JARDINERÍA
- ZONAS ARI DAS
JARDINERÍA
EN ,
ZONAS ÁRIDAS
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
GÜNTHER KUNKEL
JARDINERÍA
EN
~
ZONAS ÁRIDAS
DrnuJos POR MARY ANNE KuNKEL
Ediciones Alternativas
ÁLMERÍA, 1998
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
DIRECCIÓN: GüNTHER KuNKEL
EDICIONES ALTERNATIVAS
APARTADO DE CORREOS Nº 79
04820 VÉLEZ -RUBIO (ALMERIA)
"JARDINERÍA EN ZONAS ÁRIDAS"
©TEXTO E ILUSTRACIONES:
GüNTHER & MARY ANNE KUNKEL
DISEÑO DE CUBIERTA:
GABINETE GUTENBERG
l.S.B.N.: 84-605-7736-8
DEPÓSITO LEGAL: AL • 224 • 1998
COMPOSICIÓN E IMPRESIÓN:
ARTES GRÁFICAS GuTENBERG ALME•IA, s.L.
PLAZA CAREAGA, 2 • 04003 ALMERIA
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ÁGRADECIMIENTOS
Dedicado a los componentes vegetales
y animales en proyectos realizado',
y a Mary Anne, la inspiradora de varios de éstos.
Gracias a la Naturaleza, por invitar a imitar sus creaciones;
a mi esposa Mary Anne, por sus múltiples ideas e ilustraciones;
a Antonio Lucio Vivaldi, por su música tranquilizante;
a José María González Lozoya, por corregir los textos,
y a los varios amigos jardineros que hicieron esta publicación posible.
Además es un placer agradecer a los amigos Alfonso Sevilla (Vícar),
Querubín Vicente (Murcia) y Theo Saleck (en Alemania), por
ofrecer su ayuda técnica, y a José María Márquez por su paciencia en los
procesos hacia la realización de este libro.
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Jardinería no es brujería; sólo cuatro años separan los aspectos de aquel pequeño jardín,
y lo logrado se debe más al acolchado con grava que al riego ocasional.
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ÍNDICE
PRÓLOGO O UNA ADVERTENCIA INICIAL
INTRODUCCIÓN
EN LÍNEAS GENERALES
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13
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La aridez, una definición necesaria -··-·····-···---···--····-·--·--......... ... ............ -............ . ............... -.......... ... ... ,, .... ......... 19
Jardinería versus paisajismo _ ... ,,,,,,,,_ ............. ,,,, .. ,,_,_,,,,,,,,,,, ..... ,_ ........ ,,,,,,,,,_,, .... ,,,,,,,,._,,_.,,.,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,,, """ 21
Métodos y ..., .. . ,,,,,, ..... ,,,,,,,,,,.,,.,, " "" .,,,,,,,,_ """ - - "" - - -········24
Paredes y cortavientos ....
Sobre lo autóctono y acerca del alóctono _
CATÁJ,OGO o: ENUMERACIÓN DE ESPECIES TRATADAS
Acerca de esta ~ .......... .
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.... ,,,,, 31
35
37
a) Árboles y arbustos arbóreos .. _,,__ _ _ _ .. _ .. ...... .. __ .. ..._ 38
b) Otras leguminosas -······· -······· _,,,,,,.,,,,,,.,,,,,.,,_ ----- - _45
c) Las rosáceas
d) Coníferas adecuadas .....
e) Palmeras, y otras monocotiledóneas esbeltas
f) Otros árboles a ~"''"~··~~·
g) Arbustos y hierbas arbustivas
h) Emedaderas y rastreras .... _ _ ..
i) Plantas suculentas ............ .
j) Y algunas plantas más ··-··
......... 53
. ....... 54
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IDEAS y PROYECTOS
Riego-acolchado-aguantar ..
97
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La ~~••»~---··-----·-··----· .... ·--·-·· ....... mm __ ,,,, ............ ,,, ___ ,,,,m .. ••··-·-- 103
Jardín educativo ...... ""''" ""'mm -•••••••••••••••'-•••••••••••••••mm-•••••••••••••••- ,. .... 110
Plantas aromáticas y medicinales en el jardín ... ··-·~ ..... m ......... --·-·-·m ..... -mm ........ - ..... _ 112
El rincón del Oriente Cercano·-- ........
No deseadas-no invitadas .... - ............ - ... - ....... .
Advertencias y algunos consejos .... m
El «azar» en jardinería, también en zonas áridas _ .... ·-- ..
- - 116
119
126
ANEXOS 129
Pequeño glosario -···-· .... m.- ---· .......... ___ .... _ --·-.... . ...... - ................ - __ ... ... ____ 131
Referencias bibliográficas 135
Registro de nombres 139
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PROLOGO
o una advertencia inicial
Con un tema como Jardinería en zonas áridas se espera abrir una puerta. No
se intenta presentar un libro para la mesa en la sala de recepción, pero tampoco se
pretende convencer al lector que se trata de una guía completa y perfecta. Porque
la jardinería no se puede comparar con la matemática, por ejemplo, con sus fórmulas
internacionalmente aceptadas. Jardinería indica ensayos, y más aún cuanto
se trata de un tema tan marginal como su realización en zonas donde la suerte y la
casualidad deben acompañar la aventura del experimento.
Porque como el «azar escondido» persiste, cualquier irregularidad ambiental
puede unirse a lo no previsto, y causar desilusión o hasta un fracaso del cual
puede resultar difícil recuperar. Sin embargo, y considerando que lo antes advertido
no es restringido solamente a la jardinería en zonas áridas; los que están
dispuestos a aceptar algún riesgo y sus consecuencias, son invitados al experimento
y pueden estar seguros que el jardín es uno de los pocos sueños que pueden
convertirse en una agradable realidad. Y si la mayoría de nosotros estuviera en
disposición de crear una, siquiera pequeña, zona verde, nuestra Tierra, otra vez,
podría acercarse al Vergel. Aunque aquellos que lo tratan de realizar en zonas
áridas, siempre encontrarán condiciones más difíciles que en otras regiones climáticas.
No obstante, los resultados de tales esfuerzos, una vez logrados, suelen
ser los más satisfactorios.
Nos parece lamentable que el presente libro no es tan profusamente ilustrado
corno originalmente intentado. Pero resulta que ciertas circunstancias ...
Nota: Un libro como «Xerojardinería», de S. Bures (Ediciones de Horticultura Reus
1993) en realidad no considera problemas y posibilidades en el sureste de España
sino habla del Suroeste de los EE.UU.
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INTRODUCCIÓN
Un autor no debe introducir su propio libro, criticando otras publicaciones, ni
a sus autores. Es un punto ético que se respeta. El «pero», pero quizá inevitable,
aparece entre líneas, invisible a primera vista. Dejemos estas «entre-líneas» para
más tárde o donde oportuno se estime.
Consecuentemente, o por el contrario, la crítica comienza en casa, por uno
mismo. Empiezo ya pidiendo disculpas por presentar un libro imperfecto, hasta
en el lenguaje, porque lo que ha sido pensado y compuesto por un extranjero no
puede ser castellanizado al cien por cien ni por un amigo corrector y, seguramente,
tampoco por los técnicos de la imprenta.- Extranjeros suelen componer
distintamente.
También pido disculpas a otros autores cuyas obras, impresionantes que son,
no fueron consideradas debidamente; eso porque sus libros -para nuestro temason
«demasiado verdes». Y no me refiero solamente a los movimientos de« Los
Verdes» o ecologistas.
Un libro algo diferente entonces, en el cual se mencionan muchos obstáculos
y relativamente pocos remedios. La razón es simple, pero en cierta forma compleja:
en zonas áridas llueve poco, o de forma muy irregular, y agua de otras
«fuentes» tampoco abunda; las temperaturas estivales suelen ser altísimas, mientras
que las invernales pueden ser demasiado bajas para varias de las especies que
aguantan las primeras, y ni los vientos respetan direcciones predominantes, sino
que en terrenos abiertos atacan «por las cuatro esquinas». Es aquel «azar» tratado
en un próximo capítulo, donde se citan problemas y se invita a la aventura que,
como se espera, enorgullece de lo logrado.- En un ambiente «amable» cualquiera
puede crearse un jardín ...
Naturalmente, como un libro suele reflejar ideas y opiniones personales, también
una región geográfica representa nada más que un caleidoscopio donde corresponden
elementos y condiciones desde un punto de vista topográfico,
edafológico, climatológico, hidrológico, etc. Hay que recordar, por ejemplo, que
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hay cultivos de almendros en el suroeste de Alemania y existen especies nativos
de abetos en el sur de España y norte de Africa donde tampoco se espera que los
haya. En principio, es fácil generalizar, solamente más tarde resulta difícil entender
un esquema y justificarlo. Hasta dentro de un jardín en una zona climática
dada pueden existir rincones microclimáticamente diferentes.
***
El tipo de jardín más natural suele ser el llamado <<jardín silvestre», es decir, el
paisaje como se encuentra, con rocas rodeadas por un matorral que, quizá y muy
cuidadosamente, permite senderos para facilitar pasos y el acceso. Es fácil de
«hacer» y mantener, es económico y lo que crece en tal jardín debería estar
perfectamente adaptado, incluyendo a condiciones extremas. Probablemente los
únicos que p~ causar daños son ciertos animales de pastoreo y, sobre todo,
los coches de tito «todo terreno». No obstante, o por lo menos según la ley, hay
. remedios para tales casualidades.
Desde aquel <<jardín silvestre» comienza la transición realizable (aunque no
siempre deseable), inspirada por ideas y considerando posibilidades, por vía de
rocallas vistosas o plantaciones con especies aromáticas, por ejemplo, para cerrar
el círculo con o dentro de una mancha verde compuesta por lo deseado o lo
«permitido».
Foto 1: Lo que puede servir como ejemplo de un «jardín silvestre», con Anthyllis y Retama.
Y así, en el libro presente se ofrece algunas ideas correspondientes, se presentan
v¡pias imágenes de proyectos más bien generalizados, y una enumeración
extensiva de vegetales que se han experimentado bajo circunstancias semejantes
y según su disponibilidad.
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Foto 2: Jardín y finca abandonados por causas como desertización y salinización del terreno.
También se menciona setos y cortavientos para tal tipo de jardín; se recuerda
cómo conseguir, usar y economizar el agua; se presenta algunas recomendaciones
acerca del mejoramiento del suelo y su protección; se indica vegetales «no
invitados» (pero con posible aprovechamiento), y se orienta acerca del cómo o
qué evitar. U na buena parte de las especies mencionadas en el texto son ilustradas,
sobre todo en la parte de la «enumeración de especies». Lamento no poder
presentar presupuestos de lo recomendado, porque hasta lo mejor calculado suele
resultar equívoco, mientras que lo humildemente iniciado se puede realizar poco
a poco y conforme las circunstancias lo permitan, sin asustarse de los gastos.
Quizá conviene añadir al título del libro un subtítulo:« Confesiones de un
aficionado», e irnos a dar un paseo por «un paisaje imaginado» antes de iniciar
aquella aventura llamada Jardinería en zonas áridas ...
... Era ... Era un panorama desolado. El sol quemaba, y los riscos presentaban
esterilidad absoluta. Solamente en el fondo de la rambla se notaba cierto
verdor. Mirando ya de cerca resultaban franjas de matas saladas bordeando
filas abiertas de cañas y carrizos, y de tarays bajos y bañados (como dicen en
folletos dedicados al turismo) por un cauce de agua, aunque éste fuese salobre y
apenas notable.
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Dando unas vueltas por la rambla se divisaba un grupo de datileras frondosas,
y se escuchaba las campanitas de una manada de animales, cabras, quizás,
u ovejas, probablemente encerradas. Desde más allá sonaban voces, lejos aún.
Y el sol quemaba ...
Así comienza la novela (no recuerdo el nombre del autor) y así se presenta una
verdad, aunque uno no sabe en qué verdad se encuentra: la de una lucha por la
supervivencia o la del experimento dentro de un ambiente aún poco familiar. La
primera, quizá ya no se encuentra en esta zona porque la continua salinización de
las tierras ha expulsado a la gente que se habían criado por allí, que las habían
trabajado, y la segunda se las llevan los vientos porque son palabras de promesas
que van de un congreso o simposio a otro, son extremos acostumbrados, por lo
menos en esta región castigada.
¿Y como romper tal látigo? «Volver a comenzar» no fue solamente el título de
una película, sino indica nuevo deseo, expresa voluntad y, en ciertos casos, hasta
la materialización del ensayo. Hacer un jardín en el desierto, por ejemplo; aprender
de experiencias de otros (¡y de las propias!) del cómo hacer, y el qué evitar. Y
nunca aceptar un <~amás» como resolución definitiva.
En la provincia de Almería, junio de 1995.
Siendo su publicación en julio de 1998.
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EN LÍNEAS
GENERALES
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.. ::::::··.
//
.....
/
Figura 2a: Las principales regiones áridas de nuestra Tierra, con las corrientes frias como probables
causantes de hiperaridez en zonas costeras; las manchas negras indican la existencia de desiertos
extremos. También en el mapa de la Península Ibérica (Figura 2b) se señala las zonas
áridas (puntuación más densa) y semi-áridas.
Figura 2b
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LA ARIDEZ, UNA DEFINICIÓN NECESARIA
Se reconoce una zona como «árida» cuando la pérdida de humedad por
evapotranspiración supera la cantidad proporcionada por precipitaciones, al mismo
tiempo o durante una misma época. En cuanto a la pluviosidad suelen definirse
como zonas áridas aquellas con un promedio de entre l 00 y 250 mm de lluvia, por
año. Tal zona demarcada transita hacia un clima semi-húmedo por vía de franjas
semi-áridas (250 a 400, mm/año), mientras que su extremo opuesto, o con menos de
100 mm de lluvia por año, se define como hiper-árido o extremadamente seco. Tales
últimas regiones suelen ser desiertos extensos: de rocas, sales o de arena y sin rasgos
notables de vegetación; en sitios super-extremos ni siquiera recuerdan cuándo ha
llovido por última vez.
Pues, son nombres, determinaciones y claves correspondientes casi indispensables
para fines «encajables». Aunque no siempre tienen la última palabra porque
hasta los promedios ~medidos o calculados- a veces sucumben a la llamada ley de la
relatividad. Eso porque puede haber «altas y bajas», o excepciones y hasta
periodicidades expresivas capaces de influir -hasta por décadas- tanto a los cultivos
como a la vegetación natural. Pero siguen los cálculos ...
Sin embargo, y para volver a la aridez y sus interpretaciones dentro del marco del
presente trabajo: también en Europa, especialmente en España (naturalmente incluyendo
Canarias), tenemos zonas áridas, aunque, y como siempre, no estén claramente
o permanentemente definidas. Quizá tampoco, o no siempre, son lo suficientemente
extensas como para caracterizar un paisaje, generalizado; quizá no es más que
una versión ambiental y local de la llamada Ley de Murphy.
Pero fuera de una broma (de verdad, no intentada) y volviendo a la realidad del
campo como se nos presenta, en sitios determinados o por causa natural que sea, los
impactos - en este caso contraproducentes- son notables. Como se mencionará en el
subcapítulo sobre «el azar en la jardinería», generalmente son los efectos extremos y
climatológicos en estas zonas áridas (que se repiten inesperadamente, pero con cierta
frecuencia) los que pueden resultar lo suficientemente desastrosos como para abandonar
un proyecto enfocado.
