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INSTITUTO DE ESTUDIOS HISPÁ ICOS E C NARIAS Jaime Ca llo Bravo · Julio Afonsa-CarriUo · Aurel io M rtf11 l ázaro Sánchez-Pin'o · Ju n J sús Co llo 1r vo Ac as e la Semana Homenaje a -elesforo Bravo .. Actas de la Semana de Homenaje a Telesforo Bravo Editado por Julio Afonso-Carrillo INSTITUTO DE ESTUDIOS HISPÁNICOS DE CANARIAS 2006 2 © Los autores © De esta edición: 2006, Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, Diseño de la cubierta: :rec retoque estudio creativo www.retoqueec.com Primera edición: abril 2006 Imprime: Imprenta Atlas El Ramal, 6. 38300 La Orotava Tlf/Fax: 922 334 395 Depósito Legal: TF 413/2006 ISBN: 84-611-0482-X 3 Presentación La semana de conferencias organizada por el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias entre el 21 y el 25 de noviembre de 2005 fue concebida con el propósito de rendir un merecido homenaje a Telesforo Bravo, desde una institución a la que estuvo vinculado desde el momento de su creación. En el texto con que se presentaba el ciclo de conferencias se apuntaba que muchas cosas se han dicho de Telesforo, pero que otras muchas todavía quedan por decir puesto que su dimensión humana y científica se va enriqueciendo a medida que se van colocando en el lugar que corresponde todas las piezas del mosaico que fue su vida. Telesforo fue un científico, descubridor de fósiles, estudioso del subsuelo y de las aguas subterráneas de las Islas, autor de informes imprescindibles para obtener el preciado líquido en estas áridas tierras, autor de la explicación de la formación del Valle de La Orotava, descubrimiento novedoso en la literatura geológica mundial. Encontró numerosos restos prehispánicos en casi todas las Islas Canarias, fue un gran viajero y un explorador, de Irán a Venezuela, de Chile a Islandia. Conocía como nadie la geografía de este archipiélago, el vuelo, suelo y subsuelo, su paisaje y paisanaje, de los que era un enamorado. Continuó agrandando sus conocimientos hasta pocos meses antes de su muerte, ya que acompañaba, en calidad de colaborador científico, a la Asociación Viera y Clavijo para la Enseñanza de las Ciencias en sus múltiples viajes. Fue maestro y catedrático de universidad, conferenciante en decenas de instituciones culturales y educativas en las siete Islas Canarias, la Península o el extranjero. El salón de actos del IEHC, fue una tribuna habitual para la palabra de Telesforo y para las maravillosas imágenes que año tras año capturó su máquina fotográfica, y le permitían denunciar la profunda degradación que estaba padeciendo el medio natural canario. Recibió en sus últimos años premios y distinciones y el reconocimiento de sus paisanos, y así se le concedió el Premio Canarias, el Premio César Manrique de Medio Ambiente y el Teide de Oro, y se le nombró Hijo Predilecto de Tenerife, otorgándosele la Medalla de Oro de Puerto de la Cruz a título póstumo. 4 Perteneció a numerosísimas instituciones culturales y sociales, algunas de ellas como socio de honor. Entre ellas, figura el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias de su Puerto de la Cruz natal, organizador de este homenaje. Telesforo Bravo ocupó la Vicepresidencia de Relaciones Científicas desde 1980 hasta su fallecimiento en 2002. Fue durante ese periodo en el que dirigió once ciclos (Semanas Científicas) que llevaron inicialmente el nombre de “Flora y Fauna en América y Canarias”, y que en los últimos ciclos se amplió incluyendo la Geología. Con la organización de la Semana Homenaje el IEHC quería rendir un modesto pero sentido tributo a Telesforo Bravo, recuperando el espíritu de aquellas exitosas Semanas y el de su director, y para ello proponía hacer algo con lo que Telesforo disfrutaba: comunicar conocimientos y compartir saberes, desde una tribuna que ocupó durante varias décadas, el salón de actos de nuestro Instituto. La semana de homenaje a Telesforo cubrió las expectativas de los organizadores, y durante una semana, el espíritu divulgador y el rigor científico del que hacia gala Telesforo volvió a envolver todos los rincones del IEHC. Una vez más, las limitadas dimensiones de nuestro salón de actos resultaron pequeñas para acoger cómodamente al elevado número de personas que asistieron a las conferencias. En el acto inaugural del lunes 21 se presentaron las jornadas y se iniciaron las sesiones, que en horario de 19.00 a 21.00 horas, se desarrollaron acorde con el siguiente programa de conferencias: Lunes, 21 noviembre 2005. Jaime Coello Bravo: El hombre que hablaba con las piedras. Una visión de la vida de Telesforo Bravo”. Martes, 22 noviembre 2005. Julio Afonso Carrillo: “Efectos de la actividad humana sobre las plantas marinas del litoral de Puerto de la Cruz”. Miércoles, 23 noviembre 2005. Aurelio Martín Hidalgo: “D. Telesforo Bravo y la fauna de vertebrados de Canarias”. Jueves, 24 noviembre 2005. Lázaro Sánchez Pinto: “D. Telesforo y la Macaronesia”. Viernes, 25 noviembre 2005. Juan Jesús Coello Bravo: “Cuando las islas se derrumban”. 5 En la presente publicación, se han reunido los contenidos de las conferencias impartidas durante la Semana de Homenaje. Con ello el IEHC pretende dejar testimonio escrito de reconocimiento y agradecimiento hacia un científico excepcional, que ocupa un lugar de honor en la historia de esta Institución. Nicolás Rodríguez Münzenmaier Presidente del IEHC Telesforo Bravo (Puerto de la Cruz 1913 – 2002) 7 ÍNDICE Págs. 1. El hombre que hablaba con las piedras. Una visión de la vida de Telesforo Bravo, por JAIME COELLO BRAVO ............................... 9 – 38 2. Amenazas a la diversidad de plantas marinas por el desarrollo urbano en el litoral: el ejemplo de Puerto de la Cruz, por JULIO AFONSO-CARRILLO ...................................................... 39 – 69 3. Aportaciones de D. Telesforo Bravo al conocimiento de la fauna de vertebrados terrestres de las islas Canarias, por AURELIO MARTÍN .................................................................. 71 – 92 4. Don Telesforo y la Macaronesia, por LÁZARO SÁNCHEZ-PINTO ................................................... 93 – 129 5. Cuando las islas se derrumban. Telesforo Bravo y la teoría de los deslizamientos gravitacionales, por JUAN JESÚS COELLO BRAVO .............................................. 131 – 147 9 Actas de la Semana (21-25 Nov. 2005) Homenaje a Telesforo Bravo Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias 1. El hombre que hablaba con las piedras. Una visión de la vida de Telesforo Bravo Jaime Coello Bravo Licenciado en Derecho y Máster en Política y Gestión Ambiental. Martillo en ristre, sonrisa franca, un golpe a la piedra, el pasado habla. El cabello blanco como las nieves de “Su Teide”, unos ojos niños, pícaros y vivaces, uno azul como el cielo y el mar, el otro marrón, como la tierra, escondidos tras unas gafas de montura metálica dorada. Así era Telesforo al final de sus días, cuando se había convertido en un elemento más de la Naturaleza que tanto amaba y que sabía leer como nadie, con esa mezcla de intuición casi mágica y sentido común tan mundano. Telesforo Bravo (Puerto de la Cruz 1913 – 2002) consagró su vida a la investigación, la docencia y a la divulgación científica y digo consagró, porque para él fueron algo más que un trabajo; constituyeron una auténtica pasión. Pionero en el estudio de los fósiles, estudioso de los restos aborígenes, enamorado y gran conocedor de las plantas, investigador de los subsuelos de las Islas, magnífico geólogo de campo. Introducción Todas estas cosas y muchas más era Telesforo Bravo, que siendo niño fue hechizado por los millones de estrellas que poblaban el cielo del Puerto de la Cruz, por los charcos en los que aprendió a entender y amar a las criaturas del mar, por el eterno amor de la tabaiba y el cardón. Pero tanta era su fascinación, tan poderoso su influjo, que no podía dejar que todo ese torrente de conocimiento y emociones muriera dentro de sí mismo. Así que 10 se dedicó a regalarlos, a manos llenas, como era él, sin guardarse nada, dándolo todo. Ese saber germinó en varias generaciones de canarios, que aprendieron a ver su tierra con otros ojos, que aprendieron a darle valor. Recordar a Telesforo, es recordar la maresía besándonos el rostro en El Penitente, es recordar el Charco de la Soga, La Cueva de Las Palomas, La Laja de la Sal, la antigua Playa de Martiánez, es ver surcar por el cielo estrellado y limpio de Las Cañadas una estrella fugaz, entrando por Boca de Tauce y contemplar como se pierde tras Guajara. Es volver a dormir a la intemperie en Alegranza, Pico Viejo o las Salvajes. Es reírse a carcajadas de sí mismo y no parar de bromear con los demás. Es ponerse serio, entrar en trance y encontrar en un segundo, los restos cientos de años olvidados, por los antiguos pobladores de esta peña. Es preocuparse del miedo de sus paisanos, cuando alguien aventaba el terror al despertar del volcán y transmitir, con la seguridad que da hablar la lengua de las lavas, que si respetamos a la Tierra, la Tierra nos respetará y que debemos aprender a convivir en armonía con ella y con todos los seres que en ella habitan. Recordar a Telesforo, honrarle, es un acto de justicia, olvidar su nombre, es olvidarnos a nosotros mismos, de donde venimos y a donde queremos ir. Recordar a Telesforo, es amar la vida y su sustrato, es querer aprender cada día un poco más, es no dejar de luchar por nuestros sueños, es querer construir un mundo mejor. Breve Biografía de Telesforo Bravo “Rocas y espuma, el eterno poema de las olas. Yo miro esta canción de los siglos” (Telesforo Bravo a su esposa Elena Asunción Bethencourt). Telesforo Bravo Expósito nace en Puerto de la Cruz el 5 de enero de 1913. Su padre es Buenaventura Bravo del Pino y su madre Hilaria Expósito. Es el menor de tres hermanos, tras Hilaria y Buenaventura. Hilaria se casaría con el que fuera Rector de la Universidad de La Laguna, Benito Rodríguez Ríos y Telesforo y él se trataban de “cuñados”. Buenaventura fue durante muchos años maestro en San Sebastián de La Gomera, además de Alcalde de dicha ciudad. Fue un naturalista que atesoró grandes conocimientos sobre todo relativos a las plantas. La infancia de Telesforo transcurrió en el Puerto de la Cruz. Su primer recuerdo según señaló el mismo en el discurso que pronunció con ocasión de la concesión de la distinción de Hijo Predilecto de Tenerife, fue un viaje a Garachico desde el Puerto de la Cruz, en un coche de caballos, un Overland descapotable tirado por “Biscochito”. 11 Autorretrato de Telesforo en los acantilados de Martiánez (años 30). 12 Autorretrato de Telesforo en los acantilados de Martiánez (años 30). 13 También recuerda en ese mismo discurso, como la noche del armisticio, tras haberse firmado el Tratado de Versalles que ponía fin a la Primera Guerra Mundial, mientras la gente lo celebraba en El Puerto de la Cruz con fuegos artificiales, y el niño Telesforo se asomaba a la ventana para verlos, una gallina se comió sus dos dientes de leche que guardaba celosamente para que el Ratoncito Pérez le diera su recompensa. Con siete años en un paseo con su madre entre el Puerto y los Realejos descubre como el paisaje cambia y como incluso el Teide muta sus formas a medida que avanzan. Según parece al niño Telesforo le costó hablar, porque probablemente no encontraba nada interesante que decir, según decía él mismo. Le encantaba además cuando era niño perderse, esconderse y observar, de tal modo que a veces era difícil encontrarle. En una ocasión se pasó casi un día entero oculto en un baúl. Telesforo es criado en un ambiente marinero ya que su padre es patrón de un barco de cabotaje que hace la ruta Santa Cruz de Tenerife – Santa Cruz de La Palma pasando por Garachico, lugar del que era originario. Buenaventura, el padre de Telesforo, era una persona extrema-damente inquieta. Participa desde su juventud en los alumbramientos de aguas subterráneas, como un pozo en el barranco de San Felipe, teniendo participaciones en varias galerías y pozos. Esto marcó la vida del joven Telesforo, porque con su padre viaja a otras islas y queda fascinado por el ambiente marino y por la experiencia del viaje. En las galerías descubre un mundo nuevo, subterráneo al que pocos tienen acceso y que llegaría a conocer como nadie. Sus primeros años los pasa en una casa de la Calle La Marina, anexa a unas dependencias donde su padre tiene un almacén de productos para barcos. Posteriormente, la familia se traslada a la calle de La Hoya. La casa de la calle de La Hoya será su trampolín hacia lo que se convertiría en su primer “laboratorio al aire libre”, Martiánez, la playa y los acantilados, sus cuevas y su fuente. Telesforo y Buenaventura comparten cuarto en la azotea y desde allí ven atardecer y amanecer sobre Martiánez y observan como el mar pasa de una relativa calma, a temporal desatado. Observan a los cernícalos acechando a sus presas sobre los llanos de Martiánez y a las hojas de las plataneras mecerse con el alisio del estío. Telesforo estuvo ininterrumpidamente más de veinte años recorriendo los mil recovecos de Martiánez, diseccionando sus “entrañas”, con lluvia y con sol, con viento o con calma chicha, todos los días del año. Se sube a La Carpeta y se lanza desde ella. Entra con su yola a la Cueva de Las Palomas. Estudia la vida marina en los charcos. Encuentra restos aborígenes en las cuevas. Fotografía mil rincones, se autorretrata, retrata a sus compañeros y compañeras de andanzas. Esos años le regalaron a Telesforo un físico privilegiado, que unido a sus escaladas, posiciones imposibles en el acantilado y saltos desde él al mar, hicieron que muchos de 14 sus convecinos le consideraran un loco y le regalaran el apodo de “El Tarzán de Martiánez”. Para los ratos que pasan en casa, Buenaventura, empeñado en estimular también su creatividad y darles un oficio si un día les hace falta, monta un pequeño taller de ebanistería para los dos hermanos en el sótano de la casa. Telesforo, apasionado del mundo egipcio y mesopotámico encuentra en ellos, motivo de inspiración y los plasma en muebles, en pequeños joyeros y cajas etc. También hace tallas sobre motivos religiosos, como querubines y ángeles, alguno de los cuales recordaba él que se encontraba en una Iglesia del Valle de La Orotava. Telesforo hace sus estudios primarios en El Puerto de la Cruz y su bachillerato en Ciencias en el Instituto de Canarias de La Laguna. La estrechez económica de la época, hace que los dos hermanos Bravo comiencen a estudiar juntos Magisterio en la Escuela Normal de Magisterio de La Laguna. A Telesforo le hubiera gustado estudiar entonces Ciencias Naturales, pero la familia no tenía recursos suficientes para enviarlo a la Península. Telesforo termina la carrera con veintidós años y ocupa su primera plaza como profesor en Santa Cruz de Tenerife. En 1936 la guerra le sorprende y trastoca su vida y sus planes, como los de sus paisanos. Después del alzamiento es movilizado y hasta 1938 su misión es enseñar a leer y a escribir a reclutas en Hoya Fría. En 1938 es destinado al frente de Madrid y allí permanecerá hasta el final de la guerra en 1939. En el Ejército llegó a ocupar el grado de teniente. Nunca fue amigo Telesforo de comentar sus experiencias en la guerra. No era un abuelo amigo de contar “batallitas”. En todo el tiempo que pasé con él solo contó algunas anécdotas. Tres de ellas me impactaron especialmente. La primera, cuando llegó al frente. No había uniformes de su talla y le dieron un mono de color verde, sin mostrar graduación de ningún tipo. Telesforo, poco amigo de disciplinas y saludos castrenses, se sintió muy cómodo con esa indumentaria ya que todo el mundo le confundía con un mecánico. Sin embargo, en una reunión a la que le ordenaron acudir, un oficial de mayor graduación preguntó que hacía allí ese mecánico. Al responderle alguien que era un teniente ordenó remover Roma con Santiago para conseguir un uniforme de su talla. Así terminaron los días anárquicos de Telesforo en el frente de Madrid en plena guerra. Otra de la que hablaba especialmente dolido, era cuando les obligaban a escuchar Misa sometidos a la artillería enemiga. Telesforo afirmaba que veían ver volar los obuses sobre sus cabezas o quedándose a pocos metros mientras debían permanecer de rodillas. La última se refiere a una ocasión en la que los terrenos que ocupaban se inundaron. Tuvieron que subirse a los árboles para evitar ser arrastrados por las aguas. Cuando éstas comenzaron a bajar, discutieron entre ellos quien debía ir al centro de mando a pedir órdenes. Resultó que el 15 Erick ‘el francés’ (con boina), Telesforo y Buenaventura Bravo, y una persona no identificada en Martiánez por los años 30 (arriba). Telesforo, Buenaventura Bravo y una persona no identificada, en un barranco de La Gomera, hacia 1935 (abajo). 16 Telesforo y Buenaventura Bravo con persona no identificada (años 30). 17 único que sabía nadar era Telesforo, así que le tocó a él. Cuando llegó a su destino le dieron unas órdenes claras: “deben mantener la posición”. Así que tuvieron que permanecer aún varias horas más subidos a los árboles. Al bajar descubrieron que algunos soldados del otro bando estaban haciendo lo propio en una arboleda no muy lejana y en un momento donde primó la razón, de los que a veces se dan en las absurdas guerras, se reunieron y charlaron como amigos, como compatriotas que eran. Al terminar la guerra, en 1939, cuando Telesforo tiene 26 años sucede un acontecimiento que va a condicionar su trayectoria académica y profesional posterior. Ese año encuentra unos restos óseos en la Ladera de Martiánez que se parecen a unos encontrados por su padre hace años en el Barranco de San Felipe y que Telesforo recuerda que están almacenados en unas cajas en el sótano de su casa. Su padre piensa que son de cabras o de otro mamífero, pero Telesforo sospecha que se trata de algo distinto. Por mediación del Doctor Maynar de la Universidad de La Laguna, que fue Catedrático de Geología en dicha Universidad, contacta con un profesor cántabro, el Doctor Llarena, que da clases en la Universidad de Frankfurt Am Main, en Alemania. En esa Universidad enseña un gran especialista en fósiles, el Dr. Mertens. Telesforo le envía los restos a Llarena que a su vez se los confía a Mertens para que los estudie y espera contestación. La única que obtiene es la de Llarena pidiéndole más restos. Años más tarde se encuentra con que Mertens, sin haber pisado ni una vez Tenerife se apropia del descubrimiento, describiendo una nueva especie de Lagarto Gigante, ya extinguido, a la que denomina Lacerta gallotia goliath. Esto enfurece a Telesforo, que se siente engañado, traicionado en su buena fe. Decide entonces adquirir los conocimientos suficientes que le permitan hacer sus propias investigaciones sin tener que lidiar con más “carroñeros científicos” Pero ese año sucede otro hecho feliz en la vida de Telesforo, además del final de la guerra: se casa con Elena Asunción Bethencourt o con Asunción como la llamaba él, que será su alter ego en tantas aventuras. Asunción ya había sido compañera de andanzas en su “primer laboratorio”, pero a lo largo de los años le acompañará en muchos más. Son innumerables los viajes que hace con él, desde Irán, hasta Islandia, desde Trujillo a Las Cañadas. Asunción es una persona dotada de una inteligencia y una memoria extraordinarias. Luchando contra el sexismo imperante en la época, obtiene el número uno en las oposiciones regionales para ocupar plaza de maestro. Sería durante muchos años directora de diferentes centros docentes, desde el Puerto de la Cruz a Adeje, pasando por Santa Cruz de Tenerife y Lomo Apolinario en Gran Canaria. Al regresar Telesforo desde Irán, abandonaría sus responsabilidades docentes y dedicaría por completo su vida a su familia. Pero como sus inquietudes no desaparecían y quería compartir más tiempo con Telesforo, cuando ya tiene más de sesenta años comienza y termina la 18 carrera de Geografía e Historia, para ayudar a su marido en sus investigaciones. Asunción escribe en colaboración una guía explicativa sobre la Geografía de Canarias escrita por Telesforo, que fuera más accesible a turistas y público en general. Sin duda Asunción fue el anclaje de Telesforo a la tierra, su mayor apoyo, su compañera y amiga de toda la vida. Hasta 1945 Telesforo sigue movilizado, sirviendo durante esos seis años en Automovilismo. Como él mismo confesaría, ese período de su vida en el que la movilización forzosa le apartó temporalmente de sus sueños, se hizo interminable. Además duerme muchos días en el cuartel mientras su familia está en Adeje o en Santa Cruz. Sin embargo durante ese período amargo, Telesforo no pierde interés por sus grandes pasiones. Así “mata el gusanillo”, descolgándose cuando tiene oportunidad, por los acantilados de la Quinta en Santa Úrsula, usando las redes de la batería de costa, en busca de restos aborígenes y fósiles. Finalmente el 21 de diciembre de 1945, obtiene la licencia tras haber pasado nueve años en el ejército, rechazando la oferta de continuar la carrera militar lo que le hubiera costeado los estudios. Telesforo según decía, había tenido ya suficiente disciplina castrense. A mediados de los años cuarenta nacen también los dos hijos del matrimonio, Jesús que se convertiría años más tarde en geólogo y profesor de la Universidad de La Laguna y Lourdes que se casaría con Juan Coello el gran colaborador científico de Telesforo. En 1946 una beca del Cabildo de Tenerife y el apoyo de su mujer le permiten cumplir su gran sueño: trasladarse a Madrid y comenzar la carrera de Ciencias Naturales. Asunción permanece en Canarias continuando su periplo por las Islas. Los años en el Madrid de la posguerra son duros y escasea la comida. En la capital comparte piso, entre otros con Don Enrique Talg, que recuerda que ambos debían compartir traje, puesto que sólo uno de los dos tenía. Telesforo obtiene excelentes resultados académicos y cuando finaliza la carrera se especializa en Geología e Hidrología. Durante los años siguientes hace los cursos de doctorado que finaliza en 1953. Telesforo ve entonces más cerca su anhelo de convertirse en Doctor y se gana la admiración de compañeros y profesores. Sin embargo, diversas vicisitudes académicas relacionadas con la política universitaria le impiden leer la tesis lo que supone un duro revés para Telesforo. En 1954 entiende que su carrera en Madrid ha llegado a una vía muerta, así que regresa a Canarias para ocupar el cargo de asesor técnico del Museo Canario para el que realiza varias campañas arqueológicas que resultarían muy fructíferas, con el que se convertiría en su buen amigo Pepito Naranjo. Además, colabora en las investigaciones del geólogo finlandés Hans Hausen que se encuentra en ese período en Gran Canaria. 19 Telesforo Bravo y Erick ‘el francés’ en la playa de Martiánez. Años 30. 20 Autorretrato de Telesforo Bravo por los años 30 (arriba). Excursión por las costas del Valle de La Orotava (abajo). 21 Debido a las grandes limitaciones físicas de Hausen, es Telesforo el que le hace prácticamente todo el trabajo de campo, colaborando también posteriormente en la elaboración de los resultados con una continua y rica correspondencia. Esta experiencia supondría una nueva decepción para Telesforo ya que Hausen nunca reconocería la importancia de su colaboración. En 1956, Telesforo, cuyo currículo académico y su reputación no han pasado desapercibidos en círculos académicos y profesionales, es llamado a Madrid por Arquitectos e Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos para realizar investigaciones hidrogeológicas en los terrenos de las Bases Americanas en España y sus aledaños. Su primer trabajo lo realiza en un lugar conocido como “Los Ojos de San Jorge”, cerca de la Base Área de los Llanos, en Albacete. Su contrato es de ocho días y cobra 2.400 pesetas. Posteriormente realizaría otros trabajos hidrogeológicos o lo largo y ancho de la geografía peninsular en los acuartelamientos estadounidenses, bastante numerosos en aquella época. De estos trabajos muchas veces se beneficiaban las poblaciones colindantes. Cabe citar como anécdota, que Telesforo recordaba los pozos de abastecimiento de agua que existían antiguamente en pleno Paseo de Las Castellana, antes de la expansión de Madrid hacia ese lugar. Al año siguiente, a Telesforo, que se ha ganado la consideración de los técnicos estadounidenses, le proponen una empresa más arriesgada pero muy atractiva profesionalmente. “Ammann & Whitney”, empresa de arquitectura e ingeniería del país de las barras y estrellas fundada en 1946, y que a lo largo de los años ha participado en proyectos tan importantes como la restauración del Capitolio en Washington, los edificios Philarmonic Hall, Repertory Theater y Opera House del Lincoln Center de Nueva York, la terminal de la TWA del aeropuerto JFK de la misma ciudad, el George Washington Bridge también en Nueva York, y finalmente, el Auditorio de Pittsburg, y que desde hace más de cincuenta años ha sido adjudicataria frecuente de proyectos del Ejército de los Estados Unidos, le ofrece un contrato como Geólogo para trabajar en el “Iran Road Project” (Proyecto de Carreteras de Irán, país conocido en aquel entonces como Persia). La Segunda Guerra Mundial ha terminado y Estados Unidos y la Unión Soviética están en plena Guerra Fría. En 1950 accede al poder en Irán, Mohamed Mossadeq. En Abril de 1951 a propuesta de éste, el Parlamento iraní vota la nacionalización de la industria petrolera y la compañía Anglo- Iraní de petróleos se ve obligada a abandonar sus operaciones, y como resultado Gran Bretaña boicotea la compra de petróleo iraní. En ese momento comienza una lucha de poder entre el Sha y Mossadeq que culminaría el 22 de agosto de 1953 con el derrocamiento del segundo en un golpe de Estado perpetrado por el general Fazlollah Zahedi, con el apoyo de la CIA. Los Estados Unidos están muy interesados en las reservas petrolíferas y en la importancia geoestratégica de Irán. 22 El Sha al acceder al poder, coloca rápidamente al país en la órbita del Bloque del Oeste. Persia tenía una amplia frontera con la U.R.S.S. y los estadounidenses no querían que se produjera una invasión soviética, que dejaría a los aliados desprotegidos y les privaría de una importante fuente de petróleo. Por todo ello, se consideraba un objetivo estratégico mejorar la red de comunicaciones y en concreto de carreteras del país. Telesforo Bravo es contratado por 450 $ al mes y en las estipulaciones del contrato figura que debe trabajar seis días y 48 horas a la semana. En Irán, Telesforo recorre las estepas a pie, a caballo o en camello. Busca las mejoras localizaciones para las carreteras y señala nuevos pozos de agua para los trabajadores que luego serán aprovechados por la población local. Con su guía, un armenio llamado Simon Sarkissian, hace una gran amistad. A veces las condiciones de trabajo son penosas y las epidemias son frecuentes. En una de ellas fallecen varios trabajadores estadounidenses más acostumbrados a la asepsia. Como geólogo a cargo del proyecto, a veces se tiene que internar con Sarkissian en zonas totalmente aisladas donde la autoridad del Gobierno no existe. En ocasiones se ve obligado a negociar los derechos de paso con los notables de las aldeas o incluso con bandas de salteadores que controlan algunos territorios. A Telesforo le fascina lo agreste del paisaje, la belleza dura de esos territorios vírgenes y le impresiona la sencillez y hospitalidad de unas gentes herederas de una de las más antiguas civilizaciones de la Humanidad. Además, queda impresionado con una manera iraní de obtener y distribuir las aguas subterráneas, los “Ghanats”, que son sistemas de irrigación mediante túneles subterráneos, que los locales llevan incontables años realizando. Telesforo se hace inmediatamente con los secretos de su construcción y localiza los mejores estratos para excavar en ellos los túneles. Su pericia es incluso reconocida por la Revista de los Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos que menciona su trabajo en un Ghanat en el Kurdistán Iraní, en un reportaje. Sin embargo, las condiciones del trabajo son muy duras y la familia está muy lejos. Asunción está sacando adelante a la familia en solitario y durante su visita a Telesforo en Irán acuerdan su regreso. Las condiciones académicas se han normalizado en Madrid y Bravo puede regresar a leer su Tesis. En diciembre de 1959 se despide de Irán y de “Ammann & Whithnney” que le ha arrancado la promesa de considerar al menos, ofertas de trabajo futuras. En años sucesivos recibe ofertas muy suculentas de otras dos compañías de ingeniería estadounidenses para realizar trabajos en el Magreb y Oriente Medio: “Frank E. Basil” y “Ralph Parsons”, pero las rechaza porque su vida está ya encaminada hacia la docencia. En 1960 lee su tesis en Madrid sobre la Geología de La Gomera obteniendo el Premio Extraordinario. A continuación regresa a Tenerife para 23 ocupar la Dirección del Museo de Ciencias Naturales. En este mismo año elabora un extenso informe sobre el problema del agua en Lanzarote que padece una severísima sequía. Telesforo con el uniforme del Ejército durante la Guerra Civil. 24 Bravo subido a una roca frente a ‘su Teide’. 25 Además, también en el año 1960 se convierte en profesor asociado interino de la Universidad de La Laguna. Sería el comienzo de su actividad docente en esa Universidad, en la que ocuparía además los cargos de Decano y Vicedecano de la Facultad de Ciencias. Telesforo transmite en las aulas laguneras sus conocimientos a muchísimas generaciones de canarios que estudian Farmacia, Biología, Geografía, Matemáticas, Magisterio, Medicina, Geografía e Historia etc. A ningún alumno deja indiferente. Acompañado en sus primeros años de sus inseparables pipas, a las que cambia su aromático tabaco holandés durante la clase, Telesforo desvela los secretos de la Gea y de la Naturaleza de Canarias a sus alumnos. Muchos de ellos han confesado que su visión de las Islas y de su entorno, cambió radicalmente tras sus clases y que fue Telesforo el que les enseñó a amar la Naturaleza. Para culminar ese fructífero año se convierte en miembro del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, en su ciudad natal de Puerto de la Cruz. En los primeros años de la década de los sesenta y en colaboración con esta institución comenzará una de las actividades más duraderas que Telesforo realizará a lo largo de su carrera y que realizaba con mayor satisfacción. Comienza a impartir la docencia en el Curso de Español para Extranjeros que organiza el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias y La Universidad de La Laguna. Esta actividad sólo cesará tras su fallecimiento en 2002. Durante cerca de cuarenta años Telesforo acompañará a numerosos grupos de extranjeros a excursiones por diferentes lugares de las islas y disertará sobre su visión del archipiélago acompañado de una selección de su extensa colección de diapositivas. Su intención es presentar las islas tal y como son, lejos de tópicos y estereotipos. También a comienzos de los años 60 elabora un estudio sobre la situación de los acuíferos del Valle de La Orotava denunciando su creciente contaminación y alertando a los tres ayuntamientos del Valle sobre la necesidad de tomar medidas al respecto. Su voz autorizada fue desoída durante cerca de cuarenta años por las autoridades competentes. Así mismo, en esta década hace sonar la voz de alarma ante las emanaciones de gases en las galerías que pueden tener consecuencias fatales para el ser humano. En 1962 publica una obra que se convertiría en pionera, “El Circo de Las Cañadas y sus dependencias”. En ella Telesforo formula una hipótesis sobre la formación de Las Cañadas del Teide y los Valles de La Orotava, Güímar e Icod. Telesforo cree que el Circo de las Cañadas y los Valles, se han formado por un mecanismo que él denomina “avalancha” término precursor de “deslizamiento gravitacional”y que es la primera vez que se utiliza en la literatura geológica mundial. Esta teoría es rechazada por la mayor parte de la comunidad científica que realiza sus investigaciones en las islas Canarias. 