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CUADERNOS DE Patrimonio Histórico JULIO CUENCA SANABRIA JOSÉ GUILLÉN MEDINA JUAN TOUS MELIÁ Arqueología de La Fortaleza de Las Isletas La memoria del Patrimonio Edificado 3 JOSÉ MANUEL SORIA LÓPEZ PRESIDENTE DEL CABILDO DE GRAN CANARIA PEDRO LUIS ROSALES PEDRERO CONSEJERO DE CULTURA Y PATRIMONIO HISTÓRICO GRACIA PEDRERO BALAS DIRECTORA INSULAR DE CULTURA Y PATRIMONIO HISTÓRICO COORDINACIÓN GENERAL JUANA HERNÁNDEZ GARCÍA DEPARTAMENTO DE DIFUSIÓN DE LA CONSEJERÍA DE CULTURA Y PATRIMONIO HISTÓRICO GESTIÓN JOSÉ ROSARIO GODOY DEPARTAMENTO DE DIFUSIÓN DE LA CONSEJERÍA DE CULTURA Y PATRIMONIO HISTÓRICO TEXTOS JULIO CUENCA SANABRIA JOSÉ GUILLÉN MEDINA JUAN TOUS MELIÁ FOTOGRAFÍAS JULIO CUENCA SANABRIA JOSÉ GUILLÉN MEDINA CROQUIS Y DIBUJOS NÉSTOR CUENCA COORDINACIÓN EDITORIAL ISABEL GRIMALDI DEPARTAMENTO DE EDICIONES DE LA CONSEJERÍA DE CULTURA Y PATRIMONIO HISTÓRICO DISEÑO GRÁFICO MONTSE RUIZ REALIZACIÓN PORTER EDICIONES FOTOMECÁNICA E IMPRESIÓN LITOGRAFÍA GRÁFICAS SABATER ISBN: 84-8103-397-9 DEPÓSITO LEGAL: © Cabildo de Gran Canaria, 1ª edición 2005 © De los autores para sus textos Las opiniones expresadas en cada uno de los textos y colaboraciones incluidas en este cuaderno son de exclusiva responsabilidad de sus autores. “La traza de este castillo es antigua desde el año 1515 que fue quando se fabricó. Las murallas muy altas, es inex-pugnable, sin poder ser rendido sino por hambre. No puede ser minado por estar hecho sobre un marisco vivo serca del mar que lo baña por una parte, para entrar el enemigo a de pasar por tres puertas fuertísimas que tiene las quales a de romper primero. Estas están sin mirarse unas a otras por cuia causa dado casso que se rompa la primera, qua ha de ser con artillería, le ha de costar gran triunfo la segunda por ser la entrada angosta y no poder-se hacer como la primera sino a fuerza de brazos y esto con poca gente, la qual con facilidad puede ser muerta, aun-que entren muchas veces respecto de que está descubierta esta entrada estrecha y se pueden arrojar piedras desde arriba, granadas, pólvora y otras cosas que para el dia de la ocasión estan apersevidas. En la tercera puerta hace la mesma entrada y recodo que se puede defender con la mesma facilidad y despues se sale a un patio por donde se sube a la plataforma que lo hacen por unas escaleras de madera levadisa, las quales quitadas quedan seis o siete estados en alto las paredes del castillo por donde es impo-sible subir (...)” Fray José de Sosa AGRADECIMIENTOS: • Ministerio de Vivienda • Cabildo de Gran Canaria • Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria • Archivo General de Simancas (AGS) • Servicio Histórico Militar (SHM) • Isabel Aguirre Archivo General de Simancas • Javier Fonseca Ministerio de Vivienda • Luz Marina Alberiche Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria • A las personas que nos apoyaron durante el proceso de investigación, en especial a Candita, Carmen, Toñy y D��cil Índice n Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 n Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 n Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 n Veinte años de arqueología histórica en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23 n El proyecto de rehabilitación del Castillo de La Luz: inicio de las obras y primeros hallazgos arqueológicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29 LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS EN LAS FUENTES HISTÓRICAS n La construcción de una fortaleza en la España de los Austrias mayores . . . . . . 37 n La fortificación de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria durante el Quinientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47 n La evolución de la Fortaleza de Las Isletas a través de las fuentes históricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61 LA INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA n Arqueología de la Arquitectura: la memoria del patrimonio edificado . . . . . . . 83 n Algunos aspectos metodológicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87 n Los depósitos arqueosedimentarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91 n Los materiales arqueológicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95 n Análisis arqueológico del edificio: una propuesta evolutiva de la fortaleza . . . 109 LA CONSTRUCCIÓN DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS n Quiénes fueron los autores del proyecto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121 n Cómo se construyó la nueva fortaleza: materiales y técnicas empleadas . . . . 127 n La fortaleza que saqueó Van der Does . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139 ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 7 8 LA ARTILLERÍA DEL CASTILLO DE LA LUZ (1494-1599) n Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153 n La Torre de Alonso de Fajardo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155 n La Torre y el primer recinto amurallado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165 n La Torre y el recinto abaluartado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169 n La artillería del recinto abaluartado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173 n El Castillo de La Luz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177 ANEXOS n Apéndice documental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211 n Glosarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235 n Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239 n Planos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245 Cuadernos de Patrimonio Histórico Presentación Sírvanos, para presentar este libro las palabras de una de las perso-nas que más ha tenido que ver con la historia de las fortificaciones de Canarias y, en particular, del Castillo de la Luz, las del ingeniero militar Leonardo Torriani, en su carta al Rey Felipe II, allá por el año 1592, en su “Descripción de las islas Canarias”: Reciba, pues…., este pequeño regalo, el cual no pretende mostrarse, hinchado de ambición, por las espléndidas plazas, ni aspi-ra a la inmortalidad, con buscar los aplausos de la fama, o la eternidad de la imprenta. Reciban, entonces, esta publicación con el sencillo empeño de acre-centar el conocimiento sobre uno de los monumentos más emblemáticos de Gran Canaria y del conjunto del Archipiélago, siendo el primer inmueble pro-tegido legalmente de Canarias (año 1941), mucho antes del decreto del año 1949 que declaraba Monumento Histórico Artístico a todos los castillos de la geografía española. Se trata ante todo de un libro de historia, que emana de una de las intervenciones más importantes que se han llevado a cabo en los últimos años sobre el Patrimonio Histórico de Gran Canaria. La iniciativa llevada a cabo por el Excmo. Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria con el ánimo de poner en valor el Castillo de la Luz, a través de un proyecto de rehabilitación, dio lugar a los trabajos arqueológicos cuyos resultados aquí se presentan. El texto recoge, en una documentada narración, las conclusiones de un gran esfuerzo interdisciplinar para reconstruir el origen, evolución y transformaciones que ha vivido este singular emblema de nuestra identidad histórica y cultural. Cabe destacar la copiosa información recuperada, así como las interesantes aportaciones, muchas de ellas inéditas, localizadas en diversos archivos, especialmente en Simancas. Proteger las piedras que constituyen y levantan este tipo de monu-mentos, los más fuertes, los más imperecederos, ideados y construidos para resistir, no sólo las balas sino el tiempo, es un deber y una responsabilidad que hemos aceptado gustosos, dadas las competencias del Cabildo de Gran Canaria en la defensa y protección del patrimonio histórico insular. Pero es que, además, con esta publicación nos hemos comprometido a descubrir y ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 9 10 dar a conocer el alma de este monumento, su historia intrínseca, aquello que en última instancia va a explicar el porqué de esas piedras y coordenadas de esa señera construcción. Muchas de esas historias, subyacen en las preguntas que se hacían quienes idearon, intervinieron o transformaron esas murallas que hoy admiramos, como nos lo demuestra el propio Torriani en su cues-tionario sobre los proyectos de construcción de las fortificaciones de las islas, al preguntarse por el sitio en el que está, el que domina o el que está domina-do y a que distancia; la altura, el grosor, la capacidad; de qué materiales, en qué tiempo ha sido hecho y con qué objeto y con qué dinero, si del Rey o de la República, o de contribuciones, o de particulares, y la orden que se ha observado, tanto en pagar como en fabricar, y quien ha establecido su forma y dibujo. Este libro, que ahora presenta la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria, creemos que es un justo legado a las generaciones venideras. No cabe duda que esta obra quedará, a través de la imprenta, unida desde ya a la historia que ha de andar el propio Castillo. CONSEJERÍA DE CULTURA Y PATRIMONIO HISTÓRICO Cuadernos de Patrimonio Histórico Prefacio Nos atrevemos a aventurar que la lectura de este libro va a estar repleta de sorpresas y desmitificaciones y enriquecerá, de manera notable, el conoci-miento histórico de aquellas personas que recorran sus páginas, no sólo por la cantidad de datos novedosos e inéditos sobre uno de los monumentos más importantes de Gran Canaria y del Archipiélago (no en vano es el pri-mer Monumento Histórico Artístico de Canarias, declarado por Decreto el 12 de julio de 1941)1, sino porque, además, nos va a proporcionar a los veci-nos de esta ciudad un conocimiento y una imagen muy distinta de lo que nos habíamos creído era el pasado y la naturaleza del Castillo de La Luz. Queremos, antes de introducirnos en el contenido del libro, destacar cinco aspectos que creemos pueden significar avances en la política de defensa de nuestro patrimonio histórico a partir de la intervención específica en el Castillo: 1- En primer lugar, un aspecto relacionado con el acrecentamiento de nuestro conocimiento histórico en la medida en que se produjo, durante los trabajos de restauración y rehabilitación del Castillo, un descubrimiento excepcional del que no existía ni la más mínima sospecha entre los espe-cialistas que habían estudiado el pasado de este monumento. El hallazgo de las murallas primigenias del Castillo, posteriores a la torre de Alonso de Fajardo y anteriores a la edificación que conocíamos hasta hoy y de la que poseíamos representación gráfica a partir de los planos de L.Torriani, supu-so un vuelco en el conocimiento histórico, arquitectónico, patrimonial y documental sobre la vida de este emblemático inmueble. Si a este hecho le unimos la enorme cantidad de información que aportó la excavación sobre la cultura material de las postrimerías del s. XV y primera mitad del s. XVI, podemos afirmar que el conocimiento histórico fruto de esta intervención, ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 11 1 Hay que destacar, la fecha de esta declaración , ya que se produce ocho años antes del famoso Decreto de 22 de abril de 1949, por el que se declaran de forma genérica y con dicha categoría , todos los castillos del Estado español. 12 ha abierto nuevas y sugerentes líneas de trabajo. Sobre el alcance científico de este descubrimiento queremos reseñar que no había referencia alguna, respecto a la existencia del hallazgo, ni en los planos históricos ni en la docu-mentación publicada hasta entonces sobre el Castillo de La Luz. Así, tampo-co la había en los estudios que sobre la fortaleza han realizado investigado-res tan notables y rigurosos como Antonio Rumeu de Armas o el coronel Juan Tous, autor de uno de los capítulos de este libro. Sin lugar a dudas, el hecho supone un impacto social, histórico y científico evidente. 2 - En segundo lugar, creemos que este descubrimiento, estos trabajos científicos y, concretamente, este libro que los sintetiza y los da a conocer, van a tener una indudable proyección social, ya que no estamos hablando de un monumento cualquiera sino de un elemento significativo del paisaje urbano de la ciudad, con el que han convivido miles de ciudadanos y que ha ofreci-do un sinfín de usos y actividades culturales (exposiciones, conferencias, jor-nadas, centro cultural, etc.). El Castillo que casi todos conocíamos, fruto de la restauración llevada a cabo entre los años 1968 y 1972, escondía secretos en el subsuelo sobre el que habíamos caminado muchos ciudadanos. Nos cons-ta el rostro de sorpresa, y por qué no decirlo, de emoción de muchos inves-tigadores de la historia de la ciudad, de responsables políticos, arquitectos, arqueólogos, periodistas, trabajadores de la propia obra, etc., al observar, por primera vez, las murallas recién descubiertas. Creemos que la apertura de este monumento con la exposición pública de los restos arqueológicos que contenía, con independencia del uso posterior que vaya a tener y de las dife-rentes opiniones sobre algunos de los criterios empleados en la propia inter-vención, va a significar un acontecimiento social y cultural de gran relevancia para la ciudad. 3 - En tercer lugar, estamos convencidos de que la intervenci��n arqueo-lógica que da pie a esta publicación va a influir, de forma positiva, en las polí-ticas de protección, recuperación y conservación de nuestro patrimonio his-tórico. Si bien no se trata de la primera intervención en el terreno de las excavaciones de arqueología histórica y urbana, iniciadas en los años sesenta por los hermanos Serra Rafols tras el redescubrimiento de los primeros asen-tamientos europeos en Lanzarote y Fuerteventura, y con actuaciones tan emblemáticas como la excavación del antiguo solar donde se encontraba el Convento de San Francisco que tuvo, desde el punto de vista de la conser- Cuadernos de Patrimonio Histórico vación, un final poco afortunado, y reconociendo la importante aportación de otras actuaciones como las llevadas a cabo en el solar norte de la Catedral o en la Calle Rosarito (publicada en esta misma serie), sí podemos decir que el proyecto de rehabilitación del Castillo, del que son autores los arquitectos Enrique Sobejano y Fuensanta Nieto y, sobre todo, los acontecimientos habi-dos a partir del descubrimiento de la muralla y la incorporación del equipo de arqueólogos, la génesis administrativa y constructiva de dicho proyecto, la reformulación del proyecto original basándose en dichos descubrimientos y el resultado, prácticamente final,2 han supuesto un nuevo paradigma para futuras intervenciones de restauración y rehabilitación de monumentos his-tóricos, como podemos comprobar ya, en los trabajos que se vienen llevan-do a cabo en el Castillo de Mata. 4 - Un cuarto aspecto, mirando hacia el futuro, es el de obtener ense-ñanzas de esta actuación para corregir y mejorar los criterios a emplear en las intervenciones de restauración de nuestro patrimonio histórico, especial-mente desde las múltiples aportaciones que la arqueología histórica y urbana y, en concreto, la arqueología de la arquitectura, pueden hacer en el conoci-miento de nuestro pasado y en la recuperación de nuestros edificios más señeros. Establecer, ya desde la fase proyectual, equipos interdisciplinares entre arquitectos y arqueólogos (así como otros técnicos), es norma habitual para la restauración y rehabilitación de edificios históricos. Pero si bien es cierto que dicha práctica es común a muchos lugares y ha sido debatida vivamente desde hace años en otras latitudes, también lo es que en Canarias, la asun-ción de dicha necesidad y, diríamos nosotros de dicha obligación, para una adecuada política de protección y conservación de nuestro patrimonio his-tórico, ha sido muy tardía y presenta, todavía, muchas resistencias. En ocasiones dicha resistencia ha partido de los propios técnicos motiva-da por un celo infundado y restrictivo por mantener parcelas independientes de actuación. Para el caso que nos ocupa, dicha situación, pese a manifestar-se en discrepancias lógicas de pareceres, de ritmos y de alcance de las actua-ciones, sobre todo en la medida que los hallazgos se producen en un estado relativamente avanzado de la obra, se fue solventando con un diálogo y una ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 13 2 Quedan, aún por culminar, algunas fases de la restauración y consolidación de la muralla y algunos muros interiores y el estudio del material arqueológico localizado. 14 comprensión creciente, hasta el punto que se reformula de manera global el proyecto y, en palabras de los propios arquitectos, la muralla descubierta pasa a convertirse en un elemento central y definitorio del modificado del proyecto. La nueva intervención en el Castillo de Mata ha superado esta contradicción, estableciéndose el diálogo entre los arquitectos y arqueólogos en la fase pre-via a la redacción definitiva del proyecto, ya que se reconoce que el estudio histórico y la aplicación de técnicas de arqueología de la arquitectura, van a incidir en la propia solución arquitectónica para el proyecto de restauración y rehabilitación global. Al respecto, nos dice J. A. Quirós Castillo: “La arqueolo-gía de la arquitectura no pretende ser una nueva rama de nada, una nueva moda de las que proliferan en los últimos años, ni siquiera un nuevo término para añadir a una lista inútil. Se trata de una manera de gestionar, estudiar y conser-var una parte de la Cultura Material de las sociedades pasadas. Las estructuras murarias constituyen, quizás, el patrimonio material heredado más notable y des-tacado, tanto por su voluminosidad y su significado, como por su continuidad fun-cional.” Pero en otras ocasiones, el problema de una intervención adecuada, o no, no viene sólo de los técnicos. La contradicción entre la necesidad de llevar a cabo estudios arqueológicos que desentrañen la historia oculta del monu-mento, que saquen a relucir, no solo del contenido sino del propio conti-nente del inmueble, importantes datos sobre nuestro pasado, y la actuación arquitectónica sobre el bien, viene motivada por una definición poco clara, o bien no adecuada, de la nueva función que debe cumplir el edificio. Creemos que éste debe ser un elemento esencial para la orientación de la actuación, su alcance y el resultado final. Es cierto que para los edificios públicos de las características del Castillo de La Luz, se suelen proyectar usos sociales que demanda la ciudadanía, lo que podría contribuir, además, a mantener vivo el propio monumento y, por lo tanto, a garantizar un mejor estado de salud del mismo. Pero también es cierto, que en función de las potencialidades ar-queológicas que encierre el inmueble (que no siempre son tan relevantes como en el Castillo de La Luz, ya que pueden haber desaparecido en casi su totalidad), se debería orientar el significado y los objetivos de la intervención restauradora y rehabilitadora, culminando, en algunos casos, con la recupera-ción y exposición de la propia historia del monumento convirtiéndose ésta, en el objeto central del futuro disfrute social, sobre todo cuando existe una enorme cantidad de información a partir de los materiales localizados en las excavaciones y susceptibles de ser expuestos, y de la documentación históri- Cuadernos de Patrimonio Histórico ca complementaria localizada, como ha ocurrido, para el caso que nos ocupa, con los interesantes legajos, inéditos, localizados en el Archivo de Simancas y que nos hablan de maestros de obras, de ingenieros, de ataques, de piratas, etc., hasta ahora desconocidos. 5 - Por último, es inevitable que cada libro, cada excavación y cada res-tauración de un edificio histórico tenga, también, su propia historia. Por lo tanto queremos recordar que el área de Patrimonio Histórico del Cabildo ha hecho un esfuerzo a lo largo de estos últimos años, por salvaguardar el rico patrimonio histórico de uno de los monumentos más emblemáticos que hoy posee Gran Canaria. En ese sentido, desde la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico del Cabildo se ha apostado y se apuesta, por la recu-peración del Castillo con las máximas garantías científicas, con el mejor desti-no social y cultural en beneficio de la ciudad y de la isla, y por lograr una mejor coordinación entre todas las personas e instituciones implicadas en la recu-peración de nuestro patrimonio cultural. A este respecto, hemos de recono-cer el papel jugado por los arqueólogos autores del libro, Julio Cuenca Sanabria, con una dilatada experiencia en la arqueología de la isla y en traba-jos de arqueología histórica y urbana, José Guillén Medina, un joven profesio-nal que despunta entre los mejores especialistas en la materia, que nos cuen-ta la sugerente y rica investigación arqueológica del Castillo de La Luz, así como el de otros arqueólogos que participaron en las excavaciones.También reconocemos la actuación de un especialista en restauración, con una dilata-da experiencia profesional, como es Miguel Ángel Núñez, así como la sabia colaboración y participación del coronel Juan Tous durante toda la campaña arqueológica, y en uno de los capítulos de este libro, así como de otras per-sonas, desde historiadores y arquitectos hasta encargados y trabajadores de la propia obra, que convivieron, de cerca, el redescubrimiento del Castillo de La Luz. Toda obra es el resultado de muchas decisiones, concurrencia de oportunidades, responsabilidades, replanteamientos, riesgos y aciertos. En el caso de la intervención del Castillo de La Luz, creemos que todo ese con-junto de circunstancias han dado un feliz resultado, que esperamos se refleje, también, en esta nueva publicación. Esa ha sido la motivación de esta Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico del Cabildo, aportar una nueva publicación que creemos de gran interés no sólo para los historiadores sino para el gran público, e impulsar una colección que alumbrará nuevas e inédi-tas páginas de nuestro pasado, lo que contribuirá, de forma especial, al cono- ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 15 16 cimiento y, sobre todo, reconocimiento de nuestro patrimonio histórico y cul-tural, aspectos imprescindibles para conseguir un compromiso colectivo en su salvaguarda y proyección futura. JOSÉ DE LEÓN HERNÁNDEZ INSPECTOR DE LA CONSEJERÍA DE CULTURA Y PATRIMONIO HISTÓRICO DEL CABILDO DE GRAN CANARIA Cuadernos de Patrimonio Histórico Introducción Este libro trata sobre los resultados de uno de los proyectos de investiga-ción arqueológica más interesantes, a la vez que apasionantes, de cuantos se han realizado hasta ahora en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. El estu-dio se llevó a cabo, entre los años 2001-2002, y tuvo que ver con la obra de fortificación más antigua de la ciudad, el Castillo de La Luz, o mejor, la Fortaleza de Las Isletas, que así era conocida hasta finales del siglo XVI, la prin-cipal fuerza de la Isla, levantada a la orilla del mar, en el extremo noreste de la bahía de Las Isletas, ya por entonces el puerto más importante del Archipiélago Canario. Esta vieja fortificación, comenzó a construirse en torno al año 1480, cuan-do Juan Rejón, apenas iniciada la conquista de Gran Canaria, edificó una aus-tera torre, en las proximidades del istmo de Las Isletas, para cubrirse con ella la retaguardia. Con el tiempo la torre fue dotada de murallas y torreones, más altos y más gruesos, en un intento por aguantar el demoledor impacto de una artillería cada vez más precisa y potente, que venía, no por tierra, sino a bordo de navíos de guerra, cada vez más grandes y poderosos, que sin necesidad de arrimarse mucho a tierra eran capaces de desarbolar murallas y castillos con la nueva arma del momento. Será a lo largo del siglo XVI cuando nuestra for-taleza experimente los mayores cambios encaminados a mejorar su eficacia como ingenio militar, cuya principal misión no era otra que la de proteger el puerto de Las Isletas y los barcos que allí recalaban en busca de refugio y mercaderías. Hace mucho tiempo que la Fortaleza de Las Isletas dejó de cumplir con aquel estratégico cometido, y ahora, descontextualizada, en medio de la ciu-dad, semejando a un barco varado tierra adentro, difícilmente puede hacer-nos creer el extraordinario papel que le tocó jugar en la historia de nuestra ciudad durante el aciago siglo XVI. Pero lo cierto es que sus maltrechos muros, cubiertos de cicatrices y pre-cipitadas reparaciones, han sido testigo de incontables acontecimientos histó-ricos, de asaltos de corsarios legendarios, como el perpetrado en 1522 por el normando Jean Fleury, quién después de abandonar Gran Canaria, sin ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 17 18 mucho éxito, capturaría, a la altura de la Azores, el extraordinario tesoro de México, que el conquistador Hernán Cortés enviaba a España. Por no hablar del intrépido pirata Jean Alfonso de Santoigne, quien en 1543, a plena luz del día, asaltó mediante un golpe de audacia, la mismísima fortaleza, lo que nunca antes había ocurrido, haciéndose due��o del puerto, ante la mirada atónita de todos, durante varios días, abandonándolo después de causar una gran mor-tandad y robar de los barcos valiosas y cuantiosas mercancías. Pero nuestra Fortaleza también sería protagonista de otros acontecimien-tos bélicos de mayor envergadura, que sucedieron a finales del siglo XVI, como los ataques navales perpetrados ya en toda regla, con escuadras impo-nentes, nunca vista hasta entonces por las islas, como la que surgió el día de Santa Fe, un viernes 6 de octubre del año 1595, doblando la Punta del Palo. Eran 28 grandes navíos de guerra, comandados por los corsarios ingleses Hawkins y Drake quienes venían con la intención de saquear la ciudad. Afortunadamente la defensa hecha desde la Marina y el fuego cruzado de la Fortaleza, impediría entonces el desembarco enemigo. Dicen las crónicas que si el alcaide de la Fortaleza, Serafín Cairasco, no hubiera ahorrado tanta pól-vora, el daño causado a la escuadra inglesa hubiera sido mucho mayor, a lo que él respondió que contuvo sus cañones porque esperaba un asedio mayor por parte del inglés. Cuatro años después, no habría tanta suerte, porque entonces se haría realidad la peor de las pesadillas para los defensores de la Fortaleza y por tanto también para los habitantes de Las Palmas. Al amanecer de aquel funes-to 26 de junio de 1599, entre la luz del crepúsculo, vieron aparecer 76 naví-os de guerra holandeses que al mando del almirante, Peter van der Does, lle-gaban con la intención de tomar la ciudad por las armas. Aquella sería la pri-mera y única vez que Las Palmas fuera asolada por los enemigos de la coro-na, y ni siquiera sus fortalezas pudieron resistirse al empuje de aquel formi-dable ejército, formado por más de 8.000 soldados bien pertrechados. Incluso nuestra vieja fortaleza, sería vejada, rendida por su alcaide, despojada de sus cañones, quemada y en parte destruida con barriles de pólvora que los holandeses hicieron explosionar antes de abandonar la ciudad. De siempre nos había cautivado las historias de estas antiguas fortifica-ciones. La torre de San Pedro Mártir, el baluarte de Mata, los restos de la Muralla, el Castillo del Rey y la Fortaleza de Las Isletas. Cuando éramos niños, las mirábamos al pasar y quedábamos fascinados ante su imponente e impertérrita presencia. Nos preguntábamos sobre quienes las habían cons- Cuadernos de Patrimonio Histórico truido, y nos imaginábamos su aspecto interior, austero y sombrío, con sus soldados y pertrechos de guerra. Con el tiempo, y a medida que íbamos conociendo la historia de nuestra ciudad, también nos familiarizábamos con el pasado de estas fortificaciones, adquiriendo, sin apenas darnos cuenta, un profundo conocimiento sobre cada uno de estos viejos guardianes de nues-tro pasado histórico. Por eso cuando a finales de Octubre de 2001, recibimos el encargo del Área de Patrimonio Histórico del Cabildo Insular de Gran Canaria, para la rea-lización de una investigación arqueológica en el Castillo de La Luz, con el obje-to de determinar la importancia y significado de una serie de vestigios, sobre todo muros de piedra y cal, que habían aparecido enterrados en el interior de la fortaleza, bajo toneladas de arena durante el proceso de vaciado del monu-mento, no pudimos sino responder afirmativamente a tal ofrecimiento, pues a fin de cuentas se hacía realidad la quimera de cualquier arqueólogo, que siem-pre ha soñado con poder estudiar los cimientos más profundos de un edificio con pasado histórico, y esta era sin duda una buena oportunidad. Sabíamos de entrada que el tema no iba a ser fácil, teníamos experiencia de lo que significaba la presencia, no prevista, de arqueólogos en obras ya contratadas y sobre todo empezadas, donde somos vistos más como un pro-blema que como una verdadera ayuda. Y así fue también en este caso, por-que para empezar, la dirección facultativa nos puso al corriente de la situa-ción, señalando que el proyecto que había sido aprobado, contemplaba res-petar el aspecto exterior de la fortaleza, así como algunos elementos cons-tructivos antiguos del interior. El resto tendría que ser demolido, ya que se necesitaban espacios diáfanos para las salas del futuro museo del Mar, idea de la que se había partido para elaborar el referido proyecto. Además dado que se trataba de un edificio abierto al público, sus instalaciones tendrían que ade-cuarse a la normativa vigente en materia de seguridad y accesibilidad. Afortunadamente la importancia y espectacularidad de los hallazgos que se sucedieron tras la intervención arqueológica, haría cambiar los plantea-mientos iniciales, y en gran medida se pudo reconducir el proyecto de reha-bilitación, que se transformaría sustancialmente, para darle un mayor prota-gonismo a la propia historia de la fortaleza, donde la torre primigenia y la barrera artillera, pasaría a ser el principal objeto de atención en el interior de la fortificación. Con un presupuesto improvisado y en ning��n caso suficiente, con la pre-sión que significa unos plazos de ejecución imposibles de cumplir, y en fin con ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 19 20 lo complicado que resulta verte de repente en una obra ya empezada, donde se mezclan intereses y sobre todo objetivos, donde hay que compaginar excavación arqueológica con el proceso normal de obras, que no fueron inte-rrumpidas en ningún momento, aún con todas estas dificultades, insistimos, se puedo realizar con total éxito, la intervención arqueológica, y justo es decir que a ello contribuiría decisivamente el Ministerio de Fomento, el Cabildo Insular de Gran Canaria, el Ayuntamiento de Las Palmas y la empresa Dragados. Especialmente queremos dedicar nuestro agradecimiento a Francisco Déniz, el encargado general de la obra, con quien lidiábamos a dia-rio, por haber soportado pacientemente nuestro método de trabajo y al equipo humano necesario para acometer el mismo; a Leticia, Alejandro, Néstor, Gladis,Tinguaro y a todas las personas que nos apoyaron, animaron y colaboraron de una forma u otra durante casi dos años de trabajos, cuyos resultados aquí presentamos. La obra adecuada al formato de esta colección, se estructura en cinco apartados. El primero sitúa al lector en los antecedentes de la investigación arqueológica histórica en la ciudad de Las Palmas, desde sus orígenes hasta la actualidad. En dicho contexto se enmarca la intervención del Castillo de La Luz o Fortaleza de Las Isletas, como la llamaremos indistintamente a lo largo de la obra. Se tratará, aunque solo sea brevemente el proyecto de rehabilita-ción, para llamar la atención sobre la problemática, aún no resuelta, de las con-secuencias que provocan las intervenciones arquitectónicas en edificios histó-ricos, que no cuentan con estudios exhaustivos previos ni con la participación de equipos interdisciplinares en todo el proceso, que puedan evaluar en todo momento el alcance de las obras. En un segundo apartado, se estudia la fortaleza desde el punto de vista de las fuentes históricas, para ello previamente abordamos cuestiones referentes al complicado proceso que entrañaba la construcción de una fortaleza en la España del siglo XVI, en el tiempo de los Austrias mayores. Estos anteceden-tes nos facilitan una mejor comprensión sobre las vicisitudes que envolvieron el proceso constructivo de la fortificación de la ciudad de Las Palmas a lo largo del Quinientos para, seguidamente, tratar en profundidad la evolución de la fortaleza en relación con los acontecimientos históricos que afectaron por entonces a la isla de Gran Canaria. El tercer apartado hace referencia al desarrollo de la investigaci��n arque-ológica, partiendo de una primera aproximación a la Arqueología de la Arquitectura, como modelo de trabajo para afrontar un estudio de esta natu- Cuadernos de Patrimonio Histórico raleza. Seguidamente se plantea el proceso de excavación de la fortaleza y los primeros resultados, derivados tanto del estudio de los materiales como de sus contextos y del análisis constructivo del edificio. Un cuarto apartado trata de explicar, de forma pormenorizada, como se pudo construir la fortaleza que hoy conocemos, los materiales empleados en la obra, su procedencia y naturaleza, planteando igualmente cuestiones refe-rentes a quienes pudieron haber sido los autores de la traza y los maestros mayores de obra, dado que no se han encontrado documentos explícitos sobre ello. Por último nos ocupamos de la descripción funcional de este inge-nio militar del siglo XVI, considerando que sus autores parten de un diseño preestablecido, donde nada había quedado al azar, aprovechando al máximo el espacio interior para alojamiento de la tropa, almacenamiento de pertre-chos y de víveres. Sin olvidar los asuntos referentes a su eficacia defensiva, tanto para evitar el asalto por tierra, como para resistir el impacto de la arti-llería naval, lo que explicaría el porqué del relleno que ocupaba gran parte del espacio interior. Esta sería la fortaleza que saqueó Van der Does en 1599, que fue rendida y no tomada al asalto, por que esto último hubiera resultado muy costoso. Hemos considerado conveniente dedicar un quinto apartado a la evolu-ción de la artillería de la fortaleza, desde las primeras bombardas que tuvo la Torre de Alonso de Fajardo, hasta las magníficas piezas (sacres y culebrinas) que defendían el castillo y que Van der Does utilizó para derribar las murallas de la Ciudad. Para el desarrollo de este interesante capítulo hemos contado con la inestimable aportación de Juan Tous Meliá, coronel de artillería y exdi-rector del Museo Militar Regional de Canarias. Concluye la obra con un apéndice documental que complementa la infor-mación vertida en los diferentes capítulos, así como un glosario de términos relativos a las fortificaciones y artillería antigua, que sin duda harán más fácil la lectura de este libro. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 21 Veinte años de arqueología histórica en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria La Arqueología cuenta en Gran Canaria con una larga trayectoria, que hunde sus raíces en el siglo XIX, desarrollándose y consolidándose como dis-ciplina académica durante el XX y despuntando como actividad profesional a partir de la última década de ese siglo. En este tiempo se han realizado innumerables intervenciones que han generado una abundante bibliografía así como un notable avance de los métodos de registro, análisis e interpre-tación de los contextos arqueológicos, restringidos generalmente a sitios prehistóricos. Así, la denominada “Arqueología Prehistórica”, centrada en el estudio de las formaciones sociales aborígenes, se encuentra plenamente arraigada en la investigación y en las políticas, escasas por cierto, de protec-ci����n del patrimonio. No ocurre lo mismo con la llamada “Arqueología Histórica”1, disciplina que se encuentra dando sus primeros pasos, a pesar de que hayan pasado veintiún años de la excavación de la Iglesia de San Agustín, primera de este tipo realizada en Las Palmas de Gran Canaria. En ese momento, el equipo encargado de los trabajos planteaba ya una problemática que lamentable-mente aún no se ha resuelto, esto es, la ausencia de equipos interdisciplina-res en las intervenciones sobre los monumentos históricos, “lo que ha moti-vado tristes episodios de irreparables consecuencias” (E. Martín, J. F. Navarro y J. Cuenca, 1984: 476). Demasiados “tristes episodios” ha sufrido el patrimo-nio histórico de Las Palmas de Gran Canaria desde que se escribieran esas palabras en 1984. Baste decir, que a partir ese momento solo se han realiza-do nueve intervenciones arqueológicas en la ciudad, en su mayoría motivadas por la aparición de “hallazgos fortuitos”2. Paralelamente se ha venido produ- ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 23 1 Partimos en este capítulo de la consideración de la “Arqueología Histórica”como el método arqueo-lógico empleado en las intervenciones en sitios y edificios históricos, en la línea de lo apuntado por M. Arnay y A. Pérez (2002: 132). 2 Existe la idea claramente criticable desde nuestro punto de vista, en la Comunidad Canaria en gene-ral, de que la actuación en edificios y centros históricos es labor exclusiva de los arquitectos, intervi-niendo los-as especialistas en arqueología en el caso de aparición de “hallazgos casuales” y por tanto por la vía de urgencia, y no como parte integral de proyectos concretos. En este sentido abogamos 24 ciendo una transformación sin precedentes en sus espacios históricos, debi-do fundamentalmente a la especulación urbanística, con la consiguiente per-dida de innumerables páginas de la historia de nuestra urbe. La intervención de especialistas en arqueología en las actuaciones sobre el patrimonio edificado y urbano de la ciudad ha estado limitada, por lo gene-ral, a dos factores. En primer lugar como paso previo al proceso de restaura-ción o edificación, cuando la presencia de restos arqueológicos está demos-trada a priori.Tal es el caso de las iglesias o conventos anteriores al siglo XIX, donde por lo general existen inhumaciones bajo su suelo.Tanto las excava-ciones realizadas en el desaparecido convento de San Francisco entre 1991 y 1992, como la efectuada en el solar situado al norte de la Catedral de Santa Ana en 2001, responden a este modelo. La excavación por parte del ya desa-parecido Servicio de Arqueología del Museo Canario, del solar de San Francisco, motivada por el proyecto de construcción del Conservatorio Superior de Música de Las Palmas de Gran Canaria, sacó a la luz los restos arquitectónicos de este edificio religioso del último tercio del siglo XV, y una ingente cantidad de materiales arqueol��gicos y restos humanos (J. Cuenca et al. 1995). Incomprensiblemente fue destruida una de las primeras edificacio-nes coloniales de la ciudad3. Por otro lado, los trabajos desarrollados en el solar anexo a la Catedral de Santa Ana, previos al proyecto de ampliación de la misma, han supuesto la recuperación para la ciudad de un interesante entramado arquitectónico, compuesto por el callejón y el conjunto hospitala-rio de San Martín, así como la Iglesia del Sagrario, que aún no ha sido exca-vado en su totalidad (I. Sáenz et al. 2002). Cuadernos de Patrimonio Histórico por la interdisciplinariedad en las intervenciones en el patrimonio histórico, que de sobra han demos-trado su eficacia en otros contextos, y que necesariamente debería estar reglamentada en la Ley Canaria de Patrimonio Histórico. 3 “Cuatro años después de aquella experiencia de investigación arqueológica, debemos señalar que nada se salvó de la picota. Pocos días después de que los arqueólogos del Museo Canario diesen por terminado los trabajos de excavación en San Francisco, la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Canarias dio la orden a la empresa “Fomento de Construcciones y Contratas S.A.”, pro-ceder a desmontar las ruinas del Convento. En ningún momento se prestó atención a las recomen-daciones del equipo directivo del proyecto de excavación, levantándose un número no determinado de enterramientos humanos que fueron arrojados al mar junto con los restos de las construcciones, materiales que se utilizaron para la ampliación de uno de los muelles del Puerto de La Luz. Tampoco el arquitecto responsable del proyecto y de la dirección de la obra, hizo nada por evitar tal destruc-ción, perdiendo así la ciudad, de contar con un “Museo de Sitio” integrado en los sótanos de un edi-ficio público como lo es el Conservatorio Superior de Música que comenzaba a edificarse. De esta manera finaliza la triste historia del primer convento franciscano de Las Palmas de Gran Canaria.” (J. Cuenca et al. 1997: 81). En segundo lugar, y de manera más frecuente, los trabajos arqueológicos se han desarrollado a partir de medidas de urgencia tras la “aparición casual” de restos en obras públicas o en el proceso de restauración o rehabilitación de inmuebles de valor histórico. A este tipo de intervenciones corresponden las excavaciones realizadas en la citada Iglesia de San Agustín (1983), La Playa de Santa Catalina en la Calle León y Castillo (1989), El Parque de San Telmo (1992), la Calle Bravo y Murillo (1993), el solar de la Ermita de los Santos Justo y Pastor (2001), la Calle Rosarito (2001) y el Castillo de La Luz (2001- 2003). Si bien este tipo de excavaciones realizadas por lo general sin la plani-ficación de objetivos previos, debido a la premura y presión impuesta por los “aumentos de los costos de la obra”,“retrasos”, etc. y sin conocer en muchos casos las características del contexto al que nos vamos a enfrentar, éstas han generado no solo datos, sino trabajos que han contribuido al conocimiento de nuestro pasado y del patrimonio sepultado en las calles y edificaciones de la ciudad4. Esta problemática que rodea a las actuaciones sobre el Patrimonio Histórico y que entronca directamente con su protección y conservación, además de su conocimiento y difusión, debe ser solucionada con premura, máxime en entornos sujetos a una fuerte presión urbanística. Obviamente no es un problema de fácil solución, puesto que convergen distintos secto- ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 25 n Vista general de la excavación arqueológi-ca del desaparecido Convento de San Francisco 4 En este sentido se pueden consultar los artículos de C. García y F. Mireles (1995) y P. Quintana et al. (2002) sobre los hallazgos de las ermitas de San Sebastián y de los Santos Justo y Pastor respectiva-mente. Así como el trabajo sobre los hallazgos en la Calle Rosarito que parecen apuntar a la batalla librada por la población de la Isla contra las tropas holandesas en 1599. (J.Velasco et al. 2003). n Vista general de la excavación arqueológica del desaparecido Convento de San Francisco 26 Cuadernos de Patrimonio Histórico n Restos humanos aparecidos durante la excavación arqueológica de la Calle León y Castillo, cerca del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. Esta excavación despertaría una gran espectacción entre la ciudadanía, por haberse extendido la falsa noticia, en un primer momento, de que se trataba de ajusticiados de la Guerra Civil Española. res con intereses diferentes y a veces contrapuestos. Por tanto, la resolución pasa por procesos participativos donde concurran todas las partes implica-das y así desarrollar mecanismos eficaces de conocimiento, conservación y difusión del patrimonio histórico, compatibles con las necesidades y deman-das sociales, y que han de estar integrados en los instrumentos de ordena-ción territorial. En esta línea y si bien, en teoría, la gestión del patrimonio está integrada dentro del planeamiento (Planes Generales de Ordenación, Planes Especiales, Insulares o Territoriales) lo cierto es, que se realizan sin el con-curso de equipos interdisciplinares, en la mayor parte de los casos, y cum-pliendo los criterios mínimos exigidos para pasar los trámites legales para su aprobación. Baste con señalar, que en las continuas obras que se realizan en el Conjunto Histórico Vegueta-Triana, incluso de carácter público, donde se concentra el grueso del patrimonio que justifica su categoría de protección, no se cuenta con la colaboración o asesoramiento de especialistas en arque-ología. Esta participación, lejos de ser un obstáculo, podría convertirse en un instrumento eficaz de planificación compatibilizando el conocimiento histó-rico, su protección y divulgación, con las nuevas necesidades generadas en dichos conjuntos, como ya se ha apuntado en otros trabajos (J. de León, en J.Velasco et al. 2003: 11-23). Este proceso democratizador debería aplicarse a las intervenciones sobre el patrimonio edificado, planificando acciones que no solo protejan y recuperen los edificios, sino también la historia que los generó. Consideramos que han de ser las administraciones públicas, en tanto que responsables de las políticas de protección del patrimonio histórico, las que dinamicen y vigilen este proceso teniendo en cuenta, a la hora de adjudicar intervenciones sobre el patrimonio construido o en los centros históricos, varias premisas. Por un lado, tomar conciencia sobre el carácter abierto de la historia y de la posibilidad, por tanto de generar nuevos datos para el conocimiento de la “ciudad oculta” mediante la planificación y control de las obras de los conjuntos históricos. Por otro lado, la naturaleza “multidimensio-nal��� del patrimonio histórico, lo que significa que su problemática debería ser tratada desde programas que garanticen la participación de especialistas en distintas disciplinas (M.Tallón, 1997: 118), generando políticas que impidan la toma de decisiones unilaterales. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 27 El proyecto de rehabilitación del Castillo de La Luz. Inicios de las obras y primeros hallazgos arqueológicos En octubre de 2001, el Área de Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria, procedió a la paralización cautelar de las obras de rehabilita-ción que se llevaban a cabo en la Fortaleza de Las Isletas (Castillo de La Luz), obra militar de los siglos XV y XVI, situada en el Puerto de La Luz, en Las Palmas de Gran Canaria.Tal medida vendría motivada por el hallazgo casual de una edificación de piedra con mortero de cal, de carácter aparentemen-te defensivo, que se descubrió en el interior de la referida fortaleza, ente-rrada bajo varios miles de metros cúbicos de arena, cuando se procedía al vaciado del monumento. El proyecto de rehabilitación, promovido por el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, obra de los arquitectos Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano, y financiado por el Ministerio de Fomento con fondos europeos, con un presupuesto de licitación de 769.901.280 pesetas, contemplaba: “La rehabilitación del edificio en lo referente a sus elementos constructivos, instalacio-nes y acabados, así como la adecuación de sus espacios a las necesidades del futuro Museo del Mar.” El proyecto, adjudicado mediante concurso público, por la Dirección General de la Vivienda, Arquitectura y Urbanismo del Ministerio de Fomento, contó con el informe favorable del Área de Patrimonio Histórico del Cabildo. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 29 n Primeros hallazgos de estructuras arquitectónicas en el interior de la fortaleza durante el proceso de vaciado. Octubre 2001 30 Las obras que se iniciaron en el mes de septiembre de 2001, se centraron en una primera fase, en trabajos de demolición, con objeto de eliminar, según palabras textuales de los arquitectos: “elementos arquitectónicos extraños”, sobre todo los introducidos en las reformas que afectaron a este BIC en 1968. Se acometieron las demoliciones desde la cubierta del edificio, encon-trándose por debajo de aquella, muros divisorios, tierra y arena e inmediata-mente después otras estructuras que fueron destruidas durante los procesos de demolición, al no existir a piè de obra personal especializado que pudiera valorar la importancia de los hallazgos, que se sucedieron entre los meses de septiembre y noviembre de 2001. Durante esta fase de las obras se emplearía maquinaria pesada, por lo que en poco tiempo se pudo alcanzar una gran profundidad, hasta que afloraron los restos de una muralla interior construida a base de piedra con mortero de cal, que parecía presentar cuatro lienzos que discurrían en paralelo con la muralla exterior. El hallazgo inesperado de estas estructuras arquitectónicas motivó, como ya indicamos, la intervención del Área de Patrimonio del Cabildo, que en el mes de octubre de 2001 resuelve encargar por la vía de urgencia, a la empresa especializada “Proyectos Patrimoniales” los estudios históricos y arqueológicos necesarios para determinar la importancia, natura-leza y significado de aquellos hallazgos. Incorporado el equipo de arqueología, una vez se pudo valorar la impor-tancia de los hallazgos y tras un primer informe de nuestro equipo, la direc-ción facultativa, tras llevar a cabo consultas con las partes implicadas: Cuadernos de Patrimonio Histórico n Vaciado del edificio por medios mecánicos desde la cubierta del Castillo. Septiembre 2001 Ministerio de Fomento, Cabildo de Gran Canaria y Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, acordó modificar, previa aprobación de la Comisión Insular de Patrimonio Histórico, el proyecto inicial con la finalidad, no solo de conservar los restos arqueológicos descubiertos, sino también para que dichos vestigios, que formaban parte de la evolución constructiva de la fortaleza, pudieran incorporarse al proyecto museístico, que se cen-traría, a partir de los importantes hallazgos, en contar la historia y vicisitu-des de la fortificación, así como del papel que jugó en la defensa de la ciu-dad entre los siglos XV y XVI. No obstante, debemos señalar que durante la fase inicial de demolicio-nes, septiembre-octubre de 2001, antes de nuestra intervención, se ocasio-naron irreparables daños a los restos arqueológicos, muebles e inmuebles, aparecidos en el interior de la fortaleza. Se destruyeron estructuras antiguas y se había vaciado la explanada de artillería, construida sobre 1553, de tierra prensada que se encontraba entre la torre y la barrera artillera. A partir del mes de noviembre de 2001, se logró reconducir en gran medida la situación, al asumir, tanto la empresa Dragados como la Dirección Facultativa, que los criterios de intervención debían ser consensuados con la dirección arqueológica5. Permitiendo con ello recuperar, entre otros ele-mentos, la barrera artillera de mediados del siglo XVI, que se encontraba sepultada bajo un potente relleno de tierra y arena y que hoy, después del proceso de excavación y restauración, constituye una parte fundamental del monumento. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 31 5 Compartimos la idea de Magalhaes Ramalho, arqueóloga del departamento de estudios del IPPAR, quien considera que “La aplicación del método de lectura estratigráfica de los edificios históricos, podrá con-vertirse en un instrumento fundamental tanto para los arquitectos que opten por una posición más conser-vacionista, como para aquellos que prefieren adoptar una actitud más intervensionista permitiéndoles optar, con seguridad, por aquello que consideran más relevante. No obstante, partiendo de la base de los presu-puestos que defendemos, consideramos que la mejor intervención en el patrimonio arquitectónico será aque-lla en que la interferencia del arquitecto pase a ser una más entre las varias actividades constructivas que serán posible en el edificio. O sea que el arquitecto debe permitir que el edificio continúe contando su pro-pia historia de modo que cada visitante pueda comprenderlo como un universo rico y complejo. Deberían sobre todo evitarse las destrucciones y falsificaciones tan comunes en tantos proyectos, o dicho con otras palabras, la conservación de lo auténtico de un edificio debería ser siempre el objetivo básico de cualquier intervención.” (M. de Magalhaes, 2002:27). A este respecto debemos señalar que no compartimos los criterios de intervención para el Castillo de La Luz, de los arquitectos Nieto y Sobejano, que básicamente se fundamentaba en crear un nuevo contenedor en el interior de la fortaleza, para aprovechar al máximo el espacio expositivo, modifican-do buena parte de la estructura original para alcanzar tal fin.Tan solo el descubrimiento y excavación de la Torre de Alonso de Fajardo y de la barrera artillera de 1548, impediría que el interior de la for-taleza se convirtiera en una sala de exposiciones sin connotaciones históricas. 32 Por otra parte, se logró recuperar un importante repertorio de materia-les arqueológicos de los siglos XV y XVI descubiertos durante el proceso de excavación, que una vez analizados aportarán datos de vital importancia para el estudio de los modos de vida, intercambios comerciales y poliorcética de la Fortaleza de Las Isletas. Paralelamente a los trabajos arqueológicos, se llevaría a cabo un exhausti-vo estudio bibliográfico y documental, este último con especial incidencia en el Archivo General de Simancas, Archivo General Militar de Madrid y Archivo Histórico Nacional entre los más importantes. El punto de partida de la investigación histórica arranca del exhaustivo estudio de Rumeu de Armas: Canarias y El Atlántico. Piraterías y Ataques Navales donde encontramos una valiosa información que contrastamos con los documentos originales conservados en los archivos referidos, y que fue-ron reinterpretados basándose en los hallazgos arqueológicos que se iban sucediendo en el interior de la Fortaleza. Llegados a este punto debemos señalar que, a pesar del ingente material documental manejado, el referido autor ni otros que también se han ocupa-do de la historia de esta fortificación, no supieron interpretar correctamen-te la documentación manejada, donde se encuentra información detallada de las distintas obras y por tanto, fases constructivas que afectaron durante todo el siglo XVI a la fortaleza de Las Isletas. Sin embargo tal carencia, no creemos se deba tanto a una lectura equivocada de los documentos, sino a Cuadernos de Patrimonio Histórico n El Castillo de La Luz a mediados del siglo XX. Fondo fotográfico de la FEDAC que no se sabía de la existencia de los restos de otra fortificación que se había conservado sepultada en el interior de la fortaleza que hoy conoce-mos. Esta antigua obra de ingeniería militar pronto quedaría olvidada ante la necesidad de realizar continuos cambios por motivos de guerra, en aras de una mayor eficacia. Así, en pocas décadas, la fortaleza cambiaría su fisonomía de forma sus-tancial, hasta el punto de que ni siquiera autores antiguos como Torriani, Casola, del Castillo, Riviere y Hermosilla, que realizaron numerosas trazas de la fortaleza, dieron cuenta en sus escritos de las fases constructivas que afec-taron a la que durante muchos siglos sería la principal fortaleza de la isla. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 33 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . TITULO SEPARATA 1a TITULO SEPARATA 2a JUAN TOUS MELIÁ LA FORTALEZA DE LAS ISLETA EN LAS FUENTES HISTÓRICAS La construcci��n de una fortaleza en la España de los Austrias mayores La construcción de una fortaleza en la España del Quinientos, durante el reinado de los Austrias mayores, no era una cuestión sencilla, de hecho, para empezar, había que convencer al Rey y a su Consejo de Guerra sobre la nece-sidad de acometer una obra de esta naturaleza. Además si no se considera-ba la zona como altamente estratégica o bajo inminente amenaza enemiga, la autorización podía demorarse en varios años, incluso décadas, como sucedió en el Archipiélago Canario, territorio que no comenzaría a fortificarse eficaz-mente hasta el último tercio del siglo XVI, a pesar de que las islas, ante con-tinuos ataques de corsarios franceses y berberiscos, reclamaban insistente-mente la ayuda de la corona para amurallar y fortificar sus principales ciuda-des y puertos. Pero, ciertamente, este problema no solo afectaba a Canarias. El reforza-miento de las construcciones defensivas que ya existían de antiguo, era un cla-mor generalizado en todos los territorios del Imperio. El problema esencial era la falta de dinero para atender tan urgentes necesidades, ante una guerra que se extendía por casi todos los reinos y territorios. En 1529 Carlos V antes de abandonar por segunda vez sus reinos españoles para emprender el pri-mer viaje a Italia, consciente del estado ruinoso de las fortificaciones en las fronteras españolas, le encarga a su esposa, la emperatriz Isabel de Portugal, que en su ausencia, llevase a cabo un estudio detallado sobre las fortificacio-nes en las fronteras de los reinos de España, y de lo que se debería hacer para su buen funcionamiento, porque: “las fortalezas del reino están tan mal reparadas y sin gente y hacen costa y no fruto parece que será bien derribar las que no son provechosas y reparar las necesarias y útiles y dar orden como estén proveídas de arti-llería, municiones y bastimentos y que los alcaides tengan cierto número de gente teniendo consideración a lo que llevan de tenencia y a la necesi-dad que hubiere, recibiré mucho placer, que mande platicar lo que cerca de todo esto se deba hacer y me consulte lo que pareciere. Toledo 8 de marzo de 1529.” (C. Hernando, 2000: 77). ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 37 38 Cuatro meses despu��s, la propia Emperatriz, ordena al secretario imperial Francisco de los Cobos, que con presteza comunique al Emperador los alar-mantes resultados de la pesquisa realizada, que en esencia venían a confirmar los temores de Carlos V. Especialmente desastrosa era la situación de la fron-tera sur, expuesta a los ataques del corso berberisco. El informe elaborado hacía especial hincapié en la situación de las plazas costeras del Norte de África, Cádiz, Almería, Cartagena y Gibraltar entre otras, por lo que Isabel insiste en: “Que su majestad esté avisado que las fortalezas de este reino, y en especial las de las costas y otras algunas que mucho comportan no está proveídas ni tienen las municiones ni con el reparo que sería razón y los alcaides ausentes.Y como quiera que se les ha escrito sobre ello respon-den que ha muchos años que no se les ha librado cosa alguna y que así no pueden proveer las cosas de la gente ni de las otras cosas que serían necesarias para su defensa (…).” (C. Hernando, op. cit.: 78). Cuadernos de Patrimonio Histórico n La Fortaleza de La Mota con sus Cubos artilleros (1476-1483). En este castillo los Reyes Católicos tenían un centro de producción de piezas de artillería Carlos V había heredado de sus abuelos, los Reyes Católicos, un inmenso imperio que tenía sin embargo un punto débil: la fortificación de sus fronte-ras. En efecto, salvo el caso de la fortaleza de Salses (1497-1505), considera-da entonces como una de las mejores de Europa, construida por orden de Fernando el Católico en su frontera del Rosellón francés, todo el esfuerzo en fortificaciones lo centraron los monarcas católicos en el corazón del reino de Castilla-León, escenario central de la Guerra de Sucesión, donde se levanta-ron, sobre antiguos castillos, nuevas fortalezas, esta vez diseñadas para resistir no el asedio de hombres y máquinas de asalto, sino el demoledor impacto de la artillería, la nueva arma del momento. Los castillos de La Mota (1476-1483), Coca, Cuéllar, Simancas y Arévalo entre otros, fueron reforzados con galerías intramuros, grandes bóvedas, casamatas de ladrillo, chimeneas de ventilación, baluartes externos, pozos y sistemas contraminas, convirtiéndolas en las pre-cursoras de las nuevas fortificaciones europeas. (F. Cobos y J. Fernández, 1998: 214). A la muerte de Fernando el Católico (Madrigalejo 1516), Castilla contaba con una red de fortalezas aptas para la defensa, pero solo en el núcleo del reino, mientras que por el contrario las fronteras permanecían descuidadas, con la excepción como ya hemos dicho del Rosellón, donde Ramiro López, el autor también de los baluartes de la Alhambra, había construido la inex-pugnable fortaleza de Salses. En el Archipiélago Canario, los reyes de Castilla habían permitido que los señores de La Gomera y Lanzarote levantaran torres para su defensa en dis-tintas islas (Torre de Gando en Gran Canaria,Torre de Añazo en Santa Cruz ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 39 n La Fortaleza de Salses (Lecciones de Fortificación, Madrid 1898) 40 de Tenerife,Torre del Conde en La Gomera y Torre de Sancho de Herrera en Lanzarote) política que aplicaron después, los Reyes Católicos, en las islas de realengo, como sucedió en Gran Canaria, donde en 1494 el gobernador Alonso de Fajardo construyó la Torre de Las Isletas, por orden de la reina Isabel La Católica. Poco más se hizo en materia de fortificación en las Islas durante el reina-do de los Reyes Católicos. Habrá que esperar hasta 1519 para que la reina Juana La Loca y su hijo Carlos, concedan a la isla de Gran Canaria 1.000 mara-vedíes de las penas de cámara para “la construcción de un baluarte y otros edi-ficios en la fortaleza del puerto principal de la dicha isla de Gran Canaria.” (E. Martín, 1994: 336). Durante el reinado de los Austrias mayores, se llevaría a cabo un extraor-dinario esfuerzo económico para fortificar las fronteras más amenazadas del Imperio, desde Los Países Bajos hasta el Golfo de México. En el de Carlos V, anualmente la corona distribuía una buena cantidad de sus rentas para aten-der las defensas de sus fronteras, fijando la cuantía en función de la impor-tancia y riesgo que corrían las plazas. Así, en una primera etapa que podemos fijar entre 1524 y 1533, el esfuer-zo de la corona se centrará principalmente en blindar la frontera con Francia, sellando los pasos franceses por Vascongadas, área especialmente expuesta, por lo que Carlos V encargará a Gabriel Tadino de Martinengo, conocido como el prior de Barleta, el desarrollo en esta frontera de un programa defensivo capaz de contener las incursiones francesas (M. Porras, 2002: 4). Cuadernos de Patrimonio Histórico n Baluartes de la ciudadela de Pamplona. Siglo XVI Las mayores aportaciones de esta primera etapa, fueron destinadas a San Sebastián, Pasajes, Fuenterrabía, Pamplona, Rosas y Perpiñán en el Rosellón, construyéndose una serie de fortalezas de nuevo diseño, a lo largo del corre-dor del Pirineo, donde el baluarte y las murallas terraplenadas sustituyen a los viejos diseños. En un segundo momento, que podemos fijar a partir de 1534 hasta la muerte del Emperador en 1558, y una vez el foco de la conflictividad se des-plaza o se agrava hacia el Mediterráneo, los esfuerzos inversores se centrarán en fortificar los puntos estratégicos en el litoral del Levante y de Andalucía, así como de ciertas plazas del Norte de África, en un intento por frenar la marea otomana, que ya controlaba buena parte del Mediterráneo Oriental, para acabar al mismo tiempo también con la impunidad del corso berberís-co, casi invencible bajo el mando de los hermanos Barbarroja. Para controlar estos focos de piratería, se construyen en el Norte de Áfri-ca las fortalezas de Orán, La Goleta, Bona y Bugía. El mantenimiento de estas alejadas fortalezas, era costosísimo. La fortaleza de La Goleta, por citar un ejemplo, que contaba con una guarnici��n de cerca de 3.000 hombres, le cos-taba anualmente a la corona unos 55.000 ducados, de los cuales 47.000 se empleaban en la paga de la tropa y 8.000 para las obras. En 1557, reinando ya Felipe II, uno de los lugares que más rentas consumían era Cádiz, cuyos costos de fortificación se estimaban por encima de los 125.000 ducados. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 41 n La Ciudadela de Jaca con sus baluartes, diseñada y construida por Tiburzio Spannochi (1592) 42 Durante la primera mitad del Quinientos, con Carlos V, el esfuerzo inver-sor que se hace en materia de fortificaciones en el Archipiélago Canario, ape-nas si es perceptible. En este sentido, las ayudas se limitan a la donación de algunas piezas de artillería para la defensa de obsoletas torres, y sobre todo, se conceden los recursos económicos de las penas de cámara y las rentas obtenidas del almojarifazgo, por espacio de tiempo limitado, para acometer algunas obras menores de fortificación, siempre insuficientes y de poca efica-cia defensiva, como más adelante veremos. Durante el reinado de Felipe II, que abarca prácticamente toda la segunda mitad del siglo XVI, atendidas ya, las necesidades defensivas en gran parte de las principales fronteras europeas del Imperio, incluyendo el Norte de España, la atención se centra entonces primeramente en reforzar y fortificar en su caso el litoral español bañado por el Mediterráneo y las plazas del Norte de Áfri-ca, para en una segunda fase concentrar todo el esfuerzo en los territorios de ultramar, en los archipiélagos atlánticos y colonias americanas. Llegándole por fin el turno también a las principales ciudades del Archipiélago Canario. Cuadernos de Patrimonio Histórico n Traza de la Fortaleza de La Goleta (1554). Remitido al príncipe Felipe por el gobernador Alonso de La Cueva. (AGS: M.P. y D.;VIII-7) Pero dejando a un lado, por el momento, cuestiones geoestratégicas o de índole estrictamente económico, lo cierto es que tampoco se concebía la construcción de una fortaleza sin que previamente el Rey y su Consejo de Guerra pudieran disponer de dibujos y en ocasiones maquetas o bultos, no solo de la obra a edificar sino del entorno más próximo. Solo así, y des-pués de estudiar los informes, se autorizaba la obra. Las trazas de las nue-vas fortificaciones eran encomendadas casi siempre a los ingenieros, los ojos del monarca en la guerra. Aunque en tiempos del Emperador Carlos V, hubo grandes expertos en fortificaciones que nunca fueron llamados ingenieros y que eran en realidad soldados expertos en artillería, como Luis Pizaño, o el maestro de campo Pedro de Guevara, quien por ser conoce-dor de la nueva fortificación que se estaba imponiendo en Europa se encar-gó, en 1535, de replantear la muralla de Pamplona, proponiendo “bastiones de punta triangular de cubiertas las defensas de los lados como agora usan”. (A. Cámara, 2000: 429). Para Cristóbal de Rojas existían tres materias importantes que un inge-niero debía dominar: “La primera mucha parte de matemáticas, la segunda arit-mética y la tercera y más principal para la fortificación es saber reconocer bien el puesto donde se ha de hacer la fortaleza o castillo. Será difícil saberlo dar enten-der y enseñar el ingeniero sino hubiera estado en la guerra en ocasiones y cerca de la persona de algún gran soldado (…)” (C. de Rojas, 1598: folio I). Los ingenieros, sobre todo en tiempos de Felipe II, no se limitaban tan solo a diseñar las trazas de una nueva fortaleza, también tenían que informar sobre el territorio, su situación y características topográficas, para luego plantear basándose en esos conocimientos geográficos previos, su mejor defensa, sin olvidar los costos de todo ello. La opinión de los ingenieros era altamente estimada por el Rey y su Consejo, pero se prefería que los proyectos de fortificación vinieran también avalados por otros responsables en asuntos civiles y militares de la zona a for-tificar. Por eso los ingenieros acudían a los sitios acompañados de un militar, capitán o maestre de campo, con quien debían ponerse de acuerdo para la elaboración del proyecto, lo que en numerosas ocasiones llegó a provocar fuertes enfrentamientos entre ambos, por discrepancias en los criterios de actuación. Como sucedió en 1571, con el proyecto de fortificación de la ciu-dad de Las Palmas diseñado por el ingeniero Agustín de Amodeo, con el que no coincidía el capitán del presidio Gaspar de Salcedo, provocando el retra-so del proyecto, por lo que Felipe II, ordena a Gaspar de Salcedo que sin ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 43 44 mayor dilación se ponga de acuerdo con el ingeniero Amodeo y el goberna-dor Benavides respecto a las fortificaciones que se estaban diseñando en la ciudad de Las Palmas. También los alcaides de las fortalezas velaron por la seguridad de sus for-tificaciones, llegando incluso a cuestionar las trazas sacadas por los ingenieros. A nivel práctico, el proyecto de fortificación se enriquecía por medio de esta colaboración interdisciplinar, facilitando la convivencia entre la teoría y la práctica y que se potenciaba desde los propios Consejos de Guerra y Estado, proclives, a comisionar a militares e ingenieros para estudiar los problemas defensivos. Decía Francesco de Marchi, en su tratado Della archittetura militare, que el soldado antes de empezar a fortificar debería considerar si iba a disponer de hombres, de dinero, de tiempo, de sitio, de la figura de la fortificación, del terreno, del agua y de la piedra necesarios (A. Cámara, 1998:105). De todas estas consideraciones establecidas por Marchi, destacaremos la cuestión econ��mica, tal vez el principal obstáculo al que se enfrentó la monar-quía española a lo largo del Quinientos, porque a pesar de ser la mayor potencia económica y militar del momento, se veía imposibilitada para finan-ciar por sí sola todos los gastos que ocasionaban. Por un lado, el manteni-miento de enormes ejércitos de soldados profesionales y por otro, las forti-ficaciones de sus reinos, a caballo entre tres continentes. Por eso se solicita-ba, en muchos casos, que la defensa de los reinos se llevara a cabo por mili-cias locales no profesionales, y que la financiación de las obras de fortificación se hiciera a cargo de las propias ciudades, para lo que se les concedían, por un período de tiempo determinado, las cuantías de las penas de cámara, los derechos de almojarifazgo o, incluso, se les llegó a conceder licencia para la venta de esclavos, con la obligación de destinar los recursos obtenidos a la construcción de fortificaciones. Se recurría también con frecuencia a los pro-pios ciudadanos, para que contribuyeran con dineros o aportando y acarre-ando materiales o como simple mano de obra.Tampoco la Iglesia escapaba a esta obligación y, de la misma manera que acudía con sus hombres a defen-der las murallas, también contribuía con dineros, materiales o personal pro-pio para levantar las defensas. Aprobado el proyecto, los maestros mayores de obras se hacían cargo de construir lo que había sido trazado por los ingenieros. El maestro mayor de la obra era por lo general arquitecto de formación y se dieron casos, como el del arquitecto Cristóbal de Rojas, quien en 1589 solicita ser nombrado Cuadernos de Patrimonio Histórico ingeniero de fortificaciones, para lo cual es enviado a trabajar previamente a su nombramiento, como maestro mayor a la fortificación de Cádiz. Los maestros eran quienes conocían cómo era el terreno, la época mejor para trabajar según el clima, la calidad de los materiales y el tipo de piedras que mejor aguantaban el paso del tiempo. Los enormes costos que conllevaba el plan de fortificaciones del Imperio, llevaría a la Corona a extremar el control del gasto en las obras, procurando siempre beneficiarse en las condiciones del contrato, por eso las obras eran por lo general subastadas a la baja, con el consiguiente perjuicio para los con-tratista, como sucedió con las obras de fortificación de Fuenterrabía, adjudi-cadas en 1530 al maestre Lope de Insturizaga por un precio de 8 ducados la tapia, corriendo además con los gastos de limpieza y desescombro. Quince años después, en 1545, a la muerte de Insturizaga, la obra se le adjudica a su yerno Domingo de Eztala, pero a un precio inferior, siete ducados y dos rea-les la tapia, corriendo a su costa además la saca de los cimientos, los mate-riales y la mano de obra. Unos años más tarde, Domingo de Eztala reclama el pago de 1473 ducados que se le adeudaban, quejándose amargamente de la mísera cantidad en que ten��a contratada la obra. El control ejercido sobre la calidad de la obra edificada era llevado con rigor por los veedores y contadores del Rey. Se medían los muros para ver si cumplían lo diseñado en altura, grosor y ancho.También se ejercía un exhaus-tivo control sobre los materiales empleados, sobre el mortero de cal y arena, porque de su calidad dependía la solidez de la fortaleza (M. Porras, 2002:10). ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 45 n Fortificaciones de Fuenterrabía en 1538 vistas por Francisco de Holanda (Biblioteca de El Escorial) La fortificación de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria durante el Quinientos La incorporación de la isla de Gran Canaria a la Corona de Castilla en el año 1483 puso fin a una cruenta y larga guerra de conquista contra la pobla-ción aborigen canaria. Finalizada la contienda, la Isla conocerá un período de cuatro décadas de relativa calma y cierta prosperidad económica, motivada fundamentalmente por el comercio del azúcar y vinos con Europa y las inci-pientes colonias americanas. Pero todo cambiará a partir de 1521, cuando se inicia la primera de las cinco guerras que librarán las dos grandes potencias del momento, España y Francia. Desde entonces, y a lo largo de todo el siglo XVI, el Archipiélago Canario apenas conocerá momentos de paz. Su situa-ción estratégica en el Atlántico y la riqueza generada en un primer momen-to con la producción y comercio de azúcares, hizo que sus ciudades más importantes fueran objeto de constantes ataques y saqueos, por parte de los “enemigos del Imperio”: franceses, ingleses y holandeses, entre los más importantes. Además, la proximidad del Archipiélago al litoral africano, aña-dió un punto de vulnerabilidad a un territorio fragmentado y sin defensas para unas ciudades que habían sido fundadas en su mayor parte, a la orilla del mar. La única fortificación que protegía la ciudad de Las Palmas en 1522, por entonces la capital del Archipiélago, era una torre de piedra y mortero de cal, situada a una “legua” de la ciudad, en un lugar despoblado, en el extremo norte de la Bahía de Las Isletas, el principal puerto natural de la Isla. La torre había sido reforzada entre 1515 y 1519 por medio de un baluarte y varios tiros de hierro, que resultaron insuficientes para mejorar la defensa del puer-to, lo que se demostraría a a partir de 1521, fecha en que se inicia la prime-ra guerra con Francia, resultando estas obsoletas defensas inoperantes ante los devastadores cañones de los navíos franceses. En una primera etapa, los ataques de las escuadras francesas van dirigidos a interrumpir el comercio con las islas y colonias americanas, capturando naví-os para hacerse sobre todo con las mercancías que transportan, persiguien-do y atacando incluso a las embarcaciones que buscan refugio en el interior de los puertos. Como sucedió en 1522 en el Puerto de Las Isletas, donde el ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 47 48 corsario normando Jean Fleury, entró sin la menor resistencia haciendo presa de siete barcos cargados de gente y mercaderías. En 1541, veinte años después del primer ataque francés al Puerto de Las Isletas, la ciudad de Las Palmas seguía completamente indefensa. Pero ese año de 1541, se produciría un suceso preocupante para la seguridad de las islas, como fue la conquista de la colonia y fortaleza portuguesa de Santa Cruz de Berbería del Cabo de Aguer, por las tropas de uno de los más poderosos xari-fes de Marruecos. Las noticias que traían a Las Palmas los pocos refugiados portugueses que escaparon al desastre, no podían ser más alarmantes, por-que en el Puerto de Aguer se preparaba una armada naval para venir contra las Islas. Además, poco después, también se perdería el puerto de San Bartolomé, próximo a Santa Cruz de Mar Pequeña, a manos del xarife, con lo cual toda la costa de berbería frente a Canarias estaba en poder de los “moros”. El gobernador y justicia mayor de Gran Canaria, Agustín de Zurbarán, consciente del inminente peligro, envía a Jerónimo Batista Maynel como men-sajero a la corte para transmitir la noticia de la desgracia acaecida en el Cabo de Aguer. Carlos V, preocupado ante la posibilidad de que se produjera ese ataque, y que como consecuencia de ello “pudieran caer las islas en manos de los enemigos de la santa fe católica”, remite cédula real, el 12 de junio de ese mismo año, al gobernador de la isla (Documento I), pidiéndole información sobre el Cabo de Aguer, distancia con respecto a la ciudad de Las Palmas, y datos referentes a su fortificación6. El 26 de octubre de 1541, el gobernador Zurbarán lleva acabo una infor-mación pública para recabar datos con los que contestar al emperador : “dijo que porque para informar a su majestad en el caso era necesa-rio haber información acerca de lo convenido en la dicha cédula (…)” Cuadernos de Patrimonio Histórico 6 Quiere saber primero si en el Cabo de Aguer: “hay aparejo para tener y estar navíos de remos e cuan-tos e si con ellos pueden ir a hacer daño en la dicha isla. También pregunta sobre la necesidad de cons-truir una fortaleza en Las Palmas si a e esta causa es necesario y convenía que se hiciese en ella una for-taleza e se proveyese de gente armas artillería e municiones con que pudiese resistir a los enemigos (…) e de que calidad e tamaño e que costaría a hacerla e que gente armas artillería e municiones e de que géne-ro sería menester en ella para su guarda y defensa”. Quiere saber que población tiene la ciudad y si los habitantes estarían dispuestos a contribuir para la construcción de la referida fortaleza: “e si los vecinos e moradores de ella y de la dicha isla (…) ayudarían con alguna cosa e con que cantidad para hacerla lo cual platicareis con ellos”. Por último pregunta si la ciudad está amurallada y de que forma:“e si la dicha ciudad real esta cercada e de manera que se pueda defender proveyéndola de artillería y municiones o de que manera está e que vecindad tiene (…)” (AGS: Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3). El interrogatorio de nueve preguntas ordenado por Zurbarán nos permi-te hoy conocer el estado de las defensas de la ciudad de Las Palmas por aquel año de 1541. “Información hecha en la ciudad de Las Palmas sobre la necesidad que había de construir una fortaleza en ella y la artillería y municiones que debería tener para estar defendida la ciudad de moros”. (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3; 1541, octubre, 26). Las tres primeras preguntas del interrogatorio se centran en el Cabo de Aguer (Agadir), distancia que le separa de las islas, estado de los puertos de la costa de berbería próxima al Archipiélago, no solo el de Aguer, sino tam-bién los de San Bartolomé y Mar Pequeña, también en manos del xarife, número de barcos de remos que pueden refugiarse en ellos, tiempo que tar-darían en llegar a las islas, etc. La cuarta pregunta trata sobre la defensa de Las Palmas: “que por estar como está en la costa de la mar de esta ciudad real de Las Palmas que bota la mar en las casas de ella y estar descercada e sin fortaleza ni fuerza ninguna ni otra cerca ni tiros de artillería en la dicha ciudad (…).” (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3). La quinta pregunta se centra en la necesidad de construir una fortaleza en la misma capital porque “sería muy útil e provechoso la dicha fortaleza para recoger en ella la gente de mujeres e niños y otras personas que no fuesen de pelea la cual dicha fortaleza podría costar cuatro mil ducados poco más o menos e más la artillería que para ella conviniese.” (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3). La sexta pregunta trata sobre la defensa de la línea de costa entre el barrio de Vegueta y el de Triana, proponiendo construir varios baluartes y dotarlos de artillería de bronce: “Yten si saben que hay necesidad de hacerse tres o cuatro baluartes para la costa de la mar e para cada baluarte hay necesidad que haya dos o tres tiros de bronce por causa que la mar daña los tiros de hierro e que fuesen los tiros medias culebrinas.” (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3). ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 49 50 La séptima pregunta trata sobre el tamaño de la población de Las Palmas por esos años, el Emperador quería saber no solo dónde estaba situada la ciu-dad, sino también cómo era de grande y cuántos habitantes tenía: “Yten si saben que en esta ciudad de Las Palmas hay hasta ocho-cientos fuegos e moradores de más de otras personas estantes.” (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3). En la octava y novena pregunta se vuelve a insistir en el peligro de un inmi-nente ataque por parte del xarife, que prepara armada en los puertos del Cabo de Aguer y Mar Pequeña: “(…) hay nuevas que ahora se dice e han venido por cartas del cabo de aguer así de los cautivos que allá están como de un fraile que el señor rey de Portugal mandó rescatar de los cristianos que se cautivaron cuan-do la tomaron los moros que eran salidas del dicho cabo de aguer (…) ciertas fustas e un bergantín para venir a estas islas e se dice de cierto que están en Mar Pequeña, junto a estas islas esperando tiempo.” (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3). Las respuestas de los siete testigos interrogados vienen más o menos a ratificar lo contenido en las preguntas.Todos coinciden en señalar que la ciu-dad de Las Palmas, al estar a la orilla del mar, estaba desprotegida y que ya había sido bombardeada desde el mar en varias ocasiones: “(…) y que asimismo ha visto que por estar la ciudad a la costa de la mar e sin defensa ninguna una nao vizcaína se puso delante e la empe-zó a bombardear hasta que le dieron unos hombres que le tenían preso e otra vez vinieron cuatro naos francesas e surgieron en el puerto e después de haber robado los navíos que hallaban dijeron que les diesen tantos mil ducados sino que bombardearían la ciudad. (Testigo Luis de Herrera alcal-de vecino de la villa de agáldar)”. (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3). Tras la información pública del 26 de octubre de 1541, que finaliza el 5 de noviembre del mismo año, el gobernador Agustín de Zurbarán env��a a la corte los datos recabados y una carta dirigida al emperador donde resume su plan de fortificación para la ciudad de Las Palmas. (Apendic. Documento II). Cuadernos de Patrimonio Histórico Siete meses después, Jerónimo Baeza, en nombre de la isla de Gran Canaria, se dirige al emperador, para señalarle que la isla no ha recibido res-puesta al plan de fortificación de Zurbarán y que tampoco se han recibido ayudas para hacer la fortaleza en la ciudad de Las Palmas a pesar de que con-tinúa el peligro de ataque desde la vecina costa de berbería: “(…) e porque después acá se han perdido las ciudades de Azamor e Záfi e los moros las tienen e poseen que son asimismo cerca de la dicha isla de cuya causa tiene mucho nuestro riesgo e peligro e tiene mucha necesidad se fortalecer e pertrechar...” (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3). No llegaría a realizarse el plan de fortificación para la ciudad de Las Palmas de Agustín de Zurbarán, en realidad no hubo respuesta. Carlos V en octubre de ese mismo año de 1541, había sufrido un fuerte descalabro, durante el fra-casado cerco de Argel, que a punto estuvo de costarle la vida. Además el 12 de junio de 1542, Francisco I lanzaba su proclama de guerra contra el empe-rador. La guerra con Francia y luego la sostenida contra los príncipes alema-nes de la Liga de Schmalkalden, le mantendrían alejado de España durante el resto de la década. En 1543 concluye la última etapa de su gobierno directo sobre Castilla. Será su hijo, el príncipe Felipe, quien se encargue a partir de entonces del gobierno de los reinos de España. El 29 de octubre de 1544, el pirata francés Jean Alfonse de Saintonge se apodera por sorpresa de la torre-fortaleza de Las Isletas, apresando una cara-bela y dos urcas cargadas de azúcar que se encontraban bajo el amparo del fuerte (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.25). La situación era entonces ya insostenible, pues no se podía garantizar la seguridad del puerto principal, por donde se efectuaba todo el comercio con la isla, y por donde además entraban los recursos alimenticios cuando escaseaban en la tierra. En 1547, el príncipe Felipe remite cédula real al gobernador de Gran Canaria, el licenciado Juan de Miranda, para que recabase información sobre la conveniencia de fortificar la Torre del Puerto de Las Isletas (AGS: Diversos de Castilla, Leg.13, doc.4). En menos de seis años había cambiado completamente el planteamiento inicial, la fortificación de la ciudad de Las Palmas pasaba a un segundo plano y todos los esfuerzos se centraban ahora en garantizar la seguridad del Puerto, mejorando las defensas de la torre-fortaleza de Las Isletas. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 51 52 No se volvería a tratar el complejo asunto de la fortificación de la ciudad hasta el año 1554, en pleno desarrollo de un nuevo conflicto armado con Francia (Cuarta Guerra 1551-1559). En esta ocasión el Príncipe Felipe, pro-bablemente presionado por la conmoción que sufrió el Archipiélago Canario, tras el saqueo y quema de la ciudad de Santa Cruz de La Palma, perpetrado en 1553, por la escuadra del temible corsario Francois Le Clerc “Pie de Palo” (AGS: Diversos de Castilla, Leg,13. doc.25). Ante este suceso sin precedentes, el príncipe Felipe decide por fin tomar cartas en el asunto, poniendo en marcha un plan para la fortificación de las principales ciudades de Canarias, empezando por Las Palmas, por entonces la principal del Archipiélago. Una de las primeras medidas adoptadas, sería enviar como gobernador de la isla, en su segundo mandato, a Rodrigo Manrique de Acuña, hombre resolutivo y bregado en los asuntos de guerra, como ya lo había demostra-do en su anterior mandato (1548-1551), y al que las autoridades de la Isla reclamaban para el cargo, ante la inoperancia del gobernador Serrano de Vigil: “(…) porque Pedro Cerón hizo lo que puede no tiene ayuda que el gobernador es un letrado muy atado y temeroso y sobre todo muy poco temido y acatado y de esta manera toda la gente anda aventada y mucha se esconde en cuevas huyendo de noche en hábito de mujeres y asimismo se ha ido mucha gente a la dicha isla de madera (…).” (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.29. Apendic. documental III). Rodrigo Manrique acude con armas y dineros para asegurar a toda costa la defensa de la ciudad. Para ello trae instrucciones del Príncipe7 que cumple Cuadernos de Patrimonio Histórico 7 “Don Rodrigo Manrique a quien habemos proveído por gobernador de la isla de Canaria ya sabéis como después que vos saliste de ella los franceses corsarios han andado con mucho número de navíos y gentes por las costas de ellas faltando la gente en tierra y haciendo muchos daños y después de lo cual por parte de la dicha isla se nos ha pedido e suplicado mandásemos proveer de artillería armas e municiones para su defensa de lo cual habemos mandado llevar de Málaga mil picas e trescientos arcabuces para repartir entre la gente de ella pagándolas vos llegado que seáis a aquella isla (…) Asimismo hemos sido informa-dos que convenía para seguridad e defensa de la dicha isla que se hiciesen en algunos puertos y otras par-tes algunas fortalezas y torres y se pusiese en ella la artillería e municiones que conviniese y porque quere-mos saber que fortalezas e torres es necesario y conviene que se haga en la dicha isla y en que puertos e partes de ella y de que tamaño y calidad y que podría costar e que artillería e municiones sería menester para ellas y que costaría y si los vecinos e moradores de la dicha isla pues para su seguridad y defensa las harán a su costa (…)” (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.18; 24 noviembre 1554). sin tardanza, informándole, apenas toma posesión del cargo, sobre donde debería ubicarse la nueva fortaleza que había de construirse en la ciudad de Las Palmas, así como los costes de su construcción y artillado8: Rodrigo Manrique de Acuña intenta convencer al príncipe sobre la nece-sidad y conveniencia de costear las obras de la nueva fortaleza, no sólo para defensa de la ciudad, sino además como base para la construcción de un muelle, al que llevarían agua potable y que al amparo de la fortaleza, pron-to atraería a numerosos navíos que hacían la ruta de Indias, obteniendo así el rey numerosas rentas que le permitirían amortizar lo invertido en la for-tificación9. Propone Manrique de Acuña, en caso de que no se hiciese la gran forta-leza, cuyos costos se estimaban en 25.000 ducados, la construcción en el Charco de Los Abades de un fuerte más pequeño a manera de revellín10. La segunda propuesta de Manrique de Acuña sería aceptada, disponien-do de los recursos económicos suficientes como para acometer en muy poco tiempo una serie de obras de fortificación en la ciudad de Las Palmas, incluyendo el fuerte del Charco de Los Abades. Básicamente, Manrique de Acuña desarrolla para Las Palmas el plan que había sido propuesto por Zurbarán trece años antes. Aunque no construye la muralla de la parte del mar, entre los barrios de Vegueta y Triana, ni tam-poco la fortaleza de grandes dimensiones que se iba a levantar en la entra-da de la ciudad. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 53 8 “(…) Y hallé que el lugar más competente para la defensa de la isla y para que si algo sucediese la gente toda se pudiese recoger dentro e desde la misma fuerza ofender a los enmigos es a la entra de la ciudad en un lugar que dicen el Charco de los Abades el cual de pleamar está lleno de agua y en bajando la mar que es fácil cosa de hacer y por aquella misma parte está fortísimo costaría el edificarse allí con el artille-ría que era menester que había de ser toda de alcance veinte e cinco mil ducados (…)”. (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.18). 9 “(…) y abría otro negocio que en seis años vuestra majestad ahorraría lo que hubiese gastado en ello por-que acrecentaría en sus rentas más de un quinto de renta en cada un año porque este edificio haría puer-to de surgidero de navíos y demás de esto por un lado del dicho charco entra una canal a raíz de las mura-llas que ha de ser de la cual muralla puede salir agua dulce a la canal para provisión de los navíos que habiendo esta comodidad todos cuantos van a las Indias de vuestra majestad e de Portugal vendrían aquí por donde la contratación sería muy grande e grande aumento de estas islas que por esta falta no vienen armadas ni navíos (…)”. 10 “(…) y si vuestra majestad al presente no fuera servido que se trate de esto puede hacerse en el dicho lugar un fuerte a manera de revellín e do puedan estar seis o siete piezas de artillería de alcance y para estos tiempos sería cosa provechosa y harto importante costaría cuatro mil escudos hacerse dando vuestra majestad quinientos y el artillería que fuesen dos culebrinas y un cañ��n y tres sacres lo demás la isla lo haría (…)” (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.18). 54 Por una información pública11 realizada con objeto de dotar de artillería a las fortificaciones levantadas por Rodrigo Manrique de Acuña en aquel año de 1554, sabemos cuántos fuertes se construyeron y dónde se ubicaron, aunque no tenemos referencias de sus características constructivas. En total se levantaron siete fortificaciones, dos en la Caleta de Santo Domingo, tres en la Caleta de Santa Catalina, una en la Punta del Palo y por último, la más importante en el Charco de Los Abades. Según Rumeu de Armas la fortaleza del Charco de Los Abades no llegó a construirse en tiempos del gobernador Manrique de Acuña: “debido a los elevados costo de la obra, valorados en 25.000 ducados.” (A. Rumeu, 1991.Tomo I: 178). No coincidimos con la opinión de este autor, al considerar que no llega-ría a construirse la referida fortaleza, pues no solo se especifica su construc-ción en la propia ���Información en que constan los fuertes que se hicieron para la defensa de la isla” del 13 de noviembre de 1554, donde los testigos asegu-ran que: “han visto que el señor don Rodrigo mandó hacer e hizo estos días un fuerte a la entrada de esta ciudad que tiene por cierto que es muy impor-tante así para la defensa del pueblo por tierra como para ojear en la ribe-ra los enemigos que quisieran saltar a ofender e dañar los vecinos de esta isla teniendo cuatro o cinco piezas de artillería gruesas e esto que dicho tiene es verdad e firmo. Jerónimo Batista Mainés. “(AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.17). Además, como hemos visto más arriba, el propio Rodrigo Manrique había planteado a Felipe II una segunda opción a los elevados costos del fuerte, que con su nuevo proyecto pasarían de los 25.000 ducados a cuatro mil escudos. Así es que la fortaleza del Charco de Los Abades, que después sería cono-cida como Torreón de Santa Ana, en realidad sí se construyó en aquel año de Cuadernos de Patrimonio Histórico 11 “(…) digo que a esta isla conviene que vuestra merced me reciba información de los fuertes e reparos que en esta se han hecho para defensa della en las caletas de Santo Domingo e Santa Catalina y en el lugar do dicen El Palo e asimismo la última fuerza que se ha hecho en la entrada de esta ciudad do dicen San Telmo los cuales son lugares e sitios por donde los franceses y enemigos de su majestad pueden dañar e defender esta isla (…)” (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.17: 1554, noviembre,13. Información en que constan los fuertes que se hicieron para la defensa de la isla). 