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ALEJANDRO CIORANESCU auMmsTomm y MOJViíMB/ VTAL jyA LAGUNA 1965 SAN CRISTÓBAL DE LA LAGUNA LA LAGUNA ALEJANDRO CIORANESCU LA LAGUNA GUIA HISTÓRICA Y MONUMENTAL - 1 I -^ ^ . CM. ¿ alzóla ¡ OIBüCTrC" '"•"•"~^:' T.'. R!' U^ erearina, ÍQ ' X M ^ alnwi .< « ^. C. LA LAGUNA 1965 D « p ¿ tÍfo Lagali TF. Núm. 309 Lifo. A. Romarot S. A. - T « n* rila PREFACIO El presente intento de explicar La Laguna por su pasado y de reanimar la historia por medios visuales, tiene un antecedente de particular valía en la Guía histórica de La Laguna, del presbítero don José Rodríguez Moure, escrita en 1900 y publicada en 1935. Ni que decir que nos hemos servido de ella una y otra vez. Hemos adoptado, sin embargo, un plano diferente del suyo. Así como la marcha seguida por él no nos ha parecido la mejor, puede ser que la nuestra, a su vez, no resulte convincente para quien trate de seguirla: por lo tanto, le debemos una explicación. Como su título lo indica, este libro es una guía: es decir, que no está concebido para leerse en la casa, sino a la vista de los monumentos y de los objetos que describe. Por la misma razón, su primera misión es la de conducir hasta ellos. Ello nos ha obligado a seguir un itinerario real, calle tras calle. La exposición histórica sigue las inflexiones del terreno. Hubiera podido adoptar un itinerario meramente cronológico, o un plano metódico, así como antes lo había hecho Moure. En este caso, la lectura resultaría sin duda más amena, y su enseñanza más coherente; pero el libro no respondería a su misión de guiar y de enseñar con el dedo. Ésta es la única y modesta misión que nos hemos propuesto; y no hemos pretendido decir todo cuanto se puede decir sobre La Laguna, sino tan sólo acompañar, aconsejar, recordar, obligarle a detenerse al que se pasea por sus calles- Un trabajo de esta naturaleza, forzosamente, debe mucho a muchos. Es verdad que se funda también en 8 PREFACIO una investigación de tipo personal, suficiente para justificar y disculpar, si no nos equivocamos, los detor lies en que entramos alguna vez, cuando se trata de temas inéditos o apenas tocados. Pero debemos mucho, - y es justo reconocerlo—, a todo cuanto se ha publicado sobre este tema o sobre temas conexos, desde la Historia de Canarias de Viera y Clavijo hasta los artículos y las notas perdidas en las emeférides de algún periódico. Debemos mucho a las personas que nos han acompañado, aconsejado y ayudado, así como nosotros pretendemos hacerlo en adelante, con la ciencia de ellos si no con la nuestra; y es grato deber el recordar aquí las crecidas obligaciones que hemos contraído, particularmente con la señorita doña Lidia García Pérez, profesora adjunta interina de la Universidad; don Juan García Pérez; don Vicente González- Alvarez y Falcan, antiguo concejal del Ayuntamiento de La Laguna y magnífico conocedor de todo cuanto se refiere a los templos laguneros; don Enrique Romeu Pálazuelos, conde de Barbate, bibliotecario de la Real Sociedad Económica de Amigos del País; don Leopoldo de la Rosa Olivera, secretario de la Mancomunidad Interinsular, amigo entrañable, lector incansable y censor indulgente; don Elias Serra Ráfols, catedrático de la Universidad, a cuyas actividades deben la mejor parte de su renuevo actual los estudios de historia local; don Tomás Tabares de Nava, correspondiente de la Real Academia de la Historia, tan estrechamente vinculado al pasado lagunero; don Miguel Tarquis García, director del Museo Municipal de Santa Cruz de Tenerife, quien nos ha franqueado liberalmente su acopio de documentos, fichas y apuntes, que merece sin duda mejor empleo. A todos les debemos algo; y al Excelentísimo Ayuntamiento de la histórica ciudad, así como a sus dignos alcaldes, don Ángel Benítez de Lugo y don José Luis Maury Morín y Verdugo, les debemos el que este libro, que quisiéramos digno de su argumento y de los generosos apoyos de que ha disfrutado, haya podido pensarse y escribirse. La Laguna, mayo de 1964. INTRODUCCIÓN La historia de la ciudad de La Laguna no es tan fácil de escribir como podría parecer a primera vista. Aparentemente, nada debe ser más cómodo para el historiador, que el narrar la vida de una ciudad que sólo cuenta con cinco siglos de existencia: ello viene a ser más que una juventud, es casi una infancia, si se le compara con el pasado de otras ciudades, que buscan sus orígenes en alguna fundación mítica, obra de un dios o de un héroe epónimo, y cuyos principios, según el tópico consagrado, se pierden en la noche de los tiempos. Tanto más factible debería de resultar este trabajo para el investigador, si se tiene en cuenta que, de una manera general, los archivos isleños se han conservado admirablemente, desde las primeras horas de la conquista, y que poseemos toda la documentación que se pudiera desear: es como si tratáramos de escribir la biografía de alguien de cuya vida sabemos todo, lo insignificante como lo trascendental, desde el mismo día de su nacimiento, por medio de los mejores documentos y de los más fehacientes. Sin embargo, escribir esta historia no es coser y cantar. La comodidad que se le puede encontrar se desvanecerá, cuando se considere que la historia de La Laguna es la misma historia de la isla de Tenerife. Como las islas son mundos en pequeño y continentes en miniatura, esa historia ofrece todavía a la investigación complejidades y perplejidades que sólo al profano le podrían escapar. En efecto, la muy noble y muy leal ciudad de San Cristóbal de La Laguna, históricamente hablando, no 10 INTRODUCCIÓN ha sido la capital de Tenerife, como se va afirmando comúnmente; sino que ha sido la misma isla de Tenerife desde el punto de vista político y administrativo, concebida en un principio como una población única, como una especie de república forzosamente autónoma hasta cierto punto, dentro del marco nacional español, debido a su condición insular y a su dependencia, a la vez inmediata y lejana, de la Corona de Castilla. Los organismos rectores que radicaban en La Laguna, tanto en lo político y administrativo como en lo espiritual o judicial, no fueron en su origen, y en la concepción de sus fundadores, una especie de gobierno central, cuyas antenas se extendiesen a través de la isla por medio de representantes locales; sino que formaban una unidad compacta, modesta en sus comienzos, y que sólo llegó a diversificarse a lo largo de los siglos de su historia. En realidad, la historia de Tenerife es en cierto modo la de su evolución de ciudad a isla y del progresivo desmoronamiento de su unidad administrativa; es el estudio de la distancia que aumenta sin cesar entre el centro y la periferia, entre La Laguna, considerada como matriz de las demás poblaciones y formaciones locales, y estas mismas poblaciones y formaciones que se emancipan y quieren vivir a su modo, como los niños que llegan a hombres. La Ciudad, con su Justicia y su Regimiento de los tiempos heroicos, era una pequeña familia, en que el padre retenía toda la autoridad: los hijos vinieron a poco a poco, se multiplicaron, crecieron y pretendieron en fin volar con sus propias alas. Cómo La Orotava, o Santa Cruz de Tenerife, o La Esperanza, cobran independencia e individualidad, y dejan de ser La Laguna para venir a ser lo que son, he aquí la verdadera historia interna de Tenerife. La multiplicidad de los factores económicos, políticos, ideológicos, que imponen e dirigen esta evolución, es tal, que no sería posible tratarlos aquí. Por lo tanto, no es nuestro propósito hacer aquí la historia de La Laguna como ciudad. En cambio, no será sin interés, ni tan difícil de esbozar, su historia como población y como solar. Su vida pública, su actúa- INTRODUCCIÓN 11 ción política, su administración, su Cabildo, pertenecen a toda la isla; pero sus casas, sus templos, sus calles también han tenido vida propia, y esta vida merece el interés del historiador y la atención del curioso en general. No fue La Laguna el centro de ningún gran poderío económico o político; ni permitieron sus condiciones de aislamiento y de limitados recursos el desarrollo de algún florecimiento artístico de consideración. Pero no por ello deja de ser interesante la vida civil de esta urbe castellana y andaluza por mitades, de originales características dentro de este doble marco de su oriundez, y en donde lo que podríamos llamar la densidad de la historia, la omnipresencia del pasado, es tan fuerte como en las ciudades peninsulares del mejor abolengo. La vega de La Laguna no debe haber sido población de indígenas guanches, si se considera el casco urbano de su extensión territorial. Los antiguos canarios, por lo menos los de Tenerife, preferían la vida pastoril y, para sus moradas, los barrancos con sus cuevas y sus abrigos, cuyas condiciones no se daban en la altiplanicie lagunera. Para hallar los rasgos de la prehistoria insular, hay que alejarse de los límites de la ciudad propiamente dicha, por ejemplo en dirección de Santa Cruz, por el barranco de Santos; en dirección de El Rosario, más allá de Geneto, por el barranco de San Isidro y sus cuatro cuevas de Anea, una de ellas cementerio de guanches y otra considerada como antigua residencia de los menceyes de Güímar; o, un poco más lejos, las Cuevas Blancas, en el barranco del mismo nombre, y el antiguo tagoro de la finca de Axafie. El campo de La Laguna debió de ser simplemente dehesa y lugar de tránsito, desde luego muy frecuentado, por ser el de más fácil comunicación entre el norte y el sur de la isla. Por esta misma razón, allí fue donde se verificaron los primeros encuentros entre los invasores españoles y los indígenas. La primera vez, al subir don Alfonso Fernández de Lugo con sus huestes, desde Añaza, hoy Santa Cruz de Tenerife, hacia los llanos 12 INTRODUCCIÓN de Agüere, cerca de la laguna que dio su nombre a la ciudad, el rey Benchomo de Taoro y los principales caudillos guanches salieron a su encuentro, a principios de mayo de 1494, en un punto que corresponde a la actual colocación de la ermita de Nuestra Señora de Gracia. Los españoles comunicaron entonces a los guanches las condiciones de la rendición que exigían de ellos; y al negarse éstos a aceptarlas, se siguió la expedición contra las bandas del Norte, cuyo final fue la memorable derrota de La Matanza de Acentejo. Al año siguiente volvió con nuevas fuerzas Fernández de Lugo, y libró la batalla de La Laguna, en fecha que ha sido insuficientemente determinada, pero que debe corresponder al 25 de julio de 1495. Esta batalla se desarrolló en la zona que se extiende entre la ermita de Gracia al sur, el barranco que corría por la actual plaza de San Cristóbal al norte, el actual pueblo de Geneto al oeste y las últimas estribaciones de la montaña de San Roque al este. El choque más importante parece haberse producido en el lugar en que se ha edificado después la ermita de San Cristóbal. El mismo Cabildo de la isla decía, años más tarde, que esta ermita se había edificado y dedicado al santo, " porque Nuestro Señor fue servido que el día de la festividad de San Cristóbal fuese ganada esta isla por los cristianos conquistadores a los naturales infieles della"; de donde parece inferirse que la fecha así indicada es la de la batalla decisiva de La Laguna. Esta batalla no fue, por cierto, el fin de la resistencia y la fecha de la sumisión de la isla; pero fue donde quedó asegurada la victoria definitiva de los españoles. Perecieron en el combate el rey de Taoro, Benchomo, principal caudillo de la resistencia indígena, y su hermano Tinguaro, muerto a manos del canario Pablo Martín Buendía, en la cuesta de la montaña de San Roque. Benchomo tuvo por sucesor al mencey Ventor, que continuó la resistencia en las partes del Norte de la isla, hasta la capitulación que se produjo en Los Realejos, en los últimos meses del año. Aun así, quedaban algunos núcleos de guanches insumisos, que siguieron hostigando a los españoles por espacio de INTRODUCCIÓN 13 algunos años más; pero prácticamente la Isla estaba ya en poder de los conquistadores. Entonces fue cuando, terminada la guerra, los soldados que sólo habían venido para ganar un sueldo se retiraron de la isla, y quedaron aquéllos que venían con la intención de fijarse definitivamente en la isla que se acababa de conquistar. Algunos de ellos establecieron libremente su residencia en la vega de Agüere, por razones obvias de facilidades que ofrecía esta fértil y agradable campiña para las ocupaciones agrícolas y de pastoreo, por la abundancia de las aguas, así como por las características de su clima, más parecido al clima peninsular que el de los lugares costeros. Así es como se celebró en este lugar la primera fiesta del Corpus, sin duda alguna la del verano de 1496, en un altar improvisado, bajo cobertizo de enramada, en el sitio en que se edificó después la primitiva iglesia de la Concepción. La existencia por decirlo así oficial de la población de La Laguna empieza con la fecha del 9 de julio de 1497, en cuyo día el Adelantado de Canarias designó, en virtud de los poderes concedidos por los Reyes Católicos, a los seis regidores y a los dos jurados que habían de componer el primer Ayuntamiento de la isla. Desde el 26 de junio del mismo año de 1497 consta documentalmente el nombre de " villa de San Cristóbal" aplicado a la futura ciudad. De villa no tenía mucho por aquel entonces. En los principios de la población no hubo ningún plano de conjunto, ni nada que pudiese dar a sospechar su futuro desarrollo urbano. Los solares esperaban a sus futuros dueños, y cada uno se apoderó del que más le convino. Está documentado, en efecto, que al principio no hubo repartimientos de solares para casas, y que la zona de urbanización fue considerada como " lugar público" de que cualquiera podía aprovecharse libremente. Naturalmente, a todos los que llegaron entre los primeros les pareció conveniente buscarse un sitio lo más posible pegado a la iglesia de la Concepción. Los primeros pobladores se colocaron, pues, algo desordenadamente, en la pequeña altura que empieza casi a los pies de la iglesia actual; pero no debían 14 INTRODUCCIÓN de ser muchos, y las mismas dimensiones de esta minúscula lomada indican la cortedad de la primitiva población. En 1497, según testimonio documental, no había allí " más de dos o tres casas pajizas", que formaban toda la " villa", agolpada alrededor de su mal terminada iglesia. El Adelantado había escogido para su propia morada un sitio relativamente alejado, al extremo de la vega y en un sitio que dominaba el encuentro de los dos barrancos y del camino que bajaba a Santa Cruz. Entre su propia casa y la iglesia de la Concepción medía una gran distancia, en cuya futura urbanización no se había pensado: prueba de ello es la circunstancia de haberse colocado los corrales del ganado en pleno campo, casi a mitad de la distancia, en el actual solar de la iglesia catedral. Toda esta zona formaba entonces un sitio muy agreste, rodeado a distancia por tres barrancos con aguas permanentes o casi perennes. Hacia el este se extendía, a cierta distancia de la población, una ancha zona pantanosa, la célebre laguna en que se estancaban las aguas llovedizas, como también las de algunas fuentes no permanentes. Desde entonces, esta laguna se quedaba seca en la mayor parte de los veranos; no ha desaparecido definitivamente sino en 1837, cuando se le dio desagüe y se levantó algún tanto su fondo, por la Comandancia de Ingenieros. Más allí empezaban las montañas, cubiertas de bosques espesos, de que sólo dan una idea modesta los que se han salvado hasta nuestros días. Los destrozos que se han hecho periódicamente en los bosques, por medio de incendios involuntarios, de incendios voluntarios para dar lugar a los cultivos, de cortes para leña de fuego, principalmente para uso de los ingenios de azúcar, para construcción de navios, para fabricar pez o carbón, para construcciones y para todos los demás usos, serían ahora difíciles de imaginar. El núcleo de los primeros pobladores de La Laguna no pasaba de unos cien vecinos: en aquella sociedad embrionaria, formada sobre todo por soldados, y en que la familia era algo excepcional, esta cifra debe INTRODUCCIÓN 15 representar un total de unas 200 hasta 300 almas. Este número no creció con la rapidez que se hubiera podido esperar. El nuevo Cabildo, en su sesión de 3 de febrero de 1498, mandaba que todos los vecinos debían venir a residir y empezar a fabricar sus casas en un plazo de 15 días, so pena de pérdida de sus bienes: cuyo plazo tan perentorio indica con suficiente claridad la morosidad en edificar y, por consiguiente, en decidirse en favor de un establecimiento definitivo en este lugar. Por lo demás, este acuerdo del Cabildo no dio resultado, y se hizo necesaria otra decisión igual, en 21 de julio, con plazo hasta fines de agosto, seguido por varios pregones idénticos. Sólo a partir del año de 1502 parece haberse intensificado la población de La Laguna. La aplicación constante del sistema de repartimientos debió de contribuir a ello, ya que significaba, por parte del poblador, una seguridad y una garantía jurídica de su derecho de propiedad. Entonces fue cuando, en vista de la afluencia de los pobladores, se pensó en asentar de manera definitiva la villa y en darle una forma más conveniente, con miras al porvenir. El Cabildo trazó un plano de ensanche en dirección sur, estableciendo una cuadrícula de calles que cubría todo el campo entre la iglesia de la Concepción y la casa del Adelantado, y cuya traza parece haber sido la obra del mismo Adelantado. En 24 de abril de 1500 acordaba el Regimiento que no se hagan casas ni se vendan más en la villa de arriba, y que los que pudieran edificar lo hagan " desde'l hospital de Santespíritu hazla el lugar de abajo". La intención que había presidido a estas nuevas disposiciones parece evidente. La primitiva población se había desarrollado anárquica, o por lo menos caprichosamente. La planta actual de la ciudad demuestra con claridad que el Adelantado pensaba en una fundación armónica, con calles trazadas a cordel, con plazas bien distribuidas, con una plaza mayor al igual de la de todas las ciudades castellanas y que faltaba a la villa de arriba; en fin, con ciertas preocupaciones de urbanismo que no podían aplicarse libremente en el 16 INTRODUCCIÓN espacio que ya estaba edificado. A partir de esta época, el Adelantado, y con él el Regimiento que por lo general sigue su política y sus intenciones, dejan de apoyar el desarrollo de la villa de arriba y protejen la expansión al sur con una constancia y con un tesón que han dado lugar a los más extraños comentarios. Una tradición ya muy antigua pretende que esta actitud se explica por un deseo de venganza, nacido de la circunstancia de haber sido asesinado un hijo del Adelantado y de haberse refugiado su matador en la iglesia de la Concepción, de donde no pudo sacarlo la Justicia. Lleno de dolor y de un rencor más o menos legítimo, el Adelantado, dice esta tradición, abandonó entonces la casa que anteriormente había ocupado en la villa de arriba, para trasladarse a lugar diferente, en el palacio que mandó construir en las inmediaciones del barranco y de la futura plaza del Adelantado; retiró su protección a la iglesia de la Concepción, hasta el punto de crear una parroquia rival en los Remedios; y como para mejor significar su odio a los de arriba, mandó torcer la traza de la calle que conducía de su casa a la iglesia y que forma, en efecto, un curioso ángulo obtuso en el mismo punto en que antes estaba la morada del conquistador. Pero este edificio novelesco, avalado por numerosos historiadores, no resiste al examen. No resulta de ningún documento qufe el Adelantado haya vivido alguna vez en la villa de arriba; su hijo no pereció asesinado, como lo pretende la historia; y el interés del conquistador de la isla para el desarrollo orgánico de la villa por él fundada es suficiente explicación, aun sin tener en cuenta la absoluta incompatibilidad de las fechas. Desde principios de 1505, la villa de arriba se llama " la villa vieja", por ejemplo en la escritura de data de Gonzalo Báez; y este nombre indica, al mismo tiempo que la prioridad de su formación, una especie de decrepitud y de abandono. Lo que es cierto, en cambio, es que los habitantes de la villa de arriba soportaron con natural impaciencia esta prioridad acordada al barrio nuevo. De ahí su oposición a todo proyecto de ensanche y de me- INTRODUCCIÓN 17 jora que, naturalmente, beneficiaba a los de abajo; de ahí una larga rivalidad, ya secular, entre los de arriba y los de abajo, manifestada pocas veces con violencia, y en la mayor parte de los casos expresada por medio de una emulación y de constante desafío y deseo de superarse los unos a los otros, sobre todo en el culto, en el ornato y en las procesiones de las dos parroquias que representaban los dos barrios, y que fueron, por esta misma razón, el objeto de un cariño no exento de parcialidad. La villa de abajo creció rápidamente, conforme a los planos de su fundador. Las calles habían sido trazadas a cordel, como se estaba haciendo en ciertas ciudades de Castilla. Una simple mirada al plano indica el trazado de la villa antigua, con sus calles irregulares, a los pies de la iglesia de la Concepción. En el barrio nuevo, las calles forman por lo normal ángulos rectos, siendo la más notable excepción el final de la plaza de la Concepción, desde donde salen, en ángulo muy agudo, las calles actuales de Rey Redondo y de Bencomo. Quizá la explicación de esta circunstancia esté en el hecho de haber sido la plaza, en un principio, más bien un barranco, bastante desnivelado en relación con la altura actual de la calzada. La calle de la Carrera, hoy de Rey Redondo, que reunía esta plaza con la casa del Adelantado, sufrió una desviación sensible en su tramo final, en donde forma un ángulo obtuso, antes de dar en la plaza del Adelantado. La razón de esta desviación es fácil de comprender. La plaza, que es algo como la plaza mayor de La Laguna, estaba determinada forzosamente en sus dimensiones y en su forma por la inmediata proximidad del barranco, así como por la situación de la casa del Adelantado; si se tiene en cuenta la presencia de estos dos factores, la calle de la Carrera debía torcerse, para formar un ángulo recto con la plaza, como las demás calles que desembocan en ella. Alrededor de este eje de la villa, los vecinos empezaron a multiplicarse, hasta llegar en el año de 1515 a ser unos 500, o sea, alrededor de 2 a 3.000 almas. Un año antes, se observaba que " el corral qu'es donde 18 INTRODUCCIÓN se encierran los ganados está dentro desta villa de San Cristóbal, e al tiempo qu'el dicho corral se hizo estava fuera; e agora ha cregido la dicha poblagión desta villa de San Cristóval, por manera qu'el dicho corral es nesgessario que pase a otra parte, fuera desta dicha villa"; para cuyo efecto dio el Adelantado otro solar más apropiado, en 9 de noviembre de 1517. Los conventos empezaron a edificarse con los primeros años del siglo; la iglesia de los Remedios se fundó en 1515. La ermita de San Miguel, fundada por el mismo Adelantado en 1506, el hospital de San Sebastián ( 1507) y el de Dolores ( 1515) completan esta serie de fundaciones piadosas. A la primera escribanía, que funcionaba ya desde 1496, se agregó otra en 1503, dos más en 1507, dos en 1544, hasta llegar al número de 15 al principio del siglo siguiente- Las aguas corrientes de los barrancos se aprovecharon para molinos, uno de ellos en el barranco inmediato al convento de dominicos; y como las aguas no solían ser perennes, se introdujo desde principios del siglo la novedad de los molinos de viento, de los cuales hubo cinco agrupados en el camino de la Esperanza, a poca distancia de la ermita de San Juan Bautista, en donde molieron hasta fines del siglo pasado. El agua, traída de Las Mercedes en 1521, fue conducida por caños hasta la plaza de la villa de arriba; los trabajos fueron costeados por el Cabildo y efectuados por el maestro de cañería Cristóbal Díaz, terminándose en 20 de junio de 1530. Las obras del matadero son de 1526; las primeras casas consistoriales son más o menos de la misma fecha. Las otras casas eran en general modestas. Una ordenanza de 1554 obligaba a los vecinos a derribar las casas pajizas, por el peligro de incendio; pero las hubo hasta muy entrado el siglo XVII, a pesar de haberse puesto tejar en la villa de arriba, en la calle que llevó este mismo nombre, hoy de la Higuera. La población aumentaba progresivamente. Por real cédula dada en Madrid en 23 de marzo de 1510, la reina doña Juana había concedido al Ayuntamiento el privilegio de escudo de armas, que representa al Arcángel INTRODUCCIÓN 19 San Miguel dominando una peña figurando el Teide. Desde 1514 se solicitaba el título de ciudad, por ser " mucho más poblado e mejor que ningún pueblo de las otras islas de Canarias, e que la giudad de Las Palmas"; y se dio a sí misma este título, por acuerdo tomado en 21 de julio de 1521, en espera de la real cédula solicitada, y que sólo lo fue otorgada en 20 de enero de 1531. El epíteto de noble le fue concedido por otro real título, otorgado en Placencia, en 8 de septiembre de 1534. Tradicionalmente, la ciudad tiene también derecho al epíteto de leal, aunque no conste la fecha de la cédula real correspondiente. En fin, en 10 de enero de 1964 le han sido concedidos los títulos de " fiel y de ilustre historia" que, más bien que timbres recientes de su blasón, son reconocimiento de méritos antiguos, tantas veces avalados por su brillante pasado. Las funciones del Cabildo se extendía a todo servicio de interés público en general. Entre sus asalariados figura desde 1515 un médico, que lo fue primero el Bachiller Diego de Funes, atraído a la isla por cuantiosos repartimientos de tierras, y después el doctor Juan Fiesco. Hubo también un boticario, pagado de los propios con 40 doblas de oro al año; hubo cátedra de gramática, con profesor bastante menos pagado; hubo exámenes para los oficios, para escribanos, oposiciones para los beneficios eclesiásticos, patronato de las grandes fiestas, y en general todo cuanto puede interesar el desarrollo normal de la vida urbana. Este desarrollo, sin embargo, no se podía concebir por aquellos tiempos, a falta de tres instituciones que indican la plenitud de la ciudadanía y de la autoridad municipal, y que, por consiguiente, aparecieron desde los primeros años de la vida lagunera: la cárcel, la horca y la mancebía. La cárcel debió de existir antes que la ciudad; pero no tuvo casa propia sino desde 31 de julio de 1508, cuando se alquiló una casa en 6500 maravedís al año. Tenía todo cuanto se necesitaba para su buen funcionamiento: grillos, cadenas, candados, cepo, e instrumentos para tormento tan especiales como la escalera, 20 INTRODUCCIÓN la toca, el jarro de alambre para hinchar con agua al atormentado, hierro para herrar, cordeles, pies de amigo. Pero la casa no debía de reunir las condiciones necesarias; y sólo tuvo la ciudad buena cárcel, a la altura de su ajuar, cuando se fabricaron las casas consistoriales: tan buena que, al incendiarse éstas, sólo se quedó en pie la cárcel que, con las modificaciones de rigor, sigue aun funcionando. La horca hace tiempo que ha dejado de funcionar, y tanto, que se ha perdido incluso el recuerdo de su emplazamiento. Debía de estar a la salida de la ciudad, yendo hacia Santa Cruz, ya que en 1503 recibía el escribano Antón Vallejo unas tierras " saliendo de la villa de San Cristóbal, que comiengan dende un sobaco de una cuesta abaxo do agora se puso la horca, donde ahorcaron el negro esclavo de Blasyno". Por curioso descuido de la autoridad, esta horca no fue servida debidamente: el cargo de verdugo no parece haber sido muy solicitado, y se daba a menudo el caso de no hallarse persona apropiada para asegurar la ejecución de las sentencias, hasta verse obligado el Regimiento a echar mano a algún esclavo de los vecinos, para obligarlo a servir de verdugo accidental. Las cosas mejoraron después: en 1720, el verdugo hacía también de pregonero, cobraba 250 reales al año y llevaba sombrero blanco con una escalerita por distintivo. Fue la mancebía otro culpable descuido del Ayuntamiento: tanto más culpable que era renta que le pertenecía, por disposición del mismo Adelantado, tomada en 29 de diciembre de 1506. El arrendador se había obligado a fabricar casa de mancebía; pero no cumplió, pretextando que había perdido dinero en el negocio. En febrero de 1519 se observaba en Cabildo que " no ay mangebía ninguna, a cuya cabsa la renta della, qu'es de los propios, cada un año se disminuye", corriéndose el peligro de quedarse sin arrendador. Para evitar este inconveniente y el de " estar las mu-geres de la mangebía derramadas por el pueblo' se acordó hacerles una casa " que fuese rezia, y en ella uviese y aya aposentamiento para el arrendador y padre de las tales mugeres". Parece que se hizo así, pero INTRODUCCIÓN 21 no duró mucho; y la renta cayó de 17.000 maravedís en 1518 a 6.000 en 1533. Para proveedores de la casa se daba la preferencia, después del arrendador, a los regidores y a los frailes; y para no perder su beneficio, el padre de las mujeres estaba autorizado a entrar de noche en casa de la vecinas, para comprobar su género de vida, y a hacer probanza con juramento, y después de 1532 con tres testigos, contra las de mala vida. En 1561 tenía la ciudad 7220 habitantes, siendo la población más importante de todas las islas. En 1805 no pasaban de 9672 sus habitantes. Este crecimiento equivale, desde el punto de vista meramente estadístico, a un completo estancamiento, ya que representa, a lo largo de un período de 244 años, un aumento de 10 almas por año, o sea un coeficiente de aumento de 1,3 por mil. Esta situación estadística ofrece, sin embargo, una imagen incorrecta de la realidad. Su explicación no debe buscarse en alguna decadencia de la ciudad, ya que esta época es, por el contrario, la de mayor prosperidad y brillantez de la vida lagunera; sino que se trata de un desarrollo periférico, de un acrecentamiento significativo de las demás poblaciones de la isla, mientras que el casco urbano, que forma cuerpo con ellas, o por lo menos se figura formarlo, permanece estacionario. En la medida en que, a lo largo de los siglos XVII y XVIII, la posición de la capital sigue siendo primordial y privilegiada, el progreso de los demás puertos y lugares de la isla favorece el propio progreso de La Laguna y significa su auge en orden al poderío económico, a la brillantez y urbanidad de la sociedad que la compone, al florecimiento del arte y de la cultura. Prueba evidente de esta situación