26 Con el transcurso del tiempo sólo su gran colaborador científico Juan Coello, su hijo Jesús Bravo, el geólogo J. M. Navarro y el geógrafo Eustaquio Villalba van a apoyar estas tesis. Tendrán que pasar de nuevo cuarenta años, para que un buque oceanográfico británico encuentre los restos de estos grandes deslizamientos frente a las costas de Tenerife. Es precisamente Las Cañadas y El Teide otro de sus “laboratorios al aire libre” a los que Telesforo acude con muchísima frecuencia en su Land- Rover. Durante muchos años, Telesforo recorre a pie, la mayor parte de las veces en solitario, Las Cañadas de norte a sur, de sur a norte, de día y de noche. En él realiza investigaciones geológicas, encuentra restos aborígenes con su amigo Celestino González. Sube al Teide o a Pico Viejo con la Peña Baeza de sus amigos Luis Espinosa e Imeldo Bello. Enamorado del cielo estrellado, pasa numerosísimas noches “al raso” con la única protección de un saco de dormir, observando las constelaciones, descubriendo nebulosas, siguiendo el recorrido de los satélites artificiales. Su relación con Las Cañadas llega a ser tan familiar que crea su propia toponimia y en algunas ocasiones siente y escribe que él mismo es parte del paisaje volcánico que le rodea, que las Montañas y los Roques y todo lo que observa es “suyo”. En 1963 participa activamente en la Organización del V Congreso Panafricano de Historia y Prehistoria del Cuaternario junto con Luis Diego Cuscoy. En el año 1964 realiza una expedición científica a Lanzarote y conoce a César Manrique con el que visita varios lugares de la isla. Telesforo enseña a César sitios que el propio artista desconoce y entre científico y artista se crea un diálogo, de Naturaleza a Arte, de Arte a Naturaleza, de Arte en La Naturaleza. Sin embargo, Telesforo siempre defendió en vida que no había nada más bello que lo que la Naturaleza había tardado millones de años en modelar. En 1966 obtiene por oposición la Cátedra de Geología de la Universidad de La Laguna convirtiéndose en Catedrático de Petrología y Geoquímica. Telesforo siempre mantuvo que él no tenía aspiraciones para convertirse en catedrático sino que “le empujaron” a hacerlo desde diferentes ámbitos académicos. Este año es también importante en su trayectoria científica porque en él formará un binomio científico que aportará grandes progresos al conocimiento geológico de las islas Canarias. Es el que forma con su yerno Juan Coello. Este geólogo, nacido en Madrid de padre canario, apoyará y redefinirá las tesis de Telesforo sobre las “avalanchas”, dotándolas de mayor consistencia científica. Durante casi cuarenta años, acompañará a Telesforo en sus viajes por Canarias y el extranjero y realizará con él una investigación minuciosa y exhaustiva de las galerías y pozos de Tenerife, La Palma, El Hierro y Gran Canaria, en su doble vertiente geológica e hidrogeológica. Su aportación al conocimiento de los subsuelos de las islas Canarias es pionera y única y dio lugar a numerosas explicaciones sobre diferentes estructuras de las islas. A ellos se debe el descubrimiento de un 27 Barranco en La Gomera hacia 1935 (arriba). Excursión a Las Cañadas con grupo (abajo). 28 Telesforo y Buenaventura Bravo con acompañantes no identificados en una excursión en coche. 29 importante acuífero en La Palma que fue bautizado “COEBRA”, utilizando las tres primeras letras de los primeros apellidos de sus descubridores. Y con su mujer Asunción, su hija Lourdes, Juan Coello, su hijo Jesús y sus nietos, funda lo que él llamaba su “Universidad”, ya que su casa ofrecía a aquellos el ambiente, los medios y la tranquilidad necesaria para estudiar, investigar y compartir conocimientos sobre los más variados ámbitos del saber. En las reuniones familiares en las que estaba presente Telesforo, nunca faltaba un debate que él observaba con esa sonrisa socarrona tan suya. Telesforo intervenía para acotar, para precisar o para soltar alguna de sus frecuentes bromas. En 1967 se celebra en el Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria, la I Reunión del Grupo Español de Petrología, estando presente Telesforo Bravo. En esa reunión se acuerda la creación de un Instituto de Estudios Geológicos en las islas Canarias con diferentes secciones (Petrología, Vulcanología etc.) Es el primer antecedente del intento de creación de un Instituto Vulcanológico en Canarias, auténtica obsesión y sueño de Telesforo Bravo, durante los años que realiza investigaciones científicas en las islas. En esa reunión además, a Telesforo le encomiendan que haga de enlace y realice el seguimiento de las investigaciones de todo geólogo extranjero en las islas Canarias e informe de las mismas al Grupo. También en 1967 acude a la Asamblea de La Unión Internacional de Geología en Suiza, encomendado por el Grupo Español de Petrología. Durante ese Congreso establecerá numerosos contactos con instituciones internacionales y con investigadores de otros países. En 1968 el concurso de Telesforo es fundamental para que se celebre en Tenerife el Congreso Internacional de Vulcanología al que acuden ponentes de todo el mundo y que reivindica que Canarias es un territorio de importancia mundial para las investigaciones geológicas. Mil novecientos sesenta y ocho es también el año en que Telesforo hace el primero de sus tres viajes a Las Salvajes. Salen desde La Graciosa en un barco que se llama “El Graciosero”. Son Telesforo, Sventenius, Juan Coello, Celestino González y Emilio González Reimers. En años posteriores haría dos viajes más con Juan Coello y con personal del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife. En 1970 Telesforo es nombrado miembro del Patronato de los Parques Nacionales del Teide y de Garajonay, por el Ministerio de Educación y Ciencia, pasando a ser luego representante del Ministerio de Cultura. Nunca cesó en su cargo y continuó acudiendo a las reuniones, ya fuera en Santa Cruz de Tenerife o en La Gomera, hasta el final de sus días. En estas sesiones, Telesforo se hizo famoso por aportar grandes dotes de serenidad y sosiego, además de soluciones técnicas impecables, durante el debate de las cuestiones especialmente espinosas. 30 En 1971 se produce la erupción del Teneguía y Telesforo es el primer geólogo en acudir sobre el terreno. Su intervención es fundamental para apaciguar los ánimos, tranquilizar a la población y convencerla de que no se trata de una erupción peligrosa. Telesforo desempeña un papel fundamental en la elección del nombre de este volcán. Según parece, se discutió si se debía poner al volcán el nombre del santoral, correspondiente al día que entró en erupción, como ya se había hecho con otros volcanes de La Palma anteriormente. El geólogo Alfredo Hernández-Pacheco, enemigo de esta solución, le pidió a Telesforo que le trajera un mapa, para buscar un topónimo de algún elemento cercano. Telesforo encontró uno que le gustó: “Teneguía”, y los dos acordaron llamarlo así. Horas más tarde, cuando era entrevistado por el periódico “La Tarde” Bravo habla de la erupción del volcán “Teneguía”. Ante las preguntas de los sorprendidos periodistas que es la primera vez que oyen este nombre, Telesforo dice que lo eligió “porque era muy guanche y muy bonito”, lo cual hirió algunas susceptibilidades. Al año siguiente, se inicia su periplo por otros territorios de la Macaronesia realizando un viaje a Madeira. En 1973, Telesforo participa en la Primera reunión de la ponencia para formular un proyecto que creara un Instituto Vulcanológico en Canarias. Este fue siempre uno de los grandes sueños de Telesforo, la creación de un Instituto que se convirtiera en referencia internacional sobre la investigación vulcanológica, donde se formaran además jóvenes investigadores y que tuviera autonomía científica con respecto a Madrid. Participan la Universidad Complutense de Madrid, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la Universidad de La Laguna y el Cabildo de Tenerife. A Telesforo y a Juan Coello les encomiendan contactar con las instituciones locales y obtener la financiación necesaria para la creación del Instituto. No es necesario explicar que este Instituto nunca se llegó a crear por razones múltiples que podrían dar lugar a un estudio individualizado. En 1974 Telesforo reanuda sus actividades internacionales. Salta “el Charco” por primera vez y acude en Santiago de Chile al Congreso Internacional de Vulcanología, y además, en el marco de la Cooperación Internacional Española gestionada por aquel entonces por el Instituto de la Cultura Hispánica, realiza investigaciones hidrogeológicas en el Norte de Chile, en concreto en Antofagasta y Coquimbo, en colaboración con La Universidad del Norte de Chile. Telesforo queda fascinado por la belleza agreste y salvaje del desierto de Atacama y por el paisaje mágico del Tatio. Telesforo inmortalizó con su inseparable cámara, bellas estampas de este árido lugar. Al año siguiente, elabora un informe hidrogeológico sobre la isla de La Gomera. También en 1975, viaja a Venezuela donde da una conferencia en el Hogar Canario de Caracas y realiza un Estudio Hidrogeológico sobre Isla Margarita. Como todo buen geólogo, regresa con numerosas muestras de 31 rocas en el equipaje y su martillo Stenway un poquito más viejo y con más cicatrices. En estos años participa además en el Proyecto Canarias SPA 15 sobre el estudio del agua en las islas Canarias. En 1976, a petición del Ayuntamiento de Puerto de la Cruz, elabora un informe muy importante sobre el acantilado de Martiánez donde avisa de la inminencia de que se produzcan desprendimientos de grandes rocas. Esta vez su dictamen sí fue escuchado con rapidez. De 1980 a 1984 ocupa la Presidencia de la Sección de Vulcanología y Química del Interior de la Tierra de la Comisión Nacional de Geodesia y Geofísica. También en 1980 es elegido Vicepresidente de Relaciones Científicas del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, cargo que ocuparía hasta su fallecimiento. En ese período dirigió la celebración de once ciclos (Semanas Científicas), que llevaron inicialmente el nombre de “Flora y Fauna en América y Canarias”, y que en los últimos ciclos se amplió incluyendo la Geología. En 1982 acude con Juan Coello al Congreso Internacional de Vulcanología en Islandia y al año siguiente, cuando cumple setenta años, se ve obligado a jubilarse de la Cátedra de Geología de la Universidad de La Laguna, pero no de su actividad docente e investigadora que compatibiliza con el estudio de las aguas subterráneas. En lo que resta de la década de los ochenta y la de los noventa Telesforo, se prodiga dando numerosas charlas y conferencias por toda Canarias e incluso fuera de ellas, en colegios, centros culturales e instituciones de todo tipo, desde un Centro Cultural de Gran Tarajal hasta la Universidad Autónoma de Barcelona, y se convierte en asiduo, como profesor, de los viajes que organiza la Asociación Viera y Clavijo para la Enseñanza de Las Ciencias. En esos viajes, imparte su magisterio a enseñantes de todas las Islas y aprovecha para fotografiar de nuevo paisajes insulares, que un día ya fueron presa de su objetivo. En 1998 viaja con esta Asociación a Cabo Verde, y en el año 2000 a Azores. Tras su jubilación, Telesforo no pierde esa curiosidad universal que le caracterizaba y estos dos viajes, además de suponer varios miles de diapositivas, le abren un millón de nuevas ventanas, de nuevos temas sobre los que profundizar y conocer. En los últimos años de su vida, Bravo descubre el ordenador e Internet. Se convierte en un agudo observador de la realidad cotidiana y utiliza los nuevos medios informáticos para escribir el que sería su último trabajo “Tarjeta de Identidad de La Naturaleza de Gran Canaria” para el Museo Canario, en el Centenario del Doctor Chil y Naranjo. En numerosas ocasiones expresó su deseo de vivir más de cien años y en el discurso de aceptación de Hijo Predilecto de la Isla, transmitió su anhelo por seguir aprendiendo, por seguir descubriendo algo nuevo día tras día. No tuvo nunca 32 una palabra para hablar del ocaso de su vida, ni la merma de sus facultades fue nunca apreciable. A lo largo de los años Telesforo colaboró y mantuvo una fecunda correspondencia con científicos de Universidades de todo el mundo como Hamburgo, Liverpool University College, Newcastle Upon Tyne, Indonesia, Tokio, Nueva Inglaterra, Cardiff y Ohio Academy of Family Phisycians. Su inagotable vocación de servicio hacia la sociedad de la que formaba parte le hizo formar parte además de la Comisión Investigadora del Incendio de La Gomera y realizar trabajos junto con Juan Coello para la rehabilitación de La Catedral de la Laguna. Así mismo, participó en una Comisión del Congreso de los Diputados sobre Criterios del Anteproyecto de La Ley de Aguas el 26 de abril de 1985. Telesforo Bravo era una persona dotada de una gran sangre fría que le llevaba a reaccionar con una templanza inusual en situaciones complicadas. A mediados de los 80 en una excursión cerca del Llano de Maja, Telesforo recogía muestras de piedras y yo le acompañaba. Estábamos a unos quinientos metros del coche y dos ladrones rompieron a pedradas una de las ventanillas para hacerse con lo que había dentro. Únicamente había un par de bocadillos que los rateros se llevaron. Mi abuelo con cerca de ochenta años bajó corriendo de la ladera con el martillo en ristre y yo delante tirándoles piedras a los “amigos de lo ajeno”. Cuando llegamos al coche ya se habían ido. Bravo miró el vidrio roto y me dijo con mucha calma: “No te preocupes es sólo un vidrio, tiene solución. Por hoy es suficiente. Es hora de ir a comer algo” Y montándonos en el coche fuimos a uno de los restaurantes de El Portillo donde mi Telesforo era de sobra conocido y donde ese día nos invitaron a comer. Otro día tras un accidente doméstico me hice un corte en la muñeca dejando los tendones a la vista. Estaba en casa de Telesforo y en dos minutos me hizo un torniquete que paró la hemorragia por completo. En el Centro de Salud, el ATS preguntó quien había hecho aquello y alabó el trabajo realizado. Pero Telesforo era sobre todo una persona generosa y enamorada de la docencia. En 1999, mis compañeros de promoción del Máster de Medio Ambiente de la Universidad Carlos III de Madrid vinieron de viaje científico a Tenerife alojándose en el Aula de La Naturaleza “Emilio Fernández Muñoz” que está a casi dos mil metros de altura. Le pregunté a mi abuelo que si nos daría una charla, y con sus 86 años bien cumplidos, sin dudarlo un momento allí se plantó, conduciendo su coche y haciendo gala de su gran sentido del humor. Nos dio una charla sobre Canarias de más de dos horas y esa noche se negó a compartir cabaña con nadie. Durmió a la intemperie bajo el dosel de pinos, por entre el que se podían apreciar sus tan amadas estrellas. Mis compañeros me confesaron que habían vivido una experiencia única, mágica. 33 En los últimos años, Telesforo denunció con mucha amargura, el deterioro y la pérdida de muchos paisajes y ecosistemas de Canarias, llegando a decir que el suelo rústico estaba en peligro de extinción. Telesforo junto con su mujer Asunción y su padre Paco Bethencourt en los años 50. 34 Telesforo Bravo en el bautizo de uno de sus nietos (arriba), y en una comida con profesores (abajo), ambas por los años 60. 35 El colosal corazón de Telesforo se detiene para siempre el 5 de enero de 2002 en un día de Harmatán o calima, cuando iba a coger uno de los libros de su bien nutrida biblioteca. Muere haciendo una de las cosas que más le gusta: saciando su curiosidad, investigando. Pero Telesforo no se ha ido del todo. Sigue aún entre nosotros y su legado aún tardará mucho tiempo en ser valorado en su justa medida. Es un acto de justicia recordarlo y esta Semana Homenaje a Telesforo Bravo, organizada por su querido Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias y por su también querida Asociación Viera y Clavijo de Enseñanza de las Ciencias. representa y reivindica lo que Telesforo tanto amó: el acto de enseñar, de transmitir, de compartir conocimientos. Sin embargo, aún después de su marcha, su personalidad y su obra han continuado guiando la labor de numerosos científicos que realizan sus investigaciones en Canarias. A veces, cuando estoy en su casa, escucho su risa contagiosa que parece que viene de la biblioteca. En otras ocasiones me parece que lo veo recorrer la casa en su inevitable pijama de verano haciendo la ronda nocturna. Cuando subo a Las Cañadas atisbo su figura detrás de cada peña, en el Pico del Teide, entre dos roques, con su cámara fotografiando un tajinaste o con el martillo, partiendo una roca. Telesforo es ya parte del Paisaje, se ha fundido con él. Muchas gracias. RESPONSABILIDADES Entre las responsabilidades que ocupó se pueden citar: - Vicedecano y Decano de la Facultad de Ciencias. - Presidente de la Sección de Vulcanología y Química del interior de la Tierra de la Comisión Nacional de Geodesia y Geofísica. - Director del Instituto de Estudios Canarios en dos períodos, de 1969 a 1973 y de 1981 a 1985. - Vicepresidente de la Sección Científica del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias. - Miembro de la Junta General del Consejo insular de Aguas. - Miembro de la Sociedad Española de Historia Natural. - Académico de Número de la Real Academia de Medicina de Santa Cruz de Tenerife. - Miembro de la Sociedad Geológica de España. - Miembro de los Patronatos de los Parques Nacionales de Garajonay y El Teide. 36 DISTINCIONES Se puede afirmar que Telesforo recibió reconocimiento público casi al final de sus días. Es necesario también aludir a las numerosas distinciones que recibió entre las que figuran: - Miembro de Honor del Instituto de Estudios Canarios. - Medalla de Oro del CIT de Puerto de la Cruz. - Miembro de la Real Sociedad Española de Historia Natural con diploma honorífico. - Miembro de Honor de la Asociación de Amigos del Museo. - Insignia de oro de Asaga. - Miembro y miembro de Honor de La Real Sociedad Económica de Amigos del País. - Primera Medalla de Oro de la Asociación Canaria para la enseñanza de las Ciencias Viera y Clavijo. - Miembro de Honor del Patronato del Parque Nacional del Teide. - Cofrade de Honor del Vino. - Premio Canarias de Investigación 1989. - Premio César Manrique 2000. - Premio Teide de Oro de Radio Club 2000. - Hijo Predilecto de Tenerife 2001. - Gran Cruz de la Orden de Canarias 2002 (A título póstumo). - Medalla de Oro de Puerto de la Cruz 2003 (A título póstumo). Publicaciones Comienza a publicar con cuarenta años. - 1953. Lacerta maxima de la fauna continental extinguida del Pleistoceno Canario. - 1954. Geografía General de las Islas Canarias. - 1954. Tubos en las Coladas Volcánicas de Tenerife. - 1955. Algunos yacimientos de agugita en Tenerife. - 1964. Segundo Tomo de la Geografía General de las Islas Canarias. - 1959. Consideraciones sobre el Elburz (Irán). - 1962. El Circo de las Cañadas y sus dependencias. - 1964. Estudio Geológico y Petrográfico de la Isla de La Gomera. - 1964. El Volcán y el Malpaís de La Corona. La Cueva de los Verdes y los Jameos. - 1968. El problema de las aguas subterráneas en el Archipiélago Canario. - 1969. La Explotación de las Aguas Subterráneas y sus modalidades. Seminario de Derecho Administrativo. 37 Telesforo Bravo frente a Isidoro Sánchez y persona no identificada en una comida en El Hierro por los años 70 (arriba). Telesforo Bravo con Luis Rosales y compañía en los años 90. 38 - 1979. Contribución a la Hidrología de La Caldera de Taburiente, isla de La Palma, con Juan Coello. - 1989. La investigación de las aguas subterráneas en Canarias. - 1990. Esquema Geológico del Parque Nacional de Garajonay, con J. Bravo - 1989. Mapa Vulcanológico de Las Cañadas y Pico Viejo. Con J. Bravo. - 1996. Los deslizamientos gravitatorios insulares. - 2000. Tarjeta de Identidad de la Naturaleza en Gran Canaria. Museo Canario. 39 Actas de la Semana (21-25 Nov. 2005) Homenaje a Telesforo Bravo Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias 2. Amenazas a la diversidad de plantas marinas por el desarrollo urbano en el litoral: el ejemplo de Puerto de la Cruz Julio Afonso-Carrillo Departamento de Biología Vegetal (Botánica). Universidad de La Laguna. No cabe duda de que cualquier actividad realizada por el hombre directamente en el medio natural supone la modificación de los ambientes originales, con los consiguientes efectos sobre los organismos que habitan en ese lugar. Los efectos de las actividades humanas consecuencia de los asentamientos urbanos son particu-larmente evidentes cuando se analizan en superficies relativamente limitadas para las que existe una constancia documental de cual era la situación original, de las actuaciones que han sido realizadas en ellas, y se dispone de una evaluación del estado actual. En el medio marino, y en especial los territorios frontera entre el medio terrestre y el mar, es decir, las zonas afectadas por las mareas, constituyen ambientes muy delicados en los que las intervenciones humanas se traducen rápidamente en cambios muy significativos, que por lo general son fáciles de detectar, tanto en la composición como en la distribución de los organismos marinos. El litoral de Puerto de la Cruz representa un buen ejemplo para ilustrar todos estos aspectos. Introducción Seleccionar un tema relativo al medio natural de las islas Canarias con el propósito de rendir homenaje al profesor Telesforo Bravo, es en principio relativamente sencillo puesto que de cualquier materia que se pretenda ofrecer una visión actualizada, siempre es posible encontrar alguna evidencia de que esa materia ya fue abordada en su momento, por Telesforo, al menos en parte. Telesforo Bravo fue un gran naturalista, con frecuencia calificado como el último gran naturalista que ha tenido Canarias, que evidentemente, prestó particular atención al medio natural del su municipio. 40 Por esta razón, no podía faltar en esta semana dedicada a homenajear al fallecido profesor, una sesión en la que el Puerto de la Cruz fuera el núcleo principal. La vinculación de Telesforo Bravo con el Puerto de la Cruz, y con este Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, se mantuvo siempre sin interrupción, y desde esta misma tribuna, divulgó como nadie sus enormes conocimientos, utilizando siempre un lenguaje claro, llano y sencillo que hacía accesibles los temas más complejos a personas no vinculadas con la ciencia. Como muchos portuenses, tuve la oportunidad de disfrutar de su conversación y de sus conocimientos. Además, al iniciar mis estudios universitarios tuve el privilegio de ser su alumno y asistir a sus clases de Geología, y también, al finalizar mi formación académica, el profesor Bravo formó parte del tribunal que juzgó mi tesis doctoral. Esta tesis trataba sobre un grupo de algas rojas al que los pescadores denominan habitualmente ‘caliches’, y gran parte del trabajo de campo de este estudio fue realizado en los bajíos de Puerto de la Cruz. Telesforo conocía bien el papel que juegan los caliches en el litoral, pero no sólo en la actualidad sino también en el pasado, puesto que este es uno de los grupos de algas que ha dejado un registro fósil más importante. A lo largo de estas líneas mi pretensión es presentar una evaluación del medio natural marino de Puerto de la Cruz. Recordar con lo que contábamos en un pasado relativamente reciente, de cómo en pocos años hemos transformado el litoral, y sus consecuencias sobre el medio marino, basado en el análisis de lo que en la actualidad se conserva. Para ello utilizaremos los organismos que viven en la zona de las mareas, en la que plantas y animales conviven en unos ambientes muy singulares. Todas las evidencias señalan una elevada riqueza biológica para los primitivos bajíos de Puerto de la Cruz. Como repetía con frecuencia Telesforo Bravo, la riqueza en organismos de esta plataforma de mareas era extraordinaria. Entre los animales invertebrados abundaban burgados, busios, lapas, almejas, cangrejos, centollos, erizos y pulpos, todos ellos codiciados como manjares exquisitos. Otros, como las aguavivas o los canutillos, se trataban de evitar para no sufrir sus molestos efectos. Muchos organismos, como esponjas, gusanos o pepinos de mar, no eran recolectados ni eran molestos, pero por sus variados colores, suponían una aportación más a la belleza cromática del litoral. A veces, la visión dentro de un charco de una estrella de mar provocaba en los más jóvenes la alegría propia de un gran hallazgo. Por aquellos años, llenar una bolsa con lapas o burgados, o de almejas o cangrejos, era una faena realizable en poco tiempo. En cierta medida resultaba terrorífico el aspecto de algunos centollos, con su caparazón cubierto por grandes mujos que le permitían un camuflaje perfecto. Por supuesto, los peces eran muy abundantes y variados, no sólo en 41 Los bajíos de Martiánez que Telesforo Bravo conoció se extendían hasta los alrededores de la ermita de San Telmo a principios del siglo XX (arriba), y los bajíos de San Telmo (abajo) previos a la construcción de las piscinas. 42 Los llanos de Martiánez antes del desarrollo turístico estaban ocupados por las plataneras (arriba). En los años sesenta del pasado siglo (abajo) se inició la construcción de las infraestructuras turísticas. Durante la pleamar los bajíos estaban cubiertos por el mar. 43 fulas, salemas o lisas, sino también en las aguas someras de las proximidades de las rocas donde se alimentaban y protegían sargos, galanas, romeros, palometas, viejas, cabrillas y morenas. Los pescadores hacían sus capturas tanto desde las rocas como desde las lanchas que faenaban por fuera de los rompientes. Toda esta sinfonía de vida era mantenida por las algas marinas, grupo de organismos que en Tenerife hemos denominado tradicionalmente con los nombres de ‘musgos’ o más frecuentemente de ‘mujos’. De modo similar al que hemos comentado para los animales, los mujos eran muy diversos y abundantes en los bajíos del litoral de Puerto de la Cruz. Telesforo Bravo tuvo la posibilidad de comprobar como hasta finales de la década de los sesenta del pasado siglo el mar arrojaba enormes cantidades de mujo a la playa de Martiánez. Aunque la llegada de arribazones a la playa tenía lugar en cualquier época del año, era particularmente importante a finales de verano. En ese momento los mujos alcanzaban su máximo desarrollo y resultaban más frágiles frente a los pequeños temporales que los partían y desprendían, de manera que quedaban un cierto tiempo flotando en el agua, antes de que las corrientes los reunieran y que las olas los depositaran en la arena. No era extraño encontrar a lo largo de toda la playa una pequeña muralla de color marrón que podía superar dos o tres metros de ancho y más de un metro de altura, donde el mujo amarillo espinoso y el mujo de bolitas (sargazos) comenzaban a descomponerse lentamente bajo el sol. Este es un fenómeno que hace décadas que no ocurre en las costas de la ciudad, y como veremos más adelante puede relacionarse con las actividades humanas realizadas en la costa. Los hábitats naturales Telesforo Bravo conoció mejor que nadie el origen y la naturaleza de los arrecifes basálticos que formaban los extensos bajíos del litoral portuense. De él aprendí que la antigua línea litoral estaba constituida por un acantilado, como sucede en prácticamente la totalidad de la costa del norte de Tenerife. Así, en el pasado, el acantilado de Martiánez se continuaba (atravesado por el barranco de Martiánez a la altura de El Tope) por la ladera de El Taoro, El Salto del Barranco, las Dehesas y las Adelfas hasta llegar al camino de El Burgado, más allá de Punta Brava. La mayor parte de la ciudad, al menos la que existía antes de que se expandiera con el desarrollo turístico, estaba asentada sobre unos terrenos relativamente llanos situados por fuera de esos acantilados. Se trata de terrenos ganados al mar por sucesivas coladas de lavas procedentes de erupciones volcánicas que tuvieron lugar posteriormente. Las últimas de estas erupciones al parecer acaecieron hacia 1430, cuando los pequeños volcanes situados en el interior del valle, Las Arenas y La Montañeta, emitieron coladas que avanzaron hacia el mar siguiendo el cauce de los antiguos barrancos (ver Bravo, 2001). 44 Resultado de todo ese conjunto de erupciones fue un territorio relativamente llano y de escasa altura abierto al mar más o menos en forma de abanico desde los llanos de Martiánez hasta Punta Brava. Posteriormente, la acción de los barrancos con su aportación continuada de sedimentos iniciaría la creación de suelo sobre estos malpaíses de escorias, lo que permitió que crecieran plantas como las tabaibas y los cardones que llegaron a ser abundantes en estos nuevos terrenos. Más tarde, cuando se creó el asentamiento urbano se comenzó a preparar y utilizar parte de estos terrenos para cultivos. Las lenguas de lava que penetraron en el mar se enfriaron bruscamente al entrar en contacto con el agua, dando origen a unos accidentados arrecifes basálticos de color negro que en algunos puntos se alejaban más de un centenar de metros mar adentro. La acción continuada del violento mar que azota las costas del norte de Tenerife comenzó lentamente a modelar estos arrecifes, en los que los rompientes siempre espumosos de sus bordes daban abrigo a las rocas y los charcos más próximos a tierra. Este accidentado litoral, con innumerables bajas cerca de la costa, constituyó en el pasado un problema muy importante para los navegantes que pretendían fondear en las costas portuenses, y le confirió la fama de litoral extremadamente malo para la navegación que ha acompañado siempre a estas costas, en el que sólo los marinos más experimentados se atrevían a navegar. Este accidentado litoral también ha condicionado, junto con las características oceanográficas de la zona, el que no haya existido nunca unanimidad con respecto a la ubicación de un puerto de mar. Pero curiosamente, los mismos riscos costeros que han aportado tantos inconvenientes a la navegación, han ofrecido a la naturaleza un lugar único para mostrarse particularmente exuberante en lo referente tanto a las plantas como a los animales marinos. Durante su juventud, Telesforo Bravo tuvo la oportunidad de conocer y disfrutar de uno de los ambientes litorales más importantes de Canarias, tanto por la extensión de los bajíos como por la riqueza en organismos que albergó. Hasta mediados del siglo XX, la costa de Puerto de la Cruz poseía extensos bajíos que se extendían entre los dos barrancos (Martiánez al este y San Felipe al oeste) que Telesforo recorrió, en especial el situado en la costa de Martiánez, que junto con su acantilado fue lugar predilecto para sus excursiones. Por mi edad, los recuerdos que conservo de estos bajíos están parcialmente velados por otros recuerdos de mi infancia, que ahora surgen con un cierto tinte de nostalgia. De finales de los años cincuenta, recuerdo los anocheceres de finales de verano, con largas mareas que dejaban expuestas al aire y a los ojos de los que regresábamos de la playa, las extensas y accidentadas plataformas del litoral de Martiánez. Son recuerdos de tardes de baños en el ‘charco de la soga’, en el ‘charco de la coronela’, o en ‘la barranquera’, de las casas de madera y del olor de los 45 Hasta los años sesenta, los bajíos de La Ranilla ocuparon el espacio costero entre el Castillo de San Felipe y el muelle pesquero (arriba), y en sus accidentados arrecifes basálticos rompían violentamente las olas (abajo). 