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DEL EXCMO. CABILDC _ DE GRAN CANARIA BREVE NOTICIA HISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS J O A Q U ~ N BLANCO BREVE NOTICIA LAS ISLAS CANARIAS EDICIONES DEL EXCMO. CABILDO INSULAR DE GRAN CANARIA 1976 EXCMO. CABlLDO INSULAR DE GRAN CANARIA Primera edición: 1957 Segunda edición: 1976 O 1976 Joaquín Blanco O 1976 Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria ISBN 84 500 1432 8 Depósito legal: M. 24087 1976 Impreso por Julián Benita González Arias 14 Madrid 26 Impreso en España Pvinted in Spain PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN La czaltura es uno de los elementos inexcusablemente lkados a las responsabiláclades politicas de una corporación ptiblica, cualqzaiera que ésta sea, pero más azín cuando se trata de un cabildo insular canario, cya estirpe y experiencia se asocian reciamente al devenir de nzlestro pueblo. De ahi que entendamos básico aportar a nuestra población todo aquello qzle redzande liberalmente en una mejora de su calidad moral e intelectual, comenpndo por un saber histórico que lo aproxime a las fuentes orZginales su propio ser. Con la ilusionada entrega de la presente reedición de Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias de Joaquin Blanco, damos cabal resp~ estaa zlna pr$ unda necesidad del isleño, en nuestro deseo de qzae pueda enriquecer b imagen emocional que de si mismo tenga con los conocimientos que se contienen en este instrumento cientzpo de singdar importancia para argumentada asentándola en la rea-lidad del proceso histórico canario. Tenemos también puesta la mente en aquellos canarios, o sus descendientes, p e , más allá de nuestro arcb@ iélago, viven en permanente conexión espiritual con los hombres de las Islas. La condición humana de unosy otros es inseparable de la noble interrogación sobre su sery szapasado. En el hombre isleño ese ahonda-miento en los or& enes se constitzye en problema intelectdy senti-mental de primer orden. Un problema que, como se demuestra con la publicación de la presente obra, no podia pasar desapercibido a la sensibilidad del Cabildo Insular de Gran Canaria czya presidencia es la carga máf honrosa que me ha cabido en suerte desempeñar. Gran Canaria. Tenerif e. Quien se acerque a estudiarla someramente, hallará que la historia de Canarias comprende varios periodos. Llena el periodo inicial - largo, oscuro y dificil- el pausado conoci-miento de las islas: los navegantes clásicos y medievales no distinguen entre Canarias, Azores, Madeira o, a veces, Cabo Verde. Descubiertas las islas, se abre el periodo conquistador: lo inician los señores normandos en 1401, lo continúan los señores castellanos, y lo culminan los Reyes Católicos m 1492. En este año se abre el tercer ciclo: formación de la sociedad insular; las islas están unidas en una comunidad de intereses, a pesar de la diversa organización politica. Islas setzoriales, islas con gobernadores vitalicios ( Adelantados de Canarias) e islas con gobernadores de nombramiento real, forman zm solo haz, se abrazan contra el enemigo común y toman parte en las mismas empresas: la amalgama racial de abo-rigenes, extranjeros, españoles, judios y mariscos; la creación de su unidad económica, la defensa de los ataques enemigos y las empresas de Berberta y América. El cuarto ciclo comien-za con la creación de la capitania general, en un intento de unificar las islas en su defensa. Durante él, las islas se van separando de su antigua unidad espiritual; inconscientemente se consideran enemigas y se disputan las ventajas materiales otorgadas por e1 poder real. Termina al llegar el año 2808. El ciclo que aqui se inicia, termina en 1927 y está caracterizado por una violenta y agria lucha entre las islas: la hermandad del siglo XVI ha cambiado porque hay una herencia, unos bienes a dispzltar. 12 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias Hemos dedicado el primer capitulo al primer ciclo; los tres siguientes, al segundo; los capitulos quinto, sexto y séptimo, al tercero; el cuarto ciclo ocupa los capitalos octavo y noveno. En el capitulo décimo hablamos, con gran pesar nuestro, del último y ominoso periodo. Agradecemos infinitamente las anónimas sugerencias que se nos han hecho a través de la prensa diaria. Y nos complace-mos en indicar, al frente de nuestra obra, los nombres de los autores que nos han servido de guia y base con sus obras, sus conferencias, sus articulas o sus ediciones: Abreu Galindo, Bonnet Reverón, Bonnet Suárez, Bosch Millares, Camacho Pérez Galdós, Cioranescu, Cúllen del Cas-tillo, Diego Cuscoy, Hernández Renitez, Hurtado de Mendo-za, Jinzénez Sánchez, Millares Torres, Millares Carló, Rumeu de Armas, Sancho de Sopranh, Serra Ráfols y Vzera y Claviio. Hemos de consignar principalmente que el gran animador de nuestra obra ha sido el Excmo. Sr. Don Matias Vega Gzte-rra, Presidente del Cabildo Insular de Gran Canaria. JOAQUÍN BLANCO 1957, 1. a ed. CAPÍTULOI PRIMERAS NOTICIAS SOBRE CANARIAS LA EDAD ~ A S I C A Las bocas del Mediterráneo l a s columnas de Hércules-ejercieron una extraordinaria atracción sobre navegantes y poe-tas de la antigüedad. Eran ' las puertas de la mansión del mis-terio, eran el punto por donde el mundo crecía constante y len-tamente como una perenne y gigantesca rosa. Porque siempre, en extensión y en profundidad, el mundo visible crece, aumen-ta, a expensas de las márgenes del misterio. Tras las columnas de Hércules, Homero colocó los Campos Elíseos. La misma situación tuvieron las Hespérides de He-síodo y las Islas de los Bienaventurados, de que nos habla Pín-daro. En el más allá, el divino Platón encontró, por boca de los sacerdotes egipcios, una extensa comarca, rica y poderosa. En ella, los grandes palacios marmóreos se avecindaban a los ex- ' tensos, prados siempre verdes, a las arboledas descolladas, a los murmurantes ríos, al paisaje de égloga que años más tarde había de descubrir para la poesía el siracusano Teócrito. En estos palacios, junto a prados y ríos y arboledas, vivía una excepcional raza de hombres, que tenía la virtud pQr nor-: ma y la belleza y el vigor por herencia indiscutida, inacabable. Pero hubo un tiempo en que esta raza agotó su virtud en fuerza de no usarla. Los benévolos ojos del padre Zeus se apartaron de aquella comarca extensa y aislada. Y el Padre de los dioses, movido de ira, lanzó su rayo aniquilador sobre los hombres, los palacios, los árboles, los ríos y los prados. 16 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias La extensa comarca, pobre ya y aislada, falta de virtud y del sustento de Zeus, se hundió entre las otras tierras y dejó paso a los mares, que cubrieron sus llanuras y sus altozanos, sorbieron sus palacios y sus riquezas, y engulleron a aquella raza vigorosa a quien faltó la virtud porque quiso atesorarla. Sobre la gran isla sumergida - Atlántida- el mar Atlántico extendió sus brazos. El silencio de las venganzas divinas - e l o l v i d e descendió sobre las aguas. Y el misterio con él. El misterio siguió allí para el pueblo romano, cuando Roma se hizo dueña del mundo y de sus rutas. Horacio, Virgilio, Sé-neca, Tibulo y el inefable Plauto recuerdan en sus obras las Islas de los Bienaventurados. Y colocan, más allá de las co-lumnas hercúleas, las riberas del olvido, las márgenes del Leteo. Los geógrafos e historiadores romanos lograron levantar una punta al velo que pendía de las columnas. Plutarco, en su Vida de Sertorio, da algunas noticias acerca de tierras desrono-cidas más allá del estrecho. Cuenta que el general romano se refugió en España, teme-roso de la venganza de Sila, y que, acampado en la desemboca-dura del Betis, se le presentaron unos marineros, recién Ilega-dos de un largo viaje por mares incógnitos, con una portentosa . relación sobre la riqueza y belleza de ciertas islas que encon-traron. Sertorio intentó navegar hacia ellas y colonizarlas. Lu-cio Floro afirma que Sertorio llegó hasta las Islas Afortunadas cuando comenzó sus navegaciones por el Océano. Pero sus sol-dados temblaron ante el misterio, y se negaron a embarcar. Plinio levanta aún más la cobertura de las tierras atlánticas al transmitirnos en extracto la obra de Juba, príncipe de Mau-ritania. Juba, hijo de Juba, fue príncipe heredero del trono de Mauritania. A los cinco años de edad formó en el triunfo de César cuando, vencedor de Pompeyo, regresó a Roma. Pasó el tiempo. Juba se educó en Roma, fue amigo de Oc-tavio. Octavio, vencedor de Marco Antonio y dueño del Impe-rio Romano, premió sus servicios y su devoción con el trono 1: Primeras Noticias sobre Canarias 17 de Mauritania, que vacó por muerte de Bocchus, con encargo de someter a los aún rebeldes habitantes. Juba convirtió sus capitales en centros de cultura y saber; casó con Cleopatra, hija de Cleopatra y de Marco Antonio, el año 30, y el año 5 a. de Cristo volvió a casar con Glaphira, viuda de un hijo de He-rodes de Judea. Intentó explorar las costas de su imperio, fijar su posición geográfica y conocer sus recursos naturales. Y envió sus nave-gantes a recabar la información necesaria. Con ella, escribió una extensa relación. Perdida esta obra, el extracto que de ella hizo Plinio se convirtió en documento de capital importancia para la historia del conocimiento de las islas. Por primera vez dejan de llamarse Afortunadas, Campos Elíseos o Mansión de Bienaventurados. Allí aparece ya el nom-bre de Canaria aplicado a una de las islas y se cita a sus gigan-tescos perros como origen de tal nombre. Junto a Calzaria apa-recen los nombres de otras islas: Ombrios, Junonia, que tiene a su lado otra, pequeña, de su mismo nombre; Capraria, pobla-da de grandes cabras, y Nivaria, con sus nieves perpetuas. El extracto de Plinio añade algunas noticias sobre la parvedad de sus edificios, la abundancia de sus frutas y de sus aves, y la extensión y belleza de los palmerales y pinares de Canaria. Estrabón, Pomponio Mela y Ptolomeo nada añaden a las noticias de Plinio, pues todos tienen una base común: la rela-ción de Juba, príncipe desheredado y luego Rey de la Mauri-tania Tingitana. LA EDAD MEDIA Pero advienen las hordas norteñas; bajo los cascos de sus caballos, cae y se deshace el Imperio Romano. La breve fíbula que alzaba el velo encubridor del océano, es arrebatada y des-truida. El velo cae de nuevo y se hace la oscuridad en torno a las islas. Algunos hombres de buena voluntad recogen los res-tos imperiales e intentan reconstruir el edificio de la antigua 18 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias cultura, pero no pueden recrear el fuego animador de la clasi-cidad. En aquel gigantesco y pavoroso puzzle que intentaron reconstruir Julio Honorio, Marciano Capela, Prisciano y San Isidoro, faltaron muchísimas piezas. Y nadie añade cosa a las noticias que del océano se tenían. En la Edad Media, solamen-te la hagiografía cristiana y los escritores musulmanes dicen algo nuevo sobre la región del Atlántico y sus tierras. San Avito fue, dice la leyenda cristiana, el primer conoce-dor de las islas atlánticas, su primer apóstol, y hasta su primer mártir. Cuenta que el monje Avito, a principios del siglo 11 de nuestra era, peregrinaba por la Bética cuando vio aparejar una nave hacia las Islas de la Fortuna. Llevado por su celo y por el ardor apostólico de la primitiva comunidad cristiana, determinó partir - y partió- para atraer a la grey de Cristo a los bárbaros habitadores de las casi incógnitas tierras. Llegado a Gran Canaria, la escogió como lugar apropiado para su predicación. Fue grande su éxito y extraordinario el fmto de su labor e~ an~ elizadoraIn. fluyó poderosísimamente en el país. Pero los principales indígenas vieron con desagrado tanto poder y tanta influencia; amotinaron al siempre incons-tante pueblo y dieron tormento, muerte y palma de martirio a San Avito en el mes de enero del año 106. Los cronistas tar-díos añadieron a su biografía la noticia de que desembarcó en Arguineguín y celebró su primera misa en una cueva donde, aún hoy, se venera la imagen de Santa Agueda. Otro relato nos hace la hagiografía: la leyenda de San Bo-rondón, rebosante de estupendas aventuras. Cierta vez, San Barinto, eremita del siglo VI, visitó a San Borondón en su Abadía . de Cluainfert, en Irlanda. En esta vi-sita contó a su compañero en el Santoral las maravillas que le fueron reveIadas por Dios cuando viajó a través del océano, 1: Primeras Noticias sobre Canarias 19 acompañado de otro monje, en demanda de las Islas de los Bienaventurados. Al comienzo de su viaje, densísimas nieblas impidieron toda visibilidad a los aterrados y bisoños navegantes de la frá-gil nave. Pasadas algunas horas, una vivísima luz, de apariencia sobrenatural, les permitió ver una espaciosa y fertilísima tierra, donde desembarcaron. Durante días caminaron ambos monjes entre abundantes pastos, floridas plantas y árboles cargados de frutos. Los guijarros de su camino eran piedras de inestimable precio. Y su ruta estuvo siempre rodeada de sobrenatural, ex-traordinaria belleza. Llegaron por fin los dos monjes a las márgenes de un río, que dividía la isla en dos porciones, y no buscaron vado, por-que Dios les había prohibido traspasarlo. Deshicieron su cami-no y en la misma nave volvieron a las tierras de su proceden-cia. No sospecharon que habían estado en las mismísimas puer-tas del Paraíso, de las Islas de los Bienaventurados en cuya busca salieron de sus monasterios. Pero San Borondón cayó en esa sospecha. Y resolvió partir con diecisiete monjes de su comunidad en busca de esa ansiada ribera. Muchas fueron sus aventuras, y extraordinarias. De isla en isla pasó San Borondón antes de llegar a la an-siada tierra de San Barinto la que, tras puertas de agua y jam-bas de césped, guardaba la prohibida entrada del Paraíso. Primero tropezó San Borondón con una isla agria y escar-pada, surcada de arroyos, cuyos habitantes recibieron amoro-samente a los arriesgados navegantes y les proporcionaron vi-tuallas para continuar su travesía. Arribaron luego a otra, abundante en peces, donde las cabras gigantescas tomaban apa-riencia de novillos. Desde ella contemplaron un islote llano, sin playas, y hacia él se dirigieron para celebrar allí la Pascua de Resurrección; pero el islote, cuando en él estuvieron, co-menzó a moverse de tal manera que se vieron obligados a re-embarcar apresuradamente. Aportaron nuevamente a la isla de 20 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias las cabras. San Borondón descubrió entonces que el islote de la Pascua era una ballena descomunal y gigantesca. Mas no por ésto se desanimaron los buscadores de la Man-sión de los Bienaventurados. Porque vieron una nueva tierra, y descubrieron que estaba cubierta de bosques y flores y que numerosos pájaros cantaban constantemente entre sus frondas. En ella pudieron celebrar tranquilamente la Pascua de Pente-costés. Pero su hermosura y delicia no bastaron a detenerlos, pues era aún más hermoso el paraíso que buscaban. Hallaron luego otra isla, poblada de cenobitas, donde permanecieron hasta Navidad. Pero tampoco era aquella la isla paradisíaca de que les hablara San Barinto. Se sucedieron las islas en su ruta, pero no era ninguna de ellas. Una era boscosa y umbría; otra estaba habitada de hombres forzudos; una tercera les pareció antesala del Paraíso, pues producía olorosas plantas y frutas excelentes y estaba regada por abundantes fuentes y arroyos cristalinos. Pero tampoco era la que buscaban. Al salir de ésta encontraron una cuarta, pedregosa, alumbrada de vigorosos fuegos; en la lejanía vieron una altísima montaña, envuelta en nieblas y cubierta de nieve; la nombraron Isla del Infierno y se apartaron de ella con rapidez. Arribaron a otra, de reducidas dimensiones, donde vivía retirado un santo eremita. Tomaron el viático de su bendición; partieron, y Dios les concedió ha-llar, después de varios años de inútil peregrinaje, las playas de aquella tierra maravillosa que les había descubierto en su abadía irlandesa el santo varón Barinto. Para los mahometanos, también las columnas de Hércules abrían las puertas del Mar Desconocido. Y en él colocan islas y más islas a medida de sus deseos, sazonando noticias, que tienen visos de realidad, con leyendas más o menos fantásticas. Hacia 1154, El- Edrisí termina su Geoguafia, extenso trata-do de las tierras conocidas. Cita, entre las islas situadas frente al puerto de Asafi, la isla de los Carneros, y un poco más aleja- 1: Primeras Noticias solm Canarias 21 da, la isla de los Pájaros; en sus alrededores señala la existen-cia de dos islotes. Y adereza estas noticias ciertamente reales con la fábula prodigiosa del origen divino de los islotes: con la leyenda de los dos hermanos Cherham. Según El- Edrisí, estos dos hermanos, valerosos piratas, ha-bitaban las islas mayores, desde donde atalayaban el mar para lanzarse sobre los incautos navegantes y para regresar, carga-dos de mercaderías, con las tripulaciones convertidas en traíllas de esclavos. Alá, por fin, irritado ante el constante espectáculo de tal maldad y de tanta fechoría, los condenó a permanecer en perpetua centinela y vigía constante de aquellas costas que fueron escenario de sus hazañas, pero inmovilizados, de tal mo-do que no pudiesen efectuar, en toda la eternidad, ningún otro acto de piratería. En los principios del siglo XIV, Abulfeda recuerda vaga-mente el platónico mito de la sumergida Atlántida. Pero Aben- Jaldún, en sus Prolegónzenos, cincuenta años después, da no-ticia de una incursión llevada a cabo por ciertos europeos en las islas, donde tomaron indígenas que luego vendieron como es-clavos; y anota ciertas particularidades de los naturales insula-res: desconocen el hierro, labran las tierras con cuernos en uso de arados, se alimentan a base de cebada, leche y carne de cabras; se defienden con toscas armas arrojadizas, y adoran la divinidad del sol naciente. Ya Aben- Jaldún en 1377, coloca el fin de las tierras cono-cidas en las Islas Canarias. Treinta años después, Backui dice que cada isla posee una estatua colosal - c i e n codos de altu-ra-, que dirige la navegación de sus aguas y recuerda que más allá no se encuentra nada; sólo el mar tenebroso, el reino del misterio. EL RENACIMIENTO En el siglo XIII, las Señorías italianas comenzaron a tomar gran impulso y a extender su poderío por medio del comercio y la navegación. La Señoría de Venecia se apropió casi total- 22 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias mente el comercio del oriente mediterráneo, de los puntos ter-minales de las caravanas que traían las sedas y las especias des-de la remota China y desde la India. La Señoría de Génova prefirió extender sus áureos ten-táculos hacia Occidente y, como en el siglo XIII Europa venía estrecha a su comercio, comenzó sus navegaciones a través del mar tenebroso. LOS VIVALDI Hacia 1290, Tedisio Doria, de abolorio navegador como hijo del almirante Lamba Doria, preparó una expedición para explorar las costas de Africa en busca de nuevos centros de contratación. Pero en 1291, cuando las velas de sus galeras pedían viento y las bodegas estaban colmadas de víveres y mer-caderías, Tedisio Doria resolvió permanecer en tierra, aunque no abandonó la dirección de la empresa. Sus dos galeras salie-ron de Génova a las órdenes de los dos hermanos Vadino y Ugolino de Vivaldi; pasaron por Mallorca, donde tomaron piloto; costearon Marruecos, llegaron a Cabo Juby y se perdie-ron en la noche del mar tenebroso. Un hijo de Ugolino, Surleone Vivaldi, navegaba hacia 1325 en busca de su padre. Llegó hasta Etiopía, donde recibió la noticia de la pérdida de una de las galeras de sus mayores y de que Ia otra había continuado viaje de exploración y descubri-miento. Pero no le fue permitido seguir en su busca. Antoniotto Usodimare, noble genovés, cargado de deudas, intentó una nueva expedición - una de tantas- en 1453. Y se sospecha que partió, no en busca de las huellas de los herma-nos Vivaldi, como dijo, sino temiendo la cercana amenaza de sus innumerables acreedores. Descubrió las islas de Cabo Ver-de antes que Aloisio de Cadamosto y llegó hasta Senegambia, donde encontró - según dijo- un descendiente de los Vivaldi, que había naufragado en aquellas costas. 1: Primeras Noticias sobre Canarias LANZAROTE Pero entre todas las expediciones que partieron en segui-miento de los Vivaldi, ninguna tan importante para nosotros como la poco documentada, pero indubitable expedición de Lanzarote. Lancilotto Malocello, de noble familia genovesa, partió de Génova en busca de los Vivaldi y llegó en 13 12 a las playas de una isla. Allí se estableció, alzó una torre para su defensa y vivienda, dio su nombre a la isla y comerció con los insulares durante veinte años. Desde entonces los más antiguos portu-lanos colocan, junto a la isla de Lanzarote, las armas de la Se-renísima República de Génova. Un siglo después, los hombres de Jean de Bethencourt en-contraron las ruinas del fuerte, pero no supieron nada de su constructor, aunque el mallorquín Angelino Dulcert había di-bujado en su mapa, en 1339, junto a dos islas perfectamente definidas, el nombre de Lanzarote. Con este mapa mallorquín, las Islas Canarias habían dejado de ser mito, leyenda y fantas-magoría, para convertirse en realidad, en geografía, en hecho histórico. Desde entonces comenzaron a ser tema frecuente en los tratos y contratos de las cancillerías europeas. ANGIOLINO DEL TEGGHIA En 1827 el bibliógrafo italiano Sebastián Ciampi, encon-tró, en la biblioteca florentina de los Magliavecchi, un fragmen-to de un diario que había pertenecido a Giovami Bocaccio. En él se transcribe una carta de ciertos mercaderes florentinos avecindados en Sevilla, con la noticia más importante y detalla-da que hasta entonces se había dado de las Islas Canarias. En 1341, Alfonso IV de Portugal armó, en el puerto de Lisboa, una escuadrilla de tres naves que partieron el 1 de ju-lio. A las órdenes de Angiolino del Tegghia, una tripulación de 24 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias florentinos, genoveses y españoles salía dispuesta a conquistar las islas. Llevaba caballos, armas de todas clases y los instru-mentos guerreros necesarios para batir castillos y ciudades. Pe-ro tanto aparato bélico no sirvió de nada, porque las islas eran débiles y estaban indefensas, como recién nacidas, a la merced del primer navegante que las quisiera. La flotilla puso proa a las islas y las abordó en cinco días. El piloto Nicoloso de Recco, genovés, estimó que se encontraban a novecientas millas de Se-villa. Reconocieron primero una isla, cuyo perímetro ca! cularon en 150 millas; la hallaron pedregosa, cubierta de árboles, abun-dante en cabras, y poblada de hombres rudos y groseros que vivían en plena desnudez. Los navegantes tomaron sebo y pie-les, y no se atrevieron a penetrar en el interior. Desplegadas las velas, llegaron a una segunda, que les pa-reció mayor y más poblada. La playa en que aportaron se cu-brió prontamente de gentes del país. Casi todos andaban des-nudos; sólo los hombres de condición elevada cubrían su cuer-po de finas pieles, artificiosamente cosidas y teñidas de rojo y amarillo. Aunque demostraban intenciones amistosas, los na-vegantes no abandonaron el seguro de sus naves y de sus lan-chas. Cuatro insulares, más animosos que los navegantes, lle-garon a nado hasta los navíos y fueron incorporados a la expe-dición. Su lenguaje era dulce; su pronunciación, semejante al italiano. Y comían el trigo en grano, a modo de aves. La escuadrilla continuó su viaje por los bordes de esta isla. Los navegantes observaron que los habitantes del norte cultivaban su tierra con mayor esmero que los hombres del sur: hortalizas, legumbres, coles, palmeras, higueras v otros árboles. También poseían casas de buena construcción. Como no vieron gentes, desembarcaron 25 soldados con sus armas y hallaron en el poblado unos 30 hombres también desnudos, que huyeron de su presencia. Rompieron las fuertes puertas de algunas casas en medio de la gritería de los fugitivos y encon-traron cebada, higos secos en cestas de palma; y trigo n16s gru- . 1: Primeras Noticias sobre Canarias 25 nado, hermoso y blanco que el trigo europeo. Las casas estaban blanqueadas en su interior con una materia parecida al yeso. En una especie de templo hallaron un ídolo de piedra que representaba un hombre desnudo con una bola en la mano y un tonelete de entretejida palma que le colgaba de la cintura; se apoderaron de él y lo condujeron a Lisboa en compafíía de los cuatro cautivos insulares. Llamaron Canaria a esta isla. Al abandonarla, vieron otras muchas; en una encontraron árboles muy altos y derechos; en otra, muchas playas, buenas aguas, maderas de calidad, palomas gruesas y sabrosísimas ade-más de halcones y otras aves rapaces; una tercera les pareció desierta, y no se detuvieron en ella; otra, lluviosa, nubosa, formada de montañas eminentes, les pareció bellísima al llegar el buen tiempo. En una de las islas descubrieron un monte de cerca de 30.000 pasos de altura en cuya cumbre había un cuerpo blanco semejante a un castillo o a un peñasco agudísimo, y en su cima una como vela de galera que se hinchaba y deshinchaba alter-nativamente. Sospecharon brujería y pasaron de largo. Pero observaron el fenómeno varias veces, durante su larga navega: ción entre las islas. Trece islas hallaron y sólo cinco pobladas. Permanecieron en ellas cuatro meses y regresaron a Lisboa. El producto de las mercancías que tomaron apenas bastó a cubrir los gastos de la expedición. Pero dieron a Europa tres noticias importantes, quizá conocidas antaño, pero ya olvidadas: las islas producían materias tintóreas, esclavos fuertes y sobrios, y podrían ser campo de predicación evangélica. Con estos tres naipes que llevó a Portugal Angiolino del Tegghia, se habría de jugar el destino futuro de las islas. Hubo jugadores de un naipe, juga-dores de dos; y hubo quien tuvo los tres triunfos en su mano. Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias LOS MALLORQUINES Y EL PRÍNCIPE DE LA FORTUNA Inmediatamente, los mallorquines, excelentes navegantes, se hacen eco de las noticias aportadas por la vía de Portugal. Cinco meses después del regreso de Angiolino del Tegghia, Roger de Rovenach, lugarteniente del Rey de Mallorca, con-cede a Francesc Desvalers la capitanía de una armada formada por dos « coques bayonesques~ - la Santa Cveus y la Santa Magdalena- que se dirigían a Canarias y llevaban por pa-trones a Pere Magre y a Bartomeu Giges. Desvalers, Magre y Giges formaban parte de la empresa armadora en unión de otros mallorquines. Su fin principal debió ser el comercio. No conocemos el resultado de la empresa, pero volvió a su punto de partida y debió acreditar las dotes organizadoras y comer-ciales de Francesc Desvalers, que aparece posteriormente como jefe de una expedición a Tartaria. Diez días después de recibir Francesc Desvalers su nom-bramiento de capitán, el mismo Roger de Rovenach - en 26 de abril de 1342- otorga otro permiso - otra capitanía- a Domenech Gual y a sus compañeros armadores, para efectuar nueva expedición a las Canarias a bordo de la coca Sant Joan; por el mismo documento, los recomienda a cualquier almirante de nave con quien tropezaren en su ruta. Y nada más sabemos de Domenech Gual ni de sus compañeros. Por entonces, Don Luis de la Cerda, conde de Clermont, biznieto de San Luis y nieto de Alfonso el Sabio, hijo del des-heredado Infante de la Cerda, solicitó del Papa Clemente VI la investidura del Principado de la Fortuna. El Papa se lo donó en feudo perpetuo mediante un censo anual de 400 flo-rines de oro puro, con el peso y el cuño de Florencia, pagade-ros al Pontífice en el día de la festividad de San Pedro y San Pablo. Pero el Infante Príncipe de la Fortuna, debió heredar el sino de su sabio abuelo: perseguir fantasmas y tropezar con dificultades, concebir grandezas y lograr crudas realidades. 1: Primeras Noticias sobre Canarias 27 Su principado se componía de muchas islas, repartidas en los dos grandes mares conocidos: las Canarias, en el Atlántico, y una serie de pequeñas islas repartidas en el litoral medite-rráneo de Africa. Y fue tan extensa la donación que ni siquie-ra se especificaron los nombres y situación de las islas. En diciembre de 1344, la corte de Aviñón se vistió de gala para celebrar la ceremonia en que el Príncipe desheredado re-cibiría dominio y heredad. Los actos fueron brillantísimos, pero cuenta Petrarca - testigo de los actos- que una recia lluvia obligó al recién estrenado rey a retirarse a su posada. Otra lluvia no menos recia cayó sobre la cancillería de Avi-ñón: el rey de Inglaterra protestó de la infeudación de tal Príncipe, por entender que, entre tantas islas, también se le concedían las Británicas; y el rey de Portugal elevó sus que-jas al Pontífice, porque creyó haber adquirido derechos con la expedición de Angiolino del Tegghia y porque las islas estaban situadas en la costa de Africa, donde estaban perennemente fijos los ojos de su real ambición. Mientras los reyes protestaban, el Infante había acudido a Pedro IV, el Ceremonioso, rey de Aragón y Mallorca, en pe-tición de bastimentos para armar tres carabelas y apoderarse de su reino. Parece ser que el aragonés le dio naves y le proporcionó pi-lotos mallorquines. Pero el Príncipe de la Fortuna siguió vi-viendo bajo su sino de Desheredado, y murió, olvidado su efí-mero reino, dos años después de su coronación, en la batalla de Crecy ( 1346). En 13.52, Guillem de Llagostera, lugarteniente mallorquín de Pedro IV de Aragón, confirmó a Arnau Roger como jefe de una expedición que debía salir de Palma hacia las Canarias, con fines puramente evangélicos. Posiblemente pas6 a Canarias en esta expedición un religio-so carmelita, Fray IIcrnardo, que había sido nombrado Obispo de las Islas por Clcmcnte VI, a petición de ciertos fieles, na-turales de Fuerteventiit-; i y vecinos de Mallorca, que pretendían 28 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias volver a las islas trayendo pastor que condujera y acreciese esta novísima grey cristiana. Pero si Aviñón había dado a los canarios un efímero rey, también les dio un efímero obispo. Nombrado en noviembre de 1351, si pasó a su diócesis con esta expedición, permaneció en ella solamente unos meses, pues estaba en Aviñón en mar-zo de 1353, y en las cortes de Valencia en marzo del año si-guiente. Y en julio de 1354, el primer Obispo de Canarias Fray Bernardo, fue transferido a la diócesis sarda de Santa Giusta. Años después, varios súbditos de la corona de Aragón in-tervienen nuevamente en la evangelización de Canarias. En 1369, dos ciudadanos barceloneses, Bertrán de Marmandó y Pedro de Estrada, habían narrado al Papa cuán fácil y hacedera resultaba la conversión a la fe de Cristo de unos infieles sin otra ley ni religión que la adoración del sol y de la luna; y habían hecho patente al Pontífice que un grupo de reli, O' ' lOSOS mendicantes deseaba pasar a las Canarias para extender la re-ligión y predicar las verdades de la fe con anuencia del Pa-pado. Urbano V dirigió una bula a los Obispos de Barcelona y Tortosa, pidiéndoles que apoyasen fuertemente esta cristiana empresa. Posiblemente, estos clérigos compusieron el grupo de los trece hermanos martirizados de que habló Fr. Pedro Boutier en el Canarien; el grupo de trece náufragos que levantó las ermitas de Santa Catalina, en el Arenal de las Isletas, y de San Nicolás, en el valle donde hoy se alza la aldea del mismo nombre, en la isla de Gran Canaria. Otras expediciones surcaron las aguas de Canarias como paso o como fin, pero muchas se recuerdan solamente por tra-dición y tienen escasa importancia histórica, pues sólo docu-mentos tardíos nos hablan de ellas. Así la del vizcaíno Martín Ruiz de Avendaño, con la historia galante de Faina, reina de Lanzarote; la del conde de Ureña, Don Fernando de OrmeI, 1: Primeras Noticias sobre Canarias 29 a la Gomera; la de los españoles de 1393 a Gran Canaria y Lanzarote, que narra Marín y Cubas, y aderezan otros autores cambiando la fecha por la de 1399, y dándole por jefe a Gon-zalo Peraza Martel. SITUACIÓN Y ORIGEN DE LAS ISLAS Las Islas Canarias están situadas en el Océano Atlhtico, frente a la costa occidental de Africa, a pocas millas del desier-to de Sahara y en las proximidades del Trópico de Cáncer. Tienen 7.272 kilómetros de superficie. Su situación, entre los 27" 37' 3" y 29' 24' 44" de latitud Norte; y 7" 7' 30" y 11" 57' 30" de longitud Oeste. Son siete islas y seis islotes. Tenerife, Palma, Gomera y Hierro forman el grupo occidental. Gran Canaria, Fuerteven-tura, Lanzarote y los seis islotes - Graciosa, Alegranza, Mon-taña Clara, Roque del Este, Roque del Oeste y Lobos- for-man el grupo oriental. Los cinco primeros islotes coronan el norte de Lanzarote; Lobos, la isola de meggi- mari, se halla en-tre ésta' y Fuerteventura. Hoy pueblan las islas cerca de un millón de habitantes; de los islotes, sólo Graciosa - e n Pedro Barba y Caleta del Sebo- y Lobos tienen una población fija de pescadores. Tres teorías intentan explicar el origen del Archipiélago. El geólogo Germain defiende la teoría de los sacerdotes de Sais, conocida por los platónicos Cvitias y Timeo: una vastísi-ma isla, la Atlántida, al hundirse en el océano, dejó a flor de agua, como prueba de su existencia, sus más altos picachos. Según esta teoría, las Azores, Madeira, Salvajes, Canarias y Cabo Verde debieron ser las más elevadas cumbres de esa des-mesurada y desconocida isla que ocupaba la mayor parte del Atlántico. Gaffarel sitúa en las postrimerías de la era terciaria el enorme cataclismo que hundió en los mares esta isla, a la que supone una superficie extraordinariamente menor a la su-puesta por Germain. 