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Carlos Plafero Fernández 1 ( -, FI LA L. q HISTORIA DE CANARIAS EN EPISODIOS COLECCION “ LECTURAS CANARIAS” LAS PALMAS DE GRAN CANARIA 1971 Portada e ilustraciones realizadas por A. Martín Santana 1.000 ejemplares la presente edición. Propiedad del autor. Queda hecho el depósito que marca la Ley. DepósitoLegalG. C. 251- 1971 Artes Gráficas CALTOSA Valencia, 1 Loshechos delaHistorja no se repiten, pero - h eolmbre que realiza la Historia es siempre el mismo. De aM la eterna verdad: QuidOstcuod fuit? ipsumguodfüturumest: lo que sucedi6 no es sino lo mismo que suceder lo de hoy ya precedi6 en los siglos. ‘ t’ el consiguiente sfn por saber como es cada pueblo actor de la Historia, como, dada supermanente identidad se comporte en sus actos, fue sentido por los hombres de todos los tiempos. numenMénndez- La historia es una obra de arte — labelleza estatuariadelahistoria—. Como una persona Viva y, al mismo tiempo, como Un esqueleto al que la imaginaci6n del cronista, tanto por lo menos como , su ciencia, tiene que darle nueva mente Carne y sangre. Jean Escola INTRODUCCION El pretender adentrarse entre las nebulosidades de una historia que relata sucesos acaecidos hace ya centenares de afios resulta por 1 o general muy expuesto y aventurado. Se corre el riesgo de desfigurar los hechos, de confundir la realidad con la interpretaci6n que le d quien lo intente. Indudablemente, en el transcurso de los siglos tiene que haberse deformado tanto nuestra manera de pensar, de obrar, que al introducirnos en el pasado acaso no sepamos colocarnos en situaci6n adecuada por ms que nuestros conocimientos y estudios sobre esta o aquella época pretrita parezcan a veces concretos y suficientes. Los seres que vivieron seis o siete siglos atr& s, por ejemplo, en un medio ambiente completamente salvaje tal como nosotros lo entendemos hoy, o bien entre una civilizaci6n que se iba despegando de la oscuridad e ignorancia reinantes a su alrededor, ¿ reaccionarían igual que nosotros, sus descendientes?.. Quizás sea un tanto arriesgado el afirmar sto pues, a pesar de que se nos han legádo en algunas ocasiones escritos, monumentos, esculturas, pinturas, etc, que dicen de sus pasiones, de sus sentimientos, que nos inclinan a creer comprenderlos, no podemos asegurar un perfecto conocimiento de reacciones anírnicas e instintivas originadas en mentes lastradas por recelos y temores atvicos y ancestrales que en la actualidad ya han sido superados. Muchas veces, sobre todo en la narraci6n de descubrimientos y conquistas, abundan las primigenias noticias dejadas por cronistas que escribían ms por ofici6n que con erudici6n y que, por lo mismo, tendían a desfigurar, a acomodar a su gusto y manera, a su saber y entender o presionados por fuerzas superiores aquellos relatos, si bien es cierto que en otros casos existen recopilaciones de cronistas, diríamos oficiales, profesionales de la pluma que vivieron en los pretritos siglos y fueron pioneros eficaces para la verdadera composici6n de la historia relatada. Persiste pues la duda de que nunca podremos sentirnos plenamente seguros de conocer al hombre, sus pasiones y el ambiente en que se desenvolvía en el pasado; de saber interpretar con exactitud y veracidad a cronistas y escritores que relatos y descripciones nos dejaron. Mas, no obstante, ... Se habla de epopeyas, se relatan en las viejas escrituras hechos tan atrayentes, envueltos por la lejanía del tiempo entrelos celajes de la leyenda que, a pesar de las reflexiones precendentes, no podemos los amantes de buscar en la historia de los pueblos por menos de dejarnos seducir de ellos y tratamos de revivirlos, gozando con las evocaciones y deseando muchas veces hacer partícipes de este placer a los dems. Los episodios que evocamos pudieron no haber sucedido tal como -. 5— Carlos Platero Fernndez n nuestra imaginación los vemos, desde luego, pero, ¿ por que no sumergir nos de todos modos en el pretrito, dejndonos arrastrar por esos retazos de confusa realidad entremezclada con lafantasÇa de la quimera? Todo pueblo con pasado conocido, examinado extensamente y entendido es culto y es civilizado. Las Islas Canarias tieneñ un pasado atractivo, una fascinante historia que nos habla de los hechos de una noble raza aborigen, unos episodios que al paso del tiempo estn aromatizados con poesfa y leyenda, considerando por lo tanto una obligacin el conocerlos, el darlos a conocer Desde sus m& s lejanos orf genes la historia de Canarias resulta confusa, borrosa. en multitud de ocasiones, con lagunas en su desarrollo dif{ ciles de salvar puesto que pocos datos confirmados se coñocen, sobre todo en la nebulosa etapa inicial . Los recientes descubrimientos en el campo de la etnología, la arqüeologa, la antropología, etc, que, como ciencias auxiliares son bases indispensables para el mejor estudio de la prehistoria de los pueblos, han contribuÇdo notablemente al esclarecimiento de algunos enigmas, reforzando datos tenidos comuqmente hasta ahora como poco fidedignos y barriendo con leyendas, mitos y otras seudo informaciones. Los d i y e r a o s cronistas, historiadores y escritores en general que de Canarias se han ocupado en el pasado mezclaran lamentablemente episodios reales con numerosas leyendas, muy atrayentes la mayor{ a de las veces pero embarulladoras. HabÇa que desbrozar, tirar del tenue hilo de la verdad procurando caminar por el sendero de la historia. Y este fue el camino que nosotros nos propusimos recorrer escribiendo, desenterrando y desempolvando episodios diversos, algunos de fuerte sabor legendario, despus de facilitar los primeros conocimientos, fantaala y realidad fundidas, que poetas y sacerdotes egipcios, griegos y 1 a t i no s nos 1 e g a ron hasta llegar al redescubrimiento del Archipilago Afortunado en el siglo XIV de nuestra Era y de su lenta y tenaz resistencia a los invasores europeos asÇ como la incorporaci6n definitiva del territorio a la Corona de Castilla a finales del siglo XV. Hasta aquí lleg6 nuestro resumen de la historia de Canarias, dejando para un futuro ain no concretado el recopilar los datos que hay desde la conquista de Tenerife a nuestros días. Una de las peculiaridades que ofrece el conjunto de noticias acerca de la historia de Canarias es que existen muchas similitudes entre sucesos relatados en nuestra comCin historia de España y los interpolados y adjudicados a la singular de las islas, obedeciendo ello tal vez a una raz6n digna de tenerse en cuenta: Las cr6nicas escritas a raíz de la. conquista isleíla son escasas, compuestas en ocasiones por aquellos hombres que manejaban la pluma en una mano y la espada en la otra; gentes que malamente podían conocer ni mucho menos entender ala anterior forma de vida de los na. tivos destrufda por ellos mismos y sus aguerridos congneres. Esta ahora siendo demostrado que algunas de dichas cr& nicas, acaso la mayorf a, fueron confeccionadas en tierras peninsulares, lejos de los La. historia de Canarias en episodios escenarios reales y muy probablemente a trav6s de parciales relatos o escuetos comunicados castrenses oficiales sobre todo cuando de alguna de las tres islas realengas se trataba. Despus de descubierto el Nuevo Mundo, entre los aventureros castellanos que all se trasladaron, proliferaban los aficionados a la pluma, aquellos que nos legaron fabulosos relatos de las extraordinarias indias Occidentales; habiendo, adem& s, en las cr6nicas del reinado de monarcas como Juan II y los Reyes Cat6licos as como en las Generales de Indias capftulos enteros que tratan de las Canarias, cual las escritas por Bernldez, Mosn Valera y Herndndez del Pulgar amn de una de las ms primitivas dedicada por completo a las islas y coMpuesta en el siglo XV por dos abates franceses que llegaron a Lanzarote con Juan de Bethencourt. Posteriormente, en algn caso a m& s de cien años del final de la conquista, se escribieron las historias fragmentadas que hoy en dÇa conocemos como antiguas, tales los anfnimos manuscritos “ El Lacunense”, “ El Matritense” y “ El Castillo” y las cr6nicas de Escudéro y Sedeíló. Luego se supone que se compusieron las historias de fray Abreu Galindo, del padre Espinosa, de Nu? íez de la PeSa; la descripci& n hist& rico— geogrfica del italiano Leonardo Torriani; el poema de Viana; la topografía del padre J05 de Sosa y, en fin, las detalladas obras de MarÇn y Cubas, Agustín del Castillo, etc. PoUgrafos como Viera y Clavijo, Agustín Millares y el canariblogo Chil y Naranjo bebieron de tales fuentes y las comentaron y analizaron. Para mayor detalle, en apndices al final de este libro se relacionan autores y• fechas de tan interesantes cr6nicas e historias. Pues bien; la moderna crÇtica ha determinado documental y claramente que algunas de las hazañas, hechos y dichos adjudicados a la historiada Canarias, o son fabulas ideadas por la imaginaci6n de los autores citados o copias de sucesos acaecidos y dados por anteriores cronistas en el pasado y en otras diferentes latitudes, habindose ya comprobado que ¿ e lahistoria de Españayde IaaCrbnicas de Indias se tomaron diversas noticias aderezndolas a gusto para endosrselas a Canarias. Y decimos todo lo que antecede con la intenci6n de que no nos llamemos a engaño en la hora de estudiar a fondo el apasionante pasado de las islas, aunque algunas de estas seudo noticias, como no afean ni manchan el conjunto sino que ms bien lo embellecen no hemos podido por menos de citarlas tal comd’ a nosotro han llegado El ansiade saber como cada pueblo fue y es autor de la historia, la idea de que la historia es un esqueleto al cual la imaginaci6n del cronista da nuevamente vida y el pensar en . . . “ la misin social que el historiador realiza en su ambici6n de reconstruÇr ese pasado de la humanidad que nos ayuda a interpretar el presente y a conducirnos hacia el futuI, fueron partedlosmotivosque nos indujeron a la composici6n de este libro. Pero, sobre todo, el comprobar como a pesar de la copiosa bibliografía existente sobre la historia de las Canarias se deja sentir la ausencia de una lábor de divulgaci6n popular que recopile tanta informaci6n erudita y la condense y convierta en sencilla relaci6n, en f& cil y asimilable reportaje histrico y — 7— Carlos Platero Fernndez hasta en determinados momentos, en ameno episodio novelado hacierido’asf asequibles tales noticias al gran pCblico, a la masa, al lector medio que en sus escarceos literario culturales no pasa de ojear la prensa, los semanarios y las revistas de actualidady, acaso, algCin que otro libro de lectura facilona y digestible. ¿ Por que no facilitar a estos lectores ocasionales temas m& s ilustrativos tambin, de formaci6n netamente cultural y entretenidos. al mismo tiempo, incluído todo lo concerniente a las islas Canarias, adaptadó convenientemente?... Existe, es cierto, un grupo considerable de piblico culto que sin considerarse ni ser considerado precisamente, intelectual se interesa por saber, lee mucho y bueno pero no conoce bien ‘ la historia de las islas porque a la bibliograffa especializada, ademas de ser en general excesivamente ardua su lectura por erudita, tan solo es posible acceder en bibliotecas, bin públicas o privadas, no siempre coto de informaci6n abierto a todos, mayormente por desconocimiento de tales dependencias. Para uno y otro tipo de lectores v& orientado este trabajo resmen, sin pretensiones vanas, sin otra intenci6n que la sana de colaborar a . una mejor difusi6n y entendimiento, aunque sea en cierto modo elemental, de la historia que habla de la raza aut6ctona canaria. Si bien hasta el pasado siglo y aun adentrados en el presente, la ignorancia colectiva del pueblo canario sobre la historia de sus antep atados era casi absoluta, con la salvedad del menguado grupo intelectualojde que en los Ciltimos centenares de años se fue traspasando de generación en generaci6n la antorcriade la vacilante luz facilitada por tradiciones. cr6nicas y primitivos esquemas hist6ricos jam& s divulgados, es preciso reconocer qde ha habido en estos jltimos tiémpos estimables aunque espordicos intentos de popularizaci6n en suscintas, reducidas sfntesis y aun en la publicación en la prensa isleña de trabajos cien t ff1 co s y competentes de tema tan importante; pero casi nulo, muy exíguo ha sido el fruto recogido de tales tentativas, debiendo ello de achacarse a diversas causas cuyo enunciado y enlisis no vamos a incluir en estas pginas . Nosotros simplemente pretendemos enmendar en algo este fallo ya endm. ico en la formaci6n histrico cultural de una buena parte del . piblico, con la idea de iue el entusiasmo de lo aquf indicado prenda y se expanda y nazcan deseos de ampliación de conocimientos de un mayor y mejor dominio del tema atrayente, objetivo con el que, de ser logrado, nos darfanios por ms que satisfechos y compensados de las dificulatdes que la lenta y escudriñadora . tarea de recopilacibn nos supuso Durante los primeros tiempos de nuestra estancia en Canarias, subyugados por los relatos que se nos hicieron en diversas ocasiones cuando, aun sin advertirlo, ya nos estbamos dejando ganar por esta actual tangible inclinacifrn hacia Canarias y lo canario, entre otros que solo se quedaron en borradores manuscritos, escribimos un cuento titulado Los ( iltimos canario&’ . Para que resultara convincente dentro de la fantasí a. en que, se desarrollaba, tratamos de informarnos bien acerca de los aborfgenes isleños y las vicisitudes de la conquista de las islas . Fue por aquellas épocas cuando — 8— La historia de Canarias en episodios cayeron en nuestras manos algunos libros interesantes que trataban de Canarias, de su movida y fascinante epopeya; y procuramos profundizár, buceando en el modesto material de que al principio dispusirnos, tomando innúmeras notas, confeccionando unas fichas bibi iogrMicas lo ms documentadas posible. Conseguimos adentramos por el Archivo del Museo Canario y ya en posesibn de un buen bagaje de apuntes, de tanto leer y releer sobre ello nos aficionamos verdaderamente al tema. Despus del citado cuento escribimos “ Aridaman y Guanarima” que intent6 ser como una especie de poema draintico islefio basado en una leyenda que a su vez es propiedad de diferentes literaturas . Tambin compusimos luego alg( in gui6n radiofbnico as! como pequefios art! culos periodísticos y, un buen d( a, tras ser animados por familiares y amigos que sabían de nuestras aficiones y - empujados por los motivos que ms arriba indicbamos originaron nuestro prop6sito, nos pusimos a la tarea de escribir una “ Historia deCanarias para la radio” qúe nunca logrb pasar de los primeros quince episodios. ( Entre parntesis diremos que de dichos episodios o capítulos compuestos bajo el lema y subtítulo de que “ Si no sucadi6 pudo haber alguno fue realizado por cuadros de actores radiof6nicos aficionados y retransmitido en las emisoras locales existentes a la saz6n; otros fueron leídos por. criticos y escritores, entre ellos el malogrado canari6logo Juan del Ro Ayala que reiterada y entusisticamente nos anim6 a seguir en la tarea de intentar una mayor divulgaci6n de la historia regional canaria). Con las fichas, las notas tomadas a vuela pluma en muchas agradables sesiones de lectura en el Archivo del Museo o en nuestro domicilio durante largas veladas, los episodios tratados como guiones radiof6nicos y los abocetados esquemas de alguna sugestiva leyenda se transformaron en serie completa, no sin rehacer el manuscrito varias veces antes de darle la forma definitiva que ahora ostenta. El plan a que nos oefiimos en la preparacibn de los diferentes capítulos de que se compone esta recopilación histbrico legendaria ha sido seguiendo un escrupuloso orden cronol& gico, sin apartarnos de la línea general trazada por cronistas e historiadores pero, eso sf, escogiendo de unos y otros autores lo que entendimos era ms id6neo, extractando unas noticias, ampliando otras, sobre todo las de mayor sabor de leyenda, novelando alg* n episodio adecuado y omitiendo aquello que sin perjuicio de perder la hilaci6n del conjunto resultara farragoso o enrevesado, teniendo siempre presente la finalidad perseguida de espigar entre e3udici6n e informaciones confusas ó desvahidas, seleccionado las que se han dado como m& s veraces o han tenido confirmaci6n con docuinentados trabajos de investigadores actuales. Al mismo tiempo hemos aceptado algunas de las leyendas que giran alrededor de la verdad hist6rica y que en lugar de estropearla la adornan y complementan. Acaso, dejndonos llevar por el inters de la materia en que laborbamos, en algímn momento y aun sin pretenderlo habremos reflejado la simpat( a sentida hacia ciertos y determinados personajes de la gesta y así mismo antipatfa instintiva y personal enfocada hacia otros, aunque bien es verdad que siempre procuramos serlo ms objetivos posible, escapando cuanto pudimos de sacar — 9— Carlos Platero Fern& ndez conclusiones y sin opinar salvo, claro, cuando ha sido preciso el hacerlo. Quizs sea a causa de ésta nuestra definida postura el que abunde en las. paginas siguientes la cita textual. Y para poner con ello final a esta ya dilatada introduci6n, digamos que tras haber lefdo y estudiado las diversas obras que nos sirvieron de base documental y cuya bibliograff a ms importante v en los citados apndices, consideramos que la Historia de Canarias, la verdadera, la complete, exhaustiva y definitiva todavía esta por escribir, no descubriendo desde luego nada nuevo puesto que ms de un autor, erudito investigador del tema as lo ha reconocido en reiteradas oportunidades . Nuestro mayor deseo es el de que entre quienes sto tal vez lean se encuentre atn ignorado aquel a quien quepa la gloria, el indiscutible honor de dirigir y organizar ingente labor recopiladora, de selecci6n y detenido anMisis crftico para la confecci6n de la única y autntica Historia de Canarias . Ojal y tanto ese futuro polígrafo deles letras isle? ias como el imprescindible grupo o equipo de especialistas que han de acometer la tarea estn ya en embri6n, si no formados . Que as sea. Carlos Platero Fernndez En cuanto a vos Menblaos , los inmortales os conducirhn alEllsionPedi6n. en los fines mismos de la tierra: donde reina el rubio Rhadmanthys. donde los humanos gozan de una vida feliz al abrigo de la nieve, de la escarcha y de la lluvia, y donde desde el seno del Okean6s se levanta el soplo armonioso y refrescante del Zphyros. Canto IV. LaOdiséa CAPITULO 1 PrimerosconocimientosacercadelasislasCanarias. Existen varias hipbtesis sobre la formaci6n física e las islas que componén el archipilago canario. Idea muy discutida y arraigada, aunque sin pruebas fehacientes todavía, es la que defienden algunoa autores al afirmar que estos peñascos que asoman en medio del Atlántico representan los Ctnicos vestigios quedados del cataclismo geol6gico mencionado por Plat6n en sus Critias, al desapare cer en los mares la antigua y fabulosa Atlntida, asegurando así que lo que hoy son islas fueron los picos ms altos de sus montañas. Otra teoría, defendida tambin con abundantes argumentaciones, define a estas islas como prolongaci6n submarina de la cordillera del Atlas que recorre el Norte de Marruecos, cual trozos de terreno que se fueron desprendiendo del continente africano en una dpoca relativamente reciente. Y una tercera se inclina por indicar que son restos de grandes volcanes en erupci6n surgidos de los abismos ocenicos miles de años ha; en cuanto a este orígen vole. ico ello es evidente puesto que en la actualidad la superficie de las islas muestra bien a las claras huellas de aquellas materias en igtüci& n que surgieran de las entrañas de la tierra y que, al apagarse su furor, los vientos y las aguas en siglos y siglosde erosiones les dieron éu forma actual. 1 — 11— Carlos Platero Fernndez Tambin se ha escrito que todas las islas son como monolitos sobre una plataforma o meseta submarina. Y an hay establecidas teorí as que dicen de islas basculantes, trnsfugas e invisibles. Por lo que respecta a la situaci6n del archipilago canario en la prehistoria e historia dele Humanidad, los primeros de sus conocinkientos para seres de civilizaciones desaparecidas ya son muy nebulosos Guacias a relatos contenidos en antiquísimos manuscritos llegados hasta hoy a travs de sucesivas copias se sabe que las islas Canarias fueron desde tiempos remotos conocidas por Europa, Asia y Norte de Africa. A partir de los comienzos de la historia, aparecen mencionadas en oscuras leyendas de sacerdotes egipcios, siendo su fama cantada por esclarecidos poetas de tan lejanas pocas. La ms antigua expedici6n que registra la historia Universal en donde con cierta l6gicapueda figurar el nombre de las Afortunadas, nombre por el que tambin se las conoci6 alguna vez, se halla en Herodoto cuando refiere el viaje realizado por fenicios seg( rn orden de Neca o Nechao que reinaba en Egipto all por el año 610 antes de Jesucristo. Este viaje alrededor de la Libia, la Africa conocida, a pesar de hab e rse puesto en duda reiteradamente, parece ser se ha comprobado su ejecuci6n por la sencilla reflexi6n que el historiador hace referente a la posici6n del sol; segíin afirm6, resulta en efecto que aquellos esforzadós navegantes, despus de haber rebasado la línea equinoccial , decían encontrarlo a su derecha . No es pues aventurado suponer que deseando los pilotós de las embarcaciones marchar lo ms cerca posible de las costas líbicas, . al penetrar en el amplio canal que separa a las islas Canarias orientales del continente, descubriesen algunas de aqullas y deseasen hacer provisiones y descansar mejor en ellas antes que en las ya tal vez desrticas y ridas tierras africanas. Tambin por Herodoto se sabe de una expedici6n persa que realiz6 Setaspes así mismo alrededor del Africa. Y con ello se prueba que en aquellas pretritas edades ya se intent6 alguna vez la arriesgada empresa de adentrarse en las tenebrosidades del ocano Atintico. Fcil resulta suponer que tales expediciones descubriesen las islas Canarias y llevasen a otros países noticias de ellas. Los fenicios que eran una tríbu semítica e st ab 1 e cid a en el Mediterrneoocupabanunosterritoriosdeno mucha extensi6n pero el brazo marítimo de su comercio abarcaba casi todo el litoral atl& ntico conocido. Y los poetas fenicios, segdn el ge6grafo e historiador griego Estrb6n, hacían reiteradas menciones de unas islas de Los Bienaventurados, no muy lejos de la Mauritania y casi enfrente de la populosa colonia de Gades. Tanto los fenicios como sus rivales los cartagineses conoc? hn la pCirpura y comerciaban con ella; siendo esta píirpura extraMa de ciertos moluscos — 12— La historia de Canarias en episodios o de la orchilla, planta que se produce espontnea, sin cultivo, en Lanzarote y Fuerteventura por lo que a las islas se las conocib tambin con el nombre de Purpurinas. Hace poco tiempo, el hallazgo de singulares nforas y otros objetos en aguas de Lanzarote vino a confirmar la teoría de tales viajes de los fenicios a Canarias. - Aproximadamente por las mismas bpocas, los etruscos y pelasgos de Italia, progresantes en el comercio y la navegaci6n, después de haber pirateado po el Mediterr& neo, se adentraron un tanto en el ocano llegando, al parecer, a fundar una colonia en una isla cuyo nombre ha permanecido siempre ignorado y oculto a toda investigaci6n; no se han encontrado datos de que estas gentes arribasen a las Canarias pero si de gua su navegaci6n se extendib hasta las costas del Bltico y las islas Britnicas y así no resulta inverosímil suponer tambin qu descendieron hacia el Sur descubriendo lo que cerca de las costas africanas ms exploradas existiese. Se dice que el mito o leyenda de la Atlntida fue comunicado por los egipcios a los griegos. Y los escritores griegos y romanos mantuvieron vivo el recuerdo de estas islas que denominaron Afortunadas o Campos Elíseos. Virgilio en el libro sexto de su Eneida; Horacio en sus Odas; Séneca en su Medea; Tíbulo en sus Elegías; Plauto en sus comedias y otros escritores mas, invocaban con cierta frecuencia estas nebulosas regiones y las describían colocando en ellas, . * . la mansi- óh inaccesible de las almas, que un río separa de los que viven en la tierra. Fueron descu— biertas y mencionadas por casi todos los navegantes y mercaderes del litoral mediterrneo pero su nombre y su fama desaparecían y reaparecían al comps del destino de las sucesivas civilizaciones. Plutarco habla del viaje qué pretendi6 realizar Sertorio desde la Iberia a las islas cubiertas de leyenda y fantasía, quien por marineros de la costa lusitana y de la Btica oy6 referir fabulosas noticias acerca de aquellas Hespérides o Afortunadas que emergían en medio del agua, mds all de las Columnas de Hércules, d, esmintiendo el Non Plus Ultra del Estrecho y el Finis Terre romano de Galicia. He aquí lo que el fil6sofo e historiador griego escribiS acercá de las Canarias en su Vidas paralelas: Habiendo por fin cedido el viento aporté a unas islas, entre sí muy próximas, desprovistas de agua, de las que hubo de partir; y pasando por el estrecho gaditano, doblé a la derecha y tocó en la parte exterior de Espafia, poco más arriba de la desembocadura del . Betis, que desagua en el mar Atlántico, dando nombre a la parte que bafla esta región. Diéronle allí noti cias unos marineros, con quienes habló de ciertas islas del Atlántico, rielas que entonces venían. Estas son dos, separadas por u breve estrecho, — 13— Carlos Platero Fernndez las cuaJes distan del Africa diez mil estadios y se llaman Afortunadas. Las lluvias, en ellas son moderadas y raras pero lós vientos, apacibles y provistos de rocío, hacen que aquella tierra, muelle y crasa, no solo se preste al arado y a las plantaciones sino que esponta’neam ente produzca frutos que por su abundancia y buen sabor basten a alimentar sin trabajo y af. dn a aquel pueblo descansado. Un aire sano, por el que las estaciones casi se confunden, sin que haya sensibles mudanzas, es el que reina en aquellas islas, pues los cierzos y solanos que soplan de. la parte de tierra, difundiéndose por la distancia de donde vienen en un vasto espacio; van decayendo ypierden su fuerza; y los del mar, el ábrego y el céfiro, siendo portadores de lluvias suaves y escasas por lo comén, con una serenidad humectante es con la que refrigeran y con la que mantienen las plantas; de manera que hasta entre aquellos bárbaros es opinión, que corre muy válida, haber estado ahílos Campos Elíseos, aquella mansión de los bienaventurados que tanto celebró Homero. Engendró esta relación en Sertorio un vivo deseo de habitar aquellas islas y vivir con sosiego, libre de la tiranía y de toda guerra; pero habiéndolo entendido los de Cilicia, que ninguna codicia tenían de paz y de quietud, sinó de riqueza y de despojos, le dejaron con sus deseos y se dirigieron al Africa para restituir a Ascalis, hijo de lEta, al trono de la Mauritania. Si el famoso general romano no llegb. a realizar el deseado viaje a las islas Afortunadas fue por la tenaz oposici6n de sus seguidores. En tiempos de Pompeyo se hallaba preso en Roma un destrona — do rey de la Mauritania, llamado Juba. Su hijo, Juba II, cuando Octavio subi6 al poder, recab6 parte de la corona paterna, cosa que se le concedi6. Siendo estudioso este rey mauritano dedic6 su vida a la investigaci6n y al reconocimiento de su país. Entre los ellos 30 y 25 a. de C., mand6 una expedici6n marítima bordeando el litoral de la antigua Numia. Quien nos habla extensamente del resultado de la exploraci6n es Plinio, el Viejo; Este autor hace una detallada descripcin de las islas Afortunadas en su famosa Historia Natural, recopilaci6n inmensa de ms de dos mil obras anteriores Escribe: La primera isla del archipiélago, llamada Ombrios, no ofrece vestigio alguno dé edificios; tiene en sus monta ¡ fas una laguna y árboles semejantes a caílahejas, de los cuales se extrae un licor, amargo en los que aparecen de color negro y agradable al paladar en los que tienen el color blanco. Llámase otra isla Junonia y en ella se ve un pequeflo templo de piedra. Junto a ésta hay otra del mismo nombré, pero de menores dimensiones. Viene enseguida Capraria, poblada de grandes lagartos; y a la vista de ambas se alzé Nivaria que lleva este nombre por sus muchas nieblas yperpetuas nieves. Sigue luego Canaria, llamada así por mis perros de gran tamaño, de los que fueron enviados dos a Juba; se encuentran en ella vestigios de edificios. Abunda el archipiélago en árboles frutales y en diversas especies de aves. Las palmeras y los pinos con sus dátiles y piñas abundan también en Canaria. Hay mucha miel y se hallan én sus - 14- La historia de Canarias en episodios riachuelos el papiro y el esturión. La atmósfera de estas islas se infecta con la putrefacción de los animales muertos que el mar arroja de contInuo a sus playas. A partir de la expedici6n ordenada por Juba fue cuando comenz& a conocerse estas islas con el nombre de la de Canaria, extensivo a todas ellas segCn afirman la • mayora de los historiadores; otros quieren sacar este nombre latino de canha o caífa, de las que dicen abundaban mucho aquL CAPITULO II ConocimientosdelasCanariasaprincipiosdelaEdadMediayleyendas delcristianismoacercadeellas. En el anterior capitulo hemos explicado que, seg5n el escritor Plinio, fue Juba II, fil6sofo y naturalista ya que por sto sela tuvo, el primero en obtener noticias exactas sobre el archipilago canario, que hasta entonces ms bien habfa volado en las alas de la fantasÇa y la leyenda. Tambin resulta e vide n t e que desde entonces tomaron estas islas el nombre de Canarias, ya fuese por los grandes canes de que el mismo Plinio nos habla, yapor otras diferentes causas, alguna de ellas ms arriba apuntadas y que segzn varios autores deben de tenerse en cuenta. Estacio Seboso y Pomponio Mela, este iltimo con bastante extensi6n, continuaron escribiendo sobre las Afortunadas en el mismo tono que Plinio; y otro tanto hizo Ptolomeo en su cMebre Geografía, aunque ninguno de dichos autores aííadi6 otra noticia a lo que llevamos relatado. La creciente ignorancia que invadib a Europa, la desaparici6n de las bibliotecas, el abandono de las colonias marítimas, la ruin a consiguiente del comercio y la navegacin y el eclipse total de las ciencias, acabaron de extinguir laye de por s vacilante luz que Juba habia conseguido derramar sobre estas islas Canarias. Largos siglos de absoluto silencio siguieron a aquellas maravillosas relaciones de los viajes efectuados por intrpidos marinos de Egipto, Tiro, Fenicia, Cartago y Roma. Estamos en la Edad Media. El primer escritor que en él siglo VI se ocupa del archipilago canario es Julio Honorio, cuya ignorancia geogrMica se desprende del p& rrafo siguiente, que el compuso: El río Mal-da, nace enfrente de las islas A fo r tun a das circuyendo la extremidad de la Mauritania y divide los Bérbaros de los Vacuates yendo a desaguar por aquellaparte del océano que llaman Columnas de Hércules. Muy escasos autores contimlan hablando de las Canarias y los que lo hacen no dicen verdad, con desconocimiento casi absoluto de las islas. Por el siglo VII, San Isidoro, de Sevilla, en sus Etimologías nos