No obstante, y como no todo es riesgo y desastre, el desafío invita a probar, y así
hemos pasado años bajo tales condiciones ocasionales sin haber sido desilusionados
demasiado como para «tirar la toalla». Porque las peores amenazas, muy rara vez,
han provenido de causas ambientales o naturales; los verdaderos y más serios destructores
hay que esperar en los alrededores. - Hasta la erosión suele ser efecto
secundario de una acción irracional.
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Como lectura sobre el tema hay muchos libros. En su mayoría se trata de textos
incomprensibles para el campesino afectado. Otros, más explicativos, como Arid
lands (A. S. HILLS, 1966), queda igualmente fuera del aprovechamiento de la mayo-·
ría de interesados, por razón lingüística. Queda recomendable la traducción del libro
de CLOUDSLEY-THOMPSON (1979) hablando del hombre y la biología en zonas
áridas y del cual me permito citar lo siguiente:
«Los desastres periódicos de esta naturaleza son consecuencia inevitable de la
sobre explotación (sic!) del frágil e inestable ecosistema de las regiones semiáridas
que bordean los desiertos. Cada uno de ellos acelera el avance incansable del
desierto, engendrado por la mala utilización del ambiente por parte del hombre.Las
regiones áridas se transforman fácilmente en desierto, pero la recuperación de
su vegetación climática natural es mucho más difícil de conseguir.»
Aunque la traducción parece algo «rara», ya que en otra parte el mismo autor
indica que «la recuperación de su vegetación original es empresa mucho más difícil.
Por lo general, ni siquiera se intenta».
Sin comentario.
Para resumir, y como opinión propia: Zonas áridas son aquellas regiones complejas
donde llueve menos de 250 mm por año, mientras que la evapotranspiración supera
tal infiltración; donde la vegetación cubre menos del 10 % de la superficie, y
donde la producción de biomasa equivale prácticamente al Cero.
Foto 3: Vista de una sección del llamado "Desierto de Tabernas" (provincia de Almería), como
ejemplo de extrema aridez
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JARDINERÍA VERSUS PAISAJISMO
Como ya he dicho en un capítulo anterior, hay, o se pueden crear, varios, hasta
muchos, «tipos» de jardines. Aunque personalmente en favor de un jardín silvestre
(porque significa menos trabajo y me gusta observar la naturaleza), otros prefieren lo
ordenado, es decir, un jardín formal. Y hasta tales jardines -quizá originarios del
tablero de un arquitecto paisajista- pueden tener carácter y composición muy diversa.
Creo que no existen dos jardines que sean idénticos.
Figura 3: Paisajismo en jardinería extensa; impresión artística adaptada.
Lo del <<jardín silvestre», en realidad -tan económico en cuanto a su creación y
mantenimiento- es un lujo, no permisible a cualquier persona. Porque en muchos
lugares las normas urbanísticas no permiten tal «desorden», sea por el aspecto visual
o por el aparente peligro (por ejemplo, la posible diseminación de plantas no deseadas)
que ofrecen. Lo mismo se aplica a los parques. Y hasta los jardines de hoteles,
hospitales, etc., deben ser ordenados y «funcionales». Con otras palabras: aspecto y
composición de jardines deben ser adaptados al medio que corresponden.- Algo
similar se recomienda aplicar a las edificaciones ... también en zonas áridas.
Quizá conviene hablar de la libertad entre «paisajismo adaptado» y la <<jardinería
alternativa», tema que Gigliola MAGRINI (1970) llama la «Ideología del jardín».
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Foto 4: Jardinería utilitaria y planeada: Jardín de un hotel en Lanzarote, Canarias,
un año después de su creación.
Creo que -salvo excepciones- la época de la estricta fonnalidad pertenece al pasado.
Quedan, y aún construyen, jardines clásicos: rectangulares o redondeados, bien
ordenados como un jardín botánico, con laberintos y vegetales recortados dándolos
hasta figurado fantástico; sus pérgolas de rosas, sus relojes de flores, etc. También
hay jardines utilitarios, como de verduras, de plantas ornamentales, medicinales o
aromáticas, jardines educativos, y hasta los mismos viveros pueden ser vistosos.
No vale la pena dedicar líneas al «jardín ideal» porque tal término tiene interpretaciones
individuales, numerosas y hasta muy particulares -en caso que existan-. Sin
embargo, lo silvestre y lo ortodoxo se puede combinar, formando una especie de <<jardín
integral», tolerancia intermedia quizá acercándose al «ideal» antes mencionado.
Donde la vida -plantas, expresiones, animales y la gente (niños incluidos)- forman o
juegan un conjunto: la integridad como deseada y provista es ofrecida.
No obstante, Noel CLARASO (1963), veterano de la literatura para horticultores,
ha sido escéptico en cuanto al tema y seguramente ha tenido sus razones. Considerando
la presencia de perros sueltos, sabemos que suelen ser «incompatibles con el jardín
cuidado», y referiéndose a los niños, dice que «se dedican, en general, a estropear el
jardín, a arruinarlo. Las flores no les interesan, ni el observar la vida de las plantas.
No lo han de hacer; no es esto lo que pide su naturaleza. Si un niño, en vez de jugar,
se dedicara a observar detenidamente el crecimiento de los vegetales y a sacar consecuencias
de sus observaciones, su precocidad nos alarmaría y temeríamos por su
salud».
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Personalmente, creo que hoy en día la educación acerca a los niños a la Naturaleza
y, con eso, también a los jardines, aunque siempre quedarán «salvajes» (término no
necesariamente restringido a los niños ... ).
Los niños tienen derecho a colaborar. Lo que se debería considerar también para
parques públicos, dándoles parcelas para aquellas actividades, con su debida vigilancia,
naturalmente. Sin embargo, tal «integridad» intentada precisa prudencia cuando
se trata de jardines en zonas áridas, donde una gran parte de los vegetales cultivados o
son peligrosamente espinosos o provistos de pelos urticantes o contienen savia lechosa
generalmente venenosa.
Figura 4: Detalle de un «jardín integral» como sueñan artistas y ecologistas.
Para niños (¡y adultos descuidados!) entonces queda este «azar». Diferente es el
caso cuando se considera la integridad Jardín/animales silvestres, pensando en la
multitud de seres que conviven en este ambiente: hormigas (que recogen semillas),
escarabajos (que perforan la leña), arañas (que cazan insectos), abejas (que polinizan
las flores), mariposas (que ponen huevos de los cuales nacen gusanos que te comen la
verdura), pájaros (que comen insectos y gusanos, algunos también las uvas y los cerezos),
lagartijas (que comen insectos y que adornan las piedras), una culebra casual
(que come pájaros y lagartijas si encuentra), y así una cadena casi sin fin. En cuanto
a los pájaros conviene poner una bañera (preferentemente de piedra excavada, y
medioenterrada); si quiere tener lagartijas, y fuera de «prohibir» el paso de una culebra
casual, hay que guardar a los gatos en una jaula. Está bien tener un jardín, pref erentemente
decorativo, pero convivir, concientemente, con un «jardín integral» cuesta
más que dinero. Yo siempre pongo dos o más piedras para que, por lo menos, en mi
jardín, se equivoque Albert EINstein (=en alemán: una piedra).
Fuera de broma (no intentada), la jardinería en zonas áridas significa crear -y mantener-
un oasis en el desierto. En el sentido geográfico de la palabra y/o porque los
vecinos tienen su propia opinión. Sea como fuere, mientras que se trate de idea y
realización privada hasta los vecinos ~arán su bendición. Si (quizá por casualidad o
equivocación) permuta en un proyecto, grande, publicitado, con fondos ajenos y la
dirección que aquellos fondos exigen, generalmente no resulta en ningún favor a la
Naturaleza y, mejor, será cambiar de idea y sitio del ensayo.
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MÉTODOS Y MATERIALES
Suponiendo que no se trate de un (proyecto de ) jardín afortunado cuyo propietario
tiene o es productor de estiércol para mejorar las condiciones de su terreno, hay que
comenzar desde el punto cero: «hacer» tierra. Lo que en tal caso -refiriéndome a un
terreno posiblemente compacto y de pobre calidad, quizá hasta algo salitroso y además,
o probablemente, desprovisto de vegetación- significa que habrá que convertir
aquel sustrato en tierra viva.
Algunos técnicos recomiendan trabajar la tierra con el arado; otros, menos técnicos
o que no les gusta trabajar demasiado, probablemente resultan los más ecológicos,
introducen aquella materia orgánica solamente en sitios determinados donde se intenta
plantar. Porque el estiércol es costoso y el tractor con su arado también; además,
¿por qué disturbar mucha superficie y su ecología donde no fuera necesario?; los
trabajos con el arado aumentan el peligro de erosión, fenómeno rara vez ausente.
Más importantes aún resultarán los próximos pasos, diferentes, pero perfectamente
combinables: la implantación de los vegetales elegidos, su riego inicial y la protección
de la superficie trabajada. Sabemos que ciertas plantas rastreras suelen ser muy
eficaces, pero también hay que recordar que algunas de éstas fácilmente se convierten
en elementos invasores causando desequilibrios considerables si su difusión no se
controla. Recomendable es que se utilice rastreras en sitios determinados donde pueden
cumplir la función que de ellas se espera, mientras que arbustos y arbolillos se
implanta en otros, preferentemente protegidos (o decorados) por piedras. Además,
para evitar que la superficie erosione, y respetando piedras y vegetales, otras superficies
pueden cubrirla con grava o arena, sustancias que a su vez se protegen construyendo
muritos bajos (según declive del terreno). Como punto de consideración, aquellas
sustancias retienen la humedad del suelo, facilitan el arranque de hierbas no deseadas
y, según su origen, puede ofrecer sorpresas florísticas debido a la posible introducción
casual de semillas de plantas nativas.
Figura 5: Piedras, grava y la selección racional son la base de un jardín en zonas áridas;
corte transversal de un ejemplo.
En otros lugares se experimenta con plásticos. El experimento consiste en cubrir
una superficie llana o poco inclinada, limpia de matas y piedras y cubrirla con folio(s)
de plástico fuerte, preferentemente negro, perforar o abrir (según tamaño) los sitios
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donde se intenta plantar y proseguir con lo intentado. Habrá que regar después de
plantar ( y quizá alguna vez más ); y se cubre el plástico con grava y algunas piedras
y se quita la hierba ocasional que aparece alrededor de lo plantado. En lo demás: a
observar el experimento.
o
Figura 6: Trabajando con plástico como contról malherbológico y para evitar la desecación de la
tierra lo máximo posible: Arriba se extiende el folio sobre el suelo preparado; el centro demuestra
un perfil, después de la plantación (el plástico está cubierto con piedras y grava), y abajo se ofrece
una vista, tres años más tarde.
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En cuanto al mejoramiento (y mantenimiento de fertilidad) de la tierra bajo consideración,
eso depende de su clase o carácter como también del sitio o sus circunstancias.
Ya habiendo mencionado al estiércol (que nunca debería ser fresco), hay que
pensar en el compost, materia orgánica al alcance de todos y a fabricarla por nosotros
mismos, a base de hierbas cortadas y ramitas trituradas, entremezclados con desperdicios
orgánicos (¡no grasientos!) de la cocina, cubriéndoles ocasionalmente con una
capa de hojas y de tierra del lugar o traída de la orilla de una carretera próxima, quizá
en construcción.
Conocí un venerable cura jardinero que en plena ciudad había convertido parte de
su terraza en una exposición de plantas y flores, en un vivero, y hasta (en cubos y
latas) para producir compost, aquella materia orgánica que necesitaban sus plantas.
Para otros, y si se trata de abonar pocas plantas, probablemente resulta más conveniente
comprar una bolsa de tierra vegetal, en la floristería más próxima.
Sin embargo, y aunque es casi inevitable comprar una planta en bolsa o maceta
cuya «tierra» no contiene turba, debemos rehusar la tentación de comprar turba para
el jardín, para no contribuir a la explotación de turberas y, con eso, a la destrucción de
un ambiente muy especial.
Considerando los vegetales que se recomiendan introducir y cultivar, se presenta
(véase la «enumeración») una amplia lista de especies, aunque ésta tampoco pretende
que sea completa.
Figura 7: Haciendo compost, o tierra vegetal, utilizando desperdicios orgánicos de la cocina,
hierbas cortadas, paja, etc., cubriéndolo con una capa de tierra y humedecerla de vez en cuando.
Después de tres a cuatro meses, se cambia el material de la sección A a la B donde sigue un tiempo
similar, finalmente resultando (volumen ya reducido) la materia de la sección C; el material no
descompuesto vuelve a la sección A, excepto si resulta en plástico u otro material «indigesto».
En jardines de extensión limitada, los recipientes pueden ser de cierta importancia,
es decir, las bolsas, latas, macetas, jardineras y otros contenedores que se usan, o
pueden usarse, en terrazas, patios y jardines. Macetas se pueden comprar, y pueden
ser de plástico o de barro; ya rara vez se utilizan recipientes de cerámica o metálicos.
Y las jardineras más corrientes son fabricadas de cemento o de asbesto, producto
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comúnmente conocido por «uralita». Sin embargo, viviendo en el campo o teniendo
espacio, tambien caben considerar otros receptáculos, como tubos de diferentes materiales,
espesor, y de altura; hay bloques y ladrillos de construcción que se pueden usar
o modificar como se desee, etc. Casi las más bellas plantas las vemos creciendo en
latas, ollas viejas y otras vasijas, en cubos, baldes, teteras en desuso, y hasta algún
bello <<jardín transportable» resulta utilizando una carretilla vieja. No hay límites a la
imaginación y su aplicación práctica.
oº o oogog
o
o
Figura 8: Para patios, balcones, terrazas y jardines pequeíios se recomienda el aprovechamiento
de cualquier recipiente disponible (maceta, lata, bloque. etc.) mientras sean compatibles con la
estética del lugar.
Recomendable también, por lo menos en el campo, es la utilización de neumáticos
o cubiertas de las ruedas de coches, disponibles en casi cualquier parte; según la extensión
del jardín quizá no importa su tamaño, y pueden ser pintados en blanco, por
ejemplo (algo enterrados, sirven para proteger taludes); son excelentes sustitutos de
jardineras para geranios y otros vegetales, incluyendo arbustos de talla baja. También
en la jardinería hay uso de lo considerado (por otros) como ya «no-utilizable».
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PAREDES Y CORTAVIENTOS
Los jardines (sobre todo en zonas áridas) suelen estar expuestos a los vientos, a
una brisa casi constante cuando están situados cerca del mar, mientras que en sitios
como en valles o a pie de montaña (con cierta frecuencia, y sin previo aviso), pueden
sufrir las consecuencias de rachas hasta bastante fuertes. Una protección del 100% no
existe (ni invernaderos la garantizan), pero se puede romper brisa y rachas, aunque los
medios no siempre suelen ser los más decorativos.
Por ejemplo: poco decorativos pero probablemente muy efectivos son los muros y
las paredes. Tales paredes (que no necesariamente deben ser feas), pueden cumplir
una doble función: romper la fuerza probablemente molesta hasta ocasionalmente
destructiva del viento, y proteger contra otros elementos no deseados. Cuando los
árboles (plantados por detrás de la pared pasan la altura de la misma) ya son fuertes y
se defienden por su propia fuerza o elasticidad, una fila ocasional (entremezclando
Agave con Opuntia) de especies craso-espinosas y que protegen la pared misma, se
ocupan de su funcionalidad.
Foto 5: Ejemplo de cortavientos prácticos: campo de viticultura en una zona volcánica en Lanzarote.
Otro medio aplicable es un cerco, o una alambrada, si se logra <?Stablecer enredaderas
resistentes y eficaces que pueden servir como cortavientos. Detrás de la valla
que, además, evita el acceso a los conejos se puede plantar una especie de seto vivo,
con plantas que por sí mismas son lo suficientemente fuertes para cumplir su función.
