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RES DE LA FE ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ISLA ESPIRAL MARIA DOLORES DE LA FE EDIRCA POPULAR, 2 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ''-" 1982 María Dolores de la Fe Edirca, Editora Regional Canaria Avda. Escaleritas, 39-A Las Palmas de Gran Canarias ISBN: 84-85438-27-2 Depósito legal: G. C. 234-82 Imprime Industria Gráfica MAE ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Yo no he pedido v1v1r. Me esfuerzo en acoger sin asombro y sin cólera todo lo que la vida me trae. Y me iré sin haber interrogado a nadie acerca de mi extraña estancia en esta tierra. Ornar Khayyam ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Lo anunciaron por la radio. Bueno, no es que fuera una de esas noticias a nivel nacional, por el Diario ljablado o algo así, sino por medio de uno de esos «anuncios» que tan lucrativamente explotan las emisoras locales. Se oye un campaneo muy apreciable, o un angelical coro como de primer aviso para el Juicio Final (o a medio camino hacia la Resurrección), y entonces una voz muy acorde con las circunstancias, va y dice, como dejándose caer, supongo, entre la natural y novelera expectación de las radioescuchas, que a esa hora suelen estar en la cocina con el transistor puesto, y muchas a todo volumen: «Descanse en paz Fulanito /a de Tal y Tal, que ha fallecido en tal sitio y a tal edad en el día de hoy». Generalmente suelen asegurar que lo ha hecho «después de recibir los Santos Sacramentos y hasta la Bendición Apostólica». Pero cuando la muerte ha sido de las de moda, por accidente de coche o esas cosas del corazón, se limitan a anunciar unos enigmáticos «Auxilios Espirituales» que si nunca se sabe bien qué son o en qué consisten, tampoco comprometen a nada. Luego, sueltan toda la retahila de familiares (con 7 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. especificación de empleo o, en su caso, de ausencia de cada cual), sin olvidar eso de «y demás familia», supongo que para que no se pique nadie, por si acaso ... nunca se sabe, los familiares mientras más lejanos más suspicaces. (Y si hay muerto importante por medio, no digamos). Después de invitar piadosamente a la misa de corpore insepulto -que se ha puesto muy de moda- y /o a la conducción del cadáver desde la casa mortuoria (a veces, desde algún centro hospitalario donde tal vez se ha facilitado técnicamente el despacho al otro mundo), se culmina con la inefable, fabulosa coletilla: «Por cuyo favor les quedarán eternamente agradecidos». Como si el agradecimiento pudiera ser eterno ... ¡si hasta dudo de que exista eso! salvo algún chispazo digamos sobre la marcha, un agradecimiento dQ urgencia y de salir del paso ... También, en los contados casos del óbito de usufructuarias del casi desaparecido servicio doméstico, jamás se dice «cocinera» o «sirvienta p'adentro». Se dignifica con la solemne frase «y su fiel acompañante » ... Muy bonito, sí señor, aunque sea el último nombre de la esquela, cada uno en su sitio social, ¿no? Lo que no deja de ser injusto, ya que por lo general la «demás familia» no suele. estar nunca tan cerca del «occiso» u «occisa», día a día, tecla a tecla, como la llamada «fiel acompañante», que por algo se la llamará fiel, hasta la muerte del acompañado o acompañada ... Bueno, me da igual. Yo nunca he sido de esas mujeres repollinadas en su butaca, dándose aire con un abanico, siempre requintadas con todo lo que hacen las criadas, pero que no pueden vivir sin ellas. Así, empezando a hacer un potage de berros, fue como me enteré de que había muerto Matilde, a los cincuenta y ocho años de edad ... (Oué indiscreción, dejar una mascarilla mortuoria invisible, diria que 8 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. transmitida por las ondas como las telefotos, plasmada ya irremediablemente en una edad fija ... ) y también qué frescura, no dejar siquiera un resquicio a la imaginación 9e las radioyentés que no conocieron al muerto anunciado, para que se les permita divagar sobre cómo sería con tal nombre, si joven, si viejo, si birriento, si de buena familia, si de fortuna tomatera ... Pero, bueno, también es verdad que con esa simple especificación de la edad, al menos no se nos priva de poder crear una breve, fugaz novelita a nuestro gusto. Con lo emocionante que resulta oír, de vez en cuando, la noticia de la joven que muere a los dieciocho años, el joven a los veinticinco, casada, soltero, con hijitos, con prometida ... porque en los anuncios mortuorios nunca se dice novio, ni ligue, sino prometido, sería palabra más acorde tal vez con la gravedad del caso ... y qué raro, allá en un pueblo del interior, en el pueblo ... Qué raro, ¿por qué iría a parar allá, al final de todo, para el final de todo? Por lo que pude oír, pese al impacto, al estupor de la noticia, todavía vivía el que debía ser un segundo marido por lo menos, puesto que la solemne voz había nombrado, encabezando el reparto de familiares -pocos-- a un «su desconsolado esposo» :un tal Francisco No-sé-cuántos, creo. (¿ Es posible que todavía pudiera desconsolarse algún hombre por la muerte de Matilde, o sería simple tópico funerario, sin consultar al interesado, como un impreso preparado de antemano donde sólo hay que rellenar los nombres? En estos casos no suelen agregar la consoladora advertencia de «Táchese lo que no convenga», que aquí pudiera ser «desconsolado esposo» o «su esposo», a secas). Bueno, conque Matilde se había vuelto a casar ... i madre mía!. .. como si no hubiera tenido bastante con aquel sarandajo, aquel primer marido de su juventud, al que ni siquiera ahora puedo desear «que en gloria esté» ni que «en paz descanse», a menos que la misericordia divina sea algo así como una amnistía total, que también está muy de moda últimamente ... quién sabe ... ... Y murió a los cincuenta y ocho años, claro ... (Cada 9 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. vez vienen los berros más chicos, una verdadera porquería, no se acaba nunca de limpiarlos) ... No está mal. Si vamos a ver, es una buena edad para salir de esta vida todavía con paso airoso, es de suponer, y entrar en la otra, sea como sea la que nos espera Allá. Cincuenta y ocho años. Ni joven, claro que no, pero tampoco vieja, lo que se dice un carcamal. A menos que estuviera ya tan estropeada, tan cansada de todos sus jaleos y avatares en vida, que las circunstancias le hubieran acelerado el deterioro natural que traen los años, sobre todo si han sido de aúpa. Contra esto no hay cosmética que valga; eso no lo cura ni el médico chino. Después de picar los dichosos berros, me entró prisa, sin saber todavía bien por qué, y no tuve ganas ni siquiera de hacer la fritura como Dios manda, así que lo eché todo en crudo en el caldero, le majé un pizco de cominos con perejil y ajo, y me puse con las papas. Sentía una jirivilla en el ombligo, como cuando la vecina majorera me explica sus síntomas infalibles de volver a, tener la madre esconchabada. Seguía teniendo una prisa rara, así que pelé muy pocas papas, apenas las necesarias para espesarlo y que no resultara un caldo verguillas. De todas formas, ya me parecía oír a Pepe poniéndole repudios al potage, por lo poco espeso que iba a quedar. Pero yo tenía prisa y no podía estarme con muchos requilorios. Total, por un día ... el día de la muerte de Mati lde ... Entonces, qué casualidad, llegó mi ahijado Manolo, que ya está hecho un hombre, con su Seat y todo, que sabe manejar sin haberlo esconchabado todavía. Me dijo que si podía venir a almorzar temprano, porque tenía que hacer unas diligencias urgentes y no le iba a dar tiempo para tirar hasta su casa, allá en las quimbambas, por donde ahora hacen casas para el reboso de gente que ya no cabe en la ciudad. Y entonces me di cuenta de que le estaba diciendo que sí, que hombre, por Dios, faltaría más, pero que si no podíamos darnos un salto hasta cerca de San Mateo, y de paso hasta podíamos comprarnos allá un buen quesito tierno. 10 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Mi ahijado Manolo me miró con los ojos como chernes, como si estuviera viendo visiones, con lo poco amiga que soy de salir antes de almorzar, como no sea temprano a la plaza, que los días que me toca, me dura el insulto por los precios hasta bien entrada la tarde. Yo creo que si me ve retratada en una revista de esas de ahora, llena de mujeres en pelete (que a veces trae Pepito bajo el brazo, escondiéndolas como un sorrocloco, ijum! y se cree que yo no me entero) no se queda tan asmado. Hasta pareció algo engrifado. - ¿A San Mateo ahora, cristiana, casi en hora punta? - Sí, hombre, por el escaletri llegamos en un momentito ... Total, en· 10 que se hace el potage ... Tan abatatado debí dejarlo con mi antojo, que no dijo ni pío. Hizo sonar las llaves del coche, que es un guineo que cogió cuando estrenó el Seat y todavía se la echaba, y salió por la puerta para afuera. Encargué a mi hija Pimpina, que estaba estudiando en el cuarto, que le diera una vueltita al potage de cuando en cuando, para que no se pegara al fondo del cacharro, que me da un coraje tremendo tenerlo después que estar raspando, con el cuchillo de limpiar los pájaros, que hasta da dentera. Tiré las cholas en medio del cuarto, me entré los zapatos nuevos, aunque me habían hecho gallinas, y salí como un rehilete hasta la calle. Parecería una palanquina, toda desmangallada, con el traje de dentro de casa, pero me daba igual. Al fin y al fallo, no me iba de belingo. Ya bien pasado Pico Viento, mi ahijado ly1anolo empezó como a despertar del sueño; todavía seguía con cara de no creérselo como cuando uno no acaba de salir de una pesadilla que le parece que es verdad, que me ha pasado bastantes veces. - Madrina, ¿se puede saber a qué vienen esas prisas tan raras, de querer ir nada menos que a San Mateo ... ? Es un pizco más abajo, antes de llegar al pue-blo ... 11 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Pero, bueno, ¿para qué, se puede saber? Es que murió Matildita, hombre ... ¿ Oué Matildita? Una que yo conocía desde chica, y no la había vuelto a ver ... - Pues menos me lo explico, madrina. En vez de alegrarse por librarse del rollo, con la disculpa de la distancia ... ¡ Jesús, hombre! - ¿Ya santo de qué tiene que ir con esas prisas? - Porque el entierro es esta tarde a las cinco, y me gustaría hablar con ella (¡jinojo! ¡fuerte interrogatorio!) - ¿Hablar ... ha-... ? (La voz se le puso igualito que una gallina con gogo). Mi ahijado Manolo tenía todo el aspecto del que tropieza a ciegas con un muro sin saber por donde cae la entrada. Con su pachorra de siempre (como que es hijo de su padre, más pachorriento él también que todas las cosas) prefirió callarse, como si me dejara por inútil. Siguió para arriba y pasamos Santa Brígida. Me fui quedando embelesada. El aire olía a eucaliptos calientes, como cuando yo era chica. Pero no vi árboles, apenas. Es que los recuerdos siempre siguen oliendo al mismo olor de entonces. El olor seguía. Y las voces. Y la propia Matilde bajaba por un atajo como una cabra, como lo que fue después, si vamos a creer lo que decía la gente ... A mí no me lo crean, mi alma la quiero para Dios. 12 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. El anuncio de la radio -¿sería eso?- se me quedó dentro tan clarito como si me lo estuvieran repitiendo con el mismo tinete machacón que la tabla de multiplicar en la escuela de doña Nieves. Así que supe exactamente por donde había que ir a la casa de Matilde difunta. (O quizás es que to sabía, i no lo iba a saber! Como si estuviera emplazada desde siempre para esta visita. Sin invitación, sin formulismos previos. Porque, ¿a dónde, si no, hubiera ido a tener la Matilde de cincuenta y ocho años?) Desde lejos, unos sombreros negros parecían los puntos de referencia. Sí, allí tenía que ser, claro. No había mucho rebumbio. Los sombreros negros, pocos, se movían sobre unos cuerpos como cansinos, que también iban a casa de Matilde, como nosotros. Dentro -dejamos fuera aquellos olores de siempre, que todavía siguen allí, Dios los bendiga- pude fijarme después que había más pañuelos negros que sombreros, porque los hombres se destocaban al entrar. Siempre parece haber una relación sombrero-respeto, por muy reacio que sea el hombre del campo a separarse de su entrañable cachorra. Como está mandado. Las mujeres son más en el mundo para todo, para lo bueno y para lo 13 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. malo, para la novelería y para el melodrama, para el parto y para la muerte. En misa pasa lo mismo. Donde no se vean mujeres en más cantidad, suele ser cosa mala: recuerdo el bebedero de Juanito el de Teror ( ... «¡niña, no te vayas a parar en esa puerta, ándate luego ... !»), por ejemplo, siempre plagado de hombres beberriquiando, pegados al vaso pringoso con un quince de ron y al plato de chochos, salados como la pilla, por todo enyesque, como si no tuvieran otra cosa que hacer en este mundo. Y con el cachorro enterrado hasta los ojos, el totizo al descubierto, porque por lo visto el ron no les produce mucho respeto. Con un par de quinces, mamadera segura. Y rebotallo en la casa, luego, con la consabida tollina a los chiquillos, porque al que tiene mala bebida, el ron no le saca una alegre rumantela, sino una templadera fartona o peliona, cuando no llorona. Del zapatazo, espanta a todo su rancho ... En alguna parte tenía que estar el viudo, supuse. Ah sí, aquél era, donde todas las manos entrantes iban a parar, manos del campo quemadas de sol y tierra, unas -las izquierdas- manteniendo el sombrero negro; otras -las derechas- manteniendo el apretón obligado del pésame sin palabras claras, sólo farfullos adivinados. (Si Pimpina se habrá acordado de darle una vuelta al potage.) Conque aquél era el viudo de Matilde ... Qué curioso, no sólo no llevaba puesto el sombrero negro (la vieja costumbre de los lutos masculinos: el sombrero encasquetado sobre los ojos, las solapas de la chaqueta subidas hasta las orejas), ni en ninguna mano, sino que ni siquiera tenía el aire ni las marcas en la frente de haberlo llevado nunca. Lo que llevaba en la mano izquierda (qué raro, no era un rosario, ni, qué sé yo, alguna flor) era un libro, como si le hubiera sorprendido todo este asunto de la muerte a media lectura, inesperadamente, como cuando te llaman por teléfono. No era 14 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. un libro de misa, era un libro moderno, corriente, de esos de ediciones de bolsillo o algo así. Mi sombra distinta le hizo desviar los ojos de los habituales del pésame y se quedaron en los míos, atravesando mis gafas. Eran unos ojos serenos, infinitamente tranquilos, sin curiosidad ni preguntas. Pensé que si en ese momento aparece allí el Capitán General con todas sus galas, o Satanás con todas sus pompas, sus ojos tampoco hubieran demostrado, registrado nada nuevo. Los ojos estaban en su cara para ver, para verlo todo y nada más. No eran ojos-retrato. No eran ojos-mensaje. No hablaban. No eran los ojos de Matilde, claro. Entré. Empezó pareciéndome un disparate -pero luego, no- (tú siempre con tus disparatadas figuraciones) pensar que aquí, en este pueblito lejano y campurrio, pudieran darse tantos trazos goyescos. Pero todo este cuadro en el que me hallaba metida era un puro Goya. Estas caras, las profundísimas gravedades de las expresiones faciales, estos contrastes de sombras sobre sombras en un cuarto soturno, aguafuertes de pobreza y lutos, de negros y rasgos como hechos con una puntilla ... este remoto fondo de locura que parecía refulgir de pronto, a ramalazos, allá muy en el fondo de estos oscuros ojos campesinos, tan pasivos en la superficie, ¿dónde también pueden encontrarse sino en Goya? En modo alguno eran los ojos blancos de los cuadros de Antonio Padrón, aunque sea más nuestro. Bueno, tal vez él los dejó así para que cada uno reflejara su locura, sus sueños, sus maguas ... qué sé yo ... esto tan hondo e incógnito que late en cada cual. Bueno, tal vez sólo fueran espejismos en estas horas de un duelo en un tórrido mediodía ... el solajero ... Lo que me maravillaba a la vez era aquel estruendo pajarero, como si todas las bandadas de canarios del mundo hubieran roto a cantar en tropel, atropelladamente, a pleno pulmón emplumado, poniendo en música de trinos el amarillo fuerte de sus plumas. Qué i¡respetuosos, pero qué sedantes; estos gorjeos, estos 15 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. «do de pecho». A estos seres ;libres no se les puede decir, claro, «vete a que te den un pizquito de tente allá» ... Ya se sabe, los canarios, enjaulados y todo, en cuanto sienten la bulla se suman irresistiblemente. - También nos pasa con el timple, ¿ no? En cuanto oímos el furrungueo del timplillo, ¿ no nos sumamos irresistiblemente, por dentro y· por fuera? (Péro, Matilde, eso es distinto ... ) (Si Pimpina se habrá acordado de mirar el potage ... ) Y Matilde, ¿dónde estaría? ¡Dónde iba a estar! En el centro de la soturna reunión, claro, como siempre. Sólo que esta vez, difícilmente podría mantener centrada en ella toda la atención masculina, con o sin sombrero negro. Y así y todo ... - ¿Todavía no me has perdonado lo de Eugenio, mujer? (¡ Claro que sí!. .. En cuanto eché unas lagrimitas, se me quitó la rasquera ... Y luego hastá llegó a darme una risa tremenda, pareciste zahorina, muchacha ... ¡fuerte sarandajo resultó el muchachito! ¿eh? Mira que si tú no me quitas el pretendiente, sabe Dios lo que sería yo ahora ... Así que, encima, tengo que estarte agradecida ... ) - Pero tengo que aclararte que no lo hice por librarte de él, querida ... por desgracia, fue todo lo contrario ... me interesaba y no vacilé en engodarlo, hasta que picó ... ) (Bueno, es igual, ya sabes que yo voy dejando en la cuneta todo lo que puedo ... no quiero cargas in.útiles ni negativas ... Me gusta limpiar fondos cada día, lo que 16 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. nunca hacen los correíllos, y dormirme con la mente en blanco ... ) - Dichosa tú que has podido hacerlo ... Mis sueños siempre estuvieron tan cargados, tan densos ... (Olvídalo, niña, total. .. ) Por algún resqu1c10 llegaba olor a café. Claro, la gente habría estado en planta toda la noche. En los velorios, el café es el primer luto bebido de los que acompañan la vela de los muertos. Ellos velando. El muerto durmiendo, arropado -¡seguro, cómo si lo viera!- por multitud de conversaciones que no sólo ya no le importarían nada, sino que, encima, absolutamente nada tenían que ver con él. Como siempre. ¿Hay nada más enciclopédico que la recopilación de los temas tratados en un velorio corriente? Sin entrar en orden alfabético, que ya sería demasiado para un recuento de urgencia -lo mismo que querer meter la catedral en San Telmo-- juraría que anoche se habló, hombres con hombres, mujeres con mujeres, café con café, café con ron, ron con tabaco, de casi todos estos temas: el tiempo; las papas; repaso a las aJtas y bajas de las respectivas familias y amistades ¿,y «personas piadosas »?; salto atrás con pregunta de «¿y qué ha sido de Fulanito?» respecto de algunos no presentes en el acto; los nuevos novios; los partos de cada una, con pelos y señales y estremecedor relato de sus interminables sufrimientos; el relajo de la juventud de estos tiempos; el tiempo, en singular, siempre presente; algún punto para un tapete de barbilla; las enfermedades, los andancios de siempre, el «andancio que anda»; las desgracias, que nunca faltan porque, según ellos, no sólo nunca vienen solas, sino que se encadenan como para dar 17 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. perpetuo tema de conversación a esta gente del campo, en general poco habladora; el cura de otro pueblo; la ciudad y las diferentes opiniones sobre experiencias personales durante el viaje de cada cual a la ciudad, por mor de algún pleito «en el uzgado» o alguna diligencia para el carnet, el Seguro, la Hacienda ... ; el tiempo ... el tiempo ... el tiempo ... que no llueve, que cayó una garujilla, que los del agua abusan demasiado, que no voy a plantar esta vez, que no llueve; que don Cacique mangonea más de la cuenta con el agua, más que antes, que ya es decir; que a lo mejor el invierno va a ser bueno porque el verano está pegando fuerte ... ¡ Mi ahijado Manolo! Lo vi de raspafilón, allá a la entrada, y me dio reparo aquella cara de angustia, como si tuviera angurria y no supiera a dónde ir, perdido, más amarillo que un bufo, entre tanta cara morena y recia, cara de muchacho de ciudad, cara débil, que ahora me parecía tan lejana de mi vida ... Claro, mi ahijado es un muchachito nuevo y seguramente tendría cierto reparo en estos asuntos de muertos, seguro que nunca había visto uno. Ya los vería ... - Esto... oye, Manolo, te vas a volver a casa, ¿oíste? y le dices a Pimpina que se encargue ella de ponerles el almuerzo, que ya iré yo cuando pueda ... que no se preocupen, que hay piratas a toda hora, ¿sabes? No te olvides de llevarles un quesito de por aquí, hombre ... Mi ahijado no puso reparos a mis encargos, a ninguno de ellos. Meneó la cabeza con más nervios que con conciencia de lo que hacía, y traspuso, sin saludar a nadie. Nadie lo conocía, si vamos a ver. Ni a mí tampoco, claro. Pero yo tenía que estar allí. 18 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Un jirimiqueo, iniciado aún antes de llegar hasta donde estaba la muerta, con sus inevitables candelabros y sus floritas acá y allá, nos hizo saber que otra mujer del pueblo se acercaba. La cara de siempre, tan vista siempre en el campo: cutis tan atezado que ya ni era cutis, sin edad, ojos profundos más que hundidos. Vejez anticipada. Brazos y manos fuertes, recios. Manos y brazos que parecen siempre dispuestos a alzarse, las manos abiertas con los dedos bien separados, y los brazos preparados para formar el debido ángulo, tan característicos, tan conocidos, tan propios de la gente de los campos nuestros. Esta mujer recién llegada no se limitó sólo a lloriquear, a sorber los mocos torciendo la boca en un gesto casi presentido por mí de antemano, de tan bien como lo recordaba desde mi niñez. Esta mujer desconocida se arrodilló junto a Matilde y le descubrió la cara para besarla. Conque así era la Matilde última ... Había caído en la tentación tan corriente de querer disimular las canas -porque las tendría, si lo sabré yo- con un tinte dorado oscuro, tirando a caoba mal copiada. ¿Por qué lo haría, por quién? Sin embargo, en cierto modo era la 19 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. cara de siempre, de antes, bajo la infinita paz de la muerte. Con sus ojos cerrados, se me perdía ya el poder saber qué estaría pensando ahora -y en otro momento menos grave y trascendental, hasta hubiera dicho qué estaría tramando ahora. Pero allí estaba su cara serena y pálida, con las rayas inevitables que va trazando el tiempo, que va poniendo la vida en sus fieles seguidores. Muescas vitales ... ¿No hubiera sido justo decir también, como en mi caso y ep el de todos los que seguimos más o menos vivos, «por cuyo favor le quedarán eternamente agradecidos»? Agradecidos por vivir todavía, por poder estar junto a una muerte en vez de estar protagonizando la propia muerte misma ... Me hubiera gustado verle las manos, pero la mujer llorosa no había llegado a descubrirlas. ¿Cómo serían ahora las manos de Matilde, manos de cincuenta y ocho años o habrían envejecido más que ella? ¿ Tal vez como las de estas mujeres que la ,acompañan con suspiros ( «¡ay, qué se le va a hacer», «todos tenemos que pasar por eso», etc.), rosarios, murmullos de vagas conversaciones particulares, como restos de las de anoche? («Es que no semos naide, quería ... ») ¿Seguiría teniendo las manos de antes, tan características, pero en modo alguno parecidas, entonces, a las de las mujeres del campo, aunque hubiéramos nacido, ,ella y yo, campurrias? ¿ Con dedos llenos de oscuros torondones? Pero, ¿por qué aquí, en el campo? ¿Por qué vendría a morir precisamente aquí, ella que fue siempre mujer de ciudad, de ciudaddes, de asfaltos y no de caminos de tierra? Los ojos de Matilde me miraban -iguale&desde sus párpados cerrados. (¿Por qué en el campo, Matilde? ¿Por qué volviste al campo?) 20 - Volví porque necesitaba mis raíces, saber, comprobar que había un pueblo, una tierra donde viví mi infancia, mi primera luz; que sin ser mía por dinero o herencia, era como mía, más mía aún que ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. por dinero o herencia. Su aire me creció y quise hacerme tierra a través de las raíces. (Pero, Matilde, ¿de verdad pensaste alguna vez en esas cosas? - Amor y muerte son dos cosas que llevamos dentro, ¿no? Descargada ya de una parte del equipaje, tenía la otra pendiente. Y vine. Yo tenía esta tierra en mi sangre, me dí cuenta en la ciudad. Y tenía que tenerla en mi aire. Y vine. (Pero, Matilde, ¿por qué venirte definitivamente al pueblo? - Necesitaba el pueblo, el lugar, porque aquí tenía que permanecer algo mío esperando siempre mi regreso. Porque ahora sé ·que la tierra del pueblo, de tu pueblo -quién iría a decírmelo-- es la puerta del mundo y no al revés. (Pero, Matilde, si te asfixiaba este ambiente, si buscaste la puerta del mar para huir ... para respirar, dijiste ... ) Dije ... dije ... sí. Pero vine también en busca de los viejos olores y de los sonidos, los sonidos antiguos, ¿ya no te acuerdas de lo importante que es todo esto? Y el silencio: no podía buscar la raíz, la tierra, a gritos. Tenía que volver a las voces, los paisajes, días y noches de aquí, aire, aires. (Pero, Matilde, ¿no habíamos olvidado todo esto, mejor dicho, no dijiste que odiabas de tal modo todo esto que no querías ni volver a oír este nombre del pueblo en toda tu vida?) 21 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. - Olvidar ... olvidar es saber. Saber por ejemplo que la placita del pueblo ya es el mundo. O que el mundo no cabe, o sobra, en la placita del pueblo ... (No te entiendo. Con el disgusto que se llevó tu madre ... ¿murió antes de saber estas cosas tuyas?) 22 - No seas boba... ¿ no sabes que las madres no se nos mueren nunca? A veces, sí, nos matan o se nos muere la niña que llevamos dentro ... (¿ Cuándo empezaste a saber estas cosas?) - ¿ Cuándo se saben estas cosas? ¿ No se llevan ya sabidas dentro? (Y tu madre que creía ... ) - No estaban en la matriz ni en Ella; más allá de la Madre. (¿ Y por dónde empezaste a buscar?) - ¿Habría que empezar por los olores, los sonidos, las imágenes no borradas del todo pero indescifrables entonces? (Pero, Matilde, ¿qué imágenes querías?) - Una cesta pedrera, ya medio podrida de lluvia, de tiempo, de abandono, de inútil. .. Pero, Matilde, ¿no es una imagen sin sentido?) - Viejísima imagen sin sentido que quedó indeleblemente fija en mi memoria, ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. en mis recuerdos. Y otras también: las faldas negras de las mujeres con el pañuelo eterno, que me parecían todas viejas, a mis ojos niños. La mancha violácea de un tuno caído, escachado, olvidado en un camino de tierra, seca del tiempo sur, con cercas de piedras y lagartos, bordeado por las voces desde las casas ... ¿ te acuerdas? ... con espacios llenos de aire y colores... este aire y estos colores no se repitieron nunca fuera de aquí. .. Y unas manos secas, con uñas terrosas, también viejas desde aquellos tiempos. ¿ Las ves aquí ahora, dándome la razón de que no buscaba en vano, de que no vine en vano? ... Y unos matos secos, el gesto nervioso del gallo, vivísimo ... (Pero, Mati lde, ¿ cuándo, cuándo?, ¿ dónde?) - Dónde sino aquí, en la tierra donde han de estar mis raíces ... (¡ Dios mío, Matilde! ¡ Si ya casi van a empezar tus raíces!) - Ah, las voces ... las voces siempre lejanas, como en el sueño del calor del mediodía ... de la primatarde del campo ... un perro ronco ... algo más ... ¿ruedas lentas, algún carro, había carros todavía? (¡No te vayas, Matilde! ¿No sentiste ningún temor? - ¿ Temor? ... Sí ... uno, al principio: ¿se habrán arrancado de cuajo mis raíces, como el hombre que limpiaba los surcos; se las habrá llevado el viento cualquier día de tiempo sur, no quedarán ni raspas? 23 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ( ... ¿Hasta encontraste tus días?) - ... aquellos días que parecían como pintados por las monjas, tanta era su serenidad, su sosiego, en la diafanidad del recuerdo .... (Matilde, perdona, pero eso me suena un poco cursi, como si dijeras eso de «volver al nido» o algo así. .. ) - Yo siempre fui cursi en el fondo, no lo puedo remediar aunque lo disimulaba a más no poder ... ¿ Y sabes? Nunca encontré un nido ... Nunca fui a buscarlos, los escuchaba luego vivos, sonoros. (Hay qué ver, Matilde ... tú nunca parecías pensar ... ) - Tal vez lo que se ha llevado dentro desde la niñez, como se llevan los huesos, no se piensa nunca, ni hay que pensarlo ... Despierta un día a la menor señal, a la más inesperada señal: un olor antiguo que te devuelve al tiempo, un sonido, un atisbo de figura que parece volver del lejano fondo de entonces, y ya está. Y vine. Era en primavera. (En primavera ... Pero, Matilde, ¿de qué año?) - Entonces, también lo recuerdo, el tiempo se contaba por estaciones, no por años. Como se contaba la suerte o la desgracia por cosechas, ¿ no te acuerdas? (Bueno, al fin y al fallo, la tierra y las estaciones son las mismas en todas partes, Matilde). - ¡ Oué te crees tú eso! Las nuestras, no. 24 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Esta tierra, aquí, es la que nos ha amasado los huesos ... Ah, sí, y aún temía otra cosa: ¿ dónde estarían las manos que habrían de reconocerme como hija con derecho a raíz, dónde estaría la memoria que me afianzara en mi seguridad de que al fin estaba allí, aquí? (Matilde, date prisa, sólo faltan unas horas para la tierra ... i Dios mío!. .. ) - ... Por eso el deseo de volver me enloquecía a veces, no sabía de horas ni de años... No me amañaba allá, no me hallaba ... No quería saber de días ni de noches. Antes, ¿ te acuerdas? parecía que la noche no la rompía el sol, sino el canto del gallo, que acuchillaba el aire como a un velo, rasgaba la noche y venía la oleada de luces, luces de verdad, con sus colores, y las sombras no eran negras, como allá, como en cualquier otro lado, sino azules, y los sonidos también tenían color, y las voces ... (Cuánto has cambiado, Matilde ... ¿eres distinta o eras distinta?) - La naturaleza es tremendamente vengativa. Se venga, hasta con ferocidad, a la larga o a la corta, cuando no se ha hecho lo que ella quiere, cuando no se cumplen sus exigencias, sus implacables ritos ... cuando se le quiere llevar la contraria, date cuenta ... Pude llegar antes de que me refataran mi sed de tierra ... 