30 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias Buchard no niega la existencia de la sumergida Atlántida, pero no admite que las Canarias formasen parte de su suelo; propone, como probable situación, una zona situada en el mis-mo Atlántico, pero más al Sur. Verneau niega tajantemente la existencia a esa hipotética isla. Verneau, Lyell, Hernández Pacheco, Fernández Navarro y otros, creen en la teoría del origen volcánico: una labor de siglos - pequeñas y grandes erupciones- ha hecho brotar las islas desde las profundidades del Océano principiando por el cono central del Teide. Según esta teoría, las islas tienen el mismo divino y misterioso origen de Afrodita. Wegener, en su teoría general, cree en una inicial masa única que posteriormente se fragmentó; un deslizamiento de sus trozos produjo las islas y los continentes. LOS HABITANTES DE LAS ISLAS El Dr. René Verneau ha estudiado profundamente el ori-gen de los antiguos habitantes de las Canarias durante sus prolongadas y diversas estancias en las islas. Según él, la apa-rición del hombre en las islas es fenómeno reciente, pues no se ha hallado ningún fósil humano. El doctor Martínez San-taolalla fija para ello un tope de tres mil aííos. Del estudio de la raza que primitivamente ocupó el suelo de Canarias se desprende su poca homogeneidad; en ella, Ver-neau encuentra tres grupos principales: 1 .", tipo Guanche; 2.", tipo Semita, y un tercer tipo no bien definido, pero con ciertos caracteres negroides. El 1." es el elemento básico de ! a pobla-ción insular anterior a la conquista y tiene, como características principales, una elevada estatura, que alcanza y excede en mu-chas ocasiones 1,80 m.; piel blanca, cabellos rubios, rojizos o de clara coloración, y cráneo voluminoso distintivo de la raza de Cro- Magnon. El 2." tipo, de mediana estatura, cabellos ne-gros, piel oscura, finas facciones y cráneo de óvalo perfecto, es exactamente el tipo semita que suele encontrarse hoy día en 1: Primeras Noticias sobre Canarias 31 el norte de Africa. El tercer tipo tiene pequeña estatura, cráneo corto, nariz prolongada y órbitas elevadas. Los dos primeros tipos se hallan distribuidos en todas las islas en casi idéntica proporción; sólo en Tenerife predomina el 1."; el último se encuentra principalmente en la Gomera. En El Museo Canario de Las Palmas se conserva Ia colección de restos humanos cuyo análisis permitió al doctor Verneau obtener estos resultados. Esta raza, impurificada continuamente desde los tiempos de la conquista, se conserva aún en algunos apartados rincones de las islas. Las aportaciones principales que ha recibido en el transcurso de los tiempos son los siguientes: española, en can-tidad creciente, desde el primer momento de la conquista; francesa, desde esta misma época y en cantidad decreciente; morisca, en tal cantidad que llegó a ocupar, en las islas de Lan-zarote y Fuerteventura, tres cuartos de la población; genovesa e italiana, principalmente en el siglo XVI, atraída por el comer-cio azucarero; portuguesa, desde los primeros tiempos de la colonización, dedicada principalmente a la agricultura y a los trabajos especializados de los ingenios. Las aportaciones in-glesa y flamenca, de menor importancia que las anteriores, han tenido como cebo el comercio de los productos insulares y la bondad del clima. Las islas, al mismo tiempo, han llevado su raza a distintas partes del mundo y, principalmente, a América. Países como Argentina, Venezuela, Colombia, Santo Domingo, Cuba y Lui-siana deben a esta raza buena parte de sus poblaciones. De ella salieron tan altos ejemplares humanos como Bolí-var, como Martí, como Anchieta, el apóstol del Brasil; como García Acosta, el « poverello » de Chile; como Pedro de Be-tancourt, fundador de los Bethlemitas; como Espínola y Vega, ejemplo de heroicidad en el ejercicio de la medicina. Se ha difundido mucho la falsa idea de la desaparicibn de la raza después de la conquista. La raza, a pesar de las innega-bles ventas de esclavos, se conservó en la libertad anterior, principalmente en las'tres islas realengas, gracias a la política 32 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias protectora de los Reyes Católicos y a la vigilancia continua de los Obispos Don Juan de Frías y Don Fray Miguel de la Serna, que recorrieron España en busca y rescate de algunos canarios ilegalmente esclavizados. Muchos documentos contemporáneos nos aseguran, no sólo de la existencia de gran número de ca-narios dentro de sus islas, sino también de su goce de libertad, propiedades, ganados, y aún esclavos de su misma raza. Cons-tan también los repartimientos obtenidos por los reyes indí-genas de Lanzarote, Fuerteventura, Gran Canaria y Tenerife. Y corista asimismo que una extensa partida de canarios libres, con su Guanarteme en cabeza, tomó parte decisiva en la con-quista de Tenerife y la Palma. De origen claramente canario, son las principales familias que llenan la historia de las islas. Muy poco se conoce hoy día del antiguo lenguaje isleño. Los primeros relatos nos dicen que los primitivos canarios ha-blaban un lenguaje vivo y dulce, parecido al italiano. Las len-guas debieron ser muy parecidas entre unas y otras islas, prin-cipalmente entre las de Lanzarote y Fuerteventura, pues así lo hace pensar Juan de Bethencourt al solicitar de Enrique 111 la presentación de un Obispo que conociese la lengua de los in-sulares y así lo hace pensar la embajada de Don Fernando Gua-narteme al rey tinerfeño Benitomo. Pero solamente muy pocas palabras han pasado al lenguaje de los canarios actuales. Casi todas ellas pertenecen a la toponimia; a1 parecer tienen un cer-cano parentesco con las lenguas bereberes. El nobilísimo Don Gregorio Chil y Naranjo logró reunir hasta 2.909 palabras pertenecientes a distintas islas. La pérdida casi total del len-guaje indica la rápida fusión del elemento indígena con los conquistadores. En la época de los primeros cronistas ya sólo se conocían muy pocas palabras de la primitiva lengua, e in-cluso se habían olvidado totalmente muchas de las costumbres e ideas fundamentales de la raza autóctona. En la isla de la Gomera se conserva aún un curioso sistema de transmisión a distancia - por medio de silbidos- que tie-ne su origen en los antiguos pobladores. Sobre esto cuenta el Doctor Verneau su curiosa experiencia: cuando viajaba por 1: Primeras Noticias sobre Canarias 33 la isla, en los primeros días de su estancia, oyó en todas direc-ciones y en boca de su guía gran cantidad de silbidos cuyas modulaciones variaban infinitamente en timbre y ritmo; a su salida, había pedido al guía que no revelase su profesión de médico, para no perder el tiempo en consultas; al llegar a los pueblos, el doctor encontraba multitud de enfermos que lo esperaban. Estrechado, el guía confesó haber dicho a sus pai-sanos, por medio de su curioso lenguaje, todo cuanto sabía acerca del viajero. La primitiva cultura de Canarias - d i c e el doctor Woel-fel- es la más pura y clara muestra de la cultura megalítica. Se ha estudiado poco, aunque en los últimos años ha recibido un considerable avance gracias a las investigaciones y publi-caciones de Don Luis Diego Cuscoy y Don Sebastián Jiménez Sánchez, Comisarios de Excavaciones Arqueológicas de Santa Cruz y de Las Palmas, respectivamente. a) El vestido y el adorno corporal. Los antiguos cana-rios, como pertenecientes a razas que llegaron por el mar, co-nocían la navegación, aunque la conociesen s610 de un modo rudimentarísimo. La existencia de grandes conche~ os - con-junto de conchas, que algunas veces se exportaron para servir como moneda en el Senegal- y la aparición de espinas, usa-das unas veces corno anzuelos y otras veces como agujas, reve-lan un pueblo pescador, habituado a vivir junto al mar y a aprovechar sus recursos vitales. Estas conchas a veces sirvieron como adorno de cinturones y vinchas, como materia prima para la fabricación de collares, y a veces fueron utilizadas como cajas guardadoras de joyas por algún desconocido indígena. El vestido no se manifestaba solamente en estos adornos: los antiguos habitantes se vestían con finos tamarcos y capas de pieles de cabra y oveja, finamente curtidas, adornadas con in-cisiones y cosidas con gran esmero; estos tamarcos se cons-truían también con juncos majados y entretejidos. El adorno 34 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias corporal, al parecer, no se manifestaba sólo en las prendas de vestir sino también en pinturas o tatuajes. López de Gómara consigna que los aborígenes se pintaban los cuerpos para la guerra y para las fiestas. Se suponía que ciertas pequeñas pie-zas de bar; cocido, llamadas pintaderas por los cronistas y formadas por un mango y una superficie irregular con dibujos geornétricos, habían servido para imprimir sus huellas en el cutis de sus poseedores con diferentes colores grasos de que se habían hallado restos entre sus junturas; pero el Doctor Marcy, de la Universidad de Argel, ha expuesto sus dudas y ha considerado a las pintaderas como antiguos sellos que eran impresos sobre un trozo de barro blando colocado sobre las pri-mitivas cerraduras de los graneros o agadires; el Doctor Marcy ha obtenido esta conclusión observando que así las uti-lizan en la actualidad los berberiscos de Jebel- Aurés. En efec-to, la puerta de algún agadir, llegada a nuestros días, conserva el orificio necesario para pasar la cuerda- cerradura. Estas pin-taderas son casi privativas de Gran Canaria. b) Edificios. En las islas de Gran Canaria, Fuerteven-tura y Lanzarote se hallan construcciones subterráneas espe-ciales que parecen haber servido como viviendas. En Gran Canaria, son salas cortadas en la roca y agrupadas; en éstas se advierte el antiguo uso a que se destinaban: algunas mues-tran su fin de habitación, y se comunican entre sí por medio de galerías; en otras se ve, por las formas, situación de su entra-da y ranura especial que lasrodea, que fueron destinadas a gra-neros. Los más importantes conjuntos de este tipo son los de Cuatro Puertas, en las proximidades de Telde, los de Valerón en Guía, y los del Confital, sobre la playa de este nombre, en Gran Canaria. En Fuerteventura suelen ser semisubterráneas las Ilama-das « casas hondas » , formadas por grandes piedras recubiertas de tierra. Junto a este primer tipo de grandes cuevas- viviendas excavadas en la roca, Gran Canaria, la isla de más complejos vestigios arqueológicos, muestra otro tipo de viviendas, cons- 1: Primeras Noticias sobre Canarias truidas con piedras de mediano tamaño, en que se advierten claramente los corrales o gambuesas, los lugares de reunión o tagoros, y las construcciones, de planta cruciforme por regla general, destinadas probablemente a dormitorios. Muestras in-teresantes de este tipo, son los poblados del promontorio de Tufia, en Telde; de Los Caserones, en la Aldea San Nicolás; y del Agujero y La Guancha, en Gáldar. Estos dos tipos de construcciones- viviendas, repartidos por toda la isla, han dado lugar a que se piense en la coexistencia de dos tipos de cultura dentro de la misma Gran Canaria. En todas las islas hallamos los « tagoros » o lugares de reunión del « sábor » , o asamblea, construidos con piedras de regulares dimensiones: suelen ser ovales, circulares o cuadrados. Esta última forma tiene el tago-ro de Tufia; redondos son los del Agujero, en Gáldar. En las alturas de las montañas se encuentran santuarios excavados en la roca o al aire libre. Entre estos últimos se en-cuentran el santuario de Cuatro Puertas, cuyo canal central de libaciones tiene forma de media luna; y el denominado El Bai-ladero, en San Francisco de Telde, cuyos pocillos de libaciones, colocados longitudinalmente, están unidos por un largo canal. En la parte baja de ambos, se hallan grandes cuevas, naturales en éste y excavadas en aquél. Construcciones pétreas dedicadas al mismo fin encontramos en Los Concheros del Hierro, don-de hay un altar de sacrificios próximo a varias células indivi-duales y a otras agrupadas. Todos estos tipos de construcciones - según Woelfel- prueban el parentesco cultural de los abo-rígenes canarios con las primitivas altas culturas mediterrá-neas. c) Cerámica. La, cerámica aborigen puede estudiarse perfectamente en las salas de El Museo Canario. Las piezas de origen majorero suelen presentar una más fina labra que las de Lanzarote, y mayor número de variaciones formales. Sus formas pueden reducirse a varias principales: el ánfora ova-loide de gran tamaño, boca ancha y fondo puntiagudo, llamado gánigo; el tofio, o vasija de mediano volumen, provisto de un 36 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias pico o vertedera, cuyo fin principal parece ser el ordeño del ganado; la olla ventruda, de estrecha boca y fondo plano, y la menos corriente vasija de alargado y estrecho cuello y fondo plano o puntiagudo. En éste, como en otros aspectos arqueológicos, la isla de Gran Canaria presenta mayor complejidad que sus hermanas. La cerámica grancanaria indica un grado superior de cultura, tanto en las formas como en el aparato decorativo. Generalmente, la decoración de la cerámica insular está hecha a base de incisiones verticales o inclinadas que repiten uno o dos motivos; pero en Gran Canaria, motivos y formas varían de manera extraordinaria, así como también varía el procedimiento de elaboración. Los ceramistas aborígenes gran-canarios abandonan casi por completo la decoración incisa he-cha con un peine de hueso y proceden al esmaltado de las pie-zas en cuya superficie obtienen una hermosa y brillante colora-ción roja o castaña; en muchas de las piezas se consigue el esmaltado a base de los dos colores. Asimismo, encontramos en Gran Canaria pequeños ídolos de barro que han sido some-tidos en su factura a estas dos operaciones. d) Alimentación. En muchas de estas vasijas se han ha-llado restos de los alimentos normales de los canarios. Su ali-mentación era frugalísima: leche, queso, manteca, miel, trigo, cebada, higos y carne. Leche y queso procedían de los grandes rebaños de cabras y ovejas que poblaban las islas; Viera y Cla-vijo nos habla de que alguna de ellas producía más de setenta mil cabezas anuales; estos mismos rebaños producían la carne que se consumía. A fines del siglo XIV, el obispo de Tortosa Otón de Moncada narraba que algunos navegantes aragoneses, huyendo de piratas, habían arribado a las islas y enseñado a guisar a los habitantes de algunas de ellas. No parece probable, en cambio, que desconocieran los asados, pues hay indicios de que sacrificaban algún ganado en sus altares y consumían sus restos por medio del fuego. Obtenían la miel en la multitud de .- colmenas salvajes, distribuidas en la extensión de las islas y 1: Primeras Noticias sobre Canarias 37 objeto de repartimientos al terminar la conquista. El trigo y la cebada, según el testimonio de Niculoso de Recco, eran co-midos en grano, a manera de aves, aunque también eran redu-cidos a harina - gofio- por medio de morteros de piedra o entre los dos elementos circulares de pequeños molinos cuya piedra superior rotaba alrededor de su centro, impelida por un punzón de madera inserto en un agujero próximo a la circun-ferencia y movido por mano humana. Este trigo y esta cebada eran consecuencia de una rudimentaria agricultura que utiliza-ba como elementos de trabajo unos primitivísimos arados cons-truidos de madera y cuernos de cabra; se guardaban común-mente en silos o agadires excavados en la roca. e) Armas. Otra manifestación de la cultura son las ar-mas. Los aborígenes canarios no conocieron el uso de los me-tales. Reducidos a la piedra y a la madera en sus luchas, no conocemos de ellos otra cosa que pequeñas hachas de piedra tallada; piedras arrojadizas, talladas también y denominadas tabonas; dardos de madera aguzados al fuego, y grandes ga-rrotes o mazas de madera, llamadas magados. Prueban su maes-tría en el uso de ellas el testimonio de los contemporáneos de la conquista, la multitud de cráneos fracturados que se conser-van en los museos, y la práctica de ciertos juegos de que nos habla Leonardo Torriani en su Descripción de las Islas Cana-rias. Ambos campeones, dice el ingeniero cremonés, se coloca-ban sobre sendas piedras planas en una plazoleta y, sin variar la distancia, contendían con sus venablos y sus tabonas y es-quivaban con ágiles quiebros las armas del enemigo hasta el momento en que el juez indicaba el fin de la contierida. La práctica de estos juegos, en que se arriesgaba la vida, exigía un extraordinario desarrollo físico y una agilidad portentosa: los cronistas y los mismos hechos de la conquista nos dicen que los aborígenes poseían en alto grado estas dos cualidades. f) Sistema politico. El sistema político de las islas era bastante complicado. El mismo obispo Otón de Moncada dio a Hemmerlin, viajero alemán, noticia de que en algima de 38 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias ellas se practicaba la poliandrh. Fray Juan de Abreu Galindo niega en el siglo XVI a un autor anterior que había afirmado la existencia de tal costumbre. No conocemos otra cosa refe-rente al tema; pero sabemos que, casi siempre, la poliandría es una de las manifestaciones del matriarcado. Las noticias de los cronistas nos hacen sospechar también su existencia. Como en tantos otros aspectos, la isla de Gran Canaria nos da los más importantes elementos de juicio. En ella existía una doble realeza: junto a un rey de guerra o Guanarteme, con sil corte de guaires o capitanes, existía un rey- sumo sacerdote o Faycán. Tras estos dos reyes, un poco en la sombra, la figura de pitoni-sas o videntes, como Andamana o Guanuriragua, fundadoras de las dinastías reinantes al tiempo de la conquista. El hecho de que ésta no se diese por terminada hasta la entrega de las infantas - Masequera, Guayarmina o Arminda- el 29 de abril de 1483, revela el matriarcado como su sistema político. Asi-mismo lo revelan otros varios hechos: el paso de Don Fernan-do Guanarteme al campo español a raíz de la muerte de Abe-nehara, su primera mujer; el comienzo de las rivalidades entre el Guanarteme y Dorarnas a partir de este suceso; y la retirada de Bentejuí a los altos de Tirma en compañía de ambas prince-sas. Otras genealogías nos dicen que el reino de Telde tuvo como reina a Guanuriragua, hermana del Faycán Guanarurigua, y mujer de Guanache el Bueno, a quien los cronistas achacan cuarenta hijos naturales y una sola hija legitima. Posiblemente sucedió que los cronistas, procedentes de una sociedad patriar-cal, no pudieron apreciar bien el valor del papel femenino en la sociedad aborigen, ni sospecharon siquiera la existencia del matriarcado. Las intrincadas genealogías en que han rivalizado los . auto-res acerca de las familias de los nueve menceyes, nos impiden, hasta el presente, tener un. claro concepto de la sociedad abori-gen tinerfeña. Sólo sabemos, vagamente, que existía cierta re-lación familiar entre los menceyes, o reyes, Benitomo y Ben-tor, dueños sucesivos del más poderoso menceyato de la isla, y 40 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias la princesa Dácil, que obtiene - otorga, según suponemos- la libertad de Gonzalo del Castilo, su futuro marido. Muy poco conservamos acerca de las primitivas costumbres de Gomera, Hierro y Fuerteventura en relación a lo que nos ocupa. En cambio, uno de los distritos de La Palma nos da muestras vagas del papel preponderante de la mujer: el asesi-nato de la princesa Guayanfanta provoca una total expulsión de los europeos establecidos en las costas de la isla y un irre-ductible deseo de venganza en sus hermanos. La isla de Lanzarote nos provee con nuevo material. En-cabeza su dinastía la hermosa mujer del rey Zonzamas, la reina Faina, de galante memoria, cuya hija, Ico, reinó posteriormen-te en unión de su hermano Guanarame, y dejó la corona a Gua-darfia, rey en tiempos de la conquista betancuriana. g ) Religión. Woelfel considera que la religión de las islas tiene todos los caracteres de una cultura alta y distinguida. Se ha venido creyendo, y se cree, en el monoteísmo de los abo-rígenes canarios. En los vocabularios recogidos por los antiguos cronistas ese dios único era conocido con los nombres de Ma-gec, Echeide y Alcorac. Recibía culto en alturas eminentes o pequeños montículos donde se le ofrecían libaciones de leche y miel, se le incineraban cabras u ovejas y se celebraban danzas rituales; en la isla del Hierro se utilizaba el cerdo como animal sagrado, como intermediario entre el dios, los antepasados, y los hombres. Los adoratorios eran llamados almogarenes; los más im-portantes de Gran Canaria, aparte los ya citados de Cuatro Puertas y el Bailadero, eran los de Umiaga y Tirma. El monoteísmo, a quien los cronistas achacan la rápida conversión de los aborígenes al cristianismo, no deja de ser du-doso. En distintas búsquedas y excavaciones, desde 1888 hasta nuestros días, han sido halladas y dadas a conocer piezas ar-queológicas que nos permiten la duda. Los ídolos femeninos conservados en el Museo Canario y en diversas colecciones par- 1: Primeras Noticias sobre Canarias 41 ticulares, el gran ídolo robado por los exploradores de Nicu-loso de Recco; el ídolo antropomorfo descubierto por el señor Jiménez Sánchez en el poblado de Los Caserones ( Aldea de San Nicolás); y los diversos betilos hallados en las proximi-dades de Telde, son muestra clara de que, si se consideraba un solo dios, este dios era adorado bajo muy diversas manifesta-ciones. Además, el hallazgo de figuras monstruosas de peque-ño tamaño, como las tibisenas ( representaciones, al parecer de los cronistas, del espíritu del mal), y de amuletos en forma de aves, revelan ciertas impurezas en el deísmo que antaño juzgó el arcediano Viera como base doctrinal de los antiguos canarios. h) La insepultación. La costumbre de sepultar a los muertos es la más conocida de los primitivos insulares. Se-gún testimonio de los cronistas, un grupo de personas de ínfima clase social, honrado con el desprecio de todos, embal-samaba los cadáveres con ayuda de ciertos ungüentos y los en-volvía en cubiertas de pieles o de junco majado y tejido; el número de cubiertas variaba según la calidad y posición social del muerto. Embalsamado y envueko, el cadáver era conduci-do a su sepultura. Los sepulcros nos hacen suponer también la coexistencia de, dos culturas, pues se encuentran en las islas dos tipos com-pletamente distintos: en cuevas y en cistas; ambos tipos pue-den ser individuales o colectivos. Del primer tipo, son importantes las necrópolis de Ben-taiga o Tirajana, en Gran Canaria; las de Azofa y el Llano de la Maja, en el Hierro; las de Barranco de Santiago y Los Tos-cones, en Gomera; las de Becerril, Uchova, y el Barranco de la Cruz de las Animas, en Tenerife. En ellas, los cadáveres se hallan expuestos sin orientación definida en una sola capa o en capas horizontales superpuestas, formadas por grandes ta-blones de madera de tea o de sabina; a veces, los cadáveres aparecen con la cabeza apoyada sobre una piedra plana en forma de cabezal. En la necrópolis de los Toscones han apa-recido en posición cercana a las cuclillas y sosteniendo una 42 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias gran piedra plana sobre los cráneos. En muchas cuevas han aparecido grandes ánforas con ofrendas de granos de trigo o cebada, de higos secos, o de manteca. Las cuevas aparecen ta-piadas frecuentemente, y muchas de ellas embaldosadas. Las momias de estas cuevas suelen conservarse en magnífico es-tado: algunas conservan las vísceras; y, casi todas, la cabelle-ra y fragmentos de músculos y piel secos y adheridos a las osamentas. El segundo tipo de sepulturas se encuentra preferentemen-te en Gran Canaria. Consiste en una especie de ataúd for-mado por grandes piedras planas ( lajas basálticas) hincadas en tierra y cubiertas por otras, del mismo material, apoyadas ho-rizontalmente en las primeras. Este conjunto suele estar cir-cunrodeado de uno o varios muretes de piedra que, rellenos, forman escalinatas circulares con un torreón central. Las más importantes cistas y túmulos colectivos se hallan en la Guan-cha y el Agujero, posible localización de la corte real de Gál-dar. Las cistas suelen hallarse llenas de tierra finamente ta-mizada, producto posible de lluvias y aluviones; la misma causa ha podido producir asimismo la mala conservación de sus momias. Los más importantes sepulcros de este tipo, ade-más de los ya citados, se encuentran en los Caserones, la Cale-tilla, la Gambuesilla y Lomito de los Burros ( Aldea de San Nicolás); en Las Crucecitas y Playa de Mogán ( Barranco de Mogán); en los distintos yacimientos de los Barrancos de Ar-guineguín y de Agaete; en Los Castilletes de Veneguera y en la Hoya del Paso, del Barranco de Guanarteme. También po-demos considerar en este grupo los sepulcros en cúpula de la isla de Lanzarote. i) Las inscultuvas. En las rocas de algunos lugares de las islas se encuentran algunas inscripciones. Sobre su signifi-cado no se han pronunciado definitivamente los tratadistas. Woelfel cree encontrar en los petroglifos del Barranco de Ba-los, Hierro, muestras de escrituras cretense, líbica y numídica. Cuscoy cree que los petroglifos espiraloides de los cabocos o 1: Primeras Noticias sobre Canarias 43 cuevas- abrevaderos, en La Palma, se explican como signos má-gicos protectores de la ganadería, pues se haflan en los cami-nos que conducen a los cabocos de Belmaco, de la Cueva del Sauce o de la Fuente de la Zarza; y abunda esencialmente en las ideas de Woelfel en cuanto a las insculturas de La Caleta y del Barranco de Tejeleita en la isla del Hierro. Petroglifos en círculos concéntricos se hallan en el Castillo de Zonzamas de Lanzarote. En éste, como en otros aspectos, la isla de Gran Canaria nos provee de más amplios, aunque más oscuros ele-mentos de juicio: las insculturas del Barranco de Balo, muti-ladas e interpoladas, presentan, junto a signos alfabetiformes, representaciones agrícolas y antropomorfas y huellas de culto f álico . Torre del Conde. San Sebastián de la Gomera. CAP~ TUL1O1 LAS CONQUISTAS DE LOS SEÑORES JUAN DE BETHENCOURT A comienzos del siglo xv, las islas eran conocidas en todos los puertos europeos. El mundo conocido encauzaba por las costas africanas su afán de aventuras. Aventureros humanísi-mos buscaban el oro y los esclavos, y el marfil y las especias. Aventureros divinos buscaban almas para la fe de Cristo. Esclavos canarios cristianizados se encontraban en casi to-dos los puertos de Europa de donde habían salido expediciones en demanda del « riu de Z'OYP, como la del mallorquín Jacme Ferrer, en 1346, en búsqueda de Boulombel ( Sierra Leona); como la de los normandos de Rouen y Dieppe en 1364; o en ruta hacia el Senegal, como aquella otra que regresó a las cos-tas de Francia con un precioso cargamento de marfil y grandes cantidades de polvo de oro. Las Islas Canarias, fin de ruta an-taño, se convirtieron en punto de aguada y refresco, pues sólo podían ofrecer al ambicioso mercader cortísimos contingentes de esclavos, algunas maderas tintóreas y ancho campo para el desenvolvimiento de la fe. Jean de Bethencourt era un noble caballero normando, ba-rón de Saint- Martin- le- GailIard y dueño de varios señoríos, en-tre los que se contaba el de Grainville- la- Teinturiere. Durante el turbulento reinado de Carlos VI tomó parte en las banderías francesas y participó de las aficiones aventureras de la nobleza de su tiempo. Las islas, si eran conocidas en los puertos normandos, tarn-bién eran conocidas, tierra adentro, en las tintorerías de Grain-ville, por su « palo rojo para tinte, casi iguaI al brasil~ p, or su « corteza de árboles para teñir también de rojo » , por su « tierra 48 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias bermeja y otras cosas para el mismo fin » , como reza el manus-crito del Diario boccaccesco. Esta abundancia de materias tin-tóreas fue una razón poderosísima para el barón normando. Por ello, por su carácter aventurero y por su fe religiosa, Bethencourt intentó emprender la conquista de las islas, bienes mostrencos perdidos en medio del Atlántico. La escasez de nu-merario le impedía comenzar la empresa con seguridad de buen resultado. Pero en medio de la lobreguez económica brillaba una lejana luz. Su tío, Rubín de Bracamonte, residía en la Cor-te de Castilla, donde había prestado importantes servicios al rey Juan 1; él lo alentó en la empresa y le prestó la elevada cantidad de 7.000 libras tornesas, exigiéndole en hipoteca el señorío de Grainville- la- Teinturiere, eje de su interés económi-co en la conquista de Ias islas. Rubín de Braquemont, amén de esforzado caballero, era, como también se ve, conocedor vigo-roso de1 oficio de prestamista. Con tal viático, Bethencourt marchó a La Rochela, donde encontró al gentilhombre Gadifer de la Salle, cortesano del rey de Francia. Era Gadifer pulido, noble, generoso y letrado, flor de la caballería francesa, « caballero sin tacha y sin miedo » , antecedente de Bayard. Inmediatamente, ambos caballeros se asociaron en la empresa, tan del gusto de la época. No se cono-ce exactamente la importancia de la aportación de Gadifer en la conquista. Pero sabemos que aportó un navío; y sabemos también que, en caso de necesidad, también entregó a Bethen-court un prodigioso collar que le había regalado el Duque de Orleáns. En La Rochela, pertrecharon su buque de cuantas cosas parecieron necesarias para la expedición. Junto a marineros y soldados, dos jóvenes esclavos lanzaroteños - Alfonso e Isa-bel-, conocedores de la lengua; junto a los colonos, sus ape-ros y sus semillas, dos capellanes: el franciscano Fr. Pedro Boutier y el Presbítero Jean Leverrier. El día primero de mayo de 1402 zarpó la nave de La Ro-chela. Vientos contrarios la obligaron a arribar a la rada de Casas del Cabildo Secular de Las Palmas. Obra del siglo XVI. Dibujo de D. Benito Pérez Galdós. a) Cerámica aborigen. Museo Canario. b) Cerámica aborígen. Museo Canario. 