habla tambin de las Afortunadas, aunque mezclando sin crftica alguna datos de Marciano Capella, Ethico y Prisciliano, todos ellos confusos copistas de Plinio. Y el santo no afíade por sí mismo ninguna nueva noticia. En el siglo VIII no se encuentra ningún escritor qué recuerde la existencia del grupo Afortunado y es preciso llegar hasta el IX para dar — 16-. La historia da Canarias en episodios con el ge6grafo irlands Dicuil que copia incorrectamente de Horacio y Solino. De este mismo siglo es el An6nirno de Ravena que coloca a las Canarias ya en el estrecho gaditano, ya en Etiopía. Para hallar alguna luz sobre las islas hay que penetrar en el siglo XII y consultar al poeta y gramtico griego J. Izetzes que habla de ellas, aunque confudindolas con las Britnicas. La leyenda vuelve luego a imperar y se enseñorea del recuerdo de las islas en los siglos XIII y principios del XIV, irnponindose a aquellos pocos escritores que an se ocupan del estudio de la geografí a. En este período de la leyenda que suple a la historia, vienen los santos y los misioneros con sus fantsticos milagros a ocupar el sitio de los dioses de la mitologf a y el de los héroes de la fbula. El afn de aumentar el catMógo del martirologio cristiano y el deseo de probar que todas las comarcas de la tierra habían recibido el Evangelio, movi6 sin duda a algunos autores piadosos a dar f& cil crdito a las invenciones que el vulgo recogía. El primer santo que en estas crnicas encontramos es el desconocido San Avito, quien a principios del siglo II de nuestra Era, hallndose en peregrinacibn por varias ciudades de la Btica, lIegb a orillas del Atlntico y sabiendo que una pequeña nave se disponía a levar anclas con rumbo a las costas mauritanas e islas cercanas, determinb embarcar y predicar la fedeCristo en tan lejanas playas. Firme en su propbsito, llegb a Canaria eligindola como teatro de su predicacibn. Segtrn la leyenda, hizó muchas conversiones y adquiri6 tan poderoso influjo en el país que se atrajo el • odio de los principales magnates quienes, temerosos de esta influencia, amotinaron al pueblo y consiguieron darle cruel muerte en medio de los tormentos del martirio que sufrib ci 13 de las nnas de enero del año 106 de Jesucristo . Sus cronistas dicen había desembarcado por un lugar que se identifica como Arguineguín . y oficiare la primera misa en una cueva en donde posteriormente se venerb una imagen de Santa Agueda. Viene luego la leyenda del monje San Brandan, llamado también Branda, Brandbn, Brandenes y Boronddn, que vivía al rriediar el siglo VI en la abadía de Cluainfor o Cluainfert, en Irlanda. Durante una visita que le hiciera Sari Bat’into pudo escuchar de labios de bste el relato de un fantstico y maravilloso viaje: — Oirs ahora, hermano, las rn a r a vi 11 as que Dios, 14 ú e st ro Seño r, me ha revelado en ese tenebroso ooano cuando, acornpaado del hermeño. Mornoe roe dirigía en una embarcaci& n ligera hacia Occidente, en deroanda de la isla de Pz’ornisi6n de los Bienaventurados. A poco de principiar el viaje nos vimos envueltos en densas nieblas hasta que pasadas unas horas brota una luz vivísirna que nos permiti& descubrir una tierra espaciosa y abundante en pastos y frutas. Quince días estuvimos reco. rrindoia sin encontrar sus límites y observando que no había plantas sin flores ni arboles — 17— Carlos Platero Fern& ndez sin fruto, siendo de un precio inestimable las piédras sembradas por el suelo. Llegamospor fín a un río que separaba la isla en dos partes, a cuya orilla nos detuvimos, no sindonos permitido vadearlo porque Dios nos lo había prohibido. Recorrimos de nuevo la parte de donde habíamos salido, sin sospechar siquiera que,... ! Habíamos estado a las mismas puertas del Paraíso! Al esóuchar tan estupenda relacibn, poseído el monje San Brandn de ferviente curiosidad, resolvib emprender por sí mismo un viaje a aquellos deliciosos lugares. Y después de muchas y extraordinarias aventuras, tuvo la suerte de encontrar la isla maravillosa, que recorrib tambin en toda su extensi6n, siendo detenido a orillas del río, lo mismo que San Barinto; y se le apareci6 allí un angel que Dios le enviaba con tal objeto. Durante aquel largo viaje, San Brsnddn y los diecisiete monjes que lo acompafíaben, entre quienes se contaba el clebre San Malo o San Maclovio descubrieron varias islas, que la crbnica vsefía1ando de está forma: La primera era una isla escarpada, surcada por varios riachue1o en la que fueron cariñosamente recibidos, renovando allí sus provisiones. Pasaron luego a otra, abundante en peces y cabras, entre las que había algunas tan grandes como novillos. Desde ella avistaron un islote llano y sin playas donde intentaron celebrar la Pascua de Resurrección, pero el islote principió a mo verse y tuvieron que huir precipitadamente, revelando a todos el santo que el tal islote era una gran ballena. Desde la isla de las Cabras descubrieron otra más hermosa, cubierta de besquesy flores, donde los pájaros cantaban deliciosas melodías; llamaronla el Paraíso de los pjaros y en ella celebraron la Pascua de Pentecostés. Vieron luego otra isla poblada de cenobitas, en la quedescansaron los viajeros hasta la fiesta de Isíavidad. Este trayecto de isla a isla fue recorrido por ellos en seis años, hasta que al comenzar el séptimo, Dios les permitió ver otras islas, de las cuales una estaba llena de bosques; otra producía frutas de color rojizo y se hallaba habitada por hombres de grandes fuerzas; otra estaba perfumada con hierbas olorosas y preciosos racimos y fertilizada con füentes cristalinas; y otra, que llamaron Pedregosa, donde los cíclopes tenían sus fraguas se veía iluminada por fuegos intensos. Más al Norte se les apareció una montaña alta y nebulosa a la que dieron el nombre de Infierno; ypor último arribaron a una más pequeña donde vivía un ermitaño que les dió su bendición. Este relato nos demuestra bien claramente que al forjar la fbula se tuvo presente el recuerdo de las Afortunadas, pues creemos que van envueltas en los nombres de: Isla de las Cabras, Fuerteventura; Paraiso de los pjaros, Gran Canaria; y la del Infierno, Tenerife, cuyo pico Teide en ignicibn ya habían notado otros anteriores viajeros. Y la mayor, descrita como la que estaba separada por un río, bien podía ser la fantstica que hoy se conoce sin existir, con el nombre de San Borondón. — 18— - - ‘ En la arquitectura cnaria prehispánica destacan las cistas o monumentos funerarios Suflttiflsns y nenmétrirna ‘ - - - La historia de Canarias en episodios Acaso sea cierto que alguna embarcaci6n se aventurase en aquellos siglos desde Irlanda hasta los Trbpicos y se escribiera entonces una relacibn del viaje, — expedicibn que habría de juzgarse como una maravilla excepcional—, hasta que, reproducida luego por los monjes, adiccioñada por el vulgo y comentada por los eruditos, llegb tras algunas centurias a aparecer en el siglo XI copiada de un manuscrito en latín brbaro, del cual fu traducida de nuevo y adulterada, siendo considerada propiedad de todas las literaturas europeas bajo las diversas formas en que hoy se la conoce. Cuenta Martín Behaim que en el afio 714, huyendo los godos de la irrupcibn arabe, salieron de Oporto muchos cristianos, capitaneados por el arzobispo de aquella Metr6poli con otros seis obispos lusitanos y embarcados y llevando consigo animales, semillas e instrumentos agrícolas, navegaron por el Atlntico llegando a una isla que denominaron Septte Citade o Antilia y en ella se fijaron. Esta leyenda ha sido numerosas veces comentada, suponiendo algunos autores hubiese en ella algo de cierto, pudiendo ser acasola isla alguna de las Canarias, cuya existencia no fuese entonces conocida. Sin embargo nos inclinamos a reconocer en la designacibn de esa ínsula, que aparece en las primeras cartas marítimas con un trazado igual al de la Península Ibérica, las costas de la por aquel entonces ignorada Amrica o el contorno de alguna de las grandes Antillas, que el recuerdo de desconocidos viajeros hubiese legado a los cronistas y gebgrafos de la dpoca. CAPITULO III LosgrabesylasCanarias: BenFarrouckhylosMaqhruinos. Cuando el poderío musulmn se extendi6 tumultuoso se tambalearcn ante r jo res civilizaciones y los arabes absorbieron culturas arcaicas, inyectndolas con sus innovaciones. Ellos conocieron las Canarias, tanto a travs de escritos legados por Grecia y Roma como merced a la proximidad de sus costas. Y con frecuencia se ocuparon de las islas. Invdida y conquistada la Península Ibrica, los musulmanes mantenían una fuerte escuadra armada capaz de defender sus dilatadas costas a ti nt i cas y mediterrneas de saqueos d p. iratas, algaradas de cristianos y sorpresas de normandos. Esta escuadra tambin servía para estrechar los vínculos de raza, religi, n y costumbres entra los ‘ arabes españoles y los de Africa. Febrero del año 999. El capitn krabe BenFarrouckh se hallaba en el estuario de Lisboa vigilando con su potente navío los movimientos de tos audaces piratas normandos Hasta l llegaran noticias acerca de la existencia de unas islas llamadas Afortuñadas, hacia las cóstas líbicas, por donde se levantaba el monte Atlas. Deseando conocerlas y aprovechando un viento que soplb favorable, hizo rumbo en su direccibn y a los pocos días descubrib la isla de Canaria, en cuya rada de Gando echb el anda; afirmando los historiadores que citan y comentan el episodio, ser tal la fecha en que recibib este paraje canario su nombre actual. Al frente de ciento treinta hombres atraves6 Ben Farrouckh la isla de Sureste a Norte, venciendo para ello los obstáculos casi insuperables queofrecían el contínuoy enmarañado bosque desarrollado desde las orillas del mar hasta las ms elevadas cumbres. Parece que los indígenas, cuyo nCzmero no era muy crecido sin duda, sinos atenemos al estado inculto del país, se hallaban familiarizados con la presencia de extranjeros porque los & rabes españoles y africanos solían frecuentar sus costas y dejar olvidados en ellas a alguno de sus tripulantes. Esta circunstancia favoreci& al atrevido capitn que pudo llegar, sin otra oposicibn que la ofrecida por la Naturaleza, hasta las llanuras de G1dar, en donde residía ya entonces el rey de la isla con sus consejeros; y allí, por medio de intrpretes, le manifest6 que’, enviado por un poderoso monarca a aquellas remotas playas arrastrando gran d es peligros para so 1 i c it a r su amistad y alianza, deseaba se entablasen desde aquel día benvolas relaciones entre ambos soberanos. Guanariga, que este era el nombre del jefe isleño segCin dice la cr6nica, oyb con orgullosa satisfaccibn tan inesperada solicitud y llevando a - 20- La historia de Canarias en episodios los érabes a su propio palacio adornado con flores y hojas de palma, les ofrecib una abundante comida de frutas, carnes y harina de cebada, que eran los productos naturales fundamentales de su alimento. Desde Canaria dirigib Ben Farrouckh su rumbo hacia el Poniente y reconocib cuatro islas que design6 con los nombres de Ningaria, Apr6situ; Junonia y Hero, de las cuales, la primera tocaba, a las nubes ( Tenerife), la segunda era pequefía y se levantaba muy cerca de la anterior ( Gomera), est& ndo las dos ( iltimas ms distancladas ( La Palma y el Hierro), entre las que oc u p ab a Hero la parte ms occidental . Retrocediendo biego al Naciente encontr6 las islas Capraria ( Fuerteventura) y Pliutana Lanzarote), que se alzaban frente a las costas de la Mauritania. Con todo lo cual dib por terminadasu curiosa exploraci6n, regresando a la PenínsulaJbrjca en mayo del mismo afo De las observaciones que el caudillo arabe recogib durante este viaje, resulta comprobado que en las islas de Canaria y Capraria había algunas tríbus regidas por jefes, siendo en la de. Capraria independientes, que se hacían entre sí cruda guerra; que en Ningaria existían quince distritos pero subordinados aun solo jefe, como en Canaria, que ejercía sobre ellos un poder absoluto; y que las islas en donde se presentaban mayores vestigios deciviIizacibn y cultura eran Canaria y Tenerife, lo cual se révelaba tanto en la afabilidad de sus moradores como en sus instituciones civiles y religiosas. Continuaron los escritores arabes haciendo mencibn de estas islas, alas que denominaban Al— Kaledat, o sea, Eternas; mas en sus obras no aportan nada r e al m ente digno de mencibn. Copiaban de ant e rio res civilizaçiones y dejados llevar por su genuina fantasía narraban increfbles hechos sobre las Afortunadas. El clebre escritor Edrisi habla extensamente acerca de las islas; es quien primeramente relata la expedici6n salida de Lisboa por aquellas apocas remotas con objeto de penetrar los misterios que ocultaba el ocanó. Se refiere a ella de esta, forma: Salieron ros Maghruinos de Lisboa, deseosos de averiguar los arcanOs del Atiéntico y sus límites. R’éuniéranse previamente en nlimero de ocho, todos primos hermanos Y después de haber construido un buque al efectd, se embarcaron 11 evando aguay víveres ‘ en abundancia para prolongar s, unavegaci6n muchos meses, déndose a la vela al primer soplo del t’iento del Norté. De este modo. navegaron once días, poco més o menos, hasta ligara una parte del océanó cuyas aguas espesas exhalaban un olor fétido, oc pitando numerosos arrecifes casi • a flor de agua. Temiendo naufragar, cambiaron el rumbo y se dirigieron al. Sur durante doce días, abordaido por fin a la isla de los Carnerós, así llamada por los, abundantes rebaflós que allí pastaban sIn qu nadie los guardase. Al desembarcar en esta isla encOntraron un mannti& de - agua cristalina e higueras sal vajés. ‘ Cogieron y mataron algunos carneros cuya carne era. tan amarga que les fue imposible comerla, de modo que solo apro vecharon las pi el es. Seguidamente navegaron — 21— Carlos Platero Fernndez varios días más, descubriendo al fin una isla que parecía habitada y en cultivo, a la que. se aproximaron para averiguar lo que hubiese de curioso en ella, pero de pronto se vieron rodeados de lanchas, quedando todos prisioneros y siendoconducidos a una población que se levantaba a orillas del mar. Lleváronlos para mayor seguridad a una casa en donde había hombres de gran estatura, de color rojo y caldeado y cabello lacio y mujeres de extraordinaria belleza. En aquella casa estuvieron tres días y llegando al cuarto se les acercó un hombre que hablaba la. lengua árabe. - — Salud, extranjeros. ¿ Quien soisvosotros? Los Maghruinos contemplaron admirados a aquél que los interpelaba. — L Cbmo?... ¿ Hablas . nuestra lengua?... ¿ Eres acaso nuestro hermano y est& s también prisionero? — Soy natural de este país, pero conozco vuestro lenguaje pues otros extranjeros han estado aquí antes. Pero, contesta ami pregunta. — Somos arabes de Lisboa. Todos descendientes del Gran Salem Al— Medick. _ Y a que habeis venido a esta tierra? — Salimos de nuestra patria con run- bo desconocido... Y los vientos nos trajeron hasta aquí. — Bien. Y, ahora, mi se? or el guanarteme quiere conoceros y hablaros; pero nada temais de l, que es noble y generoso. Dos días después eran los extranjeros presentados al rey del país, quien los trat6 al principio benevolamente — Con que, sois arabes de lejanas tierras?... PregCintales, Guaniter, que fines persiguen. Uno de Íos Maghruinos, al ser traducida la pregunta, contest6: — Yate lo dijimos el otro día, ! oh, intérprete! ... Nos hemos lanzado al mar con el deseo de averiguar lo que en ‘ el de raro y curioso pueda haber, así como para intentar conocer sus límites. Cuando el guanarteme escuchb la traducci6n de la respuesta del arabe, solt a reír. Luego habl6 al intérprete: - Dile a esa gente que mi padre envi6 en otro tiempo a algunos de sus esclavos a reconocer el océano y en habiendo embarcado y navegado durante un mes, les falt6 la luz de los cielos, vindose obligados a renunciar en su in( itil tentatva. Diles tambin que aquí sern tratados con cari? io, porque deseo que formen una buena opinin de mi carcter y del de i’os nuestros. Y así fue hecho, en parte. Volvieron los arabes a su prisibn y allí permanecieron hasta que, soplando vientos del Oeste, se les vendb los ojos, los colocaron en una lanche y les obligaron a bogar durante largas horas. Continuando de este modo tres días y tres noches llegaron a una tierra en donde fueron desembrcados con las manos ligadas a la espalda y se les abandond en el ms triste y lastimoso de los estados, en la orilla. Así. permanecieron hasta el amanecer, atormentados con las ataduras que les atenazaban los brazos. Y entonces, oyendo cerca risas y voces de hombres, comenzaron a gritar: —! Auxilio! ... ! Socorro! —! Aquí, aquí! — 22— La historia de Canarias en episodios -! Ayuda, porAl!... Las voces de los viandantes se aproximaron — Pero, ¿ Qué es sto?... ¿ Cbmo ap a recen así estos hombres? Ayudmoslos, desatndolos primeramente. Los habitantes de aquellas tierras, viendo a los extranjeros en tan miserable estado, les prestaron la ayuda que necesitaban, hacindoles así mísmo diferentes preguntas; a las que contestaron ellos con la relaci6n de su viaje y sus desventuras. Aquéllos que tan caritativamente socorrieron a los Maghruinos eran bereberes y uno de ellos les dijo al fin: — Sabeisvosotrosaquedistanciaosencontrais de vuestra patria?... Entre este lugar en que nos hallamos y el vuestro hay dos meses de camino. -! Oh, Ala’ 1 Wasafi!... ! Wasafi!... ! Wsafi! El repetido lamento quería decir: ! Ay de mí! . Y desde entonces se conoce ellugar en que dejaran a aquellos árabes les canarios, con el nombre de Asafi o Safi. Este puerto está situado al extremo de Occidente en la costa africana. Tal es el episodio de la llegada de los Maghruinos de Lisboa al archipilago canario. Varios autores lo citan, aunque hay investigadores en la actualidad que dudan mucho de esta visita hipottica y prescinden de’ relato tan pintoresco que de las islas y su guanarteme y habitantes se hace, así como de las lanchas y barcas, que todavía no se ha logrado probar usasen ni conociesen los islefos Por Ciltimo, aCm debemos de afladir que tanto en la narracibn de la expedici6n de Ben Farrouckh como en la del accidentado viaje de los arabes lisboetas se trasluce el sabor de escritos latinos copiados libremente. CAPITULO IV ExpedicionesalasCanariasenelsigloXIV. Siglo XIV de nuestra Era. Todavía la existencia de las Canarias se encontraba envuelta en nieblas de fantasía y leyenda. Como ya hemos dejado dicho en los capítulos precedentes, hasta este siglo XIV, poca ve r a cid a d aporta la historia con documentos que atestigilen los viajes realizados en distintas apocas, si , es que algunos de los relatados se llevaron efectivamente a cabo, Tampoco se han encontrado escritos fehacientes, que nos hablen con verdad de muchos de los que se realizaron en el siglo XIV. No obstante, ya en el anterior, a partir del año 1280, las islas Canarias habían sido re p e ti dame n te visitadas, cosa coniprobada en la actualidad aunque no muy claramente Después de los maravillosos y fantasticos viajes de la familia Polo al exbtico Oriente, ello atrajo las miras de los mercaderes europeos. Pero las rutas terrestres que llevaban a las lejanas tierras de las especias se vieron interceptadas por algunos hostiles pueblos euro— asi’aticos y tales dificultades empujaron a marinos y mercaderes a buscar nuevos camiros, surcando los mares, tratando de rodear las tierras líbicas del continente africano completamente desconocido ‘ Con el fin ‘ de conseguir estas nuevas rutas, los genoveses Vivaldi realizaron dos expediciones: la primera, segCin algunos autores, a1l por el año 1285 y la segunda en el 1291. Los Vivaldi descendieron por el Mediterrneo, rebasaron las famosas Columnas de Hbrcules y se adentraron en las aguas del océano, siguiendo el litoral líbico. Poco se sabe de la primera expedici6n. La segunda iba encaminada a conseguir tres distintos objetivos: el primero averiguar el paradero de los Vivaldi salidos con anterioridad; el segundo llegar a las remotas Catay y Cipango y el tercero el de localizar al supuesto y confuso reino cristiano gobernado por el famoso Preste Juan, posiblemente la actual Etiopía. Parece ser que en tan arriesgada aventura, estos Vivaldi llegaron a la Guinea y el Senegal. En lo que atañe a las islas . Canarias, lo lbgico es suponer que al cruzar entre las ms orientales y las costas africanas, descubriesen alguna y hasta reposasen en ella haciendo así mismo nuevo acopio de provisiones frescas. Estas expediciones, — o al menos su recuerdo— llevaron sin duda a la Europa cristiana noticias del a r chi pi 1 ego canario, dndolo por descubierto una vez ms - 24- La historia de Canarias en episodios Bien por iniciativa propia, bien comisionados por su gobierno, otros genoveses partieron rumbo al Oeste y el Sur, en pos de las huellas de aquellos aventureros Vivaldi. Uno de tales esforzados navegantes — merca deres, el que m’ae resonancia e inters podía tener para las islas Canarias, fue Lancelot de Maloisel. Año 1312. Lancelot de Maloisel, de orIgen genovds, pretendiendo • hallar huellas al parecer de sus predecesores, desembarca en la isla del archipilago canario conocida en la antigUedad con el nombre de Pluitenay • que a partir de este desembarco lleva su nombre, Lanzarote. El genovs construyb una fortaleza para re. cogerse y guarecerse con los suyos, que fue, segíin datos de un historiador, . . en el puerto de Guanapayo, que casi un siglo más tarde el normando• Juan de Bethencourt a su llegada llamó el Castillo viejo. Lancelot domin6, si no toda, buena parte dé la isla y cornerci6 extensamente con los indígenas permaneciendo en el país unos veinte años, hasta que al cabo de este tiempo fue expulsadó segtm unos autores o muerto, segtin otros, en un levantamiento de los nativos ayudados para ello por sus vecinos los habitan tés de F. úerteventura. Muy pronto la cartografía de la pooa consignb el descubrimiento de Lancelot de Malojsel pues unos treinta años m’as tarde de su desembarco y posesi& n de la isla, figura asta por primera vez en un planisferio con nombre de Lanzarotus Marocelus. En el mismo y debajo de la mencionada, la de Forte- Ventura. Y en medio la de los Vescimarinj ( Lobos). Un poco ms alejadas aparecen la Insula Canaria, la Capsaria y- las Insulle Sancti Brandani sive puellaron. Todo sto parece demostrar que Lancelot no coix, cib sino a Lanzarote, Fuerteventura y ci is 1 ot e de Lobos y que los demas nombres fueron tomados de los autores clsicos y de las leyendas religiosas. A partir de tal planisferio, todos los mapas del siglo XIV y del XV, al representar a las Canarias pintan la isla de Lanzarote en plata y dentro de ella la cruz de gules, que eran los colores y armas de ‘ Gnova, cono signo de posesibn de dicha repCiblica. Y al lado el nombre Insula de Lanzarot así como el apellido del conquistador— descubridor. En el año 1341 se realiza la primera expedicibn de los portugueses• a las islas Canarias. El relato de tan interesante hecho histórico esta dontenido en el Manuscrito atribuido a Boccaccio, que damos a conocer en el siguiente capítulo. Consecuencia de. las dos expediciones positivamente comprobadas llevadas a cabo al archipilago y que acabamos de mencionar fue la realizada por los mallorquines en el ao 1342 a cuyo mando, el rey de Mallorca puso al intrpido capitn Francesch Desealers. Casi al mismo tiempo pari6 otra con igual ruta que traía al Carlos Platero Fernndez frente a Domingo Gual, formada también por mallorquines en su mayoría. Los cómponentes de estas dos íiltimas expediciones se dice que comerciaron amigablemente con los isleños y aCm hay algunos escritores que aseguran haber sido dichos mallorquines quienes iniciaron . a los canarios en la religibn catblica, construyendo dos templos en Canaria y enseflndoles nuevos rntodos de construccibn de viviendas, mejoras e innovaciones en las artes de pesca tal la de la red, perfeccionamiento de la agricultúra, etc. . . Y también la introduccibn en el archipiCmlago de las famosas higueras cuyos frutos tuvieron los aborígenes por uno de sus mejores y ms socorridos• alimentos. Años ms tarde salib del Mediterrneo el aragonés Jaime Ferrer de quien nunca volvib a saberse con certeza pero se presume hizo al ms un desembarco en la isla de Tenerife, antes de que llegase al Senegal. Tambin se ha escrito que en este siglo de tanta importancia para la historia futura de las islas, se llevaron a cabo tres expediciones mas, misionales y compuestas de aragoneses, catalanes y mallorquines, eñtre los que venían algunos• frailes franciscanos naturales de ellas quienes t r as 1 a dado $ anteriormente a la Península como esclavos habtan sido redimidos, convertidos al catolicismo y ordenados para a su vez convertir a sus compatriotas. Abandonada un tanto a fines del siglo XIV la ruta de las Canarias por aragoneses y mallorquines, los sustituyen varias expediciones de diversos reinos peninsulares, con el• principal objeto de saquearlas, sin pensar en establecer factorías ni colonizar el país. La incursi& n llevada a cabo en el año 1393 fue de las mCms memorables puesto que los piratas al mando de Pedro Martel abordaron a casi todas las islas y en la de Lanzarote tomaron como prisioneros al rey Timanfaya y a la reina, su esposa, así como a ms de un centenar de sus síibditos. Aunque con algunas controversias, se habla de las visitas realizadas en estos tiempos a la Gomera por el caballero gallego Fernándo de Ormel primero y del portugués don Fernando de Soto o de Castro ms tarde. De este tiltimo se dice que tomb tierra con su gente en el puerto que llamaban Aipare en donde estaba un hermano de Almaluige, rey de la Gomera. Este hermano del rey, con solo unos cuantos naturales, intentb oponerse al paso de los extranjeros pero fue muerto por ellos en compañía de varios isleños m’as. Enterado Almaluige de la entrada en la isla y de la muerte de su hermano a manos de los invasores, reunib a los guerreros y present& batalla, haciendo retroceder a don Fernando de Soto y los suyos hasta un mortal reducto conocido con el nombre de Argodey. Estuvieron los europeos cercados dos días y dos noches, mas el rey gomero que era bondadoso y noble quiso perdonarles allí la vida cuando el caballero portuguCms parlamenb ansioso con l . Se hicieron amigos extranjeros e isleños y despus de varios días de. residencia en la isla aqullos partieron, no sin antes agasajar con variados rçgalos a quienes tan generosamente les trataran renunciando a la venganza. ÓAPITULO V imanuscritoatribui’doaBoccaccio. Una delas rn’as importantes visitas realizadas a las islas Canarias en el siglo XIV y con mayores visos de autenticidad fúe la portuguesa del alio 1341. Da noticias de ella un manuscrito cuya rédacci& n se atribuye al escritor italianó Juan Boccaccio, siguiendo lenarracibn hecha por Niccoloso de Recco, segundo jefe de la dicha expedicibn. Este importante manuscrito apot, a una idea bastante difusa de la situacibn y vida de los habitantes del archipiélago canario en aquellas apocas Nosotros lo transcribimos a continuacibn siguiendo textualménte la traduccj, n al castellano que de l se ha hecho. Dice así: De anarja y de las otras islas nuevamente descubiertas en el ócéano del otro lado de España. En el año de la Encarnación de 1341) cartas llegadas a Flórencia y escritas por ciertos mercaderes florentinos establecidos ez Sévilla, ciudad de. la España Ulterior, fechadas en diecisiete de las calendas de dicho año, contienen lo siguiente: El primero de julio de este año, dos buqués cargados por & rey de Portugal de todas las provisiones necesarias y con ellos un p e que ño barco, equipados por. florentinos, genoveses, castellanos y otros españoles, se han dado a la vela desde la ciudad de Lisboa, dirigiéndose a alta mar, llevando consigo caballos, armas y diferentes mé quinas de guerra para tomar ciudades y castillos, en busca dejas islas que comunmente se dice haberse vuelto a encontrar. Favorecidos por un viento propicio abordaron a ellas despuds de cinco días y en el mes de noviembre han regresado a sus casas con el cargamento siguiente: Primeramente cüatro hombres habitantes de estas islas, una gran cantidad de pi el es de machos cabríos y de cabras, sebo, aceite de pescado y despojo de focas; madera roja que tiñe como palo de brasil, sin embargo de que los inteligentes dicen que no lo es; ademés, cortezas de érboles para igualmente teñir de rojo y, por último, tierra encarnada y otras cosas. Habióndose tornado declaración a Niccoloso dé Recco, genovés y piloto de la expedición, dijo que desde esbe archipiólago a la ciudad de Sevilla había casi novecientas millas, pero que conténdose desde el punto que enia actualidad lleva por nombre Cabo de San Vicente,. estas islas se encuen tras. , m ucho menos separadas del continente. Laprim era que han descubiertó ( Fuerteventura), tenía ciento cuarenta millas de circunferencia; toda ella era una masa de piedra, inculta pero abundante en cabras y otros animales, n uy noblada de hombres y mujeres desnudos que se asemejaban a los salvajes por sus modales y cosun2bres. Añade Niccoloso que canto ,‘ . jr .