Dependiendo del sitio y su climatología podemos elegir entre:
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©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
Cipreses (Cupressus arizonica, C. sempervirens),
Biotas (Thuja orienta/is, T. occidentalis),
Tarays (especies de Tamarix),
Transparentes (Myoporum laetum & sp.),
Aligustres (especies de Ligustrum), y
Cactus columnares (por ejemplo aquí, Cereus y Trichocereus). etc.
resultando la última recomendación la más eficaz, pero también la más costosa. Donde
el clima lo permite se emplea también ciertas especies de Cassia.
Figura 9: Desniveles en el jardín conviene transformar
en terrazas o pequeños bancales, como medida contra
la erosión.
Foto 6: La mejor protección proporcionada es el patio de una vivienda;
aquí con exuberancia de una Bougainvillea multicolor
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Entre taxones nativos sirven el «acebuche» (Olea europaea ssp ), la «adelfa» (Nerium
oleander, con formas subsilvestres), y elAtriplex halimus, especie conocida por «mato
salado, atriple, orzaga, salobre» y bajo otros nombres más. Excepto los cactus y los
tarays, las demás especies mencionadas se prestan a la poda.
Menos cortavientos, sino plantas de borde son taxones corrientes de Bryophyllum,
Eriocephalus, Portulacaria, Rosmarinus, Santolina, formas o lubridos de Pelargonium
(los «geranios») y hasta el «pinillo» o «ciprés del pobre», la anual Kochia scoparia;
véase la «enumeración» respectiva.
* * *
En cuanto a muros y paredes, si son de construcción sólida, conviene darles contrafuertes,
lo que, por otro lado, no precisan tales paredes si acaso son de construcción
interrilmpida. Muros del interior pueden ser construidos con «piedras secas», es decir,
sin aplicación de mezcla con cemento.- Para resumir: estos cortavientos tienen
vanas funciones: protegen contra vientos y animales no deseados, interrumpen una
(quizás existente) monotonía paisajística, embellecen sitios ofreciendo aspectos diferentes,
y son capaces de crear lugares de aislamiento y de reposo.
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Figura 10: Como crear un sitio protegido y ajardinado utilizando escombros que en otros
lugares «decoran» el paisaje.
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SOBRE LO AUTÓCTONO Y ACERCA DELALÓCTONO
Mucho se ha dicho sobre y acerca de lo autóctono, pero no todos sabemos de qué
estamos hablando. Es la verdad, desde que se concedió al «autoctonismo» la aureola
de popularidad, verbalismo a comparar con el retruécano Ecología vs. Ecologismo.
Autóctono se refiere a lo indígeno, a lo nativo de un lugar determinado, de una
zona, de una región y que en su extremo puede resultar «endémico» o exclusivo. Y tal
diferenciación o hasta confusión aplica tanto al arte como a la biología, con lo último
extendiendo la polémica hasta la jardinería y sus diversas interpretaciones y puntos de
vista.
En cuanto a la inocencia, ya nos han criticado, en varias ocasiones, por haber
arrancado «piteras autóctonas» para infestar un campo con retamas corrientes.
Tanto acerca de la orientación popular.
Lo «alóctono», en cambio (del griego altos
= otro, y chthón = tierra, país), se refiere a elementos
no nativos, o a plantas no oriundas de
la región donde se encuentran. En otras palabras
más acostumbradas: son elementos exóticos,
como la pitera, la chumbera, la higuera,
el almendro y el algarrobo, el olivo, el pino
carrasco y muchos de los demás y queridos
«elementos autóctonos». Fuera de tal polémica
verbátil y casi superflua, con sus nobles
exigencias patrióticas, podemos aterrizar en la
utilidad de elementos disponibles y otros, de
fácil adaptación, aunque conviene tener en
cuenta que pueden tratarse de elementos
desequilibrantes.
Como especies (voy a decir «indígenas»)
que sirven para la jardinería en zonas más o
menos áridas de esta región, se menciona
taxones como los «romeros» (Rosmarinus spp.
e hfüridos); la «adelfa» silvestre (Nerium, aunque
no «autóctona» por seguro); Retama
sphaerocarpa (la «retama>> corriente y ampliamente
distribuida); Spartiumjunceum (la «retama
de olor» y de otros nombres más), y
Chamaerops humilis (el «palmito» y al parecer
la única palmera -aunque enana- nativa de
Europa que, sin embargo, se halla también en
el norte de Africa). Como especies de menos
Figura 11: Ramilla de una retama
nativa (Retama sphaerocarpa).
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Figura 12: Dorycnium pentaphyllum,
el «escoboncillo».
Foto 7:
Un jardín
autóctono y
natural
con adelfas
(Nerium),
taray
(Tamarix),
juncáceas y
algunas
gramíneas;
zona marginal
del
«Desierto de
Tabernas».
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Figura 13: Una malvácea ornamental:
Lavatera maritima, el «malvavisco marino».
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
talla (o menos frecuente en jardines) se recomienda el cultivo de los «tomillos» (Thymus
spp.), del «tomillo sapero» (Frankenia spp.), de «pegamoscas» (Ononis spp.), del
«escoboncillo» (Dorycnium pentaphyllum), de la «bufalaga» (Thymelaea hirsuta), de
«lavandas» y «cantuesos» (La.vandula spp.), los «jaguarzos» y taxones relacionados
(Cistus, Helianthemum), el «malvavisco marino» (La.vatera), etc., y hasta algunas
gramíneas son altamente recomendables (véase la «enumeración»).
, ,
,
Figura 14: Thymelaea hirsuta, la «bufalaga», decorativa y muy resistente,
pero bastante difícil para cultivar.
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En el sureste de España tenemos varias crucíferas nativas, de las cuales el «callejón»
(Moricandia), el <<jaramago» (Diplotaxis), el «mastuerzo marino» (Lobularia) y un
subarbusto endémico y bastante atractivo como el Euzomodendron bourgaeanum (nombre
vulgar desconocido) se hallan en la zona marginal del llamado «Desierto de Tabernas
».
En la misma región se encuentran varias de las especies de Limonium, las «siemprevivas
perpetuas» o también, pero rara vez, «acelga salada»; no es fácil cultivarlas.
En caso de que dentro del área o jardín proyectado cuenten con sitios húmedos (aunque
sean algo salobres), se pueden tratar de establecer«adelfas» (Nerium), palmeras
como Phoenix dactylifera, por ejemplo; «tarays» ( Tamarix), gramíneas de cierto tamaño
y hasta formas subarbustivas de quenopodiáceas (los «matos salados»), en caso
que ya no estén presentes por su propia cuenta.
Para jardines correspondientes en Canarias queda poco por recomendar. Las islas
son un <<jardín autóctono», por excelencia.
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Foto 8: Ejemplo de lo "alóctono" en un jardín cerca de Almería, con Odontospermum,
Euphorbia y otros elementos "autóctonos" de (y en) Canarias.
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CATÁLOGO
o: ENUMERACIÓN DE
ESPECIES TRATADAS
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ACERCA DE ESTA ENUMERACIÓN
Sin querer repetir varias veces las descripciones de algunas plantas y sus particularidades,
se prefiere presentar una enumeración aglomerada de especies a considerar,
anotando detalles morfológicos, el origen de los taxones concernidos y datos sobre
sus propiedades o utilidad, si merecen tal consideración.
La enumeración, de ninguna manera, pretende ser completa, lo que, además, será
imposible no solamente por el elevado número de especies y su posible aplicabilidad
en el clima particular, sino, y sobre todo, porque probablemente cada mes se introducen
nuevos elementos alóctonos, hasta ahora desconocidos en un lugar determinado.
La lista incluye solamente las especies más corrientes que suelen encontrarse en el
sureste de España (peninsular); jardines y plantas de Canarias, por su número y exclusividad
requieren un tratamiento separado al margen del presente libro, aunque no
significa que varios de aquellos elementos no serán mencionados para los jardines en
zonas áridas de España en general. Por otra parte, y como consejo, siempre conviene
«echar un vistazo» al jardín del vecino y a los jardines públicos cercanos; también
puede realizarse visitas a los viveros locales. En cualquier sitio de ellos se puede
aprender, y sugerencias nunca sobran.
Foto 9: Acacia saligna, una «mimosa» floribunda y resistente.
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a) Arboles y arbustos arbóreos
Favoritas en zonas áridas, tanto por su bondad florífera como por su rápido crecimiento
y su fácil reproducción, son las Leguminosas. Según MABBERLEY (1987)
pertenecen a este orden de las fabales unas 16.400 especies, clasificadas en más de
650 géneros. Leguminosas se encuentran en todas las zonas climáticas de la Tierra.
Este superorden numérico y taxonómico está subdividido en tres grandes familias
(o subfamilias, según otros): Mimosaceae, Caesalpiniaceae, y Fabaceae. Ala primera
familia, las mimosáceas o familia de las «mimosas» y de difusión más bien tropical,
pertenecen las acacias verdaderas (Acacia), género al que científicos renombrados
adscriben unas 1.200 especies, y más de 700 de éstas son nativas de Australia
(SIMMONS, 1981, aunque también aquí, y como de costumbre, alguna clasificación
queda abierta a discusiones).
A pesar que la mayoría de las acacias pueden resistir la aridez y embellecer paisajes
climáticamente caracterizados, hay sólo un reducido número de taxones que se ha
establecido en parques y jardines de nuestra región. En cuanto a su origen, y como
opinión muy personal: aunque las especies
extra-australianas destacan por particularidades a
veces espectaculares, prefiero las australianas por la
simple razón que -al menos las de nuestros jardinesson
inermes, es decir, que carecen de espinas,
aguijones u otros «pinchos».
Figura 15: Acacia longifolia, una
de las «mimosas» más decorativas.
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1 .,.
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Figura 16: Cuatro especies de Acacia, con filodios en función de hojas:
a) A. retinodes, b) A. saligna, e) A. cyanophylla y d) A. cyclops.
Las acacias australianas en nuestros jardines las podemos subdividir en dos secciones
principales: las que tienen hojas verdaderas (generalmente bipinnadas y muy
finas) y aquellas cuyas hojas al crecer la plántula pronto se reducen a filodios o un
raquis ensanchado, órgano que prácticamente tiene la misma función que una hoja.
Con filodios son cinco las especies que han encontrado su sitio en estas zonas al
menos semi-áridas:
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Inflorescencias globosas, terminales o axilares
ramaje extendido hasta colgante
«hojas» lineares, verdes; vainas largas, algo constrictas
(acacia llorona), Acacia saligna (Lab.) H. L. Wendl.
«hojas» más anchas, onduladas, glauco-verdes
(acacia azul), A. cyanophylla Lindley
ramaje levantado o subpiramidal
«hojas» lineares; vainas largas, angostas
(acacia floribunda), A. retinodes Schlecht.
especie más bien arbustiva; ramaje denso
«hojas» cortas; vaina ancha, formando «anillos»
(acacia majorera), A. cyclops A. Cunn. ex G. Don f.
Inflorescencias espigosas, cilíndricas y axilares; ramaje denso
«hojas» decusadas o formando cruces
vainas cortas, angostas, subconstrictas
(acacia dorada), A. longifolia (Andr.) Willd.
Las especies arriba mencionadas, como las que siguen (y como la gran mayoría de
las congenéricas), tienen flores amarillas, muy pequeñas. Acacia cyanophylla es poco
resistente a vientos fuertes y, además, sus «hojas» suelen ser frecuentemente infestadas
por cochinillas u otros insectos. Especies recomendables para zonas erosionadas
son Acacia cyclops y A. retinodes, aunque también éstas requieren un riego ocasional.
Acacia saligna y A. longifolia se prestan más bien para parques y jardines grandes; la
última citada también se aprecia para plantaciones en calles y avenidas, siempre que
estén fuera del alcance de la brisa del mar. Vale mencionar, además, que las semillas
de la Acacia cyclops son sujetas por funículos de color rojo-anaranjado. A las semillas
de A. longifolia conviene dar un tratamiento en agua caliente antes de poner a
germinar.
En cuanto a las acacias australianas con hojas verdaderas (que suelen ser bipinnadas
y muy finas), podemos contar con tres especies, arbóreas todas, aunque en algunos
jardines y viveros a veces se las confunde. Son las siguientes:
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Hojas verdes; 4-6 pares de pinnas, con 15-20 pares de hojuelas
inflorescencias terminales o axilares; vainas planas, glabras
(mimosa cootamundra), Acacia baileyana F. v. Mueller
hojas glauco-verdes; 8-1 O pares de pinnas, 25-30 pares de hojuelas
inflorescencias terminales; vainas aplanadas algo pelusas
(mimosa plateada), A. dealbata Link
hojas verde-obscura; 12-15 pares de pinnas con hasta 50 pares de hojuelas
inflorescencias axilares; vainas subcilíndricas y constrictas
(mimosa verde), A; decurrens (Wendl.) Willd.
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
Las tres especies mencionadas son muy decorativas, pero también son susceptibles
en cuanto a vientos fuertes y alguna helada ocasional. Acacia dealbata, a veces
se vende en maceta como «mimosa» para las Navidades.
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Figura 17: T¡:es especies de Acacia con hojas verdaderas:
a) A. dealbata, b) A. decurrens, y c) A. baileyana.
Considerando las acacias extra-australianas
podemos tener en cuenta cinco especies
más o menos frecuentes: cuatro son árboles
de origen africano y la quinta especie es arbustiva
y aparentemente de origen sudamericano,
aunque ha sido introducida también
en Africa y hasta en Australia donde está
igualmente establecida. Se trata de:
Acacia farnesiana (L.) Willd., y es conocida
como «aromo, espino, mimosa espinosa
», etc. Aun siendo arbusto, tiene copa
ancha. Se cultiva en Francia, por ejemplo,
para obtener de sus flores la llamada «Cassie
ancienne», esencia utilizada en cosmética.
La especie se identifica fácilmente por sus
varias vainas cilíndricas subpersistentes que
son duras, algo encorvadas, de color marrón
y que se forman en un pedúnculo común.
Especie especialmente recomendada para
zonas áridas.
~ .. ·.,.,
Figura 18: La «mimosa espinosa»
(o «aromo»: Acaciafamesiana)
especie casi cosmopolita.
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Las cuatro especies restantes, como ya he dicho, son arbóreas y de origen africano.
Son espinosas, todas, tienen follaje caduco o subpersistente, y sus flores amarillas
forman inflorescencias globosas. Podemos reconocerlas como sigue:
Copa densa y obscura; espinas cortas
hojas verde-lustrosas; 3-6 pares de pinnas con 9-15 pares de hojuelas
vainas aplanadas y recorvadas; especie sudafricana
(espina dulce), Acacia karroo Hayne
Copa formando parasol; espinas largas
hojas verde-claras; 3-4 pares de pinnas con 8-10 pares de hojuelas
vainas angostas, retorcidas; noroeste de Africa
(talha, talja), A. raddiana Savi
ramas pronunciadamente creciendo en zigzag
hojas verde-claras; 4-7 pares de pinnas con 15-20 pares hojuelas
corteza delgada, verdosa; espinas angostas
vainas aplanadas, rectas; especie sudafricana
(árbol de la fiebre), A. xanthophloea Benth.
hojas verde-obscuras; 2-5 pares de pinnas con 10-15 pares de hojuelas
corteza agrietada, marrón-rojiza; espinas a veces infladas
vainas delgadas, retorcidas; Africa Occidental
(seyal), A. seyal Delile
A pesar de ser especies fuertemente armadas, son apreciadas, tanto por el ganado
como por animales silvestres. Todas se prestan para jardines grandes y, una vez establecidas,
precisan poco riego.