privilegiada está en el hecho de que en 1817, de las 1061 casas que formaban la ciudad, 8 eran propiedad de títulos de Castilla, 109 de caballeros que tenían derecho al tratamiento de " don" y 61 de viudas y solteras de igual categoría: lo cual arroja un porcentaje muy significativo para el 22 INTRODUCCIÓN abolengo y el ambiente aristocrático que ha distinguido desde siempre la ciudad de La Laguna. El siglo XVIII es la mejor época y la más característica del pasado lagunero. Política y económicamente es una época crítica, en que el centro de gravedad de la isla se desplaza paulatinamente hasta el puerto de Santa Cruz; pero La Laguna sigue siendo la capital, en todo cuanto se refiere a las formas más elevadas de la vida urbana, a la sociedad, al arte, al movimiento intelectual. Por otra parte, el siglo es por todas partes una época de cosmopolitismo; y éste es el mejor ambiente para el espíritu canario, acostumbrado con los mares abiertos, con los contactos múltiples y con las más diversas frecuentaciones. Todo ello explica la brillantez de la vida lagunera de mediados de siglo, con sus saraos aristocráticos, con sus tertulias literarias, entre las que destacan la de Nava Grimón, la de Saviñón y la de Román; con sus escritores y poetas, el primero y el más enjundioso el espiritual y polifacético don José Viera y Clavijo; con sus artistas, entre los que ocupa lugar destacado don José Rodríguez de la Oliva. No pudo obscurecer esa brillantez el substancioso éxodo de los elementos más representativos de la intelectualidad isleña, atraídos por la Corte en número altamente significativo; sino que su presencia en la capital significó nuevos adelantos para su patria chica, a la que nunca olvidaron y a la que acabaron por dotar con un obispado y con una Universidad. Pero al mismo tiempo que contribuye a fortalecer la posición de la capital, esta doble fuerza centrífuga, el éxodo hacia la Corte o a las Indias, así como el rápido desarrollo de las demás poblaciones de la isla, imprimen al de La Laguna un carácter de precariedad que también es evidente. Los intereses de la ciudad llegaron con el tiempo a no coincidir exactamente con los de cada rincón de la isla, a partir del momento en que la vida económica local se cristalizó en formas económicas especializadas. El rico valle de La Orotava, con su puerto, reclamó el primero su autonomía en orden a la jurisdicción, y fue también el INTRODUCCIÓN 23 primero en conseguirla, en 1648; y no deja de ser característico el ver que casi en seguida empezaron las desavenencias con su propio puerto. La economía de Garachico, tan diferente de la del resto de la isla, hubiera creado rápidamente otro problema análogo, de no haber intervenido el volcán que asoló su puerto y suprimió por la base la primera razón de su prosperidad. Desde principios del siglo XVIII, el puerto de Santa Cruz empezó a desenvolverse en un ambiente de media capitalidad, favorecido en ello por su movimiento comercial, así como por la residencia de los capitanes generales; cada paso en adelante de la futura capital de la provincia era una merma evidente de los intereses y de lo que hasta entonces había sido privilegio y prerrogativa de La Laguna. Por todas estas razones, el siglo XIX es una época de decadencia política y económica de la ciudad. Su último momento de iniciativa, y uno de los más brillantes de su actuación política, fue el año de 1808, cuando una Junta Suprema de Gobierno de Canarias se formó aquí, para asegurar la continuidad de la política nacional española, frente a la invasión napoleónica. Fue ésta la última vez en que la ciudad de La Laguna llevó la voz de mando en nombre de la isla. Todos sus demás intentos de defender o de recobrar la posición privilegiada de antaño, fracasaron frente a la marcha inexorable de la historia. Su desobediencia a la Diputación Provincial creada en Santa Cruz de Tenerife en 1813 no condujo a mayores resultados. La administración de los propios de la isla, que aun quedaba en sus manos, le fue retirada al formarse los Ayuntamientos constitucionales, que mermaron asimismo su dilatado territorio municipal. La Junta de Gobierno que formó en 30 de julio de 1843 tuvo sólo una existencia efímera, y los acontecimientos que siguieron la barrieron sin que dejase rastro. Una página de la historia se había cerrado: la antigua capital no era ya sino un Municipio más. La pérdida de prestigio y el deslustre que parecían empañar la prístina condición de la ciudad fueron soportados como una injusticia por los laguneros, los de 24 INTRODUCCIÓN abajo unidos por primera vez con los de arriba. Sin embargo, no era éste el principal problema de los tiempos nuevos que se preparaban para la isla y para La Laguna. Hasta entonces, la ciudad no había tenido ninguna preocupación mayor en el orden económico, ya que su propia economía se confundía con la de la isla. Su separación de los demás pueblos que antes formaban su gobierno la apartaba al mismo tiempo de sus antiguas fuentes de riqueza y la dejaba casi sin recursos. Los acontecimientos la habían cogido de sorpresa; y al refugiarse, a lo largo de casi todo el siglo XIX, en una especie de melancólica contemplación de sus grandezas pasadas, la ciudad quizá no caía en la cuenta de que su decadencia no procedía tanto de las circunstancias políticas, como de las que informaban o, mejor dicho, paralizaban su vida económica. Las cosas han cambiado desde entonces. A lo largo del siglo en que vivimos, y sobre todo en los últimos años, es fácil observar en la vida de la ciudad un renuevo de energías creadoras de riquezas y que son como una sangre nueva que pulsa por sus arterias, antes demasiado cansadas. Durante algún tiempo, se había preferido ver en La Laguna una ciudad del pasado, que sólo vivía en sus recuerdos, ensimismada en su propia sombra y prisionera de lo irreversible: visión poética, cuya melancólica belleza informa todo el romanticismo tardío de la poesía lagunera, a la vez que divierte las energías creadoras hacia la contemplación. Es la época en que la ciudad duerme o sueña, viviendo en marcha lenta, cristalizando sus nostalgias reformadoras en las numerosas sociedades, juntas, publicaciones, que son las formas más inocuas de la acción; la época en que la presencia del obispado, la creación de la Universidad se consideran como medios más o menos artificiales para mantener un semblante de vida en un cuerpo exhausto. Estas previsiones no se han realizado. Es cierto que la presencia del obispado ha injertado una vida nueva en los numerosos templos, bastante abandonados durante el siglo pasado, así como en las religiosidad la- INTRODUCCIÓN 25 gunera, y en primer lugar en su Semana Santa, la más lucida y la más recoleta al mismo tiempo, de todas cuantas se pueden ver en las islas. También es cierto que la juventud que llena sus aulas anima con su bullicio y con su alegría las calles de la vieja ciudad, que le debe su ambiente específico y su aspecto callejero tan característico, de vieja metrópoli intelectual que, como toda metrópoli intelectual, sabe permanecer joven. Pero también es evidente que una nueva vida se ha despertado aquí; y allí donde sólo se veía antes, al atardecer, la tertulia de los viejos caballeros que recordaban entre sí las cosas y los hombres de antaño, se tropieza hoy con una juventud numerosa y atareada. La mayor parte de las viejas sociedades en que sólo se iba para charlar, han cerrado sus puertas; y en su lugar se abren escuelas y talleres, cuando no calles y caminos. Superado el período de abatimiento que caracterizaba el siglo anterior, La Laguna está actualmente en pleno auge demográfico. Su población se acerca alegremente a los 50.000 habitantes, con un crecimiento que no se compara, sin duda, con el de Santa Cruz de Tenerife, pero que sigue siendo de los más significativos, dentro del ambiente insular. Su economía sigue fundada en la agricultura y en la ganadería, a que la destinaba su misma posición geográfica; pero acusa últimamente una evolución favorable, debido a una serie de industrias que han nacido en su radio urbano, a la proximidad del aeropuerto de Los Rodeos, a la excepcional riqueza de sus aledaños y sobre todo, como era de esperar, a su posición privilegiada que sigue haciendo de ella, si no la capital de la isla, la llave maestra de todas sus comunicaciones interiores. ITINERARIO I Plaza de la Concepción — Obispo Rey Redondo La plaza de la Concepción y la calle del Obispo Rey Redondo, antes de la Carrera, dividen el casco urbano de La Laguna en dos mitades más o menos iguales, formando un eje que va de norte a sur, aproximadamente. Esta arteria es el punto de partida y de referencia obligatorio de la visita, no sólo por su posición céntrica, sino también por ser la vía de mayor circulación, a la vez que el eje del desarrollo progresivo de la ciudad, que reúne el núcleo primitivo de la iglesia a la plaza del Adelantado, — es decir, el centro de la villa de arriba al corazón de la villa de abajo. La plaza de la Concepción tiene una forma irregular, que se puede reducir a la de un gran trapecio con la base al norte, y prolongado por el lado opuesto por otro trapecio menor, que termina en las calles de Rey Redondo y de Bencomo. Su forma de conjunto, fácil de identificar en el plano de la ciudad, no se reconoce con la misma facilidad sobre el terreno, por estar la mayor parte de su superficie ocupada por la fábrica de la iglesia de la Concepción. Por su lado oeste, ha recibido modernamente el nombre del Doctor Olivera, en recuerdo del médico don Manuel Esteban Olivera ( 1844- 1918), director del Hospital de Dolores, que falleció víctima de su abnegación y de la epidemia de gripe de 1918. Antes de este último año, se llamaba plaza de la Antigua, quizá en lugar de Santa María de la Antigua, nombre que se habrá dado a la iglesia, después de fabricado el nuevo templo de los Remedios. 28 ITINERARIO I Esta plaza, irregular por su forma, falta de perspectiva por la mole también irregular de la iglesia que ocupa su centro, no ofrece ninguna monumenta-lidad. Alrededor de la iglesia, las casas son bajas y de aspecto modesto, con la excepción de algunas casonas antiguas que ocupan su lado este. Las que forman su lado hacia norte están sobre una pequeña altura o lomada, que indica el sitio ocupado por los primeros pobladores de La Laguna, y quizá también por la primitiva iglesia de la Concepción: el primer solar de ésta última se supone que es el que forma la esquina de la calle del Marqués de Celada o camino que conduce a Tacoronte, pero esta indicación no es del todo segura. A los pies de la iglesia, la plaza desemboca en dos calles, que van a reunirse más lejos, para formar la carretera que conduce a Tacoronte. La calle que forma la esquina noroeste de la plaza es la ya mencionada del Marqués de Celada; en la esquina noreste empieza la calle del Adelantado, en cuya primera casa, situada a derecha sobre una pequeña altura, se ve una lápida de mármol con la siguiente inscripción: " Sitio en que vivió el Adelantado don Alonso Fernández de Lugo, conquistador y general en jefe de las islas de Tenerife y de San Miguel de la Palma. El Ayuntamiento de La Laguna a su memoria. 1925". Es tradición antigua, en efecto, que el primer Adelantado de Canarias había establecido su primera morada en esta parte de La Laguna, y que sólo más tarde pasó a ocupar la casa que había mandado fabricar al otro extremo de la ciudad, en la actual Plaza del Adelantado; pero esta tradición no se apoya en ningún documento concreto y parece poco segura. Enfrente de esta casa, formando la otra esquina de la plaza con la calle del Adelantado, está el edificio ocupado por la Cruz Roja y la Casa de Socorro, fabricado en 1940- 1944, en el solar dado para este fin por el entonces alcalde de la ciudad don José Salazar Suárez. El lado oeste de la plaza lleva, como queda dicho, el nombre del Doctor Olivera. Es un punto de tráfico intenso, por ser la entrada obligada de los coches que CONCEPCIÓN 29 vienen del norte de la isla, al mismo tiempo que la estación terminal de los autobuses de Santa Cruz y de la línea de autobuses urbanos. Durante largo tiempo fue término de la línea del tranvía eléctrico que reunía las dos ciudades de La Laguna y Santa Cruz: construida por una sociedad belga, y prolongada después, de La Laguna a Tacoronte, había sido inaugurada en 7 de abril de 1901 y siguió funcionando hasta el año de 1952. La instalación del tranvía hizo desaparecer, en 1901, la capilla de Santa Cruz, que formaba un saliente y estorbaba la circulación, en el punto ocupado aun, en la actualidad, por la oficina del tranvía también desaparecido. Esta capilla, construida por Francisco Hernández, Juan González, Miguel de Cámara y varios vecinos más, y bendecida en 3 de mayo de 1756, ha sido suprimida, obligándose en cambio la sociedad arrendadora a reconstruirla al lado de la iglesia, donde está ahora, enfrente del lugar que antes ocupaba, y a mano izquierda de la entrada de la iglesia. Ésta última cierra casi completamente, por el lado este, la plaza del Doctor Olivera. La iglesia de NUESTRA SEÑORA DE LA CONCEPCIÓN es la más antigua de las iglesias parroquiales de la isla, y la matriz de la que salieron todas las demás. Es tradición que aquí se celebró, por los clérigos que acompañaban el ejército de Alonso Fernández de Lugo, la primera fiesta del Corpus en Tenerife, en 1496. Naturalmente, ello no supone la existencia, desde entonces, de una verdadera iglesia, sino de algún cobertizo provisional, que habrá servido después más de una vez a los conquistadores agrupados en su alrededor. La creación de la parroquia coincidió con el establecimiento de las instituciones municipales y de la organización administrativa, a raiz de la terminación de la conquista, o sea a principio del verano de 1497. Lo cierto es que el canónigo de Canaria Fernand Alva- 30 ITINERARIO I rez, al recibir una data de tierras en 21 de diciembre de 1497, se calificaba ya de " cura de Tenerife"; con cuya designación se indica claramente que en aquella fecha la iglesia funcionaba como una parroquia regular. Del mismo año, o quizá del anterior, es también la primera fábrica de la iglesia de la Concepción. Era entonces " una iglesia chiquita que por reparo se hizo luego que se ganó la isla", según declaraban los mismos vecinos en 1513. En la actualidad no queda ningún rasgo de la fábrica primitiva: circunstancia natural, ya que es de suponer que se trataba de una construcción hecha con cierta prisa y con materiales de poca resistencia. La tradición quiere que los mismos conquistadores hayan llevado en sus hombros los materiales de la fábrica, y el Adelantado con ellos. Teniendo en cuenta el evidente encarecimiento que encierra esta afirmación, ello se explica, sin embargo, por la humildad que impulsaba a los conquistadores, así como porque aquella comunidad de soldados, en los primeros días de vida civil y religiosa de la futura ciudad, difícilmente hubiera podido valerse de mano de obra especializada. El lugar que ocupaba esta iglesia primitiva no coincide con su solar actual. Estaba situado a pocos metros de distancia, a dos tiros de piedra según los autores más antiguos, al norte de los pies de la iglesia actual. Se supone se trata del edificio que ocupa hoy día la esquina de la plaza Doctor Olivera con la calle Marqués de Celada; pero esta especie debe ser resultado de una equivocación, si se tiene en cuenta la proximidad demasiado inmediata de este lugar, que no corresponde con los dos tiros de piedra apuntados. Más probablemente la iglesia primitiva debió ocupar el sitio más eminente, encima de la lomada que se extiende al norte del templo actual, y que está ocupada por varios edificios particulares. Las dimensiones de la primera iglesia debieron de ser modestas; pero así y todo, fue el primer edificio de cierta consideración que se levantó en La Laguna, y el único durante muchos años; de modo que CONCEPCIÓN 31 hasta 1505 sirvió más de una vez de lugar de ayuntamiento del Cabildo Insular. Los curas, que después de Fernand Alvarez lo fueron Hernán García en 1500 y Diego de Herrera en 1506, funcionaban con el título de vicarios de Tenerife. La fecha de creación del beneficio de La Laguna es dudosa; el primer beneficiado conocido, Rodrigo de Argumedo, canónigo de Cádiz, tesorero de Las Palmas, arcediano de Niebla, fue designado por Carlos Quinto en 1514, y no vino nunca a la isla, limitándose a cobrar sus rentas por medio de apoderados. Mientras tanto, al aumentarse el número de los pobladores, se hacía notar la necesidad de maj^ or número de pastores espirituales. Debido a ello se fueron multiplicando las parroquias de Tenerife, todas ellas separadas de la Concepción, las unas directamente, las otras de manera indirecta, por segregación posterior de las que ya se habían hecho independientes. La fecha de su creación es como sigue: la parroquia de Los Realejos en 1498, de la que se separaron más tarde la de Icod ( 1515), la de Daute ( 1515), la de La Orotava ( 1516), y la de Adeje y de Abona ( 1530); la parroquia de Santa Cruz en 1499; las del Sauzal y de Taganana en 1505; la de los Remedios de La Laguna en 1515; la de Güímar en 1529. La primitiva iglesia de la Concepción, que representaba en un principio a la totalidad de los fieles de Tenerife, desempeñaba en la vida insular un papel más importante que el de una simple parroquia. El primer Adelantado se proponía sin duda transformarla en colegiata, — si acaso no acariciaba la esperanza de trasladar a su isla la silla de los obispos de Canaria, tradicionalmente situada en Rubicón de Lanzarote y desde hacía pocos años pasada a Gran Canaria. Lo cierto es que en 1505 daba al cabildo eclesiástico de Las Palmas unas tierras y aguas en Abona, con la condición de que dos canónigos, cuatro racioneros y el arcediano de Tenerife residiesen en la iglesia de la Concepción; y en 1514 se suplicaba al Rey Católico que el cabildo eclesiástico residiese por mitad en Las Palmas y en La Laguna, como ya se iba oracticando en 32 ITINERARIO I otras ciudades del reino. Por aquellos mismo tiempos, el teniente de beneficiado Juan Yánez se titulaba Abad, como si su iglesia hubiese sido ya una verdadera colegiata. Del edificio primitivo nada sabemos, si no es que debía de tener órgano propio, pues consta que en 1512 residía en la isla un Pedro Díaz, organista, quien recibía un repartimiento de tierras en Tacoronte. Pero como en la iglesia no cabían ya todos los feligreses de la villa, cuya población había crecido considerablemente, en enero de 1511 el Cabildo de la isla determinó solicitar del cabildo eclesiástico de Las Palmas la autorización de volver a edificar el templo, para darle mayor extensión y cabida. Se discutió asimismo si convenía dejarla en el solar que entonces ocupaba, o mudarla en algún sitio mejor situado, ya que, de resultas del ensanche de la población en dirección este, se había quedado algo excéntrica. Algunos regidores pretendían que no había lugar para novedades, que la iglesia estaba bien colocada y que ya se había gastado bastante en ella, como para no obligarse a hacer un edificio totalmente nuevo; pero prevaleció esta última opinión, teniéndose en cuenta que el templo antiguo se había quedado " en el cabo del pueblo". A pesar de las apariencias que parecen dar la victoria a los innovadores, lo más probable es que esta resolución no representaba ninguna victoria, sino un compromiso, que no debió satisfacer a nadie. La idea de cambiar el sitio de la iglesia debió de ser propugnada por el mismo Adelantado, quien había empezado ya a aconsejar, e incluso a compeler a los pobladores, para que se fijasen preferentemente en los alrededores de su propia casa, en la villa de abajo. El acuerdo tomado por el Cabildo no respondía a su deseo, ya que el nuevo edificio de la iglesia se mudó como él quería, pero siguió enclavado en la villa de arriba, a muy corta distancia del templo anterior: de ahí, sin duda, su última decisión, que llevó a la práctica en los años siguientes, de dotar La Laguna con otra parroquia, cuyo templo de los Remedios se empezó en 1515 y se Iglesia de la Concepción La Concepción. Reja del coro i . . - - - ^• - ^ » < i / ¡ í±:^^±: r 1 1 1 ; T - j <.'. 1 .,.-.->- l . • s- - j- ' i- . i - . : É K' - i- '" íir'W, y^ m. , te t- rri 1 ( t 1" - •• lil Iffl H i 5 11 1 CONCEPCIÓN 33 terminó de edificar antes que el nuevo edificio de la Concepción. En efecto, la segunda fábrica de la Concepción, empezada en 1511, progresó muy lentamente, por razones fáciles de comprender. Por una parte, le faltaba ahora el apoyo del Adelantado, empeñado en protejer los intereses de la villa de abajo; y, por otra parte, la creacción de otras parroquias, tanto en el resto de la isla como en la misma ciudad, mermaban considerablemente sus rentas y sus posibilidades económicas. Desde el año de 1513, los vecinos se vieron obligados a acudir a la Corte, para pedir una ayuda en vista de la terminación de su iglesia. En 1521, cuando la de los Remedios estaba ya terminada, a ésta le faltaba, con la capilla mayor, todo el aseo que lucía su rival; por cuya razón prevaleció en el Cabildo la opinión de los que pretendían sacar de los Remedios la procesión del Corpus de aquel año, con prejuicio de la posesión en que estaba desde la conquista la otra iglesia, de sacar la procesión de su templo. Este incidente fue la señal de una larga y enconada rivalidad entre las dos parroquias, expresada en el terreno jurídico por medio de numerosas representaciones, memorias, reales cédulas y paces, que ocupan los dos siglos siguientes; y en el terreno de la vida religiosa local, en un afán visible de superarse cada una de las dos iglesias, en el boato de sus procesiones, en el aseo de sus altares, en las preminencias de toda clase y, en resumidas cuentas, en la palma a que aspiraban en competencia. La capilla mayor, con algunas de las capillas más viejas del templo, se terminaron por 1528 a 1530. Pero probablemente esta primera fase de la edificación se había limitado a la cabecera del templo; las naves quedaron para una segunda fase de las obras, que sólo pudo realizarse unos diez años más tarde. Esta parte de la construcción se remató en 1545 en Francisco Hernández, cantero; y éste se asociaba en el mismo año con los hermanos Juan, Francisco y Sebastián Merino y con Fernando Alvarez, para hacer juntos el trabajo, " porque la dicha obra yo no la puedo hacer solo, por ser mucha". Esta fase de la edificación parece 34 ITINERARIO I haberse terminado por el año de 1548, menos la pared a los pies de la nave, que se hizo en 1558. En esta última fecha, la iglesia de la Concepción se presentaba como un templo de la forma acostumbrada en Canarias, constituido por tres naves del mismo anchor que hoy día tienen, pero menos extensas en orden a la longitud. La capilla mayor formaba como un camarín bastante menos profundo que en la actualidad. Al otro extremo de la iglesia, las tres naves terminaban a la altura del cuarto pilar actual, de modo que la capilla de la Trinidad, construida más tarde, tenía su pared en una línea con la fachada norte. Esta última tenía una puerta de acceso que daba en la nave central; pero su exposición al norte producía corrientes de aire y de humedad que obligaron desde el siglo XVI a suprimir esta entrada. La continuación de las tres naves al norte, en dirección opuesta al altar mayor, se hizo en época difícil de determinar, quizá a mediados del siglo XVII; de todos modos, las capillas que ocupaban antiguamente esta parte del templo son posteriores a esta fecha. En fin, la torre de la iglesia pasó por avatares bastante parecidos: elevada por primera vez en 1577, se derribó para volverse a hacer en 1630, y por tercera y última vez en 1694. Ensanchada la capilla mayor en 1621- 1626, reforzadas las paredes laterales del edificio en 1662- 1664, todas estas obras, agregadas a la vetustez de la fábrica, hicieron necesaria una total reforma, a la que se dio principio en 1714: con la misma ocasión se volvió a ampliar la capilla mayor, tomando parte de la calle que estaba a sus espaldas, hasta terminarse esta parte de la iglesia en 1737. Pero a medida que se terminaba una parte de la iglesia, otra envejecía y amenazaba ruina. Desde el año siguiente de 1738 se empezó otra vez el edificio, " sin más miras ni otra regla, sino que fuese mayor que el de Nuestra Señora de los Remedios", según observación de un contemporáneo de abajo, don Lope Antonio de la Guerra. De 1738 a 1773 se gastaron más de 48.000 pesos en una nueva construcción, que CONCEPCIÓN 35 sólo conservaba de la anterior la capilla mayor y los pies del templo. Pero la escasez de los medios, junto con el afán de terminar las obras cuanto antes, dieron por resultado una fábrica de tan poco aplomo, que se hizo preciso derribarla apenas terminada, con indescriptible desaliento de todos cuantos, habiéndose dedicado a esta empresa, veían sus esfuerzos inutilizados, a la par que agotados sus recursos. El obispo Servara alentó otra vez los espíritus abatidos de los feligreses, con un donativo de 8.000 pesos para la fábrica del templo, cuyos planos fueron establecidos en seguida; y el mismo prelado fue el que sentó la primera piedra del nuevo edificio, en 1776. Todo cuanto se hizo durante su estancia en la isla, se volvió a derribar desde que pasó este prelado a su nueva diócesis de Cádiz, en 1777, parte porque los proyectos por él aprobados adolecían de ciertos defectos, pero sobre todo porque la iglesia así empezada hubiera debido resultar menor que la anterior, — cosa que de ningún modo quisieron admitir los feligreses de arriba. El célebre arquitecto lagunero don Diego Nicolás Eduardo formó entonces nuevos planos, y se dio principio a la sexta reedificación del templo, verdadera tela de Penélope de Canarias, en el año de 1778. De los planos de Eduardo sólo llegó a terminarse en 1808 la cabecera del templo, con la sacristía y la capilla mayor, en la forma que tienen en la actualidad, gastándose en las obras la cantidad de 80.000 duros, conseguidos por contribución popular, por donativos del obispo Verdugo y sobre todo por la venta de numerosas alhajas de la iglesia. Las paredes laterales siguieron apuntaladas por muchos años. Durante la primera mitad del siglo XIX se reedificó la pared de fondo de la capilla colateral de la Epístola, con su arco, y se derribaron las dos capillas antiguas de San Andrés y del Poder de Dios, que, situadas en la misma nave, salían fuera de la línea del edificio y que, además, estaban ya inservibles. La techumbre se volvió a poner en 1872. El piso de mármol se puso en 1907, gracias a una subvención del Estado, 36 ITINERARIO I que consiguió el diputado a Cortes don Antonio Domínguez Alfonso. La mayor parte del actual aseo interior de los altares es de los años de 1904 a 1910, cuando se volvieron a componer muchos de los retablos, aprovechando sobre todo los viejos retablos abandonados de la iglesia de los Remedios, que adquirió el beneficiado don José Rodríguez Moure. Con los elementos del retablo del Carmen y del antiguo altar mayor de los Remedios, el carpintero lagunero don Isaac González Falcón compuso los de San Juan Evangelista ( colateral del Evangelio), de San Antonio ( colateral de la Epístola), del Carmen, del Descendimiento y de Santa Lucía; con el antiguo retablo de San Bartolomé compuso la puerta del bautisterio y el retablo de la Piedad; arregló el retablo de Animas, para dar cabida a la imagen del Señor Difunto; y, en fin, trasladó a los lugares que ocupan ahora la capilla del Niño Jesús y el coro. Todas estas reformas se deben al celo incansable del mencionado don José Rodríguez Moure, conocido historiador de su ciudad, a quien la iglesia le debe en cierto modo su resurgir. Verdad es que su horror al barroco churriguerresco o considerado por él como tal lo condujo a suprimir o a modificar mucho? retablos, imágenes y cuadros; pero ello no es más que un detalle en la actividad de toda una vida dedicada al aseo y al embellecimiento de su templo. Más tarde, después de 1940, el cura párroco don Maximiliano Darias Montesinos completó esta obra, costeando la reforma y el raspar del techo y de las columnas, la colocación del zócalo y de las modernas cristaleras ofrecidas por los fieles. En fin, en 1948 la iglesia ha sidcf declarada monumento histórico nacional. Por ser la más antigua de las parroquias tinerfe-ñas y la matriz de todas las demás de la isla, la iglesia de la Concepción ha ocupado, históricamente, una situación privilegiada entre los demás templos insulares Aun sin hablar de su antigua pretensión a colegiata, muchos historiadores antiguos señalan que su riqueza era tal, que hubiera podido competir con la de muchos obispados peninsulares. En el siglo XVIII había llega- CONCEPCIÓN 37 do a contar con 85 capellanías, que representaban en conjunto más de 100.000 duros de dotación. En 1805 contaba con tres beneficiados, diez presbíteros y once ministros asalariados. Aunque la mitad de sus alhajas haya sido vendida para acudir a los gastos de su fábrica, a fines del siglo XVIII, dispone aun de ornamentos importantes, parte de los cuales luce en las procesiones de Semana Santa, dando su peculiar carácter de fausto y de esplendor a los pasos laguneros, unos de los más ricos y los más ostentosos de España. La iglesia contaba antiguamente con numerosas cofradías, de las cuales la más antigua es la pontificia, imperial y real cofradía de la Purísima Concepción, fundada en virtud de la bula del Papa Adrián VI de 31 de julio de 1522, por la que se fundaba la ar-chicofradía del mismo título en la catedral de Toledo, con facultad de agregar las más que se fundaren en España; presentada la bula en Tenerife, en el año de 1532, se formó seguidamente la cofradía, que se constituyó en hermandad en 27 de febrero de 1667, y en cofraternidad de los beneficiados y capellanes en 11 de enero de 1719. La cofradía de los Pobres Vergonzantes es de 1541; la de San Severo, llamada también de San Siverio, es anterior a 1568. De la cofradía de las Almas del Purgatorio sólo sabemos que era anterior al año de 1626, en cuya fecha el capitán don Tomás Pacheco Solís, jugador empedernido, se obligaba por escritura notarial a pagarle cinco ducados cada vez que volviese a jugar naipes, dados o trucos. La hermandad del Santísimo Sacramento había sido fundada en 4 de junio de 1628, por 33 sujetos que habían pertenecido a una cofradía anterior, del mismo nombre; la de las Lágrimas de San Pedro, fundada en 31 de diciembre de 1644, existió hasta el año de 1868. La esclavitud de San Juan Evangelista fue fundada en 1649, para rendir culto a la imagen milagrosa del Apóstol; la del Cristo del Buen Viaje es de 1672; y