad en que vivió. Parece, pues, conveniente abordar la vida y obra de Agustín de Betancourt desde una triple perspectiva que integre y relacione, y a la par justifique, su trabajo en función de las características de la sociedad de su tiempo. En este sentido hacemos pivotar su biografía sobre el tri-nomio ciencia– tecnología– sociedad, muy adecuada por cuanto nues-tro personaje, un ingeniero singular con notable capacidad creadora, se vio afectado por importantes acontecimientos político– sociales. Dada la naturaleza didáctica de esta obra, existen obvias razones educativas para caminar en la dirección apuntada, pues aunque el libro puede leer-se por el público en general, ha sido escrito por un profesor con la men-te puesta en un determinado segmento de la población: los alumnos. El objetivo primordial ha consistido en reunir un material que, utilizando Primera parte: Biografía Biografías d 24 e Científicos Canarios como telón de fondo el devenir histórico– social, otorgue pleno sentido a la acción científica y a su inevitable consecuencia, el progreso técnico. El lector se encontrará, pues, con una biografía aderezada con dosis de historia, con el protagonista condicionado por grandes eventos en cuatro países – España, Francia, Inglaterra y Rusia– en tiempos cierta-mente borrascosos. El peso de la historia no es nunca un lastre, sino un recordatorio de los hechos para no cometer los errores del pasado. Liberarnos de su peso entrañaría el peligro de aligerar la memoria, entronizando el olvi-do e hipotecando el futuro. La gigantesca figura del sabio canario reúne las características ade-cuadas para un estudio de esta naturaleza, pues su existencia, a caballo entre la segunda mitad del siglo XVIII y el primer tercio del XIX, estuvo jalonada de importantes acontecimientos, entre los cuales la primera Revolución Industrial y la Revolución Francesa marcan la línea divi-soria en la configuración social, política y económica de una sociedad nueva. En el tránsito entre épocas distintas, de derrumbamiento de un mundo y aparición de otro, precursor del actual, desarrolló Agustín de Betancourt una titánica labor con la que se ganó el honroso título de « Ingeniero Universal » . Por último, añadir que nos ha interesado vivamente bucear en la fa-ceta humana y humanista de este canario inquieto y a veces contradic-torio, un personaje ilustrado sujeto a múltiples vaivenes existenciales. Trabajador incansable, inventor polifacético y genial, está considerado como la figura señera de la Ilustración científica española. Agustín de Betancourt y Molina, un hijo del Siglo de las luces, brilló con luz propia en una época y en países, como España y Rusia, en los que las brumas de la opresión, la ignorancia y el fanatismo tardarían en disiparse. Agustín de Betancourt y Molina 25 II. CANARIAS EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII El siglo XVIII en Canarias fue una época de paulatino declive eco-nómico debido a la crisis del sector vinícola. Éste había predominado en Tenerife y La Palma desde mediados del siglo XVI, constituyendo el motor económico principal de esas islas a diferencia de Gran Canaria, con una producción más diversificada y orientada al autoconsumo. Fuerteventura y Lanzarote eran las « islas granero » , y La Gomera y El Hierro simplemente luchaban por sobrevivir. En concreto, el auge económico tinerfeño se mantuvo casi sin interrupción durante siglo y medio para disminuir lentamente, con frecuentes intermitencias, du-rante la mayor parte del siglo XVIII, con las lógicas repercusiones en la exportación de malvasías, las fluctuaciones en la emigración a las colonias americanas y la imperiosa necesidad de importar alimentos, consecuencia inevitable del monocultivo de la vid. Nuestras principales exportaciones se destinaban a Inglaterra de la que importábamos pro-ductos manufacturados, imposibles de fabricar en unas islas carentes de infraestructuras industriales. Un repaso a los conflictos bélicos entre los dos países durante el siglo XVIII nos muestra que desde 1706 en que el almirante Jennings Primera parte: Biografía Biografías d 26 e Científicos Canarios intenta la toma de Tenerife, hasta 1797 con el frustrado ataque de Nelson, los periodos de guerra eran frecuentes ( 1708, 1739, 1762, 1779, 1783) con el natural cese de las actividades mercantiles y las crisis consecuentes. Si a las frecuentes guerras se añade la competencia cada vez mayor de los vinos portugueses ( Madeira y Oporto) y los peninsulares de Jerez y Málaga, se puede entender mejor la magnitud de la crisis. El paro agrícola acentúa la emigración y el alza de los precios se hace inevitable. La economía tinerfeña se ve afectada, se arrancan parte de los viñedos y se plantan cereales y papas para asegurar la subsistencia. En este ambiente de crisis intermitente nace Agustín de Betancourt. Su familia poseía tierras dedicadas al cultivo de la vid y también cul-tivaba moreras para la producción de seda, que elaboraba en telares. Precisamente fue una mejora de un telar su primer invento, en unión de su hermana María que también estaba dotada de cualidades para la invención. Agustín siempre la recordaría con especial cariño en la nun-ca interrumpida correspondencia familiar. La sociedad canaria era en parte colonial – el mismo Betancourt en sus cartas distinguía entre España y Las Islas– con características más semejantes al mundo americano que a la propia metrópoli. Estas carac-terísticas han sido fruto de la dimensión tricontinental de nuestros in-tercambios comerciales, así como de los peculiares flujos migratorios, más bien escasos con la España peninsular. El grueso de los intercam-bios comerciales se realizaba con Europa, en especial Inglaterra, y los movimientos migratorios eran más frecuentes con América y África, lo que ha conferido a Canarias una permeabilidad y cosmopolitismo que constituye uno de sus rasgos diferenciales más acusados. Ya desde el final de la conquista, en las postrimerías del siglo XV, las islas se dividen en dos categorías: de realengo Gran Canaria, Tenerife Agustín de Betancourt y Molina 27 y La Palma, y de señorío las restantes; las primeras dependían de la Corona y las otras estaban en manos de « Señores » revestidos de am-plios poderes, incluso militares y judiciales. La definitiva incorporación de las islas al poder Real no tuvo lugar hasta el reinado de Carlos III, aunque en las islas periféricas la estructura feudal persistió durante bastante tiempo. En las islas de realengo, el Gobernador representaba a la Corona, pero esta figura fue pronto sustituida por la del Capitán General, una especie de virrey con poderes absolutos en lo militar, civil y también judicial por ostentar la presidencia de la Audiencia, depen-diente del Consejo de Castilla y, en definitiva, del rey. El Antiguo Régimen adquirió en Canarias características propias. Si bien se mantuvo la estructura jerárquica y estamental típica de nobleza, clero, burguesía y pueblo llano, existía una estrecha dependencia entre las tres primeras, entre las élites nobiliarias poseedoras de tierras, altas jerarquías eclesiásticas y la burguesía comercial que exportaba el vino a los mercados europeos. En su mayoría se trataba de extranjeros que se habían establecido en las islas huyendo de las guerras y persecucio-nes religiosas en Europa, y que, lógicamente, se sentían atraídos por el floreciente negocio de los vinos. Dada la vital importancia para la eco-nomía canaria de esta clase burguesa extranjera – que por lo general no profesaba la religión católica–, la Inquisición se mostró tolerante con ella permitiéndole el libre ejercicio de sus creencias y la construcción de templos y cementerios propios, como los de Las Palmas y el Puerto de la Cruz, aunque siempre extremó el celo más riguroso para evitar cualquier tipo de proselitismo bajo pena de expulsión. La propiedad de la tierra se concentraba y perpetuaba en la nobleza por el régimen de mayorazgo, según el cual solamente el hijo mayor heredaba las propiedades; los demás obtenían ciertas compensaciones y a veces emigraban a América, por lo general bien recomendados para Canarias en la segunda mitad del siglo XVIII Primera parte: Biografía Biografías d 28 e Científicos Canarios ocupar importantes cargos. El régimen de mayorazgo produjo una fuer-te endogamia en la sociedad canaria y el poder económico se concentró en pocas familias, fenómeno que ha persistido en el tiempo hasta épo-cas relativamente recientes. La anacrónica institución del mayorazgo truncó la carrera del primo-génito de los Betancourt, José, que se vio obligado a regresar a Tenerife desde el extranjero para administrar las propiedades familiares ante el fallecimiento de su padre. Colaboraba en aquellos tiempos con su her-mano Agustín en Francia e Inglaterra, y su inteligencia y preparación no le iban a la zaga. Los empleos militares se repartían entre la élite nobiliaria con asig-nación de importantes rentas, por ser requisito imprescindible en las Ordenanzas militares la condición de noble para desempeñar un cargo militar con mando. Este privilegio era importante para la « tranquili-dad » de la nobleza, pues significaba el control y la represión, en caso de crisis, de un campesinado miserable, como efectivamente ocurrió en varias ocasiones. Las milicias reales se regían por un fuero especial, con frecuentes abusos y cierta inmunidad judicial de la que no gozaba el resto de la población. El poder de la nobleza fue, pues, considerable y se mantuvo en para-lelo al de la pequeña burguesía comercial, de la que en parte dependía. El enriquecimiento de esta última y también de la burguesía agraria, que iba escalando puestos al adquirir tierras a una nobleza anclada en sus privilegios y en general ociosa, determinó cierto declive de ésta y el ascenso de la burguesía, más emprendedora, que protagonizará el cambio a una nueva sociedad. En cuanto a la Iglesia canaria, la cúpula dirigente la forma el Obispo y el Cabildo Catedralicio con sede en Las Palmas – la diócesis de Tenerife no se creará hasta el siglo XIX–, con grandes ingresos procedentes de Agustín de Betancourt y Molina 29 los diezmos, beneficios patrimoniales, matrimoniales e incluso judicia-les, al disponer también sus miembros de jurisdicción penal propia. Comentario aparte merece la Inquisición o Santo Oficio. Sin el poder de siglos anteriores, continuaba ejerciendo el control ideológico– reli-gioso mediante la censura de libros. Sin embargo, a menudo sucumbía a los sobornos y muchas obras extranjeras, incluida « La Enciclopedia » , nutrían las bibliotecas de los ilustrados canarios y hasta circulaban en ámbitos restringidos. El Santo Oficio se había convertido con el paso de los años en una institución sólo preocupada por sobrevivir a toda costa, carentes ya sus funcionarios del celo y la firmeza que los habían distinguido tristemente en otras épocas. Esa supervivencia precisaba de medios económicos, que se limitaban prácticamente a las canonjías proporcionadas por el Cabildo Catedralicio y a participaciones en cape-llanías. Los inquisidores, con dificultades para procesar a los nobles ilus-trados, descargaban su furor sobre los estratos más humildes de la po-blación canaria iniciando procesos de « hechicería » contra indefensas mujeres – nuestras entrañables magas y curanderas–, a las que con-denaban a la vergüenza pública del « sambenito » o bien al destierro en otras islas. Algún problema pudo tener Agustín de Betancourt con la Inquisición. De lo contrario, carecerían de sentido las manifestaciones del Tribunal con motivo de las investigaciones del sabio canario sobre comunicaciones eléc-tricas, cuando el Santo Oficio hizo correr la voz, seguramente con ánimo intimidatorio, de que aquellos experimentos constituían « un intento dia-bólico para que las palabras viajaran con la velocidad del rayo » . A pesar de estas veladas amenazas, el Santo Oficio jamás llegó a procesarlo. La sociedad canaria, dirigida espiritualmente por la Iglesia y gober-nada por el grupo nobiliario, estaba constituida en su mayor parte por Canarias en la segunda mitad del siglo XVIII Primera parte: Biografía Biografías d 30 e Científicos Canarios campesinos en sus modalidades de medianeros y jornaleros que arras-traban una existencia fronteriza, en muchos casos, con la miseria más absoluta. La mendicidad abundaba, y el triste espectáculo de los pobres a las puertas de las iglesias y conventos resultaba una estampa habitual en aquellos tiempos. En épocas de graves crisis, la emigración a América era la válvula de escape habitual para aliviar las tensiones sociales promovidas por el hambre de tierras, un problema ante el cual los repartos de « bienes propios » de los cabildos y los « baldíos » de la Corona se mostraron cla-ramente insuficientes. Especial comentario merece la humilde mujer canaria, verdadera víctima del sistema imperante, que en muchas ocasiones sacaba ade-lante a su familia en la más completa soledad, con el marido ausen-te, muerto o desaparecido en tierras americanas. La hipócrita moral de aquellos tiempos las condenaba, y a menudo eran señaladas ante el menor atisbo de violar las « normas de la decencia » . La sociedad cana-ria les debe un homenaje, un reconocimiento explícito a tanto trabajo abnegado y silencioso. Ante horizontes tan negros el refugio habitual de estas mujeres, y de las clases humildes en general, era la Iglesia, la creencia en otra vida mejor que la presente. Agustín de Betancourt y Molina 31 III. LOS PRIMEROS VEINTE AÑOS: EL RESPLANDOR DE « LAS LUCES » El 1 de Febrero de 1758 nace Agustín de Betancourt en el actual Puerto de la Cruz, y el día 7 del mismo mes es bautizado en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Peña de Francia. Segundo hijo del Teniente Coronel Agustín de Betancourt y Castro y de la aristócrata Leonor de Molina y Briones– Monteverde, se cuen-ta que ésta preguntó después del parto si la criatura era niña, y la respuesta, probablemente decepcionante para ella, fue: « Muy Señora mía, ha tenido usted un ingeniero » . El recién nacido no sería un sim-ple ingeniero sino el más universal de la época, un personaje de ex-traordinaria y polifacética inteligencia que exploraría en campos muy diversos del saber tecnológico, con notables aportaciones al progreso de la Humanidad. Muchos biógrafos – Rumeu de Armas, A. Cioranescu, Padrón Acosta y otros– cifran en ocho los hijos del matrimonio, pero las re-cientes investigaciones de Juan Cullen Salazar, que custodia gran parte de los archivos familiares, revelan el nacimiento de tres hijos más, Juan, Magdalena y Leonor, fallecidos antes de que Agustín de Primera parte: Biografía Biografías d 32 e Científicos Canarios Betancourt y Castro dictara testamento en 1789, en el que, lógicamente, menciona solamente a los hijos vivos. El futuro inventor nace en plena Ilustración en el seno de una familia de la nobleza media– alta que, a pesar de sus propiedades, era víctima de la larga e intermitente crisis económica debida, fundamentalmente, a la caída en la exportación de los malvasías a Inglaterra y otros países, pero también a la escasa competitividad de la industria de la seda que intentaba, con grandes dificultades, abrirse paso en los mercados eu-ropeos. En el año de su nacimiento, reina en España Fernando VI, un mo-narca abúlico y melancólico que moriría loco al año siguiente, pocos meses después de que falleciera su esposa Bárbara de Braganza. En el plano internacional resulta elegido papa Clemente XIII, firme defensor de la Compañía de Jesús que sería expulsada de España en 1767 duran- Ntra. Sra. de La Peña de Francia. Portada de “ En busca de Betancourt y Lanz. Ed. Castalia Agustín de Betancourt y Molina 33 te el reinado de Carlos III; el rey José I de Portugal sufre un atentado y Prusia oriental es invadida por Rusia, el país donde Betancourt residi-ría durante la última etapa de su vida. Educado en un ambiente culto y refinado, su madre le enseña fran-cés desde muy niño y su padre, los primeros rudimentos de ciencias. Más tarde estudia en el convento de los Dominicos, en la Orotava, por cuyas aulas pasaron otros ilustrados tinerfeños como los hermanos Iriarte y José de Viera y Clavijo, contemporáneos de Betancourt, que llevarían con orgullo y distinción su condición de canarios más allá de los confines insulares. Sobre los primeros veinte años de su vida los biógrafos dan po-cos datos. Según Rumeu de Armas, su padre lo llevaba de niño, en compañía de su hermano mayor José, a la Tertulia de Nava, en La Laguna, donde despertaron a las « Luces » del siglo, el resplandor inte-lectual francés que, aunque amortiguado, alumbró también las tierras de nuestras Islas. En la tertulia conoció al clérigo realejero José de Viera y Clavijo, con el que volvería a encontrarse en su primera etapa madrileña. La tertulia ilustrada era presidida por el marqués D. Tomás de Nava y Grimón, amigo de su padre, y se reunió desde 1765 a 1777 en que se fundó la Real Sociedad Económica de Amigos de País, que heredó el espíritu ilustrado y liberal de la tertulia. Son frecuentes los recuerdos de juventud en la numerosa correspondencia epistolar con su familia, así como su constante preocupación por el bienestar de los hermanos menos favorecidos en sus cartas transidas de nos-talgia. Reproducimos dos breves fragmentos. En carta dirigida desde Madrid a su hermano José, que regresaba a Tenerife después de un largo viaje, le dice: Los primeros veinte años: el resplandor de « Las Luces » Primera parte: Biografía Biografías d 34 e Científicos Canarios En fin que estás al lado de ntros. amadísimos padres, de nuestras picaronas de hermanas y de ntra. tia cuyo gusto te llenará seguramen-te mucho mas el corazón que cuantas diversiones has disfrutado en Londres, París y Madrid. Dichoso tu que puedes disfrutar de tal compa-ñía, y estar en La Rambla pescando y comiendo uvas y duraznos. Si a esto se agrega el tomar quien te ayude a cargar los poquísimos pesares que puedas tener y a duplicar los continuos gustos que sé te proporcio-narán ahí todos los días, no hay duda en que te puedes mirar como uno de los hombres mas felices del mundo. … Hallándome por la misericordia de Dios en una situación de no ne-cesitar nada, me servirá de la mayor satisfacción que lo poco o mucho que pueda tocarme de la herencia por parte de padre, madre o primo Valois, lo repartan tú y Mariquita, dándole a ésta dos partes, y una a ti, pues no teniendo ella marido, es regular darle alguna preferencia. Como a Pablo, Luisa y Pilar los considero bien acomodados, no me a parecido que puedan necesitar de nada; tanto más que esto se reducirá José y Agustín estuvieron muy unidos desde que su padre los llevara juntos a la Tertulia de Nava. Cuando Agustín tenía quince años fueron de excursión a la cueva de San Marcos, en Icod, de la que levantaron un plano y redactaron un informe. José se interesó mucho por la promo-ción de la agricultura, las artes y el comercio. En concreto, presentó dos memorias a la Real Sociedad Económica de Tenerife: una sobre el cul-tivo de moreras y otra sobre la implantación de una imprenta. Moriría joven, en 1816, y Agustín se encargaría de la formación de su sobrino, que hizo carrera militar en Rusia. La generosidad de Agustín queda patente en la emotiva carta a su hermana Catalina desde San Petersburgo, de la que entresacamos dos fragmentos. Agustín de Betancourt y Molina 35 a casi nada repartido entre muchos. ¡ Ojalá fuese mucho más para que mi dádiva mereciese la pena de dar gracias!, pero es tan poco que sólo podéis considerarlo como una memoria de mi buena voluntad. Por su hermana María ( Mariquita) sentía especial cariño. Ambos na-cieron el mismo año, 1758, y, notable curiosidad histórica, fallecieron en 1824, como si un invisible hilo hubiese unido sus vidas. La máquina de telar epicilíndrica presentada en la Económica de La Laguna, poco antes de que Agustín partiera a Madrid, fue invención de los dos her-manos. Agustín de Betancourt no regresaría nunca a Canarias, aunque proyec-tó el viaje en varias ocasiones. Pero los recuerdos de su tierra lo persiguie-ron siempre, como se deduce de este otro párrafo de la misma carta: … Te voy a hacer un encargo en nombre de mi mujer y de mis hijas, para que me lo envíes el año próximo con tu hijo Agustín, este es dos o tres piedras para destilar el agua, que sean de calidad diferente, esto es que sean finas y menos finas para que el agua pase mas o menos de prisa y seria bueno que al menos dos fuesen de un mismo tamaño para hacer una destiladera como la que teníamos en casa, cuando yo era chiquito, de cuya forma, color, etc, me acuerdo como si la tuviera delante de mi. En otra carta dirigida a María, ya en los últimos años de su vida, late de nuevo la preocupación por su familia; también reafirma los princi-pios que siempre orientaron su existencia. … El resultado es no tener que arrepentirme de ningún paso de los que he dado en mi vida para procurar el bien estar de mi familia, sin faltar en cuanto prescribe el honor y el patriotismo. En el día me veo Los primeros veinte años: el resplandor de « Las Luces » Primera parte: Biografía Biografías d 36 e Científicos Canarios sin tener que apetecer ni por honores ni por consideración, ni aun por intereses, pues como no soy ambicioso me encuentro feliz con lo que tengo y si Dios me da algunos años de vida mas, todos los individuos de mi familia, podrán quedar bien acomodados. Retomemos el hilo de nuestra historia después de este pequeño viaje por la nostalgia de sus recuerdos. Agustín de Betancourt ingresa en las Milicias Provinciales y se gradúa de teniente. Don Matías Gálvez, por en-tonces de viaje en Tenerife y que terminaría siendo nombrado virrey de México, lo conoce en la Real Sociedad Económica, detecta su gran inte-ligencia y lo recomienda a su hermano José, ministro de Indias y perso-na influyente en la Corte. Como resultado de sus gestiones, Agustín viaja pensionado a Madrid, a donde llega en Noviembre de 1778 procedente de Las Palmas. Seguramente no pasó por su cabeza que jamás regresaría a su tierra; que la visión cada vez más difuminada de Gran Canaria, donde nació su padre, sería la última que vería de las Islas. Después de un pe-noso viaje de un mes llega a Cádiz. Atrás quedaban sus primeros veinte años, los más tranquilos. En adelante su vida sería un continuo vértigo de trabajo creador, con inventos en campos diversos, viajes por Francia e Inglaterra para mejorar su formación, seguidos de retornos a Madrid cada vez menos deseados por el ambiente progresivamente enrarecido, las intrigas de las camarillas políticas y su intrínseco convencimiento de que las Luces del Siglo, necesarias para el progreso, se apagaban sin re-medio en España. Agustín de Betancourt y Molina 37 IV. ESPAÑA EN EL SIGLO XVIII. EL DESPERTAR DE UN GENIO La España del siglo XVIII era muy distinta a Francia e Inglaterra. Los viajeros ingleses y franceses hablan de un país decadente en todos los órdenes, semidespoblado por la emigración americana, las conti-nuas guerras en Europa – casi todas perdidas–, las expulsiones y los exilios. La economía era catastrófica, dependiente de los metales pre-ciosos americanos que no siempre llegaban, con gran parte de la tierra laborable en propiedad de la nobleza y de la Iglesia, régimen feudal de mayorazgos, sin infraestructuras de comunicación adecuadas y con un elevado porcentaje de la población ociosa ( clérigos, nobles e hidal-gos). No existía el espíritu emprendedor y mercantilista propio de las sociedades del norte de Europa, y desde la expulsión de los moriscos se había destruido gran parte de la actividad artesanal, salvo la ima-ginería religiosa. Para colmo de males, a finales de la centuria y con la muerte sin descendencia del último Austria, el desdichado Carlos II, se inicia la guerra de Sucesión a la corona española que, en definitiva, encubre una pugna entre franceses e ingleses para repartirse los despo-jos europeos del imperio español. Triunfan los primeros y se instala en Primera parte: Biografía Biografías d 38 e Científicos Canarios España el rey Borbón Felipe V, nieto de Luis XIV, y nuestro país pasa de un régimen foralista a otro fuertemen-te centralizado, siguiendo el modelo francés. Sin embargo, el cambio de dinastía, las frecuentes alianzas con Francia – casi obligadas– y la relativa tranquilidad en los frentes de batalla europeos – habían terminado las gue-rras de religión– estimularon un cre-cimiento en todos los órdenes que, por otra parte, era normal en un país que había tocado fondo en casi todo. En 1778, año en que Agustín de Betancourt llega a Madrid, suceden acontecimientos importantes: mueren Voltaire y Rousseau, de cuyas lecturas se había impregnado; la ayuda a los independentistas norteamericanos provoca la guerra con Inglaterra; la condena a ocho años de reclusión de Pablo de Olavide por la Inquisición demuestra que el temible Tribunal no estaba muerto, y, de especial interés para Canarias, un Real Decreto establece el libre co-mercio con América, hasta entonces monopolizado por la Corona. En Madrid, el joven Agustín conoce a paisanos muy influyentes. Aparte de su primo materno Estanislao Lugo– Viña y Molina, Director de los Reales Estudios de San Isidro donde se formó durante dos años, traba amistad con José Clavijo y Fajardo, a la sazón Director adjunto del Gabinete de Historia Natural. La relación entre ambos fue entraña-ble y Agustín se refería siempre a Clavijo como su segundo padre. Éste actuó de testigo en su furtiva boda madrileña, un oscuro episodio del que nos ocuparemos en su momento. Floridablanca. Retrato de José Moñino, Conde de Floridablanca. Antonio Guerrero Agustín de Betancourt y Molina 39 También entabla amistad con Bernardo de Iriarte, miembro de la Secretaría de Estado con Floridablanca, y con sus hermanos Tomás, el célebre fabulista, y Domingo. Agustín de Betancourt ingresa en el Colegio de San Isidro en Enero de 1779. Las materias de estudio son todas de Ciencias: Álgebra, Geometría, Cálculo, Física. Llevado por su gran afición al dibujo, en el que destacaba desde niño, no duda en comenzar estudios nocturnos en la Academia de Bellas Artes. Los resultados son brillantes en ambas Instituciones. La relación de Agustín de Betancourt con la Academia de Bellas Artes no se interrumpió con la finalización de sus estudios. Continuó frecuentándola, y años más tarde, en 1792, es elegido miembro de la misma y participa en la comisión creada para su mejora. Un miembro destacado de la comisión, Francisco de Goya, preconizaba con fervor la completa libertad en las Bellas Artes. ¡ Cuánto daríamos por conocer las conversaciones entre ambos! En 1782 la actividad madrileña de nuestro personaje es intensa, y la Económica de La Laguna lo nombra apoderado en Madrid. Los jesuitas habían sido expulsados de España, y por encargo de la Institución lagu-nera gestiona la cesión de una casa expropiada a la Orden religiosa para ser utilizada como sede en la calle de San Agustín. También se ocupa de gestionar la adquisición de caracteres para la imprenta que se instalaría en La Laguna a instancias de su hermano José. El joven tinerfeño se mueve con cautela en los círculos intelectua-les y cortesanos de Madrid, bien asesorado por parientes y amigos con cargos importantes en la Villa y Corte. De carácter cordial, es al mismo tiempo una persona directa y franca, en contraste con la hipocresía de los cortesanos aduladores que sólo buscaban pensiones y cargos. En muchas ocasiones manifiesta su desprecio por ellos, a los que achaca España en el siglo XVIII. El despertar de un genio Primera parte: Biografía Biografías d 40 e Científicos Canarios el secular retraso de la sociedad española. Él mismo se asombra de sus progresos sociales cuando dice en una de sus cartas: « … Yo creía que sólo los aduladores tenían partido en la Corte; pero creo que vale más hablar claro y obrar bien… » Su franqueza y caballerosidad le acarrearían problemas en España y Rusia, pero jamás abdicaría de sus convicciones personales. La primera misión de importancia por encargo del Primer Secretario de Estado y hombre fuerte de la monarquía, D. José Moñino, Conde de Floridablanca, fue una visita informativa al Canal de Aragón en com-pañía de Alonso de Nava y Grimón, maqués de Villanueva del Prado. Culminada con éxito, Floridablanca le encarga otra visita, esta vez no sólo informativa sino también de inspección, a las minas de Almadén, conocidas y explotadas desde los tiempos del Imperio Romano. El mer-curio se utilizaba para extraer oro y plata por amalgamación, empleán-dose masivamente en las colonias americanas. Aunque la misión de Betancourt consistía en redactar informes sobre el estado de las minas, sobrepasó sus funciones meramente descriptivas y plasmó en