TIERRA DE GUANARTEMES
CONCEPCIÓN SANJUAN DE DENlZ
Tierra de Guanartemes
PROEMIO
Señora:
Era en la hora del dulce véspero canario
que tanto amáis.
Con apariencia de sutil regalo fe menino ,
llega a mis manos vuestro fino envío. Y el
ancho trazo expresivo de unos renglones,
que inclinan rápidamente el ánimo a la gratiwd.
Vuestra amabilidad exquisita me ofrfJcia
,algo maravilloso e inesperado . Todo un j ardín
de imágenes , de ideas, de sentimientos,
palpitando en el cálido ritmo de la tarde
·atlántica, con un perfume de rosas fragantes.
Hojas en cuyo blan<fJ seno fuese pren-
diendo el breviario lírico de retomo a «la
tierra ». Homenaje del alma en júbilo.
Album esbelto y sencillo. Cada página
.se orna con una delicada viñeta de seductora
policromía, enganchada al pentagrama
cordial, donde las notas gestan un canto
diverso, apasionado de vieja sonata ....
El acento de vuestra voz fluye en una
ondulación de añoranza elegante y suave,
mientras el pincel tiñe el lienzo con la visión
poética de cada dia, armonizando
realidad y ensueño.
i Y cómo se percibe el latido de vuestro
pecho, pleno de unción y de ternura, vivien
do en el pasado, en la nostalgia de lo,
años de aúsencia! Vuestro corazón agitcíndose
en la inefable vibración de Los recuerdos,
aesde la ni11ez a la pubertad, en
tanto desfilan los dias. allá en otras tierras
luminosos, lejos efe nuestra amada
Isla atlántica.
Los que hemos padecido enfermedad de
nostalgia, sabemos de este sublime mal,
que se sustancia en goce y femara, en poética
ansiedad confortadora, y en hondo
gemidos de desperanza.
Por esto, en el retorno, vuestra alma,
vuela más allá de la proa del barco, apenas
presentida la canaria tierra y se escu·
cha el batir anhelante de vuestra respira·
ción, mientras los ojos otean afanosos el
horizonte. .. Y ante las pardas montalia
insulares, risueñas atalayas marinas, rom·
pe a cantor gozosa vuestra garganta. V
como w1 canto eterno dura todal'ia ..
Cuanto vivisteis erz e! ensueiio lejos del
terruño, invocado en oración cotidiana, o
habéis apresurado, apenas materialm en te
establecida vuestra efusión comnouedora ,
con la pequeña patria Mlora da, a trasladarlo
al lienzo , plasmando las transparencias
más puras de vuestra sensibilidad refinada,
poniéndole en fiesta adil/irab!e de
color.
Vuestra noble mano, doctorada en arte
y en letras, conoce maestran,ente los
espirituales caminos que conducen a la
Emoción. El pincel se mantiene recio en
vuesl!os dedos, haciendo florecer mágicamente
el sentimiento de cuanto se ofrece a
vuestm mirada, con tonalidades, tan bellas,
que os dan elevada jerarquía de artista.
Habéis recorrido, en forma perfecta,
todo el paisaje plástico y sentimental de
nuestro terruño. En estas páginas, .Seño·
ra, habéis dejado sabia lección de cosas y
.una perspectiva dilatada de belleza. Obra
ejemplar, exhuberante de enseñanzas.
Vuesl!o corazón de mujer canaria que-
da aquí latiendo en ardientes inmortales
.ternwas, rindiendo acabada expresión real
y poética a esa copla popular que tantas
veces debió cantar arrobadoramente en
vuestro seno maternal, allá sobre fa tierra
antillana, y que ahora quiero yo decir en
.vuestro honor, por pasiana, orgullo de
<nuestra tierra », h1/a noble de la gran Ni·
varia:
"Todas las canarias son
como ese Téide gigante,
mucha nieve en el semblante
y fuego en el corazón" ...
Lector: no sé si en las rápidas líneas
,que tuviste la bondad de leer y que van di·
.rígidas a la Doctora Doña Concepción
Sanjuán de Dénie, autora de este libro,
hab,ás encontrado sugerencias bastantes
que digan a tu conciencia cuanto es la obra,
que, haciéndome honor, me encomenda·
ron presentarte.
Daré por seguro que si, y perdóname.
Se trata del más simpático de los libros.
Confeccionado sin pretensión alguna, os
.apercibiréis enseguida de su fino trazo li·
.terario IJ la agudeza mental de quién lo
ha escrito.
Muy mujer, y mujer de gran mérito, di·
ré yo, con justicia, de ta autora de ''Tierra
de Guanartemes' 1
; doña Ca!lcepciórz Sanj!
larz de Dérziz Salida del terrw'ío canario
desde muy nilía, al retomo, después de largos
Glios de ausencia, en posesión de un
alto grado académico, de una cultura, se
lanza en el estudio. analitico, en la pintura
y evocación .sen! imental de Vtejos recuerdos,
canarios, con tal acento de emoción,
viveza de imagen, tarz a!Pjada ae to·
do aparato retórico1 corz wza visiórz tan
penet,ante y se!lcilla. que, en veraad, Iza
logrado dar vida artistica cautivadora a
los demás intimas aspectos de nuestro
paisaje ffsico y moral.
Ante tus ojos, lector, desft!arárz una
~~erie de cuadros de ombierite canario,
donde la pluma apunta serenamente pri·
mores de observación, va se remonten al
pasado, yu aL presente. Mana la descripción
en la fluidez cristalina de una ingenuidad
que se a,oma con la mejor cualidad
femenina: la ternura.
,Va lze de señalar a tu afenciórt ningún
captlulo determinado de (:Ste bello libro,
todo él para mf expresivo y delicado, rezumando
amor y reconocimiento de la tierra
canaria.
Verás como positiva su vastedad, dentro
de los cortas capltulos, que son cualcantos
diversos de un poeilla, temático.
Puede decirse que abraza Lodos nuestros
dmbitos canarios, y la recorre en vuelo
sentimental la ciudad o el campo, se detenga
en el relato de una escena o de un
paisaje rwal, o en los perj'iles de la ciudad
y sus nzonume11tvs, a veces en el análisis
mis1110 de algún ejelllplar de nuestra
flora, de las costumbres de antaño, o en
la música melancólica de nuestros cantos
TIERRA DE GUANARTEMES
···.···
A
J. A. DENIZ
Canaria existe. Mírala en pié sobre esos roques ...
COMO LAS GOLONDIDNAS
VOL VER a la tierra natal después de·
cuatro lustros largos con la ilusión de
un breve descanso para el espíritu, si no.rendido,
cansado de una jornada cuya duración
fué esa época feliz, risueña, en que vivimos
soñando, es realizar el más hermoso
de los sueños. ·
Lentes de color de rosa, lentes de esme-·
ralda, emblema de la esperanza son aquellos
con que miro a mi tierra Canaria, son los
ojos del alma: recuerdos bien amados, cari~
ño y gratitud.
Despojados de ellos, los ojos mios viéronla
tan bella y el alma la sintió tan ungida
de bálsamos y tan saturada de olores que,
de rodilla:; contemplándola corno un trasunto
de la tierra prometida, supe dar fervorosas
gracias a Dios.
Mar de invierno muy movida y encrespada,
jugueteó sin piedad con nuestro barco ·
muy viejo y muy español.
Creo piadosamente que la Virgen del
Carmen, nos tuvo bajo los pliegues desuníveo
manto .
Los sargazos pusieron um¡ nota de amenidad
en la dulce monotonía d~ 111ar y cielo
y corno presagio ven turoso de las tierras
próximas- las toninas dejabérn ver sobre la
- llanura liquida, la negrura inconfundible de
sus cuerpos saltarines que parecen cuervos
y aguiluchos sobre el 111ar.
Al despejarse las brn rnas de una mafianita
de Diciembre, inolvidable, allá en el confín
lejano un borrón que asoma 111e dice que es
la Isla de H ierro , patria de mis abuelas, hermanas,
al lá se va mi corazón devotamente.
Isla peq ueña , tan pequeña corno ri rn_ Por
su punta Orchilla pasó el primer meridiano
del mundo.
El étlegre panorama de La Pa lnv1 con
sus acantilados que bEJña el nrnr y sus cu111 -
bres adornadas por los pim1res, a trechos, es
como una amorosa biem·enidn que el Archipiélago
pone en la ruto.
No sabe el cornzón dollde descansnr si
en la hoya de la Caldera o en las fa Idas
del Teide, cuya cima pl ateadc1 brilla a la luz
del sol levantándose sobre " rn ontafias de
brun:a" .
Anochece y zarpa de nuern el buque.
Noche obscura en que no 111e es dado ve r
· 1a amr1da costa tinerfeña-
Al fin, con las luces encendidas se distingue
el Roque de Anaga y el Puerto de Santa
Cruz.
Por la cíudad dormida va mi alma: las
casas de la familia, el colegio, Iglesia donde
me bautizaron, la lglesita de mi primera Comunión,
Cementerio de Santa Cruz y más
lejos Cementerio de La Laguna, Campos de
los alrededores, Tejina, Las Mercedes, La
Esperanza, Tacoronte, El Sauzal, Portezuelo,
La Victoria, El Puerto de la Cruz con su ·
mar bravía.
Ruido de anclas, maniobras de nuevo y
sin pisar la tierra madre, vamos a la Gran .
Canaria.
EL PUERTO Y LOS ARENALES
V ELAR por ver a Tener_ife, me costó de ·
pertar cuand yc1 est r;ra el sol rnuy alto
y el pasa je gozc-.:o b"jali;1 n las faiúas para
llegar a tierra .
Vi a Gran C1maria, trn i de cerca que se
me ofrecieron como en kaleídoscopio la Atalaya
y los muelles, los Arerrnles y la ciudad
recostada al pie de sus' ·risco s'· .
Impresión de turista ,lt ulondrnd a, mP. pareció
el paso por aquel ::-i remd llrilléln te a la
luz del sol. con el anfi teatro de las ,non ta fias
y el !:lnchu,oso 11im que se dilata en frente
de ellas.
Palt11 as datilera., capítulos de alfalfa, oasis
después de las colinas arenosas, el Metropole,
la residen<:ia de las Damc1s del Sagrado
Corazón, el hotel cte SantéJ Catalina,
el Jardín Botánico, la calle de León y Castillo,
la Capitanía General, San Tel1110.
San Telmo de una sola nave, con su techo
ar tesonado, la iglesia donde el gremio
de mareantes celebra c1n ual111ente: la Catumba.
DE LAS PALMAS A TELDE
T 000 es novedad, las calles empedradas
la carretera que cruzo y una vez fuera
de la ciudad, mar y montañas. Montañas que
emergen de tas aguas al borde de la carretera
v lucen desde la salida de la ciudad, hasta
el túnel e11 el corte que dió paso, cual terri•
bles centíneias alineados sobre el camh10
hasta la Cumbre.
La erosión ha abierto surcos. En el trozo
que avanza hacia la playa la roca viva
traza escalinat<1s pendientes y donde la humedad
se arrincona crecen los ''veroles'' sa·
turndos por los olores del ;rn1r.
Mar inco mparable, zafiro clnro en las
mañanitas, zafiro oscuro bajo los Hrreboles
del atardecer, esmeralda y ónix las noches,
con los más lindos reflejos en aquellas en que
comprendí como nunca toda la sublimidad de
' 'Clcuo de Luna", la sonata número 2 Op.
27. del gran Beethoven.
Hay en un recodo de la carretera un
paisaje que es mirador sobre el mar, tan hermoso
y tan lleno Je color, sonido, majestad
y míslerio que al cruzarle cada vez se descubre
un nuevo encanto.
Canta :y ruge el mar entre las rocas soca
vadas, se levanta corno un cendal, velando
las rocas verdinegras; retrátanse las piedras
en el mar y tiñen su fondo y hay
quien ll~ma la "Mar fea" a este hermoso
mar.
Sigue la carretera por donde asoma risueño
con su valle de higueras, Jirrnmar, a la
orilla del río de lava, milagro de fertilidad
junto a la aridez del barranco pedregoso.
Por todas partes hay algo viviente, intangible,
el alma vagarosa que pone el corazón
allí donde pone los ojos y es alma también
del pais aje.
A la vuelta del camino aparecen entre
palmeras las cú pulas de San Juan y San GrE -
gorio y las casitas enj c:i lbegadas de la Jerusalén
Canaria, eso es Telde a la vista.
P::i ra llegar a la Data del Egido la carretera
sube una émpinada cuesta, parece que
nos lleva a las cumbres en cuyas laderas se
asientan , pueblos y caseríos: Lomo de las
Nieves, Valsequillo, Tenteniguada.
Telde entre las montafías y los valles que
en suave declive -bajan al mar es el medianero
entre los montañeses y los de costa.
Bajan aquellos frutos de la tierra y suben
presurosos los de la mar sus pesquerías
hechas en barquichuelos que parecen gaviotas
y pardelas alejándose de las playas.
Telde los reune a todos, sus plazas, se
convjerten en mercados libres y son el paso
obligado de los que transitan del Sur}1 Norte
y de la ciudad al Sur.
LA CASA
U NA pci red ,llllé11i lla é1 lé1 orilla de la carre tera.
u11n ve11 imw ,~I nive! de! cnn ino
y la ancha portada.
