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ANTONIO RUMEU DE ARMAS LA CONQUISTA DE TENERIFE 1494 - 1496 * i>\ i€ hK. lt~^ '^^\ l"^ i íitfH AULA DE CULTURA DE TENERIFE 1975 ANTONIO RUMEU DE ARMAS ^ CA G^^ LA CONQUISTA DE TENERIFE 1494 - 1496 f LAS PALA- AS D& G. CANARIA N.' Docutnenm '? 31.6' 0f AULA DE CULTURA DE TENERIFE 1 9 75 Depósito legal, M. 31.985 • 1975 I. S. B. N. 84- 500- 7108- 9 GSAFICAS trCDINA - CAONEDO, 12 - MADRID, 1975 DEDICATORIA A Mari, mi mujer: cuya afección por Tenerife ha sido impulsa y estimula del presente Mbro. INTRODUCCIÓN BIBLIOGRÁFICA Y DOCUMENTAL PROCESO DE ELABOHACIÓN DE UN LIBRO La historia, primitiva y remota, de Tenerife, y de juanera particular su conquista, la conocemos a través de la pliuna de tres escritores contemporáneas entre sí y a los que unió además un conocimiento y amistad esporádicos. ISos referimos a fray Alonso de Espinosa, natural de Alcalá de Henares, religioso profeso de la Orden de Santo Domingo; Leonardo Torriani, natural de Cremana, ingeniero militar al servicio de Felipe II, y fray Juan de Ahréu Galindo, andaluz de rutcimiento seguramente y religioso profeso de la Orden de San Francisco. Los tres vivieron en la segunda mitad del siglo XVI, alargando la existencia a los primeros lustros del siglo XVII; los tres se conocieron en las últimas décadas del quinientos, y los tres remataron sus respectivas obras entre los años 1591- 1602 \ Fray Alonso de Espinosa es autor de una obra consagrada, a exaltar la aparición y los milagros de la sagrada imagen de la Virgen de Candelaria, venerada por los guanches con anterioridad a la conquista. Ello^ le dio ocof sián para estudiar detenidamente el proceso de anexión a la Corona de Castilla-, con todas las operaciones de carácter militar que ésta trajo consigo aparejadas. La obra de este autor fue la primera en escribirse y publicarse; lleva por título Del origen y milagros de la Santa Imagen de nuestra Señora de Candelaria, que apareció en la Isla de Tenerife, con la descripción de esta Isla; estaba conclusa en 1591, y se im- primia en Sevilla, en 1594, en los tórculos de Juan de León. El fraile dominico acudió a cuantos medios tuvo a su alcance para obtener cumplida información sobre la aparición de la Virgen, la sociedad aborigen y la conquista de Tenerife. ^ Para la identificación bibliográfica de las obras aludidas en esta INTRODUCCIÓN, consúltese, al final de la misma, el REPERTORIO DE SIGLAS Y ABREVIATURAS ( págs. 15- 18). Idéntica norma sígase para la comprobación de los documentos de primer rango citados. 8 ANTONIO RüMEU DE ARMAS En pñmer lugar se sirvió de la, tradición escrita, es decir, de cuantos ma^ rmscritos cayeron a su ( doance, de autor conocido o simplemerttB anón- irnos, de donde se podrían extraer pormenores o noticias relacdonados con e ¿ triple objeto de sus afines. Alonso de Espinosa justifica su firine decisión de escribir sobre la> historia de Tenerife ante la pobreza de informwdón de los mcmuscritos que circulaban en su tiempo: '¡^ Muéveme, de más desto, ver que aunque haty muchos historia^ dores que de las otras islas escriben •— como es el iJtoetor Fiesco en Canaria, que va, escribiendo una larga y curiosa historia, y Lextnardo Tunan, ingeniero, que con sutil ingenio y mnaha arte escribe la Descripción de estas islas— y otros que no han salido a haz, desta isla._ de Tenerife hacen tan poca mención, que es casi ninguna,, habiendo tanto que dedr della.> Como puede verse por la declaración del fraile dominico, éste había trabado conocindento y dialogado con Fiesco y Torriani sobre sus respectivas obras y hasta, hojeado los textos de las mismas, sin descubrir nmla verdaderamente útil para su plan y propósito. Espinosa tuvo indiscutiblemente a su alcance — como luego se justificará—- una crónica anónima de la. conquista de Tenerife. Ahora bien: en su afán de acreditar mayores méritos, silencia esta fuente prÍTn. ordial para hor cer alarde de otros canales de información, exclusivamente personales. Fueron, éstos, según expresa confesión: los documentos y la, tradición oral ( confesiones privadas y testificaciones oficiales de los bisnietos de los actores de la conquista, así españoles como guanches). . En primer lugmr se lamenta el fraile dominico de la inopia, de textos coetáneos, lo que le forzaba a entregarse en brazos de la. tradición oral: « Habiendo falta de escrituras, tengo que andar m, endigando de uno en otro; sacando de las entrañas de los vivos lo que vieron los ojos de los muertos; haciendo presentes las cosas pasadas y las que están ya en las tinieblas del olvido envueltas, sacarlas a luz y memoria.' » No se pUede ponderar mejor, ni con palabras más expresivas y gráficcfs, el auxilio que, en ciertos casos, puede prestar la tradición oral al historiador desamparado. por lo que respecta a la Virgen de Candelaria y a los milagros operados en siglo y medio de culto, el fraile- cronista confiesa que « no hallando cosa alguna escrita que me satisficiese » , había optado por < dnformarme de personas fidedignas, que de las cosas sucedidas de: doscientos años a esta parte me diesen luz » . A renglón seguido declara: « De una cosa certifico al lector. INTRODUCCIÓN y que lo que aquí escribo, así del origen desta santa imagen como de los milagros qw0 ha¡ hecho ( que es el principal objeto de esta historia), lo he comprobado y averiguado jurídicamente, con muchos testigos contestes ante escribano público, porque para esto tengo comisión.,, Y si de la computación de los años hubiere aígún descuido, no es de culparme, pues se tomó tan tarde este negocio, que a poco mÁs no hubiera memoria de él.' » En efecto, con el apoyo y ( diento del padre provincial de los dominicos de Canarias fray Pedro Marín y el respaldo del obispo de la diócesis don Femando Su& rez de Figueroa, Alonso de Espinosa llevó a efecto, entre mayo y septiembre de 1590, vna^ minuciosas Informaciones testificales en Tenerife y Gran. Canaria ( en presencia de los escribanos Benito Ortega y Bernardo de Palenzuela) hoy, por desgracia, perdidas, de las que extrajo parte de su caudal de pormenores y noticias, con predominio de los de carácter religioso y espiritual. En cuanto a las fuentes utilizadas para el conocimiento de la estructura y costumbres de la sociedad indígena, el cronista se expresa en términos de ambigüedad: « También advierto que lo que escribo de la isla y de los naturales de ella y sus costumbres, lo he averiguado con la más certidumbre que he podido, escogiendo de mucho lo más cierto y llegado a ranzón y más recibido. » Corneo nuestro objeto particular y concreto es la reconstrucción histórica de la conquista de Tenerife, veamos ahora de qué fuentes se valió el cronista Espinosa. Sus palabras m. erecen ser consideradas y medidas punto por punto: « Mas lo que trate de conquista, guerras y conquistadores, parte, y la más, es de oídas; y parte es sacado de los archivos y escritorios, que en pleitos, que entre partes se trataba sobre tierras y posesiones, he hallado. » Para justificar su pobreza de información, prosigue en estos términos: « ... y si no fuere tan por extenso todo contado como ello pasó, no es culpa mía, pues no me pude hallar presente cuando ello pasó, ni hay hombre en las islas todas que lo viese; y más vale saber algo, aunque breve y confuso, que no quedar de todo ayuno. » Si nos atenemos a la expresa confesión de fray Alonso, el importante relato que hace de la conquista de Tenerife se había nutrido sustancialmente de estos ingredientes: 1.° La tradición oral: < da más es de oídas » . 2.- Los documentos: « parte es sacado de los archivos y escritorios, que en pleitos entre partes se trataba sobre tierras y posesiones » . 10 ANTONIO RUME0 DE ARMAS Veamos aJiora, por sepm'oda, los pormenores que el fraile dominico pudo extraer de cada una de estas fiwntes para la reconstrwccián^ de la conquista de Tenerife. Como es de todos sabido, la tradición oral — que con tanto ardor invoca Espinosa como bas- e primordiaj. de su relato— es una, fuente sumamente débil, ajena, por completo a una. crorwlogía rigurosa; que profundiza escasa-mente en el tiem. po, a lo sumo tres generaciones, y que arrastrm siempre una carga explosiva de leyenda y fantasía. Los actores dei la conquista^ cnstelltu-nos y guanches, habían desaparecido de este mundo mucho antes de 1590; a quienes interroga Espinosa es a sus nietos y bisnietos, los más de ellos analfabetos o incultos y ajenos por completo a los poderosos medios de difzt-sión de los tiem. pos modernos. Cualquier intento que hoy se hi^ dese por reconstruir la, historia de inediaictos del siglo XIX por tradición oral, estaría condenado de antemano ai fracaso; sería algo así como un débil y confuso eco de ese ayer que los hombres de hoy estínuaian inconsistente, vago e inservible. El problertM se agudiza en 1590 con respecto al recuerdo conservado en la memoria de los descendientes de la generación de 1494. Espinosa obtuvo ciertamente un caudal de hechos, sucedidos, pormenores y anécdotas recogidos de la tradición oral, con sn escoria de vaguedad, fantasía y leyenda. Pero apenas si nutre con ellos algunos párrafos sueltos de la recorutrucción histórica de la conquista de Tenerife. Valgan como ejemplo diversos episodios de la batalla primera de Acentejo ( la MaMnzm) o la supuesta traición de Alonso de Lugo, después de: la derrota, a los guanches aliados del reino de Giiímar. En cuanto a la> segunda fuente, los documentos de los archivos y escritorios Sobre pleitos en tomo a la posesión de tierras de repartimiento CdatasJ, bien poco sería lo que Espinosa consiguió extraer de los mismos. A lo más le pudieron servir para redondear la nómina de conquistadores con que ilustra tas páginas de su libro. En conclusión, queda en pie, sin justificación de origen, lo sustancial del relato de la conquista de Tenerife: con una cronología más o menos ri-gurasn, pero acertada en líneas generales; con sus principales actores: capé-tan mayor, héroes, capitanes y soldados; con la presencia física de régulos y príncipes guanches; con sus dos desemhasrcos, evacuación intermedia, batallas campales y escaramuzas; con sus asentistas o armadores; con su primigenia estructura político- económica, etc. ¿ De dónde obtuvo fray Alonso de Espinosa su tmlioso caudal de infor-ma. ción? La respuesta es bien simple: de una historia general de Cananas o crónica particular de Tenerife, de carácter anónimo — hoy desaparecida—, que el dominico tuvo a su alcance. Si se nos exigiera optar, nuestro voto sería en favor de una crónica de la conquista, somera en datos y exigua en pnrrnenores, similar a las que hoy sobreviven de la operación bélica en el escenario de la isla de Gran Canaria. Viene a corroborar nuestro parecer este hecho sintomático: el conocí- INTRODUCCIÓN 11 miento similar que twvieron de dicho texto, en versiones refundidas, interpoladas y por lo mismo dispares en lo accesorio y paralelas en lo fundamental, nuestros otros dos autores: Leonardo Torriani y Juan de Abréu Ga-lindo. El problema exige, para su justificación, una exégesis y análisis detenido. Leonardo Torriani, radicado accidentalmente en el archipiélago ( 1584- 1593) escribió en 1592, en lengua italiana, la Descripción e historia del reino de las Islas Canarias, antes Afortunadas, con el parecer de sus fortificaciones, publicada, en fecha reciente. Al ingeniero crenwnés lo> que fundamentalmente le interesa es la descripción de las ishis y su fortijicaición y defensa, en particular de las ciudades; pero ello no fue obstáculo para que se entretuviese en exponer, con extremada concisión, la historia de las mismas. Por lo que respecta a Tenerife y su conquista, vese claramente que dispuso de un texto similar al de Espinosa^ con, importantes alteraciones en el orden de participación de los actores ( el duque de Medina Sidonia y el capitán Bartolomé de Estopiñán, actuando desde el punto y hora del primer desembarco) y otros sorprendentes cambios en el desarrollo natural de los sucesos. La información de Torriani es mucho más pobre que la de Espinosa ( además de discrepante), sin que pueda considerarse resumen o compendio de ésta, sino versión independiente, basada en un texto común similar. Lo mismo cabe decir de fray Juan de Abréu Galindo, autor de la valiosa Historia de la conquista de las siete Islas de Canaria, conclusa alrededor de 1602. Este autor hace mención incidental y despreocupada de la obra del fraile dominico: « De los innumerables milagros de esta santa imagen de Nuestra Señora la Virgen María de Candelaria... ha recopilado un curioso libro el reverendo padre fray Alonso de Espinosa..., donde se verán, para honra y gloria de Dios y de su bendita Madre. » La, impresión que se saca de la lectura de este párrafo es que se trata de una información verbal o de segunda mano, sin que el franciscano tuviese acceso directo al ma^ nuscrito o impreso del dominico. Si contrastamos los relatos de ambos en el punto concreto de la conquista de Tenerife, descubrimos un hilo conductor común en medio de sorprendentes variantes ( valgan como ejemplos más no-tonos de desconcierto y vacilación en la pluma de Abréu: el frustrado desembarco intermedio — después del éxodo a Gran Canaria tras la derrota—, la reducción de la reñida y cruenta batalla de la laguna a simple refriega y la completa ignorancia de la segunda y decisiva jomada bélica de Acentejo). En conclusión, puede afirmarse que en un relato- crónica de la conquista de Tenerife ( a través de copias manuscritas homologas en la sustancial, diversas en extensión y variantes) se inspiraron los tres historiadores más remotos y sustanciales: Espinosa, Torriani y Abréu Galindo, contemporáneos entre sí, aunque arando y sembrando cada uno su propio surco. 12 ANTONIO R0MEÜ DE ARMAS Superada la etapa primigenia o inicial, la correlación y dependencia de las fuentes narrativas se hace siuruanente sencilla y simplista: Fray Alonso de Espinosa se convierte, en la generalidad de los casos, en la fuente básica en que beben, directa o indirectamente, todos los cronistas e historiadores posteriores ( siglos XVII- XX). Ello no es óbice para que cada uno añada textos y documentos de su propia cosecha, enriqueciendo tmecs veces et relato y bastardeándolo en otras ocasiones. El poetdrcronista Antonio de Viana se inspira puntuainuente en el escrito del fraile dominico. De una versión en prosa de la conquista^ pasamos a conocer su traducción en verso, con ntejor voluntad que inspirado estro poético. El votte lagunero pone de su cosecha mucha invención, ardorosa fan^ tada y alguna, que otra rndiosa noticia de ignorada procedencia^. Núñez de la Peña refunde a Espinosa, con Viana, dando respaldo y marchamo histórico a las « invenciones » del poeta. Marín y Cubas gira en, la órbita de Abréu Galirvdo y Nvñez de la Peña ( conectándose vagamente, a tronos de este último, con Espinosa y Viana). Castillo Ruiz de Vergara monta su relato sobre la base de Espinosa-[ Viana] Núñez de la Peña. Por último; el historiador Viera y Clavijo se vale del testimonio conjunto de sus predecesores en las páginas que dedica a reconstruir los apasionantes episodios de la conquista de Tenerife^. Los historiadores contemporáneos — Millares Torres, Chil Naranjo, etc.— enjuician la conquista de Tenerife dentro de la Knea tradicional, sin innovar clones dignas de mención. * * * A partir del siglo XVIII, el expurgo sistemático de los archivos públicos y privados va a ir aportando un conjunto de noticias, datois y pormenores que permitirán proceder a una lenta rectificación del esquema histórico tradicional. ZVos limitaremos a señalar lífs documentos de mayor importancia y novedad. En 1737, don Pedro Agustín del Castillo Ruiz de Vergara daba a conocer la existencia de la Información Guanartémica, publicada íntegramente por Chil y Naranjo siglo y medio más tarde. Este valioso documento, cen- 2 MARÍA ROSA AIONSO RODRÍGUEZ: El poema de Viana. Estudio históríco- literario de Un poema épico del siglo XVH. Madrid, C. S. I. C, 1952. Este fundamental estudio esté centrado en el análisis pormenorizado y exhaustivo de la obra del vate lagunero y de las fuentes históricas de que se sirvió para la redacción del poejna. ' Exactamente lo mismo ( inspiración en Espinosa- Viana- Núñez de la Peña) cabe descubrir en un manuscrito de la biblioteca de don Femando del Castillo, que contiene dos Capítulos ( XXI y XXII) añadidos a la Historia de la conquista de Gran Canaria, de Pedro Gómez Escudero. Los dos capítulos citados se refieren a la conquista de Tenerife, y no aportan nada nuevo u original. AGUSTÍN MH, I. ARES CARIO: Noticias y descripción de un códice: interesante para la historia de Canaritcs, en la revista « El Museo Canario » , núm. 7 ( afio 1935), págs. 67- 98. INTRODUCCIÓN 13 trada en los acontecimientos más dramáticos y trepidantes de la conquista de Gran Canaria, afecta de rechazo a la de Tenerife por haber tomado activa parte en la misma el destronado monarca de Gáldar. Los repartimientos de tierras en, Tenerife, más conocidos con el nombre de datas, despertaron la curiosidad de Núñez de la Peña y Viera y Clavijo en. los siglos XVII y XVIII. En época reciente han espigado pormenores de diverso carácter entre sus folios García Ramos, Arribas, Díaz Dorta, Darías Padrón, Serra Ráfols, La Rosa, etc. En el haber del penúltimo, don Elias Serra Ráfols, benemérito catedrático y prestigioso investigador, hay que apuntar la ardua empresa de darlos a conocer en cuidada edición. Estos cuadernos son de excepcional importancia para bucear los últimos vestigios de la sociedad guanche ( en particular las estirpes regias) y para reconstruir, sobre firme base, la nómina de los conquistadores. Hace medio siglo aparecía en el Archivo del Ayuntamiento de Zamora — circunstancia inexplicable y sorprendente— el Concierto entre el capitán Alonso de Lugo y los armadores de la conquista ( Burgos, 12 de octubre de 1496). Dado a conocer por la señora Pescador del Hoyo, ha sido publicado íntegramertte por el malogrado archivero don Miguel Santiago Rodríguez. Cada uno de sus párrafos, de difícil lectura e interpretación, son reveladores de los más recónditos aspectos económicos de las operaciones bélicas. Excepcional importancia reviste asimismo la residencia que le fue tomada, en 1508, al conquistador Alonso de Lugo por el gobernador de Gran Canaria Lope de Sosa, localizada en el Archivo Municipal de La Laguna de Tenerife. Ha sido publicada^ en 1949, por los profesores don Leopoldo de la Rosa y don Elias Serra Ráfols. En sus páginas es dable encontrar curiosos pormenores sobre la conquista de Tenerife de subido interés. En 1951 entra en acción el autor de la presente monografía. Durante una de nuestras reiteradas estancias en el Archivo de Simancas orientamos las investigaciones a tiro hecho, como se suele decir. Indagamos en aquel inagotable depósito un año concreto: 1496, cosechando de primera entrada diez documentos inéditos de excepcional importancia, a los que se vinieron a sumar dos mas procedentes del Archivo de la Cororm. de Aragón. Con estos materiales de base y otros de la más diversa índole, conseguimos montar un libro que se tituló Alonso de Lugo en la corte de los Reyes Católicos. 1496- 1497, publicado con ocasión del quinto centenario del natalicio de los insignes monarcas, fundadores y fundidores de España. No era la historia de la conquista, sino de la pacificación de la isla después del terrible drama de la anexión. Pero nos fue forzoso aludir someramente a aquélla en un esbozo de reconstrucción, en buena parte superado por las páginas que el lector va a tener en seguida a la contemplación de sus ojos. 14 ANTONIO RtJMEÜ DE ARMAS Algunos ttSíos más tarde, 1959- 1901, el eminente lingüista y catedrático de la Universidad de La. Loiguna don Juan, Alvcarez Delgado pnblicaba en la. prestigiosa « Revista de Historia Caiumas » im importante estudia titulado La conquista de Tenerife. Un reajuste de datos hasta 1496. Con sagaz intuición y penetrante sentido crítica traté de poner orden en el marasmo de las fuentes, que la investigación ponía a sw alcance por wquellas fechas. Mientras tanto, proseguíamos en el Archivo de Simancas, en sucesivas jomadas de estudio, la investigación, iniciada, extendiéndola a antes y después del año clave de 1496. Poníamos en el trabajo — que: hasta cierto punto nos servia de relajación y descanso— la pasión de un coleccionista. La intensa búsqueda dio sus frutos, coma la revela el aparato documental que respalda la presente monografía, com- pu^ sto de cincuenJta, documentos, unos de capital importancia y otros de vedar e interés complementarios. Con carácter de anticipo, algunos de estos diplomas se utilizaron en un estudio, mafginalmente conexo con él tema, que apareció en 1969, can el titulo de La política indigenista de Isabel la Católica. Hay que confesar que esperábamos mucho más del expurgo sistemático de los depósitos reales de documentos. El Archivo de Simancas es una fuente de caudal intermitente, algo así coma un misterioso Guadiana que aflora y se sumerge, dejándonos sumidos en el desconcierto y la sorpresa. El resultado ha sido fructífero, pero no óptimo; pues si bien nos revela un panorama diverso y nuevo, atractivo y subyugante, descubrimos en él, junto a amplias zonas resplandecientes de luz, rincones sumidos todavía en la oscuridad y las tinieblas. Nos queda una firme convicción, que se traduce en tranquilidad de ánimo. Estamos tocando el techo. Esto quiere decir que será muy difícil para los investigadores futuros el alumbramiento de textos y documentos de primer orden que alteren sustancialmente el esquema histórico que en estas páginas se intenta ordenar y reconstruir. Cuando una investigación se traduce en acopio de fuentes, puede asegurarse que en ella está el germen de un libro futuro. Así ha ocurrido en el presente caso. Pero hacía falta la ocasión propicia, el respiro de calma entre apremiantes y sucesivas tareas y el impulso heroico — por qué no decirlo—- a que siempre obliga la historia de ámbito regional, sin la contrapartida de la fama, el prestigio y el nombre. El oportuno y propicio momento se presentó en el verano de 1973, residiendo drcunstancialmente en el Puerto de la Cruz, bajo la sombra protectora del Teide y el influjo sedante de la plácida armonía del valle de Taoro. En un estío, de grata recordación, se escribieron la mitad de los cat-pítalos del presente libro; el resto hubo que redactarlo a trompicones, robando horas al descanso y al sueño. Madrid, octubre de 1974. KEPERTORIO DE SIGLAS Y ABREVIATURAS A) DEPÓSITOS DE FONDOS ( Archivos qiie se citan por medio de siglas) 1.° A. C. A Archivo de la Corona de Aragón ( Barcelona), 2.° A. H. N. Archivo Histórico Nacional ( Madrid). 3.° A. S Archivo de Simancas ( Valladolid). 4.° A. V Archivo Vaticano ( Roma). B) FUENTES DOCUMENTALES MANUSCRITAS E IMPRESAS ( Documentos que se citan abreviadamente, salvo la primera vez en que se hace expresa mención de ellos en el texto) 1.° Cabitos: Información. Parte documental Información sobre cuyo es el derecho de la isla de Lanzarote y conquista de las Cunarías, hecha por comisión de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel. Pesquisidor: Esteban Pérez de Cabitos. ( Biblioteca de El Escorial: ij- X- 26/ Est. 16.2.) Una copia, ejecutada en el siglo xviii, se conserva en la Biblioteca del Palacio Real ( Mss. II, 2.660). Publicada por GREGORIO CHIL Y NARANJO: Estudios históricos, cUtnatológi-cos y patológicos ele las Islas Canarias. Las Palmas, 1880, lomo II, págs. 518- 632. 2.° Cabitos: Información. Parte testifical ídem, ídem. Publicada por RAFAEL TORRES CAMPOS: Carácter de la conquista y colonización de las Islas Canarias. Madrid, 1901, págs. 121- 206. 3.° Concierto Un concierto entre unos estrangeros sobre lo que se acordó se avía de ganai en la conquista de Tenerife. Publicado por MIGUEL SANTIAGO RODRÍGUEZ como Apéndice documental de su 16 ANTONIO EUMEU DE ASMAS edición crítica de la Descripción histórica y geográfica de las Idas Canarias ( su autor: PEDRO AGUSTÍN DEI. CASTHXO). Madrid, 1948- 1960, tomo I, fascículo 2, páginas € 47- 656. 4." Datas Las datas de Tenerife. Libros de cédulas originales de repartimieiUo de la isla, expedidas por Alonso Fernández de Lugo con poder de Sus Altezas. Publicadas por EiÍAS SEERA RÁFOLS en « Revista de Historia Canaria>, números 117- 118 ( E* resentacióa) y 125- 168 ( años 1957- 1970). La paginación citada en el texto de la Conquista de Tenerife es l a particular del importante estadio del profesor Serra Ráfols. 5.° RBfomación Reformmdón del repartimiento de Tenerife en 1506. El documento original, con el título de « Procesa de las yslas de Canaria » , se conserva en A . S.: Consejo real, leg. 106, fol. 12, págs. 1- 216. Ha sido publicado ( con una Introducción de EIJAS SEERA y LEOPOLDO DE DA EOSA) en la colección « Fontes rerum Canariarum>, Santa Cruz de Tenerife, 1953, tomo VI, págs. 1- 146. 6.° Residencia El adelantado D. Alonso de Lugo y su residencia- por Lope de Sosa. El importante documento se conserva en el Archivo Municipal de La Laguna de Tenerife ( situación: junto a los Libros de Reales Cedidas). Ha sido publicado ( con un Estudio preliminar de LEOPOI, I> O DE LA EOSA OLIVERA y ELÍAS SEBBA EÁFOLS) en la colección « Fontes rerum Canariarum » , La Laguna de Tenerife, 1949, tomo I I I , págs. 5- 126. 7." In- formctoión Quanartémica Información incoada por doña Margarita Fernández Guanartemei sobre los servicios prestadas a la Corona de Castilla por su fallecido padre don Femando Guanarteme, rey que había sido de Gáldar. 1526. Ha sido publicada por GREGORIO CHIL y NARANJO en sus Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias. Las Palmas, 1880, tomo II, páginas 203- 234. 8." El origen y principio de la conquista... LUIS MELIÁN DE BETANCOR: El origen y principio de la conquista y posesión de Fuerteventura y Lanzarote y del derecho que para llevar los quintos tiene el marqués de Lanzarote. A. H. N.: Consejos suprimidos, leg. 34.202, expediente 1, fols. 109- 118. Museo Canario de Las Palmas: Fondo de Adeje ( copia del siglo xvii). EEPEETOEIO DE SIGLAS Y ABREVIATURAS 17 C) CRONISTAS E HISTORIADORES ( Las obras se c i t a n p o r el apellido de l o s autores, salvo l a p r i m e r a vez e n que s e h a c e m e n c i ó n d e ellas e n el t e x t o) 1.° ESPINOSA FHAY ALONSO DE ESPINOSA: Del origen y milagros de la Santa Imagen de nuestra Señora de Candelaria, que ( apareció en la Isla de Tenerife, con la descripción de esta Isla. Ediciones Goya, Santa Cruz de Tenerife, 1952. 2.° TORRIANI LEONARDO TORBIANI: Descripción e historia del reino de las Islas Canarias, Ediciones Goya, Santa Cruz de Tenerife, 1959. 3.° ABKÉU GALINDO FRAY JUAN DE ABBÉU Y GALINDO: Historia de la conquista de las siete islas de Canaria. Ediciones Goya, Santa Cruz de Tenerife, 1955. 4.° YIANA ANTONIO DE VIANA: LLa conquista de Tenerife}. Antigüedades de las Islas Afortunadas de la Gran Canaria. Aula de Cultura de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 1968, tomo I. 5." NúÑEz DE LA P E ÑA JUAN NÚÑEZ DE LA PEÑA: Conquista y antigüedades de las islas de la Gran Canaria. Santa Cruz de Tenerife, 1847. 6.° MARÍN Y CUBAS TOMÁS MARÍN Y CUBAS : Historia de las Siete Islas de Canaria, 1694. ( Manuscrito). Biblioteca del Museo Canario de Las Palmas. Hay copia de la versión de 1687 en la Biblioteca de la Casa de Colón, de Las Palmas. 7.° CASTILLO PEDRO AGUSTÍN DEL CASTILLO RUIZ DE VERGARA: Descripción histórica y geográfica de las Islas de Canaria. Edición de Miguel Santiago. Madrid, 1948- 1960, tomo I, fascículo 2. 8." VIERA T CLAVIJO JOSÉ DE VIERA Y CLAVIJO: Noticias de la historia general de las Islas Canarias. Madrid, 1772- 1783, 4 tomos. 9.° CHIL GREGORIO CHIL Y NARANJO: Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias. Las Palmas, 1880, tomos II y 111. 18 ANTONIO RUMEU DE ARMAS 10. MiixAEES T O R R ES AGUSTÍN MIULABES TOBHES: Historia general de kis Idas Canarias, Las Palmas, 1893- 1895,10 tomos. 11. RODRÍGUEZ MOURE JOSÉ RODBÍCUEZ MOUHE : LMS adelantados de Cañarías. La Laguna, 1941. D ) MOJVOGBAFÍAS HISTÓRICAS BECIEIMTES ( Las oiiras s e c i t a n p o r los apellidos de l o s a u t o r e s y los títulos de las mismas, salvo l a p r i m e r a vez que s e l i a c e m e n c i ó n de e l l a s en e l texto) 1.° RuMEU DE A R M A S : Alonso de Lugo en la corte de los Reyes Catálicos. | AmoNio RuMEU DE ASMAS : Alonso de Lugo en la corte de los Reyes Católicos. | Biblioteca « Reyes Católicos » ( C. S. I. C ) . Madrid, 1952. | 2 . " RuMEU DE A R M A S : España en el África Atlántica. Z a. ANTONIO RUMEU DE ARBUS : España en el África Atlántica. Instituto de Esta- % dios Africanos. Madrid, 1956- 1957, 2 tomos. s i 3 . " ALVAKEZ DELCADO: £. O conquista de Tenerife. I 1 JuAU AtVAHEz DEÍCADO: La conquista de Tenerife. Un reajuste de datos has- S ta 1496, publicado en « Revista de Historia Canaria>, núms. 127- 134 ( años 1959- 1961). | La paginación citada en el texto es la de la separata ( La Laguna, 1961). | I 4.° RtJMEü DE A R M A S : El obispado de Telde. | ANTONIO RUMEU DE ARMAS: ül obispado de Telde. Misioneros maUorquines g y catalanes en el Atlántico. Patronato de la Casa de Colón. Biblioteca Atlántica. Madrid- Las Palmas, 1960. 5.