tres me-morias diversas mejoras para resolver los principales problemas detec-tados, desde el achique del agua en los pozos hasta la refrigeración en los procesos metalúrgicos de tostación del cinabrio, así como los pro-blemas de transporte del mercurio. La claridad y precisión de los informes, así como la resolución de los importantes problemas mencionados, impresionó muy favorablemente a Floridablanca, quien, convencido de la valía de Betancourt, lo envía a Francia becado por La Corona para estudiar, en principio, minería. Pero la estancia en el país galo ocuparía al tinerfeño en otros estudios más interesantes: Agustín de Betancourt poseía el don del polifacetis-mo creador y, en consecuencia, no se circunscribía a un único campo de trabajo. Esta versatilidad fue siempre su característica más acusa- Agustín de Betancourt y Molina 41 da y explica el amplio universo de sus descubrimientos. Su trabajo en Almadén no fue el único relacionado con la minería: en noviembre de 1785 presentaría a la Academia Francesa una memoria sobre la puri-ficación del carbón de piedra, una de cuyas copias figura en la sección canaria de la Universidad de La Laguna. Estamos a finales de 1783, año de paz en el escenario internacio-nal, rubricada en Versalles entre Inglaterra, Francia y España. Gran Bretaña reconoce la independencia de los Estados Unidos, y el joven William Pitt, que tan tenaz y hábilmente lucharía más tarde contra Napoleón, se convierte en Primer Ministro británico. Nacen Simón Bolívar y Stendhal, y en el capítulo de decesos asistimos a la muerte de D’Alembert y a la del suizo Euler, emigrado a Rusia, y que está conside-rado, junto al francés Lagrange, como el matemático más importante del siglo XVIII. Antes de abandonar España aún tuvo tiempo de investigar en otro campo, el de los globos aerostáticos. En junio de 1783, los hermanos Mongoltfier habían asombrado al mundo con el lanzamiento del pri-mer globo. España no permaneció al margen del atractivo descubri-miento y, a finales de 1783, se une a la carrera aerostática. Hasta épocas recientes se creía que el tinerfeño Viera y Clavijo había sido el pionero de la aerostación española, pero en las meticulosas y objetivas memo-rias de Lope Antonio de La Guerra, cronista canario contemporáneo de Betancourt, se recoge la fecha exacta del primer lanzamiento de un globo en presencia del Rey Carlos IV y de la Corte, 29 de noviembre, así como su autoría, Agustín de Betancourt. Viera y Clavijo lanzaría otro globo pocos días después, el 15 de diciembre. España en el siglo XVIII. El despertar de un genio Agustín de Betancourt y Molina 43 V. AGUSTÍN DE BETANCOURT ENTRE DOS REVOLUCIONES. NACE EL « INGENIERO UNIVERSAL » En principio nuestro personaje viaja a París para ampliar estudios en « Arquitectura Subterránea » – pomposo nombre de la Minería– y Geometría. Parte de Madrid a finales de marzo de 1784 en compañía de Alonso de Nava y Grimón. En Francia, nuestro personaje se encuentra en un mundo nuevo que poco tiene que ver con el imperante en España, donde si bien brillaba el « Espíritu de las Luces » , éstas no lo hacían con tanta intensidad como en el país vecino, ni sus destellos poseían la rica policromía de las del país galo. Vale la pena detenerse con brevedad en los importantes y complejos movimientos de diversa índole que contribuyeron a crear una nueva mentalidad: la del hombre contemporáneo. Por esa época se iniciaba en Inglaterra la Revolución Industrial, que desarrollaría todo su potencial a lo largo del siglo XIX, y Francia sufriría en breve un gran cataclismo político– social que derribaría los cimientos del Antiguo Régimen. La simiente para la eclosión revolucio-naria había sido sembrada tiempo antes por la Ilustración, un complejo movimiento intelectual, cosmopolita y antinacionalista que hunde sus raíces en el racionalismo científico del siglo XVII. Primera parte: Biografía Biografías d 44 e Científicos Canarios La Ilustración declara la fe constante en la razón, denuncia a la Iglesia como fuerza obstaculizadora del progreso e introduce una inci-piente preocupación por lo social y una nueva actitud que, según Vicens Vives, « renueva el ideal cosmopolita del humanismo y lo valora como una nueva faceta, el filantropismo, entendido éste como el amor al prójimo trasladado al terreno laico » . El carácter utilitario de este mo-vimiento es uno de sus fines primordiales, y para ello se inventa un nuevo modo de filosofar que influye en una nueva manera de vivir. Se abandonan las inquietudes metafísicas para acudir al dominio de lo tangible, se postergan las preocupaciones sobrenaturales, tan presen-tes en siglos anteriores, y el hueco discurso escolástico es sustituido por las lecciones sobre los hechos y las cosas corrientes de la vida. El culto a la Naturaleza, a sus leyes, es un axioma irrenunciable. Para los ilustrados, la soberanía reside en el Pueblo, todos los hom-bres nacen iguales y el fin último es alcanzar la felicidad en la tierra con independencia de felicidades ultraterrenas. Estos postulados cons-tituían un ataque frontal al Antiguo Régimen, cuyas columnas, hasta el momento inamovibles, se cimentaban en el derecho divino de los monarcas – reyes por la gracia de Dios–, en la jerarquía natural como consecuencia de la desigualdad – estamentos sociales bien diferencia-dos y no comunicantes– y en la bondad de la Providencia Divina que siempre proveerá para todos. Sin embargo, la inercia de las viejas ideas determinará un curioso equilibrio de coexistencia entre la tradición dogmática y la razón in-novadora que los monarcas personificaron en el llamado « Despotismo Ilustrado » , en el « Todo para el pueblo, pero sin el pueblo » . Nuestro personaje fue hijo de la Ilustración; se educó en una socie-dad en trance de cambio con todas sus contradicciones, vivió los dos mundos, el antiguo y el nuevo, y asistió como espectador a un cata- Agustín de Betancourt y Molina 45 clismo político y social, la Revolución Francesa, que derribó la antigua sociedad estamental y creó otra nueva. El proceso revolucionario francés inquietó a las clases privilegiadas europeas, entre ellas la española. En este país, el incipiente movimiento ilustrado, simplemente reformista e ideológicamente de corto alcance, se interrumpe abruptamente. Agustín de Betancourt, que se encontraba desde 1784 en Francia, es repatriado en 1791 ante el cariz de los aconte-cimientos. Por mucho tiempo se fomenta en España, por parte del poder un odio al país vecino que cala hondamente en el pueblo analfabeto. A su llegada a Francia en 1784, Agustín de Betancourt amplía sus estudios en « L’École des Ponts et Chaussées » – la Escuela de Caminos francesa– donde contacta con científicos que influirán decisivamente en su futura orientación, como el Director de la Escuela, Jean Rodolphe Perronet, el barón de Prony y M. Monge, fundador de la Geometría Descriptiva. Muy pronto el joven tinerfeño cae en la cuenta de que ha-bía llegado a otro mundo: aquellos personajes hablaban apasionada-mente, con fervor casi religioso, de las nuevas máquinas. En concreto, Monge insistía en la necesidad de mecanizar el trabajo, consciente de la notable ventaja británica sobre el resto de los países, Francia incluida. Como es sabido, la aplicación masiva de las máquinas al proceso productivo produjo la primera Revolución Industrial. Los avances de la Ciencia desde el Renacimiento, el brusco desarrollo comercial en un mundo súbitamente ampliado con el descubrimiento de América y el auge de la burguesía emprendedora engendraron, en afortunada con-junción de estudio, ingenio y visión económica, la primera Revolución Industrial, la del vapor, que modificó en profundidad una sociedad an-clada en una economía agrícola y artesanal hasta convertirla en otra en la que los procesos de fabricación se mecanizaron para producir, en poco tiempo y utilizando pocos brazos, gran cantidad de bienes. Agustín de Betancourt entre dos revoluciones. Nace el « Ingeniero Universal » Primera parte: Biografía Biografías d 46 e Científicos Canarios Desde el punto de vista político, la Revolución Industrial contribuyó al triunfo de la burguesía sobre la nobleza, que sufrió una grave derrota económica; la otra, la política, se iniciaría con la Revolución Francesa. La máquina de vapor fue, sin duda, el invento responsable de esta gran aceleración del proceso productivo, y en ella tuvo mucho que ver nuestro personaje. París, por aquel entonces una populosa ciudad de seiscientos mil habitantes, debió impresionar favorablemente a nuestro personaje. Aunque existen muchas lagunas sobre su vida en la capital francesa, se sabe que conoció a sabios relevantes como Lagrange, Laplace, Carnot y posiblemente Lavoisier, que un año antes de su llegada, 1783, había publicado el primer libro de Química propiamente dicho, su célebre Traité elémentaire de Chimie. En su primera estancia parisina, Agustín de Betancourt conoció a dos personas con las que mantuvo estrecho contacto durante años: el genial relojero e inventor suizo Abraham– Louis Breguet y el matemá-tico mexicano José María de Lanz y Zaldívar. Con el primero construyó un telégrafo óptico que compitió con el del francés Chappe. La amistad entre ambos duró mientras vivieron, posiblemente porque tenían mu-chas cosas en común: eran ante todo inventores, simpatizaron con la Revolución de 1789 hasta que ésta se radicalizó y, detalle importante, Betancourt visitaba a su futura esposa, la católica inglesa Ana Jourdain, en la casa de los Breguet, según relata José García Diego. Con el mexicano Lanz la relación adquirió tintes más intelectuales: ambos escribieron el célebre Essai sur la composition des machines, el primer libro con un enfoque moderno sobre máquinas. Escrito en francés, se tradujo por primera vez al castellano en fechas recientes, – finales del siglo XX– algo realmente incomprensible. También Lanz ejerció como profesor de Matemáticas en la Escuela de Caminos madri- Agustín de Betancourt y Molina 47 leña que comenzaría su andadura en 1802, bajo la dirección de Betancourt, y sus con-tactos en Francia fueron frecuentes. Los contactos y el ambiente en L’École convencen a Betancourt para reorientar sus estudios y regresa a Madrid en Agosto de 1785, donde lo discute con su protec-tor el Conde de Floridablanca. Betancourt sugiere al Primer Ministro un nuevo en-foque hacia el prometedor mundo de las máquinas y la hidráulica, planteamiento que Floridablanca acepta. Probablemente también se habló de reunir máquinas diversas y maquetas que servi-rían para crear en Madrid el Real Gabinete de Máquinas, una hermosa colección hoy desaparecida. En opinión de algunos biógrafos, la idea de fundar en España la carrera de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos también se gestó en aquel viaje. De regreso a París presenta su memoria Sobre la purificación del carbón de piedra y modo de aprovechar las materias que contiene, posteriormente enviada a la Real Sociedad Económica de Asturias que lo nombra socio de honor. En su breve estancia española redacta con Louis Proust – el famoso químico francés que descubrió la ley de las proporciones definidas– una Memoria sobre el blanqueo de la seda, asunto sobre el que había experimentado artesanalmente en su etapa tinerfeña. Proust trabajaba por aquel entonces en España, y Betancourt aprovecha su viaje a Madrid para contactar con el sabio francés. La Memoria correspondiente se publicaría en 1791. En el ámbito familiar, su hermano mayor José llega a París en julio de 1785 y colabora con él en tareas diversas. Más adelante viajarían jun- Agustín de Betancourt entre dos revoluciones. Nace el « Ingeniero Universal » Proust. D. L. Proust. Segovia. Antonio Espinosa, 1791 Primera parte: Biografía Biografías d 48 e Científicos Canarios tos a Bretaña, y en Cherburgo estudiarían sus instalaciones portuarias y las máquinas empleadas para la elevación y el transporte de mercan-cías. José colaboró con su hermano en la búsqueda de máquinas para el futuro Real Gabinete madrileño; también lo ayudó en las tutorías de los becarios españoles. En 1786 se confirma el nuevo sueldo de Betancourt, así como el permiso regio para que éste se dedicara a estudiar máqui-nas e hidráulica, tareas en las cuales ya ocupaba parte de su tiempo. La confirmación oficial se realizó mediante carta de Floridablanca al entonces embajador en Francia, Conde de Aranda, que un año más tar-de sería sustituido por Fernán Núñez. Tanto éste como Aranda trata-ron muy bien a los Betancourt y colaboradores, interesándose en todo momento por sus condiciones materiales y por sus trabajos. En abril de 1788 el nuevo embajador Fernán Núñez, en una visita a la casa– ta-ller de Betancourt, informa muy favorablemente a Floridablanca de los trabajos, como lo demuestra el documento que el Embajador remite al Primer Ministro. « Uno de estos días pasados he ido a examinar el taller y modelos de máquinas que están a cargo de D. Agustín de Betancourt. La unión, economía y primor con que estos su-jetos travajan les hace tanto honor a ellos quanto a la per-sona que ha puesto a su cuidado este importante encargo, y nada gastará ciertamente S. M. con ellos que no recoja con usura el fruto… D. Agustín y sus compañeros se han adqui-rido por su aplicación, conducta y maña la entera confianza de los oficiales que están a la caución de este ramo, de modo que no ai nada que no les franqueen, aún los mismos mo-delos del depósito, para llevarlos a su casa. » Más adelante continúa: « He encargado a dicho Betancourt… adquirir quantos modelos de máquinas le sea posible, de cualquier Agustín de Betancourt y Molina 49 especie que sea, pues no ai casi ninguna de que no pueda resultar de utilidad conocida; y el primor con que travajan los modelos, arreglados en todo a sus medidas exactas, has-ta el número y dimensión de los clavos, no deja nada que dudar para su execución en grande. » Betancourt disponía de un selecto equipo de colaboradores, pensio-nados por La Corona, entre los cuales destacaban Juan López Peñalver, que regresaba de Hungría por no soportar las inclemencias del clima, Tomás de Verí, Juan de la Fuente, Joaquín de Abaitúa y Juan de Mata, entre otros. Más tarde se añadieron nuevos becarios al equipo, entre los cuales destacó Bartolomé Sureda, un excelente grabador que aportó técnicas innovadoras a su especialidad. Amigo de Goya, éste lo retrata-ría para la posteridad. En 1787 se aprueba oficialmente el tan deseado Real Gabinete de Máquinas que se ubicaría en el Buen Retiro, para el que ya Betancourt disponía de abundante material. A pesar de tanto trabajo, o seguramente fruto del mismo, inventa por esas fechas varios artilugios: una máquina para fabricar cintas de adorno para mujeres; un telar; una máquina eó-lica para desecar terrenos pantanosos de la que informa por carta a su padre. Planos, maquetas, acopio de libros sobre Mecánica, Hidráulica… Todo lo recopila y describe minuciosamente con febril actividad. En di-ciembre de 1788 es nombrado director del Real Gabinete de Máquinas, pero Betancourt se encuentra en Inglaterra y no se entera del nombra-miento hasta su llegada a París. Tardará varios años en tomar posesión del cargo, hasta abril de 1792, y es muy posible que de no haber sido por el cariz cada vez más extremista de la Revolución, hubiese prolongado su estancia en la capital francesa. De hecho, su regreso resulta obligado. El Real Gabinete de Máquinas tuvo una existencia efímera y, hasta cier-to punto, constituye un ejemplo de nuestro desorden organizativo y el poco Agustín de Betancourt entre dos revoluciones. Nace el « Ingeniero Universal » Primera parte: Biografía Biografías d 50 e Científicos Canarios aprecio por la Ciencia. Instalado en el palacio del Buen Retiro en 1792, la mayor colección de máquinas jamás reunida en Europa, como se la calificó en su época, no pasó de ser una curiosidad para la atrasada burguesía em-presarial española, poco ansiosa de innovaciones. Dañada parcialmente en la guerra de 1808, después de diversos traslados se pierde en su totalidad. Retrocedamos unos años para contar el primer y anhelado viaje de nuestro personaje a Inglaterra. Londres era por entonces la ciudad más populosa del mundo, con un millón de habitantes, y se encontraba en plena efervescencia industrial, con barrios enteros donde proliferaban talleres y fábricas diversas, con predominio de las textiles y metalúrgicas. La ciudad se había convertido en un inmenso laboratorio industrial. El éxito del viaje se materializó en la plasmación de un sueño perse-guido infructuosamente por muchos: descubrir el funcionamiento de la máquina de vapor de Watt. El suceso se ha contado de distintas maneras, según la procedencia de los historiadores, británicos o de otras nacionalidades. Para los primeros se trató de un caso de espionaje industrial; para los otros, simplemente fue el resultado de una notable capacidad de observación, inteligencia e intuición, además de un profundo conocimiento sobre máquinas. En Birmingham, Betancourt fue recibido por el propio Watt y su so-cio financiero Boulton quienes, aunando cortesía y firmeza, se negaron a que la máquina fuese inspeccionada, limitándose a comentar algunas características generales que no desvelaban nada de su funcionamien-to. Dejemos hablar al joven ingeniero canario, pues nadie mejor que él nos puede detallar las circunstancias de sus indagaciones. « Al saber que los señores Watt y Boulton habían hecho nuevos descubrimientos en relación con la máquina de va-por, de modo que habían llegado a producir los mismos efectos con una cantidad de combustible mucho menor, Agustín de Betancourt y Molina 51 tomé la decisión de ir a Birmingham, para conocer a estos célebres artistas. Al llegar a su casa, me recibieron con la mayor cortesía y, para darme una prueba de su conside-ración, me enseñaron sus fábricas de botones y de plata chapada; pero no me enseñaron ninguna de sus máquinas de vapor. Sólo me dijeron que las que estaban fabricando en aquellos momentos eran superiores a todas las demás, ya que su velocidad podía regularse a voluntad y que con-sumían mucho menos combustible que las que habían he-cho anteriormente. Ni siquiera me dejaron entrever de qué modo habían conseguido tan grandes ventajas. » De regreso a Londres, seguramente decepcionado, pudo ver una má-quina de vapor en funcionamiento, dedicada a la fabricación de harina, parcialmente oculta por una mampara cerca del puente de Blackfriars. Seguramente algún detalle que sólo se podía percibir con la máquina trabajando, como la misma velocidad del émbolo en su doble recorrido ascendente y descendente a través del cilindro, suministró la pista de-cisiva al sagaz e intuitivo inventor quien, a su llegada a Francia, cons-truyó la primera máquina de vapor de doble efecto en el Continente, comercializada rápidamente por la firma Piéret ante el desconcierto del consorcio Watt- Boulton. De regreso a París culminará los estudios sobre la energía del vapor con la presentación en 1790, en la Academia de Ciencias de París, de la Mémoire sur la force expansive de la vapeur de l’eau ante un comité de sabios integrado por Borda, Brisson y Monge. Agustín de Betancourt se convirtió con estas experiencias en pionero de los estudios líquido- vapor, y por los mismos y sus observaciones sobre el estado gaseoso es merecedor de figurar, junto al ingeniero y matemáti-co Prony, como precursor de la aún inexistente Termodinámica. Agustín de Betancourt entre dos revoluciones. Nace el « Ingeniero Universal » Primera parte: Biografía Biografías d 52 e Científicos Canarios Las experiencias son de suma importancia y se detallarán en la se-gunda parte del libro. Otro suceso, éste de índole estrictamente personal, cambiará en ade-lante la vida del joven inventor. Según relata A. Bogoliúbov en su obra Agustín de Betancourt: un héroe español del progreso, conoce a una joven inglesa, Ana Jourdain, de la que se enamora. Posteriormente ésta viajará a París, y es seguro que se veían en la casa de A. L. Breguet, quien mantenía buena amistad con los padres de la joven. Apenas se conocen datos de Ana Jourdain, pero de la correspondencia entre sus amista-des se deduce que su trato no era fácil. Tampoco administraba bien el dinero, según las cartas cruzadas entre sus amistades, en las que se critica el dispendio económico de la dama, incluso en situaciones difí-ciles. Probablemente se casan en París en 1790. Sin embargo, una nue-va boda en 1797 en Madrid y nuevas Capitulaciones Matrimoniales en París han convertido las bodas de Betancourt en el asunto más oscuro de su vida. El tema continúa siendo objeto de investigación, sin pruebas hasta el momento de las diversas opciones que se han propuesto. En la segunda parte del libro D. Juan Cullen Salazar, poseedor de la correspondencia familiar del tinerfeño y buen conocedor de su obra, ofrece una versión muy razonable de los polémicos matrimonios. Ana Jourdain. Retrato de Ana Jourdain, esposa de Betancourt. Museo del Ermitage. De Ciencia y Tecnología en la España Ilustrada. Rumeu de Armas. Ediciones Turner, Madrid, 1980 Agustín de Betancourt y Molina 53 Ana Jourdain poseía una educación esmerada y había sido prepa-rada para un buen matrimonio, circunstancia habitual en las jóvenes acomodadas de la época. Siempre vivió a la sombra de su marido, al que siguió con sus hijos en la frecuente y prolongada itinerancia del in-geniero canario por varios países europeos. A la muerte de Betancourt abandonó Rusia donde no tenía muchas amistades, al igual que en España, y se instaló en París con su hija Matilde. Murió a los 73 años y sus restos descansan en el cementerio de San Luis, el más antiguo de Versalles. Agustín de Betancourt entre dos revoluciones. Nace el « Ingeniero Universal » Agustín de Betancourt y Molina 55 VI. AGUSTÍN DE BETANCOURT Y LOS AVATARES DE LA POLÍTICA Agustín de Betancourt es repatriado « obligatoriamente » a finales de 1791. Desde Diciembre de 1788 en que fue nombrado director del Real Gabinete de Máquinas podía haber regresado a su país y, sin em-bargo, no lo hizo. Está enterado del cambio de talante de su protec-tor Floridablanca ante la deriva extremista del proceso revolucionario francés, y sospecha que las mortecinas « Luces » españolas, que nunca brillaron con suficiente claridad, comenzaban a apagarse. Sin embargo, obedece la orden y regresa. El débil y asustadizo Carlos IV, alarmado por la situación en Francia, había convocado Cortes Generales, y el fu-turo Fernando VII había jurado como Príncipe de Asturias. Se promul-gan Reales Órdenes para evitar la entrada de noticias revolucionarias y España se aísla nuevamente. No era la primera vez. Goya es nombrado pintor de la Corte y muy pronto retrataría a la familia real al completo con gran lucidez psicológica. A su regreso a España, Agustín de Betancourt y su equipo se detie-nen en Lyon, donde visitan una fábrica textil; después en Barcelona, donde estudian la instalación de una draga de su diseño en el puerto, Primera parte: Biografía Biografías d 56 e Científicos Canarios y finalmente en Valencia, cuyas instalaciones industriales visitan. Su último trabajo en Francia junto a su colaborador y segundo hombre del equipo, el competente Juan Peñalver, había sido la redacción de la Memoria Sobre los medios para facilitar el comercio interior, remitida a Floridablanca, en la que se subraya la gran importancia de un buen sistema de comunicaciones para el desarrollo económico. En noviem-bre Betancourt se encuentra en Madrid. Se aloja en el palacio del Buen Retiro y, mientras se ultiman las obras del Real Gabinete, ocupa su tiempo en proyectar una draga de vapor que construirá años más tarde en Rusia; también gestiona los trámites de nobleza para ingresar en la Orden de Santiago, de la que se convierte en miembro por Real Orden en enero de 1792. Por fin, el primero de abril, se abre al público el Real Gabinete de Maquinas para el que tanto había trabajado. Pero su anhe-lo más profundo, la fundación de la Escuela de Caminos, se aplazaría hasta tiempos mejores y su grupo de trabajo se disuelve. Se desilusio-na por la vida « mortecina y lánguida » , según Rumeu de Armas, que arrastraba el Real Gabinete, y sólo se consuela asistiendo a la Academia de San Fernando de cuya Junta forma parte. Trabaja en la comisión para la mejora de la enseñanza de las Artes junto a los maestros Maella, Bayeu y Goya, el último tenaz defensor de la liberalización a ultranza en la pintura, por entonces sometida a cánones estrictamente clásicos. Escuela de Caminos. Palacio del Buen Retiro, sede de la Escuela de Caminos y Canales ( De Ciencia y Tecnología en la España Ilustrada. Rumeu de Armas, Ediciones Turner. Madrid, 1980) Agustín de Betancourt y Molina 57 Recientemente el profesor Antonio Perales Martínez, del Patrimonio Histórico Español, ha certificado la autoría por parte de Goya de un re-trato de Betancourt, ubicado en la Dirección de la Escuela de Caminos madrileña. El torbellino revolucionario francés arrastra a Floridablanca que es sustituido por el conde de Aranda, más cercano a las nuevas ideas, en un estéril intento de Carlos IV por conseguir el exilio de su primo Luis XVI, cuyo procesamiento y juicio era inminente. Las gestiones resulta-ron inútiles: Carlos IV entregó la gobernación del país a Manuel Godoy, un ambicioso miembro de la Guardia Real, favorito de la reina María Luisa, que no poseía la formación suficiente para manejar con éxito la delicada situación española. Su política oscura y sinuosa, siempre a remolque de los acontecimientos, adolecía de una línea clara de actua-ción. No se le catalogaba entre los liberales, aunque coyunturalmente se sirviera de ellos, y sus relaciones con Betancourt, que no pasaron de respetuosas, acabaron muy mal. Godoy utilizaba a las personas en su propio beneficio sin parar en los medios; a menudo intrigaba, prome-tía, sobornaba y engañaba, todo lo contrario a Betancourt, quien, ene-migo de intrigas, exponía directamente sus peticiones y jamás se prestó a ser utilizado. El Valido dispuso de mucho poder y Agustín sufrió en carne propia el mal ejercicio del mismo. Pero el ingeniero no había nacido para estar inactivo y traba-ja en diversos proyectos: en agosto de 1792 revisa los Elementos de Matemáticas de Benito Bails. El trabajo exige sumo cuidado, pues el matemático y académico había dado con sus huesos en una cárcel gra-nadina del Santo Oficio, secreta como todas, donde había permanecido encarcelado de enero a noviembre de 1791 con notable quebranto de su salud. Termina la corrección sin problemas, seguramente pregun-tándose qué extrañas relaciones establecían los inquisidores entre las Agustín de Betancourt y los avatares de la política Primera parte: Biografía Biografías d 58 e Científicos Canarios Matemáticas y el Dogma. Por esa época asiste al nombramiento de su hermano José como Académico de Honor en Bellas Artes y alberga, un tanto ingenuamente, la esperanza de que un comité de la Marina informe favorablemente de una draga de su invención para limpiar los puertos de Cádiz y Cartagena… que el comité desecha por considerar-la ¡ demasiado potente! Pero hay noticias peores: su ex– colaborador Joaquín Abaitúa, en su intento de pasar a Alemania, es interceptado en el camino y su rastro se pierde; en París el pueblo asalta sangrien-tamente el palacio de las Tullerías y se proclama la Comuna; Luis XVI es descubierto en Vincennes cuando intentaba escapar disfrazado de la capital francesa y la Convención vota su destitución y posterior prisión. El camino está allanado para la proclamación de la República, y 1793 se abre con la ejecución en la guillotina de Luis XVI. En Europa cunde el pánico y los ejércitos monárquicos estrechan el círculo sobre Francia, lo que radicaliza aún más la Revolución. Aún quedaría lo peor: el baño de sangre durante El Terror. La vida sigue y Betancourt no permanece inactivo. No puede. Además, no todas las noticias son malas: se le aumenta el sueldo como director del Real Gabinete, y presenta a la Academia de San Fernando unos inge-niosos modelos de madera e hilos para explicar construcciones geomé-tricas; continúa acudiendo con asiduidad a las juntas de gobierno de la Academia; emite un informe sobre el taller de instrumentos físicos y astronómicos del Observatorio del Buen Retiro, otro sobre una fábrica de relojes, con los que estaba tan familiarizado por su amistad con L. Breguet. Pero su desencanto ante el escaso éxito del Real Gabinete es patente. Ha pasado más de un año y Godoy aún no se ha dignado visitar la colección de máquinas, por lo que en julio de 1793 se dirige al valido por carta invitándolo a visitar las instalaciones. Éste acepta por corte-sía y Betancourt, tal vez por intuir desinterés y hostilidad en Godoy, Agustín de