José María Millares Salí
AZOTEA MAREVA
poesía
Las Palmas de Gran Canaria
© Del documento, los autores. Digitalización realizada por ULPGC. Biblioteca Universitaria, 2011.
José María Millares Salí nace
en Las Palmas de Gran Canaria
en 1921; desde su infancia se
inició en el dibujo, la música y
la literatura, habiendo destacado
como creador en esas disciplinas.
Pero su actividad principal
y más continuada ha sido la
de la poesía.
Ha publicado:
A ¡os cuatro vientos (1946).
Canto a ¡a tierra (1946).
Liverpool (1949).
Ronda de luces (1950).
Manifestación de la paz (1951).
Aire y humo (1966).
Ritmos alucinantes WTl).
Los aromas del humo (1988).
En las manos del aire (1989).
Los espacios soñados (1989).
Manifestación de paz (1990).
Los párpados de ¡a noche (1990).
Con Azotea marina obtuvo un
accésit en el Premio de Poesía
Ciudad de Las Palmas de Gran
Canaria 1994.
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AZOTEA MARINA
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José María Millares Salí
AZOTEA MARINA
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poesía
Las Palmas de Gran Canaria
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Emilio Mayoral
Alcalde de Las Palmas de Gran Canaria
Cristóbal García del Rosario
Concejal de Cultura
Portada:
Sira Ascanio: Orilla (1995)
Fotografía intervenida. 46 x 30 cms.
Colección particular. Las Palmas de Gran Canaria
© el autor
© de la presente edición:
Excmo. Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria.
ISBN: 84-88979-07-X
Depósito Legal: G.C. 341-1995
Imprime: Imprenta Pérez Galdós, S.L.
Profesor Lozano, 25 (El Cebadal)
LAS PALMAS DE GRAN CAÑARLA
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VIDRIERA MARINA
¿Será la magia,
ida la juventud con su deseo,
posible todavía?
LUIS CERNUDA
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VENTANA MARINA
Impulso, abierta rampa, tú, ventana,
todo el sueño a tus pies, playa y arena,
en vilo azul las olas, gritando, así la flor
del agua, deshojando, cuánto vuelo,
imágenes dolientes, verdes sombras,
blancas manos sembrando alados campos,
la sangre gris del aire, negros bosques
los peces penetrando,
cuando el cielo dormía y sin remedio
el gallo desnudaba sus crestas, oro y vida,
su canto, cuando aurora era una llama
creciendo, era una luz
que en la paz despertaba, los ojos, nuevas olas
que morían soñando, blanco el mar.
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AZOTEA MARINA
Mástil del árbol, cuello de luz verbal,
sublime elevación del agua que arrebata
verde el solar del fuego, vegetales los ríos
donde abiertos penetran los océanos
que invaden las arenas, las playas de las islas,
donde duermen desnudas las palabras,
se arropan de sonidos dulcísimos los ojos
y buscan tras las olas las manos, la ternura
ondulante del cielo, la nube como labios
navegando los sueños, los cuerpos donde pacen
las sílabas jardines donde habitan
las grandes azoteas marinas de la infancia,
la sombra sin memoria del olvido.
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JARDINES AZULES
Tersa la piel, desnuda, el vuelo arriba
poblándose de pájaros, el aire,
los jardines azules,
los blancos veladores vestidos con el agua
que derrama la seda, la tez de hirvientes hojas,
las pamelas tan blancas bostezando la luz,
con sus ojos de arena, corriendo por la playa,
sus rostros sonrosados, desnudos, blancos pájaros
brotando los escotes, senos, dorados soplos
trepando por las tapias, los encajes,
hasta quedar prendidos en las ramas del sueño,
en los labios y el fuego de la tarde.
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CASA DEL MAR
No hay sombra, claridad, que te dibuje,
que escriba tu silueta, alado el cerco
que rodea la fuente donde fuiste
gigantesca gaviota, agua de mar,
a llantos encendida,
deshojada volando la palabra,
arena y flor, camino, rosa y orilla
donde se quiebran blancos los cristales
que sueñan ser espejos, con memorias
dormidas en la tarde, despiertas en la noche,
cuando la muerte viene, asiste al desalojo
de la piel que camina,
que va ciega hacia el rostro de la luz.
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NEGRO EL MAR
Blanco, más tu otro vuelo, tú, silencio, luz,
tus olas, breve sombra,
llorando el aire blanco la gaviota,
qué limpia, azul, qué rauda,
tan breve su osadía,
ay mar, hacia la flor, callando voces,
fuente que quiso hablar, arriba, hiriendo el aire,
costura del espacio,
agua abierta, ciñendo gris las olas
que rompían la mies que se doblaba
sobre la arena blanda de unos brazos,
aquellos que dolientes
como gigantes labios su ternura prendían,
cuando el fuego y la piel paz abrazaban
besando, entre los muslos del cielo
negro el mar, hasta el dolor.
