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JUAN BOSCH MILLARES Entre los primordiales propási-tos del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria se ha contado siem-pre el estímulo y exaltación de to-das las actividades del espíritu en la Isla. Para hacer más eficiente ese propósito, el Excmo. Cabildo, a través de su Comisión de Educa-ción y Cultura, ha emprendido unas cuidadas ediciones que abar-can diversas ramas del saber y de la creación literaria. Entre otros textos, se publica-rán antologías, moaografías y ma-nuales en que se presenten y estu-dien aspectos relativos a nuestras Islas; y se reeditarán, además, obras que por su rareza, por su importancia o por su antigüedad, merezcan ser divulgadas. A com-petentes especialistas se encomen-darán los prólogos y notas, así co-mo cada una de las ediciones. Esta empresa editorial constará de las secciones siguientes : 1.- Lengua y literatura. IL- Bellas Artes. 111.- Geografía e historia. lV.- Ciencias. V.- Libros de antaño. VI.- Varia. Ediciones del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria ( Comisión de Educación y Cultura) ( Al cuidado de Ventura Doreste Y de Alfonso Armas) R . . . S; JUAN BOSCH MILLARES " , m A x l , P . . SOCIO DE HONORY DIRECTORDE EL MUSEO CANARIO DON GREGORIO ' L CHIL Y NARANFO C F SU VIDA Y SU OBRA A la Ciudad de Telde, dmde na-ció y vio la luz del mundo, Grego-rio Chil y Naranjo, uno de sus hijos más ilustres. PRIMERAS PALABRAS Entre los hombres del siglo XZX, naturales de es-ta isl~ q, u e dejaron huellas de buril en el surca de sus cminos, merece atención especial el que se llamó en vida Gregorio Chil y Naranjo. Dedicado desde su mayor edad al estudio e investigación de nues-tros antepasados, buscando en archivos, bibliotecas y museos, datos y noticim referentes a aquéllos, logró reunir en el trainscurso de Los Q ~ O S un material copioso que le sirvió de base para sus publicaciones y enseGanzas. Impulsado además por su amor a la tie-rra donde vio la luz del día, y guiado por su espiritu de observación, el Dr. Chil no dudó en consagrar su tiempo al conocimiento de cuanto concernia a los pri-mitivos pobladores y en poner su fe y entusiasmo en el trabajo de cada díq porque estaba convencido de que al final de su camino había de dejarnos un rico tesoro de objetos y documentos pertenecientes a las épocas pre y posthispánicas, Objetos y documentos que llegaron a inspirarle y conducirle a la cremión de un centro cultural denominado EL MUSEO CANA-RIO, donde se guardara el pasado de nuestra historia. Por estas razones constituyó pecado imperdona-ble, por parte de sus paisanos ensamblados en el olvido, el prolongado silencio en que se tenia a estos hombres destacados en las distintas ramas del saber humano, para los que fue pródigo el referido siglo. Por ello, rompiendo esa indiferencia que nos hace ser injustos, he sentido al empezar a escribir la presente biografía una intima satisfacción y sensación de bienestar al dar cumplimiento a este deber, porque estribando la nobleza del hombre en reconocer y proclamar las vir-tudes de los demás, esta ocasión y la causa que la ins-pira, son motivos suficientes para dedicar el tiempo necesario al estudio de la obra admirable que llevó a cabo en beneficio de todos, y en especial de los que sienten interés y atracción por esta clase de entendi-mientos. Si a ello se añade que mis años de Director de la Sociedad, cargo que ocupó en vida, han dado oportunidad y ocasión para conocer de cerca sus pasos en los terrenos de la ciencia y de la historia, resolvien-do dudas y ratificando o rectificando hechos, pueden valorarse la emoción con que voy grabando las cuar-tillas que siguen y la atención que he puesto buscando la marcha de su existencia. Como confirmación de lo dicho, basta pasear por las salas del museo y de la biblioteca que creó, en esas horas de la tarde en que la penumbra de la luz solar va amortiguándose lentamente, hasta borrczr las silue- tas de los objetos en ellas guardados, para sentir el escalofrío de la agitación interna q el deseo de dialogar con los cráneos inanimados y los legajos y manuscritos catalogados que parecen mirar y oír, desde sus vitrinas y anaqueles, el ritmo acompasado de los visitantes. Y por si fuera poco, durante esas horas las ricm colec-ciones de antropología, cerámica, prehistoriíz, etnolo-gía, mineralogía, petrografía, zoolcsgia y los valiosos documentos que alli duermen, van despertando en las almas de los que los contemplan, ese sentimiento de gratitud y de justicia hacia los hombres que, como el Dr. Chil y Naranjo y los que le acompañaron con vo-luntad y entusiasmo insuper~ bkesp, udieron legar a su tierra una joya inestimable y un centro de alto valor cientifico e histórico que el tiempo no desgasta. Son, pues, estas primeras palabras fiel expresión de mi admiración y reconocimiento hacia quien tan alto puso su amor a la tierra que le vio nacer y morir, dejándonos el principal lugar de investigcsc. t~ ónd el pa-sado y presente de nuestra historia, y una fundación que sirve de ejemplo y guia a los que interesados por ella van aportando, en la meada de sus fuerzas, el grano de arena que ha de añadirse al conjunto de co-nocimientos y costumbres que forman la cultura o estado social del pueblo canario. Réstame sólo hacer constar mi agradecimiento y estimación profundos d Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria y a su Comisión de Cultura, por haber dispuesto la publicación de esta obra, y a mis cdabo- radores Aurina Rodríguez Galindo, José Naranjo Suá-rez, José León Gutgwez y Cmlos Naranjo Suárez, por haberme qudado en la elaboración de la misma desde los puntos de vista fotográfico y de investigoción histórica. BIOGRAF~ A DE DON GREGORIO CHIL Y NARANJO TELDE EN EL SEGUNDO TERCIO DEL SIGLO XHX A trece kilómetros de Las Palmas y al este de la isla de Gran Canaria, se extienden tierras admirable-mente cultivadas de frondosas arboledas, grandes plan-taciones de caña de azúcar, platanales y otros frutos que daban a la vista del viajero, en la primera mitad del siglo XIX, una impresión altamente sugestiva. So-bre ellas y en lugar elegido por los primeros pobladores, fue. construida la ciudad de Telde, primera y más im-portante de la isla, residencia del Guanarteme del Sur y de centenares de aquéllos, repartidos en tres caseríos: uno, llamado Telde, fue ubicado en los alrededores de lo que es hoy plaza de San ruan; otro, denominado Santa María, en el lado del barranco debajo de lo que fue después iglesia de San Francisco, y el tercero, más alejado, en el grupo de cuevas conocidas por Caserones y Cendro. Por entonces, vistos desde lejos los diferentes pla-nos en que la ciudad y su vega estaban desarrolladas, el distinto verdor de sus cultivos, la esbeltez de sus elevadas y numerosas palmeras y araucarias, las torres de sus iglesias, los árboles de sus huertas y el diverso colorido de sus casas, daban la impresión de un con-junto de auténtica belleza que hacía imposible su ol-vido a través de los años. Si a ello se añade que Telde ocupó siempre lugar preferente en el desarrollo y evo-lución de la isla con sus construcciones religiosas y hospitalarias, tan antiguas como su propia vida a partir de la Conquista, y que sus anchas calles, clima salu-dable, importancia y riqueza agrícolas, le daban pecu-liaridades difíciles de encontrar en las que surgieron después, échase de ver que esta ciudad haya sido es-tudiada con toda escrupulosidad y cariño, desde los puntos de vista etnológico, histórico y político- toponí-mico por los Dres. don Pedro Hernández Benítez, Ve-nerable Cura Párroco de la Iglesia de San Juan Bautis-ta, en su magnífico libro Telde, y por el Cronista de Las Palmas y médico don Carlos Navarro Ruiz, en sus interesantes Sucesos históricos de Gran Canaria. No voy, pues, a repetir lo sabido, ni a detenerme en hechos sucedidos durante los siglos comprendidos entre el XV y el XVIII. Sólo voy a referirme a las mo-dificaciones sufridas por la ciudad durante el siglo XIX, época en que vio la luz primera nuestro don Gregorio Chil y Naranjo. Telde, como sus hermanas de la isla, antes de esta última fecha, parecía un pueblo abandonado en sus aspectos higiénico, urbanístico y cultural, a pesar de la anchura de sus calles y del aroma de los azahares de sus huertas de naranjos. Se asemejaba a una ciuda-dela llena de escombros y basuras que daban vida y facilitaba la reproducción de los animales que buscaban en elIos alimentos en descomposición, para subsistir. Fue por tanto necesaria la sucesión de varias convul-siones de orden interno en su ambiente pacífico, para que las autoridades civiles, militares y eclesiásticas se preocuparan de su progreso, a fin de colocarla en el puesto que su tradición exigía. Y fueron las epidemias de fiebre amarilla en el año 1838, la del hambre en 1847 con su mortandad de 359 personas, y la del cólera mor-bo- asiático en 1851 con sus 398 muertos, las que deci-dieron y obligaron a tratar de la conveniencia de traer un médico que atendiera a los enfermos, y de establecer una botica que coadyuvara con sus medicamentos a cu-rarlos, pues el hospital de San Pedro Mártir, creado después de la Conquista, sufrió un colapso en su vida asistencia1 cuando en el año 1815 le fueron negados el cobro de sus réditos. De igual manera, las invasiones del cigarrón berbe-risco ocurridas en 1833,1834 y 1844, destruyendo hier-bas, huertos, viñas y demás plantas, compelieron a las autoridades a tomar las medidas pertinentes para su exterminación, obligando a los habitantes a perseguir-los, bien tocando las campanas de los templos a rebato, bien comprando tea para las ahumadas con hachas, bien entregando catorce libras de insectos matados por cada persona mayor de 14 años, o bien abonando una multa de un cuarto por cada libra los que debieron recoger y no lo hicieron. Gracias a estas medidas, los cultivos posteriores se desarrollaron y recogieron con toda normalidad, llegando la agricultura de la Vega de Telde a adquirir la importancia y riqueza de que siempre gozó. Por otra parte, las nuevas Casas Consistoriales fueron inauguradas el 7 de julio de 1838 con la cele bración de su primera sesión municipal, y reedificadas y reformadas en 1856. Poco después, empezaron a cons truir la Alameda situada junto a la iglesia de San Juan Bautista, sustituyendo los álamos por plátanos orien tales y laureles de la India, a colocar cuarenta bancos de piedra, adquiridos por suscripción popular, en sus diferentes sitios y a asegurar su riego con agua del Chorro. Asimismo modificaron el alumbrado de la ciudad hecho a base de faroles alimentados de aceite, por otros de petróleo, dada la poca luminosidad que aquéllos proporcionaban, y comenzaron a embaldosar las aceras en atención a la falta de empedrado en las calles y a la abundancia de polvo que las cubrían. Plaza de San Juan Bautista, con la iglesia de su nombre a la derecha y la Alameda a la izquierda. En la calle que se ve al fondo, llamada de la Cruz, se encuentra en su acera derecha la casa de dos pisos donde nació Gregorio Chil y Naranjo, y fue después Hospital de Santa Rosalía. 20 Con respecto a la Instrucción Pública, existían en Telde durante el año 1838 tres establecimientos pú-blicos de primeras letras; uno, en el pueblo, dedicado a la enseñanza de 90 niños, cuyo preceptor o maestro cobraba anualmente 150 pesos corrientes, procedentes de unos tributos impuestos por el bienhechor don Die-go Montañez y del arriendo de un chorro de agua en ciertas noches; otro, destinado a la instrucción de 99 niñas, cuya directora percibía 60 pesos anuales; y un tercero, situado en el pago de Los Llanos, para educar a 92 niños cuyo maestro recibía 150 pesos anuales. Cuatro años después, es decir, en 1834, se señalaba por el Ayuntamiento al maestro existente en la juris-dicción la cantidad de 100 pesos y a la maestra 50. Contaba Telde entre los años 1831 y 1844 en que nació, vivió y salió de la ciudad mi biografiado, para comenzar los estudios de segunda enseñanza en Las Palmas, con la iglesia de San Juan Bautista, con-temporánea de la Conquista, de tres naves de regulares proporciones y una torre cuadrada con campana y re-loj; la plaza del mismo nombre convertida en Alameda; las Casas Consistoriales; la iglesia de San Gregorio, de tres naves y creada por R. C. de Isabel 11 de 1847; la alameda de su nombre situada en su parte norte y utilizada los domingos como mercado de productos alimenticios; y la plaza de Araus, después León y 10- ven, donde se celebraba la tradicional feria de ganados. Poseía además el Arciprestazgo del Sur, escribano pú-blico, juzgado de Instrucción y posteriormente, en los años 1865 y 1893, carretera y telégrafo que le unían a Las Palmas. La jurisdicción de Telde contaba con 12.000 habi-tantes, de los cuales 7.000 estaban repartidos entre la ciudad y sus dos barrios; uno el inferior, llamado San Juan Bautista, situado en la parte central de la ciudad, y otro, el superior, denominado Los Llanos en la parte más elevada, que contaba con uno de los sitios más típicos y antiguos nombrado San Francisco, constitui-do, a su vez, por viejos caserones coloniales de severas fachadas, calles pendientes y estrechas, pavimento em-pedrado y plazas y plazoletas enmarcadas por calcadas tapias, cuyas almenas sostenían antiguas cruces de pino de tea. De este viejo convento, sólo se conservaban la casa porter��a, la casa conventual y el osario del cemen-terio monástico. NACIMIENTO Y ADOLESCENCIA En esta ciudad sureña, llena