° RüMEtr DE A R M A S : La política indigenista, de Isabel la Católica. ANTONIO RUMEU DE ASMAS : La política indigenista de Isabel la Católica. Instituto « Isabel la Católica » de Historia Eclesiástica. Valladolid, 1969, CAPITULO PRIMERO LA EVANGEMZACION DE LOS GUANCHES FRAY ALFONSO DE BOLAÑOS, APÓSTOL DE TENERIFE I. Pródromos históricos. Los primeros pasos en la evangelización y el arduo problema de la lihertad de los aborígenes. En las tres islas más importantes del archipiélago afortunado, Gran Canaria, La Palma y Tenerife, la acción misional precedió a la dominación política. Es un hecho singular que debe ser destacado como contraste con las otras cuatro islas hermanas. Lanzar ote, Fuerteventura, El Hierro y La Gomera, donde la conquista o, si se quiere mejor, la ocupación militar preparó el camino para la ulterior evangelización. Siendo Tenerife y su conquista el objeto particular de la presente monografía, no estará de más realzar alguna de sus peculiares circunstancias. El carácter occidental de esta isla la alejó de las vías naturales de penetración. La fama de intrepidez de los guanches fue, por otra parte, un seguro resguardo, ante la perentoria necesidad de emplear importantes fuerzas para domeñar la altivez del indígena. De esta manera se comprende que iniciada la conquista de Lanzarote en 1402, no se pudiese acometer la de Tenerife hasta 1494. Entre estas dos fechas, 1402- 1494, la isla, sin dueño ostensible, quedó a merced de las depredaciones de los piratas o de las predicaciones de los misioneros. Los corsarios asolaban las costas a la captura de esclavos, sembrando el odio y la desolación por doquier. Los apóstoles desembarcaban en las playas, a pecho descubierto, para predicar el amor y la fraternidad entre los hombres. Los primeros apenas han dejado huellas de sus tropelías hasta las vísperas de la conquista; en cambio, es factible seguir el despliegue de la acción misional con relativa puntualidad. Durante los dos primeros tercios del siglo XV, las islas Canarias se convirtieron en un señorío territorial y jurisdiccional poseído por diversas fami- 22 ANTONIO EUMED DE ARMAS lias. Jean de Béthencourt, con el pretexto de cruzada, ocupó militarmente Lanzarote en 1402, extendiendo luego su dominio político a FuerteTentura y El Hierro. Más tarde infendó el territorio adquirido a Castilla, al declararse vasallo del rey Enrique III. En cuanto a las otras cnatro islas, Tenerife, Gran Canaria, La Palma y La Gomera, fueran concedidas en señorío por el rey Juan I I al armador andaluz Alfonso de las Casas en 1420. Por herencia, unas veces, y por traspaso, otras, el señorío de las Canarias recayó posteriormente con carácter parcial en vastagos de dÍTersas estirpes, tales como Béthencourt ( Maciot), Gnzmán ( conde de Niebla), Las Gasas ( Guillen y Juan) y Peraza ( Fernán). El matrimonio de este liltimo, Fernán Peraza « el viejo » , con Inés de las Casas, hija de Juan, les dio una posición preferente en el dominio del archipiélago. Contiene destacar tres momentos en este complicado proceso de concentración dominical. En 1418, Maciot de Béthencourt hizo dejación de sus derechos en la persona de don Enrique de Guzmán, conde de Niebla. En 1430, este procer andaluz traspasó los suyos en Guillen de las Casas. Y en 1445, Fernán Peraza, en unión de sus hijos menores de edad ( Inés de las Casas había fallecido por aquella fecha), permutó bienes patrimoniales por la renuncia de Guillen a su parcial dominio soBre las islas Canarias. De esta manera, al promediar la centuria XV, el señorío integral de las Canarias recayó en Fernán Peraza y en su descendencia. Inés Peraza, hija de Fernán, contrajo matrimonio alrededor de 1446 co » Diego García de Herrera, entrando ambos en el ejercicio de la jurisdicción señorial en 1452, a raíz del fallecimiento del progenitor y suegro respective. Este entramado de acontecimientos políticos nos resulta imprescindible para abordar ahora el apasionante tema de l a evangeüzación del archipiélago y de manera más concreta de la isla de Tenerife. El dilatado territorio atlántico va a ser escenario de la acción misional de los franciscanos andaluces, inflamados de celo evangélico en favor de sus míseros habitantes. Es un capítulo sorprendente de la historia del archipiélago que intentamos reconstruir en naedio de invencibles dificultades. Las misiones, por lo general, no dejan rastros ni huellas directos. Los cronistas no se interesan por señalar sus progresos o registrar sus incidencias. Menos aún los propios misioneros, cuya sublime abnegación y humildad está reñida con toda manifestación extema. Habrá que acudir, como fuente casi exclusiva, a la curia pontificia, para descorrer el misterio estudiando las propias disposiciones papales. ' P<< eC-'-' l- ir ñi.. ,. c, ll,.. 5 „ K.„„> „ ,,,,^ 4 f^ f ¿ ^^ Real cédula original del rey de Castilla Juan II confirmando a Guillan de Casaos la concesión hecha anteriormente a su padre Alfonso de las Casas de la conquista de Tenerife, Gran Canaria, La Palma y La Gomera. ( SIMANCAS: Archivo General). La merced primera — que se transcribe— es de 29 de agosto de 1420; la confirmación, de 23 de junio de 1433 URO r O R I W A 1 Alegoría de las islas Canarias, bajo la influencia zodiacal de Cáncer, por Leonardo Torriani. A oriente, la costa de África desde el puerto de San Bartolomé hasta Siete Cabos. ( COIMERA: Biblioteca Universitaria). LA EVANGELIZACIÓN DE LOS GUANCHES 23 A título de antecedente, no estará de más aludir a la evangelización del archipiélago en el remoto siglo xiv. La curia pontificia fue la primera en preocuparse por extender la religión de Cristo a tan remotas tierras. Para ello, Clemente VI, en uso de su teórica potestad sobre infieles, erigió en reino dicho archipiélago, otorgando su soberanía con el título de príncipe de la Fortuna al almirante de Francia Luis de la Cerda, vastago de la casa real de Castilla ( 1344). Las apasionadas exhortaciones del pontífice en pro de una cruzada evangeliza-dora que tuviese el apoyo material de todos los monarcas cristianos de Occidente apenas si tuvieron acogida, por lo que la empresa languideció rápidamente. Mucho más interés tiene, en cambio, la acción evangelizadora que cubre toda la segunda mitad del siglo XIV, constituyendo uno de los más sorprendentes y desconocidos capítulos de la historia de las misiones. Corresponde a la isla de Mallorca la gloria de esta iniciativa. Su propósito era la evangelización de los infieles, proscribiendo la depredación y la violencia que hasta entonces se venía ejerciendo sobre los indígenas. Estos apóstoles habían organizado cofradías de seglares para recoger limosnas con que sufragar los gastos del viaje y el sostenimiento de la futura misión. Entre estos protectores laicos destacaban por el año 1351 dos ricos mercaderes mallorquines, Juan Doria y Jaime Segarra, quienes obtuvieron del papa Clemente VI porción de gracias espirituales en beneficio de los partícipes en la espiritual tarea. Una circunstancia merece ser destacada: que contaban los misioneros con la valiosa colaboración de doce indígenas neófitos, víctimas de expediciones piráticas anteriores. Cuando el papa Clemente VI, el instaurador del fracasado reino de la Fortuna, conoció por boca de sus propulsores tan prometedor panorama no vaciló en erigir en las islas del Atlántico una diócesis misional por medio de la bula Coelestis rex regum ( 1351). La nueva diócesis quedó a partir de esa fecha bajo la dependencia directa de la santa sede, preocupándose de manera particular por su auge los pontífices Inocencio VI y Urbano V. El lugar escogido para residencia de la catedral —^ una humilde cueva, seguramente— fue la ciudad indígena de Telde, en la isla de Gran Canaria. La diócesis perviviría por espacio d © medio siglo, acabando por extinguirse en un ambiente adverso. Se conocen hasta cuatro obispos de Telde: Bernardo ( 1351), Bartolomé ( 1361), Bonanato Tarín ( 1369) y Jaime Olzina ( 1392). Nos llevaría muy lejos relatar las incidencias de esta acción misional, en la que rivalizaron mallorquines y catalanes. El esfuerzo conjtmto dio óptimos frutos en el seno de la sociedad indígena sobre la base sustancial del respeto a la libertad del hombre; pero a la postre la abnegada tarea de los misioneros se frustró por efecto de los continuos asaltos de los merca- 2 4 ANTONIO RÜMEÜ DE ARMAS deres de esclaTOs. El martirio de los apóstoles fue el precio de tanta iniquidad K Entre 1393 y 1402 las depredaciones piráticas se intensificaron en el escenario atlántico. El archipiélago parecía csondenado a abastecer de hombres a los mercados esclavistas de la península Ibérica. Pero a medida que 6e inicia la conquista por Jean de Béthencourt en 1402, la situación varió ante l a imposibilidad de reducir a servidumbre a la población total de las islas de Lanzarote y Fuerteventura y el propósito evangelizador que guiaba a los primeros conquistadores. A partir de 1404, Benedicto XIII, por la bula Apostólatus officium, elevó las operaciones militares de conquista al rango de cruzada, otorgando a los participantes en ella las indulgencias acostíisEiibradas ^- Los indígenas de estas dos islas fueron respetados, salvo i excepciones, quedando circunscritos los asaltos y capturas a las todairía in- i sumisas, que eran precisamente las más grandes y pobladas. En ellas los | señores y marinos andaluces seguían sistemátícanaente depredando a los na- | tárales. I Sin embargo, lo que llama la atención en Canarias fue el portentoso = desarrollo que adquirió la acción misional. Establecida la diócesis de Rubi- | con Í1404) y fundado el primer convento miaorita, el de San Buenaven- 1 tura ( 1414), prelados y franciscanos misioneros rivalizarán en la abnegada | tarea de convertir a los canarios sin otras armae de persuasión que l a pre- | dicación, pl sacrificio y el ejemplo ' . | El éxito coronó de tal manera sus esfuerzos, que en el plazo de una dé- ¡ cada ( hacia 1423) estaba cristianáizada la miayor parte de la población abo- | rigen de Lanzarote, Fuerteventura y El Hierro, al mismo tiempo que se i había iniciado la predicación del Evangelio en. La Gomera y Gran Cana- ® ria. Martín V erigió la misión en vicaría, con idénticas facultades de que disfrutaban los vicarios de Córcega y Cerdeña; al mismo tiempo la sometió a la jurisdicción del provincial de Castilla, que era quien debería confirmar a los vicarios después de ser electos por los misioneros *. 1 ANTONIO BOMEÜ DE ABMAS: Bl obispado de Tetde. Misioneros mallvrquims y catalanes ert el Atlántico, Madrid, 1960; La exploración del Atlántico por mallorquines y catalanes en el siglo % 1V, en « Anuario de Estudios Atlámicos » , nútu. 10 ( año 1Í64), páginas 16S- 178; MaÜwqmnes ere d Atlántico, en el « Homenaje a Elias Serra Ráfols » , üniver-aidad de La Laguna, tomo III, págs. 261- 276. * DommiK j . WStPEL! Quiénes fueron los primeros conquistadores y obispos de Canarias, en « Investigación y Progreso » , afto V, núm. 9 ( afio 1931), pág. 134. KuMBti m ARMAS! El obispado de Telde, pág. 169. ' GERMÍN BüBioi La custodia franciscana de SeviUa. Sevilla, 195S, i » ágs. 371- 382. JUAN AIVARBÍ DEtOADOs El 4: Rübic6tí » de Lanzarote, en « Anuario do Eatudios Átlán-ticoe » , » úm. 3 ( afio 1957), págs. 522- 550. <* CONRADO EUBBI.: Buüarium Frandscanum, Boma, 1904, tomo Til, núms, 1.568- 1.569. página SW. • 1 \ \ \ \ \ " \ ..•••••"'" - yr^ y . tr^ H: > ^ . ; > • • • • • , . / •• . . . . - • • " • / \ / \ / Las islas Canarias en el Planisferio catalán anónimo del siglo xv. ( Biblioteca de Ñapóles.) 26 ANTONIO HÜMEÜ DE ARM^ El pontífice mencionado da testimonio, por medio de la bula Illius celes-íís agHcole ( 20 de noviembre de 1424), del esperanzador panorama: « ipsarumque omnes Grandis Canariae et Gomerae insulamm prae-dietaium pro certis earum dumtaxat partibus, populi ad fidem ca-fholicam snnt COJIFCMÍ... » '. El más grave obstáculo con que tropezaba la evangelizaeión era la per-viveneia de la esclavitud del infiel, defendida por un grupo compacto de doctrinarios ( Egidio Romauo y Enrique de Susa a la cabeza) y combatida por una minoría de penetrantes teólogos ( Inocencio IV, Santo Tomás y Agustín de Aneona). La curia pontificia va a adoptar en 1434 una postura intermedia, que, para el momento, supone un decidido progi^ so. Este milagro se operó gracias a los infoimes que sobre las verdaderas circunstancias de los aborígenes atlánticos arribaron a la corte pontificia con el apoyo del obispo de Rnbicón, Femando Cálvelos, y por el testimonio directo de un abnegado misionero, fray Juan de Baeza, minorita, y nn lego indígena, Juan Alfonso Idubaren. Eugenio IV, que ya se hutía distinguido por la protección dispensada a la misión, a la que había concedido toda clase de privilegios y gracias, dio un paso decisivo al proclamar la libertad de los aborígenes. La bula Regimini gregis ( 29 de septiembre de 1434) execra las violencias cometidas por piratas cristianos contra los naturales con objeto de reducirlos a esclavitud. En estos asaltos eran capturados los indígenas recién convertidos y los que estaban en camino para abrazar la fe. Ello se traducía en nna actitud de retraimiento y bostilidad por parte de los infieles a la labor de los misioneros. Eugenio IV proclama la libertad de los aborígenes dentro del área o territorio señalado como escenario de la evangelizaeión. l^ adíe debería capturar a los neófitos, a los semiconversos ni a sus vecinos. El pontífice proscribe a los príncipes y capitanes cristianos las depredaciones y asaltos, conminando a devolver la libertad a los cautivos bajo pena de excomunión. Aquellos que, obedientes al mandato del vicario de Cristo, manumitiesen los esclavos disfrutarían de una indulgencia plenaria. Por otras diversas bulas del mismo año la misión se vio protegida con distintos privilegios y gracias espirituales y materiales. Cabría destacar el « ae- ^ JOSÉ DE VIERA Y CtAViJO: Noticias de la historia general de las islas de Canaria, Madrid, 1783, tomo IV, págs. 614- 615. JOSÉ ZUNZÜNEGUI: LOS orígenes de las misiories en las islas Canarias, en « Revista Española de Teología » , vol. I, cuad. 2. » ( afio 1941), pág. 383. Rt3MEt3 DE ARMAS: El obispado de Telde, pág. 130. San niego de Alcalá, por Zurbarán. ( MADRID: Iglesia de las Maravillas). Fray Diego de San Nicolás, minorita andaluz, lego- gruardián del convento de San Buenaventura, fue un abnegado evangellzador de las islas Canarias. Si^^- JíM:-^' HkiM tOt. !>•/•• 7 i'Mnfm^ tU. o.?/.. » V,/./,/. rf.'- 9AR. TE DE ' iEKBBJd/ r LXC^ VAS DE SSPAA/ A Las islas Cattarias y el África Occidental, por Pedro Agustín del Castillo. Í676. ( LAS PALMAS: Archivo Vega Grande). LA EVANGELIZACIÓN 0E LOS GUANCHES 27 guro » que bajo pena de excomunión otorgó Eugenio IV en beneficio de los misioneros, navios y fieles, y de manera particular los recién convertidos *. Desde 1434 la esclavitud no se pudo practicar sino en las islas alejadas del escenario misional. Sería injusto silenciar a partir de este momento la abnegada acción evan-gelizadora d e fray Juan de Santorcaz — epígono cultivador del lulismo— y el lego guardián fray Diego de San Nicolás, más conocido por Diego de Alcalá o simplemente San Diego, ambos adscritos al convento matriz de San Buenaventura. Fray Alfonso de Bolaños, apóstol de Tenerife. El eremitorio de Gtíímar. Ante la imposibilidad de seguir paso a paso el sorprendente despliegue de las misiones atlánticas, nos hemos de limitar a enunciar los momentos capitales. AI promediar la centuria, la evangelización proseguía con éxito singular. Los misioneros se habían abierto camino por las islas mayores Gran Canaria, La Palma y Tenerife, fundando eremitorios para la evangelización de los infieles canarios. De los núcleos misionales de Gran Canaria y Tenerife poseemos sustanciales pormenores, mientras que muy poco se sabe del eco de la predicación 8 A. V.: Reg. F « f., vol. 373, fol. 79v. RAFAEL TORRES CAMPOS: Carácter de la conquista y colonisación de las islas Canarias. Madrid, 1901, apéndice II, págs. 207- 208. La bula está expedida en Florencia. DoMiNiK J. WOLFEL: La Curia Romana y la Corona de España en la defensa de los aborigénes canarios, en la revista « Anthropos » , tomo XXV ( ano 1930), págs. 1039- 1041. líl texto de este trabajo resulta de imposible aprovecbamiento por la serie interminable de errores cronológicos y de transcripción. ANTONIO RUMEU DE ARMAS: La política indigenista de Isabel la Católica. Valladolid, 1969, págs. 29- 31. 28 ANTONIO RÜMEÜ DE ARMAS en La Palma. Por eso hemos de limitamos a señalar el panorama de la evan-gelización en las dos islas primeramente citadas. Durante el tercio medio del siglo xv, Telde volvió a ser el núcleo misional más importante dentro de la isla de Gran Canaria. Bajo el alto patrocinio del obispo de KuMcón don Diego López de lUescas ( 1460- 1468) y la eolaboración efectiva de los franciscanos de la vicaría de Canarias se cimentó en la mencionada ciudad sureña mi eremitorio ( casa de oración) alrededor del año 1462. La edificación del eremitorio se pudo acometer después de una laboriosa negociación con los indígenas llevada a cabo desde el enclave militar de la torre de Gando y previa la entrega de niños rehenes cristianos como garantía de pa? y amistad. El obispo Illescas procedió a consagrar la nueva iglesia, q u e quedó abierta al culto. En la valiosa Información- de Esteban Pérez de Cabitos ( 1477), Martín de la Torre da fe del singular suceso: « Este testigo vido en Telde al obispo de Canaria don Diego López, e que estovo ende con él dentro en Telde, e q a e ojo ende míssa... » -. Femando Alfonso es tanto o más expresivo, aunque no declare de manera inconcusa que Telde sea el escenario concreto del recuerdo: < Conosció este testigo en las dichas islas al dicho obispo e sacerdote de ellas..., e que vido bautizar en ellas a algunos canarios, e que este testigo fue padrino dellos; e aun que fizo bautizar unos quafro cativos canarios, suyos desde testigo... » '. No se puede precisar el lapso de tiempo en que el eremitorio de Telde se mantuvo en pie. Sobran los indicios, sin embargo, para establecer que más adelante fue destruido por los indígenas, al quedar rota » las amistosas _ relaciones con la torre de Gando '. ' Biblioteca del Real Monasterio del Escorial: II- X- 26. Est. 16.2. Información auténtica sobre cuyo es el derecho de la isla de Langarote y conquista de las Canarias, hecha por comisión de los Reyes Católicos D, Femando y D." Isabel, MCDLXXVII. Otra copia se conserva en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid: manuscrito 11- 2660. Fue acometida por el pesquisidor Esteban Pérez de Cabitos — también llamado Pérez de Gogón— en virtud de expresa comisión de los Reyes Católicos ( cédula despachada en Toro el 16 de noviembre de 1476). Ha sido impresa en publicaciones distintas: 1."* Parte documental. Por GEECORIO CHIL Y NABANJO: Estudios históricos, clitnato-lógicos y patológicos de las islas Canarias. Las Palmas de Gran Canaria, tomo 11, páginas 518- 632. 2.* Información testifical. Por BAPAEI TORRES CAMPOS: Carácter de la conquista y colonización de las islas Canarias. Madrid, 1901, apéndice 1, páge. 121- 206. Lo8 textos transcritos corresponden a esta última, págs. 188- 189 y 201. Este importante documento será citado en adelante, para abreviar, Cabitos; Información. Consúltese el Repertorio de Siglas y Abreviaturas ( pág. 15). RuMEü DE ARMAS: Et obispado de Telde, págs. 138- 139, « Ibid., págs. 140- 144. En esta obra se identifican como una misma edificación el eremitorio de Telde ( casa LA EVANGELIZACIÓN DE LOS GUANCHES 29 En cuanto al núcleo misional de Tenerife, radicado asimismo en el sur de la isla, y más concretamente en Candelaria ( menceyato de Güímar), cont ó desde un principio con poderosos valedores que contribuyeron a dar al nrtismo inusitado auge. El ministro general de la Orden franciscana fray Jaime de Zarzuela ( elegido el 2 0 de mayo de 1458) acogió bajo su tutela el eremitorio de Tenerife, sometiéndolo a directa jurisdicción. El principal apóstol de esta misión fue fray Alfonso d e Bolaños, quien había conseguido catequizar buen número de infieles ^ Sabemos por expresa declaración pontificia que el núcleo tiner-feño lo componían tres misioneros, y hasta es dable identificar a otro de ellos, fray Masedo, Acaso fuese el tercero fray Diego de Belmanua. De los t r e s hay constancia de que vivieron entre los guanches y que predicaban en l a lengua de éstos ". El segundo protector del eremitorio de Tenerife fue el obispo de Ru-bicón don Diego López de Illescas, a quien de sobra conocemos. Este patrocinio se extendió a fray Alfonso de Bolaños. como cabeza visible del núcleo nivariense. Dicho prelado se erigió en defensor del misionero contra las tropelías del vicario d e Canarias fray Rodrigo de Utrera, acudiendo con sus quejas, en 1461, ante la propia corte pontificia. Conocemos estos incident e s por la bula Decet apostolicam, sedem ( 19 de enero de 1462) del papa P í o II. El vicario Utrera, prevalido de su cargo, se incautó de los documentos que habían autorizado la erección del eremitorio, imponiendo obediencia a sus órdenes. De resultas de esta desatentada conducta, la misión quedó paralizada por completo. Pío I I , haciéndose eco de la » quejas de Illescas, ratificó los privilegios y exenciones de que disfrutaba el eremitorio, al mismo tiempo que concedía a Bolaños amplísimas facultades para proseguir en la tarea emprendida ^^. de oración) y fortaleza construida por los castellanos en la mencionada ciudad sureña. Un análisis más detenido de los textos nos permite rectificar este parecer. Fneron dos edificios distintos, aunque con suerte pareja. Sobre el incierto destino de los niños rehenes, véase particularmente la página 144 En 1482 segHían bajo cautividad. En relación con la fortaleza de Telde, consúltese el capítulo III de la presente obra, páginas 84- 86. ^ JOSÉ MARÍA POU Y MARTÍ: BuUarium Franciscanum. Nueva Serie, Quaracchi, 1939, tomo II, núm. 978, pág. 512. i" Véanse las páginas 33- S4 de este mismo capítulo. Bula Decet apostolicam sedem ( 1462). BuUarium Franciscanum, tomo II, núm. 978, página 512. ^ 1 Las disensiones internas entre los frailes minoritas pusieron en trance crítico a la naciente misión. La vicaría se la disputaban tres religiosos; fray Juan de Logroño, fray Femando de ^ lamanca y fray Pedro de Marchena, con escándalo de los fieles, que soli- 30 ANTONIO ROMEU DE ARMAS El celo evangélico de este abnegado misionero le arrastró a una singular aventura: iniciar por sns propios naedios la catequizaeión de las iribus Tecinas del continente africano, es decir, azenegues y_ guineos. Aquel óptimo panorama hizo meditar a los pontífices sobre la conve-ttiencia de afianzar con apoyos más sólidos l a acción misional. Para que los t « cnrs08 económicos no faltasen, Ro I I , por la tula Pastor bonus ( 7 de octubre de 1462), concedió una amplia indulgeneia en beneficio de los cooperadores en las obras misionales y de cuantos contribnyesea con sus limosnas o decisiones a i^ dinñr cautivos, o con su ayuda a reprimir la piratería y la esclavitud de los indígenas. El papa ratifica por medio de esta bula los privilegios concedidos por sus predecesores y fulmina de nnevo la excomunión contra los piratas que salteasen y vendiesen a los naturales si no les restitoían inmediaíameníe la libertad. Pío I I da un paso más en favor de la libertad de los infieles y garantiza los pactos y confedemdone » que los obispos concertasen con los naturales t< « lavía sin convertir. Estos hondos o reinos, llamados de paces, disfrutarían también de plena libertad, bajo pena de excomunión para los que atentasen contra la misma ^^. Es curioso señalar cómo el papado reacciona ahora frente a l a tradicional cruzada, es decir, la guerra santa indulgenciada, para abogar con auténtico entusiasmo por la acción jnísional indulgenciada. citaron de la santa sede tomase cartas en el asunto. Pío II ( por m Lula Ad uberes, 21 de diciembre de 1456) depuso a los tres, ordenando que se verificasen nuevas elecciones bajo el alto patrocinio de fray Alfonso de Bolaños. En el capítulo resultó electo para un nuevo trienio fray Rodrigo de Utrera, que, siendo conventual, se había hecho pasar por observante. A^ Biás abusó de su poder, como se ha señalado en el texto. Descnbierto el fraude, causó grandes escándalos entre los misioneros. El caso fue de-nnnciado al pontífice por el obispo de Rubicón don Diego López de Illescas. Pío II ( bula Cum nihil sit, 19 de enero de 1462) depuso a Utrera, ordenando a Bolaños la convocatoria de un segundo capítulo para proceder a la elección de vicario legítimo. Resultó designado el apóstol de Tenerife. La bula Decei apostolicam sedem, mencionada en el texto, ratificó y amplió los privilegios de que disfrutaba la misión de Tenerife. BuUttrium frandscanutn. Nueva serie, tomo TI, núins. 727, 977 y 978, págs. 374, 510 y 512. * 2 VIERA y CLAVIJO, tomo IV, págs. 621- 625, Este autor fue el primero en dar a conocer la bula. Está datada en Petreolo, diócesis de Siena. Bulkrium Franciscanum. Nueva serie, tomo II, núm, 1.044, pág, 54S. RuMEu DE ARMAS: La política indigenista de Isabel la Católica, págs, 31- 32, Los pactos o confederaciones a los que alude la bula habían ya tenido efecto por lo que respecta a Gran Canaria, El 16 de agosto de 1461 el señor de las Canarias Diego García de Herrera y el obispo Diego López de Illescas habían firmado paces con los reyes indígenas de Gáldar y Telde, En cambio, las poces con los nueve reyes de Tenerife se verificaron algo más tarde, el 21 de junio de 1464, estando presente el sefíor temporal. A estos pactos de amistad y suwisión se hará « Je nuevo referencia en el capítulo IH, páginas 73- 76 de esta obra. MMCMi J^ L' á ^ . Mapa de la isla de Fuerteventura, por Leonardo Torriani. ( COIMERA: Biblioteca Universitaria). Los frailes fr^ n^^ f^ fn"?/""- daron en 1414, en ios aledaños de Santa María de Betancuria, el convento de San Buenaventura, el núcleo misional mas importante del archipiélago canario en la etapa primigenia. Vista patwrámica de Santa María de Betancuria, por Leonardo Torriani. ( COIMBRA: Biblioteca universitaria). Sobre el casco urbano — a la izquierda— se divisa el convento de San Buenaventura. LA EVANGELIZACIÓN DE LOS GUANCHES 31 Como ya se h a referido, en esta segunda etapa la figura verdaderamente eximia de la misión es fray Alfonso de Bolaños, O. F . M., apóstol de Tenerife, donde llegó a contar con innúmeros prosélitos. Pío I I le otorgó el título de vicario en 1462, autorizándole para reclutar misioneros en los conventos franciscanos de su preferencia ^*. De esta manera las misiones atlánticas quedaron segregadas en dos circunscripciones: la vicaría de las Canarias ( primera), dependiente del provincial de Castilla, y la mearía de las islas del Océano y Guinea ( segunda), sometida a la directa jurisdicción del ministro general de la Orden franciscana. Bolaños debía de ser andaluz, porque sus compañeros fueron reclutados en esta región de manera casi exclusiva. Para la formación y descanso de los misioneros, la vicaría llegó a contar con diversas casas en Andalucía, entre las que sobresalían las de Sanlúcar, Jerez y Utrera " . Esto « conventos filiales se erigieron en distintos momentos. El primero, el monasterio de Santa María de Jesús, de Sanlúcar de Barrameda, fue fundado en 1443. La dotación del mismo debióse a la munificencia de la vecina de dicha villa Mencía Alfonso Mufiiz ^°. Le seguía en antigüedad el convento de la Madre de Dios, de Jerez de la Frontera, edificado entre los años 1443- 1450. El tercer monasterio adscrito a la vicaría de Canarias fue el de Santa María de las Veredas, en la villa de Utrera; no se sabe exactamente cuándo se incorporó a la misma, aunque la fecha más probable es la de 1459. A la sombra de las disposiciones pontificias antes citadas, fray Alfonso de Bolaños y sus compañeros de misión se arrogaron una independencia de actuación que iba a despertar el recelo de sus antiguos superiores. Ya se ha hecho mención del convento de Sanlúcar de Barrameda como casa filial para la recluta, preparación y descanso de los misioneros. Pues bien, Bola-ños, por su cuenta y riesgo, declaró exenta a esta casa de la jurisdicción del vicario de Canarias, del vicario general de los observantes y del propio 13 Bullarium Franciscanum. Nueva serie, tomo II, núm. 1.061, pág. 554. La designación fue hecha por medio de la bula Ex assuetae pietatis intuitu, de 12 de diciembre de 1462. 1^ Ihid., tomo III, núm. 1. S82, pág. 690. 1° La fundación de una « asa o convento para franciscanos observantes en Sanlúcar fue promovida por los vecinos de dicha villa Sancho de Vera, Fernando Martínez Bacliicao, Alfonso Fernández de Lugo, Lopa González y Antón Pérez. El solar y arboleda, situados en las afueras del pueblo, fueron donados por Mencía Alfonso Mufiiz. La adscripción a la vicaría de Canarias debióse a las gestiones de fray Juan de Logroño, vicario a la sazón ( 1443). HIPÓLITO SANCHO DE SORBANIS: LOS conventos franciscanos de la misión de Canarias, en « Anuario de Estudios Atlánticos » , tomo 5 ( año 1959), págs. 377- 382. P. ÁNGEL ORTEGA: La Rábida: Historia documental crítica. Sevilla, 1925, tomo I, pagina 210. 