11: Las Conquistas de los Señores 49 Vivero, donde permaneció ocho días. Tripulantes y soldadesca, temerosos ante la incertidumbre de los mares y de la misma empresa, dispuestos siempre a la rebelión y al desorden, se amotinaron y se negaron a reembarcar. Los capitanes persua-dieron a los insurrectos, restablecieron la paz con promesas, largaron velas y se hicieron a la mar. De Vivero pasaron a La Coruña, donde compraron. una chalupa y un ancla en la su-basta de una presa que habían hecho varios corsarios ingleses. Los jefes ingleses temieron luego que la expedición tuviese por finalidad atacar naves o establecimientos comerciales de su na-ción y pretendieron recuperar violentamente los bienes adju-dicados a Bethencourt. Pero el normando, después de disputar con uno de los jefes ingleses, se hizo a la mar y burló la vigi-lancia de los corsarios anglosajones. Una galeota salió en su se-guimiento, pero no lo pudo cazar. Libres de esta persecución, los franceses bordearon la costa portuguesa y, sin adentrarse en la mar desconocida, llegaron a Cádiz, donde tomaron agua y renovaron provisiones. De Cá-diz salieron en el mes de junio del mismo año, con pilotos co-nocedores del derrotero de las islas. Una gran calma los detuvo durante tres días casi a la vista de las costas españolas. Alzado el viento, enfilaron las islas y en cinco días arribaron a las pla-yas de la Graciosa, un islote deshabitado. LANZAROTE Y FUERTEVENTURA Durante muchos años, los naturales habian sufrido las con-tinuas rapiñas de los navegantes que descendían a sus costas en busca de agua, provisiones o mercaderías con que colmar las bodegas de sus barcos. A la vista de la nave, los lanzaroteños se retiraron al interior de la isla, pues pensaban que la mano esclavizadora de los europeos no llegaría hasta sus ocultas gua-ridas. Así, los caballeros franceses se encontraron ante una ex-tensa isla que, según todas las trazas, parecía desierta. Y sin el concurso de los insulares, la empresa de los normandos quedaba 50 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias inválida. Inútiles los soldados, inútiles los colonos, inútiles los aperos, y sin fin ni razón de ser toda la expedición. Por esto, se retiraron a la Graciosa y luego, a Alegranza, que les ofrecía mayor seguridad ante cualquier incursión sor-presiva. Reuniéronse en consejo, y acordaron efectuar una en-trada en Lanzarote y no abandonar la isla hasta encontrar a los naturales. Guadarfía, último rey de Lanzarote, hijo de Guanarame y de la hermosa reina Ico, al frente de los 200 hombres de su reino, se rindió y presentó a los normandos al comprender su decisión de no abandonar la tierra. Solamente doscientos hom-bres, o poco más, contaba el rey en su isla, que a tal extremo habían reducido su población las incursiones esclavizadoras. Rendida Lanzarote tan fácilmente, los normandos buscaron campo para el establecimiento de una población que fuera sede del nuevo reino, raíz y fuente de su acrecentamiento y prospe-ridad. Lo encontraron en una árida comarca, desde donde se atalayaba Fuerteventura, y que servía de base para rápidas in-cursiones sobre la isla que era el nuevo objeto de su ambición. Y establecieron su campamento en la playa de las Coloradas, límite sur de Lanzarote; por el color rojo de su suelo, diéron-le nombre de Rubicón; levantaron un castillo y una iglesia, que dedicaron a San Marcial, donde había de asentarse la primera diócesis de Canarias: la Diócesis Rubicense. Pocos días después de terminada la fortaleza, los norman-dos salieron de Lanzarote y desembarcaron una madrugada en la costa frontera de Fuerteventura. Como en Lanzarote, no en-contraron hombre alguno, pues los isleños también se habían refugiado en el interior. Gadifer de Lasalle y Ramonet de Lenedan se internaron en la isla al frente de un destacamento. Ocho días anduvieron en busca de los insulares, pero no pu-dieron encontrarlos. Solamente hicieron un buen descubrimien-to: el Río Palmas, un breve arroyo, donde se fortificaron. Y se retiraron a deliberar tranquilamente al islote de Lobos. 11: Las Conquistas de los Señores 51 Pero el reloj de las libras tornesas señalaba hambre próxi-ma, y los colonos aún no habían podido obtener fruto de la tierra. Soldadesca y marinería - gente mercenaria al fin- ba-rruntaban la verdad y como no ambicionaban privaciones en país enemigo, se desordenaban y desobedecían a sus jefes. Por ello, Bethencourt decidió partir con los descontentos. Y lo hizo después de dejar a la guarnición de Lanzarote las vituallas que no habría de necesitar en su navegación a ~ S ~ a ñ a . BERTIN DE BERNEVAL Junto a Gadifer, dejó Bethencourt, como representante su-yo en el gobierno de sus nuevos estados, al aventurero nor-mando Bertín de Berneval. El ansia de obtener rápidos bene-ficios estuvo a punto de destruir la obra comenzada. Pocos días después de la partida de Bethencourt, apareció en la Graciosa una nave española. Berneval salió a reconocerla; era la Morella, patroneada por Francisco Calvo, a quien pro-puso la compra de cuarenta isleños que se comprometía a es-clavizar si le prestaba treinta de sus marineros. El patrón se negó. Partió Berneval. Y encontró su hombre en Francisco Or-dóñez, capitán del Tajamar, que aceptó la propuesta. Entre-tanto, Gadifer de la Salle, ajeno a todo, cazaba focas en la isla de Lobos. Berneval volvió a Rubicón. El rey Guadarfía solicitó su ayuda para defenderse de la nueva incursión del Tajamar, har-to conocido de su pueblo. Berneval le ofreció protección y le tendió una celada. Cayó en ella Guadarfía con sus hombres. Apresólos el normando, amparado en la noche y en el sueño de los indígenas, y los condujo presos a la Graciosa, donde espe-raba el Tajamar. Guadarfía pudo escapar, pero veintidós de sus súbditos fueron embarcados y convertidos en esclavos. Entonces Gadifer, falto de víveres en el islote, mandó a Ramonet de Lenedan en busca de ellos. Lenedan halló a Ru-bicón saqueado por la soldadesca de Berneval y no pudo llevar 52 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias socorros a Gadifer, porque fue robado y muerto por los insu-rrectos. Berneval partió hacia la Península, llevando en su poder los despojos del castillo y de la isla y dejando a Gadifer abando-nado en el islote de Lobos. Los capellanes Boutier y Leverrier consiguieron que Fran-cisco Calvo, patrón de la Movella, auxiliara a Gadifer y lo de-volviese a Rubicón. Cuando el caballero volvió, la ruina estaba consumada. Y los normandos fieles eran sólo un puñado de seres abocados a la desesperación. Fue dificilísima la situación de los europeos que permane-cieron en Lanzarote, fieles a los fines de la conquista. De una parte, carecían de bastimentos para sostenerse en la recién na-cida colonia. De otra, el rey Guadarfía intentaba expulsar a los debilitados y hambrientos conquistadores. La traición vino a favorecer aparentemente a los franceses. Un indígena llamado Ache, pariente del intérprete Alfonso, pretendió reinar entre los isleños y, para desembarazarse de Guadarfía, indicó a los normandos el lugar donde podían en-contrarlo y asegurarse de su persona. Así lo hizo Gadifer, pero Guadarfía escapó nuevamente a sus prisiones, y apedreó, y que-mó vivo al traidor Ache. Desde entonces, la guerra fue encarnizada; sólo a princi-pios de 1403 - guerra, hambre, enfermedades- los indígenas se entregaron en número de ochenta y recibieron el bautismo de manos de los dos capellanes. Lanzarote quedó, por fin, pa-cificada. Entretanto, Bethencourt había llegado a Cádiz, había he-cho prender a la rebelde tripulación y había emprendido viaje por tierra hasta Sevilla, donde hizo pleito homenaje al rey En-rique 111, el Doliente, a cambio de su ayuda en la conquista. El rey le concedió veinte mil maravedises para avituallar sus tropas, el quinto de todas las mercaderías, y el derecho de acu-ñar moneda. 11: Las Conquistas de los Señores 53 Por mediación de su tío Rubín de Bracamonte, obtuvo de Benedicto XIII - e l Antipapa Luna- permiso para elegir un sacerdote y presentarlo como Obispo de Canarias. Ya se había olvidado el antiguo nombramiento de D. Bernardo, hecho por Clemente VI1 medio siglo antes, y el más cercano episcopado de Fray Jacme Ulzina, dominico mallorquín, antiguo prior del monasterio de Santo Domingo de Palma, que se titulaba Obis-po de Canarias en las postrimerías del siglo XIV. Bethencourt presentó para el cargo a Fray Alfonso de Ba-rrameda. El Papa Luna erigió la nueva sede de Rubicón y auto-rizó la consagración del elegido. Pero Fray Alfonso de Barra-meda, nombrado y consagrado Obispo, no residió jamás en su diócesis. Algunos años después, Martín V, Papa de Roma, nom-bró para la misma diócesis a Fray Martín de Domibus, o de las Casas, que tampoco residió en las islas. Fray Mendo de Viedma, Obispo nombrado por Benedicto XIII, y reconocido posteriormente por Martín V, fue el primer prelado de Cana-rias que residió en su iglesia de San Marcial de Rubicón, a partir de 1428. Pero antes de gestionar la instauración de la nueva dióce-sis, Bethencourt aparejó en Sevilla una carabela para avituallar a los abandonados conquistadores de Lanzarote. Con estos refrescos, Gadifer pudo abastecer los almacenes de su castillo lanzaroteño, y efectuar un viaje de exploración por las islas que aún le eran desconocidas. Hizo escala en Río Palmas, donde escaramuzó con algunos isleños; tomó prisione-ras a cuatro mujeres, y partió hacia Gran Canaria. Fondeó en la abierta rada de Gando, ante el poblado que allí se encontraba. Más de quinientos canarios cubrieron pres-tamente la playa; algunos isleños subieron a la carabela y co-merciaron durante dos días con sangre de drago e higos secos. Gadifer intentó avanzar más en sus tratos y envió un mensaje 54 Breve Noticia Histórica de las Islas Canaria3 de paz al Guanarteme, o rey, con el trujamán Pedro « el Cana-rio » y alguna escolta, pero los canarios sólo permitieron des-embarcar a su compatriota y rechazaron a los extranjeros. Cuan-do supo Gadifer que la isla contaba con una fuerza de seis mil guerreros, sospechó que era demasiado poderosa para sus fuer-zas; largó velas y pasó a la isla del Hierro, cuyas costas reco-noció sin desembarcar; desembarcó en la Gomera, donde se apoderó de un hombre y tres mujeres. Cuando intentó hacer aguada, a la mañana siguiente, se lo impidieron. Puso proa a la Palma, pero vientos contrarios lo devolvieron al Hierro, don-de permaneció varios días, se apoderó de cuatro mujeres y un niño, y avitualló su nave con cerdos, cabras y ovejas. La isla se encontraba casi desierta por el continuo azote de los cazado-res de esclavos; le pareció poco accesible en sus costas, pero frondosa y arbolada. Desde la isla del Hierro volvió a la Palma, donde hizo aguada sin impedimento alguno. Después de tres meses de viaje, regresó a Lanzarote, donde Guadarfía continuaba encas-tillado en sus montañas. Las enfermedades y el hambre, que habían obligado a mu-chos de sus súbditos a entregarse a los normandos, no habían vencido la indomable fiereza del rey. Y Guadarfía esperaba, porque tenía confianza en Bethencourt. A su vuelta, se entre-gó con los pocos súbditos que le restaban. La tardanza de Be-thencourt retrasó en mucho la conquista y pacificación de las islas. Pero la llegada del barón normando presentó un nuevo pro-blema; la pleitesía y homenaje rendidos por Bethencourt a Enrique 111 de Castilla, se efectuaron con mengua de los de-rechos, o esperanzas, de Gadifer de la Salle. La infeudación provocó la ruptura de una bien cimentada y poderosa ~ mistad. Bethencourt, para conjurar esta ruptura inminente, prepa-ró nueva expedición a Gran Canaria y dio la jefatura a su com-pañero, que salió de Lanzarote el día 15 de julio de 1404 con tropas bien armadas y avitualladas. Llegó a Arguineguín y fon- 11: Las Conquistas de los Señores 55 deó en su rada, donde permaneció varios días, sin ordenar des-embarco alguno. Pedro « el Canario » , el trujamán que había quedado en la isla, llegó a nado hasta la carabela en compañía de otros isleños, con afán de comerciar. Vio el corto número de los conquista-dores y pensó atacarlos por sorpresa. Cuando la chalupa se en-contraba en tierra haciendo aguada, atacaron los canarios a los pocos hombres que la guardaban. Aníbal de la Salle, bastardo de Gadifer, defendió con arrojo la pequeña nave y pudo sal-varla con pérdida de remos y toneles. Volvieron los norman-dos a tomar represalias y recuperar lo perdido, pero encontra-ron a los canarios resguardados tras escudos y rodelas de que habían despojado en las mismas playas a soldados de expedi-ciones anteriores. La prudencia aconsejó reembarcar, mante-nerse al pairo varios días frente a la costa de Telde, y partir finalmente hacia Fuerteventura, a donde llegaron sin pena ni gloria. Esta infructuosa expedición agravó las disensiones entre los jefes de tal modo, que ambos partieron a Castilla, en distinta nave, para presentar sus quejas al Rey Doliente. Aún lo en-contraron en Sevilla. Enrique 111 mostró favor a Bethencourt. Gadifer partió hacia su dulce Francia, y dejó el campo libre al barón de Saint- Martin- le- Gaillard. Sólo lamentaba la pérdida de sus bienes y sus joyas en aquella empresa en la que se le arrebataba hasta la gloria. Pero marchó a Francia con la se-creta esperanza de encontrar algún príncipe dispuesto a con-quistar el resto de las islas. Bethencourt volvió a Rubicón en octubre de 1404 con vi-tuallas y refuerzos. Pasó a Fuerteventura; se alojó en el fortín de Rico- Roque y decidió terminar la conquista. Pero en la pri-mera escaramuza perdió seis soldados. Por ello, reunió sus fuerzas con las de Anííal de la Salle, que guardaban el fuerte de Valtarajal. Los naturales arrasaron los almacenes, iglesia y fuerte de Rico- Roque, y creyeron seguro su triunfo, pero los normandos, con sus fuerzas unidas, los atacaron fuertemente, los vencieron en varios encuentros y tomaron gran cantidad de 56 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias prisioneros que fueron enviados inmediatamente a Lanzarote. Ante estas pérdidas, Guize y Ayoze, reyes de Majorata y de Jandía, los dos reinos de la isla, decidieron entregarse y recibir el bautismo en enero de 1405. El pueblo siguió el ejem-plo de sus jefes, y así comenzó la comunidad cristiana de Fuer-teventura, que alzó una iglesia junto al mismo fuerte de Val-tarajal. Bethencourt, pacificada Fuerteventura, emprendió viaje a Normandía para reclutar colonos y poner en cultivo las nuevas tierras. Dejó a Jean le Courtois por su lugarteniente, y llevó consigo a varios indígenas para que aprendiesen la lengua. Lle-gó a Harfleur en pocos días y en otros pocos reclutó poblado-res y guerreros. Rejresó con 160 hombres, entre ellos varios nobles, en dos carabelas. Trajo entonces gran lujo de estandar-tes, trajes y ricas armas, y trajo también a su sobrino Maciot de Bethencourt. Llegó a Rubicón, partió hacia Fuerteventura, don-de reedificó el arrasado castillo de Rico- Roque, y reunió en su casa, junto a los nobles franceses, a los vencidos jefes insu-lares. LA ISLA DEL HIERRO Hacia fines de 1405, Bethencourt pretendió nuevamente conquistar Gran Canaria, y embarcó sus fuerzas en tres cara-belas que zarparon de Fuerteventura. Pero los vientos se coli-garon con los insulares y disolvieron la formación de la escua-drilla; una de las naves llegó a las costas de La Palma; la se-gunda aportó nuevamente a Fuerteventura; sólo la tercera, a cuyo bordo iba el normando, fondeó en la rada de Arguine-guín. Los primeros días comerció bajo capa de paz, pero luego lanzó al agua dos chalupas que, en son de guerra, atacaron a los insulares. Huyeron los indígenas ante los normandos, que se dividieron en gmpos y se internaron en los agrios barrancos de la isla. El Guanarteme, que vigilaba desde una altura, atacó 11: Las Conquistas de los Señores 57 a los invasores con un grupo de sus guerreros; les cortó la retirada hacia la playa e intentó apoderarse de las chalupas. Con grandes bajas, volvieron los normandos a la lengua del agua y continuaron la lucha por defender su único medio de salvación. Allí, junto a las chalupas, murió Jean le Courtois, lugartenien-te de Bethencourt; allí, Aníbal de la Salle, bastardo de Gadi-fer; allí, otros veinte franceses. Y se asegura que también mu-rió allí el valiente y astuto Guanarteme. Ante tal derrota, Bethencourt se retiró de Arguineguín, se reunió con la carabela que había regresado a Fuerteventura y partió en busca de la tercera, que reconocía las costas de La Palma. La fiereza de los palmeses tampoco permitió establecer ningún puesto avanzado, ni el simple comienzo de pacífica y amistosa relación. Bethencourt desembarcó en la isla del Hie-rro, cuyos naturales se refugiaron prontamente en las montañas y dejaron campo libre a los invasores. Los franceses permane-cieron tres meses como dueños de la costa y durante tres meses se escondieron los insulares. Hasta que Bethencourt envió a las alturas un mensajero: Augerón, hermano del rey Armiche, prometió paz y convivencia. Con el seguro de estas palabras, bajó el rey de sus peñas y bajaron con él sus vasallos. Pero Bethencourt negó sus promesas: abusando de su fuerza, re-partió, apresó y vendió como esclavos a los insulares. Y dejó colonos franceses, que labraron en paz sus tierras y se rigieron por las mismas ordenanzas de las islas conquistadas. Las tres carabelas volvieron finalmente a Fuerteventura. Jean de Bethencourt recorrió sus ya pacíficas islas. Fundó la villa de Santa María de Betancuria y partió hacia Sevilla - fi-nes de 1405-, en una de sus carabelas. Algún tiempo permaneció en España el conquistador de las islas, en busca de subsidios para su empresa. De esta fecha debe ser la bula de indulgencias de Benedic-to XIII a cuantos contribuyeran con sus limosnas a la con-quista de las islas, que el mismo Antipapa anuló posteriormen-te ( 1414), ordenando el embargo de las cantidades recaudadas. 58 Breve Noticia Histórica de las Islas Canavias En este aiio de 1414, el barón normando debió separarse de la obediencia de Aviñón y someterse a Roma; en 1419 aprovechó la vuelta a Roma de la corona aragonesa para obtener del rey de Aragón que se le entregasen las cantidades recaudadas, con órdenes especiales para el Obispo de Mallorca, que conservaba afecto y obediencia al Papa de Peñíscola. NUEVOS SEÑORES El barón de Saint- Martin- le- Gaillard regresó a Normandía en 1407 y se estableció en su señorío de Grainville. Sólo vol-vió a Castilla en la minoridad de Juan 11 para renovar su ho-menaje en manos de la Reina Regente doña Catalina. En 1418 se presentó a Bethencourt un dilema con la gue-rra franco- inglesa. Como vasallo de Carlos V rey de Francia, no podía ser leal al rey de Castilla, aliado del soberano inglés. Y como feudatario del rey de Castilla, no podía guardar fidelidad al rey de Francia, su natural señor. Bethencourt lo resolvió con ciertas artes dignas de novela picaresca, frecuentes en su vida: dio poder a Maciot de Bethencourt, su sobrino y lugarteniente, para que donase las islas al Conde de Niebla, vasallo del rey de Castilla. Y la donación que Maciot hizo a D. Enrique de Guz-mán en 1418 tiene todo el aspecto de ser una transacción falsa. De ella dependió la salvación de un señorío comprometido por una doble infeudación. Nada cambió en las islas con el cambio de señor. Ni siquiera el gobernador. Años antes había surgido en la isla del Hierro la primera sublevación de la larga serie que constituye la historia de las islas de señorío. Servidumbre y humillaciones constantes Ilena-ban la vida del herreño. Los colonos normandos esclavizaban prácticamente a los pocos indígenas que había dejado en la isla la traición de Bethencourt, y hasta forzaban públicamente a las mujcrcs de los insulares. Un isleño ofendido apuñaló y dio muerte en 1410 al capitán Lázaro Vizcaíno, su ofensor. Se co-rrió la voz. Se extendió la rebelión a toda la isla. Todos los ofendidos trataron de vengarse juntamente. Los isleños, aban- 11: Las Conquistas de los Señores 59 donando sus hogares y sus campos labrantíos, se retiraron al monte, dispuestos a defender sus vidas y derechos. Maciot de Bethencourt envió al Hierro un nuevo gobernador que ahorcó, degolló, concilió ánimos, apaciguó disturbios y restableció la justicia que se había ausentado de la isla. Volvió la paz con la justicia: los isleños entregaron sus armas, regresaron a sus hogares, y labraron de nuevo sus campos. Maciot, que había dado pruebas durante su mandato de saber tener fuerte y justicieramente la vara de la gobernación, cambió de costumbres en cuanto se vio convertido en señor casi absoluto de las islas. Porque las islas, en virtud de la donación ficticia, tenían un señor aparente que no se preocupaba de su gobierno porque no tenía intereses en ello; y un señor real que no podía intervenir en su administración so pena de perder to-talmente el señorío. Sólo Maciot de Bethencourt, con indiferen-cia del uno y con poderes del otro, era verdadero señor y amo de las islas. Como amo y señor negociaba los- esclavos de que se proveía en las cercanas costas de Africa. A falta de mercancía marroquí, vendió muchas veces a los ya pacíficos naturales de las islas. Y los actos de su gobierno fueron de allí en adelante más efecto del capricho señorial que de un recto sentido de justicia. A partir de 1420, una serie de litigios comenzaron en tor-no a las islas. En 29 de agosto, Juan 11 de Castilla donó las islas a Alfonso de las Casas o Casaus, vecino de Sevilla. Al-fonso de las Casas, conocido comerciante en esclavos, Maciot y el Conde de Niebla, litigaron por el señorío durante diez años. En 1430 tramaron en Sevilla los litigantes; el conde cedió la propiedad de las islas a Guillén de las Casas, marido de doña Inés de Bracamonte e hijo de Alfonso de las Casas, a cambio de una indemnización de cinco mil doblas moriscas. Maciot de Bethencourt fue testigo de esta transacción. En el fondo, era, posiblemente, el único vendedor. Pero Maciot aparece de nuevo en 1432 como señor de Lan-zarote; no sabemos cómo pudo obtener este señorío de Gui- 60 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias llén de las Casas. Pero lo obtuvo. Y en 1437 ratificó a sus va-sallos las franquicias concedidas durante el aparente señorío del conde de Niebla. LOS PORTUGUESES Don Enrique « el Navegante » , Infante de Portugal, vigilaba los movimientos marítimos y los descubrimientos geográficos de la época desde su promontorio de Sagres. La marina portu-guesa tomaba incremento de su poderosa voluntad: naves por-tuguesas cruzaban todos los mares y se dirigían principalmente hacia el sur de Africa, buscando el camino de las Indias. Y pues necesitaba bases territoriales que jalonaran la ruta de sus naves, intentó por todos los medios obtener la posesión de las Canarias y envió a ellas varias expediciones. Primero envió 2.500 hombres de infantería y 120 caballos al mando del almirante D. Fernando de Castro, que desembarcó en Las Isletas de Gran Canaria. Cuando se atrincheraban ! os por-tugueses, gran número de canarios los forzó a tomar de nuevo las naves, a despecho de sus oficiales. Aunque quedaron en la playa trescientos hombres, no disminuyó la imperiosa voluntad de dominio del Infante. En 1427, aparejó una nueva flota, que puso a las órdenes de Antonio de la Cámara. Catorce carabelas, mil infantes y un centenar de caballos. La flota aportó a la misma playa de Las Isletas, y lanzó sus lanchas cargadas de hombres. Los insulares, ocultos tras los peñascales y entre los arrecifes de la costa, se lanzaron sobre los portugueses en el momento de desembarcar. Las pérdidas de esta expedición superaron a las anteriores. Pero no cejaba el Infante: naves portuguesas merodeaban siempre en las islas y esclavizaban a los naturales que hallaban solos e indefensos. Las frecuentes incursiones portuguesas obligaron a Don Juan 11 a presentar sus quejas ante la Curia Pontificia para que discriminase los derechos de Portugal y Castilla a la conquista 11: Las Conquistas de los Señores 61 de las Canarias. Don Alonso de Cartagena, Deán de Santiago, hijo del converso Alonso de Santa María, logró con sus Allega-tz'ones que se prefiriese a Castilla, y que su derecho se exten-diera a la zona norte de Marruecos. LOS PERAZA El señorío de Guillén de las Casas sobre Canarias fue bre-ve y no modificó la conquista ni la administración. Reconoció sus estados, removió gobernadores y disfrutó doce años de su señorío. Dejó dos hijos, que dividieron el feudo: el varón recibió la isla del Hierro con los derechos de quintos de la Gomera y Palma; y doña Inés, Fuerteventura con los quintos de Gran Canaria y Tenerife. En 1445, Guillén de las Casas, el varón, permutó sus islas por ciertas propiedades que su hermana po-seía en Sevilla. Así, Hernán Peraza, marido de doña Inés, que-dó dueño del señorío de las islas, con excepción de Lanzarote, que pertenecía a Maciot. Hernán Peraza el Viejo determinó visitar su señorío y des-embarcó en Fuerteventura con su primogénito Guillén Peraza y con algunos frailes franciscanos que deseaban predicar el Evangelio. Tomó posesión de Fuerteventura, y emprendió el recono-cimiento de las restantes en dos navíos con quinientos hom-bres de guerra. Fondeó en las Isletas. Intentó desembarcar. Pero los insulares se lo impidieron, concentrándose en la playa en cantidad extraordinaria. Levó anclas, largó velas y partió en demanda del Hierro, donde tranquilizó a las gentes que an-daban levantiscas en demanda de una justicia que negaban los gobernadores. Se trasladó a la Gomera; y con dejar algunos franciscanos, ejecutó el primer acto de posesión hecho por los señores en la isla. Salió hacia La Palma, donde desembarcó, y quiso con-quistarla con sus escasas fuerzas. Presentó batalla a los pal- 62 Breve Noticia Históricu de las Islas Canarias meros, que se habían reunido en gran número, y se defendían con sus toscas armas: piedras, troncos y venablos aguzados al fuego. En medio de la lucha, una piedra hirió en la cabeza al joven Guillén Peraza y lo derribó muerto del caballo. Her-nán Peraza volvió a la Gomera con el cadáver de su hijo. Años después, Fr. Juan Abreu Galindo copiaba en su « Cróni-ca » unas bellísimas enhchas que - según decía- fueron cantadas a raíz de la muerte del doncel malogrado: iLlorad las damas- así Dios os vala! Guillén Peraza- quedo en La Palma, La flor marchita- de la su cara. No eres palrpa,- eres retama, Eres ciprésde triste rama, Eres desdicha,- desdicha mala. Tus campos rompan- tristes volcanes; No vean placeres,- sino pesares. Cubran tus flores- los arenales. i Guillén Peraza! - i Guillén Peraza! ¿ Dó está tu escudo?