25 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Unos carraspeos entreverados de farfullos. Un remover de sillas y taburetes. La gente se ponía en pie, con cierto respeto. Más suspiros. El feroz ramalazo de luz que señalaba la puerta, se vio atravesado por una sombra negra que se adelantó hacia Matilde, sombra con cuerpo y cara ... El cu rita del pueblo, supongo ... i Demontre, mira quién venía a ser! ¡Un niño que estudió conmigo, con nosotras, en el Instituto! Me hubiera gustado pegar la hebra con él, en otro momento, claro. ¡ El cae! Por un momento volvimos a los latines, qué curioso. El silencio se hizo como clásico, bordado a realce de viejas palabras litúrgicas, palabras que jamás pierden su esculpida belleza pero que me sonaron altisonantes dentro de la pura sencillez del campo y sus gentes. Pero, así son las cosas, qué le vamos a hacer ... Padrenuestro ... «Nuestra hermana Matilde ... » ... Y de pronto me encontré pensando (por escarmentados y dolidos recuerdos propios) si todo este hecho 27 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. evidente, irreversible, de hallarnos aquí junto a Matilde (y Matilde en su ataúd, bajo un gran Cristo, con unos candelabros horriblemente altos -como conservados desde los tiempos en que el andamiaje funerario de entonces colocaba a los muertos en alto, sobre catafalcos con paños negro~ candelabros modernizados, por mor de las circunstancias, con supuestas velas sin cera, pobre imitación, con bombillos atulipanados, con una rígida corona contrahecha a los pies del crucifijo -¿por cuenta de la Casa?- que sabe Dios para cuántos muertos anteriores habrá servido, tan miserable frente a la tierna frescura humilde, sencilla, de las otras flores que sin duda habría traído la gente) obedecería a toda una organización comercial funeraria previa, como suele suceder en la ciudad -«usted ponga el muerto, que nosotros nos encargamos del resto»--. Si el negocio de «facilitar los trámites de la muerte a los vivos» habría llegado hasta aquí. .. En la ciudad -¡ay, mi ciudad!- hasta hay gente que se ha asegurado en vida un entierro decente ... Y las llamadas Pompas Fúnebres suelen tener en verdad muy pomposos nombres ... y de muy logrados matices, por cierto. Una de ellas. El Pensamiento. ¿Habrá nada más indicado para los que, contraviniendo el Bando Poético de un famoso vate. «Prohibido morirse en Primavera», no les quede más remedio y lo hagan, como el portugués del chiste, «en contra da sua voluntade»? - Tú y tu siempre adecuado humor negro ... Una segunda cae más bien en los dominios wagnerianos: El Ocaso, que incluye entre sus clientes, sin discriminación social alguna salvo tal vez en los precios, a los vulgares dioses de la sociedad y a los simples mortales de entierro de tercera, y gracias. 28 - Siempre fuiste, te lo dije siempre, sensatamente loca ... ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Otra, La Soledad, ya parece sugerir ciertas reminiscencias becquerianas, que siempre hace bonito y romántico, y los leímos en esa edad en que irremediablemente se le lee, al poeta de las Rimas y la perillita tísica, y cuando pasamos por la calle donde campea ostensiblemente el neón anunciador del negocio, siempre pensamos casi sin querer: «Dios mío, qué solos se quedan los muertos ... » Y seguimos nuestro camino tan campantes, con la conciencia -bueno, al menos la literariadebidamente en su punto, hasta diría que satisfecha de nuestra culturita prendida con alfileres, o de nuestra buena memoria. Pero los muertos no se quedan solos, ni nosotros tampoco. Los muertos se quedan con nosotros para siempre, hay algún punto remoto en nuestro cerebro donde guardamos para la vida a nuestros muertos, todos los nuestros, los de la familia, los de la amistad, los del conocimiento casual, los leídos en el periódico ... (Pero, Matilde, qué cosas dices ... Pero, ¡tú sabrás!. .. Bueno, al menos ya lo sabrás mejor que yo, claro ... ) - Los especialistas del cerebro no se han interesado en localizar el punto preciso de tan particular Necrópolis, pero existe, claro que existe. Cada cual vamos con nuestro cementerio a cuestas, dominándonos desde su ápice nuestra verticalidad ... hasta que pasamos a mejor vida, quiere decirse, a la horizontalidad pasajera, generalmente de unas veinticuatro horas, para mayor seguridad y tranquilidad de la gente que todavía se agonía recordando espeluznantes historias de catalepsias ... hasta terminar de cumplimentar los ritos vigentes de la misa de corpore 29 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. insepulto en la parroquia, y desde ahí al cementerio católico que corresponda ... o donde haya sitio, porque creo que ahora hay también tal escasez de este tipo de viviendas ... oye, ¿ no valdría la palabra morienda en este caso?... Trámites en los que, como ves, me encuentro ahora, casi... No son pensamientos morbosos ni macabros, sino los que corresponden a este momento en que acompañamos a Matilde en sus últimas horas de relativa exposición al mundo vivo. Aunque Matilde (tiene razón) sigue aquí y por lo que me parece, se está riendo, como siempre. - Es que me da mucha risa todo este tenderete. (Pero, Matilde, dicen que es el momento más grave ... crucial...) - Pero se trata de mí, ¿no? puedo reírme de mí, si quiero, ¿no? (Matilde, fíjate, has vuelto a la muletilla de tu infancia, aquel ¿no? casi constante hilvanando tus palabras unas a otras ... ) - Claro ... ya sabrás, algún día, cómo la muerte nos vuelve a vivir desde el principio. (Entonces, ¿no sirve de nada, a la larga, tanto corregir de los maestros, de los mayores, y luego de uno mismo ... ?) 30 - Bueno ... no deja de ser un sano ejercicio ... Mira, aquí hay una maestra ahora, y no me importa. ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Sí, aquí estaba una maestra, pero no era, claro, la de aquellos años antiquísimos. Al parecer, incluso me estaba hablando y no me estaba yo fijando, distraída entre Matilde y la salida del curita (corpóreo, sólido contraluz recortado de sol) escoltado por el monigote y el eco de sus latines. Y más suspiros de despedida. - Soy la maestra de aquí ... Sí, esta chacarona borrosa, casi impersonal, con la frente llena de barros y unas manos desinquietas, inseguras, me lo decía a mí, porque para las demás personas presentes, todas del mismo lugar, no haría falta advertirlo. La maestra ha sido siempre la persona que más miran en los pueblos, en la que se ponen a diario más miradas, esperanzas, rencores, murmuraciones y hasta préstamos de chiquillos por horas. La maestra lo recibe todo (chiquillos, quejas, piojos en ocasiones ... algún cestito de papas, unos huevos, un quesito tierno, alguna quíquera ... ) Las maestras viejas recuerdan los pueblos por donde fueron ascendiendo en el escalafón de la antigüedad como si estuvieran divididos en dos clases definitivas: pueblos regalones y pueblos agarrados. Tal vez no se acuerden ni de cómo era la casa que le tocó, si tenía el piso de tierra apisonada, o ratones, perinquenes, cucas ... pero no olvidaba si fue escuela con provisiones alimenticias a medio plazo, ofrecidas por el vecindario). - Doña Matilde fue siempre muy buena, muy generosa conmigo ... (Vaya, nuestro pueblito -tal vez gracias a Matildecaía en la clasificación primera: regalón. Quién iría a decirlo en tiempos de nuestro don Cacique particular, que hasta tenía que decidir si a la maestra nueva, o al cura nuevo, se le hacía el vacío o no: dependía también de quién estuviera de alcalde, alcalde asimismo impuesto por don Cacique, faltaría más.) La Maestra. A veces, «la maestrita», dicho con tono socarrón y hasta con cierto menosprecio compasivo, sobre todo cuando la facha física no responde a la respetabilidad de la Profesión, con mayúsculas. Unas 31 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. gatas y, en otros tiempos también un buen moño martillo, ayudaban mucho a la impresión. La Maestra, personificación de la casi única carrera que podían seguir las mujeres. Luego, llegaría otra carrera en la batalla por alcanzar un puesto de igualdad en la vida: Farmacia. La Maestra, aún descontando la inmensa dimensión de su aportación a la cultura -por muy en ínfima escala que fuera- debiera ser el primer monumento de cada pueblo, de cada lugar. Incluso aquel tipo, desaparecido ya (así lo espero, al menos) de la maestra con palmeta y cierto sádico ensañamiento con la infancia. Aquellas maestras increiblemente agrias, severas, rigurosísimas, que parecían complacerse en poner de rodillas a los chiquillos, penados por cualquier mataperrería que nunca llegaba a ser ni delito mínimo; penados con los brazos en cruz y libros en cada mano (de rodillas sobre garbanzos los ponía una que yo me sé); penados con unas orejas de burro hechas con periódicos, o con papel-baso a falta de otro, a ser posible de cara a la calle, cuando la escuela tenía balcón; penados con cuarenta palmetazos cuando no contestaban como alpispas a la tabla de multiplicar salteada, sin preguntarles nunca la tabla del cinco, que era más fácil; cuarenta palmetazos que dejaban llenas de torondones morados las pequeñas manos de uñas roídas ... incluso ese tipo de maestras merecen cierto homenaje por su labor, porque enseñar sí que enseñaban, amparadas en su lema «La letra con sangre entra». Sí, a la entrada de cada lugar del mundo habría que poner el recuerdo a la Maestra, O al Maestro, ya que por una vez puede simbolizarse en femenino una profesión ejemplar. (No ha de decirse siempre El Hombre, como cuando se habla de la historia de la Humanidad, por ejemplo: el hombre de las cavernas, el hombre de Cro-Magnon, el hombre de ... el hombre ... ). Hay profesiones en las que siempre parece encontrarse un hueco para aplicarles la palabra antonomasia. Y hay sitios donde puede aplicarse esto mejor que en otros, casi diría la antonomasia por antonomasia. En un 32 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. paguito, en un pueblo chico, por ejemplo. Aquí sí que puede decirse apropiadamente La Maestra, El Cura, El Cacique. Con toda la dimensión universal que puede contener una Unidad, el personaje. Nunca una maestra, un cura, un cacique. - Chacha ... ¿ no te estarás enrollando demasiado? Va a creer que estás pensando en las maragullas ... (Tú, cállate ahora, déjame con mis refistolios, aunque se crea que estoy en Belén con los pastores ... ) La Maestra ... ¿se les pegará a las maestras de los pueblos la idiosincrasia de la gente de esos pueblos? Una maestra nueva, venida de algún otro lado, incluso nacida y criada en la propia capital, maestra que recién salida de la Escuela Normal va destinada a un pequeño punto dentro de nuestra geografía (nuestra redonda geografía puede decirse aquí), ¿se contagia o viene ya desde sus oposiciones como predestinada? ¿Encaja la maestra por su propia cuenta o se ve obligada a encajar forzosamente? En su largo peregrinar por infinitas escuelas vacantes, las escuelas que nadie quiere al principio, porque están lejos de la ciudad, escuelas que se aceptan por no perder de ejercer, hasta conseguir ¡ por fin! una vacante en algún Grupo de la ciudad, tras el lento subir por el Escalafón y reunir puntos ... ¿cuánto queda adherido a cada maestra de cada pueblo? Tal vez con canas, con una carga irreparable de experiencias, amarguras, vivencias, ¿ llevará consigo retazos de1 cada pueblo, de sus gentes, que impregnan y configuran definitivamente a esa persona que encarna a La Maestra? La vacante soñada en plena juventud, codiciada idea acariciada largos años de ejercer en la capital, ¿ le parecerá una recompensa o un trasplante hacia otras nostalgias? Bueno, qué sé yo, si nunca he sido maestra ... - Doña Matilde me ofreció su casa en cuanto llegó aquí. 33 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. - ¿ Llegó hace mucho? - Era en unas vacaciones de Semana Santa, y llovía por fin después de tantos años secos ... Oh, como que corrió el barranco, con eso le digo todo ... La vi en la puerta de esta casa, con la cara vuelta hacia el cielo, mojándose ... dejándose mojar ... (Ay, la imagen nítida, impecable ... La magua del agua, el poso de sequía que todos llevamos dentro ... en otros sitios donde la lluvia habitual apenas es sino suspiro de fastidio, huyen de ella con la cabeza gacha, con apresuramientos hacia el refugio seco, con defensas de las que todos disponen como de la cosa más natural: paraguas, gabardinas ... Aquí, cuando cae la lluvia, cuando nos bendice la más humilde garujilla, alzamos las caras para sentirla mejor, como para que nos bendiga uno a uno, para que la bendición nos cale hasta la médula a través de todos nuestros poros ancestralmente sedientos ... Aquel inolvidable cuadro de Antonio Padrón, las caras paralelas al cielo, irradiando el gozo inenarrable del agua, del agüita del cielo ... ) - No se movía, y como yo pasaba deprisa, porque me cogió el chubasco sin pensarlo, que me quedé enchumbada, me acerqué a guarecerme aquí. .. Oiga, ahora que me fijo, primero me miró como si estuviera dormida, a ver si me entiende, primero me miró como si estuviera dormida con los ojos abiertos ... pero en seguida me saludó muy atenta y me invitó a entrar y me ofreció café ... - Sí, ella era muy cafetera ... - Es la costumbre, ¿ verdad? Sin el café parece que una no se amaña ... Y si llega una toda entripada, mejor todavía. (Café. Su vago aroma, que aún flotaba en el ambiente, se me agarró a mi permanente ansia de café. Si alguien ofreció en tiempos pasados un reino por un caballo, qué no daría yo ahora por un buchito de café ... Se me abrían hasta los poros del alma imaginando su gusto amargoso, ni siquiera un pizco de azúcar para matarle el amargor ... Pero no me atrevía a pedirlo. 34 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Matilde no hubiera reparado en exigirlo con su más brillante sonrisa. Ella es-era así ... También empezó a amagarme un jilorio tan tremendo, que me hubiera comido hasta un puñado de garepa). - Tenía la casa muy bonita ... bueno, por lo menos distinta a como las tenemos aquí, ¿sabe? Tantos muebles antiguos y tantas plantas dentro. Un poco atrabancado, a ver si me entiende ... Aquí ponemos siempre las flores fuera, pero ella tenía hasta helechos por todas partes ... Luego se fueron perdiendo, como si se fueran dando de cuenta de que ella se marchitaba también ... Y tantos libros, oiga. Yo, la verdad, creí que eran del marido ... no sé, una siempre piensa que eso de leer tanto más bien lo hacen los hombres, pero doña Matilde me dijo que cogiera los que me interesaran, que me los prestaría con mucho gusto ... Estuve mirando, pero ... no había novelas de esas tan preciosas como las que ponen por la radio. Ella sabía dónde estaban todos, así que me imaginé que eran los de ella. Hasta pensé que sería una profesora retirada, que no se iría a quedar aquí mucho tiempo, pero luego andando el tiempo vi que no, que venía de arrancada ... Al marido se le veía poco, después me fijé que andaba siempre en el cuarto de atrás, el que da a la huertita, que también está lleno de libros, esos sí que eran los de él, pero nunca supe si eran novelas o esos libros serios de ella, que parecían como de medicina, ¿sabe? - No eran de Medicina, totorota ... aunque mi amigo Freud fuera un médico ... (Sí, Matilde, eso me lo estaba figurando ... pero no me interrumpas, que· la pobre maestrita está en vena, ¿no ves? Nunca se te ocurra arrancar a nadie de sus sueños, de sus recuerdos ... ) - ¡Jum! Lo que te pasa es que en el fondo eres una goleora y quieres ver lo que le sacas, ¿ no? 35 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. (Claro que sí. Tengo que recuperarte, Matilde, tengo que enlazar todos los eslabones perdidos tantos años ... ) - Bueno, allá tú ... Andaba loca buscando muebles viejos, pero no crea que era como esos que han venido a veces para acá, que les dicen anticuarios, no ... A Mariquit~ ... perdone, la que le dicen la Moñúa, le cambió el locero por unos roperitos de formica preciosos, que Mariquita se quedó privada como si le hubiera tocado la lotería ... Y otra vez llegó un carro de San Mateo, con un montón de tauretes y una cómoda que le había comprado ella al feligrés del queso ... Unas veces los pagaba, pero otras veces los cambiaba por lo que le pedían ... La pila de destilar se la cambió a la mujer del alcalde por una estantería metálica que todos fuimos a verla cuando la puso ... Todas pensábamos que doña Matilde no ganaba nada en el cambio, pero ella se sentía tan feliz con esas cosas viejas, las miraba y las miraba ... La caja de tea se la trajo el marido una vez que fue de cacería por la Cumbre, no sé cómo la conseguiría ... El la tenía muy consentida, la. verdad, estaba con ella como santito dónde te pondré. (Ya me estaba cansando el inventario de los muebles populares de Matilde, pero me resistía a abandonar la verborrea de la Maestra, que al fin y al fallo compartió ¿cuántos años, qué tiempo? con Matilde). - ¿Se divertía aquí ella ... daba fiestas? Ni una maldición, ni la más horrible blasfemia hubiera conseguido asombrar a la Maestra tanto como mi simple pregunta. Se quedó unos momentos con la boca abierta, asmada, los ojos fijos en el vacío y (otra vez el gesto eternamente característico, ¿se le habría pegado de nuestra gente, o también donde ella nació y vivió se repetía igual?) apoyándose la palma de la mano derecha en la cara, mientras se sujetaba el codo con la otra mano, fue como recobrando el sentido tras el inespe- 36 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. rado impacto de mi pregunta. Yo que creía que mi curiosidad era tan inocente ... - ¿Fiestas, señooooora? Aquí tenemos bastante con la fiesta, aunque cada año va menos gente a la procesión ... Oh, como que yo misma tengo que amenazar a las chiquillas de la escuela para que no falten, porque si no ... cualquiera las pesca. Desde que llegó la tele, ya nadie quiere las cosas de antes .... ¡ ni siquiera hacen fogaleras la víspera! El pollería, el poco pollería que queda aquí, están desarretados porque llegue el domingo para bajar a la ciudad, o para tirar hasta el Sur, al relajo, como si lo viera ... Qué imanía han cogido, usté ... Se ríen de la procesión, con lo preciosa que es la imagen, lo más que se quedan es al baile, claro. Pero desde que el alcalde mandó a poner altavoces, porque el sobrino trabaja con los representantes y entre los dos se repartieron la comisión, eso que le conste, ya no hay quien pare en la plaza, señora ... i Fuerte escandalera toda la santa noche! - Y ella, ¿no intervenía en la fiesta del pueblo? - Al principio la invitamos, claro. Pero cuando estábamos en la sacristía hablando de eso con el cura, dijo ella que lo primero que había que hacer era quitarle a la Virgen toda esa nube de tarlatana que tiene alrededor, fíjese, con lo preciosa que es, que de lejos hasta no parece contrahecha, sino mismal'}1ente una nube de verdad ... No sé cómo le pudo poner repudios ... - Claro, lo que tiene la tarlatana es que lo mismo sirve para una imagen que para los carnavales o para el Nacimiento, ¿ verdad? · - ¡ Lo que yo decía! También dijo ella que nada de flores de trapo, ni las de plástico que regaló doña Rosenda, que las trajo de Galerías y todo, un día que bajó a la ciudad ... decía que todo ese entullo le quitaba belleza a una imagen tan sencilla ... Y como al cura no le hizo maldita la gracia esas ideas nuevas, pues no volvió a llamarla más ... Pero eso sí, cuando le pedimos dinero para velas nuevas, no se negó, decía que las velas eran muy bonitas. Al otro año pareció un poco amulada 37 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. cuando el cura consiguió bombillos que parecían velas, para adornar el trono ... quedó divinamente ... - Jum ... - Después dejó de ir, pero pa' mí que fue porque ya empezaba a sentirse de eso que tenía ... le empezó como una puntada redoma, que le dijo señó Manué el majorero que eso con corcova de camello salía ... pero ella se rió y señó Manué se picó, decía que para esos males la corcova de camello es como la mano, y que por eso no se reponía, que estaba ya como un tollo, señora ... se iba quedando en la tea por días ... como un fincho ... y usted sabe que las mujeres, a ver sí me entiende, no es que se pongan desbaratadas como una tonina, como la pobre Segundita, que parece un candrai, pero tampoco como un calasimbre, eso no ... - Antes se usaba eso de «dáme gordura y te daré hermosura», ¿ verdad? - Pero ¿ahora? Ve uno esas muchachas por ahí, que parecen un manojo de tollos ... Yo creo que una mujer debe tener sus carnes, digo yo ... - Pero la juventud ya no está por eso ... - ¿ La juventud sola? Si hasta en la escuela ya están las chiquillas chicas presumiendo de tipo ... Antes, cuando querían insultarse se mentaban la madre, pero ahora con decirse pambufas ya es el peor insulto ... A veces me da risa, claro, ver ese chiquillaje presumiendo ... Por eso se pusieron tan privadas cuando un día doña Matilde les habló de hacer excursiones por toda la isla. - Ah, pero, ¿ también se metió en la escuela? - Es que un día recaló por allí y me pidió permiso para hablarles... Les dijo que tenían que aprender a conocer lo nuestro antes que nada, y que debían h~cer excursiones a pie, que era muy sano y se veían mejor las cosas. La verdad es que ellas hubieran preferido ir en guagua, aunque para adelgazar lo mejor es una buena caminata, ¿no? Y encima, cuando les dijo que las ~xcursiones eran para aprender a conocer los pueblos y 38 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. las plantas nuestras, que no sé si usted sabe que aquí hay plantas que no hay en ninguna parte del mundo ... - Sí, creo que eso se llama flora autóctona, ¿no? - ... pues entonces se desinflaron todavía más. La hija del alcalde fue con el cuento a la casa, que es una cuentera terrible, que no la puedo corregir, y sé que las niñas le dicen «correíllo sin sello», y luego me dijo la madre que doña Matilde era una entrometida, que si encima las chiquillas tenían que aprenderse los nombres de las plantas en latín, como si fueran a estudiar para curas ... - Pues a mí me parece muy bueno eso de conocer nuestra tierra... Fíjese que todavía hay gente que ha viajado fuera de aquí y no conoce Mogán, ni Fataga ... - Es que eso cae muy lejos, señora ... Tener que tirar hasta la otra banda, no crea que no es una buena tirada ... Y si vamos a ver, ¿no es igual un campo que otro? - Aunque 10· parezcan, nunca es igual un pueblo a otro, cada uno tiene su paisaje y su belleza particular. - ¿Belleza? Jesús, señora, mire que llamar belleza a esa pobreza, a esa miseria que se ve en los campos ... Lo bonito sería que hicieran sus buenas casas de pisos, como en la ciudad, o unos chalés modernos y todo eso, en vez de esos pizcos de casas con tejados del año del cólera, y las flores plantadas en cacharros de belmontina, o en escupideras de pisa, todas ferrugientas ... - Pero, qué abatatada estás, muchacha ... claro, con el guineo de la maestra, cualquiera no ... Pero no te pierdas lo que nos cae arriba, fíjate, fíjate ... Con la entrada de esa mujer, pareció alejarse hasta la propia muerta. Incluso una viejita envuelta en un sobretodo (no sé cómo podía resistirlo con tal calor, 39 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. seguramente era por la costumbre y por no ir a cuerpo gentil, a sus años), que ya llevaba yo tiempo observando -con envidia- que había agarrado su buen apoyito y se había traspuesto del todo, hizo por despabilarse desmayándose ruidosamente. Entró de remplón una mujerona con _gesto entre desafiante y protocolario, en su punto, como la que sabe en todo momento lo que hay que hacer y cómo hacerlo. Tiesa como un ajo porro-la tiesura forzosa de los viejos corsés de dril y ballenas, mágico cruzado contra toda posibilidad de erotismo ante su contemplación---, la imagen exacta de la persona que conoce de siempre su categoría y que empieza por no dudar de E}lla ni remotamente. ¡Y que alguien osara dudar! ¿Una «mandarina» del pueblo, un cacique con faldas ... ? Todo cesó con su llegada. Ni suspiros, ni jirimiqueos, sino un unánime levantarse todas, entre renqueantes por la larga permanencia, escarranchadas en los taburetes bajos, y la poca costumbre que tiene nuestra gente del campo de hacer movimientos rápidos, vivaces. Siempre al golpito ... para todo. El pliegue de la boca de esa mujer que entraba parecía anunciar un' inminente bufido, alguna buena rociada para quien hubiera caído en desgracia ante sus ojos. Uno de esos pleitos descomunales, interminables, estoy por decir que cósmicos, como los que algunas amas de casa, invadidas de soberbia plena, doméstica, irascible, descargaban sobre aquellas pobres criaditas del campo, que venían muchas veces a servir a las casas· de la ciudad, sin saber ni lavarse la cara muchas de ellas, sólo por la comida, por algún regalo de ropa usada, «mantenidas y la voluntad», para que fueran aprendiendo algo ... Cuántas madres campu rrias tuvieron que deshijarse como una platanera, por librar a sus hijas del fantasma de la escasez, del hambre casi segura ... Destino previsor: mandarlas a servir a la ciudad, en una rara esclavitud social bajo la tiranía de la señora, que muy rara vez se humanizaba en sus relaciones con estas pobres víctimas inconscientes, brutitas porque no tuvie- 40 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ron otro remedio, marcadas desde su nacimiento por la miseria y la ignorancia y la pasividad ancestral de la idiosincrasia de la gente de los pueblos ... Gente buena la mayoría, noblota, pero naciendo y mu riendo en medio de una bruma feroz que jamás se aclaraba ... La boca, el gesto contraído de la persona corajienta con todo, hecha a dar espantones constantemente. La que pone repudios a todo lo que ella no haya mandado, y aceptando a regañadientes el hecho de que alguien supiera hacer una cosa tan bien como ella ... Sus cosas mejores que las de nadie, lo suyo más valioso y superior que ninguna otra cosa de este mundo ... Hocico revirado como pocos ... Traje antiguo, pero de tela buena, aunque de moda intemporal. Esos trajes que nunca se sabe qué costurera los habrá hecho, porque con toda seguridad la ricachona no se rebajaría jamás a que la infeliz costurerita del pueblo le ajustara sus vestidos, le pusiera las manos encima, cuánto más el corte de sus tijeras. Prendas antiguas, de casta. Maciza, dura en todo, como llevando un corsé de dril y ballenas no sólo en el cuerpo, sino más adentro aún, un alma encorsetada y rígida ... Acostumbrada al respeto -obligado, tal vez, pero respeto al fin-- de todos. ¡ Faltaría más! Me imaginé a esta mujer mandando, mandando siempre, mandando a sus criaditas torpes, con aire de no saber dónde les queda la mano derecha, más abatadas aún por el temor a la casi segura reprimenda, todo el día con el culo a dos manos porque el trabajo no acababa nunca, echándoles en cara constantemente su miseria, su procedencia, que no tenían dos dedos de frente, dejando en el aire la impresión de que no eran seres humanos con derechos y deberes, sino animalitos a sus órdenes, o, peor aún, como bostas de vaca; mandando a hombres taciturnos y callados, dependientes de ella de alguna manera, por el trabajo de las tierras y el ganado; mandando al cura y al sacristán, al medianero y al médico, a la maestra ... tal vez a algún marido que cayera en sus redes por el incentivo sorrocloco de sus riquezas y la vana esperanza de disfrutar- 41 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. las a solas algún día, meta que se alejaba con el tiempo, indefinidamente, día que no llegaría jamás ... porque estas jilmeras no se mueren nunca, se mueren si acaso después de todos los demás ... que juegan al tresillo y ganan siempre ... que sus hijos -porque los tienen, inexplicablemente, aunque una jamás pueda imaginarse a estas mujeres rendidas ante cosa tan humana y natural como es el que les hagan hijos ... el amor ... hijos que nunca la heredan jóvenes, ni disfrutan de nada suyo porque lo aferra todo con mano dura, lo cuenta todo con ojos de lince ... hasta les prepara los matrimonios convenientes para seguir aumentando el caudal con más aportaciones ... la mujer rica del pueblo, la temida mujer más rica del pueblo, sabe Dios cómo sería su mundo interno, qué telarañas, pedruscos, rejos, san-gres, murciélagos lo habitarían ... la c,odicia, la soberbia, la sordidez, la incomprensión ... el «se hace lo que yo