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Figura 19: Tres especies de Acacia, africanas y bien armadas:
a) A. karroo, b) A. raddiana y e) A. xanthophloea.
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Al próximo género, igualmente polimorfo, pero generalmente inerme, pertenecen
unas 150 especies de árboles, arbustos y lianas, sobre todo en países tropicales. A la
jardinería de esta zona interesan, especialmente, dos especies:
Arbolillos de hasta 6 m de altura; hojas bipinnadas
follaje semipersistente; 7-14 pares de pinnas verde-obscuras
flores acremadas, en espigas axilares de forma de «Iimpiabotellas»;
vainas aplanadas, hasta 10 cm de largo y 1,5 cm de ancho; especie
australiana
(mimosa, albizia), Albizia lophantha (Willd.) Bentham
follaje caduco; 6-12 pares de pinnas verde-claras
flores rosáceas, en cimas terminales, con estambres largos; vainas
aplanadas de hasta 20 cm de largo y 3,5 cm de ancho; Oriente Medio
hasta Asia Central
(yulibrisín), A. julibrissin (Willd.) Durazz.
Figura 20: «Mimosas» inermes: a) Leucaena leucocephala y b) Albizia lophantha.
Aunque ambas especies tienen interés ornamental, la segunda se presta para parques,
avenidas y jardines pequeños, mientras la primera, encontrando condiciones
favorables, puede resultar invasora.
Relacionado con el género Albizia está el de Leucaena, aunque su especie mejor
conocida y más cultivada resulta un lío nomenclatórico: ha sido una vez Mimosa
glauca renombrado Acacia glauca que quedó en Leucaena glauca, mientras que una
«línea» paralela comenzó como Mimosa leucocephala y transitaba por Acacia
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leucocephala para terminar (¿ ?) en
Leucaena leucocephala de Wit. Y
en ambas líneas tenían su razón: las
hojas son (casi) glaucas, y las cabezas
floríferas son compuestas por
flores blancas.- De todos modos,
la gente la llaman «mimosa», o
«aromo blanco», y es el «guaje» de
los mexicanos, tierra donde parece
ser nativa. Sus vainas son planas,
dehiscentes, numerosas y de color
marrón, de hasta 20 cm de largo;
después de dos años de cultivo, en
conjunto contienen suficientes semillas
como para satisfacer el vivero
de una granja. Es planta forrajera
y parcialmente hasta comestible
para seres humanos (véase
NAS, 1977); sin, embargo, no sirve
para el cultivo en terrenos expuestos
a vientos fuertes.
* * * Figura 21: Albiziajulibrissin, una de las
«mimosas» más atractivas.
Quedan en «mis» jardines dos mimosáceas más que mencionar, aunque ninguna
de éstas es frecuente ni popular. Ambas proceden de la región del Caribe y zonas
costeras adyacentes. Se trata de:
Prosopis cf. juliflora (Sw.) DC., el «mesquite», arbusto o arbolillo apreciado por
unos como planta forrajera, y despreciado por otros (véase MEYER y col.) como
especie invasora. Sus ramas tienen espinas cortas, las hojas suelen estar compuestas
por dos pares de pinnas largas (con sus hojuelas numerosas), las pequeñas flores
acremadas están dispuestas en espigas axilares y los frutos cilíndricos y pálidos podemos
llamarlas vainas indehiscentes, porque quedan cerradas.
Pithecellobium dulce (Roxb.) Bentham, la segunda especie, es conocida como
«opiuma», o «guaymochil»; es más fuertemente armada aunque a primera vista no se
nota los aguijones. Sus hojas también cuentan de dos pinnas, pero éstas son reducidas
a sólo dos hojuelas, relativamente grandes. Sus flores blanquecinas forman cabezas
esféricas, y los frutos (vainas subdehiscentes) son encorvados y algo constrictos.
La primera especie, protegiéndola del ganado, puede resultar en un árbol frondoso
de tipo de un «llorón» con follaje persistente; la segunda, con hojas caducas, queda
más bien arbustivo, pero que sirve para formar setos vivos. Ambas especies, una vez
establecidas, viven y prosperan gracias a un mínimo de riego y pronto se defienden
sin cuidado, dándolas a un generoso acolchado, de piedras, por ejemplo.
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©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
Figura 22: Prosopis, el «mesquite»
americano y planta forrajera
b) Otras leguminosas leñosas
Los dos primeros géneros (Cercis, con
seis especies, y Bauhinia, con unas 250) se
caracterizan, a primera vista, por sus hojas
simples, pero recortadas o subdivididas.
Cercis siliquastrum L., el famoso «árbol
de amor» (o difamado «árbol de Judas»,
mientras otros lo llaman «algarrobo loco»),
es una especie nativa de la región del Mediterráneo
Oriental hasta el Oriente Medio.
No alcanza gran talla y su follaje es caduco.
Las hojas subcoriáceas y de color glauco-
verde, son arriñonadas en contorno y
miden de 7 a 1 O cm de largo y ancho. Flores
roseo-purpúreo en manojos vistosos que
aparecen tanto en ramas como también en
el tronco. Vainas aquilladas, de color marrón-
rojizo. Multiplicación por semillas y
esquejes. Especie resistente, ornamental y
que sirve para formar setos.
Figura 23: El «guaymochil» (Pithecellobium
dulce), igualmente arbolillo americano para
zonas áridas.
Figura 24: Cercis siliquastrum, árbol
bíblico de varios nombres.
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Figura 25: Una especie de «árbol
orquidea»: Bauhinia purpurea.
Figura 26a: Caesalpinia gilliesii,
arbusto sudamericano bastante decorativo y de
fácil cultivo.
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El segundo género recomendado nos
ofrece algunas especies para el clima cálido
(que no necesariamente debería ser «árido
») y de las cuales, en sitios protegidos,
Bauhinia purpurea L. (flores pálidas hasta
purpúreas, Asia suroriental), B. galpinii N.
E. Brown (rosáceas, Africa del Sur), B.
variegata L. (rosáceo-variegadas, IndiaChina)
y quizá también B. candicans Benth.
(blanquecinas, Africa suroriental) resultan
muy decorativas. Las hojas de estos «árboles
orquídeas» son subpartidas, caducas,
mientras que sus flores son de color poco
definido, entre blanco hasta rosáceo o purpúreo.
Propagación por semillas y retoños.
Tampoco muy frecuente en nuestros jardines
es el género Caesalpinia (unas 100 especies
de árboles, arbustos y enredaderas,
generalmente espinosas); algunas de éstas
fueron clasificadas como Poinciana, y probablemente
los «separatistas» tienen razón.
Figura 26b: Caesalpinia spinosa,
arbolillo también sudamericano
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Arbusto con flores llamativas; estambres purpúreos, largos
hojas bipinnadas; 8-12 pares de pinnas con 8-12 pares de hojuelas
vainas dehiscentes, ásperas, de 5 a 8 cm de largo
(poinciana, espiga del amor), Caesalpinia gilliesii
(Wall. ex Hook.) Bentham
Arbolillos con espigas de flores amarillo-anaranjado
hojas pinnadas, con 10 a 15 pares de hojuelas verde-lustrosas
vainas indehiscentes, lisas, de hasta 12 cm de largo
(tara, espino, acacia amarilla), C. spinosa (Mol.) Ktze.
La primera de éstas puede resultar invasora (aunque nunca en serio); la segunda
(multiplicación por semillas y estacas), una vez establecida, sirve de seto y cortavientos,
y sus semillas se utilizan en tintorería. Ambas especies son de origen sudamericano.
Probablemente de la misma región procede Caesalpinia (o Poinciana) pulcherrima,
arbusto o arbolillo con racimos terminales sumamente vistosos por sus flores rojas o
escarlatas; la encanta el clima cálido, pero, lamentablemente, no resiste las condiciones
de zonas áridas, excepto siendo bien protegido.
Más importante aún puede resultar el género Cassia, con sus más de 500 especies;
las pocas de éstas, a encontrar enjardines del suroeste de Europa, se trata como pertenecientes
del «complejo», aunque otros autores reconocen separaciones a nivel genérico
como Chamaecrista y Senna, fuera de Cassia propiamente aceptado.
Hay varias especies en cultivo, a pesar
que su identificación hortícola no
siempre corresponde a la nomenclatura
correcta. He aquí, sobre todo, dos
especies localmente frecuentes:
Cassia didymobotrya Fresen., la que
por equivocación suelen llamar
«siamay» y que en Canarias se conocen
como «flor de gofio», porque el olor
de las flores recuerda a cierta harina tostada:
el gofio, una vez la comida básica
de sus habitantes. Se trata de un arbus- -
to llamativo, con hojas pinnadas de has-ta
40 cm de largo, y flores amarillas formando
espigas terminales y levantadas.
Esta especie es oriunda de Africa Oriental;
aprecia el sol, pero también algún
riego ocasional.
Figura 27: Cassia didymobotrya, contribuyendo al colorido y la biodiversidad de un jardín en
una zona semi-árida.
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Figura 28: Cassia sturtii, arbusto australiano,
decorativo, forrajero y de fácil reproducción.
Figura 29: Cassia tomentosa, especie
arbustiva americana igualmente agraciada.
Cassia sturtii R. Br., arbustiva, australiana e introducida relativamente reciente,
es más resistente que la anterior y, además, resulta especie forrajera. Se trata de un
arbusto de hasta 1,5 m de altura, con follaje persistente, y hojas pinnadas, glaucoverdes,
de 4 a 6 cm de largo. Sus flores amarillas aparecen esparcidas a todo el largo
subterminal de sus ramas muy flexibles. Multiplicación por seni.illas y se da en casi
cualquier clase de suelo.
Una especie más adecuada aún -Cassia eremophila que, como indica su nombre,
quiere o prefiere desiertos- dio buen resultados en Canarias pero transferido a un
vivero en Murcia, simplemente «dejó de existir». Y la ornamental Cassia tomentosa
demanda demasiado cuidado para ser recomendada.
Por orden alfabético, dentro de la misma familia de las cesalpiniáceas, nos encontramos
con una especie arbórea tan conocida que no precisa presentación. Se trata del
«algarrobo» (del árabe al-jarruba), para los botánicos Ceratonia siliqua L., del Oriente
cercano, pero establecido en otras regiones como si fuera un elemento autóctono.
Pagando respeto: es atractivo y da sombra, sirve para formar bosquecillos, es vegetal
forrajero y se usa también (sus frutos) para la alimentación humana. Es resistente,
pero no sirve para jardines pequeños ni donde hay peligro de heladas.
Restan dos géneros, con una especie (¡armada!) cada uno .como representado en
jardines de nuestra región:
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Figura 30: El «algarrobo» (Ceratonia siliqua),
árbol de muchas virtudes y aplicaciones.
Figura 31: Gleditsia triacanthos, leguminosa
norteamericana.
Gleditsia triacanthos L., la «acacia negra»,
o «acacia de tres púas», árbol de América del
Norte y bien establecido en parques de zonas
templadas hasta semiáridas. Follaje caduco. Las
primeras hojas suelen ser pinnadas, las posteriores
bipinnadas. Flores pequeñas, amarillentas,
en espigas cortas poco notables. Notables
son sus vainas planas, casi negras, de ha~ta 25
cm de largo y que persisten en los árboles cuando
estos ya están desprovistos de hojas.
Parkinsonia aculeata L., la segunda especie
y que, según dicen, es elemento nativo de zonas
semiáridas desde California hasta Uruguay; por
el color de su corteza lisa es conocido como
«palo verde»; por las demás características lo llaman
«picapica». Tiene aspecto de un «llorón»;
su follaje es semipersistente: el vegetal está provisto
de flores (amarillas) durante varios meses;
sus vainas son subcilíndricas y constrictas. -
Vale para parques grandes; no es recomendable
para lugares donde hay que mantener la superficie
limpia, continuamente.
Figura 32: El «picapica» o «paloverde»
americano (Parkinsonia aculeata), un
«llorón» bastante ornamental.
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Figura 33: Tipuana tipu, extraña composición morfo-sistemática.
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Parkinsonia aguanta mejor el calor, los vientos y algunas sequías prolongadas que
la Gleditsia; sin embargo, aquélla, por su madera pesada, sus flores meliferas y sus
vainas parcialmente comestibles, es la más útil.
* * *
La última familia (o subfamilia) de las leguminosas, la de las fabáceas (o
papilionadas), cuenta con más de 11.000 especies, incluyendo muchas plantas útiles,
como, por ejemplo, la alfalfa, las habas, lentejas, judías y la soja, los tréboles, garbanzos,
guisantes, altramuces y muchas otras especies más, alimenticias, forrajeras,
tintóreas, etc. Sin embargo, son relativamente pocas las especies (leñosas) que se prestan
para la jardinería en zonas áridas.
A vegetales como Robinia pseudacacia L. (la «falsa acacia», originaria de América
del Norte), y a Sophorajaponica L. (la «acacia del Japón», aunque es nativa de la
China) no se les puede pedir demasiado, porque ambas especies prefieren un clima
templado y con más humedad que nuestra zona árida les puede ofrecer. Crecen, pero
también sufren. Más resistente es la «tipa» (Tipuana tipu [Benth.] Ktze). de Sudamérica,
curiosidad vegetal algo errática porque sus hojas recuerdan las de la Robinia (una
fabácea), sus flores asemejan las de ciertas cesalpiniáceas, mientras que sus «vainas»
se parecen a samaras o frutos de los «arces» (que pertenecen a la familia de las aceráceas).
Fuera de tal peculiaridad es una especie apreciada para avenidas y como árbol de sombra
para aparcamientos abiertos; una vez establecido es poco exigente.
También exóticas son las especies de Erythrina, género de más de cien especies en
zonas cálidas; varias de éstas se prestan para el cultivo en nuestros jardines, siempre si
las condiciones iniciales no están demasiado extremas. Fuera de eso, son vegetales
caducifolios, tienen flores espectaculares y saben defenderse porque están armados
por aguijones.
Flores rojo-escarlatas, en manojos terminales
troncos y ramas con aguijones fuertes
(árbol coral, Africa del Sur), Erythrina caffra Thunb.
flores rojas o rayadas, en ramillas alargadas
troncos con corteza corchosa; ganchos en las ramas
(crestagallo, Brasil/Uruguay), E. crista-galli L.
* * *
Las demás especies que nos pueden interesar son nativas de ésta región. Destaca
la «alfalfa arbórea» (Medicago arborea L,) que, con sus hojas blandas, sus flores
amarillas y sus discos fructíferos de hasta 1,5 cm de diámetro se presta para formar
setos y para cubrir la fealdad de algunos muros. Por ser ornamental, resistente y forrajera
a la vez merece más atención que actualmente recibe; además, una vez establecida,
apenas hay que regarla.
Los taxones restantes de nuestra «reserva biogenética» pertenecen al complejo
corrientemente denominado «retamas». Ocasionalmente en cultivo están la «retama
51
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
Figura 34: El famoso «árbol coral» africano:
Erythrina caffra ...
Figura 36: Medicago arborea, especie de alfalfa
arbustiva, ornamental y también forrajera.
52
Figura 35: ... Y la «crestagallo» americana:
Erythrina crista-ga//i.
Figura 37: La «retama de olor» (Spartium
j unceum), arbusto nativo de la región.