de secuencias histó-ricas y de marcado influjo en la política de Gran Ca-naria, nació Gregorio Taumaturgo María de los Do-lores Chil y Naranjo el 13 de marzo de 1831. Hijo de Juan Chil Morales y de Rosalía Naranjo Cubas, vio la luz del mundo en la casa de sus padres sita en la calle de la Cruz número 2, y fue bautizado en la Iglesia Parroquia1 de San Juan Bautista cuatro días después, por el presbítero José Estebes Talavera y con licencia del beneficiado don Gregorio Chil Morales, al estar éste imposibilitado de firmar la partida para actuar de padrino en dicha ceremonia. Fueron sus abuelos paternos don Antonio Miguel Chil García Ortega y doña Juana Morales Suárez, y los maternos don Salva-dor Naranjo González y doña Ana Rosalía de Cubas Ortega, naturales y vecinos de Telde. Nada puedo decir respecto a la influencia que, desde el punto de vista genético, ejercieron los ascen-dientes paternos sobre Ia personalidad de mi biogra-fiado; sus vidas se deslizaron en un ambiente donde las costumbres, labores diarias y hábitos puestos en acción se sucedían dentro de la mejor convivencia social. Hombres de campo, trabajaban sin descanso para proporcionar a sus familias un cómodo vivir y un relativo bienestar. En cambio, entre los ascendientes maternos conviene señalar el camino trazado por su bisabuelo Adrián de Cubas Medina, pues después de haber abandonado sus estudios eclesiásticos volvió a coger sus hábitos para consagrarse al divino llamamien-to durante el resto de su vida. En efecto, joven, inteligente y aplicado, Adrián de Cubas cursó la carrera de sacerdote en el Seminario Conciliar de la Purísima Concepción, obedeciendo a sus convencimientos internos, pero he aquí que, ha-biéndose enamorado perdidamente de una joven tel-dense en una de las vacaciones reglamentarias del ve-rano, no dudó en abandonar sus estudios para contraer matrimonio con María de los Ángeles Ortega de Me-dina. De esta unión nacieron dos hijos, Francisco José, muerto a los pocos años de nacido, y Ana Rosalía que respiró el aire del mundo en abril de- 1773, fecha en que falleció su madre. Desaparecidos, por lo tanto, su mujer y el único varon habido, fue dominado por un estado de angustia y tristeza que creyó debido a castigo de la Providencia por haber abandonado la carrera comenzada, y sin más tiempo para pensarlo ni más remordimientos de conciencia, volvió al Seminario pa-ra terminarla y encargarse del cuidado espiritual de los seres humanos. Una vez ordenado, fue nombrado cura de la parroquia de San Lorenzo durante diez años consecutivos, pasando en 1790 a la de San Juan Bautis- ta en Telde, cargo que estuvo desempeñando hasta su fallecimiento. Más tarde su hija Rosalía casó en la misma ciudad el 21 de marzo de 1795 con don Salvador Naranjo González, y de esta unión nacieron tres hijos, uno de los cuales, Rosalía, contrajo matrimonio con don Juan Chil Morales, padres de Gregorio, Ana y Juan. Su tío y padrino don Gregsrio Chil Morales ejer-ció gran predominio en su educación y cultura, hasta el punto de que sus deseos fueron que su sobrino si-guiera su misma carrera. Nacido en Telde el 12 de agosto de 1800, ocupó durante treinta y cinco años el cargo de Beneficiado Servidor de la Parroquia de San Juan Bautista, plaza que ganó por oposición en el año 1829, y que no le fue dada en propiedad hasta 1831 por la reina Isabel 11. Durante el período que estuvo gobernándola, fue testigo del desplome de la nave central de su iglesia, de la asistencia espiritual prestada a los que fallecieron del hambre de 1847 y del cólera morbo en 1851, y de la creación de la pa-rroquia de San Gregorio de conformidad con lo dis-puesto en la Real Cédula ya citada. A todos estos con-tratiempos hizo frente con una entereza de ánimo y celo pastoral que han dejado huella imborrable entre sus paisanos. Al pasar a Las Palmas por disposición del Obispo en virtud de haberle cabido en turno, con arreglo al Concordato vigente, se posesionó en 6 de abril de 1864 de la Canonjía vacante en la Catedral Basílica, y poco después fue nombrado Rector y Ca-tedrático de Filosofía y Teología del Seminario, Exa-minador Sinodal del Obispado y Miembro Correspon- diente de la Real Academia Nacional de la Historia. Falleció en Las Palmas el 20 de enero de 1882. Estudió Gregorio Chil y Naranjo las primeras letras con su padre que era maestro, pero no hay que olvidar que fue su tío el que se encargó de desarrollar las facultades intelectuales del pequeño, inculcándole el gusto por los clásicos latinos y griegos y familiari-zándole con las doctrinas de Platón y Aristóteles, a tal punto que cuando traducía a Homero y Tácito le hacía meditar sobre ellos, con la reflexión propia de su edad, hasta llegar a despertarle gusto especial por la historia. Una vez terminados sus estudios primarios, tuvo necesidad de trasladarse a Las Palmas para comenzar los secundarios en el Seminario Conciliar, único centro autorizado para ello. A este propósito es conveniente recordar que, expulsados los jesuitas de la isla el 23 de abril de 1767, fue cerrado el colegio durante dos años a la cultura de la ciudad, por cuya razón el Iltmo. Sr. Obispo don Juan Bautista Servera, en su deseo de fundar el Seminario, elevó una exposición al rey Carlos 111 pidiendo la creación en Canarias de un centro que sirviese de educación a la juventud de las islas. Auto-rizado para ello, el 3 de mayo de 1777 tomó posesión del mismo, y con las rentas que tenían la Mitra y el Cabildo Catedral organizó la enseñanza, creando las cátedras de Latín, Humanidades, Teología, Filosofía y de Canto Llano y redactó, en unión de dos capitulares, las constituciones para el régimen y buen gobierno del establecimiento conciliar que tituló de la Purísima Concepción. Dos años después, por una R. C. se permitió in-corporar a la Universidad los estudios que se hicieron en el referido Seminario, y al año siguiente, 1780, se aprobaron por su Real Persona las Constituciones y Estatutos del mismo. Por su parte, la Real Sociedad Económica de Amigos del País en 1785 solicitó del mismo Rey se donaran al Seminario los bienes de los jesuitas para dotar con ellos cuatro cátedras de Leyes, Cánones, Medicina y Náutica, y se le concediese la facultad de conferir los grados menores a fin de que pudieran habilitarse médicos para curar y jurisconsul-tos para actuar en los tribunales de justicia de Cana-rias. A principios del siglo XIX, además de estas ense-ñanzas, comenzaron a explicarse las de Agricultura por el Dr. Bandini en 1806, la de Matemáticas en 1810 y más tarde las de Física, cuyas lecciones no pasaban del estudio teórico de las propiedades generales de los cuerpos y sólo de nombre se daban las de Geografía, Historia, Química e Historia Natural. Pues bien, el joven Gregorio Chil, según se deduce del expediente personal conservado en la secretaría del Seminario, estudió, con gran aprovechamiento, las dis-tintas materias de que se componía el llamado Bachi-llerato. Y así vemos que en el curso de 1844, es decir, a los trece años de edad, aprobó con nota de Sobresa-liente, Latinidad y Humanidades antes de pasar al cur-so de Filosofía; en el de 1845, las asignaturas de Ló-gica, Gramática General, Dibujo Lineal y Elementos de Matemáticas extensivos a los de Aritmética, Álge-bra y Geometría, con la de Notablemente aprovechado; en el de 1846, las de Lengua Latina, Castellano, Reli-gión y Moral, Geografía, Lengua Francesa, Trigono-metría rectilínea y Topografía, con la de Sobresaliente; y en 1847, un segundo curso de Filosofía, Física, Quí-mica, Historia Natural, Retórica y Poética con la mis-ma calificación, dando con ellas término a su bachille-rato. En posesión de este título dejó el Seminario donde había ingresado con el propósito de seguir la carrera del sacerdocio, que no empezó por circunstancias espe-ciales, y fue enviado a París para comenzar los estudios de Medicina, merced a la ayuda económica de su tío y padrino que se hizo cargo de los gastos mientras du-rase su estancia en la capital francesa. Por aquellos tiempos la ciudad de Las Palmas seguía progresando y extendiéndose en sus límites gra-cias a la creación de centros que modificaron en gran parte su fisonomía. Entre ellos son dignos de mención: el Colegio de San Agustín ( fundado por el entusiasmo de los socios de " El Gabinete Literario", a fin de opo-nerse a la R. O. de 22 de octubre de 1843, que disponía la no incorporación de los estudios seguidos en los Se-minarios a las Universidades del Reino); la Casa Con-sistorial que fue incendiada el 29 de marzo de 1842 y reconstruida y terminada después de muchos inci-dentes y obstáculos en el año 1852, bajo el reinado de Isabel 11; y la Plaza del Mercado situada en el solar formado por la unión de la calle Carnicería con el Ba-rranco, y abierta al público el 1 de julio de 1858. SU ESTANCIA EN PARÍS Una vez en condiciones legales para estudiar una carrera, don Gregorio Chil y Naranjo, con sus 17 años de edad, se vio dominado por los ideales de la juven-tud y la ansiedad de aspirar y ocupar un puesto en la intelectualidad canaria. Familiarizado, con los clá-sicos latinos y griegos y con las doctrinas de Platón y Aristóteles, no se dejó dominar por estas enseñanzas, y por lo tanto abandonó la idea de comenzar la de sacerdote, carrera que hubiera sido del agrado de su tío y padrino. Por el contrario, enamorado de la Natu-raleza y anheloso de conocer las funciones normales y patológicas del cuerpo humano y de los animales, optó por empezar los estudios de Medicina. Por entonces ( principios del siglo XIX), los cien-tíficos españoles hicieron cuanto les fue posible para ponerse a la altura de los demás centros culturales existentes en las naciones europeas. Traían médicos del extranjero para contribuir a los adelantos de la ciencia del curar y enviaban fuera de nuestra nación a los más interesados en el arte de saber. Este deseo de nivelar la cultura mundial sufrió una grave crisis al crearse la situación interna en que se debatía nuestra nación con las guerras de la Inde-pendencia primero y las existentes entre los partidarios y enemigos de Fernando VI1 después. Como conse-cuencia de estas luchas se produjo una honda separa-ción entre los médicos de ambos partidos que dio lugar al estancamiento de las ciencias médicas, ya que unos fraternizaron con los franceses invasores y otros se vieron perseguidos por sus ideas liberales. Si a esto añado que la guerra de Sucesión ai~ ment6e sta discor-dia y que España se vio arruinada al perder sus colo-nias, se comprenderá que el estudio de la carrera de Medicina estuviese en un estado lamentable, a pesar del influjo que sobre ella ejercieron los colegios de Cádiz, Barcelona y Madrid durante la segunda mitad del siglo XVIII. Ante este panorama presentado a la juventud estudiosa de las islas, la idea de comenzar los estudios universitarios de Medicina en algunas de aquéllas fue desbordada en el sentido de efectuarlos en las Facul-tades de Medicina de Montpellier y París, por ser las de más categoría en el ambiente científico del mundo. De estas dos, Montpellier atraía por su prestigio y adelanto en la ciencia del curar a muchos estudiantes europeos y americanos y a un buen grupo de nuestras islas, si tenemos en cuenta el n- úlmero de habitantes de cada una de ellas. Si a esto agrego que estaba nuy próxima a nuestra España, que fue fundada por los Reyes de Aragón, que contaba con un magnífico plan-tel de profesores y que era la más antigua y más sa- turada de historia, se explicará que muchos de nuestros estudiantes acudieran a sus aulas. A pesar de ello, no constituyó obstáculo su fama para que otros lo hicieran en París, atraídos por la grandeza arquitectónica de la capital francesa, su influencia política y el respeto a la libertad de ideas y pensamientos. Al llegar don Gregorio a la bella ciudad de Europa, sugestionado por su justa y merecida reputación como gran urbe de la ciencia, del arte, de la industria y del placer, quedó extasiado ante la inmensidad de su ex-tensión atravesada por el Sena con su principal tribu-tario el Marne. De los veinte distritos en que estaba dividida, sinti6 predilección por el llamado El Pan-teón, conocido desde antiguo con el nombre de Barrio Latino en razón a que en él se agrupaban la Universi-dad, los grandes centros docentes y el Museo de Pa-leontología y Anatomía, y el de Luxemburgo, dada la mucha animación de la vida estudiosa y agitada a causa de encontrarse en su recinto los establecimientos de enseñanza, residencias de maestros y escolares y el boulevard Saint- Germain. París fue para Chil y Naranjo una ciudad incom-parable por su estructura interna y sus alrededores y por lo mucho que debió a la naturaleza y a la mano del hombre. Teatros, monumentos, fuentes, estatuas, puentes, museos, escuelas y facultades, numerosos y valiosos elementos culturales sembrados en ella, cons-tituyeron sus tesoros en todos los aspectos. Cada ma-nifestación de la civilización popular era un asombro para los timoratos como Chil, que estaba acostum- brado en su isla a la monótona influencia del exterior; su visión ante la gran capital francesa le ensimismaba y le obligaba a recogerse en su interior. De ahí su per-plejidad cuando visitaba el teatro de la Comedia, el del Odeón, las grandes librerías instaladas en sus pór-ticos para la atracción de la población estudiosa, el Panteón consagrado a la memoria de los grandes hom-bres, el Arco del Triunfo con su enorme anchura, altura y espesor, y tantos otros lugares que sería pro-lijo