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GREGORIO CHIL Y NARANJO Portada y Solapa: Sala de antropología física, cuyo montaje expositivo evoca el aspecto que tenía en el siglo XIX (Foto: El Museo Canario) Diseño de la cubierta: Cam-PDS 3 GREGORIO CHIL Y NARANJO Manuel Ramírez Sánchez La ciencia perfecciona al hombre en todas sus esferas, le conduce rectamente por el camino de la verdad, le hace conocer sus derechos y sus deberes y deja en pos de sí ese rastro luminoso abandonando a la vulgaridad a esos hombres a quienes su organismo no les permite separarse de la estrechez de sus concepciones a intereses creados, bajo los cuales existen, en una forma social dada, la preocupación, el despecho, la sátira de mal género, cuando no pueden apelar a la fuerza, a la violencia, al cadalso o a la hoguera. Gregorio Chil y Naranjo, 1880 GREGORIO CHIL Y NARANJO © Manuel Ramírez Sánchez © Francisco Martínez Navarro Emigdia Repetto Jiménez © Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación. Gobierno de Canarias © De las cubiertas: Cam-PDS Edita: Dykinson S.L. 915 44 28 46, Fax: 915 44 60 40. info@dykinson.com / www.dykinson.com Producción, diseño y realización Cam PDS Editores S.L. Francisco Gourie 107, 2ª Planta - Ofi. 18 35002 - Las Palmas de Gran Canaria Tfno. 928 44 59 08 | Fax: 928 38 09 97 I.S.B.N.: Depósito Legal: GC Impresión y Encuadernación: Biografías de Científicos Canarios GREGORIO CHIL Y NARANJO Manuel Ramírez Sánchez UN LEGADO HACIA EL FUTURO La memoria es una de las señas de identidad determinante en cualquier colectividad. Canarias ha tenido durante siglos una flaca memoria colectiva, tendencia que ha ido cambiando en las últimas décadas, especialmente desde que ha ganado en entidad política a través del autogobierno. Conocer los hechos y los personajes que han ido marcando el devenir histórico de Canarias en todas su vertientes es una tarea que nos incumbe a todos, porque recuperar esa memoria nos sirve de impulso para encarar el futuro con las mejores garantías. Impulsada por esta idea, nace esta colección bibliográfica dedicada a científicos canarios que han realizado enormes aportaciones en diversos campos, no sólo en lo relativo a nuestras islas sino al conocimiento científico universal. Son nombres que han surcado siglos de historia y que han influido en la sociedad de su tiempo y en las posteriores. Reconocidos por la sociedad científica internacional, es necesario que el pueblo canario también se familiarice con sus enorme labor, porque son el espejo en el que todos debemos mirarnos, especialmente las nuevas generaciones. Por ello doy las gracias a todas las personas que han hecho posible este proyecto, desde los autores y coordinadores de los trabajos hasta los responsables de la Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación del Gobierno, impulsora de esta iniciativa. Este libro que tienen en sus manos y los demás de esta colección ahondan en nuestra memoria colectiva. Y la memoria es siempre un acto de justicia. María del Mar Julios Reyes Vicepresidenta del Gobierno de Canarias GREGORIO CHIL Y NARANJO, EL MÉDICO PIONERO DE LA ARQUEOLOGÍA CIENTÍFICA PREHISTÓRICA Que el Dr. Don Gregorio Chil y Naranjo figure entre las ocho perso-nalidades elegidas por la Oficina de Ciencia y Tecnología e Innovación del Gobierno de Canarias para conformar su colección de Biografías de Científicos Canarios (que abarca el espacio temporal de tres siglos, del XVIII al XX) es, sin duda, un destacable y merecido reconocimiento a la labor desarrollada por nuestro ilustre paisano y fundador. Para quie-nes continuamos empeñados en mantener viva la que en palabras del profesor Rumeu de Armas fue su obra científica número uno, El Museo Canario, es además, un estímulo para perseverar en ello, conscientes de que el insustituible patrimonio que atesora, seguirá siendo un inago-table filón para estudiosos e investigadores que, con la inserción de lo local en lo universal, abundará en el progreso de la Ciencia. En unos tiempos como los que corren, donde muchas son las alar-mas que señalan una crisis de la enseñanza, particularmente en los niveles de la ESO y bachillerato, reconforta que se exploren y ensa-yen nuevos recursos pedagógicos que estimulen a profesores y alum-nos. Sí el estudio memorístico como una mera retención de nombres, fechas, estructuras, procesos fuera de contexto y un largo etcétera, nunca gozó de buena crítica entre las mentes despejadas, en el siglo que inauguramos raya lo absurdo, por cuanto los cada vez más ac- cesibles ordenadores caseros son capaces de facilitarnos al instan-te un volumen de información inabarcable para persona alguna. Probablemente estemos asistiendo, después de la invención del len-guaje escrito, a la más importante contribución para la inteligencia colectiva de la humanidad. Si los datos son ahora más accesibles que nunca, parece lógico que el esfuerzo en la enseñanza se concentre en temas tales como el fomen-tar actitudes de interés por el conocimiento, de modo que el alumno disfrute con el progreso intelectual. En la línea de este planteamiento, el mérito de este libro, de esta colección, estriba en acentuar la estre-cha relación entre la trayectoria vital del biografiado y su aportación en el campo científico. El acercarnos al hombre de ciencia desde su lado más accesible, más cercano, parece un camino acertado y esti-mulante para penetrar en el más complejo de su aportación científica. El conocer el contexto donde nacieron y donde se desarrollaron sus inquietudes, cual fue la evolución de sus ideas y cuales los momentos cruciales de su existencia, son inmejorables puertas para adentrarnos en lo que elaboró su más alto pensamiento. Este libro se concibe como una herramienta para ser utilizada con-juntamente entre alumnos y profesor, éste como guía más experimen-tado capaz de orientar el trabajo de sus pupilos, de animar los debates, de cohesionar al grupo, de concretar conclusiones. Su estructura fa-cilita esta labor: organizado en tres partes claramente diferenciadas, tras un apretado recorrido sobre la vida, obra y legado del biografiado, con anotaciones críticas a la luz de los conocimientos actuales, en un segundo cuerpo aporta una serie de textos selectos, tanto de su pluma como de otros autores que a él se refieren, seguidos de una serie de preguntas, cuyas respuestas conllevan una correcta comprensión de lo leído y a una acertada contextualización del personaje y de sus apor- taciones; por último, en un anexo dedicado a ‘Como aprender a través de la Historia de la Ciencia’, proporciona al docente toda una batería de recursos didácticos. Retornando a la figura del Dr. Chil, el libro nos lo presenta con la bonhomía que le caracterizó: hombre estudioso, de gran sensibilidad social y desprendido. Desde los dieciochescos Viera y Betancourt, com-parte con el resto de los biografiados de esta colección el haber via-jado fuera de las Islas como clave en su formación. Conociendo sus vivencias, inquietudes y quehacer, es inevitable sentir simpatía hacia él: entre otros hechos, movido por el amor al conocimiento que le in-culcó su tío canónigo ¡por esa misma causa se ve excomulgado!. Cabe preguntarse: ¿Cómo no sentir afecto por quien es capaz de organizar una algarada para recabar trabajo para los majoreros que huyen de la hambruna? ¿Cómo no estar agradecidos a quien legó todos sus bienes para beneficio de la sociedad?, y…siendo un científico ¿Cómo no inte-resarnos por lo que aportó?. Víctor Montelongo Parada Presidente de El Museo Canario Gregorio Chil y Naranjo 13 ÍNDICE PRESENTACIÓN ............................................................................................................................... 15 PRIMERA PARTE: BIOGRAFÍA ................................................................................................ 21 INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................... 23 I. JUVENTUD Y FORMACIÓN CIENTÍFICA ........................................................................................... 25 LOS PRIMEROS ESTUDIOS ................................................................................................. 26 SU FORMACIÓN UNIVERSITARIA EN PARÍS ........................................................................... 29 EL REGRESO A CANARIAS ................................................................................................ 33 II. LOS INICIOS DE SU LABOR CIENTÍFICA Y PROFESIONAL .................................................................... 37 LAS PRIMERAS PUBLICACIONES CIENTÍFICAS ........................................................................38 LOS ESTUDIOS HISTÓRICOS, CLIMATOLÓGICOS Y PATOLÓGICOS DE LAS ISLAS CANARIAS ............. 41 LA CONDENA DE CHIL Y EL RESPALDO DE LA COMUNIDAD CIENTÍFICA .....................................46 III. LA FUNDACIÓN DE EL MUSEO CANARIO Y SU RECONOCIMIENTO INTERNACIONAL ............................... 51 EL NACIMIENTO DE UNA INSTITUCIÓN EMBLEMÁTICA ............................................................ 52 LA REVISTA EL MUSEO CANARIO ..................................................................................... 57 ALGO MÁS QUE UN MUSEO .............................................................................................. 62 IV. SU LEGADO CIENTÍFICO ............................................................................................................. 67 SU CONTRIBUCIÓN CIENTÍFICA A LA ANTROPOLOGÍA FÍSICA .................................................... 69 LOS INICIOS DE LA ARQUEOLOGÍA CIENTÍFICA EN CANARIAS .................................................. 73 LA OBRA HISTÓRICA DE CHIL Y NARANJO ..........................................................................80 SU APORTACIÓN A LA HISTORIA DE LA MEDICINA EN CANARIAS ..............................................83 V. CIEN AÑOS SIN CHIL Y NARANJO ................................................................................................ 87 TODO BIEN ATADO: EL TESTAMENTO DE CHIL .....................................................................88 BALANCE DE UN CENTENARIO ........................................................................................... 92 CHIL Y NARANJO EN EL CONTEXTO DE LOS RECIENTES ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS ................94 EL MUSEO CANARIO: PRESENTE Y FUTURO ........................................................................ 96 SEGUNDA PARTE: DOCUMENTOS DUCTORES ........................................................................101 INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. 103 VI. TEXTOS ORIGINALES DE GREGORIO CHIL Y NARANJO .................................................................. 107 JUSTIFICACIÓN DE SUS INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS ........................................................ 107 LA CIENCIA ANTROPOLÓGICA Y SU RELEVANCIA PARA LA HISTORIA DE CANARIAS ......................110 IMPORTANCIA DE EL MUSEO CANARIO .............................................................................114 EL NEOLITISMO DE LAS POBLACIONES PREHISPÁNICAS .........................................................116 EXPLORACIONES EN LAS CUEVAS FUNERARIAS DE GUAYADEQUE ............................................118 LAS POBLACIONES PREHISPÁNICAS DE CANARIAS ............................................................... 122 VII. TEXTOS DE OTROS AUTORES ACERCA DE LA OBRA CIENTÍFICA DE CHIL Y NARANJO ........................... 125 LA IGLESIA CATÓLICA CONDENA LOS ESTUDIOS DE CHIL Y NARANJO ................................... 125 PIONERO DE LA INVESTIGACIÓN PALEOPATOLÓGICA EN CANARIAS ........................................ 128 RAZA Y NACIÓN EN CHIL .............................................................................................. 132 JUAN BETHENCOURT ALFONSO Y GREGORIO CHIL Y NARANJO, FRENTE A FRENTE ................. 134 EL MUSEO CANARIO Y LA IDENTIDAD CANARIA ................................................................. 136 BIBLIOGRAFÍA Iª Y IIª PARTE .......................................................................................................... 139 ANEXO: CÓMO APRENDER A TRAVÉS DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA ....................................... 145 INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. 147 1. OBJETIVOS DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA EN LA ENSEÑANZA Y APRENDIZAJE ................................ 149 2. APLICACIONES DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA EN EL AULA .......................................................... 153 COMO DISCIPLINA .........................................................................................................155 INTEGRADA EN LAS DIFERENTES DISCIPLINAS .................................................................... 156 COMO RECURSO DIDÁCTICO ............................................................................................ 156 COMO MEDIO DE DETERMINAR OBSTÁCULOS EPISTEMOLÓGICOS .........................................157 COMO ESTUDIO DE LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE DETERMINADOS CONCEPTOS ..................... 158 COMO FORMA DE ANALIZAR, ELEGIR Y SECUENCIAR LOS CONTENIDOS DE UN CURSO ............. 159 COMO AYUDA PARA LA COMPRENSIÓN DE LOS DISTINTOS PROCESOS DEL QUEHACER CIENTÍFICO .......................................................................... 159 3. DIVERSAS FORMAS DE UTILIZACIÓN DIDÁCTICA DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA ................................161 UTILIZACIÓN DIDÁCTICA DE LAS BIOGRAFÍAS DE LOS CIENTÍFICOS ........................................ 163 ENTREVISTAS REALIZADAS A CIENTÍFICOS ......................................................................... 169 DOCUMENTOS ORIGINALES DE LOS CIENTÍFICOS ................................................................ 170 EL COMENTARIO DE TEXTOS CIENTÍFICOS E HISTÓRICOS ....................................................... 171 ACTUALIDAD CIENTÍFICA ............................................................................................... 172 EXPERIMENTOS HISTÓRICOS .......................................................................................... 174 VÍDEOS ...................................................................................................................... 176 EXPOSICIONES TEMÁTICAS ............................................................................................. 176 EXPOSICIONES HECHAS POR EL ALUMNADO ....................................................................... 178 CONGRESOS DEL ALUMNADO .......................................................................................... 179 LA SIMULACIÓN O JUEGO DE ROL ...................................................................................181 EL PUZLE COMO ESTRATEGIA DE TRABAJO COOPERATIVO ..................................................... 182 BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................................................. 185 Gregorio Chil y Naranjo 15 PRESENTACIÓN La ciencia consiste en dirigir una mirada alrededor, sentir la sorpresa, preguntarse y ver Fernández Rañada La Ciencia es profundamente humana, porque incide en lo más de-finitorio de nuestra condición de animales curiosos en el mundo. Por otra parte, vivimos en una época en que nuestras vidas están influen-ciadas directamente por la ciencia y la tecnología, por ello, sería desea-ble lograr tener ciudadanos científicamente cultos que sean capaces de seguir los mensajes científicos y tecnológicos que transmiten los distin-tos medios de comunicación y que después de pasar la enseñanza obli-gatoria puedan integrar nuevos conocimientos de forma autónoma. A ello quiere contribuir el proyecto Biografías de Científicos Canarios que propone un recorrido por la ciencia a través de sus protagonistas. Nos acompañan en este apasionante viaje varios científicos canarios que consideramos representativos de diferentes épocas: Del siglo XVIII, D. José Viera y Clavijo y D. Agustín de Betancourt; del siglo XIX, D. Biografías d 16 e Científicos Canarios Gregorio Chil y Naranjo y D. Juan León y Castillo; por el siglo XX, pre-sentamos a D. Juan Negrín López, D.Blas Cabrera y Felipe, D. Telesforo Bravo Expósito y D. Antonio González González, todos ellos personajes ilustres cuya memoria queremos contribuir a recuperar en la tierra que los vio nacer, para las generaciones actuales y futuras. Esta obra, formada por ocho biografías pretende dar a conocer parte de la historia de la ciencia en Canarias y divulgarla a las nuevas gene-raciones para que nos permita comprender mejor nuestro presente y abordar los problemas de nuestro futuro. Por otra parte, queremos resaltar el lado humano de los científicos, sus grandezas y debilidades, es decir, mostrar una ciencia con rostro humano, y poner de manifiesto que la ciencia es parte de la cultura que es otra mirada a la realidad, que nos da nuevos matices de la misma, mostrando que un científico es también un humanista. Igualmente, queremos dejar patente que detrás de cada investigación o descubri-miento existen además de ideas, seres humanos que las generan y que no suelen ser héroes inaccesibles sino que viven como la mayoría de la gente. En este sentido, Aarón Ciechanover que compartió el Premio Nobel de Química con Avram Hershko, en el 2004, se expresaba así ante los estudiantes que participaron en el Campus de Excelencia de la ULPGC, en junio del 2005: «...Un Premio Nobel no es Dios, es una per-sona normal, que tiene brazos, piernas y ojos, a la que un día le cambia la vida, se le produce una mutación genética al ganar este galardón pero lo importante no es ganar el premio sino trabajar con entusiasmo e ir hacia la búsqueda de la verdad a través de la ciencia». Entre los objetivos de este proyecto está también dar a conocer las profundas relaciones Ciencia, Tecnología Sociedad y medio Ambiente. Cada tomo consta de tres partes bien diferenciadas: la primera se refiere a la biografía del autor estudiado en la que hemos de resaltar Presentación Gregorio Chil y Naranjo 17 su carácter didáctico y educativo, que permite su fácil lectura y com-prensión, para ello, también se incluyen cuadros resumen y gráficos La segunda parte, está formada por una serie de documentos seleccio-nados de textos originales del autor estudiado, a veces extractados por nosotros, a fin de facilitar su lectura por estudiantes de diferentes ni-veles educativos especialmente en el 2º ciclo de la ESO, bachillerato y Universidad y por el público en general. Se incluyen también otros documentos complementarios, atractivos para el estudioso en los que aparecen al final, una serie de cuestiones ductoras cuya misión es guiar la lectura y el aprendizaje. Estas cuestiones son únicamente orientati-vas de las que pueden utilizarse teniendo siempre en cuanta los objeti-vos que nos hemos fijado. Esta es una característica diferenciadora de esta colección, que la justifica y le confiere un carácter inédito. En la tercera parte, exponemos diferentes maneras de utilizar la Historia de la Ciencia para que constituya una nueva forma de aprender. La estructura de cada libro de la colección permite diferentes lec-turas y quiere responder a intereses muy variados. Su lectura puede empezar por las partes y capítulos que a cada lector más le interese, por tener los mismas una cierta independencia y por tanto podrá ser utilizado como si de un hipertexto se tratase, navegando a través del mismo y saltando a aquellos aspectos que sean más interesantes para cada usuario o puede ser también leído linealmente. Finalmente, queremos resaltar el carácter unitario de la colección. Las biografías de los científicos canarios presentan una misma estruc-tura y un mismo hilo conductor, teniendo cada una de ellas una in-dependencia, pero el conjunto de las mismas le dan a la colección un cierto carácter enciclopédico, abarcando en sus aproximadamente 1200 páginas una visión de conjunto de la historia de la ciencia en Canarias Presentación de la Colección Biografías d 18 e Científicos Canarios y de sus científicos, mostrando una Ciencia con rostro humano, con sus aplicaciones y sus implicaciones sociales. El tratamiento divulgativo y didáctico de los mismos garantiza que sean libros para ser releídos, in-terpretados y trabajados, principalmente por nuestros jóvenes, a través de los materiales, recursos y orientaciones didácticas incluidas en los mismos. Los coordinadores de la colección Francisco Martínez Navarro Emigdia Repetto Jiménez Presentación Gregorio Chil y Naranjo en uno de sus últimos retratos fotográficos (Foto: Archivo El Museo Canario) PRIMERA PARTE Biografía Gregorio Chil y Naranjo 23 INTRODUCCIÓN Los tiempos que vieron nacer a Chil y Naranjo eran ciertamente ma-los. Canarias vivía una profunda crisis económica iniciada en la segunda década del siglo XIX que, entre los años 1834-1845, atravesó sus momen-tos más difíciles. La superación de esta profunda crisis, iniciada como consecuencia de la emancipación colonial y la caída del comercio cana-rio- americano, pero agravada por la desarticulación de las exportaciones del vino y la barrilla con Inglaterra, no se superaría hasta la segunda mitad del siglo. Precisamente el año que vio nacer a Chil y Naranjo fue el mismo en el que nació, también, el denominado arancel canario de 1831, promovido por una comisión regia nombrada al efecto, que creyó que con medidas proteccionistas de este tipo se podrían paliar los efectos de la crisis comercial. Los hechos posteriores, en cambio, demostraron que aquel arancel protector era nocivo para remontar la crisis, ya que tuvo efectos perniciosos sobre el mercado del trabajo y la propia evolución de-mográfica de Canarias. El Diccionario Geográfico-Estadístico Histórico de España y sus po-sesiones de ultramar de Pascual Madoz, publicado en Madrid entre 1845 y 1850, refleja con claridad meridiana la penosa situación de la economía canaria en aquellos años, pero también ofrece interesantes datos para co-nocer cómo era la situación de la sociedad canaria, el estado de sus pue-blos y ciudades, sus redes de comunicación. La sociedad canaria, como la de tantas regiones de la España del siglo XIX, era una sociedad esencial- Primera parte: Biografía Biografías d 24 e Científicos Canarios mente rural, jerarquizada y construida sobre profundas desigualdades, a pesar de que las reformas legales impulsadas por las Cortes de Cádiz avanzaban hacia el desarme del Antiguo Régimen. Salvo una elite minoritaria que controla el poder político y económico, constituida por la alta burguesía terrateniente y comercial, la población canaria estaba constituida en más de un noventa por ciento por lo que los historiadores llamamos clases trabajadoras, una denominación genérica bajo la que se engloban desde los jornaleros hasta los artesanos y obre-ros urbanos. Entre ambos grupos sociales –los que poseen las tierras y el agua y controlan el comercio, por un lado, y los que sólo tienen como principal fuente de sustento la fuerza de su trabajo y, en el mejor de los casos, unas ínfimas propiedades, por otro–, se atisba en Canarias la exis-tencia de unos grupos sociales intermedios, que algunos historiadores se han atrevido a calificar como «débiles clases medias». Este grupo social intermedio está constituido en su mayoría por pe-queños y medianos propietarios agrícolas, o comerciantes residentes en las ciudades, que intentan imitar los modos de vida de la alta burguesía terrateniente y comercial, principalmente por su deseo de diferenciarse de las clases trabajadoras que consideran inferiores. Aunque será un gru-po social prácticamente insignificante en los años intermedios del siglo XIX, paulatinamente irá cobrando mayor importan-cia a raíz de la recuperación económica que experimen-ta la economía canaria en la segunda mitad del siglo. Vista de Telde a finales del siglo XIX. (Foto: Canarias en el recuerdo, 1992) Gregorio Chil y Naranjo 25 I. JUVENTUD Y FORMACIÓN CIENTÍFICA Precisamente en el seno de una de estas familias isleñas de clase intermedia es en la que nace Gregorio Chil y Naranjo el 13 de marzo de 1831. Como ha explicado el doctor Juan Bosch Millares en su bio-grafía dedicada a nuestro personaje, era el segundo hijo de Juan Chil Morales y de Rosalía Naranjo Cubas, hombres de campo «que tra-bajaban sin descanso para proporcionar a sus familias un cómodo vivir y un relativo bienestar» (Bosch, 2003:35). Tanto sus padres como sus abuelos eran vecinos y naturales de Telde, una localidad que, por aquellos años, apenas sobrepasaba los 12.000 habitantes y que, como otras tantas ciudades y pueblos de las islas, poseía nota-bles carencias de infraestructuras y servicios, que no comenzarían a solventarse hasta la segunda mitad del siglo. Por fortuna para Gregorio Chil y Naranjo, su tío y padrino era Gregorio Chil Morales, a la sazón párroco de la Iglesia de San Juan Bautista de Telde, hasta que en abril de 1864 pasó a trasladarse a la Catedral como canónigo, y poco después, fue Catedrático de Filosofía y Teología, además de Rector del Seminario Conciliar. Primera parte: Biografía Biografías d 26 e Científicos Canarios I.1. Los primeros estudios Aunque nuestro biografiado estudió las primeras letras con su padre, la persona que más influyó en su formación intelectual en aquellos pri-meros años de su niñez y adolescencia, fue su propio tío y padrino. A él le cabe el honor de haber introducido al joven Gregorio en el estudio de los clásicos y en el conocimiento de la historia, materias éstas que eran del interés del religioso, toda vez que en diciembre de 1867 fue nombra-do Académico correspondiente en Canarias de la Real Academia de la Historia. Y sin duda alguna, a su decidida intervención se debe el traslado de su sobrino y ahijado a Las Palmas de Gran Canaria, en 1844, para co-menzar los estudios secundarios en el Seminario Conciliar. Los años de la juventud de Gregorio Chil y Naranjo son, también, los años del éxodo migratorio a Cuba, Puerto Rico y las colonias recién emancipadas de España. Una sangría demográfica que arrastró al otro lado del Atlántico a miles de canarios que, ante la imperiosa necesidad Iglesia de San Juan Bautista de Telde en 1893. (Foto: Canarias en el recuerdo, 1992) Gregorio Chil y Naranjo 27 de garantizar la supervivencia de sus familias, afrontaron el reto de iniciar una nueva vida sin más horizonte que el de la seguridad cierta de un retor-no imposible. La buena posición eco-nómica de la familia Chil y Naranjo y el empeño de su tío por formarle en la carrera sacerdotal, permitieron a nuestro joven que contara con todos los apoyos para sacar provecho de las enseñanzas de los profesores y cate-dráticos del Seminario Conciliar. Una institución que, en palabras del Diccionario de Madoz, era «el único san-tuario de las ciencias en toda la provincia y donde por consiguiente han recibido su educación todos los que han honrado y honran en el día a las Canarias con sus talentos». La formación que el joven Chil recibe en el Seminario estaba sujeta a la estricta observancia de los dogmas de la Iglesia Católica. El propio Chil y Naranjo comenta en una nota a pie de página insertada en las páginas in-troductorias del primer tomo de sus Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias, un episodio que refleja claramente el tipo de enseñanza que recibió en aquella institución, pero sobre todo, su empeño para que este tipo de situaciones no se volvieran a repetir: «Sea un débil ejemplo de esta verdad lo que a mi mismo me aconteció siendo estudiante en el Seminario Conciliar de la Purísima Concepción de Las Palmas, en 1846, cuando en todas partes se aplicaba el vapor como fuerza motriz. Habíase mandado que en el Establecimiento se enseñasen ciertos rudimentos de mineralogía. El libro de texto era un cuadernito insignificante con una pequeña introducción en la que se Patio suroeste del Seminario Conciliar de Canarias, fundado en 1777, donde Gregorio Chil cursó el bachillerato. (Foto: F. Martín, 2001) Juventud y formación científica Primera parte: Biografía Biografías d 28 e Científicos Canarios hacía una ligera reseña de la tierra fundada en el sistema de Laplace. El Rector del Establecimiento, que lo era el Licenciado en Teología y Jurisprudencia, Canónigo Magistral de la Santa Iglesia Catedral, Gobernador del Obispado etc. etc. D. Pedro de la Fuente, al leer esta introducción se alteró, y como buen Licenciado-Teólogo se tomó la licen-cia de arrancar aquellas hojas; pues las malas ideas de un Laplace no podían tener cabida en un Instituto en que todavía se explicaba dogmá-ticamente la justicia de la Santa Inquisición» (Chil, 1876:3). En 1847, Gregorio Chil y Naranjo finaliza sus estudios de bachillerato, obtenidos con excelentes calificaciones. Contaba entonces con 16 años y, en vez de continuar con la carrera sacerdotal, opta por cursar los estudios universitarios de Medicina, como otros jóvenes de la burguesía canaria de su época. Por aquellas fechas, los estudios universitarios de Medicina no se podían cursar en La Laguna, razón por la cual los canarios que deseaban convertirse en galenos debían desarraigarse de su tierra natal para poder estudiar en la Península o, como sucedía en la mayoría de los casos, en alguna universidad francesa. No era una decisión fácil, ni mucho menos una empresa al alcance de muchas familias. Como ha se-ñalado Antonio Rumeu de Armas (2001:350), aquellos jóvenes estudian-tes canarios del siglo XIX bien merecen ser considerados como héroes anónimos. Pero no menos heroica era la actitud de las propias familias, sobre todo cuando los recursos económicos, con ser suficientes, no eran precisamente abundantes para sufragar los cuantiosos gastos que aca-rreaba semejante empresa. Un reciente artículo publicado en el volumen de Homenaje al Dr. Chil y Naranjo editado por El Museo Canario, pro-porciona los detalles de la operación financiera ideada por los progenito-res del joven estudiante, pero, sobre todo, por el presbítero Gregorio Chil Morales, para poder proporcionarle los fondos económicos suficientes para sufragar sus estudios universitarios (Campos, 2001). Gregorio Chil y Naranjo 29 I.2. Su formación universitaria en París Gregorio Chil y Naranjo fue uno de aquellos héroes que, con sólo 17 años de edad, inicia sus estudios universitarios a miles de kilómetros de su tie-rra. Pero no escogerá la Universidad de Montpellier, como muchos estu-diantes canarios, sino la no menos prestigiosa Universidad de París. No cabe duda que el primer contacto con la capital francesa debió despertar en aquel joven un evidente impacto. Dejaba atrás la vida tranquila en una ciudad como Las Palmas de Gran Canaria, que apenas superaba los 17.000 habitantes de población, para recalar en una de las capitales europeas más importantes del momento. Además, la llegada de Chil a la capital del Sena coincidió con el estallido de la revolución de 1848, que sacudió la ciudad entre los días 22 al 24 de febrero. Debemos imaginar qué expectación de-bió generar en el joven teldense conocer la abdicación del monarca Luis Felipe, la inmediata instauración de un gobierno provisional presidido por el poeta Alphonse de Lamartine, la implantación del sufragio universal… En su estancia en París coincidirá con otro grancanario, Juan Padilla Padilla, y con dos jóvenes de la isla de La Palma, Víctor Pérez y Germán Álvarez, que también cursaban estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad de París. La amistad que surgió entre Juan Padilla y Gregorio Chil tendría continuidad a la largo de la vida de ambos, cuando regresan a su tierra natal. Los primeros años de estancia de Chil y Naranjo en París coinciden con la corta vida de la Segunda República (1848-1852), que evoluciona de una república social a un gobierno autoritario, en ma-nos de Luis Napoleón Bonaporte. Pero también asiste al nacimiento del Segundo Imperio, en diciembre de 1952, y a los primeros años del man-dato de Napoleón III. En suma, Chil asiste, como testigo de excepción en París, a los años en los que desde la capital francesa se establecen los parámetros de la política europea hasta 1870. Juventud y formación científica Primera parte: Biografía Biografías d 30 e Científicos Canarios En el material inédito de sus Estudios que se conserva en el Archivo de El Museo Canario, podemos leer cómo cuenta el propio Chil y Naranjo sus primeras semanas en París, en aquellas jornadas en las que confiesa que su inasistencia a los comités y asambleas convocadas por los revolucionarios, «hubiese sido para mi un crimen que jamás me perdonaría». Como expli-ca Gregorio Chil, tanto él como los amigos canarios que conoció en París, no tardaron en identificarse con la revolución de abril de 1848, integrándo-se antes en el comité democrático socialista que en la Facultad de Medicina, pues aún no habían obtenido las convalidaciones de sus titulos españoles: «No tenía más guía que mi libertad Democrática y al mes de estar en París progresé de tal manera que era uno de los mas furibundos republicanos, no faltaba ni al estaminet ni a la Chacinière (célebre Jardin donde se da-ban bailes) y mucho menos al comité democrático socialista. Felizmente mi carácter me hizo retirar de todos esos focos donde concluyen por lo común las más bellas existencias y los más sublimes corazones». En efecto, la madurez intelectual de Chil, unida a la responsabilidad de saber que su estancia en París había de ser efímera, toda vez que su El estallido de la revolución de febrero de 1848 coincidió con la llegada de Chil a París. (Foto: Editorial Larousse-Planeta) Gregorio Chil y Naranjo 31 presencia allí se justificaba por la necesidad de finalizar sus estudios uni-versitarios en el tiempo previsto, hicieron que se apartase muy pronto de la febril actividad política y social de la capital francesa. Sin duda, no me-nor debió ser el papel que jugaron las admoniciones que su tío le escribía en sus cartas, o el peso de la conciencia al conocer lo que suponía para la economía familiar sufragar todos sus gastos en París, para que el joven teldense abandonase «esos focos donde concluyen por lo común las mas bellas existencias y los mas sublimes corazones» y se centrase en sus estudios universitarios. Por encima de los problemas iniciales de adaptación, muy pronto co-mienzan los progresos de Chil en la Facultad de Medicina, evidenciados en la superación de las distintas materias a las que debe hacer frente, así como en las pruebas públicas de los exámenes convocados. En su exce-lente biografía del médico teldense, Bosch Millares (2003:45-46) da bue-na cuenta del desarrollo de estos años trascendentales en su formación y de las distintas asignaturas que cursó. Pero a nosotros nos interesa des-tacar aquí, sobre todo, los nombres de algunos de sus maestros y, funda-mentalmente, de aquellos que le iniciaron en las novedades de la escuela antropológica francesa. En efecto, fue determinante en la formación científica de Chil y Naranjo su asistencia a las clases, seminarios y conferencias de quienes fueron sus maestros en la universidad parisina, pero también algunos compañeros de estudios aventajados que, con el paso de los años, jugarían un papel fundamental en el avance científico de estas materias. Citemos aquí, por ejemplo, los nombres de Paul Broca, Armand de Quatrefages, Theodore Hamy, Gabriel de Mortillet o Paul Topinard. Entre estos nombres debe-mos destacar el de Paul Broca (1824-1880), eminente cirujano y neurólo-go, a quien no le era ajena la política del momento (repúblicano a ultranza y hostil al Imperio, llegó a ser senador). Broca constituye un claro ejem- Juventud y formación científica Primera parte: Biografía Biografías d 32 e Científicos Canarios plo del extraordinario perfil de aquellos profesores que Chil tuvo ocasión de conocer en la Facultad de Medicina de París: pionero en la exploración del cerebro humano, a él le cabe el mérito de ser uno de los fundadores de la ciencia antropológica moderna, razón por la cual su nombre se sitúa a la misma altura de otros gigantes de la ciencia francesa del momento, como Claude Bernard (1813-1878) y Louis Pasteur (1822-1895). Chil supo aprovechar sus años de estancia en París para establecer relaciones con los investigadores más relevantes de la incipiente ciencia prehistórica y antropológica de la época, que tanta importancia tendrían en sus posteriores trabajos de investigación realizados en Canarias. Y es que, la lejanía geográfica entre Canarias y París, sólo parcialmente rota con sus periódicos viajes al continente europeo, le obligó a mantener una permanente actividad epistolar con científicos y estudiosos, muchos de los cuales conoció, precisamente, en sus años como estudiante en la ca-pital francesa. El archivo personal de Chil y Naranjo, que se conserva en El Museo Canario, ofrece un rico epistolario a través del cual es posible conocer el progreso de este tipo de contactos, al tiempo que nos ofrece interesantes detalles sobre su propia concepción de la ciencia. De la lec-tura de estas cartas, que aún permanecen inéditas en su mayoría, en un futuro podrán extraerse interesantes datos para conocer mejor la per-sonalidad, pero también la urdimbre ideológica y científica de nuestro biografiado. El aprendizaje de Chil en París no se limitó únicamente a su asistencia a las clases, seminarios y conferencias. Supo aprovechar los abundan-tes recursos bibliográficos que le ofrecían las bibliotecas parísinas, que se contaban entre las mejores de la época. Pero, sobre todo, supo absor-ber las nuevas perspectivas que se abrían en Francia con el nacimien-to de la arqueología oficial y el reconocimiento científico de la ciencia prehistórica, que se produjeron, precisamente, en el período 1848-1870 33 (Gran-Aymerich, 1998:141-202). En suma, las tres facetas de Chil que destacaremos más adelante (antropólogo, historiador y museísta), ade-más de la propia de su actividad médica, no pueden entenderse sin su paso por la Universidad de París. I.3. El regreso a Canarias En 1857, Chil y Naranjo obtiene el Título de Doctor en Medicina con la Tesis Doctoral titulada Des différents moyens qui ont eté employés dans le but de guérir les rétrécissements de l’urétre. La Tesis, que ob-tuvo la calificación de très satisfait, fue publicada ese mismo año por el impresor parisino Rignoux, y estaba dedicada a aquellos familiares que con tanto esfuerzo y cariño le habían ayudado a coronar sus estudios universitarios: su madre, Rosalía Naranjo Cubas; su hermano Juan; y, por supuesto, su tío y padrino, Gregorio Chil Morales. Finalizados sus es-tudios en la ciudad pa-rísina, Chil regresa a Canarias en 1857, des-pués de nueve largos años de estancia en Francia. Pero antes de poder ejercer legalmen-te su profesión debe cumplir el obligado trá-mite de revalidar su tí-tulo extranjero en una universidad española, Diploma de Doctor en Medicina expedido a nombre de Gregorio Chil y Naranjo, 1857 (Foto: Archivo El Museo Canario) Juventud y formación científica Gregorio Chil y Naranjo Primera parte: Biografía Biografías d 34 e Científicos Canarios cosa que hace en la Facultad de Medicina de la Universidad de Cádiz. Como no podía ser menos, la calificación que se reconoce en dicha con-validación del Título de Licenciado en Medicina, obtenida con fecha de 16 de junio de 1860, es la de Sobresaliente. Con veintinueve años de edad, su título de Doctor por la Universidad de París en una mano y su convalidación española en la otra, Chil inicia su actividad como médico en Las Palmas de Gran Canaria. Detrás de él deja sus años de formación en Francia, pero el bagaje de lo adquirido en aquellos años le acompañará el resto de su vida, que por estas fechas, comienza a disfrutar. Los primeros meses no fueron fáciles, ya que a su necesaria adaptación a la nueva vida en su tierra natal, debe añadir el esfuerzo por poner en marcha su consulta médica, situada en el nº19 de la calle de Los Balcones. Pero muy pronto comien-za a recoger los frutos de tantos años de esfuerzo y su nombre alcanza gran reconocimiento como médico entre la ciuda-danía. Como muchos re-cordarán después de su muerte, Chil era un mé-dico amable, que trataba con respeto a sus pacien-tes más desfavorecidos, llegando en ocasiones a Calle de los Balcones, situada en el barrio de Vegueta de Las Palmas de Gran Canaria (Foto: Manuel Ramírez) Gregorio Chil y Naranjo 35 no cobrarles la consulta e, incluso, proporcionarles él mismo los escasos medicamentos que recetaba, ya que prefería utilizar remedios caseros para curar las enfermedades. A lo largo de los cuarenta años de desempeño de su profesión como médico en Gran Canaria, Chil y Naranjo prestó especial atención a los asuntos sanitarios y fue testigo excepcional de acontecimientos de tras-cendental importancia en la historia de la Medicina en Canarias. Su sólida formación científica y su extraordinaria talla humana, unido a su espíritu crítico e indagador, hicieron de él un extraordinario galeno, que supo estar al lado de sus pacientes incluso en los momentos más difíciles, cuando otros huían de sus responsabilidades ante el avance de las epidemias que asolaron nuestras islas por aquellos años. Juventud y formación científica Gregorio Chil y Naranjo 37 II. LOS INICIOS DE SU LABOR CIENTÍFICA Y PROFESIONAL El adolescente que partió de Canarias con 16 años ha vuelto transfor-mado en un hombre con un bagaje científico y cultural que ansía poner en marcha sus proyectos y lógicas ambiciones. Atrás ha dejado su fase de formación y debe afrontar ahora los proyectos dibujados como meras ilusiones en sus años de estudiantes. Entre ellos se encuentra la lucha por abrirse camino en el desempeño de su profesión en Las Palmas de Gran Canaria, pero también está entre sus proyectos retomar sus lectu-ras sobre el pasado histórico de Canarias. Pero antes de nada, Chil se preocupa por crear su propia familia, posiblemente siguiendo los con-sejos de su madre y su tío. En 1862, transcurridos unos años de su regreso a Canarias, Chil con-trae matrimonio con Alejandra Jaques Merino, hija de Juan Gregorio Jaques de Mesa y Pacheco Solís –a la sazón Coronel de Milicias del Regimiento de Guía, Alguacil Mayor y Fiel Ejecutor de la Real Audiencia de Canarias–, y de Estebana Merino y Ruiz. Cuenta nuestra biografiado con 31 años de edad y su esposa, que con anterioridad se ha casado y enviudado en dos ocasiones, tiene catorce años más que él y aporta al matrimonio una hija fruto de su segundo enlace con el doctor Salvador Primera parte: Biografía Biografías d 38 e Científicos Canarios Antonio Bernardino, fallecido cinco años antes, hermano a su vez de su pri-mer esposo, con quien había tenido dos hijos. Como señala Juan Bosch, su esposa era una mujer vistosa, elegante y enér-gica, y por si fuera poco, formaba parte de la logia masónica La Afortunada, que editaba un periódico del mismo nombre, y que tenía su sede en una vi-vienda de su propiedad situada en calle Travieso (Bosch, 2003:95). En suma, una mujer poco convencional para la sociedad grancanaria de su época, lo que explicaría que Chil se ena-morara de ella a pesar de su pasado matrimonial. Aunque del enlace nació una hija, ésta murió a los pocos meses de nacida. Unos años más tarde, el 26 de enero de 1869, su esposa falleció repentinamente cuan-do contaba 52 años de edad. Enviudado tras sólo siete años de matri-monio, Gregorio Chil se enfrasca en su trabajo y en sus estudios sobre geografía, historia y flora de Canarias, además de concentrarse en otras materias relacionadas con su actividad médica. II.1. Las primeras publicaciones científicas Por aquellos años, Gregorio Chil comienza a publicar sus primeros artículos en el Boletín de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas, en la cual había ingresado como socio numerario en 1861. Estos artículos, fácilmente accesibles ahora gracias a una re- Alejandra Jaques Merino, primera esposa de Chil (Foto: Archivo El Museo Canario) Gregorio Chil y Naranjo 39 ciente edición de una Miscelánea de sus artículos y conferencias pu-blicados entre 1862 y 1901 (Chil, 2004), poco tienen que ver con sus intereses científicos posteriores, pero de la lectura de algunos pasajes se desprenden las inquietudes y el amor por su tierra del médico telden-se (Laforet, 2001). Por ejemplo, al analizar las causas de la carencia de alimentos en Gran Canaria, en su segundo artículo publicado en el Boletín de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas, en 1867, Gregorio Chil se lamenta de la destrucción de los bosques de la isla, que no duda en calificar como «preciosas alhajas», y el derroche de los esca-sos recursos naturales de Gran Canaria: «Nuestro bienestar no es más que una apariencia y cuando hemos llegado a tocar la realidad, nos hemos encontrado que somos unos ricos voluntariamente pobres; que no hemos dilatado nuestra industria agrícola, porque no hemos queri-do; que hemos agotado nuestros montes con punible imprevisión; que dejamos diariamente correr al mar y deslizarse bajo las capas de tie-rra que pisamos, abundantes raudales de agua, que alumbradas a la superficie multiplicarían nuestra riqueza, haciendo especialmente de la Gran Canaria unos verdaderos campos Elíseos» (Chil, 2004:23). En agosto de 1874 Chil asiste al Las primeras publica-ciones de Gregorio Chil tienen como principal pre-ocupación la mejora de las condiciones de vida de la población de Gran Cana-ria (Foto: Martín, 2001) Los inicios de su labor científcia y profesional Primera parte: Biografía Biografías d 40 e Científicos Canarios Congreso organizado en la localidad francesa de Lille por la Association Française pour l’Avancement des Sciences Anthropologiques. Ante los especialistas allí reunidos presenta un breve trabajo titulado Origine des premiers canariennes (Chil, 1875), disponible para quienes deseen leerlo en español en su Miscelánea (Chil, 2004:37-47). En esta primera publicación dedicada al que será uno de sus temas de investigación pre-feridos, ya podemos entrever algunas de las claves que caracterizarán sus trabajos de investigación a lo largo de su vida: su empeño por mos-trar únicamente los datos positivos, esto es, aquellos que son comproba-bles; su afán por buscar lo que los autores de su época bautizaron como la verdad histórica, alejándose de las supercherías y leyendas tantas veces reiteradas por otros autores; pero, sobre todo, su empeño por vin-cular el poblamiento prehispánico con la «raza» de Cro-Magnon. El año siguiente vuelve a asistir al Congreso organizado por la mis-ma asociación antropológica francesa, en esta ocasión celebrado en la localidad de Nantes. El trabajo que presenta, también redactado en francés, en esta ocasión está dedicado a la religión de los primitivos canarios y a la publicación de dos hachas pulimentadas descubiertas en Gran Canaria, que él comparaba con otra procedente de la isla de Puerto Rico, que había llegado hasta sus manos (Chil, 1875 = 2004:51- 59). Una vez más, el principal mérito de estos trabajos pioneros del au-tor radica en su comprometida actitud por escribir una «historia de los pueblos canarios», a pesar de la escasez de «hechos positivos en los que apoyarnos». El propio Chil finalizaba su intervención en Nantes advir-tiendo con su proverbial cautela: «Hoy en día tenemos ideas cerradas sobre un tema sobre el que bastaría un solo hecho para que mañana pudieran cambiar. A mí ya me ha ocurrido y sobre un buen número de cuestiones; no podría afirmar nada de manera clara y precisa, dejo al tiempo o a otros muchos más dichosos que yo el cuidado de resolver Gregorio Chil y Naranjo 41 estas cuestiones. Del mismo modo, la his-toria de estas islas, que pienso publicar este año, tendrá muchas lagunas, pues los autores, incluso aquellos que fueron testigos de la conquista, guardan silen-cio sobre las costumbres, la religion, la lengua, las tradiciones, etc., de los pri-mitivos canarios» (Chil, 2004:59). II.2. Los Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias Aprovechando sus breves estancias en Francia para asisitir a los con-gresos organizados por la Asociación Francesa para el Progreso de las Ciencias Antropológicas, Chil visita París y algunos archivos y biblio-tecas francesas con el fin de consultar documentos y obras necesarias para avanzar en la redacción de la que será su magna obra. Sus conver-saciones con Paul Broca, Armand de Quatrefages y otros antiguos pro-fesores en la Facultad de Medicina, su asistencia a las reuniones con algunos de sus antiguos compañeros, algunos de ellos profesores en la École d’Anthropologie de Paris, le ponen al día de los últimos progresos en la ciencia antroplógica, le aconsejan acerca de la lectura de éste o aquél estudio recientemente publicado en París o en Londres. Las maletas de Chil regresaban a Las Palmas más llenas de cómo habían salido rumbo al continente. En su interior viajaban las noveda- Gregorio Chil y Naranjo (Foto: Archivo El Museo Canario) Los inicios de su labor científcia y profesional Primera parte: Biografía Biografías d 42 e Científicos Canarios des bibliográficas que había adquirido en las librerías parisinas, junto con las obras entregadas como obsequio por algunos colegas. También, algunos materiales arqueológicos, fósiles y minerales para su colección particular. El obligado paso por la Península Ibérica le permitía estable-cerse unos días en Madrid, donde contactaba con pioneros de la arqueo-logía y antropología que, como él, estudiaban el pasado prehistórico de España, desde instituciones como la Real Academia de la Historia o el recién creado Museo Antropológico Nacional. Pero sus viajes no se li-mitaban al continente europeo, ya que Chil y Naranjo también viajó a la costa de África, con el fin de hacer acopio de documentos y materiales arqueológicos. Los Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias constituyen, sin ninguna duda, su obra publicada más ambicio-sa. En su redacción invirtió muchos años de su vida, pero en la búsqueda y lectura de los documentos y bibliografía que utilizó para su elaboración, invirtió más tiempo aún. La obra, realizada a sus expensas, fue apareciendo periódicamen-te en sucesivos fascículos. Los correspon-dientes al primer volumen comenzaron a aparecer a lo largo del año 1876, aunque no terminarían hasta 1879; los del segun-do volumen iniciaron su salida a la calle en 1880, y el ritmo de edición fue más lento que en el primer tomo, completán-dose en los años sucesivos; finalmente, los fascículos del tercer y último volumen publicado, comenzaron a aparecer en 1891 y finalizaron en 1899, apenas dos años an- Portada del primer tomo de los Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias, 1876 (Foto: Biblioteca Universitaria de Las Palmas de Gran Canaria) Gregorio Chil y Naranjo 43 tes de su fallecimiento. En el Archivo de El Museo Canario se conserva el resto de su monumental obra, organizada en unos manuscritos inéditos que, desde hace más de un siglo, esperan la ocasión propicia para su edi-ción definitiva. Se trata de una obra de carácter enciclopédico que, a pesar de la mo-desta valoración personal que hace el autor en sus páginas preliminares, posee un gran valor historiográfico. A pesar de ello, los tres tomos pu-blicados sólo han visto una edición y es de difícil acceso para cualquier potencial lector. Como ha señalado Rumeu de Armas (2001), pesó en su contra su carácter acumulativo y, en algunos casos, su desequilibrio en la estructura de los contenidos. Pero sobre todo, lo que ha relegado a esta obra del conocimiento del gran público fue la mejor proyección que tuvo la Historia general de las islas Canarias escrita por Agustín Millares Torres (1826-1896), una obra publicada entre 1893 y 1895 en diez volú-menes, en la que destacaba su solidez historiográfica, su aparato erudito y, sobre todo, una estructura más coherente para los lectores. Los tres tomos publicados de los Estudios presentan un organización tripartita, en la que se atiende a los tres aspectos que menciona en su título, esto es, a los aspectos históricos, climatológicos y patológicos de Canarias. En efecto, el primer tomo (dividido a su vez en tres libros), está dedicado a la historia de Canarias, desde los tiempos prehistóricos hasta su conquista en el siglo XV, y en él se incluyen también las descripcio-nes geográficas de las islas, junto con un resumen de las características intelectuales, morales, fisiológicas y patológicas de las poblaciones pre-hispánicas. El segundo volumen publicado está dedicado al estudios de los reinos de Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro, además de las páginas dedicadas al origen de sus habitantes desde el punto de vista antropológico. Por último, el tercer y último volumen publicado está de-dicado a la climatología de Canarias y a la influencia que ésta ejerce sobre Los inicios de su labor científcia y profesional Primera parte: Biografía Biografías d 44 e Científicos Canarios las enfermedades, además de otros capítulos dedicados a temas diversos relacionados con los intereses en materia higienista: ozono del aire, aguas naturales y pluviales, aguas marinas. Los Estudios de Chil y Naranjo son una obra muy ambiciosa, deudora de las Noticias escritas por José de Viera y Clavijo, un siglo antes, de cu-yos valores y defectos es consciente su propio autor: «Mis Estudios son una colección de documentos, antes que una historia propiamente di-cha: y si bien a ellos se puede aplicar todo lo que decía Juvenal de los historiadores empalagosos, quiero pertenecer a esta clase, con tal que suministre los medios para que otros, con mejores condiciones que las mías, puedan escribir la Historia de las Canarias» (Chil, 1876:xiii). Una historia que él pretende construir, en cualquier caso, desde postulados teóricos bien diferentes de los que utilizaron los ilustrados. Para él, la historia debe ser estudiada desde el método positivista, mirando los he-chos como en sí fueron, que diría Leopold Von Ranke (1795-1866), y su contribución en los estudios antropológicos y prehistóricos de Canarias constituye un legado del que han sido deu-dores los científicos que se han encarga-do del estudio de esta materias hasta bien avanzada la segunda mitad del siglo XX. El estudio de las poblaciones prehispá-nicas de Canarias, o los guanches, como él mismo los denomina utilizando la de-nominación genérica de los habitantes de Tenerife, para calificar a los de las restan-tes islas, lo realiza Chil a partir del prin-cipio de la evolución. Al médico teldense se debe el mérito de haber situado a las poblaciones humanas que habitaron las Retrato de José Viera y Clavijo (1731- 1813), uno de los máximos exponentes de la Ilustración en Canarias (Foto: Biblioteca General de la Universidad de La Laguna) Gregorio Chil y Naranjo 45 islas en época prehispánica en la cadena de la evolución histórica de la Humanidad. Y a él se debe, igualmente, el mérito de haber vinculado di-cha evolución histórica con el de la cultura material, como hizo en uno de sus primeros trabajos de investigación, a propósito del estudio de unas hachas pulimentadas procedentes de diversos yacimientos canarios, lo que para él constituía una prueba evidente del «neolitismo» de la prehis-toria canaria (Chil, 1875). Como ha destacado Antonio Tejera (2001), el estado de la investigación actual descarta este supuesto origen neolítico de los antiguos canarios, pero hasta los años sesenta del pasado siglo estas teorías eran incuestionables para la comunidad científica, ya que estaban dentro de los paradigmas difusio-nistas imperantes en la ciencia arqueológica. En cualquier caso, en muchas obras divulgativas de la historia de Canarias, e incluso de los algunos manuales de Educación Secundaria Obligatoria y de Bachillerato en los que se incluyen estos contenidos, se sigue haciendo referencia al poblamiento neolítico de las islas, aunque sea como estadio previo a los poblamientos más recientes, cronológicamente situados unos siglos antes del cambio de Era. Ésta es, sin duda, una de las contribuciones teóricas de Chil y Naranjo que ha gozado de una mayor pervivencia en la historiografía canaria. Una de las hachas pulimentadas presentada por Chil en el Congreso de Lille (1874), para justificar el poblamiento neolítico de Canarias. Ahora sabemos con seguridad que no son objetos prehispánicos, aunque no hay acuerdo entre los especialistas para fijar su procedencia exacta (Foto: El Museo Canario) Los inicios de su labor científcia y profesional Primera parte: Biografía Biografías d 46 e Científicos Canarios II.3. La condena de Chil y el respaldo de la comunidad científica Los postulados evolucionistas que Chil defendía en sus Estudios, ade-más de su defensa de la preeminencia de la ciencia histórica frente al oscurantismo que defendían aquellos que se mostraban contrarios a tales teorías, hicieron de su obra científica, y en particular de sus Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias, el blanco de las críticas de los sectores más reaccionarios de la sociedad insular. En opinión de Chil y Naranjo, del estudio detenido de los restos antro-pológicos que se hallaban en los yacimientos canarios podría despren-derse el parentesco de los guanches con el hombre de Cro-Magnon. De este modo, la ciencia antropológica se convertía en la única vía disponible para aventurarse en los enigmáticos terrenos de los orígenes del pobla-miento prehispánico de Canarias. La marcada naturaleza antropocéntrica de sus trabajos, unida a la per-manente defensa que hace Chil de la primacía de la ciencia antropológica como motor del conocimiento en la búsqueda de la verdad, le granjearon la animadversión de algunos sectores católicos de la sociedad grancana-ria, que no veían con buenos ojos las teorías de burgueses librepensadores como Chil. Al frente de ellos se situó el obispo de la diócesis, José María de Urquinaona y Bidot, en cuya Carta Pastoral firmada en Las Palmas de Gran Canaria el 21 de junio de 1876 arremetía contra la publicación de los Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias, ya que, como se recogía en dicho documento divulgado entre los feligreses: «están impregnados en el error del Darwinismo, desenvolviéndose en ellos una doctrina contraria a la creencia de la Iglesia y a la definición, solemne del Concilio Vaticano, donde se ratificó lo ya difinido (sic) por la Iglesia, sobre esta materia, en otros Concilios» (Urquinaona y Bidot, 1876:21). Gregorio Chil y Naranjo 47 La reacción de la Iglesia Católica ante la obra de Chil iba mucho más allá de la simple oposición de los sectores más conservadores de la so-ciedad ante las teorías evolucionistas y darwinistas, y debe situarse en el contexto sociopolítico en el que ésta se inscribió, como señaló hace años Agustín Millares Cantero (1975). En efecto, los avances experimentados en la Primera República sufrieron un retroceso tras la aprobación, en mayo de 1876, de una nueva Constitución en la que, entre otras cosas, se intenta frenar la extensión de una sociedad culta y cívica. Los sectores más reaccionarios del catolicismo ultramontano en Canarias contaron con el valioso liderazgo del obispo Urquinaona, que había condenado en 1874 a Agustín Millares Torres por la publicación de su obra Biografías de ca-narios célebres. Dos años, más tarde, en octubre de 1876, lograría avan-zar un paso más en su lucha contra cualquier atisbo de apertura en Las Palmas de Gran Canaria, al lograr cerrar el Instituto de bachillerato fun-dado en 1844, en el que impartían sus enseñanzas catedráticos del pres-tigio de Anselmo Arenas López, Saturnino Milego o Salvador Calderón Arana (este último, discípulo de Sanz del Río, pertenecería más tarde al primer cuadro de profesores de la Institución Libre de Enseñanza). Aquella decisión supondría un serio varapalo para el progreso de la en-señanza en la ciudad, ya que hasta 1916 no se volvería a abrir un nuevo Instituto de bachillerato en Las Palmas de Gran Canaria. En la sociedad grancanaria, la Pastoral del obispo radicalizó las po-siciones entre quienes apoyaban a Chil y quienes mostraban su rechazo ante su obra e, incluso, ante su ideología personal (aunque no se ha co-mentado hasta ahora, Chil era masón y pertenecía a la logia masónica La Afortunada, a la que también había pertenecido su primera esposa, con el sobrenombre de Hermana Lucrecia Borgia). Entre ambos grupos se situarían aquellos que, aunque no compartían las tesis del obispo, no se atrevían a manifestarse públicamente a favor del médico teldense; y, por Los inicios de su labor científcia y profesional Primera parte: Biografía Biografías d 48 e Científicos Canarios el contrario, aquellos otros que, por su cercanía afectiva o incluso familiar a Chil, no se manifestaron abiertamente en su contra, aunque no compartieran sus teorías. Sin duda, entre las consecuencias de este enfrentamiento hay que situar el alejamiento entre Chil y su tío Gregorio Chil Morales, con quien vivía después de haber enviudado. Pero más trastor-nos aún le ocasionó la excomunión en el plano estrictamente personal, ya que la condena que pesaba sobre su perso-na, le obligó a viajar fuera del territo-rio español para contraer matrimonio con la que entonces era su prometida. El 19 de junio de 1876 Gregorio Chil y Naranjo contrae matrimonio con Rosenda Suárez Tascón, hija de Vicente Suárez Naranjo (capitán del Regimiento Provincial de Telde) y de María Maximiana Tascón Perdomo. La ceremonia se celebra en Funchal, ya que hasta el vecino archipiélago de Madeira tuvo que viajar Chil para poder casarse con la que sería su esposa, huyendo de los efectos de la excomu-nión promulgada por el obispo de la diócesis canariense, gracias al apoyo de los ilustrados portugueses afincados allí, y a la cobertura legal del vi-cecónsul español en Madeira. No tardaron en llegarle a Chil y Naranjo los testimonios de aliento mo-ral y científico de los intelectuales y políticos canarios que se alineaban con él frente a la Cruzada iniciada por el obispo, entre los que destacaban el apoyo del abogado tinerfeño Miguel Villalba Hervás, gobernador civil La Carta Pastoral del Obispo Urquinaona y Bidot fue un duro golpe para Chil (Foto: Biblioteca Universitaria de Las Palmas de Gran Canaria) Gregorio Chil y Naranjo 49 durante el escaso tiempo que duró la Primera República Española; las palabras de ánimo remitidas por Sabin Berthelot, ya anciano (fallecería en 1880), que no escatimó elogios a los Estudios de Chil; o el apoyo de Agustín Millares Torres, que ya había sufrido en sus propias carnes las iras de Urquinaona y Bidot. Pero mayor eco tuvieron, dentro de nuestras fronteras, las muestras de apoyo recibidas por eminentes intelectuales y científicos de ámbito nacional e, incluso, internacional: Giner de los Ríos, Martillet, Broca, White, entre otros. Sin duda, la mejor evidencia del reconocimiento científico de la obra de Chil y Naranjo, y en particular de sus Estudios, lo encontramos en los honores y distinciones que recibió a partir de 1876, y