Del ante crurn la .;cequia coi: el g!u glu
ca ntarino de sus c1~11a:,: q t,e \ ienen de la
cumbre.
Bajo el toldo de! pumt!. por el patío de
g uijarros se llega al laurel donde a\ toque ele
Ornción se re1111e la famili a. Jirnt a él han
sido las despedidJs y cerca de é! nos :::cogen.
Otro parra l entre el comedor y la cocina;
amable arquitectura, es la bienvenida al peregrino
que pasa . 81 hijo que re torna , al ai11 i·
go que visita1 p,ira darles el r an, el agua y
la sal.
Ju 11to al co 111 edor la destiladera; una ti naja,
talla, ''bernegal'' panzudo de barro
,que rezu111e el agua; una piedra encima ocu l-
1a entre el culantrillo , gotea sonoramente.
Gota de agua que tiene un compás, un
r itmo y una armonía tal con la vida y el 1110 -
vimiento de la casa, que, si yo no lo soñé
-1:aía de prisa y con tintineo de alegría en esa
vez; pausada, lenta, grave en una n0che
·triste del hogar; monótona y acompasada en
los días ordinarios.
Destiladera que al sol es una, y a la luna
-es otra y en los días de calor es refrigerio y
en los días de frío invita con su linfa clara y
es el juego de los pequefiuelos que no llegan
.a la boca del poroso barro para hundir el jarrito,
apartando el jarro de los picos de hojalata,
guardiAn de la pureza de aquella agua.
Término de la galería, con sus jardineras
colgantes y su muro lleno de macetas es
la cueva donde se esconde la destiladera.
Tienen salida 8 ellas las alcobas, la sala
de recibo, y el cuarto de cos tura a cuya ven·
tana sirve de 11rnrco una 111adreselva florida.
Cosiendo a la luz de la ventana se recrea
,Ja vista nnte los espárrngos y helechos de la
galería y rn de mm éÍ otra maceta donde los
-claveles muestrnn las más raras variedades
de la orgullosa flor.
Abajo en la huerta, a la izquierda, mécese
el ramaje y susarran las hojas de un ombú
uruguayo que le canta mil canciones a
los pajarillos canarios.
A la derecha una caoba americana abre
su linda flor y abajo en la porción más poé-
1ica de la tierra labrada, rindiendo pleitesía a
los naranjos cargados de azahares, perfuman
el ambiente los cafetos de hojas obscuras y
lustrosas .
En medio de los árboles de América, co,
mo en paleta con todos los col.ores, brillan
en la huerta los geranios perfumados.
Debajo de la casa el sótano es almacén
,de provisiones; los quesos en los cañizos,
los cuajos, sal i:lzones y embutidos pendien·
1es de las vigas, las papas nueva s, los tomates
como manzanas, las legumbres, cuanto
da la tierra, el sudor del hombre la riega
y bajo su mano fuerte, el arado la ablanda.
En derredor del patio del laurel, el granero
y el pajar, el cuarto de los aperos de
labranza, los alpendres y rnás allá el corral.
Las palomas se cobijan bajo todos los
aleros de los tejados de las dependencias de
la casa.
Más a rrib ,1 el estanque, especie de lago
artificial cubierto de lentejuelas, las charas
que en los espacios libres dejan nadar a los
patos .. .\1 pie ele sus treinta y dos escalones
tallados en piedra está la compuerta con el
mecanis :110 que vierte el ,1gua en lfls acequias
pmc1 el regadfo .
Las higucrns Je todos los sabores, dan
en ias orillas ele los cerrndos además de su
sombra bienhechora los siconios que gotean
miel. y los naranjos el néctar dulcísi1110 de
sus jugosos frutos, dttrJzneros, pomarrosas
y en las lindPs , las tu11ern s, los nopales donde
«bulle) todavía t carn1in viviente », 11:1 co·
chinilla (riqueza de Canarias en otros tiempos',
y, cuyos frutos los tunos anaranjados
y blancos son deliciosos por el aroma y sabor.
Desde la portada a los linderos un rudo
trnbajar perenne, constante, lo conserva y
mejora todo .
Es la norma del buen vivir, de la vida
patriarcc1I, noble y sencilla de los rnrnpos
canarios.
LA ERA DE TRIGO
HA bajado el trigo de "El Troncón", la
parva enorme se deshace, poco a poco,
bajo el trillo que tritura y desmenuza la cubierta
del grnno. Aventan para separar a és
te de la paja y vela el perro guardián, con un
hombre, la mies que aguarda las talegas de
,cáñamo para ir al molino y al granero .
Caen los fulgores plateados de la luna
pálida sobre el gris del pedregal y la amarillez
del grano. Una tristeza infinita se comunica
a todas las cosas. Hay en el ladrido del
perro notas lastimeras, croan las ranas en
el abrevadero y cantan los grillos con ese
ritmo siempre igual, tan propio para arrullar
.Y adormecer como para desvelar.
Subimos a la era y experimento, bien
acompañada, la emoción de una " sola soledad"
, en la belleza incomparab le de esta
quietud, lejos del ruido enervador de las ciu,
dades populosas.
Cantó Fr. Luis a la " descansada vid a" de
os campos sin sentir cua nto la civ ilización
ha trnído d la \·ida pdl'a sirnplific.-irla y a la
vez hacerla más pesada y más complejcJ.
Esta noche de luna, en la era del trigo ,
es un poema, una meditación, u11a pl egaria .
Alba conciencia la del hombre que duerme
y vela sin cuidado, bajo u,rn tienda, apo·
yando la cabeza en la propia manta doblada,
descansando, en el deber cumplido!
" Sembró con lágrimas, segó con júbilo;
esparció llorando sus semillas ':/ ,·ol vió con
regocijo cargado de gavillas".
Guárdalas sin des\elo porque s<1be que
las bendice el Señor .
Y se levantará después de haber descansado
para acudir de nuevo a El: trabajando ,
ora.
El trabajo es ia oració11 del fuer te.
LA ORACION DE LA TARDE
La vuelta del rebaño. -- Cena. · · El Rosario
S uENA arm oniosa y grave la ca111pa1 :a al
1oque del Angelus, el eco de sus tañidos
vibra a trn vés de los ca111pos solitarios. Sobre
las co linas cercanas se extiende en alas del
vien to que pa sl:l aca riciando los vellones rizados
de las ovejas que vuelven c1 sus rediles.
Nos dete nernos bajo el laurel: los hon:•
bres sombrero en mano, las mujeres junta·
mos las nuestr as sobre el pecho y reza 111os
a. coro.
Vamos al encuentro del rebaño cuyas es
quilas entonan un iindo motivo musical
Entran con prisa la ovejuela madre, acosada
por los corderillos; tra viésos y agresivos
se lanzan los carneros y e11 los ojos def
pastor, que las conoce, se lee la paz de verlas
junt<1s .
. La oración señalc1 el fin de la jornada, ya
no se ve el sol poniente detrás de las cunibres,
se trocaron los arreboles en violeta y
gris, ya irradia sus fulgores el lucero de l_a
tarde y t itilan las est rellitas que tachonan el
manto Je Mélria, como llé:imrn ios peqt:efi ue·
,!os ::il cielo ¡:¡zu l, cuando oscurece
Desde el redil se ve11 l,is iuces de la C3·
S8, indicio de ia ce na.
E11 estes caso n~1s acogedcr(i s, cH1 ~,1dft:íni8 S,
·evocando los dí2s de la infanci a. e! co1;1edor,
es com0 un libro de rnemoria s.
No se han renovado los usos y ccsturn·
bres a pesar de las emigraciones: la n1esa ,
la loza, el servicio y el menú, gracias c1 Dios,
son los de siempre.
De al lí, en los días es ti\ ale~. 21 iaurel, a
la galería; en IRs noches de in\ ierno a l,1 al ·
coba grande, donde un San ltwn be!lí~fmo
con el cabello tun e11sortij,1do c0mo la lana
de su corderillo , 2bre sus oj,izos y nos mi ra
soriente . mien trns se desgr,ll,0 11 l 21s cuentas
del Rosario .
Ro s8s n NlnríR, cok cción de rosas. hilo
de perlas q t;e se desiiz<111 entre los dedos to ·
dos los días , una ;:1 una, roséis dt:i édn :af
Rosns del aim,r y de! recuerdo, p () ! caua
,iusente en el cieíc\ por cad é1 perertrinü en
la tierra : cuando toct1s hr111 florc:cido su bien·
do del cornzóti a la born. hay que bcsm con
unción la Cruz ben díin. cad,1 rosm-io tiene
su cruz!
El retozo de urw ptc¡uet'welH, que va de
rosario en ro sario, jugm1do cor; léis cruces,
no res ta el fervor. ni IH so le111 ilidr1ci, dé1 !dola
j ugar, vi br:i el ai11rn de unn nléldr•< ¿kndrá
una cruz muy pes<ida .su rosmitc,?
Oigo !a voz acmician !e de la abueli ta :
¡Mi nifiita de! ttl ms! Cornzón de los dos! di·
ce sefi c1 !ando al psc!re y ;:i la 11 rndre , bendí cenh
los tres y er:!re tan t;:s ternurns se queda
dorrn idu.
LAS GOTERAS
·p ARA dar la " vuelta al mundo" los mucha.
chos de Gran Canaria se divierten entrando
por la carretera del centro y a la iz-
quierda subiendo hacia la Atalaya al borde
-del Barranco de Las Goteras van a salir a la
-carretera del Sur, entrando a la Ciudad por
el túnel.
Pero ir a Las Goteras bajando el barran•
-·w a pié . desde el puente, almorzar sobre las
piedras, beber el agua que gotea sobre las
· pe fías, ascender por el picón resbaladizo hasta
la Ermita del Carmen, ver las cusas arriba
en lo alto de la roca que parece un farallón
y abajo delante de esta enorme pared por cuyos
salientes va serpeando un ca111i11ito, descubrir
una figurita amada con el rostro igual
a una pornu rosadita tendiendo los brazos y
gritando: Mi padre y mi madre!. , es la más
dulce compensación a una fatigosa jornada.
He de bendecirª Las Goteras por siempre.
Allí fué mi pequeñuela a convalecer y me
la devolvieron hecha una manzanita, tan lle:
na de salud y color que la boca era una guin.:
da y el ágil cuerpecito rr corría vif'iedos, na-
ranjos y arbejales al compás de los trabajadores
, como si creciera entre ellos .
En la casa hospitalaria y pródiga de la:i
señora Doña Antonia Déniz, Vda. de Naran·
jo, pasamos el Carna val.
Carnaval en el campo quiere decir: ale·gria
con sencillez.
Las nifü1s cambian la indu111entnrin con los .
varones, se proveen de pitos que resuenan
en el valle hondo y estrecho y llevan cestitas·
de cafü:1 para recoger durante lns visitas que·
son de rigor, huevos para las tortas según
el uso.
A los chicuelos vis itantes se les obsequió··
ricamente porque realizaron a maravilla la
faena de desprender las monedas fijadas con
cera al fondo de ollas y sartenes tiznados sin:
más utensilio que sus dientes: estos chicosfueron
los héroes de la tarde; al salir, cada.
cara con sus tiznes tan bien puestos, era una
careta.
En la casa cómoda, linda, limpísima, la
alcoba principal, fué la nuestra. Despet té
oyendo el hilito de agua que baja por los tejados
humedecidos por el relente de la no·
che y que al caer en los canales suena como.
campanilla de plata .
Abrí la ventana y pude contemplar barranco
arriba los arb2jales, cuyas raices fijando
por las bacterias el nitrógeno, abonan ·
después de la cosecha perdida en la tierra,
los viñedos, riqueza de esa cornarq1.
Por el estrecho sendero que lleva a la .
Ermita ya rnbían y bajaban presurosas las
muchachas de la finca .
En la casa todo es labor; nmasijo, horneo,
hay que llenar las paneras con el pan
de trigo de la tierra, pan moreno y sabroso .
Se escogen las frutas, se limpian los granos,
se vigila y repasa todo.
Un atardecer nos despedimos atri:fwsan·
do las bodegas, el lagnr, los naranjales y-mirando
con cariño hasta las Piedras Caballeras,
atalayas en lo más alto de la ladera,,
donde se asienta el caserío de una famiifrn
entera .
EN EL SOLAR DE LA RAZA
'·CARRETERA del centro, dejando a Pi·
co deVientos, Tafira baja y alta, El Lentiscal,
Cueva del Agua, Vega de Enrnedio
'El Madroñal , Sim Mateo, vais hacia L as La·
· gunetas, hHcia Utiaca.
Mirando muy alto, muy alto hacia la cum·
'bte velc1da por la ca lina, parecida a las casi·
tas de muñecas, cobijad::i por manchones de
verdor qne se des tacan en la u111bria, aanpa·
rada por añosos y copudos árboles, se des·
cubre una casita blanca: es la del Cortijo
·Collado. En ella nació un peregrino que va·
ga por más aitas cumbres.
Collado en la altura a donde no pude subir,
Utiaca, cu na de una raza de tan esforzodo
ánimo que no la contuvo el barranco en
su aislamiento y la llevó a las ciudades y la
·transportó a la América del Atlántico, entró
por los estuarios del Pl ata, atravesó las islas
,del Mar Antillano y penetró en la Tierra Fir·
,me por el Pacífico y subió a las cumbres de
'fos Andes añorando el Roque Nublo y el
,Saucillo.