46 En el plano de Puerto de la Cruz levantado por la Brigada Topográfica en 1876 está representada la superficie ocupada por los primitivos arrecifes basálticos que se extendían entre los dos barrancos que rodeaban la ciudad. Las rocas y los charcos descubiertos por las mareas (abajo) albergaban una riqueza en organismos extraordinaria. 47 tarajales, en un Martiánez aún por urbanizar. En el cansino regreso después de una agotadora tarde de baños y de juegos, los bajíos aparecían como una extensa lengua oscura que penetraba hacia el mar, y donde relucían y se desplazaban multitud de pequeñas luces, las antorchas de los pescadores, que, potera en mano, rastreaban los pulpos que se escondían en el interior de los incontables charcos que se formaban al bajar la marea. Una estimación bastante aproximada de la superficie que abarcaban los bajíos del litoral del municipio portuense puede obtenerse consultando el plano de Puerto de la Cruz levantado por la Brigada Topográfica en 1876. A partir de este plano es posible estimar que la línea de costa estaba constituida por aproximadamente unos ciento cincuenta mil metros cuadrados de arrecifes basálticos, que estaban sometidos a las oscilaciones diarias de las mareas. No es de extrañar, por lo tanto, que en esas extensas y accidentadas superficies totalmente abiertas al norte, los ambientes fueran muy variados, permitiendo que las plantas y animales marinos encontraran los lugares en los que las condiciones ambientales fueran las apropiadas para prosperar. Desde las puntas en los márgenes de los bajíos, donde las olas golpeaban con violencia, hasta los charcos más protegidos próximos a tierra, era posible encontrar ambientes sombríos o bien iluminados, llanos o muy verticales, con piedras, arenas o rocas. En todos estos ambientes eran los mujos los que con su abundancia aportaban no sólo el color al paisaje litoral, sino que también constituían el alimento y el lugar de refugio para muchos de los organismos de la rica fauna de los bajíos. La belleza de estos bajíos llamó la atención del artista portuense Marcos Baeza, el cual recreó con su la paleta algunos de estos hermosos paisajes tal como los conoció a finales del siglo XIX. Las plantas marinas de los bajíos Es evidente que los valores naturales de estos bajíos tuvieron que llamar la atención de los estudiosos de las ciencias, y no nos equivocamos al señalar que a lo largo del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX fueron los ambientes marinos costeros de las islas Canarias más minuciosamente documentados con respecto a sus poblamientos de plantas marinas. Numerosos naturalistas de importantes museos europeos tuvieron oportunidad de estudiar en sus gabinetes plantas procedentes de colecciones realizadas por viajeros a los que se les había encomendado la recolección de muestras en estas costas. También cuando los científicos se animaron a abandonar sus gabinetes y realizar ellos mismos los estudios de campo, comenzaron sus investigaciones directamente en los arrecifes costeros de Puerto de la Cruz. Los resultados de estos primeros estudios fueron publicados en diversas revistas especializadas y los especímenes examinados se encuentran en la actualidad depositados en prestigiosos museos europeos. Los primeros mujos estudiados de los bajíos portuenses se conservan 48 principalmente en el Museo de Historia Natural de París, el Museo de Historia Natural de Viena, el Museo Nacional de Historia y Arqueología de la Universidad de Trondheim (Noruega) y el Museo Botánico de Copenhague. No es el momento ni el lugar para presentar una minuciosa, y probablemente engorrosa, relación de todos los estudios que fueron realizados en estos singulares ecosistemas. Hace unos años ya presenté una descripción detallada sobre los principales científicos que habían estudiado los bajíos portuenses, y a él remito al lector (ver Afonso-Carrillo, 2003a). Sin embargo, si es conveniente recordar que desde mediados del siglo XIX ya se habían descubierto en este litoral algunas especies de algas que pueden ser calificadas como verdaderas joyas de la botánica marina. Es el caso del alga roja Gelidium canariense (‘mujo negro’), que originariamente fue descrita por Grunow, y que actualmente es considerada como una de las pocas algas marinas endémicas de las islas Canarias, o de las algas verdes Microdyction calodyction y Caulerpa webbiana, ambas descritas por el francés Jean Pierre Montagne. La última de estas especies (‘la Caulerpa de Webb’) recibió este nombre como homenaje a Philip Barker Webb, que en esos años estaba trabajando junto a Sabino Bethelot en la preparación de la monumental ‘Historia Natural de las Islas Canarias’. Las contribuciones más valiosas al conocimiento de las singularidades botánicas del litoral portuense se deben al francés Camille Sauvageau y al danés Frederik Børgesen, dos científicos que tuvieron el placer de recorrer los primigenios bajíos durante cortas estancias realizadas en el primer cuarto del siglo XX. Los resultados de sus estudios fueron publicados en años posteriores (Sauvageau, 1912; Børgesen 1925-1930) y constituyen unos documentos de extraordinario valor biológico, y fundamentales a la hora de estimar el patrimonio natural de estos hábitats en aquellos años. Sauvageau realizó sus estudios de campo entre el 5 de diciembre de 1904 y el 12 de febrero de 1905, y estuvieron dedicados particularmente a diferentes aspectos relacionados con la distribución de las especies. Sauvageau, era un buen conocedor de las costas atlánticas francesas, y reflejó su admiración por la extraña belleza de estos bajíos de origen volcánico, en los que el color negro de la roca basáltica constituía el aspecto más llamativo. En sus estudios dedicó una especial atención a un género de algas pardas (Cystoseira) cuyas especies eran muy abundantes en las costas canarias por aquellos años. Entre estas especies merece ser destacada Cystoseira abies-marina (‘mujo amarillo’) que formaba densas poblaciones en el límite de bajamar y en los fondos rocosos someros, en los que el color amarillento de las plantas significaba un llamativo contraste con el negro de las rocas. Esta especie fue comentada más arriba porque a ella se debía la mayor parte de las grandes masas de mujo que el mar arrojaba a las playas de Martiánez. 49 Algunas algas (‘mujos’) de los bajíos (desde arriba y de izquierda a derecha): Caulerpa webbiana (caulerpa de Webb), Microdyction calodictyon, Zonaria tournefortii (abanico de Tournefort), Cystoseira abies-marina (mujo amarillo), Lithophyllum vickersiae (caliche de Vickers), Neogoniolithon orotavicum (caliche de La Orotava), Gelidium canariense (mujo negro) y Galaxaura rugosa. 50 Por su parte, Børgesen realizó su estancia en el Puerto de la Cruz y sus trabajos de campo en el invierno de 1920-1921. En sus resultados, publicados años más tarde incluyó comentarios en los que destacaba la calidad biológica de estos ambientes, al mismo tiempo que lamentaba que las habitualmente inadecuadas condiciones del mar le impidieron durante bastantes días realizar sus investigaciones en los bajíos. Børgesen publicó una detallada información de alrededor de ciento cincuenta especies de algas marinas que él documentó creciendo en los bajíos portuenses. Algunas de ellas eran desconocidas hasta entonces, por lo que fueron descritas como especies nuevas para la ciencia. Sin duda, sus trabajos constituyen una base fundamental, imprescindible para llegar a conocer la extraordinaria diversidad que albergaron estos ecosistemas. Tanto Sauvageau como Børgesen detectaron una elevada riqueza de especies en un grupo muy singular de algas rojas. Se trata de unas algas de forma costrosa, que tienen grandes cantidades de carbonato cálcico y que adquieren un aspecto casi pétreo. Los pescadores se refieren a ellas como ‘caliches’ o ‘confites’ y algunas especies cubren las rocas con delicadas tonalidades que van desde el violeta o rojo hasta los tonos rosa más delicados. Las muestras de este grupo de algas son difíciles de estudiar y el número de especialistas capaces de resolver los numerosos problemas que plantean siempre ha sido muy reducido. Por eso, Sauvageau envió sus muestras al noruego Mikael Foslie, y años más tarde, Børgesen los remitió a la francesa Marie Lemoine puesto que Foslie había fallecido años antes. Los resultados de los trabajos de estos especialistas permitieron la descripción de especies de caliches previamente no conocidas, entre ellas el Neogoniolithon orotavicum, es decir el ‘caliche de La Orotava’ un nombre que hace referencia a la localidad en la que fue descubierto (Puerto Orotava), denominación que tradicionalmente ha sido utilizada en la bibliografía científica para referirse a Puerto de la Cruz. Con posterioridad a estos trabajos, se han continuado realizando estudios sobre las plantas marinas de los bajíos portuenses, pero creo que los reseñados resultan suficientes para destacar la calidad biológica de estos ambientes. Esta extraordinaria riqueza ha soportado las consecuencias de diferentes actividades realizadas por el hombre, que en los últimos decenios ha destruido un porcentaje elevado de los hábitats ocupados por los mujos, ha explotado las poblaciones naturales de algunos mujos como materia prima para la industria, y ha contaminado las aguas costeras por vertido de aguas residuales urbanas. 51 Destrucción de hábitats Lo que la naturaleza ha construido lentamente durante periodos de tiempo relativamente extensos, puede el hombre destruirlo de modo irreparable en un breve lapsus tiempo. La historia de la destrucción de los hábitats de mareas de Puerto de la Cruz es una historia breve y contundente que refleja en cierta medida la ausencia de criterios claros sobre el valor del patrimonio natural y la importancia que tiene gestionar su uso de un modo equilibrado y sostenible. A finales de los años cincuenta del pasado siglo, la localidad de Puerto de la Cruz comenzó a sufrir una importante transformación directamente relacionada con el desarrollo turístico. Se inició la urbanización de los llanos de Martiánez con el propósito de ubicar la planta hotelera que permitiera alojar los cada vez más numerosos turistas que elegían las condiciones privilegiadas del Valle de La Orotava para pasar las vacaciones invernales. Se trataba de un turismo que buscaba también el sol y la playa, en unos meses en los que las temperaturas en los paises europeos de procedencia apenas superaban los cero grados. Sin embargo, las playas del municipio eran de muy mala calidad. En realidad, más que playas eran las desembocaduras de los dos barrancos que rodeaban por aquellos años el reducido casco urbano, en las que abundaban las piedras y escaseaba la arena. Que una parte de la playa de Martiánez fuera conocida como ‘la barranquera’ da una idea de cuales eran sus características y de las dificultades que ofrecía para ser usada de forma recreativa. Por otra parte, por tratarse de un turismo eminentemente invernal, coincidía con el periodo del año en el que las condiciones del mar resultaban más desfavorables, con temporales relativamente frecuentes que impedían las actividades en la playa. En los días con mejores condiciones, el baño se podía practicar sólo en aquellos espacios, como el ‘charco de la coronela’ en el bajío de Martiánez, en los que la naturaleza ofrecía algo de protección. O también, mediante la utilización de algunos artilugios que aportaban algo de seguridad, como fue la instalación de una larga cuerda que discurría desde una gran roca hasta la orilla, a la que los bañistas se sujetaban para soportar, no siempre con éxito, los continuos embates de las olas, en el popular ‘charco de la soga’. Que la construcción de piscinas era la solución para este problema resulta evidente, pero es probable que ahora, con la perspectiva que da el paso de los años, podamos calificar como desafortunada la decisión de su ubicación, que consistió en destinar como espacios aprovechables para ese propósito unos ambientes litorales en los que se ha comprobado una importante riqueza en organismos marinos. Concretamente se trataba de unos cincuenta mil metros cuadrados de bajíos situados entre la ermita de 52 En 1963 se construyó un gran dique de hormigón alrededor de los bajíos de Martiánez y se dinamitaron los arrecifes basálticos de su interior (arriba). El fondo permeable no retenía agua durante las bajamares y fue necesario la construcción de piscinas (abajo) para recuperar para el baño un cenagal de limos y fragmentos de rocas. 53 En 1977 finalizaron las obras del complejo público ‘Lago de Martiánez’ que pronto se convirtió en un símbolo de Puerto de la Cruz y en uno de los ejemplos más utilizados para justificar la transformación con calidad de la costa. 54 San Telmo y la playa de Martiánez. Las primeras piscinas fueron construidas en 1958 en las proximidades de la ermita de San Telmo. Este pequeño complejo, conocido como Lido de San Telmo, pronto se comprobó que resultaba insuficiente para atender las necesidades de la industria turística. Por eso se ideó la construcción de un gran dique de hormigón, que bordeando todo el bajío de Martiánez, sirviera de protección frente a la violencia del mar. En 1963 se construyó el dique, se dinamitaron todos los arrecifes basálticos que quedaron incluidos en su interior, y se extrajeron todas las rocas allanando el terreno con el propósito de convertirlo en una gran piscina natural. Dos aperturas parciales del dique permitían la entrada y renovación del agua durante las pleamares. Sin embargo, la ejecución del proyecto fue un fracaso puesto que no logró las expectativas con las que se había diseñado. El fondo de la piscina resultó totalmente permeable, y sólo un reducido volumen de agua, de bastante baja calidad para el baño, quedaba retenido en el interior del dique cuando descendía la marea. En resumen, lo que antes había sido un paraíso de vida en el borde del mar fue transformado en un cenagal de limos y fragmentos de rocas, en el que los únicos habitantes evidentes eran las grandes lisas que hallaron aquí un ambiente degradado apropiado. Desechado el proyecto original se contactó con el artista lanzaroteño César Manrique para el diseño del actual complejo de piscinas, aprovechando el espacio limitado por el dique ya construido. Las obras se realizaron en dos fases sucesivas. La primera, que finalizó en 1971 permitió la construcción de las pequeñas piscinas de la actual zona de ‘Los Alisios’, mientras que la segunda, la monumental piscina ‘Lago Martiánez’, fue terminada en 1977. El complejo público Lago de Martiánez pronto se convirtió en un símbolo de Puerto de la Cruz y en uno de los ejemplos más utilizados para justificar la transformación con calidad de la costa. César Manrique dirigió a un equipo técnico en una singular obra que incluye elementos de la arquitectura canaria tradicional, esculturas originales y elementos vegetales de la flora autóctona. En el año 2003, el Cabildo de Tenerife, basado en la calidad estética del conjunto, su concepción vanguardista y la impronta inconfundible del lago en la identidad en la ciudad, decidió incoar expediente de declaración de Bien Interés Cultural, con categoría de Jardín Histórico. En la delimitación del inmueble se incluyó el sector marítimo que lo circunda, es decir, los pequeños restos de los primitivos bajíos, lo que permitió que en el curso de las obras de acondicionamiento del complejo realizadas en el verano de 2004, se haya ampliado una escollera sobre los arrecifes situados entre las zonas conocidas como ‘La Cebada’ y ‘El Pris’, en los alrededores de la ermita de San Telmo. El dique de grandes rocas situado al este del complejo de piscinas fue diseñado para protección de la playa de Martiánez. Fue construido en 1974, pero posteriormente ha sufrido, al menos en dos ocasiones (1984 y 1993), importantes correcciones en su ubicación, esto es, se ha retirado 55 totalmente y se ha vuelto a construir con diferente orientación, sin que en ningún caso los resultados obtenidos hayan satisfecho las expectativas de protección de la playa para la que fue proyectado. Por el contrario, ha supuesto modificaciones importantes en las corrientes de la playa y en los desplazamientos de arena que han modificado la línea de playa, y que, naturalmente, también han afectado a las comunidades de mujos de los fondos someros de toda esa zona. El otro gran bajío de la ciudad, el que se extendía entre el muelle pesquero y el castillo de San Felipe, era conocido como el bajío de La Ranilla, y también tenía una extensión aproximada de cincuenta mil metros cuadrados. La destrucción de estos hábitats se inició a principios de los años sesenta, cuando la zona de costa junto a El Peñón comenzó a ser utilizada como escombrera de materiales procedentes de la construcción que por aquellos años se había incrementado significativamente en el municipio. En años sucesivos nuevos escombros se fueron amontonando, y los depósitos fueron avanzando progresivamente hacia el este, hasta alcanzar las proximidades del muelle pesquero. El popular barrio de La Ranilla en el que habitaban la mayor parte de los pescadores quedó de este modo separado del mar por una montaña de escombros que fue sepultando poco a poco los magníficos bajíos de esta zona. La utilización de los bajíos como escombrera no sólo supuso la destrucción de unos hábitats excepcionales sino que además provocó daños adicionales en un radio más amplio por la movilización de las partículas finas de los escombros. Durante los temporales, las olas erosionaron esta barrera de escombros y dispersaron las partículas más finas por toda la costa, de manera que trasladaron su efecto degradante a las comunidades de mujos establecidas en los fondos situados en la parte externa de los bajíos. Esta situación se mantuvo hasta el año1984 en la que se inició la construcción de la actual escollera de prismas de hormigón, trabajos que finalizaron a mediados del año siguiente. En estos momentos los prismas de hormigón impiden que los sedimentos sean nuevamente dispersados y sustituyen a los primitivos rompientes de rocas basálticas en la protección de todo este espacio, que está destinado a la construcción del futuro parque marítimo. Las últimas actuaciones dignas de ser reseñadas están relacionadas con la regeneración de las playas de las desembocaduras de los barrancos, y fueron realizadas a principios de los años noventa. Tanto las playas comprendidas entre el castillo de San Felipe y Punta Brava (ahora Playa- Jardín), como la de Martiánez, son singulares porque las arenas o callaos que configuran la playa son sustituidos a poca profundidad (unos 2-3 metros de profundidad) por un lecho rocoso que permite el asentamiento de una rica vegetación. Las obras en el complejo de Playa-Jardín consistieron en la 56 A finales de los años setenta, los magníficos bajíos de La Ranilla habían quedado sepultados por los escombros procedentes de la construcción (arriba). La escollera de prismas de hormigón que rodea los terrenos del futuro parque marítimo (abajo) evitan los perniciosos efectos provocados por dispersión de sedimentos sobre los organismos marinos. 57 construcción de una escollera semisumergida de prismas de hormigón que alcanza diez metros de ancho en la superficie. El propósito de la escollera fue evitar los desplazamientos de arena y dar protección a esta playa totalmente abierta al norte, lo que aparentemente ocurre, salvo durante los temporales en los que la escollera resulta insuficiente para frenar la violencia del mar. En la regeneración de estas playas se emplearon más de doscientos mil metros cúbicos de arena dragados de fondos próximos que sepultaron temporalmente los lechos rocosos ocupados por poblaciones de mujos. Los mismos efectos sobre los mujos se produjeron durante las obras de regeneración de la playa de Martiánez, en la que se emplearon unos volúmenes ligeramente inferiores de arena, que en este caso, el mar movilizó y eliminó en apenas un año. Recolección de mujos para uso industrial A pesar de la abundancia en especies de algas marinas que existe en las costas de las islas, se puede afirmar que los canarios hemos prestado escasa atención a este recurso natural. Es cierto que, ocasionalmente, los mujos arrojados a las playas fueron utilizados como abono para diferentes tipos de cultivos, o que algunas especies fueron utilizadas, y todavía lo siguen siendo, como cebo en algunas artes de pesca. Pero estos son usos de tipo menor, o en todo caso ocasionales, que contrastan con el aprovechamiento de algas marinas que como recurso industrial tuvo lugar en las costas del norte de Tenerife, en concreto en el litoral de Puerto de la Cruz, entre 1951 y 1966 (ver Afonso-Carrillo, 2003b). Durante esos años, y en campañas de recogida que se realizaron durante el verano, se recolectaron algas rojas, principalmente las conocidas como ‘mujo negro’ una especie que era particularmente abundante en los bajíos portuenses. Con el nombre de ‘mujo negro’ los pescadores se refieren al endemismo canario Gelidium canariense, del que algunas de sus densas poblaciones pueden ser observadas sin dificultad porque frecuentemente quedan parcialmente a la vista cuando desciende la marea. Este mujo, que alcanza hasta unos veinte centímetros de alto, es relativamente fácil de reconocer debido a su característico color oscuro, prácticamente negro, que ha permitido que hayan existido topónimos del tipo de ‘baja negra’, apelativo con el que los marineros se refieren a algunas rocas que afloran casi hasta la superficie de mar y que están colonizadas por densas poblaciones de esta especie. Aunque esta especie fue la más recolectada, otras dos especies morfológicamente similares, pero de color más rojizo también fueron utilizadas. Se trata de Gelidium arbuscula y Pterocladiella capillacea, conocidas como ‘mujos rojos’, que eran menos abundantes que la anterior pero que con frecuencia era arrancada por los temporales y arrojada conjuntamente a la orilla. El portuense Ignacio Torrents Pérez, que por aquel tiempo estaba al frente del empaquetado de plátanos del Sindicato Agrícola de La Orotava 58 (conocido popularmente como el SAO) fue el encargado de gestionar la recogida de estas algas. Aunque en el ámbito popular el valor de estos mujos fue relacionado con su contenido en yodo, en realidad la finalidad de esta actividad fue la extracción de agar-agar, una sustancia gelatinosa con múltiples aplicaciones y elevado interés económico, que la especie canaria contiene en una proporción bastante elevada. Los mujos eran recogidos por los pescadores y sus familias, tanto en los bajíos de la zona de La Ranilla cuando bajaba la marea, como en las playas de los alrededores del Castillo de San Felipe, donde las corrientes dominantes solían reunir y arrojar a la orilla los mujos desprendidos después de los pequeños temporales. Por toda esta zona fue habitual encontrar tanto extensas alfombras de mujo negro que los pescadores exponían al sol para el secado, como marineros, mujeres o niños con voluminosos fardos de mujo seco que cargaban sobre sus cabeza. Los fardos de mujo se llevaban al empaquetado del SAO, donde esperaba Ignacio Torrents tras la báscula en la que se realizaba el pesado. La explotación de este recurso no llegó a superar el nivel de actividad temporal en el que intervinieron familias completas de marineros, y supuso unos ingresos adicionales para un colectivo que subsistía con los irregulares ingresos procedentes de la pesca. Durante los quince años en los que se realizó la recogida de mujo, se recolectaron entre 40-50 Tm de peso seco por año, lo que evidentemente supuso una reducción importante en la biomasa de las poblaciones de esta especie en los bajíos portuenses. El muy probable impacto que sobre los ecosistemas litorales provocó la recogida continuada del mujo negro no fue evaluado en aquel momento, pero en todo caso hoy podemos estimarlo significativamente muy inferior al que algunos años más tarde ocasionó la destrucción masiva de los bajíos de La Ranilla que hemos comentado más arriba. Contaminación por aguas residuales urbanas El Puerto de la Cruz, como tantas otras ciudades construidas en la orilla del mar, influye desfavorablemente sobre los ecosistemas asentados en sus costas puesto que, de forma directa o indirecta, una parte con frecuencia importante de los residuos producidos por las diferentes actividades urbanas llegan a entrar en contacto con las poblaciones de organismos marinos. Los efluentes de aguas residuales urbanas son las vías con las que habitualmente resultan contaminadas las aguas marinas costeras. Tradicionalmente, el problema de las aguas residuales ha sido resuelto mediante los pozos negros o fosas sépticas de cada edificio. Este sistema de saneamiento suele dar buenos resultados en ciudades pequeñas en las que el volumen de aguas residuales producidas por su población es también de dimensiones reducidas. Estas eran las características del saneamiento de una pequeña ciudad como el Puerto de la Cruz a principios de los años sesenta cuando su población no superaba los veinte mil 59 habitantes. Sin embargo, el sistema de pozos negros ha resultado totalmente insuficiente con el incremento poblacional ligado al desarrollo turístico y al incremento de las actividades comerciales. Ahora, los residuos producidos no son los limitados a las unidades familiares, sino mucho más complejos como los ligados, por ejemplo, a las actividades hoteleras o de restauración. En estas condiciones no es extraño que el subsuelo urbano esté totalmente contaminado por las de filtraciones procedentes de pozos negros ubicados en materiales volcánicos en muchos casos extremadamente porosos. Esta inmensa mancha subterránea de aguas residuales está situada a pocos metros bajo el suelo, y además en las zonas próximas a la costa es en cierta medida desplazada con movimientos de nivel, ascendentes y descendentes, provocados por las oscilaciones diarias de las mareas. Todo estos movimientos están permitiendo la mezcla en el subsuelo del agua de mar con las aguas residuales, y consecuentemente el intercambio regular por filtración de estas aguas con las del mar. El resultado es la salida hacia el mar de cantidades elevadas de elementos químicos (no de sólidos), principalmente compuestos nitrogenados, que aunque no entrañan peligro para el hombre, si modifican las condiciones naturales del agua del mar. Las altas concentraciones de nitrógeno que pueden encontrarse en las aguas marinas próximas a la costa son el resultado de un proceso continuo de contaminación que ocurre de forma difusa, es decir sin ningún foco de contaminación aparente, a lo largo de todo el litoral. Al elevar las concentraciones de compuestos nitrogenados estamos trasvasando nutrientes en exceso a las aguas del mar, es decir, estamos abonando el mar, de forma similar a cuando añadimos abonos a un terreno para cultivo. En estas aguas costeras ricas en nitrógeno algunas especies pueden crecer de forma abundante, particularmente aquellas que dominan cuando las condiciones naturales han sido alteradas. Los efectos de las aguas residuales urbanas sobre las poblaciones de algas marinas han sido examinados en muchas costas del mundo, puesto que, evidentemente, estos problemas de contaminación no son exclusivos de las costas canarias. En general, han sido descritos una serie de efectos sobre la vegetación marina que siempre tienen lugar como consecuencia de estos procesos y que pueden ser utilizados como indicadores que delatan la existencia de contaminación por aguas residuales urbanas. Entre los más obvios hay que destacar la eliminación del alga parda que caracteriza las poblaciones dominantes en los primeros metros de profundidad, un significativo descenso en el número de especies que habitan en el litoral, y por último, un predominio de especies con una duración de vida muy corta (pocas semanas), es decir, aquellas conocidas como especies efímeras (ver Brown et al., 1990). 60 De los extensos bajíos que ocupaban el litoral portuense, en la actualidad, apenas dos fragmentos sobreviven entre las obras ejecutadas en la costa: el bajío de San Telmo (arriba) y el bajío situado entre El Muelle y El Penitente (abajo). 61 Si los pozos negros son responsables de una contaminación difusa que se reparte uniformemente por todo el litoral, el vertido directo de residuos urbanos sitúa los focos de contaminación en puntos concretos del litoral. En este sentido es necesario destacar que el rápido crecimiento turístico y el auge de la construcción en el borde costero es responsable de un importante deterioro medioambiental en los ambientes marinos costeros de las islas Canarias. Este deterioro se ha producido porque el incremento poblacional no ha sido acompañado de las necesarias infraestructuras para el saneamiento, de manera que las aguas residuales urbanas han sido comúnmente vertidas al mar sin tratamiento previo. La contaminación de estas características, localizada en un área limitada de la costa por vertidos continuados, constituye un problema muy grave. En Canarias estos vertidos urbanos no contienen sustancias peligrosas, sin embargo, los materiales procedentes de las actividades domésticas (desechos orgánicos, jabones, grasas, celulosa, etc.) afectan muy desfavorablemente a los organismos que viven en el mar. En Puerto de la Cruz, las altas densidades de población resultado del rápido crecimiento de la planta hotelera, de las urbanizaciones y de los barrios, hicieron inviable la utilización de pozos negros en muchas zonas del municipio. Las aguas residuales fueron canalizadas hacia la costa, donde fueron vertidas sin depurar a cierta distancia de la orilla a través de emisarios submarinos. Las singulares condiciones hidrodinámicas del mar portuense, habitualmente agitado y con escasas calmas a lo largo del año, ha impedido que los vertidos de aguas residuales se acumularan cerca de la costa y se convirtieran en un problema de consecuencias dramáticas, no sólo para la vida en el mar sino también para el propio uso recreativo del litoral. El constante movimiento del mar ha estado diluyendo y alejando los vertidos con lo que se han reducido los efectos cerca de la orilla. Sin embargo, las roturas que ocasionalmente han sufrido los emisarios cerca de la costa durante algunos temporales si han provocado algunos problemas de contaminación cerca de las playas. La mejor manera de reducir la contaminación marina provocada desde tierra consiste en verter al mar lo mínimo y en las condiciones menos perjudiciales para el medio receptor. Esto se puede conseguir con la construcción de estaciones depuradoras de aguas residuales (EDAR), que traten las aguas residuales, y una vez depuradas, éstas puedan ser reutilizadas para riego de parques y jardines, limpieza de calles, agricultura, etc. De esta manera, el volumen vertido al mar se reduciría considerablemente. La EDAR de Punta Brava puede y debe ser la solución a los problemas que las aguas residuales urbanas han ocasionado y continúan ocasionando en las poblaciones marinas de las costas portuenses. Con la clausura de los pozos negros y la integración de todos los usuarios a una red de saneamiento 62 El mujo amarillo (Cystoseira abies-marina) formaba densas poblaciones submarinas hasta diez metros de profundidad (arriba) y era desprendido y depositado por las olas en la orilla. En la actualidad sólo es posible reconocer algunos pequeños grupos de individuos (abajo) que resisten las condiciones desfavorables ocupando rompientes donde las olas baten constantemente. 