32 ANTONIO RÜMEU DE ARMAS ministro general de los franciscanos ^^. Es más, procedió a l a recluta de frailes misioneros e n los conventos de Andalucía con el mismo alarde de autonomía y libertad. La protesta de la Owien n o se h i z o esperar. El capítulo general de los frailes menores de San Francisco reclamó contra el desusado proceder del vicario y los misioneros atlánticos. E n vista de ello. Pío 11, p o r su bula Non debet indecens reputan, de 12 d e enero de 1464, revocó las exenciones de que disfrutaban los misioneros, a los que sometió a la jurisdicción directa del vicario general de los observantes. Si p o r un lado el papa les quitaba independencia, por otro les acrecentaba en facultades espirituales, ya que 18 Como es sabido, la sitnacióa de las órdenes religiosas en los postreros siglos de la Edad Me^ a era sumamente delicada. En el caso partictdar de los jranciscanos, la crisis se manifestaba en « na relajación de la disciplina y ana intei^ retación laxa de la pobreza. A. los que asi obraban se les llamó conventuales. Como reacción contra esta actitud acomodaticia se produjo en el siglo xiv el movimiento de la regular abservtmcia, que pretendía la reforma de la Orden a base de la observancia pnra de la regla, es decir, de la vnelta al ideal primitivo, acentuando el carácter eremítico de la misma. Los observantes tuvieron, una gran difusión por toda la cristiandad. Al principio estuvieron sometidos a las autoridades comunes: el ministro general, los ministros provinciales y los custodios. Pero en el famoso Concilio de Constanza ( 1415) los observantes franceses consiguieron plena autonomía. A partir de esa fecha serían regidos por un vicario general ( prácticameote independiente del ministro general), por los vicarios provinciales y los custodios particulares. El ejemplo de los franceses fue de hecho seguido por los observantes de otras naciones. Desde este importante momento la unidad de la Orden minorita fue pnramente ficticia, quedando dividida en la práctica en dos grandes familias: conventuales y observcaües. Poco tiempo más tarde, el pontífice Martín V, por medio de sus famosas constitucio- . nes ( 1430), llevó a cabo un meritorio esfuerzo para devolver a los franciscanos la unidad, pero su intento se vio frustrado ante la resistencia opuesta por ambas familias minori-tas, A partir de este fracaso la santa sede hubo de limitarse a regular la convivencia entre ambas ramas ( bulas de concordia). La división quedó consagrada por la bula üt sacra Ordinis minorum, de Eugenio IV ( 1446). Este pontífice, señalado protector de los observantes, dispuso que, bajo la autoridad nominal del ministro general, los frailes reformados quedasen sujetos a la inmediata jurisdicción de dos vicarios generales: a) Vicariato cismontano ( Italia y el este de Europa). b) Vicariato uJtramontano ( Francia, España, Alemania, Inglaterra y norte de Europa). Los observantes españoles se organizaron en 1447 bajo la dirección de fray Luis de Saja, delegado del primer vicario general ultramontano fray Juan Maubert. De momento constituyeron tres vicarias provinciales: Aragón, Castilla y Santiago, Sin embargo, en las provincias españolas, y de manera particular en Andalucía, muchos observantes se mantuvieron fieles a sus primitivos ministro general y ministros provinciales. Por eso eran llamados observantes de « ministro » o de comunidad, para distinguirlos de los demás observantes, denominados a partir de ahora de « familiar. Esta actitud en favor de la tradicional unidad fue a la postre vencida y superada, pues entre los afios 1451- 1460 todos los observantes españoles pasaron a depender del vicario general ultramontano y de sus respectivos vicarios provinciales. LA EVANGELIZACIÓN DE LOS GUANCHES 33 podían administrar el bautismo y_ demás sacramentos a los neófitos, sobre los cuales venían a ejercer derechos cuasi parroquiales ^'^. El pontífice, para congraciarse con el vicario general ultramontano de los observantes, fray Zegero Maigrefort, le dirigió particularmente la bula Superioribus temporibus, de 24 de enero de 1464, en la que le comunicaba cómo los misioneros de Canarias j Guinea, en sus dos vicarías, quedaban sometidos a su jurisdicción. Esta bula pudo ser leída, para satisfacción de todos, en el capítulo general reunido en Bruselas el 20 de mayo de dicho año ^*. Una bula algo posterior del papa Paulo II, la Decet romanorum pontifi-cem ( 1465), nos informa de manera indirecta que por esa data fray Alfonso de Bolaños ejercía autoridad como vicario sobre Guinea, las islas del Mar Océano y alguna de las Canarias ^^. El ardoroso misionero minorita no sólo chocó con sus superiores jerárquicos, sino que también tuvo roces con el poder temporal. Esto explica que en 1465 don Diego García de Herrera, sefior de las islas Canarias, se que-jase de su comportamiento en carta que dirigió al propio papa Paulo II. Por la respuesta del soberano pontífice, dirigida al obispo lUescas ( 9 de septiembre), nos enteramos de que, según Herrera, fray Alfonso de Bolaños abusaba de sus privilegios, proponiendo para sustituirle a fray Diego de Belmanua, abnegado misionero que conocía la lengua de los isleños. El santo padre encomendaba al prelado rubicense la resolución del litigio ^"'. A esta etapa tan intensa de la acción misional aluden con reiteración los testigos de la famosa Información de Cabitos ( 1477). El propio señor de las Canarias Diego García de Herrera confiesa, por la pluma de su procurador, lo que sigue: « el obispo de las dichas islas ha estado en las dichas islas e sus clérigos; e en la dicha isla de Tenerife han entrado asaz veces frayles, e tienen su iglesia e hay en ella asaz gente bautizada » . El testimonio merece ser realzado por la calidad de la persona y la concreción de los detalles. Los fedatarios menores se expresan más vagamente y con moderado optimismo. Juan Iñiguez de Atabe confirma que « Diego de Perrera... fizo en Tenerife... una iglesia... » . Diego Martínez, Antón de Olmedo, Gonzalo Ro-dríguez y Martín de la Torre, los cuatro vecinos de Sevilla y moradores accidentales en el archipiélago, atestiguan « que entraron e estuvieron, en la dicha isla [ de Tenerife], el obispo e ciertos frayles... » . " Buüariwn Fraiwiscanum. Nueva serie, tomo II, núm. 1.195, pág. 619. 18 Ibid., núm. 1.201, pág. 622. 1 » Ibid., núm. 1.301, pág. 661. 20 Ibid. 34 ANTONIO RÜMEU DE ARMAS Gonzalo Rodríguez alude a algún momento de tirantez entre misioneros y guanclies. Oigámosle: « e que después se salieron dende [ los frailes] sin les facer por qué; e qne oyó dezir que algunos dellos habían baptizado, pero que noa viven como christianos... » . Martín de la Torre reitera la violenta situación: « e que este testigo ayudo a sacar un frayle que se llamaba fray Masedo, que había entrado ende, e lo tenían detenido... » ^^. ^. Vicisitudes de la cristianiz. ación de los guanches. Cuando falleció el papa Pío II, en 1464, los enemigos de las misiones o sus recelosos desafectos hicieron correr la voz de que lodos los privilegios y exenciones de que disfrutaba el vicario Bolaños habían quedado extii^ ui-dos con 6u muerte. Por otra parte, volvieron a renovarse las divergencias en tomo a si los misioneros deberían estar sometidos a la jurisdicción del vicario general ultramontano de los observantes o al ministro general " de la Orden franciscana. Para poner en claro la situación y despejar cualquier posible mal entendido, fray Alfonso de Bolaños optó por trasladarse a Roma así que supo qpe Sixto IV, antiguo ministro general de los franciscanos, acababa de subir al solio pontificio ( 1471). Bolaños pnso tal ardor en la defensa de su causa y el nuevo pontífice quedó tan gratamente impresionado por el óptimo panorama que ofrecían las misiones, que desde este mismo instante se declaró su protector, tomando sobre sí la responsabilidad de importantes decisiones. Al igual que Pío I I , Sixto IV se apresuró a expedir la bula Pastoris aetemi ( 29 de junio de 1472), fiel trasunto de sus inquietudes misionales. El pontífice minorita se declara entusiasta y ardoroso campeón de la conversión de los indígenas guanches y africanos, depositando toda su confianza en fray Alfonso de Bolaños para el desempeño de tan importante 21 Páginas 155, 170, 175, 184, 186, 201 y 203. lA EVANGELIZACIÓN DE LOS GUANCHES 35 misión. Con este objeto erigía la nunciatura de Guinea, designando nuncio y comisario a fray Alfonso de Bolaños. Quedaban bajo su inmediata dependencia espiritual la isla de Tenerife, los territorios de África y Guinea y las islas del Mar Océano ^^. Esta importante decisión no puede quedar sin comentario. Sixto IV, haciendo caso omiso de la soberanía portuguesa y de la jurisdicción espiritual otorgada a la Orden de Cristo por su predecesor, Calixto III ^*, sometía, a la vista del fracaso luso, a la acción misional de los frailes andaluces todo el dilatado territorio del África Occidental. Era algo así como tina penetrante cuña espiritual hispánica clavada en el ámbito territorial portugués. Esta determinación se producía a los doce años del fallecimiento de don Enrique el Navegante. Conviene destacar asimismo que quedaban bajo la jurisdicción de la nueva nxinciatura las islas del Mar Océano. En este punto es particularmente expresiva la bula: « cuantas con diversos nombres se hallen en el Atlántico » . Como por esta fecha ya estaban pobladas las Azores y Madera, sometidas o en vías de serlo las Canarias y descubiertas las de Cabo Verde, la alusión es clara a otras islas diseminadas por el Océano, que en el ambiente marinero de la época se daban como existentes con absoluta seguridad ( Antilia, Brasil, San Brendán, Siete Ciudades, etc.) ^''. 22 Bullarium Franciscanum. Nueva serie, tomo III, wám. 28(), pág. 117. RuMEU DE ARMAS: La política indigenista de Isabel la Católica, págs. 32- 34 y 39; La nunciatura castellana de Guinea, en « Revista de Indias » , núms. 109- 110 ( año 1967), páginas 285- 311. 2^ Dicho pontífice había concedido jurisdicción espiritual sobre el continente africano a dicha Orden por la bula ínter caetera, de 13 de mayo de 1456. ANTONIO RUMEU DE ARMAS: España en el África Atlántica. Madrid, 1956, tomo I, páginas 98- 101. Los misioneros franciscanos, conforme hemos dicho, no se limitaron a evangelizar las islas Canarias, sino que desde ellas se abrieron paso en la vecina plataforma continental, es decir, en las tierras de Guinea, cuya soberanía política habían otorgado los pontífices romanos al reino de Portugal. Esta acción misional tiene que datar, por lo menos, de los años postreros de la administración de don Enrique el Navegante ( t 1460), pues en documentos pontificios de 1462 se constata su existencia, así como el propósito de dar a la evangelización una mayor actividad y auge. Valga como ejemplo la bula Pastor bonus ( 7 de octubre de 1462), antes citada, en la que el pontífice Pío II pondera por igual el desarrollo que iban teniendo las misiones en las islas del Océano y en la provincia de Guinea, donde trabajaban con admirable celo muchos misioneros del clero regular. Guando por la misma data erigió dicho papa en vicaría autónoma la misión de Bola- Sos, insiste en el auge que iba tomando la evangelización de África. La bula Ex assuelas pietatis intuitu, de 12 de diciembre de 1462, exalta la labor de apostolado que estaban acometiendo los franciscanos en « Guinea, provincias circunvecinas y en las islas del Mar Océano » . Bullarium Franciscanum. Nueva serie, tomo II, núms. 1.044 y 1.061, págs. 545 y 554. 2* El texto de la bula señala entre los territorios sometidos a la jurisdicción de la 36 ANTONIO EUMEU DE ARMAS La bula Pastoris aetemi merece en otros aspectos particular comentario. En primer lugar, beneficiaba a la misión con una amplísima indulgencia, a la qne haremos inmediata alusión. En segundo término, la colocaba bajo la protección directa de la santa sede j la jurisdicción inmediata del ministro general de los franciscanos. En cuanto al régimen interno de la misión, Sixto IV establecía que a la muerte de Bolafios sus compañeros eligiesen al nuncio y comisario sucesor; al mismo tiempo autorizaba al nuncio para reclutar los misioneros, así entre observantes como entre conventuales, sin que los superiores respectivos pudiesen poner obstáculos a su labor. Por último, Sixto IV comisiona al arzobispo de Lisboa, Jorge da Costa; a los obispos de Cádiz y Huelva, Pedro Fernández de Solís y Juan de Meló, respectivamente, y al prior de Guadalupe, fray Juan de Guadalupe, para qne velasen por el exacto cumplimiento de todas estas disposiciones. Las facTjltades concedidas a fray Alfonso de Bolafios eran de tal importancia, que el papa no quiso tuviesen efecto sin que antes fuesen examinadas por el vicecancelario de la Iglesia Romana, el cardenal Rodrigo de Borja, que se encontraba en España en calidad de legado pontificio. El portador del diploma papal fue el mismo Bolafios, quien en presencia del obispo de Tarazona, Pedro Perraz, hizo juramento solemne de entregarlo a su destinatario ^°. Así lo llevó a cabo, en efecto, obteniendo el cardenal Borja asentimiento pleno para la obra emprendida. Concretándonos a los medios económicos con que apoyar la labor abnegada de los misioneros, Sixto IV predicó una bula de indulgencia en beneficio de los cooperadores de la misión, reproduciendo- las gracias espirituales otorgadas por su predecesor. Pío II. La única diferencia estriba en que mientras la primera btila —^ la Pastor bonus ( 1462)— tuvo un ámbito de acción reducido, Andalucía exclusivamente, la segunda — Pastoris aeter-nis ( 1472)— va a ser pregonada por todo el territorio peninsular, Castilla, Aragón, Navarra y Portugal. El pontífice romano interesó en ello, de manera muy particular, a Femando e Isabel, reyes de Castilla ( 1474), y a Juan II, rey de Aragón. Fue designado un comisario de la bula, y los cuatro reinos se poblaron de predicadores, tesoreros y colectores de la indulgencia. Aunque no se poseen cifras, el dinero recaudado para dicha finalidad evangélica debió ser muy importante. nueva nunciatura: las islas Canarias, Guinea, África media, isla de la Madera « y otras islas del Océano ya descubiertas o por descabrir » . 2 » Con dicho objeto, Sixto IV expidió la bula Sperantes Domirw auctore ( 5 de julio de 1472). BuUaríum Frmuismnuni. Nueva serie, tomo III, núm. 284, pág. 121. LA EVANGELIZACIÓN DE LOS GUANCHES 37 De la actuación de Bolaños y sus compañeros en las islas del Océano y Guinea nada o casi nada sabemos. El punto fuerte de la misión era la isla de Tenerife, donde las conversiones de indígenas habían dado frutos espectaculares. La bula Pastoris aetemis ( 1472) hace referencia a miles de infieles instruidos y bautizados. El párrafo pertinente merece ser reproducido con carácter textual: « Cum autem, sicut exhibita nobis super pro parte tua petitio continebat, tu cum plerisque dicti ordinis professoribus, quos in insulis Canariae pro convereione infidelium huiusmodi deputasti, ab illo tempore citra circa eamdem conversionem magnum fruc-tum cooperante Domino feceris et nuperrime in Ínsula Tenerife, quae ex insulis Canariae exsistit, multa paganorum railia ad catho-licam fidem convertí procuraveris et sacri baptísmatis fonte renatos gregí fidelium addideris et homines omnino incultos christianae civilitatis mores instruere et informare coeperis... » ^ ® . Hay que advertir que cuando el rey de Aragón Juan II, por cédula de 15 de marzo de 1475, favoreció en sus reinos la predicación de la segunda bula de indulgencia, se hace eco literal de la anterior disposición pontificia: « ... et dictus frater Alfonsus cum plerisque dicti ordinis professoribus, quos in insulis Canarie pro conversione infidelium huiusmodi deputaverat, ab illo tempore cifra circa eamdem conversionem, cohoperante Domino, fecerit, et in ínsula Thenerife, que ex insulis Canarie existit multa paganorum, milia ad catholicam fidem. convertí procuraverit, et sacri baptísmatis fonte renatos gregí fidelium addiderit... » ^^ Volviendo ahora al régimen interno de la misión, nuestro único guía siguen siendo las disposiciones emanadas de la curia pontificia. El problema que iba a perturbar en mayor grado la buena armonía en el seno de la nunciatura era el de la acalorada rivalidad entre observantes y conventuales ^^ Recuérdese que la bula Pastoris aetemis ( 1472) autorizaba al nuncio Bolaños para reclutar los misioneros entre ambas ramas de la familia franciscana, sin que los superiores respectivos pudiesen poner obstáculos en la abnegada tarea. 28 Véase la nota 22. " A. C. A.: Registro 3.389, fol. 45 V.- 47. RuMEU DE ARMAS: La política indigenista de Isabel la Católica, págs. 157- 160, doc. 2 ( en particular la página 158). * 8 Véase la nota 16. 38 ANTONIO RUMEU DE AEMAS Contra esta determinación llovieron las protestas por el confusionismo que sembraba o el mal uso que de ella se hacía. Los primeros en dejar oír su voz fueron el vicario general de los olservantes, los provinciales de España y Portugal ( conventuales) y los vicarios provinciales ( observantes) de idénticos reinos. Se lamentaban, en primer lugar, de qxie la recluta « para la conversión de los infieles en Granada, Guinea, África y en todas las islas del Océano » se hiciese sin Ucencia de sus respectivos superiores, y, en segundo término, del constante trasiego que hacían los misionaros pasando a su capricho de la observancia a la conventualidad, y viceversa. Contra estos abusos reaccionó Sixto IV expidiendo la bula Regimini uni-versalis ecclesiae ( 1473), por la que exigía a los misioneros que declarasen de manera definitiva a qué familia deseaban pertenecer para el futuro^". Esta solución no satisfizo a nadie. Por esta circunstancia, el propio pontífice expidió la bula Romanus pantifex ( 1475), renovando las prohibiciones decretadas por su predecesor, Paulo II, sobre la posibilidad de pasar de una familia franciscana a otra. Al mismo tiempo alaba y pondera Sixto IV la abnegada actuación de Alfonso de Bolaños, « nuncio apostólico de las islas Canarias, islas del Mar Océano, Guinea y provincias de África » , cuyos planes y proyectos pretende apoyar con verdadero entusiasmo. Con este fin ordena que cada una de las cuatro provincias franciscanas de la península Ibérica debería aportar anualmente enatro religiosos de la observancia para cubrir los cuadros de la misión hasta tanto que estuviesen abiertos un número naínimo de ocho conventos ultramarinos. Estos dieciséis misioneros recibirían licencia escrita de sus superiores, quedando facultado Bolafios para admitirlos en caso de arbitraria negativa. Otro punto que aborda la bula antes mencionada era el relativo a la ' sucesión de Bolaños. Sixto IV había dispuesto en 1472 que fuese designado por elección entre } o3 misioneros. Por la bula Romanus pontifex ( 1475) condiciona la consolidación en el cargo a la probada capacidad misional del sucesor. Si demuestra relevantes aptitudes permanecerá en dicho puesto con carácter vitalicio. En otro caso, y precedidas tres admoniciones para la debida corrección, se procederá a una segunda elección por parte de los misioneros. Otros extremos importantes de la bula que comentamos fueron los siguientes: adscripción de todos los misioneros a la observancia y sujeción de los míPRios al nuncio y comisario apostólico de las misioaes ^°. Una segunda bula, la Intenta continué mlutis animarum, fue expedida <^ n idéntica fecha ( 1475). E n ella se recapitulan todos los privilegios eonce- 26 Bullarium Franciscanum. Nueva serie, lomo III, núm, 434, pág. 177. Fecha de la bula: Roma, 1 de mayo de 1473. 8° Ibid., núro. 786, pág. 373, Fecha de la bula: Roma, 3 de septiembre de 1475. LA EVANGELIZACIÓN DE LOS GUANCHES 39 didos a los misioneros por Martín V, Eugenio IV, Pío I I j Nicolás V, los que se consideran como válidos o vigentes a lo largo de 1475, no obstante la suspensión de tales gracias por ser año santo o jubilar. Es más, Sixto IV les otorga la facultad de lucrar la indulgencia del año santo en tierra de misiones. Fueron designados ejecutores de esta bula j guardadores de sus privilegios el arzobispo de Sevilla, Pedro González de Mendoza, y los obispos de Ciudad Rodrigo y Gerona, Alfonso de Paradinas y Juan Moles Mar-garit, respectivamente ^^. Al año siguiente, 1476, el mismo Sixto IV, a petición de Bolaños, expedía el breve Provisionis nostrae revalidando la bula de Pío II, Pastor bonus ( 1462), para la conversión de los infieles y redención de cautivos en las provincias de Guinea, islas Canarias y otras tierras africanas e islas del Océano °^. Se cierra esta etapa con la bula Regimini gregis ( 4 de agosto de 1476), de idéntico pontífice. Su objetivo era la seguridad personal de misioneros y neófitos de las Canarias, islas del Océano, Guinea y tierras de África contra las depredaciones de los piratas cristianos, ávidos de obstaculizar la obra civilizadora de Bolaños. A las justificadas quejas de los apóstoles responde el papa otorgando un amplio salvoconducto a todos los implicados en la noble empresa, incluyendo sus bienes materiales. Dicho salvoconducto debería ser respetado por todos los cristianos sin distinción de patria o nacionalidad. Los infractores habrían de incurrir en excomunión mayor, suspensión y entredicho y condenación eterna, sin que nadie les pudiese absolver más que el mismo pontífice, fray Alfonso y sus sucesores en caso de peligro de muerte. Dicha absolución quedaba condicionada por la liberación de los cautivos y la indemnización de los daños ocasionados. Para que esta bula tuviese la máxima difusión por el orbe cristiano, Sixto IV ordena su solemne promulgación, exhortando a cuantos ejercían poder secular a prestarle apoyo y obediencia. Al mismo tiempo les encarecía la adopción de medidas particulares y enérgicas para poner fin a las depredaciones piráticas. Destaquemos, una vez más, las alusiones directas de este pontífice a la evangelización de Tenerife: « Nam qui Deum hactenus non noverunt, modo cupiunt catho-licam fidem suscipere ac sacra baptismatis unda renasci praesertim m Ínsula quae Tenerife nuncupatur, ad quam, ut intelleximus, ipse 31 Ibid., núm. 787, pág. 377. 32 Ibid., núm. 894, pág. 436. Su fecha: junio- julio de 1476. 4 0 ANTONIO RUMBü DE ARMAS Alfonsus nimtius fervore Dei succensus, ut iofidelinm ihidem con-versioni intenderet, transiens, exemplari ordinatione sua plxiriinos ad Christi fidem reduxit... » ® ^. Decctdeneia de la misión. Se aviz. ora la conquista militar. La muerte de fray Alfonso de B oíanos, soBrevenida en 1478, supuso un rudo golpe para la misión. Sus seguidores procedieron a elegir nuncio sucesor a fray Andrés de Zumis. Pero este fraile minorita no se taostró a la altura de las circimstancias. El problema más grave con que tropezó la acción evangélica fue el de la recluta de misioneros, pues volvieron a inter-ferirse las viejas disputas entre conventuales y otservantes, con el consiguiente trasiego de una a otra familia franciscana. Las quejas llovieron sobre el pontífice, hasta obligarle a tomar la dolo-tosa determinación de declarar extinguida la nunciatura de Guinea, incorporando a todos sus misioneros a la vieja vicaría de Canarias, dependiente , de la observancia. Esta resolución se hizo pública por medio de la bula Variis quamvis distracti ciáis, de 22 de noviembre de 1480, dirigida al vicario general ultramontano de la observancia. En esta importante disposición se recapitulan todos los privilegios y exenciones alcanzados de distintos pontífices por los misioneros. Al mismo tiempo se hace eco el papa de los abusos cometidos en la aceptación de religiosos de ambas familias — conventuales y observantes—, contraviniendo las disposiciones vigentes. En vista de ello resuelve que los territorios de las islas Canarias, Guinea, África, isla de la Madera y otras islas del Océano, ya descubiertas o por descubrir, formasen con todas sus casas y religiosos una sola vicaría de la observancia, sometida, como las restantes obras misionales, a la directa jurisdicción del vicario general ultramontano. ^ 8 Ihid., núm. 895, pág. 437. Expedida en Narniae. ANTONIO RUMEU DE ARMAS: La nunciatura casteUtma de Guinea, en « Revista de Indias » , núms. 109- 110 ( año 1967), págs. 303- 305. LA EVANGELIZACIÓN DE LOS GUANCHES 41 Otros particulares de la bula merecen señalarse. La residencia del vicario quedaba fijada en Sanlúcar de Barrameda, puerto donde se reunirían asimismo los capítulos trienales para la renovación de cargos y adopción de acuerdos de interés general. Por su parte, el arzobispo de Sevilla, don Pedro González de Mendoza, recibía el encargo expreso de velar por la ejecución de la bula ^^. Pese a lo terminante de esta disposición, Sixto IV se vio forzado a rectificarla un mes más tarde, debido a las reclamaciones de los conventuales. Se daba la circunstancia de que parte de los misioneros y algunas de las casas de Andalucía procedían de la conventualidad, viéndose ahora incorporados a la observancia. El ministro general de los franciscanos, fray Francisco Nenni Sansón, fue el portavoz de los descontentos. La bula Alias, dum in minarihus constituti, de 20 de diciembre de 1480, sometía la vicaría de Canarias a la directa jurisdicción del ministro general de la Orden, segre-gándola así de la autoridad del vicario general ultramontano observante. En esta bula se hace alusión a las casas que poseían los misioneros en Canarias, Guinea, África y Andalucía. Entre los conventos héticos se enumeran el de Santa María de Jesús, en Sanlúcar de Barrameda; Santa María de las Veredas, en Utrera; Santa María del Valle, cerca de Motinilla, y San Salvador, en las proximidades de Alharán. Era designado ejecutor de la bula el obispo de Cádiz, Pedro Fernández de Solís, con la colaboración y auxilio del duque de Medina Sidonia, don Enrique de Guzmán ^^. Esta situación se mantuvo estacionaria hasta el año 1487, en que Inocencio VIII, por su breve Prídem felicis recordationis, de 11 de septiembre, declaró extinguida la vicaría de Canarias, incorporando todos los conventos y rehgiosos de la misión a la custodia observante de Sevilla ' « . Desde 1487 hasta 1494 ( año en que se inicia la conquista de Tenerife), el panorama de la acción misional se ensombrece notoriamente, sin que sea dable descubrir ningún pormenor valioso en relación con los núcleos cristianos de la isla. Los datos que poseemos inducen a establecer que se produjo vm retroceso en la marcha de la evangelización. Factor poderoso negativo fue el fallecimiento del misionero Bolaños ( 1478), el abnegado e incansable apóstol de los gentiles guanches. Vinieron luego a acrecentar la crisis las disputas entre frailes de las dos familias rivales, acabadas de puntualizar. Por 34 BuUarium Framdscanum, tomo III, núm. 1.357, pág. 677. 8= Ibid., núm. 1.382, pág. 690. RuMEU DE ARMAS: La nunciatura castellana de Guinea, págs. 305- 307. 88 P. ÁNGEL ORTEGA, O. F. M.: Las Casas de Estudios de la Provincia de Andalucía, en « Archivo Ibero- Americano » , primera época, tomo IV ( año 1915), págs. 34- 36. 42 ANTONIO EUMEU DE ARMAS último, hay cjae señalar la pérdida de autonomía, al ser extinguida la vicaría de Canarias, integrándose todos los misioneros en la lejana custodia hética. Tres custodios se sucedieron en este lapso de tiempo: fray Pedro de Marchena ( 1485- 1488), fray Antonio Cruzado ( 1488- 1491) y fray Cristóbal de Todos los Santos ( 1491- 1494), sin que quede constancia de sus resoluciones en la materia ^'. Tan sólo el custodio de Sevilla fray Antonio Cruzado recibió en 1488 una importante comisión de los Reyes Católicos, a la ( jue se aludirá en su momento '*. Hemos dejado e » profeso - para el final la causa más importante: la falta de recursos económicos, al ser canalizsado todo el dinero que producía la segunda bula de indulgencia a la conquista de Gran Canaria. Fue ésta una extraña decisión de los soberanos de Castilla que redujo notoriamente la labor de los misioneros. La resolución ijue comentamos fue tomada por Femando e Isabel en 1477. para dar tan grave paso invocaron algo así como una conquista evangeliza-dora, estimando que la bula era también válida « para que los [ isleños] que por la predicación non se quisieren convertir fuesen conquistados por fuerza de armas' » ' ® . Esta arbitraria interpretación de la tula de indulgencia contó con el impremeditado beneplácito del cardenal legado Rodrigo de Borja durante sU precedente estancia en Castilla ( 1472- 1473), y el incondicional apoyo del obispo de Rubicón fray Juan de Frías y del nuevo nuncio y comisario de Guinea fray Andrés de Zumis. La colaboración de ambos será inestimable en el montaje de las primeras operaciones de conquista *°. En cambio, el pontífice Sixto IV opuso encarnizada resistencia a esta anómala decisión. La primera reacción del santo padre fue suspender la concesión de indulgencias y ordenar de paso el secuestro de las limosnas. A su nuncio en España Francisco Ortiz tocóle mediar en el enojoso asunto. Pero los Reyes Católicos no se arredraron de momento, y el dinero de la indulgencia nutrió en gran parte las primeras operaciones de conquista de la isla de Gran Canaria •*^. ^'' ANTONIO RTJMEU DE ARMAS: La Rábida y el descubrimiento de América. Instituto de Cultura Hispánica, Madrid, 1968, págs. 45- 49. ss Capitulo IV, págs. 105- 106. * » A, S.: Registro del Seilo. Provisión de Femando el Católico, expedida en Toledo en diciembre de 1479. RuMEU DE ARMAS: La política indigenista de Isabel la Católica, págs. 43- 44 y 190- 193 ( documento 17). •* o Ibid., págs. 40- 44. ^'^ A. C, A.: Registro 3.606, fol. 15. Carta de Fernando de Aragón al pontífice Sixto tV ( Toledo, 20 de noviembre de 1479). En esta misiva el monarca español solicita el levantamiento de la suspensión y el secuestro. RuMKU DE ARMAS : La política indigenista de Isabel la Católica, págs. 44- 46. Supuesto retrato juvenil de Isabel, reina de Castilla, que se contempla en el cuadro anónimo flamenco titulado « ha Virgen de la Mosca » . ( TORO: Colegiata). Kscudo de los Reyes Católicos, con los cuarteles que simbolizan la unidad de España, superados por el águila de San Juan y flanqueados por el yugo y las flechas. Bajorrelieve en madera, por Martin Sunches. ( AVILA: Coro del convento de Santo Tomás). CAPITULO II LA VIRGEN DE CANDELARIA, EN TENERIFE LA IMAGEN PRIMITIVA ! i PROBLEMAS HISTÓRICOS, ICONOGRÁFICOS Y ARQUEOLÓGICOS I r. Ap arición a ios guanches de Nuestra Señora de Candelaria. Circunstancias del hallaz, go. De cuanto se ha escrito en el capítulo anterior sobre el desarrollo de las misiones en Tenerife, cabe establecer estas importantes deducciones: l. s Al promediar la centuria xv, los misioneros franciscanos establecieron contacto permanente con la isla de Tenerife, iniciando la evangeliza-ción de los guanches, 2.6 Los minoritas erigieron en dicha isla un eremitorio, como asiento de la catcquesis y punto de irradiación de las predicaciones. 3.* Dicho eremitorio lo integraron en los momentos iniciales tres religiosos. El más destacado de todos, especie de guardián, fue fray Alfonso de Bolaños. Le ayudaba en las tareas fray Masedo. El tercer misionero parece probable que fuese fray Diego de Belmanua. 4." Pío II transformó, en 1462, la misión en vicaría autónoma, otorgando a la misma particulares privilegios y gracias. 5.* Sixto IV, diez años más tarde, 1472, elevó la segunda vicaría de Canarias al rango de nunciatura de Guinea, en la que quedaron integrados Tenerife, Guinea y las islas del Mar Océano, 6.* La segunda vicaría de Canarias y la nunciatura de Guinea fueron desempeñadas por fray Alfonso de Bolaños ( 1462- 1478). 7.9 El pontífice Sixto IV da reiterada fe — 1472 y 1476— de que en la isla de Tenerife eran innúmeros los neófitos, llegando a asegurar que pasaban de mil los infieles instruidos y bautizados. Esta realidad insoslayable arrastra a plantear una primera interrogante: ¿ En qué comarca de la isla de Tenerife se asentó el primitivo eremitorio, base y fundamento de toda la posterior acción misional? 46 ANTONIO RÜMEIT DE AEMAS La respuesta la conoce sobradamente el lector: e n el reino o bando de Güímar, donde recibía veneración la milagrosa imagen de Nuestra Señora, de Candelaria. Ahora bien, esta contestación arrastra en. pos de si otra pregunta más ardua de responder: ¿ Etesde cuándo moraba la Virgen en la isla de su patrocinio? Si conjugamos los doeiimentos con la tradición y las ensmaozas de la historia del arte en su vertiente de imaginería religiosa, cabe abrir xm resquicio de luz por donde desvelar el misterio. Como es de todos bien sabido, la imagcE de la Virgen de la. Candelaria fue algo así como la embajadora espiritual de los misioneros franciscanos, quienes la depositaron en las playas del sur de la isla de Tenerife para sorprender el ánimo ingenuo de los guanches, inclinando su espíritu a escuchar el mensaje de Cristo. Diversos autores, entre los q; « e cabe recordar a fray Alonso de Espinosa, el cronista- poeta Antonio de Viana, Juan Wúñez de la Peña y Pedro Agustín del Castillo, se afanan por vincular la aparición d e la imagen a circunstancias sobrenaturales, con intervención de manos angélicas \ Otros escritores, valgan como ejemplo fray Juan de Abren Galindo y Tomás Marín y Cubas, guardan silencio sobre el particular, en actitud discretamente reservada ^. El poeta- canónigo Bartolomé Cairasco de Mgueroa, con espíritu práctico y realista, enumera una serie de posibilidades en tomo al hallazgo de la Virgen sureña: « ... Ora del alto cielo descendiese ¡ o ya el poder d e Dios la fabricase, I ora de alguna nao que se perdiese | y en esta parte el viento y mar la echase, | ora de algún lugar sagrado fuese, | que por mi- 1 FBAY ALONSO DE ESPINOSA: Del origen y milagros de la Santa Imagen de nuestra Señora de Candelaria, que apareció en la Isla de Tenerife, con la descripción de esta Isla. Ediciones Goya, Santa Cruz de Tenerife, 1952, pág. 56. ANTONIO BE VIANA: [ La conquista de Tenerifel, Antigüedades de las Islas Afortunadas de la Gran Canaria. Aula de Cultura de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 1968, tomo I, páginas 23, 30,155 y 156. JUAN NÚÍTEZ DE LA PBÍÍA: Conquista y antigüedades de las islas dé la Gran Canaria. Santa Cruz de Tenerife, 1848, págs. 36- 37. PEDRO AGUSTÍN DEI. CASTILLO RUIZ DE VEBCAKA: descripción histórica y geográfica de las Islas de Canaria. Edición de Miguel Santiage. Madrid, 1948- 1960, tomo I, fascículo 2, páginas 519 y 540. 