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© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Manuel de Paz Kau: en Santa Cruz de La Palma ( 195:n. Licenciado y doctor en Historia con Premio Extraordinario. Catedr;itico de Historia de América (1995) en la Universidad de La Laguna. Ha estudiado la historia de la masonería en Canarias. l\farruecos y Cuba, (Historia de la Fra11c111as111uría c11 Canarias (1739-1.936!. 1984: Militares masones de Espmia. ¿()(H; Martí, Espaiía y la masonaia. 2008); las relaciones diplomáticas entre España y Cuba durante la (poca revolucionaria Vona Rebl'!tfr. 1997; Zmw dl' Gunra. 2001; Fra11rn y Cuba, ioo6); así como El bandolcris1110 m Cuba (l 99:{-1994 ). entre otros temas. Fundador y director de .. Taller de Historia" (CCPC) y ele varias colecciones en Ediciones Idea. Miembro del consejo de redacción de Rn.·ista di' Indias (CSIC. Madrid). © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 FRUTA DEL PARAÍSO LA AVENTURA ATLÁNTICA DEL PLÁTANO Manuel de Paz © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Fruta del paraíso. La aventura atlántica del plátano Manuel de Paz Sánchez Director de arte: Marcelo López Maquetación: Migdalia Morales Primera edición en Ediciones Idea: 2015 © De la edición: Ediciones Idea, 2015 © Del texto: Manuel de Paz Sánchez © Del prólogo: Miguel Ángel Puig-Samper Imagen de portada: Musa clifforliana. (Vid. Fig. 2). Ediciones IDEA San Clemente, 24 Edificio El Pilar, 38002, Santa Cruz de Tenerife. Tel.: 922 532150 Fax: 922 286062 León y Castillo, 39 - 4° B 35003 Las Palmas de Gran Canaria Tel.: 928 373637 - 928 381827 Fax: 928 382196 correo@edicionesidea.com www.edicionesidea.com Fotomecánica e impresión: Publidisa Impreso en España - Printed in Spain. ISBN: 978-84-16404-84-l Depósito Legal: TF-1006-2015 Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por medio alguno, ya sea electrónico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo y expreso del editor. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 § PRÓLOGO Es un honor y un placer poder prologar este interesante libro del profesor y amigo Manuel de Paz Sánchez sobre esa fruta del paraíso que ha formado parte de la larga historia de las Islas Canarias y forma parte de su economía y su cultura, el plátano. Una especie vegetal destacada en 1724 con otras, como las guayabas o las papas, por el astrónomo y naturalista Louis Feuillée por su delicioso sabor en los cultivos de las islas Canarias, donde parece que llegaron en el siglo XV procedentes de las costas de Guinea. Esa planta que describió Avicena como Musa, como nos recuerda el propio autor, y describió científicamente en 1736 en términos modernos el gran reformador de la nomenclatura botánica, el sabio sueco Carl von Linné, como una Musa cliffortiana. El estudio erudito que hace el profesor de Paz sobre las rutas del plátano, plántano o banano, desde el Sudeste asiático por la India hacia el mundo occidental, considerando las 7 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 migraciones árabes hacia el oeste, merecen un especial elogio, pero más aún su estudio detallado sobre la ruta americana o mejor dicho atlántica. Un camino señalado por vez primera en las obras de Gonzalo Fernández de Oviedo, tanto en el Sumario de 1526 como en la Historia general de las Indias en 1535, que lo atribuye al obispo fray Tomás de Berlanga en su viaje a la isla de Santo Domingo desde las Canarias en 1516, una fecha discutida por la estudiosa del obispo Estrella Figueras en su trabajo sobre el descubridor de las islas Galápagos, quien se inclina por una posible fecha posterior y además hace la sugerencia de que era posible la introducción en el Nuevo Mundo de dos variantes del plátano por el dominico soriano, el camburi (Musa sapientum), documentado en las Islas Canarias, y quizá el conocido como dominico (Musa Regia). El plátano, probablemente en diferentes variedades, como los propios españoles en su proceso de colonización, habría desembarcado en las islas de las Antillas para trasladarse luego a Tierra Firme y extenderse por el Nuevo Mundo recién descubierto por los europeos, como indica Pedro Cieza de León para la zona de Puerto Viejo, por donde también anduvo el obispo Berlanga en sus misiones diplomáticas. El profesor Manuel de Paz sigue magistralmente esta discusión sobre las variedades introducidas en América, ya apuntada por el sabio alemán Alexander von Humboldt en su Essai Politique sur le Royaume de la Nouvelle Espagne, quien ya apuntaba que en el norte de África, la costa andaluza española y en Canarias la que se cultivaba era la variedad camburi, muy diferente al dominico de las crónicas del Inca Garcilaso y José Acosta, 8 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 y de otras variedades que él había observado a lo largo de todo el continente americano desde Nueva Granada hasta Nueva España, donde ya formaba parte esencial de los cultivos utilizados en la subsistencia de las poblaciones, como aparece en sus obras, o en otras contemporáneas como la del naturalista Ledrú al referirse a Puerto Rico en su crónica sobre la expedición Baudin o poco más tarde en la del ferviente humboldtiano gallego Ramón de la Sagra que apuntaba en 1843 en su Histoire Physique, Politique et Naturelle de Die de Cuba la importancia de los plátanos en la economía rural cubana. Es una delicia seguir de la mano del autor esta apasionante historia, que incluye la búsqueda de los orígenes de la planta primitiva, si es que sólo hubo una, su difusión, sus diferentes nombres, sus usos culturales y sus supuestas propiedades alimentarias, medicinales o mágicas. Quiero recordar aquí cómo en la obra Tacuinum Sanitatis de Ibn Butan, escrita en el siglo XI y muy difundida en los siguientes siglos en latín, se hablaba de esta Musa, el plátano, con un dibujo curiosísimo en el que se ve al plátano con hojas gigantescas y el fruto con aspecto de pimiento. Destacaba su naturaleza caliente en segundo grado, húmeda en primero, que hay que elegir grandes, maduros y dulces para el consumo, con cierto cuidado para el estómago para lo que se toma con azúcar, pero con la alegría de que incitaban al coito y convenían sobre todo a los jóvenes y en la región meridional. Quizá recordaba las historias de algunos viajeros de los que nos habla el autor sobre el plátano como el árbol prohibido del paraíso, aquella supuesta manzana de Adán y Eva, reconvertida en esta otra especie vegetal 9 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 también conocida como el árbol de la ciencia del bien y del mal, la fruta prohibida a nuestros primeros padres, una manzana que se agrupaba en racimos y que al cortarla presentaba la cruz del sufrimiento del hijo del padre supremo como un recordatorio constante del pecado original de la humanidad. Lo cierto es, como nos recuerda sabiamente el autor, que los frailes españoles utilizaron la cultura del oasis extendida por las tierras españolas para aplicarla en América, llevando consigo sus conocimientos, sus prácticas agrícolas y sus hábitos alimentarios, y entre ellos sin duda el uso del plátano como un elemento básico. En definitiva este libro es un pequeño tesoro de conocimientos acumulados por el profesor Manuel de Paz para que todos los lectores disfruten con la magia de su historia. Y como índica el autor en su último capítulo al recordar la presencia del plátano en la literatura clásica, «salga el guineo a bailar». Miguel Ángel Puíg-Samper Instituto de Historia del CSIC 10 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 § l. PREÁMBULO El «árbol» musa (maus, muse, mose), en la breve descripción de Rembert Dodoens, traducida por Carolus Clusius, figuraba documentado en Oriente, de acuerdo con una temprana referencia de Avicena: Cese arbre avec son fruict est appelle d' Avicenne chaps. 495. Musa, & a présent en Syrie Mose: & les Grecs, & Chrestiens du pais, les Juifs aussi disent que e' est le fruict duquel mengea Adaml. En 1736 Linneo le dedicó una monografía a la Musa cliffortíana y, en el epílogo, para alabar su belleza y elogiar 1 Rembert Dodoens, Charles de l'Esduse (trad.), Histoire des plantes, en laque/le est contenue la description entiere des herbes, c'est-a-dire, leurs Especes, Forme, Noms, Tempérament, Vertus & Operations, Anvers, Jean Loe, 1557, p. 494. Vid. Fig. l. En adelante nos referiremos, preferentemente, a Charles de l'Eduse (1525-1609), como Carolus Clusius. 11 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 también conocida como el árbol de la ciencia del bien y del mal, la fruta prohibida a nuestros primeros padres, una manzana que se agrupaba en racimos y que al cortarla presentaba la cruz del sufrimiento del hijo del padre supremo como un recordatorio constante del pecado original de la humanidad. Lo cierto es, como nos recuerda sabiamente el autor, que los frailes españoles utilizaron la cultura del oasis extendida por las tierras españolas para aplicarla en América, llevando consigo sus conocimientos, sus prácticas agrícolas y sus hábitos alimentarios, y entre ellos sin duda el uso del plátano como un elemento básico. En definitiva este libro es un pequeño tesoro de conocimientos acumulados por el profesor Manuel de Paz para que todos los lectores disfruten con la magia de su historia. Y como indica el autor en su último capítulo al recordar la presencia del plátano en la literatura clásica, «salga el guineo a bailar». Miguel Ángel Puig-Samper Instituto de Historia del CSIC 10 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 § l. PREÁMBULO El «árbol» musa (maus, muse, mose), en la breve descripción de Rembert Dodoens, traducida por Carolus Clusius, figuraba documentado en Oriente, de acuerdo con una temprana referencia de Avicena: Cest arbre avec son fruict ese appelle d'Avicenne chaps. 495. Musa, & a présent en Syrie Mose: & les Grecs, & Chrestiens du pais, les Juifs aussi disent que c'est le fruict duque! mengea Adam1• En 1736 Linneo le dedicó una monografía a la Musa clif.fortiana y, en el epílogo, para alabar su belleza y elogiar 1 Rembert Dodoens, Charles de l'Escluse ( trad.). Histoire des plantes, en laquelle est contenue la description entiere des herbes, c'est-a-dire, leurs Espéces. Forme, Noms, Tempérament, Vertus & Operations, Anvers, Jean Loe, 1557, p. 494. Vid. Fig. l. En adelante nos referí· remos, preferentemente, a Charles de l'Ecluse (1525-1609), como Carolus Clusius. 11 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 la difusión mundial de su cultivo, incluyó una elegante composición del poeta neolatino Hendrik Snakenburg: Salve; hospirali sede beatior, Quam si vel Indus vel Tropicus tuo Pinguescat e fructu, et saporis, Musa, satur nihil optet ultra2• Esta monografía, como ha destacado Mark Griffiths, le permitió a Linn~us perfilar su método y su sistema taxonómico3. Por otro lado, hace medio siglo, el botánico e historiador colombiano Víctor Manuel Patiño (1912-2001) sostenía que la división que se suele hacer entre plátanos (Musa paradisiaca, Musa spp.) como hortaliza o vegetal feculento sustitutivo del pan, y bananos (Musa sapientum, M. Cavendishi, etc.), en tanto fruta de consumo como postre o golosina, resultaba arbitraria respecto a gran parte de la América equinoccial, pues tanto los plátanos como los bananos se usaban verdes, como hortaliza o por la fécula, y ambos, cuando maduros, se consumían como fruta4. Con escasas excepciones, los típicos plátanos comestibles «por naturaleza son híbridos entre las distintas subespecies de Musa acuminata e híbridos interespecíficos 2 Car! von Linné, Musa cliffortiana florens Hartecampi 1736 prope Harkmum [ s. n. ], Lugduni Batavorum [Leiden], 1736, p. 50. Vid. Fig. 2 y 3. 3 Mark Griffiths, «Clifford's Banana: How Natural History was made in a Garden», en B. Gardiner & M. Morris (ed.), The Linnean Special Issue N° 7. The Linnaean Collections, Oxford, Wiley-Blackwell, 2007, pp. 23, 25. 4 Víctor Manuel Patiño, Plantas cultivadas y animaks domésticos en América equinoccial, Imp. Departamental, Cali, 1969, IV. pp. 164-165. Vid. http://www.banrepcultural. org/blaavirrual/ historia/puti/indice.htm [Consultada 24/02/2014]. 12 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 entre M. acuminata y M. Balbisiana»S. Estos mismos autores ponen de relieve que La taxonomía de la Musa se confunde debido a varios factores, incluidos la esterilidad, la antigua domesticación y los orígenes híbridos de las variedades cultivadas (cultivares), y la falta de interés de muchos por adoptar nombres más correctos y nuevos. Por ejemplo, los híbridos de Linnxus tales como M. paradisiaca (plátano francés) y M. sapientum (guineo manzano) todavía se utilizan décadas después de que los cultivares a los que se refieren estos nombres fueran reconocidos como híbridos M. acuminata x M. balbisiana6• Se podría valorar la relevancia de las musáceas de acuerdo con cuatro conceptos esenciales, tal como destacan Nelson, Ploetz y Kepler. En primer lugar, su extraordinaria relevancia para las sociedades humanas, ya que produce el cuarto alimento más importante del mundo (después del arroz, el trigo y el maíz). En segundo término, el hecho de que «las especies de Musa crecen en una amplia variedad de entornos y han modificado los usos humanos, pues van desde los bananos comestibles y plátanos de los trópicos hasta la producción de fibra resistente al frío y las plantas ornamentales». En tercer lugar, por su 5 Randy C. Ploetz, Angela K. Kepler, Jeff Daniells y Scot C. Nelson, «Banana and plantain-an overview with emphasis on Pacific island cultivars», ver. l. en C. R. Elevitch (ed.), Species Profiles for Pacific Island Agroforestry. Permanent Agriculture Resources, Hawai'i, H lualoa, 2007. http://agroforestry.net/tti/Banana-plantainoverview. pdf [Consultada 05/03/2014]. 6 Ibídem. 13 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 evolución y su diversidad genética: Estas «hierbas grandes y perennes, de 2-9 metros (6'6-30 pies) de altura», evolucionaron en el Sudeste de Asia, Nueva Guinea y el Subcontienete indio, y desarrollaron en tiempos más recientes localizaciones de diversidad genética secundaria en África, América Latina y el Pacífico. Por último, aunque no se la considera una planta invasiva, la Musa es una variedad resistente que compite relativamente bien con otros vegetales en entornos agro-forestales gestionados?. Antonio Paláu y Verdéra resumió, en 1788, los tipos principales de musa de acuerdo con el sistema de Linneo: l. Musa del Paraíso, con el espádice inclinado; y las flores masculinas persistentes. 2. Musa de los Sabios, vulgo: Bananas, con el espádice inclinado; y flores masculinas que se caen. 3. Musa de los Trogloditas, con el espádice derecho, y espatas que se caen8• Viera, en su Diccionario de historia natural, aparte de recordar que según la tradición la planta había llegado a Canariás desde Guinea, apuntaba que el término plátano había «prevalecido al de plántano, con que esta planta arbórea había sido siempre conocida (según Adanson), por los habitantes de nuestras Canarias»9• El citado Michel 7 Scot C. Nelson, Randy C. Ploetz y Angela K. Kepler, «Musa species (banana and plantain)», ver. 2.2, en C. R. Elevitch ( ed.), Speúes Profiles for Pacific Island Agroforestry. Permanent Agriculture Resources, Hawai'i, H lualoa, 2006. http:/ / www.traditionaltree.org [ Consultada 05 /03/2014]. 8 Antonio Paláu y Verdéra, Sistema de los vegetables o resumen de la parte práctica de Botánica del caballero Carlos Linneo, Madrid, Imprenta Real. 1788, p. 198. 9 José de Viera y Clavija, Diccionario de historia natural de las islas Canarias, Las Palmas de Gran Canaria, Real Sociedad Económica de Amigos del País, 1869, II, p. 200. Una edición crítica y reciente, José de Viera y Clavija, Diccionario de Historia 14 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Adanson había redactado la voz bananier en el Supplément a J;Encyclopédie: ( ... ] ceux de la Guinée, banana; les Fran¡;:ois, bananier; les Espagnols des iles Canaries, plántano; les Anglois, plantain-tree. C' est par une erreur impardonnable, que quelques dictionnaires écrivent plátano, qui est le nom ltalien du platane10• La antecedente opinión de que los «españoles de las islas Canarias» utilizaban la voz plántano de manera exclusiva para referirse a musáceas comestibles, arranca seguramente del relato de Thomas Nichols que fue erróneamente datado en 1526, como luego diremos. Fruto de esta potente tradición sería el sustantivo plántano referido a un «tree of the Canary islands», con una llamada para acudir al término «banana-tree», que figura en destacados diccionarios bilingües de inglés-francés/francés-inglés del siglo XIXu. Es posible deducir, por tanto, una larga pervivencia del término, ello a pesar de que, en ocasiones, se ha asociado la Musa paradisiaca, no con el plátano-barraganete, en tanto que variedad de cocción, sino con el «plántano o plántano-bar(r]aganete » (sin tilde), como escribe en italiano Castiglioni12• Natural de las Islas Canarias, edición, introducción y notas de Cristóbal Corrales y Dolores Corbella, Santa Cruz de Ten e rife, Ediciones Idea, 2014, 11, pp. 394 y 400. 10 M. Adanson, «Bananier», en Denis Diderot y Jean D'Alembert ( eds.), Supplement a I.:Encyclopédie, ou Dictionnaire Raisonné des Sciences des Arts et des Métiers, Amsterdam, M. M. Rey, 1776, !, p. 777. 11 Como por ejemplo, Lewis Chambaud, A new Dictionary Englis and French and French and English, London, Cadell & Davies, 1815, II, s. v. Charles Fleming & J. Tibbins, J., Royal Dictionary English and French and French and English, Paris, Firmin Didot Brorhers, Sons and C0 ., 1857, 1, p. 862. l2 Luigi Castiglioni, Storia delle piante forastiere:le piú importanti nelluso medico,od economico, Milano, Editoriale Jaca Book SpA. 2008, p. 289. 15 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Además, en 1820, Colla recog10, en su famosa Memoria sobre el género Musa, los nombres europeos más comunes de la planta, por ejemplo, en «Spagnuolo, Plántano, higuera de Adamo»; en francés «Bananier, figuier d'Adam, Plantain des Indes», en inglés «Plantain-tree, Banana tree, Adamir fig-tree»B. La alternancia entre plátano y plántano, en cualquier caso, es muy antigua en español. Fray Pedro de Aguado en su Historia de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada, obra que ha sido datada entre 1573 y 1581, se refirió a las musáceas como plátano y plántano en un mismo párrafo: Después que Vitoria se pobló han plantado los españoles en esta provincia naranjos dulces y agrios, cidras, limas, limones y plátanos, a quien más propiamente dicen llamarse avenanas, porque el plántano, según afirman personas que lo han visto, tiene la hoja de hechura de una adarga, y este árbol la tiene larga, según claro se ve, pues tan general es ya en todas partes, y tiene más la hoja del plátano que de más de ser de la forma dicha son muy delgadas y muy labradas de plateadas laboresl4, Los dos términos referidos a musáceas, plántano y plátano, eran utilizados por criollos y canarios en Cuba hasta, 13 Luigi A. Colla, Memoria sul genere Mu,a e monografía del mede,imo, Torino, Accademia Reale delle Scienze, 1820, p. 9. 14 Pedro de Aguado, Historia de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada, ed. de Jerónimo Bécker, Madrid, Real Academia de la Historia, 1917, t. II, p. 175. Se ha actualizado la ortografia. A pesar de la amplia difusión de la planta, que reconoce, el autor también afirma no haber visto exactamente un ejemplar de plátano, con lo que su descripción ofrece algunas dudas. 16 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 al menos, el siglo XIX1s, y ello debió ser así desde la primera mitad del siglo XVI, como se verá más adelante en relación con la expedición de Hernando de Soto (1500- 1542). Evidentemente, ha prevalecido el nombre de plátano y, para distinguir las diferentes especies, se ha recurrido a un léxico que, con el paso del tiempo, se ha enriquecido de manera extraordinaria en los diversos países de la comunidad hispanohablante. 15 Alejandro García Álvarez, «Santo, seña y ruta histórica del plátano hasta Cuba», Revista de Indias, nº 221, Madrid, CSIC, 2001, p. 144. 17 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Chap. XXXVII. Mllf4. Mofe. Fig. 1: Dodoens y Clusius, 1557. 18 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Fig. 2: Linneo, 1736. 19 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Fig. 3: Linneo, 1736. 20 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 § 2. FRUTA DEL PARAÍSO El plátano era conocido en la región de Egipto y en las proximidades de Tierra Santa desde época temprana, con lo que no es extraño que aparezca descrito entre las rarezas observadas por peregrinos y viajeros, ávidos de maravillas. Entre estos peregrinos de Occidente que mencionaron las musáceas en sus relatos de viaje figuran fray Burchardus de Monte Sion y fray Antonio de Aranda. Juan Fragoso, que sigue en parte, como luego veremos, la edición comentada por Clusius del libro de Orta, escribe sobre la presunta etimología del fruto «llamado Musa»: Acerca de la razón y etimología del nombre, es cosa de reír lo que escribe un autor diciendo llamarse musa esta fruta, por ser tan excelente que mereció tener nombre de aquellas nueve musas que finge la Antigüedad, o por ser muy común mantenimiento de 21 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 ellas. Dice también que esta es la fruta que comieron nuestros primeros padres, en el paraíso terrenal; y lo mismo refiere F. Brocardo [Burchardus] en la descripción de la Tierra Santa 16. Burchardus se había referido, en efecto, a la Pomorum paradysi o Poma paradisi en su Descriptio Terrae Sanctce ( c. 1285), texto que ha sido calificado como el más importante de los peregrinatores de la Edad Medial?. Decía, en concreto, fray Burchardus: ltem sunt ibi fructus alii, qui dicuntur Poma paradisi, admirabilis fructus ualde. Ista crescunt it modum botri unius, habencia multa grana [ ... ]. Folia arboris huius longa sunt ad staturam hominis unius, lata uero ita, ut duobus foliis posset cooperire aliquis totum corpus suumis. A su vez, el franciscano fray Antonio de Aranda, que había viajado a Tierra Santa en 1530, es decir, casi dos siglos y medio después de Burchardus, nos dejó el relato de su peregrinación a Jerusalén. Fascinado por lo maravilloso, 16 Juan Fragoso, Discursos de las cosas aromáticas, árboles y frutales, y de otras muchas medicinas simples que se traen de la India Oriental y sirven al uso de medicina, Madrid, Francisco Sánchez, 1572, pp. 168v-169. García de Orta y Carolus Clusius, Aromatum, et simplicium aliquot medicamentorum apud Indos nascentium historia, Antverpia,, Christophori Plantini, 1567, p. 222. En general se ha actualizado la ortografía castellana de las citas bibliográficas.Vid. Anexo l. 17 Cecilia Blanco Pascual, «Los manuscritos del Tractatus de Terra Sancta Compilatus a Fratre Marino et a Fratre Brocardo (Anónimo): algunas notas críticas», Exemplaria classica:journal of classical philology, nº 12, Universidad de Huelva, 2008, p. 181. 18 Johann C. M. Laurent (ed.), Peregrinatores Medii Aevi Quatuor, Lipsia,, Hinrichs Bibliopola, 1864, pp. 87-88. También, con la misma paginación, la ed. de 1873. 22 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Aranda pudo observar, no muy lejos de la Ciudad Santa, la gran abundancia de «musas que es un fruto tal y tan suave que, averiguadamente, griegos y latinos, moros y cristianos afirman ser del que nuestros primeros padres comieron». Considerando, pues, que es «árbol que en esas partes occidentales no le hay», no se le pudo ocurrir mejor idea que compararlo con una planta americana recién llegada al Viejo Mundo, el maíz: Es un árbol a manera de la caña que allá en España llamamos trigo o panizo de las Indias; salvo que la caña es cuatro veces más gruesa, alta no mucho más; las hojas de la musa son más de un palmo en ancho, y más largas que una razonable estatura de un hombre. A donde el panizo [ maíz] hace la mazorca de los granos, en la musa es un florón muy hermoso de largo de un palmo: como si fuese hecho de unas flores de lirios metida una en otra[ ... ]; desnudo de la corteza o vaina que tiene, si le cortan atravesado hecho ruedas, en cada una de ellas está un tau 19, Los griegos, añadía Aranda, le llamaban higo de paraíso, y no dudaba en indicar que, por tanto, en el propio fruto del árbol de la culpa estaba señalado el instrumento de la gracia, esto es, «el tau o la cruz por la cual fuimos por Cristo nuestro Dios redimidos de la transgresión ». La planta, apuntaba por último, «ha de nadar en agua siempre, como cañas de azúcar». También se refirió 19 Antonio de Aranda, Verdadera información de la Tierra Sancta, según la disposición en que en el año de mil y quinientos y treynta, el auctor la vio y passeó, Toledo, Juan Ferrer, 1550 [08/01/1551 en colofón], pp. 102v-103. 23 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 a las musas mitológicas, ya que se trataba de un «digno fruto para las musas». La interpretación de las Musacea: como fruta prohibida del Jardín del Edén, también consta en los testimonios de otros peregrinos de renombre, como Bernhard von Breydenbach ( c. 1440-1497), que las vio junto a flores y frutos clamorosos a principios de la década de 1480. La primera edición en castellano de esta obra se publicó en 1498: Dende llegamos a un otro árbol maravilloso: cuyas fojas eran de XV o XVI pies tendidas en luengo; y en lo ancho dos o más un poco. El fruto haze ma[ n kanas largas: puestas de XVIII de XIX o XX en un manojo; como los granos de la uva cuelgan en un rezimo. Son estas man~anas muy dulces al gusto quando maduras; llaman les musi o musas, y a cada parte que les abrieren queda una cruz con la ymagen del crucifixo clara parecida. Dicen de cierto, que aquel árbol de la sciencia de bien y mal, del fruto que Dios vedó a nuestros padres Adán y Eva en el parayso, fue de aquella misma [ e J specie, y que los antigos ante[ s J que fallassen papel, escrevían en estas fojas enxutas primero20. La abundancia de la planta en la región de Egipto fue destacada por Pietro Martire d' Anghiera [Pedro Mártir de Anglería, 1457-1526], quien había sido embajador de los Reyes Católicos en Alejandría y más tarde, en 1520, ocupó 20 Bemhard Von Breydenbach, Peregrinatio in Terram Sanctam: Viaje de la Tierra Santa, trad. de Martín Martínez de Ampíes, Zaragoza, Pablo Hurus, 1498, p. CXLIX. 24 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 el cargo oficial de cronista de Indias. Su misión diplomática ante el sultán Qansuh, motivada por los problemas que sufría la comunidad islámica de Granada, se desarrolló entre finales de 1501 y abril de 150221. Torres Asensio recuperó en 1892, coincidiendo con el IV Centenario del Descubrimiento de América, su descripción del plátano, así como su displicente referencia a la identificación tradicional con la fruta del Paraíso: El vulgo de Egipto charla que esta es la fruta de nuestro primer padre Adán con que manchó al género humano. Los extranjeros traficantes [ ... ], llaman a esas frutas musas [ ... ]. Vi yo muchas de éstas, y comí no pocas en Alejandría de Egipto, cuando en nombre de mis Reyes Católicos, Fernando e Isabel, desempeñaba mi embajada con el sultán22, A pesar de todo, otros viajeros y estudiosos no dudaron en subrayar la impronta paradisíaca del vegetal, así como su amplia difusión por el Mediterráneo africano y por el Próximo Oriente. León el Africano23, comentó también la presencia de la planta en el «reino de Fez»: Les Docteurs Mahommetans disent que c' est le fruir qui sur défendu a nos premiers parents par la 21 J. E. López de Coca Castañer, «Mamelucos, otomanos y caída del reino de Granada», En la España Medieval, nº 28, Universidad Complutense de Madrid, 2005, pp. 247 -248. 22 Joaquín Torres Asensio (ed.), Fuentes históricas sobre Colón y América. Pedro Mártir Anglería, Madrid, Imp. de la S. E. de San Francisco de Sales, 1892, IV, pp. 206-207. 23 Leo Africanus (c.1488 o 1494- c. 1554), León el Africano,Jean Lean African o Hasan bin Muhammed al-Wazzan al-Fasi. 25 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 bouche du Seigneur: & n'ayans voulu obtempérer a son saine commandement, apresan avoir mangé, leurs parties honteuses se découvrirent [ ... ]. II en croit a foison en la cité de Sela, au Royaume de Fez: mais en plus grande quantité en la région d'Egypte, & principalement a Damiette24. El médico Pietro Andrea Matthioli (1501-1577), muy recomendado por Clusius y por otros estudiosos de la época, había afirmado en sus comentarios a Pedanius Dioscorides [Dioscórides Anazarbeo ], que la Musa, parecida a la palma, era un vegetal de sabrosos frutos, que se importaba por los venecianos de Chipre y Egipto, y que poseía notables virtudes curativas. En 1572, su obra apareció ilustrada con un notable grabado tanto de la planta como del racimo: Entre les especes du palmier aucuns nombrent cette planes que les V énitiens rapportent de Cypre & Egypte, & l'appellent Muse, les fruits d'icelle, Muses [ ... ] . Elle nourrit l' enfant au venere de la mere; elle est bonne au reins, elle provoque l'urine & incite a luxure2S. En su libro sobre las plantas de Egipto, el médico italiano PrósperoAlpini (1553-1617), incluyó una descripción y 24 Jean Leon African, Description de J;Afrique, tierce parte du monde, Lyon, Jean Temporal, 1556, p. 391. Vid. Fig. 4. 25 Pietro Andrea Matthioli, I Discorsi di M. Pietro And. Matthioli sanese, [ ... ] ne i sei libri di Pedacio Dioscoride Anazarbeo, Venetia, Vincenzo Valgrisi, 1563, p. 152. Pierre André Matthioli, Commentaires de M. Pierre André Matthiole, Medicin Senois, sur les six livres de Ped. Dioscoride, Lyon, Guillaume Roville, 1572, pp. 148-149. Vid. Fig. 5. 