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
blanca» (Retama monosperma [L.] Boissier), de Africa de Norte y (rara) Sur de España,
y la estrechamente relacionada Retama raetam (Forssk.) Webb & Berth., de Canarias
que (sí son diferentes de verdad), forman arbustos arqueados de hasta 4 m de
altura, con flores blancas y hojas pequeñas, rara vez a encontrar. Ambas especies
tienen su valor ornamental y son bastante resistentes.
Muy común en nuestra región es Retama sphaerocarpa (L.) Boiss. (Lygos
sphaerocarpa auctt. ), que difiere de las anteriores por su hábito más compacto (de 1,5
a 2,5 m), sus pequeñas flores amarillentas, y que sirve para terrenos erosionados siempre
y cuando si se planta en alcorques arenados. -Las tres especies antes mencionadas
se distinguen de otras leguminosas de nuestra lista por tener vainas cortas, duras,
puntiagudas, cada una con sólo una semilla, y por su notable carencia foliar.
Diferente es la llamada «retama de olor» (Spartium junceum L.) que suele tener
hojitas cortas, flores amarillas olorosas y bastante vistosas, y sus vainas angostas alcanzan
de 6 a 1 O cm de largo. Las «retamas» se multiplica por vía de semillas y de
retoños; requieren riego inicial.
En cuanto a otros elementos florísticos, y autóctonos de verdad, podemos recomendar
géneros como sigue:
Adenocarpus (codeso, cambroño), Anagyris (oro de risco, altramuz hediondo),
Cytisus s. lat. (tagasaste, escobón), Genista (genista, bolina), Dorycnium (bocha,
«Socarillo» ), Anthyllis (albaida) y seguramente otros más, según presencia y localidad
de empleo; cuyas semillas habrá que recoger en el campo, a su debido tiempo.
e) Las rosáceas
En la sistemática botánica relacionados con las leguminosas son las rosáceas, o las
rosales en su sensu amplísimo. Se trata de una familia de más de 3.000 especies de
hierbas, trepadoras, arbustos y hasta árboles, en su mayoría elementos en regiones de
clima templado.
Fuera de la presencia casi nostálgico de especímenes de Rosa en algunos jardines,
de verdadera importancia, pero es Amygdalus communis L.m, árbol comúnmente conocido
como «almendro».
Procede del llamado Oriente Medio y es característica en cultivos de la región
circunmediterránea y, aunque no siempre ecológicamente orientado, decora grandes
extensiones semiáridas. De este complejo «almendrológico», los especialistas pretenden
distinguir más de dos mil formas, razas y/o variedades12
l. Sin embargo, es una
especie tan útil que nos ocupa hasta en la sección de «plantas bíblicas». Y jardineros
recuerdan que sobre el fuste o pie del almendro no solamente se injertan otras variedades
de la misma especie, sino también de ciruelos y hasta de melocotoneros.
m En la literatura correspondiente a veces aún citado como Prunus communis, P. amygdalus
Amygdalus dulcis. A. sativus, etc.
111 IBAR (1985) indica que se conocen 600 variedades locales en Italia, 200 en España, 150 en
California, 200 en Afganistán, 2.000 en Turquestán, etc. Acerca de la especie véase también GRASSELLY
& CRossA-RAYNAUD, así como las páginas respectivas en Ru1z DE LA ToRRE.
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©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
En cuanto a elementos más exóticos
también enjardines de lugares bastante áridos
no hay que olvidar al «níspero del Japón
», la Eriobotrya japonica (Thunberg)
Lindley, aunque, como en varias otras
<<japónicas», provienen de China. Nuestro
«níspero» es frutal, es siempre verde, tiene
propiedades medicinales, y va bien mientras
que no haya demasiado frío. También
varias otras especies de «frutales ornamentales
» (KUNKEL, 1985) pueden ser cultivadas
en rincones protegidos.
d) Coníferas adecuadas
Se conocen varias coníferas que resisten
temporadas de sequía y de calor, aunque
ninguna las prefiere, excepto contando
con un riego ocasional.
Figura 38: El «níspero de Japón»
(Eriobotryajaponica), árbol frutal y
ornamental a la vez.
La familia de las pináceas está presente con Pinus halepensis Miller, el llamado
«pino carrasco». Su nombre indica Aleppo, ciudad del Oriente Cercano como zona
nativa, y esta bien acostumbrado al clima caprichoso de la región mediterránea. Crece
desde el sublitoral hasta en las montañas y es utilizado en reforestación. Con riego
inicial resiste hasta condiciones como son de encontrar en laderas erosionadas. Menos
frecuente (aunque también elemento mediterráneo) es el «pino piñonero» (Pinus
pinea L.) que no solamente prefiere lugares poco elevados, sino también agua subterránea
al alcance de sus raíces. A la misma familia pertenecen las especies de Cedrus,
con el «cedro del Líbano» (C. libani) y el «cedro del Atlas» (C. atlantica) como joyas
en cualquier jardín donde pueden cuidarlos.
Más frecuente y resistente son varias especies de la familia de las cupresáceas, que
encabezan taxones del género Cupressus: Nativo de la región mediterránea (central a
oriental) es el C. sempervirens L., el «ciprés corriente», con su variedad o forma
horizontalis, y el llamado «piramidal» que parece ser la típico para sempervirens y lo
que figura como forma stricta en el tratado de RUIZ de la TORRE. Quizá más resistente
es Cupressus arizonica Greene, con su follaje glauco-plateado que, como elemento
nativo de zonas áridas, sabe enfrentarse a éstas.- Especies del género Thuja
(las «tuyas», o «biotas» ), sobre todo la T. orienta/is L., de origen asiático, sirven como
cortavientos, pero precisan riego con cierta regularidad. Una vez establecidas resultan
resistentes ciertas especies de Juniperus, en especial J. oxycedrus L. (el «enebro»)
y J. phoenicea (localmente «sabina»): son ornamentales a su manera y cumplen importantes
funciones ecológicas pero «cuestan echar raíces».
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©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
Figura 39: Pinus halepensis, el
«pino carrasco», especie mediterránea.
Figura 40: Cupressus sempervirens, el
«ciprés mediterráneo»
Igualmente interesante puede resultar el cultivo de Tetraclinis articulata (Vahl)
Mast. (Callitris quadrivalvis, de otros), árbol norafricano con (fuera de hallazgos raros
en la isla de Malta) un solo lugar nativo en Europa: en la Sierra de Cartagena y por
eso conocido como «sabina, o ciprés de Cartagena». Parece más débil, pero resulta
más resistente que un ciprés y es, además, un elemento ca-autóctono que hay que
difundir.
Figura 41: Thuja orientalis (tuya o biota),
conífera bastante resistente.
Figura 42: Tetraclinis articulata, cupresácea
también nativa y apropiada.
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©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
De las otras familias de las coníferas quedan por considerar las araucariáceas que,
con Araucaria heterophylla (ex A. excelsa) se aprecia, pero que es demasiado decorativa
como para ser sacrificada al experimento.
e) Palmeras, y otras monocotiledóneas esbeltas.
La segunda subdivisión de las angiospermas, o «plantas con semillas encerradas», .
las monocotiledóneas entonces, y que, según MABBERLEY, consisten en 52.000
especies (clasificadas en 2.818 géneros que pertenecen a 64 familias) y que forman un
complejo que racionalmente no conviene discutir. Además, a la jardinería en zonas
áridas interesan pocas unidades, siendo las más impresionantes algunos elementos de
la familia de las arecáceas (o palmáceas, de otros), palmeras para nosotros, y un orgullo
si somos capaces de cultivarlos como, por ejemplo, del género Washingtonia, con
dos taxones de las llamadas «palmeras de abanico» que son especies nativas del árido
suroeste de América del Norte. Nombrado en honor a George Washington, primer
presidente de los EE.UU., se encuentra en el sur de California la W. filifera (Lind. ex
André) H. Wendl., mientras que la
zona lindante de México cuenta con
W. robusta H. Wendl. -Tengo que
confesar mis dudas en distinguirlas,
sobre todo cuando están «vestidas»
por las hojas viejas; sin embargo, y
como explican ambos, McCURRACH
(1960) y Del CAÑIZO (1991), los
ejemplares de la segunda especie suelen
ser más esbeltos, mientras que sus
hojas son las más cortas de los dos
vegetales. Dicen que la Washingtonia
filifera es la más resistente en cuanto
a una helada ocasional.
Phoenix: Para poder admirar un
bosque de «fénix» en Europa hay que
visitar el «Huerto del Cura», de Elche;
para ser confundido en su sistemática
conviene irse al «Oasis de Maspalomas
», en Gran Canaria, donde se encuentran
con más híbridos que con
buenas especies porque hibridización
entre congéneres de Phoenix parece
normal, situación que dificulta la distinción
entre las «especies». Para describirlas
en unas líneas, generalizadas:
56
Figura 43: Washingtonia filifera, una de las
palmeras de abanico
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
Tronco esbelto, generalmente con renuevos basales
frondes glauco-verdes, rígidos; espinas basales verdosas
fructificaciones largas; dátiles mayores, carnosos
(datilera, Oriente Medio), Phoenix dactylifera L.
tronco grueso, sin renuevos basales
frondes verdes, arqueados; espinas basales pálidas
fructificaciones cortas; dátiles pequeños, de poca carne
(palmera canaria, Islas Canarias), Ph. canariensis hort. ex Chabaud.
Ambas especies sirven para jardines en zonas áridas, pero precisan cierto riego o
ser plantados en orillas de ramblas o manantiales. La «palmera canaria» parece ser la
más resistente.
Figura 44: Las especies de Phoenix como cultivadas en nuestra región:
a) Phoenix dactylifera y b) Phoenix canariensis.
Aunque hay muchísimas otras especies de palmeras, casi todas aquellas prefieren
las sabanas cálidas o un clima tropical. Como joya local vale mencionar al «palmito»:
Chamaerops humilis L., la única especie de su género, y única palmera nativa en
Europa; crece en la región del Mediterráneo Occidental y parte austral de Portugal.
Son vegetales enanos (o rara, vez pasan 2,5 m de altura) que suelen formar grupos o
corros densos, gracias a sus varios retoños. Sus hojas tienen forma de abanicos y sus
tallos son «armados».
Aparte de encontrarse en peligro por ser ornamental, el palmito sufre porque (¡gracias
a Dios!, sólo en algunos sitios) las hojas se utilizan como «crin végétale» para
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©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
entapizar muebles, las espadas nuevas se comen en ensaladas, y el «corazón» del
palmito se vende hasta en latas.
En cuanto a la jardinería, dice José Antonio del CAÑIZO (1991), que «vive bien en
zonas costeras cálidas, pero también en altitudes de hasta unos 1.000 metros». Además
menciona que resiste el frío y que ha sobrevivido temperaturas de hasta 9 grados
bajo cero. ¡Hay que cultivar palmitos, entonces!
Foto 10: Ladera cerca del Cabo de Gata, Almería, con colonias de palmitos (Chamaerops
humilis), la única especie de palmera nativa en la región.
No obstante, son también otras monocotiledóneas
que nos interesan para jardines en
zonas áridas y quizá, varias de aquéllas resultan
más resistentes que las palmeras antes
mencionadas. Por ejemplo, ciertas especies
del género Yucca, de la familia de las
agaváceas aunque son elementos arbustivos
o arborescentes. Estas cuarenta especies,
aproximadamente, (nativas del suroeste de
los EE.UU. y norte de México), son decorativas,
resistentes, útiles y requieren respeto.
Aquí la especie más corriente es Yucca
aloifolia L. la que, con referencia a sus hojas
tan rígidas y puntiagudas, le llamaría
«agavifolia»; sin embargo, este fallo del autor
ha sido corregido por el nombre vulgar
dado: «Bayoneta española».
58
Mu
Figura 45: Yucca elephantipes.
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
Foto 11: Yucca aloifolia, con sus flores blancas; posteriormente resultó malplantado porque se
situó demasiado cerca de un sendero.
Son vegetales ornamentales cuando crecen como solitarios, y son muy efectivos
cuando, junto con piteras y algunos cactus, forman un cerco vivo. Menos peligrosas
y hasta más ornamentales son Yucca gloriosa L., Y. filamentosa L. y Y. elephantipes
Regel, que también producen muchas flores blancas que forman inflorescencias visFigura
46: Dracaena draco.
tosas. La especie más espectacular es Yucca
brevifolia Engelm., el admirado «árbol
Joshua» de los desiertos de Arizona y Nevada;
como se trata de una especie protegida
(en los EE.UU.), rara vez se la nota en
cultivo.
Otro vegetal apreciado proviene de la
región macaronésica, es decir: de Canarias,
Madeira y Cabo Verde. Se trata del famoso
«drago (de Canarias)». un verdadero veterano
en el reino vegetal. Este árbol (aunque
no forma leño), en la sistemática botánica
es relacionado con los lirios y ha sido
descrito, originalmente y (!¡)por el gran
Linneo, como especie de espárrago; posteriormente,
el mismo Linneo lo corrigió en
Dracaena draco (L.) L., nombre que lleva
desde entonces.
En estado silvestre resiste vientos, el
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©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
calor y sequías prolongadas; por consiguiente,
es de lento crecimiento y ejemplares
de cien años no parecen gran cosa. Ahora,
con cierto riego, o creciendo en las cercanías
de terrenos regados, después de 200
años ya suele ser un vegetal de distinción,
y con 500 años de edad se parece a un ser
«bíblico».-Se multiplica por semillas. La
especie es protegida, y hasta especímenes
enjardines no deben ser arrancados sin permiso
correspondiente. Los demás taxones
del género son plantas para el interior o
precisan protección ambiental.
f) Otros árboles a considerar
Volviendo a los árboles verdaderos o
vegetales leñosos, podemos encontrar un Foto 12: Viejo ejemplar de un «drago de
número reducido de especies de una fami- Canarias» (Dracaena draco), creciendo
lia muy valiente, con flores insignificantes en un acantilado.
y que mucha gente las clasifican como «pinos». Me refiero al género Casuarina de la
60
Figura 47: No son pinos ni cipreses, sino
primitivas dicotiledóneas del género de
Casuarina: C. equisetifolia (arriba)
y C. cunninghamiana (abajo).
familia de las casuarináceas, nativas de la
región australiana y en la sistemática botánica
-aunque a primera vista poco creíblemás
relacionadas a un laurel o un peral que
a un verdadero pino. Son unas 70 especies
de árboles y arbustos siempreverdes, cuyas
«hojas» se parecen mucho a los tallos frágiles
de un «limpiaplata» o Equisetum, de
helechos-aliados entonces. Para los ingleses
son «árboles de cola-caballo»; los alemanes
(difícil de explicar) los llaman «árbol
del canguro», y por aquí se los han clasificados
como «pinos marítimos».
Especialmente Casuarina equisetifolia
L. (C. lito rea auctt.) se emplea con frecuencia
para fijar dunas y plantaciones en las
cercanías de las costas. Las congenéricas
Casuarina cunninghamiana y Casuarina
stricta son algo más decorativas que la es-
. pecie corriente, pero no tan resistentes como
aquella.
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
Figura 48: Ficus en cultivo; aunque no todas las especies de esta lámina se encuentran en
nuestros jardines, muchos jardineros ya las conocen: a) Ficus carica (la higuera corriente),
b) F. rubiginosa, c) F. virens, d) F. aft.elii, e) F. lyrata (la «pandurata», t) F. macrophylla,
g) F. benjamina, h) F. microcarpa (la «nítida» o «retusa» de los jardineros), i) F. religiosa,
j) F. aspera (la «parcellii» hort.) y k) F. elastica, el «fisco» más común.
