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Obras Completas
Historia de Canarias
Vol. 1
José de Viera y Clavijo
Manuel de Paz Sánchez ( ed.)
José de Viera y Clavijo
Nació en el Realejo Alto (Tenerife) el
28 de diciembre de 1731. Educado en
el convento de Santo Domingo de La
Orotava, adquirió los conocinúentoa
propios de la carrera sacerdotal,
ordenándose presbftero en 17S6. Al
afio siguiente, se traslada a La 1..a¡u.
na, como capellm de coro de la igle.
sia de Loe Remedios. Posteriormente
se integra en la tenulia ilustrada del
marqués de Villanueva del Prado. En
ese ambiente se acentáan sus ideas
enciclopedistas, que le acompafwán
a lo largo de toda su vida. A ftnales de
1770, marcha a Madrid para publicar
su Hútoria tk Canarias y entra al servicio
del marqtrea de Santa Cruz, co•
mo ayo de su hijo, el marqués del
Vuo. En 1774 es admitido como aca•
cUmico de la Historia. Entre 1777 y
1778 viaja por Francia y Flandes y,
entre 1780 y 1781, por Italia y Ale•
mania. En 1782 se le deaigna arce•
diano de Fuerteventura en la catedral
de Canarias. Regresa al Archipiélago
en 1784 y empieza a redactat; a partir
de ftnales de la dicada de los 90, su
célebre Diccionario de Historia
Natural tk las Islas Canarias, entre
otras obraa de cuicter cientffico y
literario. Fallece en Las Palmas el 21
defebrerode 1813.
Historia de Ca-norias
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Obras completas
Rafael Padrón [dir.J
Historia de Canarias
Vol. 1
Edición, introducción y notas de
Manuel de Paz Sánchez
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José de Viera y Clavija
Historia de Canarias. Volumen 1
Colección dirigida por: Rafael Padrón Fernández
Coordinación: Victoria Galván González
Comité científico:
Joaquín Álvarez Barrientos (cs1c), Pedro Álvarez de Miranda (UAM), Francisco
Andújar Castillo (UAL), Jorge Chen Sham (Universidad de Costa Rica), José
Antonio Ferrer Benimelli (uz) , David T. Gies (University of Virginia) , Richard
Kagan (Johns Hopkins University), Bernard Lavallé (Université Paris 111), José
Martínez Millán (UAM), Consuelo Naranjo Orovio (cs1c), Miguel Ángel PuigSamper
Mulero (cs1c), Lydia Vázquez Jiménez (UPV)
Director de arte: Marcelo López
Control de edición: Daniel García Pulido y Gara Cañas Morales
Primera edición en Ediciones Idea: 2016
© De la edición:
Ediciones Idea, 2016
© De la edición, introducción y notas:
Manuel de Paz Sánchez, 2016
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Impreso en España - Printed in Spain
ISBN Obra Completa: 978-84-9941-894-0 ~
ISBN Volumen 1: 978-84-16404-12-4 sl.t:"
Depósito legal: TF-358-2016 Este libro protege el entorno
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almacenada o transmitida en manera alguna ni por medio alguno, ya sea
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Sumario
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VOLUMEN 1
INTRODUCCIÓN ................. ..... ............... ................... ... . 21
NOTICIAS DE LA HISTORIA GENERAL
DE LAS ISLAS CANARIAS (VOL. 1) ........... .... ..... ................... 143
Al rey nuestro señor don Carlos 111 .................. .. . ............ 149
Prólogo ............. ... .. ... ... ..... ....... ...... ............. ...... ..... ...... 152
LIBRO 1
§ l. Estas islas pertenecen al África .............................. 163
§ 11. Su número, latitud y clima ... .... ........ ... ...... .... ......... 165
§ 111. Se toma en ellas el Primer Meridiano ..................... 167
§ IV. Sus longitudes y declinación de la aguja magnética .. ... l 70
§ V. Carácter de las estaciones del año ...... ..... ....... ....... 171
§ VI. Por qué fueron reputadas por Campos Elíseos y se
llamaron Islas Afortunadas ......... .... .................. .. ... . l 7 6
§ VII. Descripción que hace Plutarco de ellas .... ............... 182
§ VIII. Si son las Hespérides y las Górgades .................... 189
9
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§ IX. Su epíteto de Atlánticas ..... ..... ............. ...... .... ..... 194
§ X. Si fueron las Canarias parte de la Atlántida de
Platón ... ............... .... .... ... ................... ................ 195
§ XI. Imaginación de los filósofos que lo apoyan ... .... .. 198
§ XII. No son simples erupciones de volcanes ............ .. 201
§ XIII. Si son un efecto del Diluvio Universal .................. 206
§ XIV. Si son una continuación de los montes adyacentes
del África ........................................... .. .............. 207
§ XV. Escala de las distancias de las siete islas entre sí. .. 212
§ XVI. Escala del largo, ancho y circunferencia de cada
una ............ ....................................................... 213
§ XVII. De la Gran Canaria toman el nombre genérico de
Canarias ... ........ .. .. ... ... ..... .... .... ...... ........... .... .... 215
§ XVIII. Opiniones sobre el origen y etimología del nombre
de Canaria .. ........................... .......... .... .. .... ..... .. 216
§ XIX. Del nombre de Lanza rote ..................... .......... .... 226
§ XX. Del nombre de Fuerteventura .......... ................... 229
§ XXI. Del nombre de La Gomera .......... ...................... 231
§ XXII. Del nombre de la isla de El Hierro .... .................. 235
§ XXIII. Del nombre de la isla de La Palma ........ ............. 238
§ XXIV. Del nombre de Tenerife ............. ............... ......... . 242
§ XXV. De los nombres especiales que les dio Plinio ..... .. 245
§ XXVI. De la isla Ombrios y cuáles eran sus árboles raros .. 245
§ XXVII. Cuáles eran las islas Junonias, la Caprario y la
Nivaria .. .... .. .. .. ... .... .. ... .... ..... ............................. 251
§XXVIII.La famosa cuestión de San Borondón ... .......... .... 254
Notas complementarias .. .. ...................... ..... ... ...... .... .... 291
LIBRO 11
§ l. Origen fabuloso que los historiadores atribuyen a los
primitivos habitantes de las Canarias .................. .... 309
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§ 11. Pueden ser resto de los hombres Atlántides .......... 320
§ 111. Sus figuras .. ..... ......... ... .. .. ........ ..... ............. .... ...... 322
§ IV. Su carácter .......................................................... 324
§ V. Sus idiomas ......................................................... 325
l . Algunas dicciones de la lengua canaria ........... 327
2. Algunas dicciones de la lengua guanchinesa .... 327
3. Algunas dicciones de la lengua palmesa .. .... .... 328
4. Algunas dicciones de la lengua de Fuerteventura
y Lanzarote ..................................................... 328
5. Algunas dicciones de las lenguas de El Hierro y
Gomera .... .. ....... ... ......................................... .. 329
§ VI. Sus alimentos ..... ............. .. .. ... .............. ..... .......... 329
l. Granos y legumbres ... .... ................................. 329
2. Frutas ............................................................. 331
3. Viandas .......................................................... 332
4. Pesca .............................................................. 334
5. Bebida .. .. .......................... ........ ............ .......... 335
§ VII. Digresión sobre el Árbol de El Hierro ................... 336
§ VIII. Sus vestiduras .... ...... ......... ... ............................... 345
§ IX. Sus habitaciones ........ .. ..... .. ... ..... ........ ... ............. 348
§ X. Sus muebles ... ........................................... .. ........ 350
§ XI. Su nobleza .......................................................... 351
§ XII. Sus bienes .......................................................... 352
§ XIII. Sus artes y ciencias ............................ .................. 353
§ XIV. Sus juegos ................... ... ..... ...... .. ........... ............ 356
l. El baile canario .. ......... .. .. ... ................ ... .. ........ 357
2. Luchas y tiros de piedra ......... .. ........................ 359
3. Saltar, trepar y levantar pesos .......................... 361
§ XV. Su religión .......................................................... 362
§ XVI. Sus matrimonios ................................................. 368
§ XVII. Sus embalsamamientos y entierros ....................... 371
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§ XVIII. Sus medicinas ...... .. .. .. .......... .. ... ......................... 377
§ XIX. Sus leyes .... ........ .. .. ............................. .. .............. 377
§ XX. Sus guerras ........................................................ 380
1. Sus armas ...................................................... 382
2. Consejo de guerra .......................................... 383
3. Disciplina militar ............................................. 383
§ XXI. Sus reinos y monarcas ........ .. ............................... 384
1. Reino de Lanzarote ....... ... .. .. ....... .... ......... .. .... . 386
2. Reinos de Fuerteventura .............. .. .................. 389
3. Reino de La Gomera ....................................... 390
4. Reino de El Hierro .. ... ............ ................... ....... 391
5. Reinos de La Palma .... ........... ... .. ...... ............... 391
6. Reinos de la Gran Canaria ............................... 397
§ XXII. Descripción de la montaña de Dora mas .. ........ .... 403
§ XXIII. Reinos de Tenerife .............................................. 406
1. Reino de Tao ro ............................................... 407
2. Reino de Güímar o de Góymar ......... ... ....... .. ... 408
3. Reino de Abona .............................................. 41 O
4. Reino de Adeje ............................................... 41 O
5. Reino de Daute ............................................... 41 O
6. Reino de lcod o Benicoden ... ........................... 411
7. Reino de T acoronte ......................................... 411
8. Reino de T egueste ........................................... 411
9. Reino de Naga o Anaga .................................. 412
1 O. Señorío o Punta del Hidalgo .......................... 413
§ XXIV. Juramento y orden de sucesión .......... ... .............. 415
Notas complementarias ............................................... 419
LIBRO 111
§ 1. De las primeras naciones que tuvieron conocimiento
práctico de las Canarias desde el rey Atlante .......... 455
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§ 11. Si el Pico de Tenerife fue el monte Atlas de los
antiguos ...... .. ................................. .................. 457
§ 111. Observaciones físicas y astronómicas que se han
deseado practicar sobre el Teide ................. .. .. ... 460
§ IV. Descripción del Pico de Tenerife ......................... 463
§ V. Hércules en estas Islas ..................... ... ........ ... .. .. 473
§ VI. Los fenicios .... ................. .................................. 475
§ VII. Las flotas de Salomón ....................................... 477
§ VIII. Los griegos ....... .................. .............................. 478
§ IX. Los egipcios ...................................................... 479
§ X. Los ma rsel !eses ................................................. 480
§ XI. Los cartagineses ........ .. .. .. ...... ....... ..... ... ............. 480
§ XII. Los persas ..................................... ..... ... ........ .... 483
§ XIII. Los españoles antiguos .................... ...... .......... .. 483
§ XIV. Sertorio ............................................................. 484
§ XV. Juba, rey de la Mauritania .............. .. .............. .. . 486
§ XVI. Los romanos ..................................................... 487
§ XVII. San Bartolomé y San Avito ................................. 489
§ XVIII. San Maclovio y San Brandón ............................. 490
§ XIX. Los ó ro bes ........................................................ 4 91
§ XX. Los genoveses ................................................... 494
§ XXI. Investidura del reino de las Canarias en don Luis
de la Cerda, infante de España .......................... 496
§ XXII. Mallorquines y aragoneses ................................. 501
§ XXIII. Gallegos en La Gomera .................................... 503
§ XXIV. Castellanos en Lanzarote ................................... 505
§ XXV. Andaluces y vizcaínos ......................................... 505
§ XXVI. Juicio de Francisco de Gómara sobre la imagen
de Nuestra Señora de Candelaria ...................... 506
§ XXVII. Aparición de la imagen de Nuestra Señora de
Candelaria ....................................................... 507
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§ XXVIII. Primera entrada de los franceses en Lanzarote .. . 509
§ XXIX. Derecho con que Béthencourt emprendió la con-quista,
y época en que la comenzó .............. ...... 511
§ XXX. Navegación de Juan de Béthencourt y Gadifer de
la Salle a nuestras Islas .. .. .... ....... .. ... ............... .. 516
§ XXXI. Errores de don Juan Núñez de la Peña sobre la
conquista de Lanzarote y Fuerteventura .... .... ...... 520
§ XXXI I. Tratados de paz y amistad con el rey Guadarfía .... 520
§ XXXIII. Primer desembarco en Fuerteventura y sedición
del equipaje .... ....... .............. ... .. .. ..... ...... .. ... .. ... 522
§ XXXIV. Pasa Béthencourt a solicitar socorros a España ... 523
§ XXXV. Traición de Berlín de Berneval .... ...... .... ... .. ....... . 524
§ XXXVI. Presta Juan de Béthencourt homenaje por las islas
a Enrique 111 de Castilla ........... ...... ....... ........ ... ... 531
§XXXVII.Rompimiento de los isleños de Lanzarote contra
los franceses, y guerra civil del bárbaro A[f]che .. . 534
§ XXXVII I.Peregri nación de Gadifer de la Salle por las islas ... 538
Nota complementaria .. ... ... ... ... .. .. .. ..... ... .. .. .... ....... .... ... 544
LIBRO IV
§ l. Vuelve Juan de Béthencourt a Lanzarote ......... .. ..... 549
§ 11. Sométese el rey Guadarfía y se bautiza con los
demás lanzaroteños ....... ....... .......... ... ........... .. ...... 549
§ 111. Idea del catecismo compuesto por los capellanes
Bontier y Le Verrier .... ....... .... .... ..... ... ...... ..... ... .. .. ... 550
§ IV. Designios de Béthencourt sobre las costas occidenta-les
de África ....... ...... ......... ........... .. ......... ....... ... .. . 551
§ v. Disgustos entre Gadifer de la Salle y Juan de
Béthencourt ...................................................... .... 552
§ VI. Tercera invasión en Fuerteventura y construcción del
fuerte de Rico-Roque ....... ............ ..... ....... ....... .... ... 553
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§ VII. Castillo de Val-Tarajal y nueva expedición
a Canaria ........................................................... 554
§ VIII. Rompimiento de Béthencourt y Gadifer y su viaje a
la corte de Castilla ........ ..................................... 556
§ IX. Abandona las islas Gadifer de la Salle. Su elogio ... 558
§ X. Retorna Béthencourt a sus conquistas con nuevos
privilegios .. ....... ..... ... .......... ....... ..... ................... 559
§ XI. Operaciones de la última campaña de
Fuerteventura ................. ..... ...... .. ..... .............. ..... . 559
§ XII. Muerte de cierto majorero de una estatura
gigantesca ......................................................... 560
§ XIII. Sostiene Aníbal, bastardo de Gadifer, la facción
opuesta a Béthencourt .. ...................................... 562
§ XIV. Rendición y bautismo de los reyes de
Fuerteventura ...................................................... 564
§ XV. Viaje del conquistador a Francia y su retorno
magnífico a Lanzarote ........................................ 566
§ XVI. Expedición de Béthencourt a la Gran Canaria, en
que le da este nombre ........................................ 570
§ XVII. Reduce Juan de Béthencourt las islas de La Gomera y
de El Hierro ........................ ........ .... ................... 572
§ XVIII. Anécdotas sobre el árbol de El Hierro y el adivino
Yoñe ................................................................. 575
§ XIX. Da Béthencourt el gobierno de las islas a Maciot,
su pariente, y establece varios reglamentos en
ellas .......................................... ...... .................. 576
§ XX. Convoca Béthencourt las islas como a unas Cortes
Generales en Lanzarote ...................................... 578
§ XXI. Llega Béthencourt a Valladolid, donde le da au-diencia
Enrique 111 .............. .......... ....................... 581
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§ XXII. Llega Béthencourt a Roma, erige lnocencio VII las
islas en obispado, bajo el título de San Marcial de
Rubicón ........... ....................... ............ ............ ... 582
§ XXIII. Figura lucida que hace Juan de Béthencourt
en Florencia ...... ..... ... ..................... ... ...... ..... ..... . 583
§ XXIV. Vuelve Béthencourt a Normandía: noticias que
adquiere de las Canarias .. .. .... .... ........... .. .......... 584
§ XXV. Infortunios de Béthencourt en sus Estados de Nor-mandía
.. ... ... ..... .................................. ..... ......... 585
§ XXVI. Muerte de Juan de Béthencourt ... ... .. .... .. .. .. .... .. .. . 586
§ XXVII. Herédale su hermano Reynaldos .... ........ ...... .. .... 587
§XXVIII. Elogio de Juan de Béthencourt el Grande ..... .. ..... 589
LIBRO V
§ l. Maciot de Béthencourt sucede en el gobierno de
16
§ 11.