26 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 un apunte del plátano, infrecuentemente con varios racimos, aunque en este caso tanto la cepa como las hojas están mucho más logradas que en otros dibujos de la época acerca del vegetal, que llamó «Mauz seu musa»: [ ... J aiunt multi insitam hanc plantam olim fuisse canna: saccharina: supra culcassia: radicem, uereque imago utriusque in ea cernitur, longitudinem cannarum, & latitudinem culcassia: in foliis adepta perpetuo uiret, nunquam folia decidunt26. En el Herbario de Castore Durante (1529-1590), quien, además de médico y botánico, también era poeta, la planta aparece localizada en la India (Bengala), además de Creta, Chipre, Sicilia y Canarias, y también se reproduce un pequeño grabado de la planta: Chiamasi queseo gentil frutto musa; percioche e cosa degna delle muse, oueramete per che le muse usano tal cibo; aggiungendo appresto che que sto sia quel frutto che Adamo mangio nel Paradiso terrestre27. La historia de las musáceas como fruta del Paraíso también fue recogida de la tradición por Cristóbal de Acosta, cuando trató de la planta bajo el nombre de «higuera» de las Indias Orientales. Subrayó entonces su 26 Prosperi Alpini, De plantis JEgypti liber, Venetiis, Franciscum de Franciscis Senensem, 1592, pp. 32v y 33. Una edición posterior, «cum observationibus & notis loannis Veslingii», Patavii, Pauli Framborci Bipliopola,, 1640, pp. 78 y 80, vuelve a reproducir el mismo dibujo. Vid. Fig. 6. 27 Cascare Durante, Herbario nuovo, Roma, !acamo Bericchia y !acamo Tornierii, 1585, pp. 302-303. Vid. Fig. 7. 27 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 enorme difusión en todo el mundo, desde la India hasta Nueva España28. Fr. Esteban de Villa situó los plátanos, asimismo, entre los principales candidatos a identificarse con el bíblico Árbol de la Ciencia, junto a otros tan estimados como los manzanos, la vid o la higuera: Los de la segunda clase, que quieren sea este árbol de la ciencia el árbol Musa, por la hermosura del fruto y su grandeza, pretenden salir con la suya [ ... ] diciendo que esta planta, por ser tan insigne, fue conocida de todas las naciones donde nace y en la Siria con el nombre de Musa, de griegos, cristianos y indios, y es tradición entre ellos que Adán comió de esta fruta, de que se ríe no poco Orta en su libro drogas orientales, como de que se llama Musa porque es comida digna de las musas. Lo cierto es que la fruta de este árbol es tan sabrosa, que cuanto más se come de ella da más gusto, y fuera de esto dicen tiene tan gran virtud medicinal que aprovecha al pecho[ ... ], y la hoja es tan grande que pudieron muy bien nuestro Padre Adán y su consorte, cubrir lo indecente de sus partes29. Un paraíso es un vergel, tal como nos recuerdan los autores bíblicos, y naturalmente goza de un clima templado, como el que necesitan los plátanos para desarrollarse de manera adecuada. El abater Bergier nos lo explicaba de 28 Cristóbal Acosra, Tractado de las drogas, y medicinas de las Indias Orientales, Burgos, Martín de Victoria, 1578, p. 74. Vid. Fig. 8. 29 Fr. Esteban de Villa, Segunda parte de simples incógnitos en la Medicina, Burgos, Pedro Gómez de Valdiuielso, 1654, p. 6. 28 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 este modo: «en los profetas la palabra paraíso significa siempre un lugar agradable y delicioso, de lo cual se infiere que en un clima como el de la Palestina, la sombra y la frescura de los árboles eran un recreo y un sitio delicioso ». También en los Campos Elíseos se figuraban los antiguos que «las almas vivían en ellos a la sombra de los árboles como en la tierra los vivos», de lo que se deducía que, «como vivían en un clima más cálido que el nuestro y no concebían un sitio más delicioso que los bosques plantados de árboles frutales, no encontraron una voz más propia que la de paraíso para significar la deliciosa mansión de los bienaventurados». Pero, advertía, no por ello debemos pensar que la «felicidad consiste en comer frutas, y en vivir a la sombra de los árboles»3o. Juan Francisco de Masdeu escribió, a su vez, henchido de amor patriótico: España no está abrasada como el África de los ardientes rayos del sol, ni trabajada de continuos vientos como la Francia, más que goza con bella moderación de un calor templado, y de lluvias oportunas; que su clima es como el de Ática en la estación alegre del otoño [ ... ]; que es un país favorecido de la naturaleza [ ... ]; un país de aire tan dulce, y de un cielo tan hermoso y sereno, que la Antigüedad colocó en él los Campos Elíseos, y los moros creyeron que sobre él estaba la mansión del paraíso31. 30 Nicolás Bergier, Diccionario enciclopédico de Teología, Madrid, Tomás Jordán, 1833, VII, p. 509. 31 Juan Francisco de Masdeu, Historia crítica de España, y de la cultura española, Madrid, Antonio Sancha, 1783, !, p. 69. 29 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Otros, sin embargo, creyeron que el verdadero paraíso se encontraba en Etiopfa32, como le sucedió al imaginativo fray Luis de Urreta33, y también al poeta Milton: Nor where Abyssin Kings cheir issue guard, Mounc Amara, chough chis by sorne supposed True Paradise under che Ethiop line By Nilus head, enclosed wich shining rock, A whole day's journey high, [ ... ] (Paradise Lost, 4.280-4). Fray Juan Pérez de Pineda (c.1513-c.1593), preocupado por la localización del Paraíso Terrenal, ya que algunos autores lo situaban por debajo del Ecuador, se ocupó en el capítulo VII del primer tomo de su monumental Monarquía eclesiástica del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, «que es tenido por de la casta de la higuera índica », con lo que el paraíso debía situarse necesariamente en la India. Sustentaba su hipótesis, además, en una amplia colección de citas eruditas de Heródoto, Arriano, Hipócrates, Teofrasto, Plinio, Estrabón, Cayo Julio Salino y, entre otros varios, el médico portugués Cristóbal Acosta, quien, según Pineda, gozaba de especial autoridad por haber visto en persona la Higuera índica34, que no es lo mismo que la Opuntia ficus-indica. 32 Jean Delumeau, History of Paradise. The Carden of Eden in Myth & Tradition, New York, Continuum, 2000, p. 159. 33 Luis de Urreta, Historia eclesiástica. política, natural y moral de los grandes y remotos reinos de la Etiopía, Valencia, Pedro Patricio Mey, 1610, pp. 92-93. 34 Juan Pérez de Pineda, Los treynta libros de la Monarchia Ecclesiastica, Salamanca, Juan Fernández, 1588, I, pp. 19-21. 30 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Una reciente edición del Libro de los símbolos ( editorial Taschen), nos muestra bajo la referencia «palmera» dos interesantes ejemplos. En primer lugar, una auténtica palmera dactilera (Phoenix dactylifera) de Tebas (1295- 1185 a. C.), y, en la misma página, la figura de una joven del Punjab (India), según una pintura de principios del siglo XIX, en el acto de transferir su nostalgia, mediante un abrazo, «al verde tronco de una palmera relacionada con los líquidos vitales y el producto abundante»3s. Pero, en realidad, se trata de un plátano joven, aunque ya posee un plantón que garantiza la continuidad del ciclo vital de la especie. Plátanos y palmeras formaban parte, en cualquier caso, del paisaje natural y espiritual de la India, tal como escribe el autor de Los viajes de un bracma: Las palmeras susurraban inclinadas blandamente por la brisa del río; parecía que con su murmullo saludaban la partida de un alma feliz. Mil perfumes embalsamaban el aire, y los rayos del sol reflejados por las ramas del arek y del banano formaban sobre la cabeza del anciano una aureola de luz36, Respecto al simbolismo de la planta, Louis Antoine de Bougainville ( 1729-1811), pudo constatar que en Tahití las hojas del plátano eran utilizadas como enseñas de paz, lo mismo que el olivo en la cultura occidental: 35 Ami Ronnberg y Kathleen Martín (eds.), The Archive for Research in Archetypal Symbolism. El libro de los símbolos. Reflexiones sobre las imágenes arquetípicas, Colonia, Taschen, 2011, p. 139. 36 Jean- Ferdinand De nis, Los viajes de un Bracma, o la sabiduría popular de todas las naciones, Valencia, Imprenta de Cabrerizo, 1837, pp. 329-331. 31 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Entonces se llegaron al navío, y uno de ellos [ ... ], nos ofreció con su ramo de paz un cochinillo y una porción de plátanos. Aceptamos su regalo que ató a una cuerda arrojada por nosotros; en cambio le dimos gorros y pañuelos, y estos presentes fueron la prenda de nuestra alianza con aquel pueblo37. Mientras que en los relatos de viajes de James Cook (1728-1779), también se pueden leer diversas referencias a la importancia religiosa y social del plátano entre los indígenas de la citada y exótica Otaheite, ya que «the plantain-tree is always the first thing introduced in all their religious ceremonies, as well as in all their public and prívate debates; and probably on many other occasions »3s, Además, la planta era el «emblema de la amistad, de la paz y del arrepentimiento»39, 37 Eduardo Charton (ed.), Los viajeros modernos o relaciones de los viajes más interesantes e instructivos que se hicieron en los siglos XVI, XVII y XVIII, París, Administración del Correo de Ultramar, 1861, p. 282. 38 James Cook, The three voyage of Captain Cook round the world, London, J. Limbird, 1824, p. 245. 39 Santiago de Alvarado y de la Peña (ed.), Viaje al polo austral o del sur, y alrededor del mundo,[ ••• ] años desde 1772 al 1775 por el célebre capitán Santiago Cook[ ... ], Madrid, Imprenta de Tomás Jordán, 1833, VIII, p. 200. 32 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Fig. 4: León el Africano, 1556. 33 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Fig. 5: Piecro Andrea Macchioli, 1572. 34 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 MAVZ M V SA.. Fig. 6: Próspero Alpini, 1592. 35 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 M V s A. Fíg. 7: Cascore Durante, 1585. 36 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 F1.g .. 8·. Cnsro. bJ 1 A.:osra, J 578 . 37 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 ANEXO 1 Discurso Sexto IJe WJ fiuro llamado musa40, V éese en algunas regiones de la India oriental, una planta que no se siembra más de una vez, porque a la primera produce muchos tallos, que vienen después a ser arbolillos. Va el tronco por lo alto, vestido con las cortezas de las hojas, a modo de cañas o de las palmas; las cuales son anchísimas y muy largas, y va por medio de ellas una costilla muy gruesa. No tiene ramas, porque todo es tronco, antes produce en la cumbre unas flores arracimadas un poco amarillas, de figura oval y de un palmo en largo, de cuya redondez salen unos palillos, de do cuelgan ciento y a veces doscientos y más higos, a quien llaman los guineos benanas [sic), y los árabes musa, como consta de Serapión, Avicena y Rasis, los cuales señaladamente escribieron de este sus propios capítulos. Conócese hoy esta planta en Almería, de do se ha enviado la fruta a algunos señores de esta corte, por gran regalo, y con mucha razón, por ser de árbol tan exquisito y raro. Estos higos, al principio que se gustan, dan descontento, pero si se van usando no se ve harto de ellos, el que los come. Dice Serapio que la complexión de estos, es caliente y húmeda, y que aprovechan contra los ardores del pecho y del pulmón, y que provocan maravillosamente la orina, librando los riñones de la pesadumbre y dolor que suelen tener. De donde viene que los médicos 40 Juan Fragoso, op. cit., 1572, pp. 167-169v. 38 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 indianos los mandan comer a sus pacientes, no solo en las calenturas, pero también en las otras enfermedades, ayudando a esto el buen gusto del manjar que ( como dice Hipócrates), aunque sea un poco malo, por la suavidad que tiene lo abraza mejor el estómago, y por tanto se ha de anteponer a los mejores, y no tan sabrosos. Acerca de la razón y etimología del nombre, es cosa de reír lo que escribe un autor diciendo llamarse musa esta fruta por ser tan excelente, que mereció tener nombre de aquellas nueve musas que finge la antigüedad, o por ser muy común mantenimiento de ellas. Dice también que esta es la fruta que comieron nuestros primeros padres en el paraíso terrenal, y lo mismo refiere F. Brocardo en la descripción de la Tierra Santa. Volviendo a la planta, es aquella que Oviedo en el libro 8, capítulo I de su historia de las Indias Occidentales, llamó plátano impropiamente. Hase tenido gran sospecha que musa de los árabes fuese aquella singular planta llamada Pala de Plinio en el libro 12, capítulo 6, por parecer que le cuadra todo lo que allí cuenta de su descripción. Mayormente que en la provincia de Malabar que está sobre el río Indo, y dentro del Ganges, se llama hoy en día palan, de do parece haber tomado los latinos el nombre de pala. Matthiolo Senes, tratando de esta planta sobre el capítulo de palma, cree ser en Teofrasto, aquel género de palma, que él dice nacer en Chipre, de más ancha hoja que ninguna de las demás, y el fruto también mayor, del tamaño de una granada. 39 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 § 3. JARDINES DE AL-ANDALUS ¿Seguían cultivándose plátanos en Andalucía durante el siglo XVI, tal como había sucedido en época musulmana? En mucha menor medida, desde luego, pero parece que así fue. Existe un testimonio que documenta, incluso, el consumo eventual de la fruta entre ciertos cortesanos. Lo recogió el citado médico de Felipe II, Juan Fragoso, hombre de «equilibrado espíritu crítico»4t. Fragoso escribió Discursos de las cosas aromáticas, árboles y frutales, y de otras muchas medicinas simples que se traen de la India Oriental (1572), ya mencionada, y señaló en el discurso sexto, que tituló del «fruto llamado Musa», que Se conoce hoy esta planta en Almería, de donde se ha enviado la fruta a algunos señores de esta corte, 41 J. M. Calbet Camarasa, «Presentación», enJacint Corbella,Juan Fragoso. Tratado de las declaraciones, Barcelona, Promociones y Publicaciones Universitarias, 1988, p. 7· 41 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 por gran regalo y con mucha razón, por ser de árbol tan exquisito y raro. Estos higos al principio que se gustan dan descontento, pero si se van usando no se ve harto de ellos el que los come42. Fragoso era un hombre influyente. Se ha señalado que fue uno de los primeros médicos españoles en citar a Paracelso; que era paisano, amigo y condiscípulo de Francisco Hernández, protagonista de la famosa expedición científica a Nueva España, con quien había herborizado en tierras andaluzas en torno a 1555, y que sus Discursos de las cosas aromáticas, a pesar del título, no trataba solamente de plantas asiáticas, sino también de bastantes americanas, por lo que copió a García de Orta y a Nicolás Monardes, aunque con algunas adiciones que fueron asimiladas por los naturalistas de la época, entre ellos el propio Clusius43. Era amigo de ambos, Hernández y Monardes, pues los tres habían estudiado en Alcalá de Henares y ejercieron en Sevilla, donde alcanzaron gran prestigio44. En realidad, Fragoso lo que pretendía, según escribió, era poner cierto orden en la materia medicinal, tan «combatida y acosada de diversas opiniones», mayormente en las cosas tan peregrinas y extrañas como las que se traían de «las unas Indias y de las otras». En la 42 Juan Fragoso, op. cit., 1572, p. 168. 43 José María López Piñero y José Pardo Tomás, La influencia de Francisco Hernández (1515-1587) en la constitución de la botánica y la materia médica modernas, Valencia, Universidad de Valencia-CSIC, 1996, pp. 28, 52 y 112. 44 José L. Fresquet Febrer, «Materia médica americana en textos médicos españoles del siglo XVI», Cirugía y cirujanos, nº 63 (2), Academia Mexicana de Cirugía, México, 1995, pp. 76-77. 42 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 misma epístola dedicatoria, que elevó a doña Juana de Austria, princesa de Portugal e infanta de Castilla, confesó también que se había basado en su experiencia en el estudio de las medicinas simples, al objeto de discurrir sobre diversas plantas llegadas de la India Oriental y añadir algunas del Nuevo Mundo4S. En 1566 había publicado, en efecto, un manual práctico que tituló Catalogus simplicium medicamentorum. En lo relativo al «fruto llamado musa», Juan Fragoso se inspiró, en efecto, en la edición comentada que Clusius había realizado de los célebres Coloquios dos simples, e drogas he cousas medirinais da India (1563) del citado médico y botánico judío-portugués García de Orta ( c. 1499-1568). Con buen criterio, Clusius había decidido comentar y publicar esta obra en latín, y su trabajo no es una simple traducción, sino un estudio erudito que conservó la autoría de Orta bajo el título de Aromatum et simplicium aliquot medicamentorum apud Indos nascentium historia (1567), ya mencionado. En compañía de Jacobo Fugger, Clusius había visitado España y Portugal en 1564. A raíz de ese viaje descubrió los Coloquios dos simples del lusitano e, impresionado por sus novedades, decidió traducir la obra de inmediato46, Además de esto, durante su estancia en Lisboa, Clusius vio algunas matas de plátanos, que presentaban una escasa fructificación, pero que estaban allí como para demostrar que existían. La planta era conocida como Figuera Banana: 45 Juan Fragoso, op. cit., 1572, pp. VI-VII. 46 Josep L. Barona Villar y Xavier Gómez Font (eds.), La correspondencia de Carolus Clusius con los científicos españoles, Valencia, Universidad de Valencia, 1998, pp. 30-31. 43 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Vlysipone, ubi aliquot plantas vidi, minime tamen fructíferas, nomen hoc retinet; vocant enim etiamnum Figuera Banana, id est, ficum Bananas ferentem47, José de Acosta, autor de la influyente Historia natural y moral de las Indias (1590), que Humboldt no cesó de alabar, había apuntado, sin embargo, que el plátano de Indias no se daba en España ni en Italia, donde sí crecía el árbol Platanus, 48 citado frecuentemente en la Biblia y en la Antigüedad clásica: Los plátanos antiguos se daban en Italia y en España, aunque vinieron de Grecia y a Grecia de Asia, mas los plátanos de Indias no se dan en Italia y España: digo no se dan, porque aunque se han visto por acá, y yo vi uno en Sevilla en la huerta del Rey, pero no medran, ni valen nada49. Esta opinión del jesuita José de Acosta se vio refor~ zada, siglos más tarde, por la credibilidad que le otorgó Humboldt como historiador y científico. Según Sandra 47 García de Orta y Carolus Clusius, op. cit., 1567, p. 222. Carolus Clusius, Exoticorum libri decem: quibus animalium, plantarum, aromatum, Leiden, Ex Oficinam Plantinianam Raphelengii, 1605, p. 230. 48 Platanus orienta/is (Lin.), cuyas hojas tiernas, cocidas en vino y aplicadas en forma de emplasto, «reprimen los humores que a los ojos destilan, y relajan los apostemas e inflamaciones» (Pedacio Dioscórides Anazarbeo, Acerca de la materia medicinal, y de los venenos mortíferos, trad. y ed. anotada del doctor Andrés de Laguna, Salamanca, Mathias Gast, 1570, p. 65, donde figura un grabado similar al recogido en ediciones anteriores de otros países y autores ( v. g., la ed. de Dioscórides realizada por Petri Andre.e Matthioli, Venetiis, Ex Officina Erasmiana, 1558, p. 98 y ed. muy posteriores, por ejemplo, Pietro Andrea Mattioli ( ed.), Discorsi [ ... J di Pedacio Dioscoride Anazarbeo Della materia Medicina/e, Venezia, Niccolo Pezzana, 1744, p. 106). Vid. Fig. 9. 49 José de Acosta, Historia natural y moral de las Indias, Sevilla, Juan de León, 1590, pp. 248-249. 44 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Rebok, Humboldt utilizó «el modelo descriptivo de la Historia natural y moral como fundamento para la elaboración de sus reflexiones acerca del Nuevo Mundo»5o, y no cabe duda que ponderó con entusiasmo la obra de Acosta. En 1899, en plena crisis finisecular española por la pérdida de Cuba, Filipinas y Puerto Rico, la Real Academia Española premió y editó una obra de José R. Carracido en la que se exaltaba a José de Acosta como «modelo de tratadistas científicos», y se destacaba la «generosa y honrada erudición» de Humboldt51, que le había colocado en el trono de los elegidos de la historia de la ciencia. Pero, volviendo a los plátanos de Sevilla, Juan de Guzmán, el primer traductor al castellano (1586) de las Geórgicas de Virgilio52, se mostró más prudente a la hora de anotar el hemistiquio et steriles platani malos gessere valentes ( Georg. 2, 70), diciendo que estos plátanos eran diferentes de los de Indias; porque en Sevilla hay los de Indias, aunque no dan fruto acá como allá, y son pequeños en comparación, de lo que se colige que eran los traídos de la Asia53. 50 Sandra Rebok, Una doble mirada: Alexander von Humboldt y España en el siglo XIX, Madrid, CSIC, 2009, pp. 98-99. 51 José R. Carracido, El P. José de Acosta y su importancia en la literatura científica española, Madrid, Real Academia Española, 1899, p. 9. 52 Elena Herreros Tabernero, Las Geórgicas de Virgilio en la literatura española, tesis docroral, Madrid, Universidad Complutense, 1998, pp. 192, 395 y 419. Margherita Morreale, «El Nuevo Mundo en las «notaciones» de Juan de Guzmán a su versión de las Geórgicas (1586)», Bulletin Hispanique, nº 104 (2), 2002, pp. 597,601 y 615. 53 Juan de Guzmán, Las Geórgicas de Publio Virgilio Marón [ ... ] con muchas notaciones[ ... ] por Juan de Guzmán[ ... ]. En Salamanca en Casa de Juan Fernández. Año 1586, Valencia, Oficina de los Hermanos de Orga, 1795, II, pp. 189-190. 45 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 En 1866 la Guía de Sevilla y su provincia, se enorgullecía de la fertilidad de su suelo que, aparte del cultivo mayoritario de viñas y olivares, producía también «plantas medicinales y colorantes aun de la zona tórrida, añil, chirimoya, plátanos de América, caña dulce y batatas»54. El cultivo de variedades de plátanos entre los musulmanes españoles es un hecho conocido y debatido en el contexto de las discusiones sobre la irrigación en AlAndalus y sus repercusiones socio-políticas5S. En este contexto se ha destacado que: The Muslims took fruir into more countries and farther west into Spain. The cultivation of oranges, among other fruir, in che Americas carne originally from Muslim Spain. The banana was also known in che eastern Mediterranean, including Egypt, before Islam. Muslims took che banana on a more direct route to che West through North Africa and into Spain56, En efecto, cultivos de musáceas y otras especies que requerían bastante agua y cuidados especiales, fueron 54 Manuel Gómez Zarzuela, Guía de Sevilla. Su provincia, Arzobispado, Capitanía General [ ... ], Sevilla, La Andalucía, 1866, p. 48. 55 Thomas F. Glick, «Hydraulic Technology in Al-Andalus», en Salma Khadra Jayyusi y Manuela Marín (ed.), The Legacy of Muslim Spain, Leiden, E.J. Brill, 1994, pp. 974-985. Félix Retamero, «La sombra alargada de Wittofogel. Irrigación y poder en Al-Andalus», en Manuela Marín ( ed.), Al-Andalus/ España. Historiografías en contraste. Siglos XVII-XXI, Madrid, Casa de Velázquez, 2009, p. 276. 56 Ahmed Essa y Othman Ali, Studies in Islamic Civilization: The Muslim Contribution to the Renaissance, Herndon, The Internacional lnstitute of Islamic Thought, 2010, p. 61. 46 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 implantados con éxito, mediante técnicas hidráulicas novedosas en la Andalucía árabe, lo que llevó a la adaptación del calendario musulmán, con resultados prácticos como el Calendario de Córdoba, atribuido a Ibn Sáid (siglo X), o el Calendario Anónimo Andalusí (siglo XIII). El Calendario de Córdoba citaba, entre las nuevas especies, la caña de azúcar (qasab al-sukkar), el algodón (al qutun), el plátano (al-mawz), etc. Además, en el Compendio de Medicina de Abd al-Malik Ibn Habib (790-c. 853), se recogían diversas especies vegetales de origen asiático, incluyendo la caña de azúcar, la goma arábiga o el plátano. En la crónica ( siglo XI) de Ibn Hayyan se aseguraba que, durante la primera mitad del siglo IX se discutía, en la corte cordobesa de Abd al-Rahman II, sobre las características del plátano (al-mawz). En el proceso de recepción y difusión de estos vegetales en Occidente, han de tenerse en cuenta, junto a la tradición comercial de los árabes, las «extensas redes de parentelas y la obligación de hospitalidad con familiares y peregrinos »57. Se ha estudiado, además, la implantación en AlAndalus de ciertos cultivares de musáceas58. El agrónomo Abu Zacaria Iahia [Ibn al-Áwwam, Yahya b. Muhammad], que floreció en Sevilla durante el siglo XII, dedicó un interesante epígrafe a las musáceas en su Libro de Agricultura, en el que aconsejaba una serie de cuidados prácticos para el cultivo y conservación de 57 Carmen Trillo San José, Agua, tierra y hombres en Al-Andalus. La dimensión agrícola del mundo nazarí, Universidad de Granada, 2004, pp. 46-50. 58 Andrew M. Watson, Agricultural lnnovation in the Early lslamic World, Cambridge University Press, 1983, p. 51. Andrew M. Watson, lnnovaciones en la agricultura en los primeros tiempos del mundo islámico, Universidad de Granada, 1998, p. 117. 47 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 los frutos. Precisaba, por ejemplo, que le convenían las regiones templadas, no prevaleciendo en las frías y que también se criaba en terrenos bajos, húmedos y soleados de algunas costas. En invierno había que cubrir las plantas para resguardarlas del frío nocturno y, durante el día, descubrirlas al sol. El racimo podía ser cortado estando verde, ya que maduraba poco a poco «colgado en las habitaciones». La musa, apuntaba por último este sabio andalusí, aparte de requerir mucha agua, se reproducía con facilidad, «pues si se seca luego que se le corta el fruto, le sucede otra»s9. El propio Gonzalo Fernández de Oviedo ya se había referido a la existencia de la planta en España, tanto en Gran Canaria, desde donde pasaría a América, como en Almería: « Y también he oído decir que los hay en la ciudad de Almería, en el reino de Granada»60, como luego veremos con más detalle, ya que su información resulta clave para entender el proceso de traslación del vegetal al Nuevo Mundo. Parece también que se trata del género Musa la planta que el cronista Méndez-Silva situó en Almería a mediados del siglo XVII, cuando afirmó que la comarca gozaba de un cielo benigno y de un ambiente templado, con tanta amenidad que «a cualquier tiempo del año se ven los campos vestidos de flores, palmas, plátanos, mirtos, terebintos, naranjos, y demás géneros, agrio y dulce»61• 59 Claudia Boutelou y Esteban Boutelou (ed.), Libro de Agricultura. Su autor el doctor excelente Abu Zacaria Iahi, Sevilla, Biblioteca Científico-Literaria, 1878, 1, pp. 228-229. 60 Gonzalo Fernández de Oviedo, La historia general de las Indias, Sevilla, luam Cromberger, 1535, p. LXXX. 61 Rodrigo Méndez Silva, Población general de España, Madrid, Diego Díaz de la Carrera, 1645, p. 116v. 48 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Lo mismo repetirá, un siglo después, Juan Antonio de Estrada, hablando igualmente de la fertilidad y el buen dima de Almería62, mientras que el botánico y académico Casimiro Gómez de Ortega no se cansaba de alabar las condiciones climáticas de algunas regiones peninsulares, donde fructificaban el aguacate de América como sucedía en Valencia, «y los plátanos de Canarias en Algeciras y Almería»63. En otro de sus ensayos destacó cómo plantas de procedencia americana, junto a otras que en realidad no lo eran como el mismo plátano, se habían connaturalizado desde el propio siglo XVI. Los plátanos americanos, afirmó, se dan señaladamente en Algeciras, Málaga y Almería64• Su antecesor en la dirección del Real Jardín Botánico de Madrid, Joseph Quer ( al que Gómez de Ortega editó, comentó y continuó su obra Flora española), había señalado que la musa era «natural de la Arabia, Egipto e Indias Oriental y Occidental», y que se habían traído de Canarias algunos ejemplares de Musa paradisiaca, que producían sus sabrosos frutos en diferentes lugares de Mallorca, Málaga y Algeciras, «y no debe dudarse que en muchas costas de Andalucía vegetará con lozanía». Gómez de Ortega pensaba que, en realidad, se trataba de ejemplares de Musa sapientium. A juzgar por el dibujo que reproducen, no parece que hubiesen visto un plátano en toda su vida6s. 62 Juan Antonio de Estrada, Población general de España, Madrid, Imprenta del Mercurio, 1748, 11, p. 227. 63 Casimiro Gómez de Ortega, Instrucción sobre el modo más seguro y económico de transportar plantas vivas, Madrid, Joachin !barra, 1779, pp. 3-4. 64 Casimiro Gómez de Ortega, Historia natural de la malagueta o pimienta de 'labasco, Madrid, Joachin !barra, 1780, p. 29. 65 Joseph Quer y Casimiro Gómez de Ortega, Continuación de la Flora Española, Madrid, Joachin !barra, 1784, V, pp. 453-455, lám. !X. Vid. Fig. 10. El dibujo, como puede observarse (vid. Fig.6), está inspirado en el publicado por Próspero Alpini o Alpino. 49 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 No faltan referencias que situaban al vegetal en Málaga, en condiciones naturales, es decir, fuera de invernáculos, durante el siglo XVIII. El presbítero García de la Leña66, aseguraba que «plátanos americanos, los hay en distintos parajes, los que echan fruto», y afirmaba que no era planta nueva de América, aunque había algunos ejemplares venidos de allá. Otros autores lo situaban también en la comarca malacitana, entre un amplio conjunto de especies exóticas67, El propio Humboldt se refirió igualmente a la existencia del plátano en sus costas6s. En una carta publicada por Colla en su citada Memoria sobre el plátano, sus colegas Saunier (botánico de Lyon) y Giovanni Battista Balbis, intercambiaban información sobre floración y desarrollo de ejemplares del híbrido Musa sapientium, que habían sido llevados desde Cádiz a Francia: J'ai l'honneur de vous dire que ce fut en mai 1813 que j'ai re~u de Cadix le Musa sapientium, il avait alors 3 pieds et demi de haut, et depuis le tems il rn' a fructifié deux fois ; la premiere en juin 1818, et la 2e en juillet dernier69. El muy intuitivo Antonio-Sandalio de Arias, un botánico que trató de aplicar en España ideas muy modernas 66 Cecilia García de la Leña, Conversaciones históricas malagueñas, Málaga, Impresor de la Dignidad Episcopal, 1789, pp. 156-157. 67 Juan Arribas y Soria y Julián Velasco (ed.), Encyclopedia metódica. Geografía Moderna, Madrid, Imprenta de Sancha, 1792, III, p. 30. 68 Alexander von Humboldt, Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España, trad. por Vicente González-Arnao, París, Casa de Rosa, 1822, II, p. 234. 69 Luigi A. Colla, op. cit., 1820, pp. 15-16. 