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Considerando otras dicotiledóneas leñosas y bien conocidas, éstas (parcialmente),
están reunidas en el capítulo que trata de «plantas bíblicas». En la presente enumeración
general y sin querer imponer prioridad o importancia alguna, simplemente se
presentan las especies en orden alfabético, sin descripción alguna:
Ficus carica L., la «higuera» común y sólo una de las quizá más de 800 especies
de un género de las moráceas. Se trata de un vegetal corriente, nativo del Oriente
Cercano, aunque hasta en España lo llaman «frutal autóctono»; algunos autores (por
ejemplo, CONDIT) mencionan que se reconocen más de 700 (¡ !) razas y variedades
de esta misma especie, bien experimentada en zonas áridas, como detalla FLORES
(1990).
Probablemente de resistencia similar es Ficus sycomorus L. (del norte de Africa y
suroeste de Asia) que también produce higos comestibles, mientras que F. rubiginosa
Desf., F. benjamina L., F. elastica Roxb. y F. microcarpa L. f. (el conocido «laurel de
Indias») necesitan la protección que el ambiente urbano les puede ofrecer.
Foto 13: Aunque no se trata de una «plantación ejemplar», pero igualmente típico son hallazgos
de higueras (Ficus carica) en paredes artificiales.
Juglans regia L. (la «noguera», yuglandáceas) y Lg.urus nobilis L. (el «laurel»,
lauráceas), aunque pueden entrar en la jardinería de esta región, en realidad prefieren
pluviometría más regular y son susceptibles en cuanto a vientos secos y cálidos.
Morus: Ambas especies -Morus alba L. (mora blanca, o morera) y M. nigra L.
(moral)- son de origen asiático, pero se cultivan desde épocas remotas también en la
región mediterránea, gracias al llamado «camino de la seda». Fuera de la utilidad de
sus hojas (comidas por los gusanos de la seda), sus frutos también son comestibles.
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©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
Posteriormente rechazados por los ciudadanos por ser «árboles sucios», están recuperando
su sitio como vegetales bastante resistentes, como proveedores de sombra (en
el verano) y por ser plantas forrajeras, para el ganado.
Figura 49: Morus alba, «la mora blanca».
Myrtus communis L.; mirtácea del
Oriente Cercano. Más bien apreciado como
arbolillo ornamental. Pero fuera de resistir
condiciones bastante extremas, con alguna
protección puede ser cultivado como especie
condimenta!.
Nerium oleander L., la conocida «adelfa
» (o «belfa» de los canarios, y «baladre»
en ciertas zonas peninsulares), es una
apocinácea arbustiva que, podándola desde
temprano, puede convertirse en arbolillo.
Es nativa de la región mediterránea y
hasta en el Oriente Medio. Ha sido introducida
en Africa del Sur donde se estableció
de manera que pronto fue declarada «invasora
nociva».
Figura 50: El «moral» (Morus nigra), también
de origen asiático.
Para los jardines en estas zonas áridas Figura 51: La «adelfa» (Nerium oleander)
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Foto 14: ¿Quién sabe de los años de estos olivos con troncos tan rertorcidos?.
se recomienda las formas primitivas que resultan más resistentes a vientos y sequías y
que suelen ser menos afectadas por plagas que las formas con flores dobles o con
hojas matizadas, por ejemplo; tampoco les importa que el agua de riego sea algo
salobre.
Al «olivo» (Olea europaea L.) nadie tiene que presentar; es un árbol aún mas
«bíblico» que sus primeras citas dejan imaginar. Como tantas otras especies parece
ser elemento del Oriente Cercano, mientras que su forma silvestre (conocida como
«acebuche») aparentemente tenía un área original más amplia.
Un olivo cabe hasta en un jardín pequeño.
A pocos jardineros se les va a ocurrir plantar un «lentisco» en su jardín, excepto si
son «autoctonistas». Sin embargo, está Pistacia lentiscus L. (anacardiácea, o
pistaciácea), una planta siempreverde y resistente, y su copa generalmente baja resguarda
la vida silvestre.
Relacionado, y nuevo favorito de la hortifruticultura, es el «pistacho» (Pistacia
vera L.), nativo del Oriente Medio y apreciado por sus nueces, pero hay que recordar
que precisa má~ agua, cuidado y protección que sus congéneres silvestres.
Bien conocido, y apreciado como ornamental, seto vivo y frutal es el «granado»
(Punica granatum L., punicácea), arbusto del Oriente Cercano aunque hoy en día es
cultivado en muchos otros sitios donde el clima lo permite. A pesar de que sus ramillas
son muy punzantes, sigue siendo un favorito. Del «granado» se cultivan también una
forma plenijlora, con flores dobles, así como una forma nana que alcanza sólo unos
25 cm de altura.
Otros arbustos arbóreos, de fácil cultivo aunque no ofrecen provecho peeuniario,
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Foto 15: Una «galería de salados», con Tamarix, Salsola, Suaeda y otros halófilos.
pertenecen al género Tamarix, de la família de las tamaricáceas. De las, aproximadamente,
50 especies reconocidas, cinco o seis se hallan también en nuestra región bajo
consideración, siendo dos de éstas ampliamente difundidas:
Corteza grisácea: follaje glauco-verde; flores en ramillas nuevas
Tamarix canariensis Willd.
Corteza oscura: follaje verde-intenso; flores en ramas viejas o del año anterior
Tamarix africana Poir.
Estas dos especies, localmente conocidas como «taray» y generalmente confundidas,
crecen en el fondo de ramblas y en depresiones del sublitoral donde el agua
(preferentemente algo salobre) está al alcance de las raíces.
Para jardines, Tamarix gallica L. y T. parviflora DC. son preferidos porque suelen
ser más floribundas.
* * *
Algo más exóticas en cuanto a su origen, pero, sin embargo, bien conocidas en
parques y jardines de la región del Mediterráneo Occidental son Elaeagnus angustifolia
L. (eleagnáceas), localmente conocida como «paraíso», con hojas simples como las
del <<sauce» y flores axilares, acremadas y fragantes. -Melia azedarach L. (meliáceas)
que por aquí las llaman «melia» o «agriaz», pero que en Canarias es también el «paraíso
»; sin embargo (y aunque de la misma región que el «paraíso» anterior), tiene
hojas compuestas y flores liláceas formando inflorescencias vistosas que dejan manojos
persistentes de frutos drnpáceos cuando quedan desprovistos de hojas.
Y está el llamado «azufaifo» de unos, o «jinjolero» (o «guinjolero») de otros:
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©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
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Figura 52: Tamarix canariensis
Figura 54: Elaeagnus angustifolia,
también un «paraiso».
Figura 53: Tamarix africana
Figura 55: El «azufaifo» (o jinjolero), Ziziphus
jujuba, arbolillo armado, resistente y frutal.
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Ziziphus jujuba Miller (o «Zyzyphus vulgaris» de otros), ramnácea espinosa cuyas
frutas asemejan dátiles y (en caso que no albergan gusanos) son igualmente comestibles.-
Son tres especies arbóreas, caducifolias todas y de origen asiático, que se
defienden enjardines de zonas áridas, siendo la última la única con provecho culinario.
Diferente va el asunto cuando se trata de especies cítricas (limoneros, naranjeros,
mandarinas, etc.= Citrus spp.) en cuya presencia algunos jardineros insisten. Oriundan
en la macro-región de Asia Oriental/Sureste, producen frutos deliciosos, demandan
bastante agua y, como las rosas en las zonas áridas, nos recuerdan a los cuentos de las
mil y una noche.
* * *
Aparentemente predestinados para jardines en zonas áridas son algunas especies
que provienen desde más lejos aún. Como de Australia, por ejemplo, continente y
patria de las casuarinas antes citadas y de la mayoría de las acacias. Otros árboles ya
bien experimentados en nuestra región pertenecen al género Brachychiton, de la familia
de las esterculiáceas. En especial es el B. diversifolium (Don) R. Br., que se cultiva
hasta en las calles de las ciudades. Este «brachichiton» (o braquiquiton), anteriormente,
se conoció como B. populneum, porque sus hojas se asemejan a las del «chopo
negro» (Populus nigra). Se multiplica por semillas, y desde entonces justifica su
nombre actual: de las semillas de una misma cápsula pueden nacer plántulas de hojas
muy diferentes, que se parecen a los chopos mencionados o que sean subdigitadas.
Figura 56: Un árbol para parques y
calles urbanos: Brachychiton diversifolium.
Figura 57: Eucalyptus camaldulensis,
probablemente el «eucalipto» más común
en la región
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©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
Más identificado aún con Australia es el género Eucalyptus, con sus aproximadamente
500 especies de árboles y arbustos en aquella región. Siendo Eucalyptus
camaldulensis Dehnh. la unidad más corriente (plantaciones y orillas de carreteras),
no resulta la especie más querida, sobre todo cuando crece cerca de edificaciones o
donde pasan tubeóas. En principio no es culpa de aquel eucalipto, porque alguien lo
ha plantado.
Menos frecuente son Eucalyptus gomphocephala DC., y E. globulus Labill., siendo
el segundo reconocido por su valor curativo (tos, bronquitis, resfriados, etc.). Francamente
no se recomienda ninguna especie de Eucalyptus para el cultivo en nuestra
región (ni el E.ficifolia, con sus formas de flores rojas o amarillas), mientras que no se
introduzcan también las especies acompañantes (naturalmente australianas) con quienes
viven en armonía, sin c·ausar desequilibrios eco-sociológicos.
También se utilizan los «brillantes», o «transparentes», especies de Myoporum
(género de las mioporáceas y nativas de Nueva Zelanda y Australia, respectivamente)
que son de rápido crecimiento y se prestan para formar setos y cercos vivos, mientras
que no las alcanzan las heladas. Y de Australia y el este de Asia provienen las especies
de Pittosporum (fam.: pitosporáceas) siendo P. tobira (Thunb.) Aiton, el llamado «azahar
de la China», el taxón mas resistente y que, además, es igualmente indiferente a la
poda.
En cuanto a las demás especies congéneres conviene estudiar posibilidades y condiciones
locales antes de introducirlas.
68
Figura 58: Eucalyptus globulus, forestal,
ornamental y medicinal.
Figura 59: Eucalyptus gomphocephala, una
tercera especie relativamente frecuente en estas
provincias del Sureste.
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
Desde el sur de Africa (y pertenecientes
a la familia de las apocináceas
y venenosas como las «adelfas») llegaron
varias especies a considerar porque
bajo condiciones similares en Canarias
dieron buenos resultados. Las
del primer género -antes conocidas
como Carissa, y Toxicophloea- actualmente
se reconocen por Acokanthera.
La más llamativa (A. oblongifolia, antes:
A. spectabilis) es un arbolillo
siempreverde, con cimas racimosas de
flores blanquecinas sumamente fragantes;
lamentablemente, sus frutos que
son de forma de aceitunas, son muy
venenosos.- De las que quedan del
verdadero género Carissa (por ejemplo,
C. bispinosa y C. grandiflora) son
arbustos bajos, parcialmente espinosas
y que producen frutos comestibles y sabro
sos . En las apocináceas hay que estar
seguro de la identificación antes de
probar .. .
América, por otro lado y teniendo
tantas zonas áridas, fuera de algunas
leguminosas ya citadas, ofrece varias
otras especies valoradas, como son, por
ejemplo:
Chorisia speciosa, St. Hill (una
bombacáceas), que se halla desde Brasil
hasta Uruguay. Se trata de un árbol
de tamaño considerable, con tronco hinchado
(corteza verde-lustrosa, con
aguijones fortísimos), y es conocido por
«palo borracho». Tiene hojas digitadas
que son caducas, y sus flores de color
rosa-purpúreo tienen manchas o bandas
blancas y amarillas; se asemejan a las
de ciertas orquídeas.- Este vegetal se
recomienda sólo para sitios protegidos
de vientos fuertes y heladas pasajeras.
Se multiplica por semillas.
Figura 60: El llamado «azahar de la China>>:
Pittosporum tobira
Figura 61: Acokanthera oblongifolia,
bello pero peligroso
69
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
Figura 62: El «palo borracho» (u otro «árbol
orquídea») sudamericano: Chorisia speciosa.
Figura 63: Jacaranda mimosifolia,
otra joya arbórea sudamericana
Figura 64: Dibujos simplificados de las dos especies de Schinus, cultivadas en esta región:
a) S. molle, el «falso especiero» y b) S. terebinthifolius, el «especiero del Brasil».
70
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
Mejor conocida es la Jacaranda mimosifolia D. Don (o J. ovalifolia s. auctt.),
árbol de la familia de las bignoniáceas y probablemente también de origen sudamericano.
Suele tener un tronco bien pronunciado y formar una copa ancha. Follaje sólo
subpersistente, con hojas finas, como las de una «mimosa» (por ejemplo, las de la
Albizia lophantha) y con flores acampanadas de color azul-violáceo, en panículas
terminales muy vistosas; cápsulas fructíferas suborbiculares, aplanadas y leñosas. Especie
para jardines, plazas y avenidas. Multiplicación por semillas y por medio de
estacas.
Más conocido aún es Schinus molle L., anacardiácea que, según dicen, de forma
espontánea se halla desde el sur de México hasta el norte de Chile; otros autores
(incluyendo mexicanos) han fichado la especie como sudamericana. Tiene tronco corto,
con corteza rajada; ramas extendidas hasta colgantes dando al vegetal el aspecto de
un «llorón». Follaje siempreverde; hojas pinnadas y lustrosas, que huelen a pimiento
igual que los pequeños frutos globosos utilizados en algunos sitios como sustituto de
aquél, razón de algunos de sus vernáculos, como «pimentero» y «falso especiero».-Es
arbolillo ornamental, bastante resistente y que vale para zonas áridas.
Una segunda especie, Schinus terebinthifolius Raddi (el «turbito», o también «especiero
del Brasil»), tiene hojuelas mayores en una copa más amplia; tronco más
torcido, con corteza más impresionante; sin embargo, parece ser menos resistente que
la primera. Ambas especies se multiplican, sobre todo, por semillas.
Varias otras especies sudamericanas,
acostumbradas al clima seco, aun esperan su
introducción y debida aclimatación.
g) Arbustos y hierbas arbustivas
Para jardines mas pequeños, para formar
grupos arbustivos entre árboles y/o plantas
crasas de mayor tamaño, o para formar bordes
vivos se considera un número de especies
muy díversas, también desde el punto
de vista sistematico. Como, por ejemplo:
Argyranthemum frutescens s. lat. (o formas
intermedias), la «magarza» de los canarios,
pero localmente aun conocida como
Chrysanthemum («crisantemo, margarita»).
Pertenece a la familia de las compuestas o
asteráceas, y a un género con varias especies
en aquel archipiélago, en su mayoría aptas
para el cultivo también en nuestra región.
Multiplicación por esquejes.
Figura 65: Atriplex halimus, un «mato
salado» ampliamente distribuido, elemento
repoblador que sirve para formar setos.
71
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
Foto 16: La «alcaparra» (Capparis spinosa), ornamental y útil a la vez.
Artemisia (varias especies, también compuestas): los llamados «inciensos, ajenjos,
boja negra», etc.; subarbustos nativos de nuestros alrededores. Vegetales sin flores
espectaculares, pero muy resistentes y que, además, resisten la poda y hasta algún
incendio ocasional; sirven para formar setos bajos.
Atriplex halimus L., el «salado» o también «orzaga, marisma», etc., quenopodiácea
nativa que aguanta agua salobre, repuebla orillas de carreteras y escombreras, y forma
setos apreciados para animales silvestres. Multiplicación por tallitos terminales.