1554, aunque es probable, y en eso puede tener razón Rumeu de Armas, que todas aquellas fortificaciones que se levantaron bajo el mando de Manrique de Acuña, se hicieran con materiales endebles, o mejor, con un diseño poco efectivo, porque vemos como años después se vuelven a reconstruir. Concretamente, sabemos que la citada fortaleza del Charco de Los Abades se reconstruyó al menos tres veces, la primera en 1554 por orden de Manrique de Acuña, la segunda entre 1563 y 1568 bajo los gobiernos de Diego del Águila y Pedro Rodríguez (1568, 4 de julio. Cal para el fuerte de San Telmo AHPLP, Alonso de Balboa, nº776, f.199 r.). Y por último, a partir de 1578, siendo gobernador el capitán Diego Melgarejo, quien manda demoler el fuerte hasta los cimientos para reconstruirlo de nuevo (1578, 19 de julio. Reformas en el fuerte de la ciudad de Las Palmas.AHPLP, Alonso de Balboa, nº778, f.223 v.). ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 55 n Planta del Castillo de Santa Ana en el Charco de los Abades, según Pedro Agustín del Castillo (1686) 56 Pero volviendo al hilo de los acontecimientos que venimos relatando, por lo que sabemos la década de los cincuenta del siglo XVI fue de constantes sobresaltos para las Islas, el propio Manrique de Acuña en 1555 le comunica al rey en una larga carta, la dramática situación que padecen las islas, afecta-das por tantos años de guerra12. Todo el esfuerzo que se llevó a cabo para la fortificación de la ciudad de Las Palmas, durante gran parte del siglo XVI se hizo a costa del Cabildo y de los propios habitantes de la isla, no sin grandes sacrificios, tal y como se dedu-ce por una carta enviada por el gobernador Diego del Águila a Felipe II ,el 15 de octubre de 1567, por la que sabemos que la Isla había recibido artillería y armas para su defensa, y que se estaba llevando a cabo la construcción de un nuevo fuerte (posiblemente se refiera al fuerte del Charco de Los Abades) al mismo tiempo que también se trabajaba en la construcción de la nueva for-taleza de Las Isletas13. Rumeu de Armas, basándose en una Real Cédula de 16 de mayo de 1571, atribuye a Pedro Rodríguez de Herrera, sustituto de Diego del Águila, en la gobernación de la Isla, todos los esfuerzos de fortificación que se llevaron a cabo en la década de los sesenta: “A la visita de Pacheco sigue una década de pleno estancamiento, pues hasta el momento en que tomó posesión del gobierno de Gran Canaria, en 1568, el licenciado don Pedro Rodríguez de Herrera no se dio un solo paso más en materia de fortificación insular (…) este último gobernador fue quien inició la construcción del torreón de Santa Ana, en el Charco de Los Abades”. (A. Rumeu, 1991: 125-126). Cuadernos de Patrimonio Histórico 12 “he dado larga cuenta a vuestra alteza y dejo muchas cosas de este negocio para que vuestra alteza sepa que por estas islas arde la guerra y que están estas islas tan en frontera como Fuenterrabía (…) y más suje-tas a daños que otras ningunas la falta de trigo es grande y el remedio muy lejos y el socorro incierto por la mar estoy entre otras cosas en gran aprieto y envío por muchas vías a Flandes y Castilla suplico a vuestra alteza mande particularmente se tenga en cuenta en los puertos en dejar socorrer esta isla y mandar dar saca copiosa para ella porque sin trigo ni yo me atrevo a sostenerla (…)” (AGS: Diversos de Castilla, Leg.13, doc.49: 1537-1555. Correspondencia de D. Rodrigo Manrique, gobernador de Canarias, con el príncipe, princesa gobernadora y secretario Juan Vázquez, sobre los sucesos de aquellas islas). 13 “Y por hacerse esta obra con el sudor de tanta gente pobre no se ha podido acabar y también porque hemos procurado de fortificar más la fortaleza del puerto principal en que se ha gastado mucho dinero y para acabar estas fuerzas y el resto de ellas y otras necesidades que se ofrecen de ordinario en las cosas de la guerra tenemos muchas necesidades de tener alguna hacienda para gastar y de ninguna parte mejor se podrá sacar que haciéndonos Vuestra Majestad merced de darnos almojarifazgo.” (M. Martín y M. Ruiz, 2000: 359-377). Si bien es cierto que bajo el gobierno de Pedro Rodríguez de Herrera, se pudo rematar las obras del Fuerte de Santa Ana, en el Charco de Los Abades, y de la fortaleza de Las Isletas, no es menos cierto que gobernando su ante-cesor Diego del Águila, se iniciaron en 1563 las referidas obras, lo que sabe-mos por un contrato suscrito el 2 de junio de 1563 entre el calero Melchor de Castro y el regidor Bernardino Canino para que el primero suministrase 300 cahíces (200.000 kilos aproximadamente) de buena cal para las obras de la fortaleza de Las Isletas.Y que este mismo gobernador en 1567, se encon-traba trabajando en el Fuerte de Santa Ana del Charco Los Abades, siendo sustituido un año después por Pedro Rodríguez de Herrera. Será durante la década de los setenta cuando la corona por fin se decida, esta vez de forma directa, a resolver los problemas de fortificación de las prin-cipales ciudades del Archipiélago, empezando por Las Palmas de Gran Canaria. En 1571 llega a la ciudad Agustín de Amodeo14, el primer ingeniero que es enviado por la corona a las islas, para estudiar, diseñar o supervisar el plan de fortificaciones más adecuado a cada ciudad. Amodeo viene por orden de Felipe II desde el Peñón de Vélez, acompa-ñado del capitán Gaspar de Salcedo, con doce soldados y tres artilleros, que forman el primer presidio que se encargará de instruir a las milicias en el arte de la guerra. El capitán Salcedo además debe colaborar con Amodeo y el nuevo gobernador Juan de Benavides para en primer lugar supervisar las obras que se estaban ejecutando en la Fortaleza de Las Isletas y en el Torreón de Santa Ana del Charco de Los Abades. Después, una vez reco-nocida la ciudad de Las Palmas deberán planificar cómo fortificarla con murallas y baluartes15. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 57 14 “Este ingeniero vino de Italia con D.Garcia de Toledo para la conquista del Peñón de Velez de La Gomera con las tropas que condujo la escuadra.Verificada la espugnación, quedó all�� por orden del mismo D.Garcia para ejecutar el proyecto de fortificación de que envió un modelo de cera a la Corte. Su sueldo fueron 14 ducados al mes y dos raciones diarias, pero como no se le pagaban (conforme sucedió casi siempre en aquel punto) pidió su licencia quejándose agriamente del abandono en el que se hallaba. Sin embargo, Felipe II le dirigió sus cartas y órdenes para su pago, permitiéndole venir a la Corte en 1568, donde des-pués de haber satisfecho sus atrasos, se le mandó pasar a Canarias y había fallecido allí en 1571”. (J. Aparici, 1851:43-44). 15 “Sabed que se ha tenido aviso de que el Turquillo aprestaba y ponía en orden 16 o 17 navíos en el rio de Sale y que por ser tan poca la traviesa desde allí a la isla de Canaria podría hacer daño alla,. He ordenado a Agustín de Amodeo nuestro ingeniero que fuese a la dicha isla a ver las fortalezas y caletas que hay en ella, avisando y entendido lo que le pareciere diese orden de lo que se ha de hacer y estuviese en ella hasta tener otra orden y hecha la planta della nos la enviase con relación particular de lo que le pareciese demás mandar (…)” (AGS, Guerra Antigua. Leg.76, doc.135). 58 Agustín de Amodeo permaneció tres meses en la ciudad de Las Palmas tiempo que empleó en diseñar el plan para la fortificación de la ciudad, debiendo contar para ello con el parecer de Gaspar de Salcedo, Juan Benavides y Pedro Cerón. Básicamente, el plan enviado a la corte por Amodeo consistía en la construcción de tres fortalezas, una en la Montaña de San Francisco y otras dos en la línea de costa, en los extremos Norte y Sur de la ciudad, reforzándose el sistema defensivo con seis baluartes con sus correspondientes tramos de muralla de cantería que rodeasen toda la ciudad. Pero al mismo tiempo, en las trazas enviadas por Amodeo se reflejaba la propuesta de Gaspar de Salcedo, diametralmente distinta a la del ingeniero, ya que proponía fortificar solo el barrio de Vegueta, amurallándolo en redon-do, con dos baluartes aterraplenados por la parte del mar y otro más en lo alto de la montaña de Santo Domingo, utilizando como foso el propio Barranco de Guiniguada. El plan de Salcedo fue rechazado de pleno por el Consejo y es el propio rey quien le advierte: “En lo que toca a Canaria habiendo visto lo que vos y el ingeniero Amadeo escribisteis y la planta que envió della por no conformarse ambos en la fortificación que se debe hacer en ella os ordeno que os junteis con Benavides y Amodeo y vieseis los tres lo que se ha de hacer...” (AGS, Guerra Antigua, Leg.76, doc.135; 15 junio 1572). Lamentablemente no se conservan en el Archivo de Simancas las trazas enviadas al Consejo de Guerra por Agustín de Amodeo, ni de la ciudad y sus fortificaciones ni tampoco las trazas de las Fortalezas de Las Isletas y Santa Ana, pero es seguro que Amodeo las realizó y remitió a la corte, porque el mismo Felipe II lo dice en 1572 en las instrucciones dadas al ingeniero ibicenco Juan Alonso Rubián16, que viene a Gran Canaria como sustituto de Amodeo, muer-to un año antes en Tenerife cuando estudiaba el plan de fortificación para la isla17. Cuadernos de Patrimonio Histórico 16 “(…) Ydo a la dicha isla el ingeniero y el capitán Gaspar de Salcedo a quien ordenamos fuese con cierto número de soldados y enviado nos la planta que el dicho ingeniero hizo de la ciudad de Canaria señalando la parte que parezca al dicho capitán se deba fortificar que es desde el río que pasa por ella a la parte del monasterio de Santo Domingo haciéndole dos baluartes a la marina terraplenados con su muralla de can-tería y otro en la montaña que esta junto a dicha ciudad y la señorea toda y corresponde a los otros y al dicho ingeniero que se fortifique toda la ciudad haciendo seis baluartes sobre las partes que vienen señala-das en la dicha planta la cual se mostrará” (AGS, Guerra Antigua. Leg.76, doc.135). 17 “(..) Ydo a la dicha isla el ingeniero y el capitán Gaspar de Salcedo a quien ordenamos fuese con cierto núme-ro de soldados y enviado nos la planta que el dicho ingeniero hizo de la ciudad de Canaria señalando la Felipe II llevaba 20 años reinando cuando se decide por un proyecto integral de fortificación para la ciudad de Las Palmas y para financiar la eje-cución de tan ambicioso programa, que como hemos visto ya habían inicia-do las autoridades de la Isla con sus exiguos recursos y la participación de la ciudadanía, el rey concede merced de mil licencias de esclavos para for-tificación18. Con estos recursos económicos, al finalizar la década de los setenta, la ciu-dad de Las Palmas estaba ya en gran medida fortificada. Se habían construi-do, bajo los gobiernos de Diego Melgarejo y Martín de Benavides, el torreón de Santa Ana y el cubelo de San Francisco como remates de un tramo de ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 59 parte que parezca al dicho capitán se deba fortificar que es desde el río que pasa por ella a la parte del monasterio de Santo Domingo haciéndole dos baluartes a la marina terraplenados con su muralla de can-tería y otro en la montaña que esta junto a dicha ciudad y la señorea toda y corresponde a los otros y al dicho ingeniero que se fortifique toda la ciudad haciendo seis baluartes sobre las partes que vienen señala-das en la dicha planta la cual se mostrará..”. (AGS, Guerra Antigua. Leg.76, doc.135). 18 “El Rey, Concejo, justicia, regidores, caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenos de la ysla de Canaria, sabed que por lo mucho que conviene que la fortificación de esa Isla se haga y acabe conforme a la traza y orden que está dada, tuvimos por bien de conceder licencia para llevar mil esclavos a las Yndias, para que lo que procediere dellas sirva para la dicha fortificación, y Francisco Duarte, nuestro factor de la Casa de la Contratación de las Yndias que reside en Sevilla por nuestro mandado ha tomado asiento con Enrique Freyre sobre la venta dellas a veynte y seys ducados cada una, según lo qual montan veynte y seys mil ducados (…)” (Libro Rojo de Gran Canaria, 1995: 499-500). n Plano del sitio de Canaria (detalle de la ciudad de Las Palmas) por Próspero Casola, 1599 (AGS y A.G.M.M.). 60 muralla, que cerraba por el norte la ciudad.También se construyó otro tramo de muralla al sur de la ciudad y nuevamente se habían reconstruido los baluartes de Santo Domingo, El Cristo y San Telmo, en la línea de costa. Fuera de la ciudad, al sur, en la Playa de San Cristóbal, se construyó el torreón de San Pedro Mártir y en el Puerto de Las Isletas se terminaba la Fortaleza que luego sería conocida como Castillo de Nuestra Señora de La Luz. Para dotar de artillería a todas las fortalezas, la Isla solicita al monarca licencia para la venta de otros trescientos esclavos con los que financiar la compra de seis culebrinas, cincuenta quintales de pólvora y quinientas picas para las fortalezas de la ciudad19. No vamos a extendernos más en los detalles y avatares históricos relati-vos a la fortificación de la ciudad, no es el objetivo de este libro, tan solo hemos querido contextualizar, fijar el escenario donde se desarrolla la histo-ria de la Fortaleza de Las Isletas, pues no se entendería si previamente no supiéramos algunas de las cuestiones que hemos expuesto en las páginas pre-cedentes. Cuadernos de Patrimonio Histórico n El Torreón de San Pedro Mártir (Castillo de San Cristóbal) construido por el gobernador Diego Melgarejo en 1578 19 “De parte de la isla de la Gran Canaria se ha suplicado a V.M diversas veces que para la guardia y defen-sa de su fortificación se le proveyese, de seis culebrinas que ha menester con todos sus encabalgamientos y municiones y de cincuenta quintales de pólvora, y quinientas picas para que las fortalezas de aquella ciudad puedan ofender a los enemigos y defender la tierra, que sin ello está a tanto riesgo, que cualesquier corsa-rio la podrán saquear y porque aquella isla no tiene propios ni forma alguna para proveer el dinero que para esto es necesario que se hace cuenta costará (...) poco más o menos suplicamos a vuestra majestad le haga merced de darle licencia para pasar trescientos esclavos a las Indias en navíos sueltos y fuera de flota por la misma orden V.M se la hizo de otras mil licencias de esclavos con que se ha hecho y hace la dichas for-talezas (…)” (AGS, Guerra Antigua. Leg.154, fol.352) La evolución de la Fortaleza de Las Isletas a través de las fuentes históricas La Torre Primigenia La fortaleza de Las Isletas, también llamada a finales del siglo XVI Castillo de Nuestra Señora de La Luz, tuvo sus orígenes en un antiguo torreón cons-truido en 1494 por Alonso de Fajardo, el tercer gobernador de Gran Canaria, que cumplía así con las instrucciones de la reina Isabel la Católica. La torre fue levantada, puede que aprovechando los cimientos de otra for-tificación similar, construida en torno al año 1479 por Juan Rejón, capitán de las tropas castellanas que participaban en la conquista realenga de Gran Canaria. El cronista Gómez Escudero, no hace referencia a la autoría de la primera torre, pero sí dice que “Alonso fajardo also la torre de Las Isletas que estaba vaxa, púsole dos tiros de hierro (...)” (Gómez Escudero, Cap. XXIII, en F. Morales, 1978: 460). La torre de tipología medieval guarda estrecha relación con dos fortifica-ciones de la misma naturaleza existentes en el Archipiélago Canario, la Torre de Sancho de Herrera, construida en 1451 y que hoy se conserva en el inte-rior del Castillo de Guanapay, en Lanzarote, y la Torre del Conde (1450-1477) en la isla de La Gomera. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 61 n Castillo de Guanapay, en su interior asoma la Torre de Sancho de Herrera (Lanzarote) 62 La antigua torre de Las Isletas de la que hasta hoy solo se tenían vagas referencias, se ha descubierto recientemente, casi intacta, en la zona central del interior de la actual fortaleza, durante el proceso de vaciado al que ha sido sometida, encontrándose sepultada en parte, bajo varios miles de metros cúbicos de arena y tapada por otras edificaciones, que se le fueron adosando a lo largo del proceso constructivo de la fortaleza, lo que hacía muy difícil su identificación e interpretación, hasta que se realizaron los trabajos arqueoló-gicos que se tratan en otro apartado del libro. Esta torre primigenia se construyó a finales del siglo XV en lo que enton-ces era un lugar remoto, a unos cinco kilómetros de distancia de la ciudad de Las Palmas, en el extremo norte de la Bahía de Las Isletas, donde está: “el puerto principal que esta isla tiene que se dice de Las Isletas donde se cargan e descarga todas las mercaderías e contratación que a esta isla vienen e de ella salen e donde está la dicha fortaleza (…).” (AGS: Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3). Para proteger todo el trasiego naval, se construyó la Torre que estaba arti-llada con dos bombardas situadas con orientación al mar, en la planta baja y tres falconetes o piezas similares ubicadas en tres troneras de ojo de cerra-dura invertida, situadas con la misma orientación en la planta primera de la torre. La edificación de tipología medieval, no es muy grande, tiene planta de tendencia cuadrangular y mide 10 m de altura por 8 m de lado. Los muros que alcanzan más de dos metros de grosor en el primer tercio, fueron cons-truidos con piedra y mortero de cal. En el interior, la torre presenta tres plantas. En la planta baja estaba situa-da la artillería, probablemente dos bombardas de hierro montadas sobre cureñas, hecho constatado por la presencia de dos cámaras de tiro de techo abovedado, descubiertas durante el proceso de excavación arqueológica, abiertas a un metro escaso de la base, en los lienzos este y sur de la torre, que defendían la parte del mar. Se entraba a esta planta baja por una puerta, enmarcada en un arco de medio punto rebajado, abierta en la cara norte, donde se encontraba la barbacana. A la primera planta se accedía por una puerta abierta en la cara norte, situada a unos 3 m del suelo. Se entraba a dicha puerta tal vez por medio de una escalera levadiza, que se recogía desde arriba quedando el acceso inte-rrumpido. En esta planta se abrían tres troneras de cerradura invertida y miri- Cuadernos de Patrimonio Histórico lla, que por el interior estaban precedidas de cámaras de tiros abiertas en los gruesos muros. Estas troneras estaban situadas al igual que las de la planta baja en los lienzos este y sur, la parte que vigila la marina, por su tipología y diámetro, tuvieron que servir para piezas de artillería de menor calibre. La segunda planta estaba provista de dos ventanas-troneras en la pared norte, posiblemente utilizadas para la defensa de las puertas de acceso y del pequeño patio o barbacana que pudo haber cerrado esta parte de la torre y defender el acceso a la misma. Al exterior de la torre, cerca de la cubierta, en los lienzos este y sur, se encuentran los restos de varias ménsulas de piedra arenisca incrustadas en los muros, elementos constructivos que sirvieron para sustentar dos mataca-nes, hoy desaparecidos, utilizados para la defensa de las dos troneras de la base, por donde el enemigo podía penetrar en la torre. A los referidos mata-canes se accedía desde la cubierta de la torre. Es probable además que dicha cubierta estuviese provista de almenas y puede que incluso tuviera una cubierta de madera a modo de templete, para proteger a los defensores. La cubierta fue arrasada cuando se acometen las reformas de 1572, quedando integrada en la explanada de artillería de la nueva fortaleza. Desde el punto de vista constructivo esta fortificación mantiene grandes similitudes con la desaparecida Torre de Santa Cruz de Mar Pequeña, por ser contemporáneas, y además porque también fue construida en 1496 por Alonso de Fajardo, siguiendo instrucciones de los Reyes Católicos. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 63 n Recreación de la Torre de Las Isletas en 1494 64 Rumeu de Armas señala que en 1954 la Torre de Mar Pequeña estaba ya muy arruinada y solo conservaba el basamento o plataforma y parte de los muros que entonces no superaban 1,80 m de altura. Sobre la base de estos vestigios, el referido autor, supone que la construcción era cuadrada con muros de 8,30 m de ancho por 2 m de espesor.Tenía dos plantas, en la pri-mera se abrían veinte troneras muy estrechas que servirían, creemos, para disparar ballestas. Un segundo cuerpo de mampostería estaría rematado por almenas, lo que se adivina, según Rumeu, por los materiales ruinosos acu-mulados sobre la plataforma. Pero lo que realmente tenía de original esta Cuadernos de Patrimonio Histórico n Alzado y secciones de la Torre del Conde. San Sebastián de La Gomera. (J. Pinto, 1996) torre, según el autor referido, era un templete de madera con techo que remataba la edificiación. Basa esta suposición en el hallazgo de cuatro aguje-ros para postes que se encuentran en los ángulos de la plataforma. (A. Rumeu, 1996: 156-157). No menciona el autor las troneras para la artillería que sin duda tuvo que llevar la Torre de Santa Cruz de Mar Pequeña, es posible que el estado de ruina del edificio impidiera ver ese elemento constructivo. Por ahora no hemos encontrado documentos relativos a los costos de la Torre-fortaleza del Puerto de Las Isletas, tanto de los gastos materiales como los del personal que participó en la referida obra. Pero afortunadamente sí existe documentación sobre lo gastado en la fortificación de Mar Pequeña. Para la construcción de esta fortaleza en la costa de berbería, Fajardo llevó hombres y materiales desde Gran Canaria, y cabe plantearnos si no sería la misma contrata, es decir los mismos maestros de obras, albañiles, carpinteros, herreros y peones que hicieron la torre del Puerto de Las Isletas, los que llevó Alonso de Fajardo para construir la Torre de Mar Pequeña. Por su importancia, y aunque abandonemos por un momento el hilo de nuestro relato, conviene mencionar aquí algunos datos referidos a los costos de materiales y personal empleado en la Torre de Mar Pequeña. Por dichos documentos sabemos que en herramientas y otros materiales constructivos, incluidos 33 quintales de hierro, para hacer herramientas, se gastaron 45.824 maravedíes. En la madera, que se labró en Gran Canaria para la cepa y obras de la torre, se emplearon 51.662 maravedíes. La cal que preparó en Gran Canaria el calero Alexos de Medina, costó 18.340 maravedíes y transportarla en bar-cos a Mar Pequeña 6.726 maravedíes. En armas, ballestas, bombardas y espin-gardas, que quedaron en la Torre, se gastaron 17.077 maravedíes. En cuanto al personal para la obra sabemos que se emplearon 25 peo-nes, algunos aborígenes, como Pedro Canario y Martín Canario, que cobra-ron cada uno de ellos, unos 2.300 maravedíes por trabajar de agosto a diciembre de aquel año de 1496. Como maestros mayores de las obras de albañilería, estaban Diego Gómez, Cristóbal Martín y Diego de Armas, ellos fueron quienes probable-mente trazaron y después construyeron la torre, eran por otra parte los que tenían mayor sueldo, unos 7.660 maravedíes por trabajar de agosto a diciem-bre de ese año. Le seguían los maestros mayores de carpintería, Francisco López y Cristóbal Martínez, que cobraron 5.266 maravedíes cada uno por ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 65 66 trabajar los cuatro meses, igual cobraba el maestro mayor herrero, Pedro de Madrid. Los aserradores como Diego de Cabreras y Juan Francés cobraban 1.000 maravedíes al mes. Los carpinteros como Alfonso Calafate o Luís Xunebes unos 4.000 maravedíes por los meses referidos. (Primera Data. Relación de lo gastado en los preparativos, construcción y aprovisionamiento de la torre de Santa Cruz de la Mar Pequeña. Alcalá de Henares, marzo de 1498. A. Rumeu, 1996: 84-93). Puede, como ya apuntamos, que algunos de estos maestros mayores de obra, carpinteros y peones hubieran participado en la construcción de la Torre del Puerto de Las Isletas, pues a fin de cuentas, la obra se realizó dos años antes bajo la iniciativa del mismo promotor, el gobernador Alonso de Fajardo. Cuadernos de Patrimonio Histórico n La Torre de Alonso de Fajardo durante los trabajos de rehabilitación de 2001 La Torre y el primer baluarte defensivo Debemos suponer que la Torre construida por Alonso de Fajardo, estaría protegida por una cerca defensiva perimetral o en todo caso, al menos, por una barbacana para proteger las entradas al recinto fortificado, lo cual era bastante frecuente en este tipo de construcciones defensivas aisladas. Lo que si sabemos es que el reforzamiento de los sistemas de defensa de la Torre se iniciaron a partir de 1519, porque consta en un documento que la reina Juana la Loca ordena al licenciado Francisco de Vargas, tesorero de las penas de cámara, que pague al concejo de Gran Canaria mil maravedíes: “para la construcción de un baluarte y otros edificios en la fortaleza del puerto principal de la dicha isla de Gran Canaria.��� (E. Martín, 1994: 336). Probablemente, las obras del baluarte o muro perimetral y los otros edi-ficios llegaron a construirse, de aquellas obras, posiblemente se conservan parte de los muros norte y oeste. Además, se conocen documentos que nos confirman que sí se realizaron. Lo sabemos por una carta remitida en 1545 por Carlos V al gobernador de la isla de Gran Canaria, el licenciado Reyna, para que devolviera al cabildo de la isla el control de la fortaleza del puerto que “hace treinta años poco más o menos tiempo, que por nos servir y para la defensa de la dicha isla hicieron una fortaleza en ella, en el Puerto de las Isletas y pusieron de su mano en ella alcaide.” (Libro Rojo de Gran Canaria: 397-398). Se deduce por las referencias cronológicas apuntadas en dicho documen-to, que hacia 1515 ya se estaba construyendo una primera muralla defensiva y otras dependencias interiores para proteger la Torre de Las Isletas.Además, en 1548 Jerónimo Batista, alcaide de la Torre de Las Isletas confirma la exis-tencia del baluarte y otras construcciones en su interior, donde él mismo resi-de por ser alcaide, afirmando bajo juramento que en ese año, la fortaleza estaba edificada: “con su baluarte alrededor en la cual a la cortina está e reside un alcaide e artillero e otras personas para custodia e guarda de la dicha for-taleza (…)” (AGS: Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3). Se desprende de este testimonio que antes de 1548 la torre contaba con otras dependencias que servían de alojamiento, cocina y almacenes, todo ello protegido por una muralla o baluarte que rodeaba perimetralmente todas las instalaciones. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 67 68 En cualquier caso, aquella incipiente fortificación resultaba del todo insufi-ciente e ineficaz para la defensa del Puerto y de los barcos que allí fondea-ban, sobre todo por carecer de artillería capaz de cubrir el acceso a la bahía, para mantener a raya a los barcos enemigos.Y es que el Puerto de Las Isletas era “abierto e sin barra” por lo que carecía de cualquier tipo de defensa natu-ral. Por eso, y ante la inoperancia de la torre-fortaleza, la bahía era un auten-tico coladero, donde los barcos enemigos entraban y saqueaban a su antojo, de noche y de día, sin recibir daño alguno, desde las pobres defensas que exis-tían en tierra. El primer ataque perpetrado contra el Puerto de La Luz, del que tengamos constancia documental, se produjo en el año 1522, durante la primera de las cinco guerras que enfrentaron a Francia y España a lo largo del siglo XVI. En ese año de 1522, una escuadra normanda formada por cuatro navíos y cinco galeones al mando del corsario Jean Fleury, irrumpe en el Puerto de La Luz y tras cañonearlo, captura siete navíos que procedentes de Cádiz, tra-ían mercaderías y colonos para establecerse en las islas. Ante la impotencia de la torre, los barcos capturados son obligados a seguir a la escuadra fran-cesa que, a la altura de Gando, abandona la presa para dirigirse hacia el Archipiélago de Las Azores, donde poco después el corsario normando en un extraordinario golpe de suerte captura nada menos que las tres carabe-las que traían el tesoro de México enviado por Hernán Cortés.20 Además de aquel inmenso tesoro, se apoderaron también una nave con 62.000 ducados, 600 marcos de perlas y 2.000 arrobas de azúcar de procedencia canaria. (A. Rumeu,1991. I: 70-75). La noticia de aquel espectacular golpe, se extendería como la pólvora por media Europa y a partir de entonces, serán sobre todo los corsarios france-ses los que patrullarán incansablemente las aguas de los archipiélagos atlánti-cos, interceptando y asaltando todas las embarcaciones que cruzaban por aquellas latitudes. El Puerto de Las Isletas, después de 1522, volvería a ser atacado en nume-rosas ocasiones y, para evitar que las embarcaciones enemigas se aproxima-ran demasiado, se idearon varios sistemas para detectarlos. El más utilizado Cuadernos de Patrimonio Histórico 20 “los quintos o derechos del Rey, y con muchas cosas de las más ricas, una esmeralda fina, cuadrada del tamaño e la palma de la mano (…) una vajilla de oro y plata en tazas, jarros y otras piezas labradas con aves peces y diversos animales (…) manillas, orejeras, bexotes y diversidad de joyas de hombres y mujeres en gran número; ídolos, carbatanas de plata y oro, máscaras, mosaicos de piedras finas, vestiduras sacerdo-tales, mitras palios, frontales, etc.” (Archivo de la Historia.: colección Muñoz, t. LXXXVI, fol.269: Memoria de las Joyas, plumajes y otras cosas enviadas al Emperador desde Nueva España). consistía en obligar a los barcos a amainar llegado a un punto convenido de la bahía. Después de bajar las velas, tenían que enviar un bote a la fortaleza, para informar sobre su procedencia y destino. Si este procedimiento no se cumplía, entonces desde la fortleza se les disparaba con pólvora en primer aviso, después con taco de madera y por último, si la embarcación no amai-naba, se le disparaba con bolaños de piedra como “a navío de hacer mal”, según consta en las Ordenanzas del Concejo de Gran Canaria de 1531, sobre la orden de entrada en el puerto21. Aún con todas esas medidas de seguridad, el 29 de octubre de 1543 se produciría un asalto espectacular al Puerto de Las Isletas, que culmina con la toma de la mismísima fortaleza, lo cual nunca antes había sucedido. El asalto se produjo a plena luz del día cuando corsarios franceses a las ordenes de Jean Alfonse de Saintonge, toman por sorpresa la torre-fortaleza, dominando desde esta posición, durante dos días y una noche, la Bahía de Las Isletas, y a los barcos que allí estaban refugiados22. En 1548, ante tal indefensión, el gobernador y justicia mayor de Gran Canaria, Juan Ruiz de Miranda recaba información pública sobre “La conve-niencia de fortificar y dotar de artillería y municiones la torre del puerto principal de Canarias.” (Apendice, documento IV). La pesquisa del gobernador Ruiz de Miranda constituye un documento excepcional, al igual que lo fue el de Zurbarán para la fortificación de la ciu-dad de Las Palmas en 1541, por
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Calificación | |
Título y subtítulo | Arqueología de la Fortaleza de Las Isletas : la memoria del patrimonio edificado |
Autor principal | Cuenca Sanabria, Julio |
Autores secundarios | Guillén Medina, José ; Tous Meliá, Juan |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Cabildo de Gran Canaria. Servicio de Patrimonio Histórico |
Fecha | 2005 |
Páginas | 266 p. |
Datos serie | Cuadernos de Patrimonio Histórico ; 3 |
Materias |
Patrimonio arquitectónico Las Palmas de Gran Canaria Fortificaciones Canarias |