- ¿ Dó está tu lanza? Todo lo acaba- la malandanza. LOS PORTUGUESES, DE NUEVO Los portugueses que, apoyados en los bandos de Orone y Agana, ocupaban subrepticia e ilegalmente parte de la Gomera, estimulaban las revueltas en la parte ocupada por Peraza. Al mismo tiempo, insinuaban a Maciot que les vendiese Lanza-rote. Pero el normando solamente se atrevió a darla en arren-damiento. Los portugueses poseyeron la isla durante dos años. Hernán Peraza temió por su señorío y acudió al rey de Casti-lla, quien reconoció sus exclusivos derechos a Lanzarote, como único señor de las Canarias; y mandó a sus súbditos que le 11: Las Conquistas de los Señores 63 favorecieran y ayudasen a tomar y aprehender lo que en dere-cho le pertenecía. Con esta real cédula, Hernán Peraza preparó una expedi-ción a Lanzarote: rápido y secreto, invadió la isla; se apoderó de Maciot, de su esposa Teguise, hija de Guadarfia; de sus hijas y de sus principales valedores; y los condujo prisioneros a la isla del Hierro. Los portugueses supieron pronto la prisión de su aliado; lo libertaron en rápida incursión y lo llevaron a tierra portu-guesa. Maciot temió por su vida y vendió sus derechos a Don Enrique el Navegante. Recibió a cambio una renta anual de 20.000 reis. En 1450, el Infante, dueño de aquellos derechos, pero ca-rente de la legitimación del rey castellano, envió ocho cara-belas y una fusta a tomar posesión de la isla. Sus tropas llega-ron en son de guerra; alancearon y mataron a los pacíficos ha-bitantes, quemaron las embarcaciones que encontraron en los puertos y, durante algún tiempo, cometieron actos de insufri-ble dominio y tiranía. Los lanzaroteños, que, si soportan la inclemencia de la tie-rra y de los cielos, no soportan largo tiempo la inclemencia de los hombres, se alzaron en armas; arrojaron a los tiranos in-vasores; acudieron al rey D. Juan 11 para que los amparase y protegiese contra los depredadores de toda índole que, con nombre de señores, arruinaban la isla; y le pidieron humilde-mente que guardase en sí el señorío, pues, como fieles vasallos, para Su Alteza lo habían reconquistado de los portugueses. Pero Hernán Peraza reclamó sus derechos y el rey envió a Juan Iñiguez de Atabe, su antiguo embajador en Portugal, para que poseyese la isla en su nombre e investigase los títulos y derechos de ambos contendientes. El despechado Infante, que no pudo reclamar derecho al-guno, ordenó entonces una verdadera ola de piratería y depre-dación. Naves portuguesas bloquearon las islas, pillaron sus costas y robaron sus mares. Una nube de corsarios ensombre- 64 Breve Noticia Histó~ ica de las Islas Canarias ció las aguas, las naves portuguesas apresaron centenares de infelices isleños que consumieron sus días en las mazmorras de Marruecos, a donde los condujeron los cristianos sicarios de Don Enrique el Navegante. Al mismo tiempo, el Infante, que por cuestiones interna-cionales no podía atacar abiertamente los territorios del rey de Castilla, intensificó su ya antiguo influjo sobre ciertos bandos de la Gomera y atacó a Hernán Peraza así por mar como por tierra. Pero la torre de San Sebastián resistió todos los embates portugueses. Una hábil maniobra diplomática de Don Juan 11 redujo al infante a abandonar su bloqueo, pillaje, piraterías y pretensio-nes. Un simple inciso en una carta logró lo que no habían lo-grado muchas cartas de violenta reclamación: el rey Don Juan, veladamente, amenazó a los portugueses con renovar sus pre-tensiones a la conquista de Guinea. Con aquel inciso, el rey castellano atacaba el corazón mismo de las ambiciones portu-guesas, el más querido sueño del Infante. Inmediatamente, los portugueses se avinieron a un trata-do; en 1454 abandonaron las aguas de las islas, desembarga-ron su misterioso establecimiento de la Gomera, y dejaron dor-mir, por algún tiempo, sus pretensiones a la posesión de las Canarias. D." INÉS PERAZA Y DIEGO DE HERRERA Sólo D." Inés Peraza, hija y heredera de Hernán Peraza, pudo gozar de su señorío cuando los portugueses cejaron en sus deseos. Su padre había muerto sin recuperar Lanzarote y sin poseer completamente la Gomera. D." Inés había casado con el Veinticuatro de Sevilla Diego de Herrera, quien logró de Enrique IV la confirmación en sus derechos, tomó posesión de las islas, sancionó los antiguos pri-vilegios y nombró gobernadores. : 11: Las Conquistas de los Señores 65 Como todos los nuevos señores, Diego de Herrera inten-tó conquistar Gran Canaria, Tenerife y Palma. Reunió en Fuer-teventura una pequeña armada; embarcó en ella con el Obispo y su provisor, y desembarcó en Las Isletas, antes de que los insulares hubiesen acudido a defender sus costas. Cuando acu-dieron, Diego de Herrera había levantado ya un acta de pose-sión. Hizo saber a los isleños, por medio del Obispo, que sólo intereses comerciales le habían llevado allí; y distribuyó ar-mas, trajes, hachas, anzuelos y abalorios que confirmaron sus palabras. Los isleños correspondieron con los productos de sus arboledas y ganados. Y se retiraron los invasores en paz. En 1464 intentó Herrera hacer lo mismo en las playas de Añaza, donde hoy se encuentra Santa Cruz de Tenerife, pero el resultado fue idéntico, porque solamente obtuvo, además del acta de posesión, que algunos de sus soldados desembarcaran y fueran llevados, en prueba de amistad, hasta la vega de La Laguna. LOS PORTUGUESES, OTRA VEZ Los lusitanos no cejaban en su deseo de apoderarse de las islas y, a pesar de las declaraciones de la curia papal, de la corte castellana y de los tratados suscritos, atacaron de nuevo las Canarias. Un nuevo derecho los asistía entonces: un título legítimo, otorgado por el mismo rey de Castilla. Los condes de Atougia y Villarreal habían acompañado a la princesa D." Juana cuando de Portugal vino a reinar en Cas-tilla. D. Enrique IV, desmembrando su corona, quiso demos-trar su afecto a los dos nobles portugueses: y no encontró merced mejor que el derecho a la conquista de Gran Canaria, Tenerife y La Palma. El Infante D. Fernando, sobrino de Don Enrique el Navegante, les compró este derecho: y armó en 1466 una flota, cuya jefatura dio a Diego de Silva Meneses. La escuadra se presentó de improviso ante Lanzarote. Die-go de Herrera apenas tuvo tiempo de refugiarse con su fami- 66 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias lia en los altos de Famara, mientras los portugueses quemaban, saqueaban, destruían y se entregaban al feroz placer de matar. Ruina y desolación sembraron también en Fuerteventura. Des-pierto aún su sanguinario deseo, dirigieron sus armas contra la pequeña y mal guarnecida torre que, en la playa de Gando, en Gran Canaria, poseía aún el arruinado Diego de Herrera. No usó Diego de Silva de un derecho: abusó de un poder, .,. La intención lusitana quedó definida desde el primer momentÓ'i no intentaron tomar lo que les pertenecía; pretendieron sola-mente aniquilar el poderío castellano en las islas, cortar el vuelo a la que preveían como su única rival en el dominio de 10s mares y de las tierras de ultramar. Diego de Herrera demandó protección a la corte castella-na. Enrique IV revocó en 1468 su donación, y no hizo otra cosa en favor de las desventuradas islas. La tardía revocación real no sirvió de nada, pues Diego de Herrera había pactado ya con el general invasor y lo había casado con su hija D." Ma-ría de Ayala, a quien dotó con la tercera parte de los frutos de Lanzarote y Fuerteventura. Aceptó el Infante la transacción de su súbdito. Unieron sus fuerzas el suegro y el yerno y se dispusieron a conquistar las islas mayores, gran sueño señorial. Diego de Silva y Diego de Herrera se dirigieron en una escuadrilla a Gran Canaria y desembarcaron en la Caleta de Vacas, cerca de Gáldar, donde vivía el rey de la isla o Guanar-teme. Españoles y portugueses se internaron en la tierra dis-puestos a derrotar a los isleños en la misma sede de su rey. Pero el hombre propone ... y Dios dispuso que los canarios cercaran a los invasores por medio del fuego y de sus propios cuerpos. Magados y venablos se cruzaron de nuevo con espa-das y alabardas. Silva, viéndose cercado, apretado por las lla-mas, el humo y las armas arrojadizas, se refugió en un tagoro, o lugar de consejo, cuya cerca de piedra le dio rodela y guarda. 11: Las Conquistas de los Señores 67 Capitulación es secuela de hambre y sed. Y hambre y sed obligaron a Silva, que pactó. El portugués prometió abandonar la isla y no volver jamás a ella. El Guanarteme le prometió vida y libertad; le sirvió de guía y rehén a través de una asperísima senda que aún hoy se apellida de Silva, y lo dejó, libre y se-guro, a la lengua de la mar. Diego de Silva se volvió a Portu-gal, donde más tarde fue nombrado conde de Portalegre. Esta capitulación y retirada de Diego de Siva tiene, en los cronistas, hondo sabor de historia caballeresca, como la « Cró-nica de D. Pero Niño, Conde de Buelna~, o la del « Paso Hon-roso » de Suero de Quiñones. Los lanzaroteños ambicionaban ser vasallos directos de la corona castellana. Ya lo dieron a entender cuando pidieron ayuda y cobijo a Juan 11, luego que se libraron de los primeros invasores portugueses. El continuo pasar de unas manos a otras y de un mal poder a otro peor y más tiránico, acrecía en ellos el deseo de finalizar con aquel continuado trasiego. Día a día, el ser vasallos de señores repugnaba más a su carácter y los hacía más afectos a los reyes de Castilla. Así.. . Una mañana, Diego de Herrera vio que en las calles de Teguise sus amotinados súbditos pedían rendir vasallaje a la reina D." Isabel, negando la obediencia a su señor. Herrera se encerró en su torre. Los amotinados le presentaron un memo-rial y enviaron a la corte dos emisarios que manifestasen sus agravios a los reyes y les pidieran libertad, justicia y recompen-sa. Eran los tiempos de Fuenteovejuna. Cuando los emisarios del pueblo de Lanzarote llegaron a Sevilla, ya Diego de Herrera había pasado aviso a su primogé-nito, Pedro García de Herrera, quien preparó una celada, se apoderó de los enviados y de sus papeles, y los condujo presos a la villa de Huévar, señorío de su familia. Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias Los reyes conocieron esta arbitraria e ilegal prisión; saca-ron de su cárcel a los emisarios; y ordenaron que Juan Iñiguez de Atabe hiciese nueva pesquisa sobre las bases reales del do-minio de los Herrera sobre las islas. Entretanto, los sublevados lanzaroteños obraban como súb-ditos directos de la reina. Fundados en la guerra que sostenía-mos con Portugal por mor de bs derechos de D." Juana la Bel-traneja, se apoderaron de una carabela portuguesa. Diego de Herrera hall6 modo de confabularse con el prisionero capitán de la nave y, uniendo a sus leales con la tripulación extranjera, tomó por asalto la villa capital; prendió a los doce vecinos más influyentes y ahorcó públicamente a seis, pues los otros seis lograron conservar la vida poniendo tierra y mar por medio. Por entonces, Castilla comenzaba su política de expansión. Los reyes conocieron la importancia de las islas en cualquier intento de dominación de Africa; y comprendieron que las veleidades de los señores territoriales y el sordo empeño de la corona portuguesa ponían en peligro el archipiélago. La pose-sión de las islas representaba para Portugal el dominio incon-testable de los mares, de la zona marroquí y de la prodigiosa ruta de Guinea. Su pérdida representaba para Castilla el cese, la dejación de su capacidad expansiva. Los reyes consultaron con Fray Hernando de Talavera, quien declaró patente el derecho de los señores. Visto ello, los Católicos negociaron con Diego de Herrera la cesión de la con-quista de las islas mayores mediante crecida indemnización, el título de conde de la Gomera y el permiso para fundar varios mayorazgos. Ante Bartolomé Sánchez de Porras, escribano de Sevilla, en 15 de octubre de 1477, Diego de Herrera traspasó un derecho que era carga onerosa para sí, y aún lo hubiera sido para su descendencia. Los reyes comenzaron la conquista de las islas: asentaron con el Obispo de Canarias D. Juan de Frías, y con varios no-bles andaluces, la conquista de Gran Canaria; y nombraron in-tendentes de ella al cronista Alonso de Palencia y a Don Diego de Merlo, Asistente de Sevilla. LAS CONQUISTAS DE LOS REYES: GRAN CANARIA EL REAL DE LAS PALMAS Si los reyes entregaron la conquista de Gran Canaria a una incipiente burocracia, se preocuparon también de entregarla a un soldado valeroso y de experiencia: Juan Rejón, que plantó su bandera en Sevilla, reclutó 600 infantes y logró alistar has-ta 30 hidalgos, que aportaron sus caballos y armas. Este menguado ejército salió del Puerto de Santa María en 13 de junio de 1478, a bordo de una flotilla de seis carabe-las y dos fustas. En su mayoría, eran soldados veteranos, proce-dentes de un tercio disuelto; vestían de color pardo y de su hábito les vino el nombre. Los pardillos de Juan Rejón par-tían a la conquista de una tierra donde se habían perdido mu-chas poderosas armadas, y donde no habían logrado fruto los esfuerzos de los señores durante más de setenta años, desde los primeros tiempos del barón normando, hasta los últimos días del exclusivismo del Veinticuatro de Sevilla. Diez días de travesía. El 24 de junio fondeó la flotilla en el puerto de las Isletas. A la salida del sol, comenzó el des-embarco de soldados, caballos y artillería. Marcharon los par-dillos por la orilla del mar, sin ser hostilizados de ningún ca- c nario, hasta encontrar un arroyo de aguas purísimas, cuyas márgenes estaban pobladas de excelsos árboles y descolladas palmas. Rejón decidió plantar allí su campamento, próximo al mar y próximo al agua dulce; mandó abrir un calvero en el bosque, donde se levantaron las primeras tiendas y los primeros alma-cenes para armas, víveres y pólvora. Mandó abatir gran núme- 72 Breve Noticia Histórica de las Islas canaria^ ro de palmas y con ellas cercó el real o campamento, donde fijó el eje de sus operaciones militares, al borde del barranco Guiniguada. Fustas y carabelas descargaron sus bastimentos. Las naves mayores se volvieron a España mientras las dos pe-queñas permanecían al servicio del campamento. Clérigos franciscanos y seculares levantaron un templo de troncos y de techo pajizo, que dedicaron al santo eremita San Antón Abad, y celebraron el oficio divino. LA PRIMERA BATALLA Aún no habían salido las carabelas y ya se había librado la primera batalla por la posesión de la tierra. Dos cuerpos de guerreros insulares se acercaron al recién levantado real; uno de ellos procedía de las bandas del sur de la isla y venía acau-dillado por tres valientes insulares: Dovamas, Maninidva y Adavgoma. Y otro llegaba de las bandas del norte. Los del sur alcanzaron los cerros que dominaban el real antes que las tropas norteñas; impelidos por su espíritu belicoso y creyendo que su número de dos mil bastaría para aplastar a los seiscien-tos habitadores del campamento, se dividieron en tres colum-nas y atacaron sin esperar la llegada de las otras fuerzas. Pero sus armas no tenían el alcance de las . ballestas y arca-buces de los españoles. Piedras, venablos aguzados y lanzas de tea, palos endurecidos al fuego, mal podían herir, si no era en lucha próxima, o cuerpo a cuerpo. Atacaron y lograron que la lucha fuese como exigía su armamento; durante varias horas, la victoria se mantuvo indecisa; el ala izquierda flaqueó un momento ante el ataque de los guerreros de Adargoma. Se re-plegaban ya los españoles, cuando Rejón metió su caballo por entre sus gentes, se acercó a Adargoma, lo hirió y derribó en tierra. El isleño, herido, estuvo a punto de obtener la victoria derribando a Rejón de su caballo. Pero el alférez Alonso Jái-mez de Sotomayor, su cuñado, lo mantuvo erguido sobre la cabalgadura, y lo ayudó a apresar y conducir al real a un herido 111: Las Conquistas de los Reyes. Gran Canaria 73 de tanta consideración. La Ipérdida de un jefe, el cansancio de las horas de batalla y la tardanza de la columna del norte, dis-minuyeron el ánimo de los isleños, que abandonaron el campo y se retiraron con sus heridos y sus muertos. Las seis carabelas llevaron a Sevilla la noticia de la primera victoria sobre los isleños de Gran Canaria, que habían dejado ya de ser invencibles. En un mes de treguas, Rejón fortificó su campamento, lo ensanchó, le dio solidez, despejó el terreno circundante de to-da arboleda que pudiera ocultar espías, o favorecer embosca-das; y reconoció pacientemente, en los alrededores, los posi-bles campos de batalla. EL SEGUNDO ATAQUE De nuevo, los isleños, mandados por Maninidra, se acerca-ron al real cuando finalizaba el mes de julio. Rejón, conocedor de sus armas y de los aborígenes, presentó batalla sin permitir el cuerpo a cuerpo que comprometió su victoria en el ataque anterior. Ballestas, arcabuces y falconetes impidieron que los insulares se acercasen a las empalizadas del real. Si alguna es-cuadrilla de canarios lograba una proximidad peligrosa, carga-ban los treinta jinetes españoles y alanceaban a los guerreros desnudos. A pesar de la disparidad de fuerzas, los aborígenes lograron descabalgar al general de los invasores. Pero este pequeño éxito no impidió que los canarios cono-cieran la impotencia de sus armas frente a las armas de los con-quistadores. Maninidra dio orden de retirada después de varias tentativas sin obtener fruto alguno del derrochado valor. Después de ese ataque, los canarios se retiraron a las altu-ras de la isla, con familias y ganados, pues ya que no podían mantener el dominio de la tierra nativa, cuando menos desea-ban conservar la heredada libertad. Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias LOS PORTUGUESES Pero esta victoria y esta retirada no dieron la paz al real. Huidos a sus montes los enemigos de la tierra, aparecieron pronto los enemigos del mar: los portugueses. Una flota de siete carabelas apareció una mañana ante el puerto de las Isletas. La corona portuguesa no cejaba en su empeño de poseer alguna de las islas y procuraba obstaculizar la acción castellana en ellas, máxime ahora, cuando ya las nue-vas tierras conquistadas entrarían bajo el dominio directo de los reyes castellanos. Rejón, prevenido, había emboscado sus in-fantes y su caballería entre los arrecifes, las rocas y el monte que bordeaba el puerto. Cuando las chalupas portuguesas ha-bían dejado en la playa su primera remesa de soldados y volvían a las carabelas en busca de nuevas fuerzas; cuando estaban des-prevenidos los soldados de la playa, los castellanos dejaron sus escondites, se abalanzaron sobre los portugueses, y, en poco tiempo, los acuchillaron y lanzaron al mar. Ante tal desbarate, las carabelas aparejaron y desaparecieron en el horizonte. DISENSIONES EN EL REAL Entretanto, la cizaña crecía entre el buen trigo, en el cam-pamento español. Los intendentes de la conquista en Sevilla recibían quejas constantes: Rejón se quejaba de las intromi-siones del Deán Bermúdez en los asuntos de la guerra; y el Deán tachaba a Rejón de entrometido en los asuntos eclesiásti-cos y criticaba su modo de llevar la guerra. No eran tales las intromisiones del Deán, pues simplemen-te fiscalizaba, como representante de la Iglesia, el empleo de los caudales que, procedentes de las indulgencias del Antipapa Luna, obtuvieron los Reyes Católicos como continuadores de la obra de Jean de Bethencourt. 111: Las Conquistas de los Reyes. Gran Canaria 75 Si Bermúdez conocía en las cosas de su competencia, aun-que se excediera en ello, Rejón se entremetía en aquello. de que no debiera conocer. Con razón o sin ella, ambos elevaban sus quejas a los co-misarios. Sus disensiones producían banderías y amenazaban arruinar la empresa. Los comisarios buscaron persona capacita-da que hiciese pesquisa de los hechos, terminara con las disen-siones, e impulsase la conquista, que languidecía en el real. Y hallaron a Pedro del Algaba. PEDRO DEL ALGABA A mediados de 1479, llegó Pedro Fernández del Algaba, caballero sevillano que había recibido título y atribuciones de gobernador de la naciente población. Le acompañaban su mu-jer, Doña Leonor Xuárez Gallinato, sus hijos y el capitán, Alon-so Fernández de Lugo, cuñado de Doña Leonor. El Gobernador halló mal abastecido el real y envió a Re- . jón a Lanzarote para suplicar a Diego de Herrera que permi-tiese comprar el grano y el ganado necesarios para la vida del real. La nave de Rejón fondeó en el puerto de Arrecife. Hernán Peraza el Mozo, hijo predilecto de Diego de Herrera, de orden de su padre, intentó impedir la compra de granos y ganados, y hasta el simple desembarco de1 general. Rejón pretendió ven-cer la negativa de Peraza. Intervino Herrera, que conminó a Rejón a salir del puerto y lo amenazó con la expulsión forzada si no partía de grado. El general volvió airado a Gran Canaria e intentó retornar a Lanzarote con sus tropas para vengar la ofensa que Herrera había inferido a su persona, y aún a los mismos Reyes, negan-do vituallas para una conquista de Sus Altezas. Algaba y Bermúdez decidieron que el castigo competía a los Católicos y que no se podía comprometer el éxito de la em- 76 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias presa de Gran Canaria por vengar la ofensa inferida en Lanza-rote. Y como el terco Rejón deseara venganza a toda costa, Deán y Gobernador se confabularon para hacer desaparecer de la isla a personaje tan irascible, irrazonable y voluntarioso. Con apariencia de paz, Algaba lo invitó a comer en su to-rre. Cuando el general estaba convencido de las buenas jnten-ciones del Gobernador y del Deán, varios hombres armados se apoderaron de él y lo aherrojaron. Bermúdez y Algaba le for-maron proceso por lentitud en la conquista y por atentar a las inmunidades de la Iglesia y del señorío de Lanzarote: Rejón, cargado de cadenas, fue enviado a Sevilla en compañía del proceso. Bermúdez y Algaba, fdtos de recursos a causa de la nega-tiva de Herrera, resolvieron buscar ganado en las alturas para remediar el hambre del real. En Satautejo, en la parte centra1 de la isla, hallaron algunas cabezas y supieron que la mayor par-te de los ganados isleños se encontraba en Moya, en la selva de Doramas. Con la esperanza de lograr mayor fruto a idéntico riesgo, decidieron una segunda expedición, en búsqueda de mayores ganados. En efecto, salieron del real. Por los campos de Tama-raceite, Tenoya y Arucas subieron hasta Firgas y Moya, donde encontraron el ganado y los pocos pastores que lo guardaban. Tomaron la fácil presa y la condujeron directa y rápidamente hacia el campamento. Cuando bajaban al barranco de Tenoya, una espesísima lluvia de piedras y dardos deshizo la columna, produjo bajas de consideración y sembró el terror y el desorden entre los españoles, que veían escapar su presa y compometer-se e1 abastecimiento del real. A duras penas, salieron de aquella emboscada que había preparado el caudillo Doramas, famoso por su fuerza y valor, en compañía de Tenesor Semidán, el Guanarteme o rey de la isla. En el barranco de Tenoya perdieron la mayor parte del ganado que habían tomado en Moya, y aún siguieron perdien- 111: Las Conquistas de los Reyes. Gran Canaria 77 do, pues los guerrilleros canarios no dejaron de hostilizarIos hasta el valle de Tamaraceite. Entretanto, Rejón llega a Sevilla; defiende su conducta an-te los comisionados; es absuelto, y, confirmado en el mando militar de la conquista, planta bandera en Sevilla y recluta nue-va gente para socorrer en hombres al empobrecido real. Los comisionados juntan víveres y naves y confían el mando de una nueva expedición al regidor de Cádiz y capitán de mar Pedro Hernández Cabrón. El Obispo D. Juan de Frías embarca también hacia las is-las. Obispo y capitán de mar, asentistas directamente interesa-dos en la conquista, llevan encargo de dirimir las cuestiones existentes entre los jefes. La flota surgió en las Isletas el 6 de agosto de 1479. El Obispo detuvo a Rejón a bordo mientras confería con Bermú-dez y Algaba e intentaba aplacar las discordias. Pero no pudo vencer las incompatibilidades y ordenó que Rejón fuese de-vuelto a Cádiz por las mismas carabelas que lo habían traído. Con la ayuda de Pedro Hernández Cabrón, Algaba y Ber-múdez prepararon una entrada por las costas de Arguineguín y el valle de Tirajana, lugar desconocido de los conquistadores, pobladísimo de canarios, y ab~ indantee n aguas y ganados. In-tentaban con ello arruinar definitivamente las fuerzas insula-res en' uno de sus más importantes reductos. Desembarcaron en Arguineguín, se internaron en la isla siguiendo el curso del arroyo, tomaron algún ganado y pensa-ron volver a la playa con la presa sin haber visto a ningún is-leño. Los canarios observaban, ocultos en sus alturas; cuando los vieron embarazados por el ganado y encerrados en 10 más hondo y abrupto del barranco, comenzaron a hostilizarlos. Pie-dras, dardos, lanzas, palos y toda suerte de armas arrojadizas 78 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias cayeron sobre los españoles, que no pudieron utilizar sus ar-mas, ni mantener su formación. Deshechos, rotos, en franca huida, llegaron a la playa, donde continuaron la lucha cuerpo a cuerpo que les impusieron los aborígenes. Consiguieron re-embarcar sin llevar presa alguna; dejaron en el campo veinti-séis muertos y ochenta prisioneros. Sólo lograron salva: más de cien heridos. Cambiadas las cartas, la batalla de Tirajana fue un duplicado de la segunda batalla en torno al real. Los es-pañoles tuvieron que aceptar el género de lucha que le ofrecie-ron los isleños, como los isleños, un año antes, tuvieron que aceptar el que les ofreció Rejón. La armadilla de Pedro Hernández regresó a la Península con Juan Rejón y con la noticia de la profunda incapacidad mi-litar de sus enemigos el Deán y el Gobernador. Los comisiona-dos encargaron nuevamente a Rejón la conquista, pues juzga-ron necesarios sus conocimientos tácticos y su pericia militar. Regreso Rejón seis meses después de la derrota de Tiraja-na; ansioso de venganza, desembarcó en las Isletas una de las primeras noches del mes de mayo. Favorecido por las centine-las, se introdujo sigilosamente en el real. Ocultó sus tropas en la plaza de San Antón, en las casas de su capellán Pedro Gó-mez Escudero. Reunióse con su cuñado el Alférez Alonso Jái-mez de Sotomayor y con el Alcalde Mayor Esteban Pérez de Cabitos. Y esperaron juntos la llegada del día. Cuando el Deán celebraba misa en la ermita, Rejón salió de las casas de Escudero con sus treinta soldados; leyó en pú-blico la real cédula que le encargaba nuevamente de la con-quista; aherrojó al Gobernador, y le dio por prisión la torre que le había servido de palacio. Procesó al Deán por sedicioso, y acusó a Algaba de tratos con el portugués para entregar la isla. Sustanció con rapidez ambos procesos. A los pocos días, el Gobernador, ficticio reo de alta traición, subió a un cadalso en la plazuela de San Antón, y fue decapitado. El Deán, por respeto al estado eclesiástico, fue condenado a destierro perpe-tuo de Gran Canaria y enviado a residir su prebenda en la lan-zaroteña iglesia de San Marcial de Rubicón. 111: Las Conquistas de los Reyes. Gran Canaria PEDRO DE VERA Estos excesos, y otros más, fueron motivo de que los reyes exonerasen a Rejón de todas sus preeminencias, ordenaran una nueva armada con refuerzos a las islas, y enviasen al caballero jerezano Pedro de Vera Mendoza, con títulos de Capitán a Gue-rra y Gobernador de la isla. Veinte caballeros y cien ballestas se reunieron en Cádiz, embarcaron en una carabela con el nuevo gobernador, y sur-gieron en las Isletas el 18 de agosto de 1480. Pedro de Vera llegó al real y tomó posesión de sus cargos, sin protesta alguna por parte de Rejón. Días después, llegaron Rodrigo y Hernando de Vera, hijos del gobernador, con más provisiones y nuevos voluntarios. Cuando Rejón visitó la nave que había de conducirlo a la Pen-ínsula, Hernando de Vera lo apresó en nombre de su padre. El nuevo gobernador procesó a Rejón, atendiendo las quejas de Doña Leonor Xuárez Gallinato, viuda de Pedro del Algaba, y de su cuñado Alonso de Lugo. Y lo envió preso a España en compañía de un terrible proceso y de Esteban Pérez de Cabi-tos, su amigo, persona de harta influencia en la isla. Pedro de Vera comenzó su gestión por donde la había terminado su an-tecesor: por una astuta campana de Huesca. Libre de toda persona influyente que pudiera obstaculizar su gestión, Vera comenzó a ocuparse de los asuntos de su go-bierno. Un gran número de canarios cristianizados vivía ya en torno al real, y servían de rémora, más que de ayuda a la con-quista, pues consumían bastimentos necesarios. Para librarse de ellos, los reunió en las playas de las Isletas y les propuso formar una expedición para la conquista de Tenerife. Entu-siasmáronse los canarios ante la perspectiva de poseer nueva-mente tierras y ganados y subieron hasta doscientos a la carabe-la de Rodrigo de Vera. Muchos quedaron en la playa rumiando su despecho, pero la carabela no podía con más. Al día siguien- 80 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias te, los canarios vieron que no se dirigían a Tenerife: sospe-charon traición y se amotinaron. Los capitanes los abandonaron en Lanzarote, que algunos prefirieron tomar a nado por dejar antes la nave. Diego de Herrera, ante el espectáculo de los isleños des-validos y expulsos, debió pensar que doscientos canarios repre-sentaban doscientos vasallos más para poblar su despoblada isla. Y lo que era rémora en el real para el nuevo Gobernador, fue extraordinaria riqueza para el señor de las islas. Esta estratagema de Pedro de Vera tuvo adversos resulta-dos, pues los canarios se apartaron luego de los castellanos, en-grosaron el número de los enemigos y se perdió toda esperanza de reducirlos a la fe cristiana y a la obediencia de los reyes por medios pacíficos. BENTAGUAIRE Las incursiones de los isleños contra el campamento se-guían; cada vez más espaciadas, pero seguían; entre todas ellas, sobresalieron las sorpresas efectuadas por Bentaguaire. Este jefe isleño permaneció algún tiempo en el real, junto con otros canarios, so capa de instruirse en la fe cristiana para ser bauti-zado; estudió la conbrmación, los puntos de% iles, las horas aptas para sus ataques; y se volvió de nuevo a sus montañas, cuando creyó conocer las costumbres de los españoles. Desde entonces, eran sorprendidas las centinelas nocturnas, y aprisio-nados cuantos se alejaban descuidadamente del real. Un día creyó contar con fuerzas bastantes para arrojar a los españoles de su isla; y preparó con las suyas un fortísimo ataque al cam-pamento. Con dos cuadrillas de guerreros se dirigió a Las Pal-mas en unión del guaire Tasarte, para atacar la población por la parte de tierra y sorprenderla por la marina, donde se des-cuidaba la guardia. Pero Tasarte se retrasó en el camino. Ben-taguaire atacó por mar antes que fuese tiempo, los españoles gritaron alarma y el jefe indígena se retiró sin beneficio alguno. 111: Las Conquistas de los Reyes. Gran Canaria 81 Un crecido número de muertos, heridos y prisioneros quedó en torno al real. Fue el último ataque de los insulares al campa-mento español. AGAETE Por entonces, Pedro de Vera, acrecidas sus gentes con tro-pas de refresco, determinó pasar a la zona norte de la isla, don-de se hallaba el más importante núcleo de isleños en la proxi-midad y corte de su Guanarteme: Gáldar. Condujo por mar parte de sus soldados, con objeto de que tomasen tierra a espaldas de la población; y desembarcó en Agaete, donde encontró los restos de un adoratorio que, según se dijo, habían edificado ciertos italianos; sobre ellos levantó una torre, que guarneció de soldados; nombró por jefe a Alon-so de Lugo, dejó una fusta de aviso y servicio en la caleta pró-xima, y regresó al real. DORAMAS Establecido el fuerte de Agaete, Pedro de Vera intentó ata-car Gáldar por dos puntos. Un isleño, famoso por su valor y sus ardides, el mismo que había derrotado a las huestes de Al-gaba en el barranco de Tenoya, vigilaba constantemente los mo-vimientos de los castellanos y les cortaba el paso. Era Doramas uno de los canarios principales, de aquellos que habían inten-tado destruir las tapias iniciales del real de Las Palmas, impe-lidos sólo de su esforzado ánimo. Con este enemigo se encon-tró Pedro de Vera en su ruta hacia Gáldar. Doramas intentó detener la progresión de los españoles y atacó a Vera con lo más lucido de sus fuerzas. Empeñóse la lucha. Doramas, de una lanzada, derribó muerto a un caballero cristiano con quien tra-bó singular combate. Pedro de Vera lo atacó entonces, esquivó los dardos del isleño, e hiriéndolo, lo derribó en tierra, aprisio-nó e intentó conducir al campamento. Pero Doramas murió 82 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias en el camino, y con él perdieron los isleños el más firme sos-tén de su libertad, el más vigoroso y astuto de sus guerreros. A mediados de 1481, dos carabelas aportaron a las Isletas. En ellas venía Juan Rejón, que había asentado con los reyes la conquista de La Palma. Vera envió a. Alonso Jáimez para que le impidiera desembarcar, temeroso del carácter pendenciero del general. Rejón tomó agua y víveres; abandonó las costas de Gran Canaria sin desembarcar en ella, y arribó a Hermigua, en Gomera, donde adquirió provisiones e hizo aguada. Hernán Peraza, que gobernaba la isla, tuvo noticia del desembarco, recordó la escena de la negativa en Lanzarote; te-mió que Rejón, movido de su carácter, tomase represalias e in-terviniese en sus frecuentes cuestiones con los insulares. Y mandó que lo condujesen a su presencia muerto o vivo. Sus servidores intentaron apresar a Rejón en la playa donde des-cansaba. Re
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Calificación | |
Título y subtítulo | Breve noticia histórica de las Islas Canarias |
Autor principal | Blanco, Joaquín |