Capparis spinosa L., la «alcaparra» o «tapanera», de la familia de las caparidáceas;
especie nativa, sumamente resistente gracias a sus raíces profundas (rebrota en primavera),
admirada por sus flores vistosas con estambres largos y apreciada por sus botones
florales que nos dan las «tápenas». La especie se halla en laderas y se cultiva en
secanos de zonas semiáridas, a veces juntos con o entre almendros.
Cistus (varias especies), localmente conocidas como «estepa, jara, jaguarzo», etc.;
son cistáceas nativas que alcanzan hasta un metro de altura y que se dan en terrenos
rocosos donde, junto con Artemisia, Lavandula, Thymus y otras más, forman los típicos
matorrales de esta región mediterránea. Hay varias especies que se prestan a la
jardinería, especialmente a su cultivo en rocallas y en escombreras artificiales: Cistus
albidus (hojas planas, tomentosas, flores rosadas); C. salviifolius (hojas algo crespas,
pelusas, flores blancas); C. clusii (hojas angostas, casi glabras, flores blancas) y
algunas especies más, también de géneros relacionados, como son Fumana, Halimium
y Helianthemum.- Las plantas de los taxones citados se multiplican por semillas y
también pueden establecerse juntos con tierra y piedras extraídos de un matorral.
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©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
Figura 66: Dos cistáceas nativas que merecen atención: a) Cistus albidus
(«aunque tiene flores rosadas») y b) Fumana ericoides.
Dittrichia viscosa, una compuesta,
aunque anteriormente era conocida
como Erigeron viscosum, /nula viscosa
y Cupularia viscosa, sigue siendo la
misma «olivarda, mosquera, o pulguera».
Tiene hojas lanceoladas y pegajosas, flores
amarillas en cabezas terminales y
subterminales, y aparece en orillas de carreteras
y otras superficies perturbadas;
no hay que sembrarla.
En algunos sitios los pastores llevan
manojos de estas hojas pegajosas a los
estables, aprovechando tal «cama» para
atrapar pulgas, moscas y otros insectos.
Dorycnium pentaphyllum ( «escoboncillo,
socarillo»; véase fig.12) en
cambio es una leguminosa (fabácea) fina
que merece cultivarla. Tiene folíolos pequeños,
glauco-verdes, dispuestos en
verticilios, sus flores son pequeñas y
blancas.
Figura 67: Común y corriente es
Dittrichia viscosa, compuesta nativa de
varios nombres y algunas virtudes.
73
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
A la misma familia pertenecen Coronilla juncea (de aspecto «retamoide») y las
especies subarbustivas de Ononis ( «pegamosca» ), Anthyllis («albaida») y de Genista
(«retamón, escobón»), todas de hábito más denso y provistas de flores amarillas. También
hay que recordar que las leguminosas suelen mejorar la estructura y calidad del
suelo.
Echium (varias especies), género del cual la zona mediterránea alberga algunos
taxones (anuales o bienales) de« viboreras, viborinas, lengua de vaca, lengua de buey»,
etc. Sin embargo, las Echium más interesantes para la jardinería se encuentran en
Canarias y Madeira donde estas boragináceas (por allí generalmente arbustivas) abundan
en algunos paisajes desde el sublitoral hasta en altas montañas. Conviene experimentar
con una selección de estas «taginastes».
Eriocephalus africanus L., asterácea sudafricana; subarbustiva y con flores blancas;
hojas persistentes y grisáceas. Sirve como seto bajo; resiste el calor, pero es susceptible
a olas de frío.- Multiplicación por esquejes.
Euonymus (varias especies), celastráceas. Aunque los «evónimos» (o «boneteros»)
pertenecen a un complejo y son ampliamente distribuidas, sólo pocos de estos arbustos
(por ejemplo, E. latifolia, de la zona mediterránea hasta el Oriente Medio) son
recomendable para zonas áridas.
74
Figura 68: Preciosa pequeña compuesta
sudafricana: Ericocephalus africanus
Hibiscus, género de las malváceas,
con varias especies arbustivas muy
apreciadas en jardinería de zonas cálidas,
preferentemente subtropicales.
Para jardines en zonas áridas sirven solamente
para lugares protegidos. Las
más resistentes son H. rosa-sinensis L.,
el «hibisco común», o «rosa de la China
», un arbusto siempreverde con flores
grandes, rojo-purpúreas o anaranjadas
(también hay formas con flores
dobles), y H. syriacus L., la «rosa de
Siria>>, que es caducifolia y que también
tiene flores multicolores aunque
son menos llamativas. Ambas especies
mencionadas proceden de la región del
sur y este de Asia, y son multiplicadas
por esquejes.
Lantana camara L., s. lat., porque
comprende un complejo de formas e
híbridos («especies» de otros); una
verbenácea nativa en América tropical
y conocida como «lantana, ven-
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
turosa, bandera española». Tiene hojas muy ásperas y sus tallos son armados por aguijones
cortos. Sus flores pequeñas son de color rosáceo, rojo, anaranjado, amarillento,
blanquecino o multicolor y que forman cabezas terminales que no carecen de cierta
atracción. Los frutos son de forma y color de los de la zarzamora; son reconocidos
como venenosos pero son comidos por aves, responsables entonces de la distribución de
la especie ahora declarada «nociva» en muchos países de los cinco continentes.- La
especie, aunque bastante resistente, necesita cierta humedad y por eso, no teniéndola,
apenas resultará un peligro para nuestra región.
Lavandula (labiadas, lamiáceas), las «lavandas, espliegos, cantuesos» etc. de la
voz popular. Son subarbustos nativos con flores fragantes, acostumbrados al clima y
recomendados para rocallas, siendo L. angustifolia, L. latifolia, L. multifida y L.
stoechas las más corrientes. Se multiplican por semillas o nos vienen como plántulas,
con tierra del matorral. - Véase también el capítulo tratando las plantas aromáticas.
a.
Figura 69: Dos especies de Lavandula, decorativas, fragantes, medicinales,
y relativamente fáciles a cultivar; a) L. latifolia y b) L. stoechas
.<aunque otras especies también merecen atención).
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Lavatera (familia de las malváceas): Mientras que Ja bienal L. arborea precisa
más humedad y menos calor (rincones protegidos enjardines), Ja leñosa l. maritima
(«malvavisco marino») es elemento de zonas secas, y más resistente que cualquier
Hibiscus (género relacionado).
Nicotiana glauca Graham, solanácea sudaméricana y mi preferida «mala hierba»,
aunque es leñosa y que puede alcanzar a 4 ó 5 metros de altura. Tiene hojas simples,
persistentes y de color glauco-verde: sus flores son tubiformes, amarillas, y se encuentran
ejemplares en flor durante casi todo el año. Prefiere superficies perturbadas
(p. ej. ramblas, orillas de carreteras), «Viaja» con mucha facilidad, y aprovecha cualquier
toleración de estancia para multiplicarse, profusamente.- Por estas zonas se
conoce este «tabaco moruno o arbóreo» también como «gandul», nombre popular
que, hasta un cierto punto, también merece. Huye de zonas con heladas y, debido a la
toxicidad de las hojas, es ignorado por el ganado.
Odontospermum, género de varias compuestas subarbustivas de origen canario
que sufre bajo síntomas prioritarios de los «nomenclatoristas». Su especie más apreciada
en jardines de zonas áridas y que precisa poca atención, se conoce en la isla de
Fuerteventura (su pequeño país natal) como «jorjada» o «tojia». Y lo que tenemos
aquí como Odontospermum sericeum originalmente era Buphthalmum sericeum antes
de ser hundida como Asteriscus sericeus. Una segregación subreciente como
Bubonium sericeum es rechazada por otros autores en favor de Nauplius sericeus, y se
espera que los especialistas pronto se pondrán de acuerdo para proteger esta especie,
en vez de aumentar el caos nomenclatórico.
76
Figura 70: Nicotiana glauca, el «gandul»
viajero bastante decorativo.
Figura 71: La <<jorjada» o «tojia» canaria,
especie apreciada, pero con demasiadas
dificultades nomenclatóricas.
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
Lo que interesa al jardinero: tiene hojas olorosas muy blandas, discos grandes de
flores amarillas y que se reproduce por semillas, con facilidad; encontrando condiciones
favorables, se extiende como «una planta cualquiera». Una vez establecida requiere
sólo riego ocasional.
Bajo el nombre Osteospermum (Dimorphotheca para otros) ecklonis se esconde
una compuesta sudafricana, experimentada en zonas áridas y por sus grandes flores
blanquecinas y/o magentas (rosa-violáceo) bastante atractivos; puede ser clasificado
como elemento intermedio entre Argyranthemum y una Gazania. Además, es resistente
y se multiplica tanto por semillas como por esquejes.
Pelargonium: «complejo de complejos», de geraniáceas originalmente traídas desde
(o cultivadas en) Africa del Sur; hoy en día fuente de muchas actividades hortícolas,
tanto en Europa y los EE.UU. como también en otros países. Dicen que hay 300
especies reconocidas, mientras que el número de variedades y formas de cultivo
(cultivars) registradas sobrepasa las dos mil. Es un «grupo» fascinante, probablemente
el complejo florístico más cultivado. Y para adelantar una pregunta: estamos tratando
de algunas plantas a las que los jardineros, amas de casa y otros aficionados
llaman «geranios».- Fuera de algunos complejos menos frecuentes, como son de
geranios con hojas pelusas y otras, con hojas olorosas (menta, y limón), los «geranios
» de nuestros jardines se concentran en tres grandes grupos, muy variables, e
hibridizados todas: Pelargonium x domesticum o híbridos del grupo «Grandiflorum»,
con hojas glabras, crespas, rígidas y recortadas, y flores grandes, multicolores, casi
sentadas, con pétalos también recortados = «geranio mariposa». Pelargonium x
horlorum o híbridos del grupo «Zonale», con hojas blandas, arriñonado-sinuadas, algo
tomentosas, generalmente con manchas
oscuras, y flores (¡hay de muchos
colores!) en cabezas pronunciadamente
pedunculadas= «geranio corriente». El
tercer complejo común está formado
por Pelargonium peltatum («gitanilla,
geranio de hiedra»), con tallos rastreros,
colgantes y hasta de carácter
enredadero; hojas semejantes a las de
hiedras, pero son algo más carnosas;
pedúnculos largos, débiles, con flores
rosáceas o de otros colores y cuyos pétalos
son angostos o incisos.- Casi todas
las formas sirven para el cultivo en
jardines de zonas áridas, teniendo cierta
protección (sobre todo de vientos fuertes
y las heladas ocasionales que se
suele experimentar), y humedad regular.
Todas las formas se multiplican,
fácilmente, por vía de esquejes.
Figura 72: Los «geranios» de amas de casa y
de los jardineros, son plantas preferidas
en la zona
77
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
También podemos citar la Poinsettia pulcherrima, la admirada «flor de pascua»
que los ortodoxos aún trata como Euphorbia. Su forma primitiva u original es oriunda
de México, y aunque puede resistir bastante calor conviene tenerla en sitios protegidos;
pide riego regular.
Ricinus communis L., otra euforbiácea, pero de origen africano (oriental) y conocido
como «ricino», o «palma de Cristo» (aunque otros llaman la misma especie
«higuera infernal», o hasta «higuera del diablo»). Vegetal arbustivo bien conocido,
tanto por su apariencia ornamental como por sus propiedades (por ejemplo, el «aceite
de ricino»); aguanta el calor mientras encuentra protección y cierta humedad regular.-
Como advertencia: ¡las semillas lustrosas y «pintadas» que asemejan las de
ciertos frijoles o judías son venenosas!
Diferente es el caso de las especies siguientes: Rosmarinus officinalis L., el «romero
» (labiadas, lamiáceas), elemento nativo de la región, no precisa presentación,
sino su merecida recomendación: es planta ornamental, aromática y medicinal (véase
el capítulo respectivo); sin el «romero», que florece durante casi todo el año, no
se puede imaginar una jardinería mediterránea tradicional.-A la misma familia pertenecen
las «salvias», con varias especies (generalmente herbáceas) nativas en la región.
Como taxón exótico, pero bien adaptado, se presenta Salvia microphylla H. B. Kth.,
Figura 73: Salvia microphylla, especie
mexicana, ya bien establecida en España.
78
Figura 74: Santolina chamaecyparissus,
especie nativa y ornamental.
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
arbustivo mexicano que se aprecia por su resistencia general (incluyendo sequías y
alguna helada), por su floración (flores rojo-purpúreas, aunque pequeñas), y por su
fácil reproducción por medio de esquejes y de acodos.
Con Santolina chamaecyparissus L. (compuestas) se nos presenta un subarbusto
gracioso, nativo, utilísimo en xero-jardinería, y localmente conocido por «brótano», o
«abrótano hembra».- Forma cojines bajos; su follaje siempreverde es de color grisáceo
y sus flores amarillas están dispuestas en cabezas largamente pedunculadas. Es
multiplicada por esquejes y vale para formar setos o bordes. Se la adscribe varias
virtudes medicinales, como indica FONT QUER.
A la misma familia de las compuestas pertenecen las especies del complejo llamado
Senecio, en su aceptación amplísima con más de 2.000 especies entre hierbas,
rastreras, enredaderas, arbustos, plantas crasas, y hasta arbolillos. Algunas se trata
bajo enredaderas, otras como suculentas, quedando para la presente sección taxones
como Senecio cruentus (la actual Pericallis cruenta), planta canaria muy decorativa
que originó un complejo florístico considerable: la «Cineraria multiflora» de los aficionados.-
Más resistente para las condiciones de esta región mediterránea es otra
«cineraria»: carece el color llamativo de la anterior (sus flores son amarillas); no obstante,
sus hojas recortadas son
de color blanquecino hasta verdeplateado;
tememos la llamada
Cineraria marítima, o Senecio
cineraria, y nativa de la misma
región mediterránea. Se multiplica
por esquejes.
Más definido es el caso de
una introducción relativamente
reciente, la de la «jojoba»:
Simmondsia chinensis que a pesar
de su nombre es oriunda del
suroeste de América del Norte.
Esta simondsiácea (buxácea s.
lat. de otros) es arbustiva, siempreverde,
y resistente a sequías
prolongadas; no sobresale por su
belleza floral, pero sí por sus frutos
de forma de aceitunas, cuyo
aceite, como dicen, supera el del
cachalote (cetáceo marino). y,
quizá, resulta capaz de garanti-zar
la supervivencia de dicha
«ballena».
Figura 75: Simmondsia chinensis, Ja <<jojoba»
que, a pesar de su nombre botánico,
es de origen norteamericano.
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©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
Con Thevetiaperuviana (Pers.) K.
Schum., apocinácea de origen trópico-
americano y una vez conocida
como T.neriifolia (por la forma de sus
hojas), se nos ofrece un elemento
florístico excelente, aunque esta
«adelfa amarilla» es poco conocida en
nuestra región. En Canarias se presta
para formar setos, luce en grupos o
hasta puede ser arbolillo solitario.
Necesita protección y no aguanta heladas.-
¡Ojo! los frutos son venenosos.
Thymelaea hirsuta (L.) Endl., por
el otro lado y aunque no tan conspicuo
es más valiente. Se trata de un
pequeño arbusto compacto de la familia
de las timeleáceas, con ramas
sumamente flexibles (ver figura 14,
pg. 33). Sus hojas pequeñas en forma
de escamas son verde-lustrosas y
sus (también pequeñas) flores blanquecinas
forman cabecillas terminales.-
Esta «bufalaga» nativa tiene
Figura 76: La «adelfa amarilla»
(Thevetia peruviana), arbusto sudamericano
relacionado con la «adelfa>> mediterránea.
raíces profundas que no aprecian el trasplante; sin embargo, una vez establecida es
compañera ambiental casi indestructible.
h) Enredaderas y rastreras
Fuera de Pelargonium peltatum, ya mencion_ado, . se puede seleccionar algunas
otras enredaderas o trepadoras que, a pesar de no tratarse como elementos típicos
para zonas áridas, resisten las condiciones de éstas, contando con cierto cuidado y
protección.