mando, se hace porque lo digo yo ... » 42 - ¡Suai, suai! No te embales, muchacha ... Pero fuerte alpispa eres ... has dado en el clavo a la primera ... un retrato psicológico de los que mandan las peras a la plaza, aunque ella no se reconocería jamás en ese espejo ... Eso, y mucho más, es doña Rosenda, la más rica del pueblo y de los alrededores ... me odiaba porque no entré en su juego, porque no caí en sus dominios ... pero ahora que lo pienso, creo que al final hasta llegó a admirarme en cierto_modo, al comprobar que podía atreverse a existir alguien fuera de su mandato ... Cógele bien todos los güiros, que no tiene desperdicio ... A la tal doña Rosenda le acercaron volando la mejor ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. silla de la casa, un taburete alto, bien tallada la madera, como los de Teror. Mal empleadito asiento para tal personajillo ... Le trajo la silla, tratando de apresurar el cansino andar, como si ya arrastrara la chola, un hombre oscuro, de bigote lacio, con los tiros asomando por debajo del saco negro, como si hubiera tratado de componerse debidamente ante la magnitud de la visita, y se hubiera olvidado de subirse los tiros antes de entrarse las mangas de la americana deforme, como usadísima por interminables años de no tener otra. Doña Rosenda se dejó caer a plomo sobre el asiento, removió con cierta dignidad el amplio traste sobre la silla, para que las ballenas del corsé no la jeringaran la baña, y dejó caer su mirada olímpicamente sobre el humilde gallinero que fue volviendo a sus sitios anteriores. Se hizo un jacío inmenso, cósmico. El silencio como beletén podía cortarse con un cuchillo. Demasiado se veía que nadie hubiera osado abrir el pico ante tamaña presencia. Pero yo no era de su reino, yo era una especie de espectadora por libre y me estaba divirtiendo muchísimo, con unas ganas locas de hacerle alguna mataperrería. Lástima de no poder contar con alguna aliada para cucarla con disimulo y picarle el ojo, para que me siguiera la corriente ... Porque en vez de dirigirme a ella, me volví otra vez a la maestra como para reanudar la conversación. Hablé en voz más alta de lo normal. - Como le iba diciendo, hoy en día no se usa nada la gordura,¿ verdad? Ni siquiera nadie usa ya una buena faja ... La mandarina me clavó los ojos como dos alfileres de cabeza negra, aquellos espléndidos alfileres que tan útiles fueron en otros tiempos, lo mismo para asegurar la mantilla negra en el moño como para darle su merecido a cualquier galletón enralado que en las procesiones quisiera aprovecharse y se metiera entre una jarca de muchachas, para pasarles la mano arrente el traste. Los alfileres chocaron contra los impasibles cristales de mis gafas, como si fueran aquellas tachas que empeza- 43 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ron a vender poco después de ia guerra, que al primer martillazo se quedaban empenadas y no servían para nada y cosa ninguna, medio porrúas y tan flinfles ... Inexplicablemente, el recuerdo de aquellas tachas hasta me produjo cierta ternura simpática, divertida ... ¡Ojos que te vieron dir! Tal vez el terror produce telepatía, no digo que no ... Pero seguramente la pobre maestrita adivinó el fulminante deseo de doña Rosenda de saber quién era yo, quién sería esa advenediza que rompía a hablar sin su permiso. Siempre hay una culichiche en todos lados ... Me dijo, bajito, con voz de gallina con gogo: - Esta señora es doña Rosen da ... también conocía a doña Matilde ... (Claro, no podía decirle a la cacique quién era yo, porque no lo sabía ella tampoco). - ¿Usted es de aquí? (Ah, los viejos Bandos municipales: Ordeno y Mando y Hago Saber ... ) - Sí. (Así de seca. Rosenda: no te hagas ilusiones conmigo. Siempre me jeringaron las mandarinas). El perro bardino no abandona su presa. Doña Rosenda no tenía la menor intención de dejarme así como así. Y después de la primera chabascada continuó el interrogatorio, tiesa como un pírgano, desde su altiva situación sobre el taburete, como un guirre posado al acecho de la víctima. (Sigue, sigue, Rosenda, que yo te arreglo la maleta, vas a ver cómo alcanzas pa' tabaco ... Yo, como todos los que procedemos del campo, también puedo ser muy cuica ... ) Nunca la había visto por aquí. .. Es natural. .. Y yo estoy aquí desde que vi ne recién casada. Yo estaba desde mucho antes, ya ve. Mi marido, que en paz descanse, era de aquí. .. (Sí, realmente el difunto necesitará un porcentaje de paz mucho mayor que el de los demás mortales ... Con qué gusto se iría para las plataneras, lo más lejos posible de este sólido monumento al caciquismo cerril). - ¿Cuáles su gracia? (Qué gracia, qué encanto de pregunta antigua, ya completamente olvidada ... sí, re- 44 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. cuerdo que antiguamente nadie preguntaba ¿cómo se llama? sino ¿cuál es su gracia? Qué rara finura envolvía antes la simpleza de la vida rural. .. Me produjo tal delicia la pregunta, que estuve a punto de ponerme más mollar. Pero eché la retranca a tiempo, menos mal). Pino Naranjo. - ¿De los de La Palmita? - Más bien de los de las plataneras ... yo soy la única que queda de toda mi familia ... Pues, ¿y los Naranjo no son los que tienen esa finca? Esos no me tocan ni papas ni pescado. Los míos apenas tuvieron ni donde caerse muertos ... Me miró con desconfianza. Seguramente se estaba :,goliendo» que de este tenique no iba a sacar muchas lascas ... Porque estas mujeres así no suelen ser bobas, ni mucho menos, i menudos sargos suelen ser! Su cazurrez les despierta el instinto, siempre a la defensiva ... «De mí no se ríe nadie», «todavía no ha nacido el que se ría de mí» ... (¡Se dijo!) Mujer, no la dejes con la jirivilla, mira que si se le queda el barrenillo, de repente sus servidores tienen que pagar los platos rotos ... Así que me volví más mollar, gracias a Matilde. Pero que no creyera que yo era tan tolete como para echarme a sus pies. Misteriosamente, me salió un rejo paterno inesperado, debe ser eso que le dicen «el salto atrás». Me acordé de que mi padre se privaba por tener una trampa en la luz; paradójicamente, le parecía que pagar la luz que se gastaba en su casa era como una especie de robo a un padre de familia. Por eso, en cuanto nos mudábamos de casa lo primero que hacía era llamar a un amañado, famoso en la ciudad, para que le pusiera una trampa cuanto antes. Parece mentira que un hombre que en todos los demás aspectos de su vida 45 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. fue siempre honrado a carta cabal, no sintiera el menor remordimiento ante esta especie de estafa doméstica. Ni siquiera el sonido diario de aquel estentórreo esperrío ciudadano que salía desde una altísima chimenea allá por la Plaza de la Feria, llamando a los trabajadores, y que conocimos siempre como «el pito de la luz», despertaba en su conciencia el menor escrúpulo. Supongo que las cosas, como siempre, dependen del enfoque desde el que se las mire ... Y ahora, de repente, me vinieron unos irrefrenables deseos de ponerle una trampa a la luz de la tal Rosenda. - Déjate de machangadas, mujer ... Yo nací aquí. .. «señora» ... al ladito mismo de la casa de Matilde ... Nos fuimos de aquí antes de que usted viniera, pero no crea que es por nada, ni siquiera sabíamos que usted existía ... Yo no volví, por desgracia, pero ella, al parecer, a última hora tuvo esa suerte ... - Era muy suya doña Matilde, ¿ verdad? Mueno ... (Rosenda, como mucha de nuestra gente, mostró una decidida tendencia a cambiar la B por la M, pronunciada con los labios muy plegados, como si le diera un beso de despedida antes de dejarla salir de la boca). - Mueno ... no es que yo vaya a criticarla, noverdá y ahora menos que nunca, pero era muy suya ... No hacía las cosas como uno ha tenido siempre por uso y costumbre, a ver si me entiende ... (Como si le hubiera picado de repente alguna ballena de su indudable corsé, agitó los codos aleteando sobre la espléndidas caderas. Me pareció como una cuca volona, una de esas espantosas chopas que parecen tener especial predilección por convertir momentáneamente a las mujeres en un gallinero alborotado, hasta que un escobazo bien aplicado acaba con el intento de motín doméstico). - Jum ... (Esto no comprometía a nada. Esta ex- 9lamación nuestra, igual que aquella otra, el inefable «000000 ... » sirve para todo, el más perfecto comodín en las conversaciones). 46 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. - Parecía como si se riyera de todo el mundo ... No es que fuera desamorable, eso no ... éfünque pusiera la cara muy seria, se quedaba una media escamada siempre ... Mi marido, que en paz descanse, decía que si sería de izquierdas, que al mou se vino p'acá para disimular ... Muchos rojos traspusieron para otros lados... Desde luego, a los trabajadores les hacía preguntas muy raras, quiere decirse que no los trataba como lo que son, como obreros, sino como si le dieran pena, fíjese usté .. . ¡ Cómo si los trabajadores no estuvieran para eso ... ! Decía que con lo que ganaban no les llegaba ni a la muela trasera ... - También puede ser verdad, ¿no? - ¿ Tá loca, señora? Si vamos a darles todo, ¿adónde vamos a parar? ¡Taría mueno! Si todos vamos a ser iguales, ¿qué saca una de tener lo suyo? Todas esas reburujinas que han inventado ahora, pa mí que no es sino una falta de ignorancia. De cuando adonde se va a comparar cualquier desgrasiao de esos, con la gente que tiene ... (Un decidido y fulminante remeneo sobre el taburete pareció reforzar la «predicación» casi miti- 1Jesca de la cacique nata. Indudablemente, eso de «gente que tiene» iba por ella misma). - Pero me parece que fue Jesucristo el que dijo que todos somos hermanos ... - ¡Jum! Lo que pasa es que todos esos son una manada de gandules que lo que quieren es aprovecharse de lo que uno tiene de siempre, para luego venir ellos con sus manos lavadas a darse la gran vida ... Eso que le conste ... Pero lo que es a Rosenda la mía no hay quien le saque un duro más de la cuenta ... Y de mis tierras, ni una batata podrida ... - Pero ¿usted no cree que el que trabaja la tierra la conoce mejor y tiene más derecho a ella que un amo que a lo mejor ni aparece nunca por allí, y que a veces no sabe ni lo que tiene? - Mueno ... pero si es de uno, que yo tengo mis escrituras de todo, eso que le conste, ¿se las voy a dejar a ellos por su linda cara? ¡ Me parece verlos! En cuanto 47 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. esos arramblados se vieran dueños de todo, ¿sabe lo que hacían? Venderlo y marcharse p'al Sur o para Venezuela, a gastárselo volando ... La gente ya no quiere al campo, señora, no se haga ilusiones ... Y los que siguen aquí es porque no han juntado las perras para marcharse, si lo sabré yo ... Les importa tres pitos que suba el agua, que le roben a una hasta el resuello con esos precios que piden por el agua ... Los únicos que todavía siguen apegados al pizco tierra son los viejos, que quieren morirse aquí porque aquí nacieron. Pero ¿sus hijos? En cuanto pueden sacarle al padre cualquier cosa, trasponen volando para otro lado, aunque sea a trabajar en la construcción en la ciudad, pasando más que un forro catre ... Y así pasa lo que está pasando ahora, que no se amañan, que no saben trabajar, son todos unos frangollentos, que no rejunden nada, y disimulan poniéndose en huelga a cada dos por tres ... ¡Cosa con ésa! - La huelga es otra cosa, por otros motivos ... - Será por lo que será, pero en el fondo es por eso, porque ya nadie quiere trabajar ... Y con el relajo de todo, porque hay que ver cómo están las cosas, se hacen los sorroclocos y en cuanto empieza a enfoguetiarlos cualquier enredador de esos que mandan de p' afuera nada más que para enredar las cosas, pues venga, a la huelga ... Y a pedir más salario sin acabar de cobrar el aumento anterior. - Pero, ¿ usted cree que con lo que ganan les da para vivir ni para mantener una familia? - i Demasiado que les daba, si se dejaran de caprichos! Pero hoy hasta los gatos quieren zapatos, eso que le conste. Cuándo adónde se ha visto esa gente mejor que ahora, que si televisor, que si nevera, que si coche ... Limpiar no limpian, que hasta apestan esos pisos a meados chuecos, pero lo que es echársela ... Y claro, como no les alcanza el sueldo para lujos, venga a la huelga en seguida ... Don Manuel el de las Lagunetas me dijo ái más allá que había estado en una traquina de esas ... cómo se llama ... una asamblea de trabajadores, 48 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. en la ciudad, y que daba de cara verlos salir a todos, esmorecíos de risa diciendo que más nunca les aclaraba a los patronos. Algún día tenían que empezar a espabilarse, ¿no? i Señoooooora! si ellos han estado siempre más espabilados que Carracuca, cuando les conviene ... si no, se hacen los bobitos, los bobitos, a ver ... Esa gente es muy cuica, si lo sabré yo ... Y las mujeres lo mismo que los hombres, no se vaya a creer. Antes, dentro de su pobreza seguían siendo gente, a ver si me entiende, aunque estuvieran los chiquillos enguirraos de frío o de hambre, en la casa había respeto, y si no había otra cosa que comer, ni pan ni conduto, manque fuera con un balde de agua y un puño de gofio se conformaban ... Pero ¿ahora? duro que ganan, duro que botan ... Antes, si tenían calor porque el tiempo sur alargaba más de los tres días de rigor, se abanaban aunque fuera con el abanador de la plancha de carbón, pero ahora ni a eso se resignan: a comprar un ventilador en seguida, que ya le han puesto luz eléctrica en todas las casas. Y todo a plazos, señora, que están todos ellos endrogados hasta los ojos, que lo sé yo muy bien. Antes, si algún chiquillo cogía de noche una perreta, al mou porque tenía rabisca por estar echando los dientes, con un pizco de pasote caliente se pasaba, pero ahora por nada y cosa ninguna, envuelven al chiquillo en una toalla, y a tirar p'al Seguro, como si los médicos no tuvieran otra cosa que hacer que atenderlos a ellos, que hasta da de cara ver esas colas de gentío allá, que las he visto cuando he tenido que bajar a la ciudad ... - La de entierritos chicos, en cajitas blancas, que se veían pasar antes, con tanta frecuencia ... - Y encima, ya nadie quiere tener los hijos que Dios les mande, ah, no, señora, ahora lo primero que hacen es ir volando a que les receten la píldora esa del demonio, ya no se ve aquello de antes, un matrimonio todavía nuevo con una jurriada de chiquillos que daba 49 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. gusto verlos, ellos con todo su rancho ... hasta les daban premios y todo ... - A veces no daba gusto, más bien daba pena ver aquella insalla de chiquillos casi en pelete, por falta de ropa, siempre desmayados ... - Señora, mientras haya gofio nadie pasa hambre, eso que le conste ... Pero como dicen que engorda, ya nadie lo quiere, una cosa tan nuestra, todos a presumir que estén como finchos. Lo bonito que es ver un niño como un rolo ... Y si un chiquillo les sale revirado y le contesta al padre, ya ninguno se lleva su buena galleta, que los dejaba en seguida seditos como una malva ... ¡ Mi hijo mayor se ha llevado cada jalada con el cinto!. .. después, solamente con ver el cinto, ya se iba p' ol palo ... Y una vez que me dijo una maldición, le unté los besos con pimienta de la eso de la madre, y santo remedio. ¡ Una vez se dice que la calabaza es buena! - Así han salido después, que nadie quiere cuentas con los padres, en vez de ser amigos ... ¡Tremendo bufido, la respuesta de doña Rosenda! Sonó como el cañón de las doce. Pero, majadera como un escarabajo, siguió con el sermón -que ya me estaba jeringando más de la cuenta- mientras yo seguía apalastrada en mi asiento. - ¡ Ya te cayó costura! Si sigue con el guineo, arrancas la caña ¡y rian p'al puerto! ¡ Fuerte bobería! El que sale cambado, cambado sigue, así que no me venga con historias y con modernismos. Un hijo bien criado tiene que empezar desde chico, porque si no no vale ... Mire como andan ahora esas muchachas, todo el santo día botadas en la calle, ¿y por qué ha sido? Porque desde chicas las madres no supieron enseñarles a tener fundamento como Dios manda ... Me acuerdo de antes, yo siempre recogidita en mi casa, que no asomaba de la puerta afuera ni pa un remedio... preparando el dote con tiempo, pegada al 50 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. telar toda la santa tarde, calando mis sábanas, y mi propia madre cisnando las iniciales en las almohadas ... todavía tengo los juegos de cama casi sin estrenar, es que las telas de antes duraban por enfado... Pero ¿ahora ... 'ñora? Se casan de mala manera, sin llevar nada, y eso cuando se casan, que me han dicho que eso es el disloque, que en la ciudad las muchachas ya no se quieren sino juntar, y cuando alguna muy de relance pasa por la iglesia, porque al mou la desgració el novio, ni traje blanco ni Cristo que lo fundó ... Oooo, como que dicen que muchas han ido con pantalones de esos, vaqueros ... ;Jesús, madrita' 1 Pino, tal disloque! Antes, las propias madres hasta nos ajuliaban los pretendientes, no se fiaban de ninguno, pero ahora muchas hasta les hacen la cama a los muchachos, como el otro que dice ... - Sí, todo está muy distinto, pero, qué se le va a hacer ... Me estaba dando mucha risa imaginarme a mi hija Pimpina metida en casa toda la tarde calando sábanas ... ¡ella que hasta de pegar un botón se pone toda engrifada! (A ver si me acuerdo de contárselo cuando llegue a casa. A lo mejor se va a creer que ya estoy trastiando ... ) Alguien que se acercó a la cacique a saludarla con los debidos respetos, me libró de semejante entullo. «i Despíntate de ésta, Rosenda!» Y volví a Matilde ... 51 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ¿ Qué ha sido de todos nuestros amigos? ¿Los ha derribado y pisoteado la Muerte? ¿ Qué ha sido de todos nuestros amigos? Oigo todavía sus canciones en la taberna ... ¿Han muerto o están borrachos de haber vivido? Ornar Khayyam 53 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. (Me pregunto ahora, rodeada de estas personas desconocidas para mí, qué hubiera sido de nosotras si nos hubiésemos quedado entonces en el pueblo ... cómo hubiéramos sido ahora ... ) - A mí, por lo menos, sé que me hubieran echado, o lo habrían intentado. Sobre todo en las primeras décadas de ésas que ya han culminado, hasta quizás hubiera estado en la cárcel, qué sé yo ... Como entonces, al principio, hasta se denunciaba a la gente que no iba a misa ... oye, qué inquisición más rara, ¿ verdad? sin tribunales, ni cucuruchos, ni hogueras visibles, pero qué evidente... Había que ser católico a la fuerza, no por amor a Dios ni por tu propia fe, sino por Decreto, o por orden ministerial de determinado capitoste ... Increíble ... Entre que nunca he podido ver ni en pintura a Felipe II y que yo precisamente entonces perdí la fe ... (Tú siempre en la oposición, ¿no?) 55 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. - Bueno ... no creo que fuera sólo por eso, aunque no te niego que la situación ambiente influyó mucho ... (Sigo con el barrenillo ... ¿cómo seríamos ahora, incluso físicamente?) - ¿ Quieres ver un modelo aproximado, una especie de posibilidad? Fíjate en esa mujer enteca y llorosa -y te aseguro que no finje, me quería horrores, siempre pegada a mí como una lapa-, la que está entre la gorda y el candelabro, que si pudiera le daría con él en la cabeza a Rosenda, Dios me perdone ... Esa mujer tan oscura y borrosa fue en nuestra infancia aquella chiquilla mataperra y más machona que nadie, con la que tanto nos divertimos robando peras ... ¿No te acuerdas de Moma la de Casildita? (¡Madre mía!. .. ¿Es posible, pero es posible que aquella infancia rebosando salud y vitalidad haya llegado a esto?) Habla con ella, anda ... le encanta informar de sus desgracias, y las siente tan a conciencia, tan a gusto ... juraría que en el fondo le chifla ser desgraciada y que disfruta estando siempre tan agoniada ... Me acerqué al menguado bulto negro, revejido, con el pañuelo amarrado bajo el quejo. 56 ¡Jeromita!. .. Moma ... ¿ya no te acuerdas de mí? Pos ... Jesús, ¿usté no es la niña de los Naranjo? ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. - Claro ... pero, ¿por que me tratas de usted, si éramos amigas desde chicas? - La verdá ... ha pasado tanto tiempo ... ¿ Y qué te cuentas? - Ya ves ... - Quién iría a decirnos que nos veríamos en estos momentos ... qué pena Matildita, ¿ noverdá? Todavía joven y entera ... Jesús, quería, se nos fue como una frutita de aire ... Parecía que no era nada, que no era nada ... y cuando nos dimos cuenta, ya ves ... Ay, Señor, no somos nada, naíta ... - Y tú, ¿qué tal? ¿ Te casaste con aquel muchacho de La Vega ... cómo se llamaba .... Chano? - Sí señó ... el pobre, poco me duró ... y me dejó con tres hijos, todos varones, que me han dado más mala vida ... Y ya ves, aquí estoy solita, si no fuera porque ... He pasao más que un forro catre. - No sabía que Chano hubiera muerto, mujer ... lo siento ... - i Qué fecha lleva esa carta! Todavía estaba ga-teando el más chico, una tarde vino Chano de la trilla diciendo que estaba derrengado, y derrengado fue, que le dio un paralís y no volvió a levantar cabeza. Veinte días con sus noches lo estuve cuidando ... pero ya el méico, el viejo, no este de ahora que vino nuevo, me dijo que no me hiciera ilusiones, que aquello era cosa mala ... y así fue ... lo enterramos para el día del Pino, señaladamente ... - Y tus hijos, ¿viven aquí? - ¡ Qué va, cristianita! El mayor traspuso para Ve-nezuela. En cuanto salió del cuartel, que le tocó en la Península y vino más énfoguetiado con la política que todas las cosas, picó el tole y traspuso ... Parecía como si le hubieran echado allá mal de ojo, él que había sido siempre tan bueno, con tanto fundamento ... Al principio escribía malamente, pero después pegó a olvidarse, a olvidarse ... ahora, muy de relance tengo noticias, de alguno que viene de allá, si acaso ... - Hay que ver ... 57 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. - Yo no sé qué engodo tienen esas tierras de allá, que el que va no tiene ganas de volverse p' acá. .. ahí tienes a Matiitas, que apenas viene ya está hablando de dirse otra güerta ... dice que nosotros no podemos entender aquello si no lo vemos ... Pero mi niña, ¿quién traspone ahora p' allá, a estas edades? - Tienes razón ... - Y luego, yo aquí tengo lo mío y no lo voy a abandonar, noverdá ... Aunque total, para lo que me sirve ... si al menos los otros dos me hicieran caso y se vinieran a trabajar y cuidar lo que va a ser de ellos ... pero me dicen que si estoy loca, que el campo es para los animales, que lo que es ellos ... con toda esa reburujina del Sur no hay quien los conozca, ni de su madre se acuerdan ... antes venían para la fiesta, p6ro hay ya tiempo que ni pa' eso ... - ¿Es que trabajan en el Sur? - Sí mi niña ... primero se fue el más chico, que aunque nació sietemesino salió más dispierto que el segundo ... cada vez que venía no hacía más que hablar de las turistas medio esnúas, de las propinas, de los planes ... ¡ver un hijo mío y de Chano tan enralado, que ni a misa iba! Y lo que se la echaba, diciendo que sabía hasta hablar en inglés y en no sé qué, qué sé yo qué disparates echaba por esa boca... Y claro, poco después, el segundo, Juanito, que pega a hacerse el gandul, a hacerse el gandul. .. ni plantar papas quería ya ... así que cuando vino el hermano chico lo embulló de tal forma que arrancó con él p' allá y allá están los dos ... sabe Dios qué estarán haciendo ... al mou es que soy mal pensada, noverdá ... pero tú me dirás si puede ser cosa buena eso de que ni se acuerden de su madre y que estén trabajando como criados de una gente de p' afuera, porque' eso es lo que son, si vamos a ver, pudiendo estar aquí trabajando en lo suyo, como amos ... yo no lo entiendo, quería ... Así son las cosas ahora ... Todo se ha virado de tal forma ... como decía el 58 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. otro, o el mundo está al revés o la zalea no está en el catre ... - Jum ... - Y no son sólo los varones, no señora ... que al fin y al fallo no tienen que guardar tanta decencia ... Hasta las mujeres parece que se han vuelto locas, mi niña ... Me alegro de no haber tenido hijas, lo que me faltaba, verlas como cabras, la verdad de Dios. Fíjate lo que le ha pasado al hijo único de Virginita, ¿te acuerdas? - ¿ Virginita, la de la tienda? - Esa misma. Para un hijo solo que ha tenido no le ha dado más que amarguras. Resulta de ser que el hijo, que siempre fue un loquinario y un taranta, se enamorisquió de una hija de Carmita la Petuda, la que iba a planchar los lunes a cá los Navarro, ¿sabes? ... Virginita no tenía nada en contra de ella, la verdad, una muchacha tan agraciada y cariñosa ... tenía su reburuión, no creas ... pero luego resultó un pilfo, una zafada y 3stuvo en bocas de la gente ... la criticaron mucho porque siempre estaba como las cajas de turrones, que no se perdía una fiesta en ningún pueblo, siempre loca por las táifas, y volvía a las tantas ... Y más presumida que una mona. Cada vez que recalaba por acá el jarandino con el fardo de las telas, ella era la primera que salía a la puerta como un volador, en cuanto lo sentía, a comprarle algo, y eso que esas telas embebían a la primera lavada ... - Ah, ya me acuerdo, aquellos jarabandinos que preguntaban de puerta en puerta: ¿quieri combra, seniora? Qué risa ... - Pues se casaron de la noche a la mañana, porque ya se sabe que los hombres no piensan las cosas, y como estaba encandilado con la machorrilla, a más de ser un sobajiento, que eso es la verdad ... pues a ver ... Pero duró poco el casorio, todo el día peliando por cualquier cosa, porque ella no sabía amarrarse el genio, y los hombres, ya se sabe ... en seguida encuentran donde meterse ... Ella después andaba como gallina sin nidal, que ni a la hembrita que tuvo le daba los bibero- 59 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. nes como es debido ... Un día le dejó la niña a la madre, a Carmita, ¿sabes? y dicen que se metió cá las mujeres ruines, pero a mí no me lo creas, mi alma la quiero pa' Dios, es lo que he oído decir y es el rurún que corre ... pero por áhi debe andar todavía ... - Hay que ver, qué cosas ... -Ya no es como antes, quería, que las mujeres honradas sabían aguantar en su casa todo lo que Dios les mandara ... no señora, hoy no, hoy cada una quiere hacer vida de hombre y no se dan de cuenta que una mujer casada es otra cosa ... que las mujeres están para hacerle el gusto a los maridos, si quieren tenerlo contento ... pero no se arregostan, no, todas quieren estar repicando y en la procesión ... sin fijarse que hay mucho belillo suelto por áhi, siempre dispuestas a desgraciar un matrimonio ... Pues para no cansarte, el hijo de Virginita acabó metiéndose de socio con un intermediario, para llevarle la camioneta a la plaza los días de entrada, y áhi anda, dicen que ganando sus perritas ... compró un piso y dicen que está amachinado con otra, fíjate tú ... Ahora Carmita la Petuda anda revolviendo para enterarse a ver si le puso el piso a nombre de esa mujer, porque dice que el piso le toca a la niñita, que es hija legítima ... Aunque como todo está tan revuelto, no sé quién, le dijo que si 'el tuviera hijos con la otra, todos tenían los mismos derechos, que ya no vale eso de hijos matrimoniales, como antes, o hijos habidos ... si son todos del mismo padre y los reconoce... yo no sé, quería ... pero se queda una asmada con estas cosas de ahora .... Cuando aónde se ha visto que se pueda mirar i_gual a un hijo de matrimonio que a otro de esos «casados por detrás de la iglesia», como el otro que dice ... -Mujer, es que los niños no tienen culpa de nada. -Pues si van a querer hacernos a todos iguales, a la gente decente lo mismo que a los sorroballos, ¿adónde vamos a parar? iTaría mueno! Entre el calor, el zumbido del alegato interminable de la antigua robaperas (por cierto, ¿ consideraría ella 60 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. que robar peras era cosa de sorroballos o de gente decente?) y las moscas pesadas, majaderas, a las que nadie se ocupaba de espantar con el infalible chifi-chifi de estos pecadores -aunque técnicamente práctico~ tiempos modernos, me sentí entrando, a la songuita, a la songuita, en esa deliciosa fase previa a agarrar un apoyito ... El ruido que me hizo en la barriga el jilorio que venía sintiendo desde antes, me despabiló un pizco, así que decidí salir a fumarme un cigarro. ¡ Fuerte pejiguera, la dichosa Moma! ¡ Consumía alegantina! -No seas ruinita, mujer ... Pero, anda, entrégate al vicio ... en todo trabajo se fuma, ¿no? 61 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. A lo mejor iba a levantar escorrosos mi decisión, pero qué remedio. Iba a romper por lo menos dos de las sacrosantas tradiciones consuetudinarias del ,.pueblo. Una, la de levantarme inesperadamente de mi «guardia femenina» junto al cadáver, sin dar la menor explicación a nadie (con lo llena de explicaderas que está siempre la vida de esta gente, aclarando bien las cosas, no sea que ... ), y otra, la de alterar el eterno «los hombres con los hombres y las mujeres con las mujeres». En los duelo, en la iglesia, en todo. Y además, cuando me vieran lo que iba a hacer ... entonces el revuelo sería doble ... si no llegaba a mayores y me botaban como agua sucia ... Por lo pronto, me miraron todas a la vez. Rosenda carraspeó significativamente. Traducción: ¿Se irá a ir sin mi permiso? Los murmullos que alfombraron mi salida me parecieron de tono criticón. Si se enroñaban, allá ellas ... Pero me vi fea para salir airosamente, tan atrabancado estaba todo. ¡Semejante conduerma! -¿No fumas, inglés? Como me apetecía rabiosamente fumar (no sé explicarlo, pero me parecía rarísimo ponerme a fumar junto 63 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. a una muerta, aunque fuera una amiga con la que tantos cigarrillos fumé, primero a la escondida, luego no ... ), fui a tener al patio, al solajero, donde todavía quedaba un grupito de hombres que se resistían a entrar, apenas tres o cuatro, y que conservaban la cachorra negra puesta, tal vez para protegerse del sol, que me dio unos lametones en los molleros como si estuviera en la playa. En el bolsillo del traje llevaba, como siempre, el paquete de cigarrillos, todos apeñuscados después de tanto tiempo sentada. Pero no encontré mi encendedor. Seguramente se me caería en el coche de mi ahijado. Saqué un cigarrillo y tuve la sensación de que el grupito masculino, todos a una, habían dado imperceptiblemente un paso atrás, una especie de ¡vade retro! instintivo, subconsciente. Pero el hombre del campo, aunque condene en su interior o no comparta un hecho, respeta lo que sea. Cuando pedí un fósforo, uno de ellos sacó un chisquero del bolsillo (ay, qué deli ia de mecha anaranjada, qué delicia de instrumento tanto tiempo olvidado, tanto tiempo sin verlo) y tras varios intentos frotando la ruedita con sus dedos toscos, consiguió encender. Me encontré pensando la gran estupidez: si hubiera tenido que invitarlos a un pitillo, aunque fuera tabaco rubio ... ¿se hubieran ofendido, no se hubieran ofendido, se hubieran escandalizado, me hubieran lanzado a la cara, sordamente, un «¡váyase p' al carajo» rotundo? Me aparté un poco de ellos, que se habían quedado como satos en cuanto salí fuera, y buscando una breve sombra me acerqué a la pila de destilar, con su espléndido culantrillo abrazando la destiladera, en un rincón. Se me antojó beber un poco del agua de la talla, que imaginé fresquita y con aquel remoto sabor a barro limpio, pero no vi ningún vaso encima del plato que la tapaba, como suele ser uso y costumbre. Bueno, quién sabe si ya no me iba a saber a nada, después de tantos años de tener la boca acostumbrada al agua agria ... Me sentía las manos empegostadas de sudor. 