63 municipal será posible limitar los vertidos al mar, reduciéndolos en todo caso a los ligados al emisario, que situado a cierta distancia de la costa vertería solamente aguas residuales previamente depuradas. Aunque las previsiones señalaban que los efectos beneficiosos de la reducción de vertidos a las costas portuenses tendríamos que comenzar a apreciarlos en un futuro inmediato, en estos momentos los problemas no están todavía resueltos en su totalidad. La Directiva del Consejo Europeo 91/271, de 21 de mayo de 1991, sobre el tratamiento de aguas residuales urbanas fijó como límite el 31 de diciembre de 2005 para que todas las aguas residuales estuvieran tratadas antes de su vertido, pero al parecer, existen muchas dificultades para que las islas Canarias, incluyendo el Puerto de la Cruz, cumpla los plazos marcados por la Unión Europea. La situación actual Del fantástico complejo de bajíos que se extendía por todo el litoral portuense, solamente dos pequeños fragmentos: el bajío de San Telmo y el situado entre El Muelle y El Penitente, han sobrevivido al afán urbanizador del colectivo humano. Para los organismos que habitaban estos ambientes se trata de una reducción de hábitats muy significativa y por lo tanto supone unas limitaciones muy considerables a las posibilidades de crecimiento de las algas marinas. No obstante, estas dos plataformas litorales son muy accidentadas de manera que en un reducido espacio es posible encontrar pequeños hábitats con condiciones ambientales distintas entre si, lo que permite satisfacer las necesidades ecológicas de muchos organismos diferentes. Los estudios que en los últimos años se han realizado en estos dos bajíos, con el propósito de evaluar el estado y composición de su flora marina, han puesto de manifiesto que estos dos bajíos albergan una elevada riqueza florística (ver Pinedo et al., 1992). Unas 250 especies diferentes de algas marinas han sido identificadas creciendo en estos dos pequeños enclaves, lo que supone aproximadamente el 40% del total de las algas marinas que crecen en toda Canarias. Estos datos nos permiten destacar aún más las singulares características que tenían los primitivos bajíos portuenses. Aunque en la actualidad, estos pequeños arrecifes basálticos albergan una flora muy rica, no debemos olvidar que posiblemente representa sólo una fracción de la diversidad original, puesto que desafortunadamente una parte se ha perdido como consecuencia de la masiva destrucción de los hábitats y los nefastos efectos de la contaminación. Aparte de la pérdida en diversidad, uno de los aspectos más evidentes, directamente atribuible a diferentes acciones llevadas a cabo por el hombre, ha sido la significativa reducción de las poblaciones que formaba el ‘mujo amarillo’. Antaño, esta especie configuró densas poblaciones que se extendían desde el nivel de bajamar hasta unos diez metros de profundidad, constituyendo espectaculares campos submarinos fácilmente reconocibles 64 por el brillante color amarillo de los mujos que se balanceaban al ritmo marcado por las olas. Estos campos ocuparon los fondos desde el bajío de San Telmo hasta prácticamente el acantilado de Martiánez, procediendo de estos poblamientos los mujos que una vez arrancados las olas arrojaban a la orilla de la playa de Martiánez. Cystoseira abies-marina es el nombre científico de esta especie, que hoy sabemos es una de las especies de algas marinas canarias más sensible a los efectos de la contaminación, tal como se ha podido comprobar en estudios llevados a cabo en otras localidades de las islas Canarias. La mayor parte de los fondos que en el pasado ocupó esta especie son en la actualidad lechos rocosos desnudos, en los que se han establecido poblaciones del erizo de lima, un voraz raspador que se alimenta de todos los pequeños organismos que se van adhiriendo a las rocas del fondo. Afortunadamente, el ‘mujo amarillo’ no ha desaparecido totalmente de las costas portuenses. En la actualidad es posible reconocer algunos pequeños grupos de individuos que han resistido las condiciones desfavorables y sobreviven en algunos puntos, principalmente en rompientes donde las olas baten constantemente, lo que parece reducir los efectos negativos de la contaminación. Estas pequeñas poblaciones no sólo son un testimonio de lo que existió en el pasado, sino que podrían ser de gran importancia de cara al futuro, cuando la depuración de las aguas residuales elimine la contaminación. Estas poblaciones podrían ser decisivas actuando como focos de dispersión que harían posible la recolonización de los fondos rocosos que ocupaba la especie en el pasado. Pero si los mujos más abundantes, los que en cierta medida daban color al paisaje litoral han desaparecido en gran medida, otros organismos han hecho su aparición, y en tal abundancia que en algunos periodos del año son los que dan color a los bajíos durante la bajamar. Se trata de algunas algas verdes, del grupo de las ‘lechugas de mar’ (diferentes especies del género Ulva), que en cierta medida se comportan de forma similar a como lo hacen las malas hierbas en las comunidades terrestres. Se trata de especies que crecen muy rápidamente, que tienen una vida muy corta, y que compiten con ventaja frente a otras algas. Estos mujos de vida efímera, crecen por todo el bajío principalmente desde otoño a finales de primavera, estaciones del año en las que el color verde se hace dominante sobre las rocas bañadas por el mar. En verano, sin embargo, suelen desaparecer ya que son mujos delicados que no soportan la elevada desecación a que están sometidos durante las bajamares estivales. La abundancia de estas especies efímeras es una consecuencia directa de la contaminación por aguas residuales urbanas. Las elevadas concentraciones de compuestos nitrogenados en el agua hacen a estos mujos más efectivos que otras especies y por eso se vuelven los organismos vegetales dominantes en los bajíos. Sin duda, las primeras señales medioambientales que nos van a indicar que las aguas de la costa están 65 Algunas especies que los científicos descubrieron en los primitivos bajíos, como el confite canario (Mesophyllum canariense), o la liagora canaria (Liagora canariensis) no están presentes en los recientes inventarios de la flora marina de Puerto de la Cruz. La mejora de las condiciones ambientales del litoral podría permitir prosperar a estas especies en los bajíos portuenses otra vez. 66 recuperando sus condiciones naturales procederán de estas plantas, y consistirá en la paulatina desaparición de estas densas poblaciones de algas verdes. Su desaparición dejará espacios en las rocas de los bajíos para el crecimiento de otras especies, y se recuperará la disparidad multicolor con que los mujos se exhibían en los bajíos primitivos. Otros aspectos que pueden ser interpretados como efectos negativos de las actividades humanas, también merecen ser destacados. Uno de ellos es la sustitución de algunas especies perennes por otras que aparentemente son menos sensibles a la contaminación. Quizá el ejemplo más significativo es el que afecta al mujo negro (Gelidium canariense) de cuya abundancia en el pasado da fe su utilización como materia prima para la industria. Hasta hace unos pocos años, las poblaciones de esta especie fueron abundantes formando una característica orla de color negro que resultaba visible durante las bajamares. Estas poblaciones se extendían por las paredes de los rompientes expuestos a las olas, tanto en los bajíos de San Telmo como en los de El Penitente. Sin embargo, desde hace unos años hemos venido observando una paulatina sustitución del mujo negro por poblaciones de otra especie, en concreto del alga roja Pterocladiella capillacea. Esta especie es mucho menos exigente frente a las condiciones de calidad medioambiental, y está modificando en algunos lugares el tradicional paisaje litoral con la sustitución de las típicas poblaciones de color negro por otras de color rojizo. Desde el punto de vista biológico la sustitución de poblaciones de mujo negro tiene particular interés puesto que se trata de la pérdida de una especie única, por su condición de endemismo de las islas Canarias. También es posible aportar evidencias de que se han producido pérdidas en diversidad con la constatación de que algunas especies que habían sido documentadas en el pasado no han podido ser inventariadas en estudios realizados en años recientes en los restos de los bajíos que se conservan en el litoral portuense. Algunas de las especies que ahora están ausentes tienen un interés añadido porque fueron originariamente descritas a partir de especímenes recolectados en estos bajíos. Afortunadamente algunas de estas pérdidas podrían no ser irreparables puesto que se ha documentado la existencia de más poblaciones en otras localidades de Tenerife. En años próximos, las poblaciones de otras localidades del norte de Tenerife podrían servir de focos de dispersión para que algunas especies, como Mesophyllum canariense o Liagora canariensis, vuelvan a crecer nuevamente en los bajíos portuenses. A pesar de este panorama de degradación ambiental es necesario remarcar la elevada riqueza florística que todavía conservan los bajíos de San Telmo y El Penitente, en los que aparentemente se ha refugiado una parte importante de las especies de mujos que crecían por todas las plataformas de mareas del municipio. Esta riqueza nos debe obligar a prestar 67 En los restos de los bajíos aún son posibles los descubrimientos científicos. En el año 2004 fueron publicadas dos nuevas especies de algas marinas que crecen en los bajíos de San Telmo: Veleroa complanata (arriba) una diminuta alga roja, y Sargassum orotavicum (abajo detalle), un alga parda del grupo de los sargazos, cuyo nombre (sargazo de La Orotava) rinde homenaje a los magníficos bajíos que los científicos estudiaron cuando la localidad era conocida como Puerto Orotava. 68 una atención particular a estos ambientes para evitar que se continúen degradando, más aún si tenemos en cuenta que en ellos todavía los descubrimientos científicos siguen siendo posibles. En el año 2004 fueron publicadas dos nuevas especies de algas marinas descubiertas en estos ambientes. Una de ellas es una pequeña alga roja de la que se encontró una diminuta población en el interior de una oquedad de un charco de marea. Se trata de una especie (Veleroa complanata) cuyo hallazgo sorprendió porque desde un punto de vista biogeográfico sus parientes más próximos crecen en algunas costas de los océanos Índico y Pacífico (ver Afonso-Carrillo & Rojas-González, 2004). La otra especies es un sargazo (un ‘mujo con bolitas’) que aunque se conocían sus poblaciones éstas habían sido atribuidas erróneamente a otra especie. Un estudio detallado de estas poblaciones (ver Díaz-Villa et al., 2004, 2005) demostró que se trataba de una especie no descrita para la que se propuso el nombre de Sargassum orotavicum (el sargazo de La Orotava), con el propósito de rendir homenaje a los magníficos bajíos de antaño, cuando los científicos europeos que admiraron e investigaron sus costas se referían a Puerto de la Cruz por su antiguo nombre de Puerto Orotava. Referencias AFONSO-CARRILLO, J. (2003a). Bajíos y algas marinas de Puerto de la Cruz: una historia de la botánica marina en Canarias. Catharum 4: 14-27. AFONSO-CARRILLO, J. (2003b). Aprovechamiento industrial de algas marinas canarias para la extracción de agar. Puerto de la Cruz (1951- 1966). El Pajar. Cuaderno de Etnografía Canaria. 15: 173-184. AFONSO-CARRILLO, J. & B. ROJAS-GONZÁLEZ. (2004). Observations on reproductive morphology and new records of Rhodomelaceae (Rhodophyta) from the Canary Islands, including Veleroa complanata sp. nov. Phycologia 43: 79-90. BØRGESEN, F. (1925-1930). The marine algae of Canary Islands, specially from Tenerife and Gran Canaria. I. Chlorophyceae, II. Phaeophyceae, III. Rhodophyceae, part. 1, 2, 3. K. Danske Vidensk. Selsk. Biol. Medd. 5(5), pp 1-123 (1925); 6(2), pp 1-112 (1926); 6(6), pp 1-97 (1927); 8(1), pp 1- 97 (1929); 9(1), pp 1-159 (1930). BRAVO, T. (2001).Valle de La Orotava, Tenerife. Erupción de 1430. Tradición Guanche. Catharum 2: 50-55. BROWN, V.B., S.A. DAVIS & R.N. SYNNOT (1990). Long-term monitoring of the effects of treated sewage effluent on the intertidal macroalgal community near Cape Schanck, Victoria, Australia. Botanica Marina 33: 85-98. DÍAZ-VILLA, T., J. AFONSO-CARRILLO & M. SANSÓN. (2004). Vegetative and reproductive morphology of Sargassum orotavicum sp. nov. 69 (Fucales, Phaeophyceae) from the Canary Islands (eastern Atlantic Ocean). Botanica Marina 47: 471-480. DÍAZ-VILLA, T., M. SANSÓN & J. AFONSO-CARRILLO. (2005). Seasonal variations in growth and reproduction of Sargassum orotavicum (Fucales, Phaeophyceae) from the Canary Islands. Botanica Marina 48: 18-29. PINEDO, S., M. SANSÓN & J. AFONSO-CARRILLO. (1992). Algas marinas bentónicas de Puerto de la Cruz (antes Puerto Orotava), Tenerife (Islas Canarias). Vieraea 21: 29-60. SAUVAGEAU, C. (1912). A propos des Cystoseira de Banyuls et de Guéthary. Bull. Stat. Biol. Arcachon 14, 423 pp. 71 Actas de la Semana (21-25 Nov. 2005) Homenaje a Telesforo Bravo Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias 3. Aportaciones de D. Telesforo Bravo al conocimiento de la fauna de vertebrados terrestres de las islas Canarias Aurelio Martín Departamento de Biología Animal (Zoología). Universidad de La Laguna. La mayoría de las personas que conocieron o han oído hablar del profesor Telesforo Bravo asocian su nombre a la geología de la islas Canarias. Esto no es sorprendente si se tiene en cuenta que D. Telesforo se había licenciado cursando la especialidad de Geología e Hidrología y la casi totalidad de sus trabajos se centraban sobre dicho tema. Además, D. Telesforo fue profesor de Geología en la Universidad de La Laguna y era un auténtico experto en las aguas subterráneas del archipiélago. No obstante, para los alumnos que teníamos la vocación de zoólogos, sus clases magistrales de geología alcanzaban el momento álgido cuando hablaba de que en Canarias había existido una fauna compuesta por especies de gran tamaño: lagartos gigantes que sobrepasaban el metro de longitud y ratas grandes como conejos. Llamativo también resultaba el hecho de que había sido precisamente nuestro profesor quien había descubierto los fósiles de tales especies. Introducción Gracias a la amable invitación del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, tuve el honor de participar en la “Semana Homenaje a Telesforo Bravo” (21 al 25 de noviembre de 2005). Conocí al profesor Telesforo Bravo en la década de 1970 durante mi época de alumno en la Facultad de Biología de la Universidad de La Laguna, pero antes de que fuera mi profesor de Geología ya había tenido el privilegio de leer parte de su “Geografía General de las Isla Canarias”, obra monumental donde se pone de manifiesto que los conocimientos de D. Telesforo traspasaban los límites estrictamente geológicos. En efecto, el capítulo XI del primer tomo, publicado en 1954, está dedicado a la fauna de Canarias, y en el tomo II, 72 publicado diez años después, aparecen sendos capítulos sobre la fauna de Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura. Las islas occidentales quedaron pendientes para un tercer tomo que no llegó a ser publicado. El texto que sigue a continuación es un resumen de la charla impartida en el homenaje a D. Telesforo y tiene como objetivo principal resaltar su importante contribución al conocimiento de la fauna canaria, y en particular a la que habitó en el pasado. Seguiré en parte, como hilo conductor, los epígrafes que el propio Telesforo menciona en el capítulo de la fauna de su libro de 1954. Reptiles Bajo este título D. Telesforo trata la fauna de reptiles actuales: lagartos (género Gallotia), lisas (Chalcides) y perenquenes (Tarentola). Es interesante resaltar la mención de lagartos negros en el Roque de Anaga de Fuera (Tenerife), a los cuales, por su gran talla, considera que podrían ser similares al lagarto del Roque de Salmor (Gallotia simonyi) (El Hierro) y al lagarto de Gran Canaria (G. stehlini). Por su importancia, trataremos este tema por separado más adelante. También merece la pena rescatar una comunicación del botánico D. E. S. Sventenius a D. Telesforo, publicada un año antes (Bravo, 1953), la cual por un hipotético interés en el futuro transcribimos de forma literal: “En cuanto a Gran Canaria, donde vive el stehlini, se ha supuesto que las especies de galloti han desaparecido, pero es posible que en el interior de la isla viva esta especie o raza próxima no estudiada por los naturalistas”. En la actualidad Gran Canaria es la única isla del archipiélago que de forma natural cuenta con una sola especie de lagarto (Gallotia stehlini) y ésta es de gran tamaño. En esto difiere de otras islas occidentales (Tenerife, La Gomera y El Hierro) donde coexisten dos especies, una grande y otra pequeña del tipo galloti. Con posterioridad al trabajo de D. Telesforo se ha constatado la existencia en Gran Canaria de otra especie de lagarto pero no del tipo galloti ni tampoco en el interior de la isla; se trata del Gallotia atlantica de las islas orientales que ha sido introducido en la localidad costera de Arinaga (Barquín & Martín, 1982). Dado que en los últimos años se han descubierto pequeñas poblaciones de lagartos gigantes en las islas de Tenerife y La Gomera, no parece descabellado suponer que en algún lugar de Gran Canaria pudiera subsistir otra especie pequeña. Los lagartos desaparecidos En 1954 se refería D. Telesforo a lagartos gigantescos de 1,30 m de longitud ya desaparecidos pero cuyos restos fósiles y subfósiles podían encontrarse en distintos lugares de Tenerife y La Palma, y de los que también había indicios de su presencia en La Gomera. 73 La existencia de grandes lacértidos en Canarias se conoce desde la conquista del archipiélago por parte de los europeos (siglo XV) (Cioranescu, 1980). Así, en las crónicas de Le Canarien y refiriéndose a la isla de El Hierro se puede leer: “Y se encuentran lagartos grandes como un gato, pero no hacen ningún daño y no tienen ningún veneno”. Incluso hay referencias anteriores a la conquista gracias a los comentarios de Cayo Plinio (año 77 DC) (Viera y Clavijo, 1982), quien menciona la presencia de Lacertis grandibus para la isla de Capraria (nombre asignado por algunos autores a la isla de El Hierro o a Gran Canaria). A finales del siglo XVIII, D. Juan Antonio de Urtusáustegui, Teniente Coronel de Milicias de Canarias, viaja a la isla de El Hierro siendo el primero en relatar los comentarios de la gente sobre la existencia de grandes lagartos en el roque más pequeño de Salmor. Asimismo, en 1863 el naturalista alemán Kart von Fritsch atrajo la atención de la comunidad científica al comentar que había visto lagartos mayores que los más comunes en las islas de El Hierro, La Gomera y Gran Canaria. La primera descripción científica de un lagarto de gran tamaño (50- 70 cm) no tuvo lugar hasta 1889, año en que el investigador austriaco Franz Steindachner describe al Gallotia simonyi para el Roque Chico de Salmor (Hutterer, 1985). Desgraciadamente y quizás debido en parte a la captura de ejemplares, el caso es que los lagartos del roque se extinguieron sobre mediados del siglo XX. Por suerte, a mediados de la década de 1970 se descubrió una nueva población en El Hierro (Fuga de Gorreta), a partir de la cual, y gracias a la cría en cautividad, se han podido liberar ejemplares en dos localidades de El Hierro (El Julan y La Dehesa) y reintroducirlos con éxito en el propio Roque Chico de Salmor. En Tenerife, las primeras referencias de lagartos gigantes se remontan a finales del siglo XIX cuando Steindachner (1891) señala comentarios de pastores sobre la existencia de grandes lagartos en los altos de Garachico y Güímar así como en el mayor de los Roques de Anaga. En este último enclave, Ossuna (1898) relata los rumores sobre una honda caverna donde vive o vivió un saurio de gran tamaño (mayor que el lagarto de Salmor). Por las referencias obtenidas, indica que recuerda al de un varano (Varanus niloticus) encontrado en 1889 en las inmediaciones del pueblo de Candelaria. Seguramente esta cita es la misma que menciona Steindachner (1891) aunque éste indica como fecha de captura el 9 de marzo 1888. La constatación científica de que en Canarias habían existido lagartos gigantes, mayores que los actuales, se debe al herpetólogo ruso Robert Mertens, afincado en Alemania, el cual basándose en restos fósiles procedentes de Tenerife, describió en 1942 al Gallotia goliath. Se trataba de un lagarto que alcanzaba los 90-100 cm de longitud y que se caracterizaba por tener el foramen parietal (≈ orificio en el techo del cráneo) cerrado y 18 dientes en el pterigoides (≈ hueso en el techo de la cavidad bucal) dispuestos 74 en dos hileras en forma de “V”. En principio esta descripción no sería diferente a la de cualquier otra especie si no fuese por el hecho de que el profesor Mertens no menciona ni la localidad exacta donde se hallaron los restos óseos ni al autor del descubrimiento que no había sido otro sino el propio Telesforo Bravo. Los huesos habían sido descubiertos en Martiánez (Puerto de la Cruz) por Bravo cuando éste contaba sólo con 23 años. Dado el interés del hallazgo, los restos fueron entregados al entonces director del Instituto de La Laguna, D. Agustín Cabrera, el cual le indicó que pertenecían a “superespecies” y se los quedó para estudiarlos (Machado y Hernández, 2002). Como quiera que dicho estudio no se producía, D. Telesforo le solicitó el material y se lo entregó en 1938 a D. Jesús Maynar, profesor de la Universidad de La Laguna, el cual se comprometió a remitir los fósiles a especialistas. Gracias a esto, comenta el profesor Bravo que preparó un segundo envío que contenía fósiles del lagarto, de un roedor y un fragmento de toba areniscosa con una hoja fósil. D. Jesús Maynar debió mandar los restos al profesor J. Gómez de Llarena (San Sebastián), ya que Mertens indica que el material llegó al Museo Senckenberg (Frankfurt) enviado por este último. D. Telesforo Bravo debió sentirse profundamente molesto por no haber sido mencionado ni siquiera en los agradecimientos aunque yo nunca le oí ningún comentario en este sentido. Distribución natural de los lagartos actuales del archipiélago canario. En Gran Canaria hay una pequeña población introducida de Gallotia atlantica y en Fuerteventura otra de G. stehlini. 75 Plantea el profesor Mertens en su trabajo la posibilidad de que el Gallotia goliath haya sobrevivido hasta épocas muy recientes. Se basa en el comentario de Steindachner de que D. Anselmo Benítez, un naturalista canario, tenía en su colección de Santa Cruz de Tenerife un lagarto de 1,02 m, de la forma de un varano africano, matado el 9 de marzo de 1888 cerca de Güímar. Se pregunta si no sería un lagarto gigantesco canario y no un varano introducido. Gracias a la detallada descripción del animal en una carta enviada por el secretario del ayuntamiento de Candelaria (D. Gregorio Cabral de la Vega) a D. Anselmo Benítez -transcrita y publicada por D. Luis Diego Cuscoy en el periódico El Día el 15 de septiembre de 1982- sabemos que se trataba con certeza de un varano. Señala el mencionado secretario que intentó adquirir el ejemplar para la colección de D. Anselmo pero el pastor que lo había matado en la playa de la Viuda no quiso venderlo. La referencia de Steindachner muestra que el pastor debió cambiar de opinión. La colección de D. Anselmo Benítez fue adquirida posteriormente (1950) por el Cabildo de Tenerife pero los restos de este animal debieron perderse. Lejos de desanimarse por lo sucedido con su primer descubrimiento de los fósiles de Gallotia goliath, D. Telesforo siguió estudiando diversos yacimientos de Tenerife y en particular los del acantilado de Martiánez. Esto le permitió encontrar no sólo más restos del G. goliath sino también de otras especies de lagartos de talla tanto inferior como superior a la descrita por Mertens. Entre las más pequeñas menciona al G. galloti (la abundante especie actual) así como al G. simonyi, siendo esta última la primera referencia en Tenerife de un lagarto similar a los que habían sobrevivido en la isla de El Hierro. Estos resultados son dados a conocer en su trabajo de 1953 donde el objetivo fundamental es describir un lagarto mayor que el G. goliath y al que denomina G. maxima. Esta especie alcanzaría una longitud de 120-125 cm aunque no descarta que pueda ser incluso mayor ya que un hueso del cráneo encontrado en 1952, en la capas más profundas del yacimiento de Martiánez, le permite estimar que el animal debía tener una cabeza de 13,5 cm de larga. Según D. Telesforo, además de por el tamaño, esta nueva especie se diferenciaba del G. goliath por otros caracteres entre los que señala la presencia de un foramen parietal abierto y más de 50 dientes en el pterigoides dispuestos en varias filas. Asimismo, en este trabajo el profesor Bravo menciona por primera vez el hallazgo de restos de G. goliath fuera de la isla de Tenerife, concretamente en una gruta de origen volcánico de los Llanos de Aridane (La Palma). En la actualidad se sabe que los lagartos gigantes que antaño habitaron las islas occidentales estaban ampliamente distribuidos por la superficie de las mismas y en particular por las zonas bajas y de medianías. Gran parte de este conocimiento se debe precisamente a las aportaciones de D. Telesforo. Así, en la isla de Tenerife menciona el hallazgo de restos en diversas localidades como el Puerto de la Cruz, La Orotava, Santa Úrsula, 76 Tamaños relativos de los lagartos actuales de Tenerife (Gallotia galloti y G. intermedia) y de los que antaño habitaron en la isla (G. goliath y G. maxima). En nuestros días estas dos últimas especies se consideran una sola pero D. Telesforo descubrió los restos de ambas en los acantilados de Puerto de la Cruz. Estos gigantescos lagartos alcanzaban tallas cercanas a 1,5 metros. Punta del Hidalgo, Punta de Teno, Güímar, etc. En El Hierro los encuentra en las laderas de El Julan. En la Universidad de La Laguna D. Telesforo animó a sus alumnos a proseguir sus estudios sobre los lagartos fósiles lo cual culminó con la dirección de una tesina en 1978 sobre las características anatómicas y biométricas de Lacerta maxima. Su autor, D. Cándido Manuel García Cruz, no sólo contó con su apoyo sino con la parte del material que D. Telesforo había colectado a lo largo de los años. Con el transcurrir del tiempo y la aparición de trabajos de otros autores (López-Jurado & Mateo, 1995; Bischoff, 1998), la comunidad científica actual considera que el Gallotia maxima de Bravo y el G. goliath de Mertens son en realidad dos formas de tamaño de la misma especie, algo que ya había sido sugerido por Gasc (1971). Por cuestiones de nomenclatura zoológica el nombre que debe prevalecer es el de G. goliath, usado con anterioridad. No dejaría de aparecer asociado, sin embargo, el nombre de D. Telesforo Bravo al de los lagartos gigantes gracias al descubrimiento y al talante del biólogo alemán Rainer Hutterer. Dicho autor, en 1985 estudia restos fósiles de lagartos de La Gomera y llega a la conclusión de que en dicha isla habitó tanto el Gallotia goliath como el G. simonyi y que además ambas eran formas (subespecies) diferentes a las conocidas. Al G. goliath, 77 algo menor que el de Tenerife, y con pocos dientes en el pterigoides (5-6), dispuestos en una sola fila, lo denominó G. goliath bravoana, precisamente dedicada a D. Telesforo Bravo en reconocimiento de sus grandes méritos en la investigación geológica y paleontológica de las Islas Canarias. Al G. simonyi, una forma más pequeña y esbelta que el lagarto gigante de El Hierro, lo nomina como G. simonyi gomerana. Cráneo y mandíbula de Lagarto Gigante (Gallotia goliath) en comparación con los de una especie actual (Gallotia galloti) (centro). 78 La correcta denominación de los lagartos gigantes no está del todo aclarada debido a nuevos estudios y a que en los últimos diez años se han producido sorprendentes descubrimientos de lagartos vivos de gran talla en las islas de Tenerife y La Gomera. En 1996, en la parte occidental de Tenerife (acantilado de Los Gigantes), el naturalista Efraín Hernández capturó vivos dos lagartos de gran talla; el aspecto de los mismos recordaba a los existentes en El Hierro pero eran de coloración muy distinta al Gallotia simonyi. Posteriores estudios morfológicos y genéticos de los lagartos de esta población permitieron llegar a la conclusión de que si bien estaban emparentados con los de El Hierro eran suficientemente distintos como para considerarlos una nueva especie. Se la denominó G. intermedia en el año 2000 (Hernández et al., 2000) y se consideró que estaba en peligro de extinción al estimarse una exigua población de 280 a 461 individuos (Rando & Valido, 2000). En 2003 se detectó una nueva población de esta especie, compuesta por unos 900 lagartos, en el extremo sur de la isla (Guaza) a unos 30 km de la anterior. Entre ambos descubrimientos, en 1999, un equipo de investigadores de la Universidad de La Laguna localizó una pequeña población de lagartos grandes –también del tipo simonyi– en La Gomera (Valle Gran Rey) (Nogales et al., 2001). En este caso, y básicamente por el tamaño (unos 50 cm), los autores consideraron que el lagarto se correspondía más bien con los fósiles del Gallotia simonyi gomerana que con el G. goliath bravoana. Asimismo, dado que morfológicamente y desde el punto de vista genético también difería de los lagartos gigantes de El Hierro y Tenerife, se propuso tratarlo como una especie diferente, es decir, G. gomerana. El descubrimiento de este lagarto y la constatación de que se encontraba al borde de la extinción (unos pocos ejemplares viviendo en una superficie de tamaño similar a un campo de fútbol) suscitó una fuerte polémica en los medios de comunicación en la que se vieron implicados el Gobierno de Canarias, el Cabildo de La Gomera, el Ayuntamiento de Valle Gran Rey y los propios autores del descubrimiento. Estos últimos, junto con el Cabildo de La Gomera, defendían la postura de que los seis lagartos capturados y mantenidos en Tenerife debían ser trasladados inmediatamente a Valle Gran Rey para iniciar un programa de cría en esa localidad. Con la intención de hacer prevalecer sus competencias sobre el lagarto, el Gobierno de Canarias adoptó la postura “política” de considerarlo una subespecie de G. simonyi, y como tal, G. simonyi gomerana, es considerado todavía en el Catálogo Regional de Especies Amenazadas. Por suerte para el lagarto, poco después los ejemplares se llevaron a La Gomera y ya se ha conseguido su cría en Valle Gran Rey. Más o menos por estas fechas se publica un trabajo (con poco material de La Gomera) donde se concluye que los lagartos gigantes del pasado (G