- 27-. Carlos Platero Fernndez compañeros hicieron en esta isla la mayor parte de un cargamento de pie—. les y sebo, pero que no se atrevieron a internarse en la país. Habióndo— se pasado en seguida a otra isla poco mayor que la primera, ( Canaria) percibieron a una multitud de sus habitantes que se adelantaban pór la playa a encontrarlos; loshombresylas mujeres iban casi todos desnudos, algunos de entre ellos parecían mandar a los otros e iban cubiertos de pieles de cabra pintadas de color azafr. ón y de encarnado y en cuanto alcanzaba la vista, estas pieles eran muy finas, suavesy cosidas muy artificiosamente con hilos de tripa. A juzgar por sus actos aparentaban tener un jefe a quien manifestaban mucho respeto y obediencia. Todos ellos, mediante señas, daban a entender que deseaban comercíar con la tripulación de los buques y entrar en relación con ella; pero cuando los botes se acercaron a la playa, los marineros no se atrevieron a saltar en tierra, porque no entendían su lenguaje; sin embargo, su idioma es muy dulce y la pronunciación viva y pré cipi tada como el italiano. Cuando los insulares observaron que no desembarcábamos, algunos intentaron llegar nadando a los boles, de los cuales retuvi eron cuatro, quesonlos que han traído. Costeando la isla para darle vuelta la encontraron mejor cultivada por l. parle Norte que por el Sur. Vieron muchas casas pequeñas, higueras y otros érboles, palmeras sin fruto, legumbres, coles y hortalizas, así como palmeras. Entonces se decidieron a saltar en tierra y veinticinco marineros desembarcaron arndos, examinaron las casas, encontrando en una de ellas cerca de treinta hombres desnudos enteramente, que se espantaron, buyendo en seguida ni ver las armas. Los expedicionarios penetraron entonces en el interior y reconocieron que aquellos edificios estaban construídos con piedras escuadradas con mucho arte y cubiertos de hermosos y grandes maderos. Pero como encontrasen varias casas cerradas y deseasen verlas por dentro, empezaron a romper las puertas con piedras lo que indignó a los fugitivos, cuyos gritos retumbaron en los alrededores. Rotas al fin, entraron en algunas casas, encontrando solamente excelentes higos secos conservados en esteras o cestas de palma, como vemos las de Cercan; trigo més hermoso que el nuestro, si atendemos a su tamaño y grueso de sus granos, siendo més blanco. Igualmente vieron cebada y otros cereales que deberían de servir probablemente para alimentación de los naturales. Las casas eran todas muy hermosas, cubiertas de excelentes maderas y de una limpieza tal, que se J » L’biera dicho que su interior se había blanqueado con yeso, Encon tramos también una capilla o templo sin pinturas ni ornamentos; tan solo una estatua esculpida en piedra que representaba a un hombre con una bola en la mano; este ídolo estaba desnudo y traía una especie de delantal de hojas de palma que le cubría sus vergüenzas, cuya estatua sustrajeron y llevaron a Lisboa. La isla les pareció muy poblada y cultivada; produce grano, trigo, frutas y, principalmente, higos. El trigo y otros cereales La historia de Canarias en episodios lo comen como las aves, o bien, hacen harina que les sirve de alimento, pero no hacen pan y beben solo agua. Saliendo de esta isla vieron otras a cinco, diez, veintey cuarenta millas de distancia, dirigiéndose a una tercera, ( Hierro) en la que no hallaron etra cosa que hermosos árboles en gran número, rectos hasta el cielo. De allí pasaron a otra, ( Gmera) abundante en arroyos y excelentes aguas, con muchos bosques y palomas salvajes, que çomieron después de muertas a palos y pedradas; son mayores que las nuestras y tenían el mismo sabór o tal vez mejor. También vieron muchos halcones y otras avesde rapha, pero no se atrevieron a adentrarse en el paísporparecerles desierto. Luego descubrieron otra isla, ( La Palma) cuyas m. ontauias eran muy elevadas y cubiertas de nubes; las lluvias son continuas, sibienla parte quepudieron ver en tiempo claro les pareció muy agradable, creyéndola poblada. Después aportaron a otras islas, algunas habitadas y otras desiertas, hasta trece y cuanto mán navegaban más islas veían. El mar que las separa es mucho ma’s tranquilo que el nuestro y de buen fondo para anclar; aunque tienen pocos puertos, todos están bien provistos de agua. De las trece a que abordaron, cinco estaban habitadas, pero desigualmente pobladas. Ademán, el lenguaje de sus habitantes difiere de tal n . anera que no se entienden; carecen de embarcaciones para trasladarse de una a otra isla, a menos que atraviesen a nado la distancia que las separa. Una de las islas que descubrieron, ( Tenerife) tenía algo de maravilloso • que les impidió desembarcar. Existe en ella una montafla que, segtrn calcularon, se eleva ala altura de treinta mil pasos o más y que se ve desde muy lejos. Una cosa blanca aparecía en la cima y como toda la moñtaüa es pedregosa, aquella blancura se presentaba con el aspecto de una fortaleza; sin embargo no es otra cosa que un roqfie muy agudo, rematando su cima • en un mástil como el de un buque del que pende una antena c. on una gran vela latina; esta vela, hinchada por el viento, afecta la forma de un escudo vuelto hacia arriba, ensanchado; luego, poco a poco, se recoge a la par que el mástil, como en las galeras; luego vuelve a elevarse para abatirse y vol vérse a levantar. Dieron la vuelta a la isla y siempre contemplaron el mismo prodigio y creyendo que era algún encantamiento, no se atrevieron a desembarcar. También han visto muchas cosas queNiccoloso no ha querido referir. Parece que estas islas no son muy ricas pues apenas se han cubiertolosgastosdel viaje. Los cuatro hombres que han trafdo son jóvenes imberbes y de hermosa figura; van desnudos y sólo llevan una especie de delantal sujeto con una cuerda a la cintura y del que penden gran número de hilos de palma o de juncos de palmo y medio o de dos, sirviéndoles para cubrirlas partes pudendas lo mismo por delante como por detrás, de modo que ni el viento ni ningún otro accidentelas descubre, No estas circuncidados, ti en enlos cabellos largos y rubios y con ellos se cubren, llegándoles hasta el ombligo y andan descalzos. Se dice que la isla donde fueron apresados se llama Cánari y está más poblada que las otras. Se les ha hablado en diferentes lenguas y ná han comprendido ninguna; no exceden de nuestra estatura, tienen los miembros robustos, son fuertes, muy valerosos, y al parecer, inteligentes. Se les ha interrogado por signos y han respondido - 29— Carlos Platero Fernndez - de igual modo como los mudos; se respetan entre sí y uno es superior entrelos cuatro, puesle honran con particularidad. El delantal de este jefe es de hojas de palmera mientras que los demás lo llevan de junco pintado de amarillo o rojo. Su canto es dulce, bailan al estilo francés, son alegres y risueños, bastante civilizados y menos rudos que muchos españoles. A bordo comieron pan ehigosy demostraron agradarles el pan, aun quenunca lo habían probado; rehusaron el vino y solo bebieron agua. Comieron el trigo y la cebada a manos llenas y también el queso yla carne, que es de buena calidad y abundante en su tierra; carecen de bueyes, camellos y asnos; en cambio poseen numerosas cabras, carneros y cerdos salvajes. Se les enseñaron monedas de oro y plata, ignorando en absoluto su valor; tampoco conocían los perfumes. Se les mostraron anillos de oro, vasos cincelados, espadas, sables y- dieron a conocer no haber los visto jamás. Su lealtad es muy grande, pues si- uno recibía alguna cosa de comer, la dividía en trozos y repartía entre los demás antes de probarla. El matrimonio se practica entre ellos y las mujeres casadas llevan delantal como los hombres, pero las doncellas van del todo desnudas, sin avergonzarse de su desnudez. Cuentan como nosotros, pero colocando las unidades delante de las decenas, del modo siguiente: Uno, nait; dos, metti; tres, ameloti; cuatro, acodetti; cinco, simusetti; seis, sesetti; siete, satti; ocho, tamatti; nueve, alda morena; diez, marava; once, naiti— marava; doce, smatta— mar va; trece, amierat— marava; catorce, acodat— marava; quince, simusat— marava; dieciseis, sesatti— maraVa... Aquí concluye este i n t e r es a n t e manuscrito que se atribuye a Bóccaccio. A pesar de algunas claras inexactiÑdes y fant& sticas exageraciones, naturales acaso en la época en que se realizb el viaje, este documento sitúa cori bastante claridad a las islas Canarias en la historiá del - siglo XIV. CAPITULO VI Algunosestudiosyteoríasacercadelarazaguanche.. ACm no se ha resuelto sátisfaetoriarnente todo lo concerniente a la raza aborigen que habitaba el archipiélago canario en la ef, oca de su descubrimiento y definitiva incorporacibn a la historia de los pueblos. Sabios eruditos, tanto a finales del siglo XIX como en lo que v del presente, canarios, peninsulares y extranjeros, se ocuperon extensamente de tema tan apasionante y sin haber alcanzado la complete verdad, sus estucios han aclarado en gran pat’te las lagunas e inexactitudes existentes• en los primeros cronistas e historiadores de las islas No se logrb todavía conclusin definitiva sobre los puntos de origen de.- aquallos seres que perteneciéndo en sus modos de vida al - neolítico, llegaron a la baja Edad Media y albores de la Edad Moderna europea en un petrificado salvajismo ulterior. Antrop6logos tales como Chil Naranjo, Verneau y Berthelot que estudiaron con detenimiento y rigér científico a los aborígenes, los catalogai entre los cromafloides que, obligados por repetidas glaciaciones del - período cuaternario emigraran desde el centro de Eu. ropa a países ms clidos. Esta establecido actualmente que una rama del hombre de Cro— Magnon, cuyas pinturas rupestres en las cuevas del Sur de Francia y Norte y Levante. de la P en i n su 1 a Ibérica ‘ admira hoy todo el mundo como documentos primigenios del espíritu creador del hombre, cruzb el Mediterrneo y colonizb las tierras del Atlas, ocupando tal vez los macizos centrales del Sahara. - La razade Mechta el Arbi o Bereber cubri6 primeramente la Libia y se extendib despu’es por todo el Norte del continente africano, llegando hasta las Canarias. - - Repetimos que acerca de los ms p r i mit i vos habitantes del arohipilago canario surgieron siempre preguntas de difícil, por no decir imposible, contestacibn. - ¿ De donde vinieron exactamente aquellos seres- que en sucesivas oleadas poblaron estas islas cercanas a - las costas africanas?... ¿ Acaso pertenecían al pueblo numida que ocup6- üna parte de la Berbería; eran - camitas llegados desde el lejano Egipto o semitas que avanzaron por ambas margenes del Mediterrneo mileñario, cauce de numerosas civilizaciones en constante migraci6n? . .-. ¿ Oua medios emplearon aquellos pueblos para - su desplazamiento final desde costas mediterrneo— europeas o africanas? — 31-. Carlos Platero Fernndez Simples conjeturas, arriesgadas hip6tesis y muy dispares teorías se han e st ab 1 e ci do a lo largo de los arios para tratar de aclarar este perenne misterio Segin los tlltimos estudios realizados muy científicamente, casi todos los investigadores del tema se inclinan por considerar que hubo hasta cuatro oleadas emigratorias bien definidas de las ms importantes, de pueblos que se desplazaron hacia el Oeste, en un pretritó no superior a los 2000 arios antes de Cristo. La ms primitiva que parece ser pobló varias y no todas las islas del archipiélago, puede remontarse a 1700— 1500 arios a. deC., llegada a travs del Sahara, tal vez comoun resto o prolongaci6n de aquellas civilizaciones que dejaran su impronta de pinturas y - grabados rupestres en el Tassili, cuando la zona era una amplia regibn recubierta de lozana vegetacibn y habitada por los masesios, de cultura neolítica pastoril. Se supone que alrededor del milenio a. de C. y a travs de las costas de la Berbería hubo una- migracif, n, no muy numerosa, a estas islas Canarias , que absorbi6 a la raza considerada casi como autbctona, si es que quedaba algo de ella, aportando la cultura de las cuevas confortables escarbadas en l. a tobe volc’anica del país. Una tercera oleada, proviniente acaso del extremo ms oriental del 1v1editerrneo y que traía, sobre todo en su cermica, claros exponentes de cultura cretense arrib6 al archipiblago, siendo en la isla Gran Canaria en- donde sus vestigios se hallan hoy ms perceptibles. También debi6 de llegar con este grupo la técnica de- la contrucci6n de poblados semi.— ciclbpeos. Sin embargo, las gentes que componíañesta invasi6n que, como las otras se pierde en la- brume de los tiempos, debieron de sér éscasas concluyendo casi en el exterminio debido al completo aislamiento en que vivieron. - La cuarta estudiada y supuesta - migracibñ procedib de la Libia a través de - la Numia ro ñi an izada y en época relativámente reciente, posiblemente en los primeros ellos de nuestra era porque cuando Juba II rein6enlaMaurit- ania, como queda dicho, del- 30 al 25 a. de C. y env. ib una expedicibn a recorrer y reconocer las fronteras de sus dominios, - tuvo noticias de que las islas aparecían deshabitadas, aunque con restos en algunas de ellas de edificaciones. - - - - - - Fue esta invasibn la del pueblo que se denomin6- guanche, gentilicio aplicado a sí mismos por los habitantes de Tenerife y muy posteriormente extensivo a todos los indígenas del archipilago . - Estos guanches traían una civilizacibn avanzada, con reminiscencias ancestrales del antiguo Egipto y otros pueblos, ya desaparecidos, de las margenes del Mediterrneo. Fu e la que con sus peculiares formas de vida perdurb en un neolítico tardío hasta bien avanzado el siglo XIV, perfeccionando en esta dilatada vivencia sus sistemas sociales, religiosos y culturales aunque retrocediendo a la Edad - de Piedra por carecór las islas de metales. Este grupo n e t ame- nt e cromaiioide que pertenecía a las razas at1nticas, desconocib objetos fundamentales en todas las civilizaciones a partir del neolítico tales como el arco, la flecha y la rueda. Aunque tal desconocimiento no desdice de lo — 32—. - - sria erias pids avanzado , de su cultura sino qu, e evidencia lo - atrasado- de sus’tbonicas. Y ello acaso se explica porque en la fausa aut6ctona no hubo ve• rdadet’as - fieras ó animales dafuinos que mereciesen cénstante persecucibn y exterminio. En cuanto á la rueda, lo accidentado del terreno eminentemente volcnico habla de hacer el desplazamiento rodado casi imposible. Otro enigma todavía nodesvelado es el de que - si las razas diversas que vivieron en el a r chi pi 1 a go conocían signos alfabetizoides para comunicarse entre sí por medio de la escritura. Los grabados rupestres hallados en lugares geogrficos distantes como. en el Julan del Hierro, en Belmaco do La Palma y en el Barranco de Balos en Gran Canaria dicen de - cultura avanzada, mas no revel- an por quien o cúando fueron inscritos; s1 bien en alguna ocasi& n se ha pretendido hacer aparecer estas misteriosas lineas como realizadas por gentes llegadas esporádicamente a las islas en el período de desconocimiento total de ellas en la Edad Media europea. Y . tambin, con mías o menos fantasía, se quiere voz eh estas pinturas y grabados parietales, símbolos mgicos de la religi& n isleña. Todavía se conservan, aunque desgraciadamente en muy mal estado, algunas pinturas rupestres interesantísimas que, como las de la Cueva Pintada de Gldar, dicen de la ex i s t en ci a en el pasado canario de un pueblo imaginativo y creador. Los bereberes que ocupaban la parte norte y occidental de Africa, terminaron mezclndose con los negros, con los aborígenes libios y con los meciite. rrneós, ms pequeños y morenos formndose así razas mixtas. y lenguaá y culturas dferéntes que cuando m’as tarde se incorporaron’ al mundo rabe perdieron su hegemonía. Se ha. sacado de sto la conclusibn - - de que los ganches- lLearon--, si, a travbo de la Berbería pero mucho antes de que - los’bereberes se rne2clasen ‘ con otras razas. De la fusin y aun absorcibn efectuada entre los mks primitivos; habitantes de las islas - Canarias- con, la migraci6n guanchinesca surgi& lá sefnejanz5 da caracterés etnolbgicos - y lingttísticos que actualmente se - aprecian en lc estudios, de . compar’acibn entre el pueblo canario . y el de.... las .. cercanas costes del Africa atlnt. ica. Dichas analogías raciales con’ los n6má4a - de Tarfaya, ‘ Ifni y Sahara Español han sido estudiadas por,-, profesarás españoles y muy especialmente, hace años, por los franceses: de la Escuela de Altos Estudios Marroquíes de Rabat. Tanto unos como otros coinciden en mostrar qué el orígen de las culturas africanas ha influido en el régimen de vida de los . antiguos isleños y se habla de las migraciones saharianas y de la cultura netamente, camítica encontrándose muchos vestigios de ello en costumbres dé numerosas localidades canarias. El doctor WSlfer - nos prpenta a la civilizacibn guanche como una rama de la cultura megalítica’ de estrecho ‘ parentesco con la Península lbrica y el Oeste de Europa ms que ‘ con la dl Sahara ‘ y ‘ si bien lo hasta hoy investigado parece qtierer confirmar ‘ estas teorías del sabio alemn, existen lagunas y dudas,’ que progresivamente se intentan cubrir. Un enigma, de los muchos qae la civilizacibn guanche, floreciente. en pleno, siglo XIV de nuestra Era presenta y de los ms fascinantes por — 33— Carlos Platero Fernndez lo que para sugestivas teorías de trasplantes• transocebnicos.. pueda • aportar,. es el de la navegacibn en el archipiblago. Salvo casos excepcionales como el del italiano Torriani que en el, siglo XVI compuso una descripcibn muy documentadade las islas Canarias, ning{ ln cronista ni historiador digno de crbdito hace . mencibn al arte de lanavegacibn ene! archipiblago, cuando no se niega rotundamente la posible existencia de tal medio de comunicacibn. Los aborígenes, seg( m se escribía, no temían al mar; al que acudían en sus ritos y plegarias; del que sustraían él mayor porcentaje de su alimento, con palos, redes de juncos y pequeñas e ingeniosas represas, usando las espinas de los pescados como . agujas y las conchas de los mariscos corno aderezos de diademas, collares y otros adornos. Y practicaban abundantemente el belio y nadaban agilmente... Sin embargo, los isleños, en apariencia al menos, no conocían la navegacibn ni aun en sus mbs toscas y rudimentarias formas. Se hace díficil de creer bsto, pero era así, al menos por lo que se deduce de las noticias que hasta nosotros han llegado. Y tuvo que haber alg( m medio de comunicacibn marítima entre las islas. Ademas, no siendo raza p ro p i am en t e autbctona la que habitb el archipiblago, de alguna forma navegable lleg& hasta aquí, no considerado presumible que olvidase del todo los medios de que se valib para su arribada, por ms que antiguos historiadores nos faciliten algunas ingeniosas teorías de lo contrario. ¿ Cuales fueron estos medios?... Hasta tanto no se realice algtrn interesante descubrimiento arqueolbgico que descifre convenientemente el enigma, siguiendo los pasos de quienes desde hace años vienen afanosamente tratando de aclarar este punto oscuro de la prehistoria canaria, debens de recordar los conodimientos que pueblos cercanos a las Canarias tenían pór aquellás fechas de la n a vega ib n y que eruditós canariblogos han investigado y escrito en estos filtimos años insistiendo sobre tan apasionante materia. Segfui un sabio profesor lacunense, las velas de hoja de palma impulsando a troncos de brbol previamente vaciados y en alguna crónica mencionados, se parecen mucho a las empleadas entre las islás de Oceanía para que no se presuman interpolaciones de doctos pero no veraces cronistas. En cuanto a troncos de rbol huecoa, no precisamente de drago, se conocen sarcbfagos con esta primitiva tbcnica confeccionados, que p. udieron algtn día sugerir vehículosflotantes en las aguas del mar, elementales pero segu ros. Hay un sistema igual o mb. s rudimentario que los citados, usado como barco, tanto de llegada de, por lo menos la Ciltima migracibn, como para el contacto que, seg( in reiteradamente sé ha insinuado, pudo haber sido el del desplazamiento, acaso forzoso, de gentes que desde el archipiblago canario llegaron al continente americano mucho antes - que los vikingos y el mismo Cristbbal Colbn. Nos referimos aunas embarcaciones, casi almadías que, con remos, usaban los zenatas, azanegues o antiguos bereberes de la costa mauritana que vivían casi exclusivamente de la pesca y aCm subsistían - 34- La bstoria de Cananea epjsodio en el Siglo XV. y fueron - expulsados - o absorbidos por’ los ledufnes: árabes • segrn rel$ 6 el viajero portugu’es Valenttm Fernandes, cuya . cr’ 6niea, tecai • te a aquellos medios transcribimos - de una . traduccin. Sus bateles’ tienen cinco palos de higuera infernal secos, a . saber:- uno de dos metros y medio de largo apr. aximadamente y. dos en cada costado de dos , metros, y estos tres van atados con cuerdas de las dichas redesy quedan por detrás los tres iguales y por delante sale el . de en medio más. Entonces atan otros dos palos de un metro y pico a sus costados, bien apretados. Enmedio de estos palos ponen sus redes o mujer e hijos o cualquier cosa que quieran llevar y él detrás en aquellos tres que salen más, con las piernas de dentro hacia el más ancho. Y en cada mano traen una tablilla de un metro de largura y diez centímetros de ancho, con que reman. Ylós que van en la barca van con el agua por encima de la rodilla y así’ van y no se ahogan. Y de esta manera atraviesan cualquier golfo de aquellas marismas y también corren así toda la costa. Cuando están en tierraluegopotzenla barca al sol para que se seque y sea más ligera. Segfzn diversos investigadores, existen otras teorias que suponen migraciones, no solamente directas desde el Mediterrneo y costas africanas, sino < le la Penfrisula Ibérica, de las rocas célticas de Escocia y aun de los fiordos noruegos. 1k - -. ,1•, r . - . , .. .‘ .. — -- .. , -. 4 4. • --.‘‘. ‘.‘ - ‘ •• ., , 99 — 4..’ 9. ;.• - 4. 44 9 4_ -• .,, _• 4’_’•, 9 1. ‘ 7 CAPITULO VII UnateoríaacercadelallegadadelosguanchesalasCanarias. Infinidad de teorías se han desarrollado a través de los ellos acerca de la llegada a estas islas de los canarios, como pudieron venir y que medios usaron. En capítulo anterior relatamos lo que al. respecto nos cont algízn cronista de aquellas apocas; en el presente, a título de curiosidad, vamos a describir una de astas que con visos de ms o menos veracidad se nos h transmitido. Fue, con caracteres de leyenda, aportada por uno de los mejor documentados y eruditos historiadores de Canarias, el padre Abreu Galindó. Afirma este autor que existi, antiguamente eñ la biblioteca de la catedral de Santa Ana,... un libro grande, sin principio ni fin, muy estragado..., en el cual, tratando del período de la dominaci& L romana en todo el orbe conocido, venía cierta informacibn. Decía que teniendo Roma sujeta la provincia africana denominada Mauritania y en ella cierto ntimero de presidios a donde eran conducidos y encadenados toda clase de reos del Inperio, los nativos, mlestos con aquella imposicibn de Roma, considerbanse ultrajados. Y cierto día se rebelaron contra los dominadores matando a legados y residentes romanos; estarebelibn eraunaclaraafrentaparaRomay no podía quedar sin ejemplar castigo. Llegaron potentes legiones que pronto consiguieron apagar aquel foco de rebeldía y tomaron represalias crueles para dejar bien sentada su autoridad. A los dirigentes del movimiento los torturaron, decapitndolos al fín y al resto de los habitantes de la provincia les cortaron la lengua, sin respetar a ancianos, mujeres o niflos. Mantenindolos prisioneros, los embarcaron y trasladaron en perpetuo destierro a las cercanas islas que formaban el casi ignorado archipilago e m e r gen te frente a las costas occidentales mauritanas. Realizaron los romanos dos expediciones; una que ocup6 las tres islas orientales y la otra las restantes. Los infelices desterrados quedaron incomunicados del mundo exte rior por completo. A pesar de lo bonancible del. clima y lasriquezas naturales del país, dado es imaginar el estado de aquellos seres que, entre sus muchas desgracias, contaban con la de carecer del uso de la palabra. Los crueles romanos les habían dejado tan solo escasos víveres y algunas cabras, ovejas y cerdos, pero los mutilados desterrados supieron ser fuertes en la adversidad y poco a poco se fueron adaptando a la nueva vida que en adelante les esperaba. No tenían medios de comunicacibn entre las islas y se perdib su unidad, conservando tan solo a lo largo del tiempo las características de — 36_ “ En el lenguaje guanche, significaba persona y achirech isla, sar es que quanchinech ;: S de Anaria$ en episodios. la - raza comtin y algunos vocablos afines en el lenguaje, sobre lo que-- continua. Abreu Galindo - en su teoría, miy i- ng e n. i o s am. en- t e: ... Pero de lo . que dicen, que los romanos les hubiesen cortado la lengua por habersi. do rebeldes - a su Senado, - conviene dar - alguna razón; la cual se colige del lenguaje común de los isleños, cuya pronunciación era hiriendo conla lengua en el paladar, corno suelen hablar los que no tienen la lengua Ubre, • a quienes llaman tartamudos. Y en su lenguaje comenzaban muchos iombres de cosas con te los vueles pronunciaban con la media lfngua. Ayuda- por esta razón el que todos los isleños hayan venido de Africa, para - que, no semejándose su lengua con la de los africanos en todo, hayamos de creer que, no teniendo lenguas para expresar sus vocablos ni darlos a entender a sus hijos, - inventasen un nuevo lenguaje para que se entendieran,. salvo aquellas pal abras que con poca ienguapudieranpronuncia. r; que algunas se asemejan con ¡- as de los africanos ( de donde habemos inferido ser su nación) y de otras que en el transcurso del tiempo se mudarían y corrompe— rían, como cada día sucede. Por los etnblogos se consideza a la raza guanche subdividida en dos ramas, a pesar de que sus características generales no ofrezcan rasgos esencialmente diferentes. Pero, como veremos en capítulos posteriores, los mismos naturales lo afirmaban así al hablar de las diversas islas, porque la especie guanche o guanchinesca fue lá pobladora de las islas occidentales y la canaria ( nombre dado por los escritores latinos), la de las tres ms orientales. - Sigue diciendo Abreu Galindo que a Lanzarote, Fuerteventüra y Canaria arrib6 la expedicibn que traía a los componentes e- la estirpe berberisca y alega como un dato ms de su teoría que éstos y los alárabes vecinos denominaban al igual que los habitantes de las tres islaa orientale a la leche bo, al cerdó ylfe, a la cebada tom osen, etc. Las otras cuatro islas fueron pobladas por la segunda expedici6n formada con los restos de las previncias africanas arrasadas. - Con respecto a los vçc. 4bloa, cierto es el existir gran semejanza en algunos de e- lles, sobre todo - en lo referente a la topografía - de las zonas quehabitaronlos azanegues. Por. ejemplo, Telde, Gomera, Orotava, tienen su igual o muy parecido en nombres de puebles o comarcas de Fet, Agadir y Marrakex. - - - - - - - CAPITULO VIII Algunosenigmasdelaprehistoria Las Canarias son la etapa terminal de las culturas norteafricanas; esta frase fue escrita por un investigador no ha muchos años. Y, sin embargo, su enunciado es discutible, si nos ceííimós al sentido literal de la misma, mb. xime en estos Cutimos tiémpos en que nuevos descubrimientos en el estudio de la prehistoria canaria han hecho tambalearse viejas teorías acerca de la raza que habit6 durante siglos las islas, con cultura y técnicas propias. Cierto que los cromafionenses canarios pertenecientes. a razas at1antomediterrneas del Norte de Africa quedaron en el archipi’elago como estancados durante centenares de años. Pero el estudio concienzudo de diversas muestras de su cultura neolítica, y eneolítica inducen a creer que no fenecib asta en las islas sino que, de algCun modo, aCm por determinar exactamente, se extendi6 hasta el continente americano. Como, cuando y por quienes esta prolongacibn de la cultura guanche llegb a tierras de ms all del ocano Atlntico son preguntas que todavía no han tenido respuesta fehaciente. Pero si existen pruebas, cada vez m& s evidentes, de que- seres que tuvieron contactos en las Canarias llegaron a tierras incaicas, mayas o aztecas en tiempos imprecisos, posteriores no obstante al comienzo de nuestra Era y anteriores, en mucho, al descubrimiento de las Indias Occidentales llevado a efecto por el genial navegante Cristbal Coln. Una de estas pruebas son las llamadas pintaderas. • Se ha escrito bastante sobre estas famosas pintaderas, cuyo nombre fu dado por quienes primeramente las localizaron en las cuevas de los aborígenes canarios. Son de forma peculiar, confeccionadas en barro cocido o labradas en madera o en piedra, con unos dibujos geométricos minuciosos, de una riqueza tal en su variedad que puede afirmarse no existir entre los centenares conocidos dos iguales. Todas las halladas en la isla de Gran Canaria son de muy hermosa temtica y reproducen una laboriosa impronta, muchas veces con dibujos, siempre perfectamente geométricos, similares a los pintados en el friso de la Cueva Pintada de GMdar que alguien denominb la Capilla Sixtina del arte rupestre canario. Muchas de las pintaderas reunidas en el Museo Canario de Las Palmas y en alguna otra pequeña y mimada coleccin particular presen — tan todavía restos de colorantes, imperando el ocre, el negro y el blanco arcilloso. — 38— La histoHa de Canarias- en episodios Algunos canari6l. ogos dicen que se - e mp 1- e ab as como - cufies de propiedad, al estilo de aquellos con que, sobre cera o 1- ana4 imprimían los reyes y nobles de la Edad Media europea y eran sus sello- anillos. Otros opinan que fueron sellos marcadores de silos, 9anados, cuévas4 etc ., t, ambin como slrnbolo4eposesi6n. Y otros mas, la rrayorta, se inclinan: por suponer que eran usados por los oanerios - para tatuarse, cosa - muy próbable pues numerosos cronistas destacaron el detalLe de ir los aborígenes tatuados - profusamente, tanto a la guerra como aotrassparatosas reuniones comunales. Muchos de estos útiles ofrecen la particularidad de estar perfórados en su empufíadura, lo - que ha inducido a creer que acaso los llevasen colgados al cuello corno amuletos. - Pues bien; estas pintaderas son las que, tal corro - mas arrib a indicamos, despubs de hall’arselas en cantidad en Gran Canaria, aparecieron por tierras americanas, lo que demuestra que de alguna forma ignorada pero presumiblemente a travbe del ocúsno Atlntico fueron hasta all llevadas por audaces - y arriesgados navegantes. No cabe pensar en un recorrido desde el centro de Asia, que fue su cuna, al Norte de Europa pasando por el estrecho de Bering a Alaska, Canada y Estados Unidos pues jamas se han encontrado en estos pa( ses. salvo en el Sur de Norteamrica instrumenbs como del que estamos tratando. En direcci6n Este, desde el Asia Menor, ten solo han aparecido hasta la fecha y en muy escaso número por la In4ia - y el Japbn, ignorando qosotros de otras zoCas de I tierra en donde pueda - haberse halladtj algo similar. Su avance, - concretando y - según todos los - estudios llevados a cabo sobre-- el tema, es- - esde eLOrienteMedio referentexnente hacia el Oeste y escasatuente hacia eL ste, sguiendo eñ • iíea - eneral- es s cigeneS del Mddlter , al coms de nes que apare4iery$ e éfurnaron en el tiempo- pero con un ftexo cultural - n tods ellas. CotnuençI— eonla expostcE » de algutøs r que ateí% en a Øehístianari vean’ós otros m jis ndien a pensar pauy serzasen-te en a 1uptests egrnsrda reitera& ette de que- y gentes neoJhe- as d raue etaxtem ie. ri4neas, prpbableipepte enches-, Uearoq ixevo Continte mucho es del descub nt ofwaI del tnisrno eT elt ao * 14- 2 La situc6n pr’ivlegiada deL archipIlago canaio coxn uli - -- cidchtal- dé Europa y Afriáa dentrd&. cii i- At] nticé en di 1hs. “ portentoag r r i- e- i te s q1e giren en cehdas . o fras qlee? les y çotnuo spamiento desde las costas de 9lori4a la Gin Bretaíía acariciado viso sosque soplan constentea en. ciarten poeaa del o. e4eas de fvos dtver* scsa factores, lo conviOrten en bramiiqlin ideal, ep principio. de etappat ‘ la)’ tede America - — - Ea oapltlç antevor, hemos hecilo siehin — de alga qioibles rtieçjcs den& vegeci-& t eoeocidospor los iClefíps, t- sniençp presente 04 tcxip jnomsato X eorla, cada vez mas— arraigada, de que seres llegados desde las orillas zial Méditerraneo o a travs del Sahara y en tieropea rmotos, 4— ---• -_-- -——- -- - -- - Carlos Plateró Fernndez alcanzaron las riberas de la todávía desconocida Arnrica, influyendo de algtin modo en las culturas de la raza que ocupaba buena parte de aquel extenso continente. - Las . sagas de• los pueblos nbrdicos primero y despubs el Diario de Colbn así como diversas cr6nicas de quienes lo siguieran, nos hablaron de lo azarosa que resultb siempre la travesía rmritima. del Atlntico. Bien podemos imáginar los peligros constantes a desáfiar por unas gentes audaces que se adentraron en el tenebroso mar y llegaron, muy presumiblemente a dejar impronta de sus conocimientos y sus hazañas entre los indios. Pruebas de esta portentosa aventura no las hay por lo de ahora fehacientes, pero son tantos los detalles significativos que se nos ofrecen al estudiar culturás de uno y otro lado del Atl’antico que nos vemos inclinados a creer en estas pretritas, casi inverosímiles migráciones marinas. Son varios los autores que desde hace tiempo y en óoncienzudos estudios se han ocupado del tema. Nosotros pretendemos aquí referir algo de lo que hasta la fecha se ha teorizado y expuesto Ya hemos estudiado aunque, naturalmente de muy somera forma, lo que se ha dicho acerca del enigma de las pintaderas canarias cuyos espor’adicos hallazgos se rastrean desde el Oriente Medio hsta el archipi— lago Afortunado y luego se extienden a tierras del Nuevo Continente. Otros enigmas que a continuaci6n damos a conocer se sunn a ste: La tcnica de la cermica fue comíin a casi todos los pueblos de la antiguedad porque en el período de transicibn que hubo entre el Neolítico y la Edad de Los Metales, al convertirse paulatinamente los hombres, de cazadores y pastores nbmadas en agricultores, surgib aqulla como un elemento necesario de la vida cotidiana y comunal. Se confeccionb con barro y arcilla, no tan solo el utillaje doméstico sino también el considerado como un elemento m& s de ritos re! i g jo sos, ornamentos diversos y representaciones idoltricas para el culto. Es el estudio de la cer& mica en alguna d las enunciadas aplicaciones la que lleva a la conclusi6n de que este elemento cultural pueda ser un punto ms de conexin entre el Viejo y el Nuevo Mundo, pasando acaso para ello a través de las Canarias. Como apoyo y colofbn de todo lo que al respecto comentamos, en el presente capítulo citamos los casos de los vasos con mango— vertedero y las esculturas de figuras femeninas perniabiertas. Las vasijas o vasos de barro cocido, conocidas en alguna isla del archipilago canario con el nombre de gnigos, aun siendo afines a toda la cultura neolítica, se presentan con cardcter singular en la ruta que nos interesa destacar pues los utensilios de stos examinados ofrecen la parti cularidad de estar adiccionados con asas o mangos huecos que hacían el servicio de vertederos del líquido contenido en sus singulares configuraciones. Se han venido detectando los hallazgos en el orden cronol6gico y de perfeccionamiento que a continuacibn rmncionamos: los rr& s antiguos en la Elam prehistbrica cuya civilizaci6n llamada de Susa por su legendaria - 40- La hitori, dé anérias en episodios capital se pierde en le bruma de lostiempos. L. uego aparecierort vasos de este tipo. en Creta, en las dos mkrgenes del Mediterrneo, siempre en direcci6n Oeste, hasta llegar al archipiélago canario... Y prosiguib su pista por tierras americanas, en constante proceso de perfeccionamiento, hailndose verdaderás obras de arte, decórda con profusi6n de dibujos . geomtriços, desde el Yueatn y la Florida hasta ms abajo de Vnezuela, siendo la cuencadelAmazonasuno de lós mayores y destacadas yacimientos de estos ‘ pasos con mango— vertedero . - En cuanto ala figura fémenin, a: sentada, gon lspiernas muy abiertas, destacando generalmente cori exagenaci& n el sexo y el abdomeñ, que en• difereutes’civilizacjonesarcáicas fu v•• r• ada oonD la Diosa Madre ó . Disa de 1 Fecur3didad, es conto 1 ‘ n* o de estatúllias e se encontr6 en - Canaria, de apenas unos ceritÇ. rn- etios-’ de. taita, generalmente sin brazos ni - 4éeza. Estas esculturas, çonfeccinnaçias casi siempré . en barro aunque hayaalgunah 4epiedra y madera, al l9ual que los vasos con migo* vertedorO ylas pintaderas,. aparecieron siguieudbel proceso Éste- Oeste, toníenzando en la MesopotaMia. ydesplazndose a, Óreta, por J. Mdditei4rM . y aCzn tal vez a trév del Sahara ‘ hasta las is- ló C. atiriaá para nhoontrrse luego - i ls zonas del Nuevojundo, vivero de- 0ultw- as. andinas, perfeccionndose, estiliz’andose de tal fórma que él . órden cronol& gico fueron metamorfo— • salindse. ha, st. e convertirse en . jras, epresentendp 1ae as de las mismas como rezo. s que lerrmnaben apoy4tIos les perna piuy abzerts Y depus de la pequef exposicin que, hemos trazado acerca de - aluo de los problemas que atañen la prehistori&’ Óanaria, la conclusi6. n que queremos destacar e que las’ islas AfortunTadas no han sido estaci6n terminal,- ni mucho menos tun- iba de. o uit u ras en el pas•• do sino todo lo contrario una amplia y generosa plataforma de lanzamiento, una firme-, puerta de accesó a la propagacibn de diversas cituras mediterrneas ms - all. del rmr, en la tierrá americana. .