Betancourt y Molina 59 piensa en abandonar España. No puede regresar a Francia y estudia la posibilidad de trasladarse a Inglaterra, un país que lo había impactado profundamente por su avanzada industrialización y su gran estabilidad política. Inicialmente envía a su mujer e hijas, que llegan en agosto de 1793, y por fin el 17 de octubre del mismo año se le concede el ansia-do permiso y viaja al país británico para « asuntos del Real Servicio » . En noviembre llega a Londres con el grabador Bartolomé Sureda como ayudante y colaborador. Esta vez, antes de instalarse en Londres, visita muchas ciudades y se asombra de la febril actividad industrial en todas ellas. La máquina es el nuevo ídolo, fetiche adorado, símbolo de los nuevos tiempos, y todo gira en torno a ella. En Inglaterra permanecerá tres años, hasta octubre de 1796. Agustín de Betancourt recibe una pensión complementaria a su suel-do de director del Real Gabinete de Máquinas con la que debe cubrir sus gastos y los de Sureda. El dinero resulta insuficiente porque los gas-tos en materiales para el Real Gabinete, que no se consignaban aparte, eran cuantiosos. Por ello acude al cónsul español en Londres y pide un adelanto de trescientas libras. En 1796, ante la imposibilidad de pa-garlas, solicita a Godoy la condonación de la deuda, a lo que el valido accede no sin reticencias. Su ayudante Peñalver, que había regresado a Madrid, y Clavijo y Fajardo se encargaron en su ausencia de administrar los asuntos del Real Gabinete. Meses antes de su partida, la Convención Republicana había declarado la guerra a España. Son tiempos difíciles para todos con la Revolución radicalizada. Robespierre, que presidía el Comité de Salvación Pública, desencadena el Terror jacobino hasta que es guillotinado junto a decenas de sus partidarios. La orgía de sangre desencadenada por « El Incorruptible » se había cobrado muchas vidas, entre ellas la de Perronet, el director de L’Ecole des Ponts et Chaussées con quien tanto aprendió, y la de Lavoisier, el padre de la Química. Agustín de Betancourt y los avatares de la política Primera parte: Biografía Biografías d 60 e Científicos Canarios Estas noticias y otras, como las graves heridas de su hermano Pablo en el Rosellón y la baja en la Armada de Lanz, lo entristecen. Horrorizado por la radicalización de una Revolución con la que había simpatizado en sus inicios, su espíritu sufre cierta transmutación. Sin abdicar de sus ideas ilustradas, admira cada vez más la estabilidad del sistema político inglés, como se desprende de la correspondencia con su amigo A. Luis Breguet. En una interesante carta fechada en 1794, Betancourt lo anima a establecerse en Inglaterra porque – opina el tinerfeño– « en este país no es posible una revolución a la francesa, el Gobierno toma todas las medidas que cree justas para no exponer a Inglaterra a las mismas calamidades que Francia » . Añade, para terminar de convencerlo, que « puede reunir una gran fortuna en poco tiempo, pues es fácil la venta de al menos seiscientos relojes al año » . En la carta hay detalles interesantes. Por ejemplo, le cuenta que vive en una de las zonas más agradables del extrarradio londinense. « He visto casas muy bonitas situadas al Norte de Londres, a buen pre-cio » – le dice–. Su amigo Breguet se encontraba por entonces en Suiza, su país natal, donde se había refugiado con la ayuda de Marat, del que era amigo. El tinerfeño le aconseja no regresar a París, ni siquiera « se te ocurra acercarte a las fronteras de Francia » . Betancourt rechaza los excesos revolucionarios franceses, pero asimismo repudia la inac-ción y el oscurantismo imperante en España, y a tal respecto se expre-sa con claridad y firmeza. Después de glosar su idílica vida familiar en Inglaterra con expresiones como « veo crecer a mis dos hijas igual que un jardinero ve crecer los árboles que ha plantado » , dice: « Si al-guna idea puede turbar mi descanso, es imaginar que algún día me vea obligado a regresar a España; hago todos los esfuerzos para que ello jamás suceda, o al menos para retrasar mi partida tanto como me sea posible » . Se repite la historia y nuestro biografiado, por diver- Agustín de Betancourt y Molina 61 sas razones, se resiste a regresar a su país. Por esa época interrumpe su correspondencia con España por temor a la censura, muy rigurosa desde el comienzo de la Revolución. Durante la estancia de Betancourt en Inglaterra, el país vive la fie-bre del telégrafo óptico. Breguet había realizado investigaciones al respecto en las que se involucró posteriormente Betancourt, quien le tiene al corriente de los avances en el país británico. En Inglaterra, la comunicación óptica se ha convertido en un asunto de estado, y la no-bleza, encabezada por el duque de York, ha tomado cartas en el asunto. En Francia Claude Chappe ensaya un prototipo entre Lille y París con cierto éxito, y al otro lado del Canal, los ingleses ponen en servicio su propio modelo entre Londres y Deal. Los resultados en ambos países no son muy satisfactorios, por lo que Breguet y Betancourt se animan a presentar un modelo propio. Con anterioridad nuestro personaje había trabajado en sistemas de comunicación eléctrica – según algu-nos biógrafos desde 1787–, pero el escaso desarrollo de la electricidad en esos años – la pila no se había inventado aún y la botella de Leyden era el único dispositivo para almacenar energía eléctrica– hizo invia-bles los repetidos intentos del sabio tinerfeño para alcanzar buenos resultados. El telégrafo óptico Breguet– Betancourt merece el dictamen favora-ble de un comité de sabios elegido por el Directorio en 1796, que elogia la precisión, rapidez en la transmisión de mensajes y economía del inven-to. El comité, integrado por científicos tan importantes como Coulomb, Lagrange, Charles y otros, sugiere comparar los dos sistemas con una práctica de transmisión de señales, a lo que Breguet y Betancourt ac-ceden sin reservas, pero Chappe, temeroso del fracaso, se niega en re-dondo. A pesar de reconocer la menor calidad del invento francés, el Directorio no se decanta a favor del nuevo telégrafo por razones econó- Agustín de Betancourt y los avatares de la política Primera parte: Biografía Biografías d 62 e Científicos Canarios micas, pues el telégrafo de Chappe había sido instalado en la frontera Norte de Francia y desmontarlo para instalar otro, aunque fuese mejor, significaba un desembolso considerable en épocas de penuria econó-mica. Chappe mueve hábilmente los hilos hasta conseguir que en 1797 el Directorio archive definitivamente el telégrafo Breguet– Betancourt. El fracaso del telégrafo óptico en Francia probablemente influye para que Betancourt abandone el país y regrese a España con la esperanza de instalar aquí el nuevo invento. Retomemos el hilo de su estancia en Inglaterra. En febrero de 1795 recibe la noticia del fallecimiento de su padre, D. Agustín de Betancourt y Castro. Cabe pensar en la tristeza que embargó a nuestro personaje. Su padre le había enseñado los primeros rudimentos de Matemáticas y Ciencias, le había inculcado una rigurosa disciplina de trabajo y, nunca podría olvidarlo, lo había introducido en las tertulias ilustradas de La Laguna. En ellas bebió las claras aguas de la Ilustración y quizás se per-cató de que un mundo, el de sus padres y abuelos, estaba en trance de desaparecer, iba a ser sustituido por otro en el que la luz de la razón se-ría la nueva luminaria, la antorcha del progreso. Pero la vida sigue, con sus luces y sombras, y después del natural abatimiento y de un infruc-tuoso intento para que Breguet se instalara en Londres, se dedica con nuevos bríos a la pasión de su vida: inventar. Muy pronto su genio brilla de nuevo y gana en 1795, en concurso público, el premio de la « Society for the Encouragement of Arts, Manufactures and Commerce » por una máquina de cortar hierba que se utilizó con éxito notable. Un año después la « Royal Board of Agriculture » de Whitehall premia dos in-ventos del ingeniero, uno de ellos una máquina para moler sílex. Por supuesto, continúa reuniendo máquinas para el Real Gabinete, y a tal fin emprende continuos viajes por Inglaterra, consciente de encontrar-se en el país del maquinismo. Agustín de Betancourt y Molina 63 Betancourt se ha convertido en un personaje famoso en Europa y se habla de él con admiración en muchos países; también en la otra ori-lla del Atlántico. El gobernador de Cuba, Luis de Las Casas, solicita a Carlos IV los servicios del sabio para instalar máquinas de vapor en los trapiches azucareros, hasta el momento movidos por bueyes y esclavos negros. También el conde Mopox, propietario de la empresa del mismo nombre en la isla caribeña, se interesa por sus servicios y consigue, tras un forcejeo con el gobernador cubano, que Betancourt y su ayudan-te Sureda sean nombrados técnicos de la empresa, con orden expresa de reunir instrumentos científicos y embarcar rumbo a Cuba desde La Coruña. El interés de los empresarios azucareros – los llamados sacarócra-tas– para que Betancourt viaje a Cuba se ve facilitado por un aconte-cimiento inesperado: En agosto de 1796 estalla la guerra entre España e Inglaterra y los súbditos de ambos países son expulsados. Pero Betancourt, de nuevo, se muestra reticente a regresar a España. No hay fecha fija para su viaje a Cuba y solicita permiso para trasladarse a Francia, que en principio le es denegado. Finalmente, en octubre de 1796 consigue salir de Inglaterra con Sureda hacia París. Betancourt se entrevista con Breguet y ambos retoman la construcción del telégrafo óptico, por entonces la obsesión de los dos inventores. En enero de 1797 Betancourt no puede demorar más su estancia en Francia y nombra apoderado a su amigo Breguet para que vele por sus intereses en dicho país. Antes de abandonar Francia y fruto de su ingente trabajo, de su capacidad para desdoblarse y acometer tareas diversas, re-cibe con satisfacción una buena noticia: se le concede la patente para ex-plotar comercialmente una prensa hidráulica que mejora la del ingeniero inglés Bramah. Inmediatamente se pone en contacto con el constructor Périer y la máquina es pronto una realidad comercial. Agustín de Betancourt y los avatares de la política Primera parte: Biografía Biografías d 64 e Científicos Canarios En febrero de 1797 Betancourt regresa a Madrid en compañía del grabador Sureda. En España las fuerzas del Antiguo Régimen, repuestas de la conmo-ción revolucionaria, se muestran agresivas. En la frontera, los libros y material científico de Betancourt y Sureda son retenidos sin explica-ción alguna. Ya en Madrid se entera Betancourt del veto interpuesto por el Santo Oficio a la Ley Agraria de Jovellanos, y los comentarios en los círculos cortesanos son pesimistas. La fundación de las repúblicas Ligur y Cisalpina en el Norte de Italia alarma a algunos, y la marcha de Napoleón sobre Viena presagia tiempos tormentosos. Son los pri-meros intentos de Bonaparte, por entonces un general al servicio del Directorio, para erigirse en árbrito de Europa. En abril de 1797 Betancourt embarca rumbo al Caribe en el bergan-tín « Infante » , pero en su destino estaba escrito que jamás pisaría tie-rras americanas: la fragata inglesa Boston apresa al navío español cerca de las islas Cíes y se incauta de los instrumentos científicos a utilizar en Cuba, además de los libros personales del tinerfeño. Los viajeros son desembarcados en Lisboa y en junio regresan a Madrid. Un mes más tarde Betancourt se entrevista con Godoy, quien le encarga reponer los instrumentos incautados, pues a pesar del incidente, el valido no re-nuncia a que el tinerfeño trabaje en Cuba. Betancourt se anima ante la posibilidad de viajar nuevamente a Francia, pero antes debe reponer su maltrecho patrimonio y solicita importar de Caracas mil fanegas de cacao libres de impuestos. Se le otorga tal privilegio, además de una pensión complementaria a su sueldo de director del Real Gabinete; de ese modo espera que su situación económica en el extranjero no sea tan precaria como en otras ocasiones. Antes de viajar a Francia se entera de un acontecimiento que a buen seguro lo perturba: Horacio Nelson ataca Tenerife en la madrugada del 25 de julio y, aunque sus oficiales Agustín de Betancourt y Molina 65 consiguen desembarcar dos centenares de soldados en las playas de Santa Cruz, pierde un brazo en la incursión y sus tropas, atrincheradas absurdamente en un convento del entonces modesto pueblo santacru-cero, se rinden a las milicias tinerfeñas. Betancourt se dedica a reponer el material para otro viaje a Cuba, terminando su trabajo en julio de 1798. Sin embargo, ya no está intere-sado en trasladarse a la Isla antillana sino en instalar el telégrafo óptico en España, un deseo compartido por el ministro interino de Estado, Mariano Luis de Urquijo, amigo personal suyo. A finales de diciembre Betancourt se encuentra nuevamente en Madrid. Se anula su viaje a Cuba y por Real Orden se habilitan talleres para la construcción de una línea telegráfica entre Madrid y Cádiz. Su valedor, Urquijo, había con-seguido que la Tesorería Mayor librara mensualmente doscientos mil reales para la construcción del telégrafo óptico. En 1799 tiene lugar un suceso político de gran importancia: el ya fa-moso general de la República, Napoleón Bonaparte, que regresaba victo-rioso de su campaña en Egipto, es proclamado Primer Cónsul mediante un golpe de estado preparado hábilmente por su hermano Luciano, el 18 de Brumario. El golpe significa el final formal de la Revolución. Se recrudecen los conflictos bélicos en Europa y sus campos se tiñen de sangre durante el agitado periodo de las guerras napoleónicas. Nuestro inventor se encuentra por entonces completamente absorbido en cons-truir la línea telegráfica Madrid– Cádiz, sin sospechar que en poco tiem-po graves acontecimientos influirán decisivamente en su vida. Durante 1799 y la mitad de 1800 la influencia de Betancourt es con-siderable. Éste, como siempre, no se dedica a un solo trabajo y, posi-blemente acuciado por la necesidad de dinero, prueba a convertirse en empresario y adquiere de la Corona una fábrica de algodón en Avila. Inyecta mucho dinero en modernizarla con la intención de explotar co- Agustín de Betancourt y los avatares de la política Primera parte: Biografía Biografías d 66 e Científicos Canarios mercialmente las máquinas textiles de su invención. Mientras tanto, no olvida su viejo sueño de fundar la Escuela de Caminos y maniobra hábilmente para conseguir su propósito. Consigue la reorganización, por Real Orden, de la Inspección General de Caminos y Canales, cuyo equipo designa, y se le ofrece la dirección del mismo, pero el ingeniero no la acepta porque la instalación del telégrafo óptico y su dedicación a la fábrica de Ávila no le dejan tiempo libre. Es la primera vez que re-chaza un cargo. La nueva centuria se abre con la elección de un nuevo papa, Pio VII, y en virtud de la Union Act inglesa se crea el Reino Unido de Inglaterra e Irlanda como nueva entidad política. Napoleón vence a los austriacos en Marengo, y el italiano Volta inventa la pila, en principio una curiosi-dad más de laboratorio que pasa desapercibida. En años sucesivos este invento haría realidad los primeros circuitos eléctricos. La influencia de Betancourt se incrementa hasta que una ma-niobra política le afecta de lleno en sus proyectos: Urquijo cae junto a Jovellanos, el último acusado por el Santo Oficio de introducir en España el Contrato Social de Rousseau. La consecuencia más grave es la inesperada negativa del Secretario de Hacienda, Cayetano Soler, a suministrar más fondos para el telégrafo óptico, argumentando la ca-restía del proyecto y los malos tiempos que corren. Fin de un sueño que el ingeniero creyó convertir en realidad, y nueva frustración. El ambi-cioso proyecto queda limitado a la construcción de cuatro estaciones entre Madrid y Aranjuez. Decididamente, el telégrafo óptico había na-cido bajo la influencia de una mala estrella. La alternancia entre ilustrados y conservadores era el resultado de la política sinuosa y cambiante de Godoy, cuyo objetivo primordial fue siempre sobrevivir políticamente. Una vez terminada la desastrosa guerra contra Francia, con la firma del pacto de San Ildefonso, el pres- Agustín de Betancourt y Molina 67 tigio del valido queda seriamente dañado ante la Corona y, para recon-quistar el favor regio, cambia pendularmente de política colocando en el Gobierno a un grupo de ilustrados, entre los que figuran Francisco Cabarrús, embajador en Francia, Jovellanos, Secretario de Gracia y Justicia, y otros. Pero los conservadores no se cruzaron de brazos y juegan sus bazas sin detenerse en los medios a emplear. Jovellanos, especialmente odiado en los círculos más conservadores, « enferma » misteriosamente con desórdenes intestinales, posiblemente debidos a un envenenamiento, que tardan más de un año en curar. Un oscuro per-sonaje llamado Antonio Caballero, que se había ganado el favor de la veleidosa reina María Luisa, hace y deshace a su antojo mientras Godoy permanece en la sombra. Carlos IV, en un raro gesto de independencia, nombra a Mariano Luis de Urquijo Secretario de Estado. Pero Urquijo, destacado volteriano, y algunos otros supervivientes que gozaban del favor regio eran simples islotes en un mar de conservadurismo y no tardan en caer en desgracia. Una vez más se puso de manifiesto la de-pendencia extranjera de la política española. Esta vez fue el papa Pío VII quien, seguramente bien informado por la Inquisición, pide direc-tamente a Carlos IV la destitución de Urquijo, que sufre prisión inqui-sitorial durante año y medio, totalmente incomunicado, en una cárcel San Petersburgo. La ciudad de San Petersburgo en el golfo de Finlandia, segunda mitad del siglo XVIII. ( SGE, Rusia 77) Agustín de Betancourt y los avatares de la política Primera parte: Biografía Biografías d 68 e Científicos Canarios de Pamplona. Sin embargo, el breve periodo en que Urquijo ejerció la Secretaría de Estado fue clave para agilizar la puesta en marcha de la Escuela de Caminos. Pedro Cevallos, un primo de Godoy nombrado nuevo Secretario de Estado, también se mostró receptivo al proyecto. Entre la tristeza de ver caer a sus amigos y la anulación del ambicio-so programa de comunicaciones, nace su tercera hija, Matilde, en 1801. Su hermano Marcos trabajaba por entonces en la fábrica de Ávila, pero a pesar del desembolso para su modernización, los resultados econó-micos son malos y Betancourt se ve imposibilitado de pagar los plazos anuales convenidos con la Corona. La deuda es cuantiosa y, por si fuera poco, debe reintegrar al Tesoro el dinero sobrante de la interrumpida línea telegráfica. Acuciado por las deudas, escribe a su amigo Breguet autorizándolo para la venta de algunas propiedades en Francia, y acep-ta el cargo de Inspector General de Caminos y Canales. Betancourt emprende continuos viajes por la Península, a veces ago-tadores. Se ocupa en rehacer obras hidráulicas semiabandonadas o en mal estado, como el Canal de Castilla, inspecciona vías de comunica-ción y proyecta nuevas obras. Una Memoria titulada Noticia del estado actual de los caminos y canales de España, causa de sus atrasos y de-fectos, y medios de remediarlos en adelante da pormenorizada cuenta de su labor en estos años. Un desgraciado accidente en Lorca, la rotura de una presa que ocasiona la muerte de más de 600 personas, provoca la destitución de su constructor. Betancourt es designado para arreglar la presa, labor que le llevará mucho tiempo y que al final delegará en su brillante discípulo Rafael Bauzá. Con motivo del desastre de Lorca, Betancourt propone tecnifi-car todas las obras públicas. Ello sólo era posible en el marco de una entidad estatal, la tan ansiada Escuela de Caminos, que por fin, tras diez años de espera, nace en octubre de 1802. El Real Gabinete Agustín de Betancourt y Molina 69 de Máquinas se integra en ella y Agustín de Betancourt es designado Director. Es un momento ilusionante en la vida de nuestro personaje, que se ve resarcido de las frustraciones pasadas. Él mismo se encarga de elaborar el plan de estudios y decide las materias a cursar durante dos años: mecánica, hidráulica, dibujo, materiales, máqui-nas, puentes… Se traducen y editan la Geometría descriptiva de Gaspar Monge, uno de sus maestros parisi-nos, y el Tratado de Mecánica elemental de L. B. Francoeur. Betancourt busca a los mejores profesores: reclama a Lanz, por entonces en París, como profesor de Matemáticas; a los ex– miembros de su equipo Juan de Peñalver, José Chaix… La relación con Joseph Lanz fue especialmente fructífera, pues durante el magisterio del matemático mexicano, desde 1802 a 1805, ambos redactaron gran parte del Ensayo sobre la composición de las máquinas, obra pionera en su género. Se escribió en francés, proba-blemente porque su edición en Francia sería más rápida y fácil que en España, donde funcionaba la censura inquisitorial incluso para los li-bros de ciencias. La monumental obra se publicó por primera vez en París en 1808, cuando ya Betancourt residía en Rusia. Traducida rápi-damente al inglés y al alemán, figuró durante medio siglo como libro de texto en las Escuelas de ingeniería europeas. Durante 1803 un episodio degrada las relaciones entre Godoy y Betancourt. El primero poseía en la vega de Granada una finca, « El Alejandro I. Retrato del zar Alejandro I. ( PGUPS) Agustín de Betancourt y los avatares de la política Primera parte: Biografía Biografías d 70 e Científicos Canarios Soto de Roma » , donada por Carlos IV, que en tiempos pasados los reyes nazaríes mimaron en absoluta sintonía con la Naturaleza. El nombre de la finca no se refiere a Roma sino a « romiya » , que en árabe significa cristiano. La propiedad sufrió un notable cambio medioambiental de-bido a las inundaciones del río Genil, provocadas por la deforestación a que fue sometido el terreno en el cauce alto del río. Godoy comisiona a Betancourt para atajar las inundaciones y éste, después de señalarle claramente las causas, recomienda cesar con la tala de árboles – Godoy estaba interesado en la producción de cáñamo– y recomienda otras ac-ciones, como dejar de cultivar el curso alto del río y restituir la pendien-te del mismo para evitar el desbordamiento de las aguas. Asimismo, proyecta diversas obras hidráulicas de corrección de márgenes que son ejecutadas por su discípulo Rafael Bauzá en el periodo 1803– 1805. Godoy no estaba de acuerdo con las soluciones propuestas por Betancourt y sustituye a éste y a Bauzá por otros ingenieros más dóciles en Octubre de 1805, fecha fatídica para España, pues la flota franco– es-pañola es destrozada por los ingleses en la batalla de Trafalgar, episodio que consagraría la supremacía británica sobre los mares durante más de un siglo. La magnitud de la derrota es grande y sus consecuencias importantes al quedar las colonias de ultramar sin protección suficien-te, lo que explica en parte los procesos independentistas de las colonias americanas. Probablemente los años 1803– 1807 son los más problemáticos para Agustín de Betancourt, acuciado por problemas de diversa índole. A pesar de su gran influencia y de ostentar importantes cargos, como la Inspección General de Caminos y Canales, la dirección de la Escuela de Caminos y la Intendencia del Ejército, la política española, cada vez más satelizada por Francia, lo inquieta por encima de todo. En 1804 se titula la primera promoción de la Escuela, pero el año siguiente Lanz Agustín de Betancourt y Molina 71 la abandona por desavenencias con Betancourt, a quien acusa de in-vadir sus competencias. A pesar de las desavenencias, continuarán colaborando en la redacción del Ensayo sobre la composición de las máquinas. En noviembre de 1805 nace en Madrid Alfonso, el único hijo varón de sus cuatro descendientes. Seguiría la carrera militar en Rusia, donde moriría sin descendencia. Como triste contrapartida, su herma-no Marcos enferma gravemente en diciembre y muere a principios de 1806 en Madrid. Agustín de Betancourt y los avatares de la política Agustín de Betancourt y Molina 73 VII. TIEMPOS BORRASCOSOS. EL ADIÓS A ESPAÑA En 1806 Betancourt piensa abandonar definitivamente España. Sólo lo retiene la fábrica de Ávila, en la que había invertido mucho dinero con pésimos resultados. En abril de 1806 no prospera la negociación para liquidarla, y como desea deshacerse de ella a toda costa otorga un poder a un amigo, Ingram Binns, para que la administre. Afortunadamente, en marzo de 1807 éste compra la fábrica, y la liquidación del negocio le permite reunir medio millón de reales, mucho menos de lo que había invertido, con los que pudo afrontar la vida de su familia en el extran-jero. En efecto, su esposa e hijos habían emprendido viaje a Francia un año antes, y Betancourt había firmado un poder a Sureda para que le administren sus bienes. En mayo de 1807 abandona definitivamen-te el país en un ambiente enrarecido. El Príncipe de Asturias, futuro Fernando VII, conspiraba abiertamente contra su padre aprovechando la creciente impopularidad de Godoy, totalmente sometido a los pla-nes de Napoleón. Éste, emperador desde 1804, se había convertido en árbitro de la política europea. De victoria en victoria ( Austerlitz, Jena, Eylau), desbarata todas las coaliciones contra Francia. Sólo Inglaterra, que las auspicia, escapa a su control, por lo que el Emperador, des- Primera parte: Biografía Biografías d 74 e Científicos Canarios pués de la derrota de Prusia y su entrada en Berlín, de-creta el bloqueo continental contra los ingleses en 1806. Esto significa que serán in-vadidos todos los países que comercien con Inglaterra, entre ellos Portugal. Rusia, también derrotada, firma la paz de Tilsit ( 1807) y se une al bloqueo continental. Betancourt está al corriente de estas noticias y sospecha que, más tem-prano que tarde, España se convertirá en campo de batalla. Pero, con ser el panorama internacional muy delicado, lo más visible – y sufri-ble– era la propia situación interna española. Después del desastre de Trafalgar una ola de pesimismo había invadido el país, y las críticas contra Godoy, al que el pueblo responsabilizaba de la derrota, habían arreciado. El valido no controlaba del todo la situación política, cada vez más combatido por el partido fernandino, y el desgobierno era la tónica dominante. Así parece desprenderse de la correspondencia con fecha 26- 10- 1807 entre Luisa Sureda, esposa de Bartolomé Sureda, y sus amistades, cuando la primera escribe desde España a un matrimo-nio francés: « El Señor Betancourt os habrá informado del pobre es-tado en que se encuentran los empleados del Rey, que no cobran sus sueldos y, a pesar de sus cargos, se ven forzados a llevar una vida miserable… » ( En esa época Betancourt había abandonado España definitivamente y se encontraba en París). Draga. Draga para limpiar el puerto de Kronstadt ( PGUPS) Agustín de Betancourt y Molina 75 El párrafo, a pesar de su brevedad, es muy significativo: nada menos que los empleados del Rey – los funcionarios de entonces– no cobraban sus sueldos. El texto revela el práctico desmoronamiento de un Estado, que naufragaba como un barco sin timonel en plena tempestad. Godoy, mientras, continúa acumulando cargos cegado por la in-sensata prepotencia del poder. Tampoco se recataba en vender títulos nobiliarios ni abdicaba de sus sueños, alimentados por Napoleón, de segregar una parte de Portugal para erigirse en rey de un nuevo estado. No es de extrañar, pues, que Betancourt temiera por su seguridad y la de su familia, a tenor de lo expresado en una carta a su hermano José, escrita dos años después desde San Petersburgo, de la que se reprodu-cen algunos fragmentos: « Desde que observé la enemistad que reinaba en España entre el Príncipe de Asturias ( futuro Fernando VII) y Godoy, supuse que debía haber una revolución en España y que en tal caso era necesario, para no perecer con mi familia, bus-car un asilo en un reyno extranjero en que ponerla a salvo, y me pareció que la Rusia debía ser el más a propósito » En un país en tales condiciones, las dificultades económicas de Betancourt se agravaron. La misma Luisa Sureda se refiere a ellas cuan-do escribe en marzo de 1805: « Con respecto al Señor Betancourt, no sé qué deciros, pues no comprendo en absoluto su manera de vivir: nunca tiene dinero, debe mucho y, a pesar de ello, los gastos de su casa aumentan de día en día… Todo el dinero sale de la fábrica ( se refiere a la de Ávila), que se comen poco a poco… » A pesar de los malos tiempos, el matrimonio despilfarraba. Luisa Sureda siente cierta envidia por la vida social de los Betancourt cuando, refiriéndose a su marido Bartolomé, escribe con fecha 23– 06– 1806: Tiempos borrascosos. El