Mirando la casita resuenan en mi corazón
todas las leyendas del hogar; nacimientos,
bautizos, la hermanita que murió, el niño
que se perdió entre los trigales buscando -
mariposas y pajaritos, las misas de madrugada
en la Ermita de San José y abajo en San
Mateo. .
San M8teo, La Lechucilla, El Madroñal, .
tienen huellas de la raza que los pobló.
En una de las casas queda el telar donde·
una abuela tejió el lienzo que conservo.
No soñó la mujer fuerte que hilaba y tejía
y amaba su rincón canario que habían de ·
viajar sus telas ní que unas manos rev erentes
IHs cariciasen como reliquia de familia ,
evocando un pasado cuya trama y urdimbre ·
se tegieron a la sombra de los nogales y
castaños, de las moreras, los rnnnzanos per·
fumados y los almendros floridos.
Corno J\'\arta y María quedan las casada sen
el hogar. Martas en fa actividad para el tra
bajo, Marias en la delkada espiritua lidad .
que las aureola y se siente desde el umbral
Qe la casita venturosa donde crecieron.
Los varones emigrantes serían allí como;.
la sombra de los árboles copudos sobre una ·
fuente clara , como la roca viva que oculta la
fuente sellada, como la muralla fuerte que de· ·
fiende a un huerto cerrado, lleno de frutos y
de olores.
Pero ellos son la raza y la mujer es el
relicario de la raza.
LOS LIRIOS SILVESTRES
·QUIEN no ha visto los campos canarios
en Primavera, 110 conoce los prodigios
del colorido. Sobre la tierra que secó y
agrietó el invierno reverdecen las hierbas v
.a porfía, lucen su vistosa floracíón.
El verde esmeralda predomina entre to-
· dos los tonos ele esa gama y, esmaltándole
, con matices variadísim0s, las florecitas azules,
rosadas, rojas, violáceas, columpian sus
-,co rolas entre las blancas que parecen florecitas
de nieve. ·
Florecen las amapolas y las clavellinas, a
su antojo, florecen sobre las tapias las ma.
dreselvas, florecen las campanillas y al paso
del viento se deshojan sobre el caminante
las rosas sencillas .
Pero hay una flor aristocrática: por sus
líneas quiere ser flor de lis, por su perfume
quiere ser tuberosa, por su tallo y prestancia,
azucena, por su fecundidad y dispersión a
lo largo de los senderos y en las cuestas y
laderas, violeta sin pretensiones .
Es blanca para los Sagrarios y morada
;:para la Dolorosa.
Por las carreterns , arterías que parten de
·¡a capital y se dirijen al Nort e_ Centro y Sur,
a uno y otro lado en vastas extensiones asoman
sus corolas aterciopeladas finísimas.
Son los lirios del campo que «no trabaj
an, ni hilan» los lirios que «no se visten» y
no hay mano que teja ese terciopelo sutilísimo;
son los lirios perfumados y no hay alquimista
que descubra el secreto de su olor,
lirios que no abren sus corolas, a pesar de
iodos los cuidados, sino bajo el sol canario.
Algunas manos los co nsagran como bella
flor, llevándolos a realzar el oro y los tults
-de los altares, otras los ponen r1 los pies de
fa Virgen.
M ientras una delicada 111a110 de artista
.compone su paleta an te un paisaje lleno de
sol, recordamos aquella tierra que más de
una vez trasladara al lienzo y, como si tirdra
de una cereza, vienen los recuerdos, qui siera
con su técnica y su alma pintar este bello
cuadro: Sesteando entre los I irios.
Es el rebaño que baja por una colina cubierta
de verdor: el blanco, el lila y el morado
oscuro de los lirios da la sensación de que
van hollando una alfombra de felpa sedosa.
En la cima, señor de todo el valle en derredor,
el pastor prcteje a las ovejuelas rezagadas.
Líneas, colores, transparencia. perspectiva,
fondo, claroscuro, atmósfera, luz brillan
·te,difusa, reflejos y cambiantes que va prestando
el sol ponien te, poesía y color fundidos
en magestuosa armonía.
Los lirios alegran la campiña canaria una
corta temporada, se les aguarda con
cariño, se dedican asl que florecen, y se esperan
cada año con la misma ilusión con que
se abrigan risueñas esperanzas, tan fugaces
como ellos.
LA MESA CANARIA
A PENAS alborea y entran las primeras
claridades del día por el amplio comedor,
viste la mesa un blanquísimo lienzo y se
colocan ::ilrededor las escudillas de espumosa
leche.
Hay tambien ca fé tinto, concentrado
para los indianos; café cla rito para los que
con buen pa!Rdar saben hasta lo que pastó
la vaca que díó la leche.
Frutas de la estación y queso fresco o cu0
rado, gofio, pan moreno, frutas secas completan
esR dieta rica en vitaminas.
Se levanta el día y cesan las faenas: es
la hora del bochorno, del almuerzo y de la
siesta.
Entráis en el comedor y creeríais, que
se han trasladado 21 él los campos.
Brilla en la loza que en el fondo y orlas
delata su antigüedad por las peleas de patos
y los trajes de la época, toda la variedad
de viandas y verduras que hacen al puchero
canario multicolor y multisápido.
Mientras se hace un escaldón de gofio
en gran fuente con aquel caldo vegetal al
<:¡ue hacen 111ás sustancioso la carne de ternera
y el tc,cino fresco, vais seleccionan.
do papas, col, bubango o calabacín, chayote,
calabaza que aún llaman zapallo los
que retornaron de la Argentina y Uruguay,
habichuelas tiernas , garbanzos, piñas de
maíz, batata y en la temporada peritas sanjuaneras.
Las ensaladas crudas parecen un ramillete:
en el centro los cogollos de lechuga,
al rededor los rabanitos con sus boinas roj1-
1s y moradas y las hojas picantes como ortigas,
apetitosas; la escarola rizada en los
bordes de la ensaladera y dando sabroso
condimento, en el aliño se snmergen las
hojitas de apio verde entre rodaj8s de ceboHas
blancas.
Se retira el servicio y hocen su entrada
en cestitos y fruteros forrados de hojas frescas,
las frutas recogidas al amanecer.
El agua de la destiladera es el digestivo
que termina, con la oración la comida
fuerte del día.
Al anochecer humea la gran fuen te hon-
0.a con el clásico potaje: tiernas legumbres,
bojas y tallos tiernos y jugosos de berros y
·jaramagos, col, nabos , calabacínes, pantanas,
cada hortaliza y legumbre da un pot
aje, un olor y un sabor.
. Potaje de hinojos, arbejas, habas, calabaza,
acelgas, cardo santo, sazonándolos
el cilantro, el perejil y pimiento dulce que
<Crecen en tas orillas de las huertas.
Hay ensalada cocida: zanahorias, remolacha
y coliflor, la coliflor que en varias formas
entra en el menú canario.
Otros dias apenas sentís los CJraCQles,
:ya sabéis que vienen ( Saltando» los pesc~-
d~s frescos que serán sancochado.s o fritQS,
bien aderezados en un escabeche o con lo~
mojos verde y colorado en que la pimienta
picona es lo esencial.
No se abusa de! cerdo que bien cria(\o
con maiz tierno y recortes de la cocina da
sabrosa carne; pero sí son frecuentes los
-churrascos de cordero, baifo y conejo s_al·
vaje embadurnados en adobo mientras se
,asan .
Sirven estos asé:ldos con las papas cocidas
con su cáscara; hay en la mesa aceitunas
de la tierra, pan moreno, integral, con
-sus granitos de 111atalauva y torrijas remoja·
das en leche y vino, doraditas esperando
la miel que sabe a rosas, madreselva, clavellina
y azahar. ·
Un vaso de buen vino, rojo de grana y
rubí o blanco, del vino blanco que llega !l
tener color de oro viejo.
Para el que llega hay todas las delicadezas
del arte culinario cosmopolita; pera os
-enoja, anheláis exclusivamente lo propio, lo
regional. ..
De La Palma, las rapaduras de gofio, de
-limón, de fresa; de Tenerife las piñitas de
.almendra y las quesadillas de Güimar, la&
rosquillas del Hierro, todo fué llegando a,
Gran Canaria, mientras me prodigaban en
Telde los bizcochos de Melchorito, en Car·
-dones los de las Monjas de Teror y los
quesos de «ganado» quesos insuperables
de los Altos de Guía y los Arvejales.
En las Pascuas y fiestas tradicionales
los pasteles de Anita en el Toril y los de
Doña Francisca la inolvidable repostera de
La Perla .
En ca da esquina las cajas de turrón: de
limén, de azucar, de yema, de miel y bizcocho.
En las fiestas familiares las mantecadas
o polvorones, las tortas de cuajada, tan tí·
picas, como las de queso en Caracas, el;
magnífico bizcochón de almendras molidas,
el pudín de naranjas dulces, los compuestos
de manzana, el pan de rey, el dulce de nuez
verde, el pudin de lech e, los pasteles de pichones,
el dulce de higos, los buñuelos de
pan, los alfeñiq11es, la nata en escudillas,
el cabello de angel, la carne de membrillo,
y las compotas, jaleas y mermelada de frut
as, la sopa de J11genio con los licores de
uvas , de ruda y comini il os, de leche y la dul ce
mistela de naranja, además de los vinos
dulces y secos, blancos y tintos que se cosechan
en el país bastarían al gastrónomo
más exigente si no quisiera el sancocho de
pescado salado o salpreso con mojo picón
y papas, o tol los y las viejas en moj') hervido
amarillo.
Para el gusto más refinado calamares y
pulpo y los pescados como el salmón de fondo,
el atún, los salmonetes y cabrillas, lamerluza,
el cherne, las morenas y la chopa humilde
que se presta para minutas.
Y cuando todo falta en una soledad campestre
con una rama de cilantro y unas pa·
pas el caldo verde os abre el apetito, cuando
váis a calmarlo.
Riqueza de los pobrés el suero hervido
y deleite de muchos el beletén que solo algunas
manos saben preparar, m,rnos que
saben comprimir el cuajo y hacer un tejo o
un gran queso.
La cocina canaria tiene la particularidad
,de ser cocina sin prisa, cocina «con devoción
» (como decía una voz cariñosa), que
provee por su rica y variada dieta a una raza
sana, fuerte, vigorosa.
LA PLAY A DE SAN AGUSTIN
HA Y en la playa del Carrizal, desierto pedregoso,
donde aun crecen algunas palmeras
azotadas por el vendaba! que 1::is in d
ina al Sur y abate sus penachos, una altu ra
a la izquerda, que de cara al mar tiene pa·
ra llegar a ella un camino ancho y en frente,
socavadas quizá por los aborígenes, varias
cuevas, viviendas de temporadistas por un
corto veraneo.
Siguiendo ese camino se desciende de
nuevo a la piaya donde el mar ha labradola
más preciosa arquitectura.
Lejano en las mareas altas y como un
centinela avanzado, hay un roquete y en.
frente de él, termina la linea del promonto·
ria, donde resuena con ecos sonorísimos en
todas las oquedades del llamado «cuarto de
costura» (cueva inmensa), el rugir del mar.
Detrás de esta cueva vienen a morir las
olas en un agujero tan pequeño que es.
·asombro verle tragar aquellas masas líqui·
das como si las bebiera a sorbos.
Quedan detrás grandes pilares de rocas~
avanza el mar como si recortara la tierra
en arco cuyo extremo va a perdese en el litoral
de Gando, donde la mar es azul, como
zafiro de Oriente, intensamente azul oscuro.
Para saber lo que esconde este recodo
hay que desandar el camino de lcJs cuevas y
por una entrada como un portillo estrecho.
apenas se llega a la cima d t: la arenosa montañet
a, asoman con todas sus bellezas inenarrables
la Playa de San Agusti11. Parabajar
a ellé1 basta desliznrse sobre la are,:a.
Playa limpia. ancha, desde !ns rocr1s de.1
Trdgiidero hasta las salientes que guardan~
do otra concha amplísima la esconde entre
las rocas que señalan el puerto de Gando.
En una y otra las rocas encierran esa ori-·
ginal arquitectura plutónico-eólica que acaba,
el furor del mar.
En la concha grai1de los «resolladeros»
que han hecho héroes a algunos atrevidos
nadadores prestan sonidos maravillosos al
poema sinfónico de las aguas y el viento.
M ,.,s abajo lame el mar la arena fina, lle-'
ga y la besa blandamente, allí es arrullo y
es canción.
Se siente el espiritu en plena pa-i. Esta,
soledad defendida por la muralla que forman
los acantilados, frente al mar, no la interrum-:
pen sino el vuelo de las aves que anidan en:
los peñones, el incesante rumor de las aguas,
y los silbidos del viento, eterno compañero:
de esta costa
LA PLAY A DE LAS CANTERAS
HA llegado el verano con sus días de
calor. La población se va a las costas.
Antes de llegar al túnel, La Laja y San
Cristóbal prolongan la Ciudad con sus lindos
,easeríos para veraneantes, pero el lugar al
que acuden casi todos los extranjeros y con
orgullo explicable los nativos es la playa,
hermosa corno pocas en el mundo, de las
Canteras Blancas, denominada así por la
piedra porosa que se extrae de «la barra»-,
:salvación de los nadadores inexpertos, des,
canso de los hábiles y condició11 de superioridad
sobre otras playas famosas ,
Playa preciosa y segura que no necesi~:
ta embellecimiento y para dar comodidad y
~osiego se basta sola.