Tipo de documento | Libro |
Edición | 2ª edición |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 1976 |
Páginas | 400 p. |
Materias |
Canarias Historia |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 13.384 Kb |
Texto | DEL EXCMO. CABILDC _ DE GRAN CANARIA BREVE NOTICIA HISTÓRICA DE LAS ISLAS CANARIAS J O A Q U ~ N BLANCO BREVE NOTICIA LAS ISLAS CANARIAS EDICIONES DEL EXCMO. CABILDO INSULAR DE GRAN CANARIA 1976 EXCMO. CABlLDO INSULAR DE GRAN CANARIA Primera edición: 1957 Segunda edición: 1976 O 1976 Joaquín Blanco O 1976 Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria ISBN 84 500 1432 8 Depósito legal: M. 24087 1976 Impreso por Julián Benita González Arias 14 Madrid 26 Impreso en España Pvinted in Spain PRÓLOGO A LA SEGUNDA EDICIÓN La czaltura es uno de los elementos inexcusablemente lkados a las responsabiláclades politicas de una corporación ptiblica, cualqzaiera que ésta sea, pero más azín cuando se trata de un cabildo insular canario, cya estirpe y experiencia se asocian reciamente al devenir de nzlestro pueblo. De ahi que entendamos básico aportar a nuestra población todo aquello qzle redzande liberalmente en una mejora de su calidad moral e intelectual, comenpndo por un saber histórico que lo aproxime a las fuentes orZginales su propio ser. Con la ilusionada entrega de la presente reedición de Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias de Joaquin Blanco, damos cabal resp~ estaa zlna pr$ unda necesidad del isleño, en nuestro deseo de qzae pueda enriquecer b imagen emocional que de si mismo tenga con los conocimientos que se contienen en este instrumento cientzpo de singdar importancia para argumentada asentándola en la rea-lidad del proceso histórico canario. Tenemos también puesta la mente en aquellos canarios, o sus descendientes, p e , más allá de nuestro arcb@ iélago, viven en permanente conexión espiritual con los hombres de las Islas. La condición humana de unosy otros es inseparable de la noble interrogación sobre su sery szapasado. En el hombre isleño ese ahonda-miento en los or& enes se constitzye en problema intelectdy senti-mental de primer orden. Un problema que, como se demuestra con la publicación de la presente obra, no podia pasar desapercibido a la sensibilidad del Cabildo Insular de Gran Canaria czya presidencia es la carga máf honrosa que me ha cabido en suerte desempeñar. Gran Canaria. Tenerif e. Quien se acerque a estudiarla someramente, hallará que la historia de Canarias comprende varios periodos. Llena el periodo inicial - largo, oscuro y dificil- el pausado conoci-miento de las islas: los navegantes clásicos y medievales no distinguen entre Canarias, Azores, Madeira o, a veces, Cabo Verde. Descubiertas las islas, se abre el periodo conquistador: lo inician los señores normandos en 1401, lo continúan los señores castellanos, y lo culminan los Reyes Católicos m 1492. En este año se abre el tercer ciclo: formación de la sociedad insular; las islas están unidas en una comunidad de intereses, a pesar de la diversa organización politica. Islas setzoriales, islas con gobernadores vitalicios ( Adelantados de Canarias) e islas con gobernadores de nombramiento real, forman zm solo haz, se abrazan contra el enemigo común y toman parte en las mismas empresas: la amalgama racial de abo-rigenes, extranjeros, españoles, judios y mariscos; la creación de su unidad económica, la defensa de los ataques enemigos y las empresas de Berberta y América. El cuarto ciclo comien-za con la creación de la capitania general, en un intento de unificar las islas en su defensa. Durante él, las islas se van separando de su antigua unidad espiritual; inconscientemente se consideran enemigas y se disputan las ventajas materiales otorgadas por e1 poder real. Termina al llegar el año 2808. El ciclo que aqui se inicia, termina en 1927 y está caracterizado por una violenta y agria lucha entre las islas: la hermandad del siglo XVI ha cambiado porque hay una herencia, unos bienes a dispzltar. 12 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias Hemos dedicado el primer capitulo al primer ciclo; los tres siguientes, al segundo; los capitulos quinto, sexto y séptimo, al tercero; el cuarto ciclo ocupa los capitalos octavo y noveno. En el capitulo décimo hablamos, con gran pesar nuestro, del último y ominoso periodo. Agradecemos infinitamente las anónimas sugerencias que se nos han hecho a través de la prensa diaria. Y nos complace-mos en indicar, al frente de nuestra obra, los nombres de los autores que nos han servido de guia y base con sus obras, sus conferencias, sus articulas o sus ediciones: Abreu Galindo, Bonnet Reverón, Bonnet Suárez, Bosch Millares, Camacho Pérez Galdós, Cioranescu, Cúllen del Cas-tillo, Diego Cuscoy, Hernández Renitez, Hurtado de Mendo-za, Jinzénez Sánchez, Millares Torres, Millares Carló, Rumeu de Armas, Sancho de Sopranh, Serra Ráfols y Vzera y Claviio. Hemos de consignar principalmente que el gran animador de nuestra obra ha sido el Excmo. Sr. Don Matias Vega Gzte-rra, Presidente del Cabildo Insular de Gran Canaria. JOAQUÍN BLANCO 1957, 1. a ed. CAPÍTULOI PRIMERAS NOTICIAS SOBRE CANARIAS LA EDAD ~ A S I C A Las bocas del Mediterráneo l a s columnas de Hércules-ejercieron una extraordinaria atracción sobre navegantes y poe-tas de la antigüedad. Eran ' las puertas de la mansión del mis-terio, eran el punto por donde el mundo crecía constante y len-tamente como una perenne y gigantesca rosa. Porque siempre, en extensión y en profundidad, el mundo visible crece, aumen-ta, a expensas de las márgenes del misterio. Tras las columnas de Hércules, Homero colocó los Campos Elíseos. La misma situación tuvieron las Hespérides de He-síodo y las Islas de los Bienaventurados, de que nos habla Pín-daro. En el más allá, el divino Platón encontró, por boca de los sacerdotes egipcios, una extensa comarca, rica y poderosa. En ella, los grandes palacios marmóreos se avecindaban a los ex- ' tensos, prados siempre verdes, a las arboledas descolladas, a los murmurantes ríos, al paisaje de égloga que años más tarde había de descubrir para la poesía el siracusano Teócrito. En estos palacios, junto a prados y ríos y arboledas, vivía una excepcional raza de hombres, que tenía la virtud pQr nor-: ma y la belleza y el vigor por herencia indiscutida, inacabable. Pero hubo un tiempo en que esta raza agotó su virtud en fuerza de no usarla. Los benévolos ojos del padre Zeus se apartaron de aquella comarca extensa y aislada. Y el Padre de los dioses, movido de ira, lanzó su rayo aniquilador sobre los hombres, los palacios, los árboles, los ríos y los prados. 16 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias La extensa comarca, pobre ya y aislada, falta de virtud y del sustento de Zeus, se hundió entre las otras tierras y dejó paso a los mares, que cubrieron sus llanuras y sus altozanos, sorbieron sus palacios y sus riquezas, y engulleron a aquella raza vigorosa a quien faltó la virtud porque quiso atesorarla. Sobre la gran isla sumergida - Atlántida- el mar Atlántico extendió sus brazos. El silencio de las venganzas divinas - e l o l v i d e descendió sobre las aguas. Y el misterio con él. El misterio siguió allí para el pueblo romano, cuando Roma se hizo dueña del mundo y de sus rutas. Horacio, Virgilio, Sé-neca, Tibulo y el inefable Plauto recuerdan en sus obras las Islas de los Bienaventurados. Y colocan, más allá de las co-lumnas hercúleas, las riberas del olvido, las márgenes del Leteo. Los geógrafos e historiadores romanos lograron levantar una punta al velo que pendía de las columnas. Plutarco, en su Vida de Sertorio, da algunas noticias acerca de tierras desrono-cidas más allá del estrecho. Cuenta que el general romano se refugió en España, teme-roso de la venganza de Sila, y que, acampado en la desemboca-dura del Betis, se le presentaron unos marineros, recién Ilega-dos de un largo viaje por mares incógnitos, con una portentosa . relación sobre la riqueza y belleza de ciertas islas que encon-traron. Sertorio intentó navegar hacia ellas y colonizarlas. Lu-cio Floro afirma que Sertorio llegó hasta las Islas Afortunadas cuando comenzó sus navegaciones por el Océano. Pero sus sol-dados temblaron ante el misterio, y se negaron a embarcar. Plinio levanta aún más la cobertura de las tierras atlánticas al transmitirnos en extracto la obra de Juba, príncipe de Mau-ritania. Juba, hijo de Juba, fue príncipe heredero del trono de Mauritania. A los cinco años de edad formó en el triunfo de César cuando, vencedor de Pompeyo, regresó a Roma. Pasó el tiempo. Juba se educó en Roma, fue amigo de Oc-tavio. Octavio, vencedor de Marco Antonio y dueño del Impe-rio Romano, premió sus servicios y su devoción con el trono 1: Primeras Noticias sobre Canarias 17 de Mauritania, que vacó por muerte de Bocchus, con encargo de someter a los aún rebeldes habitantes. Juba convirtió sus capitales en centros de cultura y saber; casó con Cleopatra, hija de Cleopatra y de Marco Antonio, el año 30, y el año 5 a. de Cristo volvió a casar con Glaphira, viuda de un hijo de He-rodes de Judea. Intentó explorar las costas de su imperio, fijar su posición geográfica y conocer sus recursos naturales. Y envió sus nave-gantes a recabar la información necesaria. Con ella, escribió una extensa relación. Perdida esta obra, el extracto que de ella hizo Plinio se convirtió en documento de capital importancia para la historia del conocimiento de las islas. Por primera vez dejan de llamarse Afortunadas, Campos Elíseos o Mansión de Bienaventurados. Allí aparece ya el nom-bre de Canaria aplicado a una de las islas y se cita a sus gigan-tescos perros como origen de tal nombre. Junto a Calzaria apa-recen los nombres de otras islas: Ombrios, Junonia, que tiene a su lado otra, pequeña, de su mismo nombre; Capraria, pobla-da de grandes cabras, y Nivaria, con sus nieves perpetuas. El extracto de Plinio añade algunas noticias sobre la parvedad de sus edificios, la abundancia de sus frutas y de sus aves, y la extensión y belleza de los palmerales y pinares de Canaria. Estrabón, Pomponio Mela y Ptolomeo nada añaden a las noticias de Plinio, pues todos tienen una base común: la rela-ción de Juba, príncipe desheredado y luego Rey de la Mauri-tania Tingitana. LA EDAD MEDIA Pero advienen las hordas norteñas; bajo los cascos de sus caballos, cae y se deshace el Imperio Romano. La breve fíbula que alzaba el velo encubridor del océano, es arrebatada y des-truida. El velo cae de nuevo y se hace la oscuridad en torno a las islas. Algunos hombres de buena voluntad recogen los res-tos imperiales e intentan reconstruir el edificio de la antigua 18 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias cultura, pero no pueden recrear el fuego animador de la clasi-cidad. En aquel gigantesco y pavoroso puzzle que intentaron reconstruir Julio Honorio, Marciano Capela, Prisciano y San Isidoro, faltaron muchísimas piezas. Y nadie añade cosa a las noticias que del océano se tenían. En la Edad Media, solamen-te la hagiografía cristiana y los escritores musulmanes dicen algo nuevo sobre la región del Atlántico y sus tierras. San Avito fue, dice la leyenda cristiana, el primer conoce-dor de las islas atlánticas, su primer apóstol, y hasta su primer mártir. Cuenta que el monje Avito, a principios del siglo 11 de nuestra era, peregrinaba por la Bética cuando vio aparejar una nave hacia las Islas de la Fortuna. Llevado por su celo y por el ardor apostólico de la primitiva comunidad cristiana, determinó partir - y partió- para atraer a la grey de Cristo a los bárbaros habitadores de las casi incógnitas tierras. Llegado a Gran Canaria, la escogió como lugar apropiado para su predicación. Fue grande su éxito y extraordinario el fmto de su labor e~ an~ elizadoraIn. fluyó poderosísimamente en el país. Pero los principales indígenas vieron con desagrado tanto poder y tanta influencia; amotinaron al siempre incons-tante pueblo y dieron tormento, muerte y palma de martirio a San Avito en el mes de enero del año 106. Los cronistas tar-díos añadieron a su biografía la noticia de que desembarcó en Arguineguín y celebró su primera misa en una cueva donde, aún hoy, se venera la imagen de Santa Agueda. Otro relato nos hace la hagiografía: la leyenda de San Bo-rondón, rebosante de estupendas aventuras. Cierta vez, San Barinto, eremita del siglo VI, visitó a San Borondón en su Abadía . de Cluainfert, en Irlanda. En esta vi-sita contó a su compañero en el Santoral las maravillas que le fueron reveIadas por Dios cuando viajó a través del océano, 1: Primeras Noticias sobre Canarias 19 acompañado de otro monje, en demanda de las Islas de los Bienaventurados. Al comienzo de su viaje, densísimas nieblas impidieron toda visibilidad a los aterrados y bisoños navegantes de la frá-gil nave. Pasadas algunas horas, una vivísima luz, de apariencia sobrenatural, les permitió ver una espaciosa y fertilísima tierra, donde desembarcaron. Durante días caminaron ambos monjes entre abundantes pastos, floridas plantas y árboles cargados de frutos. Los guijarros de su camino eran piedras de inestimable precio. Y su ruta estuvo siempre rodeada de sobrenatural, ex-traordinaria belleza. Llegaron por fin los dos monjes a las márgenes de un río, que dividía la isla en dos porciones, y no buscaron vado, por-que Dios les había prohibido traspasarlo. Deshicieron su cami-no y en la misma nave volvieron a las tierras de su proceden-cia. No sospecharon que habían estado en las mismísimas puer-tas del Paraíso, de las Islas de los Bienaventurados en cuya busca salieron de sus monasterios. Pero San Borondón cayó en esa sospecha. Y resolvió partir con diecisiete monjes de su comunidad en busca de esa ansiada ribera. Muchas fueron sus aventuras, y extraordinarias. De isla en isla pasó San Borondón antes de llegar a la an-siada tierra de San Barinto la que, tras puertas de agua y jam-bas de césped, guardaba la prohibida entrada del Paraíso. Primero tropezó San Borondón con una isla agria y escar-pada, surcada de arroyos, cuyos habitantes recibieron amoro-samente a los arriesgados navegantes y les proporcionaron vi-tuallas para continuar su travesía. Arribaron luego a otra, abundante en peces, donde las cabras gigantescas tomaban apa-riencia de novillos. Desde ella contemplaron un islote llano, sin playas, y hacia él se dirigieron para celebrar allí la Pascua de Resurrección; pero el islote, cuando en él estuvieron, co-menzó a moverse de tal manera que se vieron obligados a re-embarcar apresuradamente. Aportaron nuevamente a la isla de 20 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias las cabras. San Borondón descubrió entonces que el islote de la Pascua era una ballena descomunal y gigantesca. Mas no por ésto se desanimaron los buscadores de la Man-sión de los Bienaventurados. Porque vieron una nueva tierra, y descubrieron que estaba cubierta de bosques y flores y que numerosos pájaros cantaban constantemente entre sus frondas. En ella pudieron celebrar tranquilamente la Pascua de Pente-costés. Pero su hermosura y delicia no bastaron a detenerlos, pues era aún más hermoso el paraíso que buscaban. Hallaron luego otra isla, poblada de cenobitas, donde permanecieron hasta Navidad. Pero tampoco era aquella la isla paradisíaca de que les hablara San Barinto. Se sucedieron las islas en su ruta, pero no era ninguna de ellas. Una era boscosa y umbría; otra estaba habitada de hombres forzudos; una tercera les pareció antesala del Paraíso, pues producía olorosas plantas y frutas excelentes y estaba regada por abundantes fuentes y arroyos cristalinos. Pero tampoco era la que buscaban. Al salir de ésta encontraron una cuarta, pedregosa, alumbrada de vigorosos fuegos; en la lejanía vieron una altísima montaña, envuelta en nieblas y cubierta de nieve; la nombraron Isla del Infierno y se apartaron de ella con rapidez. Arribaron a otra, de reducidas dimensiones, donde vivía retirado un santo eremita. Tomaron el viático de su bendición; partieron, y Dios les concedió ha-llar, después de varios años de inútil peregrinaje, las playas de aquella tierra maravillosa que les había descubierto en su abadía irlandesa el santo varón Barinto. Para los mahometanos, también las columnas de Hércules abrían las puertas del Mar Desconocido. Y en él colocan islas y más islas a medida de sus deseos, sazonando noticias, que tienen visos de realidad, con leyendas más o menos fantásticas. Hacia 1154, El- Edrisí termina su Geoguafia, extenso trata-do de las tierras conocidas. Cita, entre las islas situadas frente al puerto de Asafi, la isla de los Carneros, y un poco más aleja- 1: Primeras Noticias solm Canarias 21 da, la isla de los Pájaros; en sus alrededores señala la existen-cia de dos islotes. Y adereza estas noticias ciertamente reales con la fábula prodigiosa del origen divino de los islotes: con la leyenda de los dos hermanos Cherham. Según El- Edrisí, estos dos hermanos, valerosos piratas, ha-bitaban las islas mayores, desde donde atalayaban el mar para lanzarse sobre los incautos navegantes y para regresar, carga-dos de mercaderías, con las tripulaciones convertidas en traíllas de esclavos. Alá, por fin, irritado ante el constante espectáculo de tal maldad y de tanta fechoría, los condenó a permanecer en perpetua centinela y vigía constante de aquellas costas que fueron escenario de sus hazañas, pero inmovilizados, de tal mo-do que no pudiesen efectuar, en toda la eternidad, ningún otro acto de piratería. En los principios del siglo XIV, Abulfeda recuerda vaga-mente el platónico mito de la sumergida Atlántida. Pero Aben- Jaldún, en sus Prolegónzenos, cincuenta años después, da no-ticia de una incursión llevada a cabo por ciertos europeos en las islas, donde tomaron indígenas que luego vendieron como es-clavos; y anota ciertas particularidades de los naturales insula-res: desconocen el hierro, labran las tierras con cuernos en uso de arados, se alimentan a base de cebada, leche y carne de cabras; se defienden con toscas armas arrojadizas, y adoran la divinidad del sol naciente. Ya Aben- Jaldún en 1377, coloca el fin de las tierras cono-cidas en las Islas Canarias. Treinta años después, Backui dice que cada isla posee una estatua colosal - c i e n codos de altu-ra-, que dirige la navegación de sus aguas y recuerda que más allá no se encuentra nada; sólo el mar tenebroso, el reino del misterio. EL RENACIMIENTO En el siglo XIII, las Señorías italianas comenzaron a tomar gran impulso y a extender su poderío por medio del comercio y la navegación. La Señoría de Venecia se apropió casi total- 22 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias mente el comercio del oriente mediterráneo, de los puntos ter-minales de las caravanas que traían las sedas y las especias des-de la remota China y desde la India. La Señoría de Génova prefirió extender sus áureos ten-táculos hacia Occidente y, como en el siglo XIII Europa venía estrecha a su comercio, comenzó sus navegaciones a través del mar tenebroso. LOS VIVALDI Hacia 1290, Tedisio Doria, de abolorio navegador como hijo del almirante Lamba Doria, preparó una expedición para explorar las costas de Africa en busca de nuevos centros de contratación. Pero en 1291, cuando las velas de sus galeras pedían viento y las bodegas estaban colmadas de víveres y mer-caderías, Tedisio Doria resolvió permanecer en tierra, aunque no abandonó la dirección de la empresa. Sus dos galeras salie-ron de Génova a las órdenes de los dos hermanos Vadino y Ugolino de Vivaldi; pasaron por Mallorca, donde tomaron piloto; costearon Marruecos, llegaron a Cabo Juby y se perdie-ron en la noche del mar tenebroso. Un hijo de Ugolino, Surleone Vivaldi, navegaba hacia 1325 en busca de su padre. Llegó hasta Etiopía, donde recibió la noticia de la pérdida de una de las galeras de sus mayores y de que Ia otra había continuado viaje de exploración y descubri-miento. Pero no le fue permitido seguir en su busca. Antoniotto Usodimare, noble genovés, cargado de deudas, intentó una nueva expedición - una de tantas- en 1453. Y se sospecha que partió, no en busca de las huellas de los herma-nos Vivaldi, como dijo, sino temiendo la cercana amenaza de sus innumerables acreedores. Descubrió las islas de Cabo Ver-de antes que Aloisio de Cadamosto y llegó hasta Senegambia, donde encontró - según dijo- un descendiente de los Vivaldi, que había naufragado en aquellas costas. 1: Primeras Noticias sobre Canarias LANZAROTE Pero entre todas las expediciones que partieron en segui-miento de los Vivaldi, ninguna tan importante para nosotros como la poco documentada, pero indubitable expedición de Lanzarote. Lancilotto Malocello, de noble familia genovesa, partió de Génova en busca de los Vivaldi y llegó en 13 12 a las playas de una isla. Allí se estableció, alzó una torre para su defensa y vivienda, dio su nombre a la isla y comerció con los insulares durante veinte años. Desde entonces los más antiguos portu-lanos colocan, junto a la isla de Lanzarote, las armas de la Se-renísima República de Génova. Un siglo después, los hombres de Jean de Bethencourt en-contraron las ruinas del fuerte, pero no supieron nada de su constructor, aunque el mallorquín Angelino Dulcert había di-bujado en su mapa, en 1339, junto a dos islas perfectamente definidas, el nombre de Lanzarote. Con este mapa mallorquín, las Islas Canarias habían dejado de ser mito, leyenda y fantas-magoría, para convertirse en realidad, en geografía, en hecho histórico. Desde entonces comenzaron a ser tema frecuente en los tratos y contratos de las cancillerías europeas. ANGIOLINO DEL TEGGHIA En 1827 el bibliógrafo italiano Sebastián Ciampi, encon-tró, en la biblioteca florentina de los Magliavecchi, un fragmen-to de un diario que había pertenecido a Giovami Bocaccio. En él se transcribe una carta de ciertos mercaderes florentinos avecindados en Sevilla, con la noticia más importante y detalla-da que hasta entonces se había dado de las Islas Canarias. En 1341, Alfonso IV de Portugal armó, en el puerto de Lisboa, una escuadrilla de tres naves que partieron el 1 de ju-lio. A las órdenes de Angiolino del Tegghia, una tripulación de 24 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias florentinos, genoveses y españoles salía dispuesta a conquistar las islas. Llevaba caballos, armas de todas clases y los instru-mentos guerreros necesarios para batir castillos y ciudades. Pe-ro tanto aparato bélico no sirvió de nada, porque las islas eran débiles y estaban indefensas, como recién nacidas, a la merced del primer navegante que las quisiera. La flotilla puso proa a las islas y las abordó en cinco días. El piloto Nicoloso de Recco, genovés, estimó que se encontraban a novecientas millas de Se-villa. Reconocieron primero una isla, cuyo perímetro ca! cularon en 150 millas; la hallaron pedregosa, cubierta de árboles, abun-dante en cabras, y poblada de hombres rudos y groseros que vivían en plena desnudez. Los navegantes tomaron sebo y pie-les, y no se atrevieron a penetrar en el interior. Desplegadas las velas, llegaron a una segunda, que les pa-reció mayor y más poblada. La playa en que aportaron se cu-brió prontamente de gentes del país. Casi todos andaban des-nudos; sólo los hombres de condición elevada cubrían su cuer-po de finas pieles, artificiosamente cosidas y teñidas de rojo y amarillo. Aunque demostraban intenciones amistosas, los na-vegantes no abandonaron el seguro de sus naves y de sus lan-chas. Cuatro insulares, más animosos que los navegantes, lle-garon a nado hasta los navíos y fueron incorporados a la expe-dición. Su lenguaje era dulce; su pronunciación, semejante al italiano. Y comían el trigo en grano, a modo de aves. La escuadrilla continuó su viaje por los bordes de esta isla. Los navegantes observaron que los habitantes del norte cultivaban su tierra con mayor esmero que los hombres del sur: hortalizas, legumbres, coles, palmeras, higueras v otros árboles. También poseían casas de buena construcción. Como no vieron gentes, desembarcaron 25 soldados con sus armas y hallaron en el poblado unos 30 hombres también desnudos, que huyeron de su presencia. Rompieron las fuertes puertas de algunas casas en medio de la gritería de los fugitivos y encon-traron cebada, higos secos en cestas de palma; y trigo n16s gru- . 1: Primeras Noticias sobre Canarias 25 nado, hermoso y blanco que el trigo europeo. Las casas estaban blanqueadas en su interior con una materia parecida al yeso. En una especie de templo hallaron un ídolo de piedra que representaba un hombre desnudo con una bola en la mano y un tonelete de entretejida palma que le colgaba de la cintura; se apoderaron de él y lo condujeron a Lisboa en compafíía de los cuatro cautivos insulares. Llamaron Canaria a esta isla. Al abandonarla, vieron otras muchas; en una encontraron árboles muy altos y derechos; en otra, muchas playas, buenas aguas, maderas de calidad, palomas gruesas y sabrosísimas ade-más de halcones y otras aves rapaces; una tercera les pareció desierta, y no se detuvieron en ella; otra, lluviosa, nubosa, formada de montañas eminentes, les pareció bellísima al llegar el buen tiempo. En una de las islas descubrieron un monte de cerca de 30.000 pasos de altura en cuya cumbre había un cuerpo blanco semejante a un castillo o a un peñasco agudísimo, y en su cima una como vela de galera que se hinchaba y deshinchaba alter-nativamente. Sospecharon brujería y pasaron de largo. Pero observaron el fenómeno varias veces, durante su larga navega: ción entre las islas. Trece islas hallaron y sólo cinco pobladas. Permanecieron en ellas cuatro meses y regresaron a Lisboa. El producto de las mercancías que tomaron apenas bastó a cubrir los gastos de la expedición. Pero dieron a Europa tres noticias importantes, quizá conocidas antaño, pero ya olvidadas: las islas producían materias tintóreas, esclavos fuertes y sobrios, y podrían ser campo de predicación evangélica. Con estos tres naipes que llevó a Portugal Angiolino del Tegghia, se habría de jugar el destino futuro de las islas. Hubo jugadores de un naipe, juga-dores de dos; y hubo quien tuvo los tres triunfos en su mano. Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias LOS MALLORQUINES Y EL PRÍNCIPE DE LA FORTUNA Inmediatamente, los mallorquines, excelentes navegantes, se hacen eco de las noticias aportadas por la vía de Portugal. Cinco meses después del regreso de Angiolino del Tegghia, Roger de Rovenach, lugarteniente del Rey de Mallorca, con-cede a Francesc Desvalers la capitanía de una armada formada por dos « coques bayonesques~ - la Santa Cveus y la Santa Magdalena- que se dirigían a Canarias y llevaban por pa-trones a Pere Magre y a Bartomeu Giges. Desvalers, Magre y Giges formaban parte de la empresa armadora en unión de otros mallorquines. Su fin principal debió ser el comercio. No conocemos el resultado de la empresa, pero volvió a su punto de partida y debió acreditar las dotes organizadoras y comer-ciales de Francesc Desvalers, que aparece posteriormente como jefe de una expedición a Tartaria. Diez días después de recibir Francesc Desvalers su nom-bramiento de capitán, el mismo Roger de Rovenach - en 26 de abril de 1342- otorga otro permiso - otra capitanía- a Domenech Gual y a sus compañeros armadores, para efectuar nueva expedición a las Canarias a bordo de la coca Sant Joan; por el mismo documento, los recomienda a cualquier almirante de nave con quien tropezaren en su ruta. Y nada más sabemos de Domenech Gual ni de sus compañeros. Por entonces, Don Luis de la Cerda, conde de Clermont, biznieto de San Luis y nieto de Alfonso el Sabio, hijo del des-heredado Infante de la Cerda, solicitó del Papa Clemente VI la investidura del Principado de la Fortuna. El Papa se lo donó en feudo perpetuo mediante un censo anual de 400 flo-rines de oro puro, con el peso y el cuño de Florencia, pagade-ros al Pontífice en el día de la festividad de San Pedro y San Pablo. Pero el Infante Príncipe de la Fortuna, debió heredar el sino de su sabio abuelo: perseguir fantasmas y tropezar con dificultades, concebir grandezas y lograr crudas realidades. 1: Primeras Noticias sobre Canarias 27 Su principado se componía de muchas islas, repartidas en los dos grandes mares conocidos: las Canarias, en el Atlántico, y una serie de pequeñas islas repartidas en el litoral medite-rráneo de Africa. Y fue tan extensa la donación que ni siquie-ra se especificaron los nombres y situación de las islas. En diciembre de 1344, la corte de Aviñón se vistió de gala para celebrar la ceremonia en que el Príncipe desheredado re-cibiría dominio y heredad. Los actos fueron brillantísimos, pero cuenta Petrarca - testigo de los actos- que una recia lluvia obligó al recién estrenado rey a retirarse a su posada. Otra lluvia no menos recia cayó sobre la cancillería de Avi-ñón: el rey de Inglaterra protestó de la infeudación de tal Príncipe, por entender que, entre tantas islas, también se le concedían las Británicas; y el rey de Portugal elevó sus que-jas al Pontífice, porque creyó haber adquirido derechos con la expedición de Angiolino del Tegghia y porque las islas estaban situadas en la costa de Africa, donde estaban perennemente fijos los ojos de su real ambición. Mientras los reyes protestaban, el Infante había acudido a Pedro IV, el Ceremonioso, rey de Aragón y Mallorca, en pe-tición de bastimentos para armar tres carabelas y apoderarse de su reino. Parece ser que el aragonés le dio naves y le proporcionó pi-lotos mallorquines. Pero el Príncipe de la Fortuna siguió vi-viendo bajo su sino de Desheredado, y murió, olvidado su efí-mero reino, dos años después de su coronación, en la batalla de Crecy ( 1346). En 13.52, Guillem de Llagostera, lugarteniente mallorquín de Pedro IV de Aragón, confirmó a Arnau Roger como jefe de una expedición que debía salir de Palma hacia las Canarias, con fines puramente evangélicos. Posiblemente pas6 a Canarias en esta expedición un religio-so carmelita, Fray IIcrnardo, que había sido nombrado Obispo de las Islas por Clcmcnte VI, a petición de ciertos fieles, na-turales de Fuerteventiit-; i y vecinos de Mallorca, que pretendían 28 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias volver a las islas trayendo pastor que condujera y acreciese esta novísima grey cristiana. Pero si Aviñón había dado a los canarios un efímero rey, también les dio un efímero obispo. Nombrado en noviembre de 1351, si pasó a su diócesis con esta expedición, permaneció en ella solamente unos meses, pues estaba en Aviñón en mar-zo de 1353, y en las cortes de Valencia en marzo del año si-guiente. Y en julio de 1354, el primer Obispo de Canarias Fray Bernardo, fue transferido a la diócesis sarda de Santa Giusta. Años después, varios súbditos de la corona de Aragón in-tervienen nuevamente en la evangelización de Canarias. En 1369, dos ciudadanos barceloneses, Bertrán de Marmandó y Pedro de Estrada, habían narrado al Papa cuán fácil y hacedera resultaba la conversión a la fe de Cristo de unos infieles sin otra ley ni religión que la adoración del sol y de la luna; y habían hecho patente al Pontífice que un grupo de reli, O' ' lOSOS mendicantes deseaba pasar a las Canarias para extender la re-ligión y predicar las verdades de la fe con anuencia del Pa-pado. Urbano V dirigió una bula a los Obispos de Barcelona y Tortosa, pidiéndoles que apoyasen fuertemente esta cristiana empresa. Posiblemente, estos clérigos compusieron el grupo de los trece hermanos martirizados de que habló Fr. Pedro Boutier en el Canarien; el grupo de trece náufragos que levantó las ermitas de Santa Catalina, en el Arenal de las Isletas, y de San Nicolás, en el valle donde hoy se alza la aldea del mismo nombre, en la isla de Gran Canaria. Otras expediciones surcaron las aguas de Canarias como paso o como fin, pero muchas se recuerdan solamente por tra-dición y tienen escasa importancia histórica, pues sólo docu-mentos tardíos nos hablan de ellas. Así la del vizcaíno Martín Ruiz de Avendaño, con la historia galante de Faina, reina de Lanzarote; la del conde de Ureña, Don Fernando de OrmeI, 1: Primeras Noticias sobre Canarias 29 a la Gomera; la de los españoles de 1393 a Gran Canaria y Lanzarote, que narra Marín y Cubas, y aderezan otros autores cambiando la fecha por la de 1399, y dándole por jefe a Gon-zalo Peraza Martel. SITUACIÓN Y ORIGEN DE LAS ISLAS Las Islas Canarias están situadas en el Océano Atlhtico, frente a la costa occidental de Africa, a pocas millas del desier-to de Sahara y en las proximidades del Trópico de Cáncer. Tienen 7.272 kilómetros de superficie. Su situación, entre los 27" 37' 3" y 29' 24' 44" de latitud Norte; y 7" 7' 30" y 11" 57' 30" de longitud Oeste. Son siete islas y seis islotes. Tenerife, Palma, Gomera y Hierro forman el grupo occidental. Gran Canaria, Fuerteven-tura, Lanzarote y los seis islotes - Graciosa, Alegranza, Mon-taña Clara, Roque del Este, Roque del Oeste y Lobos- for-man el grupo oriental. Los cinco primeros islotes coronan el norte de Lanzarote; Lobos, la isola de meggi- mari, se halla en-tre ésta' y Fuerteventura. Hoy pueblan las islas cerca de un millón de habitantes; de los islotes, sólo Graciosa - e n Pedro Barba y Caleta del Sebo- y Lobos tienen una población fija de pescadores. Tres teorías intentan explicar el origen del Archipiélago. El geólogo Germain defiende la teoría de los sacerdotes de Sais, conocida por los platónicos Cvitias y Timeo: una vastísi-ma isla, la Atlántida, al hundirse en el océano, dejó a flor de agua, como prueba de su existencia, sus más altos picachos. Según esta teoría, las Azores, Madeira, Salvajes, Canarias y Cabo Verde debieron ser las más elevadas cumbres de esa des-mesurada y desconocida isla que ocupaba la mayor parte del Atlántico. Gaffarel sitúa en las postrimerías de la era terciaria el enorme cataclismo que hundió en los mares esta isla, a la que supone una superficie extraordinariamente menor a la su-puesta por Germain. 