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AGUA LA LUNA
Vientre la curva, luz, de espaldas, bajo el sol,
rendida la azotea de la playa,
descubiertos los senos,
una sombra de arena hacia la tarde,
afilados deseos persiguiendo las flores,
buscando bajo el agua
la luna, la esperanza que navega
deslizando los brazos, cubiertos de armonía,
que abandona los ojos, que huye, se disgrega
arrancando al cabello de las olas
sus praderas de espuma, se evapora,
y a la flor se somete, fiel espejo,
evolución, milagro del color
durmiendo bajo el agua que ahora espera
retornar a su luz, a sus orígenes volver,
un día, cuando el mar ya cese de sufrir
en su oleaje el sueño del pasado.
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VESTIMENTA DE LUZ
Amplias, bajo el cristal que techa el patio,
están altas y abiertas las puertas del jardín,
la luz que entra despacio hasta los juegos,
hasta el sillón dormido, hasta la alcoba
donde duerme el silencio de la noche,
descansan los armarios, las cortinas,
donde el perro se ovilla en el rumor
que viene de la playa, de la arena que juega
con la orilla del mar, de la risa y los niños,
de las rojas sombrillas bajo el fuego
dando sombra desnuda, vestimenta de luz
a los cuerpos perdidos sobre el tiempo,
cuando arriba, en la casa, desde el muro nos llaman,
nos piden que subamos, que la noche
ya enfría nuestros ojos, nuestros sueños.
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REGRESO
Regreso a tu presencia,
a la mano que toca los barrotes
que encierro son del tiempo que me habita.
Al instante preciso de la hora.
Al latir de la lluvia. A la razón.
A la escalera blanca de este día
que sólo ve la luz cómo corre a extenderse
sonora, abierta lumbre, en esta tarde,
en sus ojos oscuros,
penetrando sus pasos, recelosos, callando
el rodar de la muerte, desesperada voz
donde llanto es camino,
donde sueña la arena de la playa
que un día ha de venir un mar a despertarnos.
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SUBÍAS, AY AMADA
Subías, ay amada, de la tarde,
de la encendida bnjma donde nacen las aguas,
de la arena que duerme el mediodía,
del hervor, de la rosa subías, de la luz
que enseñaba sus manos quemándose en la espuma,
subías hasta ser hoguera del verano,
cuando muriendo estaban las olas su memoria,
sus orillas los labios, la piedra que rodaba
por la playa su fuego, su silencio, subías,
ay amada, hasta ser la cicatriz
sin huella de la muerte.
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PRECIPITADA VOZ
Aquella sombra arrastra con su piel
una arruga de luz. Sobre la rama
se alarga hacia el vacío su tristeza.
Una lágrima cae del telar
del sueño, precipita la luz, y se desnuda
como una flor la llama de su aroma.
Sólo escucha la tarde cómo llueve en el mar,
cómo ruedan sus ojos por la playa
y en la arena se envuelven los gemidos,
las sábanas ocultas de la alcoba
tendidas sobre líneas de fuego,
ardiendo entre la bruma que nace del olvido.
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GRIS EL MAR
La calle gris, el aire de una cuesta,
arriba, dibujando sus torres, la ciudad,
su salida a la hoguera del silencio,
grises piedras, campanas, como el agua
corriendo hasta dormirse, sobre el campo,
los árboles creciendo,
la mueca retorcida de las hojas,
y el otoño, los perros y la plaza
huyendo hasta los sueños
donde a llantos moría gris el mar.
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SOMBRA AMADA
Qué fácil somos, tierra, sombra amada,
escucha cómo crece todo a aurora, todo a flor,
todo a hoguera. Qué vuelo, nube, cima,
todo a ser alegría, todo altura,
todo, qué siempre a espacio. Pero naciendo estamos.
Sólo un juego, ya nada, es un segundo,
cuando soñar es llama, una rosa creciendo
herida, un empujón
de luz clavando a vida eternidad.
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UN HILO AMANECIENDO
Subía hasta la fuente
un hilo amaneciendo,
un hilo a hilo blanco por los labios,
una raya de fuego volando la gaviota,
al tembloroso impulso, al agua blanca
brotando azul del cántaro,
la teja, su cintura encorsetada,
cuando la mano hablando danzaba entre los muslos,
alzaba hasta la altura de unos ojos
el agua que saltaba hecha una piedra,
a sosegar la flor, esa rosa desnuda, silenciosa,
penetrando la carne, sin violencia.