Marca su contorno el istmo arenoso que'
del otro lado abre el famoso Puerto de Refugio
de la Luz.
Bate el mar sobre la barra y acarrea las_
arenas que van enriquecíendo el fino tapiz
de la gran concha. Al Sur tevántanse las alturas
de Gran Canaria, cubiertas de verdor,
cuya silueta final es la Montaña de Gáldar.
En frente Tenerife y su Teide abuelo
-poniendo en los crepúsculos fulgores de
.acero, plata y diamante.
El día que divisé e Tenerife, mi tierra Ma
·dre, sobre aquel Mar único de las Islas, ben·
dije una vez más a Gran Canaria .
Al Norte forman las rocas desprendid&S
,de la Isleta, el Golfete y playa del Confita!
a quien le da nombre la «bellaria lapídea Ca
·nariensis» conocida por Confites Tíboli, característíca
de este litoral canario.
Separándola de las canteras avanza sobre
el mar la Caleta de la Puntilla que domina
a la Isleta, al golfete, a la playa hermosa
y al mar que va a morir a los pies de las do.~
, islas hermosas.
Hay en la Puntilla restos y huelléts de la
formación volcánica de las Islas ; entra e.l
·mar por bordes y sálientes, salva puentes,
escúrrese bajo sus arcos de rocas negras y
. azul oscuro y extiéndese sobre las alisadas.
0por el continuo desgaste del oleaje, como un
velo blanquísimo , orlado de e11cajes de espuma.
Los bañistas pierden de vista estas be~
llezas, van al fresco, y al retozo de la~
. aguas: modernos delfines y sirenas, dejas
::la contemplación pura los que vivieron amann
,do desde lejos el lugar.
LA CATEDRAL Y SUS TESOROS.
Oesoe lejos se destacan sobre e, fon do
purísimo del cielo canario las torres,
gallardas.
-Al acercaros sentís la magnificencia de la
mole basáltica que se levanta buscando ·
las alturas con las líneas armoniosas de(.
más puro renacimiento español, porque todo
es armonía, equilibrio y sobria disposición
de los pesados materiales en la bella,
concepción de los Eduardos.
El atrio es acogedor y simpático, desde
at1i véis los simbólico3 canes de bronce cita~·
guardianes fieles, eehados al pié de la plaza
de Santa Ana.
Entráis con recogimiento: al centro el '
coro de magnífica sillería y herrajes os oculta
la amplia nave central: bajo el organo,
frente a la puerta principal está el bellísimo ·
cuadro de la Sagrada Familia con Santa ,
Ana.
Abren sus arcos a las naves laterales,
cuyas columnas, sostén de las bóvedas, allr
donde se reunen las aristas y arrancan los~
arcos , parecen los pe11nchos de l<'ls pal más;
que dieron nombre a la Ciuda<i.
A la derecha mirando al que llega está,
San José y tJ la izquierda la histórica ima-'·
gen de Ntra. Señora de la Antigua. Hay en
el altar de San José una tabla de algún pintor
Maestro que llama menos la atenciónde
propios y extraños que los cuadros gran-des
del Víq • Crucis, obra moderna .
En la navecita de la Virgen de la Anti gua
está la Capilla devotísima del Smo. Sacramento
y en frente en la nave de S. José
se oculta como en la celda de sus dolores
la Madre Virgen que el gran imaginero Luján
Pérez legó n Gran Canaria.
Ternura, amor, piedad, súplica, se reve·
Jan en la faz de la Dolorosa, pero una Do· ·
loros¡:¡ que siendo lá mujer que llora por el
Hijo de Dios, tiene la humildad de la Inma-culada
Virgen en su resignación de mujer
y' la sublime expresión de una Madre en
quien el Amor y el Dolor tuvieron toda la
grandeza que cabía en el corazón que llevó·
cerca al Di vino Corazón.
En esta imagen como en ninguna puso ·
el cin cel de Luján Pérez rasgos a11gélicos,.
celestialt.s.
La Catedral tiene tablas, lienzos, orfe- brería
ornamentos riquísimos por su valor,
antigüedadd y procedencia: cada uno tiene ·
su historia tan bella como la de sus campa-i1as
belgas; allí el rico portn-paz que cinceló
Benvenuto Cellini.
Hay una joya excepcional: el corazón de ·
Don Luis de la Encina, contemporáneo det
Obispo Verdugo, único prelado canarió
Don Luis de la Encina fué el celebre
Pastor de lejana diócesis de Arequipa (Peru).
donde murió legando el corazón a la Isla
de su amor.
Maravillas que se ocultan en las torres
que se hallan al Naciente, las escaleras sin-,
guiares cuyas espiras se desarrollan .al rededor
de un hueco cilíndrico, por donde se
·tamiza la luz y se esparce el uire.
Los aromas del patio de los Naranjos,
recreo de: acólitos y solaz de los Canónigos,
·llegan hasta la Capilla de Santa Teresa de
Jesús.
De un ángulo de la galería arranca la es
·calera que termina frente a la sala Capitular
a la cual da acceso una puertecita que no
,os hace sospechar cuanto ell·:1 encierra.
En el umbral solo alcanzáis a ver las
losas esmaltadas del pavimento, de tan fina
factura que denota la cerámica de Talavera
y compite en colorido con los mosaicos venecianos.
Mirando a la pared del frente, sonríe
benévolo el rostro del Prelado, que aseguran
es un magistral retrato de Goya; «un
.auténtico•. ·
Yo entré y 110 pude detenerme hasta be-
sar los piés del Cristo pendiente de la Cruz.
Cristo bendito que parece haber cerra~
.do los ojos para que no lean en ellos I a an,
-gustia infinita de la agonía del que nos amó
hasta la muerte y muerte de Cruz.
Cristo que tiene a través de todas las fi ·
'bras de su cuerpo las vibraciones de dolo,
,res que no tuvieron número ni nombre
La sangre que ya no bulle bajo la piel
pálida, yerta, tiene la coloración de los lirios
cárdenos y caen los miembros sujetos por
los clavos con la laxitud de las azucenas
tronchadas desde el amanecer.
No podéis volveros para salir; es impo·
sible dejar de contemplarle.
Llegáis a la salida y es necesario saber
que en el recinto ha de reunirse el Capítulo
para que os retiréis al fin.
Me contaron que un señor inglés marchando
despacito vuelto a la dulce imagen
de Jesús Crucificado, cuando llegó a la
puerta, conmovido, agitando su mano le decía
a adiós. Y todas esas emociones os hacen
bendecir a Luján Pérez otra vez.
Al pasar por la Catedral va el coraz.ón·
al Sagrario, a la Capilla de la Dolorosa, a
los del Cristo de la Sala Capitular, tesoros;
suyos y de la ciudad.
:a,ASCAMPANASDELACATEDRAL
A NHEL_A~A escuchar i? que en r~latos
· de vrnieros y en antiguas canc1orie~
francesas aprendidas en la infancia se me ha·
cía interesante: un toque de campanas,
ejecutado con música, ritmo, am1onía y
-compás; un toque leído en el pentagrama y
lanzado a los espacios por las leguas de bronce,
medianera~ entre la Iglesia y el pueblo.
Al llegar a Las Palmas desconocía el
grandioso secreto de la torre parlera. Pasé
-algunos meses oyendo alegres esquilas, campanitas
de volteo, el "Carillón" que imitaban
nuestras voces infantiles en los días venturosos
del Colegio francés tinerfeño.
Supe también, porque las campanas todo
.lo anuncian a los creyentes unidos a las
intenciones piadosas de la Madre Iglesia, si
había bautizo, entierro, funeral, salve, vís·
peras, salida del Santo Viático y si era varón
o mujer el que pasaba del trabajo al descanso,
de la lucha a la paz, del dolor a la
alegría sempiterna.
Viviendo en Las Palmas vibraba como
. las varas verdes a los ecos de las campanas
,que tienen cual tornavoz potente las laderas
·d'e San Juan, San Roque, San Nicolás y San
José. Hasta allii van perdiéndose las ondas
que vuelven a la población en su aíre místíco
y pacífico.
La vida cotidiana hilvanada con esos toques
de oración en comunidad es la copia
de la paz de los -claustros: alegrías del alba,
horas de coro, las doce, tregua en la labor,
reunión de la familia alrededor de la mesa,
siesta; las tres, volviendo los ojos a la Cruz;
Vísperas, el Angelus de la tarde, la hora de
todas las tristezas juntas, al caer el día, cuan·
do clamamos: quédate Señor, con nosotros!
Toque de ánimas, para que vivamos en pe·
r:enne unión con los que fueron y des pues de
pedir par" ellos que luzca la luz perpetua,
a l recogimiento, al reposo, al sueño, imagen
de la muute, al sueño con los romances de
la abuela, con las. plegar!as sencillas de
la rnadre, con las oraciones que a traves de
1a vida, la fé y la esperanza nos van dictando.
Una tarde me encaminé a la plaza de
Santa Ana, la gran plaza que al decir de un
Cardenal Español puede gloriarse por tener
la Casa del pueblo frente a la casa de Dios,
la Catedral magnífica.
Se estremeció la torre, vibró una campa·
na grave, de las cornisas y del rosetón cala·
do del frontispicio salieron llenando el aire
de caricias, las palomas. Sobre nuestras cabezas
se cernía la bandada aleteando al com•
pás de un preludio magestuoso que cesó al
posarse ellas en la ancha plaza.
Entoces como si los coros angélicos ba·
tiendo alas y a porfía alternaran en !os cánti,
cos de gloria, levantaron el vuelo al sonar
los arpegios que comienzan dulce, "piano",.
lentamente y adquieren sonoridad y fuerza
para volver a la melodía inicial, cesando,
de pronto.
Repítense con igual modulación, susurrot
alborozo, alegría plena y como toda alegría,
fugaz.
Reanudan las palomas el vuelo, es el retorno
de los coros angélicos que estremecieron
los bronces a la Jerusalen celestial,
vibran en el aire los últimos ecos del "Allegro"
y suena clara, sonora, la paz del orden,
la campana señora de la torre, la mayor,
la grave.
Pasa el aire temblando y retornan a sus
huecos entre las piedras vetustas del campanario,
a las cornisas y al rosetón, las palomitas.
Queda en las al111as, el preludio de una
fiesta y queda en muchos aquella cierta alegría
que sobreabunda allí donde abundó el
dolor.
~ROCESIÓN DE CORPUS CHRISTI
DESPUÉS del toque de Vísperas, de esa
· li1elodía dulcísima que entonan como
ningunas lélS campanas de la Catedral Cana~
ria, él pueblo con alegría solemne, reverente
alegría, se va estacionando en la Plaza de
Sta. Ana y en las calles simpáticas, siempre
tranquilas del Barrio de Vegueta. ;
Doble f ila de so.ldados va cubriendo la
carrera, allí donde se congrega · la multitud;
contemplando los últimos toques que embe·
tlecen las. alfombras de flores, los arcos y
losa !tares: ¡Va a pasar la Maflestad de Dios!
Se abre la puerta principal de la Basílica
y el atrio acoge al gentío que invade luego
las naves anchurosas y las devotas capillas.
El Cabildo Catedral, el Insular, el Ayun·
tamiento, y los clásicos maceros de tricor-
nio y peluca . calzón corto y jubón de tercio
·pelo rojo g·aloneado· en oro, abren la marcha •
. . ·Reluce·n en st.is manos las mazas de pla·
ta maciza .. ,,· . ·
Des pué; ·de 1~ solemne Exposición y las pre~
es de costumbre desciende del_ Altar Mayor
el Prelado con la Sagrada Custodia que de·
positp en el Tabernáculo de plata cincelada
como' las andas que .lé soportan y al comenzBr
la marcha el campani lleo argentino hace
caer de rodillas a cuantos encuentra al paso.
Van tras ella el Pastor de l::i Diócesis y
dos .C'.anónigos revestidos con aquellos ornamentos
de tisú que.siempre luceP. bellos.
Le sigue el pueblo, el alma Oanariá reHgiosísima,
fervorosa, piadosamente ree0gida
'a pesar del jubilo que trasciende.
Nos acompañ~ el Rey de Reyes, Señor
.de señores, Padre de todos, Cristo, Hijo de
Dios, Sa~rarnentado.
Suben la Plaza de Sta. Ana a través de
fa. alfombra que costea el Municipio .
Todos nos arrodillamos y una pequeñuela
musita, dulcemente fil contemplar la Custodia
que refulge entre las luces: ¡Papá Dios
tan grande en una casita tan chiquitica!
En las gradas del Ayuntamiento le esperan.
los fieles tle rodillas y descansa en una
Concha de flores, altar precioso en que dá
fa Bendición solemne el Ilustrísimo Sr. Obis·
·P?:
Et primoroso altar ha sido confeccionado
f>Or la Asociación de la Vela.
Hay otra alfombra de ta .casa de 0 ; Francisco
Manrique. Sobre el lecho de arrayán,
juncos, lentiscos y hierbas olorosas, la finura
de los pétalos fresc:os todavía par,ece felpa,
terciopelo,. gasa, pincelada graciosa.