§ 111.
§ IV.
§ v.
§ VI.
§ VII.
las Canarias ........ ... ........ .. .. ..... ... ........ .. ......... ... . 599
Anima la población y se arma caballero .... .. ... .... 600
Don Alberto de las Casas, primer obispo de Rubi-cón
en Lanzarote ........... ... ...... ... ..... .......... .. .... ... 602
Sublevación de la isla de El Hierro .................... .. 605
Amores de Maciot y de la princesa Teguise ... ...... 606
Muerte del obispo don Alberto: su elogio ............ 607
Sucédele don fray Alonso de Barra meda ............. 608
§ VIII. Tiraniza Maciot sus pueblos ........ ... ................. ... . 608
§ IX. Resístele don fray Mendo de Viedma, tercer obispo
de las islas ...... ..................... ......... ....... ........ .. .... 609
§ X. Consecuencias de estas disputas ............... ...... ... 611
§ XI. Pedro Barba de Campos llega armado a Lanzaro-te,
Maciot le cede los derechos que no tiene ........ 613
§ XII. Muerte de don fray Mendo de Viedma: su carácter ... 61 6
§ XIII. Sucédele don Fernando Calvetes .. ... .. ......... ...... .. 617
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§ XIV. Abandona Maciot las Canarias y se pasa a la isla
de la Madera ..................................................... 6 1 7
§ X\Va. Historia del descubrimiento de esta isla ............... 618
§ XV. Vende Maciot las Canarias a don Enrique de
Portugal ... ... : ...................................................... 622
§ XVI. Envía este príncipe dos armamentos contra la
Gran Canaria ................... ........... ........... ..... ... ... 623
§ XVII. Contestaciones en Roma y en el concilio de Basilea
sobre las Canarias entre Castilla y Portugal ..... .... 625
§ XVIII. Muere Maciot de Béthencourt: su elogio .............. 627
§ XIX. Pedro Barba traspasa las Canarias a Fernán Pérez
de Sevilla .............. ... ... .... .. ........... ..... .. ............... 628
§ XX. Obtiene las Canarias don Enrique de Guzmán,
conde de Niebla .. ..... ............ .. ........ .. ................. 630
§ XXI. El conde de Niebla las cede a Guillén de las Casas ... 631
§ XXII. Fernán Peraza, séptimo señor de las islas .. .... ..... . 633
§ XXIII. Invade Guillén Peraza la isla de La Palma, en
donde muere ..................................................... 634
§ XXIV. Elogio del joven Peraza ........... ........ ... .... ... ........ . 635
§ XXV. Famosas embajadas de Juan Íñiguez de Atabe a la
corte de Portugal en defensa de las Islas Canarias .... 636
§ XXVI. Incursiones de Fernán Peraza en Tenerife. Historia
de Antón Guanche ............... ............ ...... ............ 640
§ XVII. Muerte de Fernán Peraza ..... ..... ............ .. ............ 645
Nota complementaria ................................................... 646
LIBRO VI
§ l. Heredan el Estado de Canarias doña Inés Peraza y
Diego de Herrera ......... ........... .... ........ .. ......... ....... 651
§ 11. Pacifican la rebelión de Fuerteventura .................... 652
§ 111. Convento edificado en Fuerteventura ....... .. .. .... .... ... 653
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§ IV. San Diego de Alcalá y fray Juan de Santorcaz en
Fuerteventura ..................................................... 654
§ V. Disertación sobre la aparición de la imagen de
Nuestra Señora de la Peña de Fuerteventura ....... 657
§ VI. Intenta San Diego pasar a la Gran Canaria ........ 664
§ VII. Muerte del Padre Santorcaz: sus virtudes y escritos .... 665
§ VIII. Don Diego López de lllescas sucede a don Juan
Cid en el obispado de Rubicón ........................... 666
§ IX. Doña Inés Pereza, pacífica poseedora de las islas
menores ............................................................ 666
§ X. Relación del viaje de Alvise de Cadamosto a nues-tras
islas ............................................................ 668
§ XI. Concede don Enrique IV de Castilla la conquista de la
Gran Canaria a ciertos próceres portugueses ...... 670
§ XII. Diego de Herrera hace la ceremonia de tomar
posesión de la isla de Canaria ...... .... ................. 670
§ XIII. lnvádela inútilmente .... ... ........................ .. .......... 671
§ XIV. Tratados de paz con los reyes de Tenerife ..... ...... 672
§ XV. Sancho de Herrera roba la santa imagen de
Candelaria .. ........ .... ............ .... ....................... .. . 675
§ XVI. Fuerte construido en Tenerife y demolido por los
guanches .... ........................ .. ............................. 677
§ XVII. Diego de Silva invade a Canaria, enviado por el
infante de Portugal ............................................. 678
§ XVIII. Atienden al derecho de Herrera las Cortes de Por-tugal
y de Castilla .... .... ...... .... ...... .... .... .......... ... . 679
§ XIX. Nueva invasión de Herrera en la Gran Canaria;
raro suceso de Diego de Silva y del guanarteme de
Gáldar ...... .. ........ ... ......... ... .. .... ...... ... ................ 681
§ XX. Trotados de paz con los canarios; construcción del
fuerte de Gando .. ...... .. .. .... .... ...... ........ ...... ........ 686
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§ XXI. Modo que tuvieron los canarios de echar a los
cristianos de la isla ............... .... ..... ......... ..... ..... .. 687
§ XXII. Sucede al señor lllescas en el obispado don fray
Tomás de Serrano .. ............ .. ............. ..... ............ 689
§ XXIII. Apodérase Doramos del reino de Telde .... ..... ..... 689
§ XXIV. Embajada de los canarios a Diego de Herrera .... 690
§ XXV. Quejas y pesquisas contra Diego de Herrera ....... 692
§ XXVI. Translación de las tres islas mayores a la corona
real. Título de condes de La Gomera a Diego de
Herrera y doña Inés Pereza ................................ 693
§ XXVII. Casamiento de doña Constanza de Herrera y Pe-dro
Fernández de Saavedra ................................ 696
§ XXVIII. Entradas de Herrera en Berbería y construcción del
castillo de Mar Pequeña ...................................... 697
§ XXIX. Herrera hace levantar el sitio de Mar Pequeña .... 699
§ XXX. Proezas y vida larga del moro Juan Ca macho ..... 700
Nota complementaria ................. .. ......... ....................... 702
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Introducción
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«Yo conozco bien a mi patria, y sé que no tiene una Historia.
lQué se sigue de aquí? Que si hay muchos que no
ignoran del todo los sagrados derechos de un historiador,
puede encontrarse el riesgo de que sean muy pocos los
que estén dispuestos a respetarlos o sufrirlos. Como
quiera que sea, hagamos el Ensayo. Presidan en el discurso
de su composición la verdad, la imparcialidad, la
moderación, la razón y el buen juicio».
Borr. Viera, Prólogo, fol. VIII.
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Los cuatro volúmenes de la edición príncipe de las Noticias o,
más bien, de la Historia de Canarias de José de Viera y Clavija,
como se la conoce generalmente, se publicaron en Madrid en
1772, 1773, 1776 y, finalmente, en 1783.1
La segunda edición fue estampada en Santa Cruz de T enerife,
también en cuatro volúmenes, en los años de 1858, 1859,
1860 y 1863. Esta edición de la imprenta y litografía Isleña tiene
un mérito especial, ya que incorpora prácticamente todas las
apostillas que el propio Viera introdujo en un ejemplar que, en
aquel entonces, poseía don Tomás Antonio de Nava y Grimón y
Pérez de Barradas (1788-1866), VII marqués de Villanueva del
Prado, heredero de una familia noble y generosa con la cultura y
el progreso del Archipiélago, y que actualmente figura entre los
fondos bibliográficos de la Real Sociedad Económica de Amigos
del País de T enerife.
Las gestiones para la incorporación a la edición Isleña o de la
Isleña, como la designaremos a lo largo de nuestra edición, de las
apostillas mencionadas se debió, según ha destacado Manuel
Hernández González,2 a la actuación de José Antonio Pérez
Carrión y Francisco Díaz Miranda, que inicialmente promovieron
la reimpresión de la obra. Pérez Carrión, polemista de armas
tomar, acabó enfrentado con el nuevo propietario de la imprenta,
1 La información bibliográfica, con el detalle de los editores y la breve descripción
de las diferentes ediciones hasta 1981, puede consultarse en Millares
Cario, 1993, VI, 437-451.
2 José A. Pérez Carrión, Los canarios en Amén"ca. Tomo J: influencia de los mismos
en el descubrimiento del Nuevo Mundo, Ed. de Manuel Hernández González, t. T,
Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2004, p. 16.
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Manuel de Paz Sánchez
don Juan N. Romero, y publicó un libelo en el que destacó que,
junto con Díaz Miranda, habían tenido que dirigir una circular a
los suscriptores de la Historia por los inexplicables retrasos que
había experimentado la entrega de los primeros tomos y, asimismo,
por respeto hacia la figura del marqués de Villanueva del
Prado, que actuaba, según manifestaba también, como patrocinador
moral del proyecto.3
Entre 1950 y 1952 se editó nuevamente la obra por un equipo
de especialistas dirigido por don Elías Serra Rafols. Para ello
se utilizó como texto base el de la Isleña pero, aparte de las apostillas
antes mencionadas, se incluyeron ahora diversos fragmentos
del manuscrito autógrafo que igualmente custodia la Económica
tinerfeña, y que comprendía los libros I al VII del primitivo Borrador
de los Ensayos sobre la Historia Natural y Civil de las Yslas
Canarias, un valioso documento que, como se verá a lo largo de
los citados VII primeros libros de esta edición, ofrece nuevos
datos de interés para la historiografía insular, aunque limitados,
claro está, al período que abarcan tales libros, que finaliza con la
conquista de Gran Canaria.
En 1967 y, especialmente, en 1971, se volvió a editar la Historia
por Goya en dos gruesos volúmenes, con introducción y
notas de Alejandro Cioranescu. La octava edición (o reimpresión)
es de 1982, aunque entre 1978 y 1981 la editorial «Cupsa»
publicó una nueva tirada de la obra, pero las ediciones canónicas
son las mencionadas de Serra y Cioranescu.
1. Un equipo de colaboradores
En su correspondencia con paisanos y amigos se deja traslucir
la deuda intelectual que el polígrafo había adquirido con sus más
3 José A. Pérez Carrión, Vindicación, Santa Cruz de Tenerife, Imprenta de Viuda
e hijos de don Vicente Bonnet, 2 de marzo de 1859, hoja impresa. En las «Normas
de edición» de la ed. de Serra y colaboradores (p. CXVI), se alude al compromiso
de impresión que firmaron por parte de la imprenta Isleña, con el representante
del marqués de Villanueva del Prado, José A. Pérez Carrión, Francisco Mª de
León, Miguel [sic] Miranda y Juan . Romero, el 12 de agosto de 1858.
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1 ntroducción
allegados. Así se puede ver en cartas de Tomás de Nava Grimón
o de Fernando de la Guerra, quien incluso llevaba unas
notas a modo de registro sobre las noticias que le iba remitiendo
a Madrid. En octubre de 1774, por ejemplo, Fernando de la
Guerra le hizo llegar diversa información genealógica sobre los
condes de La Gomera, así como datos biográficos de Juan Núñez
de la Peña, Francisco Guillén, José González Cabrera
Bueno, Juan de Oñate o José Fernández Romero, entre otros.4
Viera, al enviarle el tomo III de su Historia en abril de 1777, le
hizo algunos comentarios sobre sus generosas dádivas documentales,
al tiempo que le invitaba a juzgar la obra «con la libertad a
que soy acreedor», es decir, que deseaba conocer su opinión
acerca de si estaba bien concebida, si la elección de los temas
era la correcta, si las reflexiones resultaban oportunas, «si el
método, orden y caracteres de los héroes es tolerable».5 No olvida
nuestro autor, por supuesto, una irónica referencia a los buenos
tiempos del marqués de Valhermoso, a quien, por cierto,
juzgó tan duramente con motivo del resello de la moneda, que
se vio obligado a autocensurar el tomo ya impreso, aunque al
menos se conservó un ejemplar en la Biblioteca Nacional, tal
como se verá en el lugar oportuno.6
Fernando de Molina y Quesada elaboró, por su parte, un
«Estracto de noticias de los Libros de Anchieta», es decir, de los
Cuadernos de citas de José Antonio de Anchieta Alarcón, «para
servir en la Historia que escribió Dn. José de Viera y Clavijo». 7
Otros antiguos contertulios se habían esmerado en la adquisición
de noticias, especialmente en el ramo capitular, es decir,
en lo tocante a las actas del Cabildo tinerfeño, que no tienen
4 Marcos Guimerá Peraza, «El ilustrado Fernando de la Guerra y del HoyoSolórzano
(1734-1799)», Anuario de Estudios Atlánticos, 41 (1995), pp. 289-367,
especialmente p. 310.
s José de Viera y Clavijo, Vos estis SoL Epistolografía íntima (1770- 1783), Ed. crítica
de Rafael Padrón Fernández, Madrid, CSIC, 2008, pp. 145-146.
6 Vid. Lib. XV,§ XLI.
7 Millares Cario, 1975, I, 258. Tras la cuidada edición del Diario, en 2011, Daniel
García Pulido ha continuado con la publicación de la vasta obra del regidor
Anchieta, en esta misma editorial.
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Manuel de Paz Sánchez
parangón respecto a las de Gran Canaria, donde el presbítero
tinerfeño no contaba aún -lejos todavía su nombramiento para
el arcedianato de Fuerteventura en la catedral de la diócesiscon
colaboradores tan generosos y eficientes como los que tuvo
en su querida Ciudad de los Adelantados.
Lope Antonio de la Guerra y Peña, por ejemplo, menciona
en sus Memorias no solo la salida puntual de los diferentes tomos
de la Historia, su admisión en la Real Academia de la Historia,
sus viajes, premios y destinos, sino su propia colaboración en la
empresa. Así, por ejemplo, escribe en 1774:
Me he ocupado, desde el mes de abril, juntamente con don
Femando de Molina Quesada, también regidor, en revolver todos
los libros de acuerdos y cédulas del Ayuntamiento que por
la mala letra y despilfarro en que están ha sido difícil coordinar,
con el destino de dar a don José Viera y Clavijo las noticias que
nos pide de ellos para continuar las de la Historia general de estas
Islas, como también para otros manuscritos que le he enviado
y continuo, y me han servido no poco estas memorias y otros
apuntes que he recogido con un semejante destino.8
Continuó con la misma labor, en efecto, al año siguiente, y
no dudó en celebrar la inclusión de los materiales en el tomo III
publicado en 1776,9 así como el reconocimiento expreso a esta
colaboración que el polígrafo hizo constar en el prólogo y que,
como se verá en su lugar, fue del siguiente tenor:
El sargento mayor don Femando de Molina y Quesada (sujeto
laborioso, de una brillante imaginación y de pensamientos varoniles,
cuya nobleza descuella entre las principales casas) es el que
ha hecho los voluminosos extractos con la más prolija exactitud.