64 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. El solajero parecía hurgar en las entrañas de todos los olores y enloquecía mezclándolos en una casi borrachera de variedades. La tea de la pila, el revoloteo de colorines de unas ropas lejanas, tendidas en una liña, el frescor del culantrillo, el tabaco, los verdes distintos, la tierra, hasta aquellas palmeras aisladas, puestas descuidadamente al fondo, tras el muro albeado del patio, los eucaliptos que seguían oliendo invisibles ... el aire ... Me empeniqué para poder alongarme por encima del muro. Me inundó el campo, me abrazó hasta asfixiarme, me recorrió de reproches por mi lejanía, me apretujó toda por dentro hasta sacarme lágrimas ... lágrimas que había olvidado que tenía guardadas, que tenía capacidad todavía para ellas ... Fijé los ojos vidriosos en aquella sombra oscura de árboles lejanos y me convertí en un caleidoscopio de colores brillantes y olores cambiantes a los embates del aire caliente que iba y venía ... ay, mi campo... ¿ me quedarían también a mí las raíces aquí? ¿Podría recuperar alguna vez los primeros veranos? 65 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Matilde y yo, ninas-v1eJas, correteábamos por el campo nuestro, el campo inmenso y breve a un tiempo, el campo de la isla que entonces ni sabíamos que estábamos dentro de una isla, sino allí, en lo nuestro de siempre, desde que abrimos los ojos ... Los pájaros, aunque no fueran los mismos de entonces, eran los mismos, los pájaros son siempre los mismos mientras tengan canto. Un capirote es todo el campo, según la hora ... (A veces, el canto de los pájaros me parecía como estar escuchando una leyenda ... un romance antiguo, como los de Fuerteventura ... ) -Lo mejor que recuerdo de entonces es las telarañas con gotitas de lluvia, entonces parecía como si lloviera más, no sentíamos esta angustia constante, feroz, de la sequía ... ¿es que nos hemos bebido toda el agua? (El agua de entonces ponía un cristal a nuestro paisaje, un cristal limpio, clarísimo ... ¿verdad, Matilde?) 67 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. -El paisaje, primero era vaporoso,. impreciso, como si lo miráramos sólo dentro de nosotras, ¿ no te acuerdas?, se aclaraba casi con crudeza después que el coche de hora dejaba atrás Santa Brígida. (Eso era en invierno, Matilde, a principios de año. Pero en octubre, cuando volvíamos al Instituto, era demasiado radiante desde el amanecer). -Me parece que no ... yo lo sigo viendo vaporoso, casi siempre ... lo vi siempre va-poroso desde tan lejos ... siempre ... ahora ... (Y el regreso, a la tardecita, en el último coche ... ) -En ninguna parte del mundo he vuelto a ver noches como las del campo nuestro ... Parecía que estaban hechas sólo con dos elementos,¿ verdad? grillo y claridad ... Tal vez fuera porque no teníamos entonces luz eléctrica y por eso la oscuridad de las casas, con los carburos, se aclaraba fuera ... no sé ... (Sí. .. el sonido de los grillos era como si tuviera luz, que vibraba ... no se callaban nunca ... ) -Es que aquí los grillos no tienen estaciones, ¿ no te has fijado? (Fuera de aquí dicen que los grillos sólo son cosa de verano ... ) 6.8 -Sí ... fuera de aquí todo es absurdo, todo lleno de estaciones muy bien delimitadas .... Yo me casé en invierno ... fue como casarme con La Envidia ... Sí, imagínate un personaje de la tragedia griega, uno solo ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. que encarna o representa a una infinidad de gente de la misma calaña ... ¿ Te acuerdas de lo que nos reímos cuando leíamos que «El Coro» era una persona sola? (Tú decías que tendría que ser un actor gordísimo, para dar sensación de multitud, no de unidad ... ) -Y después le decíamos El Coro a aquella chica tan gorda, que primero tenía otro hombre, Capullito de Alhelí ... Pobre chica, ahora que me fijo parecía predestinada a ser el blanco de todas las bu rleterías. A lo mejor es cuestión de genes, vete tú a saber, porque en el pueblo su familia traía de atrás otro nombrete. Los Maníos. Me acuerdo de su padre, Panchito el Manío, como si lo estuviera viendo ... Y de su madre, Libradita, con un eterno traje canelo, como una cuca volona, con un imperdible en el escote y una aguja enhebrada trabada cerca del hombro, como si estuviera siempre a medio zurcir ... Pero la pobre Capullito se merecía cualquier nombrete, por fachenta y fingida Fíjate si se la echaba de fina, que en la tienda pedía media docena de «humildes» en vez de huevos ... Yo me engrifaba toda, oyéndola, con aquella voz medio fañosa ... (¿ Te fijas, qué gracia y qué arte tiene nuestra gente para poner nombretes?) -Sí, pero lo curioso es que una no puede decirles: póngame este nombrete, o este otro ... no, tiene que surgir espontáneo y precisamente el que te va como anillo al dedo, el que te describe de pies a cabeza. 69 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. (Tu familia y la mía escaparon de milagro,¿ verdad?) -Seguramente sería porque no tuvimos nada especial que nos diferenciara, que llamara la atención. Cuando bajábamos al Instituto, por la mañana tempranito, ¿ te acuerdas? el coche de hora reunía lo más granado de los nombretes del pueblo, empezando por el propio chófer, Colachito el Cambado ... Solían bajar con nosotras Mariquita la Papúa, Manuel el Torondón, Manuel el Florío... Nicanor el Tu pío, que además tenía un ojo clique ... (¡¡¡Sí, me acuerdo, me parece que los veo!!! Y Lolita la Malcasada, que además era gaga y nos daba risa ... ) -Chacha, qué bien me hubieran venido a mí, después, ese nombrete ... Porque si ha habido alguna mujer malcasada, esa soy yo ... fui yo. (El hijo más chico del Esperrío también bajaba con nosotras, estudiaba en la Escuela de Comercio, me parece). -Sí. Cuando empezó la guerra, su padre se puso volando la camisa azul y se empeñó en que el hijo fuera flecha. La gente decía que con ese nombrete estaba que ni pintado para los desfiles, que ni necesitaba trompeta, le bastaba con la voz ... (Es que era una voz increíble, una pitadera horrorosa ... ) 70 -Se te metía por el sentido y te dejaba medio sorda para todo el día ... Y con las ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. maldiciones que decía el muchachito, peor todavía ... (Yo le tenía más miedo que a una lancha de moros ... Un día me amenazó con la puntilla, me dijo que me iba a picar y me lo creí. Y otro que recuerdo ahora es Juanito el Bardino ... llevaba siempre una cachucha verdosa ... ) -Sí. Y él fue el primero que vio una película ... y habló tanto, tantísimo de esa maravilla, que hasta mi familia se embulló y un día arrancamos todos para Santa Brí-gida, a ver qué sería eso ... (Recuerdo que yo fui con ustedes ... todavía me apre-taban los zapatos de los domingos ... siempre me han hecho gallina los zapatos nuevos, qué malapata ... ) -Como que nos pusimos restrallonas a más no poder para el acontecimiento ... Mi hermana se pasó dos días en la costurera, para que le terminara un traje para la ocasión ... (Qué día tan inolvidable, ¿ verdad?) -Cuando descubrimos que podía existir el sueño mágico, proyectado, el sueño fuera de nosotras, el sueño retratado por otros ... eso fue para mí la primera película. (Qué mundo más prodigioso nos encontramos en la oscuridad ... ) -Era un local con sillas, como una especie de almacén adecentado, ¿ te acuerdas? ... Y aquella señora tan gorda que llegó como un trono de Semana Santa y se 71 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. sentó en dos sillas juntas, las sillas cuadradas de la Sociedad ... A mí me dio una risa loca y a ti tanta pena. Me parece que te estoy oyendo, casi haciendo el bico para llorar, «Jesús, la pobre, lo que sufrirá con su cuerpo» ... (No lo creerás, pero ya entonces me parecía que un cuerpo era bastante difícil de llevar, cuanto más como aquella pobre mujer, que parecía tener que cargar con dos, y con la burla, encima). -Pero luego se nos olvidó todo con la película, nos pareció que se acababa demasiado pronto, que no había sido verdad aquella maravilla. Aquella mujer fabulosa, con ojos tiznados, toda envuelta en trapos, unos trajes que nunca se habían visto ni se verían en el pueblo, y plumas, y cosas nunca vistas, haciendo unos gestos tan exagerados como si hablara por señas, y con un collar de perlas casi hasta las rodillas, miles y miles de cuentas pensaba yo ... (Creo que era Francesca Bertini o Pola Negri, no sé ... ) -Para mí daba igual el nombre, para mí era La Magia, La Maravilla ... i Cómo soñé con ella, cómo me imaginaba a mí misma en su lugar! Fuerte bobería ¿ verdad? Pero es que éramos tan maúras, tan inocentonas y estábamos tan abatatadas, tan vulnerables a todo... Menos mal que después, cuando empezamos a estudiar en el Instituto, nos despabilamos bastante aprisa, con el roce ... (Mi padre después se chiflaba por las películas de 72 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Ricardito, de Charlot y La Pandilla, se esmorecía de risa con ellos ... Y la gente estuvo siglos hablando del casi milagro, los que no habían podido ir la primera vez, estaban rascadísimos por no poder opinar. Y Mariquita la Moñúa, que siempre fue la emisora de noticias de primera mano, era tal la rasquera por no haber podido ser ella la pregonera, que empezó a decir que eso no era cosa buena, que era cosa del diablo, que no podía ser para cristianos ... ) -Sí, y para remachar el clavo va el cura el domingo y empezó a advertir de los peligros del nuevo descubrimiento ... pareció zahorí, ¿verdad? ... como de costumbre, una parte del clero empeñada en jeringar los sanos y honestos esparcimientos de entonces ... y de después, claro ... ¡Amargos chochos! (Jesús, mujer ... ) -Para mí que el cura, con lo viejo que estaba, no había visto ninguna película, ¿sabes? Pero, por si acaso ... (Luego, con la costumbre, desapareció aquella magia de nuestras vidas... también desaparecieron los nombretes, las gentes que los llevaban, casi todas ... ) -Lo divértido fue aquella vez que mandaron una Guardia Civil nueva ... (Sería un Guardia Civil, ¿no?) -Que no, mujer, aquí siempre se decía una Guardia Civil, si hasta se cantaba aquello de «a tu madre, chiquilla, se lo voy a decir, que te estás enamorando de la guardia civil». Pues vino uno nuevo, un 73 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. peninsular tan guapito él, que se llamaba ... ¿Retortullo? o algo así, y la gente se creyó que ya venía con el nombrete puesto, y no se atrevían a llamarlo así delante de él ... Un día Mariquita la Moñúa, precisamente, que estaba loca por sacarle la filiación completa, lo llamó respetuosamente Don Número, ¿no te acuerdas? como ella había oído decir que llegó un Número al Puesto ... (¿ Qué habrá sido de todos ellos, de todo lo que fue el pueblo, lo nuestro de entonces ... ? Seguirían sus caminos, supongo, pero, ¿habrá habido algo de felicidad en sus vidas, con sus errores, sus silencios, sus aciertos ... ? ¿Habrán mejorado o empeorado?) 74 -Has dicho algo sin pensar que me ha enlazado con lo más duro de mi vida, con mis tremendos fallos, mi tambalearme como un tentempié de juguete, de uno a otro ... Un raro sentido de mi independencia, puramente personal, puramente, ¿sabes? como reflejado en un espejo ... Yo veía, yo hacía las cosas al revés, como desde enfrente ... Al querer vivir sólo conforme a mi libre albedrío, ¿podría decirte que fue como una inmoralidad ingenua, inocente, puedes creer esto? ... qué raro, como una pecadora inconsciente que pasaba por todo lo prohibido sabiendo que lo estaba haciendo pero sin saber qué hacía, ni por qué ... No, no es justificarme, todo está ya suficientemente pasado y explicado, o lo acabará de estar dentro de nada ... No se pueden borrar los hechos cuando son la verdad ... amoral, tal vez ... pero al mismo tiempo, qué sé yo, como por encima de todo ... Y luego eso tan ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. humano al fin y al cabo, de encontrarlo mal, si lo hacían otros ... (¡Jesús, Matilde, no irás a decirme que ... ) -Sí, ya lo sé ... Tú siempre ahí como una cataplasma, agarrada a tus creencias como a una tabla de salvación ... ¿cobardía, pasividad? Nunca lo supe bien, ni siquiera ahora ... Pero yo era distinta, nací rebelde, como si trajera casta de pruebistas, revirada siempre como una panchona, lo decía doña Nieves en la escuela, ¿ no te acuerdas? Tanto me rebelaba contra el mar como contra la tierra, así que renuncié a seguirte en creer todo lo que tú me dabas por hecho, a pesar de su enigma ... No, hija, lo que no comprendo no lo puedo aceptar porque sí. .. Te asustaste, casi te me mueres del susto cuando me oíste decirle a Dios: ¿ no crees que esto es injusto, lo más injusto que has permitido en tu vida? (Matilde ... ¡por Dios! ... ) -¡ Pero si se trataba de mí, de mi hija! Tú, empeñada como una pastura en que su bondad es enigmática, en que su misericordia es misteriosa ... pero yo no, yo quería ver su bondad, sentir-su misericordia al menos sobre algo tan inocente y limpio como un niño ... ay, mi niñita de mi alma ... Entonces lo rechacé ... entonces, claro ... ( ... ¿ Y ... y luego ... Matilde ... ?) 75 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ( ... ¿ Y ... luego, Matilde? ... ¡ ¡¡ Matilde!!!. .. ) -Me pasaba desde chica, la oscuridad no me deja oír... A ti lo que te daba más miedo era el silencio, siempre queriendo salir a escuchar los pájaros ... Qué guineo tenías siempre con los dichosos pájaros. Yo me echaba a temblar, después, cuando se te ocurría decir de alguien que tenía gestos de pájaro, o la voz fresca como la de un pájaro ... «Esta cae como un cortacapote », me decía. Pero tú, seguramente a fuerza de creerlo, tenías algún ángel de la guarda eficacísimo, porque hay que ver que te libraste misteriosamente de cada chasco ... de cada peligro ... Yo caía de ca-beza en todos ... ) (Porque querías, Matilde ... te encantaba jugar con fuego ... Tal vez por eso muchos chicos te huían, desde el Instituto, aunque siguieran como hechizados por ti. .. y te criticaban, decían que eras una cabra ... una buena machorra, sí, pero no para casarse contigo ... hasta mu-chas otras amigas que tuviste hablaban de ti por detrás, pero muertas de envidia por dentro, estoy segura, por no tener ellas el valor que tenías tú de no ser hipócrita ¡en aquellos tiempos, imagínate!. .. esa hipocresía de la sociedad, que parece criticar lo que más desea hacer ... cuando besabas delante de todas a tu novio ... bueno, a uno de tus novios, el que fuera ... se hacían las escandalizadas, pero bien que iban a cualquier sitio oscuro a besarse con sus chicos, en cuanto podían ... ) 76 -O en cuanto encontraban un sitio apropiado, porque hay que ver qué difícil estaba la cosa ... Nunca he visto una ciudad donde hubiera más pegas a digamos el marco idóneo para un idilio «a media luz» ... Amalita, que era una relajosa pero ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. disimulaba, descubrió un rincón allá casi al final del barranco, que era una maravilla. Pero poco le duró el contento ... y el relajo ... Un día la vi aparecer por la plazuela, toda enchapada que se le podía freir un huevo en la cara, seguida por una jarca de chiquillos ... ¡fuerte chirgo pasa-ría! ... Cuando la vi la sité pero casi no me oye ... Yo no sabía lo que le había pasado, y si la llego a encontrar otro día, seguro que no me lo cuenta, pero estaba la mujer tan insultada y tan agoniada, que si no descarga, revienta ... (Pero, bueno, ¿qué le pasó?) -Por ·10 visto, cuando Pepe y ella estaban disfrutando del «retiro», empajándose a conciencia, los mataperros se pusieron de acuerdo para gritarles a coro: «Métesela de una vez, bandío ... » Se habían estado empajando con el espectáculo primero, y ellos sin darse cuenta ... (¡Jesús, mi madre ... fuerte verguenza pasaría! Pobre-cilla ... ) -¿Pobrecilla? No me dio ninguna pena .. . que hiciera las cosas a la luz del día .. . Después, el singuango de Pepe, que Amalita le dijo que yo lo sabía, me tenía más miedo que a una lancha de moros ... seguramente creía que yo iba a ir con el cuento por todas partes. (Bueno, puede que te tuviera miedo por eso ... pero creo que muchos de ellos te temían por verte inaccesible cuando parecías tan fácil, por verte como tan superior a ellos pero haciendo lo que te daba la gana con 77 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ellos, con sus mentalidades tan estrechas, con orejeras... ellos, a aprovecharse de las ocasiones, pero al oscuro ... y viéndolo todo como a través de un fonil: lo ancho para ellos, lo estrecho para las mujeres ... ) -Qué miedo tuvi,eron s)empre nuestros hombres a las mujeres «leídas y es.cribidas », ¿ te fijas? No lo creerás, per<> una vez le oí decir a la tía de Blanquita que una joven de-::;ente· no debe leer. más que el libro de misa o el Kempis, fíjate tú. Y que así era como se pod¡a pescar un buen partido ... (Todavía a estas alturas, sólo de oír esa palabra, pescar, -me hace coger una vieja ... qué vergüenza, pescar a un hombre ... ) -:-Sí, pero no se puede negar que era el · deporte favorito de las mujeres de aquellos tiempos. Desde chica se les enseñaba todos los trucos para tener éxito, y a ver quién pescaba el pez más gordo, lo que se llamaba un gran partido. En cuanto levantaban un palmo del suelo, les enseñaban a engodar el anzuelo, a pasarles por las narices sólo un mínimo de carnada, para que les entrara la jirivilla ... y en cuanto se descuidaban, ¡zas! el macho salema que pica con un pelo de mujer, casi analfabeta, además ... (Yo creo más bien que en el fondo a lo que tienen miedo los hombres es a la mujer en general. .. a que tienen que reconocer su dependencia del sexo ... y ese tener que agachar el morro ante la evidencia, les brota en una especie de rencor hacia ellas ... según voy enve-jeciendo, más me afirmo en creer esto ... como si presin-tieran que en cuanto se descuiden, ellas se van a echar 78 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. fuera del plato y ellos van a perder el mando ancestral de superioridad que han venido disfrutando ... Por eso temen, o temían tanto a la sola idea de una mujer con estudios, con algo de cultura ... por eso querían que no leyeran sino el libro de misa ... y si reparaban en lo que dice San Pablo de las mujeres, ¡ mejor todavía!) -Pues en mi casa, en cambio, más bien pasó al revés, ya lo sabes ... Mi madre no estaba muy conforme con que yo estudiara. Si no llega a ser por mi padre, apoyado por mi abuelo, que se lo machacó siempre, hasta su muerte, me hubiera prohibido hasta bajar al Instituto ... Me parece que lo estoy oyendo: «La niña, Pino, que estudie ... ¿ oítes? ... que estudie, que se haga gente ... » Pobrecillo ... me gustaría encontrarlo ahora y darle las gracias ... Porque mi madre todo lo más me hubiera dejado estudiar para maestra, casi el único recurso para las mujeres, entonces. (Sí, la Maestra era la única que se salvaba de los resquemores, de las aprensiones masculinas hacia los estudios de la mujer. Y si era fea y solterona, mejor todavía ... no veían en ella a la mujer, sino como a la institución en general. Al fin y al cabo, tenían que reconocer que era la que intentaba desasnar a sus hijos, sobre todo a los varones, porque ¡cuidado que ponían reparos a que fueran las niñas a la escuela!, ¿ te acuerdas? siempre encontraban alguna disculpa para que dejaran de ir). -Lo de siempre: las mnas en casa, a ayudar a las madres. Y daba una pena ver a aquellas chiquillas que apenas podían tenerse en pie, acarreando agua con la talla a la cabeza, o la lata belmontina sobre el ruedo, casi siempre descalzas, con 79 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. los piecitos amoratados ... muchas de ellas con el hermano chico escarranchado en el cuadril ... Porque los matrimonios, venga a tener hijos continuamente, porque no tenían otro entretenimiento, pero ¿quién cuidaba a aquella insalla? Las niñas ... Es curioso, hay que ver el regocijo de un padre cuando nace un varón: «es un machillo, es un machillo» ... con la boca en las orejas de privado. Y lo atorrados que se ponen para anunciar que fue una hembrita ... como si fuera un fallo imprevisto de su virilidad ... (Jum ... pero después, hay que ver lo bien que saben sacarle el jugo a las niñitas, ¿eh? con esa disculpa de que tienen que aprender a ser mujeres de su casa ... lo que quiere decir, futuras servidoras de varones ... ) -Cuando yo estuve en vena pictórica ... (¿ Tú en vena pictórica? Pues te guardaba el se-creto ... ) -Pues lo estuve, fíjate tú ... Soñaba con pintar grandes óleos, una especie de denuncia rural, con todas aquellas cosas del campo nuestro que me dolían hasta la médula, y luego regalarlos a los ayuntamientos... regalarlos, que conste, porque si hubiera intentado venderlos, ya podía esperar un NO como una casa, con la sorrocloca disculpa de siempre: No hay presupuesto para cultura ... («Me parece que te veo, burro blanco en el terrero ... ») -Hubiera sido inútil, de todas maneras, 80 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. porque casi toda la florida saga de alcaldes que se han ido sucediendo en nuestra espiral de isla, han sido astutamente miopes para lo que no les convenía ver ... (Sí, ya se sabe: no hay peor sordo que el que no quiere oír.) -Equilicuá. Pero, hija, ¿has visto nada peor que el vidente que se hace el sordociego? ... Oye, ahora me acuerdo de que doña Nieves, a pesar de su larguísima maestría, decía toballa ... ) (Sí, y yo también ... me corrigió tu abuelo, ya ves ... pero yo creo que a las maestras, a la larga, se les van pegando las cosas de los pueblos, y el habta más que nada ... y muchas, sin darse cuenta, acaban diciendo maldiciones, como los hombres ... ) -Sí, eso de decir maldiciones era otro de los privilegios exclusivos de ellos ... pobres hombres, a pesar de todo, tan vulnerables también a la vanidad, al halago ... Fíjate, yo pienso que hasta la mujer más boba del mundo, con unos pechos granditos y cierta facilidad para echarles incienso, con el engodo del sexo acaba atrapando al que le dé la gana ... Dicen que cada hombre tiene su precio, pero qué quieres que te diga, yo creo que no es tanto cuestión de billetes o del dote como de adjetivos halagadores ... unos necesitan más, otros menos ... Y por encima de todo, hacerles creer que son superiores, que como ellos, como cada uno, no hay nadie ... qué lástima ... (Parece mentira, que algunos que para otras cosas 81 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. son tan inteligentes, no se den cuenta de su vulnerabilidad, con razón dicen siempre los franceses eso de «cherchez la femme» ... ) -Y por otro lado, siempre tan susceptibles a la idea del ridículo ... Erizados de susceptibilidad ante cualquier alusión que pudiera dejar en el aire una duda, una sospecha ... Me refiero a ese oculto temor a que pudieran creerlos maricas. ¿ Te has fijado que no hay un solo hombre que no se apresure a gritar, satisfechísimo de sí mismo, que él no entiende de belleza masculina, cuando las mujeres están diciendo que Fulanito es guapísimo? iY claro que entienden, porque tienen ojos en la cara! Mira cómo saben en seguida que ese machanga que dibujan en los tebeos es más feo que el demonio ... ) (Sí, tienes razón ... jamás reconocerán que otro hombre es guapo ... Pero a lo mejor es que sienten cierta envidia y les fastidia que las mujeres no paren de hablar ahora de Robert Redford, como en nuestros tiempos hablábamos de Robert Taylor, de Tyrone, de Clark Gable ... ) -Ay, Clark Gable ... ¿ verdad que era divino? Yo estuve loca por él. .. (Y yo también ... hasta en el libro de Física tuve recortes de fotos de él...) 82 -Pero no creo que sea sólo envidia lo que sienten, yo sigo empeñada en que son susceptibles a la idea del ridículo, a la más lejana sospecha de que los amigos crean que si su mujer se chifla con un artista guapo, es porque en cierto modo es como ponerles los cuernos, aunque sean unos ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. cuernos inexistentes ... Y hasta juraría que por eso se sigue manteniendo en España la Fiesta, ya sabes, las corridas de toros, aunque les revienten ya, por anticuadas, y hasta les disguste a la mayoría, sobre todo a los jóvenes ... i Pobres animalitos, tan espléndidos y tan llenos de vida, cómo se ensañan con ellos! No siguen sólo por turismo o por mantener la tradición, ni siquiera por el negocio, no me lo creo, sino porque como la palabra cuerno les pone erizados de susceptibilidad, sienten cierto malsano recochineo, una especie de placer morboso y profundo que parte del fondo de su virilidad, al ver que siempre se acaba matando al toro, y el toro tiene cuernos ... Pasando esta escena a la sociedad, fíjate cómo se burlan de un marido engañado por su mujer ... (Sí, en sociedad, la caridad consiste solamente en responder a las cuestaciones, sobre todo si preside la Mesa una señorona ... ) -Yo sigo con mi guineo. El hispano cree de necesidad, como para afirmar su machismo, ponerle los cuernos a su mujer, eso es cosa de hombres, faltaría más, es más macho que nadie, pero su mujer sólo para él, y las demás también, si puede; mucho exigir la virginidad femenina para la noche de bodas, aunque ellos no puedan ofrecer lo mismo a cambio, pero hay que ver qué tremendo y tesonero empeño ponen en que no quede una virgen mientras ellos puedan remediarlo ... (Eso era antes ... los chicos de ahora no se preocupan tanto de eso, creo yo ... ) 83 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. -¡ No me interrumpas, jinojo! Pero si su mujer es la que alguna vez tiene la feliz idea de devolverles la pelota ... fíjate cómo le cae arriba la sociedad toda, mujeres incluso, ¿ cuándo van a ser las mujeres solidarias entre sí, practicando esa especie de masonería que tanto resultado les da a los hombres?, incluso mujeres también engañadas ... Porque el adulterio, en el código calderoniano que rije aquí (Que eso era antes, mujer, y perdona que te inte-rrumpa ... ) 84 -castiga a la mujer severísimamente -casi todos los jueces son hombres, por no decir todos- pero te deja la impresión de que casi, casi, le da unas palmaditas en el hombro al macho acusado de adulterio, como diciéndole: «¡Qué tío eres, sinvergonzón! » Conocí el caso de una amiga que tuvo que recurrir a la separación legal, porque el marido era un caso perdido, un verdadero trauma para sus hijos y casi los estaba dejando a pedir por puertas, entre querindangas y otras bromitas parecidas, y cuando fue al abogado para iniciar el expediente, se encontró con la increíble sorpresa, así para empezar, de que ya el abogado daba por descontado que la falta sería de ella ... vamos, como si le pareciera absurdo, inadmisible a su mentalidad, que una mujer pudiera tener la loca idea de separarse de un hombre ... ¡de un Hombre! por iniciativa propia ... (Mujer ... no siempre ... ) -¿ Que no? Acuérdate de aquello que ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. leímos a la escondida en el bufete del abuelo de Carmen, ¿no te acuerdas? Eran sus papeles para la defensa de un marido que mató a su m
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Calificación | |
Título y subtítulo | Isla espiral |
Autor principal | Fe Bonilla, María Dolores de la |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Edirca Popular |