enumerar. Pero sobre todos ellos mi biografiado sentía li-gazón fuerte y apretada por la Facultad de Medicina terminada en 1776 y ampliada considerablemente hasta alcanzar una fachada monumental que daba al boule-vard Saint- Germain, con su gran anfiteatro capaz para 1.500 oyentes, y su Museo de Anatomía Comparada o Museo Orfila, donde se guardaban piezas anatómicas, cristales, minerales, e instrumentos quirúrgicos anti-guos y modernos. Asimismo llamó su atención el Museo del Tro-cadero, donde se conservaban colecciones de moldes, bajorrelieves religiosos, altares, monumentos egipcios, esfinges, planos, tipos de indígenas, paños, alfarería, vasos, mascarillas, trajes y vitrinas con diversas cu-riosidades de los países de Europa; es decir, todo lo que con el tiempo y más adelante habría de constituir uno de los principales fines de su vida. Cuando llegó Chil y Naranjo a París había esta-llado la revolución del 24 de febrero de 1848 que dio al traste con la monarquía constitucional de Luis Fe-lipe de Orléans nombrado rey por el viejo revolucio- nario Lafayette. Durante su reinado París se engran-deció y embelleció notablemente, se edificaron varios puentes, terminóse la construcción de la Magdalena y del Arco del Triunfo de la Estrella, se erigió el Obelisco de Luqsor en la plaza de la Concordia y se levantó la Columna de julio en la plaza de la Bastilla. La monarquía democrática no cuajó a pesar de los pesares, y los agitadores consiguieron provocar la re-volución de aquella fecha, anunciándose de nuevo la República en las sangrientas escenas del 23 al 26 de junio del mismo año que sofocó Cavaignac y presidió Luis Napoleón, sobrino de Napoleón 1. Así es que durante la estancia de don Gregorio en la capital francesa estuvo la nación sometida a la influencia de este hombre conocido en la historia con el sobrenombre de Napoleón 111, quien temeroso de la mayoría monárquica de la Asamblea y de la posible restauración de los Borbones, dio un golpe de estado en el año 1852 que trajo como consecuencia la desapa-rición de la Segunda República y el nacimiento del Segundo Imperio. Durante su mandato tuvo lugar en el interior del país un gran resurgimiento económico y un total respeto al principio de las nacionalidades. El Bosque de Bolonia se transformó en hermoso par-que, se organizaron los bulevares exteriores; se puso en cornbnicación el Louvre con las Tullerías y se ce-lebraron la primera Exposición Universal en 1855, y la segunda en 1857. Napoleón 111 fue depuesto en 1870 después de la guerra franco- prusiana y a continuación se proclamó la Tercera Repúiblica. Nada tiene de extraño que, dado el ambiente revolucionario que se respiraba en París, el joven Chil y Naranjo, en unión de su entrañable amigo don Juan Padilla Padilla, interviniera en los sucesos del mes de febrero del año 1848 y en los que tuvieron lugar en las jornadas de junio de la misma fecha en las que el arzo-bispo de París, Monsieur Affre, fue herido y muerto en el faubourg de Saint- Antoine. Fuera de estos impulsos juveniles, hijos del am-biente y del amor a la libertad, el joven Chil y Naranjo, una vez versado en el conocimiento de la lengua fran-cesa, dedicó su principal obligación al estudio de la Ciencia médica y de la Cirugía, siguiendo el plan esta-blecido por la legislación vigente. Creo - sin lugar a dudas- que en esta obediencia sin titubeos al cumplimiento del deber ejercieron in-fluencia principalísima los consejos que desde esta isla le prodigaba, en cartas que eran evangelios, su tío don Gregorio Chil Morales, pues en ellas le hablaba de la veneración y respeto que debía a sus profesores, de los sentimientos de caridad y afecto a los pobres y enfermos que encontrara en las calles y salas del hos-pital, y del desprecio al lujo y la vanidad, hijas siempre de las malas acciones. Y para que no se olvidara de su pequeña patria le decía, con el mejor cariño, que en las cuevas de Tara, Cendro y Caserones y en las que-bradas calles de Gavia y Cazadores, donde habitaban los fieles de su parroquia, veía alegrías que salían del corazón y ensanchaban el alma, en contraste con las imaginadas en Tullerías, Versalles y otras altas regio-nes, donde se figuraba contemplar tristísimas caras de adulación y risas, hijas de las pasiones que traen con- sigo la presunción y la envidia. " Piensa - le añadía pa-ra terminar- continuamente en Dios y medita sobre nuestro Divino Señor para que veas siempre a todos más desgraciados que tú." Una vez estudiada y practicada la lengua francesa, cursó las asignaturas de Física, Química Orgánica e Inorgánica, Botánica, Historia Natural y Zoología en el año 1849, las de Anatomía General y Descriptiva, y Fisiología en 1850, y las de Patología General y Ele-mentos de Patología Interna y Externa, en 1851. Cuatro años después de su llegada a París, es decir, en el curso 1852- 53, sufrió el primer examen público de Anatomía General y Descriptiva y de Fisiología; en el del 53 al 54, los de Patología General, Patología Interna y Externa, Anatomía Patológica, Medicina y Operaciones practicadas en el cadáver; en el del 54 al 55, los de Física Médica, Química Orgánica e Inorgá-nica, Botánica, Historia Natural y Zoología; en el del 56 al 57 los de Clínica Interna y Externa, Partos, En-fermedades de la Mujer y Niños, y en el del 57 al 58 los de cuantas ramas comprendía la Medicina y Ci-rugía necesarias para completar los estudios de esta profesión. Terminadas las materias de que constaba la ca-rrera, presentó la tesis para obtener el grado de Doctor con el título " Des différentes moyens qui ont eté em-ployés dans le but de guérir les rétrécissements de l'urktre", dedicada a su madre doña Rosalía Naranjo Cubas, a su tío carnal y padrino don Gregorio Chil Morales y a su hermano Juan. Fue leída ante el tri-bunal constituido por los profesores Nelaton, Denou- villiers, Robin y Roger, y calificada con la nota de " Bien satisfait" en el año 1859. Dividida en cuatro partes, describía en la primera la anatomía de la uretra y su mucosa por ser esta mem-brana la porci��n más importante del órgano, ya que sin un conocimiento perfecto de su estructura no era posible darse cuenta de las dificultades que presentaba el tratar de introducir un instrumento en el canal y de seguir su dirección. En la segunda trataba de su fisio-logía ; en la tercera de su anatomía patológica ; y en la cuarta de los procedimientos empleados para curarlos, entre los cuales hacía mención de la dilatación, caute-rización, incisiones verificadas de fuera adentro, según aconsejaba Contonniere, de dentro afuera como seña-laba Maisonneux, de atrás adelante como indicaba Reybard y de delante atrás como decía Civiale. En París adquirió su principal cultura, su distin-ción social y sus aficiones a los estudios antropológicos y naturales, que por entonces comenzaban a desarro-llarse. El ambiente que se respiraba en la capital fran-cesa, la tolerancia para las distintas maneras de pensar propias de las luchas políticas que en ella tuvieron lugar y las teorías que sobre el origen del hombre iban adquiriendo adeptos en extremo, fueron circunstancias que influyeron mucho en su educación y en las rela-ciones que estableció con personas que sobresalían en estas ramas de la ciencia, especialmente con el profesor Broca, que fue sin dvda alguna el principal fundador de la Antropología. Durante su permanencia en París compaginó su obligación para el estudio, hija de la responsabilidad nacida ante su familia, con el cumplimiento de sus de-beres como alumno universitario. Asistió a centros culturales, salas de fiestas, teatros y otros locales de expansión, mantuvo relaciones con las personas que fueron después sus amigos y consagró sus mejores elogios a las virtudes femeninas de las que fue ardiente defensor. En su correspondencia particular se conser-van algunas cartas de damas francesas de diferente contenido y emoción ; las coleccionó, sin duda alguna, como reliquias del pasado pensando tal vez en los pos-teriores momentos de su vida en los que la melancolía y el recuerdo de alegres horas pasadas con ellas, como las páginas de un libro, les servirían de consuelo a los sinsabores que habría de sufrir después. Por ello su amor a París fue tan marcado y gra-bado en su alma, que, transcurrido el tiempo y en ocasión de un viaje que llevó a cabo a la capital de Francia por motivos de salud, escribió: " Yo admiro a París porque París admira a todo el mundo. París es un volcán verdadero que continuamente está en ebu-llición, bien buscando lo viejo e indagando en las ca-vernas y en las profundidades de la tierra los secretos de su formación, bien pretendiendo salvar las barreras del presente . lanzándose en las conquistas del porvenir, para arrancar sus secretos al tiempo que pasó, y al que vendrá." SU VIDA EN LAS PALMAS. SU LABOR CIENTÍFICA Al regresar a esta ciudad en 1859, después de nueve años de estancia en París durante los cuales vivió las más variadas sensaciones y llenó su alma de ilusiones y propósitos, el Dr. Chil y Naranjo no cesaba de respirar a sus anchas el aire del mar de su isla, pues mientras fue joven gozó de sus brisas y del trepidar de las olas del Atlántico. Nada tiene de extraño que al pisar estas playas recordara las que bañaba el mar Mediterráneo de la bella ciudad de Marsella, lugar donde pasaba las vacaciones estivales, ante la imposi-bilidad material de trasladarse a su tierra. Una vez terminada su carrera empezó a formar sus planes para dar cima a lo que había constituido su ideal en la vida; ejercer su profesión, comportarse co-mo un buen ciudadano y dar a su patria chica el pro-ducto de su trabajo. Y como no podía ofrecer las pri-micias de su carrera en tierra española mientras no revalidara su título en una universidad de la nación, embarcó para Cádiz y en su Facultad de Medicina obtuvo el de Licenciado, en 16 de junio de 1860, con nota de Sobresaliente. Situado definitivamente en la calle de Los Balco-nes n." 19, de Las Palmas, empezó a ejercer la profesión con nobleza y desinterés adquiriendo pronto una buena clientela por su ciencia, habilidad, delicadeza y aten-ciones. Entre ella abundó la clase pobre, a la que oía con cariño y caridad, pues además de no cobrarle le ayudaba pecuniariamente para la compra de los pocos medicamentos que recetaba, ya que no era muy par-tidario de prescribirlos y sí, en cambio, de aconsejar remedios caseros para curar. Por entonces el cuerpo médico de Las Palmas, a causa de haber sufrido las consecuencias de todo orden debidas a la epidemia de cólera morbo del año 51, estaba constituido por los Dres. Domingo José Nava-rro, Pedro Suárez Pestana, Miguel de Rosa Báez, Ma-nuel González González, Luis Navarro Pérez y Domin-go Déniz Grek, es decir, un conjunto de profesionales que honraron la historia de la Medicina de Gran Ca-naria por su saber y patriotismo. Vestido a la antigua usanza, con levita, chistera, bastón con puño de plata, y reloj de oro pendiente de una cadena también de oro que saltaba de un bolsillo a otro del chaleco, hacía sus visitas domiciliarias en quitrín arrastrado por caballo alazán que chispeaba con sus herraduras la dureza del adoquinado de las calles; y todo el mundo a su paso le saludaba con cariño y respeto, o le estrechaba la mano, cediéndole el sitio cuando marchaba por las aceras. Se creó gran popularidad, dadas su conversación amena y humorística, sus ideas democráticas, su ca-rácter sencillo y natural y su deseo de confraternizar con todo el mundo llamando " hermano, hermano", a cada uno de sus conocidos y amigos. Amante de las ciencias naturales e interesado por los cultivos del país, se vio sorprendido, en un viaje que hizo a París en el año 1863, con la noticia de la existencia de nuevos productos químicos extraídos del carbón de piedra capaces de competir con la cochinilla, comercio que constituía la riqueza de las islas. Para asegurar esta impresión y poder alzar la voz de alarma ante las autoridades y agricultores de Gran Canaria, presentó una memoria que leyó a la Sociedad Imperial de Agricultura de París presidida por . M. Chevreuil, Catedrático de Química de la Facultad de Ciencias y el hombre más competente en estas cuestiones, pidien-do el parecer sobre la bondad de la fuschina y el azul de kyon como sustancias colorantes. Evacuado el informe correspondiente, favorable en un todo al brillante porvenir que les esperaba y al peligro que amenazaba el cultivo del insecto de la cochinilla, dejó oír la verdad del peligro ante la Real Sociedad Econó-mica de Amigos del País, de la que era socio numerario desde el 16 de junio de 1861, proponiendo para susti-tuirlo la introducción y cultivo del gusano de seda, Bombyx Cynthia, que se alimentaba de la hoja del tártago, arbusto aclimatado y conservado en buen nú-mero en estas tierras, A este propósito y con el fin de que llegase a conocimiento de todos, publicó en el Boletín de la misma sociedad un instructivo trabajo sobre el nombrado gusano que sirviera a los agricul- tores de consejo y estudio y de nueva fuente de ri-queza del país. Nadie le hizo caso, pero a los pocos años todo el mundo le dio la razón. En 28 de noviembre de 1864, fue nombrado miembro de la " Societé Imperiale de Zoologique et Aclimatation" de París, y en este mismo invierno, en otro viaje que llevó a cabo a Marsella, impulsado por sus aficiones naturalistas, visitó el Museo de Historia Natural dirigido por M. Barthélemy Lapommerage. Tal fue su sorpresa ante las bellezas que contenía, que sin dudarlo le invitó a ponerse