CRISTÓBAL COLÓN
DIARIO
DEL
DESCUBRIMIENTO
I
ESTUDIOS, EDICIONES Y NOTAS
POR
MANUEL ALVAR
EDICIONES DEL EXCMO. CA·
BILDO INSULAR DE
GRAN CANA·
RIA
Ediciones del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria
(Comisión de Educación y Cultura)
1
LENGUA Y LITERATURA
CRISTóBAL--COLóN
DIARIO
DEL
DESCUBRIMIENTO
I
ESTIJDIOS, EDICIONl!S Y NOTAS
POII
MANUEL ALVAR
197'6
© Manuel Alvar
Edíciones del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria
B.ealización: Editorial La MuraHa
Cons1ancia, 33. Madrid - 2
ISBN : 84-7 133-2 16-7
Oq¡6,i10 lesa!: M. 32684 . 1976 (1)
•111\Prime : Eosgraf, S. A. - Dolores, 9 - Madrid-29
© Del documento, de los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2021
Al Excmo. Cabildo Insular
de Gran Canaria
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PRÓLOGO
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INTRODUCCIÓN
Del Diario de a bordo de Cristóbal Colón nos han llegado
dos clases de copias: la que mantiene su carácter original,
autógrafa de Fr. Bartolomé de las Casas, y la que don Hernando
Colón incluyó en la vida del Almirante. Para dificultar el mejor
conocimiento de los hechos, ninguno de ellos debió usar el manuscrito
del Descubridor, sino una copia hecha en 1493' que
-a su vez- tampoco se nos ha transmitido.
Don Luis Colón, nieto y sucesor del primer Almirante, pidió
autorización para imprimir el Diario, y, aunque le fue concedida
(9 de marzo de 1554), no se llevó a buen fin •. Sin embargo
hizo traducir al italiano la Historia de don Hernando
y en el italiano de Alfonso Ulloa se imprimió en Venecia el
año 1571. Los muchos errores de esta traducción pasaron a
la que hizo Andrés González de Barcia (Madrid, 1749), que
los aumentó con otros de su propia Minerva. En 1932 se im-l
Vid. la carta que le escribió la Reina con remisión del traslado de
un original que el Almirante dejó en Barcelona (apud Obras de
don Martín Fernández de Navarrete. BAAEE, LXXV, p. 363). Añádase
la nota de M. Serrano y Sanz en la Historia del Alm irante
don Cristóbal Colón, por su hijo don Hernando, t. I, Madrid, 1932,
p. CX. Trata de algunos de estos asuntos - y otros muchos- Menén•
dez Pelayo en su estudio De lo, historiadores de Colón ( «Estudios y
discursos de crítica histórica y literaria•, O. C., VII, pp. 69-122).
• Serrano y Sanz, op. cit., p. CVIII-CX.
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primió la nueva traducción de Serrano y Sanz, no impecable
tampoco, aunque mucho mejorara a la dieciochesca, y - sobre
todo-- anotó el textn con diligencia y puso un prólogo por
muchos cnnceptos útil. Escrita la Historia de don Hernando
con prisas -a raíz de una sentencia adversa en 1536- y sin
propósito de inmed iata publicación, su valor está en haber
resumido los Diarios, pues de la biografía de Colón anterior
a su venida a España, poco habla y «con errores manifiestos,
y con omisiones intencionadas» •.
Tampoco Las Casas pudo recurrir al original, sino que
-al resumir el Diario-- manejaba una copia, según dice taxa•
tivamente al anotar los hechos del 13 de enero de 1493:
por aquí parece que el Almirante sabía algo de astrología, aunque
estos planetas parece que no están bien puestos, por falta del
mal escribano que lo trasladó (p. 161, n. 96).
De la copia autógrafa de Las Casas, conservada en la Bi•
blioteca Nacional de Madrid (ms. Vº 6, 7), hay una edición
facsímil y una transcripción por Carlos Sanz (Madrid, 1962).
El editor ha puesto en cursiva los fragmentos que cree deben
ser del Almirante, aunque su criterio no sea incontrovertible
por el proceder del P. Las Casas. El resumen que hizo el clérigo
sevillano pasó, con ciertas ampliaciones a la Historia de las
Indias, cuyo manuscrito también se conserva en nuestra primera
biblioteca (R. 21).
Un cotejo de los dos resúmenes hace creer que Hernando
Colón y Fr. Bartolomé de las Casas manejaron copias distintas.
• Jbfdem, p. CXXVII.
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COPIA FIEL E INTERPOLACIONES
Cuando nos enfrentamos con el Diario de Colón, queda
siempre un poso de incertidumbre. ¿Hasta qué punto poseemos
la lengua del Almirante? Las derrotas y caminos que él fue
anotando nos han llegado a través de manos piadosas -las de
su hijo, las del P. Las Casas-, pero que acaso hayan hecho
algo más que copiar las hojas de la prodigiosa aventura. Y
confío que podamos ver cómo no se limitaron las correcciones
a pulir el estilo. Hay unos textos del fraile dominico que nos
son doblemente útiles: por cuanto tildan a Colón de poseer
el español con deficiencia y porque -tácitamente- vienen a
mostrar que el Diario carece de ellas. Baste un botón de muestra:
estas son sus palabras, puesto que defectuosas cuanto a nuestro
lenguaje castellano, el cual no sabía bien•.
Difícilmente se rastrearán extranjerías en el lenguaje del
Descubridor cuando leamos su relato de la primera navegación.
• Historia de l/1$ lndi/1$, 1, 151. Este y otros ejemplos en R. Men~ndez
Pida!, La lengua de Cristóbal Colón, «Col. Austral• n• 283, p. 11.
En el Diario hay una apostilla harto ilustradora. Dice el Almirante:
.:a la entrada de este puerto .... había un cafial» y corrige Las Casas:
«creo quiere decir cañaveral• (p. 171). La voz se usó desde antiguo
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Menéndez Pida! dedicó un estudio a la lengua del Almirante •,
donde demostró bien a las claras que el lusismo no se desarraigó
nunca del español que Colón escribía. Como Menéndez
Pida! sólo secundariamente se llegó a interesar por los portu·
guesismos léxicos•, podemos señalar todavía alguna referencia:
angla 'ensenada' 7 , arambel•, /axones 'judías o frijoles americanos'
(p. 114), cuyo origen occidental se confirma con su plural
ajeno al castellano, faxoes (p. 116) •; /oreado 'ave marina'
(p. 77) 10, pan fresco 'recién hecho' (p. 234) 11 ; topo 'extremo superior
del mástil' (pp. 80, 202) 12• En algún caso, parece darse
una alternancia que estaría condicionada por el aportuguesamien·
to del español --o castellanización del portugués- como en
(Alcalá, 1505), aunque no exclusivamente con la acepción que corrige
el fraile, y, lo que es más ilustrativo, Nebrija había escrito
unas líneas llenas de agudeza, que no debieran ignorarse: «de caña
[sale] cañaveral por cañal, o por que los antiguos llaman cañavera
a la que agora caiia o por que no concurriese cañal con el cañal
de pescar.• (Gramática castellana, edic. Galindo-Ortiz. Madrid, 1946,
pp. 64-65).
5 Queda citado en Ja nota anterior.
6 Art. cit., pp. 23-24. En las Peculiaridades principales de la lengua
de Crist6bal Col6n (ib., pp. 35-46) no se ocupa de cuestiones de
vocabulario.
'1 En port. angra, de donde el DCELC hace proceder nuestra voz.
La presencia del término (dos veces en la p. 97 y otra en la 149)
en el Diario retrotrae la primera documentación de la voz para
ambas lenguas peninsulares. El término castellano castizo es ancón,
muy usado por Berna! Díaz del Castillo.
B El DCELC documenta la voz en 1527, como derivada del portugués
alambel (ant. lambel) 'tapete de colores'. Vid. nota 320 en la edición
actualizada (p. 156).
D Tal vez Las Casas leyera mal feixo(n)es e interpretara los rasgos
de ei como a, lo que no es nada dü.ícil. En el facsímil del dominico
se lee fa·. En apoyo del lusismo hay que señalar la modernidad de la
voz en castellano (1492, según el DCELC) y la falta de r, que tienen
los términos leoneses y andaluces.
10 Vid. más adelante (p. 24) donde comento esta voz.
11 Así se oye aún en Canarias, vid. M. Alvar, El español hablado en
Tenerife. Madrid, 1960, p. 212.
12 Cfr. A. de Moraes, Diccionario de lingua portugueza- (4.• cdic.), s. v.
12
liñaloe (p. 102), influido por linha, frente a linaloe y en escurana
(p. 237) ultracastellanización de escuraña 13
• Unidos
todos estos casos -léxicos y fonéticos-- a otros considerados
por Menéndez Pida! (coetís, p. 86; calmería, p. 92;
multidumbre, p. 119; taso o laxo, p. 125, y el nariz, p. 95), tendríamos
todo lo que de portugués ha dejado sobrenadar el
Padre Las Casas. No mucho para lo que hubiéramos esperado,
pero suficiente para insistir en un aprendizaje ajeno a la geografía
española 14
•
Las Casas intervino en la transmisión del texto de muy
varias maneras, pero no es poco que respetara el carácter de
Diario que tenía en la redacción del Almirante, en tanto
don Hernando Colón lo resumía según su propia conveniencia.
Sin embargo, sentimos que el manuscrito no se nos transcribe
de un modo literal: una y otra vez, el fraile nos insiste en que
las palabras son del propio Colón, lo que nos autoriza a creer
que en otros casos el respeto no es fiel:
Envióle un presente el Almirante, el cual dfoe que recibió con
mucho estado (p. 162).
Un sobrino del rey muy mozo y de buen entendimiento L. . J
(como dice el Almirante) (p. 193).
Así que aquellas tierras que ahora 61 había descubierto, es
-dice ~1- el fin del Oriente (p. 238).
11 Escurana hoy existe en algún país de América, según el testimonio
del DRAE. Cfr. nota 460 en el t. 11 de estas ediciones (p. 231).
1• Desde un punto de vista léxico son significativos los frecuentes
arabismos: alaqueque 'cornalina" (p. 194; 'a q i q a, l.ª doc. del
DCELC, 1601), alfaneque 'recinto de tela que rodea la tienda'
(pp. 107, 115, 200: be~ber 'a far i g recinto', DCELC), aJmarraja
vasija de vidrio para rociar aguas olorosas' (p. 168: ar. mar á 1 ! a
< r a 11 'rociar', ib.), arambel 'tapiz, manta' (p. 168), etc. Tampoco
son desdeñables los catalanismos néuticos: basa 'fondo arenoso•
(p. 124), boneta 'paño que se añade a alguna vela' (p. 83), (ponerse,
estar a la) corda •ponerse con las velas atadas al méstil' (pp. 83,
121 , 135, etc.), gobemario (184) o gobernalle (185) 'timón', temporejar
'mantenerse con poca vela' (pp. 135, 186; en el Dice. acad~mico
se introdujo la voz en 1884), treo 'vela redonda' (p . 83).
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Estas son finales palabras del Almirante don Cristóbal Colón
de su primer viaje a las Indias y al descubrimiento de ellas
(p. 248).
Toda esta sarta de referencias podría aumentarse muchísimo.
Baste con lo transcrito para ver que Las Casas quiso
respetar, en buena medida al menos, el espíritu del Diario:
Sin embargo, no siempre se comportó de la misma manera.
El 12 de octubre, Colón ve ya indios. Entonces hace una descripción
asaz optimista acerca de las condiciones de los nativos:
Ellos deben ser buenos servidores y de buen ingenio, que
veo muy presto dicen todo lo que les decía. Y creo que ligeramente
se harían cristianos, que me pareció que ninguna secta
tenían. Yo, placiendo a Nuestro Señor, llevare de aquí al tiempo
de mi partida seis, a Vuestra Alteza, para que aprendan a hablar
... . Todas son palabras del Almirante (p. 85).
Casi creeríamos la afirmación. El entusiasmo del hallazgo·
pintaría todo del color de rosa: hombres dóciles, agudos, inclinados
a la fe verdadera, etc. Demasiada credulidad para un rato
de conversación sin posible correspondencia to. Lo malo es que
el día 14, dos más tarde del Descubrimiento, surge el Colón
codicioso 18, el que en 1482-1484 fue negrero en las costas de
Guinea 17 y que no tiene ningún empacho en portarse con bellaquería:
esta gente es muy simplice en armas, como verán Vuestras
1• Más adelante diré cómo el Almirante no entendió cuando le hablaban
de los bohíos antillanos.
us Recuérdense algunos pasajes del Diario: «no me quiero detener
por calar y andar muchas islas para fallar oro» (p. 91), «por no me
detener mucho, pues veo que aquí no hay mina de oro» (p. 102),
passim.
17 En el Diario alude a ello: «he andado la Guinea, (21.XIl.1492,
p. 172) y otras veces. Vid. M. Alvar, Canarias, camino de las Indias,
Prólogo al libro de Manuel Alvarez Nazario, La herencia lingüística
de Canarias en Puerto Rico. San Juan de Puerto Rico, 1972, p . . 19.
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Altezas, de siete que yo hize tomar para les llevar y aprender
nuestra habla y volverlos. Salvo que Vuestras Altezas cuando
mandaren pueden los todos llevar a Castilla o tenerlos en Ja
misma isla cautivos, porque cincuenta hombres los tendrían todos
sojuzgados. Y los harán hazer todo lo que quisieren ll.
Dos posturas bien diferentes. ¿Son del mismo hombre,
tan sólo con cuarenta y ocho horas de separación? ¿Es una
auténtica y falsa la otra? ¿A quién pertenece cada una de ellas?
No deja de ser si ntomático que confesiones como «todas son
palabras del Almirante» consten en sitios donde se describe
la vida paradisíaca de los indios 19• Cuesta creer que Colón, no
precisamente la paloma de su apellido 20, tuviera unos sentimientos
que, a no dudar, correspondían al humanitarismo lascasiano.
Pienso que el fraile arrimó el ascua a la sardina de sus
buenos propósitos; por eso, si el descubridor dice que los indios
11 Página 88. Texto que fue recriminado por Las Casas con toda razón
(Historia de las Indias, edic. Pérez de Tudela, «Biblioteca de
Autores Españoles» , XCV, p. 147 b). No cabe ninguna duda de
que la pretensión fue llevada a cabo por el Almirante. El 20
de junio de 1500 los Reyes Católicos dieron una cédula a Pedro
Torres para que pusiera en libertad y devolviera a sus tierras,
bajo la custodia de Fr. Francisco de Bobadilla, a los ind ios -21
en total- que habla vendido por mandato de Colón.
19 Así, en la p. 183, los taínos de la Española son caracterizados como
de amoroso trato, de habla dulce ( «no como los otros, que
parece cuando hablan que amenazan»), de buena talla y no mal
color, etc.; así en las 187, donde los indios practican el principio
evangélico del amor recfproco, o las virtudes humanas de
poseer habla mansa, ser de buenas costumbres - lo que para la
moral de entonces no sé si se cohonestaba con el andar desnudos,
«como sus madres ]os parieron-- y tener buena memoria; así
en la 179, cuando habla de la generosidad de los nativos, o en
la 183 de su bondad y mansedumbre.
20 En lo Espafiola se comportó tiránicamente con indios y españoles;
a unos los esclavizó y con otros cumplió «terrible venganza» (vid .
M. Serrano y Sanz, Proemio a la Historia del Almirante don Cris•
t6bal Col6n por su hijo don Hemando. Madrid, 1932, pp. CXLIICXLIII).
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son «de ningún ingenio», «muy cobardes», que mil de ellos
escaparían ante tres y buenos sólo para «les mandar y les
hacer trabajar» (p. 164), el dominico apostilla: «algo más parece
aquí estenderse el Almirante de lo que debería ». No creo que
Colón, servidor de los reyes de Castilla y con dotaciones españolas
se aventurara a escribir « [son] tan francos los indios y
los españoles tan codiciosos y desmedidos» (p. 179); antes bien,
oímos la voz de la codicia insaciable a la que Berna! Dfaz del
Castillo opondría sus ilustres hazañas"· Mucho más absurdo
que un genovés cargara a españoles el afán codicioso 22, cuando
él mismo nos cuenta sin salir de la propia página, que envió
a seis hombres a un poblado porque sabía que allí tenían «ciertos
pedazos de oro». En otro sitio, Las Casas ha interpolado
las virtudes de los nativos tan sólo para poder incrustar su
1u1c10: «nótese aquí la humanidad de los indios contra los
tiranos que los han estirpado» (p. 186).