2 FRAY JUAN DE ABBÉU Y GALINDO : Historia de la conquista de las siete islas de Canaria. Ediciones Goya, Santa Cruz de Tenerife, 1955, pág. 302.. TOMÁS MARÍN Y CUBAS: Historia de las Siete Isla » do Canaria, 1694. ( Manuscrito). Se conserva copia en el Museo Canario de Las Palmas; págs, 99 y 216. LA VIRGEN DE CANDELARIA, EN TENERIFE 47 lagro allí se transportase; | en fin, de cualquier modo que haya sido I fue portento de Dios por tal tenido... » ^. Puede asegurarse que en la aparición de la venerada imagen mediaron una serie de acontecimientos en los que es dable adivinar la mano sabia de la providencia. El milagro lo opera Dios muchas veces sustituyendo a los ángeles por hombres de carne y hueso, sublimados de gracia santificante. ¿ Y qué mayor milagro que dejar abandonada al borde del mar una imagen de la Virgen María, consiguiendo que los guanches, absortos, la venerasen como madre y patrona? *. Ya a finales del siglo XVIII exponía su parecer coincidente el insigne historiador sacerdote don José de Viera y Clavijo: « Por cualquier parte que se mire, el hallazgo de la santa imagen de Nuestra Señora de Candelaria es digno de aprecio y admiración de todos los canarios sensibles a las glorias de su país. ¿ Perdería acaso su estimación por haber sido la imagen obra excelente de un escultor humano o porque la hubiesen desembarcado en las riberas de Tenerife algunos cristianos piadosos? Creemos que también los hombres son infinitas veces instrumentos de las intenciones de Dios y que la divina providencia tiene derecho a que la consideremos regular en sus consejos, cuando no hay necesidad de otra cosa. Guardémonos, pues, si es posible, de adular con las cosas santas nuestro amor propio... » . Luego hace ver lo mucho que frecuentaban las islas los navegantes peninsulares en la fecha asignada para la aparición: « Aunque no es mi ánimo criticar el juicio que sobre la autenticidad de la aparición hicieron el P. fray Alonso de Espinosa, Antonio de Viana, fray Juan de Abréu Galindo y don Juan Núñez de la Peña, quienes ensalzaron nuestras islas con la posesión de una estatua fabricada por los ángeles en el cielo, traída por los ángeles a Tenerife y celebrada por los ángeles en sus playas, debo confesar que estos mismos historiadores fijan aquella aparición por los años de 1392 o de 1393, época en que, a beneficio de la nueva aguja magnética, se internaban con bastante frecuencia en estas islas las embarcaciones de los cristianos » '. s BARTOLOMÉ CAIBASCO DE FIGUEKOA: Templo Militante. Flos ^ Sanctorum, y triumphos de sus virtudes. Lisboa, Pedro Crasbeeck, 1615, págs. 133- 134. * RuMEu DE ARMAS: El obispado de Telde, pág. 125. 5 VIERA Y CLAVIJO, tomo I, pág. 280. AGUSTÍN MILLARES TORRES : Historia general de las islas Canarias. Las Palmas, 1893- 1895, 48 ANTONIO RUMEü DE ARMAS Si 8 © tiene ahora en cuenta el despliegue intermitente de las misiones a lo largo d © la segunda mitad del siglo xrv y primera del xv, hemos de convenir que la imag « i de la Virgen de Candelaria tan sólo pudo airihar a las playas de Tenerife en uno de estos tre » momentos: 1." Depositada por los misioneros mallorqnino- catalanes en las últimas décadas del siglo xiv. 2.- Traída por los frailes minoritas del convento d © San Buenaventura ( isla de FTierteventinra) en la época de intenso proselitismo que encaman las eximias figuras de fray Juan de Baeza, el lego indígena fray Juan Alfonso Idubaren, fray Juan de Santorcaz y el lego- guardián fray Diego de Alcalá ( años 1425- 1450). 3- S Transportada por fray Alfonso de Bolafios y sus ardorosos apóstoles ea la apasionante etapa de la evangelización de Tenerife, a la sombra protectora de la vicaría y nunciatura de las islas del Océano y Guinea ( 1455- 1478). Veamos ahora las circunstancias de probabilidad que concurren en cada uno de estos tres decisivos períodos, para a la vista de los datos y argumentos expuestos, en armónica conjunción con las orientaciones artísticas, tratar de esclarecer el arduo e intrincado problema. 2. Antigüedad de la imagen. Valoración de los pormenores cronológicos recogidos de la tradición. lia existencia de las misiones mallorquinas en la isla de Gran Canaria — recuérdese una vez más el nacimiento del obispado de la Fortnna- Telde— 10 tomos. Es curioso señalar cómo este autor, tan bien informado, guarda absoluto silencio sobre la aparición de la Virgen de Candelaria y las incidencias i> osteriores al hallazgo. Tan solamente hace una levísima mención al referirse al pueblo de Candelaria ( tomo IX, página 152). ssffi^^^;.---^ sfe ¿ ^^'. - i:;~ Betancuria: Ruinas de la iglesia del convento de San Buenaventura. A la izquierda, en primer término, puede contemplarse el tejado de la ermita de San Diego de Alcalá. En un desolado páramo se yerguen los muros, acentuando aún más la soledad del paisaje. Cortesía de E. Marco Dorta. Betancuria: Ermita de San Diego de Alcalá. Sobre una cueva donde el lego- guardián se solía retirar para sus prácticas piadosas, los discípulos y devotos del santo erigieron una ermita donde venerar su memoria. LA VIRGEN DE CANDELARIA, EN TENERIFE 49 abre la posibilidad de que en esa etapa fuese conocida por los guanches la escultura de la Virgen de Candelaria, echándose de paso los cimientos de su futuro culto. Si nos atenemos además a la tradición, escrita y oral, superviviente al finalizar el siglo xvi, esta hipótesis se vería extraordinariamente reforzada. Nuestros tres cronistas primigenios y fundamentales, Espinosa, Torriani y Ahréu Galindo, contemporáneos entre sí, se inspiran en un texto histórico primitivo, al que tuvieron acceso por conductos diferentes. De ahí el punto de coincidencia en achacar remota antigüedad a la talla de la Virgen de Candelaria. Espinosa es el más expresivo y contundente, porque a la tradición escrita viene a siunar la vaga y confusa tradición oral que ha conseguido captar en las informaciones testificales verificadas entre los descendientes de la raza aborigen. He aquí su exacto testimonio: « Aprovechándome de las antiguas pinturas que esto refieren y sirven de escritura [?], y de la computación de las lunas que los antiguos naturales usaban, vendré rastreando a dar con lo más averiguado... El año de mil y cuatrocientos de nuestra redención, ciento y cinco años antes de que la isla fuera de cristianos..., fue Nuestro Señor servido... que apareciese la santa imagen de Candelaria, para principio del remedio de esta dichosa gente » ^. Con respecto al extraño cómputo que formula Espinosa en la primera línea del párrafo transcrito, precisa prevenir al lector del sentido oculto de la frase. « El año mil y cuatrocientos de nuestra redención » debe interpretarse como alusión a la centuria catorce, pues en otro supuesto carecería de firme base toda su cronología. La expresión ser la isla de cristianos señala puntualmente al término de las operaciones bélicas. Por esta circunstancia habrá que restar ciento cinco años a 1496 ( fin de la conquista, de acuerdo con el testimonio del fraile dominico) para calcular la fecha de aparición de la talla. La sustracción nos sitúa exactamente en 1391. Torriani es más parco en pormenores: « Esta isla [ de Tenerife] se halla ilustrada por la devotísima imagen de la Candelaria, que apareció en ella noventa años antes que fuese de cristianos » ''. Como para el ingeniero cre- 8 Página 51. 7 LEONARDO TORBIAM: Descripción e historia del reino de las islas Canarias. Ediciones Coya, Santa Cruz de Tenerife, 1959, pág. 172. DEL ORIGEN Y M I L A G R O S D E LA Santalmagen de nucftraSeñora de Cand^ laria^ quc apareció en lalsb de Tcnerife^ con la deictipcion de efta Isíí. Compuefio por ti Vetare fray Manfo ie ^ fi'mofé áicádorie elíá. CON PRIVILEGIO, ímprcílo en Seuill^ en cafa de luande Leo. Año de 159 4. áeo¡ i< ic Ummk i^ c%\^ mrakr Mrou • Portada del libro de fray Alonso de Espinosa, La imagen de la viñeta es convencional, LA VIRGEN DE CANDELARIA, EN TENERIFE 51 monés la conquista finaliza en 1495, la oportuna resta emplaza el sorprendente hallazgo en 1405. El tercer cronista, Abréu Galindo, se mantiene en la misma línea que el fraile dominico, axmque alardeando de mayor precisión y rotundidez: « Hay en esta isla de Tenerife una imagen y figura de Nuestra Señora la Virgen María..., intitulada... de Candelaria. No se sabe ni se ha entendido cómo haya venido ni quién la haya traído, ni qué tanto tiempo ha, sino sólo una fama confusa que hay de cien años, antes más que menos que la isla se ganase de los cristianos. Según la cuenta de los antiguos, fue su aparecimiento año de 1390 » ^. Los cronistas inmediatamente posteriores se mueven dentro de esta línea de antigüedad centenaria, con cifras ligeramente oscilantes. El poeta Viana y el historiador Marín y Cubas respaldan con su parecer la común opinión ® . Núñez de la Peña se alarga xai poco más, bajo la directa inspiración de Espinosa: « Nuestra Señora de Candelaria... fue la que primero conquistó esta isla de Tenerife, con su prodigiosa aparición, ciento y cuatro o ciento y cinco antes que los españoles católicos la conquistasen. » Después de esta declaración, escoge como fecha límite para el cómputo 1497, llegando tras la oportuna resta a la siguiente conclusión: « Fue dicha aparición año de mil trescientos y noventa y dos » ^°. Castillo reitera el emterior parecer: « Esto fue por los años de mil trecientos noventa y dos » ; después, interpretando mal la antigua expresión de Espinosa, añade: « y según sus tradiciones o cómputos de la Luna, a los de mil y quatrocientos » ^^. El príncipe de los historiadores canarios, don José de Viera y Clavijo, acepta el común parecer. Líneas atrás acabamos de reproducir su dictamen en favor « de la aparición por los años de 1392 o de 1393 » ^^. El resultado es favorable mayoritaríamente al hallazgo remoto. De acuerdo con la tradición histórica, el descubrimiento de la Virgen de Candelaria, pisando las cálidas arenas de la isla de Tenerife, se produciría en el año de gracia de 1391 ^^ Si aceptásemos esta fecha como inconcusa, resultaría indiscutible que la escultura de la Virgen de Candelaria fue transportada al archipiélago afortunado por los misioneros mallorquines e introducida por ellos mismos en la isla nivaríense. " Página 302. s VIANA, pág. 23; MARÍN Y CUBAS, pág. 99 10 Página 36. 11 Tomo I, fascículo 2, pág. 519. 12 Tomo I, pág. 280. 1 » ESPINOSA, pág. 56. RüHtEü DE ABMAS: El obispado de Teíde, pág. 127. 52 ANTONIO RUMEÜ DE ARMAS Este es el parecer de Yiera y Clavijo, quien respalda su propia opinión con. el testimonio un tanto vago e impreciso del cronista Francisco López de Gomara. Este afamado autor se hace eco en la Historia general de las Indias ( 1552) de la presencia en el archipiélago de una imagen antigua, transportada por los mallorquines. Se entretiene el cronista indiano en relatar las empresas de don Lnis de la Cerda, príncipe de la Fortuna, y añade: « Puede ser qne fuesen entonces a Canaria los mallorquines, a quienes lofi canarios se loan de haber vencido, matando muchos de ellos, y que hubiesen allí una imagen antigua que tienen » ^^. A propósit » de este testimonio, conviene advertir que Canaria •— en singular— parece aludir a Gran Canaria; y que ima imagen antigua, sin especificar que fuese de la Virgen, pudiera hacer referencia a las que los mallorquines emplazaron en diveiBos lugares de dicha isla, tales como « Nuest ra Señora con su. hijo en brazos » , Santa Catalina, San Juan Evangelista y la Magdalena, e n los aledaños de la futura Las Palmas, y San Nicolás, en el noroeste de la isla^'. A. los factoiTes positivos hasta ahora señalados hay que oponer otro » negativos. En primer térraino, la tendencia indiscriminada por parte de los cronistas a enaltecer l a imaginería religiosa con urna vetustez siempre exagerada y en aumenta. En este aspecto, la presión ejercida por la tradición oral resulta poco menos que incontrolable. En segundo lugar, la fecha óptima señalada, 1391, momento de máxima decadencia de la acción misional mallorquino- catalana. La diócesis de Telde estaba regida en este período por los últimos obispos, fray Bonanato Tarín ( 1369- 1391?) y fray Jaime Olzina ( 1392- 1411?), quienes se debatían a du-ras penas, desde el cuartel misional de Mallorca, por mantener encendida una llama bajo amenaza de inminente extinción. La identificación de la Virgen de Candelaria con una talla de procedencia mallorquiua no pasa de tener ciertos visos de verosimilitud, que habrá que contrastar con otros medios de orientación, en particular los artísticos. Leonardo Torriani, al acortar el período de recepción de la escultura de la Virgen a noventa, años, se sitúa, sin proponérselo, en plena etapa be-thencouriana. Que los sacerdotes que acompañaron al barón normando, Jean Le Verrier, presbítero, y fray Fierre Boutier, franciscano, fuesen los propagadores del culto mañano en la isla de Tenerife tiene escaso fundamento. Bastante trabajo tuvieron con la asistencia espiritual de los priméis Historia general de las Indias. Zaragoza, 1555, cap. 223, fol. 283. 15 ABKÉU GALINDO ( págs. 41- 42), TORMANI ( pág. 118), MARÍN Y CUBAS ( pág. 20) y CAS-mw) ( tomo I, fascículo II, pág. 62). %.'^: Fachada principal de la basílica del convento de San Buenaven'ura. Del primitivo convento e iglesia, edificados en el siglo XV, nada resta hoy día. Las ruinas pertenecen a una reconstrucción posterior, seguramente de mediados del siglo xvil. Cortesía de J. Hernández Perera. Ruinas de la iglesia conventual de San Buenaventura. Es fácil descubrir la fachada posterior, nave, crucero y capillas laterales. Cortesía de J. Hernández Perera. -' r.- » **>* X,„ :^ t'ÍtiíiS3L'- j ¿ '- - ^'-' Interior de la iglesia de San Buenaventura. La fotografía señala el punto de Intersección de la nave con el crucero y capillas laterales. Cortesía de J. Hernández Perera. Iglesia de San Buenaventura. Pequeños altares de cantería emplazados en el crucero. Cortesía de J. Hernández Perera. lA VIRGEN DE CANDELARIA, EN TENERIFE 53 ros colonizadores de Lanzarote y Fuerteventura y la labor de catequesis entre los aborígenes de las dos islas citadas. Durante la segunda etapa que hemos señalado líneas atrás ( 1425- 1450), en que la actividad misionera adquirió inusitado impulso bajo el aliento espiritual de los frañes franciscEinos del convento de San Buenaventura ( integrados en 1424 en la vicaría de Canarias), es muy probable que se produjese el descubrimiento en las playas del sur de Tenerife de la venerada talla de la Virgen de Candelaria. En cambio, nos parece excesivamente tardía para la aparición de la imagen la tercera etapa ( 1455- 1478), presidida por la insigne figura del apóstol de los guanches fray Alfonso de Bolaños y alentada por los abnegados misioneros loinoritas afiliados a la vicaría de las islas del Océano y Guinea ( luego transformada en nunciatura) ^''. Si hay constancia plena de que en 1458 estaba consolidado el eremitorio dé Teneñfe, ello prueba de manera inapelable que la Virgen de Candelaria había arribado a sus playas con una prelación de varios años, seguramente de una a dos décadas". En la famosa Acta de la, cera llevada a efecto en Tenerife el 25 de junio de 1497 se percibe el carácter inmemorial del culto mañano en la isla, si bien es verdad que no se hace ninguna declaración expresa por encima de los veinte años de antigüedad ^^. 1 » JUAN ALVAEBZ DELGADO: Conquista de Tenerife. Un reajuste de datos hasta 1496, publicado en « Revista de Historia Canaria » , núms. 127- 134 ( afíos 1959- 1961). La paginación con que será citado este trabajo en el presente estudio es la de la separata ( La Laguna, 1961), El profesor Alvarez Delgado ( pág. 16) se inclina a datar « la llegada a Tenerife de la imagen primitiva de Candelaria al tercer cuarto del siglo xv... Todo parece indicar que... entró en Tenerife después de 1450, pero bastantes afios antes de 1475, lo que en nuestra decidida opinión debe situarse hacia el año 1462, enviada por la voluntad apostólica del obispo López de lUescas y del misionero de Tenerife P. Macedo » . " Capítulo I, pág. 29. i « EspwoSA, págs. 66- 69; ABBÉU GALINDO, págs. 310- 313. 5 4 ANTONIO RUMEU DE AEMAS 3. Reconstrucción iconográfica de la Virgen de Candelaria. La supuesta réplica de Adeje. Si la imagen de la Virgen de Candelaria se conservase en la actualidad, su propia fisonomía sería un poderoso auxiliar para la datación de la escultura. Pero, por desgracia, ésta se sumergió para siempre en el mar durante el aciago aluvión de 1826. Viene a operar además en contra nuestra la costmnbre introducida a finales del siglo xvi de vestir con vistosas hopalandas a las imágenes. La Virgen de Candelaria quedó para siempre cubierta con trajes, tocas y mantos, sin que apenas se pueda adivinar otra cosa que rostro y manos. Diversos pintores de los siglos XVii y xviii la retrataron en estas condiciones, quedando reducidos sus iconos a la condición de devotos recuerdos. Durante algún tiempo tuvo aceptación la idea de considerar réplica exacta de la Virgen de Candelaria la talla que bajo idéntica advocación se conserva en la parroquia de Santa Úrsula, de Adeje. Pero a poco que se estudie la escultura, se llegará a la conclusión de que es obra de la gubia de un imaginero tardío, posiblemente de ünales del siglo xvi o principios del XVII. Se trata de una interpretación libre, inspirada en grabados que circulaban en aquel tiempo, cuyos dibujos se habían reiteradamente inventado ante la imposibilidad de contemplar y menos aún copiar la imagen encubierta. Entre la descripción de fray Alonso de Espinosa y la supuesta réplica hay sustanciales diferencias, dignas de particular mención. Comencemos por la descripción del fraile dominico: « Esta imagen es de mazonería hecha, perfecta y acabada, cual nunca otra vi en mi vida. Es de estatura de casi cinco palmos, con la peana en que tiene los pies, que tendrá dos dedos de grueso. Es de una madera colorada, no muy pesada, maciza, y no se sabe cuál sea. El rostro tiene, según la proporción del cuerpo, muy perfecto, un tanto largo, los ojos grandes y rasgados, que a cualquiera parte que uno se ponga, parece que los tiene enclavados en él... LA VIRGEN DE CANDELARIA, EN TENERIFE 55 El color es algo moreno, con unas rosas muy hermosas en las mejillas... Está en cabellos, sin toca ni manto, y es todo el cabello dorado, con muy lindo orden compuesto y en seis ramales trenzado y por las espaldas tendido. Tiene un lindo niño al diestro lado, desnudo y con ambas manos asido de un pajarito dorado. Este niño está sentado sobre el brazo derecho de la imagen, y en ella lo tiene con la mano. En la otra mano izquierda tiene un pedazo de vela verde de la misma madera, del tamaño de un jeme, y un agujero encima para poder añadir más vela. Está vestida a lo antiguo, con una ropa toda dorada desde la garganta hasta los pies, entera, sin abertura alguna... Tiene ceñida esta ropa por debajo de los pechos ( los cuales a un lado y a otro hacen muy gracioso bulto, y se muestran) con una cinta azul, y con letras de oro en ella... El manto tiene caído sobre los hombros y asido por los pechos con un cordón colorado largo como un xeme, y su lazada a la mano izquierda. Es el manto azul perfectísimo, sembrado de florones de oro por delante y por detrás. La orla es de oro bruñido con letras latinas antiguas, coloradas, y las de la mano derecha... » ^^. En el cuello, cinto, bocamangas y orla del traje y manto se podían contemplar en letras rojas sobre fondo dorado unas interminables inscripciones de carácter devoto, cuyo intrincado misterio hace vano cualquier intento por descifrarlas '", 18 Páginas 75- 76. 20 ESPINOSA ( págs. 76- 77) describe los letreros en estos términos: « ... y en el collar, que es bajo, sobre el oro tiene este letrero de letras latinas coloradas : T I E P F S E P M E R l Está el oro tan perfecto, tan bien asentado y bruñido, q, ue ningún oficial lo hará tan bien, y atrévome a decirlo porque lo entiendo. En la orla, o fimbria desta ropa, abajo, de la misma manera, tiene estas letras: EAFM * IRENINI * FMEAREI No van todas porque para dar por reliquias creo le han quitado un pedazo desta falda con la peana. 56 ANTONIO RÜMEU DE ARMAS Si ahora parangonamos la imagen qxie contempló Espinosa, en 1590, con la snpuesta réplica de la parroquial de Adeje, resultará fácil apreciar las diferencias. El rostro lo descubre el dominico como un tanto largo, con los ojos grandes y rasgados, lo que no encuadra con la talla de Adeje, de cara ovalada y ojos más b i en pequeños. Otra diferencia ostensible se comprueba en la distribución del cabello en « ramales » , pues el dominico suma seis y en la escultura superviviente no pasan de cinco. El pajarillo dorado que e l niño Jesús apretuja entre sus manos se transforma en negro y la candela verde en azul. El cinturón de la Virgen es para fray Alonso de color azul con letras doradas; en la talla adejera se contempla dorado con capitales rojas. Puntualiza el dominico que el manto estaba asido por los pechos por medio de u n cordón colorado que terminaba en ima lazada al lado izquierdo; en la imagen de Adeje se percibe im galón dorado y corrido sin lazo alguno. Otra notoria variante se registra en « el manto de azul perfectísimo » , donde los florones se ven sustituidos por estrellas de ocho puntas. Y como diferencia la más ostensible, la policromía de la túnica de Adeje, predominantcsmente en rojo con diversas flores en azul, colores ajenos a la « ropa toda dorada, desde la garganta a los p i e s . . . ; el oro tan perfecto..., bien asentado y bruñido, que ningún oficial lo h a r á tan bien... » . Hay que destacar asimismo cómo el tallista adejero ha procurado disimular el « muy gracioso bulto » de los senos virginales. La bocamanga de la mano izquierda, con que tiene la vela, tiene ni más ni menos este letrero, que dice: LPVRINENIPEFNEIFANT Tiene ceñida esta ropa por debajo de los pechos... con una cinta azul, y con letras de oro en ella que son: NARMPRLMOTARE La orla [ del manto] es de oro bruñido con letras latinas antiguas, coloradas, y las de la mano derecha son: OLM * INRANFR * lAEBNPFM * RFVEN NVINAPIMLIFINVIPI * NIPIAN Las letras de la orla de la mano izquierda: FVPMIRNA * EINTVPMTI * EPNMPIR * VRVIVINRN APVIMFRI * PIVNIAN * NTRHN Por lo bajo de la orla del manto, a la parte trasera, dice así: NBIMEI * ANNEIPEREMIVIFVF El famoso historiador y genealogista Gonzalo Argote de Molina se propuso dar una interpretación al jeroglífico, resolviéndolo a su manera ( Asnitr GALINDO, págs. 308- 309). La transcripción de Argote es discrepante en absoluto de la que nos transmite Espinosa. Véase sobre el particular la obra de JOSÉ RODRÍGUEZ MOUBE: Historia de la devod. ón del pueblo canario a Nuestra Señora de Candelaria. Santa Cruz de Tenerife, 1913, páginas 49- 75, J. H. MORAN: Sobre las letras de la primitiva imagen de la Virgen de Candelaria, en « Revista de Historia Canaria » , núms, 117- 118 ( año 1957), págs. 82- 88. Cuadro al óleo reproduciendo la primitiva imagen de la Virgen de Candelaria, por Cristóbal Hernández de Quintana. ( LA LAGUNA: Santuario del Santísimo Cristo). A principios del siglo xviii, el mencionado pintor isleño nos legó este bello y detallado retrato de la patrona de Canarias, luciendo sus mejores ata-' íos y alhajas. Cortesía de IJ. de la Rosa. Supuesta reproducción de la Virgen de Candelaria, que recibe culto en la parroquia de Santa Úrsula de Adeje. Hay un cierto paralelismo nada más entre la imagen primitiva y la talla que contemplamos. La Virgen de Candelaria de Adeje, vista de frente. La Virgen de Candelaria de Adeje, vista de espaldas. LA VIRGEN DE CANDELARIA, EN ' lÉNERQ- E 57 El profesor Hernández Perera admite como powlde qxi © eJ imagitt^ l de Adeje contemplas © al desnudo la escultura p. riuxíti. va, dandb. dó ella ima versión totalmente libre y desincronizada. Véase cómo s © esrpirxwa, o< m su peculiar competencia, el ilustre especialista: « Aunque el autor de la Virgen de Adeje pudo tesner a la vista la imagen primitiva, sin laa vestiduras con que la piedad y la OOB-tiunbre la envolvían hasta no dejar visibles más qije el rostro y las manos de la Virgen, y se ciñó indudablemenlo a copiarla, nú dejó de sentirse influido por las modalidades de estilo y fácluía de su propia trayectoria artística y de su época; como también alteró la policromía, los motivos florales y las mismas leyendas, llenas de variantes, el pintor dorador qac completaría el aspecto extemo de la escultura. De aquí que también se adviertan diferentes tratamientos de los paños y del plegado, de la misma oom,- plexión y proporcionalidad de la figura, que se aparta del cierto alargamiento vertical que otras interpretaciones dan del original y desdibuja el carácter gótico que indudablemente tuvo, haciéndola más clásica y cilindrica. Hay que tomar, pues, la imagen en Adeje como un trasunto de la Candelaria original, el mayor y mejor facsímil conocido en talla, como quiere Rodríguez Moure, pero no una copia literal y exacta de la iconografía venerada por los guanches » ^\ Los dibujos que inspiraron al imaginero de Adeje — o la propia talla, en otro supuesto— van a consagrar un prototipo de pintura o escultura de la Virgen de Candelaria descubierta, que se propagará del uno al otro confín de la isla de Tenerife, para extenderse más tarde al resto del archipiélago. ^. Elementos de caracterización de la escultura mariana. Datación de la misma. podemos establecer, en conclusión, que el único auxiliar válido que po-seenxos para datar la escultura de Candelaria es el relato pormenorizado - " i T v a s e la nota Biguiente. 5 8 ANTONIO RUMEU DE ARMAS de fray Alonso de Espinosa. Pese a su brevedad e inconsistencia, resulta posible ahondar en los elementos de caracterización de la imagen, con el auxilio de los poderosos nxedios de que dispone hoy la crítica histórico-artística. Nos sirve en este caso de inexcusable y valiosa guía el estudio del prestigioso catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Madrid don Jesús Hernández Perrera que lleva por título Precisiones sobre la escultura de Candelaria, venerada por los guanches de Tenerife. A sus argumentos nos atenemos puntualmente, por el acierto y la ponderación que los inspira. El único escollo será la obligada concisión al exponerlos. En primer término, una Virgen de pie, frente a las tradicionales representaciones sedentes de María, obliga a datar la imagen con posterioridad al siglo XII. Es todavía poco; pero por algo precisa empezar. El niño Jesús, en el brazo derecho de su madre, es otro poderoso indicio. En esculturas del siglo XIV, de pie, resultaría vano intento buscar en España un solo ejemplar que presente al niño en la diestra virginal. Todas las representaciones de esta índole hasta ahora conocidas se emplazan en el siglo XV o principios del xvi. Como ejemplos pudieran citarse la sevillana Virgen del Socorro ( convento de Concepcionistas) y la segoviana Virgen de la Fuen-cisla. En cuanto al pájaro en las manos del niño Jesús ( que los especialistas en iconografía religiosa tratan de explicar como el hombre en peligro de desorientación en su vuelo terrenal o el alma del pecador que rompiendo los lazos de su cautiverio se refugia en Cristo), tampoco es dable encontrar antecedentes hasta entrado el siglo xv. Otros detalles secundarios o meramente accesorios, tales como la Virgen con el pelo al descubierto, sin velo o toca; el manto sujeto por un cordón con lazo ( trena), y la vela empuñada en la mano izquierda, son patentes pruebas para datar la talla dentro del cuatrocientos hispánico. De acuerdo con estos postulados, rechaza Hernández Perera toda posible vinculación de la Virgen de Candelaria con la imaginería mariana mallorquína del trescientos: « Todas sus versiones de la Madre de Dios •— dice— se arquean en alargada ese que puede compararse con la famosa Virgen de Juana de Evreux ( Louvre). De las mallorquínas, tanto la Virgen del Lluch ( siglo Xiv) como la Virgen con el Niño ( sacristía del mismo monasterio), de proporciones aún más alargadas, permiten deducir el auge de este prototipo escultórico en el gótico trecentista balear. Su cotejo con el bu| to más rígido y vertical ( con ausencia total de la doble arcuación en curva- contracurva tan notoria en estas estatuas), aparte la desigual proporción canónica entre cabeza/ altura total de la Virgen de Candelaria, hace descartar absolutamente la posible filiación trecentista y menos aún mallorquína de la imagen tinerfeña. » La Virgen de la Caridad, de la parroquia de San Lorenzo ( izquierda), y la Virgen de la Hiniesta, de la parroquia de San Julián ( derecha), ambas en Sevilla. La, primera en alabastro y la segunda lignaria, datadas como de las postrimerías del siglo XIV, portan el Niño, con un pájaro, en el brazo izquierdo de Nuestra Señora. La Virgen de la Hiniesta parece vincularse al núcleo artístico catalano- aragonés. Cortesía de J. Hernández Díaz. LA VIRGEN DE CANDELARIA, EN TENERIFE 59 En los primeros años del siglo XV se dejó sentir por todas partes el influjo de la escuela borgoñona instaurada en Dijon por Sluter. La arenación sigmoidea de las esculturas de la Virgen no sólo no desaparece, sino que el dinamismo y tensión barroca con que mueven paños y actitudes aún remarca más la movilidad de las imágenes mañanas. Esta escuela dejó sentir su influjo en Navarra y Castilla; pero sus prototipos están en abierta contradicción con la inmovilidad y verticalismo que cabe descubrir en la Virgen de Candelaria. Momento decisivo para nuestro objeto lo señala la recepción en Castilla la Nueva del realismo flamenco, propagado por Hanequin de Bruselas, Egas Cueman y Juan Alemán en el tercio medio del siglo xv. Con sus obras se instaura el estilo anguloso y quebrado en pliegues y vestimentas, sirviendo a un pictoricismo minucioso de inspiración eyckiana. El modelo de la Virgen se imnoviliza, encerrada entre el laminado metálico y aristado del
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Título y subtítulo | La conquista de Tenerife : 1494-1496 |
Autor principal | Rumeu de Armas, Antonio |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | Santa Cruz de Tenerife |