en relación con la men-cionada Sociedad Económica para ensayar la aclima-tación en las islas de ciertas plantas y animales, a cuyo efecto le entregó una cajetilla con semillas de varias clases de maíz del Perú. Asimismo fue nombrado en 30 de diciembre de 1874 socio corresponsal de la " Sociedad Protectora de Animales y Plantas" de Cádiz, a la que mostró su inte-rés durante el tiempo de su estancia en la bella ciudad gaditana en tanto preparaba los exámenes de reválida del título francés. Mientras estos pequeños éxitos y satisfacciones tenían lugar y prestaba su asistencia facultativa a los enfermos, contribuyendo con su labor ininterrumpida a cuantos actos culturales se sucedían en el seno de la Sociedad Económica, seguía bullendo en su cerebro la idea, nacida al calor de sus estudios de antropología realizados en la capital francesa, de dedicarse a las in-vestigaciones histórica y científica de los primitivos pobladores de Canarias. El Dr. Chil, concentrando sus pensamientos e ideas en un crisol atiborrado de re- cuerdos de su juventud vivida en París, empezó a fijar su mirada en el camino a emprender, para realizar una obra que dejara indelebles huellas en el transcurso de los años. Y con su enorme voluntad, su fe en el triunfo y esperanza en sus conocimientos, emprendió el estu-dio de los esqueletos de los aborígenes, leyó cuantas publicaciones habían dejado escritas los antiguos his-toriadores, coleccionó numerosos objetos relacionados con ellos, comenzó a reunir documentos que consti-tuyeron un verdadero tesoro y soñó en reconstruir pueblos y comarcas de los aborígenes. Para el logro de tales fines describió los lugares donde moraron y los sitios donde ocurrieron los principales hechos de la historia, haciendo acopio de cuantos objetos les pertenecieron y acometió peligrosas exploraciones y rebuscas acaparando momias, cráneos, huesos, objetos de cerámica, tejidos y otras industrias, sin tener en cuenta la merma que ello representaba para su patri-monio. El pasado era para el Dr. Chil bálsamo que curaba el presente. De ahí que, cuando trataba de des-cifrar el misterio de un gran enigma, hacía un espe-ranzador esfuerzo para arrancarle su secreto. Fruto de estas investigaciones fue la preparación y presentación de una comunicación, titulada " Origen de los canarios primitivos impropiamente llamados guanches", al Congreso celebrado en la ciudad de Lille el 25 de agosto de 1874 por la " Association Francaise pour l'avancernent des Sciencies", con asistencia de hombres eminentes de Francia y del extranjero. En ella después de hacer una reseña histórica y geográfica de las islas, se extendió con numerosos argumentos y con- sideraciones de tipo filosófico, arqueológico y antropo-lógico, hasta hacer entrar en la discusión al profesor Broca, su antiguo maestro, y a los Dres. Dally, Berti- Ilon, Carl Vogt y Lagneau, para afirmar que los guan-ches constituían una colonia enviada por Juba, rey de la Mauritania a fin de establecer un sistema social antes de la Era Cristiana. Este tipo guanche, continuaba di-ciendo, se conserva entre los campesinos, es de una agilidad sorprendente y posee articulaciones tan poten-tes y contráctiles como los de cualquier cuadrumano. En cambio, Broca, en su intervención, juzgó la pobla-ción de los canarios más antigua que la del rey Juba y encontró en ella los dos tipos bereberes : el rubio y el moreno. A su regreso de Lille, después de un largo viaje por Francia, la Península y algunas islas canarias, trajo como regalos para sus estudios y gabinete de Historia Natural, que ya tenía en marcha, una caja surtida de instrumentos necesarios para hacer preparaciones ma-croscópicas, 15 cráneos donados por la Escuela de Antropología de París y el molde de un feto, con vicio de conformación, enviado por el Dr. Hamy. Si a ello se agrega que el Dr. Chil efectuó durante este tiempo frecuentes viajes a Tenerife y Bretaña, con el fin de investigar en los archivos públicos y privados, de sa-ciar su ansia monomaníaca de buscar papeles, docu-mentos y objetos de los antiguos canarios y de no escatimar tiempo, esfuerzos y dinero para obtener co-lecciones y noticias que habría de ordenar después, se comprenderá que el principal objeto de estos tra- bajos fue el de investigar el verdadero origen de los canarios. Como resultado de su viaje a Lille y de su comu-nicación al Congreso, fue nombrado en 21 de enero de 1875, Miembro Corresponsal de la " Societé d'An-thropologie de París," Socio Correspondiente de la " Societé d'EtnographieV de la misma capital en 6 de julio, y Correspondiente de la " Societé de Géographie" en 4 de agosto de la misma fecha. Ninguno de estos nombramientos le enorgulleció para dejar de proseguir su obra humanitaria, pues, obedeciendo a sus sentimientos caritativos puestos en acción múltiples veces, organizó una gran mascarada para atender las peticiones de los habitantes de Lanza-rote y Fuerteventura que atravesaban una situación crítica por la terrible sequía que obligó a muchos de ellos a embarcar para Las Palmas en busca de alimen-tos. Y sin pérdida de tiempo, ayudado por valiosos elementos, vistióse con traje de guanche, recorrió las calles de la población y solicitó donativos para contri-buir a obra tan meritoria, caritativa y patriótica. De esta mascarada nació el Paseo que lleva su nombre, porque gracias a su insistencia e interés comenzaron los trabajos que dieron lugar al trazado de ese camino, situado en la parte alta de la ciudad, desde el cual se divisan su hermosura, el mar azul e infinito que se pier-de en la lejanía, la gran obra del Puerto de la Luz, los edificios, iglesias, platanales y la variada arquitectura de los hoteles que forman las llamadas Ciudad Jardín y Alcaravaneras. En este festival celebrado en el año 1875, se frac- turó la extremidad inferior de la pierna izquierda, accidente que le obligó a permanecer en cama du-rante algunos días, tiempo que aprovechó para ir preparando la publicación de su obra Estudios histó-ricos, climatológicos y patológicos de las islas Cana-rias.' A tal fin, en estos ratos de descanso forzoso, re-cibió de Marsella cuatro cajas que contenían papel para su impresión, encargó a París el broquel y los útiles necesarios para la confección de las monedas y pidió precio de una prensa para su composición y encuader-nación. Dividida en tres partes, una dedicada a la His-toria de las islas, otra a la Climatología y una última a la Patología, constituyó la síntesis de todos los es-tudios llevados a cabo durante ese tiempo sobre el origen de los primitivos pobladores de Canarias. Poco después, la Academia de Stanislao fundada el 28 de diciembre de 1750 por el rey de Polonia, Du-que de Lorraine y de Bar, reconocida como institución de utilidad pública por Decreto Imperial del 21 de junio de 1864, organizó en julio de 1875 una exposición de objetos antiguos de arte del Universo, con motivo del Congreso de Americanistas celebrado en la ciudad de Nancy. En él se ofreció testimonio de reconocimien-to a varios de sus miembros por los trabajos, celo y contribución aportados al progreso de las ciencias, a propuesta del profesor de la Facultad de Medicina de la misma Universidad, M. Bimonin. Entre ellos se en-contraba el Dr. Chil por haber presentado un trabajo sobre " La Atlántida de Platón" que obtuvo el segundo premio, y la colección completa de antiguos objetos canarios constituida por momias, armas y utensilios, que llamó grandemente la atención. Por estos méritos fue nombrado Socio Correspon-diente de la mencionada Academia, con fecha 6 de agosto del mismo año, y El Correo de Ultramar, anti-gua e importante revista que se publicaba en París, comentando el nombramiento, hizo muchos elogios de su personalidad, al haber sido uno de los dos indivi-duos agraciados por la Mesa Presidencial con la en-trega de un Diploma que le acreditaba como miembro correspondiente de la Sociedad Etnográfica de la ca-pital francesa. Asimismo, en el celebrado por esta mis-ma época en Nantes, dio cuenta de un trabajo titulado " De la religión de los canarios y de la piedra pulimen-tada", que mereció de Carlos Vogt estimadas consi-deraciones, y amistades por parte de M. Saint- Claire Deville, miembro del Instituto Geológico de Francia y de los profesores Lyell, von Fritsch y Haecquel. El 14 de julio de 1876 fue designado miembro de la " Association des Médécins des Bureaux de Bien-faisance" de París; el 1 de mayo de 1877, correspon-diente de la " Societé de Géographie Commerciale", y el 8 de marzo de 1878, socio numerario del Gabinete Científico de Santa Cruz de Tenerife. En este mismo año presidió una de las sesiones del Congreso Antro-pológico de Bruselas, fue elegido Vicepresidente del Congreso Universal de Antropología y Presidente Ho-norario para el Adelantamiento de las Ciencias cele-brado en París, distinciones que demostraban las pre-rrogativas y alto aprecio que le guardaban los sabios allí reunidos. Como consecuencia de estas distinciones, fue nombrado en 8 y 15 de noviembre de este mismo año, miembro de número de la “ Societé d’Anthropo logie” de París y de la “ Societé Française d’Hygiéne” de la misma capital. En marzo de 1879 formó parte del Comité de Honor del Congreso Internacional de Geografía Co mercial y en 17 de mayo fue nombrado “ Officier de l’Académie de France”, por el Ministro de Instruc ción Pública y Bellas Artes, privilegio honroso que enalteció al Dr. Chil y que agradeció profundamente según se deduce del texto de su contestación firmado en 22 de julio del mismo año. ,. , , -, # /. ‘,. 1 4 qs : . .,- /,,_ 4>* l, ,. .4’. 2 —. .. “... 4....’.... .—“ F . 4’ ? i ‘ 4 4 . -, 4’,’..’ 1 . ¿ 1 L.’. ‘ 4—. ..;‘.‘.‘.— 14’.* 424 4 ‘.‘.*‘ £# .1,44._ s. j 44’” 42.24 a,—- .‘., ‘“.‘ / 7 ‘ 4,5 -, - 4. fJ.... ‘.‘. ø. I 4.4’., J - ‘ 54.. 4 • s’L. ,‘ “ 4- ‘‘ 44 ,’, 44.414, I4j4’ 4., - ..‘ 4’— a”. / d ‘..,‘.. J— 5e y’., . — # A 3,; L’ Este nombramiento le dio motivos para ostentar 54 modestamente, pero con dignidad, las Palmas de la Academia Francesa en el ojal izquierdo del frac. En 1884 fue nombrado Corresponsal de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Sevilla y miembro fundador de la Academia de Ciencias Mé-dicas de Las Palmas. En junio de 1886, individuo de la Sociedad Española de Historia Natural de Madrid, y en noviembre del mismo año, socio de la Real So-ciedad Económica de Amigos del País de Santa Cruz de Tenerife. En 1890, socio corresponsal de la " Societá Italiana de Antropologia, Etnologia y Psicologia Com-parata" ; y en 1891, " Membre Signataire du Congres International des Orientalistes". En 31 de marzo de 1895 la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas en atención a los valiosos servicios y beneficios que prestó a la misma desde su ingreso verificado en 1861, concurriendo asiduamente a las sesiones, colaborando en todas sus tareas y desem-peñando a satisfacción las comisiones que se le enco-mendaron - entre las cuales ocupó la Presidencia de la Sección de Industria y Artes Mecánicas-, le nombró Socio de Mérito . de la misma. En 8 de junio de 1899 es designado miembro co-rrespondiente de la " Sociedad Geográfica de Madrid" fundada en 1876, con derecho al uso de medalla, dis-tinción que sólo se otorgaba a los correspondientes de mayores conocimientos. En 18 de agosto de este mismo año fue, de igual manera, designado miembro del Consejo Permanente de Antropología y Arqueo-logía Internacional prehistórica del Congreso que se celebró en París, al que presentó un trabajo sobre " L'état social des aborighes canariens ou Guanches, serait- il l'état social de la race de Cro- Magnon i sa plus haute civilisation?," que fue leído por otro miem-bro, ya que sintiéndose enfermo regresó seguidamente a Las Palmas. Junto a esta labor científica, nada podemos decir de su dedicación a la política, pues, considerándolas contrapuestas, nunca intervino en esta Última. Sólo en su afán de defender los intereses de Canarias fue nom-brado en septiembre de 1887 Diputado Provincial por la isla de Lanzarote, cargo del que se valió para ave-riguar el paradero de un legado del Dr. _ Mena sobre la construcción de un hospital en la isla de Fuerteventura, Hizo cuanto le fue posible para desenterrarlo del sitio que dormía, y el hospital se construyó más tarde con el nombre de La Ampuyenta, sin que fuera dedicado al fin para el que fue creado, pues con el tiempo fue objeto de subasta judicial y destinado a otros queha-ceres. Con respecto a sus publicaciones en la prensa dia-ria, revistas, y periódicos profesionales, he de agregar que escribió varios artículos en la revista El Museo Canario. De su primera época son los que llevan por título " Importancia de las exploraciones; expediciones a Guayadeque", en e! que manifiesta que el pueblo de Agüimes, considerado por los historiadores como el antiguo argones tan célebre en la historia de Cana-rias, no es otro que Guayadeque y que los primitivos pobladores canarios no colocaban los cadáveres aisla- damente y en una misma dirección con separación de sexos, sino que lo hacían en considerable número con sus propias vestiduras, en diferentes posiciones y mez-clados unos con otros; " La apófisis estiloides en el cráneo de los guanches", en que llama la atención sobre su gran tamaño; " Platón y su Timeo" y " Platón y La Atlántida" referidas a estos problemas históricos y geológicos; '" 1 Dr. Pérez y su sistema de aclimata-ción previa"; " Cartas sobre la exposición Internacional de París", en las que pone de manifiesto sus imgresio-nes recogidas