- - CAPITULO IX Culturayreiigi6ndelosprimitivoshabitantesdeGranCanaria. Fuerteven turayLanzarote. Antes de proseguir con estas noticias y pisodios de la historia de Canarias, consideramos oportuno el dar a conocer la religi& n, costumbres y modos de vida de los i si e ño s; es decir, el grado de civilizaci6n prehispnica de todo el archipiélago. Diremos ahora algo de las islas orientales, dejando para el prbximo capftulo el hacerlo de las occidentales, indicando - de todas ellas 1 que un escritor afirmb recientemente: •. que los aborígenes del archipiélago, por- lo general, vivían en un avanzado período neolítico, pero que, espiri— - tualm ente, a juzgar por el régimen de convivencia que nos han transmitido los cronistas, estaban más avanzados que sus técnicas0 La isla Canaria, aal liamadá desde tiempos de Juba U de Mauritania, et’a conocida por sus naturales habitantes con el nombre de Tamaran segtan algunos de los ms primitivos cronistas. Dicho vocablo, al decir de los lingufsticos, significaba El País de los Hombres Valientes o La Tierra de Las Palmeras; aunque tambin se ha teórizado que este top6nimo sblo lo aplicaron los isleños al Real de Las Palmas, La flora de la isla era variada y grandes bosques de pinos, acebuches, tilos, lentiscos, palmeras, mocanes, etc., la cubrieron, llegando a ser citada en alguna vieja cr6nica como La de las Selvas Tenebrosas, Arboles frutales fueron, ademas de las palmeras que proporionaban dtiles, miel • de sus tiernos - cogollos y una bebida sabrosa y refrescante, las higueras aportadas, seg[ ni se dice,• por los mallorquines en el siglo XIV, La fauna terrestre estaba compuesta por las cabras, las ovejas y los cerdos, asi como los perros que dieron nombre a la isla y por ende al archipi1agó. Los canarios conocían el fuego, la pesca y la cermica, m aa ignoraban la rueda, el arco y la escritura. Practicaban el viril deporte de la lucha aal como la n at a ci 6n y eran grandes andarines y consumados escaladores de riscos y montañas. Eran de buena estatura, bien formados, de tez morena y cabellos generalmente castaños. Agiles, valerosos y muy nobles en- todas sus acciones. Sobre el vestido de los canarios, se escribié: . . . er. ii unos to neletes hechos de juncos majados y entretejidos, muy justo al cuerpo y que llegaban a la rodilla y ceflidos por la cintura. Y después se eçhaban encima unos pellejos cosidos muyprimorosam ente, que llamaban tamarcos - 42- Liatoria de Canarias en episodios en verano el pelo fuera yen invierno el pulo adentvo, muy galanos y. pulidos. Y ez las cabezas usaban tocados de pellejon de cabritos que desollaban enteros y las garras caían por las orejas, amarradas tl pescuezo. Y, los toneletes y tain arcos y demás vestidos eran pintado de diversos colores de tintas que hacían de flores. y hierbas. Y del mismo hábito usaban las mujejes, de pellejos, como refajos altos del suelo. Traían calados un, pp pedazosdecuerosde c> abras atados con correas del mismo cuero crúdo. Sacaban y conservaban el sebo de. los animales , comestibles. Tenían cebadá, que sembraban arando la tierra con palos a cuyo extremo acoplaban cuernos de cabra; y arrancaban las espigas granadas, golpendolas, pisndolas y avent’andolas con las manos. Tostaban el grano y lo molían con piélrás— morteios para hacer l gofro. Dei mar extraían los peces nntnd, o1os a palos por las noçhes, lubrdose en la faena’ çon maderas de tea epçendidas y haciendo uso da ünás etras de jtno a ni4o de redes.> Tan bin cdglati mucho mdris parcorner. . .. Los higos, los dtiles ylaríianteca endurecida los bosservaban en grandes silos. - ‘“ . ‘ . Los habitantesde Tamaran se hallaban divididas en tres cast. p lases sociales bien definidas la de los guanaztemes o realeza de la cuel slien “ así mismo iba- £ 4ftpes o Sumos a’dota, . las re brzjnguadas queeran cq, mo ‘ Vestales destmada. s al culto de u dits Alcprac o Acoran y iamyorle. de l’ó Éuayres o rhgul° osde cantones y mpoanleg• del Sabor o Cónsejo Real. Lo casta de los i obles incluía a los guerrerp. y personas preponderantes de la isla. .‘( la clase dé los vilfanos o tFasc4uiIadós a los que se llamaba açhtcóxuas y que s difereéc• iaban de los áobles. y la realeza porque mientras stos usaban ntelena hat debajo de las. orejas., • aqul1os iban con el pelo trasquilado, siendo Ios- que ejeicían los ‘ trabajos artesanos y de pastqreo. ACm había una especie de subclase sooial’, la de los impuros o intocables, que comprendía . a los ‘ earioero y ejercitanps’ • . de otras menesteres considerados viles. . ,:.• •. Los oficios> ms de st a ca do s erch e ide. álbañil, . en ‘ el q sobresalieron los islefiós como consurrados alarifés; el de alfarero, realizado • casi siempre por mujeres; los de pintor, esterero y curtidor. ser sobreLnaatu r‘ arelligi6n ca anlar iuae faudeor amboannote iysta que p rueegsial ocsrdeeíasntirio esn un s doelo la di iossla , p dermominndole Alcorac y venerándolo en santuarios llamádos Almogarenes como en los tamogonte Acoran, cenoblos en que residían las harimagua: las vestidas de albas pieles dedicadas al culto desde la infania. Realizaban procesiones a los montes sagrados de Tirraa en el Norte y ‘ Urniaga en el Sur; y también acudían en pro’cesibn a las playas para, golpeando las aguas. • de! mar con pencas de palmeras y lanzando- lamentos, hacer rogativas imp loran do • de su dios la lluvia necesaria y bienhechora. Litaban a lá divinidad en• lo alto ‘ de las montafas, en alteres especialmente dispuestos derrntacjo la leche de las cabras blancas y examinando las entrafias de; los cabritas inmolados para dictar agtieros. . Carlos Platero Fernndez Creían en la inmortalidad y eran maestros en la conservaci6n o momificacibn de los cuerpos. Había idolatría en la isla y los monolitos naturales como el Roque Nublo y el Bentayga fueron sagrados para ellos y en algunas escavaciones se han encontrado figurillas de piedra y barro toscas, de personas y animales, que a veces insinCian posibles regímenes de matriarcado Ademas de adorar a Acoran convertían su religibn en un trí& ngulo; cón los v’ertices que eran el agua, la tierra y el cielo y en medio del cual estaba El Unico, El Grande. Temían mucho a unos espíritus malignos que conocían por tibicenas y que decían se les aparecían en forma de grandes perros lanudos. En su justicia aplicaban la ley de ojo por ojo y diente por diente y ajusticiaban a los reos riscndol’os por profundas simas o colocndolos sobre una piedra plana, golpendolos con otra hasta destrozarlos. Entre sus costumbres figuraba la prohibicibn de que en el curso de las guerras desencadenadas entre facciones rivales, casi siempre a causa de los pastos, se hiciera daño a las mujeres ni a los niños; si bien hubo un tiempo, poco antes de la llegada de los castellanos, en que se dispuso que se matasen todas las niñas que naciesen, salvo las primognitas, debido al exceso que de mujeres en la isla había; mas una mortal epidemia que diezm6 la poblacn acabb pronto con tan drstica medida. Se condenaba el hurtar, el ser irrespetuoso con los ancianos y las mujeres, el adulterio., etc. La casta noble, la da los guerreros, tenía prohibido confecçionar Ciltiles dornsticos o ejercer oficio y ni aun cocinar podía viandas en tiempos de paz. El tocar a las reses muertas era cosa de impuros Gustaban de hacer grandes concentraciones por diversos motivos y en ellas se cantaban melodías en las que por lo general loaban- a’ los hroes de la raza. Practicaban la clsica lucha canaria en terrenos preparados al efecto; los rivales se lanzaban, primeramente unas varas corro jabalinas, luego cantos redondeados y por fín se enzarzaban en agarradas hasta dar el Uno con el otro en el suelo o cuando el guayre presente, qué. oficiaba de arbitro, gritase: ! Gama, gama! que significaba: ! Basta, basta!. Solían apostar entre sí a quien clavase grandes tronUos de tea en lo ms alto de los riscos. Sus armas eran el magado, tambibn símbolo ieal, bastín de tea endurecida al fuego; las amodagas, especie de dardos con bolas en el centro para mejor manejarlos; las tabonas, cuchillos de afilado pedernal; y la tana, rodela d efe n s i y a confeccionada con madera de drago o cuero, generalmente. Desconocían el uso del arco y la flecha. Para la guerra se tatuaban profusamente el cuerpo y colgaban del cuello amuletos. Usaban una especie de sellos de barro o piedra labrada, muy minuciosamente trabajados, conocidos hoy por pintaderas. - 44- La historia de Caneris en episodios Las mujeres se tefilan de rojo el cabello y se lo adornaban con juncos entrelazados. Sus joyas y adornos consistían en diademas de cuero con conchas marinas incrustadas y collares de abalorios de barro cocido o piedras perforadas. Las pieles de sus vestidos estaban trabajadas con primor y cosidas con finos nervios de animales por medio de agujas de hueso o espinas de pescado. La medicina canaria se componía de hierbas y grasa de animales; derretida al fuego. Cauterizaban sus her’idas echndoles grasa e introduciendo. en ellas raíces de juncos machacadas.. Llamaban a la cabra, aridaman; tahatan a las ovejas y taguacen a los cerdos. Gánigos a recipientes de barro; tamazanoma a la cebada; azam otan aun plató compuesto con carne cocida o frita con sebo; gofio a la harina dé cebada tostada; a los higos verdes arejormace y cuando aqullos estaban pasados, tejauneinen y se guardaban en seras o espuertas de junco llamadas cariarás. En la arquitectura canaria prehispnica cabe destacar las cuevas vivienda; las chozas de los poblados semiciclbpeos; las cuevas y casas de audiencia; los tagorores que eran lugar de reuni6n del guanarteme con el faycan y los guayres que componían el Sabor; las cistas o monumentos funerarios suntuosos y geomtrrcbs; las estelas y las torres toncocbnicas tue servían paaístentacin de los éspírifus de Los muertos. A los ha bit an t es de Fuerteventura se les di6 el nochre de majoreros y a los de Lanzarote majos, derivando esta denominaci6n de un vocablo indígena, Mahoh, que segbn algunos crcfnistas era aplicado indistin tamente a cualquiera de las dos islas por sus ocupantes y que quería decir: La tierra o El país. También se ha dicho que era aqubi el nombre de una hierba que abuncjb mucho allí. Otros hisoiaderes y comentariStas escriben que la definicibn gentilicia proviene de mahay, que quería decir valiente; y, asimismo, de mah, calzado de cueros atados con correas a pie y pierna. Parece . ser que los habitaMes de Fuerteventura conocían a su isla por el nombre de Erbanne, alusi6n a una mítica pared que la dividía. A Lanzarote, los majos la llamaron Tite— loga— Kaet, topbnimo indígena de Las Coloradas, originario del nombre normando El Rubicén. Abreu Galindó, al referirse a los naturales de estas dos islas, escribi6: .. eran caritativos, alegres, animosos, grandes cantadores y bailadores yla sonata que hadan era conpies, manos y boca, muy a coxnpés y graciosa. Eran muy ligeros en saltos y éste era su principal ejercicio... Poseían estaturas elevadas y estaban muy bien formados de cuerpo, siendo las mujeres muy hermosas, de cabellos dorados. Vestían los islefios unas toscas tfinicas de cuero hasta las rodillas, con una especie de medias que llamaban huirmas y calzado, maho, todo de cuero. Usaban los hombres la barba en punta y en la ódbeza un tocado de plumas que llamaban guapll. Las mujeres se cubrían con lárgas ttinicas y llévaban diferentes tocados en la cabeza, con cintas de cuero tefido y plumas al frente. Las pieles de cabra las cortaban con unas cuchillas - 45- Carlos Plataro Fernndez de pedernal llamadas tafia ques y sus armas eran palos y piedras. Araban a mano con cuernos de macho cabrío Se dice que adoraban a un dios impreciso elevando las manos al cielo y derramando la leche de las cabras blancas en altares pitreos Tambibn escribieron los prime r. o s cronistas, que hubo en Fuerteventura, en tiempos prehispnicos, dos mujeres catalogadas como brujas, que se decía eran madre e hija, se llamaban Tamonante y Tibiabin y una ejercía de apaciguadora en las polémicas surgidas y la otra de sacerdotisa en los ritos sagrados. Los habitantes de estas dos islas se curaban con hierbas y se sajaban con los tafiaques cuando algo les dolía. Eran grandes nadadores y pescaban en el mar los peces mat’andolos con palos, recogiendo y consumiendo buenas cantidades de mariscos. Hubo quienes . escribieron que los habitantes de Fuerteventura no conocían el fuego y que sus alimentos primordiales eran el pescado, la leche, la manteca, el gofio de cebaday la carne seca tostada al sol; la carne de’cabra ms sabrosa de todo el archipiélago se ha afirmado ser la de Erbanne, pues a pesar de su aspecto actual seco, fue abundante la isla en aguas y había arboles como palmas, acebuches, etc., arbustos cono taraj ales y frutos como la cebada, muchas hierbas y olorosas flores. De cuando en cuando, los aborígenes majoreros efectuaban rodeos de ganado que llamaban gam huesas, En Lanzarote, sus hab it ant es lograban el fuego. para sus menesteres. frotando un espino seco con un card& n esponjoso En ambas islas, a los muértos los metían en cuevas, entre muchos pellejos de cabra, Lanzarote y Fuerteventura se regían por señores, capitanes o reyes, en cuadrillas, que a su vez dependían de un jefe superior. Eh Tite— Roga— Kaet había un solo jefe o rey al tiempo de la conquista de la isla. Erbanne, tal áomo su nombre indígena indicaba, estaba dividida por una curiosa y legendaria muralla de piedra de una longitud de ms de veinte kilbmetros, habiendo un gobernante para cada una de las dos porciones que se conocían por Maxorata y Jan día, respectivamente. El cdigo penal en estas islas orientales fuu muy severo y sencillo: el individuo que entraba por la puerta en la cueva de su adversario, fuera muerto o matara l, no cometía delito; mas si saltaba pared o empleaba otras disimuladas artes, se le consideraba, reo. Aniitían ‘ eL desafío, al que eran muy aficionados, usando para combatir unos garrotes de anebuche que llamaban teceses. La justicia, en Fuerteventura, se ejecutaba en las costas, tendiendo al delincuente sobre una gran laja, en la playa y aplast’andolo con otra pesada piedra. Y todos los des ce n di entes del ajusticiado eran considerados como infames. A los valientes llamaban Altahay. Sus devociones las hacían en edificios llamados efequenes, de construccibn con doble pared y planta redonda. Sus casas eran de piedra La historia de Caerias en episodios - seca muy fuertes y de entradas angostas y pequeñas. rey o gobernante usaba como atributo de su mando una diadema como mitra de cuero de macho cabrío con conchas marinas incrustadas. - Parece ser que, al igual que en casi todo el archipilago canario, existía en estas dos islas un tributo semejante al Derecho de Pernada de la Edad Media europea. - - CAPITULO X CulturayreligibndelosprimitivoshabitantesdeTenerife. La Palma. Go merayHierro. - Tras haber escrito en el capítulo anterior de los modos de vida de los aborígenes de las islas orientales, nos toca hacerlo aquí de los de las occidentales indicando previamente que, tal como hemos venido tratando, procuramos en todo momento recoger estas noticias de los m’as antiguos escritores,, sobre todo de Abreu Galindo, Viana, Espinosa, etc. quenos han dejado en sus cr6nicas, historias y poemas. También queremos añadir que, segtin se observar, si bien no ha habido noticias de que existiese una comunicaci6n material directa entre las islas del archipilago canario, si hubo siempre un nexo espiritual comíin en aquella cultura neolítica y en la fontica guanchinesco— canaria. - Tenerife, la Nivaria de las cr6nicas cristianas, fue nombrada así por sus vecinos los palmeros; ellos la veían distante y misteriosa al naciente. Tener en el lenguaje palmero significaba monte; e ife, blanco o de nieve. Los guanches llamaron Achinech a su isla, que quería decir Pafs de Echeide, alusibn al Fuego del Infierno del Teide. - La flora de la isla, ms abundante en el Norte, era variada y merced al clima surgieron grandes arboles, algunas de cuyas especies han desaparecido ya. Entre las todavía existentes, las de los famosos dragos, las de los acebuches y de los pinos. Sus cereales eran la cebade y sus legumbres las arvejas. Sus frutas los mocanes, de los que sacaban miel, así como otras variedades silvestres . Hubo cronistas que aseguraron que - en Tenerife se conocib el trigo, al que llamaron yrichen; aunque hay bastantes dudas al respecto pues tampoco en las resten t es islas se supo de, su existencia en apocas prehispnicas. Dele fauna terrestre, quienes escribieron sobre ello solo hacen mnencibn de cabras, ovejas y unos perros pequeños. A las cabras llamaron axa, a las ovejas hafla ya los perros cancha. En el lenguaje guanche, guan significaba persona y achinech isla, así es que guanchinech decía hombre de Tenerife, corno escribib el historiador Espinosa, quien añade: Los guanches del Sur eran de color al-. go tostado y moreno, bien por traer este color de gen eración, bien por ser la tierra allí algo cálida y estar ellos tostados al solpor andar casi des nudos como andaban. Mas los de 1 a banda del Norte eran blancos y las mujeres hermosas y rubias y de lindos cabellos., - 48- La hisoria de Canarias en episodios Se dice que los guanches eran de notable estatura, . . . de muy buenas y perfectas facciones de rostro y disposición de cuerpo. Se vestían pieles de corderos y cabras,. .. a manera de camisón sin pliegues, ni collar, ni mangas, cosido con correas del mismo cuero con mucha sutileza y primor, tanto que no hay pellejero que tan bien adobe los cueros ni que tan sutil costtma haga, que casi no se divisa y eso sin tener agujas ni leznas, sino con espinas de pescados o pilas de palma o de otros érboles... Las mujeres llevaban debajo de este tamarco unas ropas de cuero. . Trabajaban la tierracon palos y cuernos de cabra. Los hombres araban y las mujerés sembraban. Esta sementera se hacía por los meses de julio y agosto y a tal poca llamaban beflemer. Sus alimentos principales, fueron la harina de cebada, que llamaban ahoran, diciendo a los granos tamo. A las arvejas y a las habas decían acichey; a. la leche abof, a la manteca o che; joya a los mocanes y chacerguen a la miel que hacían de esta fruta. Los guanches, al igual que, sus vecinos los canarios, fueron un pueblo eminentemente troglodita,. ayudados por el sin ntzmero de cuevas naturales formadas en la masa volcnica de las islas. Tambin vivieron en casas de muros semiciclpeos con techos de ramas y barro o de esteras de junco, decorados stos a. veces cón variados colores . Las cuevas les sirvieron de graneros así como de amplios panteones o camaras funerarias. En esta isla destacaron los nativos en la momificacibn de sus muertos, para lo cual tenían hombres y mujeres especializados en este menester, quienes, despus de muchas delicadas y definidas manipulaciones, dejaban los cadvere’s dispuestos de pie contra las paredes de las. cuevas o sobre tablones de tea para que los siglos venideros pasasen sobre ellos sin apenas dafíarlos. A estos’cuerpos mirlados llamaban xaxo. Había entre los habitantes de Açhinech varias castas o categorías sociales dentro de la raza comCin. He aquí lo que escribieron Espinosa y Abreu Galindo al respecto: . .. Había en la isla tres estados de gente: hidalgos, escuderos y villa. nos. A los hidalg6s 11am aban- achimencey a los escuderos cichiciquitzo y a los villanos achicaxana. Al rey llamaban . mencey y de aquí que a los hidalgos queproceden dela casa real seles llame achimencey. Decían al rey mencey o quebehí cuando hablaban con él y éste, al viajar, iba siempre precedido de un servidor que portaba la afíepa especie de larga lanza usada así como símbolo de mando. Tenían los de esta isla que su dios los había hecho de la tierra y el agua y que había criado a. tantos hombres como mujeres y les había’ dado ganado y todo lo que, habían menester y que, despusde criados le pareció que eran pocos y que crié más hombres y mujeres y que no les quiso dar ganados y que pidiéndoselo, respondío que sirviesen a esotros. Yque aqnellosles darían de comer; yde allí dicen que descienden los villanos, ‘ que llaman achicaxana, que son los que sirven. Segtin algunos primitivos cronistas, entre ellos Antonio de Viana, al principio Achinech estuvo regida por un solo mencey y posteriormente - 49.. Carlos P1aero Fernndez fueron varios, siendo su cargo electivo. Un escritor actual describe de la siguiente forma la ceremonia de la elecci6n: Reunidos en el tagoror los aspirantes, la nobleza elegía al futuro régulo y una vez verificada esta elección, el nuevo m encey se sentaba sobre ancha piedra cubierta de pieles, que pará ellos era el trono real. A su alrededor, formando anfiteatro, se acomodaban la nobleza de los mence— yatos y el Consejo de ancianos. Al entrar algún personaje en la reunión, el nuevo mencey pro n u nc i a ba estas rituales palabras: Sansof , que significaba seais bienvenidos. El ms anciano noble tomaba Ja tíbia y la calavera del último mencey fallecido y dóndosela a besar la colocaba luego sobre su cabeza. Acto seguido la tíbia era colocada sobre los hombros de los asambleistas e inmediatamente prestaban éstos juramento de fidelidad en los si gui en te s términos: Achoron Nunhabec, Zahofiat. Reste, Guafíac Sahut Banot Xeraxe Sote, que en opinión del historiador Viana, c1uería decir: Yo juro por el hueso que tuvo real corona, de imitarte, guardando todo el bien de la reptiblica. Usaban también esta otra frase de rúbrica: Agoec Acoron mac Zaha? ia Guafloc Reste Mencey que significaba: Juro aquel día celebrado de tu coronacibn de ser en todo día de vuestro reino. Los guanches creían en un dios abstracto al que llamaban Achguayer xeran Achoron Achor n, que quería decir algo como: Sustentador del cielo y la tierra, segtn los citados historiadores. Tambin llamaban a su dios Achuhuyahan, que significaba Grande oS’iblimeo El que todo lo sustenta, así como también se le cbnocía por Guayaxiraxi. Y a la Virgen María, cuando la conocieron, la llamaron Chaxira. 4 que quería decir: La que carga al que tiene el mundo. Y al cielo llamaron Afaman. Las sequías pertinaces originaban ceremónias religiosas en las que se juntaban ovejas ycabras conhombres y mujerés, en un lugar dispuesto para ello. Y separando las crías de las madres, alrededor de un gran palo clavado en el suelo, sin comer y gritando todos, clamaban al sustentador del cielo y la tierra para que enviase la deseada lluvia. Creían en el diablo, al que decían gayota y lo suponían metido dentro del Echeide que e r a. el Teide. Los. guanchés se unían a una sola mujer, pero tenían facultad mutua de repudio, pues cuando los casados se separaban, podían unirse a otra mujer, aunque los hijos así habidos eran considerados ilegítimos. Al hombre llamaban coran ya la mujer chamato; al hijo achicua y a la hija cucaba. Segtm varios cronistas dijeron, había en Tenerife la costumbre de- echar agua sobre. la cabeza de los: recin nacidos, funcifin que realizaban unas mujeres dedicadas a esta especie de culto. Investigadores . modernos duden de que haya existido tal rito, que, de ser cierto, se aproxima mucho al bautismo cristiano. Tenían los guanches por precepto que si algCun hombre se encontrase en lugar solitario con una mujer, no la hablase o solicitase algo, si ella antes no lo hacía. Solían untarse el cuerpo con grasa de cabra. Las armas que — 50- La historia de Canarias en episodios usaban eran los cuchillos de pedernal llamados tabonas y las añepas, varas de tea endurecida al fuego. Y dice fray Abreu Galindo: Eran tan diestros en el tirar que no erraban a• cosa que tiraban. Y cuando tenían guerra, con ahumadas se entendían y con silbos se daban sefias desde lo ms alto; y el que los oía silbaba a otro y así, en breve tiempo, se convocaban y juntaban todos. Los aborígenes de Achinech eran muy aseados en su traje y costumbres. Comían carne, cebada y legumbres , comestibles stos de que se servían para pagar los trabajos a los que confeccionaban los vestidos, a los alfareros y a los carpinteros y dem& s artesanós, La justicia la imponía el mencey en el tagoror, lugar de cabildo o audiencia. Eran benignos en los castigos pues por lo general al reo solamente se le apaleaba con el cetro del meneey. No mataban por justicia porque decan que solo a Achuhuyaban pertenecía el castigo. Y si alSuno mataba a otro, mandaba el rey traer los ganadosdel matador - y daba parte de. ellos que le parecía a la mujer del muerto, sí la tenía o a los hijos o a los padres o - a parientes y desterré balo desureinoyguardbase el matador de los parientes del muerto. Eran gente de mucha memoria y atino en sus suposiciones y clculos. La isla de La Palma era conocida por sus naturales habitantes con el nombre de Benahoare, que significaba Mi- patria en opinibn de los antiguos cronistas que de ello hablaron. Dice un moderno investigador que, . . . los moradores de la isla de La Palma tení en caracteres muy semejantes a los de la- isla de Teneri-. fe, a pesar de encontrarse en aquella isla vestigios de otros pueblos prirni— tlvos, entre ellos los benahoaritas, - - El historiádor Abreu Galindo, uno de los pócos que se ocupa con mss detenimiento de esta isla, dice de sus habitantes:.., en estando uno detellos enfermo decía: ! Vacaguar! ( Me quiero morir) Luegole llenaban un gnigo de leche ylo metían en una cueva donde quéríamoriry le hacíanuna cama de pellejos yle ponfana la cabecera la leche y cerraban la entr da de la cueva, donde lo dejaban morir. Todos- se enterraban en cuevas y sobre pellejos porque decían que la tierra, ni Cosa de ella no habían de to car al cuerpo muerto, - - - - - - Sus vestidos eran pellejos de cabra y su calzado de cueros de puerco que se liaban a los pies. Los palmeros, hombres y mujeres, fueron de gran corpulencia • generalmente, - No conocían cereales, frutas, ni legumbres. Su pan eran - raíces de helechos y juncos machacados y granos secos de amágante, especie de jara, que molían con piedras. Sus ganados se componían como en casi - todas las demás islas, de ovejas, cabras y cerdos. Sus ármas eran palos - endurecidos al fuego, que llamaban mocas. Al pan de raíce dé helechos llamaban xuesco; ala carne de ovejaycabratequevite; aladepuerco - — 51-. - Carlos Platero Fernndez atinavina y a la leche adago. Tenían- perros pequeños que llamaban- ha guayan. Afirma algtin cronista que en la Benahoare prehispnica y aCm después de su conquista, se recogía man. para el sustento- de los aborígenes. Fue siempre - la isla muy frondosa en arboles
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Calificación | |
Título y subtítulo | La historia de Canarias en episodios |
Autor principal | Platero Fernández, Carlos |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Artes gráficas Caltosa |