· ·. La ~-asa , del Castillo frente ;¡- Pilar del
Espíritu Santo pone otra a los pies del Señor
Y llegamos al Seminario, Universidad
.Pontificia de Las Pul mas.
El frontispicio ostenta los retratos de to~
ilos los Obispo de la Diócesis y en la Puerta
se levantan el Arco y Altar tradic.ion11I,
tan antiguos como la Procesión en los arlaJes
de la devoción canaria.
En este tramo desde Luis Millares a Reyes
Católicos . las Dahia~ que. fraternizan·
-con los Luises les prestan valioso concurso
y esconden la calle bajo 1~, artística alfombra.
Bajo la imagen de Sta. Ana.al comienzo de
la calle de los Balco·nes, ei rojó vivo de los
geráneos decora ei Altar del Apostolado de
la Oración.
Y la juventud vecina de la casa de tos
Exmos. Sres. de Zárate se dá prisa en colo.
car las últimas florecillas deshojadas que
pronto triturarán bajo los cascos las dos
Compañías del Escuadron de Caballería
:que parece con sus caballos negros y blancos
el paso de los cosacos del desierto o de
.los húsares aguerridos bajo el suave sol canario.
Al llegar a Mendizábal la Colonia Alemana
quema tracas que suenan como bom·
;bas y parecen un tributo al Dios de los Ejér·
citos.
Subiendo por la ca~le de la Pelota en la
-esquina de la Herrería, el aroma y tinte áureo
de las retamas amarillas, son la ofrenda
del Altar Franciscano.
Llega hasta e! Puente de Piedra, Puente
de Verdugo y por la calle ancha se respira:
con el aire purísimo de las montañas, la bri·
sa del mar que mezcla el olor de las flores,
del incienso y de los cirios ardiendo en el
anochecer, mientras entra triunfalmente en·
tre cánticos y repiques para quedarse Prisionem
en el Sagrario, Jesus Sacramentado
EL BARRANCO VA 'CORRIENDO . .. ." :
DETRAS de la ventana,. eJ cauc1= ped~e~
· goso despertaba el afan .de ver un no.
Día tras día lo observaba atenta.
Una mañanita mientras preparaba la tarea
,pronta a comenzar, sentí un ruido, torbelH·
no, avalancha, catarata, rodar de piedras; un
vaho fresco húmedo ·un olor a tierra mojada
y el clamoreo de la gente bajando presurosa
.:a los muros, al puente ...
El Barranco baja y crecido, el agua arrastra
la tierra, las plantas y van flotando ani·
males que sorprendió la corriente. Se vé en
'la «Marea» la línea de la mar aiul y avanzar
,en ella el río de las aguas enturbiadas.
El acarreo vá dejando en la ba1 ra las pie·
-0ras que el oleaje alisa.
Los chicos acuden a buscar la leña de los
,arbolillos rotos.
La corriente choca contra los ojos del
puente y saltan las espumas.
El pueblo se alegra porque yá no está el
cauce vacío.
A los pocos días fluye el agua cristalina,
y ·se puebla el barranco de lavanderas.
Enjabonan la ropa, la «zarpean> sobre
las piedras y la dejan solear. Almuerzan }
luego enjuagan y tienden.
Una tarde en que brillaba alegre el Sol ,.
a la hora del retorno hacia los Riscos y hacia
Vegueta, una chicuela ingenua y candorosa,
bella como figulina de Tanagra dando al aire
sus ~abellos como un manto, dejó las ropas
en una piedra y se tendió en el arroyuelo
cuyo hilo de agua iba adelgazándose cada
día.
Pronto los muros se llenaron de especta·
dores y a las voces de las mujeres salió la
Ninfa del agua, inclinóse para que sus cabe·
llos la cubrieran y en un corro que la reprendía
se perdió, pesarosa quizá de la humorada.
Lentamen(e.el hilillo de agua desapareció
en el cauce _del barranco seco y volvió a ser
como desierfo solitario.
TER O R " LA S A N T-A '"
UN A carretera que serpea asce ndiendo_
basta las faldas de una cadena de mon ..
tañas, me reveló las bellezas panorámicas de
una región llena de múltiples encantos.
No pretenderé describir la magnificencia
agreste de algunos paisajes, ni la risueña
perspectiva de otras, ni siquiera las bellezas
de -un valle hermoso donde las lluvias
vierten su caudal en grandes «Maretas» y
cuya vista me trajo el recuerdo de lás poéticas
márgenes del Rhin, a su paso por Colonia
y en las cercanías de la legendaria Loreley,
que si bien aquí no hay un cauce de
abundosas aguas corriendo mansamente, se
observa en cambio, todo un sistema de regadío
canario, reparfiendo el tesoro pluvial
para fecundar los campos.
Son inenarrables las emociones del alma
al adaptarse a nuevos suelos y el inas.
De aquí que no exprese mi entusiasmo
casi infantil al pasar por Tamaraceite pinto·
resco y alegre.
Luego el camino bordeado de eucaliptos
y árboles añosos que debieran sombrear todas
las carreteras.
Despues de las lluvias copiosas de estos
,dfas, por las rocas cortadas a pico, y desgastadas
por ef periódico laboreo de las aguas,
corren hilillos cristalinos engrosando la corriente
de los arroyuelos y afluyendo a los
bammcos.
Como en libro abierto, voy leyendo el
origen de las «Islas, en los cortes de las
montañas y en la rápida visión de las cumbres
y vertientes, en la erosión del agua en
las peñas.
. Y llego a la Villa que por antonomasia
Hamo «santa».
Preséntase como anfiteatro, escalonada
sobre la orilla izquierda del «.Barranco de la
Virgen» (afluente del Tenoya) lleno de poesía
y contrastes atrayentes: de la cumbre
desciende el torrente por medio de los peñascales
como líquido cristal y perdiese luego
en los estrechos cañones labrados en lw
roca; otro, domeñado se revuel ve furioso
contra la rueda del molino y aparece junto
al puente, cuyo arco al parecer llena la caí-.
da de las aguas y la irisación de las espumas
a la luz de.l Sol, desmenuzándose en
gotas finísimas al choque contra los guija-.
rros.
Desde la entrada, a la derecha dorninauQO
las alturas los dos rn©nasterios; al frente
y al fondo empinadas laderas; por doquier
un paisaje. ·
Cada casa es un mirador, ce.tosías a lo
Lindaraxa, balcones semicon ventuales ven-
~tanas andaluzas, patios seviHanos, severas
,-casas solariegas.
Villa señorial en la situación, en el case.,
rio, Teror es á Gran Canaria, lo que Lagu-
:na y Orotava a Tenerife. ·
Llego a la plaza del Santuario, bendito :
;una columna recuerda la aparición de la Rei,
n<1 y H erm osura de los Pinares, Decoro del
·C armelo y Saron.
Llama poderosamente mi atención la gen-
1ileza de las jóvenes, la majestad de los an
·d anos y el reverente y meditabundo aspecto
d·e la mayoría .
Parece que traen de continuo ante los
ojos, y bien la llevarán en el alma, la Ima
·gen de su Virgen Madre, Patrona de los
·Canarios, ante la cual me postro y I& veo
sonriente, esplendorosa como alborada de
M ayo.
A la a1111:.1ble acogida del culto y R. Padre
·Quintana, estimado amigo y a la bodad de
la distinguida Srta. hermana del Vble. Parro-.
co debo contemplar de cerca cuanto el arte
y la piedad han depositado junto a la Seño"'
·ra, Plena de Gracia.
Mencionaré únicamente, si bien declarándome
lega en la materia, el valor incalculable
del manto y terno, que formaron
parte del tesoro de la Virgen, desde el Si-
·:glo XVII; rico en colorido y veraz en la eje
·Cución el fino tapiz copia el <pino> símbolico,
fa ermita primitiva y las flores alegres de
:los campos vecinos.
Los alrededores de la Basílica tienen toda
la poesía de las villas favorecidas por las
huellas milagrosas de las apariciones
El arbolado que.tiene allí su celoso propagador
y defensor, es originalmente bello.
Los cplátanos del Líbano:, que adornan,
la plazuela del Palacio Episcopal y los álamos
de envés plateado que disputan la altivez
a las araucarias de verdor perenne·
dan un aspecto singular a la flora canaria.
Visito el monasterio cisterciense dondeme
aguardan grntísirnos recuerdos, dulces-·
impresiones que guardo muy adentro, en el,
Jibro de oro de cuyas páginas solo transcribo
lo que discreto me parece.
Desde el Cister diviso la belleza arqui tectónica
del Monasterio Noviciado y pen sionado
de alumnas de la V. O. T. de Santo
Domingo.
Retorno como si hubiera recibido un rocío
benéfico en mi espíritu.
Teror, la santa; ambiente pacífico, luz ,,
aire, sol, arboledas seculares, y como si paseara
regando sus bendiciones. la Virgen,
del Pino, aviva la déi robustece la «esperanza
i y acrecienta la (Ca ridad , .
¡Salve Virgen Bella!
Las Palmas, 7 diciembre de 1922
• Publicado en «El Defensor de Canarias. ,
CANTOS CANARIOS
ACÁ e11 el éxodo mientras oímos por
doquiera lo música cosmopolíta y la re- gional
más típica, de cada rincón del 1mmdo,
qué raro es que brote al gemir de una ,
guitarra la vibrante estrofa en que se derrama
como torrente de armonías la música ·
de las islas Afortunadas.
Si lá oigo cerrando los ojos y soñando,.
con los escenarios de mi adolescencia o re- cordando
los que en la plenitud de los años -me
acogieron, entonces siento que aquellas
cortas estancias en el solar patrio, bastaron ·
para llemmne el alma de esa simpatía por-todo
lo que constituye un pueblo, una rnza,.
una ascendencia.
A través de esa música, el mar, el cielo, ..
los valles, las montañas, los prados apaci- bles,
las huertas llenas dP. aromas, la raza ·
que canta, llora, se alegra y se queja en los versos
que acompaña.
Como 03 conmueve acá en la tierra adop·
1iva, tierra madre de hermanos y de hijos, ..
arrullarlos con la canción de cuna más dulce,.
-más arrulladora para vuestro corazón, la que
-cantaba una abuela estrechando entre sus
-brazos a una niña, la que una Madre cantaba
,también bendiciendo aquel mayor bien de
·su vida:
Mi madre con dulce canto
Mi primer sueño arrulló,
En sus brazos me meció
Y enjugó mi triste llanto.
Y aquella otrH que la pequeñuela cantaba
meciéndose solita:
Duérmete niña chiquita
Mira que viene una mora
Buscando de puerta en puerta
A ver la niña que llora.
A las que el padre con grncejo entonaba
; af retornar la Madre de Misa:
Arroró, arrorró, t11 i Nífía,
Que tu M adre no está aquí
Se fué a.Misa a S. Antonio ,
Y ella luego ha de venir.
Arrorró rorró, mi niña,
Duérmete niña, arrorró,
Con el arrorró y el sueño,
Mi niña ya se durmió.
Recuerdo a una amiga buena que trans,,
cribió la música para colocarla entre sus
· "berceuses" clásicas.
Arrorró sublime, cuando resuena dulclsi-\
no bajo las bóvedas de la Catedral de Las
Palmas, en la Noche Santa, en la Nvche
Buena.
En una clara, serena, inolvidable noche
tropical, brillaba el cometa Halley esplendorosamente
en el cielo sin par de esta tierra
bendita. A la madrugada, cuando la estela
fulgurante atravesaba la bóveda celeste de·
jándonos ver a través del cendal brillante, las
estrellas, al pié de las rejas de nuestra casona
de la época colonial, (la casa solariega
de los Mestre, de los Alvear después), rompiendo
el silencio de las horas más quietas
y solemnes de la noche, víbraron en las ondas
del terral acariciante IRs dulces not3s de
una serenata.
_ Canarios auténticos. y " pichones" de catjarios
cantab'.:ln a_ porfía ; trasladándonos al
terruño, las isns , 111a!8gueñf1s, folias, taq cana rlas:
Desde la cumbre bravía
· Hasta el mar que nos abraza
Todo es luz y poesía
No hny tierra como la mía
Ni razn como mi razR.
¡Cómo revivimos In vi·da del solar canario¡
¡ Las eras, las trillfls, torneos de cantadores.
Los Carnavales, la Cruz de Mayo, San
Juan y las hogueras, las serenatas de los mucha.
chus que rondan a sus .amadas, 1as f' : stas
faniiliares en el veraneo, en la vendimia ,.
en· ras playns.
Isa, las isns del dos, del cinco del nueve ...
No es facil cantar isas y folias. Son el
.. alma del puelo Canario, hay que nacer cana·
río para saber cantarlas con estilo, con sen·
timiento, con la música genuina,
Un huérfano cantaba pensando en un le";
ano cementerio:
Cuand0 tanto las folias
Siento üna pena muy grande
Pues con ellas me dormía
La pobrecita ¡Ay! ¡Mi Madre!
Con las últíma notas sentíamos el sollozo
·varonil dél buen hijo.
Cantar que surgió entre las peñas cana•,
rias y tiene aún el valor de su orígen que na.
die discute tampoco al tajaras te, al tanganillo
a la saltona, a la seguidilla tonadas típicas
que en las páginas de Teobaldo Power y del
venerable D. Santiago Tejera se prestan a
qucida interpretación.