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Calificación | |
Título y subtítulo | Actas de la Semana de Homenaje a Telesforo Bravo del Instituto del Estudios Hispánicos de Canarias |
Publicación fuente | Semana Homenaje a Telesforo Bravo del Instituto del Estudios Hispánicos de Canarias |
Autor principal |
Coello Bravo, Jaime Afonso Carrillo, Julio Martín Hidalgo, Aurelio Coello Bravo, Juan Jesús |
Entidad | Instituto de Estudios Hispánicos de de Canarias |
Tipo de documento | Congreso |
Lugar de publicación | La Orotava |
Editorial | Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias |
Fecha | 2006 |
Páginas | 144 p. |
Datos serie | Semana Homenaje del Instituto del Estudios Hispánicos de Canarias |
Materias |
Telesforo Bravo Geografía Naturaleza Islas Canarias Tenerife |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 3679063 Bytes |
Notas | El hombre que hablaba con las piedras. Una visión de la vida de Telesforo Bravo, por Jaime Coello Bravo ; Amenazas a la diversidad de plantas marinas por el desarrollo urbano en el litoral: el ejemplo de Puerto de la Cruz por Julio Afonso Carrillo ; Aportaciones de D. Telesforo Bravo al conocimiento de la fauna de vertebrados terrestres de las islas Canarias, por Aurelio Martín Hidalgo ; Don Telesforo y la Macaronesia, por Lázaro Sánchez-Pinto ; Cuando las islas se derrumban: Telesforo Bravo y la teoría de los deslizamientos gravitacionales por Juan Jesús Coello Bravo |
Texto | INSTITUTO DE ESTUDIOS HISPÁ ICOS E C NARIAS Jaime Ca llo Bravo · Julio Afonsa-CarriUo · Aurel io M rtf11 l ázaro Sánchez-Pin'o · Ju n J sús Co llo 1r vo Ac as e la Semana Homenaje a -elesforo Bravo .. Actas de la Semana de Homenaje a Telesforo Bravo Editado por Julio Afonso-Carrillo INSTITUTO DE ESTUDIOS HISPÁNICOS DE CANARIAS 2006 2 © Los autores © De esta edición: 2006, Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, Diseño de la cubierta: :rec retoque estudio creativo www.retoqueec.com Primera edición: abril 2006 Imprime: Imprenta Atlas El Ramal, 6. 38300 La Orotava Tlf/Fax: 922 334 395 Depósito Legal: TF 413/2006 ISBN: 84-611-0482-X 3 Presentación La semana de conferencias organizada por el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias entre el 21 y el 25 de noviembre de 2005 fue concebida con el propósito de rendir un merecido homenaje a Telesforo Bravo, desde una institución a la que estuvo vinculado desde el momento de su creación. En el texto con que se presentaba el ciclo de conferencias se apuntaba que muchas cosas se han dicho de Telesforo, pero que otras muchas todavía quedan por decir puesto que su dimensión humana y científica se va enriqueciendo a medida que se van colocando en el lugar que corresponde todas las piezas del mosaico que fue su vida. Telesforo fue un científico, descubridor de fósiles, estudioso del subsuelo y de las aguas subterráneas de las Islas, autor de informes imprescindibles para obtener el preciado líquido en estas áridas tierras, autor de la explicación de la formación del Valle de La Orotava, descubrimiento novedoso en la literatura geológica mundial. Encontró numerosos restos prehispánicos en casi todas las Islas Canarias, fue un gran viajero y un explorador, de Irán a Venezuela, de Chile a Islandia. Conocía como nadie la geografía de este archipiélago, el vuelo, suelo y subsuelo, su paisaje y paisanaje, de los que era un enamorado. Continuó agrandando sus conocimientos hasta pocos meses antes de su muerte, ya que acompañaba, en calidad de colaborador científico, a la Asociación Viera y Clavijo para la Enseñanza de las Ciencias en sus múltiples viajes. Fue maestro y catedrático de universidad, conferenciante en decenas de instituciones culturales y educativas en las siete Islas Canarias, la Península o el extranjero. El salón de actos del IEHC, fue una tribuna habitual para la palabra de Telesforo y para las maravillosas imágenes que año tras año capturó su máquina fotográfica, y le permitían denunciar la profunda degradación que estaba padeciendo el medio natural canario. Recibió en sus últimos años premios y distinciones y el reconocimiento de sus paisanos, y así se le concedió el Premio Canarias, el Premio César Manrique de Medio Ambiente y el Teide de Oro, y se le nombró Hijo Predilecto de Tenerife, otorgándosele la Medalla de Oro de Puerto de la Cruz a título póstumo. 4 Perteneció a numerosísimas instituciones culturales y sociales, algunas de ellas como socio de honor. Entre ellas, figura el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias de su Puerto de la Cruz natal, organizador de este homenaje. Telesforo Bravo ocupó la Vicepresidencia de Relaciones Científicas desde 1980 hasta su fallecimiento en 2002. Fue durante ese periodo en el que dirigió once ciclos (Semanas Científicas) que llevaron inicialmente el nombre de “Flora y Fauna en América y Canarias”, y que en los últimos ciclos se amplió incluyendo la Geología. Con la organización de la Semana Homenaje el IEHC quería rendir un modesto pero sentido tributo a Telesforo Bravo, recuperando el espíritu de aquellas exitosas Semanas y el de su director, y para ello proponía hacer algo con lo que Telesforo disfrutaba: comunicar conocimientos y compartir saberes, desde una tribuna que ocupó durante varias décadas, el salón de actos de nuestro Instituto. La semana de homenaje a Telesforo cubrió las expectativas de los organizadores, y durante una semana, el espíritu divulgador y el rigor científico del que hacia gala Telesforo volvió a envolver todos los rincones del IEHC. Una vez más, las limitadas dimensiones de nuestro salón de actos resultaron pequeñas para acoger cómodamente al elevado número de personas que asistieron a las conferencias. En el acto inaugural del lunes 21 se presentaron las jornadas y se iniciaron las sesiones, que en horario de 19.00 a 21.00 horas, se desarrollaron acorde con el siguiente programa de conferencias: Lunes, 21 noviembre 2005. Jaime Coello Bravo: El hombre que hablaba con las piedras. Una visión de la vida de Telesforo Bravo”. Martes, 22 noviembre 2005. Julio Afonso Carrillo: “Efectos de la actividad humana sobre las plantas marinas del litoral de Puerto de la Cruz”. Miércoles, 23 noviembre 2005. Aurelio Martín Hidalgo: “D. Telesforo Bravo y la fauna de vertebrados de Canarias”. Jueves, 24 noviembre 2005. Lázaro Sánchez Pinto: “D. Telesforo y la Macaronesia”. Viernes, 25 noviembre 2005. Juan Jesús Coello Bravo: “Cuando las islas se derrumban”. 5 En la presente publicación, se han reunido los contenidos de las conferencias impartidas durante la Semana de Homenaje. Con ello el IEHC pretende dejar testimonio escrito de reconocimiento y agradecimiento hacia un científico excepcional, que ocupa un lugar de honor en la historia de esta Institución. Nicolás Rodríguez Münzenmaier Presidente del IEHC Telesforo Bravo (Puerto de la Cruz 1913 – 2002) 7 ÍNDICE Págs. 1. El hombre que hablaba con las piedras. Una visión de la vida de Telesforo Bravo, por JAIME COELLO BRAVO ............................... 9 – 38 2. Amenazas a la diversidad de plantas marinas por el desarrollo urbano en el litoral: el ejemplo de Puerto de la Cruz, por JULIO AFONSO-CARRILLO ...................................................... 39 – 69 3. Aportaciones de D. Telesforo Bravo al conocimiento de la fauna de vertebrados terrestres de las islas Canarias, por AURELIO MARTÍN .................................................................. 71 – 92 4. Don Telesforo y la Macaronesia, por LÁZARO SÁNCHEZ-PINTO ................................................... 93 – 129 5. Cuando las islas se derrumban. Telesforo Bravo y la teoría de los deslizamientos gravitacionales, por JUAN JESÚS COELLO BRAVO .............................................. 131 – 147 9 Actas de la Semana (21-25 Nov. 2005) Homenaje a Telesforo Bravo Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias 1. El hombre que hablaba con las piedras. Una visión de la vida de Telesforo Bravo Jaime Coello Bravo Licenciado en Derecho y Máster en Política y Gestión Ambiental. Martillo en ristre, sonrisa franca, un golpe a la piedra, el pasado habla. El cabello blanco como las nieves de “Su Teide”, unos ojos niños, pícaros y vivaces, uno azul como el cielo y el mar, el otro marrón, como la tierra, escondidos tras unas gafas de montura metálica dorada. Así era Telesforo al final de sus días, cuando se había convertido en un elemento más de la Naturaleza que tanto amaba y que sabía leer como nadie, con esa mezcla de intuición casi mágica y sentido común tan mundano. Telesforo Bravo (Puerto de la Cruz 1913 – 2002) consagró su vida a la investigación, la docencia y a la divulgación científica y digo consagró, porque para él fueron algo más que un trabajo; constituyeron una auténtica pasión. Pionero en el estudio de los fósiles, estudioso de los restos aborígenes, enamorado y gran conocedor de las plantas, investigador de los subsuelos de las Islas, magnífico geólogo de campo. Introducción Todas estas cosas y muchas más era Telesforo Bravo, que siendo niño fue hechizado por los millones de estrellas que poblaban el cielo del Puerto de la Cruz, por los charcos en los que aprendió a entender y amar a las criaturas del mar, por el eterno amor de la tabaiba y el cardón. Pero tanta era su fascinación, tan poderoso su influjo, que no podía dejar que todo ese torrente de conocimiento y emociones muriera dentro de sí mismo. Así que 10 se dedicó a regalarlos, a manos llenas, como era él, sin guardarse nada, dándolo todo. Ese saber germinó en varias generaciones de canarios, que aprendieron a ver su tierra con otros ojos, que aprendieron a darle valor. Recordar a Telesforo, es recordar la maresía besándonos el rostro en El Penitente, es recordar el Charco de la Soga, La Cueva de Las Palomas, La Laja de la Sal, la antigua Playa de Martiánez, es ver surcar por el cielo estrellado y limpio de Las Cañadas una estrella fugaz, entrando por Boca de Tauce y contemplar como se pierde tras Guajara. Es volver a dormir a la intemperie en Alegranza, Pico Viejo o las Salvajes. Es reírse a carcajadas de sí mismo y no parar de bromear con los demás. Es ponerse serio, entrar en trance y encontrar en un segundo, los restos cientos de años olvidados, por los antiguos pobladores de esta peña. Es preocuparse del miedo de sus paisanos, cuando alguien aventaba el terror al despertar del volcán y transmitir, con la seguridad que da hablar la lengua de las lavas, que si respetamos a la Tierra, la Tierra nos respetará y que debemos aprender a convivir en armonía con ella y con todos los seres que en ella habitan. Recordar a Telesforo, honrarle, es un acto de justicia, olvidar su nombre, es olvidarnos a nosotros mismos, de donde venimos y a donde queremos ir. Recordar a Telesforo, es amar la vida y su sustrato, es querer aprender cada día un poco más, es no dejar de luchar por nuestros sueños, es querer construir un mundo mejor. Breve Biografía de Telesforo Bravo “Rocas y espuma, el eterno poema de las olas. Yo miro esta canción de los siglos” (Telesforo Bravo a su esposa Elena Asunción Bethencourt). Telesforo Bravo Expósito nace en Puerto de la Cruz el 5 de enero de 1913. Su padre es Buenaventura Bravo del Pino y su madre Hilaria Expósito. Es el menor de tres hermanos, tras Hilaria y Buenaventura. Hilaria se casaría con el que fuera Rector de la Universidad de La Laguna, Benito Rodríguez Ríos y Telesforo y él se trataban de “cuñados”. Buenaventura fue durante muchos años maestro en San Sebastián de La Gomera, además de Alcalde de dicha ciudad. Fue un naturalista que atesoró grandes conocimientos sobre todo relativos a las plantas. La infancia de Telesforo transcurrió en el Puerto de la Cruz. Su primer recuerdo según señaló el mismo en el discurso que pronunció con ocasión de la concesión de la distinción de Hijo Predilecto de Tenerife, fue un viaje a Garachico desde el Puerto de la Cruz, en un coche de caballos, un Overland descapotable tirado por “Biscochito”. 11 Autorretrato de Telesforo en los acantilados de Martiánez (años 30). 12 Autorretrato de Telesforo en los acantilados de Martiánez (años 30). 13 También recuerda en ese mismo discurso, como la noche del armisticio, tras haberse firmado el Tratado de Versalles que ponía fin a la Primera Guerra Mundial, mientras la gente lo celebraba en El Puerto de la Cruz con fuegos artificiales, y el niño Telesforo se asomaba a la ventana para verlos, una gallina se comió sus dos dientes de leche que guardaba celosamente para que el Ratoncito Pérez le diera su recompensa. Con siete años en un paseo con su madre entre el Puerto y los Realejos descubre como el paisaje cambia y como incluso el Teide muta sus formas a medida que avanzan. Según parece al niño Telesforo le costó hablar, porque probablemente no encontraba nada interesante que decir, según decía él mismo. Le encantaba además cuando era niño perderse, esconderse y observar, de tal modo que a veces era difícil encontrarle. En una ocasión se pasó casi un día entero oculto en un baúl. Telesforo es criado en un ambiente marinero ya que su padre es patrón de un barco de cabotaje que hace la ruta Santa Cruz de Tenerife – Santa Cruz de La Palma pasando por Garachico, lugar del que era originario. Buenaventura, el padre de Telesforo, era una persona extrema-damente inquieta. Participa desde su juventud en los alumbramientos de aguas subterráneas, como un pozo en el barranco de San Felipe, teniendo participaciones en varias galerías y pozos. Esto marcó la vida del joven Telesforo, porque con su padre viaja a otras islas y queda fascinado por el ambiente marino y por la experiencia del viaje. En las galerías descubre un mundo nuevo, subterráneo al que pocos tienen acceso y que llegaría a conocer como nadie. Sus primeros años los pasa en una casa de la Calle La Marina, anexa a unas dependencias donde su padre tiene un almacén de productos para barcos. Posteriormente, la familia se traslada a la calle de La Hoya. La casa de la calle de La Hoya será su trampolín hacia lo que se convertiría en su primer “laboratorio al aire libre”, Martiánez, la playa y los acantilados, sus cuevas y su fuente. Telesforo y Buenaventura comparten cuarto en la azotea y desde allí ven atardecer y amanecer sobre Martiánez y observan como el mar pasa de una relativa calma, a temporal desatado. Observan a los cernícalos acechando a sus presas sobre los llanos de Martiánez y a las hojas de las plataneras mecerse con el alisio del estío. Telesforo estuvo ininterrumpidamente más de veinte años recorriendo los mil recovecos de Martiánez, diseccionando sus “entrañas”, con lluvia y con sol, con viento o con calma chicha, todos los días del año. Se sube a La Carpeta y se lanza desde ella. Entra con su yola a la Cueva de Las Palomas. Estudia la vida marina en los charcos. Encuentra restos aborígenes en las cuevas. Fotografía mil rincones, se autorretrata, retrata a sus compañeros y compañeras de andanzas. Esos años le regalaron a Telesforo un físico privilegiado, que unido a sus escaladas, posiciones imposibles en el acantilado y saltos desde él al mar, hicieron que muchos de 14 sus convecinos le consideraran un loco y le regalaran el apodo de “El Tarzán de Martiánez”. Para los ratos que pasan en casa, Buenaventura, empeñado en estimular también su creatividad y darles un oficio si un día les hace falta, monta un pequeño taller de ebanistería para los dos hermanos en el sótano de la casa. Telesforo, apasionado del mundo egipcio y mesopotámico encuentra en ellos, motivo de inspiración y los plasma en muebles, en pequeños joyeros y cajas etc. También hace tallas sobre motivos religiosos, como querubines y ángeles, alguno de los cuales recordaba él que se encontraba en una Iglesia del Valle de La Orotava. Telesforo hace sus estudios primarios en El Puerto de la Cruz y su bachillerato en Ciencias en el Instituto de Canarias de La Laguna. La estrechez económica de la época, hace que los dos hermanos Bravo comiencen a estudiar juntos Magisterio en la Escuela Normal de Magisterio de La Laguna. A Telesforo le hubiera gustado estudiar entonces Ciencias Naturales, pero la familia no tenía recursos suficientes para enviarlo a la Península. Telesforo termina la carrera con veintidós años y ocupa su primera plaza como profesor en Santa Cruz de Tenerife. En 1936 la guerra le sorprende y trastoca su vida y sus planes, como los de sus paisanos. Después del alzamiento es movilizado y hasta 1938 su misión es enseñar a leer y a escribir a reclutas en Hoya Fría. En 1938 es destinado al frente de Madrid y allí permanecerá hasta el final de la guerra en 1939. En el Ejército llegó a ocupar el grado de teniente. Nunca fue amigo Telesforo de comentar sus experiencias en la guerra. No era un abuelo amigo de contar “batallitas”. En todo el tiempo que pasé con él solo contó algunas anécdotas. Tres de ellas me impactaron especialmente. La primera, cuando llegó al frente. No había uniformes de su talla y le dieron un mono de color verde, sin mostrar graduación de ningún tipo. Telesforo, poco amigo de disciplinas y saludos castrenses, se sintió muy cómodo con esa indumentaria ya que todo el mundo le confundía con un mecánico. Sin embargo, en una reunión a la que le ordenaron acudir, un oficial de mayor graduación preguntó que hacía allí ese mecánico. Al responderle alguien que era un teniente ordenó remover Roma con Santiago para conseguir un uniforme de su talla. Así terminaron los días anárquicos de Telesforo en el frente de Madrid en plena guerra. Otra de la que hablaba especialmente dolido, era cuando les obligaban a escuchar Misa sometidos a la artillería enemiga. Telesforo afirmaba que veían ver volar los obuses sobre sus cabezas o quedándose a pocos metros mientras debían permanecer de rodillas. La última se refiere a una ocasión en la que los terrenos que ocupaban se inundaron. Tuvieron que subirse a los árboles para evitar ser arrastrados por las aguas. Cuando éstas comenzaron a bajar, discutieron entre ellos quien debía ir al centro de mando a pedir órdenes. Resultó que el 15 Erick ‘el francés’ (con boina), Telesforo y Buenaventura Bravo, y una persona no identificada en Martiánez por los años 30 (arriba). Telesforo, Buenaventura Bravo y una persona no identificada, en un barranco de La Gomera, hacia 1935 (abajo). 16 Telesforo y Buenaventura Bravo con persona no identificada (años 30). 17 único que sabía nadar era Telesforo, así que le tocó a él. Cuando llegó a su destino le dieron unas órdenes claras: “deben mantener la posición”. Así que tuvieron que permanecer aún varias horas más subidos a los árboles. Al bajar descubrieron que algunos soldados del otro bando estaban haciendo lo propio en una arboleda no muy lejana y en un momento donde primó la razón, de los que a veces se dan en las absurdas guerras, se reunieron y charlaron como amigos, como compatriotas que eran. Al terminar la guerra, en 1939, cuando Telesforo tiene 26 años sucede un acontecimiento que va a condicionar su trayectoria académica y profesional posterior. Ese año encuentra unos restos óseos en la Ladera de Martiánez que se parecen a unos encontrados por su padre hace años en el Barranco de San Felipe y que Telesforo recuerda que están almacenados en unas cajas en el sótano de su casa. Su padre piensa que son de cabras o de otro mamífero, pero Telesforo sospecha que se trata de algo distinto. Por mediación del Doctor Maynar de la Universidad de La Laguna, que fue Catedrático de Geología en dicha Universidad, contacta con un profesor cántabro, el Doctor Llarena, que da clases en la Universidad de Frankfurt Am Main, en Alemania. En esa Universidad enseña un gran especialista en fósiles, el Dr. Mertens. Telesforo le envía los restos a Llarena que a su vez se los confía a Mertens para que los estudie y espera contestación. La única que obtiene es la de Llarena pidiéndole más restos. Años más tarde se encuentra con que Mertens, sin haber pisado ni una vez Tenerife se apropia del descubrimiento, describiendo una nueva especie de Lagarto Gigante, ya extinguido, a la que denomina Lacerta gallotia goliath. Esto enfurece a Telesforo, que se siente engañado, traicionado en su buena fe. Decide entonces adquirir los conocimientos suficientes que le permitan hacer sus propias investigaciones sin tener que lidiar con más “carroñeros científicos” Pero ese año sucede otro hecho feliz en la vida de Telesforo, además del final de la guerra: se casa con Elena Asunción Bethencourt o con Asunción como la llamaba él, que será su alter ego en tantas aventuras. Asunción ya había sido compañera de andanzas en su “primer laboratorio”, pero a lo largo de los años le acompañará en muchos más. Son innumerables los viajes que hace con él, desde Irán, hasta Islandia, desde Trujillo a Las Cañadas. Asunción es una persona dotada de una inteligencia y una memoria extraordinarias. Luchando contra el sexismo imperante en la época, obtiene el número uno en las oposiciones regionales para ocupar plaza de maestro. Sería durante muchos años directora de diferentes centros docentes, desde el Puerto de la Cruz a Adeje, pasando por Santa Cruz de Tenerife y Lomo Apolinario en Gran Canaria. Al regresar Telesforo desde Irán, abandonaría sus responsabilidades docentes y dedicaría por completo su vida a su familia. Pero como sus inquietudes no desaparecían y quería compartir más tiempo con Telesforo, cuando ya tiene más de sesenta años comienza y termina la 18 carrera de Geografía e Historia, para ayudar a su marido en sus investigaciones. Asunción escribe en colaboración una guía explicativa sobre la Geografía de Canarias escrita por Telesforo, que fuera más accesible a turistas y público en general. Sin duda Asunción fue el anclaje de Telesforo a la tierra, su mayor apoyo, su compañera y amiga de toda la vida. Hasta 1945 Telesforo sigue movilizado, sirviendo durante esos seis años en Automovilismo. Como él mismo confesaría, ese período de su vida en el que la movilización forzosa le apartó temporalmente de sus sueños, se hizo interminable. Además duerme muchos días en el cuartel mientras su familia está en Adeje o en Santa Cruz. Sin embargo durante ese período amargo, Telesforo no pierde interés por sus grandes pasiones. Así “mata el gusanillo”, descolgándose cuando tiene oportunidad, por los acantilados de la Quinta en Santa Úrsula, usando las redes de la batería de costa, en busca de restos aborígenes y fósiles. Finalmente el 21 de diciembre de 1945, obtiene la licencia tras haber pasado nueve años en el ejército, rechazando la oferta de continuar la carrera militar lo que le hubiera costeado los estudios. Telesforo según decía, había tenido ya suficiente disciplina castrense. A mediados de los años cuarenta nacen también los dos hijos del matrimonio, Jesús que se convertiría años más tarde en geólogo y profesor de la Universidad de La Laguna y Lourdes que se casaría con Juan Coello el gran colaborador científico de Telesforo. En 1946 una beca del Cabildo de Tenerife y el apoyo de su mujer le permiten cumplir su gran sueño: trasladarse a Madrid y comenzar la carrera de Ciencias Naturales. Asunción permanece en Canarias continuando su periplo por las Islas. Los años en el Madrid de la posguerra son duros y escasea la comida. En la capital comparte piso, entre otros con Don Enrique Talg, que recuerda que ambos debían compartir traje, puesto que sólo uno de los dos tenía. Telesforo obtiene excelentes resultados académicos y cuando finaliza la carrera se especializa en Geología e Hidrología. Durante los años siguientes hace los cursos de doctorado que finaliza en 1953. Telesforo ve entonces más cerca su anhelo de convertirse en Doctor y se gana la admiración de compañeros y profesores. Sin embargo, diversas vicisitudes académicas relacionadas con la política universitaria le impiden leer la tesis lo que supone un duro revés para Telesforo. En 1954 entiende que su carrera en Madrid ha llegado a una vía muerta, así que regresa a Canarias para ocupar el cargo de asesor técnico del Museo Canario para el que realiza varias campañas arqueológicas que resultarían muy fructíferas, con el que se convertiría en su buen amigo Pepito Naranjo. Además, colabora en las investigaciones del geólogo finlandés Hans Hausen que se encuentra en ese período en Gran Canaria. 19 Telesforo Bravo y Erick ‘el francés’ en la playa de Martiánez. Años 30. 20 Autorretrato de Telesforo Bravo por los años 30 (arriba). Excursión por las costas del Valle de La Orotava (abajo). 21 Debido a las grandes limitaciones físicas de Hausen, es Telesforo el que le hace prácticamente todo el trabajo de campo, colaborando también posteriormente en la elaboración de los resultados con una continua y rica correspondencia. Esta experiencia supondría una nueva decepción para Telesforo ya que Hausen nunca reconocería la importancia de su colaboración. En 1956, Telesforo, cuyo currículo académico y su reputación no han pasado desapercibidos en círculos académicos y profesionales, es llamado a Madrid por Arquitectos e Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos para realizar investigaciones hidrogeológicas en los terrenos de las Bases Americanas en España y sus aledaños. Su primer trabajo lo realiza en un lugar conocido como “Los Ojos de San Jorge”, cerca de la Base Área de los Llanos, en Albacete. Su contrato es de ocho días y cobra 2.400 pesetas. Posteriormente realizaría otros trabajos hidrogeológicos o lo largo y ancho de la geografía peninsular en los acuartelamientos estadounidenses, bastante numerosos en aquella época. De estos trabajos muchas veces se beneficiaban las poblaciones colindantes. Cabe citar como anécdota, que Telesforo recordaba los pozos de abastecimiento de agua que existían antiguamente en pleno Paseo de Las Castellana, antes de la expansión de Madrid hacia ese lugar. Al año siguiente, a Telesforo, que se ha ganado la consideración de los técnicos estadounidenses, le proponen una empresa más arriesgada pero muy atractiva profesionalmente. “Ammann & Whitney”, empresa de arquitectura e ingeniería del país de las barras y estrellas fundada en 1946, y que a lo largo de los años ha participado en proyectos tan importantes como la restauración del Capitolio en Washington, los edificios Philarmonic Hall, Repertory Theater y Opera House del Lincoln Center de Nueva York, la terminal de la TWA del aeropuerto JFK de la misma ciudad, el George Washington Bridge también en Nueva York, y finalmente, el Auditorio de Pittsburg, y que desde hace más de cincuenta años ha sido adjudicataria frecuente de proyectos del Ejército de los Estados Unidos, le ofrece un contrato como Geólogo para trabajar en el “Iran Road Project” (Proyecto de Carreteras de Irán, país conocido en aquel entonces como Persia). La Segunda Guerra Mundial ha terminado y Estados Unidos y la Unión Soviética están en plena Guerra Fría. En 1950 accede al poder en Irán, Mohamed Mossadeq. En Abril de 1951 a propuesta de éste, el Parlamento iraní vota la nacionalización de la industria petrolera y la compañía Anglo- Iraní de petróleos se ve obligada a abandonar sus operaciones, y como resultado Gran Bretaña boicotea la compra de petróleo iraní. En ese momento comienza una lucha de poder entre el Sha y Mossadeq que culminaría el 22 de agosto de 1953 con el derrocamiento del segundo en un golpe de Estado perpetrado por el general Fazlollah Zahedi, con el apoyo de la CIA. Los Estados Unidos están muy interesados en las reservas petrolíferas y en la importancia geoestratégica de Irán. 22 El Sha al acceder al poder, coloca rápidamente al país en la órbita del Bloque del Oeste. Persia tenía una amplia frontera con la U.R.S.S. y los estadounidenses no querían que se produjera una invasión soviética, que dejaría a los aliados desprotegidos y les privaría de una importante fuente de petróleo. Por todo ello, se consideraba un objetivo estratégico mejorar la red de comunicaciones y en concreto de carreteras del país. Telesforo Bravo es contratado por 450 $ al mes y en las estipulaciones del contrato figura que debe trabajar seis días y 48 horas a la semana. En Irán, Telesforo recorre las estepas a pie, a caballo o en camello. Busca las mejoras localizaciones para las carreteras y señala nuevos pozos de agua para los trabajadores que luego serán aprovechados por la población local. Con su guía, un armenio llamado Simon Sarkissian, hace una gran amistad. A veces las condiciones de trabajo son penosas y las epidemias son frecuentes. En una de ellas fallecen varios trabajadores estadounidenses más acostumbrados a la asepsia. Como geólogo a cargo del proyecto, a veces se tiene que internar con Sarkissian en zonas totalmente aisladas donde la autoridad del Gobierno no existe. En ocasiones se ve obligado a negociar los derechos de paso con los notables de las aldeas o incluso con bandas de salteadores que controlan algunos territorios. A Telesforo le fascina lo agreste del paisaje, la belleza dura de esos territorios vírgenes y le impresiona la sencillez y hospitalidad de unas gentes herederas de una de las más antiguas civilizaciones de la Humanidad. Además, queda impresionado con una manera iraní de obtener y distribuir las aguas subterráneas, los “Ghanats”, que son sistemas de irrigación mediante túneles subterráneos, que los locales llevan incontables años realizando. Telesforo se hace inmediatamente con los secretos de su construcción y localiza los mejores estratos para excavar en ellos los túneles. Su pericia es incluso reconocida por la Revista de los Ingenieros del Ejército de los Estados Unidos que menciona su trabajo en un Ghanat en el Kurdistán Iraní, en un reportaje. Sin embargo, las condiciones del trabajo son muy duras y la familia está muy lejos. Asunción está sacando adelante a la familia en solitario y durante su visita a Telesforo en Irán acuerdan su regreso. Las condiciones académicas se han normalizado en Madrid y Bravo puede regresar a leer su Tesis. En diciembre de 1959 se despide de Irán y de “Ammann & Whithnney” que le ha arrancado la promesa de considerar al menos, ofertas de trabajo futuras. En años sucesivos recibe ofertas muy suculentas de otras dos compañías de ingeniería estadounidenses para realizar trabajos en el Magreb y Oriente Medio: “Frank E. Basil” y “Ralph Parsons”, pero las rechaza porque su vida está ya encaminada hacia la docencia. En 1960 lee su tesis en Madrid sobre la Geología de La Gomera obteniendo el Premio Extraordinario. A continuación regresa a Tenerife para 23 ocupar la Dirección del Museo de Ciencias Naturales. En este mismo año elabora un extenso informe sobre el problema del agua en Lanzarote que padece una severísima sequía. Telesforo con el uniforme del Ejército durante la Guerra Civil. 24 Bravo subido a una roca frente a ‘su Teide’. 