21 Cfr. R. Menéndez Pidal, ¿Codicia insaciable? ¿Ilustres hazañas?,
apud LA lengua de Cristóbal Col6n, ya cit., pp. 101-120.
22 Colón no pareció estar exento de las dos tachas que las gentes
de nuestra edad de oro imputaban a los genoveses: crueldad y codicia
(vid. muchísimos testimonios en M. Herrero-García, Ideas
de los españoles del siglo XVII. Madrid, 1928, pp. 335-391).
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EL CAMINO DEL ENSUEÑO
Si Colón hubiera emprendido su navegación -como quería-
desde Palos o Bayona de Galicia, nunca hubiera encontrado
los alisios. Y sus velas no se habrían llenado de vientos
hacia el Nuevo Mundo 23 • Por voluntad real salió de Canarias
y las Islas fueron su antesala de América. No cabe discutir aquí
cómo estuvo en las Afortunadas,. ni hablar de doña Beatriz
de Bobadilla, retóricamente llamada «la Circe Gomera>. Quiero
fijarme en algo mucho más concreto y que surte del propio
Diario: las Canarias son el modelo al que una y otra vez se
refiere. A pesar de que en 1478 estuvo en Madeira comprando
azúcar, a pesar de que en 1481 residió en Porto Santo y a
pesar de sus casi diez años en tierras portuguesas, son las Islas
Canarias quienes condicionan su camino hacia América..,: como
referencias en la navegación "", como sorpresas ante prodigios
23 Vid. M. Gim~nez Femández, América, • Y sla de Canaria por ganar>
(•Anuario de Estudios Atlánticos• , I, 1955, p. 335).
" Vid. Miguel Santiago, Colón en Canarias ( cAn. Est. Atl.•, I, 337-396)
y, sobre todo, la actualización que A. Ciorancscu hace de algún
trabajo suyo en la edición de las Oeuvres de Colón (París, 1961).
25 V~ase mi estudio Canarias, camino de las Indias, citado en la
nota 17.
H Páginas 71, 85, 216, 227, etc.
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de la naturaleza 27
, como comparación de los hombres que en
las Antillas van encontrando 28, como un hito -uno más son
Azores y Madeira- donde se asienta la leyenda de San Borondón
21•
El camino son, materialmente, las Islas . Pero camino fueron
-también- los propios ensueños del Navegante. Su obsesión
era
ir a la tierra firme y n la ciudad de Quisay. y dar las cartas
de Vuestras Altezas al Gran Can y pedir respuesta y venir con
ella (p. 101).
Y como si la aventura fuera a ser un relato de libros
absurdos y disparatados, Colón empieza donde Luciano ini cia
los dislates de su Historia verdadera:
Habiendo partido un dic.1 de las Columnas de Hércules, empecé
a navegar para el Oeste y con viento favorable hacia el
océano de Hesperia. El objeto y causa de mi viaje no era otro
que la curiosidad de mi espíritu, es decir, el deseo de ver algo
nuevo, y una especie de avidez que me empujaba a saber cuáles
eran los límites del Océano y qué hombres habitaban en ]a otra
orilla.
Lo que Luciano consideraba cosas «que no solamente no
existen sino que ni siquiera pueden existir» cobraron cuerpo
27 « Vieron salir gran fuego de la sierra de la isla de Tenerife que
es muy alta en gran manera» (p. 66). El 20 de diciembre escribe:
«hay allí montañas más altas que la isla de Tenerife en Canaria,
que es tenida por de las más altas que puede hallarse» (p. 171:
vid. también la 176).
2a En las notas del 12 de octubre se dice que los arahuacos «son de
la color de los canarios» (p. 84), impresión que repite al día si•
guiente (p. 85); )ns mujeres que encuentran el 11 de noviembre
son «de muy buen aca tamiento, ni muy negras, salvo menos que
canarias• (p. 117).
29 En el trabajo que cito en la p. 14, nota 17, aduzco la bibliografía
pertinente sobre estas cuestiones.
is
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en la realidad visionaria de ~olón y ~u Diario vino a saciar .la
curiosidad de poner límites al · Océano y de conocer a los hombres
que vivían en la otr¡¡ banda del mar.
Por eso ya van fraguando en su imaginación las nueves
y fantásticas aventuras de Marco Polo: sueña guerras de Tierra
Firme o de las islas contra el Gran Can ( 109, 111 ), el temor que
produce a los indios es porque cree que lo miran como súbdito
del terrible señor (110), del Gran Can son los reinos que pisa,
donde hay cíclopes y cinocéfalos (135), y de Cipango procede
el oro que ve (183) o que piensa hallar (188). Al despertar
hubieron de huir todos estos fantasmas, pero si el ensueño
había podido convertirse en una realidad tangible, de poco iba
a servir el contacto con las cosas. Colón tuvo un sentido muy
preciso para observar e incluso para identificar lo que iba viendo.
Hasta un determinado momento, esa realidad es válido.
Más allá, resulta insuficiente. Si el motor que había puesto en
marcha la portentosa máquina era la creencia alucinada de
aquel visionario, a las visiones tuvo que volver cuando de no&
servía el aprendizaje sobre la vida. Para lanzarlo a la aventura
eran buenos unos conocimientos de humanista 30 : el milagro de
Moisés en el Mar Rojo (74), ~los hombres de un ojo y otros
con hocicos de perros que comían los hombres• ( 113, 130), el
testimonio de Plinio (119), las sirenas que él vio, ~pero no eran
tan hermosas como las pintan» (206), las islas de mujeres (204,
207). y a ellos retornó cuando la realidad se convirtió precisamente
en un mundo de ensoñaciones. En las Canarias conoció
cosas que alimentaron su fantasfa (montaña de fuego, hombres
distintos, leyendas alucinantes) y entre sabiduría libresca .Y
realidad fabulosa anduvo fomentada su ilusión. Resulta emocionante
leer sus notas del domingo 16 de setiembre:
hallaron aires temperatísimos, que era placer grande el gusto
so En la Carta del Tercer Viaje los elementos cultos abundan hnsla
la saciedad. Bien es cierto que no se tr~ia de un Diario, sino de una
Relación en la que se justifica un proceder y se descubre la propia
ideotogío científica. · · ·
J9
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de las mañanas, que no faltaba sino oír ruiseñores . .. y era el
1ie¡npo como por ab~iÍ en ei; Andalucía (p. 70).
Y un 13 de diciembre, América ya redondeando la esfera,
~iÍ~lve a escribir:
estaban todos los (1rboles verdes y llenos de fruta, y las hierbas
todas floridas y muy altas; los caminos, muy anchos y buenos;
tos aires eran como de abril en Castilla; cantaba el ruiseñor
y otros pajaritos como en el dicho mes en España, que dicen
que era la mayor dulzura del mundo (p. 159; un texto similar
en la p . 153).
Cada cual puede interpretar estas líneas a su manera.
G regorio Marañón escribió hermosas páginas sobre el lirismo
del. Almiranle: sobre estos ruiseñores que se añoran en el azul
impasible de las aguas o en las tierras recién abiertas para el
halago de los europeos ". Mal pueden cantar las avecicas sobre
las olas y mal, muy mal, en unas tierras -las de Américadonde
los ruiseñores no existen 32 • Sean tales ruiseñores un adi•
lamento literario, sean uria evocación a un mundo concreto,
h~y una evasión de la realidad , cuando la realidad se ha convert1a
·o. en un mundo inédito. No de otro modo procedían los
míMicos que, en su fuga d·e altanería, volaban con las alas del
realismo inmediato. He _aquí una necesidad de comunicación:
tarito en los hombres que encontraron un nuevo mundo físico
cojno los que se adentraron más allá de la lógica del raciocinio.
ro·r. eso, Colón ha de dar -m~s apoyaturas para la comprensión
dé lo é¡t¡~ ve' y lo que siente: acabo de copiar dos bellas evocaciónes
de las mañanicas flo,idas de abril y mayo. Dos regiones
bien distintas - Castilla, . Andaiuda- han servido para que
desde la realidad podanios emprerid~r el vuelo, pero no se
olvide: C¡:ilón ha pensadp en.trañablemente en España, como
3.1 Véase el ensayo Ruiseñores en el mar, que encabeza la edición
del Diario hecha por el Inslitu_to de Cultura Hispánica (Madrid,
1968).
3l Cfr. Menéndez Pidal, La lengua de Cristóbal Colón, pp. 30.31.
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pensó al trocar el nombre de Haití: Lá misma línea que sigúió
al abandonar su genovés, su italiano, su portugués, bien diro
que el desagradecimientó de su hijo· Hernando. Una y · otra ·vez
recordará Andalucía•• o amplificará con ribetes emocíoniido:
« [en] el día hace calor y las noches temperadas como en mayo
en España en el Andalucía» (p. 1'02}. Y como fue luego, para
los españoles del siglo de Oro"• dos ciudades andaluzas le tlronean
el alma: Sevilla y Córdoba. Cuando el aire es dulce,
recuerda los abriles d'e Sevilla (Si) ; si la mar está bonancible
piensa -y que los ángeles anda);,~es le perdonen_.: que . es «CO·
mo el río de Sevilla» (pp. 81, 108); la sierra más hermosa de las
que ha visto le parece cordobesa, (p . . '.?02); en la isla de la -Tortuga,
«parecía ver la campiña de Córdoba• (p. 160) •• o al ~e~cubrir
un ancho valle y un río caudaloso, la emoción pespuntea
desde el filo de la pluma:
Puso nombre al valle, Valle del Paraíso, y, al río, Guadalquivir,
porque dice que así viene tan grande como Guadalquivir por
Córdoba (p. 161; vid., tambifo, p. 205) ...
¿Para qué seguir? Andalucía es el acicate para entender
su visión del Nuevo Mundo, ansiedad por atraer cordialmente
toda aquella realidad de ensueño, Allá, en Córdoba, quedaba
granando la carne de su carne, las dos criaturas que se llamaron
Diego y Hemando.
Ha ido de la realidad -Castilla, Andalucía, y Portugal o
Guinea- al ensueño -Catay, Cipango- ha tropezado con un
SS El miércoles 17 de octubre habla del mayo en Andalucía (p. 95),
el 21 de abril sudcño (99), los dos meses se unen una semana des-pués
(105).
" Vid. Herrero García, op. cit., pp. 179-190.
ss Vid., también, en la p. 163, o el recuerdo a las sementeras cbrdobesas,
cuando por mayo se encallan (p. 148).
ae Andalucía perdura -aán- en un recuerdo literario. Va1o~rrloslo,
porque es -también- una parcélilJa de ensueño: «San Salvador ...
tiene sus montañas hermosas y altas como la Peña de los Enam~
rados• (p. 108). '
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inesperado ensueño al que ahora trata de convertir en realidad.
Como una fotografía de luces trocadas, lo que ayer fue oscuridad
hoy es luz, pero la luz de hoy sólo se comprende gracias
al negativo del día anterior. Por eso repetirá como un cliché
el color verde de las hojas y la dulzura de la primavera. Ahora
es Castilla 37 o España 38, si es que una y otra no van identificadas
en su conciencia:
hay unas vegas, las más hermosas del mundo, y casi semejables
a las tierras de Castilla, antes és tas tienen ventaja, por
lo cual puso a dicha isla [Haitl] la Isla Española (p. 153).
Pero difícil llegar a esa variedad que es Andalucía, en sus
montañas, en sus campiñas, en sus ciudades. Sobre Portugal
hace caer una pesada losa de silencios. Le queda -sin embarg~
la emoción a la nueva patria a la que sirve 39 y en ella
no como un tópico repetido, sino con la variedad de lo que se
ama y se conoce, el recuerdo encariñado de Andalucía 40•
3'7 En la p. 88 y con otras referencias en las pp. 151 , 153. Aunque
de Cas tilla recuerda también los fríos inviernos (p. 153).
•• En la p. 102.
39 Una sola vez recuerda a Sicilia (p. 106) y otra a Portugal, pero sin
connotación valorat iva: tres ceut(s de Portugal valen una blanca
de Castilla (p. 86). Hay Como una deliberada pretensión de eliminar
todo que evoque a Portugal o Italia.
40 En el tercer viaje elogia(á a Portugal con justicia y cálidas palabras
(f. 2) y la huerta de Va.lencia le servirá dos veces de referencia
( f. 3 y 7).
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LA LENGUA Y LA Vll!JA REALIDAD
Fue la lengua la cancilla por donde penetró el ensueño.
Lo hemos visto y hay que repetirlo. Pero el ensueño sólo se
aprehende cuando la realidad ha sido dominada, cuando los
datos próximos sirven, como al azor la mano del halconero,
para alcanzar mayor altura. El Almirante vio las cosas, las
poseyó con la palabra. Resulta increíble que él, «natural de
otra lengua», tuviera tanta riqueza para nombrar a los seres
de la naturaleza. Porque si es cierto que las plantas pueden
figurar en el Diario 41 , no menos las aves que orientan a los
nautas, o los peces, que son la presencia de la vida en las largas
travesías. Un alcatraz que volaba hacia el sureste,
era señal que dejaba la tierra al oesnorueste, porque estas
aves duennen en tierra y por la mañana van a la mar a buscar
su vida y no se alejan 20 leguas '2.
Cuando se encuentra con el rabihorcado nos da este preciso
ejemplo de observación:
41 Hay almáciga (1 19, 123, 200), car rascos (150, 151), escaramojos (82),
madroños (132, 150, 151), robles (132) y el colectivo pi11a/es (132),
con un sufijo -al, que se generalizó en América para designar agrupaciones
vegetales.
42 Referencia en la p. 73; otras en· las 72 , 73, 74, 77, 81.
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Vieron un ave que se llama rabi/arfado, que hace gamitar
a los alcatraces Jo que comen para comerlo ella, y no se mantienen
de otra cosa. Es ave de la mar, pero no posa en la mar
ni se aparta de tierra 20 leguas. Hay d' es tas muchas en las
Islas de Cabo Verde (p. 77).
La palabra conserva restos de su fonética portuguesa, y,
tal como la transcribe Colón, se recoge en los diccionarios
lusitanos. Líneas después habla del Jorcado, acompañando a
tres alcatraces". El DRAE recoge rabihorcado como designación
de una palmípeda de los países tropicales que anida en las
costas y coge peces volando a ras de agua.
El manuscrito Jascasiano habla de un garxao visto a unas
200 millas de Canarias (69) •• y de otros (grajaos, 81) avistados
el 8 de octubre 45• Creo que se puede identificar el ave, habitualmente
desconocida por los diccionaristas. Moraes dice que el
grajao «apparece nos mares da India, e é conhecen~a de estar
nelles» ••, pero -según mi aviso- no hay que marchar tan lejos.
En las Islas Canarias llaman garajao a dos aves diferentes:
una perteneciente a las Sternae (la llamada pequeña golondrina
de mar) y la otra a las U riae (la paloma de Groenlandia). Me
inclino a creer que el ave referida por Colón fue una golondrina
de mar, pues, aunque la paloma de Groenlandia no sea exclusivamente
nórdica, escasea más en los países cálidos. Viera y
Clavija, el famoso naturalista canario del siglo XVIII, dedicó
43 El jueves cuatro de octubre anotó la presencia de otro rabi/oreado
en la nao. En portugués, el rabo/oreado es «ave que se echa na
altura do Cabo de Bóa Esperan~a» (Moraes, Dice., s. v. rabo).
44 Es reíerencia (garjao, 69) para explicar cómo era un pájaro al que
tomaron con la mano (era una palmípeda fluvial por la descripción
que se hace). Hernando Colón, le llama gorjao en la traduce. de
Serrano y Sanz, p. 142, y, luego, en la p. 146.