Fecha | 1982 |
Páginas | 138 p. |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 2586052 Bytes |
Procedencia | Biblioteca Universitaria |
Texto | RES DE LA FE ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ISLA ESPIRAL MARIA DOLORES DE LA FE EDIRCA POPULAR, 2 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ''-" 1982 María Dolores de la Fe Edirca, Editora Regional Canaria Avda. Escaleritas, 39-A Las Palmas de Gran Canarias ISBN: 84-85438-27-2 Depósito legal: G. C. 234-82 Imprime Industria Gráfica MAE ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Yo no he pedido v1v1r. Me esfuerzo en acoger sin asombro y sin cólera todo lo que la vida me trae. Y me iré sin haber interrogado a nadie acerca de mi extraña estancia en esta tierra. Ornar Khayyam ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Lo anunciaron por la radio. Bueno, no es que fuera una de esas noticias a nivel nacional, por el Diario ljablado o algo así, sino por medio de uno de esos «anuncios» que tan lucrativamente explotan las emisoras locales. Se oye un campaneo muy apreciable, o un angelical coro como de primer aviso para el Juicio Final (o a medio camino hacia la Resurrección), y entonces una voz muy acorde con las circunstancias, va y dice, como dejándose caer, supongo, entre la natural y novelera expectación de las radioescuchas, que a esa hora suelen estar en la cocina con el transistor puesto, y muchas a todo volumen: «Descanse en paz Fulanito /a de Tal y Tal, que ha fallecido en tal sitio y a tal edad en el día de hoy». Generalmente suelen asegurar que lo ha hecho «después de recibir los Santos Sacramentos y hasta la Bendición Apostólica». Pero cuando la muerte ha sido de las de moda, por accidente de coche o esas cosas del corazón, se limitan a anunciar unos enigmáticos «Auxilios Espirituales» que si nunca se sabe bien qué son o en qué consisten, tampoco comprometen a nada. Luego, sueltan toda la retahila de familiares (con 7 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. especificación de empleo o, en su caso, de ausencia de cada cual), sin olvidar eso de «y demás familia», supongo que para que no se pique nadie, por si acaso ... nunca se sabe, los familiares mientras más lejanos más suspicaces. (Y si hay muerto importante por medio, no digamos). Después de invitar piadosamente a la misa de corpore insepulto -que se ha puesto muy de moda- y /o a la conducción del cadáver desde la casa mortuoria (a veces, desde algún centro hospitalario donde tal vez se ha facilitado técnicamente el despacho al otro mundo), se culmina con la inefable, fabulosa coletilla: «Por cuyo favor les quedarán eternamente agradecidos». Como si el agradecimiento pudiera ser eterno ... ¡si hasta dudo de que exista eso! salvo algún chispazo digamos sobre la marcha, un agradecimiento dQ urgencia y de salir del paso ... También, en los contados casos del óbito de usufructuarias del casi desaparecido servicio doméstico, jamás se dice «cocinera» o «sirvienta p'adentro». Se dignifica con la solemne frase «y su fiel acompañante » ... Muy bonito, sí señor, aunque sea el último nombre de la esquela, cada uno en su sitio social, ¿no? Lo que no deja de ser injusto, ya que por lo general la «demás familia» no suele. estar nunca tan cerca del «occiso» u «occisa», día a día, tecla a tecla, como la llamada «fiel acompañante», que por algo se la llamará fiel, hasta la muerte del acompañado o acompañada ... Bueno, me da igual. Yo nunca he sido de esas mujeres repollinadas en su butaca, dándose aire con un abanico, siempre requintadas con todo lo que hacen las criadas, pero que no pueden vivir sin ellas. Así, empezando a hacer un potage de berros, fue como me enteré de que había muerto Matilde, a los cincuenta y ocho años de edad ... (Oué indiscreción, dejar una mascarilla mortuoria invisible, diria que 8 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. transmitida por las ondas como las telefotos, plasmada ya irremediablemente en una edad fija ... ) y también qué frescura, no dejar siquiera un resquicio a la imaginación 9e las radioyentés que no conocieron al muerto anunciado, para que se les permita divagar sobre cómo sería con tal nombre, si joven, si viejo, si birriento, si de buena familia, si de fortuna tomatera ... Pero, bueno, también es verdad que con esa simple especificación de la edad, al menos no se nos priva de poder crear una breve, fugaz novelita a nuestro gusto. Con lo emocionante que resulta oír, de vez en cuando, la noticia de la joven que muere a los dieciocho años, el joven a los veinticinco, casada, soltero, con hijitos, con prometida ... porque en los anuncios mortuorios nunca se dice novio, ni ligue, sino prometido, sería palabra más acorde tal vez con la gravedad del caso ... y qué raro, allá en un pueblo del interior, en el pueblo ... Qué raro, ¿por qué iría a parar allá, al final de todo, para el final de todo? Por lo que pude oír, pese al impacto, al estupor de la noticia, todavía vivía el que debía ser un segundo marido por lo menos, puesto que la solemne voz había nombrado, encabezando el reparto de familiares -pocos-- a un «su desconsolado esposo» :un tal Francisco No-sé-cuántos, creo. (¿ Es posible que todavía pudiera desconsolarse algún hombre por la muerte de Matilde, o sería simple tópico funerario, sin consultar al interesado, como un impreso preparado de antemano donde sólo hay que rellenar los nombres? En estos casos no suelen agregar la consoladora advertencia de «Táchese lo que no convenga», que aquí pudiera ser «desconsolado esposo» o «su esposo», a secas). Bueno, conque Matilde se había vuelto a casar ... i madre mía!. .. como si no hubiera tenido bastante con aquel sarandajo, aquel primer marido de su juventud, al que ni siquiera ahora puedo desear «que en gloria esté» ni que «en paz descanse», a menos que la misericordia divina sea algo así como una amnistía total, que también está muy de moda últimamente ... quién sabe ... ... Y murió a los cincuenta y ocho años, claro ... (Cada 9 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. vez vienen los berros más chicos, una verdadera porquería, no se acaba nunca de limpiarlos) ... No está mal. Si vamos a ver, es una buena edad para salir de esta vida todavía con paso airoso, es de suponer, y entrar en la otra, sea como sea la que nos espera Allá. Cincuenta y ocho años. Ni joven, claro que no, pero tampoco vieja, lo que se dice un carcamal. A menos que estuviera ya tan estropeada, tan cansada de todos sus jaleos y avatares en vida, que las circunstancias le hubieran acelerado el deterioro natural que traen los años, sobre todo si han sido de aúpa. Contra esto no hay cosmética que valga; eso no lo cura ni el médico chino. Después de picar los dichosos berros, me entró prisa, sin saber todavía bien por qué, y no tuve ganas ni siquiera de hacer la fritura como Dios manda, así que lo eché todo en crudo en el caldero, le majé un pizco de cominos con perejil y ajo, y me puse con las papas. Sentía una jirivilla en el ombligo, como cuando la vecina majorera me explica sus síntomas infalibles de volver a, tener la madre esconchabada. Seguía teniendo una prisa rara, así que pelé muy pocas papas, apenas las necesarias para espesarlo y que no resultara un caldo verguillas. De todas formas, ya me parecía oír a Pepe poniéndole repudios al potage, por lo poco espeso que iba a quedar. Pero yo tenía prisa y no podía estarme con muchos requilorios. Total, por un día ... el día de la muerte de Mati lde ... Entonces, qué casualidad, llegó mi ahijado Manolo, que ya está hecho un hombre, con su Seat y todo, que sabe manejar sin haberlo esconchabado todavía. Me dijo que si podía venir a almorzar temprano, porque tenía que hacer unas diligencias urgentes y no le iba a dar tiempo para tirar hasta su casa, allá en las quimbambas, por donde ahora hacen casas para el reboso de gente que ya no cabe en la ciudad. Y entonces me di cuenta de que le estaba diciendo que sí, que hombre, por Dios, faltaría más, pero que si no podíamos darnos un salto hasta cerca de San Mateo, y de paso hasta podíamos comprarnos allá un buen quesito tierno. 10 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Mi ahijado Manolo me miró con los ojos como chernes, como si estuviera viendo visiones, con lo poco amiga que soy de salir antes de almorzar, como no sea temprano a la plaza, que los días que me toca, me dura el insulto por los precios hasta bien entrada la tarde. Yo creo que si me ve retratada en una revista de esas de ahora, llena de mujeres en pelete (que a veces trae Pepito bajo el brazo, escondiéndolas como un sorrocloco, ijum! y se cree que yo no me entero) no se queda tan asmado. Hasta pareció algo engrifado. - ¿A San Mateo ahora, cristiana, casi en hora punta? - Sí, hombre, por el escaletri llegamos en un momentito ... Total, en· 10 que se hace el potage ... Tan abatatado debí dejarlo con mi antojo, que no dijo ni pío. Hizo sonar las llaves del coche, que es un guineo que cogió cuando estrenó el Seat y todavía se la echaba, y salió por la puerta para afuera. Encargué a mi hija Pimpina, que estaba estudiando en el cuarto, que le diera una vueltita al potage de cuando en cuando, para que no se pegara al fondo del cacharro, que me da un coraje tremendo tenerlo después que estar raspando, con el cuchillo de limpiar los pájaros, que hasta da dentera. Tiré las cholas en medio del cuarto, me entré los zapatos nuevos, aunque me habían hecho gallinas, y salí como un rehilete hasta la calle. Parecería una palanquina, toda desmangallada, con el traje de dentro de casa, pero me daba igual. Al fin y al fallo, no me iba de belingo. Ya bien pasado Pico Viento, mi ahijado ly1anolo empezó como a despertar del sueño; todavía seguía con cara de no creérselo como cuando uno no acaba de salir de una pesadilla que le parece que es verdad, que me ha pasado bastantes veces. - Madrina, ¿se puede saber a qué vienen esas prisas tan raras, de querer ir nada menos que a San Mateo ... ? Es un pizco más abajo, antes de llegar al pue-blo ... 11 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Pero, bueno, ¿para qué, se puede saber? Es que murió Matildita, hombre ... ¿ Oué Matildita? Una que yo conocía desde chica, y no la había vuelto a ver ... - Pues menos me lo explico, madrina. En vez de alegrarse por librarse del rollo, con la disculpa de la distancia ... ¡ Jesús, hombre! - ¿Ya santo de qué tiene que ir con esas prisas? - Porque el entierro es esta tarde a las cinco, y me gustaría hablar con ella (¡jinojo! ¡fuerte interrogatorio!) - ¿Hablar ... ha-... ? (La voz se le puso igualito que una gallina con gogo). Mi ahijado Manolo tenía todo el aspecto del que tropieza a ciegas con un muro sin saber por donde cae la entrada. Con su pachorra de siempre (como que es hijo de su padre, más pachorriento él también que todas las cosas) prefirió callarse, como si me dejara por inútil. Siguió para arriba y pasamos Santa Brígida. Me fui quedando embelesada. El aire olía a eucaliptos calientes, como cuando yo era chica. Pero no vi árboles, apenas. Es que los recuerdos siempre siguen oliendo al mismo olor de entonces. El olor seguía. Y las voces. Y la propia Matilde bajaba por un atajo como una cabra, como lo que fue después, si vamos a creer lo que decía la gente ... A mí no me lo crean, mi alma la quiero para Dios. 12 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. El anuncio de la radio -¿sería eso?- se me quedó dentro tan clarito como si me lo estuvieran repitiendo con el mismo tinete machacón que la tabla de multiplicar en la escuela de doña Nieves. Así que supe exactamente por donde había que ir a la casa de Matilde difunta. (O quizás es que to sabía, i no lo iba a saber! Como si estuviera emplazada desde siempre para esta visita. Sin invitación, sin formulismos previos. Porque, ¿a dónde, si no, hubiera ido a tener la Matilde de cincuenta y ocho años?) Desde lejos, unos sombreros negros parecían los puntos de referencia. Sí, allí tenía que ser, claro. No había mucho rebumbio. Los sombreros negros, pocos, se movían sobre unos cuerpos como cansinos, que también iban a casa de Matilde, como nosotros. Dentro -dejamos fuera aquellos olores de siempre, que todavía siguen allí, Dios los bendiga- pude fijarme después que había más pañuelos negros que sombreros, porque los hombres se destocaban al entrar. Siempre parece haber una relación sombrero-respeto, por muy reacio que sea el hombre del campo a separarse de su entrañable cachorra. Como está mandado. Las mujeres son más en el mundo para todo, para lo bueno y para lo 13 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. malo, para la novelería y para el melodrama, para el parto y para la muerte. En misa pasa lo mismo. Donde no se vean mujeres en más cantidad, suele ser cosa mala: recuerdo el bebedero de Juanito el de Teror ( ... «¡niña, no te vayas a parar en esa puerta, ándate luego ... !»), por ejemplo, siempre plagado de hombres beberriquiando, pegados al vaso pringoso con un quince de ron y al plato de chochos, salados como la pilla, por todo enyesque, como si no tuvieran otra cosa que hacer en este mundo. Y con el cachorro enterrado hasta los ojos, el totizo al descubierto, porque por lo visto el ron no les produce mucho respeto. Con un par de quinces, mamadera segura. Y rebotallo en la casa, luego, con la consabida tollina a los chiquillos, porque al que tiene mala bebida, el ron no le saca una alegre rumantela, sino una templadera fartona o peliona, cuando no llorona. Del zapatazo, espanta a todo su rancho ... En alguna parte tenía que estar el viudo, supuse. Ah sí, aquél era, donde todas las manos entrantes iban a parar, manos del campo quemadas de sol y tierra, unas -las izquierdas- manteniendo el sombrero negro; otras -las derechas- manteniendo el apretón obligado del pésame sin palabras claras, sólo farfullos adivinados. (Si Pimpina se habrá acordado de darle una vuelta al potage.) Conque aquél era el viudo de Matilde ... Qué curioso, no sólo no llevaba puesto el sombrero negro (la vieja costumbre de los lutos masculinos: el sombrero encasquetado sobre los ojos, las solapas de la chaqueta subidas hasta las orejas), ni en ninguna mano, sino que ni siquiera tenía el aire ni las marcas en la frente de haberlo llevado nunca. Lo que llevaba en la mano izquierda (qué raro, no era un rosario, ni, qué sé yo, alguna flor) era un libro, como si le hubiera sorprendido todo este asunto de la muerte a media lectura, inesperadamente, como cuando te llaman por teléfono. No era 14 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. un libro de misa, era un libro moderno, corriente, de esos de ediciones de bolsillo o algo así. Mi sombra distinta le hizo desviar los ojos de los habituales del pésame y se quedaron en los míos, atravesando mis gafas. Eran unos ojos serenos, infinitamente tranquilos, sin curiosidad ni preguntas. Pensé que si en ese momento aparece allí el Capitán General con todas sus galas, o Satanás con todas sus pompas, sus ojos tampoco hubieran demostrado, registrado nada nuevo. Los ojos estaban en su cara para ver, para verlo todo y nada más. No eran ojos-retrato. No eran ojos-mensaje. No hablaban. No eran los ojos de Matilde, claro. Entré. Empezó pareciéndome un disparate -pero luego, no- (tú siempre con tus disparatadas figuraciones) pensar que aquí, en este pueblito lejano y campurrio, pudieran darse tantos trazos goyescos. Pero todo este cuadro en el que me hallaba metida era un puro Goya. Estas caras, las profundísimas gravedades de las expresiones faciales, estos contrastes de sombras sobre sombras en un cuarto soturno, aguafuertes de pobreza y lutos, de negros y rasgos como hechos con una puntilla ... este remoto fondo de locura que parecía refulgir de pronto, a ramalazos, allá muy en el fondo de estos oscuros ojos campesinos, tan pasivos en la superficie, ¿dónde también pueden encontrarse sino en Goya? En modo alguno eran los ojos blancos de los cuadros de Antonio Padrón, aunque sea más nuestro. Bueno, tal vez él los dejó así para que cada uno reflejara su locura, sus sueños, sus maguas ... qué sé yo ... esto tan hondo e incógnito que late en cada cual. Bueno, tal vez sólo fueran espejismos en estas horas de un duelo en un tórrido mediodía ... el solajero ... Lo que me maravillaba a la vez era aquel estruendo pajarero, como si todas las bandadas de canarios del mundo hubieran roto a cantar en tropel, atropelladamente, a pleno pulmón emplumado, poniendo en música de trinos el amarillo fuerte de sus plumas. Qué i¡respetuosos, pero qué sedantes; estos gorjeos, estos 15 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. «do de pecho». A estos seres ;libres no se les puede decir, claro, «vete a que te den un pizquito de tente allá» ... Ya se sabe, los canarios, enjaulados y todo, en cuanto sienten la bulla se suman irresistiblemente. - También nos pasa con el timple, ¿ no? En cuanto oímos el furrungueo del timplillo, ¿ no nos sumamos irresistiblemente, por dentro y· por fuera? (Péro, Matilde, eso es distinto ... ) (Si Pimpina se habrá acordado de mirar el potage ... ) Y Matilde, ¿dónde estaría? ¡Dónde iba a estar! En el centro de la soturna reunión, claro, como siempre. Sólo que esta vez, difícilmente podría mantener centrada en ella toda la atención masculina, con o sin sombrero negro. Y así y todo ... - ¿Todavía no me has perdonado lo de Eugenio, mujer? (¡ Claro que sí!. .. En cuanto eché unas lagrimitas, se me quitó la rasquera ... Y luego hastá llegó a darme una risa tremenda, pareciste zahorina, muchacha ... ¡fuerte sarandajo resultó el muchachito! ¿eh? Mira que si tú no me quitas el pretendiente, sabe Dios lo que sería yo ahora ... Así que, encima, tengo que estarte agradecida ... ) - Pero tengo que aclararte que no lo hice por librarte de él, querida ... por desgracia, fue todo lo contrario ... me interesaba y no vacilé en engodarlo, hasta que picó ... ) (Bueno, es igual, ya sabes que yo voy dejando en la cuneta todo lo que puedo ... no quiero cargas in.útiles ni negativas ... Me gusta limpiar fondos cada día, lo que 16 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. nunca hacen los correíllos, y dormirme con la mente en blanco ... ) - Dichosa tú que has podido hacerlo ... Mis sueños siempre estuvieron tan cargados, tan densos ... (Olvídalo, niña, total. .. ) Por algún resqu1c10 llegaba olor a café. Claro, la gente habría estado en planta toda la noche. En los velorios, el café es el primer luto bebido de los que acompañan la vela de los muertos. Ellos velando. El muerto durmiendo, arropado -¡seguro, cómo si lo viera!- por multitud de conversaciones que no sólo ya no le importarían nada, sino que, encima, absolutamente nada tenían que ver con él. Como siempre. ¿Hay nada más enciclopédico que la recopilación de los temas tratados en un velorio corriente? Sin entrar en orden alfabético, que ya sería demasiado para un recuento de urgencia -lo mismo que querer meter la catedral en San Telmo-- juraría que anoche se habló, hombres con hombres, mujeres con mujeres, café con café, café con ron, ron con tabaco, de casi todos estos temas: el tiempo; las papas; repaso a las aJtas y bajas de las respectivas familias y amistades ¿,y «personas piadosas »?; salto atrás con pregunta de «¿y qué ha sido de Fulanito?» respecto de algunos no presentes en el acto; los nuevos novios; los partos de cada una, con pelos y señales y estremecedor relato de sus interminables sufrimientos; el relajo de la juventud de estos tiempos; el tiempo, en singular, siempre presente; algún punto para un tapete de barbilla; las enfermedades, los andancios de siempre, el «andancio que anda»; las desgracias, que nunca faltan porque, según ellos, no sólo nunca vienen solas, sino que se encadenan como para dar 17 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. perpetuo tema de conversación a esta gente del campo, en general poco habladora; el cura de otro pueblo; la ciudad y las diferentes opiniones sobre experiencias personales durante el viaje de cada cual a la ciudad, por mor de algún pleito «en el uzgado» o alguna diligencia para el carnet, el Seguro, la Hacienda ... ; el tiempo ... el tiempo ... el tiempo ... que no llueve, que cayó una garujilla, que los del agua abusan demasiado, que no voy a plantar esta vez, que no llueve; que don Cacique mangonea más de la cuenta con el agua, más que antes, que ya es decir; que a lo mejor el invierno va a ser bueno porque el verano está pegando fuerte ... ¡ Mi ahijado Manolo! Lo vi de raspafilón, allá a la entrada, y me dio reparo aquella cara de angustia, como si tuviera angurria y no supiera a dónde ir, perdido, más amarillo que un bufo, entre tanta cara morena y recia, cara de muchacho de ciudad, cara débil, que ahora me parecía tan lejana de mi vida ... Claro, mi ahijado es un muchachito nuevo y seguramente tendría cierto reparo en estos asuntos de muertos, seguro que nunca había visto uno. Ya los vería ... - Esto... oye, Manolo, te vas a volver a casa, ¿oíste? y le dices a Pimpina que se encargue ella de ponerles el almuerzo, que ya iré yo cuando pueda ... que no se preocupen, que hay piratas a toda hora, ¿sabes? No te olvides de llevarles un quesito de por aquí, hombre ... Mi ahijado no puso reparos a mis encargos, a ninguno de ellos. Meneó la cabeza con más nervios que con conciencia de lo que hacía, y traspuso, sin saludar a nadie. Nadie lo conocía, si vamos a ver. Ni a mí tampoco, claro. Pero yo tenía que estar allí. 18 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Un jirimiqueo, iniciado aún antes de llegar hasta donde estaba la muerta, con sus inevitables candelabros y sus floritas acá y allá, nos hizo saber que otra mujer del pueblo se acercaba. La cara de siempre, tan vista siempre en el campo: cutis tan atezado que ya ni era cutis, sin edad, ojos profundos más que hundidos. Vejez anticipada. Brazos y manos fuertes, recios. Manos y brazos que parecen siempre dispuestos a alzarse, las manos abiertas con los dedos bien separados, y los brazos preparados para formar el debido ángulo, tan característicos, tan conocidos, tan propios de la gente de los campos nuestros. Esta mujer recién llegada no se limitó sólo a lloriquear, a sorber los mocos torciendo la boca en un gesto casi presentido por mí de antemano, de tan bien como lo recordaba desde mi niñez. Esta mujer desconocida se arrodilló junto a Matilde y le descubrió la cara para besarla. Conque así era la Matilde última ... Había caído en la tentación tan corriente de querer disimular las canas -porque las tendría, si lo sabré yo- con un tinte dorado oscuro, tirando a caoba mal copiada. ¿Por qué lo haría, por quién? Sin embargo, en cierto modo era la 19 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. cara de siempre, de antes, bajo la infinita paz de la muerte. Con sus ojos cerrados, se me perdía ya el poder saber qué estaría pensando ahora -y en otro momento menos grave y trascendental, hasta hubiera dicho qué estaría tramando ahora. Pero allí estaba su cara serena y pálida, con las rayas inevitables que va trazando el tiempo, que va poniendo la vida en sus fieles seguidores. Muescas vitales ... ¿No hubiera sido justo decir también, como en mi caso y ep el de todos los que seguimos más o menos vivos, «por cuyo favor le quedarán eternamente agradecidos»? Agradecidos por vivir todavía, por poder estar junto a una muerte en vez de estar protagonizando la propia muerte misma ... Me hubiera gustado verle las manos, pero la mujer llorosa no había llegado a descubrirlas. ¿Cómo serían ahora las manos de Matilde, manos de cincuenta y ocho años o habrían envejecido más que ella? ¿ Tal vez como las de estas mujeres que la ,acompañan con suspiros ( «¡ay, qué se le va a hacer», «todos tenemos que pasar por eso», etc.), rosarios, murmullos de vagas conversaciones particulares, como restos de las de anoche? («Es que no semos naide, quería ... ») ¿Seguiría teniendo las manos de antes, tan características, pero en modo alguno parecidas, entonces, a las de las mujeres del campo, aunque hubiéramos nacido, ,ella y yo, campurrias? ¿ Con dedos llenos de oscuros torondones? Pero, ¿por qué aquí, en el campo? ¿Por qué vendría a morir precisamente aquí, ella que fue siempre mujer de ciudad, de ciudaddes, de asfaltos y no de caminos de tierra? Los ojos de Matilde me miraban -iguale&desde sus párpados cerrados. (¿Por qué en el campo, Matilde? ¿Por qué volviste al campo?) 20 - Volví porque necesitaba mis raíces, saber, comprobar que había un pueblo, una tierra donde viví mi infancia, mi primera luz; que sin ser mía por dinero o herencia, era como mía, más mía aún que ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. por dinero o herencia. Su aire me creció y quise hacerme tierra a través de las raíces. (Pero, Matilde, ¿de verdad pensaste alguna vez en esas cosas? - Amor y muerte son dos cosas que llevamos dentro, ¿no? Descargada ya de una parte del equipaje, tenía la otra pendiente. Y vine. Yo tenía esta tierra en mi sangre, me dí cuenta en la ciudad. Y tenía que tenerla en mi aire. Y vine. (Pero, Matilde, ¿por qué venirte definitivamente al pueblo? - Necesitaba el pueblo, el lugar, porque aquí tenía que permanecer algo mío esperando siempre mi regreso. Porque ahora sé ·que la tierra del pueblo, de tu pueblo -quién iría a decírmelo-- es la puerta del mundo y no al revés. (Pero, Matilde, si te asfixiaba este ambiente, si buscaste la puerta del mar para huir ... para respirar, dijiste ... ) Dije ... dije ... sí. Pero vine también en busca de los viejos olores y de los sonidos, los sonidos antiguos, ¿ya no te acuerdas de lo importante que es todo esto? Y el silencio: no podía buscar la raíz, la tierra, a gritos. Tenía que volver a las voces, los paisajes, días y noches de aquí, aire, aires. (Pero, Matilde, ¿no habíamos olvidado todo esto, mejor dicho, no dijiste que odiabas de tal modo todo esto que no querías ni volver a oír este nombre del pueblo en toda tu vida?) 21 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. - Olvidar ... olvidar es saber. Saber por ejemplo que la placita del pueblo ya es el mundo. O que el mundo no cabe, o sobra, en la placita del pueblo ... (No te entiendo. Con el disgusto que se llevó tu madre ... ¿murió antes de saber estas cosas tuyas?) 22 - No seas boba... ¿ no sabes que las madres no se nos mueren nunca? A veces, sí, nos matan o se nos muere la niña que llevamos dentro ... (¿ Cuándo empezaste a saber estas cosas?) - ¿ Cuándo se saben estas cosas? ¿ No se llevan ya sabidas dentro? (Y tu madre que creía ... ) - No estaban en la matriz ni en Ella; más allá de la Madre. (¿ Y por dónde empezaste a buscar?) - ¿Habría que empezar por los olores, los sonidos, las imágenes no borradas del todo pero indescifrables entonces? (Pero, Matilde, ¿qué imágenes querías?) - Una cesta pedrera, ya medio podrida de lluvia, de tiempo, de abandono, de inútil. .. Pero, Matilde, ¿no es una imagen sin sentido?) - Viejísima imagen sin sentido que quedó indeleblemente fija en mi memoria, ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. en mis recuerdos. Y otras también: las faldas negras de las mujeres con el pañuelo eterno, que me parecían todas viejas, a mis ojos niños. La mancha violácea de un tuno caído, escachado, olvidado en un camino de tierra, seca del tiempo sur, con cercas de piedras y lagartos, bordeado por las voces desde las casas ... ¿ te acuerdas? ... con espacios llenos de aire y colores... este aire y estos colores no se repitieron nunca fuera de aquí. .. Y unas manos secas, con uñas terrosas, también viejas desde aquellos tiempos. ¿ Las ves aquí ahora, dándome la razón de que no buscaba en vano, de que no vine en vano? ... Y unos matos secos, el gesto nervioso del gallo, vivísimo ... (Pero, Mati lde, ¿ cuándo, cuándo?, ¿ dónde?) - Dónde sino aquí, en la tierra donde han de estar mis raíces ... (¡ Dios mío, Matilde! ¡ Si ya casi van a empezar tus raíces!) - Ah, las voces ... las voces siempre lejanas, como en el sueño del calor del mediodía ... de la primatarde del campo ... un perro ronco ... algo más ... ¿ruedas lentas, algún carro, había carros todavía? (¡No te vayas, Matilde! ¿No sentiste ningún temor? - ¿ Temor? ... Sí ... uno, al principio: ¿se habrán arrancado de cuajo mis raíces, como el hombre que limpiaba los surcos; se las habrá llevado el viento cualquier día de tiempo sur, no quedarán ni raspas? 