sobre este acontecimiento artístico y científico; " Museos antropológicos", en los que hace la descripción de los europeos por él visitados; " El Mu-seo en sus relaciones con la industria canaria; " Las exploraciones de 1886"; " El Museo con relación al pa-sado histórico de las islas Canarias"; " Anatomía pa-tológica de los aborígenes canarios", en el que detalla las fracturas observadas en los cráneos y huesos largos de los primitivos pobladores; y " La Cerámica entre los guanches de Gran Canaria". En los Anales de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, en el año 1870, publicó un informe, en colaboración con don Emiliano Martínez de Es-cobar, sobre " Propagación de la vacuna de brazo a brazo para evitar los peligros de transmisión de algunas enfermedades". En él hacían ambos autores hincapié para que la sociedad proporcionase una cantidad de pus tomada inmediatamente de la vaca a fin de inocu-lar a las nacidas en el país y efectuar anualmente la vacunación a las personas. En 25 de febrero de 1877 reseñó en un erudito discurso los importantes trabajos llevados a cabo por la mencionada Sociedad para le-vantar la industria tan abatida de nuestras islas, dete-niéndose en multitud de datos que lo enriquecieron y en métodos que lo ilustraron. Igualmente publicó otro trabajo, en los mismos Anales, dedicado al cultivo y caracteres del gusano de seda Bombyx Cynthia, con el que trataba de sustituir al de la cochinilla llamado a desaparecer por el descubrimiento de las anilinas. En 1887 dio a conocer en la prensa local varios artículos sobre la cría de la sardina y sus caracterís-ticas, el estado de su pesca en Francia, España y Las Palmas y ventajas que ofrecían las islas de Gran Ca-naria, Lanzarote y Fuerteventura para la creación de esta industria. Entre sus discursos y conferencias hay que señalar las dedicadas a La Atlántida en los años 1881 y 1882; la pronunciada en abril de 1880 en El Gabinete Li-terario sobre " Climatología de las islas Canarias", en la que expuso las distintas versiones sostenidas por varios autores referentes a las propiedades y condicio-nes de la atmósfera, constitución del suelo, propiedades de las aguas y funciones que desempeñan en el orga-nismo. Y con ejemplos prácticos tomados de la patolo-gía hizo ver las modificaciones que sufrían ciertas enfermedades, según los lugares de la isla en que se desarrollaban. Asimismo dictó otra sobre " E1 agua como alimento indispensable para la Agricultura e in-fluencia que en la misma ejerce." En colaboración con los médicos de la isla publicó un trabajo sobre " Análisis de las aguas de Azuaje e informe médico sobre sus cualidades", aparecido en el Boletín de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Y de esta manera, sin mencionar los trabajos que leía en la inauguración de cada curso en El Museo Canario, de los que haré referencia más adelante, dio pruebas el Dr. Chil de su amor al trabajo, a la ciencia y a la historia, contribuyendo con sus investigaciones y conocimientos al adelanto cultural de las islas. Su vida estuvo consagrada al estudio de cuanto concer-náa a nuestra tierra, sin más finalidad que la de poseer un museo donde se guardaran las reliquias del pasado y fuera a la vez centro y foco luminoso de la civiliza-ción en todos sus aspectos. Fruto de esta labor fue el respeto que se le tuvo por todo el mundo, hasta el punto de que en un día de marzo de 1885, con motivo de celebrarse en el Ateneo de Madrid una sesión científica a cargo de su Sección de Ciencias Naturales, tomó la palabra el antropólogo Sr. Antón para explicar los últimos des-cubrimientos llevados a cabo por el Dr. Verneau en Canarias, referidos a cráneos recogidos en El Museo. Terminado su discurso, el Sr. Pérez del Toro se levantó para defender al Dr. Chil de los cargos que le dirigió el Sr. Antón, aun sin nombrarlo, haciendo entusiastas elogios del sabio antrop6logo isleño, y notando la con-ducta del gobierno español que no gastaba cantidad alguna para esta clase de investigaciones si se la com-paraba con la del francés, que ponía a disposición del citado profesor Verneau fuertes subvenciones para llevar a cabo, en el Archipiélago, colecciones de objetos y las exploraciones pertinentes. ESTUDIOS HISTÓRICOS, CLIMATOLÓGICOS Y PATOLÓGICOS DE LAS ISLAS CANARIAS Las investigaciones llevadas a cabo durante los dieciocho años transcurridos desde su regreso de Francia hasta el año 1876, dieron como resultado la preparación y publicación de la obra que lleva el título de Estudios históricos, climatológicos y patoló-gicos de las islas Canarias, en parte dada a conocer a los centros culturales de algunas naciones del mun-do, y en parte inédita y guardada en los archivos de la biblioteca de El Museo Canario. Durante estos años, el Dr. Chil, como otros tantos hombres de la his-toria, sufrió disgustos y desengafios que sorteó y al-ternó con las alegrías y satisfacciones que encontraba en el estudio de las letras y las ciencias, pues éstas le proporcionaban un caudal de conocimientos que le sirvieron para estructurar y capitulizar las distintas materias que habían de formar parte de su obra. Bastó para ello mirar retrospectivamente a los inocen-tes tiempos de su infancia y a los inquietos, impresio-nantes y felices de su juventud. Volvió a leer a Tácito como en aquellos años pasados, y de su lectura surgió la firme decisión de entregarse con todo entusiasmo a la organización de su propósito. Contaba a la sazón el Dr. Chil 41 años. Para llevar a cabo tamaña empresa, leyó y releyó cuanto se había escrito sobre Canarias en todos los idiomas, buscó y guardó cuadernos, libros, folletos, manuscritos, hojas perdidas y olvidadas, visitó archi-vos y bibliotecas públicas y privadas tanto nacionales como extranjeras, y embarcó para aquellos sitios don-de esperaba encontrar noticias y documentos relacio-nados con sus estudios. Y así en Madrid, entabló re-laciones con don Manuel Rivadeneira que le facilitó importantes datos referentes a estas islas, y con los Sres. Bermejo, autor de la Estafeta de Palacio, Pedro González de Velasco, Director del Museo Antropoló-gico Nacional, José Benavides y el académico Juan Eugenio Hartzenbusch. En Normandia celebró largas conferencias con el investigador M. Gabriel Gravier, a quien tanto debe la historia de estas tierras, y con la condesa de Mont Ruffet, descendiente de la familia Béthencourt. Visitó, más tarde, los archivos de Rouen y Dieppe, pasó por Aviñón y estuvo en París durante los años 1864, 1874 y 1875 en los cuales sus compañe-ros y maestros le ayudaron con todo afecto y entu-siasmo. De estos viajes a la capital francesa nació la amistad y gratitud con los Dres. Broca y Verneuil, profesores de la Facultad de Medicina, especialmente con el primero, que fue fundador de la Sociedad de Antropología de París, creador de la ciencia antro-pológica, descubridor de la tercera circunvolución frontal donde está localizado el centro del lenguaje articulado, constructor de diferentes aparatos para ha-cer mediciones en el cráneo y escribió varias obras científicas, entre las cuales adquirieron fama mundial La Etnologia en Francia, Instrucciones generales para las investigaciones antropológicas, L'Homme préhis-torrique y Memorias sobre el cerebro del hombre y los primates. Falleció en París en el año 1880. De igual manera le ayudó el Profesor del Liceo de San Luis, don Jerónimo Frontera, marcándole el camino a seguir en muchos puntos de sus investigaciones. Embarcó también para la Costa de África donde encontró y recogió noticias relacionadas con nuestra historia. Llegado a esta isla, fue coleccionando cráneos, momias, jarros, utensilios de barro y objetos que tu-vieran relación con los primitivos habitantes; y con ellos fue organizando un pequeño museo que sirvió de base al que más tarde se estableció en la calle que lIeva su nombre. Con todos estos materiales históricos, antropo-lógicos y etnológicos y ayudado de las amistades que había fundado con hombres eminentes de Francia y España, dio comienzo a la preparación de esta obra, fruto de sus investigaciones y estudios, auxiliado por sus íntimos amigos, Juan Padilla Padilla, médico y compañero en París, y los licenciados en Derecho y Teología, hermanos Amaranto y Emiliano Martínez de Escobar. Todos ellos, en perfecta colaboración y unidos por un mismo objetivo, pusieron en favor de don Gregorio el consejo, la ayuda moral y los destellos de sus inteligencias para que la obra fuera digna de Canarias, aun a sabiendas de que su publicación habría de traducirse en pérdida de tranquilidad y de dinero. La obra fue apareciendo en cuadernos y con ciertos intervalos, en los comienzos del año 1876. Dedicada a su tío y padrino don Gregorio Chil Morales en prueba de gratitud por haberle costeado su carrera y donado en 3 de diciembre de 1869 su rica biblioteca compuesta de 4.000 volúmenes repartidos entre temas de Teología, Historia eclesiástica y profana, Literatura, Ciencias filosóficas y políticas y Gramática, amén de otras escritas en lenguas vivas y muertas, constituyó un acontecimiento intelectual dentro del páramo en que transcurría la cultura isleña. Estructurada en tres tomos la parte publicada y conocida, estaba dividido el primero en tres partes; una dedicada a los tiempos prehistóricos con la edad de piedra en sus períodos paleolítico y neolítico; otra, a los protohistóricos ; y la tercera a los históricos, sub-divida, a su vez, en dos épocas, la primera que abar-caba los tiempos de Juba hasta los de Juan de Béthen-court, y la segunda, desde éstos a la conquista de la isla, completando su estudio con las descripciones geográ-ficas y un resumen de los caracteres intelectuales, morales, fisiológicos y patológicos de los guanches. El- segundo trata del estudio de los reinos de Tenerife, Palma, Gomera y Hierro y del origen de sus habitantes desde el punto de vista antropológico; y el tercero de la Climatología y la influencia que sobre las enfer-medades ejercen la temperatura, luz, atmósfera, elec-tricidad, humedad presión, vientos, ozono del aire, periodicidad meteorológica, aguas naturales, pluviales, corrientes y marinas. La obra fue saludada, por los elementos cultos de la isla, con los mejores auspicios y las más altas consi-deraciones, siendo el primero que dio cuenta de su aparición en la prensa, el Profesor don Alejo Luis y Yagüe, Director del Instituto Local de segunda Ense-ñanza, y de la Revista de Las Palmas. En ésta decía que la obra, una vez terminada, estaría compuesta de tres partes; la primera dedicada a la Historia, la se-gunda a la Climatología y la tercera a la Patología de nuestras Canarias. " Su modesto título de Estudios - añadía- nos revela que la parte histórica es en su mayor parte una colección curiosa y rica de materiales que dan segu-ridad a cuanto afirma en sus páginas. No en balde este trabajo ha ocupado la vida de quince años del Dr. Chil. Sus recientes viajes a Tenerife, sus investigaciones en archivos públicos y privados de Bretaña, su ansia mo-nomaníaca de buscar papeles, documentos y objetos de los antiguos canarios y su resolución de no esca-motear esfuerzos y dineros para lograr su propósito, han dado lugar a la obtención de noticias que sólo esperaban ser ordenadas para formar un todo armó-nico". " Pero si en esta parte debemos mucho al Dr. Chil, hay otra que es exclusivamente suya, porque se refiere a una materia de la que jamás se ha tratado y que constituye un cuerpo de doctrina. En ella se estudia la etnología local o investigación del origen de los primeros canarios de la que carecíamos de datos referidos a los tiempos anteriores a la Conquista. A este propósito no quiso fiarse de sí mismo y por ello asistió a los Congresos de Lille y Nancy en los que consultó e hizo examinar sus disertaciones con los hombres más competentes en tales asuntos, entre los cuales destaca el profesor Broca". " La segunda parte o Climatología es otra materia sumamente interesante que si bien ha sido tratada por los sabios, nunca ha constituido un todo lo bastante claro para formarse una idea más o menos aproximada de la variedad asombrosa de climas, de la diversidad de zonas productoras y de las bellezas naturales que encierran las Canarias. Esta parte de la obra es un agradable oasis para los que se cansan con la seriedad histórica, porque con ella se admiran los bellos pano-ramas de la naturaleza o se estremece el ánimo contem-plando los cuadros imponentes que ofrecen las islas. " La tercera parte o Patología íntimamente enla-zada con la Climatología, es la parte en que se descubre al médico en la extensión de sus vastos conocimientos. Con ella ha hecho un verdadero tratado de Patología de Canarias y será un libro que habrán de consultar los facultativos." En estas circunstancias, y cuando la paz y la tran-quilidad existían en la ciudad, se vieron sorprendidos sus habitantes con la noticia publicada en algunos pe-riódicos, y corrida de boca en boca, acerca de que la obra había sido excomulgada por el Obispo de la Dió-cesis. A este propósito es necesario decir que don José María Urquinaona y Bidot, que la desempeñaba por la Gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, admi-nistrador Apostólico de Tenerife y Subdelegado Cas- trense de estas islas, nació en Cádiz, y desempeñó distintos cargos eclesiásticos en Jerez de la Frontera, Guádix y Granada, antes de su toma de posesión del Obispado de Canarias en 22 de abril de 1869. Hombre inquieto y enérgico, al llegar a esta ciudad reorganizó los estudios