.. Así, pues, garxao, garjao y grajaos. Las tres veces transcribe mal
la edic. de 1968 que pone garzao, con lo que puede inducir a grave
error, ya que en portugués existe un ave así denominada (vid. A.
Nascentes, Dice. etim. lingua ¡,ort., s. v . garfDO).
"' Dice. lingua port., ya cit., s. v.
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a las dos aves sendas y minuciosas descripciones 41 • Si, como
digo, Colón se refiere a la Sterna, se trata de un ave del tamaño
de un pichón y unos 40 centímetros de envergadura; la parte
superior de la cabeza, manchada de negro; de color ceniciento
en el cuerpo y blanca la cola. «Como se parece a la golondrina
común en el corte de las alas, figura de la cola, modos de volar
y coger la presa; le han dado los naturalistas el mismo nombre
»••. La voz no aparece en ninguno de los diccionarios
dialectales referidos a las Islas; sin embargo, en ellas dura
todavía el término, que, por supuesto, designa a una 'golondrina
de mar', a la que en otros casos llaman alcatraz••. Wtilfel no
asocia la etimología de garajao con los muchos topónimos que
tiene garag-, garaj- en su composición 50
, pero que probablemente
responden a un mismo origen, desconocido para el investigador
austriaco. Pienso si no estaremos ante el castellano grajo,
contaminado con alguna terminación, pues documentándose
en el Diario de Colón parece muy improbable que se trate de
una voz prehispánica de las Islas Canarias. Por otra parte, la
rareza de la palabra en portugués y el exotismo que en ella
quiere verse, aseguraría allí su extranjerismo 51 •
'7 Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias (edic. 1942),
I, pp. 295-296.
48 Jbldem, p. 296.
u En el Questionario del/'Atlante Linguistica Mediterráneo (Venezia,
s. a.) figuran las preguntas que en italiano son beccapesci (n.0 782)
y rondine de mare (n.0 783); la primera corresponde a la Sterna
sandwicensis y la segunda a la S. hirundo (una y otra se llaman
en francés hirondelle de mer). El gara;ao canario, según la descripción
de Viera, coincidiría con la Sterna hirundo que se dibuja
en la •lámina LXXV del Afbum del Questionario. Al interrogar por
estos temas en las Islas, y obtener respuestas satisfactorias, me
decidí a incluir la pregunta en mi Atlas Lingüístico y Etnográfico
de las Islas Canarias (La Laguna, 1964), p. 92, n.• 1311 : golondrina
de mar (garajao, alcatraz).
oo Vid. Monumenta Linguae Canariae. Graz, 1965, pp. 682-683, § 106.
61 Además, en las Islas, la graja pertenece a las Coracias; no se parece,
pues, a la peninsular (Viera, Dice., 1, 313). No acaban aquí los
problemas canarios: la Uria se llama también tahoce en las Islas:
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No merecerían mayor detención las pardelas, que tantas
veces se citan en el Diario ", sino fuera porque la Academia
no autorizó la voz hasta 1899 ó 1914 y el DCELC de Corominas
sólo la documenta cien años después del Almirante. La
parde/a o golondrina de mar es, como el garajao, una Sterna.
aunque de mayor tamaño. Su nombre procede del plumaje
«parduzco, color de ratón» que cubre su cuerpo, y es un ave
a la que los antiguos concedían muy raras virtudes. Así, su
abundante grasa servía para curar el muermo y, quemada,
ahuyentaba a las cucarachas; en tanto la carne era comestible
y, en salazón, era objeto de comercio 53•
Otras aves se citan en el Diario: ánades (81), gaviotas (13,
78), papagayos (84) °', rabos de junco (69, 71, 77, 223), tórtolas
(74). Conocidas casi todas ellas, porque son familiares en
muchas costas y sirven -en ocasiones-- como referencia para
descubrir a otras ignoradas. Sólo el rabo de junco merece comentario:
el Diccionario de Lingua Portugueza de Moraes.
como tantas veces, enriquece su definición con cierto exotismo:
el ave es rara en Gran Canaria, pero -al parecer- acude con
frecuencia al Hierro (Viera, Dice., 11 , 298). En cuanto al significado
de talzoce (fon. tahose), en relación con el bereber hosei 'ser hermoso',
que W01fel (op. cit., p. 51, § 331) anota sin convicción, no
sería imposible si tenemos en cuenta los frecuentes eufemismos
para designar a multitud de animales. El tabobo que Viera documenta
como gomero, se recoge en otros muchos si tios y no es
la 'golondrina de mar', sino la 'abubilla'.
•• Páginas 73, 74, 79, 223, 224. En la 79, se habla también de pardales.
que debe ser errata de Las Casas: una bandada de cuarenta fueron
al navío de Colón . Los pardales peninsulares son una variedad de
gorrión, habitualmente el ciudadano; tampoco me parece que se
pueda tratar del chorlito (llamado pardal en Canarias), si tenemos
en cuenta que «alójase en terrenos secos y pedregosos de las laderas.
Durante el día está oculto, hasta que a puesta del sol toma
su vuelo, que es rastrero, y no muy seguido» (Viera, Dice., ll,
p. 187).
53 Viera, Dice., 11, 188.
•• Vid. nota 338 en el t. 11 (p. 169).
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aves que se achiio na derrota da India; do tamanho das
pombas torcazes, no rabo tem urna penna delgada, e muito mais
longa que as outras no meio dellas (s. v. rabo) .
Por su parte, la Academia hace a nuestra ave «palmípeda
americana del tamaño de un mirlo». Pero la primera vez que
Colón la avista es a menos de 200 millas de la Gomera. Cierto
que es derrota de la India, y de las Indias, pero innecesaria
la calificación. Acrecentando curiosidades aún puede añadirse
que el Diccionario de Historia Natural de las Islas Canarias,
no hace mención del ave.
No es pobre la enumeración que acabo de hacer. En ella
constan con nombre las aves que el Almirante vio, o evocó, en
su singladura, y por ella podemos mejorar en algo nuestro CO·
nacimiento. Pero son las aves que poblaron con su presencia
las naves, a las que vio cruzar el cielo o las que le sirvieron
para conocer su camino. Era un mundo bien preciso: el de
la realidad en que se movía. Pero existió en sus notas otro
mundo menos preciso, pero no por ello menos entrañable. A él
se volvió también el navegante como en un ansia de evasión.
El 20 de setiembre pensó que estaba cerca de tierra, y, para que
no quepa duda, el testimonio de la realidad: tomaron con la
mano una especie de garjao, que recordaba a las gaviotas;
llegaron a la nao dos alcatraces y luego ocho, que aseguraban
la proximidad de la costa. Pero ese mismo día -tambiénel
ensueño, que se pierde cuando el sol da entidad a los objetos:
Vinieron al navío, en amaneciendo, dos o tres pajaritos de
tierra cantando, y después, antes del sol, salido, desaparecie•
ron (73 ).
También el 9 de octubre, cuando ha vuelto a engañar a
la tripulación para que no caiga en el desespero, añade una
lírica apostilla. Había caminado una treintena de leguas, pero
Contó a la gente 17 leguas. Toda la noche oyeron pasar
paiaros (81).
Los seres marinos no permiten la evasión. Son la reali~ad
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de cada momento, el asidero seguro para prenderla. Así de las
costas Atlánticas de Andalucía•• proceden los albures (p. 155) .. ,
que en el centro de Portugal es muge " y en España tiene numerosos
derivados del latín mu g i I e; los dorados (76, 77, 223) ...
que viven en mar libre y persiguen a los peces voladores .. ;
los gallos 'pez de San Pedro, Zeus faber' (155) de aletas en forma
de cresta 80; las lisas (155) doradas 61 ; las pijotas o pescadillas
pequeñas (155) 62 ; las toninas (71, 125, 222, 223) o delfines••
55 La que aún se llama Costa de Castilla, lo que explica que el Almirante
habla de «pescados como los de Castilla» (p. 155).
r,a Del ár. bu r i, originario de la ciudad egipcia de Bura (Mugi/ sp. sp. )
57 J. Lopes Alves, A linguagem dos pescadores da Ericeira. Lisboa
(p. 223).
58 Sus características me aseguran que se trata de Coryphaena hippurus
u otra variedad, y no de algún Sparus; a mayor abundamiento, he
de señalar que la Coryphaena abunda mucho por los mares subtropicales
y tropicales (vid. L. Lozano Rey, Los principales peces
marinos y flu viales de España.) (2.• edic.). Madrid, 1949, pp. 55 y
65). Confunde la nomenclatura el Catalogue. Noms de Poissons,
de la FAO, p. 128. El dorado recibe el nombre de /lampuga en
las costas levantinas (F. Lozano Cabo, Nomenclatura oficial española
de los animales marinos de interés pesquero. Madrid, 1965.
p. 129).
69 Por eso pudieron saltar a bordo, según se dice el 29 de enero
(p. 223).
eo Vid. F. Lozano Cabo, op. cit., p. 52. Para la motivación de las
designaciones de este pez, cfr. M. Cortelazzo, Primi resultati
de/l'ALM («Bolletino Atlante Linguistico Mediterraneo•, VII, 1964,
pp. 16-26).
81 Suelen distinguirse dos clases de Múgi/es: en Andalucía, al primero
le dan el nombre de albur (vid. nota 56) y al segundo /isa (Mugil
auratus).
62 F. Lozano Cabo, op. cit., p. 155.
S3 Así todavía en Canarias. Fr. Pedro Beltrán en La Caridad Guzmana
usó la palabra en una enumeración marinera:
gagos, abucios, toninas,
machuelos, lampas, merlu~
Cfr. Rodríguez Marín, Dos mil quinientas voces castizas y bien
autorizadas, Madrid, 1922, p. 230, s. v. machuelo) . Serrano da la
equivalencia 'atún' (Hist. Almirante, I, p. 143).
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y probablemente los camarones (155, 189). No son específicamente
andaluzas las denominaciones de las corvinas ( 155), lenguados
(152), salmones (155) y sardinas (155), sino que pertenecen
a la lengua común. Quedan aparte un par de peces difícilmente
identificables (los pámpanos, 155) .. o, tal vez, mal
designados ( golondrinos, 79) " y una concha llamada nácara
(125) ...
M No se recoge en los libros de L. y F. Lozano; sin embargo, PalombiSantarelli
designa con tal nombre cuatro especies distintas:
Stromateus Fiatola, Box Salpa, Box Boops y Naucrates ductor
(Gli animaU commestibili dei mari d'ltalia, 2.• edic. Milano, 1961,
pp. 56, 102, 103 y 104). En las Islas Canarias se llama pámpano
a la castañeta o japuta (Brama raii).
11 «Peces golondrinos volaron en la nao muchos». Falta el pez en
Viera y en la Nomenclatura de F. Lozano; no da nombres L. Lozano
(p. 39) y Palombi-Santarelli (p. 17) recogen pez volador y golondrina
de mar (Gypselurus heterurus). El DRAE atestigua golondrino,
pero remite a la forma femenina; ignoro el valor de esta documentación.
,. «Ndcaras, que son las ostras donde crían las perlas•. Sólo el DRAE
recoge la voz como arcaísmo por ndcar.
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LA LENGUA PARA APREHENDER EL ENSUEÑO
Puestos en tierra vieron árboles muy verdes, y aguas muchas
y frutas de diversas maneras ... Ninguna bestia de ninguna manera
vide, salvo papagayos en es ta Isla (83-84).
Estas sencillas palabras son las primeras que un europeo
escribe sobre el Nuevo Mundo. El primer encuentro es un halago
para los sentidos: color para los ojos, aguas para el tacto
y el oído, frutas para el gusto 67• No se puede decir, por más
que de ello le acusen, que el Almirante careció de capacidad
para sentir el paisaje antillano. Estamos en las primeras líneas
de un descrubimiento inefable: sobre una barca armada se
acercan a tierra Colón, Martin Alonso ~inzón y Vicente Yáñez.
Al aire tiemblan la bandera real del Almirante y las dos de
sus capitanes con la cruz verde. La tierra se va acercando y
los sentidos se hieren de tanto querer percibir. Entonces alcanzan
la orilla. Ante todo, los árboles, las aguas, las frutas.
Después vendrá la toma de posesión; el contemplar a la gente.
6'1 Las sensaciones olfativas se describen más adelante:
[Las grandes arboledas eran] muy frescas, odoríferas.
por lo cual dizc no tener duda que no haya hierbas aromáticas
(112) .
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Pero ante todo, los fondos sobre los que va a empezar la Historia.
Colón ha comprendido la limitación de ser hombre: el
tiempo y el lugar. Sobre su diario se proyectan las dos coordenadas:
la cronológica -día a día- encabezando los renglones;
la topográfica son estas lineas ambientadoras. El hombre estaba
de nuevo en el jardín del Paraíso: la próvida naturaleza se
vertía en una generosa ofrenda y los hombres se mostraban
desnudos, sin la contaminación del pecado 68 • Otros hombres
venían con los ojos cansados de ver sobre las cosas y los oídos
dolientes de tanto sentir la inclinación al mal. Esto era el don
de Dios, el regalo para tanto esfuerzo: ver, oír, sentir, gustar
sin temores, por eso no había bestias que pudieran asustar al
viajero sorprendido, por eso estos hombres -muy pobres de
todo-- se ofrecían en su infinita sencillez, «desnudos como su
madre los parió», para que las gentes de Castilla relajaran en
su contemplación las inquietudes aprestadas. Esto no podía ser
sólo así, «puede haber muchas cosas que yo no sé», nos pondrá
en el Diario, pero esta será la primera desazón: identificar a
las cosas, darles el nombre que las haga ser ellas mismas --criaturas
perfectas en la mente del hombre--. Por eso la mirada en
torno para aprehender con los sentidos lo que todavía no se
puede nombrar:
vide muchos árboles muy diformes de los nuestros, y d' ellos
muchos que tenían los ramos de muchas maneras y todo en un
pie. Y un ramito es de una manera y otro, de otra; y tan disfor.
me, que es la mayor maravilla del mundo cuanta es la diversidad
de la una manera a la otra. Verbigracia: un ramo tenía las fojas
de manera de cañas, y otro manera de lantisco, y as( en un
solo árbol de cinco o seis de estas maneras, y todos tan diversos;
ni estos son enxeridos, porque se pueda dezir que el enxerto lo
haze; antes son por los montes, ni cura d' ellos esta gente (p. 93) .
es En la Carta del Tercer Viaje, situará el Paraíso Terrenal en las
tierras recién descubiertas «porque el sido es conforme a la opi•
ni6n de estos santos e sanos teólogos. y asimismo las señales son
muy conformes» (f. 8). Vid. luego, nota 461 del tomo lI (p. 232).
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Son las palabras las que podrán salvarnos de la incomprensión.
Por eso la búsqueda asaetando la diana descubierta.
Nadie que haya visto los peces antillanos podrá confundir los
seres que Colón describe. Aquellos escaros que -desde el
terciario- se cubren de las más hirientes y deslumbradoras
manchas están descritos en unas líneas inolvidables del 16 de
octuJ,re:
Aquí son Jos peces tan disformes de los nuestros, qu• es
maravilla. Hay algunos hechos como gallos, de las más finas
colores del mundo, azules, amarillos, colorados y de todas colores,
y otros pintados de mil maneras; y las colores son tan
finas, que no hay hombre que no se maraville, y no tome gran
descanso a verlos (p. 93).
O aquellos reptiles que el Almirante busca para colmar la
curiosidad de los Reyes -y aclarar su propia incertidumbre:
Andando así en cerco de una d' estas lagunas, vide una sierpe,
la cual matamos y traigo el cuerpo n Vuestras Altezas .. . es de
siete palmos en largo; creo que d' estas semejantes hay aquí
en estas lagunas muchas (p. 100).
En la H is to ria de Hernando Colón se amplía así la referencia:
Cerca de uno de estos [lagos] una sierpe de siete pies de
larga, que tenía el vientre de un pie de ancho; la cual. .. la
mataron con las lanzas, no sin algún miedo y asombro, por su
ferocidad y feo aspecto. Andando el tiempo, supieron apreciarla
como cosa agradable, pues era el mejor alimento que tenían
los indios, ya que, una vez quitada aquella espantosa piel y
las escamas de que está cubierta, tiene la carne muy blanca,
de suavísimo y gra to gusto; la llamaban los indios iguana (p. 193).