adiós a España Primera parte: Biografía Biografías d 76 e Científicos Canarios « Su única persona de confianza es Betancourt, con quien no puede alternar por el género de vida que éste lleva… Bartolomé es, al fin y al cabo, un simple artista… Estoy completamente seguro de que el alejamiento de Betancourt de mi marido no se debe a ningún sentido de superioridad, sino a que Bartolomé no puede gastar como otros… Y termina diciendo: « … Cuando viaje a París ( Betancourt) os hablará en deta-lle de nosotros y de su fábrica » . La fecha de la carta, junio de 1806, corrobora que por entonces Betancourt pensaba abandonar España. Sin embargo, a pesar de lo ma-nifestado a su hermano José, el ingeniero tinerfeño no había decidido en 1806 a qué país exiliarse, aunque su predilección por Francia, donde se había formado y tenía buenos amigos, era grande. El Gobierno francés estaba interesado por los servicios del ya celebérrimo ingeniero, como lo demuestra la entrega por parte de Betancourt de los planos de una draga portuaria a un ministro del Gobierno Imperial. Además, tenía pendiente de publicación del libro de máquinas con J. Lanz , así como la presentación de la Memoria de la esclusa de émbolo buzo, inventada por el tinerfeño en 1801. Los hechos comprobados son que Betancourt abandona España con permiso regio para, en principio, reunirse con su familia en Francia y terminar los trabajos pendientes. Pero en octubre de 1807 viaja inesperadamente a Rusia, donde es recibido por el Zar en audiencia privada, un privilegio reservado sólo a los embajadores y mi-nistros. Por entonces, la valía de Betancourt era conocida por Alejandro I, quien lo invita a visitar algunas instalaciones industriales en el pri-mer trimestre de 1808. Aunque recibió generosas ofertas por parte del Zar, Betancourt no se compromete y regresa a Francia en mayo. Allí se entera de los trágicos sucesos madrileños del 2 y 3 de mayo, y profun- Agustín de Betancourt y Molina 77 damente conmovido reanuda la negociación con Alejandro I a través de la embajada rusa en París. El acuerdo se cierra en septiembre de 1808 en la ciudad alemana de Erfurt, coincidiendo con el encuentro entre Napoleón y Alejandro I. En la entrevista entre Betancourt y el Zar, el primero se compromete a trabajar en Rusia e ingresa en el ejército de aquel país con el grado de Mayor General. Dejemos al propio Betancourt hablar de las razones que lo impulsa-ron a prestar sus servicios en Rusia, continuando con la carta a su her-mano José. … « Fui observando la tempestad y luego que Napoleón pi-dió tropas a España, y le dieron las que condujo el Marqués de la Romana, me pareció que ya era tiempo de salir de allí; y como en aquel tiempo se alejaba de la Corte todo in-dividuo que gozaba de una cierta consideración, se me con-cedió licencia para viajar al instante que la pedí. Dejé mi familia en París y vine aquí, como dicen a tantear el vado, y fui perfectamente recibido del Emperador, que me hizo por tercera mano proposiciones muy ventajosas si quería entrar a servirle. Sin embargo, nada admití ni rehusé y to-mando el pretexto de querer consultar con mi familia, volví a París » Betancourt salió de España en mayo de 1807, cuando era inminente la entrada de tropas francesas que, en teoría, deberían pasar a Portugal. Pero aquellas tropas perfectamente equipadas, que entraron en España en septiembre de 1807 al mando del mariscal Junot, se disponían a ocu-par la Península Ibérica en su conjunto, como muy pronto se demostró. En cuanto al Gobierno, resulta elocuente el comentario del tinerfeño « se alejaba de la Corte todo individuo que gozaba de una cierta con-sideración » , que refleja el descrédito y la inseguridad imperantes. Sin Tiempos borrascosos. El adiós a España Primera parte: Biografía Biografías d 78 e Científicos Canarios embargo, y como él mismo afirma, su decisión definitiva aún no había sido tomada hasta su llegada a París, procedente de Rusia, según mani-fiesta en la misma carta. « Alli supe a mi llegada la abdicación de la Corona de Carlos IV y la venida a Bayona de Fernando VII. Luego en que se formó la famosa junta en que despojaron a éste de la Corona, no queriendo verme expuesto a servir al Rey intruso, tomé el partido de venirme aquí con mi familia, compuesta de mi mujer, tres hijas y un chico, cuyos indivi-duos conservo en el día » . En España y otros países la invasión francesa dividirá a la pobla-ción en dos sectores, la de los patriotas y la despectiva de los afran-cesados. Los primeros se subdividieron a su vez en dos facciones: una se nutría en su mayoría de las clases populares bajas y fueron aleccionados por gran parte de la nobleza y el clero más reaccionario – muchos guerrilleros eran sacerdotes en la guerra de Independencia–. Contribuyeron a restituir el Antiguo Régimen que tanto los había oprimido y recibieron a Fernando VII, el rey más cruel y grotesco de nuestra historia contemporánea, con el incomprensible grito de « vivan las caënas » . También eran patriotas y lucharon codo a codo con los primeros los constitucionalistas de Cádiz, el sector progre-sista que alumbró la Constitución de 1812. En cuanto a los llamados San Isaac. Catedral de San Isaac, San Petersburgo ( PGUPS) Agustín de Betancourt y Molina 79 « afrancesados » , casi por lo general pertenecientes a la élite cultural y progresista, jugaron de buena fe la carta liberal de José I, segura-mente con graves quebrantos de conciencia. Apostaron por el acci-dentalismo monárquico, convencidos de que al fin y al cabo todos los reyes son impuestos, y prefirieron un rey liberal animado de buenas intenciones, que traía bajo el brazo el Estatuto reformista de Bayona, al intrigante y reaccionario Fernando VII. Su suerte fue diversa y la mayoría terminaron exiliados, como Moratín, José Lanz y el mismo Goya. Agustín de Betancourt, aunque seguramente se planteó el angustio-so dilema entre patriotas y afrancesados ilustrados, optó por otra vía, la de emigrar a Rusia, tal vez convencido de que las guerras napoleó-nicas no llegarían a un país tan lejano, pero se equivocó. Aunque todos sus retratos lo muestran ataviado con uniforme militar, jamás consta que participara en contienda alguna. Su guerra particular la libró en los frentes de la invención, en conseguir mediante la técnica mejoras sustanciales para un país, Rusia, donde prácticamente todo estaba por hacer. Columna de Alejandro I. A. R. De Montferrand. París, 1836. ( PGUPS) Tiempos borrascosos. El adiós a España Agustín de Betancourt y Molina 81 VIII. RUSIA EN LOS TIEMPOS DE AGUSTÍN DE BETANCOURT Para comprender mejor la realidad social, política y económica del enorme país euroasiático conviene remontarse a su formación. A dife-rencia de la invasión árabe en España, culturalmente muy importante, la de los mongoles en Rusia significó un notable estancamiento en todos los órdenes. El establecimiento y consolidación de la monarquía rusa fue lenta y costosa, y apenas contó con el importante movimiento dinamiza-dor del Renacimiento que afectó, en mayor o menor medida, a los países occidentales. A principios del siglo XVI el principado de Moscú constituía el germen más importante de la futura Rusia, pero los poderosos boyar-dos, señores feudales, eran los auténticos dueños de la situación y vivían prácticamente independientes en sus dominios. Iván IV el Terrible, consi-derado el primer Zar – una derivación del Caesar latino–, consiguió domi-narlos utilizando métodos expeditivos. Con él se inicia el expansionismo ruso en base a sucesivas conquistas por el Norte, hasta el Báltico, y por el Sur a costa de los turcos. Pedro I « El Grande » , coronado emperador en 1689, está considerado como el fundador del Imperio ruso, no sólo por la importancia de sus conquistas sino por la obligada europeización a Primera parte: Biografía Biografías d 82 e Científicos Canarios que sometió a sus súbditos. Sus sucesores no continuaron su obra y Rusia entra en un periodo de anarquía, con frecuentes intrigas, hasta Catalina II, esposa del débil Pedro III al que encerró en una fortaleza donde « mue-re » misteriosamente. Catalina, también adjetivada « La Grande » , retoma la obra de Pedro I y extiende el Imperio a costa de Polonia y Turquía. Gobernó en los tiempos de la Ilustración y admiraba la obra de los enci-clopedistas, pero el estallido de la Revolución Francesa la hizo retornar a las formas autocráticas de gobierno. Le sucedió en 1796 su hijo Pablo I, un gobernante despótico y desequilibrado que terminó asesinado, víctima de una conspiración palaciega. Alejandro I, hijo del zar asesinado, goberna-ba el Imperio cuando Agustín de Betancourt llega a San Petersburgo. La población rusa superaba en aquellos tiempos los treinta millones de habitantes, mayor que la de Francia, y se había duplicado en cien años, en parte por la anexión de nuevos territorios. Su composición, bien distinta a la de los países occidentales, resulta clave para comprender la futura evolución política del enorme país. El 90% de la población estaba cons-tituida por campesinos adscritos a la tierra, siervos sujetos a la compra-venta junto a las propiedades en que trabajaban; el 7% correspondía a la nobleza más ociosa y derrochadora, y sólo un minúsculo 3% de la pobla-ción pertenecía a la clase media burguesa, a gran distancia de los países occidentales, por lo que no resulta difícil comprender la persistencia del régimen feudal más absoluto. La abolición de la servidumbre tuvo lugar bien entrado el siglo XIX y fue más nominal que efectiva. Con esta atrasada sociedad, muy dispar y desfasada en relación a las de los países occidentales, se encontró el protagonista de nuestra historia. Agustín de Betancourt y Molina 83 Feria Niznhi Nóvgorod. Plano de la feria del mismo nombre. ( ACEHR) Rusia en los tiempos de Agustín de Betancourt Agustín de Betancourt y Molina 85 IX. NACE UN NUEVO PERSONAJE: AGUSTÍN AGUSTINOVICH DE BETANCOURT Y MOLINA En noviembre de 1808 Agustín de Betancourt trabaja en San Petersburgo adscrito al Departamento de Vías de Comunicación, del que es nombrado Inspector con un sueldo mensual de veinticuatro mil rublos que pronto se duplicaría con creces. Un alto funcionario del Departamento, el general e ingeniero holandés F. De Wolant, re-conoce su valía y lo califica de fenómeno. Sin embargo, las relaciones iniciales entre ambos no fueron fáciles. El ingeniero canario llegaba a un departamento anquilosado donde trabajaban viejos funcionarios, algunos con más de cuarenta años de servicio pero sin la preparación adecuada y desconocedores, en gran parte, de las modernas técnicas que Betancourt tan bien dominaba. De Wolant se queja abiertamente cuando escribe en sus memorias: « Si merecíamos un castigo por ser incapaces y que nos dirigiera el Director General y sus jóvenes escri-bientes, debieron habernos escuchado y tomado esa decisión antes de someternos al control de un extranjero, que llegó predispuesto contra los viejos servidores de la Corona, a los cuales le presentaron como unos ignorantes. » Primera parte: Biografía Biografías d 86 e Científicos Canarios Las declaraciones del ingeniero holandés reflejan la escasa eficacia del Departamento de Vías de Comunicación. El Director General al que se refiere era el príncipe Oldenburg, una persona de nula competencia profesional que sólo por ser noble ostentaba el cargo, circunstancia ha-bitual en Rusia. De Wolant, que más adelante lo sustituiría, tenía mayor rango que Betancourt, pero éste dependía, en su calidad de Inspector General del Cuerpo, directamente del Zar. Era una situación un tanto peculiar, pues el ingeniero tinerfeño, además de ostentar la Inspección del Cuerpo, formaba parte de un consejo decisorio sobre las obras a realizar, encabezado por De Wolant, y muy pronto éste comprobaría la valía del tinerfeño, con gran iniciativa en las reuniones y que, según el holandés, siempre llevaba la voz cantante. San Petersburgo, emplazada a ambas orillas del río Neva, había comenzado a construirse en tiempos de Pedro el Grande cien años atrás. La ciudad continuaba su expansión cuando Betancourt se ins-taló en ella, y por su ubicación y características, al igual que suce-de con Amsterdam y Venecia, posee una importante red de canales. Betancourt los inspecciona y descubre muchas deficiencias. El canal más importante, Vysnhi Volochok, no bastaba para permitir el paso de los 1700 barcos que, según relata A. Bogoliúbov, se apiñaban ante las esclusas, por lo que Betancourt propone reconstruirlas íntegramente. El Consejo se niega inicialmente, abrumado por la magnitud de la obra, y De Wolant reconocería años más tarde que la decisión fue equivoca-da. San Petersburgo, la entrada europea de Rusia y puerta abierta al mar Báltico, se encontraba colapsada hasta que Betancourt, años más tarde, acometió las obras necesarias. Consciente de la necesidad de un Centro que formara ingenieros bien cualificados, consigue que se cree el Cuerpo de Ingenieros de Vías de Comunicación, inspirado a medias en L’École des Ponts parisina y la Escuela de Caminos madrileña. Al Agustín de Betancourt y Molina 87 igual que en España, redacta el plan de estudios que, en comparación con el español, duplica el tiempo para la obtención del grado de inge-niero, que establece en cuatro años. Las clases se impartían en ruso y francés, y en el equipo de profeso-res figuraban importantes ingenieros galos, muchos de los cuales aca-barían por establecerse definitivamente en Rusia. El nuevo Instituto se ubicó en una residencia adquirida al príncipe Yusúpov, y el mismo Betancourt se instaló con su familia en dependen-cias del edificio. ¿ Cómo vivía la familia Betancourt? Por lo que respecta a Agustín, el Zar imparte instrucciones para que el ingeniero lo visite sin ser anunciado, coma con él cuando le plazca y otros privilegios. Muy pronto le llueven obsequios y distinciones: al año de su estancia en Rusia ostenta el grado de Teniente General, y poco después recibe la medalla de Alejandro Nevsky, la segunda en importancia del Imperio. También recibe un retrato del zar guarnecido de diamantes. En cuanto a su esposa e hijos, no hay muchas noticias. Viguel, un ingeniero que trabajó con el tinerfeño, manifiesta en sus memorias la natural antipatía de Ana Jourdain. No era nada nuevo, tampoco en España y Francia la inglesa gozaba de muchas simpatías. En cuanto a las hijas dice que, afortunadamente, no se parecían a su madre. Su edu-cación se enmarcó en los patrones convencionales de una época en que las jóvenes de clase media alta recibían una formación exclusivamente orientada al matrimonio. Estudiaron música ( tocaban el arpa y el pia-no) y, siempre según Viguel, estaban dotadas para el dibujo, habilidad que habían heredado de su padre. La mayor, Carolina, no había cum-plido los 19 años, y la menor, Matilde, tenía sólo 15. Alfonso por aquel entonces era un niño. Resultan asombrosos los comentarios de Viguel para una mentalidad actual cuando, al hablar de Carolina, dice que « ya Nace un nuevo personaje: Agustín Agustinovich de Betancourt y Molina Primera parte: Biografía Biografías d 88 e Científicos Canarios empezaba a perder su belleza y a marchitarse » y que si bien Adelina asombraba a todos por su hermosura, « sólo Matilde, con quince años, cautivaba con su beldad, mientras que las dos mayores habían reba-sado esa breve época en que la cruel naturaleza concede belleza » . Agustín de Betancourt se convirtió en un funcionario muy bien pa-gado que gozaba de la confianza del Zar Alejandro I. El trabajo desple-gado por el infatigable ingeniero y el éxito en sus empresas lo hacían acreedor a la confianza depositada. El mismo Betancourt habla de su vida en su correspondencia familiar, cuando escribe a su familia tiner-feña en estos términos: « Yo vivo feliz, alegrándome cada vez más de haber tomado el partido de venir a servir a este magnánimo Soberano, quien me distingue de un modo, que no me deja nada que desear. » Anécdotas aparte, la inventiva y versatilidad del ingeniero tinerfeño debió impresionar a Alejandro I. Muy pronto el ingeniero demuestra su valía en Tula, donde existía una fábrica de cañones. La fábrica se había quedado obsoleta porque la fuerza hidráulica se mostraba insuficiente para el taladrado de grandes cañones. Betancourt sustituye las insuficientes máquinas hidráulicas por otra de vapor, ca-paces de taladrar cañones más potentes. Sólo las noticias de España lo entristecían, y la victoria española de Bailén, que asombró al mundo, había sido un simple espejismo. El mismo Emperador había entrado en Madrid con nuevos refuerzos para reponer en el trono español a su hermano José, y la situación parecía totalmen-te favorable a los franceses en 1809, con los patriotas constitucionales arrinconados en Cádiz. Sólo el desembarco del cuerpo expedicionario inglés al mando del general Wellington invertirá a la larga la situación. Al mismo tiempo que se libraban cruentos combates, España se debatía Agustín de Betancourt y Molina 89 entre un Régimen agónico que los invasores intentaban disolver defini-tivamente, como azúcar en agua, y los principios de un mundo nuevo. Resultaba trágico que los patriotas liberales y los afrancesados al servicio del rey José lucharan por conseguir los mismos objetivos, sólo que en bandos diferentes. Paralelamente, el vacío de legitimidad ocasionaría el desmoronamiento de un imperio trisecular, el americano, que saltaría hecho pedazos en menos de veinte años. Betancourt se comporta en Rusia, más que en ningún otro país, como un incansable hombre de acción. Allí nace un segundo personaje, Agustín Agustinovich de Betancourt y Molina, que se funde con el ante-rior. Entusiasmado con la organización del Cuerpo de Ingenieros de Vías de Comunicación, adquiere en Francia los mejores libros e instrumen-tos, y, al igual que en España, diseña un plan de estudios en el que in-cluye, además de las Matemáticas superiores, la Geometría descriptiva, una materia que hasta entonces había sido un secreto profesional de la Escuela Politécnica francesa. Betancourt busca buenos profesores para formar ingenieros com-petentes, hombres de ciencia prácticos y polivalentes capaces de resol-ver cualquier problema técnico. Sin desdeñar a los profesionales rusos, confía más en los franceses y, a tal fin, contrata a varios de esa nacio-nalidad, como Fabre, Potier, Destrum y Bazaine, entre otros. No todos trabajaron como profesores, pues muchos canales y puertos necesita-ban de atención urgente. Sin embargo él, como siempre, se multiplica y desdobla, no puede permanecer en un mismo lugar. A finales de 1810 simultanea la tarea de Inspección con la de profesor, además de em-prender una titánica y eficaz labor de constructor de puentes, uno de los cuales, en arco entre dos islas, se convierte en novedad mundial. Muchas piezas del puente fueron construidas por los alumnos del Instituto. El trabajo le vale una condecoración, la de Alejandro Nevsky. Nace un nuevo personaje: Agustín Agustinovich de Betancourt y Molina Primera parte: Biografía Biografías d 90 e Científicos Canarios En 1811 nuevos nubarrones oscurecen el horizonte. Alejandro I rompe oficialmente el bloqueo continental contra Inglaterra, lo que significa la guerra inminente contra Napoleón. En realidad el Zar lo había roto tiempo antes a través de terceros países, necesitado como estaba de la potente y novedosa industria británica para desarrollar la suya propia. Agustín de Betancourt presiente
Click tabs to swap between content that is broken into logical sections.
Calificación | |
Título y subtítulo | Agustín de Betancourt y Molina |
Autor principal | Martín Medina, Amílcar |
Autores secundarios | Martínez Navarro, Francisco ; Repetto Jiménez, Emigdia |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | Madrid ; Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Dykinson ; Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación del Gobierno de Canarias |
Fecha | 2006 |
Páginas | 189 p. |
Datos serie | Biografías de Científicos Canarios ; 2 |
Materias |
Bethencourt y Molina, Agustín de (1758-1824) Biografía |
Enlaces relacionados | Más biografías de científicos canarios: http://mdc.ulpgc.es/cdm/search/collection/MDC/searchterm/Biograf%C3%ADas%20de%20Cient%C3%ADficos%20Canarios/field/serie/mode/all/conn/and/order/nosort |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 6 Mb |
Texto | AGUSTÍN DE BETANCOURT Y MOLINA © Amílcar Martín Medina © Francisco Martínez Navarro Emigdia Repetto Jiménez © Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación. Gobierno de Canarias © De las cubiertas: Cam- PDS Editores S. L. Edita: Dykinson S. L. 915 44 28 46, Fax: 915 44 60 40. info@ dykinson. com / www. dykinson. com Producción, diseño y realización Cam- PDS. Editores S. L. Las Palmas de Gran Canaria - 35002 LPGC · Tfno: 928 38 05 60 editorial@ cam- pds. com | www. cam- pds. com I. S. B. N.: Depósito Legal: Impresión y Encuadernación: Biografías de Científicos Canarios AGUSTÍN DE BETANCOURT Y MOLINA Amílcar Martín Medina UN LEGADO HACIA EL FUTURO La memoria es una de las señas de identidad determinante en cualquier colectividad. Canarias ha tenido durante siglos una flaca memoria colectiva, tendencia que ha ido cambiando en las últimas décadas, especialmente desde que ha ganado en entidad política a través del autogobierno. Conocer los hechos y los personajes que han ido marcando el devenir histórico de Canarias en todas su vertientes es una tarea que nos incumbe a todos, porque recuperar esa memoria nos sirve de impulso para encarar el futuro con las mejores garantías. Impulsada por esta idea, nace esta colección bibliográfica dedicada a científicos canarios que han realizado enormes aportaciones en diversos campos, no sólo en lo relativo a nuestras islas sino al conocimiento científico universal. Son nombres que han surcado siglos de historia y que han influido en la sociedad de su tiempo y en las posteriores. Reconocidos por la sociedad científica internacional, es necesario que el pueblo canario también se familiarice con sus enorme labor, porque son el espejo en el que todos debemos mirarnos, especialmente las nuevas generaciones. Por ello doy las gracias a todas las personas que han hecho posible este proyecto, desde los autores y coordinadores de los trabajos hasta los responsables de la Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación del Gobierno, impulsora de esta iniciativa. Este libro que tienen en sus manos y los demás de esta colección ahondan en nuestra memoria colectiva. Y la memoria es siempre un acto de justicia. María del Mar Julios Reyes Vicepresidenta del Gobierno de Canarias AGUSTÍN DE BETANCOURT Y MOLINA, EL PRIMER INGENIERO UNIVERSAL El Gobierno de Canarias, a través de la Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación, ha tenido el acierto de promover y publicar una colección de ocho biografías de Científicos Canarios que, por orden cronológico, comienza con José de Viera y Clavijo ( 1731- 1813) y termina con Antonio González González ( 1917- 2002). Esta colección tiene el objetivo, que es además su mayor virtud, de dar a conocer a unos personajes que, naci-dos en nuestra tierra, son en parte grandes desconocidos para nuestros paisanos. La biografía desarrollada por Amílcar Martín Medina sobre el in-geniero Agustín de Betancourt y Molina tiene el mérito de condensar acertadamente la enorme actividad desarrollada por el biografiado en cuatro naciones, España, Francia, Inglaterra y Rusia, donde trabajó nuestro científico más universal. El apoyo institucional, de la que es muestra este libro, es un factor determinante para que la vida y obra de este canario ilustrado sea divulgada y estudiada. Recientemente se ha publicado que la Real Academia Española de la Historia está confec-cionando un Diccionario Biográfico Español, en el cual nuestro compa-triota figura en lugar destacado. Agustín de Betancourt y Molina nace en el Puerto de la Cruz a mi-tad del siglo XVIII en el seno de una familia privilegiada en el ámbito social y económico, pero que se vio afectada por las crisis agrícolas y comerciales que sufrieron nuestras islas en este siglo. Sin embargo, la característica principal de esta familia, ilustre e ilustrada, fue su no-table formación intelectual y cultural, acorde con el « Espíritu de Las Luces » . Influyó decisivamente en la formación de sus hijos, de manera especial en los tres mayores. La participación del progenitor en la fa-mosa Tertulia de Nava y en la creación posterior de la Real Sociedad de Amigos del País de Tenerife así lo acredita. Ya en nuestra tierra, destacó Agustín de Betancourt por su gran inteligencia, aptitud para el arte y dotes de inventiva. Becado por la Corona, se trasladó a Madrid donde estudia en el Real Colegio de San Isidro y en la Real Academia de San Fernando, completando su formación en L’École des Ponts et Chaussées de París. Las visicitu-des de su vida, principalmente en España y Rusia, donde acabó su periplo vital en 1824, han sido bien narradas por el autor del libro, lo que no resultó tarea fácil dado el ingente trabajo desarrollado por Agustín de Betancourt, que no se concretó a un campo delimitado sino que trascendió a diversas áreas como la invención, la investi-gación, la docencia, la ingeniería y la técnica constructiva, amén de otras relacionadas con la dirección empresarial o de grandes obras públicas. A estas facetas deben añadirse otras de menor importancia, pero trascendentes a la hora de estudiar y valorar su trayectoria vital, como su enigmático matrimonio con Ana Jourdain, las razones íntimas para su definitiva salida de España y su residencia en Rusia, e incluso los detalles de la pérdida de confianza ante el Zar Alejandro I, de cuyo apo-yo gozó durante su etapa rusa. Todas estas cuestiones hacen aún más apasionante la biografía de nuestro ilustre compatriota y acrecienta el mérito del trabajo realizado por su autor. La dimensión de su figura en Rusia se entiende si se piensa que sus restos mortales descansan en el cementerio Lazarevskoye de San Petersburgo, verdadero Panteón Nacional de aquel país, jun-to a la del sabio Lomonósov, el matemático Euler, los compositores Rimsky Korsakov y Mussorski, y otras figuras cuyo trabajo y fama trascendieron a la posteridad. Uno de sus discípulos, el arquitecto A. Montferrand, construyó sobre su tumba una columna de 6 metros, de hierro, como símbolo de los nuevos tiempos que el sabio canario contribuyó a forjar. El fondo documental de la familia Betancourt- Castro, a la que per-tenecía Agustín de Betancourt, debidamente clasificado y conservado, posee numerosas cartas y documentos de este canario universal, amén de legajos que se remontan a 1535, y que comprenden una parte impor-tante de la historia de la familia. Mijail Gorbachov, en uno de sus viajes a España, resumió certera-mente la estela de nuestro ilustre paisano al afirmar: « Llego a un país del que tengo inmejorables referencias; vengo a una España en la que nació el más ilustre colaborador que jamás ha tenido Rusia: Agustín de Betancourt. » Juan Cullen Salazar Miembro de la R. S. E. A. P. T. ÍNDICE PRESENTACIÓN ............................................................................................................ 15 PRIMERA PARTE: BIOGRAFÍA .......................................................................... 21 I. EL PESO DE LA HISTORIA .................................................................................... 23 II. CANARIAS EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII ................................................ 25 III. LOS PRIMEROS VEINTE AÑOS: EL RESPLANDOR DE « LAS LUCES » ............................... 31 IV. ESPAÑA EN EL SIGLO XVIII. EL DESPERTAR DE UN GENIO ....................................... 37 V. AGUSTÍN DE BETANCOURT ENTRE DOS REVOLUCIONES. NACE EL « INGENIERO UNIVERSAL » ..................................................................... 43 VI. AGUSTÍN DE BETANCOURT Y LOS AVATARES DE LA POLÍTICA ...................................... 55 VII. TIEMPOS BORRASCOSOS. EL ADIÓS A ESPAÑA ......................................................... 73 VIII. RUSIA EN LOS TIEMPOS DE AGUSTÍN DE BETANCOURT ............................................. 81 IX. NACE UN NUEVO PERSONAJE: AGUSTÍN AGUSTINOVICH DE BETANCOURT Y MOLINA .... 85 X. CAÍDA EN DESGRACIA. LOS ÚLTIMOS AÑOS ............................................................. 97 SEGUNDA PARTE: DOCUMENTOS DUCTORES .................................................. 105 INTRODUCCIÓN .......................................................................................................... 107 XI. SOBRE LA DESTILACIÓN DEL CARBÓN MINERAL ...................................................... 109 XII. EL REAL GABINETE DE MÁQUINAS ...................................................................... 