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BREVE LA CENIZA
Es callada la mano, como baima,
niebla pisando breve la ceniza,
como aliento su huella, su figura,
la humedad de su nombre, sus labios, la llegada
del agua recorriendo la arena de la playa,
penetrando su cuerpo, hasta la luz
que flota y se derrama, su silencio.
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SE LLAMABA JARDÍN
Se llamaba jardín cuando escuchaba
crecer palomas blancas de la tierra,
flores, alados sueños, cuando el ojo
penetraba en la luz, y se dormían
sobre la tarde piedras del silencio,
callando sobre el frío de la arena
su cuerpo desolado, su altura descubierta
en la sombra del árbol que llenaba
de nombres y de objetos la memoria.
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SOMBRA VIVA
Vuelco del agua, lluvia, sombra viva,
relámpago la arena bajo el sueño
quebrado de la luz, la llama aurora
rompiendo azul el aire, blanco el mar
derramando la playa, los balcones
sus nubes prolongadas en el cielo,
la escalera cayendo, colgada de los pájaros
que morían soñando, que volaban
muriendo en la memoria de los años.
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CAMINO DE LA ARENA
Me gusta estar aquí
descubriéndole voces al color,
a los graves silencios del jardín,
en esta gran laguna del espacio
cocinando palabras, eligiendo promesas,
situando en la montaña los ojos, la esperanza,
y observar cómo se abren en las manos
las rosas, y el aroma de la noche
poner sobre los hombros del agua gris la frase,
la fragancia en los labios de la luz,
y elegir para el té la suavidad
de una voz, el camino de la arena, y del mar
la playa, el carrusel donde las olas
corren y danzan, liman la palabra
que dio piel a la flor, a la plaza del agua.
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DERRAMADA LA MANO
Se derramó la mano hasta sentirse
apresada en el hueco de su piel.
Huyendo fue la luz.
Los pájaros del sueño se perdieron
volando, hacia el corpino donde el cielo
de nubes y de senos se llenaba.
Se deslizó una mano hacia el aroma
callado de una flor. La vida renacía.
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RAMPA VIVA
Qué blanco es el sabor de la ternura,
los ojos derramados
sobre la rampa viva de los cuerpos,
la ola recorriéndonos la piel,
donde sedientos labios
encienden en los senos la presencia
tan viva de los sueños,
que lentamente suben hasta alturas
donde acaban las sombras y comienza a crecer
a trozos la memoria,
la plaza donde habita la esperanza.
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BLANCA ESBELTEZ
Alta, rompiendo el agua de la charca,
vino la luz quebrando la llanura,
dibujando con lágrimas el cielo,
la mano hasta la arena que soñaba
con llegar hasta el mar, y desnudarlo,
y quedarse en los labios, respirar su silencio,
su frío bajo el agua, y correr hasta el fin
donde ahogan los ojos la palabra,
se desnudan los rostros y las sombras
acuden hasta ser memoria de los años,
volver a la llanura de las aguas,
a la blanca esbeltez de su belleza.
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PEINE DE LUZ
Se cubría de flores el cabello,
las espaldas que huían
hasta abrirse desnudas rodando los caminos,
la raya que surcaba las aguas con los dedos
del peine de la luz,
la línea adelantada donde el sueño
posaba su locura, llenaba de naranjas la azotea,
cuando una voz quebrando su tristeza
se arrojaba al vacío del muro de la casa,
buscaba tras sus puertas el clamor
del agua, y vino entonces la arena silenciosa
llorando sobre el hombro las flores de su mal.
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EL CUBO
Se derramó del cubo
la mañana redonda del agua de unos ojos,
y desnudos corrieron los pasillos,
por canales y rostros, por espejos,
hasta quedar el fuego sobre el piso
como una plata ardiendo todo el mar,
y la arena y la piedra que rodando
escribían sus rostros de memoria
sobre el agua que el cubo derramaba.
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RELATO
Relato es blanco un hilo que se cose,
se enhebra, pace un río, escucha al mar,
se tiende largo, busca el color de la playa,
dormita la sonrisa que se ondula en la arena,
y penetra la ola
recogiendo la hoguera que palpita los labios,
besándole los ojos
a la inmensa desdicha de una frente,
cuando la aguja hilvana
vistiendo de locuras la palabra,
rematando con luces la belleza.
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BLANCA SOLEDAD
Olvidado en la sombra se dormía
cayendo de la tarde, descendido
del aroma, del tiempo que añoraba,
ya sueño, nube o flor, lento oleaje
del aire por la playa derramado,
temblor de oscura hoguera, breve lluvia
de arena, tiempo, olvido de la hora
quemándonos los ojos
la blanca soledad frente a la luz
sonora, gris del mar. No regresaste
al sueño, a este silencio que aguardaba.