25 Además, también en el año 1960 se convierte en profesor asociado interino de la Universidad de La Laguna. Sería el comienzo de su actividad docente en esa Universidad, en la que ocuparía además los cargos de Decano y Vicedecano de la Facultad de Ciencias. Telesforo transmite en las aulas laguneras sus conocimientos a muchísimas generaciones de canarios que estudian Farmacia, Biología, Geografía, Matemáticas, Magisterio, Medicina, Geografía e Historia etc. A ningún alumno deja indiferente. Acompañado en sus primeros años de sus inseparables pipas, a las que cambia su aromático tabaco holandés durante la clase, Telesforo desvela los secretos de la Gea y de la Naturaleza de Canarias a sus alumnos. Muchos de ellos han confesado que su visión de las Islas y de su entorno, cambió radicalmente tras sus clases y que fue Telesforo el que les enseñó a amar la Naturaleza. Para culminar ese fructífero año se convierte en miembro del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, en su ciudad natal de Puerto de la Cruz. En los primeros años de la década de los sesenta y en colaboración con esta institución comenzará una de las actividades más duraderas que Telesforo realizará a lo largo de su carrera y que realizaba con mayor satisfacción. Comienza a impartir la docencia en el Curso de Español para Extranjeros que organiza el Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias y La Universidad de La Laguna. Esta actividad sólo cesará tras su fallecimiento en 2002. Durante cerca de cuarenta años Telesforo acompañará a numerosos grupos de extranjeros a excursiones por diferentes lugares de las islas y disertará sobre su visión del archipiélago acompañado de una selección de su extensa colección de diapositivas. Su intención es presentar las islas tal y como son, lejos de tópicos y estereotipos. También a comienzos de los años 60 elabora un estudio sobre la situación de los acuíferos del Valle de La Orotava denunciando su creciente contaminación y alertando a los tres ayuntamientos del Valle sobre la necesidad de tomar medidas al respecto. Su voz autorizada fue desoída durante cerca de cuarenta años por las autoridades competentes. Así mismo, en esta década hace sonar la voz de alarma ante las emanaciones de gases en las galerías que pueden tener consecuencias fatales para el ser humano. En 1962 publica una obra que se convertiría en pionera, “El Circo de Las Cañadas y sus dependencias”. En ella Telesforo formula una hipótesis sobre la formación de Las Cañadas del Teide y los Valles de La Orotava, Güímar e Icod. Telesforo cree que el Circo de las Cañadas y los Valles, se han formado por un mecanismo que él denomina “avalancha” término precursor de “deslizamiento gravitacional”y que es la primera vez que se utiliza en la literatura geológica mundial. Esta teoría es rechazada por la mayor parte de la comunidad científica que realiza sus investigaciones en las islas Canarias. 26 Con el transcurso del tiempo sólo su gran colaborador científico Juan Coello, su hijo Jesús Bravo, el geólogo J. M. Navarro y el geógrafo Eustaquio Villalba van a apoyar estas tesis. Tendrán que pasar de nuevo cuarenta años, para que un buque oceanográfico británico encuentre los restos de estos grandes deslizamientos frente a las costas de Tenerife. Es precisamente Las Cañadas y El Teide otro de sus “laboratorios al aire libre” a los que Telesforo acude con muchísima frecuencia en su Land- Rover. Durante muchos años, Telesforo recorre a pie, la mayor parte de las veces en solitario, Las Cañadas de norte a sur, de sur a norte, de día y de noche. En él realiza investigaciones geológicas, encuentra restos aborígenes con su amigo Celestino González. Sube al Teide o a Pico Viejo con la Peña Baeza de sus amigos Luis Espinosa e Imeldo Bello. Enamorado del cielo estrellado, pasa numerosísimas noches “al raso” con la única protección de un saco de dormir, observando las constelaciones, descubriendo nebulosas, siguiendo el recorrido de los satélites artificiales. Su relación con Las Cañadas llega a ser tan familiar que crea su propia toponimia y en algunas ocasiones siente y escribe que él mismo es parte del paisaje volcánico que le rodea, que las Montañas y los Roques y todo lo que observa es “suyo”. En 1963 participa activamente en la Organización del V Congreso Panafricano de Historia y Prehistoria del Cuaternario junto con Luis Diego Cuscoy. En el año 1964 realiza una expedición científica a Lanzarote y conoce a César Manrique con el que visita varios lugares de la isla. Telesforo enseña a César sitios que el propio artista desconoce y entre científico y artista se crea un diálogo, de Naturaleza a Arte, de Arte a Naturaleza, de Arte en La Naturaleza. Sin embargo, Telesforo siempre defendió en vida que no había nada más bello que lo que la Naturaleza había tardado millones de años en modelar. En 1966 obtiene por oposición la Cátedra de Geología de la Universidad de La Laguna convirtiéndose en Catedrático de Petrología y Geoquímica. Telesforo siempre mantuvo que él no tenía aspiraciones para convertirse en catedrático sino que “le empujaron” a hacerlo desde diferentes ámbitos académicos. Este año es también importante en su trayectoria científica porque en él formará un binomio científico que aportará grandes progresos al conocimiento geológico de las islas Canarias. Es el que forma con su yerno Juan Coello. Este geólogo, nacido en Madrid de padre canario, apoyará y redefinirá las tesis de Telesforo sobre las “avalanchas”, dotándolas de mayor consistencia científica. Durante casi cuarenta años, acompañará a Telesforo en sus viajes por Canarias y el extranjero y realizará con él una investigación minuciosa y exhaustiva de las galerías y pozos de Tenerife, La Palma, El Hierro y Gran Canaria, en su doble vertiente geológica e hidrogeológica. Su aportación al conocimiento de los subsuelos de las islas Canarias es pionera y única y dio lugar a numerosas explicaciones sobre diferentes estructuras de las islas. A ellos se debe el descubrimiento de un 27 Barranco en La Gomera hacia 1935 (arriba). Excursión a Las Cañadas con grupo (abajo). 28 Telesforo y Buenaventura Bravo con acompañantes no identificados en una excursión en coche. 29 importante acuífero en La Palma que fue bautizado “COEBRA”, utilizando las tres primeras letras de los primeros apellidos de sus descubridores. Y con su mujer Asunción, su hija Lourdes, Juan Coello, su hijo Jesús y sus nietos, funda lo que él llamaba su “Universidad”, ya que su casa ofrecía a aquellos el ambiente, los medios y la tranquilidad necesaria para estudiar, investigar y compartir conocimientos sobre los más variados ámbitos del saber. En las reuniones familiares en las que estaba presente Telesforo, nunca faltaba un debate que él observaba con esa sonrisa socarrona tan suya. Telesforo intervenía para acotar, para precisar o para soltar alguna de sus frecuentes bromas. En 1967 se celebra en el Museo Canario de Las Palmas de Gran Canaria, la I Reunión del Grupo Español de Petrología, estando presente Telesforo Bravo. En esa reunión se acuerda la creación de un Instituto de Estudios Geológicos en las islas Canarias con diferentes secciones (Petrología, Vulcanología etc.) Es el primer antecedente del intento de creación de un Instituto Vulcanológico en Canarias, auténtica obsesión y sueño de Telesforo Bravo, durante los años que realiza investigaciones científicas en las islas. En esa reunión además, a Telesforo le encomiendan que haga de enlace y realice el seguimiento de las investigaciones de todo geólogo extranjero en las islas Canarias e informe de las mismas al Grupo. También en 1967 acude a la Asamblea de La Unión Internacional de Geología en Suiza, encomendado por el Grupo Español de Petrología. Durante ese Congreso establecerá numerosos contactos con instituciones internacionales y con investigadores de otros países. En 1968 el concurso de Telesforo es fundamental para que se celebre en Tenerife el Congreso Internacional de Vulcanología al que acuden ponentes de todo el mundo y que reivindica que Canarias es un territorio de importancia mundial para las investigaciones geológicas. Mil novecientos sesenta y ocho es también el año en que Telesforo hace el primero de sus tres viajes a Las Salvajes. Salen desde La Graciosa en un barco que se llama “El Graciosero”. Son Telesforo, Sventenius, Juan Coello, Celestino González y Emilio González Reimers. En años posteriores haría dos viajes más con Juan Coello y con personal del Museo de Ciencias Naturales de Tenerife. En 1970 Telesforo es nombrado miembro del Patronato de los Parques Nacionales del Teide y de Garajonay, por el Ministerio de Educación y Ciencia, pasando a ser luego representante del Ministerio de Cultura. Nunca cesó en su cargo y continuó acudiendo a las reuniones, ya fuera en Santa Cruz de Tenerife o en La Gomera, hasta el final de sus días. En estas sesiones, Telesforo se hizo famoso por aportar grandes dotes de serenidad y sosiego, además de soluciones técnicas impecables, durante el debate de las cuestiones especialmente espinosas. 30 En 1971 se produce la erupción del Teneguía y Telesforo es el primer geólogo en acudir sobre el terreno. Su intervención es fundamental para apaciguar los ánimos, tranquilizar a la población y convencerla de que no se trata de una erupción peligrosa. Telesforo desempeña un papel fundamental en la elección del nombre de este volcán. Según parece, se discutió si se debía poner al volcán el nombre del santoral, correspondiente al día que entró en erupción, como ya se había hecho con otros volcanes de La Palma anteriormente. El geólogo Alfredo Hernández-Pacheco, enemigo de esta solución, le pidió a Telesforo que le trajera un mapa, para buscar un topónimo de algún elemento cercano. Telesforo encontró uno que le gustó: “Teneguía”, y los dos acordaron llamarlo así. Horas más tarde, cuando era entrevistado por el periódico “La Tarde” Bravo habla de la erupción del volcán “Teneguía”. Ante las preguntas de los sorprendidos periodistas que es la primera vez que oyen este nombre, Telesforo dice que lo eligió “porque era muy guanche y muy bonito”, lo cual hirió algunas susceptibilidades. Al año siguiente, se inicia su periplo por otros territorios de la Macaronesia realizando un viaje a Madeira. En 1973, Telesforo participa en la Primera reunión de la ponencia para formular un proyecto que creara un Instituto Vulcanológico en Canarias. Este fue siempre uno de los grandes sueños de Telesforo, la creación de un Instituto que se convirtiera en referencia internacional sobre la investigación vulcanológica, donde se formaran además jóvenes investigadores y que tuviera autonomía científica con respecto a Madrid. Participan la Universidad Complutense de Madrid, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas, la Universidad de La Laguna y el Cabildo de Tenerife. A Telesforo y a Juan Coello les encomiendan contactar con las instituciones locales y obtener la financiación necesaria para la creación del Instituto. No es necesario explicar que este Instituto nunca se llegó a crear por razones múltiples que podrían dar lugar a un estudio individualizado. En 1974 Telesforo reanuda sus actividades internacionales. Salta “el Charco” por primera vez y acude en Santiago de Chile al Congreso Internacional de Vulcanología, y además, en el marco de la Cooperación Internacional Española gestionada por aquel entonces por el Instituto de la Cultura Hispánica, realiza investigaciones hidrogeológicas en el Norte de Chile, en concreto en Antofagasta y Coquimbo, en colaboración con La Universidad del Norte de Chile. Telesforo queda fascinado por la belleza agreste y salvaje del desierto de Atacama y por el paisaje mágico del Tatio. Telesforo inmortalizó con su inseparable cámara, bellas estampas de este árido lugar. Al año siguiente, elabora un informe hidrogeológico sobre la isla de La Gomera. También en 1975, viaja a Venezuela donde da una conferencia en el Hogar Canario de Caracas y realiza un Estudio Hidrogeológico sobre Isla Margarita. Como todo buen geólogo, regresa con numerosas muestras de 31 rocas en el equipaje y su martillo Stenway un poquito más viejo y con más cicatrices. En estos años participa además en el Proyecto Canarias SPA 15 sobre el estudio del agua en las islas Canarias. En 1976, a petición del Ayuntamiento de Puerto de la Cruz, elabora un informe muy importante sobre el acantilado de Martiánez donde avisa de la inminencia de que se produzcan desprendimientos de grandes rocas. Esta vez su dictamen sí fue escuchado con rapidez. De 1980 a 1984 ocupa la Presidencia de la Sección de Vulcanología y Química del Interior de la Tierra de la Comisión Nacional de Geodesia y Geofísica. También en 1980 es elegido Vicepresidente de Relaciones Científicas del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, cargo que ocuparía hasta su fallecimiento. En ese período dirigió la celebración de once ciclos (Semanas Científicas), que llevaron inicialmente el nombre de “Flora y Fauna en América y Canarias”, y que en los últimos ciclos se amplió incluyendo la Geología. En 1982 acude con Juan Coello al Congreso Internacional de Vulcanología en Islandia y al año siguiente, cuando cumple setenta años, se ve obligado a jubilarse de la Cátedra de Geología de la Universidad de La Laguna, pero no de su actividad docente e investigadora que compatibiliza con el estudio de las aguas subterráneas. En lo que resta de la década de los ochenta y la de los noventa Telesforo, se prodiga dando numerosas charlas y conferencias por toda Canarias e incluso fuera de ellas, en colegios, centros culturales e instituciones de todo tipo, desde un Centro Cultural de Gran Tarajal hasta la Universidad Autónoma de Barcelona, y se convierte en asiduo, como profesor, de los viajes que organiza la Asociación Viera y Clavijo para la Enseñanza de Las Ciencias. En esos viajes, imparte su magisterio a enseñantes de todas las Islas y aprovecha para fotografiar de nuevo paisajes insulares, que un día ya fueron presa de su objetivo. En 1998 viaja con esta Asociación a Cabo Verde, y en el año 2000 a Azores. Tras su jubilación, Telesforo no pierde esa curiosidad universal que le caracterizaba y estos dos viajes, además de suponer varios miles de diapositivas, le abren un millón de nuevas ventanas, de nuevos temas sobre los que profundizar y conocer. En los últimos años de su vida, Bravo descubre el ordenador e Internet. Se convierte en un agudo observador de la realidad cotidiana y utiliza los nuevos medios informáticos para escribir el que sería su último trabajo “Tarjeta de Identidad de La Naturaleza de Gran Canaria” para el Museo Canario, en el Centenario del Doctor Chil y Naranjo. En numerosas ocasiones expresó su deseo de vivir más de cien años y en el discurso de aceptación de Hijo Predilecto de la Isla, transmitió su anhelo por seguir aprendiendo, por seguir descubriendo algo nuevo día tras día. No tuvo nunca 32 una palabra para hablar del ocaso de su vida, ni la merma de sus facultades fue nunca apreciable. A lo largo de los años Telesforo colaboró y mantuvo una fecunda correspondencia con científicos de Universidades de todo el mundo como Hamburgo, Liverpool University College, Newcastle Upon Tyne, Indonesia, Tokio, Nueva Inglaterra, Cardiff y Ohio Academy of Family Phisycians. Su inagotable vocación de servicio hacia la sociedad de la que formaba parte le hizo formar parte además de la Comisión Investigadora del Incendio de La Gomera y realizar trabajos junto con Juan Coello para la rehabilitación de La Catedral de la Laguna. Así mismo, participó en una Comisión del Congreso de los Diputados sobre Criterios del Anteproyecto de La Ley de Aguas el 26 de abril de 1985. Telesforo Bravo era una persona dotada de una gran sangre fría que le llevaba a reaccionar con una templanza inusual en situaciones complicadas. A mediados de los 80 en una excursión cerca del Llano de Maja, Telesforo recogía muestras de piedras y yo le acompañaba. Estábamos a unos quinientos metros del coche y dos ladrones rompieron a pedradas una de las ventanillas para hacerse con lo que había dentro. Únicamente había un par de bocadillos que los rateros se llevaron. Mi abuelo con cerca de ochenta años bajó corriendo de la ladera con el martillo en ristre y yo delante tirándoles piedras a los “amigos de lo ajeno”. Cuando llegamos al coche ya se habían ido. Bravo miró el vidrio roto y me dijo con mucha calma: “No te preocupes es sólo un vidrio, tiene solución. Por hoy es suficiente. Es hora de ir a comer algo” Y montándonos en el coche fuimos a uno de los restaurantes de El Portillo donde mi Telesforo era de sobra conocido y donde ese día nos invitaron a comer. Otro día tras un accidente doméstico me hice un corte en la muñeca dejando los tendones a la vista. Estaba en casa de Telesforo y en dos minutos me hizo un torniquete que paró la hemorragia por completo. En el Centro de Salud, el ATS preguntó quien había hecho aquello y alabó el trabajo realizado. Pero Telesforo era sobre todo una persona generosa y enamorada de la docencia. En 1999, mis compañeros de promoción del Máster de Medio Ambiente de la Universidad Carlos III de Madrid vinieron de viaje científico a Tenerife alojándose en el Aula de La Naturaleza “Emilio Fernández Muñoz” que está a casi dos mil metros de altura. Le pregunté a mi abuelo que si nos daría una charla, y con sus 86 años bien cumplidos, sin dudarlo un momento allí se plantó, conduciendo su coche y haciendo gala de su gran sentido del humor. Nos dio una charla sobre Canarias de más de dos horas y esa noche se negó a compartir cabaña con nadie. Durmió a la intemperie bajo el dosel de pinos, por entre el que se podían apreciar sus tan amadas estrellas. Mis compañeros me confesaron que habían vivido una experiencia única, mágica. 33 En los últimos años, Telesforo denunció con mucha amargura, el deterioro y la pérdida de muchos paisajes y ecosistemas de Canarias, llegando a decir que el suelo rústico estaba en peligro de extinción. Telesforo junto con su mujer Asunción y su padre Paco Bethencourt en los años 50. 34 Telesforo Bravo en el bautizo de uno de sus nietos (arriba), y en una comida con profesores (abajo), ambas por los años 60. 35 El colosal corazón de Telesforo se detiene para siempre el 5 de enero de 2002 en un día de Harmatán o calima, cuando iba a coger uno de los libros de su bien nutrida biblioteca. Muere haciendo una de las cosas que más le gusta: saciando su curiosidad, investigando. Pero Telesforo no se ha ido del todo. Sigue aún entre nosotros y su legado aún tardará mucho tiempo en ser valorado en su justa medida. Es un acto de justicia recordarlo y esta Semana Homenaje a Telesforo Bravo, organizada por su querido Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias y por su también querida Asociación Viera y Clavijo de Enseñanza de las Ciencias. representa y reivindica lo que Telesforo tanto amó: el acto de enseñar, de transmitir, de compartir conocimientos. Sin embargo, aún después de su marcha, su personalidad y su obra han continuado guiando la labor de numerosos científicos que realizan sus investigaciones en Canarias. A veces, cuando estoy en su casa, escucho su risa contagiosa que parece que viene de la biblioteca. En otras ocasiones me parece que lo veo recorrer la casa en su inevitable pijama de verano haciendo la ronda nocturna. Cuando subo a Las Cañadas atisbo su figura detrás de cada peña, en el Pico del Teide, entre dos roques, con su cámara fotografiando un tajinaste o con el martillo, partiendo una roca. Telesforo es ya parte del Paisaje, se ha fundido con él. Muchas gracias. RESPONSABILIDADES Entre las responsabilidades que ocupó se pueden citar: - Vicedecano y Decano de la Facultad de Ciencias. - Presidente de la Sección de Vulcanología y Química del interior de la Tierra de la Comisión Nacional de Geodesia y Geofísica. - Director del Instituto de Estudios Canarios en dos períodos, de 1969 a 1973 y de 1981 a 1985. - Vicepresidente de la Sección Científica del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias. - Miembro de la Junta General del Consejo insular de Aguas. - Miembro de la Sociedad Española de Historia Natural. - Académico de Número de la Real Academia de Medicina de Santa Cruz de Tenerife. - Miembro de la Sociedad Geológica de España. - Miembro de los Patronatos de los Parques Nacionales de Garajonay y El Teide. 36 DISTINCIONES Se puede afirmar que Telesforo recibió reconocimiento público casi al final de sus días. Es necesario también aludir a las numerosas distinciones que recibió entre las que figuran: - Miembro de Honor del Instituto de Estudios Canarios. - Medalla de Oro del CIT de Puerto de la Cruz. - Miembro de la Real Sociedad Española de Historia Natural con diploma honorífico. - Miembro de Honor de la Asociación de Amigos del Museo. - Insignia de oro de Asaga. - Miembro y miembro de Honor de La Real Sociedad Económica de Amigos del País. - Primera Medalla de Oro de la Asociación Canaria para la enseñanza de las Ciencias Viera y Clavijo. - Miembro de Honor del Patronato del Parque Nacional del Teide. - Cofrade de Honor del Vino. - Premio Canarias de Investigación 1989. - Premio César Manrique 2000. - Premio Teide de Oro de Radio Club 2000. - Hijo Predilecto de Tenerife 2001. - Gran Cruz de la Orden de Canarias 2002 (A título póstumo). - Medalla de Oro de Puerto de la Cruz 2003 (A título póstumo). Publicaciones Comienza a publicar con cuarenta años. - 1953. Lacerta maxima de la fauna continental extinguida del Pleistoceno Canario. - 1954. Geografía General de las Islas Canarias. - 1954. Tubos en las Coladas Volcánicas de Tenerife. - 1955. Algunos yacimientos de agugita en Tenerife. - 1964. Segundo Tomo de la Geografía General de las Islas Canarias. - 1959. Consideraciones sobre el Elburz (Irán). - 1962. El Circo de las Cañadas y sus dependencias. - 1964. Estudio Geológico y Petrográfico de la Isla de La Gomera. - 1964. El Volcán y el Malpaís de La Corona. La Cueva de los Verdes y los Jameos. - 1968. El problema de las aguas subterráneas en el Archipiélago Canario. - 1969. La Explotación de las Aguas Subterráneas y sus modalidades. Seminario de Derecho Administrativo. 37 Telesforo Bravo frente a Isidoro Sánchez y persona no identificada en una comida en El Hierro por los años 70 (arriba). Telesforo Bravo con Luis Rosales y compañía en los años 90. 38 - 1979. Contribución a la Hidrología de La Caldera de Taburiente, isla de La Palma, con Juan Coello. - 1989. La investigación de las aguas subterráneas en Canarias. - 1990. Esquema Geológico del Parque Nacional de Garajonay, con J. Bravo - 1989. Mapa Vulcanológico de Las Cañadas y Pico Viejo. Con J. Bravo. - 1996. Los deslizamientos gravitatorios insulares. - 2000. Tarjeta de Identidad de la Naturaleza en Gran Canaria. Museo Canario. 39 Actas de la Semana (21-25 Nov. 2005) Homenaje a Telesforo Bravo Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias 2. Amenazas a la diversidad de plantas marinas por el desarrollo urbano en el litoral: el ejemplo de Puerto de la Cruz Julio Afonso-Carrillo Departamento de Biología Vegetal (Botánica). Universidad de La Laguna. No cabe duda de que cualquier actividad realizada por el hombre directamente en el medio natural supone la modificación de los ambientes originales, con los consiguientes efectos sobre los organismos que habitan en ese lugar. Los efectos de las actividades humanas consecuencia de los asentamientos urbanos son particu-larmente evidentes cuando se analizan en superficies relativamente limitadas para las que existe una constancia documental de cual era la situación original, de las actuaciones que han sido realizadas en ellas, y se dispone de una evaluación del estado actual. En el medio marino, y en especial los territorios frontera entre el medio terrestre y el mar, es decir, las zonas afectadas por las mareas, constituyen ambientes muy delicados en los que las intervenciones humanas se traducen rápidamente en cambios muy significativos, que por lo general son fáciles de detectar, tanto en la composición como en la distribución de los organismos marinos. El litoral de Puerto de la Cruz representa un buen ejemplo para ilustrar todos estos aspectos. Introducción Seleccionar un tema relativo al medio natural de las islas Canarias con el propósito de rendir homenaje al profesor Telesforo Bravo, es en principio relativamente sencillo puesto que de cualquier materia que se pretenda ofrecer una visión actualizada, siempre es posible encontrar alguna evidencia de que esa materia ya fue abordada en su momento, por Telesforo, al menos en parte. Telesforo Bravo fue un gran naturalista, con frecuencia calificado como el último gran naturalista que ha tenido Canarias, que evidentemente, prestó particular atención al medio natural del su municipio. 40 Por esta razón, no podía faltar en esta semana dedicada a homenajear al fallecido profesor, una sesión en la que el Puerto de la Cruz fuera el núcleo principal. La vinculación de Telesforo Bravo con el Puerto de la Cruz, y con este Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, se mantuvo siempre sin interrupción, y desde esta misma tribuna, divulgó como nadie sus enormes conocimientos, utilizando siempre un lenguaje claro, llano y sencillo que hacía accesibles los temas más complejos a personas no vinculadas con la ciencia. Como muchos portuenses, tuve la oportunidad de disfrutar de su conversación y de sus conocimientos. Además, al iniciar mis estudios universitarios tuve el privilegio de ser su alumno y asistir a sus clases de Geología, y también, al finalizar mi formación académica, el profesor Bravo formó parte del tribunal que juzgó mi tesis doctoral. Esta tesis trataba sobre un grupo de algas rojas al que los pescadores denominan habitualmente ‘caliches’, y gran parte del trabajo de campo de este estudio fue realizado en los bajíos de Puerto de la Cruz. Telesforo conocía bien el papel que juegan los caliches en el litoral, pero no sólo en la actualidad sino también en el pasado, puesto que este es uno de los grupos de algas que ha dejado un registro fósil más importante. A lo largo de estas líneas mi pretensión es presentar una evaluación del medio natural marino de Puerto de la Cruz. Recordar con lo que contábamos en un pasado relativamente reciente, de cómo en pocos años hemos transformado el litoral, y sus consecuencias sobre el medio marino, basado en el análisis de lo que en la actualidad se conserva. Para ello utilizaremos los organismos que viven en la zona de las mareas, en la que plantas y animales conviven en unos ambientes muy singulares. Todas las evidencias señalan una elevada riqueza biológica para los primitivos bajíos de Puerto de la Cruz. Como repetía con frecuencia Telesforo Bravo, la riqueza en organismos de esta plataforma de mareas era extraordinaria. Entre los animales invertebrados abundaban burgados, busios, lapas, almejas, cangrejos, centollos, erizos y pulpos, todos ellos codiciados como manjares exquisitos. Otros, como las aguavivas o los canutillos, se trataban de evitar para no sufrir sus molestos efectos. Muchos organismos, como esponjas, gusanos o pepinos de mar, no eran recolectados ni eran molestos, pero por sus variados colores, suponían una aportación más a la belleza cromática del litoral. A veces, la visión dentro de un charco de una estrella de mar provocaba en los más jóvenes la alegría propia de un gran hallazgo. Por aquellos años, llenar una bolsa con lapas o burgados, o de almejas o cangrejos, era una faena realizable en poco tiempo. En cierta medida resultaba terrorífico el aspecto de algunos centollos, con su caparazón cubierto por grandes mujos que le permitían un camuflaje perfecto. Por supuesto, los peces eran muy abundantes y variados, no sólo en 41 Los bajíos de Martiánez que Telesforo Bravo conoció se extendían hasta los alrededores de la ermita de San Telmo a principios del siglo XX (arriba), y los bajíos de San Telmo (abajo) previos a la construcción de las piscinas. 42 Los llanos de Martiánez antes del desarrollo turístico estaban ocupados por las plataneras (arriba). En los años sesenta del pasado siglo (abajo) se inició la construcción de las infraestructuras turísticas. Durante la pleamar los bajíos estaban cubiertos por el mar. 43 fulas, salemas o lisas, sino también en las aguas someras de las proximidades de las rocas donde se alimentaban y protegían sargos, galanas, romeros, palometas, viejas, cabrillas y morenas. Los pescadores hacían sus capturas tanto desde las rocas como desde las lanchas que faenaban por fuera de los rompientes. Toda esta sinfonía de vida era mantenida por las algas marinas, grupo de organismos que en Tenerife hemos denominado tradicionalmente con los nombres de ‘musgos’ o más frecuentemente de ‘mujos’. De modo similar al que hemos comentado para los animales, los mujos eran muy diversos y abundantes en los bajíos del litoral de Puerto de la Cruz. Telesforo Bravo tuvo la posibilidad de comprobar como hasta finales de la década de los sesenta del pasado siglo el mar arrojaba enormes cantidades de mujo a la playa de Martiánez. Aunque la llegada de arribazones a la playa tenía lugar en cualquier época del año, era particularmente importante a finales de verano. En ese momento los mujos alcanzaban su máximo desarrollo y resultaban más frágiles frente a los pequeños temporales que los partían y desprendían, de manera que quedaban un cierto tiempo flotando en el agua, antes de que las corrientes los reunieran y que las olas los depositaran en la arena. No era extraño encontrar a lo largo de toda la playa una pequeña muralla de color marrón que podía superar dos o tres metros de ancho y más de un metro de altura, donde el mujo amarillo espinoso y el mujo de bolitas (sargazos) comenzaban a descomponerse lentamente bajo el sol. Este es un fenómeno que hace décadas que no ocurre en las costas de la ciudad, y como veremos más adelante puede relacionarse con las actividades humanas realizadas en la costa. Los hábitats naturales Telesforo Bravo conoció mejor que nadie el origen y la naturaleza de los arrecifes basálticos que formaban los extensos bajíos del litoral portuense. De él aprendí que la antigua línea litoral estaba constituida por un acantilado, como sucede en prácticamente la totalidad de la costa del norte de Tenerife. Así, en el pasado, el acantilado de Martiánez se continuaba (atravesado por el barranco de Martiánez a la altura de El Tope) por la ladera de El Taoro, El Salto del Barranco, las Dehesas y las Adelfas hasta llegar al camino de El Burgado, más allá de Punta Brava. La mayor parte de la ciudad, al menos la que existía antes de que se expandiera con el desarrollo turístico, estaba asentada sobre unos terrenos relativamente llanos situados por fuera de esos acantilados. Se trata de terrenos ganados al mar por sucesivas coladas de lavas procedentes de erupciones volcánicas que tuvieron lugar posteriormente. Las últimas de estas erupciones al parecer acaecieron hacia 1430, cuando los pequeños volcanes situados en el interior del valle, Las Arenas y La Montañeta, emitieron coladas que avanzaron hacia el mar siguiendo el cauce de los antiguos barrancos (ver Bravo, 2001). 