113 XIII. LA MÁQUINA DE VAPOR DE DOBLE EFECTO ............................................................. 121 XIV. LA ESCLUSA DE ÉMBOLO BUZO ............................................................................. 125 XV. EL TELÉGRAFO ÓPTICO .................................................................................... 129 XVI. ESSAI SUR LA COMPOSITION DES MACHINES ( ENSAYO SOBRE LA COMPOSICIÓN DE LAS MÁQUINAS) ............................................ 133 XVII. ENTREVISTA CON D. JUAN CULLEN SALAZAR ....................................................... 139 BIBLIOGRAFÍA I Y II PARTE ........................................................................................ 145 ANEXO: CÓMO APRENDER A TRAVÉS DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA ................. 147 INTRODUCCIÓN .......................................................................................................... 149 1. OBJETIVOS DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA EN LA ENSEÑANZA Y APRENDIZAJE ........... 151 2. APLICACIONES DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA EN EL AULA .................................... 155 Como disciplina .................................................................................... 157 Integrada en las diferentes disciplinas ............................................... 158 Como recurso didáctico ........................................................................ 158 Como medio de determinar obstáculos epistemológicos ................. 159 Como estudio de la evolución histórica de determinados conceptos ...... 160 Como forma de analizar, elegir y secuenciar los contenidos de un curso ...... 161 Como ayuda para la comprensión de los distintos procesos del quehacer científico ........................................................ 161 3. DIVERSAS FORMAS DE UTILIZACIÓN DIDÁCTICA DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA ......... 163 Utilización didáctica de las Biografías de los científicos ..................... 165 Entrevistas realizadas a científicos ....................................................... 171 Documentos originales de los científicos ............................................ 172 El comentario de textos científicos e históricos .................................. 173 Actualidad científica ............................................................................. 174 Experimentos históricos ...................................................................... 176 Vídeos ................................................................................................... 178 Exposiciones temáticas ....................................................................... 178 Exposiciones hechas por el alumnado ................................................ 180 Congresos del alumnado ....................................................................... 181 La Simulación o Juego de Rol .............................................................. 183 El puzle como estrategia de trabajo cooperativo ................................. 184 BIBLIOGRAFÍA ........................................................................................................... 187 Agustín de Betancourt y Molina 15 PRESENTACIÓN La ciencia consiste en dirigir una mirada alrededor, sentir la sorpresa, preguntarse y ver Fernández Rañada La Ciencia es profundamente humana, porque incide en lo más de-finitorio de nuestra condición de animales curiosos en el mundo. Por otra parte, vivimos en una época en que nuestras vidas están influen-ciadas directamente por la ciencia y la tecnología, por ello, sería desea-ble lograr tener ciudadanos científicamente cultos que sean capaces de seguir los mensajes científicos y tecnológicos que transmiten los dis-tintos medios de comunicación y que después de pasar la enseñanza obligatoria puedan integrar nuevos conocimientos de forma autónoma A ello quiere contribuir el proyecto Biografías de Científicos Canarios y que propone un recorrido por la ciencia a través de sus protagonis-tas. Nos acompañan en este apasionante viaje varios científicos cana-rios que consideramos representativos de diferentes épocas: Del siglo XVIII, D. José Viera y Clavijo y D. Agustín de Betancourt; del siglo Biografías d 16 e Científicos Canarios XIX, D. Gregorio Chil y Naranjo y D. Juan León y Castillo; por el siglo XX, presentamos a D. Juan Negrín López, D. Blas Cabrera y Felipe, D. Telesforo Bravo Expósito y D. Antonio González González, todos ellos personajes ilustres cuya memoria queremos contribuir a recuperar en la tierra que los vio nacer, para las generaciones actuales y futuras. Esta obra, formada por ocho biografías pretende dar a conocer parte de la historia de la ciencia en Canarias y divulgarla a las nuevas gene-raciones para que nos permita comprender mejor nuestro presente y abordar los problemas de nuestro futuro. Por otra parte, queremos resaltar el lado humano de los científicos, sus grandezas y debilidades, es decir, mostrar una ciencia con rostro humano, y poner de manifiesto que la ciencia es parte de la cultura que es otra mirada a la realidad, que nos da nuevos matices de la misma, mostrando que un científico es también un humanista. Igualmente, queremos dejar patente que detrás de cada investigación o descubri-miento existen además de ideas, seres humanos que las generan y que no suelen ser héroes inaccesibles sino que viven como la mayoría de la gente. En este sentido, Aarón Ciechanover que compartió el Premio Nobel de Química con Avram Hershko, en el 2004, se expresaba así ante los estudiantes que participaron en el Campus de Excelencia de la ULPGC, en junio del 2005: « ... Un Premio Nobel no es Dios, es una per-sona normal, que tiene brazos, piernas y ojos, a la que un día le cambia la vida, se le produce una mutación genética al ganar este galardón pero lo importante no es ganar el premio sino trabajar con entusiasmo e ir hacia la búsqueda de la verdad a través de la ciencia » . Entre los objetivos de este proyecto está también dar a conocer las profundas relaciones Ciencia, Tecnología Sociedad y medio Ambiente. Cada tomo consta de tres partes bien diferenciadas: la primera se refiere a la biografía del autor estudiado en la que hemos de resaltar Presentación Agustín de Betancourt y Molina 17 su carácter didáctico y educativo, que permite su fácil lectura y com-prensión, para ello, también se incluyen cuadros resumen y gráficos La segunda parte, está formada por una serie de documentos seleccio-nados de textos originales del autor estudiado, a veces extractados por nosotros, a fin de facilitar su lectura por estudiantes de diferentes ni-veles educativos especialmente en el 2o ciclo de la ESO, bachillerato y Universidad y por el público en general. Se incluyen también otros documentos complementarios, atractivos para el estudioso en los que aparecen al final, una serie de cuestiones ductoras cuya misión es guiar la lectura y el aprendizaje. Estas cuestiones son únicamente orientati-vas de las que pueden utilizarse teniendo siempre en cuanta los objeti-vos que nos hemos fijado. Esta es una característica diferenciadora de esta colección, que la justifica y le confiere un carácter inédito. En la tercera parte, exponemos diferentes maneras de utilizar la Historia de la Ciencia para que constituya una nueva forma de aprender. La estructura de cada libro de la colección permite diferentes lec-turas y quiere responder a intereses muy variados. Su lectura puede empezar por las partes y capítulos que a cada lector más le interese, por tener los mismas una cierta independencia y por tanto podrá ser utilizado como si de un hipertexto se tratase, navegando a través del mismo y saltando a aquellos aspectos que sean más interesantes para cada usuario o puede ser también leído linealmente. Finalmente, queremos resaltar el carácter unitario de la colección. Las biografías de los científicos canarios presentan una misma estruc-tura y un mismo hilo conductor, teniendo cada una de ellas una in-dependencia, pero el conjunto de las mismas le dan a la colección un cierto carácter enciclopédico, abarcando en sus aproximadamente 1200 páginas una visión de conjunto de la historia de la ciencia en Canarias Presentación de la Colección Biografías d 18 e Científicos Canarios y de sus científicos, mostrando una Ciencia con rostro humano, con sus aplicaciones y sus implicaciones sociales. El tratamiento divulgativo y didáctico de los mismos garantiza que sean libros para ser releídos, in-terpretados y trabajados, principalmente por nuestros jóvenes, a través de los materiales, recursos y orientaciones didácticas incluidas en los mismos. Los coordinadores de la colección Francisco Martínez Navarro Emigdia Repetto Jiménez Presentación Agustín de Betancourt y Molina PRIMERA PARTE Biografía Agustín de Betancourt y Molina 23 I. EL PESO DE LA HISTORIA La biografía tradicional está diseñada como el conjunto de acciones y acontecimientos, secuenciados temporalmente, que conforman y de-finen la vida de una persona. Sin embargo, estos elementos no resultan suficientes para describir en su totalidad la peripecia vital de un indi-viduo, a menos que se incluya en paralelo un análisis de la sociedad en que vivió. Parece, pues, conveniente abordar la vida y obra de Agustín de Betancourt desde una triple perspectiva que integre y relacione, y a la par justifique, su trabajo en función de las características de la sociedad de su tiempo. En este sentido hacemos pivotar su biografía sobre el tri-nomio ciencia– tecnología– sociedad, muy adecuada por cuanto nues-tro personaje, un ingeniero singular con notable capacidad creadora, se vio afectado por importantes acontecimientos político– sociales. Dada la naturaleza didáctica de esta obra, existen obvias razones educativas para caminar en la dirección apuntada, pues aunque el libro puede leer-se por el público en general, ha sido escrito por un profesor con la men-te puesta en un determinado segmento de la población: los alumnos. El objetivo primordial ha consistido en reunir un material que, utilizando Primera parte: Biografía Biografías d 24 e Científicos Canarios como telón de fondo el devenir histórico– social, otorgue pleno sentido a la acción científica y a su inevitable consecuencia, el progreso técnico. El lector se encontrará, pues, con una biografía aderezada con dosis de historia, con el protagonista condicionado por grandes eventos en cuatro países – España, Francia, Inglaterra y Rusia– en tiempos cierta-mente borrascosos. El peso de la historia no es nunca un lastre, sino un recordatorio de los hechos para no cometer los errores del pasado. Liberarnos de su peso entrañaría el peligro de aligerar la memoria, entronizando el olvi-do e hipotecando el futuro. La gigantesca figura del sabio canario reúne las características ade-cuadas para un estudio de esta naturaleza, pues su existencia, a caballo entre la segunda mitad del siglo XVIII y el primer tercio del XIX, estuvo jalonada de importantes acontecimientos, entre los cuales la primera Revolución Industrial y la Revolución Francesa marcan la línea divi-soria en la configuración social, política y económica de una sociedad nueva. En el tránsito entre épocas distintas, de derrumbamiento de un mundo y aparición de otro, precursor del actual, desarrolló Agustín de Betancourt una titánica labor con la que se ganó el honroso título de « Ingeniero Universal » . Por último, añadir que nos ha interesado vivamente bucear en la fa-ceta humana y humanista de este canario inquieto y a veces contradic-torio, un personaje ilustrado sujeto a múltiples vaivenes existenciales. Trabajador incansable, inventor polifacético y genial, está considerado como la figura señera de la Ilustración científica española. Agustín de Betancourt y Molina, un hijo del Siglo de las luces, brilló con luz propia en una época y en países, como España y Rusia, en los que las brumas de la opresión, la ignorancia y el fanatismo tardarían en disiparse. Agustín de Betancourt y Molina 25 II. CANARIAS EN LA SEGUNDA MITAD DEL SIGLO XVIII El siglo XVIII en Canarias fue una época de paulatino declive eco-nómico debido a la crisis del sector vinícola. Éste había predominado en Tenerife y La Palma desde mediados del siglo XVI, constituyendo el motor económico principal de esas islas a diferencia de Gran Canaria, con una producción más diversificada y orientada al autoconsumo. Fuerteventura y Lanzarote eran las « islas granero » , y La Gomera y El Hierro simplemente luchaban por sobrevivir. En concreto, el auge económico tinerfeño se mantuvo casi sin interrupción durante siglo y medio para disminuir lentamente, con frecuentes intermitencias, du-rante la mayor parte del siglo XVIII, con las lógicas repercusiones en la exportación de malvasías, las fluctuaciones en la emigración a las colonias americanas y la imperiosa necesidad de importar alimentos, consecuencia inevitable del monocultivo de la vid. Nuestras principales exportaciones se destinaban a Inglaterra de la que importábamos pro-ductos manufacturados, imposibles de fabricar en unas islas carentes de infraestructuras industriales. Un repaso a los conflictos bélicos entre los dos países durante el siglo XVIII nos muestra que desde 1706 en que el almirante Jennings Primera parte: Biografía Biografías d 26 e Científicos Canarios intenta la toma de Tenerife, hasta 1797 con el frustrado ataque de Nelson, los periodos de guerra eran frecuentes ( 1708, 1739, 1762, 1779, 1783) con el natural cese de las actividades mercantiles y las crisis consecuentes. Si a las frecuentes guerras se añade la competencia cada vez mayor de los vinos portugueses ( Madeira y Oporto) y los peninsulares de Jerez y Málaga, se puede entender mejor la magnitud de la crisis. El paro agrícola acentúa la emigración y el alza de los precios se hace inevitable. La economía tinerfeña se ve afectada, se arrancan parte de los viñedos y se plantan cereales y papas para asegurar la subsistencia. En este ambiente de crisis intermitente nace Agustín de Betancourt. Su familia poseía tierras dedicadas al cultivo de la vid y también cul-tivaba moreras para la producción de seda, que elaboraba en telares. Precisamente fue una mejora de un telar su primer invento, en unión de su hermana María que también estaba dotada de cualidades para la invención. Agustín siempre la recordaría con especial cariño en la nun-ca interrumpida correspondencia familiar. La sociedad canaria era en parte colonial – el mismo Betancourt en sus cartas distinguía entre España y Las Islas– con características más semejantes al mundo americano que a la propia metrópoli. Estas carac-terísticas han sido fruto de la dimensión tricontinental de nuestros in-tercambios comerciales, así como de los peculiares flujos migratorios, más bien escasos con la España peninsular. El grueso de los intercam-bios comerciales se realizaba con Europa, en especial Inglaterra, y los movimientos migratorios eran más frecuentes con América y África, lo que ha conferido a Canarias una permeabilidad y cosmopolitismo que constituye uno de sus rasgos diferenciales más acusados. Ya desde el final de la conquista, en las postrimerías del siglo XV, las islas se dividen en dos categorías: de realengo Gran Canaria, Tenerife Agustín de Betancourt y Molina 27 y La Palma, y de señorío las restantes; las primeras dependían de la Corona y las otras estaban en manos de « Señores » revestidos de am-plios poderes, incluso militares y judiciales. La definitiva incorporación de las islas al poder Real no tuvo lugar hasta el reinado de Carlos III, aunque en las islas periféricas la estructura feudal persistió durante bastante tiempo. En las islas de realengo, el Gobernador representaba a la Corona, pero esta figura fue pronto sustituida por la del Capitán General, una especie de virrey con poderes absolutos en lo militar, civil y también judicial por ostentar la presidencia de la Audiencia, depen-diente del Consejo de Castilla y, en definitiva, del rey. El Antiguo Régimen adquirió en Canarias características propias. Si bien se mantuvo la estructura jerárquica y estamental típica de nobleza, clero, burguesía y pueblo llano, existía una estrecha dependencia entre las tres primeras, entre las élites nobiliarias poseedoras de tierras, altas jerarquías eclesiásticas y la burguesía comercial que exportaba el vino a los mercados europeos. En su mayoría se trataba de extranjeros que se habían establecido en las islas huyendo de las guerras y persecucio-nes religiosas en Europa, y que, lógicamente, se sentían atraídos por el floreciente negocio de los vinos. Dada la vital importancia para la eco-nomía canaria de esta clase burguesa extranjera – que por lo general no profesaba la religión católica–, la Inquisición se mostró tolerante con ella permitiéndole el libre ejercicio de sus creencias y la construcción de templos y cementerios propios, como los de Las Palmas y el Puerto de la Cruz, aunque siempre extremó el celo más riguroso para evitar cualquier tipo de proselitismo bajo pena de expulsión. La propiedad de la tierra se concentraba y perpetuaba en la nobleza por el régimen de mayorazgo, según el cual solamente el hijo mayor heredaba las propiedades; los demás obtenían ciertas compensaciones y a veces emigraban a América, por lo general bien recomendados para Canarias en la segunda mitad del siglo XVIII Primera parte: Biografía Biografías d 28 e Científicos Canarios ocupar importantes cargos. El régimen de mayorazgo produjo una fuer-te endogamia en la sociedad canaria y el poder económico se concentró en pocas familias, fenómeno que ha persistido en el tiempo hasta épo-cas relativamente recientes. La anacrónica institución del mayorazgo truncó la carrera del primo-génito de los Betancourt, José, que se vio obligado a regresar a Tenerife desde el extranjero para administrar las propiedades familiares ante el fallecimiento de su padre. Colaboraba en aquellos tiempos con su her-mano Agustín en Francia e Inglaterra, y su inteligencia y preparación no le iban a la zaga. Los empleos militares se repartían entre la élite nobiliaria con asig-nación de importantes rentas, por ser requisito imprescindible en las Ordenanzas militares la condición de noble para desempeñar un cargo militar con mando. Este privilegio era importante para la « tranquili-dad » de la nobleza, pues significaba el control y la represión, en caso de crisis, de un campesinado miserable, como efectivamente ocurrió en varias ocasiones. Las milicias reales se regían por un fuero especial, con frecuentes abusos y cierta inmunidad judicial de la que no gozaba el resto de la población. El poder de la nobleza fue, pues, considerable y se mantuvo en para-lelo al de la pequeña burguesía comercial, de la que en parte dependía. El enriquecimiento de esta última y también de la burguesía agraria, que iba escalando puestos al adquirir tierras a una nobleza anclada en sus privilegios y en general ociosa, determinó cierto declive de ésta y el ascenso de la burguesía, más emprendedora, que protagonizará el cambio a una nueva sociedad. En cuanto a la Iglesia canaria, la cúpula dirigente la forma el Obispo y el Cabildo Catedralicio con sede en Las Palmas – la diócesis de Tenerife no se creará hasta el siglo XIX–, con grandes ingresos procedentes de Agustín de Betancourt y Molina 29 los diezmos, beneficios patrimoniales, matrimoniales e incluso judicia-les, al disponer también sus miembros de jurisdicción penal propia. Comentario aparte merece la Inquisición o Santo Oficio. Sin el poder de siglos anteriores, continuaba ejerciendo el control ideológico– reli-gioso mediante la censura de libros. Sin embargo, a menudo sucumbía a los sobornos y muchas obras extranjeras, incluida « La Enciclopedia » , nutrían las bibliotecas de los ilustrados canarios y hasta circulaban en ámbitos restringidos. El Santo Oficio se había convertido con el paso de los años en una institución sólo preocupada por sobrevivir a toda costa, carentes ya sus funcionarios del celo y la firmeza que los habían distinguido tristemente en otras épocas. Esa supervivencia precisaba de medios económicos, que se limitaban prácticamente a las canonjías proporcionadas por el Cabildo Catedralicio y a participaciones en cape-llanías. Los inquisidores, con dificultades para procesar a los nobles ilus-trados, descargaban su furor sobre los estratos más humildes de la po-blación canaria iniciando procesos de « hechicería » contra indefensas mujeres – nuestras entrañables magas y curanderas–, a las que con-denaban a la vergüenza pública del « sambenito » o bien al destierro en otras islas. Algún problema pudo tener Agustín de Betancourt con la Inquisición. De lo contrario, carecerían de sentido las manifestaciones del Tribunal con motivo de las investigaciones del sabio canario sobre comunicaciones eléc-tricas, cuando el Santo Oficio hizo correr la voz, seguramente con ánimo intimidatorio, de que aquellos experimentos constituían « un intento dia-bólico para que las palabras viajaran con la velocidad del rayo » . A pesar de estas veladas amenazas, el Santo Oficio jamás llegó a procesarlo. La sociedad canaria, dirigida espiritualmente por la Iglesia y gober-nada por el grupo nobiliario, estaba constituida en su mayor parte por Canarias en la segunda mitad del siglo XVIII Primera parte: Biografía Biografías d 30 e Científicos Canarios campesinos en sus modalidades de medianeros y jornaleros que arras-traban una existencia fronteriza, en muchos casos, con la miseria más absoluta. La mendicidad abundaba, y el triste espectáculo de los pobres a las puertas de las iglesias y conventos resultaba una estampa habitual en aquellos tiempos. En épocas de graves crisis, la emigración a América era la válvula de escape habitual para aliviar las tensiones sociales promovidas por el hambre de tierras, un problema ante el cual los repartos de « bienes propios » de los cabildos y los « baldíos » de la Corona se mostraron cla-ramente insuficientes. Especial comentario merece la humilde mujer canaria, verdadera víctima del sistema imperante, que en muchas ocasiones sacaba ade-lante a su familia en la más completa soledad, con el marido ausen-te, muerto o desaparecido en tierras americanas. La hipócrita moral de aquellos tiempos las condenaba, y a menudo eran señaladas ante el menor atisbo de violar las « normas de la decencia » . La sociedad cana-ria les debe un homenaje, un reconocimiento explícito a tanto trabajo abnegado y silencioso. Ante horizontes tan negros el refugio habitual de estas mujeres, y de las clases humildes en general, era la Iglesia, la creencia en otra vida mejor que la presente. Agustín de Betancourt y Molina 31 III. LOS PRIMEROS VEINTE AÑOS: EL RESPLANDOR DE « LAS LUCES » El 1 de Febrero de 1758 nace Agustín de Betancourt en el actual Puerto de la Cruz, y el día 7 del mismo mes es bautizado en la iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Peña de Francia. Segundo hijo del Teniente Coronel Agustín de Betancourt y Castro y de la aristócrata Leonor de Molina y Briones– Monteverde, se cuen-ta que ésta preguntó después del parto si la criatura era niña, y la respuesta, probablemente decepcionante para ella, fue: « Muy Señora mía, ha tenido usted un ingeniero » . El recién nacido no sería un sim-ple ingeniero sino el más universal de la época, un personaje de ex-traordinaria y polifacética inteligencia que exploraría en campos muy diversos del saber tecnológico, con notables aportaciones al progreso de la Humanidad. Muchos biógrafos – Rumeu de Armas, A. Cioranescu, Padrón Acosta y otros– cifran en ocho los hijos del matrimonio, pero las re-cientes investigaciones de Juan Cullen Salazar, que custodia gran parte de los archivos familiares, revelan el nacimiento de tres hijos más, Juan, Magdalena y Leonor, fallecidos antes de que Agustín de Primera parte: Biografía Biografías d 32 e Científicos Canarios Betancourt y Castro dictara testamento en 1789, en el que, lógicamente, menciona solamente a los hijos vivos. El futuro inventor nace en plena Ilustración en el seno de una familia de la nobleza media– alta que, a pesar de sus propiedades, era víctima de la larga e intermitente crisis económica debida, fundamentalmente, a la caída en la exportación de los malvasías a Inglaterra y otros países, pero también a la escasa competitividad de la industria de la seda que intentaba, con grandes dificultades, abrirse paso en los mercados eu-ropeos. En el año de su nacimiento, reina en España Fernando VI, un mo-narca abúlico y melancólico que moriría loco al año siguiente, pocos meses después de que falleciera su esposa Bárbara de Braganza. En el plano internacional resulta elegido papa Clemente XIII, firme defensor de la Compañía de Jesús que sería expulsada de España en 1767 duran- Ntra. Sra. de La Peña de Francia. Portada de “ En busca de Betancourt y Lanz. Ed. Castalia Agustín de Betancourt y Molina 33 te el reinado de Carlos III; el rey José I de Portugal sufre un atentado y Prusia oriental es invadida por Rusia, el país donde Betancourt residi-ría durante la última etapa de su vida. Educado en un ambiente culto y refinado, su madre le enseña fran-cés desde muy niño y su padre, los primeros rudimentos de ciencias. Más tarde estudia en el convento de los Dominicos, en la Orotava, por cuyas aulas pasaron otros ilustrados tinerfeños como los hermanos Iriarte y José de Viera y Clavijo, contemporáneos de Betancourt, que llevarían con orgullo y distinción su condición de canarios más allá de los confines insulares. Sobre los primeros veinte años de su vida los biógrafos dan po-cos datos. Según Rumeu de Armas, su padre lo llevaba de niño, en compañía de su hermano mayor José, a la Tertulia de Nava, en La Laguna, donde despertaron a las « Luces » del siglo, el resplandor inte-lectual francés que, aunque amortiguado, alumbró también las tierras de nuestras Islas. En la tertulia conoció al clérigo realejero José de Viera y Clavijo, con el que volvería a encontrarse en su primera etapa madrileña. La tertulia ilustrada era presidida por el marqués D. Tomás de Nava y Grimón, amigo de su padre, y se reunió desde 1765 a 1777 en que se fundó la Real Sociedad Económica de Amigos de País, que heredó el espíritu ilustrado y liberal de la tertulia. Son frecuentes los recuerdos de juventud en la numerosa correspondencia epistolar con su familia, así como su constante preocupación por el bienestar de los hermanos menos favorecidos en sus cartas transidas de nos-talgia. Reproducimos dos breves fragmentos. En carta dirigida desde Madrid a su hermano José, que regresaba a Tenerife después de un largo viaje, le dice: Los primeros veinte años: el resplandor de « Las Luces » Primera parte: Biografía Biografías d 34 e Científicos Canarios En fin que estás al lado de ntros. amadísimos padres, de nuestras picaronas de hermanas y de ntra. tia cuyo gusto te llenará seguramen-te mucho mas el corazón que cuantas diversiones has disfrutado en Londres, París y Madrid. Dichoso tu que puedes disfrutar de tal compa-ñía, y estar en La Rambla pescando y comiendo uvas y duraznos. Si a esto se agrega el tomar quien te ayude a cargar los poquísimos pesares que puedas tener y a duplicar los continuos gustos que sé te proporcio-narán ahí todos los días, no hay duda en que te puedes mirar como uno de los hombres mas felices del mundo. … Hallándome por la misericordia de Dios en una situación de no ne-cesitar nada, me servirá de la mayor satisfacción que lo poco o mucho que pueda tocarme de la herencia por parte de padre, madre o primo Valois, lo repartan tú y Mariquita, dándole a ésta dos partes, y una a ti, pues no teniendo ella marido, es regular darle alguna preferencia. Como a Pablo, Luisa y Pilar los considero bien acomodados, no me a parecido que puedan necesitar de nada; tanto más que esto se reducirá José y Agustín estuvieron muy unidos desde que su padre los llevara juntos a la Tertulia de Nava. Cuando Agustín tenía quince años fueron de excursión a la cueva de San Marcos, en Icod, de la que levantaron un plano y redactaron un informe. José se interesó mucho por la promo-ción de la agricultura, las artes y el comercio. En concreto, presentó dos memorias a la Real Sociedad Económica de Tenerife: una sobre el cul-tivo de moreras y otra sobre la implantación de una imprenta. Moriría joven, en 1816, y Agustín se encargaría de la formación de su sobrino, que hizo carrera militar en Rusia. La generosidad de Agustín queda patente en la emotiva carta a su hermana Catalina desde San Petersburgo, de la que entresacamos dos fragmentos. Agustín de Betancourt y Molina 35 a casi nada repartido entre muchos. ¡ Ojalá fuese mucho más para que mi dádiva mereciese la pena de dar