La creación inédita está allí, esperando el nombre. Pero
su inventor tiene que recurrir a los procedimientos que desde
siempre usa quien primero ve las cosas: acercárnoslas con lo
que sabemos para que entren en nuestras entendederas. Primero
es la comparación para desde ella penetrar en la descripción
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de las «nova realia», y sólo al final captar la palabra indígena,
cuando los ojos y los oídos están ya capacitados para ver y
para oír. En el Diario vamos adentrándonos por estas sendas.
Colón está viendo algo que no cabe en la imaginación, y entonces
busca sus recursos expresivos en lo consabido, en las
imágenes gráficas de cada día y, ante la inutilidad de los medios,
en las intuiciones de un ensueño enriquecido por las joyas
desusadas:
las montañas que desde antier ha vi sto por estas costas y
las de estas islas... le parece que no las hay más altas en el
mundo ni tan hermosas y claras, sin niebla ni nieve, y al pie
d' ellas grandíssimo fondo; y dize que cree que estas islas son
aquellas innumernbles que en los mapas mundos en fin de Oriente
se ponen.. Dize tantas y tales cosas de la fertilid ad y hermosura
y altura d' etas islas que halló en este puerto . .. que cree
que no dize la centésima parte: algunas d' ellas que parecían
que llegan al cielo y hechas con puntas de diamantes... todas
llenas de arboledas y sin peñas (p. 125).
La descripción es perfecta. La escala gradativa se va peraltando
en ese triple ascenso que señalaba. Primero, los datos
inmediatos, asequibles por un procedimiento muy simple: esto
es mejor que aquello (la clave del relato está en los elementos
de relación : más, ni, sin, -ísimo) . Después, la captación de la
realidad a través de la elaboración que da cultura (el conocimiento
pictográfico de las cartas de marear). Por último, el
salto a un plano deslumbrador en el que, intelectivamente, se
selecciona el vocabulario significativo (cielo, diamante, sin
peñas). Es injusto pensar que este hombre no tuviera sensibilidad
para el paisaje antillano. La poseyó en alto grado, como
poseyeron sensib ilidad los místicos cuando se engolfaban en
sus visiones ultraterrenas. Pero para esos nuevos mundos de
la realidad o del espíritu los mortales de, sólo, carne y hueso
no llegan a la hipóstasis con la cosa poseída:
cuando el que lo ve le es tan grande admiración, cuánta
más será a quien lo oyere, y que nadie lo podrá creer si no lo
viere (p. 133).
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Hemos llegado a otra ·de' las sendas· -que nos inducen a la
posesión de esta vida que flu~e de manera tan distinta a la que
fue habitual. He referido algún caso en el que la descripción
de unos peces fascinantes se ha conseguido partiendo de algo
consabido y añadiendo precisiones (vid. p . 33). Una y otra
vez tendrá que recurrir a este procedimiento. Desde un proceso
mental (ir añadiendo connotaciones) se llega ni hecho lingüístico;
entonces, para salvar la necesaria imperfección del método,
hay que volver la mirada a la confrontación conocida.
El objeto americano (!) es igual al de Castilla (1) enriquecido
con unas nuevas implicaciones (a, b, c) . Por ejemplo, los ind ios
usan un tipo de embarcación desusado a los ojos españoles;
entonces :
1 (canoa) = 1 (almadía) + a (hecha de un árbol) + b
(como un barco luengo) + c (todo de un pedazo) + d
(labrado muy a maravilla según la tierra) + e (con capacidad
para 40 ó 50 hombres) o 1 (almadía) + a' (pequeña)
+ b' (para un solo hombre) 19 •
Acabo de considerar, creo, el primer americanismo que
aparece en el Diario. Son, literalmente, los elementos que Cotón
agrupó el día 13 de octubre de 1492. Se me dirá que puede tratarse
de una interpolación del P. Las Casas. No sería imposible,
y a esta cuestión volveré luego, pero no se olvide que la palabra
canoa es, además, el prime_r americanismo que se incorporó
al español: en 1493, Nebrija la incluyó en su Diccionario ca, tel/
ano. Cierto que Colón anduvo excepcionalmente afortunado
U Esta es la descripción más complicada. Otras veces se Jimila a
enriquecer el lexema almadia con cualquier precisión («sus almadías
», pp. 87, 120, 122: «las almadías con que navegan», 150) con
especificaciones más someras que 1a anterior ( «sus almadías, que
son navetas de un madero a donde no Hevan vela», 104; dudo que
la apostilla que sigue, con su car~cter de glosador medieval, sea
auténtica : «Estas son las canoas» ), cnunci:mdo juntas la voz indígena
y la española («salieron dos almadías o canoas», pp. 106, 110, 1J 2,
141) o dejando sola a la palabra de Castilla (pp. 89, 90, 91, 92,
120), etc.
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en su descripción; cuando Berna! Díaz del Castillo encuentra
llJlas piraguas no hace sino repetir c.onceptos:
son canoas hechas a manera de artesas, y son grandes y de
maderos gruesos y cavados de arte que están huecos, y todas
son de un madero y hay muchas dellas a que caben cuarenta
indios 70.
La fórmula I = 1 + a + b, etc. se repite una y otra vez":
higüeras o jícaras (/)=calabazas (l)+que traen ellos (a) 72 •
canis caribaeus (1) = perro (/) + que nunca ladró (a) 73
hamaca (1) = redes (/) + en que dormían (a) 74
cazabe (1) = raíces (1) + de que hacen su pan (a) 75
tabaco (1 ) = hierbas (1) + para sus sahumerios (a) 76
A veces la comunicación se va enhebrando con valoraciones
muy diversas. La palma americana es descrita según la
fórmula / (palma americana) = 1 (palma) + a (de otra manera
que las de Guinea y las nuestras),. y,• a esta fórmula se añaden
precisiones (estatura medida, pies sin camisa, hojas grandes)
y aplicaciones que dependen del enunciado descriptivo (con
las liojas cobijan las casas) (p. 105).
· Cioranescu, con toda razón• se pregunta si estos paréntesis
explicativos no serán obra de Las Casas 71• No sería difícil, y
70 Víd. mi libro Americauismos en1 _I~ «Hi'storia» de Berna! Diaz del
Castillo. Anejo LXXXIX de la RFE. Madrid, 1970, pp. 57-58.
-;1 En los ejemplos que ahora agrupo no• figura la voz antillana.
"l2 Página 86. En la l 00, especificn «sus calabazas». Las designaciones
antillanas son coui, higüera (en Puerto Rico y Cuba Oriental).
güira (Antillas Menores), vid. América en Bernal D(az, p. 72.
73• Páginas 105, 107, 11 6. Vid. mi libro ci tado en la nota anterior,
. pp. 12-14.
74 Página J 13. Cfr. pp. 67-68 de mi obra sobre Berna! Díaz del Cas-till
o .
.,. Página 124. Cfr. pp. 58-59 de la misma obra.
'Ni Vid. nota 80.
111 El descubrimiento de AmérN.:a y el arte de la descripción, apud
Colón humanista. Madrid, 1967, p . 64.
36
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he señalado las dificultades de una tajante discriminación. Sin
embargo, quiero hacer ver que más difícil era transcribir la
palabra taína de buenas a primeras. Hay casos en los que creo
que el fraile dominico metió su pluma, pero tenemos otros
testimonios incontrovertibles: ¿cómo canoa pudo llegar a Nebrija,
que la usó en 1493? No cabe duda que por transmisión
directa de los primeros descubridores. ¿Cómo explicar los casos
en que Colón puso el «paréntesis explicativo» pero no la palabra
indígena, transcrita en nota por Fray Bartolomé? No dudo
en la dificultad de buscar una solución definitiva a estas interrogaciones,
porque creo que, sin el original del Diario, no
tienen solución. Pero sí me parece que hay indigenismos copiados
por el propio Almirante y explicaciones salidas de su
pluma. Ya no veo tan fácil poder saber en cada caso cuál es
el planteamiento.
Bien sabía el Almirante que este procedimiento no podía
cubrir todas las necesidades y la nueva vida se escapaba por
insuficiencia descriptiva. Entonces lo señala:
los otros árboles de olras maneras eran tantos que no hay
persona que lo pueda decir ni asemejar a otros de Castilla (p. 95) .
Dixeron también de la hermosura de las tierras que vieron,
que ninguna comparación tienen )as de Castilla, las mejores, en
hermosura y bondad (p. 159).
Sin embargo, no había otra manera de dar la impresión
de las cosas. Tenía que referirlas a algo del Viejo Mundo, para
que en ese algo cobraran prestigio, de otro modo, ignoradas
por el conocimiento, nunca llegarían ll lograrse como realidad
existente. Por eso, una y otra vez los ~rboles tendrán la misma
«naturaleza de España» (150), los' peces serán como los de España
o los de Castilla ( 1'52), los ' hombres ·serán «cuasi tan blancos
como en España» (lo~): '"l'r~nfo a' esta valoración _entrañable,
lo que no puede refi:.nr ,a nada de J;,uropa se despacha con
una cierta prisa; incapaz,,,de -ser enr.aizado en la conciencia.
J7
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Así el 'cazabe' será de .su pan 1•~ el 'tabaco', hojas secas,. o
tizón 80 ; las 'hamacas', como redes de algodón (p. 95), las 'jaibas',
cangrejos grandísimos (p. 126) o aparecerá el apelativo que tanto
se ha de repetir: de India (nueces de India, ratones de India
'hutías o Capromis' 81, ambas en la p. 126) o se producirá una
fusión de dos realidades. tan distintas que difícilmente llegaremos
a su mutua delimitación, o no hubiéramos llegado de
no poseer otros datos posteriores. Así lo que el Almirante llama
panizo debe ser el 'maíz' (pp. 93, 116) 82 ; los lagartos 'caimanes'
78 Página 34, 126, 136. En esta última referencia se añade: «que lla•
maban cazabi•. Es probable, pero no segllro, que Colón transcribiera
la voz, pues se documenta también en 1505, antes de 1510,
etc. (Vid. Alvar, op. cit., p. 58) . Su pan aparece en el lugar correspondiente
de la Historia de Hemando Colón, p. 187.
?9 Págin a 9 1. La referencia pertenece al 15 de octubre:
unas hojas secas que deben ser cosa muy apreciada
entre ellos, porque ya me trajeron en San Salvador de
ellas presente.
so La referencia a que se hace mención en la nota 76 aparece unida
a ésta en la p. 116 (día 1 i de noviembre):
Hallaron ... por el camino mucho. gente que atravesaba
a sus pueblos, mujeres y hombres, con un tizón en la
mano, hierbas para tomar sahumerios que acostumbraban.
&1 Vid. Friederici, Amerikauislisches Würterbuch (2 .ª cdic.). Hamburg,
1960, s. v. hutía.
I! En la Historia de Hemando Colón, con referencia al 6 de noviembre
se dice: «otro grano, como panizo, llamado por ellos mafz»
(p. 205).
En el tercer viaje, ya usa la palabra taína:
maíz, que es una simiente que hace una espiga como
una mazorca, de que llevé yo allá, y hay ya mucho en
Castilla (f. 4 v.).
Como es sabido, de la Carta en que se notificó el descubrimiento
de Tierra Finne, sólo se conserva la copia del P. Las Casas (BNM,
m,. V, 7), reimpresa en íaesfmil por C. Sanz (Madrid, 1962).
Todavía hoy, en diversas zonas peninsulares se da esta equivalencia,
cfr. M. Alvar, La terminología del «maiz» en Andalucfa
(«Mélanges Gardette». Strasbourg, 1966, p. 27 y mapa 1).
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(p. 93) 83 ; la culebra o la sierpe 'iguana' (pp. 94, 100, 101) 84• De
aquí a la incomprensión, solamente hay un paso. Cuando Colón
ve a los perros del Caribe no vacila en decir que «ahí había
perros mastines y branchetes» (p. 95) ; sin percibir la enorme
diferencia que había entre los mastines castellanos y los pacíficos
perrillos de la tierra. Bien en carne propia lo experimentaron
los náhuas que nos han legado alguna dramática y terrible
descripción de los canes castellanos llevados por los conquistadores
8
'.
83 Vid. Alvar, América en Bernal Díaz, ya cit., p. 38.
14 Ibídem, pp. 67•70, donde reuní documentación antigua, no siempre
exacta.
16 Cfr. Alvar, op. cit., p. 14.
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LA CAPTACIÓN DE AMÉRICA
Estamos -ya- en el último peldaño de la ascensión. La
realidad se logra en su propio nombre, inalienable para una
exacta comprensión de las cosas. Verdad, también, que es aquí
donde se hace más difícil aventurar precisiones inequívocas.
Parece duro creer que Colón captara desde un primer momento
el nombre de los objetos, pero difícil también desdeñarlo porque
existen testimonios incontrovertibles de que, un año después
del descubrimiento, la palabra canoa se aceptaba como patrimonial.
Por otra parte, no cabe duda de que el Almirante recogió
los primeros indigenismos: bien valen para ente•
ramos cómo no acertó a comprender aquello que le designaban.
Es honestísima la confesión del Almirante:
no sé la lengua, y la gente d' estas tierras no me entienden ,
ni yo, ni otros que yo tenga, a ellos. Y estos indios que yo traigo,
muchas veces les entiendo una cosa por al contrario {p. 138. Vid.
también la p. 215).
He aquí un par de testimonios de esta falta de comprensión:
bohío y cacique.
Colón juzgó que bohío o bofio era el nombre de una isla
grande (101, 146, 155), un lugar (113), una tierra apartada de
Cuba (121), una tierra al este (130). El error es fácil de explicar:
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los españoles señalarían hacia la tierra -no hacia las chozas que
pudieran verse- y los indios contestaban por aquello que más
de cerca les atañía: su propia vivienda. Nació el desajuste.
Colón perseveró -como siempre- en lo que consideró correcto,
y dio el nombre de Bohío a lo que los indios llamaban
Haití 'la boscosa' y él bautizó como la Espaiio/a 86 • Las Casas
corrigió tímidamente («este Bohío debía ser la isla española »,
p. 134) 87 • Cierto que en el Diario a los auténticos bohíos se les
dice inexpresivamente casas de paja (p. 136-137). No creo improcedente
hacer un excurso sobre la palabra en cuestión, que aclarará
el yerro del Descubridor: en arahuaco la 'casa se denominaba
bahü, bohío o boa••. La construcción se hacía con
yaguas ••, cujes 90
, troncos y, la techumbre, de guano; los bohíos
tenían forma circular o elíptica y cambiaban de nombre según
se destinara a vivienda de caciques (caney) o fueren de tamaño
mayor que el habitual (bajareque) 91 • La pronunciación de la voz
no era uniforme, pues los cronistas del siglo XVI conocieron
la variante buhío y la aspiración de la h (en el XVII se escribió
86 4<Aquella is1a Española, a quien llaman Bohío» (pp. 188, 197, 203) .
el nombre está explicado por el Almirante:
hay unas vegas las más hermosas del mundo y cuasi
semejables a las tierras de Castilla... por lo cual puso
nombre a la dicha isla Española (p. 154).
81 En una nota al 4 de noviembre, el P. Las Casas escribe:
bohío llamaban los indios de aquellas islas a las casas,
y por eso creo que no entendía bien el Almirante; antes,
debía de dezir por la isla Española que llamaban Haití
(p. 59, nota).
88 Cfr. J. A. y S. Perca, Glosario etimológico taíno-español, histórico
y etnográfico. Mayagüez, 1941 , pp. 71-73.
s9 'corteza de la parte superior de las palmeras'.
iO 'arbusto de tres varas de alto'. Malaret (Lexicon fauna y flora. s. v.)
dice que en Cuba y Puerto Rico es 'cualquier tallo vegetal, largo,
flexible'.
e1 Tejeda, 1, pp. 112-113.
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también bujía) perduró en Santo Domingo hasta el siglo XIX••;
la acentuación aguda de la í está asegurada por Anglería (bofs).