44 Resultado de todo ese conjunto de erupciones fue un territorio relativamente llano y de escasa altura abierto al mar más o menos en forma de abanico desde los llanos de Martiánez hasta Punta Brava. Posteriormente, la acción de los barrancos con su aportación continuada de sedimentos iniciaría la creación de suelo sobre estos malpaíses de escorias, lo que permitió que crecieran plantas como las tabaibas y los cardones que llegaron a ser abundantes en estos nuevos terrenos. Más tarde, cuando se creó el asentamiento urbano se comenzó a preparar y utilizar parte de estos terrenos para cultivos. Las lenguas de lava que penetraron en el mar se enfriaron bruscamente al entrar en contacto con el agua, dando origen a unos accidentados arrecifes basálticos de color negro que en algunos puntos se alejaban más de un centenar de metros mar adentro. La acción continuada del violento mar que azota las costas del norte de Tenerife comenzó lentamente a modelar estos arrecifes, en los que los rompientes siempre espumosos de sus bordes daban abrigo a las rocas y los charcos más próximos a tierra. Este accidentado litoral, con innumerables bajas cerca de la costa, constituyó en el pasado un problema muy importante para los navegantes que pretendían fondear en las costas portuenses, y le confirió la fama de litoral extremadamente malo para la navegación que ha acompañado siempre a estas costas, en el que sólo los marinos más experimentados se atrevían a navegar. Este accidentado litoral también ha condicionado, junto con las características oceanográficas de la zona, el que no haya existido nunca unanimidad con respecto a la ubicación de un puerto de mar. Pero curiosamente, los mismos riscos costeros que han aportado tantos inconvenientes a la navegación, han ofrecido a la naturaleza un lugar único para mostrarse particularmente exuberante en lo referente tanto a las plantas como a los animales marinos. Durante su juventud, Telesforo Bravo tuvo la oportunidad de conocer y disfrutar de uno de los ambientes litorales más importantes de Canarias, tanto por la extensión de los bajíos como por la riqueza en organismos que albergó. Hasta mediados del siglo XX, la costa de Puerto de la Cruz poseía extensos bajíos que se extendían entre los dos barrancos (Martiánez al este y San Felipe al oeste) que Telesforo recorrió, en especial el situado en la costa de Martiánez, que junto con su acantilado fue lugar predilecto para sus excursiones. Por mi edad, los recuerdos que conservo de estos bajíos están parcialmente velados por otros recuerdos de mi infancia, que ahora surgen con un cierto tinte de nostalgia. De finales de los años cincuenta, recuerdo los anocheceres de finales de verano, con largas mareas que dejaban expuestas al aire y a los ojos de los que regresábamos de la playa, las extensas y accidentadas plataformas del litoral de Martiánez. Son recuerdos de tardes de baños en el ‘charco de la soga’, en el ‘charco de la coronela’, o en ‘la barranquera’, de las casas de madera y del olor de los 45 Hasta los años sesenta, los bajíos de La Ranilla ocuparon el espacio costero entre el Castillo de San Felipe y el muelle pesquero (arriba), y en sus accidentados arrecifes basálticos rompían violentamente las olas (abajo). 46 En el plano de Puerto de la Cruz levantado por la Brigada Topográfica en 1876 está representada la superficie ocupada por los primitivos arrecifes basálticos que se extendían entre los dos barrancos que rodeaban la ciudad. Las rocas y los charcos descubiertos por las mareas (abajo) albergaban una riqueza en organismos extraordinaria. 47 tarajales, en un Martiánez aún por urbanizar. En el cansino regreso después de una agotadora tarde de baños y de juegos, los bajíos aparecían como una extensa lengua oscura que penetraba hacia el mar, y donde relucían y se desplazaban multitud de pequeñas luces, las antorchas de los pescadores, que, potera en mano, rastreaban los pulpos que se escondían en el interior de los incontables charcos que se formaban al bajar la marea. Una estimación bastante aproximada de la superficie que abarcaban los bajíos del litoral del municipio portuense puede obtenerse consultando el plano de Puerto de la Cruz levantado por la Brigada Topográfica en 1876. A partir de este plano es posible estimar que la línea de costa estaba constituida por aproximadamente unos ciento cincuenta mil metros cuadrados de arrecifes basálticos, que estaban sometidos a las oscilaciones diarias de las mareas. No es de extrañar, por lo tanto, que en esas extensas y accidentadas superficies totalmente abiertas al norte, los ambientes fueran muy variados, permitiendo que las plantas y animales marinos encontraran los lugares en los que las condiciones ambientales fueran las apropiadas para prosperar. Desde las puntas en los márgenes de los bajíos, donde las olas golpeaban con violencia, hasta los charcos más protegidos próximos a tierra, era posible encontrar ambientes sombríos o bien iluminados, llanos o muy verticales, con piedras, arenas o rocas. En todos estos ambientes eran los mujos los que con su abundancia aportaban no sólo el color al paisaje litoral, sino que también constituían el alimento y el lugar de refugio para muchos de los organismos de la rica fauna de los bajíos. La belleza de estos bajíos llamó la atención del artista portuense Marcos Baeza, el cual recreó con su la paleta algunos de estos hermosos paisajes tal como los conoció a finales del siglo XIX. Las plantas marinas de los bajíos Es evidente que los valores naturales de estos bajíos tuvieron que llamar la atención de los estudiosos de las ciencias, y no nos equivocamos al señalar que a lo largo del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX fueron los ambientes marinos costeros de las islas Canarias más minuciosamente documentados con respecto a sus poblamientos de plantas marinas. Numerosos naturalistas de importantes museos europeos tuvieron oportunidad de estudiar en sus gabinetes plantas procedentes de colecciones realizadas por viajeros a los que se les había encomendado la recolección de muestras en estas costas. También cuando los científicos se animaron a abandonar sus gabinetes y realizar ellos mismos los estudios de campo, comenzaron sus investigaciones directamente en los arrecifes costeros de Puerto de la Cruz. Los resultados de estos primeros estudios fueron publicados en diversas revistas especializadas y los especímenes examinados se encuentran en la actualidad depositados en prestigiosos museos europeos. Los primeros mujos estudiados de los bajíos portuenses se conservan 48 principalmente en el Museo de Historia Natural de París, el Museo de Historia Natural de Viena, el Museo Nacional de Historia y Arqueología de la Universidad de Trondheim (Noruega) y el Museo Botánico de Copenhague. No es el momento ni el lugar para presentar una minuciosa, y probablemente engorrosa, relación de todos los estudios que fueron realizados en estos singulares ecosistemas. Hace unos años ya presenté una descripción detallada sobre los principales científicos que habían estudiado los bajíos portuenses, y a él remito al lector (ver Afonso-Carrillo, 2003a). Sin embargo, si es conveniente recordar que desde mediados del siglo XIX ya se habían descubierto en este litoral algunas especies de algas que pueden ser calificadas como verdaderas joyas de la botánica marina. Es el caso del alga roja Gelidium canariense (‘mujo negro’), que originariamente fue descrita por Grunow, y que actualmente es considerada como una de las pocas algas marinas endémicas de las islas Canarias, o de las algas verdes Microdyction calodyction y Caulerpa webbiana, ambas descritas por el francés Jean Pierre Montagne. La última de estas especies (‘la Caulerpa de Webb’) recibió este nombre como homenaje a Philip Barker Webb, que en esos años estaba trabajando junto a Sabino Bethelot en la preparación de la monumental ‘Historia Natural de las Islas Canarias’. Las contribuciones más valiosas al conocimiento de las singularidades botánicas del litoral portuense se deben al francés Camille Sauvageau y al danés Frederik Børgesen, dos científicos que tuvieron el placer de recorrer los primigenios bajíos durante cortas estancias realizadas en el primer cuarto del siglo XX. Los resultados de sus estudios fueron publicados en años posteriores (Sauvageau, 1912; Børgesen 1925-1930) y constituyen unos documentos de extraordinario valor biológico, y fundamentales a la hora de estimar el patrimonio natural de estos hábitats en aquellos años. Sauvageau realizó sus estudios de campo entre el 5 de diciembre de 1904 y el 12 de febrero de 1905, y estuvieron dedicados particularmente a diferentes aspectos relacionados con la distribución de las especies. Sauvageau, era un buen conocedor de las costas atlánticas francesas, y reflejó su admiración por la extraña belleza de estos bajíos de origen volcánico, en los que el color negro de la roca basáltica constituía el aspecto más llamativo. En sus estudios dedicó una especial atención a un género de algas pardas (Cystoseira) cuyas especies eran muy abundantes en las costas canarias por aquellos años. Entre estas especies merece ser destacada Cystoseira abies-marina (‘mujo amarillo’) que formaba densas poblaciones en el límite de bajamar y en los fondos rocosos someros, en los que el color amarillento de las plantas significaba un llamativo contraste con el negro de las rocas. Esta especie fue comentada más arriba porque a ella se debía la mayor parte de las grandes masas de mujo que el mar arrojaba a las playas de Martiánez. 49 Algunas algas (‘mujos’) de los bajíos (desde arriba y de izquierda a derecha): Caulerpa webbiana (caulerpa de Webb), Microdyction calodictyon, Zonaria tournefortii (abanico de Tournefort), Cystoseira abies-marina (mujo amarillo), Lithophyllum vickersiae (caliche de Vickers), Neogoniolithon orotavicum (caliche de La Orotava), Gelidium canariense (mujo negro) y Galaxaura rugosa. 50 Por su parte, Børgesen realizó su estancia en el Puerto de la Cruz y sus trabajos de campo en el invierno de 1920-1921. En sus resultados, publicados años más tarde incluyó comentarios en los que destacaba la calidad biológica de estos ambientes, al mismo tiempo que lamentaba que las habitualmente inadecuadas condiciones del mar le impidieron durante bastantes días realizar sus investigaciones en los bajíos. Børgesen publicó una detallada información de alrededor de ciento cincuenta especies de algas marinas que él documentó creciendo en los bajíos portuenses. Algunas de ellas eran desconocidas hasta entonces, por lo que fueron descritas como especies nuevas para la ciencia. Sin duda, sus trabajos constituyen una base fundamental, imprescindible para llegar a conocer la extraordinaria diversidad que albergaron estos ecosistemas. Tanto Sauvageau como Børgesen detectaron una elevada riqueza de especies en un grupo muy singular de algas rojas. Se trata de unas algas de forma costrosa, que tienen grandes cantidades de carbonato cálcico y que adquieren un aspecto casi pétreo. Los pescadores se refieren a ellas como ‘caliches’ o ‘confites’ y algunas especies cubren las rocas con delicadas tonalidades que van desde el violeta o rojo hasta los tonos rosa más delicados. Las muestras de este grupo de algas son difíciles de estudiar y el número de especialistas capaces de resolver los numerosos problemas que plantean siempre ha sido muy reducido. Por eso, Sauvageau envió sus muestras al noruego Mikael Foslie, y años más tarde, Børgesen los remitió a la francesa Marie Lemoine puesto que Foslie había fallecido años antes. Los resultados de los trabajos de estos especialistas permitieron la descripción de especies de caliches previamente no conocidas, entre ellas el Neogoniolithon orotavicum, es decir el ‘caliche de La Orotava’ un nombre que hace referencia a la localidad en la que fue descubierto (Puerto Orotava), denominación que tradicionalmente ha sido utilizada en la bibliografía científica para referirse a Puerto de la Cruz. Con posterioridad a estos trabajos, se han continuado realizando estudios sobre las plantas marinas de los bajíos portuenses, pero creo que los reseñados resultan suficientes para destacar la calidad biológica de estos ambientes. Esta extraordinaria riqueza ha soportado las consecuencias de diferentes actividades realizadas por el hombre, que en los últimos decenios ha destruido un porcentaje elevado de los hábitats ocupados por los mujos, ha explotado las poblaciones naturales de algunos mujos como materia prima para la industria, y ha contaminado las aguas costeras por vertido de aguas residuales urbanas. 51 Destrucción de hábitats Lo que la naturaleza ha construido lentamente durante periodos de tiempo relativamente extensos, puede el hombre destruirlo de modo irreparable en un breve lapsus tiempo. La historia de la destrucción de los hábitats de mareas de Puerto de la Cruz es una historia breve y contundente que refleja en cierta medida la ausencia de criterios claros sobre el valor del patrimonio natural y la importancia que tiene gestionar su uso de un modo equilibrado y sostenible. A finales de los años cincuenta del pasado siglo, la localidad de Puerto de la Cruz comenzó a sufrir una importante transformación directamente relacionada con el desarrollo turístico. Se inició la urbanización de los llanos de Martiánez con el propósito de ubicar la planta hotelera que permitiera alojar los cada vez más numerosos turistas que elegían las condiciones privilegiadas del Valle de La Orotava para pasar las vacaciones invernales. Se trataba de un turismo que buscaba también el sol y la playa, en unos meses en los que las temperaturas en los paises europeos de procedencia apenas superaban los cero grados. Sin embargo, las playas del municipio eran de muy mala calidad. En realidad, más que playas eran las desembocaduras de los dos barrancos que rodeaban por aquellos años el reducido casco urbano, en las que abundaban las piedras y escaseaba la arena. Que una parte de la playa de Martiánez fuera conocida como ‘la barranquera’ da una idea de cuales eran sus características y de las dificultades que ofrecía para ser usada de forma recreativa. Por otra parte, por tratarse de un turismo eminentemente invernal, coincidía con el periodo del año en el que las condiciones del mar resultaban más desfavorables, con temporales relativamente frecuentes que impedían las actividades en la playa. En los días con mejores condiciones, el baño se podía practicar sólo en aquellos espacios, como el ‘charco de la coronela’ en el bajío de Martiánez, en los que la naturaleza ofrecía algo de protección. O también, mediante la utilización de algunos artilugios que aportaban algo de seguridad, como fue la instalación de una larga cuerda que discurría desde una gran roca hasta la orilla, a la que los bañistas se sujetaban para soportar, no siempre con éxito, los continuos embates de las olas, en el popular ‘charco de la soga’. Que la construcción de piscinas era la solución para este problema resulta evidente, pero es probable que ahora, con la perspectiva que da el paso de los años, podamos calificar como desafortunada la decisión de su ubicación, que consistió en destinar como espacios aprovechables para ese propósito unos ambientes litorales en los que se ha comprobado una importante riqueza en organismos marinos. Concretamente se trataba de unos cincuenta mil metros cuadrados de bajíos situados entre la ermita de 52 En 1963 se construyó un gran dique de hormigón alrededor de los bajíos de Martiánez y se dinamitaron los arrecifes basálticos de su interior (arriba). El fondo permeable no retenía agua durante las bajamares y fue necesario la construcción de piscinas (abajo) para recuperar para el baño un cenagal de limos y fragmentos de rocas. 53 En 1977 finalizaron las obras del complejo público ‘Lago de Martiánez’ que pronto se convirtió en un símbolo de Puerto de la Cruz y en uno de los ejemplos más utilizados para justificar la transformación con calidad de la costa. 54 San Telmo y la playa de Martiánez. Las primeras piscinas fueron construidas en 1958 en las proximidades de la ermita de San Telmo. Este pequeño complejo, conocido como Lido de San Telmo, pronto se comprobó que resultaba insuficiente para atender las necesidades de la industria turística. Por eso se ideó la construcción de un gran dique de hormigón, que bordeando todo el bajío de Martiánez, sirviera de protección frente a la violencia del mar. En 1963 se construyó el dique, se dinamitaron todos los arrecifes basálticos que quedaron incluidos en su interior, y se extrajeron todas las rocas allanando el terreno con el propósito de convertirlo en una gran piscina natural. Dos aperturas parciales del dique permitían la entrada y renovación del agua durante las pleamares. Sin embargo, la ejecución del proyecto fue un fracaso puesto que no logró las expectativas con las que se había diseñado. El fondo de la piscina resultó totalmente permeable, y sólo un reducido volumen de agua, de bastante baja calidad para el baño, quedaba retenido en el interior del dique cuando descendía la marea. En resumen, lo que antes había sido un paraíso de vida en el borde del mar fue transformado en un cenagal de limos y fragmentos de rocas, en el que los únicos habitantes evidentes eran las grandes lisas que hallaron aquí un ambiente degradado apropiado. Desechado el proyecto original se contactó con el artista lanzaroteño César Manrique para el diseño del actual complejo de piscinas, aprovechando el espacio limitado por el dique ya construido. Las obras se realizaron en dos fases sucesivas. La primera, que finalizó en 1971 permitió la construcción de las pequeñas piscinas de la actual zona de ‘Los Alisios’, mientras que la segunda, la monumental piscina ‘Lago Martiánez’, fue terminada en 1977. El complejo público Lago de Martiánez pronto se convirtió en un símbolo de Puerto de la Cruz y en uno de los ejemplos más utilizados para justificar la transformación con calidad de la costa. César Manrique dirigió a un equipo técnico en una singular obra que incluye elementos de la arquitectura canaria tradicional, esculturas originales y elementos vegetales de la flora autóctona. En el año 2003, el Cabildo de Tenerife, basado en la calidad estética del conjunto, su concepción vanguardista y la impronta inconfundible del lago en la identidad en la ciudad, decidió incoar expediente de declaración de Bien Interés Cultural, con categoría de Jardín Histórico. En la delimitación del inmueble se incluyó el sector marítimo que lo circunda, es decir, los pequeños restos de los primitivos bajíos, lo que permitió que en el curso de las obras de acondicionamiento del complejo realizadas en el verano de 2004, se haya ampliado una escollera sobre los arrecifes situados entre las zonas conocidas como ‘La Cebada’ y ‘El Pris’, en los alrededores de la ermita de San Telmo. El dique de grandes rocas situado al este del complejo de piscinas fue diseñado para protección de la playa de Martiánez. Fue construido en 1974, pero posteriormente ha sufrido, al menos en dos ocasiones (1984 y 1993), importantes correcciones en su ubicación, esto es, se ha retirado 55 totalmente y se ha vuelto a construir con diferente orientación, sin que en ningún caso los resultados obtenidos hayan satisfecho las expectativas de protección de la playa para la que fue proyectado. Por el contrario, ha supuesto modificaciones importantes en las corrientes de la playa y en los desplazamientos de arena que han modificado la línea de playa, y que, naturalmente, también han afectado a las comunidades de mujos de los fondos someros de toda esa zona. El otro gran bajío de la ciudad, el que se extendía entre el muelle pesquero y el castillo de San Felipe, era conocido como el bajío de La Ranilla, y también tenía una extensión aproximada de cincuenta mil metros cuadrados. La destrucción de estos hábitats se inició a principios de los años sesenta, cuando la zona de costa junto a El Peñón comenzó a ser utilizada como escombrera de materiales procedentes de la construcción que por aquellos años se había incrementado significativamente en el municipio. En años sucesivos nuevos escombros se fueron amontonando, y los depósitos fueron avanzando progresivamente hacia el este, hasta alcanzar las proximidades del muelle pesquero. El popular barrio de La Ranilla en el que habitaban la mayor parte de los pescadores quedó de este modo separado del mar por una montaña de escombros que fue sepultando poco a poco los magníficos bajíos de esta zona. La utilización de los bajíos como escombrera no sólo supuso la destrucción de unos hábitats excepcionales sino que además provocó daños adicionales en un radio más amplio por la movilización de las partículas finas de los escombros. Durante los temporales, las olas erosionaron esta barrera de escombros y dispersaron las partículas más finas por toda la costa, de manera que trasladaron su efecto degradante a las comunidades de mujos establecidas en los fondos situados en la parte externa de los bajíos. Esta situación se mantuvo hasta el año1984 en la que se inició la construcción de la actual escollera de prismas de hormigón, trabajos que finalizaron a mediados del año siguiente. En estos momentos los prismas de hormigón impiden que los sedimentos sean nuevamente dispersados y sustituyen a los primitivos rompientes de rocas basálticas en la protección de todo este espacio, que está destinado a la construcción del futuro parque marítimo. Las últimas actuaciones dignas de ser reseñadas están relacionadas con la regeneración de las playas de las desembocaduras de los barrancos, y fueron realizadas a principios de los años noventa. Tanto las playas comprendidas entre el castillo de San Felipe y Punta Brava (ahora Playa- Jardín), como la de Martiánez, son singulares porque las arenas o callaos que configuran la playa son sustituidos a poca profundidad (unos 2-3 metros de profundidad) por un lecho rocoso que permite el asentamiento de una rica vegetación. Las obras en el complejo de Playa-Jardín consistieron en la 56 A finales de los años setenta, los magníficos bajíos de La Ranilla habían quedado sepultados por los escombros procedentes de la construcción (arriba). La escollera de prismas de hormigón que rodea los terrenos del futuro parque marítimo (abajo) evitan los perniciosos efectos provocados por dispersión de sedimentos sobre los organismos marinos. 57 construcción de una escollera semisumergida de prismas de hormigón que alcanza diez metros de ancho en la superficie. El propósito de la escollera fue evitar los desplazamientos de arena y dar protección a esta playa totalmente abierta al norte, lo que aparentemente ocurre, salvo durante los temporales en los que la escollera resulta insuficiente para frenar la violencia del mar. En la regeneración de estas playas se emplearon más de doscientos mil metros cúbicos de arena dragados de fondos próximos que sepultaron temporalmente los lechos rocosos ocupados por poblaciones de mujos. Los mismos efectos sobre los mujos se produjeron durante las obras de regeneración de la playa de Martiánez, en la que se emplearon unos volúmenes ligeramente inferiores de arena, que en este caso, el mar movilizó y eliminó en apenas un año. Recolección de mujos para uso industrial A pesar de la abundancia en especies de algas marinas que existe en las costas de las islas, se puede afirmar que los canarios hemos prestado escasa atención a este recurso natural. Es cierto que, ocasionalmente, los mujos arrojados a las playas fueron utilizados como abono para diferentes tipos de cultivos, o que algunas especies fueron utilizadas, y todavía lo siguen siendo, como cebo en algunas artes de pesca. Pero estos son usos de tipo menor, o en todo caso ocasionales, que contrastan con el aprovechamiento de algas marinas que como recurso industrial tuvo lugar en las costas del norte de Tenerife, en concreto en el litoral de Puerto de la Cruz, entre 1951 y 1966 (ver Afonso-Carrillo, 2003b). Durante esos años, y en campañas de recogida que se realizaron durante el verano, se recolectaron algas rojas, principalmente las conocidas como ‘mujo negro’ una especie que era particularmente abundante en los bajíos portuenses. Con el nombre de ‘mujo negro’ los pescadores se refieren al endemismo canario Gelidium canariense, del que algunas de sus densas poblaciones pueden ser observadas sin dificultad porque frecuentemente quedan parcialmente a la vista cuando desciende la marea. Este mujo, que alcanza hasta unos veinte centímetros de alto, es relativamente fácil de reconocer debido a su característico color oscuro, prácticamente negro, que ha permitido que hayan existido topónimos del tipo de ‘baja negra’, apelativo con el que los marineros se refieren a algunas rocas que afloran casi hasta la superficie de mar y que están colonizadas por densas poblaciones de esta especie. Aunque esta especie fue la más recolectada, otras dos especies morfológicamente similares, pero de color más rojizo también fueron utilizadas. Se trata de Gelidium arbuscula y Pterocladiella capillacea, conocidas como ‘mujos rojos’, que eran menos abundantes que la anterior pero que con frecuencia era arrancada por los temporales y arrojada conjuntamente a la orilla. El portuense Ignacio Torrents Pérez, que por aquel tiempo estaba al frente del empaquetado de plátanos del Sindicato Agrícola de La Orotava 58 (conocido popularmente como el SAO) fue el encargado de gestionar la recogida de estas algas. Aunque en el ámbito popular el valor de estos mujos fue relacionado con su contenido en yodo, en realidad la finalidad de esta actividad fue la extracción de agar-agar, una sustancia gelatinosa con múltiples aplicaciones y elevado interés económico, que la especie canaria contiene en una proporción bastante elevada. Los mujos eran recogidos por los pescadores y sus familias, tanto en los bajíos de la zona de La Ranilla cuando bajaba la marea, como en las playas de los alrededores del Castillo de San Felipe, donde las corrientes dominantes solían reunir y arrojar a la orilla los mujos desprendidos después de los pequeños temporales. Por toda esta zona fue habitual encontrar tanto extensas alfombras de mujo negro que los pescadores exponían al sol para el secado, como marineros, mujeres o niños con voluminosos fardos de mujo seco que cargaban sobre sus cabeza. Los fardos de mujo se llevaban al empaquetado del SAO, donde esperaba Ignacio Torrents tras la báscula en la que se realizaba el pesado. La explotación de este recurso no llegó a superar el nivel de actividad temporal en el que intervinieron familias completas de marineros, y supuso unos ingresos adicionales para un colectivo que subsistía con los irregulares ingresos procedentes de la pesca. Durante los quince años en los que se realizó la recogida de mujo, se recolectaron entre 40-50 Tm de peso seco por año, lo que evidentemente supuso una reducción importante en la biomasa de las poblaciones de esta especie en los bajíos portuenses. El muy probable impacto que sobre los ecosistemas litorales provocó la recogida continuada del mujo negro no fue evaluado en aquel momento, pero en todo caso hoy podemos estimarlo significativamente muy inferior al que algunos años más tarde ocasionó la destrucción masiva de los bajíos de La Ranilla que hemos comentado más arriba. Contaminación por aguas residuales urbanas El Puerto de la Cruz, como tantas otras ciudades construidas en la orilla del mar, influye desfavorablemente sobre los ecosistemas asentados en sus costas puesto que, de forma directa o indirecta, una parte con frecuencia importante de los residuos producidos por las diferentes actividades urbanas llegan a entrar en contacto con las poblaciones de organismos marinos. Los efluentes de aguas residuales urbanas son las vías con las que habitualmente resultan contaminadas las aguas marinas costeras. Tradicionalmente, el problema de las aguas residuales ha sido resuelto mediante los pozos negros o fosas sépticas de cada edificio. Este sistema de saneamiento suele dar buenos resultados en ciudades pequeñas en las que el volumen de aguas residuales producidas por su población es también de dimensiones reducidas. Estas eran las características del saneamiento de una pequeña ciudad como el Puerto de la Cruz a principios de los años sesenta cuando su población no superaba los veinte mil 59 habitantes. Sin embargo, el sistema de pozos negros ha resultado totalmente insuficiente con el incremento poblacional ligado al desarrollo turístico y al incremento de las actividades comerciales. Ahora, los residuos producidos no son los limitados a las unidades familiares, sino mucho más complejos como los ligados, por ejemplo, a las actividades hoteleras o de restauración. En estas condiciones no es extraño que el subsuelo urbano esté totalmente contaminado por las de filtraciones procedentes de pozos negros ubicados en materiales volcánicos en muchos casos extremadamente porosos. Esta inmensa mancha subterránea de aguas residuales está situada a pocos metros bajo el suelo, y además en las zonas próximas a la costa es en cierta medida desplazada con movimientos de nivel, ascendentes y descendentes, provocados por las oscilaciones diarias de las mareas. Todo estos movimientos están permitiendo la mezcla en el subsuelo del agua de mar con las aguas residuales, y consecuentemente el intercambio regular por filtración de estas aguas con las del mar. El resultado es la salida hacia el mar de cantidades elevadas de elementos químicos (no de sólidos), principalmente compuestos nitrogenados, que aunque no entrañan peligro para el hombre, si modifican las condiciones naturales del agua del mar. Las altas concentraciones de nitrógeno que pueden encontrarse en las aguas marinas próximas a la costa son el resultado de un proceso continuo de contaminación que ocurre de forma difusa, es decir sin ningún foco de contaminación aparente, a lo largo de todo el litoral. Al elevar las concentraciones de compuestos nitrogenados estamos trasvasando nutrientes en exceso a las aguas del mar, es decir, estamos abonando el mar, de forma similar a cuando añadimos abonos a un terreno para cultivo. En estas aguas costeras ricas en nitrógeno algunas especies pueden crecer de forma abundante, particularmente aquellas que dominan cuando las condiciones naturales han sido alteradas. Los efectos de las aguas residuales urbanas sobre las poblaciones de algas marinas han sido examinados en muchas costas del mundo, puesto que, evidentemente, estos problemas de contaminación no son exclusivos de las costas canarias. En general, han sido descritos una serie de efectos sobre la vegetación marina que siempre tienen lugar como consecuencia de estos procesos y que pueden ser utilizados como indicadores que delatan la existencia de contaminación por aguas residuales urbanas. Entre los más obvios hay que destacar la eliminación del alga parda que caracteriza las poblaciones dominantes en los primeros metros de profundidad, un significativo descenso en el número de especies que habitan en el litoral, y por último, un predominio de especies con una duración de vida muy corta (pocas semanas), es decir, aquellas conocidas como especies efímeras (ver Brown et al., 1990). 60 De los extensos bajíos que ocupaban el litoral portuense, en la actualidad, apenas dos fragmentos sobreviven entre las obras ejecutadas en la costa: el bajío de San Telmo (arriba) y el bajío situado entre El Muelle y El Penitente (abajo). 