en su incoporación, como socio o como correspondiente, en instituciones y sociedades cien-tíficas de reconocido prestigio: Officier de la Academia de Francia (1879); miembro de la Société de Géographie, de París (1890); de la Società Italiana d’Antropologia, Etnologia e Psicologia Comparata, de Florencia (1890). Nótese que, entre las socieda-des, academias e instituciones científicas a las que perteneció o estuvo vinculado Gregorio Chil y Naranjo no se encuentra la Real Academia de la Historia, que fue tan importante en la progresiva institucionalización científica de la Arqueología y la Prehistoria en España (Peiró, 1995; Peiró y Nombramiento de Chil como miembro corres-ponsal de la Societé dʼEthnographie, 1875. Estos méritos y honores siguió recibiéndolos después de su condena por parte de la Iglesia Católica, como pre-mio a sus trabajos científicos (Foto: Archivo El Museo Canario) Los inicios de su labor científcia y profesional Primera parte: Biografía Biografías d 50 e Científicos Canarios Pasamar, 1989-1990). La oposición de los sectores clericales fuera de la Academia, y el escaso apoyo que tuvo su ingreso desde los sillones del Cuerpo Literario, impidieron que Gregorio Chil fuese nombrado corres-pondiente, honor que sí disfrutaron, en cambio, algunos contemporá-neos suyos: su tío Gregorio Chil Morales (nombrado en 1867), Agustín Millares Torres (desde 1891), Manuel de Ossuna y Van den Heede (desde 1891), o el propio Juan Bethencourt Alfonso (aunque en una fecha muy tardía, ya que sería nombrado correspondiente en 1912, un año antes de su fallecimiento). Gregorio Chil y Naranjo 51 III. LA FUNDACIÓN DE EL MUSEO CANARIO Y SU RECONOCIMIENTO INTERNACIONAL Uno de los proyectos más ambiciosos de Chil y Naranjo fue la creación de una sociedad científica que, a semejanza de las existentes en Francia y otras naciones europeas, contribuyese al progreso científico de las disci-plinas que eran objeto de su interés. Después de diversas reuniones pre-liminares con otros intelectuales y profesionales que, como él, estaban afincados o eran naturales de Las Palmas de Gran Canaria, el proyecto va tomando forma, hasta que, en el verano de 1876, deciden dar el paso definitivo. El nombre escogido para denominar la institución es el de Sociedad Científica «El Museo Canario», y en su denominación se unen la tradición decimonónica que impulsó el nacimiento de este tipo de ga-binetes y sociedades científicas, con el ambicioso proyecto de constituir una institución con una clara vocación regional, más allá de los límites geográficos de Gran Canaria. Aunque por razones diversas, que no viene al caso explicar aquí, el arraigo popular de esta institución ha sido mayor en la isla en la que tiene su sede, no cabe duda de que su historia bien merece un capítulo en esta biografía de Gregorio Chil y Naranjo. Primera parte: Biografía Biografías d 52 e Científicos Canarios III.1. El nacimiento de una institución emblemática En agosto de 1879, después de varios años de conversaciones y con-tactos previos, un grupo de intelectuales grancanarios, liderados por Gregorio Chil, deciden constituir una sociedad científica en Las Palmas de Gran Canaria, cuya inauguración oficial no se produciría hasta un año después. En el preámbulo del Reglamento de esta sociedad, redactado con la constitución de El Museo Canario, podemos entrever cuáles eran las necesidades que impulsaron su nacimiento, al tiempo que comproba-mos cómo se tenían bien definidos los objetivos que se pretendían alcan-zar con su constitución: «Hace tiempo que se viene echando de menos entre nosotros un centro verdaderamente instructivo, donde pueda irse reuniendo para su estudio, no sólo todos aquellos objetos antiguos que pertenecieron a los indígenas de nuestro país y que nos revelan mucho de sus antiguos usos y costum-bres y cuanto a ellos puede refe-rirse, sino también los productos naturales, propios y extraños a nuestro suelo, que sirvan de es-tudio y instrucción, procurando, asimismo, la formación de una modesta biblioteca, en la cual ocupen un puesto principal los trabajos literarios de sus más esclareidos hijos (…)» (VV. AA., 1879:3). Penúltima página del documento de constitución de El Museo Canario, con las firmas de sus socios fundadores (Foto: Archivo El Museo Canario) Gregorio Chil y Naranjo 53 Nacía de este modo uno de los centros canarios más importantes para el desarrollo de los estudios relacionados con la prehistoria y la antro-pología prehispánica, pero como veremos a continuación, no se trataba de la primera experiencia de este tipo que se conocía en Canarias. Ni tampoco sería la última que viera la luz en los años postreros de la cen-turia decimonónica, ya que en 1881 nacía en Santa Cruz de La Palma la Sociedad La Cosmológica, entre cuyos fines se encontraba la formación de un museo de historia natural y de materias prehispánicos. En efecto, desde comienzos del siglo XIX arrancan las primeras colecciones de res-tos arqueológicos en Canarias, principalmente en la isla de Tenerife. A finales de los años veinte de aquel siglo, el tinerfeño Juan de Megliorini y Spínola poseía en su casa una colección de historia natural, además de algunos restos de la cultura material de los antiguos guanches, e incluso una momia, que constituía una atracción para los isleños y cualquier tu-rista que visitaban su casa. Hacia 1840, un hacendado de Tacoronte lla-mado Sebastián Pérez Yánez —aunque era más conocido como Sebastián Casilda—, abrió al público su colección particular, instalada en su vivien-da. Aunque el Museo Casilda, como era conocido, no puede ser calificado como un museo en el sentido en el que hoy en día concebimos este tipo de instalaciones, sí que debe ser considerado como la primera iniciativa de este tipo en Canarias, organizada conforme a los criterios coleccionistas de la época, y auténtico precursor de este tipo de gabinetes decimonóni-cos en España y, particularmente, en Canarias (Ramírez, 1997). Con unos criterios más rigurosos, que en parte seguían los postula-dos defendidos por José Agustín Álvarez Rixo, cuando abogaba por la necesidad de que se creara un Museo en Tenerife para conservar y es-tudiar científicamente el patrimonio arqueológico de Canarias, nace en 1877 el Gabinete Científico, gracias al empeño personal del médico Juan Bethencourt Alfonso (1847-1913), al que algunos autores han defi- La fundación de El Museo Canario y su reconocimiento internacional Primera parte: Biografía Biografías d 54 e Científicos Canarios nido como un «darwinista romántico» (Galván, 1987:7). Dicho Gabinete, nacido como anexo al Establecimeinto de Segunda Enseñanza de Santa Cruz de Tenerife, puede considerarse como el antecedente inmediato de El Museo Canario, que surge en Las Palmas de Gran Canaria dos años más tarde. Organizado al modo de una «pequeña academia», en pala-bras de Diego Cuscoy, el Gabinete Científico de Santa Cruz de Tenerife se organizó en diferentes secciones, nacidas con el objetivo de impulsar «el estudio de la ciencia natural, y especialmente el del archipiélago cana-rio bajo este punto de vista» (VV. AA., 1878:3), destacando entre entre las de Antropología y Arqueología Prehistórica de Canarias, que dirigía el propio Bethencourt Alfonso. Sin embargo, pese al empeño por ampliar su influencia fuera de Tenerife, para lo cual se organizó una red de co-rresponsales —al modo de la que poseía, por ejemplo, la Real Academia de la Historia—, el Gabinete Científico y con él los trabajos de investiga-ción realizados por su principal impulsor, no lograron trascender más allá del ámbito insular. Como ha señalado Luis Diego Cuscoy (1982:9), Juan Bethencourt Alfonso «parece no querer ir más allá del espacio de la isla, y es la isla la que acaba por consumir su obra». El 24 de mayo de 1880 se inauguró ofi-cialmente El Museo Canario, instalado en el edificio de las Casas Consistoriales. El núcleo central de sus colecciones estaba integrado por la colección particular de Gregorio Chil y por las donaciones de otros socios cofundadores. Muy pronto, El Museo Canario pasa a conver-tirse en una institución emblemática en la in-vestigación arqueológica de las islas, al acoger en sus salas de exposición una excelente co-lección antropológica y de materiales prehis- Juan Bethencourt Alfonso (1847- 1913), fundador del Gabinete Científico de Santa Cruz de Tenerife (Foto: Bethencourt, 1991) Gregorio Chil y Naranjo 55 pánicos de Canarias. Las colecciones se fueron incrementando con las progresivas excursiones arqueológicas efectuadas en el interior de la isla, con las donaciones de algunas colecciones particulares, pero, también, mediante la adquisición de todo aquello que Chil y Naranjo consideraba digno de sus colecciones. Incluso no tardan en surgir algunas fricciones con el Gabinete Científico, debido a las «excursiones arqueológicas» de Bethencourt Alfonso en las islas orientales del Archipiélago Canario y, principalmente, en Gran Canaria, como se desprende de unas palabras del propio Chil y Naranjo, en las que alude veladamente al médico tiner-feño: «Hace poco tiempo se tuvo conocimiento de que en unas cuevas de la jurisdicción del pueblo de Mogán, en esta isla, existían numerosos objetos que pertenecieron a los antiguos Canarios. La noticia cundió por las otras islas, y como es natural, hoy que se ha despertado el gusto por las antigüedades isleñas, acudieron de ellas personas encargadas de hacerse a todo trance, y fuera cualquiera el precio, con el todo o la mejor parte de los objetos encontrados» (Chil, 1876:609). Aunque Chil y Naranjo es la cabeza visible de la institución, no se en-cuentra sólo para llevar adelante los ambiciosos proyectos trazados. La Junta Directiva de El Museo Canario está integrada por un nutrido gru-po de profesionales, mayoritariamente médicos y farmacéuticos, entre los destacaban los nombres de Diego Ripoche, Víctor Grau-Bassas, los hermanos Martínez de Escobar, Agustín Millares Torres, Juan Padilla y Padilla… En unos tiempos como aquellos, en los que el tejido cultural era tan escaso en Las Palmas de Gran Canaria, la importancia de este grupo de intelectuales y su peso específico en el espectro cultural decimonónico, está por estudiar en profundidad. En cualquier caso, valga como apunte de su importancia el hecho de que el historiador Millares Cantero se re-fiera a sus miembros como «el grupo de El Museo», y haya visto en él el probable núcleo de «algunas muestras del peculiar intento culturalista La fundación de El Museo Canario y su reconocimiento internacional Primera parte: Biografía Biografías d 56 e Científicos Canarios grancanario, debiéndose ligar además con el análisis profundo del espíritu que impregnan las obras de Millares Torres» (Millares, 1975:129-132). En tales circunstancias, un Museo de estas características, instalado en una pequeña ciudad carente de centros de enseñanza secundaria y de Universidad, estaba llamado a servir de auténtico mo-tor del desarrollo de los estudios superio-res y del avance científico en las materias de su ámbito. Tales expectativas se cum-plieron holgadamente a los pocos años de su instalación provisional en el edi-ficio de las Casas Consistoriales. Desde las estancias de investigación del antropólogo francés René Verneau, responsable de la primera clasificación de las colecciones antropológicas del Museo, por sus instalaciones han pasado decenas de investigadores de reconocido prestigio, que, en estancias más o menos largas, han es-tudiado las ricas colecciones del Museo o han aprovechado los recursos bibliográficos de su Biblioteca y Archivo. Sin ánimo de hacer un listado exhaustivo, citemos algunos nombres: el geólogo finlandés Hans Hausen, cuyos estudios tanto han ayudado al progreso del conocimiento de la estructura geológica de Canarias; el filólogo austríaco Dominik Wölfel, autor de los Monumenta Linguae Canariae, editados en Graz en los años sesenta del siglo pasado (recientemente traducidos al español por Marcos Sarmiento, en una cuidada edición financiada por el Gobierno de Canarias); el antropólogo catalán Miguel Fusté Ara (1919-1966); la antro-póloga Ilse Schwidetzky-Rösing (1907-1997), que estudió las colecciones Gregorio Chil en una de las salas del Museo, situada en la segunda planta de las Casas Consistoriales (Foto: Archivo El Museo Canario) Gregorio Chil y Naranjo 57 antropológicas del Museo; o el antropólo-go americanista José Pérez de Barradas (1897-1981), que en 1938 estudió sus colec-ciones arqueológicas. Pero sobre todo, El Museo Canario ha sido el refugio de intelectuales y eruditos locales que, en algunos casos, dedicaron los mejores años de su vida a la lucha constan-te por mantener vivo el proyecto impulsado por Gregorio Chil y los demás cofundadores de la institución. Citemos aquí los nombres de Simón Benítez Padilla, Agustín Millares Carlo, Juan Bosch Millares, José Naranjo Suárez, Aurina Rodríguez Galindo, y José- Miguel Alzola González, entre otros. Hasta que la Universidad de La Laguna primero, y más recientemente la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, no impulsaron los estudios científicos históricos con una clara vocación regional, este papel fue asumido, con las lógicas limitacio-nes, por El Museo Canario. Y todo ello haciendo frente a una endémica falta de medios económicos que, en ocasiones, ha hecho peligrar la su-pervivencia de la propia institución. III.2. La revista El Museo Canario Los fundadores del Museo, con Gregorio Chil a la cabeza, eran cons-cientes de la importancia que tenía una publicación periódica como ór-gano de difusión de la labor que se realizaba en la recién creada sociedad científica. De este modo, en marzo de 1880 sale a la calle el primer ejem- El filólogo austriaco Dominik Wölfel (1888-1963), realizó varias estancias de investigación en El Museo Canario (Foto: Archivo El Museo Canario) La fundación de El Museo Canario y su reconocimiento internacional Primera parte: Biografía Biografías d 58 e Científicos Canarios plar de una revista que tenía por objeto «el adelanto de las ciencias, las letras y las artes», como señalaba el médico Domingo José Navarro, di-rector del recién creado Museo, en las primeras páginas de la publicación, que era de periodicidad quincenal. Como suele ocurrir siempre que se inician proyectos de este tipo en nuestro país –y más aún en aquellos tiempos, cabría añadir–, sus impulsores fueron excesivamente ambicio-sos en sus planteamientos iniciales y la revista no superó su tercer año de vida, debido a problemas económicos. Pese a todo, esta primera etapa de la revista (marzo de 1880-julio de 1882), fue muy fructífera, ya que en el más de medio centenar de números que se editaron, vio la luz un buen número de artículos firmados por el pro-pio Gregorio Chil y Naranjo, Víctor Grau-Bassas, Agustín y Luis Millares Cubas, Amaranto y Téofilo Martínez de Escobar, entre otros. A través de sus páginas es posible tomar el pulso de los primeros años de vida de El Museo Canario, los resultados de las exploraciones arqueológicas empren-didas por sus socios, pero también podemos leer los poemas, relatos y pre-ocupaciones de la intelectualidad canaria de finales del siglo XIX. El cese de la publicación del órgano de expresión de la sociedad, deja-ba sin voz a los miembros de su Junta Directiva, sobre todo en su empe-ño por garantizar la visibilidad de la institución, tanto dentro de la isla como también fuera de ella. Por esta razón, en 1884 impulsan la edición de una nueva publicación, los Anales de El Museo Canario. Sociedad de Antropología y de Ciencias Naturales, de los que sólo vio la luz el primer número, correspondiente al año 1884, aunque impreso el año siguiente. En la breve nota publicada en sus primeras páginas, sus editores explican el objetivo de la publicación: «Comprendiendo la Junta Directiva, no ya la utilidad, sino la necesidad de dar a la luz pública sus trabajos, puesto que interesa directamente al porvenir de la ciencia y al público bienes-tar, el estudio de ciertos fenómenos cuyos efectos se ven y cuyas causas Gregorio Chil y Naranjo 59 se ignoran; y que tal vez conocidas proporcionarán remedio a grandes males, presentando nuevos horizontes a las investigaciones del conoci-miento humano; ha considerado un deber imprescindible la publicación de los presentes ANALES, a objeto de que los amantes del saber obten-gan exacto conocimiento del progresivo adelanto de nuestro Museo, y procuren, por medio de un detenido estudio, llegar a la posesión de la verdad, seguros de que su empeño no será estéril ni baldío». Una vez más, los exiguos presupuestos de El Museo Canario, a pesar de contar con un centenar y medio de socios, y la ayuda mínima que percibía de las siempre poco saneadas arcas municipales, impidieron la continuidad de aquellos Anales. Habrá que esperar hasta los primeros días del año 1899 para ver re-nacer el viejo proyecto de la revista. Como Luis Millares Cubas expli-caba en la introducción del primer número que salía a la calle en esta segunda etapa, el esfuerzo se hacía con la modestia de quien sabe que no debe «caer en la vulgar tentación de detallar pretencisosos ofrecimien-tos, sin alardear de elevados fines, casi sin programa». Durante esta segunda etapa (enero de 1899- septiembre de 1905), vieron la luz diez nuevos tomos de la revista, en los que se publicaron más de un centenar de números (del 58 al 193). Los directores de la revista durante esta se-gunda etapa fueron, aparte del ya mencionado Luis Millares Cubas (que asumiría la dirección del Museo tras la muerte de Chil, hasta 1925), los socios José Franchy y Roca (enero de 1902-octubre de 1903) y Arturo Autógrafo de Gregorio Chil y Naranjo (Foto: Archivo El Museo Canario) La fundación de El Museo Canario y su reconocimiento internacional Primera parte: Biografía Biografías d 60 e Científicos Canarios Sarmiento (abril de 1904-septiembre de 1905). Los sucesivos cambios en la dirección de la revista e, incluso, en su propia concepción, no influye-ron sustancialmente en la calidad de sus contenidos durante esta segun-da etapa. En sus páginas se editaron artículos de gran calidad científica (entre ellos los últimos salidos de la pluma de Gregorio Chil), hasta las contribuciones de carácter más ligero, enviadas por algunos socios. Una vez más, fueron las dificultades financieras de la institución las que die-ron al traste con la continuidad de la revista, que no volvería a publicarse hasta casi treinta años más tarde. La tercera etapa de la revista El Museo Canario es, pese a su corta du-ración (1933-1936), fundamental en la historia de la publicación, ya que en ella se sientan las bases del proyecto que continuará en su etapa posterior. Gracias al apoyo económico del Cabildo Insular de Gran Canaria, la re-vista pudo mejorar sustancialmente la calidad de la edición. La dirección científica de la revista es asumida por Agustín Millares Carlo, que invierte su proverbial capacidad de trabajo y su inteligencia en la mejora de la re-vista. Ésta, por vez primera, se organiza siguiendo los criterios de norma-lización de las revistas científicas de la época, conforme a una estructura cuatripartita (artículos, miscelánea, documentos y reseñas). Su director deja patente, desde el primer número de la nueva serie, cuál será el criterio principal para poder publicar en ella «cuantos trabajos concernientes a la historia, arqueología, antropología y etnología de las Islas Canarias hayan sido concebidos y realizados con criterio absoluta y rigurosa-mente científico». Con la colaboración de Jorge Hernández Millares, que ejerce las funciones de secretario de la publicación, la revista se edita en Madrid, y en ella publicarán durante estos años autores como Juan Bosch Millares, Dominik J. Wölfel, además del propio Agustín Millares y Jorge Hernández. El estallido de la Guerra Civil obliga a detener la edición de la revista durante el transcurso de la terrible contienda fraticida. Las pe- Gregorio Chil y Naranjo 61 nurias de la posguerra y el exilio de Agustín Millares Carlo posponen durante años la re-surrección de la revista. Finalmente, en enero de 1944 se reinicia la publicación de la revista, cuya edición se ha mantenido de forma ininterrumpida has-ta la fecha. Durante esta cuarta etapa en la vida de la revista de El Museo Canario se ha mantenido la periodicidad anual iniciada en la fase anterior, así como la estructura cua-tripartita, hasta que, a partir de la segunda mitad de los años setenta se han añadido nuevas secciones. Durante estos años la di-rección de la revista ha sido desempeñada por Eduardo Benítez Inglott (1944-1947), Simón Benítez Padilla (1948- 1955), Agustín Millares Carlo (1955-1979), Manuel Hernández Suárez (1980-1988 y Manuel Lobo Cabrera (desde 1992). A lo largo de los sesenta años que han transcurrido desde el inicio de esta cuarta etapa de la revista, en sus páginas han visto la luz de-cenas de artículos publicados por los mejores especialistas en los cam-pos de especialización de la revista. Ha sido fundamental que, desde los años cuarenta, la publicación contara con el aval del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Sin embargo, la creciente especialización de las revistas científicas y la aparición de nuevas publicaciones periódicas en Canarias (Boletín Millares Carlo, Eres (Arqueología/Antropología), Tabona, Tebeto, Vegueta), ha restado visibilidad a esta publicación en los últimos años, frente al peso específico que siguen teniendo publicacio-nes como el Anuario de Estudios Atlánticos (desde 1955) y la Revista de Historia Canaria (desde 1924, con interrupciones). Portada de la revista El Museo Canario correspondiente a los comienzos de su cuarta época (Foto: El Museo Canario) La fundación de El Museo Canario y su reconocimiento internacional Primera parte: Biografía Biografías d 62 e Científicos Canarios III.3. Algo más que un Museo Desde sus inicios, El Museo Canario ha sido más que un simple lugar de exhibición de sus magníficas colecciones de antropo-logía y prehistoria de Canarias, además de las de zooloogía y geología (aunque estas últimas, desde los años ochenta del si-glo pasado, no se exhiben al público). Su fundación en 1879, buscaba promover los estudios científicos en Canarias, con espe-cial referencia a la Historia Natural (ori-gen y formación geológica del Archipiélago Canario, Paleontología, Botánica y Zoología), y la Historia de Canarias (desde los orígenes de su poblamiento hasta la Edad Contemporánea). El núcleo principal de las colecciones del Museo, en el momento de su inauguración oficial, el 24 de mayo de 1880, estuvo constituido por las ricas colecciones particulares de Gregorio Chil, principalmente de an-tropología y arqueología de Canarias, a las que se fueron uniendo, con el paso de los años, las colecciones de sus socios, y, sobre todo, los nue-vos hallazgos y adquisiciones. Pero además, el Museo Canario poseía un Archivo y una Biblioteca, que aspiraban a convertirse en la memoria his-tórica del Archipiélago Canario. Con este fin, a los documentos (origina-les y copias) que poseía originalmente Gregorio Chil, se fueron sumando las nuevas colecciones documentales que sus socios donaban y, en oca-siones, incluso llegaron a adquirir para que se conservaran en la sociedad científica. Por su parte, la biblioteca de Chil y sus socios fue creciendo, hasta convertirse en lo que es hoy, uno de los centros más importantes para la investigación histórica de la región. Pejesapo (Familia Antennariidae). La colección de Ciencias Naturales del Museo cuenta con cientos de animales disecados (Foto: El Museo Canario) Gregorio Chil y Naranjo 63 El Archivo de El Museo Canario se formó a partir de las colecciones documentales que poseían Gregorio Chil y algunos socios (como el his-toriador Agustín Millares Torres, o el doctor Juan Padilla y Padilla, en-tre otros), que, generosamente, aportaron sus colecciones particulares. Con estas donaciones iniciales, posteriormente incrementadas por las de otros socios, e incluso por algunas adquisiciones realizadas a lo largo de su historia, el Archivo de El Museo Canario posee una rica colección de documentos esenciales para el estudio de la historia de Canarias. El conjunto más importante de documentos históricos está formado por el Archivo de la Inquisición de Canarias, que ha sido estudiado por decenas de historiadores y ha dado lugar a numerosas monografías, desde la pio-nera obra de Agustín Millares Torres, titulada Historia de la Inquisición en las Islas Canarias (Las Palmas de Gran Canaria, 1874), hasta el re-ciente estudio de Francisco Fajardo Spínola (2003). Además, hay que destacar entre los fondos del Archivo de El Museo Canario, el Archivo Parroquial de Fuerteventura y el de los condes de la Gomera, procedente de la Casa-Fuerte del Marquesado de Adeje (Tenerife), que se conservan junto con docu-mentos tan valiosos como el Libro de Cédulas Reales, el Libro Rojo del Ayuntamiento de Canarias o el Protocolo de Repartimiento de tierras en Gran Canaria, además de diversas Bulas Papales, Memoriales, una buena colección de mapas antiguos de las Islas Canarias (algunos de ellos procedentes El Archivo de la Inquisición de Canarias, milagrosamente salvado de su destrucción, se conserva en el Archivo de El Museo Canario (Foto: Archivo El Museo Canario) La fundación de El Museo Canario y su reconocimiento internacional Primera parte: Biografía Biografías d 64 e Científicos Canarios de portulanos de los siglos XVI y XVII), y numerosos grabados. A estos fondos hay que añadir otros no menos importantes, como son el Archivo Fotográfico, el Archivo Musicológico y el Cartográfico. En las páginas de la revista de El Museo Canario se han venido publicando, desde hace décadas, los catálogos de estos fondos, conforme ha ido avanzando su interminable catalogación. Entre las donaciones más importantes realizadas en los últimos tiem-pos, se encuentra la donación del archivo personal de Sebastián Jiménez Sánchez (1904-1983), que fue Comisario y Delegado de Excavaciones Arqueológicas de la provincia de Las Palmas entre 1940 y 1969, gracias a la genorosidad de sus hijos. El archivo, en el que se conserva la docu-mentación de la Comisaría provincial de Excavaciones de Las Palmas y su epistolario (incluyendo copia de las cartas enviadas, lo que acrecienta su valor documental), ha sido fundamental para el estudio de esta impor-tante etapa de la historia reciente de la arqueología canaria. Conserva, además, una importante documentación etnográfica y folklórica, y una amplia colección fotográfica. La Biblioteca de El Museo Canario se creó, igualmente, sobre el fondo primigenio de la biblioteca particular de Gregorio Chil y Naranjo, que se había visto notable-mente incremen-tada, a su vez, con la biblioteca que le había legado en 1869 su tío Gregorio Chil Morales. A ella Sala de lectura de la Biblioteca de El Museo Canario (Foto: El Museo Canario) Gregorio Chil y Naranjo 65 se fueron añadiendo, posteriormente, las bi-bliotecas particulares donadas por los so-cios de la institución, como Luis Maffiote o Baltasar Champsaur, entre otros. Desde su crecación, la Biblioteca Canaria no ha cesado de crecer, y cada semana se siguen recibiendo las últimas novedades biblio-gráficas publicadas en Canarias, o los estudios relativos al Archipiélago Canario que se publican fuera de nuestra fronteras. Finalmente, la Hemeroteca de El Museo Canario, recoge una excelente muestra de los diarios y revistas publicados en Canarias, desde 1785 has-ta nuestros días. Su fondo muerto, en el que están catalogados los títulos ya desaparecidos, es una fuente inagotable de información para los estu-diosos de la historia y literatura canarias, al tiempo que su fondo vivo, en el que se conservan los diarios y revistas que se editan actualmente, es utilizado frecuentemente por aquellos lectores que desean acceder a al-guna noticia publicada en la prensa regional. Huelga decir que los proble-mas de espacio en esta importante sección del Museo son evidentes, no sólo por el volumen de los fondos hemerográficos, sino por los relativos a su conservación. Aunque la digitalización de algunos diarios canarios realizada por la Biblioteca General de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, accesible a través de la página web de la institución (www. ulpgc.es), permite acceder con facilidad al público e investigadores, toda-vía son muchos los usuarios de la hemeroteca que continúan manejando los originales en su sala de lectura. Gregorio Chil en su despacho personal (Foto: Archivo El Museo Canario) La fundación de El Museo Canario y su reconocimiento internacional Gregorio Chil y Naranjo 67 IV. SU LEGADO CIENTÍFICO La labor realizada por Gregorio Chil y Naranjo permitió un progreso, sin precedentes hasta entonces, en la investigación sobre la arqueolo-gía prehistórica y la antropología de las poblaciones prehispánicas de Canarias. Los estudios de Medicina que realizó en Francia, unido a sus posteriores estancias en aquel país, le aportaron una sólida formación científica para realizar los estudios necesarias para el progreso de la prehistoria y antropología en Canarias. Pero su interés por realizar sus investigaciones apoyándose en las aportaciones científicas de otros es-pecialistas, le llevó a formar una importante biblioteca personal, en la que no faltaron las principales publicaciones de la época en materias como Biología, Geología y Prehistoria. Con este material bibliográfico a su disposición, sumado a la permanente comunicación epistolar con sus antiguos profesores en París y los colegas españoles y extranjeros, Chil y Naranjo realizó una amplia producción escrita. Sus trabajos alcanza-ron un gran prestigio internacional, colocándole entre los mejores espe-cialistas españoles de su época en el campo de la ciencia prehistórica y la antropología física, que por aquellos años daban sus primeros pasos (Ramírez, 2004). Primera parte: Biografía Biografías d 68 e Científicos Canarios Gregorio Chil, como tan-tos hombres de ciencia de su tiempo, no fue ajeno a la po-lítica de su época, aunque su grado de implicación no llegó al de otros científicos. La nota necrológica publicada en el Diario de Las Palmas el mis-mo día de su muerte, resume en pocas palabras cuál era su posición política: «siempre militó en las filas de nues-tro ilustre partido, siendo un constante admirador de nues-tro jefe». En efecto, Chil era un hombre de Fernando León y Castillo (1842-1918), sin duda el político canario más importante de su época, y uno de los leales colaboradores de Sagasta: diputado a Cortes por Canarias desde 1871, Ministro de Ultramar (1881-1883), Ministro de Gobernación (1886- 1887), Embajador de España en Francia (1887-1918), y Senador vitalicio (desde 1912). El Fondo de documentos personales de Gregorio Chil que se conserva en el Archivo de El Museo Canario contiene algunas car-tas a través de las cuales es posible testimoniar la actividad política de Chil, en el feudo electoral de León y Castillo, para garantizar los apoyos necesarios del electorado. Sin embargo, el propio Chil y Naranjo criti-caba abiertamente las maniobras desplegadas por otros partidos, como las que señala a propósito de las elecciones para diputados a Cortes de 1863 en Gran Canaria: «Esta elección fue sumamente reñida, apelaron Fernando León y Castillo (1842-1918), máximo exponente de la política de la Restauración borbónica en Canarias (Foto: Casa-Museo León y Castillo) Gregorio Chil y Naranjo 69 a los medios inmorales de forzar a los hombres o faltar a la palabra que tenían empeñada