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III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife Candelaria · Arafo · Güímar · Fasnia · Arico Granadilla de Abona · San Miguel de Abona Vilaflor · Arona · Adeje · Guía de Isora · Santiago del Teide III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife Candelaria · Arafo · Güímar · Fasnia · Arico Granadilla de Abona · San Miguel de Abona Vilaflor · Arona · Adeje · Guía de Isora · Santiago del Teide Las III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife tuvieron lugar en Arona durante el mes de noviembre de 2013 D. Francisco José Niño Rodríguez Alcalde-Presidente Del Ayuntamiento De Arona Dña. Eva Luz Cabrera García Concejal de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de Arona Coordinación académica de las jornadas: Dña. Carmen Rosa Pérez Barrios D. Manuel Hernández González Dña. Ana María Quesada Acosta D. Adolfo Arbelo García Coordinación técnica de las jornadas: Dña. Ana Sonia Fernández Alayón © Concejalía de Patrimonio Histórico. Ayuntamiento de Arona EDICIÓN: Llanoazur Ediciones ISBN: 97-84-930898-1-8 DL: TF 217-2015 Índice Manuel Hernández González. Ponencia marco Emigración sureña a Venezuela (1670-1810) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 Carlos Perdomo Pérez, Francisco Pérez Caamaño y Javier Soler Segura El patrimonio arqueológico de Arona (Tenerife) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51 Elisa Álvarez Martín, Leticia García González y Vicente Valencia Afonso El patrimonio etnográfico de Adeje: Aspectos generales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73 José Antonio González Marrero Las relaciones de parentesco generadas por una familia de esclavos de Arico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95 José María Mesa Martín El beneficio de Isora, nuevas aportaciones a la administración y jurisdicción religiosa del suroeste de Tenerife: Guía de Isora- Santiago del Teide . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107 Belinda Rodríguez Arrocha El ejercicio de la justicia en el sur de Tenerife en la Edad Moderna (siglos XV-XVIII) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 Aarón León Álvarez y Luana Studer Villazán La Segunda República y la Guerra Civil en la memoria de un militante socialista: el caso de Álvaro Fariña Rodríguez. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143 Carmen Rosa Pérez Barrios La epidemia de cólera de 1893 en el Sur de Tenerife. Intervención de Juan Bethencourt Alfonso y Eduardo Domínguez Alfonso . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165 Sergio Cabrera Alayón Arona (1923-1931). Un modelo de sociedad finicaciquil de base jornalera . . . 189 Alberto J. Báez García Elecciones locales de 1979 en el sur de Tenerife: regeneración democrática y eclosión en la participación política municipal . . . . . . . . . . . . . . . . . . 207 Javier Dóniz Páez y Rafael Becerra Ramírez Geoturismo en volcanes litorales del sur de Tenerife: Montaña Amarilla, Montaña Roja y Montaña Escachada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221 Carla Marti Romero Estudio comparativo del modelo iconográfico del aborigen canario en la Reserva Ambiental San Blas y en el Parque Etnográfico Pirámides de Güímar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235 Adrián Valerón Hernández Abad Imaginería y riesgo en los barrancos del sur de Tenerife. Un binomio entre montañas, ficción, y escenarios de juego . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251 María Fátima Fernández Pérez Percepción de la imagen turística de Los Cristianos (Arona-Tenerife) . . . . . . 261 Ana María Quesada Acosta. Ponencia marco Memoria y concepto. La escultura pública en el Sur de Tenerife . . . . . . . . . . . . . . . 273 José Lorenzo Chinea Cáceres Técnica y obra. La escultura de Javier Eloy Campos Torres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 309 Francisco Javier Castro Molina Leprosería de Abades: arquitectura, sol y aislamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333 Gerardo Fuentes Pérez El Llano de la Magdalena: un frustrado proyecto arquitectónico . . . . . . . . . . . . . 357 Juan Alejandro Lorenzo Lima De una efigie en su coyuntura creativa e histórica. La Virgen de Candelaria tras el aluvión de 1826. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 379 Manuel Jesús Hernández González Contribución a la retablística pintada del siglo XVIII. Algunos ejemplos en el Sur de Tenerife . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 403 Carlos Castro Brunetto La exaltación de San Antonio de Padua y el arte en Granadilla . . . . . . . . . . . . . . 423 Ana Sonia Fernández Alayón Análisis patrimonial de Arona [casco] tras su declaración de Bien de Interés Cultural con la categoría de Conjunto Histórico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 443 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 11 La emigración sureña a Venezuela (1670-1810). La eclosión de la emigración familiar a partir de 1670 Manuel Hernández González Introducción En torno a 1670 la economía de la Provincia de Caracas, tras un período de recensión, comienza a manifestarse vigorosa. En 1684 se contaba en ella con 434.850 árboles de cacao en 167 haciendas, 18 propiedades dedicadas al trigo, 26 ingenios y 28 hatos. Más del 10% de los cacaoteros eran de nueva planta en una región virgen a poca distancia de Caracas, los Valles del Tuy. Comienza una época que llegará hasta 1740 definida por la disponibilidad de tierra irrigable para cacao y esclavos. En 1720 había ya más de dos millones de árboles. En 1744 habían ascendido a cinco, estando localizados más de la mitad en el Tuy. Mientras que las principales familias de la elite se consolidan, los inmigrantes que arriban de forma significativa desde mediados de la década de los setenta podían aspirar a integrarse dentro de ella con la riqueza que les proporcionaba el comercio, las plantaciones y la disponibilidad de obra escla-va. Antes de 1700 una parte de ellos comienzan a cultivar cacao en los valles más remotos de la provincia, no sólo en el Tuy, sino sobre todo en la costa de Aragua y muy especialmente en el Yaracuy. Una frontera interior que varias décadas después se desplazará hacia Barlovento. De forma paralela prospera el tabaco en Aragua. En el Valle y los Altos de Caracas centenares de familias se dedican a cultivos de autoconsumo y a la ganadería. En Guarenas o Guatire introducen ingenios o se emplean como mayordomos o arrendatarios. La co-lonización de los Llanos Centrales con el éxito de la de San Carlos Cojedes en 1678, en la que participaron, supuso un claro avance en la ocupación del área con la fundación de 17 misiones entre 1679-1700. Se llegaría por el sur hacia Calabozo y por el norte hacia el Estado Portuguesa. Entre 1670 y 1740 diferentes generaciones de familias canarias se dirigirán hacia Venezuela atraídas por las posibilidades de futuro que se les abrían tanto en su conversión como cultivadores de autoconsumo en el Valle de Caracas, de 12 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife hacendados cacaoteros en el Yaracuy, Aragua, Valencia o Barlovento, o como propietarios de hatos ganaderos en los Llanos, una superposición de cadenas migratorias en consonancia con sus expectativas. Las profundas transforma-ciones de este proceso fueron generadas al margen de la política monopolista que la Corona trata de consolidar a partir de fundación de la Compañía Gui-puzcoana en 1728. Frente a ella los emigrantes canarios eran vistos como un obstáculo y como expresión del contrabando. En 1714 el Gobernador Cañas diría que “todos los más complicados en los delitos de ilícito comercio son naturales de las Islas Canarias, casi la mitad de los moradores de esta Provincia sin asimismo de dichas islas y con tal unión y conformidad que unos y otros se amparan y ocultan los delitos, y como todos los más viven en el campo, se facilita más bien así la ocultación de los delincuentes, como de los géneros que traen, y por esta razón no se logra la total extinción de tan pernicioso comercio”1. Desde los 40 la baja cotización del cacao originó una presión sobre la elite mantuana y virtualmente arruinó a la mayoría de los modestos propietarios que habían comenzado a poner en explotación sus tierras de Barlovento, ge-neralmente con sus propias manos o con el auxilio de uno o dos esclavos. El desmedido interés de los monopolistas vascos en acaparar cuotas de poder en su tráfico se tradujo en un brusco descenso de los beneficios de los plantado-res. Esta provocativa política tuvo su punto culminante con el fin del asiento inglés. En 1731 la restauración de la alternativa que obligaba al llenado obli-gatorio de todo buque que entrase en puerto originó el embotellamiento del comercio mejicano, controlado por hacendados criollos. La situación se agravó en 1744 cuando el gobernador Zuloaga determinó un repartimiento de la por-ción máxima de cacao que cada propietario podía incluir en el tercio que tenía reservado. Las Gobernaciones de Zuloaga y Castellanos trataron de restringir la emi-gración canaria. Los elevados poderes depositados en ellos fueron los cataliza-dores de la rebelión. En 1745 Zuloaga llegó a creer que se estaba originando una conspiración para provocar la expulsión de la Guipuzcoana fraguada entre los isleños y el Conde de San Javier. El detonante definitivo fue el nombra-miento como Teniente de Justicia Mayor de Panaquire y Caucagua, el centro isleño de Barlovento, de un funcionario de la Compañía en sustitución del herreño Juan Francisco de León. Los plantadores de primera generación vivían 1 Archivo General de Indias (A.G.I.). Santo Domingo. Leg.724. 4 de febrero de 1714. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 13 del comercio ilegal por los bajos precios de la Compañía, especialmente desde que en 1735 el Gobernador Lardizábal ordenase la prohibición de transpor-tar el cacao desde Barlovento, por mar a La Guaira, lo que suponía un coste considerable por tierra y la imposibilidad de efectuarlo en la estación lluviosa. En una década el contrabando pasó de ser sólo el 9´1 al 39´9% de las expor-taciones de cacao venezolano. Barlovento pudo dar salida a su espectacular crecimiento productivo a través del tráfico clandestino. Los sureños, especialmente los chasneros, los santiagueros y los isoranos participaron activamente en esa etapa dorada de la migración familiar, entre 1670 y 1740, desde la primera generación, como analizaremos a continuación. La pobreza general del territorio, la aguda concentración de la tierra en todo él, el proceso de señorialización que cristalizaría en esos años en el Valle de Santiago y Adeje, pero que se puede apreciar también en Chasna en los cre-cientes poderes de los Soler, la crisis general de la economía de la isla, todos esos factores, junto con agravamientos coyunturales como sequías en esas fe-chas, coadyuvaron a un considerable incremento de la migración de familias enteras, que venden sus casas y sus tierras y deciden emprender la migración a una Venezuela que parece proporcionarles la prosperidad que se les niega en su tierra natal. Las estrechas vinculaciones con la comarca NO, que sufre la crisis del vi-dueño con singular intensidad y que además ve perder con la erupción de 1706 parte importante de sus mejores tierras de cultivo, se convierten en un aliciente para la migración, en la que se pueden apreciar los vínculos de parentesco de sus pobladores, ligados por la sangre y el matrimonio. Junto con ellas la política de la elite local, interesada en obtener prebendas y cargos relevantes en Tierra Firme, como se puede apreciar en las gobernaciones en Venezuela del garachi-quense Ponte y Hoyo y el icodense Betancourt y Castro, o en el viaje de más de 400 personas que sufraga en 1683 Fernando del Hoyo Solórzano, primer Señor del Valle de Santiago, en el que se enrolan muchas familias sureñas. Radiografía de la emigración familiar sureña en el mundo rural venezolano. El Valle de Caracas En los Altos del Valle de Caracas se encuentra una de las áreas centrales de la emigración familiar de la región sureña, en particular de los chasneros. Allí 14 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife destacan especialmente los Reverón, Mena, Ramos y Rodríguez. Los primeros inician una cadena migratoria que en sucesivos reemplazos llega a los albores de la Emancipación. Su fundador fue Sebastián Reverón y Afonso. Propietario de 7 esclavos, se asentó en el pago de El Retamar en los Teques. Fue esposo de su paisana María Ramos, hijo de sus convecinos Manuel Ramos e Isabel Rodríguez. Tuvieron 9 hijos adultos con nupcias con paisanos, entre ellos los Álvarez Villavicencio y los Báez de Simancas2. Al ser tierras consideradas como de menor importancia, por no poder cul-tivarse en ellas el cacao, son cedidas a los inmigrantes que en cadena acuden a pueblos fundados por los mismos isleños como San Antonio de los Altos en tierras otorgadas a estos por el Marqués de Mijares en 1683 o en antiguos pueblos de indios como San Diego de los Altos, donde se asientan sureños en gran número. Es el caso de Sebastián Alfonso de Reverón, natural de Vilaflor, hijo de Luis Reverón y de María Alfonso difuntos, que se casa el 30 de julio de 1739 con la hija de isleños María Ramos Gutiérrez , natural de la Cañada en esa feligresía, hija de Manuel Ramos y de Isabel Rodríguez o de Antonio García Reverón, natural de Chasna ,hijo de Antonio Reverón y María García y María Magdalena Cartai, natural de esa feligresía, hija de sus paisanos Baltasar Díaz Cartai y Rosa González 24 de abril de 1748 En la segunda mitad del siglo XVIII siguen allí estableciéndose sureños como José Alonso, natural de Valle de Santiago, hijo de Pedro Alonso y Juana Correa Delgado, desposado el 13 de febrero de 1775 con María Antonia de la Soledad, hija de los canarios Juan Antonio Llanes y Antonia Marrero de esta3. La Vega, la fértil región del oeste del Valle de Caracas, fue otro de los cen-tros prioritarios de su asentamiento como agricultores. Fue la primera parro-quia del extrarradio, erigida en 1652, un siglo antes de la división catedralicia. En sus orígenes fue un pueblo de indios en el que destacaba por encima de los pequeños lotes de tierras que la circundaban la hacienda de los Condes de Tovar. Al permitir el Guaire la irrigación durante todo el año se fueron asen-tando inmigrantes en vegas a sus orillas bien por compra o arrendamiento. La accesibilidad de la propiedad y la ventaja de ser participes de su acequia, puede explicar la magnitud de su asentamiento a fines del siglo XVII. Cultivaban trigo, maíz, casabe, verduras y frutales. Junto con naturales del Noroeste de la 2 Sobre los Reverón véase ITURRIZA GUILLÉN, C. Algunas familias caraqueñas. Cara-cas, 1967. Tomo II, pp.735-751. 3 Archivo parroquial de San Diego de los Altos. Libro de matrimonios 1640-1821. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 15 isla se asentaron santiagueros que enlazaron con ellos, como ocurre con Fran-cisco González Guanche, casado en 1702 con María, originaria de Buenavista, hija de los también emigrado Luis Acevedo y Florentina Borges. Los padres de esta última le dieron en dote una suerte de tierra de riego en La Vega y dos esclavas. A una de ellas por su asistencia le dio la libertad y un pedacillo de tierras en Catia. Francisco forma parte también de una intensa migración familiar santiaguera. No llevó nada al matrimonio. El grueso de su fortuna de partida es la herencia de su esposa. Tuvieron 10 hijos adultos, desposados con paisanos de su mismo origen. Algunos se establecieron en La Vega, pero otros lo hicieron en otros puntos del Valle de Caracas. Amplió sus propiedades con una posesión en la otra banda del Río Guaire, cargada con un censo y arren-dada y con 22 bueyes y algunas vacas en Los Teques. En La Vega cultivaba dos almudes de maíz. Cuatro hermanos (Domingo, Juan, Antonio y Lucas) se trasladaron también para Venezuela. Todos ellos casaron con paisanas, unos en Caracas, como los dos primeros, y otros en su tierra, como los dos últimos4. La elevada descendencia creó tensiones para el reparto de la herencia, como aconteció en la reyerta en la que se vieron envueltos Francisco, su hijo Teodoro y su yerno Fernando González Abad y el hermano de éste Amaro, con su yerno Gaspar de los Reyes. Éste último resultó herido por una encerrona a raíz de una deuda cobrada a su suegro. Francisco le profirió una amenaza en la que le gritaba que “había de empezar por los negros y de acabar con los blancos5. Gaspar de los Reyes Lugo era marido de una hija de Francisco, como su hermano Juan González Lugo. Para completar la endogamia eran asimismo hijos de una hermana de José y Luis de Acevedo. De su matrimonio con Feli-ciana María tuvieron ocho hijos adultos, que contrajeron matrimonio con las mismas tendencias endogámicas. Significativamente sus dotes ya no fueron esclavos sino mulas, lo que demuestra las limitaciones de la tercera generación en el Valle de Caracas. Aportó 400 pesos y ella varias yuntas de bueyes. No heredó cosa alguna, por no haber dejado bienes sus padres. La partición de los de su suegro fue compleja. No se había efectuado todavía cuando testó, pese al tiempo transcurrido. Complementó sus ingresos con el remate del diezmo de 4 Archivo General de la Nación de Venezuela (A.G.N) Testamentarias. 1712. Florentina Borges, mujer de Luis Acevedo, 3 de noviembre de 1711. Francisco González Guanche en Ar-chivo Academia de la Historia de Venezuela (A.A.H.) Civiles. 1738. Su mujer María Acevedo Carrasco y Ayala en A.G.N. Escribanías. José Antonio Gascón, 10 de octubre de 1735. 5 A.A.H. Civiles. 1735. 16 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife centro cacaotero de Caucagua. Fue el más afortunado de todos los yernos de Francisco González Guanche. Fue la última generación campesina que pudo acceder en buenas condiciones a la propiedad de tierras y esclavos en el Valle de Caracas. Era dueño de una suerte de tierras en La Vega de 3 fanegas y 1 almud en la tierra alta y de 11 en la baja de la orilla del río, otras 5 en el sitio en el que vivía, todas ellas gravadas con un censo de 1.300 pesos de principal que pagaba a las concepcionistas caraqueñas, 8 esclavos de diferentes edades, 12 mulas, 8 yuntas y tierras en Mamporal, donde tenía plantados de 12 a 13.000 árboles de cacao y en ella 25 esclavos6. El sueño se desvaneció en la siguiente generación. La sobrina de Francis-co, la santiaguera Isabel Guanche, casada con su paisano Martín Hernández Guanche, tuvo 4 hijos adultos y 2 fallecidos de tierna edad, desposados con sus parientes. De ellos sólo Mateo tenía un esclavo. No juntaron caudal alguno. Sus bienes se limitaban a bueyes y mulas7. Pero aun así en la segunda mitad de la centuria hay algunos inmigrantes que, amparados en redes familiares, alcanzaron una cierta conveniencia. En La Vega también se asienta Pedro Pé-rez Forte, vecino de la villa de Santiago y residente en esta feligresía, hijo de Juan Pérez Forte difunto y Juana María González, que contrajo nupcias por poder e12 de junio de 1776 con su paisana Luisa Delgado, vecina de la villa de Santiago. Testó ante Domingo de la Mota 29 de mayo de 76. Se enterró al pie del altar de Nuestra Señora de Candelaria, en la parroquia de La Vega. Fueron sus albaceas el tanquero Pedro Delgado Correa y sus paisanos y parientes Juan Pedro Forte y Salvador Pérez Forte, vecinos todos de L a Vega. Dejó como heredera su madre al no tener descendencia. Tanqueros y santiagueros son en esa localidad son los mayoritarios, continuando con estrechas relaciones de vecindad y familiaridad que se remontan al último tercio del siglo XVII. Mel-chor Rodríguez, natural de Valle de Santiago, falleció en ella el 9 de febrero de 1793. Testó ante Domingo Antonio Mota 23 enero. Era hijo de Sebastián Rodríguez, difunto y de María Ascensión Hernández, vecinos de dicho valle. Se había desposado con Isabel Álvarez, con la que tuvo a José Candelario, Melchor Antonio, María Candelaria, Manuel Antonio, María Rita, María Be-lén y María de los Santos que vivían al momento de su fallecimiento y Pedro Pablo, Isabel María, José Vicente y otra María Belén que murieron. Fueron sus albaceas su mujer, el isorano José Melo Navarrete y su paisano Marcos Guan- 6 A.G.N. Escribanías. José Manuel de los Reyes, 20 de enero de 1751. 7 Ibídem. Juan Domingo Fernández. La Vega, 7 de junio de 1777. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 17 che. Como el anterior se enterró a los pies del altar de la Candelaria y dejó 300 misas para ser celebradas por los sacerdotes Nicolás de Osio, cura de la Vega, Vicente Crespo y Antolín Pérez, a razón de 100 cada uno, lo que era indicativo de una posición económica intermedia8. A finales del siglo XVIII y principios del XIX los santiagueros siguieron asentándose en La Vega, como acaeció con Alonso Rodríguez, natural de la villa de Santiago, casado con María del Carmen García, cuya muerte acaeció el 1 de diciembre de 1803 hizo testamento, en el que solicitó ser sepulta-do con entierro cantado mayor y Juan Manso, hijo de Juan Manso y María García, fallecido el 2 de septiembre de 1810, que testó ante el corregidor del pueblo el 30 de junio. Pidió ser enterrado con hopa del Santísimo. Su mujer, Josefa Martel, residía en su pueblo natal con sus dos hijas María y Antonia, ambas casadas. Sus albaceas fueron sus parientes Pedro y José Manso. Ya en plena Guerra de Independencia falleció allí el 19 de septiembre de 1812, sien-do enterrado a los pies de Nuestra Señora del Carmen con entierro cantado mayor otro santiaguero, también con lazos con el anterior Francisco Vargas, marido que había sido de Luisa González Manso. No hizo testamento, dejó encargados todos sus bienes y disposiciones a su hermano Bartolomé y dejó cien misas por su alma. De la vecina Guía de Isora Pedro González Manso, probablemente pariente de los anteriores, que era soltero, hijo de don Pedro González Manso y de María Ximénez, no recibió sacramentos ni hizo testa-mento por no dar lugar el mal del que murió9 En otras áreas del Valle de Caracas, aunque con menor intensidad, se ex-pandieron los sureños. Es el caso de Chacao, donde el santiaguero Tomás Hernández, sobrino del icodense Gregorio Hernández Trujillo y de su her-mano y heredero, compra la estancia a su viuda. Para completar la endogamia contrae matrimonio con Rosalía, hija de Felipe Hernández, su parienta, por lo que para casarse en 1719 tuvo que pedir dispensa de tercer grado de paren-tesco. Tuvieron 10 hijos, de los que 8 llegaron a la edad adulta. Él aportó una mula y un pedazo de yuca que valdría 100 pesos y ella una yunta. Continuaron la misma política matrimonial. Arriendan una parte de sus tierras a su hijo. Su estancia estaba gravada con un censo de 3.000 pesos y eran dueños de 13 8 Archivo parroquial de La Vega. Caracas. Libro de matrimonios, bautismos, defunciones y confirmaciones 1691-1933. 9 Archivo parroquial de La Vega. Caracas. Libro de matrimonios, bautismos, defunciones y confirmaciones 1691-1933. 18 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife esclavos10. En El Hatillo residían dos adejeros, Juan Manuel Alfonso, que falleció soltero y su sobrino Francisco Hernández Alfonso, del que descono-cemos su descendencia11. En El Valle habita el granadillero Juan de la Cruz Bravo y Trujillo, que casa en primeras nupcias con Melchora de los Reyes, con la que tuvo un hijo fraile. En segundas lo hace con su paisana Margari-ta Rufina Betancourt, hija de Francisco Díaz Betancourt y María Francisca Vargas. No aporta nada al matrimonio. Tuvieron 8 hijos que llegaron a la edad adulta y 2 fallecidos de tierna edad. Poseía una casa de paja en tierras de Marqués de Mixares, 2 mulas, 7 u 8 burros, un buey, 3 almudes de maíz de sembradura, un platanal y dos tabloncillos de caña dulce, todo ello en régimen de arrendamiento. Era dueño de 7 esclavos, 4 grandes, de ellos dos mujeres y 2 hombres y 3 niños de pecho. Las tierras de su mujer en el Rincón, sem-bradas de yuca, maíz y platanal no eran todavía partibles entre los hermanos. Tenía gran devoción a su parroquia, dejándole 200 misas “por el gran afecto de haberme administrado el pasto espiritual en tantos años y 200 pesos, gra-cias a las renuncias en su persona de dos de sus hijos frailes12. En el entorno de La Vega coexistían conucos de indios o de mestizos junto con haciendas de caña de oligarcas mantuanos. En una de éstas últimas trabaja el natural de La Zarza (Fasnia) Juan Delgado Marrero, que demuestra la vigencia en sus criterios de gestión de los lazos étnicos, que atañen a la confianza. Casado dos veces, la primera con una hija de un palmero afincado en Macarao y la segunda con otra hija de isleños de los Teques, tuvo dos hijos en cada uno. Trabajó como mayordomo en la hacienda de caña en Caricuao del comer-ciante lagunero Tomás Muñoz entre 1791 y 1805, fecha de su testamento. Su salario era de 200 pesos anuales. Tras la defunción de su dueño, se hizo cargo de ella su sobrino el icodense Fernando Key y Muñoz, que se lo subió a 350. Fue también constructor de acequias. Era carpintero, “cuyo arte confieso”. Al abrir un rasgo en Caricuao cobra 400 pesos durante 3 años y 8 meses, para luego convenirse a 500. El paisanaje es un rasgo esencial en la confianza. Deja como segundo administrador a su compatriota Santiago Rodríguez y como albaceas a Fernando Key, el portuense Telesforo Orea y su paisano el merca-der Antonio Díaz Flores. Tras ejecutar acequias en el Tipe para sus paisanos, 10 A.G.N. Escribanías. Manuel Terreros, 13 de mayo de 1773. 11 A.G.N. Testamentarias, 1745. 12 Ibídem Ante el Teniente de Justicia Mayor del Valle Pedro Flores Crespo, 2 de julio de 1745. Una de sus hijas, Bernarda Encarnación, se casó con el tacorontero José Bello en 1749. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 19 formó una compañía agrícola para arrendar tierras y dedicarlas al cultivo del café y para la cría del ganado. Los conflictos bélicos le llevaron a la ruina. Por eso se entierra en túnica blanca en uno de los tramos comunes de la parroquia de San Pablo13 . En Macarao, que nació como pueblo de isleños, habita el santiaguero Mi-guel González Alonso, hijo de Miguel González Alonso y Luisa Francisca Rodríguez, que se desposa el 23 de noviembre de 1772 con María Tomasa Salgado, natural de esta parroquia, hija de Pablo José Salgado y Florencia Beatriz Martínez. San Carlos Cojedes y la región de Los Llanos El gran centro de la migración familiar interior de los sureños fue sin duda San Carlos Cojedes, en la cabecera de los Llanos de Valencia. Había surgido como eje de la política misional con su erección como villa de españoles en 1678. Su origen y conformación estuvieron en buena medida ligados al auge de la migración isleña. Su éxito fue clave en la colonización de la región, por-que los sancarleños se convierten en fuerza de choque contra los indígenas. Con este método se experimentó una cierta expansión de las misiones con la fundación de 17 entre 1679-1700. La colonización canaria se caracterizó por un notable comportamiento endogámico que permitió agrupar en una intensa red de parentesco tanto a los recién emigrados como a la primera generación de aquellas ya establecidas procedentes del núcleo valenciano. En ella destacamos al chasnero Jerónimo Mena Bethencourt y la buenavistera Isabel Méndez del Castillo, casados en Buenavista en 1655. Emigraron a Ve-nezuela con sus 5 hijos y formaron parte del núcleo fundador de San Carlos, donde Jerónimo fue alférez, regidor y alcalde ordinario. Sus tres hijos casados son testimonio fehaciente de esa política endogámica entre la elite sancarleña. Andrés lo hace en 1691 con Brígida Ventura Hernández de la Joya, Juana con el palmero Gaspar Salazar y Lorenzo e Isabel dos veces, la primera con el sar-gento mayor lagunero Francisco Esquier Sánchez y la segunda con el teldense Juan Hernández Monagas en 172714 . De esa forma se iniciaron cadenas mi- 13 A.G.N. Escribanías. Manuel Muñoz, 12 de marzo de 1818. 14 HERRERA VEGA, D.J. Familias coloniales de San Carlos. Caracas, 1987.Tomo II, pp.27-32. 20 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife gratorias que los conectaron con sus paisanos. Los chasneros Esteban Morín de Barrios y Ursula Melchora emigraron con sus hijos Clemente y María a San Carlos, donde falleció Esteban en 1715. Éstos atrajeron a parientes suyos como los Monroy y los Mena, originarios como ellos del barrio de las Socas en San Miguel. José Lorenzo Monroy falleció en San Carlos en 1802 y otro tanto acaeció con Miguel Alonso Mena. Varios hijos del primero emigraron a Venezuela, como Eusebio, afincado en Turmero y Francisco Miguel y Pa-tricio, que lo hicieron en San Carlos. Éste último contrajo nupcias con Isabel, hija del citado Mena. Compró legítimas de parientes suyos, como la de su hermano Eusebio y las de sus parientes Salvador y María de la Paz Mena, vecinos de Caracas, de Alonso Mena y Agustina González, de Francisco de las Llagas y Nicolás Antonio Reverón y su mujer María Josefa Mena, esta-blecidos en San Juan Bautista del Pao. Prestó 319 pesos en San Carlos a sus paisanos Pedro Bello Marrero, Bartolomé Gómez y Antonio Álvarez, vecinos de Barquisimeto, obligados a satisfacerlos en 319 libras de añil flor. Ya mayor retornó con su esclava Rosalía a su pueblo natal donde testó a los pocos días de llegar ante su fiel de fechos en 180315. Los Valles de Aragua Si la primera generación de los Reverón se asentó en los Altos de Caracas en el último tercio del XVII y enlazaron entre sí, y en la siguiente generación con otros paisanos de la isla, algunos de sus vástagos arraigaron en La Vic-toria, en el corazón de los Valles de Aragua, donde enlazaron con familias de la misma procedencia. Allí se establecen a mediados del XVIII los granadi-lleros Juan de la Cruz Mena y María Antonia Rodríguez, junto con su hija María Josefa, que casa con uno de ellos. De La Cruz, mercader y hacendado en La Victoria, fue su teniente corregidor y donante de la capilla del Calva-rio. Era dueño del trapiche La Puente o el Puente en el valle de Suata, que compró a Diego Jacinto Xedler en 1793, junto con la posesión de la Punta del Monte y la tercera parte de hacienda Jesús. Fomentó el ingenio con tal intensidad que para 1806 tenía 70 tablones de caña y 70 esclavos. El caudal de sus bienes alcanzó en 1821 los 68.550 pesos libres de gravámenes entre sus cinco hijos. Sus propiedades principales, además de la citada eran la del 15 Archivo Histórico Provincial de Tenerife (A.H.P.T.) Leg. 3.284. Copia de testamento de San Miguel de Abona, 8 de noviembre de 1803. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 21 Rodeo, de caña y café, las de café La Cumaca y La Calera, su casa principal valorada en 10.000 pesos y otras posesiones en los Llanos guariqueños16. Al mismo tiempo y desde Vilaflor, emigran a mediados del XVIII dos hermanos Reverón, primos de los anteriores, Juan Antonio y Nicolás, que se trasladan con sus mujeres. El primero se radica en sus inicios en La Victoria, para marchar más tarde después a San Felipe, donde fallece. Nicolás, casado en Granadilla en 1761 con María Josefa, hermana de Juan de la Cruz, lo hace también con sus cinco hijos de edad bastante crecida, pues todos ellos con la excepción de Alberto Antonio, que permanece soltero, se habían desposado en Granadilla y reclaman a su mujer e hijos. Así Ambrosio se hace cargo en 1802 de los 400 pesos del pasaje de cámara de María del Rosario Casanova, esposa de su hermano Francisco de Las Llagas y de sus hijos Nicolás y María Leocadia. De sus escasos bienes sólo pudo vender en Granadilla un pedacillo de tierra por 52 pesos y no pudo satisfacer la deuda que debía con sus creces a las alhóndigas de Vilaflor y Granadilla17. Todos ellos residirán en La Victoria, con la excepción de José Antonio, que lo hizo con sus tíos en San Felipe. La endogamia se mantiene en los Ra-mos, como acontece con Isabel Ramos y Juan Hernández Crespo, afincados en las Mostazas, barrio de La Victoria. Tienen dos posesiones de tierra con 27 esclavos y 100 mulas. Dejan cien pesos al sobrino de Isabel, Manuel Reve-rón, para su ordenación sacerdotal18. Sus medianas fortunas estarán ligadas al comercio. Ser propietario de mulas de arria o mercader en una localidad no-dal deja buenos dividendos. Alberto Antonio, el soltero originario de Vilaflor es allí mercader con tienda y bodega. La administra con su paisano Ignacio María Guirola, que recibe el tercio de sus ganancias. Su capital es de 12.700 pesos, incluyendo 5 esclavos. Tuvo aparcería en Calabozo con el canario José de Santa Cruz y León, a medias con su paisano Luis Suárez Izquierdo. Tenía cuentas con los mercaderes isleños de Caracas y La Guaira Antonio Díaz Flores, Marcos Santana y Simón Ugarte. Incluso tuvo tratos con otro primo suyo emigrado. Liberta a dos de sus esclavas. Funda con sus bienes una ca-pellanía en la parroquia de la Candelaria de La Victoria, en la Obra Banda, barrio por excelencia de los canarios, arteria comercial de la localidad, y da 16 TAVERA MARCO, C.J. Historia de la propiedad territorial en el Valle de Aragua, 1590- 1830. Maracay, 1995, p.130. 17 A.H.P.T. Leg. 752. 23 de enero de 1802. 18 A.G.N. Escribanías. Juan Domingo Fernández, 1 de diciembre de 1777. 22 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 300 pesos a una capellanía que se pretendía fundar en el rodeo de La Victoria a la Virgen del Buen Suceso19. En la localidad se encontraban también guimareros, como los hermanos Francisco Rafael y Juan Rafael de Mesa. Al residir en ella el segundo con su esposa, no se le comprendió en el decreto de expulsión de maridos con sus mujeres ausentes de 1776, pero sí a Francisco Rafael, cuyo cónyuge permane-cía en su isla natal. Pero, como era habitual, no se puso en práctica, como era habitual, por lo que los dos figuran en 1790 como propietarios de pulperías, pagando los derechos de alcabala, y en el de tiendas mestizas de 178720. Turmero fue como La Victoria un antiguo pueblo de indios en el que desde finales del S.XVII se introdujeron canarios atraídos por la rentabilidad del cultivo del tabaco de cura seca, de gran demanda en el mercado interno. Desde mediados de esa centuria en Cuba en sus regiones central y occidental ya se habían orientado hacia ese cultivo. En 1744 Santiesteban lo describía como “de los mayores de la provincia, su situación en un plano de suelo are-nisco, lo bien delineado de sus calles con casas bajas y muchas cubiertas de paja, su vecindario de españoles, indios y gentes de color que todos tienen sus sementeras de tabaco, caña o maíz”. Las décadas de los 70 y los 80 originaron profundas transformaciones en Turmero. El auge del añil y especialmente la implantación del Estanco del tabaco en 1779 atrajeron a labradores canarios que pudieron arrendar las considerables tierras realengas y comunales usurpadas a los indios con las que este monopolio se estableció. En la matrícula del año 1791 había un total de 6918 personas. De ellas los indios eran 1.386, los blancos 2.975, los pardos 1.990 y los esclavos 56721. Es la época en la que la parroquia de la Candelaria se amplía. Cuando Martí la visita tiene ya culminadas la capilla mayor con su nicho de la Patrona, y las dos cabeceras de las colaterales. Sus tierras producen caña dulce, arroz, maíz, cacao, plátanos, yuca, añil “y cuanto se siembra, menos el trigo, que no se da en este territorio”, en contraste con La Victoria y San Mateo. Pueblo de indios, “cuya nación no se sabe por es-tar casi todos amestizados o azambados”, los labradores son pobres y viven 19 Archivo Archidiocesano de Caracas (A.A.C.) Testamentos. Leg. 138. 23 de enero de 1803. 20 TAVERA MARCANO, C.J. Op. Cit. p.185. 21 BARROSO ALFARO, M. Turmero en los documentos inéditos. Caracas, 1988. p.103. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 23 dispersos por los campos. La ropa se ha encarecido considerablemente por las guerras del último tercio del XVIII. Tanto en la opinión de Martí como de los expedicionarios franceses que la visitaron, viven oprimidos por los mi-nistros de la renta del tabaco. Guillaume Mathieu recoge que “los habitantes más pudientes no eran los agricultores sino los empleados del fisco, quienes gravan con toda suerte de derechos injustos el enorme peso de los impues-tos”. Berthier refleja la obligación de vender al Estanco la cosecha, siendo su control total, persiguiendo a los que lo cultivan por libre22. Sus cultivadores fueron labradores pobres, pues no poseían capitales para invertir en cultivos más rentables como el añil o el café. Las plantaciones de Guaruto en Turmero eran las más importantes y ex-tensas del país, dedicadas a la variedad cura seca demandaba por el consumo interno. Llegaron a plantarse 30 millones de matas con un rendimiento esti-mado en 3 arrobas por cada millar. Se escogió este lugar por su distancia de la costa para dificultar el contrabando, por la existencia de plantíos, por sus condiciones favorables y por su cercanía a importantes centros de población, útiles por sus almacenes y medios de vigilancia. El terreno escogido por el Director de la Renta Esteban Fernández de León en 1783 tenía una exten-sión no menor de 1.112 hectáreas. Se encomendó su tala al isleño Alonso de Aguilar. Sus plantaciones se dividieron en fundaciones, separadas por terre-nos incultos o de propiedad privada. Llegaron a formarse 7. Prosperaron más que en ningún otro lugar del país. Tenía en 1792 más de 13.505.000 plantas con una producción de más de 44.500 arrobas. Se vieron afectados por la expansión añilera que demandaba recursos hídricos y mano de obra y esquil-maba los suelos. Sus labradores se quejaron contra ella en 1787. En 1805 se alcanzó la producción más elevada. Se habían plantado 20.043.000 de matas, cultivándose 3.500 hectáreas. Su población se estimó entre las seis y las siete mil personas. En 1808 fue diezmada por los estragos del paludismo a conse-cuencia de la falta de agua corriente en el Aragua que las atravesaba, el uso forzoso de las estancadas y la apertura de pozos para riego. Una circunstancia aprovechada por Güigüi, cuyos cultivos habían sido prohibidos desde 178323. 22 MARTÍ, M. Op. Ci t. Tomo II pp.284-286. DUARTE, C.F. Misión secreta... pp.249-250 y 346-347. 23 ARCILA FARIAS, E. Historia de un monopolio... pp.115-127. 24 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife Un expediente de casamiento del candelariero de 29 años Andrés Ro-dríguez Cuello, labrador de tabaco en “la fundación del Rey” en 1804, desde hacía 13 a 14 años, es bien ilustrativo de su asentamiento. Se quería casar con una pobre huérfana, Inés González, hija de dos labradores isleños falleci-dos sin testar Miguel González y Teresa Bethencourt. En los interrogatorios abiertos aparecen los vegueros de Camburito Antonio Rafael Pérez, natural de Güímar, de 32 años, y de las plantaciones del Rey el tinerfeño Francisco Alonso del Castillo24. La concesión de tierras y los préstamos para hacer frente a su cultivo eran sus alicientes. Andrés debió llamar al poco tiempo a su hermano Francisco Ignacio, pues ambos aparecen en 1808 como albaceas del labrador realejero soltero Mauricio Hernández Barroso25. Entre los hacendados de Turmero de procedencia sureña nos encontra-mos con el aronero José de Fraga, subteniente y capitán de las milicias de blancos de esos Valles, casado con el 19 de febrero de 1797con Ana Joaquina de Lugo, natural de Tenerife. Era hijo de José Domínguez de Fraga y Ana de Frías, ya difuntos. Dejó 600 misas rezadas, 400 de ellas de 8 reales por cuatro sacerdotes y las 200 restantes de 4 por los religiosos de San Francisco y Santo Domingo de Caracas, 200 pesos para ayuda del cuidado del altar Nuestra Señora de las Mercedes que se veneraba en la iglesia de Turmero, y 25 pesos para los pobres. Sus albaceas lo fueron su mujer y José Antonio Betancourt y Antonia Domínguez Fraga sus sobrinos. Su esposa se convirtió en su here-dera por no tener sucesión de su matrimonio no tuve sucesión26. Una prueba evidente de estas transformaciones es la erección de la parro-quia de Santa Cruz de Escobar en 178127. Su censo de 1786 no deja lugar a dudas sobre quiénes eran sus pobladores: 1642 blancos, 26 indios libres, 595 pardos y sólo 21 esclavos. No existía en sus contornos ninguna hacienda28. 24 A.A.H. Civiles, 1804. 25 25. A.H.P.T. Leg.3497. 23 de julio de 1808.Copia de testamento de 23 de julio de 1808 ante Francisco Osio, Justicia Mayor de Turmero. El realejero dedica sus escasos bienes a misas por su alma. 26 Archivo Parroquial de Turmero. Defunciones 1698-1747 y 1748-1851. 27 MARTÍ, M. Ci t. Tomo II, p.436. 28 Universidad Simón Bolívar. Bolivarium (U.S.B.B.) Documento nº281. Visita de José de Castro y Araoz del partido de los Valles de Aragua. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 25 Hasta 1781 Turmero es la única parroquia de la zona, por lo que los po-bladores de Santa Cruz de Aragua se registran en ella hasta la erección de una nueva en esa última localidad. Allí fallece con entierro mayor el 4 de abril de 1767 el güimarero Cristóbal Delgado, casado con María Rodríguez de esa feligresía y el 7 de octubre de 1760 con entierro mayor Juan de Morales, adul-to, hijo de Polinario de Morales y María Rodríguez naturales de Vilaflor. No pocos no salieron de la miseria. Ese es el caso de Domingo, adulto y natural de Güímar, fallecido en Turmero el 10 de marzo de 1788. Desposado en su loca-lidad natal, “no hay quien sepa cómo se llama su mujer, lo que algunos dicen ser Martín, ni si tuvo hijo o no. Murió de repente, Don Juan Izquierdo, que lo tenía recogido en su casa, pagó 20 reales por la sepultura”. Por su parte, el granadillero Francisco González, que recibió entierro menor el 17 de agosto de 1792, era hijo de Juan y de María González, murió de un golpe de hierro. El 25 de noviembre de 1816 murió Juan Agustín Baute Fariña, soltero, hijo de Juan Baute Fariña y Anastasia. Era natural de Arafo. A petición de don Francisco Cuello se le cantó misa. Otro tanto podemos de decir de José Antonio León, natural de Vilaflor, hijo de Manuel de León y Catalina de León muertos, que se desposa el 8 de mayo 1786 con María Eulalia Ruiz, natural de ese pueblo e, hija de Pedro Ruiz, ya fallecido y Josefa Rodríguez29. Los santiagueros, como acaece en toda Aragua, son uno de los compo-nentes sureños mayoritarios. Es el caso de Salvador Forte, que, sepultado el 14 de junio de 1773 con entierro mayor cantado, había fallecido de forma súbita. Hijo de Sebastián Forte y de María Martel, no testó por poseer bienes muy cortos, de Francisco de Abreu, fallecido de accidente el 19 de febrero de 1797 y casado con su paisana Águeda Francisca Forte, de Antonio Torres, adulto, soltero, sepultado el16 de agosto de 1799. Era hijo de José Torres y de Bárbara Trujillo, difunta, todos blancos. También de Salvador Gorrín, soltero, enterra-do con misa cantada el 2de diciembre de 1805. Hijo de Salvador Gorrín y de María Delgado, vecinos del lugar. Hizo testamento ante el teniente de justicia mayor de este pueblo, en el que dispuso que fuese amortajado con lienzo blanco. Donó 200 misas de 8 reales, 100 oficiadas por el presbítero Tomás Calzadilla y las restantes por Fray Ignacio Méndez, religioso de San Francis-co. Finalmente, Clara Gorrín, viuda de Antonio González Barrios, miembros los dos de dos de los más significativos y acomodados linajes santiagueros de 29 Archivo parroquial de Turmero. Matrimonios, 1783-1943. 26 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife Aragua. Fue enterrada con misa cantada a petición de su hijo Francisco Gon-zález Barrios, entierro cantado30. Uno de los hacendados isleños más ricos de Santa Cruz del Escobar fue el granadillero Pedro Rodríguez Bello, viudo de Juana García del Castillo, falle-ció en Turmero 10 de enero de 1796, donde hizo testamento ante Francisco Antonio Ruiz. En él dispuso que como hermano del Santísimo, se amortajase su cuerpo con la opa de dicha cofradía y también con el hábito de San Fran-cisco, que fuese sepultado en esta parroquia junto al altar de los Santos des-posorios y le diesen 60 misas por su alma, unas 30 por el cura de Santa Cruz Manuel Antonio Fajardo y las otras 30 por el de Turmero en el altar mayor, 60 pesos para la fábrica que se pretendía hacer en el pueblo de Santa Cruz, 200 pesos a tributo una fiesta mensual al Santísimo de sus réditos en la de Turmero, 6 pesos a doce pobres vergonzantes de este pueblo, quince reales a cada uno. Sus albaceas eran paisanos suyos, el capitán Antonio González Be-tancourt, el capitán José Fraga y José Villareal. Dejó por heredero a su sobrino Francisco Miguel Rodríguez Bello, que residía en Granadilla31. El 11 de junio de 1802 falleció allí Juan Martín Barreto, soltero, natural de Granadilla. No hubo quien diera noticia del nombre de sus padres. No testó por no tener de que. También vivió en esa localidad Juan Rodríguez Ledesma, natural de Güímar y residente en la villa de San Luis de Cura, hijo de Tomás Rodríguez y Josefa González de Ledesma, casado el 3 de diciembre de 1793 con Josefa González, natural de este pueblo, hija de Antonio González difun-to y de María de la O Rivera. Otro sureño allí establecido fue José Rodríguez del Castillo, natural de Arico y vecino de Maracay, hijo de Pedro Rodríguez del Castillo y de María Andrea Torres, que celebró nupcias el 22 de abril de 1805 con María Cipriana Romero, natural de la Gomera y vecina de ese pueblo, hija de Diego Romero, difunto, y de Juana Gómez. De Candelaria era José Antonio Delgado, hijo de Leonardo Antonio Delgado y Juana de la Cruz Ramos, difuntos, contrajo matrimonio el 4 de mayo de 1807 con Úrsula Ramos, natural de ese pueblo, hija de Domingo Ramos, difunto, y Ángela Bibiana Guevara32. 30 Archivo parroquial de Santa Cruz de Aragua. Libro de defunciones. 31 Archivo parroquial de Turmero. Defunciones 1698-1747 y 1748-1851. 32 Archivo Parroquial de Turmero. Defunciones 1698-1747 y 1748-1851 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 27 Entre los pobladores de Santa Cruz de Aragua a fines del siglo XVIII fue considerable el peso de los chasneros, especialmente de los originarios de San Miguel de Abona. Hemos localizado, entre otros, a José Rodríguez Sierra, ca-sado con María Gracia Pérez el 16 de junio de 1794 e hijo de Juan Rodríguez Sierra y María Rodríguez. No recibió el viático por hallarse muy distante del pueblo y no había dado tregua la enfermedad para ello. A José Alonso Pérez, natural del “lugar de San Miguel de Vilaflor de Chasna”33, hijo de Sebastián Alonso Pérez, difunto, y María Gracia, fallecido el 19 de julio de 1794 con nupcias en Chasna con Josefa Antonia Delgado, natural y vecina del pago de San Miguel. Otorgó su testamento ante el escribano Francisco Antonio Ruiz el año anterior en el que dispuso que su entierro se hiciese en esta iglesia, de-jando la forma a disposición de sus albaceas según los haberes del dicho. Sus albaceas eran su cuñado Salvador Xavier Delgado, residente en este pueblo y su mencionada consorte Josefa Antonia Delgado. Dejó por heredero a su hijo Antonio José Pérez. Otros naturales de San Miguel fueron Plácido Lorenzo Monroy y José Francisco Bernal, soltero, fallecido en Santa Cruz de Escobar el 21 de agosto de 1795, que otorgó testamento el 18 ante Francisco Antonio Ruiz escribano real. En él declaró ser natural del lugar de Chasna, parroquia de San Miguel, hijo de José Francisco Bernal y de María Alonso de la Cruz. Se enterró con el hábito San Francisco y dejó 100 misas de 8 reales, 25 pesos para el aceite de la lámpara del Santísimo Sacramento y 18 para que en el día de su sepelio se distribuyesen entre los pobres del vecindario. Fueron sus albaceas su herma-no Domingo Francisco Bernal, Antonio Garabot y Lucas Linares. Dejó por herederos a sus padres. Por su parte, Plácido Lorenzo Monroy, fallecido el 3 de septiembre de 1793 era hijo de Miguel Lorenzo Monroy y María Antonia Bernal. No llegó a testar. De San Miguel eran también nativos Tomás David de los Reyes, hijo de Juan Rodríguez Reyes y Catalina Bernal por entonces difunta, con nupcias el 20 de febrero de 1800 con Cayetana Bernal, natural del pueblo, hija de Pedro Francisco Bernal y de Juliana Pulido, feligreses de esta parroquia, que eran parientes, por lo que hubieron de ser dispensados por el obispo de 2º con 3º34, Antonio Gracia Betancourt, hijo de Marcos Díaz y 33 Hay que tener en cuenta que San Miguel fue parroquia un año después. 34 Contrajo segundas nupcias el 26 de junio de 1805 con Josefa María Benedicta Uzcanga, natural de ese pueblo, hija de José Julián Uzcanga y doña Gabriela Rondón, ambos contrayentes feligreses del pueblo. 28 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife Catalina Gracia Betancourt, con nupcias el 24 de febrero de 1800 con María Luciana de Ávila, natural de Maracay, hija de José Alonso de Ávila y de Ma-ría Dominga Martínez, José Bello Marrero natural de San Miguel viudo de María de la Encarnación Morales, hijo de Andrés Bello Marrero y de María de la Cruz Delgado, desposado el 3 de marzo de 1803 con María Rita Ramos, natural de Santa Cruz de Aragua, hija de Domingo de la Cruz Ramos y de Ángela Bibiana Guevara y Miguel Agustín León de la Sierra, hijo de Miguel León de la Sierra y de María Javiera Bello Marrero, casado con Juana Cecilia Gil, natural de Turmero, viuda de Domingo Antonio Pérez e hija de Pedro Miguel Gil y de María de la Ascensión Martínez. Específicamente originarios de Vilaflor y afincados allí lo fueron Tomás Delgado, soltero, hijo de Salvador Delgado y de Ana Rodríguez, que murió el 10 de septiembre de 1796y no dejó últimas voluntades y Mateo Rodríguez Reverón, cuyos padres fueron Mateo Rodríguez Reverón e Isabel González Monroy, cuyo sepelio acaeció el 24 de abril de 1798. Se había desposado con Bárbara María Bernal y testó ante el escribano Francisco Antonio Ruiz el 29 de marzo de ese año. Solicitó enterrarse con hábito San Francisco y, a falta de este, con lienzo blanco y donó 50 misas de 4 reales. Declaró deber a la fábrica parroquial 25 pesos de un total de 50 que prometió para la nueva iglesia que se estaba por entonces edificando, los que mandó se sacasen de sus bienes con 10 pesos más para el mismo efecto. De su matrimonio nacieron José Florencio, Juana de la Luz, María del Rosario, María Jerónima y José Antonio, a quienes dejó por sus herederos, siendo sus albaceas su mujer y Pedro Francisco Bernal. De Chasna era oriundo Domingo González Mena, fallecido el 22 de julio de 1802. Había otorgado testamento ante Francisco Antonio Ruiz, en el que solicita ser enterrado con el hábito de San Francisco y ser sepultado en la parroquia con vigilia y misa de cuerpo presente. Deja 100 misas rezadas de 8 reales y 20 pesos para la fábrica de la nueva iglesia de ese pueblo que se estaba construyendo. Era hijo de Agustín González Mena y María Rodríguez y había contraído nupcias en su isla natal con Blasina Reverón, natural y residente en ella que, al momento de fallecer vivía, de cuyo matrimonio no había tenido descendencia. Declaró como sus albaceas a Domingo y Agustín González de Paz y dejó por heredera a su consorte, con calidad de que en el caso de que viva alguna de sus hermanas o todas ellas, les diese a cada una 50 pesos. Otro chas-neros eran Agustín de los Santos natural de Vilaflor, y vecino de dicho pueblo, donde murió el 1 de octubre de 1802, siendo viudo de doña María Morales, José Betancourt Fraga hijo de Juan Betancourt y de María Dominga Fraga, III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 29 fallecido el 29 de marzo de 1808, que no testó y José Domínguez Villareal, hijo de Juan Domínguez Villarreal y de Josefa Alonso Mena, desposado el 7 de enero de 1795 con Paula Antonia Acosta, hija de Juan Francisco de Acos-ta y Juana Castellano, ambos contrayentes feligreses de esta parroquia y José Aniceto Rodríguez Feo, hijo de José Antonio Rodríguez Feo e Isabel de las Nieves, que lo hizo el 21 de abril de 1800 con Juana de la Luz Reverón, natural de ese pueblo, hija de sus paisanos Mateo Reverón, difunto, y Bárbara Bernal, feligreses de la parroquia. Cagua es un importante eje nodal que pone en comunicación el camino real Caracas-Valencia con los Llanos a través de Villa de Cura. Alcanza en 1781 los 5.506 habitantes. Coexisten en él plantaciones de añil, trigo y otros produc-tos. Pasa por sus alrededores el río Aragua. Su estructura étnico-social estaría conformada por 2.389 blancos, 296 indios, 2561 pardos y 260 esclavos. Los datos que nos proporciona en 1786 Castro y Araoz son distintos, por cuanto se halla disgregado de su territorio el gran centro tabaquero blanco de Santa Cruz del Escobar. Sin embargo es bien contradictorio en cuanto al número real de indios. Nos proporciona la existencia de 17 haciendas, 1352 blancos, 16 indios libres y 407 tributarios, 2394 personas de color libres y 264 esclavos. Es evidente el trasvase de pardos hacia indios, lo que nos habla de la confusión del concepto de indígena, cuando éstos son en frase de Martí “amestizados y azambados”35. Los isleños se asientan desde bien temprano en Cagua. La propiedad no está tan concentrada como en otros pueblos de Aragua. Se dedican al cultivo de pequeñas parcelas de agricultura de subsistencia o de tabaco, no sin contra-dicciones con sus habitantes autóctonos. En esa localidad el predominio entre los sureños es el de los santiagueros , entre los que podemos destacar a José Gorrín, hijo de José Gorrín y de Flora Hernández, casado que fue con Leonor Francisca de Soto, con la que tuvo dos hijas, Petronila y Manuela, que fue ente-rrado en su parroquia el 18 de agosto de 1789, realizando memoria testamental el 13 de agosto de ese año, Salvador Gorrín, casado el 16 de abril de 1807 con María González en la isla, Juan González Barrios, hijo de José González Ba-rrios y Bárbara Perera Giménez y desposado el 17 de mayo de 1790 con María Rita Sánchez, hija de Juan Antonio Sánchez y María de Jesús Narigón, Pedro Melo, hijo de Juan Melo Navarrete y de Margarita Josefa Martel con nupcias 35 MARTÍ, M. Op. Ci t. Tomo II, pp. 272-275. Informe de Castro y Araoz en U.S.B.B. Documento nº281. 30 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife el 26 de septiembre de 1791con Francisca Rosalía Quintero, de esa feligresía, hija de Juan Quintero y de María Martel, todos ellos blancos y Antonio Go-rrín , hijo de Salvador Gorrín y de María Jiménez, que contrajo matrimonio el 12 septiembre 1797 con María Antonia Benero hija de Pedro Benero y María Rita Torres, vecinos del pueblo y de Juan Feliciano de Torres, hijo de Feliciano de Torres y de Ángela Navarro. Fallecidos con anterioridad a las nupcias y que se desposó en Cagua el 9 de abril de 1753 con Luisa del Toro natural de ese pueblo y viuda de Antonio Rodríguez. Los naturales de Guía de Isora se establecen también en esa localidad. Es el caso de Antonio Melo Navarrete, hermano del significativo comerciante caraqueño Miguel Melo Navarrete, que se desposó en Cagua con Juana María Borges, de ese vecindario, y que falleció el 1 de octubre de 1807 , siendo ente-rrado con misa cantada por menor, de José González de Vargas, hijo de Anto-nio González Vargas y Josefa Giménez, residentes en dicha isla, que contrajo nupcias el 31 de agosto de 1794 con licencia de su primo Cristóbal Trujillo en virtud de la pragmática real con Jacoba Collazo, natural de La Coruña y viuda de dos consortes, siendo el último el sargento veterano Francisco Gar-cés, fallecido en Puerto Cabello y de Antonio Martín de Vargas hijo de Diego Martínez y de María de Vargas, que contrajo nupcias el 3 de junio 1795 con Josefa María de la Concepción Viana, hija de su paisano tinerfeño Juan José Viana, ya difunto y de Juana María Álvarez . Otros sureños establecidos en Cagua son los güimareros Juan González Rodríguez Bencomo, hijo de Domingo González Bencomo y María Rodrí-guez, desposado el 27 de marzo de 1746 con Sebastiana Rodríguez, natural de Cagua, hija de Lucas Rodríguez Leonardo y de María Rosalía Delgado, Agustín Pérez, hijo de Domingo Pérez y de María Marrero con nupcias el 30 de julio de 1770 con Rita Ortiz hija de Nicolás Ortiz, difunto, y Jacinta Ba-rrios, vecinos de Cagua y Juan González Grillo, hijo de Juan Hernández Grillo y Francisca Vizcaíno, desposado el 1 de septiembre de 1749 con María Suárez de Jesús, natural de Cagua, hija de Sebastián Suárez y de Ángela Bernal. La constante inmigración de sureños de diferentes pagos, que se superpone en distintas generaciones con estrechas conexiones familiares entre sí y nota-bles vínculos de parentesco, explica este significativo fenómeno del especial arraigo de los mismos en el territorio aragüeño, con una notable movilidad dentro de sus diferentes localidades. En Cagua son también representativos los chasneros y los granadilleros. Entre los primeros nos encontramos con Pedro Francisco Bernal, originario de Vilaflor, hijo de Bartolomé Francisco Bernal y III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 31 de María González, casado el 9 de febrero de 1752 con María Petronila Co-rrea, natural de Cagua e hija de Francisco Xavier Correa y María Dionisia de Losada, feligreses de esa parroquia, siendo testigo su pariente Dionisio Bernal, de Manuel González Monroy, también nacido en esa localidad, hijo de Agus-tín González Monroy y de Catarina García, que lo hizo el 7 de agosto de 1766 con Teresa Díaz, hija de José Domingo Díaz y de Josefa Jerónima, naturales de ese pueblo y de los sanmigueleros Miguel Jacinto de León, hijo de Ventura de León y de Antonia García de la Cruz, que contrajo boda el 10 de febrero de 1773 con María Manuela Rodríguez, natural de La Victoria, hija de Diego Francisco Rodríguez y Josefa Marcelina Mendoza, vecinos de esta feligresía y Juan Bernal, vecino de San Juan de los Morros, hijo de Domingo Bernal y de María Pérez con nupcias el 7 de enero 1801 con María Serafina Rivero, de ese vecindario, hija de Juan de la Ascensión Riveros y de Magdalena Rivas. Entre los granadilleros nos encontramos con Manuel González Betancurt, vecino de Turmero, hijo de Juan González Betancurt ,difunto, y de María González Betancurt, que contrajo matrimonio el 7 de enero de 1802 con Jose-fa Rita Frías, natural de la villa de Calabozo, criada y vecina de Cagua, hija de Antonio Frías y María Petronila de Torres, con Pablo Francisco Casanova, hijo de Francisco Casanova y Josefa García, difuntos, con nupcias el 15 de mayo 1803 con la expósita caraqueña María Francisca de la Cruz Garcés, educada en ese pueblo, con Domingo Antonio Hernández, hijo de Andrés Simón Her-nández y de María Lorenzo Rivas, difuntos, desposado con la caguense Anto-nia de la Luz Quintero, hija natural de Leocadia Quintero y con José Antonio Morales, hijo de Bartolomé Morales y de María Antonia Linares del Castillo, que contrajo boda el 10 de mayo 1804 con María de la Trinidad Martínez de Abreu, originaria de ese pueblo e hija de Antonio Martínez de Abreu y de María del Rosario Borges36. En el extremo occidental de los Valles de Aragua, Maracay experimentó un crecimiento espectacular con la expansión añilera a partir de 1773. En 1744 Santiesteban lo describió como un pueblo de indios “de bastante extensión y su vecindario de bastantes españoles e indios. Tiene calles bien delimitadas, algunas casas de tejas con plantíos de caña, tabaco y maíz. Antes de entrar a este pueblo se pasa un pequeño río y otro a la salida, ambos por buenos vados “37. Su indis-cutible apego con la eclosión del añil a través de la introducción de una variedad 36 Todos ellos en Archivo parroquial de Cagua. Libros de matrimonios. 37 SANTIESTEBAN, M. Op. Ci t. p.258. 32 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife guatemalteca por el vasco Antonio de Arvide ha sido quizás sobrevalorada por la historiografía venezolana sin contar con estudios sobre períodos anteriores y basándose más en testimonios de viajeros que en otras fuentes. Tras esta puntualización, situémonos en el Maracay anterior al auge añile-ro. No era un pueblo de tres o cuatro casas de cogollo como interesadamente quiso hacer ver Arvide, como se aprecia en el testimonio de Santiesteban. Ya era parroquia desde 1701. En la solicitud figuran un número considerable de isleños. En 1732 un grupo de 10 de ellos con más de 40 años de residencia encabezan una petición para constituir la localidad en una villa. Sus diligencias no prosperaron38. Bien pronto tropezaron con la oligarquía, que detentaba la propiedad de gran número de haciendas. Las mismas relaciones de parentesco y vecindad que hemos visto en otras localidades de Aragua se observan fehacientemente en Maracay. En ella existía una numerosa colonia de güimareros, santiagueros e isoranos. Entre los prime-ros se encuentra Agustín García, hijo de Cristóbal García difunto y de María González Tejeda, blancos, soltero, por lo que fuera heredera su madre, que efectuó testamento el 12 de octubre de 1788 ante el teniente justicia mayor del pueblo, y se enterró con hábito de San Francisco y dejó 50 misas, José Antonio Medina, también célibe, hijo de Gaspar Medina y Teresa Almenara, que dis-puso su sepultura con hábito San Francisco al pie del altar de Nuestra Señora de Candelaria, que testó ante Tomás Rodríguez, con 200 misas para su alma. Sus albaceas fueron dos significados hacendados y comerciantes santiagueros arraigados en Maracay, Antonio y José González de Soto. Otro güimarero es-tablecido en Maracay fue Luis Delgado, hijo de Cristóbal Delgado y de María Siveria con nupcias el 15 de junio de 1767 con Petronila Josefa Amarales, hija de Manuel Amarales y de Rita Rosalía Hernández. Esos apuntados vínculos de parentesco se muestran también en los iso-ranos. Es el caso de Santiago Vargas, fallecido el 7 de noviembre de 1804 y enterrado con misa cantada menor, que se había casado con Catalina Gutié-rrez y había efectuado testamento el 18 de octubre de este año, de Francisco Vargas, soltero, enterrado el 27 de febrero de 1805 y de Antonio Baute, que fue enterrado con misa rezada de limosna el 25 de junio de 1807, casado en segundas nupcias con Margarita González, natural de Valle Santiago, que en ese momento era ya difunta39. 38 BOTELLO, o. Historia de Maracay. Maracay, 1991. pp..46-47. 39 Archivo parroquial de Maracay. Libros de matrimonios y defunciones. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 33 Pero, sin duda, como era característico de todos los Valles de Aragua, la mayor colonia sureña era la santiaguera, con notables vínculos de parentes-co entre sus integrantes y con una posición hegemónica en no pocos casos, como acontece con la familia González de Barrios entre los comerciantes y hacendados canarios de Maracay. Entre ellos podemos reseñar a Francisco González Barrios, hijo de Antonio González Barrios y de Francisca Martel, fallecido el 17 de septiembre de 1794, de Sebastián Forte, natural de Tene-rife, hijo de Sebastián Forte y de María del Carmen Fuentes, muerto el 11 de diciembre de 1794, de Agustín González Cano, casado con su paisana Antonia y enterrado el 10 de junio de 1795, de Sebastián Gorrín, que recibió sepultura con entierro cantado menor el 15 de noviembre de 1797, desposa-do con Margarita Guedes el 8 de abril de 1795, natural de ese pueblo, y de Antonio Trujillo, marido de Margarita Josefa Martel, natural de dicho lugar, difunto el 29 de mayo de 1798, que testó y dejó diferentes donaciones en el convento franciscano de Caracas a la capilla del Niño perdido un lienzo blanco y 30 misas de San Gregorio y 25 pesos a la parroquia que fue bautiza-do, siendo sus albaceas su hermano Juan Trujillo, Gregorio Caldera y Jacinto Cardoso, vecinos de Ocumare. Dejó por herederos a sus dos hijos, Juan y Salvador, y por tutora a su mujer. Otros santiagueros arraigados en Maracay fueron Antonio Gorrín, sol-tero, hijo de José Gorrín y de Flora Hernández, fallecido el 1 de noviembre de 1800, que testó ante el escribano Diego Ximénez el 28 de octubre, que dejó por albacea a su paisano José González Soto y por heredera a su madre, siendo enterrado con misa cantada menor y túnica blanca, lo que era indi-cativo de su pobreza, de Juan Martel, hijo de Lázaro Martel y de Eugenia Gorrina, desposado el 9 de mayo de 1768 con Juana Bernabela Pérez, viuda de Domingo de Córdova, hija de Juan Pérez y de Juana Ignacia Martínez, de Pedro de Barrios, hijo de Domingo Francisco de Barrios y Lucía Gorrín, con nupcias el 6 de abril de 1802 con María Jesús Aquilina Suárez, hija de Ignacio Suárez Pan y Agua difunto y Juana Manuela García del Castillo, ve-cinos de Maracay, José Delgado, hijo de Bartolomé Delgado y María Trujillo, que había contraído matrimonio el 12 de abril de 1803 con María Merced Siquiel hija de don Juan Olay Siquiel y de María Nicolasa Hernández, ya difuntos, de Salvador Martel, viudo de Ana María González Sotomayor, hijo de Domingo Martel y Ana García Navarrete, cuya boda con Ana Gertrudis Gómez, hija de don Juan José Gómez y doña Cayetana Montalvo, había acontecido el 13 de febrero de 1809 y Sebastián Forte, casado con doña Isa-bel de Barrios, fallecido el 5 de julio de 180440. 40 Archivo parroquial de Maracay. Libros de matrimonios y defunciones. 34 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife Pero de todos ellos los más significativos hacendados y comerciantes de ese origen establecidos en Maracay pertenecían a dos familias del Valle de Santiago, de las que hablaremos más tarde sobre algunos de sus miembros en otras áreas de Aragua, los González Sotomayor y los González de Soto. Entre ellos destacó en Maracay Bartolomé González Sotomayor, hijo de Leonardo González Sotomayor y María Marcela Abreu, casado el 3 de octubre de 1791 con Josefa Arcaras, hija de Santiago Arcaras, difunto y Bárbara María Ovalle y José González de Soto, hijo de Leonardo González y Marcela Abreu, viudo de María Martel y desposado el 25 de septiembre de 1797 con Juana Josefa Correa, hija de Juan Víctor Correa y doña Bárbara Rodríguez, difuntos por aquel entonces41. No permanecieron tampoco ajenos a los conflictos bélicos y sociales de la Guerra de Independencia venezolana. Tomaron partido mayoritariamente por la causa realista como su célebre paisano Salvador Gorrín. Tres de ellos fueron pasados por las armas en la Guerra a Muerte de Bolívar, ajusticiados en su pla-za principal ante todos los vecinos de Maracay, dos de ellos el 6 de septiembre de 1813 Antonio González, casado con Clara Gorrín, y Bartolomé González, con nupcias con Josefa González, y el 29 Pedro Martel adulto, desposado con Josefa Córdova42. Finalmente, Villa de Cura era paso obligado en la ruta llanera caraqueña, hasta el punto que llegó a definirse como la Puerta de los Llanos. El paisaje es abrupto y el clima árido, cálido y seco. Situado en un valle fértil y poco cultiva-do, la ocupación esencial es la cría del ganado y algunos cultivos de subsisten-cia. Sus funciones de tráfico le dan vivacidad a su poblamiento. En 1810 cuenta con 4.692 habitantes. La mayor explotación agrícola es la caña de azúcar en la zona aluvial del Tucutunemo, donde se concentran sus escasos esclavos. Con anterioridad a la implantación del Estanco los labradores pobres cultivaban bastante tabaco. Se inventariaron más de 5.000 arrobas, por lo que su prohibi-ción les afectó duramente. La mayoría de los vecinos son pobres. No se puede hablar de acaudalados, pues “los más ricos o menos pobres son los dueños de los trapiches, que cuanto más tendrán unos ocho o diez tablones de caña”. La destilación del aguardiente es su arbitrio para ganar algún dinero. Bien clara es su estructura étnico-social. En 1780, los blancos son 2.087, los negros, 126, los pardos 1.781, los indios 85 y los esclavos 37443. 41 Archivo parroquial de Maracay. Libros de matrimonios y defunciones. 42 Archivo parroquial de Maracay. Libro de defunciones. 43 MARTÍ, M. Op. Ci t. Tomo II, pp. 194-195. Tomo VII, p.39. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 35 Villa de Cura nació en 1718 como resultado del encumbramiento nobilia-rio de Juan de Bolívar y Villegas. Tras adquirir algunas propiedades en su en-torno solicita en 1717 convertirse en capitán poblador de una villa con el título de San Luis, erigida a sus expensas. En dos años debería de contar con 30 ve-cinos. Sus primeros fundadores fueron agricultores blancos, en alta proporción isleños, como se puede apreciar por sus apellidos44. En 1722 se le confirma su cédula fundacional, que le da jurisdicción civil y criminal y capacidad de elec-ción de sus regidores por su vida y la de dos herederos más. Se opone a ella el cura de Cagua y hacendado caraqueño Pedro Díaz Cienfuegos, que poseía tie-rras en la zona, que pleitea hasta que en 1731 toma posesión de ella su segundo capitán poblador, José de Bolívar. Los Bolívar se desentienden pronto de sus propiedades, poco atractivas para ellos, sólo adquiridas con ese objetivo45. En esta localidad destacaron de nuevo entre los sureños los santiagueros y los chasneros. Entre los primeros, Antonio Gorrín, hijo de Salvador Gorrín y de Ángela Navarro, casado el 23 de julio de 1767 con la hija de isleños Juana Amador, natural de Turmero y vecina de Cagua, hija de Ángel Amador y Tere-sa de los Reyes, Antonio Fonte, hijo de Antonio Pérez Fonte y Antonia Torres, con nupcias el 13 de junio de 1808 con Luisa Adames expósita, Sebastián Fonte, hijo de Damián Fonte y de María Josefa Gorrín, desposado el 28 de diciembre de 1803 con Isabel Barrios hija de Francisco Barrios y María Inés Tovar, aquel vecino de Maracay y esta de Villa de Cura y Bartolomé Hernán-dez Guanche, hijo de Bartolomé Hernández Guanche y María de la Ascen-sión Alonso que lo efectuó el 19 de mayo de 1800 con Candelaria Carias, hija de don José Antonio Moreno. Entre los chasneros se encuentran los naturales de Vilaflor José Antonio de León, hijo de Manuel de León y de Bárbara Antonia Frías, que contrajo matrimonio el 7 de octubre de 1803 con Manuela Bencomo, hija del regidor oriundo de las Islas Juan Antonio Bencomo y de Isabel Borges y José Anto-nio Monroy, hijo de Miguel González Monroy y de María de la Cruz Bello y Luisa Díaz Argote, natural de esta villa, hija de José Díaz Argote difunto y doña Bernarda Ramos Villasana, miembros éstos últimos de una de las más significativas familias de Villa de Cura, originarias de Buenavista46. 44 BOTELLO, o. Historia de Villa de Cura. Villa de Cura, 1982 2ªed. p.30. Véase también A.G.I., Caracas. Leg.184 y A.A.C. Libro del Estado y gobierno de la iglesia parroquial de la villa de San Luis de Cura. 45 A.G.I. , Caracas. Leg.184. 46 Archivo parroquial de San Luis de Villa de Cura. Libros de matrimonios 36 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife La Región Guarenas-Guatire A continuación de Petare se halla la microrregión de Guarenas-Guatire, donde se emplazan esas villas a 384 y 321 ms. Guarenas, la primera y la mayor, fue pueblo de indios desde 1621. Recibió desde fines del XVII una creciente migración isleña, que explica su elevada proporción de blancos. En 1784 de un total de 2.532 habitantes, eran 907. Los pardos y negros libres eran 470, los indios 575 y los esclavos 484. En 1800 seguía manteniéndose la proporción. De un total de 2.999, 1004 eran blancos, 397 indios, 226 pardos, 655 negros libres y 717 esclavos. Sus haciendas de caña se hallaban en las vegas del río. Los indios conservaban una pequeña parte de las tierras. A ellos y otros pobres se les contrata como jornaleros porque los esclavos son insuficientes47. Los encomenderos, los Rengifo Pimentel, se adueñaron progresivamente de sus tierras. En 1680 José Rengifo denuncia ante el Gobernador la invasión que distintos isleños con Juan Lucas Caraballo a la cabeza estaban haciendo de sus propiedades. Se resisten a abandonarlas, alegando que las habían recibido por donación. Melo Maldonado, interesado en su colonización, no le presta atención. Caraballo le acusa de usurpador. Rengifo contraataca afirmando que éste por su condición de isleño estaba empeñado en introducir a sus paisanos y expulsar a los indios. Lo cierto es que su número crece por las oportunidades que se le presentan. En 1705 Domingo Díaz Betancourt solicita la composi-ción de un pedazo de una loma donde había construido su casa y una vegita donde cultivaba tabaco. Se había trasladado en 1683 a la provincia48. La colonia isleña se especializa en todas las labores relacionadas con la caña de azúcar y en el cultivo de pequeños huertos. Su trabajo en los trapiches ya lo había especificado Humboldt al afirmar que “si las primeras cañas vinieron al Nuevo Mundo de las Islas Canarias son generalmente los canarios o isleños los que hoy todavía se hallan puestos a la cabeza de las grandes plantaciones, y los que dirigen los trabajos del cultivo y la refinación”49. En el acceso a su pro-piedad y administración predomina una vez más las relaciones familiares y de paisanaje, entre las que destacan los tanqueros, tan estrechamente vinculados 47 MARTÍ, M. Op. Ci t. Tomo II, pp.685-686. 48 CASTILLO LARA, L.G. Nuestra Señora de Copacabana de Las Guarenas. Apuntes para su historia colonial. Guarenas, 1980. pp.. 93-96. 49 HUMBOLDT, A. Op. Ci t. Tomo III, p.106. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 37 con santiagueros, isorenses y otros sureños. Entre los asentados nos encon-tramos con el granadillero José Antonio Monroy, hijo don Antonio Monroy y María Tomasa Rodríguez, casado el 8 de agosto de 1798 con María de los Santos Correa, natural de ese pueblo, hija de Juan Manuel Correa y de Isabel Antonia Graterón50 y el sanmiguelero José González, hijo de Francisco Gon-zález Barrios y de Isabel Rodríguez, soltero, que murió sin testar. No recibió los sacramentos por una herida que le dieron, no dio lugar a ello pues prontamente falleció51. En Guatire, su presencia fue menor. Se limitó a mayordomos y pequeños tenderos y propietarios. Predominan en él de forma abrumadora las haciendas de caña de azúcar. En 1784 había 20. Otras dos eran de cacao. En ese año entre sus 2.000 habitantes, 900 eran esclavos. De los blancos sólo había 18 o 20 familias. Sus vecinos eran regularmente pardos o zambos52. En 1800 seguía imperando una proporción similar, aunque el número de blancos había au-mentado ligeramente, si bien era muy distante del de Guarenas. 264 blancos, 584 pardos, 389 negros, 21 indios y 1.175 esclavos para un total de 2.433 ha-bitantes. Hemos localizado entre los sureños al santiaguero Bartolomé Alonso, hijo de Domingo Alonso y de Flora de la Ascensión, soltero, que no poseía en Guatire bienes alguno y afirmó tenía en su tierra su parte, que sería un pedacito de tierra, para cuya percepción le dio poder a Domingo González Grillo de la misma isla, para que, siendo alguna cosa, si falleciera, lo que le diese fuera a favor de alma. Fue sepultado con entierro rezado el 14 de junio de 1756. El chasnero Blas González, hijo de Juan González y de Ana González, desposado el 29 de septiembre de 1776 con la guatireña María Díaz, viuda de Juan José e hija de Juan Díaz y de María Rodríguez 53 y el candelariero José Otazo, hijo de Juan José Otazo y de María de Jesús del Castillo, con nupcias el 1 de marzo de 1794 con Teresa González, hija de Baltasar González y de María de la Con-cepción Delgado eran otros dos sureños asentados en esa localidad.54 50 Archivo parroquial de Guarenas. Matrimonios, 1679-1899. 51 Archivo parroquial de Guarenas. Defunciones, 1688-1901. 52 MARTÍ, M. Op. Ci t. Tomo II, pp..675-677. 53 Archivo parroquial de Guatire. Defunciones, 1701-1881. 54 Archivo parroquial de Guatire. Matrimonios, 1791-1920. 38 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife El pequeño comercio como punta de lanza en Caracas del ascenso social Ante las crecientes dificultades de acceso a la tierra en el Valle de Caracas y su área circunvecina un sector de los isleños residentes en el entorno capitalino optó por dedicarse al pequeño comercio, entonces en ascenso por el crecimien-to de la demanda tanto interna como externa, el escaso nivel de capitalización necesario y los dividendos que a corto plazo podía proporcionan un intenso trabajo en estos negocios desarrollados en la mayoría de los casos en colabora-ción con paisanos. El conocimiento del medio y las relaciones familiares y de paisanaje coadyuvaron a la creciente especialización de los isleños en la esfera mercantil. En ella destacaron desde un principio los sureños, especialmente los más relacionados, los santiagueros e isoranos, aunque, como veremos, la progresiva creación de cadenas favoreció la incursión también de otros sureños con posterioridad, como es el caso de los de Fasnia y Arico. De ésta última localidad nos encontramos con un arriero, José Morales, soltero, vecino de San Pablo, dueño de tres mulas. Formó compañía con su paisano Tomás Figueroa. Le deben Andrés el majorero, que vive en Macarao, José Nieves, natural de Agüimes y Lázaro de Frías, vecino de Ocumare del Tuy55. Sus estrategias como pulperos (pequeños venteros) coinciden con las de la generalidad de los isleños. Casan con sus paisanas y se inician sin apenas capi-tal. Ello acontece en el natural de Taucho Manuel Álvarez García y el chasnero Salvador García. El primero casa tres veces, dos con sus paisanas y la tercera con la hija del silense José Ruiz. Salvador, desposado con su paisana Leonor Cervantes, casa a una de sus hijas con el futuro mercader el icodense Juan Martín de Alayón. Los dos prácticamente no tienen capital y ni tan siquiera son dueños de sus casas56. Las cadenas migratorias entre pulperos, arrieros y mercaderes adquieren gran intensidad en el último tercio del siglo XVIII. En El Tanque, Santiago del Teide y en Guía de Isora los lazos familiares y de paisanaje llegan a extremos de endogamia notables. El santiaguero Fernando González de Fuentes, hijo de un inmigrante que dejó a su mujer y falleció en Caracas, tiene un número 55 A.G.N. Escribanías. Gregorio Portillo, 9 de marzo de 1749. 56 Ibídem. Manuel en Juan Hugo Croquer, 2 de enero de 1738. Salvador en Santiago An-tonio Cabrises, 5 de septiembre de 1755. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 39 elevado de parientes en la Provincia entre ellos varios hermanos y cuñados de su padre. Sus hermanos Pedro y Valentín residen en El Tocuyo y Carora, junto con sus sobrinos, hijos de Juan. Su nómina de primos era inmensa. Entre ellos había pulperos, pequeños propietarios e incluso mercaderes como su primo Salvador González. Tenía una pulpería en compañía del ramblero José Gonzá-lez corvo en la esquina de los chorros del convento de San Jacinto. Poseía una notable biblioteca de 28 libros, bastante excepcional en una comunidad con más de un 70% de analfabetos. Entre ellas obras en francés de Bossuet, Fleury y el Teatro Crítico de Feijoo57 . Su fortalecimiento como grupo y los obstáculos a los matrimonios inte-rétnicos, especialmente a partir de la Pragmática Sanción de 1776 les lleva a la agudización de sus prejuicios socio-raciales entre sus sectores sociales más bajos, que no habían tenido hasta entonces prejuicios para casarse con pardos. Todos aquellos que aspiraban a ascender socialmente vieron en las nupcias de sus parientes más cercanos una afrenta en una sociedad cada vez más jerarqui-zada, cuya articulación recibe refrendo en la Pragmática Sanción hacia la dife-renciación por cuestiones étnicas. El ascenso de individuos de origen dudoso fue visto por las elites como un peligro que había de neutralizar por medio de procedimientos judiciales, en los que se ponía a salvo su honor. Ese es el caso de la oposición en 1791 de Fernando González de Fuentes al casamiento de su pariente y paisano Juan Cartaya con María Rita Moreno, a la que acusa de par-da libre. Un sector ascendente en la colonia canaria para proclamar su discu-tida pureza contesta los matrimonios que considera desiguales. Fuentes acusa a su pariente Francisco Hernández de darle licencia a Cartaya falsificando su parentesco, al atribuirse ser el más cercano. Demostrando la estrecha endoga-mia local declaran más de cien parientes naturales tanto de Santiago como de Guía. Durante el pleito Cartaya fallece, pero la soberbia de Fuentes persevera para “vengar la afrenta del casamiento”. Son interesantes las apreciaciones de María Moreno. Ella era de piel clara, mientras que nadie pidió la genealogía de Cartaya, que era más oscuro, “tan prieto y denegrado que por su color nadie aseguraría ser blanco”. En nada “se distingue de los demás isleños pobres que honradamente vienen a buscar su vida”. Precisa que las alegaciones sobre los oficios de carpinteros, barberos y talladores de sus antepasados se ponen en contra de Fuentes, que vino a Caracas “con los demás isleños pobres a hacer fortuna, todo el tiempo permaneció aplicado al malojo para conservar la vida”. 57 A.A.H. Civiles, 1807. Testamentaria. 40 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife Idéntica apreciación de su oficio de pulpero con el vilipendiado de carnicero “por lo vago y grosero de ese ejercicio, por vivir todo el día emporcado en la matanza de cerdos y en el expendio de guarapo, sujeto a un camisón de listado para librarse de las inmundicias que trae consigo esta ocupación”. No menos significativa fue la sentencia del Capitán General Guillelmi de 17 de marzo de 1792 que condena a los bienes de Cartaya a las costas del proceso por la notoria desigualdad de los contrayentes. No obstante demuestra la atmósfera social reinante en la que los canarios que tratan de ascender son vistos como impuros, blancos de orilla y con oficios mal considerados, y pese a ello se valen de la Pragmática para imponer su preeminencia. Toda una tupida red define sus relaciones familiares. Antonio Alonso Ala-yón, de Guía de Isora, se casó en Caracas con su convecina Margarita Melo Navarrete, integrante de dos familias, los Melo y los Delgado Correa, que as-cenderían a la categoría de mercaderes y más tarde de comerciantes. El her-mano de ésta, José, desempeñará cargos en el Consulado y será regidor del primer ayuntamiento republicano de Caracas. En su matrimonio tuvieron 3 hijos adultos. Erigieron compañía con sus paisanos Juan Antonio Reverón, Bartolomé Sotomayor, José González Regalado, con el isorense Miguel Truji-llo y con José Melo. Entregaron mil pesos a su hermano Vicente “para que se buscase su vida” con la sexta parte de sus ganancias. Prestó cien a sus primos Nicolás y Francisco Ravelo y a sus cuñados José Melo (2.609) y Miguel Fuen-tes. Fue albacea de su hermano Juan58. Otro ejemplo es el del santiaguero Bartolomé Manso, casado con Juana González, hija de isleños y con 10 hijos, de los que vivían 5. Poseía tres pulperías en las inmediaciones del hospicio de Capuchinos, contiguas unas a otras. Había comprado casas, una vega de tierra de maíz y malojo, un horno de cal y un pedazo de monte en Aguafría en tierra de los indios de Antimano con permiso de la Audiencia. Tenía compañía al tercio en una pulpería en 1801 con sus convecinos Santiago González y José Pérez Forte, en la que tenía de capital 800 pesos. Asimismo había abierto con su compadre y hermano Salvador una mestiza partible por la mitad. En 1802 había liquidado las cuentas de la pulpería, que era ya suya. Desde entonces contrató a su paisano Miguel Guanche al tercio de las ganancias59. 58 A.G.N. Escribanías. Aramburu, 24 de febrero de 1807. Margarita en Pablo Castrillo, 22 de enero de 1801. 59 A.A.H. Civiles.1805. Testamento de 26 de junio de 1801 y codicilo de 4 de noviembre de 1802. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 41 Entre las familias sureñas que crearon una notable cadena en el ejercicio de actividades mercantiles fueron los santiagueros Delgado Correa. Antonio poseía una mercería en el camino de La Vega, heredada de su primo Juan Del-gado García. Otro coheredero fue Juan González Trujillo, con quien la admi-nistró conjuntamente por espacio de 3 a 4 años con adelantos muy cortos. La tienda tenía unos 9.000 pesos de principal. Arruinado a consecuencia de deu-das por valor de 9 a 10.000 pesos a los almacenes, fue encarcelado. La traspasó a su yerno y pariente José Julián Trujillo. Su hermano Pedro le había prestado como auxilio mil pesos en plata en 1783 y 700 en géneros para su surtimiento. Francisca, casada en Santiago en dos ocasiones, la primera con Tomás Gorrín y la segunda con el isorense Miguel Melo, en su primer matrimonio tuvo una hija, María Josefa, a la que desposa con su paisano Antonio José Alayón. Su hijo José será, como referimos, un significado mercader de la Caracas de la emancipación. Pedro Delgado intentó ennoblecerse. En su expediente de lim-pieza de sangre argüía ser descendiente del conquistador de la isla Juan Mén-dez López de Lara. Sin embargo no se le envían los ascendientes maternos porque “se ha repelado el libro de casamientos donde se hallaban las partidas de los expresados”, lo que es bastante sospechoso de esconder ilegitimidad60. En la segunda mitad del siglo XVIII la proporción de sureños es importan-te entre los mercaderes caraqueños, especialmente de santiagueros e isoranos. Son los casos de Fernando Gorrín, Sebastián González Guanche y Bartolomé Sotomayor. El primero, originario de Arguayo, dejó en su tierra natal a su mujer y a sus 4 hijos. Tuvo una mercería con Cristóbal Correa, cuyas cuentas llevaba en un papel su cuñado Sebastián González, pues, como la gran mayoría de los mercaderes, era analfabeto. Su paisano Bartolomé Sotomayor se desposó en Caracas sin aportar descendencia con Paula Jacinta Galván. Aportó 16.000 pesos en una tienda de géneros y de víveres. González Guanche contrajo nup-cias en Caracas con su paisana María Josefa Gorrín. Tuvieron 2 hijas. Com-partía una mercería con su hermano Andrés, que le había proporcionado 2.800 pesos. Tenía un cuñado, José Antonio Rodríguez en Taguía (Los Llanos) y un hermano, Fernando González, en Parapara, a los que había prestado varios cientos de pesos. Contaba con otro hermano, Pedro, en Caracas61. 60 A.G.N. Testamentarias, 1803. Escribanías. Aramburu, 21 de enero de 1805. A.H.P.T. Leg.1.612. 61 Respectivamente, A.G.N. Escribanías. Fernando del Río, 14 de octubre de 1791 y Cas-trillo, 1815, escrito en Curaçao el 27 de mayo de 18014 y Barcena, 14 de marzo de 1797. 42 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife En la segunda mitad del siglo XVIII se da un fenómeno de gran interés dentro de los mantuanos, la significativa presencia en ella de un grupo de fa-milias isleñas de procedencia mercantil que se alían con los criollos y llegan a alcanzar altas cotas de poder y preeminencia económica dentro de la elite cara-queña. Un papel excepcional lo desempeñaron los hermanos granadilleros Blas y Tomás Paz Castillo. Se desposaron los dos con las hijas del Teniente Justicia Mayor de Guarenas, Antonio Díaz Padrón, célebre por su papel en la rebelión de Juan Francisco de León. Los dos eran grandes hacendados ganaderos y desempeñaron puestos capitales en el Juzgado de Tierras de los Llanos. Con su influencia y la del sauzalero Marcos Rivas posibilitaron el nombramiento de varios paisanos suyos en Tenientazgos claves en esa región. Tomás, con un hijo como heredero, aportó al matrimonio 32.000 pesos en los hatos de Belén y San Telmo. Blas tuvo 7, entre ellos el célebre general Juan Paz Castillo. Tenía una hacienda de caña con 32 esclavos con el título de Candelaria en el Pao62. Fueron en diferentes ocasiones síndicos y alcaldes de Caracas, aliados con la oligarquía criolla y opuestos a los oficiales reales y a la Guipuzcoana, hicieron un frente común en las elecciones a las dos alcaldías ordinarias de Caracas. Siguieron practicando la endogamia étnica y familiar en varias generaciones hasta el punto de que el hijo de Blas casó con su prima Manuela Machado de Orta y sus nietos José Ignacio lo hizo con su prima Mercedes Delgado Correa y Machado y Manuela con su primo Narciso Izquierdo Orta . Otra familia de la elite mantuana de origen mercantil, tiene su punto de partida en la Zarza (Fasnia). La constituyeron Salvador González y los herma-nos Díaz Flores. El primero, que comenzó como asalariado de Antonio Díaz Flores por 250 pesos anuales, contrajo nupcias con la portuense Isabel Gon-zález, con la que tuvo dos hijos. Antonio Díaz Flores, que apoyaría la emanci-pación, tuvo dos hijos célebres, el intelectual y político Pedro Pablo Díaz y el historiador Ramón Díaz, coautor de la Historia de Venezuela con Baralt. Su hermano Juan, por su parte, se significó en la rebelión del Teque, más conocida como de los isleños, por lo que murió fusilado63. 62 Tomás en A.G.N. Escribanías. Tirado, 21 de noviembre de 1809. Blas en A.A.H. Civi-les. 1804. Testamentaria. 63 González en R.P.C.E. Aramburu, 1794. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 43 El creciente peso de la emigración masculina en la segunda mitad del siglo xviii Tras el fracaso de la rebelión de Juan Francisco de León en 1749, las nuevas corrientes migratorias de mediados del siglo tuvieron más dificultades para asentarse. En el valle de Caracas y sus áreas próximas la tierra estaba ya re-partida. No obstante la colonización progresiva de los Llanos y de Oriente, la continuidad del proceso roturador en Barlovento ofrecían nuevos alicientes en regiones cada vez más alejadas. Para ponerlas en explotación necesitaban de capitales de los que no disponían. De ahí que, ante las dificultades, los varones se trasladasen solos para sondear el medio y decidir su permanencia o su re-torno. Paralelamente en Canaria la crisis, particularmente en las islas cuya base económica era el viñedo, se agrava. Todo ello favorece hasta la última década de la centuria la generalización de la emigración masculina. Un informe de 1779 del Gobernador de Armas del Sur al Comandante General refiere “como se me agolparon una porción de mujeres llorando sus miserias y solicitando mi dirección y auxilio para ocurrir a la precisión de pagar lo que debían a la Alhóndiga del lugar de Chasna y, siendo 14 o más solamente una tenía su ma-rido presente y las demás a las que miraba como pobres y miserables viudas los tenían en América (...). En todos estos lugares no se mira otra cosa que viejos y mujeres sin maridos éstas y sus hijos llenas de miserias y casi pordioseando, los campos sin menestrales y solamente cultivados por mujeres, los oficios sin artesanos y todos los trabajos sin gente, los regimientos muy faltos y solamen-te sobra a quien dar limosna”. El adejero Domingo Estrada apunta la causa, “apenas un mozo consigue 50 pesos para que se los den a premio o se acredite de buena conducta y se puede esperar de él un buen patricio halla quien le dé a riesgo 50 pesos, se embarca y por lo regular ni vuelve ni paga”. La existencia de cadenas migratorias en el Sur explica que la gran mayoría de los emigrantes lo haga con fingidos cargadores, lo que “es la perdición de las islas”64. Por ello la recluta de la Habana no fue en esa zona el medio común, y afectó bien poco la de familias a Luisiana. En otro informe suyo dirigido al Corregidor de la isla de 10 de diciembre de 1778 aclara que todo cuanto no es América se mira con desprecio (...) De este regimiento de Abona ningún miliciano ha salido para la Luisiana, según he oído a su Ayudante Mayor, y con todo es expresión suya que con los milicianos embarcados a América y los absolutamente inútiles fal- 64 Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Manuscritos. Leg.24. 44 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife tan más de 300 hombres. Desde primero de julio hasta fin de octubre próximo dice dicho ayudante que han salido de este regimiento para la América pagan-do flete 23 milicianos y uno para la recluta de La Habana. ¿Si de un regimiento pobre han salido en meses 24 soldados y ninguno para la Luisiana, cual será la baja o falta en otros situados en demarcaciones pingües y que habrán salido para la Luisiana y recluta de La Habana y de fingidos cargadores?”65. Estrada estaba apuntando un dato clave, los sureños, por sus estrechas vinculaciones con América, emigran pagando flete, a diferencia de gomeros y grancanarios que, sin ellas, dejan su tierra para Luisiana, “muchas hacenda-das, arraigadas y bien establecidas, malvendiendo sus haciendas de bastante consideración”66. De ahí que ni siquiera las facilidades ofrecidas por la recluta de La Habana constituyen aliciente frente a las posibilidades proporcionadas por sus relaciones familiares y de paisanaje en tierras venezolanas. La coloniza-ción de Barlovento seguía siendo un aliciente. En El Guapo, localidad fundada por Nicolás de León, hijo del célebre amotinado, vive el aronero del Valle de San Lorenzo Francisco Martín de Évora, que falleció en él en 1795. Se subastó su hacienda y su capital fue conducido a su viuda e hijos en pesos fuertes por Andrés de la Cruz Rivero. Eran 3.008, descontado el 1% del transportista y 14 de gastos67. En San Francisco de Yare, localidad predominantemente esclavista en el corazón de los Valles del Tuy, reside el santiaguero Juan Cartaya, casado con la mulata María Rita Moreno. Poseía una hacienda de añil en el sitio de Combito. Había sido diezmero, como su pariente y paisano Juan González Trujillo, casado y sin hijos. Tenía cuentas con su sobrino José Trujillo, pero no poseía más que una casa de bajareque. Su paisano Bernardo Martel, desposado con una hija de isleños, María del Carmen Mirabal y con 4 hijos, trabajaba en una pulpería con su paisano Rosalío Gómez, a la que había aportado 600 pesos. Reconoce a Lucía como hija suya. Era deudor de 300 pesos a uno de los mayores mercaderes y hacendados de La Victoria, el granadillero Juan de la Cruz Mena. Encomienda a su hijo Ricardo a su paisano Feliciano Borges para que lo eduque y críe como hijo “por la mucha confianza que tengo de él”68. 65 Archivo Municipal de La Laguna. S-VIII-36. 66 Ibídem. 67 A.H.P.T. Leg.1299. Carta de pago dada por Salvador Agustín de la Sierra, vecino de San Lorenzo, en nombre de la viuda María Rodríguez de Fuentes y sus hijos María Ignacia y Francisco Martín García de Évora. 68 Respectivamente en A.G.N. Escribanías. Aramburu, 9 de enero de 1791, Castrillo, 13 de octubre de 1814 y Jiménez, 20 de junio de 1815. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 45 En los Llanos Orientales Chaguaramas fue el gran centro isleño en la se-gunda mitad del siglo XVIII. La ganadería era su actividad fundamental. Allí reside el santiaguero Antonio Hernández Guánchez, que regenta una pulpería en compañía con su paisano Salvador González. Casado en dos ocasiones y con tres hijos adultos, su principal era de 600 pesos. Era propietario de 11 es-clavos, de los que liberta 2 y de dos leguas de tierra en Urero. Uno de sus hijos era pensionado en el Seminario de Caracas69. En el Yaracuy es también notable la colonia sureña. Allí residen varios gra-nadilleros como Francisco García Bello y los hermanos Antonio y Miguel Martín Villarreal. El segundo fue mercader y el tercero arrendatario de ca-cao. Miguel pacta en septiembre de 1745 el arrendamiento de unas tierras para sembrar cacao en Macagua con el hacendado silense Marcos Figueroa. Se compromete a plantarlas por espacio de seis años. Los beneficios se reparten a partes iguales. El propietario se obligaba a suministrarle el numerario para los asalariados, dos esclavos y su alimentación “hasta una arroba de carne y un papelón semanal”. Un hijo de Antonio, licenciado en Medicina, José Rafael Villarreal Travieso, fue uno el primero que gritó no en el plebiscito de 19 de abril de 1810 que llevó a la proclamación de la Junta Suprema y fue uno de los comprometidos en la de independencia de 5 de julio de 1811, falleciendo víctima del terremoto que asoló Caracas70. Unas relaciones que juegan un pro-tagonismo esencial, como se puede apreciar en el caso del hacendado y regidor de San Felipe, el natural del Valle de San Lorenzo José González de La Cruz, casado en dos ocasiones, la segunda con su prima Manuela García con tres hijos, que sólo contaba con 22 años. Nombra por tutora a su abuela materna y prima suya Benita Torres. Había heredado una arboleda en Yurubí de su tío Francisco Miguel de la sierra, hermano gemelo de su madre, la que mejoró. Compró otra en el Cañizo, inundada en parte por el Yaracuy, que arrendó a su primo Jerónimo Sierra por 4 fanegas de cacao anuales. Un hermano suyo había residido en Yaritagua. Tenía negocios con su paisano y pariente Agustín de Betancurt, el que le debía más de 3.000 pesos. Se encarga de solicitar su licencia marital con su prima, en la que declaran sus paisanos Antonio Bernal y Félix González, supervivientes de la gran mortandad sísmica del año anterior71. 69 A.G.N. Escribanías. Aramburu, 22 de noviembre de 1807. 70 A.H.P.T. Leg.1418. 27 de febrero de 1773. PERAZZO, N. Los Villarreal. Caracas, 1963. 71 A.G.N. Escribanías. Testamento de 11 de mayo de 1825 ante Carlos Guedes, alcalde segundo ordinario y expediente de 13 de mayo de 1813. 46 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife La formación de colonias locales ligadas a criterios de paisanaje y consan-guinidad es bien palpable en la Venezuela de la segunda mitad del siglo XVIII. Un ejemplo de esta estrategia es la región Barquisimeto-Carora. Su situación a pie de monte entre las sierras de Aroa y de Portuguesa permite la fácil co-municación con Carora, el Tocuyo y el Yaracuy, por lo que se ubican en ella en un entorno de gran aridez comerciantes, arrieros y trajineros. Su desarrollo socio-económico y su función mercantil nodal inciden en un aumento de la migración en la segunda mitad del Siglo XVIII. Los inmigrantes tratarán de ascender a la categoría de hacendados. Entre ellos podemos ver a los hermanos chasneros Pedro Antonio y Bernardo Delgado, que poseían en Barquisimeto una tienda, cuyo principal aportado por el primero era de 1.722 pesos. En ella trabajaba Agustín Méndez. Habían abierto una pulpería para que trabajaran en ella sus paisanos Nicolás Bello y José Marrero con un capital de 39472. La estabilidad económica permite a varios mercaderes transportar a su familia. En 1803 lo hacen las vecinas del Lomo de Arico Agustina Acosta Reverón, mujer de Tomás Rodríguez y sus hermanos Catalina y Juana, que se desplazan a esa ciudad en unión de su paisano Bartolomé Rodríguez73. En su jurisdicción la extrema aridez es la nota característica. Sólo hay algunas haciendas de caña y siembras de maíz. En Yaritagua reside el aronero del Valle de San Lorenzo Francisco Miguel de la Sierra. Carora y el Tocuyo son comarcas áridas, en las que en sus poblados son todavía representativos los indígenas. A mediados del XVIII fueron varios los sureños que, gracias al comercio, pudieron integrarse en su elite acceder a car-gos públicos. Entre ellos los ligados a redes familiares como el santiaguero Va-lentín González de Fuentes o los fasnieros Bartolomé y José María González. Bartolomé se asienta a principios del XIX en El Tocuyo, donde es cónyuge de la hija de del expósito palmero Juan de Dios Toledo. Por esas mismas fechas lo efectúa su hermano en Carora, donde se desposa en el pago de Arenales con Josefa Domitila, hija del gomero Diego Herrera Montesinos, que fallece en esa ciudad en 182174. Si Valentín se asienta en Carora, su hermano Pedro lo hace en El Tocuyo. Éste último será un destacado dirigente realista en Barinas durante la emancipación. 72 A.G.N. Escribanías. Testamento de Pedro ante Mota, 26 de enero de 1797. 73 A.H.P.T. Leg.752. 29 de octubre de 1803. 74 PERERA, A... Historial genealógico de familias caroreñas. Caracas, 1967. 2ªed. Tomo I, pp.213-217. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 47 Tales relaciones llevan a la formación de colonias como en los ariquenses, como se puede apreciar en los expedientes de concesión del título de regidor y fiel ejecutor de Antonio Apolinario Díaz y José Díaz Castellanos en 1803. En el primero declaran su hermano materno Tomás González y su cuñado Juan Luis Merlo. En el del segundo sus convecinos Tomás Rodríguez del Castillo de 22 años, sus hermanos Pablo de 30 y Miguel de 48 y Antonio Gómez. Se daba la circunstancia de que Miguel llevaba residiendo 13 años en Carora, mientras que sus dos hermanos habían arribado en fechas recientes. El regidor llevaba 9 en esa ciudad75 La continuidad de tales cadenas familiares explica la formación de linajes de cierto relieve socio-económico Uno de ellos es el de los González Barrios de Tamaimo. Tres hermanos, Salvador, Bartolomé y Juan, y dos sobrinos, Agustín y Juan José son sus miembros. Contrajeron nupcias en Venezuela con hijas de isleños. Bartolomé compra a plazos una hacienda de cacao de 8.000 árboles en Ocumarito, de la que debía todavía más de mil pesos al testar en 1770. Tenía 15 esclavos, de los que 5 eran mujeres. Su hermano Salvador retorna a su pueblo de origen, donde se casa en segundas nupcias con Francisca Gorrín. Invierte 30.000 pesos en distintas propiedades y se convierte en un hacendado medio. No obstante la familia mantuvo mancomunada la hacienda incluso con posterioridad a la Guerra de Independencia76. Otro santiaguero, Martín Hernández Guanche, juega un papel capital en el desarrollo de Río Chico, en las tierras cálidas de Barlovento, por debajo de El Guapo y en las proximidades de la costa. Se proclama su fundador y cons-tructor de su curato a sus expensas. Por tales circunstancias se le dio el título de mayordomo y de teniente corregidor en 1793. Fue uno de sus mayores hacen-dados. Sus disputas con otros paisanos sobre sus títulos de propiedad fueron constantes, como lo demuestra el largo pleito con José Antonio Sosa, Antonio Poleo y Bernardo Baute, que perdió en la Audiencia de Caracas y recurrió al Consejo en una fecha tan tardía como 180977. 75 A.A.H. Civiles, 1804. 76 Testamento de Bartolomé en A.A.H. Civiles, 1794. Ocumare, 22 de julio de 1770. Sal-vador al partir para su tierra natal en A.G.N. Escribanías. Reyes, 27 de septiembre de 1770. En Tamaimo, 11 de diciembre de 1806. Copia propiedad de Ernesto González Rodríguez a quien se lo agradecemos. Sobre Salvador y demás familia en su lugar de origen véase GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, E, “El Valle de Santiago”. El Día, septiembre de 1993. 77 A.A.H. Civiles, 1793 y A.G.I. Caracas, 416. 48 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife Por su parte Antonio y José Saravia son dos grandes hacendados arone-ros en Ocumare. Emigrados en 1791 hacen una considerable fortuna a través de compañías y arrendamientos de trapiches y haciendas. Antonio, que ejerce como administrador de Francisco Rodríguez del Toro, el célebre Marqués del Toro, que dirigió el ejército de la Primera República de Venezuela, enlaza con su hermana Petronila, aunque no tuvieron sucesión. Los dos murieron asesina-dos en la Guerra de Independencia. Se hizo cargo de su hacienda su sobrino Diego. Contaba con oratorio 76 esclavos y 40.000 matas de cacao78. El más certero exponente lo constituye la familia santiaguera de Tamaimo González de Sotomayor. Uno de sus miembros, José, es hacendado en Choro-ní en la costa cacaotera de Aragua. Reconoce a una hija natural en su pueblo natal, cuyo marido José Gorrín se embarca en 1802 para hacerse cargo de su plantación con 15 esclavos a su fallecimiento el 8 de julio de 1801. La hija de su hermano Antonio María de los Santos es también su vecina. Se desposa con tres compatriotas: el palmero Antonio José González, el tinerfeño José Anto-nio Poleo y Matías Perdomo. Antonio era propietario de la hacienda “Playa Grande”79. Este último, hacendado y mercader en Maracay tiene otros dos hermanos en esa localidad que se dedican a las mismas actividades: Bartolomé y Alejandro. En casa de este último se hospedó Humboldt en su visita a la ciu-dad. Otros tres hermanos más residían allí: Andrés, Mariana y María Teresa, de los que no sabemos sus actividades80. Antonio, casado con Josefa Jacinta Núñez, hija del lagunero establecido en El Valle Antonio Núñez Villavicencio y con 5 hijos adultos, fue pulpero en sus comienzos, aportando 3.000 pesos al matrimonio. Su mujer no aportó “nada porque mis padres eran tan pobres que no tuvieron facultades para darme ninguna dote”. Fue dueño de una mercería a medias con su yerno y pariente José Severo Sotomayor. Su principal fue de 8.803 y el de su yerno de 2.198. Fue albacea de su consanguíneo y paisano Domingo Díaz Tarife y de su hermano Bartolomé. Era hacendado de cacao en Choroní con un gravamen de 2.560 pesos de una capellanía y de distintas fanegas de tierra en el Cerrito rematadas a Juan Castellanos. Traficaba con 78 A.G.N. Testamentarias. 1815. Testamentarias de Francisco y Antonio Saravia. 79 A.G.N. Aragua. Libro 67. Testamento de Antonio González Sotomayor. Maracay, 20 de mayo de 1804. A.H.P.T. Leg. 2183. 25 de mayo de 1802. BOTELLO, O. Choroní. Costa del Mar Abajo. Choroní, 1992, pp.150-151. 80 GALLEGOS, M.M. Apuntes genealógicos de casi todas las familias de que se componía la ciudad de Maracay. Caracas, 1919. p.21. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 49 añil, que vendía al vasco Juan Esteban Echezura. Más tarde tuvo compañía con su hermano Alejandro. El yerno de Antonio, José Sotomayor, al fallecer abinstestato en 1784 pasaría su herencia a dos hermanas “pobrísimas” en La Orotava, a las que había sostenido desde su salida. Tenía un hermano Francis-co, en San Mateo, otro Jerónimo, casado en Barinas y otro Domingo, que no sabe su paradero, “porque la única noticia que tuvo es que se había embarcado para estas Indias”81. Tal presencia atrajo a numerosos parientes y vecinos de su localidad na-tal y de los próximo El Tanque y Buenavista. Entre sus convecinos podemos destacar los casos de José Delgado, casado en Maracay en 1776, Bartolomé Guanche, teniente visitador de la Renta del Tabaco, Salvador Martínez y José Dorta82. Entre los más significados hacendados de Los Llanos destacó el arafero Bernardo Marrero, asentado en el Calvario. Era hijo de Pedro Bautista Ma-rrero y María Josefa Ledesma, ya difuntos, que testó gravemente enfermo de achaques. Enterrado con el humilde sayal de nuestro seráfico padre San Fran-cisco en la sepultura que poseía y tenía concedida y señalada en dicha iglesia para él y sus descendientes por el Prelado de la diócesis, se le ofició misa canta-da mayor. Declaró por sus herederos a sus cuatro hijos Bernardo Antonio, Isa-bel María, Rosa María y María Isabel Carmen, a los que les “encarga y suplica por el amor que siempre les ha profesado que se disimulen mutuamente los defectos propios de nuestra humana flaqueza y que no den motivos a que se perturben en ellos la paz que es el mejor don de Dios y la mejor herencia que les puedo dejar”. Su testamento fue otorgado ante Juan José Carvallo, teniente justicia mayor interino del Calvario y ante cinco testigos llamados por él: José Francisco Rachadell, Juan Pedro Marrero, Andrés Betancourt Delgado y Bar-tolomé Estévez en ese pueblo el 30 de septiembre de 181283. 81 A.G. N. Libro nº67. Testamentos de Antonio González de Sotomayor y de Josefa Jacinta Núñez. Maracay. 20 de mayo de 1804. Libro nº11. Inventario de bienes del abintestato José Sotomayor. Maracay, 2 de enero de 1784. 82 A.G.N. Aragua. Libro 84. 83 Archivo parroquial de El Calvario. Defunciones, 1811-1853. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 51 El patrimonio arqueológico de Arona. Protección legal y difusión social Carlos Perdomo Pérez, Javier Soler Segura y Francisco Pérez Caamaño1 Introducción El conocimiento empírico y la elaboración de explicaciones científicas sobre la ocupación guanche del sur de Tenerife, y concretamente de Arona, tuvieron su punto de partida, en términos generales, en la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, la conceptualización como patrimonio de los vestigios arqueológicos (particularmente algunos de ellos como los grabados rupes-tres), debe situarse algo más tarde, en la década de los años noventa del mis-mo siglo, siendo su referente inicial el inicio de procedimientos de incoación de diversos Bienes de Interés Cultural como Zonas Arqueológicas. Es a partir de ese momento, y derivado de la realización de algunos traba-jos de campo (como la Carta Arqueológica de Arona incluida en el Inventario del Patrimonio Arqueológico de las Canarias Occidentales), cuando no solo se incrementa considerablemente el conocimiento arqueológico en Arona, sino que se pone de manifiesto la relevancia que tienen algunos de sus conjuntos arqueológicos para construir y comprender la historia de las comunidades 1 Arqueólogos. Licenciados en Historia por la Universidad de La Laguna y miembros del equipo que desarrolla el proyecto ArqueoArona/013. Con-Ciencia de Patrimonio para la Conceja-lía de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de Arona. Contacto: carlos-perdomo@hotmail. com; jsoler@ull.edu.es; atogmatoma@gmail.com 52 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife guanches que habitaron esta zona en particular y la Isla en general. Desde 1989, año de elaboración de ese primer trabajo, se han sucedido numero-sos proyectos de prospección arqueológica en el municipio que han eviden-ciado el gran interés patrimonial que posee Arona. Aunque con diferentes niveles de intensidad en el trabajo de campo, deben destacarse, sin entrar a valorar las excavaciones e informes de impacto de carácter más concreto, la actualización de la Carta Arqueológica realizada por GESPLAN en 2001; la prospección del perímetro entre la costa y la autopista TF-1 desarrollada por el Museo Arqueológico de Tenerife en 2004, o la valoración patrimonial de un amplio sector del malpaís de Rasca encargada a la empresa Tibicena en 20072. Esta intensidad del trabajo de campo, junto a la monumentalidad de muchos de los descubrimientos, se ha materializado jurídicamente en la declaración como Bienes de Interés Cultural (BIC), con categoría de Zona Arqueológica, de algunos de ellos, lo que supone su reconocimiento con la máxima figura de protección legal que establece la legislación vigente. De esta forma, a lo largo de los años noventa del pasado siglo y la primera década del actual, el Gobierno de Canarias, a instancia del Cabildo Insular de Tenerife, ha declarado BIC seis conjuntos arqueológicos (los Roques de Chijafe, Higara, Vento y La Abejera, y los parajes de Las Toscas y La Rasca), 2 A todo ello habría que sumar: Propuesta de actuaciones arqueológicas en el Malpaís de Rasca (1995); Plan Parcial de Ordenación Urbana de Cabo Blanco (1997); Actualización y elaboración del Catálogo de Patrimonio Histórico de Canarias (2000); y cuatro informes de impacto patrimonial: Finca El Gorón (2003); Radiofaro de Rasca (2011); Parcela 252 (2012) y Parcela 592 (2012). Estos trabajos se complementan con las cuatro excavaciones arqueológicas realizadas hasta la fecha en el término municipal de Arona: Los Morritos (1996 y 1997); Tinguafaya I (1998); Salinas de Rasca (1998); y Pal-Mar (2006 pero aún sin memoria justificativa). III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 53 que se añaden al ya mencionado Roque de Malpaso3. Al mismo tiempo, se han iniciado los trámites administrativos para declarar otras dos Zonas Arqueológicas (Barranco del Rey y Cambados-La Centinela). Todas estas entidades, salvo la de La Rasca (que atañe a evidencias de un intenso poblamiento en superficie), fueron declaradas BIC porque se erigen como destacados conjuntos de manifestaciones rupestres ciertamente singu-lares en la arqueología de Tenerife, lo cual les otorga un alto valor científico y patrimonial. Pero estas figuras de protección jurídica no son sino la expresión visible de una realidad arqueológica mucho más amplia, compleja y no siempre con un atractivo patrimonial tan evidente. Si los conjuntos arqueológicos men-cionados son los máximos exponentes de unas categorías arqueológicas que podríamos convenir en denominar como manifestaciones rupestres y yacimientos de superficie, otra de las grandes categorías que está también presente en Arona como expresión del modo de vida guanche es la de yacimientos en cueva o abrigo, aunque no exista ningún BIC que la visibilice. Además, el contenido empírico detectado en Arona es más diverso, y cada una de estas categorías puede des-granarse en numerosas tipologías, definidas en relación a la manera en que sus componentes materiales se asocian entre sí y se nos presentan hoy ante nues-tros ojos, lo cual proyecta un panorama arqueológico, científico y patrimonial mucho más profundo y prometedor de lo que cabría imaginar. 3 Las resoluciones de los Bienes de Interés Cultural con categoría de Zona Arqueo-lógica del municipio de Arona son: “Roque de Malpaso”, en la que se establece el entorno de protección por Decreto 84/2003, de 12 de mayo, y publicado en el BOC nº 102, de fecha 29 de mayo de 2003; “El Yacimiento de Las Toscas”, declarada por Decreto 165/2006, de 14 de noviembre, y publicado en el BOC nº 227, de fecha 22 de noviembre de 2006; “La Rasca”, declarada por Decreto 175/2006, de 28 de noviembre, y publicado en el BOC nº 238, de fecha 11 de diciembre de 2006; “Roque de Hígara”, declarada por Decreto 35/2008, de 11 de marzo, y publicado en el BOC nº 58, de fecha 22 de marzo de 2008; “El Roque de Vento”, declarada por Decreto 77/2008, de 22 de abril, y publicado en el BOC nº 90, de fecha 6 de mayo de 2008; “El Roque de Chijafe”, declarada por Decreto 208/2008, de 14 de octubre, y publicado en el BOC nº 213, de fecha 23 de octubre de 2008; y “Roque de La Abejera”, declarada por Decreto 73/2012, de 2 de agosto, y publicado en el BOC nº 158, de fecha 13 de agosto de 2012. 54 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife Figura nº 1: Bienes de Interés Cultural con categoría de Zona Arqueológica del municipio de Arona III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 55 Protección legal y protección social La gran riqueza patrimonial que existe en Arona, las diversas interven-ciones arqueológicas realizadas en el municipio y el reconocimiento a sus valores excepcionales en forma de declaraciones de varios BIC, contradicen la pobreza de acciones de sensibilización patrimonial que se han desarrollado hasta la fecha. Aunque sus causas deban relacionarse con un ámbito geográ-fico y político de mayor alcance, la situación del patrimonio arqueológico en la Isla de Tenerife es bastante problemática, a pesar del repertorio de figuras jurídicas y procedimientos administrativos que velan por su conservación. No es este el lugar para revisar las reflexiones que, sobre todo desde el ám-bito científico aunque últimamente también desde el administrativo, buscan identificar las causas del deterioro reciente del patrimonio arqueológico. Sin embargo, sí hay que señalar que las principales razones esgrimidas desde el ámbito científico se centran en la desidia de la administración competente, obviando en ocasiones las escasas iniciativas difusoras que realizan los inves-tigadores. Por su parte, desde la administración se entiende que la situación patrimonial es un problema que tiene dos causas fundamentales: por un lado, la falta de recursos materiales y de interés político; y por otro la falta de una mínima conciencia social, lo que implica admitir que la divulgación de en-claves arqueológicos solo podrá acometerse cuando se asegure la protección física de esos yacimientos. A partir de aquí se genera un debate que puede reducirse a dos visiones opuestas. Por una parte, la restrictiva que, basado en la imposibilidad de proteger todos los yacimientos arqueológicos, promueve el secretismo administrativo a la hora de divulgar el patrimonio4. En el otro extremo, los partidarios de la divulgación y el acceso pleno a la información y a los yacimientos arqueológicos5. Entre ambos lados del espectro se van ubicando las apuestas por la divulgación a partir de parques arqueológicos o centros de interpretación que requieren de una infraestructura y una inver-sión económica importante, además de una voluntad política decidida. Pero a pesar de sus diferencias, estas propuestas tienen en común un elemento 4 Por supuesto, esta postura no deja de tener un trasfondo político en relación a la asig-nación presupuestaria que se dedica a dicho fin y que, por razones de espacio, no analizamos en este texto. 5 Ejemplos claros de ambas visiones contrapuestas son, por ejemplo, las políticas divulga-tivas de los cabildos de Tenerife y de Gran Canaria. 56 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife Figura nº 2: Visita del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Arona a Barranco de Las Toscas III. Mayo de 2013 Figura nº 3: Grafitis y afecciones en grabados rupestres del municipio III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 57 que las homogeniza: los bienes arqueológicos se constituyen en los objetos fundamentales de las propuestas de difusión patrimonial, entendidos estos como centros del interés general. Los agentes de la difusión patrimonial son la administración y la comuni-dad científica. Ambos mantienen una relación muy concreta con el objeto de la difusión patrimonial: los bienes arqueológicos. La atención prestada varía en función de las propuestas restrictivas, las aperturistas, y las intermedias. En todas se busca la conservación de los bienes arqueológicos a través de diferentes estrategias y en función de los recursos disponibles. El patrimonio arqueológico es gestionado o reflexionado por esos agentes dinámicos en representación del sujeto pasivo para el que se quiere gestionar: la sociedad. En ese sentido, puede afirmarse que la gestión patrimonial se ha centrado tradicionalmente en el objeto de la difusión y no en el sujeto de la misma, y la eficacia de esta relación se muestra progresivamente inoperante, dejando al patrimonio arqueológico en una situación cada vez más difícil y expuesta. Desplazar el papel protagonista del objeto al sujeto supondría un acerca-miento realista a la relación que debe mantener la sociedad con el patrimo-nio en un intento por modificarla. Se entiende por acercamiento realista un análisis objetivo sobre cuál es la importancia del patrimonio arqueológico para la sociedad. Éste requiere de una autocrítica de todas aquellas instancias que mantienen algún tipo de relación con el patrimonio arqueológico. La idea fundamental que hay que cuestionar es que el patrimonio arqueológico posee, de manera inherente, un reconocimiento social, y el hecho de que la sociedad, o parte de ésta, no lo entienda así es una anomalía atribuida a la ig-norancia, la maldad o a un interés individual puesto por encima del general. Es la confusión entre el sujeto y el objeto de la difusión patrimonial. Consecuentemente, esta reflexión se plantea como un punto de partida para la praxis de una política de difusión patrimonial que ponga el patrimo-nio arqueológico a disposición de la sociedad. Esto implica que el enfoque fundamental de nuestro trabajo esté centrado en potenciar y encauzar el in-terés sobre el patrimonio arqueológico para producir un beneficio social, eco-nómico y cultural. El objetivo general es insertar el patrimonio arqueológico, con sus especificidades propias, en una dinámica que lo rescate del olvido social en que se mantiene actualmente y en el que, además de asomarse a un futuro poco halagüeño, no es capaz de desarrollar ninguna de sus potencia-lidades. 58 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife La socialización del patrimonio arqueológico puede generar efectos be-neficiosos en tres ámbitos. En primer lugar, promueve una mayor conciencia-ción y participación social del vecino como ciudadano activo, recuperándolo como garante y, a su vez, el principal beneficiario de un patrimonio único, irrepetible y no renovable. La política de difusión patrimonial debe contri-buir a modificar la situación actual, en la que una mayoría tiene una actitud pasiva en relación al patrimonio y a sus problemas. Las causas a las que pueden atribuirse esta realidad son simples: desconocimiento y desinterés; ambas, mutuamente interconectadas. La poca relevancia que el patrimonio arqueológico posee para la mayoría social tiene repercusiones altamente pe-ligrosas para su conservación. En segundo lugar, y debido a lo anterior, el ciudadano no disfruta del patrimonio arqueológico como puede hacerlo con otros aspectos culturales. Y esto debe convertirse en otro de los objetivos de una política patrimonial activa. El patrimonio posee, en sí mismo, un enorme contenido cultural que en su forma intelectual más extendida aparece oculta, o al menos parcial-mente inaccesible al ciudadano y en forma de bibliografía especializada. Una de las consecuencias directas es que, al no contar con una información previa, el ciudadano es incapaz de valorar y disfrutar de sus recursos patrimoniales próximos. Una política patrimonial activa debe facilitar la conexión bidirec-cional entre esa información y las diversas maneras en que se puede materia-lizar ante los ciudadanos. De esta forma adquiere el papel de soporte a través del cual el ciudadano puede ampliar o profundizar de una manera objetiva en su historia e identidad, formándose así culturalmente como individuo. La conexión entre este enriquecimiento individual y su papel activo como ciu-dadano en las actuaciones sociales en beneficio de la conservación y disfrute del patrimonio arqueológico es más que evidente. En tercer lugar, el patrimonio arqueológico puede ser, con sus especifi-cidades y limitaciones, rentable económicamente. Puede convertirse en un paquete turístico adicional para los visitantes extranjeros y en un producto de consumo cultural para la población local y foránea. Evidentemente esto requiere de una regulación concreta que trasciende lo local, pero como pro-ducto turístico se puede añadir a la oferta cultural en los países de origen, a través de las nuevas tecnologías, para atraer un turismo alternativo que gene-ra unas demandas de consumo paralelas también alternativas y que podrían III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 59 inscribirse en las medianías del municipio para su dinamización económica (alojamiento, restauración, artesanía, etc.). Todas estas actividades pueden focalizarse en un centro de interpretación que centralizaría el conjunto de actividades relacionadas con la gestión, investigación y difusión del patrimo-nio. Las visitas guiadas a yacimientos podrían generar una mayor afluencia de visitantes al municipio y a barrios concretos que, de manera paralela, pue-den incrementar la dinámica económica de los mismos. Estos potenciales beneficios que produce la difusión del patrimonio ar-queológico deben concebirse como medios o instrumentos para alcanzar un objetivo mucho más simple: transformar la situación actual y generar, alre-dedor del patrimonio arqueológico, una serie de intereses sociales, culturales y económicos que lo revaloricen y le otorguen una significación social que influya de manera decisiva en su conservación. Como hemos indicado, las propuestas de gestión tradicionales han cen-trado su interés en el objeto de difusión y, más concretamente, en yacimien-tos cuya característica primordial es su monumentalidad, esperando que, de esa manera, el objeto sea suficientemente atractivo para el sujeto que lo con-templa. Sin que esta caracterización general deba tomarse como una crítica, sí entendemos que en la mayoría de los casos estas propuestas acaban siendo fallidas por diferentes motivos. Algunas de esas razones tienen que ver con que no suelen tener un carácter integral. Es decir, las acciones de difusión patrimonial se acaban cuando finaliza la visita a un yacimiento concreto y no se articulan de manera progresiva y sostenida. Otra de las razones para que las propuestas de difusión no alcancen los objetivos esperados es la poca atención a la diversidad que posee el sujeto de la divulgación patrimonial. Una propuesta de difusión patrimonial, que aspire a educar y formar ciuda-danos responsables con su patrimonio y a incrementar su reconocimiento y valor social, tiene que adoptar estrategias flexibles que permitan graduar las acciones de difusión patrimonial a través, sobre todo, del sujeto. Es cierto que el modo de actuación debe organizarse en función de las distintas características que posee el objeto en relación al sujeto de la acción, fundamentalmente en aquello que se vincula con el estado de conservación, 60 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife la fragilidad, accesibilidad, complejidad y monumentalidad6. Sin embargo, más diversidad presenta el sujeto de la difusión patrimonial y pocas veces se ha reflexionado sobre esta cuestión. Se deben tener en cuenta diferentes aspec-tos, entre los que una perspectiva realista destacaría el grado de interés pre-vio como referencia fundamental. Junto a este aspecto existen muchas otras características que pueden segmentar al sujeto de la difusión para lograr una socialización del patrimonio efectiva y entre los que habría que indicar, sin ánimo de exhaustividad, el nivel de conocimientos previos, la capacidad física, la autonomía social y el origen. Solamente atendiendo a estos elementos puede plantearse una combinación de criterios para poder elegir qué elementos patri-moniales son los más adecuados para determinados segmentos de la sociedad. Por ejemplo, y en relación al nivel de interés previo, el grado de accesibilidad a un recurso patrimonial es un factor motivacional que supone la diferencia entre el éxito o el fracaso de una actividad divulgativa. Con visitantes con un nivel de conocimiento medio o alto pueden realizarse excelentes acciones de difusión patrimonial con elementos arqueológicos de poca complejidad o monumentalidad. Al contrario, para un grupo con escasos conocimientos pre-vios, la carga interpretativa necesaria para valorar un recurso patrimonial debe apoyarse en yacimientos con mayor grado de complejidad. De la misma manera, las actuaciones de difusión patrimonial deben tener diferente alcance según el sujeto sea de origen local, regional, nacional o ex-tranjero. En estos últimos casos, el nivel de interés será (presumiblemente) alto y el grado de conocimientos (presumiblemente también) bajo, y las acciones patrimoniales preferentes deben basarse en la profundización de conocimien- 6 En el primer caso, el estado de conservación gradúa el interés del yacimiento a partir de la relación que mantiene con su estado original. Este aspecto es relativo, ya que los factores de conservación
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Calificación | |
Título y subtítulo | III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife |
Publicación fuente | Jornadas de Historia del Sur de Tenerife |
Autor principal |
Pérez Barrios, Carmen Rosa Hernández González, Manuel Quesada Acosta, Ana María Arbelo García, Adolfo |
Entidad | Concejalía de Patrimonio Histórico. Ayuntamiento de Arona |
Tipo de documento |
Actas de congreso |