Don Lope de la Guerra y Peña, cuyos apellidos publican el lustre
de su cuna (hijo instruido de un padre sabio, hombre de paz, sin
envidia, sin hiel y sin pasiones), ha contribuido con diferentes
s Lope Antonio de la Guerra y Peña, Memonas: Tenerife en la segunda mitad del siglo
XV/11, cuaderno ll, años 1771-77, t. TI, Las Palmas de Gran Canaria, El Museo
Canario, 1955, p. 69. Se ha modernizado la ortografía.
9 Ibíd., pp. 90, 117-118.
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Introducción
apuntamientos, epítomes, cuadernos, índices cronológicos, diarios,
cartas y análisis.
Aunque algunos de estos coadjutores no dudaron en aplaudir
sus logros, especialmente en relación con la historia de la Iglesia y,
en particular, con el catálogo episcopal canariense, también es
cierto que, andando el tiempo, José María de Zuaznávar y Francia
le enmendó la plana con nuevos datos sobre los mitrados, algunos
sin duda relevantes como los relativos a don Diego de Muros. 10 A
Viera le pareció aquello cosa menor, procuró defenderse con
alusiones a erratas y a autocorrecciones y, además, con expresiones
irónicas, «sin duda es para mí más interesante el tratar de
naranjas y de madréporas que de residencia de obispos», le dice
en carta que le envió desde Las Palmas a T elde, el 12 de diciembre
de 1805,11 al propio fiscal guipuzcoano que no podía
obviar su labor fiscalizadora ni en los momentos de asueto. 12
En La Laguna, Viera encontró no solamente la excelente biblioteca
de don Tomás de Nava y Grimón Porlier (1734-1779), V
marqués de Villanueva del Prado, sino el ambiente crítico y renovador
de la Tertulia de Nava, 13 en la que obtuvo el apoyo necesario
a un plan inconcebible al margen del proyecto ilustrado, el de
10 Lib. XV1, § XXVl y lib. xvn, § v.
11 José de Viera y Clavija, Algunas cartas familiares de José Viera y Clavija (1170-
1807), Ed. de Rafael Fernández Hernández, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones
Idea, 2006, p. 312.
12 Zuaznávar publicó, entre otras referencias a las islas, un Compendio de la bistona
de las Canarias, Madrid, Imprenta que fue de Fuentenebro, 1816. Hay reedición
de 1946, que realizó el Museo Canario. Constan numerosos datos y observaciones
en relación con aspectos eclesiásticos, así como sobre la historia de la
Audiencia o acerca de los ataques de Drake y de Van der Does (Zuaznávar, 1946,
23-24, 33, 36-43, 47-53, 57-65, 66-70), pero se trata, en realidad, de una colección
de datos sueltos sobre diversos temas, sin orden, método ni concierto, y no
puede considerarse en puridad un compendio, epítome o resumen de la historia
insular, ya que carece de discurso interpretativo y se limita a completar y corregir
algunas omisiones y errores del polígrafo.
13 José de Viera y Clavijo, La Tertt1l1'a de Nava, Ed., iotr. y notas de Rafael Padrón
Fernández, Santa Cruz de Tenerife, Idea, 2013, en Rafael Padrón (dir.),
Obras Completas de Viera y Clavija, t. 47. Vid., asimismo, Ilustrados canarios, Ed. de
Manuel Hernández González, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2011,
especialmente, pp. 113-202.
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Manuel de Paz Sánchez
la redacción, al fin, de una historia del Archipiélago que racionalizara,
sintetizara y pusiera orden, crítica, método y concierto
en la información disponible sobre el devenir de Canarias desde
los tiempos más remotos hasta el propio Siglo de las Luces.
Se ha destacado el empeño del citado V marqués de Villanueva
del Prado por crear una biblioteca, principalmente de
libros franceses, 14 y así se lee en los fastos genealógicos de los
Nava y Grimón, pero se trataba, además, de una empresa concebida
para la formación de los jóvenes y para la generosa transformación
cultural y el progreso material del territorio:
Esta aplicación del marqués a las letras, y su deseo de que otros
saliesen de las preocupaciones de la ignorancia por los mismos
medios que él había tomado para conseguirlo, fueron la causa
de la protección y acogida que hallaron siempre en él todos los
jóvenes que se señalaban por un amor ardiente a la buena instrucción,
del empeño que puso en juntar una selecta Biblioteca,
compuesta principalmente de libros franceses, que eran los que
entonces derramaban por la Europa las luces de la filosofía y el
gusto a la literatura, y entre los cuales se hallaban muchos de
Teología, de Sermones, etc., que el marqués no trajo para su
propio uso, y que se hacía un placer de prestar, para que cundieran
las buenas ideas sobre puntos tan esenciales; y en fin de
la amistad que contrajo con las personas de mérito que había
entonces en el país, de las cuales formó en su Casa aquella sociedad,
conocida en la Provincia bajo el nombre de la Tertulia,
temida y mirada con ceño de los ignorantes, zaherida de los ingenios
que no eran de su gremio, y detestada, desacritada [sic) y
calumniada por los escolásticos y los fanáticos; y que fue tan
útil al país, a causa de este mismo movimiento que dio a todos
los espíritus que a poco número de años las mismas luces (conocimientos)
que parecían al principio tan sospechosas se hicieron
tan comunes que ya en el día ni aun se reputa a mérito el
poseerlas. De esta especie de Academia salieron en el tiempo
varios manuscritos que hicieron mucha sensación en el público,
14 Alfonso Soriano y Benítez de Lugo, Casas y familias lag1111eras. Los linajes y palacios
de Nava-Grimón y Salazar de Frías, La Laguna, Ayuntamiento-Caja Canarias,
2007, pp. 221 -222.
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Introducción
los unos por su novedad, otros por su importancia, y otros por
su crítica delicada; haremos aquí mención de algunos. El Personero
Anónimo era como especie de papel periódico que trataba
de los más esenciales intereses de la Patria [ ... ] . 15
2. El recurso del método
En sus lecturas de alguien tan admirado como el propio Feijoo,
Viera debió de aprender desde fechas tempranas las ventajas de
un estilo claro, conciso y directo. En la carta XIX de las eruditas,
que lleva el título «Sobre el nuevo arte del beneficio de la plata»,
según el descubrimiento del canario don Lorenzo Felipe Torre
Barrio y Lima, que Viera sintetizó a su manera en el libro XIX,
Feijoo se asombraba de la combinación de conocimientos técnicos
con la elegancia del estilo literario del minero isleño:
Ni es menos admirable que esto, que quien está aplicado a un
ministerio, donde la esperanza de la utilidad suele arrastrar hacia
ella toda la atención, se halle dotado de todas aquellas cualidades
que constituyen un noble escritor, como son un bello método,
una explicación clara, una dicción pura, una frase elegante. 16
Esto sin olvidar sus muchas recomendaciones sobre la profesión
de historiador, contenidas en el discurso Vlll del Teatro
crítico ( «Reflexiones sobre la historia»), donde aconsejaba, por
ejemplo, huir del estilo afectado y poético; apostar por la verdad;
abundar en las lecturas para obtener una visión panorámica;
evitar la «pasión por lo prodigioso»; no hermosear, como el
pintor, el paisaje narrativo; criticar las leyendas y desconfiar de las
crónicas antiguas que, según el benedictino, «son unas míseras
15 «Ascendencia por todas líneas de los actuales marqueses de Villanueva del
Prado, don Alonso de Nava Grimón, gentil-hombre de cámara de S. M. con
entrada, y doña María del Rosario Barradas Portocarrero y Henestrosa con la
Descripción Genealógica de la Casa de Grimón ... » (Ms. RM-261, Real Sociedad
Económica de Amigos del País de Tenerife [RSEAPT], fol. 116).
16 Benito Jerónimo Feijoo, Cartas emditas y curiosas, t. n, Madrid, Herederos de
Francisco del Hierro, 1745, p. 263.
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novelas atestadas de fábulas»; utilizar la crítica como herramienta
fundamental de análisis y tener presente, en fin, que «el principal
estudio en la lectura de la historia debe ser el de los hombres,
y de sus caracteres o genios». No se aplique tanto, «dice
Montaigne, el que la lee a enterarse de la data de la ruina de
Cartago, como a conocer las costumbres de Hannibal y Scipión;
ni tanto a saber donde murió Marce lo [ ... ] », 17 señalaba en referencia
a uno de los ensayos de Montaigne. 18
También se percibe, en la manera de hacer historia de Viera,
la influencia de autores como Louis Ellies Dupin. En su «Préface
sur l'Histoire» de L'Histoire profane, este autor definía el concepto
y los objetivos de la disciplina, destacaba su relevancia sociocultural,
aconsejaba que «la méthode la plus naturelle d'écrire
l'histoire était de narrer simplement & fidelement les faits» y, en
línea con el mundo clásico, ponía de relieve una serie de consejos
fundamentales sobre el oficio de historiador:
Venons aux regles que doit suivre un historien en écrivant
l'histoire de quelque nature qu'elle soit. La premiere & la plus
importante est, selon Cicéron, de ne dire rien que de vrai; c'est une
condition absolument nécessaire pour donner a une narration
le caractere d'histoire. Celui qui rapporteroit des faits faux
comme véritables, ou qui alteroit la vérité de certains faits en
les rapportant d'une maniere différente de celle dont ils sont
arrivéz, ne mériteroit pas le nom d'historien [ ... ]. Mais ce n'est
pas assez a un historien de ne rien dire que de vrai, il faut encore
qu'il clise tout ce qu'il sc;:ait de vrai, & qu'il ne déguise rien de la
vérité. C'est la seconde regle que doit suivre un historien selon
Cicéron. 11 faut qu'il ait le courage non seulement de ne rien dire
de faux, mais encore de ne cacher aucune des vérités qui regardent
17 Benito Jerónimo Feijoo, Theatro crítico universal, t. IV, Madrid, Antonio Pérez
de Soto, 1765, pp. 190 y ss. Vid., asimismo, Victoria Galván González, «Las interrelaciones
entre la obra de Feijoo y la de Viera y Clavija», en Victoria Galván González
(ed.), Viera al trasluz, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2009, pp. 113-143.
18 «Mais que mon guide se souvienne ou vise sa charge; et qu'il n'imprime
pas tant a son disciple la date de la ruine de Carthage que les meurs de Hannibal
et de Scipion, ny tant ou mourut Marcellus, que pourquoy il fut indigne
de son devoir qu'il mourut la>> (Michel de Montaigne, Essais, T, 26).
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1 ntrod ucción
son histoire: Ne quid falsi audeat, ne quid veri non audeat [ ... J. La
troisieme regle pour bien écrire l'histoire est, de ne donner pour
certain que ce qui est certain, & de marquer ce qui est douteux,
ce qui est vraisemblable, & ce qui ne l'est pas [ ... ]. La quatrieme
regle que doit observer un historien est de choisir les faits qui
méritent d'etre rapportez, de ne rien dire d'inutile, de ne point
entrer dans le détail des circonstances particulieres qui ne font
rien a la chose, de ne point s'arreter a faire des descriptions
superflues, a rapporter des minuties, de ne point souiller dans des
faits secrets & particuliers, a moins qu'il n'aient rapport aux
événements publics, & surtout de garder dans son discours de
la modération & de l'honneteté dans ses termes [ ... ]. Il faut qu'un
historien soit grave, modeste & chaste dans ses expressions.
Además, en relación con el estilo, venía a afirmar que
Le style de !'historien doit avoir deux principales qualités,
la clarté & la brieveté. La clarté lui est absolument nécessaire
pour rendre la narration utile [ ... ]. Pour venir a bout
d'attraper cette clarté, il faut surtout s'attacher a la simplicité
de la narration, rapporter les faits sans confusion, ne point
emploier de termes extraordinaires & empouléz, mais seulement
de nobles & propres [ ... ]».19
En conclusión, decir la verdad y expresarse con sinceridad
y, de acuerdo con Cicerón, evaluar y definir correctamente lo
que resultaba cierto, dudoso o improbable; evitar las descripciones
de hechos sin importancia y el anecdotismo; elaborar,
en fin, un discurso honesto, grave, modesto y correcto en las
expresiones, dentro de un estilo claro, breve, directo y elegante.
Así lo debió entender Viera que, precisamente, tradujo en
1768 el prólogo al «Discurso sobre el método de tratar las materias
teológicas, etc.», perteneciente al Traité de la Doctrine
t9 Louis Ellies Dupin, L'Histoire profane. Depuis son commencement jusq11'a présent,
t. 1, París, Jacques Vincent, 1714, pp. V, VIII, XVIII, XIX, XXV, XXVII, XXVIII, XXXVI,
especialmente. En las páginas 406-407 dedicó un breve epígrafe a «Des Jeux &
Petes publiques» de los griegos.
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Chrétienne et Ortlwdoxe de Dupin, en el incomparable marco de
la Tertulia de Nava.20
La biblioteca de don Tomás de Nava Grimón estaba bien
surtida de obras del citado autor francés pues, entre los «Libros
prohividos que se recogerán del Marqués de Villanueba del
Prado», figuraba el «Tratado de Elías Du-Pin, sobre el Poder
Ecclesiástico y temporal». Pero el listado de obras remitido,
con retraso y con disculpas, a la Inquisición grancanaria por el
VI marqués de Villanueva del Prado, don Alonso de Nava Grimón,
tras el fallecimiento de su padre, era bastante más amplio y
contaba con títulos como los siguientes:
Du-Pin, Dissertation préliminaire, ou Prolégomenes sur la Bible, 3
vol. in 82
-Dissertations historiques, chronologiques, géographiques et critiques
sur la Bible, in 82
-Líber Psalmorum cum notis quibus eorum sensus litteralis exponitur,
in 82
-T raité de la Doctrine chrétienne, et orthodoxe, in 8º
-Traité de la Puissance Ecclésiastique et temporelle, in 8º
-Traité Philosophique et Théologique sur l'Amour de Dieu, in 8º
-Histoire Ecclésiastique du dix-septieme siecle, 4 vol. in 8º
-Bibliotheque des Auteurs Ecclésiastiques de taus les siecles de
l'Église, 39 vol. in 82
-Bibliotheque des Auteurs Ecclésiastiques du Dix-huitieme siecle
pour servir de continuation a celle de M. Du-Pin, par M. l'Abbé
Goujet, 3 vol. in 82
- Table de Du-Pin, 5 vol. in 8º [Table universelle des auteurs ecclésiastiques,
et de leurs ouvrages] .21
Tampoco faltaban libros de otros significados historiadores de
la Iglesia como la Histoire Ecclésiastique de Fleury; los Discours sur
l'histoire universelle de l'Église de Bonaventure Racine; la Explication
littérale, historique et dogmatique des pri.eres et des cérémonies de la messe
20 José de Viera y Clavijo, 1....a Tertulia de Nava, op. cit., pp. 431 -439.
21 «Sobre los libros prohividos que se hallan en la Librería del Marqués de Villanueba
del Prado. Año de 1781», 24 fols., El Museo Canario, especialmente
fols. 6, 11 -13 y 21-24.
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Introducción
de Pierre Le Brun; la Histoire du ministere du cardinal Ximenes de
Jacques Marsolier; la Histoire ancienne des Égyptiens, des Carthaginois,
des Assyriens, des Babyloniens, des Medes et des Perses, des
Macédoniens, des Orees de Charles Rollin o, de este mismo autor,
la Histoire Romaine. Tiene interés, asimismo, la Introduction a
l'histoire des principaux États, tels qu'ils sont aujourd'hui dans
l'Europe de Samuel Pufendorf, que había traducido del alemán
Claude Rouxel, admirado por Viera.