ya por unos, ya por otros. Personas que debían respetarse y dar ejemplo con su dignidad y alta posición social, como el conde de la Vega Grande, recorrieron los electores como estafetas de lugares empleando la persuasión, el embuste, la amenaza y todo el contingente de patrañas que en esos casos sacan los redentores de la felicidad los pueblos, resultados todos de la ninguna fijeza en las ideas» (Chil, 1889:2219-2220). Como el mecenas al estilo decimonónico que fue, tan alejado de los supuestos modelos actuales de mecenazgo, más procupados por la amortización y la contraprestación política de cualquier desembolso, antes que por la contribución desinteresada, Chil y Naranjo ha deja-do una herencia sin precedentes. En las siguientes líneas pretendemos resumir, en pocas palabras, las principales aportaciones de su legado científico, centrándonos en las diferentes facetas de la actividad cien-tífica que desarrolló a lo largo de su vida, pero también en el elemento aglutinador que ha supuesto la Sociedad Científica El Museo Canario. IV. 1. Su contribución científica a la antropología física Como ha recordado recientemente el antropólogo Fernando Estévez (2001:312), uno de los mayores méritos de Chil fue su empeño por colocar la antropología y la prehistoria de Canarias en la vanguardia de los es-tándares científicos de su época, logrando un reconocimiento en Europa que, hasta entonces, apenas poseían. En lo que se refiere a la antropo-logía física, ésta inicia su andadura en Canarias de la mano del médico grancanario, gracias a la formación que éste recibió en la Universidad de París. Las enseñanzas de Paul Broca (de quien ya hemos hablado más Su legado científico Primera parte: Biografía Biografías d 70 e Científicos Canarios arriba), fueron de-terminantes para que Chil y Naranjo aprendiera el méto-do de investigación de los restos an-tropológicos, que en aquel entonces se apoyaba en una praxis descriptiva y morfológica. Para los antropólogos decimonónicos, la variabilidad humana en ti-pos raciales podía ser estudiada a partir del detenido análisis de los restos físicos, principalmente los cráneos y huesos largos. Desde esta perspectiva teórica, que se mantuvo vigente hasta la segunda mitad del siglo XX, cualquier investigación rigurosa debía apoyarse, necesaria-mente, en unas series amplias y numerosas de restos antropológicos, además de en una medición rigurosa de los mismos. Es por ello por lo que Gregorio Chil se procupó por formar unas colecciones antropoló-gicas lo más amplias posibles, al tiempo que sometió a estudio dichos materiales. Es evidente que sus trabajos científicos están hoy supera-dos, como consecuencia lógica de los extraordinarios avances experi-mentados por la antropología física desde las últimas décadas del siglo XX. Sin embargo, la importancia de las colecciones antropológicas de El Museo Canario, iniciadas por el propio Chil, siguen ofreciendo a los investigadores un material ingente para el avance del estudio de la an-tropología física de las poblaciones prehispánicas. Sin embargo, Chil y Naranjo no partía de cero en sus investigacio-nes antropológicas. Contaba con los trabajos precursores de Sabin Sala de antropología física de el Museo Canario, cuyo montaje expositivo evoca el aspecto que tenía en el siglo XIX (Foto: El Museo Canario) Gregorio Chil y Naranjo 71 Berthelot (1794-1880), un francés afincado en Tenerife que, entre otras cosas, estuvo interesado por el estudio de las caracterís-ticas raciales de las poblaciones prehispá-nicas de Canarias, como se puede observar en sus Antiquités canariennes, publicada en París en 1879. Pero, sobre todo, contaba con los avances experimentados en Francia a raíz del descubriemiento del Hombre de Cro-Magnon en 1868, cuyas semejanzas fí-sicas con los cráneos canarios fue destacada por el propio Broca. Al igual que antes hiciera Berthelot, Gregorio Chil se obsesiona por la taxonomía racial, por la búsqueda de los caracteres esenciales y po-tenciales de las razas aborígenes. Su discurso se apoya en la literatura científica de la época, y al igual que los antropólogos franceses e in-gleses que influyen en su obra, Chil adaptará sus teorías a los cambios que se van produciendo en el panorama de la política internacional eu-ropea. Como en ese momento están en pleno apogeo el evolucionismo y la antropología racista, que asociaba las características raciales con la capacidad intelectual, Gregorio Chil asume plenamente estas teorías en su discurso –al igual que el propio Juan Bethencourt Alfonso–. A través de los estudios bioantropológicos de las colecciones del Gabinete Científico, que estudió personalmente, y de El Museo Canario, Chil y Naranjo llegó al convencimiento de que los habitantes que poblaban las Islas Canarias cuando llegaron los europeos, estaban emparentados con la recién descubierta «raza» de Cro-Magnon, que por entonces los antropólogos consideraban como los primeros antepasados de los euro-peos, y con «razas mediterranoides» de origen igualmente europeo. Retrato de Sabin Berthelot (Foto: Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife) Su legado científico Primera parte: Biografía Biografías d 72 e Científicos Canarios Pero sería unos años más tarde, con las sucesivas estancias en Canarias del médico francés René Verneau (1852-1938), cuando se produzca un avance sustancial en el es-tudio de las colecciones antropológicas de El Museo Canario. En una primera estan-cia de un año de duración, en 1877, Verneau realiza un primer estudio de dichas colec-ciones, que ampliará en una posterior es-tancia de mayor duración (1884-1887). El objetivo de sus estudios, financiados por distintas instituciones científicas france-sas, es constatar la hipótesis de la relación étnica entre los antiguos habitantes de las Islas Canarias y el hombre de Cro-Magnon. Su último viaje a Canarias se produce entre 1932 y 1935, en la etapa final de su vida, cuando ya es un prestigioso especia-lista en Antropología física, que simultanea sus clases de Antropología Prehistórica en el Instituto de Paleontología Humana, con sus trabajos como conservador en el Museo de Etnografía del Trocadero, en París, del que también era su director. En esta última estancia en El Museo Canario, Verneau aprovecha el tiempo para orga-nizar las colecciones Cráneo prehispánico de Tenerife (Foto: Museo Arqueológico de Tenerife) René Verneau estudiando los cráneos de El Museo Canario (Foto: Archivo El Museo Canario) Gregorio Chil y Naranjo 73 antropológicas, que unos años atrás habían sido alojadas en su sede definitiva. Los progresos científicos de las últimas décadas han permitido que numerosos investigadores canarios avancen en los estudios bioarqueo-lógicos de las ricas colecciones antropológicas de las poblaciones prehis-pánicas que se conservan en los museos de Canarias. La bioarqueología es un área de investigación de carácter multidisciplinar, que centra su atención en el estudio de los componentes biológicos de los restos hu-manos procedentes de contextos arqueológicos, con el fin de poder re-construir la condición y el comportamiento humano en el pasado. A partir de los estudios de Matilde Arnay de la Rosa, Emilio González Reimers y Javier Velasco Vázquez, entre otros, realizados a partir de los análisis químicos de los huesos y otros restos orgánicos, como el ca-bello, se ha avanzado mucho en el conocimiento de la paleodieta de las poblaciones prehispánicas, situando la investigación científica en bio-antropología que se desarrolla en Canarias en la vanguardia. Sin duda, unos avances científicos que tienen su punto de inicio en las investiga-ciones antropológicas desarrolladas en el siglo XIX, pero que muestran la extraordinaria especialización de este tipo de estudios en las últimas décadas (Arnay et al. 2001). IV.2. Los inicios de la arqueología científica en Canarias En la obra de Chil encontramos reiteradas alusiones a el interes por recurrir a los estudios arqueológicos ante la necesidad de construir un nuevo discurso histórico que, en vez de apoyarse en las fuentes escri-tas de otros historiadores, se construya sobre los datos positivos acerca Su legado científico Primera parte: Biografía Biografías d 74 e Científicos Canarios del origen y forma de vida de las pobla-ciones prehispánicas de Canarias: «un túmulus, una piedra tajada o pulimen-tada, o un fragmento de jarro, etc. etc. (…) suministra datos más ciertos, más seguros y positivos que muchos de los escritos que no son sino obras litera-rias brillantemente adornadas» (Chil, 1880:237). Sin embargo, a pesar de re-conocer el extraordinario potencial de información que ofrecía la arqueología para la investigación histórica, Chil no fue capaz de explotarla satisfactoria-mente, a diferencia de otros contempo-ráneos suyos. Algunos autores (Farrujia, 2004:345-347) han destacado recientemen-te que esta escasa habilidad de Chil para analizar el registro arqueológico se debía a su nula formación teórica en Arqueología, aunque ciertamen-te estas carencias son extensibles a otros pioneros de la investigación arqueológica en Canarias. Parece evidente que, a pesar de los trabajos de Chil dedicados a las hachas pulimentadas de su colección particular (Chil, 1874 y 1875), o a la cerámica prehispánica (Chil, 1880-1881), sus intereses se inclinaban más hacia los estudios antropológicos. Y resulta evidente que, por su edad y su propia constitución física, en las explora-ciones arqueológicas —como la que realiza en abril de 1880 al barranco de Guayadeque—, prefería dejar a los enriscadores o a Víctor Grau-Bassas el acceso a las cuevas más inaccesibles, limitándose él a interpretar el cro-quis que su amigo le realizaba in situ. Pero algunos autores creemos que estos hechos, que por otra parte conocemos a partir de las publicaciones Retrato de estudio de Gregorio Chil y Naranjo (Foto: Archivo El Museo Canario) Gregorio Chil y Naranjo 75 de Chil, no pueden ser utilizados para restar importancia a los trabajos de campo del médico teldense, en detrimento del trabajo de gabinete, en el que sin duda se mostraba más cómodo. En este sentido, coincidimos con la opinión de Antonio Tejera (2001:45), cuando señala que Chil in-trodujo nuevos criterios de investigación propios del conocimiento que le permitieron superar la tradición historicista sobre el pasado de las islas. Consideramos que a pesar de estas limitaciones, cabe adjudicar a Gregorio Chil y Naranjo el mérito de ser el introductor de la arqueología científica en Canarias, si bien es cierto que con las limitaciones que impo-ne el empleo del término «científico» en la España del siglo XIX, cuando la investigación que se realiza en nuestro país está más cerca aún del con-cepto de erudición o de academicismo (Peiró y Pasamar, 1989-1990), que del estrictamente científico, al menos si lo comparamos con la situación que se vive en otras naciones europeas, como Francia (Gran-Aymerich, 1998:141-202). Un mérito que, en cualquier caso, puede considerarse com-partido con Bethencourt Alfonso, al menos en lo que se refiere al empeño que ambos pusieron en sistematizar el método de trabajo en la exploracio-nes y «rebuscas» arqueológicas. En efecto, en mayo de 1878, el Gabinete Científico de Santa Cruz de Tenerife dicta unas instrucciones para la realización de «los trabajos que se hagan por las personas que secunda-ren los esfuerzos de este Centro», en todas aquellas materias que son obje-to de estudio por dicha Sociedad, que Cuevas de habitación y funerarias en el barranco de Guayadeque (Foto: Dirección General de Patrimonio Histórico del Gobierno de Canarias) Su legado científico Primera parte: Biografía Biografías d 76 e Científicos Canarios iban desde las rocas y minerales a Paleontología, Meterología y Zoología. Dichas instrucciones, estaban «expuestas en términos que estén al al-cance aun de aquellos que no tengan conocimientos especiales», y en lo que se refiere a la Antropología y Arqueología prehistóricas de Canarias, eran las siguientes: «16º Remitir momias, esqueletos, cráneos, huesos, etc. de las antiguas razas de estas Islas, expresando si es posible, del modo más detallado el lugar y condiciones en que hayan sido encontrados. 17º Remitir asimismo, y con iguales relaciones, todos aquellos ins-trumentos, armas y útiles que den indicios de haber sido de uso de los guanches, como anzuelos, bastones, palos, lanzas, piedras de molino, gánigos, cuentas de collares, pieles, leznas, restos de vestidos, de ali-mentos, de bálsamo, etc. etc. 18º Dar relación detallada de las cavernas y restos de construcciones del tiempo de los guanches, de las que hicieron viviendas, y de las que destinaron a sepulturas, así como de aquellas de que exista tradición de que sirvieron de palacios, o tuvieron algun otro uso particular o no-table. En las investigaciones que al efecto se hagan, debe procurarse descubrir si hay algunas inscripciones, en cuyo caso se agradecerá la remisión de las mismas, o si esto no es posible, un dibujo de ellas» (VV. AA., 1878:8-9). De la lectura de estas instrucciones dirigidas a los socios y correspon-sales del Gabinete Científico se observa la particular obsesión por el aco-pio del mayor número posible de objetos y restos antropológicos (artículos 16º y 17º), así como en la localización de estructuras de habitación o fune-rarias, o de posibles inscripciones (art. 18º). Estas recomendaciones am-plían sustancialmente los únicos precedentes que conocemos en España, como la Real Cédula expedida el 6 de julio de 1803 en la que se aproba-ban las instrucciones dadas por la Real Academia de la Historia sobre «el Gregorio Chil y Naranjo 77 modo de reco-ger y conservar los monumentos antiguos, descu-biertos o que se descubran en el Reyno», que se considera la primera medida legislativa sobre la conservación y protec-ción del patrimonio arqueológico en España. Varios años más tarde, El Museo Canario redacta un Reglamento con-forme al cual habrán de llevarse a efecto las exploraciones y rebuscas que se acuerden por la Junta Directiva de El Museo Canario, aprobado en la sesión de la Junta Directiva celebrada el 26 de marzo de 1886. A di-ferencia de las instrucciones del Gabinete Científico, en este Reglamento se presta mayor atención a la planificación previa del trabajo a realizar y en los mecanismos de control impuestos para certificar la ejecución de los trabajos previstos Dice así: «Artículo 1º. Cualquier individuo de la Sociedad El Museo Canario podrá solicitar de la Junta Directiva auxilios para practicar exploracio-nes en cualquier punto de las islas, con el fin de enriquecer sus Gabinetes con objetos pertenecientes a los aborígenes. Art. 2º. Para ello será necesario acompañar a la instancia, que con dicho fin se presente, una Memoria detallada y expresiva: 1º Del lugar que haya de ser explorado. 2º Noticias adquiridas respecto a la certeza El método de excavación de Chil o de Bethencourt no se alejaba mucho del de estos pioneros de la arqueología en otros paises (Foto: Museo Norteamericano de Historia Natural) Su legado científico Primera parte: Biografía Biografías d 78 e Científicos Canarios o probabilidad de la existencia de objetos apreciables, a fin de que el éxito sea favorable, y se inviertan con provecho los fondos destinados al efecto. 3º Datos necesarios para que la Junta pueda apreciar desde luego las ventajas y beneficios de la exploración. Art. 3º. La Junta Directiva podrá conceder o denegar la instancia. Art. 4º. La propia Junta no podrá autorizar nuevas exploraciones en sitios ya explorados; pero sí podrá acordar rebuscas en esos mismos sitios, cuando de las exploraciones anteriormente practicadas, haya motivos bastantes para inferir que algo pueda aún encontrarse. Art. 5º. Las rebuscas sólo podrán efectuarse por el personal de El Museo o individuos que pertenezcan a su Junta Directiva; toda vez que siendo difícil formar un presupuesto de gastos para ello, el personal del Museo o los individuos de su Directiva, son los únicos que pueden tener conocimiento exacto de los objetos que en los Gabinetes existen; y sería, en cierto modo, inútil o innecesario aglomerar mayor número de los que se poseen hasta en cantidad excesiva. Art. 6º. Autorizadas que sean la exploración o la rebusca, se llevará a efecto observándose las siguientes formalidades: 1º El jefe de la ex-pedición lo será el que haya deducido la instancia, el cual será el único responsable, así de los actos de los exploradores, como de la autentici-dad de los objetos. 2º No se abonará en modo alguno mayor cantidad que la presupuestada, y si se ocasionasen mayores gastos o costos serán de cuenta del jefe de la expedición; 3º Por Secretaría se llevará un cua-derno en el cual se figurará el objeto de la exploración o rebusca, con el acuerdo de la autorización, cantidad librada al efecto, y resultado de la expedición. 4º Además se llevará un libro que contenga minuciosa re-seña de la exploración, un cróquis del lugar explorado y su descripción, procurando dibujar los tipos de los habitantes de la localidad y anima-les más comúnes de la zona explorada y sus cercanías; y haciendo la Gregorio Chil y Naranjo 79 más exacta descripción de los objetos hallados, del lugar donde se han encontrado y su procedencia, con cuantos datos orográficos y físicos sea posible precisar. Art. 7º. El material de exploraciones que posea El Museo se pondrá a disposición del jefe de expedición, quien lo devolverá oportunamente al Conservador del mismo. Art. 8º Terminada la exploración, dará al jefe cuenta inmediata de su resultado al Conservador del Museo, a quien entregará los objetos encontados, y éste, con un informe sobre el mérito e importancia de los mismos, dará cuenta a la Directiva después del examen del Director, quien pondrá al pie su Visto. Art. 9º El Jefe de Exploración que no cumpla con estos requisitos no podrá ser autorizado por la Junta Directiva para otra nueva explora-ción » (VV. AA., 1886:3-5). Llama la atención el ni-vel de concreción del arti-culado y el empeño de Chil y Naranjo por imponer una metodología de trabajo tan detallada, que se adelanta medio siglo a la que se es-tablecerá en España en los inicios de la dictadura fran-quista, cuando la recién creada Comisaría General Carta de Víctor Grau-Bassas a Juan Padilla, informando de sus exploraciones en Mogán, 1866 (Foto: Archivo El Museo Canario) Su legado científico Primera parte: Biografía Biografías d 80 e Científicos Canarios de Excavaciones Arqueológicas envíe las circulares a los Comisarios pro-vinciales repartidos por España, explicando cómo deben efectuar los tra-bajos de prospección y excavación, la forma de tomar los datos in situ y el modo de redactar las memorias finales que deben remitir a Madrid. El seguimiento de estas instrucciones establecidas por El Museo Canario permitió la redacción de informes que, en algunos casos han llegado hasta nuestros días y constituyen una excelente fuente de infor-mación, ya no sólo para los historiadores, sino también para los etnó-grafos. Un ejemplo lo tenemos en los informes redactados por Víctor Grau-Bassas y Mas, que, después de haber permanecido inéditos durante décadas, fueron publicados por El Museo Canario hace unos años (Grau- Bassas, 1980), o en una extensa carta que Grau-Bassas dirige a su amigo Juan Padilla, dando cuenta de la expedición realizada a Mogán en marzo de 1886, que ha sido recientemente editada (Santana, 2003). IV.3. La obra histórica de Chil y Naranjo Aunque es evidente que las dos facetas principales de Chil y Naranjo son las del estudioso de la antropología y la arqueología prehispánica de Canarias, éstas deben encuadrarse dentro de un proyecto personal más ambicioso, como es el de escribir una historia de Canarias que se apoye en los datos positivos de los documentos y de los restos arqueológicos y antropológicos. La propia concepción de sus Estudios históricos, climatológicos y pa-tológicos de las Islas Canarias nos ofrece a un historiador influido aun por la concepción enciclopedista de aquellos autores que, como Viera y Clavijo, él aspira a superar con su obra. A pesar de que Chil califique con modestia sus Estudios como una humilde obra, en realidad éstos cons- Gregorio Chil y Naranjo 81 tituyen un proyecto suma-memente ambicioso. Sólo el cansancio, los reproches de algunos sectores de la socie-dad canaria y la escasa re-ceptividad que tuvieron sus fascículos, incluso en aque-llos sectores de la sociedad potencialmente interesados en su lectura, le obligaron a frenar la publicación de la obra cuando había finalizado el tercer tomo y acababa de lanzar el primer fascículo del cuarto. Sólo en tiempos recientes se ha reconocido el extraordinario valor de su obra en el contexto de la historiogarfía canaria del siglo XIX. La obra histórica de Chil se encuadra en los límites de la historiografía burguesa liberal, que en Canarias contó con dos figuras señeras en el siglo XIX, ambas nacidas en Gran Canaria, y en cierta medida competidoras en el mismo «nicho historiográfico», si se nos permite la expresión. Sin embargo, como ya hemos comentado en otro lugar, la talla intelectual de Agustín Millares Torres (1826-1896) y, sobre todo, la propia concepción de su Historia General de las Islas Canarias, eclipsaron la valoración historiográfica de Chil. Uno de los aspectos menos valorados de la obra histórica del médi-co teldense, que nosotros deseamos destacar aquí, es su empeño por si-tuar la historia de las Islas Canarias en el mapa de Europa. Una lectura sosegada de la obra histórica publicada por Chil, seguida de un análisis atento del material inédito que se conserva en el Archivo de El Museo Canario, nos muestra a un intelectual con una excelente formación cien- La vivienda de Chil y Naranjo, posteriormente sede del Museo (Foto: Archivo El Museo Canario) Su legado científico Primera parte: Biografía Biografías d 82 e Científicos Canarios tífica que aspira a sacar a su tierra del oscurantismo en el que algunos aspiran a verla de por vida. Su formación en Francia, sus constantes via-jes al extranjero y a la Península Ibérica, sus contactos con las cabezas mejor amuebladas de la época y, sobre todo, su concepción de la política nacional e internacional, se ven reflejadas en su personal concepción de la historia de Canarias. Para Chil y Naranjo, las poblaciones prehispánicas que habitan en las islas a la llegada de los europeos, son comunidades neolíticas emparenta-das con la «raza» de Cro-Magnon, recientemente descubierta en Francia. Al igual que otros pioneros de la arqueología en Canarias, como Juan Bethencourt Alfonso o el menos conocido Manuel de Ossuna y Van den Heede, Gregorio Chil reivindica para Canarias su inserción en la histo-ria europea, alejando los orígenes del poblamiento prehispánico de las poblaciones bereberes del Norte de África. De ahí su interés por mostrar los resultados de sus investigaciones en los foros científicos franceses, su empeño por editar una revista científica que sirva para divulgar las investigaciones y, sobre todo, su obsesión por levantar un Museo donde exponer sus colecciones a los ojos de los canarios y cuantos viajeros visi-ten el Archipiélago Canario. La Cueva Pintada de Gáldar, descu-bierta en 1873. La historia de la lucha por su protección corre paralela a la historia de El Mu-seo Canario por su supervivencia (Foto: Dirección General de Patrimonio del Gobier-no de Canarias) Gregorio Chil y Naranjo 83 Esta antorcha europeísta que encendieron los historiadores decimo-nónicos canarios antes citados, con el beneplácito de la comunidad cien-tífica internacional, fue portada, a lo largo de buena parte del siglo XX, por decenas de investigadores que, ya sea por las mismas razones, ya sea por otras diferentes, consideraban legítima la defensa de la europeidad (o españolidad, incluso), del primer poblamiento humano de Canarias (Farrujia, 2004). Aunque los avances en la investigación científica desde los años seten-ta del pasado siglo nos permiten situar ahora, en parámetros más cientí-ficos, cuándo y cómo se produjo el poblamiento de las Islas Canarias, un rápido examen de la ingente bibliografía generada en los últimos años a propósito de esta cuestión, permite comprobar que algunos historiado-res contemporáneos siguen empeñados en escribir la historia resucitan-do viejas teorías difusionistas, que, como han señalado algunos colegas recientemente, «se apoyan en modelos cuyo principal problema episte-mológico reside en que su mejor verificación se apoya en la hipotética imposibilidad de su refutación» (Velasco y otros, 2002:36). IV.4. Su aportación a la historia de la medicina en Canarias La formación médica de Gregorio Chil le hizo interesarse por el estudio del papel de la enfermedad y la medicina prehispánica en Canarias. Sus publicaciones, y particularmente sus Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias, ofrecen abundantes datos al respecto, que posteriormente fueron amortizados por el doctor Juan Bosch Millares en diversas publicaciones (Bosch, 1961, 1962 y 1967). Chil y Naranjo se interesó por el estudio de las prácticas quirúrgicas, la terapéutica y, so- Su legado científico Primera parte: Biografía Biografías d 84 e Científicos Canarios bre todo, las prácticas de momimficación. Sus publicaciones científicas han sido consideradas como de gran valor para su época y se le considera el pionero de los estudios de Paleopatología en Canarias (Rodríguez, 1990). Pero el interés del doctor Chil por la historia de la medicina en Canarias no se limitó únicamente a la época prehispáni-ca. Durante el siglo XIX las Islas Canarias se vieron azotadas por varias epidemias de fiebre amarilla y cólera morbo, pro-vocadas por unas pésimas condiciones sociales e higiénico-sanitarias, pero también por la mala actuación de las autoridades políticas, que en muchas ocasiones no estuvieron a la altura de la gravedad de estas crisis sanitarias, que arribaban a nuestras costas a través de los barcos que atracaban en los puertos principales de las islas. Aunque Gregorio Chil sólo debió enfrentarse a una de estas epidemias, su conocimiento de las que se habían producido antes de su nacimiento o de aquellas que se ex-tendieron durante sus años de estudio lejos de Canarias, reflejado en las páginas de su obra científica, hacen de él una fuente de información de primer orden para el estudio de la historia de la Medicina en nuestro Archipiélago (Betancor, 2001). La primera epidemia de fiebre amarilla del siglo XIX en Canarias se pro-dujo entre los años de 1810 y 1811 y fue, con diferencia, la que alcanzó mayor mortandad. La segunda epidemia de fiebre amarilla se extendió en 1838 en Las Palmas, importada de La Habana por un navío español que atracó en la ciudad en agosto de aquel año. Los detalles de la extensión de ambas epidemias en las Palmas son poco conocidos, ya que las Actas Municipales Cráneo prehispánico de Gran Canaria con trepanación incompleta en su frontal izquierdo, con evidencias de regeneración ósea (Foto: El Museo Canario) Gregorio Chil y Naranjo 85 se destruyeron en el incendio de las Casas Consistoriales de 1842. Sin embargo, a través de la infor-mación que propor-ciona Chil y Naranjo en los tomos inéditos de sus Estudios que se conservan el Archivo de El Museo Canario, ha sido posible recons-truir las escasas informaciones aportadas por otras fuentes históricas (Betancor, 2001 y 2002). Igualmente valiosa es la información que Chil ofrece en su obra cientí-fica sobre la tercera de las epidemias que asolaron las islas, entre 1846 y 1847, y ello a pesar de que sí contamos con las Actas Municipales de esos años. Sin embargo, menos afortunado se muestra Chil y Naranjo en su investigación sobre la epidemia del cólera que asoló Las Palmas en 1851, la primera a la que tuvo que enfrentarse desde el desempeño de su pro-fesión, o sobre el desarrollo de la última epidemia de fiebre amarilla que sufrió Las Palmas de Gran Canaria en el siglo XIX, entre 1862-1863. En esta ocasión, como en las dos anteriores, la epidemia alcanzó Las Palmas de Gran Canaria desde Tenerife, y los acontecimientos que giraron en torno a esta crisis impulsaron un recrudecimiento del «Pleito Insular» entre Tenerife y Gran Canaria, como ha explicado la doctora Mª Josefa Betancor (2001:76-83; 2002:189-194). En efecto, tanto Chil y Naranjo como otros médicos canarios no su-pieron reconocer el efecto de inmunidad permanente que proporciona la enfermedad a los pacientes que han padecido la fiebre amarilla, a pesar de que desde comienzos del siglo XIX dicho efecto había sido publicado Instrumental médico de fabricación francesa (Foto: El Museo Canario) Su legado científico Primera parte: Biografía Biografías d 86 e Científicos Canarios por Juan Manuel de Aréjuela (1775-1830). En opinión de algunos auto-res, las causas de este «desconocimiento» quizá estuviera en la negati-va a reconocer la existencia de epidemias de fiebre amarilla en Canarias (Betancor, 2001:83), aunque ello no supone un demérito de la impor-tancia que poseen los Estudios de Chil y Naranjo para la historia de la Medicina en Canarias. Gregorio Chil y Naranjo 87 V. CIEN AÑOS SIN CHIL Y NARANJO Cuando ha transcurrido más de un siglo desde la muerte del doc-tor Chil y Naranjo, cualquier valoración sobre su trayectoria personal y científica sólo puede construirse desde la base del reconocimiento de su incansable labor. Es evidente que, en lo que se refiere a sus plantea-mientos científicos, ya sea en el campo de la Historia, la Antropología o la Medicina, los avances experimentados en la investigación científica a lo largo del siglo XX han relegado buena parte de sus publicaciones a una posición meramente historiográfica. La obra escrita de Chil, en suma, adolece de una serie de defectos que no son achacables a él, sino al resto de la producción científica de su época. Su mérito y relevancia para los científicos que estamos en activo, así como el que poseerán para aquellos que en un futuro se interesen por el estudio de cualquiera de los aspectos que Chil investigó en su momento, radica no tanto en sus conclusiones teóricas como en la importancia que estos trabajos su-pusieron para el progreso científico en Canarias. En este sentido, pode-mos afirmar que buena parte del avance de la ciencia antropológica o de las ciencias históricas en Canarias se deben a la contribución científica de Chil y Naranjo. Primera parte: Biografía Biografías d 88 e Científicos Canarios V.1. Todo bien atado: el testamento de Chil En la madrugada del día 4 de julio de 1901, el doctor Chil y Naranjo fallecía en su domicilio, cuando apenas habían pasado unos meses desde que había cumplido 70 años. Padecía del corazón y desde hacía meses que se encontraba indispuesto. Su pérdida fue muy sentida, no sólo por el res-peto y admiración hacia su personalidad científica, sino sobre todo por su talla humana. El Diario de Las Palmas, órgano de difusión de los leonis-tas, recordaba su fidealidad al partido y a su líder, al tiempo que destacaba algunos rasgos de su personalidad que habían hecho de él un referente para los sectores de la sociedad grancanaria más desfavorecidos. Su en
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Calificación | |
Título y subtítulo | Gregorio Chil y Naranjo |
Autor principal | Ramírez Sánchez, Manuel E. |
Autores secundarios | Martínez Navarro, Francisco ; Repetto Jiménez, Emigdia |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | Madrid ; Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Dykinson ; Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación del Gobierno de Canarias |