Fecha | 1971 |
Páginas | 247 p. |
Datos serie | Lecturas Canarias |
Materias |
Canarias Historia Fuentes |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 11592094 Bytes |
Procedencia | . Biblioteca |
Texto | Carlos Plafero Fernández 1 ( -, FI LA L. q HISTORIA DE CANARIAS EN EPISODIOS COLECCION “ LECTURAS CANARIAS” LAS PALMAS DE GRAN CANARIA 1971 Portada e ilustraciones realizadas por A. Martín Santana 1.000 ejemplares la presente edición. Propiedad del autor. Queda hecho el depósito que marca la Ley. DepósitoLegalG. C. 251- 1971 Artes Gráficas CALTOSA Valencia, 1 Loshechos delaHistorja no se repiten, pero - h eolmbre que realiza la Historia es siempre el mismo. De aM la eterna verdad: QuidOstcuod fuit? ipsumguodfüturumest: lo que sucedi6 no es sino lo mismo que suceder lo de hoy ya precedi6 en los siglos. ‘ t’ el consiguiente sfn por saber como es cada pueblo actor de la Historia, como, dada supermanente identidad se comporte en sus actos, fue sentido por los hombres de todos los tiempos. numenMénndez- La historia es una obra de arte — labelleza estatuariadelahistoria—. Como una persona Viva y, al mismo tiempo, como Un esqueleto al que la imaginaci6n del cronista, tanto por lo menos como , su ciencia, tiene que darle nueva mente Carne y sangre. Jean Escola INTRODUCCION El pretender adentrarse entre las nebulosidades de una historia que relata sucesos acaecidos hace ya centenares de afios resulta por 1 o general muy expuesto y aventurado. Se corre el riesgo de desfigurar los hechos, de confundir la realidad con la interpretaci6n que le d quien lo intente. Indudablemente, en el transcurso de los siglos tiene que haberse deformado tanto nuestra manera de pensar, de obrar, que al introducirnos en el pasado acaso no sepamos colocarnos en situaci6n adecuada por ms que nuestros conocimientos y estudios sobre esta o aquella época pretrita parezcan a veces concretos y suficientes. Los seres que vivieron seis o siete siglos atr& s, por ejemplo, en un medio ambiente completamente salvaje tal como nosotros lo entendemos hoy, o bien entre una civilizaci6n que se iba despegando de la oscuridad e ignorancia reinantes a su alrededor, ¿ reaccionarían igual que nosotros, sus descendientes?.. Quizás sea un tanto arriesgado el afirmar sto pues, a pesar de que se nos han legádo en algunas ocasiones escritos, monumentos, esculturas, pinturas, etc, que dicen de sus pasiones, de sus sentimientos, que nos inclinan a creer comprenderlos, no podemos asegurar un perfecto conocimiento de reacciones anírnicas e instintivas originadas en mentes lastradas por recelos y temores atvicos y ancestrales que en la actualidad ya han sido superados. Muchas veces, sobre todo en la narraci6n de descubrimientos y conquistas, abundan las primigenias noticias dejadas por cronistas que escribían ms por ofici6n que con erudici6n y que, por lo mismo, tendían a desfigurar, a acomodar a su gusto y manera, a su saber y entender o presionados por fuerzas superiores aquellos relatos, si bien es cierto que en otros casos existen recopilaciones de cronistas, diríamos oficiales, profesionales de la pluma que vivieron en los pretritos siglos y fueron pioneros eficaces para la verdadera composici6n de la historia relatada. Persiste pues la duda de que nunca podremos sentirnos plenamente seguros de conocer al hombre, sus pasiones y el ambiente en que se desenvolvía en el pasado; de saber interpretar con exactitud y veracidad a cronistas y escritores que relatos y descripciones nos dejaron. Mas, no obstante, ... Se habla de epopeyas, se relatan en las viejas escrituras hechos tan atrayentes, envueltos por la lejanía del tiempo entrelos celajes de la leyenda que, a pesar de las reflexiones precendentes, no podemos los amantes de buscar en la historia de los pueblos por menos de dejarnos seducir de ellos y tratamos de revivirlos, gozando con las evocaciones y deseando muchas veces hacer partícipes de este placer a los dems. Los episodios que evocamos pudieron no haber sucedido tal como -. 5— Carlos Platero Fernndez n nuestra imaginación los vemos, desde luego, pero, ¿ por que no sumergir nos de todos modos en el pretrito, dejndonos arrastrar por esos retazos de confusa realidad entremezclada con lafantasÇa de la quimera? Todo pueblo con pasado conocido, examinado extensamente y entendido es culto y es civilizado. Las Islas Canarias tieneñ un pasado atractivo, una fascinante historia que nos habla de los hechos de una noble raza aborigen, unos episodios que al paso del tiempo estn aromatizados con poesfa y leyenda, considerando por lo tanto una obligacin el conocerlos, el darlos a conocer Desde sus m& s lejanos orf genes la historia de Canarias resulta confusa, borrosa. en multitud de ocasiones, con lagunas en su desarrollo dif{ ciles de salvar puesto que pocos datos confirmados se coñocen, sobre todo en la nebulosa etapa inicial . Los recientes descubrimientos en el campo de la etnología, la arqüeologa, la antropología, etc, que, como ciencias auxiliares son bases indispensables para el mejor estudio de la prehistoria de los pueblos, han contribuÇdo notablemente al esclarecimiento de algunos enigmas, reforzando datos tenidos comuqmente hasta ahora como poco fidedignos y barriendo con leyendas, mitos y otras seudo informaciones. Los d i y e r a o s cronistas, historiadores y escritores en general que de Canarias se han ocupado en el pasado mezclaran lamentablemente episodios reales con numerosas leyendas, muy atrayentes la mayor{ a de las veces pero embarulladoras. HabÇa que desbrozar, tirar del tenue hilo de la verdad procurando caminar por el sendero de la historia. Y este fue el camino que nosotros nos propusimos recorrer escribiendo, desenterrando y desempolvando episodios diversos, algunos de fuerte sabor legendario, despus de facilitar los primeros conocimientos, fantaala y realidad fundidas, que poetas y sacerdotes egipcios, griegos y 1 a t i no s nos 1 e g a ron hasta llegar al redescubrimiento del Archipilago Afortunado en el siglo XIV de nuestra Era y de su lenta y tenaz resistencia a los invasores europeos asÇ como la incorporaci6n definitiva del territorio a la Corona de Castilla a finales del siglo XV. Hasta aquí lleg6 nuestro resumen de la historia de Canarias, dejando para un futuro ain no concretado el recopilar los datos que hay desde la conquista de Tenerife a nuestros días. Una de las peculiaridades que ofrece el conjunto de noticias acerca de la historia de Canarias es que existen muchas similitudes entre sucesos relatados en nuestra comCin historia de España y los interpolados y adjudicados a la singular de las islas, obedeciendo ello tal vez a una raz6n digna de tenerse en cuenta: Las cr6nicas escritas a raíz de la. conquista isleíla son escasas, compuestas en ocasiones por aquellos hombres que manejaban la pluma en una mano y la espada en la otra; gentes que malamente podían conocer ni mucho menos entender ala anterior forma de vida de los na. tivos destrufda por ellos mismos y sus aguerridos congneres. Esta ahora siendo demostrado que algunas de dichas cr& nicas, acaso la mayorf a, fueron confeccionadas en tierras peninsulares, lejos de los La. historia de Canarias en episodios escenarios reales y muy probablemente a trav6s de parciales relatos o escuetos comunicados castrenses oficiales sobre todo cuando de alguna de las tres islas realengas se trataba. Despus de descubierto el Nuevo Mundo, entre los aventureros castellanos que all se trasladaron, proliferaban los aficionados a la pluma, aquellos que nos legaron fabulosos relatos de las extraordinarias indias Occidentales; habiendo, adem& s, en las cr6nicas del reinado de monarcas como Juan II y los Reyes Cat6licos as como en las Generales de Indias capftulos enteros que tratan de las Canarias, cual las escritas por Bernldez, Mosn Valera y Herndndez del Pulgar amn de una de las ms primitivas dedicada por completo a las islas y coMpuesta en el siglo XV por dos abates franceses que llegaron a Lanzarote con Juan de Bethencourt. Posteriormente, en algn caso a m& s de cien años del final de la conquista, se escribieron las historias fragmentadas que hoy en dÇa conocemos como antiguas, tales los anfnimos manuscritos “ El Lacunense”, “ El Matritense” y “ El Castillo” y las cr6nicas de Escudéro y Sedeíló. Luego se supone que se compusieron las historias de fray Abreu Galindo, del padre Espinosa, de Nu? íez de la PeSa; la descripci& n hist& rico— geogrfica del italiano Leonardo Torriani; el poema de Viana; la topografía del padre J05 de Sosa y, en fin, las detalladas obras de MarÇn y Cubas, Agustín del Castillo, etc. PoUgrafos como Viera y Clavijo, Agustín Millares y el canariblogo Chil y Naranjo bebieron de tales fuentes y las comentaron y analizaron. Para mayor detalle, en apndices al final de este libro se relacionan autores y• fechas de tan interesantes cr6nicas e historias. Pues bien; la moderna crÇtica ha determinado documental y claramente que algunas de las hazañas, hechos y dichos adjudicados a la historiada Canarias, o son fabulas ideadas por la imaginaci6n de los autores citados o copias de sucesos acaecidos y dados por anteriores cronistas en el pasado y en otras diferentes latitudes, habindose ya comprobado que ¿ e lahistoria de Españayde IaaCrbnicas de Indias se tomaron diversas noticias aderezndolas a gusto para endosrselas a Canarias. Y decimos todo lo que antecede con la intenci6n de que no nos llamemos a engaño en la hora de estudiar a fondo el apasionante pasado de las islas, aunque algunas de estas seudo noticias, como no afean ni manchan el conjunto sino que ms bien lo embellecen no hemos podido por menos de citarlas tal comd’ a nosotro han llegado El ansiade saber como cada pueblo fue y es autor de la historia, la idea de que la historia es un esqueleto al cual la imaginaci6n del cronista da nuevamente vida y el pensar en . . . “ la misin social que el historiador realiza en su ambici6n de reconstruÇr ese pasado de la humanidad que nos ayuda a interpretar el presente y a conducirnos hacia el futuI, fueron partedlosmotivosque nos indujeron a la composici6n de este libro. Pero, sobre todo, el comprobar como a pesar de la copiosa bibliografía existente sobre la historia de las Canarias se deja sentir la ausencia de una lábor de divulgaci6n popular que recopile tanta informaci6n erudita y la condense y convierta en sencilla relaci6n, en f& cil y asimilable reportaje histrico y — 7— Carlos Platero Fernndez hasta en determinados momentos, en ameno episodio novelado hacierido’asf asequibles tales noticias al gran pCblico, a la masa, al lector medio que en sus escarceos literario culturales no pasa de ojear la prensa, los semanarios y las revistas de actualidady, acaso, algCin que otro libro de lectura facilona y digestible. ¿ Por que no facilitar a estos lectores ocasionales temas m& s ilustrativos tambin, de formaci6n netamente cultural y entretenidos. al mismo tiempo, incluído todo lo concerniente a las islas Canarias, adaptadó convenientemente?... Existe, es cierto, un grupo considerable de piblico culto que sin considerarse ni ser considerado precisamente, intelectual se interesa por saber, lee mucho y bueno pero no conoce bien ‘ la historia de las islas porque a la bibliograffa especializada, ademas de ser en general excesivamente ardua su lectura por erudita, tan solo es posible acceder en bibliotecas, bin públicas o privadas, no siempre coto de informaci6n abierto a todos, mayormente por desconocimiento de tales dependencias. Para uno y otro tipo de lectores v& orientado este trabajo resmen, sin pretensiones vanas, sin otra intenci6n que la sana de colaborar a . una mejor difusi6n y entendimiento, aunque sea en cierto modo elemental, de la historia que habla de la raza aut6ctona canaria. Si bien hasta el pasado siglo y aun adentrados en el presente, la ignorancia colectiva del pueblo canario sobre la historia de sus antep atados era casi absoluta, con la salvedad del menguado grupo intelectualojde que en los Ciltimos centenares de años se fue traspasando de generación en generaci6n la antorcriade la vacilante luz facilitada por tradiciones. cr6nicas y primitivos esquemas hist6ricos jam& s divulgados, es preciso reconocer qde ha habido en estos jltimos tiémpos estimables aunque espordicos intentos de popularizaci6n en suscintas, reducidas sfntesis y aun en la publicación en la prensa isleña de trabajos cien t ff1 co s y competentes de tema tan importante; pero casi nulo, muy exíguo ha sido el fruto recogido de tales tentativas, debiendo ello de achacarse a diversas causas cuyo enunciado y enlisis no vamos a incluir en estas pginas . Nosotros simplemente pretendemos enmendar en algo este fallo ya endm. ico en la formaci6n histrico cultural de una buena parte del . piblico, con la idea de iue el entusiasmo de lo aquf indicado prenda y se expanda y nazcan deseos de ampliación de conocimientos de un mayor y mejor dominio del tema atrayente, objetivo con el que, de ser logrado, nos darfanios por ms que satisfechos y compensados de las dificulatdes que la lenta y escudriñadora . tarea de recopilacibn nos supuso Durante los primeros tiempos de nuestra estancia en Canarias, subyugados por los relatos que se nos hicieron en diversas ocasiones cuando, aun sin advertirlo, ya nos estbamos dejando ganar por esta actual tangible inclinacifrn hacia Canarias y lo canario, entre otros que solo se quedaron en borradores manuscritos, escribimos un cuento titulado Los ( iltimos canario&’ . Para que resultara convincente dentro de la fantasí a. en que, se desarrollaba, tratamos de informarnos bien acerca de los aborfgenes isleños y las vicisitudes de la conquista de las islas . Fue por aquellas épocas cuando — 8— La historia de Canarias en episodios cayeron en nuestras manos algunos libros interesantes que trataban de Canarias, de su movida y fascinante epopeya; y procuramos profundizár, buceando en el modesto material de que al principio dispusirnos, tomando innúmeras notas, confeccionando unas fichas bibi iogrMicas lo ms documentadas posible. Conseguimos adentramos por el Archivo del Museo Canario y ya en posesibn de un buen bagaje de apuntes, de tanto leer y releer sobre ello nos aficionamos verdaderamente al tema. Despus del citado cuento escribimos “ Aridaman y Guanarima” que intent6 ser como una especie de poema draintico islefio basado en una leyenda que a su vez es propiedad de diferentes literaturas . Tambin compusimos luego alg( in gui6n radiofbnico as! como pequefios art! culos periodísticos y, un buen d( a, tras ser animados por familiares y amigos que sabían de nuestras aficiones y - empujados por los motivos que ms arriba indicbamos originaron nuestro prop6sito, nos pusimos a la tarea de escribir una “ Historia deCanarias para la radio” qúe nunca logrb pasar de los primeros quince episodios. ( Entre parntesis diremos que de dichos episodios o capítulos compuestos bajo el lema y subtítulo de que “ Si no sucadi6 pudo haber alguno fue realizado por cuadros de actores radiof6nicos aficionados y retransmitido en las emisoras locales existentes a la saz6n; otros fueron leídos por. criticos y escritores, entre ellos el malogrado canari6logo Juan del Ro Ayala que reiterada y entusisticamente nos anim6 a seguir en la tarea de intentar una mayor divulgaci6n de la historia regional canaria). Con las fichas, las notas tomadas a vuela pluma en muchas agradables sesiones de lectura en el Archivo del Museo o en nuestro domicilio durante largas veladas, los episodios tratados como guiones radiof6nicos y los abocetados esquemas de alguna sugestiva leyenda se transformaron en serie completa, no sin rehacer el manuscrito varias veces antes de darle la forma definitiva que ahora ostenta. El plan a que nos oefiimos en la preparacibn de los diferentes capítulos de que se compone esta recopilación histbrico legendaria ha sido seguiendo un escrupuloso orden cronol& gico, sin apartarnos de la línea general trazada por cronistas e historiadores pero, eso sf, escogiendo de unos y otros autores lo que entendimos era ms id6neo, extractando unas noticias, ampliando otras, sobre todo las de mayor sabor de leyenda, novelando alg* n episodio adecuado y omitiendo aquello que sin perjuicio de perder la hilaci6n del conjunto resultara farragoso o enrevesado, teniendo siempre presente la finalidad perseguida de espigar entre e3udici6n e informaciones confusas ó desvahidas, seleccionado las que se han dado como m& s veraces o han tenido confirmaci6n con docuinentados trabajos de investigadores actuales. Al mismo tiempo hemos aceptado algunas de las leyendas que giran alrededor de la verdad hist6rica y que en lugar de estropearla la adornan y complementan. Acaso, dejndonos llevar por el inters de la materia en que laborbamos, en algímn momento y aun sin pretenderlo habremos reflejado la simpat( a sentida hacia ciertos y determinados personajes de la gesta y así mismo antipatfa instintiva y personal enfocada hacia otros, aunque bien es verdad que siempre procuramos serlo ms objetivos posible, escapando cuanto pudimos de sacar — 9— Carlos Platero Fern& ndez conclusiones y sin opinar salvo, claro, cuando ha sido preciso el hacerlo. Quizs sea a causa de ésta nuestra definida postura el que abunde en las. paginas siguientes la cita textual. Y para poner con ello final a esta ya dilatada introduci6n, digamos que tras haber lefdo y estudiado las diversas obras que nos sirvieron de base documental y cuya bibliograff a ms importante v en los citados apndices, consideramos que la Historia de Canarias, la verdadera, la complete, exhaustiva y definitiva todavía esta por escribir, no descubriendo desde luego nada nuevo puesto que ms de un autor, erudito investigador del tema as lo ha reconocido en reiteradas oportunidades . Nuestro mayor deseo es el de que entre quienes sto tal vez lean se encuentre atn ignorado aquel a quien quepa la gloria, el indiscutible honor de dirigir y organizar ingente labor recopiladora, de selecci6n y detenido anMisis crftico para la confecci6n de la única y autntica Historia de Canarias . Ojal y tanto ese futuro polígrafo deles letras isle? ias como el imprescindible grupo o equipo de especialistas que han de acometer la tarea estn ya en embri6n, si no formados . Que as sea. Carlos Platero Fernndez En cuanto a vos Menblaos , los inmortales os conducirhn alEllsionPedi6n. en los fines mismos de la tierra: donde reina el rubio Rhadmanthys. donde los humanos gozan de una vida feliz al abrigo de la nieve, de la escarcha y de la lluvia, y donde desde el seno del Okean6s se levanta el soplo armonioso y refrescante del Zphyros. Canto IV. LaOdiséa CAPITULO 1 PrimerosconocimientosacercadelasislasCanarias. Existen varias hipbtesis sobre la formaci6n física e las islas que componén el archipilago canario. Idea muy discutida y arraigada, aunque sin pruebas fehacientes todavía, es la que defienden algunoa autores al afirmar que estos peñascos que asoman en medio del Atlántico representan los Ctnicos vestigios quedados del cataclismo geol6gico mencionado por Plat6n en sus Critias, al desapare cer en los mares la antigua y fabulosa Atlntida, asegurando así que lo que hoy son islas fueron los picos ms altos de sus montañas. Otra teoría, defendida tambin con abundantes argumentaciones, define a estas islas como prolongaci6n submarina de la cordillera del Atlas que recorre el Norte de Marruecos, cual trozos de terreno que se fueron desprendiendo del continente africano en una dpoca relativamente reciente. Y una tercera se inclina por indicar que son restos de grandes volcanes en erupci6n surgidos de los abismos ocenicos miles de años ha; en cuanto a este orígen vole. ico ello es evidente puesto que en la actualidad la superficie de las islas muestra bien a las claras huellas de aquellas materias en igtüci& n que surgieran de las entrañas de la tierra y que, al apagarse su furor, los vientos y las aguas en siglos y siglosde erosiones les dieron éu forma actual. 1 — 11— Carlos Platero Fernndez Tambin se ha escrito que todas las islas son como monolitos sobre una plataforma o meseta submarina. Y an hay establecidas teorí as que dicen de islas basculantes, trnsfugas e invisibles. Por lo que respecta a la situaci6n del archipilago canario en la prehistoria e historia dele Humanidad, los primeros de sus conocinkientos para seres de civilizaciones desaparecidas ya son muy nebulosos Guacias a relatos contenidos en antiquísimos manuscritos llegados hasta hoy a travs de sucesivas copias se sabe que las islas Canarias fueron desde tiempos remotos conocidas por Europa, Asia y Norte de Africa. A partir de los comienzos de la historia, aparecen mencionadas en oscuras leyendas de sacerdotes egipcios, siendo su fama cantada por esclarecidos poetas de tan lejanas pocas. La ms antigua expedici6n que registra la historia Universal en donde con cierta l6gicapueda figurar el nombre de las Afortunadas, nombre por el que tambin se las conoci6 alguna vez, se halla en Herodoto cuando refiere el viaje realizado por fenicios seg( rn orden de Neca o Nechao que reinaba en Egipto all por el año 610 antes de Jesucristo. Este viaje alrededor de la Libia, la Africa conocida, a pesar de hab e rse puesto en duda reiteradamente, parece ser se ha comprobado su ejecuci6n por la sencilla reflexi6n que el historiador hace referente a la posici6n del sol; segíin afirm6, resulta en efecto que aquellos esforzadós navegantes, despus de haber rebasado la línea equinoccial , decían encontrarlo a su derecha . No es pues aventurado suponer que deseando los pilotós de las embarcaciones marchar lo ms cerca posible de las costas líbicas, . al penetrar en el amplio canal que separa a las islas Canarias orientales del continente, descubriesen algunas de aqullas y deseasen hacer provisiones y descansar mejor en ellas antes que en las ya tal vez desrticas y ridas tierras africanas. Tambin por Herodoto se sabe de una expedici6n persa que realiz6 Setaspes así mismo alrededor del Africa. Y con ello se prueba que en aquellas pretritas edades ya se intent6 alguna vez la arriesgada empresa de adentrarse en las tenebrosidades del ocano Atintico. Fcil resulta suponer que tales expediciones descubriesen las islas Canarias y llevasen a otros países noticias de ellas. Los fenicios que eran una tríbu semítica e st ab 1 e cid a en el Mediterrneoocupabanunosterritoriosdeno mucha extensi6n pero el brazo marítimo de su comercio abarcaba casi todo el litoral atl& ntico conocido. Y los poetas fenicios, segdn el ge6grafo e historiador griego Estrb6n, hacían reiteradas menciones de unas islas de Los Bienaventurados, no muy lejos de la Mauritania y casi enfrente de la populosa colonia de Gades. Tanto los fenicios como sus rivales los cartagineses conoc? hn la pCirpura y comerciaban con ella; siendo esta píirpura extraMa de ciertos moluscos — 12— La historia de Canarias en episodios o de la orchilla, planta que se produce espontnea, sin cultivo, en Lanzarote y Fuerteventura por lo que a las islas se las conocib tambin con el nombre de Purpurinas. Hace poco tiempo, el hallazgo de singulares nforas y otros objetos en aguas de Lanzarote vino a confirmar la teoría de tales viajes de los fenicios a Canarias. - Aproximadamente por las mismas bpocas, los etruscos y pelasgos de Italia, progresantes en el comercio y la navegaci6n, después de haber pirateado po el Mediterr& neo, se adentraron un tanto en el ocano llegando, al parecer, a fundar una colonia en una isla cuyo nombre ha permanecido siempre ignorado y oculto a toda investigaci6n; no se han encontrado datos de que estas gentes arribasen a las Canarias pero si de gua su navegaci6n se extendib hasta las costas del Bltico y las islas Britnicas y así no resulta inverosímil suponer tambin qu descendieron hacia el Sur descubriendo lo que cerca de las costas africanas ms exploradas existiese. Se dice que el mito o leyenda de la Atlntida fue comunicado por los egipcios a los griegos. Y los escritores griegos y romanos mantuvieron vivo el recuerdo de estas islas que denominaron Afortunadas o Campos Elíseos. Virgilio en el libro sexto de su Eneida; Horacio en sus Odas; Séneca en su Medea; Tíbulo en sus Elegías; Plauto en sus comedias y otros escritores mas, invocaban con cierta frecuencia estas nebulosas regiones y las describían colocando en ellas, . * . la mansi- óh inaccesible de las almas, que un río separa de los que viven en la tierra. Fueron descu— biertas y mencionadas por casi todos los navegantes y mercaderes del litoral mediterrneo pero su nombre y su fama desaparecían y reaparecían al comps del destino de las sucesivas civilizaciones. Plutarco habla del viaje qué pretendi6 realizar Sertorio desde la Iberia a las islas cubiertas de leyenda y fantasía, quien por marineros de la costa lusitana y de la Btica oy6 referir fabulosas noticias acerca de aquellas Hespérides o Afortunadas que emergían en medio del agua, mds all de las Columnas de Hércules, d, esmintiendo el Non Plus Ultra del Estrecho y el Finis Terre romano de Galicia. He aquí lo que el fil6sofo e historiador griego escribiS acercá de las Canarias en su Vidas paralelas: Habiendo por fin cedido el viento aporté a unas islas, entre sí muy próximas, desprovistas de agua, de las que hubo de partir; y pasando por el estrecho gaditano, doblé a la derecha y tocó en la parte exterior de Espafia, poco más arriba de la desembocadura del . Betis, que desagua en el mar Atlántico, dando nombre a la parte que bafla esta región. Diéronle allí noti cias unos marineros, con quienes habló de ciertas islas del Atlántico, rielas que entonces venían. Estas son dos, separadas por u breve estrecho, — 13— Carlos Platero Fernndez las cuaJes distan del Africa diez mil estadios y se llaman Afortunadas. Las lluvias, en ellas son moderadas y raras pero lós vientos, apacibles y provistos de rocío, hacen que aquella tierra, muelle y crasa, no solo se preste al arado y a las plantaciones sino que esponta’neam ente produzca frutos que por su abundancia y buen sabor basten a alimentar sin trabajo y af. dn a aquel pueblo descansado. Un aire sano, por el que las estaciones casi se confunden, sin que haya sensibles mudanzas, es el que reina en aquellas islas, pues los cierzos y solanos que soplan de. la parte de tierra, difundiéndose por la distancia de donde vienen en un vasto espacio; van decayendo ypierden su fuerza; y los del mar, el ábrego y el céfiro, siendo portadores de lluvias suaves y escasas por lo comén, con una serenidad humectante es con la que refrigeran y con la que mantienen las plantas; de manera que hasta entre aquellos bárbaros es opinión, que corre muy válida, haber estado ahílos Campos Elíseos, aquella mansión de los bienaventurados que tanto celebró Homero. Engendró esta relación en Sertorio un vivo deseo de habitar aquellas islas y vivir con sosiego, libre de la tiranía y de toda guerra; pero habiéndolo entendido los de Cilicia, que ninguna codicia tenían de paz y de quietud, sinó de riqueza y de despojos, le dejaron con sus deseos y se dirigieron al Africa para restituir a Ascalis, hijo de lEta, al trono de la Mauritania. Si el famoso general romano no llegb. a realizar el deseado viaje a las islas Afortunadas fue por la tenaz oposici6n de sus seguidores. En tiempos de Pompeyo se hallaba preso en Roma un destrona — do rey de la Mauritania, llamado Juba. Su hijo, Juba II, cuando Octavio subi6 al poder, recab6 parte de la corona paterna, cosa que se le concedi6. Siendo estudioso este rey mauritano dedic6 su vida a la investigaci6n y al reconocimiento de su país. Entre los ellos 30 y 25 a. de C., mand6 una expedici6n marítima bordeando el litoral de la antigua Numia. Quien nos habla extensamente del resultado de la exploraci6n es Plinio, el Viejo; Este autor hace una detallada descripcin de las islas Afortunadas en su famosa Historia Natural, recopilaci6n inmensa de ms de dos mil obras anteriores Escribe: La primera isla del archipiélago, llamada Ombrios, no ofrece vestigio alguno dé edificios; tiene en sus monta ¡ fas una laguna y árboles semejantes a caílahejas, de los cuales se extrae un licor, amargo en los que aparecen de color negro y agradable al paladar en los que tienen el color blanco. Llámase otra isla Junonia y en ella se ve un pequeflo templo de piedra. Junto a ésta hay otra del mismo nombré, pero de menores dimensiones. Viene enseguida Capraria, poblada de grandes lagartos; y a la vista de ambas se alzé Nivaria que lleva este nombre por sus muchas nieblas yperpetuas nieves. Sigue luego Canaria, llamada así por mis perros de gran tamaño, de los que fueron enviados dos a Juba; se encuentran en ella vestigios de edificios. Abunda el archipiélago en árboles frutales y en diversas especies de aves. Las palmeras y los pinos con sus dátiles y piñas abundan también en Canaria. Hay mucha miel y se hallan én sus - 14- La historia de Canarias en episodios riachuelos el papiro y el esturión. La atmósfera de estas islas se infecta con la putrefacción de los animales muertos que el mar arroja de contInuo a sus playas. A partir de la expedici6n ordenada por Juba fue cuando comenz& a conocerse estas islas con el nombre de la de Canaria, extensivo a todas ellas segCn afirman la • mayora de los historiadores; otros quieren sacar este nombre latino de canha o caífa, de las que dicen abundaban mucho aquL CAPITULO II ConocimientosdelasCanariasaprincipiosdelaEdadMediayleyendas delcristianismoacercadeellas. En el anterior capitulo hemos explicado que, seg5n el escritor Plinio, fue Juba II, fil6sofo y naturalista ya que por sto sela tuvo, el primero en obtener noticias exactas sobre el archipilago canario, que hasta entonces ms bien habfa volado en las alas de la fantasÇa y la leyenda. Tambin resulta e vide n t e que desde entonces tomaron estas islas el nombre de Canarias, ya fuese por los grandes canes de que el mismo Plinio nos habla, yapor otras diferentes causas, alguna de ellas ms arriba apuntadas y que segzn varios autores deben de tenerse en cuenta. Estacio Seboso y Pomponio Mela, este iltimo con bastante extensi6n, continuaron escribiendo sobre las Afortunadas en el mismo tono que Plinio; y otro tanto hizo Ptolomeo en su cMebre Geografía, aunque ninguno de dichos autores aííadi6 otra noticia a lo que llevamos relatado. La creciente ignorancia que invadib a Europa, la desaparici6n de las bibliotecas, el abandono de las colonias marítimas, la ruin a consiguiente del comercio y la navegacin y el eclipse total de las ciencias, acabaron de extinguir laye de por s vacilante luz que Juba habia conseguido derramar sobre estas islas Canarias. Largos siglos de absoluto silencio siguieron a aquellas maravillosas relaciones de los viajes efectuados por intrpidos marinos de Egipto, Tiro, Fenicia, Cartago y Roma. Estamos en la Edad Media. El primer escritor que en él siglo VI se ocupa del archipilago canario es Julio Honorio, cuya ignorancia geogrMica se desprende del p& rrafo siguiente, que el compuso: El río Mal-da, nace enfrente de las islas A fo r tun a das circuyendo la extremidad de la Mauritania y divide los Bérbaros de los Vacuates yendo a desaguar por aquellaparte del océano que llaman Columnas de Hércules. Muy escasos autores contimlan