30 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias Buchard no niega la existencia de la sumergida Atlántida, pero no admite que las Canarias formasen parte de su suelo; propone, como probable situación, una zona situada en el mis-mo Atlántico, pero más al Sur. Verneau niega tajantemente la existencia a esa hipotética isla. Verneau, Lyell, Hernández Pacheco, Fernández Navarro y otros, creen en la teoría del origen volcánico: una labor de siglos - pequeñas y grandes erupciones- ha hecho brotar las islas desde las profundidades del Océano principiando por el cono central del Teide. Según esta teoría, las islas tienen el mismo divino y misterioso origen de Afrodita. Wegener, en su teoría general, cree en una inicial masa única que posteriormente se fragmentó; un deslizamiento de sus trozos produjo las islas y los continentes. LOS HABITANTES DE LAS ISLAS El Dr. René Verneau ha estudiado profundamente el ori-gen de los antiguos habitantes de las Canarias durante sus prolongadas y diversas estancias en las islas. Según él, la apa-rición del hombre en las islas es fenómeno reciente, pues no se ha hallado ningún fósil humano. El doctor Martínez San-taolalla fija para ello un tope de tres mil aííos. Del estudio de la raza que primitivamente ocupó el suelo de Canarias se desprende su poca homogeneidad; en ella, Ver-neau encuentra tres grupos principales: 1 .", tipo Guanche; 2.", tipo Semita, y un tercer tipo no bien definido, pero con ciertos caracteres negroides. El 1." es el elemento básico de ! a pobla-ción insular anterior a la conquista y tiene, como características principales, una elevada estatura, que alcanza y excede en mu-chas ocasiones 1,80 m.; piel blanca, cabellos rubios, rojizos o de clara coloración, y cráneo voluminoso distintivo de la raza de Cro- Magnon. El 2." tipo, de mediana estatura, cabellos ne-gros, piel oscura, finas facciones y cráneo de óvalo perfecto, es exactamente el tipo semita que suele encontrarse hoy día en 1: Primeras Noticias sobre Canarias 31 el norte de Africa. El tercer tipo tiene pequeña estatura, cráneo corto, nariz prolongada y órbitas elevadas. Los dos primeros tipos se hallan distribuidos en todas las islas en casi idéntica proporción; sólo en Tenerife predomina el 1."; el último se encuentra principalmente en la Gomera. En El Museo Canario de Las Palmas se conserva Ia colección de restos humanos cuyo análisis permitió al doctor Verneau obtener estos resultados. Esta raza, impurificada continuamente desde los tiempos de la conquista, se conserva aún en algunos apartados rincones de las islas. Las aportaciones principales que ha recibido en el transcurso de los tiempos son los siguientes: española, en can-tidad creciente, desde el primer momento de la conquista; francesa, desde esta misma época y en cantidad decreciente; morisca, en tal cantidad que llegó a ocupar, en las islas de Lan-zarote y Fuerteventura, tres cuartos de la población; genovesa e italiana, principalmente en el siglo XVI, atraída por el comer-cio azucarero; portuguesa, desde los primeros tiempos de la colonización, dedicada principalmente a la agricultura y a los trabajos especializados de los ingenios. Las aportaciones in-glesa y flamenca, de menor importancia que las anteriores, han tenido como cebo el comercio de los productos insulares y la bondad del clima. Las islas, al mismo tiempo, han llevado su raza a distintas partes del mundo y, principalmente, a América. Países como Argentina, Venezuela, Colombia, Santo Domingo, Cuba y Lui-siana deben a esta raza buena parte de sus poblaciones. De ella salieron tan altos ejemplares humanos como Bolí-var, como Martí, como Anchieta, el apóstol del Brasil; como García Acosta, el « poverello » de Chile; como Pedro de Be-tancourt, fundador de los Bethlemitas; como Espínola y Vega, ejemplo de heroicidad en el ejercicio de la medicina. Se ha difundido mucho la falsa idea de la desaparicibn de la raza después de la conquista. La raza, a pesar de las innega-bles ventas de esclavos, se conservó en la libertad anterior, principalmente en las'tres islas realengas, gracias a la política 32 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias protectora de los Reyes Católicos y a la vigilancia continua de los Obispos Don Juan de Frías y Don Fray Miguel de la Serna, que recorrieron España en busca y rescate de algunos canarios ilegalmente esclavizados. Muchos documentos contemporáneos nos aseguran, no sólo de la existencia de gran número de ca-narios dentro de sus islas, sino también de su goce de libertad, propiedades, ganados, y aún esclavos de su misma raza. Cons-tan también los repartimientos obtenidos por los reyes indí-genas de Lanzarote, Fuerteventura, Gran Canaria y Tenerife. Y corista asimismo que una extensa partida de canarios libres, con su Guanarteme en cabeza, tomó parte decisiva en la con-quista de Tenerife y la Palma. De origen claramente canario, son las principales familias que llenan la historia de las islas. Muy poco se conoce hoy día del antiguo lenguaje isleño. Los primeros relatos nos dicen que los primitivos canarios ha-blaban un lenguaje vivo y dulce, parecido al italiano. Las len-guas debieron ser muy parecidas entre unas y otras islas, prin-cipalmente entre las de Lanzarote y Fuerteventura, pues así lo hace pensar Juan de Bethencourt al solicitar de Enrique 111 la presentación de un Obispo que conociese la lengua de los in-sulares y así lo hace pensar la embajada de Don Fernando Gua-narteme al rey tinerfeño Benitomo. Pero solamente muy pocas palabras han pasado al lenguaje de los canarios actuales. Casi todas ellas pertenecen a la toponimia; a1 parecer tienen un cer-cano parentesco con las lenguas bereberes. El nobilísimo Don Gregorio Chil y Naranjo logró reunir hasta 2.909 palabras pertenecientes a distintas islas. La pérdida casi total del len-guaje indica la rápida fusión del elemento indígena con los conquistadores. En la época de los primeros cronistas ya sólo se conocían muy pocas palabras de la primitiva lengua, e in-cluso se habían olvidado totalmente muchas de las costumbres e ideas fundamentales de la raza autóctona. En la isla de la Gomera se conserva aún un curioso sistema de transmisión a distancia - por medio de silbidos- que tie-ne su origen en los antiguos pobladores. Sobre esto cuenta el Doctor Verneau su curiosa experiencia: cuando viajaba por 1: Primeras Noticias sobre Canarias 33 la isla, en los primeros días de su estancia, oyó en todas direc-ciones y en boca de su guía gran cantidad de silbidos cuyas modulaciones variaban infinitamente en timbre y ritmo; a su salida, había pedido al guía que no revelase su profesión de médico, para no perder el tiempo en consultas; al llegar a los pueblos, el doctor encontraba multitud de enfermos que lo esperaban. Estrechado, el guía confesó haber dicho a sus pai-sanos, por medio de su curioso lenguaje, todo cuanto sabía acerca del viajero. La primitiva cultura de Canarias - d i c e el doctor Woel-fel- es la más pura y clara muestra de la cultura megalítica. Se ha estudiado poco, aunque en los últimos años ha recibido un considerable avance gracias a las investigaciones y publi-caciones de Don Luis Diego Cuscoy y Don Sebastián Jiménez Sánchez, Comisarios de Excavaciones Arqueológicas de Santa Cruz y de Las Palmas, respectivamente. a) El vestido y el adorno corporal. Los antiguos cana-rios, como pertenecientes a razas que llegaron por el mar, co-nocían la navegación, aunque la conociesen s610 de un modo rudimentarísimo. La existencia de grandes conche~ os - con-junto de conchas, que algunas veces se exportaron para servir como moneda en el Senegal- y la aparición de espinas, usa-das unas veces corno anzuelos y otras veces como agujas, reve-lan un pueblo pescador, habituado a vivir junto al mar y a aprovechar sus recursos vitales. Estas conchas a veces sirvieron como adorno de cinturones y vinchas, como materia prima para la fabricación de collares, y a veces fueron utilizadas como cajas guardadoras de joyas por algún desconocido indígena. El vestido no se manifestaba solamente en estos adornos: los antiguos habitantes se vestían con finos tamarcos y capas de pieles de cabra y oveja, finamente curtidas, adornadas con in-cisiones y cosidas con gran esmero; estos tamarcos se cons-truían también con juncos majados y entretejidos. El adorno 34 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias corporal, al parecer, no se manifestaba sólo en las prendas de vestir sino también en pinturas o tatuajes. López de Gómara consigna que los aborígenes se pintaban los cuerpos para la guerra y para las fiestas. Se suponía que ciertas pequeñas pie-zas de bar; cocido, llamadas pintaderas por los cronistas y formadas por un mango y una superficie irregular con dibujos geornétricos, habían servido para imprimir sus huellas en el cutis de sus poseedores con diferentes colores grasos de que se habían hallado restos entre sus junturas; pero el Doctor Marcy, de la Universidad de Argel, ha expuesto sus dudas y ha considerado a las pintaderas como antiguos sellos que eran impresos sobre un trozo de barro blando colocado sobre las pri-mitivas cerraduras de los graneros o agadires; el Doctor Marcy ha obtenido esta conclusión observando que así las uti-lizan en la actualidad los berberiscos de Jebel- Aurés. En efec-to, la puerta de algún agadir, llegada a nuestros días, conserva el orificio necesario para pasar la cuerda- cerradura. Estas pin-taderas son casi privativas de Gran Canaria. b) Edificios. En las islas de Gran Canaria, Fuerteven-tura y Lanzarote se hallan construcciones subterráneas espe-ciales que parecen haber servido como viviendas. En Gran Canaria, son salas cortadas en la roca y agrupadas; en éstas se advierte el antiguo uso a que se destinaban: algunas mues-tran su fin de habitación, y se comunican entre sí por medio de galerías; en otras se ve, por las formas, situación de su entra-da y ranura especial que lasrodea, que fueron destinadas a gra-neros. Los más importantes conjuntos de este tipo son los de Cuatro Puertas, en las proximidades de Telde, los de Valerón en Guía, y los del Confital, sobre la playa de este nombre, en Gran Canaria. En Fuerteventura suelen ser semisubterráneas las Ilama-das « casas hondas » , formadas por grandes piedras recubiertas de tierra. Junto a este primer tipo de grandes cuevas- viviendas excavadas en la roca, Gran Canaria, la isla de más complejos vestigios arqueológicos, muestra otro tipo de viviendas, cons- 1: Primeras Noticias sobre Canarias truidas con piedras de mediano tamaño, en que se advierten claramente los corrales o gambuesas, los lugares de reunión o tagoros, y las construcciones, de planta cruciforme por regla general, destinadas probablemente a dormitorios. Muestras in-teresantes de este tipo, son los poblados del promontorio de Tufia, en Telde; de Los Caserones, en la Aldea San Nicolás; y del Agujero y La Guancha, en Gáldar. Estos dos tipos de construcciones- viviendas, repartidos por toda la isla, han dado lugar a que se piense en la coexistencia de dos tipos de cultura dentro de la misma Gran Canaria. En todas las islas hallamos los « tagoros » o lugares de reunión del « sábor » , o asamblea, construidos con piedras de regulares dimensiones: suelen ser ovales, circulares o cuadrados. Esta última forma tiene el tago-ro de Tufia; redondos son los del Agujero, en Gáldar. En las alturas de las montañas se encuentran santuarios excavados en la roca o al aire libre. Entre estos últimos se en-cuentran el santuario de Cuatro Puertas, cuyo canal central de libaciones tiene forma de media luna; y el denominado El Bai-ladero, en San Francisco de Telde, cuyos pocillos de libaciones, colocados longitudinalmente, están unidos por un largo canal. En la parte baja de ambos, se hallan grandes cuevas, naturales en éste y excavadas en aquél. Construcciones pétreas dedicadas al mismo fin encontramos en Los Concheros del Hierro, don-de hay un altar de sacrificios próximo a varias células indivi-duales y a otras agrupadas. Todos estos tipos de construcciones - según Woelfel- prueban el parentesco cultural de los abo-rígenes canarios con las primitivas altas culturas mediterrá-neas. c) Cerámica. La, cerámica aborigen puede estudiarse perfectamente en las salas de El Museo Canario. Las piezas de origen majorero suelen presentar una más fina labra que las de Lanzarote, y mayor número de variaciones formales. Sus formas pueden reducirse a varias principales: el ánfora ova-loide de gran tamaño, boca ancha y fondo puntiagudo, llamado gánigo; el tofio, o vasija de mediano volumen, provisto de un 36 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias pico o vertedera, cuyo fin principal parece ser el ordeño del ganado; la olla ventruda, de estrecha boca y fondo plano, y la menos corriente vasija de alargado y estrecho cuello y fondo plano o puntiagudo. En éste, como en otros aspectos arqueológicos, la isla de Gran Canaria presenta mayor complejidad que sus hermanas. La cerámica grancanaria indica un grado superior de cultura, tanto en las formas como en el aparato decorativo. Generalmente, la decoración de la cerámica insular está hecha a base de incisiones verticales o inclinadas que repiten uno o dos motivos; pero en Gran Canaria, motivos y formas varían de manera extraordinaria, así como también varía el procedimiento de elaboración. Los ceramistas aborígenes gran-canarios abandonan casi por completo la decoración incisa he-cha con un peine de hueso y proceden al esmaltado de las pie-zas en cuya superficie obtienen una hermosa y brillante colora-ción roja o castaña; en muchas de las piezas se consigue el esmaltado a base de los dos colores. Asimismo, encontramos en Gran Canaria pequeños ídolos de barro que han sido some-tidos en su factura a estas dos operaciones. d) Alimentación. En muchas de estas vasijas se han ha-llado restos de los alimentos normales de los canarios. Su ali-mentación era frugalísima: leche, queso, manteca, miel, trigo, cebada, higos y carne. Leche y queso procedían de los grandes rebaños de cabras y ovejas que poblaban las islas; Viera y Cla-vijo nos habla de que alguna de ellas producía más de setenta mil cabezas anuales; estos mismos rebaños producían la carne que se consumía. A fines del siglo XIV, el obispo de Tortosa Otón de Moncada narraba que algunos navegantes aragoneses, huyendo de piratas, habían arribado a las islas y enseñado a guisar a los habitantes de algunas de ellas. No parece probable, en cambio, que desconocieran los asados, pues hay indicios de que sacrificaban algún ganado en sus altares y consumían sus restos por medio del fuego. Obtenían la miel en la multitud de .- colmenas salvajes, distribuidas en la extensión de las islas y 1: Primeras Noticias sobre Canarias 37 objeto de repartimientos al terminar la conquista. El trigo y la cebada, según el testimonio de Niculoso de Recco, eran co-midos en grano, a manera de aves, aunque también eran redu-cidos a harina - gofio- por medio de morteros de piedra o entre los dos elementos circulares de pequeños molinos cuya piedra superior rotaba alrededor de su centro, impelida por un punzón de madera inserto en un agujero próximo a la circun-ferencia y movido por mano humana. Este trigo y esta cebada eran consecuencia de una rudimentaria agricultura que utiliza-ba como elementos de trabajo unos primitivísimos arados cons-truidos de madera y cuernos de cabra; se guardaban común-mente en silos o agadires excavados en la roca. e) Armas. Otra manifestación de la cultura son las ar-mas. Los aborígenes canarios no conocieron el uso de los me-tales. Reducidos a la piedra y a la madera en sus luchas, no conocemos de ellos otra cosa que pequeñas hachas de piedra tallada; piedras arrojadizas, talladas también y denominadas tabonas; dardos de madera aguzados al fuego, y grandes ga-rrotes o mazas de madera, llamadas magados. Prueban su maes-tría en el uso de ellas el testimonio de los contemporáneos de la conquista, la multitud de cráneos fracturados que se conser-van en los museos, y la práctica de ciertos juegos de que nos habla Leonardo Torriani en su Descripción de las Islas Cana-rias. Ambos campeones, dice el ingeniero cremonés, se coloca-ban sobre sendas piedras planas en una plazoleta y, sin variar la distancia, contendían con sus venablos y sus tabonas y es-quivaban con ágiles quiebros las armas del enemigo hasta el momento en que el juez indicaba el fin de la contierida. La práctica de estos juegos, en que se arriesgaba la vida, exigía un extraordinario desarrollo físico y una agilidad portentosa: los cronistas y los mismos hechos de la conquista nos dicen que los aborígenes poseían en alto grado estas dos cualidades. f) Sistema politico. El sistema político de las islas era bastante complicado. El mismo obispo Otón de Moncada dio a Hemmerlin, viajero alemán, noticia de que en algima de 38 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias ellas se practicaba la poliandrh. Fray Juan de Abreu Galindo niega en el siglo XVI a un autor anterior que había afirmado la existencia de tal costumbre. No conocemos otra cosa refe-rente al tema; pero sabemos que, casi siempre, la poliandría es una de las manifestaciones del matriarcado. Las noticias de los cronistas nos hacen sospechar también su existencia. Como en tantos otros aspectos, la isla de Gran Canaria nos da los más importantes elementos de juicio. En ella existía una doble realeza: junto a un rey de guerra o Guanarteme, con sil corte de guaires o capitanes, existía un rey- sumo sacerdote o Faycán. Tras estos dos reyes, un poco en la sombra, la figura de pitoni-sas o videntes, como Andamana o Guanuriragua, fundadoras de las dinastías reinantes al tiempo de la conquista. El hecho de que ésta no se diese por terminada hasta la entrega de las infantas - Masequera, Guayarmina o Arminda- el 29 de abril de 1483, revela el matriarcado como su sistema político. Asi-mismo lo revelan otros varios hechos: el paso de Don Fernan-do Guanarteme al campo español a raíz de la muerte de Abe-nehara, su primera mujer; el comienzo de las rivalidades entre el Guanarteme y Dorarnas a partir de este suceso; y la retirada de Bentejuí a los altos de Tirma en compañía de ambas prince-sas. Otras genealogías nos dicen que el reino de Telde tuvo como reina a Guanuriragua, hermana del Faycán Guanarurigua, y mujer de Guanache el Bueno, a quien los cronistas achacan cuarenta hijos naturales y una sola hija legitima. Posiblemente sucedió que los cronistas, procedentes de una sociedad patriar-cal, no pudieron apreciar bien el valor del papel femenino en la sociedad aborigen, ni sospecharon siquiera la existencia del matriarcado. Las intrincadas genealogías en que han rivalizado los . auto-res acerca de las familias de los nueve menceyes, nos impiden, hasta el presente, tener un. claro concepto de la sociedad abori-gen tinerfeña. Sólo sabemos, vagamente, que existía cierta re-lación familiar entre los menceyes, o reyes, Benitomo y Ben-tor, dueños sucesivos del más poderoso menceyato de la isla, y 40 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias la princesa Dácil, que obtiene - otorga, según suponemos- la libertad de Gonzalo del Castilo, su futuro marido. Muy poco conservamos acerca de las primitivas costumbres de Gomera, Hierro y Fuerteventura en relación a lo que nos ocupa. En cambio, uno de los distritos de La Palma nos da muestras vagas del papel preponderante de la mujer: el asesi-nato de la princesa Guayanfanta provoca una total expulsión de los europeos establecidos en las costas de la isla y un irre-ductible deseo de venganza en sus hermanos. La isla de Lanzarote nos provee con nuevo material. En-cabeza su dinastía la hermosa mujer del rey Zonzamas, la reina Faina, de galante memoria, cuya hija, Ico, reinó posteriormen-te en unión de su hermano Guanarame, y dejó la corona a Gua-darfia, rey en tiempos de la conquista betancuriana. g ) Religión. Woelfel considera que la religión de las islas tiene todos los caracteres de una cultura alta y distinguida. Se ha venido creyendo, y se cree, en el monoteísmo de los abo-rígenes canarios. En los vocabularios recogidos por los antiguos cronistas ese dios único era conocido con los nombres de Ma-gec, Echeide y Alcorac. Recibía culto en alturas eminentes o pequeños montículos donde se le ofrecían libaciones de leche y miel, se le incineraban cabras u ovejas y se celebraban danzas rituales; en la isla del Hierro se utilizaba el cerdo como animal sagrado, como intermediario entre el dios, los antepasados, y los hombres. Los adoratorios eran llamados almogarenes; los más im-portantes de Gran Canaria, aparte los ya citados de Cuatro Puertas y el Bailadero, eran los de Umiaga y Tirma. El monoteísmo, a quien los cronistas achacan la rápida conversión de los aborígenes al cristianismo, no deja de ser du-doso. En distintas búsquedas y excavaciones, desde 1888 hasta nuestros días, han sido halladas y dadas a conocer piezas ar-queológicas que nos permiten la duda. Los ídolos femeninos conservados en el Museo Canario y en diversas colecciones par- 1: Primeras Noticias sobre Canarias 41 ticulares, el gran ídolo robado por los exploradores de Nicu-loso de Recco; el ídolo antropomorfo descubierto por el señor Jiménez Sánchez en el poblado de Los Caserones ( Aldea de San Nicolás); y los diversos betilos hallados en las proximi-dades de Telde, son muestra clara de que, si se consideraba un solo dios, este dios era adorado bajo muy diversas manifesta-ciones. Además, el hallazgo de figuras monstruosas de peque-ño tamaño, como las tibisenas ( representaciones, al parecer de los cronistas, del espíritu del mal), y de amuletos en forma de aves, revelan ciertas impurezas en el deísmo que antaño juzgó el arcediano Viera como base doctrinal de los antiguos canarios. h) La insepultación. La costumbre de sepultar a los muertos es la más conocida de los primitivos insulares. Se-gún testimonio de los cronistas, un grupo de personas de ínfima clase social, honrado con el desprecio de todos, embal-samaba los cadáveres con ayuda de ciertos ungüentos y los en-volvía en cubiertas de pieles o de junco majado y tejido; el número de cubiertas variaba según la calidad y posición social del muerto. Embalsamado y envueko, el cadáver era conduci-do a su sepultura. Los sepulcros nos hacen suponer también la coexistencia de, dos culturas, pues se encuentran en las islas dos tipos com-pletamente distintos: en cuevas y en cistas; ambos tipos pue-den ser individuales o colectivos. Del primer tipo, son importantes las necrópolis de Ben-taiga o Tirajana, en Gran Canaria; las de Azofa y el Llano de la Maja, en el Hierro; las de Barranco de Santiago y Los Tos-cones, en Gomera; las de Becerril, Uchova, y el Barranco de la Cruz de las Animas, en Tenerife. En ellas, los cadáveres se hallan expuestos sin orientación definida en una sola capa o en capas horizontales superpuestas, formadas por grandes ta-blones de madera de tea o de sabina; a veces, los cadáveres aparecen con la cabeza apoyada sobre una piedra plana en forma de cabezal. En la necrópolis de los Toscones han apa-recido en posición cercana a las cuclillas y sosteniendo una 42 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias gran piedra plana sobre los cráneos. En muchas cuevas han aparecido grandes ánforas con ofrendas de granos de trigo o cebada, de higos secos, o de manteca. Las cuevas aparecen ta-piadas frecuentemente, y muchas de ellas embaldosadas. Las momias de estas cuevas suelen conservarse en magnífico es-tado: algunas conservan las vísceras; y, casi todas, la cabelle-ra y fragmentos de músculos y piel secos y adheridos a las osamentas. El segundo tipo de sepulturas se encuentra preferentemen-te en Gran Canaria. Consiste en una especie de ataúd for-mado por grandes piedras planas ( lajas basálticas) hincadas en tierra y cubiertas por otras, del mismo material, apoyadas ho-rizontalmente en las primeras. Este conjunto suele estar cir-cunrodeado de uno o varios muretes de piedra que, rellenos, forman escalinatas circulares con un torreón central. Las más importantes cistas y túmulos colectivos se hallan en la Guan-cha y el Agujero, posible localización de la corte real de Gál-dar. Las cistas suelen hallarse llenas de tierra finamente ta-mizada, producto posible de lluvias y aluviones; la misma causa ha podido producir asimismo la mala conservación de sus momias. Los más importantes sepulcros de este tipo, ade-más de los ya citados, se encuentran en los Caserones, la Cale-tilla, la Gambuesilla y Lomito de los Burros ( Aldea de San Nicolás); en Las Crucecitas y Playa de Mogán ( Barranco de Mogán); en los distintos yacimientos de los Barrancos de Ar-guineguín y de Agaete; en Los Castilletes de Veneguera y en la Hoya del Paso, del Barranco de Guanarteme. También po-demos considerar en este grupo los sepulcros en cúpula de la isla de Lanzarote. i) Las inscultuvas. En las rocas de algunos lugares de las islas se encuentran algunas inscripciones. Sobre su signifi-cado no se han pronunciado definitivamente los tratadistas. Woelfel cree encontrar en los petroglifos del Barranco de Ba-los, Hierro, muestras de escrituras cretense, líbica y numídica. Cuscoy cree que los petroglifos espiraloides de los cabocos o 1: Primeras Noticias sobre Canarias 43 cuevas- abrevaderos, en La Palma, se explican como signos má-gicos protectores de la ganadería, pues se haflan en los cami-nos que conducen a los cabocos de Belmaco, de la Cueva del Sauce o de la Fuente de la Zarza; y abunda esencialmente en las ideas de Woelfel en cuanto a las insculturas de La Caleta y del Barranco de Tejeleita en la isla del Hierro. Petroglifos en círculos concéntricos se hallan en el Castillo de Zonzamas de Lanzarote. En éste, como en otros aspectos, la isla de Gran Canaria nos provee de más amplios, aunque más oscuros ele-mentos de juicio: las insculturas del Barranco de Balo, muti-ladas e interpoladas, presentan, junto a signos alfabetiformes, representaciones agrícolas y antropomorfas y huellas de culto f álico . Torre del Conde. San Sebastián de la Gomera. CAP~ TUL1O1 LAS CONQUISTAS DE LOS SEÑORES JUAN DE BETHENCOURT A comienzos del siglo xv, las islas eran conocidas en todos los puertos europeos. El mundo conocido encauzaba por las costas africanas su afán de aventuras. Aventureros humanísi-mos buscaban el oro y los esclavos, y el marfil y las especias. Aventureros divinos buscaban almas para la fe de Cristo. Esclavos canarios cristianizados se encontraban en casi to-dos los puertos de Europa de donde habían salido expediciones en demanda del « riu de Z'OYP, como la del mallorquín Jacme Ferrer, en 1346, en búsqueda de Boulombel ( Sierra Leona); como la de los normandos de Rouen y Dieppe en 1364; o en ruta hacia el Senegal, como aquella otra que regresó a las cos-tas de Francia con un precioso cargamento de marfil y grandes cantidades de polvo de oro. Las Islas Canarias, fin de ruta an-taño, se convirtieron en punto de aguada y refresco, pues sólo podían ofrecer al ambicioso mercader cortísimos contingentes de esclavos, algunas maderas tintóreas y ancho campo para el desenvolvimiento de la fe. Jean de Bethencourt era un noble caballero normando, ba-rón de Saint- Martin- le- GailIard y dueño de varios señoríos, en-tre los que se contaba el de Grainville- la- Teinturiere. Durante el turbulento reinado de Carlos VI tomó parte en las banderías francesas y participó de las aficiones aventureras de la nobleza de su tiempo. Las islas, si eran conocidas en los puertos normandos, tarn-bién eran conocidas, tierra adentro, en las tintorerías de Grain-ville, por su « palo rojo para tinte, casi iguaI al brasil~ p, or su « corteza de árboles para teñir también de rojo » , por su « tierra 48 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias bermeja y otras cosas para el mismo fin » , como reza el manus-crito del Diario boccaccesco. Esta abundancia de materias tin-tóreas fue una razón poderosísima para el barón normando. Por ello, por su carácter aventurero y por su fe religiosa, Bethencourt intentó emprender la conquista de las islas, bienes mostrencos perdidos en medio del Atlántico. La escasez de nu-merario le impedía comenzar la empresa con seguridad de buen resultado. Pero en medio de la lobreguez económica brillaba una lejana luz. Su tío, Rubín de Bracamonte, residía en la Cor-te de Castilla, donde había prestado importantes servicios al rey Juan 1; él lo alentó en la empresa y le prestó la elevada cantidad de 7.000 libras tornesas, exigiéndole en hipoteca el señorío de Grainville- la- Teinturiere, eje de su interés económi-co en la conquista de Ias islas. Rubín de Braquemont, amén de esforzado caballero, era, como también se ve, conocedor vigo-roso de1 oficio de prestamista. Con tal viático, Bethencourt marchó a La Rochela, donde encontró al gentilhombre Gadifer de la Salle, cortesano del rey de Francia. Era Gadifer pulido, noble, generoso y letrado, flor de la caballería francesa, « caballero sin tacha y sin miedo » , antecedente de Bayard. Inmediatamente, ambos caballeros se asociaron en la empresa, tan del gusto de la época. No se cono-ce exactamente la importancia de la aportación de Gadifer en la conquista. Pero sabemos que aportó un navío; y sabemos también que, en caso de necesidad, también entregó a Bethen-court un prodigioso collar que le había regalado el Duque de Orleáns. En La Rochela, pertrecharon su buque de cuantas cosas parecieron necesarias para la expedición. Junto a marineros y soldados, dos jóvenes esclavos lanzaroteños - Alfonso e Isa-bel-, conocedores de la lengua; junto a los colonos, sus ape-ros y sus semillas, dos capellanes: el franciscano Fr. Pedro Boutier y el Presbítero Jean Leverrier. El día primero de mayo de 1402 zarpó la nave de La Ro-chela. Vientos contrarios la obligaron a arribar a la rada de Casas del Cabildo Secular de Las Palmas. Obra del siglo XVI. Dibujo de D. Benito Pérez Galdós. a) Cerámica aborigen. Museo Canario. b) Cerámica aborígen. Museo Canario. 