Por su lado, La Histoire de la guerre des Juifs contre les Romains
de Flavius ]oseph, es pieza singular, ya que se trata de la traducción
que del original griego realizó Arnauld d'Andilly. Y, desde
luego, se aprecian otros textos de sabor jansenista y port-royalista
como la Histoire des empereurs, et des autres princes qui ont régné
durant les six premiers siecles de l'Église de Louis Sébastien Le Nain
de Tillemont o, los más evidentes, De la fréquente communion de
Antoine Arnauld; la Defensio declarationis conventus cleri gallicani
an. 1682 de Bossuet; La faillibilité des Papes dans les décisions
dogmatiques démontrée para toute la tradition, también de Bossuet;
y, ya en otro plano, Le déisme réfuté par lui-meme, el tratado de
Nicolas-Sylvestre Bergier, que llevaba el subtítulo de Examen
des príncipes d'incrédulité répandus dans les divers ouvrages de M.
Rousseau, en forme de lettres, 22 también una forma indirecta de
leer al ginebrino.
Así, pues, mediante una atenta y cuidadosa lectura de lo
esencial, Viera intenta construir una historia ágil, clara y directa
sobre Canarias, pero estas influencias le ayudaron también a la
elaboración, antes de terminar el tomo IV de su Historia, de un
relato sobre las prácticas culturales del sacerdocio y sobre la
labor sacerdotal a través del tiempo, El Hieroteo, que es igualmente,
pese a su aparente brevedad, un ensayo de historia de la
Iglesia al estilo de la época: sintético, didáctico y crítico, en el
que en cierto modo imita a sus admirados tratadistas franceses.
22 Ibíd. La importancia de esta biblioteca en su conjunto, hoy depositada en
la RSEAPT, ha sido estudiada por María del Carmen Marrero, E l fondo .francés de la
Biblioteca de Nava, La Laguna, RSEAPT, 1997, originalmente la tesis de licenciatura
de la autora, dirigida por el profesor José Manuel Oliver Frade.
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Pero la suya es, sobre todo, una historia hecha de retazos,
pues toma referencias directas e indirectas de aquí y de allá, y
por ello nos ofrece, al final, un boceto más que un retablo bruñido
y acabado. Viera construye su historia a base de fragmentos,
como las teselas de un mosaico romano, o como los haces de
luz que penetran por las celosías de los nobles edificios laguneros
e iluminan la oscuridad del interior sin despejarla del todo. Nos
conduce a la luz a través de múltiples y delicadas sugerencias.
No sé si voluntaria o involuntariamente, el abate consigue ofrecernos,
a pesar de sus yerros, sus donosas malicias y sus indudables
aciertos, una historia abarcadora, racionalista, sin ostentación,
suya y nuestra, la primera historia global propiamente
dicha del Archipiélago, cuyo objetivo básico es ofrecer al lector
en general una síntesis creíble, accesible, razonablemente erudita
y desbrozada de supersticiones, un libro de historia en el más
puro estilo de la Ilustración.
Viera aprende a corregir también sobre la marcha. Cuando
llevaba un tiempo en Madrid, justo después de la publicación
del primer volumen de su Historia, se traslada sin demasiadas
prisas al monasterio de El Escorial para consultar la «famosa
pesquisa de Esteban Pérez de Cabitos»,23 a la que se referirá con
detalle en el libro VII, § XIII, pero la cita con frecuencia, como es
natural, en los epígrafes precedentes. Esta consulta debió efectuarla
en torno a noviembre de 1772, cuando ya el tomo primero
de su Historia había sido publicado, y por ello no le quedaba
otro remedio que rehacer lo escrito a base de incrementar el
citado libro VII, que estaba destinado en principio a narrar únicamente
la conquista de Gran Canaria según el Borrador,24 con
esos trece epígrafes complementarios que comienzan con el
titulado «Nuevas observaciones sobre los primeros señores territoriales
de las Canarias».
23 Hay ed. reciente de Eduardo Aznar Vallejo, Pesquisa de Cabitos, Las Palmas
de Gran Canaria, Cabildo Insular de Gran Canaria, 1990.
24 Como enseguida se dirá, nos referiremos a este texto autógrafo como
Borr. Viera.
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Introducción
Justamente, el 9 de noviembre de 1772, escribió a su confidente
Femando de la Guerra desde «San Lorenzo el Real, alias El Escorial
», entre bromas y veras, pues lo llama también «el famoso Escorial,
aquel gran monumento del gran miedo del señor Felipe II» y,
aunque no le menciona lo de la Pesquisa, le dice que estaba «haciendo
en una elegante celda vida cenobítica», es decir, que se
tomó unos días para la consulta. Al final de la carta le confiesa,
además, que «para concluir el segundo tomo» le faltaba la historia
de los Bautistas de Lugo en Fuerteventura y la de los Herreras en
La Gomera y El Hierro, y que confiaba en la remisión de otros
papeles por Urtusáustegui y Llerena, al tiempo que sabía que
«nuestro Nava tiene el memorial de los condes de La Gomera» y,
para incitar a su camarada, le decía que se fiaba de los amigos de
juicio, «de los que no lo son, no espero ni veas mil años».25
Si dejamos de lado los aspectos económicos que, en esencia,
tuvo que afrontar de su propio peculio y, salvo, tal vez, por el
cambio de título de la obra que no parece que le perjudicara, pues
justamente, en carta laudatoria de Antonio Porlier en el Prólogo
del tomo IV, este aspecto figuraba destacado de manera favorable,
26 Viera se siente arropado por los censores de la Real Academia
de la Historia. Sus informadores, además, estaban entre «los
más acreditados censores del Reino», según le había comunicado,
el 10 de julio de 1772, a su amigo tinerfeño Femando de la Guerra,
hasta el punto de que confiaba en que la propia institución no
tardaría en abrirle sus puertas, gracias a sus talentos, sin duda,
pero también a su red de relaciones sociales en la villa y corte.
Los cuatro tomos, en efecto, contarían con informes favorables,
según el recuento publicado por Cesáreo Fernández Duro,
que fueron firmados, los que lo están, por Felipe García de Samaniego
y José de Guevara Vasconcelos,27 ciertamente dos académicos
de relieve.
25 José de Viera y Clavijo, Vos estis Sol ... , op. cit., pp. 107-109.
26 Decía, en efecto, Porlier en su misiva que, «aunque por modestia se disfrazase
el título con solo el epíteto de Noticias, se veía desempeñar en ellas mucho
más de lo que aquel ofrecía». ·
27 Cesáreo Fernández Duro, «Catálogo sucinto de censuras de obras manuscritas
pedidas por el Consejo a la Real Academia de la Historia antes de acordar
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Pero, llegados a este punto, convendría hacernos algunas
preguntas acerca de cuáles fueron las fuentes bibliográficas fundamentales
utilizadas por nuestro autor para la redacción de su
obra más representativa.
3. Sobre las fuentes de la Historia de Canarias
Al final de su Introducción a la edición de la Historia de Viera
escribe Alejandro Cioranescu respecto a las fuentes principales
de la obra:
He aquí, pues, el plan de trabajo y el alimento documental de
Viera: la obra de Porlier y sus lecturas clásicas para la antigüedad;
las dos fuentes básicas, Abreu Galindo y la crónica francesa,
para la parte medieval, la vida indígena y la conquista; la
documentación proporcionada por los amigos, para la época
posterior a la conquista [ ... ], solo después de su traslado a Madrid
pudo ver el texto de la pesquiza [sic] de Esteban Pérez de
Cabitos [ ... ]; solo a raíz de sus viajes a Roma y a Viena obtuvo
copia de algunos documentos pontificios [ ... ]. 28
Sin restar méritos a estas observaciones, que se han seguido
con aceptación por estudiosos y especialistas, 29 la verdad es que
me cuesta estar de acuerdo en este asunto. Se ha repetido que el
texto sobre el Descubrimiento y conquista de las Islas Canarias de
Porlier «sirvió de mucho a Viera y Clavija» para su Historia,
como escribe Guimerá Peraza siguiendo a Cioranescu y, asimismo,
con base a los mutuos halagos de ambos personajes, Viera y
Porlier, a raíz de la publicación del primer tomo de la Historia.
Los elogios de Porlier, en el cenit de su esplendor institucional,
se los guardó Viera para el Prólogo, ya citado, del tomo IV de su
las licencias de impresión», Boletín de la Real Academia de la Historia, XXXV, cuaderno
V (noviembre 1899), pp. 369-434, especialmente pp. 374,375,379 y 391.
28 Historia, 1982, I, XLIV-XLV. •
29 Manuel Lobo Cabrera, «El libro y la lectura en Canarias en la Edad Moderna
», St11dia Histórica: Historia Modema, 16 (1997), pp. 155-175, especialmente p. 168.
38
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Introducción
obra, que es una especie de vindicación victimista de su epopeya
historiográfica. Pero, al compartir estos halagos epistolares con
don Tomás de Nava Grimón y Porlier, el citado V marqués de
Villanueva del Prado, su entrañable protector lagunero, no podían
faltar las complicidades afectivas y familiares. Viera, que
según le revela a Antonio Porlier, se siente «muy reconocido a los
favores que de muchos años a esta parte» había merecido de las
casas de los señores marqueses de Villanueva del Prado y, por
supuesto, de don Juan Porlier, sus familiares en Canarias, le aseguraba,
asimismo, que se sentía un «apasionado de V. en fuerza
de las gratas memorias que tiene V. aseguradas entre sus amigos
de Tenerife».30 Inserto, pues, en una red de amistades y relaciones
clientelares, Viera no tiene inconveniente alguno en ponderar
todo tipo de méritos en relación con su encumbrado paisano.
En el resto de la carta que, arrobado de satisfacción, le dirigió
el 27 de mayo de 1774, el abate se muestra halagado por sus
críticas, mientras le llora al oidor de Lima, que estaba en proceso
de trasladarse a ocupar la plaza de fiscal del Supremo Consejo
de Indias, acerca de las enormes dificultades de una empresa
como la de la Historia, en lucha «a cada paso con la oscuridad y
confusión de nuestras noticias históricas, con la escasez de monumentos,
con la negligencia», etc. Le aclara asimismo, probablemente
por simple llaneza, que entre tantas dificultades «no me
pareció conforme dar otro título que el de Noticias a la obra»; le
confirma, además, la salida del segundo tomo y le manifiesta, en
fin, su deuda intelectual con el jurista y, sin mayores problemas,
su deseo de contar con su protección en la capital de España:
Me llena de amor propio el que V. me diga, ha creído verificado
en mi persona, aquel eloqüente vaticinio que V. hizo a la Real
Academia de la Historia, en su bella Disertación, leída año de
1755. Estoi muy lexos de contemplarme el Salís Canario; con
todo, pudiera haberlo sido, si yo hubiese tenido a mano muchos
Discursos como aquel. Confesaré siempre con gusto, que éste
30 Marcos Guimerá Peraza, «Don Antonio Portier, margués de Bajamar
(1722-1813)», A m,ario de Estudios A tlánticos, 27 (1981), pp. 113-207, especialmente
pp. 124, 137-140.
39
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Manuel de Paz Sánchez
fue uno de los documentos más preciosos que desde luego tuve
a la vista en orden a nuestras antigüedades. Adquirilo del canónigo
Dn. Francisco Vizcayno, en la ciudad de La Laguna, y lo
he citado con el aprecio que él se merece, y de que se desentiende
la modestia de V., virtud tanto mayor quanto con razón
pudiera V. decirme había encontrado en mi obra algunos pensamientos
y proposiciones casi idénticas de aquel Manuscrito.
¿y_ se pica de profeta, y no ve lo que está saltando a los ojos?
Lo que yo veo es que mi fortuna y la de la patria es la que va a
acercamos la persona de V. a esta Corte, para que baxo sus
auspicios e influxo se continúen mis tareas con más aciertos.31
Ahora bien, Portier pudo ser un buen mecenas, un difusor
del ideario ilustrado del buen gobierno y un notable jurisconsulto,
como luego se verá, pero como historiador no cosechó
grandes laureles ni, en principio, parece que este fuera uno de
sus objetivos profesionales. Si examinamos, por ejemplo, su
ensayo sobre el Árbol Santo de El Hierro,32 la impresión inicial
es decepcionante:
- La frase de Plinio (lib. VI, cap. 32): «in Pluvialia non esse
aquam, nisi ex imbribus»,33 que menciona al principio, la pudo
tomar de Juan Núñez de la Peña (1676, 16), que la inserta en su
fantasioso lib. I, cap. II, en un fragmento que criticará Viera con
dureza (lib. I, § XXII).
-Aparentemente con base al citado cronista lagunero,
Porlier dató la desaparición del Garoé en 1618, pero Peña se
mostraba más impreciso, pues indicaba que este «árbol Til se
arrancó con un gran temporal, avrá cinquenta años, aviendo
durado más de tres mil años» (Peña, 1676, 16-17), que ya
es durar.
- La referencia al Diccionario geográfico de To más Cornelio,
es decir, de Thomas Corneille (1625-1709), a quien también
31 Ibíd., 140-142.
32 Antonio Portier, Desmbri111iento y conquista de las Islas Cananas ... , Madrid, 7 de
septiembre de 1755, Santa Cruz de Tenerife, Biblioteca Canaria, 1941, pp. 103-1 07.
33 Cayo Plinio Segundo, Historia Natura/is libri XXXVII, Ed. de Joannes Harduinus,
t. I, París, Impensis Societatis, 1741, p. 348.
40
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Introducción
se referirá Viera (lib. I, § XXII y lib. 11, § VII), parece tomarla de
Feijoo y de Sarmiento,34 a quienes Porlier alude de manera
indirecta.
-Aparte de la cita del Templo militante de Cairasco, que también
figurará en Viera, y la de los Viajes de los holandeses,35 se
queda con el testimonio de Núñez de la Peña y, naturalmente,
con el del obispo Cámara y Murga pero, al remitirse a Bartolomé
García del Castillo y a su crónica herreña, insiste en 1618 como
fecha de la destrucción del Garoé, que Viera situó en 1612 y,
posteriormente, enmendó por 1610, de acuerdo con el mencionado
escribano mayor de El Hierro.36
Empero, no debemos cansarnos, pues, en esencia, el discurso
sobre el Árbol Santo de Porlier está tomado de las disertaciones
de Salvador José Mañer,37 en sus polémicas con los padres Feijoo
y Sarmiento, con la diferencia de que Viera, que también hizo
suyas varias citas indirectas de Mañer, al menos lo mencionó en
el texto de su Historia.38
Mañer empezaba su defensa y su crítica de las «falsedades»
de sus adversarios citando a Thomas Corneille y al padre
Taillandier, se ocupaba también de Núñez de la Peña y, por
supuesto, se refería a los Viajes de los holandeses:
En fin, yo le cité a los Olandeses, tom. I de sus Viages, pág. 267
de la impressión de Rhoan de 1725, los que en su primer viage
al Oriente, llegaron a la Isla del Hierro el año de 1595 [ ... ], y
afirman vieron el Árbol, y dan señas individuales [ ... ].39
34 Fr. Martín Sarmiento, De111onstmción critico-apologética del Theatro crítico universal,
t. T, Madrid, Viuda de Francisco del Hierro, 1739, p. 437.
35 ReC11eil des voyages q11i ont seroi a l'établissement et aux progréz de la Co111pagnie
des Indes Orientales, t. I, Ruan, Pierre Cailloué, 1725, pp. 266-269.
36 Vid., además, lib. XIX, s. v. «García del Castillo, don Bartolomé».
37 Salvador Joseph Mañer, A nti-theatro critico, sobre el primero y seg11ndo tomo del
Theatro crítico universal, Madrid, se hallará en casa de Juan de Moya, 1729, pp. 162-164.