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AZULES PAREDES
La casa tiene azules las paredes,
son altas las ventanas de su luz
donde penetra el sueño, blanco el mar
por la escalera, gris el aire, el vuelo
de la nube, la alegría... La casa tiene
salones para el agua que penetra
hasta el jardín que llueve aladas olas,
azoteas de flores, tardes, playas,
ojos tendidos, senos, soplos de fuego y pájaros
derramados, cayendo sobre el día
donde muere la noche
que nadie ya en la orilla soñando está su olvido.
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PLAZA DEL MAR
... cruza el cielo
desfilando paisajes.
LUIS CERNUDA
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ZARPA DEL AGUA
Del aire, de la zarpa del agua, de la flor,
de la taza del sueño, de los labios,
del vuelo sobre arena de la playa,
del pez vivo en la mano como un ala encendida,
cubriendo de oleaje la memoria,
tú vienes al recuerdo que habita la niñez,
su presencia desnuda, nuestros juegos,
la risa, los amigos ya mudos para siempre
en el cuarto infinito, oscuro de la muerte.
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GAVIOTAS DESPRENDIDAS
Contra el muro la barca, las espaldas dormidas,
el marinero, el sol, la tarde oscureciendo,
y abajo, recorriendo la arena hasta la orilla,
el mar, su corpulencia, su extensa obesidad,
sueños, niños que juegan en la playa,
que se llenan los ojos de lluvia y de salitre,
muchachas que dialogan,
que ríen atrevidas ocurrencias,
que huyen de sus senos hacia el mar,
hundidas en el agua, cayendo de las nubes
sus nalgas, de las olas, y en el aire
las hojas, las gaviotas desprendidas,
tan blancas, de los libros, el verano.
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PIEDRA DEL AGUA
De la piedra, del agua que se enrama
como fuente tallada del tronco de una hoguera,
de la fuente que arriba pisa luz,
toca campanas, roba palomas, sube,
sube a la nube, al aire, araña al cielo,
y la mano le llena de jardines,
cuelga el sueño, lo abre como un libro,
y lo cierra y se duerme, y escucha cómo el mar
se derrama en la playa y se muere.
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PLAZA DEL AGUA
Para el agua una plaza,
un círculo de luces para el agua,
una fuente mis ojos, mi alegría
para el agua, una ñor, una palabra
subiendo la escalera que se escapa
cuando lleva hasta el cielo, para el agua
la plaza de la luz,
la risa, el oleaje de unos ojos
para el agua, este pez y una gaviota
llevándole a la amada mis labios, para el agua
la calle donde escucha el corazón
los ojos que ahora sueñan,
para el agua que enciendes, para el mar.
Por ti blanca la plaza para el agua y su luz.
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AGUA PISADA
Me gusta andar descalzo
pisando el agua blanca de la arena,
tener los pies azules como el mar,
como el agua del sueño, como el agua
del charco que en el agua del cielo se detiene,
y llenarla de playas,
de huellas y escondrijos, de tesoros y calles,
y de plazas la luz,
y llamarme festivo para estar
blanco el día jugando, disfrazado de pájaro,
por ser sólo camino andando sobre el mar,
tras su mágica sombra, donde habitan los mapas,
los colores que viajan, mis lágrimas, mis ojos.
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ARENA Y CAMPANA
Dio la vuelta en el aire
la ola que corría dando vueltas y vueltas,
sobre el mar, como el aire,
a trozos por la playa,
saltando como el agua, como el niño
que siempre daba vueltas,
aquel niño y la ola
dando vueltas de arena y de campanas.
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VERANO
Verano es como el mar que se llena de olas,
de sueños y sombreros, de muchachas,
de labios y de ojos,
y de arenas y lluvias silenciosas,
que llegan hasta el agua desnuda de las manos
abiertas, y una playa de jóvenes que huyen
al sol, a los espejos que ahora escapan,
que azules se derraman
sobre la sombra viva del estío.
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LA MECEDORA
La mecedora blanca de la luz
se columpia esta tarde.
Qué sola balancea la llanura,
la playa derramada llenándose de arena,
de puertas y cristales, de jardines,
la mecedora, el libro, sus páginas de agua,
el verano y la risa de los niños,
el traje de la abuela,
y el perro que ahora salta de sus faldas,
y las tazas volando
del té hacia los labios,
y las muchachas solas, perdidas en el mar,
que se abrazan, la playa, hasta el deseo.