Los españoles llevaron la voz a Chile y, aunque se perdió pronto,
Lenz 93 la atest iguó en una carta de Gonzalo Pizarro a Pedro
de Valdivia. Por lo demás, la voz haitfana para designar la choza
fue eracra, según dio fe Fernández de Oviedo.
Las casas en que moraban - comúnmente llaman buido en
estas islas todas (que quiere decir casa o morada) ; pero propiamente
en la lengua de Haytí el buhío o casa se Bruna eracra
(1, 63) ...
En cuanto a cacique se le da el valor de 'gobernador de
una provincia' (p. 165), 'rey' (169) o carece de definición en las
pp. 182, 193, 197. En las anotaciones correspondientes al domingo
23 de diciembre, al mencionar a un cacique, se aclara:
«hasta entonces no había podido entender el Almirante si lo
dicen por rey o por gobernador» (p. 182), anotación de Las Casas
por cuanto la repite en la Hisl. Indias (1, LVIII)••, y el texto
añade: «También dicen otro nombre por grande, que llaman
Nitayno; no sabía si lo decían por hidalgo o gobernador o juez».
La voz (acentuada nitaíno) es suficientemente conocida, significa
'noble de condición inferior a la del cacique' (vid. Friederici,
s. v.).
En otros casos, la recepción del americanlsmo va acompañada
de las expliaciones que se estiman necesarias. Es el mismo
proceso que se sigue siempre que un término resulta extraño
para quien lee ... Así, por ejemplo, el aj e
12 P. Henríquez Ureña. Para la historia de los indigenismos. Buenos
Aires, 1938, pp. 117-1 t8.
H F. Lenz. Diccionario etimológico d11 las voces chilenas derivadas
de lenguas indígenas de América. Santiago de Chile, t904, 1910,
p. 148.
H Apud L. Alvarado. Glosario de voces indígenas de Venezuela.
Caracas, 19;3, p. 97.
ta Vid. Alvar, op. cit., pp. 55-56.
N Es el mismo procedimiento que usa al emplear términos especializados,
aunque sean romances: «basa, que quiere decir que el suelo
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que son unos ramillos que plantan y, al pie de ellos, nacen
unas raíces como ~anahorias, que sirven por pan, y rallan y amassan
y hacen pan d' ellas, y después tornan a plantar el mismo
ramillo en otra parte y toman a dar cuatro y cinco de aquellas
raíces que son muy sabrosas, proprio gusto de castañas. Aquí
las hay más gordas y buenas que había visto en ninguna [tierral
porque también diz que de aquellas había en Guinea (p. 163,
111)97.
que son unas raíces como rábanos grandes que nacen, que
siembren y nacen y plantan en todas estas tierras, y es su vida,
y hacen d' ellas pan y cuezen y asan y tienen sabor propio
de castañas y no hay quien no crea, comiéndolas, que no sean
castañas (p. 158).
El aje es identificado con el mame , «que son como zanahorias,
que tienen sabor de castañas» (p. 113) ••, las ni ama s
o los ni ame s ( «pan que hacen de niames, a que ellos llaman
ajes», p. 174; «pan de ajes», ib.). Tenemos, pues, diversidad de
voces para designar a una sola planta: aje, niame, niama, mame.
En realidad se trata solamente de dos: aje y ñame, pues niama
ha de ser una confusión de la vocal final y mame una mala
lectura de m por ni, según señalaron Zayas y Henríquez Ureña 09
•
Las Casas al anotar los niames del 4 de noviembre dice «los
ajes o batatas son estos». Tenemos, pues, un doble problema:
¿qué relación tiene el aje con el ñame?, ¿qué tiene que ver la
batata? Henríquez Ureña aclaró la cuestión 100• Aje y ñame
eran cosas distintas, que se empezaron a confundir con Colón
y Álvarez Chanca, y se identificaron a finales del XVI; por
1514, se produjo la confusión de aje y batata. Resultó entonces
que el aje - sin un campo semántico bien definido-- sucumbió
de abajo es arena y no peñas• (p. 124 y, además, 131, 149, 154);
«cala es una entrada angosta que entra el agua del mar en la
tierra», p. 124).
91 La voz, sin más aclaraciones se documenta en las pp. 189 y 210.
98 En la p. 116 vuelve a escribirse mames.
99 Vid. la obra de este último Para la historia de los indigenismos.
Buenos Aires, 1938, p. 59, nota.
100 El enigma del aje en la obra citada en la nota precedente, p. 86.
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ante sus otros concurrentes, como planta no bien caracterizada
por negros y blancos, que incluso pensaron ---<:orno Colónque
era la yuca con la que se preparaba el pan cazabe. ~ame
es un término que procede del África occidental 101 •
Para designar el 'oro b~jo', Colón da las palabras caona,
nOfay 102, tuob y goanin:
Llamaba al oro tuob y no entendía por caona, como le
llaman en la primera parte de la isla, ni por 1109ay, como lo
nombraban en San Salvador, y en las otras islas. Al alambre
o a un oro bajo llaman en la Española tuob ... hay muy mucho
tuob, qu' es oro o alambre ... También dijo de la isla Goanin 103,
ndonde hay mucho tuob (p. 211).
Caona, 110¡:ay y tuob no dejaron rastro en español, y ni
siquiera los recuerdan tratadistas de americanismos como Henríquez
Ureña y Friederici; guanín se perpetúa en algún derivado
como guania(d)o 'abundante en dinero' (Oriente de Cuba).
En Tierra Firme, estas voces fueron sustituidas por el náhua
teputzque 1°'.
Estos americanismos (aie, bohío, cacique, caona, guanín,
nitayno, nocay, tuob) unidos a otro manojuelo (ajl, 216; canoa,
157, 162, 165, etc.; cazabi, 189; hamaca, 113, y tiburón, 222) 105
es la primera colección de palabras indígenas transcritas en español
"'". Su presencia no está exenta de problemas. A ellos
atenderé en las páginas que siguen.
101 Vid. M. Alvarez Nazario, El elemento a/ronegroide en el español
de Puerto Rico. San Juan de Puerto Rico, 1961, pp. 219-222, especialmente.
102 En In p. 110, nucay.
ios Las Casas rectificó con justeza: «este Guanín no era isla, según
yo creo ... sino el oro bajo».
104 Alvar, op. cit., pp. 35, 96.
105 No trato de ellos para evitar repeticiones. Aparecen en mi libro
sobre Bernal Díaz del Castillo.
100 Las Casas aclaró algunos conceptos añadiendo otras voces arahuacas:
batata (113), hutla (125), macana (212) .
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ARAHUACOS Y CARIBES
Ya el 16 de octubre, Colón hace unas precisas observaciones
lingüísticas: las islas de San Salvador y Santa María
de la Concepción tenían una comunidad lingüístico-cultural, y
a ellas hay que agregar la Fernandina, cuya «gente es semejante
a aquellas de las islas, y una fabla y unas costumbres» (p. 93) 1177
como lo era también las de otras islas pequeñas (p. 111), en las
que «todos se entienden» (p. 120) 108• Las cosas cambian por la
M~r de Santo Tomás"'"· Allí
Primero que los entendiese [a los indios], passo alguna parte
del día; ni los indios que él traía los entendían bien, porque
tienen alguna diversidad de vocablos en nombres de las cosas
(p. 178).
En la Española -«quedaba espantado de ser tan grande
107 Habitualmente se acepta la siguiente identificación de las primeras
islas descubiertas: San Salvador es \Vatlings; Santa Maria de la
Concepción, Cayo Rum; Fernandina, Long ]stand; Isabela, Bird
Rock.
108 Vuelve a repetirlo en las pp. 138, 156, y en la carta a Santángel
(Navarrete, Obras, I, 169 a). Sobre esto, vid. P. Henríquez Ureña,
Para la historia de los indigenismos, ya cit., pp. 103-107. La lengua
que hablaban estos indios era el ta íno.
109 Hoy, Bahía de Acul, en Haití.
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la isla» (p. 210)- tuvo conciencia clara de la pluralidad lingüística.
El genovés que buscaba oro preguntaba por caona y
no era entendido; por aquellos rumbos, el preciado metal era
tuob, y en San Salvador noca o nucay y en otros sitios goanín
(p. 211). Hechos que le hacen deducir un principio de geografía
lingüística:
Entendía algunas palabras, y por ellas .. saca otras cosas, y
que los indios que consigo traía entendían más, puesto que hallaba
diferencia de lenguas por la gran di stancia de las tierras
(p. 211).
Todos estos textos y los del Dr. Diego Alvarez Chanca
han servido para mostrar la comunidad li ngüística arahuaca
entre lucayos, cubanos, boriqueños y haitianos; Berna! Díaz
del Castillo añadió el testimonio de Jamaica. Frente a ellos,
en las Pequeñas Antillas, los caribes hablaban una lengua distinta
110• Colón da multitud de nombres para designar a estos
caribes o caníbales ª1; se pueden agrupar las dos series e intentar
alguna conclusión:
e ar i b- : cavila (p. 111) 112
, caribes (197, 213), los de
Carib (213), isla de Carib (2 16) 113•
110 Alvar, op. cit., pp. 17-19. Para una circunstanciada descripción
de los hechos y la bibliografla que los ampara, vid. P. Henríquez
Ureña, Caribe, apud Para la historia de los indigenismos, pp. 95-
102. De los caribes escribió Colón a Santángel (vid. Navarrete,
Obras, 1, 170 a) y en la carta que dirigió al tesorero Rafael Sánchez
(Navarrete, Obras, 1, 179 a) . Sobre los caribes, vid. W. Ahlbrinck,
Encyc/opaedie del Karaiben. Amsterdam, 1931.
111 Se trata de un mismo étimon en el que alternan r-,i y hasta l.
Cfr. Henríquez Ureña, op. cit., p. 97, noto, y muy abundante documentación
en Friederici, s. v. caribe.
112 En el Diario se muestra con reiteración el temor que sentían los
arahuacos a )os caribes:
diziendo al cacique que no hobiese miedo a los caribes
aunque viniesen (p. 197).
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e a ni b - : caníbales (pp. 130, 165), los de Caniba (pp. 130,
132, 134, 158, 187), Canima (134).
El Almirante podrá no creer que los caníbales se comieran
a sus enemigos, vivos aún, pero ha inducido a que los demás
creyeran que caníbal tuviera que ver con can. El 11 de diciembre
escribe:
porque todas estas islas viven con gran miedo de los de
Caniba, y así torno a decir .. . que Can iba no es otra cosa sino la
gente del Gran Can, que debe ser aquí muy vezino, y temá
navíos y vernán a captivarlos, y como no vuelven creen que se
los han comido (p. 155).
La etimología popular está en marcha. Las gentes del Gran
Can devoran -metamorfosis lupercal- a sus cautivos, y quienes
padecen el rigor las consideran como un perro, según las
entendederas y los cánidos de Europa. De ahí que can/bales
sean comedores de carne, como los perros. Y así el obispo
Alessandro Geraldini relacionaba la voz americana con el latín
canis 114•
En su carta al Cabildo sevillano, Chanca -al narrar el segundo
viaje de Colón- cuenta cómo los caribes salteaban las
otras islas para llevarse las mujeres, a las que usaban a modo
la isla de Carib, donde estaba la gente a quien todas
aquellas islas y tierras tanto miedo tenían, . . . y diz que
comían los hombres que pueden haber (p. 216).
Las mismas observaciones, referidas a los canfbales (p. 130),
de quienes llega a decirse:
Mostráronles dos hombres que les faltaban algunos
peda~os de carne de su cuerpo y hiziéronles entender
que los caníbales los habían comido a bocados; el Almiran
te no lo creyó (p. 165).
En la carta que escribió a Luis de Santángel, Colón volvi ó a
hablar de la cobardía de los arahuacos (apud Navarrete, Obras,
I, p. 168 a).
113 Henríquez Ureña, op. cit. , p. 97, nota l.
114 Vid. textos, etc. en mis Americanismos en Bemal Díaz, pp. 17-18.
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de mancebas. Esto hizo que en las Antillas Menores se produjera
una diglosia: los hombres hablaban caribe, mientras que las
mujeres conservaban su arahuaco o taíno 115
• Incluso la historia
que le refirieron y que el Almirante transcribe, no hace sino
abundar y fomentar en esta visión, arrancada de las amazonas
clásicas para venirse a reacomodar en el Nuevo Mundo:
Dixiéronle los indios que por aquella vía hallaría la isla de
Martin inó, que diz que era poblada de mujeres sin hombres ... mas
diz que era cierto que las había y que a cierto tiempo del año
venían los hombres a ellas de la dicha isla de Carib, que diz
que estaba d' ellas diez o doze leguas, y si parían niño enviábanlo
a la isla de los hombres, y, si niña, dexábanla consigo
(p. 217).
El antiquísimo mito de las amazonas -prehelénico acaso-es
bien próximo a éste: mujeres que no tienen hombres consigo
y que, para obtener hijos, los hacían venir periódicamente. También
ellas, como en la historia americana, conservaban a las
hembras y -en esto más crueles- mataban a los varones.
De esta mezcla de arahuacos y caribes resultaron no pocos
cruces lingüísticos que llevaron a los investigadores incluso
a confundir lenguas tan distintas 118
• Los términos indígenas que
Colón oyó. y transcribió, fueron arahuacos y no caribes; de
las Antillas Menores deben proceder colibrí, manatí y piragua m
ninguna de ellas en el Descubridor, por más que piragua hubiers
sido fácil de recoger, de haber estado en contacto estrecho con
gentes de es te pueblo 118 •
La lengua que oyeron y conocieron los españoles fue el
arahuaco o su dialecto haitiano el taíno. Berna! Díaz del Castillo
nos contará cómo los conquistadores aprendieron la lengua
de las Islas. Al terminar estos comentarios lingüísticos, parece
115 Henríquez Ureña, Palabras antillanas, apud op. cit., p. 106, nota.
ne Jbidem, p. 106.
111 En algún caso, canoa fue la embarcación pequeña y piragua la
grande. Cfr. Alvar, op. cit ., pp. 57-58.
118 Apud Navarrete, Obras, 1, 179.
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justificado volver la mirada a las hojas del Almirante, él que
tanto sufrió por no entenderse con un rey de la Isabela (p. 99)
ni con otro de Cuba (p. 101), buscó la forma de adquirir la lengua
y descubrió que las mujeres habían de ser el instrumento
más adecuado para ello. Algo así como un Platón que volviera a
recordarnos que nuestro primer maestro de retórica es la criada:
Envié a una casa .. . y truxeron siete cabc~as de mujeres entre
chicas y grandes U D ••• Esto hize porque mejor se comportan los
hombres en España habiendo mujeres de su tierra que sin ellas,
porque ya otras muchas veces se acaeció traer hombres de Guinea
para que deprendiesen la lengua en Portugal, y después que
volvían y pensaban de se aprovechar d' ellos en su tierra ... , en
llegando en tierra jamás parechm ... Así que teniendo sus mujeres
ternán gana de negociar lo que se les encargare, y también estas
mujeres mucho enseñarán a los nuestros su lengua, la cual es
toda um1 en todas estas islas de India, y todos se en1icnden ... ,
lo que no han en Guinea , adonde es mil maneras de lenguas qm:
la una no entiende la otra (p. 120).
lUI La severidad de Las Casas no entendió de nec sidades lingüísticas
y puso ni margen: «no fue lo 111 jor del mundo esto». En 1a Historia
de las Indias (cdic. J. Pérez Tudela, «Biblioteca Autores Española»,
XCV, pp. 164-165) se extiende en consideraciones teológicas contra
este mismo hecho.
51
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CONCLUSIONES
El que no poseamos el Diario au1ógrafo de Colón y sí unas
copias llegadas a través de complicados procesos, no es obstáculo
- sin embargo-- para que podamos asomarnos a la personalidad
del Almirante. Acercarnos a él justo en esos días en
que los sufrimientos anteriores permitían granar el fruto más
portentoso y aún nos se anunciaban las postreras amarguras.
Nos interesa sobre todo conocer el proceso que se desarrolla
en su lengua : reflejo fiel de cuanto ocurre en el mundo circundante.