la de San Antonio Abad, fundada en 3 de marzo de 1674, fue formada con motivo de la colocación de la inuigen del santo titular, que había traído de Indias lüratías 38 ITINERARIO I Delgado, y sus constituciones fueron aprobadas en 24 de mayo de 1755. La cofradía de San Bartolomé, fundada en su capilla por don Bartolomé Casabuena, fue autorizada por su protector, el cardenal Chigi, en 8 de julio de 1762. La de Nuestra Señora del Rosario, que rendía culto a la imagen colocada en la ermita del Rosario o de San Amaro, en el pago del Rosario; la de la Cinta de San Agustín; la de San Rafael; todas ellas son testimonio elocuente de la vida y del fervor que animaban en otros tiempos esta primera fundación de la piedad de los tinerfeños. La iglesia forma actualmente un conglomerado de edificios pertenecientes a épocas y trazas diferentes, —^ ya que sería exagerado hablar de estilos diferentes. La fábrica es la usual en los templos canarios: cantos o esquinas, marcos de puertas y de ventanas de piedra del país, y lienzos de pared de material ligero. La planta primitiva, rectangular, ha sido alterada por los numerosos salientes formados al oeste por la capilla de la Cruz, al sur por la sacristía, el camarín y los despachos, al este por la torre. Incluso sin tener en cuenta estas irregularidades, se podrá observar la falta de unidad de la construcción, sobre todo al examinar el lado este del edificio, con sus lienzos de pared y sus ventanas irregulares y con los desniveles de sus aleros. Sólo se entra en el templo por las dos puertas laterales. Por el lado este el edificio se encuentra al nivel de la plaza, mientras que por el lado opuesto la domina desde lo alto de una especie de terraplén, al cual se accede por medio de dos escaleras de piedra. Este lado, así como el del norte, estaban dedicados antiguamente a cementerio, probablemente por ser insuficiente el interior de la iglesia para el número de entierros que se necesitaba asegurar; estos lados estaban completados por una cerca de pared y por un osario, que llamaban carnero, y que estaba en el solar actualmente ocupado por la torre. Esta torre, que sirve de campanario, ha sido construida en 1694- 1697. Forma un saliente o, mejor dicho, un cuerpo independiente de la iglesia, a la que está CONCEPCIÓN 39 comunicada por medio de la capilla de la Trinidad. Se compone de un cuerpo bajo, sin salida a la calle, y que corresponde al bautisterio de la iglesia; de tres cuerpos provistos de ventanas cegadas; de un cuarto piso en que la ventana ha sido sustituida por un reloj, regalado en 1904; de un sobrado con dos ventanales en que se guardan las campanas, y de una danza de arcos ochavada, que le sirve de remate. Mide 33 ms. de altura. Las dos iglesias primitivas no tuvieron campanario propiamente dicho, sino que se servían de una armazón de maderos en que estaba colgada la campana. Este sistema se siguió hasta 1553, en cuyo año el visitador don Luis de Padilla mandó edificar un campanario. El que se hizo durante el mismo año, por un costo de 46.654 maravedís, estaba colocado encima del pilar de la capilla mayor, y no era probablemente más que una simple espadaña. En 1558, al reedificarse la pared que cerraba las naves, a los pies de la iglesia, se mandó otra vez hacer una torre, en un punto que quizá corresponde al sitio actualmente ocupado por la capilla de la Trinidad. Por razones que se ignoran, la obra de la torre no empezó, sin embargo, sino en 1577. Durante la mayordomía de Agustín de Vargas, que se prolongó de 1579 a 1599, la torre se levantó hasta la altura del cuerpo de las campanas; de modo que, ya antes de terminarse la construcción, el mayordomo hizo colocar dos campanas que había traído de Londres. Con ocasión de su visita pastoral de 1606, el obispo don Francisco Martínez de Ceniceros ordenó la terminación de la torre; pero esta disposición no fue ejecutada, de modo que las mismas órdenes tuvieron que reiterarse en la visita siguiente, del obispo don Antonio Corrionero, en 1618, y después en la del obispo fray Juan de Guzmán, en 1626. En fin, en su visita de 1630, el obispo don Cristóbal de la Cámara y Murga mandó se derribase la torre empezada y que ya se había visto que no se podía continuar, y se edificase otra más fuerte en su lugar. La nueva fábrica fue encargada a los canteros Manuel Penedo y Domingo de Acosta, en 1630; debía componerse de un cuerpo bajo, en sustitución del entonces existente, de un sobrado con dos ventanas para las campanas, y de otro sobrado de adorno, con ocho ventanas. Terminado el edificio, en 1648 se pasó a la obra de carpintería, que ejecutaban Juan Gómez y Juan Castellano. El remate estaba 40 ITINERARIO I formado por un chapitel de madera revestido de azulejos, que con el sol se veían brillar a gran distancia. La torre estaba acabada ya en 1652, pero resultó tan defectuosa, no sabemos si por culpa de los constructores o del suelo, que hubo que apuntalarla y al fin y al cabo se debió derribar, porque amenazaba ruina. Sólo se ha salvado del derribo el cuerpo bajo, que corresponde a la actual capilla de la Trinidad, y que en la época de su primera construcción, a fines del siglo XVI, estaba situado en la misma línea de la pared norte del templo. Por tercera y última vez se empezó a construir la torre en 1694, por el Licenciado Leonardo Felipe de Ocampo, beneficiado de la iglesia de 1663 a 1701. Para evitar los inconvenientes de los primeros cimientos, se abandonó la idea de construir en el mismo lugar y se volvieron a plantar los cimientos a espaldas de la torre anterior, con la que se comunica por un arco. La construcción se terminó en 1697, habiendo costado 70.000 reales. Los autores del proyecto son desconocidos; quizás son los mismos alarifes que empezaron la obra, Juan Liscano y Andrés Rodríguez Bello, autores también de la fachada del palacio de Salazar, hoy residencia episcopal. Se entra en la iglesia por el mismo lado este, donde hay una puerta del siglo XVI, de cantería, reformada en 1748, o más comúnmente por el lado opuesto, por una puerta que da a la plaza del Doctor Olivera. A mano izquierda de esta última entrada, pegada a la pared de la iglesia, está la capilla de Santa Cruz, fabricada en 1902, en sustitución de otra capilla de igual advocación que hasta el año anterior había existido en la acera de enfrente, y de que antes se ha hecho mención. Fundada en 1756, ensanchada en 1763, la antigua capilla había servido durante algún tiempo de depósito de cadáveres de la parroquia; en la moderna no hay ningún detalle que ofrezca interés. El terraplén en que está edificada la iglesia por este lado es el antiguo cementerio de Concepción, pavimentado en el siglo XIX con piedras sacadas del piso de la iglesia, en donde cubrían otras sepulturas, según se puede reconocer por su forma característica. El aspecto de conjunto del interior de la iglesia produce una impresión de riqueza, debido a su anchor, al suntuoso manifestador y retablo mayor, y a la CONCEPCIÓN 41 presencia del coro con su bonita techumbre portuguesa, y de las dos capillas contiguas con sus arteso-nados policromados. Lo que le falta es sobre todo la altura; como todas las iglesias canarias de estilo tradicional, sus artesonados descansan casi directamente sobre los arcos de cantería, produciendo una notable falta de proporción entre la altura y las demás dimensiones del edificio. Las antiguas capillas han sufrido numerosos trastornos y recomposiciones en sus retablos, que son en general el producto incoherente de una mezcla de elementos procedentes de obras muy diferentes; de modo que sería por lo menos imprudente tratar de juzgar su época, su estilo o su mérito. Sin embargo, esta recomposición se ha hecho con algún tiento, que nunca conseguirá el beneplácito del historiador del arte pero que quizá no choque mucho al simple espectador. Las obras de interés artístico o histórico son bastante numerosas como para hacer de la visita del templo la primera condición de una estancia en la ciudad, por limitado que pueda ser el tiempo que se le dedique. La capilla mayor ( 3) está formada por un amplio presbiterio bajo, que ocupa el lugar del primitivo altar mayor, y conduce al presbiterio propiamente dicho, al que se accede subiendo cinco gradas, y al altar mayor, al que se sube por tres gradas más. El presbiterio bajo está cubierto con un artesonado que se ha tapado y encalado modernamente; la capilla mayor posee una bóveda de arista, está separada del resto de la iglesia por una verja, y tiene las paredes del fondo y laterales cubiertas con una pintura a imitación de un cortinaje y entapizado de seda encarnada, obra del presbítero don Manuel Díaz ( 1773- 1863), cura párroco de Santa Cruz de la Palma. El manifestador, ricamente cubierto con chapa de plata repujada, obra de la segunda mitad del siglo XVIII, y guardado por los dos lados por dos ángeles de talla revestidos de chapa del mismo metal, sirve de marco al camarín alto en que se venera la imagen de la patrona de la iglesia. Nuestra Señora de la Concepción; ésta última es obra del escultor orotavense 42 ITINERARIO I Fernando Estévez ( 1780- 1854) fechada en 1849. Se considera como la última talla salida de la mano de este interesante imaginero, último representante de un arte tan popular como fecundo en las islas. La imagen está ricamente vestida y adornada, por cuya razón, así como por la distancia en que está colocada, resulta difícil al espectador juzgar el mérito de su factura artística; tan sólo se deja apreciar de lejos la sencilla belleza de sus facciones, así como lo reconcentrado y lo patético de su actitud. La imagen ha sido coronada canónicamente el 5 de diciembre de 1954. En el presbiterio, bajo humilde losa, yacen los restos de don Fernando de Rueda, obispo de Canarias de 1581 a 1585, fallecido en la ciudad de La Laguna en 17 de junio de este último año. El altar mayor de la iglesia que empezó a fabricarse en 1511 debía de ocupar aproximadamente el sitio del actual presbiterio bajo. Tenía paredes de separación con las dos capillas laterales, y desde 1545 se hallaba separada del cuerpo de la Iglesia por medio de una reja o baranda. El techo del altar mayor había sido pintado en 1528 por Andrés de Illescas; las paredes de separación con las colaterales fueron derribadas en 1557 y sustituidas por arcos cerrados con rejas. Durante todo el siglo XVI, el sagi- ario no estuvo colocado en esta capilla, sino en la colateral del Evangelio, de donde sólo se mandó mudar en 1605, con motivo de la visita pastoral del obispo don Francisco Martínez de Ceniceros. En el retablo que lo adornaba por aquella misma época, sólo hubo en un principio una imagen de pintura de la Virgen con el Niño Jesús, que parece ser la que hoy se conserva en la capilla de San Pedro; más tarde, en 1541, se le agregó otra imagen de bulto, ofrecida por Isabel Ramírez, mujer del conquistador Juan Méndez, y representando asimismo a Nuestra Señora. El visitador don Cristóbal del Castillo dispuso en 1580 la rápida composición de un retablo para el altar mayor, y hasta indicó en una relación detallada las pinturas que lo debían adornar: un crucifijo, doce retratos de santos y los doce apóstoles. A pesar de haber dejado Juliana Viña, desde el año siguiente, todos sus bienes " para la obra de la torre que se haze en la dicha iglesia, o para el retablo que se a de traer para el altar mayor", este retablo sólo se encargó en el año de 1602, a Pedro de IGLESIA DE NUESTRA SRA. DE LA CONCEPCIÓN 1 CAPILLA MAYOR 2 CAPILLA DEL EVANGELIO ( S. JUAN BAUTISTA) 3 PRESBITEniO t CAPILLA DE SANTIAGO, HOY DE SAN ANTONIO 5 ALTAR DEL SANTO CRISTO « ALTAR DE SAN ANTONIO 7 PUERTA NUEVA 8 ALTAR DE LA PIEDAD » CAPILLA DE SAN PEDRO 10 CORO U CAPILLA DE LAS ANIMAS a TRIBUNA DEL ÓRGANO 13 ALTAR DEL NIDO JESÚS H CAPILLA DE LA TRINIDAD 15 PILA BAUTISMAL 1 » PILA ANTIGUA IV PUERTA DEL BAUTISTERIO 18 PUERTA MAYOR » ALTAR DE SANTA LUCIA 30 ALTAR DE SAN JOSÉ a PULPITO a ANTIGUA CAPILLA DE SANTA ANA 23 > > DE SAN ANDRÉS 34 . . DEL CRISTO DEL O. PODER a . ' D E LOS DOLORES 3 ti- 44 ITINERARIO I Artacho Arbolanche, ensamblador; y como éste falleció antes de haber entregado la obra, la entrega la hicieron sus hermanos, también ensambladores, Juan y Bartolomé Artacho. Lo pintó y doró Cristóbal Ramírez, pintor de imaginería, quien hizo también los 24 retratos de santos y de apóstoles indicados por el visitador de 1580: entre ellas, la célebre imagen de San Juan Evangelista, que se venera actualmente en la capilla colateral del Evangelio. Esta tabla, junto con la imagen del Santo Cristo llamado del Rescate, es todo cuanto se conserva actualmente del retablo de 1606, que se vendió por 1661 a la iglesia de la Concepción de Santa Cruz. Es verdad que se afirma que el viejo sagrario de madera pintada que se conserva aquí, en la capilla de la Trinidad, es resto de la capilla mayor antigua; pero esta afirmación no está suficientemente demostrada ni histórica, ni artísticamente. En su visita de 1618, el obispo don Antonio Corrionero mandó se ensanchase la capilla mayor, hasta llegar a ser " del grandor que el tamaño de la iglesia pide". Las obras de carpintería, que corrieron a cargo de Juan de León, se hicieron de 1621 a 1624, e importaron mil ducados, pagados de un donativo hecho por el Licenciado Juan Manuel Suá-rez, canónigo de Sevilla natural de La Laguna, bautizado en esta iglesia en 1568. Los trabajos de pintura se hicieron en 1625 por Juan Díaz Montero. De 1660 a 1665 duraron las obras del nuevo retablo, en sustitución del antes mencionado: fue hecho, con todas sus tallas, por Antonio de Orbarán, escultor natural de La Palma, y costó mil ducados; se acabó de dorar por Jorge Escrot, en 1690; y se suprimió con motivo de la reedificación de la capilla mayor. Ésta se reemprendió en 1748, y nuevamente de 1785 a mayo de 1787, y tuvo por principal objeto dar mayor extensión a la capilla en su profundidad. En la composición del sagrario de plata contribuyó con gran cantidad de plata el presbítero don Miguel Bernardo de la Torre ( 1683- 1761). La capilla colateral del Evangelio ( 2) posee un retablo compuesto en 1907 con elementos de varios retablos antiguos, principalmente con las columnas del primer y del segundo cuerpo del célebre retablo de Mazuelos, primitivamente colocado en la capilla mayor de la iglesia de los Remedios; los cuarterones proceden de la antigua capilla de San Bartolomé, de la Concepción. En la parte alta del retablo está un CONCEPCIÓN 45 cuadro moderno del Descendimiento, obra poco representativa del pintor tinerfeño Alfredo Torres Edwards ( 1889- 1943). En su nicho central está expuesta a la devoción, en marco de plata y sobre base del mismo metal, la tabla que representa al evangelista San Juan, obra del pintor canario Cristóbal Ramírez de Ponte, procedente del antiguo retablo maybr y colocada aquí en 1701. Es una de las imágenes de mayor devoción de las islas, tenida por milagrosa desde que empezó a sudar, en 6 de mayo de 1648, cuyo milagro duró 40 días. Tiene a sus lados a Son Pedro y a San Pablo, ambos de lienzo, del siglo XVII, colocados en este lugar por el presbítero Rodríguez Moure. En un nicho debajo del santo Evangelista está un Calvario de talla policromada, de reducidas proporciones, pero muy bien labrado, probablemente producto del arte italiano del siglo XVIII. En la pared lateral de esta capilla se halla un gran lienzo antiguo, cuya procedencia se ignora, y que representa a Moisés haciendo brotar el agua en el desierto. Es variante de un cuadro conocido del célebre pintor francés Nicolás Poussin ( 1594- 1665), atribuida alguna vez a la mano del mismo pintor, pero que pertenece probablemente a una época ligeramente posterior a la suya- La capilla ha sido fundada en 1528 y dotada en 1538 por Juan Yánez Abad, cura de la iglesia de 1514 a 1540; su primera advocación fue la de Nuestra Señora de la Quinta Angustia. Fue edificada de 1528 a 1530 por el maestro de cantería Juan Caballero y pintada en 1530 por Andrés de lUescas, a quien se debe también la pintura primitiva de la capilla mayor. De la primera fábrica sólo quedan la pared lateral y el hermoso artesonado. Durante el siglo XVI tuvo por retablo una simple pintura encima del altar, representando el Descendimiento; la que mandó colocar don José Rodríguez Moure, como remate del retablo actual, recuerda aquella primera advocación. En el siglo XVII, la capilla pasó a ser patronato de la familia de Pacheco Solís, y después de la de Hoyo Solór-zano; ésta última mandó fabricar el antiguo retablo, luego desbaratado por el mismo Moure. Como patrona de la capilla, doña Isabel Ponte del Hoyo permitió en 1701 a la 46 ITINERARIO 1 esclavitud de San Juan Evangelista colocar aquí la imagen del Santo, como lo atestiguan las dos tablas pintadas que se han salvado del retablo deshecho. La imagen es el objeto de un culto fervoroso, a raiz del milagro de 1648. Está al cuidado de una esclavitud, fundada por 33 sujetos de La Laguna en 1649; el número de los esclavos ha sido aumentado hasta 72 en 1873, y es ilimitado desde 1942. Su fiesta, que antiguamente era de mucha ostentación, estaba costeada por el Cabildo de la isla; para cuyo fin sacó éste, en 1751, una real cédula que lo autorizaba a gastar en ella hasta 75 ducados. En 1894, la fábrica de la iglesia ha puesto a toda la capilla un nuevo piso de mármol, con cuya ocasión se han suprimido lamentablemente, como en las demás capillas, las lápidas sepulcrales de los antiguos patronatos. La capilla de San Antonio, antiguamente de Santiago, colateral de la Epístola ( 4), es idéntica de forma y de dimensiones con la otra colateral. Tiene un retablo moderno, colocado en 1910 y compuesto, como el de San Juan, con elementos de otros más antiguos, principalmente del retablo de Mazuelos procedente de la catedral. Tiene en su segundo cuerpo un cuadro moderno, obra del pintor tinerfefio Juan Botas ( 1882- 1917), representando a Santiago, antiguo patrono de la capilla. En el nicho central se venera una imagen antigua de talla, que representa a San Antonio de Padua, procedente del antiguo retablo de esta colateral; a sus dos lados están dos cuadros del siglo XVII, representando a San Simón y a San Judas Tadeo y atribuidos ( por Juan Martín González) a Cristóbal Hernández de Quintana ( 1651- 1725); proceden del antiguo altar de San Pedro y han sido colocados aquí en 1907. En el remate un león pintado, moderno, parece recordar que esta capilla había sido en otros tiempos patronato de los Béthencourt, cuyo escudo de armas es en efecto un león rampante. En la pared lateral se halla un lienzo antiguo, de grandes dimensiones, y probablemente de origen flamenco, representando la Adoración de los Reyes. La capilla ha sido fundada en fecha dudosa, pero antes de 1519, por Guillen de Béthencourt. Fue sepultura de los CONCEPCIÓN 47 Béthencourt Perdomo, siendo el primer sepultado en ella Juan Perdomo, en 1519. Por el año de 1551, al regresar de una fructuosa expedición de rescate a Berbería, Marcos " Verde y sus compañeros de viaje costearon la reconstrucción de la capilla de Santiago, de la que fue mayordomo el mismo Marcos Verde, y después de él su hijo Baltasar de Béthencourt. Todos pertenecían a la misma familia; sin embargo hubo pleito, en 1563, para la posesión de la capilla, entre Baltasar como heredero de su padre, y los hermanos Miguel, Juan y Marcos Perdomo, como herederos de Guillen de Béthencourt. Estos ganaron, y el patronato pasó después a su sobrino, Marcos Perdomo Pimen-tel y a sus herederos. En 1650 lo era Pedro de Soria Pi-mentel, quien hizo información de que la capilla era suya; en 1726 era su heredero Francisco de Soria Pimentel. Los antiguos patronos parecen haberla abandonado después de esta fecha. Antiguamente tenía un retablo de pincel, que representaba a Nuestra Señora entre San Fabián y San Sebastián, y cuya presencia consta desde 1541. Fue sustituido posteriormente por otro retablo, también de pincel, dedicado a San Miguel Arcángel; y finalmente por otro, de talla dorada, en que se hace mención por primera vez de una imagen de talla de Santiago a caballo. Sin embargo, esta advocación de la capilla es bastante anterior; y la imagen debió de existir en la iglesia por lo menos desde el año de 1532. En la época en que se hizo el tercer retablo, probablemente en el siglo XVII, se colocó aquí la imagen de San Antonio de Padua: es la única que se ha conservado de aquel retablo de talla, suprimido con motivo de las obras de fines del siglo XVIIl. En su lugar se puso entonces otro retablo, que duró hasta 1910, y de que tampoco parece haber quedado rastro. En el siglo XVIII, el arco de entrada de ambas colaterales era bastante más bajo que el de hoy, cuya obra pertenece a las reformas de aquella época. Al volver la espalda a la capilla de Santiago, yendo hacia los pies de la nave lateral, la primera capilla es la del Santo Cristo ( 5), llamada alguna vez del Calvario. En su retablo se venera la popular imagen del Señor del Rescate, llamado también el Señor del Buen Viaje. Según la tradición, esta imagen de talla, del siglo XVI, figuraba primitivamente en una viga encima del retablo mayor, desbaratado en 1602. AI venderse a la parroquia de Santa Cruz el segundo retablo mayor, en 48 ITINERARIO I 1661, también se enajenó esta imagen; y una pobre mujer de La Laguna vendió su casa para rescatar la santa imagen, que fue devuelta a su templo de origen; con cuya tradición se explica el nombre con que se conoce mejor. Es obra de buena talla, adquirida en 1558 por precio de 10.000 maravedís; ha sido recompuesta en 1754. Si es, según parece, producto de algún taller canario, es una de las más antiguas imágenes de procedencia local que se han conservado. A su lado está una imagen de vestir de la Dolor osa, conocida con el nombre de la Predilecta, por ser la obra que entre las suyas prefería el célebre imaginero canario José Lujan Pérez ( 1756- 1815); fue donada a la iglesia, en los primeros años del siglo XIX, por el mayordomo de propios don Felipe Carballo de Almeida. Las razones de la preferencia que le acordaba su autor quizá no parecerán evidentes; la obra, de todos modos, destaca por su patetismo y por la intensa expresividad de su mirada. En el remate figura un cuadro de San Andrés, colocado aquí sin duda por Moure, para recordar la primera advocación de este altar. Primitivamente había aquí una capilla dedicada a San Andrés y fundada por el beneficiado de la iglesia, el Licenciado Alvaro Yánez Ramallo. Ocupaba más espacio que ahora, ya que se extendía más allá de la pared actual, formando un saliente hacia la plaza, con una entrada cuyo arco de cantería, mal tapiado e igualado con la pared, se reconoce fácilmente al lado del altar actual. Fundada por testamento del beneficiado, en 1580, su primer patronato fue la sobrina del fundador, Rosa María Yánez de Alpuín, esposa de Jerónimo Laso de la Vega, quien parece haber llevado a cabo su construcción. Fue desbaratada provisionalmente con motivo de las reformas de 1738, comprometiéndose los beneficiados a costear ellos su nueva fábrica; pero no llegó a reedificarse. Al fallecer la última patrona, doña Beatriz Lasso de la Vega, en 1787, la capilla aun seguía sin construir, y así se ha quedado desde entonces. La imagen del santo titular debía de ser de fines del siglo XVI. En 1763 fue sustituida por otra, " porque el que está es muy barbudo y la cabesa grande" ( Anchieta); tanto la antigua como la nueva han desaparecido. Se ignora la fecha de la actual advocación del altar. Hasta principios de C I ^ WKm V'-' f^'' ^•^''^'^. ^' f , . -^ % •• 1 ^ CONCEPCIÓN 49 este siglo se exponía en su retablo, además de las dos imágenes mencionadas, la del evangelista San Juan, que ha sido retirada del culto. A su lado está la capilla del Señor de las Tribulaciones ( 6), con una hermosa imagen de esta advocación, del tallista canario Fernando Estévez ( 1780- 1854); en el segundo cuerpo del retablo se venera una imagen de la Virgen del Carmen, de vestir. En la mesa del altar, encerrado en una urna de cristal, se venera un Santo Clavo, la más importante reliquia de la iglesia. En el remate del retablo, la pintura que representa al Espíritu Santo procede del antiguo retablo de Máznelos, que ocupaba en el siglo XVII el altar mayor de la iglesia de los Remedios. Corresponde este altar a la antigua capilla del Cristo del Gran Poder, contigua a la anterior, con la que se comunicaba por medio de un arco de cantería. Formaba también un saliente a la plaza, al que se accedía por medio de otro arco, tapiado en 1738. La historia de esta capilla es casi desconocida, ignorándose hasta el nombre de su fundador. La imagen titular procede de la capilla de Vargas o de Santa Ana, también desaparecida, y que antes estaba en la otra nave lateral. El altar también estuvo dedicado a San Antonio, durante algún tiempo. El retablo ha sido compuesto hacia 1910, con elementos procedentes sobre todo del gran retablo llamado de Máznelos, antes en la iglesia de los Remedios. Más allá de la puerta de entrada, yendo hacia los pies de la iglesia, está un altar de la Piedad ( 8), con retablo compuesto a base de elementos procedentes del antiguo altar de San Bartolomé, en 1907, y con una imagen moderna de la Piedad, sin interés. En el remate hay un lienzo de Nuestra Señora de Guadalupe. En la pared, a izquierda del altar y encima de un Santo Cristo, está un bonito lienzo de la Inmaculada, pintura de fines del siglo XVII por el pintor de la Corte Pedro Atanasio Bocanegra. Este altar ocupa aproximadamente el sitio de la antigua capilla de Nuestra Señora de los Dolores, fundada a prin- 50 ITINERARIO I ciplos del siglo XVIII por la familia Eduardo y conocida también con el nombre de capilla de los Forasteros. Había sido fabricada para rendir culto a la imagen de esta advocación, obra de Lázaro González de Ocampo, donada a la hermandad del Santísimo Sacramento, en el año de 1688, por el Licenciado Bernardo Martín de Fleitas. La capilla fue suprimida en 1749, porque impedía la obra de la nueva iglesia, por formar, como las de San Andrés y del Cristo del Gran Poder, un saliente hacia la plaza; y, como los patronos se oponían a su derribo, fue echada por tierra, en una noche, por los vecinos. Su colocación correspondía más o menos al solar que actualmente ocupa la capilla de la Santa Cruz. En cuanto al antiguo Descendimiento que ocupaba primitivamente este altar, se componía de una imagen de la Virgen, de vestir, con el Señor Difunto en sus rodillas. A raiz de la supresión de su capilla, el grupo ha sido trasladado, durante algún tiempo, a la capilla de Santiago, colateral de la Epístola, de donde ha sido quitado con motivo de la recomposición del retablo, en 1907. Por disposición del entonces beneficiado don José Rodríguez Moure, el grupo ha sido deshecho. La imagen de la Virgen se conserva desde entonces, en malas condiciones, encima de un armario en la sala de juntas, detrás del altar mayor; y la imagen del Señor Difunto ha pasado a ocupar el nicho inferior del retablo de Animas. Su grupo se vuelve a componer en Semana Santa, para sacarlo en la procesión de Viernes Santo. En el lugar que ocupa ahora el retablo de la Piedad, se había colocado en 1895 un altar dedicado a San Rafael, con retablo moderno, todo costeado p) or doña Rafaela Delgado Domínguez. Este altar, sin interés artístico, ha sido suprimido en 1907. Hasta dicha fecha, el lienzo de Boca-negra había figurado en el retablo de San Juan Evangelista, en la capilla colateral del Evangelio; es una buena pintura, con los tonos cálidos y ligeramente esfumados, característicos de la escuela madrileña, que ha sido copiado por Cristóbal Hernández de Quintana en su gran lienzo de la Purísima, de 1696, en la catedral de Las Palmas. En la misma pared, pasado el altar mencionado, está un lienzo de la Anunciación, pintura de principios del siglo XVIII, de autor desconocido. Más adelante, al final de la nave de la Epístola, se halla la capilla de San Pedro ( 9), mandada fabricar en 1666 por la cofraternidad de sacerdotes, para servir de entierro CONCEPCIÓN 51 a los servidores de la iglesia. Está cubierta por un ar-tesonado policromado. El piso es la única parte que se ha conservado en su forma antigua, precisamente por haber sido entierro de los beneficiados: las sepulturas se reconocen por sus losas sin inscripción alguna, separadas por sendos listones de madera que forman un marco. Una sola lápida, moderna, indica en lugar en que descansa don Diego Nicolás Eduardo, canónigo tesorero de Canarias e insigne arquitecto ( 1734- 1798), autor de los planos de la iglesia de Gáldar, de la nueva catedral de Las Palmas, y en parte del actual templo de la Concepción. En la misma capilla está sepultado Fray Juan de la Asunción Mustelier y Bigot, descendiente de una familia francesa arraigada en La Laguna y religioso de la orden Betlemítica, que falleció en opinión de santidad, el 6 de enero de 1773. El retablo de esta capilla, del siglo XVIII y sin dorar, como todos los demás retablos de la iglesia, es de dos cuerpos. Contiene en el nicho central del primer cuerpo las imágenes de vestir, de tamaño natural, del Señor con San Pedro arrodillado a sus pies, obras del ya mencionado Fernando Estévez; figuras expresivas, aunque algo teatrales, como en general lo son las obras de este imaginero, y que salen en la procesión de Martes Santo. En los nichos laterales están dos imágenes, un San Lorenzo de vestir a derecha, y un San Rafael a izquierda, buena talla canaria del siglo XVIII, obra de un Fernández, yerno del escultor Lázaro González. En el cuerpo superior del retablo figura, en el nicho central, una imagen de talla de San Jerónimo, procedente de la iglesia de San Agustín, de donde ha sido traída por don José Rodríguez Moure; a sus lados están dos tallas antiguas representando a San Crispín y a San Crispiniano, obras ejecutadas en 1597 por Diego de Landa, ofrecidas a la iglesia por el gremio de los zapateros y colocadas anteriormente en la capilla de Nuestra Señora de los Dolores. En el remate hay una talla en relieve de San Pedro. En la pared izquierda de la capilla de San Pedro figuran tres cuadros de lienzo, el primero de los cuales representa el Sueño de San José; es versión del cuadro 52 ITINERARIO I de Cristóbal Hernández de Quintana, existente en el retablo mayor del Hospital de Dolores. Le siguen un Santo Cristo, moderno, y una pintura de Santa Lucía. En la pared opuesta, además de una pintura de San Miguel, de principios del siglo XVII, y probablemente procedente de un taller canario, está una imagen de lienzo de la Virgen con el Niño en sus brazos. Las cabezas de la Virgen y de su Hijo son recortes, los únicos que se han podido salvar, del antiguo lienzo