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LECTURA MARINA
Arrodilló la voz, el agua, el aire,
el mar que al sol subía
leyendo los colores al espacio,
abriéndole los ojos a la arena
que corría a la orilla, recostaba
sobre el agua desnuda la sombra de una ola,
la playa oliendo a niños, a manos inventando
montañas, mariposas,
y la infancia soñando en la palabra
oscura y solitaria del hombre que camina
descalzo, sobre el viento
que se arrastra en la arena,
que de nuevo penetra en el abismo
donde habitan los ojos
profundos de un silencio que se pierde en la luz.
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ESCALERAS VOLANDO
Sombra es la hoja alada de la tarde,
la curva de la playa,
la silueta desnuda del rostro del paisaje,
los colores vestidos, sus ventanas,
la escalera volando del agua hacia los sueños,
desnudas las muchachas
volteando los días, jugando a ser pasillos,
memoria de escondidos escritos y recuerdos,
jardines que se pierden con la luz
donde acude la fuente del olvido,
la muerte inconsolable de los seres.
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TODO EL MAR
Ay piel, qué azul, dormida,
terca el agua, sedienta,
la ola en vilo, arriba, firme, firme,
y el aire tras la bruma, césped que plancha el mar,
que viste de jardines y muchachas
la luz que fleta nubes, que se ahoga
entre sombras de arena, hasta la playa
donde juegan las manos a ser vuelo,
memoria de unos labios, ser cristal
que asoma sus ventanas a los ojos
donde a trozos penetran los pájaros del día,
cuando la infancia, olvido,
vuelve blancas las hojas de los libros,
las piedras del camino, transparentes los años,
y en el mar, todo el mar, hundiéndose la noche.
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EL CARRUAJE DEL AGUA
Era un sueño, una torre de nubes para el mar,
subiendo hasta el carruaje de las aguas,
donde la arena gris gimiendo se dormía,
enfriaba sus ojos, la memoria del niño,
el aire que vestía
de lágrimas y flores los jardines,
las sillas esperando tras la mesa
quién las llene de olas y geranios,
de galopantes nalgas, gaseosas siluetas,
ante las blancas manos donde tejen aromas
los pájaros que asoman en sus vuelos preguntas,
llorando soledades, cuando el té se derrama
manchando de ternura los labios del mantel,
la tarde que caía en el estanque.
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BLANCOS PELDAÑOS
Subes los escalones de la plaza,
donde el sueño y la flor del mediodía
tienden blancos peldaños hacia el mar,
recuestan las muchachas sus melenas
de agua, sus jardines, sus nubes sobre el aire
donde rueda la arena, se derrama
la lluvia, cuando sombras despeñan sus silencios,
cubren la piel de aladas escaleras
que cuelgan de la altura de la luz
la memoria que vuelcan los jardines,
donde el tiempo en la tarde se derrama,
como el árbol las olas
que buscan en el fuego despertar.
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SÉPTIMO MAR
Fiel lienzo, desatado relámpago marino,
sombra cubriendo escalas a la luz,
ay llanto, amanecer sobre la playa,
su rostro, su ancha estampa, su sonrisa,
cuando trajo prendida del estribo la nube,
su tormenta de arena rodando cabelleras,
grandes mantas de hierba hasta la orilla,
donde el fuego gimiendo doblaba la cintura
hasta tocar la tarde, buscar entre sus labios
la huella de su aliento, de su oscura
palabra puesta en vilo, a la muchacha
que soñaba elevar las torres de la aurora,
desnudar sus campanas rodando tras la noche,
hacia el séptimo mar de su memoria.
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LA HUELLA DE SU SOMBRA
Está fría la mano de la luz,
la huella de su sombra hasta la orilla,
su rostro, su memoria, su silencio,
está fría la ola, su escalera rodando
blanca el agua del mar, sus gaviotas huyendo
la raya gris del aire, sus obesas carretas
transitando las nubes, tendidas las muchachas
sobre azules relámpagos, sus nalgas amueblando
de labios las praderas redondas de la arena,
los senos despertando las playas que dormían
sobre extensas colinas soledades,
inviernos en los ojos que se abrían desnudos
para darnos más cielos a memoria,
más tramos a la luz, más colores al mar.
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VOLANDO LA MEMORIA
Cuántas horas sepultas, hundidas en los ojos,
perdidas en la sombra de la tarde,
palabras desoídas, olvidadas,
oyendo voces, voces
prendidas del más hondo de los ruegos.
Cuánta amargura, mar, para nunca del aire
volver a ser regreso. Sí en tu olvido
volando la memoria.