Fecha | 2006 |
Páginas | 175 p. |
Datos serie | Biografías de Científicos Canarios ; 3 |
Materias |
Chil y Naranjo, Gregorio (1831-1901) Biografía |
Enlaces relacionados | Más biografías de científicos canarios: http://mdc.ulpgc.es/cdm/search/collection/MDC/searchterm/Biograf%C3%ADas%20de%20Cient%C3%ADficos%20Canarios/field/serie/mode/all/conn/and/order/nosort |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 6875263 Bytes |
Texto | GREGORIO CHIL Y NARANJO Portada y Solapa: Sala de antropología física, cuyo montaje expositivo evoca el aspecto que tenía en el siglo XIX (Foto: El Museo Canario) Diseño de la cubierta: Cam-PDS 3 GREGORIO CHIL Y NARANJO Manuel Ramírez Sánchez La ciencia perfecciona al hombre en todas sus esferas, le conduce rectamente por el camino de la verdad, le hace conocer sus derechos y sus deberes y deja en pos de sí ese rastro luminoso abandonando a la vulgaridad a esos hombres a quienes su organismo no les permite separarse de la estrechez de sus concepciones a intereses creados, bajo los cuales existen, en una forma social dada, la preocupación, el despecho, la sátira de mal género, cuando no pueden apelar a la fuerza, a la violencia, al cadalso o a la hoguera. Gregorio Chil y Naranjo, 1880 GREGORIO CHIL Y NARANJO © Manuel Ramírez Sánchez © Francisco Martínez Navarro Emigdia Repetto Jiménez © Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación. Gobierno de Canarias © De las cubiertas: Cam-PDS Edita: Dykinson S.L. 915 44 28 46, Fax: 915 44 60 40. info@dykinson.com / www.dykinson.com Producción, diseño y realización Cam PDS Editores S.L. Francisco Gourie 107, 2ª Planta - Ofi. 18 35002 - Las Palmas de Gran Canaria Tfno. 928 44 59 08 | Fax: 928 38 09 97 I.S.B.N.: Depósito Legal: GC Impresión y Encuadernación: Biografías de Científicos Canarios GREGORIO CHIL Y NARANJO Manuel Ramírez Sánchez UN LEGADO HACIA EL FUTURO La memoria es una de las señas de identidad determinante en cualquier colectividad. Canarias ha tenido durante siglos una flaca memoria colectiva, tendencia que ha ido cambiando en las últimas décadas, especialmente desde que ha ganado en entidad política a través del autogobierno. Conocer los hechos y los personajes que han ido marcando el devenir histórico de Canarias en todas su vertientes es una tarea que nos incumbe a todos, porque recuperar esa memoria nos sirve de impulso para encarar el futuro con las mejores garantías. Impulsada por esta idea, nace esta colección bibliográfica dedicada a científicos canarios que han realizado enormes aportaciones en diversos campos, no sólo en lo relativo a nuestras islas sino al conocimiento científico universal. Son nombres que han surcado siglos de historia y que han influido en la sociedad de su tiempo y en las posteriores. Reconocidos por la sociedad científica internacional, es necesario que el pueblo canario también se familiarice con sus enorme labor, porque son el espejo en el que todos debemos mirarnos, especialmente las nuevas generaciones. Por ello doy las gracias a todas las personas que han hecho posible este proyecto, desde los autores y coordinadores de los trabajos hasta los responsables de la Oficina de Ciencia, Tecnología e Innovación del Gobierno, impulsora de esta iniciativa. Este libro que tienen en sus manos y los demás de esta colección ahondan en nuestra memoria colectiva. Y la memoria es siempre un acto de justicia. María del Mar Julios Reyes Vicepresidenta del Gobierno de Canarias GREGORIO CHIL Y NARANJO, EL MÉDICO PIONERO DE LA ARQUEOLOGÍA CIENTÍFICA PREHISTÓRICA Que el Dr. Don Gregorio Chil y Naranjo figure entre las ocho perso-nalidades elegidas por la Oficina de Ciencia y Tecnología e Innovación del Gobierno de Canarias para conformar su colección de Biografías de Científicos Canarios (que abarca el espacio temporal de tres siglos, del XVIII al XX) es, sin duda, un destacable y merecido reconocimiento a la labor desarrollada por nuestro ilustre paisano y fundador. Para quie-nes continuamos empeñados en mantener viva la que en palabras del profesor Rumeu de Armas fue su obra científica número uno, El Museo Canario, es además, un estímulo para perseverar en ello, conscientes de que el insustituible patrimonio que atesora, seguirá siendo un inago-table filón para estudiosos e investigadores que, con la inserción de lo local en lo universal, abundará en el progreso de la Ciencia. En unos tiempos como los que corren, donde muchas son las alar-mas que señalan una crisis de la enseñanza, particularmente en los niveles de la ESO y bachillerato, reconforta que se exploren y ensa-yen nuevos recursos pedagógicos que estimulen a profesores y alum-nos. Sí el estudio memorístico como una mera retención de nombres, fechas, estructuras, procesos fuera de contexto y un largo etcétera, nunca gozó de buena crítica entre las mentes despejadas, en el siglo que inauguramos raya lo absurdo, por cuanto los cada vez más ac- cesibles ordenadores caseros son capaces de facilitarnos al instan-te un volumen de información inabarcable para persona alguna. Probablemente estemos asistiendo, después de la invención del len-guaje escrito, a la más importante contribución para la inteligencia colectiva de la humanidad. Si los datos son ahora más accesibles que nunca, parece lógico que el esfuerzo en la enseñanza se concentre en temas tales como el fomen-tar actitudes de interés por el conocimiento, de modo que el alumno disfrute con el progreso intelectual. En la línea de este planteamiento, el mérito de este libro, de esta colección, estriba en acentuar la estre-cha relación entre la trayectoria vital del biografiado y su aportación en el campo científico. El acercarnos al hombre de ciencia desde su lado más accesible, más cercano, parece un camino acertado y esti-mulante para penetrar en el más complejo de su aportación científica. El conocer el contexto donde nacieron y donde se desarrollaron sus inquietudes, cual fue la evolución de sus ideas y cuales los momentos cruciales de su existencia, son inmejorables puertas para adentrarnos en lo que elaboró su más alto pensamiento. Este libro se concibe como una herramienta para ser utilizada con-juntamente entre alumnos y profesor, éste como guía más experimen-tado capaz de orientar el trabajo de sus pupilos, de animar los debates, de cohesionar al grupo, de concretar conclusiones. Su estructura fa-cilita esta labor: organizado en tres partes claramente diferenciadas, tras un apretado recorrido sobre la vida, obra y legado del biografiado, con anotaciones críticas a la luz de los conocimientos actuales, en un segundo cuerpo aporta una serie de textos selectos, tanto de su pluma como de otros autores que a él se refieren, seguidos de una serie de preguntas, cuyas respuestas conllevan una correcta comprensión de lo leído y a una acertada contextualización del personaje y de sus apor- taciones; por último, en un anexo dedicado a ‘Como aprender a través de la Historia de la Ciencia’, proporciona al docente toda una batería de recursos didácticos. Retornando a la figura del Dr. Chil, el libro nos lo presenta con la bonhomía que le caracterizó: hombre estudioso, de gran sensibilidad social y desprendido. Desde los dieciochescos Viera y Betancourt, com-parte con el resto de los biografiados de esta colección el haber via-jado fuera de las Islas como clave en su formación. Conociendo sus vivencias, inquietudes y quehacer, es inevitable sentir simpatía hacia él: entre otros hechos, movido por el amor al conocimiento que le in-culcó su tío canónigo ¡por esa misma causa se ve excomulgado!. Cabe preguntarse: ¿Cómo no sentir afecto por quien es capaz de organizar una algarada para recabar trabajo para los majoreros que huyen de la hambruna? ¿Cómo no estar agradecidos a quien legó todos sus bienes para beneficio de la sociedad?, y…siendo un científico ¿Cómo no inte-resarnos por lo que aportó?. Víctor Montelongo Parada Presidente de El Museo Canario Gregorio Chil y Naranjo 13 ÍNDICE PRESENTACIÓN ............................................................................................................................... 15 PRIMERA PARTE: BIOGRAFÍA ................................................................................................ 21 INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................... 23 I. JUVENTUD Y FORMACIÓN CIENTÍFICA ........................................................................................... 25 LOS PRIMEROS ESTUDIOS ................................................................................................. 26 SU FORMACIÓN UNIVERSITARIA EN PARÍS ........................................................................... 29 EL REGRESO A CANARIAS ................................................................................................ 33 II. LOS INICIOS DE SU LABOR CIENTÍFICA Y PROFESIONAL .................................................................... 37 LAS PRIMERAS PUBLICACIONES CIENTÍFICAS ........................................................................38 LOS ESTUDIOS HISTÓRICOS, CLIMATOLÓGICOS Y PATOLÓGICOS DE LAS ISLAS CANARIAS ............. 41 LA CONDENA DE CHIL Y EL RESPALDO DE LA COMUNIDAD CIENTÍFICA .....................................46 III. LA FUNDACIÓN DE EL MUSEO CANARIO Y SU RECONOCIMIENTO INTERNACIONAL ............................... 51 EL NACIMIENTO DE UNA INSTITUCIÓN EMBLEMÁTICA ............................................................ 52 LA REVISTA EL MUSEO CANARIO ..................................................................................... 57 ALGO MÁS QUE UN MUSEO .............................................................................................. 62 IV. SU LEGADO CIENTÍFICO ............................................................................................................. 67 SU CONTRIBUCIÓN CIENTÍFICA A LA ANTROPOLOGÍA FÍSICA .................................................... 69 LOS INICIOS DE LA ARQUEOLOGÍA CIENTÍFICA EN CANARIAS .................................................. 73 LA OBRA HISTÓRICA DE CHIL Y NARANJO ..........................................................................80 SU APORTACIÓN A LA HISTORIA DE LA MEDICINA EN CANARIAS ..............................................83 V. CIEN AÑOS SIN CHIL Y NARANJO ................................................................................................ 87 TODO BIEN ATADO: EL TESTAMENTO DE CHIL .....................................................................88 BALANCE DE UN CENTENARIO ........................................................................................... 92 CHIL Y NARANJO EN EL CONTEXTO DE LOS RECIENTES ESTUDIOS HISTORIOGRÁFICOS ................94 EL MUSEO CANARIO: PRESENTE Y FUTURO ........................................................................ 96 SEGUNDA PARTE: DOCUMENTOS DUCTORES ........................................................................101 INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. 103 VI. TEXTOS ORIGINALES DE GREGORIO CHIL Y NARANJO .................................................................. 107 JUSTIFICACIÓN DE SUS INVESTIGACIONES CIENTÍFICAS ........................................................ 107 LA CIENCIA ANTROPOLÓGICA Y SU RELEVANCIA PARA LA HISTORIA DE CANARIAS ......................110 IMPORTANCIA DE EL MUSEO CANARIO .............................................................................114 EL NEOLITISMO DE LAS POBLACIONES PREHISPÁNICAS .........................................................116 EXPLORACIONES EN LAS CUEVAS FUNERARIAS DE GUAYADEQUE ............................................118 LAS POBLACIONES PREHISPÁNICAS DE CANARIAS ............................................................... 122 VII. TEXTOS DE OTROS AUTORES ACERCA DE LA OBRA CIENTÍFICA DE CHIL Y NARANJO ........................... 125 LA IGLESIA CATÓLICA CONDENA LOS ESTUDIOS DE CHIL Y NARANJO ................................... 125 PIONERO DE LA INVESTIGACIÓN PALEOPATOLÓGICA EN CANARIAS ........................................ 128 RAZA Y NACIÓN EN CHIL .............................................................................................. 132 JUAN BETHENCOURT ALFONSO Y GREGORIO CHIL Y NARANJO, FRENTE A FRENTE ................. 134 EL MUSEO CANARIO Y LA IDENTIDAD CANARIA ................................................................. 136 BIBLIOGRAFÍA Iª Y IIª PARTE .......................................................................................................... 139 ANEXO: CÓMO APRENDER A TRAVÉS DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA ....................................... 145 INTRODUCCIÓN ............................................................................................................................. 147 1. OBJETIVOS DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA EN LA ENSEÑANZA Y APRENDIZAJE ................................ 149 2. APLICACIONES DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA EN EL AULA .......................................................... 153 COMO DISCIPLINA .........................................................................................................155 INTEGRADA EN LAS DIFERENTES DISCIPLINAS .................................................................... 156 COMO RECURSO DIDÁCTICO ............................................................................................ 156 COMO MEDIO DE DETERMINAR OBSTÁCULOS EPISTEMOLÓGICOS .........................................157 COMO ESTUDIO DE LA EVOLUCIÓN HISTÓRICA DE DETERMINADOS CONCEPTOS ..................... 158 COMO FORMA DE ANALIZAR, ELEGIR Y SECUENCIAR LOS CONTENIDOS DE UN CURSO ............. 159 COMO AYUDA PARA LA COMPRENSIÓN DE LOS DISTINTOS PROCESOS DEL QUEHACER CIENTÍFICO .......................................................................... 159 3. DIVERSAS FORMAS DE UTILIZACIÓN DIDÁCTICA DE LA HISTORIA DE LA CIENCIA ................................161 UTILIZACIÓN DIDÁCTICA DE LAS BIOGRAFÍAS DE LOS CIENTÍFICOS ........................................ 163 ENTREVISTAS REALIZADAS A CIENTÍFICOS ......................................................................... 169 DOCUMENTOS ORIGINALES DE LOS CIENTÍFICOS ................................................................ 170 EL COMENTARIO DE TEXTOS CIENTÍFICOS E HISTÓRICOS ....................................................... 171 ACTUALIDAD CIENTÍFICA ............................................................................................... 172 EXPERIMENTOS HISTÓRICOS .......................................................................................... 174 VÍDEOS ...................................................................................................................... 176 EXPOSICIONES TEMÁTICAS ............................................................................................. 176 EXPOSICIONES HECHAS POR EL ALUMNADO ....................................................................... 178 CONGRESOS DEL ALUMNADO .......................................................................................... 179 LA SIMULACIÓN O JUEGO DE ROL ...................................................................................181 EL PUZLE COMO ESTRATEGIA DE TRABAJO COOPERATIVO ..................................................... 182 BIBLIOGRAFÍA ............................................................................................................................. 185 Gregorio Chil y Naranjo 15 PRESENTACIÓN La ciencia consiste en dirigir una mirada alrededor, sentir la sorpresa, preguntarse y ver Fernández Rañada La Ciencia es profundamente humana, porque incide en lo más de-finitorio de nuestra condición de animales curiosos en el mundo. Por otra parte, vivimos en una época en que nuestras vidas están influen-ciadas directamente por la ciencia y la tecnología, por ello, sería desea-ble lograr tener ciudadanos científicamente cultos que sean capaces de seguir los mensajes científicos y tecnológicos que transmiten los distin-tos medios de comunicación y que después de pasar la enseñanza obli-gatoria puedan integrar nuevos conocimientos de forma autónoma. A ello quiere contribuir el proyecto Biografías de Científicos Canarios que propone un recorrido por la ciencia a través de sus protagonistas. Nos acompañan en este apasionante viaje varios científicos canarios que consideramos representativos de diferentes épocas: Del siglo XVIII, D. José Viera y Clavijo y D. Agustín de Betancourt; del siglo XIX, D. Biografías d 16 e Científicos Canarios Gregorio Chil y Naranjo y D. Juan León y Castillo; por el siglo XX, pre-sentamos a D. Juan Negrín López, D.Blas Cabrera y Felipe, D. Telesforo Bravo Expósito y D. Antonio González González, todos ellos personajes ilustres cuya memoria queremos contribuir a recuperar en la tierra que los vio nacer, para las generaciones actuales y futuras. Esta obra, formada por ocho biografías pretende dar a conocer parte de la historia de la ciencia en Canarias y divulgarla a las nuevas gene-raciones para que nos permita comprender mejor nuestro presente y abordar los problemas de nuestro futuro. Por otra parte, queremos resaltar el lado humano de los científicos, sus grandezas y debilidades, es decir, mostrar una ciencia con rostro humano, y poner de manifiesto que la ciencia es parte de la cultura que es otra mirada a la realidad, que nos da nuevos matices de la misma, mostrando que un científico es también un humanista. Igualmente, queremos dejar patente que detrás de cada investigación o descubri-miento existen además de ideas, seres humanos que las generan y que no suelen ser héroes inaccesibles sino que viven como la mayoría de la gente. En este sentido, Aarón Ciechanover que compartió el Premio Nobel de Química con Avram Hershko, en el 2004, se expresaba así ante los estudiantes que participaron en el Campus de Excelencia de la ULPGC, en junio del 2005: «...Un Premio Nobel no es Dios, es una per-sona normal, que tiene brazos, piernas y ojos, a la que un día le cambia la vida, se le produce una mutación genética al ganar este galardón pero lo importante no es ganar el premio sino trabajar con entusiasmo e ir hacia la búsqueda de la verdad a través de la ciencia». Entre los objetivos de este proyecto está también dar a conocer las profundas relaciones Ciencia, Tecnología Sociedad y medio Ambiente. Cada tomo consta de tres partes bien diferenciadas: la primera se refiere a la biografía del autor estudiado en la que hemos de resaltar Presentación Gregorio Chil y Naranjo 17 su carácter didáctico y educativo, que permite su fácil lectura y com-prensión, para ello, también se incluyen cuadros resumen y gráficos La segunda parte, está formada por una serie de documentos seleccio-nados de textos originales del autor estudiado, a veces extractados por nosotros, a fin de facilitar su lectura por estudiantes de diferentes ni-veles educativos especialmente en el 2º ciclo de la ESO, bachillerato y Universidad y por el público en general. Se incluyen también otros documentos complementarios, atractivos para el estudioso en los que aparecen al final, una serie de cuestiones ductoras cuya misión es guiar la lectura y el aprendizaje. Estas cuestiones son únicamente orientati-vas de las que pueden utilizarse teniendo siempre en cuanta los objeti-vos que nos hemos fijado. Esta es una característica diferenciadora de esta colección, que la justifica y le confiere un carácter inédito. En la tercera parte, exponemos diferentes maneras de utilizar la Historia de la Ciencia para que constituya una nueva forma de aprender. La estructura de cada libro de la colección permite diferentes lec-turas y quiere responder a intereses muy variados. Su lectura puede empezar por las partes y capítulos que a cada lector más le interese, por tener los mismas una cierta independencia y por tanto podrá ser utilizado como si de un hipertexto se tratase, navegando a través del mismo y saltando a aquellos aspectos que sean más interesantes para cada usuario o puede ser también leído linealmente. Finalmente, queremos resaltar el carácter unitario de la colección. Las biografías de los científicos canarios presentan una misma estruc-tura y un mismo hilo conductor, teniendo cada una de ellas una in-dependencia, pero el conjunto de las mismas le dan a la colección un cierto carácter enciclopédico, abarcando en sus aproximadamente 1200 páginas una visión de conjunto de la historia de la ciencia en Canarias Presentación de la Colección Biografías d 18 e Científicos Canarios y de sus científicos, mostrando una Ciencia con rostro humano, con sus aplicaciones y sus implicaciones sociales. El tratamiento divulgativo y didáctico de los mismos garantiza que sean libros para ser releídos, in-terpretados y trabajados, principalmente por nuestros jóvenes, a través de los materiales, recursos y orientaciones didácticas incluidas en los mismos. Los coordinadores de la colección Francisco Martínez Navarro Emigdia Repetto Jiménez Presentación Gregorio Chil y Naranjo en uno de sus últimos retratos fotográficos (Foto: Archivo El Museo Canario) PRIMERA PARTE Biografía Gregorio Chil y Naranjo 23 INTRODUCCIÓN Los tiempos que vieron nacer a Chil y Naranjo eran ciertamente ma-los. Canarias vivía una profunda crisis económica iniciada en la segunda década del siglo XIX que, entre los años 1834-1845, atravesó sus momen-tos más difíciles. La superación de esta profunda crisis, iniciada como consecuencia de la emancipación colonial y la caída del comercio cana-rio- americano, pero agravada por la desarticulación de las exportaciones del vino y la barrilla con Inglaterra, no se superaría hasta la segunda mitad del siglo. Precisamente el año que vio nacer a Chil y Naranjo fue el mismo en el que nació, también, el denominado arancel canario de 1831, promovido por una comisión regia nombrada al efecto, que creyó que con medidas proteccionistas de este tipo se podrían paliar los efectos de la crisis comercial. Los hechos posteriores, en cambio, demostraron que aquel arancel protector era nocivo para remontar la crisis, ya que tuvo efectos perniciosos sobre el mercado del trabajo y la propia evolución de-mográfica de Canarias. El Diccionario Geográfico-Estadístico Histórico de España y sus po-sesiones de ultramar de Pascual Madoz, publicado en Madrid entre 1845 y 1850, refleja con claridad meridiana la penosa situación de la economía canaria en aquellos años, pero también ofrece interesantes datos para co-nocer cómo era la situación de la sociedad canaria, el estado de sus pue-blos y ciudades, sus redes de comunicación. La sociedad canaria, como la de tantas regiones de la España del siglo XIX, era una sociedad esencial- Primera parte: Biografía Biografías d 24 e Científicos Canarios mente rural, jerarquizada y construida sobre profundas desigualdades, a pesar de que las reformas legales impulsadas por las Cortes de Cádiz avanzaban hacia el desarme del Antiguo Régimen. Salvo una elite minoritaria que controla el poder político y económico, constituida por la alta burguesía terrateniente y comercial, la población canaria estaba constituida en más de un noventa por ciento por lo que los historiadores llamamos clases trabajadoras, una denominación genérica bajo la que se engloban desde los jornaleros hasta los artesanos y obre-ros urbanos. Entre ambos grupos sociales –los que poseen las tierras y el agua y controlan el comercio, por un lado, y los que sólo tienen como principal fuente de sustento la fuerza de su trabajo y, en el mejor de los casos, unas ínfimas propiedades, por otro–, se atisba en Canarias la exis-tencia de unos grupos sociales intermedios, que algunos historiadores se han atrevido a calificar como «débiles clases medias». Este grupo social intermedio está constituido en su mayoría por pe-queños y medianos propietarios agrícolas, o comerciantes residentes en las ciudades, que intentan imitar los modos de vida de la alta burguesía terrateniente y comercial, principalmente por su deseo de diferenciarse de las clases trabajadoras que consideran inferiores. Aunque será un gru-po social prácticamente insignificante en los años intermedios del siglo XIX, paulatinamente irá cobrando mayor importan-cia a raíz de la recuperación económica que experimen-ta la economía canaria en la segunda mitad del siglo. Vista de Telde a finales del siglo XIX. (Foto: Canarias en el recuerdo, 1992) Gregorio Chil y Naranjo 25 I. JUVENTUD Y FORMACIÓN CIENTÍFICA Precisamente en el seno de una de estas familias isleñas de clase intermedia es en la que nace Gregorio Chil y Naranjo el 13 de marzo de 1831. Como ha explicado el doctor Juan Bosch Millares en su bio-grafía dedicada a nuestro personaje, era el segundo hijo de Juan Chil Morales y de Rosalía Naranjo Cubas, hombres de campo «que tra-bajaban sin descanso para proporcionar a sus familias un cómodo vivir y un relativo bienestar» (Bosch, 2003:35). Tanto sus padres como sus abuelos eran vecinos y naturales de Telde, una localidad que, por aquellos años, apenas sobrepasaba los 12.000 habitantes y que, como otras tantas ciudades y pueblos de las islas, poseía nota-bles carencias de infraestructuras y servicios, que no comenzarían a solventarse hasta la segunda mitad del siglo. Por fortuna para Gregorio Chil y Naranjo, su tío y padrino era Gregorio Chil Morales, a la sazón párroco de la Iglesia de San Juan Bautista de Telde, hasta que en abril de 1864 pasó a trasladarse a la Catedral como canónigo, y poco después, fue Catedrático de Filosofía y Teología, además de Rector del Seminario Conciliar. Primera parte: Biografía Biografías d 26 e Científicos Canarios I.1. Los primeros estudios Aunque nuestro biografiado estudió las primeras letras con su padre, la persona que más influyó en su formación intelectual en aquellos pri-meros años de su niñez y adolescencia, fue su propio tío y padrino. A él le cabe el honor de haber introducido al joven Gregorio en el estudio de los clásicos y en el conocimiento de la historia, materias éstas que eran del interés del religioso, toda vez que en diciembre de 1867 fue nombra-do Académico correspondiente en Canarias de la Real Academia de la Historia. Y sin duda alguna, a su decidida intervención se debe el traslado de su sobrino y ahijado a Las Palmas de Gran Canaria, en 1844, para co-menzar los estudios secundarios en el Seminario Conciliar. Los años de la juventud de Gregorio Chil y Naranjo son, también, los años del éxodo migratorio a Cuba, Puerto Rico y las colonias recién emancipadas de España. Una sangría demográfica que arrastró al otro lado del Atlántico a miles de canarios que, ante la imperiosa necesidad Iglesia de San Juan Bautista de Telde en 1893. (Foto: Canarias en el recuerdo, 1992) Gregorio Chil y Naranjo 27 de garantizar la supervivencia de sus familias, afrontaron el reto de iniciar una nueva vida sin más horizonte que el de la seguridad cierta de un retor-no imposible. La buena posición eco-nómica de la familia Chil y Naranjo y el empeño de su tío por formarle en la carrera sacerdotal, permitieron a nuestro joven que contara con todos los apoyos para sacar provecho de las enseñanzas de los profesores y cate-dráticos del Seminario Conciliar. Una institución que, en palabras del Diccionario de Madoz, era «el único san-tuario de las ciencias en toda la provincia y donde por consiguiente han recibido su educación todos los que han honrado y honran en el día a las Canarias con sus talentos». La formación que el joven Chil recibe en el Seminario estaba sujeta a la estricta observancia de los dogmas de la Iglesia Católica. El propio Chil y Naranjo comenta en una nota a pie de página insertada en las páginas in-troductorias del primer tomo de sus Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias, un episodio que refleja claramente el tipo de enseñanza que recibió en aquella institución, pero sobre todo, su empeño para que este tipo de situaciones no se volvieran a repetir: «Sea un débil ejemplo de esta verdad lo que a mi mismo me aconteció siendo estudiante en el Seminario Conciliar de la Purísima Concepción de Las Palmas, en 1846, cuando en todas partes se aplicaba el vapor como fuerza motriz. Habíase mandado que en el Establecimiento se enseñasen ciertos rudimentos de mineralogía. El libro de texto era un cuadernito insignificante con una pequeña introducción en la que se Patio suroeste del Seminario Conciliar de Canarias, fundado en 1777, donde Gregorio Chil cursó el bachillerato. (Foto: F. Martín, 2001) Juventud y formación científica Primera parte: Biografía Biografías d 28 e Científicos Canarios hacía una ligera reseña de la tierra fundada en el sistema de Laplace. El Rector del Establecimiento, que lo era el Licenciado en Teología y Jurisprudencia, Canónigo Magistral de la Santa Iglesia Catedral, Gobernador del Obispado etc. etc. D. Pedro de la Fuente, al leer esta introducción se alteró, y como buen Licenciado-Teólogo se tomó la licen-cia de arrancar aquellas hojas; pues las malas ideas de un Laplace no podían tener cabida en un Instituto en que todavía se explicaba dogmá-ticamente la justicia de la Santa Inquisición» (Chil, 1876:3). En 1847, Gregorio Chil y Naranjo finaliza sus estudios de bachillerato, obtenidos con excelentes calificaciones. Contaba entonces con 16 años y, en vez de continuar con la carrera sacerdotal, opta por cursar los estudios universitarios de Medicina, como otros jóvenes de la burguesía canaria de su época. Por aquellas fechas, los estudios universitarios de Medicina no se podían cursar en La Laguna, razón por la cual los canarios que deseaban convertirse en galenos debían desarraigarse de su tierra natal para poder estudiar en la Península o, como sucedía en la mayoría de los casos, en alguna universidad francesa. No era una decisión fácil, ni mucho menos una empresa al alcance de muchas familias. Como ha se-ñalado Antonio Rumeu de Armas (2001:350), aquellos jóvenes estudian-tes canarios del siglo XIX bien merecen ser considerados como héroes anónimos. Pero no menos heroica era la actitud de las propias familias, sobre todo cuando los recursos económicos, con ser suficientes, no eran precisamente abundantes para sufragar los cuantiosos gastos que aca-rreaba semejante empresa. Un reciente artículo publicado en el volumen de Homenaje al Dr. Chil y Naranjo editado por El Museo Canario, pro-porciona los detalles de la operación financiera ideada por los progenito-res del joven estudiante, pero, sobre todo, por el presbítero Gregorio Chil Morales, para poder proporcionarle los fondos económicos suficientes para sufragar sus estudios universitarios (Campos, 2001). Gregorio Chil y Naranjo 29 I.2. Su formación universitaria en París Gregorio Chil y Naranjo fue uno de aquellos héroes que, con sólo 17 años de edad, inicia sus estudios universitarios a miles de kilómetros de su tie-rra. Pero no escogerá la Universidad de Montpellier, como muchos estu-diantes canarios, sino la no menos prestigiosa Universidad de París. No cabe duda que el primer contacto con la capital francesa debió despertar en aquel joven un evidente impacto. Dejaba atrás la vida tranquila en una ciudad como Las Palmas de Gran Canaria, que apenas superaba los 17.000 habitantes de población, para recalar en una de las capitales europeas más importantes del momento. Además, la llegada de Chil a la capital del Sena coincidió con el estallido de la revolución de 1848, que sacudió la ciudad entre los días 22 al 24 de febrero. Debemos imaginar qué expectación de-bió generar en el joven teldense