que formaba el retablo del altar mayor, durante la primera mitad del siglo XVI; han sido pegadas a una tabla de tea y completadas de pintura en 1737, según lo atestigua una inscripción al pie de la misma tabla. Al lado de esta capilla, haciendo frente al altar mayor, está el coro ( 10), antiguamente capilla de San Bartolomé. Contiene una bonita sillería, labrada a partir de 1717 por el entallador Juan Rodríguez Ber-i" 6jo, y que costó en conjunto unos 20.000 pesos. Está formado por dos órdenes de sillas bien labradas y entalladas, sobre todo la del obispo. Todo el coro está cerrado por una reja, también de talla, de buen efecto, pero de estilo diferente. El facistol tiene por remate una talla de la Purísima, de pequeñas dimensiones, estofada y hermosamente dorada por Jerónimo Príncipe, pintor tlnerfeño de la primera mitad del siglo XVIII. La techumbre, de tablas lisas, está pintada a la portuguesa. En la pared del fondo, encima de la tribuna del órgano, aparecen seis lienzos de mediano interés artístico y en bastante mal estado, representando a doce santos: proceden del antiguo retablo de San Pedro de la catedral, trasladados aquí en 1907, y han sido pintados en Canarias, a principios del siglo XVIII. Sobre dos repisas de las paredes laterales descansan dos imágenes de talla. La de San Bartolomé, a izquierda, procede de su antiguo altar, existente en esta misma capilla; a derecha, la de San Sebastián procede de la sacristía. Ambas son del siglo XVIII; pero la primera es de mejor factura y mérito artístico. Encima de ella está un lienzo de San José; hay otro, que representa a San Pedro, encima de la imagen de San Sebastián. CONCEPCIÓN 53 La antigua capilla de San Bartolmé, que ocupaba el sitio del coro actual, había sido mandada fundar por don Pedro de Casabuena y Mesa, por su testamento de 1709. Al fallecer él en este mismo año, había dejado por heredero a su hermano, don Bartolomé de Casabuena y Mesa ( 1676- 1733), juez de Indias en Tenerife, quien llevó a cabo la construcción de la capilla y la dedicó a su santo protector. La fábrica fue efectuada por Simón Alvarez Ferrer, y terminada antes de 1725. Tenía la capilla un retablo dieciochesco muy recargado, cuyos principales elementos han servido en 1907 para la composición de la puerta del bautisterio y del retablo de la Piedad. Se veneraban en ella, además de la imagen de Sai Bartolomé antes mencionada, la de San Nicolás de Bari y un crucifijo: estas dos imágenes se han perdido después. Más tarde, se había colocado en el nicho central del retablo una imagen de bulto de Nuestra Señora de la Concepción, que se consideraba tradicionalmente como contemporánea del rey San Fernando, pero que es, cuando más, del siglo XVI, y ha sido profundamente retocada: se conserva actualmente en el salón de juntas de la iglesia, en el piso alto detrás del altar mayor. El coro que se ha colocado en la capilla de Casabuena no es el más antiguo que haya tenido la iglesia de la Concepción. Le había precedido otro, de factura problablemen-te muy sencilla, hecho en 1557 y 1558, sustituido después por el segundo coro, que ejecutó en 1617 el carpintero Salvador López. Este fue sustituido a su vez por el tercero, que es el que hoy día subsiste y que es, como queda dicho, de 1717. El primer coro estaba colocado bastante más cerca del presbiterio, ocupando el espacio de la nave central que mide entre la segunda y la tercera columna. Al darse mayor longitud a las naves, a partir de 1660, el coro acabó con quedarse en medio de la iglesia. El de 1717 había sido colocado entre la cuarta y la quinta columna actuales; y así se quedó hasta 1904, Cuando se decidió su traslado al lugar que ocupa actualmente, siendo costeada la obra por el obispo Rey Redondo. La reforma, sugerida, como todas las demás, por el presbítero don José Rodríguez Moure, tenía por objeto dar mayor espacio a la nave central y mejor lugar a las fiestas del cincuentenario del dogma de la Purísima Concepción, en 1904. En el antiguo trascoro estuvo hasta esta última fecha el altar del Niño Jesús. La capilla de las Animas ( 11). al final de la nave del Evangelio, construida a mediados del siglo XVII 54 ITINERARIO I por la cofradía del mismo nombre, tiene un retablo cuyo segundo cuerpo está formado por un gran lienzo ( 2,40 m sobre 3 m), del pintor canario antes mencionado, Cristóbal Hernández de Quintana ( 1651- 1725). Representa las Almas del Purgatorio: es tema que también había tratado el mismo artista, en el cuadro similar existente en la catedral. En el cuerpo inferior del retablo hay tres nichos en que se veneran las imágenes de bulto de San Francisco Javier entre San Cristóbal y San Cayetano; la más antigua de todas ellas, la de San Cristóbal, pertenece al siglo XVI y se suele considerar como la más antigua de las que se veneran en la ciudad de que es patrono. A los dos lados del retablo, sobre sendas repisas, están las imágenes de San Blas y de San Antonio Abad. Esta última es de procedencia desconocida; en cuanto a la imagen de San Blas, bien podría haber pertenecido a aquel " retablo de San Blas que e mandado traer de España", según reza el testamento de Manuel Martín, mercader de La Laguna y fundador de una capilla desaparecida en el mismo templo de la Concepción, en 1595. Debajo del retablo, el frontal del altar está sustituido por una urna de cristal que tiene la hermosa imagen del Señor Difunto, obra de Lázaro González, del siglo XVII; procede del antiguo altar de la Piedad y ha sido colocado aquí en 1925. En la pared lateral de la misma capilla, a mano derecha y antes de entrar en la capilla, está un gran lienzo del siglo XVIII, que representa al Cristo de La Laguna. Ha sido pintado para recordar la estancia temporal de esa célebre imagen en la casa de los condes , del Valle de Salazar, en 1713; procede de la casa de los condes, y ha sido regalado a la iglesia en 1904. A su izquierda, ya en el interior de la capilla, está un lienzo curioso representando al profeta David, y más adelante otro cuadro, probablemente del siglo XVII, que repren-ta al Buen Pastor. En la pared opuesta hay un lienzo antiguo de Nuestra Señora del Socorro; debajo del mismo está una lápida que indica la sepultura del cuerpo incorrupto de la beata María de Jesús, muerta en olor de santidad en 1730. La capilla está cubierta por un CONCEPCIÓN 55 hermoso artesonado policromado, contemporáneo de la época de su fundación. La capilla ha sido fundada, como queda dicho, por la cofradía de las Animas del Purgatorio y de los Pobres Vergonzantes; la época de su fundación es incierta. Se le supone comúnmente de principios del siglo XVII o anterior. Esta fecha no parece probable, si se tiene en cuenta la arquitectura de esta parte del templo; si se recuerda que las capillas de San Pedro y de San Bartolomé, que ocupan con ésta los pies de la iglesia, son de 1666 y de 1709 respectivamente; y si se considera que la torre de 1577, así como la de 1630, estaban en la misma línea de la fachada norte del templo, lo cual hace obvia, en esta última fecha, la ausencia de las tres capillas terminales. Es de sup> oner que la de las Animas es de 1660 o posterior. Había sido fabricada para servir de entierro a los pobres; con la de San Pedro, es la que menos trastornos ha sufrido a lo largo de su historia. La Sierva de Dios Sor María de Jesús ( 1643- 1731) había fallecido en el convento de Santa Clara; después de su muerte, las monjas regalaron a la iglesia una cruz con peana y remates de plata, que está en la sacristía, y que es la misma que adoraba la Sierva de Dios. Siguiendo la pared de la nave del Evangelio, el primer altar es el del Niño Jesús ( 12). Fue fundado en 1720 por el capitán don Lázaro Alvarez de Abreu, consejero de Hacienda, veedor de la gente de guerra de Tenerife, fallecido en 1759; su construcción y composición se terminaron en 1727. Primitivamente estaba colocada en el trascoro y servía de sostenimiento del antiguo órgano; ha sido trasladado aquí en 1904. Está formado por un retablo en forma de nicho o más bien de gruta, en que se venera la imagen del Niño. Este retablo se distingue por lo recargado y lo rebuscado de su talla, que representa motivos ornamentales de toda clase, esculpidos en la madera con una precisión y con una abundancia de detalles asombrosas. El acierto artístico es discutible: todo ello forma un conglomerado de detalles, pero se trata más bien de simple destreza técnica; además, ésta misma es desigual, ya que se nota la presencia de dos manos. El autor de la 56 ITINERARIO I parte baja del retablo entallaba con bastante mejor gusto y finura que el otro; de todos modos, los dos son igualmente desconocidos. Se supone — pero es simple suposición— que el primero es también autor del pulpito de la iglesia. Se sabe que antiguamente este retablo estaba enteramente pintado de blanco. Inmediatamente más allá de este altar se abre la puerta de la capilla de la Trinidad, que ocupa el primer cuerpo de lo que fue antiguamente la torre de la iglesia. Esta puerta está cubierta por una portada de carpintería, cuyos elementos están compuestos con los restos del antiguo retablo de San Bartolomé. Como remate se le ha puesto una talla de madera representando a San Jorge a caballo, con la lanza en la mano, procedente del convento agustino, de la capilla de los Grimones, de cuya familia era el santo patrono. Pasada esta puerta, se entra en la capilla de la Trinidad ( 14), fundación de la familia de Roo, a principios del siglo XVIII. A izquierda se ve una imagen de talla de San Ramón Nonato, del siglo XIX, obra de Arsenio de Las Casas, escultor de La Palma. Por el mismo lado, en el rincón del fondo, está una pila bautismal ( 16), de cerámica sevillana y probablemente del siglo XV. Es la más antigua de la iglesia y probablemente de toda la isla, contemporánea o poco posterior a la conquista; estuvo en servicio hasta 1760, a pesar de haberse quebrado parcialmente desde la segunda mitad del siglo XVI. En la pared, encima de la misma, están dos cuadros que indican, el primero, la filiación de las iglesias parroquiales de la isla de Tenerife, procedentes todas de esta parroquia matriz de la Concepción; y el otro, a los hijos ilustres de la ciudad que recibieron las aguas del bautismo en la pila de referencia. Estos dos cuadros son obra del antiguo e ilustrado beneficiado de la iglesia, don José Rodríguez Moure, tantas veces nombrado aquí, y a quien se deben las importantes reformas del templo, a principios del siglo actual. En la pared de la capilla que hace frente a la puerta de entrada está un lienzo de Juan de Miranda ( 1723- 1805): es una Purísima Concepción de hermoso CONCEPCIÓN 57 dibujo, aunque algo amanerado; a su lado está un lienzo antiguo, no sabemos si de Quintana, que representa la Circuncisión. A derecha, en la misma pared, está un relieve de talla de madera, estofada y policromada, procedente del retablo mayor de esta iglesia, y por consiguiente obra de Antonio de Orbarán, de mediados del siglo XVII: representa a la Virgen de la Expectación, y puede considerarse como una de las mejores obras de este entallador. A la izquierda se podrá ver, debajo de una imagen moderna, sin interés, de Santa Cecilia, el antiguo sagrario de la iglesia, quizá perteneciente al mismo retablo mayor labrado en 1660- 1664 por Orbarán. Se considera alguna vez que este sagrario es el mismo que ocupaba el altar mayor, cuando figuraba en el mismo la imagen milagrosa de San Juan Evangelista, que está reproducida en uno de sus paneles; pero esta afirmación no se apoya en ningún documento concreto. La fecha de la construcción de esta capilla, que forma un saliente por el lado este del templo, es desconocida. Suponemos que debe ser de 1609, en cuyo año el cantero Luis de Morales se comprometía a fabricar un arco y una puerta al campo, en vista de una capilla que debía costear el mayordomo de fábrica. Encima de esta capilla se siguió fabricando, a partir de 1630, la torre de la iglesia, cuya existencia, como queda dicho, no fue muy larga. Probablemente no se cedió para capilla sino después de derribada la torre, en 1694. Sabemos que la empezó a fabricar como tal capilla Pedro de Roo, mercader flamenco natural de Dunkerque, fallecido en 1703; al principio había asociado a esta fundación a otros flamencos de la ciudad, para servirles a todos de entierro; pero los otros no se avinieron a pagar los gastos, y Roo la terminó como capilla suya y de su familia, un año o dos antes de su fallecimiento. Más tarde fue cedida a la hermandad de Nuestra Señora de la Concepción, para servir de camarín a la Virgen de Candelaria, durante sus estancias en la ciudad. Nada queda de su antiguo altar y retablo. La pila bautismal, naturalmente, no estaba en este lugar; ha sido traída aquí por el presbítero Rodríguez Moure, quien la había encontrado abandonada en un almacén, ignorándose cuál era su primera colocación. En fin, las numerosas lápidas sepulcrales que forman el piso de esta capilla han sido re- 58 ITINERARIO I cogidas por el mismo Moure, al deshacerse y reformarse el piso de la iglesia, y separadas de sus sepulturas, que se han suprimido. Esta antigua capilla sólo sirve hoy día de antesala del bautisterio ( 15), colocado debajo de la torre actual. Se pasa a él por un marco de cantería en que se ven todavía los rastros de la puerta de madera que lo cerraba, y cuyos elementos, quitados modernamente de su lugar, están amontonados debajo de la mesa de Santa Cecilia. El bautisterio está casi enteramente ocupado por una gran pila de mármol blanco, de limpio y elegante trabajo- Una inscripción que corre a su alrededor indica que ha sido hecha en 1759, a costas de don Miguel Díaz, por el marmolista malagueño Salvador Alcaraz y Valdés, autor también de la cruz de mármol que estuvo durante largo tiempo en la plaza de la Candelaria de Santa Cruz de Tenerife, y más tarde en la plaza de San Telmo. La pila fue colocada en este lugar en 1760, por el cantero Juan Alonso, de la Orotava. Le sirve de remate un pequeño grupo escultórico de alabastro, quizá de procedencia italiana, representando el Bautismo del Señor. La pintura efectista del fondo, que pretende dar la ilusión de un claustro visto en perspectiva, es obra de López Ruiz. Siguiendo por la nave del Evangelio, en dirección de la capilla colateral, se verá en la pared un gran lienzo que representa a San Sebastián, obra juvenil y poco representativa del conocido pintor tinerfeño Valentín Sanz Carta. Más adelante está el altar de Santa Lucía ( 19). El retablo, compuesto modernamente con elementos antiguos, como casi todos los demás de la iglesia, contiene en el primer cuerpo la imagen de Santa Rosalía y en el segundo la de la santa titular, ambas del siglo XVIII y de candelero o de vestir. El lienzo que sirve de remate es una Virgen de Cristóbal Hernández de Quintana. El primer altar se había colocado aquí en 1730, poco más o menos; pero su retablo tuvo que deshacerse un siglo más tarde. En el siglo XIX tenía también una imagen de San Expedito, que ha desaparecido. CONCEPCIÓN Fl altar siguiente, dedicado a San José o a la Sa- 1 ^ imnia í2m Dosee un retablo compuesto en f 9? 2 PSO ¿ 1 m smo aUaTes de 1873, cuando fue colocada S STma^ en del santo titular, talla antigua nrocedente del comento de agustinos; posteriormente L fe ha agregado una imagen de vestir de Nuestra Señora de la Candelaria. En este mismo lugar existía antiguamente una capiUa que formaba un saliente por f/ 1^^ 1%\^ Í|^ 3'' Jr su tes-rentí- cTé S s t t - " - « ^ ^ ^ P- ?^ 92"^ irca ¿ r ¿ a^ sfrsW^ rt^^^^^^^ duda con rSoüvo de los trabajos de reedificación de la segunda mitad del siglo XVIII. Adosado a la segunda columna de esta misma nave casf entre los dís altares últimamente mencionados, está el pulpito ( 21)^ hernlosa tana de mader^^^^^^^ la primera mitad del siglo XVIII, de autor deseo nocido, que es quizá uno de los dos « utojes^^ el reta bla del Niño Jelús. La parte baja representa el globo terrestre rodeado por la serpiente que muerde la man zana del pecado; un águila la agarra, blandiendo por otra parte la espada de fuego, mientras que en su pico trae el ramo de olivo, promesa de la paz y del perdon. La copa del pulpito descansa sobre las alas del águila el tornavoz representa el Espíritu Santo Es una obra de talla finísima, que demuestra un Pf^- fecto dominio del arte; su composición y su efecto de conjunto son superiores a la del retablo del Niño Jesús, por más ^ ue la búsqueda de efectos técnicos tenga igual carácter ^"^ ^ Entr° l'los objetos de arte^°"^ f, I^^° i, ^ l" ^ pare-cristía de la iglesia merecen destacarse en las pare des, cuatro tablas antiguas representando anclotes de escuela flamenca, y que P ^ f f S ^ f l í ^ f pared Máznelos, en la iglesia de los Remedio^^ En la Parea este, a izquierda de la entrada sobre peana y en ^ n nif- hn de cristal está un San José, buena taiia ae me SlaSos del sTg/ ó XVII, probablemente de origen por- 60 ITINERARIO I tugues. Encima de la puerta del tesoro hay un lienzo del Cristo de La Laguna y a su lado, un retrato del Obispo Folgueras Sión. En una mesa pegada a la pared sur está un pequeño retablo de madera policromada del siglo XVIII, con una Purísima de buena talla del siglo anterior, y arriba un Santo Cristo; todo ello procede, según la tradición, de la capilla de los Jesuítas de La Laguna, suprimida en 1767. En la misma pared está un retrato del Obispo don Manuel Verdugo, ( 1806) obra de don Luis de la Cruz y Ríos ( 1776- 1853), junto a un cuadro de Nuestra Señora con dos santos franciscanos. En el tesoro, al que se accede directamente de la sacristía, se guardan dos armarios de madera, uno de ellos fechado en 1752, que contienen las principales alhajas del templo; entre ellas, una curiosa custodia de madera policromada del siglo XVI, y la gran custodia de plata regalada en 1793 por don Antonio Porlier, primer marqués de Bajamar ( 1722- 1813), presidente del Supremo Consejo de Indias. Al interior del armario, aplicada encima de la puerta, está una talla policromada de San Cristóbal, del siglo XVII o quizá del anterior; según la tradición, procede de su antigua ermita de la ciudad. En las paredes del tesoro están, junto con los planos de la fábrica de la iglesia, por Diego Nicolás Eduardo ( 1734- 1798), unos cuantos cuadros antiguos. Las dos tablas que representan a San Pedro y a San Pablo parecen proceder del antiguo retablo mayor, y deben ser, por consiguiente, obra de Cristóbal Ramírez, al igual que la imagen milagrosa de San Juan Evangelista; han sido atribuidos equivocadamente a Quintana. Hay también cuatro tablas pequeñas, que representan a San Agustín, San Juan, Santo Domingo, y al donante del célebre retablo de los Remedios, Pedro Mazuelos. Proceden de la parte baja o banco de su retablo tantas veces mencionado, pero no pertenecen a la misma mano que pintó las otras tablas. La fecha de 1597, indicada en el retrato de Mazuelos no es la del cuadro, sino la del testamento que establecía la donación del retablo. PLAZA DE LA CONCEPCIÓN 61 Por el lado norte de la iglesia, la plaza de la Con-cepc^ n queda hoy reducida a una simple calle. Era en UT? principio la verdadera plaza mayor de la cmdad, mientrS " a ^ iglesia, bastante ^ ásj^ orta d^^^^,^"^ ^^ ahora, tenía entrada a los pies de la nave mayor Por el lado este, es como una calle ancha y bastante larga que vá desde la calle del Adelantado a S de la^ Caríera. Era antiguamente " n hondón o de ¿ presión en donde el segundo Adelantado don Pedro Fernández de Lugo había mandado construir una fuen^ te para el público: de ahí su primer " O^ bre de Pila Baja. Desde el siglo XVI, un fuerte aluvon había tapado parcialmente la depresión, cegando la fuente, que fue mudada después a otro lugar de la Plaza, llamada desde entonces de la Pila Seca. En 1872, con motivo de las nuevas canaUzaciones, la fue^ t^^"^ trasladada a la actual plaza de la / " " t a Suprema y en su lugar se colocó un estanque de cerámica, suprimido después, en 1910. Incluso después del aluvión la plaza seguía desnivelada en relación con las calles que la rodeaban y sujeta a inundaciones. Entre la iglesia y la Pua Seca había un puente, en un punto en que el desnivel no pasaba de media vara, o sea unos 4^ cm, lo suficiente para atraer, después de cada lluvia, las aguas del barranco que se formaba por el camino de sin Benito. El 11 de abril de 1726, por ejemplo se señalaba al Cabildo que hacía seis meses l^ e estaoa la plaza llena de agua y de lodo, por cuyo motivo no podían transitar por ella las procesiones de bemana Santa. Sólo en 1758 se levantó el nivel de la « Jf PJ^ s ° n quedando desviadas desde entonces las aguas llovemzas ¿ or la calle de San Agustín, en dirección de la laguna. La plaza ha sido adoquinada y compuesta e" ¿ 913^ En lugar del estanque de cerámica f ,^,^ . f^ . TéSrico 1910 el torreón para distribución del fluido eléctrico Cerca del mismo, en el pequeño jardín ^^| " c^ pa e^ centro de la plaza, se ha i" « Hg" í? í.° f ¿ ¿ e r a ( 1854- del poeta canario don Antonio Zer°^° ^^^^^ Tf^^ nst^^^ 1923), natural de Lanzarote y catedrático del Institu to de La Laguna. 62 ITINERARIO I Empezando por el extremo norte, la casa número 18, que forma esquina al callejón antes llamado del Osario, y ahora sin nombre particular, fue en los siglos XVIII y XIX propiedad de la familia Cólogan. En ella vivió algún tiempo don Juan Bautista Antequera ( 1775- 1827), intendente de Canarias, y en ella nació su hijo, don Juan Bautista Antequera y Bobadilla ( 1823- 1890), almirante y ministro de la Marina, que se distinguió en la batalla naval del Callao y en el viaje de circunnavegación de la fragata " Numancia"; hay en la portada una lápida que lo recuerda. El número 19 es un verdadero museo, formado por las colecciones de don Cayetano Gómez, persona sumamente acogedora para con los aficionados al arte. Pinturas, algunas de ellas canarias, de Quintana y de Miranda; imágenes antiguas de talla; objetos de plata labrada; bargueños y muebles antiguos; cerámica, entre ella la de la Compañía de Indias; encajes y mantillas; pitilleras, abanicos de marfil, de nácar y de pergamino; cajas de rapé, de plata repujada y lisa, de marfil o de laca; juegos antiguos; cristales de La Granja, de Venecia y de Boemia; peltre y cobre de vajilla; armas antiguas; jaeces bordados con oro y plata, alguno del siglo XVI; seda y lino en labores del país; trajes antiguos; joyas, esmaltes, perlas; monedas y medallas: he aquí una parte del inventario de esta excepcional reunión de objetos de arte, de arqueología y de curiosidad que abarrotan los amplios salones de esta casa y de las de Santa Cruz y de Los Llanos, en la isla de La Palma y que, es de esperar, encontrarán un día el local y el destino que les corresponden. Al lado, el número 20 forma esquina al callejón que antes se llamaba del Juego de Bolos, y ahora de Belén. Fue propiedad de don Santiago Alvarez de Abreu, veedor de la gente de guerra de Canarias, fallecido en 1742: en ella nacieron sus hijos, don Lázaro Alvarez de Abreu, fundador de la capilla del Niño Jesús en la iglesia de la Concepción, y don Miguel, obispo de Antequera de Indias. En el número 27 estuvo hasta 1962 la residencia de alumnas universitarias, hoy Colegio Mayor femenino. PLAZA DE LA CONCEPCIÓN 63 TL aa craasqaa nnuúmmeerroo ^ 2o8 fue mora^ d aj dIne stditount o Adgeu sLtían Cabrera Díaz ( 1878- 19bi),_ aireLiui u nersonali- Laguna durante largos anos, y^ ^ f^ ° « ¿ ^^^ E n í r a " dales más destacadas de ^^ , ^ ^ ^ ^ ^ ^ " " ¿ ¿ 1 s S a d una lápida de mármol colocada por ^^ ^ ^ f ^ ^ J J J ^ ^ e Económica, en el mismo ano de ^ u fallecimiento, cuerda su actividad en pro de la cultura isleña Al lado opuesto de la Plaza, la casa que iie^ a ei número 5 ha sido desde el año de 1708 sede delJuz gado de Indias en Tenerife. Como el ^ tulo de 3uez ae Indias se había perpetuado en la familia d^ los Casa_ buena, fue también morada de don Bartolomé de Casa buena, el fundador de la capilla de San Barto orné en la iglesia de la Concepción. Desde 1918 está ocupada por el orfeón " La Paz", agrupación de ca'^ a^ ter m u s í ^ en un principio, y que ahora ofrece a sus socios el marco y el ambiente de un verdadero casino- El comercio con las Indias considerándose como un monopolio, sólo se podía hacer a partir de SevilU donde radicaba la Casa de Contratación de las ™ s fero desde principios del siglo XVI se derogó este principio con carácter casi permanente, en favor del « = o"^ eri=^^°,, í^"\ res Para vigilar el tráfico local se nombraron en las islas ires jueces de Indias, uno de ellos en La Laguna, d^^ de 156b^ El cargo fue comprado por Casabuena en 1708, por pie^- i" de 300.000 reales. La calle que da en la plaza al sur se llama oficialmente Obispo Rey Redondo; pero los laguneros, reacios a todo caníbio de esta clase, sólo la conocen con el nombre de calle de la Carrera. En 1514 le dfaan calle que va a Santa María". Conviene notar Q^ e los mu chos nombres que indicaremos para cada cal e no son simple curiosidad histórica, ya que las alteraciones m(> dernas han tropezado siempre con " « a resistencia y un apego a la tradición, que las h^^^^ il^' ÍL^^' e por El nombre de la calle de la Cabera se explica p haberse empleado hasta fines del siglo XVUparaca^ rreras de caballos y para correr sortí a en días üe^ ies^ ta. Por esta misma razón se ^ abía Quedado s ^ empedrar hasta mediados del siglo XVIII. Ha sido siempre y 64 ITINERARIO I sigue siendo la arteria de mayor tráfico; las viejas portadas con escudos de armas alternan en ella con los comercios más modernos. La numeración de las casas empieza a correr desde la plaza del Adelantado, al revés de la dirección de la expansión urbana del siglo XVI, que es la que se sigue aquí. Casi al salir de la plaza se abre de ella, a mano derecha, la calle Antonio Zerolo; antes se llamaba de la Silla, quizá por haber sido residencia del hacedor de las rentas del obispado. En su esquina, la casa número 61 fue en la primera mitad del siglo XVIII propiedad de don Luis de Mesa y Castilla, capitán de milicias, personaje curioso que estuvo a punto de quedarse desheredado por sus padres, en 1702, por haber, " teniendo buen cabello, quitándoselo y puéstose cabellera, no habiendo necesidad", y porque el día de la proclamación del rey don Felipe V, se había puesto " el peor vestido y el más viejo". Más adelante, la casa que lleva el número 57, ocupada actualmente por un hotel, ha sido construida hacia 1760 por don Cesáreo de la Torre y Ceballos, natural de Lima, capitán del regimiento de Güímar y miembro de la Real Sociedad Económica de La Laguna. Era este caballero hijo de don Lorenzo Felipe de la Torre Barrio y Lima, autor de un Arte o cartilla del nuevo beneficio de la plata impreso en Lima en 1738, y dueño de minas de plata en el Perú, hijo a su vez del regidor de Tenerife don Juan de la Torre. Don Cesáreo volvió de Indias para establecerse en la ciudad en que había nacido su padre. En su casa se hospedó en 1775 el comandante general marqués de Taba-losos, a quien había conocido en Lima; y al año siguiente estuvo en ella durante algún tiempo el obispo de Canarias don Juan Bautista Servera. Fue después residencia y curia del obispo de Tenerife don Luis Fol-gueras Sión, y más tarde internado de los alumnos del Instituto; ha sido transformado en hotel por don Benjamín Renshaw, poco después de 1880. Enfrente, señalada por una lápida conmemorativa, está la casa en que vivió don Ildefonso de Castro y Salazar, músico y director de la banda " La Fe". A M& CATEDRAL 65 su lado, el Teatro Leal, construido en 1915 por don Antonio Leal, sobre planos del arquitecto Pintor, y decorado por López Ruiz; tiene más de 1.000 plazas y sirve normalmente para representaciones cinematográficas. La casa número 53, esquina a Núñez de la Peña, con esquina y portada de sillería, fue del coronel don Lázaro Alvarez de Abreu, antes mencionado; al fallecer sin herederos en 1759, y su viuda en 1760, quedaron sus bienes valorados en 60000 pesos, a la madre de ésta, quien tardó cuatro años en gastarlos. En la número 56, que fue de los Porlier, y después de los marqueses de Villanueva del Prado, nació don Antonio Porlier, primer marqués de Bajamar y presidente del Consejo de Indias ( 1722- 1813). La casa número 45 es sede del Casino de La Laguna, que la mandó construir en 1912. Poco más adelante se abre a izquierda una plaza, en que se levanta la mole de la iglesia catedral. LA CATEDRAL DE LA LAGUNA, antes iglesia parroquial de Santa María de los Remedios, es de todas las iglesias laguneras la que ha sufrido mayor número de modificaciones radicales en su estructura y en su fábrica, a lo largo de toda una serie de avatares que conducen de la simple capilla del siglo XVI al templo actual, en que nada subsiste de la iglesia primitiva. El primer edificio que se levantó en el solar actualmente ocupado por la catedral, fue una capilla modesta, pegada a los corrales de la villa y cuya historia es casi desconocida. Probablemente fue fundada en 1511 o poco antes, ya que por este año es cuando se da por primera vez a la iglesia de la Concepción el nombre de iglesia mayor: de donde se infiere que ya había entonces otra iglesia más. Se llamaba Santa María, quizá con la advocación particular de la Expectación. En aquel mismo año de 1511 se trató de trasladar la iglesia parroquial a sitio más convenien- 66 ITINERARIO I te; pero no se pudo llegar a un acuerdo, y la Concepción volvió a fabricarse casi en el mismo sitio que antes ocupaba. Quizá por haberse visto contrariado de este modo en su deseo de asegurar el ensanche de la villa al este, el Adelantado decidió entonces la construcción de otra parroquia, cuya creación obtuvo del obispo don Fernando de Arce, con el título de Nuestra Señora de los Remedios. De acuerdo con este deseo del obispo y del Adelantado, el Cabildo en sesión de 26 de marzo de 1515 tomó las providencias necesarias para la edificación de la nueva iglesia. Se acordó que la capilla mayor debía fabricarse de tal modo, que la anterior ermita pudiese aprovecharse para parte de la nave, y que por los dos lados quedase el solar libre y despejado, para formar una plaza, " todo compasado e cual convenga". Comprado por el Cabildo el terreno correspondiente, la iglesia empezó a fabricarse a partir de 1515, por los canteros Miguel Alonso, de origen portugués, y Juan Valenciano, quien había trabajado en años anteriores en Las Palmas. La capilla mayor que se hizo entonces tenía 50 pies de largo y 41 palmos de alto, y cost
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Calificación | |
Título y subtítulo | La Laguna : guía histórica y monumental |
Autor principal | Cioranescu, Alejandro |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | Tenerife |