Editorial | Cabildo Insular de Tenerife |
Fecha | 1975 |
Páginas | 568 p. |
Materias |
Tenerife (Canarias) Historia 1494-1496 |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 19033099 Bytes |
Texto | ANTONIO RUMEU DE ARMAS LA CONQUISTA DE TENERIFE 1494 - 1496 * i>\ i€ hK. lt~^ '^^\ l"^ i íitfH AULA DE CULTURA DE TENERIFE 1975 ANTONIO RUMEU DE ARMAS ^ CA G^^ LA CONQUISTA DE TENERIFE 1494 - 1496 f LAS PALA- AS D& G. CANARIA N.' Docutnenm '? 31.6' 0f AULA DE CULTURA DE TENERIFE 1 9 75 Depósito legal, M. 31.985 • 1975 I. S. B. N. 84- 500- 7108- 9 GSAFICAS trCDINA - CAONEDO, 12 - MADRID, 1975 DEDICATORIA A Mari, mi mujer: cuya afección por Tenerife ha sido impulsa y estimula del presente Mbro. INTRODUCCIÓN BIBLIOGRÁFICA Y DOCUMENTAL PROCESO DE ELABOHACIÓN DE UN LIBRO La historia, primitiva y remota, de Tenerife, y de juanera particular su conquista, la conocemos a través de la pliuna de tres escritores contemporáneas entre sí y a los que unió además un conocimiento y amistad esporádicos. ISos referimos a fray Alonso de Espinosa, natural de Alcalá de Henares, religioso profeso de la Orden de Santo Domingo; Leonardo Torriani, natural de Cremana, ingeniero militar al servicio de Felipe II, y fray Juan de Ahréu Galindo, andaluz de rutcimiento seguramente y religioso profeso de la Orden de San Francisco. Los tres vivieron en la segunda mitad del siglo XVI, alargando la existencia a los primeros lustros del siglo XVII; los tres se conocieron en las últimas décadas del quinientos, y los tres remataron sus respectivas obras entre los años 1591- 1602 \ Fray Alonso de Espinosa es autor de una obra consagrada, a exaltar la aparición y los milagros de la sagrada imagen de la Virgen de Candelaria, venerada por los guanches con anterioridad a la conquista. Ello^ le dio ocof sián para estudiar detenidamente el proceso de anexión a la Corona de Castilla-, con todas las operaciones de carácter militar que ésta trajo consigo aparejadas. La obra de este autor fue la primera en escribirse y publicarse; lleva por título Del origen y milagros de la Santa Imagen de nuestra Señora de Candelaria, que apareció en la Isla de Tenerife, con la descripción de esta Isla; estaba conclusa en 1591, y se im- primia en Sevilla, en 1594, en los tórculos de Juan de León. El fraile dominico acudió a cuantos medios tuvo a su alcance para obtener cumplida información sobre la aparición de la Virgen, la sociedad aborigen y la conquista de Tenerife. ^ Para la identificación bibliográfica de las obras aludidas en esta INTRODUCCIÓN, consúltese, al final de la misma, el REPERTORIO DE SIGLAS Y ABREVIATURAS ( págs. 15- 18). Idéntica norma sígase para la comprobación de los documentos de primer rango citados. 8 ANTONIO RüMEU DE ARMAS En pñmer lugar se sirvió de la, tradición escrita, es decir, de cuantos ma^ rmscritos cayeron a su ( doance, de autor conocido o simplemerttB anón- irnos, de donde se podrían extraer pormenores o noticias relacdonados con e ¿ triple objeto de sus afines. Alonso de Espinosa justifica su firine decisión de escribir sobre la> historia de Tenerife ante la pobreza de informwdón de los mcmuscritos que circulaban en su tiempo: '¡^ Muéveme, de más desto, ver que aunque haty muchos historia^ dores que de las otras islas escriben •— como es el iJtoetor Fiesco en Canaria, que va, escribiendo una larga y curiosa historia, y Lextnardo Tunan, ingeniero, que con sutil ingenio y mnaha arte escribe la Descripción de estas islas— y otros que no han salido a haz, desta isla._ de Tenerife hacen tan poca mención, que es casi ninguna,, habiendo tanto que dedr della.> Como puede verse por la declaración del fraile dominico, éste había trabado conocindento y dialogado con Fiesco y Torriani sobre sus respectivas obras y hasta, hojeado los textos de las mismas, sin descubrir nmla verdaderamente útil para su plan y propósito. Espinosa tuvo indiscutiblemente a su alcance — como luego se justificará—- una crónica anónima de la. conquista de Tenerife. Ahora bien: en su afán de acreditar mayores méritos, silencia esta fuente prÍTn. ordial para hor cer alarde de otros canales de información, exclusivamente personales. Fueron, éstos, según expresa confesión: los documentos y la, tradición oral ( confesiones privadas y testificaciones oficiales de los bisnietos de los actores de la conquista, así españoles como guanches). . En primer lugmr se lamenta el fraile dominico de la inopia, de textos coetáneos, lo que le forzaba a entregarse en brazos de la. tradición oral: « Habiendo falta de escrituras, tengo que andar m, endigando de uno en otro; sacando de las entrañas de los vivos lo que vieron los ojos de los muertos; haciendo presentes las cosas pasadas y las que están ya en las tinieblas del olvido envueltas, sacarlas a luz y memoria.' » No se pUede ponderar mejor, ni con palabras más expresivas y gráficcfs, el auxilio que, en ciertos casos, puede prestar la tradición oral al historiador desamparado. por lo que respecta a la Virgen de Candelaria y a los milagros operados en siglo y medio de culto, el fraile- cronista confiesa que « no hallando cosa alguna escrita que me satisficiese » , había optado por < dnformarme de personas fidedignas, que de las cosas sucedidas de: doscientos años a esta parte me diesen luz » . A renglón seguido declara: « De una cosa certifico al lector. INTRODUCCIÓN y que lo que aquí escribo, así del origen desta santa imagen como de los milagros qw0 ha¡ hecho ( que es el principal objeto de esta historia), lo he comprobado y averiguado jurídicamente, con muchos testigos contestes ante escribano público, porque para esto tengo comisión.,, Y si de la computación de los años hubiere aígún descuido, no es de culparme, pues se tomó tan tarde este negocio, que a poco mÁs no hubiera memoria de él.' » En efecto, con el apoyo y ( diento del padre provincial de los dominicos de Canarias fray Pedro Marín y el respaldo del obispo de la diócesis don Femando Su& rez de Figueroa, Alonso de Espinosa llevó a efecto, entre mayo y septiembre de 1590, vna^ minuciosas Informaciones testificales en Tenerife y Gran. Canaria ( en presencia de los escribanos Benito Ortega y Bernardo de Palenzuela) hoy, por desgracia, perdidas, de las que extrajo parte de su caudal de pormenores y noticias, con predominio de los de carácter religioso y espiritual. En cuanto a las fuentes utilizadas para el conocimiento de la estructura y costumbres de la sociedad indígena, el cronista se expresa en términos de ambigüedad: « También advierto que lo que escribo de la isla y de los naturales de ella y sus costumbres, lo he averiguado con la más certidumbre que he podido, escogiendo de mucho lo más cierto y llegado a ranzón y más recibido. » Corneo nuestro objeto particular y concreto es la reconstrucción histórica de la conquista de Tenerife, veamos ahora de qué fuentes se valió el cronista Espinosa. Sus palabras m. erecen ser consideradas y medidas punto por punto: « Mas lo que trate de conquista, guerras y conquistadores, parte, y la más, es de oídas; y parte es sacado de los archivos y escritorios, que en pleitos, que entre partes se trataba sobre tierras y posesiones, he hallado. » Para justificar su pobreza de información, prosigue en estos términos: « ... y si no fuere tan por extenso todo contado como ello pasó, no es culpa mía, pues no me pude hallar presente cuando ello pasó, ni hay hombre en las islas todas que lo viese; y más vale saber algo, aunque breve y confuso, que no quedar de todo ayuno. » Si nos atenemos a la expresa confesión de fray Alonso, el importante relato que hace de la conquista de Tenerife se había nutrido sustancialmente de estos ingredientes: 1.° La tradición oral: < da más es de oídas » . 2.- Los documentos: « parte es sacado de los archivos y escritorios, que en pleitos entre partes se trataba sobre tierras y posesiones » . 10 ANTONIO RUME0 DE ARMAS Veamos aJiora, por sepm'oda, los pormenores que el fraile dominico pudo extraer de cada una de estas fiwntes para la reconstrwccián^ de la conquista de Tenerife. Como es de todos sabido, la tradición oral — que con tanto ardor invoca Espinosa como bas- e primordiaj. de su relato— es una, fuente sumamente débil, ajena, por completo a una. crorwlogía rigurosa; que profundiza escasa-mente en el tiem. po, a lo sumo tres generaciones, y que arrastrm siempre una carga explosiva de leyenda y fantasía. Los actores dei la conquista^ cnstelltu-nos y guanches, habían desaparecido de este mundo mucho antes de 1590; a quienes interroga Espinosa es a sus nietos y bisnietos, los más de ellos analfabetos o incultos y ajenos por completo a los poderosos medios de difzt-sión de los tiem. pos modernos. Cualquier intento que hoy se hi^ dese por reconstruir la, historia de inediaictos del siglo XIX por tradición oral, estaría condenado de antemano ai fracaso; sería algo así como un débil y confuso eco de ese ayer que los hombres de hoy estínuaian inconsistente, vago e inservible. El problertM se agudiza en 1590 con respecto al recuerdo conservado en la memoria de los descendientes de la generación de 1494. Espinosa obtuvo ciertamente un caudal de hechos, sucedidos, pormenores y anécdotas recogidos de la tradición oral, con sn escoria de vaguedad, fantasía y leyenda. Pero apenas si nutre con ellos algunos párrafos sueltos de la recorutrucción histórica de la conquista de Tenerife. Valgan como ejemplo diversos episodios de la batalla primera de Acentejo ( la MaMnzm) o la supuesta traición de Alonso de Lugo, después de: la derrota, a los guanches aliados del reino de Giiímar. En cuanto a la> segunda fuente, los documentos de los archivos y escritorios Sobre pleitos en tomo a la posesión de tierras de repartimiento CdatasJ, bien poco sería lo que Espinosa consiguió extraer de los mismos. A lo más le pudieron servir para redondear la nómina de conquistadores con que ilustra tas páginas de su libro. En conclusión, queda en pie, sin justificación de origen, lo sustancial del relato de la conquista de Tenerife: con una cronología más o menos ri-gurasn, pero acertada en líneas generales; con sus principales actores: capé-tan mayor, héroes, capitanes y soldados; con la presencia física de régulos y príncipes guanches; con sus dos desemhasrcos, evacuación intermedia, batallas campales y escaramuzas; con sus asentistas o armadores; con su primigenia estructura político- económica, etc. ¿ De dónde obtuvo fray Alonso de Espinosa su tmlioso caudal de infor-ma. ción? La respuesta es bien simple: de una historia general de Cananas o crónica particular de Tenerife, de carácter anónimo — hoy desaparecida—, que el dominico tuvo a su alcance. Si se nos exigiera optar, nuestro voto sería en favor de una crónica de la conquista, somera en datos y exigua en pnrrnenores, similar a las que hoy sobreviven de la operación bélica en el escenario de la isla de Gran Canaria. Viene a corroborar nuestro parecer este hecho sintomático: el conocí- INTRODUCCIÓN 11 miento similar que twvieron de dicho texto, en versiones refundidas, interpoladas y por lo mismo dispares en lo accesorio y paralelas en lo fundamental, nuestros otros dos autores: Leonardo Torriani y Juan de Abréu Ga-lindo. El problema exige, para su justificación, una exégesis y análisis detenido. Leonardo Torriani, radicado accidentalmente en el archipiélago ( 1584- 1593) escribió en 1592, en lengua italiana, la Descripción e historia del reino de las Islas Canarias, antes Afortunadas, con el parecer de sus fortificaciones, publicada, en fecha reciente. Al ingeniero crenwnés lo> que fundamentalmente le interesa es la descripción de las ishis y su fortijicaición y defensa, en particular de las ciudades; pero ello no fue obstáculo para que se entretuviese en exponer, con extremada concisión, la historia de las mismas. Por lo que respecta a Tenerife y su conquista, vese claramente que dispuso de un texto similar al de Espinosa^ con, importantes alteraciones en el orden de participación de los actores ( el duque de Medina Sidonia y el capitán Bartolomé de Estopiñán, actuando desde el punto y hora del primer desembarco) y otros sorprendentes cambios en el desarrollo natural de los sucesos. La información de Torriani es mucho más pobre que la de Espinosa ( además de discrepante), sin que pueda considerarse resumen o compendio de ésta, sino versión independiente, basada en un texto común similar. Lo mismo cabe decir de fray Juan de Abréu Galindo, autor de la valiosa Historia de la conquista de las siete Islas de Canaria, conclusa alrededor de 1602. Este autor hace mención incidental y despreocupada de la obra del fraile dominico: « De los innumerables milagros de esta santa imagen de Nuestra Señora la Virgen María de Candelaria... ha recopilado un curioso libro el reverendo padre fray Alonso de Espinosa..., donde se verán, para honra y gloria de Dios y de su bendita Madre. » La, impresión que se saca de la lectura de este párrafo es que se trata de una información verbal o de segunda mano, sin que el franciscano tuviese acceso directo al ma^ nuscrito o impreso del dominico. Si contrastamos los relatos de ambos en el punto concreto de la conquista de Tenerife, descubrimos un hilo conductor común en medio de sorprendentes variantes ( valgan como ejemplos más no-tonos de desconcierto y vacilación en la pluma de Abréu: el frustrado desembarco intermedio — después del éxodo a Gran Canaria tras la derrota—, la reducción de la reñida y cruenta batalla de la laguna a simple refriega y la completa ignorancia de la segunda y decisiva jomada bélica de Acentejo). En conclusión, puede afirmarse que en un relato- crónica de la conquista de Tenerife ( a través de copias manuscritas homologas en la sustancial, diversas en extensión y variantes) se inspiraron los tres historiadores más remotos y sustanciales: Espinosa, Torriani y Abréu Galindo, contemporáneos entre sí, aunque arando y sembrando cada uno su propio surco. 12 ANTONIO R0MEÜ DE ARMAS Superada la etapa primigenia o inicial, la correlación y dependencia de las fuentes narrativas se hace siuruanente sencilla y simplista: Fray Alonso de Espinosa se convierte, en la generalidad de los casos, en la fuente básica en que beben, directa o indirectamente, todos los cronistas e historiadores posteriores ( siglos XVII- XX). Ello no es óbice para que cada uno añada textos y documentos de su propia cosecha, enriqueciendo tmecs veces et relato y bastardeándolo en otras ocasiones. El poetdrcronista Antonio de Viana se inspira puntuainuente en el escrito del fraile dominico. De una versión en prosa de la conquista^ pasamos a conocer su traducción en verso, con ntejor voluntad que inspirado estro poético. El votte lagunero pone de su cosecha mucha invención, ardorosa fan^ tada y alguna, que otra rndiosa noticia de ignorada procedencia^. Núñez de la Peña refunde a Espinosa, con Viana, dando respaldo y marchamo histórico a las « invenciones » del poeta. Marín y Cubas gira en, la órbita de Abréu Galirvdo y Nvñez de la Peña ( conectándose vagamente, a tronos de este último, con Espinosa y Viana). Castillo Ruiz de Vergara monta su relato sobre la base de Espinosa-[ Viana] Núñez de la Peña. Por último; el historiador Viera y Clavijo se vale del testimonio conjunto de sus predecesores en las páginas que dedica a reconstruir los apasionantes episodios de la conquista de Tenerife^. Los historiadores contemporáneos — Millares Torres, Chil Naranjo, etc.— enjuician la conquista de Tenerife dentro de la Knea tradicional, sin innovar clones dignas de mención. * * * A partir del siglo XVIII, el expurgo sistemático de los archivos públicos y privados va a ir aportando un conjunto de noticias, datois y pormenores que permitirán proceder a una lenta rectificación del esquema histórico tradicional. ZVos limitaremos a señalar lífs documentos de mayor importancia y novedad. En 1737, don Pedro Agustín del Castillo Ruiz de Vergara daba a conocer la existencia de la Información Guanartémica, publicada íntegramente por Chil y Naranjo siglo y medio más tarde. Este valioso documento, cen- 2 MARÍA ROSA AIONSO RODRÍGUEZ: El poema de Viana. Estudio históríco- literario de Un poema épico del siglo XVH. Madrid, C. S. I. C, 1952. Este fundamental estudio esté centrado en el análisis pormenorizado y exhaustivo de la obra del vate lagunero y de las fuentes históricas de que se sirvió para la redacción del poejna. ' Exactamente lo mismo ( inspiración en Espinosa- Viana- Núñez de la Peña) cabe descubrir en un manuscrito de la biblioteca de don Femando del Castillo, que contiene dos Capítulos ( XXI y XXII) añadidos a la Historia de la conquista de Gran Canaria, de Pedro Gómez Escudero. Los dos capítulos citados se refieren a la conquista de Tenerife, y no aportan nada nuevo u original. AGUSTÍN MH, I. ARES CARIO: Noticias y descripción de un códice: interesante para la historia de Canaritcs, en la revista « El Museo Canario » , núm. 7 ( afio 1935), págs. 67- 98. INTRODUCCIÓN 13 trada en los acontecimientos más dramáticos y trepidantes de la conquista de Gran Canaria, afecta de rechazo a la de Tenerife por haber tomado activa parte en la misma el destronado monarca de Gáldar. Los repartimientos de tierras en, Tenerife, más conocidos con el nombre de datas, despertaron la curiosidad de Núñez de la Peña y Viera y Clavijo en. los siglos XVII y XVIII. En época reciente han espigado pormenores de diverso carácter entre sus folios García Ramos, Arribas, Díaz Dorta, Darías Padrón, Serra Ráfols, La Rosa, etc. En el haber del penúltimo, don Elias Serra Ráfols, benemérito catedrático y prestigioso investigador, hay que apuntar la ardua empresa de darlos a conocer en cuidada edición. Estos cuadernos son de excepcional importancia para bucear los últimos vestigios de la sociedad guanche ( en particular las estirpes regias) y para reconstruir, sobre firme base, la nómina de los conquistadores. Hace medio siglo aparecía en el Archivo del Ayuntamiento de Zamora — circunstancia inexplicable y sorprendente— el Concierto entre el capitán Alonso de Lugo y los armadores de la conquista ( Burgos, 12 de octubre de 1496). Dado a conocer por la señora Pescador del Hoyo, ha sido publicado íntegramertte por el malogrado archivero don Miguel Santiago Rodríguez. Cada uno de sus párrafos, de difícil lectura e interpretación, son reveladores de los más recónditos aspectos económicos de las operaciones bélicas. Excepcional importancia reviste asimismo la residencia que le fue tomada, en 1508, al conquistador Alonso de Lugo por el gobernador de Gran Canaria Lope de Sosa, localizada en el Archivo Municipal de La Laguna de Tenerife. Ha sido publicada^ en 1949, por los profesores don Leopoldo de la Rosa y don Elias Serra Ráfols. En sus páginas es dable encontrar curiosos pormenores sobre la conquista de Tenerife de subido interés. En 1951 entra en acción el autor de la presente monografía. Durante una de nuestras reiteradas estancias en el Archivo de Simancas orientamos las investigaciones a tiro hecho, como se suele decir. Indagamos en aquel inagotable depósito un año concreto: 1496, cosechando de primera entrada diez documentos inéditos de excepcional importancia, a los que se vinieron a sumar dos mas procedentes del Archivo de la Cororm. de Aragón. Con estos materiales de base y otros de la más diversa índole, conseguimos montar un libro que se tituló Alonso de Lugo en la corte de los Reyes Católicos. 1496- 1497, publicado con ocasión del quinto centenario del natalicio de los insignes monarcas, fundadores y fundidores de España. No era la historia de la conquista, sino de la pacificación de la isla después del terrible drama de la anexión. Pero nos fue forzoso aludir someramente a aquélla en un esbozo de reconstrucción, en buena parte superado por las páginas que el lector va a tener en seguida a la contemplación de sus ojos. 14 ANTONIO RtJMEÜ DE ARMAS Algunos ttSíos más tarde, 1959- 1901, el eminente lingüista y catedrático de la Universidad de La. Loiguna don Juan, Alvcarez Delgado pnblicaba en la. prestigiosa « Revista de Historia Caiumas » im importante estudia titulado La conquista de Tenerife. Un reajuste de datos hasta 1496. Con sagaz intuición y penetrante sentido crítica traté de poner orden en el marasmo de las fuentes, que la investigación ponía a sw alcance por wquellas fechas. Mientras tanto, proseguíamos en el Archivo de Simancas, en sucesivas jomadas de estudio, la investigación, iniciada, extendiéndola a antes y después del año clave de 1496. Poníamos en el trabajo — que: hasta cierto punto nos servia de relajación y descanso— la pasión de un coleccionista. La intensa búsqueda dio sus frutos, coma la revela el aparato documental que respalda la presente monografía, com- pu^ sto de cincuenJta, documentos, unos de capital importancia y otros de vedar e interés complementarios. Con carácter de anticipo, algunos de estos diplomas se utilizaron en un estudio, mafginalmente conexo con él tema, que apareció en 1969, can el titulo de La política indigenista de Isabel la Católica. Hay que confesar que esperábamos mucho más del expurgo sistemático de los depósitos reales de documentos. El Archivo de Simancas es una fuente de caudal intermitente, algo así coma un misterioso Guadiana que aflora y se sumerge, dejándonos sumidos en el desconcierto y la sorpresa. El resultado ha sido fructífero, pero no óptimo; pues si bien nos revela un panorama diverso y nuevo, atractivo y subyugante, descubrimos en él, junto a amplias zonas resplandecientes de luz, rincones sumidos todavía en la oscuridad y las tinieblas. Nos queda una firme convicción, que se traduce en tranquilidad de ánimo. Estamos tocando el techo. Esto quiere decir que será muy difícil para los investigadores futuros el alumbramiento de textos y documentos de primer orden que alteren sustancialmente el esquema histórico que en estas páginas se intenta ordenar y reconstruir. Cuando una investigación se traduce en acopio de fuentes, puede asegurarse que en ella está el germen de un libro futuro. Así ha ocurrido en el presente caso. Pero hacía falta la ocasión propicia, el respiro de calma entre apremiantes y sucesivas tareas y el impulso heroico — por qué no decirlo—- a que siempre obliga la historia de ámbito regional, sin la contrapartida de la fama, el prestigio y el nombre. El oportuno y propicio momento se presentó en el verano de 1973, residiendo drcunstancialmente en el Puerto de la Cruz, bajo la sombra protectora del Teide y el influjo sedante de la plácida armonía del valle de Taoro. En un estío, de grata recordación, se escribieron la mitad de los cat-pítalos del presente libro; el resto hubo que redactarlo a trompicones, robando horas al descanso y al sueño. Madrid, octubre de 1974. KEPERTORIO DE SIGLAS Y ABREVIATURAS A) DEPÓSITOS DE FONDOS ( Archivos qiie se citan por medio de siglas) 1.° A. C. A Archivo de la Corona de Aragón ( Barcelona), 2.° A. H. N. Archivo Histórico Nacional ( Madrid). 3.° A. S Archivo de Simancas ( Valladolid). 4.° A. V Archivo Vaticano ( Roma). B) FUENTES DOCUMENTALES MANUSCRITAS E IMPRESAS ( Documentos que se citan abreviadamente, salvo la primera vez en que se hace expresa mención de ellos en el texto) 1.° Cabitos: Información. Parte documental Información sobre cuyo es el derecho de la isla de Lanzarote y conquista de las Cunarías, hecha por comisión de los Reyes Católicos don Fernando y doña Isabel. Pesquisidor: Esteban Pérez de Cabitos. ( Biblioteca de El Escorial: ij- X- 26/ Est. 16.2.) Una copia, ejecutada en el siglo xviii, se conserva en la Biblioteca del Palacio Real ( Mss. II, 2.660). Publicada por GREGORIO CHIL Y NARANJO: Estudios históricos, cUtnatológi-cos y patológicos ele las Islas Canarias. Las Palmas, 1880, lomo II, págs. 518- 632. 2.° Cabitos: Información. Parte testifical ídem, ídem. Publicada por RAFAEL TORRES CAMPOS: Carácter de la conquista y colonización de las Islas Canarias. Madrid, 1901, págs. 121- 206. 3.° Concierto Un concierto entre unos estrangeros sobre lo que se acordó se avía de ganai en la conquista de Tenerife. Publicado por MIGUEL SANTIAGO RODRÍGUEZ como Apéndice documental de su 16 ANTONIO EUMEU DE ASMAS edición crítica de la Descripción histórica y geográfica de las Idas Canarias ( su autor: PEDRO AGUSTÍN DEI. CASTHXO). Madrid, 1948- 1960, tomo I, fascículo 2, páginas € 47- 656. 4." Datas Las datas de Tenerife. Libros de cédulas originales de repartimieiUo de la isla, expedidas por Alonso Fernández de Lugo con poder de Sus Altezas. Publicadas por EiÍAS SEERA RÁFOLS en « Revista de Historia Canaria>, números 117- 118 ( E* resentacióa) y 125- 168 ( años 1957- 1970). La paginación citada en el texto de la Conquista de Tenerife es l a particular del importante estadio del profesor Serra Ráfols. 5.° RBfomación Reformmdón del repartimiento de Tenerife en 1506. El documento original, con el título de « Procesa de las yslas de Canaria » , se conserva en A . S.: Consejo real, leg. 106, fol. 12, págs. 1- 216. Ha sido publicado ( con una Introducción de EIJAS SEERA y LEOPOLDO DE DA EOSA) en la colección « Fontes rerum Canariarum>, Santa Cruz de Tenerife, 1953, tomo VI, págs. 1- 146. 6.° Residencia El adelantado D. Alonso de Lugo y su residencia- por Lope de Sosa. El importante documento se conserva en el Archivo Municipal de La Laguna de Tenerife ( situación: junto a los Libros de Reales Cedidas). Ha sido publicado ( con un Estudio preliminar de LEOPOI, I> O DE LA EOSA OLIVERA y ELÍAS SEBBA EÁFOLS) en la colección « Fontes rerum Canariarum » , La Laguna de Tenerife, 1949, tomo I I I , págs. 5- 126. 7." In- formctoión Quanartémica Información incoada por doña Margarita Fernández Guanartemei sobre los servicios prestadas a la Corona de Castilla por su fallecido padre don Femando Guanarteme, rey que había sido de Gáldar. 1526. Ha sido publicada por GREGORIO CHIL y NARANJO en sus Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias. Las Palmas, 1880, tomo II, páginas 203- 234. 8." El origen y principio de la conquista... LUIS MELIÁN DE BETANCOR: El origen y principio de la conquista y posesión de Fuerteventura y Lanzarote y del derecho que para llevar los quintos tiene el marqués de Lanzarote. A. H. N.: Consejos suprimidos, leg. 34.202, expediente 1, fols. 109- 118. Museo Canario de Las Palmas: Fondo de Adeje ( copia del siglo xvii). EEPEETOEIO DE SIGLAS Y ABREVIATURAS 17 C) CRONISTAS E HISTORIADORES ( Las obras se c i t a n p o r el apellido de l o s autores, salvo l a p r i m e r a vez e n que s e h a c e m e n c i ó n d e ellas e n el t e x t o) 1.° ESPINOSA FHAY ALONSO DE ESPINOSA: Del origen y milagros de la Santa Imagen de nuestra Señora de Candelaria, que ( apareció en la Isla de Tenerife, con la descripción de esta Isla. Ediciones Goya, Santa Cruz de Tenerife, 1952. 2.° TORRIANI LEONARDO TORBIANI: Descripción e historia del reino de las Islas Canarias, Ediciones Goya, Santa Cruz de Tenerife, 1959. 3.° ABKÉU GALINDO FRAY JUAN DE ABBÉU Y GALINDO: Historia de la conquista de las siete islas de Canaria. Ediciones Goya, Santa Cruz de Tenerife, 1955. 4.° YIANA ANTONIO DE VIANA: LLa conquista de Tenerife}. Antigüedades de las Islas Afortunadas de la Gran Canaria. Aula de Cultura de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 1968, tomo I. 5." NúÑEz DE LA P E ÑA JUAN NÚÑEZ DE LA PEÑA: Conquista y antigüedades de las islas de la Gran Canaria. Santa Cruz de Tenerife, 1847. 6.° MARÍN Y CUBAS TOMÁS MARÍN Y CUBAS : Historia de las Siete Islas de Canaria, 1694. ( Manuscrito). Biblioteca del Museo Canario de Las Palmas. Hay copia de la versión de 1687 en la Biblioteca de la Casa de Colón, de Las Palmas. 7.° CASTILLO PEDRO AGUSTÍN DEL CASTILLO RUIZ DE VERGARA: Descripción histórica y geográfica de las Islas de Canaria. Edición de Miguel Santiago. Madrid, 1948- 1960, tomo I, fascículo 2. 8." VIERA T CLAVIJO JOSÉ DE VIERA Y CLAVIJO: Noticias de la historia general de las Islas Canarias. Madrid, 1772- 1783, 4 tomos. 9.° CHIL GREGORIO CHIL Y NARANJO: Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias. Las Palmas, 1880, tomos II y 111. 18 ANTONIO RUMEU DE ARMAS 10. MiixAEES T O R R ES AGUSTÍN MIULABES TOBHES: Historia general de kis Idas Canarias, Las Palmas, 1893- 1895,10 tomos. 11. RODRÍGUEZ MOURE JOSÉ RODBÍCUEZ MOUHE : LMS adelantados de Cañarías. La Laguna, 1941. D ) MOJVOGBAFÍAS HISTÓRICAS BECIEIMTES ( Las oiiras s e c i t a n p o r los apellidos de l o s a u t o r e s y los títulos de las mismas, salvo l a p r i m e r a vez que s e l i a c e m e n c i ó n de e l l a s en e l texto) 1.° RuMEU DE A R M A S : Alonso de Lugo en la corte de los Reyes Catálicos. | AmoNio RuMEU DE ASMAS : Alonso de Lugo en la corte de los Reyes Católicos. | Biblioteca « Reyes Católicos » ( C. S. I. C ) . Madrid, 1952. | 2 . " RuMEU DE A R M A S : España en el África Atlántica. Z a. ANTONIO RUMEU DE ARBUS : España en el África Atlántica. Instituto de Esta- % dios Africanos. Madrid, 1956- 1957, 2 tomos. s i 3 . " ALVAKEZ DELCADO: £. O conquista de Tenerife. I 1 JuAU AtVAHEz DEÍCADO: La conquista de Tenerife. Un reajuste de datos has- S ta 1496, publicado en « Revista de Historia Canaria>, núms. 127- 134 ( años 1959- 1961). | La paginación citada en el texto es la de la separata ( La Laguna, 1961). | I 4.° RtJMEü DE A R M A S : El obispado de Telde. | ANTONIO RUMEU DE ARMAS: ül obispado de Telde. Misioneros maUorquines g y catalanes en el Atlántico. Patronato de la Casa de Colón. Biblioteca Atlántica. Madrid- Las Palmas, 1960. 5.