50 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 sobre conservación de bosques y jardinería, y que se preocupó seriamente por el fomento de la educación agraria7º, se hizo cargo del «capítulo adicional» del libro III del tratado de Gabriel Alonso de Herrera sobre la agricultura, cuya primera edición se remontaba a 1513. En el apéndice sobre las musáceas, Arias se refirió al plátano como platanero y lo clasificó científicamente como Musa paradisiaca (Lin.). Añadió que se le conocía con los nombres de «platanero o plátano de América, higuera de Adán», etc., y aseguró que lo mismo que la especie llamada por el vulgo «bananas o bananero» (Musa sapientium Lin.) [sic], eran originarios de las Indias Orientales, aunque los naturalistas, el comercio y la agricultura los habían «transportado a casi todos los climas». Consideró, asimismo, que los españoles habían conocido esta planta «mucho antes del descubrimiento del Nuevo Mundo», como se demostraba por la citada obra de Abu Zacaria Iahia, quien se refería al vegetal con el propio nombre de musa, adoptado más tarde por Linneo y otros sabios. Así, pues, si se tenía presente la antigua relación del plátano con la Península Ibérica, no podía descartarse que el vegetal hubiese pasado directamente desde Andalucía a América: De aquí se infiere que los árabes la trajeron a España en los primeros tiempos de su dominación, y 70 Ignacio García Pereda, «La primera dirección general de montes ( 1833-1842)», Quaderns d'História de l'Enginyeria, XIII, Universitat Politécnica, Barcelona, 2012, p. 211. Alfonso San Miguel Ayanz, «Los ingenieros de monees y la pascicultura forestal », en A. Madrigal (ed.), Ciencias y técnicas forestales, Madrid, Fundación Conde del Valle de Salazar, p. 109. Diana E. Soco Arango, «Francisco Antonio Zea y la enseñanza de la agricultura en el Real Jardín Botánico de Madrid», Historia crítica, nº 16, Universidad de los Andes, Bogotá, 1998, pp. 53 y 60. 51 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 que la cultivaron con esmero en toda la costa de Andalucía: hoy se encuentran muchos y muy vigorosos plataneros en dicha costa, particularmente en Algeciras y en Sevilla, los cuales creo pertenecen a la especie llamada bihai. ¿ Y quién podrá negar que desde este recinto acaso llevarían los españoles a la América las primeras plantas de esta especie, así como transportaron también la caña de azúcar, y no de las Canarias y costa de Guinea como se pretende persuadirr?l 71 Antonio Sandalia de Arias, «Capítulo adicional al libro tercero», en Gabriel Alonso de Herrera, Agricultura General, Madrid, Real Sociedad Económica Matritense, 1818, II, pp. 457-458. 52 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Fig. 10: Joseph Quer y Casi miro Gómez de Ortega, 1784. 54 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 § 4. ESCENARIOS AFRICANOS En Guinea, como ya se dijo, se conocía el vegetal como banano o banana y, en este sentido, se ha señalado que «le mot «banane» vient, vía le portugais (1562), du sousou de la cote guinéenne ou la culture a été introduite au XVe o XVIe siecle»n. El término, en cualquier caso, constaba ya en el coloquio 22 de los Coloquios dos simples (1563) de García de Orta: I sought for knowledge on this subject, and found it. In Canarese, Deccani, and Guzerati, and in Bengal they are called QUELLI, in Mañayalim PALAM, and in Malay PI<,:AM. For they are in ali those countries, and have names, as well as in orher lands. The Arabs call 72 Paul Teyssier y Jean Aubin, Voyage de Ludov,co dí Varthema en Arabie et aux lndes orientales (1503·1508), trad. de Paul 'leyssier, París, Fondation Calouste Gulbenkian, 2004, p. 302. 55 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 chem MUSA, and both Avicenna and Serapion devore a chapter to them, calling them by che same name: as does Rasis. They also have these figs in Guinea, where they call them BANANAS73. Otros autores opinan que la palabra banana provendría de una expresión del África Occidental, posiblemente del wólof74. Como es lógico, en otros lugares del continente africano la planta era conocida por otros nombres, desde tiempo inmemorial. Clusius, entre otros autores, aseguraba que «in Sofala nati, Aethiopibus Iminga dicti»7s. Diferentes testimonios provenientes de botánicos, viajeros y religiosos nos permiten trazar un rápido perfil del plátano en África, durante la época objeto de estudio. Egipto y algunas localizaciones del Norte de África (v.g., Fez), que tradicionalmente habían cultivado la fruta, pasaron a un segundo plano ante la expansión europea que encontró, en la zona del Golfo de Guinea y, en general, en la costa atlántica africana, un espacio de captación directa de fuerza de trabajo esclava, con lo que aumentó el interés por el territorio. A partir de mediados de la década de 1440, los cautivos de la Zona Tórrida pudieron ser «obtenidos in situ» por los propios traficantes europeos. Zurara calculaba en casi un millar, los esclavos capturados en 144876. 73 García de Orta, Coloquios dos simples, e drogas he cousas medifinais da India, Goa, Ioannes de Endem, 1563, p. 100. García de Orta, Colloquies on the simples & drugs of India, trad. de sir Clements Markham, London, Henry Sotheran and Co., 1913, p.197. 74 Robert L. Hall, «Food Crops, Medicinal Plants, and che Atlantic Slave Trade», in Anne L. Bower (ed.), A.frican American Foodways: Explorations of History and Culture, Chicago, University of Illinois, 2009, pp. 26 y 38. 75 García de Orta y Carolus Clusius, op. cit., 1567, p. 222. Carolus Clusius, op. cit., 1605, p. 230. 56 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Filippo Pigaferta (1533-1604) menciona la fruta en su Relatione del Reame di Congo, al tiempo que nos dejó, al final de su opúsculo, una probable ilustración del vegetal con su fruto: Altri frutti sono, che nommamo Bananai quali crediamo essere le Muse de'Egitto, & di Siria, ma in quelle contrade crescono grandi come alberi, ma le tagliano ogn'anno affinche produchino meglio, & sono frucci molto odorati, & di buon nodrimento; varíe spetie di palme crescono parimente in quelle p1. anure [. .. )77 . Pieter de Marees describió las «Bannanas ou figues d'Inde» en su relato sobre la Costa de Oro. Mencionó la consabida leyenda paradisíaca de que, «a cause que ce fruir est tant délicat», algunos pensaban que se trataba del «1' arbre colloquée au Paradis, dont Dieu avait défendu a Adam & Eva de manger», y no olvidó referirse al símbolo de la cruz que, «según los portugueses », podía observarse al trocear la fruta. Pero, al mismo tiempo, detectó una especie diferente, a la que llama «Bachovens» o «Banana de Congo»: más pequeña, más blanca en su interior y con un sabor más delicado78. 76 Gomes Eanes de Zurara, La «Crónica de Guinea»: un modelo de etnograjia comparada, Eduardo Aznar, Dolores Corbella y Amonio Tejera (eds.), Santa Cruz de Tenerife: Casa de África; Barcelona: Bellaterra, 2012, p. 56. 77 Filippo Pigafetta, Relatione del Reame di Congo et del/e circonvicine contrade, Roma, Barrolomeo Grassi, 1591, p.41. Vid. Fig. ll. 78 Pieter de Marees, Description et récit historial du riche Royaume dºOr de Cunea [ ••. ], la Coste de l'Or de Mina, Amsrerdamme, Cornille Claesson, 1605, p. 60. Reprodujo, además, dibujos de musáceas y de otros árboles que creyó de especies emparentadas. Vid. Fig. 12. 57 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Algo más tarde, en torno a 1645, capuchinos españoles recogían plátanos en sus escalas en Canarias, cuando navegaban en misión evangélica hacia el Congo. En Gran Canaria les ofrecieron comida en abundancia, pero «solo tomaron algunos limones y frutas de la India, que en Canaria llaman plátano; de los cuales hay en el Congo mucha abundancia, llamándolos en el lenguaje de aquel reino nicefos»79, Estos frailes se habían mostrado muy interesados en la aclimatación de plantas, de ahí que aludieran a la existencia de vegetales de origen europeo, junto a otros africanos y americanos. «Peras, manzanas y otras semejantes a éstas, no las hay, ni nacen, aunque las siembren, según que han hecho experiencia los religiosos». Entre las frutas que consideraban «del país» destacaban «tres géneros», en primer lugar el nicejfo o nicefo, luego el ananás y, finalmente, el coco. El nicefo, escribe el cronista, «es como una zamboa mediana» [ Cydonia oblonga], duraba todo el año y se extendía irregularmente por la región: Su tronco no es madera como los demás árboles; sino hecho de las mismas hojas multiplicadas una sobre otra, que después en la cima se esparcen y hacen una bellísima copa [ ... ] . Produce esta planta o árbol un racimo muy grande, colmado de nicefos80• Tratándose de religiosos parece lógico que, una vez más, se refirieran a la «maravilla» de la cruz que se observaba al 79 Joseph Pellicer de Tovar, Missión evangélica al Reyno de Congo por la seráfica religión de los capuchinos, Madrid, Domingo García y Morrás, 1649, p. 5. SO Ibídem, pp. 52-53. 58 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 cortar el fruto, «formada de ciertos nerviecillos tiernos que tiene en la parte interior». Giovanni-Antonio Cavazzi da Montecuccolo (1621- 1678), también dedicó unos párrafos al niceffo, del que reprodujo algunos singulares grabados y habló de su cultivo en Angola: «Il Niceffo, che gli Ambondi chiamano Maongio-a-Camburi, e pianta utilissima, [ ... ] e produce una pigna capace di cento, sino a ducento frutti somigliantissimi a cetrioli». Además, lo recomendó para los enfermos de disentería: «cibarli con frutti acerbi del Niceffo»81, con lo que podía tratarse de una variedad de cocción. El padre fray Buenaventura de Alesano, prefecto de la primera misión del Congo, que había sido guardián en su provincia de Roma, destacaba por su espíritu de sacrificio y sus virtudes, hasta el punto que en ocasiones era arrebatado en éxtasis. Atormentaba su cuerpo con el ayuno, comiendo cada ocho días, pero, «a ruegos de los religiosos, templó en el Congo ese rigor, tomando cada día tres o cuatro nicefos, que es especie de plátanos»82. Fray Mateo Anguiano destacó también, en otro de sus libros, la singularidad de la planta nicefo, «que en nuestra América la llaman plántano», así como sus utilidades alimenticias, ya que «de cualquier modo que se coma, es sabrosísima». Evidentemente, un fruto tan maravilloso tenía que unir, a sus cualidades materiales, las espirituales: 81 Giovanni A. Cavazzi da Montecuccolo, Istorica descrizione de tre regni Congo, Matamba et Angola situati nell'Etiopia iriferiore occidentale, Bologna, Giacomo Monti, 1687, pp. 34, 35-36 y 143. Vid. Fig. 13 y 14. 82 Matheo de Anguiano, Vida y virtudes de el capuchino español. el V. siervo de Dios Fr. Francisco de Pamplona [ ... ], llamado en el siglo don Tiburcio de Redin, Madrid, Imprenta Real, 1704, p. 291. 59 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 El nicefo al través, se descubre en medio de él una perfectísima imagen de Cristo Crucificado, formada de los nerviecillos dichos. Pero en otras tierras del mismo reino [Congo], y de otros circunvecinos, cortando en la forma dicha los nicefos, en unos se ve una perfecta imagen de la Concepción Purísima de Nuestra Señora, y en otras de un Apósrols3. Toda la naturaleza mostraba de ese modo la inmanente presencia del Creador y Redentor del mundo. Anguiano había escrito un libro propagandístico, polémico y antijudío, y buscó la manera de descifrar el mensaje que rocas, flores, plantas y frutos ofrecían de las verdades esenciales del Cristianismo: Jesucristo; el misterio de la Purísima Concepción, que tan arraigado estaba en el sentimiento religioso español, y el apostolado, es decir, la labor misional de la Iglesia católica. Lo mismo que el de Jano, sin embargo, el rostro de la religión y de la fe se mostraba confrontado al de la taxonomía y de la ciencia. La musa era planta maravillosa, que a su modo siempre había sabido seducir a clérigos y naturalistas. El abbé Pluche señalaba en el capítulo titulado «La Cote Septentrionale de l'Afrique, ou la Barbarie», que «le bananier ou le muza», también llamada Figuier d'Adam, era «une plante singuliere en tout». Sus largas hojas habían dado pie a la leyenda sobre «le premier habit d'Adam», y añadió que 83 Matheo de Anguiano, La Nueva Jerusalén, Madrid, Imprenta de Manuel Ruiz de Murga, 1709, pp. 95-96. 60 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 La rige & les feuilles servent a nourrir les éléphants & d'autres animaux. Ces fruits qu'on nomme Bananes, étaient la nourriture ordinaire des Moines de la Thébai'de, & passent dans leurs Histoires pour des fruits de palmier sans l'etres4. Francis Moore, factor durante varios años de la Royal African Company of England, había recogido información sobre las musáceas africanas, y diferenciaba, según parece, entre «Banana tree» and «Plantain tree»: Here are great numbers of plantain and banana trees, the latter of which is a long fruir, six or seven inches in length, covered with a yellow and tender skin, when ripe [ ... ). The planrain is not much unlike the Banana, but somewhat longer, and very much of the same tasress. Compilaciones de carácter enciclopédico y de divulgación científica no tardaron en sumarse al acervo general sobre la planta. Joseph de La Porte y Pedro Estala mencionaron el plátano entre las «palmas» de la Costa Occidental de África, «que crece en abundancia en las cercanías del Senegal: sus hojas son muy largas y anchas a proporción, a manera de las de la caña, las cuales emplean los naturales en varios usos»86. 84 Noel-Antoine Pluche, Concorde de la Géographie des différens áges, ouvrage posthu, ne, Paris, Freres Estienne, 1764, pp. 7-8. 85 Francis Moore, Travels into the Inland Parts of Ajrica, London, Edward Cave, 1738, p. 67. 86 Joseph de la Porte y Pedro Estala, El viagero universal, o noticia del mundo antiguo y nuevo, Villalpando, Madrid, 1797, X, pp. 225-226. 61 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 El Dictionnaire Universel Franrois et Latin, del que probablemente copió parte de la voz el padre Esteban de Terreros y Pando87, decía que Dans la province de Machicore en Afrique il y a des bananes aussi longs & aussi gros que le bras, que l'on appelle outsi, & dans la province de Mangabei foutsi; il y en a d' a u tres qui portent des fruits gros comme la moitié du bras, d' autres qui ne sont pas plus gros que le pouce ; & d' autres qui sont plus petits, & sont nommés acoudres, dont il y en a bien cent a chaque grappe, qui sont de couleur verte, soit qu'ils soient récents, soit qu'ils soient gardés88• Estos testimonios de los siglos XVII y XVIII son interesantes, entre otras cuestiones, porque nos ofrecen indicios de la presencia de diferentes especies de musáceas en distintas áreas africanas, lo que, por otra parte, resulta lógico desde el punto de vista botánico. Estudios más o menos recientes han analizado, además, glosarios de flora africana con especial referencia a la Musa spp. AAB89• También se han 87 Esteban de Terreros y Pando, Diccionario castellano con las voces de Ciencias y Artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina e italiana, Madrid, Viuda de !barra, 1786, l, pp. 211-212. «( ... ] En la Provincia de Machicora en África hay bananas tan largas y gruesas como el brazo, y les llaman Outsi; y en la Provincia de Mangabei Foutsi. Hailas de varias especies, y unas muy pequeñas se llaman Acoudres. En la Provincia de Erindragna hilan la corteza de este árbol. En otras partes le llamna Higuera de Adán, y Manzano del Paraíso, juzgando que con este fruto cometió Adán la primera culpa; y aun parece que trae el remedio, pues en cada cacho o pedazo de la fruta se ve impresa una hermosa cruz». 88 Dictionnaire Universel Fran,ois et Latin, vulgairement appelle Dictionnaire de Trévoux, Paris, Libraires Associes, 1752, !, pp. 1309-1310. 89 Por ejemplo, Roger Blench, « Bananas and plantains in Africa: re-interpreting the linguistic evidence», Ethnobotany Research & Applications, nº 7, Botanical Research 62 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 realizado trabajos fito-arqueológicos90, que sugieren una temprana presencia del vegetal en áreas del África Central. Los botánicos de la época romántica tenían alma de poeta. Antonio-Sandalia de Arias se había hecho eco, de acuerdo con otros estudiosos mucho más antiguos, de la leyenda egipcia de un híbrido imposible, pero capaz de aunar en sí mismo la dulce elegancia de la caña de azúcar, con la cremosa y nutritiva raíz de la colocasia. Humboldt también llamó la atención, en Cosmos, respecto a la «afinidad química» entre el nutritivo «Amylum y la sustancia sacarina»91• Una planta así, en cualquier caso, solo podía desarrollarse en el paraíso: Los egipcios, según Próspero Alpino, creen que esta planta ha debido su origen al injerto de la caña de azúcar sobre la raíz del ñame (Arum colocasia Lin.) [ ... ]. En los pueblos orientales hay quien piensa que es el árbol cuyo fruto causó la ruina del género humano, y que sus hojas vistieron la desnudez de nuestros primeros padres; por cuya razón le han llamado algunos calzones o bragas de Adán; ambas opiniones inadmisibles, pero que prueban la estimación que siempre se ha hecho de éln. Institute of Texas, 2009, pp. 363-380. Gerda Rossel, Taxonomic-Linguistic Study of Plantain in Africa, Leiden, CNWS Publications, 1998. 90 Como, por ejemplo, Christophe Mbida-Mind:úe, Hughes Doutrelepont, Luc Vrydaghs, Rony L. Swennen, Rudy J. Swennen, Hans Beeckman, Edmond de Langhe y Pierre de Maret, «First archaeological evidence of banana cultivation in central Africa during the third millennium before present», Vegetation History and Archaeobotany, nº 10, Springer-Verlag, 2001, pp. 1-6. 91 Alexander von Humboldt, Cosmos. Ensayo de una descripción física del mundo, ed. de Sandra Rebok, Madrid, CSIC, 2011, p. 280. 92 Antonio Sandalia de Arias, op. cit., 1818, 11, p. 458. 63 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Fig. 11: Filippo Pigaferra, 1591. 64 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Fig. 12: Piecer de Marees, 1605. 65 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Fig. 13: Giovanni A. Cavazzi da Moncecuccolo, 1687. 66 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 hg 14 ' eJ l0V.llll11 A. ( ,IV.t¿ ,._' I L[ ,l jr -,.·J L)llll't°Llll-Ulll. \()8/. 67 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 § 5. EL PARAÍSO EN EL CONVENTO ¿Qué hacía el árbol de Minerva, en 1861, en lo que quedaba de la antigua huerta del mejicano convento de Santiago de Tlaltelolco:' El escritor y abogado Ramírez Aparicio escribió al respecto que, aún por entonces, se veían «plantados varios olivos y algunos otros árboles de vistoso follaje» 93. El olivo y la vid, famosos en España desde la Antigüedad, habían sido alabados sin ambages por Plinio y Salino: Nec cedet vitibus, vincit olea, como recordarían en diferentes momentos autores del siglo XVIII como los hermanos Rodríguez Mohedano94. Fernández de Oviedo, hablando de Santo Domingo, aseguraba que habían proliferado los cultivos de cítricos, dulces y agrios, «y es tan bueno todo que lo mejor de 93 Manuel Ramírez Aparicio, Los conventos suprimidos en Méjico, México, Aguilar e lriarte, 1861, p. 457. 94 Fr. Rafael Rodríguez Mohedano y Fr. Pedro Rodríguez Mohedano, Historia literaria de España, Madrid, Joachin !barra, 1772, IV, p. 323. 69 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Córdoba y Sevilla no le hace ventaja». También decía que había higueras y granados, y que «solamente se han dejado de dar en esta tierra las frutas y árboles de cuesco », pues, aunque había olivos, algunos de ellos hermosos y grandes, eran «estériles, porque no llevan otra fruta alguna, salvo hojas»9S. Cieza de León, sin embargo, creía seriamente en el prometedor desarrollo del olivo en el virreinato del Perú, lo mismo que otros frutos de España, al considerar que la tierra era aparejada para su cultivo. Al poseer ya trigo, vinos y carnes, entendía que solamente faltaba el olivar, «que después del pan y vino es lo principal», y por ello opinaba que, si se traían injertos desde la Península Ibérica, «se harán tan grandes montañas de ellos como en el ajarafe de Sevilla y otros grandes olivares que hay en España»96. José de Acosta, aunque reconoció que en Perú y Chile se daban las viñas y se hacía buen vino, ello se debía al «temple sano y templado entre calor y frío», con estaciones de verano e invierno perfectamente definidas (teoría pre-isoterma que encantaría a Humboldt), pero no parece que valorase el futuro americano del olivar: olivas y olivares, escribió, «también se han dado en Indias, digo en México y Pirú [Perú], pero hasta hoy no hay molino de aceite ni se hace, porque para comer las quieren más, y las sazonan bien». Se entiende, en principio, que 95 Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, Madrid, Real Academia de la Historia, 1851, I, p. 86. 96 Pedro de Cieza de León, La crónica del Perú, Madrid, Calpe, 1922, p. 344. La edición príncipe salió, en las prensas sevillanas de Martín de Montesdoca, el 15 de marzo de 1553. 70 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 no merecía la pena la inversión para obtener aceite, «así que todo el aceite va de España»97. El detallado informe sobre el cultivo de olivares y la producción de aceite que rindió al virrey, a mediados del siglo XVIII, el arbitrista Miguel Feijoo de Sosa9ª, que incluía las rentas generadas por el sector a favor de diversos conventos de Trujillo y su provincia (Perú), parece desmentir en cierto modo los presagios de José de Acosta. Lo que quiero plantear es que, sin saber a ciencia cierta el resultado que iban a obtener con sus esfuerzos materiales, los frailes, que también eran labriegos y horticultores, trasladaron a América, con el apoyo de la Corona, los frutos y los vegetales mediterráneos a los que estaban acostumbrados desde tiempo inmemorial: hortalizas, cereales, olivo, vid, cítricos, etc. Pienso, además, que estos monjes recibieron la influencia de la cultura del oasis característica de Andalucía, que se debió sumar a la inveterada costumbre de poseer huerta y jardín propio en los conventos, al objeto de contribuir a la manutención de los cenobitas, especialmente por tratarse de zonas de misión. En Almería y, en general, en el viejo reino de Granada se produjo, a finales del siglo XV, un incremento de la presencia de órdenes mendicantes, «que emplearon en este territorio una estrategia de implantación similar a la desarrollada en América», durante estos mismos 97 José de Acosta, op. cit., 1590, pp. 181, 272, 274-275. 98 Miguel Feijoo de Sosa, Relación descriptiva de la ciudad y provincia de Truxillo del Perú, Madrid, Imprenta del Real y Supremo Consejo de las Indias, 1763, pp. 88-89, 93-94, 102. 71 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 años. Franciscanos y dominicos, principalmente, se ampararon en la protección real y recibieron en los repartimientos lugares de huertas y casas. Estas huertas conventuales, «que marcaban con sus espacios abiertos las tramas urbanas», desaparecieron durante los siglos XIX y XX99. Paralelamente, la conquista de Granada derivó en un crecimiento poblacional que se vería reforzado por la potencialidad agrícola de la Vega, fértil territorio fronterizo. La estabilidad social que se produjo tras la conquista, convirtió la comarca en foco de atracción de nuevos pobladores100. En este contexto, la habilitación de espacios hortícolas conventuales debió generar un gran dinamismo en cuanto a la difusión de plantas y árboles frutales, que contagió a frailes y agricultores que, en aquellas fechas, se desplazaban al Nuevo Mundo. Sin ir más lejos, el clásico aunque incompleto catálogo de Pasajeros a Indias, muestra una tendencia migratoria con cifras mayoritarias de andaluces y, entre el grupo de eclesiásticos, de franciscanos y dominicos101. Entre los frailes viajaban, sin duda, expertos constructores y alarifes que llevaron a América el estilo mudéjar, pero también pacientes horticultores y priores que eran conscientes de la necesidad 99 Antonio Gil Albarracín, «Las órdenes mendicantes como agentes urbanos: fundación de conventos y transformaciones urbanas en el oriente andaluz», Scripta Nova, 194 (40), 2005. http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-194-40.htm [Consultada 07/08/2015]. 100 María A. Carmona Ruiz, «Ganadería y frontera: los aprovechamientos pastoriles en la frontera entre los reinos de Sevilla y Granada. Siglos XIII al XV», En la España Medieval, nº 32, Universidad Complutense de Madrid, 2009, pp. 267-268, 272. 101 Luis Rubio y Moreno, Pasajeros a Indias: catálogos metodológicos de las informaciones y licencias de los que allí pasaron, existentes en el Archivo General de Indias: siglo primero de la colonización de América 1492-1592, Madrid, Editorial Ibero-Americana, c. 1930, !, pp. 41, 45. 72 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 de garantizar la soberanía alimentaria de los monasterios, frente a las incertidumbres de un mundo desconocido y en ebullición. Entre estos pasajeros estaba fray Tomás de Berlanga, que figura mencionado en documentos de 1510 y 1529102. Los conventos poseían jardines y huertas perfectamente definidos en su trama constructiva103. El típico jardín del claustro solía tener, al centro del patio cuadrado, una fuente o un pozo que podría interpretarse como un omphalos y dar lugar a infinidad de lecturas simbólicas, pero, en realidad, el jardín se utilizaba para el recreo, la meditación y la oración en silencio. Las huertas, aparentemente más prosaicas, debían garantizar el sustento del cenobio y, por ello, las mejor dotadas podían disponer de norias o pozos artesianos, casa de aperos, etc. Constituían, pues, pequeños paraísos de utilidad y trabajo, oasis que producían y protegían lo necesario para la vida. Todo paraíso era, en la cultura religiosa del Mediterráneo, un lugar plantado de árboles, acotado por la mano de Dios, es decir, un huerto sembrado, intervenido cultural y religiosamente. Como apunta León Dufour, la palabra griega paradeisos es un calco del persa pardes, que significa huerto. En las religiones del Medio Oriente, el huerto de Dios aparece configurado con -----------·~ 102 Ibídem, I, pp. 301 y 330. 103 Marta Colón Alonso, Tran~ormaciones históricas en el convento de San Francisco de Betanzos. Siglos XIV al XX, tesis doctoral, Universidad da Coruúa, 2012, pp.103, 131- 132, 153, 305. http://hdl.handle.net/2183/10094 [Consultada 21/02/2014]. Francisco Rodríguez Marín, «El convento de frailes mínimos de la Victoria: historia y arte», Isla de Arriarán: revista cultural y cientijica, nº 4, Málaga, 1994, pp. 114 y 119. 73 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 las características del Jardín del Edén 104. Conventos, cortes y castillos medievales, escribió Santarcangeli, crearon vergeles en huertas, en patios interiores y en claustros. «En los oasis, en los lugares irrigados por abundantes aguas, los poderosos de la tierra siempre buscan crear un sitio cercado donde la naturaleza pareciese hecha a la medida del hombre, y dulce»10s. En el Hortus conclusus, que arranca del Cantar de los Cantares, se rinde culto a María, huerto cerrado, fuente sellada ah eterno. El Locus amoenus viene a representar el lugar feliz de toda la cultura clásica, que se retoma con pasión en el Renacimiento. En la cultura religiosa española quedaba, empero, un resquicio reservado a la metáfora religiosa del sacrificio y la salvación. Tal vez uno de los autores que mejor lo ha expresado fue el dominico fray Luis de Granada (1504- 1588), al meditar sobre la «Oración del Huerto de los Olivos» y sobre la muerte redentora de Jesucristo y su entierro en el Santo Sepulcro: En el huerto se comenzó la Pasión de Cristo, en el huerto se acabó, y por este medio nos libró el Señor de la culpa cometida en el huerto del Paraíso, y por ella, finalmente, nos lleva al huerto del Cielo106, La huerta o huerto del convento vendría a representar entonces, desde el punto de vista simbólico-religioso, también un lugar de misión y, consiguientemente, de 104 Xavier León-Dufour, Vocabulario de Teología Bíblica, Barcelona, Herder, 1977, pp. 644-645. 105 Paolo Santarcangeli, El libro de los laberintos, Madrid, Siruela, 2002, p. 228. 106 Fray Luis de Granada, Obras, Madrid, Antonio González de Reyes, 1711, IX (m), p. 286. 74 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 redención mediante las aguas puras y liberadoras del bautismo, que quita los pecados del mundo. Y, junto a la labor espiritual, el convento se convirtió asimismo en una eficaz unidad de producción, en un oasis que podía defender, proteger y evangelizar. Siglos más tarde, cuando las leyes de desamortización españolas privaron a la Iglesia católica de su patrimonio, acumulado durante siglos, se alzaron algunas voces que trataron de contraponer las reformas liberales a la eficaz labor productiva y benéfica de los conventos. « Ved cómo se formaron las riquezas de los monasterios, y cómo de los jarales y pantanos sabe el monje formar oasis y magníficos predios», escribía el conservador Vicente de la Fuente1º7• Por el contrario, afirmaba, la desamortización solo ha servido para «pasar los bienes de los monasterios a unas cuantas manos». En campo contrario, Niceto Oneca, un destacado miembro de la anticlerical masonería española, reconocía que, en el pasado, los conventos no solo habían sido los centros reconocidos de actividad industrial, sino que habían empleado todos sus esfuerzos en el fomento de la agricultura, cuyos beneficios «alcanzaban a todos» y daban lugar a que «campos yermos y prados incultos se tornaran en fértiles oasis»ios. Adolphe Blanqui los llamó «oasis afortunados»109, que ya es decir. 107 Vicente de la Fuente, La sopa de los conventos, Madrid, El Pensamiento Español, 1868, p. 83. 108 Niceto Oneca [Danton Gr:. 18], Historia general de la masonería, Barcelona, Jaime Seix y C•., 1882, 1, pp. 55-56. 109 Adolphe Blanqui, Historia de la economía política en Europa, Madrid, Nicolás Arias, 1839, p. 63. 