Editorial | Litografía A. Romero |
Fecha | 1965 |
Páginas | 292 p. |
Materias |
La Laguna (Tenerife) Descripciones y viajes |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 8051184 Bytes |
Texto | ALEJANDRO CIORANESCU auMmsTomm y MOJViíMB/ VTAL jyA LAGUNA 1965 SAN CRISTÓBAL DE LA LAGUNA LA LAGUNA ALEJANDRO CIORANESCU LA LAGUNA GUIA HISTÓRICA Y MONUMENTAL - 1 I -^ ^ . CM. ¿ alzóla ¡ OIBüCTrC" '"•"•"~^:' T.'. R!' U^ erearina, ÍQ ' X M ^ alnwi .< « ^. C. LA LAGUNA 1965 D « p ¿ tÍfo Lagali TF. Núm. 309 Lifo. A. Romarot S. A. - T « n* rila PREFACIO El presente intento de explicar La Laguna por su pasado y de reanimar la historia por medios visuales, tiene un antecedente de particular valía en la Guía histórica de La Laguna, del presbítero don José Rodríguez Moure, escrita en 1900 y publicada en 1935. Ni que decir que nos hemos servido de ella una y otra vez. Hemos adoptado, sin embargo, un plano diferente del suyo. Así como la marcha seguida por él no nos ha parecido la mejor, puede ser que la nuestra, a su vez, no resulte convincente para quien trate de seguirla: por lo tanto, le debemos una explicación. Como su título lo indica, este libro es una guía: es decir, que no está concebido para leerse en la casa, sino a la vista de los monumentos y de los objetos que describe. Por la misma razón, su primera misión es la de conducir hasta ellos. Ello nos ha obligado a seguir un itinerario real, calle tras calle. La exposición histórica sigue las inflexiones del terreno. Hubiera podido adoptar un itinerario meramente cronológico, o un plano metódico, así como antes lo había hecho Moure. En este caso, la lectura resultaría sin duda más amena, y su enseñanza más coherente; pero el libro no respondería a su misión de guiar y de enseñar con el dedo. Ésta es la única y modesta misión que nos hemos propuesto; y no hemos pretendido decir todo cuanto se puede decir sobre La Laguna, sino tan sólo acompañar, aconsejar, recordar, obligarle a detenerse al que se pasea por sus calles- Un trabajo de esta naturaleza, forzosamente, debe mucho a muchos. Es verdad que se funda también en 8 PREFACIO una investigación de tipo personal, suficiente para justificar y disculpar, si no nos equivocamos, los detor lies en que entramos alguna vez, cuando se trata de temas inéditos o apenas tocados. Pero debemos mucho, - y es justo reconocerlo—, a todo cuanto se ha publicado sobre este tema o sobre temas conexos, desde la Historia de Canarias de Viera y Clavijo hasta los artículos y las notas perdidas en las emeférides de algún periódico. Debemos mucho a las personas que nos han acompañado, aconsejado y ayudado, así como nosotros pretendemos hacerlo en adelante, con la ciencia de ellos si no con la nuestra; y es grato deber el recordar aquí las crecidas obligaciones que hemos contraído, particularmente con la señorita doña Lidia García Pérez, profesora adjunta interina de la Universidad; don Juan García Pérez; don Vicente González- Alvarez y Falcan, antiguo concejal del Ayuntamiento de La Laguna y magnífico conocedor de todo cuanto se refiere a los templos laguneros; don Enrique Romeu Pálazuelos, conde de Barbate, bibliotecario de la Real Sociedad Económica de Amigos del País; don Leopoldo de la Rosa Olivera, secretario de la Mancomunidad Interinsular, amigo entrañable, lector incansable y censor indulgente; don Elias Serra Ráfols, catedrático de la Universidad, a cuyas actividades deben la mejor parte de su renuevo actual los estudios de historia local; don Tomás Tabares de Nava, correspondiente de la Real Academia de la Historia, tan estrechamente vinculado al pasado lagunero; don Miguel Tarquis García, director del Museo Municipal de Santa Cruz de Tenerife, quien nos ha franqueado liberalmente su acopio de documentos, fichas y apuntes, que merece sin duda mejor empleo. A todos les debemos algo; y al Excelentísimo Ayuntamiento de la histórica ciudad, así como a sus dignos alcaldes, don Ángel Benítez de Lugo y don José Luis Maury Morín y Verdugo, les debemos el que este libro, que quisiéramos digno de su argumento y de los generosos apoyos de que ha disfrutado, haya podido pensarse y escribirse. La Laguna, mayo de 1964. INTRODUCCIÓN La historia de la ciudad de La Laguna no es tan fácil de escribir como podría parecer a primera vista. Aparentemente, nada debe ser más cómodo para el historiador, que el narrar la vida de una ciudad que sólo cuenta con cinco siglos de existencia: ello viene a ser más que una juventud, es casi una infancia, si se le compara con el pasado de otras ciudades, que buscan sus orígenes en alguna fundación mítica, obra de un dios o de un héroe epónimo, y cuyos principios, según el tópico consagrado, se pierden en la noche de los tiempos. Tanto más factible debería de resultar este trabajo para el investigador, si se tiene en cuenta que, de una manera general, los archivos isleños se han conservado admirablemente, desde las primeras horas de la conquista, y que poseemos toda la documentación que se pudiera desear: es como si tratáramos de escribir la biografía de alguien de cuya vida sabemos todo, lo insignificante como lo trascendental, desde el mismo día de su nacimiento, por medio de los mejores documentos y de los más fehacientes. Sin embargo, escribir esta historia no es coser y cantar. La comodidad que se le puede encontrar se desvanecerá, cuando se considere que la historia de La Laguna es la misma historia de la isla de Tenerife. Como las islas son mundos en pequeño y continentes en miniatura, esa historia ofrece todavía a la investigación complejidades y perplejidades que sólo al profano le podrían escapar. En efecto, la muy noble y muy leal ciudad de San Cristóbal de La Laguna, históricamente hablando, no 10 INTRODUCCIÓN ha sido la capital de Tenerife, como se va afirmando comúnmente; sino que ha sido la misma isla de Tenerife desde el punto de vista político y administrativo, concebida en un principio como una población única, como una especie de república forzosamente autónoma hasta cierto punto, dentro del marco nacional español, debido a su condición insular y a su dependencia, a la vez inmediata y lejana, de la Corona de Castilla. Los organismos rectores que radicaban en La Laguna, tanto en lo político y administrativo como en lo espiritual o judicial, no fueron en su origen, y en la concepción de sus fundadores, una especie de gobierno central, cuyas antenas se extendiesen a través de la isla por medio de representantes locales; sino que formaban una unidad compacta, modesta en sus comienzos, y que sólo llegó a diversificarse a lo largo de los siglos de su historia. En realidad, la historia de Tenerife es en cierto modo la de su evolución de ciudad a isla y del progresivo desmoronamiento de su unidad administrativa; es el estudio de la distancia que aumenta sin cesar entre el centro y la periferia, entre La Laguna, considerada como matriz de las demás poblaciones y formaciones locales, y estas mismas poblaciones y formaciones que se emancipan y quieren vivir a su modo, como los niños que llegan a hombres. La Ciudad, con su Justicia y su Regimiento de los tiempos heroicos, era una pequeña familia, en que el padre retenía toda la autoridad: los hijos vinieron a poco a poco, se multiplicaron, crecieron y pretendieron en fin volar con sus propias alas. Cómo La Orotava, o Santa Cruz de Tenerife, o La Esperanza, cobran independencia e individualidad, y dejan de ser La Laguna para venir a ser lo que son, he aquí la verdadera historia interna de Tenerife. La multiplicidad de los factores económicos, políticos, ideológicos, que imponen e dirigen esta evolución, es tal, que no sería posible tratarlos aquí. Por lo tanto, no es nuestro propósito hacer aquí la historia de La Laguna como ciudad. En cambio, no será sin interés, ni tan difícil de esbozar, su historia como población y como solar. Su vida pública, su actúa- INTRODUCCIÓN 11 ción política, su administración, su Cabildo, pertenecen a toda la isla; pero sus casas, sus templos, sus calles también han tenido vida propia, y esta vida merece el interés del historiador y la atención del curioso en general. No fue La Laguna el centro de ningún gran poderío económico o político; ni permitieron sus condiciones de aislamiento y de limitados recursos el desarrollo de algún florecimiento artístico de consideración. Pero no por ello deja de ser interesante la vida civil de esta urbe castellana y andaluza por mitades, de originales características dentro de este doble marco de su oriundez, y en donde lo que podríamos llamar la densidad de la historia, la omnipresencia del pasado, es tan fuerte como en las ciudades peninsulares del mejor abolengo. La vega de La Laguna no debe haber sido población de indígenas guanches, si se considera el casco urbano de su extensión territorial. Los antiguos canarios, por lo menos los de Tenerife, preferían la vida pastoril y, para sus moradas, los barrancos con sus cuevas y sus abrigos, cuyas condiciones no se daban en la altiplanicie lagunera. Para hallar los rasgos de la prehistoria insular, hay que alejarse de los límites de la ciudad propiamente dicha, por ejemplo en dirección de Santa Cruz, por el barranco de Santos; en dirección de El Rosario, más allá de Geneto, por el barranco de San Isidro y sus cuatro cuevas de Anea, una de ellas cementerio de guanches y otra considerada como antigua residencia de los menceyes de Güímar; o, un poco más lejos, las Cuevas Blancas, en el barranco del mismo nombre, y el antiguo tagoro de la finca de Axafie. El campo de La Laguna debió de ser simplemente dehesa y lugar de tránsito, desde luego muy frecuentado, por ser el de más fácil comunicación entre el norte y el sur de la isla. Por esta misma razón, allí fue donde se verificaron los primeros encuentros entre los invasores españoles y los indígenas. La primera vez, al subir don Alfonso Fernández de Lugo con sus huestes, desde Añaza, hoy Santa Cruz de Tenerife, hacia los llanos 12 INTRODUCCIÓN de Agüere, cerca de la laguna que dio su nombre a la ciudad, el rey Benchomo de Taoro y los principales caudillos guanches salieron a su encuentro, a principios de mayo de 1494, en un punto que corresponde a la actual colocación de la ermita de Nuestra Señora de Gracia. Los españoles comunicaron entonces a los guanches las condiciones de la rendición que exigían de ellos; y al negarse éstos a aceptarlas, se siguió la expedición contra las bandas del Norte, cuyo final fue la memorable derrota de La Matanza de Acentejo. Al año siguiente volvió con nuevas fuerzas Fernández de Lugo, y libró la batalla de La Laguna, en fecha que ha sido insuficientemente determinada, pero que debe corresponder al 25 de julio de 1495. Esta batalla se desarrolló en la zona que se extiende entre la ermita de Gracia al sur, el barranco que corría por la actual plaza de San Cristóbal al norte, el actual pueblo de Geneto al oeste y las últimas estribaciones de la montaña de San Roque al este. El choque más importante parece haberse producido en el lugar en que se ha edificado después la ermita de San Cristóbal. El mismo Cabildo de la isla decía, años más tarde, que esta ermita se había edificado y dedicado al santo, " porque Nuestro Señor fue servido que el día de la festividad de San Cristóbal fuese ganada esta isla por los cristianos conquistadores a los naturales infieles della"; de donde parece inferirse que la fecha así indicada es la de la batalla decisiva de La Laguna. Esta batalla no fue, por cierto, el fin de la resistencia y la fecha de la sumisión de la isla; pero fue donde quedó asegurada la victoria definitiva de los españoles. Perecieron en el combate el rey de Taoro, Benchomo, principal caudillo de la resistencia indígena, y su hermano Tinguaro, muerto a manos del canario Pablo Martín Buendía, en la cuesta de la montaña de San Roque. Benchomo tuvo por sucesor al mencey Ventor, que continuó la resistencia en las partes del Norte de la isla, hasta la capitulación que se produjo en Los Realejos, en los últimos meses del año. Aun así, quedaban algunos núcleos de guanches insumisos, que siguieron hostigando a los españoles por espacio de INTRODUCCIÓN 13 algunos años más; pero prácticamente la Isla estaba ya en poder de los conquistadores. Entonces fue cuando, terminada la guerra, los soldados que sólo habían venido para ganar un sueldo se retiraron de la isla, y quedaron aquéllos que venían con la intención de fijarse definitivamente en la isla que se acababa de conquistar. Algunos de ellos establecieron libremente su residencia en la vega de Agüere, por razones obvias de facilidades que ofrecía esta fértil y agradable campiña para las ocupaciones agrícolas y de pastoreo, por la abundancia de las aguas, así como por las características de su clima, más parecido al clima peninsular que el de los lugares costeros. Así es como se celebró en este lugar la primera fiesta del Corpus, sin duda alguna la del verano de 1496, en un altar improvisado, bajo cobertizo de enramada, en el sitio en que se edificó después la primitiva iglesia de la Concepción. La existencia por decirlo así oficial de la población de La Laguna empieza con la fecha del 9 de julio de 1497, en cuyo día el Adelantado de Canarias designó, en virtud de los poderes concedidos por los Reyes Católicos, a los seis regidores y a los dos jurados que habían de componer el primer Ayuntamiento de la isla. Desde el 26 de junio del mismo año de 1497 consta documentalmente el nombre de " villa de San Cristóbal" aplicado a la futura ciudad. De villa no tenía mucho por aquel entonces. En los principios de la población no hubo ningún plano de conjunto, ni nada que pudiese dar a sospechar su futuro desarrollo urbano. Los solares esperaban a sus futuros dueños, y cada uno se apoderó del que más le convino. Está documentado, en efecto, que al principio no hubo repartimientos de solares para casas, y que la zona de urbanización fue considerada como " lugar público" de que cualquiera podía aprovecharse libremente. Naturalmente, a todos los que llegaron entre los primeros les pareció conveniente buscarse un sitio lo más posible pegado a la iglesia de la Concepción. Los primeros pobladores se colocaron, pues, algo desordenadamente, en la pequeña altura que empieza casi a los pies de la iglesia actual; pero no debían 14 INTRODUCCIÓN de ser muchos, y las mismas dimensiones de esta minúscula lomada indican la cortedad de la primitiva población. En 1497, según testimonio documental, no había allí " más de dos o tres casas pajizas", que formaban toda la " villa", agolpada alrededor de su mal terminada iglesia. El Adelantado había escogido para su propia morada un sitio relativamente alejado, al extremo de la vega y en un sitio que dominaba el encuentro de los dos barrancos y del camino que bajaba a Santa Cruz. Entre su propia casa y la iglesia de la Concepción medía una gran distancia, en cuya futura urbanización no se había pensado: prueba de ello es la circunstancia de haberse colocado los corrales del ganado en pleno campo, casi a mitad de la distancia, en el actual solar de la iglesia catedral. Toda esta zona formaba entonces un sitio muy agreste, rodeado a distancia por tres barrancos con aguas permanentes o casi perennes. Hacia el este se extendía, a cierta distancia de la población, una ancha zona pantanosa, la célebre laguna en que se estancaban las aguas llovedizas, como también las de algunas fuentes no permanentes. Desde entonces, esta laguna se quedaba seca en la mayor parte de los veranos; no ha desaparecido definitivamente sino en 1837, cuando se le dio desagüe y se levantó algún tanto su fondo, por la Comandancia de Ingenieros. Más allí empezaban las montañas, cubiertas de bosques espesos, de que sólo dan una idea modesta los que se han salvado hasta nuestros días. Los destrozos que se han hecho periódicamente en los bosques, por medio de incendios involuntarios, de incendios voluntarios para dar lugar a los cultivos, de cortes para leña de fuego, principalmente para uso de los ingenios de azúcar, para construcción de navios, para fabricar pez o carbón, para construcciones y para todos los demás usos, serían ahora difíciles de imaginar. El núcleo de los primeros pobladores de La Laguna no pasaba de unos cien vecinos: en aquella sociedad embrionaria, formada sobre todo por soldados, y en que la familia era algo excepcional, esta cifra debe INTRODUCCIÓN 15 representar un total de unas 200 hasta 300 almas. Este número no creció con la rapidez que se hubiera podido esperar. El nuevo Cabildo, en su sesión de 3 de febrero de 1498, mandaba que todos los vecinos debían venir a residir y empezar a fabricar sus casas en un plazo de 15 días, so pena de pérdida de sus bienes: cuyo plazo tan perentorio indica con suficiente claridad la morosidad en edificar y, por consiguiente, en decidirse en favor de un establecimiento definitivo en este lugar. Por lo demás, este acuerdo del Cabildo no dio resultado, y se hizo necesaria otra decisión igual, en 21 de julio, con plazo hasta fines de agosto, seguido por varios pregones idénticos. Sólo a partir del año de 1502 parece haberse intensificado la población de La Laguna. La aplicación constante del sistema de repartimientos debió de contribuir a ello, ya que significaba, por parte del poblador, una seguridad y una garantía jurídica de su derecho de propiedad. Entonces fue cuando, en vista de la afluencia de los pobladores, se pensó en asentar de manera definitiva la villa y en darle una forma más conveniente, con miras al porvenir. El Cabildo trazó un plano de ensanche en dirección sur, estableciendo una cuadrícula de calles que cubría todo el campo entre la iglesia de la Concepción y la casa del Adelantado, y cuya traza parece haber sido la obra del mismo Adelantado. En 24 de abril de 1500 acordaba el Regimiento que no se hagan casas ni se vendan más en la villa de arriba, y que los que pudieran edificar lo hagan " desde'l hospital de Santespíritu hazla el lugar de abajo". La intención que había presidido a estas nuevas disposiciones parece evidente. La primitiva población se había desarrollado anárquica, o por lo menos caprichosamente. La planta actual de la ciudad demuestra con claridad que el Adelantado pensaba en una fundación armónica, con calles trazadas a cordel, con plazas bien distribuidas, con una plaza mayor al igual de la de todas las ciudades castellanas y que faltaba a la villa de arriba; en fin, con ciertas preocupaciones de urbanismo que no podían aplicarse libremente en el 16 INTRODUCCIÓN espacio que ya estaba edificado. A partir de esta época, el Adelantado, y con él el Regimiento que por lo general sigue su política y sus intenciones, dejan de apoyar el desarrollo de la villa de arriba y protejen la expansión al sur con una constancia y con un tesón que han dado lugar a los más extraños comentarios. Una tradición ya muy antigua pretende que esta actitud se explica por un deseo de venganza, nacido de la circunstancia de haber sido asesinado un hijo del Adelantado y de haberse refugiado su matador en la iglesia de la Concepción, de donde no pudo sacarlo la Justicia. Lleno de dolor y de un rencor más o menos legítimo, el Adelantado, dice esta tradición, abandonó entonces la casa que anteriormente había ocupado en la villa de arriba, para trasladarse a lugar diferente, en el palacio que mandó construir en las inmediaciones del barranco y de la futura plaza del Adelantado; retiró su protección a la iglesia de la Concepción, hasta el punto de crear una parroquia rival en los Remedios; y como para mejor significar su odio a los de arriba, mandó torcer la traza de la calle que conducía de su casa a la iglesia y que forma, en efecto, un curioso ángulo obtuso en el mismo punto en que antes estaba la morada del conquistador. Pero este edificio novelesco, avalado por numerosos historiadores, no resiste al examen. No resulta de ningún documento qufe el Adelantado haya vivido alguna vez en la villa de arriba; su hijo no pereció asesinado, como lo pretende la historia; y el interés del conquistador de la isla para el desarrollo orgánico de la villa por él fundada es suficiente explicación, aun sin tener en cuenta la absoluta incompatibilidad de las fechas. Desde principios de 1505, la villa de arriba se llama " la villa vieja", por ejemplo en la escritura de data de Gonzalo Báez; y este nombre indica, al mismo tiempo que la prioridad de su formación, una especie de decrepitud y de abandono. Lo que es cierto, en cambio, es que los habitantes de la villa de arriba soportaron con natural impaciencia esta prioridad acordada al barrio nuevo. De ahí su oposición a todo proyecto de ensanche y de me- INTRODUCCIÓN 17 jora que, naturalmente, beneficiaba a los de abajo; de ahí una larga rivalidad, ya secular, entre los de arriba y los de abajo, manifestada pocas veces con violencia, y en la mayor parte de los casos expresada por medio de una emulación y de constante desafío y deseo de superarse los unos a los otros, sobre todo en el culto, en el ornato y en las procesiones de las dos parroquias que representaban los dos barrios, y que fueron, por esta misma razón, el objeto de un cariño no exento de parcialidad. La villa de abajo creció rápidamente, conforme a los planos de su fundador. Las calles habían sido trazadas a cordel, como se estaba haciendo en ciertas ciudades de Castilla. Una simple mirada al plano indica el trazado de la villa antigua, con sus calles irregulares, a los pies de la iglesia de la Concepción. En el barrio nuevo, las calles forman por lo normal ángulos rectos, siendo la más notable excepción el final de la plaza de la Concepción, desde donde salen, en ángulo muy agudo, las calles actuales de Rey Redondo y de Bencomo. Quizá la explicación de esta circunstancia esté en el hecho de haber sido la plaza, en un principio, más bien un barranco, bastante desnivelado en relación con la altura actual de la calzada. La calle de la Carrera, hoy de Rey Redondo, que reunía esta plaza con la casa del Adelantado, sufrió una desviación sensible en su tramo final, en donde forma un ángulo obtuso, antes de dar en la plaza del Adelantado. La razón de esta desviación es fácil de comprender. La plaza, que es algo como la plaza mayor de La Laguna, estaba determinada forzosamente en sus dimensiones y en su forma por la inmediata proximidad del barranco, así como por la situación de la casa del Adelantado; si se tiene en cuenta la presencia de estos dos factores, la calle de la Carrera debía torcerse, para formar un ángulo recto con la plaza, como las demás calles que desembocan en ella. Alrededor de este eje de la villa, los vecinos empezaron a multiplicarse, hasta llegar en el año de 1515 a ser unos 500, o sea, alrededor de 2 a 3.000 almas. Un año antes, se observaba que " el corral qu'es donde 18 INTRODUCCIÓN se encierran los ganados está dentro desta villa de San Cristóbal, e al tiempo qu'el dicho corral se hizo estava fuera; e agora ha cregido la dicha poblagión desta villa de San Cristóval, por manera qu'el dicho corral es nesgessario que pase a otra parte, fuera desta dicha villa"; para cuyo efecto dio el Adelantado otro solar más apropiado, en 9 de noviembre de 1517. Los conventos empezaron a edificarse con los primeros años del siglo; la iglesia de los Remedios se fundó en 1515. La ermita de San Miguel, fundada por el mismo Adelantado en 1506, el hospital de San Sebastián ( 1507) y el de Dolores ( 1515) completan esta serie de fundaciones piadosas. A la primera escribanía, que funcionaba ya desde 1496, se agregó otra en 1503, dos más en 1507, dos en 1544, hasta llegar al número de 15 al principio del siglo siguiente- Las aguas corrientes de los barrancos se aprovecharon para molinos, uno de ellos en el barranco inmediato al convento de dominicos; y como las aguas no solían ser perennes, se introdujo desde principios del siglo la novedad de los molinos de viento, de los cuales hubo cinco agrupados en el camino de la Esperanza, a poca distancia de la ermita de San Juan Bautista, en donde molieron hasta fines del siglo pasado. El agua, traída de Las Mercedes en 1521, fue conducida por caños hasta la plaza de la villa de arriba; los trabajos fueron costeados por el Cabildo y efectuados por el maestro de cañería Cristóbal Díaz, terminándose en 20 de junio de 1530. Las obras del matadero son de 1526; las primeras casas consistoriales son más o menos de la misma fecha. Las otras casas eran en general modestas. Una ordenanza de 1554 obligaba a los vecinos a derribar las casas pajizas, por el peligro de incendio; pero las hubo hasta muy entrado el siglo XVII, a pesar de haberse puesto tejar en la villa de arriba, en la calle que llevó este mismo nombre, hoy de la Higuera. La población aumentaba progresivamente. Por real cédula dada en Madrid en 23 de marzo de 1510, la reina doña Juana había concedido al Ayuntamiento el privilegio de escudo de armas, que representa al Arcángel INTRODUCCIÓN 19 San Miguel dominando una peña figurando el Teide. Desde 1514 se solicitaba el título de ciudad, por ser " mucho más poblado e mejor que ningún pueblo de las otras islas de Canarias, e que la giudad de Las Palmas"; y se dio a sí misma este título, por acuerdo tomado en 21 de julio de 1521, en espera de la real cédula solicitada, y que sólo lo fue otorgada en 20 de enero de 1531. El epíteto de noble le fue concedido por otro real título, otorgado en Placencia, en 8 de septiembre de 1534. Tradicionalmente, la ciudad tiene también derecho al epíteto de leal, aunque no conste la fecha de la cédula real correspondiente. En fin, en 10 de enero de 1964 le han sido concedidos los títulos de " fiel y de ilustre historia" que, más bien que timbres recientes de su blasón, son reconocimiento de méritos antiguos, tantas veces avalados por su brillante pasado. Las funciones del Cabildo se extendía a todo servicio de interés público en general. Entre sus asalariados figura desde 1515 un médico, que lo fue primero el Bachiller Diego de Funes, atraído a la isla por cuantiosos repartimientos de tierras, y después el doctor Juan Fiesco. Hubo también un boticario, pagado de los propios con 40 doblas de oro al año; hubo cátedra de gramática, con profesor bastante menos pagado; hubo exámenes para los oficios, para escribanos, oposiciones para los beneficios eclesiásticos, patronato de las grandes fiestas, y en general todo cuanto puede interesar el desarrollo normal de la vida urbana. Este desarrollo, sin embargo, no se podía concebir por aquellos tiempos, a falta de tres instituciones que indican la plenitud de la ciudadanía y de la autoridad municipal, y que, por consiguiente, aparecieron desde los primeros años de la vida lagunera: la cárcel, la horca y la mancebía. La cárcel debió de existir antes que la ciudad; pero no tuvo casa propia sino desde 31 de julio de 1508, cuando se alquiló una casa en 6500 maravedís al año. Tenía todo cuanto se necesitaba para su buen funcionamiento: grillos, cadenas, candados, cepo, e instrumentos para tormento tan especiales como la escalera, 20 INTRODUCCIÓN la toca, el jarro de alambre para hinchar con agua al atormentado, hierro para herrar, cordeles, pies de amigo. Pero la casa no debía de reunir las condiciones necesarias; y sólo tuvo la ciudad buena cárcel, a la altura de su ajuar, cuando se fabricaron las casas consistoriales: tan buena que, al incendiarse éstas, sólo se quedó en pie la cárcel que, con las modificaciones de rigor, sigue aun funcionando. La horca hace tiempo que ha dejado de funcionar, y tanto, que se ha perdido incluso el recuerdo de su emplazamiento. Debía de estar a la salida de la ciudad, yendo hacia Santa Cruz, ya que en 1503 recibía el escribano Antón Vallejo unas tierras " saliendo de la villa de San Cristóbal, que comiengan dende un sobaco de una cuesta abaxo do agora se puso la horca, donde ahorcaron el negro esclavo de Blasyno". Por curioso descuido de la autoridad, esta horca no fue servida debidamente: el cargo de verdugo no parece haber sido muy solicitado, y se daba a menudo el caso de no hallarse persona apropiada para asegurar la ejecución de las sentencias, hasta verse obligado el Regimiento a echar mano a algún esclavo de los vecinos, para obligarlo a servir de verdugo accidental. Las cosas mejoraron después: en 1720, el verdugo hacía también de pregonero, cobraba 250 reales al año y llevaba sombrero blanco con una escalerita por distintivo. Fue la mancebía otro culpable descuido del Ayuntamiento: tanto más culpable que era renta que le pertenecía, por disposición del mismo Adelantado, tomada en 29 de diciembre de 1506. El arrendador se había obligado a fabricar casa de mancebía; pero no cumplió, pretextando que había perdido dinero en el negocio. En febrero de 1519 se observaba en Cabildo que " no ay mangebía ninguna, a cuya cabsa la renta della, qu'es de los propios, cada un año se disminuye", corriéndose el peligro de quedarse sin arrendador. Para evitar este inconveniente y el de " estar las mu-geres de la mangebía derramadas por el pueblo' se acordó hacerles una casa " que fuese rezia, y en ella uviese y aya aposentamiento para el arrendador y padre de las tales mugeres". Parece que se hizo así, pero INTRODUCCIÓN 21 no duró mucho; y la renta cayó de 17.000 maravedís en 1518 a 6.000 en 1533. Para proveedores de la casa se daba la preferencia, después del arrendador, a los regidores y a los frailes; y para no perder su beneficio, el padre de las mujeres estaba autorizado a entrar de noche en casa de la vecinas, para comprobar su género de vida, y a hacer probanza con juramento, y después de 1532 con tres testigos, contra las de mala vida. En 1561 tenía la ciudad 7220 habitantes, siendo la población más importante de todas las islas. En 1805 no pasaban de 9672 sus habitantes. Este crecimiento equivale, desde el punto de vista meramente estadístico, a un completo estancamiento, ya que representa, a lo largo de un período de 244 años, un aumento de 10 almas por año, o sea un coeficiente de aumento de 1,3 por mil. Esta situación estadística ofrece, sin embargo, una imagen incorrecta de la realidad. Su explicación no debe buscarse en alguna decadencia de la ciudad, ya que esta época es, por el contrario, la de mayor prosperidad y brillantez de la vida lagunera; sino que se trata de un desarrollo periférico, de un acrecentamiento significativo de las demás poblaciones de la isla, mientras que el casco urbano, que forma cuerpo con ellas, o por lo menos se figura formarlo, permanece estacionario. En la medida en que, a lo largo de los siglos XVII y XVIII, la posición de la capital sigue siendo primordial y privilegiada, el progreso de los demás puertos y lugares de la isla favorece el propio progreso de La Laguna y significa su auge en