° RüMEtr DE A R M A S : La política indigenista, de Isabel la Católica. ANTONIO RUMEU DE ASMAS : La política indigenista de Isabel la Católica. Instituto « Isabel la Católica » de Historia Eclesiástica. Valladolid, 1969, CAPITULO PRIMERO LA EVANGEMZACION DE LOS GUANCHES FRAY ALFONSO DE BOLAÑOS, APÓSTOL DE TENERIFE I. Pródromos históricos. Los primeros pasos en la evangelización y el arduo problema de la lihertad de los aborígenes. En las tres islas más importantes del archipiélago afortunado, Gran Canaria, La Palma y Tenerife, la acción misional precedió a la dominación política. Es un hecho singular que debe ser destacado como contraste con las otras cuatro islas hermanas. Lanzar ote, Fuerteventura, El Hierro y La Gomera, donde la conquista o, si se quiere mejor, la ocupación militar preparó el camino para la ulterior evangelización. Siendo Tenerife y su conquista el objeto particular de la presente monografía, no estará de más realzar alguna de sus peculiares circunstancias. El carácter occidental de esta isla la alejó de las vías naturales de penetración. La fama de intrepidez de los guanches fue, por otra parte, un seguro resguardo, ante la perentoria necesidad de emplear importantes fuerzas para domeñar la altivez del indígena. De esta manera se comprende que iniciada la conquista de Lanzarote en 1402, no se pudiese acometer la de Tenerife hasta 1494. Entre estas dos fechas, 1402- 1494, la isla, sin dueño ostensible, quedó a merced de las depredaciones de los piratas o de las predicaciones de los misioneros. Los corsarios asolaban las costas a la captura de esclavos, sembrando el odio y la desolación por doquier. Los apóstoles desembarcaban en las playas, a pecho descubierto, para predicar el amor y la fraternidad entre los hombres. Los primeros apenas han dejado huellas de sus tropelías hasta las vísperas de la conquista; en cambio, es factible seguir el despliegue de la acción misional con relativa puntualidad. Durante los dos primeros tercios del siglo XV, las islas Canarias se convirtieron en un señorío territorial y jurisdiccional poseído por diversas fami- 22 ANTONIO EUMED DE ARMAS lias. Jean de Béthencourt, con el pretexto de cruzada, ocupó militarmente Lanzarote en 1402, extendiendo luego su dominio político a FuerteTentura y El Hierro. Más tarde infendó el territorio adquirido a Castilla, al declararse vasallo del rey Enrique III. En cuanto a las otras cnatro islas, Tenerife, Gran Canaria, La Palma y La Gomera, fueran concedidas en señorío por el rey Juan I I al armador andaluz Alfonso de las Casas en 1420. Por herencia, unas veces, y por traspaso, otras, el señorío de las Canarias recayó posteriormente con carácter parcial en vastagos de dÍTersas estirpes, tales como Béthencourt ( Maciot), Gnzmán ( conde de Niebla), Las Gasas ( Guillen y Juan) y Peraza ( Fernán). El matrimonio de este liltimo, Fernán Peraza « el viejo » , con Inés de las Casas, hija de Juan, les dio una posición preferente en el dominio del archipiélago. Contiene destacar tres momentos en este complicado proceso de concentración dominical. En 1418, Maciot de Béthencourt hizo dejación de sus derechos en la persona de don Enrique de Guzmán, conde de Niebla. En 1430, este procer andaluz traspasó los suyos en Guillen de las Casas. Y en 1445, Fernán Peraza, en unión de sus hijos menores de edad ( Inés de las Casas había fallecido por aquella fecha), permutó bienes patrimoniales por la renuncia de Guillen a su parcial dominio soBre las islas Canarias. De esta manera, al promediar la centuria XV, el señorío integral de las Canarias recayó en Fernán Peraza y en su descendencia. Inés Peraza, hija de Fernán, contrajo matrimonio alrededor de 1446 co » Diego García de Herrera, entrando ambos en el ejercicio de la jurisdicción señorial en 1452, a raíz del fallecimiento del progenitor y suegro respective. Este entramado de acontecimientos políticos nos resulta imprescindible para abordar ahora el apasionante tema de l a evangeüzación del archipiélago y de manera más concreta de la isla de Tenerife. El dilatado territorio atlántico va a ser escenario de la acción misional de los franciscanos andaluces, inflamados de celo evangélico en favor de sus míseros habitantes. Es un capítulo sorprendente de la historia del archipiélago que intentamos reconstruir en naedio de invencibles dificultades. Las misiones, por lo general, no dejan rastros ni huellas directos. Los cronistas no se interesan por señalar sus progresos o registrar sus incidencias. Menos aún los propios misioneros, cuya sublime abnegación y humildad está reñida con toda manifestación extema. Habrá que acudir, como fuente casi exclusiva, a la curia pontificia, para descorrer el misterio estudiando las propias disposiciones papales. ' P<< eC-'-' l- ir ñi.. ,. c, ll,.. 5 „ K.„„> „ ,,,,^ 4 f^ f ¿ ^^ Real cédula original del rey de Castilla Juan II confirmando a Guillan de Casaos la concesión hecha anteriormente a su padre Alfonso de las Casas de la conquista de Tenerife, Gran Canaria, La Palma y La Gomera. ( SIMANCAS: Archivo General). La merced primera — que se transcribe— es de 29 de agosto de 1420; la confirmación, de 23 de junio de 1433 URO r O R I W A 1 Alegoría de las islas Canarias, bajo la influencia zodiacal de Cáncer, por Leonardo Torriani. A oriente, la costa de África desde el puerto de San Bartolomé hasta Siete Cabos. ( COIMERA: Biblioteca Universitaria). LA EVANGELIZACIÓN DE LOS GUANCHES 23 A título de antecedente, no estará de más aludir a la evangelización del archipiélago en el remoto siglo xiv. La curia pontificia fue la primera en preocuparse por extender la religión de Cristo a tan remotas tierras. Para ello, Clemente VI, en uso de su teórica potestad sobre infieles, erigió en reino dicho archipiélago, otorgando su soberanía con el título de príncipe de la Fortuna al almirante de Francia Luis de la Cerda, vastago de la casa real de Castilla ( 1344). Las apasionadas exhortaciones del pontífice en pro de una cruzada evangeliza-dora que tuviese el apoyo material de todos los monarcas cristianos de Occidente apenas si tuvieron acogida, por lo que la empresa languideció rápidamente. Mucho más interés tiene, en cambio, la acción evangelizadora que cubre toda la segunda mitad del siglo XIV, constituyendo uno de los más sorprendentes y desconocidos capítulos de la historia de las misiones. Corresponde a la isla de Mallorca la gloria de esta iniciativa. Su propósito era la evangelización de los infieles, proscribiendo la depredación y la violencia que hasta entonces se venía ejerciendo sobre los indígenas. Estos apóstoles habían organizado cofradías de seglares para recoger limosnas con que sufragar los gastos del viaje y el sostenimiento de la futura misión. Entre estos protectores laicos destacaban por el año 1351 dos ricos mercaderes mallorquines, Juan Doria y Jaime Segarra, quienes obtuvieron del papa Clemente VI porción de gracias espirituales en beneficio de los partícipes en la espiritual tarea. Una circunstancia merece ser destacada: que contaban los misioneros con la valiosa colaboración de doce indígenas neófitos, víctimas de expediciones piráticas anteriores. Cuando el papa Clemente VI, el instaurador del fracasado reino de la Fortuna, conoció por boca de sus propulsores tan prometedor panorama no vaciló en erigir en las islas del Atlántico una diócesis misional por medio de la bula Coelestis rex regum ( 1351). La nueva diócesis quedó a partir de esa fecha bajo la dependencia directa de la santa sede, preocupándose de manera particular por su auge los pontífices Inocencio VI y Urbano V. El lugar escogido para residencia de la catedral —^ una humilde cueva, seguramente— fue la ciudad indígena de Telde, en la isla de Gran Canaria. La diócesis perviviría por espacio d © medio siglo, acabando por extinguirse en un ambiente adverso. Se conocen hasta cuatro obispos de Telde: Bernardo ( 1351), Bartolomé ( 1361), Bonanato Tarín ( 1369) y Jaime Olzina ( 1392). Nos llevaría muy lejos relatar las incidencias de esta acción misional, en la que rivalizaron mallorquines y catalanes. El esfuerzo conjtmto dio óptimos frutos en el seno de la sociedad indígena sobre la base sustancial del respeto a la libertad del hombre; pero a la postre la abnegada tarea de los misioneros se frustró por efecto de los continuos asaltos de los merca- 2 4 ANTONIO RÜMEÜ DE ARMAS deres de esclaTOs. El martirio de los apóstoles fue el precio de tanta iniquidad K Entre 1393 y 1402 las depredaciones piráticas se intensificaron en el escenario atlántico. El archipiélago parecía csondenado a abastecer de hombres a los mercados esclavistas de la península Ibérica. Pero a medida que 6e inicia la conquista por Jean de Béthencourt en 1402, la situación varió ante l a imposibilidad de reducir a servidumbre a la población total de las islas de Lanzarote y Fuerteventura y el propósito evangelizador que guiaba a los primeros conquistadores. A partir de 1404, Benedicto XIII, por la bula Apostólatus officium, elevó las operaciones militares de conquista al rango de cruzada, otorgando a los participantes en ella las indulgencias acostíisEiibradas ^- Los indígenas de estas dos islas fueron respetados, salvo i excepciones, quedando circunscritos los asaltos y capturas a las todairía in- i sumisas, que eran precisamente las más grandes y pobladas. En ellas los | señores y marinos andaluces seguían sistemátícanaente depredando a los na- | tárales. I Sin embargo, lo que llama la atención en Canarias fue el portentoso = desarrollo que adquirió la acción misional. Establecida la diócesis de Rubi- | con Í1404) y fundado el primer convento miaorita, el de San Buenaven- 1 tura ( 1414), prelados y franciscanos misioneros rivalizarán en la abnegada | tarea de convertir a los canarios sin otras armae de persuasión que l a pre- | dicación, pl sacrificio y el ejemplo ' . | El éxito coronó de tal manera sus esfuerzos, que en el plazo de una dé- ¡ cada ( hacia 1423) estaba cristianáizada la miayor parte de la población abo- | rigen de Lanzarote, Fuerteventura y El Hierro, al mismo tiempo que se i había iniciado la predicación del Evangelio en. La Gomera y Gran Cana- ® ria. Martín V erigió la misión en vicaría, con idénticas facultades de que disfrutaban los vicarios de Córcega y Cerdeña; al mismo tiempo la sometió a la jurisdicción del provincial de Castilla, que era quien debería confirmar a los vicarios después de ser electos por los misioneros *. 1 ANTONIO BOMEÜ DE ABMAS: Bl obispado de Tetde. Misioneros mallvrquims y catalanes ert el Atlántico, Madrid, 1960; La exploración del Atlántico por mallorquines y catalanes en el siglo % 1V, en « Anuario de Estudios Atlámicos » , nútu. 10 ( año 1Í64), páginas 16S- 178; MaÜwqmnes ere d Atlántico, en el « Homenaje a Elias Serra Ráfols » , üniver-aidad de La Laguna, tomo III, págs. 261- 276. * DommiK j . WStPEL! Quiénes fueron los primeros conquistadores y obispos de Canarias, en « Investigación y Progreso » , afto V, núm. 9 ( afio 1931), pág. 134. KuMBti m ARMAS! El obispado de Telde, pág. 169. ' GERMÍN BüBioi La custodia franciscana de SeviUa. Sevilla, 195S, i » ágs. 371- 382. JUAN AIVARBÍ DEtOADOs El 4: Rübic6tí » de Lanzarote, en « Anuario do Eatudios Átlán-ticoe » , » úm. 3 ( afio 1957), págs. 522- 550. <* CONRADO EUBBI.: Buüarium Frandscanum, Boma, 1904, tomo Til, núms, 1.568- 1.569. página SW. • 1 \ \ \ \ \ " \ ..•••••"'" - yr^ y . tr^ H: > ^ . ; > • • • • • , . / •• . . . . - • • " • / \ / \ / Las islas Canarias en el Planisferio catalán anónimo del siglo xv. ( Biblioteca de Ñapóles.) 26 ANTONIO HÜMEÜ DE ARM^ El pontífice mencionado da testimonio, por medio de la bula Illius celes-íís agHcole ( 20 de noviembre de 1424), del esperanzador panorama: « ipsarumque omnes Grandis Canariae et Gomerae insulamm prae-dietaium pro certis earum dumtaxat partibus, populi ad fidem ca-fholicam snnt COJIFCMÍ... » '. El más grave obstáculo con que tropezaba la evangelizaeión era la per-viveneia de la esclavitud del infiel, defendida por un grupo compacto de doctrinarios ( Egidio Romauo y Enrique de Susa a la cabeza) y combatida por una minoría de penetrantes teólogos ( Inocencio IV, Santo Tomás y Agustín de Aneona). La curia pontificia va a adoptar en 1434 una postura intermedia, que, para el momento, supone un decidido progi^ so. Este milagro se operó gracias a los infoimes que sobre las verdaderas circunstancias de los aborígenes atlánticos arribaron a la corte pontificia con el apoyo del obispo de Rnbicón, Femando Cálvelos, y por el testimonio directo de un abnegado misionero, fray Juan de Baeza, minorita, y nn lego indígena, Juan Alfonso Idubaren. Eugenio IV, que ya se hutía distinguido por la protección dispensada a la misión, a la que había concedido toda clase de privilegios y gracias, dio un paso decisivo al proclamar la libertad de los aborígenes. La bula Regimini gregis ( 29 de septiembre de 1434) execra las violencias cometidas por piratas cristianos contra los naturales con objeto de reducirlos a esclavitud. En estos asaltos eran capturados los indígenas recién convertidos y los que estaban en camino para abrazar la fe. Ello se traducía en nna actitud de retraimiento y bostilidad por parte de los infieles a la labor de los misioneros. Eugenio IV proclama la libertad de los aborígenes dentro del área o territorio señalado como escenario de la evangelizaeión. l^ adíe debería capturar a los neófitos, a los semiconversos ni a sus vecinos. El pontífice proscribe a los príncipes y capitanes cristianos las depredaciones y asaltos, conminando a devolver la libertad a los cautivos bajo pena de excomunión. Aquellos que, obedientes al mandato del vicario de Cristo, manumitiesen los esclavos disfrutarían de una indulgencia plenaria. Por otras diversas bulas del mismo año la misión se vio protegida con distintos privilegios y gracias espirituales y materiales. Cabría destacar el « ae- ^ JOSÉ DE VIERA Y CtAViJO: Noticias de la historia general de las islas de Canaria, Madrid, 1783, tomo IV, págs. 614- 615. JOSÉ ZUNZÜNEGUI: LOS orígenes de las misiories en las islas Canarias, en « Revista Española de Teología » , vol. I, cuad. 2. » ( afio 1941), pág. 383. Rt3MEt3 DE ARMAS: El obispado de Telde, pág. 130. San niego de Alcalá, por Zurbarán. ( MADRID: Iglesia de las Maravillas). Fray Diego de San Nicolás, minorita andaluz, lego- gruardián del convento de San Buenaventura, fue un abnegado evangellzador de las islas Canarias. Si^^- JíM:-^' HkiM tOt. !>•/•• 7 i'Mnfm^ tU. o.?/.. » V,/./,/. rf.'- 9AR. TE DE ' iEKBBJd/ r LXC^ VAS DE SSPAA/ A Las islas Cattarias y el África Occidental, por Pedro Agustín del Castillo. Í676. ( LAS PALMAS: Archivo Vega Grande). LA EVANGELIZACIÓN 0E LOS GUANCHES 27 guro » que bajo pena de excomunión otorgó Eugenio IV en beneficio de los misioneros, navios y fieles, y de manera particular los recién convertidos *. Desde 1434 la esclavitud no se pudo practicar sino en las islas alejadas del escenario misional. Sería injusto silenciar a partir de este momento la abnegada acción evan-gelizadora d e fray Juan de Santorcaz — epígono cultivador del lulismo— y el lego guardián fray Diego de San Nicolás, más conocido por Diego de Alcalá o simplemente San Diego, ambos adscritos al convento matriz de San Buenaventura. Fray Alfonso de Bolaños, apóstol de Tenerife. El eremitorio de Gtíímar. Ante la imposibilidad de seguir paso a paso el sorprendente despliegue de las misiones atlánticas, nos hemos de limitar a enunciar los momentos capitales. AI promediar la centuria, la evangelización proseguía con éxito singular. Los misioneros se habían abierto camino por las islas mayores Gran Canaria, La Palma y Tenerife, fundando eremitorios para la evangelización de los infieles canarios. De los núcleos misionales de Gran Canaria y Tenerife poseemos sustanciales pormenores, mientras que muy poco se sabe del eco de la predicación 8 A. V.: Reg. F « f., vol. 373, fol. 79v. RAFAEL TORRES CAMPOS: Carácter de la conquista y colonisación de las islas Canarias. Madrid, 1901, apéndice II, págs. 207- 208. La bula está expedida en Florencia. DoMiNiK J. WOLFEL: La Curia Romana y la Corona de España en la defensa de los aborigénes canarios, en la revista « Anthropos » , tomo XXV ( ano 1930), págs. 1039- 1041. líl texto de este trabajo resulta de imposible aprovecbamiento por la serie interminable de errores cronológicos y de transcripción. ANTONIO RUMEU DE ARMAS: La política indigenista de Isabel la Católica. Valladolid, 1969, págs. 29- 31. 28 ANTONIO RÜMEÜ DE ARMAS en La Palma. Por eso hemos de limitamos a señalar el panorama de la evan-gelización en las dos islas primeramente citadas. Durante el tercio medio del siglo xv, Telde volvió a ser el núcleo misional más importante dentro de la isla de Gran Canaria. Bajo el alto patrocinio del obispo de KuMcón don Diego López de lUescas ( 1460- 1468) y la eolaboración efectiva de los franciscanos de la vicaría de Canarias se cimentó en la mencionada ciudad sureña mi eremitorio ( casa de oración) alrededor del año 1462. La edificación del eremitorio se pudo acometer después de una laboriosa negociación con los indígenas llevada a cabo desde el enclave militar de la torre de Gando y previa la entrega de niños rehenes cristianos como garantía de pa? y amistad. El obispo Illescas procedió a consagrar la nueva iglesia, q u e quedó abierta al culto. En la valiosa Información- de Esteban Pérez de Cabitos ( 1477), Martín de la Torre da fe del singular suceso: « Este testigo vido en Telde al obispo de Canaria don Diego López, e que estovo ende con él dentro en Telde, e q a e ojo ende míssa... » -. Femando Alfonso es tanto o más expresivo, aunque no declare de manera inconcusa que Telde sea el escenario concreto del recuerdo: < Conosció este testigo en las dichas islas al dicho obispo e sacerdote de ellas..., e que vido bautizar en ellas a algunos canarios, e que este testigo fue padrino dellos; e aun que fizo bautizar unos quafro cativos canarios, suyos desde testigo... » '. No se puede precisar el lapso de tiempo en que el eremitorio de Telde se mantuvo en pie. Sobran los indicios, sin embargo, para establecer que más adelante fue destruido por los indígenas, al quedar rota » las amistosas _ relaciones con la torre de Gando '. ' Biblioteca del Real Monasterio del Escorial: II- X- 26. Est. 16.2. Información auténtica sobre cuyo es el derecho de la isla de Langarote y conquista de las Canarias, hecha por comisión de los Reyes Católicos D, Femando y D." Isabel, MCDLXXVII. Otra copia se conserva en la Biblioteca del Palacio Real de Madrid: manuscrito 11- 2660. Fue acometida por el pesquisidor Esteban Pérez de Cabitos — también llamado Pérez de Gogón— en virtud de expresa comisión de los Reyes Católicos ( cédula despachada en Toro el 16 de noviembre de 1476). Ha sido impresa en publicaciones distintas: 1."* Parte documental. Por GEECORIO CHIL Y NABANJO: Estudios históricos, clitnato-lógicos y patológicos de las islas Canarias. Las Palmas de Gran Canaria, tomo 11, páginas 518- 632. 2.* Información testifical. Por BAPAEI TORRES CAMPOS: Carácter de la conquista y colonización de las islas Canarias. Madrid, 1901, apéndice 1, páge. 121- 206. Lo8 textos transcritos corresponden a esta última, págs. 188- 189 y 201. Este importante documento será citado en adelante, para abreviar, Cabitos; Información. Consúltese el Repertorio de Siglas y Abreviaturas ( pág. 15). RuMEü DE ARMAS: Et obispado de Telde, págs. 138- 139, « Ibid., págs. 140- 144. En esta obra se identifican como una misma edificación el eremitorio de Telde ( casa LA EVANGELIZACIÓN DE LOS GUANCHES 29 En cuanto al núcleo misional de Tenerife, radicado asimismo en el sur de la isla, y más concretamente en Candelaria ( menceyato de Güímar), cont ó desde un principio con poderosos valedores que contribuyeron a dar al nrtismo inusitado auge. El ministro general de la Orden franciscana fray Jaime de Zarzuela ( elegido el 2 0 de mayo de 1458) acogió bajo su tutela el eremitorio de Tenerife, sometiéndolo a directa jurisdicción. El principal apóstol de esta misión fue fray Alfonso d e Bolaños, quien había conseguido catequizar buen número de infieles ^ Sabemos por expresa declaración pontificia que el núcleo tiner-feño lo componían tres misioneros, y hasta es dable identificar a otro de ellos, fray Masedo, Acaso fuese el tercero fray Diego de Belmanua. De los t r e s hay constancia de que vivieron entre los guanches y que predicaban en l a lengua de éstos ". El segundo protector del eremitorio de Tenerife fue el obispo de Ru-bicón don Diego López de Illescas, a quien de sobra conocemos. Este patrocinio se extendió a fray Alfonso de Bolaños. como cabeza visible del núcleo nivariense. Dicho prelado se erigió en defensor del misionero contra las tropelías del vicario d e Canarias fray Rodrigo de Utrera, acudiendo con sus quejas, en 1461, ante la propia corte pontificia. Conocemos estos incident e s por la bula Decet apostolicam, sedem ( 19 de enero de 1462) del papa P í o II. El vicario Utrera, prevalido de su cargo, se incautó de los documentos que habían autorizado la erección del eremitorio, imponiendo obediencia a sus órdenes. De resultas de esta desatentada conducta, la misión quedó paralizada por completo. Pío I I , haciéndose eco de la » quejas de Illescas, ratificó los privilegios y exenciones de que disfrutaba el eremitorio, al mismo tiempo que concedía a Bolaños amplísimas facultades para proseguir en la tarea emprendida ^^. de oración) y fortaleza construida por los castellanos en la mencionada ciudad sureña. Un análisis más detenido de los textos nos permite rectificar este parecer. Fneron dos edificios distintos, aunque con suerte pareja. Sobre el incierto destino de los niños rehenes, véase particularmente la página 144 En 1482 segHían bajo cautividad. En relación con la fortaleza de Telde, consúltese el capítulo III de la presente obra, páginas 84- 86. ^ JOSÉ MARÍA POU Y MARTÍ: BuUarium Franciscanum. Nueva Serie, Quaracchi, 1939, tomo II, núm. 978, pág. 512. i" Véanse las páginas 33- S4 de este mismo capítulo. Bula Decet apostolicam sedem ( 1462). BuUarium Franciscanum, tomo II, núm. 978, página 512. ^ 1 Las disensiones internas entre los frailes minoritas pusieron en trance crítico a la naciente misión. La vicaría se la disputaban tres religiosos; fray Juan de Logroño, fray Femando de ^ lamanca y fray Pedro de Marchena, con escándalo de los fieles, que soli- 30 ANTONIO ROMEU DE ARMAS El celo evangélico de este abnegado misionero le arrastró a una singular aventura: iniciar por sns propios naedios la catequizaeión de las iribus Tecinas del continente africano, es decir, azenegues y_ guineos. Aquel óptimo panorama hizo meditar a los pontífices sobre la conve-ttiencia de afianzar con apoyos más sólidos l a acción misional. Para que los t « cnrs08 económicos no faltasen, Ro I I , por la tula Pastor bonus ( 7 de octubre de 1462), concedió una amplia indulgeneia en beneficio de los cooperadores en las obras misionales y de cuantos contribnyesea con sus limosnas o decisiones a i^ dinñr cautivos, o con su ayuda a reprimir la piratería y la esclavitud de los indígenas. El papa ratifica por medio de esta bula los privilegios concedidos por sus predecesores y fulmina de nnevo la excomunión contra los piratas que salteasen y vendiesen a los naturales si no les restitoían inmediaíameníe la libertad. Pío I I da un paso más en favor de la libertad de los infieles y garantiza los pactos y confedemdone » que los obispos concertasen con los naturales t< « lavía sin convertir. Estos hondos o reinos, llamados de paces, disfrutarían también de plena libertad, bajo pena de excomunión para los que atentasen contra la misma ^^. Es curioso señalar cómo el papado reacciona ahora frente a l a tradicional cruzada, es decir, la guerra santa indulgenciada, para abogar con auténtico entusiasmo por la acción jnísional indulgenciada. citaron de la santa sede tomase cartas en el asunto. Pío II ( por m Lula Ad uberes, 21 de diciembre de 1456) depuso a los tres, ordenando que se verificasen nuevas elecciones bajo el alto patrocinio de fray Alfonso de Bolaños. En el capítulo resultó electo para un nuevo trienio fray Rodrigo de Utrera, que, siendo conventual, se había hecho pasar por observante. A^ Biás abusó de su poder, como se ha señalado en el texto. Descnbierto el fraude, causó grandes escándalos entre los misioneros. El caso fue de-nnnciado al pontífice por el obispo de Rubicón don Diego López de Illescas. Pío II ( bula Cum nihil sit, 19 de enero de 1462) depuso a Utrera, ordenando a Bolaños la convocatoria de un segundo capítulo para proceder a la elección de vicario legítimo. Resultó designado el apóstol de Tenerife. La bula Decei apostolicam sedem, mencionada en el texto, ratificó y amplió los privilegios de que disfrutaba la misión de Tenerife. BuUttrium frandscanutn. Nueva serie, tomo TI, núins. 727, 977 y 978, págs. 374, 510 y 512. * 2 VIERA y CLAVIJO, tomo IV, págs. 621- 625, Este autor fue el primero en dar a conocer la bula. Está datada en Petreolo, diócesis de Siena. Bulkrium Franciscanum. Nueva serie, tomo II, núm, 1.044, pág, 54S. RuMEu DE ARMAS: La política indigenista de Isabel la Católica, págs, 31- 32, Los pactos o confederaciones a los que alude la bula habían ya tenido efecto por lo que respecta a Gran Canaria, El 16 de agosto de 1461 el señor de las Canarias Diego García de Herrera y el obispo Diego López de Illescas habían firmado paces con los reyes indígenas de Gáldar y Telde, En cambio, las poces con los nueve reyes de Tenerife se verificaron algo más tarde, el 21 de junio de 1464, estando presente el sefíor temporal. A estos pactos de amistad y suwisión se hará « Je nuevo referencia en el capítulo IH, páginas 73- 76 de esta obra. MMCMi J^ L' á ^ . Mapa de la isla de Fuerteventura, por Leonardo Torriani. ( COIMERA: Biblioteca Universitaria). Los frailes fr^ n^^ f^ fn"?/""- daron en 1414, en ios aledaños de Santa María de Betancuria, el convento de San Buenaventura, el núcleo misional mas importante del archipiélago canario en la etapa primigenia. Vista patwrámica de Santa María de Betancuria, por Leonardo Torriani. ( COIMBRA: Biblioteca universitaria). Sobre el casco urbano — a la izquierda— se divisa el convento de San Buenaventura. LA EVANGELIZACIÓN DE LOS GUANCHES 31 Como ya se h a referido, en esta segunda etapa la figura verdaderamente eximia de la misión es fray Alfonso de Bolaños, O. F . M., apóstol de Tenerife, donde llegó a contar con innúmeros prosélitos. Pío I I le otorgó el título de vicario en 1462, autorizándole para reclutar misioneros en los conventos franciscanos de su preferencia ^*. De esta manera las misiones atlánticas quedaron segregadas en dos circunscripciones: la vicaría de las Canarias ( primera), dependiente del provincial de Castilla, y la mearía de las islas del Océano y Guinea ( segunda), sometida a la directa jurisdicción del ministro general de la Orden franciscana. Bolaños debía de ser andaluz, porque sus compañeros fueron reclutados en esta región de manera casi exclusiva. Para la formación y descanso de los misioneros, la vicaría llegó a contar con diversas casas en Andalucía, entre las que sobresalían las de Sanlúcar, Jerez y Utrera " . Esto « conventos filiales se erigieron en distintos momentos. El primero, el monasterio de Santa María de Jesús, de Sanlúcar de Barrameda, fue fundado en 1443. La dotación del mismo debióse a la munificencia de la vecina de dicha villa Mencía Alfonso Mufiiz ^°. Le seguía en antigüedad el convento de la Madre de Dios, de Jerez de la Frontera, edificado entre los años 1443- 1450. El tercer monasterio adscrito a la vicaría de Canarias fue el de Santa María de las Veredas, en la villa de Utrera; no se sabe exactamente cuándo se incorporó a la misma, aunque la fecha más probable es la de 1459. A la sombra de las disposiciones pontificias antes citadas, fray Alfonso de Bolaños y sus compañeros de misión se arrogaron una independencia de actuación que iba a despertar el recelo de sus antiguos superiores. Ya se ha hecho mención del convento de Sanlúcar de Barrameda como casa filial para la recluta, preparación y descanso de los misioneros. Pues bien, Bola-ños, por su cuenta y riesgo, declaró exenta a esta casa de la jurisdicción del vicario de Canarias, del vicario general de los observantes y del propio 13 Bullarium Franciscanum. Nueva serie, tomo II, núm. 1.061, pág. 554. La designación fue hecha por medio de la bula Ex assuetae pietatis intuitu, de 12 de diciembre de 1462. 1^ Ihid., tomo III, núm. 1. S82, pág. 690. 1° La fundación de una « asa o convento para franciscanos observantes en Sanlúcar fue promovida por los vecinos de dicha villa Sancho de Vera, Fernando Martínez Bacliicao, Alfonso Fernández de Lugo, Lopa González y Antón Pérez. El solar y arboleda, situados en las afueras del pueblo, fueron donados por Mencía Alfonso Mufiiz. La adscripción a la vicaría de Canarias debióse a las gestiones de fray Juan de Logroño, vicario a la sazón ( 1443). HIPÓLITO SANCHO DE SORBANIS: LOS conventos franciscanos de la misión de Canarias, en « Anuario de Estudios Atlánticos » , tomo 5 ( año 1959), págs. 377- 382. P. ÁNGEL ORTEGA: La Rábida: Historia documental crítica. Sevilla, 1925, tomo I, pagina 210. 