11: Las Conquistas de los Señores 49 Vivero, donde permaneció ocho días. Tripulantes y soldadesca, temerosos ante la incertidumbre de los mares y de la misma empresa, dispuestos siempre a la rebelión y al desorden, se amotinaron y se negaron a reembarcar. Los capitanes persua-dieron a los insurrectos, restablecieron la paz con promesas, largaron velas y se hicieron a la mar. De Vivero pasaron a La Coruña, donde compraron. una chalupa y un ancla en la su-basta de una presa que habían hecho varios corsarios ingleses. Los jefes ingleses temieron luego que la expedición tuviese por finalidad atacar naves o establecimientos comerciales de su na-ción y pretendieron recuperar violentamente los bienes adju-dicados a Bethencourt. Pero el normando, después de disputar con uno de los jefes ingleses, se hizo a la mar y burló la vigi-lancia de los corsarios anglosajones. Una galeota salió en su se-guimiento, pero no lo pudo cazar. Libres de esta persecución, los franceses bordearon la costa portuguesa y, sin adentrarse en la mar desconocida, llegaron a Cádiz, donde tomaron agua y renovaron provisiones. De Cá-diz salieron en el mes de junio del mismo año, con pilotos co-nocedores del derrotero de las islas. Una gran calma los detuvo durante tres días casi a la vista de las costas españolas. Alzado el viento, enfilaron las islas y en cinco días arribaron a las pla-yas de la Graciosa, un islote deshabitado. LANZAROTE Y FUERTEVENTURA Durante muchos años, los naturales habian sufrido las con-tinuas rapiñas de los navegantes que descendían a sus costas en busca de agua, provisiones o mercaderías con que colmar las bodegas de sus barcos. A la vista de la nave, los lanzaroteños se retiraron al interior de la isla, pues pensaban que la mano esclavizadora de los europeos no llegaría hasta sus ocultas gua-ridas. Así, los caballeros franceses se encontraron ante una ex-tensa isla que, según todas las trazas, parecía desierta. Y sin el concurso de los insulares, la empresa de los normandos quedaba 50 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias inválida. Inútiles los soldados, inútiles los colonos, inútiles los aperos, y sin fin ni razón de ser toda la expedición. Por esto, se retiraron a la Graciosa y luego, a Alegranza, que les ofrecía mayor seguridad ante cualquier incursión sor-presiva. Reuniéronse en consejo, y acordaron efectuar una en-trada en Lanzarote y no abandonar la isla hasta encontrar a los naturales. Guadarfía, último rey de Lanzarote, hijo de Guanarame y de la hermosa reina Ico, al frente de los 200 hombres de su reino, se rindió y presentó a los normandos al comprender su decisión de no abandonar la tierra. Solamente doscientos hom-bres, o poco más, contaba el rey en su isla, que a tal extremo habían reducido su población las incursiones esclavizadoras. Rendida Lanzarote tan fácilmente, los normandos buscaron campo para el establecimiento de una población que fuera sede del nuevo reino, raíz y fuente de su acrecentamiento y prospe-ridad. Lo encontraron en una árida comarca, desde donde se atalayaba Fuerteventura, y que servía de base para rápidas in-cursiones sobre la isla que era el nuevo objeto de su ambición. Y establecieron su campamento en la playa de las Coloradas, límite sur de Lanzarote; por el color rojo de su suelo, diéron-le nombre de Rubicón; levantaron un castillo y una iglesia, que dedicaron a San Marcial, donde había de asentarse la primera diócesis de Canarias: la Diócesis Rubicense. Pocos días después de terminada la fortaleza, los norman-dos salieron de Lanzarote y desembarcaron una madrugada en la costa frontera de Fuerteventura. Como en Lanzarote, no en-contraron hombre alguno, pues los isleños también se habían refugiado en el interior. Gadifer de Lasalle y Ramonet de Lenedan se internaron en la isla al frente de un destacamento. Ocho días anduvieron en busca de los insulares, pero no pu-dieron encontrarlos. Solamente hicieron un buen descubrimien-to: el Río Palmas, un breve arroyo, donde se fortificaron. Y se retiraron a deliberar tranquilamente al islote de Lobos. 11: Las Conquistas de los Señores 51 Pero el reloj de las libras tornesas señalaba hambre próxi-ma, y los colonos aún no habían podido obtener fruto de la tierra. Soldadesca y marinería - gente mercenaria al fin- ba-rruntaban la verdad y como no ambicionaban privaciones en país enemigo, se desordenaban y desobedecían a sus jefes. Por ello, Bethencourt decidió partir con los descontentos. Y lo hizo después de dejar a la guarnición de Lanzarote las vituallas que no habría de necesitar en su navegación a ~ S ~ a ñ a . BERTIN DE BERNEVAL Junto a Gadifer, dejó Bethencourt, como representante su-yo en el gobierno de sus nuevos estados, al aventurero nor-mando Bertín de Berneval. El ansia de obtener rápidos bene-ficios estuvo a punto de destruir la obra comenzada. Pocos días después de la partida de Bethencourt, apareció en la Graciosa una nave española. Berneval salió a reconocerla; era la Morella, patroneada por Francisco Calvo, a quien pro-puso la compra de cuarenta isleños que se comprometía a es-clavizar si le prestaba treinta de sus marineros. El patrón se negó. Partió Berneval. Y encontró su hombre en Francisco Or-dóñez, capitán del Tajamar, que aceptó la propuesta. Entre-tanto, Gadifer de la Salle, ajeno a todo, cazaba focas en la isla de Lobos. Berneval volvió a Rubicón. El rey Guadarfía solicitó su ayuda para defenderse de la nueva incursión del Tajamar, har-to conocido de su pueblo. Berneval le ofreció protección y le tendió una celada. Cayó en ella Guadarfía con sus hombres. Apresólos el normando, amparado en la noche y en el sueño de los indígenas, y los condujo presos a la Graciosa, donde espe-raba el Tajamar. Guadarfía pudo escapar, pero veintidós de sus súbditos fueron embarcados y convertidos en esclavos. Entonces Gadifer, falto de víveres en el islote, mandó a Ramonet de Lenedan en busca de ellos. Lenedan halló a Ru-bicón saqueado por la soldadesca de Berneval y no pudo llevar 52 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias socorros a Gadifer, porque fue robado y muerto por los insu-rrectos. Berneval partió hacia la Península, llevando en su poder los despojos del castillo y de la isla y dejando a Gadifer abando-nado en el islote de Lobos. Los capellanes Boutier y Leverrier consiguieron que Fran-cisco Calvo, patrón de la Movella, auxiliara a Gadifer y lo de-volviese a Rubicón. Cuando el caballero volvió, la ruina estaba consumada. Y los normandos fieles eran sólo un puñado de seres abocados a la desesperación. Fue dificilísima la situación de los europeos que permane-cieron en Lanzarote, fieles a los fines de la conquista. De una parte, carecían de bastimentos para sostenerse en la recién na-cida colonia. De otra, el rey Guadarfía intentaba expulsar a los debilitados y hambrientos conquistadores. La traición vino a favorecer aparentemente a los franceses. Un indígena llamado Ache, pariente del intérprete Alfonso, pretendió reinar entre los isleños y, para desembarazarse de Guadarfía, indicó a los normandos el lugar donde podían en-contrarlo y asegurarse de su persona. Así lo hizo Gadifer, pero Guadarfía escapó nuevamente a sus prisiones, y apedreó, y que-mó vivo al traidor Ache. Desde entonces, la guerra fue encarnizada; sólo a princi-pios de 1403 - guerra, hambre, enfermedades- los indígenas se entregaron en número de ochenta y recibieron el bautismo de manos de los dos capellanes. Lanzarote quedó, por fin, pa-cificada. Entretanto, Bethencourt había llegado a Cádiz, había he-cho prender a la rebelde tripulación y había emprendido viaje por tierra hasta Sevilla, donde hizo pleito homenaje al rey En-rique 111, el Doliente, a cambio de su ayuda en la conquista. El rey le concedió veinte mil maravedises para avituallar sus tropas, el quinto de todas las mercaderías, y el derecho de acu-ñar moneda. 11: Las Conquistas de los Señores 53 Por mediación de su tío Rubín de Bracamonte, obtuvo de Benedicto XIII - e l Antipapa Luna- permiso para elegir un sacerdote y presentarlo como Obispo de Canarias. Ya se había olvidado el antiguo nombramiento de D. Bernardo, hecho por Clemente VI1 medio siglo antes, y el más cercano episcopado de Fray Jacme Ulzina, dominico mallorquín, antiguo prior del monasterio de Santo Domingo de Palma, que se titulaba Obis-po de Canarias en las postrimerías del siglo XIV. Bethencourt presentó para el cargo a Fray Alfonso de Ba-rrameda. El Papa Luna erigió la nueva sede de Rubicón y auto-rizó la consagración del elegido. Pero Fray Alfonso de Barra-meda, nombrado y consagrado Obispo, no residió jamás en su diócesis. Algunos años después, Martín V, Papa de Roma, nom-bró para la misma diócesis a Fray Martín de Domibus, o de las Casas, que tampoco residió en las islas. Fray Mendo de Viedma, Obispo nombrado por Benedicto XIII, y reconocido posteriormente por Martín V, fue el primer prelado de Cana-rias que residió en su iglesia de San Marcial de Rubicón, a partir de 1428. Pero antes de gestionar la instauración de la nueva dióce-sis, Bethencourt aparejó en Sevilla una carabela para avituallar a los abandonados conquistadores de Lanzarote. Con estos refrescos, Gadifer pudo abastecer los almacenes de su castillo lanzaroteño, y efectuar un viaje de exploración por las islas que aún le eran desconocidas. Hizo escala en Río Palmas, donde escaramuzó con algunos isleños; tomó prisione-ras a cuatro mujeres, y partió hacia Gran Canaria. Fondeó en la abierta rada de Gando, ante el poblado que allí se encontraba. Más de quinientos canarios cubrieron pres-tamente la playa; algunos isleños subieron a la carabela y co-merciaron durante dos días con sangre de drago e higos secos. Gadifer intentó avanzar más en sus tratos y envió un mensaje 54 Breve Noticia Histórica de las Islas Canaria3 de paz al Guanarteme, o rey, con el trujamán Pedro « el Cana-rio » y alguna escolta, pero los canarios sólo permitieron des-embarcar a su compatriota y rechazaron a los extranjeros. Cuan-do supo Gadifer que la isla contaba con una fuerza de seis mil guerreros, sospechó que era demasiado poderosa para sus fuer-zas; largó velas y pasó a la isla del Hierro, cuyas costas reco-noció sin desembarcar; desembarcó en la Gomera, donde se apoderó de un hombre y tres mujeres. Cuando intentó hacer aguada, a la mañana siguiente, se lo impidieron. Puso proa a la Palma, pero vientos contrarios lo devolvieron al Hierro, don-de permaneció varios días, se apoderó de cuatro mujeres y un niño, y avitualló su nave con cerdos, cabras y ovejas. La isla se encontraba casi desierta por el continuo azote de los cazado-res de esclavos; le pareció poco accesible en sus costas, pero frondosa y arbolada. Desde la isla del Hierro volvió a la Palma, donde hizo aguada sin impedimento alguno. Después de tres meses de viaje, regresó a Lanzarote, donde Guadarfía continuaba encas-tillado en sus montañas. Las enfermedades y el hambre, que habían obligado a mu-chos de sus súbditos a entregarse a los normandos, no habían vencido la indomable fiereza del rey. Y Guadarfía esperaba, porque tenía confianza en Bethencourt. A su vuelta, se entre-gó con los pocos súbditos que le restaban. La tardanza de Be-thencourt retrasó en mucho la conquista y pacificación de las islas. Pero la llegada del barón normando presentó un nuevo pro-blema; la pleitesía y homenaje rendidos por Bethencourt a Enrique 111 de Castilla, se efectuaron con mengua de los de-rechos, o esperanzas, de Gadifer de la Salle. La infeudación provocó la ruptura de una bien cimentada y poderosa ~ mistad. Bethencourt, para conjurar esta ruptura inminente, prepa-ró nueva expedición a Gran Canaria y dio la jefatura a su com-pañero, que salió de Lanzarote el día 15 de julio de 1404 con tropas bien armadas y avitualladas. Llegó a Arguineguín y fon- 11: Las Conquistas de los Señores 55 deó en su rada, donde permaneció varios días, sin ordenar des-embarco alguno. Pedro « el Canario » , el trujamán que había quedado en la isla, llegó a nado hasta la carabela en compañía de otros isleños, con afán de comerciar. Vio el corto número de los conquista-dores y pensó atacarlos por sorpresa. Cuando la chalupa se en-contraba en tierra haciendo aguada, atacaron los canarios a los pocos hombres que la guardaban. Aníbal de la Salle, bastardo de Gadifer, defendió con arrojo la pequeña nave y pudo sal-varla con pérdida de remos y toneles. Volvieron los norman-dos a tomar represalias y recuperar lo perdido, pero encontra-ron a los canarios resguardados tras escudos y rodelas de que habían despojado en las mismas playas a soldados de expedi-ciones anteriores. La prudencia aconsejó reembarcar, mante-nerse al pairo varios días frente a la costa de Telde, y partir finalmente hacia Fuerteventura, a donde llegaron sin pena ni gloria. Esta infructuosa expedición agravó las disensiones entre los jefes de tal modo, que ambos partieron a Castilla, en distinta nave, para presentar sus quejas al Rey Doliente. Aún lo en-contraron en Sevilla. Enrique 111 mostró favor a Bethencourt. Gadifer partió hacia su dulce Francia, y dejó el campo libre al barón de Saint- Martin- le- Gaillard. Sólo lamentaba la pérdida de sus bienes y sus joyas en aquella empresa en la que se le arrebataba hasta la gloria. Pero marchó a Francia con la se-creta esperanza de encontrar algún príncipe dispuesto a con-quistar el resto de las islas. Bethencourt volvió a Rubicón en octubre de 1404 con vi-tuallas y refuerzos. Pasó a Fuerteventura; se alojó en el fortín de Rico- Roque y decidió terminar la conquista. Pero en la pri-mera escaramuza perdió seis soldados. Por ello, reunió sus fuerzas con las de Anííal de la Salle, que guardaban el fuerte de Valtarajal. Los naturales arrasaron los almacenes, iglesia y fuerte de Rico- Roque, y creyeron seguro su triunfo, pero los normandos, con sus fuerzas unidas, los atacaron fuertemente, los vencieron en varios encuentros y tomaron gran cantidad de 56 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias prisioneros que fueron enviados inmediatamente a Lanzarote. Ante estas pérdidas, Guize y Ayoze, reyes de Majorata y de Jandía, los dos reinos de la isla, decidieron entregarse y recibir el bautismo en enero de 1405. El pueblo siguió el ejem-plo de sus jefes, y así comenzó la comunidad cristiana de Fuer-teventura, que alzó una iglesia junto al mismo fuerte de Val-tarajal. Bethencourt, pacificada Fuerteventura, emprendió viaje a Normandía para reclutar colonos y poner en cultivo las nuevas tierras. Dejó a Jean le Courtois por su lugarteniente, y llevó consigo a varios indígenas para que aprendiesen la lengua. Lle-gó a Harfleur en pocos días y en otros pocos reclutó poblado-res y guerreros. Rejresó con 160 hombres, entre ellos varios nobles, en dos carabelas. Trajo entonces gran lujo de estandar-tes, trajes y ricas armas, y trajo también a su sobrino Maciot de Bethencourt. Llegó a Rubicón, partió hacia Fuerteventura, don-de reedificó el arrasado castillo de Rico- Roque, y reunió en su casa, junto a los nobles franceses, a los vencidos jefes insu-lares. LA ISLA DEL HIERRO Hacia fines de 1405, Bethencourt pretendió nuevamente conquistar Gran Canaria, y embarcó sus fuerzas en tres cara-belas que zarparon de Fuerteventura. Pero los vientos se coli-garon con los insulares y disolvieron la formación de la escua-drilla; una de las naves llegó a las costas de La Palma; la se-gunda aportó nuevamente a Fuerteventura; sólo la tercera, a cuyo bordo iba el normando, fondeó en la rada de Arguine-guín. Los primeros días comerció bajo capa de paz, pero luego lanzó al agua dos chalupas que, en son de guerra, atacaron a los insulares. Huyeron los indígenas ante los normandos, que se dividieron en gmpos y se internaron en los agrios barrancos de la isla. El Guanarteme, que vigilaba desde una altura, atacó 11: Las Conquistas de los Señores 57 a los invasores con un grupo de sus guerreros; les cortó la retirada hacia la playa e intentó apoderarse de las chalupas. Con grandes bajas, volvieron los normandos a la lengua del agua y continuaron la lucha por defender su único medio de salvación. Allí, junto a las chalupas, murió Jean le Courtois, lugartenien-te de Bethencourt; allí, Aníbal de la Salle, bastardo de Gadi-fer; allí, otros veinte franceses. Y se asegura que también mu-rió allí el valiente y astuto Guanarteme. Ante tal derrota, Bethencourt se retiró de Arguineguín, se reunió con la carabela que había regresado a Fuerteventura y partió en busca de la tercera, que reconocía las costas de La Palma. La fiereza de los palmeses tampoco permitió establecer ningún puesto avanzado, ni el simple comienzo de pacífica y amistosa relación. Bethencourt desembarcó en la isla del Hie-rro, cuyos naturales se refugiaron prontamente en las montañas y dejaron campo libre a los invasores. Los franceses permane-cieron tres meses como dueños de la costa y durante tres meses se escondieron los insulares. Hasta que Bethencourt envió a las alturas un mensajero: Augerón, hermano del rey Armiche, prometió paz y convivencia. Con el seguro de estas palabras, bajó el rey de sus peñas y bajaron con él sus vasallos. Pero Bethencourt negó sus promesas: abusando de su fuerza, re-partió, apresó y vendió como esclavos a los insulares. Y dejó colonos franceses, que labraron en paz sus tierras y se rigieron por las mismas ordenanzas de las islas conquistadas. Las tres carabelas volvieron finalmente a Fuerteventura. Jean de Bethencourt recorrió sus ya pacíficas islas. Fundó la villa de Santa María de Betancuria y partió hacia Sevilla - fi-nes de 1405-, en una de sus carabelas. Algún tiempo permaneció en España el conquistador de las islas, en busca de subsidios para su empresa. De esta fecha debe ser la bula de indulgencias de Benedic-to XIII a cuantos contribuyeran con sus limosnas a la con-quista de las islas, que el mismo Antipapa anuló posteriormen-te ( 1414), ordenando el embargo de las cantidades recaudadas. 58 Breve Noticia Histórica de las Islas Canavias En este aiio de 1414, el barón normando debió separarse de la obediencia de Aviñón y someterse a Roma; en 1419 aprovechó la vuelta a Roma de la corona aragonesa para obtener del rey de Aragón que se le entregasen las cantidades recaudadas, con órdenes especiales para el Obispo de Mallorca, que conservaba afecto y obediencia al Papa de Peñíscola. NUEVOS SEÑORES El barón de Saint- Martin- le- Gaillard regresó a Normandía en 1407 y se estableció en su señorío de Grainville. Sólo vol-vió a Castilla en la minoridad de Juan 11 para renovar su ho-menaje en manos de la Reina Regente doña Catalina. En 1418 se presentó a Bethencourt un dilema con la gue-rra franco- inglesa. Como vasallo de Carlos V rey de Francia, no podía ser leal al rey de Castilla, aliado del soberano inglés. Y como feudatario del rey de Castilla, no podía guardar fidelidad al rey de Francia, su natural señor. Bethencourt lo resolvió con ciertas artes dignas de novela picaresca, frecuentes en su vida: dio poder a Maciot de Bethencourt, su sobrino y lugarteniente, para que donase las islas al Conde de Niebla, vasallo del rey de Castilla. Y la donación que Maciot hizo a D. Enrique de Guz-mán en 1418 tiene todo el aspecto de ser una transacción falsa. De ella dependió la salvación de un señorío comprometido por una doble infeudación. Nada cambió en las islas con el cambio de señor. Ni siquiera el gobernador. Años antes había surgido en la isla del Hierro la primera sublevación de la larga serie que constituye la historia de las islas de señorío. Servidumbre y humillaciones constantes Ilena-ban la vida del herreño. Los colonos normandos esclavizaban prácticamente a los pocos indígenas que había dejado en la isla la traición de Bethencourt, y hasta forzaban públicamente a las mujcrcs de los insulares. Un isleño ofendido apuñaló y dio muerte en 1410 al capitán Lázaro Vizcaíno, su ofensor. Se co-rrió la voz. Se extendió la rebelión a toda la isla. Todos los ofendidos trataron de vengarse juntamente. Los isleños, aban- 11: Las Conquistas de los Señores 59 donando sus hogares y sus campos labrantíos, se retiraron al monte, dispuestos a defender sus vidas y derechos. Maciot de Bethencourt envió al Hierro un nuevo gobernador que ahorcó, degolló, concilió ánimos, apaciguó disturbios y restableció la justicia que se había ausentado de la isla. Volvió la paz con la justicia: los isleños entregaron sus armas, regresaron a sus hogares, y labraron de nuevo sus campos. Maciot, que había dado pruebas durante su mandato de saber tener fuerte y justicieramente la vara de la gobernación, cambió de costumbres en cuanto se vio convertido en señor casi absoluto de las islas. Porque las islas, en virtud de la donación ficticia, tenían un señor aparente que no se preocupaba de su gobierno porque no tenía intereses en ello; y un señor real que no podía intervenir en su administración so pena de perder to-talmente el señorío. Sólo Maciot de Bethencourt, con indiferen-cia del uno y con poderes del otro, era verdadero señor y amo de las islas. Como amo y señor negociaba los- esclavos de que se proveía en las cercanas costas de Africa. A falta de mercancía marroquí, vendió muchas veces a los ya pacíficos naturales de las islas. Y los actos de su gobierno fueron de allí en adelante más efecto del capricho señorial que de un recto sentido de justicia. A partir de 1420, una serie de litigios comenzaron en tor-no a las islas. En 29 de agosto, Juan 11 de Castilla donó las islas a Alfonso de las Casas o Casaus, vecino de Sevilla. Al-fonso de las Casas, conocido comerciante en esclavos, Maciot y el Conde de Niebla, litigaron por el señorío durante diez años. En 1430 tramaron en Sevilla los litigantes; el conde cedió la propiedad de las islas a Guillén de las Casas, marido de doña Inés de Bracamonte e hijo de Alfonso de las Casas, a cambio de una indemnización de cinco mil doblas moriscas. Maciot de Bethencourt fue testigo de esta transacción. En el fondo, era, posiblemente, el único vendedor. Pero Maciot aparece de nuevo en 1432 como señor de Lan-zarote; no sabemos cómo pudo obtener este señorío de Gui- 60 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias llén de las Casas. Pero lo obtuvo. Y en 1437 ratificó a sus va-sallos las franquicias concedidas durante el aparente señorío del conde de Niebla. LOS PORTUGUESES Don Enrique « el Navegante » , Infante de Portugal, vigilaba los movimientos marítimos y los descubrimientos geográficos de la época desde su promontorio de Sagres. La marina portu-guesa tomaba incremento de su poderosa voluntad: naves por-tuguesas cruzaban todos los mares y se dirigían principalmente hacia el sur de Africa, buscando el camino de las Indias. Y pues necesitaba bases territoriales que jalonaran la ruta de sus naves, intentó por todos los medios obtener la posesión de las Canarias y envió a ellas varias expediciones. Primero envió 2.500 hombres de infantería y 120 caballos al mando del almirante D. Fernando de Castro, que desembarcó en Las Isletas de Gran Canaria. Cuando se atrincheraban ! os por-tugueses, gran número de canarios los forzó a tomar de nuevo las naves, a despecho de sus oficiales. Aunque quedaron en la playa trescientos hombres, no disminuyó la imperiosa voluntad de dominio del Infante. En 1427, aparejó una nueva flota, que puso a las órdenes de Antonio de la Cámara. Catorce carabelas, mil infantes y un centenar de caballos. La flota aportó a la misma playa de Las Isletas, y lanzó sus lanchas cargadas de hombres. Los insulares, ocultos tras los peñascales y entre los arrecifes de la costa, se lanzaron sobre los portugueses en el momento de desembarcar. Las pérdidas de esta expedición superaron a las anteriores. Pero no cejaba el Infante: naves portuguesas merodeaban siempre en las islas y esclavizaban a los naturales que hallaban solos e indefensos. Las frecuentes incursiones portuguesas obligaron a Don Juan 11 a presentar sus quejas ante la Curia Pontificia para que discriminase los derechos de Portugal y Castilla a la conquista 11: Las Conquistas de los Señores 61 de las Canarias. Don Alonso de Cartagena, Deán de Santiago, hijo del converso Alonso de Santa María, logró con sus Allega-tz'ones que se prefiriese a Castilla, y que su derecho se exten-diera a la zona norte de Marruecos. LOS PERAZA El señorío de Guillén de las Casas sobre Canarias fue bre-ve y no modificó la conquista ni la administración. Reconoció sus estados, removió gobernadores y disfrutó doce años de su señorío. Dejó dos hijos, que dividieron el feudo: el varón recibió la isla del Hierro con los derechos de quintos de la Gomera y Palma; y doña Inés, Fuerteventura con los quintos de Gran Canaria y Tenerife. En 1445, Guillén de las Casas, el varón, permutó sus islas por ciertas propiedades que su hermana po-seía en Sevilla. Así, Hernán Peraza, marido de doña Inés, que-dó dueño del señorío de las islas, con excepción de Lanzarote, que pertenecía a Maciot. Hernán Peraza el Viejo determinó visitar su señorío y des-embarcó en Fuerteventura con su primogénito Guillén Peraza y con algunos frailes franciscanos que deseaban predicar el Evangelio. Tomó posesión de Fuerteventura, y emprendió el recono-cimiento de las restantes en dos navíos con quinientos hom-bres de guerra. Fondeó en las Isletas. Intentó desembarcar. Pero los insulares se lo impidieron, concentrándose en la playa en cantidad extraordinaria. Levó anclas, largó velas y partió en demanda del Hierro, donde tranquilizó a las gentes que an-daban levantiscas en demanda de una justicia que negaban los gobernadores. Se trasladó a la Gomera; y con dejar algunos franciscanos, ejecutó el primer acto de posesión hecho por los señores en la isla. Salió hacia La Palma, donde desembarcó, y quiso con-quistarla con sus escasas fuerzas. Presentó batalla a los pal- 62 Breve Noticia Históricu de las Islas Canarias meros, que se habían reunido en gran número, y se defendían con sus toscas armas: piedras, troncos y venablos aguzados al fuego. En medio de la lucha, una piedra hirió en la cabeza al joven Guillén Peraza y lo derribó muerto del caballo. Her-nán Peraza volvió a la Gomera con el cadáver de su hijo. Años después, Fr. Juan Abreu Galindo copiaba en su « Cróni-ca » unas bellísimas enhchas que - según decía- fueron cantadas a raíz de la muerte del doncel malogrado: iLlorad las damas- así Dios os vala! Guillén Peraza- quedo en La Palma, La flor marchita- de la su cara. No eres palrpa,- eres retama, Eres ciprésde triste rama, Eres desdicha,- desdicha mala. Tus campos rompan- tristes volcanes; No vean placeres,- sino pesares. Cubran tus flores- los arenales. i Guillén Peraza! - i Guillén Peraza! ¿ Dó está tu escudo?