75 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Todo indica que los frailes españoles utilizaron la cultura del oasis, aprendida en España, para aplicarla en el Nuevo Mundo, y que llevaron consigo sus conocimientos, sus prácticas agrícolas y sus hábitos alimentarios, que constituían asimismo potentes señas de identidad. Por intentarlo lo intentaron hasta con las palmeras datileras que siempre habían sido, en el mundo árabe y en comarcas del Levante y Sur peninsular, la primera empalizada protectora de todo oasis que se precie. El misionero franciscano fray Toribio de Benavente Motolinía había zarpado de Sanlúcar de Barrameda junto a otros frailes a principios de 1524 y, previas escalas en Canarias, Puerto Rico, Santo Domingo y Cuba, llegó junto a sus compañeros de viaje el 13 de mayo a Veracruz. En 1540, al redactar su Historia de los indios de la Nueva España, destacó la intervención de los frailes en las siembras e injertos de árboles productivos y medicinales en América, entre otros la siempre misteriosa cañafístula: Este árbol plantaron en la Isla Española los frailes menores primeros que otra persona los plantase, y acá en la Nueva España los mismos frailes han plantado casi todos los árboles de fruta, y persuadieron a los españoles para que plantasen ellos ( ... ).También se han hecho palmas de los dátiles que han traído de España, y en muy breve tiempo han venido a dar frutollo. Tanto la costa como la zona interior reunían condiciones para que fructificase «todo lo que hay en Asia y 110 Fr. Toribio de Benavente Motolinía, Historia de los indios de la Nueva España escrita a mediados del siglo XVI. Barcelona, Herederos de Juan Gili, 1914, p. 195. 76 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 en África, y en Europa; por lo cual se puede llamar otro Nuevo Mundo». La cercana vega de Val de Cristo podía compararse a las de Granada y Orihuela en España. Alabó, como si describiera un paraíso, la «sanidad y templanza de aires», y concluyó que «debía ser como ésta la tierra que sembró Isaac en Palestina, de la cual dice el Génesis que cogió ciento por uno»rn. Fernández de Oviedo, sin embargo, se lamentaba de que muchos españoles no estaban por la paciente labor de los cultivos, ya que preferían darse «a la mercaduría o a las minas, o a la pesquería de las perlas, y a otras cosas con que presto alleguen hacienda, con que se vayan»112• Cieza de León, por su parte, aconsejaba a los pobladores que «entiendan en plantar y sembrar, que es lo que aprovechará más»iu. Fray Antonio de Remesa!, hablando del antiguo convento franciscano de Cumaná, aseguraba que, en 1521, «tenían los frailes una muy hermosa huerta de naranjos y árboles de España y un pedazo de viña y mucha hortaliza, buenos melones y otras frutas de gusto». En Guatemala, un grupo de dominicos solicitó, en octubre de 1550, sitio para una huerta, «que tenemos mucha necesidad, a causa que nos mantenemos de ella». Eran parcos en el comer, pues les bastaban tortillas de maíz y huevos cocidos y, como regalo de Pascua, «plátanos sazonados con sola agua y unos bledos con zumo de limón»ll4• lll Ibídem, pp. 245-246. ll2 Gonzalo Fernández de Oviedo, op. cit., 1851. I, p. 86. 113 Pedro de Cieza de León, op. cit., 1922, p. 344. 114 Antonio de Remesa!. Historia de la provincia de S. Vicente de Chyapa y Guatemala, Madrid, Francisco de Angulo, 1619, pp. 82, 305, 521. 77 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 § 6. TEMPUS ADVENTUS ¿Cuándo llegaron las musáceas a las Islas Canarias antes de pasar al Nuevo Mundo:' Thomas Nichols, quien enumeró varios cultivos introducidos que vio en su visita a Madeira y a las Islas Canarias en 1526 [sic], utilizó la palabra española plátano para describir su primer encuentro con el plátano», y afirmó sobre el fruto del plántano [sic], que «cuando está maduro es negro, y al comerlo más delicado que cualquier confitura»115. Sin embargo, esto debió ocurrir en torno a 1556, cuando Nichols visitó las Islas Canarias por primera vez, ya que, «según sus propias palabras, parece que nació en la ciudad de Gloucester hacia el año 1532»116. 115 Judith A. Carney y Richard Nicholas Rosomoff, In the Shadow of Slavery: Africa's Botanical Legacy in the Atlantic World, University of California Press, Berkeley, 2009, pp. 41-42 .. 116 Francisco J. Castillo, « The English Renaissance and the Canary lslands: Thomas Nichols and Edmund Scory», SEDERI: yearbook of the Spanish and Portuguese 79 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 La primera edición de su libro, A Pleasant Description of the Fortunate llandes, called the flands of Canaria, with their straunge fruits and commodities, se publicó en Londres (1583), y, más tarde, la obra fue difundida por Richard Hakluyt en The Principal Navigations, Voyages and Discoveries of the English Nation (Londres, 1589, 1600). Ello contribuyó a forjar la imagen de las Islas Canarias en Inglaterra, al menos hasta bien avanzado el siglo XVIJim. El texto de Nichols sobre el plátano, tal como lo reprodujo Hakluyt, dice así: Pero sobre todo el Plántano, que crece cerca de las orillas de los arroyos, es un árbol que no tiene madera en él, pero crece directamente hacia arriba con el cuer, po, y tiene excelentes hojas gruesas, y cada hoja en la parte superior de dos yardas de largo y casi media yarda de ancho. El árbol no produce fruto más que una vez, y después se tala; en cuyo lugar brota otro, y así continúa. El fruto crece en una rama, y cada árbol produce dos o tres de estas ramas, algunas de las cuales soportan más y otras menos, unas cuarenta y otras treinta, el fruto es como un pepino, y cuando está maduro es negro, y al comerlo más delicado que cualquier confitura!l8• Society for English Renaissance Studies, 2, 1992, p. 66. Alejandro Cioranescu, Thornas Nichols: mercader de azúcar, hispanista y hereje: con la edición y traducción de su Descripción de las Islas Afortunadas, La Laguna, IEC, 1963, p. 15. 117 Francisco J. Castillo, «Las Canarias en las Crónicas de Richard Hakluyc y Samuel Purchas», Revista de Filología de la Universidad de La Laguna, nº 18, 2000, pp. 75-76. También, del mismo autor, «Fuentes inglesas del siglo XVIII: el texto de J. Edens», Revista de Filología de la Universidad de La Laguna, nº 27, 2009, p. 31. 118 Richard Hakluyt, The Principal Navigations, Voyages and Discoveries of the English Nation, London, George Bishop, 1599, II (2), 316. http://ebooks.adelaide. edu.au/h/hakluyt/voyages/v06/ chapter3.html [ Consultada 25/02/2014]. La 80 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 El error que sitúa la visita a Canarias de Nichols en 1526 es muy antiguo, ya que arranca de la propia compilación de viajes de Hakluyt, quien colocó al principio del relato una breve «nota referente a un antiguo negocio de los comerciantes ingleses en las Islas Canarias», en la que se aludía al año del Señor de 1526119. Unos años más tarde, en 1629, el francés Pierre Bergeron (c.1580-c.1637), recogió el texto en su Traité de la Navigation 120, de quien lo debió tomar, a su vez, Viera y Clavijo, aunque el autor canario cita como fuente las «Navegaciones inglesas de Hakluyt y Purchas» 121. Bergeron también reprodujo la descripción del plátano realizada por Nichols122. Cioranescu editó la obra en 1963, como ya se dijo. Autores muy posteriores siguieron la estela del error cronológico. Bonnet tradujo el texto y lo publicó en castellano en 1933, a partir de la citada edición (1599) de la colección Hakluyt. Ello le granjeó los aplausos de los historiadores canarios de la época, que indicaron que «el traducción de Cioranescu, más libre, pues incluso suprime la variante plántano, es del siguiente tenor: «pero sobre todo el plátano, que crece cerca de los terrenos de riego; es un árbol que no tiene madera, sino que crece directamente con el cuerpo hacia arriba; tiene hojas extremadamente gruesas, y cada hoja tiene hasta la punta unos seis pies de largo, y un pie y medio de ancho. El árbol produce fruta sólo una vez, y después lo cortan, y en su lugar brota otro, y así en adelante. La fruta crece en una rama, y cada árbol tiene dos o tres de estas ramas, que llevan, unas más otras menos, de 30 a 40 frutas. Ésta es de la forma de un pepinillo, y cuando se recoge es negra, y al comerla es más rica que cualquier conserva» (Alejandro Cioranescu, op. cit., 1963, p. llO). 119 Richard Hakluyt, op. cit., 1599, 11 (2), p. 315. l20 Pierre Bergeron, Traicté de la navigation et des voyages, París, lean de Hevqveville, 1629, p. 220, y, asimismo, Voyages faits principalement en Asie dans les XII, XIII, XIV et XV siecles, La Haye, Jean Neaulme, 1735, I, col. ll6. l21 José de Viera y Clavija, Noticias de la historia general de las islas de Canaria, Madrid, Bias Román, 1772, !, p. 47. 122 Pierre Bergeron, op. cit., 1629, pp. 225-226. 81 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 señor Bonnet ha prestado un buen servicio a la historia del Archipiélago, al poner en español tan interesante relato». El artículo llevó por título «Descripción de las Canarias en el año 1526, hecha por Thomas Nicols [sic], factor inglés». Incluía, anotada, la descripción del plántano: «estando muy maduro, la cáscara se ennegrece; es por demás delicioso al gusto que la más regalada conserva que se pueda hacer»123. Nichols había escrito también sobre la producción azucarera en Tenerife, donde dijo «hay doce fábricas de azúcar llamadas Ingenios», y destacó la extraordinaria fertilidad del Valle de Taoro, «también hay una legua de tierra», entre La Orotava y el Realejo, que «se cree que no hay terreno igual de fértil en todo el mundo»l24, siglos antes que Humboldt. El cultivo de la caña de azúcar fue iniciado en Canarias, en el último cuarto del siglo XV, con plantas de Madeira. En 1502, el conquistador de La Palma y Tenerife, Alonso Fernández de Lugo, traspasó a mercaderes catalanes parte de sus tierras en Los Sauces (La Palma), una zona «muy rica en cañaverales», en la que también invirtieron otros colonos procedentes de Cataluña12S. En esta economía plantadora se insertó la esclavitud. El tráfico 123 Buenaventura Bonnet, «Nuevas aportaciones históricas. Descripción de las Canarias en el año 1526, hecha por Thornas Nicols, factor inglés», Revista de Historia, nº 39-40, La Laguna, 1933, p. 209. Simón Benítez Padilla, Gran Canaria y sus obras hidráulicas: bases geográficas y realizaciones técnicas, Las Palmas, Cabildo Insular, 1959, p. 144. 124 Richard Hakluyt, op. cit., 1599, 11 (2), p. 317. Buenaventura Bonnet, op. cit., 1933, pp. 210-211. Alejandro Cioranescu, op. cit., 1%3, p. 114. 125 José Pérez Vidal, «Catalanes y valencianos en la propagación de la industria azucarera », en Francisco de P. Solano Pérez-Lila y Femún Pino-Díaz (ed.), América y la España del siglo XVI, Madrid, CSIC, 1983, 11, p. 309. María Luisa Fabrellas, «La producción de azúcar en Tenerife», Revista de Historia, nº 18, La Laguna, 1952, pp. 457-459. 82 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 entre Canarias y África ya era común en esta época, pues las rutas habían sido abiertas, desde hacía mucho tiempo, por los portugueses126. Lamentablemente no existen pruebas plenas hasta la fecha, aparte de lo señalado por Gonzalo Fernández de Oviedo, sobre la presencia de musáceas en Canarias en fechas tempranas. El poeta Vasco Díaz Tanco pudo ver plátanos en las islas, hacia 1525, pues les cantó en sus Triumphos que se publicaron en Valencia hacia 1530, poco más o menos. En las estrofas de este poeta extremeño se mezclaron plantas locales y foráneas: «vi plátanos, cedros y linaloeles», suponiendo, claro está, que aludiera a las musáceas y no a las platanáceas. También alabó a los dragos (Draccena Draco Lin.): «vi dragos perfectos muy medicinales», en la misma estrofam. Otro poeta, el grancanario Bartolomé Cairasco de Figueroa (1538-1610), mencionó la voz plátano en varias ocasiones. Parece claro que, en la primera parte de su monumental Templo Militante, aludiese a la Virgen María, de acuerdo con la cita bíblica et quasi Platanus exaltata sum iuxta aquas, por lo que no cabe duda que se refería al Platanus x hispanica, Platanus orienta/is (Lin.), o plátano de sombra. Probablemente, también se referían a este árbol los versos que dedicó a Doramas, héroe isleño 126 Gomes Eanes de Zurara, op. cit., 2012, pp. 55-63. 127 Antonio R. Rodríguez-Moñino, «Los Triunfos Canarios de Vasco Díaz Tanco», El Museo Canario, 1934, 11, 4, pp. 14, 21. José J. García-Arranz, «Notas en corno a los grabados de la obra de Vasco Díaz Tanco Los veinte triumphos», Norba-Arte, nº 9, 1989, p. 30. Germán Santana Pérez, Marcos Salas Pascual y M. Teresa Cáceres Lorenzo, « Historia de la incorporación de cultivos africanos en Canarias durante los siglos XV al XVIII», Revista de Historia Canaria, nº 186, 2004, p. 226. 83 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 frente a la conquista, nacido para la libertad en la selva de su nombre: Plátano, Fuente, amomo inusitado: En cuyo gremio estuvo nueve meses, El divino Doramas retirado128. Para esta época resulta de gran interés el testimonio del hidalgo-soldado-clérigo Juan Ceverio de Vera (Las Palmas [Gran Canaria], 1550-Lisboa, 1600), quien recorrió América (La Española, Panamá, Colombia, Perú, Quito) entre 1567 y, aproximadamente, finales de la década de 1580129, En 1595 realizó un viaje a Tierra Santa y, en Trípoli (Líbano), no solamente vio plátanos, sino que los relacionó con Canarias, con la Península Ibérica y con el Nuevo Mundo. La primera edición de su libro, impreso en Roma, se realizó en 1596: También vi plátanos que traen de Egypto, que es sana y regalada fruta; y aunque los árboles han llevado de Canaria a España, los destruye el frío, por querer tierra templada y estar a las corrientes de las aguas; dan un solo fruto, y estando maduro, se seca el árbol, y deja en su lugar muchos hijos. Y en las Indias hay tantos, que por los montes se crían sin beneficio ni dueñoB0• l28 Bartolomé Cairasco de Figueroa, Templo Militante: Flos Sanctorurn [ ... J. Lisboa, Pedro Crasbeeck, 1615, IV, p. 282. 129 Analola Borges, «Comentario a un relato del siglo XVI sobre el Nuevo Mundo», Anuario de Estudios Atlánticos, nº 26, 1980, pp. 354, 358. 130 Juan Ceverio de Vera, Viaje de la Tierra Santa, Pamplona, Marías Mares, 1598, pp. 93v-94. Concepción Martínez Figueroa y Elías Serra Rafols (eds.),Juan Ceverio de Vera. Viaje de la Tierra Santa, La Laguna, Instituto de Estudios Canarios, 1964, p. 112. 84 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 En 1676, al llamar la atención sobre la fertilidad de las Islas Canarias y, en particular, cuando se refirió a su isla de Tenerife, Núñez de la Peña mencionó su gran diversidad de frutos y, entre ellos, el plátano: La tierra es regalada de todo género de frutas, man~anas, membrillos, peros, peras, ciruelas, albercoques, duraznos, arberchigas, limones, naranjas, limas, cidras, plátanos, ñames, melones, sandías, pepinos: en conclusión, de quantas frutas se buscaren se hallarán en la isla de Thenerife, y en las demás Islasrn. En 1678, fray José de Sosa, hablando de Las Palmas, describió los «platanales que guardan sus orillas, y sirven muchas veces de vallados». Señaló también que el convento de San Francisco había sido fundado en la parte más alegre de la ciudad, y que en sus magníficas huertas se cultivaban «agrios, plamanales [ sic J y otras frutas»m. El icodense Cristóbal Pérez del Cristo, en 1679, daba fe precisamente de que las orillas de las haciendas de La Orotava también estaban perfiladas con matas de plátanos, pues, a causa del agua abundante, los plátanos sustituían a las pitasm en esa función de vallado o cerca, con lo que se perpetuaba, además, la riqueza vegetal de la comarca: 13l Juan Núñez de la Peña, Conquista y antigüedades de las islas de la Gran Canaria, y su descripción,[ •.. ), Madrid, Imprenta Real, 1676, pp. 24-25. 13Z José de Sosa, Topografía de la isla afortunada Gran Canaria, Santa Cruz de Tenerife, Imprenta Isleña, 1849, pp. 24-25. En la edición de 1941 (Santa Cruz de Tenerife, Imprenta Valentín Sanz). pp. 34 y 36. 133 Viera aludirá igualmente a esta función de la pita (Agave americana, Lin.), como valla o cerca (José de Viera y Clavija, op. cit., 2014, 11, p. 391). 85 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 frente a la conquista, nacido para la libertad en la selva de su nombre: Plátano, Fuente, amomo inusitado: En cuyo gremio estuvo nueve meses, El divino Doramas retirado12s. Para esta época resulta de gran interés el testimonio del hidalgo-soldado-clérigo Juan Ceverio de Vera (Las Palmas [Gran Canaria], 1550-Lisboa, 1600), quien recorrió América (La Española, Panamá, Colombia, Perú, Quito) entre 1567 y, aproximadamente, finales de la década de 1580129. En 1595 realizó un viaje a Tierra Santa y, en Trípoli (Líbano), no solamente vio plátanos, sino que los relacionó con Canarias, con la Península Ibérica y con el Nuevo Mundo. La primera edición de su libro, impreso en Roma, se realizó en 1596: También vi plátanos que traen de Egypto, que es sana y regalada fruta; y aunque los árboles han llevado de Canaria a España, los destruye el frío, por querer tierra templada y estar a las corrientes de las aguas; dan un solo fruto, y estando maduro, se seca el árbol, y deja en su lugar muchos hijos. Y en las Indias hay tantos, que por los montes se crían sin beneficio ni dueñoB0• 128 Bartolomé Cairasco de Figueroa, Templo Militante: Flos Sanctorum ( ... ]. Lisboa, Pedro Crasbeeck. 1615, IV, p. 282. l29 Analola Borges, «Comentario a un relato del siglo XVI sobre el Nuevo Mundo», Anuario de Estudios Atlánticos, nº 26, 1980, pp. 354, 358. 130 Juan Ceverio de Vera, Viaje de la Tierra Santa, Pamplona, Marías Mares, 1598, pp. 93v-94. Concepción Martínez Figueroa y Elías Serra Rafols (eds.),Juan Ceverio de Vera. Viaje de la Tierra Santa, La Laguna, Instituto de Estudios Canarios, 1964, p. 112. 84 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 En 1676, al llamar la atención sobre la fertilidad de las Islas Canarias y, en particular, cuando se refirió a su isla de Tenerife, Núñez de la Peña mencionó su gran diversidad de frutos y, entre ellos, el plátano: La tierra es regalada de todo género de frutas, manr;:anas, membrillos, peros, peras, ciruelas, albercoques, duraznos, arberchigas, limones, naranjas, limas, cidras, plátanos, ñames, melones, sandías, pepinos: en conclusión, de quantas frutas se buscaren se hallarán en la isla de Thenerife, y en las demás Islasm. En 1678, fray José de Sosa, hablando de Las Palmas, describió los «platanales que guardan sus orillas, y sirven muchas veces de vallados». Señaló también que el convento de San Francisco había sido fundado en la parte más alegre de la ciudad, y que en sus magníficas huertas se cultivaban « agrios, plantanales [sic] y otras frutas» 132. El icodense Cristóbal Pérez del Cristo, en 1679, daba fe precisamente de que las orillas de las haciendas de La Orotava también estaban perfiladas con matas de plátanos, pues, a causa del agua abundante, los plátanos sustituían a las pitasm en esa función de vallado o cerca, con lo que se perpetuaba, además, la riqueza vegetal de la comarca: 131 Juan Núñez de la Peña, Conquista y antigüedades de las islas de la Gran Canaria, y su descripción, [ ... ), Madrid, Imprenta Real, 1676, pp. 24- 25. 132 José de Sosa, Topografía de la isla afortunada Gran Canaria, Santa Cruz de Tenerife, Imprenta Isleña, 1849, pp. 24-25. En la edición de 1941 (Santa Cruz de Tenerife, Imprenta Valenrín Sanz), pp. 34 y 36. 133 Viera aludirá igualmente a esta función de la pita (Agave americana, Lin.), como valla o cerca (José de Viera y Clavija, op. cit., 2014, 11, p. 391). 85 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Y lo que es muy vistoso, y effecto de la misma agua, en las haziendas por donde tiene su camino y término continuo, es tanta la abundancia de árboles Plátanos, que como en otras partes sirven las pitas de vallados, para distinguir las heredades de el camino real, en estas hazen esse oficio los Plátanos, a que es consiguiente la variedad de otras flores y yervas, que siguen a la frescura, como el tornasol a este Astro134. Tomás Arias-Marín de Cubas (1643-1704), aseguraba por su parte que, a fines del siglo XV, fueron fletados dos navíos en Gran Canaria para defender la isla de ataques piráticos. Los barcos llegaron a Guinea, donde tomaron «negros para el servicio de los ingenios», y trajeron «las patatas, el maíz, raíces de plátanos, ñames, y otras semillas »m. Pero esta información suscita dudas por su inexactitud y por incorporar, en esas fechas, el maíz y las patatas o papas (Solanum tuberosum) a la creíble importación de otras plantas y semillas. En cualquier caso, en las islas de Gran Canaria, Tenerife, La Gomera y La Palma, los cultivos marginales de plátanos continuaron a lo largo de la Edad Modernal36. En La Gomera, el plátano fue incorporado a las fiestas por el nacimiento de Luis I de Barbón (1707), en la villa capitalina 134 Cristóbal Pérez del Cristo, Excelencias y antigüedades de las siete islas de Canaria, Jerez de la Frontera, Juan Antonio Tarazona, 1679, pp. 75-76. Edición facsínúl: Sanca Cruz de Tenerife, Gobierno de Canarias, 1996, con estudio crítico de Manuel Hernández González. 135 Tomás Arias-Marín de Cubas, Historia de las siete islas de Canaria, Las Palmas, Real Sociedad Económica de Amigos del País, 1986, pp. 220-221. Buenaventura Bonnet, op. cit., 1933, p. 209-nota 5 136 Como se ha señalado en algunas descripciones de carácter local, como por ejemplo Manuel Rodríguez Mesa y Francisco J. Macías Martín, Materiales útiles. 86 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 de San Sebastián, donde se vio «la iglesia al otro día adornada de plátanos con sus racimos; y la procesión acompañada de las confraternidades»m. La identidad de las musáceas no ofrece lugar a dudas, no solo por ser plantas muy conocidas en las islas que poseían una mayor abundancia de recursos hídricos, sino por la propia descripción de Miguel Jorge Montañés: «los arcos de las naves con el suelo de la Y glesia era un paraíso lleno de plátanos con sus racimos a los lados, y alfombrado de flores en los medios»l3B. Viera y Clavijo lo señaló también en el Valle de Hermigua, en la propia isla colombina, cuando afirmó que, «en lo antiguo, hubo hazas de cañas de azúcar y dos ingenios; hoy solo quedan los vestigios». En el Valle de Santiago subsistían ñames y manantiales de abundantes aguas. El topónimo de uno de los pagos lo dice todo: Valle de la Negra, se trataba de un barranco «revestido de platanales y de iñames» (Dioscoreácea). También se refirió en estos términos a Los Sauces (La Palma), «es lugar alegre, de buen temperamento, abundante en aguas y frutas, plátanos, dátiles, limones. Hay ingenio de azúcar»J39, En Tenerife, el potente ingenio de Taganana había operado con técnicos portugueses, asalariados libres y esclavos desde principios del siglo XVI, y otro tanto cabría afirmar de los fértiles terrenos del Valle de La Datos para la historia de su aprovechamiento en la agricultura, el comercio y las artes de Tenerife durante los siglos XV-XVIII, La Laguna, RSEAPT, 2012, p. 144. 137 José de Viera y C!avijo, Noticias de la historia general de las islas de Canaria, Madrid, Bias Román, 1776, Ill, pp. 66-67. 138 Pablo Jerez Sabater, «Arte y monarquía en La Gomera en 1707: la fiesta por el nacimiento de Luis I de Borbón», Revista de Historia Canaria, nº 192, Universidad de La Laguna, 2010, p. 144. 139 José de Viera y Clavijo, op. cit., 1776, 111, pp. 91, 93,498. 87 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Orotaval40, Desde fechas tan tempranas se documentan huertas anexas a las instalaciones de los ingenios, dedicadas al cultivo de hortalizas y árboles frutales, cuya producción se utilizaba para el abastecimiento doméstico. Un inventario de la hacienda de Pedro de Lugo, en 1527, señalaba que «la huerta está a las espaldas del ingenio»l41, Al comentar un instrumento de donación de un molino por María de las Cuevas, mujer de Juan Benítez, a su nieto Juan Benítez de las Cuevas, según un protocolo de 1547, el cronista José de Anchieta y Alarcón (1705- 1767), se refirió al paisaje geográfico y humano de La Orotava de su tiempo. Describió la localización del molino, ya desaparecido en su época por obra de los jesuitas: «este molino estaba en la calle que baja de San Francisco al Colegio y las canales le iban altas», mientras que las aguas habían tenido que ser desviadas a la huerta colindante, en cuyo entorno habían existido también otras edificaciones, como una casa con corredor de balaustres, amplio patio y parral delantero, donde «había muchos plátanos, ñames y huertas»: Allí había muchos plátanos y parrales. Estas casas las desbarató don Francisco de Alfaro y lo hizo puerta. Allí conocí yo a José el mulato, herrero, viviendo y el oficio estaba donde Alfaro tiene la cochera, que por casi la esquina estaba la puerta, que allí hacía como un 140 Benedicta Rivero Suárez, El azúcar en Tenerife: 1496-1550, Santa Cruz de Tenerife, IEC, 1991, pp. 43 y ss., 79 y ss. Ana Viña Brito, «La organización social del trabajo en los ingenios azucareros canarios (siglos XV-XVI)», En la España Medieval, nº 29, Universidad Complutense de Madrid, 2006, pp. 363-364. 141 Benedicta Rivero Suáre,;, op. cit., 1991, pp.126-127, 131. 88 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 recodo el muro para enderezar la calle, y a la vuelta estaba la puerta de la entrada con muchos platanales142. También en la misma zona conoció a Juan Miranda y a su mujer, Catalina, «que era blanca», y aclaró que el marido era «ciriero y negro, muy formal y aseado»143. En su Diario se refirió asimismo al consumo de la fruta, cuando afirmó escuetamente, el 21 de septiembre de 1737, entre otros aspectos de vida cotidiana, «trajeron un racimo de plátanos»l44. La fruta era apreciada, en efecto, como regalo, tal como recoge otro famoso cronista del Setecientos, Lope Antonio de la Guerra y Peña, al describir su formación con los padres agustinos, a cuyo definidor y maestro, fray Pedro Martín, solían regalar por su onomástica «media dozena de plátanos, i otra media de brebas madurada a la mano». También menciona este autor los plátanos entre la flora exótica que crecía en el Jardín de Daute, en tiempos de regocijo con sus amigos de la Tertulia de Nava 145. Justamente Viera describe la misma escena que su compañero de excursión al Norte de Tenerife, en julio de 1765: El 20, por la mañana, se hizo un paseo por el delicioso bosque y jardín que está hacia la parte oriental del palacio. Esta es una obra prima de la naturaleza, 142 José de Anchieta y Alarcón, Citas, ed. crítica de Daniel García Pulido, IV. pp. 54-55 [en prensa]. 143 Ibídem, pp. 55-56. 144 José de Anchieta y Alarcón, Diario, ed. crítica de Daniel García Pulido, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2011, !, p. 184. l45 Lope Antonio de la Guerra y Peña, Memorias, Las Palmas, El Museo Canario, 1951, cuaderno I (1760-1770), pp.18-19, 78. 89 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 dejada de algunos años a esta parte en libertad; y el célebre árbol mamey que le hace centro; las chirimoyas, guayabas y árboles del achote y añil, mezclados con los mirtos, que igualan a los naranjos, laureles, cipreses, plátanos y olivos, ofrecen una risueña perspectiva que encanta. Al pie del mamey, se representó una comedia de Moliere, intitulada El amor médicoI46, Posteriormente, la sorna y la guasa de Viera y de sus amigos de la Tertulia, les lleva a ironizar sobre los enemigos de las ideas ilustradas, mediante la alusión a los conflictos entre hipotéticos reinos, a partir de una noticia presuntamente fechada en el Valle de Igueste, al principiar el mes de agosto: El ministro ordinario de aquella corte, que reside aquí encargado de comprar plátanos y ollas grandes, ha tenido largas conferencias con nuestros republicanos y los ha animado por un discurso bastantemente enérgico y cargado de figuras de retórica de lavaderos a que se declarasen contra la Tertulia e hiciesen una irrupción en sus fronteras, talando con silbos y rebuznos sus mieses y sus bosques y aun mutilándolos a la portuguesa 147• Pero lo cierto es que, a lo largo del siglo XVIII, hay constancia de numerosas compraventas de pequeñas huertas de plátanos y de ñames en Igueste de San Andrés 146 José de Viera y Clavijo, La Tertulia de Nava, edición, introducción y notas de Rafael Padrón Fernández, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2013, p. 137. 147 Ibídem, p. 144. «Mutilar a la portuguesa», probablemente, hacer picadillo. 90 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 (Santa Cruz de Tenerife), un enclave que siempre destacó por este tipo de cultivos, pues, desde allí, no sería muy difícil suministrar frutas y tubérculos al puerto santacrucero y, de hecho, a los buques que hacían escala en sus singladuras atlánticas y que demandaban fruta fresca y agua pura y abundante. Así, por ejemplo, el 5 de febrero de 1701, María de Armas, vecina del Valle de San Andrés, dejó en su testamento, como patrimonio heredado de Mateo Álvarez y Leonor de Armas, sus padres, la «acción y derecho que me tocaren y se partieren con los demás mis hermanos en unas huertas de platanales y patatas con su casa, en que está una higuera delante de ella», entre otros bienesl48. El 3 de agosto de 1744, Josefa González, viuda de Carlos González, vecina de Santa Cruz, vendió a Joseph Fernández Cabeza de Baca, vecino del Valle de San Andrés, ausente en Indias, «un pedasito de viña y plantaneros y un peralito», así como el derecho a dos casillas, en el citado valle, donde llaman la Hoya, «y un pedasillo de tierra calma que está en donde llaman las Tierras y linda dicho pedasito de viña y platanal y una casita por el poniente con viña del propio comprador». La operación ascendió a 180 reales, de los que 170 correspondían al «pedasito de viña, platanal, arbolitos y parte de la casilla»l49. El 20 de octubre de 1744, a su vez, Salvador Rodríguez y Sebastiana de Rojas, marido y mujer, vecinos de Santa Cruz, vendieron a Joseph Morín, «asistente en 148 Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife (AHPSCT), Fernández Machado, leg. 1209, cuaderno 1 °. 149 AHPSCT, Vandama, leg. 1684, f. llS. 91 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Las Carboneras, es a saver un pedasillo de tierra y manantial de ñames onde llaman los Batanes»l50. Unos años más tarde, el 7 de junio de 1759, los hermanos José Felipe y María del Rosario García, en presencia y con licencia de su padre, Gaspar García, vecinos de Taganana, vendieron en nombre de su madre, Catalina García, ya difunta, «un pedaso de viña vidueño y un pedasillo de tierra de !ñames en el dicho lugar de Taganana donde nombran la Suerte del Molino[ ... ], y el dicho pedasillo de tierra linda por avajo con otra también de !ñames de Manuel Peres»l51
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Calificación | |
Título y subtítulo | Fruta del paraíso. La averntura atlántica del plátano |
Autor principal | de Paz, Manuel |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | Santa Cruz de Tenerife |
Editorial | Idea |
Fecha | 2015 |