61 Si los pozos negros son responsables de una contaminación difusa que se reparte uniformemente por todo el litoral, el vertido directo de residuos urbanos sitúa los focos de contaminación en puntos concretos del litoral. En este sentido es necesario destacar que el rápido crecimiento turístico y el auge de la construcción en el borde costero es responsable de un importante deterioro medioambiental en los ambientes marinos costeros de las islas Canarias. Este deterioro se ha producido porque el incremento poblacional no ha sido acompañado de las necesarias infraestructuras para el saneamiento, de manera que las aguas residuales urbanas han sido comúnmente vertidas al mar sin tratamiento previo. La contaminación de estas características, localizada en un área limitada de la costa por vertidos continuados, constituye un problema muy grave. En Canarias estos vertidos urbanos no contienen sustancias peligrosas, sin embargo, los materiales procedentes de las actividades domésticas (desechos orgánicos, jabones, grasas, celulosa, etc.) afectan muy desfavorablemente a los organismos que viven en el mar. En Puerto de la Cruz, las altas densidades de población resultado del rápido crecimiento de la planta hotelera, de las urbanizaciones y de los barrios, hicieron inviable la utilización de pozos negros en muchas zonas del municipio. Las aguas residuales fueron canalizadas hacia la costa, donde fueron vertidas sin depurar a cierta distancia de la orilla a través de emisarios submarinos. Las singulares condiciones hidrodinámicas del mar portuense, habitualmente agitado y con escasas calmas a lo largo del año, ha impedido que los vertidos de aguas residuales se acumularan cerca de la costa y se convirtieran en un problema de consecuencias dramáticas, no sólo para la vida en el mar sino también para el propio uso recreativo del litoral. El constante movimiento del mar ha estado diluyendo y alejando los vertidos con lo que se han reducido los efectos cerca de la orilla. Sin embargo, las roturas que ocasionalmente han sufrido los emisarios cerca de la costa durante algunos temporales si han provocado algunos problemas de contaminación cerca de las playas. La mejor manera de reducir la contaminación marina provocada desde tierra consiste en verter al mar lo mínimo y en las condiciones menos perjudiciales para el medio receptor. Esto se puede conseguir con la construcción de estaciones depuradoras de aguas residuales (EDAR), que traten las aguas residuales, y una vez depuradas, éstas puedan ser reutilizadas para riego de parques y jardines, limpieza de calles, agricultura, etc. De esta manera, el volumen vertido al mar se reduciría considerablemente. La EDAR de Punta Brava puede y debe ser la solución a los problemas que las aguas residuales urbanas han ocasionado y continúan ocasionando en las poblaciones marinas de las costas portuenses. Con la clausura de los pozos negros y la integración de todos los usuarios a una red de saneamiento 62 El mujo amarillo (Cystoseira abies-marina) formaba densas poblaciones submarinas hasta diez metros de profundidad (arriba) y era desprendido y depositado por las olas en la orilla. En la actualidad sólo es posible reconocer algunos pequeños grupos de individuos (abajo) que resisten las condiciones desfavorables ocupando rompientes donde las olas baten constantemente. 63 municipal será posible limitar los vertidos al mar, reduciéndolos en todo caso a los ligados al emisario, que situado a cierta distancia de la costa vertería solamente aguas residuales previamente depuradas. Aunque las previsiones señalaban que los efectos beneficiosos de la reducción de vertidos a las costas portuenses tendríamos que comenzar a apreciarlos en un futuro inmediato, en estos momentos los problemas no están todavía resueltos en su totalidad. La Directiva del Consejo Europeo 91/271, de 21 de mayo de 1991, sobre el tratamiento de aguas residuales urbanas fijó como límite el 31 de diciembre de 2005 para que todas las aguas residuales estuvieran tratadas antes de su vertido, pero al parecer, existen muchas dificultades para que las islas Canarias, incluyendo el Puerto de la Cruz, cumpla los plazos marcados por la Unión Europea. La situación actual Del fantástico complejo de bajíos que se extendía por todo el litoral portuense, solamente dos pequeños fragmentos: el bajío de San Telmo y el situado entre El Muelle y El Penitente, han sobrevivido al afán urbanizador del colectivo humano. Para los organismos que habitaban estos ambientes se trata de una reducción de hábitats muy significativa y por lo tanto supone unas limitaciones muy considerables a las posibilidades de crecimiento de las algas marinas. No obstante, estas dos plataformas litorales son muy accidentadas de manera que en un reducido espacio es posible encontrar pequeños hábitats con condiciones ambientales distintas entre si, lo que permite satisfacer las necesidades ecológicas de muchos organismos diferentes. Los estudios que en los últimos años se han realizado en estos dos bajíos, con el propósito de evaluar el estado y composición de su flora marina, han puesto de manifiesto que estos dos bajíos albergan una elevada riqueza florística (ver Pinedo et al., 1992). Unas 250 especies diferentes de algas marinas han sido identificadas creciendo en estos dos pequeños enclaves, lo que supone aproximadamente el 40% del total de las algas marinas que crecen en toda Canarias. Estos datos nos permiten destacar aún más las singulares características que tenían los primitivos bajíos portuenses. Aunque en la actualidad, estos pequeños arrecifes basálticos albergan una flora muy rica, no debemos olvidar que posiblemente representa sólo una fracción de la diversidad original, puesto que desafortunadamente una parte se ha perdido como consecuencia de la masiva destrucción de los hábitats y los nefastos efectos de la contaminación. Aparte de la pérdida en diversidad, uno de los aspectos más evidentes, directamente atribuible a diferentes acciones llevadas a cabo por el hombre, ha sido la significativa reducción de las poblaciones que formaba el ‘mujo amarillo’. Antaño, esta especie configuró densas poblaciones que se extendían desde el nivel de bajamar hasta unos diez metros de profundidad, constituyendo espectaculares campos submarinos fácilmente reconocibles 64 por el brillante color amarillo de los mujos que se balanceaban al ritmo marcado por las olas. Estos campos ocuparon los fondos desde el bajío de San Telmo hasta prácticamente el acantilado de Martiánez, procediendo de estos poblamientos los mujos que una vez arrancados las olas arrojaban a la orilla de la playa de Martiánez. Cystoseira abies-marina es el nombre científico de esta especie, que hoy sabemos es una de las especies de algas marinas canarias más sensible a los efectos de la contaminación, tal como se ha podido comprobar en estudios llevados a cabo en otras localidades de las islas Canarias. La mayor parte de los fondos que en el pasado ocupó esta especie son en la actualidad lechos rocosos desnudos, en los que se han establecido poblaciones del erizo de lima, un voraz raspador que se alimenta de todos los pequeños organismos que se van adhiriendo a las rocas del fondo. Afortunadamente, el ‘mujo amarillo’ no ha desaparecido totalmente de las costas portuenses. En la actualidad es posible reconocer algunos pequeños grupos de individuos que han resistido las condiciones desfavorables y sobreviven en algunos puntos, principalmente en rompientes donde las olas baten constantemente, lo que parece reducir los efectos negativos de la contaminación. Estas pequeñas poblaciones no sólo son un testimonio de lo que existió en el pasado, sino que podrían ser de gran importancia de cara al futuro, cuando la depuración de las aguas residuales elimine la contaminación. Estas poblaciones podrían ser decisivas actuando como focos de dispersión que harían posible la recolonización de los fondos rocosos que ocupaba la especie en el pasado. Pero si los mujos más abundantes, los que en cierta medida daban color al paisaje litoral han desaparecido en gran medida, otros organismos han hecho su aparición, y en tal abundancia que en algunos periodos del año son los que dan color a los bajíos durante la bajamar. Se trata de algunas algas verdes, del grupo de las ‘lechugas de mar’ (diferentes especies del género Ulva), que en cierta medida se comportan de forma similar a como lo hacen las malas hierbas en las comunidades terrestres. Se trata de especies que crecen muy rápidamente, que tienen una vida muy corta, y que compiten con ventaja frente a otras algas. Estos mujos de vida efímera, crecen por todo el bajío principalmente desde otoño a finales de primavera, estaciones del año en las que el color verde se hace dominante sobre las rocas bañadas por el mar. En verano, sin embargo, suelen desaparecer ya que son mujos delicados que no soportan la elevada desecación a que están sometidos durante las bajamares estivales. La abundancia de estas especies efímeras es una consecuencia directa de la contaminación por aguas residuales urbanas. Las elevadas concentraciones de compuestos nitrogenados en el agua hacen a estos mujos más efectivos que otras especies y por eso se vuelven los organismos vegetales dominantes en los bajíos. Sin duda, las primeras señales medioambientales que nos van a indicar que las aguas de la costa están 65 Algunas especies que los científicos descubrieron en los primitivos bajíos, como el confite canario (Mesophyllum canariense), o la liagora canaria (Liagora canariensis) no están presentes en los recientes inventarios de la flora marina de Puerto de la Cruz. La mejora de las condiciones ambientales del litoral podría permitir prosperar a estas especies en los bajíos portuenses otra vez. 66 recuperando sus condiciones naturales procederán de estas plantas, y consistirá en la paulatina desaparición de estas densas poblaciones de algas verdes. Su desaparición dejará espacios en las rocas de los bajíos para el crecimiento de otras especies, y se recuperará la disparidad multicolor con que los mujos se exhibían en los bajíos primitivos. Otros aspectos que pueden ser interpretados como efectos negativos de las actividades humanas, también merecen ser destacados. Uno de ellos es la sustitución de algunas especies perennes por otras que aparentemente son menos sensibles a la contaminación. Quizá el ejemplo más significativo es el que afecta al mujo negro (Gelidium canariense) de cuya abundancia en el pasado da fe su utilización como materia prima para la industria. Hasta hace unos pocos años, las poblaciones de esta especie fueron abundantes formando una característica orla de color negro que resultaba visible durante las bajamares. Estas poblaciones se extendían por las paredes de los rompientes expuestos a las olas, tanto en los bajíos de San Telmo como en los de El Penitente. Sin embargo, desde hace unos años hemos venido observando una paulatina sustitución del mujo negro por poblaciones de otra especie, en concreto del alga roja Pterocladiella capillacea. Esta especie es mucho menos exigente frente a las condiciones de calidad medioambiental, y está modificando en algunos lugares el tradicional paisaje litoral con la sustitución de las típicas poblaciones de color negro por otras de color rojizo. Desde el punto de vista biológico la sustitución de poblaciones de mujo negro tiene particular interés puesto que se trata de la pérdida de una especie única, por su condición de endemismo de las islas Canarias. También es posible aportar evidencias de que se han producido pérdidas en diversidad con la constatación de que algunas especies que habían sido documentadas en el pasado no han podido ser inventariadas en estudios realizados en años recientes en los restos de los bajíos que se conservan en el litoral portuense. Algunas de las especies que ahora están ausentes tienen un interés añadido porque fueron originariamente descritas a partir de especímenes recolectados en estos bajíos. Afortunadamente algunas de estas pérdidas podrían no ser irreparables puesto que se ha documentado la existencia de más poblaciones en otras localidades de Tenerife. En años próximos, las poblaciones de otras localidades del norte de Tenerife podrían servir de focos de dispersión para que algunas especies, como Mesophyllum canariense o Liagora canariensis, vuelvan a crecer nuevamente en los bajíos portuenses. A pesar de este panorama de degradación ambiental es necesario remarcar la elevada riqueza florística que todavía conservan los bajíos de San Telmo y El Penitente, en los que aparentemente se ha refugiado una parte importante de las especies de mujos que crecían por todas las plataformas de mareas del municipio. Esta riqueza nos debe obligar a prestar 67 En los restos de los bajíos aún son posibles los descubrimientos científicos. En el año 2004 fueron publicadas dos nuevas especies de algas marinas que crecen en los bajíos de San Telmo: Veleroa complanata (arriba) una diminuta alga roja, y Sargassum orotavicum (abajo detalle), un alga parda del grupo de los sargazos, cuyo nombre (sargazo de La Orotava) rinde homenaje a los magníficos bajíos que los científicos estudiaron cuando la localidad era conocida como Puerto Orotava. 68 una atención particular a estos ambientes para evitar que se continúen degradando, más aún si tenemos en cuenta que en ellos todavía los descubrimientos científicos siguen siendo posibles. En el año 2004 fueron publicadas dos nuevas especies de algas marinas descubiertas en estos ambientes. Una de ellas es una pequeña alga roja de la que se encontró una diminuta población en el interior de una oquedad de un charco de marea. Se trata de una especie (Veleroa complanata) cuyo hallazgo sorprendió porque desde un punto de vista biogeográfico sus parientes más próximos crecen en algunas costas de los océanos Índico y Pacífico (ver Afonso-Carrillo & Rojas-González, 2004). La otra especies es un sargazo (un ‘mujo con bolitas’) que aunque se conocían sus poblaciones éstas habían sido atribuidas erróneamente a otra especie. Un estudio detallado de estas poblaciones (ver Díaz-Villa et al., 2004, 2005) demostró que se trataba de una especie no descrita para la que se propuso el nombre de Sargassum orotavicum (el sargazo de La Orotava), con el propósito de rendir homenaje a los magníficos bajíos de antaño, cuando los científicos europeos que admiraron e investigaron sus costas se referían a Puerto de la Cruz por su antiguo nombre de Puerto Orotava. Referencias AFONSO-CARRILLO, J. (2003a). Bajíos y algas marinas de Puerto de la Cruz: una historia de la botánica marina en Canarias. Catharum 4: 14-27. 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Arcachon 14, 423 pp. 71 Actas de la Semana (21-25 Nov. 2005) Homenaje a Telesforo Bravo Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias 3. Aportaciones de D. Telesforo Bravo al conocimiento de la fauna de vertebrados terrestres de las islas Canarias Aurelio Martín Departamento de Biología Animal (Zoología). Universidad de La Laguna. La mayoría de las personas que conocieron o han oído hablar del profesor Telesforo Bravo asocian su nombre a la geología de la islas Canarias. Esto no es sorprendente si se tiene en cuenta que D. Telesforo se había licenciado cursando la especialidad de Geología e Hidrología y la casi totalidad de sus trabajos se centraban sobre dicho tema. Además, D. Telesforo fue profesor de Geología en la Universidad de La Laguna y era un auténtico experto en las aguas subterráneas del archipiélago. No obstante, para los alumnos que teníamos la vocación de zoólogos, sus clases magistrales de geología alcanzaban el momento álgido cuando hablaba de que en Canarias había existido una fauna compuesta por especies de gran tamaño: lagartos gigantes que sobrepasaban el metro de longitud y ratas grandes como conejos. Llamativo también resultaba el hecho de que había sido precisamente nuestro profesor quien había descubierto los fósiles de tales especies. Introducción Gracias a la amable invitación del Instituto de Estudios Hispánicos de Canarias, tuve el honor de participar en la “Semana Homenaje a Telesforo Bravo” (21 al 25 de noviembre de 2005). Conocí al profesor Telesforo Bravo en la década de 1970 durante mi época de alumno en la Facultad de Biología de la Universidad de La Laguna, pero antes de que fuera mi profesor de Geología ya había tenido el privilegio de leer parte de su “Geografía General de las Isla Canarias”, obra monumental donde se pone de manifiesto que los conocimientos de D. Telesforo traspasaban los límites estrictamente geológicos. En efecto, el capítulo XI del primer tomo, publicado en 1954, está dedicado a la fauna de Canarias, y en el tomo II, 72 publicado diez años después, aparecen sendos capítulos sobre la fauna de Gran Canaria, Lanzarote y Fuerteventura. Las islas occidentales quedaron pendientes para un tercer tomo que no llegó a ser publicado. El texto que sigue a continuación es un resumen de la charla impartida en el homenaje a D. Telesforo y tiene como objetivo principal resaltar su importante contribución al conocimiento de la fauna canaria, y en particular a la que habitó en el pasado. Seguiré en parte, como hilo conductor, los epígrafes que el propio Telesforo menciona en el capítulo de la fauna de su libro de 1954. Reptiles Bajo este título D. Telesforo trata la fauna de reptiles actuales: lagartos (género Gallotia), lisas (Chalcides) y perenquenes (Tarentola). Es interesante resaltar la mención de lagartos negros en el Roque de Anaga de Fuera (Tenerife), a los cuales, por su gran talla, considera que podrían ser similares al lagarto del Roque de Salmor (Gallotia simonyi) (El Hierro) y al lagarto de Gran Canaria (G. stehlini). Por su importancia, trataremos este tema por separado más adelante. También merece la pena rescatar una comunicación del botánico D. E. S. Sventenius a D. Telesforo, publicada un año antes (Bravo, 1953), la cual por un hipotético interés en el futuro transcribimos de forma literal: “En cuanto a Gran Canaria, donde vive el stehlini, se ha supuesto que las especies de galloti han desaparecido, pero es posible que en el interior de la isla viva esta especie o raza próxima no estudiada por los naturalistas”. En la actualidad Gran Canaria es la única isla del archipiélago que de forma natural cuenta con una sola especie de lagarto (Gallotia stehlini) y ésta es de gran tamaño. En esto difiere de otras islas occidentales (Tenerife, La Gomera y El Hierro) donde coexisten dos especies, una grande y otra pequeña del tipo galloti. Con posterioridad al trabajo de D. Telesforo se ha constatado la existencia en Gran Canaria de otra especie de lagarto pero no del tipo galloti ni tampoco en el interior de la isla; se trata del Gallotia atlantica de las islas orientales que ha sido introducido en la localidad costera de Arinaga (Barquín & Martín, 1982). Dado que en los últimos años se han descubierto pequeñas poblaciones de lagartos gigantes en las islas de Tenerife y La Gomera, no parece descabellado suponer que en algún lugar de Gran Canaria pudiera subsistir otra especie pequeña. Los lagartos desaparecidos En 1954 se refería D. Telesforo a lagartos gigantescos de 1,30 m de longitud ya desaparecidos pero cuyos restos fósiles y subfósiles podían encontrarse en distintos lugares de Tenerife y La Palma, y de los que también había indicios de su presencia en La Gomera. 73 La existencia de grandes lacértidos en Canarias se conoce desde la conquista del archipiélago por parte de los europeos (siglo XV) (Cioranescu, 1980). Así, en las crónicas de Le Canarien y refiriéndose a la isla de El Hierro se puede leer: “Y se encuentran lagartos grandes como un gato, pero no hacen ningún daño y no tienen ningún veneno”. Incluso hay referencias anteriores a la conquista gracias a los comentarios de Cayo Plinio (año 77 DC) (Viera y Clavijo, 1982), quien menciona la presencia de Lacertis grandibus para la isla de Capraria (nombre asignado por algunos autores a la isla de El Hierro o a Gran Canaria). A finales del siglo XVIII, D. Juan Antonio de Urtusáustegui, Teniente Coronel de Milicias de Canarias, viaja a la isla de El Hierro siendo el primero en relatar los comentarios de la gente sobre la existencia de grandes lagartos en el roque más pequeño de Salmor. Asimismo, en 1863 el naturalista alemán Kart von Fritsch atrajo la atención de la comunidad científica al comentar que había visto lagartos mayores que los más comunes en las islas de El Hierro, La Gomera y Gran Canaria. La primera descripción científica de un lagarto de gran tamaño (50- 70 cm) no tuvo lugar hasta 1889, año en que el investigador austriaco Franz Steindachner describe al Gallotia simonyi para el Roque Chico de Salmor (Hutterer, 1985). Desgraciadamente y quizás debido en parte a la captura de ejemplares, el caso es que los lagartos del roque se extinguieron sobre mediados del siglo XX. Por suerte, a mediados de la década de 1970 se descubrió una nueva población en El Hierro (Fuga de Gorreta), a partir de la cual, y gracias a la cría en cautividad, se han podido liberar ejemplares en dos localidades de El Hierro (El Julan y La Dehesa) y reintroducirlos con éxito en el propio Roque Chico de Salmor. En Tenerife, las primeras referencias de lagartos gigantes se remontan a finales del siglo XIX cuando Steindachner (1891) señala comentarios de pastores sobre la existencia de grandes lagartos en los altos de Garachico y Güímar así como en el mayor de los Roques de Anaga. En este último enclave, Ossuna (1898) relata los rumores sobre una honda caverna donde vive o vivió un saurio de gran tamaño (mayor que el lagarto de Salmor). Por las referencias obtenidas, indica que recuerda al de un varano (Varanus niloticus) encontrado en 1889 en las inmediaciones del pueblo de Candelaria. Seguramente esta cita es la misma que menciona Steindachner (1891) aunque éste indica como fecha de captura el 9 de marzo 1888. La constatación científica de que en Canarias habían existido lagartos gigantes, mayores que los actuales, se debe al herpetólogo ruso Robert Mertens, afincado en Alemania, el cual basándose en restos fósiles procedentes de Tenerife, describió en 1942 al Gallotia goliath. Se trataba de un lagarto que alcanzaba los 90-100 cm de longitud y que se caracterizaba por tener el foramen parietal (≈ orificio en el techo del cráneo) cerrado y 18 dientes en el pterigoides (≈ hueso en el techo de la cavidad bucal) dispuestos 74 en dos hileras en forma de “V”. En principio esta descripción no sería diferente a la de cualquier otra especie si no fuese por el hecho de que el profesor Mertens no menciona ni la localidad exacta donde se hallaron los restos óseos ni al autor del descubrimiento que no había sido otro sino el propio Telesforo Bravo. Los huesos habían sido descubiertos en Martiánez (Puerto de la Cruz) por Bravo cuando éste contaba sólo con 23 años. Dado el interés del hallazgo, los restos fueron entregados al entonces director del Instituto de La Laguna, D. Agustín Cabrera, el cual le indicó que pertenecían a “superespecies” y se los quedó para estudiarlos (Machado y Hernández, 2002). Como quiera que dicho estudio no se producía, D. Telesforo le solicitó el material y se lo entregó en 1938 a D. Jesús Maynar, profesor de la Universidad de La Laguna, el cual se comprometió a remitir los fósiles a especialistas. Gracias a esto, comenta el profesor Bravo que preparó un segundo envío que contenía fósiles del lagarto, de un roedor y un fragmento de toba areniscosa con una hoja fósil. D. Jesús Maynar debió mandar los restos al profesor J. Gómez de Llarena (San Sebastián), ya que Mertens indica que el material llegó al Museo Senckenberg (Frankfurt) enviado por este último. D. Telesforo Bravo debió sentirse profundamente molesto por no haber sido mencionado ni siquiera en los agradecimientos aunque yo nunca le oí ningún comentario en este sentido. Distribución natural de los lagartos actuales del archipiélago canario. En Gran Canaria hay una pequeña población introducida de Gallotia atlantica y en Fuerteventura otra de G. stehlini. 75 Plantea el profesor Mertens en su trabajo la posibilidad de que el Gallotia goliath haya sobrevivido hasta épocas muy recientes. Se basa en el comentario de Steindachner de que D. Anselmo Benítez, un naturalista canario, tenía en su colección de Santa Cruz de Tenerife un lagarto de 1,02 m, de la forma de un varano africano, matado el 9 de marzo de 1888 cerca de Güímar. Se pregunta si no sería un lagarto gigantesco canario y no un varano introducido. Gracias a la detallada descripción del animal en una carta enviada por el secretario del ayuntamiento de Candelaria (D. Gregorio Cabral de la Vega) a D. Anselmo Benítez -transcrita y publicada por D. Luis Diego Cuscoy en el periódico El Día el 15 de septiembre de 1982- sabemos que se trataba con certeza de un varano. Señala el mencionado secretario que intentó adquirir el ejemplar para la colección de D. Anselmo pero el pastor que lo había matado en la playa de la Viuda no quiso venderlo. La referencia de Steindachner muestra que el pastor debió cambiar de opinión. La colección de D. Anselmo Benítez fue adquirida posteriormente (1950) por el Cabildo de Tenerife pero los restos de este animal debieron perderse. Lejos de desanimarse por lo sucedido con su primer descubrimiento de los fósiles de Gallotia goliath, D. Telesforo siguió estudiando diversos yacimientos de Tenerife y en particular los del acantilado de Martiánez. Esto le permitió encontrar no sólo más restos del G. goliath sino también de otras especies de lagartos de talla tanto inferior como superior a la descrita por Mertens. Entre las más pequeñas menciona al G. galloti (la abundante especie actual) así como al G. simonyi, siendo esta última la primera referencia en Tenerife de un lagarto similar a los que habían sobrevivido en la isla de El Hierro. Estos resultados son dados a conocer en su trabajo de 1953 donde el objetivo fundamental es describir un lagarto mayor que el G. goliath y al que denomina G. maxima. Esta especie alcanzaría una longitud de 120-125 cm aunque no descarta que pueda ser incluso mayor ya que un hueso del cráneo encontrado en 1952, en la capas más profundas del yacimiento de Martiánez, le permite estimar que el animal debía tener una cabeza de 13,5 cm de larga. Según D. Telesforo, además de por el tamaño, esta nueva especie se diferenciaba del G. goliath por otros caracteres entre los que señala la presencia de un foramen parietal abierto y más de 50 dientes en el pterigoides dispuestos en varias filas. Asimismo, en este trabajo el profesor Bravo menciona por primera vez el hallazgo de restos de G. goliath fuera de la isla de Tenerife, concretamente en una gruta de origen volcánico de los Llanos de Aridane (La Palma). En la actualidad se sabe que los lagartos gigantes que antaño habitaron las islas occidentales estaban ampliamente distribuidos por la superficie de las mismas y en particular por las zonas bajas y de medianías. Gran parte de este conocimiento se debe precisamente a las aportaciones de D. Telesforo. Así, en la isla de Tenerife menciona el hallazgo de restos en diversas localidades como el Puerto de la Cruz, La Orotava, Santa Úrsula, 76 Tamaños relativos de los lagartos actuales de Tenerife (Gallotia galloti y G. intermedia) y de los que antaño habitaron en la isla (G. goliath y G. maxima). En nuestros días estas dos últimas especies se consideran una sola pero D. Telesforo descubrió los restos de ambas en los acantilados de Puerto de la Cruz. Estos gigantescos lagartos alcanzaban tallas cercanas a 1,5 metros. Punta del Hidalgo, Punta de Teno, Güímar, etc. En El Hierro los encuentra en las laderas de El Julan. En la Universidad de La Laguna D. Telesforo animó a sus alumnos a proseguir sus estudios sobre los lagartos fósiles lo cual culminó con la dirección de una tesina en 1978 sobre las características anatómicas y biométricas de Lacerta maxima. Su autor, D. Cándido Manuel García Cruz, no sólo contó con su apoyo sino con la parte del material que D. Telesforo había colectado a lo largo de los años. Con el transcurrir del tiempo y la aparición de trabajos de otros autores (López-Jurado & Mateo, 1995; Bischoff, 1998), la comunidad científica actual considera que el Gallotia maxima de Bravo y el G. goliath de Mertens son en realidad dos formas de tamaño de la misma especie, algo que ya había sido sugerido por Gasc (1971). Por cuestiones de nomenclatura zoológica el nombre que debe prevalecer es el de G. goliath, usado con anterioridad. No dejaría de aparecer asociado, sin embargo, el nombre de D. Telesforo Bravo al de los lagartos gigantes gracias al descubrimiento y al talante del biólogo alemán Rainer Hutterer. Dicho autor, en 1985 estudia restos fósiles de lagartos de La Gomera y llega a la conclusión de que en dicha isla habitó tanto el Gallotia goliath como el G. simonyi y que además ambas eran formas (subespecies) diferentes a las conocidas. Al G. goliath, 77 algo menor que el de Tenerife, y con pocos dientes en el pterigoides (5-6), dispuestos en una sola fila, lo denominó G. goliath bravoana, precisamente dedicada a D. Telesforo Bravo en reconocimiento de sus grandes méritos en la investigación geológica y paleontológica de las Islas Canarias. Al G. simonyi, una forma más pequeña y esbelta que el lagarto gigante de El Hierro, lo nomina como G. simonyi gomerana. Cráneo y mandíbula de Lagarto Gigante (Gallotia goliath) en comparación con los de una especie actual (Gallotia galloti) (centro). 78 La correcta denominación de los lagartos gigantes no está del todo aclarada debido a nuevos estudios y a que en los últimos diez años se han producido sorprendentes descubrimientos de lagartos vivos de gran talla en las islas de Tenerife y La Gomera. En 1996, en la parte occidental de Tenerife (acantilado de Los Gigantes), el naturalista Efraín Hernández capturó vivos dos lagartos de gran talla; el aspecto de los mismos recordaba a los existentes en El Hierro pero eran de coloración muy distinta al Gallotia simonyi. Posteriores estudios morfológicos y genéticos de los lagartos de esta población permitieron llegar a la conclusión de que si bien estaban emparentados con los de El Hierro eran suficientemente distintos como para considerarlos una nueva especie. Se la denominó G. intermedia en el año 2000 (Hernández et al., 2000) y se consideró que estaba en peligro de extinción al estimarse una exigua población de 280 a 461 individuos (Rando & Valido, 2000). En 2003 se detectó una nueva población de esta especie, compuesta por unos 900 lagartos, en el extremo sur de la isla (Guaza) a unos 30 km de la anterior. Entre ambos descubrimientos, en 1999, un equipo de investigadores de la Universidad de La Laguna localizó una pequeña población de lagartos grandes –también del tipo simonyi– en La Gomera (Valle Gran Rey) (Nogales et al., 2001). En este caso, y básicamente por el tamaño (unos 50 cm), los autores consideraron que el lagarto se correspondía más bien con los fósiles del Gallotia simonyi gomerana que con el G. goliath bravoana. Asimismo, dado que morfológicamente y desde el punto de vista genético también difería de los lagartos gigantes de El Hierro y Tenerife, se propuso tratarlo como una especie diferente, es decir, G. gomerana. El descubrimiento de este lagarto y la constatación de que se encontraba al borde de la extinción (unos pocos ejemplares viviendo en una superficie de tamaño similar a un campo de fútbol) suscitó una fuerte polémica en los medios de comunicación en la que se vieron implicados el Gobierno de Canarias, el Cabildo de La Gomera, el Ayuntamiento de Valle Gran Rey y los propios autores del descubrimiento. Estos últimos, junto con el Cabildo de La Gomera, defendían la postura de que los seis lagartos capturados y mantenidos en Tenerife debían ser trasladados inmediatamente a Valle Gran Rey para iniciar un programa de cría en esa localidad. Con la intención de hacer prevalecer sus competencias sobre el lagarto, el Gobierno de Canarias adoptó la postura “política” de considerarlo una subespecie de G. simonyi, y como tal, G. simonyi gomerana, es considerado todavía en el Catálogo Regional de Especies Amenazadas. Por suerte para el lagarto, poco después los ejemplares se llevaron a La Gomera y ya se ha conseguido su cría en Valle Gran Rey. Más o menos por estas fechas se publica un trabajo (con poco material de La Gomera) donde se concluye que los lagartos gigantes del pasado (G |
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