conocer la abdicación del monarca Luis Felipe, la inmediata instauración de un gobierno provisional presidido por el poeta Alphonse de Lamartine, la implantación del sufragio universal… En su estancia en París coincidirá con otro grancanario, Juan Padilla Padilla, y con dos jóvenes de la isla de La Palma, Víctor Pérez y Germán Álvarez, que también cursaban estudios en la Facultad de Medicina de la Universidad de París. La amistad que surgió entre Juan Padilla y Gregorio Chil tendría continuidad a la largo de la vida de ambos, cuando regresan a su tierra natal. Los primeros años de estancia de Chil y Naranjo en París coinciden con la corta vida de la Segunda República (1848-1852), que evoluciona de una república social a un gobierno autoritario, en ma-nos de Luis Napoleón Bonaporte. Pero también asiste al nacimiento del Segundo Imperio, en diciembre de 1952, y a los primeros años del man-dato de Napoleón III. En suma, Chil asiste, como testigo de excepción en París, a los años en los que desde la capital francesa se establecen los parámetros de la política europea hasta 1870. Juventud y formación científica Primera parte: Biografía Biografías d 30 e Científicos Canarios En el material inédito de sus Estudios que se conserva en el Archivo de El Museo Canario, podemos leer cómo cuenta el propio Chil y Naranjo sus primeras semanas en París, en aquellas jornadas en las que confiesa que su inasistencia a los comités y asambleas convocadas por los revolucionarios, «hubiese sido para mi un crimen que jamás me perdonaría». Como expli-ca Gregorio Chil, tanto él como los amigos canarios que conoció en París, no tardaron en identificarse con la revolución de abril de 1848, integrándo-se antes en el comité democrático socialista que en la Facultad de Medicina, pues aún no habían obtenido las convalidaciones de sus titulos españoles: «No tenía más guía que mi libertad Democrática y al mes de estar en París progresé de tal manera que era uno de los mas furibundos republicanos, no faltaba ni al estaminet ni a la Chacinière (célebre Jardin donde se da-ban bailes) y mucho menos al comité democrático socialista. Felizmente mi carácter me hizo retirar de todos esos focos donde concluyen por lo común las más bellas existencias y los más sublimes corazones». En efecto, la madurez intelectual de Chil, unida a la responsabilidad de saber que su estancia en París había de ser efímera, toda vez que su El estallido de la revolución de febrero de 1848 coincidió con la llegada de Chil a París. (Foto: Editorial Larousse-Planeta) Gregorio Chil y Naranjo 31 presencia allí se justificaba por la necesidad de finalizar sus estudios uni-versitarios en el tiempo previsto, hicieron que se apartase muy pronto de la febril actividad política y social de la capital francesa. Sin duda, no me-nor debió ser el papel que jugaron las admoniciones que su tío le escribía en sus cartas, o el peso de la conciencia al conocer lo que suponía para la economía familiar sufragar todos sus gastos en París, para que el joven teldense abandonase «esos focos donde concluyen por lo común las mas bellas existencias y los mas sublimes corazones» y se centrase en sus estudios universitarios. Por encima de los problemas iniciales de adaptación, muy pronto co-mienzan los progresos de Chil en la Facultad de Medicina, evidenciados en la superación de las distintas materias a las que debe hacer frente, así como en las pruebas públicas de los exámenes convocados. En su exce-lente biografía del médico teldense, Bosch Millares (2003:45-46) da bue-na cuenta del desarrollo de estos años trascendentales en su formación y de las distintas asignaturas que cursó. Pero a nosotros nos interesa des-tacar aquí, sobre todo, los nombres de algunos de sus maestros y, funda-mentalmente, de aquellos que le iniciaron en las novedades de la escuela antropológica francesa. En efecto, fue determinante en la formación científica de Chil y Naranjo su asistencia a las clases, seminarios y conferencias de quienes fueron sus maestros en la universidad parisina, pero también algunos compañeros de estudios aventajados que, con el paso de los años, jugarían un papel fundamental en el avance científico de estas materias. Citemos aquí, por ejemplo, los nombres de Paul Broca, Armand de Quatrefages, Theodore Hamy, Gabriel de Mortillet o Paul Topinard. Entre estos nombres debe-mos destacar el de Paul Broca (1824-1880), eminente cirujano y neurólo-go, a quien no le era ajena la política del momento (repúblicano a ultranza y hostil al Imperio, llegó a ser senador). Broca constituye un claro ejem- Juventud y formación científica Primera parte: Biografía Biografías d 32 e Científicos Canarios plo del extraordinario perfil de aquellos profesores que Chil tuvo ocasión de conocer en la Facultad de Medicina de París: pionero en la exploración del cerebro humano, a él le cabe el mérito de ser uno de los fundadores de la ciencia antropológica moderna, razón por la cual su nombre se sitúa a la misma altura de otros gigantes de la ciencia francesa del momento, como Claude Bernard (1813-1878) y Louis Pasteur (1822-1895). Chil supo aprovechar sus años de estancia en París para establecer relaciones con los investigadores más relevantes de la incipiente ciencia prehistórica y antropológica de la época, que tanta importancia tendrían en sus posteriores trabajos de investigación realizados en Canarias. Y es que, la lejanía geográfica entre Canarias y París, sólo parcialmente rota con sus periódicos viajes al continente europeo, le obligó a mantener una permanente actividad epistolar con científicos y estudiosos, muchos de los cuales conoció, precisamente, en sus años como estudiante en la ca-pital francesa. El archivo personal de Chil y Naranjo, que se conserva en El Museo Canario, ofrece un rico epistolario a través del cual es posible conocer el progreso de este tipo de contactos, al tiempo que nos ofrece interesantes detalles sobre su propia concepción de la ciencia. De la lec-tura de estas cartas, que aún permanecen inéditas en su mayoría, en un futuro podrán extraerse interesantes datos para conocer mejor la per-sonalidad, pero también la urdimbre ideológica y científica de nuestro biografiado. El aprendizaje de Chil en París no se limitó únicamente a su asistencia a las clases, seminarios y conferencias. Supo aprovechar los abundan-tes recursos bibliográficos que le ofrecían las bibliotecas parísinas, que se contaban entre las mejores de la época. Pero, sobre todo, supo absor-ber las nuevas perspectivas que se abrían en Francia con el nacimien-to de la arqueología oficial y el reconocimiento científico de la ciencia prehistórica, que se produjeron, precisamente, en el período 1848-1870 33 (Gran-Aymerich, 1998:141-202). En suma, las tres facetas de Chil que destacaremos más adelante (antropólogo, historiador y museísta), ade-más de la propia de su actividad médica, no pueden entenderse sin su paso por la Universidad de París. I.3. El regreso a Canarias En 1857, Chil y Naranjo obtiene el Título de Doctor en Medicina con la Tesis Doctoral titulada Des différents moyens qui ont eté employés dans le but de guérir les rétrécissements de l’urétre. La Tesis, que ob-tuvo la calificación de très satisfait, fue publicada ese mismo año por el impresor parisino Rignoux, y estaba dedicada a aquellos familiares que con tanto esfuerzo y cariño le habían ayudado a coronar sus estudios universitarios: su madre, Rosalía Naranjo Cubas; su hermano Juan; y, por supuesto, su tío y padrino, Gregorio Chil Morales. Finalizados sus es-tudios en la ciudad pa-rísina, Chil regresa a Canarias en 1857, des-pués de nueve largos años de estancia en Francia. Pero antes de poder ejercer legalmen-te su profesión debe cumplir el obligado trá-mite de revalidar su tí-tulo extranjero en una universidad española, Diploma de Doctor en Medicina expedido a nombre de Gregorio Chil y Naranjo, 1857 (Foto: Archivo El Museo Canario) Juventud y formación científica Gregorio Chil y Naranjo Primera parte: Biografía Biografías d 34 e Científicos Canarios cosa que hace en la Facultad de Medicina de la Universidad de Cádiz. Como no podía ser menos, la calificación que se reconoce en dicha con-validación del Título de Licenciado en Medicina, obtenida con fecha de 16 de junio de 1860, es la de Sobresaliente. Con veintinueve años de edad, su título de Doctor por la Universidad de París en una mano y su convalidación española en la otra, Chil inicia su actividad como médico en Las Palmas de Gran Canaria. Detrás de él deja sus años de formación en Francia, pero el bagaje de lo adquirido en aquellos años le acompañará el resto de su vida, que por estas fechas, comienza a disfrutar. Los primeros meses no fueron fáciles, ya que a su necesaria adaptación a la nueva vida en su tierra natal, debe añadir el esfuerzo por poner en marcha su consulta médica, situada en el nº19 de la calle de Los Balcones. Pero muy pronto comien-za a recoger los frutos de tantos años de esfuerzo y su nombre alcanza gran reconocimiento como médico entre la ciuda-danía. Como muchos re-cordarán después de su muerte, Chil era un mé-dico amable, que trataba con respeto a sus pacien-tes más desfavorecidos, llegando en ocasiones a Calle de los Balcones, situada en el barrio de Vegueta de Las Palmas de Gran Canaria (Foto: Manuel Ramírez) Gregorio Chil y Naranjo 35 no cobrarles la consulta e, incluso, proporcionarles él mismo los escasos medicamentos que recetaba, ya que prefería utilizar remedios caseros para curar las enfermedades. A lo largo de los cuarenta años de desempeño de su profesión como médico en Gran Canaria, Chil y Naranjo prestó especial atención a los asuntos sanitarios y fue testigo excepcional de acontecimientos de tras-cendental importancia en la historia de la Medicina en Canarias. Su sólida formación científica y su extraordinaria talla humana, unido a su espíritu crítico e indagador, hicieron de él un extraordinario galeno, que supo estar al lado de sus pacientes incluso en los momentos más difíciles, cuando otros huían de sus responsabilidades ante el avance de las epidemias que asolaron nuestras islas por aquellos años. Juventud y formación científica Gregorio Chil y Naranjo 37 II. LOS INICIOS DE SU LABOR CIENTÍFICA Y PROFESIONAL El adolescente que partió de Canarias con 16 años ha vuelto transfor-mado en un hombre con un bagaje científico y cultural que ansía poner en marcha sus proyectos y lógicas ambiciones. Atrás ha dejado su fase de formación y debe afrontar ahora los proyectos dibujados como meras ilusiones en sus años de estudiantes. Entre ellos se encuentra la lucha por abrirse camino en el desempeño de su profesión en Las Palmas de Gran Canaria, pero también está entre sus proyectos retomar sus lectu-ras sobre el pasado histórico de Canarias. Pero antes de nada, Chil se preocupa por crear su propia familia, posiblemente siguiendo los con-sejos de su madre y su tío. En 1862, transcurridos unos años de su regreso a Canarias, Chil con-trae matrimonio con Alejandra Jaques Merino, hija de Juan Gregorio Jaques de Mesa y Pacheco Solís –a la sazón Coronel de Milicias del Regimiento de Guía, Alguacil Mayor y Fiel Ejecutor de la Real Audiencia de Canarias–, y de Estebana Merino y Ruiz. Cuenta nuestra biografiado con 31 años de edad y su esposa, que con anterioridad se ha casado y enviudado en dos ocasiones, tiene catorce años más que él y aporta al matrimonio una hija fruto de su segundo enlace con el doctor Salvador Primera parte: Biografía Biografías d 38 e Científicos Canarios Antonio Bernardino, fallecido cinco años antes, hermano a su vez de su pri-mer esposo, con quien había tenido dos hijos. Como señala Juan Bosch, su esposa era una mujer vistosa, elegante y enér-gica, y por si fuera poco, formaba parte de la logia masónica La Afortunada, que editaba un periódico del mismo nombre, y que tenía su sede en una vi-vienda de su propiedad situada en calle Travieso (Bosch, 2003:95). En suma, una mujer poco convencional para la sociedad grancanaria de su época, lo que explicaría que Chil se ena-morara de ella a pesar de su pasado matrimonial. Aunque del enlace nació una hija, ésta murió a los pocos meses de nacida. Unos años más tarde, el 26 de enero de 1869, su esposa falleció repentinamente cuan-do contaba 52 años de edad. Enviudado tras sólo siete años de matri-monio, Gregorio Chil se enfrasca en su trabajo y en sus estudios sobre geografía, historia y flora de Canarias, además de concentrarse en otras materias relacionadas con su actividad médica. II.1. Las primeras publicaciones científicas Por aquellos años, Gregorio Chil comienza a publicar sus primeros artículos en el Boletín de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas, en la cual había ingresado como socio numerario en 1861. Estos artículos, fácilmente accesibles ahora gracias a una re- Alejandra Jaques Merino, primera esposa de Chil (Foto: Archivo El Museo Canario) Gregorio Chil y Naranjo 39 ciente edición de una Miscelánea de sus artículos y conferencias pu-blicados entre 1862 y 1901 (Chil, 2004), poco tienen que ver con sus intereses científicos posteriores, pero de la lectura de algunos pasajes se desprenden las inquietudes y el amor por su tierra del médico telden-se (Laforet, 2001). Por ejemplo, al analizar las causas de la carencia de alimentos en Gran Canaria, en su segundo artículo publicado en el Boletín de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas, en 1867, Gregorio Chil se lamenta de la destrucción de los bosques de la isla, que no duda en calificar como «preciosas alhajas», y el derroche de los esca-sos recursos naturales de Gran Canaria: «Nuestro bienestar no es más que una apariencia y cuando hemos llegado a tocar la realidad, nos hemos encontrado que somos unos ricos voluntariamente pobres; que no hemos dilatado nuestra industria agrícola, porque no hemos queri-do; que hemos agotado nuestros montes con punible imprevisión; que dejamos diariamente correr al mar y deslizarse bajo las capas de tie-rra que pisamos, abundantes raudales de agua, que alumbradas a la superficie multiplicarían nuestra riqueza, haciendo especialmente de la Gran Canaria unos verdaderos campos Elíseos» (Chil, 2004:23). En agosto de 1874 Chil asiste al Las primeras publica-ciones de Gregorio Chil tienen como principal pre-ocupación la mejora de las condiciones de vida de la población de Gran Cana-ria (Foto: Martín, 2001) Los inicios de su labor científcia y profesional Primera parte: Biografía Biografías d 40 e Científicos Canarios Congreso organizado en la localidad francesa de Lille por la Association Française pour l’Avancement des Sciences Anthropologiques. Ante los especialistas allí reunidos presenta un breve trabajo titulado Origine des premiers canariennes (Chil, 1875), disponible para quienes deseen leerlo en español en su Miscelánea (Chil, 2004:37-47). En esta primera publicación dedicada al que será uno de sus temas de investigación pre-feridos, ya podemos entrever algunas de las claves que caracterizarán sus trabajos de investigación a lo largo de su vida: su empeño por mos-trar únicamente los datos positivos, esto es, aquellos que son comproba-bles; su afán por buscar lo que los autores de su época bautizaron como la verdad histórica, alejándose de las supercherías y leyendas tantas veces reiteradas por otros autores; pero, sobre todo, su empeño por vin-cular el poblamiento prehispánico con la «raza» de Cro-Magnon. El año siguiente vuelve a asistir al Congreso organizado por la mis-ma asociación antropológica francesa, en esta ocasión celebrado en la localidad de Nantes. El trabajo que presenta, también redactado en francés, en esta ocasión está dedicado a la religión de los primitivos canarios y a la publicación de dos hachas pulimentadas descubiertas en Gran Canaria, que él comparaba con otra procedente de la isla de Puerto Rico, que había llegado hasta sus manos (Chil, 1875 = 2004:51- 59). Una vez más, el principal mérito de estos trabajos pioneros del au-tor radica en su comprometida actitud por escribir una «historia de los pueblos canarios», a pesar de la escasez de «hechos positivos en los que apoyarnos». El propio Chil finalizaba su intervención en Nantes advir-tiendo con su proverbial cautela: «Hoy en día tenemos ideas cerradas sobre un tema sobre el que bastaría un solo hecho para que mañana pudieran cambiar. A mí ya me ha ocurrido y sobre un buen número de cuestiones; no podría afirmar nada de manera clara y precisa, dejo al tiempo o a otros muchos más dichosos que yo el cuidado de resolver Gregorio Chil y Naranjo 41 estas cuestiones. Del mismo modo, la his-toria de estas islas, que pienso publicar este año, tendrá muchas lagunas, pues los autores, incluso aquellos que fueron testigos de la conquista, guardan silen-cio sobre las costumbres, la religion, la lengua, las tradiciones, etc., de los pri-mitivos canarios» (Chil, 2004:59). II.2. Los Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias Aprovechando sus breves estancias en Francia para asisitir a los con-gresos organizados por la Asociación Francesa para el Progreso de las Ciencias Antropológicas, Chil visita París y algunos archivos y biblio-tecas francesas con el fin de consultar documentos y obras necesarias para avanzar en la redacción de la que será su magna obra. Sus conver-saciones con Paul Broca, Armand de Quatrefages y otros antiguos pro-fesores en la Facultad de Medicina, su asistencia a las reuniones con algunos de sus antiguos compañeros, algunos de ellos profesores en la École d’Anthropologie de Paris, le ponen al día de los últimos progresos en la ciencia antroplógica, le aconsejan acerca de la lectura de éste o aquél estudio recientemente publicado en París o en Londres. Las maletas de Chil regresaban a Las Palmas más llenas de cómo habían salido rumbo al continente. En su interior viajaban las noveda- Gregorio Chil y Naranjo (Foto: Archivo El Museo Canario) Los inicios de su labor científcia y profesional Primera parte: Biografía Biografías d 42 e Científicos Canarios des bibliográficas que había adquirido en las librerías parisinas, junto con las obras entregadas como obsequio por algunos colegas. También, algunos materiales arqueológicos, fósiles y minerales para su colección particular. El obligado paso por la Península Ibérica le permitía estable-cerse unos días en Madrid, donde contactaba con pioneros de la arqueo-logía y antropología que, como él, estudiaban el pasado prehistórico de España, desde instituciones como la Real Academia de la Historia o el recién creado Museo Antropológico Nacional. Pero sus viajes no se li-mitaban al continente europeo, ya que Chil y Naranjo también viajó a la costa de África, con el fin de hacer acopio de documentos y materiales arqueológicos. Los Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias constituyen, sin ninguna duda, su obra publicada más ambicio-sa. En su redacción invirtió muchos años de su vida, pero en la búsqueda y lectura de los documentos y bibliografía que utilizó para su elaboración, invirtió más tiempo aún. La obra, realizada a sus expensas, fue apareciendo periódicamen-te en sucesivos fascículos. Los correspon-dientes al primer volumen comenzaron a aparecer a lo largo del año 1876, aunque no terminarían hasta 1879; los del segun-do volumen iniciaron su salida a la calle en 1880, y el ritmo de edición fue más lento que en el primer tomo, completán-dose en los años sucesivos; finalmente, los fascículos del tercer y último volumen publicado, comenzaron a aparecer en 1891 y finalizaron en 1899, apenas dos años an- Portada del primer tomo de los Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias, 1876 (Foto: Biblioteca Universitaria de Las Palmas de Gran Canaria) Gregorio Chil y Naranjo 43 tes de su fallecimiento. En el Archivo de El Museo Canario se conserva el resto de su monumental obra, organizada en unos manuscritos inéditos que, desde hace más de un siglo, esperan la ocasión propicia para su edi-ción definitiva. Se trata de una obra de carácter enciclopédico que, a pesar de la mo-desta valoración personal que hace el autor en sus páginas preliminares, posee un gran valor historiográfico. A pesar de ello, los tres tomos pu-blicados sólo han visto una edición y es de difícil acceso para cualquier potencial lector. Como ha señalado Rumeu de Armas (2001), pesó en su contra su carácter acumulativo y, en algunos casos, su desequilibrio en la estructura de los contenidos. Pero sobre todo, lo que ha relegado a esta obra del conocimiento del gran público fue la mejor proyección que tuvo la Historia general de las islas Canarias escrita por Agustín Millares Torres (1826-1896), una obra publicada entre 1893 y 1895 en diez volú-menes, en la que destacaba su solidez historiográfica, su aparato erudito y, sobre todo, una estructura más coherente para los lectores. Los tres tomos publicados de los Estudios presentan un organización tripartita, en la que se atiende a los tres aspectos que menciona en su título, esto es, a los aspectos históricos, climatológicos y patológicos de Canarias. En efecto, el primer tomo (dividido a su vez en tres libros), está dedicado a la historia de Canarias, desde los tiempos prehistóricos hasta su conquista en el siglo XV, y en él se incluyen también las descripcio-nes geográficas de las islas, junto con un resumen de las características intelectuales, morales, fisiológicas y patológicas de las poblaciones pre-hispánicas. El segundo volumen publicado está dedicado al estudios de los reinos de Tenerife, La Palma, La Gomera y El Hierro, además de las páginas dedicadas al origen de sus habitantes desde el punto de vista antropológico. Por último, el tercer y último volumen publicado está de-dicado a la climatología de Canarias y a la influencia que ésta ejerce sobre Los inicios de su labor científcia y profesional Primera parte: Biografía Biografías d 44 e Científicos Canarios las enfermedades, además de otros capítulos dedicados a temas diversos relacionados con los intereses en materia higienista: ozono del aire, aguas naturales y pluviales, aguas marinas. Los Estudios de Chil y Naranjo son una obra muy ambiciosa, deudora de las Noticias escritas por José de Viera y Clavijo, un siglo antes, de cu-yos valores y defectos es consciente su propio autor: «Mis Estudios son una colección de documentos, antes que una historia propiamente di-cha: y si bien a ellos se puede aplicar todo lo que decía Juvenal de los historiadores empalagosos, quiero pertenecer a esta clase, con tal que suministre los medios para que otros, con mejores condiciones que las mías, puedan escribir la Historia de las Canarias» (Chil, 1876:xiii). Una historia que él pretende construir, en cualquier caso, desde postulados teóricos bien diferentes de los que utilizaron los ilustrados. Para él, la historia debe ser estudiada desde el método positivista, mirando los he-chos como en sí fueron, que diría Leopold Von Ranke (1795-1866), y su contribución en los estudios antropológicos y prehistóricos de Canarias constituye un legado del que han sido deu-dores los científicos que se han encarga-do del estudio de esta materias hasta bien avanzada la segunda mitad del siglo XX. El estudio de las poblaciones prehispá-nicas de Canarias, o los guanches, como él mismo los denomina utilizando la de-nominación genérica de los habitantes de Tenerife, para calificar a los de las restan-tes islas, lo realiza Chil a partir del prin-cipio de la evolución. Al médico teldense se debe el mérito de haber situado a las poblaciones humanas que habitaron las Retrato de José Viera y Clavijo (1731- 1813), uno de los máximos exponentes de la Ilustración en Canarias (Foto: Biblioteca General de la Universidad de La Laguna) Gregorio Chil y Naranjo 45 islas en época prehispánica en la cadena de la evolución histórica de la Humanidad. Y a él se debe, igualmente, el mérito de haber vinculado di-cha evolución histórica con el de la cultura material, como hizo en uno de sus primeros trabajos de investigación, a propósito del estudio de unas hachas pulimentadas procedentes de diversos yacimientos canarios, lo que para él constituía una prueba evidente del «neolitismo» de la prehis-toria canaria (Chil, 1875). Como ha destacado Antonio Tejera (2001), el estado de la investigación actual descarta este supuesto origen neolítico de los antiguos canarios, pero hasta los años sesenta del pasado siglo estas teorías eran incuestionables para la comunidad científica, ya que estaban dentro de los paradigmas difusio-nistas imperantes en la ciencia arqueológica. En cualquier caso, en muchas obras divulgativas de la historia de Canarias, e incluso de los algunos manuales de Educación Secundaria Obligatoria y de Bachillerato en los que se incluyen estos contenidos, se sigue haciendo referencia al poblamiento neolítico de las islas, aunque sea como estadio previo a los poblamientos más recientes, cronológicamente situados unos siglos antes del cambio de Era. Ésta es, sin duda, una de las contribuciones teóricas de Chil y Naranjo que ha gozado de una mayor pervivencia en la historiografía canaria. Una de las hachas pulimentadas presentada por Chil en el Congreso de Lille (1874), para justificar el poblamiento neolítico de Canarias. Ahora sabemos con seguridad que no son objetos prehispánicos, aunque no hay acuerdo entre los especialistas para fijar su procedencia exacta (Foto: El Museo Canario) Los inicios de su labor científcia y profesional Primera parte: Biografía Biografías d 46 e Científicos Canarios II.3. La condena de Chil y el respaldo de la comunidad científica Los postulados evolucionistas que Chil defendía en sus Estudios, ade-más de su defensa de la preeminencia de la ciencia histórica frente al oscurantismo que defendían aquellos que se mostraban contrarios a tales teorías, hicieron de su obra científica, y en particular de sus Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias, el blanco de las críticas de los sectores más reaccionarios de la sociedad insular. En opinión de Chil y Naranjo, del estudio detenido de los restos antro-pológicos que se hallaban en los yacimientos canarios podría despren-derse el parentesco de los guanches con el hombre de Cro-Magnon. De este modo, la ciencia antropológica se convertía en la única vía disponible para aventurarse en los enigmáticos terrenos de los orígenes del pobla-miento prehispánico de Canarias. La marcada naturaleza antropocéntrica de sus trabajos, unida a la per-manente defensa que hace Chil de la primacía de la ciencia antropológica como motor del conocimiento en la búsqueda de la verdad, le granjearon la animadversión de algunos sectores católicos de la sociedad grancana-ria, que no veían con buenos ojos las teorías de burgueses librepensadores como Chil. Al frente de ellos se situó el obispo de la diócesis, José María de Urquinaona y Bidot, en cuya Carta Pastoral firmada en Las Palmas de Gran Canaria el 21 de junio de 1876 arremetía contra la publicación de los Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias, ya que, como se recogía en dicho documento divulgado entre los feligreses: «están impregnados en el error del Darwinismo, desenvolviéndose en ellos una doctrina contraria a la creencia de la Iglesia y a la definición, solemne del Concilio Vaticano, donde se ratificó lo ya difinido (sic) por la Iglesia, sobre esta materia, en otros Concilios» (Urquinaona y Bidot, 1876:21). Gregorio Chil y Naranjo 47 La reacción de la Iglesia Católica ante la obra de Chil iba mucho más allá de la simple oposición de los sectores más conservadores de la so-ciedad ante las teorías evolucionistas y darwinistas, y debe situarse en el contexto sociopolítico en el que ésta se inscribió, como señaló hace años Agustín Millares Cantero (1975). En efecto, los avances experimentados en la Primera República sufrieron un retroceso tras la aprobación, en mayo de 1876, de una nueva Constitución en la que, entre otras cosas, se intenta frenar la extensión de una sociedad culta y cívica. Los sectores más reaccionarios del catolicismo ultramontano en Canarias contaron con el valioso liderazgo del obispo Urquinaona, que había condenado en 1874 a Agustín Millares Torres por la publicación de su obra Biografías de ca-narios célebres. Dos años, más tarde, en octubre de 1876, lograría avan-zar un paso más en su lucha contra cualquier atisbo de apertura en Las Palmas de Gran Canaria, al lograr cerrar el Instituto de bachillerato fun-dado en 1844, en el que impartían sus enseñanzas catedráticos del pres-tigio de Anselmo Arenas López, Saturnino Milego o Salvador Calderón Arana (este último, discípulo de Sanz del Río, pertenecería más tarde al primer cuadro de profesores de la Institución Libre de Enseñanza). Aquella decisión supondría un serio varapalo para el progreso de la en-señanza en la ciudad, ya que hasta 1916 no se volvería a abrir un nuevo Instituto de bachillerato en Las Palmas de Gran Canaria. En la sociedad grancanaria, la Pastoral del obispo radicalizó las po-siciones entre quienes apoyaban a Chil y quienes mostraban su rechazo ante su obra e, incluso, ante su ideología personal (aunque no se ha co-mentado hasta ahora, Chil era masón y pertenecía a la logia masónica La Afortunada, a la que también había pertenecido su primera esposa, con el sobrenombre de Hermana Lucrecia Borgia). Entre ambos grupos se situarían aquellos que, aunque no compartían las tesis del obispo, no se atrevían a manifestarse públicamente a favor del médico teldense; y, por Los inicios de su labor científcia y profesional Primera parte: Biografía Biografías d 48 e Científicos Canarios el contrario, aquellos otros que, por su cercanía afectiva o incluso familiar a Chil, no se manifestaron abiertamente en su contra, aunque no compartieran sus teorías. Sin duda, entre las consecuencias de este enfrentamiento hay que situar el alejamiento entre Chil y su tío Gregorio Chil Morales, con quien vivía después de haber enviudado. Pero más trastor-nos aún le ocasionó la excomunión en el plano estrictamente personal, ya que la condena que pesaba sobre su perso-na, le obligó a viajar fuera del territo-rio español para contraer matrimonio con la que entonces era su prometida. El 19 de junio de 1876 Gregorio Chil y Naranjo contrae matrimonio con Rosenda Suárez Tascón, hija de Vicente Suárez Naranjo (capitán del Regimiento Provincial de Telde) y de María Maximiana Tascón Perdomo. La ceremonia se celebra en Funchal, ya que hasta el vecino archipiélago de Madeira tuvo que viajar Chil para poder casarse con la que sería su esposa, huyendo de los efectos de la excomu-nión promulgada por el obispo de la diócesis canariense, gracias al apoyo de los ilustrados portugueses afincados allí, y a la cobertura legal del vi-cecónsul español en Madeira. No tardaron en llegarle a Chil y Naranjo los testimonios de aliento mo-ral y científico de los intelectuales y políticos canarios que se alineaban con él frente a la Cruzada iniciada por el obispo, entre los que destacaban el apoyo del abogado tinerfeño Miguel Villalba Hervás, gobernador civil La Carta Pastoral del Obispo Urquinaona y Bidot fue un duro golpe para Chil (Foto: Biblioteca Universitaria de Las Palmas de Gran Canaria) Gregorio Chil y Naranjo 49 durante el escaso tiempo que duró la Primera República Española; las palabras de ánimo remitidas por Sabin Berthelot, ya anciano (fallecería en 1880), que no escatimó elogios a los Estudios de Chil; o el apoyo de Agustín Millares Torres, que ya había sufrido en sus propias carnes las iras de Urquinaona y Bidot. Pero mayor eco tuvieron, dentro de nuestras fronteras, las