23 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ( ... ¿Hasta encontraste tus días?) - ... aquellos días que parecían como pintados por las monjas, tanta era su serenidad, su sosiego, en la diafanidad del recuerdo .... (Matilde, perdona, pero eso me suena un poco cursi, como si dijeras eso de «volver al nido» o algo así. .. ) - Yo siempre fui cursi en el fondo, no lo puedo remediar aunque lo disimulaba a más no poder ... ¿ Y sabes? Nunca encontré un nido ... Nunca fui a buscarlos, los escuchaba luego vivos, sonoros. (Hay qué ver, Matilde ... tú nunca parecías pensar ... ) - Tal vez lo que se ha llevado dentro desde la niñez, como se llevan los huesos, no se piensa nunca, ni hay que pensarlo ... Despierta un día a la menor señal, a la más inesperada señal: un olor antiguo que te devuelve al tiempo, un sonido, un atisbo de figura que parece volver del lejano fondo de entonces, y ya está. Y vine. Era en primavera. (En primavera ... Pero, Matilde, ¿de qué año?) - Entonces, también lo recuerdo, el tiempo se contaba por estaciones, no por años. Como se contaba la suerte o la desgracia por cosechas, ¿ no te acuerdas? (Bueno, al fin y al fallo, la tierra y las estaciones son las mismas en todas partes, Matilde). - ¡ Oué te crees tú eso! Las nuestras, no. 24 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Esta tierra, aquí, es la que nos ha amasado los huesos ... Ah, sí, y aún temía otra cosa: ¿ dónde estarían las manos que habrían de reconocerme como hija con derecho a raíz, dónde estaría la memoria que me afianzara en mi seguridad de que al fin estaba allí, aquí? (Matilde, date prisa, sólo faltan unas horas para la tierra ... i Dios mío!. .. ) - ... Por eso el deseo de volver me enloquecía a veces, no sabía de horas ni de años... No me amañaba allá, no me hallaba ... No quería saber de días ni de noches. Antes, ¿ te acuerdas? parecía que la noche no la rompía el sol, sino el canto del gallo, que acuchillaba el aire como a un velo, rasgaba la noche y venía la oleada de luces, luces de verdad, con sus colores, y las sombras no eran negras, como allá, como en cualquier otro lado, sino azules, y los sonidos también tenían color, y las voces ... (Cuánto has cambiado, Matilde ... ¿eres distinta o eras distinta?) - La naturaleza es tremendamente vengativa. Se venga, hasta con ferocidad, a la larga o a la corta, cuando no se ha hecho lo que ella quiere, cuando no se cumplen sus exigencias, sus implacables ritos ... cuando se le quiere llevar la contraria, date cuenta ... Pude llegar antes de que me refataran mi sed de tierra ... 25 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Unos carraspeos entreverados de farfullos. Un remover de sillas y taburetes. La gente se ponía en pie, con cierto respeto. Más suspiros. El feroz ramalazo de luz que señalaba la puerta, se vio atravesado por una sombra negra que se adelantó hacia Matilde, sombra con cuerpo y cara ... El cu rita del pueblo, supongo ... i Demontre, mira quién venía a ser! ¡Un niño que estudió conmigo, con nosotras, en el Instituto! Me hubiera gustado pegar la hebra con él, en otro momento, claro. ¡ El cae! Por un momento volvimos a los latines, qué curioso. El silencio se hizo como clásico, bordado a realce de viejas palabras litúrgicas, palabras que jamás pierden su esculpida belleza pero que me sonaron altisonantes dentro de la pura sencillez del campo y sus gentes. Pero, así son las cosas, qué le vamos a hacer ... Padrenuestro ... «Nuestra hermana Matilde ... » ... Y de pronto me encontré pensando (por escarmentados y dolidos recuerdos propios) si todo este hecho 27 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. evidente, irreversible, de hallarnos aquí junto a Matilde (y Matilde en su ataúd, bajo un gran Cristo, con unos candelabros horriblemente altos -como conservados desde los tiempos en que el andamiaje funerario de entonces colocaba a los muertos en alto, sobre catafalcos con paños negro~ candelabros modernizados, por mor de las circunstancias, con supuestas velas sin cera, pobre imitación, con bombillos atulipanados, con una rígida corona contrahecha a los pies del crucifijo -¿por cuenta de la Casa?- que sabe Dios para cuántos muertos anteriores habrá servido, tan miserable frente a la tierna frescura humilde, sencilla, de las otras flores que sin duda habría traído la gente) obedecería a toda una organización comercial funeraria previa, como suele suceder en la ciudad -«usted ponga el muerto, que nosotros nos encargamos del resto»--. Si el negocio de «facilitar los trámites de la muerte a los vivos» habría llegado hasta aquí. .. En la ciudad -¡ay, mi ciudad!- hasta hay gente que se ha asegurado en vida un entierro decente ... Y las llamadas Pompas Fúnebres suelen tener en verdad muy pomposos nombres ... y de muy logrados matices, por cierto. Una de ellas. El Pensamiento. ¿Habrá nada más indicado para los que, contraviniendo el Bando Poético de un famoso vate. «Prohibido morirse en Primavera», no les quede más remedio y lo hagan, como el portugués del chiste, «en contra da sua voluntade»? - Tú y tu siempre adecuado humor negro ... Una segunda cae más bien en los dominios wagnerianos: El Ocaso, que incluye entre sus clientes, sin discriminación social alguna salvo tal vez en los precios, a los vulgares dioses de la sociedad y a los simples mortales de entierro de tercera, y gracias. 28 - Siempre fuiste, te lo dije siempre, sensatamente loca ... ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Otra, La Soledad, ya parece sugerir ciertas reminiscencias becquerianas, que siempre hace bonito y romántico, y los leímos en esa edad en que irremediablemente se le lee, al poeta de las Rimas y la perillita tísica, y cuando pasamos por la calle donde campea ostensiblemente el neón anunciador del negocio, siempre pensamos casi sin querer: «Dios mío, qué solos se quedan los muertos ... » Y seguimos nuestro camino tan campantes, con la conciencia -bueno, al menos la literariadebidamente en su punto, hasta diría que satisfecha de nuestra culturita prendida con alfileres, o de nuestra buena memoria. Pero los muertos no se quedan solos, ni nosotros tampoco. Los muertos se quedan con nosotros para siempre, hay algún punto remoto en nuestro cerebro donde guardamos para la vida a nuestros muertos, todos los nuestros, los de la familia, los de la amistad, los del conocimiento casual, los leídos en el periódico ... (Pero, Matilde, qué cosas dices ... Pero, ¡tú sabrás!. .. Bueno, al menos ya lo sabrás mejor que yo, claro ... ) - Los especialistas del cerebro no se han interesado en localizar el punto preciso de tan particular Necrópolis, pero existe, claro que existe. Cada cual vamos con nuestro cementerio a cuestas, dominándonos desde su ápice nuestra verticalidad ... hasta que pasamos a mejor vida, quiere decirse, a la horizontalidad pasajera, generalmente de unas veinticuatro horas, para mayor seguridad y tranquilidad de la gente que todavía se agonía recordando espeluznantes historias de catalepsias ... hasta terminar de cumplimentar los ritos vigentes de la misa de corpore 29 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. insepulto en la parroquia, y desde ahí al cementerio católico que corresponda ... o donde haya sitio, porque creo que ahora hay también tal escasez de este tipo de viviendas ... oye, ¿ no valdría la palabra morienda en este caso?... Trámites en los que, como ves, me encuentro ahora, casi... No son pensamientos morbosos ni macabros, sino los que corresponden a este momento en que acompañamos a Matilde en sus últimas horas de relativa exposición al mundo vivo. Aunque Matilde (tiene razón) sigue aquí y por lo que me parece, se está riendo, como siempre. - Es que me da mucha risa todo este tenderete. (Pero, Matilde, dicen que es el momento más grave ... crucial...) - Pero se trata de mí, ¿no? puedo reírme de mí, si quiero, ¿no? (Matilde, fíjate, has vuelto a la muletilla de tu infancia, aquel ¿no? casi constante hilvanando tus palabras unas a otras ... ) - Claro ... ya sabrás, algún día, cómo la muerte nos vuelve a vivir desde el principio. (Entonces, ¿no sirve de nada, a la larga, tanto corregir de los maestros, de los mayores, y luego de uno mismo ... ?) 30 - Bueno ... no deja de ser un sano ejercicio ... Mira, aquí hay una maestra ahora, y no me importa. ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Sí, aquí estaba una maestra, pero no era, claro, la de aquellos años antiquísimos. Al parecer, incluso me estaba hablando y no me estaba yo fijando, distraída entre Matilde y la salida del curita (corpóreo, sólido contraluz recortado de sol) escoltado por el monigote y el eco de sus latines. Y más suspiros de despedida. - Soy la maestra de aquí ... Sí, esta chacarona borrosa, casi impersonal, con la frente llena de barros y unas manos desinquietas, inseguras, me lo decía a mí, porque para las demás personas presentes, todas del mismo lugar, no haría falta advertirlo. La maestra ha sido siempre la persona que más miran en los pueblos, en la que se ponen a diario más miradas, esperanzas, rencores, murmuraciones y hasta préstamos de chiquillos por horas. La maestra lo recibe todo (chiquillos, quejas, piojos en ocasiones ... algún cestito de papas, unos huevos, un quesito tierno, alguna quíquera ... ) Las maestras viejas recuerdan los pueblos por donde fueron ascendiendo en el escalafón de la antigüedad como si estuvieran divididos en dos clases definitivas: pueblos regalones y pueblos agarrados. Tal vez no se acuerden ni de cómo era la casa que le tocó, si tenía el piso de tierra apisonada, o ratones, perinquenes, cucas ... pero no olvidaba si fue escuela con provisiones alimenticias a medio plazo, ofrecidas por el vecindario). - Doña Matilde fue siempre muy buena, muy generosa conmigo ... (Vaya, nuestro pueblito -tal vez gracias a Matildecaía en la clasificación primera: regalón. Quién iría a decirlo en tiempos de nuestro don Cacique particular, que hasta tenía que decidir si a la maestra nueva, o al cura nuevo, se le hacía el vacío o no: dependía también de quién estuviera de alcalde, alcalde asimismo impuesto por don Cacique, faltaría más.) La Maestra. A veces, «la maestrita», dicho con tono socarrón y hasta con cierto menosprecio compasivo, sobre todo cuando la facha física no responde a la respetabilidad de la Profesión, con mayúsculas. Unas 31 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. gatas y, en otros tiempos también un buen moño martillo, ayudaban mucho a la impresión. La Maestra, personificación de la casi única carrera que podían seguir las mujeres. Luego, llegaría otra carrera en la batalla por alcanzar un puesto de igualdad en la vida: Farmacia. La Maestra, aún descontando la inmensa dimensión de su aportación a la cultura -por muy en ínfima escala que fuera- debiera ser el primer monumento de cada pueblo, de cada lugar. Incluso aquel tipo, desaparecido ya (así lo espero, al menos) de la maestra con palmeta y cierto sádico ensañamiento con la infancia. Aquellas maestras increiblemente agrias, severas, rigurosísimas, que parecían complacerse en poner de rodillas a los chiquillos, penados por cualquier mataperrería que nunca llegaba a ser ni delito mínimo; penados con los brazos en cruz y libros en cada mano (de rodillas sobre garbanzos los ponía una que yo me sé); penados con unas orejas de burro hechas con periódicos, o con papel-baso a falta de otro, a ser posible de cara a la calle, cuando la escuela tenía balcón; penados con cuarenta palmetazos cuando no contestaban como alpispas a la tabla de multiplicar salteada, sin preguntarles nunca la tabla del cinco, que era más fácil; cuarenta palmetazos que dejaban llenas de torondones morados las pequeñas manos de uñas roídas ... incluso ese tipo de maestras merecen cierto homenaje por su labor, porque enseñar sí que enseñaban, amparadas en su lema «La letra con sangre entra». Sí, a la entrada de cada lugar del mundo habría que poner el recuerdo a la Maestra, O al Maestro, ya que por una vez puede simbolizarse en femenino una profesión ejemplar. (No ha de decirse siempre El Hombre, como cuando se habla de la historia de la Humanidad, por ejemplo: el hombre de las cavernas, el hombre de Cro-Magnon, el hombre de ... el hombre ... ). Hay profesiones en las que siempre parece encontrarse un hueco para aplicarles la palabra antonomasia. Y hay sitios donde puede aplicarse esto mejor que en otros, casi diría la antonomasia por antonomasia. En un 32 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. paguito, en un pueblo chico, por ejemplo. Aquí sí que puede decirse apropiadamente La Maestra, El Cura, El Cacique. Con toda la dimensión universal que puede contener una Unidad, el personaje. Nunca una maestra, un cura, un cacique. - Chacha ... ¿ no te estarás enrollando demasiado? Va a creer que estás pensando en las maragullas ... (Tú, cállate ahora, déjame con mis refistolios, aunque se crea que estoy en Belén con los pastores ... ) La Maestra ... ¿se les pegará a las maestras de los pueblos la idiosincrasia de la gente de esos pueblos? Una maestra nueva, venida de algún otro lado, incluso nacida y criada en la propia capital, maestra que recién salida de la Escuela Normal va destinada a un pequeño punto dentro de nuestra geografía (nuestra redonda geografía puede decirse aquí), ¿se contagia o viene ya desde sus oposiciones como predestinada? ¿Encaja la maestra por su propia cuenta o se ve obligada a encajar forzosamente? En su largo peregrinar por infinitas escuelas vacantes, las escuelas que nadie quiere al principio, porque están lejos de la ciudad, escuelas que se aceptan por no perder de ejercer, hasta conseguir ¡ por fin! una vacante en algún Grupo de la ciudad, tras el lento subir por el Escalafón y reunir puntos ... ¿cuánto queda adherido a cada maestra de cada pueblo? Tal vez con canas, con una carga irreparable de experiencias, amarguras, vivencias, ¿ llevará consigo retazos de1 cada pueblo, de sus gentes, que impregnan y configuran definitivamente a esa persona que encarna a La Maestra? La vacante soñada en plena juventud, codiciada idea acariciada largos años de ejercer en la capital, ¿ le parecerá una recompensa o un trasplante hacia otras nostalgias? Bueno, qué sé yo, si nunca he sido maestra ... - Doña Matilde me ofreció su casa en cuanto llegó aquí. 33 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. - ¿ Llegó hace mucho? - Era en unas vacaciones de Semana Santa, y llovía por fin después de tantos años secos ... Oh, como que corrió el barranco, con eso le digo todo ... La vi en la puerta de esta casa, con la cara vuelta hacia el cielo, mojándose ... dejándose mojar ... (Ay, la imagen nítida, impecable ... La magua del agua, el poso de sequía que todos llevamos dentro ... en otros sitios donde la lluvia habitual apenas es sino suspiro de fastidio, huyen de ella con la cabeza gacha, con apresuramientos hacia el refugio seco, con defensas de las que todos disponen como de la cosa más natural: paraguas, gabardinas ... Aquí, cuando cae la lluvia, cuando nos bendice la más humilde garujilla, alzamos las caras para sentirla mejor, como para que nos bendiga uno a uno, para que la bendición nos cale hasta la médula a través de todos nuestros poros ancestralmente sedientos ... Aquel inolvidable cuadro de Antonio Padrón, las caras paralelas al cielo, irradiando el gozo inenarrable del agua, del agüita del cielo ... ) - No se movía, y como yo pasaba deprisa, porque me cogió el chubasco sin pensarlo, que me quedé enchumbada, me acerqué a guarecerme aquí. .. Oiga, ahora que me fijo, primero me miró como si estuviera dormida, a ver si me entiende, primero me miró como si estuviera dormida con los ojos abiertos ... pero en seguida me saludó muy atenta y me invitó a entrar y me ofreció café ... - Sí, ella era muy cafetera ... - Es la costumbre, ¿ verdad? Sin el café parece que una no se amaña ... Y si llega una toda entripada, mejor todavía. (Café. Su vago aroma, que aún flotaba en el ambiente, se me agarró a mi permanente ansia de café. Si alguien ofreció en tiempos pasados un reino por un caballo, qué no daría yo ahora por un buchito de café ... Se me abrían hasta los poros del alma imaginando su gusto amargoso, ni siquiera un pizco de azúcar para matarle el amargor ... Pero no me atrevía a pedirlo. 34 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Matilde no hubiera reparado en exigirlo con su más brillante sonrisa. Ella es-era así ... También empezó a amagarme un jilorio tan tremendo, que me hubiera comido hasta un puñado de garepa). - Tenía la casa muy bonita ... bueno, por lo menos distinta a como las tenemos aquí, ¿sabe? Tantos muebles antiguos y tantas plantas dentro. Un poco atrabancado, a ver si me entiende ... Aquí ponemos siempre las flores fuera, pero ella tenía hasta helechos por todas partes ... Luego se fueron perdiendo, como si se fueran dando de cuenta de que ella se marchitaba también ... Y tantos libros, oiga. Yo, la verdad, creí que eran del marido ... no sé, una siempre piensa que eso de leer tanto más bien lo hacen los hombres, pero doña Matilde me dijo que cogiera los que me interesaran, que me los prestaría con mucho gusto ... Estuve mirando, pero ... no había novelas de esas tan preciosas como las que ponen por la radio. Ella sabía dónde estaban todos, así que me imaginé que eran los de ella. Hasta pensé que sería una profesora retirada, que no se iría a quedar aquí mucho tiempo, pero luego andando el tiempo vi que no, que venía de arrancada ... Al marido se le veía poco, después me fijé que andaba siempre en el cuarto de atrás, el que da a la huertita, que también está lleno de libros, esos sí que eran los de él, pero nunca supe si eran novelas o esos libros serios de ella, que parecían como de medicina, ¿sabe? - No eran de Medicina, totorota ... aunque mi amigo Freud fuera un médico ... (Sí, Matilde, eso me lo estaba figurando ... pero no me interrumpas, que· la pobre maestrita está en vena, ¿no ves? Nunca se te ocurra arrancar a nadie de sus sueños, de sus recuerdos ... ) - ¡Jum! Lo que te pasa es que en el fondo eres una goleora y quieres ver lo que le sacas, ¿ no? 35 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. (Claro que sí. Tengo que recuperarte, Matilde, tengo que enlazar todos los eslabones perdidos tantos años ... ) - Bueno, allá tú ... Andaba loca buscando muebles viejos, pero no crea que era como esos que han venido a veces para acá, que les dicen anticuarios, no ... A Mariquit~ ... perdone, la que le dicen la Moñúa, le cambió el locero por unos roperitos de formica preciosos, que Mariquita se quedó privada como si le hubiera tocado la lotería ... Y otra vez llegó un carro de San Mateo, con un montón de tauretes y una cómoda que le había comprado ella al feligrés del queso ... Unas veces los pagaba, pero otras veces los cambiaba por lo que le pedían ... La pila de destilar se la cambió a la mujer del alcalde por una estantería metálica que todos fuimos a verla cuando la puso ... Todas pensábamos que doña Matilde no ganaba nada en el cambio, pero ella se sentía tan feliz con esas cosas viejas, las miraba y las miraba ... La caja de tea se la trajo el marido una vez que fue de cacería por la Cumbre, no sé cómo la conseguiría ... El la tenía muy consentida, la. verdad, estaba con ella como santito dónde te pondré. (Ya me estaba cansando el inventario de los muebles populares de Matilde, pero me resistía a abandonar la verborrea de la Maestra, que al fin y al fallo compartió ¿cuántos años, qué tiempo? con Matilde). - ¿Se divertía aquí ella ... daba fiestas? Ni una maldición, ni la más horrible blasfemia hubiera conseguido asombrar a la Maestra tanto como mi simple pregunta. Se quedó unos momentos con la boca abierta, asmada, los ojos fijos en el vacío y (otra vez el gesto eternamente característico, ¿se le habría pegado de nuestra gente, o también donde ella nació y vivió se repetía igual?) apoyándose la palma de la mano derecha en la cara, mientras se sujetaba el codo con la otra mano, fue como recobrando el sentido tras el inespe- 36 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. rado impacto de mi pregunta. Yo que creía que mi curiosidad era tan inocente ... - ¿Fiestas, señooooora? Aquí tenemos bastante con la fiesta, aunque cada año va menos gente a la procesión ... Oh, como que yo misma tengo que amenazar a las chiquillas de la escuela para que no falten, porque si no ... cualquiera las pesca. Desde que llegó la tele, ya nadie quiere las cosas de antes .... ¡ ni siquiera hacen fogaleras la víspera! El pollería, el poco pollería que queda aquí, están desarretados porque llegue el domingo para bajar a la ciudad, o para tirar hasta el Sur, al relajo, como si lo viera ... Qué imanía han cogido, usté ... Se ríen de la procesión, con lo preciosa que es la imagen, lo más que se quedan es al baile, claro. Pero desde que el alcalde mandó a poner altavoces, porque el sobrino trabaja con los representantes y entre los dos se repartieron la comisión, eso que le conste, ya no hay quien pare en la plaza, señora ... i Fuerte escandalera toda la santa noche! - Y ella, ¿no intervenía en la fiesta del pueblo? - Al principio la invitamos, claro. Pero cuando estábamos en la sacristía hablando de eso con el cura, dijo ella que lo primero que había que hacer era quitarle a la Virgen toda esa nube de tarlatana que tiene alrededor, fíjese, con lo preciosa que es, que de lejos hasta no parece contrahecha, sino mismal'}1ente una nube de verdad ... No sé cómo le pudo poner repudios ... - Claro, lo que tiene la tarlatana es que lo mismo sirve para una imagen que para los carnavales o para el Nacimiento, ¿ verdad? · - ¡ Lo que yo decía! También dijo ella que nada de flores de trapo, ni las de plástico que regaló doña Rosenda, que las trajo de Galerías y todo, un día que bajó a la ciudad ... decía que todo ese entullo le quitaba belleza a una imagen tan sencilla ... Y como al cura no le hizo maldita la gracia esas ideas nuevas, pues no volvió a llamarla más ... Pero eso sí, cuando le pedimos dinero para velas nuevas, no se negó, decía que las velas eran muy bonitas. Al otro año pareció un poco amulada 37 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. cuando el cura consiguió bombillos que parecían velas, para adornar el trono ... quedó divinamente ... - Jum ... - Después dejó de ir, pero pa' mí que fue porque ya empezaba a sentirse de eso que tenía ... le empezó como una puntada redoma, que le dijo señó Manué el majorero que eso con corcova de camello salía ... pero ella se rió y señó Manué se picó, decía que para esos males la corcova de camello es como la mano, y que por eso no se reponía, que estaba ya como un tollo, señora ... se iba quedando en la tea por días ... como un fincho ... y usted sabe que las mujeres, a ver sí me entiende, no es que se pongan desbaratadas como una tonina, como la pobre Segundita, que parece un candrai, pero tampoco como un calasimbre, eso no ... - Antes se usaba eso de «dáme gordura y te daré hermosura», ¿ verdad? - Pero ¿ahora? Ve uno esas muchachas por ahí, que parecen un manojo de tollos ... Yo creo que una mujer debe tener sus carnes, digo yo ... - Pero la juventud ya no está por eso ... - ¿ La juventud sola? Si hasta en la escuela ya están las chiquillas chicas presumiendo de tipo ... Antes, cuando querían insultarse se mentaban la madre, pero ahora con decirse pambufas ya es el peor insulto ... A veces me da risa, claro, ver ese chiquillaje presumiendo ... Por eso se pusieron tan privadas cuando un día doña Matilde les habló de hacer excursiones por toda la isla. - Ah, pero, ¿ también se metió en la escuela? - Es que un día recaló por allí y me pidió permiso para hablarles... Les dijo que tenían que aprender a conocer lo nuestro antes que nada, y que debían h~cer excursiones a pie, que era muy sano y se veían mejor las cosas. La verdad es que ellas hubieran preferido ir en guagua, aunque para adelgazar lo mejor es una buena caminata, ¿no? Y encima, cuando les dijo que las ~xcursiones eran para aprender a conocer los pueblos y 38 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. las plantas nuestras, que no sé si usted sabe que aquí hay plantas que no hay en ninguna parte del mundo ... - Sí, creo que eso se llama flora autóctona, ¿no? - ... pues entonces se desinflaron todavía más. La hija del alcalde fue con el cuento a la casa, que es una cuentera terrible, que no la puedo corregir, y sé que las niñas le dicen «correíllo sin sello», y luego me dijo la madre que doña Matilde era una entrometida, que si encima las chiquillas tenían que aprenderse los nombres de las plantas en latín, como si fueran a estudiar para curas ... - Pues a mí me parece muy bueno eso de conocer nuestra tierra... Fíjese que todavía hay gente que ha viajado fuera de aquí y no conoce Mogán, ni Fataga ... - Es que eso cae muy lejos, señora ... Tener que tirar hasta la otra banda, no crea que no es una buena tirada ... Y si vamos a ver, ¿no es igual un campo que otro? - Aunque 10· parezcan, nunca es igual un pueblo a otro, cada uno tiene su paisaje y su belleza particular. - ¿Belleza? Jesús, señora, mire que llamar belleza a esa pobreza, a esa miseria que se ve en los campos ... Lo bonito sería que hicieran sus buenas casas de pisos, como en la ciudad, o unos chalés modernos y todo eso, en vez de esos pizcos de casas con tejados del año del cólera, y las flores plantadas en cacharros de belmontina, o en escupideras de pisa, todas ferrugientas ... - Pero, qué abatatada estás, muchacha ... claro, con el guineo de la maestra, cualquiera no ... Pero no te pierdas lo que nos cae arriba, fíjate, fíjate ... Con la entrada de esa mujer, pareció alejarse hasta la propia muerta. Incluso una viejita envuelta en un sobretodo (no sé cómo podía resistirlo con tal calor, 39 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. seguramente era por la costumbre y por no ir a cuerpo gentil, a sus años), que ya llevaba yo tiempo observando -con envidia- que había agarrado su buen apoyito y se había traspuesto del todo, hizo por despabilarse desmayándose ruidosamente. Entró de remplón una mujerona con _gesto entre desafiante y protocolario, en su punto, como la que sabe en todo momento lo que hay que hacer y cómo hacerlo. Tiesa como un ajo porro-la tiesura forzosa de los viejos corsés de dril y ballenas, mágico cruzado contra toda posibilidad de erotismo ante su contemplación---, la imagen exacta de la persona que conoce de siempre su categoría y que empieza por no dudar de E}lla ni remotamente. ¡Y que alguien osara dudar! ¿Una «mandarina» del pueblo, un cacique con faldas ... ? Todo cesó con su llegada. Ni suspiros, ni jirimiqueos, sino un unánime levantarse todas, entre renqueantes por la larga permanencia, escarranchadas en los taburetes bajos, y la poca costumbre que tiene nuestra gente del campo de hacer movimientos rápidos, vivaces. Siempre al golpito ... para todo. El pliegue de la boca de esa mujer que entraba parecía anunciar un' inminente bufido, alguna buena rociada para quien hubiera caído en desgracia ante sus ojos. Uno de esos pleitos descomunales, interminables, estoy por decir que cósmicos, como los que algunas amas de casa, invadidas de soberbia plena, doméstica, irascible, descargaban sobre aquellas pobres criaditas del campo, que venían muchas veces a servir a las casas· de la ciudad, sin saber ni lavarse la cara muchas de ellas, sólo por la comida, por algún regalo de ropa usada, «mantenidas y la voluntad», para que fueran aprendiendo algo ... Cuántas madres campu rrias tuvieron que deshijarse como una platanera, por librar a sus hijas del fantasma de la escasez, del hambre casi segura ... Destino previsor: mandarlas a servir a la ciudad, en una rara esclavitud social bajo la tiranía de la señora, que muy rara vez se humanizaba en sus relaciones con estas pobres víctimas inconscientes, brutitas porque no tuvie- 40 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ron otro remedio, marcadas desde su nacimiento por la miseria y la ignorancia y la pasividad ancestral de la idiosincrasia de la gente de los pueblos ... Gente buena la mayoría, noblota, pero naciendo y mu riendo en medio de una bruma feroz que jamás se aclaraba ... La boca, el gesto contraído de la persona corajienta con todo, hecha a dar espantones constantemente. La que pone repudios a todo lo que ella no haya mandado, y aceptando a regañadientes el hecho de que alguien supiera hacer una cosa tan bien como ella ... Sus cosas mejores que las de nadie, lo suyo más valioso y superior que ninguna otra cosa de este mundo ... Hocico revirado como pocos ... Traje antiguo, pero de tela buena, aunque de moda intemporal. Esos trajes que nunca se sabe qué costurera los habrá hecho, porque con toda seguridad la ricachona no se rebajaría jamás a que la infeliz costurerita del pueblo le ajustara sus vestidos, le pusiera las manos encima, cuánto más el corte de sus tijeras. Prendas antiguas, de casta. Maciza, dura en todo, como llevando un corsé de dril y ballenas no sólo en el cuerpo, sino más adentro aún, un alma encorsetada y rígida ... Acostumbrada al respeto -obligado, tal vez, pero respeto al fin-- de todos. ¡ Faltaría más! Me imaginé a esta mujer mandando, mandando siempre, mandando a sus criaditas torpes, con aire de no saber dónde les queda la mano derecha, más abatadas aún por el temor a la casi segura reprimenda, todo el día con el culo a dos manos porque el trabajo no acababa nunca, echándoles en cara constantemente su miseria, su procedencia, que no tenían dos dedos de frente, dejando en el aire la impresión de que no eran seres humanos con derechos y deberes, sino animalitos a sus órdenes, o, peor aún, como bostas de vaca; mandando a hombres taciturnos y callados, dependientes de ella de alguna manera, por el trabajo de las tierras y el ganado; mandando al cura y al sacristán, al medianero y al médico, a la maestra ... tal vez a algún marido que cayera en sus redes por el incentivo sorrocloco de sus riquezas y la vana esperanza de disfrutar- 41 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. las a solas algún día, meta que se alejaba con el tiempo, indefinidamente, día que no llegaría jamás ... porque estas jilmeras no se mueren nunca, se mueren si acaso después de todos los demás ... que juegan al tresillo y ganan siempre ... que sus hijos -porque los tienen, inexplicablemente, aunque una jamás pueda imaginarse a estas mujeres rendidas ante cosa tan humana y natural como es el que les hagan hijos ... el amor ... hijos que nunca la heredan jóvenes, ni disfrutan de nada suyo porque lo aferra todo con mano dura, lo cuenta todo con ojos de lince ... hasta les prepara los matrimonios convenientes para seguir aumentando el caudal con más aportaciones ... la mujer rica del pueblo, la temida mujer más rica del pueblo, sabe Dios cómo sería su mundo interno, qué