38 Lib. TI, § VII.
39 Salvador Joseph Mañer, Crisol critico, theológico, histórico, político ... en q11e se q11ilatan
las materias y p11ntos que se le han impugnado al Theatro critico,y pretendido defender en
la de111011stración crítica ... , Madrid, Bernardo Peralta, 1734, p. 290.
41
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Manuel de Paz Sánchez
Mientras que Porlier afirmaba que poseía, sobre todo, dos argumentos
de autoridad en torno a la existencia histórica del
árbol. El del canario Núñez de la Peña, y el del
[ ... ] autor de los Viajes de los Holandeses, en el tomo 1 Q, página
261 [sic], de la edición de Roan, año de 1725, en donde se
afirma que habiendo estado varios sujetos de aquella nación en
la isla del Hierro, el de 1595, vieron, examinaron y midieron el
citado Árbol maravilloso [ ... ]. 40
Pero, además, sería el propio Mañer el que recordaría a sus
ilustres opositores y de paso a los eruditos isleños los versos de
Bartolomé Cairasco de Figueroa, precisamente con motivo de la
celebración, en su flos sanctorum (Templo militante), de la fiesta
de la Purificación o de Nuestra Señora de Candelaria:
[ ... ] y es el Hierro la postrera
donde destila OY DÍA el Árbol Santo,
que los Antiguos celebraron tanto. 41
No paró aquí el polemista gaditano, sino que citó también
el Compendio de las antigüedades de las isla del Hierro, una de las
Canarias de Bartolomé García del Castillo, donde ofreció la
datación de 1618 para la caída del Árbol,42 dato erróneo sin
duda, pero muy clarificador, porque nos explica el empeño de
Antonio Porlier con esta fecha, que repite a lo largo de su breve
texto y atribuye también al propio García del Castillo, a
quien se empecina, además, en concordar con Núñez de la
Peña.43
Sería necesario dedicar más espacio para demostrar que, en
relación con su tratadito sobre el Descubrimiento y conquista de
40 Antonio Porlier, op. cit., p. 106.
41 Salvador Joseph Mañer, op. cit., 1734, pp. 292-293.
42 Ibíd., pp. 293-294.
43 Antonio Porlier, op. cit., p. 107: «Aún más individual prueba de esta verdad
tenemos en el Compendio de las Antigüedades de la isla del Hierro, escrito
por Bartolomé García del Castillo, escribano del ayuntamiento de aquella isla, el
cual formó de los libros de acuerdos que examinó y registró puntualmente».
42
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Introducción
las Islas Canarias, Porlier tampoco es un lince y que, en el fondo,
aparte de alguna lectura circunstancial, buena parte de sus fuentes
las espiga de libros de carácter general y enciclopédico. Al
menos confiesa la utilización de una de estas fuentes bibliográficas
sumarias, cuando afirma:
Es cierto que el autor de la Historia de los viajes, traducida en
francés e impresa en París, año de 1746, en el tomo I, libro 12,
atribuye a los portugueses el uso de la brújula, inventada, según
creen algunos, desde principios del siglo xm.44
Además, determinados relatos como el del inglés Machan y
el descubrimiento de Madeira,45 que también interesó a Viera,46
tenían una presencia muy evidente en las famosas compilaciones
de viajes .47 Con todo, no deben extrañarnos estos usos de extractar
información a partir de enciclopedias, compilaciones e
historias generales, pues se trataba de una práctica común en la
época, sobre todo si los textos estaban originalmente en inglés o
francés, ya que no ofrecían graves problemas de accesibilidad y
habían sido elaborados, en no pocos casos, por estudiosos de
reconocido prestigio como, por ejemplo, el mismo Voltaire.
lCómo ha de extrañarnos que se recurra a este tipo de fuentes
en el siglo de L'Encyclopédie?
Lo común, sin embargo, era tomar el dato y su correspondiente
referencia a pie de página o la glosa impresa lateralmente,
obviando en general las citas reiteradas de los tratados y
recopilaciones de este tipo, aunque la práctica es similar con
toda suerte de libros. Se cita al autor una o dos veces y, acto
seguido, se le toman, convertidas en notas propias, numerosas
referencias útiles.
44 Ibíd., p. 46.
45 lbíd., pp. 43-44.
46 Lib. V,§ XJVa.
47 Ancoine Frarn;ois Prévost et ál., Histoire générale des voyages, 011 11011velle collection
de to11tes les relations de voyages ... rev11e sur /'Original Anglois ... , t. Ill, La Haya, Pierre de
Hondt, 1747, pp. 58 y ss.
43
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Manuel de Paz Sánchez
Por otra parte, no podemos aceptar ingenuamente la manifestación
epistolar de Viera de que había utilizado bastante
el informe de Porlier sobre el Descubrimiento pues, aparte de
que se trataba de un gesto de amistad y rendimiento, sabemos
que en El Hieroteo y, desde luego, en varios de los epígrafes
que siguen, el polígrafo no siempre se mostraba sincero acerca
del verdadero origen de sus fuentes pero, cuando lo hacía,
solía indicarlo claramente en sus obras y, cuando lo ocultaba,
descubrimos que silenciaba secuencias enteras de texto y
notas ajenos.
Hay otro elemento importante: Viera menciona la citada
disertación de Antonio Porlier solo dos veces a lo largo de los
cuatro tomos de la Historia; en una nota del prólogo del tomo
primero, cuando habla de varios manuscritos útiles para la historia
de Canarias, aunque sin especificar el título del opúsculo y, en
segundo lugar, en otra cita a pie de página de uno de los epígrafes
dedicados a la Atlántida,48 al final de un pequeño listado de autores
que se inclinaban a favor de la existencia de la gran isla sumergida
de Platón o algo parecido, como eran Antonio Agustín (1517-
1586) ,49 Pellicer de Tovar,50 Serrano, es decir, Jean de Serres,51
fray Gregario García52 y Claude Fleury.53 Esto no significa que
48 Lib. I, § X. Lo citará luego en el lib. xv, § LXXVI, hablando de su familia;
en el prólogo del tomo IV, ya que reproduce algunas de sus frases laudatorias al
t. I de la Historia, y en el lib. XIX, donde se recoge su biobibliografía.
49 Antonio Agustín, Diálogos de medallas, i11scricio11es, y otras a11tigiiedades, Ed.
de Sebastián de la Quadra, Madrid, Joseph Francisco Martínez Abad, 1744,
p. 324.
so Joseph Pellicer de Ossau y Tovar, Aparato a la 111011an:hía antigua de las Españas
... , P,imera parte, Valencia, Benito Mace, 1673, p. 50 y ss.
SI Platón, Platonis opera q11ae exta11t 011111ia ex nova Ioannis Serrani inte,pretatione,
Ed. de Jean de Serres, t. m, s. l., Henr. Stephani, 1578, pp. 105 y ss.
52 Fr. Gregario García, Origen de los indios de el N11evo M1111do, Madrid, Francisco
Martínez Abad, 1729, pp. 141 y ss., obra reeditada y muy ampliada de donde
Viera toma la mayor parte de las referencias bibliográficas de este mito, entre
otras muchas citas indirectas, incluidos estos mismos autores en relación con la
Atlántida. Esta ed. de fray Gregorio García se ha atribuido al académico Andrés
González Barcia.
53 Claude Fleury, Tratado de la elección y 1J1étodo de los est11dios ... va puesto al fin 11n
discurso sobre Plató11, del mismo a11tor, Ed. de Manuel de Villegas y Piñateli, Madrid,
Francisco de el Hierro, 1717, p. 325.
44
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Introducción
no pudiera utilizarlo sin mencionarlo de manera específica,
pero el memorial, que permaneció pacíficamente inédito hasta
1941, tampoco daba para mucho más, a pesar de las zalamerías
de Viera y de sus halagos desmedidos.
Porlier, en fin, al contrario de lo señalado por algún autor,
54 no parece que empleara mucho tiempo en documentar
sus ensayos. Lo hemos visto con el del Garoé, que prácticamente
copió de Mañer sin añadir ni una línea de interés, y
lo vemos también con las referencias a la Atlántida en su
citado opúsculo sobre el Descubrimiento,55 donde se muestra
más prudente de lo que afirma Viera sobre la existencia de la
mítica isla, al alegar, por ejemplo, que era muy difícil tomar
partido entre opositores y detractores, y que la suma de 9000
años de antigüedad resultaba «increíble y de difícil guarismo
», aparte de lo que dice sobre el enorme tamaño del continente
sumergido, que es más o menos parecido a lo que se lee
en la Histoire Universelle traducida del idioma de Shakespeare
al de Moliere:
[ ... ] mais les Pretres d'Egypte avoient pendant ces 400 ans si
excessivement reculé l'antiquité de leurs Dieux, qu'ils étaient
devenus de 9000 ans plus vieux que Solon, & !'lle d'Atlantis
plus grande que l'Asie & que l'Afrique ensemble.56
¿Cuáles son, pues, las bases bibliográficas de la Historia de
Viera? Aparte de citas concretas a clásicos de la Antigüedad
greco-romana y a hispánicos como Diego Enríquez del Castillo
54 Jorge Demerson, «Don Antonio Porlier y Sopranis en la Academia de la Historia
», A1111ario de Estudios Atlá11ticos, 29 (1983), 215-229, especialmente pp. 221 -
222, donde señala este autor que tanto la citada disertación sobre el Desc11bn1J1ie11to
y co11q11ista de las Islas Canarias, de unos 60 folios, como la que trata sobre Los
primeros pobladores de las Islas Cananas, de apenas 15, abundaban en citas de autores
griegos y latinos y de cronistas medievales o renacentistas que suponen, añade,
«largas horas de búsqueda y de eruditas lecturas».
55 Antonio Porlier, op. cit., pp. 13-17.
56 Histoire 1111iversel/e, dep11is le cot11mencement d11 monde, j11sq11'a présent. Trad11ite de
l'Anglais d'une Société de Gens de Lettres, t. T, Ámsterdam y Leipzig, Arkstée et
Merkus, 1747, p. 458.
45
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Manuel de Paz Sánchez
(1443-1503), Gonzalo Fernández de Oviedo (1478-1557), Felipe
de la Gándara (1596-1676), Alvar García de Santa María
(1370-1460), Esteban de Garibay (1533-1599), Gil González
Dávila (h. 1570/1578-1658), Nicolás Antonio (1617-1684),
Antonio de León Pinelo (h. 1590/1594-1660), fray Juan López
(h. 1542-1631), Francisco López de Gómara (1511-h. 1564/1566),
Alonso López de Haro (m. 1632), Juan de Mariana (1536-1624),
Luis del Mármol Carvajal (1524-1600), Alonso Núñez de Castro
(1627-1711), José Pellicer de Tovar, Hemando del Pulgar (h. 1430/
1436-h. 1493), Luis de Salazar y Castro (1658-1734) o Jerónimo
Zurita (1512-1580), entre otros que vivieron entre los siglos XV
y XVII, también hay que incluir, en los albores ya del siglo XVIII,
figuras como Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764) o Juan de
Ferreras y, desde luego, no pueden obviarse personalidades como
Francesco Gonzaga (1546-1620), Luke Wadding (1588-
1657), el citado Claude Fleury (1640-1725),57 Gilbert-Charles
Le Gendre, marqués de Saint-Aubin-sur-Loire (1688-1746),
Charles Rollin (1661-1741), etc.
En ocasiones, las referencias de Viera a clásicos españoles
inéditos en su época como Andrés Bernáldez (o Bernaldes),
Cura de los Palacios (h. 1450-1513), por citar un ejemplo representativo,
son indirectas, es decir, tomadas de cronistas e historiadores
como los mencionados José Pellicer de Tovar (1602-
1679)58 o Juan de Ferreras (1652-1735).59
En el siguiente cuadro podrá verse una aproximación a la
frecuencia con la que Viera utilizó en su Historia, de forma directa
o indirecta, diversos autores canarios o de especial relevancia
en relación con las Islas.
s7 Según la cronología de la Enciclopedia Católica: <http://oce.catholic.com/
index.php?title= Claude_Fleury> (consultada 03/03/201 5). Comúnmente 1640-1723.
58 Lib. Xl, §§ I y u, por ejemplo.
59 Lib. xvrr, § Xl, también como ejemplo.
46
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AUTORES
Juan Núñez de la Peña
Fr. Juan de Abreu Galindo
Pedro Agustín del Castillo
Fr. Alonso de Espinosa
Le Canarien61
Antonio de Viana
Cristóbal Pérez del Cristo
Gonzalo Argote de Molina62
Fr. José de Sosa
George Glas63
Fr. Luis de Quirós
Matías Sánchez
C!T AS DIRECTAS
266
182
79
81
87
84
16
14
33
16
33
15
Introducción
CITAS IN DIRECT AS60
83
35
45
28
3
5
52
45
9
22
3
19
60 Este cuadro recoge una muestra representativa de los autores citados por
Viera a lo largo de los cuatro tomos de su Historia, tanto de manera explícita
como de forma indirecta o encubierta. En la segunda columna se incluyen también
las referencias biográficas o laudatorias, como por ejemplo las que Viera
dirige a Antonio Porlier, así como las que realiza sin mencionar específicamente al
autor (v.g., mediante «ibíd.», o cuando alude a «nuestro historiado0>, etc.). Marín de
Cubas y Porlier se incluyen solamente a efectos comparativos. Se ha calculado a
partir de citas o referencias directas en texto y notas, y de evidencias muy razonables
en lo tocante a las indirectas ya que, si se realiza la evaluación cuantificando
únicamente índices de nombres propios, podrían producirse graves desajustes,
sobre todo por la propia intervención del editor que, como es natural, tiene
que repetir, criticar, matizar o adicionar diversos nombres en notas y entre corchetes.
Se ha seguido, con todo, un criterio bastante conservador.
61 La versión de Le Ca11arie11 consultada por Viera es la siguiente: Galien de
Béthencourt (ed.), Histoire de la premiere desco11verte et co11q11este des Canaries. Faite dés
1'011 1402 par Messire lean de Béthenco11rt, chambe/1011 d11 Rcry Charles VI. Escrite d11 te11,ps
1JJes111e par F. Piem Bontier Religie11x de S. Franfois, et Jean le Vemer Prestre, do1JJestiq11es
d11dit sieur de Béthenco11rt et Mise en l111J1iere par M. Galien de Béthenco11rt, conseiller d11
Rcry en so co11r de Paríement d11 Roiien, París, Michel Soly, 1630. Además, también
figura citado, aunque no lo he contabilizado aquí, Pierre Bergeron (ed.), Traicté de
la 11avigation et des vcryages de déco11verte & conq11este modernes, & principalement des
Franfois avec une exacte et partic11lih-e description de toutes les Is/es Canaries, les pre11ves
d11 temps de la conques/e d'ice/les, & la Généalogie des Béthenco11rts & Braq11emons,
París, Jean de Heuqueville & Michel Soly, 1629, §§ 7, 14, 32 a 35, obra de la que
existe ed. del siglo xvru, vid. Pierre Bergeron (ed.), Vcryages faits principalefllent
en Asie dans les XJJ, XW, XJV, et XV siecles, t. l, La Haya, Jean Neaulme, 1735,
caps. Vll, XIV, XXXJJ a XXXV.
62 La mayor parte de las referencias en la segunda columna son de carácter
biográfico.
63 Íd.
47
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Manuel de Paz Sánchez
Bartolomé Cairasco de
Figueroa
José de Anchieta y Alarcón
Fr. Gregorio García64
Bartolomé García del Castillo
Tomás Arias Marín de Cubas
Antonio Porlier
22
16
2
7
3
2
7
5
18
2
2
3
Además, es frecuente la consulta, como ya he señalado, de
obras de carácter general como la repetida Histoíre générale des
voyages65 o la también citada Histoire Universelle,66 entre otras,
sin olvidar el Moréri67 ni, por supuesto, la Encyclopédie68 o,
también, algún ensayo de Voltaire.69
4. iQuién es el bárbaro?