Páginas | 171 p. |
Datos serie | Papeles de Daute |
Materias |
Plátano Cultivo Agricultura Canarias Agricultura Historia |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 9057849 Bytes |
Texto | © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Manuel de Paz Kau: en Santa Cruz de La Palma ( 195:n. Licenciado y doctor en Historia con Premio Extraordinario. Catedr;itico de Historia de América (1995) en la Universidad de La Laguna. Ha estudiado la historia de la masonería en Canarias. l\farruecos y Cuba, (Historia de la Fra11c111as111uría c11 Canarias (1739-1.936!. 1984: Militares masones de Espmia. ¿()(H; Martí, Espaiía y la masonaia. 2008); las relaciones diplomáticas entre España y Cuba durante la (poca revolucionaria Vona Rebl'!tfr. 1997; Zmw dl' Gunra. 2001; Fra11rn y Cuba, ioo6); así como El bandolcris1110 m Cuba (l 99:{-1994 ). entre otros temas. Fundador y director de .. Taller de Historia" (CCPC) y ele varias colecciones en Ediciones Idea. Miembro del consejo de redacción de Rn.·ista di' Indias (CSIC. Madrid). © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 FRUTA DEL PARAÍSO LA AVENTURA ATLÁNTICA DEL PLÁTANO Manuel de Paz © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Fruta del paraíso. La aventura atlántica del plátano Manuel de Paz Sánchez Director de arte: Marcelo López Maquetación: Migdalia Morales Primera edición en Ediciones Idea: 2015 © De la edición: Ediciones Idea, 2015 © Del texto: Manuel de Paz Sánchez © Del prólogo: Miguel Ángel Puig-Samper Imagen de portada: Musa clifforliana. (Vid. Fig. 2). Ediciones IDEA San Clemente, 24 Edificio El Pilar, 38002, Santa Cruz de Tenerife. Tel.: 922 532150 Fax: 922 286062 León y Castillo, 39 - 4° B 35003 Las Palmas de Gran Canaria Tel.: 928 373637 - 928 381827 Fax: 928 382196 correo@edicionesidea.com www.edicionesidea.com Fotomecánica e impresión: Publidisa Impreso en España - Printed in Spain. ISBN: 978-84-16404-84-l Depósito Legal: TF-1006-2015 Ninguna parte de esta publicación, incluido el diseño puede ser reproducida, almacenada o transmitida en manera alguna ni por medio alguno, ya sea electrónico, mecánico, óptico, de grabación o de fotocopia, sin permiso previo y expreso del editor. © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 § PRÓLOGO Es un honor y un placer poder prologar este interesante libro del profesor y amigo Manuel de Paz Sánchez sobre esa fruta del paraíso que ha formado parte de la larga historia de las Islas Canarias y forma parte de su economía y su cultura, el plátano. Una especie vegetal destacada en 1724 con otras, como las guayabas o las papas, por el astrónomo y naturalista Louis Feuillée por su delicioso sabor en los cultivos de las islas Canarias, donde parece que llegaron en el siglo XV procedentes de las costas de Guinea. Esa planta que describió Avicena como Musa, como nos recuerda el propio autor, y describió científicamente en 1736 en términos modernos el gran reformador de la nomenclatura botánica, el sabio sueco Carl von Linné, como una Musa cliffortiana. El estudio erudito que hace el profesor de Paz sobre las rutas del plátano, plántano o banano, desde el Sudeste asiático por la India hacia el mundo occidental, considerando las 7 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 migraciones árabes hacia el oeste, merecen un especial elogio, pero más aún su estudio detallado sobre la ruta americana o mejor dicho atlántica. Un camino señalado por vez primera en las obras de Gonzalo Fernández de Oviedo, tanto en el Sumario de 1526 como en la Historia general de las Indias en 1535, que lo atribuye al obispo fray Tomás de Berlanga en su viaje a la isla de Santo Domingo desde las Canarias en 1516, una fecha discutida por la estudiosa del obispo Estrella Figueras en su trabajo sobre el descubridor de las islas Galápagos, quien se inclina por una posible fecha posterior y además hace la sugerencia de que era posible la introducción en el Nuevo Mundo de dos variantes del plátano por el dominico soriano, el camburi (Musa sapientum), documentado en las Islas Canarias, y quizá el conocido como dominico (Musa Regia). El plátano, probablemente en diferentes variedades, como los propios españoles en su proceso de colonización, habría desembarcado en las islas de las Antillas para trasladarse luego a Tierra Firme y extenderse por el Nuevo Mundo recién descubierto por los europeos, como indica Pedro Cieza de León para la zona de Puerto Viejo, por donde también anduvo el obispo Berlanga en sus misiones diplomáticas. El profesor Manuel de Paz sigue magistralmente esta discusión sobre las variedades introducidas en América, ya apuntada por el sabio alemán Alexander von Humboldt en su Essai Politique sur le Royaume de la Nouvelle Espagne, quien ya apuntaba que en el norte de África, la costa andaluza española y en Canarias la que se cultivaba era la variedad camburi, muy diferente al dominico de las crónicas del Inca Garcilaso y José Acosta, 8 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 y de otras variedades que él había observado a lo largo de todo el continente americano desde Nueva Granada hasta Nueva España, donde ya formaba parte esencial de los cultivos utilizados en la subsistencia de las poblaciones, como aparece en sus obras, o en otras contemporáneas como la del naturalista Ledrú al referirse a Puerto Rico en su crónica sobre la expedición Baudin o poco más tarde en la del ferviente humboldtiano gallego Ramón de la Sagra que apuntaba en 1843 en su Histoire Physique, Politique et Naturelle de Die de Cuba la importancia de los plátanos en la economía rural cubana. Es una delicia seguir de la mano del autor esta apasionante historia, que incluye la búsqueda de los orígenes de la planta primitiva, si es que sólo hubo una, su difusión, sus diferentes nombres, sus usos culturales y sus supuestas propiedades alimentarias, medicinales o mágicas. Quiero recordar aquí cómo en la obra Tacuinum Sanitatis de Ibn Butan, escrita en el siglo XI y muy difundida en los siguientes siglos en latín, se hablaba de esta Musa, el plátano, con un dibujo curiosísimo en el que se ve al plátano con hojas gigantescas y el fruto con aspecto de pimiento. Destacaba su naturaleza caliente en segundo grado, húmeda en primero, que hay que elegir grandes, maduros y dulces para el consumo, con cierto cuidado para el estómago para lo que se toma con azúcar, pero con la alegría de que incitaban al coito y convenían sobre todo a los jóvenes y en la región meridional. Quizá recordaba las historias de algunos viajeros de los que nos habla el autor sobre el plátano como el árbol prohibido del paraíso, aquella supuesta manzana de Adán y Eva, reconvertida en esta otra especie vegetal 9 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 también conocida como el árbol de la ciencia del bien y del mal, la fruta prohibida a nuestros primeros padres, una manzana que se agrupaba en racimos y que al cortarla presentaba la cruz del sufrimiento del hijo del padre supremo como un recordatorio constante del pecado original de la humanidad. Lo cierto es, como nos recuerda sabiamente el autor, que los frailes españoles utilizaron la cultura del oasis extendida por las tierras españolas para aplicarla en América, llevando consigo sus conocimientos, sus prácticas agrícolas y sus hábitos alimentarios, y entre ellos sin duda el uso del plátano como un elemento básico. En definitiva este libro es un pequeño tesoro de conocimientos acumulados por el profesor Manuel de Paz para que todos los lectores disfruten con la magia de su historia. Y como índica el autor en su último capítulo al recordar la presencia del plátano en la literatura clásica, «salga el guineo a bailar». Miguel Ángel Puíg-Samper Instituto de Historia del CSIC 10 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 § l. PREÁMBULO El «árbol» musa (maus, muse, mose), en la breve descripción de Rembert Dodoens, traducida por Carolus Clusius, figuraba documentado en Oriente, de acuerdo con una temprana referencia de Avicena: Cese arbre avec son fruict est appelle d' Avicenne chaps. 495. Musa, & a présent en Syrie Mose: & les Grecs, & Chrestiens du pais, les Juifs aussi disent que e' est le fruict duquel mengea Adaml. En 1736 Linneo le dedicó una monografía a la Musa cliffortíana y, en el epílogo, para alabar su belleza y elogiar 1 Rembert Dodoens, Charles de l'Esduse (trad.), Histoire des plantes, en laque/le est contenue la description entiere des herbes, c'est-a-dire, leurs Especes, Forme, Noms, Tempérament, Vertus & Operations, Anvers, Jean Loe, 1557, p. 494. Vid. Fig. l. En adelante nos referiremos, preferentemente, a Charles de l'Eduse (1525-1609), como Carolus Clusius. 11 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 también conocida como el árbol de la ciencia del bien y del mal, la fruta prohibida a nuestros primeros padres, una manzana que se agrupaba en racimos y que al cortarla presentaba la cruz del sufrimiento del hijo del padre supremo como un recordatorio constante del pecado original de la humanidad. Lo cierto es, como nos recuerda sabiamente el autor, que los frailes españoles utilizaron la cultura del oasis extendida por las tierras españolas para aplicarla en América, llevando consigo sus conocimientos, sus prácticas agrícolas y sus hábitos alimentarios, y entre ellos sin duda el uso del plátano como un elemento básico. En definitiva este libro es un pequeño tesoro de conocimientos acumulados por el profesor Manuel de Paz para que todos los lectores disfruten con la magia de su historia. Y como indica el autor en su último capítulo al recordar la presencia del plátano en la literatura clásica, «salga el guineo a bailar». Miguel Ángel Puig-Samper Instituto de Historia del CSIC 10 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 § l. PREÁMBULO El «árbol» musa (maus, muse, mose), en la breve descripción de Rembert Dodoens, traducida por Carolus Clusius, figuraba documentado en Oriente, de acuerdo con una temprana referencia de Avicena: Cest arbre avec son fruict ese appelle d'Avicenne chaps. 495. Musa, & a présent en Syrie Mose: & les Grecs, & Chrestiens du pais, les Juifs aussi disent que c'est le fruict duque! mengea Adam1• En 1736 Linneo le dedicó una monografía a la Musa clif.fortiana y, en el epílogo, para alabar su belleza y elogiar 1 Rembert Dodoens, Charles de l'Escluse ( trad.). Histoire des plantes, en laquelle est contenue la description entiere des herbes, c'est-a-dire, leurs Espéces. Forme, Noms, Tempérament, Vertus & Operations, Anvers, Jean Loe, 1557, p. 494. Vid. Fig. l. En adelante nos referí· remos, preferentemente, a Charles de l'Ecluse (1525-1609), como Carolus Clusius. 11 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 la difusión mundial de su cultivo, incluyó una elegante composición del poeta neolatino Hendrik Snakenburg: Salve; hospirali sede beatior, Quam si vel Indus vel Tropicus tuo Pinguescat e fructu, et saporis, Musa, satur nihil optet ultra2• Esta monografía, como ha destacado Mark Griffiths, le permitió a Linn~us perfilar su método y su sistema taxonómico3. Por otro lado, hace medio siglo, el botánico e historiador colombiano Víctor Manuel Patiño (1912-2001) sostenía que la división que se suele hacer entre plátanos (Musa paradisiaca, Musa spp.) como hortaliza o vegetal feculento sustitutivo del pan, y bananos (Musa sapientum, M. Cavendishi, etc.), en tanto fruta de consumo como postre o golosina, resultaba arbitraria respecto a gran parte de la América equinoccial, pues tanto los plátanos como los bananos se usaban verdes, como hortaliza o por la fécula, y ambos, cuando maduros, se consumían como fruta4. Con escasas excepciones, los típicos plátanos comestibles «por naturaleza son híbridos entre las distintas subespecies de Musa acuminata e híbridos interespecíficos 2 Car! von Linné, Musa cliffortiana florens Hartecampi 1736 prope Harkmum [ s. n. ], Lugduni Batavorum [Leiden], 1736, p. 50. Vid. Fig. 2 y 3. 3 Mark Griffiths, «Clifford's Banana: How Natural History was made in a Garden», en B. Gardiner & M. Morris (ed.), The Linnean Special Issue N° 7. The Linnaean Collections, Oxford, Wiley-Blackwell, 2007, pp. 23, 25. 4 Víctor Manuel Patiño, Plantas cultivadas y animaks domésticos en América equinoccial, Imp. Departamental, Cali, 1969, IV. pp. 164-165. Vid. http://www.banrepcultural. org/blaavirrual/ historia/puti/indice.htm [Consultada 24/02/2014]. 12 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 entre M. acuminata y M. Balbisiana»S. Estos mismos autores ponen de relieve que La taxonomía de la Musa se confunde debido a varios factores, incluidos la esterilidad, la antigua domesticación y los orígenes híbridos de las variedades cultivadas (cultivares), y la falta de interés de muchos por adoptar nombres más correctos y nuevos. Por ejemplo, los híbridos de Linnxus tales como M. paradisiaca (plátano francés) y M. sapientum (guineo manzano) todavía se utilizan décadas después de que los cultivares a los que se refieren estos nombres fueran reconocidos como híbridos M. acuminata x M. balbisiana6• Se podría valorar la relevancia de las musáceas de acuerdo con cuatro conceptos esenciales, tal como destacan Nelson, Ploetz y Kepler. En primer lugar, su extraordinaria relevancia para las sociedades humanas, ya que produce el cuarto alimento más importante del mundo (después del arroz, el trigo y el maíz). En segundo término, el hecho de que «las especies de Musa crecen en una amplia variedad de entornos y han modificado los usos humanos, pues van desde los bananos comestibles y plátanos de los trópicos hasta la producción de fibra resistente al frío y las plantas ornamentales». En tercer lugar, por su 5 Randy C. Ploetz, Angela K. Kepler, Jeff Daniells y Scot C. Nelson, «Banana and plantain-an overview with emphasis on Pacific island cultivars», ver. l. en C. R. Elevitch (ed.), Species Profiles for Pacific Island Agroforestry. Permanent Agriculture Resources, Hawai'i, H lualoa, 2007. http://agroforestry.net/tti/Banana-plantainoverview. pdf [Consultada 05/03/2014]. 6 Ibídem. 13 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 evolución y su diversidad genética: Estas «hierbas grandes y perennes, de 2-9 metros (6'6-30 pies) de altura», evolucionaron en el Sudeste de Asia, Nueva Guinea y el Subcontienete indio, y desarrollaron en tiempos más recientes localizaciones de diversidad genética secundaria en África, América Latina y el Pacífico. Por último, aunque no se la considera una planta invasiva, la Musa es una variedad resistente que compite relativamente bien con otros vegetales en entornos agro-forestales gestionados?. Antonio Paláu y Verdéra resumió, en 1788, los tipos principales de musa de acuerdo con el sistema de Linneo: l. Musa del Paraíso, con el espádice inclinado; y las flores masculinas persistentes. 2. Musa de los Sabios, vulgo: Bananas, con el espádice inclinado; y flores masculinas que se caen. 3. Musa de los Trogloditas, con el espádice derecho, y espatas que se caen8• Viera, en su Diccionario de historia natural, aparte de recordar que según la tradición la planta había llegado a Canariás desde Guinea, apuntaba que el término plátano había «prevalecido al de plántano, con que esta planta arbórea había sido siempre conocida (según Adanson), por los habitantes de nuestras Canarias»9• El citado Michel 7 Scot C. Nelson, Randy C. Ploetz y Angela K. Kepler, «Musa species (banana and plantain)», ver. 2.2, en C. R. Elevitch ( ed.), Speúes Profiles for Pacific Island Agroforestry. Permanent Agriculture Resources, Hawai'i, H lualoa, 2006. http:/ / www.traditionaltree.org [ Consultada 05 /03/2014]. 8 Antonio Paláu y Verdéra, Sistema de los vegetables o resumen de la parte práctica de Botánica del caballero Carlos Linneo, Madrid, Imprenta Real. 1788, p. 198. 9 José de Viera y Clavija, Diccionario de historia natural de las islas Canarias, Las Palmas de Gran Canaria, Real Sociedad Económica de Amigos del País, 1869, II, p. 200. Una edición crítica y reciente, José de Viera y Clavija, Diccionario de Historia 14 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Adanson había redactado la voz bananier en el Supplément a J;Encyclopédie: ( ... ] ceux de la Guinée, banana; les Fran¡;:ois, bananier; les Espagnols des iles Canaries, plántano; les Anglois, plantain-tree. C' est par une erreur impardonnable, que quelques dictionnaires écrivent plátano, qui est le nom ltalien du platane10• La antecedente opinión de que los «españoles de las islas Canarias» utilizaban la voz plántano de manera exclusiva para referirse a musáceas comestibles, arranca seguramente del relato de Thomas Nichols que fue erróneamente datado en 1526, como luego diremos. Fruto de esta potente tradición sería el sustantivo plántano referido a un «tree of the Canary islands», con una llamada para acudir al término «banana-tree», que figura en destacados diccionarios bilingües de inglés-francés/francés-inglés del siglo XIXu. Es posible deducir, por tanto, una larga pervivencia del término, ello a pesar de que, en ocasiones, se ha asociado la Musa paradisiaca, no con el plátano-barraganete, en tanto que variedad de cocción, sino con el «plántano o plántano-bar(r]aganete » (sin tilde), como escribe en italiano Castiglioni12• Natural de las Islas Canarias, edición, introducción y notas de Cristóbal Corrales y Dolores Corbella, Santa Cruz de Ten e rife, Ediciones Idea, 2014, 11, pp. 394 y 400. 10 M. Adanson, «Bananier», en Denis Diderot y Jean D'Alembert ( eds.), Supplement a I.:Encyclopédie, ou Dictionnaire Raisonné des Sciences des Arts et des Métiers, Amsterdam, M. M. Rey, 1776, !, p. 777. 11 Como por ejemplo, Lewis Chambaud, A new Dictionary Englis and French and French and English, London, Cadell & Davies, 1815, II, s. v. Charles Fleming & J. Tibbins, J., Royal Dictionary English and French and French and English, Paris, Firmin Didot Brorhers, Sons and C0 ., 1857, 1, p. 862. l2 Luigi Castiglioni, Storia delle piante forastiere:le piú importanti nelluso medico,od economico, Milano, Editoriale Jaca Book SpA. 2008, p. 289. 15 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Además, en 1820, Colla recog10, en su famosa Memoria sobre el género Musa, los nombres europeos más comunes de la planta, por ejemplo, en «Spagnuolo, Plántano, higuera de Adamo»; en francés «Bananier, figuier d'Adam, Plantain des Indes», en inglés «Plantain-tree, Banana tree, Adamir fig-tree»B. La alternancia entre plátano y plántano, en cualquier caso, es muy antigua en español. Fray Pedro de Aguado en su Historia de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada, obra que ha sido datada entre 1573 y 1581, se refirió a las musáceas como plátano y plántano en un mismo párrafo: Después que Vitoria se pobló han plantado los españoles en esta provincia naranjos dulces y agrios, cidras, limas, limones y plátanos, a quien más propiamente dicen llamarse avenanas, porque el plántano, según afirman personas que lo han visto, tiene la hoja de hechura de una adarga, y este árbol la tiene larga, según claro se ve, pues tan general es ya en todas partes, y tiene más la hoja del plátano que de más de ser de la forma dicha son muy delgadas y muy labradas de plateadas laboresl4, Los dos términos referidos a musáceas, plántano y plátano, eran utilizados por criollos y canarios en Cuba hasta, 13 Luigi A. Colla, Memoria sul genere Mu,a e monografía del mede,imo, Torino, Accademia Reale delle Scienze, 1820, p. 9. 14 Pedro de Aguado, Historia de Santa Marta y Nuevo Reino de Granada, ed. de Jerónimo Bécker, Madrid, Real Academia de la Historia, 1917, t. II, p. 175. Se ha actualizado la ortografia. A pesar de la amplia difusión de la planta, que reconoce, el autor también afirma no haber visto exactamente un ejemplar de plátano, con lo que su descripción ofrece algunas dudas. 16 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 al menos, el siglo XIX1s, y ello debió ser así desde la primera mitad del siglo XVI, como se verá más adelante en relación con la expedición de Hernando de Soto (1500- 1542). Evidentemente, ha prevalecido el nombre de plátano y, para distinguir las diferentes especies, se ha recurrido a un léxico que, con el paso del tiempo, se ha enriquecido de manera extraordinaria en los diversos países de la comunidad hispanohablante. 15 Alejandro García Álvarez, «Santo, seña y ruta histórica del plátano hasta Cuba», Revista de Indias, nº 221, Madrid, CSIC, 2001, p. 144. 17 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Chap. XXXVII. Mllf4. Mofe. Fig. 1: Dodoens y Clusius, 1557. 18 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Fig. 2: Linneo, 1736. 19 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Fig. 3: Linneo, 1736. 20 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 § 2. FRUTA DEL PARAÍSO El plátano era conocido en la región de Egipto y en las proximidades de Tierra Santa desde época temprana, con lo que no es extraño que aparezca descrito entre las rarezas observadas por peregrinos y viajeros, ávidos de maravillas. Entre estos peregrinos de Occidente que mencionaron las musáceas en sus relatos de viaje figuran fray Burchardus de Monte Sion y fray Antonio de Aranda. Juan Fragoso, que sigue en parte, como luego veremos, la edición comentada por Clusius del libro de Orta, escribe sobre la presunta etimología del fruto «llamado Musa»: Acerca de la razón y etimología del nombre, es cosa de reír lo que escribe un autor diciendo llamarse musa esta fruta, por ser tan excelente que mereció tener nombre de aquellas nueve musas que finge la Antigüedad, o por ser muy común mantenimiento de 21 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 ellas. Dice también que esta es la fruta que comieron nuestros primeros padres, en el paraíso terrenal; y lo mismo refiere F. Brocardo [Burchardus] en la descripción de la Tierra Santa 16. Burchardus se había referido, en efecto, a la Pomorum paradysi o Poma paradisi en su Descriptio Terrae Sanctce ( c. 1285), texto que ha sido calificado como el más importante de los peregrinatores de la Edad Medial?. Decía, en concreto, fray Burchardus: ltem sunt ibi fructus alii, qui dicuntur Poma paradisi, admirabilis fructus ualde. Ista crescunt it modum botri unius, habencia multa grana [ ... ]. Folia arboris huius longa sunt ad staturam hominis unius, lata uero ita, ut duobus foliis posset cooperire aliquis totum corpus suumis. A su vez, el franciscano fray Antonio de Aranda, que había viajado a Tierra Santa en 1530, es decir, casi dos siglos y medio después de Burchardus, nos dejó el relato de su peregrinación a Jerusalén. Fascinado por lo maravilloso, 16 Juan Fragoso, Discursos de las cosas aromáticas, árboles y frutales, y de otras muchas medicinas simples que se traen de la India Oriental y sirven al uso de medicina, Madrid, Francisco Sánchez, 1572, pp. 168v-169. García de Orta y Carolus Clusius, Aromatum, et simplicium aliquot medicamentorum apud Indos nascentium historia, Antverpia,, Christophori Plantini, 1567, p. 222. En general se ha actualizado la ortografía castellana de las citas bibliográficas.Vid. Anexo l. 17 Cecilia Blanco Pascual, «Los manuscritos del Tractatus de Terra Sancta Compilatus a Fratre Marino et a Fratre Brocardo (Anónimo): algunas notas críticas», Exemplaria classica:journal of classical philology, nº 12, Universidad de Huelva, 2008, p. 181. 18 Johann C. M. Laurent (ed.), Peregrinatores Medii Aevi Quatuor, Lipsia,, Hinrichs Bibliopola, 1864, pp. 87-88. También, con la misma paginación, la ed. de 1873. 22 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Aranda pudo observar, no muy lejos de la Ciudad Santa, la gran abundancia de «musas que es un fruto tal y tan suave que, averiguadamente, griegos y latinos, moros y cristianos afirman ser del que nuestros primeros padres comieron». Considerando, pues, que es «árbol que en esas partes occidentales no le hay», no se le pudo ocurrir mejor idea que compararlo con una planta americana recién llegada al Viejo Mundo, el maíz: Es un árbol a manera de la caña que allá en España llamamos trigo o panizo de las Indias; salvo que la caña es cuatro veces más gruesa, alta no mucho más; las hojas de la musa son más de un palmo en ancho, y más largas que una razonable estatura de un hombre. A donde el panizo [ maíz] hace la mazorca de los granos, en la musa es un florón muy hermoso de largo de un palmo: como si fuese hecho de unas flores de lirios metida una en otra[ ... ]; desnudo de la corteza o vaina que tiene, si le cortan atravesado hecho ruedas, en cada una de ellas está un tau 19, Los griegos, añadía Aranda, le llamaban higo de paraíso, y no dudaba en indicar que, por tanto, en el propio fruto del árbol de la culpa estaba señalado el instrumento de la gracia, esto es, «el tau o la cruz por la cual fuimos por Cristo nuestro Dios redimidos de la transgresión ». La planta, apuntaba por último, «ha de nadar en agua siempre, como cañas de azúcar». También se refirió 19 Antonio de Aranda, Verdadera información de la Tierra Sancta, según la disposición en que en el año de mil y quinientos y treynta, el auctor la vio y passeó, Toledo, Juan Ferrer, 1550 [08/01/1551 en colofón], pp. 102v-103. 23 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 a las musas mitológicas, ya que se trataba de un «digno fruto para las musas». La interpretación de las Musacea: como fruta prohibida del Jardín del Edén, también consta en los testimonios de otros peregrinos de renombre, como Bernhard von Breydenbach ( c. 1440-1497), que las vio junto a flores y frutos clamorosos a principios de la década de 1480. La primera edición en castellano de esta obra se publicó en 1498: Dende llegamos a un otro árbol maravilloso: cuyas fojas eran de XV o XVI pies tendidas en luengo; y en lo ancho dos o más un poco. El fruto haze ma[ n kanas largas: puestas de XVIII de XIX o XX en un manojo; como los granos de la uva cuelgan en un rezimo. Son estas man~anas muy dulces al gusto quando maduras; llaman les musi o musas, y a cada parte que les abrieren queda una cruz con la ymagen del crucifixo clara parecida. Dicen de cierto, que aquel árbol de la sciencia de bien y mal, del fruto que Dios vedó a nuestros padres Adán y Eva en el parayso, fue de aquella misma [ e J specie, y que los antigos ante[ s J que fallassen papel, escrevían en estas fojas enxutas primero20. La abundancia de la planta en la región de Egipto fue destacada por Pietro Martire d' Anghiera [Pedro Mártir de Anglería, 1457-1526], quien había sido embajador de los Reyes Católicos en Alejandría y más tarde, en 1520, ocupó 20 Bemhard Von Breydenbach, Peregrinatio in Terram Sanctam: Viaje de la Tierra Santa, trad. de Martín Martínez de Ampíes, Zaragoza, Pablo Hurus, 1498, p. CXLIX. 24 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 el cargo oficial de cronista de Indias. Su misión diplomática ante el sultán Qansuh, motivada por los problemas que sufría la comunidad islámica de Granada, se desarrolló entre finales de 1501 y abril de 150221. Torres Asensio recuperó en 1892, coincidiendo con el IV Centenario del Descubrimiento de América, su descripción del plátano, así como su displicente referencia a la identificación tradicional con la fruta del Paraíso: El vulgo de Egipto charla que esta es la fruta de nuestro primer padre Adán con que manchó al género humano. Los extranjeros traficantes [ ... ], llaman a esas frutas musas [ ... ]. Vi yo muchas de éstas, y comí no pocas en Alejandría de Egipto, cuando en nombre de mis Reyes Católicos, Fernando e Isabel, desempeñaba mi embajada con el sultán22, A pesar de todo, otros viajeros y estudiosos no dudaron en subrayar la impronta paradisíaca del vegetal, así como su amplia difusión por el Mediterráneo africano y por el Próximo Oriente. León el Africano23, comentó también la presencia de la planta en el «reino de Fez»: Les Docteurs Mahommetans disent que c' est le fruir qui sur défendu a nos premiers parents par la 21 J. E. López de Coca Castañer, «Mamelucos, otomanos y caída del reino de Granada», En la España Medieval, nº 28, Universidad Complutense de Madrid, 2005, pp. 247 -248. 22 Joaquín Torres Asensio (ed.), Fuentes históricas sobre Colón y América. Pedro Mártir Anglería, Madrid, Imp. de la S. E. de San Francisco de Sales, 1892, IV, pp. 206-207. 23 Leo Africanus (c.1488 o 1494- c. 1554), León el Africano,Jean Lean African o Hasan bin Muhammed al-Wazzan al-Fasi. 25 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 bouche du Seigneur: & n'ayans voulu obtempérer a son saine commandement, apresan avoir mangé, leurs parties honteuses se découvrirent [ ... ]. II en croit a foison en la cité de Sela, au Royaume de Fez: mais en plus grande quantité en la région d'Egypte, & principalement a Damiette24. El médico Pietro Andrea Matthioli (1501-1577), muy recomendado por Clusius y por otros estudiosos de la época, había afirmado en sus comentarios a Pedanius Dioscorides [Dioscórides Anazarbeo ], que la Musa, parecida a la palma, era un vegetal de sabrosos frutos, que se importaba por los venecianos de Chipre y Egipto, y que poseía notables virtudes curativas. En 1572, su obra apareció ilustrada con un notable grabado tanto de la planta como del racimo: Entre les especes du palmier aucuns nombrent cette planes que les V énitiens rapportent de Cypre & Egypte, & l'appellent Muse, les fruits d'icelle, Muses [ ... ] . Elle nourrit l' enfant au venere de la mere; elle est bonne au reins, elle provoque l'urine & incite a luxure2S. En su libro sobre las plantas de Egipto, el médico italiano PrósperoAlpini (1553-1617), incluyó una descripción y 24 Jean Leon African, Description de J;Afrique, tierce parte du monde, Lyon, Jean Temporal, 1556, p. 391. Vid. Fig. 4. 25 Pietro Andrea Matthioli, I Discorsi di M. Pietro And. Matthioli sanese, [ ... ] ne i sei libri di Pedacio Dioscoride Anazarbeo, Venetia, Vincenzo Valgrisi, 1563, p. 152. Pierre André Matthioli, Commentaires de M. Pierre André Matthiole, Medicin Senois, sur les six livres de Ped. Dioscoride, Lyon, Guillaume Roville, 1572, pp. 148-149. Vid. Fig. 5. 