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Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 7430007 Bytes |
Notas | Con el título de Arqueología de La Fortaleza de Las Isletas (Castillo de La Luz), La memoria del Patrimonio Edificado, se publican los resultados de la investigación realizada a la fortaleza más antigua y emblemática que se conserva en Gran Canaria. A través de un exhaustivo análisis arqueológico y de fuentes escritas, se desentraña la historia de esta edificación, que pasa de ser un torreón de características medievales a una fortaleza que defendió el principal puerto de la Isla durante muchos siglos. |
Texto | CUADERNOS DE Patrimonio Histórico JULIO CUENCA SANABRIA JOSÉ GUILLÉN MEDINA JUAN TOUS MELIÁ Arqueología de La Fortaleza de Las Isletas La memoria del Patrimonio Edificado 3 JOSÉ MANUEL SORIA LÓPEZ PRESIDENTE DEL CABILDO DE GRAN CANARIA PEDRO LUIS ROSALES PEDRERO CONSEJERO DE CULTURA Y PATRIMONIO HISTÓRICO GRACIA PEDRERO BALAS DIRECTORA INSULAR DE CULTURA Y PATRIMONIO HISTÓRICO COORDINACIÓN GENERAL JUANA HERNÁNDEZ GARCÍA DEPARTAMENTO DE DIFUSIÓN DE LA CONSEJERÍA DE CULTURA Y PATRIMONIO HISTÓRICO GESTIÓN JOSÉ ROSARIO GODOY DEPARTAMENTO DE DIFUSIÓN DE LA CONSEJERÍA DE CULTURA Y PATRIMONIO HISTÓRICO TEXTOS JULIO CUENCA SANABRIA JOSÉ GUILLÉN MEDINA JUAN TOUS MELIÁ FOTOGRAFÍAS JULIO CUENCA SANABRIA JOSÉ GUILLÉN MEDINA CROQUIS Y DIBUJOS NÉSTOR CUENCA COORDINACIÓN EDITORIAL ISABEL GRIMALDI DEPARTAMENTO DE EDICIONES DE LA CONSEJERÍA DE CULTURA Y PATRIMONIO HISTÓRICO DISEÑO GRÁFICO MONTSE RUIZ REALIZACIÓN PORTER EDICIONES FOTOMECÁNICA E IMPRESIÓN LITOGRAFÍA GRÁFICAS SABATER ISBN: 84-8103-397-9 DEPÓSITO LEGAL: © Cabildo de Gran Canaria, 1ª edición 2005 © De los autores para sus textos Las opiniones expresadas en cada uno de los textos y colaboraciones incluidas en este cuaderno son de exclusiva responsabilidad de sus autores. “La traza de este castillo es antigua desde el año 1515 que fue quando se fabricó. Las murallas muy altas, es inex-pugnable, sin poder ser rendido sino por hambre. No puede ser minado por estar hecho sobre un marisco vivo serca del mar que lo baña por una parte, para entrar el enemigo a de pasar por tres puertas fuertísimas que tiene las quales a de romper primero. Estas están sin mirarse unas a otras por cuia causa dado casso que se rompa la primera, qua ha de ser con artillería, le ha de costar gran triunfo la segunda por ser la entrada angosta y no poder-se hacer como la primera sino a fuerza de brazos y esto con poca gente, la qual con facilidad puede ser muerta, aun-que entren muchas veces respecto de que está descubierta esta entrada estrecha y se pueden arrojar piedras desde arriba, granadas, pólvora y otras cosas que para el dia de la ocasión estan apersevidas. En la tercera puerta hace la mesma entrada y recodo que se puede defender con la mesma facilidad y despues se sale a un patio por donde se sube a la plataforma que lo hacen por unas escaleras de madera levadisa, las quales quitadas quedan seis o siete estados en alto las paredes del castillo por donde es impo-sible subir (...)” Fray José de Sosa AGRADECIMIENTOS: • Ministerio de Vivienda • Cabildo de Gran Canaria • Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria • Archivo General de Simancas (AGS) • Servicio Histórico Militar (SHM) • Isabel Aguirre Archivo General de Simancas • Javier Fonseca Ministerio de Vivienda • Luz Marina Alberiche Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria • A las personas que nos apoyaron durante el proceso de investigación, en especial a Candita, Carmen, Toñy y D��cil Índice n Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 n Prefacio . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 11 n Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17 n Veinte años de arqueología histórica en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23 n El proyecto de rehabilitación del Castillo de La Luz: inicio de las obras y primeros hallazgos arqueológicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 29 LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS EN LAS FUENTES HISTÓRICAS n La construcción de una fortaleza en la España de los Austrias mayores . . . . . . 37 n La fortificación de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria durante el Quinientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47 n La evolución de la Fortaleza de Las Isletas a través de las fuentes históricas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 61 LA INTERVENCIÓN ARQUEOLÓGICA n Arqueología de la Arquitectura: la memoria del patrimonio edificado . . . . . . . 83 n Algunos aspectos metodológicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87 n Los depósitos arqueosedimentarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91 n Los materiales arqueológicos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95 n Análisis arqueológico del edificio: una propuesta evolutiva de la fortaleza . . . 109 LA CONSTRUCCIÓN DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS n Quiénes fueron los autores del proyecto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121 n Cómo se construyó la nueva fortaleza: materiales y técnicas empleadas . . . . 127 n La fortaleza que saqueó Van der Does . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 139 ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 7 8 LA ARTILLERÍA DEL CASTILLO DE LA LUZ (1494-1599) n Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153 n La Torre de Alonso de Fajardo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155 n La Torre y el primer recinto amurallado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165 n La Torre y el recinto abaluartado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169 n La artillería del recinto abaluartado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 173 n El Castillo de La Luz . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177 ANEXOS n Apéndice documental . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211 n Glosarios . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 235 n Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239 n Planos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 245 Cuadernos de Patrimonio Histórico Presentación Sírvanos, para presentar este libro las palabras de una de las perso-nas que más ha tenido que ver con la historia de las fortificaciones de Canarias y, en particular, del Castillo de la Luz, las del ingeniero militar Leonardo Torriani, en su carta al Rey Felipe II, allá por el año 1592, en su “Descripción de las islas Canarias”: Reciba, pues…., este pequeño regalo, el cual no pretende mostrarse, hinchado de ambición, por las espléndidas plazas, ni aspi-ra a la inmortalidad, con buscar los aplausos de la fama, o la eternidad de la imprenta. Reciban, entonces, esta publicación con el sencillo empeño de acre-centar el conocimiento sobre uno de los monumentos más emblemáticos de Gran Canaria y del conjunto del Archipiélago, siendo el primer inmueble pro-tegido legalmente de Canarias (año 1941), mucho antes del decreto del año 1949 que declaraba Monumento Histórico Artístico a todos los castillos de la geografía española. Se trata ante todo de un libro de historia, que emana de una de las intervenciones más importantes que se han llevado a cabo en los últimos años sobre el Patrimonio Histórico de Gran Canaria. La iniciativa llevada a cabo por el Excmo. Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria con el ánimo de poner en valor el Castillo de la Luz, a través de un proyecto de rehabilitación, dio lugar a los trabajos arqueológicos cuyos resultados aquí se presentan. El texto recoge, en una documentada narración, las conclusiones de un gran esfuerzo interdisciplinar para reconstruir el origen, evolución y transformaciones que ha vivido este singular emblema de nuestra identidad histórica y cultural. Cabe destacar la copiosa información recuperada, así como las interesantes aportaciones, muchas de ellas inéditas, localizadas en diversos archivos, especialmente en Simancas. Proteger las piedras que constituyen y levantan este tipo de monu-mentos, los más fuertes, los más imperecederos, ideados y construidos para resistir, no sólo las balas sino el tiempo, es un deber y una responsabilidad que hemos aceptado gustosos, dadas las competencias del Cabildo de Gran Canaria en la defensa y protección del patrimonio histórico insular. Pero es que, además, con esta publicación nos hemos comprometido a descubrir y ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 9 10 dar a conocer el alma de este monumento, su historia intrínseca, aquello que en última instancia va a explicar el porqué de esas piedras y coordenadas de esa señera construcción. Muchas de esas historias, subyacen en las preguntas que se hacían quienes idearon, intervinieron o transformaron esas murallas que hoy admiramos, como nos lo demuestra el propio Torriani en su cues-tionario sobre los proyectos de construcción de las fortificaciones de las islas, al preguntarse por el sitio en el que está, el que domina o el que está domina-do y a que distancia; la altura, el grosor, la capacidad; de qué materiales, en qué tiempo ha sido hecho y con qué objeto y con qué dinero, si del Rey o de la República, o de contribuciones, o de particulares, y la orden que se ha observado, tanto en pagar como en fabricar, y quien ha establecido su forma y dibujo. Este libro, que ahora presenta la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria, creemos que es un justo legado a las generaciones venideras. No cabe duda que esta obra quedará, a través de la imprenta, unida desde ya a la historia que ha de andar el propio Castillo. CONSEJERÍA DE CULTURA Y PATRIMONIO HISTÓRICO Cuadernos de Patrimonio Histórico Prefacio Nos atrevemos a aventurar que la lectura de este libro va a estar repleta de sorpresas y desmitificaciones y enriquecerá, de manera notable, el conoci-miento histórico de aquellas personas que recorran sus páginas, no sólo por la cantidad de datos novedosos e inéditos sobre uno de los monumentos más importantes de Gran Canaria y del Archipiélago (no en vano es el pri-mer Monumento Histórico Artístico de Canarias, declarado por Decreto el 12 de julio de 1941)1, sino porque, además, nos va a proporcionar a los veci-nos de esta ciudad un conocimiento y una imagen muy distinta de lo que nos habíamos creído era el pasado y la naturaleza del Castillo de La Luz. Queremos, antes de introducirnos en el contenido del libro, destacar cinco aspectos que creemos pueden significar avances en la política de defensa de nuestro patrimonio histórico a partir de la intervención específica en el Castillo: 1- En primer lugar, un aspecto relacionado con el acrecentamiento de nuestro conocimiento histórico en la medida en que se produjo, durante los trabajos de restauración y rehabilitación del Castillo, un descubrimiento excepcional del que no existía ni la más mínima sospecha entre los espe-cialistas que habían estudiado el pasado de este monumento. El hallazgo de las murallas primigenias del Castillo, posteriores a la torre de Alonso de Fajardo y anteriores a la edificación que conocíamos hasta hoy y de la que poseíamos representación gráfica a partir de los planos de L.Torriani, supu-so un vuelco en el conocimiento histórico, arquitectónico, patrimonial y documental sobre la vida de este emblemático inmueble. Si a este hecho le unimos la enorme cantidad de información que aportó la excavación sobre la cultura material de las postrimerías del s. XV y primera mitad del s. XVI, podemos afirmar que el conocimiento histórico fruto de esta intervención, ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 11 1 Hay que destacar, la fecha de esta declaración , ya que se produce ocho años antes del famoso Decreto de 22 de abril de 1949, por el que se declaran de forma genérica y con dicha categoría , todos los castillos del Estado español. 12 ha abierto nuevas y sugerentes líneas de trabajo. Sobre el alcance científico de este descubrimiento queremos reseñar que no había referencia alguna, respecto a la existencia del hallazgo, ni en los planos históricos ni en la docu-mentación publicada hasta entonces sobre el Castillo de La Luz. Así, tampo-co la había en los estudios que sobre la fortaleza han realizado investigado-res tan notables y rigurosos como Antonio Rumeu de Armas o el coronel Juan Tous, autor de uno de los capítulos de este libro. Sin lugar a dudas, el hecho supone un impacto social, histórico y científico evidente. 2 - En segundo lugar, creemos que este descubrimiento, estos trabajos científicos y, concretamente, este libro que los sintetiza y los da a conocer, van a tener una indudable proyección social, ya que no estamos hablando de un monumento cualquiera sino de un elemento significativo del paisaje urbano de la ciudad, con el que han convivido miles de ciudadanos y que ha ofreci-do un sinfín de usos y actividades culturales (exposiciones, conferencias, jor-nadas, centro cultural, etc.). El Castillo que casi todos conocíamos, fruto de la restauración llevada a cabo entre los años 1968 y 1972, escondía secretos en el subsuelo sobre el que habíamos caminado muchos ciudadanos. Nos cons-ta el rostro de sorpresa, y por qué no decirlo, de emoción de muchos inves-tigadores de la historia de la ciudad, de responsables políticos, arquitectos, arqueólogos, periodistas, trabajadores de la propia obra, etc., al observar, por primera vez, las murallas recién descubiertas. Creemos que la apertura de este monumento con la exposición pública de los restos arqueológicos que contenía, con independencia del uso posterior que vaya a tener y de las dife-rentes opiniones sobre algunos de los criterios empleados en la propia inter-vención, va a significar un acontecimiento social y cultural de gran relevancia para la ciudad. 3 - En tercer lugar, estamos convencidos de que la intervenci��n arqueo-lógica que da pie a esta publicación va a influir, de forma positiva, en las polí-ticas de protección, recuperación y conservación de nuestro patrimonio his-tórico. Si bien no se trata de la primera intervención en el terreno de las excavaciones de arqueología histórica y urbana, iniciadas en los años sesenta por los hermanos Serra Rafols tras el redescubrimiento de los primeros asen-tamientos europeos en Lanzarote y Fuerteventura, y con actuaciones tan emblemáticas como la excavación del antiguo solar donde se encontraba el Convento de San Francisco que tuvo, desde el punto de vista de la conser- Cuadernos de Patrimonio Histórico vación, un final poco afortunado, y reconociendo la importante aportación de otras actuaciones como las llevadas a cabo en el solar norte de la Catedral o en la Calle Rosarito (publicada en esta misma serie), sí podemos decir que el proyecto de rehabilitación del Castillo, del que son autores los arquitectos Enrique Sobejano y Fuensanta Nieto y, sobre todo, los acontecimientos habi-dos a partir del descubrimiento de la muralla y la incorporación del equipo de arqueólogos, la génesis administrativa y constructiva de dicho proyecto, la reformulación del proyecto original basándose en dichos descubrimientos y el resultado, prácticamente final,2 han supuesto un nuevo paradigma para futuras intervenciones de restauración y rehabilitación de monumentos his-tóricos, como podemos comprobar ya, en los trabajos que se vienen llevan-do a cabo en el Castillo de Mata. 4 - Un cuarto aspecto, mirando hacia el futuro, es el de obtener ense-ñanzas de esta actuación para corregir y mejorar los criterios a emplear en las intervenciones de restauración de nuestro patrimonio histórico, especial-mente desde las múltiples aportaciones que la arqueología histórica y urbana y, en concreto, la arqueología de la arquitectura, pueden hacer en el conoci-miento de nuestro pasado y en la recuperación de nuestros edificios más señeros. Establecer, ya desde la fase proyectual, equipos interdisciplinares entre arquitectos y arqueólogos (así como otros técnicos), es norma habitual para la restauración y rehabilitación de edificios históricos. Pero si bien es cierto que dicha práctica es común a muchos lugares y ha sido debatida vivamente desde hace años en otras latitudes, también lo es que en Canarias, la asun-ción de dicha necesidad y, diríamos nosotros de dicha obligación, para una adecuada política de protección y conservación de nuestro patrimonio his-tórico, ha sido muy tardía y presenta, todavía, muchas resistencias. En ocasiones dicha resistencia ha partido de los propios técnicos motiva-da por un celo infundado y restrictivo por mantener parcelas independientes de actuación. Para el caso que nos ocupa, dicha situación, pese a manifestar-se en discrepancias lógicas de pareceres, de ritmos y de alcance de las actua-ciones, sobre todo en la medida que los hallazgos se producen en un estado relativamente avanzado de la obra, se fue solventando con un diálogo y una ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 13 2 Quedan, aún por culminar, algunas fases de la restauración y consolidación de la muralla y algunos muros interiores y el estudio del material arqueológico localizado. 14 comprensión creciente, hasta el punto que se reformula de manera global el proyecto y, en palabras de los propios arquitectos, la muralla descubierta pasa a convertirse en un elemento central y definitorio del modificado del proyecto. La nueva intervención en el Castillo de Mata ha superado esta contradicción, estableciéndose el diálogo entre los arquitectos y arqueólogos en la fase pre-via a la redacción definitiva del proyecto, ya que se reconoce que el estudio histórico y la aplicación de técnicas de arqueología de la arquitectura, van a incidir en la propia solución arquitectónica para el proyecto de restauración y rehabilitación global. Al respecto, nos dice J. A. Quirós Castillo: “La arqueolo-gía de la arquitectura no pretende ser una nueva rama de nada, una nueva moda de las que proliferan en los últimos años, ni siquiera un nuevo término para añadir a una lista inútil. Se trata de una manera de gestionar, estudiar y conser-var una parte de la Cultura Material de las sociedades pasadas. Las estructuras murarias constituyen, quizás, el patrimonio material heredado más notable y des-tacado, tanto por su voluminosidad y su significado, como por su continuidad fun-cional.” Pero en otras ocasiones, el problema de una intervención adecuada, o no, no viene sólo de los técnicos. La contradicción entre la necesidad de llevar a cabo estudios arqueológicos que desentrañen la historia oculta del monu-mento, que saquen a relucir, no solo del contenido sino del propio conti-nente del inmueble, importantes datos sobre nuestro pasado, y la actuación arquitectónica sobre el bien, viene motivada por una definición poco clara, o bien no adecuada, de la nueva función que debe cumplir el edificio. Creemos que éste debe ser un elemento esencial para la orientación de la actuación, su alcance y el resultado final. Es cierto que para los edificios públicos de las características del Castillo de La Luz, se suelen proyectar usos sociales que demanda la ciudadanía, lo que podría contribuir, además, a mantener vivo el propio monumento y, por lo tanto, a garantizar un mejor estado de salud del mismo. Pero también es cierto, que en función de las potencialidades ar-queológicas que encierre el inmueble (que no siempre son tan relevantes como en el Castillo de La Luz, ya que pueden haber desaparecido en casi su totalidad), se debería orientar el significado y los objetivos de la intervención restauradora y rehabilitadora, culminando, en algunos casos, con la recupera-ción y exposición de la propia historia del monumento convirtiéndose ésta, en el objeto central del futuro disfrute social, sobre todo cuando existe una enorme cantidad de información a partir de los materiales localizados en las excavaciones y susceptibles de ser expuestos, y de la documentación históri- Cuadernos de Patrimonio Histórico ca complementaria localizada, como ha ocurrido, para el caso que nos ocupa, con los interesantes legajos, inéditos, localizados en el Archivo de Simancas y que nos hablan de maestros de obras, de ingenieros, de ataques, de piratas, etc., hasta ahora desconocidos. 5 - Por último, es inevitable que cada libro, cada excavación y cada res-tauración de un edificio histórico tenga, también, su propia historia. Por lo tanto queremos recordar que el área de Patrimonio Histórico del Cabildo ha hecho un esfuerzo a lo largo de estos últimos años, por salvaguardar el rico patrimonio histórico de uno de los monumentos más emblemáticos que hoy posee Gran Canaria. En ese sentido, desde la Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico del Cabildo se ha apostado y se apuesta, por la recu-peración del Castillo con las máximas garantías científicas, con el mejor desti-no social y cultural en beneficio de la ciudad y de la isla, y por lograr una mejor coordinación entre todas las personas e instituciones implicadas en la recu-peración de nuestro patrimonio cultural. A este respecto, hemos de recono-cer el papel jugado por los arqueólogos autores del libro, Julio Cuenca Sanabria, con una dilatada experiencia en la arqueología de la isla y en traba-jos de arqueología histórica y urbana, José Guillén Medina, un joven profesio-nal que despunta entre los mejores especialistas en la materia, que nos cuen-ta la sugerente y rica investigación arqueológica del Castillo de La Luz, así como el de otros arqueólogos que participaron en las excavaciones.También reconocemos la actuación de un especialista en restauración, con una dilata-da experiencia profesional, como es Miguel Ángel Núñez, así como la sabia colaboración y participación del coronel Juan Tous durante toda la campaña arqueológica, y en uno de los capítulos de este libro, así como de otras per-sonas, desde historiadores y arquitectos hasta encargados y trabajadores de la propia obra, que convivieron, de cerca, el redescubrimiento del Castillo de La Luz. Toda obra es el resultado de muchas decisiones, concurrencia de oportunidades, responsabilidades, replanteamientos, riesgos y aciertos. En el caso de la intervención del Castillo de La Luz, creemos que todo ese con-junto de circunstancias han dado un feliz resultado, que esperamos se refleje, también, en esta nueva publicación. Esa ha sido la motivación de esta Consejería de Cultura y Patrimonio Histórico del Cabildo, aportar una nueva publicación que creemos de gran interés no sólo para los historiadores sino para el gran público, e impulsar una colección que alumbrará nuevas e inédi-tas páginas de nuestro pasado, lo que contribuirá, de forma especial, al cono- ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 15 16 cimiento y, sobre todo, reconocimiento de nuestro patrimonio histórico y cul-tural, aspectos imprescindibles para conseguir un compromiso colectivo en su salvaguarda y proyección futura. JOSÉ DE LEÓN HERNÁNDEZ INSPECTOR DE LA CONSEJERÍA DE CULTURA Y PATRIMONIO HISTÓRICO DEL CABILDO DE GRAN CANARIA Cuadernos de Patrimonio Histórico Introducción Este libro trata sobre los resultados de uno de los proyectos de investiga-ción arqueológica más interesantes, a la vez que apasionantes, de cuantos se han realizado hasta ahora en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. El estu-dio se llevó a cabo, entre los años 2001-2002, y tuvo que ver con la obra de fortificación más antigua de la ciudad, el Castillo de La Luz, o mejor, la Fortaleza de Las Isletas, que así era conocida hasta finales del siglo XVI, la prin-cipal fuerza de la Isla, levantada a la orilla del mar, en el extremo noreste de la bahía de Las Isletas, ya por entonces el puerto más importante del Archipiélago Canario. Esta vieja fortificación, comenzó a construirse en torno al año 1480, cuan-do Juan Rejón, apenas iniciada la conquista de Gran Canaria, edificó una aus-tera torre, en las proximidades del istmo de Las Isletas, para cubrirse con ella la retaguardia. Con el tiempo la torre fue dotada de murallas y torreones, más altos y más gruesos, en un intento por aguantar el demoledor impacto de una artillería cada vez más precisa y potente, que venía, no por tierra, sino a bordo de navíos de guerra, cada vez más grandes y poderosos, que sin necesidad de arrimarse mucho a tierra eran capaces de desarbolar murallas y castillos con la nueva arma del momento. Será a lo largo del siglo XVI cuando nuestra for-taleza experimente los mayores cambios encaminados a mejorar su eficacia como ingenio militar, cuya principal misión no era otra que la de proteger el puerto de Las Isletas y los barcos que allí recalaban en busca de refugio y mercaderías. Hace mucho tiempo que la Fortaleza de Las Isletas dejó de cumplir con aquel estratégico cometido, y ahora, descontextualizada, en medio de la ciu-dad, semejando a un barco varado tierra adentro, difícilmente puede hacer-nos creer el extraordinario papel que le tocó jugar en la historia de nuestra ciudad durante el aciago siglo XVI. Pero lo cierto es que sus maltrechos muros, cubiertos de cicatrices y pre-cipitadas reparaciones, han sido testigo de incontables acontecimientos histó-ricos, de asaltos de corsarios legendarios, como el perpetrado en 1522 por el normando Jean Fleury, quién después de abandonar Gran Canaria, sin ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 17 18 mucho éxito, capturaría, a la altura de la Azores, el extraordinario tesoro de México, que el conquistador Hernán Cortés enviaba a España. Por no hablar del intrépido pirata Jean Alfonso de Santoigne, quien en 1543, a plena luz del día, asaltó mediante un golpe de audacia, la mismísima fortaleza, lo que nunca antes había ocurrido, haciéndose due��o del puerto, ante la mirada atónita de todos, durante varios días, abandonándolo después de causar una gran mor-tandad y robar de los barcos valiosas y cuantiosas mercancías. Pero nuestra Fortaleza también sería protagonista de otros acontecimien-tos bélicos de mayor envergadura, que sucedieron a finales del siglo XVI, como los ataques navales perpetrados ya en toda regla, con escuadras impo-nentes, nunca vista hasta entonces por las islas, como la que surgió el día de Santa Fe, un viernes 6 de octubre del año 1595, doblando la Punta del Palo. Eran 28 grandes navíos de guerra, comandados por los corsarios ingleses Hawkins y Drake quienes venían con la intención de saquear la ciudad. Afortunadamente la defensa hecha desde la Marina y el fuego cruzado de la Fortaleza, impediría entonces el desembarco enemigo. Dicen las crónicas que si el alcaide de la Fortaleza, Serafín Cairasco, no hubiera ahorrado tanta pól-vora, el daño causado a la escuadra inglesa hubiera sido mucho mayor, a lo que él respondió que contuvo sus cañones porque esperaba un asedio mayor por parte del inglés. Cuatro años después, no habría tanta suerte, porque entonces se haría realidad la peor de las pesadillas para los defensores de la Fortaleza y por tanto también para los habitantes de Las Palmas. Al amanecer de aquel funes-to 26 de junio de 1599, entre la luz del crepúsculo, vieron aparecer 76 naví-os de guerra holandeses que al mando del almirante, Peter van der Does, lle-gaban con la intención de tomar la ciudad por las armas. Aquella sería la pri-mera y única vez que Las Palmas fuera asolada por los enemigos de la coro-na, y ni siquiera sus fortalezas pudieron resistirse al empuje de aquel formi-dable ejército, formado por más de 8.000 soldados bien pertrechados. Incluso nuestra vieja fortaleza, sería vejada, rendida por su alcaide, despojada de sus cañones, quemada y en parte destruida con barriles de pólvora que los holandeses hicieron explosionar antes de abandonar la ciudad. De siempre nos había cautivado las historias de estas antiguas fortifica-ciones. La torre de San Pedro Mártir, el baluarte de Mata, los restos de la Muralla, el Castillo del Rey y la Fortaleza de Las Isletas. Cuando éramos niños, las mirábamos al pasar y quedábamos fascinados ante su imponente e impertérrita presencia. Nos preguntábamos sobre quienes las habían cons- Cuadernos de Patrimonio Histórico truido, y nos imaginábamos su aspecto interior, austero y sombrío, con sus soldados y pertrechos de guerra. Con el tiempo, y a medida que íbamos conociendo la historia de nuestra ciudad, también nos familiarizábamos con el pasado de estas fortificaciones, adquiriendo, sin apenas darnos cuenta, un profundo conocimiento sobre cada uno de estos viejos guardianes de nues-tro pasado histórico. Por eso cuando a finales de Octubre de 2001, recibimos el encargo del Área de Patrimonio Histórico del Cabildo Insular de Gran Canaria, para la rea-lización de una investigación arqueológica en el Castillo de La Luz, con el obje-to de determinar la importancia y significado de una serie de vestigios, sobre todo muros de piedra y cal, que habían aparecido enterrados en el interior de la fortaleza, bajo toneladas de arena durante el proceso de vaciado del monu-mento, no pudimos sino responder afirmativamente a tal ofrecimiento, pues a fin de cuentas se hacía realidad la quimera de cualquier arqueólogo, que siem-pre ha soñado con poder estudiar los cimientos más profundos de un edificio con pasado histórico, y esta era sin duda una buena oportunidad. Sabíamos de entrada que el tema no iba a ser fácil, teníamos experiencia de lo que significaba la presencia, no prevista, de arqueólogos en obras ya contratadas y sobre todo empezadas, donde somos vistos más como un pro-blema que como una verdadera ayuda. Y así fue también en este caso, por-que para empezar, la dirección facultativa nos puso al corriente de la situa-ción, señalando que el proyecto que había sido aprobado, contemplaba res-petar el aspecto exterior de la fortaleza, así como algunos elementos cons-tructivos antiguos del interior. El resto tendría que ser demolido, ya que se necesitaban espacios diáfanos para las salas del futuro museo del Mar, idea de la que se había partido para elaborar el referido proyecto. Además dado que se trataba de un edificio abierto al público, sus instalaciones tendrían que ade-cuarse a la normativa vigente en materia de seguridad y accesibilidad. Afortunadamente la importancia y espectacularidad de los hallazgos que se sucedieron tras la intervención arqueológica, haría cambiar los plantea-mientos iniciales, y en gran medida se pudo reconducir el proyecto de reha-bilitación, que se transformaría sustancialmente, para darle un mayor prota-gonismo a la propia historia de la fortaleza, donde la torre primigenia y la barrera artillera, pasaría a ser el principal objeto de atención en el interior de la fortificación. Con un presupuesto improvisado y en ning��n caso suficiente, con la pre-sión que significa unos plazos de ejecución imposibles de cumplir, y en fin con ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 19 20 lo complicado que resulta verte de repente en una obra ya empezada, donde se mezclan intereses y sobre todo objetivos, donde hay que compaginar excavación arqueológica con el proceso normal de obras, que no fueron inte-rrumpidas en ningún momento, aún con todas estas dificultades, insistimos, se puedo realizar con total éxito, la intervención arqueológica, y justo es decir que a ello contribuiría decisivamente el Ministerio de Fomento, el Cabildo Insular de Gran Canaria, el Ayuntamiento de Las Palmas y la empresa Dragados. Especialmente queremos dedicar nuestro agradecimiento a Francisco Déniz, el encargado general de la obra, con quien lidiábamos a dia-rio, por haber soportado pacientemente nuestro método de trabajo y al equipo humano necesario para acometer el mismo; a Leticia, Alejandro, Néstor, Gladis,Tinguaro y a todas las personas que nos apoyaron, animaron y colaboraron de una forma u otra durante casi dos años de trabajos, cuyos resultados aquí presentamos. La obra adecuada al formato de esta colección, se estructura en cinco apartados. El primero sitúa al lector en los antecedentes de la investigación arqueológica histórica en la ciudad de Las Palmas, desde sus orígenes hasta la actualidad. En dicho contexto se enmarca la intervención del Castillo de La Luz o Fortaleza de Las Isletas, como la llamaremos indistintamente a lo largo de la obra. Se tratará, aunque solo sea brevemente el proyecto de rehabilita-ción, para llamar la atención sobre la problemática, aún no resuelta, de las con-secuencias que provocan las intervenciones arquitectónicas en edificios histó-ricos, que no cuentan con estudios exhaustivos previos ni con la participación de equipos interdisciplinares en todo el proceso, que puedan evaluar en todo momento el alcance de las obras. En un segundo apartado, se estudia la fortaleza desde el punto de vista de las fuentes históricas, para ello previamente abordamos cuestiones referentes al complicado proceso que entrañaba la construcción de una fortaleza en la España del siglo XVI, en el tiempo de los Austrias mayores. Estos anteceden-tes nos facilitan una mejor comprensión sobre las vicisitudes que envolvieron el proceso constructivo de la fortificación de la ciudad de Las Palmas a lo largo del Quinientos para, seguidamente, tratar en profundidad la evolución de la fortaleza en relación con los acontecimientos históricos que afectaron por entonces a la isla de Gran Canaria. El tercer apartado hace referencia al desarrollo de la investigaci��n arque-ológica, partiendo de una primera aproximación a la Arqueología de la Arquitectura, como modelo de trabajo para afrontar un estudio de esta natu- Cuadernos de Patrimonio Histórico raleza. Seguidamente se plantea el proceso de excavación de la fortaleza y los primeros resultados, derivados tanto del estudio de los materiales como de sus contextos y del análisis constructivo del edificio. Un cuarto apartado trata de explicar, de forma pormenorizada, como se pudo construir la fortaleza que hoy conocemos, los materiales empleados en la obra, su procedencia y naturaleza, planteando igualmente cuestiones refe-rentes a quienes pudieron haber sido los autores de la traza y los maestros mayores de obra, dado que no se han encontrado documentos explícitos sobre ello. Por último nos ocupamos de la descripción funcional de este inge-nio militar del siglo XVI, considerando que sus autores parten de un diseño preestablecido, donde nada había quedado al azar, aprovechando al máximo el espacio interior para alojamiento de la tropa, almacenamiento de pertre-chos y de víveres. Sin olvidar los asuntos referentes a su eficacia defensiva, tanto para evitar el asalto por tierra, como para resistir el impacto de la arti-llería naval, lo que explicaría el porqué del relleno que ocupaba gran parte del espacio interior. Esta sería la fortaleza que saqueó Van der Does en 1599, que fue rendida y no tomada al asalto, por que esto último hubiera resultado muy costoso. Hemos considerado conveniente dedicar un quinto apartado a la evolu-ción de la artillería de la fortaleza, desde las primeras bombardas que tuvo la Torre de Alonso de Fajardo, hasta las magníficas piezas (sacres y culebrinas) que defendían el castillo y que Van der Does utilizó para derribar las murallas de la Ciudad. Para el desarrollo de este interesante capítulo hemos contado con la inestimable aportación de Juan Tous Meliá, coronel de artillería y exdi-rector del Museo Militar Regional de Canarias. Concluye la obra con un apéndice documental que complementa la infor-mación vertida en los diferentes capítulos, así como un glosario de términos relativos a las fortificaciones y artillería antigua, que sin duda harán más fácil la lectura de este libro. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 21 Veinte años de arqueología histórica en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria La Arqueología cuenta en Gran Canaria con una larga trayectoria, que hunde sus raíces en el siglo XIX, desarrollándose y consolidándose como dis-ciplina académica durante el XX y despuntando como actividad profesional a partir de la última década de ese siglo. En este tiempo se han realizado innumerables intervenciones que han generado una abundante bibliografía así como un notable avance de los métodos de registro, análisis e interpre-tación de los contextos arqueológicos, restringidos generalmente a sitios prehistóricos. Así, la denominada “Arqueología Prehistórica”, centrada en el estudio de las formaciones sociales aborígenes, se encuentra plenamente arraigada en la investigación y en las políticas, escasas por cierto, de protec-ci����n del patrimonio. No ocurre lo mismo con la llamada “Arqueología Histórica”1, disciplina que se encuentra dando sus primeros pasos, a pesar de que hayan pasado veintiún años de la excavación de la Iglesia de San Agustín, primera de este tipo realizada en Las Palmas de Gran Canaria. En ese momento, el equipo encargado de los trabajos planteaba ya una problemática que lamentable-mente aún no se ha resuelto, esto es, la ausencia de equipos interdisciplina-res en las intervenciones sobre los monumentos históricos, “lo que ha moti-vado tristes episodios de irreparables consecuencias” (E. Martín, J. F. Navarro y J. Cuenca, 1984: 476). Demasiados “tristes episodios” ha sufrido el patrimo-nio histórico de Las Palmas de Gran Canaria desde que se escribieran esas palabras en 1984. Baste decir, que a partir ese momento solo se han realiza-do nueve intervenciones arqueológicas en la ciudad, en su mayoría motivadas por la aparición de “hallazgos fortuitos”2. Paralelamente se ha venido produ- ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 23 1 Partimos en este capítulo de la consideración de la “Arqueología Histórica”como el método arqueo-lógico empleado en las intervenciones en sitios y edificios históricos, en la línea de lo apuntado por M. Arnay y A. Pérez (2002: 132). 2 Existe la idea claramente criticable desde nuestro punto de vista, en la Comunidad Canaria en gene-ral, de que la actuación en edificios y centros históricos es labor exclusiva de los arquitectos, intervi-niendo los-as especialistas en arqueología en el caso de aparición de “hallazgos casuales” y por tanto por la vía de urgencia, y no como parte integral de proyectos concretos. En este sentido abogamos 24 ciendo una transformación sin precedentes en sus espacios históricos, debi-do fundamentalmente a la especulación urbanística, con la consiguiente per-dida de innumerables páginas de la historia de nuestra urbe. La intervención de especialistas en arqueología en las actuaciones sobre el patrimonio edificado y urbano de la ciudad ha estado limitada, por lo gene-ral, a dos factores. En primer lugar como paso previo al proceso de restaura-ción o edificación, cuando la presencia de restos arqueológicos está demos-trada a priori.Tal es el caso de las iglesias o conventos anteriores al siglo XIX, donde por lo general existen inhumaciones bajo su suelo.Tanto las excava-ciones realizadas en el desaparecido convento de San Francisco entre 1991 y 1992, como la efectuada en el solar situado al norte de la Catedral de Santa Ana en 2001, responden a este modelo. La excavación por parte del ya desa-parecido Servicio de Arqueología del Museo Canario, del solar de San Francisco, motivada por el proyecto de construcción del Conservatorio Superior de Música de Las Palmas de Gran Canaria, sacó a la luz los restos arquitectónicos de este edificio religioso del último tercio del siglo XV, y una ingente cantidad de materiales arqueol��gicos y restos humanos (J. Cuenca et al. 1995). Incomprensiblemente fue destruida una de las primeras edificacio-nes coloniales de la ciudad3. Por otro lado, los trabajos desarrollados en el solar anexo a la Catedral de Santa Ana, previos al proyecto de ampliación de la misma, han supuesto la recuperación para la ciudad de un interesante entramado arquitectónico, compuesto por el callejón y el conjunto hospitala-rio de San Martín, así como la Iglesia del Sagrario, que aún no ha sido exca-vado en su totalidad (I. Sáenz et al. 2002). Cuadernos de Patrimonio Histórico por la interdisciplinariedad en las intervenciones en el patrimonio histórico, que de sobra han demos-trado su eficacia en otros contextos, y que necesariamente debería estar reglamentada en la Ley Canaria de Patrimonio Histórico. 3 “Cuatro años después de aquella experiencia de investigación arqueológica, debemos señalar que nada se salvó de la picota. Pocos días después de que los arqueólogos del Museo Canario diesen por terminado los trabajos de excavación en San Francisco, la Dirección General de Patrimonio del Gobierno de Canarias dio la orden a la empresa “Fomento de Construcciones y Contratas S.A.”, pro-ceder a desmontar las ruinas del Convento. En ningún momento se prestó atención a las recomen-daciones del equipo directivo del proyecto de excavación, levantándose un número no determinado de enterramientos humanos que fueron arrojados al mar junto con los restos de las construcciones, materiales que se utilizaron para la ampliación de uno de los muelles del Puerto de La Luz. Tampoco el arquitecto responsable del proyecto y de la dirección de la obra, hizo nada por evitar tal destruc-ción, perdiendo así la ciudad, de contar con un “Museo de Sitio” integrado en los sótanos de un edi-ficio público como lo es el Conservatorio Superior de Música que comenzaba a edificarse. De esta manera finaliza la triste historia del primer convento franciscano de Las Palmas de Gran Canaria.” (J. Cuenca et al. 1997: 81). En segundo lugar, y de manera más frecuente, los trabajos arqueológicos se han desarrollado a partir de medidas de urgencia tras la “aparición casual” de restos en obras públicas o en el proceso de restauración o rehabilitación de inmuebles de valor histórico. A este tipo de intervenciones corresponden las excavaciones realizadas en la citada Iglesia de San Agustín (1983), La Playa de Santa Catalina en la Calle León y Castillo (1989), El Parque de San Telmo (1992), la Calle Bravo y Murillo (1993), el solar de la Ermita de los Santos Justo y Pastor (2001), la Calle Rosarito (2001) y el Castillo de La Luz (2001- 2003). Si bien este tipo de excavaciones realizadas por lo general sin la plani-ficación de objetivos previos, debido a la premura y presión impuesta por los “aumentos de los costos de la obra”,“retrasos”, etc. y sin conocer en muchos casos las características del contexto al que nos vamos a enfrentar, éstas han generado no solo datos, sino trabajos que han contribuido al conocimiento de nuestro pasado y del patrimonio sepultado en las calles y edificaciones de la ciudad4. Esta problemática que rodea a las actuaciones sobre el Patrimonio Histórico y que entronca directamente con su protección y conservación, además de su conocimiento y difusión, debe ser solucionada con premura, máxime en entornos sujetos a una fuerte presión urbanística. Obviamente no es un problema de fácil solución, puesto que convergen distintos secto- ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 25 n Vista general de la excavación arqueológi-ca del desaparecido Convento de San Francisco 4 En este sentido se pueden consultar los artículos de C. García y F. Mireles (1995) y P. Quintana et al. (2002) sobre los hallazgos de las ermitas de San Sebastián y de los Santos Justo y Pastor respectiva-mente. Así como el trabajo sobre los hallazgos en la Calle Rosarito que parecen apuntar a la batalla librada por la población de la Isla contra las tropas holandesas en 1599. (J.Velasco et al. 2003). n Vista general de la excavación arqueológica del desaparecido Convento de San Francisco 26 Cuadernos de Patrimonio Histórico n Restos humanos aparecidos durante la excavación arqueológica de la Calle León y Castillo, cerca del Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria. Esta excavación despertaría una gran espectacción entre la ciudadanía, por haberse extendido la falsa noticia, en un primer momento, de que se trataba de ajusticiados de la Guerra Civil Española. res con intereses diferentes y a veces contrapuestos. Por tanto, la resolución pasa por procesos participativos donde concurran todas las partes implica-das y así desarrollar mecanismos eficaces de conocimiento, conservación y difusión del patrimonio histórico, compatibles con las necesidades y deman-das sociales, y que han de estar integrados en los instrumentos de ordena-ción territorial. En esta línea y si bien, en teoría, la gestión del patrimonio está integrada dentro del planeamiento (Planes Generales de Ordenación, Planes Especiales, Insulares o Territoriales) lo cierto es, que se realizan sin el con-curso de equipos interdisciplinares, en la mayor parte de los casos, y cum-pliendo los criterios mínimos exigidos para pasar los trámites legales para su aprobación. Baste con señalar, que en las continuas obras que se realizan en el Conjunto Histórico Vegueta-Triana, incluso de carácter público, donde se concentra el grueso del patrimonio que justifica su categoría de protección, no se cuenta con la colaboración o asesoramiento de especialistas en arque-ología. Esta participación, lejos de ser un obstáculo, podría convertirse en un instrumento eficaz de planificación compatibilizando el conocimiento histó-rico, su protección y divulgación, con las nuevas necesidades generadas en dichos conjuntos, como ya se ha apuntado en otros trabajos (J. de León, en J.Velasco et al. 2003: 11-23). Este proceso democratizador debería aplicarse a las intervenciones sobre el patrimonio edificado, planificando acciones que no solo protejan y recuperen los edificios, sino también la historia que los generó. Consideramos que han de ser las administraciones públicas, en tanto que responsables de las políticas de protección del patrimonio histórico, las que dinamicen y vigilen este proceso teniendo en cuenta, a la hora de adjudicar intervenciones sobre el patrimonio construido o en los centros históricos, varias premisas. Por un lado, tomar conciencia sobre el carácter abierto de la historia y de la posibilidad, por tanto de generar nuevos datos para el conocimiento de la “ciudad oculta” mediante la planificación y control de las obras de los conjuntos históricos. Por otro lado, la naturaleza “multidimensio-nal��� del patrimonio histórico, lo que significa que su problemática debería ser tratada desde programas que garanticen la participación de especialistas en distintas disciplinas (M.Tallón, 1997: 118), generando políticas que impidan la toma de decisiones unilaterales. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 27 El proyecto de rehabilitación del Castillo de La Luz. Inicios de las obras y primeros hallazgos arqueológicos En octubre de 2001, el Área de Patrimonio Histórico del Cabildo de Gran Canaria, procedió a la paralización cautelar de las obras de rehabilita-ción que se llevaban a cabo en la Fortaleza de Las Isletas (Castillo de La Luz), obra militar de los siglos XV y XVI, situada en el Puerto de La Luz, en Las Palmas de Gran Canaria.Tal medida vendría motivada por el hallazgo casual de una edificación de piedra con mortero de cal, de carácter aparentemen-te defensivo, que se descubrió en el interior de la referida fortaleza, ente-rrada bajo varios miles de metros cúbicos de arena, cuando se procedía al vaciado del monumento. El proyecto de rehabilitación, promovido por el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, obra de los arquitectos Fuensanta Nieto y Enrique Sobejano, y financiado por el Ministerio de Fomento con fondos europeos, con un presupuesto de licitación de 769.901.280 pesetas, contemplaba: “La rehabilitación del edificio en lo referente a sus elementos constructivos, instalacio-nes y acabados, así como la adecuación de sus espacios a las necesidades del futuro Museo del Mar.” El proyecto, adjudicado mediante concurso público, por la Dirección General de la Vivienda, Arquitectura y Urbanismo del Ministerio de Fomento, contó con el informe favorable del Área de Patrimonio Histórico del Cabildo. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 29 n Primeros hallazgos de estructuras arquitectónicas en el interior de la fortaleza durante el proceso de vaciado. Octubre 2001 30 Las obras que se iniciaron en el mes de septiembre de 2001, se centraron en una primera fase, en trabajos de demolición, con objeto de eliminar, según palabras textuales de los arquitectos: “elementos arquitectónicos extraños”, sobre todo los introducidos en las reformas que afectaron a este BIC en 1968. Se acometieron las demoliciones desde la cubierta del edificio, encon-trándose por debajo de aquella, muros divisorios, tierra y arena e inmediata-mente después otras estructuras que fueron destruidas durante los procesos de demolición, al no existir a piè de obra personal especializado que pudiera valorar la importancia de los hallazgos, que se sucedieron entre los meses de septiembre y noviembre de 2001. Durante esta fase de las obras se emplearía maquinaria pesada, por lo que en poco tiempo se pudo alcanzar una gran profundidad, hasta que afloraron los restos de una muralla interior construida a base de piedra con mortero de cal, que parecía presentar cuatro lienzos que discurrían en paralelo con la muralla exterior. El hallazgo inesperado de estas estructuras arquitectónicas motivó, como ya indicamos, la intervención del Área de Patrimonio del Cabildo, que en el mes de octubre de 2001 resuelve encargar por la vía de urgencia, a la empresa especializada “Proyectos Patrimoniales” los estudios históricos y arqueológicos necesarios para determinar la importancia, natura-leza y significado de aquellos hallazgos. Incorporado el equipo de arqueología, una vez se pudo valorar la impor-tancia de los hallazgos y tras un primer informe de nuestro equipo, la direc-ción facultativa, tras llevar a cabo consultas con las partes implicadas: Cuadernos de Patrimonio Histórico n Vaciado del edificio por medios mecánicos desde la cubierta del Castillo. Septiembre 2001 Ministerio de Fomento, Cabildo de Gran Canaria y Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, acordó modificar, previa aprobación de la Comisión Insular de Patrimonio Histórico, el proyecto inicial con la finalidad, no solo de conservar los restos arqueológicos descubiertos, sino también para que dichos vestigios, que formaban parte de la evolución constructiva de la fortaleza, pudieran incorporarse al proyecto museístico, que se cen-traría, a partir de los importantes hallazgos, en contar la historia y vicisitu-des de la fortificación, así como del papel que jugó en la defensa de la ciu-dad entre los siglos XV y XVI. No obstante, debemos señalar que durante la fase inicial de demolicio-nes, septiembre-octubre de 2001, antes de nuestra intervención, se ocasio-naron irreparables daños a los restos arqueológicos, muebles e inmuebles, aparecidos en el interior de la fortaleza. Se destruyeron estructuras antiguas y se había vaciado la explanada de artillería, construida sobre 1553, de tierra prensada que se encontraba entre la torre y la barrera artillera. A partir del mes de noviembre de 2001, se logró reconducir en gran medida la situación, al asumir, tanto la empresa Dragados como la Dirección Facultativa, que los criterios de intervención debían ser consensuados con la dirección arqueológica5. Permitiendo con ello recuperar, entre otros ele-mentos, la barrera artillera de mediados del siglo XVI, que se encontraba sepultada bajo un potente relleno de tierra y arena y que hoy, después del proceso de excavación y restauración, constituye una parte fundamental del monumento. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 31 5 Compartimos la idea de Magalhaes Ramalho, arqueóloga del departamento de estudios del IPPAR, quien considera que “La aplicación del método de lectura estratigráfica de los edificios históricos, podrá con-vertirse en un instrumento fundamental tanto para los arquitectos que opten por una posición más conser-vacionista, como para aquellos que prefieren adoptar una actitud más intervensionista permitiéndoles optar, con seguridad, por aquello que consideran más relevante. No obstante, partiendo de la base de los presu-puestos que defendemos, consideramos que la mejor intervención en el patrimonio arquitectónico será aque-lla en que la interferencia del arquitecto pase a ser una más entre las varias actividades constructivas que serán posible en el edificio. O sea que el arquitecto debe permitir que el edificio continúe contando su pro-pia historia de modo que cada visitante pueda comprenderlo como un universo rico y complejo. Deberían sobre todo evitarse las destrucciones y falsificaciones tan comunes en tantos proyectos, o dicho con otras palabras, la conservación de lo auténtico de un edificio debería ser siempre el objetivo básico de cualquier intervención.” (M. de Magalhaes, 2002:27). A este respecto debemos señalar que no compartimos los criterios de intervención para el Castillo de La Luz, de los arquitectos Nieto y Sobejano, que básicamente se fundamentaba en crear un nuevo contenedor en el interior de la fortaleza, para aprovechar al máximo el espacio expositivo, modifican-do buena parte de la estructura original para alcanzar tal fin.Tan solo el descubrimiento y excavación de la Torre de Alonso de Fajardo y de la barrera artillera de 1548, impediría que el interior de la for-taleza se convirtiera en una sala de exposiciones sin connotaciones históricas. 32 Por otra parte, se logró recuperar un importante repertorio de materia-les arqueológicos de los siglos XV y XVI descubiertos durante el proceso de excavación, que una vez analizados aportarán datos de vital importancia para el estudio de los modos de vida, intercambios comerciales y poliorcética de la Fortaleza de Las Isletas. Paralelamente a los trabajos arqueológicos, se llevaría a cabo un exhausti-vo estudio bibliográfico y documental, este último con especial incidencia en el Archivo General de Simancas, Archivo General Militar de Madrid y Archivo Histórico Nacional entre los más importantes. El punto de partida de la investigación histórica arranca del exhaustivo estudio de Rumeu de Armas: Canarias y El Atlántico. Piraterías y Ataques Navales donde encontramos una valiosa información que contrastamos con los documentos originales conservados en los archivos referidos, y que fue-ron reinterpretados basándose en los hallazgos arqueológicos que se iban sucediendo en el interior de la Fortaleza. Llegados a este punto debemos señalar que, a pesar del ingente material documental manejado, el referido autor ni otros que también se han ocupa-do de la historia de esta fortificación, no supieron interpretar correctamen-te la documentación manejada, donde se encuentra información detallada de las distintas obras y por tanto, fases constructivas que afectaron durante todo el siglo XVI a la fortaleza de Las Isletas. Sin embargo tal carencia, no creemos se deba tanto a una lectura equivocada de los documentos, sino a Cuadernos de Patrimonio Histórico n El Castillo de La Luz a mediados del siglo XX. Fondo fotográfico de la FEDAC que no se sabía de la existencia de los restos de otra fortificación que se había conservado sepultada en el interior de la fortaleza que hoy conoce-mos. Esta antigua obra de ingeniería militar pronto quedaría olvidada ante la necesidad de realizar continuos cambios por motivos de guerra, en aras de una mayor eficacia. Así, en pocas décadas, la fortaleza cambiaría su fisonomía de forma sus-tancial, hasta el punto de que ni siquiera autores antiguos como Torriani, Casola, del Castillo, Riviere y Hermosilla, que realizaron numerosas trazas de la fortaleza, dieron cuenta en sus escritos de las fases constructivas que afec-taron a la que durante muchos siglos sería la principal fortaleza de la isla. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 33 . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . TITULO SEPARATA 1a TITULO SEPARATA 2a JUAN TOUS MELIÁ LA FORTALEZA DE LAS ISLETA EN LAS FUENTES HISTÓRICAS La construcci��n de una fortaleza en la España de los Austrias mayores La construcción de una fortaleza en la España del Quinientos, durante el reinado de los Austrias mayores, no era una cuestión sencilla, de hecho, para empezar, había que convencer al Rey y a su Consejo de Guerra sobre la nece-sidad de acometer una obra de esta naturaleza. Además si no se considera-ba la zona como altamente estratégica o bajo inminente amenaza enemiga, la autorización podía demorarse en varios años, incluso décadas, como sucedió en el Archipiélago Canario, territorio que no comenzaría a fortificarse eficaz-mente hasta el último tercio del siglo XVI, a pesar de que las islas, ante con-tinuos ataques de corsarios franceses y berberiscos, reclamaban insistente-mente la ayuda de la corona para amurallar y fortificar sus principales ciuda-des y puertos. Pero, ciertamente, este problema no solo afectaba a Canarias. El reforza-miento de las construcciones defensivas que ya existían de antiguo, era un cla-mor generalizado en todos los territorios del Imperio. El problema esencial era la falta de dinero para atender tan urgentes necesidades, ante una guerra que se extendía por casi todos los reinos y territorios. En 1529 Carlos V antes de abandonar por segunda vez sus reinos españoles para emprender el pri-mer viaje a Italia, consciente del estado ruinoso de las fortificaciones en las fronteras españolas, le encarga a su esposa, la emperatriz Isabel de Portugal, que en su ausencia, llevase a cabo un estudio detallado sobre las fortificacio-nes en las fronteras de los reinos de España, y de lo que se debería hacer para su buen funcionamiento, porque: “las fortalezas del reino están tan mal reparadas y sin gente y hacen costa y no fruto parece que será bien derribar las que no son provechosas y reparar las necesarias y útiles y dar orden como estén proveídas de arti-llería, municiones y bastimentos y que los alcaides tengan cierto número de gente teniendo consideración a lo que llevan de tenencia y a la necesi-dad que hubiere, recibiré mucho placer, que mande platicar lo que cerca de todo esto se deba hacer y me consulte lo que pareciere. Toledo 8 de marzo de 1529.” (C. Hernando, 2000: 77). ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 37 38 Cuatro meses despu��s, la propia Emperatriz, ordena al secretario imperial Francisco de los Cobos, que con presteza comunique al Emperador los alar-mantes resultados de la pesquisa realizada, que en esencia venían a confirmar los temores de Carlos V. Especialmente desastrosa era la situación de la fron-tera sur, expuesta a los ataques del corso berberisco. El informe elaborado hacía especial hincapié en la situación de las plazas costeras del Norte de África, Cádiz, Almería, Cartagena y Gibraltar entre otras, por lo que Isabel insiste en: “Que su majestad esté avisado que las fortalezas de este reino, y en especial las de las costas y otras algunas que mucho comportan no está proveídas ni tienen las municiones ni con el reparo que sería razón y los alcaides ausentes.Y como quiera que se les ha escrito sobre ello respon-den que ha muchos años que no se les ha librado cosa alguna y que así no pueden proveer las cosas de la gente ni de las otras cosas que serían necesarias para su defensa (…).” (C. Hernando, op. cit.: 78). Cuadernos de Patrimonio Histórico n La Fortaleza de La Mota con sus Cubos artilleros (1476-1483). En este castillo los Reyes Católicos tenían un centro de producción de piezas de artillería Carlos V había heredado de sus abuelos, los Reyes Católicos, un inmenso imperio que tenía sin embargo un punto débil: la fortificación de sus fronte-ras. En efecto, salvo el caso de la fortaleza de Salses (1497-1505), considera-da entonces como una de las mejores de Europa, construida por orden de Fernando el Católico en su frontera del Rosellón francés, todo el esfuerzo en fortificaciones lo centraron los monarcas católicos en el corazón del reino de Castilla-León, escenario central de la Guerra de Sucesión, donde se levanta-ron, sobre antiguos castillos, nuevas fortalezas, esta vez diseñadas para resistir no el asedio de hombres y máquinas de asalto, sino el demoledor impacto de la artillería, la nueva arma del momento. Los castillos de La Mota (1476-1483), Coca, Cuéllar, Simancas y Arévalo entre otros, fueron reforzados con galerías intramuros, grandes bóvedas, casamatas de ladrillo, chimeneas de ventilación, baluartes externos, pozos y sistemas contraminas, convirtiéndolas en las pre-cursoras de las nuevas fortificaciones europeas. (F. Cobos y J. Fernández, 1998: 214). A la muerte de Fernando el Católico (Madrigalejo 1516), Castilla contaba con una red de fortalezas aptas para la defensa, pero solo en el núcleo del reino, mientras que por el contrario las fronteras permanecían descuidadas, con la excepción como ya hemos dicho del Rosellón, donde Ramiro López, el autor también de los baluartes de la Alhambra, había construido la inex-pugnable fortaleza de Salses. En el Archipiélago Canario, los reyes de Castilla habían permitido que los señores de La Gomera y Lanzarote levantaran torres para su defensa en dis-tintas islas (Torre de Gando en Gran Canaria,Torre de Añazo en Santa Cruz ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 39 n La Fortaleza de Salses (Lecciones de Fortificación, Madrid 1898) 40 de Tenerife,Torre del Conde en La Gomera y Torre de Sancho de Herrera en Lanzarote) política que aplicaron después, los Reyes Católicos, en las islas de realengo, como sucedió en Gran Canaria, donde en 1494 el gobernador Alonso de Fajardo construyó la Torre de Las Isletas, por orden de la reina Isabel La Católica. Poco más se hizo en materia de fortificación en las Islas durante el reina-do de los Reyes Católicos. Habrá que esperar hasta 1519 para que la reina Juana La Loca y su hijo Carlos, concedan a la isla de Gran Canaria 1.000 mara-vedíes de las penas de cámara para “la construcción de un baluarte y otros edi-ficios en la fortaleza del puerto principal de la dicha isla de Gran Canaria.” (E. Martín, 1994: 336). Durante el reinado de los Austrias mayores, se llevaría a cabo un extraor-dinario esfuerzo económico para fortificar las fronteras más amenazadas del Imperio, desde Los Países Bajos hasta el Golfo de México. En el de Carlos V, anualmente la corona distribuía una buena cantidad de sus rentas para aten-der las defensas de sus fronteras, fijando la cuantía en función de la impor-tancia y riesgo que corrían las plazas. Así, en una primera etapa que podemos fijar entre 1524 y 1533, el esfuer-zo de la corona se centrará principalmente en blindar la frontera con Francia, sellando los pasos franceses por Vascongadas, área especialmente expuesta, por lo que Carlos V encargará a Gabriel Tadino de Martinengo, conocido como el prior de Barleta, el desarrollo en esta frontera de un programa defensivo capaz de contener las incursiones francesas (M. Porras, 2002: 4). Cuadernos de Patrimonio Histórico n Baluartes de la ciudadela de Pamplona. Siglo XVI Las mayores aportaciones de esta primera etapa, fueron destinadas a San Sebastián, Pasajes, Fuenterrabía, Pamplona, Rosas y Perpiñán en el Rosellón, construyéndose una serie de fortalezas de nuevo diseño, a lo largo del corre-dor del Pirineo, donde el baluarte y las murallas terraplenadas sustituyen a los viejos diseños. En un segundo momento, que podemos fijar a partir de 1534 hasta la muerte del Emperador en 1558, y una vez el foco de la conflictividad se des-plaza o se agrava hacia el Mediterráneo, los esfuerzos inversores se centrarán en fortificar los puntos estratégicos en el litoral del Levante y de Andalucía, así como de ciertas plazas del Norte de África, en un intento por frenar la marea otomana, que ya controlaba buena parte del Mediterráneo Oriental, para acabar al mismo tiempo también con la impunidad del corso berberís-co, casi invencible bajo el mando de los hermanos Barbarroja. Para controlar estos focos de piratería, se construyen en el Norte de Áfri-ca las fortalezas de Orán, La Goleta, Bona y Bugía. El mantenimiento de estas alejadas fortalezas, era costosísimo. La fortaleza de La Goleta, por citar un ejemplo, que contaba con una guarnici��n de cerca de 3.000 hombres, le cos-taba anualmente a la corona unos 55.000 ducados, de los cuales 47.000 se empleaban en la paga de la tropa y 8.000 para las obras. En 1557, reinando ya Felipe II, uno de los lugares que más rentas consumían era Cádiz, cuyos costos de fortificación se estimaban por encima de los 125.000 ducados. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 41 n La Ciudadela de Jaca con sus baluartes, diseñada y construida por Tiburzio Spannochi (1592) 42 Durante la primera mitad del Quinientos, con Carlos V, el esfuerzo inver-sor que se hace en materia de fortificaciones en el Archipiélago Canario, ape-nas si es perceptible. En este sentido, las ayudas se limitan a la donación de algunas piezas de artillería para la defensa de obsoletas torres, y sobre todo, se conceden los recursos económicos de las penas de cámara y las rentas obtenidas del almojarifazgo, por espacio de tiempo limitado, para acometer algunas obras menores de fortificación, siempre insuficientes y de poca efica-cia defensiva, como más adelante veremos. Durante el reinado de Felipe II, que abarca prácticamente toda la segunda mitad del siglo XVI, atendidas ya, las necesidades defensivas en gran parte de las principales fronteras europeas del Imperio, incluyendo el Norte de España, la atención se centra entonces primeramente en reforzar y fortificar en su caso el litoral español bañado por el Mediterráneo y las plazas del Norte de Áfri-ca, para en una segunda fase concentrar todo el esfuerzo en los territorios de ultramar, en los archipiélagos atlánticos y colonias americanas. Llegándole por fin el turno también a las principales ciudades del Archipiélago Canario. Cuadernos de Patrimonio Histórico n Traza de la Fortaleza de La Goleta (1554). Remitido al príncipe Felipe por el gobernador Alonso de La Cueva. (AGS: M.P. y D.;VIII-7) Pero dejando a un lado, por el momento, cuestiones geoestratégicas o de índole estrictamente económico, lo cierto es que tampoco se concebía la construcción de una fortaleza sin que previamente el Rey y su Consejo de Guerra pudieran disponer de dibujos y en ocasiones maquetas o bultos, no solo de la obra a edificar sino del entorno más próximo. Solo así, y des-pués de estudiar los informes, se autorizaba la obra. Las trazas de las nue-vas fortificaciones eran encomendadas casi siempre a los ingenieros, los ojos del monarca en la guerra. Aunque en tiempos del Emperador Carlos V, hubo grandes expertos en fortificaciones que nunca fueron llamados ingenieros y que eran en realidad soldados expertos en artillería, como Luis Pizaño, o el maestro de campo Pedro de Guevara, quien por ser conoce-dor de la nueva fortificación que se estaba imponiendo en Europa se encar-gó, en 1535, de replantear la muralla de Pamplona, proponiendo “bastiones de punta triangular de cubiertas las defensas de los lados como agora usan”. (A. Cámara, 2000: 429). Para Cristóbal de Rojas existían tres materias importantes que un inge-niero debía dominar: “La primera mucha parte de matemáticas, la segunda arit-mética y la tercera y más principal para la fortificación es saber reconocer bien el puesto donde se ha de hacer la fortaleza o castillo. Será difícil saberlo dar enten-der y enseñar el ingeniero sino hubiera estado en la guerra en ocasiones y cerca de la persona de algún gran soldado (…)” (C. de Rojas, 1598: folio I). Los ingenieros, sobre todo en tiempos de Felipe II, no se limitaban tan solo a diseñar las trazas de una nueva fortaleza, también tenían que informar sobre el territorio, su situación y características topográficas, para luego plantear basándose en esos conocimientos geográficos previos, su mejor defensa, sin olvidar los costos de todo ello. La opinión de los ingenieros era altamente estimada por el Rey y su Consejo, pero se prefería que los proyectos de fortificación vinieran también avalados por otros responsables en asuntos civiles y militares de la zona a for-tificar. Por eso los ingenieros acudían a los sitios acompañados de un militar, capitán o maestre de campo, con quien debían ponerse de acuerdo para la elaboración del proyecto, lo que en numerosas ocasiones llegó a provocar fuertes enfrentamientos entre ambos, por discrepancias en los criterios de actuación. Como sucedió en 1571, con el proyecto de fortificación de la ciu-dad de Las Palmas diseñado por el ingeniero Agustín de Amodeo, con el que no coincidía el capitán del presidio Gaspar de Salcedo, provocando el retra-so del proyecto, por lo que Felipe II, ordena a Gaspar de Salcedo que sin ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 43 44 mayor dilación se ponga de acuerdo con el ingeniero Amodeo y el goberna-dor Benavides respecto a las fortificaciones que se estaban diseñando en la ciudad de Las Palmas. También los alcaides de las fortalezas velaron por la seguridad de sus for-tificaciones, llegando incluso a cuestionar las trazas sacadas por los ingenieros. A nivel práctico, el proyecto de fortificación se enriquecía por medio de esta colaboración interdisciplinar, facilitando la convivencia entre la teoría y la práctica y que se potenciaba desde los propios Consejos de Guerra y Estado, proclives, a comisionar a militares e ingenieros para estudiar los problemas defensivos. Decía Francesco de Marchi, en su tratado Della archittetura militare, que el soldado antes de empezar a fortificar debería considerar si iba a disponer de hombres, de dinero, de tiempo, de sitio, de la figura de la fortificación, del terreno, del agua y de la piedra necesarios (A. Cámara, 1998:105). De todas estas consideraciones establecidas por Marchi, destacaremos la cuestión econ��mica, tal vez el principal obstáculo al que se enfrentó la monar-quía española a lo largo del Quinientos, porque a pesar de ser la mayor potencia económica y militar del momento, se veía imposibilitada para finan-ciar por sí sola todos los gastos que ocasionaban. Por un lado, el manteni-miento de enormes ejércitos de soldados profesionales y por otro, las forti-ficaciones de sus reinos, a caballo entre tres continentes. Por eso se solicita-ba, en muchos casos, que la defensa de los reinos se llevara a cabo por mili-cias locales no profesionales, y que la financiación de las obras de fortificación se hiciera a cargo de las propias ciudades, para lo que se les concedían, por un período de tiempo determinado, las cuantías de las penas de cámara, los derechos de almojarifazgo o, incluso, se les llegó a conceder licencia para la venta de esclavos, con la obligación de destinar los recursos obtenidos a la construcción de fortificaciones. Se recurría también con frecuencia a los pro-pios ciudadanos, para que contribuyeran con dineros o aportando y acarre-ando materiales o como simple mano de obra.Tampoco la Iglesia escapaba a esta obligación y, de la misma manera que acudía con sus hombres a defen-der las murallas, también contribuía con dineros, materiales o personal pro-pio para levantar las defensas. Aprobado el proyecto, los maestros mayores de obras se hacían cargo de construir lo que había sido trazado por los ingenieros. El maestro mayor de la obra era por lo general arquitecto de formación y se dieron casos, como el del arquitecto Cristóbal de Rojas, quien en 1589 solicita ser nombrado Cuadernos de Patrimonio Histórico ingeniero de fortificaciones, para lo cual es enviado a trabajar previamente a su nombramiento, como maestro mayor a la fortificación de Cádiz. Los maestros eran quienes conocían cómo era el terreno, la época mejor para trabajar según el clima, la calidad de los materiales y el tipo de piedras que mejor aguantaban el paso del tiempo. Los enormes costos que conllevaba el plan de fortificaciones del Imperio, llevaría a la Corona a extremar el control del gasto en las obras, procurando siempre beneficiarse en las condiciones del contrato, por eso las obras eran por lo general subastadas a la baja, con el consiguiente perjuicio para los con-tratista, como sucedió con las obras de fortificación de Fuenterrabía, adjudi-cadas en 1530 al maestre Lope de Insturizaga por un precio de 8 ducados la tapia, corriendo además con los gastos de limpieza y desescombro. Quince años después, en 1545, a la muerte de Insturizaga, la obra se le adjudica a su yerno Domingo de Eztala, pero a un precio inferior, siete ducados y dos rea-les la tapia, corriendo a su costa además la saca de los cimientos, los mate-riales y la mano de obra. Unos años más tarde, Domingo de Eztala reclama el pago de 1473 ducados que se le adeudaban, quejándose amargamente de la mísera cantidad en que ten��a contratada la obra. El control ejercido sobre la calidad de la obra edificada era llevado con rigor por los veedores y contadores del Rey. Se medían los muros para ver si cumplían lo diseñado en altura, grosor y ancho.También se ejercía un exhaus-tivo control sobre los materiales empleados, sobre el mortero de cal y arena, porque de su calidad dependía la solidez de la fortaleza (M. Porras, 2002:10). ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 45 n Fortificaciones de Fuenterrabía en 1538 vistas por Francisco de Holanda (Biblioteca de El Escorial) La fortificación de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria durante el Quinientos La incorporación de la isla de Gran Canaria a la Corona de Castilla en el año 1483 puso fin a una cruenta y larga guerra de conquista contra la pobla-ción aborigen canaria. Finalizada la contienda, la Isla conocerá un período de cuatro décadas de relativa calma y cierta prosperidad económica, motivada fundamentalmente por el comercio del azúcar y vinos con Europa y las inci-pientes colonias americanas. Pero todo cambiará a partir de 1521, cuando se inicia la primera de las cinco guerras que librarán las dos grandes potencias del momento, España y Francia. Desde entonces, y a lo largo de todo el siglo XVI, el Archipiélago Canario apenas conocerá momentos de paz. Su situa-ción estratégica en el Atlántico y la riqueza generada en un primer momen-to con la producción y comercio de azúcares, hizo que sus ciudades más importantes fueran objeto de constantes ataques y saqueos, por parte de los “enemigos del Imperio”: franceses, ingleses y holandeses, entre los más importantes. Además, la proximidad del Archipiélago al litoral africano, aña-dió un punto de vulnerabilidad a un territorio fragmentado y sin defensas para unas ciudades que habían sido fundadas en su mayor parte, a la orilla del mar. La única fortificación que protegía la ciudad de Las Palmas en 1522, por entonces la capital del Archipiélago, era una torre de piedra y mortero de cal, situada a una “legua” de la ciudad, en un lugar despoblado, en el extremo norte de la Bahía de Las Isletas, el principal puerto natural de la Isla. La torre había sido reforzada entre 1515 y 1519 por medio de un baluarte y varios tiros de hierro, que resultaron insuficientes para mejorar la defensa del puer-to, lo que se demostraría a a partir de 1521, fecha en que se inicia la prime-ra guerra con Francia, resultando estas obsoletas defensas inoperantes ante los devastadores cañones de los navíos franceses. En una primera etapa, los ataques de las escuadras francesas van dirigidos a interrumpir el comercio con las islas y colonias americanas, capturando naví-os para hacerse sobre todo con las mercancías que transportan, persiguien-do y atacando incluso a las embarcaciones que buscan refugio en el interior de los puertos. Como sucedió en 1522 en el Puerto de Las Isletas, donde el ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 47 48 corsario normando Jean Fleury, entró sin la menor resistencia haciendo presa de siete barcos cargados de gente y mercaderías. En 1541, veinte años después del primer ataque francés al Puerto de Las Isletas, la ciudad de Las Palmas seguía completamente indefensa. Pero ese año de 1541, se produciría un suceso preocupante para la seguridad de las islas, como fue la conquista de la colonia y fortaleza portuguesa de Santa Cruz de Berbería del Cabo de Aguer, por las tropas de uno de los más poderosos xari-fes de Marruecos. Las noticias que traían a Las Palmas los pocos refugiados portugueses que escaparon al desastre, no podían ser más alarmantes, por-que en el Puerto de Aguer se preparaba una armada naval para venir contra las Islas. Además, poco después, también se perdería el puerto de San Bartolomé, próximo a Santa Cruz de Mar Pequeña, a manos del xarife, con lo cual toda la costa de berbería frente a Canarias estaba en poder de los “moros”. El gobernador y justicia mayor de Gran Canaria, Agustín de Zurbarán, consciente del inminente peligro, envía a Jerónimo Batista Maynel como men-sajero a la corte para transmitir la noticia de la desgracia acaecida en el Cabo de Aguer. Carlos V, preocupado ante la posibilidad de que se produjera ese ataque, y que como consecuencia de ello “pudieran caer las islas en manos de los enemigos de la santa fe católica”, remite cédula real, el 12 de junio de ese mismo año, al gobernador de la isla (Documento I), pidiéndole información sobre el Cabo de Aguer, distancia con respecto a la ciudad de Las Palmas, y datos referentes a su fortificación6. El 26 de octubre de 1541, el gobernador Zurbarán lleva acabo una infor-mación pública para recabar datos con los que contestar al emperador : “dijo que porque para informar a su majestad en el caso era necesa-rio haber información acerca de lo convenido en la dicha cédula (…)” Cuadernos de Patrimonio Histórico 6 Quiere saber primero si en el Cabo de Aguer: “hay aparejo para tener y estar navíos de remos e cuan-tos e si con ellos pueden ir a hacer daño en la dicha isla. También pregunta sobre la necesidad de cons-truir una fortaleza en Las Palmas si a e esta causa es necesario y convenía que se hiciese en ella una for-taleza e se proveyese de gente armas artillería e municiones con que pudiese resistir a los enemigos (…) e de que calidad e tamaño e que costaría a hacerla e que gente armas artillería e municiones e de que géne-ro sería menester en ella para su guarda y defensa”. Quiere saber que población tiene la ciudad y si los habitantes estarían dispuestos a contribuir para la construcción de la referida fortaleza: “e si los vecinos e moradores de ella y de la dicha isla (…) ayudarían con alguna cosa e con que cantidad para hacerla lo cual platicareis con ellos”. Por último pregunta si la ciudad está amurallada y de que forma:“e si la dicha ciudad real esta cercada e de manera que se pueda defender proveyéndola de artillería y municiones o de que manera está e que vecindad tiene (…)” (AGS: Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3). El interrogatorio de nueve preguntas ordenado por Zurbarán nos permi-te hoy conocer el estado de las defensas de la ciudad de Las Palmas por aquel año de 1541. “Información hecha en la ciudad de Las Palmas sobre la necesidad que había de construir una fortaleza en ella y la artillería y municiones que debería tener para estar defendida la ciudad de moros”. (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3; 1541, octubre, 26). Las tres primeras preguntas del interrogatorio se centran en el Cabo de Aguer (Agadir), distancia que le separa de las islas, estado de los puertos de la costa de berbería próxima al Archipiélago, no solo el de Aguer, sino tam-bién los de San Bartolomé y Mar Pequeña, también en manos del xarife, número de barcos de remos que pueden refugiarse en ellos, tiempo que tar-darían en llegar a las islas, etc. La cuarta pregunta trata sobre la defensa de Las Palmas: “que por estar como está en la costa de la mar de esta ciudad real de Las Palmas que bota la mar en las casas de ella y estar descercada e sin fortaleza ni fuerza ninguna ni otra cerca ni tiros de artillería en la dicha ciudad (…).” (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3). La quinta pregunta se centra en la necesidad de construir una fortaleza en la misma capital porque “sería muy útil e provechoso la dicha fortaleza para recoger en ella la gente de mujeres e niños y otras personas que no fuesen de pelea la cual dicha fortaleza podría costar cuatro mil ducados poco más o menos e más la artillería que para ella conviniese.” (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3). La sexta pregunta trata sobre la defensa de la línea de costa entre el barrio de Vegueta y el de Triana, proponiendo construir varios baluartes y dotarlos de artillería de bronce: “Yten si saben que hay necesidad de hacerse tres o cuatro baluartes para la costa de la mar e para cada baluarte hay necesidad que haya dos o tres tiros de bronce por causa que la mar daña los tiros de hierro e que fuesen los tiros medias culebrinas.” (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3). ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 49 50 La séptima pregunta trata sobre el tamaño de la población de Las Palmas por esos años, el Emperador quería saber no solo dónde estaba situada la ciu-dad, sino también cómo era de grande y cuántos habitantes tenía: “Yten si saben que en esta ciudad de Las Palmas hay hasta ocho-cientos fuegos e moradores de más de otras personas estantes.” (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3). En la octava y novena pregunta se vuelve a insistir en el peligro de un inmi-nente ataque por parte del xarife, que prepara armada en los puertos del Cabo de Aguer y Mar Pequeña: “(…) hay nuevas que ahora se dice e han venido por cartas del cabo de aguer así de los cautivos que allá están como de un fraile que el señor rey de Portugal mandó rescatar de los cristianos que se cautivaron cuan-do la tomaron los moros que eran salidas del dicho cabo de aguer (…) ciertas fustas e un bergantín para venir a estas islas e se dice de cierto que están en Mar Pequeña, junto a estas islas esperando tiempo.” (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3). Las respuestas de los siete testigos interrogados vienen más o menos a ratificar lo contenido en las preguntas.Todos coinciden en señalar que la ciu-dad de Las Palmas, al estar a la orilla del mar, estaba desprotegida y que ya había sido bombardeada desde el mar en varias ocasiones: “(…) y que asimismo ha visto que por estar la ciudad a la costa de la mar e sin defensa ninguna una nao vizcaína se puso delante e la empe-zó a bombardear hasta que le dieron unos hombres que le tenían preso e otra vez vinieron cuatro naos francesas e surgieron en el puerto e después de haber robado los navíos que hallaban dijeron que les diesen tantos mil ducados sino que bombardearían la ciudad. (Testigo Luis de Herrera alcal-de vecino de la villa de agáldar)”. (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3). Tras la información pública del 26 de octubre de 1541, que finaliza el 5 de noviembre del mismo año, el gobernador Agustín de Zurbarán env��a a la corte los datos recabados y una carta dirigida al emperador donde resume su plan de fortificación para la ciudad de Las Palmas. (Apendic. Documento II). Cuadernos de Patrimonio Histórico Siete meses después, Jerónimo Baeza, en nombre de la isla de Gran Canaria, se dirige al emperador, para señalarle que la isla no ha recibido res-puesta al plan de fortificación de Zurbarán y que tampoco se han recibido ayudas para hacer la fortaleza en la ciudad de Las Palmas a pesar de que con-tinúa el peligro de ataque desde la vecina costa de berbería: “(…) e porque después acá se han perdido las ciudades de Azamor e Záfi e los moros las tienen e poseen que son asimismo cerca de la dicha isla de cuya causa tiene mucho nuestro riesgo e peligro e tiene mucha necesidad se fortalecer e pertrechar...” (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3). No llegaría a realizarse el plan de fortificación para la ciudad de Las Palmas de Agustín de Zurbarán, en realidad no hubo respuesta. Carlos V en octubre de ese mismo año de 1541, había sufrido un fuerte descalabro, durante el fra-casado cerco de Argel, que a punto estuvo de costarle la vida. Además el 12 de junio de 1542, Francisco I lanzaba su proclama de guerra contra el empe-rador. La guerra con Francia y luego la sostenida contra los príncipes alema-nes de la Liga de Schmalkalden, le mantendrían alejado de España durante el resto de la década. En 1543 concluye la última etapa de su gobierno directo sobre Castilla. Será su hijo, el príncipe Felipe, quien se encargue a partir de entonces del gobierno de los reinos de España. El 29 de octubre de 1544, el pirata francés Jean Alfonse de Saintonge se apodera por sorpresa de la torre-fortaleza de Las Isletas, apresando una cara-bela y dos urcas cargadas de azúcar que se encontraban bajo el amparo del fuerte (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.25). La situación era entonces ya insostenible, pues no se podía garantizar la seguridad del puerto principal, por donde se efectuaba todo el comercio con la isla, y por donde además entraban los recursos alimenticios cuando escaseaban en la tierra. En 1547, el príncipe Felipe remite cédula real al gobernador de Gran Canaria, el licenciado Juan de Miranda, para que recabase información sobre la conveniencia de fortificar la Torre del Puerto de Las Isletas (AGS: Diversos de Castilla, Leg.13, doc.4). En menos de seis años había cambiado completamente el planteamiento inicial, la fortificación de la ciudad de Las Palmas pasaba a un segundo plano y todos los esfuerzos se centraban ahora en garantizar la seguridad del Puerto, mejorando las defensas de la torre-fortaleza de Las Isletas. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 51 52 No se volvería a tratar el complejo asunto de la fortificación de la ciudad hasta el año 1554, en pleno desarrollo de un nuevo conflicto armado con Francia (Cuarta Guerra 1551-1559). En esta ocasión el Príncipe Felipe, pro-bablemente presionado por la conmoción que sufrió el Archipiélago Canario, tras el saqueo y quema de la ciudad de Santa Cruz de La Palma, perpetrado en 1553, por la escuadra del temible corsario Francois Le Clerc “Pie de Palo” (AGS: Diversos de Castilla, Leg,13. doc.25). Ante este suceso sin precedentes, el príncipe Felipe decide por fin tomar cartas en el asunto, poniendo en marcha un plan para la fortificación de las principales ciudades de Canarias, empezando por Las Palmas, por entonces la principal del Archipiélago. Una de las primeras medidas adoptadas, sería enviar como gobernador de la isla, en su segundo mandato, a Rodrigo Manrique de Acuña, hombre resolutivo y bregado en los asuntos de guerra, como ya lo había demostra-do en su anterior mandato (1548-1551), y al que las autoridades de la Isla reclamaban para el cargo, ante la inoperancia del gobernador Serrano de Vigil: “(…) porque Pedro Cerón hizo lo que puede no tiene ayuda que el gobernador es un letrado muy atado y temeroso y sobre todo muy poco temido y acatado y de esta manera toda la gente anda aventada y mucha se esconde en cuevas huyendo de noche en hábito de mujeres y asimismo se ha ido mucha gente a la dicha isla de madera (…).” (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.29. Apendic. documental III). Rodrigo Manrique acude con armas y dineros para asegurar a toda costa la defensa de la ciudad. Para ello trae instrucciones del Príncipe7 que cumple Cuadernos de Patrimonio Histórico 7 “Don Rodrigo Manrique a quien habemos proveído por gobernador de la isla de Canaria ya sabéis como después que vos saliste de ella los franceses corsarios han andado con mucho número de navíos y gentes por las costas de ellas faltando la gente en tierra y haciendo muchos daños y después de lo cual por parte de la dicha isla se nos ha pedido e suplicado mandásemos proveer de artillería armas e municiones para su defensa de lo cual habemos mandado llevar de Málaga mil picas e trescientos arcabuces para repartir entre la gente de ella pagándolas vos llegado que seáis a aquella isla (…) Asimismo hemos sido informa-dos que convenía para seguridad e defensa de la dicha isla que se hiciesen en algunos puertos y otras par-tes algunas fortalezas y torres y se pusiese en ella la artillería e municiones que conviniese y porque quere-mos saber que fortalezas e torres es necesario y conviene que se haga en la dicha isla y en que puertos e partes de ella y de que tamaño y calidad y que podría costar e que artillería e municiones sería menester para ellas y que costaría y si los vecinos e moradores de la dicha isla pues para su seguridad y defensa las harán a su costa (…)” (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.18; 24 noviembre 1554). sin tardanza, informándole, apenas toma posesión del cargo, sobre donde debería ubicarse la nueva fortaleza que había de construirse en la ciudad de Las Palmas, así como los costes de su construcción y artillado8: Rodrigo Manrique de Acuña intenta convencer al príncipe sobre la nece-sidad y conveniencia de costear las obras de la nueva fortaleza, no sólo para defensa de la ciudad, sino además como base para la construcción de un muelle, al que llevarían agua potable y que al amparo de la fortaleza, pron-to atraería a numerosos navíos que hacían la ruta de Indias, obteniendo así el rey numerosas rentas que le permitirían amortizar lo invertido en la for-tificación9. Propone Manrique de Acuña, en caso de que no se hiciese la gran forta-leza, cuyos costos se estimaban en 25.000 ducados, la construcción en el Charco de Los Abades de un fuerte más pequeño a manera de revellín10. La segunda propuesta de Manrique de Acuña sería aceptada, disponien-do de los recursos económicos suficientes como para acometer en muy poco tiempo una serie de obras de fortificación en la ciudad de Las Palmas, incluyendo el fuerte del Charco de Los Abades. Básicamente, Manrique de Acuña desarrolla para Las Palmas el plan que había sido propuesto por Zurbarán trece años antes. Aunque no construye la muralla de la parte del mar, entre los barrios de Vegueta y Triana, ni tam-poco la fortaleza de grandes dimensiones que se iba a levantar en la entra-da de la ciudad. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 53 8 “(…) Y hallé que el lugar más competente para la defensa de la isla y para que si algo sucediese la gente toda se pudiese recoger dentro e desde la misma fuerza ofender a los enmigos es a la entra de la ciudad en un lugar que dicen el Charco de los Abades el cual de pleamar está lleno de agua y en bajando la mar que es fácil cosa de hacer y por aquella misma parte está fortísimo costaría el edificarse allí con el artille-ría que era menester que había de ser toda de alcance veinte e cinco mil ducados (…)”. (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.18). 9 “(…) y abría otro negocio que en seis años vuestra majestad ahorraría lo que hubiese gastado en ello por-que acrecentaría en sus rentas más de un quinto de renta en cada un año porque este edificio haría puer-to de surgidero de navíos y demás de esto por un lado del dicho charco entra una canal a raíz de las mura-llas que ha de ser de la cual muralla puede salir agua dulce a la canal para provisión de los navíos que habiendo esta comodidad todos cuantos van a las Indias de vuestra majestad e de Portugal vendrían aquí por donde la contratación sería muy grande e grande aumento de estas islas que por esta falta no vienen armadas ni navíos (…)”. 10 “(…) y si vuestra majestad al presente no fuera servido que se trate de esto puede hacerse en el dicho lugar un fuerte a manera de revellín e do puedan estar seis o siete piezas de artillería de alcance y para estos tiempos sería cosa provechosa y harto importante costaría cuatro mil escudos hacerse dando vuestra majestad quinientos y el artillería que fuesen dos culebrinas y un cañ��n y tres sacres lo demás la isla lo haría (…)” (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.18). 54 Por una información pública11 realizada con objeto de dotar de artillería a las fortificaciones levantadas por Rodrigo Manrique de Acuña en aquel año de 1554, sabemos cuántos fuertes se construyeron y dónde se ubicaron, aunque no tenemos referencias de sus características constructivas. En total se levantaron siete fortificaciones, dos en la Caleta de Santo Domingo, tres en la Caleta de Santa Catalina, una en la Punta del Palo y por último, la más importante en el Charco de Los Abades. Según Rumeu de Armas la fortaleza del Charco de Los Abades no llegó a construirse en tiempos del gobernador Manrique de Acuña: “debido a los elevados costo de la obra, valorados en 25.000 ducados.” (A. Rumeu, 1991.Tomo I: 178). No coincidimos con la opinión de este autor, al considerar que no llega-ría a construirse la referida fortaleza, pues no solo se especifica su construc-ción en la propia ���Información en que constan los fuertes que se hicieron para la defensa de la isla” del 13 de noviembre de 1554, donde los testigos asegu-ran que: “han visto que el señor don Rodrigo mandó hacer e hizo estos días un fuerte a la entrada de esta ciudad que tiene por cierto que es muy impor-tante así para la defensa del pueblo por tierra como para ojear en la ribe-ra los enemigos que quisieran saltar a ofender e dañar los vecinos de esta isla teniendo cuatro o cinco piezas de artillería gruesas e esto que dicho tiene es verdad e firmo. Jerónimo Batista Mainés. “(AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.17). Además, como hemos visto más arriba, el propio Rodrigo Manrique había planteado a Felipe II una segunda opción a los elevados costos del fuerte, que con su nuevo proyecto pasarían de los 25.000 ducados a cuatro mil escudos. Así es que la fortaleza del Charco de Los Abades, que después sería cono-cida como Torreón de Santa Ana, en realidad sí se construyó en aquel año de Cuadernos de Patrimonio Histórico 11 “(…) digo que a esta isla conviene que vuestra merced me reciba información de los fuertes e reparos que en esta se han hecho para defensa della en las caletas de Santo Domingo e Santa Catalina y en el lugar do dicen El Palo e asimismo la última fuerza que se ha hecho en la entrada de esta ciudad do dicen San Telmo los cuales son lugares e sitios por donde los franceses y enemigos de su majestad pueden dañar e defender esta isla (…)” (AGS, Diversos de Castilla, Leg.13, doc.17: 1554, noviembre,13. Información en que constan los fuertes que se hicieron para la defensa de la isla). 