Como puede apreciarse en la siguiente tabla, 70 el uso del
término bárbaro o bárbaros entre la edición príncipe y los siete
64 Principalmente la ed. citada de 1729 de Origen de los indios de el N11evo M11ndo.
65 Me re fiero, básicamente, a la Histoiregénérale des vqyages, ya citada, de Antoine
Fran~ois Prévost et ál., en diferentes ediciones y años. Vid., por ejemplo, la nota
complementaria 8 del lib. I.
66 Traducida al francés de la británica A n Universal History, alguno de sus volúmenes,
como se dirá más adelante, ha sido atribuido en su traducción y adaptación
al abate Raynal. Vid., como ejemplo, lib. 1, § m.
67 Louis Moréri, L.e grand dictionnaire histonq11e, t. V, París, Libraires Associés,
1759, entre otros volúmenes.
68 Vid., a modo de ejemplo, la nota complementaria 2 del mencionado lib. r.
69 Lib. r, § XI; lib. m, §§ m y XXJ.
70 He anotado individualmente todas estas variantes, así como otras muchas
relativas a conceptos como «los nuestros», «nuestros conquistadores»,
«armas españolas», etc., a lo largo de la presente edición, en lo tocante a los
siete primeros libros, ya que como sabemos no existen borradores del resto de
los libros-capítulos de la Historia de Viera. Por otra parte, tal como se ha subrayado
recientemente, «al designarse al indígena como un bárbaro o infiel, éste era
objeto de evangelización, esto es, de asimilación, de grado o por fuerza» (A. José
Farrujia de la Rosa, Ab initio. Análisis historiográfico y arqueológico sobre el primitivo
poblamiento de Canarias {1342-1969), Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea,
2014, p. 118).
48
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2017
Introducción
primeros capítulos que constituyen el citado Borrador de Viera
muestra una notable diferencia:
Libro 171
Libro ll73
Libro m75
Libro rv77
EDICIÓN PRÍNCIPE
Bárbaros72
Bárbaros74
Bárbaros
Bárbaros
Bárbaros
Bárbaros
Bárbaros
Bárbaro
Bárbaros76
Bárbaros
Bárbaros
Bárbaros
Bárbaros
Bárbaros
Bárbaros
Bárbaros78
BORRADOR
Habitantes
Guanches
No figura
No figura
No figura
No figura
No figura
Príncipe
No figura
Infieles
No figura
No figura
Naturales
No figura
Enemigos
Isleños
71 Se excluye la carta nuncupatoria dirigida a Carlos III, que no figuraba propiamente
en la ed. principe, aunque se incluyó en las ed. de Serra y Cioranescu y, asimismo,
en la nuestra como enseguida se verá. Tampoco se han tenido en cuenta, a efectos
de cuantificación, los siguientes casos, a saber, en el prólogo del primer volumen,
la referencia a los «pueblos bárbaros de la Escitia o de la América»; «las naciones bárbaras
y remotas [ ... ]» del lib. 1, § vn, y el del epígrafe relativo a San Borondón, que
dice: «una tierra bárbara», lib. l, § xxvm. Se han incluido, por el contrario, los
conceptos «.idioma bárbaro» y «dicción bárbara». Se cuantifican cinco expresiones
en la ed. principe de las que, como vemos, una de ellas no figura en el Borrador.
72 Lib. I, § XX.
73 Se cuantifican 18 expresiones en la ed. príncipe, frente a las siete que no
coinciden en el Borrador.
74 Lib. n, §§ VI [3], xm, xv, XIX y xxm [9], para toda la columna.
75 Se excluye «naciones bárbaras» que invaden el Imperio Romano (§ }.'VI).
Se cuantifican 15 expresiones en la ed. príncipe, frente a las siete que no constan
o figuran de la manera expresada en el Borrador.
76 Lib. Ill, §§ xxn, XXVII, xxxn, xxxm, XXXV y xxxvn, para toda la columna.
77 No se incluye «[ ... ] en un siglo todavía bárbaro» (lib. IV,§ xxvm). Constan
13 expresiones en la ed. príncipe, frente a las 9 que figuran de otro modo o se
omiten en el Borrador.
78 Lib. IV, §§ m, VI, VII, Xl, XII, XJV y XV, para toda la columna.
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Manuel de Paz Sánchez
Bárbaros Hombres
Bárbaros Canarios
Bárbaros Se omite
Bárbaros Enemigos
Bárbaro Mahorero
Bárbaros Mahoreros
Bárbaro Mahorero
Bárbaros Príncipes
Libro VI79 Bárbaros80 Se omite
Isleños Bárbaros81
Bárbaros Se omite
Bárbaros Enemigos
Bárbaros Canarios
Bárbaros Naturales
Bárbaros Canarios
Bárbaros Naturales82
Libro vn83 Bárbaros84 Se omite
Bárbaros Hombres
Bárbaros Se omite
Bárbaros Canarios
Bárbaro Hombre
Bárbaros Canarios
Bárbaros Se omite
Bárbaros Se omite
En resumen, de acuerdo con el listado antecedente podemos
observar que Viera potenció o incrementó, en la edición
79 Salvo la excepción señalada, siete expresiones difieren de las 16 de la
ed. príncipe.
80 Lib. VI,§§ II, XIV, XIX, XXI y XXVIII, asimismo para toda la columna.
8t Excepcionalmente se consigna al revés de lo habitual (lib. VI,§ XJV).
82 En este caso, se refiere a los bárbaros, es decir, nat11rales de Berbería, no
propiamente de Canarias (lib. VI,§ XXVIII) .
83 Se incluye también el prólogo del tomo segundo de la Historia, pero se excluye
la referencia metafórica al «corazón bárbaro» del lanzaroteño Juan Mayor
(lib. VII, § X) . No se tuvo en cuenta tampoco la «crueldad bárbara» de Peraza
(lib. VII, § XXXVII). La ed. príncipe contiene 30 expresiones, frente a las ocho
diferencias que encontramos en el Borrador.
84 Llb. VII,§§ XVI, XVII, XVIII, XL, XLIII, XLIV, XLVII, para toda la columna, como
en los casos anteriores.
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1 ntrod ucción
príncipe, las expresiones que reforzaban el carácter de bárbaros
de los indígenas del Archipiélago, frente a lo señalado
inicialmente en el Borrador, de acuerdo con el baremo indicado,
es decir, en el libro I, 1 respecto a 5; en el libro ll, 7 frente a
18; en el libro lll, 7 respecto a 15; en el libro IV, 9 frente a 13; en
el libro VI, 7 respecto a 16 y, en el libro VII, 8 frente a 30, incluyendo,
como dije, el Prólogo del tomo II. En el libro V, que no
figura en la tabla antecedente, se aprecian 5 expresiones que
vienen a coincidir con las del citado Borrador, aunque enseguida
resaltaremos algunas de sus particularidades ideológicoculturales.
Es interesante destacar, en este ámbito de las magnitudes, un
error de Viera que ha pasado desapercibido en todas las ediciones.
Figura en el libro VII, § XL Vlll, que es un epígrafe relativo a
las equivocaciones de Juan Núñez de la Peña en relación con la
conquista de Gran Canaria, una de sus aficiones favoritas. Me
refiero a la de criticar al cronista lagunero, a pesar de lo mucho
que lo cita o, tal vez, por esta misma razón. El caso es que Viera
escribe al respecto: «Hace constar las huestes enemigas de más
de 60 000 bárbaros, cuando las cristianas no llegaban a 800
hombres».85 Pero, en realidad, lo que escribió Peña fue lo siguiente:
«porque los canarios eran muchos, y los cristianos muy
pocos, pues eran más de seis mil canarios, no habiendo ochocientos
españoles». 86
No cabe duda del error pues, por si fuera poco, el propio Viera
había escrito en su citado Borrador: «Él forma la chusma de
los bárbaros de más de 6000 hombres, y las tropas cristianas de
menos de 800».87
Pero, aparte de otros aciertos o yerros en las críticas de Viera,
es verdad también que el cronista lagunero había hecho
intervenir en la conquista de Gran Canaria, para ayudar a las
85 En la ed. príncipe, Histona, 1773, u, 99; en la de la Tsle,ia, Histona, 1859, TI,
91; en la de Serra y colaboradores, Historia, 1951, rr (2"), 92 y en la de Cioranescu,
Historia, 1982, 1,537.
86 Peña, 1676, 94-95. He actualizado la grafía.
87 Bon: Viera, fol. 395. El término «chusma» se puede interpretar como 'galeotes',
'gente soez' o 'muchedumbre'.
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mermadas huestes de Pedro de Vera, a la mismísima Divinidad
mediante la presumible intercesión de San Pedro Mártir, en
cuyo día se había determinado el conquistador a dar la batalla
definitiva a los indígenas hasta vencer o morir. Se trata de un
argumento muy propio de buena parte de la historiografía barroca
española, pero que a Viera, hijo al fin de su época, esas intervenciones
milagrosas, como veremos en otros momentos de su
obra, simplemente le sacaban de quicio.
El arcediano cree más bien en la actuación de los hombres y
en la dolorosa evolución de la Humanidad y, por ello, no faltan
elogios a los indígenas del Archipiélago. En el prólogo del tomo
primero, por ejemplo, compara la conquista de Canarias con la
de América y trata de establecer un paralelo entre guanches e
indios, sugiriendo que los primeros no les quedaban a la saga
sino, más bien, todo lo contrario a los segundos:
Es verdad que las famosas conquistas de México y del Perú harán
siempre más eco en todo el mundo que las de Canaria y
Tenerife. Es verdad también que Cortés y Pizarra serán en la
opinión de los hombres más héroes que Vera y Fernández de
Lugo; pero i ah, si fuese lícito hacer un paralelo riguroso entre
los guanches y los indios, entre las fuerzas de las Canarias y de
las Américas, entre el impulso que animaba el brazo a unos y
otros conquistadores!
Poco después alude a los «felices bárbaros» que poblaban
las Islas a la llegada de los conquistadores, a quienes no supieron
o no quisieron referir sus costumbres y su historia íntima,
cuya pérdida lamenta con sentimiento y convicción.
Por eso, al referirse a la vida cotidiana de los «mahoreros»,
describe con gusto sus vestidos y reconstruye la imagen de
«un pueblo bárbaro, pero respetable y heroico».88 Y, al hablar
de los bienes materiales de nuestros indígenas, desliza una frase
de indudable grandeza: «Los isleños no tuvieron esclavos, ni
88 Lib. TI, § VIJI.
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Introducción
jamás conocieron esta tiranía que tanto ha deshonrado a la
humanidad».89
Hombres sanos, fuertes y profundamente vinculados a la
Madre Naturaleza de la que obtienen lo necesario para sobrevivir,
Viera no tiene inconveniente en confesar que,
En efecto, aquellos bárbaros conocían que no podían emplear más
dignamente los robustos brazos de que les había dotado la naturaleza,
que en sacar del seno de la tierra un mantenimiento fijo y
unos tesoros de primera necesidad. Así este género de vida laboriosa,
campestre y naturalmente moderada, formándoles unos cuerpos
sanos, secos y endurecidos al trabajo, era el origen principal de
aquellas grandes fuerzas, de que dieron pruebas tan espantosas.90
Tal como escribe al referirse a las «artes y ciencias» aborígenes,
pero, en el Borrador tantas veces citado, la palabra «bárbaros
» brilla por su ausencia, al tiempo que, en este mismo lugar,
las fuerzas de los indígenas no eran espantosas, sino admirables:
« [ ... ] era la causa principal de aquellas grandes fuerzas de que
dieron pruebas dignas de admiración».91
El autor de la primera Historia de Canarias digna de tal nombre
se referirá asimismo a personalidades individuales del mundo
aborigen, a las que no tiene inconveniente en calificar de «ilustres
bárbaros», como por ejemplo Doramas, cuando dice: «Mas, entre
los ilustres bárbaros de la Gran Canaria, ninguno quizá tuvo la
osadía, el genio, la fortuna y la grandeza de alma de Doramas».92
O, en Tenerife, al nobilísimo Benchomo, de quien Viera escribe,
en la primera edición de su obra, que fue un «príncipe
dotado de cualidades excelentes» y que, durante su turbulento y
calamitoso reinado, «dio repetidas pruebas de buen rey, buen
político y buen soldado», de modo que «Benchomo fue un
enemigo digno de las gloriosas armas de España y un trofeo que
89 Lib. n, § XII.
90 Lib. ll, § XIII.
91 Borr. Viera, fol. 129.
92 Lib. n, § XXI, 6. En Borr. Viera (fol. 169), se lee: «entre todos los hombres
valientes ... ».
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solo pudo haber ilustrado el nombre del general que le rindió» .93
Aunque, en el Borrador, había escrito un texto ligeramente diferente:
« [ ... ] y un precioso trofeo, que él solo pudo haber hecho
ilustre al [famoso, tachado] adelantado, que lo conquistó para
hacerlo infeliz». 94
En el contexto de las disputas por el poder entre los conquistadores
normandos, ya en el libro III, Viera no tiene inconveniente
en declarar que «la historia de las conquistas es la historia
de los delitos más monstruosos».95 Y, al mismo tiempo,
reinventa una suerte de reflexión elegíaca de los lanzaroteños
frente a los invasores europeos:
«lQué gente es la de Europa? -se decían los isleños-, lqué fe,
qué religión puede ser la suya, si al mismo tiempo que nos hacen
muchos elogios de su santidad, son traidores para con nosotros
y fraudulentos entre sí mismos? Ellos nos aseguran que tenemos
un alma inmortal y que procedemos todos de un mismo
padre; pero, al mismo tiempo, nos desprecian, como si fuésemos
criaturas más viles, nos venden por esclavos, nos tratan de bárbaros
y de infieles, sin tener presente cuánto les hemos honrado
nosotros y que no les hemos faltado a ningún pacto ni desmentido
en nada nuestro candor».96
Su admiración por el pueblo aborigen le traiciona en diversos
momentos de su relato. Así, cuando se refiere al emisario que los
reyezuelos de Fuerteventura habían enviado a Béthencourt para
negociar una tregua, que es preludio de sumisión, no duda en
referir que «este bárbaro plenipotenciario fue recibido por los
nuestros con honor y afabilidad»,97 aunque previamente había
escrito que Guize y Ayoze habían buscado «un mahorero hábil,
a quien dieron instrucciones, y lo enviaron a Ricorroque en
calidad de ministro plenipotenciario» y, en lugar de bárbaro, se
54
93 Lib. n, § xxrn, 1.
94 ªº"· Viera, fol. 178.