gracias!, pero es tan poco que sólo podéis considerarlo como una memoria de mi buena voluntad. Por su hermana María ( Mariquita) sentía especial cariño. Ambos na-cieron el mismo año, 1758, y, notable curiosidad histórica, fallecieron en 1824, como si un invisible hilo hubiese unido sus vidas. La máquina de telar epicilíndrica presentada en la Económica de La Laguna, poco antes de que Agustín partiera a Madrid, fue invención de los dos her-manos. Agustín de Betancourt no regresaría nunca a Canarias, aunque proyec-tó el viaje en varias ocasiones. Pero los recuerdos de su tierra lo persiguie-ron siempre, como se deduce de este otro párrafo de la misma carta: … Te voy a hacer un encargo en nombre de mi mujer y de mis hijas, para que me lo envíes el año próximo con tu hijo Agustín, este es dos o tres piedras para destilar el agua, que sean de calidad diferente, esto es que sean finas y menos finas para que el agua pase mas o menos de prisa y seria bueno que al menos dos fuesen de un mismo tamaño para hacer una destiladera como la que teníamos en casa, cuando yo era chiquito, de cuya forma, color, etc, me acuerdo como si la tuviera delante de mi. En otra carta dirigida a María, ya en los últimos años de su vida, late de nuevo la preocupación por su familia; también reafirma los princi-pios que siempre orientaron su existencia. … El resultado es no tener que arrepentirme de ningún paso de los que he dado en mi vida para procurar el bien estar de mi familia, sin faltar en cuanto prescribe el honor y el patriotismo. En el día me veo Los primeros veinte años: el resplandor de « Las Luces » Primera parte: Biografía Biografías d 36 e Científicos Canarios sin tener que apetecer ni por honores ni por consideración, ni aun por intereses, pues como no soy ambicioso me encuentro feliz con lo que tengo y si Dios me da algunos años de vida mas, todos los individuos de mi familia, podrán quedar bien acomodados. Retomemos el hilo de nuestra historia después de este pequeño viaje por la nostalgia de sus recuerdos. Agustín de Betancourt ingresa en las Milicias Provinciales y se gradúa de teniente. Don Matías Gálvez, por en-tonces de viaje en Tenerife y que terminaría siendo nombrado virrey de México, lo conoce en la Real Sociedad Económica, detecta su gran inte-ligencia y lo recomienda a su hermano José, ministro de Indias y perso-na influyente en la Corte. Como resultado de sus gestiones, Agustín viaja pensionado a Madrid, a donde llega en Noviembre de 1778 procedente de Las Palmas. Seguramente no pasó por su cabeza que jamás regresaría a su tierra; que la visión cada vez más difuminada de Gran Canaria, donde nació su padre, sería la última que vería de las Islas. Después de un pe-noso viaje de un mes llega a Cádiz. Atrás quedaban sus primeros veinte años, los más tranquilos. En adelante su vida sería un continuo vértigo de trabajo creador, con inventos en campos diversos, viajes por Francia e Inglaterra para mejorar su formación, seguidos de retornos a Madrid cada vez menos deseados por el ambiente progresivamente enrarecido, las intrigas de las camarillas políticas y su intrínseco convencimiento de que las Luces del Siglo, necesarias para el progreso, se apagaban sin re-medio en España. Agustín de Betancourt y Molina 37 IV. ESPAÑA EN EL SIGLO XVIII. EL DESPERTAR DE UN GENIO La España del siglo XVIII era muy distinta a Francia e Inglaterra. Los viajeros ingleses y franceses hablan de un país decadente en todos los órdenes, semidespoblado por la emigración americana, las conti-nuas guerras en Europa – casi todas perdidas–, las expulsiones y los exilios. La economía era catastrófica, dependiente de los metales pre-ciosos americanos que no siempre llegaban, con gran parte de la tierra laborable en propiedad de la nobleza y de la Iglesia, régimen feudal de mayorazgos, sin infraestructuras de comunicación adecuadas y con un elevado porcentaje de la población ociosa ( clérigos, nobles e hidal-gos). No existía el espíritu emprendedor y mercantilista propio de las sociedades del norte de Europa, y desde la expulsión de los moriscos se había destruido gran parte de la actividad artesanal, salvo la ima-ginería religiosa. Para colmo de males, a finales de la centuria y con la muerte sin descendencia del último Austria, el desdichado Carlos II, se inicia la guerra de Sucesión a la corona española que, en definitiva, encubre una pugna entre franceses e ingleses para repartirse los despo-jos europeos del imperio español. Triunfan los primeros y se instala en Primera parte: Biografía Biografías d 38 e Científicos Canarios España el rey Borbón Felipe V, nieto de Luis XIV, y nuestro país pasa de un régimen foralista a otro fuertemen-te centralizado, siguiendo el modelo francés. Sin embargo, el cambio de dinastía, las frecuentes alianzas con Francia – casi obligadas– y la relativa tranquilidad en los frentes de batalla europeos – habían terminado las gue-rras de religión– estimularon un cre-cimiento en todos los órdenes que, por otra parte, era normal en un país que había tocado fondo en casi todo. En 1778, año en que Agustín de Betancourt llega a Madrid, suceden acontecimientos importantes: mueren Voltaire y Rousseau, de cuyas lecturas se había impregnado; la ayuda a los independentistas norteamericanos provoca la guerra con Inglaterra; la condena a ocho años de reclusión de Pablo de Olavide por la Inquisición demuestra que el temible Tribunal no estaba muerto, y, de especial interés para Canarias, un Real Decreto establece el libre co-mercio con América, hasta entonces monopolizado por la Corona. En Madrid, el joven Agustín conoce a paisanos muy influyentes. Aparte de su primo materno Estanislao Lugo– Viña y Molina, Director de los Reales Estudios de San Isidro donde se formó durante dos años, traba amistad con José Clavijo y Fajardo, a la sazón Director adjunto del Gabinete de Historia Natural. La relación entre ambos fue entraña-ble y Agustín se refería siempre a Clavijo como su segundo padre. Éste actuó de testigo en su furtiva boda madrileña, un oscuro episodio del que nos ocuparemos en su momento. Floridablanca. Retrato de José Moñino, Conde de Floridablanca. Antonio Guerrero Agustín de Betancourt y Molina 39 También entabla amistad con Bernardo de Iriarte, miembro de la Secretaría de Estado con Floridablanca, y con sus hermanos Tomás, el célebre fabulista, y Domingo. Agustín de Betancourt ingresa en el Colegio de San Isidro en Enero de 1779. Las materias de estudio son todas de Ciencias: Álgebra, Geometría, Cálculo, Física. Llevado por su gran afición al dibujo, en el que destacaba desde niño, no duda en comenzar estudios nocturnos en la Academia de Bellas Artes. Los resultados son brillantes en ambas Instituciones. La relación de Agustín de Betancourt con la Academia de Bellas Artes no se interrumpió con la finalización de sus estudios. Continuó frecuentándola, y años más tarde, en 1792, es elegido miembro de la misma y participa en la comisión creada para su mejora. Un miembro destacado de la comisión, Francisco de Goya, preconizaba con fervor la completa libertad en las Bellas Artes. ¡ Cuánto daríamos por conocer las conversaciones entre ambos! En 1782 la actividad madrileña de nuestro personaje es intensa, y la Económica de La Laguna lo nombra apoderado en Madrid. Los jesuitas habían sido expulsados de España, y por encargo de la Institución lagu-nera gestiona la cesión de una casa expropiada a la Orden religiosa para ser utilizada como sede en la calle de San Agustín. También se ocupa de gestionar la adquisición de caracteres para la imprenta que se instalaría en La Laguna a instancias de su hermano José. El joven tinerfeño se mueve con cautela en los círculos intelectua-les y cortesanos de Madrid, bien asesorado por parientes y amigos con cargos importantes en la Villa y Corte. De carácter cordial, es al mismo tiempo una persona directa y franca, en contraste con la hipocresía de los cortesanos aduladores que sólo buscaban pensiones y cargos. En muchas ocasiones manifiesta su desprecio por ellos, a los que achaca España en el siglo XVIII. El despertar de un genio Primera parte: Biografía Biografías d 40 e Científicos Canarios el secular retraso de la sociedad española. Él mismo se asombra de sus progresos sociales cuando dice en una de sus cartas: « … Yo creía que sólo los aduladores tenían partido en la Corte; pero creo que vale más hablar claro y obrar bien… » Su franqueza y caballerosidad le acarrearían problemas en España y Rusia, pero jamás abdicaría de sus convicciones personales. La primera misión de importancia por encargo del Primer Secretario de Estado y hombre fuerte de la monarquía, D. José Moñino, Conde de Floridablanca, fue una visita informativa al Canal de Aragón en com-pañía de Alonso de Nava y Grimón, maqués de Villanueva del Prado. Culminada con éxito, Floridablanca le encarga otra visita, esta vez no sólo informativa sino también de inspección, a las minas de Almadén, conocidas y explotadas desde los tiempos del Imperio Romano. El mer-curio se utilizaba para extraer oro y plata por amalgamación, empleán-dose masivamente en las colonias americanas. Aunque la misión de Betancourt consistía en redactar informes sobre el estado de las minas, sobrepasó sus funciones meramente descriptivas y plasmó en tres me-morias diversas mejoras para resolver los principales problemas detec-tados, desde el achique del agua en los pozos hasta la refrigeración en los procesos metalúrgicos de tostación del cinabrio, así como los pro-blemas de transporte del mercurio. La claridad y precisión de los informes, así como la resolución de los importantes problemas mencionados, impresionó muy favorablemente a Floridablanca, quien, convencido de la valía de Betancourt, lo envía a Francia becado por La Corona para estudiar, en principio, minería. Pero la estancia en el país galo ocuparía al tinerfeño en otros estudios más interesantes: Agustín de Betancourt poseía el don del polifacetis-mo creador y, en consecuencia, no se circunscribía a un único campo de trabajo. Esta versatilidad fue siempre su característica más acusa- Agustín de Betancourt y Molina 41 da y explica el amplio universo de sus descubrimientos. Su trabajo en Almadén no fue el único relacionado con la minería: en noviembre de 1785 presentaría a la Academia Francesa una memoria sobre la puri-ficación del carbón de piedra, una de cuyas copias figura en la sección canaria de la Universidad de La Laguna. Estamos a finales de 1783, año de paz en el escenario internacio-nal, rubricada en Versalles entre Inglaterra, Francia y España. Gran Bretaña reconoce la independencia de los Estados Unidos, y el joven William Pitt, que tan tenaz y hábilmente lucharía más tarde contra Napoleón, se convierte en Primer Ministro británico. Nacen Simón Bolívar y Stendhal, y en el capítulo de decesos asistimos a la muerte de D’Alembert y a la del suizo Euler, emigrado a Rusia, y que está conside-rado, junto al francés Lagrange, como el matemático más importante del siglo XVIII. Antes de abandonar España aún tuvo tiempo de investigar en otro campo, el de los globos aerostáticos. En junio de 1783, los hermanos Mongoltfier habían asombrado al mundo con el lanzamiento del pri-mer globo. España no permaneció al margen del atractivo descubri-miento y, a finales de 1783, se une a la carrera aerostática. Hasta épocas recientes se creía que el tinerfeño Viera y Clavijo había sido el pionero de la aerostación española, pero en las meticulosas y objetivas memo-rias de Lope Antonio de La Guerra, cronista canario contemporáneo de Betancourt, se recoge la fecha exacta del primer lanzamiento de un globo en presencia del Rey Carlos IV y de la Corte, 29 de noviembre, así como su autoría, Agustín de Betancourt. Viera y Clavijo lanzaría otro globo pocos días después, el 15 de diciembre. España en el siglo XVIII. El despertar de un genio Agustín de Betancourt y Molina 43 V. AGUSTÍN DE BETANCOURT ENTRE DOS REVOLUCIONES. NACE EL « INGENIERO UNIVERSAL » En principio nuestro personaje viaja a París para ampliar estudios en « Arquitectura Subterránea » – pomposo nombre de la Minería– y Geometría. Parte de Madrid a finales de marzo de 1784 en compañía de Alonso de Nava y Grimón. En Francia, nuestro personaje se encuentra en un mundo nuevo que poco tiene que ver con el imperante en España, donde si bien brillaba el « Espíritu de las Luces » , éstas no lo hacían con tanta intensidad como en el país vecino, ni sus destellos poseían la rica policromía de las del país galo. Vale la pena detenerse con brevedad en los importantes y complejos movimientos de diversa índole que contribuyeron a crear una nueva mentalidad: la del hombre contemporáneo. Por esa época se iniciaba en Inglaterra la Revolución Industrial, que desarrollaría todo su potencial a lo largo del siglo XIX, y Francia sufriría en breve un gran cataclismo político– social que derribaría los cimientos del Antiguo Régimen. La simiente para la eclosión revolucio-naria había sido sembrada tiempo antes por la Ilustración, un complejo movimiento intelectual, cosmopolita y antinacionalista que hunde sus raíces en el racionalismo científico del siglo XVII. Primera parte: Biografía Biografías d 44 e Científicos Canarios La Ilustración declara la fe constante en la razón, denuncia a la Iglesia como fuerza obstaculizadora del progreso e introduce una inci-piente preocupación por lo social y una nueva actitud que, según Vicens Vives, « renueva el ideal cosmopolita del humanismo y lo valora como una nueva faceta, el filantropismo, entendido éste como el amor al prójimo trasladado al terreno laico » . El carácter utilitario de este mo-vimiento es uno de sus fines primordiales, y para ello se inventa un nuevo modo de filosofar que influye en una nueva manera de vivir. Se abandonan las inquietudes metafísicas para acudir al dominio de lo tangible, se postergan las preocupaciones sobrenaturales, tan presen-tes en siglos anteriores, y el hueco discurso escolástico es sustituido por las lecciones sobre los hechos y las cosas corrientes de la vida. El culto a la Naturaleza, a sus leyes, es un axioma irrenunciable. Para los ilustrados, la soberanía reside en el Pueblo, todos los hom-bres nacen iguales y el fin último es alcanzar la felicidad en la tierra con independencia de felicidades ultraterrenas. Estos postulados cons-tituían un ataque frontal al Antiguo Régimen, cuyas columnas, hasta el momento inamovibles, se cimentaban en el derecho divino de los monarcas – reyes por la gracia de Dios–, en la jerarquía natural como consecuencia de la desigualdad – estamentos sociales bien diferencia-dos y no comunicantes– y en la bondad de la Providencia Divina que siempre proveerá para todos. Sin embargo, la inercia de las viejas ideas determinará un curioso equilibrio de coexistencia entre la tradición dogmática y la razón in-novadora que los monarcas personificaron en el llamado « Despotismo Ilustrado » , en el « Todo para el pueblo, pero sin el pueblo » . Nuestro personaje fue hijo de la Ilustración; se educó en una socie-dad en trance de cambio con todas sus contradicciones, vivió los dos mundos, el antiguo y el nuevo, y asistió como espectador a un cata- Agustín de Betancourt y Molina 45 clismo político y social, la Revolución Francesa, que derribó la antigua sociedad estamental y creó otra nueva. El proceso revolucionario francés inquietó a las clases privilegiadas europeas, entre ellas la española. En este país, el incipiente movimiento ilustrado, simplemente reformista e ideológicamente de corto alcance, se interrumpe abruptamente. Agustín de Betancourt, que se encontraba desde 1784 en Francia, es repatriado en 1791 ante el cariz de los aconte-cimientos. Por mucho tiempo se fomenta en España, por parte del poder un odio al país vecino que cala hondamente en el pueblo analfabeto. A su llegada a Francia en 1784, Agustín de Betancourt amplía sus estudios en « L’École des Ponts et Chaussées » – la Escuela de Caminos francesa– donde contacta con científicos que influirán decisivamente en su futura orientación, como el Director de la Escuela, Jean Rodolphe Perronet, el barón de Prony y M. Monge, fundador de la Geometría Descriptiva. Muy pronto el joven tinerfeño cae en la cuenta de que ha-bía llegado a otro mundo: aquellos personajes hablaban apasionada-mente, con fervor casi religioso, de las nuevas máquinas. En concreto, Monge insistía en la necesidad de mecanizar el trabajo, consciente de la notable ventaja británica sobre el resto de los países, Francia incluida. Como es sabido, la aplicación masiva de las máquinas al proceso productivo produjo la primera Revolución Industrial. Los avances de la Ciencia desde el Renacimiento, el brusco desarrollo comercial en un mundo súbitamente ampliado con el descubrimiento de América y el auge de la burguesía emprendedora engendraron, en afortunada con-junción de estudio, ingenio y visión económica, la primera Revolución Industrial, la del vapor, que modificó en profundidad una sociedad an-clada en una economía agrícola y artesanal hasta convertirla en otra en la que los procesos de fabricación se mecanizaron para producir, en poco tiempo y utilizando pocos brazos, gran cantidad de bienes. Agustín de Betancourt entre dos revoluciones. Nace el « Ingeniero Universal » Primera parte: Biografía Biografías d 46 e Científicos Canarios Desde el punto de vista político, la Revolución Industrial contribuyó al triunfo de la burguesía sobre la nobleza, que sufrió una grave derrota económica; la otra, la política, se iniciaría con la Revolución Francesa. La máquina de vapor fue, sin duda, el invento responsable de esta gran aceleración del proceso productivo, y en ella tuvo mucho que ver nuestro personaje. París, por aquel entonces una populosa ciudad de seiscientos mil habitantes, debió impresionar favorablemente a nuestro personaje. Aunque existen muchas lagunas sobre su vida en la capital francesa, se sabe que conoció a sabios relevantes como Lagrange, Laplace, Carnot y posiblemente Lavoisier, que un año antes de su llegada, 1783, había publicado el primer libro de Química propiamente dicho, su célebre Traité elémentaire de Chimie. En su primera estancia parisina, Agustín de Betancourt conoció a dos personas con las que mantuvo estrecho contacto durante años: el genial relojero e inventor suizo Abraham– Louis Breguet y el matemá-tico mexicano José María de Lanz y Zaldívar. Con el primero construyó un telégrafo óptico que compitió con el del francés Chappe. La amistad entre ambos duró mientras vivieron, posiblemente porque tenían mu-chas cosas en común: eran ante todo inventores, simpatizaron con la Revolución de 1789 hasta que ésta se radicalizó y, detalle importante, Betancourt visitaba a su futura esposa, la católica inglesa Ana Jourdain, en la casa de los Breguet, según relata José García Diego. Con el mexicano Lanz la relación adquirió tintes más intelectuales: ambos escribieron el célebre Essai sur la composition des machines, el primer libro con un enfoque moderno sobre máquinas. Escrito en francés, se tradujo por primera vez al castellano en fechas recientes, – finales del siglo XX– algo realmente incomprensible. También Lanz ejerció como profesor de Matemáticas en la Escuela de Caminos madri- Agustín de Betancourt y Molina 47 leña que comenzaría su andadura en 1802, bajo la dirección de Betancourt, y sus con-tactos en Francia fueron frecuentes. Los contactos y el ambiente en L’École convencen a Betancourt para reorientar sus estudios y regresa a Madrid en Agosto de 1785, donde lo discute con su protec-tor el Conde de Floridablanca. Betancourt sugiere al Primer Ministro un nuevo en-foque hacia el prometedor mundo de las máquinas y la hidráulica, planteamiento que Floridablanca acepta. Probablemente también se habló de reunir máquinas diversas y maquetas que servi-rían para crear en Madrid el Real Gabinete de Máquinas, una hermosa colección hoy desaparecida. En opinión de algunos biógrafos, la idea de fundar en España la carrera de Ingeniero de Caminos, Canales y Puertos también se gestó en aquel viaje. De regreso a París presenta su memoria Sobre la purificación del carbón de piedra y modo de aprovechar las materias que contiene, posteriormente enviada a la Real Sociedad Económica de Asturias que lo nombra socio de honor. En su breve estancia española redacta con Louis Proust – el famoso químico francés que descubrió la ley de las proporciones definidas– una Memoria sobre el blanqueo de la seda, asunto sobre el que había experimentado artesanalmente en su etapa tinerfeña. Proust trabajaba por aquel entonces en España, y Betancourt aprovecha su viaje a Madrid para contactar con el sabio francés. La Memoria correspondiente se publicaría en 1791. En el ámbito familiar, su hermano mayor José llega a París en julio de 1785 y colabora con él en tareas diversas. Más adelante viajarían jun- Agustín de Betancourt entre dos revoluciones. Nace el « Ingeniero Universal » Proust. D. L. Proust. Segovia. Antonio Espinosa, 1791 Primera parte: Biografía Biografías d 48 e Científicos Canarios tos a Bretaña, y en Cherburgo estudiarían sus instalaciones portuarias y las máquinas empleadas para la elevación y el transporte de mercan-cías. José colaboró con su hermano en la búsqueda de máquinas para el futuro Real Gabinete madrileño; también lo ayudó en las tutorías de los becarios españoles. En 1786 se confirma el nuevo sueldo de Betancourt, así como el permiso regio para que éste se dedicara a estudiar máqui-nas e hidráulica, tareas en las cuales ya ocupaba parte de su tiempo. La confirmación oficial se realizó mediante carta de Floridablanca al entonces embajador en Francia, Conde de Aranda, que un año más tar-de sería sustituido por Fernán Núñez. Tanto éste como Aranda trata-ron muy bien a los Betancourt y colaboradores, interesándose en todo momento por sus condiciones materiales y por sus trabajos. En abril de 1788 el nuevo embajador Fernán Núñez, en una visita a la casa– ta-ller de Betancourt, informa muy favorablemente a Floridablanca de los trabajos, como lo demuestra el documento que el Embajador remite al Primer Ministro. « Uno de estos días pasados he ido a examinar el taller y modelos de máquinas que están a cargo de D. Agustín de Betancourt. La unión, economía y primor con que estos su-jetos travajan les hace tanto honor a ellos quanto a la per-sona que ha puesto a su cuidado este importante encargo, y nada gastará ciertamente S. M. con ellos que no recoja con usura el fruto… D. Agustín y sus compañeros se han adqui-rido por su aplicación, conducta y maña la entera confianza de los oficiales que están a la caución de este ramo, de modo que no ai nada que no les franqueen, aún los mismos mo-delos del depósito, para llevarlos a su casa. » Más adelante continúa: « He encargado a dicho Betancourt… adquirir quantos modelos de máquinas le sea posible, de cualquier Agustín de Betancourt y Molina 49 especie que sea, pues no ai casi ninguna de que no pueda resultar de utilidad conocida; y el primor con que travajan los modelos, arreglados en todo a sus medidas exactas, has-ta el número y dimensión de los clavos, no deja nada que dudar para su execución en grande. » Betancourt disponía de un selecto equipo de colaboradores, pensio-nados por La Corona, entre los cuales destacaban Juan López Peñalver, que regresaba de Hungría por no soportar las inclemencias del clima, Tomás de Verí, Juan de la Fuente, Joaquín de Abaitúa y Juan de Mata, entre otros. Más tarde se añadieron nuevos becarios al equipo, entre los cuales destacó Bartolomé Sureda, un excelente grabador que aportó técnicas innovadoras a su especialidad. Amigo de Goya, éste lo retrata-ría para la posteridad. En 1787 se aprueba oficialmente el tan deseado Real Gabinete de Máquinas que se ubicaría en el Buen Retiro, para el que ya Betancourt disponía de abundante material. A pesar de tanto trabajo, o seguramente fruto del mismo, inventa por esas fechas varios artilugios: una máquina para fabricar cintas de adorno para mujeres; un telar; una máquina eó-lica para desecar terrenos pantanosos de la que informa por carta a su padre. Planos, maquetas, acopio de libros sobre Mecánica, Hidráulica… Todo lo recopila y describe minuciosamente con febril actividad. En di-ciembre de 1788 es nombrado director del Real Gabinete de Máquinas, pero Betancourt se encuentra en Inglaterra y no se entera del nombra-miento hasta su llegada a París. Tardará varios años en tomar posesión del cargo, hasta abril de 1792, y es muy posible que de no haber sido por el cariz cada vez más extremista de la Revolución, hubiese prolongado su estancia en la capital francesa. De hecho, su regreso resulta obligado. El Real Gabinete de Máquinas tuvo una existencia efímera y, hasta cier-to punto, constituye un ejemplo de nuestro desorden organizativo y el poco Agustín de Betancourt entre dos revoluciones. Nace el « Ingeniero Universal » Primera parte: Biografía Biografías d 50 e Científicos Canarios aprecio por la Ciencia. Instalado en el palacio del Buen Retiro en 1792, la mayor colección de máquinas jamás reunida en Europa, como se la calificó en su época, no pasó de ser una curiosidad para la atrasada burguesía em-presarial española, poco ansiosa de innovaciones. Dañada parcialmente en la guerra de 1808, después de diversos traslados se pierde en su totalidad. Retrocedamos unos años para contar el primer y anhelado viaje de nuestro personaje a Inglaterra. Londres era por entonces la ciudad más populosa del mundo, con un millón de habitantes, y se encontraba en plena efervescencia industrial, con barrios enteros donde proliferaban talleres y fábricas diversas, con predominio de las textiles y metalúrgicas. La ciudad se había convertido en un inmenso laboratorio industrial. El éxito del viaje se materializó en la plasmación de un sueño perse-guido infructuosamente por muchos: descubrir el funcionamiento de la máquina de vapor de Watt. El suceso se ha contado de distintas maneras, según la procedencia de los historiadores, británicos o de otras nacionalidades. Para los primeros se trató de un caso de espionaje industrial; para los otros, simplemente fue el resultado de una notable capacidad de observación, inteligencia e intuición, además de un profundo conocimiento sobre máquinas. En Birmingham, Betancourt fue recibido por el propio Watt y su so-cio financiero Boulton quienes, aunando cortesía y firmeza, se negaron a que la máquina fuese inspeccionada, limitándose a comentar algunas características generales que no desvelaban nada de su funcionamien-to. Dejemos hablar al joven ingeniero canario, pues nadie mejor que él nos puede detallar las circunstancias de sus indagaciones. « Al saber que los señores Watt y Boulton habían hecho nuevos descubrimientos en relación con la máquina de va-por, de modo que habían llegado a producir los mismos efectos con una cantidad de combustible mucho menor, Agustín de Betancourt y Molina 51 tomé la decisión de ir a Birmingham, para conocer a estos célebres artistas. Al llegar a su casa, me recibieron con la mayor cortesía y, para darme una prueba de su conside-ración, me enseñaron sus fábricas de botones y de plata chapada; pero no me enseñaron ninguna de sus máquinas de vapor. Sólo me dijeron que las que estaban fabricando en aquellos momentos eran superiores a todas las demás, ya que su velocidad podía regularse a voluntad y que con-sumían mucho menos combustible que las que habían he-cho anteriormente. Ni siquiera me dejaron entrever de qué modo habían conseguido tan grandes ventajas. » De regreso a Londres, seguramente decepcionado, pudo ver una má-quina de vapor en funcionamiento, dedicada a la fabricación de harina, parcialmente oculta por una mampara cerca del puente de Blackfriars. Seguramente algún detalle que sólo se podía percibir con la máquina trabajando, como la misma velocidad del émbolo en su doble recorrido ascendente y descendente a través del cilindro, suministró la pista de-cisiva al sagaz e intuitivo inventor quien, a su llegada a Francia, cons-truyó la primera máquina de vapor de doble efecto en el Continente, comercializada rápidamente por la firma Piéret ante el desconcierto del consorcio Watt- Boulton. De regreso a París culminará los estudios sobre la energía del vapor con la presentación en 1790, en la Academia de Ciencias de París, de la Mémoire sur la force expansive de la vapeur de l’eau ante un comité de sabios integrado por Borda, Brisson y Monge. Agustín de Betancourt se convirtió con estas experiencias en pionero de los estudios líquido- vapor, y por los mismos y sus observaciones sobre el estado gaseoso es merecedor de figurar, junto al ingeniero y matemáti-co Prony, como precursor de la aún inexistente Termodinámica. Agustín de Betancourt entre dos revoluciones. Nace el « Ingeniero Universal » Primera parte: Biografía Biografías d 52 e Científicos Canarios Las experiencias son de suma importancia y se detallarán en la se-gunda parte del libro. Otro suceso, éste de índole estrictamente personal, cambiará en ade-lante la vida del joven inventor. Según relata A. Bogoliúbov en su obra Agustín de Betancourt: un héroe español del progreso, conoce a una joven inglesa, Ana Jourdain, de la que se enamora. Posteriormente ésta viajará a París, y es seguro que se veían en la casa de A. L. Breguet, quien mantenía buena amistad con los padres de la joven. Apenas se conocen datos de Ana Jourdain, pero de la correspondencia entre sus amista-des se deduce que su trato no era fácil. Tampoco administraba bien el dinero, según las cartas cruzadas entre sus amistades, en las que se critica el dispendio económico de la dama, incluso en situaciones difí-ciles. Probablemente se casan en París en 1790. Sin embargo, una nue-va boda en 1797 en Madrid y nuevas Capitulaciones Matrimoniales en París han convertido las bodas de Betancourt en el asunto más oscuro de su vida. El tema continúa siendo objeto de investigación, sin pruebas hasta el momento de las diversas opciones que se han propuesto. En la segunda parte del libro D. Juan Cullen Salazar, poseedor de la correspondencia familiar del tinerfeño y buen conocedor de su obra, ofrece una versión muy razonable de los polémicos matrimonios. Ana Jourdain. Retrato de Ana Jourdain, esposa de Betancourt. Museo del Ermitage. De Ciencia y Tecnología en la España Ilustrada. Rumeu de Armas. Ediciones Turner, Madrid, 1980 Agustín de Betancourt y Molina 53 Ana Jourdain poseía una educación esmerada y había sido prepa-rada para un buen matrimonio, circunstancia habitual en las jóvenes acomodadas de la época. Siempre vivió a la sombra de su marido, al que siguió con sus hijos en la frecuente y prolongada itinerancia del in-geniero canario por varios países europeos. A la muerte de Betancourt abandonó Rusia donde no tenía muchas amistades, al igual que en España, y se instaló en París con su hija Matilde. Murió a los 73 años y sus restos descansan en el cementerio de San Luis, el más antiguo de Versalles. Agustín de Betancourt entre dos revoluciones. Nace el « Ingeniero Universal » Agustín de Betancourt y Molina 55 VI. AGUSTÍN DE BETANCOURT Y LOS AVATARES DE LA POLÍTICA Agustín de Betancourt es repatriado « obligatoriamente » a finales de 1791. Desde Diciembre de 1788 en que fue nombrado director del Real Gabinete de Máquinas podía haber regresado a su país y, sin em-bargo, no lo hizo. Está enterado del cambio de talante de su protec-tor Floridablanca ante la deriva extremista del proceso revolucionario francés, y sospecha que las mortecinas « Luces » españolas, que nunca brillaron con suficiente claridad, comenzaban a apagarse. Sin embargo, obedece la orden y regresa. El débil y asustadizo Carlos IV, alarmado por la situación en Francia, había convocado Cortes Generales, y el fu-turo Fernando VII había jurado como Príncipe de Asturias. Se promul-gan Reales Órdenes para evitar la entrada de noticias revolucionarias y España se aísla nuevamente. No era la primera vez. Goya es nombrado pintor de la Corte y muy pronto retrataría a la familia real al completo con gran lucidez psicológica. A su regreso a España, Agustín de Betancourt y su equipo se detie-nen en Lyon, donde visitan una fábrica textil; después en Barcelona, donde estudian la instalación de una draga de su diseño en el puerto, Primera parte: Biografía Biografías d 56 e Científicos Canarios y finalmente en Valencia, cuyas instalaciones industriales visitan. Su último trabajo en Francia junto a su colaborador y segundo hombre del equipo, el competente Juan Peñalver, había sido la redacción de la Memoria Sobre los medios para facilitar el comercio interior, remitida a Floridablanca, en la que se subraya la gran importancia de un buen sistema de comunicaciones para el desarrollo económico. En noviem-bre Betancourt se encuentra en Madrid. Se aloja en el palacio del Buen Retiro y, mientras se ultiman las obras del Real Gabinete, ocupa su tiempo en proyectar una draga de vapor que construirá años más tarde en Rusia; también gestiona los trámites de nobleza para ingresar en la Orden de Santiago, de la que se convierte en miembro por Real Orden en enero de 1792. Por fin, el primero de abril, se abre al público el Real Gabinete de Maquinas para el que tanto había trabajado. Pero su anhe-lo más profundo, la fundación de la Escuela de Caminos, se aplazaría hasta tiempos mejores y su grupo de trabajo se disuelve. Se desilusio-na por la vida « mortecina y lánguida » , según Rumeu de Armas, que arrastraba el Real Gabinete, y sólo se consuela asistiendo a la Academia de San Fernando de cuya Junta forma parte. Trabaja en la comisión para la mejora de la enseñanza de las Artes junto a los maestros Maella, Bayeu y Goya, el último tenaz defensor de la liberalización a ultranza en la pintura, por entonces sometida a cánones estrictamente clásicos. Escuela de Caminos. Palacio del Buen Retiro, sede de la Escuela de Caminos y Canales ( De Ciencia y Tecnología en la España Ilustrada. Rumeu de Armas, Ediciones Turner. Madrid, 1980) Agustín de Betancourt y Molina 57 Recientemente el profesor Antonio Perales Martínez, del Patrimonio Histórico Español, ha certificado la autoría por parte de Goya de un re-trato de Betancourt, ubicado en la Dirección de la Escuela de Caminos madrileña. El torbellino revolucionario francés arrastra a Floridablanca que es sustituido por el conde de Aranda, más cercano a las nuevas ideas, en un estéril intento de Carlos IV por conseguir el exilio de su primo Luis XVI, cuyo procesamiento y juicio era inminente. Las gestiones resulta-ron inútiles: Carlos IV entregó la gobernación del país a Manuel Godoy, un ambicioso miembro de la Guardia Real, favorito de la reina María Luisa, que no poseía la formación suficiente para manejar con éxito la delicada situación española. Su política oscura y sinuosa, siempre a remolque de los acontecimientos, adolecía de una línea clara de actua-ción. No se le catalogaba entre los liberales, aunque coyunturalmente se sirviera de ellos, y sus relaciones con Betancourt, que no pasaron de respetuosas, acabaron muy mal. Godoy utilizaba a las personas en su propio beneficio sin parar en los medios; a menudo intrigaba, prome-tía, sobornaba y engañaba, todo lo contrario a Betancourt, quien, ene-migo de intrigas, exponía directamente sus peticiones y jamás se prestó a ser utilizado. El Valido dispuso de mucho poder y Agustín sufrió en carne propia el mal ejercicio del mismo. Pero el ingeniero no había nacido para estar inactivo y traba-ja en diversos proyectos: en agosto de 1792 revisa los Elementos de Matemáticas de Benito Bails. El trabajo exige sumo cuidado, pues el matemático y académico había dado con sus huesos en una cárcel gra-nadina del Santo Oficio, secreta como todas, donde había permanecido encarcelado de enero a noviembre de 1791 con notable quebranto de su salud. Termina la corrección sin problemas, seguramente pregun-tándose qué extrañas relaciones establecían los inquisidores entre las Agustín de Betancourt y los avatares de la política Primera parte: Biografía Biografías d 58 e Científicos Canarios Matemáticas y el Dogma. Por esa época asiste al nombramiento de su hermano José como Académico de Honor en Bellas Artes y alberga, un tanto ingenuamente, la esperanza de que un comité de la Marina informe favorablemente de una draga de su invención para limpiar los puertos de Cádiz y Cartagena… que el comité desecha por considerar-la ¡ demasiado potente! Pero hay noticias peores: su ex– colaborador Joaquín Abaitúa, en su intento de pasar a Alemania, es interceptado en el camino y su rastro se pierde; en París el pueblo asalta sangrien-tamente el palacio de las Tullerías y se proclama la Comuna; Luis XVI es descubierto en Vincennes cuando intentaba escapar disfrazado de la capital francesa y la Convención vota su destitución y posterior prisión. El camino está allanado para la proclamación de la República, y 1793 se abre con la ejecución en la guillotina de Luis XVI. En Europa cunde el pánico y los ejércitos monárquicos estrechan el círculo sobre Francia, lo que radicaliza aún más la Revolución. Aún quedaría lo peor: el baño de sangre durante El Terror. La vida sigue y Betancourt no permanece inactivo. No puede. Además, no todas las noticias son malas: se le aumenta el sueldo como director del Real Gabinete, y presenta a la Academia de San Fernando unos inge-niosos modelos de madera e hilos para explicar construcciones geomé-tricas; continúa acudiendo con asiduidad a las juntas de gobierno de la Academia; emite un informe sobre el taller de instrumentos físicos y astronómicos del Observatorio del Buen Retiro, otro sobre una fábrica de relojes, con los que estaba tan familiarizado por su amistad con L. Breguet. Pero su desencanto ante el escaso éxito del Real Gabinete es patente. Ha pasado más de un año y Godoy aún no se ha dignado visitar la colección de máquinas, por lo que en julio de 1793 se dirige al valido por carta invitándolo a visitar las instalaciones. Éste acepta por corte-sía y Betancourt, tal vez por intuir desinterés y hostilidad en Godoy, Agustín de Betancourt y Molina 59 piensa en abandonar España. No puede regresar a Francia y estudia la posibilidad de trasladarse a Inglaterra, un país que lo había impactado profundamente por su avanzada industrialización y su gran estabilidad política. Inicialmente envía a su mujer e hijas, que llegan en agosto de 1793, y por fin el 17 de octubre del mismo año se le concede el ansia-do permiso y viaja al país británico para « asuntos del Real Servicio » . En noviembre llega a Londres con el grabador Bartolomé Sureda como ayudante y colaborador. Esta vez, antes de instalarse en Londres, visita muchas ciudades y se asombra de la febril actividad industrial en todas ellas. La máquina es el nuevo ídolo, fetiche adorado, símbolo de los nuevos tiempos, y todo gira en torno a ella. En Inglaterra permanecerá tres años, hasta octubre de 1796. Agustín de Betancourt recibe una pensión complementaria a su suel-do de director del Real Gabinete de Máquinas con la que debe cubrir sus gastos y los de Sureda. El dinero resulta insuficiente porque los gas-tos en materiales para el Real Gabinete, que no se consignaban aparte, eran cuantiosos. Por ello acude al cónsul español en Londres y pide un adelanto de trescientas libras. En 1796, ante la imposibilidad de pa-garlas, solicita a Godoy la condonación de la deuda, a lo que el valido accede no sin reticencias. Su ayudante Peñalver, que había regresado a Madrid, y Clavijo y Fajardo se encargaron en su ausencia de administrar los asuntos del Real Gabinete. Meses antes de su partida, la Convención Republicana había declarado la guerra a España. Son tiempos difíciles para todos con la Revolución radicalizada. Robespierre, que presidía el Comité de Salvación Pública, desencadena el Terror jacobino hasta que es guillotinado junto a decenas de sus partidarios. La orgía de sangre desencadenada por « El Incorruptible » se había cobrado muchas vidas, entre ellas la de Perronet, el director de L’Ecole des Ponts et Chaussées con quien tanto aprendió, y la de Lavoisier, el padre de la Química. Agustín de Betancourt y los avatares de la política Primera parte: Biografía Biografías d 60 e Científicos Canarios Estas noticias y otras, como las graves heridas de su hermano Pablo en el Rosellón y la baja en la Armada de Lanz, lo entristecen. Horrorizado por la radicalización de una Revolución con la que había simpatizado en sus inicios, su espíritu sufre cierta transmutación. Sin abdicar de sus ideas ilustradas, admira cada vez más la estabilidad del sistema político inglés, como se desprende de la correspondencia con su amigo A. Luis Breguet. En una interesante carta fechada en 1794, Betancourt lo anima a establecerse en Inglaterra porque – opina el tinerfeño– « en este país no es posible una revolución a la francesa, el Gobierno toma todas las medidas que cree justas para no exponer a Inglaterra a las mismas calamidades que Francia » . Añade, para terminar de convencerlo, que « puede reunir una gran fortuna en poco tiempo, pues es fácil la venta de al menos seiscientos relojes al año » . En la carta hay detalles interesantes. Por ejemplo, le cuenta que vive en una de las zonas más agradables del extrarradio londinense. « He visto casas muy bonitas situadas al Norte de Londres, a buen pre-cio » – le dice–. Su amigo Breguet se encontraba por entonces en Suiza, su país natal, donde se había refugiado con la ayuda de Marat, del que era amigo. El tinerfeño le aconseja no regresar a París, ni siquiera « se te ocurra acercarte a las fronteras de Francia » . Betancourt rechaza los excesos revolucionarios franceses, pero asimismo repudia la inac-ción y el oscurantismo imperante en España, y a tal respecto se expre-sa con claridad y firmeza. Después de glosar su idílica vida familiar en Inglaterra con expresiones como « veo crecer a mis dos hijas igual que un jardinero ve crecer los árboles que ha plantado » , dice: « Si al-guna idea puede turbar mi descanso, es imaginar que algún día me vea obligado a regresar a España; hago todos los esfuerzos para que ello jamás suceda, o al menos para retrasar mi partida tanto como me sea posible » . Se repite la historia y nuestro biografiado, por diver- Agustín de Betancourt y Molina 61 sas razones, se resiste a regresar a su país. Por esa época interrumpe su correspondencia con España por temor a la censura, muy rigurosa desde el comienzo de la Revolución. Durante la estancia de Betancourt en Inglaterra, el país vive la fie-bre del telégrafo óptico. Breguet había realizado investigaciones al respecto en las que se involucró posteriormente Betancourt, quien le tiene al corriente de los avances en el país británico. En Inglaterra, la comunicación óptica se ha convertido en un asunto de estado, y la no-bleza, encabezada por el duque de York, ha tomado cartas en el asunto. En Francia Claude Chappe ensaya un prototipo entre Lille y París con cierto éxito, y al otro lado del Canal, los ingleses ponen en servicio su propio modelo entre Londres y Deal. Los resultados en ambos países no son muy satisfactorios, por lo que Breguet y Betancourt se animan a presentar un modelo propio. Con anterioridad nuestro personaje había trabajado en sistemas de comunicación eléctrica – según algu-nos biógrafos desde 1787–, pero el escaso desarrollo de la electricidad en esos años – la pila no se había inventado aún y la botella de Leyden era el único dispositivo para almacenar energía eléctrica– hizo invia-bles los repetidos intentos del sabio tinerfeño para alcanzar buenos resultados. El telégrafo óptico Breguet– Betancourt merece el dictamen favora-ble de un comité de sabios elegido por el Directorio en 1796, que elogia la precisión, rapidez en la transmisión de mensajes y economía del inven-to. El comité, integrado por científicos tan importantes como Coulomb, Lagrange, Charles y otros, sugiere comparar los dos sistemas con una práctica de transmisión de señales, a lo que Breguet y Betancourt ac-ceden sin reservas, pero Chappe, temeroso del fracaso, se niega en re-dondo. A pesar de reconocer la menor calidad del invento francés, el Directorio no se decanta a favor del nuevo telégrafo por razones econó- Agustín de Betancourt y los avatares de la política Primera parte: Biografía Biografías d 62 e Científicos Canarios micas, pues el telégrafo de Chappe había sido instalado en la frontera Norte de Francia y desmontarlo para instalar otro, aunque fuese mejor, significaba un desembolso considerable en épocas de penuria econó-mica. Chappe mueve hábilmente los hilos hasta conseguir que en 1797 el Directorio archive definitivamente el telégrafo Breguet– Betancourt. El fracaso del telégrafo óptico en Francia probablemente influye para que Betancourt abandone el país y regrese a España con la esperanza de instalar aquí el nuevo invento. Retomemos el hilo de su estancia en Inglaterra. En febrero de 1795 recibe la noticia del fallecimiento de su padre, D. Agustín de Betancourt y Castro. Cabe pensar en la tristeza que embargó a nuestro personaje. Su padre le había enseñado los primeros rudimentos de Matemáticas y Ciencias, le había inculcado una rigurosa disciplina de trabajo y, nunca podría olvidarlo, lo había introducido en las tertulias ilustradas de La Laguna. En ellas bebió las claras aguas de la Ilustración y quizás se per-cató de que un mundo, el de sus padres y abuelos, estaba en trance de desaparecer, iba a ser sustituido por otro en el que la luz de la razón se-ría la nueva luminaria, la antorcha del progreso. Pero la vida sigue, con sus luces y sombras, y después del natural abatimiento y de un infruc-tuoso intento para que Breguet se instalara en Londres, se dedica con nuevos bríos a la pasión de su vida: inventar. Muy pronto su genio brilla de nuevo y gana en 1795, en concurso público, el premio de la « Society for the Encouragement of Arts, Manufactures and Commerce » por una máquina de cortar hierba que se utilizó con éxito notable. Un año después la « Royal Board of Agriculture » de Whitehall premia dos in-ventos del ingeniero, uno de ellos una máquina para moler sílex. Por supuesto, continúa reuniendo máquinas para el Real Gabinete, y a tal fin emprende continuos viajes por Inglaterra, consciente de encontrar-se en el país del maquinismo. Agustín de Betancourt y Molina 63 Betancourt se ha convertido en un personaje famoso en Europa y se habla de él con admiración en muchos países; también en la otra ori-lla del Atlántico. El gobernador de Cuba, Luis de Las Casas, solicita a Carlos IV los servicios del sabio para instalar máquinas de vapor en los trapiches azucareros, hasta el momento movidos por bueyes y esclavos negros. También el conde Mopox, propietario de la empresa del mismo nombre en la isla caribeña, se interesa por sus servicios y consigue, tras un forcejeo con el gobernador cubano, que Betancourt y su ayudan-te Sureda sean nombrados técnicos de la empresa, con orden expresa de reunir instrumentos científicos y embarcar rumbo a Cuba desde La Coruña. El interés de los empresarios azucareros – los llamados sacarócra-tas– para que Betancourt viaje a Cuba se ve facilitado por un aconte-cimiento inesperado: En agosto de 1796 estalla la guerra entre España e Inglaterra y los súbditos de ambos países son expulsados. Pero Betancourt, de nuevo, se muestra reticente a regresar a España. No hay fecha fija para su viaje a Cuba y solicita permiso para trasladarse a Francia, que en principio le es denegado. Finalmente, en octubre de 1796 consigue salir de Inglaterra con Sureda hacia París. Betancourt se entrevista con Breguet y ambos retoman la construcción del telégrafo óptico, por entonces la obsesión de los dos inventores. En enero de 1797 Betancourt no puede demorar más su estancia en Francia y nombra apoderado a su amigo Breguet para que vele por sus intereses en dicho país. Antes de abandonar Francia y fruto de su ingente trabajo, de su capacidad para desdoblarse y acometer tareas diversas, re-cibe con satisfacción una buena noticia: se le concede la patente para ex-plotar comercialmente una prensa hidráulica que mejora la del ingeniero inglés Bramah. Inmediatamente se pone en contacto con el constructor Périer y la máquina es pronto una realidad comercial. Agustín de Betancourt y los avatares de la política Primera parte: Biografía Biografías d 64 e Científicos Canarios En febrero de 1797 Betancourt regresa a Madrid en compañía del grabador Sureda. En España las fuerzas del Antiguo Régimen, repuestas de la conmo-ción revolucionaria, se muestran agresivas. En la frontera, los libros y material científico de Betancourt y Sureda son retenidos sin explica-ción alguna. Ya en Madrid se entera Betancourt del veto interpuesto por el Santo Oficio a la Ley Agraria de Jovellanos, y los comentarios en los círculos cortesanos son pesimistas. La fundación de las repúblicas Ligur y Cisalpina en el Norte de Italia alarma a algunos, y la marcha de Napoleón sobre Viena presagia tiempos tormentosos. Son los pri-meros intentos de Bonaparte, por entonces un general al servicio del Directorio, para erigirse en árbrito de Europa. En abril de 1797 Betancourt embarca rumbo al Caribe en el bergan-tín « Infante » , pero en su destino estaba escrito que jamás pisaría tie-rras americanas: la fragata inglesa Boston apresa al navío español cerca de las islas Cíes y se incauta de los instrumentos científicos a utilizar en Cuba, además de los libros personales del tinerfeño. Los viajeros son desembarcados en Lisboa y en junio regresan a Madrid. Un mes más tarde Betancourt se entrevista con Godoy, quien le encarga reponer los instrumentos incautados, pues a pesar del incidente, el valido no re-nuncia a que el tinerfeño trabaje en Cuba. Betancourt se anima ante la posibilidad de viajar nuevamente a Francia, pero antes debe reponer su maltrecho patrimonio y solicita importar de Caracas mil fanegas de cacao libres de impuestos. Se le otorga tal privilegio, además de una pensión complementaria a su sueldo de director del Real Gabinete; de ese modo espera que su situación económica en el extranjero no sea tan precaria como en otras ocasiones. Antes de viajar a Francia se entera de un acontecimiento que a buen seguro lo perturba: Horacio Nelson ataca Tenerife en la madrugada del 25 de julio y, aunque sus oficiales Agustín de Betancourt y Molina 65 consiguen desembarcar dos centenares de soldados en las playas de Santa Cruz, pierde un brazo en la incursión y sus tropas, atrincheradas absurdamente en un convento del entonces modesto pueblo santacru-cero, se rinden a las milicias tinerfeñas. Betancourt se dedica a reponer el material para otro viaje a Cuba, terminando su trabajo en julio de 1798. Sin embargo, ya no está intere-sado en trasladarse a la Isla antillana sino en instalar el telégrafo óptico en España, un deseo compartido por el ministro interino de Estado, Mariano Luis de Urquijo, amigo personal suyo. A finales de diciembre Betancourt se encuentra nuevamente en Madrid. Se anula su viaje a Cuba y por Real Orden se habilitan talleres para la construcción de una línea telegráfica entre Madrid y Cádiz. Su valedor, Urquijo, había con-seguido que la Tesorería Mayor librara mensualmente doscientos mil reales para la construcción del telégrafo óptico. En 1799 tiene lugar un suceso político de gran importancia: el ya fa-moso general de la República, Napoleón Bonaparte, que regresaba victo-rioso de su campaña en Egipto, es proclamado Primer Cónsul mediante un golpe de estado preparado hábilmente por su hermano Luciano, el 18 de Brumario. El golpe significa el final formal de la Revolución. Se recrudecen los conflictos bélicos en Europa y sus campos se tiñen de sangre durante el agitado periodo de las guerras napoleónicas. Nuestro inventor se encuentra por entonces completamente absorbido en cons-truir la línea telegráfica Madrid– Cádiz, sin sospechar que en poco tiem-po graves acontecimientos influirán decisivamente en su vida. Durante 1799 y la mitad de 1800 la influencia de Betancourt es con-siderable. Éste, como siempre, no se dedica a un solo trabajo y, posi-blemente acuciado por la necesidad de dinero, prueba a convertirse en empresario y adquiere de la Corona una fábrica de algodón en Avila. Inyecta mucho dinero en modernizarla con la intención de explotar co- Agustín de Betancourt y los avatares de la política Primera parte: Biografía Biografías d 66 e Científicos Canarios mercialmente las máquinas textiles de su invención. Mientras tanto, no olvida su viejo sueño de fundar la Escuela de Caminos y maniobra hábilmente para conseguir su propósito. Consigue la reorganización, por Real Orden, de la Inspección General de Caminos y Canales, cuyo equipo designa, y se le ofrece la dirección del mismo, pero el ingeniero no la acepta porque la instalación del telégrafo óptico y su dedicación a la fábrica de Ávila no le dejan tiempo libre. Es la primera vez que re-chaza un cargo. La nueva centuria se abre con la elección de un nuevo papa, Pio VII, y en virtud de la Union Act inglesa se crea el Reino Unido de Inglaterra e Irlanda como nueva entidad política. Napoleón vence a los austriacos en Marengo, y el italiano Volta inventa la pila, en principio una curiosi-dad más de laboratorio que pasa desapercibida. En años sucesivos este invento haría realidad los primeros circuitos eléctricos. La influencia de Betancourt se incrementa hasta que una ma-niobra política le afecta de lleno en sus proyectos: Urquijo cae junto a Jovellanos, el último acusado por el Santo Oficio de introducir en España el Contrato Social de Rousseau. La consecuencia más grave es la inesperada negativa del Secretario de Hacienda, Cayetano Soler, a suministrar más fondos para el telégrafo óptico, argumentando la ca-restía del proyecto y los malos tiempos que corren. Fin de un sueño que el ingeniero creyó convertir en realidad, y nueva frustración. El ambi-cioso proyecto queda limitado a la construcción de cuatro estaciones entre Madrid y Aranjuez. Decididamente, el telégrafo óptico había na-cido bajo la influencia de una mala estrella. La alternancia entre ilustrados y conservadores era el resultado de la política sinuosa y cambiante de Godoy, cuyo objetivo primordial fue siempre sobrevivir políticamente. Una vez terminada la desastrosa guerra contra Francia, con la firma del pacto de San Ildefonso, el pres- Agustín de Betancourt y Molina 67 tigio del valido queda seriamente dañado ante la Corona y, para recon-quistar el favor regio, cambia pendularmente de política colocando en el Gobierno a un grupo de ilustrados, entre los que figuran Francisco Cabarrús, embajador en Francia, Jovellanos, Secretario de Gracia y Justicia, y otros. Pero los conservadores no se cruzaron de brazos y juegan sus bazas sin detenerse en los medios a emplear. Jovellanos, especialmente odiado en los círculos más conservadores, « enferma » misteriosamente con desórdenes intestinales, posiblemente debidos a un envenenamiento, que tardan más de un año en curar. Un oscuro per-sonaje llamado Antonio Caballero, que se había ganado el favor de la veleidosa reina María Luisa, hace y deshace a su antojo mientras Godoy permanece en la sombra. Carlos IV, en un raro gesto de independencia, nombra a Mariano Luis de Urquijo Secretario de Estado. Pero Urquijo, destacado volteriano, y algunos otros supervivientes que gozaban del favor regio eran simples islotes en un mar de conservadurismo y no tardan en caer en desgracia. Una vez más se puso de manifiesto la de-pendencia extranjera de la política española. Esta vez fue el papa Pío VII quien, seguramente bien informado por la Inquisición, pide direc-tamente a Carlos IV la destitución de Urquijo, que sufre prisión inqui-sitorial durante año y medio, totalmente incomunicado, en una cárcel San Petersburgo. La ciudad de San Petersburgo en el golfo de Finlandia, segunda mitad del siglo XVIII. ( SGE, Rusia 77) Agustín de Betancourt y los avatares de la política Primera parte: Biografía Biografías d 68 e Científicos Canarios de Pamplona. Sin embargo, el breve periodo en que Urquijo ejerció la Secretaría de Estado fue clave para agilizar la puesta en marcha de la Escuela de Caminos. Pedro Cevallos, un primo de Godoy nombrado nuevo Secretario de Estado, también se mostró receptivo al proyecto. Entre la tristeza de ver caer a sus amigos y la anulación del ambicio-so programa de comunicaciones, nace su tercera hija, Matilde, en 1801. Su hermano Marcos trabajaba por entonces en la fábrica de Ávila, pero a pesar del desembolso para su modernización, los resultados econó-micos son malos y Betancourt se ve imposibilitado de pagar los plazos anuales convenidos con la Corona. La deuda es cuantiosa y, por si fuera poco, debe reintegrar al Tesoro el dinero sobrante de la interrumpida línea telegráfica. Acuciado por las deudas, escribe a su amigo Breguet autorizándolo para la venta de algunas propiedades en Francia, y acep-ta el cargo de Inspector General de Caminos y Canales. Betancourt emprende continuos viajes por la Península, a veces ago-tadores. Se ocupa en rehacer obras hidráulicas semiabandonadas o en mal estado, como el Canal de Castilla, inspecciona vías de comunica-ción y proyecta nuevas obras. Una Memoria titulada Noticia del estado actual de los caminos y canales de España, causa de sus atrasos y de-fectos, y medios de remediarlos en adelante da pormenorizada cuenta de su labor en estos años. Un desgraciado accidente en Lorca, la rotura de una presa que ocasiona la muerte de más de 600 personas, provoca la destitución de su constructor. Betancourt es designado para arreglar la presa, labor que