32 ANTONIO RÜMEU DE ARMAS ministro general de los franciscanos ^^. Es más, procedió a l a recluta de frailes misioneros e n los conventos de Andalucía con el mismo alarde de autonomía y libertad. La protesta de la Owien n o se h i z o esperar. El capítulo general de los frailes menores de San Francisco reclamó contra el desusado proceder del vicario y los misioneros atlánticos. E n vista de ello. Pío 11, p o r su bula Non debet indecens reputan, de 12 d e enero de 1464, revocó las exenciones de que disfrutaban los misioneros, a los que sometió a la jurisdicción directa del vicario general de los observantes. Si p o r un lado el papa les quitaba independencia, por otro les acrecentaba en facultades espirituales, ya que 18 Como es sabido, la sitnacióa de las órdenes religiosas en los postreros siglos de la Edad Me^ a era sumamente delicada. En el caso partictdar de los jranciscanos, la crisis se manifestaba en « na relajación de la disciplina y ana intei^ retación laxa de la pobreza. A. los que asi obraban se les llamó conventuales. Como reacción contra esta actitud acomodaticia se produjo en el siglo xiv el movimiento de la regular abservtmcia, que pretendía la reforma de la Orden a base de la observancia pnra de la regla, es decir, de la vnelta al ideal primitivo, acentuando el carácter eremítico de la misma. Los observantes tuvieron, una gran difusión por toda la cristiandad. Al principio estuvieron sometidos a las autoridades comunes: el ministro general, los ministros provinciales y los custodios. Pero en el famoso Concilio de Constanza ( 1415) los observantes franceses consiguieron plena autonomía. A partir de esa fecha serían regidos por un vicario general ( prácticameote independiente del ministro general), por los vicarios provinciales y los custodios particulares. El ejemplo de los franceses fue de hecho seguido por los observantes de otras naciones. Desde este importante momento la unidad de la Orden minorita fue pnramente ficticia, quedando dividida en la práctica en dos grandes familias: conventuales y observcaües. Poco tiempo más tarde, el pontífice Martín V, por medio de sus famosas constitucio- . nes ( 1430), llevó a cabo un meritorio esfuerzo para devolver a los franciscanos la unidad, pero su intento se vio frustrado ante la resistencia opuesta por ambas familias minori-tas, A partir de este fracaso la santa sede hubo de limitarse a regular la convivencia entre ambas ramas ( bulas de concordia). La división quedó consagrada por la bula üt sacra Ordinis minorum, de Eugenio IV ( 1446). Este pontífice, señalado protector de los observantes, dispuso que, bajo la autoridad nominal del ministro general, los frailes reformados quedasen sujetos a la inmediata jurisdicción de dos vicarios generales: a) Vicariato cismontano ( Italia y el este de Europa). b) Vicariato uJtramontano ( Francia, España, Alemania, Inglaterra y norte de Europa). Los observantes españoles se organizaron en 1447 bajo la dirección de fray Luis de Saja, delegado del primer vicario general ultramontano fray Juan Maubert. De momento constituyeron tres vicarias provinciales: Aragón, Castilla y Santiago, Sin embargo, en las provincias españolas, y de manera particular en Andalucía, muchos observantes se mantuvieron fieles a sus primitivos ministro general y ministros provinciales. Por eso eran llamados observantes de « ministro » o de comunidad, para distinguirlos de los demás observantes, denominados a partir de ahora de « familiar. Esta actitud en favor de la tradicional unidad fue a la postre vencida y superada, pues entre los afios 1451- 1460 todos los observantes españoles pasaron a depender del vicario general ultramontano y de sus respectivos vicarios provinciales. LA EVANGELIZACIÓN DE LOS GUANCHES 33 podían administrar el bautismo y_ demás sacramentos a los neófitos, sobre los cuales venían a ejercer derechos cuasi parroquiales ^'^. El pontífice, para congraciarse con el vicario general ultramontano de los observantes, fray Zegero Maigrefort, le dirigió particularmente la bula Superioribus temporibus, de 24 de enero de 1464, en la que le comunicaba cómo los misioneros de Canarias j Guinea, en sus dos vicarías, quedaban sometidos a su jurisdicción. Esta bula pudo ser leída, para satisfacción de todos, en el capítulo general reunido en Bruselas el 20 de mayo de dicho año ^*. Una bula algo posterior del papa Paulo II, la Decet romanorum pontifi-cem ( 1465), nos informa de manera indirecta que por esa data fray Alfonso de Bolaños ejercía autoridad como vicario sobre Guinea, las islas del Mar Océano y alguna de las Canarias ^^. El ardoroso misionero minorita no sólo chocó con sus superiores jerárquicos, sino que también tuvo roces con el poder temporal. Esto explica que en 1465 don Diego García de Herrera, sefior de las islas Canarias, se que-jase de su comportamiento en carta que dirigió al propio papa Paulo II. Por la respuesta del soberano pontífice, dirigida al obispo lUescas ( 9 de septiembre), nos enteramos de que, según Herrera, fray Alfonso de Bolaños abusaba de sus privilegios, proponiendo para sustituirle a fray Diego de Belmanua, abnegado misionero que conocía la lengua de los isleños. El santo padre encomendaba al prelado rubicense la resolución del litigio ^"'. A esta etapa tan intensa de la acción misional aluden con reiteración los testigos de la famosa Información de Cabitos ( 1477). El propio señor de las Canarias Diego García de Herrera confiesa, por la pluma de su procurador, lo que sigue: « el obispo de las dichas islas ha estado en las dichas islas e sus clérigos; e en la dicha isla de Tenerife han entrado asaz veces frayles, e tienen su iglesia e hay en ella asaz gente bautizada » . El testimonio merece ser realzado por la calidad de la persona y la concreción de los detalles. Los fedatarios menores se expresan más vagamente y con moderado optimismo. Juan Iñiguez de Atabe confirma que « Diego de Perrera... fizo en Tenerife... una iglesia... » . Diego Martínez, Antón de Olmedo, Gonzalo Ro-dríguez y Martín de la Torre, los cuatro vecinos de Sevilla y moradores accidentales en el archipiélago, atestiguan « que entraron e estuvieron, en la dicha isla [ de Tenerife], el obispo e ciertos frayles... » . " Buüariwn Fraiwiscanum. Nueva serie, tomo II, núm. 1.195, pág. 619. 18 Ibid., núm. 1.201, pág. 622. 1 » Ibid., núm. 1.301, pág. 661. 20 Ibid. 34 ANTONIO RÜMEU DE ARMAS Gonzalo Rodríguez alude a algún momento de tirantez entre misioneros y guanclies. Oigámosle: « e que después se salieron dende [ los frailes] sin les facer por qué; e qne oyó dezir que algunos dellos habían baptizado, pero que noa viven como christianos... » . Martín de la Torre reitera la violenta situación: « e que este testigo ayudo a sacar un frayle que se llamaba fray Masedo, que había entrado ende, e lo tenían detenido... » ^^. ^. Vicisitudes de la cristianiz. ación de los guanches. Cuando falleció el papa Pío II, en 1464, los enemigos de las misiones o sus recelosos desafectos hicieron correr la voz de que lodos los privilegios y exenciones de que disfrutaba el vicario Bolaños habían quedado extii^ ui-dos con 6u muerte. Por otra parte, volvieron a renovarse las divergencias en tomo a si los misioneros deberían estar sometidos a la jurisdicción del vicario general ultramontano de los observantes o al ministro general " de la Orden franciscana. Para poner en claro la situación y despejar cualquier posible mal entendido, fray Alfonso de Bolaños optó por trasladarse a Roma así que supo qpe Sixto IV, antiguo ministro general de los franciscanos, acababa de subir al solio pontificio ( 1471). Bolaños pnso tal ardor en la defensa de su causa y el nuevo pontífice quedó tan gratamente impresionado por el óptimo panorama que ofrecían las misiones, que desde este mismo instante se declaró su protector, tomando sobre sí la responsabilidad de importantes decisiones. Al igual que Pío I I , Sixto IV se apresuró a expedir la bula Pastoris aetemi ( 29 de junio de 1472), fiel trasunto de sus inquietudes misionales. El pontífice minorita se declara entusiasta y ardoroso campeón de la conversión de los indígenas guanches y africanos, depositando toda su confianza en fray Alfonso de Bolaños para el desempeño de tan importante 21 Páginas 155, 170, 175, 184, 186, 201 y 203. lA EVANGELIZACIÓN DE LOS GUANCHES 35 misión. Con este objeto erigía la nunciatura de Guinea, designando nuncio y comisario a fray Alfonso de Bolaños. Quedaban bajo su inmediata dependencia espiritual la isla de Tenerife, los territorios de África y Guinea y las islas del Mar Océano ^^. Esta importante decisión no puede quedar sin comentario. Sixto IV, haciendo caso omiso de la soberanía portuguesa y de la jurisdicción espiritual otorgada a la Orden de Cristo por su predecesor, Calixto III ^*, sometía, a la vista del fracaso luso, a la acción misional de los frailes andaluces todo el dilatado territorio del África Occidental. Era algo así como tina penetrante cuña espiritual hispánica clavada en el ámbito territorial portugués. Esta determinación se producía a los doce años del fallecimiento de don Enrique el Navegante. Conviene destacar asimismo que quedaban bajo la jurisdicción de la nueva nxinciatura las islas del Mar Océano. En este punto es particularmente expresiva la bula: « cuantas con diversos nombres se hallen en el Atlántico » . Como por esta fecha ya estaban pobladas las Azores y Madera, sometidas o en vías de serlo las Canarias y descubiertas las de Cabo Verde, la alusión es clara a otras islas diseminadas por el Océano, que en el ambiente marinero de la época se daban como existentes con absoluta seguridad ( Antilia, Brasil, San Brendán, Siete Ciudades, etc.) ^''. 22 Bullarium Franciscanum. Nueva serie, tomo III, wám. 28(), pág. 117. RuMEU DE ARMAS: La política indigenista de Isabel la Católica, págs. 32- 34 y 39; La nunciatura castellana de Guinea, en « Revista de Indias » , núms. 109- 110 ( año 1967), páginas 285- 311. 2^ Dicho pontífice había concedido jurisdicción espiritual sobre el continente africano a dicha Orden por la bula ínter caetera, de 13 de mayo de 1456. ANTONIO RUMEU DE ARMAS: España en el África Atlántica. Madrid, 1956, tomo I, páginas 98- 101. Los misioneros franciscanos, conforme hemos dicho, no se limitaron a evangelizar las islas Canarias, sino que desde ellas se abrieron paso en la vecina plataforma continental, es decir, en las tierras de Guinea, cuya soberanía política habían otorgado los pontífices romanos al reino de Portugal. Esta acción misional tiene que datar, por lo menos, de los años postreros de la administración de don Enrique el Navegante ( t 1460), pues en documentos pontificios de 1462 se constata su existencia, así como el propósito de dar a la evangelización una mayor actividad y auge. Valga como ejemplo la bula Pastor bonus ( 7 de octubre de 1462), antes citada, en la que el pontífice Pío II pondera por igual el desarrollo que iban teniendo las misiones en las islas del Océano y en la provincia de Guinea, donde trabajaban con admirable celo muchos misioneros del clero regular. Guando por la misma data erigió dicho papa en vicaría autónoma la misión de Bola- Sos, insiste en el auge que iba tomando la evangelización de África. La bula Ex assuelas pietatis intuitu, de 12 de diciembre de 1462, exalta la labor de apostolado que estaban acometiendo los franciscanos en « Guinea, provincias circunvecinas y en las islas del Mar Océano » . Bullarium Franciscanum. Nueva serie, tomo II, núms. 1.044 y 1.061, págs. 545 y 554. 2* El texto de la bula señala entre los territorios sometidos a la jurisdicción de la 36 ANTONIO EUMEU DE ARMAS La bula Pastoris aetemi merece en otros aspectos particular comentario. En primer lugar, beneficiaba a la misión con una amplísima indulgencia, a la qne haremos inmediata alusión. En segundo término, la colocaba bajo la protección directa de la santa sede j la jurisdicción inmediata del ministro general de los franciscanos. En cuanto al régimen interno de la misión, Sixto IV establecía que a la muerte de Bolafios sus compañeros eligiesen al nuncio y comisario sucesor; al mismo tiempo autorizaba al nuncio para reclutar los misioneros, así entre observantes como entre conventuales, sin que los superiores respectivos pudiesen poner obstáculos a su labor. Por último, Sixto IV comisiona al arzobispo de Lisboa, Jorge da Costa; a los obispos de Cádiz y Huelva, Pedro Fernández de Solís y Juan de Meló, respectivamente, y al prior de Guadalupe, fray Juan de Guadalupe, para qne velasen por el exacto cumplimiento de todas estas disposiciones. Las facTjltades concedidas a fray Alfonso de Bolafios eran de tal importancia, que el papa no quiso tuviesen efecto sin que antes fuesen examinadas por el vicecancelario de la Iglesia Romana, el cardenal Rodrigo de Borja, que se encontraba en España en calidad de legado pontificio. El portador del diploma papal fue el mismo Bolafios, quien en presencia del obispo de Tarazona, Pedro Perraz, hizo juramento solemne de entregarlo a su destinatario ^°. Así lo llevó a cabo, en efecto, obteniendo el cardenal Borja asentimiento pleno para la obra emprendida. Concretándonos a los medios económicos con que apoyar la labor abnegada de los misioneros, Sixto IV predicó una bula de indulgencia en beneficio de los cooperadores de la misión, reproduciendo- las gracias espirituales otorgadas por su predecesor. Pío II. La única diferencia estriba en que mientras la primera btila —^ la Pastor bonus ( 1462)— tuvo un ámbito de acción reducido, Andalucía exclusivamente, la segunda — Pastoris aeter-nis ( 1472)— va a ser pregonada por todo el territorio peninsular, Castilla, Aragón, Navarra y Portugal. El pontífice romano interesó en ello, de manera muy particular, a Femando e Isabel, reyes de Castilla ( 1474), y a Juan II, rey de Aragón. Fue designado un comisario de la bula, y los cuatro reinos se poblaron de predicadores, tesoreros y colectores de la indulgencia. Aunque no se poseen cifras, el dinero recaudado para dicha finalidad evangélica debió ser muy importante. nueva nunciatura: las islas Canarias, Guinea, África media, isla de la Madera « y otras islas del Océano ya descubiertas o por descabrir » . 2 » Con dicho objeto, Sixto IV expidió la bula Sperantes Domirw auctore ( 5 de julio de 1472). BuUaríum Frmuismnuni. Nueva serie, tomo III, núm. 284, pág. 121. LA EVANGELIZACIÓN DE LOS GUANCHES 37 De la actuación de Bolaños y sus compañeros en las islas del Océano y Guinea nada o casi nada sabemos. El punto fuerte de la misión era la isla de Tenerife, donde las conversiones de indígenas habían dado frutos espectaculares. La bula Pastoris aetemis ( 1472) hace referencia a miles de infieles instruidos y bautizados. El párrafo pertinente merece ser reproducido con carácter textual: « Cum autem, sicut exhibita nobis super pro parte tua petitio continebat, tu cum plerisque dicti ordinis professoribus, quos in insulis Canariae pro convereione infidelium huiusmodi deputasti, ab illo tempore citra circa eamdem conversionem magnum fruc-tum cooperante Domino feceris et nuperrime in Ínsula Tenerife, quae ex insulis Canariae exsistit, multa paganorum railia ad catho-licam fidem convertí procuraveris et sacri baptísmatis fonte renatos gregí fidelium addideris et homines omnino incultos christianae civilitatis mores instruere et informare coeperis... » ^ ® . Hay que advertir que cuando el rey de Aragón Juan II, por cédula de 15 de marzo de 1475, favoreció en sus reinos la predicación de la segunda bula de indulgencia, se hace eco literal de la anterior disposición pontificia: « ... et dictus frater Alfonsus cum plerisque dicti ordinis professoribus, quos in insulis Canarie pro conversione infidelium huiusmodi deputaverat, ab illo tempore cifra circa eamdem conversionem, cohoperante Domino, fecerit, et in ínsula Thenerife, que ex insulis Canarie existit multa paganorum, milia ad catholicam fidem. convertí procuraverit, et sacri baptísmatis fonte renatos gregí fidelium addiderit... » ^^ Volviendo ahora al régimen interno de la misión, nuestro único guía siguen siendo las disposiciones emanadas de la curia pontificia. El problema que iba a perturbar en mayor grado la buena armonía en el seno de la nunciatura era el de la acalorada rivalidad entre observantes y conventuales ^^ Recuérdese que la bula Pastoris aetemis ( 1472) autorizaba al nuncio Bolaños para reclutar los misioneros entre ambas ramas de la familia franciscana, sin que los superiores respectivos pudiesen poner obstáculos en la abnegada tarea. 28 Véase la nota 22. " A. C. A.: Registro 3.389, fol. 45 V.- 47. RuMEU DE ARMAS: La política indigenista de Isabel la Católica, págs. 157- 160, doc. 2 ( en particular la página 158). * 8 Véase la nota 16. 38 ANTONIO RUMEU DE AEMAS Contra esta determinación llovieron las protestas por el confusionismo que sembraba o el mal uso que de ella se hacía. Los primeros en dejar oír su voz fueron el vicario general de los olservantes, los provinciales de España y Portugal ( conventuales) y los vicarios provinciales ( observantes) de idénticos reinos. Se lamentaban, en primer lugar, de qxie la recluta « para la conversión de los infieles en Granada, Guinea, África y en todas las islas del Océano » se hiciese sin Ucencia de sus respectivos superiores, y, en segundo término, del constante trasiego que hacían los misionaros pasando a su capricho de la observancia a la conventualidad, y viceversa. Contra estos abusos reaccionó Sixto IV expidiendo la bula Regimini uni-versalis ecclesiae ( 1473), por la que exigía a los misioneros que declarasen de manera definitiva a qué familia deseaban pertenecer para el futuro^". Esta solución no satisfizo a nadie. Por esta circunstancia, el propio pontífice expidió la bula Romanus pantifex ( 1475), renovando las prohibiciones decretadas por su predecesor, Paulo II, sobre la posibilidad de pasar de una familia franciscana a otra. Al mismo tiempo alaba y pondera Sixto IV la abnegada actuación de Alfonso de Bolaños, « nuncio apostólico de las islas Canarias, islas del Mar Océano, Guinea y provincias de África » , cuyos planes y proyectos pretende apoyar con verdadero entusiasmo. Con este fin ordena que cada una de las cuatro provincias franciscanas de la península Ibérica debería aportar anualmente enatro religiosos de la observancia para cubrir los cuadros de la misión hasta tanto que estuviesen abiertos un número naínimo de ocho conventos ultramarinos. Estos dieciséis misioneros recibirían licencia escrita de sus superiores, quedando facultado Bolafios para admitirlos en caso de arbitraria negativa. Otro punto que aborda la bula antes mencionada era el relativo a la ' sucesión de Bolaños. Sixto IV había dispuesto en 1472 que fuese designado por elección entre } o3 misioneros. Por la bula Romanus pontifex ( 1475) condiciona la consolidación en el cargo a la probada capacidad misional del sucesor. Si demuestra relevantes aptitudes permanecerá en dicho puesto con carácter vitalicio. En otro caso, y precedidas tres admoniciones para la debida corrección, se procederá a una segunda elección por parte de los misioneros. Otros extremos importantes de la bula que comentamos fueron los siguientes: adscripción de todos los misioneros a la observancia y sujeción de los míPRios al nuncio y comisario apostólico de las misioaes ^°. Una segunda bula, la Intenta continué mlutis animarum, fue expedida <^ n idéntica fecha ( 1475). E n ella se recapitulan todos los privilegios eonce- 26 Bullarium Franciscanum. Nueva serie, lomo III, núm, 434, pág. 177. Fecha de la bula: Roma, 1 de mayo de 1473. 8° Ibid., núro. 786, pág. 373, Fecha de la bula: Roma, 3 de septiembre de 1475. LA EVANGELIZACIÓN DE LOS GUANCHES 39 didos a los misioneros por Martín V, Eugenio IV, Pío I I j Nicolás V, los que se consideran como válidos o vigentes a lo largo de 1475, no obstante la suspensión de tales gracias por ser año santo o jubilar. Es más, Sixto IV les otorga la facultad de lucrar la indulgencia del año santo en tierra de misiones. Fueron designados ejecutores de esta bula j guardadores de sus privilegios el arzobispo de Sevilla, Pedro González de Mendoza, y los obispos de Ciudad Rodrigo y Gerona, Alfonso de Paradinas y Juan Moles Mar-garit, respectivamente ^^. Al año siguiente, 1476, el mismo Sixto IV, a petición de Bolaños, expedía el breve Provisionis nostrae revalidando la bula de Pío II, Pastor bonus ( 1462), para la conversión de los infieles y redención de cautivos en las provincias de Guinea, islas Canarias y otras tierras africanas e islas del Océano °^. Se cierra esta etapa con la bula Regimini gregis ( 4 de agosto de 1476), de idéntico pontífice. Su objetivo era la seguridad personal de misioneros y neófitos de las Canarias, islas del Océano, Guinea y tierras de África contra las depredaciones de los piratas cristianos, ávidos de obstaculizar la obra civilizadora de Bolaños. A las justificadas quejas de los apóstoles responde el papa otorgando un amplio salvoconducto a todos los implicados en la noble empresa, incluyendo sus bienes materiales. Dicho salvoconducto debería ser respetado por todos los cristianos sin distinción de patria o nacionalidad. Los infractores habrían de incurrir en excomunión mayor, suspensión y entredicho y condenación eterna, sin que nadie les pudiese absolver más que el mismo pontífice, fray Alfonso y sus sucesores en caso de peligro de muerte. Dicha absolución quedaba condicionada por la liberación de los cautivos y la indemnización de los daños ocasionados. Para que esta bula tuviese la máxima difusión por el orbe cristiano, Sixto IV ordena su solemne promulgación, exhortando a cuantos ejercían poder secular a prestarle apoyo y obediencia. Al mismo tiempo les encarecía la adopción de medidas particulares y enérgicas para poner fin a las depredaciones piráticas. Destaquemos, una vez más, las alusiones directas de este pontífice a la evangelización de Tenerife: « Nam qui Deum hactenus non noverunt, modo cupiunt catho-licam fidem suscipere ac sacra baptismatis unda renasci praesertim m Ínsula quae Tenerife nuncupatur, ad quam, ut intelleximus, ipse 31 Ibid., núm. 787, pág. 377. 32 Ibid., núm. 894, pág. 436. Su fecha: junio- julio de 1476. 4 0 ANTONIO RUMBü DE ARMAS Alfonsus nimtius fervore Dei succensus, ut iofidelinm ihidem con-versioni intenderet, transiens, exemplari ordinatione sua plxiriinos ad Christi fidem reduxit... » ® ^. Decctdeneia de la misión. Se aviz. ora la conquista militar. La muerte de fray Alfonso de B oíanos, soBrevenida en 1478, supuso un rudo golpe para la misión. Sus seguidores procedieron a elegir nuncio sucesor a fray Andrés de Zumis. Pero este fraile minorita no se taostró a la altura de las circimstancias. El problema más grave con que tropezó la acción evangélica fue el de la recluta de misioneros, pues volvieron a inter-ferirse las viejas disputas entre conventuales y otservantes, con el consiguiente trasiego de una a otra familia franciscana. Las quejas llovieron sobre el pontífice, hasta obligarle a tomar la dolo-tosa determinación de declarar extinguida la nunciatura de Guinea, incorporando a todos sus misioneros a la vieja vicaría de Canarias, dependiente , de la observancia. Esta resolución se hizo pública por medio de la bula Variis quamvis distracti ciáis, de 22 de noviembre de 1480, dirigida al vicario general ultramontano de la observancia. En esta importante disposición se recapitulan todos los privilegios y exenciones alcanzados de distintos pontífices por los misioneros. Al mismo tiempo se hace eco el papa de los abusos cometidos en la aceptación de religiosos de ambas familias — conventuales y observantes—, contraviniendo las disposiciones vigentes. En vista de ello resuelve que los territorios de las islas Canarias, Guinea, África, isla de la Madera y otras islas del Océano, ya descubiertas o por descubrir, formasen con todas sus casas y religiosos una sola vicaría de la observancia, sometida, como las restantes obras misionales, a la directa jurisdicción del vicario general ultramontano. ^ 8 Ihid., núm. 895, pág. 437. Expedida en Narniae. ANTONIO RUMEU DE ARMAS: La nunciatura casteUtma de Guinea, en « Revista de Indias » , núms. 109- 110 ( año 1967), págs. 303- 305. LA EVANGELIZACIÓN DE LOS GUANCHES 41 Otros particulares de la bula merecen señalarse. La residencia del vicario quedaba fijada en Sanlúcar de Barrameda, puerto donde se reunirían asimismo los capítulos trienales para la renovación de cargos y adopción de acuerdos de interés general. Por su parte, el arzobispo de Sevilla, don Pedro González de Mendoza, recibía el encargo expreso de velar por la ejecución de la bula ^^. Pese a lo terminante de esta disposición, Sixto IV se vio forzado a rectificarla un mes más tarde, debido a las reclamaciones de los conventuales. Se daba la circunstancia de que parte de los misioneros y algunas de las casas de Andalucía procedían de la conventualidad, viéndose ahora incorporados a la observancia. El ministro general de los franciscanos, fray Francisco Nenni Sansón, fue el portavoz de los descontentos. La bula Alias, dum in minarihus constituti, de 20 de diciembre de 1480, sometía la vicaría de Canarias a la directa jurisdicción del ministro general de la Orden, segre-gándola así de la autoridad del vicario general ultramontano observante. En esta bula se hace alusión a las casas que poseían los misioneros en Canarias, Guinea, África y Andalucía. Entre los conventos héticos se enumeran el de Santa María de Jesús, en Sanlúcar de Barrameda; Santa María de las Veredas, en Utrera; Santa María del Valle, cerca de Motinilla, y San Salvador, en las proximidades de Alharán. Era designado ejecutor de la bula el obispo de Cádiz, Pedro Fernández de Solís, con la colaboración y auxilio del duque de Medina Sidonia, don Enrique de Guzmán ^^. Esta situación se mantuvo estacionaria hasta el año 1487, en que Inocencio VIII, por su breve Prídem felicis recordationis, de 11 de septiembre, declaró extinguida la vicaría de Canarias, incorporando todos los conventos y rehgiosos de la misión a la custodia observante de Sevilla ' « . Desde 1487 hasta 1494 ( año en que se inicia la conquista de Tenerife), el panorama de la acción misional se ensombrece notoriamente, sin que sea dable descubrir ningún pormenor valioso en relación con los núcleos cristianos de la isla. Los datos que poseemos inducen a establecer que se produjo vm retroceso en la marcha de la evangelización. Factor poderoso negativo fue el fallecimiento del misionero Bolaños ( 1478), el abnegado e incansable apóstol de los gentiles guanches. Vinieron luego a acrecentar la crisis las disputas entre frailes de las dos familias rivales, acabadas de puntualizar. Por 34 BuUarium Framdscanum, tomo III, núm. 1.357, pág. 677. 8= Ibid., núm. 1.382, pág. 690. RuMEU DE ARMAS: La nunciatura castellana de Guinea, págs. 305- 307. 88 P. ÁNGEL ORTEGA, O. F. M.: Las Casas de Estudios de la Provincia de Andalucía, en « Archivo Ibero- Americano » , primera época, tomo IV ( año 1915), págs. 34- 36. 42 ANTONIO EUMEU DE ARMAS último, hay cjae señalar la pérdida de autonomía, al ser extinguida la vicaría de Canarias, integrándose todos los misioneros en la lejana custodia hética. Tres custodios se sucedieron en este lapso de tiempo: fray Pedro de Marchena ( 1485- 1488), fray Antonio Cruzado ( 1488- 1491) y fray Cristóbal de Todos los Santos ( 1491- 1494), sin que quede constancia de sus resoluciones en la materia ^'. Tan sólo el custodio de Sevilla fray Antonio Cruzado recibió en 1488 una importante comisión de los Reyes Católicos, a la ( jue se aludirá en su momento '*. Hemos dejado e » profeso - para el final la causa más importante: la falta de recursos económicos, al ser canalizsado todo el dinero que producía la segunda bula de indulgencia a la conquista de Gran Canaria. Fue ésta una extraña decisión de los soberanos de Castilla que redujo notoriamente la labor de los misioneros. La resolución ijue comentamos fue tomada por Femando e Isabel en 1477. para dar tan grave paso invocaron algo así como una conquista evangeliza-dora, estimando que la bula era también válida « para que los [ isleños] que por la predicación non se quisieren convertir fuesen conquistados por fuerza de armas' » ' ® . Esta arbitraria interpretación de la tula de indulgencia contó con el impremeditado beneplácito del cardenal legado Rodrigo de Borja durante sU precedente estancia en Castilla ( 1472- 1473), y el incondicional apoyo del obispo de Rubicón fray Juan de Frías y del nuevo nuncio y comisario de Guinea fray Andrés de Zumis. La colaboración de ambos será inestimable en el montaje de las primeras operaciones de conquista *°. En cambio, el pontífice Sixto IV opuso encarnizada resistencia a esta anómala decisión. La primera reacción del santo padre fue suspender la concesión de indulgencias y ordenar de paso el secuestro de las limosnas. A su nuncio en España Francisco Ortiz tocóle mediar en el enojoso asunto. Pero los Reyes Católicos no se arredraron de momento, y el dinero de la indulgencia nutrió en gran parte las primeras operaciones de conquista de la isla de Gran Canaria •*^. ^'' ANTONIO RTJMEU DE ARMAS: La Rábida y el descubrimiento de América. Instituto de Cultura Hispánica, Madrid, 1968, págs. 45- 49. ss Capitulo IV, págs. 105- 106. * » A, S.: Registro del Seilo. Provisión de Femando el Católico, expedida en Toledo en diciembre de 1479. RuMEU DE ARMAS: La política indigenista de Isabel la Católica, págs. 43- 44 y 190- 193 ( documento 17). •* o Ibid., págs. 40- 44. ^'^ A. C, A.: Registro 3.606, fol. 15. Carta de Fernando de Aragón al pontífice Sixto tV ( Toledo, 20 de noviembre de 1479). En esta misiva el monarca español solicita el levantamiento de la suspensión y el secuestro. RuMKU DE ARMAS : La política indigenista de Isabel la Católica, págs. 44- 46. Supuesto retrato juvenil de Isabel, reina de Castilla, que se contempla en el cuadro anónimo flamenco titulado « ha Virgen de la Mosca » . ( TORO: Colegiata). Kscudo de los Reyes Católicos, con los cuarteles que simbolizan la unidad de España, superados por el águila de San Juan y flanqueados por el yugo y las flechas. Bajorrelieve en madera, por Martin Sunches. ( AVILA: Coro del convento de Santo Tomás). CAPITULO II LA VIRGEN DE CANDELARIA, EN TENERIFE LA IMAGEN PRIMITIVA ! i PROBLEMAS HISTÓRICOS, ICONOGRÁFICOS Y ARQUEOLÓGICOS I r. Ap arición a ios guanches de Nuestra Señora de Candelaria. Circunstancias del hallaz, go. De cuanto se ha escrito en el capítulo anterior sobre el desarrollo de las misiones en Tenerife, cabe establecer estas importantes deducciones: l. s Al promediar la centuria xv, los misioneros franciscanos establecieron contacto permanente con la isla de Tenerife, iniciando la evangeliza-ción de los guanches, 2.6 Los minoritas erigieron en dicha isla un eremitorio, como asiento de la catcquesis y punto de irradiación de las predicaciones. 3.* Dicho eremitorio lo integraron en los momentos iniciales tres religiosos. El más destacado de todos, especie de guardián, fue fray Alfonso de Bolaños. Le ayudaba en las tareas fray Masedo. El tercer misionero parece probable que fuese fray Diego de Belmanua. 4." Pío II transformó, en 1462, la misión en vicaría autónoma, otorgando a la misma particulares privilegios y gracias. 5.* Sixto IV, diez años más tarde, 1472, elevó la segunda vicaría de Canarias al rango de nunciatura de Guinea, en la que quedaron integrados Tenerife, Guinea y las islas del Mar Océano, 6.* La segunda vicaría de Canarias y la nunciatura de Guinea fueron desempeñadas por fray Alfonso de Bolaños ( 1462- 1478). 7.9 El pontífice Sixto IV da reiterada fe — 1472 y 1476— de que en la isla de Tenerife eran innúmeros los neófitos, llegando a asegurar que pasaban de mil los infieles instruidos y bautizados. Esta realidad insoslayable arrastra a plantear una primera interrogante: ¿ En qué comarca de la isla de Tenerife se asentó el primitivo eremitorio, base y fundamento de toda la posterior acción misional? 46 ANTONIO RÜMEIT DE AEMAS La respuesta la conoce sobradamente el lector: e n el reino o bando de Güímar, donde recibía veneración la milagrosa imagen de Nuestra Señora, de Candelaria. Ahora bien, esta contestación arrastra en. pos de si otra pregunta más ardua de responder: ¿ Etesde cuándo moraba la Virgen en la isla de su patrocinio? Si conjugamos los doeiimentos con la tradición y las ensmaozas de la historia del arte en su vertiente de imaginería religiosa, cabe abrir xm resquicio de luz por donde desvelar el misterio. Como es de todos bien sabido, la imagcE de la Virgen de la. Candelaria fue algo así como la embajadora espiritual de los misioneros franciscanos, quienes la depositaron en las playas del sur de la isla de Tenerife para sorprender el ánimo ingenuo de los guanches, inclinando su espíritu a escuchar el mensaje de Cristo. Diversos autores, entre los q; « e cabe recordar a fray Alonso de Espinosa, el cronista- poeta Antonio de Viana, Juan Wúñez de la Peña y Pedro Agustín del Castillo, se afanan por vincular la aparición d e la imagen a circunstancias sobrenaturales, con intervención de manos angélicas \ Otros escritores, valgan como ejemplo fray Juan de Abren Galindo y Tomás Marín y Cubas, guardan silencio sobre el particular, en actitud discretamente reservada ^. El poeta- canónigo Bartolomé Cairasco de Mgueroa, con espíritu práctico y realista, enumera una serie de posibilidades en tomo al hallazgo de la Virgen sureña: « ... Ora del alto cielo descendiese ¡ o ya el poder d e Dios la fabricase, I ora de alguna nao que se perdiese | y en esta parte el viento y mar la echase, | ora de algún lugar sagrado fuese, | que por mi- 1 FBAY ALONSO DE ESPINOSA: Del origen y milagros de la Santa Imagen de nuestra Señora de Candelaria, que apareció en la Isla de Tenerife, con la descripción de esta Isla. Ediciones Goya, Santa Cruz de Tenerife, 1952, pág. 56. ANTONIO BE VIANA: [ La conquista de Tenerifel, Antigüedades de las Islas Afortunadas de la Gran Canaria. Aula de Cultura de Tenerife. Santa Cruz de Tenerife, 1968, tomo I, páginas 23, 30,155 y 156. JUAN NÚÍTEZ DE LA PBÍÍA: Conquista y antigüedades de las islas dé la Gran Canaria. Santa Cruz de Tenerife, 1848, págs. 36- 37. PEDRO AGUSTÍN DEI. CASTILLO RUIZ DE VEBCAKA: descripción histórica y geográfica de las Islas de Canaria. Edición de Miguel Santiage. Madrid, 1948- 1960, tomo I, fascículo 2, páginas 519 y 540. 