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FRENTE A LA LUZ
Frente a la luz el agua, la montaña,
frente al cuerpo desierto de la playa,
tendida, una muchacha, la arena hasta la orilla,
la barca tras la espera de las olas,
como la tarde abriendo sus ojos para el sueño,
donde charcas se ahogan, se oscurecen los días,
los rostros se disgregan tras la nube,
el tiempo, tras las tapias, los jardines
donde la luz toma el té, se cubre de misterios,
de lágrimas, recuerdos, pacen prados colores,
cuando cae la sombra, frente al mar,
donde muere y se entierra la memoria.
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BAILE BLANCO
Altura hasta la ola el baile blanco
que rizado en la orilla se deshoja,
así el aire tendido de la plaza,
la arena adormecida, la sombrilla
cubriendo las muchachas, tenues sombras
arrodillando el aire que se tiende,
se derrama desnudo, cubre de ojos
la sombra de la luz que baila hogueras,
se vuelca hasta morir la lejanía
que escapa de las manos, de los juegos
que no alcanzan a ser de la memoria
labios para el olvido de la tarde,
azotea marina de la luz.
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RESURRECCIÓN DE LA MEMORIA
La nada es de pronto
memoria.
JORGE GUILLEN
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RESURRECCIÓN DE LA MEMORIA
Ocupar este hueco,
llenarlo hasta que vuelva a ser la casa
el rojo desvarío de las flores,
el baile azul del patio, y penetrar
en los ojos que palpan sus paredes,
los viejos manuscritos, quitarle el polvo al sueño,
y dormir por etapas el silencio, y llenarlo de luz,
abrirle las cortinas a la noche,
y que el aire penetre
como el día que viene del frío de la tarde
arrancándole al tiempo sus cabellos,
desnudando su cráneo de otros seres,
amueblando de rostros el salón,
poblando de siluetas los pasillos
y el portal de la calle dando entrada
al campo que los años se llevaron,
a voces familiares y azoteas,
a niños, a campanas, pájaros, fuentes, sombras
abriendo ya sus brazos a la vida,
de nuevo a este regreso inesperado
de la resurrección de la memoria.
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LA PIEDRA RECORRIDA
Su traslado se alarga. Se hace sombra. Una luz
recorriendo la piedra, moviéndole al camino
su tiempo, su tardanza en explorar
la forma, el recorrido, cuando toca la esquina,
descubre al dar la vuelta que otros seres,
pequeños, se derraman tratando de llegar
al exacto equilibrio donde habitan los ojos.
Y el tiempo abre sus puertas a la luz
porque pase la mano
que prolonga y mendiga su traslado.
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LUZ DE MI
Tú sola, luz, qué lenta
cayendo sobre el rostro de los años,
ay tiempo, piel del cielo,
todo el mar, todo el sueño derramado
sobre la arena negra de la noche,
cayendo, abismo, oscura soledad,
libre tú, cara y cruz, ay sombra, luz de mí.
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OSCURA LUZ
No inerte, oscura luz, callando vida,
no helada voz viniendo de la sombra,
del beso del abismo,
precipitado llanto de unos ojos.
No la muerte ocultándonos su horario,
ni la escalera huyendo de su altura,
ni abajo, en la memoria, doliente la palabra
tan fría del silencio, si queremos la hoguera
cegándonos su fuego,
su dormitorio abierto a la mañana,
su infinita y doliente claridad.
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MÁS OSCURO QUE AMADO
Más oscuro que amado, más dolido
que sombra de campana, más sincero que bruma
desolada en los ojos, más amado
que ser amado pueda, más oscuro que playa
esperando que cielos se la lleven,
que nubes la derramen, la desprendan
de tanto olvido, esperas, espejos donde ocultan
los ojos al silencio
más amado y oscuro de estas horas
que por nada se fueron.
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LAS RAICES DEL MIEDO
Se cubría' de arena el mar, su luz,
los ojos que llenaban de lágrimas los sueños,
se cubría de espuma
el agua que dormía entre sus brazos,
de tardes y azoteas la fuente de su pelo,
la tierra derramada por los ojos,
de lluvia y de gaviotas y vértigos cubriendo
sus hombros, las raíces del miedo,
hasta cerrar tapiando las ventanas,
las puertas de esta casa a este deseo
que ocultaba en la alcoba los ojos de la muerte.
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AGUAS MUDAS
Derramado el camino,
su lengua gris sedienta sobre el polvo,
árboles desnudando sus hojas de la tarde,
sobre estanques dormidos,
espejos que ahora buscan a seres que se ocultan,
vagabundos del sueño,
corriendo tras los pájaros que huyendo van al mar,
tras las sombras, los años que recuestan sus rostros
sobre las aguas mudas, solitarias del tiempo,
del ser que nos convive,
que aprisa se nos va tras el vacío
donde habita memoria su estructura.