orden al poderío económico, a la brillantez y urbanidad de la sociedad que la compone, al florecimiento del arte y de la cultura. Prueba evidente de esta situación privilegiada está en el hecho de que en 1817, de las 1061 casas que formaban la ciudad, 8 eran propiedad de títulos de Castilla, 109 de caballeros que tenían derecho al tratamiento de " don" y 61 de viudas y solteras de igual categoría: lo cual arroja un porcentaje muy significativo para el 22 INTRODUCCIÓN abolengo y el ambiente aristocrático que ha distinguido desde siempre la ciudad de La Laguna. El siglo XVIII es la mejor época y la más característica del pasado lagunero. Política y económicamente es una época crítica, en que el centro de gravedad de la isla se desplaza paulatinamente hasta el puerto de Santa Cruz; pero La Laguna sigue siendo la capital, en todo cuanto se refiere a las formas más elevadas de la vida urbana, a la sociedad, al arte, al movimiento intelectual. Por otra parte, el siglo es por todas partes una época de cosmopolitismo; y éste es el mejor ambiente para el espíritu canario, acostumbrado con los mares abiertos, con los contactos múltiples y con las más diversas frecuentaciones. Todo ello explica la brillantez de la vida lagunera de mediados de siglo, con sus saraos aristocráticos, con sus tertulias literarias, entre las que destacan la de Nava Grimón, la de Saviñón y la de Román; con sus escritores y poetas, el primero y el más enjundioso el espiritual y polifacético don José Viera y Clavijo; con sus artistas, entre los que ocupa lugar destacado don José Rodríguez de la Oliva. No pudo obscurecer esa brillantez el substancioso éxodo de los elementos más representativos de la intelectualidad isleña, atraídos por la Corte en número altamente significativo; sino que su presencia en la capital significó nuevos adelantos para su patria chica, a la que nunca olvidaron y a la que acabaron por dotar con un obispado y con una Universidad. Pero al mismo tiempo que contribuye a fortalecer la posición de la capital, esta doble fuerza centrífuga, el éxodo hacia la Corte o a las Indias, así como el rápido desarrollo de las demás poblaciones de la isla, imprimen al de La Laguna un carácter de precariedad que también es evidente. Los intereses de la ciudad llegaron con el tiempo a no coincidir exactamente con los de cada rincón de la isla, a partir del momento en que la vida económica local se cristalizó en formas económicas especializadas. El rico valle de La Orotava, con su puerto, reclamó el primero su autonomía en orden a la jurisdicción, y fue también el INTRODUCCIÓN 23 primero en conseguirla, en 1648; y no deja de ser característico el ver que casi en seguida empezaron las desavenencias con su propio puerto. La economía de Garachico, tan diferente de la del resto de la isla, hubiera creado rápidamente otro problema análogo, de no haber intervenido el volcán que asoló su puerto y suprimió por la base la primera razón de su prosperidad. Desde principios del siglo XVIII, el puerto de Santa Cruz empezó a desenvolverse en un ambiente de media capitalidad, favorecido en ello por su movimiento comercial, así como por la residencia de los capitanes generales; cada paso en adelante de la futura capital de la provincia era una merma evidente de los intereses y de lo que hasta entonces había sido privilegio y prerrogativa de La Laguna. Por todas estas razones, el siglo XIX es una época de decadencia política y económica de la ciudad. Su último momento de iniciativa, y uno de los más brillantes de su actuación política, fue el año de 1808, cuando una Junta Suprema de Gobierno de Canarias se formó aquí, para asegurar la continuidad de la política nacional española, frente a la invasión napoleónica. Fue ésta la última vez en que la ciudad de La Laguna llevó la voz de mando en nombre de la isla. Todos sus demás intentos de defender o de recobrar la posición privilegiada de antaño, fracasaron frente a la marcha inexorable de la historia. Su desobediencia a la Diputación Provincial creada en Santa Cruz de Tenerife en 1813 no condujo a mayores resultados. La administración de los propios de la isla, que aun quedaba en sus manos, le fue retirada al formarse los Ayuntamientos constitucionales, que mermaron asimismo su dilatado territorio municipal. La Junta de Gobierno que formó en 30 de julio de 1843 tuvo sólo una existencia efímera, y los acontecimientos que siguieron la barrieron sin que dejase rastro. Una página de la historia se había cerrado: la antigua capital no era ya sino un Municipio más. La pérdida de prestigio y el deslustre que parecían empañar la prístina condición de la ciudad fueron soportados como una injusticia por los laguneros, los de 24 INTRODUCCIÓN abajo unidos por primera vez con los de arriba. Sin embargo, no era éste el principal problema de los tiempos nuevos que se preparaban para la isla y para La Laguna. Hasta entonces, la ciudad no había tenido ninguna preocupación mayor en el orden económico, ya que su propia economía se confundía con la de la isla. Su separación de los demás pueblos que antes formaban su gobierno la apartaba al mismo tiempo de sus antiguas fuentes de riqueza y la dejaba casi sin recursos. Los acontecimientos la habían cogido de sorpresa; y al refugiarse, a lo largo de casi todo el siglo XIX, en una especie de melancólica contemplación de sus grandezas pasadas, la ciudad quizá no caía en la cuenta de que su decadencia no procedía tanto de las circunstancias políticas, como de las que informaban o, mejor dicho, paralizaban su vida económica. Las cosas han cambiado desde entonces. A lo largo del siglo en que vivimos, y sobre todo en los últimos años, es fácil observar en la vida de la ciudad un renuevo de energías creadoras de riquezas y que son como una sangre nueva que pulsa por sus arterias, antes demasiado cansadas. Durante algún tiempo, se había preferido ver en La Laguna una ciudad del pasado, que sólo vivía en sus recuerdos, ensimismada en su propia sombra y prisionera de lo irreversible: visión poética, cuya melancólica belleza informa todo el romanticismo tardío de la poesía lagunera, a la vez que divierte las energías creadoras hacia la contemplación. Es la época en que la ciudad duerme o sueña, viviendo en marcha lenta, cristalizando sus nostalgias reformadoras en las numerosas sociedades, juntas, publicaciones, que son las formas más inocuas de la acción; la época en que la presencia del obispado, la creación de la Universidad se consideran como medios más o menos artificiales para mantener un semblante de vida en un cuerpo exhausto. Estas previsiones no se han realizado. Es cierto que la presencia del obispado ha injertado una vida nueva en los numerosos templos, bastante abandonados durante el siglo pasado, así como en las religiosidad la- INTRODUCCIÓN 25 gunera, y en primer lugar en su Semana Santa, la más lucida y la más recoleta al mismo tiempo, de todas cuantas se pueden ver en las islas. También es cierto que la juventud que llena sus aulas anima con su bullicio y con su alegría las calles de la vieja ciudad, que le debe su ambiente específico y su aspecto callejero tan característico, de vieja metrópoli intelectual que, como toda metrópoli intelectual, sabe permanecer joven. Pero también es evidente que una nueva vida se ha despertado aquí; y allí donde sólo se veía antes, al atardecer, la tertulia de los viejos caballeros que recordaban entre sí las cosas y los hombres de antaño, se tropieza hoy con una juventud numerosa y atareada. La mayor parte de las viejas sociedades en que sólo se iba para charlar, han cerrado sus puertas; y en su lugar se abren escuelas y talleres, cuando no calles y caminos. Superado el período de abatimiento que caracterizaba el siglo anterior, La Laguna está actualmente en pleno auge demográfico. Su población se acerca alegremente a los 50.000 habitantes, con un crecimiento que no se compara, sin duda, con el de Santa Cruz de Tenerife, pero que sigue siendo de los más significativos, dentro del ambiente insular. Su economía sigue fundada en la agricultura y en la ganadería, a que la destinaba su misma posición geográfica; pero acusa últimamente una evolución favorable, debido a una serie de industrias que han nacido en su radio urbano, a la proximidad del aeropuerto de Los Rodeos, a la excepcional riqueza de sus aledaños y sobre todo, como era de esperar, a su posición privilegiada que sigue haciendo de ella, si no la capital de la isla, la llave maestra de todas sus comunicaciones interiores. ITINERARIO I Plaza de la Concepción — Obispo Rey Redondo La plaza de la Concepción y la calle del Obispo Rey Redondo, antes de la Carrera, dividen el casco urbano de La Laguna en dos mitades más o menos iguales, formando un eje que va de norte a sur, aproximadamente. Esta arteria es el punto de partida y de referencia obligatorio de la visita, no sólo por su posición céntrica, sino también por ser la vía de mayor circulación, a la vez que el eje del desarrollo progresivo de la ciudad, que reúne el núcleo primitivo de la iglesia a la plaza del Adelantado, — es decir, el centro de la villa de arriba al corazón de la villa de abajo. La plaza de la Concepción tiene una forma irregular, que se puede reducir a la de un gran trapecio con la base al norte, y prolongado por el lado opuesto por otro trapecio menor, que termina en las calles de Rey Redondo y de Bencomo. Su forma de conjunto, fácil de identificar en el plano de la ciudad, no se reconoce con la misma facilidad sobre el terreno, por estar la mayor parte de su superficie ocupada por la fábrica de la iglesia de la Concepción. Por su lado oeste, ha recibido modernamente el nombre del Doctor Olivera, en recuerdo del médico don Manuel Esteban Olivera ( 1844- 1918), director del Hospital de Dolores, que falleció víctima de su abnegación y de la epidemia de gripe de 1918. Antes de este último año, se llamaba plaza de la Antigua, quizá en lugar de Santa María de la Antigua, nombre que se habrá dado a la iglesia, después de fabricado el nuevo templo de los Remedios. 28 ITINERARIO I Esta plaza, irregular por su forma, falta de perspectiva por la mole también irregular de la iglesia que ocupa su centro, no ofrece ninguna monumenta-lidad. Alrededor de la iglesia, las casas son bajas y de aspecto modesto, con la excepción de algunas casonas antiguas que ocupan su lado este. Las que forman su lado hacia norte están sobre una pequeña altura o lomada, que indica el sitio ocupado por los primeros pobladores de La Laguna, y quizá también por la primitiva iglesia de la Concepción: el primer solar de ésta última se supone que es el que forma la esquina de la calle del Marqués de Celada o camino que conduce a Tacoronte, pero esta indicación no es del todo segura. A los pies de la iglesia, la plaza desemboca en dos calles, que van a reunirse más lejos, para formar la carretera que conduce a Tacoronte. La calle que forma la esquina noroeste de la plaza es la ya mencionada del Marqués de Celada; en la esquina noreste empieza la calle del Adelantado, en cuya primera casa, situada a derecha sobre una pequeña altura, se ve una lápida de mármol con la siguiente inscripción: " Sitio en que vivió el Adelantado don Alonso Fernández de Lugo, conquistador y general en jefe de las islas de Tenerife y de San Miguel de la Palma. El Ayuntamiento de La Laguna a su memoria. 1925". Es tradición antigua, en efecto, que el primer Adelantado de Canarias había establecido su primera morada en esta parte de La Laguna, y que sólo más tarde pasó a ocupar la casa que había mandado fabricar al otro extremo de la ciudad, en la actual Plaza del Adelantado; pero esta tradición no se apoya en ningún documento concreto y parece poco segura. Enfrente de esta casa, formando la otra esquina de la plaza con la calle del Adelantado, está el edificio ocupado por la Cruz Roja y la Casa de Socorro, fabricado en 1940- 1944, en el solar dado para este fin por el entonces alcalde de la ciudad don José Salazar Suárez. El lado oeste de la plaza lleva, como queda dicho, el nombre del Doctor Olivera. Es un punto de tráfico intenso, por ser la entrada obligada de los coches que CONCEPCIÓN 29 vienen del norte de la isla, al mismo tiempo que la estación terminal de los autobuses de Santa Cruz y de la línea de autobuses urbanos. Durante largo tiempo fue término de la línea del tranvía eléctrico que reunía las dos ciudades de La Laguna y Santa Cruz: construida por una sociedad belga, y prolongada después, de La Laguna a Tacoronte, había sido inaugurada en 7 de abril de 1901 y siguió funcionando hasta el año de 1952. La instalación del tranvía hizo desaparecer, en 1901, la capilla de Santa Cruz, que formaba un saliente y estorbaba la circulación, en el punto ocupado aun, en la actualidad, por la oficina del tranvía también desaparecido. Esta capilla, construida por Francisco Hernández, Juan González, Miguel de Cámara y varios vecinos más, y bendecida en 3 de mayo de 1756, ha sido suprimida, obligándose en cambio la sociedad arrendadora a reconstruirla al lado de la iglesia, donde está ahora, enfrente del lugar que antes ocupaba, y a mano izquierda de la entrada de la iglesia. Ésta última cierra casi completamente, por el lado este, la plaza del Doctor Olivera. La iglesia de NUESTRA SEÑORA DE LA CONCEPCIÓN es la más antigua de las iglesias parroquiales de la isla, y la matriz de la que salieron todas las demás. Es tradición que aquí se celebró, por los clérigos que acompañaban el ejército de Alonso Fernández de Lugo, la primera fiesta del Corpus en Tenerife, en 1496. Naturalmente, ello no supone la existencia, desde entonces, de una verdadera iglesia, sino de algún cobertizo provisional, que habrá servido después más de una vez a los conquistadores agrupados en su alrededor. La creación de la parroquia coincidió con el establecimiento de las instituciones municipales y de la organización administrativa, a raiz de la terminación de la conquista, o sea a principio del verano de 1497. Lo cierto es que el canónigo de Canaria Fernand Alva- 30 ITINERARIO I rez, al recibir una data de tierras en 21 de diciembre de 1497, se calificaba ya de " cura de Tenerife"; con cuya designación se indica claramente que en aquella fecha la iglesia funcionaba como una parroquia regular. Del mismo año, o quizá del anterior, es también la primera fábrica de la iglesia de la Concepción. Era entonces " una iglesia chiquita que por reparo se hizo luego que se ganó la isla", según declaraban los mismos vecinos en 1513. En la actualidad no queda ningún rasgo de la fábrica primitiva: circunstancia natural, ya que es de suponer que se trataba de una construcción hecha con cierta prisa y con materiales de poca resistencia. La tradición quiere que los mismos conquistadores hayan llevado en sus hombros los materiales de la fábrica, y el Adelantado con ellos. Teniendo en cuenta el evidente encarecimiento que encierra esta afirmación, ello se explica, sin embargo, por la humildad que impulsaba a los conquistadores, así como porque aquella comunidad de soldados, en los primeros días de vida civil y religiosa de la futura ciudad, difícilmente hubiera podido valerse de mano de obra especializada. El lugar que ocupaba esta iglesia primitiva no coincide con su solar actual. Estaba situado a pocos metros de distancia, a dos tiros de piedra según los autores más antiguos, al norte de los pies de la iglesia actual. Se supone se trata del edificio que ocupa hoy día la esquina de la plaza Doctor Olivera con la calle Marqués de Celada; pero esta especie debe ser resultado de una equivocación, si se tiene en cuenta la proximidad demasiado inmediata de este lugar, que no corresponde con los dos tiros de piedra apuntados. Más probablemente la iglesia primitiva debió ocupar el sitio más eminente, encima de la lomada que se extiende al norte del templo actual, y que está ocupada por varios edificios particulares. Las dimensiones de la primera iglesia debieron de ser modestas; pero así y todo, fue el primer edificio de cierta consideración que se levantó en La Laguna, y el único durante muchos años; de modo que CONCEPCIÓN 31 hasta 1505 sirvió más de una vez de lugar de ayuntamiento del Cabildo Insular. Los curas, que después de Fernand Alvarez lo fueron Hernán García en 1500 y Diego de Herrera en 1506, funcionaban con el título de vicarios de Tenerife. La fecha de creación del beneficio de La Laguna es dudosa; el primer beneficiado conocido, Rodrigo de Argumedo, canónigo de Cádiz, tesorero de Las Palmas, arcediano de Niebla, fue designado por Carlos Quinto en 1514, y no vino nunca a la isla, limitándose a cobrar sus rentas por medio de apoderados. Mientras tanto, al aumentarse el número de los pobladores, se hacía notar la necesidad de maj^ or número de pastores espirituales. Debido a ello se fueron multiplicando las parroquias de Tenerife, todas ellas separadas de la Concepción, las unas directamente, las otras de manera indirecta, por segregación posterior de las que ya se habían hecho independientes. La fecha de su creación es como sigue: la parroquia de Los Realejos en 1498, de la que se separaron más tarde la de Icod ( 1515), la de Daute ( 1515), la de La Orotava ( 1516), y la de Adeje y de Abona ( 1530); la parroquia de Santa Cruz en 1499; las del Sauzal y de Taganana en 1505; la de los Remedios de La Laguna en 1515; la de Güímar en 1529. La primitiva iglesia de la Concepción, que representaba en un principio a la totalidad de los fieles de Tenerife, desempeñaba en la vida insular un papel más importante que el de una simple parroquia. El primer Adelantado se proponía sin duda transformarla en colegiata, — si acaso no acariciaba la esperanza de trasladar a su isla la silla de los obispos de Canaria, tradicionalmente situada en Rubicón de Lanzarote y desde hacía pocos años pasada a Gran Canaria. Lo cierto es que en 1505 daba al cabildo eclesiástico de Las Palmas unas tierras y aguas en Abona, con la condición de que dos canónigos, cuatro racioneros y el arcediano de Tenerife residiesen en la iglesia de la Concepción; y en 1514 se suplicaba al Rey Católico que el cabildo eclesiástico residiese por mitad en Las Palmas y en La Laguna, como ya se iba oracticando en 32 ITINERARIO I otras ciudades del reino. Por aquellos mismo tiempos, el teniente de beneficiado Juan Yánez se titulaba Abad, como si su iglesia hubiese sido ya una verdadera colegiata. Del edificio primitivo nada sabemos, si no es que debía de tener órgano propio, pues consta que en 1512 residía en la isla un Pedro Díaz, organista, quien recibía un repartimiento de tierras en Tacoronte. Pero como en la iglesia no cabían ya todos los feligreses de la villa, cuya población había crecido considerablemente, en enero de 1511 el Cabildo de la isla determinó solicitar del cabildo eclesiástico de Las Palmas la autorización de volver a edificar el templo, para darle mayor extensión y cabida. Se discutió asimismo si convenía dejarla en el solar que entonces ocupaba, o mudarla en algún sitio mejor situado, ya que, de resultas del ensanche de la población en dirección este, se había quedado algo excéntrica. Algunos regidores pretendían que no había lugar para novedades, que la iglesia estaba bien colocada y que ya se había gastado bastante en ella, como para no obligarse a hacer un edificio totalmente nuevo; pero prevaleció esta última opinión, teniéndose en cuenta que el templo antiguo se había quedado " en el cabo del pueblo". A pesar de las apariencias que parecen dar la victoria a los innovadores, lo más probable es que esta resolución no representaba ninguna victoria, sino un compromiso, que no debió satisfacer a nadie. La idea de cambiar el sitio de la iglesia debió de ser propugnada por el mismo Adelantado, quien había empezado ya a aconsejar, e incluso a compeler a los pobladores, para que se fijasen preferentemente en los alrededores de su propia casa, en la villa de abajo. El acuerdo tomado por el Cabildo no respondía a su deseo, ya que el nuevo edificio de la iglesia se mudó como él quería, pero siguió enclavado en la villa de arriba, a muy corta distancia del templo anterior: de ahí, sin duda, su última decisión, que llevó a la práctica en los años siguientes, de dotar La Laguna con otra parroquia, cuyo templo de los Remedios se empezó en 1515 y se Iglesia de la Concepción La Concepción. Reja del coro i . . - - - ^• - ^ » < i / ¡ í±:^^±: r 1 1 1 ; T - j <.'. 1 .,.-.->- l . • s- - j- ' i- . i - . : É K' - i- '" íir'W, y^ m. , te t- rri 1 ( t 1" - •• lil Iffl H i 5 11 1 CONCEPCIÓN 33 terminó de edificar antes que el nuevo edificio de la Concepción. En efecto, la segunda fábrica de la Concepción, empezada en 1511, progresó muy lentamente, por razones fáciles de comprender. Por una parte, le faltaba ahora el apoyo del Adelantado, empeñado en protejer los intereses de la villa de abajo; y, por otra parte, la creacción de otras parroquias, tanto en el resto de la isla como en la misma ciudad, mermaban considerablemente sus rentas y sus posibilidades económicas. Desde el año de 1513, los vecinos se vieron obligados a acudir a la Corte, para pedir una ayuda en vista de la terminación de su iglesia. En 1521, cuando la de los Remedios estaba ya terminada, a ésta le faltaba, con la capilla mayor, todo el aseo que lucía su rival; por cuya razón prevaleció en el Cabildo la opinión de los que pretendían sacar de los Remedios la procesión del Corpus de aquel año, con prejuicio de la posesión en que estaba desde la conquista la otra iglesia, de sacar la procesión de su templo. Este incidente fue la señal de una larga y enconada rivalidad entre las dos parroquias, expresada en el terreno jurídico por medio de numerosas representaciones, memorias, reales cédulas y paces, que ocupan los dos siglos siguientes; y en el terreno de la vida religiosa local, en un afán visible de superarse cada una de las dos iglesias, en el boato de sus procesiones, en el aseo de sus altares, en las preminencias de toda clase y, en resumidas cuentas, en la palma a que aspiraban en competencia. La capilla mayor, con algunas de las capillas más viejas del templo, se terminaron por 1528 a 1530. Pero probablemente esta primera fase de la edificación se había limitado a la cabecera del templo; las naves quedaron para una segunda fase de las obras, que sólo pudo realizarse unos diez años más tarde. Esta parte de la construcción se remató en 1545 en Francisco Hernández, cantero; y éste se asociaba en el mismo año con los hermanos Juan, Francisco y Sebastián Merino y con Fernando Alvarez, para hacer juntos el trabajo, " porque la dicha obra yo no la puedo hacer solo, por ser mucha". Esta fase de la edificación parece 34 ITINERARIO I haberse terminado por el año de 1548, menos la pared a los pies de la nave, que se hizo en 1558. En esta última fecha, la iglesia de la Concepción se presentaba como un templo de la forma acostumbrada en Canarias, constituido por tres naves del mismo anchor que hoy día tienen, pero menos extensas en orden a la longitud. La capilla mayor formaba como un camarín bastante menos profundo que en la actualidad. Al otro extremo de la iglesia, las tres naves terminaban a la altura del cuarto pilar actual, de modo que la capilla de la Trinidad, construida más tarde, tenía su pared en una línea con la fachada norte. Esta última tenía una puerta de acceso que daba en la nave central; pero su exposición al norte producía corrientes de aire y de humedad que obligaron desde el siglo XVI a suprimir esta entrada. La continuación de las tres naves al norte, en dirección opuesta al altar mayor, se hizo en época difícil de determinar, quizá a mediados del siglo XVII; de todos modos, las capillas que ocupaban antiguamente esta parte del templo son posteriores a esta fecha. En fin, la torre de la iglesia pasó por avatares bastante parecidos: elevada por primera vez en 1577, se derribó para volverse a hacer en 1630, y por tercera y última vez en 1694. Ensanchada la capilla mayor en 1621- 1626, reforzadas las paredes laterales del edificio en 1662- 1664, todas estas obras, agregadas a la vetustez de la fábrica, hicieron necesaria una total reforma, a la que se dio principio en 1714: con la misma ocasión se volvió a ampliar la capilla mayor, tomando parte de la calle que estaba a sus espaldas, hasta terminarse esta parte de la iglesia en 1737. Pero a medida que se terminaba una parte de la iglesia, otra envejecía y amenazaba ruina. Desde el año siguiente de 1738 se empezó otra vez el edificio, " sin más miras ni otra regla, sino que fuese mayor que el de Nuestra Señora de los Remedios", según observación de un contemporáneo de abajo, don Lope Antonio de la Guerra. De 1738 a 1773 se gastaron más de 48.000 pesos en una nueva construcción, que CONCEPCIÓN 35 sólo conservaba de la anterior la capilla mayor y los pies del templo. Pero la escasez de los medios, junto con el afán de terminar las obras cuanto antes, dieron por resultado una fábrica de tan poco aplomo, que se hizo preciso derribarla apenas terminada, con indescriptible desaliento de todos cuantos, habiéndose dedicado a esta empresa, veían sus esfuerzos inutilizados, a la par que agotados sus recursos. El obispo Servara alentó otra vez los espíritus abatidos de los feligreses, con un donativo de 8.000 pesos para la fábrica del templo, cuyos planos fueron establecidos en seguida; y el mismo prelado fue el que sentó la primera piedra del nuevo edificio, en 1776. Todo cuanto se hizo durante su estancia en la isla, se volvió a derribar desde que pasó este prelado a su nueva diócesis de Cádiz, en 1777, parte porque los proyectos por él aprobados adolecían de ciertos defectos, pero sobre todo porque la iglesia así empezada hubiera debido resultar menor que la anterior, — cosa que de ningún modo quisieron admitir los feligreses de arriba. El célebre arquitecto lagunero don Diego Nicolás Eduardo formó entonces nuevos planos, y se dio principio a la sexta reedificación del templo, verdadera tela de Penélope de Canarias, en el año de 1778. De los planos de Eduardo sólo llegó a terminarse en 1808 la cabecera del templo, con la sacristía y la capilla mayor, en la forma que tienen en la actualidad, gastándose en las obras la cantidad de 80.000 duros, conseguidos por contribución popular, por donativos del obispo Verdugo y sobre todo por la venta de numerosas alhajas de la iglesia. Las paredes laterales siguieron apuntaladas por muchos años. Durante la primera mitad del siglo XIX se reedificó la pared de fondo de la capilla colateral de la Epístola, con su arco, y se derribaron las dos capillas antiguas de San Andrés y del Poder de Dios, que, situadas en la misma nave, salían fuera de la línea del edificio y que, además, estaban ya inservibles. La techumbre se volvió a poner en 1872. El piso de mármol se puso en 1907, gracias a una subvención del Estado, 36 ITINERARIO I que consiguió el diputado a Cortes don Antonio Domínguez Alfonso. La mayor parte del actual aseo interior de los altares es de los años de 1904 a 1910, cuando se volvieron a componer muchos de los retablos, aprovechando sobre todo los viejos retablos abandonados de la iglesia de los Remedios, que adquirió el beneficiado don José Rodríguez Moure. Con los elementos del retablo del Carmen y del antiguo altar mayor de los Remedios, el carpintero lagunero don Isaac González Falcón compuso los de San Juan Evangelista ( colateral del Evangelio), de San Antonio ( colateral de la Epístola), del Carmen, del Descendimiento y de Santa Lucía; con el antiguo retablo de San Bartolomé compuso la puerta del bautisterio y el retablo de la Piedad; arregló el retablo de Animas, para dar cabida a la imagen del Señor Difunto; y, en fin, trasladó a los lugares que ocupan ahora la capilla del Niño Jesús y el coro. Todas estas reformas se deben al celo incansable del mencionado don José Rodríguez Moure, conocido historiador de su ciudad, a quien la iglesia le debe en cierto modo su resurgir. Verdad es que su horror al barroco churriguerresco o considerado por él como tal lo condujo a suprimir o a modificar mucho? retablos, imágenes y cuadros; pero ello no es más que un detalle en la actividad de toda una vida dedicada al aseo y al embellecimiento de su templo. Más tarde, después de 1940, el cura párroco don Maximiliano Darias Montesinos completó esta obra, costeando la reforma y el raspar del techo y de las columnas, la colocación del zócalo y de las modernas cristaleras ofrecidas por los fieles. En fin, en 1948 la iglesia ha sidcf declarada monumento histórico nacional. Por ser la más antigua de las parroquias tinerfe-ñas y la matriz de todas las demás de la isla, la iglesia de la Concepción ha ocupado, históricamente, una situación privilegiada entre los demás templos insulares Aun sin hablar de su antigua pretensión a colegiata, muchos historiadores antiguos señalan que su riqueza era tal, que hubiera podido competir con la de muchos obispados peninsulares. En el siglo XVIII había llega- CONCEPCIÓN 37 do a contar con 85 capellanías, que representaban en conjunto más de 100.000 duros de dotación. En 1805 contaba con tres beneficiados, diez presbíteros y once ministros asalariados. Aunque la mitad de sus alhajas haya sido vendida para acudir a los gastos de su fábrica, a fines del siglo XVIII, dispone aun de ornamentos importantes, parte de los cuales luce en las procesiones de Semana Santa, dando su peculiar carácter de fausto y de esplendor a los pasos laguneros, unos de los más ricos y los más ostentosos de España. La iglesia contaba antiguamente con numerosas cofradías, de las cuales la más antigua es la pontificia, imperial y real cofradía de la Purísima Concepción, fundada en virtud de la bula del Papa Adrián VI de 31 de julio de 1522, por la que se fundaba la ar-chicofradía del mismo título en la catedral de Toledo, con facultad de agregar las más que se fundaren en España; presentada la bula en Tenerife, en el año de 1532, se formó seguidamente la cofradía, que se constituyó en hermandad en 27 de febrero de 1667, y en cofraternidad de los beneficiados y capellanes en 11 de enero de 1719. La cofradía de los Pobres Vergonzantes es de 1541; la de San Severo, llamada también de San Siverio, es anterior a 1568. De la cofradía de las Almas del Purgatorio sólo sabemos que era anterior al año de 1626, en cuya fecha el capitán don Tomás Pacheco Solís, jugador empedernido, se obligaba por escritura notarial a pagarle cinco ducados cada vez que volviese a jugar naipes, dados o trucos. La hermandad del Santísimo Sacramento había sido fundada en 4 de junio de 1628, por 33 sujetos que habían pertenecido a una cofradía anterior, del mismo nombre; la de las Lágrimas de San Pedro, fundada en 31 de diciembre de 1644, existió hasta el