Y asi como hay regiones en que la música
·-Originalísinima no tiene una poesía, una ver·
sificación que la embellezca, la musa popular
·Canaria, entre lo que selecciona y lo que
,rima refleja el verdadero caracter del pueblo
y bosqueja en las estrofas, su fisonomía pe·
sculiar, con todos los matices de su fino hu·
...morisma y su gracejo, a veces.
Canta a las bellezas del pais, a sus muj
eres, canta las esperanzas, las ingratitudes,
fJos desengaños, los sueños, los dolores, de
l a vida.
En plena juventud cantaba una mujer.
SL la mar fuera de tinta
Y el cielo de papel doble
Para poder escribir
Lo falso que son los hombres .
Y como protesta aún más firme Ante la
" falsía'' en una malagueña le endosaba:
Cuando yo esté en la agonía
Siéntate a mi cabecera
Clava tu vista en la mía,
Y, puede que así no muera.
Aquí en el· destierro se oyen cantos de
,melancolía infinita: ·
Soy el cantor que ha nacido
Entre palmares canarios
Soy el ,loco, aquel, perdido;
Que navega solitario
Por fas costas del olvido.
Solos, lejos del hogar y la familia, aun-
que emigran porque sueñan y -ambicionan y
cereen hallar la paz donde sólo hayan mayo
·.res luchas, pruebas y dolores, entre suspi;
fOS hondos, arrancándose las notas del co-
razón, hiende los aires como saetas de la
Pasión, estrofas reveladoras de todas sus añoranzas:
No importa morirme, no,
La muerte a mi no me aterra.
Yo, con gusto moriría
Si no dejara en la tierra
Pedazos del almá mía.
Es muy poqular la redondilla que casi
todas las novias cantan:
Cuando un¡:¡ canaria quiere
· A quien la sabe querer
De tanto querer se muere
Y muerta quiere tambien.
Los mozos que · 10 saben confirman la
apariencia impasible de sus mujeres, ca ntándoles.
Como ese, Teide gigante
Todas las canarius son
Mucha nieve en el semblante
Y fuego en el corazón.
El ambiente da las notas, los tonos, las:
vibraciones y ella la Poesía,
Por eso es canto Canario
NIÑAS CANARIAS
f RAGMENTO nel Discurso que leí al
terminar el Primer Año de labor en
mi Colegio de Las Palmas de Gran Canaria
(1923). ·
Campo para mis afi ciones me han procurado
las disposicionés naturales de mis
paisanas observadon:1s, atentas, poco exp resivas,
pero de inteligencia profondizadora,.
amantes del saber que lleva al "porqué" de
cuanto aprenden y armónico, por tanto, con
el espíritu que guía mis métodos. ··
No son de suyo memoristas rutin arias,
han sabido comprender la memoria inteligente,
ejercitándola y aborrecen ya, de todo co~
razón, la memoria mecánica de la repeti ción
de palabras, sin fijación de los conceptos
claros y precisos, tales como la inducción
los va mostrando a sus inteligencias .
Interesantes se les hacen de éste modo
la Aritmética y la Geometría, áridas y desagradables
con el texto en la mano y hoy
llenas de encanto para ellas por el conoci~
miento objetivo, las comparaciones, comprobaciones
y aplicación a la vida práctica.
Así tam bién la Historia y la Geografía,
no a la manera de relatos y abstraciones sino
co rno estudio en correlación, de las fuentes
que informan acerca de la vida y desenvolvimiento
y decadencia y desaparición o
a las veces estacionamiento de ciertas civi-:
lizaciones y agregados humélnos, han despertado
en ellAs una curiosidad que las lleva
a desechar las lecturas tontas , para ampliar
la cultu ra en este sentido y amar la
ejemplaridad histórica por medio de las biografías
que condensan y revelan mejor.el caracter
de U!Hl época , quizá con más verdad
que las narraciones memorizadas sin un juicio
que muestre la enseñanza deducida de
los hechos na rrddos.
En la form ación moral y religios3, trasunto
fiel del hogar canario se orientan con las
enseñanzas evangélicas de donde surgieron
aquellos ''evangelios chicos'' de D . José de
la Luz: " La mujer gana mucho para sí con
ser mandada," " Mujer, sé sol de tu casa y
luna del mundo," que son los mejores elogios
de aquellas que al morir pueden llevar
grabadas sobre su h)sa estas palabra s:
Hijll sumisa
Esposa fidelísima
Piadosísima madre.
EL POETA Y EL PINTOR
(Tomás Morales y Nestor)
EL poeta vació su al111a en versos 111agníficos
cantando las glorias de la tierra
natal, del a111or subli111e y de la mar a111arga.
Quieo lee sus rimas una vez. quiere leerlas
siempre y en la so-Jedad del estudio o en
la soledad de ese mar tan amado y al cual
enalteció, por besar las costas de las islas
hermanas, dispersas en su seno, cada
verso es un lema, cada estrofa es un cuadro
sugestivo, cada poema un modelo de nuestra
lírica fecunda.
Dicen que la nota de su acento (genuinamente
canario) y el gesto magistral ponían
en cada verso vibraciones y matices de una
cadencia singular.
Leyéndole se experimenta esa serena
paz e inefable encanto que los clásicos dejan
en el espíritu.
Puso él, colorido brillante, áureos tintes
y trazos firmes en sus versos, y el alma hermana,
el genial pintor, en la gama misteriosa
de sus colores, toda la poesía que com
prendió sintió y vivió al eco sonorísimo deestos
versos, "CAMPANAS DEL IDIOMA".
Pinceladas por rimas; fulgores por notas
cadenciosas; líneas y contornos, la métrica de
la fornrn; corazón, sangre colorante; armonía
y poesía.
El poema del mar, para los que han nacido
al arrullo de este mar bravío, anchuroso
e inmenso; poema en los cantares, poema
en los lienzos admirables, en cuyo claroscuro
se esfuman el misterio y la grandeza de este
mar único, incomparable.
Qué milagrosa fusión de la luz interior y
la luz verdadera; de la visión imaginaria y
de la realidad circundante; la Poesía y la
Pintura aunaron toda su graciosa belleza
para expresar la vida l8tente y misteriosa de
ese mar bello; el Poeta y el Pintor han dado
a la tierra madre Arte y Amor.
( Publicado en El Defensor)
CASAS SOLARIEGAS
DE LA CIUDAD Y DEL CAMPO
RECUERDAN las casas coloniales de la
América hispana; balcones, celosías.
verjas magníficamente forjadas, los farol es en
el amplio zaguán, los grandes patios que en
·cuadran galerías, las .escaleras de piedra y
balaústradas de madera torneada y tallada?
los descansos, los verdaderos descansos
con repisas y columnas donde se alzan las
macetas de los helechos, de a metro y los
espárragos finísimos pendientes también de
las vigas de madera.
Patios y galerías como en aquellas prefiosas
casas de lH epoca de los Virreyes
Americanos, con la huella del paso de España
conquistadora, colonizadora.
Mobiliario español con arraigos típicos;
decorado sobrio, elegante, apropiado , labo,
res de mujer realzando los damascos y las
tapicerías. "
El gusto refinado que conserva la severa
-elegancia de los salones , alegra las salas de
confianza, las antesi:das, las bibliotecas, los
cuartos de labor.
Miniaturas, esmaltes, fanales con imágenes
preciosas o finísimas porcelanas y flores
de cristal, de cern, de conchas, de escamas.
Cuadros, retratos antiguos que revelanla
característica de cada ascendencia.
Las alcobas con aquella nota de recato ,
de intimidad y de personalidad tan digna del
respeto que os detiene en el umbral. En
ellas no sabéis qué admirnr más si el ambiente
recogido o la belleza del menaje .y decorado.
Comedores antiguos, modernos, siempre
con el sello peculiar canario. Los cristales de
EuropH y las porcelanas de la China no han
obscurecido H la loza de igual procedencia ;·
pero de época anterior.
Junto al azul fuerte de la «Abadía» moder-·
na, la auténtica de azul más palido que llena
los aparadores como de reliquias.
Lozas de Tala vera, porcelanas de Sév
res, Worcester, Bohemia, cristales de Laclique
y Baccarat, lucen en las vitrinas y repisas.
En el servicio se desplieg&n las lencerías.
de la región compitiendo con las de la Península,
las belgas y las francesas, sin contar
los primores venecianos y el filet importados
de Chipre.
Las cocinas antiguas, lindas siempre con·
el brillo del enlosado y las baterías modernas.
sobre las cenefas pintadas os dan la sensación
de las cocinas pro venzales, alemanas
españolas, por el colorido, el orden, la disposición.
Hay una pieza que se respeta en las restauraciones,
el oratorio donde la iconografía,
}a pintura y la orfebrería tienen al¡I,unas
muestras valiosas .
L as casas de campo son ias alquerías,
las granjas, los cort ijos, los sitios, las haciendas
de cualquier tierra que haya sido española:
graneros, bodegas, casas de labra11za,
de mayordomos, de medianeros, la casa de
los señores en medio del ja rdín o entre árboles
añosos.
Aquí los sillones fraileros, los bargueños
y las cómodas, las arcas y cofres de Ct->dro
con cerraduras de fino herraje; los bancos,
los taburetes y aquellos preciosos artefactos
de las Señoras que hilaban y tejían y hacían
cord ones de algodón, de lana y de seda para
los usos del hog-ar .
En las cocinas del campo los lebrillos
de esmalte, coloreados en bri llantes t<mos,
las orzas y las escudil las, los gánigos y
los cazuelas y ollas de barro cocido en las
Atalayas del monte y de Galdar, compitiendo
con el alum inio y el hierro esmaltado.
Armonizando con el fondo que las rea lza,
las cretonas de colores amortiguan J trn vés
de las celosías en las solanas el respl andor
del sol estío y ponen con el brillante colorido,
alegría, en la melancólica paz de las
umbrías
CEMENTERIOS CANARIOS
EN aquel las atalay as que señalan las ru,
tas más atrevidas a marinos y aviadores,
cimas de la legendaria A tlántida, zócalo
entre Africa y América, tienen los cementerios
la fisonomía peculiar de la tierra toda.
Hay sobre peñascales cercados por sencillos
muros, ce111enterios que la musa popular
evoca en las clásicas folías:
Cemen terio de Tegues.te
Cuatro muros y un ciprés
T an pequeño y sin embargo
Cuanta gente cabe en él.
Al borde de una car retera como en el patio
ele una casona solariega caminando entre
arriates perfumados , vais descubriendo sepulturas
sobre las cuales se inclinan duicenoente
las az ucenas y yerguen sus altas copas
los pinos gemidores.
Cementerio imponen te, el tristísimo Cementerio
de Gando, L azareto en la costa
cercano a las arenas, a los peñascales.
Siéntese en él todo el dolor del abando
·no que es la más fuerte, dura y triste sote·
-0ad, porque es " soledad virgen" como la
Jlamó el poeta uruguayo.
Si las banderas fueran sudarios de los
peregrinos que mueren lejos del solar patrio,
muchos colores nacionales envol verían en el
osario co111ú11 , hombres de di versas raza~
ue surcaban el mar llenos de ilusiones
cuando les ata~ó la epidemia.
La influencia marcó el alto en lc1 ruta y
en Ga11do acabaron la jornada de !a vida.
Recuerdo de la terrib le epidemia (el cólera)
que asoló a la ciudad en 18 11 es el actual
cementerio de Las Palmas, construído
en las plataneras y rodeado por ellas.
Así en la rudeza del lenguaje vulgar el
que se muere allí, se va a Las Plataneras.
Es un pequeño Greénwood por sus jardi
nil los, un poético Fomequé por sus pinos
y araucarias y por sus nichos, evoca el Cementerio
de Espada y trae a mi memoria la
estrofa de Ursula Pérez de Escaneverno labrada
en su propio panteón de Sta. Isabel
de las L ajas:
JV\uertos ! ... la paz que disfrutáis me ateEsos
sepulcros en el muro fijos
Me hielan ... de pavor;
[rra,
Yo no quiero en mi cuerpo más que tierra.
Empapada en el llanto de mis hijos,
hln árbol; y una flor!
Bajo la colosal puerta del de Colón 110 se
puede cruzar sin leer conmovidos: Janua
sum pacis, En Las Palmas os detiene ante su.
frontispicio esta sentencia:
"Templo ne la verdad es et que miras
No desoigas la voz con que te advierte
Que todo es ilusión menos la muerte."
El aire allí parece r,nás diáfano y estáis
tan cerca del mar, que sentís su melancólico
arrullo entre los acordes del viento vagoroso
que entona susurrando un himno perenne
a la paz y al reposo.
EL CRATER DE BANDAMA.
DESDE el monte Lentiscal bajamos la
cuesta Bla nca, cruzando el camino de ·
la Atalaya has ta llegar a la cuesta de Los -
Lirios .
Allí el sendero se bifurca: continúa la línea
el que conduce a Los Hoyos, y casi en
ángulo, hacia la derecha, por el otro, empezó
la faena de subir cuestas y bajar pendientes,
borde:;indo la montaña de La Caldera
para asom~rn os detrás del caserío, a contemplar
desde la fa lda misma, el gran panorama
del cr áter apagado, en cuyo fondo ll1rno como
de lago desecado, pace tranqui lo el ganado
y el labrador lleva a cabo la recolección,
merecido fruto del culiivo afanoso, del cons- ·
tante y rudo trabajo.