muestras de apoyo recibidas por eminentes intelectuales y científicos de ámbito nacional e, incluso, internacional: Giner de los Ríos, Martillet, Broca, White, entre otros. Sin duda, la mejor evidencia del reconocimiento científico de la obra de Chil y Naranjo, y en particular de sus Estudios, lo encontramos en los honores y distinciones que recibió a partir de 1876, y en su incoporación, como socio o como correspondiente, en instituciones y sociedades cien-tíficas de reconocido prestigio: Officier de la Academia de Francia (1879); miembro de la Société de Géographie, de París (1890); de la Società Italiana d’Antropologia, Etnologia e Psicologia Comparata, de Florencia (1890). Nótese que, entre las socieda-des, academias e instituciones científicas a las que perteneció o estuvo vinculado Gregorio Chil y Naranjo no se encuentra la Real Academia de la Historia, que fue tan importante en la progresiva institucionalización científica de la Arqueología y la Prehistoria en España (Peiró, 1995; Peiró y Nombramiento de Chil como miembro corres-ponsal de la Societé dʼEthnographie, 1875. Estos méritos y honores siguió recibiéndolos después de su condena por parte de la Iglesia Católica, como pre-mio a sus trabajos científicos (Foto: Archivo El Museo Canario) Los inicios de su labor científcia y profesional Primera parte: Biografía Biografías d 50 e Científicos Canarios Pasamar, 1989-1990). La oposición de los sectores clericales fuera de la Academia, y el escaso apoyo que tuvo su ingreso desde los sillones del Cuerpo Literario, impidieron que Gregorio Chil fuese nombrado corres-pondiente, honor que sí disfrutaron, en cambio, algunos contemporá-neos suyos: su tío Gregorio Chil Morales (nombrado en 1867), Agustín Millares Torres (desde 1891), Manuel de Ossuna y Van den Heede (desde 1891), o el propio Juan Bethencourt Alfonso (aunque en una fecha muy tardía, ya que sería nombrado correspondiente en 1912, un año antes de su fallecimiento). Gregorio Chil y Naranjo 51 III. LA FUNDACIÓN DE EL MUSEO CANARIO Y SU RECONOCIMIENTO INTERNACIONAL Uno de los proyectos más ambiciosos de Chil y Naranjo fue la creación de una sociedad científica que, a semejanza de las existentes en Francia y otras naciones europeas, contribuyese al progreso científico de las disci-plinas que eran objeto de su interés. Después de diversas reuniones pre-liminares con otros intelectuales y profesionales que, como él, estaban afincados o eran naturales de Las Palmas de Gran Canaria, el proyecto va tomando forma, hasta que, en el verano de 1876, deciden dar el paso definitivo. El nombre escogido para denominar la institución es el de Sociedad Científica «El Museo Canario», y en su denominación se unen la tradición decimonónica que impulsó el nacimiento de este tipo de ga-binetes y sociedades científicas, con el ambicioso proyecto de constituir una institución con una clara vocación regional, más allá de los límites geográficos de Gran Canaria. Aunque por razones diversas, que no viene al caso explicar aquí, el arraigo popular de esta institución ha sido mayor en la isla en la que tiene su sede, no cabe duda de que su historia bien merece un capítulo en esta biografía de Gregorio Chil y Naranjo. Primera parte: Biografía Biografías d 52 e Científicos Canarios III.1. El nacimiento de una institución emblemática En agosto de 1879, después de varios años de conversaciones y con-tactos previos, un grupo de intelectuales grancanarios, liderados por Gregorio Chil, deciden constituir una sociedad científica en Las Palmas de Gran Canaria, cuya inauguración oficial no se produciría hasta un año después. En el preámbulo del Reglamento de esta sociedad, redactado con la constitución de El Museo Canario, podemos entrever cuáles eran las necesidades que impulsaron su nacimiento, al tiempo que comproba-mos cómo se tenían bien definidos los objetivos que se pretendían alcan-zar con su constitución: «Hace tiempo que se viene echando de menos entre nosotros un centro verdaderamente instructivo, donde pueda irse reuniendo para su estudio, no sólo todos aquellos objetos antiguos que pertenecieron a los indígenas de nuestro país y que nos revelan mucho de sus antiguos usos y costum-bres y cuanto a ellos puede refe-rirse, sino también los productos naturales, propios y extraños a nuestro suelo, que sirvan de es-tudio y instrucción, procurando, asimismo, la formación de una modesta biblioteca, en la cual ocupen un puesto principal los trabajos literarios de sus más esclareidos hijos (…)» (VV. AA., 1879:3). Penúltima página del documento de constitución de El Museo Canario, con las firmas de sus socios fundadores (Foto: Archivo El Museo Canario) Gregorio Chil y Naranjo 53 Nacía de este modo uno de los centros canarios más importantes para el desarrollo de los estudios relacionados con la prehistoria y la antro-pología prehispánica, pero como veremos a continuación, no se trataba de la primera experiencia de este tipo que se conocía en Canarias. Ni tampoco sería la última que viera la luz en los años postreros de la cen-turia decimonónica, ya que en 1881 nacía en Santa Cruz de La Palma la Sociedad La Cosmológica, entre cuyos fines se encontraba la formación de un museo de historia natural y de materias prehispánicos. En efecto, desde comienzos del siglo XIX arrancan las primeras colecciones de res-tos arqueológicos en Canarias, principalmente en la isla de Tenerife. A finales de los años veinte de aquel siglo, el tinerfeño Juan de Megliorini y Spínola poseía en su casa una colección de historia natural, además de algunos restos de la cultura material de los antiguos guanches, e incluso una momia, que constituía una atracción para los isleños y cualquier tu-rista que visitaban su casa. Hacia 1840, un hacendado de Tacoronte lla-mado Sebastián Pérez Yánez —aunque era más conocido como Sebastián Casilda—, abrió al público su colección particular, instalada en su vivien-da. Aunque el Museo Casilda, como era conocido, no puede ser calificado como un museo en el sentido en el que hoy en día concebimos este tipo de instalaciones, sí que debe ser considerado como la primera iniciativa de este tipo en Canarias, organizada conforme a los criterios coleccionistas de la época, y auténtico precursor de este tipo de gabinetes decimonóni-cos en España y, particularmente, en Canarias (Ramírez, 1997). Con unos criterios más rigurosos, que en parte seguían los postula-dos defendidos por José Agustín Álvarez Rixo, cuando abogaba por la necesidad de que se creara un Museo en Tenerife para conservar y es-tudiar científicamente el patrimonio arqueológico de Canarias, nace en 1877 el Gabinete Científico, gracias al empeño personal del médico Juan Bethencourt Alfonso (1847-1913), al que algunos autores han defi- La fundación de El Museo Canario y su reconocimiento internacional Primera parte: Biografía Biografías d 54 e Científicos Canarios nido como un «darwinista romántico» (Galván, 1987:7). Dicho Gabinete, nacido como anexo al Establecimeinto de Segunda Enseñanza de Santa Cruz de Tenerife, puede considerarse como el antecedente inmediato de El Museo Canario, que surge en Las Palmas de Gran Canaria dos años más tarde. Organizado al modo de una «pequeña academia», en pala-bras de Diego Cuscoy, el Gabinete Científico de Santa Cruz de Tenerife se organizó en diferentes secciones, nacidas con el objetivo de impulsar «el estudio de la ciencia natural, y especialmente el del archipiélago cana-rio bajo este punto de vista» (VV. AA., 1878:3), destacando entre entre las de Antropología y Arqueología Prehistórica de Canarias, que dirigía el propio Bethencourt Alfonso. Sin embargo, pese al empeño por ampliar su influencia fuera de Tenerife, para lo cual se organizó una red de co-rresponsales —al modo de la que poseía, por ejemplo, la Real Academia de la Historia—, el Gabinete Científico y con él los trabajos de investiga-ción realizados por su principal impulsor, no lograron trascender más allá del ámbito insular. Como ha señalado Luis Diego Cuscoy (1982:9), Juan Bethencourt Alfonso «parece no querer ir más allá del espacio de la isla, y es la isla la que acaba por consumir su obra». El 24 de mayo de 1880 se inauguró ofi-cialmente El Museo Canario, instalado en el edificio de las Casas Consistoriales. El núcleo central de sus colecciones estaba integrado por la colección particular de Gregorio Chil y por las donaciones de otros socios cofundadores. Muy pronto, El Museo Canario pasa a conver-tirse en una institución emblemática en la in-vestigación arqueológica de las islas, al acoger en sus salas de exposición una excelente co-lección antropológica y de materiales prehis- Juan Bethencourt Alfonso (1847- 1913), fundador del Gabinete Científico de Santa Cruz de Tenerife (Foto: Bethencourt, 1991) Gregorio Chil y Naranjo 55 pánicos de Canarias. Las colecciones se fueron incrementando con las progresivas excursiones arqueológicas efectuadas en el interior de la isla, con las donaciones de algunas colecciones particulares, pero, también, mediante la adquisición de todo aquello que Chil y Naranjo consideraba digno de sus colecciones. Incluso no tardan en surgir algunas fricciones con el Gabinete Científico, debido a las «excursiones arqueológicas» de Bethencourt Alfonso en las islas orientales del Archipiélago Canario y, principalmente, en Gran Canaria, como se desprende de unas palabras del propio Chil y Naranjo, en las que alude veladamente al médico tiner-feño: «Hace poco tiempo se tuvo conocimiento de que en unas cuevas de la jurisdicción del pueblo de Mogán, en esta isla, existían numerosos objetos que pertenecieron a los antiguos Canarios. La noticia cundió por las otras islas, y como es natural, hoy que se ha despertado el gusto por las antigüedades isleñas, acudieron de ellas personas encargadas de hacerse a todo trance, y fuera cualquiera el precio, con el todo o la mejor parte de los objetos encontrados» (Chil, 1876:609). Aunque Chil y Naranjo es la cabeza visible de la institución, no se en-cuentra sólo para llevar adelante los ambiciosos proyectos trazados. La Junta Directiva de El Museo Canario está integrada por un nutrido gru-po de profesionales, mayoritariamente médicos y farmacéuticos, entre los destacaban los nombres de Diego Ripoche, Víctor Grau-Bassas, los hermanos Martínez de Escobar, Agustín Millares Torres, Juan Padilla y Padilla… En unos tiempos como aquellos, en los que el tejido cultural era tan escaso en Las Palmas de Gran Canaria, la importancia de este grupo de intelectuales y su peso específico en el espectro cultural decimonónico, está por estudiar en profundidad. En cualquier caso, valga como apunte de su importancia el hecho de que el historiador Millares Cantero se re-fiera a sus miembros como «el grupo de El Museo», y haya visto en él el probable núcleo de «algunas muestras del peculiar intento culturalista La fundación de El Museo Canario y su reconocimiento internacional Primera parte: Biografía Biografías d 56 e Científicos Canarios grancanario, debiéndose ligar además con el análisis profundo del espíritu que impregnan las obras de Millares Torres» (Millares, 1975:129-132). En tales circunstancias, un Museo de estas características, instalado en una pequeña ciudad carente de centros de enseñanza secundaria y de Universidad, estaba llamado a servir de auténtico mo-tor del desarrollo de los estudios superio-res y del avance científico en las materias de su ámbito. Tales expectativas se cum-plieron holgadamente a los pocos años de su instalación provisional en el edi-ficio de las Casas Consistoriales. Desde las estancias de investigación del antropólogo francés René Verneau, responsable de la primera clasificación de las colecciones antropológicas del Museo, por sus instalaciones han pasado decenas de investigadores de reconocido prestigio, que, en estancias más o menos largas, han es-tudiado las ricas colecciones del Museo o han aprovechado los recursos bibliográficos de su Biblioteca y Archivo. Sin ánimo de hacer un listado exhaustivo, citemos algunos nombres: el geólogo finlandés Hans Hausen, cuyos estudios tanto han ayudado al progreso del conocimiento de la estructura geológica de Canarias; el filólogo austríaco Dominik Wölfel, autor de los Monumenta Linguae Canariae, editados en Graz en los años sesenta del siglo pasado (recientemente traducidos al español por Marcos Sarmiento, en una cuidada edición financiada por el Gobierno de Canarias); el antropólogo catalán Miguel Fusté Ara (1919-1966); la antro-póloga Ilse Schwidetzky-Rösing (1907-1997), que estudió las colecciones Gregorio Chil en una de las salas del Museo, situada en la segunda planta de las Casas Consistoriales (Foto: Archivo El Museo Canario) Gregorio Chil y Naranjo 57 antropológicas del Museo; o el antropólo-go americanista José Pérez de Barradas (1897-1981), que en 1938 estudió sus colec-ciones arqueológicas. Pero sobre todo, El Museo Canario ha sido el refugio de intelectuales y eruditos locales que, en algunos casos, dedicaron los mejores años de su vida a la lucha constan-te por mantener vivo el proyecto impulsado por Gregorio Chil y los demás cofundadores de la institución. Citemos aquí los nombres de Simón Benítez Padilla, Agustín Millares Carlo, Juan Bosch Millares, José Naranjo Suárez, Aurina Rodríguez Galindo, y José- Miguel Alzola González, entre otros. Hasta que la Universidad de La Laguna primero, y más recientemente la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, no impulsaron los estudios científicos históricos con una clara vocación regional, este papel fue asumido, con las lógicas limitacio-nes, por El Museo Canario. Y todo ello haciendo frente a una endémica falta de medios económicos que, en ocasiones, ha hecho peligrar la su-pervivencia de la propia institución. III.2. La revista El Museo Canario Los fundadores del Museo, con Gregorio Chil a la cabeza, eran cons-cientes de la importancia que tenía una publicación periódica como ór-gano de difusión de la labor que se realizaba en la recién creada sociedad científica. De este modo, en marzo de 1880 sale a la calle el primer ejem- El filólogo austriaco Dominik Wölfel (1888-1963), realizó varias estancias de investigación en El Museo Canario (Foto: Archivo El Museo Canario) La fundación de El Museo Canario y su reconocimiento internacional Primera parte: Biografía Biografías d 58 e Científicos Canarios plar de una revista que tenía por objeto «el adelanto de las ciencias, las letras y las artes», como señalaba el médico Domingo José Navarro, di-rector del recién creado Museo, en las primeras páginas de la publicación, que era de periodicidad quincenal. Como suele ocurrir siempre que se inician proyectos de este tipo en nuestro país –y más aún en aquellos tiempos, cabría añadir–, sus impulsores fueron excesivamente ambicio-sos en sus planteamientos iniciales y la revista no superó su tercer año de vida, debido a problemas económicos. Pese a todo, esta primera etapa de la revista (marzo de 1880-julio de 1882), fue muy fructífera, ya que en el más de medio centenar de números que se editaron, vio la luz un buen número de artículos firmados por el pro-pio Gregorio Chil y Naranjo, Víctor Grau-Bassas, Agustín y Luis Millares Cubas, Amaranto y Téofilo Martínez de Escobar, entre otros. A través de sus páginas es posible tomar el pulso de los primeros años de vida de El Museo Canario, los resultados de las exploraciones arqueológicas empren-didas por sus socios, pero también podemos leer los poemas, relatos y pre-ocupaciones de la intelectualidad canaria de finales del siglo XIX. El cese de la publicación del órgano de expresión de la sociedad, deja-ba sin voz a los miembros de su Junta Directiva, sobre todo en su empe-ño por garantizar la visibilidad de la institución, tanto dentro de la isla como también fuera de ella. Por esta razón, en 1884 impulsan la edición de una nueva publicación, los Anales de El Museo Canario. Sociedad de Antropología y de Ciencias Naturales, de los que sólo vio la luz el primer número, correspondiente al año 1884, aunque impreso el año siguiente. En la breve nota publicada en sus primeras páginas, sus editores explican el objetivo de la publicación: «Comprendiendo la Junta Directiva, no ya la utilidad, sino la necesidad de dar a la luz pública sus trabajos, puesto que interesa directamente al porvenir de la ciencia y al público bienes-tar, el estudio de ciertos fenómenos cuyos efectos se ven y cuyas causas Gregorio Chil y Naranjo 59 se ignoran; y que tal vez conocidas proporcionarán remedio a grandes males, presentando nuevos horizontes a las investigaciones del conoci-miento humano; ha considerado un deber imprescindible la publicación de los presentes ANALES, a objeto de que los amantes del saber obten-gan exacto conocimiento del progresivo adelanto de nuestro Museo, y procuren, por medio de un detenido estudio, llegar a la posesión de la verdad, seguros de que su empeño no será estéril ni baldío». Una vez más, los exiguos presupuestos de El Museo Canario, a pesar de contar con un centenar y medio de socios, y la ayuda mínima que percibía de las siempre poco saneadas arcas municipales, impidieron la continuidad de aquellos Anales. Habrá que esperar hasta los primeros días del año 1899 para ver re-nacer el viejo proyecto de la revista. Como Luis Millares Cubas expli-caba en la introducción del primer número que salía a la calle en esta segunda etapa, el esfuerzo se hacía con la modestia de quien sabe que no debe «caer en la vulgar tentación de detallar pretencisosos ofrecimien-tos, sin alardear de elevados fines, casi sin programa». Durante esta segunda etapa (enero de 1899- septiembre de 1905), vieron la luz diez nuevos tomos de la revista, en los que se publicaron más de un centenar de números (del 58 al 193). Los directores de la revista durante esta se-gunda etapa fueron, aparte del ya mencionado Luis Millares Cubas (que asumiría la dirección del Museo tras la muerte de Chil, hasta 1925), los socios José Franchy y Roca (enero de 1902-octubre de 1903) y Arturo Autógrafo de Gregorio Chil y Naranjo (Foto: Archivo El Museo Canario) La fundación de El Museo Canario y su reconocimiento internacional Primera parte: Biografía Biografías d 60 e Científicos Canarios Sarmiento (abril de 1904-septiembre de 1905). Los sucesivos cambios en la dirección de la revista e, incluso, en su propia concepción, no influye-ron sustancialmente en la calidad de sus contenidos durante esta segun-da etapa. En sus páginas se editaron artículos de gran calidad científica (entre ellos los últimos salidos de la pluma de Gregorio Chil), hasta las contribuciones de carácter más ligero, enviadas por algunos socios. Una vez más, fueron las dificultades financieras de la institución las que die-ron al traste con la continuidad de la revista, que no volvería a publicarse hasta casi treinta años más tarde. La tercera etapa de la revista El Museo Canario es, pese a su corta du-ración (1933-1936), fundamental en la historia de la publicación, ya que en ella se sientan las bases del proyecto que continuará en su etapa posterior. Gracias al apoyo económico del Cabildo Insular de Gran Canaria, la re-vista pudo mejorar sustancialmente la calidad de la edición. La dirección científica de la revista es asumida por Agustín Millares Carlo, que invierte su proverbial capacidad de trabajo y su inteligencia en la mejora de la re-vista. Ésta, por vez primera, se organiza siguiendo los criterios de norma-lización de las revistas científicas de la época, conforme a una estructura cuatripartita (artículos, miscelánea, documentos y reseñas). Su director deja patente, desde el primer número de la nueva serie, cuál será el criterio principal para poder publicar en ella «cuantos trabajos concernientes a la historia, arqueología, antropología y etnología de las Islas Canarias hayan sido concebidos y realizados con criterio absoluta y rigurosa-mente científico». Con la colaboración de Jorge Hernández Millares, que ejerce las funciones de secretario de la publicación, la revista se edita en Madrid, y en ella publicarán durante estos años autores como Juan Bosch Millares, Dominik J. Wölfel, además del propio Agustín Millares y Jorge Hernández. El estallido de la Guerra Civil obliga a detener la edición de la revista durante el transcurso de la terrible contienda fraticida. Las pe- Gregorio Chil y Naranjo 61 nurias de la posguerra y el exilio de Agustín Millares Carlo posponen durante años la re-surrección de la revista. Finalmente, en enero de 1944 se reinicia la publicación de la revista, cuya edición se ha mantenido de forma ininterrumpida has-ta la fecha. Durante esta cuarta etapa en la vida de la revista de El Museo Canario se ha mantenido la periodicidad anual iniciada en la fase anterior, así como la estructura cua-tripartita, hasta que, a partir de la segunda mitad de los años setenta se han añadido nuevas secciones. Durante estos años la di-rección de la revista ha sido desempeñada por Eduardo Benítez Inglott (1944-1947), Simón Benítez Padilla (1948- 1955), Agustín Millares Carlo (1955-1979), Manuel Hernández Suárez (1980-1988 y Manuel Lobo Cabrera (desde 1992). A lo largo de los sesenta años que han transcurrido desde el inicio de esta cuarta etapa de la revista, en sus páginas han visto la luz de-cenas de artículos publicados por los mejores especialistas en los cam-pos de especialización de la revista. Ha sido fundamental que, desde los años cuarenta, la publicación contara con el aval del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Sin embargo, la creciente especialización de las revistas científicas y la aparición de nuevas publicaciones periódicas en Canarias (Boletín Millares Carlo, Eres (Arqueología/Antropología), Tabona, Tebeto, Vegueta), ha restado visibilidad a esta publicación en los últimos años, frente al peso específico que siguen teniendo publicacio-nes como el Anuario de Estudios Atlánticos (desde 1955) y la Revista de Historia Canaria (desde 1924, con interrupciones). Portada de la revista El Museo Canario correspondiente a los comienzos de su cuarta época (Foto: El Museo Canario) La fundación de El Museo Canario y su reconocimiento internacional Primera parte: Biografía Biografías d 62 e Científicos Canarios III.3. Algo más que un Museo Desde sus inicios, El Museo Canario ha sido más que un simple lugar de exhibición de sus magníficas colecciones de antropo-logía y prehistoria de Canarias, además de las de zooloogía y geología (aunque estas últimas, desde los años ochenta del si-glo pasado, no se exhiben al público). Su fundación en 1879, buscaba promover los estudios científicos en Canarias, con espe-cial referencia a la Historia Natural (ori-gen y formación geológica del Archipiélago Canario, Paleontología, Botánica y Zoología), y la Historia de Canarias (desde los orígenes de su poblamiento hasta la Edad Contemporánea). El núcleo principal de las colecciones del Museo, en el momento de su inauguración oficial, el 24 de mayo de 1880, estuvo constituido por las ricas colecciones particulares de Gregorio Chil, principalmente de an-tropología y arqueología de Canarias, a las que se fueron uniendo, con el paso de los años, las colecciones de sus socios, y, sobre todo, los nue-vos hallazgos y adquisiciones. Pero además, el Museo Canario poseía un Archivo y una Biblioteca, que aspiraban a convertirse en la memoria his-tórica del Archipiélago Canario. Con este fin, a los documentos (origina-les y copias) que poseía originalmente Gregorio Chil, se fueron sumando las nuevas colecciones documentales que sus socios donaban y, en oca-siones, incluso llegaron a adquirir para que se conservaran en la sociedad científica. Por su parte, la biblioteca de Chil y sus socios fue creciendo, hasta convertirse en lo que es hoy, uno de los centros más importantes para la investigación histórica de la región. Pejesapo (Familia Antennariidae). La colección de Ciencias Naturales del Museo cuenta con cientos de animales disecados (Foto: El Museo Canario) Gregorio Chil y Naranjo 63 El Archivo de El Museo Canario se formó a partir de las colecciones documentales que poseían Gregorio Chil y algunos socios (como el his-toriador Agustín Millares Torres, o el doctor Juan Padilla y Padilla, en-tre otros), que, generosamente, aportaron sus colecciones particulares. Con estas donaciones iniciales, posteriormente incrementadas por las de otros socios, e incluso por algunas adquisiciones realizadas a lo largo de su historia, el Archivo de El Museo Canario posee una rica colección de documentos esenciales para el estudio de la historia de Canarias. El conjunto más importante de documentos históricos está formado por el Archivo de la Inquisición de Canarias, que ha sido estudiado por decenas de historiadores y ha dado lugar a numerosas monografías, desde la pio-nera obra de Agustín Millares Torres, titulada Historia de la Inquisición en las Islas Canarias (Las Palmas de Gran Canaria, 1874), hasta el re-ciente estudio de Francisco Fajardo Spínola (2003). Además, hay que destacar entre los fondos del Archivo de El Museo Canario, el Archivo Parroquial de Fuerteventura y el de los condes de la Gomera, procedente de la Casa-Fuerte del Marquesado de Adeje (Tenerife), que se conservan junto con docu-mentos tan valiosos como el Libro de Cédulas Reales, el Libro Rojo del Ayuntamiento de Canarias o el Protocolo de Repartimiento de tierras en Gran Canaria, además de diversas Bulas Papales, Memoriales, una buena colección de mapas antiguos de las Islas Canarias (algunos de ellos procedentes El Archivo de la Inquisición de Canarias, milagrosamente salvado de su destrucción, se conserva en el Archivo de El Museo Canario (Foto: Archivo El Museo Canario) La fundación de El Museo Canario y su reconocimiento internacional Primera parte: Biografía Biografías d 64 e Científicos Canarios de portulanos de los siglos XVI y XVII), y numerosos grabados. A estos fondos hay que añadir otros no menos importantes, como son el Archivo Fotográfico, el Archivo Musicológico y el Cartográfico. En las páginas de la revista de El Museo Canario se han venido publicando, desde hace décadas, los catálogos de estos fondos, conforme ha ido avanzando su interminable catalogación. Entre las donaciones más importantes realizadas en los últimos tiem-pos, se encuentra la donación del archivo personal de Sebastián Jiménez Sánchez (1904-1983), que fue Comisario y Delegado de Excavaciones Arqueológicas de la provincia de Las Palmas entre 1940 y 1969, gracias a la genorosidad de sus hijos. El archivo, en el que se conserva la docu-mentación de la Comisaría provincial de Excavaciones de Las Palmas y su epistolario (incluyendo copia de las cartas enviadas, lo que acrecienta su valor documental), ha sido fundamental para el estudio de esta impor-tante etapa de la historia reciente de la arqueología canaria. Conserva, además, una importante documentación etnográfica y folklórica, y una amplia colección fotográfica. La Biblioteca de El Museo Canario se creó, igualmente, sobre el fondo primigenio de la biblioteca particular de Gregorio Chil y Naranjo, que se había visto notable-mente incremen-tada, a su vez, con la biblioteca que le había legado en 1869 su tío Gregorio Chil Morales. A ella Sala de lectura de la Biblioteca de El Museo Canario (Foto: El Museo Canario) Gregorio Chil y Naranjo 65 se fueron añadiendo, posteriormente, las bi-bliotecas particulares donadas por los so-cios de la institución, como Luis Maffiote o Baltasar Champsaur, entre otros. Desde su crecación, la Biblioteca Canaria no ha cesado de crecer, y cada semana se siguen recibiendo las últimas novedades biblio-gráficas publicadas en Canarias, o los estudios relativos al Archipiélago Canario que se publican fuera de nuestra fronteras. Finalmente, la Hemeroteca de El Museo Canario, recoge una excelente muestra de los diarios y revistas publicados en Canarias, desde 1785 has-ta nuestros días. Su fondo muerto, en el que están catalogados los títulos ya desaparecidos, es una fuente inagotable de información para los estu-diosos de la historia y literatura canarias, al tiempo que su fondo vivo, en el que se conservan los diarios y revistas que se editan actualmente, es utilizado frecuentemente por aquellos lectores que desean acceder a al-guna noticia publicada en la prensa regional. Huelga decir que los proble-mas de espacio en esta importante sección del Museo son evidentes, no sólo por el volumen de los fondos hemerográficos, sino por los relativos a su conservación. Aunque la digitalización de algunos diarios canarios realizada por la Biblioteca General de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria, accesible a través de la página web de la institución (www. ulpgc.es), permite acceder con facilidad al público e investigadores, toda-vía son muchos los usuarios de la hemeroteca que continúan manejando los originales en su sala de lectura. Gregorio Chil en su despacho personal (Foto: Archivo El Museo Canario) La fundación de El Museo Canario y su reconocimiento internacional Gregorio Chil y Naranjo 67 IV. SU LEGADO CIENTÍFICO La labor realizada por Gregorio Chil y Naranjo permitió un progreso, sin precedentes hasta entonces, en la investigación sobre la arqueolo-gía prehistórica y la antropología de las poblaciones prehispánicas de Canarias. Los estudios de Medicina que realizó en Francia, unido a sus posteriores estancias en aquel país, le aportaron una sólida formación científica para realizar los estudios necesarias para el progreso de la prehistoria y antropología en Canarias. Pero su interés por realizar sus investigaciones apoyándose en las aportaciones científicas de otros es-pecialistas, le llevó a formar una importante biblioteca personal, en la que no faltaron las principales publicaciones de la época en materias como Biología, Geología y Prehistoria. Con este material bibliográfico a su disposición, sumado a la permanente comunicación epistolar con sus antiguos profesores en París y los colegas españoles y extranjeros, Chil y Naranjo realizó una amplia producción escrita. Sus trabajos alcanza-ron un gran prestigio internacional, colocándole entre los mejores espe-cialistas españoles de su época en el campo de la ciencia prehistórica y la antropología física, que por aquellos años daban sus primeros pasos (Ramírez, 2004). Primera parte: Biografía Biografías d 68 e Científicos Canarios Gregorio Chil, como tan-tos hombres de ciencia de su tiempo, no fue ajeno a la po-lítica de su época, aunque su grado de implicación no llegó al de otros científicos. La nota necrológica publicada en el Diario de Las Palmas el mis-mo día de su muerte, resume en pocas palabras cuál era su posición política: «siempre militó en las filas de nues-tro ilustre partido, siendo un constante admirador de nues-tro jefe». En efecto, Chil era un hombre de Fernando León y Castillo (1842-1918), sin duda el político canario más importante de su época, y uno de los leales colaboradores de Sagasta: diputado a Cortes por Canarias desde 1871, Ministro de Ultramar (1881-1883), Ministro de Gobernación (1886- 1887), Embajador de España en Francia (1887-1918), y Senador vitalicio (desde 1912). El Fondo de documentos personales de Gregorio Chil que se conserva en el Archivo de El Museo Canario contiene algunas car-tas a través de las cuales es posible testimoniar la actividad política de Chil, en el feudo electoral de León y Castillo, para garantizar los apoyos necesarios del electorado. Sin embargo, el propio Chil y Naranjo criti-caba abiertamente las maniobras desplegadas por otros partidos, como las que señala a propósito de