año de 1868. La esclavitud de San Juan Evangelista fue fundada en 1649, para rendir culto a la imagen milagrosa del Apóstol; la del Cristo del Buen Viaje es de 1672; y la de San Antonio Abad, fundada en 3 de marzo de 1674, fue formada con motivo de la colocación de la inuigen del santo titular, que había traído de Indias lüratías 38 ITINERARIO I Delgado, y sus constituciones fueron aprobadas en 24 de mayo de 1755. La cofradía de San Bartolomé, fundada en su capilla por don Bartolomé Casabuena, fue autorizada por su protector, el cardenal Chigi, en 8 de julio de 1762. La de Nuestra Señora del Rosario, que rendía culto a la imagen colocada en la ermita del Rosario o de San Amaro, en el pago del Rosario; la de la Cinta de San Agustín; la de San Rafael; todas ellas son testimonio elocuente de la vida y del fervor que animaban en otros tiempos esta primera fundación de la piedad de los tinerfeños. La iglesia forma actualmente un conglomerado de edificios pertenecientes a épocas y trazas diferentes, —^ ya que sería exagerado hablar de estilos diferentes. La fábrica es la usual en los templos canarios: cantos o esquinas, marcos de puertas y de ventanas de piedra del país, y lienzos de pared de material ligero. La planta primitiva, rectangular, ha sido alterada por los numerosos salientes formados al oeste por la capilla de la Cruz, al sur por la sacristía, el camarín y los despachos, al este por la torre. Incluso sin tener en cuenta estas irregularidades, se podrá observar la falta de unidad de la construcción, sobre todo al examinar el lado este del edificio, con sus lienzos de pared y sus ventanas irregulares y con los desniveles de sus aleros. Sólo se entra en el templo por las dos puertas laterales. Por el lado este el edificio se encuentra al nivel de la plaza, mientras que por el lado opuesto la domina desde lo alto de una especie de terraplén, al cual se accede por medio de dos escaleras de piedra. Este lado, así como el del norte, estaban dedicados antiguamente a cementerio, probablemente por ser insuficiente el interior de la iglesia para el número de entierros que se necesitaba asegurar; estos lados estaban completados por una cerca de pared y por un osario, que llamaban carnero, y que estaba en el solar actualmente ocupado por la torre. Esta torre, que sirve de campanario, ha sido construida en 1694- 1697. Forma un saliente o, mejor dicho, un cuerpo independiente de la iglesia, a la que está CONCEPCIÓN 39 comunicada por medio de la capilla de la Trinidad. Se compone de un cuerpo bajo, sin salida a la calle, y que corresponde al bautisterio de la iglesia; de tres cuerpos provistos de ventanas cegadas; de un cuarto piso en que la ventana ha sido sustituida por un reloj, regalado en 1904; de un sobrado con dos ventanales en que se guardan las campanas, y de una danza de arcos ochavada, que le sirve de remate. Mide 33 ms. de altura. Las dos iglesias primitivas no tuvieron campanario propiamente dicho, sino que se servían de una armazón de maderos en que estaba colgada la campana. Este sistema se siguió hasta 1553, en cuyo año el visitador don Luis de Padilla mandó edificar un campanario. El que se hizo durante el mismo año, por un costo de 46.654 maravedís, estaba colocado encima del pilar de la capilla mayor, y no era probablemente más que una simple espadaña. En 1558, al reedificarse la pared que cerraba las naves, a los pies de la iglesia, se mandó otra vez hacer una torre, en un punto que quizá corresponde al sitio actualmente ocupado por la capilla de la Trinidad. Por razones que se ignoran, la obra de la torre no empezó, sin embargo, sino en 1577. Durante la mayordomía de Agustín de Vargas, que se prolongó de 1579 a 1599, la torre se levantó hasta la altura del cuerpo de las campanas; de modo que, ya antes de terminarse la construcción, el mayordomo hizo colocar dos campanas que había traído de Londres. Con ocasión de su visita pastoral de 1606, el obispo don Francisco Martínez de Ceniceros ordenó la terminación de la torre; pero esta disposición no fue ejecutada, de modo que las mismas órdenes tuvieron que reiterarse en la visita siguiente, del obispo don Antonio Corrionero, en 1618, y después en la del obispo fray Juan de Guzmán, en 1626. En fin, en su visita de 1630, el obispo don Cristóbal de la Cámara y Murga mandó se derribase la torre empezada y que ya se había visto que no se podía continuar, y se edificase otra más fuerte en su lugar. La nueva fábrica fue encargada a los canteros Manuel Penedo y Domingo de Acosta, en 1630; debía componerse de un cuerpo bajo, en sustitución del entonces existente, de un sobrado con dos ventanas para las campanas, y de otro sobrado de adorno, con ocho ventanas. Terminado el edificio, en 1648 se pasó a la obra de carpintería, que ejecutaban Juan Gómez y Juan Castellano. El remate estaba 40 ITINERARIO I formado por un chapitel de madera revestido de azulejos, que con el sol se veían brillar a gran distancia. La torre estaba acabada ya en 1652, pero resultó tan defectuosa, no sabemos si por culpa de los constructores o del suelo, que hubo que apuntalarla y al fin y al cabo se debió derribar, porque amenazaba ruina. Sólo se ha salvado del derribo el cuerpo bajo, que corresponde a la actual capilla de la Trinidad, y que en la época de su primera construcción, a fines del siglo XVI, estaba situado en la misma línea de la pared norte del templo. Por tercera y última vez se empezó a construir la torre en 1694, por el Licenciado Leonardo Felipe de Ocampo, beneficiado de la iglesia de 1663 a 1701. Para evitar los inconvenientes de los primeros cimientos, se abandonó la idea de construir en el mismo lugar y se volvieron a plantar los cimientos a espaldas de la torre anterior, con la que se comunica por un arco. La construcción se terminó en 1697, habiendo costado 70.000 reales. Los autores del proyecto son desconocidos; quizás son los mismos alarifes que empezaron la obra, Juan Liscano y Andrés Rodríguez Bello, autores también de la fachada del palacio de Salazar, hoy residencia episcopal. Se entra en la iglesia por el mismo lado este, donde hay una puerta del siglo XVI, de cantería, reformada en 1748, o más comúnmente por el lado opuesto, por una puerta que da a la plaza del Doctor Olivera. A mano izquierda de esta última entrada, pegada a la pared de la iglesia, está la capilla de Santa Cruz, fabricada en 1902, en sustitución de otra capilla de igual advocación que hasta el año anterior había existido en la acera de enfrente, y de que antes se ha hecho mención. Fundada en 1756, ensanchada en 1763, la antigua capilla había servido durante algún tiempo de depósito de cadáveres de la parroquia; en la moderna no hay ningún detalle que ofrezca interés. El terraplén en que está edificada la iglesia por este lado es el antiguo cementerio de Concepción, pavimentado en el siglo XIX con piedras sacadas del piso de la iglesia, en donde cubrían otras sepulturas, según se puede reconocer por su forma característica. El aspecto de conjunto del interior de la iglesia produce una impresión de riqueza, debido a su anchor, al suntuoso manifestador y retablo mayor, y a la CONCEPCIÓN 41 presencia del coro con su bonita techumbre portuguesa, y de las dos capillas contiguas con sus arteso-nados policromados. Lo que le falta es sobre todo la altura; como todas las iglesias canarias de estilo tradicional, sus artesonados descansan casi directamente sobre los arcos de cantería, produciendo una notable falta de proporción entre la altura y las demás dimensiones del edificio. Las antiguas capillas han sufrido numerosos trastornos y recomposiciones en sus retablos, que son en general el producto incoherente de una mezcla de elementos procedentes de obras muy diferentes; de modo que sería por lo menos imprudente tratar de juzgar su época, su estilo o su mérito. Sin embargo, esta recomposición se ha hecho con algún tiento, que nunca conseguirá el beneplácito del historiador del arte pero que quizá no choque mucho al simple espectador. Las obras de interés artístico o histórico son bastante numerosas como para hacer de la visita del templo la primera condición de una estancia en la ciudad, por limitado que pueda ser el tiempo que se le dedique. La capilla mayor ( 3) está formada por un amplio presbiterio bajo, que ocupa el lugar del primitivo altar mayor, y conduce al presbiterio propiamente dicho, al que se accede subiendo cinco gradas, y al altar mayor, al que se sube por tres gradas más. El presbiterio bajo está cubierto con un artesonado que se ha tapado y encalado modernamente; la capilla mayor posee una bóveda de arista, está separada del resto de la iglesia por una verja, y tiene las paredes del fondo y laterales cubiertas con una pintura a imitación de un cortinaje y entapizado de seda encarnada, obra del presbítero don Manuel Díaz ( 1773- 1863), cura párroco de Santa Cruz de la Palma. El manifestador, ricamente cubierto con chapa de plata repujada, obra de la segunda mitad del siglo XVIII, y guardado por los dos lados por dos ángeles de talla revestidos de chapa del mismo metal, sirve de marco al camarín alto en que se venera la imagen de la patrona de la iglesia. Nuestra Señora de la Concepción; ésta última es obra del escultor orotavense 42 ITINERARIO I Fernando Estévez ( 1780- 1854) fechada en 1849. Se considera como la última talla salida de la mano de este interesante imaginero, último representante de un arte tan popular como fecundo en las islas. La imagen está ricamente vestida y adornada, por cuya razón, así como por la distancia en que está colocada, resulta difícil al espectador juzgar el mérito de su factura artística; tan sólo se deja apreciar de lejos la sencilla belleza de sus facciones, así como lo reconcentrado y lo patético de su actitud. La imagen ha sido coronada canónicamente el 5 de diciembre de 1954. En el presbiterio, bajo humilde losa, yacen los restos de don Fernando de Rueda, obispo de Canarias de 1581 a 1585, fallecido en la ciudad de La Laguna en 17 de junio de este último año. El altar mayor de la iglesia que empezó a fabricarse en 1511 debía de ocupar aproximadamente el sitio del actual presbiterio bajo. Tenía paredes de separación con las dos capillas laterales, y desde 1545 se hallaba separada del cuerpo de la Iglesia por medio de una reja o baranda. El techo del altar mayor había sido pintado en 1528 por Andrés de Illescas; las paredes de separación con las colaterales fueron derribadas en 1557 y sustituidas por arcos cerrados con rejas. Durante todo el siglo XVI, el sagi- ario no estuvo colocado en esta capilla, sino en la colateral del Evangelio, de donde sólo se mandó mudar en 1605, con motivo de la visita pastoral del obispo don Francisco Martínez de Ceniceros. En el retablo que lo adornaba por aquella misma época, sólo hubo en un principio una imagen de pintura de la Virgen con el Niño Jesús, que parece ser la que hoy se conserva en la capilla de San Pedro; más tarde, en 1541, se le agregó otra imagen de bulto, ofrecida por Isabel Ramírez, mujer del conquistador Juan Méndez, y representando asimismo a Nuestra Señora. El visitador don Cristóbal del Castillo dispuso en 1580 la rápida composición de un retablo para el altar mayor, y hasta indicó en una relación detallada las pinturas que lo debían adornar: un crucifijo, doce retratos de santos y los doce apóstoles. A pesar de haber dejado Juliana Viña, desde el año siguiente, todos sus bienes " para la obra de la torre que se haze en la dicha iglesia, o para el retablo que se a de traer para el altar mayor", este retablo sólo se encargó en el año de 1602, a Pedro de IGLESIA DE NUESTRA SRA. DE LA CONCEPCIÓN 1 CAPILLA MAYOR 2 CAPILLA DEL EVANGELIO ( S. JUAN BAUTISTA) 3 PRESBITEniO t CAPILLA DE SANTIAGO, HOY DE SAN ANTONIO 5 ALTAR DEL SANTO CRISTO « ALTAR DE SAN ANTONIO 7 PUERTA NUEVA 8 ALTAR DE LA PIEDAD » CAPILLA DE SAN PEDRO 10 CORO U CAPILLA DE LAS ANIMAS a TRIBUNA DEL ÓRGANO 13 ALTAR DEL NIDO JESÚS H CAPILLA DE LA TRINIDAD 15 PILA BAUTISMAL 1 » PILA ANTIGUA IV PUERTA DEL BAUTISTERIO 18 PUERTA MAYOR » ALTAR DE SANTA LUCIA 30 ALTAR DE SAN JOSÉ a PULPITO a ANTIGUA CAPILLA DE SANTA ANA 23 > > DE SAN ANDRÉS 34 . . DEL CRISTO DEL O. PODER a . ' D E LOS DOLORES 3 ti- 44 ITINERARIO I Artacho Arbolanche, ensamblador; y como éste falleció antes de haber entregado la obra, la entrega la hicieron sus hermanos, también ensambladores, Juan y Bartolomé Artacho. Lo pintó y doró Cristóbal Ramírez, pintor de imaginería, quien hizo también los 24 retratos de santos y de apóstoles indicados por el visitador de 1580: entre ellas, la célebre imagen de San Juan Evangelista, que se venera actualmente en la capilla colateral del Evangelio. Esta tabla, junto con la imagen del Santo Cristo llamado del Rescate, es todo cuanto se conserva actualmente del retablo de 1606, que se vendió por 1661 a la iglesia de la Concepción de Santa Cruz. Es verdad que se afirma que el viejo sagrario de madera pintada que se conserva aquí, en la capilla de la Trinidad, es resto de la capilla mayor antigua; pero esta afirmación no está suficientemente demostrada ni histórica, ni artísticamente. En su visita de 1618, el obispo don Antonio Corrionero mandó se ensanchase la capilla mayor, hasta llegar a ser " del grandor que el tamaño de la iglesia pide". Las obras de carpintería, que corrieron a cargo de Juan de León, se hicieron de 1621 a 1624, e importaron mil ducados, pagados de un donativo hecho por el Licenciado Juan Manuel Suá-rez, canónigo de Sevilla natural de La Laguna, bautizado en esta iglesia en 1568. Los trabajos de pintura se hicieron en 1625 por Juan Díaz Montero. De 1660 a 1665 duraron las obras del nuevo retablo, en sustitución del antes mencionado: fue hecho, con todas sus tallas, por Antonio de Orbarán, escultor natural de La Palma, y costó mil ducados; se acabó de dorar por Jorge Escrot, en 1690; y se suprimió con motivo de la reedificación de la capilla mayor. Ésta se reemprendió en 1748, y nuevamente de 1785 a mayo de 1787, y tuvo por principal objeto dar mayor extensión a la capilla en su profundidad. En la composición del sagrario de plata contribuyó con gran cantidad de plata el presbítero don Miguel Bernardo de la Torre ( 1683- 1761). La capilla colateral del Evangelio ( 2) posee un retablo compuesto en 1907 con elementos de varios retablos antiguos, principalmente con las columnas del primer y del segundo cuerpo del célebre retablo de Mazuelos, primitivamente colocado en la capilla mayor de la iglesia de los Remedios; los cuarterones proceden de la antigua capilla de San Bartolomé, de la Concepción. En la parte alta del retablo está un CONCEPCIÓN 45 cuadro moderno del Descendimiento, obra poco representativa del pintor tinerfeño Alfredo Torres Edwards ( 1889- 1943). En su nicho central está expuesta a la devoción, en marco de plata y sobre base del mismo metal, la tabla que representa al evangelista San Juan, obra del pintor canario Cristóbal Ramírez de Ponte, procedente del antiguo retablo maybr y colocada aquí en 1701. Es una de las imágenes de mayor devoción de las islas, tenida por milagrosa desde que empezó a sudar, en 6 de mayo de 1648, cuyo milagro duró 40 días. Tiene a sus lados a Son Pedro y a San Pablo, ambos de lienzo, del siglo XVII, colocados en este lugar por el presbítero Rodríguez Moure. En un nicho debajo del santo Evangelista está un Calvario de talla policromada, de reducidas proporciones, pero muy bien labrado, probablemente producto del arte italiano del siglo XVIII. En la pared lateral de esta capilla se halla un gran lienzo antiguo, cuya procedencia se ignora, y que representa a Moisés haciendo brotar el agua en el desierto. Es variante de un cuadro conocido del célebre pintor francés Nicolás Poussin ( 1594- 1665), atribuida alguna vez a la mano del mismo pintor, pero que pertenece probablemente a una época ligeramente posterior a la suya- La capilla ha sido fundada en 1528 y dotada en 1538 por Juan Yánez Abad, cura de la iglesia de 1514 a 1540; su primera advocación fue la de Nuestra Señora de la Quinta Angustia. Fue edificada de 1528 a 1530 por el maestro de cantería Juan Caballero y pintada en 1530 por Andrés de lUescas, a quien se debe también la pintura primitiva de la capilla mayor. De la primera fábrica sólo quedan la pared lateral y el hermoso artesonado. Durante el siglo XVI tuvo por retablo una simple pintura encima del altar, representando el Descendimiento; la que mandó colocar don José Rodríguez Moure, como remate del retablo actual, recuerda aquella primera advocación. En el siglo XVII, la capilla pasó a ser patronato de la familia de Pacheco Solís, y después de la de Hoyo Solór-zano; ésta última mandó fabricar el antiguo retablo, luego desbaratado por el mismo Moure. Como patrona de la capilla, doña Isabel Ponte del Hoyo permitió en 1701 a la 46 ITINERARIO 1 esclavitud de San Juan Evangelista colocar aquí la imagen del Santo, como lo atestiguan las dos tablas pintadas que se han salvado del retablo deshecho. La imagen es el objeto de un culto fervoroso, a raiz del milagro de 1648. Está al cuidado de una esclavitud, fundada por 33 sujetos de La Laguna en 1649; el número de los esclavos ha sido aumentado hasta 72 en 1873, y es ilimitado desde 1942. Su fiesta, que antiguamente era de mucha ostentación, estaba costeada por el Cabildo de la isla; para cuyo fin sacó éste, en 1751, una real cédula que lo autorizaba a gastar en ella hasta 75 ducados. En 1894, la fábrica de la iglesia ha puesto a toda la capilla un nuevo piso de mármol, con cuya ocasión se han suprimido lamentablemente, como en las demás capillas, las lápidas sepulcrales de los antiguos patronatos. La capilla de San Antonio, antiguamente de Santiago, colateral de la Epístola ( 4), es idéntica de forma y de dimensiones con la otra colateral. Tiene un retablo moderno, colocado en 1910 y compuesto, como el de San Juan, con elementos de otros más antiguos, principalmente del retablo de Mazuelos procedente de la catedral. Tiene en su segundo cuerpo un cuadro moderno, obra del pintor tinerfefio Juan Botas ( 1882- 1917), representando a Santiago, antiguo patrono de la capilla. En el nicho central se venera una imagen antigua de talla, que representa a San Antonio de Padua, procedente del antiguo retablo de esta colateral; a sus dos lados están dos cuadros del siglo XVII, representando a San Simón y a San Judas Tadeo y atribuidos ( por Juan Martín González) a Cristóbal Hernández de Quintana ( 1651- 1725); proceden del antiguo altar de San Pedro y han sido colocados aquí en 1907. En el remate un león pintado, moderno, parece recordar que esta capilla había sido en otros tiempos patronato de los Béthencourt, cuyo escudo de armas es en efecto un león rampante. En la pared lateral se halla un lienzo antiguo, de grandes dimensiones, y probablemente de origen flamenco, representando la Adoración de los Reyes. La capilla ha sido fundada en fecha dudosa, pero antes de 1519, por Guillen de Béthencourt. Fue sepultura de los CONCEPCIÓN 47 Béthencourt Perdomo, siendo el primer sepultado en ella Juan Perdomo, en 1519. Por el año de 1551, al regresar de una fructuosa expedición de rescate a Berbería, Marcos " Verde y sus compañeros de viaje costearon la reconstrucción de la capilla de Santiago, de la que fue mayordomo el mismo Marcos Verde, y después de él su hijo Baltasar de Béthencourt. Todos pertenecían a la misma familia; sin embargo hubo pleito, en 1563, para la posesión de la capilla, entre Baltasar como heredero de su padre, y los hermanos Miguel, Juan y Marcos Perdomo, como herederos de Guillen de Béthencourt. Estos ganaron, y el patronato pasó después a su sobrino, Marcos Perdomo Pimen-tel y a sus herederos. En 1650 lo era Pedro de Soria Pi-mentel, quien hizo información de que la capilla era suya; en 1726 era su heredero Francisco de Soria Pimentel. Los antiguos patronos parecen haberla abandonado después de esta fecha. Antiguamente tenía un retablo de pincel, que representaba a Nuestra Señora entre San Fabián y San Sebastián, y cuya presencia consta desde 1541. Fue sustituido posteriormente por otro retablo, también de pincel, dedicado a San Miguel Arcángel; y finalmente por otro, de talla dorada, en que se hace mención por primera vez de una imagen de talla de Santiago a caballo. Sin embargo, esta advocación de la capilla es bastante anterior; y la imagen debió de existir en la iglesia por lo menos desde el año de 1532. En la época en que se hizo el tercer retablo, probablemente en el siglo XVII, se colocó aquí la imagen de San Antonio de Padua: es la única que se ha conservado de aquel retablo de talla, suprimido con motivo de las obras de fines del siglo XVIIl. En su lugar se puso entonces otro retablo, que duró hasta 1910, y de que tampoco parece haber quedado rastro. En el siglo XVIII, el arco de entrada de ambas colaterales era bastante más bajo que el de hoy, cuya obra pertenece a las reformas de aquella época. Al volver la espalda a la capilla de Santiago, yendo hacia los pies de la nave lateral, la primera capilla es la del Santo Cristo ( 5), llamada alguna vez del Calvario. En su retablo se venera la popular imagen del Señor del Rescate, llamado también el Señor del Buen Viaje. Según la tradición, esta imagen de talla, del siglo XVI, figuraba primitivamente en una viga encima del retablo mayor, desbaratado en 1602. AI venderse a la parroquia de Santa Cruz el segundo retablo mayor, en 48 ITINERARIO I 1661, también se enajenó esta imagen; y una pobre mujer de La Laguna vendió su casa para rescatar la santa imagen, que fue devuelta a su templo de origen; con cuya tradición se explica el nombre con que se conoce mejor. Es obra de buena talla, adquirida en 1558 por precio de 10.000 maravedís; ha sido recompuesta en 1754. Si es, según parece, producto de algún taller canario, es una de las más antiguas imágenes de procedencia local que se han conservado. A su lado está una imagen de vestir de la Dolor osa, conocida con el nombre de la Predilecta, por ser la obra que entre las suyas prefería el célebre imaginero canario José Lujan Pérez ( 1756- 1815); fue donada a la iglesia, en los primeros años del siglo XIX, por el mayordomo de propios don Felipe Carballo de Almeida. Las razones de la preferencia que le acordaba su autor quizá no parecerán evidentes; la obra, de todos modos, destaca por su patetismo y por la intensa expresividad de su mirada. En el remate figura un cuadro de San Andrés, colocado aquí sin duda por Moure, para recordar la primera advocación de este altar. Primitivamente había aquí una capilla dedicada a San Andrés y fundada por el beneficiado de la iglesia, el Licenciado Alvaro Yánez Ramallo. Ocupaba más espacio que ahora, ya que se extendía más allá de la pared actual, formando un saliente hacia la plaza, con una entrada cuyo arco de cantería, mal tapiado e igualado con la pared, se reconoce fácilmente al lado del altar actual. Fundada por testamento del beneficiado, en 1580, su primer patronato fue la sobrina del fundador, Rosa María Yánez de Alpuín, esposa de Jerónimo Laso de la Vega, quien parece haber llevado a cabo su construcción. Fue desbaratada provisionalmente con motivo de las reformas de 1738, comprometiéndose los beneficiados a costear ellos su nueva fábrica; pero no llegó a reedificarse. Al fallecer la última patrona, doña Beatriz Lasso de la Vega, en 1787, la capilla aun seguía sin construir, y así se ha quedado desde entonces. La imagen del santo titular debía de ser de fines del siglo XVI. En 1763 fue sustituida por otra, " porque el que está es muy barbudo y la cabesa grande" ( Anchieta); tanto la antigua como la nueva han desaparecido. Se ignora la fecha de la actual advocación del altar. Hasta principios de C I ^ WKm V'-' f^'' ^•^''^'^. ^' f , . -^ % •• 1 ^ CONCEPCIÓN 49 este siglo se exponía en su retablo, además de las dos imágenes mencionadas, la del evangelista San Juan, que ha sido retirada del culto. A su lado está la capilla del Señor de las Tribulaciones ( 6), con una hermosa imagen de esta advocación, del tallista canario Fernando Estévez ( 1780- 1854); en el segundo cuerpo del retablo se venera una imagen de la Virgen del Carmen, de vestir. En la mesa del altar, encerrado en una urna de cristal, se venera un Santo Clavo, la más importante reliquia de la iglesia. En el remate del retablo, la pintura que representa al Espíritu Santo procede del antiguo retablo de Máznelos, que ocupaba en el siglo XVII el altar mayor de la iglesia de los Remedios. Corresponde este altar a la antigua capilla del Cristo del Gran Poder, contigua a la anterior, con la que se comunicaba por medio de un arco de cantería. Formaba también un saliente a la plaza, al que se accedía por medio de otro arco, tapiado en 1738. La historia de esta capilla es casi desconocida, ignorándose hasta el nombre de su fundador. La imagen titular procede de la capilla de Vargas o de Santa Ana, también desaparecida, y que antes estaba en la otra nave lateral. El altar también estuvo dedicado a San Antonio, durante algún tiempo. El retablo ha sido compuesto hacia 1910, con elementos procedentes sobre todo del gran retablo llamado de Máznelos, antes en la iglesia de los Remedios. Más allá de la puerta de entrada, yendo hacia los pies de la iglesia, está un altar de la Piedad ( 8), con retablo compuesto a base de elementos procedentes del antiguo altar de San Bartolomé, en 1907, y con una imagen moderna de la Piedad, sin interés. En el remate hay un lienzo de Nuestra Señora de Guadalupe. En la pared, a izquierda del altar y encima de un Santo Cristo, está un bonito lienzo de la Inmaculada, pintura de fines del siglo XVII por el pintor de la Corte Pedro Atanasio Bocanegra. Este altar ocupa aproximadamente el sitio de la antigua capilla de Nuestra Señora de los Dolores, fundada a prin- 50 ITINERARIO I ciplos del siglo XVIII por la familia Eduardo y conocida también con el nombre de capilla de los Forasteros. Había sido fabricada para rendir culto a la imagen de esta advocación, obra de Lázaro González de Ocampo, donada a la hermandad del Santísimo Sacramento, en el año de 1688, por el Licenciado Bernardo Martín de Fleitas. La capilla fue suprimida en 1749, porque impedía la obra de la nueva iglesia, por formar, como las de San Andrés y del Cristo del Gran Poder, un saliente hacia la plaza; y, como los patronos se oponían a su derribo, fue echada por tierra, en una noche, por los vecinos. Su colocación correspondía más o menos al solar que actualmente ocupa la capilla de la Santa Cruz. En cuanto al antiguo Descendimiento que ocupaba primitivamente este altar, se componía de una imagen de la Virgen, de vestir, con el Señor Difunto en sus rodillas. A raiz de la supresión de su capilla, el grupo ha sido trasladado, durante algún tiempo, a la capilla de Santiago, colateral de la Epístola, de donde ha sido quitado con motivo de la recomposición del retablo, en 1907. Por disposición del entonces beneficiado don José Rodríguez Moure, el grupo ha sido deshecho. La imagen de la Virgen se conserva desde entonces, en malas condiciones, encima de un armario en la sala de juntas, detrás del altar mayor; y la imagen del Señor Difunto ha pasado a ocupar el nicho inferior del retablo de Animas. Su grupo se vuelve a componer en Semana Santa, para sacarlo en la procesión de Viernes Santo. En el lugar que ocupa ahora el retablo de la Piedad, se había colocado en 1895 un altar dedicado a San Rafael, con retablo moderno, todo costeado p) or doña Rafaela Delgado Domínguez. Este altar, sin interés artístico, ha sido suprimido en 1907. Hasta dicha fecha, el lienzo de Boca-negra había figurado en el retablo de San Juan Evangelista, en la capilla colateral del Evangelio; es una buena pintura, con los tonos cálidos y ligeramente esfumados, característicos de la escuela madrileña, que ha sido copiado por Cristóbal Hernández de Quintana en su gran lienzo de la Purísima, de 1696, en la catedral de Las Palmas. En la misma pared, pasado el altar mencionado, está un lienzo de la Anunciación, pintura de principios del siglo XVIII, de autor desconocido. Más adelante, al final de la nave de la Epístola, se halla la capilla de San Pedro ( 9), mandada fabricar en 1666 por la cofraternidad de sacerdotes, para servir de entierro CONCEPCIÓN 51 a los servidores de la iglesia. Está cubierta por un ar-tesonado policromado. El piso es la única parte que se ha conservado en su forma antigua, precisamente por haber sido entierro de los beneficiados: las sepulturas se reconocen por sus losas sin inscripción alguna, separadas por sendos listones de madera que forman un marco. Una sola lápida, moderna, indica en lugar en que descansa don Diego Nicolás Eduardo, canónigo tesorero de Canarias e insigne arquitecto ( 1734- 1798), autor de los planos de la iglesia de Gáldar, de la nueva catedral de Las Palmas, y en parte del actual templo de la Concepción. En la misma capilla está sepultado Fray Juan de la Asunción Mustelier y Bigot, descendiente de una familia francesa arraigada en La Laguna y religioso de la orden Betlemítica, que falleció en opinión de santidad, el 6 de enero de 1773. El retablo de esta capilla, del siglo XVIII y sin dorar, como todos los demás retablos de la iglesia, es de dos cuerpos. Contiene en el nicho central del primer cuerpo las imágenes de vestir, de tamaño natural, del Señor con San Pedro arrodillado a sus pies, obras del ya mencionado Fernando Estévez; figuras expresivas, aunque algo teatrales, como en general lo son las obras de este imaginero, y que salen en la procesión de Martes Santo. En los nichos laterales están dos imágenes, un San Lorenzo de vestir a derecha, y un San Rafael a izquierda, buena talla canaria del siglo XVIII, obra de un Fernández, yerno del escultor Lázaro González. En el cuerpo superior del retablo figura, en el nicho central, una imagen de talla de San Jerónimo, procedente de la iglesia de San Agustín, de donde ha sido traída por don José Rodríguez Moure; a sus lados están dos tallas antiguas representando a San Crispín y a San Crispiniano, obras ejecutadas en 1597 por Diego de Landa, ofrecidas a la iglesia por el gremio de los zapateros y colocadas anteriormente en la capilla de Nuestra Señora de los Dolores. En el remate hay una talla en relieve de San Pedro. En la pared izquierda de la capilla de San Pedro figuran tres cuadros de lienzo, el primero de los cuales representa el Sueño de San José; es versión del cuadro 52 ITINERARIO I de Cristóbal Hernández de Quintana, existente en el retablo mayor del Hospital de Dolores. Le siguen un Santo Cristo, moderno, y una pintura de Santa Lucía. En la pared opuesta, además de una pintura de San Miguel, de principios del siglo XVII, y probablemente procedente de un taller canario, está