Una casa , vivienda de los campesinos y
los alpénderes para los animales que allí son
auxiliares en el trabajo, alimentación y transportes,
fueron las únicas edificaciones que
observamos.
A la subida del cráter, casi en frente hay
una cueva, habitación hasta hace poco y másallá,
se me aseguran que existe una gran cue-
va con mesa y banco de piedra, morada de
nuestros trogloditas guanches.
La montaña, aseméjHse a una grnn pirámide
co11 deformaciones que perllliten la ascensión
y el cultivo en algunas fajas de sus
inclinadas laderas.
Desde el lugar donde nos detuvimos por
ser atrevido el paso veíamos delante la enorme
concavidad; a la derecha, escalonados
los sedimentos de escorias ya des111enuzi:1das
y volviéndonos hacia la cumbre, una vertiente
que deslizándose bajo nuestros pies en fragmentos
ligeros y frági les casi nos arrastraba
a ia ori lla de la sima, aterradora por la altura
y las escarpas, poética por la llanura que
.. contrasta con las áridds paredes inclinadas y
las rorns y hendiduras que la circundan.
Seleccionando los fragmentos de escorias
y cenizas con el respeto y la admiración que
ante las obras de Dios sentimos, pensé en
él «evo insondable ) en que se inició la «for·
mación telúrica) hasta la actual conformación
de nuestra Isla.
Me convencí de que no es nu estro archipiélago
un conjunto de cumbres emergen tes
,de la Atlántida y asocié 11,i juicio hurnildís_imo,
al de los que piensan que lqs Canarias
,existieron siempre y que el hombre canario
aborigen fué el :nislllo de Cro-Magnon que
por migraciones sucesivas, pasando por la
Iberia pobló nuestro peñones soberbios en
'rnedio de la mar bravía
,; Allí, corno si fueran joyeles 1,as materias
fusibles traslúcidas, muestran huellas de diver
·sos ,ninerales, lo_s trozos esponjosos por la
fuerza del vapor que llenó de cavidades -glo·
qulosas la masa líquida, cuentan como el seno
de la tierra la lanzó c0n energía potencial,
capaz de le va ntarla en columncis hirvientes
a la altura que hoy tiene la ci111a, donde
las capas atmosféricas enfriaron e hicieron
descender esas escorias y cenizas porosas,
ligeras de intenso color negro, azul prusia,
gris acero con fulgores tornasolados y adamantinos
en la chispeante obsidiana.
Y luego que el coloso estremecido vomitó_
aquel la masa y fundió los diversos materiales
que foeron gas, llama y lava ardiente hasta
solidificarse bruscamente, sin cristalizar a las
veces, entonó un himno al reposo y dió asiento
a las arenas y a las tierras fecundas que
le convi rtieron en valle solitario, ameno y ·
apartado.
Mas allá el cráter de Jinámar y las co- ·
rrient es de lavas que· hubiero11 de fluir hacia
la costa, nos dicen que grandes conmociones
siguiendo esa línea costanera, ca1nbiaron
totalmente la foz de la Isla y multiplicaron
su área superficial, le\'antando colinas
y abriendo barrancos, fisuras, fallas y
depresiones que desdoblan la superficie
antes llana.
Como si 110 bastara el libro abierto de
las Célpas de la corteza terrestre en torno del
cráter, la filtración, la absorción pudiéramos
decir, de los torrentes que forman las aguas
pluviales demuestran su existencia , de otra .
manera esas corientes interminables de nues·
tros inviernos, hubieran formado en el transcurso
de los siglos un hermoso lago en cuyo
fondo el valle actual nos evocaría una leyenda.
Pero no hay duda qlie las aguas descienden
y filtran por las tierras permeables,
deslizándose sobre las rocas internas del
gran sumidero.
Hay bellezas i ilenarrables en el múltiple
. desorden, en las dislocaciones y escabrosidades
del paisaje.
La Caldera y el Cráter en el relieve agreste
y singular de nuestro suelo son lugares atrayentes
que al contemplarlos pagan las fatigas de la excursión.
Monte Lentiscal, 1923
Publicado en «la Provincia•
LOS TROGLODITAS DE LA ATALAYA
(Publicado en .-.La Provincia». Reproducido en
~canarias y nuestras Posesiones del Norte de A(ri·
ca.,, que dirije en Madrid D. Ricardo Ruiz y Benita
de lugo). ·
EL .afán de. co~ocer las típic?s y legendH·
· nas hab1tac1ones · que debieron ser albergue
de nuestros guanches me llevó a la
Atalaya.
Bellas residencias, casas solariegas de
iamilias muy conocidas van apareciendo a
ambos lados del camino y allá arriba, como
desde un mirador. vemos IHderas en anfi
·teatro, viviendas socavadas en la roca y en
la tierra compacta, todas las anfractuosidades
aprovechadas como en un colmenar magnífico,
'. donde no faltarán los zánganos, pero
abundan las obreras industriosas, las artistas
''insuperables" de nuestra arcilla.
He hallado también en esta valiente po·
blación que arrostra los temporales y los fríos
viviendo en la flor de la tierra, sin miedos
pueriles internándose en las cuevas para el
trabajo y descendiendo con rapidez y gracia
por los caminos estrechos y sinuosos que
comunican las viviendas, tipos femeninos de
talla , corpulencia y belleza extraordinaria.
Una anciana y sus hijas y sus nietos , reviven
el pasado glorioso de nuestra raza primitiva,
descrita co11 singular donosura, entre
ottos, por Bontier y Le Verr ier y el insigne
historiógrafo y compilador de cuanto se ha
escrito sobre asuntos regionales. etnográfi cos,
históricos y literarios: Don José Rodrí·
guez Moure, a quien debo apuntes valiosos.
Son los vecinos de la Atalaya:afables y
muy atentos con los visitantes . r Bastaron
unas. "buenas tardes" para atravesar a nuestro
antojo las cuevas de dos y tres salas con
una entrada amplia, la primera y arcos más
cerrados las interiores. Estas alfareras sin
torno, sin moldes, sin utensi lios y sin ingredientes
hijos de la índustri a y las artes modernas
son inimitables a mi ver, Los hornos
deficientes y ya ruinosos , tampoco agregan
facilidad para realizar mejor el trabajo .
Una piedrc1 con drena fina es la mesa
asentada en el suelo, la masa arcillosa a un
lado, un poco de z¡gua al otro, guijarros convertidos
en pulimentadores y trozos de caña
completando el pulimento, mientras el almagre
da el colorido y la belmontina el lustre
o barnizado.
Aís como tienen depósitos de la matería
prima en las cuevas interiores, en la primera
estancia van secando las vasijas moldead:
is. Al proceso lento de la evaporación total,
sigue la cocción y ya tenemos la loza
que suena con tonos geminares como si quisiera
narrar su formación·
El lenguaje sencillo inspira doble simpatía
ante la obrera humilde que sin ambajes
expone como aprendió sola, ya en edad ma·
dura y proclama con santo orgullo que «ella
no baja nunca a vender, el "señorío'· le encarga
tanto que no da avío, como que es su,
loza la mejor> y 111andó un gran número de
sus modelos a la Exposición.
En la Exposición de flores estaban, exclamó
una de las acompañantes.
Y yo pensé: ¿acaso es tán imperfecta_.
nuestra cerámica que no merece en las ex·
posiciones un rincón y un jurado.? Precisamente
todo el mérito de esta labor estriba
en lo rudimentario, todo allí es tosco, quizá
sea la herencia directa sin modificaciones de
los primeros artífices y sin embargo hay 'belleza
en las líneas, contornos y figuras, hay
belleza y armonía .y simetría asombrosas.
Las manos rudas tienen la habilidad de las
menudas manos japonesas que moldeaú el
Kaolín y en los dibujos que el dedo traza en
la masa blanda hay rasgos de artistas incipientes
que no han llegado a la madurez por
falta de educación.
La juventud que hereda las aptitudes y
sabe amasar y moldear el barro, en una es·
cuela de arte llegaría a producir, sin cambiar
la fisonomía propia y típica de nuestra loza
atalayera, jarrones y anforas, columnas y
vasijas de diversas formas y usos, con tal
perfección que establecería un renglón nue·
vo en la industria y exportación regional.
Por otra parte, las corrientes modernas
atrayendo la población a las ciudades, no
deben destruir este aspecto, tan genuina-
mente canario, las cuevas serán también por
la acción demoledora del tiempo destruidas
y los t.1lleres de nuestras alfareras se dispersarán.
¿Se podría soñar con un gran taller co ·
rnún, con maestras?
¿Perdería el sabor la industria de la loza
al salir de las cuevas, para establecerse en
aquel mismo lugar; pero en un salón con
suelo seco, bancos, tornos, secaderos, potes
y pinceles, lustradores y pulimentadores
y sobre todo, demanda constante de los ob·
· etos más artísticos y necesarios?
Creo que no.
Muchas señoras surten ya sus despensas,
cocinas, comedores y hasta sus salones
con esta loza transformada por bellas
. pinturas decorativas.
Y entre tanto, curiosos turistas que han
oido hablar de nuestros < cliff dwellers» son
· 1os mejores compradores y admiradores de
esta modesta industria canaria .
Monte Lentiscal·-Agosto de 1923·
FIESTA DE LA RAZA
.(Desde La Habana para el Defensor de Canarias)
1CON motivo del incidente en la «Gaceta
Literaria> de Madrid (pr0cla111ando a
la antigua metrópoli, meridiano intelectual
de Arnérica) y la reyísta Argentina «Martín
Fierro». publicó en el «Diario dé la Marina»
de La Habana, la insigne española D ª Eva
Canel, un artículo lleno de fina ironía que
tituló «Las arrugas del cutis».
Mencionaba en él, reviviendo un período
de su vida, llena de actividad y celo
patriótico, la ofensa hecha por el buen escritor
y buen mozo y mejor anarquista ar_
gentino Alberto Ghiraldo, a las mujeres canarias.
La sorpresa me inspiró una rnrta a Doña
Eva, suplicándole el relato por menudo
de la cuestión, en la cual cúpole a ella una
admirable defensa, a guisa de varapalo al
audaz, desde las columnas del Diario, en
los días del ilustre escrítor, Conde del Rive.
ro.
¡Y qué desencanto! Yo creía que la ofensa
era de las que cla111an justicia del Cielo,
y el fugitivo de su propia patria y arrojado
de España por «indeseable» tan solo dijo
que las mujeres canarias eran feas y desdentadas.
Luego: el errante se encontró con las
centenarias que acreditan la robusta y excelente
constitución física de las matronas
que dieron a su propia raza la sangre y la
savia del tronco aborigen cruzado con la pu·
ra cepa española y fortalecido por la vida
patriarcal, sana, pura y cristiana de las Afor-·
tunadas.
Y en vez de besar reconocido las manos
de aquellas venerables publicó lo que eltiempo
y los dolores dejaron, como huella
imborrable.
Lástima que los dientes nacarinos esmaltados
y blanquísimos, alineados con re-gularidad
y no estropeados por menjurjes,
ni aceros, los dientes envidiables de las mujeres
del pueblo que suelen tener arrestos
que merecen aplauso, no le hubieran dejado
en la cara tan preciosas señales que acreditaran
la posesión de los dientes más sanos
y bellos que yo he podido admirar.
En la boca de mi madre septuagenaria
son los dientes alarde de juventud.
En el cráneo de mi madrina, cuyos res·
tos exhumé a los cincos años de su fallecí·
miento, ocurrido a los cincuenta y cinco de·
su vida, los dientes marfileños se conserva·
ban intactos, como el escapulario del Car-·
men, escudo sobre su pecho.
En el hablar y reir de las canarias, los
pómulos de durazno y la boca de guinda .y
de granada, dejando ver la hilera de Jos
dientes, son las notas graciosas de su cara.
Con el gofio y las frutas por dentífrico,
en mi niñez, ya admiraba en las eras de la
trilla y en los viñedos, durante la ' vendimia
esa boca sana de las mujeres de mí tierra,
que poseen este don en mayoría no sólo en
ios campos sino en las ciudades. .
• ~ 1_.
Y en lo de feas, qué conflicto si me toca
analizar aquellas caras que hicieron bello
mi hogar, qué conflicto, si mencione las caras
queridas que alegraron algunos de los
mejores años de mi vida.
Qué justicia si nombrara las lindas caras
-que ví en mi tierra natal y en esa isla her·
mana.
Pero aquí está el. testimonio fiel de Bon·
iier y Le Verrier: «Id por todo el mundo y
casi no hallaréis en ninguna parte personas
más hermosas ni gente más gallarda que la
de estas islas, tanto hombres corno mujeres>·
Espinosa afirma casi lo mismo con relación
a los guanches de Tenerife; Viana, contemporáneo
de éste, canta la hermosura de
la mujer camiria en sus tipos de Dácil y Rosalva,
Cairasco de Figueroa elogió la hermosura
de Tenesoya Vídina sobrina del
Guanarteme de Gáldar.