- ¿ Dó está tu lanza? Todo lo acaba- la malandanza. LOS PORTUGUESES, DE NUEVO Los portugueses que, apoyados en los bandos de Orone y Agana, ocupaban subrepticia e ilegalmente parte de la Gomera, estimulaban las revueltas en la parte ocupada por Peraza. Al mismo tiempo, insinuaban a Maciot que les vendiese Lanza-rote. Pero el normando solamente se atrevió a darla en arren-damiento. Los portugueses poseyeron la isla durante dos años. Hernán Peraza temió por su señorío y acudió al rey de Casti-lla, quien reconoció sus exclusivos derechos a Lanzarote, como único señor de las Canarias; y mandó a sus súbditos que le 11: Las Conquistas de los Señores 63 favorecieran y ayudasen a tomar y aprehender lo que en dere-cho le pertenecía. Con esta real cédula, Hernán Peraza preparó una expedi-ción a Lanzarote: rápido y secreto, invadió la isla; se apoderó de Maciot, de su esposa Teguise, hija de Guadarfia; de sus hijas y de sus principales valedores; y los condujo prisioneros a la isla del Hierro. Los portugueses supieron pronto la prisión de su aliado; lo libertaron en rápida incursión y lo llevaron a tierra portu-guesa. Maciot temió por su vida y vendió sus derechos a Don Enrique el Navegante. Recibió a cambio una renta anual de 20.000 reis. En 1450, el Infante, dueño de aquellos derechos, pero ca-rente de la legitimación del rey castellano, envió ocho cara-belas y una fusta a tomar posesión de la isla. Sus tropas llega-ron en son de guerra; alancearon y mataron a los pacíficos ha-bitantes, quemaron las embarcaciones que encontraron en los puertos y, durante algún tiempo, cometieron actos de insufri-ble dominio y tiranía. Los lanzaroteños, que, si soportan la inclemencia de la tie-rra y de los cielos, no soportan largo tiempo la inclemencia de los hombres, se alzaron en armas; arrojaron a los tiranos in-vasores; acudieron al rey D. Juan 11 para que los amparase y protegiese contra los depredadores de toda índole que, con nombre de señores, arruinaban la isla; y le pidieron humilde-mente que guardase en sí el señorío, pues, como fieles vasallos, para Su Alteza lo habían reconquistado de los portugueses. Pero Hernán Peraza reclamó sus derechos y el rey envió a Juan Iñiguez de Atabe, su antiguo embajador en Portugal, para que poseyese la isla en su nombre e investigase los títulos y derechos de ambos contendientes. El despechado Infante, que no pudo reclamar derecho al-guno, ordenó entonces una verdadera ola de piratería y depre-dación. Naves portuguesas bloquearon las islas, pillaron sus costas y robaron sus mares. Una nube de corsarios ensombre- 64 Breve Noticia Histó~ ica de las Islas Canarias ció las aguas, las naves portuguesas apresaron centenares de infelices isleños que consumieron sus días en las mazmorras de Marruecos, a donde los condujeron los cristianos sicarios de Don Enrique el Navegante. Al mismo tiempo, el Infante, que por cuestiones interna-cionales no podía atacar abiertamente los territorios del rey de Castilla, intensificó su ya antiguo influjo sobre ciertos bandos de la Gomera y atacó a Hernán Peraza así por mar como por tierra. Pero la torre de San Sebastián resistió todos los embates portugueses. Una hábil maniobra diplomática de Don Juan 11 redujo al infante a abandonar su bloqueo, pillaje, piraterías y pretensio-nes. Un simple inciso en una carta logró lo que no habían lo-grado muchas cartas de violenta reclamación: el rey Don Juan, veladamente, amenazó a los portugueses con renovar sus pre-tensiones a la conquista de Guinea. Con aquel inciso, el rey castellano atacaba el corazón mismo de las ambiciones portu-guesas, el más querido sueño del Infante. Inmediatamente, los portugueses se avinieron a un trata-do; en 1454 abandonaron las aguas de las islas, desembarga-ron su misterioso establecimiento de la Gomera, y dejaron dor-mir, por algún tiempo, sus pretensiones a la posesión de las Canarias. D." INÉS PERAZA Y DIEGO DE HERRERA Sólo D." Inés Peraza, hija y heredera de Hernán Peraza, pudo gozar de su señorío cuando los portugueses cejaron en sus deseos. Su padre había muerto sin recuperar Lanzarote y sin poseer completamente la Gomera. D." Inés había casado con el Veinticuatro de Sevilla Diego de Herrera, quien logró de Enrique IV la confirmación en sus derechos, tomó posesión de las islas, sancionó los antiguos pri-vilegios y nombró gobernadores. : 11: Las Conquistas de los Señores 65 Como todos los nuevos señores, Diego de Herrera inten-tó conquistar Gran Canaria, Tenerife y Palma. Reunió en Fuer-teventura una pequeña armada; embarcó en ella con el Obispo y su provisor, y desembarcó en Las Isletas, antes de que los insulares hubiesen acudido a defender sus costas. Cuando acu-dieron, Diego de Herrera había levantado ya un acta de pose-sión. Hizo saber a los isleños, por medio del Obispo, que sólo intereses comerciales le habían llevado allí; y distribuyó ar-mas, trajes, hachas, anzuelos y abalorios que confirmaron sus palabras. Los isleños correspondieron con los productos de sus arboledas y ganados. Y se retiraron los invasores en paz. En 1464 intentó Herrera hacer lo mismo en las playas de Añaza, donde hoy se encuentra Santa Cruz de Tenerife, pero el resultado fue idéntico, porque solamente obtuvo, además del acta de posesión, que algunos de sus soldados desembarcaran y fueran llevados, en prueba de amistad, hasta la vega de La Laguna. LOS PORTUGUESES, OTRA VEZ Los lusitanos no cejaban en su deseo de apoderarse de las islas y, a pesar de las declaraciones de la curia papal, de la corte castellana y de los tratados suscritos, atacaron de nuevo las Canarias. Un nuevo derecho los asistía entonces: un título legítimo, otorgado por el mismo rey de Castilla. Los condes de Atougia y Villarreal habían acompañado a la princesa D." Juana cuando de Portugal vino a reinar en Cas-tilla. D. Enrique IV, desmembrando su corona, quiso demos-trar su afecto a los dos nobles portugueses: y no encontró merced mejor que el derecho a la conquista de Gran Canaria, Tenerife y La Palma. El Infante D. Fernando, sobrino de Don Enrique el Navegante, les compró este derecho: y armó en 1466 una flota, cuya jefatura dio a Diego de Silva Meneses. La escuadra se presentó de improviso ante Lanzarote. Die-go de Herrera apenas tuvo tiempo de refugiarse con su fami- 66 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias lia en los altos de Famara, mientras los portugueses quemaban, saqueaban, destruían y se entregaban al feroz placer de matar. Ruina y desolación sembraron también en Fuerteventura. Des-pierto aún su sanguinario deseo, dirigieron sus armas contra la pequeña y mal guarnecida torre que, en la playa de Gando, en Gran Canaria, poseía aún el arruinado Diego de Herrera. No usó Diego de Silva de un derecho: abusó de un poder, .,. La intención lusitana quedó definida desde el primer momentÓ'i no intentaron tomar lo que les pertenecía; pretendieron sola-mente aniquilar el poderío castellano en las islas, cortar el vuelo a la que preveían como su única rival en el dominio de 10s mares y de las tierras de ultramar. Diego de Herrera demandó protección a la corte castella-na. Enrique IV revocó en 1468 su donación, y no hizo otra cosa en favor de las desventuradas islas. La tardía revocación real no sirvió de nada, pues Diego de Herrera había pactado ya con el general invasor y lo había casado con su hija D." Ma-ría de Ayala, a quien dotó con la tercera parte de los frutos de Lanzarote y Fuerteventura. Aceptó el Infante la transacción de su súbdito. Unieron sus fuerzas el suegro y el yerno y se dispusieron a conquistar las islas mayores, gran sueño señorial. Diego de Silva y Diego de Herrera se dirigieron en una escuadrilla a Gran Canaria y desembarcaron en la Caleta de Vacas, cerca de Gáldar, donde vivía el rey de la isla o Guanar-teme. Españoles y portugueses se internaron en la tierra dis-puestos a derrotar a los isleños en la misma sede de su rey. Pero el hombre propone ... y Dios dispuso que los canarios cercaran a los invasores por medio del fuego y de sus propios cuerpos. Magados y venablos se cruzaron de nuevo con espa-das y alabardas. Silva, viéndose cercado, apretado por las lla-mas, el humo y las armas arrojadizas, se refugió en un tagoro, o lugar de consejo, cuya cerca de piedra le dio rodela y guarda. 11: Las Conquistas de los Señores 67 Capitulación es secuela de hambre y sed. Y hambre y sed obligaron a Silva, que pactó. El portugués prometió abandonar la isla y no volver jamás a ella. El Guanarteme le prometió vida y libertad; le sirvió de guía y rehén a través de una asperísima senda que aún hoy se apellida de Silva, y lo dejó, libre y se-guro, a la lengua de la mar. Diego de Silva se volvió a Portu-gal, donde más tarde fue nombrado conde de Portalegre. Esta capitulación y retirada de Diego de Siva tiene, en los cronistas, hondo sabor de historia caballeresca, como la « Cró-nica de D. Pero Niño, Conde de Buelna~, o la del « Paso Hon-roso » de Suero de Quiñones. Los lanzaroteños ambicionaban ser vasallos directos de la corona castellana. Ya lo dieron a entender cuando pidieron ayuda y cobijo a Juan 11, luego que se libraron de los primeros invasores portugueses. El continuo pasar de unas manos a otras y de un mal poder a otro peor y más tiránico, acrecía en ellos el deseo de finalizar con aquel continuado trasiego. Día a día, el ser vasallos de señores repugnaba más a su carácter y los hacía más afectos a los reyes de Castilla. Así.. . Una mañana, Diego de Herrera vio que en las calles de Teguise sus amotinados súbditos pedían rendir vasallaje a la reina D." Isabel, negando la obediencia a su señor. Herrera se encerró en su torre. Los amotinados le presentaron un memo-rial y enviaron a la corte dos emisarios que manifestasen sus agravios a los reyes y les pidieran libertad, justicia y recompen-sa. Eran los tiempos de Fuenteovejuna. Cuando los emisarios del pueblo de Lanzarote llegaron a Sevilla, ya Diego de Herrera había pasado aviso a su primogé-nito, Pedro García de Herrera, quien preparó una celada, se apoderó de los enviados y de sus papeles, y los condujo presos a la villa de Huévar, señorío de su familia. Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias Los reyes conocieron esta arbitraria e ilegal prisión; saca-ron de su cárcel a los emisarios; y ordenaron que Juan Iñiguez de Atabe hiciese nueva pesquisa sobre las bases reales del do-minio de los Herrera sobre las islas. Entretanto, los sublevados lanzaroteños obraban como súb-ditos directos de la reina. Fundados en la guerra que sostenía-mos con Portugal por mor de bs derechos de D." Juana la Bel-traneja, se apoderaron de una carabela portuguesa. Diego de Herrera hall6 modo de confabularse con el prisionero capitán de la nave y, uniendo a sus leales con la tripulación extranjera, tomó por asalto la villa capital; prendió a los doce vecinos más influyentes y ahorcó públicamente a seis, pues los otros seis lograron conservar la vida poniendo tierra y mar por medio. Por entonces, Castilla comenzaba su política de expansión. Los reyes conocieron la importancia de las islas en cualquier intento de dominación de Africa; y comprendieron que las veleidades de los señores territoriales y el sordo empeño de la corona portuguesa ponían en peligro el archipiélago. La pose-sión de las islas representaba para Portugal el dominio incon-testable de los mares, de la zona marroquí y de la prodigiosa ruta de Guinea. Su pérdida representaba para Castilla el cese, la dejación de su capacidad expansiva. Los reyes consultaron con Fray Hernando de Talavera, quien declaró patente el derecho de los señores. Visto ello, los Católicos negociaron con Diego de Herrera la cesión de la con-quista de las islas mayores mediante crecida indemnización, el título de conde de la Gomera y el permiso para fundar varios mayorazgos. Ante Bartolomé Sánchez de Porras, escribano de Sevilla, en 15 de octubre de 1477, Diego de Herrera traspasó un derecho que era carga onerosa para sí, y aún lo hubiera sido para su descendencia. Los reyes comenzaron la conquista de las islas: asentaron con el Obispo de Canarias D. Juan de Frías, y con varios no-bles andaluces, la conquista de Gran Canaria; y nombraron in-tendentes de ella al cronista Alonso de Palencia y a Don Diego de Merlo, Asistente de Sevilla. LAS CONQUISTAS DE LOS REYES: GRAN CANARIA EL REAL DE LAS PALMAS Si los reyes entregaron la conquista de Gran Canaria a una incipiente burocracia, se preocuparon también de entregarla a un soldado valeroso y de experiencia: Juan Rejón, que plantó su bandera en Sevilla, reclutó 600 infantes y logró alistar has-ta 30 hidalgos, que aportaron sus caballos y armas. Este menguado ejército salió del Puerto de Santa María en 13 de junio de 1478, a bordo de una flotilla de seis carabe-las y dos fustas. En su mayoría, eran soldados veteranos, proce-dentes de un tercio disuelto; vestían de color pardo y de su hábito les vino el nombre. Los pardillos de Juan Rejón par-tían a la conquista de una tierra donde se habían perdido mu-chas poderosas armadas, y donde no habían logrado fruto los esfuerzos de los señores durante más de setenta años, desde los primeros tiempos del barón normando, hasta los últimos días del exclusivismo del Veinticuatro de Sevilla. Diez días de travesía. El 24 de junio fondeó la flotilla en el puerto de las Isletas. A la salida del sol, comenzó el des-embarco de soldados, caballos y artillería. Marcharon los par-dillos por la orilla del mar, sin ser hostilizados de ningún ca- c nario, hasta encontrar un arroyo de aguas purísimas, cuyas márgenes estaban pobladas de excelsos árboles y descolladas palmas. Rejón decidió plantar allí su campamento, próximo al mar y próximo al agua dulce; mandó abrir un calvero en el bosque, donde se levantaron las primeras tiendas y los primeros alma-cenes para armas, víveres y pólvora. Mandó abatir gran núme- 72 Breve Noticia Histórica de las Islas canaria^ ro de palmas y con ellas cercó el real o campamento, donde fijó el eje de sus operaciones militares, al borde del barranco Guiniguada. Fustas y carabelas descargaron sus bastimentos. Las naves mayores se volvieron a España mientras las dos pe-queñas permanecían al servicio del campamento. Clérigos franciscanos y seculares levantaron un templo de troncos y de techo pajizo, que dedicaron al santo eremita San Antón Abad, y celebraron el oficio divino. LA PRIMERA BATALLA Aún no habían salido las carabelas y ya se había librado la primera batalla por la posesión de la tierra. Dos cuerpos de guerreros insulares se acercaron al recién levantado real; uno de ellos procedía de las bandas del sur de la isla y venía acau-dillado por tres valientes insulares: Dovamas, Maninidva y Adavgoma. Y otro llegaba de las bandas del norte. Los del sur alcanzaron los cerros que dominaban el real antes que las tropas norteñas; impelidos por su espíritu belicoso y creyendo que su número de dos mil bastaría para aplastar a los seiscien-tos habitadores del campamento, se dividieron en tres colum-nas y atacaron sin esperar la llegada de las otras fuerzas. Pero sus armas no tenían el alcance de las . ballestas y arca-buces de los españoles. Piedras, venablos aguzados y lanzas de tea, palos endurecidos al fuego, mal podían herir, si no era en lucha próxima, o cuerpo a cuerpo. Atacaron y lograron que la lucha fuese como exigía su armamento; durante varias horas, la victoria se mantuvo indecisa; el ala izquierda flaqueó un momento ante el ataque de los guerreros de Adargoma. Se re-plegaban ya los españoles, cuando Rejón metió su caballo por entre sus gentes, se acercó a Adargoma, lo hirió y derribó en tierra. El isleño, herido, estuvo a punto de obtener la victoria derribando a Rejón de su caballo. Pero el alférez Alonso Jái-mez de Sotomayor, su cuñado, lo mantuvo erguido sobre la cabalgadura, y lo ayudó a apresar y conducir al real a un herido 111: Las Conquistas de los Reyes. Gran Canaria 73 de tanta consideración. La Ipérdida de un jefe, el cansancio de las horas de batalla y la tardanza de la columna del norte, dis-minuyeron el ánimo de los isleños, que abandonaron el campo y se retiraron con sus heridos y sus muertos. Las seis carabelas llevaron a Sevilla la noticia de la primera victoria sobre los isleños de Gran Canaria, que habían dejado ya de ser invencibles. En un mes de treguas, Rejón fortificó su campamento, lo ensanchó, le dio solidez, despejó el terreno circundante de to-da arboleda que pudiera ocultar espías, o favorecer embosca-das; y reconoció pacientemente, en los alrededores, los posi-bles campos de batalla. EL SEGUNDO ATAQUE De nuevo, los isleños, mandados por Maninidra, se acerca-ron al real cuando finalizaba el mes de julio. Rejón, conocedor de sus armas y de los aborígenes, presentó batalla sin permitir el cuerpo a cuerpo que comprometió su victoria en el ataque anterior. Ballestas, arcabuces y falconetes impidieron que los insulares se acercasen a las empalizadas del real. Si alguna es-cuadrilla de canarios lograba una proximidad peligrosa, carga-ban los treinta jinetes españoles y alanceaban a los guerreros desnudos. A pesar de la disparidad de fuerzas, los aborígenes lograron descabalgar al general de los invasores. Pero este pequeño éxito no impidió que los canarios cono-cieran la impotencia de sus armas frente a las armas de los con-quistadores. Maninidra dio orden de retirada después de varias tentativas sin obtener fruto alguno del derrochado valor. Después de ese ataque, los canarios se retiraron a las altu-ras de la isla, con familias y ganados, pues ya que no podían mantener el dominio de la tierra nativa, cuando menos desea-ban conservar la heredada libertad. Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias LOS PORTUGUESES Pero esta victoria y esta retirada no dieron la paz al real. Huidos a sus montes los enemigos de la tierra, aparecieron pronto los enemigos del mar: los portugueses. Una flota de siete carabelas apareció una mañana ante el puerto de las Isletas. La corona portuguesa no cejaba en su empeño de poseer alguna de las islas y procuraba obstaculizar la acción castellana en ellas, máxime ahora, cuando ya las nue-vas tierras conquistadas entrarían bajo el dominio directo de los reyes castellanos. Rejón, prevenido, había emboscado sus in-fantes y su caballería entre los arrecifes, las rocas y el monte que bordeaba el puerto. Cuando las chalupas portuguesas ha-bían dejado en la playa su primera remesa de soldados y volvían a las carabelas en busca de nuevas fuerzas; cuando estaban des-prevenidos los soldados de la playa, los castellanos dejaron sus escondites, se abalanzaron sobre los portugueses, y, en poco tiempo, los acuchillaron y lanzaron al mar. Ante tal desbarate, las carabelas aparejaron y desaparecieron en el horizonte. DISENSIONES EN EL REAL Entretanto, la cizaña crecía entre el buen trigo, en el cam-pamento español. Los intendentes de la conquista en Sevilla recibían quejas constantes: Rejón se quejaba de las intromi-siones del Deán Bermúdez en los asuntos de la guerra; y el Deán tachaba a Rejón de entrometido en los asuntos eclesiásti-cos y criticaba su modo de llevar la guerra. No eran tales las intromisiones del Deán, pues simplemen-te fiscalizaba, como representante de la Iglesia, el empleo de los caudales que, procedentes de las indulgencias del Antipapa Luna, obtuvieron los Reyes Católicos como continuadores de la obra de Jean de Bethencourt. 111: Las Conquistas de los Reyes. Gran Canaria 75 Si Bermúdez conocía en las cosas de su competencia, aun-que se excediera en ello, Rejón se entremetía en aquello. de que no debiera conocer. Con razón o sin ella, ambos elevaban sus quejas a los co-misarios. Sus disensiones producían banderías y amenazaban arruinar la empresa. Los comisarios buscaron persona capacita-da que hiciese pesquisa de los hechos, terminara con las disen-siones, e impulsase la conquista, que languidecía en el real. Y hallaron a Pedro del Algaba. PEDRO DEL ALGABA A mediados de 1479, llegó Pedro Fernández del Algaba, caballero sevillano que había recibido título y atribuciones de gobernador de la naciente población. Le acompañaban su mu-jer, Doña Leonor Xuárez Gallinato, sus hijos y el capitán, Alon-so Fernández de Lugo, cuñado de Doña Leonor. El Gobernador halló mal abastecido el real y envió a Re- . jón a Lanzarote para suplicar a Diego de Herrera que permi-tiese comprar el grano y el ganado necesarios para la vida del real. La nave de Rejón fondeó en el puerto de Arrecife. Hernán Peraza el Mozo, hijo predilecto de Diego de Herrera, de orden de su padre, intentó impedir la compra de granos y ganados, y hasta el simple desembarco de1 general. Rejón pretendió ven-cer la negativa de Peraza. Intervino Herrera, que conminó a Rejón a salir del puerto y lo amenazó con la expulsión forzada si no partía de grado. El general volvió airado a Gran Canaria e intentó retornar a Lanzarote con sus tropas para vengar la ofensa que Herrera había inferido a su persona, y aún a los mismos Reyes, negan-do vituallas para una conquista de Sus Altezas. Algaba y Bermúdez decidieron que el castigo competía a los Católicos y que no se podía comprometer el éxito de la em- 76 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias presa de Gran Canaria por vengar la ofensa inferida en Lanza-rote. Y como el terco Rejón deseara venganza a toda costa, Deán y Gobernador se confabularon para hacer desaparecer de la isla a personaje tan irascible, irrazonable y voluntarioso. Con apariencia de paz, Algaba lo invitó a comer en su to-rre. Cuando el general estaba convencido de las buenas jnten-ciones del Gobernador y del Deán, varios hombres armados se apoderaron de él y lo aherrojaron. Bermúdez y Algaba le for-maron proceso por lentitud en la conquista y por atentar a las inmunidades de la Iglesia y del señorío de Lanzarote: Rejón, cargado de cadenas, fue enviado a Sevilla en compañía del proceso. Bermúdez y Algaba, fdtos de recursos a causa de la nega-tiva de Herrera, resolvieron buscar ganado en las alturas para remediar el hambre del real. En Satautejo, en la parte centra1 de la isla, hallaron algunas cabezas y supieron que la mayor par-te de los ganados isleños se encontraba en Moya, en la selva de Doramas. Con la esperanza de lograr mayor fruto a idéntico riesgo, decidieron una segunda expedición, en búsqueda de mayores ganados. En efecto, salieron del real. Por los campos de Tama-raceite, Tenoya y Arucas subieron hasta Firgas y Moya, donde encontraron el ganado y los pocos pastores que lo guardaban. Tomaron la fácil presa y la condujeron directa y rápidamente hacia el campamento. Cuando bajaban al barranco de Tenoya, una espesísima lluvia de piedras y dardos deshizo la columna, produjo bajas de consideración y sembró el terror y el desorden entre los españoles, que veían escapar su presa y compometer-se e1 abastecimiento del real. A duras penas, salieron de aquella emboscada que había preparado el caudillo Doramas, famoso por su fuerza y valor, en compañía de Tenesor Semidán, el Guanarteme o rey de la isla. En el barranco de Tenoya perdieron la mayor parte del ganado que habían tomado en Moya, y aún siguieron perdien- 111: Las Conquistas de los Reyes. Gran Canaria 77 do, pues los guerrilleros canarios no dejaron de hostilizarIos hasta el valle de Tamaraceite. Entretanto, Rejón llega a Sevilla; defiende su conducta an-te los comisionados; es absuelto, y, confirmado en el mando militar de la conquista, planta bandera en Sevilla y recluta nue-va gente para socorrer en hombres al empobrecido real. Los comisionados juntan víveres y naves y confían el mando de una nueva expedición al regidor de Cádiz y capitán de mar Pedro Hernández Cabrón. El Obispo D. Juan de Frías embarca también hacia las is-las. Obispo y capitán de mar, asentistas directamente interesa-dos en la conquista, llevan encargo de dirimir las cuestiones existentes entre los jefes. La flota surgió en las Isletas el 6 de agosto de 1479. El Obispo detuvo a Rejón a bordo mientras confería con Bermú-dez y Algaba e intentaba aplacar las discordias. Pero no pudo vencer las incompatibilidades y ordenó que Rejón fuese de-vuelto a Cádiz por las mismas carabelas que lo habían traído. Con la ayuda de Pedro Hernández Cabrón, Algaba y Ber-múdez prepararon una entrada por las costas de Arguineguín y el valle de Tirajana, lugar desconocido de los conquistadores, pobladísimo de canarios, y ab~ indantee n aguas y ganados. In-tentaban con ello arruinar definitivamente las fuerzas insula-res en' uno de sus más importantes reductos. Desembarcaron en Arguineguín, se internaron en la isla siguiendo el curso del arroyo, tomaron algún ganado y pensa-ron volver a la playa con la presa sin haber visto a ningún is-leño. Los canarios observaban, ocultos en sus alturas; cuando los vieron embarazados por el ganado y encerrados en 10 más hondo y abrupto del barranco, comenzaron a hostilizarlos. Pie-dras, dardos, lanzas, palos y toda suerte de armas arrojadizas 78 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias cayeron sobre los españoles, que no pudieron utilizar sus ar-mas, ni mantener su formación. Deshechos, rotos, en franca huida, llegaron a la playa, donde continuaron la lucha cuerpo a cuerpo que les impusieron los aborígenes. Consiguieron re-embarcar sin llevar presa alguna; dejaron en el campo veinti-séis muertos y ochenta prisioneros. Sólo lograron salva: más de cien heridos. Cambiadas las cartas, la batalla de Tirajana fue un duplicado de la segunda batalla en torno al real. Los es-pañoles tuvieron que aceptar el género de lucha que le ofrecie-ron los isleños, como los isleños, un año antes, tuvieron que aceptar el que les ofreció Rejón. La armadilla de Pedro Hernández regresó a la Península con Juan Rejón y con la noticia de la profunda incapacidad mi-litar de sus enemigos el Deán y el Gobernador. Los comisiona-dos encargaron nuevamente a Rejón la conquista, pues juzga-ron necesarios sus conocimientos tácticos y su pericia militar. Regreso Rejón seis meses después de la derrota de Tiraja-na; ansioso de venganza, desembarcó en las Isletas una de las primeras noches del mes de mayo. Favorecido por las centine-las, se introdujo sigilosamente en el real. Ocultó sus tropas en la plaza de San Antón, en las casas de su capellán Pedro Gó-mez Escudero. Reunióse con su cuñado el Alférez Alonso Jái-mez de Sotomayor y con el Alcalde Mayor Esteban Pérez de Cabitos. Y esperaron juntos la llegada del día. Cuando el Deán celebraba misa en la ermita, Rejón salió de las casas de Escudero con sus treinta soldados; leyó en pú-blico la real cédula que le encargaba nuevamente de la con-quista; aherrojó al Gobernador, y le dio por prisión la torre que le había servido de palacio. Procesó al Deán por sedicioso, y acusó a Algaba de tratos con el portugués para entregar la isla. Sustanció con rapidez ambos procesos. A los pocos días, el Gobernador, ficticio reo de alta traición, subió a un cadalso en la plazuela de San Antón, y fue decapitado. El Deán, por respeto al estado eclesiástico, fue condenado a destierro perpe-tuo de Gran Canaria y enviado a residir su prebenda en la lan-zaroteña iglesia de San Marcial de Rubicón. 111: Las Conquistas de los Reyes. Gran Canaria PEDRO DE VERA Estos excesos, y otros más, fueron motivo de que los reyes exonerasen a Rejón de todas sus preeminencias, ordenaran una nueva armada con refuerzos a las islas, y enviasen al caballero jerezano Pedro de Vera Mendoza, con títulos de Capitán a Gue-rra y Gobernador de la isla. Veinte caballeros y cien ballestas se reunieron en Cádiz, embarcaron en una carabela con el nuevo gobernador, y sur-gieron en las Isletas el 18 de agosto de 1480. Pedro de Vera llegó al real y tomó posesión de sus cargos, sin protesta alguna por parte de Rejón. Días después, llegaron Rodrigo y Hernando de Vera, hijos del gobernador, con más provisiones y nuevos voluntarios. Cuando Rejón visitó la nave que había de conducirlo a la Pen-ínsula, Hernando de Vera lo apresó en nombre de su padre. El nuevo gobernador procesó a Rejón, atendiendo las quejas de Doña Leonor Xuárez Gallinato, viuda de Pedro del Algaba, y de su cuñado Alonso de Lugo. Y lo envió preso a España en compañía de un terrible proceso y de Esteban Pérez de Cabi-tos, su amigo, persona de harta influencia en la isla. Pedro de Vera comenzó su gestión por donde la había terminado su an-tecesor: por una astuta campana de Huesca. Libre de toda persona influyente que pudiera obstaculizar su gestión, Vera comenzó a ocuparse de los asuntos de su go-bierno. Un gran número de canarios cristianizados vivía ya en torno al real, y servían de rémora, más que de ayuda a la con-quista, pues consumían bastimentos necesarios. Para librarse de ellos, los reunió en las playas de las Isletas y les propuso formar una expedición para la conquista de Tenerife. Entu-siasmáronse los canarios ante la perspectiva de poseer nueva-mente tierras y ganados y subieron hasta doscientos a la carabe-la de Rodrigo de Vera. Muchos quedaron en la playa rumiando su despecho, pero la carabela no podía con más. Al día siguien- 80 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias te, los canarios vieron que no se dirigían a Tenerife: sospe-charon traición y se amotinaron. Los capitanes los abandonaron en Lanzarote, que algunos prefirieron tomar a nado por dejar antes la nave. Diego de Herrera, ante el espectáculo de los isleños des-validos y expulsos, debió pensar que doscientos canarios repre-sentaban doscientos vasallos más para poblar su despoblada isla. Y lo que era rémora en el real para el nuevo Gobernador, fue extraordinaria riqueza para el señor de las islas. Esta estratagema de Pedro de Vera tuvo adversos resulta-dos, pues los canarios se apartaron luego de los castellanos, en-grosaron el número de los enemigos y se perdió toda esperanza de reducirlos a la fe cristiana y a la obediencia de los reyes por medios pacíficos. BENTAGUAIRE Las incursiones de los isleños contra el campamento se-guían; cada vez más espaciadas, pero seguían; entre todas ellas, sobresalieron las sorpresas efectuadas por Bentaguaire. Este jefe isleño permaneció algún tiempo en el real, junto con otros canarios, so capa de instruirse en la fe cristiana para ser bauti-zado; estudió la conbrmación, los puntos de% iles, las horas aptas para sus ataques; y se volvió de nuevo a sus montañas, cuando creyó conocer las costumbres de los españoles. Desde entonces, eran sorprendidas las centinelas nocturnas, y aprisio-nados cuantos se alejaban descuidadamente del real. Un día creyó contar con fuerzas bastantes para arrojar a los españoles de su isla; y preparó con las suyas un fortísimo ataque al cam-pamento. Con dos cuadrillas de guerreros se dirigió a Las Pal-mas en unión del guaire Tasarte, para atacar la población por la parte de tierra y sorprenderla por la marina, donde se des-cuidaba la guardia. Pero Tasarte se retrasó en el camino. Ben-taguaire atacó por mar antes que fuese tiempo, los españoles gritaron alarma y el jefe indígena se retiró sin beneficio alguno. 111: Las Conquistas de los Reyes. Gran Canaria 81 Un crecido número de muertos, heridos y prisioneros quedó en torno al real. Fue el último ataque de los insulares al campa-mento español. AGAETE Por entonces, Pedro de Vera, acrecidas sus gentes con tro-pas de refresco, determinó pasar a la zona norte de la isla, don-de se hallaba el más importante núcleo de isleños en la proxi-midad y corte de su Guanarteme: Gáldar. Condujo por mar parte de sus soldados, con objeto de que tomasen tierra a espaldas de la población; y desembarcó en Agaete, donde encontró los restos de un adoratorio que, según se dijo, habían edificado ciertos italianos; sobre ellos levantó una torre, que guarneció de soldados; nombró por jefe a Alon-so de Lugo, dejó una fusta de aviso y servicio en la caleta pró-xima, y regresó al real. DORAMAS Establecido el fuerte de Agaete, Pedro de Vera intentó ata-car Gáldar por dos puntos. Un isleño, famoso por su valor y sus ardides, el mismo que había derrotado a las huestes de Al-gaba en el barranco de Tenoya, vigilaba constantemente los mo-vimientos de los castellanos y les cortaba el paso. Era Doramas uno de los canarios principales, de aquellos que habían inten-tado destruir las tapias iniciales del real de Las Palmas, impe-lidos sólo de su esforzado ánimo. Con este enemigo se encon-tró Pedro de Vera en su ruta hacia Gáldar. Doramas intentó detener la progresión de los españoles y atacó a Vera con lo más lucido de sus fuerzas. Empeñóse la lucha. Doramas, de una lanzada, derribó muerto a un caballero cristiano con quien tra-bó singular combate. Pedro de Vera lo atacó entonces, esquivó los dardos del isleño, e hiriéndolo, lo derribó en tierra, aprisio-nó e intentó conducir al campamento. Pero Doramas murió 82 Breve Noticia Histórica de las Islas Canarias en el camino, y con él perdieron los isleños el más firme sos-tén de su libertad, el más vigoroso y astuto de sus guerreros. A mediados de 1481, dos carabelas aportaron a las Isletas. En ellas venía Juan Rejón, que había asentado con los reyes la conquista de La Palma. Vera envió a. Alonso Jáimez para que le impidiera desembarcar, temeroso del carácter pendenciero del general. Rejón tomó agua y víveres; abandonó las costas de Gran Canaria sin desembarcar en ella, y arribó a Hermigua, en Gomera, donde adquirió provisiones e hizo aguada. Hernán Peraza, que gobernaba la isla, tuvo noticia del desembarco, recordó la escena de la negativa en Lanzarote; te-mió que Rejón, movido de su carácter, tomase represalias e in-terviniese en sus frecuentes cuestiones con los insulares. Y mandó que lo condujesen a su presencia muerto o vivo. Sus servidores intentaron apresar a Rejón en la playa donde des-cansaba. Re |
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