26 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 un apunte del plátano, infrecuentemente con varios racimos, aunque en este caso tanto la cepa como las hojas están mucho más logradas que en otros dibujos de la época acerca del vegetal, que llamó «Mauz seu musa»: [ ... J aiunt multi insitam hanc plantam olim fuisse canna: saccharina: supra culcassia: radicem, uereque imago utriusque in ea cernitur, longitudinem cannarum, & latitudinem culcassia: in foliis adepta perpetuo uiret, nunquam folia decidunt26. En el Herbario de Castore Durante (1529-1590), quien, además de médico y botánico, también era poeta, la planta aparece localizada en la India (Bengala), además de Creta, Chipre, Sicilia y Canarias, y también se reproduce un pequeño grabado de la planta: Chiamasi queseo gentil frutto musa; percioche e cosa degna delle muse, oueramete per che le muse usano tal cibo; aggiungendo appresto che que sto sia quel frutto che Adamo mangio nel Paradiso terrestre27. La historia de las musáceas como fruta del Paraíso también fue recogida de la tradición por Cristóbal de Acosta, cuando trató de la planta bajo el nombre de «higuera» de las Indias Orientales. Subrayó entonces su 26 Prosperi Alpini, De plantis JEgypti liber, Venetiis, Franciscum de Franciscis Senensem, 1592, pp. 32v y 33. Una edición posterior, «cum observationibus & notis loannis Veslingii», Patavii, Pauli Framborci Bipliopola,, 1640, pp. 78 y 80, vuelve a reproducir el mismo dibujo. Vid. Fig. 6. 27 Cascare Durante, Herbario nuovo, Roma, !acamo Bericchia y !acamo Tornierii, 1585, pp. 302-303. Vid. Fig. 7. 27 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 enorme difusión en todo el mundo, desde la India hasta Nueva España28. Fr. Esteban de Villa situó los plátanos, asimismo, entre los principales candidatos a identificarse con el bíblico Árbol de la Ciencia, junto a otros tan estimados como los manzanos, la vid o la higuera: Los de la segunda clase, que quieren sea este árbol de la ciencia el árbol Musa, por la hermosura del fruto y su grandeza, pretenden salir con la suya [ ... ] diciendo que esta planta, por ser tan insigne, fue conocida de todas las naciones donde nace y en la Siria con el nombre de Musa, de griegos, cristianos y indios, y es tradición entre ellos que Adán comió de esta fruta, de que se ríe no poco Orta en su libro drogas orientales, como de que se llama Musa porque es comida digna de las musas. Lo cierto es que la fruta de este árbol es tan sabrosa, que cuanto más se come de ella da más gusto, y fuera de esto dicen tiene tan gran virtud medicinal que aprovecha al pecho[ ... ], y la hoja es tan grande que pudieron muy bien nuestro Padre Adán y su consorte, cubrir lo indecente de sus partes29. Un paraíso es un vergel, tal como nos recuerdan los autores bíblicos, y naturalmente goza de un clima templado, como el que necesitan los plátanos para desarrollarse de manera adecuada. El abater Bergier nos lo explicaba de 28 Cristóbal Acosra, Tractado de las drogas, y medicinas de las Indias Orientales, Burgos, Martín de Victoria, 1578, p. 74. Vid. Fig. 8. 29 Fr. Esteban de Villa, Segunda parte de simples incógnitos en la Medicina, Burgos, Pedro Gómez de Valdiuielso, 1654, p. 6. 28 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 este modo: «en los profetas la palabra paraíso significa siempre un lugar agradable y delicioso, de lo cual se infiere que en un clima como el de la Palestina, la sombra y la frescura de los árboles eran un recreo y un sitio delicioso ». También en los Campos Elíseos se figuraban los antiguos que «las almas vivían en ellos a la sombra de los árboles como en la tierra los vivos», de lo que se deducía que, «como vivían en un clima más cálido que el nuestro y no concebían un sitio más delicioso que los bosques plantados de árboles frutales, no encontraron una voz más propia que la de paraíso para significar la deliciosa mansión de los bienaventurados». Pero, advertía, no por ello debemos pensar que la «felicidad consiste en comer frutas, y en vivir a la sombra de los árboles»3o. Juan Francisco de Masdeu escribió, a su vez, henchido de amor patriótico: España no está abrasada como el África de los ardientes rayos del sol, ni trabajada de continuos vientos como la Francia, más que goza con bella moderación de un calor templado, y de lluvias oportunas; que su clima es como el de Ática en la estación alegre del otoño [ ... ]; que es un país favorecido de la naturaleza [ ... ]; un país de aire tan dulce, y de un cielo tan hermoso y sereno, que la Antigüedad colocó en él los Campos Elíseos, y los moros creyeron que sobre él estaba la mansión del paraíso31. 30 Nicolás Bergier, Diccionario enciclopédico de Teología, Madrid, Tomás Jordán, 1833, VII, p. 509. 31 Juan Francisco de Masdeu, Historia crítica de España, y de la cultura española, Madrid, Antonio Sancha, 1783, !, p. 69. 29 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Otros, sin embargo, creyeron que el verdadero paraíso se encontraba en Etiopfa32, como le sucedió al imaginativo fray Luis de Urreta33, y también al poeta Milton: Nor where Abyssin Kings cheir issue guard, Mounc Amara, chough chis by sorne supposed True Paradise under che Ethiop line By Nilus head, enclosed wich shining rock, A whole day's journey high, [ ... ] (Paradise Lost, 4.280-4). Fray Juan Pérez de Pineda (c.1513-c.1593), preocupado por la localización del Paraíso Terrenal, ya que algunos autores lo situaban por debajo del Ecuador, se ocupó en el capítulo VII del primer tomo de su monumental Monarquía eclesiástica del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal, «que es tenido por de la casta de la higuera índica », con lo que el paraíso debía situarse necesariamente en la India. Sustentaba su hipótesis, además, en una amplia colección de citas eruditas de Heródoto, Arriano, Hipócrates, Teofrasto, Plinio, Estrabón, Cayo Julio Salino y, entre otros varios, el médico portugués Cristóbal Acosta, quien, según Pineda, gozaba de especial autoridad por haber visto en persona la Higuera índica34, que no es lo mismo que la Opuntia ficus-indica. 32 Jean Delumeau, History of Paradise. The Carden of Eden in Myth & Tradition, New York, Continuum, 2000, p. 159. 33 Luis de Urreta, Historia eclesiástica. política, natural y moral de los grandes y remotos reinos de la Etiopía, Valencia, Pedro Patricio Mey, 1610, pp. 92-93. 34 Juan Pérez de Pineda, Los treynta libros de la Monarchia Ecclesiastica, Salamanca, Juan Fernández, 1588, I, pp. 19-21. 30 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Una reciente edición del Libro de los símbolos ( editorial Taschen), nos muestra bajo la referencia «palmera» dos interesantes ejemplos. En primer lugar, una auténtica palmera dactilera (Phoenix dactylifera) de Tebas (1295- 1185 a. C.), y, en la misma página, la figura de una joven del Punjab (India), según una pintura de principios del siglo XIX, en el acto de transferir su nostalgia, mediante un abrazo, «al verde tronco de una palmera relacionada con los líquidos vitales y el producto abundante»3s. Pero, en realidad, se trata de un plátano joven, aunque ya posee un plantón que garantiza la continuidad del ciclo vital de la especie. Plátanos y palmeras formaban parte, en cualquier caso, del paisaje natural y espiritual de la India, tal como escribe el autor de Los viajes de un bracma: Las palmeras susurraban inclinadas blandamente por la brisa del río; parecía que con su murmullo saludaban la partida de un alma feliz. Mil perfumes embalsamaban el aire, y los rayos del sol reflejados por las ramas del arek y del banano formaban sobre la cabeza del anciano una aureola de luz36, Respecto al simbolismo de la planta, Louis Antoine de Bougainville ( 1729-1811), pudo constatar que en Tahití las hojas del plátano eran utilizadas como enseñas de paz, lo mismo que el olivo en la cultura occidental: 35 Ami Ronnberg y Kathleen Martín (eds.), The Archive for Research in Archetypal Symbolism. El libro de los símbolos. Reflexiones sobre las imágenes arquetípicas, Colonia, Taschen, 2011, p. 139. 36 Jean- Ferdinand De nis, Los viajes de un Bracma, o la sabiduría popular de todas las naciones, Valencia, Imprenta de Cabrerizo, 1837, pp. 329-331. 31 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Entonces se llegaron al navío, y uno de ellos [ ... ], nos ofreció con su ramo de paz un cochinillo y una porción de plátanos. Aceptamos su regalo que ató a una cuerda arrojada por nosotros; en cambio le dimos gorros y pañuelos, y estos presentes fueron la prenda de nuestra alianza con aquel pueblo37. Mientras que en los relatos de viajes de James Cook (1728-1779), también se pueden leer diversas referencias a la importancia religiosa y social del plátano entre los indígenas de la citada y exótica Otaheite, ya que «the plantain-tree is always the first thing introduced in all their religious ceremonies, as well as in all their public and prívate debates; and probably on many other occasions »3s, Además, la planta era el «emblema de la amistad, de la paz y del arrepentimiento»39, 37 Eduardo Charton (ed.), Los viajeros modernos o relaciones de los viajes más interesantes e instructivos que se hicieron en los siglos XVI, XVII y XVIII, París, Administración del Correo de Ultramar, 1861, p. 282. 38 James Cook, The three voyage of Captain Cook round the world, London, J. Limbird, 1824, p. 245. 39 Santiago de Alvarado y de la Peña (ed.), Viaje al polo austral o del sur, y alrededor del mundo,[ ••• ] años desde 1772 al 1775 por el célebre capitán Santiago Cook[ ... ], Madrid, Imprenta de Tomás Jordán, 1833, VIII, p. 200. 32 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Fig. 4: León el Africano, 1556. 33 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Fig. 5: Piecro Andrea Macchioli, 1572. 34 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 MAVZ M V SA.. Fig. 6: Próspero Alpini, 1592. 35 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 M V s A. Fíg. 7: Cascore Durante, 1585. 36 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 F1.g .. 8·. Cnsro. bJ 1 A.:osra, J 578 . 37 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 ANEXO 1 Discurso Sexto IJe WJ fiuro llamado musa40, V éese en algunas regiones de la India oriental, una planta que no se siembra más de una vez, porque a la primera produce muchos tallos, que vienen después a ser arbolillos. Va el tronco por lo alto, vestido con las cortezas de las hojas, a modo de cañas o de las palmas; las cuales son anchísimas y muy largas, y va por medio de ellas una costilla muy gruesa. No tiene ramas, porque todo es tronco, antes produce en la cumbre unas flores arracimadas un poco amarillas, de figura oval y de un palmo en largo, de cuya redondez salen unos palillos, de do cuelgan ciento y a veces doscientos y más higos, a quien llaman los guineos benanas [sic), y los árabes musa, como consta de Serapión, Avicena y Rasis, los cuales señaladamente escribieron de este sus propios capítulos. Conócese hoy esta planta en Almería, de do se ha enviado la fruta a algunos señores de esta corte, por gran regalo, y con mucha razón, por ser de árbol tan exquisito y raro. Estos higos, al principio que se gustan, dan descontento, pero si se van usando no se ve harto de ellos, el que los come. Dice Serapio que la complexión de estos, es caliente y húmeda, y que aprovechan contra los ardores del pecho y del pulmón, y que provocan maravillosamente la orina, librando los riñones de la pesadumbre y dolor que suelen tener. De donde viene que los médicos 40 Juan Fragoso, op. cit., 1572, pp. 167-169v. 38 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 indianos los mandan comer a sus pacientes, no solo en las calenturas, pero también en las otras enfermedades, ayudando a esto el buen gusto del manjar que ( como dice Hipócrates), aunque sea un poco malo, por la suavidad que tiene lo abraza mejor el estómago, y por tanto se ha de anteponer a los mejores, y no tan sabrosos. Acerca de la razón y etimología del nombre, es cosa de reír lo que escribe un autor diciendo llamarse musa esta fruta por ser tan excelente, que mereció tener nombre de aquellas nueve musas que finge la antigüedad, o por ser muy común mantenimiento de ellas. Dice también que esta es la fruta que comieron nuestros primeros padres en el paraíso terrenal, y lo mismo refiere F. Brocardo en la descripción de la Tierra Santa. Volviendo a la planta, es aquella que Oviedo en el libro 8, capítulo I de su historia de las Indias Occidentales, llamó plátano impropiamente. Hase tenido gran sospecha que musa de los árabes fuese aquella singular planta llamada Pala de Plinio en el libro 12, capítulo 6, por parecer que le cuadra todo lo que allí cuenta de su descripción. Mayormente que en la provincia de Malabar que está sobre el río Indo, y dentro del Ganges, se llama hoy en día palan, de do parece haber tomado los latinos el nombre de pala. Matthiolo Senes, tratando de esta planta sobre el capítulo de palma, cree ser en Teofrasto, aquel género de palma, que él dice nacer en Chipre, de más ancha hoja que ninguna de las demás, y el fruto también mayor, del tamaño de una granada. 39 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 § 3. JARDINES DE AL-ANDALUS ¿Seguían cultivándose plátanos en Andalucía durante el siglo XVI, tal como había sucedido en época musulmana? En mucha menor medida, desde luego, pero parece que así fue. Existe un testimonio que documenta, incluso, el consumo eventual de la fruta entre ciertos cortesanos. Lo recogió el citado médico de Felipe II, Juan Fragoso, hombre de «equilibrado espíritu crítico»4t. Fragoso escribió Discursos de las cosas aromáticas, árboles y frutales, y de otras muchas medicinas simples que se traen de la India Oriental (1572), ya mencionada, y señaló en el discurso sexto, que tituló del «fruto llamado Musa», que Se conoce hoy esta planta en Almería, de donde se ha enviado la fruta a algunos señores de esta corte, 41 J. M. Calbet Camarasa, «Presentación», enJacint Corbella,Juan Fragoso. Tratado de las declaraciones, Barcelona, Promociones y Publicaciones Universitarias, 1988, p. 7· 41 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 por gran regalo y con mucha razón, por ser de árbol tan exquisito y raro. Estos higos al principio que se gustan dan descontento, pero si se van usando no se ve harto de ellos el que los come42. Fragoso era un hombre influyente. Se ha señalado que fue uno de los primeros médicos españoles en citar a Paracelso; que era paisano, amigo y condiscípulo de Francisco Hernández, protagonista de la famosa expedición científica a Nueva España, con quien había herborizado en tierras andaluzas en torno a 1555, y que sus Discursos de las cosas aromáticas, a pesar del título, no trataba solamente de plantas asiáticas, sino también de bastantes americanas, por lo que copió a García de Orta y a Nicolás Monardes, aunque con algunas adiciones que fueron asimiladas por los naturalistas de la época, entre ellos el propio Clusius43. Era amigo de ambos, Hernández y Monardes, pues los tres habían estudiado en Alcalá de Henares y ejercieron en Sevilla, donde alcanzaron gran prestigio44. En realidad, Fragoso lo que pretendía, según escribió, era poner cierto orden en la materia medicinal, tan «combatida y acosada de diversas opiniones», mayormente en las cosas tan peregrinas y extrañas como las que se traían de «las unas Indias y de las otras». En la 42 Juan Fragoso, op. cit., 1572, p. 168. 43 José María López Piñero y José Pardo Tomás, La influencia de Francisco Hernández (1515-1587) en la constitución de la botánica y la materia médica modernas, Valencia, Universidad de Valencia-CSIC, 1996, pp. 28, 52 y 112. 44 José L. Fresquet Febrer, «Materia médica americana en textos médicos españoles del siglo XVI», Cirugía y cirujanos, nº 63 (2), Academia Mexicana de Cirugía, México, 1995, pp. 76-77. 42 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 misma epístola dedicatoria, que elevó a doña Juana de Austria, princesa de Portugal e infanta de Castilla, confesó también que se había basado en su experiencia en el estudio de las medicinas simples, al objeto de discurrir sobre diversas plantas llegadas de la India Oriental y añadir algunas del Nuevo Mundo4S. En 1566 había publicado, en efecto, un manual práctico que tituló Catalogus simplicium medicamentorum. En lo relativo al «fruto llamado musa», Juan Fragoso se inspiró, en efecto, en la edición comentada que Clusius había realizado de los célebres Coloquios dos simples, e drogas he cousas medirinais da India (1563) del citado médico y botánico judío-portugués García de Orta ( c. 1499-1568). Con buen criterio, Clusius había decidido comentar y publicar esta obra en latín, y su trabajo no es una simple traducción, sino un estudio erudito que conservó la autoría de Orta bajo el título de Aromatum et simplicium aliquot medicamentorum apud Indos nascentium historia (1567), ya mencionado. En compañía de Jacobo Fugger, Clusius había visitado España y Portugal en 1564. A raíz de ese viaje descubrió los Coloquios dos simples del lusitano e, impresionado por sus novedades, decidió traducir la obra de inmediato46, Además de esto, durante su estancia en Lisboa, Clusius vio algunas matas de plátanos, que presentaban una escasa fructificación, pero que estaban allí como para demostrar que existían. La planta era conocida como Figuera Banana: 45 Juan Fragoso, op. cit., 1572, pp. VI-VII. 46 Josep L. Barona Villar y Xavier Gómez Font (eds.), La correspondencia de Carolus Clusius con los científicos españoles, Valencia, Universidad de Valencia, 1998, pp. 30-31. 43 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Vlysipone, ubi aliquot plantas vidi, minime tamen fructíferas, nomen hoc retinet; vocant enim etiamnum Figuera Banana, id est, ficum Bananas ferentem47, José de Acosta, autor de la influyente Historia natural y moral de las Indias (1590), que Humboldt no cesó de alabar, había apuntado, sin embargo, que el plátano de Indias no se daba en España ni en Italia, donde sí crecía el árbol Platanus, 48 citado frecuentemente en la Biblia y en la Antigüedad clásica: Los plátanos antiguos se daban en Italia y en España, aunque vinieron de Grecia y a Grecia de Asia, mas los plátanos de Indias no se dan en Italia y España: digo no se dan, porque aunque se han visto por acá, y yo vi uno en Sevilla en la huerta del Rey, pero no medran, ni valen nada49. Esta opinión del jesuita José de Acosta se vio refor~ zada, siglos más tarde, por la credibilidad que le otorgó Humboldt como historiador y científico. Según Sandra 47 García de Orta y Carolus Clusius, op. cit., 1567, p. 222. Carolus Clusius, Exoticorum libri decem: quibus animalium, plantarum, aromatum, Leiden, Ex Oficinam Plantinianam Raphelengii, 1605, p. 230. 48 Platanus orienta/is (Lin.), cuyas hojas tiernas, cocidas en vino y aplicadas en forma de emplasto, «reprimen los humores que a los ojos destilan, y relajan los apostemas e inflamaciones» (Pedacio Dioscórides Anazarbeo, Acerca de la materia medicinal, y de los venenos mortíferos, trad. y ed. anotada del doctor Andrés de Laguna, Salamanca, Mathias Gast, 1570, p. 65, donde figura un grabado similar al recogido en ediciones anteriores de otros países y autores ( v. g., la ed. de Dioscórides realizada por Petri Andre.e Matthioli, Venetiis, Ex Officina Erasmiana, 1558, p. 98 y ed. muy posteriores, por ejemplo, Pietro Andrea Mattioli ( ed.), Discorsi [ ... J di Pedacio Dioscoride Anazarbeo Della materia Medicina/e, Venezia, Niccolo Pezzana, 1744, p. 106). Vid. Fig. 9. 49 José de Acosta, Historia natural y moral de las Indias, Sevilla, Juan de León, 1590, pp. 248-249. 44 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Rebok, Humboldt utilizó «el modelo descriptivo de la Historia natural y moral como fundamento para la elaboración de sus reflexiones acerca del Nuevo Mundo»5o, y no cabe duda que ponderó con entusiasmo la obra de Acosta. En 1899, en plena crisis finisecular española por la pérdida de Cuba, Filipinas y Puerto Rico, la Real Academia Española premió y editó una obra de José R. Carracido en la que se exaltaba a José de Acosta como «modelo de tratadistas científicos», y se destacaba la «generosa y honrada erudición» de Humboldt51, que le había colocado en el trono de los elegidos de la historia de la ciencia. Pero, volviendo a los plátanos de Sevilla, Juan de Guzmán, el primer traductor al castellano (1586) de las Geórgicas de Virgilio52, se mostró más prudente a la hora de anotar el hemistiquio et steriles platani malos gessere valentes ( Georg. 2, 70), diciendo que estos plátanos eran diferentes de los de Indias; porque en Sevilla hay los de Indias, aunque no dan fruto acá como allá, y son pequeños en comparación, de lo que se colige que eran los traídos de la Asia53. 50 Sandra Rebok, Una doble mirada: Alexander von Humboldt y España en el siglo XIX, Madrid, CSIC, 2009, pp. 98-99. 51 José R. Carracido, El P. José de Acosta y su importancia en la literatura científica española, Madrid, Real Academia Española, 1899, p. 9. 52 Elena Herreros Tabernero, Las Geórgicas de Virgilio en la literatura española, tesis docroral, Madrid, Universidad Complutense, 1998, pp. 192, 395 y 419. Margherita Morreale, «El Nuevo Mundo en las «notaciones» de Juan de Guzmán a su versión de las Geórgicas (1586)», Bulletin Hispanique, nº 104 (2), 2002, pp. 597,601 y 615. 53 Juan de Guzmán, Las Geórgicas de Publio Virgilio Marón [ ... ] con muchas notaciones[ ... ] por Juan de Guzmán[ ... ]. En Salamanca en Casa de Juan Fernández. Año 1586, Valencia, Oficina de los Hermanos de Orga, 1795, II, pp. 189-190. 45 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 En 1866 la Guía de Sevilla y su provincia, se enorgullecía de la fertilidad de su suelo que, aparte del cultivo mayoritario de viñas y olivares, producía también «plantas medicinales y colorantes aun de la zona tórrida, añil, chirimoya, plátanos de América, caña dulce y batatas»54. El cultivo de variedades de plátanos entre los musulmanes españoles es un hecho conocido y debatido en el contexto de las discusiones sobre la irrigación en AlAndalus y sus repercusiones socio-políticas5S. En este contexto se ha destacado que: The Muslims took fruir into more countries and farther west into Spain. The cultivation of oranges, among other fruir, in che Americas carne originally from Muslim Spain. The banana was also known in che eastern Mediterranean, including Egypt, before Islam. Muslims took che banana on a more direct route to che West through North Africa and into Spain56, En efecto, cultivos de musáceas y otras especies que requerían bastante agua y cuidados especiales, fueron 54 Manuel Gómez Zarzuela, Guía de Sevilla. Su provincia, Arzobispado, Capitanía General [ ... ], Sevilla, La Andalucía, 1866, p. 48. 55 Thomas F. Glick, «Hydraulic Technology in Al-Andalus», en Salma Khadra Jayyusi y Manuela Marín (ed.), The Legacy of Muslim Spain, Leiden, E.J. Brill, 1994, pp. 974-985. Félix Retamero, «La sombra alargada de Wittofogel. Irrigación y poder en Al-Andalus», en Manuela Marín ( ed.), Al-Andalus/ España. Historiografías en contraste. Siglos XVII-XXI, Madrid, Casa de Velázquez, 2009, p. 276. 56 Ahmed Essa y Othman Ali, Studies in Islamic Civilization: The Muslim Contribution to the Renaissance, Herndon, The Internacional lnstitute of Islamic Thought, 2010, p. 61. 46 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 implantados con éxito, mediante técnicas hidráulicas novedosas en la Andalucía árabe, lo que llevó a la adaptación del calendario musulmán, con resultados prácticos como el Calendario de Córdoba, atribuido a Ibn Sáid (siglo X), o el Calendario Anónimo Andalusí (siglo XIII). El Calendario de Córdoba citaba, entre las nuevas especies, la caña de azúcar (qasab al-sukkar), el algodón (al qutun), el plátano (al-mawz), etc. Además, en el Compendio de Medicina de Abd al-Malik Ibn Habib (790-c. 853), se recogían diversas especies vegetales de origen asiático, incluyendo la caña de azúcar, la goma arábiga o el plátano. En la crónica ( siglo XI) de Ibn Hayyan se aseguraba que, durante la primera mitad del siglo IX se discutía, en la corte cordobesa de Abd al-Rahman II, sobre las características del plátano (al-mawz). En el proceso de recepción y difusión de estos vegetales en Occidente, han de tenerse en cuenta, junto a la tradición comercial de los árabes, las «extensas redes de parentelas y la obligación de hospitalidad con familiares y peregrinos »57. Se ha estudiado, además, la implantación en AlAndalus de ciertos cultivares de musáceas58. El agrónomo Abu Zacaria Iahia [Ibn al-Áwwam, Yahya b. Muhammad], que floreció en Sevilla durante el siglo XII, dedicó un interesante epígrafe a las musáceas en su Libro de Agricultura, en el que aconsejaba una serie de cuidados prácticos para el cultivo y conservación de 57 Carmen Trillo San José, Agua, tierra y hombres en Al-Andalus. La dimensión agrícola del mundo nazarí, Universidad de Granada, 2004, pp. 46-50. 58 Andrew M. Watson, Agricultural lnnovation in the Early lslamic World, Cambridge University Press, 1983, p. 51. Andrew M. Watson, lnnovaciones en la agricultura en los primeros tiempos del mundo islámico, Universidad de Granada, 1998, p. 117. 47 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 los frutos. Precisaba, por ejemplo, que le convenían las regiones templadas, no prevaleciendo en las frías y que también se criaba en terrenos bajos, húmedos y soleados de algunas costas. En invierno había que cubrir las plantas para resguardarlas del frío nocturno y, durante el día, descubrirlas al sol. El racimo podía ser cortado estando verde, ya que maduraba poco a poco «colgado en las habitaciones». La musa, apuntaba por último este sabio andalusí, aparte de requerir mucha agua, se reproducía con facilidad, «pues si se seca luego que se le corta el fruto, le sucede otra»s9. El propio Gonzalo Fernández de Oviedo ya se había referido a la existencia de la planta en España, tanto en Gran Canaria, desde donde pasaría a América, como en Almería: « Y también he oído decir que los hay en la ciudad de Almería, en el reino de Granada»60, como luego veremos con más detalle, ya que su información resulta clave para entender el proceso de traslación del vegetal al Nuevo Mundo. Parece también que se trata del género Musa la planta que el cronista Méndez-Silva situó en Almería a mediados del siglo XVII, cuando afirmó que la comarca gozaba de un cielo benigno y de un ambiente templado, con tanta amenidad que «a cualquier tiempo del año se ven los campos vestidos de flores, palmas, plátanos, mirtos, terebintos, naranjos, y demás géneros, agrio y dulce»61• 59 Claudia Boutelou y Esteban Boutelou (ed.), Libro de Agricultura. Su autor el doctor excelente Abu Zacaria Iahi, Sevilla, Biblioteca Científico-Literaria, 1878, 1, pp. 228-229. 60 Gonzalo Fernández de Oviedo, La historia general de las Indias, Sevilla, luam Cromberger, 1535, p. LXXX. 61 Rodrigo Méndez Silva, Población general de España, Madrid, Diego Díaz de la Carrera, 1645, p. 116v. 48 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Lo mismo repetirá, un siglo después, Juan Antonio de Estrada, hablando igualmente de la fertilidad y el buen dima de Almería62, mientras que el botánico y académico Casimiro Gómez de Ortega no se cansaba de alabar las condiciones climáticas de algunas regiones peninsulares, donde fructificaban el aguacate de América como sucedía en Valencia, «y los plátanos de Canarias en Algeciras y Almería»63. En otro de sus ensayos destacó cómo plantas de procedencia americana, junto a otras que en realidad no lo eran como el mismo plátano, se habían connaturalizado desde el propio siglo XVI. Los plátanos americanos, afirmó, se dan señaladamente en Algeciras, Málaga y Almería64• Su antecesor en la dirección del Real Jardín Botánico de Madrid, Joseph Quer ( al que Gómez de Ortega editó, comentó y continuó su obra Flora española), había señalado que la musa era «natural de la Arabia, Egipto e Indias Oriental y Occidental», y que se habían traído de Canarias algunos ejemplares de Musa paradisiaca, que producían sus sabrosos frutos en diferentes lugares de Mallorca, Málaga y Algeciras, «y no debe dudarse que en muchas costas de Andalucía vegetará con lozanía». Gómez de Ortega pensaba que, en realidad, se trataba de ejemplares de Musa sapientium. A juzgar por el dibujo que reproducen, no parece que hubiesen visto un plátano en toda su vida6s. 62 Juan Antonio de Estrada, Población general de España, Madrid, Imprenta del Mercurio, 1748, 11, p. 227. 63 Casimiro Gómez de Ortega, Instrucción sobre el modo más seguro y económico de transportar plantas vivas, Madrid, Joachin !barra, 1779, pp. 3-4. 64 Casimiro Gómez de Ortega, Historia natural de la malagueta o pimienta de 'labasco, Madrid, Joachin !barra, 1780, p. 29. 65 Joseph Quer y Casimiro Gómez de Ortega, Continuación de la Flora Española, Madrid, Joachin !barra, 1784, V, pp. 453-455, lám. !X. Vid. Fig. 10. El dibujo, como puede observarse (vid. Fig.6), está inspirado en el publicado por Próspero Alpini o Alpino. 49 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 No faltan referencias que situaban al vegetal en Málaga, en condiciones naturales, es decir, fuera de invernáculos, durante el siglo XVIII. El presbítero García de la Leña66, aseguraba que «plátanos americanos, los hay en distintos parajes, los que echan fruto», y afirmaba que no era planta nueva de América, aunque había algunos ejemplares venidos de allá. Otros autores lo situaban también en la comarca malacitana, entre un amplio conjunto de especies exóticas67, El propio Humboldt se refirió igualmente a la existencia del plátano en sus costas6s. En una carta publicada por Colla en su citada Memoria sobre el plátano, sus colegas Saunier (botánico de Lyon) y Giovanni Battista Balbis, intercambiaban información sobre floración y desarrollo de ejemplares del híbrido Musa sapientium, que habían sido llevados desde Cádiz a Francia: J'ai l'honneur de vous dire que ce fut en mai 1813 que j'ai re~u de Cadix le Musa sapientium, il avait alors 3 pieds et demi de haut, et depuis le tems il rn' a fructifié deux fois ; la premiere en juin 1818, et la 2e en juillet dernier69. El muy intuitivo Antonio-Sandalio de Arias, un botánico que trató de aplicar en España ideas muy modernas 66 Cecilia García de la Leña, Conversaciones históricas malagueñas, Málaga, Impresor de la Dignidad Episcopal, 1789, pp. 156-157. 67 Juan Arribas y Soria y Julián Velasco (ed.), Encyclopedia metódica. Geografía Moderna, Madrid, Imprenta de Sancha, 1792, III, p. 30. 68 Alexander von Humboldt, Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España, trad. por Vicente González-Arnao, París, Casa de Rosa, 1822, II, p. 234. 69 Luigi A. Colla, op. cit., 1820, pp. 15-16. 