Esa hermosura que se reconoce en las
· momias, al estudiar la proporción de sus
partes, acusa una raza superior, que no se
extinguió con los cruzamientos, sino se reprodujo
en sus rasgos esenciales y caracter
ísticos, predominando en el 90 por ciento
de la población de las islas, aún en los puertos
de mar, donde la vida cosmopolita debiera
influir con la mezcla de los elementos
extranjeros en la transformacíón de la raza.
La belleza de las mujeres canarias y la
posesión de sus magníficos dientes es evidente.
Y si los argentinos y otros pueblos
de América, se creen la flor y nata de los
nacidos, según he leido, mucho Je deben
precisamente a estas mujeres para honra y
gloria de su raza y para honra y gloria de
América.
Publicado en el Defensor de Canarias
FLOR DE RETAMA
(De Tenerife)
CAMINABAN lentamente con sendas
regaderas en una mano y recogiendo
con la otra el delantal azul marino que las
prestaba aire monjil.
Iban hacia la rosaleda en flor., la anciana
«francisca na» una piadosa reliquia de tiempos
pretéritos y su visi tante, la revoltosa y
parlera María Rosa.
-Señora Inés, déjeme Vd coger aque·
lla mariposa! Señora Inés, que se me escapa
el cigarrón! Señora Inés, voy a segar retamas.
Y sin aguardar respuesta, libre ele su rnrga,
corría lejos de los rosales que ludan el
brillante y multicolor conjunto de sus corolas,
perdiéndose la cabecita de cabellos negros ,
como las alas del cuervo en el llano cubierto
de retamas en flor.
Ya brillaba la podadera al sol matinal como
18 luna creciente en luminoso atardecer:
ya caían los haces floridos de amarillo y blan-
·co matiz en el azul delantal como estrellitas
rutilantes e11 la noche oscura.
Allí la encontró la Señora Inés e impon ién •
,dole silencio y quietud, comenzó a narrar/e
la sencilla y tierna tradicíón que en nuestro
romance dice así: <Cuando el niño Jesús
--se perdió la Virgen y S. José tomando distintos
caminos le buscaban afanosos. La Virgen
Madre dejó los senderos trillados }' se
·internó por las siembra~, al pasar entre las
varas tiernas y entrelazadas de un retamal
.que impedía su marcha, la madre Virgen vertió
amarguísimo llanto. Aquellas gotasardien-
1es del llanto de María fecundaron la tierra,
·refrescaron los tallos y como perlas diminutas
abrillantaron las corolas tiernas.
Desde entonces las retamas son más aromosas;
pero se volvieron amargas! Cuando
ie veas amarga, tú, mi niñita del alma. perfuma
siempre con el olor de tus virtudes y
Dios te deje ser una sencilla flor de retama.»
María Rosa creció entre halagos, ternura
y cariñosa severidad tambl!: in.
El polvo del camino blanqueó en parte los
rizos negros que azuleaban, las zarzas prendieron
sus espinas y quisieron llegar al corazón
, sintiéndose en medio de las turbas,
solitaria, peregrina, cruzando un vasto desierto,
el llanto del dolor dejó huellas en su.
rostro, pero los que comprendieron su alma
sintieron la frescura y el aroma suavísimo de
flor de retama.
Publicado en El Defensor
ARREGLANDO EL -COSTURERO
Soliloquio
HA Y que dar descanso al hermano cuerpo
y al cerebro que lo preside, ocupado
siempre. Como no es el ocio el descanso
sino el cambio de ocupación, detengo, anudo
y ovillo el hilo del pensamiento y manos a la
· ·obra; arreglaré mi costurero.
Dos dedales: el que pronto tendrá en mi
poder la edad de Oro femenina, lindo dedalito:
su fondo agujereado se reparó en una
plaJería de Triana y le sustituyó uno nuevo
de la joyeria del Toril y el Puente. Los uso
por turno. Para los días alegres el remendado,
más mío y más querido por los recuerdos
de colegiala y jovencita; para los días
grises, sin que la bruma penetre a través de
mi sensibilidad, como recuerdo de la madurez
de los años y de serias lecciones de vida
·e'l dedal que ya sufrió reparación también
en una platería de la Habana.
Las orillas de un arroyuelo sembradas
-de violetas silvestres, las avenidas sembra-
-das de meple , olmos y abedules, el cami
de manzanos lleno de rojizas pomas, la mansa
corriente del Walkill que se hermana con
el Hudson esos los sitios de costura testigos
del buen uso del viejo dedal.
Casita risueña de la Cueva del Agua,
arriba en la montaña, hermosísimo barranco,,.
vega espléndida de Santa Brígida, panorama
de la Atalaya, el Lentiscal y la Caldera,
cuesta de la Lfl ja, parque de Doña Luisa,
naranja les aromosos de las Goteras, llanos
de Telde miradores sobre el mar y hacia las
cumbres, ciudad de Las Palmas, este otro
dedal más joven es el la zarillo de mis recuerdos
de hoy.
Dos libritos, un cartel, un élcerico, el fino
regalo de la casa X. Madejas de la otra su
competidora, hilos de zurcir: negro, como la
conciencia pecadora y el mal corazón, blan·
co corno los li r¡os que florecen parn el Jueves
Santo; gris corno las cabezas que pensa·
ron mucho y sufrieron más; azul oscuro co mo
la Mar Fen; hilos todos que podrían contar
la hist<.,ria entera de la población femeni na
de las Islas Afortunadas.
Dentro de los libritos, dos trozos, dos
retazos de tela, que compartí con la Escuela
del Hogm de la Habana; tiene el
uno franjas anchas y estrechas de blanco y
azul; el otro listas y cuadros de idénticos
matices. Son de lino puro hilado, teñido y
tejido por manos venerables de una bisabuela
desconocida, pero mil · veces reverencia da,
de aquellas bisabuelas que sabían apar-tar
el lino de la estopa y de los tascos, formando
del primero los cerros y de los segundos
las masarocas para pasarlas a l0s.
tornos del hilado o a las ruecas, en que se.
formaban las madejas, para guisarl as y blan
·quearlas, poniéndol as en la devanadera, y. ·
ovillarlo, pasándole a los husos parn el torddo
definitivo, y nuevo ovillado, que ya podía
urdirse a dos o tres y cuatro hebras parejas
según el tejido que determinaban los
hilos de que el telar estaba provisto.
No alcancé la honra de sentarme en el ,,
telar que existe: era mi sueño; ese telar armado
en una vasta sala, con, los muebles
de la época, los ca ¡1deleros y las urnas, un
ricón con una gran zalea donde hundir los.
pies en las veladas de invierno, mientras se
hila, se teje y se urde y se trnma este tej ido
de la vida que pasa.
La aguja de crochet el ojetero: encajes
y bordados vidas enteras consagradas a los
dos! Bolillos, encajería fina de Bruselas;
agujas: encaje delicado de Venecia y Chipre ·
como los he visto traba jar y como los ensayé
también!
Alfileres: las rosetas, el encaje regional.·
de nuestras islas, del Brasi l del Uruguay y
de Méjico.
Lanzaderas de marfil si 11 las que el frivo··
lité no luciría sus an illos y gacitas.
Agujas de zurcir: cuando salen del estuche
las dos únicas de la remesa que viajó,
desde Gran Canaria a Cuba surgen la mar
de exclamaciones: ''Ni que fueran de oro
puro", "envuél velas en papel de China",.
"si no habrá agujas en la ciudad".
Yo sonrío y digo: mi secreto para mí.
La cera, cera virgen, tiene la significación>
de un cirio votivo. Es un trocito puesto a:
mi servicio con cariño.
El huevo de zurcir medias, es un lindo
r~cuerdo de este país, y compañero del pedacito
de cera por el cariño.
El metro escondido en una cajita de resorte
que encubre la cabeza de un gato de
ojos verdes. Alma de la costura es la meJida,
que no puede faltar en una labor manual
.donde el gusto selectivo y la gracia tienen
buena parte
Las tijeras de L as Palmas las dos, cos·
tárnnme un a·• perra' cada una; no había otro
at reglo para evitar disgusto a las donantes.
Nunca cortamos fluses con estas tijeras;
siempre fueron destinadas a cortes piadosos:
a dar forma y vida a las telas, a perfilar lo
necesarío, a refinar lo tosco.
Cuando hacemos flores, las pequeñas
rizan pétalos de florecillas menudas, las
grandes rizan pétalos de rosa y azucenas. Líbreme
Dios siempre de utilizarlas para cortar
esos vestidos que dejan en el hueso mon·
do al semejante.
La cajita de boto11es, nú111eros y monogramas,
hablan del triángulo de una casita
nazarena.
Como el niño de la leyenda, aunque los
vaivenes de la vida trastornen 'el hogar .ha·
.bremos de decir: mi buen Señor. somos tres!
Y, a dónde te has ido hilo de mi pensamiento?
Si está el ovillo deshecho! Si se ha
. enredado d : tal modo y formado tal maraña
con los hilos del recuerdo que perdura y el
de las risueñas esperanzas que vuelan tan de
prisa! Se ha enredado con el hilo rojo de
los afectos y el color de rosa de los ensueños
¡Dio!- mío: se puede soñar todavia "mientras
florezcan los rosales" mientras haya
aroma de retamas y suba como las aspiraciones
el humo del incienso buscando las alturas
mientras oree nuestras sienes ese vaho
único sin par, de la mar que nos espera y
nos acerca.
Cierro el costurero para desenredar el
hilo.
La Habana, Diciembre 39 de 1929.
Publicado en • El Defensor»
COMENTARIO
Integran el libro ~ Tierra de Guanarte·
_mes,, de la señora Concha Sanjuán de Dé,
niz algunos artículos, en los que su autora
revela dotes no comunes de observadora y
. una se11sibilidad verd aderamente femenina.
Son artículos periodísticos; pero escritos
con pulcritud y en los que no escasean las
. bellezas realzgdas por atisbos psicológicos
que demuestran en la señora Sanjuán con..
diciones rara más tra scendentales empre.
sas literarias.
Esta colección de artículos tiene peculiar
sabor canario, y los cohesionas aunque sus
asuntos o temas sean disímiles el estilo de
la autora a quien guía. además, y éste es
uno de sus mayores méritos, una alteza de
miras 110 corriente en los tiempos actuales.
La señora Sanjuán maneja el idioma con
bastante maestría e instintivamente elige los
. términos adecuados que sirven de vehículo
a su pensamiento, noble por sus humanitarios
fines, expuesto con encantadora sencillez
y agradable desenboltura.
Este libro puede entregarse a cualquier
_género de lector, cualidad inestimable hoy
y que nos man ifiesta un espíritu templado
_-en el deber y una educaci ón verdaderamente
cristiana.
Un alado soplo lírico corre a trn vés de
estas páginas ingenuas a veces, en ocasiones
sugerentes, de acentuado sabor bucólico
las más, que rememoran los agrestes peñascales
de las Afortunado , sus fl oridos valles
y el azul luminoso y profundo de su cielo.
Pablo Aloarez de Cañas
(Cronista Social de EL PAIS) La Habana
TIERRA DE GUANARTEMES
He saboreado como buena canaria el libro
de mi distinguida amiga Sra. Sanjuán
de Déniz y no puedo callar que abunda en todo
cuanto en su comentario integra el Sr. Alvarez
de Caña y añado, que el libro me ha parecido
un vergel, donde se han escogido las
más bellas flores para mostrarl as frescas lo·
zanas y perfumadas , ·
Así son los apuntes recogidos por la señora
de Déniz de su tierra nativa.
Ella ha sabido apuntar y destacar habilmente
con un decir sentido y profundo todo
lo que tienen de bello y poético nuestra,
queridas peñas ya describiendo su paisajes
corno su vida y costumbres valida de su temperamento
de artista y su sen!:iibilidad de literata
y psicóloga.
lia Tavío V. de Soto
INDICE
Págs .
Proemio por Luis Dores te. 3
Como las Golondrinas . 11
El Puerto y los Arena les 14
De Lus P<t lmas u Telde. 16
La Casa . . . • . 18
La Era del trigo . . 21
La Oración r\e la tarde. 25
Las Goteras . • . 25
En el Sol9 r de la Raza . 28
Los lirios Silvestres . . 30
La mesu Canaria . . . 33
La Playa de S . Cristóbal 38
La Playa de IRs Canterns 40
La Catedral y sus Tesoros 42
Las C<1mpa nas de la Catedrul 46
Procesión del Corpus Chris ti. 49
El ba rranco va corri endo 53
Teror «La Santa ». 55
Cantos Cana rios . 59
Niil as Canari as. . 65
Casas solariegas de la ciudad y del cRmpo • 69
Cementerios CRnarios . . 72
El Cráter de Bandama . . 75
Los Trogloditas de la Ata lHya 79
Fiesta de la Raza. 82
Flor de Retama . 86
Arreglando e l Costurero 89
Comentario. 94
FE DE ERRATAS
Págs. línea donde se lee léase
7 14 pasia na paisa na
15 6 saboreó saboreo
15 14 Mar teses Malteses
16 16 (fa lta en ónix en las noches
21 1 Ha Han
21 22 os los
41 16 hermosas hermanas
41 27 dejas dejan
48 20 fa lta corazones en muchos corazones
56 21 perdiese piérdese
60 16 A. y
64 hiende hi enden
94 23 desenboltura desenvoltura
7l, 25 Escanaverno Escanaverino
95 6 Espera Separa
94 15 cohesiones cohesiona