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ABANDONO
Debajo de la piedra estaba el agua,
el grito diminuto del espacio, su líquida ternura,
la fuente taladrando la madera del sueño,
subiendo a la azotea que pastaban las nubes,
arrojando papeles, escritos a la noche,
a la calle, y del aire haciendo un cubo
para guardar las hojas inservibles,
inútiles recuerdos,' otros tiempos,
lágrimas, cartas, flores,
y el mar, inmenso el mar de la desdicha,
su tarde, su abandono, su alegría.
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LA CASA QUE IBA AL AGUA
Breve vino la mano a ser del mar
la ola, hablado el pelo hasta la orilla,
una charca de voces y eléctricos cristales,
una manta de arena por la playa
cayendo de la noche, hacia el abismo,
una rosa en la luz
sentada ante la casa que iba al agua
a refrescar sus ojos, su silencio,
más allá del olvido, de unos labios
cerrándose en el frío de la muerte.
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ROSTRO GRIS
Andar sobre la bruma, sobre el humo
que breve pisa el sueño, blanco el día
que flota en el silencio, ?>
andar la luz despacio del pasillo *
que prolonga su cuerpo, sobre el campo *
que extiende su raíz, sus vegetales miembros
sobre el dolor crecido de la aurora,
sobre la piel desnuda de la voz
que rompe y grita el agua de la fuente,
que agita blancas manos, para el aire
que oculta el rostro gris de su memoria
en la nube y la muerte de su paso.
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VIDRIERAS DEL MAR
Penetró hasta su forma,
al principio y raíz de su palabra
eléctricas sus voces, breves pronunciaciones arrancadas
de las páginas de un libro,
los pájaros, los blancos ejercicios
del cristal de las olas, las vidrieras del mar,
apresando los ojos que se evaden del sueño,
risueñas como orillas bordeando de luces y azucenas
el gemido del agua, sus blancos borbotones,
hasta caer en tierra la memoria,
rendida la palabra,
oscura como muerte en el camino,
el tiempo que la habita, la penetra.
El sexo de la luz.
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NEGROS DESFILADEROS
Lágrima o cicatriz. Blanco el cristal se duele
rodando la mejilla. Negros desfiladeros
las piedras, como gritos. No te mueras
- le pedía al silencio la luz que así bailaba
de unos ojos-, espera a que el tiempo
te penetre la sangre, no escuches más al mar,
no llores más la fuente que te habla,
ocúltate en las lágrimas, no te mueras.
Ahora ya conoces su camino.
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TRAS LOS PÁJAROS
Penetró hasta su fiel raíz profunda
la mirada del agua, el manantial
que gritaba entre las rocas, donde huía quemando
dolorosa la tierra. Larga esta calle blanca
recorriendo silencio,
su lánguida ternura saltando piedra a piedra,
su extenuante memoria, la escalera
que baja hasta la orilla donde acude
a descansar la arena y la alegría
del tráfico del agua, y el ruido de unos ojos
abiertos a los barcos que lejanos
se pierden como el cielo, tras los pájaros
que huyen de la isla,
de la casa y la alcoba donde escucho la muerte.
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SOMBRA BLANCA
No somos sino huella, sombra blanca
transitando jardines, sólo aroma de luz,
apenas ya sonido suplicante
de leña, humilde brasa de una hoguera,
ya nada en esta noche que tú llenas
de faldas y de labios,
de cántaros y lluvia, de cristales llorando,
la alcoba que da vueltas, que rueda en la memoria
de aquel día tan sólo en el deseo.
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EL ÁRBOL QUE SE PIERDE
Se oscurece el camino que transito,
los árboles se pierden, se hacen sombra
que obligan a los ojos a escuchar,
a rastrear el aire que doblamos,
tantear con los pies
el polvo que oscurece la mirada,
tanta noche de pronto en las paredes
ocultando ventanas a la casa,
cerrándonos sus puertas, la luz al nuevo día.
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LUZ A CIEGAS
Adivinar los rasgos. Tocar la luz a ciegas.
Conocer la medida del silencio,
cuánto pesan los labios, los deseos,
adivinarlo todo, palpando sólo sueño,
de memoria el camino que no existe.
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ESPUMA DOLORIDA
Callábamos la ola que rodaba la arena
el agua de la playa, su espuma dolorida.
Sólo el sueño despacio hacia la fuente.
Callábamos el sol que rompía en los ojos
su fuego, su salitre,
su lágrima afilada de cuchillo.
Silencio era el dolor que nos tocaba
cerrándonos los labios.
Callábamos temiendo que la voz
del sueño delatara la presencia
del fuego entre los brazos.