50 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 sobre conservación de bosques y jardinería, y que se preocupó seriamente por el fomento de la educación agraria7º, se hizo cargo del «capítulo adicional» del libro III del tratado de Gabriel Alonso de Herrera sobre la agricultura, cuya primera edición se remontaba a 1513. En el apéndice sobre las musáceas, Arias se refirió al plátano como platanero y lo clasificó científicamente como Musa paradisiaca (Lin.). Añadió que se le conocía con los nombres de «platanero o plátano de América, higuera de Adán», etc., y aseguró que lo mismo que la especie llamada por el vulgo «bananas o bananero» (Musa sapientium Lin.) [sic], eran originarios de las Indias Orientales, aunque los naturalistas, el comercio y la agricultura los habían «transportado a casi todos los climas». Consideró, asimismo, que los españoles habían conocido esta planta «mucho antes del descubrimiento del Nuevo Mundo», como se demostraba por la citada obra de Abu Zacaria Iahia, quien se refería al vegetal con el propio nombre de musa, adoptado más tarde por Linneo y otros sabios. Así, pues, si se tenía presente la antigua relación del plátano con la Península Ibérica, no podía descartarse que el vegetal hubiese pasado directamente desde Andalucía a América: De aquí se infiere que los árabes la trajeron a España en los primeros tiempos de su dominación, y 70 Ignacio García Pereda, «La primera dirección general de montes ( 1833-1842)», Quaderns d'História de l'Enginyeria, XIII, Universitat Politécnica, Barcelona, 2012, p. 211. Alfonso San Miguel Ayanz, «Los ingenieros de monees y la pascicultura forestal », en A. Madrigal (ed.), Ciencias y técnicas forestales, Madrid, Fundación Conde del Valle de Salazar, p. 109. Diana E. Soco Arango, «Francisco Antonio Zea y la enseñanza de la agricultura en el Real Jardín Botánico de Madrid», Historia crítica, nº 16, Universidad de los Andes, Bogotá, 1998, pp. 53 y 60. 51 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 que la cultivaron con esmero en toda la costa de Andalucía: hoy se encuentran muchos y muy vigorosos plataneros en dicha costa, particularmente en Algeciras y en Sevilla, los cuales creo pertenecen a la especie llamada bihai. ¿ Y quién podrá negar que desde este recinto acaso llevarían los españoles a la América las primeras plantas de esta especie, así como transportaron también la caña de azúcar, y no de las Canarias y costa de Guinea como se pretende persuadirr?l 71 Antonio Sandalia de Arias, «Capítulo adicional al libro tercero», en Gabriel Alonso de Herrera, Agricultura General, Madrid, Real Sociedad Económica Matritense, 1818, II, pp. 457-458. 52 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Fig. 10: Joseph Quer y Casi miro Gómez de Ortega, 1784. 54 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 § 4. ESCENARIOS AFRICANOS En Guinea, como ya se dijo, se conocía el vegetal como banano o banana y, en este sentido, se ha señalado que «le mot «banane» vient, vía le portugais (1562), du sousou de la cote guinéenne ou la culture a été introduite au XVe o XVIe siecle»n. El término, en cualquier caso, constaba ya en el coloquio 22 de los Coloquios dos simples (1563) de García de Orta: I sought for knowledge on this subject, and found it. In Canarese, Deccani, and Guzerati, and in Bengal they are called QUELLI, in Mañayalim PALAM, and in Malay PI<,:AM. For they are in ali those countries, and have names, as well as in orher lands. The Arabs call 72 Paul Teyssier y Jean Aubin, Voyage de Ludov,co dí Varthema en Arabie et aux lndes orientales (1503·1508), trad. de Paul 'leyssier, París, Fondation Calouste Gulbenkian, 2004, p. 302. 55 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 chem MUSA, and both Avicenna and Serapion devore a chapter to them, calling them by che same name: as does Rasis. They also have these figs in Guinea, where they call them BANANAS73. Otros autores opinan que la palabra banana provendría de una expresión del África Occidental, posiblemente del wólof74. Como es lógico, en otros lugares del continente africano la planta era conocida por otros nombres, desde tiempo inmemorial. Clusius, entre otros autores, aseguraba que «in Sofala nati, Aethiopibus Iminga dicti»7s. Diferentes testimonios provenientes de botánicos, viajeros y religiosos nos permiten trazar un rápido perfil del plátano en África, durante la época objeto de estudio. Egipto y algunas localizaciones del Norte de África (v.g., Fez), que tradicionalmente habían cultivado la fruta, pasaron a un segundo plano ante la expansión europea que encontró, en la zona del Golfo de Guinea y, en general, en la costa atlántica africana, un espacio de captación directa de fuerza de trabajo esclava, con lo que aumentó el interés por el territorio. A partir de mediados de la década de 1440, los cautivos de la Zona Tórrida pudieron ser «obtenidos in situ» por los propios traficantes europeos. Zurara calculaba en casi un millar, los esclavos capturados en 144876. 73 García de Orta, Coloquios dos simples, e drogas he cousas medifinais da India, Goa, Ioannes de Endem, 1563, p. 100. García de Orta, Colloquies on the simples & drugs of India, trad. de sir Clements Markham, London, Henry Sotheran and Co., 1913, p.197. 74 Robert L. Hall, «Food Crops, Medicinal Plants, and che Atlantic Slave Trade», in Anne L. Bower (ed.), A.frican American Foodways: Explorations of History and Culture, Chicago, University of Illinois, 2009, pp. 26 y 38. 75 García de Orta y Carolus Clusius, op. cit., 1567, p. 222. Carolus Clusius, op. cit., 1605, p. 230. 56 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Filippo Pigaferta (1533-1604) menciona la fruta en su Relatione del Reame di Congo, al tiempo que nos dejó, al final de su opúsculo, una probable ilustración del vegetal con su fruto: Altri frutti sono, che nommamo Bananai quali crediamo essere le Muse de'Egitto, & di Siria, ma in quelle contrade crescono grandi come alberi, ma le tagliano ogn'anno affinche produchino meglio, & sono frucci molto odorati, & di buon nodrimento; varíe spetie di palme crescono parimente in quelle p1. anure [. .. )77 . Pieter de Marees describió las «Bannanas ou figues d'Inde» en su relato sobre la Costa de Oro. Mencionó la consabida leyenda paradisíaca de que, «a cause que ce fruir est tant délicat», algunos pensaban que se trataba del «1' arbre colloquée au Paradis, dont Dieu avait défendu a Adam & Eva de manger», y no olvidó referirse al símbolo de la cruz que, «según los portugueses », podía observarse al trocear la fruta. Pero, al mismo tiempo, detectó una especie diferente, a la que llama «Bachovens» o «Banana de Congo»: más pequeña, más blanca en su interior y con un sabor más delicado78. 76 Gomes Eanes de Zurara, La «Crónica de Guinea»: un modelo de etnograjia comparada, Eduardo Aznar, Dolores Corbella y Amonio Tejera (eds.), Santa Cruz de Tenerife: Casa de África; Barcelona: Bellaterra, 2012, p. 56. 77 Filippo Pigafetta, Relatione del Reame di Congo et del/e circonvicine contrade, Roma, Barrolomeo Grassi, 1591, p.41. Vid. Fig. ll. 78 Pieter de Marees, Description et récit historial du riche Royaume dºOr de Cunea [ ••. ], la Coste de l'Or de Mina, Amsrerdamme, Cornille Claesson, 1605, p. 60. Reprodujo, además, dibujos de musáceas y de otros árboles que creyó de especies emparentadas. Vid. Fig. 12. 57 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Algo más tarde, en torno a 1645, capuchinos españoles recogían plátanos en sus escalas en Canarias, cuando navegaban en misión evangélica hacia el Congo. En Gran Canaria les ofrecieron comida en abundancia, pero «solo tomaron algunos limones y frutas de la India, que en Canaria llaman plátano; de los cuales hay en el Congo mucha abundancia, llamándolos en el lenguaje de aquel reino nicefos»79, Estos frailes se habían mostrado muy interesados en la aclimatación de plantas, de ahí que aludieran a la existencia de vegetales de origen europeo, junto a otros africanos y americanos. «Peras, manzanas y otras semejantes a éstas, no las hay, ni nacen, aunque las siembren, según que han hecho experiencia los religiosos». Entre las frutas que consideraban «del país» destacaban «tres géneros», en primer lugar el nicejfo o nicefo, luego el ananás y, finalmente, el coco. El nicefo, escribe el cronista, «es como una zamboa mediana» [ Cydonia oblonga], duraba todo el año y se extendía irregularmente por la región: Su tronco no es madera como los demás árboles; sino hecho de las mismas hojas multiplicadas una sobre otra, que después en la cima se esparcen y hacen una bellísima copa [ ... ] . Produce esta planta o árbol un racimo muy grande, colmado de nicefos80• Tratándose de religiosos parece lógico que, una vez más, se refirieran a la «maravilla» de la cruz que se observaba al 79 Joseph Pellicer de Tovar, Missión evangélica al Reyno de Congo por la seráfica religión de los capuchinos, Madrid, Domingo García y Morrás, 1649, p. 5. SO Ibídem, pp. 52-53. 58 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 cortar el fruto, «formada de ciertos nerviecillos tiernos que tiene en la parte interior». Giovanni-Antonio Cavazzi da Montecuccolo (1621- 1678), también dedicó unos párrafos al niceffo, del que reprodujo algunos singulares grabados y habló de su cultivo en Angola: «Il Niceffo, che gli Ambondi chiamano Maongio-a-Camburi, e pianta utilissima, [ ... ] e produce una pigna capace di cento, sino a ducento frutti somigliantissimi a cetrioli». Además, lo recomendó para los enfermos de disentería: «cibarli con frutti acerbi del Niceffo»81, con lo que podía tratarse de una variedad de cocción. El padre fray Buenaventura de Alesano, prefecto de la primera misión del Congo, que había sido guardián en su provincia de Roma, destacaba por su espíritu de sacrificio y sus virtudes, hasta el punto que en ocasiones era arrebatado en éxtasis. Atormentaba su cuerpo con el ayuno, comiendo cada ocho días, pero, «a ruegos de los religiosos, templó en el Congo ese rigor, tomando cada día tres o cuatro nicefos, que es especie de plátanos»82. Fray Mateo Anguiano destacó también, en otro de sus libros, la singularidad de la planta nicefo, «que en nuestra América la llaman plántano», así como sus utilidades alimenticias, ya que «de cualquier modo que se coma, es sabrosísima». Evidentemente, un fruto tan maravilloso tenía que unir, a sus cualidades materiales, las espirituales: 81 Giovanni A. Cavazzi da Montecuccolo, Istorica descrizione de tre regni Congo, Matamba et Angola situati nell'Etiopia iriferiore occidentale, Bologna, Giacomo Monti, 1687, pp. 34, 35-36 y 143. Vid. Fig. 13 y 14. 82 Matheo de Anguiano, Vida y virtudes de el capuchino español. el V. siervo de Dios Fr. Francisco de Pamplona [ ... ], llamado en el siglo don Tiburcio de Redin, Madrid, Imprenta Real, 1704, p. 291. 59 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 El nicefo al través, se descubre en medio de él una perfectísima imagen de Cristo Crucificado, formada de los nerviecillos dichos. Pero en otras tierras del mismo reino [Congo], y de otros circunvecinos, cortando en la forma dicha los nicefos, en unos se ve una perfecta imagen de la Concepción Purísima de Nuestra Señora, y en otras de un Apósrols3. Toda la naturaleza mostraba de ese modo la inmanente presencia del Creador y Redentor del mundo. Anguiano había escrito un libro propagandístico, polémico y antijudío, y buscó la manera de descifrar el mensaje que rocas, flores, plantas y frutos ofrecían de las verdades esenciales del Cristianismo: Jesucristo; el misterio de la Purísima Concepción, que tan arraigado estaba en el sentimiento religioso español, y el apostolado, es decir, la labor misional de la Iglesia católica. Lo mismo que el de Jano, sin embargo, el rostro de la religión y de la fe se mostraba confrontado al de la taxonomía y de la ciencia. La musa era planta maravillosa, que a su modo siempre había sabido seducir a clérigos y naturalistas. El abbé Pluche señalaba en el capítulo titulado «La Cote Septentrionale de l'Afrique, ou la Barbarie», que «le bananier ou le muza», también llamada Figuier d'Adam, era «une plante singuliere en tout». Sus largas hojas habían dado pie a la leyenda sobre «le premier habit d'Adam», y añadió que 83 Matheo de Anguiano, La Nueva Jerusalén, Madrid, Imprenta de Manuel Ruiz de Murga, 1709, pp. 95-96. 60 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 La rige & les feuilles servent a nourrir les éléphants & d'autres animaux. Ces fruits qu'on nomme Bananes, étaient la nourriture ordinaire des Moines de la Thébai'de, & passent dans leurs Histoires pour des fruits de palmier sans l'etres4. Francis Moore, factor durante varios años de la Royal African Company of England, había recogido información sobre las musáceas africanas, y diferenciaba, según parece, entre «Banana tree» and «Plantain tree»: Here are great numbers of plantain and banana trees, the latter of which is a long fruir, six or seven inches in length, covered with a yellow and tender skin, when ripe [ ... ). The planrain is not much unlike the Banana, but somewhat longer, and very much of the same tasress. Compilaciones de carácter enciclopédico y de divulgación científica no tardaron en sumarse al acervo general sobre la planta. Joseph de La Porte y Pedro Estala mencionaron el plátano entre las «palmas» de la Costa Occidental de África, «que crece en abundancia en las cercanías del Senegal: sus hojas son muy largas y anchas a proporción, a manera de las de la caña, las cuales emplean los naturales en varios usos»86. 84 Noel-Antoine Pluche, Concorde de la Géographie des différens áges, ouvrage posthu, ne, Paris, Freres Estienne, 1764, pp. 7-8. 85 Francis Moore, Travels into the Inland Parts of Ajrica, London, Edward Cave, 1738, p. 67. 86 Joseph de la Porte y Pedro Estala, El viagero universal, o noticia del mundo antiguo y nuevo, Villalpando, Madrid, 1797, X, pp. 225-226. 61 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 El Dictionnaire Universel Franrois et Latin, del que probablemente copió parte de la voz el padre Esteban de Terreros y Pando87, decía que Dans la province de Machicore en Afrique il y a des bananes aussi longs & aussi gros que le bras, que l'on appelle outsi, & dans la province de Mangabei foutsi; il y en a d' a u tres qui portent des fruits gros comme la moitié du bras, d' autres qui ne sont pas plus gros que le pouce ; & d' autres qui sont plus petits, & sont nommés acoudres, dont il y en a bien cent a chaque grappe, qui sont de couleur verte, soit qu'ils soient récents, soit qu'ils soient gardés88• Estos testimonios de los siglos XVII y XVIII son interesantes, entre otras cuestiones, porque nos ofrecen indicios de la presencia de diferentes especies de musáceas en distintas áreas africanas, lo que, por otra parte, resulta lógico desde el punto de vista botánico. Estudios más o menos recientes han analizado, además, glosarios de flora africana con especial referencia a la Musa spp. AAB89• También se han 87 Esteban de Terreros y Pando, Diccionario castellano con las voces de Ciencias y Artes y sus correspondientes en las tres lenguas francesa, latina e italiana, Madrid, Viuda de !barra, 1786, l, pp. 211-212. «( ... ] En la Provincia de Machicora en África hay bananas tan largas y gruesas como el brazo, y les llaman Outsi; y en la Provincia de Mangabei Foutsi. Hailas de varias especies, y unas muy pequeñas se llaman Acoudres. En la Provincia de Erindragna hilan la corteza de este árbol. En otras partes le llamna Higuera de Adán, y Manzano del Paraíso, juzgando que con este fruto cometió Adán la primera culpa; y aun parece que trae el remedio, pues en cada cacho o pedazo de la fruta se ve impresa una hermosa cruz». 88 Dictionnaire Universel Fran,ois et Latin, vulgairement appelle Dictionnaire de Trévoux, Paris, Libraires Associes, 1752, !, pp. 1309-1310. 89 Por ejemplo, Roger Blench, « Bananas and plantains in Africa: re-interpreting the linguistic evidence», Ethnobotany Research & Applications, nº 7, Botanical Research 62 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 realizado trabajos fito-arqueológicos90, que sugieren una temprana presencia del vegetal en áreas del África Central. Los botánicos de la época romántica tenían alma de poeta. Antonio-Sandalia de Arias se había hecho eco, de acuerdo con otros estudiosos mucho más antiguos, de la leyenda egipcia de un híbrido imposible, pero capaz de aunar en sí mismo la dulce elegancia de la caña de azúcar, con la cremosa y nutritiva raíz de la colocasia. Humboldt también llamó la atención, en Cosmos, respecto a la «afinidad química» entre el nutritivo «Amylum y la sustancia sacarina»91• Una planta así, en cualquier caso, solo podía desarrollarse en el paraíso: Los egipcios, según Próspero Alpino, creen que esta planta ha debido su origen al injerto de la caña de azúcar sobre la raíz del ñame (Arum colocasia Lin.) [ ... ]. En los pueblos orientales hay quien piensa que es el árbol cuyo fruto causó la ruina del género humano, y que sus hojas vistieron la desnudez de nuestros primeros padres; por cuya razón le han llamado algunos calzones o bragas de Adán; ambas opiniones inadmisibles, pero que prueban la estimación que siempre se ha hecho de éln. Institute of Texas, 2009, pp. 363-380. Gerda Rossel, Taxonomic-Linguistic Study of Plantain in Africa, Leiden, CNWS Publications, 1998. 90 Como, por ejemplo, Christophe Mbida-Mind:úe, Hughes Doutrelepont, Luc Vrydaghs, Rony L. Swennen, Rudy J. Swennen, Hans Beeckman, Edmond de Langhe y Pierre de Maret, «First archaeological evidence of banana cultivation in central Africa during the third millennium before present», Vegetation History and Archaeobotany, nº 10, Springer-Verlag, 2001, pp. 1-6. 91 Alexander von Humboldt, Cosmos. Ensayo de una descripción física del mundo, ed. de Sandra Rebok, Madrid, CSIC, 2011, p. 280. 92 Antonio Sandalia de Arias, op. cit., 1818, 11, p. 458. 63 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Fig. 11: Filippo Pigaferra, 1591. 64 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Fig. 12: Piecer de Marees, 1605. 65 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Fig. 13: Giovanni A. Cavazzi da Moncecuccolo, 1687. 66 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 hg 14 ' eJ l0V.llll11 A. ( ,IV.t¿ ,._' I L[ ,l jr -,.·J L)llll't°Llll-Ulll. \()8/. 67 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 § 5. EL PARAÍSO EN EL CONVENTO ¿Qué hacía el árbol de Minerva, en 1861, en lo que quedaba de la antigua huerta del mejicano convento de Santiago de Tlaltelolco:' El escritor y abogado Ramírez Aparicio escribió al respecto que, aún por entonces, se veían «plantados varios olivos y algunos otros árboles de vistoso follaje» 93. El olivo y la vid, famosos en España desde la Antigüedad, habían sido alabados sin ambages por Plinio y Salino: Nec cedet vitibus, vincit olea, como recordarían en diferentes momentos autores del siglo XVIII como los hermanos Rodríguez Mohedano94. Fernández de Oviedo, hablando de Santo Domingo, aseguraba que habían proliferado los cultivos de cítricos, dulces y agrios, «y es tan bueno todo que lo mejor de 93 Manuel Ramírez Aparicio, Los conventos suprimidos en Méjico, México, Aguilar e lriarte, 1861, p. 457. 94 Fr. Rafael Rodríguez Mohedano y Fr. Pedro Rodríguez Mohedano, Historia literaria de España, Madrid, Joachin !barra, 1772, IV, p. 323. 69 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Córdoba y Sevilla no le hace ventaja». También decía que había higueras y granados, y que «solamente se han dejado de dar en esta tierra las frutas y árboles de cuesco », pues, aunque había olivos, algunos de ellos hermosos y grandes, eran «estériles, porque no llevan otra fruta alguna, salvo hojas»9S. Cieza de León, sin embargo, creía seriamente en el prometedor desarrollo del olivo en el virreinato del Perú, lo mismo que otros frutos de España, al considerar que la tierra era aparejada para su cultivo. Al poseer ya trigo, vinos y carnes, entendía que solamente faltaba el olivar, «que después del pan y vino es lo principal», y por ello opinaba que, si se traían injertos desde la Península Ibérica, «se harán tan grandes montañas de ellos como en el ajarafe de Sevilla y otros grandes olivares que hay en España»96. José de Acosta, aunque reconoció que en Perú y Chile se daban las viñas y se hacía buen vino, ello se debía al «temple sano y templado entre calor y frío», con estaciones de verano e invierno perfectamente definidas (teoría pre-isoterma que encantaría a Humboldt), pero no parece que valorase el futuro americano del olivar: olivas y olivares, escribió, «también se han dado en Indias, digo en México y Pirú [Perú], pero hasta hoy no hay molino de aceite ni se hace, porque para comer las quieren más, y las sazonan bien». Se entiende, en principio, que 95 Gonzalo Fernández de Oviedo, Historia general y natural de las Indias, Madrid, Real Academia de la Historia, 1851, I, p. 86. 96 Pedro de Cieza de León, La crónica del Perú, Madrid, Calpe, 1922, p. 344. La edición príncipe salió, en las prensas sevillanas de Martín de Montesdoca, el 15 de marzo de 1553. 70 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 no merecía la pena la inversión para obtener aceite, «así que todo el aceite va de España»97. El detallado informe sobre el cultivo de olivares y la producción de aceite que rindió al virrey, a mediados del siglo XVIII, el arbitrista Miguel Feijoo de Sosa9ª, que incluía las rentas generadas por el sector a favor de diversos conventos de Trujillo y su provincia (Perú), parece desmentir en cierto modo los presagios de José de Acosta. Lo que quiero plantear es que, sin saber a ciencia cierta el resultado que iban a obtener con sus esfuerzos materiales, los frailes, que también eran labriegos y horticultores, trasladaron a América, con el apoyo de la Corona, los frutos y los vegetales mediterráneos a los que estaban acostumbrados desde tiempo inmemorial: hortalizas, cereales, olivo, vid, cítricos, etc. Pienso, además, que estos monjes recibieron la influencia de la cultura del oasis característica de Andalucía, que se debió sumar a la inveterada costumbre de poseer huerta y jardín propio en los conventos, al objeto de contribuir a la manutención de los cenobitas, especialmente por tratarse de zonas de misión. En Almería y, en general, en el viejo reino de Granada se produjo, a finales del siglo XV, un incremento de la presencia de órdenes mendicantes, «que emplearon en este territorio una estrategia de implantación similar a la desarrollada en América», durante estos mismos 97 José de Acosta, op. cit., 1590, pp. 181, 272, 274-275. 98 Miguel Feijoo de Sosa, Relación descriptiva de la ciudad y provincia de Truxillo del Perú, Madrid, Imprenta del Real y Supremo Consejo de las Indias, 1763, pp. 88-89, 93-94, 102. 71 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 años. Franciscanos y dominicos, principalmente, se ampararon en la protección real y recibieron en los repartimientos lugares de huertas y casas. Estas huertas conventuales, «que marcaban con sus espacios abiertos las tramas urbanas», desaparecieron durante los siglos XIX y XX99. Paralelamente, la conquista de Granada derivó en un crecimiento poblacional que se vería reforzado por la potencialidad agrícola de la Vega, fértil territorio fronterizo. La estabilidad social que se produjo tras la conquista, convirtió la comarca en foco de atracción de nuevos pobladores100. En este contexto, la habilitación de espacios hortícolas conventuales debió generar un gran dinamismo en cuanto a la difusión de plantas y árboles frutales, que contagió a frailes y agricultores que, en aquellas fechas, se desplazaban al Nuevo Mundo. Sin ir más lejos, el clásico aunque incompleto catálogo de Pasajeros a Indias, muestra una tendencia migratoria con cifras mayoritarias de andaluces y, entre el grupo de eclesiásticos, de franciscanos y dominicos101. Entre los frailes viajaban, sin duda, expertos constructores y alarifes que llevaron a América el estilo mudéjar, pero también pacientes horticultores y priores que eran conscientes de la necesidad 99 Antonio Gil Albarracín, «Las órdenes mendicantes como agentes urbanos: fundación de conventos y transformaciones urbanas en el oriente andaluz», Scripta Nova, 194 (40), 2005. http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-194-40.htm [Consultada 07/08/2015]. 100 María A. Carmona Ruiz, «Ganadería y frontera: los aprovechamientos pastoriles en la frontera entre los reinos de Sevilla y Granada. Siglos XIII al XV», En la España Medieval, nº 32, Universidad Complutense de Madrid, 2009, pp. 267-268, 272. 101 Luis Rubio y Moreno, Pasajeros a Indias: catálogos metodológicos de las informaciones y licencias de los que allí pasaron, existentes en el Archivo General de Indias: siglo primero de la colonización de América 1492-1592, Madrid, Editorial Ibero-Americana, c. 1930, !, pp. 41, 45. 72 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 de garantizar la soberanía alimentaria de los monasterios, frente a las incertidumbres de un mundo desconocido y en ebullición. Entre estos pasajeros estaba fray Tomás de Berlanga, que figura mencionado en documentos de 1510 y 1529102. Los conventos poseían jardines y huertas perfectamente definidos en su trama constructiva103. El típico jardín del claustro solía tener, al centro del patio cuadrado, una fuente o un pozo que podría interpretarse como un omphalos y dar lugar a infinidad de lecturas simbólicas, pero, en realidad, el jardín se utilizaba para el recreo, la meditación y la oración en silencio. Las huertas, aparentemente más prosaicas, debían garantizar el sustento del cenobio y, por ello, las mejor dotadas podían disponer de norias o pozos artesianos, casa de aperos, etc. Constituían, pues, pequeños paraísos de utilidad y trabajo, oasis que producían y protegían lo necesario para la vida. Todo paraíso era, en la cultura religiosa del Mediterráneo, un lugar plantado de árboles, acotado por la mano de Dios, es decir, un huerto sembrado, intervenido cultural y religiosamente. Como apunta León Dufour, la palabra griega paradeisos es un calco del persa pardes, que significa huerto. En las religiones del Medio Oriente, el huerto de Dios aparece configurado con -----------·~ 102 Ibídem, I, pp. 301 y 330. 103 Marta Colón Alonso, Tran~ormaciones históricas en el convento de San Francisco de Betanzos. Siglos XIV al XX, tesis doctoral, Universidad da Coruúa, 2012, pp.103, 131- 132, 153, 305. http://hdl.handle.net/2183/10094 [Consultada 21/02/2014]. Francisco Rodríguez Marín, «El convento de frailes mínimos de la Victoria: historia y arte», Isla de Arriarán: revista cultural y cientijica, nº 4, Málaga, 1994, pp. 114 y 119. 73 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 las características del Jardín del Edén 104. Conventos, cortes y castillos medievales, escribió Santarcangeli, crearon vergeles en huertas, en patios interiores y en claustros. «En los oasis, en los lugares irrigados por abundantes aguas, los poderosos de la tierra siempre buscan crear un sitio cercado donde la naturaleza pareciese hecha a la medida del hombre, y dulce»10s. En el Hortus conclusus, que arranca del Cantar de los Cantares, se rinde culto a María, huerto cerrado, fuente sellada ah eterno. El Locus amoenus viene a representar el lugar feliz de toda la cultura clásica, que se retoma con pasión en el Renacimiento. En la cultura religiosa española quedaba, empero, un resquicio reservado a la metáfora religiosa del sacrificio y la salvación. Tal vez uno de los autores que mejor lo ha expresado fue el dominico fray Luis de Granada (1504- 1588), al meditar sobre la «Oración del Huerto de los Olivos» y sobre la muerte redentora de Jesucristo y su entierro en el Santo Sepulcro: En el huerto se comenzó la Pasión de Cristo, en el huerto se acabó, y por este medio nos libró el Señor de la culpa cometida en el huerto del Paraíso, y por ella, finalmente, nos lleva al huerto del Cielo106, La huerta o huerto del convento vendría a representar entonces, desde el punto de vista simbólico-religioso, también un lugar de misión y, consiguientemente, de 104 Xavier León-Dufour, Vocabulario de Teología Bíblica, Barcelona, Herder, 1977, pp. 644-645. 105 Paolo Santarcangeli, El libro de los laberintos, Madrid, Siruela, 2002, p. 228. 106 Fray Luis de Granada, Obras, Madrid, Antonio González de Reyes, 1711, IX (m), p. 286. 74 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 redención mediante las aguas puras y liberadoras del bautismo, que quita los pecados del mundo. Y, junto a la labor espiritual, el convento se convirtió asimismo en una eficaz unidad de producción, en un oasis que podía defender, proteger y evangelizar. Siglos más tarde, cuando las leyes de desamortización españolas privaron a la Iglesia católica de su patrimonio, acumulado durante siglos, se alzaron algunas voces que trataron de contraponer las reformas liberales a la eficaz labor productiva y benéfica de los conventos. « Ved cómo se formaron las riquezas de los monasterios, y cómo de los jarales y pantanos sabe el monje formar oasis y magníficos predios», escribía el conservador Vicente de la Fuente1º7• Por el contrario, afirmaba, la desamortización solo ha servido para «pasar los bienes de los monasterios a unas cuantas manos». En campo contrario, Niceto Oneca, un destacado miembro de la anticlerical masonería española, reconocía que, en el pasado, los conventos no solo habían sido los centros reconocidos de actividad industrial, sino que habían empleado todos sus esfuerzos en el fomento de la agricultura, cuyos beneficios «alcanzaban a todos» y daban lugar a que «campos yermos y prados incultos se tornaran en fértiles oasis»ios. Adolphe Blanqui los llamó «oasis afortunados»109, que ya es decir. 107 Vicente de la Fuente, La sopa de los conventos, Madrid, El Pensamiento Español, 1868, p. 83. 108 Niceto Oneca [Danton Gr:. 18], Historia general de la masonería, Barcelona, Jaime Seix y C•., 1882, 1, pp. 55-56. 109 Adolphe Blanqui, Historia de la economía política en Europa, Madrid, Nicolás Arias, 1839, p. 63. 