telarañas, pedruscos, rejos, san-gres, murciélagos lo habitarían ... la c,odicia, la soberbia, la sordidez, la incomprensión ... el «se hace lo que yo mando, se hace porque lo digo yo ... » 42 - ¡Suai, suai! No te embales, muchacha ... Pero fuerte alpispa eres ... has dado en el clavo a la primera ... un retrato psicológico de los que mandan las peras a la plaza, aunque ella no se reconocería jamás en ese espejo ... Eso, y mucho más, es doña Rosenda, la más rica del pueblo y de los alrededores ... me odiaba porque no entré en su juego, porque no caí en sus dominios ... pero ahora que lo pienso, creo que al final hasta llegó a admirarme en cierto_modo, al comprobar que podía atreverse a existir alguien fuera de su mandato ... Cógele bien todos los güiros, que no tiene desperdicio ... A la tal doña Rosenda le acercaron volando la mejor ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. silla de la casa, un taburete alto, bien tallada la madera, como los de Teror. Mal empleadito asiento para tal personajillo ... Le trajo la silla, tratando de apresurar el cansino andar, como si ya arrastrara la chola, un hombre oscuro, de bigote lacio, con los tiros asomando por debajo del saco negro, como si hubiera tratado de componerse debidamente ante la magnitud de la visita, y se hubiera olvidado de subirse los tiros antes de entrarse las mangas de la americana deforme, como usadísima por interminables años de no tener otra. Doña Rosenda se dejó caer a plomo sobre el asiento, removió con cierta dignidad el amplio traste sobre la silla, para que las ballenas del corsé no la jeringaran la baña, y dejó caer su mirada olímpicamente sobre el humilde gallinero que fue volviendo a sus sitios anteriores. Se hizo un jacío inmenso, cósmico. El silencio como beletén podía cortarse con un cuchillo. Demasiado se veía que nadie hubiera osado abrir el pico ante tamaña presencia. Pero yo no era de su reino, yo era una especie de espectadora por libre y me estaba divirtiendo muchísimo, con unas ganas locas de hacerle alguna mataperrería. Lástima de no poder contar con alguna aliada para cucarla con disimulo y picarle el ojo, para que me siguiera la corriente ... Porque en vez de dirigirme a ella, me volví otra vez a la maestra como para reanudar la conversación. Hablé en voz más alta de lo normal. - Como le iba diciendo, hoy en día no se usa nada la gordura,¿ verdad? Ni siquiera nadie usa ya una buena faja ... La mandarina me clavó los ojos como dos alfileres de cabeza negra, aquellos espléndidos alfileres que tan útiles fueron en otros tiempos, lo mismo para asegurar la mantilla negra en el moño como para darle su merecido a cualquier galletón enralado que en las procesiones quisiera aprovecharse y se metiera entre una jarca de muchachas, para pasarles la mano arrente el traste. Los alfileres chocaron contra los impasibles cristales de mis gafas, como si fueran aquellas tachas que empeza- 43 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ron a vender poco después de ia guerra, que al primer martillazo se quedaban empenadas y no servían para nada y cosa ninguna, medio porrúas y tan flinfles ... Inexplicablemente, el recuerdo de aquellas tachas hasta me produjo cierta ternura simpática, divertida ... ¡Ojos que te vieron dir! Tal vez el terror produce telepatía, no digo que no ... Pero seguramente la pobre maestrita adivinó el fulminante deseo de doña Rosenda de saber quién era yo, quién sería esa advenediza que rompía a hablar sin su permiso. Siempre hay una culichiche en todos lados ... Me dijo, bajito, con voz de gallina con gogo: - Esta señora es doña Rosen da ... también conocía a doña Matilde ... (Claro, no podía decirle a la cacique quién era yo, porque no lo sabía ella tampoco). - ¿Usted es de aquí? (Ah, los viejos Bandos municipales: Ordeno y Mando y Hago Saber ... ) - Sí. (Así de seca. Rosenda: no te hagas ilusiones conmigo. Siempre me jeringaron las mandarinas). El perro bardino no abandona su presa. Doña Rosenda no tenía la menor intención de dejarme así como así. Y después de la primera chabascada continuó el interrogatorio, tiesa como un pírgano, desde su altiva situación sobre el taburete, como un guirre posado al acecho de la víctima. (Sigue, sigue, Rosenda, que yo te arreglo la maleta, vas a ver cómo alcanzas pa' tabaco ... Yo, como todos los que procedemos del campo, también puedo ser muy cuica ... ) Nunca la había visto por aquí. .. Es natural. .. Y yo estoy aquí desde que vi ne recién casada. Yo estaba desde mucho antes, ya ve. Mi marido, que en paz descanse, era de aquí. .. (Sí, realmente el difunto necesitará un porcentaje de paz mucho mayor que el de los demás mortales ... Con qué gusto se iría para las plataneras, lo más lejos posible de este sólido monumento al caciquismo cerril). - ¿Cuáles su gracia? (Qué gracia, qué encanto de pregunta antigua, ya completamente olvidada ... sí, re- 44 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. cuerdo que antiguamente nadie preguntaba ¿cómo se llama? sino ¿cuál es su gracia? Qué rara finura envolvía antes la simpleza de la vida rural. .. Me produjo tal delicia la pregunta, que estuve a punto de ponerme más mollar. Pero eché la retranca a tiempo, menos mal). Pino Naranjo. - ¿De los de La Palmita? - Más bien de los de las plataneras ... yo soy la única que queda de toda mi familia ... Pues, ¿y los Naranjo no son los que tienen esa finca? Esos no me tocan ni papas ni pescado. Los míos apenas tuvieron ni donde caerse muertos ... Me miró con desconfianza. Seguramente se estaba :,goliendo» que de este tenique no iba a sacar muchas lascas ... Porque estas mujeres así no suelen ser bobas, ni mucho menos, i menudos sargos suelen ser! Su cazurrez les despierta el instinto, siempre a la defensiva ... «De mí no se ríe nadie», «todavía no ha nacido el que se ría de mí» ... (¡Se dijo!) Mujer, no la dejes con la jirivilla, mira que si se le queda el barrenillo, de repente sus servidores tienen que pagar los platos rotos ... Así que me volví más mollar, gracias a Matilde. Pero que no creyera que yo era tan tolete como para echarme a sus pies. Misteriosamente, me salió un rejo paterno inesperado, debe ser eso que le dicen «el salto atrás». Me acordé de que mi padre se privaba por tener una trampa en la luz; paradójicamente, le parecía que pagar la luz que se gastaba en su casa era como una especie de robo a un padre de familia. Por eso, en cuanto nos mudábamos de casa lo primero que hacía era llamar a un amañado, famoso en la ciudad, para que le pusiera una trampa cuanto antes. Parece mentira que un hombre que en todos los demás aspectos de su vida 45 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. fue siempre honrado a carta cabal, no sintiera el menor remordimiento ante esta especie de estafa doméstica. Ni siquiera el sonido diario de aquel estentórreo esperrío ciudadano que salía desde una altísima chimenea allá por la Plaza de la Feria, llamando a los trabajadores, y que conocimos siempre como «el pito de la luz», despertaba en su conciencia el menor escrúpulo. Supongo que las cosas, como siempre, dependen del enfoque desde el que se las mire ... Y ahora, de repente, me vinieron unos irrefrenables deseos de ponerle una trampa a la luz de la tal Rosenda. - Déjate de machangadas, mujer ... Yo nací aquí. .. «señora» ... al ladito mismo de la casa de Matilde ... Nos fuimos de aquí antes de que usted viniera, pero no crea que es por nada, ni siquiera sabíamos que usted existía ... Yo no volví, por desgracia, pero ella, al parecer, a última hora tuvo esa suerte ... - Era muy suya doña Matilde, ¿ verdad? Mueno ... (Rosenda, como mucha de nuestra gente, mostró una decidida tendencia a cambiar la B por la M, pronunciada con los labios muy plegados, como si le diera un beso de despedida antes de dejarla salir de la boca). - Mueno ... no es que yo vaya a criticarla, noverdá y ahora menos que nunca, pero era muy suya ... No hacía las cosas como uno ha tenido siempre por uso y costumbre, a ver si me entiende ... (Como si le hubiera picado de repente alguna ballena de su indudable corsé, agitó los codos aleteando sobre la espléndidas caderas. Me pareció como una cuca volona, una de esas espantosas chopas que parecen tener especial predilección por convertir momentáneamente a las mujeres en un gallinero alborotado, hasta que un escobazo bien aplicado acaba con el intento de motín doméstico). - Jum ... (Esto no comprometía a nada. Esta ex- 9lamación nuestra, igual que aquella otra, el inefable «000000 ... » sirve para todo, el más perfecto comodín en las conversaciones). 46 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. - Parecía como si se riyera de todo el mundo ... No es que fuera desamorable, eso no ... éfünque pusiera la cara muy seria, se quedaba una media escamada siempre ... Mi marido, que en paz descanse, decía que si sería de izquierdas, que al mou se vino p'acá para disimular ... Muchos rojos traspusieron para otros lados... Desde luego, a los trabajadores les hacía preguntas muy raras, quiere decirse que no los trataba como lo que son, como obreros, sino como si le dieran pena, fíjese usté .. . ¡ Cómo si los trabajadores no estuvieran para eso ... ! Decía que con lo que ganaban no les llegaba ni a la muela trasera ... - También puede ser verdad, ¿no? - ¿ Tá loca, señora? Si vamos a darles todo, ¿adónde vamos a parar? ¡Taría mueno! Si todos vamos a ser iguales, ¿qué saca una de tener lo suyo? Todas esas reburujinas que han inventado ahora, pa mí que no es sino una falta de ignorancia. De cuando adonde se va a comparar cualquier desgrasiao de esos, con la gente que tiene ... (Un decidido y fulminante remeneo sobre el taburete pareció reforzar la «predicación» casi miti- 1Jesca de la cacique nata. Indudablemente, eso de «gente que tiene» iba por ella misma). - Pero me parece que fue Jesucristo el que dijo que todos somos hermanos ... - ¡Jum! Lo que pasa es que todos esos son una manada de gandules que lo que quieren es aprovecharse de lo que uno tiene de siempre, para luego venir ellos con sus manos lavadas a darse la gran vida ... Eso que le conste ... Pero lo que es a Rosenda la mía no hay quien le saque un duro más de la cuenta ... Y de mis tierras, ni una batata podrida ... - Pero ¿usted no cree que el que trabaja la tierra la conoce mejor y tiene más derecho a ella que un amo que a lo mejor ni aparece nunca por allí, y que a veces no sabe ni lo que tiene? - Mueno ... pero si es de uno, que yo tengo mis escrituras de todo, eso que le conste, ¿se las voy a dejar a ellos por su linda cara? ¡ Me parece verlos! En cuanto 47 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. esos arramblados se vieran dueños de todo, ¿sabe lo que hacían? Venderlo y marcharse p'al Sur o para Venezuela, a gastárselo volando ... La gente ya no quiere al campo, señora, no se haga ilusiones ... Y los que siguen aquí es porque no han juntado las perras para marcharse, si lo sabré yo ... Les importa tres pitos que suba el agua, que le roben a una hasta el resuello con esos precios que piden por el agua ... Los únicos que todavía siguen apegados al pizco tierra son los viejos, que quieren morirse aquí porque aquí nacieron. Pero ¿sus hijos? En cuanto pueden sacarle al padre cualquier cosa, trasponen volando para otro lado, aunque sea a trabajar en la construcción en la ciudad, pasando más que un forro catre ... Y así pasa lo que está pasando ahora, que no se amañan, que no saben trabajar, son todos unos frangollentos, que no rejunden nada, y disimulan poniéndose en huelga a cada dos por tres ... ¡Cosa con ésa! - La huelga es otra cosa, por otros motivos ... - Será por lo que será, pero en el fondo es por eso, porque ya nadie quiere trabajar ... Y con el relajo de todo, porque hay que ver cómo están las cosas, se hacen los sorroclocos y en cuanto empieza a enfoguetiarlos cualquier enredador de esos que mandan de p' afuera nada más que para enredar las cosas, pues venga, a la huelga ... Y a pedir más salario sin acabar de cobrar el aumento anterior. - Pero, ¿ usted cree que con lo que ganan les da para vivir ni para mantener una familia? - i Demasiado que les daba, si se dejaran de caprichos! Pero hoy hasta los gatos quieren zapatos, eso que le conste. Cuándo adónde se ha visto esa gente mejor que ahora, que si televisor, que si nevera, que si coche ... Limpiar no limpian, que hasta apestan esos pisos a meados chuecos, pero lo que es echársela ... Y claro, como no les alcanza el sueldo para lujos, venga a la huelga en seguida ... Don Manuel el de las Lagunetas me dijo ái más allá que había estado en una traquina de esas ... cómo se llama ... una asamblea de trabajadores, 48 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. en la ciudad, y que daba de cara verlos salir a todos, esmorecíos de risa diciendo que más nunca les aclaraba a los patronos. Algún día tenían que empezar a espabilarse, ¿no? i Señoooooora! si ellos han estado siempre más espabilados que Carracuca, cuando les conviene ... si no, se hacen los bobitos, los bobitos, a ver ... Esa gente es muy cuica, si lo sabré yo ... Y las mujeres lo mismo que los hombres, no se vaya a creer. Antes, dentro de su pobreza seguían siendo gente, a ver si me entiende, aunque estuvieran los chiquillos enguirraos de frío o de hambre, en la casa había respeto, y si no había otra cosa que comer, ni pan ni conduto, manque fuera con un balde de agua y un puño de gofio se conformaban ... Pero ¿ahora? duro que ganan, duro que botan ... Antes, si tenían calor porque el tiempo sur alargaba más de los tres días de rigor, se abanaban aunque fuera con el abanador de la plancha de carbón, pero ahora ni a eso se resignan: a comprar un ventilador en seguida, que ya le han puesto luz eléctrica en todas las casas. Y todo a plazos, señora, que están todos ellos endrogados hasta los ojos, que lo sé yo muy bien. Antes, si algún chiquillo cogía de noche una perreta, al mou porque tenía rabisca por estar echando los dientes, con un pizco de pasote caliente se pasaba, pero ahora por nada y cosa ninguna, envuelven al chiquillo en una toalla, y a tirar p'al Seguro, como si los médicos no tuvieran otra cosa que hacer que atenderlos a ellos, que hasta da de cara ver esas colas de gentío allá, que las he visto cuando he tenido que bajar a la ciudad ... - La de entierritos chicos, en cajitas blancas, que se veían pasar antes, con tanta frecuencia ... - Y encima, ya nadie quiere tener los hijos que Dios les mande, ah, no, señora, ahora lo primero que hacen es ir volando a que les receten la píldora esa del demonio, ya no se ve aquello de antes, un matrimonio todavía nuevo con una jurriada de chiquillos que daba 49 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. gusto verlos, ellos con todo su rancho ... hasta les daban premios y todo ... - A veces no daba gusto, más bien daba pena ver aquella insalla de chiquillos casi en pelete, por falta de ropa, siempre desmayados ... - Señora, mientras haya gofio nadie pasa hambre, eso que le conste ... Pero como dicen que engorda, ya nadie lo quiere, una cosa tan nuestra, todos a presumir que estén como finchos. Lo bonito que es ver un niño como un rolo ... Y si un chiquillo les sale revirado y le contesta al padre, ya ninguno se lleva su buena galleta, que los dejaba en seguida seditos como una malva ... ¡ Mi hijo mayor se ha llevado cada jalada con el cinto!. .. después, solamente con ver el cinto, ya se iba p' ol palo ... Y una vez que me dijo una maldición, le unté los besos con pimienta de la eso de la madre, y santo remedio. ¡ Una vez se dice que la calabaza es buena! - Así han salido después, que nadie quiere cuentas con los padres, en vez de ser amigos ... ¡Tremendo bufido, la respuesta de doña Rosenda! Sonó como el cañón de las doce. Pero, majadera como un escarabajo, siguió con el sermón -que ya me estaba jeringando más de la cuenta- mientras yo seguía apalastrada en mi asiento. - ¡ Ya te cayó costura! Si sigue con el guineo, arrancas la caña ¡y rian p'al puerto! ¡ Fuerte bobería! El que sale cambado, cambado sigue, así que no me venga con historias y con modernismos. Un hijo bien criado tiene que empezar desde chico, porque si no no vale ... Mire como andan ahora esas muchachas, todo el santo día botadas en la calle, ¿y por qué ha sido? Porque desde chicas las madres no supieron enseñarles a tener fundamento como Dios manda ... Me acuerdo de antes, yo siempre recogidita en mi casa, que no asomaba de la puerta afuera ni pa un remedio... preparando el dote con tiempo, pegada al 50 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. telar toda la santa tarde, calando mis sábanas, y mi propia madre cisnando las iniciales en las almohadas ... todavía tengo los juegos de cama casi sin estrenar, es que las telas de antes duraban por enfado... Pero ¿ahora ... 'ñora? Se casan de mala manera, sin llevar nada, y eso cuando se casan, que me han dicho que eso es el disloque, que en la ciudad las muchachas ya no se quieren sino juntar, y cuando alguna muy de relance pasa por la iglesia, porque al mou la desgració el novio, ni traje blanco ni Cristo que lo fundó ... Oooo, como que dicen que muchas han ido con pantalones de esos, vaqueros ... ;Jesús, madrita' 1 Pino, tal disloque! Antes, las propias madres hasta nos ajuliaban los pretendientes, no se fiaban de ninguno, pero ahora muchas hasta les hacen la cama a los muchachos, como el otro que dice ... - Sí, todo está muy distinto, pero, qué se le va a hacer ... Me estaba dando mucha risa imaginarme a mi hija Pimpina metida en casa toda la tarde calando sábanas ... ¡ella que hasta de pegar un botón se pone toda engrifada! (A ver si me acuerdo de contárselo cuando llegue a casa. A lo mejor se va a creer que ya estoy trastiando ... ) Alguien que se acercó a la cacique a saludarla con los debidos respetos, me libró de semejante entullo. «i Despíntate de ésta, Rosenda!» Y volví a Matilde ... 51 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ¿ Qué ha sido de todos nuestros amigos? ¿Los ha derribado y pisoteado la Muerte? ¿ Qué ha sido de todos nuestros amigos? Oigo todavía sus canciones en la taberna ... ¿Han muerto o están borrachos de haber vivido? Ornar Khayyam 53 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. (Me pregunto ahora, rodeada de estas personas desconocidas para mí, qué hubiera sido de nosotras si nos hubiésemos quedado entonces en el pueblo ... cómo hubiéramos sido ahora ... ) - A mí, por lo menos, sé que me hubieran echado, o lo habrían intentado. Sobre todo en las primeras décadas de ésas que ya han culminado, hasta quizás hubiera estado en la cárcel, qué sé yo ... Como entonces, al principio, hasta se denunciaba a la gente que no iba a misa ... oye, qué inquisición más rara, ¿ verdad? sin tribunales, ni cucuruchos, ni hogueras visibles, pero qué evidente... Había que ser católico a la fuerza, no por amor a Dios ni por tu propia fe, sino por Decreto, o por orden ministerial de determinado capitoste ... Increíble ... Entre que nunca he podido ver ni en pintura a Felipe II y que yo precisamente entonces perdí la fe ... (Tú siempre en la oposición, ¿no?) 55 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. - Bueno ... no creo que fuera sólo por eso, aunque no te niego que la situación ambiente influyó mucho ... (Sigo con el barrenillo ... ¿cómo seríamos ahora, incluso físicamente?) - ¿ Quieres ver un modelo aproximado, una especie de posibilidad? Fíjate en esa mujer enteca y llorosa -y te aseguro que no finje, me quería horrores, siempre pegada a mí como una lapa-, la que está entre la gorda y el candelabro, que si pudiera le daría con él en la cabeza a Rosenda, Dios me perdone ... Esa mujer tan oscura y borrosa fue en nuestra infancia aquella chiquilla mataperra y más machona que nadie, con la que tanto nos divertimos robando peras ... ¿No te acuerdas de Moma la de Casildita? (¡Madre mía!. .. ¿Es posible, pero es posible que aquella infancia rebosando salud y vitalidad haya llegado a esto?) Habla con ella, anda ... le encanta informar de sus desgracias, y las siente tan a conciencia, tan a gusto ... juraría que en el fondo le chifla ser desgraciada y que disfruta estando siempre tan agoniada ... Me acerqué al menguado bulto negro, revejido, con el pañuelo amarrado bajo el quejo. 56 ¡Jeromita!. .. Moma ... ¿ya no te acuerdas de mí? Pos ... Jesús, ¿usté no es la niña de los Naranjo? ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. - Claro ... pero, ¿por que me tratas de usted, si éramos amigas desde chicas? - La verdá ... ha pasado tanto tiempo ... ¿ Y qué te cuentas? - Ya ves ... - Quién iría a decirnos que nos veríamos en estos momentos ... qué pena Matildita, ¿ noverdá? Todavía joven y entera ... Jesús, quería, se nos fue como una frutita de aire ... Parecía que no era nada, que no era nada ... y cuando nos dimos cuenta, ya ves ... Ay, Señor, no somos nada, naíta ... - Y tú, ¿qué tal? ¿ Te casaste con aquel muchacho de La Vega ... cómo se llamaba .... Chano? - Sí señó ... el pobre, poco me duró ... y me dejó con tres hijos, todos varones, que me han dado más mala vida ... Y ya ves, aquí estoy solita, si no fuera porque ... He pasao más que un forro catre. - No sabía que Chano hubiera muerto, mujer ... lo siento ... - i Qué fecha lleva esa carta! Todavía estaba ga-teando el más chico, una tarde vino Chano de la trilla diciendo que estaba derrengado, y derrengado fue, que le dio un paralís y no volvió a levantar cabeza. Veinte días con sus noches lo estuve cuidando ... pero ya el méico, el viejo, no este de ahora que vino nuevo, me dijo que no me hiciera ilusiones, que aquello era cosa mala ... y así fue ... lo enterramos para el día del Pino, señaladamente ... - Y tus hijos, ¿viven aquí? - ¡ Qué va, cristianita! El mayor traspuso para Ve-nezuela. En cuanto salió del cuartel, que le tocó en la Península y vino más énfoguetiado con la política que todas las cosas, picó el tole y traspuso ... Parecía como si le hubieran echado allá mal de ojo, él que había sido siempre tan bueno, con tanto fundamento ... Al principio escribía malamente, pero después pegó a olvidarse, a olvidarse ... ahora, muy de relance tengo noticias, de alguno que viene de allá, si acaso ... - Hay que ver ... 57 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. - Yo no sé qué engodo tienen esas tierras de allá, que el que va no tiene ganas de volverse p' acá. .. ahí tienes a Matiitas, que apenas viene ya está hablando de dirse otra güerta ... dice que nosotros no podemos entender aquello si no lo vemos ... Pero mi niña, ¿quién traspone ahora p' allá, a estas edades? - Tienes razón ... - Y luego, yo aquí tengo lo mío y no lo voy a abandonar, noverdá ... Aunque total, para lo que me sirve ... si al menos los otros dos me hicieran caso y se vinieran a trabajar y cuidar lo que va a ser de ellos ... pero me dicen que si estoy loca, que el campo es para los animales, que lo que es ellos ... con toda esa reburujina del Sur no hay quien los conozca, ni de su madre se acuerdan ... antes venían para la fiesta, p6ro hay ya tiempo que ni pa' eso ... - ¿Es que trabajan en el Sur? - Sí mi niña ... primero se fue el más chico, que aunque nació sietemesino salió más dispierto que el segundo ... cada vez que venía no hacía más que hablar de las turistas medio esnúas, de las propinas, de los planes ... ¡ver un hijo mío y de Chano tan enralado, que ni a misa iba! Y lo que se la echaba, diciendo que sabía hasta hablar en inglés y en no sé qué, qué sé yo qué disparates echaba por esa boca... Y claro, poco después, el segundo, Juanito, que pega a hacerse el gandul, a hacerse el gandul. .. ni plantar papas quería ya ... así que cuando vino el hermano chico lo embulló de tal forma que arrancó con él p' allá y allá están los dos ... sabe Dios qué estarán haciendo ... al mou es que soy mal pensada, noverdá ... pero tú me dirás si puede ser cosa buena eso de que ni se acuerden de su madre y que estén trabajando como criados de una gente de p' afuera, porque' eso es lo que son, si vamos a ver, pudiendo estar aquí trabajando en lo suyo, como amos ... yo no lo entiendo, quería ... Así son las cosas ahora ... Todo se ha virado de tal forma ... como decía el 58 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. otro, o el mundo está al revés o la zalea no está en el catre ... - Jum ... - Y no son sólo los varones, no señora ... que al fin y al fallo no tienen que guardar tanta decencia ... Hasta las mujeres parece que se han vuelto locas, mi niña ... Me alegro de no haber tenido hijas, lo que me faltaba, verlas como cabras, la verdad de Dios. Fíjate lo que le ha pasado al hijo único de Virginita, ¿te acuerdas? - ¿ Virginita, la de la tienda? - Esa misma. Para un hijo solo que ha tenido no le ha dado más que amarguras. Resulta de ser que el hijo, que siempre fue un loquinario y un taranta, se enamorisquió de una hija de Carmita la Petuda, la que iba a planchar los lunes a cá los Navarro, ¿sabes? ... Virginita no tenía nada en contra de ella, la verdad, una muchacha tan agraciada y cariñosa ... tenía su reburuión, no creas ... pero luego resultó un pilfo, una zafada y 3stuvo en bocas de la gente ... la criticaron mucho porque siempre estaba como las cajas de turrones, que no se perdía una fiesta en ningún pueblo, siempre loca por las táifas, y volvía a las tantas ... Y más presumida que una mona. Cada vez que recalaba por acá el jarandino con el fardo de las telas, ella era la primera que salía a la puerta como un volador, en cuanto lo sentía, a comprarle algo, y eso que esas telas embebían a la primera lavada ... - Ah, ya me acuerdo, aquellos jarabandinos que preguntaban de puerta en puerta: ¿quieri combra, seniora? Qué risa ... - Pues se casaron de la noche a la mañana, porque ya se sabe que los hombres no piensan las cosas, y como estaba encandilado con la machorrilla, a más de ser un sobajiento, que eso es la verdad ... pues a ver ... Pero duró poco el casorio, todo el día peliando por cualquier cosa, porque ella no sabía amarrarse el genio, y los hombres, ya se sabe ... en seguida encuentran donde meterse ... Ella después andaba como gallina sin nidal, que ni a la hembrita que tuvo le daba los bibero- 59 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. nes como es debido ... Un día le dejó la niña a la madre, a Carmita, ¿sabes? y dicen que se metió cá las mujeres ruines, pero a mí no me lo creas, mi alma la quiero pa' Dios, es lo que he oído decir y es el rurún que corre ... pero por áhi debe andar todavía ... - Hay que ver, qué cosas ... -Ya no es como antes, quería, que las mujeres honradas sabían aguantar en su casa todo lo que Dios les mandara ... no señora, hoy no, hoy cada una quiere hacer vida de hombre y no se dan de cuenta que una mujer casada es otra cosa ... que las mujeres están para hacerle el gusto a los maridos, si quieren tenerlo contento ... pero no se arregostan, no, todas quieren estar repicando y en la procesión ... sin fijarse que hay mucho belillo suelto por áhi, siempre dispuestas a desgraciar un matrimonio ... Pues para no cansarte, el hijo de Virginita acabó metiéndose de socio con un intermediario, para llevarle la camioneta a la plaza los días de entrada, y áhi anda, dicen que ganando sus perritas ... compró un piso y dicen que está amachinado con otra, fíjate tú ... Ahora Carmita la Petuda anda revolviendo para enterarse a ver si le puso el piso a nombre de esa mujer, porque dice que el piso le toca a la niñita, que es hija legítima ... Aunque como todo está tan revuelto, no sé quién, le dijo que si 'el tuviera hijos con la otra, todos tenían los mismos derechos, que ya no vale eso de hijos matrimoniales, como antes, o hijos habidos ... si son todos del mismo padre y los reconoce... yo no sé, quería ... pero se queda una asmada con estas cosas de ahora .... Cuando aónde se ha visto que se pueda mirar i_gual a un hijo de matrimonio que a otro de esos «casados por detrás de la iglesia», como el otro que dice ... -Mujer, es que los niños no tienen culpa de nada. -Pues si van a querer hacernos a todos iguales, a la gente decente lo mismo que a los sorroballos, ¿adónde vamos a parar? iTaría mueno! Entre el calor, el zumbido del alegato interminable de la antigua robaperas (por cierto, ¿ consideraría ella 60 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. que robar peras era cosa de sorroballos o de gente decente?) y las moscas pesadas, majaderas, a las que nadie se ocupaba de espantar con el infalible chifi-chifi de estos pecadores -aunque técnicamente práctico~ tiempos modernos, me sentí entrando, a la songuita, a la songuita, en esa deliciosa fase previa a agarrar un apoyito ... El ruido que me hizo en la barriga el jilorio que venía sintiendo desde antes, me despabiló un pizco, así que decidí salir a fumarme un cigarro. ¡ Fuerte pejiguera, la dichosa Moma! ¡ Consumía alegantina! -No seas ruinita, mujer ... Pero, anda, entrégate al vicio ... en todo trabajo se fuma, ¿no? 61 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. A lo mejor iba a levantar escorrosos mi decisión, pero qué remedio. Iba a romper por lo menos dos de las sacrosantas tradiciones consuetudinarias del ,.pueblo. Una, la de levantarme inesperadamente de mi «guardia femenina» junto al cadáver, sin dar la menor explicación a nadie (con lo llena de explicaderas que está siempre la vida de esta gente, aclarando bien las cosas, no sea que ... ), y otra, la de alterar el eterno «los hombres con los hombres y las mujeres con las mujeres». En los duelo, en la iglesia, en todo. Y además, cuando me vieran lo que iba a hacer ... entonces el revuelo sería doble ... si no llegaba a mayores y me botaban como agua sucia ... Por lo pronto, me miraron todas a la vez. Rosenda carraspeó significativamente. Traducción: ¿Se irá a ir sin mi permiso? Los murmullos que alfombraron mi salida me parecieron de tono criticón. Si se enroñaban, allá ellas ... Pero me vi fea para salir airosamente, tan atrabancado estaba todo. ¡Semejante conduerma! -¿No fumas, inglés? Como me apetecía rabiosamente fumar (no sé explicarlo, pero me parecía rarísimo ponerme a fumar junto 63 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. a una muerta, aunque fuera una amiga con la que tantos cigarrillos fumé, primero a la escondida, luego no ... ), fui a tener al patio, al solajero, donde todavía quedaba un grupito de hombres que se resistían a entrar, apenas tres o cuatro, y que conservaban la cachorra negra puesta, tal vez para protegerse del sol, que me dio unos lametones en los molleros como si estuviera en la playa. En el bolsillo del traje llevaba, como siempre, el paquete de cigarrillos, todos apeñuscados después de tanto tiempo sentada. Pero no encontré mi encendedor. Seguramente se me caería en el coche de mi ahijado. Saqué un cigarrillo y tuve la sensación de que el grupito masculino, todos a una, habían dado imperceptiblemente un paso atrás, una especie de ¡vade retro! instintivo, subconsciente. Pero el hombre del campo, aunque condene en su interior o no comparta un hecho, respeta lo que sea. Cuando pedí un fósforo, uno de ellos sacó un chisquero del bolsillo (ay, qué deli ia de mecha anaranjada, qué delicia de instrumento tanto tiempo olvidado, tanto tiempo sin verlo) y tras varios intentos frotando la ruedita con sus dedos toscos, consiguió encender. Me encontré pensando la gran estupidez: si hubiera tenido que invitarlos a un pitillo, aunque fuera tabaco rubio ... ¿se hubieran ofendido, no se hubieran ofendido, se hubieran escandalizado, me hubieran lanzado a la cara, sordamente, un «¡váyase p' al carajo» rotundo? Me aparté un poco de ellos, que se habían quedado como satos en cuanto salí fuera, y buscando una breve sombra me acerqué a la pila de destilar, con su espléndido culantrillo abrazando la destiladera, en un rincón. Se me antojó beber un poco del agua de la talla, que imaginé fresquita y con aquel remoto sabor a barro limpio, pero no vi ningún vaso encima del plato que la tapaba, como suele ser uso y costumbre. Bueno, quién sabe si ya no me iba a saber a nada, después de tantos años de tener la boca acostumbrada al agua agria ... Me sentía las manos empegostadas de sudor. 