una imagen de lienzo de la Virgen con el Niño en sus brazos. Las cabezas de la Virgen y de su Hijo son recortes, los únicos que se han podido salvar, del antiguo lienzo que formaba el retablo del altar mayor, durante la primera mitad del siglo XVI; han sido pegadas a una tabla de tea y completadas de pintura en 1737, según lo atestigua una inscripción al pie de la misma tabla. Al lado de esta capilla, haciendo frente al altar mayor, está el coro ( 10), antiguamente capilla de San Bartolomé. Contiene una bonita sillería, labrada a partir de 1717 por el entallador Juan Rodríguez Ber-i" 6jo, y que costó en conjunto unos 20.000 pesos. Está formado por dos órdenes de sillas bien labradas y entalladas, sobre todo la del obispo. Todo el coro está cerrado por una reja, también de talla, de buen efecto, pero de estilo diferente. El facistol tiene por remate una talla de la Purísima, de pequeñas dimensiones, estofada y hermosamente dorada por Jerónimo Príncipe, pintor tlnerfeño de la primera mitad del siglo XVIII. La techumbre, de tablas lisas, está pintada a la portuguesa. En la pared del fondo, encima de la tribuna del órgano, aparecen seis lienzos de mediano interés artístico y en bastante mal estado, representando a doce santos: proceden del antiguo retablo de San Pedro de la catedral, trasladados aquí en 1907, y han sido pintados en Canarias, a principios del siglo XVIII. Sobre dos repisas de las paredes laterales descansan dos imágenes de talla. La de San Bartolomé, a izquierda, procede de su antiguo altar, existente en esta misma capilla; a derecha, la de San Sebastián procede de la sacristía. Ambas son del siglo XVIII; pero la primera es de mejor factura y mérito artístico. Encima de ella está un lienzo de San José; hay otro, que representa a San Pedro, encima de la imagen de San Sebastián. CONCEPCIÓN 53 La antigua capilla de San Bartolmé, que ocupaba el sitio del coro actual, había sido mandada fundar por don Pedro de Casabuena y Mesa, por su testamento de 1709. Al fallecer él en este mismo año, había dejado por heredero a su hermano, don Bartolomé de Casabuena y Mesa ( 1676- 1733), juez de Indias en Tenerife, quien llevó a cabo la construcción de la capilla y la dedicó a su santo protector. La fábrica fue efectuada por Simón Alvarez Ferrer, y terminada antes de 1725. Tenía la capilla un retablo dieciochesco muy recargado, cuyos principales elementos han servido en 1907 para la composición de la puerta del bautisterio y del retablo de la Piedad. Se veneraban en ella, además de la imagen de Sai Bartolomé antes mencionada, la de San Nicolás de Bari y un crucifijo: estas dos imágenes se han perdido después. Más tarde, se había colocado en el nicho central del retablo una imagen de bulto de Nuestra Señora de la Concepción, que se consideraba tradicionalmente como contemporánea del rey San Fernando, pero que es, cuando más, del siglo XVI, y ha sido profundamente retocada: se conserva actualmente en el salón de juntas de la iglesia, en el piso alto detrás del altar mayor. El coro que se ha colocado en la capilla de Casabuena no es el más antiguo que haya tenido la iglesia de la Concepción. Le había precedido otro, de factura problablemen-te muy sencilla, hecho en 1557 y 1558, sustituido después por el segundo coro, que ejecutó en 1617 el carpintero Salvador López. Este fue sustituido a su vez por el tercero, que es el que hoy día subsiste y que es, como queda dicho, de 1717. El primer coro estaba colocado bastante más cerca del presbiterio, ocupando el espacio de la nave central que mide entre la segunda y la tercera columna. Al darse mayor longitud a las naves, a partir de 1660, el coro acabó con quedarse en medio de la iglesia. El de 1717 había sido colocado entre la cuarta y la quinta columna actuales; y así se quedó hasta 1904, Cuando se decidió su traslado al lugar que ocupa actualmente, siendo costeada la obra por el obispo Rey Redondo. La reforma, sugerida, como todas las demás, por el presbítero don José Rodríguez Moure, tenía por objeto dar mayor espacio a la nave central y mejor lugar a las fiestas del cincuentenario del dogma de la Purísima Concepción, en 1904. En el antiguo trascoro estuvo hasta esta última fecha el altar del Niño Jesús. La capilla de las Animas ( 11). al final de la nave del Evangelio, construida a mediados del siglo XVII 54 ITINERARIO I por la cofradía del mismo nombre, tiene un retablo cuyo segundo cuerpo está formado por un gran lienzo ( 2,40 m sobre 3 m), del pintor canario antes mencionado, Cristóbal Hernández de Quintana ( 1651- 1725). Representa las Almas del Purgatorio: es tema que también había tratado el mismo artista, en el cuadro similar existente en la catedral. En el cuerpo inferior del retablo hay tres nichos en que se veneran las imágenes de bulto de San Francisco Javier entre San Cristóbal y San Cayetano; la más antigua de todas ellas, la de San Cristóbal, pertenece al siglo XVI y se suele considerar como la más antigua de las que se veneran en la ciudad de que es patrono. A los dos lados del retablo, sobre sendas repisas, están las imágenes de San Blas y de San Antonio Abad. Esta última es de procedencia desconocida; en cuanto a la imagen de San Blas, bien podría haber pertenecido a aquel " retablo de San Blas que e mandado traer de España", según reza el testamento de Manuel Martín, mercader de La Laguna y fundador de una capilla desaparecida en el mismo templo de la Concepción, en 1595. Debajo del retablo, el frontal del altar está sustituido por una urna de cristal que tiene la hermosa imagen del Señor Difunto, obra de Lázaro González, del siglo XVII; procede del antiguo altar de la Piedad y ha sido colocado aquí en 1925. En la pared lateral de la misma capilla, a mano derecha y antes de entrar en la capilla, está un gran lienzo del siglo XVIII, que representa al Cristo de La Laguna. Ha sido pintado para recordar la estancia temporal de esa célebre imagen en la casa de los condes , del Valle de Salazar, en 1713; procede de la casa de los condes, y ha sido regalado a la iglesia en 1904. A su izquierda, ya en el interior de la capilla, está un lienzo curioso representando al profeta David, y más adelante otro cuadro, probablemente del siglo XVII, que repren-ta al Buen Pastor. En la pared opuesta hay un lienzo antiguo de Nuestra Señora del Socorro; debajo del mismo está una lápida que indica la sepultura del cuerpo incorrupto de la beata María de Jesús, muerta en olor de santidad en 1730. La capilla está cubierta por un CONCEPCIÓN 55 hermoso artesonado policromado, contemporáneo de la época de su fundación. La capilla ha sido fundada, como queda dicho, por la cofradía de las Animas del Purgatorio y de los Pobres Vergonzantes; la época de su fundación es incierta. Se le supone comúnmente de principios del siglo XVII o anterior. Esta fecha no parece probable, si se tiene en cuenta la arquitectura de esta parte del templo; si se recuerda que las capillas de San Pedro y de San Bartolomé, que ocupan con ésta los pies de la iglesia, son de 1666 y de 1709 respectivamente; y si se considera que la torre de 1577, así como la de 1630, estaban en la misma línea de la fachada norte del templo, lo cual hace obvia, en esta última fecha, la ausencia de las tres capillas terminales. Es de sup> oner que la de las Animas es de 1660 o posterior. Había sido fabricada para servir de entierro a los pobres; con la de San Pedro, es la que menos trastornos ha sufrido a lo largo de su historia. La Sierva de Dios Sor María de Jesús ( 1643- 1731) había fallecido en el convento de Santa Clara; después de su muerte, las monjas regalaron a la iglesia una cruz con peana y remates de plata, que está en la sacristía, y que es la misma que adoraba la Sierva de Dios. Siguiendo la pared de la nave del Evangelio, el primer altar es el del Niño Jesús ( 12). Fue fundado en 1720 por el capitán don Lázaro Alvarez de Abreu, consejero de Hacienda, veedor de la gente de guerra de Tenerife, fallecido en 1759; su construcción y composición se terminaron en 1727. Primitivamente estaba colocada en el trascoro y servía de sostenimiento del antiguo órgano; ha sido trasladado aquí en 1904. Está formado por un retablo en forma de nicho o más bien de gruta, en que se venera la imagen del Niño. Este retablo se distingue por lo recargado y lo rebuscado de su talla, que representa motivos ornamentales de toda clase, esculpidos en la madera con una precisión y con una abundancia de detalles asombrosas. El acierto artístico es discutible: todo ello forma un conglomerado de detalles, pero se trata más bien de simple destreza técnica; además, ésta misma es desigual, ya que se nota la presencia de dos manos. El autor de la 56 ITINERARIO I parte baja del retablo entallaba con bastante mejor gusto y finura que el otro; de todos modos, los dos son igualmente desconocidos. Se supone — pero es simple suposición— que el primero es también autor del pulpito de la iglesia. Se sabe que antiguamente este retablo estaba enteramente pintado de blanco. Inmediatamente más allá de este altar se abre la puerta de la capilla de la Trinidad, que ocupa el primer cuerpo de lo que fue antiguamente la torre de la iglesia. Esta puerta está cubierta por una portada de carpintería, cuyos elementos están compuestos con los restos del antiguo retablo de San Bartolomé. Como remate se le ha puesto una talla de madera representando a San Jorge a caballo, con la lanza en la mano, procedente del convento agustino, de la capilla de los Grimones, de cuya familia era el santo patrono. Pasada esta puerta, se entra en la capilla de la Trinidad ( 14), fundación de la familia de Roo, a principios del siglo XVIII. A izquierda se ve una imagen de talla de San Ramón Nonato, del siglo XIX, obra de Arsenio de Las Casas, escultor de La Palma. Por el mismo lado, en el rincón del fondo, está una pila bautismal ( 16), de cerámica sevillana y probablemente del siglo XV. Es la más antigua de la iglesia y probablemente de toda la isla, contemporánea o poco posterior a la conquista; estuvo en servicio hasta 1760, a pesar de haberse quebrado parcialmente desde la segunda mitad del siglo XVI. En la pared, encima de la misma, están dos cuadros que indican, el primero, la filiación de las iglesias parroquiales de la isla de Tenerife, procedentes todas de esta parroquia matriz de la Concepción; y el otro, a los hijos ilustres de la ciudad que recibieron las aguas del bautismo en la pila de referencia. Estos dos cuadros son obra del antiguo e ilustrado beneficiado de la iglesia, don José Rodríguez Moure, tantas veces nombrado aquí, y a quien se deben las importantes reformas del templo, a principios del siglo actual. En la pared de la capilla que hace frente a la puerta de entrada está un lienzo de Juan de Miranda ( 1723- 1805): es una Purísima Concepción de hermoso CONCEPCIÓN 57 dibujo, aunque algo amanerado; a su lado está un lienzo antiguo, no sabemos si de Quintana, que representa la Circuncisión. A derecha, en la misma pared, está un relieve de talla de madera, estofada y policromada, procedente del retablo mayor de esta iglesia, y por consiguiente obra de Antonio de Orbarán, de mediados del siglo XVII: representa a la Virgen de la Expectación, y puede considerarse como una de las mejores obras de este entallador. A la izquierda se podrá ver, debajo de una imagen moderna, sin interés, de Santa Cecilia, el antiguo sagrario de la iglesia, quizá perteneciente al mismo retablo mayor labrado en 1660- 1664 por Orbarán. Se considera alguna vez que este sagrario es el mismo que ocupaba el altar mayor, cuando figuraba en el mismo la imagen milagrosa de San Juan Evangelista, que está reproducida en uno de sus paneles; pero esta afirmación no se apoya en ningún documento concreto. La fecha de la construcción de esta capilla, que forma un saliente por el lado este del templo, es desconocida. Suponemos que debe ser de 1609, en cuyo año el cantero Luis de Morales se comprometía a fabricar un arco y una puerta al campo, en vista de una capilla que debía costear el mayordomo de fábrica. Encima de esta capilla se siguió fabricando, a partir de 1630, la torre de la iglesia, cuya existencia, como queda dicho, no fue muy larga. Probablemente no se cedió para capilla sino después de derribada la torre, en 1694. Sabemos que la empezó a fabricar como tal capilla Pedro de Roo, mercader flamenco natural de Dunkerque, fallecido en 1703; al principio había asociado a esta fundación a otros flamencos de la ciudad, para servirles a todos de entierro; pero los otros no se avinieron a pagar los gastos, y Roo la terminó como capilla suya y de su familia, un año o dos antes de su fallecimiento. Más tarde fue cedida a la hermandad de Nuestra Señora de la Concepción, para servir de camarín a la Virgen de Candelaria, durante sus estancias en la ciudad. Nada queda de su antiguo altar y retablo. La pila bautismal, naturalmente, no estaba en este lugar; ha sido traída aquí por el presbítero Rodríguez Moure, quien la había encontrado abandonada en un almacén, ignorándose cuál era su primera colocación. En fin, las numerosas lápidas sepulcrales que forman el piso de esta capilla han sido re- 58 ITINERARIO I cogidas por el mismo Moure, al deshacerse y reformarse el piso de la iglesia, y separadas de sus sepulturas, que se han suprimido. Esta antigua capilla sólo sirve hoy día de antesala del bautisterio ( 15), colocado debajo de la torre actual. Se pasa a él por un marco de cantería en que se ven todavía los rastros de la puerta de madera que lo cerraba, y cuyos elementos, quitados modernamente de su lugar, están amontonados debajo de la mesa de Santa Cecilia. El bautisterio está casi enteramente ocupado por una gran pila de mármol blanco, de limpio y elegante trabajo- Una inscripción que corre a su alrededor indica que ha sido hecha en 1759, a costas de don Miguel Díaz, por el marmolista malagueño Salvador Alcaraz y Valdés, autor también de la cruz de mármol que estuvo durante largo tiempo en la plaza de la Candelaria de Santa Cruz de Tenerife, y más tarde en la plaza de San Telmo. La pila fue colocada en este lugar en 1760, por el cantero Juan Alonso, de la Orotava. Le sirve de remate un pequeño grupo escultórico de alabastro, quizá de procedencia italiana, representando el Bautismo del Señor. La pintura efectista del fondo, que pretende dar la ilusión de un claustro visto en perspectiva, es obra de López Ruiz. Siguiendo por la nave del Evangelio, en dirección de la capilla colateral, se verá en la pared un gran lienzo que representa a San Sebastián, obra juvenil y poco representativa del conocido pintor tinerfeño Valentín Sanz Carta. Más adelante está el altar de Santa Lucía ( 19). El retablo, compuesto modernamente con elementos antiguos, como casi todos los demás de la iglesia, contiene en el primer cuerpo la imagen de Santa Rosalía y en el segundo la de la santa titular, ambas del siglo XVIII y de candelero o de vestir. El lienzo que sirve de remate es una Virgen de Cristóbal Hernández de Quintana. El primer altar se había colocado aquí en 1730, poco más o menos; pero su retablo tuvo que deshacerse un siglo más tarde. En el siglo XIX tenía también una imagen de San Expedito, que ha desaparecido. CONCEPCIÓN Fl altar siguiente, dedicado a San José o a la Sa- 1 ^ imnia í2m Dosee un retablo compuesto en f 9? 2 PSO ¿ 1 m smo aUaTes de 1873, cuando fue colocada S STma^ en del santo titular, talla antigua nrocedente del comento de agustinos; posteriormente L fe ha agregado una imagen de vestir de Nuestra Señora de la Candelaria. En este mismo lugar existía antiguamente una capiUa que formaba un saliente por f/ 1^^ 1%\^ Í|^ 3'' Jr su tes-rentí- cTé S s t t - " - « ^ ^ ^ P- ?^ 92"^ irca ¿ r ¿ a^ sfrsW^ rt^^^^^^^ duda con rSoüvo de los trabajos de reedificación de la segunda mitad del siglo XVIII. Adosado a la segunda columna de esta misma nave casf entre los dís altares últimamente mencionados, está el pulpito ( 21)^ hernlosa tana de mader^^^^^^^ la primera mitad del siglo XVIII, de autor deseo nocido, que es quizá uno de los dos « utojes^^ el reta bla del Niño Jelús. La parte baja representa el globo terrestre rodeado por la serpiente que muerde la man zana del pecado; un águila la agarra, blandiendo por otra parte la espada de fuego, mientras que en su pico trae el ramo de olivo, promesa de la paz y del perdon. La copa del pulpito descansa sobre las alas del águila el tornavoz representa el Espíritu Santo Es una obra de talla finísima, que demuestra un Pf^- fecto dominio del arte; su composición y su efecto de conjunto son superiores a la del retablo del Niño Jesús, por más ^ ue la búsqueda de efectos técnicos tenga igual carácter ^"^ ^ Entr° l'los objetos de arte^°"^ f, I^^° i, ^ l" ^ pare-cristía de la iglesia merecen destacarse en las pare des, cuatro tablas antiguas representando anclotes de escuela flamenca, y que P ^ f f S ^ f l í ^ f pared Máznelos, en la iglesia de los Remedio^^ En la Parea este, a izquierda de la entrada sobre peana y en ^ n nif- hn de cristal está un San José, buena taiia ae me SlaSos del sTg/ ó XVII, probablemente de origen por- 60 ITINERARIO I tugues. Encima de la puerta del tesoro hay un lienzo del Cristo de La Laguna y a su lado, un retrato del Obispo Folgueras Sión. En una mesa pegada a la pared sur está un pequeño retablo de madera policromada del siglo XVIII, con una Purísima de buena talla del siglo anterior, y arriba un Santo Cristo; todo ello procede, según la tradición, de la capilla de los Jesuítas de La Laguna, suprimida en 1767. En la misma pared está un retrato del Obispo don Manuel Verdugo, ( 1806) obra de don Luis de la Cruz y Ríos ( 1776- 1853), junto a un cuadro de Nuestra Señora con dos santos franciscanos. En el tesoro, al que se accede directamente de la sacristía, se guardan dos armarios de madera, uno de ellos fechado en 1752, que contienen las principales alhajas del templo; entre ellas, una curiosa custodia de madera policromada del siglo XVI, y la gran custodia de plata regalada en 1793 por don Antonio Porlier, primer marqués de Bajamar ( 1722- 1813), presidente del Supremo Consejo de Indias. Al interior del armario, aplicada encima de la puerta, está una talla policromada de San Cristóbal, del siglo XVII o quizá del anterior; según la tradición, procede de su antigua ermita de la ciudad. En las paredes del tesoro están, junto con los planos de la fábrica de la iglesia, por Diego Nicolás Eduardo ( 1734- 1798), unos cuantos cuadros antiguos. Las dos tablas que representan a San Pedro y a San Pablo parecen proceder del antiguo retablo mayor, y deben ser, por consiguiente, obra de Cristóbal Ramírez, al igual que la imagen milagrosa de San Juan Evangelista; han sido atribuidos equivocadamente a Quintana. Hay también cuatro tablas pequeñas, que representan a San Agustín, San Juan, Santo Domingo, y al donante del célebre retablo de los Remedios, Pedro Mazuelos. Proceden de la parte baja o banco de su retablo tantas veces mencionado, pero no pertenecen a la misma mano que pintó las otras tablas. La fecha de 1597, indicada en el retrato de Mazuelos no es la del cuadro, sino la del testamento que establecía la donación del retablo. PLAZA DE LA CONCEPCIÓN 61 Por el lado norte de la iglesia, la plaza de la Con-cepc^ n queda hoy reducida a una simple calle. Era en UT? principio la verdadera plaza mayor de la cmdad, mientrS " a ^ iglesia, bastante ^ ásj^ orta d^^^^,^"^ ^^ ahora, tenía entrada a los pies de la nave mayor Por el lado este, es como una calle ancha y bastante larga que vá desde la calle del Adelantado a S de la^ Caríera. Era antiguamente " n hondón o de ¿ presión en donde el segundo Adelantado don Pedro Fernández de Lugo había mandado construir una fuen^ te para el público: de ahí su primer " O^ bre de Pila Baja. Desde el siglo XVI, un fuerte aluvon había tapado parcialmente la depresión, cegando la fuente, que fue mudada después a otro lugar de la Plaza, llamada desde entonces de la Pila Seca. En 1872, con motivo de las nuevas canaUzaciones, la fue^ t^^"^ trasladada a la actual plaza de la / " " t a Suprema y en su lugar se colocó un estanque de cerámica, suprimido después, en 1910. Incluso después del aluvión la plaza seguía desnivelada en relación con las calles que la rodeaban y sujeta a inundaciones. Entre la iglesia y la Pua Seca había un puente, en un punto en que el desnivel no pasaba de media vara, o sea unos 4^ cm, lo suficiente para atraer, después de cada lluvia, las aguas del barranco que se formaba por el camino de sin Benito. El 11 de abril de 1726, por ejemplo se señalaba al Cabildo que hacía seis meses l^ e estaoa la plaza llena de agua y de lodo, por cuyo motivo no podían transitar por ella las procesiones de bemana Santa. Sólo en 1758 se levantó el nivel de la « Jf PJ^ s ° n quedando desviadas desde entonces las aguas llovemzas ¿ or la calle de San Agustín, en dirección de la laguna. La plaza ha sido adoquinada y compuesta e" ¿ 913^ En lugar del estanque de cerámica f ,^,^ . f^ . TéSrico 1910 el torreón para distribución del fluido eléctrico Cerca del mismo, en el pequeño jardín ^^| " c^ pa e^ centro de la plaza, se ha i" « Hg" í? í.° f ¿ ¿ e r a ( 1854- del poeta canario don Antonio Zer°^° ^^^^^ Tf^^ nst^^^ 1923), natural de Lanzarote y catedrático del Institu to de La Laguna. 62 ITINERARIO I Empezando por el extremo norte, la casa número 18, que forma esquina al callejón antes llamado del Osario, y ahora sin nombre particular, fue en los siglos XVIII y XIX propiedad de la familia Cólogan. En ella vivió algún tiempo don Juan Bautista Antequera ( 1775- 1827), intendente de Canarias, y en ella nació su hijo, don Juan Bautista Antequera y Bobadilla ( 1823- 1890), almirante y ministro de la Marina, que se distinguió en la batalla naval del Callao y en el viaje de circunnavegación de la fragata " Numancia"; hay en la portada una lápida que lo recuerda. El número 19 es un verdadero museo, formado por las colecciones de don Cayetano Gómez, persona sumamente acogedora para con los aficionados al arte. Pinturas, algunas de ellas canarias, de Quintana y de Miranda; imágenes antiguas de talla; objetos de plata labrada; bargueños y muebles antiguos; cerámica, entre ella la de la Compañía de Indias; encajes y mantillas; pitilleras, abanicos de marfil, de nácar y de pergamino; cajas de rapé, de plata repujada y lisa, de marfil o de laca; juegos antiguos; cristales de La Granja, de Venecia y de Boemia; peltre y cobre de vajilla; armas antiguas; jaeces bordados con oro y plata, alguno del siglo XVI; seda y lino en labores del país; trajes antiguos; joyas, esmaltes, perlas; monedas y medallas: he aquí una parte del inventario de esta excepcional reunión de objetos de arte, de arqueología y de curiosidad que abarrotan los amplios salones de esta casa y de las de Santa Cruz y de Los Llanos, en la isla de La Palma y que, es de esperar, encontrarán un día el local y el destino que les corresponden. Al lado, el número 20 forma esquina al callejón que antes se llamaba del Juego de Bolos, y ahora de Belén. Fue propiedad de don Santiago Alvarez de Abreu, veedor de la gente de guerra de Canarias, fallecido en 1742: en ella nacieron sus hijos, don Lázaro Alvarez de Abreu, fundador de la capilla del Niño Jesús en la iglesia de la Concepción, y don Miguel, obispo de Antequera de Indias. En el número 27 estuvo hasta 1962 la residencia de alumnas universitarias, hoy Colegio Mayor femenino. PLAZA DE LA CONCEPCIÓN 63 TL aa craasqaa nnuúmmeerroo ^ 2o8 fue mora^ d aj dIne stditount o Adgeu sLtían Cabrera Díaz ( 1878- 19bi),_ aireLiui u nersonali- Laguna durante largos anos, y^ ^ f^ ° « ¿ ^^^ E n í r a " dales más destacadas de ^^ , ^ ^ ^ ^ ^ ^ " " ¿ ¿ 1 s S a d una lápida de mármol colocada por ^^ ^ ^ f ^ ^ J J J ^ ^ e Económica, en el mismo ano de ^ u fallecimiento, cuerda su actividad en pro de la cultura isleña Al lado opuesto de la Plaza, la casa que iie^ a ei número 5 ha sido desde el año de 1708 sede delJuz gado de Indias en Tenerife. Como el ^ tulo de 3uez ae Indias se había perpetuado en la familia d^ los Casa_ buena, fue también morada de don Bartolomé de Casa buena, el fundador de la capilla de San Barto orné en la iglesia de la Concepción. Desde 1918 está ocupada por el orfeón " La Paz", agrupación de ca'^ a^ ter m u s í ^ en un principio, y que ahora ofrece a sus socios el marco y el ambiente de un verdadero casino- El comercio con las Indias considerándose como un monopolio, sólo se podía hacer a partir de SevilU donde radicaba la Casa de Contratación de las ™ s fero desde principios del siglo XVI se derogó este principio con carácter casi permanente, en favor del « = o"^ eri=^^°,, í^"\ res Para vigilar el tráfico local se nombraron en las islas ires jueces de Indias, uno de ellos en La Laguna, d^^ de 156b^ El cargo fue comprado por Casabuena en 1708, por pie^- i" de 300.000 reales. La calle que da en la plaza al sur se llama oficialmente Obispo Rey Redondo; pero los laguneros, reacios a todo caníbio de esta clase, sólo la conocen con el nombre de calle de la Carrera. En 1514 le dfaan calle que va a Santa María". Conviene notar Q^ e los mu chos nombres que indicaremos para cada cal e no son simple curiosidad histórica, ya que las alteraciones m(> dernas han tropezado siempre con " « a resistencia y un apego a la tradición, que las h^^^^ il^' ÍL^^' e por El nombre de la calle de la Cabera se explica p haberse empleado hasta fines del siglo XVUparaca^ rreras de caballos y para correr sortí a en días üe^ ies^ ta. Por esta misma razón se ^ abía Quedado s ^ empedrar hasta mediados del siglo XVIII. Ha sido siempre y 64 ITINERARIO I sigue siendo la arteria de mayor tráfico; las viejas portadas con escudos de armas alternan en ella con los comercios más modernos. La numeración de las casas empieza a correr desde la plaza del Adelantado, al revés de la dirección de la expansión urbana del siglo XVI, que es la que se sigue aquí. Casi al salir de la plaza se abre de ella, a mano derecha, la calle Antonio Zerolo; antes se llamaba de la Silla, quizá por haber sido residencia del hacedor de las rentas del obispado. En su esquina, la casa número 61 fue en la primera mitad del siglo XVIII propiedad de don Luis de Mesa y Castilla, capitán de milicias, personaje curioso que estuvo a punto de quedarse desheredado por sus padres, en 1702, por haber, " teniendo buen cabello, quitándoselo y puéstose cabellera, no habiendo necesidad", y porque el día de la proclamación del rey don Felipe V, se había puesto " el peor vestido y el más viejo". Más adelante, la casa que lleva el número 57, ocupada actualmente por un hotel, ha sido construida hacia 1760 por don Cesáreo de la Torre y Ceballos, natural de Lima, capitán del regimiento de Güímar y miembro de la Real Sociedad Económica de La Laguna. Era este caballero hijo de don Lorenzo Felipe de la Torre Barrio y Lima, autor de un Arte o cartilla del nuevo beneficio de la plata impreso en Lima en 1738, y dueño de minas de plata en el Perú, hijo a su vez del regidor de Tenerife don Juan de la Torre. Don Cesáreo volvió de Indias para establecerse en la ciudad en que había nacido su padre. En su casa se hospedó en 1775 el comandante general marqués de Taba-losos, a quien había conocido en Lima; y al año siguiente estuvo en ella durante algún tiempo el obispo de Canarias don Juan Bautista Servera. Fue después residencia y curia del obispo de Tenerife don Luis Fol-gueras Sión, y más tarde internado de los alumnos del Instituto; ha sido transformado en hotel por don Benjamín Renshaw, poco después de 1880. Enfrente, señalada por una lápida conmemorativa, está la casa en que vivió don Ildefonso de Castro y Salazar, músico y director de la banda " La Fe". A M& CATEDRAL 65 su lado, el Teatro Leal, construido en 1915 por don Antonio Leal, sobre planos del arquitecto Pintor, y decorado por López Ruiz; tiene más de 1.000 plazas y sirve normalmente para representaciones cinematográficas. La casa número 53, esquina a Núñez de la Peña, con esquina y portada de sillería, fue del coronel don Lázaro Alvarez de Abreu, antes mencionado; al fallecer sin herederos en 1759, y su viuda en 1760, quedaron sus bienes valorados en 60000 pesos, a la madre de ésta, quien tardó cuatro años en gastarlos. En la número 56, que fue de los Porlier, y después de los marqueses de Villanueva del Prado, nació don Antonio Porlier, primer marqués de Bajamar y presidente del Consejo de Indias ( 1722- 1813). La casa número 45 es sede del Casino de La Laguna, que la mandó construir en 1912. Poco más adelante se abre a izquierda una plaza, en que se levanta la mole de la iglesia catedral. LA CATEDRAL DE LA LAGUNA, antes iglesia parroquial de Santa María de los Remedios, es de todas las iglesias laguneras la que ha sufrido mayor número de modificaciones radicales en su estructura y en su fábrica, a lo largo de toda una serie de avatares que conducen de la simple capilla del siglo XVI al templo actual, en que nada subsiste de la iglesia primitiva. El primer edificio que se levantó en el solar actualmente ocupado por la catedral, fue una capilla modesta, pegada a los corrales de la villa y cuya historia es casi desconocida. Probablemente fue fundada en 1511 o poco antes, ya que por este año es cuando se da por primera vez a la iglesia de la Concepción el nombre de iglesia mayor: de donde se infiere que ya había entonces otra iglesia más. Se llamaba Santa María, quizá con la advocación particular de la Expectación. En aquel mismo año de 1511 se trató de trasladar la iglesia parroquial a sitio más convenien- 66 ITINERARIO I te; pero no se pudo llegar a un acuerdo, y la Concepción volvió a fabricarse casi en el mismo sitio que antes ocupaba. Quizá por haberse visto contrariado de este modo en su deseo de asegurar el ensanche de la villa al este, el Adelantado decidió entonces la construcción de otra parroquia, cuya creación obtuvo del obispo don Fernando de Arce, con el título de Nuestra Señora de los Remedios. De acuerdo con este deseo del obispo y del Adelantado, el Cabildo en sesión de 26 de marzo de 1515 tomó las providencias necesarias para la edificación de la nueva iglesia. Se acordó que la capilla mayor debía fabricarse de tal modo, que la anterior ermita pudiese aprovecharse para parte de la nave, y que por los dos lados quedase el solar libre y despejado, para formar una plaza, " todo compasado e cual convenga". Comprado por el Cabildo el terreno correspondiente, la iglesia empezó a fabricarse a partir de 1515, por los canteros Miguel Alonso, de origen portugués, y Juan Valenciano, quien había trabajado en años anteriores en Las Palmas. La capilla mayor que se hizo entonces tenía 50 pies de largo y 41 palmos de alto, y cost |
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