hablando de las Canarias y los que lo hacen no dicen verdad, con desconocimiento casi absoluto de las islas. Por el siglo VII, San Isidoro, de Sevilla, en sus Etimologías nos habla tambin de las Afortunadas, aunque mezclando sin crftica alguna datos de Marciano Capella, Ethico y Prisciliano, todos ellos confusos copistas de Plinio. Y el santo no afíade por sí mismo ninguna nueva noticia. En el siglo VIII no se encuentra ningún escritor qué recuerde la existencia del grupo Afortunado y es preciso llegar hasta el IX para dar — 16-. La historia da Canarias en episodios con el ge6grafo irlands Dicuil que copia incorrectamente de Horacio y Solino. De este mismo siglo es el An6nirno de Ravena que coloca a las Canarias ya en el estrecho gaditano, ya en Etiopía. Para hallar alguna luz sobre las islas hay que penetrar en el siglo XII y consultar al poeta y gramtico griego J. Izetzes que habla de ellas, aunque confudindolas con las Britnicas. La leyenda vuelve luego a imperar y se enseñorea del recuerdo de las islas en los siglos XIII y principios del XIV, irnponindose a aquellos pocos escritores que an se ocupan del estudio de la geografí a. En este período de la leyenda que suple a la historia, vienen los santos y los misioneros con sus fantsticos milagros a ocupar el sitio de los dioses de la mitologf a y el de los héroes de la fbula. El afn de aumentar el catMógo del martirologio cristiano y el deseo de probar que todas las comarcas de la tierra habían recibido el Evangelio, movi6 sin duda a algunos autores piadosos a dar f& cil crdito a las invenciones que el vulgo recogía. El primer santo que en estas crnicas encontramos es el desconocido San Avito, quien a principios del siglo II de nuestra Era, hallndose en peregrinacibn por varias ciudades de la Btica, lIegb a orillas del Atlntico y sabiendo que una pequeña nave se disponía a levar anclas con rumbo a las costas mauritanas e islas cercanas, determinb embarcar y predicar la fedeCristo en tan lejanas playas. Firme en su propbsito, llegb a Canaria eligindola como teatro de su predicacibn. Segtrn la leyenda, hizó muchas conversiones y adquiri6 tan poderoso influjo en el país que se atrajo el • odio de los principales magnates quienes, temerosos de esta influencia, amotinaron al pueblo y consiguieron darle cruel muerte en medio de los tormentos del martirio que sufrib ci 13 de las nnas de enero del año 106 de Jesucristo . Sus cronistas dicen había desembarcado por un lugar que se identifica como Arguineguín . y oficiare la primera misa en una cueva en donde posteriormente se venerb una imagen de Santa Agueda. Viene luego la leyenda del monje San Brandan, llamado también Branda, Brandbn, Brandenes y Boronddn, que vivía al rriediar el siglo VI en la abadía de Cluainfor o Cluainfert, en Irlanda. Durante una visita que le hiciera Sari Bat’into pudo escuchar de labios de bste el relato de un fantstico y maravilloso viaje: — Oirs ahora, hermano, las rn a r a vi 11 as que Dios, 14 ú e st ro Seño r, me ha revelado en ese tenebroso ooano cuando, acornpaado del hermeño. Mornoe roe dirigía en una embarcaci& n ligera hacia Occidente, en deroanda de la isla de Pz’ornisi6n de los Bienaventurados. A poco de principiar el viaje nos vimos envueltos en densas nieblas hasta que pasadas unas horas brota una luz vivísirna que nos permiti& descubrir una tierra espaciosa y abundante en pastos y frutas. Quince días estuvimos reco. rrindoia sin encontrar sus límites y observando que no había plantas sin flores ni arboles — 17— Carlos Platero Fern& ndez sin fruto, siendo de un precio inestimable las piédras sembradas por el suelo. Llegamospor fín a un río que separaba la isla en dos partes, a cuya orilla nos detuvimos, no sindonos permitido vadearlo porque Dios nos lo había prohibido. Recorrimos de nuevo la parte de donde habíamos salido, sin sospechar siquiera que,... ! Habíamos estado a las mismas puertas del Paraíso! Al esóuchar tan estupenda relacibn, poseído el monje San Brandn de ferviente curiosidad, resolvib emprender por sí mismo un viaje a aquellos deliciosos lugares. Y después de muchas y extraordinarias aventuras, tuvo la suerte de encontrar la isla maravillosa, que recorrib tambin en toda su extensi6n, siendo detenido a orillas del río, lo mismo que San Barinto; y se le apareci6 allí un angel que Dios le enviaba con tal objeto. Durante aquel largo viaje, San Brsnddn y los diecisiete monjes que lo acompafíaben, entre quienes se contaba el clebre San Malo o San Maclovio descubrieron varias islas, que la crbnica vsefía1ando de está forma: La primera era una isla escarpada, surcada por varios riachue1o en la que fueron cariñosamente recibidos, renovando allí sus provisiones. Pasaron luego a otra, abundante en peces y cabras, entre las que había algunas tan grandes como novillos. Desde ella avistaron un islote llano y sin playas donde intentaron celebrar la Pascua de Resurrección, pero el islote principió a mo verse y tuvieron que huir precipitadamente, revelando a todos el santo que el tal islote era una gran ballena. Desde la isla de las Cabras descubrieron otra más hermosa, cubierta de besquesy flores, donde los pájaros cantaban deliciosas melodías; llamaronla el Paraíso de los pjaros y en ella celebraron la Pascua de Pentecostés. Vieron luego otra isla poblada de cenobitas, en la quedescansaron los viajeros hasta la fiesta de Isíavidad. Este trayecto de isla a isla fue recorrido por ellos en seis años, hasta que al comenzar el séptimo, Dios les permitió ver otras islas, de las cuales una estaba llena de bosques; otra producía frutas de color rojizo y se hallaba habitada por hombres de grandes fuerzas; otra estaba perfumada con hierbas olorosas y preciosos racimos y fertilizada con füentes cristalinas; y otra, que llamaron Pedregosa, donde los cíclopes tenían sus fraguas se veía iluminada por fuegos intensos. Más al Norte se les apareció una montaña alta y nebulosa a la que dieron el nombre de Infierno; ypor último arribaron a una más pequeña donde vivía un ermitaño que les dió su bendición. Este relato nos demuestra bien claramente que al forjar la fbula se tuvo presente el recuerdo de las Afortunadas, pues creemos que van envueltas en los nombres de: Isla de las Cabras, Fuerteventura; Paraiso de los pjaros, Gran Canaria; y la del Infierno, Tenerife, cuyo pico Teide en ignicibn ya habían notado otros anteriores viajeros. Y la mayor, descrita como la que estaba separada por un río, bien podía ser la fantstica que hoy se conoce sin existir, con el nombre de San Borondón. — 18— - - ‘ En la arquitectura cnaria prehispánica destacan las cistas o monumentos funerarios Suflttiflsns y nenmétrirna ‘ - - - La historia de Canarias en episodios Acaso sea cierto que alguna embarcaci6n se aventurase en aquellos siglos desde Irlanda hasta los Trbpicos y se escribiera entonces una relacibn del viaje, — expedicibn que habría de juzgarse como una maravilla excepcional—, hasta que, reproducida luego por los monjes, adiccioñada por el vulgo y comentada por los eruditos, llegb tras algunas centurias a aparecer en el siglo XI copiada de un manuscrito en latín brbaro, del cual fu traducida de nuevo y adulterada, siendo considerada propiedad de todas las literaturas europeas bajo las diversas formas en que hoy se la conoce. Cuenta Martín Behaim que en el afio 714, huyendo los godos de la irrupcibn arabe, salieron de Oporto muchos cristianos, capitaneados por el arzobispo de aquella Metr6poli con otros seis obispos lusitanos y embarcados y llevando consigo animales, semillas e instrumentos agrícolas, navegaron por el Atlntico llegando a una isla que denominaron Septte Citade o Antilia y en ella se fijaron. Esta leyenda ha sido numerosas veces comentada, suponiendo algunos autores hubiese en ella algo de cierto, pudiendo ser acasola isla alguna de las Canarias, cuya existencia no fuese entonces conocida. Sin embargo nos inclinamos a reconocer en la designacibn de esa ínsula, que aparece en las primeras cartas marítimas con un trazado igual al de la Península Ibérica, las costas de la por aquel entonces ignorada Amrica o el contorno de alguna de las grandes Antillas, que el recuerdo de desconocidos viajeros hubiese legado a los cronistas y gebgrafos de la dpoca. CAPITULO III LosgrabesylasCanarias: BenFarrouckhylosMaqhruinos. Cuando el poderío musulmn se extendi6 tumultuoso se tambalearcn ante r jo res civilizaciones y los arabes absorbieron culturas arcaicas, inyectndolas con sus innovaciones. Ellos conocieron las Canarias, tanto a travs de escritos legados por Grecia y Roma como merced a la proximidad de sus costas. Y con frecuencia se ocuparon de las islas. Invdida y conquistada la Península Ibrica, los musulmanes mantenían una fuerte escuadra armada capaz de defender sus dilatadas costas a ti nt i cas y mediterrneas de saqueos d p. iratas, algaradas de cristianos y sorpresas de normandos. Esta escuadra tambin servía para estrechar los vínculos de raza, religi, n y costumbres entra los ‘ arabes españoles y los de Africa. Febrero del año 999. El capitn krabe BenFarrouckh se hallaba en el estuario de Lisboa vigilando con su potente navío los movimientos de tos audaces piratas normandos Hasta l llegaran noticias acerca de la existencia de unas islas llamadas Afortuñadas, hacia las cóstas líbicas, por donde se levantaba el monte Atlas. Deseando conocerlas y aprovechando un viento que soplb favorable, hizo rumbo en su direccibn y a los pocos días descubrib la isla de Canaria, en cuya rada de Gando echb el anda; afirmando los historiadores que citan y comentan el episodio, ser tal la fecha en que recibib este paraje canario su nombre actual. Al frente de ciento treinta hombres atraves6 Ben Farrouckh la isla de Sureste a Norte, venciendo para ello los obstáculos casi insuperables queofrecían el contínuoy enmarañado bosque desarrollado desde las orillas del mar hasta las ms elevadas cumbres. Parece que los indígenas, cuyo nCzmero no era muy crecido sin duda, sinos atenemos al estado inculto del país, se hallaban familiarizados con la presencia de extranjeros porque los & rabes españoles y africanos solían frecuentar sus costas y dejar olvidados en ellas a alguno de sus tripulantes. Esta circunstancia favoreci& al atrevido capitn que pudo llegar, sin otra oposicibn que la ofrecida por la Naturaleza, hasta las llanuras de G1dar, en donde residía ya entonces el rey de la isla con sus consejeros; y allí, por medio de intrpretes, le manifest6 que’, enviado por un poderoso monarca a aquellas remotas playas arrastrando gran d es peligros para so 1 i c it a r su amistad y alianza, deseaba se entablasen desde aquel día benvolas relaciones entre ambos soberanos. Guanariga, que este era el nombre del jefe isleño segCin dice la cr6nica, oyb con orgullosa satisfaccibn tan inesperada solicitud y llevando a - 20- La historia de Canarias en episodios los érabes a su propio palacio adornado con flores y hojas de palma, les ofrecib una abundante comida de frutas, carnes y harina de cebada, que eran los productos naturales fundamentales de su alimento. Desde Canaria dirigib Ben Farrouckh su rumbo hacia el Poniente y reconocib cuatro islas que design6 con los nombres de Ningaria, Apr6situ; Junonia y Hero, de las cuales, la primera tocaba, a las nubes ( Tenerife), la segunda era pequefía y se levantaba muy cerca de la anterior ( Gomera), est& ndo las dos ( iltimas ms distancladas ( La Palma y el Hierro), entre las que oc u p ab a Hero la parte ms occidental . Retrocediendo biego al Naciente encontr6 las islas Capraria ( Fuerteventura) y Pliutana Lanzarote), que se alzaban frente a las costas de la Mauritania. Con todo lo cual dib por terminadasu curiosa exploraci6n, regresando a la PenínsulaJbrjca en mayo del mismo afo De las observaciones que el caudillo arabe recogib durante este viaje, resulta comprobado que en las islas de Canaria y Capraria había algunas tríbus regidas por jefes, siendo en la de. Capraria independientes, que se hacían entre sí cruda guerra; que en Ningaria existían quince distritos pero subordinados aun solo jefe, como en Canaria, que ejercía sobre ellos un poder absoluto; y que las islas en donde se presentaban mayores vestigios deciviIizacibn y cultura eran Canaria y Tenerife, lo cual se révelaba tanto en la afabilidad de sus moradores como en sus instituciones civiles y religiosas. Continuaron los escritores arabes haciendo mencibn de estas islas, alas que denominaban Al— Kaledat, o sea, Eternas; mas en sus obras no aportan nada r e al m ente digno de mencibn. Copiaban de ant e rio res civilizaçiones y dejados llevar por su genuina fantasía narraban increfbles hechos sobre las Afortunadas. El clebre escritor Edrisi habla extensamente acerca de las islas; es quien primeramente relata la expedici6n salida de Lisboa por aquellas apocas remotas con objeto de penetrar los misterios que ocultaba el ocanó. Se refiere a ella de esta, forma: Salieron ros Maghruinos de Lisboa, deseosos de averiguar los arcanOs del Atiéntico y sus límites. R’éuniéranse previamente en nlimero de ocho, todos primos hermanos Y después de haber construido un buque al efectd, se embarcaron 11 evando aguay víveres ‘ en abundancia para prolongar s, unavegaci6n muchos meses, déndose a la vela al primer soplo del t’iento del Norté. De este modo. navegaron once días, poco més o menos, hasta ligara una parte del océanó cuyas aguas espesas exhalaban un olor fétido, oc pitando numerosos arrecifes casi • a flor de agua. Temiendo naufragar, cambiaron el rumbo y se dirigieron al. Sur durante doce días, abordaido por fin a la isla de los Carnerós, así llamada por los, abundantes rebaflós que allí pastaban sIn qu nadie los guardase. Al desembarcar en esta isla encOntraron un mannti& de - agua cristalina e higueras sal vajés. ‘ Cogieron y mataron algunos carneros cuya carne era. tan amarga que les fue imposible comerla, de modo que solo apro vecharon las pi el es. Seguidamente navegaron — 21— Carlos Platero Fernndez varios días más, descubriendo al fin una isla que parecía habitada y en cultivo, a la que. se aproximaron para averiguar lo que hubiese de curioso en ella, pero de pronto se vieron rodeados de lanchas, quedando todos prisioneros y siendoconducidos a una población que se levantaba a orillas del mar. Lleváronlos para mayor seguridad a una casa en donde había hombres de gran estatura, de color rojo y caldeado y cabello lacio y mujeres de extraordinaria belleza. En aquella casa estuvieron tres días y llegando al cuarto se les acercó un hombre que hablaba la. lengua árabe. - — Salud, extranjeros. ¿ Quien soisvosotros? Los Maghruinos contemplaron admirados a aquél que los interpelaba. — L Cbmo?... ¿ Hablas . nuestra lengua?... ¿ Eres acaso nuestro hermano y est& s también prisionero? — Soy natural de este país, pero conozco vuestro lenguaje pues otros extranjeros han estado aquí antes. Pero, contesta ami pregunta. — Somos arabes de Lisboa. Todos descendientes del Gran Salem Al— Medick. _ Y a que habeis venido a esta tierra? — Salimos de nuestra patria con run- bo desconocido... Y los vientos nos trajeron hasta aquí. — Bien. Y, ahora, mi se? or el guanarteme quiere conoceros y hablaros; pero nada temais de l, que es noble y generoso. Dos días después eran los extranjeros presentados al rey del país, quien los trat6 al principio benevolamente — Con que, sois arabes de lejanas tierras?... PregCintales, Guaniter, que fines persiguen. Uno de Íos Maghruinos, al ser traducida la pregunta, contest6: — Yate lo dijimos el otro día, ! oh, intérprete! ... Nos hemos lanzado al mar con el deseo de averiguar lo que en ‘ el de raro y curioso pueda haber, así como para intentar conocer sus límites. Cuando el guanarteme escuchb la traducci6n de la respuesta del arabe, solt a reír. Luego habl6 al intérprete: - Dile a esa gente que mi padre envi6 en otro tiempo a algunos de sus esclavos a reconocer el océano y en habiendo embarcado y navegado durante un mes, les falt6 la luz de los cielos, vindose obligados a renunciar en su in( itil tentatva. Diles tambin que aquí sern tratados con cari? io, porque deseo que formen una buena opinin de mi carcter y del de i’os nuestros. Y así fue hecho, en parte. Volvieron los arabes a su prisibn y allí permanecieron hasta que, soplando vientos del Oeste, se les vendb los ojos, los colocaron en una lanche y les obligaron a bogar durante largas horas. Continuando de este modo tres días y tres noches llegaron a una tierra en donde fueron desembrcados con las manos ligadas a la espalda y se les abandond en el ms triste y lastimoso de los estados, en la orilla. Así. permanecieron hasta el amanecer, atormentados con las ataduras que les atenazaban los brazos. Y entonces, oyendo cerca risas y voces de hombres, comenzaron a gritar: —! Auxilio! ... ! Socorro! —! Aquí, aquí! — 22— La historia de Canarias en episodios -! Ayuda, porAl!... Las voces de los viandantes se aproximaron — Pero, ¿ Qué es sto?... ¿ Cbmo ap a recen así estos hombres? Ayudmoslos, desatndolos primeramente. Los habitantes de aquellas tierras, viendo a los extranjeros en tan miserable estado, les prestaron la ayuda que necesitaban, hacindoles así mísmo diferentes preguntas; a las que contestaron ellos con la relaci6n de su viaje y sus desventuras. Aquéllos que tan caritativamente socorrieron a los Maghruinos eran bereberes y uno de ellos les dijo al fin: — Sabeisvosotrosaquedistanciaosencontrais de vuestra patria?... Entre este lugar en que nos hallamos y el vuestro hay dos meses de camino. -! Oh, Ala’ 1 Wasafi!... ! Wasafi!... ! Wsafi! El repetido lamento quería decir: ! Ay de mí! . Y desde entonces se conoce ellugar en que dejaran a aquellos árabes les canarios, con el nombre de Asafi o Safi. Este puerto está situado al extremo de Occidente en la costa africana. Tal es el episodio de la llegada de los Maghruinos de Lisboa al archipilago canario. Varios autores lo citan, aunque hay investigadores en la actualidad que dudan mucho de esta visita hipottica y prescinden de’ relato tan pintoresco que de las islas y su guanarteme y habitantes se hace, así como de las lanchas y barcas, que todavía no se ha logrado probar usasen ni conociesen los islefos Por Ciltimo, aCm debemos de afladir que tanto en la narracibn de la expedici6n de Ben Farrouckh como en la del accidentado viaje de los arabes lisboetas se trasluce el sabor de escritos latinos copiados libremente. CAPITULO IV ExpedicionesalasCanariasenelsigloXIV. Siglo XIV de nuestra Era. Todavía la existencia de las Canarias se encontraba envuelta en nieblas de fantasía y leyenda. Como ya hemos dejado dicho en los capítulos precedentes, hasta este siglo XIV, poca ve r a cid a d aporta la historia con documentos que atestigilen los viajes realizados en distintas apocas, si , es que algunos de los relatados se llevaron efectivamente a cabo, Tampoco se han encontrado escritos fehacientes, que nos hablen con verdad de muchos de los que se realizaron en el siglo XIV. No obstante, ya en el anterior, a partir del año 1280, las islas Canarias habían sido re p e ti dame n te visitadas, cosa coniprobada en la actualidad aunque no muy claramente Después de los maravillosos y fantasticos viajes de la familia Polo al exbtico Oriente, ello atrajo las miras de los mercaderes europeos. Pero las rutas terrestres que llevaban a las lejanas tierras de las especias se vieron interceptadas por algunos hostiles pueblos euro— asi’aticos y tales dificultades empujaron a marinos y mercaderes a buscar nuevos camiros, surcando los mares, tratando de rodear las tierras líbicas del continente africano completamente desconocido ‘ Con el fin ‘ de conseguir estas nuevas rutas, los genoveses Vivaldi realizaron dos expediciones: la primera, segCin algunos autores, a1l por el año 1285 y la segunda en el 1291. Los Vivaldi descendieron por el Mediterrneo, rebasaron las famosas Columnas de Hbrcules y se adentraron en las aguas del océano, siguiendo el litoral líbico. Poco se sabe de la primera expedici6n. La segunda iba encaminada a conseguir tres distintos objetivos: el primero averiguar el paradero de los Vivaldi salidos con anterioridad; el segundo llegar a las remotas Catay y Cipango y el tercero el de localizar al supuesto y confuso reino cristiano gobernado por el famoso Preste Juan, posiblemente la actual Etiopía. Parece ser que en tan arriesgada aventura, estos Vivaldi llegaron a la Guinea y el Senegal. En lo que atañe a las islas . Canarias, lo lbgico es suponer que al cruzar entre las ms orientales y las costas africanas, descubriesen alguna y hasta reposasen en ella haciendo así mismo nuevo acopio de provisiones frescas. Estas expediciones, — o al menos su recuerdo— llevaron sin duda a la Europa cristiana noticias del a r chi pi 1 ego canario, dndolo por descubierto una vez ms - 24- La historia de Canarias en episodios Bien por iniciativa propia, bien comisionados por su gobierno, otros genoveses partieron rumbo al Oeste y el Sur, en pos de las huellas de aquellos aventureros Vivaldi. Uno de tales esforzados navegantes — merca deres, el que m’ae resonancia e inters podía tener para las islas Canarias, fue Lancelot de Maloisel. Año 1312. Lancelot de Maloisel, de orIgen genovds, pretendiendo • hallar huellas al parecer de sus predecesores, desembarca en la isla del archipilago canario conocida en la antigUedad con el nombre de Pluitenay • que a partir de este desembarco lleva su nombre, Lanzarote. El genovs construyb una fortaleza para re. cogerse y guarecerse con los suyos, que fue, segíin datos de un historiador, . . en el puerto de Guanapayo, que casi un siglo más tarde el normando• Juan de Bethencourt a su llegada llamó el Castillo viejo. Lancelot domin6, si no toda, buena parte dé la isla y cornerci6 extensamente con los indígenas permaneciendo en el país unos veinte años, hasta que al cabo de este tiempo fue expulsadó segtm unos autores o muerto, segtin otros, en un levantamiento de los nativos ayudados para ello por sus vecinos los habitan tés de F. úerteventura. Muy pronto la cartografía de la pooa consignb el descubrimiento de Lancelot de Malojsel pues unos treinta años m’as tarde de su desembarco y posesi& n de la isla, figura asta por primera vez en un planisferio con nombre de Lanzarotus Marocelus. En el mismo y debajo de la mencionada, la de Forte- Ventura. Y en medio la de los Vescimarinj ( Lobos). Un poco ms alejadas aparecen la Insula Canaria, la Capsaria y- las Insulle Sancti Brandani sive puellaron. Todo sto parece demostrar que Lancelot no coix, cib sino a Lanzarote, Fuerteventura y ci is 1 ot e de Lobos y que los demas nombres fueron tomados de los autores clsicos y de las leyendas religiosas. A partir de tal planisferio, todos los mapas del siglo XIV y del XV, al representar a las Canarias pintan la isla de Lanzarote en plata y dentro de ella la cruz de gules, que eran los colores y armas de ‘ Gnova, cono signo de posesibn de dicha repCiblica. Y al lado el nombre Insula de Lanzarot así como el apellido del conquistador— descubridor. En el año 1341 se realiza la primera expedicibn de los portugueses• a las islas Canarias. El relato de tan interesante hecho histórico esta dontenido en el Manuscrito atribuido a Boccaccio, que damos a conocer en el siguiente capítulo. Consecuencia de. las dos expediciones positivamente comprobadas llevadas a cabo al archipilago y que acabamos de mencionar fue la realizada por los mallorquines en el ao 1342 a cuyo mando, el rey de Mallorca puso al intrpido capitn Francesch Desealers. Casi al mismo tiempo pari6 otra con igual ruta que traía al Carlos Platero Fernndez frente a Domingo Gual, formada también por mallorquines en su mayoría. Los cómponentes de estas dos íiltimas expediciones se dice que comerciaron amigablemente con los isleños y aCm hay algunos escritores que aseguran haber sido dichos mallorquines quienes iniciaron . a los canarios en la religibn catblica, construyendo dos templos en Canaria y enseflndoles nuevos rntodos de construccibn de viviendas, mejoras e innovaciones en las artes de pesca tal la de la red, perfeccionamiento de la agricultúra, etc. . . Y también la introduccibn en el archipiCmlago de las famosas higueras cuyos frutos tuvieron los aborígenes por uno de sus mejores y ms socorridos• alimentos. Años ms tarde salib del Mediterrneo el aragonés Jaime Ferrer de quien nunca volvib a saberse con certeza pero se presume hizo al ms un desembarco en la isla de Tenerife, antes de que llegase al Senegal. Tambin se ha escrito que en este siglo de tanta importancia para la historia futura de las islas, se llevaron a cabo tres expediciones mas, misionales y compuestas de aragoneses, catalanes y mallorquines, eñtre los que venían algunos• frailes franciscanos naturales de ellas quienes t r as 1 a dado $ anteriormente a la Península como esclavos habtan sido redimidos, convertidos al catolicismo y ordenados para a su vez convertir a sus compatriotas. Abandonada un tanto a fines del siglo XIV la ruta de las Canarias por aragoneses y mallorquines, los sustituyen varias expediciones de diversos reinos peninsulares, con el• principal objeto de saquearlas, sin pensar en establecer factorías ni colonizar el país. La incursi& n llevada a cabo en el año 1393 fue de las mCms memorables puesto que los piratas al mando de Pedro Martel abordaron a casi todas las islas y en la de Lanzarote tomaron como prisioneros al rey Timanfaya y a la reina, su esposa, así como a ms de un centenar de sus síibditos. Aunque con algunas controversias, se habla de las visitas realizadas en estos tiempos a la Gomera por el caballero gallego Fernándo de Ormel primero y del portugués don Fernando de Soto o de Castro ms tarde. De este tiltimo se dice que tomb tierra con su gente en el puerto que llamaban Aipare en donde estaba un hermano de Almaluige, rey de la Gomera. Este hermano del rey, con solo unos cuantos naturales, intentb oponerse al paso de los extranjeros pero fue muerto por ellos en compañía de varios isleños m’as. Enterado Almaluige de la entrada en la isla y de la muerte de su hermano a manos de los invasores, reunib a los guerreros y present& batalla, haciendo retroceder a don Fernando de Soto y los suyos hasta un mortal reducto conocido con el nombre de Argodey. Estuvieron los europeos cercados dos días y dos noches, mas el rey gomero que era bondadoso y noble quiso perdonarles allí la vida cuando el caballero portuguCms parlamenb ansioso con l . Se hicieron amigos extranjeros e isleños y despus de varios días de. residencia en la isla aqullos partieron, no sin antes agasajar con variados rçgalos a quienes tan generosamente les trataran renunciando a la venganza. ÓAPITULO V imanuscritoatribui’doaBoccaccio. Una delas rn’as importantes visitas realizadas a las islas Canarias en el siglo XIV y con mayores visos de autenticidad fúe la portuguesa del alio 1341. Da noticias de ella un manuscrito cuya rédacci& n se atribuye al escritor italianó Juan Boccaccio, siguiendo lenarracibn hecha por Niccoloso de Recco, segundo jefe de la dicha expedicibn. Este importante manuscrito apot, a una idea bastante difusa de la situacibn y vida de los habitantes del archipiélago canario en aquellas apocas Nosotros lo transcribimos a continuacibn siguiendo textualménte la traduccj, n al castellano que de l se ha hecho. Dice así: De anarja y de las otras islas nuevamente descubiertas en el ócéano del otro lado de España. En el año de la Encarnación de 1341) cartas llegadas a Flórencia y escritas por ciertos mercaderes florentinos establecidos ez Sévilla, ciudad de. la España Ulterior, fechadas en diecisiete de las calendas de dicho año, contienen lo siguiente: El primero de julio de este año, dos buqués cargados por & rey de Portugal de todas las provisiones necesarias y con ellos un p e que ño barco, equipados por. florentinos, genoveses, castellanos y otros españoles, se han dado a la vela desde la ciudad de Lisboa, dirigiéndose a alta mar, llevando consigo caballos, armas y diferentes mé quinas de guerra para tomar ciudades y castillos, en busca dejas islas que comunmente se dice haberse vuelto a encontrar. Favorecidos por un viento propicio abordaron a ellas despuds de cinco días y en el mes de noviembre han regresado a sus casas con el cargamento siguiente: Primeramente cüatro hombres habitantes de estas islas, una gran cantidad de pi el es de machos cabríos y de cabras, sebo, aceite de pescado y despojo de focas; madera roja que tiñe como palo de brasil, sin embargo de que los inteligentes dicen que no lo es; ademés, cortezas de érboles para igualmente teñir de rojo y, por último, tierra encarnada y otras cosas. Habióndose tornado declaración a Niccoloso dé Recco, genovés y piloto de la expedición, dijo que desde esbe archipiólago a la ciudad de Sevilla había casi novecientas millas, pero que conténdose desde el punto que enia actualidad lleva por nombre Cabo de San Vicente,. estas islas se encuen tras. , m ucho menos separadas del continente. Laprim era que han descubiertó ( Fuerteventura), tenía ciento cuarenta millas de circunferencia; toda ella era una masa de piedra, inculta pero abundante en cabras y otros animales, n uy noblada de hombres y mujeres desnudos que se asemejaban a los salvajes por sus modales y cosun2bres. Añade Niccoloso que canto ,‘ . jr .