95 Lib. Ill, § XXXV.
96 Lib. Ill, § XXXVII.
97 Lib. IV, § XIV.
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Introducción
lee que «este enviado», efectivamente, había sido «recibido en
Ricorroque con toda urbanidad». 98
Su elogio de las cualidades de Jean de Béthencourt va ligado,
asimismo, a su comportamiento humanitario durante el proceso
auroral de la conquista, cuando señala:
Las Islas Canarias pueden bendecir al que les dio un conquistador
adornado de tan ilustres cualidades. Cuando solo volvían a
ser conocidas de la Europa en un siglo todavía bárbaro, como
víctima o juguete de sus piratas y aventureros, y cuando iban
perdiendo el brillante epíteto de Afortunadas para merecer otro
diferente, quiso la Providencia sacar del fondo de la Normandía
un hombre que debía empezar a conquistarlas, hasta hacerse su
primer dueño.99
Por el contrario, Maciot fue el Tiberio de las Canarias y, por
ello, opuesto al verdadero sentido de la predicación evangélica,
Hacía o mandaba hacer en embarcaciones pequeñas algunas
correrías por las costas de T enerife y Canaria, a fin de aprisionar
guanches, que enviaba luego a vender por esclavos a los
puertos de España, en agravio de la libertad natural de aquella
nación y desdoro de la humanidad de esta. 100
Frente a él, el obispo don fray Mendo de Viedma sostenía,
entre otros elevados argumentos, que el trato vejatorio a los
aborígenes constituía
El envilecimiento de la humanidad, pues siendo todos los hombres
naturalmente iguales, es decir, siendo todos hombres, cada
cual tiene suficiente derecho a que se le trate como tal, y a gozar
pacíficamente de su libertad y condición, de manera que
siempre fue pretensión inicua y orgullosa imaginar que aquellos
pueblos que no tienen nuestras mismas costumbres y que
98 Boff. Viera, fol. 263.
99 Lib. IV, § XXVJil.
IOO Lib. V, § Vlll.
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llamamos bárbaros merecen por esto ser vendidos y reducidos
a cautiverio. 101
En el libro VI, sin embargo, Viera parece reconocer, en relación
con la sublevación que se produjo en aquel entonces de los
naturales de Fuerteventura, que la libertad de los bárbaros les
conducía a rebelarse contra sus opresores, aunque por lo general
se perjudicaban a sí mismos: «La libertad de los hombres que
llamamos bárbaros tiene algunos momentos de convulsión en
que se suele desmandar contra sus primeros opresores, bien que
siempre para su propio daño».102
Si bien, esto no parece ser lo mismo que había escrito con
anterioridad, al menos exactamente, respecto a este asunto: «La
libertad de los hombres tiene algunos momentos en que se despierta
contra sus opresores, no obstante que las más veces suele
ser en su daño» .103
Por otra parte, Viera da la impresión de estar convencido de
que su buen salvaje no ofrece el mismo trato, en términos generales,
a los conquistadores y a los aventureros que caían en sus
manos. Se vale así de una lectura de Cadamosto a través de la
Histoire générale des voyages, que condenaba a los invasores a
espantar moscas y a la limpieza de las cabras de los invadidos,
como una de las mayores afrentas a las que, a modo de castigo,
se les sometía por los isleños de Canarias:
Si se desease saber cómo adquirió estas noticias Cadamosto, él
mismo nos asegura haberlas tomado de la boca de algunos cautivos
de ambos sexos, que los cristianos traían de las otras Islas,
en las entradas que solían hacer por las noches, para venderlos
en España y otros países, añadiendo que, si acontecía que estos
bárbaros aprisionasen por su parte algunos europeos, jamás tenían
la severidad de hacerlos morir, sino que, por una especie
101 Llb. v, §IX. Es interesante resaltar que, en el Borrador, se leía al final de la
frase «merecen por eso ser invadidos y reducidos a cautiverio» (Borr. Viera,
fol. 302).
l02 Llb. Vl, § 11.
103 Borr. Viera, fol. 323.
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Introducción
de ultraje, que ellos reputaban por el mayor cas tigo, los destinaban
a limpiar las cabras y matarles las moscas. 104
Se ha planteado que, al hablar del estadio de la barbarie en el
proceso evolutivo de la humanidad, el término no tiene en Viera
connotaciones peyorativas, «sino que se trataría de un nivel
cultural propio de una etapa arcaica», que se correspondería con
los «tiempos heroicos» .105 Pero, en tal caso, ¿ por qué utiliza términos
alternativos como «indígenas», «naturales», etc., en la
primera versión de su obra que luego abandona de manera tan
significativa en la edición príncipe?, lpor qué cambia expresiones
tan dignas como «príncipes», «hombres», «habitantes», etc.
por la de «bárbaros»? La calificación de «bárbaro» o «bárbaros»
no está ausente, ni mucho menos, en el Borrador. Lo que sucede
es que, tal como se vio más arriba, se produce un incremento
bastante significativo con relación a lo que había escrito inicialmente
y lo que publicó después. Aparte de que, en términos
generales y en el marco de una obra que también posee una
evidente finalidad didascálica, la definición de «bárbaro», concepto
que Viera dominaba a la perfección, no deja mucho margen
a la duda. En las ediciones del Diccionario de la Real Academia
durante el siglo XVIII, tanto en 1726 como en 1783, el
bárbaro no solamente es un individuo «inculto, grosero, lleno de
ignorancia y rudeza, tosco y salvaje», sino, igualmente, «fiero,
cruel y desapiadado». 106 Aunque también es cierto que, como
hemos visto, Viera los califica de «ilustres bárbaros», una manera,
en mi opinión, de atenuar la reciedumbre del término.
Si bien el tema generó una polémica con Mañer, lo mismo que
otros muchos discursos del sabio benedictino, Feijoo lo tenía
104 Lib. VI, § X, donde remitimos, además, a ciertos matices sobre la traducción
y a referencias bibliográficas utilizadas por el polígrafo.
10s Francisco Fajardo Spínola, «Viera y Clavija, historiador de Canarias», en
Victoria Galván González (ed.), op. cit., 2009, pp. 85-112, especialmente p. 104.
106 Diccionario de la lengua castella11a, t. l, Madrid, Francisco del Hierro, 1726,
p. 557. Una tercera acepción, aparte de las clásicas, indicaba también que «se
toma algunas veces por temerario, destemplado y precipitado, e inconsideradamente
violento». Vid., asimismo, el Diccio11mio de la leng11a castellana compuesto por la
Real Academia Espa,Tola, reducido a 1111 tomo, Madrid, Joaquín !barra, 1783, p. 143.
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bastante claro, tal como se lee en el segundo epígrafe de la primera
parte de su discurso XIII, que lleva el significativo título de
«Glorias de España»:
España, a quien hoy desprecia el vulgo de las naciones extranjeras,
fue altamente celebrada en otro tiempo por las mismas naciones
extranjeras en sus mejores plumas. [ ... ] T ucídides testifica
que eran los españoles sin controversia los más belicosos entre todos
los bárbaros. Donde se advierte que los griegos (cual lo era Tucídides),
llamaban bárbaros a todos los que no eran de su país, o no
hablaban su idioma, lo que practicaron también los romanos. Así
esta voz no era injuriosa entre ellos, como hoy lo es entre nosotros,
porque bárbaros significaba extranjeros, y nada más. 107
La imagen del indígena como buen salvaje y, al mismo tiempo,
la de un héroe atlántico heredero de una civilización antigua,
misteriosa y olvidada por un cataclismo formidable, es decir,
la de los últimos supervivientes de la Atlántida de Platón,
emerge al final del libro VII, justamente en el colofón de la conquista
de Gran Canaria, cuando Viera escribe:
Esta recomendable nación de hombres aborígenes, valientes,
generosos, fieros y celosos de su libertad natural y de la independencia
de su patria. Este linaje de héroes atlánticos, que por
tantos siglos había existido incógnito a los que, con el brillante
nombre de conquistadores mudaban el semblante del mundo, y
que estaba como escondido tras los bastidores del teatro, se vio
precisado por último a ceder a la fuerza, a perder la simplicidad
de sus ideas, a contraer los vicios y pasiones de la Europa y a
desaparecer de la tierra, confundiéndose con el resto de las naciones.
El estado de los antiguos canarios era la verdadera juventud
de la especie humana; y, mientras ellos se contentaron con
sus cabañas rústicas y sus cuevas, mientras se ciñeron a coser con
espinas sus tamarcos de pieles, a adornarse con plumas y con
conchas del mar, a pintarse los cuerpos con algunos colores bastos,
a defenderse con pedernales y dardos de madera, a cortar
101 Benito Jerónimo Feijoo, op. cit., Theatro ... , t. IV, Madrid, Joachin !barra,
1769, p. 320.
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Introducción
con tahonas y piedras afiladas, en una palabra, mientras fue ron
bárbaros, vivieron libres, ágiles, sanos, robustos y felices
del modo que es permitido serlo a los mortales. Pero, luego
que la conquista vino a quitarles con la patria este tenor y régimen
de vida sencilla, degeneraron los canarios en una casta
de hombres oscuros. 108
Texto que, a pesar de su importancia conceptual en el discurso
histórico de Viera, no deja de contrastar, una vez más, con
el que nuestro autor había redactado para la primera versión de
la Historia, sobre todo en el siguiente pasaje:
Esta recomendable nación de hombres aborígenes, valientes, generosos,
fieros, amantes de la libertad y del honor. Esta raza de
Héroes Atlánticos, que tantos siglos habían vivido incógnitos a
aquellos monstruos, que con el brillante nombre de conquistadores
desolaban el mundo [ ... ]. Pero, luego que la conquista les
vino a quitar con la libertad este plan de vida pastoral, se hicieron
los canarios unos hombres oscuros. 109
Convendría llamar la atención sobre el hecho de que, en el
Borrador, Viera habla de que «se hicieron los canarios unos
hombres oscuros», mientras que en la edición príncipe emplea el
término degenerar, es decir, «degeneraron los canarios en una
casta de hombres oscuros», lo que sucedió después de la conquista,
no antes.
lQué pensadores europeos influyeron en Viera en relación
con las teorías pre-evolucionistas de la Ilustración y, en particular,
respecto a la teoría de los cuatro estadios?
5. El enigma de la Esfinge
El párrafo antecedente de Viera y, en especial, su frase «el estado
de los antiguos canarios era la verdadera juventud de la
108 Lib. VTI, § XLIX.
109 Borr. Viera, fol. 396.
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Manuel de Paz Sánchez
especie humana» han dado pie a algunas aproximaciones a su
«idea de la evolución cultural». 110 En tal sentido se ha señalado
que, en el marco de la «teoría de los cuatro estadios», Viera
situaba a los guanches en la «edad de la juventud», que se supondría
después de la infancia.
Ciertamente, Buffon habla de una «infancia, edad viril, vejez y
muerte». Los guanches eran bárbaros y pastores para el ilustrado
canario. Para Rousseau son tres los «estados» del hombre: «el
salvaje es cazador, el bárbaro es pastor, el hombre civilizado es labrador
» (cit. en Meek 1981: 89) [sic] . Buffon es uno de los maestros
de Viera. [ ... ] Rousseau es otro -«supuesto»- maestro [ ... ].
El problema está en que ni Buffon es Rousseau, ni el ginebrino
era tan «sátiro» como Voltaire, otro «maestro» de Viera. 111
En relación con esta influencia de los grandes pensadores ilustrados
sobre los planteamientos evolucionistas o pre-evolucionistas
del polígrafo, Navarro Mederos ha señalado también que
Nuestro rusoniano J. Viera y Clavija volvió a resucitar el manoseado
mito de la Atlántida y convirtió a los guanches en los últimos
atlantes, de igual estirpe que los héroes homéricos; pero enseguida
las generaciones siguientes volvieron a mirar a África. 112
110 En época de Viera el concepto evolutivo, en su caso, era el de estado, a pesar de
que en la actualidad, según el DRAE, le correspondería mejor la definición de estadio,
i. e., «período o fase de un proceso», mientras que, bajo el concepto de estado, se
define actualmente y desde antiguo, entre otras muchas acepciones, «situación en que
se encuentra alguien o algo, y en especial cada uno de sus sucesivos modos de ser o
estao>. En cualquier caso, en el marco evolutivo, ambos términos han de considerarse
sinónimos, ya que el estadio se refería exclusivamente a términos de las antigüedades
griegas, no solo en época del polígrafo (v. g., la tercera ed. de 1791 del Diccionario de
la leng11a castellana, publicado por la Real Academia Española), sino también, por
ejemplo, en el Diccionan·o general eti111ológico de Roque Barcia, ed. corregida y aumentada,
que fue impresa en Buenos Aires entre 1887 y 1889. En el Tesoro de Covarrubias
(1611), donde no figura estadio sino como medida, en una de las acepciones de estado
se lee ya: «la profundidad de poc;:os, o otra cosa honda, se mide por estados».
111 Fernando Estévez González, I11digenis111o, raza y evolución. El pensamiento antropológico
canario (1750-1900), Santa Cruz de Tenerife, Cabildo Insular de Tenerife,
1987, pp. 74-75, 81-83.
112 Juan F. Navarro Mederos, «Arqueología de las Islas Canarias», Espacio, Tie111po
y Fonna, SerieJ, Prehistoria y A rqueología, 10 (1997), pp. 447-478, la cita en p. 461.
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Introducción
Conectado, a su vez, con el concepto de bárbaro en Viera, al
que acabamos de aludir, Francisco Fajardo sostiene que su obra
estaba presidida por la idea de la evolución cultural, de acuerdo
con el pensamiento histórico de la época, que estaba «dominado
por la imagen cíclica del tiempo histórico y el mito de las tres
edades (Ramsay, Voltaire, Rousseau) ». Añade, asimismo, partiendo
de la misma base conceptual que Estévez que, en Buffon, los
«estadios de infancia, edad viril, vejez y muerte» o, en Rousseau,
el salvaje cazador, el bárbaro pastor, el civilizado labrador se
podrían corresponder con el «estadio de la barbarie», término
desprovisto, según este autor, 113 de connotaciones negativas,
como ya se discutió.
Otros autores han coincidido en esta tarea de buscar en
Rousseau y en otros sabios franceses del Setecientos las huellas
del buen guanche, versión isleña del buen salvaje del ginebrino.
José Farrujia escribe al respecto, de acuerdo asimismo con Fernando
Estévez, que
[ ... ], al situar a los primitivos guanches en la primera infancia o
juventud, el arcediano volvía a retomar una visión ya observada
en autores precedentes: el enfoque degeneracionista. No obstante,
como ha señalado Femando Estévez, este último enfoque
es igualmente relacionable con Buffon, uno de los maestros de
Viera, quien ya había hablado de tres etapas o estados al referirse
a la evolución humana: la infancia, la edad viril, la vejez y la
muerte. Y no olvidemos que en Rousseau eran tres los estados
del hombre (el salvaje es cazador, el bárbaro es pastor y el hombre
civilizado es labrador), y precisamente los guanches eran
bárbaros y pastores para el ilustrado canario. Por tanto, a partir
de la filosofía ilustrada, Viera acabaría esbozando nuevamente
113 Francisco Fajardo Spínola, op. cit., pp. 103-104. Según Cioranescu: «Es
cierto que el espíritu de Viera, más cerca de Voltaire, y, como él, amigo de la
sociedad existente, no podía aceptar las teoáas de Rousseau; pero coincide con él
en el mito del buen salvaje. Pero Viera acusa también una influencia que viene
de época más lejana: la del debatido y tardiamente reivindicado en nuestra
patria fray Bartolomé de las Casas» (Alejandro Cioranescu, «El mito del buen
guanche en la historiografía canaria», Anuario del I11stit11to de Estudios Canarios, V1
[1960-19611, pp. 11-14, especialmente, pp. 12-13).
61
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Manuel de Paz Sánchez
una idea evolutiva pero sin una apoyatura material, tal y como
fue la norma desde el siglo xrv. 114
Hasta aquí este breve estado de la cuestión.
Ahora bien, aunque no puede decirse que no fueran pastores,
pues existe temprana constancia del pastoreo de cabras que, en
Fuerteventura, eran abundantísimas y sebosas como se afirma en
Le Canarien y lo recuerda Viera, así como de ovejas que los herreños
asaban en sus guatativoas o banquetes, 115 no se debe olvidar
el consumo de cebada en todas partes, ni por supuesto el del gofio,
116 su derivado alimenticio más elemental, su pan cotidiano:
La cebada tostada y reducida a harina en un molinillo de piedra,
puesto en movimiento con la mano por medio de un pequeño
hueso de cabra, era el alimento sano y sabroso que llamaban
gofio o ahorén, del cual usaban como de pan cotidiano.