Lugar de publicación | Arona |
Editorial | Concejalía de Patrimonio Histórico. Ayuntamiento de Arona |
Fecha | 2015 |
Páginas | 454 p. |
Datos serie | Jornadas de Historia del Sur de Tenerife, 3 |
Materias |
Historia Tenerife Mar Comercio Navegación Congreso |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 4929661 Bytes |
Notas | Las III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife tuvieron lugar en Arona durante el mes de noviembre de 2013 |
Texto | III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife Candelaria · Arafo · Güímar · Fasnia · Arico Granadilla de Abona · San Miguel de Abona Vilaflor · Arona · Adeje · Guía de Isora · Santiago del Teide III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife Candelaria · Arafo · Güímar · Fasnia · Arico Granadilla de Abona · San Miguel de Abona Vilaflor · Arona · Adeje · Guía de Isora · Santiago del Teide Las III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife tuvieron lugar en Arona durante el mes de noviembre de 2013 D. Francisco José Niño Rodríguez Alcalde-Presidente Del Ayuntamiento De Arona Dña. Eva Luz Cabrera García Concejal de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de Arona Coordinación académica de las jornadas: Dña. Carmen Rosa Pérez Barrios D. Manuel Hernández González Dña. Ana María Quesada Acosta D. Adolfo Arbelo García Coordinación técnica de las jornadas: Dña. Ana Sonia Fernández Alayón © Concejalía de Patrimonio Histórico. Ayuntamiento de Arona EDICIÓN: Llanoazur Ediciones ISBN: 97-84-930898-1-8 DL: TF 217-2015 Índice Manuel Hernández González. Ponencia marco Emigración sureña a Venezuela (1670-1810) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 Carlos Perdomo Pérez, Francisco Pérez Caamaño y Javier Soler Segura El patrimonio arqueológico de Arona (Tenerife) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 51 Elisa Álvarez Martín, Leticia García González y Vicente Valencia Afonso El patrimonio etnográfico de Adeje: Aspectos generales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73 José Antonio González Marrero Las relaciones de parentesco generadas por una familia de esclavos de Arico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95 José María Mesa Martín El beneficio de Isora, nuevas aportaciones a la administración y jurisdicción religiosa del suroeste de Tenerife: Guía de Isora- Santiago del Teide . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107 Belinda Rodríguez Arrocha El ejercicio de la justicia en el sur de Tenerife en la Edad Moderna (siglos XV-XVIII) . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125 Aarón León Álvarez y Luana Studer Villazán La Segunda República y la Guerra Civil en la memoria de un militante socialista: el caso de Álvaro Fariña Rodríguez. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143 Carmen Rosa Pérez Barrios La epidemia de cólera de 1893 en el Sur de Tenerife. Intervención de Juan Bethencourt Alfonso y Eduardo Domínguez Alfonso . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165 Sergio Cabrera Alayón Arona (1923-1931). Un modelo de sociedad finicaciquil de base jornalera . . . 189 Alberto J. Báez García Elecciones locales de 1979 en el sur de Tenerife: regeneración democrática y eclosión en la participación política municipal . . . . . . . . . . . . . . . . . . 207 Javier Dóniz Páez y Rafael Becerra Ramírez Geoturismo en volcanes litorales del sur de Tenerife: Montaña Amarilla, Montaña Roja y Montaña Escachada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 221 Carla Marti Romero Estudio comparativo del modelo iconográfico del aborigen canario en la Reserva Ambiental San Blas y en el Parque Etnográfico Pirámides de Güímar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235 Adrián Valerón Hernández Abad Imaginería y riesgo en los barrancos del sur de Tenerife. Un binomio entre montañas, ficción, y escenarios de juego . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251 María Fátima Fernández Pérez Percepción de la imagen turística de Los Cristianos (Arona-Tenerife) . . . . . . 261 Ana María Quesada Acosta. Ponencia marco Memoria y concepto. La escultura pública en el Sur de Tenerife . . . . . . . . . . . . . . . 273 José Lorenzo Chinea Cáceres Técnica y obra. La escultura de Javier Eloy Campos Torres . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 309 Francisco Javier Castro Molina Leprosería de Abades: arquitectura, sol y aislamiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 333 Gerardo Fuentes Pérez El Llano de la Magdalena: un frustrado proyecto arquitectónico . . . . . . . . . . . . . 357 Juan Alejandro Lorenzo Lima De una efigie en su coyuntura creativa e histórica. La Virgen de Candelaria tras el aluvión de 1826. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 379 Manuel Jesús Hernández González Contribución a la retablística pintada del siglo XVIII. Algunos ejemplos en el Sur de Tenerife . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 403 Carlos Castro Brunetto La exaltación de San Antonio de Padua y el arte en Granadilla . . . . . . . . . . . . . . 423 Ana Sonia Fernández Alayón Análisis patrimonial de Arona [casco] tras su declaración de Bien de Interés Cultural con la categoría de Conjunto Histórico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 443 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 11 La emigración sureña a Venezuela (1670-1810). La eclosión de la emigración familiar a partir de 1670 Manuel Hernández González Introducción En torno a 1670 la economía de la Provincia de Caracas, tras un período de recensión, comienza a manifestarse vigorosa. En 1684 se contaba en ella con 434.850 árboles de cacao en 167 haciendas, 18 propiedades dedicadas al trigo, 26 ingenios y 28 hatos. Más del 10% de los cacaoteros eran de nueva planta en una región virgen a poca distancia de Caracas, los Valles del Tuy. Comienza una época que llegará hasta 1740 definida por la disponibilidad de tierra irrigable para cacao y esclavos. En 1720 había ya más de dos millones de árboles. En 1744 habían ascendido a cinco, estando localizados más de la mitad en el Tuy. Mientras que las principales familias de la elite se consolidan, los inmigrantes que arriban de forma significativa desde mediados de la década de los setenta podían aspirar a integrarse dentro de ella con la riqueza que les proporcionaba el comercio, las plantaciones y la disponibilidad de obra escla-va. Antes de 1700 una parte de ellos comienzan a cultivar cacao en los valles más remotos de la provincia, no sólo en el Tuy, sino sobre todo en la costa de Aragua y muy especialmente en el Yaracuy. Una frontera interior que varias décadas después se desplazará hacia Barlovento. De forma paralela prospera el tabaco en Aragua. En el Valle y los Altos de Caracas centenares de familias se dedican a cultivos de autoconsumo y a la ganadería. En Guarenas o Guatire introducen ingenios o se emplean como mayordomos o arrendatarios. La co-lonización de los Llanos Centrales con el éxito de la de San Carlos Cojedes en 1678, en la que participaron, supuso un claro avance en la ocupación del área con la fundación de 17 misiones entre 1679-1700. Se llegaría por el sur hacia Calabozo y por el norte hacia el Estado Portuguesa. Entre 1670 y 1740 diferentes generaciones de familias canarias se dirigirán hacia Venezuela atraídas por las posibilidades de futuro que se les abrían tanto en su conversión como cultivadores de autoconsumo en el Valle de Caracas, de 12 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife hacendados cacaoteros en el Yaracuy, Aragua, Valencia o Barlovento, o como propietarios de hatos ganaderos en los Llanos, una superposición de cadenas migratorias en consonancia con sus expectativas. Las profundas transforma-ciones de este proceso fueron generadas al margen de la política monopolista que la Corona trata de consolidar a partir de fundación de la Compañía Gui-puzcoana en 1728. Frente a ella los emigrantes canarios eran vistos como un obstáculo y como expresión del contrabando. En 1714 el Gobernador Cañas diría que “todos los más complicados en los delitos de ilícito comercio son naturales de las Islas Canarias, casi la mitad de los moradores de esta Provincia sin asimismo de dichas islas y con tal unión y conformidad que unos y otros se amparan y ocultan los delitos, y como todos los más viven en el campo, se facilita más bien así la ocultación de los delincuentes, como de los géneros que traen, y por esta razón no se logra la total extinción de tan pernicioso comercio”1. Desde los 40 la baja cotización del cacao originó una presión sobre la elite mantuana y virtualmente arruinó a la mayoría de los modestos propietarios que habían comenzado a poner en explotación sus tierras de Barlovento, ge-neralmente con sus propias manos o con el auxilio de uno o dos esclavos. El desmedido interés de los monopolistas vascos en acaparar cuotas de poder en su tráfico se tradujo en un brusco descenso de los beneficios de los plantado-res. Esta provocativa política tuvo su punto culminante con el fin del asiento inglés. En 1731 la restauración de la alternativa que obligaba al llenado obli-gatorio de todo buque que entrase en puerto originó el embotellamiento del comercio mejicano, controlado por hacendados criollos. La situación se agravó en 1744 cuando el gobernador Zuloaga determinó un repartimiento de la por-ción máxima de cacao que cada propietario podía incluir en el tercio que tenía reservado. Las Gobernaciones de Zuloaga y Castellanos trataron de restringir la emi-gración canaria. Los elevados poderes depositados en ellos fueron los cataliza-dores de la rebelión. En 1745 Zuloaga llegó a creer que se estaba originando una conspiración para provocar la expulsión de la Guipuzcoana fraguada entre los isleños y el Conde de San Javier. El detonante definitivo fue el nombra-miento como Teniente de Justicia Mayor de Panaquire y Caucagua, el centro isleño de Barlovento, de un funcionario de la Compañía en sustitución del herreño Juan Francisco de León. Los plantadores de primera generación vivían 1 Archivo General de Indias (A.G.I.). Santo Domingo. Leg.724. 4 de febrero de 1714. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 13 del comercio ilegal por los bajos precios de la Compañía, especialmente desde que en 1735 el Gobernador Lardizábal ordenase la prohibición de transpor-tar el cacao desde Barlovento, por mar a La Guaira, lo que suponía un coste considerable por tierra y la imposibilidad de efectuarlo en la estación lluviosa. En una década el contrabando pasó de ser sólo el 9´1 al 39´9% de las expor-taciones de cacao venezolano. Barlovento pudo dar salida a su espectacular crecimiento productivo a través del tráfico clandestino. Los sureños, especialmente los chasneros, los santiagueros y los isoranos participaron activamente en esa etapa dorada de la migración familiar, entre 1670 y 1740, desde la primera generación, como analizaremos a continuación. La pobreza general del territorio, la aguda concentración de la tierra en todo él, el proceso de señorialización que cristalizaría en esos años en el Valle de Santiago y Adeje, pero que se puede apreciar también en Chasna en los cre-cientes poderes de los Soler, la crisis general de la economía de la isla, todos esos factores, junto con agravamientos coyunturales como sequías en esas fe-chas, coadyuvaron a un considerable incremento de la migración de familias enteras, que venden sus casas y sus tierras y deciden emprender la migración a una Venezuela que parece proporcionarles la prosperidad que se les niega en su tierra natal. Las estrechas vinculaciones con la comarca NO, que sufre la crisis del vi-dueño con singular intensidad y que además ve perder con la erupción de 1706 parte importante de sus mejores tierras de cultivo, se convierten en un aliciente para la migración, en la que se pueden apreciar los vínculos de parentesco de sus pobladores, ligados por la sangre y el matrimonio. Junto con ellas la política de la elite local, interesada en obtener prebendas y cargos relevantes en Tierra Firme, como se puede apreciar en las gobernaciones en Venezuela del garachi-quense Ponte y Hoyo y el icodense Betancourt y Castro, o en el viaje de más de 400 personas que sufraga en 1683 Fernando del Hoyo Solórzano, primer Señor del Valle de Santiago, en el que se enrolan muchas familias sureñas. Radiografía de la emigración familiar sureña en el mundo rural venezolano. El Valle de Caracas En los Altos del Valle de Caracas se encuentra una de las áreas centrales de la emigración familiar de la región sureña, en particular de los chasneros. Allí 14 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife destacan especialmente los Reverón, Mena, Ramos y Rodríguez. Los primeros inician una cadena migratoria que en sucesivos reemplazos llega a los albores de la Emancipación. Su fundador fue Sebastián Reverón y Afonso. Propietario de 7 esclavos, se asentó en el pago de El Retamar en los Teques. Fue esposo de su paisana María Ramos, hijo de sus convecinos Manuel Ramos e Isabel Rodríguez. Tuvieron 9 hijos adultos con nupcias con paisanos, entre ellos los Álvarez Villavicencio y los Báez de Simancas2. Al ser tierras consideradas como de menor importancia, por no poder cul-tivarse en ellas el cacao, son cedidas a los inmigrantes que en cadena acuden a pueblos fundados por los mismos isleños como San Antonio de los Altos en tierras otorgadas a estos por el Marqués de Mijares en 1683 o en antiguos pueblos de indios como San Diego de los Altos, donde se asientan sureños en gran número. Es el caso de Sebastián Alfonso de Reverón, natural de Vilaflor, hijo de Luis Reverón y de María Alfonso difuntos, que se casa el 30 de julio de 1739 con la hija de isleños María Ramos Gutiérrez , natural de la Cañada en esa feligresía, hija de Manuel Ramos y de Isabel Rodríguez o de Antonio García Reverón, natural de Chasna ,hijo de Antonio Reverón y María García y María Magdalena Cartai, natural de esa feligresía, hija de sus paisanos Baltasar Díaz Cartai y Rosa González 24 de abril de 1748 En la segunda mitad del siglo XVIII siguen allí estableciéndose sureños como José Alonso, natural de Valle de Santiago, hijo de Pedro Alonso y Juana Correa Delgado, desposado el 13 de febrero de 1775 con María Antonia de la Soledad, hija de los canarios Juan Antonio Llanes y Antonia Marrero de esta3. La Vega, la fértil región del oeste del Valle de Caracas, fue otro de los cen-tros prioritarios de su asentamiento como agricultores. Fue la primera parro-quia del extrarradio, erigida en 1652, un siglo antes de la división catedralicia. En sus orígenes fue un pueblo de indios en el que destacaba por encima de los pequeños lotes de tierras que la circundaban la hacienda de los Condes de Tovar. Al permitir el Guaire la irrigación durante todo el año se fueron asen-tando inmigrantes en vegas a sus orillas bien por compra o arrendamiento. La accesibilidad de la propiedad y la ventaja de ser participes de su acequia, puede explicar la magnitud de su asentamiento a fines del siglo XVII. Cultivaban trigo, maíz, casabe, verduras y frutales. Junto con naturales del Noroeste de la 2 Sobre los Reverón véase ITURRIZA GUILLÉN, C. Algunas familias caraqueñas. Cara-cas, 1967. Tomo II, pp.735-751. 3 Archivo parroquial de San Diego de los Altos. Libro de matrimonios 1640-1821. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 15 isla se asentaron santiagueros que enlazaron con ellos, como ocurre con Fran-cisco González Guanche, casado en 1702 con María, originaria de Buenavista, hija de los también emigrado Luis Acevedo y Florentina Borges. Los padres de esta última le dieron en dote una suerte de tierra de riego en La Vega y dos esclavas. A una de ellas por su asistencia le dio la libertad y un pedacillo de tierras en Catia. Francisco forma parte también de una intensa migración familiar santiaguera. No llevó nada al matrimonio. El grueso de su fortuna de partida es la herencia de su esposa. Tuvieron 10 hijos adultos, desposados con paisanos de su mismo origen. Algunos se establecieron en La Vega, pero otros lo hicieron en otros puntos del Valle de Caracas. Amplió sus propiedades con una posesión en la otra banda del Río Guaire, cargada con un censo y arren-dada y con 22 bueyes y algunas vacas en Los Teques. En La Vega cultivaba dos almudes de maíz. Cuatro hermanos (Domingo, Juan, Antonio y Lucas) se trasladaron también para Venezuela. Todos ellos casaron con paisanas, unos en Caracas, como los dos primeros, y otros en su tierra, como los dos últimos4. La elevada descendencia creó tensiones para el reparto de la herencia, como aconteció en la reyerta en la que se vieron envueltos Francisco, su hijo Teodoro y su yerno Fernando González Abad y el hermano de éste Amaro, con su yerno Gaspar de los Reyes. Éste último resultó herido por una encerrona a raíz de una deuda cobrada a su suegro. Francisco le profirió una amenaza en la que le gritaba que “había de empezar por los negros y de acabar con los blancos5. Gaspar de los Reyes Lugo era marido de una hija de Francisco, como su hermano Juan González Lugo. Para completar la endogamia eran asimismo hijos de una hermana de José y Luis de Acevedo. De su matrimonio con Feli-ciana María tuvieron ocho hijos adultos, que contrajeron matrimonio con las mismas tendencias endogámicas. Significativamente sus dotes ya no fueron esclavos sino mulas, lo que demuestra las limitaciones de la tercera generación en el Valle de Caracas. Aportó 400 pesos y ella varias yuntas de bueyes. No heredó cosa alguna, por no haber dejado bienes sus padres. La partición de los de su suegro fue compleja. No se había efectuado todavía cuando testó, pese al tiempo transcurrido. Complementó sus ingresos con el remate del diezmo de 4 Archivo General de la Nación de Venezuela (A.G.N) Testamentarias. 1712. Florentina Borges, mujer de Luis Acevedo, 3 de noviembre de 1711. Francisco González Guanche en Ar-chivo Academia de la Historia de Venezuela (A.A.H.) Civiles. 1738. Su mujer María Acevedo Carrasco y Ayala en A.G.N. Escribanías. José Antonio Gascón, 10 de octubre de 1735. 5 A.A.H. Civiles. 1735. 16 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife centro cacaotero de Caucagua. Fue el más afortunado de todos los yernos de Francisco González Guanche. Fue la última generación campesina que pudo acceder en buenas condiciones a la propiedad de tierras y esclavos en el Valle de Caracas. Era dueño de una suerte de tierras en La Vega de 3 fanegas y 1 almud en la tierra alta y de 11 en la baja de la orilla del río, otras 5 en el sitio en el que vivía, todas ellas gravadas con un censo de 1.300 pesos de principal que pagaba a las concepcionistas caraqueñas, 8 esclavos de diferentes edades, 12 mulas, 8 yuntas y tierras en Mamporal, donde tenía plantados de 12 a 13.000 árboles de cacao y en ella 25 esclavos6. El sueño se desvaneció en la siguiente generación. La sobrina de Francis-co, la santiaguera Isabel Guanche, casada con su paisano Martín Hernández Guanche, tuvo 4 hijos adultos y 2 fallecidos de tierna edad, desposados con sus parientes. De ellos sólo Mateo tenía un esclavo. No juntaron caudal alguno. Sus bienes se limitaban a bueyes y mulas7. Pero aun así en la segunda mitad de la centuria hay algunos inmigrantes que, amparados en redes familiares, alcanzaron una cierta conveniencia. En La Vega también se asienta Pedro Pé-rez Forte, vecino de la villa de Santiago y residente en esta feligresía, hijo de Juan Pérez Forte difunto y Juana María González, que contrajo nupcias por poder e12 de junio de 1776 con su paisana Luisa Delgado, vecina de la villa de Santiago. Testó ante Domingo de la Mota 29 de mayo de 76. Se enterró al pie del altar de Nuestra Señora de Candelaria, en la parroquia de La Vega. Fueron sus albaceas el tanquero Pedro Delgado Correa y sus paisanos y parientes Juan Pedro Forte y Salvador Pérez Forte, vecinos todos de L a Vega. Dejó como heredera su madre al no tener descendencia. Tanqueros y santiagueros son en esa localidad son los mayoritarios, continuando con estrechas relaciones de vecindad y familiaridad que se remontan al último tercio del siglo XVII. Mel-chor Rodríguez, natural de Valle de Santiago, falleció en ella el 9 de febrero de 1793. Testó ante Domingo Antonio Mota 23 enero. Era hijo de Sebastián Rodríguez, difunto y de María Ascensión Hernández, vecinos de dicho valle. Se había desposado con Isabel Álvarez, con la que tuvo a José Candelario, Melchor Antonio, María Candelaria, Manuel Antonio, María Rita, María Be-lén y María de los Santos que vivían al momento de su fallecimiento y Pedro Pablo, Isabel María, José Vicente y otra María Belén que murieron. Fueron sus albaceas su mujer, el isorano José Melo Navarrete y su paisano Marcos Guan- 6 A.G.N. Escribanías. José Manuel de los Reyes, 20 de enero de 1751. 7 Ibídem. Juan Domingo Fernández. La Vega, 7 de junio de 1777. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 17 che. Como el anterior se enterró a los pies del altar de la Candelaria y dejó 300 misas para ser celebradas por los sacerdotes Nicolás de Osio, cura de la Vega, Vicente Crespo y Antolín Pérez, a razón de 100 cada uno, lo que era indicativo de una posición económica intermedia8. A finales del siglo XVIII y principios del XIX los santiagueros siguieron asentándose en La Vega, como acaeció con Alonso Rodríguez, natural de la villa de Santiago, casado con María del Carmen García, cuya muerte acaeció el 1 de diciembre de 1803 hizo testamento, en el que solicitó ser sepulta-do con entierro cantado mayor y Juan Manso, hijo de Juan Manso y María García, fallecido el 2 de septiembre de 1810, que testó ante el corregidor del pueblo el 30 de junio. Pidió ser enterrado con hopa del Santísimo. Su mujer, Josefa Martel, residía en su pueblo natal con sus dos hijas María y Antonia, ambas casadas. Sus albaceas fueron sus parientes Pedro y José Manso. Ya en plena Guerra de Independencia falleció allí el 19 de septiembre de 1812, sien-do enterrado a los pies de Nuestra Señora del Carmen con entierro cantado mayor otro santiaguero, también con lazos con el anterior Francisco Vargas, marido que había sido de Luisa González Manso. No hizo testamento, dejó encargados todos sus bienes y disposiciones a su hermano Bartolomé y dejó cien misas por su alma. De la vecina Guía de Isora Pedro González Manso, probablemente pariente de los anteriores, que era soltero, hijo de don Pedro González Manso y de María Ximénez, no recibió sacramentos ni hizo testa-mento por no dar lugar el mal del que murió9 En otras áreas del Valle de Caracas, aunque con menor intensidad, se ex-pandieron los sureños. Es el caso de Chacao, donde el santiaguero Tomás Hernández, sobrino del icodense Gregorio Hernández Trujillo y de su her-mano y heredero, compra la estancia a su viuda. Para completar la endogamia contrae matrimonio con Rosalía, hija de Felipe Hernández, su parienta, por lo que para casarse en 1719 tuvo que pedir dispensa de tercer grado de paren-tesco. Tuvieron 10 hijos, de los que 8 llegaron a la edad adulta. Él aportó una mula y un pedazo de yuca que valdría 100 pesos y ella una yunta. Continuaron la misma política matrimonial. Arriendan una parte de sus tierras a su hijo. Su estancia estaba gravada con un censo de 3.000 pesos y eran dueños de 13 8 Archivo parroquial de La Vega. Caracas. Libro de matrimonios, bautismos, defunciones y confirmaciones 1691-1933. 9 Archivo parroquial de La Vega. Caracas. Libro de matrimonios, bautismos, defunciones y confirmaciones 1691-1933. 18 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife esclavos10. En El Hatillo residían dos adejeros, Juan Manuel Alfonso, que falleció soltero y su sobrino Francisco Hernández Alfonso, del que descono-cemos su descendencia11. En El Valle habita el granadillero Juan de la Cruz Bravo y Trujillo, que casa en primeras nupcias con Melchora de los Reyes, con la que tuvo un hijo fraile. En segundas lo hace con su paisana Margari-ta Rufina Betancourt, hija de Francisco Díaz Betancourt y María Francisca Vargas. No aporta nada al matrimonio. Tuvieron 8 hijos que llegaron a la edad adulta y 2 fallecidos de tierna edad. Poseía una casa de paja en tierras de Marqués de Mixares, 2 mulas, 7 u 8 burros, un buey, 3 almudes de maíz de sembradura, un platanal y dos tabloncillos de caña dulce, todo ello en régimen de arrendamiento. Era dueño de 7 esclavos, 4 grandes, de ellos dos mujeres y 2 hombres y 3 niños de pecho. Las tierras de su mujer en el Rincón, sem-bradas de yuca, maíz y platanal no eran todavía partibles entre los hermanos. Tenía gran devoción a su parroquia, dejándole 200 misas “por el gran afecto de haberme administrado el pasto espiritual en tantos años y 200 pesos, gra-cias a las renuncias en su persona de dos de sus hijos frailes12. En el entorno de La Vega coexistían conucos de indios o de mestizos junto con haciendas de caña de oligarcas mantuanos. En una de éstas últimas trabaja el natural de La Zarza (Fasnia) Juan Delgado Marrero, que demuestra la vigencia en sus criterios de gestión de los lazos étnicos, que atañen a la confianza. Casado dos veces, la primera con una hija de un palmero afincado en Macarao y la segunda con otra hija de isleños de los Teques, tuvo dos hijos en cada uno. Trabajó como mayordomo en la hacienda de caña en Caricuao del comer-ciante lagunero Tomás Muñoz entre 1791 y 1805, fecha de su testamento. Su salario era de 200 pesos anuales. Tras la defunción de su dueño, se hizo cargo de ella su sobrino el icodense Fernando Key y Muñoz, que se lo subió a 350. Fue también constructor de acequias. Era carpintero, “cuyo arte confieso”. Al abrir un rasgo en Caricuao cobra 400 pesos durante 3 años y 8 meses, para luego convenirse a 500. El paisanaje es un rasgo esencial en la confianza. Deja como segundo administrador a su compatriota Santiago Rodríguez y como albaceas a Fernando Key, el portuense Telesforo Orea y su paisano el merca-der Antonio Díaz Flores. Tras ejecutar acequias en el Tipe para sus paisanos, 10 A.G.N. Escribanías. Manuel Terreros, 13 de mayo de 1773. 11 A.G.N. Testamentarias, 1745. 12 Ibídem Ante el Teniente de Justicia Mayor del Valle Pedro Flores Crespo, 2 de julio de 1745. Una de sus hijas, Bernarda Encarnación, se casó con el tacorontero José Bello en 1749. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 19 formó una compañía agrícola para arrendar tierras y dedicarlas al cultivo del café y para la cría del ganado. Los conflictos bélicos le llevaron a la ruina. Por eso se entierra en túnica blanca en uno de los tramos comunes de la parroquia de San Pablo13 . En Macarao, que nació como pueblo de isleños, habita el santiaguero Mi-guel González Alonso, hijo de Miguel González Alonso y Luisa Francisca Rodríguez, que se desposa el 23 de noviembre de 1772 con María Tomasa Salgado, natural de esta parroquia, hija de Pablo José Salgado y Florencia Beatriz Martínez. San Carlos Cojedes y la región de Los Llanos El gran centro de la migración familiar interior de los sureños fue sin duda San Carlos Cojedes, en la cabecera de los Llanos de Valencia. Había surgido como eje de la política misional con su erección como villa de españoles en 1678. Su origen y conformación estuvieron en buena medida ligados al auge de la migración isleña. Su éxito fue clave en la colonización de la región, por-que los sancarleños se convierten en fuerza de choque contra los indígenas. Con este método se experimentó una cierta expansión de las misiones con la fundación de 17 entre 1679-1700. La colonización canaria se caracterizó por un notable comportamiento endogámico que permitió agrupar en una intensa red de parentesco tanto a los recién emigrados como a la primera generación de aquellas ya establecidas procedentes del núcleo valenciano. En ella destacamos al chasnero Jerónimo Mena Bethencourt y la buenavistera Isabel Méndez del Castillo, casados en Buenavista en 1655. Emigraron a Ve-nezuela con sus 5 hijos y formaron parte del núcleo fundador de San Carlos, donde Jerónimo fue alférez, regidor y alcalde ordinario. Sus tres hijos casados son testimonio fehaciente de esa política endogámica entre la elite sancarleña. Andrés lo hace en 1691 con Brígida Ventura Hernández de la Joya, Juana con el palmero Gaspar Salazar y Lorenzo e Isabel dos veces, la primera con el sar-gento mayor lagunero Francisco Esquier Sánchez y la segunda con el teldense Juan Hernández Monagas en 172714 . De esa forma se iniciaron cadenas mi- 13 A.G.N. Escribanías. Manuel Muñoz, 12 de marzo de 1818. 14 HERRERA VEGA, D.J. Familias coloniales de San Carlos. Caracas, 1987.Tomo II, pp.27-32. 20 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife gratorias que los conectaron con sus paisanos. Los chasneros Esteban Morín de Barrios y Ursula Melchora emigraron con sus hijos Clemente y María a San Carlos, donde falleció Esteban en 1715. Éstos atrajeron a parientes suyos como los Monroy y los Mena, originarios como ellos del barrio de las Socas en San Miguel. José Lorenzo Monroy falleció en San Carlos en 1802 y otro tanto acaeció con Miguel Alonso Mena. Varios hijos del primero emigraron a Venezuela, como Eusebio, afincado en Turmero y Francisco Miguel y Pa-tricio, que lo hicieron en San Carlos. Éste último contrajo nupcias con Isabel, hija del citado Mena. Compró legítimas de parientes suyos, como la de su hermano Eusebio y las de sus parientes Salvador y María de la Paz Mena, vecinos de Caracas, de Alonso Mena y Agustina González, de Francisco de las Llagas y Nicolás Antonio Reverón y su mujer María Josefa Mena, esta-blecidos en San Juan Bautista del Pao. Prestó 319 pesos en San Carlos a sus paisanos Pedro Bello Marrero, Bartolomé Gómez y Antonio Álvarez, vecinos de Barquisimeto, obligados a satisfacerlos en 319 libras de añil flor. Ya mayor retornó con su esclava Rosalía a su pueblo natal donde testó a los pocos días de llegar ante su fiel de fechos en 180315. Los Valles de Aragua Si la primera generación de los Reverón se asentó en los Altos de Caracas en el último tercio del XVII y enlazaron entre sí, y en la siguiente generación con otros paisanos de la isla, algunos de sus vástagos arraigaron en La Vic-toria, en el corazón de los Valles de Aragua, donde enlazaron con familias de la misma procedencia. Allí se establecen a mediados del XVIII los granadi-lleros Juan de la Cruz Mena y María Antonia Rodríguez, junto con su hija María Josefa, que casa con uno de ellos. De La Cruz, mercader y hacendado en La Victoria, fue su teniente corregidor y donante de la capilla del Calva-rio. Era dueño del trapiche La Puente o el Puente en el valle de Suata, que compró a Diego Jacinto Xedler en 1793, junto con la posesión de la Punta del Monte y la tercera parte de hacienda Jesús. Fomentó el ingenio con tal intensidad que para 1806 tenía 70 tablones de caña y 70 esclavos. El caudal de sus bienes alcanzó en 1821 los 68.550 pesos libres de gravámenes entre sus cinco hijos. Sus propiedades principales, además de la citada eran la del 15 Archivo Histórico Provincial de Tenerife (A.H.P.T.) Leg. 3.284. Copia de testamento de San Miguel de Abona, 8 de noviembre de 1803. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 21 Rodeo, de caña y café, las de café La Cumaca y La Calera, su casa principal valorada en 10.000 pesos y otras posesiones en los Llanos guariqueños16. Al mismo tiempo y desde Vilaflor, emigran a mediados del XVIII dos hermanos Reverón, primos de los anteriores, Juan Antonio y Nicolás, que se trasladan con sus mujeres. El primero se radica en sus inicios en La Victoria, para marchar más tarde después a San Felipe, donde fallece. Nicolás, casado en Granadilla en 1761 con María Josefa, hermana de Juan de la Cruz, lo hace también con sus cinco hijos de edad bastante crecida, pues todos ellos con la excepción de Alberto Antonio, que permanece soltero, se habían desposado en Granadilla y reclaman a su mujer e hijos. Así Ambrosio se hace cargo en 1802 de los 400 pesos del pasaje de cámara de María del Rosario Casanova, esposa de su hermano Francisco de Las Llagas y de sus hijos Nicolás y María Leocadia. De sus escasos bienes sólo pudo vender en Granadilla un pedacillo de tierra por 52 pesos y no pudo satisfacer la deuda que debía con sus creces a las alhóndigas de Vilaflor y Granadilla17. Todos ellos residirán en La Victoria, con la excepción de José Antonio, que lo hizo con sus tíos en San Felipe. La endogamia se mantiene en los Ra-mos, como acontece con Isabel Ramos y Juan Hernández Crespo, afincados en las Mostazas, barrio de La Victoria. Tienen dos posesiones de tierra con 27 esclavos y 100 mulas. Dejan cien pesos al sobrino de Isabel, Manuel Reve-rón, para su ordenación sacerdotal18. Sus medianas fortunas estarán ligadas al comercio. Ser propietario de mulas de arria o mercader en una localidad no-dal deja buenos dividendos. Alberto Antonio, el soltero originario de Vilaflor es allí mercader con tienda y bodega. La administra con su paisano Ignacio María Guirola, que recibe el tercio de sus ganancias. Su capital es de 12.700 pesos, incluyendo 5 esclavos. Tuvo aparcería en Calabozo con el canario José de Santa Cruz y León, a medias con su paisano Luis Suárez Izquierdo. Tenía cuentas con los mercaderes isleños de Caracas y La Guaira Antonio Díaz Flores, Marcos Santana y Simón Ugarte. Incluso tuvo tratos con otro primo suyo emigrado. Liberta a dos de sus esclavas. Funda con sus bienes una ca-pellanía en la parroquia de la Candelaria de La Victoria, en la Obra Banda, barrio por excelencia de los canarios, arteria comercial de la localidad, y da 16 TAVERA MARCO, C.J. Historia de la propiedad territorial en el Valle de Aragua, 1590- 1830. Maracay, 1995, p.130. 17 A.H.P.T. Leg. 752. 23 de enero de 1802. 18 A.G.N. Escribanías. Juan Domingo Fernández, 1 de diciembre de 1777. 22 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 300 pesos a una capellanía que se pretendía fundar en el rodeo de La Victoria a la Virgen del Buen Suceso19. En la localidad se encontraban también guimareros, como los hermanos Francisco Rafael y Juan Rafael de Mesa. Al residir en ella el segundo con su esposa, no se le comprendió en el decreto de expulsión de maridos con sus mujeres ausentes de 1776, pero sí a Francisco Rafael, cuyo cónyuge permane-cía en su isla natal. Pero, como era habitual, no se puso en práctica, como era habitual, por lo que los dos figuran en 1790 como propietarios de pulperías, pagando los derechos de alcabala, y en el de tiendas mestizas de 178720. Turmero fue como La Victoria un antiguo pueblo de indios en el que desde finales del S.XVII se introdujeron canarios atraídos por la rentabilidad del cultivo del tabaco de cura seca, de gran demanda en el mercado interno. Desde mediados de esa centuria en Cuba en sus regiones central y occidental ya se habían orientado hacia ese cultivo. En 1744 Santiesteban lo describía como “de los mayores de la provincia, su situación en un plano de suelo are-nisco, lo bien delineado de sus calles con casas bajas y muchas cubiertas de paja, su vecindario de españoles, indios y gentes de color que todos tienen sus sementeras de tabaco, caña o maíz”. Las décadas de los 70 y los 80 originaron profundas transformaciones en Turmero. El auge del añil y especialmente la implantación del Estanco del tabaco en 1779 atrajeron a labradores canarios que pudieron arrendar las considerables tierras realengas y comunales usurpadas a los indios con las que este monopolio se estableció. En la matrícula del año 1791 había un total de 6918 personas. De ellas los indios eran 1.386, los blancos 2.975, los pardos 1.990 y los esclavos 56721. Es la época en la que la parroquia de la Candelaria se amplía. Cuando Martí la visita tiene ya culminadas la capilla mayor con su nicho de la Patrona, y las dos cabeceras de las colaterales. Sus tierras producen caña dulce, arroz, maíz, cacao, plátanos, yuca, añil “y cuanto se siembra, menos el trigo, que no se da en este territorio”, en contraste con La Victoria y San Mateo. Pueblo de indios, “cuya nación no se sabe por es-tar casi todos amestizados o azambados”, los labradores son pobres y viven 19 Archivo Archidiocesano de Caracas (A.A.C.) Testamentos. Leg. 138. 23 de enero de 1803. 20 TAVERA MARCANO, C.J. Op. Cit. p.185. 21 BARROSO ALFARO, M. Turmero en los documentos inéditos. Caracas, 1988. p.103. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 23 dispersos por los campos. La ropa se ha encarecido considerablemente por las guerras del último tercio del XVIII. Tanto en la opinión de Martí como de los expedicionarios franceses que la visitaron, viven oprimidos por los mi-nistros de la renta del tabaco. Guillaume Mathieu recoge que “los habitantes más pudientes no eran los agricultores sino los empleados del fisco, quienes gravan con toda suerte de derechos injustos el enorme peso de los impues-tos”. Berthier refleja la obligación de vender al Estanco la cosecha, siendo su control total, persiguiendo a los que lo cultivan por libre22. Sus cultivadores fueron labradores pobres, pues no poseían capitales para invertir en cultivos más rentables como el añil o el café. Las plantaciones de Guaruto en Turmero eran las más importantes y ex-tensas del país, dedicadas a la variedad cura seca demandaba por el consumo interno. Llegaron a plantarse 30 millones de matas con un rendimiento esti-mado en 3 arrobas por cada millar. Se escogió este lugar por su distancia de la costa para dificultar el contrabando, por la existencia de plantíos, por sus condiciones favorables y por su cercanía a importantes centros de población, útiles por sus almacenes y medios de vigilancia. El terreno escogido por el Director de la Renta Esteban Fernández de León en 1783 tenía una exten-sión no menor de 1.112 hectáreas. Se encomendó su tala al isleño Alonso de Aguilar. Sus plantaciones se dividieron en fundaciones, separadas por terre-nos incultos o de propiedad privada. Llegaron a formarse 7. Prosperaron más que en ningún otro lugar del país. Tenía en 1792 más de 13.505.000 plantas con una producción de más de 44.500 arrobas. Se vieron afectados por la expansión añilera que demandaba recursos hídricos y mano de obra y esquil-maba los suelos. Sus labradores se quejaron contra ella en 1787. En 1805 se alcanzó la producción más elevada. Se habían plantado 20.043.000 de matas, cultivándose 3.500 hectáreas. Su población se estimó entre las seis y las siete mil personas. En 1808 fue diezmada por los estragos del paludismo a conse-cuencia de la falta de agua corriente en el Aragua que las atravesaba, el uso forzoso de las estancadas y la apertura de pozos para riego. Una circunstancia aprovechada por Güigüi, cuyos cultivos habían sido prohibidos desde 178323. 22 MARTÍ, M. Op. Ci t. Tomo II pp.284-286. DUARTE, C.F. Misión secreta... pp.249-250 y 346-347. 23 ARCILA FARIAS, E. Historia de un monopolio... pp.115-127. 24 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife Un expediente de casamiento del candelariero de 29 años Andrés Ro-dríguez Cuello, labrador de tabaco en “la fundación del Rey” en 1804, desde hacía 13 a 14 años, es bien ilustrativo de su asentamiento. Se quería casar con una pobre huérfana, Inés González, hija de dos labradores isleños falleci-dos sin testar Miguel González y Teresa Bethencourt. En los interrogatorios abiertos aparecen los vegueros de Camburito Antonio Rafael Pérez, natural de Güímar, de 32 años, y de las plantaciones del Rey el tinerfeño Francisco Alonso del Castillo24. La concesión de tierras y los préstamos para hacer frente a su cultivo eran sus alicientes. Andrés debió llamar al poco tiempo a su hermano Francisco Ignacio, pues ambos aparecen en 1808 como albaceas del labrador realejero soltero Mauricio Hernández Barroso25. Entre los hacendados de Turmero de procedencia sureña nos encontra-mos con el aronero José de Fraga, subteniente y capitán de las milicias de blancos de esos Valles, casado con el 19 de febrero de 1797con Ana Joaquina de Lugo, natural de Tenerife. Era hijo de José Domínguez de Fraga y Ana de Frías, ya difuntos. Dejó 600 misas rezadas, 400 de ellas de 8 reales por cuatro sacerdotes y las 200 restantes de 4 por los religiosos de San Francisco y Santo Domingo de Caracas, 200 pesos para ayuda del cuidado del altar Nuestra Señora de las Mercedes que se veneraba en la iglesia de Turmero, y 25 pesos para los pobres. Sus albaceas lo fueron su mujer y José Antonio Betancourt y Antonia Domínguez Fraga sus sobrinos. Su esposa se convirtió en su here-dera por no tener sucesión de su matrimonio no tuve sucesión26. Una prueba evidente de estas transformaciones es la erección de la parro-quia de Santa Cruz de Escobar en 178127. Su censo de 1786 no deja lugar a dudas sobre quiénes eran sus pobladores: 1642 blancos, 26 indios libres, 595 pardos y sólo 21 esclavos. No existía en sus contornos ninguna hacienda28. 24 A.A.H. Civiles, 1804. 25 25. A.H.P.T. Leg.3497. 23 de julio de 1808.Copia de testamento de 23 de julio de 1808 ante Francisco Osio, Justicia Mayor de Turmero. El realejero dedica sus escasos bienes a misas por su alma. 26 Archivo Parroquial de Turmero. Defunciones 1698-1747 y 1748-1851. 27 MARTÍ, M. Ci t. Tomo II, p.436. 28 Universidad Simón Bolívar. Bolivarium (U.S.B.B.) Documento nº281. Visita de José de Castro y Araoz del partido de los Valles de Aragua. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 25 Hasta 1781 Turmero es la única parroquia de la zona, por lo que los po-bladores de Santa Cruz de Aragua se registran en ella hasta la erección de una nueva en esa última localidad. Allí fallece con entierro mayor el 4 de abril de 1767 el güimarero Cristóbal Delgado, casado con María Rodríguez de esa feligresía y el 7 de octubre de 1760 con entierro mayor Juan de Morales, adul-to, hijo de Polinario de Morales y María Rodríguez naturales de Vilaflor. No pocos no salieron de la miseria. Ese es el caso de Domingo, adulto y natural de Güímar, fallecido en Turmero el 10 de marzo de 1788. Desposado en su loca-lidad natal, “no hay quien sepa cómo se llama su mujer, lo que algunos dicen ser Martín, ni si tuvo hijo o no. Murió de repente, Don Juan Izquierdo, que lo tenía recogido en su casa, pagó 20 reales por la sepultura”. Por su parte, el granadillero Francisco González, que recibió entierro menor el 17 de agosto de 1792, era hijo de Juan y de María González, murió de un golpe de hierro. El 25 de noviembre de 1816 murió Juan Agustín Baute Fariña, soltero, hijo de Juan Baute Fariña y Anastasia. Era natural de Arafo. A petición de don Francisco Cuello se le cantó misa. Otro tanto podemos de decir de José Antonio León, natural de Vilaflor, hijo de Manuel de León y Catalina de León muertos, que se desposa el 8 de mayo 1786 con María Eulalia Ruiz, natural de ese pueblo e, hija de Pedro Ruiz, ya fallecido y Josefa Rodríguez29. Los santiagueros, como acaece en toda Aragua, son uno de los compo-nentes sureños mayoritarios. Es el caso de Salvador Forte, que, sepultado el 14 de junio de 1773 con entierro mayor cantado, había fallecido de forma súbita. Hijo de Sebastián Forte y de María Martel, no testó por poseer bienes muy cortos, de Francisco de Abreu, fallecido de accidente el 19 de febrero de 1797 y casado con su paisana Águeda Francisca Forte, de Antonio Torres, adulto, soltero, sepultado el16 de agosto de 1799. Era hijo de José Torres y de Bárbara Trujillo, difunta, todos blancos. También de Salvador Gorrín, soltero, enterra-do con misa cantada el 2de diciembre de 1805. Hijo de Salvador Gorrín y de María Delgado, vecinos del lugar. Hizo testamento ante el teniente de justicia mayor de este pueblo, en el que dispuso que fuese amortajado con lienzo blanco. Donó 200 misas de 8 reales, 100 oficiadas por el presbítero Tomás Calzadilla y las restantes por Fray Ignacio Méndez, religioso de San Francis-co. Finalmente, Clara Gorrín, viuda de Antonio González Barrios, miembros los dos de dos de los más significativos y acomodados linajes santiagueros de 29 Archivo parroquial de Turmero. Matrimonios, 1783-1943. 26 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife Aragua. Fue enterrada con misa cantada a petición de su hijo Francisco Gon-zález Barrios, entierro cantado30. Uno de los hacendados isleños más ricos de Santa Cruz del Escobar fue el granadillero Pedro Rodríguez Bello, viudo de Juana García del Castillo, falle-ció en Turmero 10 de enero de 1796, donde hizo testamento ante Francisco Antonio Ruiz. En él dispuso que como hermano del Santísimo, se amortajase su cuerpo con la opa de dicha cofradía y también con el hábito de San Fran-cisco, que fuese sepultado en esta parroquia junto al altar de los Santos des-posorios y le diesen 60 misas por su alma, unas 30 por el cura de Santa Cruz Manuel Antonio Fajardo y las otras 30 por el de Turmero en el altar mayor, 60 pesos para la fábrica que se pretendía hacer en el pueblo de Santa Cruz, 200 pesos a tributo una fiesta mensual al Santísimo de sus réditos en la de Turmero, 6 pesos a doce pobres vergonzantes de este pueblo, quince reales a cada uno. Sus albaceas eran paisanos suyos, el capitán Antonio González Be-tancourt, el capitán José Fraga y José Villareal. Dejó por heredero a su sobrino Francisco Miguel Rodríguez Bello, que residía en Granadilla31. El 11 de junio de 1802 falleció allí Juan Martín Barreto, soltero, natural de Granadilla. No hubo quien diera noticia del nombre de sus padres. No testó por no tener de que. También vivió en esa localidad Juan Rodríguez Ledesma, natural de Güímar y residente en la villa de San Luis de Cura, hijo de Tomás Rodríguez y Josefa González de Ledesma, casado el 3 de diciembre de 1793 con Josefa González, natural de este pueblo, hija de Antonio González difun-to y de María de la O Rivera. Otro sureño allí establecido fue José Rodríguez del Castillo, natural de Arico y vecino de Maracay, hijo de Pedro Rodríguez del Castillo y de María Andrea Torres, que celebró nupcias el 22 de abril de 1805 con María Cipriana Romero, natural de la Gomera y vecina de ese pueblo, hija de Diego Romero, difunto, y de Juana Gómez. De Candelaria era José Antonio Delgado, hijo de Leonardo Antonio Delgado y Juana de la Cruz Ramos, difuntos, contrajo matrimonio el 4 de mayo de 1807 con Úrsula Ramos, natural de ese pueblo, hija de Domingo Ramos, difunto, y Ángela Bibiana Guevara32. 30 Archivo parroquial de Santa Cruz de Aragua. Libro de defunciones. 31 Archivo parroquial de Turmero. Defunciones 1698-1747 y 1748-1851. 32 Archivo Parroquial de Turmero. Defunciones 1698-1747 y 1748-1851 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 27 Entre los pobladores de Santa Cruz de Aragua a fines del siglo XVIII fue considerable el peso de los chasneros, especialmente de los originarios de San Miguel de Abona. Hemos localizado, entre otros, a José Rodríguez Sierra, ca-sado con María Gracia Pérez el 16 de junio de 1794 e hijo de Juan Rodríguez Sierra y María Rodríguez. No recibió el viático por hallarse muy distante del pueblo y no había dado tregua la enfermedad para ello. A José Alonso Pérez, natural del “lugar de San Miguel de Vilaflor de Chasna”33, hijo de Sebastián Alonso Pérez, difunto, y María Gracia, fallecido el 19 de julio de 1794 con nupcias en Chasna con Josefa Antonia Delgado, natural y vecina del pago de San Miguel. Otorgó su testamento ante el escribano Francisco Antonio Ruiz el año anterior en el que dispuso que su entierro se hiciese en esta iglesia, de-jando la forma a disposición de sus albaceas según los haberes del dicho. Sus albaceas eran su cuñado Salvador Xavier Delgado, residente en este pueblo y su mencionada consorte Josefa Antonia Delgado. Dejó por heredero a su hijo Antonio José Pérez. Otros naturales de San Miguel fueron Plácido Lorenzo Monroy y José Francisco Bernal, soltero, fallecido en Santa Cruz de Escobar el 21 de agosto de 1795, que otorgó testamento el 18 ante Francisco Antonio Ruiz escribano real. En él declaró ser natural del lugar de Chasna, parroquia de San Miguel, hijo de José Francisco Bernal y de María Alonso de la Cruz. Se enterró con el hábito San Francisco y dejó 100 misas de 8 reales, 25 pesos para el aceite de la lámpara del Santísimo Sacramento y 18 para que en el día de su sepelio se distribuyesen entre los pobres del vecindario. Fueron sus albaceas su herma-no Domingo Francisco Bernal, Antonio Garabot y Lucas Linares. Dejó por herederos a sus padres. Por su parte, Plácido Lorenzo Monroy, fallecido el 3 de septiembre de 1793 era hijo de Miguel Lorenzo Monroy y María Antonia Bernal. No llegó a testar. De San Miguel eran también nativos Tomás David de los Reyes, hijo de Juan Rodríguez Reyes y Catalina Bernal por entonces difunta, con nupcias el 20 de febrero de 1800 con Cayetana Bernal, natural del pueblo, hija de Pedro Francisco Bernal y de Juliana Pulido, feligreses de esta parroquia, que eran parientes, por lo que hubieron de ser dispensados por el obispo de 2º con 3º34, Antonio Gracia Betancourt, hijo de Marcos Díaz y 33 Hay que tener en cuenta que San Miguel fue parroquia un año después. 34 Contrajo segundas nupcias el 26 de junio de 1805 con Josefa María Benedicta Uzcanga, natural de ese pueblo, hija de José Julián Uzcanga y doña Gabriela Rondón, ambos contrayentes feligreses del pueblo. 28 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife Catalina Gracia Betancourt, con nupcias el 24 de febrero de 1800 con María Luciana de Ávila, natural de Maracay, hija de José Alonso de Ávila y de Ma-ría Dominga Martínez, José Bello Marrero natural de San Miguel viudo de María de la Encarnación Morales, hijo de Andrés Bello Marrero y de María de la Cruz Delgado, desposado el 3 de marzo de 1803 con María Rita Ramos, natural de Santa Cruz de Aragua, hija de Domingo de la Cruz Ramos y de Ángela Bibiana Guevara y Miguel Agustín León de la Sierra, hijo de Miguel León de la Sierra y de María Javiera Bello Marrero, casado con Juana Cecilia Gil, natural de Turmero, viuda de Domingo Antonio Pérez e hija de Pedro Miguel Gil y de María de la Ascensión Martínez. Específicamente originarios de Vilaflor y afincados allí lo fueron Tomás Delgado, soltero, hijo de Salvador Delgado y de Ana Rodríguez, que murió el 10 de septiembre de 1796y no dejó últimas voluntades y Mateo Rodríguez Reverón, cuyos padres fueron Mateo Rodríguez Reverón e Isabel González Monroy, cuyo sepelio acaeció el 24 de abril de 1798. Se había desposado con Bárbara María Bernal y testó ante el escribano Francisco Antonio Ruiz el 29 de marzo de ese año. Solicitó enterrarse con hábito San Francisco y, a falta de este, con lienzo blanco y donó 50 misas de 4 reales. Declaró deber a la fábrica parroquial 25 pesos de un total de 50 que prometió para la nueva iglesia que se estaba por entonces edificando, los que mandó se sacasen de sus bienes con 10 pesos más para el mismo efecto. De su matrimonio nacieron José Florencio, Juana de la Luz, María del Rosario, María Jerónima y José Antonio, a quienes dejó por sus herederos, siendo sus albaceas su mujer y Pedro Francisco Bernal. De Chasna era oriundo Domingo González Mena, fallecido el 22 de julio de 1802. Había otorgado testamento ante Francisco Antonio Ruiz, en el que solicita ser enterrado con el hábito de San Francisco y ser sepultado en la parroquia con vigilia y misa de cuerpo presente. Deja 100 misas rezadas de 8 reales y 20 pesos para la fábrica de la nueva iglesia de ese pueblo que se estaba construyendo. Era hijo de Agustín González Mena y María Rodríguez y había contraído nupcias en su isla natal con Blasina Reverón, natural y residente en ella que, al momento de fallecer vivía, de cuyo matrimonio no había tenido descendencia. Declaró como sus albaceas a Domingo y Agustín González de Paz y dejó por heredera a su consorte, con calidad de que en el caso de que viva alguna de sus hermanas o todas ellas, les diese a cada una 50 pesos. Otro chas-neros eran Agustín de los Santos natural de Vilaflor, y vecino de dicho pueblo, donde murió el 1 de octubre de 1802, siendo viudo de doña María Morales, José Betancourt Fraga hijo de Juan Betancourt y de María Dominga Fraga, III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 29 fallecido el 29 de marzo de 1808, que no testó y José Domínguez Villareal, hijo de Juan Domínguez Villarreal y de Josefa Alonso Mena, desposado el 7 de enero de 1795 con Paula Antonia Acosta, hija de Juan Francisco de Acos-ta y Juana Castellano, ambos contrayentes feligreses de esta parroquia y José Aniceto Rodríguez Feo, hijo de José Antonio Rodríguez Feo e Isabel de las Nieves, que lo hizo el 21 de abril de 1800 con Juana de la Luz Reverón, natural de ese pueblo, hija de sus paisanos Mateo Reverón, difunto, y Bárbara Bernal, feligreses de la parroquia. Cagua es un importante eje nodal que pone en comunicación el camino real Caracas-Valencia con los Llanos a través de Villa de Cura. Alcanza en 1781 los 5.506 habitantes. Coexisten en él plantaciones de añil, trigo y otros produc-tos. Pasa por sus alrededores el río Aragua. Su estructura étnico-social estaría conformada por 2.389 blancos, 296 indios, 2561 pardos y 260 esclavos. Los datos que nos proporciona en 1786 Castro y Araoz son distintos, por cuanto se halla disgregado de su territorio el gran centro tabaquero blanco de Santa Cruz del Escobar. Sin embargo es bien contradictorio en cuanto al número real de indios. Nos proporciona la existencia de 17 haciendas, 1352 blancos, 16 indios libres y 407 tributarios, 2394 personas de color libres y 264 esclavos. Es evidente el trasvase de pardos hacia indios, lo que nos habla de la confusión del concepto de indígena, cuando éstos son en frase de Martí “amestizados y azambados”35. Los isleños se asientan desde bien temprano en Cagua. La propiedad no está tan concentrada como en otros pueblos de Aragua. Se dedican al cultivo de pequeñas parcelas de agricultura de subsistencia o de tabaco, no sin contra-dicciones con sus habitantes autóctonos. En esa localidad el predominio entre los sureños es el de los santiagueros , entre los que podemos destacar a José Gorrín, hijo de José Gorrín y de Flora Hernández, casado que fue con Leonor Francisca de Soto, con la que tuvo dos hijas, Petronila y Manuela, que fue ente-rrado en su parroquia el 18 de agosto de 1789, realizando memoria testamental el 13 de agosto de ese año, Salvador Gorrín, casado el 16 de abril de 1807 con María González en la isla, Juan González Barrios, hijo de José González Ba-rrios y Bárbara Perera Giménez y desposado el 17 de mayo de 1790 con María Rita Sánchez, hija de Juan Antonio Sánchez y María de Jesús Narigón, Pedro Melo, hijo de Juan Melo Navarrete y de Margarita Josefa Martel con nupcias 35 MARTÍ, M. Op. Ci t. Tomo II, pp. 272-275. Informe de Castro y Araoz en U.S.B.B. Documento nº281. 30 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife el 26 de septiembre de 1791con Francisca Rosalía Quintero, de esa feligresía, hija de Juan Quintero y de María Martel, todos ellos blancos y Antonio Go-rrín , hijo de Salvador Gorrín y de María Jiménez, que contrajo matrimonio el 12 septiembre 1797 con María Antonia Benero hija de Pedro Benero y María Rita Torres, vecinos del pueblo y de Juan Feliciano de Torres, hijo de Feliciano de Torres y de Ángela Navarro. Fallecidos con anterioridad a las nupcias y que se desposó en Cagua el 9 de abril de 1753 con Luisa del Toro natural de ese pueblo y viuda de Antonio Rodríguez. Los naturales de Guía de Isora se establecen también en esa localidad. Es el caso de Antonio Melo Navarrete, hermano del significativo comerciante caraqueño Miguel Melo Navarrete, que se desposó en Cagua con Juana María Borges, de ese vecindario, y que falleció el 1 de octubre de 1807 , siendo ente-rrado con misa cantada por menor, de José González de Vargas, hijo de Anto-nio González Vargas y Josefa Giménez, residentes en dicha isla, que contrajo nupcias el 31 de agosto de 1794 con licencia de su primo Cristóbal Trujillo en virtud de la pragmática real con Jacoba Collazo, natural de La Coruña y viuda de dos consortes, siendo el último el sargento veterano Francisco Gar-cés, fallecido en Puerto Cabello y de Antonio Martín de Vargas hijo de Diego Martínez y de María de Vargas, que contrajo nupcias el 3 de junio 1795 con Josefa María de la Concepción Viana, hija de su paisano tinerfeño Juan José Viana, ya difunto y de Juana María Álvarez . Otros sureños establecidos en Cagua son los güimareros Juan González Rodríguez Bencomo, hijo de Domingo González Bencomo y María Rodrí-guez, desposado el 27 de marzo de 1746 con Sebastiana Rodríguez, natural de Cagua, hija de Lucas Rodríguez Leonardo y de María Rosalía Delgado, Agustín Pérez, hijo de Domingo Pérez y de María Marrero con nupcias el 30 de julio de 1770 con Rita Ortiz hija de Nicolás Ortiz, difunto, y Jacinta Ba-rrios, vecinos de Cagua y Juan González Grillo, hijo de Juan Hernández Grillo y Francisca Vizcaíno, desposado el 1 de septiembre de 1749 con María Suárez de Jesús, natural de Cagua, hija de Sebastián Suárez y de Ángela Bernal. La constante inmigración de sureños de diferentes pagos, que se superpone en distintas generaciones con estrechas conexiones familiares entre sí y nota-bles vínculos de parentesco, explica este significativo fenómeno del especial arraigo de los mismos en el territorio aragüeño, con una notable movilidad dentro de sus diferentes localidades. En Cagua son también representativos los chasneros y los granadilleros. Entre los primeros nos encontramos con Pedro Francisco Bernal, originario de Vilaflor, hijo de Bartolomé Francisco Bernal y III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 31 de María González, casado el 9 de febrero de 1752 con María Petronila Co-rrea, natural de Cagua e hija de Francisco Xavier Correa y María Dionisia de Losada, feligreses de esa parroquia, siendo testigo su pariente Dionisio Bernal, de Manuel González Monroy, también nacido en esa localidad, hijo de Agus-tín González Monroy y de Catarina García, que lo hizo el 7 de agosto de 1766 con Teresa Díaz, hija de José Domingo Díaz y de Josefa Jerónima, naturales de ese pueblo y de los sanmigueleros Miguel Jacinto de León, hijo de Ventura de León y de Antonia García de la Cruz, que contrajo boda el 10 de febrero de 1773 con María Manuela Rodríguez, natural de La Victoria, hija de Diego Francisco Rodríguez y Josefa Marcelina Mendoza, vecinos de esta feligresía y Juan Bernal, vecino de San Juan de los Morros, hijo de Domingo Bernal y de María Pérez con nupcias el 7 de enero 1801 con María Serafina Rivero, de ese vecindario, hija de Juan de la Ascensión Riveros y de Magdalena Rivas. Entre los granadilleros nos encontramos con Manuel González Betancurt, vecino de Turmero, hijo de Juan González Betancurt ,difunto, y de María González Betancurt, que contrajo matrimonio el 7 de enero de 1802 con Jose-fa Rita Frías, natural de la villa de Calabozo, criada y vecina de Cagua, hija de Antonio Frías y María Petronila de Torres, con Pablo Francisco Casanova, hijo de Francisco Casanova y Josefa García, difuntos, con nupcias el 15 de mayo 1803 con la expósita caraqueña María Francisca de la Cruz Garcés, educada en ese pueblo, con Domingo Antonio Hernández, hijo de Andrés Simón Her-nández y de María Lorenzo Rivas, difuntos, desposado con la caguense Anto-nia de la Luz Quintero, hija natural de Leocadia Quintero y con José Antonio Morales, hijo de Bartolomé Morales y de María Antonia Linares del Castillo, que contrajo boda el 10 de mayo 1804 con María de la Trinidad Martínez de Abreu, originaria de ese pueblo e hija de Antonio Martínez de Abreu y de María del Rosario Borges36. En el extremo occidental de los Valles de Aragua, Maracay experimentó un crecimiento espectacular con la expansión añilera a partir de 1773. En 1744 Santiesteban lo describió como un pueblo de indios “de bastante extensión y su vecindario de bastantes españoles e indios. Tiene calles bien delimitadas, algunas casas de tejas con plantíos de caña, tabaco y maíz. Antes de entrar a este pueblo se pasa un pequeño río y otro a la salida, ambos por buenos vados “37. Su indis-cutible apego con la eclosión del añil a través de la introducción de una variedad 36 Todos ellos en Archivo parroquial de Cagua. Libros de matrimonios. 37 SANTIESTEBAN, M. Op. Ci t. p.258. 32 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife guatemalteca por el vasco Antonio de Arvide ha sido quizás sobrevalorada por la historiografía venezolana sin contar con estudios sobre períodos anteriores y basándose más en testimonios de viajeros que en otras fuentes. Tras esta puntualización, situémonos en el Maracay anterior al auge añile-ro. No era un pueblo de tres o cuatro casas de cogollo como interesadamente quiso hacer ver Arvide, como se aprecia en el testimonio de Santiesteban. Ya era parroquia desde 1701. En la solicitud figuran un número considerable de isleños. En 1732 un grupo de 10 de ellos con más de 40 años de residencia encabezan una petición para constituir la localidad en una villa. Sus diligencias no prosperaron38. Bien pronto tropezaron con la oligarquía, que detentaba la propiedad de gran número de haciendas. Las mismas relaciones de parentesco y vecindad que hemos visto en otras localidades de Aragua se observan fehacientemente en Maracay. En ella existía una numerosa colonia de güimareros, santiagueros e isoranos. Entre los prime-ros se encuentra Agustín García, hijo de Cristóbal García difunto y de María González Tejeda, blancos, soltero, por lo que fuera heredera su madre, que efectuó testamento el 12 de octubre de 1788 ante el teniente justicia mayor del pueblo, y se enterró con hábito de San Francisco y dejó 50 misas, José Antonio Medina, también célibe, hijo de Gaspar Medina y Teresa Almenara, que dis-puso su sepultura con hábito San Francisco al pie del altar de Nuestra Señora de Candelaria, que testó ante Tomás Rodríguez, con 200 misas para su alma. Sus albaceas fueron dos significados hacendados y comerciantes santiagueros arraigados en Maracay, Antonio y José González de Soto. Otro güimarero es-tablecido en Maracay fue Luis Delgado, hijo de Cristóbal Delgado y de María Siveria con nupcias el 15 de junio de 1767 con Petronila Josefa Amarales, hija de Manuel Amarales y de Rita Rosalía Hernández. Esos apuntados vínculos de parentesco se muestran también en los iso-ranos. Es el caso de Santiago Vargas, fallecido el 7 de noviembre de 1804 y enterrado con misa cantada menor, que se había casado con Catalina Gutié-rrez y había efectuado testamento el 18 de octubre de este año, de Francisco Vargas, soltero, enterrado el 27 de febrero de 1805 y de Antonio Baute, que fue enterrado con misa rezada de limosna el 25 de junio de 1807, casado en segundas nupcias con Margarita González, natural de Valle Santiago, que en ese momento era ya difunta39. 38 BOTELLO, o. Historia de Maracay. Maracay, 1991. pp..46-47. 39 Archivo parroquial de Maracay. Libros de matrimonios y defunciones. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 33 Pero, sin duda, como era característico de todos los Valles de Aragua, la mayor colonia sureña era la santiaguera, con notables vínculos de parentes-co entre sus integrantes y con una posición hegemónica en no pocos casos, como acontece con la familia González de Barrios entre los comerciantes y hacendados canarios de Maracay. Entre ellos podemos reseñar a Francisco González Barrios, hijo de Antonio González Barrios y de Francisca Martel, fallecido el 17 de septiembre de 1794, de Sebastián Forte, natural de Tene-rife, hijo de Sebastián Forte y de María del Carmen Fuentes, muerto el 11 de diciembre de 1794, de Agustín González Cano, casado con su paisana Antonia y enterrado el 10 de junio de 1795, de Sebastián Gorrín, que recibió sepultura con entierro cantado menor el 15 de noviembre de 1797, desposa-do con Margarita Guedes el 8 de abril de 1795, natural de ese pueblo, y de Antonio Trujillo, marido de Margarita Josefa Martel, natural de dicho lugar, difunto el 29 de mayo de 1798, que testó y dejó diferentes donaciones en el convento franciscano de Caracas a la capilla del Niño perdido un lienzo blanco y 30 misas de San Gregorio y 25 pesos a la parroquia que fue bautiza-do, siendo sus albaceas su hermano Juan Trujillo, Gregorio Caldera y Jacinto Cardoso, vecinos de Ocumare. Dejó por herederos a sus dos hijos, Juan y Salvador, y por tutora a su mujer. Otros santiagueros arraigados en Maracay fueron Antonio Gorrín, sol-tero, hijo de José Gorrín y de Flora Hernández, fallecido el 1 de noviembre de 1800, que testó ante el escribano Diego Ximénez el 28 de octubre, que dejó por albacea a su paisano José González Soto y por heredera a su madre, siendo enterrado con misa cantada menor y túnica blanca, lo que era indi-cativo de su pobreza, de Juan Martel, hijo de Lázaro Martel y de Eugenia Gorrina, desposado el 9 de mayo de 1768 con Juana Bernabela Pérez, viuda de Domingo de Córdova, hija de Juan Pérez y de Juana Ignacia Martínez, de Pedro de Barrios, hijo de Domingo Francisco de Barrios y Lucía Gorrín, con nupcias el 6 de abril de 1802 con María Jesús Aquilina Suárez, hija de Ignacio Suárez Pan y Agua difunto y Juana Manuela García del Castillo, ve-cinos de Maracay, José Delgado, hijo de Bartolomé Delgado y María Trujillo, que había contraído matrimonio el 12 de abril de 1803 con María Merced Siquiel hija de don Juan Olay Siquiel y de María Nicolasa Hernández, ya difuntos, de Salvador Martel, viudo de Ana María González Sotomayor, hijo de Domingo Martel y Ana García Navarrete, cuya boda con Ana Gertrudis Gómez, hija de don Juan José Gómez y doña Cayetana Montalvo, había acontecido el 13 de febrero de 1809 y Sebastián Forte, casado con doña Isa-bel de Barrios, fallecido el 5 de julio de 180440. 40 Archivo parroquial de Maracay. Libros de matrimonios y defunciones. 34 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife Pero de todos ellos los más significativos hacendados y comerciantes de ese origen establecidos en Maracay pertenecían a dos familias del Valle de Santiago, de las que hablaremos más tarde sobre algunos de sus miembros en otras áreas de Aragua, los González Sotomayor y los González de Soto. Entre ellos destacó en Maracay Bartolomé González Sotomayor, hijo de Leonardo González Sotomayor y María Marcela Abreu, casado el 3 de octubre de 1791 con Josefa Arcaras, hija de Santiago Arcaras, difunto y Bárbara María Ovalle y José González de Soto, hijo de Leonardo González y Marcela Abreu, viudo de María Martel y desposado el 25 de septiembre de 1797 con Juana Josefa Correa, hija de Juan Víctor Correa y doña Bárbara Rodríguez, difuntos por aquel entonces41. No permanecieron tampoco ajenos a los conflictos bélicos y sociales de la Guerra de Independencia venezolana. Tomaron partido mayoritariamente por la causa realista como su célebre paisano Salvador Gorrín. Tres de ellos fueron pasados por las armas en la Guerra a Muerte de Bolívar, ajusticiados en su pla-za principal ante todos los vecinos de Maracay, dos de ellos el 6 de septiembre de 1813 Antonio González, casado con Clara Gorrín, y Bartolomé González, con nupcias con Josefa González, y el 29 Pedro Martel adulto, desposado con Josefa Córdova42. Finalmente, Villa de Cura era paso obligado en la ruta llanera caraqueña, hasta el punto que llegó a definirse como la Puerta de los Llanos. El paisaje es abrupto y el clima árido, cálido y seco. Situado en un valle fértil y poco cultiva-do, la ocupación esencial es la cría del ganado y algunos cultivos de subsisten-cia. Sus funciones de tráfico le dan vivacidad a su poblamiento. En 1810 cuenta con 4.692 habitantes. La mayor explotación agrícola es la caña de azúcar en la zona aluvial del Tucutunemo, donde se concentran sus escasos esclavos. Con anterioridad a la implantación del Estanco los labradores pobres cultivaban bastante tabaco. Se inventariaron más de 5.000 arrobas, por lo que su prohibi-ción les afectó duramente. La mayoría de los vecinos son pobres. No se puede hablar de acaudalados, pues “los más ricos o menos pobres son los dueños de los trapiches, que cuanto más tendrán unos ocho o diez tablones de caña”. La destilación del aguardiente es su arbitrio para ganar algún dinero. Bien clara es su estructura étnico-social. En 1780, los blancos son 2.087, los negros, 126, los pardos 1.781, los indios 85 y los esclavos 37443. 41 Archivo parroquial de Maracay. Libros de matrimonios y defunciones. 42 Archivo parroquial de Maracay. Libro de defunciones. 43 MARTÍ, M. Op. Ci t. Tomo II, pp. 194-195. Tomo VII, p.39. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 35 Villa de Cura nació en 1718 como resultado del encumbramiento nobilia-rio de Juan de Bolívar y Villegas. Tras adquirir algunas propiedades en su en-torno solicita en 1717 convertirse en capitán poblador de una villa con el título de San Luis, erigida a sus expensas. En dos años debería de contar con 30 ve-cinos. Sus primeros fundadores fueron agricultores blancos, en alta proporción isleños, como se puede apreciar por sus apellidos44. En 1722 se le confirma su cédula fundacional, que le da jurisdicción civil y criminal y capacidad de elec-ción de sus regidores por su vida y la de dos herederos más. Se opone a ella el cura de Cagua y hacendado caraqueño Pedro Díaz Cienfuegos, que poseía tie-rras en la zona, que pleitea hasta que en 1731 toma posesión de ella su segundo capitán poblador, José de Bolívar. Los Bolívar se desentienden pronto de sus propiedades, poco atractivas para ellos, sólo adquiridas con ese objetivo45. En esta localidad destacaron de nuevo entre los sureños los santiagueros y los chasneros. Entre los primeros, Antonio Gorrín, hijo de Salvador Gorrín y de Ángela Navarro, casado el 23 de julio de 1767 con la hija de isleños Juana Amador, natural de Turmero y vecina de Cagua, hija de Ángel Amador y Tere-sa de los Reyes, Antonio Fonte, hijo de Antonio Pérez Fonte y Antonia Torres, con nupcias el 13 de junio de 1808 con Luisa Adames expósita, Sebastián Fonte, hijo de Damián Fonte y de María Josefa Gorrín, desposado el 28 de diciembre de 1803 con Isabel Barrios hija de Francisco Barrios y María Inés Tovar, aquel vecino de Maracay y esta de Villa de Cura y Bartolomé Hernán-dez Guanche, hijo de Bartolomé Hernández Guanche y María de la Ascen-sión Alonso que lo efectuó el 19 de mayo de 1800 con Candelaria Carias, hija de don José Antonio Moreno. Entre los chasneros se encuentran los naturales de Vilaflor José Antonio de León, hijo de Manuel de León y de Bárbara Antonia Frías, que contrajo matrimonio el 7 de octubre de 1803 con Manuela Bencomo, hija del regidor oriundo de las Islas Juan Antonio Bencomo y de Isabel Borges y José Anto-nio Monroy, hijo de Miguel González Monroy y de María de la Cruz Bello y Luisa Díaz Argote, natural de esta villa, hija de José Díaz Argote difunto y doña Bernarda Ramos Villasana, miembros éstos últimos de una de las más significativas familias de Villa de Cura, originarias de Buenavista46. 44 BOTELLO, o. Historia de Villa de Cura. Villa de Cura, 1982 2ªed. p.30. Véase también A.G.I., Caracas. Leg.184 y A.A.C. Libro del Estado y gobierno de la iglesia parroquial de la villa de San Luis de Cura. 45 A.G.I. , Caracas. Leg.184. 46 Archivo parroquial de San Luis de Villa de Cura. Libros de matrimonios 36 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife La Región Guarenas-Guatire A continuación de Petare se halla la microrregión de Guarenas-Guatire, donde se emplazan esas villas a 384 y 321 ms. Guarenas, la primera y la mayor, fue pueblo de indios desde 1621. Recibió desde fines del XVII una creciente migración isleña, que explica su elevada proporción de blancos. En 1784 de un total de 2.532 habitantes, eran 907. Los pardos y negros libres eran 470, los indios 575 y los esclavos 484. En 1800 seguía manteniéndose la proporción. De un total de 2.999, 1004 eran blancos, 397 indios, 226 pardos, 655 negros libres y 717 esclavos. Sus haciendas de caña se hallaban en las vegas del río. Los indios conservaban una pequeña parte de las tierras. A ellos y otros pobres se les contrata como jornaleros porque los esclavos son insuficientes47. Los encomenderos, los Rengifo Pimentel, se adueñaron progresivamente de sus tierras. En 1680 José Rengifo denuncia ante el Gobernador la invasión que distintos isleños con Juan Lucas Caraballo a la cabeza estaban haciendo de sus propiedades. Se resisten a abandonarlas, alegando que las habían recibido por donación. Melo Maldonado, interesado en su colonización, no le presta atención. Caraballo le acusa de usurpador. Rengifo contraataca afirmando que éste por su condición de isleño estaba empeñado en introducir a sus paisanos y expulsar a los indios. Lo cierto es que su número crece por las oportunidades que se le presentan. En 1705 Domingo Díaz Betancourt solicita la composi-ción de un pedazo de una loma donde había construido su casa y una vegita donde cultivaba tabaco. Se había trasladado en 1683 a la provincia48. La colonia isleña se especializa en todas las labores relacionadas con la caña de azúcar y en el cultivo de pequeños huertos. Su trabajo en los trapiches ya lo había especificado Humboldt al afirmar que “si las primeras cañas vinieron al Nuevo Mundo de las Islas Canarias son generalmente los canarios o isleños los que hoy todavía se hallan puestos a la cabeza de las grandes plantaciones, y los que dirigen los trabajos del cultivo y la refinación”49. En el acceso a su pro-piedad y administración predomina una vez más las relaciones familiares y de paisanaje, entre las que destacan los tanqueros, tan estrechamente vinculados 47 MARTÍ, M. Op. Ci t. Tomo II, pp.685-686. 48 CASTILLO LARA, L.G. Nuestra Señora de Copacabana de Las Guarenas. Apuntes para su historia colonial. Guarenas, 1980. pp.. 93-96. 49 HUMBOLDT, A. Op. Ci t. Tomo III, p.106. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 37 con santiagueros, isorenses y otros sureños. Entre los asentados nos encon-tramos con el granadillero José Antonio Monroy, hijo don Antonio Monroy y María Tomasa Rodríguez, casado el 8 de agosto de 1798 con María de los Santos Correa, natural de ese pueblo, hija de Juan Manuel Correa y de Isabel Antonia Graterón50 y el sanmiguelero José González, hijo de Francisco Gon-zález Barrios y de Isabel Rodríguez, soltero, que murió sin testar. No recibió los sacramentos por una herida que le dieron, no dio lugar a ello pues prontamente falleció51. En Guatire, su presencia fue menor. Se limitó a mayordomos y pequeños tenderos y propietarios. Predominan en él de forma abrumadora las haciendas de caña de azúcar. En 1784 había 20. Otras dos eran de cacao. En ese año entre sus 2.000 habitantes, 900 eran esclavos. De los blancos sólo había 18 o 20 familias. Sus vecinos eran regularmente pardos o zambos52. En 1800 seguía imperando una proporción similar, aunque el número de blancos había au-mentado ligeramente, si bien era muy distante del de Guarenas. 264 blancos, 584 pardos, 389 negros, 21 indios y 1.175 esclavos para un total de 2.433 ha-bitantes. Hemos localizado entre los sureños al santiaguero Bartolomé Alonso, hijo de Domingo Alonso y de Flora de la Ascensión, soltero, que no poseía en Guatire bienes alguno y afirmó tenía en su tierra su parte, que sería un pedacito de tierra, para cuya percepción le dio poder a Domingo González Grillo de la misma isla, para que, siendo alguna cosa, si falleciera, lo que le diese fuera a favor de alma. Fue sepultado con entierro rezado el 14 de junio de 1756. El chasnero Blas González, hijo de Juan González y de Ana González, desposado el 29 de septiembre de 1776 con la guatireña María Díaz, viuda de Juan José e hija de Juan Díaz y de María Rodríguez 53 y el candelariero José Otazo, hijo de Juan José Otazo y de María de Jesús del Castillo, con nupcias el 1 de marzo de 1794 con Teresa González, hija de Baltasar González y de María de la Con-cepción Delgado eran otros dos sureños asentados en esa localidad.54 50 Archivo parroquial de Guarenas. Matrimonios, 1679-1899. 51 Archivo parroquial de Guarenas. Defunciones, 1688-1901. 52 MARTÍ, M. Op. Ci t. Tomo II, pp..675-677. 53 Archivo parroquial de Guatire. Defunciones, 1701-1881. 54 Archivo parroquial de Guatire. Matrimonios, 1791-1920. 38 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife El pequeño comercio como punta de lanza en Caracas del ascenso social Ante las crecientes dificultades de acceso a la tierra en el Valle de Caracas y su área circunvecina un sector de los isleños residentes en el entorno capitalino optó por dedicarse al pequeño comercio, entonces en ascenso por el crecimien-to de la demanda tanto interna como externa, el escaso nivel de capitalización necesario y los dividendos que a corto plazo podía proporcionan un intenso trabajo en estos negocios desarrollados en la mayoría de los casos en colabora-ción con paisanos. El conocimiento del medio y las relaciones familiares y de paisanaje coadyuvaron a la creciente especialización de los isleños en la esfera mercantil. En ella destacaron desde un principio los sureños, especialmente los más relacionados, los santiagueros e isoranos, aunque, como veremos, la progresiva creación de cadenas favoreció la incursión también de otros sureños con posterioridad, como es el caso de los de Fasnia y Arico. De ésta última localidad nos encontramos con un arriero, José Morales, soltero, vecino de San Pablo, dueño de tres mulas. Formó compañía con su paisano Tomás Figueroa. Le deben Andrés el majorero, que vive en Macarao, José Nieves, natural de Agüimes y Lázaro de Frías, vecino de Ocumare del Tuy55. Sus estrategias como pulperos (pequeños venteros) coinciden con las de la generalidad de los isleños. Casan con sus paisanas y se inician sin apenas capi-tal. Ello acontece en el natural de Taucho Manuel Álvarez García y el chasnero Salvador García. El primero casa tres veces, dos con sus paisanas y la tercera con la hija del silense José Ruiz. Salvador, desposado con su paisana Leonor Cervantes, casa a una de sus hijas con el futuro mercader el icodense Juan Martín de Alayón. Los dos prácticamente no tienen capital y ni tan siquiera son dueños de sus casas56. Las cadenas migratorias entre pulperos, arrieros y mercaderes adquieren gran intensidad en el último tercio del siglo XVIII. En El Tanque, Santiago del Teide y en Guía de Isora los lazos familiares y de paisanaje llegan a extremos de endogamia notables. El santiaguero Fernando González de Fuentes, hijo de un inmigrante que dejó a su mujer y falleció en Caracas, tiene un número 55 A.G.N. Escribanías. Gregorio Portillo, 9 de marzo de 1749. 56 Ibídem. Manuel en Juan Hugo Croquer, 2 de enero de 1738. Salvador en Santiago An-tonio Cabrises, 5 de septiembre de 1755. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 39 elevado de parientes en la Provincia entre ellos varios hermanos y cuñados de su padre. Sus hermanos Pedro y Valentín residen en El Tocuyo y Carora, junto con sus sobrinos, hijos de Juan. Su nómina de primos era inmensa. Entre ellos había pulperos, pequeños propietarios e incluso mercaderes como su primo Salvador González. Tenía una pulpería en compañía del ramblero José Gonzá-lez corvo en la esquina de los chorros del convento de San Jacinto. Poseía una notable biblioteca de 28 libros, bastante excepcional en una comunidad con más de un 70% de analfabetos. Entre ellas obras en francés de Bossuet, Fleury y el Teatro Crítico de Feijoo57 . Su fortalecimiento como grupo y los obstáculos a los matrimonios inte-rétnicos, especialmente a partir de la Pragmática Sanción de 1776 les lleva a la agudización de sus prejuicios socio-raciales entre sus sectores sociales más bajos, que no habían tenido hasta entonces prejuicios para casarse con pardos. Todos aquellos que aspiraban a ascender socialmente vieron en las nupcias de sus parientes más cercanos una afrenta en una sociedad cada vez más jerarqui-zada, cuya articulación recibe refrendo en la Pragmática Sanción hacia la dife-renciación por cuestiones étnicas. El ascenso de individuos de origen dudoso fue visto por las elites como un peligro que había de neutralizar por medio de procedimientos judiciales, en los que se ponía a salvo su honor. Ese es el caso de la oposición en 1791 de Fernando González de Fuentes al casamiento de su pariente y paisano Juan Cartaya con María Rita Moreno, a la que acusa de par-da libre. Un sector ascendente en la colonia canaria para proclamar su discu-tida pureza contesta los matrimonios que considera desiguales. Fuentes acusa a su pariente Francisco Hernández de darle licencia a Cartaya falsificando su parentesco, al atribuirse ser el más cercano. Demostrando la estrecha endoga-mia local declaran más de cien parientes naturales tanto de Santiago como de Guía. Durante el pleito Cartaya fallece, pero la soberbia de Fuentes persevera para “vengar la afrenta del casamiento”. Son interesantes las apreciaciones de María Moreno. Ella era de piel clara, mientras que nadie pidió la genealogía de Cartaya, que era más oscuro, “tan prieto y denegrado que por su color nadie aseguraría ser blanco”. En nada “se distingue de los demás isleños pobres que honradamente vienen a buscar su vida”. Precisa que las alegaciones sobre los oficios de carpinteros, barberos y talladores de sus antepasados se ponen en contra de Fuentes, que vino a Caracas “con los demás isleños pobres a hacer fortuna, todo el tiempo permaneció aplicado al malojo para conservar la vida”. 57 A.A.H. Civiles, 1807. Testamentaria. 40 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife Idéntica apreciación de su oficio de pulpero con el vilipendiado de carnicero “por lo vago y grosero de ese ejercicio, por vivir todo el día emporcado en la matanza de cerdos y en el expendio de guarapo, sujeto a un camisón de listado para librarse de las inmundicias que trae consigo esta ocupación”. No menos significativa fue la sentencia del Capitán General Guillelmi de 17 de marzo de 1792 que condena a los bienes de Cartaya a las costas del proceso por la notoria desigualdad de los contrayentes. No obstante demuestra la atmósfera social reinante en la que los canarios que tratan de ascender son vistos como impuros, blancos de orilla y con oficios mal considerados, y pese a ello se valen de la Pragmática para imponer su preeminencia. Toda una tupida red define sus relaciones familiares. Antonio Alonso Ala-yón, de Guía de Isora, se casó en Caracas con su convecina Margarita Melo Navarrete, integrante de dos familias, los Melo y los Delgado Correa, que as-cenderían a la categoría de mercaderes y más tarde de comerciantes. El her-mano de ésta, José, desempeñará cargos en el Consulado y será regidor del primer ayuntamiento republicano de Caracas. En su matrimonio tuvieron 3 hijos adultos. Erigieron compañía con sus paisanos Juan Antonio Reverón, Bartolomé Sotomayor, José González Regalado, con el isorense Miguel Truji-llo y con José Melo. Entregaron mil pesos a su hermano Vicente “para que se buscase su vida” con la sexta parte de sus ganancias. Prestó cien a sus primos Nicolás y Francisco Ravelo y a sus cuñados José Melo (2.609) y Miguel Fuen-tes. Fue albacea de su hermano Juan58. Otro ejemplo es el del santiaguero Bartolomé Manso, casado con Juana González, hija de isleños y con 10 hijos, de los que vivían 5. Poseía tres pulperías en las inmediaciones del hospicio de Capuchinos, contiguas unas a otras. Había comprado casas, una vega de tierra de maíz y malojo, un horno de cal y un pedazo de monte en Aguafría en tierra de los indios de Antimano con permiso de la Audiencia. Tenía compañía al tercio en una pulpería en 1801 con sus convecinos Santiago González y José Pérez Forte, en la que tenía de capital 800 pesos. Asimismo había abierto con su compadre y hermano Salvador una mestiza partible por la mitad. En 1802 había liquidado las cuentas de la pulpería, que era ya suya. Desde entonces contrató a su paisano Miguel Guanche al tercio de las ganancias59. 58 A.G.N. Escribanías. Aramburu, 24 de febrero de 1807. Margarita en Pablo Castrillo, 22 de enero de 1801. 59 A.A.H. Civiles.1805. Testamento de 26 de junio de 1801 y codicilo de 4 de noviembre de 1802. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 41 Entre las familias sureñas que crearon una notable cadena en el ejercicio de actividades mercantiles fueron los santiagueros Delgado Correa. Antonio poseía una mercería en el camino de La Vega, heredada de su primo Juan Del-gado García. Otro coheredero fue Juan González Trujillo, con quien la admi-nistró conjuntamente por espacio de 3 a 4 años con adelantos muy cortos. La tienda tenía unos 9.000 pesos de principal. Arruinado a consecuencia de deu-das por valor de 9 a 10.000 pesos a los almacenes, fue encarcelado. La traspasó a su yerno y pariente José Julián Trujillo. Su hermano Pedro le había prestado como auxilio mil pesos en plata en 1783 y 700 en géneros para su surtimiento. Francisca, casada en Santiago en dos ocasiones, la primera con Tomás Gorrín y la segunda con el isorense Miguel Melo, en su primer matrimonio tuvo una hija, María Josefa, a la que desposa con su paisano Antonio José Alayón. Su hijo José será, como referimos, un significado mercader de la Caracas de la emancipación. Pedro Delgado intentó ennoblecerse. En su expediente de lim-pieza de sangre argüía ser descendiente del conquistador de la isla Juan Mén-dez López de Lara. Sin embargo no se le envían los ascendientes maternos porque “se ha repelado el libro de casamientos donde se hallaban las partidas de los expresados”, lo que es bastante sospechoso de esconder ilegitimidad60. En la segunda mitad del siglo XVIII la proporción de sureños es importan-te entre los mercaderes caraqueños, especialmente de santiagueros e isoranos. Son los casos de Fernando Gorrín, Sebastián González Guanche y Bartolomé Sotomayor. El primero, originario de Arguayo, dejó en su tierra natal a su mujer y a sus 4 hijos. Tuvo una mercería con Cristóbal Correa, cuyas cuentas llevaba en un papel su cuñado Sebastián González, pues, como la gran mayoría de los mercaderes, era analfabeto. Su paisano Bartolomé Sotomayor se desposó en Caracas sin aportar descendencia con Paula Jacinta Galván. Aportó 16.000 pesos en una tienda de géneros y de víveres. González Guanche contrajo nup-cias en Caracas con su paisana María Josefa Gorrín. Tuvieron 2 hijas. Com-partía una mercería con su hermano Andrés, que le había proporcionado 2.800 pesos. Tenía un cuñado, José Antonio Rodríguez en Taguía (Los Llanos) y un hermano, Fernando González, en Parapara, a los que había prestado varios cientos de pesos. Contaba con otro hermano, Pedro, en Caracas61. 60 A.G.N. Testamentarias, 1803. Escribanías. Aramburu, 21 de enero de 1805. A.H.P.T. Leg.1.612. 61 Respectivamente, A.G.N. Escribanías. Fernando del Río, 14 de octubre de 1791 y Cas-trillo, 1815, escrito en Curaçao el 27 de mayo de 18014 y Barcena, 14 de marzo de 1797. 42 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife En la segunda mitad del siglo XVIII se da un fenómeno de gran interés dentro de los mantuanos, la significativa presencia en ella de un grupo de fa-milias isleñas de procedencia mercantil que se alían con los criollos y llegan a alcanzar altas cotas de poder y preeminencia económica dentro de la elite cara-queña. Un papel excepcional lo desempeñaron los hermanos granadilleros Blas y Tomás Paz Castillo. Se desposaron los dos con las hijas del Teniente Justicia Mayor de Guarenas, Antonio Díaz Padrón, célebre por su papel en la rebelión de Juan Francisco de León. Los dos eran grandes hacendados ganaderos y desempeñaron puestos capitales en el Juzgado de Tierras de los Llanos. Con su influencia y la del sauzalero Marcos Rivas posibilitaron el nombramiento de varios paisanos suyos en Tenientazgos claves en esa región. Tomás, con un hijo como heredero, aportó al matrimonio 32.000 pesos en los hatos de Belén y San Telmo. Blas tuvo 7, entre ellos el célebre general Juan Paz Castillo. Tenía una hacienda de caña con 32 esclavos con el título de Candelaria en el Pao62. Fueron en diferentes ocasiones síndicos y alcaldes de Caracas, aliados con la oligarquía criolla y opuestos a los oficiales reales y a la Guipuzcoana, hicieron un frente común en las elecciones a las dos alcaldías ordinarias de Caracas. Siguieron practicando la endogamia étnica y familiar en varias generaciones hasta el punto de que el hijo de Blas casó con su prima Manuela Machado de Orta y sus nietos José Ignacio lo hizo con su prima Mercedes Delgado Correa y Machado y Manuela con su primo Narciso Izquierdo Orta . Otra familia de la elite mantuana de origen mercantil, tiene su punto de partida en la Zarza (Fasnia). La constituyeron Salvador González y los herma-nos Díaz Flores. El primero, que comenzó como asalariado de Antonio Díaz Flores por 250 pesos anuales, contrajo nupcias con la portuense Isabel Gon-zález, con la que tuvo dos hijos. Antonio Díaz Flores, que apoyaría la emanci-pación, tuvo dos hijos célebres, el intelectual y político Pedro Pablo Díaz y el historiador Ramón Díaz, coautor de la Historia de Venezuela con Baralt. Su hermano Juan, por su parte, se significó en la rebelión del Teque, más conocida como de los isleños, por lo que murió fusilado63. 62 Tomás en A.G.N. Escribanías. Tirado, 21 de noviembre de 1809. Blas en A.A.H. Civi-les. 1804. Testamentaria. 63 González en R.P.C.E. Aramburu, 1794. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 43 El creciente peso de la emigración masculina en la segunda mitad del siglo xviii Tras el fracaso de la rebelión de Juan Francisco de León en 1749, las nuevas corrientes migratorias de mediados del siglo tuvieron más dificultades para asentarse. En el valle de Caracas y sus áreas próximas la tierra estaba ya re-partida. No obstante la colonización progresiva de los Llanos y de Oriente, la continuidad del proceso roturador en Barlovento ofrecían nuevos alicientes en regiones cada vez más alejadas. Para ponerlas en explotación necesitaban de capitales de los que no disponían. De ahí que, ante las dificultades, los varones se trasladasen solos para sondear el medio y decidir su permanencia o su re-torno. Paralelamente en Canaria la crisis, particularmente en las islas cuya base económica era el viñedo, se agrava. Todo ello favorece hasta la última década de la centuria la generalización de la emigración masculina. Un informe de 1779 del Gobernador de Armas del Sur al Comandante General refiere “como se me agolparon una porción de mujeres llorando sus miserias y solicitando mi dirección y auxilio para ocurrir a la precisión de pagar lo que debían a la Alhóndiga del lugar de Chasna y, siendo 14 o más solamente una tenía su ma-rido presente y las demás a las que miraba como pobres y miserables viudas los tenían en América (...). En todos estos lugares no se mira otra cosa que viejos y mujeres sin maridos éstas y sus hijos llenas de miserias y casi pordioseando, los campos sin menestrales y solamente cultivados por mujeres, los oficios sin artesanos y todos los trabajos sin gente, los regimientos muy faltos y solamen-te sobra a quien dar limosna”. El adejero Domingo Estrada apunta la causa, “apenas un mozo consigue 50 pesos para que se los den a premio o se acredite de buena conducta y se puede esperar de él un buen patricio halla quien le dé a riesgo 50 pesos, se embarca y por lo regular ni vuelve ni paga”. La existencia de cadenas migratorias en el Sur explica que la gran mayoría de los emigrantes lo haga con fingidos cargadores, lo que “es la perdición de las islas”64. Por ello la recluta de la Habana no fue en esa zona el medio común, y afectó bien poco la de familias a Luisiana. En otro informe suyo dirigido al Corregidor de la isla de 10 de diciembre de 1778 aclara que todo cuanto no es América se mira con desprecio (...) De este regimiento de Abona ningún miliciano ha salido para la Luisiana, según he oído a su Ayudante Mayor, y con todo es expresión suya que con los milicianos embarcados a América y los absolutamente inútiles fal- 64 Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife. Manuscritos. Leg.24. 44 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife tan más de 300 hombres. Desde primero de julio hasta fin de octubre próximo dice dicho ayudante que han salido de este regimiento para la América pagan-do flete 23 milicianos y uno para la recluta de La Habana. ¿Si de un regimiento pobre han salido en meses 24 soldados y ninguno para la Luisiana, cual será la baja o falta en otros situados en demarcaciones pingües y que habrán salido para la Luisiana y recluta de La Habana y de fingidos cargadores?”65. Estrada estaba apuntando un dato clave, los sureños, por sus estrechas vinculaciones con América, emigran pagando flete, a diferencia de gomeros y grancanarios que, sin ellas, dejan su tierra para Luisiana, “muchas hacenda-das, arraigadas y bien establecidas, malvendiendo sus haciendas de bastante consideración”66. De ahí que ni siquiera las facilidades ofrecidas por la recluta de La Habana constituyen aliciente frente a las posibilidades proporcionadas por sus relaciones familiares y de paisanaje en tierras venezolanas. La coloniza-ción de Barlovento seguía siendo un aliciente. En El Guapo, localidad fundada por Nicolás de León, hijo del célebre amotinado, vive el aronero del Valle de San Lorenzo Francisco Martín de Évora, que falleció en él en 1795. Se subastó su hacienda y su capital fue conducido a su viuda e hijos en pesos fuertes por Andrés de la Cruz Rivero. Eran 3.008, descontado el 1% del transportista y 14 de gastos67. En San Francisco de Yare, localidad predominantemente esclavista en el corazón de los Valles del Tuy, reside el santiaguero Juan Cartaya, casado con la mulata María Rita Moreno. Poseía una hacienda de añil en el sitio de Combito. Había sido diezmero, como su pariente y paisano Juan González Trujillo, casado y sin hijos. Tenía cuentas con su sobrino José Trujillo, pero no poseía más que una casa de bajareque. Su paisano Bernardo Martel, desposado con una hija de isleños, María del Carmen Mirabal y con 4 hijos, trabajaba en una pulpería con su paisano Rosalío Gómez, a la que había aportado 600 pesos. Reconoce a Lucía como hija suya. Era deudor de 300 pesos a uno de los mayores mercaderes y hacendados de La Victoria, el granadillero Juan de la Cruz Mena. Encomienda a su hijo Ricardo a su paisano Feliciano Borges para que lo eduque y críe como hijo “por la mucha confianza que tengo de él”68. 65 Archivo Municipal de La Laguna. S-VIII-36. 66 Ibídem. 67 A.H.P.T. Leg.1299. Carta de pago dada por Salvador Agustín de la Sierra, vecino de San Lorenzo, en nombre de la viuda María Rodríguez de Fuentes y sus hijos María Ignacia y Francisco Martín García de Évora. 68 Respectivamente en A.G.N. Escribanías. Aramburu, 9 de enero de 1791, Castrillo, 13 de octubre de 1814 y Jiménez, 20 de junio de 1815. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 45 En los Llanos Orientales Chaguaramas fue el gran centro isleño en la se-gunda mitad del siglo XVIII. La ganadería era su actividad fundamental. Allí reside el santiaguero Antonio Hernández Guánchez, que regenta una pulpería en compañía con su paisano Salvador González. Casado en dos ocasiones y con tres hijos adultos, su principal era de 600 pesos. Era propietario de 11 es-clavos, de los que liberta 2 y de dos leguas de tierra en Urero. Uno de sus hijos era pensionado en el Seminario de Caracas69. En el Yaracuy es también notable la colonia sureña. Allí residen varios gra-nadilleros como Francisco García Bello y los hermanos Antonio y Miguel Martín Villarreal. El segundo fue mercader y el tercero arrendatario de ca-cao. Miguel pacta en septiembre de 1745 el arrendamiento de unas tierras para sembrar cacao en Macagua con el hacendado silense Marcos Figueroa. Se compromete a plantarlas por espacio de seis años. Los beneficios se reparten a partes iguales. El propietario se obligaba a suministrarle el numerario para los asalariados, dos esclavos y su alimentación “hasta una arroba de carne y un papelón semanal”. Un hijo de Antonio, licenciado en Medicina, José Rafael Villarreal Travieso, fue uno el primero que gritó no en el plebiscito de 19 de abril de 1810 que llevó a la proclamación de la Junta Suprema y fue uno de los comprometidos en la de independencia de 5 de julio de 1811, falleciendo víctima del terremoto que asoló Caracas70. Unas relaciones que juegan un pro-tagonismo esencial, como se puede apreciar en el caso del hacendado y regidor de San Felipe, el natural del Valle de San Lorenzo José González de La Cruz, casado en dos ocasiones, la segunda con su prima Manuela García con tres hijos, que sólo contaba con 22 años. Nombra por tutora a su abuela materna y prima suya Benita Torres. Había heredado una arboleda en Yurubí de su tío Francisco Miguel de la sierra, hermano gemelo de su madre, la que mejoró. Compró otra en el Cañizo, inundada en parte por el Yaracuy, que arrendó a su primo Jerónimo Sierra por 4 fanegas de cacao anuales. Un hermano suyo había residido en Yaritagua. Tenía negocios con su paisano y pariente Agustín de Betancurt, el que le debía más de 3.000 pesos. Se encarga de solicitar su licencia marital con su prima, en la que declaran sus paisanos Antonio Bernal y Félix González, supervivientes de la gran mortandad sísmica del año anterior71. 69 A.G.N. Escribanías. Aramburu, 22 de noviembre de 1807. 70 A.H.P.T. Leg.1418. 27 de febrero de 1773. PERAZZO, N. Los Villarreal. Caracas, 1963. 71 A.G.N. Escribanías. Testamento de 11 de mayo de 1825 ante Carlos Guedes, alcalde segundo ordinario y expediente de 13 de mayo de 1813. 46 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife La formación de colonias locales ligadas a criterios de paisanaje y consan-guinidad es bien palpable en la Venezuela de la segunda mitad del siglo XVIII. Un ejemplo de esta estrategia es la región Barquisimeto-Carora. Su situación a pie de monte entre las sierras de Aroa y de Portuguesa permite la fácil co-municación con Carora, el Tocuyo y el Yaracuy, por lo que se ubican en ella en un entorno de gran aridez comerciantes, arrieros y trajineros. Su desarrollo socio-económico y su función mercantil nodal inciden en un aumento de la migración en la segunda mitad del Siglo XVIII. Los inmigrantes tratarán de ascender a la categoría de hacendados. Entre ellos podemos ver a los hermanos chasneros Pedro Antonio y Bernardo Delgado, que poseían en Barquisimeto una tienda, cuyo principal aportado por el primero era de 1.722 pesos. En ella trabajaba Agustín Méndez. Habían abierto una pulpería para que trabajaran en ella sus paisanos Nicolás Bello y José Marrero con un capital de 39472. La estabilidad económica permite a varios mercaderes transportar a su familia. En 1803 lo hacen las vecinas del Lomo de Arico Agustina Acosta Reverón, mujer de Tomás Rodríguez y sus hermanos Catalina y Juana, que se desplazan a esa ciudad en unión de su paisano Bartolomé Rodríguez73. En su jurisdicción la extrema aridez es la nota característica. Sólo hay algunas haciendas de caña y siembras de maíz. En Yaritagua reside el aronero del Valle de San Lorenzo Francisco Miguel de la Sierra. Carora y el Tocuyo son comarcas áridas, en las que en sus poblados son todavía representativos los indígenas. A mediados del XVIII fueron varios los sureños que, gracias al comercio, pudieron integrarse en su elite acceder a car-gos públicos. Entre ellos los ligados a redes familiares como el santiaguero Va-lentín González de Fuentes o los fasnieros Bartolomé y José María González. Bartolomé se asienta a principios del XIX en El Tocuyo, donde es cónyuge de la hija de del expósito palmero Juan de Dios Toledo. Por esas mismas fechas lo efectúa su hermano en Carora, donde se desposa en el pago de Arenales con Josefa Domitila, hija del gomero Diego Herrera Montesinos, que fallece en esa ciudad en 182174. Si Valentín se asienta en Carora, su hermano Pedro lo hace en El Tocuyo. Éste último será un destacado dirigente realista en Barinas durante la emancipación. 72 A.G.N. Escribanías. Testamento de Pedro ante Mota, 26 de enero de 1797. 73 A.H.P.T. Leg.752. 29 de octubre de 1803. 74 PERERA, A... Historial genealógico de familias caroreñas. Caracas, 1967. 2ªed. Tomo I, pp.213-217. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 47 Tales relaciones llevan a la formación de colonias como en los ariquenses, como se puede apreciar en los expedientes de concesión del título de regidor y fiel ejecutor de Antonio Apolinario Díaz y José Díaz Castellanos en 1803. En el primero declaran su hermano materno Tomás González y su cuñado Juan Luis Merlo. En el del segundo sus convecinos Tomás Rodríguez del Castillo de 22 años, sus hermanos Pablo de 30 y Miguel de 48 y Antonio Gómez. Se daba la circunstancia de que Miguel llevaba residiendo 13 años en Carora, mientras que sus dos hermanos habían arribado en fechas recientes. El regidor llevaba 9 en esa ciudad75 La continuidad de tales cadenas familiares explica la formación de linajes de cierto relieve socio-económico Uno de ellos es el de los González Barrios de Tamaimo. Tres hermanos, Salvador, Bartolomé y Juan, y dos sobrinos, Agustín y Juan José son sus miembros. Contrajeron nupcias en Venezuela con hijas de isleños. Bartolomé compra a plazos una hacienda de cacao de 8.000 árboles en Ocumarito, de la que debía todavía más de mil pesos al testar en 1770. Tenía 15 esclavos, de los que 5 eran mujeres. Su hermano Salvador retorna a su pueblo de origen, donde se casa en segundas nupcias con Francisca Gorrín. Invierte 30.000 pesos en distintas propiedades y se convierte en un hacendado medio. No obstante la familia mantuvo mancomunada la hacienda incluso con posterioridad a la Guerra de Independencia76. Otro santiaguero, Martín Hernández Guanche, juega un papel capital en el desarrollo de Río Chico, en las tierras cálidas de Barlovento, por debajo de El Guapo y en las proximidades de la costa. Se proclama su fundador y cons-tructor de su curato a sus expensas. Por tales circunstancias se le dio el título de mayordomo y de teniente corregidor en 1793. Fue uno de sus mayores hacen-dados. Sus disputas con otros paisanos sobre sus títulos de propiedad fueron constantes, como lo demuestra el largo pleito con José Antonio Sosa, Antonio Poleo y Bernardo Baute, que perdió en la Audiencia de Caracas y recurrió al Consejo en una fecha tan tardía como 180977. 75 A.A.H. Civiles, 1804. 76 Testamento de Bartolomé en A.A.H. Civiles, 1794. Ocumare, 22 de julio de 1770. Sal-vador al partir para su tierra natal en A.G.N. Escribanías. Reyes, 27 de septiembre de 1770. En Tamaimo, 11 de diciembre de 1806. Copia propiedad de Ernesto González Rodríguez a quien se lo agradecemos. Sobre Salvador y demás familia en su lugar de origen véase GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, E, “El Valle de Santiago”. El Día, septiembre de 1993. 77 A.A.H. Civiles, 1793 y A.G.I. Caracas, 416. 48 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife Por su parte Antonio y José Saravia son dos grandes hacendados arone-ros en Ocumare. Emigrados en 1791 hacen una considerable fortuna a través de compañías y arrendamientos de trapiches y haciendas. Antonio, que ejerce como administrador de Francisco Rodríguez del Toro, el célebre Marqués del Toro, que dirigió el ejército de la Primera República de Venezuela, enlaza con su hermana Petronila, aunque no tuvieron sucesión. Los dos murieron asesina-dos en la Guerra de Independencia. Se hizo cargo de su hacienda su sobrino Diego. Contaba con oratorio 76 esclavos y 40.000 matas de cacao78. El más certero exponente lo constituye la familia santiaguera de Tamaimo González de Sotomayor. Uno de sus miembros, José, es hacendado en Choro-ní en la costa cacaotera de Aragua. Reconoce a una hija natural en su pueblo natal, cuyo marido José Gorrín se embarca en 1802 para hacerse cargo de su plantación con 15 esclavos a su fallecimiento el 8 de julio de 1801. La hija de su hermano Antonio María de los Santos es también su vecina. Se desposa con tres compatriotas: el palmero Antonio José González, el tinerfeño José Anto-nio Poleo y Matías Perdomo. Antonio era propietario de la hacienda “Playa Grande”79. Este último, hacendado y mercader en Maracay tiene otros dos hermanos en esa localidad que se dedican a las mismas actividades: Bartolomé y Alejandro. En casa de este último se hospedó Humboldt en su visita a la ciu-dad. Otros tres hermanos más residían allí: Andrés, Mariana y María Teresa, de los que no sabemos sus actividades80. Antonio, casado con Josefa Jacinta Núñez, hija del lagunero establecido en El Valle Antonio Núñez Villavicencio y con 5 hijos adultos, fue pulpero en sus comienzos, aportando 3.000 pesos al matrimonio. Su mujer no aportó “nada porque mis padres eran tan pobres que no tuvieron facultades para darme ninguna dote”. Fue dueño de una mercería a medias con su yerno y pariente José Severo Sotomayor. Su principal fue de 8.803 y el de su yerno de 2.198. Fue albacea de su consanguíneo y paisano Domingo Díaz Tarife y de su hermano Bartolomé. Era hacendado de cacao en Choroní con un gravamen de 2.560 pesos de una capellanía y de distintas fanegas de tierra en el Cerrito rematadas a Juan Castellanos. Traficaba con 78 A.G.N. Testamentarias. 1815. Testamentarias de Francisco y Antonio Saravia. 79 A.G.N. Aragua. Libro 67. Testamento de Antonio González Sotomayor. Maracay, 20 de mayo de 1804. A.H.P.T. Leg. 2183. 25 de mayo de 1802. BOTELLO, O. Choroní. Costa del Mar Abajo. Choroní, 1992, pp.150-151. 80 GALLEGOS, M.M. Apuntes genealógicos de casi todas las familias de que se componía la ciudad de Maracay. Caracas, 1919. p.21. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 49 añil, que vendía al vasco Juan Esteban Echezura. Más tarde tuvo compañía con su hermano Alejandro. El yerno de Antonio, José Sotomayor, al fallecer abinstestato en 1784 pasaría su herencia a dos hermanas “pobrísimas” en La Orotava, a las que había sostenido desde su salida. Tenía un hermano Francis-co, en San Mateo, otro Jerónimo, casado en Barinas y otro Domingo, que no sabe su paradero, “porque la única noticia que tuvo es que se había embarcado para estas Indias”81. Tal presencia atrajo a numerosos parientes y vecinos de su localidad na-tal y de los próximo El Tanque y Buenavista. Entre sus convecinos podemos destacar los casos de José Delgado, casado en Maracay en 1776, Bartolomé Guanche, teniente visitador de la Renta del Tabaco, Salvador Martínez y José Dorta82. Entre los más significados hacendados de Los Llanos destacó el arafero Bernardo Marrero, asentado en el Calvario. Era hijo de Pedro Bautista Ma-rrero y María Josefa Ledesma, ya difuntos, que testó gravemente enfermo de achaques. Enterrado con el humilde sayal de nuestro seráfico padre San Fran-cisco en la sepultura que poseía y tenía concedida y señalada en dicha iglesia para él y sus descendientes por el Prelado de la diócesis, se le ofició misa canta-da mayor. Declaró por sus herederos a sus cuatro hijos Bernardo Antonio, Isa-bel María, Rosa María y María Isabel Carmen, a los que les “encarga y suplica por el amor que siempre les ha profesado que se disimulen mutuamente los defectos propios de nuestra humana flaqueza y que no den motivos a que se perturben en ellos la paz que es el mejor don de Dios y la mejor herencia que les puedo dejar”. Su testamento fue otorgado ante Juan José Carvallo, teniente justicia mayor interino del Calvario y ante cinco testigos llamados por él: José Francisco Rachadell, Juan Pedro Marrero, Andrés Betancourt Delgado y Bar-tolomé Estévez en ese pueblo el 30 de septiembre de 181283. 81 A.G. N. Libro nº67. Testamentos de Antonio González de Sotomayor y de Josefa Jacinta Núñez. Maracay. 20 de mayo de 1804. Libro nº11. Inventario de bienes del abintestato José Sotomayor. Maracay, 2 de enero de 1784. 82 A.G.N. Aragua. Libro 84. 83 Archivo parroquial de El Calvario. Defunciones, 1811-1853. III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 51 El patrimonio arqueológico de Arona. Protección legal y difusión social Carlos Perdomo Pérez, Javier Soler Segura y Francisco Pérez Caamaño1 Introducción El conocimiento empírico y la elaboración de explicaciones científicas sobre la ocupación guanche del sur de Tenerife, y concretamente de Arona, tuvieron su punto de partida, en términos generales, en la segunda mitad del siglo XX. Sin embargo, la conceptualización como patrimonio de los vestigios arqueológicos (particularmente algunos de ellos como los grabados rupes-tres), debe situarse algo más tarde, en la década de los años noventa del mis-mo siglo, siendo su referente inicial el inicio de procedimientos de incoación de diversos Bienes de Interés Cultural como Zonas Arqueológicas. Es a partir de ese momento, y derivado de la realización de algunos traba-jos de campo (como la Carta Arqueológica de Arona incluida en el Inventario del Patrimonio Arqueológico de las Canarias Occidentales), cuando no solo se incrementa considerablemente el conocimiento arqueológico en Arona, sino que se pone de manifiesto la relevancia que tienen algunos de sus conjuntos arqueológicos para construir y comprender la historia de las comunidades 1 Arqueólogos. Licenciados en Historia por la Universidad de La Laguna y miembros del equipo que desarrolla el proyecto ArqueoArona/013. Con-Ciencia de Patrimonio para la Conceja-lía de Patrimonio Histórico del Ayuntamiento de Arona. Contacto: carlos-perdomo@hotmail. com; jsoler@ull.edu.es; atogmatoma@gmail.com 52 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife guanches que habitaron esta zona en particular y la Isla en general. Desde 1989, año de elaboración de ese primer trabajo, se han sucedido numero-sos proyectos de prospección arqueológica en el municipio que han eviden-ciado el gran interés patrimonial que posee Arona. Aunque con diferentes niveles de intensidad en el trabajo de campo, deben destacarse, sin entrar a valorar las excavaciones e informes de impacto de carácter más concreto, la actualización de la Carta Arqueológica realizada por GESPLAN en 2001; la prospección del perímetro entre la costa y la autopista TF-1 desarrollada por el Museo Arqueológico de Tenerife en 2004, o la valoración patrimonial de un amplio sector del malpaís de Rasca encargada a la empresa Tibicena en 20072. Esta intensidad del trabajo de campo, junto a la monumentalidad de muchos de los descubrimientos, se ha materializado jurídicamente en la declaración como Bienes de Interés Cultural (BIC), con categoría de Zona Arqueológica, de algunos de ellos, lo que supone su reconocimiento con la máxima figura de protección legal que establece la legislación vigente. De esta forma, a lo largo de los años noventa del pasado siglo y la primera década del actual, el Gobierno de Canarias, a instancia del Cabildo Insular de Tenerife, ha declarado BIC seis conjuntos arqueológicos (los Roques de Chijafe, Higara, Vento y La Abejera, y los parajes de Las Toscas y La Rasca), 2 A todo ello habría que sumar: Propuesta de actuaciones arqueológicas en el Malpaís de Rasca (1995); Plan Parcial de Ordenación Urbana de Cabo Blanco (1997); Actualización y elaboración del Catálogo de Patrimonio Histórico de Canarias (2000); y cuatro informes de impacto patrimonial: Finca El Gorón (2003); Radiofaro de Rasca (2011); Parcela 252 (2012) y Parcela 592 (2012). Estos trabajos se complementan con las cuatro excavaciones arqueológicas realizadas hasta la fecha en el término municipal de Arona: Los Morritos (1996 y 1997); Tinguafaya I (1998); Salinas de Rasca (1998); y Pal-Mar (2006 pero aún sin memoria justificativa). III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 53 que se añaden al ya mencionado Roque de Malpaso3. Al mismo tiempo, se han iniciado los trámites administrativos para declarar otras dos Zonas Arqueológicas (Barranco del Rey y Cambados-La Centinela). Todas estas entidades, salvo la de La Rasca (que atañe a evidencias de un intenso poblamiento en superficie), fueron declaradas BIC porque se erigen como destacados conjuntos de manifestaciones rupestres ciertamente singu-lares en la arqueología de Tenerife, lo cual les otorga un alto valor científico y patrimonial. Pero estas figuras de protección jurídica no son sino la expresión visible de una realidad arqueológica mucho más amplia, compleja y no siempre con un atractivo patrimonial tan evidente. Si los conjuntos arqueológicos men-cionados son los máximos exponentes de unas categorías arqueológicas que podríamos convenir en denominar como manifestaciones rupestres y yacimientos de superficie, otra de las grandes categorías que está también presente en Arona como expresión del modo de vida guanche es la de yacimientos en cueva o abrigo, aunque no exista ningún BIC que la visibilice. Además, el contenido empírico detectado en Arona es más diverso, y cada una de estas categorías puede des-granarse en numerosas tipologías, definidas en relación a la manera en que sus componentes materiales se asocian entre sí y se nos presentan hoy ante nues-tros ojos, lo cual proyecta un panorama arqueológico, científico y patrimonial mucho más profundo y prometedor de lo que cabría imaginar. 3 Las resoluciones de los Bienes de Interés Cultural con categoría de Zona Arqueo-lógica del municipio de Arona son: “Roque de Malpaso”, en la que se establece el entorno de protección por Decreto 84/2003, de 12 de mayo, y publicado en el BOC nº 102, de fecha 29 de mayo de 2003; “El Yacimiento de Las Toscas”, declarada por Decreto 165/2006, de 14 de noviembre, y publicado en el BOC nº 227, de fecha 22 de noviembre de 2006; “La Rasca”, declarada por Decreto 175/2006, de 28 de noviembre, y publicado en el BOC nº 238, de fecha 11 de diciembre de 2006; “Roque de Hígara”, declarada por Decreto 35/2008, de 11 de marzo, y publicado en el BOC nº 58, de fecha 22 de marzo de 2008; “El Roque de Vento”, declarada por Decreto 77/2008, de 22 de abril, y publicado en el BOC nº 90, de fecha 6 de mayo de 2008; “El Roque de Chijafe”, declarada por Decreto 208/2008, de 14 de octubre, y publicado en el BOC nº 213, de fecha 23 de octubre de 2008; y “Roque de La Abejera”, declarada por Decreto 73/2012, de 2 de agosto, y publicado en el BOC nº 158, de fecha 13 de agosto de 2012. 54 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife Figura nº 1: Bienes de Interés Cultural con categoría de Zona Arqueológica del municipio de Arona III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 55 Protección legal y protección social La gran riqueza patrimonial que existe en Arona, las diversas interven-ciones arqueológicas realizadas en el municipio y el reconocimiento a sus valores excepcionales en forma de declaraciones de varios BIC, contradicen la pobreza de acciones de sensibilización patrimonial que se han desarrollado hasta la fecha. Aunque sus causas deban relacionarse con un ámbito geográ-fico y político de mayor alcance, la situación del patrimonio arqueológico en la Isla de Tenerife es bastante problemática, a pesar del repertorio de figuras jurídicas y procedimientos administrativos que velan por su conservación. No es este el lugar para revisar las reflexiones que, sobre todo desde el ám-bito científico aunque últimamente también desde el administrativo, buscan identificar las causas del deterioro reciente del patrimonio arqueológico. Sin embargo, sí hay que señalar que las principales razones esgrimidas desde el ámbito científico se centran en la desidia de la administración competente, obviando en ocasiones las escasas iniciativas difusoras que realizan los inves-tigadores. Por su parte, desde la administración se entiende que la situación patrimonial es un problema que tiene dos causas fundamentales: por un lado, la falta de recursos materiales y de interés político; y por otro la falta de una mínima conciencia social, lo que implica admitir que la divulgación de en-claves arqueológicos solo podrá acometerse cuando se asegure la protección física de esos yacimientos. A partir de aquí se genera un debate que puede reducirse a dos visiones opuestas. Por una parte, la restrictiva que, basado en la imposibilidad de proteger todos los yacimientos arqueológicos, promueve el secretismo administrativo a la hora de divulgar el patrimonio4. En el otro extremo, los partidarios de la divulgación y el acceso pleno a la información y a los yacimientos arqueológicos5. Entre ambos lados del espectro se van ubicando las apuestas por la divulgación a partir de parques arqueológicos o centros de interpretación que requieren de una infraestructura y una inver-sión económica importante, además de una voluntad política decidida. Pero a pesar de sus diferencias, estas propuestas tienen en común un elemento 4 Por supuesto, esta postura no deja de tener un trasfondo político en relación a la asig-nación presupuestaria que se dedica a dicho fin y que, por razones de espacio, no analizamos en este texto. 5 Ejemplos claros de ambas visiones contrapuestas son, por ejemplo, las políticas divulga-tivas de los cabildos de Tenerife y de Gran Canaria. 56 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife Figura nº 2: Visita del equipo de gobierno del Ayuntamiento de Arona a Barranco de Las Toscas III. Mayo de 2013 Figura nº 3: Grafitis y afecciones en grabados rupestres del municipio III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 57 que las homogeniza: los bienes arqueológicos se constituyen en los objetos fundamentales de las propuestas de difusión patrimonial, entendidos estos como centros del interés general. Los agentes de la difusión patrimonial son la administración y la comuni-dad científica. Ambos mantienen una relación muy concreta con el objeto de la difusión patrimonial: los bienes arqueológicos. La atención prestada varía en función de las propuestas restrictivas, las aperturistas, y las intermedias. En todas se busca la conservación de los bienes arqueológicos a través de diferentes estrategias y en función de los recursos disponibles. El patrimonio arqueológico es gestionado o reflexionado por esos agentes dinámicos en representación del sujeto pasivo para el que se quiere gestionar: la sociedad. En ese sentido, puede afirmarse que la gestión patrimonial se ha centrado tradicionalmente en el objeto de la difusión y no en el sujeto de la misma, y la eficacia de esta relación se muestra progresivamente inoperante, dejando al patrimonio arqueológico en una situación cada vez más difícil y expuesta. Desplazar el papel protagonista del objeto al sujeto supondría un acerca-miento realista a la relación que debe mantener la sociedad con el patrimo-nio en un intento por modificarla. Se entiende por acercamiento realista un análisis objetivo sobre cuál es la importancia del patrimonio arqueológico para la sociedad. Éste requiere de una autocrítica de todas aquellas instancias que mantienen algún tipo de relación con el patrimonio arqueológico. La idea fundamental que hay que cuestionar es que el patrimonio arqueológico posee, de manera inherente, un reconocimiento social, y el hecho de que la sociedad, o parte de ésta, no lo entienda así es una anomalía atribuida a la ig-norancia, la maldad o a un interés individual puesto por encima del general. Es la confusión entre el sujeto y el objeto de la difusión patrimonial. Consecuentemente, esta reflexión se plantea como un punto de partida para la praxis de una política de difusión patrimonial que ponga el patrimo-nio arqueológico a disposición de la sociedad. Esto implica que el enfoque fundamental de nuestro trabajo esté centrado en potenciar y encauzar el in-terés sobre el patrimonio arqueológico para producir un beneficio social, eco-nómico y cultural. El objetivo general es insertar el patrimonio arqueológico, con sus especificidades propias, en una dinámica que lo rescate del olvido social en que se mantiene actualmente y en el que, además de asomarse a un futuro poco halagüeño, no es capaz de desarrollar ninguna de sus potencia-lidades. 58 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife La socialización del patrimonio arqueológico puede generar efectos be-neficiosos en tres ámbitos. En primer lugar, promueve una mayor conciencia-ción y participación social del vecino como ciudadano activo, recuperándolo como garante y, a su vez, el principal beneficiario de un patrimonio único, irrepetible y no renovable. La política de difusión patrimonial debe contri-buir a modificar la situación actual, en la que una mayoría tiene una actitud pasiva en relación al patrimonio y a sus problemas. Las causas a las que pueden atribuirse esta realidad son simples: desconocimiento y desinterés; ambas, mutuamente interconectadas. La poca relevancia que el patrimonio arqueológico posee para la mayoría social tiene repercusiones altamente pe-ligrosas para su conservación. En segundo lugar, y debido a lo anterior, el ciudadano no disfruta del patrimonio arqueológico como puede hacerlo con otros aspectos culturales. Y esto debe convertirse en otro de los objetivos de una política patrimonial activa. El patrimonio posee, en sí mismo, un enorme contenido cultural que en su forma intelectual más extendida aparece oculta, o al menos parcial-mente inaccesible al ciudadano y en forma de bibliografía especializada. Una de las consecuencias directas es que, al no contar con una información previa, el ciudadano es incapaz de valorar y disfrutar de sus recursos patrimoniales próximos. Una política patrimonial activa debe facilitar la conexión bidirec-cional entre esa información y las diversas maneras en que se puede materia-lizar ante los ciudadanos. De esta forma adquiere el papel de soporte a través del cual el ciudadano puede ampliar o profundizar de una manera objetiva en su historia e identidad, formándose así culturalmente como individuo. La conexión entre este enriquecimiento individual y su papel activo como ciu-dadano en las actuaciones sociales en beneficio de la conservación y disfrute del patrimonio arqueológico es más que evidente. En tercer lugar, el patrimonio arqueológico puede ser, con sus especifi-cidades y limitaciones, rentable económicamente. Puede convertirse en un paquete turístico adicional para los visitantes extranjeros y en un producto de consumo cultural para la población local y foránea. Evidentemente esto requiere de una regulación concreta que trasciende lo local, pero como pro-ducto turístico se puede añadir a la oferta cultural en los países de origen, a través de las nuevas tecnologías, para atraer un turismo alternativo que gene-ra unas demandas de consumo paralelas también alternativas y que podrían III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife 59 inscribirse en las medianías del municipio para su dinamización económica (alojamiento, restauración, artesanía, etc.). Todas estas actividades pueden focalizarse en un centro de interpretación que centralizaría el conjunto de actividades relacionadas con la gestión, investigación y difusión del patrimo-nio. Las visitas guiadas a yacimientos podrían generar una mayor afluencia de visitantes al municipio y a barrios concretos que, de manera paralela, pue-den incrementar la dinámica económica de los mismos. Estos potenciales beneficios que produce la difusión del patrimonio ar-queológico deben concebirse como medios o instrumentos para alcanzar un objetivo mucho más simple: transformar la situación actual y generar, alre-dedor del patrimonio arqueológico, una serie de intereses sociales, culturales y económicos que lo revaloricen y le otorguen una significación social que influya de manera decisiva en su conservación. Como hemos indicado, las propuestas de gestión tradicionales han cen-trado su interés en el objeto de difusión y, más concretamente, en yacimien-tos cuya característica primordial es su monumentalidad, esperando que, de esa manera, el objeto sea suficientemente atractivo para el sujeto que lo con-templa. Sin que esta caracterización general deba tomarse como una crítica, sí entendemos que en la mayoría de los casos estas propuestas acaban siendo fallidas por diferentes motivos. Algunas de esas razones tienen que ver con que no suelen tener un carácter integral. Es decir, las acciones de difusión patrimonial se acaban cuando finaliza la visita a un yacimiento concreto y no se articulan de manera progresiva y sostenida. Otra de las razones para que las propuestas de difusión no alcancen los objetivos esperados es la poca atención a la diversidad que posee el sujeto de la divulgación patrimonial. Una propuesta de difusión patrimonial, que aspire a educar y formar ciuda-danos responsables con su patrimonio y a incrementar su reconocimiento y valor social, tiene que adoptar estrategias flexibles que permitan graduar las acciones de difusión patrimonial a través, sobre todo, del sujeto. Es cierto que el modo de actuación debe organizarse en función de las distintas características que posee el objeto en relación al sujeto de la acción, fundamentalmente en aquello que se vincula con el estado de conservación, 60 III Jornadas de Historia del Sur de Tenerife la fragilidad, accesibilidad, complejidad y monumentalidad6. Sin embargo, más diversidad presenta el sujeto de la difusión patrimonial y pocas veces se ha reflexionado sobre esta cuestión. Se deben tener en cuenta diferentes aspec-tos, entre los que una perspectiva realista destacaría el grado de interés pre-vio como referencia fundamental. Junto a este aspecto existen muchas otras características que pueden segmentar al sujeto de la difusión para lograr una socialización del patrimonio efectiva y entre los que habría que indicar, sin ánimo de exhaustividad, el nivel de conocimientos previos, la capacidad física, la autonomía social y el origen. Solamente atendiendo a estos elementos puede plantearse una combinación de criterios para poder elegir qué elementos patri-moniales son los más adecuados para determinados segmentos de la sociedad. Por ejemplo, y en relación al nivel de interés previo, el grado de accesibilidad a un recurso patrimonial es un factor motivacional que supone la diferencia entre el éxito o el fracaso de una actividad divulgativa. Con visitantes con un nivel de conocimiento medio o alto pueden realizarse excelentes acciones de difusión patrimonial con elementos arqueológicos de poca complejidad o monumentalidad. Al contrario, para un grupo con escasos conocimientos pre-vios, la carga interpretativa necesaria para valorar un recurso patrimonial debe apoyarse en yacimientos con mayor grado de complejidad. De la misma manera, las actuaciones de difusión patrimonial deben tener diferente alcance según el sujeto sea de origen local, regional, nacional o ex-tranjero. En estos últimos casos, el nivel de interés será (presumiblemente) alto y el grado de conocimientos (presumiblemente también) bajo, y las acciones patrimoniales preferentes deben basarse en la profundización de conocimien- 6 En el primer caso, el estado de conservación gradúa el interés del yacimiento a partir de la relación que mantiene con su estado original. Este aspecto es relativo, ya que los factores de conservación |
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