le llevará mucho tiempo y que al final delegará en su brillante discípulo Rafael Bauzá. Con motivo del desastre de Lorca, Betancourt propone tecnifi-car todas las obras públicas. Ello sólo era posible en el marco de una entidad estatal, la tan ansiada Escuela de Caminos, que por fin, tras diez años de espera, nace en octubre de 1802. El Real Gabinete Agustín de Betancourt y Molina 69 de Máquinas se integra en ella y Agustín de Betancourt es designado Director. Es un momento ilusionante en la vida de nuestro personaje, que se ve resarcido de las frustraciones pasadas. Él mismo se encarga de elaborar el plan de estudios y decide las materias a cursar durante dos años: mecánica, hidráulica, dibujo, materiales, máqui-nas, puentes… Se traducen y editan la Geometría descriptiva de Gaspar Monge, uno de sus maestros parisi-nos, y el Tratado de Mecánica elemental de L. B. Francoeur. Betancourt busca a los mejores profesores: reclama a Lanz, por entonces en París, como profesor de Matemáticas; a los ex– miembros de su equipo Juan de Peñalver, José Chaix… La relación con Joseph Lanz fue especialmente fructífera, pues durante el magisterio del matemático mexicano, desde 1802 a 1805, ambos redactaron gran parte del Ensayo sobre la composición de las máquinas, obra pionera en su género. Se escribió en francés, proba-blemente porque su edición en Francia sería más rápida y fácil que en España, donde funcionaba la censura inquisitorial incluso para los li-bros de ciencias. La monumental obra se publicó por primera vez en París en 1808, cuando ya Betancourt residía en Rusia. Traducida rápi-damente al inglés y al alemán, figuró durante medio siglo como libro de texto en las Escuelas de ingeniería europeas. Durante 1803 un episodio degrada las relaciones entre Godoy y Betancourt. El primero poseía en la vega de Granada una finca, « El Alejandro I. Retrato del zar Alejandro I. ( PGUPS) Agustín de Betancourt y los avatares de la política Primera parte: Biografía Biografías d 70 e Científicos Canarios Soto de Roma » , donada por Carlos IV, que en tiempos pasados los reyes nazaríes mimaron en absoluta sintonía con la Naturaleza. El nombre de la finca no se refiere a Roma sino a « romiya » , que en árabe significa cristiano. La propiedad sufrió un notable cambio medioambiental de-bido a las inundaciones del río Genil, provocadas por la deforestación a que fue sometido el terreno en el cauce alto del río. Godoy comisiona a Betancourt para atajar las inundaciones y éste, después de señalarle claramente las causas, recomienda cesar con la tala de árboles – Godoy estaba interesado en la producción de cáñamo– y recomienda otras ac-ciones, como dejar de cultivar el curso alto del río y restituir la pendien-te del mismo para evitar el desbordamiento de las aguas. Asimismo, proyecta diversas obras hidráulicas de corrección de márgenes que son ejecutadas por su discípulo Rafael Bauzá en el periodo 1803– 1805. Godoy no estaba de acuerdo con las soluciones propuestas por Betancourt y sustituye a éste y a Bauzá por otros ingenieros más dóciles en Octubre de 1805, fecha fatídica para España, pues la flota franco– es-pañola es destrozada por los ingleses en la batalla de Trafalgar, episodio que consagraría la supremacía británica sobre los mares durante más de un siglo. La magnitud de la derrota es grande y sus consecuencias importantes al quedar las colonias de ultramar sin protección suficien-te, lo que explica en parte los procesos independentistas de las colonias americanas. Probablemente los años 1803– 1807 son los más problemáticos para Agustín de Betancourt, acuciado por problemas de diversa índole. A pesar de su gran influencia y de ostentar importantes cargos, como la Inspección General de Caminos y Canales, la dirección de la Escuela de Caminos y la Intendencia del Ejército, la política española, cada vez más satelizada por Francia, lo inquieta por encima de todo. En 1804 se titula la primera promoción de la Escuela, pero el año siguiente Lanz Agustín de Betancourt y Molina 71 la abandona por desavenencias con Betancourt, a quien acusa de in-vadir sus competencias. A pesar de las desavenencias, continuarán colaborando en la redacción del Ensayo sobre la composición de las máquinas. En noviembre de 1805 nace en Madrid Alfonso, el único hijo varón de sus cuatro descendientes. Seguiría la carrera militar en Rusia, donde moriría sin descendencia. Como triste contrapartida, su herma-no Marcos enferma gravemente en diciembre y muere a principios de 1806 en Madrid. Agustín de Betancourt y los avatares de la política Agustín de Betancourt y Molina 73 VII. TIEMPOS BORRASCOSOS. EL ADIÓS A ESPAÑA En 1806 Betancourt piensa abandonar definitivamente España. Sólo lo retiene la fábrica de Ávila, en la que había invertido mucho dinero con pésimos resultados. En abril de 1806 no prospera la negociación para liquidarla, y como desea deshacerse de ella a toda costa otorga un poder a un amigo, Ingram Binns, para que la administre. Afortunadamente, en marzo de 1807 éste compra la fábrica, y la liquidación del negocio le permite reunir medio millón de reales, mucho menos de lo que había invertido, con los que pudo afrontar la vida de su familia en el extran-jero. En efecto, su esposa e hijos habían emprendido viaje a Francia un año antes, y Betancourt había firmado un poder a Sureda para que le administren sus bienes. En mayo de 1807 abandona definitivamen-te el país en un ambiente enrarecido. El Príncipe de Asturias, futuro Fernando VII, conspiraba abiertamente contra su padre aprovechando la creciente impopularidad de Godoy, totalmente sometido a los pla-nes de Napoleón. Éste, emperador desde 1804, se había convertido en árbitro de la política europea. De victoria en victoria ( Austerlitz, Jena, Eylau), desbarata todas las coaliciones contra Francia. Sólo Inglaterra, que las auspicia, escapa a su control, por lo que el Emperador, des- Primera parte: Biografía Biografías d 74 e Científicos Canarios pués de la derrota de Prusia y su entrada en Berlín, de-creta el bloqueo continental contra los ingleses en 1806. Esto significa que serán in-vadidos todos los países que comercien con Inglaterra, entre ellos Portugal. Rusia, también derrotada, firma la paz de Tilsit ( 1807) y se une al bloqueo continental. Betancourt está al corriente de estas noticias y sospecha que, más tem-prano que tarde, España se convertirá en campo de batalla. Pero, con ser el panorama internacional muy delicado, lo más visible – y sufri-ble– era la propia situación interna española. Después del desastre de Trafalgar una ola de pesimismo había invadido el país, y las críticas contra Godoy, al que el pueblo responsabilizaba de la derrota, habían arreciado. El valido no controlaba del todo la situación política, cada vez más combatido por el partido fernandino, y el desgobierno era la tónica dominante. Así parece desprenderse de la correspondencia con fecha 26- 10- 1807 entre Luisa Sureda, esposa de Bartolomé Sureda, y sus amistades, cuando la primera escribe desde España a un matrimo-nio francés: « El Señor Betancourt os habrá informado del pobre es-tado en que se encuentran los empleados del Rey, que no cobran sus sueldos y, a pesar de sus cargos, se ven forzados a llevar una vida miserable… » ( En esa época Betancourt había abandonado España definitivamente y se encontraba en París). Draga. Draga para limpiar el puerto de Kronstadt ( PGUPS) Agustín de Betancourt y Molina 75 El párrafo, a pesar de su brevedad, es muy significativo: nada menos que los empleados del Rey – los funcionarios de entonces– no cobraban sus sueldos. El texto revela el práctico desmoronamiento de un Estado, que naufragaba como un barco sin timonel en plena tempestad. Godoy, mientras, continúa acumulando cargos cegado por la in-sensata prepotencia del poder. Tampoco se recataba en vender títulos nobiliarios ni abdicaba de sus sueños, alimentados por Napoleón, de segregar una parte de Portugal para erigirse en rey de un nuevo estado. No es de extrañar, pues, que Betancourt temiera por su seguridad y la de su familia, a tenor de lo expresado en una carta a su hermano José, escrita dos años después desde San Petersburgo, de la que se reprodu-cen algunos fragmentos: « Desde que observé la enemistad que reinaba en España entre el Príncipe de Asturias ( futuro Fernando VII) y Godoy, supuse que debía haber una revolución en España y que en tal caso era necesario, para no perecer con mi familia, bus-car un asilo en un reyno extranjero en que ponerla a salvo, y me pareció que la Rusia debía ser el más a propósito » En un país en tales condiciones, las dificultades económicas de Betancourt se agravaron. La misma Luisa Sureda se refiere a ellas cuan-do escribe en marzo de 1805: « Con respecto al Señor Betancourt, no sé qué deciros, pues no comprendo en absoluto su manera de vivir: nunca tiene dinero, debe mucho y, a pesar de ello, los gastos de su casa aumentan de día en día… Todo el dinero sale de la fábrica ( se refiere a la de Ávila), que se comen poco a poco… » A pesar de los malos tiempos, el matrimonio despilfarraba. Luisa Sureda siente cierta envidia por la vida social de los Betancourt cuando, refiriéndose a su marido Bartolomé, escribe con fecha 23– 06– 1806: Tiempos borrascosos. El adiós a España Primera parte: Biografía Biografías d 76 e Científicos Canarios « Su única persona de confianza es Betancourt, con quien no puede alternar por el género de vida que éste lleva… Bartolomé es, al fin y al cabo, un simple artista… Estoy completamente seguro de que el alejamiento de Betancourt de mi marido no se debe a ningún sentido de superioridad, sino a que Bartolomé no puede gastar como otros… Y termina diciendo: « … Cuando viaje a París ( Betancourt) os hablará en deta-lle de nosotros y de su fábrica » . La fecha de la carta, junio de 1806, corrobora que por entonces Betancourt pensaba abandonar España. Sin embargo, a pesar de lo ma-nifestado a su hermano José, el ingeniero tinerfeño no había decidido en 1806 a qué país exiliarse, aunque su predilección por Francia, donde se había formado y tenía buenos amigos, era grande. El Gobierno francés estaba interesado por los servicios del ya celebérrimo ingeniero, como lo demuestra la entrega por parte de Betancourt de los planos de una draga portuaria a un ministro del Gobierno Imperial. Además, tenía pendiente de publicación del libro de máquinas con J. Lanz , así como la presentación de la Memoria de la esclusa de émbolo buzo, inventada por el tinerfeño en 1801. Los hechos comprobados son que Betancourt abandona España con permiso regio para, en principio, reunirse con su familia en Francia y terminar los trabajos pendientes. Pero en octubre de 1807 viaja inesperadamente a Rusia, donde es recibido por el Zar en audiencia privada, un privilegio reservado sólo a los embajadores y mi-nistros. Por entonces, la valía de Betancourt era conocida por Alejandro I, quien lo invita a visitar algunas instalaciones industriales en el pri-mer trimestre de 1808. Aunque recibió generosas ofertas por parte del Zar, Betancourt no se compromete y regresa a Francia en mayo. Allí se entera de los trágicos sucesos madrileños del 2 y 3 de mayo, y profun- Agustín de Betancourt y Molina 77 damente conmovido reanuda la negociación con Alejandro I a través de la embajada rusa en París. El acuerdo se cierra en septiembre de 1808 en la ciudad alemana de Erfurt, coincidiendo con el encuentro entre Napoleón y Alejandro I. En la entrevista entre Betancourt y el Zar, el primero se compromete a trabajar en Rusia e ingresa en el ejército de aquel país con el grado de Mayor General. Dejemos al propio Betancourt hablar de las razones que lo impulsa-ron a prestar sus servicios en Rusia, continuando con la carta a su her-mano José. … « Fui observando la tempestad y luego que Napoleón pi-dió tropas a España, y le dieron las que condujo el Marqués de la Romana, me pareció que ya era tiempo de salir de allí; y como en aquel tiempo se alejaba de la Corte todo in-dividuo que gozaba de una cierta consideración, se me con-cedió licencia para viajar al instante que la pedí. Dejé mi familia en París y vine aquí, como dicen a tantear el vado, y fui perfectamente recibido del Emperador, que me hizo por tercera mano proposiciones muy ventajosas si quería entrar a servirle. Sin embargo, nada admití ni rehusé y to-mando el pretexto de querer consultar con mi familia, volví a París » Betancourt salió de España en mayo de 1807, cuando era inminente la entrada de tropas francesas que, en teoría, deberían pasar a Portugal. Pero aquellas tropas perfectamente equipadas, que entraron en España en septiembre de 1807 al mando del mariscal Junot, se disponían a ocu-par la Península Ibérica en su conjunto, como muy pronto se demostró. En cuanto al Gobierno, resulta elocuente el comentario del tinerfeño « se alejaba de la Corte todo individuo que gozaba de una cierta con-sideración » , que refleja el descrédito y la inseguridad imperantes. Sin Tiempos borrascosos. El adiós a España Primera parte: Biografía Biografías d 78 e Científicos Canarios embargo, y como él mismo afirma, su decisión definitiva aún no había sido tomada hasta su llegada a París, procedente de Rusia, según mani-fiesta en la misma carta. « Alli supe a mi llegada la abdicación de la Corona de Carlos IV y la venida a Bayona de Fernando VII. Luego en que se formó la famosa junta en que despojaron a éste de la Corona, no queriendo verme expuesto a servir al Rey intruso, tomé el partido de venirme aquí con mi familia, compuesta de mi mujer, tres hijas y un chico, cuyos indivi-duos conservo en el día » . En España y otros países la invasión francesa dividirá a la pobla-ción en dos sectores, la de los patriotas y la despectiva de los afran-cesados. Los primeros se subdividieron a su vez en dos facciones: una se nutría en su mayoría de las clases populares bajas y fueron aleccionados por gran parte de la nobleza y el clero más reaccionario – muchos guerrilleros eran sacerdotes en la guerra de Independencia–. Contribuyeron a restituir el Antiguo Régimen que tanto los había oprimido y recibieron a Fernando VII, el rey más cruel y grotesco de nuestra historia contemporánea, con el incomprensible grito de « vivan las caënas » . También eran patriotas y lucharon codo a codo con los primeros los constitucionalistas de Cádiz, el sector progre-sista que alumbró la Constitución de 1812. En cuanto a los llamados San Isaac. Catedral de San Isaac, San Petersburgo ( PGUPS) Agustín de Betancourt y Molina 79 « afrancesados » , casi por lo general pertenecientes a la élite cultural y progresista, jugaron de buena fe la carta liberal de José I, segura-mente con graves quebrantos de conciencia. Apostaron por el acci-dentalismo monárquico, convencidos de que al fin y al cabo todos los reyes son impuestos, y prefirieron un rey liberal animado de buenas intenciones, que traía bajo el brazo el Estatuto reformista de Bayona, al intrigante y reaccionario Fernando VII. Su suerte fue diversa y la mayoría terminaron exiliados, como Moratín, José Lanz y el mismo Goya. Agustín de Betancourt, aunque seguramente se planteó el angustio-so dilema entre patriotas y afrancesados ilustrados, optó por otra vía, la de emigrar a Rusia, tal vez convencido de que las guerras napoleó-nicas no llegarían a un país tan lejano, pero se equivocó. Aunque todos sus retratos lo muestran ataviado con uniforme militar, jamás consta que participara en contienda alguna. Su guerra particular la libró en los frentes de la invención, en conseguir mediante la técnica mejoras sustanciales para un país, Rusia, donde prácticamente todo estaba por hacer. Columna de Alejandro I. A. R. De Montferrand. París, 1836. ( PGUPS) Tiempos borrascosos. El adiós a España Agustín de Betancourt y Molina 81 VIII. RUSIA EN LOS TIEMPOS DE AGUSTÍN DE BETANCOURT Para comprender mejor la realidad social, política y económica del enorme país euroasiático conviene remontarse a su formación. A dife-rencia de la invasión árabe en España, culturalmente muy importante, la de los mongoles en Rusia significó un notable estancamiento en todos los órdenes. El establecimiento y consolidación de la monarquía rusa fue lenta y costosa, y apenas contó con el importante movimiento dinamiza-dor del Renacimiento que afectó, en mayor o menor medida, a los países occidentales. A principios del siglo XVI el principado de Moscú constituía el germen más importante de la futura Rusia, pero los poderosos boyar-dos, señores feudales, eran los auténticos dueños de la situación y vivían prácticamente independientes en sus dominios. Iván IV el Terrible, consi-derado el primer Zar – una derivación del Caesar latino–, consiguió domi-narlos utilizando métodos expeditivos. Con él se inicia el expansionismo ruso en base a sucesivas conquistas por el Norte, hasta el Báltico, y por el Sur a costa de los turcos. Pedro I « El Grande » , coronado emperador en 1689, está considerado como el fundador del Imperio ruso, no sólo por la importancia de sus conquistas sino por la obligada europeización a Primera parte: Biografía Biografías d 82 e Científicos Canarios que sometió a sus súbditos. Sus sucesores no continuaron su obra y Rusia entra en un periodo de anarquía, con frecuentes intrigas, hasta Catalina II, esposa del débil Pedro III al que encerró en una fortaleza donde « mue-re » misteriosamente. Catalina, también adjetivada « La Grande » , retoma la obra de Pedro I y extiende el Imperio a costa de Polonia y Turquía. Gobernó en los tiempos de la Ilustración y admiraba la obra de los enci-clopedistas, pero el estallido de la Revolución Francesa la hizo retornar a las formas autocráticas de gobierno. Le sucedió en 1796 su hijo Pablo I, un gobernante despótico y desequilibrado que terminó asesinado, víctima de una conspiración palaciega. Alejandro I, hijo del zar asesinado, goberna-ba el Imperio cuando Agustín de Betancourt llega a San Petersburgo. La población rusa superaba en aquellos tiempos los treinta millones de habitantes, mayor que la de Francia, y se había duplicado en cien años, en parte por la anexión de nuevos territorios. Su composición, bien distinta a la de los países occidentales, resulta clave para comprender la futura evolución política del enorme país. El 90% de la población estaba cons-tituida por campesinos adscritos a la tierra, siervos sujetos a la compra-venta junto a las propiedades en que trabajaban; el 7% correspondía a la nobleza más ociosa y derrochadora, y sólo un minúsculo 3% de la pobla-ción pertenecía a la clase media burguesa, a gran distancia de los países occidentales, por lo que no resulta difícil comprender la persistencia del régimen feudal más absoluto. La abolición de la servidumbre tuvo lugar bien entrado el siglo XIX y fue más nominal que efectiva. Con esta atrasada sociedad, muy dispar y desfasada en relación a las de los países occidentales, se encontró el protagonista de nuestra historia. Agustín de Betancourt y Molina 83 Feria Niznhi Nóvgorod. Plano de la feria del mismo nombre. ( ACEHR) Rusia en los tiempos de Agustín de Betancourt Agustín de Betancourt y Molina 85 IX. NACE UN NUEVO PERSONAJE: AGUSTÍN AGUSTINOVICH DE BETANCOURT Y MOLINA En noviembre de 1808 Agustín de Betancourt trabaja en San Petersburgo adscrito al Departamento de Vías de Comunicación, del que es nombrado Inspector con un sueldo mensual de veinticuatro mil rublos que pronto se duplicaría con creces. Un alto funcionario del Departamento, el general e ingeniero holandés F. De Wolant, re-conoce su valía y lo califica de fenómeno. Sin embargo, las relaciones iniciales entre ambos no fueron fáciles. El ingeniero canario llegaba a un departamento anquilosado donde trabajaban viejos funcionarios, algunos con más de cuarenta años de servicio pero sin la preparación adecuada y desconocedores, en gran parte, de las modernas técnicas que Betancourt tan bien dominaba. De Wolant se queja abiertamente cuando escribe en sus memorias: « Si merecíamos un castigo por ser incapaces y que nos dirigiera el Director General y sus jóvenes escri-bientes, debieron habernos escuchado y tomado esa decisión antes de someternos al control de un extranjero, que llegó predispuesto contra los viejos servidores de la Corona, a los cuales le presentaron como unos ignorantes. » Primera parte: Biografía Biografías d 86 e Científicos Canarios Las declaraciones del ingeniero holandés reflejan la escasa eficacia del Departamento de Vías de Comunicación. El Director General al que se refiere era el príncipe Oldenburg, una persona de nula competencia profesional que sólo por ser noble ostentaba el cargo, circunstancia ha-bitual en Rusia. De Wolant, que más adelante lo sustituiría, tenía mayor rango que Betancourt, pero éste dependía, en su calidad de Inspector General del Cuerpo, directamente del Zar. Era una situación un tanto peculiar, pues el ingeniero tinerfeño, además de ostentar la Inspección del Cuerpo, formaba parte de un consejo decisorio sobre las obras a realizar, encabezado por De Wolant, y muy pronto éste comprobaría la valía del tinerfeño, con gran iniciativa en las reuniones y que, según el holandés, siempre llevaba la voz cantante. San Petersburgo, emplazada a ambas orillas del río Neva, había comenzado a construirse en tiempos de Pedro el Grande cien años atrás. La ciudad continuaba su expansión cuando Betancourt se ins-taló en ella, y por su ubicación y características, al igual que suce-de con Amsterdam y Venecia, posee una importante red de canales. Betancourt los inspecciona y descubre muchas deficiencias. El canal más importante, Vysnhi Volochok, no bastaba para permitir el paso de los 1700 barcos que, según relata A. Bogoliúbov, se apiñaban ante las esclusas, por lo que Betancourt propone reconstruirlas íntegramente. El Consejo se niega inicialmente, abrumado por la magnitud de la obra, y De Wolant reconocería años más tarde que la decisión fue equivoca-da. San Petersburgo, la entrada europea de Rusia y puerta abierta al mar Báltico, se encontraba colapsada hasta que Betancourt, años más tarde, acometió las obras necesarias. Consciente de la necesidad de un Centro que formara ingenieros bien cualificados, consigue que se cree el Cuerpo de Ingenieros de Vías de Comunicación, inspirado a medias en L’École des Ponts parisina y la Escuela de Caminos madrileña. Al Agustín de Betancourt y Molina 87 igual que en España, redacta el plan de estudios que, en comparación con el español, duplica el tiempo para la obtención del grado de inge-niero, que establece en cuatro años. Las clases se impartían en ruso y francés, y en el equipo de profeso-res figuraban importantes ingenieros galos, muchos de los cuales aca-barían por establecerse definitivamente en Rusia. El nuevo Instituto se ubicó en una residencia adquirida al príncipe Yusúpov, y el mismo Betancourt se instaló con su familia en dependen-cias del edificio. ¿ Cómo vivía la familia Betancourt? Por lo que respecta a Agustín, el Zar imparte instrucciones para que el ingeniero lo visite sin ser anunciado, coma con él cuando le plazca y otros privilegios. Muy pronto le llueven obsequios y distinciones: al año de su estancia en Rusia ostenta el grado de Teniente General, y poco después recibe la medalla de Alejandro Nevsky, la segunda en importancia del Imperio. También recibe un retrato del zar guarnecido de diamantes. En cuanto a su esposa e hijos, no hay muchas noticias. Viguel, un ingeniero que trabajó con el tinerfeño, manifiesta en sus memorias la natural antipatía de Ana Jourdain. No era nada nuevo, tampoco en España y Francia la inglesa gozaba de muchas simpatías. En cuanto a las hijas dice que, afortunadamente, no se parecían a su madre. Su edu-cación se enmarcó en los patrones convencionales de una época en que las jóvenes de clase media alta recibían una formación exclusivamente orientada al matrimonio. Estudiaron música ( tocaban el arpa y el pia-no) y, siempre según Viguel, estaban dotadas para el dibujo, habilidad que habían heredado de su padre. La mayor, Carolina, no había cum-plido los 19 años, y la menor, Matilde, tenía sólo 15. Alfonso por aquel entonces era un niño. Resultan asombrosos los comentarios de Viguel para una mentalidad actual cuando, al hablar de Carolina, dice que « ya Nace un nuevo personaje: Agustín Agustinovich de Betancourt y Molina Primera parte: Biografía Biografías d 88 e Científicos Canarios empezaba a perder su belleza y a marchitarse » y que si bien Adelina asombraba a todos por su hermosura, « sólo Matilde, con quince años, cautivaba con su beldad, mientras que las dos mayores habían reba-sado esa breve época en que la cruel naturaleza concede belleza » . Agustín de Betancourt se convirtió en un funcionario muy bien pa-gado que gozaba de la confianza del Zar Alejandro I. El trabajo desple-gado por el infatigable ingeniero y el éxito en sus empresas lo hacían acreedor a la confianza depositada. El mismo Betancourt habla de su vida en su correspondencia familiar, cuando escribe a su familia tiner-feña en estos términos: « Yo vivo feliz, alegrándome cada vez más de haber tomado el partido de venir a servir a este magnánimo Soberano, quien me distingue de un modo, que no me deja nada que desear. » Anécdotas aparte, la inventiva y versatilidad del ingeniero tinerfeño debió impresionar a Alejandro I. Muy pronto el ingeniero demuestra su valía en Tula, donde existía una fábrica de cañones. La fábrica se había quedado obsoleta porque la fuerza hidráulica se mostraba insuficiente para el taladrado de grandes cañones. Betancourt sustituye las insuficientes máquinas hidráulicas por otra de vapor, ca-paces de taladrar cañones más potentes. Sólo las noticias de España lo entristecían, y la victoria española de Bailén, que asombró al mundo, había sido un simple espejismo. El mismo Emperador había entrado en Madrid con nuevos refuerzos para reponer en el trono español a su hermano José, y la situación parecía totalmen-te favorable a los franceses en 1809, con los patriotas constitucionales arrinconados en Cádiz. Sólo el desembarco del cuerpo expedicionario inglés al mando del general Wellington invertirá a la larga la situación. Al mismo tiempo que se libraban cruentos combates, España se debatía Agustín de Betancourt y Molina 89 entre un Régimen agónico que los invasores intentaban disolver defini-tivamente, como azúcar en agua, y los principios de un mundo nuevo. Resultaba trágico que los patriotas liberales y los afrancesados al servicio del rey José lucharan por conseguir los mismos objetivos, sólo que en bandos diferentes. Paralelamente, el vacío de legitimidad ocasionaría el desmoronamiento de un imperio trisecular, el americano, que saltaría hecho pedazos en menos de veinte años. Betancourt se comporta en Rusia, más que en ningún otro país, como un incansable hombre de acción. Allí nace un segundo personaje, Agustín Agustinovich de Betancourt y Molina, que se funde con el ante-rior. Entusiasmado con la organización del Cuerpo de Ingenieros de Vías de Comunicación, adquiere en Francia los mejores libros e instrumen-tos, y, al igual que en España, diseña un plan de estudios en el que in-cluye, además de las Matemáticas superiores, la Geometría descriptiva, una materia que hasta entonces había sido un secreto profesional de la Escuela Politécnica francesa. Betancourt busca buenos profesores para formar ingenieros com-petentes, hombres de ciencia prácticos y polivalentes capaces de resol-ver cualquier problema técnico. Sin desdeñar a los profesionales rusos, confía más en los franceses y, a tal fin, contrata a varios de esa nacio-nalidad, como Fabre, Potier, Destrum y Bazaine, entre otros. No todos trabajaron como profesores, pues muchos canales y puertos necesita-ban de atención urgente. Sin embargo él, como siempre, se multiplica y desdobla, no puede permanecer en un mismo lugar. A finales de 1810 simultanea la tarea de Inspección con la de profesor, además de em-prender una titánica y eficaz labor de constructor de puentes, uno de los cuales, en arco entre dos islas, se convierte en novedad mundial. Muchas piezas del puente fueron construidas por los alumnos del Instituto. El trabajo le vale una condecoración, la de Alejandro Nevsky. Nace un nuevo personaje: Agustín Agustinovich de Betancourt y Molina Primera parte: Biografía Biografías d 90 e Científicos Canarios En 1811 nuevos nubarrones oscurecen el horizonte. Alejandro I rompe oficialmente el bloqueo continental contra Inglaterra, lo que significa la guerra inminente contra Napoleón. En realidad el Zar lo había roto tiempo antes a través de terceros países, necesitado como estaba de la potente y novedosa industria británica para desarrollar la suya propia. Agustín de Betancourt presiente |
|
|
|
1 |
|
A |
|
B |
|
C |
|
E |
|
F |
|
M |
|
N |
|
P |
|
R |
|
T |
|
V |
|
X |
|
|
|