No se puede dudar que este género de maniobra fuese propia de
los tiempos heroicos y que el gofio era aquel mismo manjar que
llamaban los latinos polenta, cuya especie fue parte del regalo
que Abigail presentó a David en el Carmelo. Y Virgilio nos representa
a Eneas en las riberas de África, disponiéndose a tostar
con sus compañeros el grano para molerlo entre dos piedras. 117
114 A. José Farrujia de la Rosa, op. cit., 2014, pp. 275-276.
11 s Lib. II, § VI, 3.
1 l6 Alimento, sin duda, de los tiempos heroicos, escribe Alonso de Nava
Grimón y Benítez de Lugo, V1 marqués de Villanueva del Prado, en relación con
este legado de los guanches: «Yo estimo el gofio aun por otra razón, como un
regalo y una herencia de los guanches, y tan grande es la estimación que hago de
este origen antiguo, que aun de las dañinas cabras he estado muchas veces tentado a
escribir la apología, únicamente porque son el resto que nos queda de los habitantes
primitivos de estas Islas, porque están aquí por decirlo así en su propia casa, y se
pueden llamar indígenas o autóctonas, y porque disfrutan de la tierra por un beneficio
inmediato de la naturaleza, y no por usurpación, o lo que es lo mismo por
derecho de conquista, título muy lisonjero para la vanidad que siempre ha hecho
más caso de la fuerza que de la Justicia, pero detestado no solo por los filósofos ,
sino por la buena filosofía, que son dos cosas que pocas veces andan juntas»
(Manuel de Paz Sánchez y Emilia M" Carmona Calero, La mesa que 110s 1111e. Historias
de la alimentació11, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2006, pp. 68-69).
117 Lib. II, § VI, 1.
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Introducción
Así que estos bárbaros y, por tanto, pastores rousseaunianos
también sembraban y cultivaban la tierra, pues además de cebada,
tenían arvejas, habas e incluso trigo, que en Tenerife, según
Abreu Galindo, llamaban irichen, y así lo recoge Viera quien,
además, asevera en relación con sus bienes materiales:
Estos eran los más verdaderos, los más sólidos y los más antiguos
del mundo. Tierras para sembrar cebada o habas, rebaños
de ovejas, hatos de cabras y de puercos, tales fueron los fondos
inagotables de su caudal. Así, por dondequiera que examináremos
las repúblicas de los guanches, las encontraremos comparables
a las de los patriarcas y héroes. Todos saben que las riquezas
de estos hombres originales consistían principalmente en ganados
y tierras, y que ellas eran bastantes para hacerlos felices. 118
Pero, además, el polígrafo aclaraba que la desigualdad entre
los estamentos productores de la sociedad tinerfeña prehispánica
se asentaba en el fomento del ganado en los dominios comunales,
no en el usufructo de las tierras de labor, que más bien
generaba una suerte de bienestar familiar no exento de emulación
y sana competencia, en consonancia con la admiración que
sentía por el utilitarismo y el aumento de la productividad agraria
e industrial un arbitrista ilustrado como, en no pocas ocasiones,
se nos muestra también Viera:
En Tenerife eran los reyes, señores y propietarios absolutos de
todas las tierras de labor, que repartían cada año entre sus vasallos,
atendiendo a la calidad, familia, méritos y servicios de cada
uno, de manera que los guanches no eran más de unos usufructuarios
de las tierras, o como unos labradores del Estado, que no
le pagaban pensión. Esta imposibilidad de hacer las adquisiciones
hereditarias, contenía la ambición porque, ceñidos a los límites
de los repartimientos, solo se aplicaban a que valiese mucho
su industria y su sudor y, cuando la dichosa multiplicación
de una familia, obligaba a subdividir las tierras en nuevas porciones,
entonces se redoblaba el desvelo en el cultivo de ellas y
118 Lib. TI,§ XII.
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Manuel de Paz Sánchez
se ponía más atención en la cría de los ganados, que se apacentaban
en los baldíos comunes. Así los ganados hacían la principal
desigualdad en las riquezas. 119
Es más, después de recordamos que los primitivos isleños no
conocieron la esclavitud, esa lacra que deshonraba a la humanidad
civilizada, afirmaba también que
Tocios sus contratos y ventas consistían, como en tiempo de la
guerra de Troya, en cambios y permutas. Cebada por ovejas,
quesos por miel, higos por pieles. No hablaban ni de oro, ni de
plata ni de joyas, ni de los demás bienes de convención, dependientes
del capricho o del deslumbramiento del juicio, sino de
las lluvias a tiempo, de las sementeras opimas, de los pastos
abundantes, de las crías dichosas. El sueño tranquilo, la dulce
paz, la fecundidad de las mujeres, la fuerza de sus brazos, la
bendición del cielo derramada sobre sus ganados y rediles, sus
graneros, sus trojes. 120
Viera describe, pues, un paisaje idílico de la Ilustración, y se
entretiene en dibujar un boceto que podría servir para adornar
una edición de El hombre en los campos o las geórgicas de Jacques
Delille (1738-1813), a quien por cierto también tradujo el polígrafo
como luego se dirá. 121 Así, pues, la idea de una sociedad
básicamente pastoril inspirada en la escala evolutiva de Rousseau,
en la que el pastor dominaría de manera determinante y se identificaría
por tanto con el bárbaro, es una entelequia intelectual
que no figura en Viera y Clavija quien, muy al contrario, reconstruye
o reinventa un modelo de sociedad ideal y, en cierto modo,
igualitaria, en la que en absoluto se excluye la agricultura y
donde, como se demuestra por la lectura del Borrador, la expresión
bárbaros no tiene fácil acomodo y, por ello, solamente figura
añadida en la edición príncipe:
64
119 Ibíd.
120 Ibíd.
121 Hay ed. reciente, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2011.
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Introducción
Se puede decir que nuestros antiguos isleños no eran sino labradores
o pastores. Los nobles y plebeyos, los grandes y los ínfimos,
todos tenían esta ocupación importante. Los mismos reyes
y próceres de la nación, a manera de los reyes y príncipes
que describe Homero, vivían del glorioso trabajo de sus manos,
y no reputaban por viles sino a los que, inclinados al ocio, eran
un peso inútil sobre la tierra. En efecto, aquellos bárbaros 122 conocían
que no podían emplear más dignamente los robustos
brazos de que les había dotado la naturaleza que en sacar del
seno de la tierra un mantenimiento fijo y unos tesoros de primera
necesidad. 123
Ítem más, sin olvidar el natural encanto de los ganados triscando
en las laderas yerbosas y los barrancos amenos, con esa
«no sé qué cosa de más hechizo en la vida pastoril de los guanches
», Viera se ve precisado a confesar que, pese a todo,
la agricultura ha ofrecido siempre una materia muy fecunda en
consideraciones agradables, y ministrado aquellos pensamientos
de que nos sentimos movidos en los escritos de Varrón, Catón,
Cicerón, Virgilio, Horacio y Columela; y, si no me engaña mi
pasión hacia nuestros isleños, creo que su sistema de vida rústica
es un cuadro digno de haber enriquecido las obras de los escritores
de estos asuntos. Como no tenían bueyes, asnos ni otras
bestias de carga y de labor que les sirviesen en las diferentes
operaciones de la labranza, sucedía que todas las hacían por sí
mismos. iQué espectáculo no sería ver una partida de veinte o
treinta canarios arando una fanegada de tierra, cada cual manejando
un garrote de seis palmos, armado de un asta de cabra
por el extremo, a modo de reja, y por detrás las mujeres sembrando
la cebada por los surcos! Nueva estación, nueva escena
del campo. Estas mismas mujeres segaban las espigas, las trillaban
con sus pies, aventaban la paja con sus manos y engraneraban
la cosecha en los silos y cuevas más enjutas. 124
122 En la versión manuscrita se dice: «En efecto ellos creían que no podrían
emplear mejor[ ... ]» (Borr. Viera, fol. 129).
123 Lib. U, § XIII.
124 Ibíd.
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Por si fuera poco, Viera incorpora a la mujer indígena a las
faenas del campo y a las más diversas tareas productivas y de
vida cotidiana y, tal como se verá con más detalle en los epígrafes
correspondientes, establece un inventario de oficios entre sus
bárbaros adorables que en nada recuerda a una sociedad en
proceso de decadencia o degeneración:
Fuera de esto, era oficio de las mujeres moler el gofio, guisar las
viandas, cuajar los quesos, cortar los tamarcos, etc. Había albañiles,
que entendían en la construcción de las casas y apertura
de cuevas; pescadores y tratantes en marisco; tintoreros de pieles
y juncos, que hacían sus tintes con tierras, cáscaras y raíces
de árboles, o con el jugo de las yerbas y flores; embalsamadores,
que disecaban los cadáveres y los conservaban incorruptos, como
para la eternidad; verdugos y carniceros, cuyos oficios eran
reputados por tan viles, que no se les permitía entrar en las ha-b1.
tac1. ones nt. tocar nm. guna cosa con 1a mano; 125 zurra do res,
que adobaban los cueros; estereros, que fabricaban esteras de
palma, biombos de caña y sogas de junco; alfareros, que hacían
gánigos y cazuelas de barro; pintores, que pintaban en piedras
bruñidas con almagre, gis, ocre y otras tierras de color; bautizadoras,
esto es, ciertas mujeres destinadas para lavar las cabezas
de los recién nacidos, etc., etc. Estas eran casi todas las buenas
artes que cultivaban aquellas gentes. 126 A la verdad muy pocas,
pero no necesitaban de más. 127
Pero, volvamos al principio del epígrafe. Según Ronald L.
Meek, en Rousseau los tres estados del hombre considerado en
relación con la sociedad, estaban referidos a la división tantas
veces citada. «El salvaje es cazador, el bárbaro es pastor, el
hombre civilizado (l'homme civil) es labrador», pero aclara que,
12s «[ ... ] sino con una vara que traían para distintivo», según Borr. Viera, fol. 131.
126 En el Borr. Viera, fol. 131 citado, se dice: «a!fareros que hacían los gánigos o
cazuelas de barro; pintores, que pintaban en lajas o piedras muy bruñidas con
almagre, ocre y otras tierras de varios colores; ba11tizadoras, que eran unas mujeres
destinadas a lavar las cabezas de los recién [n]acidos, y que guardaban castidad
etc., etc. Estos eran casi todas las buenas artes que se cultivaban entre aquella
sencilla gente [ ... ]».
121 Lib. II, § xm, que acabamos de mencionar.
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Introducción
al menos a primera vista, la caza y el pastoreo son presentados
como estadios alternativos, esto es, que a medida que los hombres
salen del «estado de embrutecimiento» se convierten «bien
en cazadores, bien en pastores». Aunque, añade,
[ ... ] hay una nota en la cual Rousseau parece inclinarse por la
idea de que la caza y el pastoreo son estadios sucesivos en vez
de alternativos; reconoce explícitamente que «los primeros bienes
fueron rebaños y no campos»; afirma claramente que los primeros
pactos y las primeras luchas entre los hombres tuvieron
que ver con la posesión de esta «primera» forma de propiedad. 128
Cuando Viera afirma, como se dijo antes, que los «ganados
hacían la principal desigualdad en las riquezas», lnos está sugiriendo
desde el subconsciente rousseauniano que las primeras
luchas entre los aborígenes isleños se producían también por la
posesión de sus magras cabañas ganaderas? Este debate alargaría
demasiado, en mi opinión, estas páginas preliminares, ya de por
sí bastante extensas.
El conde de Buffon, en cambio, aparece en esta obra de
Meek más bien como el creador, junto a Cornelius de Pauw
(1739-1799), de la corriente degeneracionista con relación al
clima, los alimentos y las condiciones ambientales del Nuevo
Mundo y, en esta línea, a la degeneración del hombre americano
que, «por mucho que su carácter y constitución pudieran ser la
culpa del estado de su sociedad más que de él mismo, aparecía
como el mal salvaje mucho más que como el buen salvaje».129
Los cuatro estadios o estados mencionados por Fernando Estévez
en relación con Buffon parecen referirse, básicamente, no
a las cuatro etapas en la evolución histórico-cultural de la especie
humana en su conjunto, sino, más bien, a los periodos de
desarrollo individual del ser humano, es decir, a las fases de la
vida del hombre como se ejemplifican en el enigma de la Esfinge
en el camino de T ebas.
12s Ronald L. Meek, Los orígenes de la ciencia social. El desarrollo de la teoría de los
cuatro estadios, Madrid, Siglo XXI, 1981, pp. 89-90.
129 Ibíd., p. 142.
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Manuel de Paz Sánchez
En su traducción del naturalista francés, José Clavija y Fajardo
recogió en el tomo IV, intitulado Historia natural del hombre,
no solamente los capítulos relativos a la infancia, la pubertad, la
vejez y la muerte, sino diferentes anexos complementarios. En
un momento determinado, el autor, es decir, Buffon, se pregunta:
Pero, lpara qué hemos de citar naciones bárbaras, cuando tenemos
semejantes ejemplos cerca de nosotros? Algunos de nuestros
vecinos suelen valerse del mismo arbitrio, y llamar pundonor a la
escrupulosidad con que tratan la castidad de sus esposas, no siendo
otra cosa que unos celos bárbaros y criminales. 130
El término «bárbaros» no ofrece demasiadas dudas en cuanto
a su interpretación formal, pero es necesario profundizar en el
concepto que acerca de la evolución o, más bien, de la involución
o degeneración se aprecia en Buffon y en otros pensadores
europeos del Setecientos.
Carlos A. Jáuregui ha destacado que, en el desarrollo de las
ciencias sociales durante los siglos XVII y XVIII, naturalistas, historiadores
y filósofos propusieron que los aborígenes americanos
«ejemplificaban estadios primitivos del desarrollo social humano
que antecedían a la Modernidad europea». En este sentido,
Giambattista Vico (1668-1744) planteó que la sociedad humana
había pasado por un estadio bestial y bárbaro y que podía retornar
a él. La noción lineal de los estadios del progreso, desde el
salvajismo hasta la civilización, se consolidó con aportaciones
como las de Condorcet y, particularmente, Adam Smith, quien
enumeró cuatro estadios sucesivos de la organización social, que
Jáuregui resume de la siguiente manera: «el de los rudos cazadores
sin propiedad ni Estado, el de la agricultura nómada y el
I30 Georges Louis Leclerc, conde de Buffon, Historio 11ott1ro~ genero/y partic11/or,
Trad. de Joseph Clavijo y Faxardo, t. rv, Madrid, Viuda de !barra, 1787, p. 90.
Primo de José de Viera y Clavijo, sobre la relación entre ambos y sobre su
traducción de Buffon, vid. José de Viera y Clavijo, Memorias, Ed., intr. y notas
de Rafael Padrón Fernández, Santa Cruz de Tenerife, Ediciones Idea, 2012,
pp. 193-194.
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Introducción
pastoreo, la era de la agricultura sedentaria y, por último, la era
del comercio». 131
Diversos eruditos sostuvieron, en efecto, que la naturaleza
americana daba lugar a un proceso degenerativo que impedía el
desarrollo y la civilización y, en este sentido, la obra de Buffon
ocupó un lugar destacado. Animales y hombres americanos
presentaban un estado defectuoso, caracterizado por la inmadurez
y la degeneración. El ser humano se caracterizaba por su
salvajismo o por un incipiente estado de civilización que se
alcanzaba en lucha con el medio ambiente. Estas ideas calaron
particularmente en historiadores como el escocés William
Robertson (1712-1793), que destacó el factor ambiental en el
desarrollo de la civilización y, por ello, la historia de América
fue concebida también como «una historia de segunda que justificaba
su condición periférica y subordinada a las metrópolis
europeas». 132