del Seminario poniendo a su frente un profesorado competente, a fin de obtener de la Santa Sede y del Gobierno de la Nación la autori-zación necesaria para conceder grados mayores. Do-tado de inteligencia y vasta cultura, en la visita que hizo el 27 de julio de 1867 a la iglesia de San Juan Bautista de Telde, se congratuló de la actuación del párroco don Gregorio Chil Morales al observar la lim-pieza de los ornamentos y vasos sagrados y el buen espíritu de instrucción y celo de que gozaba; pero en contraposición se dolió de la mala disposición que ha-bía notado en gran parte del vecindario respecto a la pérdida de la fe y piedad cristiana. Fueron famosos sus sermones en la cuaresma, porque en ellos y en mu-chos actos de su vida religiosa dio muestras de su incompatibilidad con otras ideas. En 14 de octubre de 1878, después de haber residido diez años en esta isla, fue preconizado Obispo de Barcelona y nombrado Senador por su provincia. Falleció en la Ciudad Condal el año 1883. Pues bien, el Sr. Urquinaona, con fecha 30 de abril de 1874, dirigió al venerable clero y altos fieles de las dos diócesis de Canarias y Tenerife la siguiente comu-nicación: " Habiendo entendido que la obra que se publica en esta ciudad por el Dr. don Gregorio Chil Naranjo titulada Estudios históricos, clirncctológicos y patológicos de las islas Canarias contiene algunos errores y deseando proceder con la prudencia debida en la apreciación de las doctrinas contenidas en ella, en cumplimiento de nuestro cargo pastoral de velar porque no se perjudique a los fieles encomendados a nuestra solicitud con el parto nocivo de perniciosas enseñanzas, por las presentes damos comisión a los Sres. Examinadores Sinodales, Doctor don Vicente Delgado y Licenciados don Juan Inza Morales y don Domingo Cortés, Canónigos de oficio de la misma Santa Iglesia Catedral para que examinen las entregas publicadas de la mencionada obra y las califiquen a tenor de las censuras que usa la Santa Iglesia Católica y nos den cuenta detallada de lo que según su leal saber y entender hallaren contrario al dogma o sana moral católica para obrar en su visita como fuere oportuno y les recomendamos, por lo interesante del asunto, evacuen su informe a la posible brevedad." Antes de seguir adelante he de decir que el motivo del referido castigo fueron las declaraciones hechas en el prefacio de la obra por el Dr. Chil, de conformidad en un todo con las doctrinas de la So-ciedad Antropológica de París que defendía las teorías de Lamarck y Darwin sobre el origen del hombre. Describía en él, a grandes rasgos, el desenvolvimiento de la creación tal cual lo ofrece la ciencia hasta llegar al conocimiento del antropoide humanizado. Reclama para sí las primicias de la nueva doctrina y lamenta no existir durante muchos años para robustecerla con las nuevas e irrecusables pruebas que se irían presen-tando, pues creyó siempre que el único medio de llegar a la adquisición de la verdad es abrazarla con fe y sin prevención. Y para llegar a este medio era necesario que esas pruebas fueran expuestas en el seno de los pueblos libres, porque en ellos los hechos y los hom-bres se equilibran ya que en este equilibrio reside la verdadera libertad. A estas manifestaciones escritas y dadas a conocer al público, la Junta de Teólogos compuesta por los mencionados señores, expuso numerosos argumentos opuestos a las doctrinas vertidas en la Introducción de tipo materialista por el Dr. Chil Naranjo, publicados en algunos periódicos de Gran Canaria y Tenerife y en especial en la revista El Gólgota, órgano de los católicos de la isla. No voy a exponerlos todos porque alargarían el texto de esta biografía, pero no resisto al deseo de co-piar algunos y el final del informe solicitado por la autoridad episcopal, y emitido, en un todo, de acuerdo con la opinión de la Iglesia y de sus representantes. " Lo absurdo del transformismo se demuestra tam-bién por otros argumentos más directos. El Espíritu Santo ha escrito ' in principio creavit Deus cellus et terram'. Aquí se ve que sólo se trata de la creación y por ningún concepto de evolución ni de transfor-mación a menos de admitir que Dios no sabe lo que dice o que no conoce el empleo de los términos, lo que constituirá una enormidad tal, que ni por un momento se debe pensar en ello. Más adelante dijo el mismo Espíritu Santo ' Formavit Deus Hominem de limo terra. Dios creó al hombre de lodo'. ¿ Con qué derecho pues esos pretendidos sabios intentan rebajar este no- ble origen hablándonos de antropoides, de monos in-teligentes? ¿ La Biblia no dice, por otra parte, que este hombre de cieno ha sido formado a imagen y seme-janza de Dios? ¿ Debemos admitir pues que Dios se parece a un mono? Dios hijo quedaría necesariamente envuelto en la misma humillación." Más tarde sigue diciendo el informe : '" a fe nos enseñó cómo en la plenitud de los tiempos el verbo Eterno para efectuar la redención del hombre unió hipostáticamente la naturaleza humana a su naturaleza divina conservándose ambas íntegras, distintas y con-fusas con sus propiedades y operaciones respectivas y siendo desde entonces tan propias de la persona di-vina la una como la otra. Si pues nos atenemos a los principios del Dr. Chil, tendremos que el hijo de Dios tomó, aunque ya modificada, la naturaleza del simio, que el simio en Cristo es Dios y que las operaciones del mismo, humanizado, son propias de Dios como las de Dios en Cristo propias del simio. ¡ Qué horror! i Qué blasfemia ! " " Por tanto, Iltmo. Sr., una obra como la de Es-tudios históricos, ciimatológicos y patológicos de las islas Canaii; as en cuya introducción además de querer mancillar injustamente la vida de un eclesiástico por todos conceptos respetable, además de colocar el sa-cerdocio católico a la misma altura de los sacerdotes de Budha, de Confucio y de los ministros del paga-nismo animados de desmoralizadores fines sin distin-ciones de ninguna clase, además de llegar a lo último del delirio afirmando que el hombre " mientras más se ha emancipado de la esclavitud religiosa más se ha ido acercando a Dios por el conocimiento de su obra", sin cuidarse de la enorme contradicción en que incurre y de la notoria mala fe de que parece hacer alarde ; ade-más de todo esto vierte doctrinas cono las que de-jamos combatidas enteramente contrarias a las Santas Escrituras, a la Tradición y a las decisiones solemnes de la Iglesia, al Sínodo, ajustándose a las prescripcio-nes canónicas no puede menos de calificar a la men-cionada obra que tales doctrinas en su introducción encierra, como en realidad la califica, de falsa, impía, escandalosa y herética." A la vista de este informe el Obispo refrendó su contenido añadiendo las siguientes palabras : " Nada tenemos que agregar a lo que se contiene en esta censura; ella comprueba, hasta la evidencia, que los Estu ¿ Fios históricos, climatológicos y patológicos de las islas Canarias publicados por el Dr. Chil, están impregnados en el error del darwinismo desenvolvién-dose en ellos una doctrina contraria a la creación de la Iglesia y a la definición solemne del Concilio Vati-cano donde se ratificó lo ya definido por la Iglesia sobre esta materia en otros concilios. Por lo tanto, mandamos a nuestros más autorizados fieles que se abstengan de leer la mencionada obra y las entregas que hayan recibido y conserven, las remitan con cu-bierta cerrada a Nos o a sus respectivos Párrocos, los que cuidarán de transmitirlas a nuestro poder; pues condenada la obra como la condenamos, ningún fiel cristiano, cualquiera que sea su instrucción y categoría, puede retenerlas a no estar facultado por la Silla Apos-tólica para leer los libros prohibidos; de lo contrario incurrirá en las censuras con que se hacen estas prohi-biciones por la Iglesia." " Como esta medida nos la inspira el celo de la gloria de Dios y del bien de las almas, debéis compren-der, hijos muy amados, que no envuelve prevención ni sentimiento alguno contra el autor de la obra; re-petimos lo que antes hemos dicho con sinceridad de nuestra alma, que lo amamos de corazón, que nos duele mucho encontrarnos obligados a condenar su producción literaria y deseando con ansias muy vivas su eterna salvación, pedimos al Cielo que le conceda auxilios muy eficaces de su divina gracia, para que conozca su error y se retracte públicamente de él, ma-nifestándose lo mismo en sus creencias que en su conducta, hijo obediente de la Iglesia Católica según se hace indispensable como lo encarece el gran augus-tino para que tengamos a Dios por padre y esperemos con sólida esperanza la herencia suprema que nos me-reció con su gran sacrificio Jesús, nuestro Señor." " Con este motivo y no siendo posible que nuestra solicitud pastoral provea lo conveniente sobre cada una de las publicaciones a los dogmas de nuestra fe católica o por algún concepto ofensivas a nuestra Santa y Divina Religión que por desgracia circulan con m& frecuencia, renovamos de nuevo la amonestación o advertencia que tenemos hecha, antes de ahora, a nues-tros amadísimos fieles sobre la obligación grave de no admitir en sus casas producciones de este género sin leerlas, ni permitir que las conserven o lean las per-sonas que dependen de ellos; de lo contrario incurri-rán en la desobediencia de la Iglesia y se expondrán a experimentar un doloroso naufragio en la fe que pueda ser causa de su condenación eterna." " Y queriendo alejar de todos vosotros tamaña desgracia y alcanzaros el bien supremo de la eterna felicidad con nuestro corazón puesto en Dios, os ben-decimos de lo más interno de nuestra alma, en el nom-bre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Dado en Palacio Episcopal, el 21 de junio de 1876." " Los Venerables párrocos darán conocimiento de la condenación de esta obra a sus feligreses anuncián-dolo en el Ofertorio de la misa y, según lo estimen conveniente, atendidas las circunstancias, se servirán de los testimonios y las reflexiones que se contienen en esta Nuestra Carta Pastoral y en la censura inserta en la misma, para afianzar la fe en las almas contra los errores condenados en la obra si por desgracia se hubiere introducido ésta en la feligresía y sus malas doctrinas prevalecieran al menos en algunas inteli-gencias." El efecto que produjo la publicación de esta pas-toral en las islas, y especialmente en las de Gran Cana-ria y Tenerife, fue sorprendente. No otra finalidad pudo producir, porque, acostumbrados a vivir sus hijos en un ambiente de tranquilidad sólo alterado por las conmociones políticas de la madre patria, la lectura de la misma en todas las iglesias, el respeto que merecía el Dr. Chil como médico investigador y ciudadano distinguido, y sobre todo el no estar acostumbrado el pueblo a esta clase de castigos espirituales, levantaron un estado de opinión entre los simpatizantes de una y otra parte actuantes en la cuestión, que se tradujo en la existencia de hechos desagradables mantenidos durante algún tiempo en efervescencia, hasta que el transcurso de los años fue enterrándolos en el silencio. Por su parte, mi biografiado, ante tal campaña y excomunión, se preguntaba disgustado y entristecido: ¿ a qué es debida tan sangrienta cruzada?, ¿ qué signi-ficación tiene desde el punto de vista de las relaciones humanas, tan tajante determinación? Es verdad que en la introducción de la obra sentaba doctrinas bas-tante añejas conocidas en el ambiente científico de las naciones cultas, las que siendo discutidas en este te-rreno no fueron objeto jamás de resoluciones extremas por parte de la Iglesia. Fui el primero en confesar que no las había inventado ni cabían caprichos en esas teorías, pues si el estudio de la naturaleza es el estudio de los fenómenos productos de la observación, contra ellos no había textos de escritura, opiniones de Padres de la Iglesia, ni argucias teológicas. Es m��s - conti-nuaba diciendo-, cuando los teólogos que han cen-surado los primeros fascículos de mi obra, puesto que aún ha de pasar tiempo para verla terminada, me de-muestren que los hechos son una mentira, que las cien-cias exactas nos engañan, que lo que se ve no es tal cual lo vemos, que el sabio legislador del pueblo he-breo, el historiador de la creación, no escribió lo que la tradición le había comunicado, que lo que hoy se sabe, se ha descubierto y se ha observado, es una farsa indigna, yo seré el primero en rendirme a ese torrente de textos que los entendidos sinodales han aglomerado en su censura interpretándolos de la manera más có-moda que les ha parecido. Lejos de mi ánimo - sigue respondiendo- im-pugnar nada de lo que allí se manifiesta, lejos de mí ridiculizar una carta que emana de un Prelado celoso que cree ver originalidad donde no hay sino simples referencias, un resumen y no más de lo que han obser-vado y escrito hombres por tantos títulos respetables. El Iltmo. Sr. Urquinaona ha cumplido como Obispo de igual manera que yo seguiré cumpliendo con mi cargo de historiador o coleccionador de datos y noti-cias para los que toman sobre sí, algún día, la difícil pero honrosísima tarea de escribir la Historia General de las islas Canarias. Por lo mismo no he debido pres-cindir de transcribir íntegro un documento en el que la dulzura del Pastor y su celo Apostólico que no lo es menos, resalta de un modo notable al lado de la suficiencia y sabiduría de sus distinguidos sinodales que no escasean los epítetos caritativamente depri-mentes de mi persona humilde y de la distinguidísima de los sabios en cuyos libros he aprendido la