75 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Todo indica que los frailes españoles utilizaron la cultura del oasis, aprendida en España, para aplicarla en el Nuevo Mundo, y que llevaron consigo sus conocimientos, sus prácticas agrícolas y sus hábitos alimentarios, que constituían asimismo potentes señas de identidad. Por intentarlo lo intentaron hasta con las palmeras datileras que siempre habían sido, en el mundo árabe y en comarcas del Levante y Sur peninsular, la primera empalizada protectora de todo oasis que se precie. El misionero franciscano fray Toribio de Benavente Motolinía había zarpado de Sanlúcar de Barrameda junto a otros frailes a principios de 1524 y, previas escalas en Canarias, Puerto Rico, Santo Domingo y Cuba, llegó junto a sus compañeros de viaje el 13 de mayo a Veracruz. En 1540, al redactar su Historia de los indios de la Nueva España, destacó la intervención de los frailes en las siembras e injertos de árboles productivos y medicinales en América, entre otros la siempre misteriosa cañafístula: Este árbol plantaron en la Isla Española los frailes menores primeros que otra persona los plantase, y acá en la Nueva España los mismos frailes han plantado casi todos los árboles de fruta, y persuadieron a los españoles para que plantasen ellos ( ... ).También se han hecho palmas de los dátiles que han traído de España, y en muy breve tiempo han venido a dar frutollo. Tanto la costa como la zona interior reunían condiciones para que fructificase «todo lo que hay en Asia y 110 Fr. Toribio de Benavente Motolinía, Historia de los indios de la Nueva España escrita a mediados del siglo XVI. Barcelona, Herederos de Juan Gili, 1914, p. 195. 76 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 en África, y en Europa; por lo cual se puede llamar otro Nuevo Mundo». La cercana vega de Val de Cristo podía compararse a las de Granada y Orihuela en España. Alabó, como si describiera un paraíso, la «sanidad y templanza de aires», y concluyó que «debía ser como ésta la tierra que sembró Isaac en Palestina, de la cual dice el Génesis que cogió ciento por uno»rn. Fernández de Oviedo, sin embargo, se lamentaba de que muchos españoles no estaban por la paciente labor de los cultivos, ya que preferían darse «a la mercaduría o a las minas, o a la pesquería de las perlas, y a otras cosas con que presto alleguen hacienda, con que se vayan»112• Cieza de León, por su parte, aconsejaba a los pobladores que «entiendan en plantar y sembrar, que es lo que aprovechará más»iu. Fray Antonio de Remesa!, hablando del antiguo convento franciscano de Cumaná, aseguraba que, en 1521, «tenían los frailes una muy hermosa huerta de naranjos y árboles de España y un pedazo de viña y mucha hortaliza, buenos melones y otras frutas de gusto». En Guatemala, un grupo de dominicos solicitó, en octubre de 1550, sitio para una huerta, «que tenemos mucha necesidad, a causa que nos mantenemos de ella». Eran parcos en el comer, pues les bastaban tortillas de maíz y huevos cocidos y, como regalo de Pascua, «plátanos sazonados con sola agua y unos bledos con zumo de limón»ll4• lll Ibídem, pp. 245-246. ll2 Gonzalo Fernández de Oviedo, op. cit., 1851. I, p. 86. 113 Pedro de Cieza de León, op. cit., 1922, p. 344. 114 Antonio de Remesa!. Historia de la provincia de S. Vicente de Chyapa y Guatemala, Madrid, Francisco de Angulo, 1619, pp. 82, 305, 521. 77 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 § 6. TEMPUS ADVENTUS ¿Cuándo llegaron las musáceas a las Islas Canarias antes de pasar al Nuevo Mundo:' Thomas Nichols, quien enumeró varios cultivos introducidos que vio en su visita a Madeira y a las Islas Canarias en 1526 [sic], utilizó la palabra española plátano para describir su primer encuentro con el plátano», y afirmó sobre el fruto del plántano [sic], que «cuando está maduro es negro, y al comerlo más delicado que cualquier confitura»115. Sin embargo, esto debió ocurrir en torno a 1556, cuando Nichols visitó las Islas Canarias por primera vez, ya que, «según sus propias palabras, parece que nació en la ciudad de Gloucester hacia el año 1532»116. 115 Judith A. Carney y Richard Nicholas Rosomoff, In the Shadow of Slavery: Africa's Botanical Legacy in the Atlantic World, University of California Press, Berkeley, 2009, pp. 41-42 .. 116 Francisco J. Castillo, « The English Renaissance and the Canary lslands: Thomas Nichols and Edmund Scory», SEDERI: yearbook of the Spanish and Portuguese 79 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 La primera edición de su libro, A Pleasant Description of the Fortunate llandes, called the flands of Canaria, with their straunge fruits and commodities, se publicó en Londres (1583), y, más tarde, la obra fue difundida por Richard Hakluyt en The Principal Navigations, Voyages and Discoveries of the English Nation (Londres, 1589, 1600). Ello contribuyó a forjar la imagen de las Islas Canarias en Inglaterra, al menos hasta bien avanzado el siglo XVIJim. El texto de Nichols sobre el plátano, tal como lo reprodujo Hakluyt, dice así: Pero sobre todo el Plántano, que crece cerca de las orillas de los arroyos, es un árbol que no tiene madera en él, pero crece directamente hacia arriba con el cuer, po, y tiene excelentes hojas gruesas, y cada hoja en la parte superior de dos yardas de largo y casi media yarda de ancho. El árbol no produce fruto más que una vez, y después se tala; en cuyo lugar brota otro, y así continúa. El fruto crece en una rama, y cada árbol produce dos o tres de estas ramas, algunas de las cuales soportan más y otras menos, unas cuarenta y otras treinta, el fruto es como un pepino, y cuando está maduro es negro, y al comerlo más delicado que cualquier confitura!l8• Society for English Renaissance Studies, 2, 1992, p. 66. Alejandro Cioranescu, Thornas Nichols: mercader de azúcar, hispanista y hereje: con la edición y traducción de su Descripción de las Islas Afortunadas, La Laguna, IEC, 1963, p. 15. 117 Francisco J. Castillo, «Las Canarias en las Crónicas de Richard Hakluyc y Samuel Purchas», Revista de Filología de la Universidad de La Laguna, nº 18, 2000, pp. 75-76. También, del mismo autor, «Fuentes inglesas del siglo XVIII: el texto de J. Edens», Revista de Filología de la Universidad de La Laguna, nº 27, 2009, p. 31. 118 Richard Hakluyt, The Principal Navigations, Voyages and Discoveries of the English Nation, London, George Bishop, 1599, II (2), 316. http://ebooks.adelaide. edu.au/h/hakluyt/voyages/v06/ chapter3.html [ Consultada 25/02/2014]. La 80 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 El error que sitúa la visita a Canarias de Nichols en 1526 es muy antiguo, ya que arranca de la propia compilación de viajes de Hakluyt, quien colocó al principio del relato una breve «nota referente a un antiguo negocio de los comerciantes ingleses en las Islas Canarias», en la que se aludía al año del Señor de 1526119. Unos años más tarde, en 1629, el francés Pierre Bergeron (c.1580-c.1637), recogió el texto en su Traité de la Navigation 120, de quien lo debió tomar, a su vez, Viera y Clavijo, aunque el autor canario cita como fuente las «Navegaciones inglesas de Hakluyt y Purchas» 121. Bergeron también reprodujo la descripción del plátano realizada por Nichols122. Cioranescu editó la obra en 1963, como ya se dijo. Autores muy posteriores siguieron la estela del error cronológico. Bonnet tradujo el texto y lo publicó en castellano en 1933, a partir de la citada edición (1599) de la colección Hakluyt. Ello le granjeó los aplausos de los historiadores canarios de la época, que indicaron que «el traducción de Cioranescu, más libre, pues incluso suprime la variante plántano, es del siguiente tenor: «pero sobre todo el plátano, que crece cerca de los terrenos de riego; es un árbol que no tiene madera, sino que crece directamente con el cuerpo hacia arriba; tiene hojas extremadamente gruesas, y cada hoja tiene hasta la punta unos seis pies de largo, y un pie y medio de ancho. El árbol produce fruta sólo una vez, y después lo cortan, y en su lugar brota otro, y así en adelante. La fruta crece en una rama, y cada árbol tiene dos o tres de estas ramas, que llevan, unas más otras menos, de 30 a 40 frutas. Ésta es de la forma de un pepinillo, y cuando se recoge es negra, y al comerla es más rica que cualquier conserva» (Alejandro Cioranescu, op. cit., 1963, p. llO). 119 Richard Hakluyt, op. cit., 1599, 11 (2), p. 315. l20 Pierre Bergeron, Traicté de la navigation et des voyages, París, lean de Hevqveville, 1629, p. 220, y, asimismo, Voyages faits principalement en Asie dans les XII, XIII, XIV et XV siecles, La Haye, Jean Neaulme, 1735, I, col. ll6. l21 José de Viera y Clavija, Noticias de la historia general de las islas de Canaria, Madrid, Bias Román, 1772, !, p. 47. 122 Pierre Bergeron, op. cit., 1629, pp. 225-226. 81 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 señor Bonnet ha prestado un buen servicio a la historia del Archipiélago, al poner en español tan interesante relato». El artículo llevó por título «Descripción de las Canarias en el año 1526, hecha por Thomas Nicols [sic], factor inglés». Incluía, anotada, la descripción del plántano: «estando muy maduro, la cáscara se ennegrece; es por demás delicioso al gusto que la más regalada conserva que se pueda hacer»123. Nichols había escrito también sobre la producción azucarera en Tenerife, donde dijo «hay doce fábricas de azúcar llamadas Ingenios», y destacó la extraordinaria fertilidad del Valle de Taoro, «también hay una legua de tierra», entre La Orotava y el Realejo, que «se cree que no hay terreno igual de fértil en todo el mundo»l24, siglos antes que Humboldt. El cultivo de la caña de azúcar fue iniciado en Canarias, en el último cuarto del siglo XV, con plantas de Madeira. En 1502, el conquistador de La Palma y Tenerife, Alonso Fernández de Lugo, traspasó a mercaderes catalanes parte de sus tierras en Los Sauces (La Palma), una zona «muy rica en cañaverales», en la que también invirtieron otros colonos procedentes de Cataluña12S. En esta economía plantadora se insertó la esclavitud. El tráfico 123 Buenaventura Bonnet, «Nuevas aportaciones históricas. Descripción de las Canarias en el año 1526, hecha por Thornas Nicols, factor inglés», Revista de Historia, nº 39-40, La Laguna, 1933, p. 209. Simón Benítez Padilla, Gran Canaria y sus obras hidráulicas: bases geográficas y realizaciones técnicas, Las Palmas, Cabildo Insular, 1959, p. 144. 124 Richard Hakluyt, op. cit., 1599, 11 (2), p. 317. Buenaventura Bonnet, op. cit., 1933, pp. 210-211. Alejandro Cioranescu, op. cit., 1%3, p. 114. 125 José Pérez Vidal, «Catalanes y valencianos en la propagación de la industria azucarera », en Francisco de P. Solano Pérez-Lila y Femún Pino-Díaz (ed.), América y la España del siglo XVI, Madrid, CSIC, 1983, 11, p. 309. María Luisa Fabrellas, «La producción de azúcar en Tenerife», Revista de Historia, nº 18, La Laguna, 1952, pp. 457-459. 82 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 entre Canarias y África ya era común en esta época, pues las rutas habían sido abiertas, desde hacía mucho tiempo, por los portugueses126. Lamentablemente no existen pruebas plenas hasta la fecha, aparte de lo señalado por Gonzalo Fernández de Oviedo, sobre la presencia de musáceas en Canarias en fechas tempranas. El poeta Vasco Díaz Tanco pudo ver plátanos en las islas, hacia 1525, pues les cantó en sus Triumphos que se publicaron en Valencia hacia 1530, poco más o menos. En las estrofas de este poeta extremeño se mezclaron plantas locales y foráneas: «vi plátanos, cedros y linaloeles», suponiendo, claro está, que aludiera a las musáceas y no a las platanáceas. También alabó a los dragos (Draccena Draco Lin.): «vi dragos perfectos muy medicinales», en la misma estrofam. Otro poeta, el grancanario Bartolomé Cairasco de Figueroa (1538-1610), mencionó la voz plátano en varias ocasiones. Parece claro que, en la primera parte de su monumental Templo Militante, aludiese a la Virgen María, de acuerdo con la cita bíblica et quasi Platanus exaltata sum iuxta aquas, por lo que no cabe duda que se refería al Platanus x hispanica, Platanus orienta/is (Lin.), o plátano de sombra. Probablemente, también se referían a este árbol los versos que dedicó a Doramas, héroe isleño 126 Gomes Eanes de Zurara, op. cit., 2012, pp. 55-63. 127 Antonio R. Rodríguez-Moñino, «Los Triunfos Canarios de Vasco Díaz Tanco», El Museo Canario, 1934, 11, 4, pp. 14, 21. José J. García-Arranz, «Notas en corno a los grabados de la obra de Vasco Díaz Tanco Los veinte triumphos», Norba-Arte, nº 9, 1989, p. 30. Germán Santana Pérez, Marcos Salas Pascual y M. Teresa Cáceres Lorenzo, « Historia de la incorporación de cultivos africanos en Canarias durante los siglos XV al XVIII», Revista de Historia Canaria, nº 186, 2004, p. 226. 83 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 frente a la conquista, nacido para la libertad en la selva de su nombre: Plátano, Fuente, amomo inusitado: En cuyo gremio estuvo nueve meses, El divino Doramas retirado128. Para esta época resulta de gran interés el testimonio del hidalgo-soldado-clérigo Juan Ceverio de Vera (Las Palmas [Gran Canaria], 1550-Lisboa, 1600), quien recorrió América (La Española, Panamá, Colombia, Perú, Quito) entre 1567 y, aproximadamente, finales de la década de 1580129, En 1595 realizó un viaje a Tierra Santa y, en Trípoli (Líbano), no solamente vio plátanos, sino que los relacionó con Canarias, con la Península Ibérica y con el Nuevo Mundo. La primera edición de su libro, impreso en Roma, se realizó en 1596: También vi plátanos que traen de Egypto, que es sana y regalada fruta; y aunque los árboles han llevado de Canaria a España, los destruye el frío, por querer tierra templada y estar a las corrientes de las aguas; dan un solo fruto, y estando maduro, se seca el árbol, y deja en su lugar muchos hijos. Y en las Indias hay tantos, que por los montes se crían sin beneficio ni dueñoB0• l28 Bartolomé Cairasco de Figueroa, Templo Militante: Flos Sanctorurn [ ... J. Lisboa, Pedro Crasbeeck, 1615, IV, p. 282. 129 Analola Borges, «Comentario a un relato del siglo XVI sobre el Nuevo Mundo», Anuario de Estudios Atlánticos, nº 26, 1980, pp. 354, 358. 130 Juan Ceverio de Vera, Viaje de la Tierra Santa, Pamplona, Marías Mares, 1598, pp. 93v-94. Concepción Martínez Figueroa y Elías Serra Rafols (eds.),Juan Ceverio de Vera. Viaje de la Tierra Santa, La Laguna, Instituto de Estudios Canarios, 1964, p. 112. 84 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 En 1676, al llamar la atención sobre la fertilidad de las Islas Canarias y, en particular, cuando se refirió a su isla de Tenerife, Núñez de la Peña mencionó su gran diversidad de frutos y, entre ellos, el plátano: La tierra es regalada de todo género de frutas, man~anas, membrillos, peros, peras, ciruelas, albercoques, duraznos, arberchigas, limones, naranjas, limas, cidras, plátanos, ñames, melones, sandías, pepinos: en conclusión, de quantas frutas se buscaren se hallarán en la isla de Thenerife, y en las demás Islasrn. En 1678, fray José de Sosa, hablando de Las Palmas, describió los «platanales que guardan sus orillas, y sirven muchas veces de vallados». Señaló también que el convento de San Francisco había sido fundado en la parte más alegre de la ciudad, y que en sus magníficas huertas se cultivaban «agrios, plamanales [ sic J y otras frutas»m. El icodense Cristóbal Pérez del Cristo, en 1679, daba fe precisamente de que las orillas de las haciendas de La Orotava también estaban perfiladas con matas de plátanos, pues, a causa del agua abundante, los plátanos sustituían a las pitasm en esa función de vallado o cerca, con lo que se perpetuaba, además, la riqueza vegetal de la comarca: 13l Juan Núñez de la Peña, Conquista y antigüedades de las islas de la Gran Canaria, y su descripción,[ •.. ), Madrid, Imprenta Real, 1676, pp. 24-25. 13Z José de Sosa, Topografía de la isla afortunada Gran Canaria, Santa Cruz de Tenerife, Imprenta Isleña, 1849, pp. 24-25. En la edición de 1941 (Santa Cruz de Tenerife, Imprenta Valentín Sanz). pp. 34 y 36. 133 Viera aludirá igualmente a esta función de la pita (Agave americana, Lin.), como valla o cerca (José de Viera y Clavija, op. cit., 2014, 11, p. 391). 85 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 frente a la conquista, nacido para la libertad en la selva de su nombre: Plátano, Fuente, amomo inusitado: En cuyo gremio estuvo nueve meses, El divino Doramas retirado12s. Para esta época resulta de gran interés el testimonio del hidalgo-soldado-clérigo Juan Ceverio de Vera (Las Palmas [Gran Canaria], 1550-Lisboa, 1600), quien recorrió América (La Española, Panamá, Colombia, Perú, Quito) entre 1567 y, aproximadamente, finales de la década de 1580129. En 1595 realizó un viaje a Tierra Santa y, en Trípoli (Líbano), no solamente vio plátanos, sino que los relacionó con Canarias, con la Península Ibérica y con el Nuevo Mundo. La primera edición de su libro, impreso en Roma, se realizó en 1596: También vi plátanos que traen de Egypto, que es sana y regalada fruta; y aunque los árboles han llevado de Canaria a España, los destruye el frío, por querer tierra templada y estar a las corrientes de las aguas; dan un solo fruto, y estando maduro, se seca el árbol, y deja en su lugar muchos hijos. Y en las Indias hay tantos, que por los montes se crían sin beneficio ni dueñoB0• 128 Bartolomé Cairasco de Figueroa, Templo Militante: Flos Sanctorum ( ... ]. Lisboa, Pedro Crasbeeck. 1615, IV, p. 282. l29 Analola Borges, «Comentario a un relato del siglo XVI sobre el Nuevo Mundo», Anuario de Estudios Atlánticos, nº 26, 1980, pp. 354, 358. 130 Juan Ceverio de Vera, Viaje de la Tierra Santa, Pamplona, Marías Mares, 1598, pp. 93v-94. Concepción Martínez Figueroa y Elías Serra Rafols (eds.),Juan Ceverio de Vera. Viaje de la Tierra Santa, La Laguna, Instituto de Estudios Canarios, 1964, p. 112. 84 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 En 1676, al llamar la atención sobre la fertilidad de las Islas Canarias y, en particular, cuando se refirió a su isla de Tenerife, Núñez de la Peña mencionó su gran diversidad de frutos y, entre ellos, el plátano: La tierra es regalada de todo género de frutas, manr;:anas, membrillos, peros, peras, ciruelas, albercoques, duraznos, arberchigas, limones, naranjas, limas, cidras, plátanos, ñames, melones, sandías, pepinos: en conclusión, de quantas frutas se buscaren se hallarán en la isla de Thenerife, y en las demás Islasm. En 1678, fray José de Sosa, hablando de Las Palmas, describió los «platanales que guardan sus orillas, y sirven muchas veces de vallados». Señaló también que el convento de San Francisco había sido fundado en la parte más alegre de la ciudad, y que en sus magníficas huertas se cultivaban « agrios, plantanales [sic] y otras frutas» 132. El icodense Cristóbal Pérez del Cristo, en 1679, daba fe precisamente de que las orillas de las haciendas de La Orotava también estaban perfiladas con matas de plátanos, pues, a causa del agua abundante, los plátanos sustituían a las pitasm en esa función de vallado o cerca, con lo que se perpetuaba, además, la riqueza vegetal de la comarca: 131 Juan Núñez de la Peña, Conquista y antigüedades de las islas de la Gran Canaria, y su descripción, [ ... ), Madrid, Imprenta Real, 1676, pp. 24- 25. 132 José de Sosa, Topografía de la isla afortunada Gran Canaria, Santa Cruz de Tenerife, Imprenta Isleña, 1849, pp. 24-25. En la edición de 1941 (Santa Cruz de Tenerife, Imprenta Valenrín Sanz), pp. 34 y 36. 133 Viera aludirá igualmente a esta función de la pita (Agave americana, Lin.), como valla o cerca (José de Viera y Clavija, op. cit., 2014, 11, p. 391). 85 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Y lo que es muy vistoso, y effecto de la misma agua, en las haziendas por donde tiene su camino y término continuo, es tanta la abundancia de árboles Plátanos, que como en otras partes sirven las pitas de vallados, para distinguir las heredades de el camino real, en estas hazen esse oficio los Plátanos, a que es consiguiente la variedad de otras flores y yervas, que siguen a la frescura, como el tornasol a este Astro134. Tomás Arias-Marín de Cubas (1643-1704), aseguraba por su parte que, a fines del siglo XV, fueron fletados dos navíos en Gran Canaria para defender la isla de ataques piráticos. Los barcos llegaron a Guinea, donde tomaron «negros para el servicio de los ingenios», y trajeron «las patatas, el maíz, raíces de plátanos, ñames, y otras semillas »m. Pero esta información suscita dudas por su inexactitud y por incorporar, en esas fechas, el maíz y las patatas o papas (Solanum tuberosum) a la creíble importación de otras plantas y semillas. En cualquier caso, en las islas de Gran Canaria, Tenerife, La Gomera y La Palma, los cultivos marginales de plátanos continuaron a lo largo de la Edad Modernal36. En La Gomera, el plátano fue incorporado a las fiestas por el nacimiento de Luis I de Barbón (1707), en la villa capitalina 134 Cristóbal Pérez del Cristo, Excelencias y antigüedades de las siete islas de Canaria, Jerez de la Frontera, Juan Antonio Tarazona, 1679, pp. 75-76. Edición facsínúl: Sanca Cruz de Tenerife, Gobierno de Canarias, 1996, con estudio crítico de Manuel Hernández González. 135 Tomás Arias-Marín de Cubas, Historia de las siete islas de Canaria, Las Palmas, Real Sociedad Económica de Amigos del País, 1986, pp. 220-221. Buenaventura Bonnet, op. cit., 1933, p. 209-nota 5 136 Como se ha señalado en algunas descripciones de carácter local, como por ejemplo Manuel Rodríguez Mesa y Francisco J. Macías Martín, Materiales útiles. 86 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 de San Sebastián, donde se vio «la iglesia al otro día adornada de plátanos con sus racimos; y la procesión acompañada de las confraternidades»m. La identidad de las musáceas no ofrece lugar a dudas, no solo por ser plantas muy conocidas en las islas que poseían una mayor abundancia de recursos hídricos, sino por la propia descripción de Miguel Jorge Montañés: «los arcos de las naves con el suelo de la Y glesia era un paraíso lleno de plátanos con sus racimos a los lados, y alfombrado de flores en los medios»l3B. Viera y Clavijo lo señaló también en el Valle de Hermigua, en la propia isla colombina, cuando afirmó que, «en lo antiguo, hubo hazas de cañas de azúcar y dos ingenios; hoy solo quedan los vestigios». En el Valle de Santiago subsistían ñames y manantiales de abundantes aguas. El topónimo de uno de los pagos lo dice todo: Valle de la Negra, se trataba de un barranco «revestido de platanales y de iñames» (Dioscoreácea). También se refirió en estos términos a Los Sauces (La Palma), «es lugar alegre, de buen temperamento, abundante en aguas y frutas, plátanos, dátiles, limones. Hay ingenio de azúcar»J39, En Tenerife, el potente ingenio de Taganana había operado con técnicos portugueses, asalariados libres y esclavos desde principios del siglo XVI, y otro tanto cabría afirmar de los fértiles terrenos del Valle de La Datos para la historia de su aprovechamiento en la agricultura, el comercio y las artes de Tenerife durante los siglos XV-XVIII, La Laguna, RSEAPT, 2012, p. 144. 137 José de Viera y C!avijo, Noticias de la historia general de las islas de Canaria, Madrid, Bias Román, 1776, Ill, pp. 66-67. 138 Pablo Jerez Sabater, «Arte y monarquía en La Gomera en 1707: la fiesta por el nacimiento de Luis I de Borbón», Revista de Historia Canaria, nº 192, Universidad de La Laguna, 2010, p. 144. 139 José de Viera y Clavijo, op. cit., 1776, 111, pp. 91, 93,498. 87 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Orotaval40, Desde fechas tan tempranas se documentan huertas anexas a las instalaciones de los ingenios, dedicadas al cultivo de hortalizas y árboles frutales, cuya producción se utilizaba para el abastecimiento doméstico. Un inventario de la hacienda de Pedro de Lugo, en 1527, señalaba que «la huerta está a las espaldas del ingenio»l41, Al comentar un instrumento de donación de un molino por María de las Cuevas, mujer de Juan Benítez, a su nieto Juan Benítez de las Cuevas, según un protocolo de 1547, el cronista José de Anchieta y Alarcón (1705- 1767), se refirió al paisaje geográfico y humano de La Orotava de su tiempo. Describió la localización del molino, ya desaparecido en su época por obra de los jesuitas: «este molino estaba en la calle que baja de San Francisco al Colegio y las canales le iban altas», mientras que las aguas habían tenido que ser desviadas a la huerta colindante, en cuyo entorno habían existido también otras edificaciones, como una casa con corredor de balaustres, amplio patio y parral delantero, donde «había muchos plátanos, ñames y huertas»: Allí había muchos plátanos y parrales. Estas casas las desbarató don Francisco de Alfaro y lo hizo puerta. Allí conocí yo a José el mulato, herrero, viviendo y el oficio estaba donde Alfaro tiene la cochera, que por casi la esquina estaba la puerta, que allí hacía como un 140 Benedicta Rivero Suárez, El azúcar en Tenerife: 1496-1550, Santa Cruz de Tenerife, IEC, 1991, pp. 43 y ss., 79 y ss. Ana Viña Brito, «La organización social del trabajo en los ingenios azucareros canarios (siglos XV-XVI)», En la España Medieval, nº 29, Universidad Complutense de Madrid, 2006, pp. 363-364. 141 Benedicta Rivero Suáre,;, op. cit., 1991, pp.126-127, 131. 88 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 recodo el muro para enderezar la calle, y a la vuelta estaba la puerta de la entrada con muchos platanales142. También en la misma zona conoció a Juan Miranda y a su mujer, Catalina, «que era blanca», y aclaró que el marido era «ciriero y negro, muy formal y aseado»143. En su Diario se refirió asimismo al consumo de la fruta, cuando afirmó escuetamente, el 21 de septiembre de 1737, entre otros aspectos de vida cotidiana, «trajeron un racimo de plátanos»l44. La fruta era apreciada, en efecto, como regalo, tal como recoge otro famoso cronista del Setecientos, Lope Antonio de la Guerra y Peña, al describir su formación con los padres agustinos, a cuyo definidor y maestro, fray Pedro Martín, solían regalar por su onomástica «media dozena de plátanos, i otra media de brebas madurada a la mano». También menciona este autor los plátanos entre la flora exótica que crecía en el Jardín de Daute, en tiempos de regocijo con sus amigos de la Tertulia de Nava 145. Justamente Viera describe la misma escena que su compañero de excursión al Norte de Tenerife, en julio de 1765: El 20, por la mañana, se hizo un paseo por el delicioso bosque y jardín que está hacia la parte oriental del palacio. Esta es una obra prima de la naturaleza, 142 José de Anchieta y Alarcón, Citas, ed. crítica de Daniel García Pulido, IV. pp. 54-55 [en prensa]. 143 Ibídem, pp. 55-56. 144 José de Anchieta y Alarcón, Diario, ed. crítica de Daniel García Pulido, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2011, !, p. 184. l45 Lope Antonio de la Guerra y Peña, Memorias, Las Palmas, El Museo Canario, 1951, cuaderno I (1760-1770), pp.18-19, 78. 89 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 dejada de algunos años a esta parte en libertad; y el célebre árbol mamey que le hace centro; las chirimoyas, guayabas y árboles del achote y añil, mezclados con los mirtos, que igualan a los naranjos, laureles, cipreses, plátanos y olivos, ofrecen una risueña perspectiva que encanta. Al pie del mamey, se representó una comedia de Moliere, intitulada El amor médicoI46, Posteriormente, la sorna y la guasa de Viera y de sus amigos de la Tertulia, les lleva a ironizar sobre los enemigos de las ideas ilustradas, mediante la alusión a los conflictos entre hipotéticos reinos, a partir de una noticia presuntamente fechada en el Valle de Igueste, al principiar el mes de agosto: El ministro ordinario de aquella corte, que reside aquí encargado de comprar plátanos y ollas grandes, ha tenido largas conferencias con nuestros republicanos y los ha animado por un discurso bastantemente enérgico y cargado de figuras de retórica de lavaderos a que se declarasen contra la Tertulia e hiciesen una irrupción en sus fronteras, talando con silbos y rebuznos sus mieses y sus bosques y aun mutilándolos a la portuguesa 147• Pero lo cierto es que, a lo largo del siglo XVIII, hay constancia de numerosas compraventas de pequeñas huertas de plátanos y de ñames en Igueste de San Andrés 146 José de Viera y Clavijo, La Tertulia de Nava, edición, introducción y notas de Rafael Padrón Fernández, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2013, p. 137. 147 Ibídem, p. 144. «Mutilar a la portuguesa», probablemente, hacer picadillo. 90 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 (Santa Cruz de Tenerife), un enclave que siempre destacó por este tipo de cultivos, pues, desde allí, no sería muy difícil suministrar frutas y tubérculos al puerto santacrucero y, de hecho, a los buques que hacían escala en sus singladuras atlánticas y que demandaban fruta fresca y agua pura y abundante. Así, por ejemplo, el 5 de febrero de 1701, María de Armas, vecina del Valle de San Andrés, dejó en su testamento, como patrimonio heredado de Mateo Álvarez y Leonor de Armas, sus padres, la «acción y derecho que me tocaren y se partieren con los demás mis hermanos en unas huertas de platanales y patatas con su casa, en que está una higuera delante de ella», entre otros bienesl48. El 3 de agosto de 1744, Josefa González, viuda de Carlos González, vecina de Santa Cruz, vendió a Joseph Fernández Cabeza de Baca, vecino del Valle de San Andrés, ausente en Indias, «un pedasito de viña y plantaneros y un peralito», así como el derecho a dos casillas, en el citado valle, donde llaman la Hoya, «y un pedasillo de tierra calma que está en donde llaman las Tierras y linda dicho pedasito de viña y platanal y una casita por el poniente con viña del propio comprador». La operación ascendió a 180 reales, de los que 170 correspondían al «pedasito de viña, platanal, arbolitos y parte de la casilla»l49. El 20 de octubre de 1744, a su vez, Salvador Rodríguez y Sebastiana de Rojas, marido y mujer, vecinos de Santa Cruz, vendieron a Joseph Morín, «asistente en 148 Archivo Histórico Provincial de Santa Cruz de Tenerife (AHPSCT), Fernández Machado, leg. 1209, cuaderno 1 °. 149 AHPSCT, Vandama, leg. 1684, f. llS. 91 © Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2018 Las Carboneras, es a saver un pedasillo de tierra y manantial de ñames onde llaman los Batanes»l50. Unos años más tarde, el 7 de junio de 1759, los hermanos José Felipe y María del Rosario García, en presencia y con licencia de su padre, Gaspar García, vecinos de Taganana, vendieron en nombre de su madre, Catalina García, ya difunta, «un pedaso de viña vidueño y un pedasillo de tierra de !ñames en el dicho lugar de Taganana donde nombran la Suerte del Molino[ ... ], y el dicho pedasillo de tierra linda por avajo con otra también de !ñames de Manuel Peres»l51 |
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