A pesar de las correcciones que en el texto de Colón se han
introducido, se puede rastrear la presencia de portuguesismos,
tal y como hacían prever estudios an teriores sobre la lengua
del Descubridor. Por otra parte, el celo apostólico de Las Casas
introdujo modificaciones en el texto para lograr efi cacia en sus
fines; los amaños pueden -incluso-- ir contra el espíritu del
Almirante o contra lo que fueron creencias comunes de los
españoles sobre las gentes de Italia.
Todas estas cuestiones afectan a la ecdótica y planteamientos
previos; sin embargo, y a pesar de su visible interés,
no pueden darnos definitiva solución a la pregunta de cuáles
son los fragmentos inequívocamente colombinos y cuáles tienen
retoques. Por eso queda siempre un portillo para que salga la
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incertidumbre. Así y toda, hay qatos suficientes para podemos
acercar a lo que el Qescu~ridor sintió y anotó.
La historia que el Almirante escribe está condicionada por
su sabiduría humanística y su capacidad de ensueño. Incluso
la una da a la otra los signos aparentes para creer en un mundo
engañoso. Ya en las Islas Canarias tiene premoniciones de lo que
va a ser una naturaleza ubérrima y deslumbradora, pero no sin
leyendas forjadoras de fantásticas ilusiones. Por eso no extraña
la invención del Gran Can, fantástica como la Conquista de
Ultramar o el Caballero Zífar; por eso los ecos de seres inauditos
-dclopes, cinocéfalos, amazonas, etc.- que sólo tienen
existencia en la fantasía, pero a los que Colón tratará de dar
realidad en un plano inmediato y de comprobación personal.
Ni siquiera entonces, cuando la contemplación de la realidad
pugna con la propia creación de la fantasía, es capaz de abdicar
de su ensueño. El miércoles nueve de enero de 1493 tuvo un
prodigioso encuentro que debió dejarle desencantada ceniza en
los labios:
cuando el Almirante iba al río de Oro, . . . vida tres serenas
que salieron bien alto de la mar, pero no eran tan hermosas
como las pintan, que en alguna manera tenían forma de hombre
en la cara ... Otras veces vio algunas en Guinea, en la costa
de la Manegueta.
Mayor precisión no cabe. La fábula sigue operando sobre
la conciencia del narrador, aunque al escribir al tesorero Rafael
Sánchez daba reconocer: «Itque monstra aliqua non vidi» 120
.
Y es que la elaboración de los mitos venía de muy lejos. El
agudo Luciano se había dado cuenta de muchas cosas y al escribir
--en broma- su Historia verdadera dejó acuñadas unas
cuantas cosas ciertas:
Otros muchos autores han escogido argumentos del mismo
género y contado, como hechos vividos, aventuras y viajes en
120 Vid. A. Cioranescu, El 'descubrimiento de AtMrica y el arte de la
descripción, apud Colón, humanista. Madrid, 1967, p. 62.
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los que hablan de animales monstruosos, de costumbres crueles
y de prácticas singulares. El patrón y maestro que les ha iniciado
en esta variedad de charlatanismo es el Ulises de Homero
contando en la corte de Alcinoo historias de vientos encadenados
y la ferocidad de ciertos hombre salvajes que no tenían
sino un ojo y comían carne cruda, además de describir bestias
con varias cabezas (J. p. 250) 121.
Los procedimientos que usa Colón para acercarnos -y
acercarse--- a la realidad recién descubierta son los que siguieron
y habrán de seguir todos los inventores: dar fe de las cosas
nuevas con los conocimientos viejos. Se crea así un mundo
de difícil captación, en el que la verdad y la ficción no suelen
andar bien deslindadas; entre otras cosas, porque el deslinde
es una operación mental que en el medievo no funcionaba como
exigimos hoy -«no parece que la frontera entre lo creíble y lo
increíble haya existido» (Cioranescu)-. En este sentido, Colón
sigue siendo un hombre medieval; por más que sea humanístico
el planteamiento de los hechos, su acercamiento a la «realidad»
responde a la verdad que él va a cerrar.
Colón acerca las cosas con los medios de que dispone:
la lengua, de la que resulta imposible zafarse. Pero él sirve a
una determinada causa, las gesta Dei per hispanos, y es fiel a
su propio compromiso. Por lealtad política y por devoción humana.
Ahí están los Reyes que han hecho posible dar vida
al ensueño y ahí están esos pedazos de amor que también le
ayudaron a su evasión: Beatriz Arana, Diego, Hemando. Por
eso, cuando acerque las cosas a quienes no gozan de la fruición
del hallazgo, tendrá que darles un trasfondo de verosimilitud:
España, Castilla, Córdoba, Sevilla. No Italia, no Portugal, cuidadosamente
eliminados de su proyección. Sólo la patria a la
que sirve, con la lengua de que se vale y con las comparaciones
que han de ser -¿no lo son también para él?- entrañables.
Y Dios sobre todo. Servía a reyes cristianos y en ellos se cohonestaba
su propia religiosidad: «porque en todas las partes,
121 Cito por la edición de A. M. Harmon, Nueva York, 1921 , t. l.
Véanse los cantos IX - Xll de la Odisea.
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islas y tierras donde entraba dejaba siempre puesta una cruz»
(p. 124). Con interés o sin él, con sinceridad o sin ella -¿pero
quién puede juzgar la conciencia del prójimo?- Colón acertó
a conocer algo que por aquellas calendas, y por otras muchas,
había de caracterizar a los españoles: ser más papistas que el
papa. Bien merece la pena que nos detengamos en ello. La rendición
de las torres de la Alhambra no deja de ser un símbolo.
Los reyes han debelado a la soberbia herejía y han conseguido
lo que muchos pontífices no han hecho: tener celo evangélico
más allá de la humana contingencia. Por eso al abrirse el Diario,
tras la habitual in vocación In nomine Domini Nost ri lhesu
Christi se nos dice:
como muchas vezes él [el Gran Can] y sus antecessores habían
enviado a Roma a pedir doctores en Nuestra Sancta Fe porque
le enseñasen en ella y que nunca el Sancto Padre le había proveído.
y se perdían tantos pueblos cayendo en idolatrías.. Vuestras
Altezas, como católicos crist ianos y príncipes amadores de
la Santa Fe cristiana y acrecentadores de ella... pensaron de
envianne a mí, Cristóbal Colón, a las dichas partidas de India ...
para la conversión d' ellas n nuestra sancta fe (pp. 63-64) w _
122 Cfr. en la p. 139 su insistencia de que «el fin y el comienzo del
propósito» fu e acrecentar la fe cristiana. Es muy hermosa la en•
!revista de Colón con los Reyes: aquél, alucinado, pensando en
reconquistar Jerusalén; éstos, sonrientes, otorgándoselo (p. 192). El
comienzo de la historia del tercer viaje de Colón incide en la referencia
que se transcribe en el texto:
La Santa Trinidad movió a Vues tras Altezas a esta
empresa de las Indias, y por su infinita bondad hizo a mí
mensajero de ello (f. 1).
Transcribe Las Casas dos cartas de Paulo, médico florenti no,
dirigidas a Colón. Un eco de ellas creo o[r en las palabras del Almirante.
En la primera de esas epístolas, se traslada la que envió
Paulo al canónigo Hernán Martínez de Lisboa. He aquí el fragmento
que interesa:
Sus antecesores [del Gran Khan] desearon mucho de
haber plática y conversación con cristianos, y habrá dos-
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Si la devoción a unas tierras de adopción, a unos principios
y a unas gentes le lleva a identificarse con sus paisajes y a
confirmar su propia religiosidad, las palabras con las que sirva
a esta causa serán también las de la lengua, que ya en 1481
adoptó como su vehículo de comunicación. Sorprende que un
hombre que adquiere una lengua poseyera en grado sumo la
precisión del léxico más concreto -aves, seres marinos- y
la poseyera dentro de la tradición en que, voluntariamente, se
había insertado: la náutica. Son muchos los elementos léxicos
tomados del catalán y referidos a las técnicas de la navegación
y, en otro orden de cosas, son muchos -también- los arabismos
poco frecuentes en español que él usa con precisión. Pienso
si no serán un eco de portuguesismo meridional.
Con estos medios, Colón procede a la descripción del mw1-
do nuevo. Castilla Je dio la posibilidad de realizar su ensueño;
el castellano va a ser el medio para trasvasar a la vieja Europa
todos aquellos prodigios que, por Castilla, había podido descubrir.
Porque amor con amor se paga. La realidad recién hallada
será captada con descripción más o menos precisa, pero sin
salir de Jo que la lengua le pueda dar; o se nos acercará con
comparaciones o se recurrirá a procedimientos de ascensión
progresiva hacia niveles que se desligan -ya- de la realidad
o se enriquecerá el término neutro del español o se usará -inexactamente,
pero ¿quién podría ser exacto en 1492?- el propio
vocabulario de Castilla. Tal es el primer choque. Después
vendrá la adopción de una gavi lla de voces americanas. No mu-cientos
años que enviaron al Santo Padre para que envia se
muchos sabios y doctores que les enseñasen nuestra fe,
mas aquellos que él envió, por impedimento, se volvieron
del camino.
(Historia de la Indias, edic. cit., XCV, p. 46 a).
Todo ello no es otra cosa que un eco de la petición que Kubilai•
Jan, conquistador mongol de China, hizo a icolás y Mateo Polo
(c. 1250) para que el papa le enviara cien doctores que pudieran
propagar el cristianismo entre sus gentes; el pontificado no pudo
atender la petición.
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chas, porque nadie le hubiera entendido, y porque tampoco él
las entendía y porque la vida que encontró en las Antillas era
pobre en demasía. Pero ahí están estos doce términos, como anticipo
de lo que el americanismo sería para el español y -desde
él- para todas las lenguas de occidente. Desde el 12 de octubre,
una lengua apenas significativa en el concierto cultural de América
iba a tener una trascendencia inimaginable y, gracias a los
descubrimientos que Colón inaugura, una difusión que nadie
hubiera podido sospechar.
Y todo con una visión exacta de las cosas y los detalles.
Con amor para prenderse en Jo que acariciaba la retina y con
brío para describir y para convertir esos cuadernos de navegación
en algo más -mucho más- que un frío diario de a
bordo.
Granada, 26 -VI - 69
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DIARIO DE COLÓN
EDICIÓN PALEOGRÁFICA
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A pesar de las muchas ediciones que se han hecho, el
Diario presenta abundantes yerros en su lectura. Enumerar/os
sería tarea larga y que resultaría pretenciosa. Pero no deja de
ser curiosa la fidelidad con que los errores se han transmitido.
En justicia hay que decir que si la letra no es de una extrema
dificultad, tampoco facilita la lectura: los descuidos, tachaduras
e interpolaciones son tantos que me han obligado a poner más
de mil notas a la transcripción. Creo que esto es bastante para
explicar las deficiencias anteriores y la ingrata tarea que me he
impuesto, tampoco sé si exenta de tacha. Por desgracia para mí,
se perdió en la imprenta el original manuscrito de esta edición
y he tenido que transcribir por segunda vez el texto. Y, por si
esto fuera poco, la imprenta, que retuvo el trabajo casi siete años,
se declaró en crisis cuando el texto estaba ajustado; otra nueva
imprenta se hizo cargo de la obra y he tenido que repetir penosos
trabajos, aunque esta vez, gracias al celo de Editorial La
Muralla, la obra se realizó en un brevísimo tiempo. Que todo
esto sirva para descargo de mis faltas.
Como e11 ta11tos manuscritos cuya letra es cursiva, abu11-
da11 trazos superpuestos, que --en ocasio11es- pueden confu11-
dirse con las tildes de nasal. Sólo en alguna palabra del tipo
de como puede11 inducir a vacilar si se trata de una o dos nasales.
La ese alta, abundante en el manuscrito, ha sido sustituida
e11 esta edición por insalvables dificultades tipográficas. En to-
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dos los demás casos, he procurado respetar el estado del manuscrito,
con ciertas modificaciones que facilitan la lectura, y que
enumero seguidamente:
1) He dividido las palabras según las normas actuales.
También he acentuado. Pero -por supuesto- 110 modifico en
nada las grafías.
2) Las abreviaturas van resueltas en cursiva.
3) Cuando es preciso interpolar alguna letra, no transcrita
por descuido, lo hago entre paréntesis cuadrados [ ] . Al revés.
si debo prescindir de ella, uso entonces de paréntesis angulares
< >-
4) Con dos trazos verticales se11alo la extensión de cada
renglón en el manuscrito original y consigno el lugar pertinente
al comienzo de cada folio (numerado r y v).
5) Por supuesto, los números volados son mis propias
llamadas a las notas que van al pie de página.
Con todo esto confío ofrecer una edición pulcra y cuidada
y más rigurosa que la muy bien transcrita en la Raccolta, la
mejor, con mucho, de todas las que poseemos.
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Este es el primer via¡e y las 11 derrotas y camino que
hizo el II Almiran te don xpisloual Colón 11 quando descubrió
las Yndias, 11 puesto sumariamente, sin el II prólogo
que hizo a los reyes, que va 11 a la letra y comjen9a d'esta
manera. 11
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J ' NOMINE DOM/NJ NOSTRl IHESU XP/STI
Porque, xpistianíssimos y muy altos y muy excelentes 11 y
muy poderosos príncipes, Rey "' Reina de las 11 Españas y de las
islas de la mar, Nuestros Señores, este 11 presente año de 1492,
después de Vuestras Alte II zas haber dado fin a la guerra de los
• moros 1 11 que reynavan en Europa y aver acabado la guer II ra
en la muy grande 9iudad de Granada, adonde li este presen te
año, a dos días del mes de ene 11 ro, por fuer9a de armas vide
poner las II vanderas reales de Vuestras Altezas en las torres de
la 11 Alfambra, que es la fortaleza de la dicha 9iudad, y 11 vide
'º sali r al rey moro a las puertas de la 11 9iudad y besar las reales
manos de Vuestras Al II tezas y del Príncipe mj Señor, y luego
en II aquel presente mes, por la jnforma9ión que yo II avía dado
a Vuestras Altezas de las tierras de Yndia y de II un príncipe
que es llamado Gran Can, que qujere de II zir en nuestro roman9e
" Rey de los Reyes, commo 11 muchas vezes él y sus ante9essores
avían enbia 11 do a Roma a pedir doctores en nuestra Sancta Fe 1!
porque le enseñasen en ella y que nunca el San II cto Padre
le avía proveydo, y se perdían tan II tos pueblos cayendo en
ydolatrías "' res9ibien II do en sí sectas de perdi9ión, y Vuestras
1 La linea siguiente ( «en la muy grande <;iudad de Granada
adonde») está tachada.
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Altezas commo Ca II thólicos xpistianos y pnnytpes amadores
de la Sancta Fe II xpistiana y acres,entadores de ella, -c enemigos
de la II secta de Mahoma y de todas ydolatrías y he 11 regías,
pensaron de em II biarme a mj, Xpist6ual 11 Colón, a las dichas
6 partidas de Yndia para ver los II dichos prínyipes, y los pueblos
y las tjerras y la [f. 1 v] disposiyión de ellas y de todo, y la
manera que se pu 11 diera tener para la conversión d' ellas a
nuestra Sancta Fe; 11 y ordenaron que yo no fuese por tjerra
al Oriente, 11 por donde se costumbra de andar, salvo por el ;I
10 camj'lo de Occiden te, por donde hasta oy no II sabemos por
yierta fe que aya passado nadie. 11 Así que, después de aver
echado fue ra todos los II judíos de todos vuestros Reynos y
Señoríos, en el II mjsmo mes de enero, mandaron Vuestras Altezas
II a mj, que con armada suffiyiente me fuese a las dichas i:
15 partidas de Yndia; y para ello me hizieron II grandes mercedes
y me anobleyieron, que dende 11 en adelante yo me llamase
Don y fu esse II Almirante Mayor de la mar occeana y Visorey !!