ciencia. i Si esos Sres. teólogos los hubieran estudiado con la asiduidad y constancia que yo lo vengo haciendo desde hace mucho tiempo, de seguro que los habrían tratado con el respeto que merecen la ciencia y los años! Si alguna amargura hay en mis palabras, no es porque esa condenación me haya afectado ni porque el número de suscriptores haya disminuido, no; hay en mí, un sentimiento más noble y elevado ; el disgus-to que me causa ver que así se cierran las puertas a la inteligencia, que así se quiera cegar al hombre y pri-varle de admirar y contemplar la obra de Dios, que es más grande a nuestra limitada comprensión cuanto más se estudie el globo que habitamos y la estrellada bóveda que le rodea. Como es natural comprender y siempre sucede en estos casos, las opiniones de los ciudadanos se di-vidieron en uno y otro sentido. El asunto se prestaba a ello, y unos con entereza de ánimo, otros con indife-rencia, y los menos, temerosos de ser descubiertos, mostraban de palabra y por escrito sus simpatías hacia una de los dos contendientes. En el extranjero M. Eugenio Véron publicó en Le Bien Public, de París, un artículo titulado " Exco-munión de la Antropología" en el que manifestaba: " Todo el mundo sabe que hay una verdadera ciencia y una ciencia falsa, como hay una libertad del bien y una libertad del mal. El clero está por la primera contra la segunda y esto es bastante natural, pues la primera es la que él hace y la segunda la que lo deshace. Si nos remontamos a 250 años vemos que el represen-tante dela ciencia era Galileo. Los verdaderos sabios de la Inquisición apoyándose en el testamento infali-ble de Josué condenaron al sabio distinguido a prisión y a la tierra a la inmovilidad. Hoy Satán está represen-tado por el Dr. Chil que ha tenido la audacia impía de exponer, en el prefacio de su obra Estudios histó-ricos, climatológicos y patológicos de las islas Cana-rias, las doctrinas de la Sociedad de Antropología de París sobre el origen del hombre. Este monstruo vomitado por el Imperio no teme confesar que entre las afirmaciones del Espíritu Santo representado por Moisés y las inducciones de Lamarck, Darwin y tutti cuanti, no vacila un instante en optar por los últimos. De la misma manera, el digno Obispo don José María Urquinaona Bidot no titubea, por su parte, en arrojar el anatema sobre este peligro detestable y en mandar a recoger todos los ejemplares por los curas de aquellas benditas islas. Sin embargo, tuvo el cuidado de reparar de antemano todas las lumbreras de la ciencia ecle-siástica. Un sínodo de sabios episcopales ha declarado sacrílega la obra del Dr. Chil y absurdas e insensatas las doctrinas que contiene. Por su parte, en la " Revue d9Anthropologie" del año 1878 ( tomo V número 4) editada en París bajo la dirección del Profesor Broca, publicó Ludovico Martillet un largo artículo dedicado a esta obra del Dr. Chil, que fue calificada de impía de absurda por un sínodo de teólogos, anatematizada por el Obispo de Canarias don José María Urquinaona Bidot y con-fiscados todos sus ejemplares por los sacerdotes de las islas afortunadas. Es más, a los fieles que persis-tieran en guardarlos a pesar de las órdenes formales dadas por los superiores eclesiásticos, se les amena-zaba con cerrarles las puertas de la penitencia y abrir-les las del infierno. Entrando en materia, se pregunta M. Martillet: ¿ De qué se acusa culpable al Dr. Chil? Sencillamente se responde, por exponer en la introducción de la mis-ma, sin comentarlas, las teorías del transformismo tal y como la concibieron Lamarck, Darwin y sus discí-pulos. Como era de esperar, sigue comentando, la publi-cación de la obra produjo gran emoción, porque jamás se había dado a conocer en letras de imprenta, una riegación tan atrevida de la autoridad divina, y jamás se había dicho y sospechado que el hombre no hubiese sido hecho a la imagen de su Creador. Con tal motivo, El Gólgota, revista religiosa de Las Palmas de Gran Canaria, lanzó el primer grito de alarma y llamó la atención de los eclesiásticos hacia su autor, hasta el punto de que fue separado del seno de la Iglesia y su tío, el Venerable Canónigo de la Catedral, amonestado por estar a él dedicada la obra. Como consecuencia, el Obispo, con gran pena de su alma, emitió su opinión contra las doctrinas perniciosas expuestas en ella ten-dentes a oscurecer el sol de la fe en menoscabo de la revelación divina, la observancia de la ley sagrada y la sumisión a la Santa Iglesia. Para remediar el mal, para impedir que los fieles no escaparan a su abrazo paternal, el Obispo Urqui-naona nombró una comisión de teólogos encargada de examinarla y censurarla. Terminado, poco tiempo des-pués, el correspondiente informe, es curioso deducir de su lectura, continúa diciendo el Sr. Martillet, desde todos los puntos de vista estudiado, el grado de into-lerancia y de aberración a los que había llegado el Ca-tolicismo al otro lado de los Pirineos. Y para demostrarlo, el mismo comentarista hace alusión a algunos paisajes del mismo llenos de un li-rismo realmente suspicaz. En efecto, copiando algunos párrafos del referido informe dice: " Ellos no son más que librepensadores bastante corrientes que asaltan con impetuosidad el trono de la Verdad Eterna, que marchan en pos de la investigación de otras fuentes y penetran con singularidad arrogante en términos desconocidos y bajo el imperio de una razón obcecada y de una inteligencia obscurecida, y que se imaginan haber descubierto voluminosos torrentes de luz y ver-dad para regenerar a la humanidad. ¡ Miserables! Ellos no ven en su frenesí, el germen de la corrupción arrolIado por estas aguas que se parecen a aquellos que engloban la prole humana, dejando tras ella la ruina y la desolación, derramando las tinieblas sobre la inteligencia, corrompiendo la voluntad, falseando los principios de la ciencia, aniquilando la justicia y la moralidad de los pueblos. Leones que devoran rugien-do alrededor de la generación creyente, se esfuerzan en impregnarles el veneno de sus doctrinas. No saben ellos que si el hombre no hubiera tenido por guía otros principios que los proclamados por sus rugidos, la tie-rra seria presa de la desolación más espantosa y la vida social llegaría a ser imposible." " Según la escuela a la que pertenece Chil, el hom-bre es un mono perfeccionado cuyo cerebro está do-tado de la facultad de abstracción. El hombre es un mono perfeccionado repite. i Qué absurdo ! Moisés nos dijo que Dios creó al hombre a su imagen y seme-janza. ¿ Es posible dudar de la intervención inmediata de Dios en la formación de esta obra? ¿ Puede hablarse de la creación del hombre con una claridad más evi-dente? ¿ Puede sostenerse todavía que el hombre no es más que una modificación del mono? La fe nos en-seña cómo en la plenitud del tiempo, el Verbo Eterno para rescatar al hombre unió hipostáticamente la na-turaleza humana y la divina, y las conservó enteras, distintas y sin mezclas. Por otra parte, el Dr. Chil compara al hombre con los animales salvajes y nos lo muestra viviendo de frutos, raíces y carne cruda, como si fuera un antropófago nómada viviendo o refugián-dose en las cavernas, sin tener nociones del fuego ni de la manera de preparar sus alimentos. El Génesis elevando su autorizada voz destruye estas alegaciones inciertas. Plantaverat autem Dominus Deo paradisum a voluntates a principio in que posuit hominem quem formaverat. Es pues evidente, que en el paraíso y no en las cavernas, Dios ha colocado al hombre desde el principio, pues en él no ha tenido necesidad de nu-trirse de raíces y carnes crudas, ya que las especies que poseía eran agradables a la vista y dulces al gusto. El Señor no había dicho a Adán, ¿ tú comerás de todos los árboles del jardín a excepción del de la ciencia del bien y del mal? Cuanto a la inteligencia del primer hombre, el libro sagrado la pone en evidencia, ya que Adán dio de conjunto un nombre a todas las especies animales y de pájaros y Dios le dotó de un espíritu de ciencia y prudencia para distinguir el bien del mal, por lo que no es admisible pretender que el hombre carezca de nociones tan usuales como las de hacer el fuego y preparar los alimentos." Después de argumentar contra el materialismo, concluye diciendo el referido informe " que la obra" Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las islas Canarias, es mala desde todos los puntos de vista, por lo que debe ser declarada de falsa, impía, escanda-losa y herética." El Dr. Chil, añade por su parte M. Martillet, tiene hoy la triste experiencia de haber sufrido las amenazas del Obispo condenándole a la excomunión de los sa- cerdotes y predicando desde la cátedra evangélica el ateísmo de la obra y de los fieles que la han secuestrado como pestífera. Sus amigos, por otra parte, le han abandonado, sus suscriptores se han retirado aterro-rizados por las amenazas de los curas, pero ¿ qué im-porta? La obra continuará publicándose desde el punto de vista trazado; y nosotros, franceses, nos sentimos satisfechos al felicitarle con coraje y tenderle una ma-no amiga. La excomunión del Dr. Chil por el Obispo Ur-quinaona tuvo resonancia en los " Anales del Libro Pensamiento Internacional". El reportaje de Ludovico Martillet que antecede, publicado en la Revue d'An-thropologie, fue difundido en Inglaterra y Estados Uni-dos en libros de orientación anticlerical, no antirreli-giosa. Y así en la revista Acdemy, tomo XIII ( 1878), se dice que la iglesia no sólo se contentó con denunciar la obra, sino que condenó al Dr. Chil con excomunión mayor, lo cual en las Islas Afortunadas quiere decir aislamiento social. Este comentario de Academy fue transcrito veinte años más tarde en el famoso tratado anticlerical de Andréw D. Wlicte, que tiene por título A History of the Wc~ rfareo f Science with Theology in Christerdem, ( una historia de la guerra de la ciencia con la teología en la Cristiandad) el que en su nueva edición publicada en New York en el año 1955, incluye el informe de los teólogos nombrados por el Obispo Urquinaona sobre la obra de Chil, como exponente del furibundo antidarwinismo de los sectarios protestantes de los Estados Unidos. De nuestra nación y de nuestra isla recibió don Gregorio numerosas cartas de adhesión, de las cuales haré relación sucinta de aquellas que lo merecen, por el interés de su contenido. Así don Rosendo García Ramos y Brétillard, con fecha 16 de julio de 1876, le decía desde Santa Cruz de Tenerife, refiriéndose a la teoría de la creación progresiva basada en las ideas del célebre naturalista francés Lamarck tal cual vieron la luz en Francia en 1802, que la misma no implica una formación positiva o terminante de ateísmo, ni siquiera de no intervención de una divinidad en la organización de los vivientes de nuestro planeta. Asi-mismo don Nemesio Gili, también desde Santa Cruz y en carta firmada el 21 del mismo mes y año, le ma-nifestaba que la obra publicada revelaba poseer pro-fundos conocimientos científicos, pues en la introduc-ción que la encabezaba hallábanse en sólida doctrina los últimos adelantos de la ciencia moderna, resultado de los preciosos trabajos llevados a cabo por Lyell, Lubbok, Vogt, Huxley, Dupont, Broca, Granolet etc. Todos estos conocimientos - añadía- le colocaban a Vd. a envidiable altura, pero si algo faltaba al cuadro era la correspondiente sombra que hiciese resaltar la brillantez del colorido y ésta también la posee Vd. ahora; de ello se ha encargado el Sr. Obispo. " Felicito a Vd. por la obra y añada su nuevo parabién por la cen-sura que contra ella ha sido fulminada. No sé si en una sociedad poco dilatada puede ella proporcionarle dis-gustos; si así fuera, no le será difícil sobreponerse a ellos, que no pueden turbar la serena región de la ciencia los aullidos rabiosos de la impotente i, a noran-cia." Por su parte, el abogado de la misma capital tiner-feña, don Miguel Villalba Hervás, que fue Gobernador Civil de la provincia durante los meses de abril a oc-tubre de la Primera República Española, en escrito de fecha 23 de julio de 1876, le decía: " Una vez más se ha cumplido una ley histórica. Los sacerdotes del oscu-rantismo excomulgan al sacerdote de la ciencia. Fal-taba a Vd. este timbre y la dura cerviz teológica se la ha otorgado. Sea mil veces enhorabuena." En 7 de agosto de 1876 el Secretario del Ayunta-miento de Gáldar, don Francisco Ramos, le manifesta-ba que, con motivo de haberse leído en la iglesia de aquella población la carta pastoral del Obispo con-denando su obra para dar vida al fanatismo, causa de todos los males que a la sociedad afligen, quería felicitar a Chil por el nuevo laurel que acababa de obte-ner en su científica carrera de historiador canario. Estas cartas le sirvieron de consuelo y aliento para seguir trabajando en el estudio y publicación de la obra, sobre todo cuando se vio obligado, por efec-to de la excomunión, a trasladarse a la isla de la Ma-dera para contraer matrimonio con su segunda esposa, doña Rosenda Suárez Tascón, el día 17 de junio de 1876. En 1 de febrero de 1878, el periódico Atlante es-cribía: " No tema el Dr. Chil la censura de espíritus mezquinos que sin tener conocimiento del asunto y atendiendo al interés de secta tratan de retener la difu-sión de su importante obra. Sus esfuerzos en este punto serán tan varios como lo han sido para retener el progreso de las ideas." Con fecha 8 de febrero de 1878, don Agustín Mi-llares Torres, en el mismo periódico, hacía considera-ciones sobre los esfuerzos llevados a cabo por los que