64 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. El solajero parecía hurgar en las entrañas de todos los olores y enloquecía mezclándolos en una casi borrachera de variedades. La tea de la pila, el revoloteo de colorines de unas ropas lejanas, tendidas en una liña, el frescor del culantrillo, el tabaco, los verdes distintos, la tierra, hasta aquellas palmeras aisladas, puestas descuidadamente al fondo, tras el muro albeado del patio, los eucaliptos que seguían oliendo invisibles ... el aire ... Me empeniqué para poder alongarme por encima del muro. Me inundó el campo, me abrazó hasta asfixiarme, me recorrió de reproches por mi lejanía, me apretujó toda por dentro hasta sacarme lágrimas ... lágrimas que había olvidado que tenía guardadas, que tenía capacidad todavía para ellas ... Fijé los ojos vidriosos en aquella sombra oscura de árboles lejanos y me convertí en un caleidoscopio de colores brillantes y olores cambiantes a los embates del aire caliente que iba y venía ... ay, mi campo... ¿ me quedarían también a mí las raíces aquí? ¿Podría recuperar alguna vez los primeros veranos? 65 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Matilde y yo, ninas-v1eJas, correteábamos por el campo nuestro, el campo inmenso y breve a un tiempo, el campo de la isla que entonces ni sabíamos que estábamos dentro de una isla, sino allí, en lo nuestro de siempre, desde que abrimos los ojos ... Los pájaros, aunque no fueran los mismos de entonces, eran los mismos, los pájaros son siempre los mismos mientras tengan canto. Un capirote es todo el campo, según la hora ... (A veces, el canto de los pájaros me parecía como estar escuchando una leyenda ... un romance antiguo, como los de Fuerteventura ... ) -Lo mejor que recuerdo de entonces es las telarañas con gotitas de lluvia, entonces parecía como si lloviera más, no sentíamos esta angustia constante, feroz, de la sequía ... ¿es que nos hemos bebido toda el agua? (El agua de entonces ponía un cristal a nuestro paisaje, un cristal limpio, clarísimo ... ¿verdad, Matilde?) 67 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. -El paisaje, primero era vaporoso,. impreciso, como si lo miráramos sólo dentro de nosotras, ¿ no te acuerdas?, se aclaraba casi con crudeza después que el coche de hora dejaba atrás Santa Brígida. (Eso era en invierno, Matilde, a principios de año. Pero en octubre, cuando volvíamos al Instituto, era demasiado radiante desde el amanecer). -Me parece que no ... yo lo sigo viendo vaporoso, casi siempre ... lo vi siempre va-poroso desde tan lejos ... siempre ... ahora ... (Y el regreso, a la tardecita, en el último coche ... ) -En ninguna parte del mundo he vuelto a ver noches como las del campo nuestro ... Parecía que estaban hechas sólo con dos elementos,¿ verdad? grillo y claridad ... Tal vez fuera porque no teníamos entonces luz eléctrica y por eso la oscuridad de las casas, con los carburos, se aclaraba fuera ... no sé ... (Sí. .. el sonido de los grillos era como si tuviera luz, que vibraba ... no se callaban nunca ... ) -Es que aquí los grillos no tienen estaciones, ¿ no te has fijado? (Fuera de aquí dicen que los grillos sólo son cosa de verano ... ) 6.8 -Sí ... fuera de aquí todo es absurdo, todo lleno de estaciones muy bien delimitadas .... Yo me casé en invierno ... fue como casarme con La Envidia ... Sí, imagínate un personaje de la tragedia griega, uno solo ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. que encarna o representa a una infinidad de gente de la misma calaña ... ¿ Te acuerdas de lo que nos reímos cuando leíamos que «El Coro» era una persona sola? (Tú decías que tendría que ser un actor gordísimo, para dar sensación de multitud, no de unidad ... ) -Y después le decíamos El Coro a aquella chica tan gorda, que primero tenía otro hombre, Capullito de Alhelí ... Pobre chica, ahora que me fijo parecía predestinada a ser el blanco de todas las bu rleterías. A lo mejor es cuestión de genes, vete tú a saber, porque en el pueblo su familia traía de atrás otro nombrete. Los Maníos. Me acuerdo de su padre, Panchito el Manío, como si lo estuviera viendo ... Y de su madre, Libradita, con un eterno traje canelo, como una cuca volona, con un imperdible en el escote y una aguja enhebrada trabada cerca del hombro, como si estuviera siempre a medio zurcir ... Pero la pobre Capullito se merecía cualquier nombrete, por fachenta y fingida Fíjate si se la echaba de fina, que en la tienda pedía media docena de «humildes» en vez de huevos ... Yo me engrifaba toda, oyéndola, con aquella voz medio fañosa ... (¿ Te fijas, qué gracia y qué arte tiene nuestra gente para poner nombretes?) -Sí, pero lo curioso es que una no puede decirles: póngame este nombrete, o este otro ... no, tiene que surgir espontáneo y precisamente el que te va como anillo al dedo, el que te describe de pies a cabeza. 69 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. (Tu familia y la mía escaparon de milagro,¿ verdad?) -Seguramente sería porque no tuvimos nada especial que nos diferenciara, que llamara la atención. Cuando bajábamos al Instituto, por la mañana tempranito, ¿ te acuerdas? el coche de hora reunía lo más granado de los nombretes del pueblo, empezando por el propio chófer, Colachito el Cambado ... Solían bajar con nosotras Mariquita la Papúa, Manuel el Torondón, Manuel el Florío... Nicanor el Tu pío, que además tenía un ojo clique ... (¡¡¡Sí, me acuerdo, me parece que los veo!!! Y Lolita la Malcasada, que además era gaga y nos daba risa ... ) -Chacha, qué bien me hubieran venido a mí, después, ese nombrete ... Porque si ha habido alguna mujer malcasada, esa soy yo ... fui yo. (El hijo más chico del Esperrío también bajaba con nosotras, estudiaba en la Escuela de Comercio, me parece). -Sí. Cuando empezó la guerra, su padre se puso volando la camisa azul y se empeñó en que el hijo fuera flecha. La gente decía que con ese nombrete estaba que ni pintado para los desfiles, que ni necesitaba trompeta, le bastaba con la voz ... (Es que era una voz increíble, una pitadera horrorosa ... ) 70 -Se te metía por el sentido y te dejaba medio sorda para todo el día ... Y con las ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. maldiciones que decía el muchachito, peor todavía ... (Yo le tenía más miedo que a una lancha de moros ... Un día me amenazó con la puntilla, me dijo que me iba a picar y me lo creí. Y otro que recuerdo ahora es Juanito el Bardino ... llevaba siempre una cachucha verdosa ... ) -Sí. Y él fue el primero que vio una película ... y habló tanto, tantísimo de esa maravilla, que hasta mi familia se embulló y un día arrancamos todos para Santa Brí-gida, a ver qué sería eso ... (Recuerdo que yo fui con ustedes ... todavía me apre-taban los zapatos de los domingos ... siempre me han hecho gallina los zapatos nuevos, qué malapata ... ) -Como que nos pusimos restrallonas a más no poder para el acontecimiento ... Mi hermana se pasó dos días en la costurera, para que le terminara un traje para la ocasión ... (Qué día tan inolvidable, ¿ verdad?) -Cuando descubrimos que podía existir el sueño mágico, proyectado, el sueño fuera de nosotras, el sueño retratado por otros ... eso fue para mí la primera película. (Qué mundo más prodigioso nos encontramos en la oscuridad ... ) -Era un local con sillas, como una especie de almacén adecentado, ¿ te acuerdas? ... Y aquella señora tan gorda que llegó como un trono de Semana Santa y se 71 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. sentó en dos sillas juntas, las sillas cuadradas de la Sociedad ... A mí me dio una risa loca y a ti tanta pena. Me parece que te estoy oyendo, casi haciendo el bico para llorar, «Jesús, la pobre, lo que sufrirá con su cuerpo» ... (No lo creerás, pero ya entonces me parecía que un cuerpo era bastante difícil de llevar, cuanto más como aquella pobre mujer, que parecía tener que cargar con dos, y con la burla, encima). -Pero luego se nos olvidó todo con la película, nos pareció que se acababa demasiado pronto, que no había sido verdad aquella maravilla. Aquella mujer fabulosa, con ojos tiznados, toda envuelta en trapos, unos trajes que nunca se habían visto ni se verían en el pueblo, y plumas, y cosas nunca vistas, haciendo unos gestos tan exagerados como si hablara por señas, y con un collar de perlas casi hasta las rodillas, miles y miles de cuentas pensaba yo ... (Creo que era Francesca Bertini o Pola Negri, no sé ... ) -Para mí daba igual el nombre, para mí era La Magia, La Maravilla ... i Cómo soñé con ella, cómo me imaginaba a mí misma en su lugar! Fuerte bobería ¿ verdad? Pero es que éramos tan maúras, tan inocentonas y estábamos tan abatatadas, tan vulnerables a todo... Menos mal que después, cuando empezamos a estudiar en el Instituto, nos despabilamos bastante aprisa, con el roce ... (Mi padre después se chiflaba por las películas de 72 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. Ricardito, de Charlot y La Pandilla, se esmorecía de risa con ellos ... Y la gente estuvo siglos hablando del casi milagro, los que no habían podido ir la primera vez, estaban rascadísimos por no poder opinar. Y Mariquita la Moñúa, que siempre fue la emisora de noticias de primera mano, era tal la rasquera por no haber podido ser ella la pregonera, que empezó a decir que eso no era cosa buena, que era cosa del diablo, que no podía ser para cristianos ... ) -Sí, y para remachar el clavo va el cura el domingo y empezó a advertir de los peligros del nuevo descubrimiento ... pareció zahorí, ¿verdad? ... como de costumbre, una parte del clero empeñada en jeringar los sanos y honestos esparcimientos de entonces ... y de después, claro ... ¡Amargos chochos! (Jesús, mujer ... ) -Para mí que el cura, con lo viejo que estaba, no había visto ninguna película, ¿sabes? Pero, por si acaso ... (Luego, con la costumbre, desapareció aquella magia de nuestras vidas... también desaparecieron los nombretes, las gentes que los llevaban, casi todas ... ) -Lo divértido fue aquella vez que mandaron una Guardia Civil nueva ... (Sería un Guardia Civil, ¿no?) -Que no, mujer, aquí siempre se decía una Guardia Civil, si hasta se cantaba aquello de «a tu madre, chiquilla, se lo voy a decir, que te estás enamorando de la guardia civil». Pues vino uno nuevo, un 73 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. peninsular tan guapito él, que se llamaba ... ¿Retortullo? o algo así, y la gente se creyó que ya venía con el nombrete puesto, y no se atrevían a llamarlo así delante de él ... Un día Mariquita la Moñúa, precisamente, que estaba loca por sacarle la filiación completa, lo llamó respetuosamente Don Número, ¿no te acuerdas? como ella había oído decir que llegó un Número al Puesto ... (¿ Qué habrá sido de todos ellos, de todo lo que fue el pueblo, lo nuestro de entonces ... ? Seguirían sus caminos, supongo, pero, ¿habrá habido algo de felicidad en sus vidas, con sus errores, sus silencios, sus aciertos ... ? ¿Habrán mejorado o empeorado?) 74 -Has dicho algo sin pensar que me ha enlazado con lo más duro de mi vida, con mis tremendos fallos, mi tambalearme como un tentempié de juguete, de uno a otro ... Un raro sentido de mi independencia, puramente personal, puramente, ¿sabes? como reflejado en un espejo ... Yo veía, yo hacía las cosas al revés, como desde enfrente ... Al querer vivir sólo conforme a mi libre albedrío, ¿podría decirte que fue como una inmoralidad ingenua, inocente, puedes creer esto? ... qué raro, como una pecadora inconsciente que pasaba por todo lo prohibido sabiendo que lo estaba haciendo pero sin saber qué hacía, ni por qué ... No, no es justificarme, todo está ya suficientemente pasado y explicado, o lo acabará de estar dentro de nada ... No se pueden borrar los hechos cuando son la verdad ... amoral, tal vez ... pero al mismo tiempo, qué sé yo, como por encima de todo ... Y luego eso tan ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. humano al fin y al cabo, de encontrarlo mal, si lo hacían otros ... (¡Jesús, Matilde, no irás a decirme que ... ) -Sí, ya lo sé ... Tú siempre ahí como una cataplasma, agarrada a tus creencias como a una tabla de salvación ... ¿cobardía, pasividad? Nunca lo supe bien, ni siquiera ahora ... Pero yo era distinta, nací rebelde, como si trajera casta de pruebistas, revirada siempre como una panchona, lo decía doña Nieves en la escuela, ¿ no te acuerdas? Tanto me rebelaba contra el mar como contra la tierra, así que renuncié a seguirte en creer todo lo que tú me dabas por hecho, a pesar de su enigma ... No, hija, lo que no comprendo no lo puedo aceptar porque sí. .. Te asustaste, casi te me mueres del susto cuando me oíste decirle a Dios: ¿ no crees que esto es injusto, lo más injusto que has permitido en tu vida? (Matilde ... ¡por Dios! ... ) -¡ Pero si se trataba de mí, de mi hija! Tú, empeñada como una pastura en que su bondad es enigmática, en que su misericordia es misteriosa ... pero yo no, yo quería ver su bondad, sentir-su misericordia al menos sobre algo tan inocente y limpio como un niño ... ay, mi niñita de mi alma ... Entonces lo rechacé ... entonces, claro ... ( ... ¿ Y ... y luego ... Matilde ... ?) 75 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ( ... ¿ Y ... luego, Matilde? ... ¡ ¡¡ Matilde!!!. .. ) -Me pasaba desde chica, la oscuridad no me deja oír... A ti lo que te daba más miedo era el silencio, siempre queriendo salir a escuchar los pájaros ... Qué guineo tenías siempre con los dichosos pájaros. Yo me echaba a temblar, después, cuando se te ocurría decir de alguien que tenía gestos de pájaro, o la voz fresca como la de un pájaro ... «Esta cae como un cortacapote », me decía. Pero tú, seguramente a fuerza de creerlo, tenías algún ángel de la guarda eficacísimo, porque hay que ver que te libraste misteriosamente de cada chasco ... de cada peligro ... Yo caía de ca-beza en todos ... ) (Porque querías, Matilde ... te encantaba jugar con fuego ... Tal vez por eso muchos chicos te huían, desde el Instituto, aunque siguieran como hechizados por ti. .. y te criticaban, decían que eras una cabra ... una buena machorra, sí, pero no para casarse contigo ... hasta mu-chas otras amigas que tuviste hablaban de ti por detrás, pero muertas de envidia por dentro, estoy segura, por no tener ellas el valor que tenías tú de no ser hipócrita ¡en aquellos tiempos, imagínate!. .. esa hipocresía de la sociedad, que parece criticar lo que más desea hacer ... cuando besabas delante de todas a tu novio ... bueno, a uno de tus novios, el que fuera ... se hacían las escandalizadas, pero bien que iban a cualquier sitio oscuro a besarse con sus chicos, en cuanto podían ... ) 76 -O en cuanto encontraban un sitio apropiado, porque hay que ver qué difícil estaba la cosa ... Nunca he visto una ciudad donde hubiera más pegas a digamos el marco idóneo para un idilio «a media luz» ... Amalita, que era una relajosa pero ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. disimulaba, descubrió un rincón allá casi al final del barranco, que era una maravilla. Pero poco le duró el contento ... y el relajo ... Un día la vi aparecer por la plazuela, toda enchapada que se le podía freir un huevo en la cara, seguida por una jarca de chiquillos ... ¡fuerte chirgo pasa-ría! ... Cuando la vi la sité pero casi no me oye ... Yo no sabía lo que le había pasado, y si la llego a encontrar otro día, seguro que no me lo cuenta, pero estaba la mujer tan insultada y tan agoniada, que si no descarga, revienta ... (Pero, bueno, ¿qué le pasó?) -Por ·10 visto, cuando Pepe y ella estaban disfrutando del «retiro», empajándose a conciencia, los mataperros se pusieron de acuerdo para gritarles a coro: «Métesela de una vez, bandío ... » Se habían estado empajando con el espectáculo primero, y ellos sin darse cuenta ... (¡Jesús, mi madre ... fuerte verguenza pasaría! Pobre-cilla ... ) -¿Pobrecilla? No me dio ninguna pena .. . que hiciera las cosas a la luz del día .. . Después, el singuango de Pepe, que Amalita le dijo que yo lo sabía, me tenía más miedo que a una lancha de moros ... seguramente creía que yo iba a ir con el cuento por todas partes. (Bueno, puede que te tuviera miedo por eso ... pero creo que muchos de ellos te temían por verte inaccesible cuando parecías tan fácil, por verte como tan superior a ellos pero haciendo lo que te daba la gana con 77 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. ellos, con sus mentalidades tan estrechas, con orejeras... ellos, a aprovecharse de las ocasiones, pero al oscuro ... y viéndolo todo como a través de un fonil: lo ancho para ellos, lo estrecho para las mujeres ... ) -Qué miedo tuvi,eron s)empre nuestros hombres a las mujeres «leídas y es.cribidas », ¿ te fijas? No lo creerás, per<> una vez le oí decir a la tía de Blanquita que una joven de-::;ente· no debe leer. más que el libro de misa o el Kempis, fíjate tú. Y que así era como se pod¡a pescar un buen partido ... (Todavía a estas alturas, sólo de oír esa palabra, pescar, -me hace coger una vieja ... qué vergüenza, pescar a un hombre ... ) -:-Sí, pero no se puede negar que era el · deporte favorito de las mujeres de aquellos tiempos. Desde chica se les enseñaba todos los trucos para tener éxito, y a ver quién pescaba el pez más gordo, lo que se llamaba un gran partido. En cuanto levantaban un palmo del suelo, les enseñaban a engodar el anzuelo, a pasarles por las narices sólo un mínimo de carnada, para que les entrara la jirivilla ... y en cuanto se descuidaban, ¡zas! el macho salema que pica con un pelo de mujer, casi analfabeta, además ... (Yo creo más bien que en el fondo a lo que tienen miedo los hombres es a la mujer en general. .. a que tienen que reconocer su dependencia del sexo ... y ese tener que agachar el morro ante la evidencia, les brota en una especie de rencor hacia ellas ... según voy enve-jeciendo, más me afirmo en creer esto ... como si presin-tieran que en cuanto se descuiden, ellas se van a echar 78 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. fuera del plato y ellos van a perder el mando ancestral de superioridad que han venido disfrutando ... Por eso temen, o temían tanto a la sola idea de una mujer con estudios, con algo de cultura ... por eso querían que no leyeran sino el libro de misa ... y si reparaban en lo que dice San Pablo de las mujeres, ¡ mejor todavía!) -Pues en mi casa, en cambio, más bien pasó al revés, ya lo sabes ... Mi madre no estaba muy conforme con que yo estudiara. Si no llega a ser por mi padre, apoyado por mi abuelo, que se lo machacó siempre, hasta su muerte, me hubiera prohibido hasta bajar al Instituto ... Me parece que lo estoy oyendo: «La niña, Pino, que estudie ... ¿ oítes? ... que estudie, que se haga gente ... » Pobrecillo ... me gustaría encontrarlo ahora y darle las gracias ... Porque mi madre todo lo más me hubiera dejado estudiar para maestra, casi el único recurso para las mujeres, entonces. (Sí, la Maestra era la única que se salvaba de los resquemores, de las aprensiones masculinas hacia los estudios de la mujer. Y si era fea y solterona, mejor todavía ... no veían en ella a la mujer, sino como a la institución en general. Al fin y al cabo, tenían que reconocer que era la que intentaba desasnar a sus hijos, sobre todo a los varones, porque ¡cuidado que ponían reparos a que fueran las niñas a la escuela!, ¿ te acuerdas? siempre encontraban alguna disculpa para que dejaran de ir). -Lo de siempre: las mnas en casa, a ayudar a las madres. Y daba una pena ver a aquellas chiquillas que apenas podían tenerse en pie, acarreando agua con la talla a la cabeza, o la lata belmontina sobre el ruedo, casi siempre descalzas, con 79 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. los piecitos amoratados ... muchas de ellas con el hermano chico escarranchado en el cuadril ... Porque los matrimonios, venga a tener hijos continuamente, porque no tenían otro entretenimiento, pero ¿quién cuidaba a aquella insalla? Las niñas ... Es curioso, hay que ver el regocijo de un padre cuando nace un varón: «es un machillo, es un machillo» ... con la boca en las orejas de privado. Y lo atorrados que se ponen para anunciar que fue una hembrita ... como si fuera un fallo imprevisto de su virilidad ... (Jum ... pero después, hay que ver lo bien que saben sacarle el jugo a las niñitas, ¿eh? con esa disculpa de que tienen que aprender a ser mujeres de su casa ... lo que quiere decir, futuras servidoras de varones ... ) -Cuando yo estuve en vena pictórica ... (¿ Tú en vena pictórica? Pues te guardaba el se-creto ... ) -Pues lo estuve, fíjate tú ... Soñaba con pintar grandes óleos, una especie de denuncia rural, con todas aquellas cosas del campo nuestro que me dolían hasta la médula, y luego regalarlos a los ayuntamientos... regalarlos, que conste, porque si hubiera intentado venderlos, ya podía esperar un NO como una casa, con la sorrocloca disculpa de siempre: No hay presupuesto para cultura ... («Me parece que te veo, burro blanco en el terrero ... ») -Hubiera sido inútil, de todas maneras, 80 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. porque casi toda la florida saga de alcaldes que se han ido sucediendo en nuestra espiral de isla, han sido astutamente miopes para lo que no les convenía ver ... (Sí, ya se sabe: no hay peor sordo que el que no quiere oír.) -Equilicuá. Pero, hija, ¿has visto nada peor que el vidente que se hace el sordociego? ... Oye, ahora me acuerdo de que doña Nieves, a pesar de su larguísima maestría, decía toballa ... ) (Sí, y yo también ... me corrigió tu abuelo, ya ves ... pero yo creo que a las maestras, a la larga, se les van pegando las cosas de los pueblos, y el habta más que nada ... y muchas, sin darse cuenta, acaban diciendo maldiciones, como los hombres ... ) -Sí, eso de decir maldiciones era otro de los privilegios exclusivos de ellos ... pobres hombres, a pesar de todo, tan vulnerables también a la vanidad, al halago ... Fíjate, yo pienso que hasta la mujer más boba del mundo, con unos pechos granditos y cierta facilidad para echarles incienso, con el engodo del sexo acaba atrapando al que le dé la gana ... Dicen que cada hombre tiene su precio, pero qué quieres que te diga, yo creo que no es tanto cuestión de billetes o del dote como de adjetivos halagadores ... unos necesitan más, otros menos ... Y por encima de todo, hacerles creer que son superiores, que como ellos, como cada uno, no hay nadie ... qué lástima ... (Parece mentira, que algunos que para otras cosas 81 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. son tan inteligentes, no se den cuenta de su vulnerabilidad, con razón dicen siempre los franceses eso de «cherchez la femme» ... ) -Y por otro lado, siempre tan susceptibles a la idea del ridículo ... Erizados de susceptibilidad ante cualquier alusión que pudiera dejar en el aire una duda, una sospecha ... Me refiero a ese oculto temor a que pudieran creerlos maricas. ¿ Te has fijado que no hay un solo hombre que no se apresure a gritar, satisfechísimo de sí mismo, que él no entiende de belleza masculina, cuando las mujeres están diciendo que Fulanito es guapísimo? iY claro que entienden, porque tienen ojos en la cara! Mira cómo saben en seguida que ese machanga que dibujan en los tebeos es más feo que el demonio ... ) (Sí, tienes razón ... jamás reconocerán que otro hombre es guapo ... Pero a lo mejor es que sienten cierta envidia y les fastidia que las mujeres no paren de hablar ahora de Robert Redford, como en nuestros tiempos hablábamos de Robert Taylor, de Tyrone, de Clark Gable ... ) -Ay, Clark Gable ... ¿ verdad que era divino? Yo estuve loca por él. .. (Y yo también ... hasta en el libro de Física tuve recortes de fotos de él...) 82 -Pero no creo que sea sólo envidia lo que sienten, yo sigo empeñada en que son susceptibles a la idea del ridículo, a la más lejana sospecha de que los amigos crean que si su mujer se chifla con un artista guapo, es porque en cierto modo es como ponerles los cuernos, aunque sean unos ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. cuernos inexistentes ... Y hasta juraría que por eso se sigue manteniendo en España la Fiesta, ya sabes, las corridas de toros, aunque les revienten ya, por anticuadas, y hasta les disguste a la mayoría, sobre todo a los jóvenes ... i Pobres animalitos, tan espléndidos y tan llenos de vida, cómo se ensañan con ellos! No siguen sólo por turismo o por mantener la tradición, ni siquiera por el negocio, no me lo creo, sino porque como la palabra cuerno les pone erizados de susceptibilidad, sienten cierto malsano recochineo, una especie de placer morboso y profundo que parte del fondo de su virilidad, al ver que siempre se acaba matando al toro, y el toro tiene cuernos ... Pasando esta escena a la sociedad, fíjate cómo se burlan de un marido engañado por su mujer ... (Sí, en sociedad, la caridad consiste solamente en responder a las cuestaciones, sobre todo si preside la Mesa una señorona ... ) -Yo sigo con mi guineo. El hispano cree de necesidad, como para afirmar su machismo, ponerle los cuernos a su mujer, eso es cosa de hombres, faltaría más, es más macho que nadie, pero su mujer sólo para él, y las demás también, si puede; mucho exigir la virginidad femenina para la noche de bodas, aunque ellos no puedan ofrecer lo mismo a cambio, pero hay que ver qué tremendo y tesonero empeño ponen en que no quede una virgen mientras ellos puedan remediarlo ... (Eso era antes ... los chicos de ahora no se preocupan tanto de eso, creo yo ... ) 83 ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. -¡ No me interrumpas, jinojo! Pero si su mujer es la que alguna vez tiene la feliz idea de devolverles la pelota ... fíjate cómo le cae arriba la sociedad toda, mujeres incluso, ¿ cuándo van a ser las mujeres solidarias entre sí, practicando esa especie de masonería que tanto resultado les da a los hombres?, incluso mujeres también engañadas ... Porque el adulterio, en el código calderoniano que rije aquí (Que eso era antes, mujer, y perdona que te inte-rrumpa ... ) 84 -castiga a la mujer severísimamente -casi todos los jueces son hombres, por no decir todos- pero te deja la impresión de que casi, casi, le da unas palmaditas en el hombro al macho acusado de adulterio, como diciéndole: «¡Qué tío eres, sinvergonzón! » Conocí el caso de una amiga que tuvo que recurrir a la separación legal, porque el marido era un caso perdido, un verdadero trauma para sus hijos y casi los estaba dejando a pedir por puertas, entre querindangas y otras bromitas parecidas, y cuando fue al abogado para iniciar el expediente, se encontró con la increíble sorpresa, así para empezar, de que ya el abogado daba por descontado que la falta sería de ella ... vamos, como si le pareciera absurdo, inadmisible a su mentalidad, que una mujer pudiera tener la loca idea de separarse de un hombre ... ¡de un Hombre! por iniciativa propia ... (Mujer ... no siempre ... ) -¿ Que no? Acuérdate de aquello que ©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2020. leímos a la escondida en el bufete del abuelo de Carmen, ¿no te acuerdas? Eran sus papeles para la defensa de un marido que mató a su m |
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