-c Gobernador perpetuo de todas las yslas -c tjerra firme 11 que
yo descubriese y ganasse, y de aquj adelante II se descubriesen
20 y ganasen en la mar occeano, 11 y así sucediese mj hijo mayor,
y él así de II grado en grado para siempre jamás. Y partí 11 yo
de la yiudad de Granada a doze días del 11 mes de mayo
del mesmo año de 1492, 11 en sábado, y vine a la villa de
Palos, que es II puerto de mar, a donde yo armé tres na-quando
salió des 1
pachado de la 11 9iudad
de Grana U da
el Almjrante II Colon
para yr U a <lescubrir
las D Yndias
quando partió el W
Alm~· ranle del puer-to
de Palos para
su descubrimjento
víos 11 muy aptos para semejante fecho, y partí del dicho
puer II to muy abasteyido de muy muchos mantinjmjentos 11
y de mucha gente de la mar, a tres días del 11 mes de agosto
del dicho año, en vn viernes, 11 antes de la salida del sol
con media ora, y II llevé el camjno de las yslas de Canaria
30 de Vuestras 11 Altezas, que son en la dicha mar occeana, para
de 11 allí tomar mj derrota y navegar tanto que yo II llegase a
las Yndias, y dar la embaxada de II Vuestras Altezas a aquellos
prínyipes y complir lo que II así me avían mandado; y para
esto pensé de 11 escrevir todo este viaje muy punctualmente,
35 de II día en día, todo lo que yo hiziese y viese y pas II sasse,
commo adelante se veyrá. También, Señores 11 Prínyipes, allende
de escrevir cada noche lo 11 qu' el día passare, y el día lo que
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la noche nave 11 gare, tengo propósito de hazer carta nueva de !I
navegar, en la qua! situaré toda la mar 't [f. 2 r] tjerras del mar
occeano en sus proprios lugares, 11 debaxo su viento, y más
componer vn libro II y poner todo por el semejante por pintura,
• por li latitud del equjnocial y longitud del occiden 11 te; y sobre
todo cumple mucho que yo olvide 11 el sueño y tiente mucho
el navegar, porque II así cumple, las quales serán gran trabajo.
Viernes, 3 de agosto.
Partimos viernes, 3 días de agosto de 1492 11 años, de la
10 barra de Saltes, a las ocho oras. 11 Anduvimos con fuerte virazón
hasta el poner 11 del Sol hazia el Sur sesenta mjllas, que son
15 11 leguas; después al Sudueste y al Sur 2
, quarta del II Sudueste,
que era el camjno para las 3 Canarias.
15
El sábado, 4.º de agosto.
Anduvieron al Sudueste, quarta del Sur.
Domingo, 5 de agosto.
Anduvieron su vía entre día y noche más II de quarenta
leguas.
Lunes, 6 de agosto.
•0 Saltó o desencasóse el govemario 11 a la caravela Pinta,
donde jva Martín Alon II so Pin9ón, a lo que se creyó o sospechó
por jn II dustria de vn Gómez Rascón y Xpistóual Quin 11 tero,
cuya era la caravela, porque le pesava II yr aquel viaje; y dize
el Almjrante que antes que II partiesen avían hallado en ~iertos
2 Al sur está interlineado.
3 las interlineado.
" La línea comenzaba con Se le quebro. que se ha tachado.
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reveses, 11 grisquetas, commo dizen a los dichos. Vídose allí 11
el Alrnjrante en gran turba9ión por no poder II ayudar a la dicha
caravela sin su peligro; !I y dize que alguna pena perdía con
saber que Mar II tín Alonso Pin9ón era persona esfot9ada y
5 de buenlljngenio. En fin , anduvieron entre día y noche ll veynte 5
y nueve leguas.
Martes, 7 de agosto.
Tornóse a saltar el governalle a la Pinta, y a II dobáro11l0
y anduvieron en demanda de la 11 [f. 2 v] isla de Lan9arote,
10 qu' es vna de las yslas de Canaria, 11 y anduvieron entre día y
noche XXV leguas.
Miércoles, 8 de agosto.
Ovo entre los pilotos de las tres caravelas opm¡ones
diuersas donde estavan, y el Almjrante II salió más verdadero;
15 y quisiera yr a Gran 11 Canaria por dexar la caravela Pinta,
porque II yba mal acondi9ionada del gobernaría y 11 hazía agua,
y qujsiera tomar allí otra II si la hallara; no pudieron tomarla
aquel II día.
20
jueves, 9 de agosto.
Hasta el domj11g9 en la noche no pudo II el Almjrante
10mar la Gomera, y Martjn Alon II so quedóse en aquella costa
de Gran Canaria 11 por mandado del Almjrante, porque no
podía na 11 vegar. Después tornó el Almjranle a Canaria o Tencrife
•, .. y adobaron muy bien la Pinta con mucho tra II bajo
25 y dilige119ia del Almjrante, de Martjn Alonso II y de los demás;
y al cabo vinjeron a la Gome 11 ra .. Vieron salir gran !mego de
la sierra de 11 la ysla de Tenerife, qu' es muy alta en gran :¡
~ Veynte superpuesto, pues se ha tachado diez.
6 o a Teuerife, fuera de la caja del renglón.
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manera. Hizieron la Pinta redonda ', porque era latina; 11 tornó
a la Gomera, domjngo a dos de se II tiembre con la Pinta adobada.
11 Dize el Almjrante que juravan muchos• hom 11 bres honrrados
españoles que en la Gomera 11 estavan con dol'ia Inés
• Pera,a, madre de Gujllén 11 ·Pera,a, que después fue el primer
Conde de la IIGomera, que eran vezinos de la ysla del Hier II ro,
que cada año veían tierra al vveste de las II Canarias, que es al
ponjente; y otros de la 1: Gomera, afi rrnava11 otro tanto con
juramen to. 11 Dize aquj el Almjrantc que se acuerda qu· estan-
10 do 11 en Portugal 10 el año de 1484 :l vino vno de la ysla de la
Madera al rey a le 11 pedir vna caravela para yr a esta tjerra que
vía, 11 el qua! juraba que cada año la vía y siempre II de vna
manera. Y también dize que se acuerda II que Jo mjsmo dezí~11·
en las yslas de los As,ores 11 y todos estos en vna derrota Y. en,
1
• vna manera 11 de señal, y en vna grandeza. Tomada, pues, 11
[f. 3 r] agua y leña y carnes y lo demás que 11 ten jan los hombres
que dejó en la Gomera 11 el Almjranle quan II do fue a la
ysla de Canaria a adobar la II caravela Pinta finalmente se hizo
a la vela 12 de la dicha II ysla de la Gomera con sus tres carave-
•• las, 11 jueves a seys días de setiembre.
Jueves, 6 de setiembre
Partió aquel día por la mañana del puer 11 to de la Gomera
y tomó la buelta para yr II su viaje; y supo el Almjranle de
vna caravela II que venja de la Ysla del Hierro que andavan
•• por II allí tres caravelas de Portugal para lo tomar; 11 devía
de ser de enbidia qu' el Rey tenja por 11 averse ydo a Castilla.
1 redonda por, interlineado.
a Torno sobrepuesto, pues había un llego que se ha tachado.
9 Tras esta voz, hay un dios borrado.
10 En portugal, interlineado; el lexto corregido decía: en la ysla
dla madera.
11 en la Gomera, interlineado.
12 a la vela, interlineado.
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Y anduvo todo aquel día II y noche en calma, y a la mañana
se halló II entre la Gomera y Tenerife.
Viernes, 7 de setiembre
Todo el viernes y el sábado, hasta tres oras II de noche,
• estuvo en calmas.
Sábado, 8 de setiembre
Tres oras de noche sábado come~ a ventar nordeste ,. , 11
y tomó su vía y camjnó al gueste. Tu II vo mucha mar por proa
que le estorvava II el camjno; y andarían aquel día nueve 11
•• leguas con su noche.
Domingo, 9 de setiembre
Anduvo aquel día 15 leguas, y acordó con 11 tar menos
de las que andava, porque si el via II je fuese luengo no se espantase
y desmaya II se la gente. En la noche anduvo ~iento y !I
•• veynte mjllas 14; a diez mjllas por ora, que son 11 30 leguas. Los
marineros governavan mal, 11 decayendo sobre la quarta del Norueste
y 11 aún a la medja partida; sobre lo qua! les II riñó el
Almirante muchas vezes.
Lunes, 10.º de setiembre
2• En aquel día con su noche anduvo sesenta Je 11 [f. 3 v] guas,
a diez mj llas por ora 15, que son 16 11 dos leguas y media; pero no
centava 11 sino quarenta y ocho leguas, porque no se II asombrase
la gente si el viaje fuese lar II go.
13 nordeste a la derecha del renglón.
14 mjllas, encima de leguas, tachado.
15 ora, tiene una •S fi nal eliminada.
18 Tachado, leguas.
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Martes, 11 .º de setiembre
Aquel día navegaron a su vía, que era el gueste, 11 y anduvieron
20 1• leguas y más, y vie II ron vn gran tr~o de mástel
de nao, de II c;iento y veynte toneles, y no lo pudieron II tomar.
• La noche anduvieron c;erca de II veynte leguas, y contó no más
de 11 diez y seys por la causa dicha.
..
Miércoles, 12 de setiembre
Aquel día, yendo su vía, anduvieron en II noche y día 33
leguas, contando me II nos por la dicha causa .
Jueves, 13 de setiembre 17
Aquel día con su noche, yendo a su vía, que era II el
gueste, anduvieron JO{XIIJ. leguas, y II contava tres o quatro
menos. Las cor II rientes le eran contrarias. En este día II al comjenc;
o de la noche, las agujas norue II steavan, y a la mañana
10 nordesteavan algún II tanto.
Viernes, 14 de setiembre
Navegaron aquel día su camjno al gueste II con su noche,
y anduvieron .XX. leguas; con II tó alguna 18 menos. Aquj 19 dixeron
los II de la caravela Njña 20 que avían visto vn garxao y
20 vn II rabo de junco. Y estas aves nunca se apar II tan de tierra
quando más .XXV. leguas 21
•
u1 20 encima de un 30 testado.
11 Por error se había puesto otubre, y se ha corregido.
1a Alguna sobre un tachón ilegible.
10 Tras esta palabra hay un vieron testado.
20 carabela Njña sobrepuesto, pues se ha tachado el error Pinta.
21 Tachado un de tierra, que se escribió después de la última pala.
bre del día.
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Sábado, 15 de setiembre
Navegó aquel día con su noche 22 .XXVI). leguas su camino
al gueste y algunas más. Y en esta noche II al principio d' ella
vieron caer del 9ielo vn ma 11 ravilloso ramo de huego en la mar.
• le 1! xos d' ellos quatro o 9inco leguas.
[f. 4 r] Domingo, 16 de setiembre
Navegó aquel día y la noche a su camjno, el II gueste. Andarían
.XXXVlllJ º. leguas, pero no con 11 tó sino 36 23 • Tuvo
aquel día algunos ñu 11 blados 24
, lloviznó. Dize aquí el Almjra11 te
10 que oy II y siempre de allí adelante hallaron ayres tem II peratfssimos,
que era plazer grande el gusto de II las mañanas, que
no faltava sino oyr Ruyse 11 ñores. Dize él: «y era el tiempo
como por abril II en el Andalucía». Aquj come119aron a ver 11
muchas manadas de yerba muy verde que 11 poco avía (según
15 le pare9ía), que se avía desa II pegado de tierra, por la qua! todos
juzgavan II que estavan 9erca de alguna ysla; pero no de !1
tierra firm e, segund el Almjrante, que dize: «porque II la tierra
firme hago más adelante».
20
Lunes, 17 de setiembre
Navegó a su camjno el gueste, y andarían en II día y noche
9incuenta leguas y más 25
• No asentó II sino 4 7 26
• Ayudávales
la corriente. 11 Vieron mucha 27 yerba, y muy a menudo, y era !I
yerva de peñas 28 11 y venjan las yervas 29 de hazia Ponjente. Juz•
22 con su noche, interlineado.
23 Ante 36, hay un 35 testado.
24 Probablemente se debe leer llublados, pues hay dos trazos sobre
nu iniciales.
25 Y mas, interlineado.
26 Ante el 47 hay una cifra tachada de la que sólo es legible el 4
de las decenas.
27 En el manuscrito, muchas.
28 Después de peñas se tachó juzgavan estar ferca de tie"ª·
29 En el texto, yervo.
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ga II van estar <;erca de tjerra . Tomaron los pilotos'º 11 el Norte,
marcándolo, y hallaron que las II agujas noruesteavan vna gran
quarta, y temj 11 an los marineros y estavan penados y no dezían
II de qué. Cognosciólo el Alm jrante; mandó que torna 11 sen
• a marcar el Norte en 31 amane<;iendo, y II hallaron qu' estavan
buenas las agujas. La causa II fue porque la estrella que pare<;e
haze movimjento 11 y no las agujas. En amane<;iendo, aquel
lunes 32 11 vieron muchas más yervas y que parecían yer 11 vas de
ríos, en las qua les hallaron vn can II grejo bivo, el qua! guardó
10 el Almjrante. Y dize que aquellas 11 fueron señales <;iertas de
tjerra, porque no se hallan 33 11 ochenta leguas de tjerra. El agua
de la mar 11 hal1ava11 menos salada desde que salieron de las
Ca II narias; los ayres siempre más suaves. Yvan II muy alegres
todos, y los navíos, qujén más podía II andar andava por ver
1
• primero tjerra . Vieron mu II chas tonjnas, y los de la Njña mataron
vna. 11 Dize [f. 4 v] aquj el Almjrante que aquellas señales
eran del Ponjen II te, «donde espero en aquel alto Dios en cuyas
11 manos están todas las victorias, que muy presto II nos dará
tjerra». En aquella mañana dize que vide II vna ave blanca que
20 se llama rabo de junco II que no suele dormjr en la mar.
Martes, 18 de setiembre
Navegó aquel día con su noche, y andarían II más de <;in quenta
y cinco" leguas, pero no asentó 11 sino 48. Llevava todos
estos días mar II muy bonan<;o, commo en el río de Sevilla.
•• Este II día Martín Alonso, con la Pinta••, que era 11 gran velera,
30 Ante el artículo parece leerse el sol y bajo una tachadura.
31 Se ha tachado y que aparecía delante de en.
32 aquel lunes va sobrepuesto a una tachadura ilegible.
31 Se ha tachado la palabra que comenzaba el renglón y de la que
no se escribió sino fuero.
H y cinco, superpuesto.
s& Tras esta palabra hay una tachadura emborronada.
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no esperó porque dixo al Almjranle 38 desde su caravela que
avía visto II gran multitud de aves yr hazia el Ponjen II te, y
que aquella noche esperava ver tjerra y por eso 11 andava tanto.
Apare<;ió a la parte del Norte vna II gran <;errazón, qu' es señal
• de estar sobre la tjerra.
Miércoles, 19 de setiembre
Navegó su camjno, y entre día y noche anda II ría .XXV.
leguas 37, porque tuvieron calma. 11 Escrivió .XXlJ. Este día, a
las diez oras, vino a la II nao vn alcatraz, y a la tarde vieron
'º otro, que no suelenllapartarse .XX. leguas de tjerra 38.IIVinjeron
vnos llovizneros sin viento II lo que es señal <;ierta de tierra.
No qujso dele II nerse barloventeando•• el Almjranle para averiguar
II si avía tjerra; mas de que tuvo por <;ierto que a la van- 11
da del Norte y del sur avía algunas Yslas, co II mo en la verdad
15 lo estavan y él yva por me II dio d' ellas. Porque su voluntad
era de segujr adelan II te hasta las Yndjas, «y el tiempo es bueno
porque II plaziendo a Dios a la huella todo se vería». Estas son !I
sus palabras.
Aquj 40 descubrieron sus 11 puntos los pilotos: el de la Njña
20 se hallava de ll las Canarias., 440 leguas; el de la Pinta 420; I!
el de la donde yva el Almjranle 400 justas.
Jueves, 20 de setiembre
Navegó este día al gueste quarta del Norue 11 ste y a la
media partida, porque se mudaron mu 11 chos vientos con la
38 almirante interlineado y, en su final, emborronado; al margen
del renglón, y fuera de la caja, se vuelve a repetir almjrante y se com•
pleta la frase desde su caravela.