las elecciones para diputados a Cortes de 1863 en Gran Canaria: «Esta elección fue sumamente reñida, apelaron Fernando León y Castillo (1842-1918), máximo exponente de la política de la Restauración borbónica en Canarias (Foto: Casa-Museo León y Castillo) Gregorio Chil y Naranjo 69 a los medios inmorales de forzar a los hombres o faltar a la palabra que tenían empeñada ya por unos, ya por otros. Personas que debían respetarse y dar ejemplo con su dignidad y alta posición social, como el conde de la Vega Grande, recorrieron los electores como estafetas de lugares empleando la persuasión, el embuste, la amenaza y todo el contingente de patrañas que en esos casos sacan los redentores de la felicidad los pueblos, resultados todos de la ninguna fijeza en las ideas» (Chil, 1889:2219-2220). Como el mecenas al estilo decimonónico que fue, tan alejado de los supuestos modelos actuales de mecenazgo, más procupados por la amortización y la contraprestación política de cualquier desembolso, antes que por la contribución desinteresada, Chil y Naranjo ha deja-do una herencia sin precedentes. En las siguientes líneas pretendemos resumir, en pocas palabras, las principales aportaciones de su legado científico, centrándonos en las diferentes facetas de la actividad cien-tífica que desarrolló a lo largo de su vida, pero también en el elemento aglutinador que ha supuesto la Sociedad Científica El Museo Canario. IV. 1. Su contribución científica a la antropología física Como ha recordado recientemente el antropólogo Fernando Estévez (2001:312), uno de los mayores méritos de Chil fue su empeño por colocar la antropología y la prehistoria de Canarias en la vanguardia de los es-tándares científicos de su época, logrando un reconocimiento en Europa que, hasta entonces, apenas poseían. En lo que se refiere a la antropo-logía física, ésta inicia su andadura en Canarias de la mano del médico grancanario, gracias a la formación que éste recibió en la Universidad de París. Las enseñanzas de Paul Broca (de quien ya hemos hablado más Su legado científico Primera parte: Biografía Biografías d 70 e Científicos Canarios arriba), fueron de-terminantes para que Chil y Naranjo aprendiera el méto-do de investigación de los restos an-tropológicos, que en aquel entonces se apoyaba en una praxis descriptiva y morfológica. Para los antropólogos decimonónicos, la variabilidad humana en ti-pos raciales podía ser estudiada a partir del detenido análisis de los restos físicos, principalmente los cráneos y huesos largos. Desde esta perspectiva teórica, que se mantuvo vigente hasta la segunda mitad del siglo XX, cualquier investigación rigurosa debía apoyarse, necesaria-mente, en unas series amplias y numerosas de restos antropológicos, además de en una medición rigurosa de los mismos. Es por ello por lo que Gregorio Chil se procupó por formar unas colecciones antropoló-gicas lo más amplias posibles, al tiempo que sometió a estudio dichos materiales. Es evidente que sus trabajos científicos están hoy supera-dos, como consecuencia lógica de los extraordinarios avances experi-mentados por la antropología física desde las últimas décadas del siglo XX. Sin embargo, la importancia de las colecciones antropológicas de El Museo Canario, iniciadas por el propio Chil, siguen ofreciendo a los investigadores un material ingente para el avance del estudio de la an-tropología física de las poblaciones prehispánicas. Sin embargo, Chil y Naranjo no partía de cero en sus investigacio-nes antropológicas. Contaba con los trabajos precursores de Sabin Sala de antropología física de el Museo Canario, cuyo montaje expositivo evoca el aspecto que tenía en el siglo XIX (Foto: El Museo Canario) Gregorio Chil y Naranjo 71 Berthelot (1794-1880), un francés afincado en Tenerife que, entre otras cosas, estuvo interesado por el estudio de las caracterís-ticas raciales de las poblaciones prehispá-nicas de Canarias, como se puede observar en sus Antiquités canariennes, publicada en París en 1879. Pero, sobre todo, contaba con los avances experimentados en Francia a raíz del descubriemiento del Hombre de Cro-Magnon en 1868, cuyas semejanzas fí-sicas con los cráneos canarios fue destacada por el propio Broca. Al igual que antes hiciera Berthelot, Gregorio Chil se obsesiona por la taxonomía racial, por la búsqueda de los caracteres esenciales y po-tenciales de las razas aborígenes. Su discurso se apoya en la literatura científica de la época, y al igual que los antropólogos franceses e in-gleses que influyen en su obra, Chil adaptará sus teorías a los cambios que se van produciendo en el panorama de la política internacional eu-ropea. Como en ese momento están en pleno apogeo el evolucionismo y la antropología racista, que asociaba las características raciales con la capacidad intelectual, Gregorio Chil asume plenamente estas teorías en su discurso –al igual que el propio Juan Bethencourt Alfonso–. A través de los estudios bioantropológicos de las colecciones del Gabinete Científico, que estudió personalmente, y de El Museo Canario, Chil y Naranjo llegó al convencimiento de que los habitantes que poblaban las Islas Canarias cuando llegaron los europeos, estaban emparentados con la recién descubierta «raza» de Cro-Magnon, que por entonces los antropólogos consideraban como los primeros antepasados de los euro-peos, y con «razas mediterranoides» de origen igualmente europeo. Retrato de Sabin Berthelot (Foto: Museo Municipal de Bellas Artes de Santa Cruz de Tenerife) Su legado científico Primera parte: Biografía Biografías d 72 e Científicos Canarios Pero sería unos años más tarde, con las sucesivas estancias en Canarias del médico francés René Verneau (1852-1938), cuando se produzca un avance sustancial en el es-tudio de las colecciones antropológicas de El Museo Canario. En una primera estan-cia de un año de duración, en 1877, Verneau realiza un primer estudio de dichas colec-ciones, que ampliará en una posterior es-tancia de mayor duración (1884-1887). El objetivo de sus estudios, financiados por distintas instituciones científicas france-sas, es constatar la hipótesis de la relación étnica entre los antiguos habitantes de las Islas Canarias y el hombre de Cro-Magnon. Su último viaje a Canarias se produce entre 1932 y 1935, en la etapa final de su vida, cuando ya es un prestigioso especia-lista en Antropología física, que simultanea sus clases de Antropología Prehistórica en el Instituto de Paleontología Humana, con sus trabajos como conservador en el Museo de Etnografía del Trocadero, en París, del que también era su director. En esta última estancia en El Museo Canario, Verneau aprovecha el tiempo para orga-nizar las colecciones Cráneo prehispánico de Tenerife (Foto: Museo Arqueológico de Tenerife) René Verneau estudiando los cráneos de El Museo Canario (Foto: Archivo El Museo Canario) Gregorio Chil y Naranjo 73 antropológicas, que unos años atrás habían sido alojadas en su sede definitiva. Los progresos científicos de las últimas décadas han permitido que numerosos investigadores canarios avancen en los estudios bioarqueo-lógicos de las ricas colecciones antropológicas de las poblaciones prehis-pánicas que se conservan en los museos de Canarias. La bioarqueología es un área de investigación de carácter multidisciplinar, que centra su atención en el estudio de los componentes biológicos de los restos hu-manos procedentes de contextos arqueológicos, con el fin de poder re-construir la condición y el comportamiento humano en el pasado. A partir de los estudios de Matilde Arnay de la Rosa, Emilio González Reimers y Javier Velasco Vázquez, entre otros, realizados a partir de los análisis químicos de los huesos y otros restos orgánicos, como el ca-bello, se ha avanzado mucho en el conocimiento de la paleodieta de las poblaciones prehispánicas, situando la investigación científica en bio-antropología que se desarrolla en Canarias en la vanguardia. Sin duda, unos avances científicos que tienen su punto de inicio en las investiga-ciones antropológicas desarrolladas en el siglo XIX, pero que muestran la extraordinaria especialización de este tipo de estudios en las últimas décadas (Arnay et al. 2001). IV.2. Los inicios de la arqueología científica en Canarias En la obra de Chil encontramos reiteradas alusiones a el interes por recurrir a los estudios arqueológicos ante la necesidad de construir un nuevo discurso histórico que, en vez de apoyarse en las fuentes escri-tas de otros historiadores, se construya sobre los datos positivos acerca Su legado científico Primera parte: Biografía Biografías d 74 e Científicos Canarios del origen y forma de vida de las pobla-ciones prehispánicas de Canarias: «un túmulus, una piedra tajada o pulimen-tada, o un fragmento de jarro, etc. etc. (…) suministra datos más ciertos, más seguros y positivos que muchos de los escritos que no son sino obras litera-rias brillantemente adornadas» (Chil, 1880:237). Sin embargo, a pesar de re-conocer el extraordinario potencial de información que ofrecía la arqueología para la investigación histórica, Chil no fue capaz de explotarla satisfactoria-mente, a diferencia de otros contempo-ráneos suyos. Algunos autores (Farrujia, 2004:345-347) han destacado recientemen-te que esta escasa habilidad de Chil para analizar el registro arqueológico se debía a su nula formación teórica en Arqueología, aunque ciertamen-te estas carencias son extensibles a otros pioneros de la investigación arqueológica en Canarias. Parece evidente que, a pesar de los trabajos de Chil dedicados a las hachas pulimentadas de su colección particular (Chil, 1874 y 1875), o a la cerámica prehispánica (Chil, 1880-1881), sus intereses se inclinaban más hacia los estudios antropológicos. Y resulta evidente que, por su edad y su propia constitución física, en las explora-ciones arqueológicas —como la que realiza en abril de 1880 al barranco de Guayadeque—, prefería dejar a los enriscadores o a Víctor Grau-Bassas el acceso a las cuevas más inaccesibles, limitándose él a interpretar el cro-quis que su amigo le realizaba in situ. Pero algunos autores creemos que estos hechos, que por otra parte conocemos a partir de las publicaciones Retrato de estudio de Gregorio Chil y Naranjo (Foto: Archivo El Museo Canario) Gregorio Chil y Naranjo 75 de Chil, no pueden ser utilizados para restar importancia a los trabajos de campo del médico teldense, en detrimento del trabajo de gabinete, en el que sin duda se mostraba más cómodo. En este sentido, coincidimos con la opinión de Antonio Tejera (2001:45), cuando señala que Chil in-trodujo nuevos criterios de investigación propios del conocimiento que le permitieron superar la tradición historicista sobre el pasado de las islas. Consideramos que a pesar de estas limitaciones, cabe adjudicar a Gregorio Chil y Naranjo el mérito de ser el introductor de la arqueología científica en Canarias, si bien es cierto que con las limitaciones que impo-ne el empleo del término «científico» en la España del siglo XIX, cuando la investigación que se realiza en nuestro país está más cerca aún del con-cepto de erudición o de academicismo (Peiró y Pasamar, 1989-1990), que del estrictamente científico, al menos si lo comparamos con la situación que se vive en otras naciones europeas, como Francia (Gran-Aymerich, 1998:141-202). Un mérito que, en cualquier caso, puede considerarse com-partido con Bethencourt Alfonso, al menos en lo que se refiere al empeño que ambos pusieron en sistematizar el método de trabajo en la exploracio-nes y «rebuscas» arqueológicas. En efecto, en mayo de 1878, el Gabinete Científico de Santa Cruz de Tenerife dicta unas instrucciones para la realización de «los trabajos que se hagan por las personas que secunda-ren los esfuerzos de este Centro», en todas aquellas materias que son obje-to de estudio por dicha Sociedad, que Cuevas de habitación y funerarias en el barranco de Guayadeque (Foto: Dirección General de Patrimonio Histórico del Gobierno de Canarias) Su legado científico Primera parte: Biografía Biografías d 76 e Científicos Canarios iban desde las rocas y minerales a Paleontología, Meterología y Zoología. Dichas instrucciones, estaban «expuestas en términos que estén al al-cance aun de aquellos que no tengan conocimientos especiales», y en lo que se refiere a la Antropología y Arqueología prehistóricas de Canarias, eran las siguientes: «16º Remitir momias, esqueletos, cráneos, huesos, etc. de las antiguas razas de estas Islas, expresando si es posible, del modo más detallado el lugar y condiciones en que hayan sido encontrados. 17º Remitir asimismo, y con iguales relaciones, todos aquellos ins-trumentos, armas y útiles que den indicios de haber sido de uso de los guanches, como anzuelos, bastones, palos, lanzas, piedras de molino, gánigos, cuentas de collares, pieles, leznas, restos de vestidos, de ali-mentos, de bálsamo, etc. etc. 18º Dar relación detallada de las cavernas y restos de construcciones del tiempo de los guanches, de las que hicieron viviendas, y de las que destinaron a sepulturas, así como de aquellas de que exista tradición de que sirvieron de palacios, o tuvieron algun otro uso particular o no-table. En las investigaciones que al efecto se hagan, debe procurarse descubrir si hay algunas inscripciones, en cuyo caso se agradecerá la remisión de las mismas, o si esto no es posible, un dibujo de ellas» (VV. AA., 1878:8-9). De la lectura de estas instrucciones dirigidas a los socios y correspon-sales del Gabinete Científico se observa la particular obsesión por el aco-pio del mayor número posible de objetos y restos antropológicos (artículos 16º y 17º), así como en la localización de estructuras de habitación o fune-rarias, o de posibles inscripciones (art. 18º). Estas recomendaciones am-plían sustancialmente los únicos precedentes que conocemos en España, como la Real Cédula expedida el 6 de julio de 1803 en la que se aproba-ban las instrucciones dadas por la Real Academia de la Historia sobre «el Gregorio Chil y Naranjo 77 modo de reco-ger y conservar los monumentos antiguos, descu-biertos o que se descubran en el Reyno», que se considera la primera medida legislativa sobre la conservación y protec-ción del patrimonio arqueológico en España. Varios años más tarde, El Museo Canario redacta un Reglamento con-forme al cual habrán de llevarse a efecto las exploraciones y rebuscas que se acuerden por la Junta Directiva de El Museo Canario, aprobado en la sesión de la Junta Directiva celebrada el 26 de marzo de 1886. A di-ferencia de las instrucciones del Gabinete Científico, en este Reglamento se presta mayor atención a la planificación previa del trabajo a realizar y en los mecanismos de control impuestos para certificar la ejecución de los trabajos previstos Dice así: «Artículo 1º. Cualquier individuo de la Sociedad El Museo Canario podrá solicitar de la Junta Directiva auxilios para practicar exploracio-nes en cualquier punto de las islas, con el fin de enriquecer sus Gabinetes con objetos pertenecientes a los aborígenes. Art. 2º. Para ello será necesario acompañar a la instancia, que con dicho fin se presente, una Memoria detallada y expresiva: 1º Del lugar que haya de ser explorado. 2º Noticias adquiridas respecto a la certeza El método de excavación de Chil o de Bethencourt no se alejaba mucho del de estos pioneros de la arqueología en otros paises (Foto: Museo Norteamericano de Historia Natural) Su legado científico Primera parte: Biografía Biografías d 78 e Científicos Canarios o probabilidad de la existencia de objetos apreciables, a fin de que el éxito sea favorable, y se inviertan con provecho los fondos destinados al efecto. 3º Datos necesarios para que la Junta pueda apreciar desde luego las ventajas y beneficios de la exploración. Art. 3º. La Junta Directiva podrá conceder o denegar la instancia. Art. 4º. La propia Junta no podrá autorizar nuevas exploraciones en sitios ya explorados; pero sí podrá acordar rebuscas en esos mismos sitios, cuando de las exploraciones anteriormente practicadas, haya motivos bastantes para inferir que algo pueda aún encontrarse. Art. 5º. Las rebuscas sólo podrán efectuarse por el personal de El Museo o individuos que pertenezcan a su Junta Directiva; toda vez que siendo difícil formar un presupuesto de gastos para ello, el personal del Museo o los individuos de su Directiva, son los únicos que pueden tener conocimiento exacto de los objetos que en los Gabinetes existen; y sería, en cierto modo, inútil o innecesario aglomerar mayor número de los que se poseen hasta en cantidad excesiva. Art. 6º. Autorizadas que sean la exploración o la rebusca, se llevará a efecto observándose las siguientes formalidades: 1º El jefe de la ex-pedición lo será el que haya deducido la instancia, el cual será el único responsable, así de los actos de los exploradores, como de la autentici-dad de los objetos. 2º No se abonará en modo alguno mayor cantidad que la presupuestada, y si se ocasionasen mayores gastos o costos serán de cuenta del jefe de la expedición; 3º Por Secretaría se llevará un cua-derno en el cual se figurará el objeto de la exploración o rebusca, con el acuerdo de la autorización, cantidad librada al efecto, y resultado de la expedición. 4º Además se llevará un libro que contenga minuciosa re-seña de la exploración, un cróquis del lugar explorado y su descripción, procurando dibujar los tipos de los habitantes de la localidad y anima-les más comúnes de la zona explorada y sus cercanías; y haciendo la Gregorio Chil y Naranjo 79 más exacta descripción de los objetos hallados, del lugar donde se han encontrado y su procedencia, con cuantos datos orográficos y físicos sea posible precisar. Art. 7º. El material de exploraciones que posea El Museo se pondrá a disposición del jefe de expedición, quien lo devolverá oportunamente al Conservador del mismo. Art. 8º Terminada la exploración, dará al jefe cuenta inmediata de su resultado al Conservador del Museo, a quien entregará los objetos encontados, y éste, con un informe sobre el mérito e importancia de los mismos, dará cuenta a la Directiva después del examen del Director, quien pondrá al pie su Visto. Art. 9º El Jefe de Exploración que no cumpla con estos requisitos no podrá ser autorizado por la Junta Directiva para otra nueva explora-ción » (VV. AA., 1886:3-5). Llama la atención el ni-vel de concreción del arti-culado y el empeño de Chil y Naranjo por imponer una metodología de trabajo tan detallada, que se adelanta medio siglo a la que se es-tablecerá en España en los inicios de la dictadura fran-quista, cuando la recién creada Comisaría General Carta de Víctor Grau-Bassas a Juan Padilla, informando de sus exploraciones en Mogán, 1866 (Foto: Archivo El Museo Canario) Su legado científico Primera parte: Biografía Biografías d 80 e Científicos Canarios de Excavaciones Arqueológicas envíe las circulares a los Comisarios pro-vinciales repartidos por España, explicando cómo deben efectuar los tra-bajos de prospección y excavación, la forma de tomar los datos in situ y el modo de redactar las memorias finales que deben remitir a Madrid. El seguimiento de estas instrucciones establecidas por El Museo Canario permitió la redacción de informes que, en algunos casos han llegado hasta nuestros días y constituyen una excelente fuente de infor-mación, ya no sólo para los historiadores, sino también para los etnó-grafos. Un ejemplo lo tenemos en los informes redactados por Víctor Grau-Bassas y Mas, que, después de haber permanecido inéditos durante décadas, fueron publicados por El Museo Canario hace unos años (Grau- Bassas, 1980), o en una extensa carta que Grau-Bassas dirige a su amigo Juan Padilla, dando cuenta de la expedición realizada a Mogán en marzo de 1886, que ha sido recientemente editada (Santana, 2003). IV.3. La obra histórica de Chil y Naranjo Aunque es evidente que las dos facetas principales de Chil y Naranjo son las del estudioso de la antropología y la arqueología prehispánica de Canarias, éstas deben encuadrarse dentro de un proyecto personal más ambicioso, como es el de escribir una historia de Canarias que se apoye en los datos positivos de los documentos y de los restos arqueológicos y antropológicos. La propia concepción de sus Estudios históricos, climatológicos y pa-tológicos de las Islas Canarias nos ofrece a un historiador influido aun por la concepción enciclopedista de aquellos autores que, como Viera y Clavijo, él aspira a superar con su obra. A pesar de que Chil califique con modestia sus Estudios como una humilde obra, en realidad éstos cons- Gregorio Chil y Naranjo 81 tituyen un proyecto suma-memente ambicioso. Sólo el cansancio, los reproches de algunos sectores de la socie-dad canaria y la escasa re-ceptividad que tuvieron sus fascículos, incluso en aque-llos sectores de la sociedad potencialmente interesados en su lectura, le obligaron a frenar la publicación de la obra cuando había finalizado el tercer tomo y acababa de lanzar el primer fascículo del cuarto. Sólo en tiempos recientes se ha reconocido el extraordinario valor de su obra en el contexto de la historiogarfía canaria del siglo XIX. La obra histórica de Chil se encuadra en los límites de la historiografía burguesa liberal, que en Canarias contó con dos figuras señeras en el siglo XIX, ambas nacidas en Gran Canaria, y en cierta medida competidoras en el mismo «nicho historiográfico», si se nos permite la expresión. Sin embargo, como ya hemos comentado en otro lugar, la talla intelectual de Agustín Millares Torres (1826-1896) y, sobre todo, la propia concepción de su Historia General de las Islas Canarias, eclipsaron la valoración historiográfica de Chil. Uno de los aspectos menos valorados de la obra histórica del médi-co teldense, que nosotros deseamos destacar aquí, es su empeño por si-tuar la historia de las Islas Canarias en el mapa de Europa. Una lectura sosegada de la obra histórica publicada por Chil, seguida de un análisis atento del material inédito que se conserva en el Archivo de El Museo Canario, nos muestra a un intelectual con una excelente formación cien- La vivienda de Chil y Naranjo, posteriormente sede del Museo (Foto: Archivo El Museo Canario) Su legado científico Primera parte: Biografía Biografías d 82 e Científicos Canarios tífica que aspira a sacar a su tierra del oscurantismo en el que algunos aspiran a verla de por vida. Su formación en Francia, sus constantes via-jes al extranjero y a la Península Ibérica, sus contactos con las cabezas mejor amuebladas de la época y, sobre todo, su concepción de la política nacional e internacional, se ven reflejadas en su personal concepción de la historia de Canarias. Para Chil y Naranjo, las poblaciones prehispánicas que habitan en las islas a la llegada de los europeos, son comunidades neolíticas emparenta-das con la «raza» de Cro-Magnon, recientemente descubierta en Francia. Al igual que otros pioneros de la arqueología en Canarias, como Juan Bethencourt Alfonso o el menos conocido Manuel de Ossuna y Van den Heede, Gregorio Chil reivindica para Canarias su inserción en la histo-ria europea, alejando los orígenes del poblamiento prehispánico de las poblaciones bereberes del Norte de África. De ahí su interés por mostrar los resultados de sus investigaciones en los foros científicos franceses, su empeño por editar una revista científica que sirva para divulgar las investigaciones y, sobre todo, su obsesión por levantar un Museo donde exponer sus colecciones a los ojos de los canarios y cuantos viajeros visi-ten el Archipiélago Canario. La Cueva Pintada de Gáldar, descu-bierta en 1873. La historia de la lucha por su protección corre paralela a la historia de El Mu-seo Canario por su supervivencia (Foto: Dirección General de Patrimonio del Gobier-no de Canarias) Gregorio Chil y Naranjo 83 Esta antorcha europeísta que encendieron los historiadores decimo-nónicos canarios antes citados, con el beneplácito de la comunidad cien-tífica internacional, fue portada, a lo largo de buena parte del siglo XX, por decenas de investigadores que, ya sea por las mismas razones, ya sea por otras diferentes, consideraban legítima la defensa de la europeidad (o españolidad, incluso), del primer poblamiento humano de Canarias (Farrujia, 2004). Aunque los avances en la investigación científica desde los años seten-ta del pasado siglo nos permiten situar ahora, en parámetros más cientí-ficos, cuándo y cómo se produjo el poblamiento de las Islas Canarias, un rápido examen de la ingente bibliografía generada en los últimos años a propósito de esta cuestión, permite comprobar que algunos historiado-res contemporáneos siguen empeñados en escribir la historia resucitan-do viejas teorías difusionistas, que, como han señalado algunos colegas recientemente, «se apoyan en modelos cuyo principal problema episte-mológico reside en que su mejor verificación se apoya en la hipotética imposibilidad de su refutación» (Velasco y otros, 2002:36). IV.4. Su aportación a la historia de la medicina en Canarias La formación médica de Gregorio Chil le hizo interesarse por el estudio del papel de la enfermedad y la medicina prehispánica en Canarias. Sus publicaciones, y particularmente sus Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las Islas Canarias, ofrecen abundantes datos al respecto, que posteriormente fueron amortizados por el doctor Juan Bosch Millares en diversas publicaciones (Bosch, 1961, 1962 y 1967). Chil y Naranjo se interesó por el estudio de las prácticas quirúrgicas, la terapéutica y, so- Su legado científico Primera parte: Biografía Biografías d 84 e Científicos Canarios bre todo, las prácticas de momimficación. Sus publicaciones científicas han sido consideradas como de gran valor para su época y se le considera el pionero de los estudios de Paleopatología en Canarias (Rodríguez, 1990). Pero el interés del doctor Chil por la historia de la medicina en Canarias no se limitó únicamente a la época prehispáni-ca. Durante el siglo XIX las Islas Canarias se vieron azotadas por varias epidemias de fiebre amarilla y cólera morbo, pro-vocadas por unas pésimas condiciones sociales e higiénico-sanitarias, pero también por la mala actuación de las autoridades políticas, que en muchas ocasiones no estuvieron a la altura de la gravedad de estas crisis sanitarias, que arribaban a nuestras costas a través de los barcos que atracaban en los puertos principales de las islas. Aunque Gregorio Chil sólo debió enfrentarse a una de estas epidemias, su conocimiento de las que se habían producido antes de su nacimiento o de aquellas que se ex-tendieron durante sus años de estudio lejos de Canarias, reflejado en las páginas de su obra científica, hacen de él una fuente de información de primer orden para el estudio de la historia de la Medicina en nuestro Archipiélago (Betancor, 2001). La primera epidemia de fiebre amarilla del siglo XIX en Canarias se pro-dujo entre los años de 1810 y 1811 y fue, con diferencia, la que alcanzó mayor mortandad. La segunda epidemia de fiebre amarilla se extendió en 1838 en Las Palmas, importada de La Habana por un navío español que atracó en la ciudad en agosto de aquel año. Los detalles de la extensión de ambas epidemias en las Palmas son poco conocidos, ya que las Actas Municipales Cráneo prehispánico de Gran Canaria con trepanación incompleta en su frontal izquierdo, con evidencias de regeneración ósea (Foto: El Museo Canario) Gregorio Chil y Naranjo 85 se destruyeron en el incendio de las Casas Consistoriales de 1842. Sin embargo, a través de la infor-mación que propor-ciona Chil y Naranjo en los tomos inéditos de sus Estudios que se conservan el Archivo de El Museo Canario, ha sido posible recons-truir las escasas informaciones aportadas por otras fuentes históricas (Betancor, 2001 y 2002). Igualmente valiosa es la información que Chil ofrece en su obra cientí-fica sobre la tercera de las epidemias que asolaron las islas, entre 1846 y 1847, y ello a pesar de que sí contamos con las Actas Municipales de esos años. Sin embargo, menos afortunado se muestra Chil y Naranjo en su investigación sobre la epidemia del cólera que asoló Las Palmas en 1851, la primera a la que tuvo que enfrentarse desde el desempeño de su pro-fesión, o sobre el desarrollo de la última epidemia de fiebre amarilla que sufrió Las Palmas de Gran Canaria en el siglo XIX, entre 1862-1863. En esta ocasión, como en las dos anteriores, la epidemia alcanzó Las Palmas de Gran Canaria desde Tenerife, y los acontecimientos que giraron en torno a esta crisis impulsaron un recrudecimiento del «Pleito Insular» entre Tenerife y Gran Canaria, como ha explicado la doctora Mª Josefa Betancor (2001:76-83; 2002:189-194). En efecto, tanto Chil y Naranjo como otros médicos canarios no su-pieron reconocer el efecto de inmunidad permanente que proporciona la enfermedad a los pacientes que han padecido la fiebre amarilla, a pesar de que desde comienzos del siglo XIX dicho efecto había sido publicado Instrumental médico de fabricación francesa (Foto: El Museo Canario) Su legado científico Primera parte: Biografía Biografías d 86 e Científicos Canarios por Juan Manuel de Aréjuela (1775-1830). En opinión de algunos auto-res, las causas de este «desconocimiento» quizá estuviera en la negati-va a reconocer la existencia de epidemias de fiebre amarilla en Canarias (Betancor, 2001:83), aunque ello no supone un demérito de la impor-tancia que poseen los Estudios de Chil y Naranjo para la historia de la Medicina en Canarias. Gregorio Chil y Naranjo 87 V. CIEN AÑOS SIN CHIL Y NARANJO Cuando ha transcurrido más de un siglo desde la muerte del doc-tor Chil y Naranjo, cualquier valoración sobre su trayectoria personal y científica sólo puede construirse desde la base del reconocimiento de su incansable labor. Es evidente que, en lo que se refiere a sus plantea-mientos científicos, ya sea en el campo de la Historia, la Antropología o la Medicina, los avances experimentados en la investigación científica a lo largo del siglo XX han relegado buena parte de sus publicaciones a una posición meramente historiográfica. La obra escrita de Chil, en suma, adolece de una serie de defectos que no son achacables a él, sino al resto de la producción científica de su época. Su mérito y relevancia para los científicos que estamos en activo, así como el que poseerán para aquellos que en un futuro se interesen por el estudio de cualquiera de los aspectos que Chil investigó en su momento, radica no tanto en sus conclusiones teóricas como en la importancia que estos trabajos su-pusieron para el progreso científico en Canarias. En este sentido, pode-mos afirmar que buena parte del avance de la ciencia antropológica o de las ciencias históricas en Canarias se deben a la contribución científica de Chil y Naranjo. Primera parte: Biografía Biografías d 88 e Científicos Canarios V.1. Todo bien atado: el testamento de Chil En la madrugada del día 4 de julio de 1901, el doctor Chil y Naranjo fallecía en su domicilio, cuando apenas habían pasado unos meses desde que había cumplido 70 años. Padecía del corazón y desde hacía meses que se encontraba indispuesto. Su pérdida fue muy sentida, no sólo por el res-peto y admiración hacia su personalidad científica, sino sobre todo por su talla humana. El Diario de Las Palmas, órgano de difusión de los leonis-tas, recordaba su fidealidad al partido y a su líder, al tiempo que destacaba algunos rasgos de su personalidad que habían hecho de él un referente para los sectores de la sociedad grancanaria más desfavorecidos. Su en |
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