- 27-. Carlos Platero Fernndez compañeros hicieron en esta isla la mayor parte de un cargamento de pie—. les y sebo, pero que no se atrevieron a internarse en la país. Habióndo— se pasado en seguida a otra isla poco mayor que la primera, ( Canaria) percibieron a una multitud de sus habitantes que se adelantaban pór la playa a encontrarlos; loshombresylas mujeres iban casi todos desnudos, algunos de entre ellos parecían mandar a los otros e iban cubiertos de pieles de cabra pintadas de color azafr. ón y de encarnado y en cuanto alcanzaba la vista, estas pieles eran muy finas, suavesy cosidas muy artificiosamente con hilos de tripa. A juzgar por sus actos aparentaban tener un jefe a quien manifestaban mucho respeto y obediencia. Todos ellos, mediante señas, daban a entender que deseaban comercíar con la tripulación de los buques y entrar en relación con ella; pero cuando los botes se acercaron a la playa, los marineros no se atrevieron a saltar en tierra, porque no entendían su lenguaje; sin embargo, su idioma es muy dulce y la pronunciación viva y pré cipi tada como el italiano. Cuando los insulares observaron que no desembarcábamos, algunos intentaron llegar nadando a los boles, de los cuales retuvi eron cuatro, quesonlos que han traído. Costeando la isla para darle vuelta la encontraron mejor cultivada por l. parle Norte que por el Sur. Vieron muchas casas pequeñas, higueras y otros érboles, palmeras sin fruto, legumbres, coles y hortalizas, así como palmeras. Entonces se decidieron a saltar en tierra y veinticinco marineros desembarcaron arndos, examinaron las casas, encontrando en una de ellas cerca de treinta hombres desnudos enteramente, que se espantaron, buyendo en seguida ni ver las armas. Los expedicionarios penetraron entonces en el interior y reconocieron que aquellos edificios estaban construídos con piedras escuadradas con mucho arte y cubiertos de hermosos y grandes maderos. Pero como encontrasen varias casas cerradas y deseasen verlas por dentro, empezaron a romper las puertas con piedras lo que indignó a los fugitivos, cuyos gritos retumbaron en los alrededores. Rotas al fin, entraron en algunas casas, encontrando solamente excelentes higos secos conservados en esteras o cestas de palma, como vemos las de Cercan; trigo més hermoso que el nuestro, si atendemos a su tamaño y grueso de sus granos, siendo més blanco. Igualmente vieron cebada y otros cereales que deberían de servir probablemente para alimentación de los naturales. Las casas eran todas muy hermosas, cubiertas de excelentes maderas y de una limpieza tal, que se J » L’biera dicho que su interior se había blanqueado con yeso, Encon tramos también una capilla o templo sin pinturas ni ornamentos; tan solo una estatua esculpida en piedra que representaba a un hombre con una bola en la mano; este ídolo estaba desnudo y traía una especie de delantal de hojas de palma que le cubría sus vergüenzas, cuya estatua sustrajeron y llevaron a Lisboa. La isla les pareció muy poblada y cultivada; produce grano, trigo, frutas y, principalmente, higos. El trigo y otros cereales La historia de Canarias en episodios lo comen como las aves, o bien, hacen harina que les sirve de alimento, pero no hacen pan y beben solo agua. Saliendo de esta isla vieron otras a cinco, diez, veintey cuarenta millas de distancia, dirigiéndose a una tercera, ( Hierro) en la que no hallaron etra cosa que hermosos árboles en gran número, rectos hasta el cielo. De allí pasaron a otra, ( Gmera) abundante en arroyos y excelentes aguas, con muchos bosques y palomas salvajes, que çomieron después de muertas a palos y pedradas; son mayores que las nuestras y tenían el mismo sabór o tal vez mejor. También vieron muchos halcones y otras avesde rapha, pero no se atrevieron a adentrarse en el paísporparecerles desierto. Luego descubrieron otra isla, ( La Palma) cuyas m. ontauias eran muy elevadas y cubiertas de nubes; las lluvias son continuas, sibienla parte quepudieron ver en tiempo claro les pareció muy agradable, creyéndola poblada. Después aportaron a otras islas, algunas habitadas y otras desiertas, hasta trece y cuanto mán navegaban más islas veían. El mar que las separa es mucho ma’s tranquilo que el nuestro y de buen fondo para anclar; aunque tienen pocos puertos, todos están bien provistos de agua. De las trece a que abordaron, cinco estaban habitadas, pero desigualmente pobladas. Ademán, el lenguaje de sus habitantes difiere de tal n . anera que no se entienden; carecen de embarcaciones para trasladarse de una a otra isla, a menos que atraviesen a nado la distancia que las separa. Una de las islas que descubrieron, ( Tenerife) tenía algo de maravilloso • que les impidió desembarcar. Existe en ella una montafla que, segtrn calcularon, se eleva ala altura de treinta mil pasos o más y que se ve desde muy lejos. Una cosa blanca aparecía en la cima y como toda la moñtaüa es pedregosa, aquella blancura se presentaba con el aspecto de una fortaleza; sin embargo no es otra cosa que un roqfie muy agudo, rematando su cima • en un mástil como el de un buque del que pende una antena c. on una gran vela latina; esta vela, hinchada por el viento, afecta la forma de un escudo vuelto hacia arriba, ensanchado; luego, poco a poco, se recoge a la par que el mástil, como en las galeras; luego vuelve a elevarse para abatirse y vol vérse a levantar. Dieron la vuelta a la isla y siempre contemplaron el mismo prodigio y creyendo que era algún encantamiento, no se atrevieron a desembarcar. También han visto muchas cosas queNiccoloso no ha querido referir. Parece que estas islas no son muy ricas pues apenas se han cubiertolosgastosdel viaje. Los cuatro hombres que han trafdo son jóvenes imberbes y de hermosa figura; van desnudos y sólo llevan una especie de delantal sujeto con una cuerda a la cintura y del que penden gran número de hilos de palma o de juncos de palmo y medio o de dos, sirviéndoles para cubrirlas partes pudendas lo mismo por delante como por detrás, de modo que ni el viento ni ningún otro accidentelas descubre, No estas circuncidados, ti en enlos cabellos largos y rubios y con ellos se cubren, llegándoles hasta el ombligo y andan descalzos. Se dice que la isla donde fueron apresados se llama Cánari y está más poblada que las otras. Se les ha hablado en diferentes lenguas y ná han comprendido ninguna; no exceden de nuestra estatura, tienen los miembros robustos, son fuertes, muy valerosos, y al parecer, inteligentes. Se les ha interrogado por signos y han respondido - 29— Carlos Platero Fernndez - de igual modo como los mudos; se respetan entre sí y uno es superior entrelos cuatro, puesle honran con particularidad. El delantal de este jefe es de hojas de palmera mientras que los demás lo llevan de junco pintado de amarillo o rojo. Su canto es dulce, bailan al estilo francés, son alegres y risueños, bastante civilizados y menos rudos que muchos españoles. A bordo comieron pan ehigosy demostraron agradarles el pan, aun quenunca lo habían probado; rehusaron el vino y solo bebieron agua. Comieron el trigo y la cebada a manos llenas y también el queso yla carne, que es de buena calidad y abundante en su tierra; carecen de bueyes, camellos y asnos; en cambio poseen numerosas cabras, carneros y cerdos salvajes. Se les enseñaron monedas de oro y plata, ignorando en absoluto su valor; tampoco conocían los perfumes. Se les mostraron anillos de oro, vasos cincelados, espadas, sables y- dieron a conocer no haber los visto jamás. Su lealtad es muy grande, pues si- uno recibía alguna cosa de comer, la dividía en trozos y repartía entre los demás antes de probarla. El matrimonio se practica entre ellos y las mujeres casadas llevan delantal como los hombres, pero las doncellas van del todo desnudas, sin avergonzarse de su desnudez. Cuentan como nosotros, pero colocando las unidades delante de las decenas, del modo siguiente: Uno, nait; dos, metti; tres, ameloti; cuatro, acodetti; cinco, simusetti; seis, sesetti; siete, satti; ocho, tamatti; nueve, alda morena; diez, marava; once, naiti— marava; doce, smatta— mar va; trece, amierat— marava; catorce, acodat— marava; quince, simusat— marava; dieciseis, sesatti— maraVa... Aquí concluye este i n t e r es a n t e manuscrito que se atribuye a Bóccaccio. A pesar de algunas claras inexactiÑdes y fant& sticas exageraciones, naturales acaso en la época en que se realizb el viaje, este documento sitúa cori bastante claridad a las islas Canarias en la historiá del - siglo XIV. CAPITULO VI Algunosestudiosyteoríasacercadelarazaguanche.. ACm no se ha resuelto sátisfaetoriarnente todo lo concerniente a la raza aborigen que habitaba el archipiélago canario en la ef, oca de su descubrimiento y definitiva incorporacibn a la historia de los pueblos. Sabios eruditos, tanto a finales del siglo XIX como en lo que v del presente, canarios, peninsulares y extranjeros, se ocuperon extensamente de tema tan apasionante y sin haber alcanzado la complete verdad, sus estucios han aclarado en gran pat’te las lagunas e inexactitudes existentes• en los primeros cronistas e historiadores de las islas No se logrb todavía conclusin definitiva sobre los puntos de origen de.- aquallos seres que perteneciéndo en sus modos de vida al - neolítico, llegaron a la baja Edad Media y albores de la Edad Moderna europea en un petrificado salvajismo ulterior. Antrop6logos tales como Chil Naranjo, Verneau y Berthelot que estudiaron con detenimiento y rigér científico a los aborígenes, los catalogai entre los cromafloides que, obligados por repetidas glaciaciones del - período cuaternario emigraran desde el centro de Eu. ropa a países ms clidos. Esta establecido actualmente que una rama del hombre de Cro— Magnon, cuyas pinturas rupestres en las cuevas del Sur de Francia y Norte y Levante. de la P en i n su 1 a Ibérica ‘ admira hoy todo el mundo como documentos primigenios del espíritu creador del hombre, cruzb el Mediterrneo y colonizb las tierras del Atlas, ocupando tal vez los macizos centrales del Sahara. - La razade Mechta el Arbi o Bereber cubri6 primeramente la Libia y se extendib despu’es por todo el Norte del continente africano, llegando hasta las Canarias. - - Repetimos que acerca de los ms p r i mit i vos habitantes del arohipilago canario surgieron siempre preguntas de difícil, por no decir imposible, contestacibn. - ¿ De donde vinieron exactamente aquellos seres- que en sucesivas oleadas poblaron estas islas cercanas a - las costas africanas?... ¿ Acaso pertenecían al pueblo numida que ocup6- üna parte de la Berbería; eran - camitas llegados desde el lejano Egipto o semitas que avanzaron por ambas margenes del Mediterrneo mileñario, cauce de numerosas civilizaciones en constante migraci6n? . .-. ¿ Oua medios emplearon aquellos pueblos para - su desplazamiento final desde costas mediterrneo— europeas o africanas? — 31-. Carlos Platero Fernndez Simples conjeturas, arriesgadas hip6tesis y muy dispares teorías se han e st ab 1 e ci do a lo largo de los arios para tratar de aclarar este perenne misterio Segin los tlltimos estudios realizados muy científicamente, casi todos los investigadores del tema se inclinan por considerar que hubo hasta cuatro oleadas emigratorias bien definidas de las ms importantes, de pueblos que se desplazaron hacia el Oeste, en un pretritó no superior a los 2000 arios antes de Cristo. La ms primitiva que parece ser pobló varias y no todas las islas del archipiélago, puede remontarse a 1700— 1500 arios a. deC., llegada a travs del Sahara, tal vez comoun resto o prolongaci6n de aquellas civilizaciones que dejaran su impronta de pinturas y - grabados rupestres en el Tassili, cuando la zona era una amplia regibn recubierta de lozana vegetacibn y habitada por los masesios, de cultura neolítica pastoril. Se supone que alrededor del milenio a. de C. y a travs de las costas de la Berbería hubo una- migracif, n, no muy numerosa, a estas islas Canarias , que absorbi6 a la raza considerada casi como autbctona, si es que quedaba algo de ella, aportando la cultura de las cuevas confortables escarbadas en l. a tobe volc’anica del país. Una tercera oleada, proviniente acaso del extremo ms oriental del 1v1editerrneo y que traía, sobre todo en su cermica, claros exponentes de cultura cretense arrib6 al archipiblago, siendo en la isla Gran Canaria en- donde sus vestigios se hallan hoy ms perceptibles. También debi6 de llegar con este grupo la técnica de- la contrucci6n de poblados semi.— ciclbpeos. Sin embargo, las gentes que componíañesta invasi6n que, como las otras se pierde en la- brume de los tiempos, debieron de sér éscasas concluyendo casi en el exterminio debido al completo aislamiento en que vivieron. - La cuarta estudiada y supuesta - migracibñ procedib de la Libia a través de - la Numia ro ñi an izada y en época relativámente reciente, posiblemente en los primeros ellos de nuestra era porque cuando Juba II rein6enlaMaurit- ania, como queda dicho, del- 30 al 25 a. de C. y env. ib una expedicibn a recorrer y reconocer las fronteras de sus dominios, - tuvo noticias de que las islas aparecían deshabitadas, aunque con restos en algunas de ellas de edificaciones. - - - - - - Fue esta invasibn la del pueblo que se denomin6- guanche, gentilicio aplicado a sí mismos por los habitantes de Tenerife y muy posteriormente extensivo a todos los indígenas del archipilago . - Estos guanches traían una civilizacibn avanzada, con reminiscencias ancestrales del antiguo Egipto y otros pueblos, ya desaparecidos, de las margenes del Mediterrneo. Fu e la que con sus peculiares formas de vida perdurb en un neolítico tardío hasta bien avanzado el siglo XIV, perfeccionando en esta dilatada vivencia sus sistemas sociales, religiosos y culturales aunque retrocediendo a la Edad - de Piedra por carecór las islas de metales. Este grupo n e t ame- nt e cromaiioide que pertenecía a las razas at1nticas, desconocib objetos fundamentales en todas las civilizaciones a partir del neolítico tales como el arco, la flecha y la rueda. Aunque tal desconocimiento no desdice de lo — 32—. - - sria erias pids avanzado , de su cultura sino qu, e evidencia lo - atrasado- de sus’tbonicas. Y ello acaso se explica porque en la fausa aut6ctona no hubo ve• rdadet’as - fieras ó animales dafuinos que mereciesen cénstante persecucibn y exterminio. En cuanto á la rueda, lo accidentado del terreno eminentemente volcnico habla de hacer el desplazamiento rodado casi imposible. Otro enigma todavía nodesvelado es el de que - si las razas diversas que vivieron en el a r chi pi 1 a go conocían signos alfabetizoides para comunicarse entre sí por medio de la escritura. Los grabados rupestres hallados en lugares geogrficos distantes como. en el Julan del Hierro, en Belmaco do La Palma y en el Barranco de Balos en Gran Canaria dicen de - cultura avanzada, mas no revel- an por quien o cúando fueron inscritos; s1 bien en alguna ocasi& n se ha pretendido hacer aparecer estas misteriosas lineas como realizadas por gentes llegadas esporádicamente a las islas en el período de desconocimiento total de ellas en la Edad Media europea. Y . tambin, con mías o menos fantasía, se quiere voz eh estas pinturas y grabados parietales, símbolos mgicos de la religi& n isleña. Todavía se conservan, aunque desgraciadamente en muy mal estado, algunas pinturas rupestres interesantísimas que, como las de la Cueva Pintada de Gldar, dicen de la ex i s t en ci a en el pasado canario de un pueblo imaginativo y creador. Los bereberes que ocupaban la parte norte y occidental de Africa, terminaron mezclndose con los negros, con los aborígenes libios y con los meciite. rrneós, ms pequeños y morenos formndose así razas mixtas. y lenguaá y culturas dferéntes que cuando m’as tarde se incorporaron’ al mundo rabe perdieron su hegemonía. Se ha. sacado de sto la conclusibn - - de que los ganches- lLearon--, si, a travbo de la Berbería pero mucho antes de que - los’bereberes se rne2clasen ‘ con otras razas. De la fusin y aun absorcibn efectuada entre los mks primitivos; habitantes de las islas - Canarias- con, la migraci6n guanchinesca surgi& lá sefnejanz5 da caracterés etnolbgicos - y lingttísticos que actualmente se - aprecian en lc estudios, de . compar’acibn entre el pueblo canario . y el de.... las .. cercanas costes del Africa atlnt. ica. Dichas analogías raciales con’ los n6má4a - de Tarfaya, ‘ Ifni y Sahara Español han sido estudiadas por,-, profesarás españoles y muy especialmente, hace años, por los franceses: de la Escuela de Altos Estudios Marroquíes de Rabat. Tanto unos como otros coinciden en mostrar qué el orígen de las culturas africanas ha influido en el régimen de vida de los . antiguos isleños y se habla de las migraciones saharianas y de la cultura netamente, camítica encontrándose muchos vestigios de ello en costumbres dé numerosas localidades canarias. El doctor WSlfer - nos prpenta a la civilizacibn guanche como una rama de la cultura megalítica’ de estrecho ‘ parentesco con la Península lbrica y el Oeste de Europa ms que ‘ con la dl Sahara ‘ y ‘ si bien lo hasta hoy investigado parece qtierer confirmar ‘ estas teorías del sabio alemn, existen lagunas y dudas,’ que progresivamente se intentan cubrir. Un enigma, de los muchos qae la civilizacibn guanche, floreciente. en pleno, siglo XIV de nuestra Era presenta y de los ms fascinantes por — 33— Carlos Platero Fernndez lo que para sugestivas teorías de trasplantes• transocebnicos.. pueda • aportar,. es el de la navegacibn en el archipiblago. Salvo casos excepcionales como el del italiano Torriani que en el, siglo XVI compuso una descripcibn muy documentadade las islas Canarias, ning{ ln cronista ni historiador digno de crbdito hace . mencibn al arte de lanavegacibn ene! archipiblago, cuando no se niega rotundamente la posible existencia de tal medio de comunicacibn. Los aborígenes, seg( m se escribía, no temían al mar; al que acudían en sus ritos y plegarias; del que sustraían él mayor porcentaje de su alimento, con palos, redes de juncos y pequeñas e ingeniosas represas, usando las espinas de los pescados como . agujas y las conchas de los mariscos corno aderezos de diademas, collares y otros adornos. Y practicaban abundantemente el belio y nadaban agilmente... Sin embargo, los isleños, en apariencia al menos, no conocían la navegacibn ni aun en sus mbs toscas y rudimentarias formas. Se hace díficil de creer bsto, pero era así, al menos por lo que se deduce de las noticias que hasta nosotros han llegado. Y tuvo que haber alg( m medio de comunicacibn marítima entre las islas. Ademas, no siendo raza p ro p i am en t e autbctona la que habitb el archipiblago, de alguna forma navegable lleg& hasta aquí, no considerado presumible que olvidase del todo los medios de que se valib para su arribada, por ms que antiguos historiadores nos faciliten algunas ingeniosas teorías de lo contrario. ¿ Cuales fueron estos medios?... Hasta tanto no se realice algtrn interesante descubrimiento arqueolbgico que descifre convenientemente el enigma, siguiendo los pasos de quienes desde hace años vienen afanosamente tratando de aclarar este punto oscuro de la prehistoria canaria, debens de recordar los conodimientos que pueblos cercanos a las Canarias tenían pór aquellás fechas de la n a vega ib n y que eruditós canariblogos han investigado y escrito en estos filtimos años insistiendo sobre tan apasionante materia. Segfui un sabio profesor lacunense, las velas de hoja de palma impulsando a troncos de brbol previamente vaciados y en alguna crónica mencionados, se parecen mucho a las empleadas entre las islás de Oceanía para que no se presuman interpolaciones de doctos pero no veraces cronistas. En cuanto a troncos de rbol huecoa, no precisamente de drago, se conocen sarcbfagos con esta primitiva tbcnica confeccionados, que p. udieron algtn día sugerir vehículosflotantes en las aguas del mar, elementales pero segu ros. Hay un sistema igual o mb. s rudimentario que los citados, usado como barco, tanto de llegada de, por lo menos la Ciltima migracibn, como para el contacto que, seg( in reiteradamente sé ha insinuado, pudo haber sido el del desplazamiento, acaso forzoso, de gentes que desde el archipiblago canario llegaron al continente americano mucho antes - que los vikingos y el mismo Cristbbal Colbn. Nos referimos aunas embarcaciones, casi almadías que, con remos, usaban los zenatas, azanegues o antiguos bereberes de la costa mauritana que vivían casi exclusivamente de la pesca y aCm subsistían - 34- La bstoria de Cananea epjsodio en el Siglo XV. y fueron - expulsados - o absorbidos por’ los ledufnes: árabes • segrn rel$ 6 el viajero portugu’es Valenttm Fernandes, cuya . cr’ 6niea, tecai • te a aquellos medios transcribimos - de una . traduccin. Sus bateles’ tienen cinco palos de higuera infernal secos, a . saber:- uno de dos metros y medio de largo apr. aximadamente y. dos en cada costado de dos , metros, y estos tres van atados con cuerdas de las dichas redesy quedan por detrás los tres iguales y por delante sale el . de en medio más. Entonces atan otros dos palos de un metro y pico a sus costados, bien apretados. Enmedio de estos palos ponen sus redes o mujer e hijos o cualquier cosa que quieran llevar y él detrás en aquellos tres que salen más, con las piernas de dentro hacia el más ancho. Y en cada mano traen una tablilla de un metro de largura y diez centímetros de ancho, con que reman. Ylós que van en la barca van con el agua por encima de la rodilla y así’ van y no se ahogan. Y de esta manera atraviesan cualquier golfo de aquellas marismas y también corren así toda la costa. Cuando están en tierraluegopotzenla barca al sol para que se seque y sea más ligera. Segfzn diversos investigadores, existen otras teorias que suponen migraciones, no solamente directas desde el Mediterrneo y costas africanas, sino < le la Penfrisula Ibérica, de las rocas célticas de Escocia y aun de los fiordos noruegos. 1k - -. ,1•, r . - . , .. .‘ .. — -- .. , -. 4 4. • --.‘‘. ‘.‘ - ‘ •• ., , 99 — 4..’ 9. ;.• - 4. 44 9 4_ -• .,, _• 4’_’•, 9 1. ‘ 7 CAPITULO VII UnateoríaacercadelallegadadelosguanchesalasCanarias. Infinidad de teorías se han desarrollado a través de los ellos acerca de la llegada a estas islas de los canarios, como pudieron venir y que medios usaron. En capítulo anterior relatamos lo que al. respecto nos cont algízn cronista de aquellas apocas; en el presente, a título de curiosidad, vamos a describir una de astas que con visos de ms o menos veracidad se nos h transmitido. Fue, con caracteres de leyenda, aportada por uno de los mejor documentados y eruditos historiadores de Canarias, el padre Abreu Galindó. Afirma este autor que existi, antiguamente eñ la biblioteca de la catedral de Santa Ana,... un libro grande, sin principio ni fin, muy estragado..., en el cual, tratando del período de la dominaci& L romana en todo el orbe conocido, venía cierta informacibn. Decía que teniendo Roma sujeta la provincia africana denominada Mauritania y en ella cierto ntimero de presidios a donde eran conducidos y encadenados toda clase de reos del Inperio, los nativos, mlestos con aquella imposicibn de Roma, considerbanse ultrajados. Y cierto día se rebelaron contra los dominadores matando a legados y residentes romanos; estarebelibn eraunaclaraafrentaparaRomay no podía quedar sin ejemplar castigo. Llegaron potentes legiones que pronto consiguieron apagar aquel foco de rebeldía y tomaron represalias crueles para dejar bien sentada su autoridad. A los dirigentes del movimiento los torturaron, decapitndolos al fín y al resto de los habitantes de la provincia les cortaron la lengua, sin respetar a ancianos, mujeres o niflos. Mantenindolos prisioneros, los embarcaron y trasladaron en perpetuo destierro a las cercanas islas que formaban el casi ignorado archipilago e m e r gen te frente a las costas occidentales mauritanas. Realizaron los romanos dos expediciones; una que ocup6 las tres islas orientales y la otra las restantes. Los infelices desterrados quedaron incomunicados del mundo exte rior por completo. A pesar de lo bonancible del. clima y lasriquezas naturales del país, dado es imaginar el estado de aquellos seres que, entre sus muchas desgracias, contaban con la de carecer del uso de la palabra. Los crueles romanos les habían dejado tan solo escasos víveres y algunas cabras, ovejas y cerdos, pero los mutilados desterrados supieron ser fuertes en la adversidad y poco a poco se fueron adaptando a la nueva vida que en adelante les esperaba. No tenían medios de comunicacibn entre las islas y se perdib su unidad, conservando tan solo a lo largo del tiempo las características de — 36_ “ En el lenguaje guanche, significaba persona y achirech isla, sar es que quanchinech ;: S de Anaria$ en episodios. la - raza comtin y algunos vocablos afines en el lenguaje, sobre lo que-- continua. Abreu Galindo - en su teoría, miy i- ng e n. i o s am. en- t e: ... Pero de lo . que dicen, que los romanos les hubiesen cortado la lengua por habersi. do rebeldes - a su Senado, - conviene dar - alguna razón; la cual se colige del lenguaje común de los isleños, cuya pronunciación era hiriendo conla lengua en el paladar, corno suelen hablar los que no tienen la lengua Ubre, • a quienes llaman tartamudos. Y en su lenguaje comenzaban muchos iombres de cosas con te los vueles pronunciaban con la media lfngua. Ayuda- por esta razón el que todos los isleños hayan venido de Africa, para - que, no semejándose su lengua con la de los africanos en todo, hayamos de creer que, no teniendo lenguas para expresar sus vocablos ni darlos a entender a sus hijos, - inventasen un nuevo lenguaje para que se entendieran,. salvo aquellas pal abras que con poca ienguapudieranpronuncia. r; que algunas se asemejan con ¡- as de los africanos ( de donde habemos inferido ser su nación) y de otras que en el transcurso del tiempo se mudarían y corrompe— rían, como cada día sucede. Por los etnblogos se consideza a la raza guanche subdividida en dos ramas, a pesar de que sus características generales no ofrezcan rasgos esencialmente diferentes. Pero, como veremos en capítulos posteriores, los mismos naturales lo afirmaban así al hablar de las diversas islas, porque la especie guanche o guanchinesca fue lá pobladora de las islas occidentales y la canaria ( nombre dado por los escritores latinos), la de las tres ms orientales. - Sigue diciendo Abreu Galindo que a Lanzarote, Fuerteventüra y Canaria arrib6 la expedicibn que traía a los componentes e- la estirpe berberisca y alega como un dato ms de su teoría que éstos y los alárabes vecinos denominaban al igual que los habitantes de las tres islaa orientale a la leche bo, al cerdó ylfe, a la cebada tom osen, etc. Las otras cuatro islas fueron pobladas por la segunda expedici6n formada con los restos de las previncias africanas arrasadas. - Con respecto a los vçc. 4bloa, cierto es el existir gran semejanza en algunos de e- lles, sobre todo - en lo referente a la topografía - de las zonas quehabitaronlos azanegues. Por. ejemplo, Telde, Gomera, Orotava, tienen su igual o muy parecido en nombres de puebles o comarcas de Fet, Agadir y Marrakex. - - - - - - - CAPITULO VIII Algunosenigmasdelaprehistoria Las Canarias son la etapa terminal de las culturas norteafricanas; esta frase fue escrita por un investigador no ha muchos años. Y, sin embargo, su enunciado es discutible, si nos ceííimós al sentido literal de la misma, mb. xime en estos Cutimos tiémpos en que nuevos descubrimientos en el estudio de la prehistoria canaria han hecho tambalearse viejas teorías acerca de la raza que habit6 durante siglos las islas, con cultura y técnicas propias. Cierto que los cromafionenses canarios pertenecientes. a razas at1antomediterrneas del Norte de Africa quedaron en el archipi’elago como estancados durante centenares de años. Pero el estudio concienzudo de diversas muestras de su cultura neolítica, y eneolítica inducen a creer que no fenecib asta en las islas sino que, de algCun modo, aCm por determinar exactamente, se extendi6 hasta el continente americano. Como, cuando y por quienes esta prolongacibn de la cultura guanche llegb a tierras de ms all del ocano Atlntico son preguntas que todavía no han tenido respuesta fehaciente. Pero si existen pruebas, cada vez m& s evidentes, de que- seres que tuvieron contactos en las Canarias llegaron a tierras incaicas, mayas o aztecas en tiempos imprecisos, posteriores no obstante al comienzo de nuestra Era y anteriores, en mucho, al descubrimiento de las Indias Occidentales llevado a efecto por el genial navegante Cristbal Coln. Una de estas pruebas son las llamadas pintaderas. • Se ha escrito bastante sobre estas famosas pintaderas, cuyo nombre fu dado por quienes primeramente las localizaron en las cuevas de los aborígenes canarios. Son de forma peculiar, confeccionadas en barro cocido o labradas en madera o en piedra, con unos dibujos geométricos minuciosos, de una riqueza tal en su variedad que puede afirmarse no existir entre los centenares conocidos dos iguales. Todas las halladas en la isla de Gran Canaria son de muy hermosa temtica y reproducen una laboriosa impronta, muchas veces con dibujos, siempre perfectamente geométricos, similares a los pintados en el friso de la Cueva Pintada de GMdar que alguien denominb la Capilla Sixtina del arte rupestre canario. Muchas de las pintaderas reunidas en el Museo Canario de Las Palmas y en alguna otra pequeña y mimada coleccin particular presen — tan todavía restos de colorantes, imperando el ocre, el negro y el blanco arcilloso. — 38— La histoHa de Canarias- en episodios Algunos canari6l. ogos dicen que se - e mp 1- e ab as como - cufies de propiedad, al estilo de aquellos con que, sobre cera o 1- ana4 imprimían los reyes y nobles de la Edad Media europea y eran sus sello- anillos. Otros opinan que fueron sellos marcadores de silos, 9anados, cuévas4 etc ., t, ambin como slrnbolo4eposesi6n. Y otros mas, la rrayorta, se inclinan: por suponer que eran usados por los oanerios - para tatuarse, cosa - muy próbable pues numerosos cronistas destacaron el detalLe de ir los aborígenes tatuados - profusamente, tanto a la guerra como aotrassparatosas reuniones comunales. Muchos de estos útiles ofrecen la particularidad de estar perfórados en su empufíadura, lo - que ha inducido a creer que acaso los llevasen colgados al cuello corno amuletos. - Pues bien; estas pintaderas son las que, tal corro - mas arrib a indicamos, despubs de hall’arselas en cantidad en Gran Canaria, aparecieron por tierras americanas, lo que demuestra que de alguna forma ignorada pero presumiblemente a travbe del ocúsno Atlntico fueron hasta all llevadas por audaces - y arriesgados navegantes. No cabe pensar en un recorrido desde el centro de Asia, que fue su cuna, al Norte de Europa pasando por el estrecho de Bering a Alaska, Canada y Estados Unidos pues jamas se han encontrado en estos pa( ses. salvo en el Sur de Norteamrica instrumenbs como del que estamos tratando. En direcci6n Este, desde el Asia Menor, ten solo han aparecido hasta la fecha y en muy escaso número por la In4ia - y el Japbn, ignorando qosotros de otras zoCas de I tierra en donde pueda - haberse halladtj algo similar. Su avance, - concretando y - según todos los - estudios llevados a cabo sobre-- el tema, es- - esde eLOrienteMedio referentexnente hacia el Oeste y escasatuente hacia eL ste, sguiendo eñ • iíea - eneral- es s cigeneS del Mddlter , al coms de nes que apare4iery$ e éfurnaron en el tiempo- pero con un ftexo cultural - n tods ellas. CotnuençI— eonla expostcE » de algutøs r que ateí% en a Øehístianari vean’ós otros m jis ndien a pensar pauy serzasen-te en a 1uptests egrnsrda reitera& ette de que- y gentes neoJhe- as d raue etaxtem ie. ri4neas, prpbableipepte enches-, Uearoq ixevo Continte mucho es del descub nt ofwaI del tnisrno eT elt ao * 14- 2 La situc6n pr’ivlegiada deL archipIlago canaio coxn uli - -- cidchtal- dé Europa y Afriáa dentrd&. cii i- At] nticé en di 1hs. “ portentoag r r i- e- i te s q1e giren en cehdas . o fras qlee? les y çotnuo spamiento desde las costas de 9lori4a la Gin Bretaíía acariciado viso sosque soplan constentea en. ciarten poeaa del o. e4eas de fvos dtver* scsa factores, lo conviOrten en bramiiqlin ideal, ep principio. de etappat ‘ la)’ tede America - — - Ea oapltlç antevor, hemos hecilo siehin — de alga qioibles rtieçjcs den& vegeci-& t eoeocidospor los iClefíps, t- sniençp presente 04 tcxip jnomsato X eorla, cada vez mas— arraigada, de que seres llegados desde las orillas zial Méditerraneo o a travs del Sahara y en tieropea rmotos, 4— ---• -_-- -——- -- - -- - Carlos Plateró Fernndez alcanzaron las riberas de la todávía desconocida Arnrica, influyendo de algtin modo en las culturas de la raza que ocupaba buena parte de aquel extenso continente. - Las . sagas de• los pueblos nbrdicos primero y despubs el Diario de Colbn así como diversas cr6nicas de quienes lo siguieran, nos hablaron de lo azarosa que resultb siempre la travesía rmritima. del Atlntico. Bien podemos imáginar los peligros constantes a desáfiar por unas gentes audaces que se adentraron en el tenebroso mar y llegaron, muy presumiblemente a dejar impronta de sus conocimientos y sus hazañas entre los indios. Pruebas de esta portentosa aventura no las hay por lo de ahora fehacientes, pero son tantos los detalles significativos que se nos ofrecen al estudiar culturás de uno y otro lado del Atl’antico que nos vemos inclinados a creer en estas pretritas, casi inverosímiles migráciones marinas. Son varios los autores que desde hace tiempo y en óoncienzudos estudios se han ocupado del tema. Nosotros pretendemos aquí referir algo de lo que hasta la fecha se ha teorizado y expuesto Ya hemos estudiado aunque, naturalmente de muy somera forma, lo que se ha dicho acerca del enigma de las pintaderas canarias cuyos espor’adicos hallazgos se rastrean desde el Oriente Medio hsta el archipi— lago Afortunado y luego se extienden a tierras del Nuevo Continente. Otros enigmas que a continuaci6n damos a conocer se sunn a ste: La tcnica de la cermica fue comíin a casi todos los pueblos de la antiguedad porque en el período de transicibn que hubo entre el Neolítico y la Edad de Los Metales, al convertirse paulatinamente los hombres, de cazadores y pastores nbmadas en agricultores, surgib aqulla como un elemento necesario de la vida cotidiana y comunal. Se confeccionb con barro y arcilla, no tan solo el utillaje doméstico sino también el considerado como un elemento m& s de ritos re! i g jo sos, ornamentos diversos y representaciones idoltricas para el culto. Es el estudio de la cer& mica en alguna d las enunciadas aplicaciones la que lleva a la conclusi6n de que este elemento cultural pueda ser un punto ms de conexin entre el Viejo y el Nuevo Mundo, pasando acaso para ello a través de las Canarias. Como apoyo y colofbn de todo lo que al respecto comentamos, en el presente capítulo citamos los casos de los vasos con mango— vertedero y las esculturas de figuras femeninas perniabiertas. Las vasijas o vasos de barro cocido, conocidas en alguna isla del archipilago canario con el nombre de gnigos, aun siendo afines a toda la cultura neolítica, se presentan con cardcter singular en la ruta que nos interesa destacar pues los utensilios de stos examinados ofrecen la parti cularidad de estar adiccionados con asas o mangos huecos que hacían el servicio de vertederos del líquido contenido en sus singulares configuraciones. Se han venido detectando los hallazgos en el orden cronol6gico y de perfeccionamiento que a continuacibn rmncionamos: los rr& s antiguos en la Elam prehistbrica cuya civilizaci6n llamada de Susa por su legendaria - 40- La hitori, dé anérias en episodios capital se pierde en le bruma de lostiempos. L. uego aparecierort vasos de este tipo. en Creta, en las dos mkrgenes del Mediterrneo, siempre en direcci6n Oeste, hasta llegar al archipiélago canario... Y prosiguib su pista por tierras americanas, en constante proceso de perfeccionamiento, hailndose verdaderás obras de arte, decórda con profusi6n de dibujos . geomtriços, desde el Yueatn y la Florida hasta ms abajo de Vnezuela, siendo la cuencadelAmazonasuno de lós mayores y destacadas yacimientos de estos ‘ pasos con mango— vertedero . - En cuanto ala figura fémenin, a: sentada, gon lspiernas muy abiertas, destacando generalmente cori exagenaci& n el sexo y el abdomeñ, que en• difereutes’civilizacjonesarcáicas fu v•• r• ada oonD la Diosa Madre ó . Disa de 1 Fecur3didad, es conto 1 ‘ n* o de estatúllias e se encontr6 en - Canaria, de apenas unos ceritÇ. rn- etios-’ de. taita, generalmente sin brazos ni - 4éeza. Estas esculturas, çonfeccinnaçias casi siempré . en barro aunque hayaalgunah 4epiedra y madera, al l9ual que los vasos con migo* vertedorO ylas pintaderas,. aparecieron siguieudbel proceso Éste- Oeste, toníenzando en la MesopotaMia. ydesplazndose a, Óreta, por J. Mdditei4rM . y aCzn tal vez a trév del Sahara ‘ hasta las is- ló C. atiriaá para nhoontrrse luego - i ls zonas del Nuevojundo, vivero de- 0ultw- as. andinas, perfeccionndose, estiliz’andose de tal fórma que él . órden cronol& gico fueron metamorfo— • salindse. ha, st. e convertirse en . jras, epresentendp 1ae as de las mismas como rezo. s que lerrmnaben apoy4tIos les perna piuy abzerts Y depus de la pequef exposicin que, hemos trazado acerca de - aluo de los problemas que atañen la prehistori&’ Óanaria, la conclusi6. n que queremos destacar e que las’ islas AfortunTadas no han sido estaci6n terminal,- ni mucho menos tun- iba de. o uit u ras en el pas•• do sino todo lo contrario una amplia y generosa plataforma de lanzamiento, una firme-, puerta de accesó a la propagacibn de diversas cituras mediterrneas ms - all. del rmr, en la tierrá americana. .