De origen sudamericano (Chaco, del Brasil) son las especies de Bougainvillea, de
la familia de las nictagináceas. Localmente conocidas por «bugambilla» («papelera»
en Canarias), B. glabra Choisy y B. spectabilis Willd. (frecuentemente confundidas)
ofrecen una amplia escala de diferentes colores de sus «falsas flores»." Resisten el
clima cálido, pero requieren riego regular, y cierta protección de los vientos, (aunque
estos mismos vegetales, hasta cierto punto, sirven como elementos protectores). Son
multiplicados por esquejes y estacas. No aguantan heladas.
A las bignoniáceas de la región americana pertenecen especies como Campsis
radicans (L.) Seem. (de América del Norte; flores anaranjadas); Clytostoma
80
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
cal/istegioides (Cham.) Bur. (América del
Sur; con flores pálido-purpúreas); el
Phaedranthus buccinatorius (OC.) Miers.
(México; flores amarillas hasta escarlatas);
Pyrostegia venusta (Ker-Gawl.) Miers. (o
P. ignea: América del Sur; con sus flores
rojo-anaranjadas la especie más espectacular),
y varios taxones más, aquí aun poco
conocidos.- Desde el sur de Africa se introdujo
Podranea ricasoliana (Tanf.) Spr.;
tiene flores rosadas y es probablemente la
bignoniácea más resistente. Más admirada,
pero menos recomendada para un clima
extremo, es la Tecomaria capensis
(Thunb.) Spach, con flores rojo-anaranjadas
y que proviene igualmente de Africa
del Sur.- Todas estas bignoniáceas se
multiplican por esquejes o por retoños
basales.
Entre las caprifoliáceas destacan especies
de Lonicera, las «madreselvas»; en
Figura 77: Ramilla de una Bougainvillea,
de fácil cultivo mientras goza de cierta
protección.
cuanto a la elección de material recomendable o disponible, conviene consultar
viveristas locales.
Similar es el asunto referente a Jasminum, género de las oleáceas, con más de 400
especies de las cuales J. grandiflorum L. y J. officinale L. (con flores blancas, muy
fragantes) son favoritos, sobre todo enjardines pequeños. Sin aquella fragancia, pero
más resistente es Jasminum mesnyi, vegetal de China, con flores amarillas.- En cuanto
a otras especies seleccionables, véase el «Manual de plantas de jardín» (WRIGHT) y
obras similares.
Aunque ya se ha mencionado Senecio, género de las compuestas o asteráceas,
queda a citar Senecio cf. angulatus, aparentemente una especie sudafricana, bien conocida
en los jardines, exceptuando la validez de su nombre; tiene hojas casi triangulares,
que son verde-oscuras y algo carnosas; flores amarillas que se sitúan en falsas
umbelas terminales.
En cuanto a «hiedras» (Hedera helix: araliáceas) hay que buscar formas nativas o
cultívadas en zonas semi-áridas, para introducirlas enjardines (paredes protegidas) de
zonas más áridas aún.
Y lo que queda a recomendar, por tanto, es una planta «bíblica»: Vitis vinífera L.,
la «parra» común, aunque será difícil encontrar una forma pura u original. Al otro
lado: hay posibilidad de elegir entre las numerosas variedades y tantos híbridos disponibles.
81
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
Foto 17: La sudafricana Podranea ricasoliana es bastante resistente.
Más simple, pero diferente a la vez, es la situación cuando se trata plantas rastreras,
buscando los elementos más resistentes para nuestros jardines, y que sean adecuados
y ornamentales al mismo tiempo. Basado en nuestra selección, la mayoría de
éstas tienen hojas crasas, pertenecen a la familia de las mesembriantemáceas, y son de
origen sudafricano. Están adaptadas al clima árido, resisten las sequías entonces, y se
defienden por su propia exuberancia. Sin embargo, a largo plazo o bajo ciertas circunstancias
suelen resultar incompatibles o hasta invasoras, razón por la cual no conviene
plantarlas entremezcladas o cerca de otros vegetales, menos ofensivas, o tenerlas
«bajo control».
i) Plantas suculentas
Aunque se conocen cientos de especies bajas o rastreras, las más corrientes o mejor
experimentadas en esta región son las siguientes:
82
hojas acorazonadas, opuestas,
cabezas pequeñas, axilares; flores rosa-intensas
(sólo dos especies). Aptenia cordifolia (L.) N,.E.Br.;
hojas alargado-triangulados en sección, en verticilios
cabezas grandes; flores pálidas hasta rosa-intensas
(unas 20 especies). Cárpobrotus edulis (L.) N.E.Br.;
hojas angulares, pero cortas, aglomeradas
cabezas sentadas, de 3 a 4 cm de diámertro, flores rosáceas
©Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2015.
(sólo tres especies). Disphyma crassifolium (L.) L. Bolus;
flores amarillas o más pálidas
(más de 100 especies). Delosperma lineare L. Bolus;
hojas cortas, cilíndricas, papilosas
cabezas subsentadas; 1,5-2 cm de diámetro
flores rosáceas, abundantes
(casi 100 especies). Drosanthemumfloribundum
(Haw.) Schwantes;
ramillas de apariencia articulada; hojas glauco-verdes, terminando
en ganchitos; matos subarbustivos
cabezas de 2 a 3 cm de diámetro, terminales; flores rosáceas
(sólo una especie). Smicrostigma viride (Haw.) N.E.Br.,
y quizá especies de otros géneros, aún no identificadas por nosotros o insuficientemente
conocidas en nuestra región.-A la misma familia, sin ser rastreras o sin «ambiciones
territoriales», pertenecen casi 180 taxones de plantas bajas o subarbustivas
del género Lampranthus, con sus flores generalmente muy llamativas. Y tenemos (es
decir, algunos coleccionistas las tienen) aproximadamente las 80 especies de las llamadas
«piedras floridas» del género Lithops, más numerosos otros taxones similares.
Y, naturalmente, a la misma familia pertenecen las especies de Mesembryanthemum s.
str., de las cuales M. crystallinum L. («escarcha» o «barrilla») y M. nodiflorum L.
( «gazul, cosco, cofecofe») se consideran especies de amplia difusión, que incluye la
región Mediterránea; sin embargo, se trata de elementos anuales cuya atracción pierde
mucho por ser tan corrientes.
Un excelente tratado (¡sólo genérico!) de las
mesembriantemáceas nos ofrece H.HERRE (1973);
para más detalles (¿traducidas en castellano?) se recomienda
consultar el libro de H. JACOBSEN (1970), obra que
también incluye taxones como las citadas a
continuación, aunque no sean plantas
rastreras. Como por ejemplo:
Aeonium arboreum (L.)
Webb & Berth., una crasulácea,
del noroeste de Africa. Nombre
vernáculo = «siempreviva arbórea»,
según CEBALLOS. La forma
típica (subarbustiva, con
seudo-rosetas terminales de hojas
verdes), así como la forma «Atropurpurea»
(con margen o rayas oscuras) están en cultivo en
muchos patios y jardines. Otras especies, de origen
canario, fueron introducidas a esta región resultando
Figura 78:
« -· Mesembryanthemun
e~~"\,- crystallinum,
~\ hierba ~ual, sin embargo,
J~ resistente a las
' condiciones de zonas
· áridas, mientras que se
encuentre un poco de
humedad.
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Foto 18: Aeonium undulatum, malpuesto entre ejemplares de Agave y
(primer plano) de Odontospermum.
decorativas y resistentes (excepto a las heladas). Algunas especies de Sempervivum
pueden ser más resistentes.
***
Ya entrando en el tema de las especies suculentas, en general, hay que poner orden
en una multitud, aunque parece ser artificial. Se inicia el ensayo con la familia de las
agaváceas, de la cual las especies de Yucca ya fueron mencionadas, y Dracaena considerada
como género excluido de esta familia. Quedan entonces:
Agave, género de unas 300 especies, sobre todo en México y la región centroamericana.
La unidad taxonómica mejor conocida y más distribuida es Agave americana
L., comúnmente conocida por «pita» O«pitera americana»; es vegetal fuerte que
resiste el calor, las sequías y alguna helada, protege mejor que cualquier cerco ( excepto
de ciertos cactus), tiene su valor decorativo, es forrajera, y la savia de los tallos
floríferos (en formación), cortándolas producen un líquido para convertir en jarabe o
melaza. También sirve en la reclamación de terrenos erosionados. Y así, igualmente y
sin mayor hincapié a su posible aprovechamiento industrial, se mencionan Agave
sisalana (el «sisal») y A.fourcroydes (el «henequén») como especies útiles, resistentes
y hasta ornamentales a la vez. Puramente ornamentales, y menos resistentes, son
Agave attenuata (la «pitera dragón»), A. victoriae-reginae y varias otras más sobre las
cuales, vía letra e ilustración, informa la «Exótica», de A. B. GRAF y, sobre todo, la
monografía de A. BERGER. ·
Relacionadas con el género Agave son las especies reunidas en Furcraea, de la
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misma región geográfica, pero mayor en tamaño y con inflorescencias más espectaculares
aún: especialmente F. bedinghausii y F. selloa merecen consideración; no obstante,
también piden superficies mayores, retiradas de senderos frecuentados.
Otro género a mencionar -Sansevieria, con una docena de especies afro-arábigasse
introduce con la común pero apreciada S. trifasciata Prain, especie resistente, variable,
y comúnmente conocida como (¡traducido del inglés!) «lengua de la suegra».
A las liliáceas propiamente dicho (aunque MABBERLEY ya habla de las
«aloeáceas») pertenecen las quizá más de 350 especies de Aloe, género concentrado
en el área submediterráneo-arábigo vía Socotra y Madagascar hasta Africa del Sur; la
derivación de su nombre genérico (del árabe alloeh) indica «crasa y amarga», lo que
caracteriza las especies, en particular Aloe vera (L.) Burm. f. («A. barbadensis» auctt.)
que se utiliza para curar varias enfermedades, sobre todo cutáneas.
Todas las especies tienen hojas crasas, angostas, dentadas hasta ciliadas, y presentan
un complejo de vegetales desde formas enanas como Aloe humilis (de 5 a l O cm
de altura) vía formas arbustivas (por ejemplo, A. arborescens) y trepadoras como A.
ciliaris hasta formas arbóreas como A. dichotoma que puede alcanzar a l O metros de
altura y que, desde lejos, se parece mucho a un «Drago de Canarias» de edad conside-rable.
Es un grupo fascinante, con flores llamativas, fácil de cultivar (multiplicación
por separación) y poco exigente, excepto que no resiste a las heladas.
En cuanto a otras especies suculentas, la mayoría de éstas pertenecen «al cuidado
intensivo», excepto que el jardín en particular goce de un verdadero clima benigno.
Foto 19: Aloe arborescens, subarbustiva y ornamental.
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Taxones de géneros como Caralluma, Ceropegia. Huemia y Stapelia (asclepiadáceas),
así como la mayoría de Bryophyllum, Crassula, Echeveria, Ka/anchoe, Sedum, etc.
(crasuláceas), no aguantan temperaturas bajas ni el calor excesivo. Sin embargo, especies
como Crassula ovata (que parece ser sinónimo con «C. arborescens, C. argentea,
C. obligua y C. portulacea» de la jardinería) y Portulacaria afra, de Africa del Sur
como también Bryophyllumfedtschenkoi, de Madagascar, por lo menos aguantan sequías
y sirven para formar setos bajos.
Otro género que merece ser cultivado,
y más atención que la que actualmente
recibe, consiste en especies igualmente
crasas, pero casi como curiosidad,
pertenece a las compuestas o la familia
de las lechugas, cardos y alcachofas.
Se trata del género Kleinia, subdivisión
que algunos botánicos aún retienen
en Senecio. Naturalmente, tanto la
nomenclatura como también la sistemática
son productos de la mente humana;
los jardineros no deben tomarlas demasiado
en serio.
La especie más típica, sin duda alguna,
es Kleinia neriifolia Haw., «rniniárbol
» y endernismo canario, que al llegar
el verano pierde su follaje y presenta
un aspecto «raro»; las nuevas hojas
aparecen en otoño, al terminar la floración.
- Una especie algo similar, Kleinia
anteuphorbium (L.) OC., del Sabara Occidental,
queda más bién subarbustiva,
pero cultivando ambas especies produ- Figura 79: Kleinia neriifolia, el «berode» o
«verol» canario, apreciado en sitios selectos.
cen nada más que lubridos perfectamen-te
intermedios: Kleinia x hintennannii que tampoco carecen de cierta atracción.
Antes de entrar en el amplio campo de las cactáceas, debemos considerar las
euforbias. Y aquí se recibe la sorpresa: el género Euphorbia, como actualmente retenido,
consiste en unas 1.600 especies, desde hierbas rastreras muy pequeñas (pero que
pueden resultar malezas bastante molestas en el jardín) vía formas arbustivas y/o suculentas
hasta vegetales arbóreos. Lo que une estos vegetales, es el látex que producen
(en la mayoría de los taxones es dañino o hasta venenoso), y sus flores insignificantes
a veces apenas notables. - En cuanto a formas suculentas para nuestros jardines
destacan especies como Euphorbia ingens E. Mey., E. grandicomis Goebel,
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Foto 20: El «cardón» de los canarios, en su ambiente natural.
E. cmzdelabrum auctt., etc., de Africa Oriental, y E. canariensis L. (el «cardón» de
Canarias), como taxones verdaderamente cactoídes. Especies arbustivas, ya con hojas
(aunque pequeñas) hay varias en Canarias y en el noroeste de Africa, incluyendo E.
balsamifera, arbusto cuyo látex, algo endurecido, se mastica como «chicle». Otra
especie arbustiva y hasta arbórea, originaria de Africa Oriental, es Euphorbia tirurnl/i
L. que, conocido como «African milkbush», contiene látex abundante que resulta
peligroso para los ojos. Sin embargo: las especies suculentas de Euphorbia imitan -
desde Canarias vía Africa hasta la India- los cacl1:Js originalmente ausentes en esta
región.
* * *
Casi cerrando la presente enumeración se enfoca la atención en los cactáceas ya
mencionadas, Ja familia más importante para la jardinería en zonas áridas. Familia
numerosa (MABBERLEY: 1.650 especies), nomenclatóricamente bastante crítica y,
salvo dos especies peregrinas o aberrantes para los trópicos del Viejo Mundo, exclusivamente
americana.
Será exagerado decir que existen más libros sobre cactáceas que cactáceas mismas,
pero muchos libros sí que hay; solamente las orquídeas (tanto en número de
especies como en tratados científicos y populares igual que sellos de correo) se aproximan
más a lo sospechado. Para orientarse debo mencionar los seis tomos de la obra de
BACKEBERG, las páginas respectivas de GRAF en su «Exótica lll», la magnífica
obra de RÍHA & SUBÍK y, por supuesto, Ja «Guía de Cactus», de Mariella PIZZETII.
Como también parece natural, sólo se puede mencionar algunas de las especies más
apreciadas o mejor conocidas.
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Salvo pocas excepciones (como la mayoría de especies de Rhipsalis, pocas
Schlumbergera y alguna forma de Pereskia, con hojas pronunciadas), los cactus son
tan armados que requieren res