2 FRAY JUAN DE ABBÉU Y GALINDO : Historia de la conquista de las siete islas de Canaria. Ediciones Goya, Santa Cruz de Tenerife, 1955, pág. 302.. TOMÁS MARÍN Y CUBAS: Historia de las Siete Isla » do Canaria, 1694. ( Manuscrito). Se conserva copia en el Museo Canario de Las Palmas; págs, 99 y 216. LA VIRGEN DE CANDELARIA, EN TENERIFE 47 lagro allí se transportase; | en fin, de cualquier modo que haya sido I fue portento de Dios por tal tenido... » ^. Puede asegurarse que en la aparición de la venerada imagen mediaron una serie de acontecimientos en los que es dable adivinar la mano sabia de la providencia. El milagro lo opera Dios muchas veces sustituyendo a los ángeles por hombres de carne y hueso, sublimados de gracia santificante. ¿ Y qué mayor milagro que dejar abandonada al borde del mar una imagen de la Virgen María, consiguiendo que los guanches, absortos, la venerasen como madre y patrona? *. Ya a finales del siglo XVIII exponía su parecer coincidente el insigne historiador sacerdote don José de Viera y Clavijo: « Por cualquier parte que se mire, el hallazgo de la santa imagen de Nuestra Señora de Candelaria es digno de aprecio y admiración de todos los canarios sensibles a las glorias de su país. ¿ Perdería acaso su estimación por haber sido la imagen obra excelente de un escultor humano o porque la hubiesen desembarcado en las riberas de Tenerife algunos cristianos piadosos? Creemos que también los hombres son infinitas veces instrumentos de las intenciones de Dios y que la divina providencia tiene derecho a que la consideremos regular en sus consejos, cuando no hay necesidad de otra cosa. Guardémonos, pues, si es posible, de adular con las cosas santas nuestro amor propio... » . Luego hace ver lo mucho que frecuentaban las islas los navegantes peninsulares en la fecha asignada para la aparición: « Aunque no es mi ánimo criticar el juicio que sobre la autenticidad de la aparición hicieron el P. fray Alonso de Espinosa, Antonio de Viana, fray Juan de Abréu Galindo y don Juan Núñez de la Peña, quienes ensalzaron nuestras islas con la posesión de una estatua fabricada por los ángeles en el cielo, traída por los ángeles a Tenerife y celebrada por los ángeles en sus playas, debo confesar que estos mismos historiadores fijan aquella aparición por los años de 1392 o de 1393, época en que, a beneficio de la nueva aguja magnética, se internaban con bastante frecuencia en estas islas las embarcaciones de los cristianos » '. s BARTOLOMÉ CAIBASCO DE FIGUEKOA: Templo Militante. Flos ^ Sanctorum, y triumphos de sus virtudes. Lisboa, Pedro Crasbeeck, 1615, págs. 133- 134. * RuMEu DE ARMAS: El obispado de Telde, pág. 125. 5 VIERA Y CLAVIJO, tomo I, pág. 280. AGUSTÍN MILLARES TORRES : Historia general de las islas Canarias. Las Palmas, 1893- 1895, 48 ANTONIO RUMEü DE ARMAS Si 8 © tiene ahora en cuenta el despliegue intermitente de las misiones a lo largo d © la segunda mitad del siglo xrv y primera del xv, hemos de convenir que la imag « i de la Virgen de Candelaria tan sólo pudo airihar a las playas de Tenerife en uno de estos tre » momentos: 1." Depositada por los misioneros mallorqnino- catalanes en las últimas décadas del siglo xiv. 2.- Traída por los frailes minoritas del convento d © San Buenaventura ( isla de FTierteventinra) en la época de intenso proselitismo que encaman las eximias figuras de fray Juan de Baeza, el lego indígena fray Juan Alfonso Idubaren, fray Juan de Santorcaz y el lego- guardián fray Diego de Alcalá ( años 1425- 1450). 3- S Transportada por fray Alfonso de Bolafios y sus ardorosos apóstoles ea la apasionante etapa de la evangelización de Tenerife, a la sombra protectora de la vicaría y nunciatura de las islas del Océano y Guinea ( 1455- 1478). Veamos ahora las circunstancias de probabilidad que concurren en cada uno de estos tres decisivos períodos, para a la vista de los datos y argumentos expuestos, en armónica conjunción con las orientaciones artísticas, tratar de esclarecer el arduo e intrincado problema. 2. Antigüedad de la imagen. Valoración de los pormenores cronológicos recogidos de la tradición. lia existencia de las misiones mallorquinas en la isla de Gran Canaria — recuérdese una vez más el nacimiento del obispado de la Fortnna- Telde— 10 tomos. Es curioso señalar cómo este autor, tan bien informado, guarda absoluto silencio sobre la aparición de la Virgen de Candelaria y las incidencias i> osteriores al hallazgo. Tan solamente hace una levísima mención al referirse al pueblo de Candelaria ( tomo IX, página 152). ssffi^^^;.---^ sfe ¿ ^^'. - i:;~ Betancuria: Ruinas de la iglesia del convento de San Buenaventura. A la izquierda, en primer término, puede contemplarse el tejado de la ermita de San Diego de Alcalá. En un desolado páramo se yerguen los muros, acentuando aún más la soledad del paisaje. Cortesía de E. Marco Dorta. Betancuria: Ermita de San Diego de Alcalá. Sobre una cueva donde el lego- guardián se solía retirar para sus prácticas piadosas, los discípulos y devotos del santo erigieron una ermita donde venerar su memoria. LA VIRGEN DE CANDELARIA, EN TENERIFE 49 abre la posibilidad de que en esa etapa fuese conocida por los guanches la escultura de la Virgen de Candelaria, echándose de paso los cimientos de su futuro culto. Si nos atenemos además a la tradición, escrita y oral, superviviente al finalizar el siglo xvi, esta hipótesis se vería extraordinariamente reforzada. Nuestros tres cronistas primigenios y fundamentales, Espinosa, Torriani y Ahréu Galindo, contemporáneos entre sí, se inspiran en un texto histórico primitivo, al que tuvieron acceso por conductos diferentes. De ahí el punto de coincidencia en achacar remota antigüedad a la talla de la Virgen de Candelaria. Espinosa es el más expresivo y contundente, porque a la tradición escrita viene a siunar la vaga y confusa tradición oral que ha conseguido captar en las informaciones testificales verificadas entre los descendientes de la raza aborigen. He aquí su exacto testimonio: « Aprovechándome de las antiguas pinturas que esto refieren y sirven de escritura [?], y de la computación de las lunas que los antiguos naturales usaban, vendré rastreando a dar con lo más averiguado... El año de mil y cuatrocientos de nuestra redención, ciento y cinco años antes de que la isla fuera de cristianos..., fue Nuestro Señor servido... que apareciese la santa imagen de Candelaria, para principio del remedio de esta dichosa gente » ^. Con respecto al extraño cómputo que formula Espinosa en la primera línea del párrafo transcrito, precisa prevenir al lector del sentido oculto de la frase. « El año mil y cuatrocientos de nuestra redención » debe interpretarse como alusión a la centuria catorce, pues en otro supuesto carecería de firme base toda su cronología. La expresión ser la isla de cristianos señala puntualmente al término de las operaciones bélicas. Por esta circunstancia habrá que restar ciento cinco años a 1496 ( fin de la conquista, de acuerdo con el testimonio del fraile dominico) para calcular la fecha de aparición de la talla. La sustracción nos sitúa exactamente en 1391. Torriani es más parco en pormenores: « Esta isla [ de Tenerife] se halla ilustrada por la devotísima imagen de la Candelaria, que apareció en ella noventa años antes que fuese de cristianos » ''. Como para el ingeniero cre- 8 Página 51. 7 LEONARDO TORBIAM: Descripción e historia del reino de las islas Canarias. Ediciones Coya, Santa Cruz de Tenerife, 1959, pág. 172. DEL ORIGEN Y M I L A G R O S D E LA Santalmagen de nucftraSeñora de Cand^ laria^ quc apareció en lalsb de Tcnerife^ con la deictipcion de efta Isíí. Compuefio por ti Vetare fray Manfo ie ^ fi'mofé áicádorie elíá. CON PRIVILEGIO, ímprcílo en Seuill^ en cafa de luande Leo. Año de 159 4. áeo¡ i< ic Ummk i^ c%\^ mrakr Mrou • Portada del libro de fray Alonso de Espinosa, La imagen de la viñeta es convencional, LA VIRGEN DE CANDELARIA, EN TENERIFE 51 monés la conquista finaliza en 1495, la oportuna resta emplaza el sorprendente hallazgo en 1405. El tercer cronista, Abréu Galindo, se mantiene en la misma línea que el fraile dominico, axmque alardeando de mayor precisión y rotundidez: « Hay en esta isla de Tenerife una imagen y figura de Nuestra Señora la Virgen María..., intitulada... de Candelaria. No se sabe ni se ha entendido cómo haya venido ni quién la haya traído, ni qué tanto tiempo ha, sino sólo una fama confusa que hay de cien años, antes más que menos que la isla se ganase de los cristianos. Según la cuenta de los antiguos, fue su aparecimiento año de 1390 » ^. Los cronistas inmediatamente posteriores se mueven dentro de esta línea de antigüedad centenaria, con cifras ligeramente oscilantes. El poeta Viana y el historiador Marín y Cubas respaldan con su parecer la común opinión ® . Núñez de la Peña se alarga xai poco más, bajo la directa inspiración de Espinosa: « Nuestra Señora de Candelaria... fue la que primero conquistó esta isla de Tenerife, con su prodigiosa aparición, ciento y cuatro o ciento y cinco antes que los españoles católicos la conquistasen. » Después de esta declaración, escoge como fecha límite para el cómputo 1497, llegando tras la oportuna resta a la siguiente conclusión: « Fue dicha aparición año de mil trescientos y noventa y dos » ^°. Castillo reitera el emterior parecer: « Esto fue por los años de mil trecientos noventa y dos » ; después, interpretando mal la antigua expresión de Espinosa, añade: « y según sus tradiciones o cómputos de la Luna, a los de mil y quatrocientos » ^^. El príncipe de los historiadores canarios, don José de Viera y Clavijo, acepta el común parecer. Líneas atrás acabamos de reproducir su dictamen en favor « de la aparición por los años de 1392 o de 1393 » ^^. El resultado es favorable mayoritaríamente al hallazgo remoto. De acuerdo con la tradición histórica, el descubrimiento de la Virgen de Candelaria, pisando las cálidas arenas de la isla de Tenerife, se produciría en el año de gracia de 1391 ^^ Si aceptásemos esta fecha como inconcusa, resultaría indiscutible que la escultura de la Virgen de Candelaria fue transportada al archipiélago afortunado por los misioneros mallorquines e introducida por ellos mismos en la isla nivaríense. " Página 302. s VIANA, pág. 23; MARÍN Y CUBAS, pág. 99 10 Página 36. 11 Tomo I, fascículo 2, pág. 519. 12 Tomo I, pág. 280. 1 » ESPINOSA, pág. 56. RüHtEü DE ABMAS: El obispado de Teíde, pág. 127. 52 ANTONIO RUMEÜ DE ARMAS Este es el parecer de Yiera y Clavijo, quien respalda su propia opinión con. el testimonio un tanto vago e impreciso del cronista Francisco López de Gomara. Este afamado autor se hace eco en la Historia general de las Indias ( 1552) de la presencia en el archipiélago de una imagen antigua, transportada por los mallorquines. Se entretiene el cronista indiano en relatar las empresas de don Lnis de la Cerda, príncipe de la Fortuna, y añade: « Puede ser qne fuesen entonces a Canaria los mallorquines, a quienes lofi canarios se loan de haber vencido, matando muchos de ellos, y que hubiesen allí una imagen antigua que tienen » ^^. A propósit » de este testimonio, conviene advertir que Canaria •— en singular— parece aludir a Gran Canaria; y que ima imagen antigua, sin especificar que fuese de la Virgen, pudiera hacer referencia a las que los mallorquines emplazaron en diveiBos lugares de dicha isla, tales como « Nuest ra Señora con su. hijo en brazos » , Santa Catalina, San Juan Evangelista y la Magdalena, e n los aledaños de la futura Las Palmas, y San Nicolás, en el noroeste de la isla^'. A. los factoiTes positivos hasta ahora señalados hay que oponer otro » negativos. En primer térraino, la tendencia indiscriminada por parte de los cronistas a enaltecer l a imaginería religiosa con urna vetustez siempre exagerada y en aumenta. En este aspecto, la presión ejercida por la tradición oral resulta poco menos que incontrolable. En segundo lugar, la fecha óptima señalada, 1391, momento de máxima decadencia de la acción misional mallorquino- catalana. La diócesis de Telde estaba regida en este período por los últimos obispos, fray Bonanato Tarín ( 1369- 1391?) y fray Jaime Olzina ( 1392- 1411?), quienes se debatían a du-ras penas, desde el cuartel misional de Mallorca, por mantener encendida una llama bajo amenaza de inminente extinción. La identificación de la Virgen de Candelaria con una talla de procedencia mallorquiua no pasa de tener ciertos visos de verosimilitud, que habrá que contrastar con otros medios de orientación, en particular los artísticos. Leonardo Torriani, al acortar el período de recepción de la escultura de la Virgen a noventa, años, se sitúa, sin proponérselo, en plena etapa be-thencouriana. Que los sacerdotes que acompañaron al barón normando, Jean Le Verrier, presbítero, y fray Fierre Boutier, franciscano, fuesen los propagadores del culto mañano en la isla de Tenerife tiene escaso fundamento. Bastante trabajo tuvieron con la asistencia espiritual de los priméis Historia general de las Indias. Zaragoza, 1555, cap. 223, fol. 283. 15 ABKÉU GALINDO ( págs. 41- 42), TORMANI ( pág. 118), MARÍN Y CUBAS ( pág. 20) y CAS-mw) ( tomo I, fascículo II, pág. 62). %.'^: Fachada principal de la basílica del convento de San Buenaven'ura. Del primitivo convento e iglesia, edificados en el siglo XV, nada resta hoy día. Las ruinas pertenecen a una reconstrucción posterior, seguramente de mediados del siglo xvil. Cortesía de J. Hernández Perera. Ruinas de la iglesia conventual de San Buenaventura. Es fácil descubrir la fachada posterior, nave, crucero y capillas laterales. Cortesía de J. Hernández Perera. -' r.- » **>* X,„ :^ t'ÍtiíiS3L'- j ¿ '- - ^'-' Interior de la iglesia de San Buenaventura. La fotografía señala el punto de Intersección de la nave con el crucero y capillas laterales. Cortesía de J. Hernández Perera. Iglesia de San Buenaventura. Pequeños altares de cantería emplazados en el crucero. Cortesía de J. Hernández Perera. lA VIRGEN DE CANDELARIA, EN TENERIFE 53 ros colonizadores de Lanzarote y Fuerteventura y la labor de catequesis entre los aborígenes de las dos islas citadas. Durante la segunda etapa que hemos señalado líneas atrás ( 1425- 1450), en que la actividad misionera adquirió inusitado impulso bajo el aliento espiritual de los frañes franciscEinos del convento de San Buenaventura ( integrados en 1424 en la vicaría de Canarias), es muy probable que se produjese el descubrimiento en las playas del sur de Tenerife de la venerada talla de la Virgen de Candelaria. En cambio, nos parece excesivamente tardía para la aparición de la imagen la tercera etapa ( 1455- 1478), presidida por la insigne figura del apóstol de los guanches fray Alfonso de Bolaños y alentada por los abnegados misioneros loinoritas afiliados a la vicaría de las islas del Océano y Guinea ( luego transformada en nunciatura) ^''. Si hay constancia plena de que en 1458 estaba consolidado el eremitorio dé Teneñfe, ello prueba de manera inapelable que la Virgen de Candelaria había arribado a sus playas con una prelación de varios años, seguramente de una a dos décadas". En la famosa Acta de la, cera llevada a efecto en Tenerife el 25 de junio de 1497 se percibe el carácter inmemorial del culto mañano en la isla, si bien es verdad que no se hace ninguna declaración expresa por encima de los veinte años de antigüedad ^^. 1 » JUAN ALVAEBZ DELGADO: Conquista de Tenerife. Un reajuste de datos hasta 1496, publicado en « Revista de Historia Canaria » , núms. 127- 134 ( afíos 1959- 1961). La paginación con que será citado este trabajo en el presente estudio es la de la separata ( La Laguna, 1961), El profesor Alvarez Delgado ( pág. 16) se inclina a datar « la llegada a Tenerife de la imagen primitiva de Candelaria al tercer cuarto del siglo xv... Todo parece indicar que... entró en Tenerife después de 1450, pero bastantes afios antes de 1475, lo que en nuestra decidida opinión debe situarse hacia el año 1462, enviada por la voluntad apostólica del obispo López de lUescas y del misionero de Tenerife P. Macedo » . " Capítulo I, pág. 29. i « EspwoSA, págs. 66- 69; ABBÉU GALINDO, págs. 310- 313. 5 4 ANTONIO RUMEU DE AEMAS 3. Reconstrucción iconográfica de la Virgen de Candelaria. La supuesta réplica de Adeje. Si la imagen de la Virgen de Candelaria se conservase en la actualidad, su propia fisonomía sería un poderoso auxiliar para la datación de la escultura. Pero, por desgracia, ésta se sumergió para siempre en el mar durante el aciago aluvión de 1826. Viene a operar además en contra nuestra la costmnbre introducida a finales del siglo xvi de vestir con vistosas hopalandas a las imágenes. La Virgen de Candelaria quedó para siempre cubierta con trajes, tocas y mantos, sin que apenas se pueda adivinar otra cosa que rostro y manos. Diversos pintores de los siglos XVii y xviii la retrataron en estas condiciones, quedando reducidos sus iconos a la condición de devotos recuerdos. Durante algún tiempo tuvo aceptación la idea de considerar réplica exacta de la Virgen de Candelaria la talla que bajo idéntica advocación se conserva en la parroquia de Santa Úrsula, de Adeje. Pero a poco que se estudie la escultura, se llegará a la conclusión de que es obra de la gubia de un imaginero tardío, posiblemente de ünales del siglo xvi o principios del XVII. Se trata de una interpretación libre, inspirada en grabados que circulaban en aquel tiempo, cuyos dibujos se habían reiteradamente inventado ante la imposibilidad de contemplar y menos aún copiar la imagen encubierta. Entre la descripción de fray Alonso de Espinosa y la supuesta réplica hay sustanciales diferencias, dignas de particular mención. Comencemos por la descripción del fraile dominico: « Esta imagen es de mazonería hecha, perfecta y acabada, cual nunca otra vi en mi vida. Es de estatura de casi cinco palmos, con la peana en que tiene los pies, que tendrá dos dedos de grueso. Es de una madera colorada, no muy pesada, maciza, y no se sabe cuál sea. El rostro tiene, según la proporción del cuerpo, muy perfecto, un tanto largo, los ojos grandes y rasgados, que a cualquiera parte que uno se ponga, parece que los tiene enclavados en él... LA VIRGEN DE CANDELARIA, EN TENERIFE 55 El color es algo moreno, con unas rosas muy hermosas en las mejillas... Está en cabellos, sin toca ni manto, y es todo el cabello dorado, con muy lindo orden compuesto y en seis ramales trenzado y por las espaldas tendido. Tiene un lindo niño al diestro lado, desnudo y con ambas manos asido de un pajarito dorado. Este niño está sentado sobre el brazo derecho de la imagen, y en ella lo tiene con la mano. En la otra mano izquierda tiene un pedazo de vela verde de la misma madera, del tamaño de un jeme, y un agujero encima para poder añadir más vela. Está vestida a lo antiguo, con una ropa toda dorada desde la garganta hasta los pies, entera, sin abertura alguna... Tiene ceñida esta ropa por debajo de los pechos ( los cuales a un lado y a otro hacen muy gracioso bulto, y se muestran) con una cinta azul, y con letras de oro en ella... El manto tiene caído sobre los hombros y asido por los pechos con un cordón colorado largo como un xeme, y su lazada a la mano izquierda. Es el manto azul perfectísimo, sembrado de florones de oro por delante y por detrás. La orla es de oro bruñido con letras latinas antiguas, coloradas, y las de la mano derecha... » ^^. En el cuello, cinto, bocamangas y orla del traje y manto se podían contemplar en letras rojas sobre fondo dorado unas interminables inscripciones de carácter devoto, cuyo intrincado misterio hace vano cualquier intento por descifrarlas '", 18 Páginas 75- 76. 20 ESPINOSA ( págs. 76- 77) describe los letreros en estos términos: « ... y en el collar, que es bajo, sobre el oro tiene este letrero de letras latinas coloradas : T I E P F S E P M E R l Está el oro tan perfecto, tan bien asentado y bruñido, q, ue ningún oficial lo hará tan bien, y atrévome a decirlo porque lo entiendo. En la orla, o fimbria desta ropa, abajo, de la misma manera, tiene estas letras: EAFM * IRENINI * FMEAREI No van todas porque para dar por reliquias creo le han quitado un pedazo desta falda con la peana. 56 ANTONIO RÜMEU DE ARMAS Si ahora parangonamos la imagen qxie contempló Espinosa, en 1590, con la snpuesta réplica de la parroquial de Adeje, resultará fácil apreciar las diferencias. El rostro lo descubre el dominico como un tanto largo, con los ojos grandes y rasgados, lo que no encuadra con la talla de Adeje, de cara ovalada y ojos más b i en pequeños. Otra diferencia ostensible se comprueba en la distribución del cabello en « ramales » , pues el dominico suma seis y en la escultura superviviente no pasan de cinco. El pajarillo dorado que e l niño Jesús apretuja entre sus manos se transforma en negro y la candela verde en azul. El cinturón de la Virgen es para fray Alonso de color azul con letras doradas; en la talla adejera se contempla dorado con capitales rojas. Puntualiza el dominico que el manto estaba asido por los pechos por medio de u n cordón colorado que terminaba en ima lazada al lado izquierdo; en la imagen de Adeje se percibe im galón dorado y corrido sin lazo alguno. Otra notoria variante se registra en « el manto de azul perfectísimo » , donde los florones se ven sustituidos por estrellas de ocho puntas. Y como diferencia la más ostensible, la policromía de la túnica de Adeje, predominantcsmente en rojo con diversas flores en azul, colores ajenos a la « ropa toda dorada, desde la garganta a los p i e s . . . ; el oro tan perfecto..., bien asentado y bruñido, que ningún oficial lo h a r á tan bien... » . Hay que destacar asimismo cómo el tallista adejero ha procurado disimular el « muy gracioso bulto » de los senos virginales. La bocamanga de la mano izquierda, con que tiene la vela, tiene ni más ni menos este letrero, que dice: LPVRINENIPEFNEIFANT Tiene ceñida esta ropa por debajo de los pechos... con una cinta azul, y con letras de oro en ella que son: NARMPRLMOTARE La orla [ del manto] es de oro bruñido con letras latinas antiguas, coloradas, y las de la mano derecha son: OLM * INRANFR * lAEBNPFM * RFVEN NVINAPIMLIFINVIPI * NIPIAN Las letras de la orla de la mano izquierda: FVPMIRNA * EINTVPMTI * EPNMPIR * VRVIVINRN APVIMFRI * PIVNIAN * NTRHN Por lo bajo de la orla del manto, a la parte trasera, dice así: NBIMEI * ANNEIPEREMIVIFVF El famoso historiador y genealogista Gonzalo Argote de Molina se propuso dar una interpretación al jeroglífico, resolviéndolo a su manera ( Asnitr GALINDO, págs. 308- 309). La transcripción de Argote es discrepante en absoluto de la que nos transmite Espinosa. Véase sobre el particular la obra de JOSÉ RODRÍGUEZ MOUBE: Historia de la devod. ón del pueblo canario a Nuestra Señora de Candelaria. Santa Cruz de Tenerife, 1913, páginas 49- 75, J. H. MORAN: Sobre las letras de la primitiva imagen de la Virgen de Candelaria, en « Revista de Historia Canaria » , núms, 117- 118 ( año 1957), págs. 82- 88. Cuadro al óleo reproduciendo la primitiva imagen de la Virgen de Candelaria, por Cristóbal Hernández de Quintana. ( LA LAGUNA: Santuario del Santísimo Cristo). A principios del siglo xviii, el mencionado pintor isleño nos legó este bello y detallado retrato de la patrona de Canarias, luciendo sus mejores ata-' íos y alhajas. Cortesía de IJ. de la Rosa. Supuesta reproducción de la Virgen de Candelaria, que recibe culto en la parroquia de Santa Úrsula de Adeje. Hay un cierto paralelismo nada más entre la imagen primitiva y la talla que contemplamos. La Virgen de Candelaria de Adeje, vista de frente. La Virgen de Candelaria de Adeje, vista de espaldas. LA VIRGEN DE CANDELARIA, EN ' lÉNERQ- E 57 El profesor Hernández Perera admite como powlde qxi © eJ imagitt^ l de Adeje contemplas © al desnudo la escultura p. riuxíti. va, dandb. dó ella ima versión totalmente libre y desincronizada. Véase cómo s © esrpirxwa, o< m su peculiar competencia, el ilustre especialista: « Aunque el autor de la Virgen de Adeje pudo tesner a la vista la imagen primitiva, sin laa vestiduras con que la piedad y la OOB-tiunbre la envolvían hasta no dejar visibles más qije el rostro y las manos de la Virgen, y se ciñó indudablemenlo a copiarla, nú dejó de sentirse influido por las modalidades de estilo y fácluía de su propia trayectoria artística y de su época; como también alteró la policromía, los motivos florales y las mismas leyendas, llenas de variantes, el pintor dorador qac completaría el aspecto extemo de la escultura. De aquí que también se adviertan diferentes tratamientos de los paños y del plegado, de la misma oom,- plexión y proporcionalidad de la figura, que se aparta del cierto alargamiento vertical que otras interpretaciones dan del original y desdibuja el carácter gótico que indudablemente tuvo, haciéndola más clásica y cilindrica. Hay que tomar, pues, la imagen en Adeje como un trasunto de la Candelaria original, el mayor y mejor facsímil conocido en talla, como quiere Rodríguez Moure, pero no una copia literal y exacta de la iconografía venerada por los guanches » ^\ Los dibujos que inspiraron al imaginero de Adeje — o la propia talla, en otro supuesto— van a consagrar un prototipo de pintura o escultura de la Virgen de Candelaria descubierta, que se propagará del uno al otro confín de la isla de Tenerife, para extenderse más tarde al resto del archipiélago. ^. Elementos de caracterización de la escultura mariana. Datación de la misma. podemos establecer, en conclusión, que el único auxiliar válido que po-seenxos para datar la escultura de Candelaria es el relato pormenorizado - " i T v a s e la nota Biguiente. 5 8 ANTONIO RUMEU DE ARMAS de fray Alonso de Espinosa. Pese a su brevedad e inconsistencia, resulta posible ahondar en los elementos de caracterización de la imagen, con el auxilio de los poderosos nxedios de que dispone hoy la crítica histórico-artística. Nos sirve en este caso de inexcusable y valiosa guía el estudio del prestigioso catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Madrid don Jesús Hernández Perrera que lleva por título Precisiones sobre la escultura de Candelaria, venerada por los guanches de Tenerife. A sus argumentos nos atenemos puntualmente, por el acierto y la ponderación que los inspira. El único escollo será la obligada concisión al exponerlos. En primer término, una Virgen de pie, frente a las tradicionales representaciones sedentes de María, obliga a datar la imagen con posterioridad al siglo XII. Es todavía poco; pero por algo precisa empezar. El niño Jesús, en el brazo derecho de su madre, es otro poderoso indicio. En esculturas del siglo XIV, de pie, resultaría vano intento buscar en España un solo ejemplar que presente al niño en la diestra virginal. Todas las representaciones de esta índole hasta ahora conocidas se emplazan en el siglo XV o principios del xvi. Como ejemplos pudieran citarse la sevillana Virgen del Socorro ( convento de Concepcionistas) y la segoviana Virgen de la Fuen-cisla. En cuanto al pájaro en las manos del niño Jesús ( que los especialistas en iconografía religiosa tratan de explicar como el hombre en peligro de desorientación en su vuelo terrenal o el alma del pecador que rompiendo los lazos de su cautiverio se refugia en Cristo), tampoco es dable encontrar antecedentes hasta entrado el siglo xv. Otros detalles secundarios o meramente accesorios, tales como la Virgen con el pelo al descubierto, sin velo o toca; el manto sujeto por un cordón con lazo ( trena), y la vela empuñada en la mano izquierda, son patentes pruebas para datar la talla dentro del cuatrocientos hispánico. De acuerdo con estos postulados, rechaza Hernández Perera toda posible vinculación de la Virgen de Candelaria con la imaginería mariana mallorquína del trescientos: « Todas sus versiones de la Madre de Dios •— dice— se arquean en alargada ese que puede compararse con la famosa Virgen de Juana de Evreux ( Louvre). De las mallorquínas, tanto la Virgen del Lluch ( siglo Xiv) como la Virgen con el Niño ( sacristía del mismo monasterio), de proporciones aún más alargadas, permiten deducir el auge de este prototipo escultórico en el gótico trecentista balear. Su cotejo con el bu| to más rígido y vertical ( con ausencia total de la doble arcuación en curva- contracurva tan notoria en estas estatuas), aparte la desigual proporción canónica entre cabeza/ altura total de la Virgen de Candelaria, hace descartar absolutamente la posible filiación trecentista y menos aún mallorquína de la imagen tinerfeña. » La Virgen de la Caridad, de la parroquia de San Lorenzo ( izquierda), y la Virgen de la Hiniesta, de la parroquia de San Julián ( derecha), ambas en Sevilla. La, primera en alabastro y la segunda lignaria, datadas como de las postrimerías del siglo XIV, portan el Niño, con un pájaro, en el brazo izquierdo de Nuestra Señora. La Virgen de la Hiniesta parece vincularse al núcleo artístico catalano- aragonés. Cortesía de J. Hernández Díaz. LA VIRGEN DE CANDELARIA, EN TENERIFE 59 En los primeros años del siglo XV se dejó sentir por todas partes el influjo de la escuela borgoñona instaurada en Dijon por Sluter. La arenación sigmoidea de las esculturas de la Virgen no sólo no desaparece, sino que el dinamismo y tensión barroca con que mueven paños y actitudes aún remarca más la movilidad de las imágenes mañanas. Esta escuela dejó sentir su influjo en Navarra y Castilla; pero sus prototipos están en abierta contradicción con la inmovilidad y verticalismo que cabe descubrir en la Virgen de Candelaria. Momento decisivo para nuestro objeto lo señala la recepción en Castilla la Nueva del realismo flamenco, propagado por Hanequin de Bruselas, Egas Cueman y Juan Alemán en el tercio medio del siglo xv. Con sus obras se instaura el estilo anguloso y quebrado en pliegues y vestimentas, sirviendo a un pictoricismo minucioso de inspiración eyckiana. El modelo de la Virgen se imnoviliza, encerrada entre el laminado metálico y aristado del |
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