- - CAPITULO IX Culturayreiigi6ndelosprimitivoshabitantesdeGranCanaria. Fuerteven turayLanzarote. Antes de proseguir con estas noticias y pisodios de la historia de Canarias, consideramos oportuno el dar a conocer la religi& n, costumbres y modos de vida de los i si e ño s; es decir, el grado de civilizaci6n prehispnica de todo el archipiélago. Diremos ahora algo de las islas orientales, dejando para el prbximo capftulo el hacerlo de las occidentales, indicando - de todas ellas 1 que un escritor afirmb recientemente: •. que los aborígenes del archipiélago, por- lo general, vivían en un avanzado período neolítico, pero que, espiri— - tualm ente, a juzgar por el régimen de convivencia que nos han transmitido los cronistas, estaban más avanzados que sus técnicas0 La isla Canaria, aal liamadá desde tiempos de Juba U de Mauritania, et’a conocida por sus naturales habitantes con el nombre de Tamaran segtan algunos de los ms primitivos cronistas. Dicho vocablo, al decir de los lingufsticos, significaba El País de los Hombres Valientes o La Tierra de Las Palmeras; aunque tambin se ha teórizado que este top6nimo sblo lo aplicaron los isleños al Real de Las Palmas, La flora de la isla era variada y grandes bosques de pinos, acebuches, tilos, lentiscos, palmeras, mocanes, etc., la cubrieron, llegando a ser citada en alguna vieja cr6nica como La de las Selvas Tenebrosas, Arboles frutales fueron, ademas de las palmeras que proporionaban dtiles, miel • de sus tiernos - cogollos y una bebida sabrosa y refrescante, las higueras aportadas, seg[ ni se dice,• por los mallorquines en el siglo XIV, La fauna terrestre estaba compuesta por las cabras, las ovejas y los cerdos, asi como los perros que dieron nombre a la isla y por ende al archipi1agó. Los canarios conocían el fuego, la pesca y la cermica, m aa ignoraban la rueda, el arco y la escritura. Practicaban el viril deporte de la lucha aal como la n at a ci 6n y eran grandes andarines y consumados escaladores de riscos y montañas. Eran de buena estatura, bien formados, de tez morena y cabellos generalmente castaños. Agiles, valerosos y muy nobles en- todas sus acciones. Sobre el vestido de los canarios, se escribié: . . . er. ii unos to neletes hechos de juncos majados y entretejidos, muy justo al cuerpo y que llegaban a la rodilla y ceflidos por la cintura. Y después se eçhaban encima unos pellejos cosidos muyprimorosam ente, que llamaban tamarcos - 42- Liatoria de Canarias en episodios en verano el pelo fuera yen invierno el pulo adentvo, muy galanos y. pulidos. Y ez las cabezas usaban tocados de pellejon de cabritos que desollaban enteros y las garras caían por las orejas, amarradas tl pescuezo. Y, los toneletes y tain arcos y demás vestidos eran pintado de diversos colores de tintas que hacían de flores. y hierbas. Y del mismo hábito usaban las mujejes, de pellejos, como refajos altos del suelo. Traían calados un, pp pedazosdecuerosde c> abras atados con correas del mismo cuero crúdo. Sacaban y conservaban el sebo de. los animales , comestibles. Tenían cebadá, que sembraban arando la tierra con palos a cuyo extremo acoplaban cuernos de cabra; y arrancaban las espigas granadas, golpendolas, pisndolas y avent’andolas con las manos. Tostaban el grano y lo molían con piélrás— morteios para hacer l gofro. Dei mar extraían los peces nntnd, o1os a palos por las noçhes, lubrdose en la faena’ çon maderas de tea epçendidas y haciendo uso da ünás etras de jtno a ni4o de redes.> Tan bin cdglati mucho mdris parcorner. . .. Los higos, los dtiles ylaríianteca endurecida los bosservaban en grandes silos. - ‘“ . ‘ . Los habitantesde Tamaran se hallaban divididas en tres cast. p lases sociales bien definidas la de los guanaztemes o realeza de la cuel slien “ así mismo iba- £ 4ftpes o Sumos a’dota, . las re brzjnguadas queeran cq, mo ‘ Vestales destmada. s al culto de u dits Alcprac o Acoran y iamyorle. de l’ó Éuayres o rhgul° osde cantones y mpoanleg• del Sabor o Cónsejo Real. Lo casta de los i obles incluía a los guerrerp. y personas preponderantes de la isla. .‘( la clase dé los vilfanos o tFasc4uiIadós a los que se llamaba açhtcóxuas y que s difereéc• iaban de los áobles. y la realeza porque mientras stos usaban ntelena hat debajo de las. orejas., • aqul1os iban con el pelo trasquilado, siendo Ios- que ejeicían los ‘ trabajos artesanos y de pastqreo. ACm había una especie de subclase sooial’, la de los impuros o intocables, que comprendía . a los ‘ earioero y ejercitanps’ • . de otras menesteres considerados viles. . ,:.• •. Los oficios> ms de st a ca do s erch e ide. álbañil, . en ‘ el q sobresalieron los islefiós como consurrados alarifés; el de alfarero, realizado • casi siempre por mujeres; los de pintor, esterero y curtidor. ser sobreLnaatu r‘ arelligi6n ca anlar iuae faudeor amboannote iysta que p rueegsial ocsrdeeíasntirio esn un s doelo la di iossla , p dermominndole Alcorac y venerándolo en santuarios llamádos Almogarenes como en los tamogonte Acoran, cenoblos en que residían las harimagua: las vestidas de albas pieles dedicadas al culto desde la infania. Realizaban procesiones a los montes sagrados de Tirraa en el Norte y ‘ Urniaga en el Sur; y también acudían en pro’cesibn a las playas para, golpeando las aguas. • de! mar con pencas de palmeras y lanzando- lamentos, hacer rogativas imp loran do • de su dios la lluvia necesaria y bienhechora. Litaban a lá divinidad en• lo alto ‘ de las montafas, en alteres especialmente dispuestos derrntacjo la leche de las cabras blancas y examinando las entrafias de; los cabritas inmolados para dictar agtieros. . Carlos Platero Fernndez Creían en la inmortalidad y eran maestros en la conservaci6n o momificacibn de los cuerpos. Había idolatría en la isla y los monolitos naturales como el Roque Nublo y el Bentayga fueron sagrados para ellos y en algunas escavaciones se han encontrado figurillas de piedra y barro toscas, de personas y animales, que a veces insinCian posibles regímenes de matriarcado Ademas de adorar a Acoran convertían su religibn en un trí& ngulo; cón los v’ertices que eran el agua, la tierra y el cielo y en medio del cual estaba El Unico, El Grande. Temían mucho a unos espíritus malignos que conocían por tibicenas y que decían se les aparecían en forma de grandes perros lanudos. En su justicia aplicaban la ley de ojo por ojo y diente por diente y ajusticiaban a los reos riscndol’os por profundas simas o colocndolos sobre una piedra plana, golpendolos con otra hasta destrozarlos. Entre sus costumbres figuraba la prohibicibn de que en el curso de las guerras desencadenadas entre facciones rivales, casi siempre a causa de los pastos, se hiciera daño a las mujeres ni a los niños; si bien hubo un tiempo, poco antes de la llegada de los castellanos, en que se dispuso que se matasen todas las niñas que naciesen, salvo las primognitas, debido al exceso que de mujeres en la isla había; mas una mortal epidemia que diezm6 la poblacn acabb pronto con tan drstica medida. Se condenaba el hurtar, el ser irrespetuoso con los ancianos y las mujeres, el adulterio., etc. La casta noble, la da los guerreros, tenía prohibido confecçionar Ciltiles dornsticos o ejercer oficio y ni aun cocinar podía viandas en tiempos de paz. El tocar a las reses muertas era cosa de impuros Gustaban de hacer grandes concentraciones por diversos motivos y en ellas se cantaban melodías en las que por lo general loaban- a’ los hroes de la raza. Practicaban la clsica lucha canaria en terrenos preparados al efecto; los rivales se lanzaban, primeramente unas varas corro jabalinas, luego cantos redondeados y por fín se enzarzaban en agarradas hasta dar el Uno con el otro en el suelo o cuando el guayre presente, qué. oficiaba de arbitro, gritase: ! Gama, gama! que significaba: ! Basta, basta!. Solían apostar entre sí a quien clavase grandes tronUos de tea en lo ms alto de los riscos. Sus armas eran el magado, tambibn símbolo ieal, bastín de tea endurecida al fuego; las amodagas, especie de dardos con bolas en el centro para mejor manejarlos; las tabonas, cuchillos de afilado pedernal; y la tana, rodela d efe n s i y a confeccionada con madera de drago o cuero, generalmente. Desconocían el uso del arco y la flecha. Para la guerra se tatuaban profusamente el cuerpo y colgaban del cuello amuletos. Usaban una especie de sellos de barro o piedra labrada, muy minuciosamente trabajados, conocidos hoy por pintaderas. - 44- La historia de Caneris en episodios Las mujeres se tefilan de rojo el cabello y se lo adornaban con juncos entrelazados. Sus joyas y adornos consistían en diademas de cuero con conchas marinas incrustadas y collares de abalorios de barro cocido o piedras perforadas. Las pieles de sus vestidos estaban trabajadas con primor y cosidas con finos nervios de animales por medio de agujas de hueso o espinas de pescado. La medicina canaria se componía de hierbas y grasa de animales; derretida al fuego. Cauterizaban sus her’idas echndoles grasa e introduciendo. en ellas raíces de juncos machacadas.. Llamaban a la cabra, aridaman; tahatan a las ovejas y taguacen a los cerdos. Gánigos a recipientes de barro; tamazanoma a la cebada; azam otan aun plató compuesto con carne cocida o frita con sebo; gofio a la harina dé cebada tostada; a los higos verdes arejormace y cuando aqullos estaban pasados, tejauneinen y se guardaban en seras o espuertas de junco llamadas cariarás. En la arquitectura canaria prehispnica cabe destacar las cuevas vivienda; las chozas de los poblados semiciclbpeos; las cuevas y casas de audiencia; los tagorores que eran lugar de reuni6n del guanarteme con el faycan y los guayres que componían el Sabor; las cistas o monumentos funerarios suntuosos y geomtrrcbs; las estelas y las torres toncocbnicas tue servían paaístentacin de los éspírifus de Los muertos. A los ha bit an t es de Fuerteventura se les di6 el nochre de majoreros y a los de Lanzarote majos, derivando esta denominaci6n de un vocablo indígena, Mahoh, que segbn algunos crcfnistas era aplicado indistin tamente a cualquiera de las dos islas por sus ocupantes y que quería decir: La tierra o El país. También se ha dicho que era aqubi el nombre de una hierba que abuncjb mucho allí. Otros hisoiaderes y comentariStas escriben que la definicibn gentilicia proviene de mahay, que quería decir valiente; y, asimismo, de mah, calzado de cueros atados con correas a pie y pierna. Parece . ser que los habitaMes de Fuerteventura conocían a su isla por el nombre de Erbanne, alusi6n a una mítica pared que la dividía. A Lanzarote, los majos la llamaron Tite— loga— Kaet, topbnimo indígena de Las Coloradas, originario del nombre normando El Rubicén. Abreu Galindó, al referirse a los naturales de estas dos islas, escribi6: .. eran caritativos, alegres, animosos, grandes cantadores y bailadores yla sonata que hadan era conpies, manos y boca, muy a coxnpés y graciosa. Eran muy ligeros en saltos y éste era su principal ejercicio... Poseían estaturas elevadas y estaban muy bien formados de cuerpo, siendo las mujeres muy hermosas, de cabellos dorados. Vestían los islefios unas toscas tfinicas de cuero hasta las rodillas, con una especie de medias que llamaban huirmas y calzado, maho, todo de cuero. Usaban los hombres la barba en punta y en la ódbeza un tocado de plumas que llamaban guapll. Las mujeres se cubrían con lárgas ttinicas y llévaban diferentes tocados en la cabeza, con cintas de cuero tefido y plumas al frente. Las pieles de cabra las cortaban con unas cuchillas - 45- Carlos Plataro Fernndez de pedernal llamadas tafia ques y sus armas eran palos y piedras. Araban a mano con cuernos de macho cabrío Se dice que adoraban a un dios impreciso elevando las manos al cielo y derramando la leche de las cabras blancas en altares pitreos Tambibn escribieron los prime r. o s cronistas, que hubo en Fuerteventura, en tiempos prehispnicos, dos mujeres catalogadas como brujas, que se decía eran madre e hija, se llamaban Tamonante y Tibiabin y una ejercía de apaciguadora en las polémicas surgidas y la otra de sacerdotisa en los ritos sagrados. Los habitantes de estas dos islas se curaban con hierbas y se sajaban con los tafiaques cuando algo les dolía. Eran grandes nadadores y pescaban en el mar los peces mat’andolos con palos, recogiendo y consumiendo buenas cantidades de mariscos. Hubo quienes . escribieron que los habitantes de Fuerteventura no conocían el fuego y que sus alimentos primordiales eran el pescado, la leche, la manteca, el gofio de cebaday la carne seca tostada al sol; la carne de’cabra ms sabrosa de todo el archipiélago se ha afirmado ser la de Erbanne, pues a pesar de su aspecto actual seco, fue abundante la isla en aguas y había arboles como palmas, acebuches, etc., arbustos cono taraj ales y frutos como la cebada, muchas hierbas y olorosas flores. De cuando en cuando, los aborígenes majoreros efectuaban rodeos de ganado que llamaban gam huesas, En Lanzarote, sus hab it ant es lograban el fuego. para sus menesteres. frotando un espino seco con un card& n esponjoso En ambas islas, a los muértos los metían en cuevas, entre muchos pellejos de cabra, Lanzarote y Fuerteventura se regían por señores, capitanes o reyes, en cuadrillas, que a su vez dependían de un jefe superior. Eh Tite— Roga— Kaet había un solo jefe o rey al tiempo de la conquista de la isla. Erbanne, tal áomo su nombre indígena indicaba, estaba dividida por una curiosa y legendaria muralla de piedra de una longitud de ms de veinte kilbmetros, habiendo un gobernante para cada una de las dos porciones que se conocían por Maxorata y Jan día, respectivamente. El cdigo penal en estas islas orientales fuu muy severo y sencillo: el individuo que entraba por la puerta en la cueva de su adversario, fuera muerto o matara l, no cometía delito; mas si saltaba pared o empleaba otras disimuladas artes, se le consideraba, reo. Aniitían ‘ eL desafío, al que eran muy aficionados, usando para combatir unos garrotes de anebuche que llamaban teceses. La justicia, en Fuerteventura, se ejecutaba en las costas, tendiendo al delincuente sobre una gran laja, en la playa y aplast’andolo con otra pesada piedra. Y todos los des ce n di entes del ajusticiado eran considerados como infames. A los valientes llamaban Altahay. Sus devociones las hacían en edificios llamados efequenes, de construccibn con doble pared y planta redonda. Sus casas eran de piedra La historia de Caerias en episodios - seca muy fuertes y de entradas angostas y pequeñas. rey o gobernante usaba como atributo de su mando una diadema como mitra de cuero de macho cabrío con conchas marinas incrustadas. - Parece ser que, al igual que en casi todo el archipilago canario, existía en estas dos islas un tributo semejante al Derecho de Pernada de la Edad Media europea. - - CAPITULO X CulturayreligibndelosprimitivoshabitantesdeTenerife. La Palma. Go merayHierro. - Tras haber escrito en el capítulo anterior de los modos de vida de los aborígenes de las islas orientales, nos toca hacerlo aquí de los de las occidentales indicando previamente que, tal como hemos venido tratando, procuramos en todo momento recoger estas noticias de los m’as antiguos escritores,, sobre todo de Abreu Galindo, Viana, Espinosa, etc. quenos han dejado en sus cr6nicas, historias y poemas. También queremos añadir que, segtin se observar, si bien no ha habido noticias de que existiese una comunicaci6n material directa entre las islas del archipilago canario, si hubo siempre un nexo espiritual comíin en aquella cultura neolítica y en la fontica guanchinesco— canaria. - Tenerife, la Nivaria de las cr6nicas cristianas, fue nombrada así por sus vecinos los palmeros; ellos la veían distante y misteriosa al naciente. Tener en el lenguaje palmero significaba monte; e ife, blanco o de nieve. Los guanches llamaron Achinech a su isla, que quería decir Pafs de Echeide, alusibn al Fuego del Infierno del Teide. - La flora de la isla, ms abundante en el Norte, era variada y merced al clima surgieron grandes arboles, algunas de cuyas especies han desaparecido ya. Entre las todavía existentes, las de los famosos dragos, las de los acebuches y de los pinos. Sus cereales eran la cebade y sus legumbres las arvejas. Sus frutas los mocanes, de los que sacaban miel, así como otras variedades silvestres . Hubo cronistas que aseguraron que - en Tenerife se conocib el trigo, al que llamaron yrichen; aunque hay bastantes dudas al respecto pues tampoco en las resten t es islas se supo de, su existencia en apocas prehispnicas. Dele fauna terrestre, quienes escribieron sobre ello solo hacen mnencibn de cabras, ovejas y unos perros pequeños. A las cabras llamaron axa, a las ovejas hafla ya los perros cancha. En el lenguaje guanche, guan significaba persona y achinech isla, así es que guanchinech decía hombre de Tenerife, corno escribib el historiador Espinosa, quien añade: Los guanches del Sur eran de color al-. go tostado y moreno, bien por traer este color de gen eración, bien por ser la tierra allí algo cálida y estar ellos tostados al solpor andar casi des nudos como andaban. Mas los de 1 a banda del Norte eran blancos y las mujeres hermosas y rubias y de lindos cabellos., - 48- La hisoria de Canarias en episodios Se dice que los guanches eran de notable estatura, . . . de muy buenas y perfectas facciones de rostro y disposición de cuerpo. Se vestían pieles de corderos y cabras,. .. a manera de camisón sin pliegues, ni collar, ni mangas, cosido con correas del mismo cuero con mucha sutileza y primor, tanto que no hay pellejero que tan bien adobe los cueros ni que tan sutil costtma haga, que casi no se divisa y eso sin tener agujas ni leznas, sino con espinas de pescados o pilas de palma o de otros érboles... Las mujeres llevaban debajo de este tamarco unas ropas de cuero. . Trabajaban la tierracon palos y cuernos de cabra. Los hombres araban y las mujerés sembraban. Esta sementera se hacía por los meses de julio y agosto y a tal poca llamaban beflemer. Sus alimentos principales, fueron la harina de cebada, que llamaban ahoran, diciendo a los granos tamo. A las arvejas y a las habas decían acichey; a. la leche abof, a la manteca o che; joya a los mocanes y chacerguen a la miel que hacían de esta fruta. Los guanches, al igual que, sus vecinos los canarios, fueron un pueblo eminentemente troglodita,. ayudados por el sin ntzmero de cuevas naturales formadas en la masa volcnica de las islas. Tambin vivieron en casas de muros semiciclpeos con techos de ramas y barro o de esteras de junco, decorados stos a. veces cón variados colores . Las cuevas les sirvieron de graneros así como de amplios panteones o camaras funerarias. En esta isla destacaron los nativos en la momificacibn de sus muertos, para lo cual tenían hombres y mujeres especializados en este menester, quienes, despus de muchas delicadas y definidas manipulaciones, dejaban los cadvere’s dispuestos de pie contra las paredes de las. cuevas o sobre tablones de tea para que los siglos venideros pasasen sobre ellos sin apenas dafíarlos. A estos’cuerpos mirlados llamaban xaxo. Había entre los habitantes de Açhinech varias castas o categorías sociales dentro de la raza comCin. He aquí lo que escribieron Espinosa y Abreu Galindo al respecto: . .. Había en la isla tres estados de gente: hidalgos, escuderos y villa. nos. A los hidalg6s 11am aban- achimencey a los escuderos cichiciquitzo y a los villanos achicaxana. Al rey llamaban . mencey y de aquí que a los hidalgos queproceden dela casa real seles llame achimencey. Decían al rey mencey o quebehí cuando hablaban con él y éste, al viajar, iba siempre precedido de un servidor que portaba la afíepa especie de larga lanza usada así como símbolo de mando. Tenían los de esta isla que su dios los había hecho de la tierra y el agua y que había criado a. tantos hombres como mujeres y les había’ dado ganado y todo lo que, habían menester y que, despusde criados le pareció que eran pocos y que crié más hombres y mujeres y que no les quiso dar ganados y que pidiéndoselo, respondío que sirviesen a esotros. Yque aqnellosles darían de comer; yde allí dicen que descienden los villanos, ‘ que llaman achicaxana, que son los que sirven. Segtin algunos primitivos cronistas, entre ellos Antonio de Viana, al principio Achinech estuvo regida por un solo mencey y posteriormente - 49.. Carlos P1aero Fernndez fueron varios, siendo su cargo electivo. Un escritor actual describe de la siguiente forma la ceremonia de la elecci6n: Reunidos en el tagoror los aspirantes, la nobleza elegía al futuro régulo y una vez verificada esta elección, el nuevo m encey se sentaba sobre ancha piedra cubierta de pieles, que pará ellos era el trono real. A su alrededor, formando anfiteatro, se acomodaban la nobleza de los mence— yatos y el Consejo de ancianos. Al entrar algún personaje en la reunión, el nuevo mencey pro n u nc i a ba estas rituales palabras: Sansof , que significaba seais bienvenidos. El ms anciano noble tomaba Ja tíbia y la calavera del último mencey fallecido y dóndosela a besar la colocaba luego sobre su cabeza. Acto seguido la tíbia era colocada sobre los hombros de los asambleistas e inmediatamente prestaban éstos juramento de fidelidad en los si gui en te s términos: Achoron Nunhabec, Zahofiat. Reste, Guafíac Sahut Banot Xeraxe Sote, que en opinión del historiador Viana, c1uería decir: Yo juro por el hueso que tuvo real corona, de imitarte, guardando todo el bien de la reptiblica. Usaban también esta otra frase de rúbrica: Agoec Acoron mac Zaha? ia Guafloc Reste Mencey que significaba: Juro aquel día celebrado de tu coronacibn de ser en todo día de vuestro reino. Los guanches creían en un dios abstracto al que llamaban Achguayer xeran Achoron Achor n, que quería decir algo como: Sustentador del cielo y la tierra, segtn los citados historiadores. Tambin llamaban a su dios Achuhuyahan, que significaba Grande oS’iblimeo El que todo lo sustenta, así como también se le cbnocía por Guayaxiraxi. Y a la Virgen María, cuando la conocieron, la llamaron Chaxira. 4 que quería decir: La que carga al que tiene el mundo. Y al cielo llamaron Afaman. Las sequías pertinaces originaban ceremónias religiosas en las que se juntaban ovejas ycabras conhombres y mujerés, en un lugar dispuesto para ello. Y separando las crías de las madres, alrededor de un gran palo clavado en el suelo, sin comer y gritando todos, clamaban al sustentador del cielo y la tierra para que enviase la deseada lluvia. Creían en el diablo, al que decían gayota y lo suponían metido dentro del Echeide que e r a. el Teide. Los. guanchés se unían a una sola mujer, pero tenían facultad mutua de repudio, pues cuando los casados se separaban, podían unirse a otra mujer, aunque los hijos así habidos eran considerados ilegítimos. Al hombre llamaban coran ya la mujer chamato; al hijo achicua y a la hija cucaba. Segtm varios cronistas dijeron, había en Tenerife la costumbre de- echar agua sobre. la cabeza de los: recin nacidos, funcifin que realizaban unas mujeres dedicadas a esta especie de culto. Investigadores . modernos duden de que haya existido tal rito, que, de ser cierto, se aproxima mucho al bautismo cristiano. Tenían los guanches por precepto que si algCun hombre se encontrase en lugar solitario con una mujer, no la hablase o solicitase algo, si ella antes no lo hacía. Solían untarse el cuerpo con grasa de cabra. Las armas que — 50- La historia de Canarias en episodios usaban eran los cuchillos de pedernal llamados tabonas y las añepas, varas de tea endurecida al fuego. Y dice fray Abreu Galindo: Eran tan diestros en el tirar que no erraban a• cosa que tiraban. Y cuando tenían guerra, con ahumadas se entendían y con silbos se daban sefias desde lo ms alto; y el que los oía silbaba a otro y así, en breve tiempo, se convocaban y juntaban todos. Los aborígenes de Achinech eran muy aseados en su traje y costumbres. Comían carne, cebada y legumbres , comestibles stos de que se servían para pagar los trabajos a los que confeccionaban los vestidos, a los alfareros y a los carpinteros y dem& s artesanós, La justicia la imponía el mencey en el tagoror, lugar de cabildo o audiencia. Eran benignos en los castigos pues por lo general al reo solamente se le apaleaba con el cetro del meneey. No mataban por justicia porque decan que solo a Achuhuyaban pertenecía el castigo. Y si alSuno mataba a otro, mandaba el rey traer los ganadosdel matador - y daba parte de. ellos que le parecía a la mujer del muerto, sí la tenía o a los hijos o a los padres o - a parientes y desterré balo desureinoyguardbase el matador de los parientes del muerto. Eran gente de mucha memoria y atino en sus suposiciones y clculos. La isla de La Palma era conocida por sus naturales habitantes con el nombre de Benahoare, que significaba Mi- patria en opinibn de los antiguos cronistas que de ello hablaron. Dice un moderno investigador que, . . . los moradores de la isla de La Palma tení en caracteres muy semejantes a los de la- isla de Teneri-. fe, a pesar de encontrarse en aquella isla vestigios de otros pueblos prirni— tlvos, entre ellos los benahoaritas, - - El historiádor Abreu Galindo, uno de los pócos que se ocupa con mss detenimiento de esta isla, dice de sus habitantes:.., en estando uno detellos enfermo decía: ! Vacaguar! ( Me quiero morir) Luegole llenaban un gnigo de leche ylo metían en una cueva donde quéríamoriry le hacíanuna cama de pellejos yle ponfana la cabecera la leche y cerraban la entr da de la cueva, donde lo dejaban morir. Todos- se enterraban en cuevas y sobre pellejos porque decían que la tierra, ni Cosa de ella no habían de to car al cuerpo muerto, - - - - - - Sus vestidos eran pellejos de cabra y su calzado de cueros de puerco que se liaban a los pies. Los palmeros, hombres y mujeres, fueron de gran corpulencia • generalmente, - No conocían cereales, frutas, ni legumbres. Su pan eran - raíces de helechos y juncos machacados y granos secos de amágante, especie de jara, que molían con piedras. Sus ganados se componían como en casi - todas las demás islas, de ovejas, cabras y cerdos. Sus ármas eran palos - endurecidos al fuego, que llamaban mocas. Al pan de raíce dé helechos llamaban xuesco; ala carne de ovejaycabratequevite; aladepuerco - — 51-. - Carlos Platero Fernndez atinavina y a la leche adago. Tenían- perros pequeños que llamaban- ha guayan. Afirma algtin cronista que en la Benahoare prehispnica y aCm después de su conquista, se recogía man. para el sustento- de los aborígenes. Fue siempre - la isla muy frondosa en arboles |
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