31 Después viene escrevio, testado.
se Se ha tachado el resto del renglón y el comienzo del sigu iente,
donde se leía: ... el almirante/vieron.
39 Delante de esta palabra bal, tachado.
40 En vez de punto y aparte, en el ms. hay un blanco.
4 1 En el manuscrito, Canaria.
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calma que avía. Andarían II hasta siete o ocho leguas. Vinjeron
a la nao 11 dos alcatras,es y después otro, que fue señal de estar 11
s,erca de tjerra; y vieron mucha yerva, aunque el día pas II sado
no avían visto d' ella . Tomaron vn pájaro 11 [f. 5 r] con la mano,
• que era commo garjao; era pájaro 11 de río y no de mar; los pies
ten jan como 11 gaviota. Vinjeron al navío, en amaneciendo ", 11
dos o tres paxaritos de tjerra cantan II do, y, después, antes del
Sol salido desapare II s,ieron. Después vino vn alcatraz; venja
del gues II norueste, yva al Sueste, que era señal que II dexava
10 la tjerra al guesnorueste, porque .. estas II aves duermen en
tjerra y por la mañana II van a la mar a buscar su vida, y no
se II alexan .XX. leguas.
Viernes, 21 de setiembre
Aquel día fue todo lo más calma y después 11 algún viento.
15 Andarían entre día y noche, 11 d' ello a la vía y d'ello no, hasta
13. leguas. 11 En amaneyiendo hallaron tanta yerva que 11 parec;ía
ser la mar quajada d' ella, y venja del II gueste. Vieron vn alcatraz.
La mar muy 11 llana commo vn río y los ayres los me- 11
jores del mundo. Vieron vna vallena, qu' es II señal que estavan
•• s,erca de tjerra, porque sienpre 44 11 andan s,erca.
Sábado, 22 de setiembre
Navegó al guesnorueste más o menos, 11 acostándose a vna
y a otra parte. Andaríanll .XXX ••.leguas.No vían quasi yerba. [;
Vieron vnas pardelas y otra ave. Dize a 11 quj el Almjranle:
" «Mucho me fue nes,essario este II viento contrario, porque mj
gente andavan muy 11 estimulados, que pensavan que no venta-
42 La línea empieza con vno o tres, testado.
43 Lo. q, y su abreviatura, voladas.
+l Detrás hay un pequeño tachón.
"' Sobrepuesto a un quatorze, testado.
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Aquj comjeni;a II a
murmurar 11 la gente
del largo U viaje,
etcétera
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van en estos ll mares vientos para bolver a España» ... ll Por
vn peda 11 zo 47 de día no ovo yerva; después, muy II espessa.
Domjngo, 23 de setiembre
Navegó al norueste y a las vezes a la quar II ta del nort~
5 y 48 a las vezes a su camjno, 11 que era el gueste; y andaría hasta
.XXVlJ. le 11 guas. Vieron vna tórtola, y vn alcatraz II y otro
paxarito de río y otras aves blancas. 11 Las yervas eran muchas,
y hallavan cangrejos II en ellas••. 11 Commo la mar estuviese
murmurava mansa y llana, mur 11 [f. 5 v] mura va la gente diziendo que pues
1ª II gente por II allí no avía mar grande, que nunca'º 11 ventaría para
bolver a España; 11 pero después alyose mucho la mar y sin 11
viento, que los asombraba, por lo qua! dize II aquj el Almjrante:
«Así que muy neyessario 11 me fue la mar alta, que no pareyió, [!
salvo el tiempo de los judíos cuando salieron II de Egipto con-non
Ira Moysén, que los sacava de II captiverio» .
'º
Lunes, 24 de setiembre
Navegó a su camjno al gueste día y noche, 11 y andarían
quatorze leguas y media: Con II tó doze. Vino al navío vn alcatraz
y vie II ron muchas pardelas.
Martes, 25 de setiembre
Este día ovo mucha calma, y después ventó; 11 y fueron
su camjno al gueste hasta la no II che. Yva hablando el Almirante
con Martín Alon 11 so Pinyón, capitán de la otra caravela
48 La Iínea acaba con un despues, tachado; la línea siguiente -ta-chada
también- se iniciaba con vino parerio mucha yerba.
47 La sílaba da se ha repetido al final y al comienzo de línea.
•• Después de y, hay de/to tachado.
49 El resto del renglón está tachado: la mar andava alta y sin viento.
50 Al final de este renglón y comienzo del siguiente, aparecen ta•
chadas las palabras avria viento.
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Pin ta, sobre II vna Carta que le avía enbiado tres días avía 61 nota sobre U esta
a la caravela don II de segund par~e tenja pintadas el Almj- cana
rante yier II tas Y slas por aquella mar. Y dezía el Mar II tín
Alonso que estavan en aquella comarca, y res II pendía el Al-
• mjrante que a;i le pareyía a él"'; 11 pero, puesto que no oviesen
dado con ellas, 11 lo devían de aver causado las corrientes,
que 11 siempre avían echado los navíos al nor II deste, y
que no avían andado tanto commo los II pilotos dezían. Y,
estando en esto, díxole el Al 11 mjrante que le enbiase la carta
10 dicha. Y, cnbia 11 da con alguna cuerda, comenyó el Almj,anle
a II cartear en ella con su piloto y marineros. 11 Al sol puesto,
subió el Martjn Alonso 63 en la popa II de su navío, y con mucha
alegria llamó al II Almjrante, pidiéndole albriyias que vía tjerra. alegrón d_e tjerra 1
Y 11 quan d o se Io oy Ó d czi. r a l d.1 c h o M artm. •• , e I Al mi. ran/e d1º ze ppeorro MII arntJon loA leornas o,
51 tres d1as avia, aparece interlineado.
6:? Al final de la línea. un borrón.
53 Sólo se lee al.º interlineado.
54 La lectura es difícil, pero creo poderla justificar. Lo que no cabe
duda es que no pone afirmación, como se lee. En el manuscrito hay la
llamada para incluir en su sitio las palabrns interlineadas; como siempre
se hace con " . Seguidamente -y siempre en el interlineado- hay un
signo con cuatro trazos verticales y cortos, que pueden ser el comienzo
de ma o a m (v id. el fina l del tercer renglón del día 26 de se ptiembre) .
Sin embargo, equivocada la palabra se dejó sin completar y se escribió
a, de lectura indudable; después, se puso la abreviatura dho. Se puede
ver, con las dificultades que este pasaje encierra, el trazo de la d, algo
más que una raya oblicua, entre la i de albrifias (renglón superior) y
la l de el (renglón inferior); la /¡ es una especie de ondulación con dos
grosores arriba y abajo, unidos a la vocal final. Puede compararse todo
esto con el clarísimo dha de la penúltima línea del día 29 de setiembre,
y téngase en cuenta que en el pasaje interlineado las letras están forzadas
por el poco espacio, que impide un trazado suelto y claro de los
signos. Tratándose de una interpolación, no debemos olvidar que estaban
ya escritas las líneas de arriba y de abajo; a ellas pertenecen un
trazo infrascrito (la cedilla de albrifias) y otro interpuesto In e superpuesta
en la abreviatura almj•. Al escribir martín se ve con claridad
marl (esta (1ltima cruzada con el trazo abreviado del que de la línea
anterior); se ve también un rasgo más que tiene un punto sobrepuesto
(marti) y, en este momento, surge la e del acortamiento de almjrante;
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que se echó II a dar gracias a Nuestro Señor de rodillas, y el 11
Martín Alonso dezía Gloria in excelsis deo con II su gente.
Lo mismo hizo la gente del Almjrante, 11 y los de la Niña. Subiéronse
todos .. sobre el más tel II y en la xar9ia, y todos affir-
• ruaron que era tjerra. Y 11 al Almjrante así pare9ió y que avría
a ella .25. leguas. 11 Estuvieron hasta la noche affirmando todos
ser tjerra. 11 [f. 6 r] Mandó el Almjrante dexar su camjno, que
era el gue II ste, y que fuesen todos al sudueste, adonde avía 11
par~ido la tjerra. Avrían andado aquel día al II gueste, 4.º
'º leguas y media, y en 56 la noche al su II deste .1 7. leguas, que son
.XXI. puesto que de9ía II a la gente .13. leguas. Porque siempre
finxía 67 a la 11 gente que hazía poco camjno porque no les pare !I
9iese largo, por manera que 58 escrivió II por dos camjnos aquel
viaje: el menor fue II el fingido; y el mayor, el verdadero. 11
15 Anduvo la mar muy llana, por lo qual se echa II ron a nadar
muchos marineros. Vieron II muchos dorados y otros pe9es.
Miércoles, 26 de setiembre
Navegó a su camjno al gueste 60 11 hasta después de medio
día 80
; de allí fueron II ad sudueste hasta cogno59er que lo que
20 dezían II que avía sido tjerra no lo era, sino cielo. Andu II vieron
día y noche .31. leguas, y contó a la gen U te .24.º La mar era
commo un río, los ayres II dul~es y suaujssimos.
Jueves, 27 de setiembre
Navegó a su vía al gueste. Anduvo entre día y II noche
el escriba salta sobre ella y acaba su palabra con una n suelta clarfsim1
y aislada.
55 todos interlineado.
58 en interlineado.
67 finxfa sobre la ünea porque se tachó dezia.
68 Hay una tachadura que parece ocultar dezia.
69 Tachado el resto del renglón y el comienzo del siguiente.
•o d(a interlineado.
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.24. leguas; contó a la gente .20. leguas. 11 Vinieron muchos dorados;
mataron vno. Vie II ron vn rabo de junco.
Viernes, 28 de setiembre
Navegó a su camjno al gueste, anduvieron día II y noche
• con calmas .14. leguas, contó treze. 11 Hallaron poca yerva; tomaron
dos p~es dora II dos, y en los otros navíos más.
Sábado, 29 de setiembre
Navegó a su camjno al gueste. Anduvieron .24. 11 leguas;
contó a la gente .XXI. Por calmas que II tuvieron, anduvieron
'º entre día y noche poco. 11 Vieron vn ave que se llama rabifor-
9ado •1
, que haze gomjtar 11 a los alcatra9es lo que comen para 82
comerlo II ella y no se mantiene de otra cosa. Es ave de la 11
mar, pero no posa en la mar nj se aparta de" 11 tjerra .20. leguas.
Ay d' estas muchas en las II Yslas de Cabo Verde. Después
1
• vieron dos alcatra II ces. Los ayres eran muy dul9es y sabrosos, 11
que diz que no faltava sino oyr el ruyseñor 11 [f. 6 v] y la mar
llana commo vn río. Pare9iero11 después II en tres vezes tres
alcatra9es " 11 y un for9ado: vieron mucha yerva.
'º
Domjngo, 30 de setiembre
Navegó su camjno al gueste. Anduvo entre día II y noche
por las calmas .14. leguas; contó on II ze. Vinjeron al navío"
quatro rabos de II junco, qu' es gran señal de tjerra, porque
tantas aves II de vna naturaleza juntas es señal que no,. 11 andan
desmandadas nj perdidas. Viéronse qua II tro alcatra9es en dos
et rabi interlineado.
12 Hay dos para. el primero testado.
03 de se repite al final y al comienzo del renglón.
M El resto de lo línea tnchado (y vieron mucha yerva).
85 novio repetido; la primera tachado.
'" se, tachado, al final del renglón.
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vezes; yerva, mucha. 11 Nota que las estrellas que se llaman
las guardias, 11 quando anoche,e, están junto al bra,o de la
parte del II ponjente; y quando aman~e están en la línea H
debaxo del bra90 al nordeste, que pare,e que en toda 11 la noch~
5 no andan saluo tres líneas, que son .9. 11 oras, y esto cada noche;
non esto dize aquj el Almjrante. 11 También en anoch~iendo, las
agujas norueste 11 an vna quarta, y en amane,iendo están con
la estre II lla justo. Por lo qua! par~e que la estrella haze ¡j
movimjento commo las otras estrellas, y las agu II jas piden
'° siempre la verdad.
Lunes, 1.º de otubre
Navegó su camjno al gueste. Anduvieron .25 . 11 leguas; contó
a la gente .20. leguas. Tuvieron 11 grande agua,ero. El piloto
del Almjrante tenja oy, il en amane,iendo, que avían andado
15 desde la Ysla 11 del Hierro hasta aquj .578. leguas al gueste. !!
La cuenta menor que el Almjranle mostrava a la gen II te eran
.584., pero la verdadera que el Almjrante juz 11 gava y guardava
eran .707.
Martes, 2 de otubre
Navegó a su camjno al gueste noche y día 11 .39. leguas;
contó a la gente obra de .30. leguas. 11 La mar llana y buena 67
siempre «A Dios muchas gra 11 9ias sean dadas» , dixo aquj el
Almjrante. Yerva II venja de leste a gueste, por el contrario de
lo que II solía ; pare9iero11 muchos pe,es: matóse vno. 11 Vieron
" vn ave blanca que pare,ía gaviota.
Miércoles, 3 de o/ubre
Navegó su vía ordinaria. Anduvieron 47 leguas; 11 [f. 7 r]
contó a la gente .40. leguas. Apare9ieron par 11 delas; yerva mu-
61 na, de buena, superpuesto.
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cha, alguna muy vieja y II otra muy fresca, y !raya commo fruta;
no vie II ron aves algunas, y creya el Almjrante que II le quedavan
atrás las Yslas que traya pinta II das en su carta .
.. Dize aquj el Almjranle que no se•• qujso detener bario- non
• ventean II do la semana passada y estos días que vía tantas
señales II de tjerra, avnque tenja noti9ia de 9iertas yslas en
a II quella comarca; por no se detener, pues su fin era II passar
a las Yndjas; y, si 70 se detuviera, dize él, que no 11 fuera buen
seso.
10 Jueves, 4.º de otubre
Navegó a su camjno al gueste. Anduvieron 11 entre día y
noche .63. leguas; contó a la II gente .46. leguas. Vinieron al navío
más II de quarenta pardales juntos y dos alcatra9es, 11 y al
vno dio vna pedrada vn m090 de la cara II vela. Vino a la nao
n vn rabifor9ado y vna II blanca como gaviota.
Viernes, 5.º de otubre
Navegó a su camjno, andarían onze mjllas 11 por ora, por
noche y día andarían .57. le 11 guas, porque afloxó la noche algo
el viento. 11 Contó a su gente .45. La mar bonan9a y llana 11 «A
20 Dios, dize, muchas gracias sean dadas~. El ayre II muy dul9e
y temprado, yerva njnguna. Aves II pardelas muchas, peces
golondrinos volaron II en la nao muchos.
Sábado, 6 de otubre
avegó su camjno al vueste o gueste, qu' es lo 11 mismo;
,. anduvieron .40. leguas entre día II y noche; contó a la gente .33.
leguas. 11 Esta noche dbm Martín Alonso que sería bien na 11
68 Estas líneas, hasta el final del día, están escritas con caja más
nnchn.
ea se interlineado.
10 si interlineado.
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vegar a la quarta 71 del gueste, a la parte del II sudueste; y el
Almjrante pareyió q11e no 73
• Dezía esto II Martín Alonso por
la Ysla de <;:ipango, y el II Almjrante vía 73 q11e si la erravan q11e
no pudieran II tan presto tomar tjerra , y que era mejor vna il
• vez yr a la tjerra firme y después a las Yslas.
Domingo, 7 de ot11bre
Navegó a su camjno el gueste; anduvieron 11 .12.º mjllas "
por ora dos oras, y después .8.º 11 [f. 7 11] mjllas por ora; y
andaría hasta vna ora 76 de sol 11 .23. leguas. Contó a la gente .18.
'º En este día, 11 76 al levantar del sol, la caravela II Njña, q11e yva
delante por ser velera, y anda 11 van qujen más podía por ver
prime l¡c-rra, 11 por gozar de la merced q11e los reyes a quje11
prime 11 ro la viese avia [n] prometido, levantó vna 11 vandera en
el topo del mástel y tyró vna II lombarda por señal que vían
10 tjerrn, porque así lo II avía ordenado el Almjrante. Tenya tam