1554, aunque es probable, y en eso puede tener razón Rumeu de Armas, que todas aquellas fortificaciones que se levantaron bajo el mando de Manrique de Acuña, se hicieran con materiales endebles, o mejor, con un diseño poco efectivo, porque vemos como años después se vuelven a reconstruir. Concretamente, sabemos que la citada fortaleza del Charco de Los Abades se reconstruyó al menos tres veces, la primera en 1554 por orden de Manrique de Acuña, la segunda entre 1563 y 1568 bajo los gobiernos de Diego del Águila y Pedro Rodríguez (1568, 4 de julio. Cal para el fuerte de San Telmo AHPLP, Alonso de Balboa, nº776, f.199 r.). Y por último, a partir de 1578, siendo gobernador el capitán Diego Melgarejo, quien manda demoler el fuerte hasta los cimientos para reconstruirlo de nuevo (1578, 19 de julio. Reformas en el fuerte de la ciudad de Las Palmas.AHPLP, Alonso de Balboa, nº778, f.223 v.). ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 55 n Planta del Castillo de Santa Ana en el Charco de los Abades, según Pedro Agustín del Castillo (1686) 56 Pero volviendo al hilo de los acontecimientos que venimos relatando, por lo que sabemos la década de los cincuenta del siglo XVI fue de constantes sobresaltos para las Islas, el propio Manrique de Acuña en 1555 le comunica al rey en una larga carta, la dramática situación que padecen las islas, afecta-das por tantos años de guerra12. Todo el esfuerzo que se llevó a cabo para la fortificación de la ciudad de Las Palmas, durante gran parte del siglo XVI se hizo a costa del Cabildo y de los propios habitantes de la isla, no sin grandes sacrificios, tal y como se dedu-ce por una carta enviada por el gobernador Diego del Águila a Felipe II ,el 15 de octubre de 1567, por la que sabemos que la Isla había recibido artillería y armas para su defensa, y que se estaba llevando a cabo la construcción de un nuevo fuerte (posiblemente se refiera al fuerte del Charco de Los Abades) al mismo tiempo que también se trabajaba en la construcción de la nueva for-taleza de Las Isletas13. Rumeu de Armas, basándose en una Real Cédula de 16 de mayo de 1571, atribuye a Pedro Rodríguez de Herrera, sustituto de Diego del Águila, en la gobernación de la Isla, todos los esfuerzos de fortificación que se llevaron a cabo en la década de los sesenta: “A la visita de Pacheco sigue una década de pleno estancamiento, pues hasta el momento en que tomó posesión del gobierno de Gran Canaria, en 1568, el licenciado don Pedro Rodríguez de Herrera no se dio un solo paso más en materia de fortificación insular (…) este último gobernador fue quien inició la construcción del torreón de Santa Ana, en el Charco de Los Abades”. (A. Rumeu, 1991: 125-126). Cuadernos de Patrimonio Histórico 12 “he dado larga cuenta a vuestra alteza y dejo muchas cosas de este negocio para que vuestra alteza sepa que por estas islas arde la guerra y que están estas islas tan en frontera como Fuenterrabía (…) y más suje-tas a daños que otras ningunas la falta de trigo es grande y el remedio muy lejos y el socorro incierto por la mar estoy entre otras cosas en gran aprieto y envío por muchas vías a Flandes y Castilla suplico a vuestra alteza mande particularmente se tenga en cuenta en los puertos en dejar socorrer esta isla y mandar dar saca copiosa para ella porque sin trigo ni yo me atrevo a sostenerla (…)” (AGS: Diversos de Castilla, Leg.13, doc.49: 1537-1555. Correspondencia de D. Rodrigo Manrique, gobernador de Canarias, con el príncipe, princesa gobernadora y secretario Juan Vázquez, sobre los sucesos de aquellas islas). 13 “Y por hacerse esta obra con el sudor de tanta gente pobre no se ha podido acabar y también porque hemos procurado de fortificar más la fortaleza del puerto principal en que se ha gastado mucho dinero y para acabar estas fuerzas y el resto de ellas y otras necesidades que se ofrecen de ordinario en las cosas de la guerra tenemos muchas necesidades de tener alguna hacienda para gastar y de ninguna parte mejor se podrá sacar que haciéndonos Vuestra Majestad merced de darnos almojarifazgo.” (M. Martín y M. Ruiz, 2000: 359-377). Si bien es cierto que bajo el gobierno de Pedro Rodríguez de Herrera, se pudo rematar las obras del Fuerte de Santa Ana, en el Charco de Los Abades, y de la fortaleza de Las Isletas, no es menos cierto que gobernando su ante-cesor Diego del Águila, se iniciaron en 1563 las referidas obras, lo que sabe-mos por un contrato suscrito el 2 de junio de 1563 entre el calero Melchor de Castro y el regidor Bernardino Canino para que el primero suministrase 300 cahíces (200.000 kilos aproximadamente) de buena cal para las obras de la fortaleza de Las Isletas.Y que este mismo gobernador en 1567, se encon-traba trabajando en el Fuerte de Santa Ana del Charco Los Abades, siendo sustituido un año después por Pedro Rodríguez de Herrera. Será durante la década de los setenta cuando la corona por fin se decida, esta vez de forma directa, a resolver los problemas de fortificación de las prin-cipales ciudades del Archipiélago, empezando por Las Palmas de Gran Canaria. En 1571 llega a la ciudad Agustín de Amodeo14, el primer ingeniero que es enviado por la corona a las islas, para estudiar, diseñar o supervisar el plan de fortificaciones más adecuado a cada ciudad. Amodeo viene por orden de Felipe II desde el Peñón de Vélez, acompa-ñado del capitán Gaspar de Salcedo, con doce soldados y tres artilleros, que forman el primer presidio que se encargará de instruir a las milicias en el arte de la guerra. El capitán Salcedo además debe colaborar con Amodeo y el nuevo gobernador Juan de Benavides para en primer lugar supervisar las obras que se estaban ejecutando en la Fortaleza de Las Isletas y en el Torreón de Santa Ana del Charco de Los Abades. Después, una vez reco-nocida la ciudad de Las Palmas deberán planificar cómo fortificarla con murallas y baluartes15. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 57 14 “Este ingeniero vino de Italia con D.Garcia de Toledo para la conquista del Peñón de Velez de La Gomera con las tropas que condujo la escuadra.Verificada la espugnación, quedó all�� por orden del mismo D.Garcia para ejecutar el proyecto de fortificación de que envió un modelo de cera a la Corte. Su sueldo fueron 14 ducados al mes y dos raciones diarias, pero como no se le pagaban (conforme sucedió casi siempre en aquel punto) pidió su licencia quejándose agriamente del abandono en el que se hallaba. Sin embargo, Felipe II le dirigió sus cartas y órdenes para su pago, permitiéndole venir a la Corte en 1568, donde des-pués de haber satisfecho sus atrasos, se le mandó pasar a Canarias y había fallecido allí en 1571”. (J. Aparici, 1851:43-44). 15 “Sabed que se ha tenido aviso de que el Turquillo aprestaba y ponía en orden 16 o 17 navíos en el rio de Sale y que por ser tan poca la traviesa desde allí a la isla de Canaria podría hacer daño alla,. He ordenado a Agustín de Amodeo nuestro ingeniero que fuese a la dicha isla a ver las fortalezas y caletas que hay en ella, avisando y entendido lo que le pareciere diese orden de lo que se ha de hacer y estuviese en ella hasta tener otra orden y hecha la planta della nos la enviase con relación particular de lo que le pareciese demás mandar (…)” (AGS, Guerra Antigua. Leg.76, doc.135). 58 Agustín de Amodeo permaneció tres meses en la ciudad de Las Palmas tiempo que empleó en diseñar el plan para la fortificación de la ciudad, debiendo contar para ello con el parecer de Gaspar de Salcedo, Juan Benavides y Pedro Cerón. Básicamente, el plan enviado a la corte por Amodeo consistía en la construcción de tres fortalezas, una en la Montaña de San Francisco y otras dos en la línea de costa, en los extremos Norte y Sur de la ciudad, reforzándose el sistema defensivo con seis baluartes con sus correspondientes tramos de muralla de cantería que rodeasen toda la ciudad. Pero al mismo tiempo, en las trazas enviadas por Amodeo se reflejaba la propuesta de Gaspar de Salcedo, diametralmente distinta a la del ingeniero, ya que proponía fortificar solo el barrio de Vegueta, amurallándolo en redon-do, con dos baluartes aterraplenados por la parte del mar y otro más en lo alto de la montaña de Santo Domingo, utilizando como foso el propio Barranco de Guiniguada. El plan de Salcedo fue rechazado de pleno por el Consejo y es el propio rey quien le advierte: “En lo que toca a Canaria habiendo visto lo que vos y el ingeniero Amadeo escribisteis y la planta que envió della por no conformarse ambos en la fortificación que se debe hacer en ella os ordeno que os junteis con Benavides y Amodeo y vieseis los tres lo que se ha de hacer...” (AGS, Guerra Antigua, Leg.76, doc.135; 15 junio 1572). Lamentablemente no se conservan en el Archivo de Simancas las trazas enviadas al Consejo de Guerra por Agustín de Amodeo, ni de la ciudad y sus fortificaciones ni tampoco las trazas de las Fortalezas de Las Isletas y Santa Ana, pero es seguro que Amodeo las realizó y remitió a la corte, porque el mismo Felipe II lo dice en 1572 en las instrucciones dadas al ingeniero ibicenco Juan Alonso Rubián16, que viene a Gran Canaria como sustituto de Amodeo, muer-to un año antes en Tenerife cuando estudiaba el plan de fortificación para la isla17. Cuadernos de Patrimonio Histórico 16 “(…) Ydo a la dicha isla el ingeniero y el capitán Gaspar de Salcedo a quien ordenamos fuese con cierto número de soldados y enviado nos la planta que el dicho ingeniero hizo de la ciudad de Canaria señalando la parte que parezca al dicho capitán se deba fortificar que es desde el río que pasa por ella a la parte del monasterio de Santo Domingo haciéndole dos baluartes a la marina terraplenados con su muralla de can-tería y otro en la montaña que esta junto a dicha ciudad y la señorea toda y corresponde a los otros y al dicho ingeniero que se fortifique toda la ciudad haciendo seis baluartes sobre las partes que vienen señala-das en la dicha planta la cual se mostrará” (AGS, Guerra Antigua. Leg.76, doc.135). 17 “(..) Ydo a la dicha isla el ingeniero y el capitán Gaspar de Salcedo a quien ordenamos fuese con cierto núme-ro de soldados y enviado nos la planta que el dicho ingeniero hizo de la ciudad de Canaria señalando la Felipe II llevaba 20 años reinando cuando se decide por un proyecto integral de fortificación para la ciudad de Las Palmas y para financiar la eje-cución de tan ambicioso programa, que como hemos visto ya habían inicia-do las autoridades de la Isla con sus exiguos recursos y la participación de la ciudadanía, el rey concede merced de mil licencias de esclavos para for-tificación18. Con estos recursos económicos, al finalizar la década de los setenta, la ciu-dad de Las Palmas estaba ya en gran medida fortificada. Se habían construi-do, bajo los gobiernos de Diego Melgarejo y Martín de Benavides, el torreón de Santa Ana y el cubelo de San Francisco como remates de un tramo de ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 59 parte que parezca al dicho capitán se deba fortificar que es desde el río que pasa por ella a la parte del monasterio de Santo Domingo haciéndole dos baluartes a la marina terraplenados con su muralla de can-tería y otro en la montaña que esta junto a dicha ciudad y la señorea toda y corresponde a los otros y al dicho ingeniero que se fortifique toda la ciudad haciendo seis baluartes sobre las partes que vienen señala-das en la dicha planta la cual se mostrará..”. (AGS, Guerra Antigua. Leg.76, doc.135). 18 “El Rey, Concejo, justicia, regidores, caballeros, escuderos, oficiales y hombres buenos de la ysla de Canaria, sabed que por lo mucho que conviene que la fortificación de esa Isla se haga y acabe conforme a la traza y orden que está dada, tuvimos por bien de conceder licencia para llevar mil esclavos a las Yndias, para que lo que procediere dellas sirva para la dicha fortificación, y Francisco Duarte, nuestro factor de la Casa de la Contratación de las Yndias que reside en Sevilla por nuestro mandado ha tomado asiento con Enrique Freyre sobre la venta dellas a veynte y seys ducados cada una, según lo qual montan veynte y seys mil ducados (…)” (Libro Rojo de Gran Canaria, 1995: 499-500). n Plano del sitio de Canaria (detalle de la ciudad de Las Palmas) por Próspero Casola, 1599 (AGS y A.G.M.M.). 60 muralla, que cerraba por el norte la ciudad.También se construyó otro tramo de muralla al sur de la ciudad y nuevamente se habían reconstruido los baluartes de Santo Domingo, El Cristo y San Telmo, en la línea de costa. Fuera de la ciudad, al sur, en la Playa de San Cristóbal, se construyó el torreón de San Pedro Mártir y en el Puerto de Las Isletas se terminaba la Fortaleza que luego sería conocida como Castillo de Nuestra Señora de La Luz. Para dotar de artillería a todas las fortalezas, la Isla solicita al monarca licencia para la venta de otros trescientos esclavos con los que financiar la compra de seis culebrinas, cincuenta quintales de pólvora y quinientas picas para las fortalezas de la ciudad19. No vamos a extendernos más en los detalles y avatares históricos relati-vos a la fortificación de la ciudad, no es el objetivo de este libro, tan solo hemos querido contextualizar, fijar el escenario donde se desarrolla la histo-ria de la Fortaleza de Las Isletas, pues no se entendería si previamente no supiéramos algunas de las cuestiones que hemos expuesto en las páginas pre-cedentes. Cuadernos de Patrimonio Histórico n El Torreón de San Pedro Mártir (Castillo de San Cristóbal) construido por el gobernador Diego Melgarejo en 1578 19 “De parte de la isla de la Gran Canaria se ha suplicado a V.M diversas veces que para la guardia y defen-sa de su fortificación se le proveyese, de seis culebrinas que ha menester con todos sus encabalgamientos y municiones y de cincuenta quintales de pólvora, y quinientas picas para que las fortalezas de aquella ciudad puedan ofender a los enemigos y defender la tierra, que sin ello está a tanto riesgo, que cualesquier corsa-rio la podrán saquear y porque aquella isla no tiene propios ni forma alguna para proveer el dinero que para esto es necesario que se hace cuenta costará (...) poco más o menos suplicamos a vuestra majestad le haga merced de darle licencia para pasar trescientos esclavos a las Indias en navíos sueltos y fuera de flota por la misma orden V.M se la hizo de otras mil licencias de esclavos con que se ha hecho y hace la dichas for-talezas (…)” (AGS, Guerra Antigua. Leg.154, fol.352) La evolución de la Fortaleza de Las Isletas a través de las fuentes históricas La Torre Primigenia La fortaleza de Las Isletas, también llamada a finales del siglo XVI Castillo de Nuestra Señora de La Luz, tuvo sus orígenes en un antiguo torreón cons-truido en 1494 por Alonso de Fajardo, el tercer gobernador de Gran Canaria, que cumplía así con las instrucciones de la reina Isabel la Católica. La torre fue levantada, puede que aprovechando los cimientos de otra for-tificación similar, construida en torno al año 1479 por Juan Rejón, capitán de las tropas castellanas que participaban en la conquista realenga de Gran Canaria. El cronista Gómez Escudero, no hace referencia a la autoría de la primera torre, pero sí dice que “Alonso fajardo also la torre de Las Isletas que estaba vaxa, púsole dos tiros de hierro (...)” (Gómez Escudero, Cap. XXIII, en F. Morales, 1978: 460). La torre de tipología medieval guarda estrecha relación con dos fortifica-ciones de la misma naturaleza existentes en el Archipiélago Canario, la Torre de Sancho de Herrera, construida en 1451 y que hoy se conserva en el inte-rior del Castillo de Guanapay, en Lanzarote, y la Torre del Conde (1450-1477) en la isla de La Gomera. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 61 n Castillo de Guanapay, en su interior asoma la Torre de Sancho de Herrera (Lanzarote) 62 La antigua torre de Las Isletas de la que hasta hoy solo se tenían vagas referencias, se ha descubierto recientemente, casi intacta, en la zona central del interior de la actual fortaleza, durante el proceso de vaciado al que ha sido sometida, encontrándose sepultada en parte, bajo varios miles de metros cúbicos de arena y tapada por otras edificaciones, que se le fueron adosando a lo largo del proceso constructivo de la fortaleza, lo que hacía muy difícil su identificación e interpretación, hasta que se realizaron los trabajos arqueoló-gicos que se tratan en otro apartado del libro. Esta torre primigenia se construyó a finales del siglo XV en lo que enton-ces era un lugar remoto, a unos cinco kilómetros de distancia de la ciudad de Las Palmas, en el extremo norte de la Bahía de Las Isletas, donde está: “el puerto principal que esta isla tiene que se dice de Las Isletas donde se cargan e descarga todas las mercaderías e contratación que a esta isla vienen e de ella salen e donde está la dicha fortaleza (…).” (AGS: Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3). Para proteger todo el trasiego naval, se construyó la Torre que estaba arti-llada con dos bombardas situadas con orientación al mar, en la planta baja y tres falconetes o piezas similares ubicadas en tres troneras de ojo de cerra-dura invertida, situadas con la misma orientación en la planta primera de la torre. La edificación de tipología medieval, no es muy grande, tiene planta de tendencia cuadrangular y mide 10 m de altura por 8 m de lado. Los muros que alcanzan más de dos metros de grosor en el primer tercio, fueron cons-truidos con piedra y mortero de cal. En el interior, la torre presenta tres plantas. En la planta baja estaba situa-da la artillería, probablemente dos bombardas de hierro montadas sobre cureñas, hecho constatado por la presencia de dos cámaras de tiro de techo abovedado, descubiertas durante el proceso de excavación arqueológica, abiertas a un metro escaso de la base, en los lienzos este y sur de la torre, que defendían la parte del mar. Se entraba a esta planta baja por una puerta, enmarcada en un arco de medio punto rebajado, abierta en la cara norte, donde se encontraba la barbacana. A la primera planta se accedía por una puerta abierta en la cara norte, situada a unos 3 m del suelo. Se entraba a dicha puerta tal vez por medio de una escalera levadiza, que se recogía desde arriba quedando el acceso inte-rrumpido. En esta planta se abrían tres troneras de cerradura invertida y miri- Cuadernos de Patrimonio Histórico lla, que por el interior estaban precedidas de cámaras de tiros abiertas en los gruesos muros. Estas troneras estaban situadas al igual que las de la planta baja en los lienzos este y sur, la parte que vigila la marina, por su tipología y diámetro, tuvieron que servir para piezas de artillería de menor calibre. La segunda planta estaba provista de dos ventanas-troneras en la pared norte, posiblemente utilizadas para la defensa de las puertas de acceso y del pequeño patio o barbacana que pudo haber cerrado esta parte de la torre y defender el acceso a la misma. Al exterior de la torre, cerca de la cubierta, en los lienzos este y sur, se encuentran los restos de varias ménsulas de piedra arenisca incrustadas en los muros, elementos constructivos que sirvieron para sustentar dos mataca-nes, hoy desaparecidos, utilizados para la defensa de las dos troneras de la base, por donde el enemigo podía penetrar en la torre. A los referidos mata-canes se accedía desde la cubierta de la torre. Es probable además que dicha cubierta estuviese provista de almenas y puede que incluso tuviera una cubierta de madera a modo de templete, para proteger a los defensores. La cubierta fue arrasada cuando se acometen las reformas de 1572, quedando integrada en la explanada de artillería de la nueva fortaleza. Desde el punto de vista constructivo esta fortificación mantiene grandes similitudes con la desaparecida Torre de Santa Cruz de Mar Pequeña, por ser contemporáneas, y además porque también fue construida en 1496 por Alonso de Fajardo, siguiendo instrucciones de los Reyes Católicos. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 63 n Recreación de la Torre de Las Isletas en 1494 64 Rumeu de Armas señala que en 1954 la Torre de Mar Pequeña estaba ya muy arruinada y solo conservaba el basamento o plataforma y parte de los muros que entonces no superaban 1,80 m de altura. Sobre la base de estos vestigios, el referido autor, supone que la construcción era cuadrada con muros de 8,30 m de ancho por 2 m de espesor.Tenía dos plantas, en la pri-mera se abrían veinte troneras muy estrechas que servirían, creemos, para disparar ballestas. Un segundo cuerpo de mampostería estaría rematado por almenas, lo que se adivina, según Rumeu, por los materiales ruinosos acu-mulados sobre la plataforma. Pero lo que realmente tenía de original esta Cuadernos de Patrimonio Histórico n Alzado y secciones de la Torre del Conde. San Sebastián de La Gomera. (J. Pinto, 1996) torre, según el autor referido, era un templete de madera con techo que remataba la edificiación. Basa esta suposición en el hallazgo de cuatro aguje-ros para postes que se encuentran en los ángulos de la plataforma. (A. Rumeu, 1996: 156-157). No menciona el autor las troneras para la artillería que sin duda tuvo que llevar la Torre de Santa Cruz de Mar Pequeña, es posible que el estado de ruina del edificio impidiera ver ese elemento constructivo. Por ahora no hemos encontrado documentos relativos a los costos de la Torre-fortaleza del Puerto de Las Isletas, tanto de los gastos materiales como los del personal que participó en la referida obra. Pero afortunadamente sí existe documentación sobre lo gastado en la fortificación de Mar Pequeña. Para la construcción de esta fortaleza en la costa de berbería, Fajardo llevó hombres y materiales desde Gran Canaria, y cabe plantearnos si no sería la misma contrata, es decir los mismos maestros de obras, albañiles, carpinteros, herreros y peones que hicieron la torre del Puerto de Las Isletas, los que llevó Alonso de Fajardo para construir la Torre de Mar Pequeña. Por su importancia, y aunque abandonemos por un momento el hilo de nuestro relato, conviene mencionar aquí algunos datos referidos a los costos de materiales y personal empleado en la Torre de Mar Pequeña. Por dichos documentos sabemos que en herramientas y otros materiales constructivos, incluidos 33 quintales de hierro, para hacer herramientas, se gastaron 45.824 maravedíes. En la madera, que se labró en Gran Canaria para la cepa y obras de la torre, se emplearon 51.662 maravedíes. La cal que preparó en Gran Canaria el calero Alexos de Medina, costó 18.340 maravedíes y transportarla en bar-cos a Mar Pequeña 6.726 maravedíes. En armas, ballestas, bombardas y espin-gardas, que quedaron en la Torre, se gastaron 17.077 maravedíes. En cuanto al personal para la obra sabemos que se emplearon 25 peo-nes, algunos aborígenes, como Pedro Canario y Martín Canario, que cobra-ron cada uno de ellos, unos 2.300 maravedíes por trabajar de agosto a diciembre de aquel año de 1496. Como maestros mayores de las obras de albañilería, estaban Diego Gómez, Cristóbal Martín y Diego de Armas, ellos fueron quienes probable-mente trazaron y después construyeron la torre, eran por otra parte los que tenían mayor sueldo, unos 7.660 maravedíes por trabajar de agosto a diciem-bre de ese año. Le seguían los maestros mayores de carpintería, Francisco López y Cristóbal Martínez, que cobraron 5.266 maravedíes cada uno por ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 65 66 trabajar los cuatro meses, igual cobraba el maestro mayor herrero, Pedro de Madrid. Los aserradores como Diego de Cabreras y Juan Francés cobraban 1.000 maravedíes al mes. Los carpinteros como Alfonso Calafate o Luís Xunebes unos 4.000 maravedíes por los meses referidos. (Primera Data. Relación de lo gastado en los preparativos, construcción y aprovisionamiento de la torre de Santa Cruz de la Mar Pequeña. Alcalá de Henares, marzo de 1498. A. Rumeu, 1996: 84-93). Puede, como ya apuntamos, que algunos de estos maestros mayores de obra, carpinteros y peones hubieran participado en la construcción de la Torre del Puerto de Las Isletas, pues a fin de cuentas, la obra se realizó dos años antes bajo la iniciativa del mismo promotor, el gobernador Alonso de Fajardo. Cuadernos de Patrimonio Histórico n La Torre de Alonso de Fajardo durante los trabajos de rehabilitación de 2001 La Torre y el primer baluarte defensivo Debemos suponer que la Torre construida por Alonso de Fajardo, estaría protegida por una cerca defensiva perimetral o en todo caso, al menos, por una barbacana para proteger las entradas al recinto fortificado, lo cual era bastante frecuente en este tipo de construcciones defensivas aisladas. Lo que si sabemos es que el reforzamiento de los sistemas de defensa de la Torre se iniciaron a partir de 1519, porque consta en un documento que la reina Juana la Loca ordena al licenciado Francisco de Vargas, tesorero de las penas de cámara, que pague al concejo de Gran Canaria mil maravedíes: “para la construcción de un baluarte y otros edificios en la fortaleza del puerto principal de la dicha isla de Gran Canaria.��� (E. Martín, 1994: 336). Probablemente, las obras del baluarte o muro perimetral y los otros edi-ficios llegaron a construirse, de aquellas obras, posiblemente se conservan parte de los muros norte y oeste. Además, se conocen documentos que nos confirman que sí se realizaron. Lo sabemos por una carta remitida en 1545 por Carlos V al gobernador de la isla de Gran Canaria, el licenciado Reyna, para que devolviera al cabildo de la isla el control de la fortaleza del puerto que “hace treinta años poco más o menos tiempo, que por nos servir y para la defensa de la dicha isla hicieron una fortaleza en ella, en el Puerto de las Isletas y pusieron de su mano en ella alcaide.” (Libro Rojo de Gran Canaria: 397-398). Se deduce por las referencias cronológicas apuntadas en dicho documen-to, que hacia 1515 ya se estaba construyendo una primera muralla defensiva y otras dependencias interiores para proteger la Torre de Las Isletas.Además, en 1548 Jerónimo Batista, alcaide de la Torre de Las Isletas confirma la exis-tencia del baluarte y otras construcciones en su interior, donde él mismo resi-de por ser alcaide, afirmando bajo juramento que en ese año, la fortaleza estaba edificada: “con su baluarte alrededor en la cual a la cortina está e reside un alcaide e artillero e otras personas para custodia e guarda de la dicha for-taleza (…)” (AGS: Diversos de Castilla, Leg.13, doc.3). Se desprende de este testimonio que antes de 1548 la torre contaba con otras dependencias que servían de alojamiento, cocina y almacenes, todo ello protegido por una muralla o baluarte que rodeaba perimetralmente todas las instalaciones. ARQUEOLOGÍA DE LA FORTALEZA DE LAS ISLETAS | La memoria del Patrimonio Edificado 67 68 En cualquier caso, aquella incipiente fortificación resultaba del todo insufi-ciente e ineficaz para la defensa del Puerto y de los barcos que allí fondea-ban, sobre todo por carecer de artillería capaz de cubrir el acceso a la bahía, para mantener a raya a los barcos enemigos.Y es que el Puerto de Las Isletas era “abierto e sin barra” por lo que carecía de cualquier tipo de defensa natu-ral. Por eso, y ante la inoperancia de la torre-fortaleza, la bahía era un auten-tico coladero, donde los barcos enemigos entraban y saqueaban a su antojo, de noche y de día, sin recibir daño alguno, desde las pobres defensas que exis-tían en tierra. El primer ataque perpetrado contra el Puerto de La Luz, del que tengamos constancia documental, se produjo en el año 1522, durante la primera de las cinco guerras que enfrentaron a Francia y España a lo largo del siglo XVI. En ese año de 1522, una escuadra normanda formada por cuatro navíos y cinco galeones al mando del corsario Jean Fleury, irrumpe en el Puerto de La Luz y tras cañonearlo, captura siete navíos que procedentes de Cádiz, tra-ían mercaderías y colonos para establecerse en las islas. Ante la impotencia de la torre, los barcos capturados son obligados a seguir a la escuadra fran-cesa que, a la altura de Gando, abandona la presa para dirigirse hacia el Archipiélago de Las Azores, donde poco después el corsario normando en un extraordinario golpe de suerte captura nada menos que las tres carabe-las que traían el tesoro de México enviado por Hernán Cortés.20 Además de aquel inmenso tesoro, se apoderaron también una nave con 62.000 ducados, 600 marcos de perlas y 2.000 arrobas de azúcar de procedencia canaria. (A. Rumeu,1991. I: 70-75). La noticia de aquel espectacular golpe, se extendería como la pólvora por media Europa y a partir de entonces, serán sobre todo los corsarios france-ses los que patrullarán incansablemente las aguas de los archipiélagos atlánti-cos, interceptando y asaltando todas las embarcaciones que cruzaban por aquellas latitudes. El Puerto de Las Isletas, después de 1522, volvería a ser atacado en nume-rosas ocasiones y, para evitar que las embarcaciones enemigas se aproxima-ran demasiado, se idearon varios sistemas para detectarlos. El más utilizado Cuadernos de Patrimonio Histórico 20 “los quintos o derechos del Rey, y con muchas cosas de las más ricas, una esmeralda fina, cuadrada del tamaño e la palma de la mano (…) una vajilla de oro y plata en tazas, jarros y otras piezas labradas con aves peces y diversos animales (…) manillas, orejeras, bexotes y diversidad de joyas de hombres y mujeres en gran número; ídolos, carbatanas de plata y oro, máscaras, mosaicos de piedras finas, vestiduras sacerdo-tales, mitras palios, frontales, etc.” (Archivo de la Historia.: colección Muñoz, t. LXXXVI, fol.269: Memoria de las Joyas, plumajes y otras cosas enviadas al Emperador desde Nueva España). consistía en obligar a los barcos a amainar llegado a un punto convenido de la bahía. Después de bajar las velas, tenían que enviar un bote a la fortaleza, para informar sobre su procedencia y destino. Si este procedimiento no se cumplía, entonces desde la fortleza se les disparaba con pólvora en primer aviso, después con taco de madera y por último, si la embarcación no amai-naba, se le disparaba con bolaños de piedra como “a navío de hacer mal”, según consta en las Ordenanzas del Concejo de Gran Canaria de 1531, sobre la orden de entrada en el puerto21. Aún con todas esas medidas de seguridad, el 29 de octubre de 1543 se produciría un asalto espectacular al Puerto de Las Isletas, que culmina con la toma de la mismísima fortaleza, lo cual nunca antes había sucedido. El asalto se produjo a plena luz del día cuando corsarios franceses a las ordenes de Jean Alfonse de Saintonge, toman por sorpresa la torre-fortaleza, dominando desde esta posición, durante dos días y una noche, la Bahía de Las Isletas, y a los barcos que allí estaban refugiados22. En 1548, ante tal indefensión, el gobernador y justicia mayor de Gran Canaria, Juan Ruiz de Miranda recaba información pública sobre “La conve-niencia de fortificar y dotar de artillería y municiones la torre del puerto principal de Canarias.” (Apendice, documento IV). La pesquisa del gobernador Ruiz de Miranda constituye un documento excepcional, al igual que lo fue el de Zurbarán para la fortificación de la ciu-dad de Las Palmas en 1541, por |
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