La muerte a veces tiene la misma acentuación
sonora de la nada.
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FRÍO AGONIZANTE
Querías ser, soñabas, a gritos lo pedías,
ser el llanto del aire penetrando la casa,
el frío de la muerte en el zaguán,
la esquina rodeando cinturas de agua azul,
adivinar qué sol dormía en la azotea,
en qué habitación el frío agonizaba
la ola de la tarde, qué querías de mí,
si era el sueño o la mano escribiendo caminos,
o nada más que el fuego, o nada más que olvido.
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PERTENENCIA
Es todo cuanto tengo: este reloj
de arena, esta cómoda de agua,
esta mesa, esta silla, este andar, pero
sobre todo, esta luz,
esta clara manera de mirar y callar.
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ROTA ORILLA
Estabas en los ojos, en el juego,
sobre la mancha rota de la orilla,
entre la malla oscura de la arena,
y en la voz que subía blanca del agua
estabas. No era un sueño.
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BLANCAS LETRAS
Se oscurece la arena cuando escribo,
igual que cuando pasa el mar su luz,
su ráfaga de sombra dibujando
tu rostro, abriendo calles, nuevos ojos
al frío del espejo, blancas letras
levantando paredes, cultivando paisajes
detrás de las montañas del olvido.
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EL FARDO
El fardo, bulto frío sacado de la oscura
bodega, de la noche metida siempre al fondo
de la ebria sentina de los barcos,
arrojado al sudor de la marea, al sueño
profundo de una sima, cuando eternas corrientes
lo llevan a la playa, lo tumban en la arena,
y el fardo queda oscuro, retorcido, los niños
le confunden, ya creen ver un hombre que duerme,
los guardias un borracho, aquel fardo, la sombra
que en la arena ha dejado
de la playa y la tarde, su nombre, su escritura de muerte.
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MORIR EN LA MEMORIA
Morir en la memoria, desenvolver la luz
y arrojar su envoluira
en un rincón del sueño,
y ser de nuevo el llanto que rompía
la flor por vez primera, y aún más lejos
regresar para siempre, y olvidar
que un día, por descuido, fuimos casi
nacidos para ser
el sueño que ahora somos.
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Í N D I C E
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VIDRIERA MARINA
Ventana marina, 9
Azotea marina, 10
Jardines azules, 11
Casa del mar, 12
Negro el mar, 13
Agua la luna, 14
Vestimenta de luz, 15
Regreso, 16
Subías, ay amada, 17
Precipitada voz, 18
Gris el mar, 19
Sombra amada, 20
Un hilo amaneciendo, 21
Breve la ceniza, 22
Se llamaba jardín, 23
Sombra viva, 24
Camino de la arena, 25
Derramada la mano, 26
Rampa viva, 27
Blanca esbeltez, 28
Peine de luz, 29
El cubo, 30
Relato, 31
Blanca soledad, 32
Azules paredes, 33
PLAZA DEL MAR
Zarpa del agua, 37
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Gaviotas desprendidas, 38
Piedra del agua, 39
Plaza del agua, 40
Agua pisada, 41
Arena y campana, 42
Verano, 43
La mecedora, 44
Lectura marina, 45
Escaleras volando, 46
Todo el mar, 47
El carruaje del aire, 48
Blancos peldaños, 49
Séptimo mar, 50
La huella de su sombra, 51
Volando la memoria, 52
Frente a la luz, 53
Baile blanco, 54
RESURRECCIÓN DE LA MEMORL\
Resurrección de la memoria, 57
La piedra recorrida, 58
Luz de mí, 59
Oscura luz, 60
Más oscuro que amado, 61
Las raíces del miedo, 62
Aguas mudas, 63
Abandono, 64
La casa que iba al agua, 65
Rostro gris, 66
Vidrieras del mar, 67
84
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Negros desfiladeros, 68
Tras los pájaros, 69
Sombra blanca, 70
El árbol que se pierde, 71
Luz a ciegas, 72
Espuma dolorida, 73
Frío agonizante, 74
Pertenencia, 75
Rota orilla, 76
Blancas letras, 77
El fardo, 78
Morir en la memoria, 79
85
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colección poesía
0 Efigie canaria
Manuel Padorno
1 Simple condicional
Pedro Flores
2 Desierto
Javier Cabrera
3 Recintos
Paula Nogales Romero
4 Contrazul
Antonio Puente
5 Memorias para el
invierno
Manuel Díaz Martínez
6 Ascuas del nadir
Justo Jorge Padrón
7 Azotea marina
J.M. Millares Salí
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9788488979070
Ediciones
Excmo. Ayuntamiento de
Las Palmas de Gran Canaria
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