trabajan intelectualmente luchando contra la escasez de manuscritos, libros y objetos curiosos para dar a conocer sus estudios. Asimismo ponía de manifiesto . lo que es necesario combatir cuando escasean los me-dios económicos y cuánto daño hacen los ultrajes " lanzados, por el solo hecho de tener el valor de exponer su opinión en uso de sus íntimas convicciones, y de despreciar el lodo arrojado por las manos de los que creen manchar al hombre honrado y laborioso consa-grado al bien de su patria. Refiriéndose a la obra añadía que era un monu-mento glorioso que levantaba a su patria y que, aun cuando no se había terminado de publicar el primer tomo, el plan trazado era vasto porque en su concep-ción cabían todos los detalles históricos y científicos que ofrecía el archipiélago a las investigadoras miradas de los sabios. El estilo es claro, castizo y elegante y la franqueza con que expone sus opiniones y manifiesta sus dudas, le conquista las simpatías del lector. El Dr. Chil concibe la historia como felizmente empieza hoy a escribirse, y su espíritu libre pensador que vivi-fica sus páginas es el motivo más seguro que tiene el autor para rendir tributo a la ciencia moderna, y para emanciparse de la tutela que durante siglos se ha ve-nido ejerciendo en la esfera de la inteligencia parali- zando todo movimiento progresivo y anatematizando todo conato de libertad. En 28 de febrero escribía Sabino Berthelot desde Santa Cruz : " La coordinación de esta obra es perfecta y Vd. ha sabido arreglarla según un plan de los mejores concebidos. Todos aquellos que se ocupan de las cien-cias piensan como yo y cuando esta obra magnífica esté finalizada, tendrá Vd. la gloria de haber dotado a vuestro país de un libro precioso y de los más instruc-tivos sobre las grandes cuestiones que han sido tra-tadas con la alta crítica, la independencia de opinión y el saber que a Vd. distingue. Lo que voy a decirle no es un elogio; entre nosotros la alabanza está de más, y me sería penoso que Vd. pueda asimismo sospe-charlo." Un año después, en 5 de febrero de 1879, don An-tonio María Manrique decía: " Doy a Vd. la enhora-buena por la gloria imperecedera que se ha conquis-tado haciendo un grandísimo beneficio a la Humanidad entera y muy particularmente a aquellos seres que yacen envueltos en el romanticismo, pues al fin y al cabo sustentarán sus errores no por convicción, sino por sistema y necesidad imperiosa." En 13 de mayo de este mismo año, don Francisco Giner de los Ríos escribía: " Todo el mundo conoce al Dr. Chil y sus Estudios, pero quizá, y no es corta ventura que así acontezca, los nacionales sabemos e1 precio de sinsabores y quebrantos que, como es natural en estos pueblos y tiempos, le cuestan los servicios que ha prestado a la Ciencia y a la cultura patria." Pasaron los meses y con ellos fueron apareciendo los restantes fascículos del primer tomo hasta su ter-minación, no obstante las dudas de los timoratos y enemigos. Durante este tiempo fue víctima el Dr. Chil del comportamiento de algunas personas abiertamente reñidas con todo lo que significaba progreso y adelanto de la ciencia, y de la conducta de otras que, por su posición económica y diplomas, estaban llamadas a dar ejemplo de buena educación. Condenada, como es sabido, la obra por un sínodo de teólogos, que ignoraban por completo los elementos m. ás triviales de la geología paleontológica y de todo aquello que tenía relaciones con la historia del mundo y del hom-bre, llevaron los disconformes su ensañamiento hasta intentar privarle de la clientela, pintándole a los ojos de los timoratos como un ateo y por lo tanto carente de conocimientos médicos. Y ello fue tanto más la-mentable cuanto que entre las personas que más le persiguieron algunas ocupaban altas jerarquías ecle-siásticas. Como consecuencia de esta conducta, muchos suscriptores se retiraron inducidos por los consejos y amenazas de los detractores pensando sin duda en que al ser los ingresos recaudados menores que los gastos, llegaría a suspenderse la publicación de la obra. Sin embargo no sucedió así, porque mantenido el Dr. Chil en su empeño de continuarlos y llevarlos a buen tér-mino, había montado, como ya he referido, un esta-blecimiento tipográfico qui si bien le costó muchos miles de francos, le hizo economizar algunas canti-dades. Al aparecer el segundo tomo en el año 1880, la prensa liberal siguió halagándolo como antropólogo y como historiador, pues sus escritos, basados en las doctrinas del darwinismo, habían merecido plácemes de eminentes gublicistas de Europa. Bien es verdad que desde joven reveló poseer espíritu de investigador y que sus estudios de la naturaleza y de las razas hu-manas fueron su preocupación constante, ya que dota-do de conocimientos científicos trabajó en la solución del problema más espinoso que la filosofía puede pro-poner; esto es, el origen de la especie hominal. Por otra parte, siguió las leyes desarrolladas magistral-mente por Darwin, y acometió con gigantescos alien-tos la ardua empresa de buscar al hombre de los largos siglos prehistóricos. Los agravios a su persona continuaron por to-dos los medios posibles, siendo dignos de mencionar los inferidos a su tío y padrino, el Canónigo don Gre-gorio Chil Morales, por haber aceptado la dedicatoria de la obra, y los dirigidos al presbítero y Licenciado en Derecho Civil y Canónico don Emiliano Martínez de Escobar y Luján, por prestar a dichos trabajos su autorizado criterio. Si a ello se añaden los cuantiosos gastos que la publicación llevaba consigo, puede de-ducirse la serie de contrariedades y disgustos que venía sufriendo don Gregorio. En relación con ellos no puedo menos de transcribir párrafos de una carta que con fecha 8 de febrero le envió un amigo: " Comprendo todo lo que Vd. ha sufrido; sé que el mundo, lleno de gentes malévolas y envidiosas, muerde a todos los que valen y tira piedras a los que están altos, ¿ y cómo no había de ser Vd. blanco de sus tiros si se alejaba del vulgo y formaba parte de los hombres de ciencia? No extrañe Vd. las persecuciones que ha sufrido; nadie es profeta en su tierra." Poco después, en este mismo año de 1882, falle-cieron aquellas dos personas y, a pesar de ello, el Dr. Chil supo perdonar las ofensas que le habían pro-ferido los disconformes con las teorías defendidas en su obra, porque estaba convencido de que la única verdad que se encuentra sin buscarla y que se abraza sin discutirse, es la eterna: Dios. Sin embargo, lo que nunca pudo olvidar fue la mordacidad de la ignorancia al querer calumniar a la ciencia. Si a ello se une la des-aparición del célebre matemático don Jerónimo Fron-tera ; del profesor De Mortillat ; del doctor Vilanova, eminencia en Paleontología; del profesor don Pedro González de Velasco; Director del Museo Antropo-lógico, del Gabinete de Curación y de la Sociedad Antropológica de Madrid ; y del Dr. don Vicente Pérez de la Orotava, puede colegirse el estado de ánimo que le dominaba y la tristeza en que estaba sumido. En carta de 8 de mayo de 1883, don Salvador Pa-dilla Pérez le manifestaba que había encontrado su-blime y magníficamente redactada su interesante obra científica cuya producción demuestra el esclarecido talento, conocimientos y disposiciones brillantes de que es acreedor. En la sesión celebrada por la Sociedad de Antro-pología de París, con fecha 4 de noviembre de 1887, M. Cavalier de Cuverville, Contraalmirante de fraga-ta, al referirse el Dr. Verneau a la antigua población del archipiélago canario, llamó la atención de la dicha sociedad sobre los trabajos del Dr. Chil. Amigo del llorado Broca - dijo-, hizo sus estudios en la capital de Francia y sentía por ella vivísimas simpatías. Tan sabio como modesto investigador, dirige en Las Pal-mas un museo, en donde ha logrado con grandes es-fuerzos y sacrificios reunir las reliquias de aquella interesante raza primitiva de los guanches, cuyos orí-genes permanecen rodeados de profunda oscuridad; allí se encuentran, en orden perfecto, cráneos, osamen-tas, momias recogidas en las cavernas que servían de necrópolis y especímenes de la industria de los aborí-genes. El Dr. Chil contribuyó a esclarecer esta impor-tante cuestión con la publicación de la obra Estudios que completan los llevados a cabo por Well, Webb y Berthelot. Pasados unos años, en febrero de 1891, sin dejar de sucedérse ' las contrariedades que le amargaron la existencia, sufrió el dolor irreparable de la muerte de su íntimo y leal amigo, unido en vida en París y Las Palmas, Dr. Juan Padilla PadiIIa, con quien colaboró profesional y científicamente, copiando y coleccionan-do muchos y valiosos manuscritos que constituyeron rico tesoro para sus trabajos. En octubre de 1894, el Catedrático de Anatomía de Madrid, don Federico Olóriz, le rendía tributo de admiración por ser uno de los antropólogos más no-tables de nuestro país; y en abril de 1897, Jean d'Arden-ne participaba que, retirado el Dr. Chil de su profesión, había llevado a cabo con honor y gloria un trabajo erudito y una obra considerable conocida con el título de Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las islas Canarias, de la cual iban publicados dos tomos. Al aparecer el tercero, en el año 1899, el Dr Chil manifestaba que, a pesar de los numerosos aspectos que presentaba la historia de Canarias, tenía el pro-pósito de continuar la línea de conducta que se ha-bía trazado desde el comienzo, aunque haría algunas observaciones sobre lo ya conocido. Era muy cierto - añadía- que había encontrado los mismos escollos y las mismas dificultades durante su publicación, que había consumido su tiempo, gastado el dinero y abu-sado de sus amigos, y que si continuaba editándola lo hacía impulsado por su amor a la tierra y por los alientos cariñosos de don Amaranto Martínez de Es-cobar, campeón de la literatura isleña y Secretario Perpetuo de El Museo Canario. Gracias a él siguieron apareciendo sin interrupción los fascículos, hasta que tuvo lugar el fallecimiento del autor, en la madrugada del 4 de julio de 1901, fecha en que dejaron de com-ponerse los sucesivos y la obra quedó suspendida. E1 resto del original se conserva inédito en unas cajas preparadas al efecto en los archivos de la Sociedad, esperando a que ella o alguna otra corporación oficial, le tribute el honor de darla a conocer a su patria. SUS MATRIMONIOS Don Gregorio Chil Naranjo, al cumplir los 31 años de edad, casó en primeras nupcias con doña Alejandra Jaques Merino, hija de don Juan Gregorio Jaques de Mesa y Pacheco Solís - Coronel de Milicias del Regi-miento de Guía, Caballero de Cruz y Placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, Alguacil Mayor y Fiel Ejecutor de la Real Audiencia de Canarias- y de doña Estebana Merino y Ruiz de Quesada, naturales respectivamente de Las Palmas y la villa de Santa Ma-ría de Guía. Doña Estebana era Patrona de la Capilla de la Trinidad de su iglesia y falleció en su casa de la calle de San Justo de esta ciudad el 25 de diciembre de 1842. De esta unión perteneciente a la más rancia nobleza y efectuada el 10 de noviembre de 1801, na-cieron diez hijos ( cuatro varones y seis hembras), de las cuales Alejandra, nacida en 21 de junio de 1817, fue la séptima. Fueron sus abuelos paternos don Agus-tín Jaques de Mesa y Acedo y doña Josefa Pacheco Solís Carauso, naturales de Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife, y maternos el Capitán don José Merino Muxica y doña Estebana Ruiz de Quesada, naturales de Guía y Gáldar, según consta en sus partidas de na-cimiento. Oriundo de Flandes, el apellido Jaques ( cuya tra-ducción a nuestra lengua corresponde al nombre pro-pio de Jaime) pasó a España a principios del siglo XVI y se estableció en la ciudad de Pamplona. Varios de sus caballeros ingresaron en distintas órdenes milita-res y civiles y ostentaron títulos del Reino. La rama establecida en Canarias tuvo su primer asiento en el Valle de la Orotava y desde allí se repartió por distin-tos lugares de las islas. Avecindada en la calle de la Botica, hoy Remedios, doña Alejandra había casado, antes de su unión con don Gregorio, con los hermanos Bernardo y Salvador González Torres del Real, hijos de don Felipe González Torres y doña María Isabel del Real Martínez, natu-rales y vecinos de la villa y Puerto de la Cruz de la Orotava, en la isla de Tenerife, los que, al quedar huér-fanos cuando contaban pocos años de edad, fueron recogidos, educados y atendidos por sus tíos don Lu-cas, comerciante hacendado de Las Palmas, y doña Ma-ría Gil, que vivían en la calle Torres, número 8, de esta misma ciudad. Don Bernardo nació en 1796 en el Puerto de la Cruz, fue Vicecónsul de los Estados Unidos de Amé-rica y de Holanda y Alcalde Corregidor Constitucional de Las Palmas en el año 1842, fecha en que tuvo lugar el incendio de las Casas Consistoriales. Dotado de carácter decidido y enérgico, inició la cuestión pú-blica para proceder a su nueva construcción, solicitó ser inscrito como primer socio de número en la reunión de notables convocada para la constitución de El Ga-binete Literario y fue nombrado su Presidente en el año 1846. Casó in fasciae eclesiae, el 25 de agosto de 1844, cuando contaba 48 años y doña Alejandra 27 y tu-vieron dos hijos: Esteban, que celebró sus bodas con doña María Dolores de Rosa y Falcón, hija del Dr. don Miguel de Rosa Báez, y Félix, casado con doña María Teresa Rivero González. Falleció don Bernardo en el año 1851, durante la epidemia de cólera morbo. El segundo marido, don Salvador Antonio Ber-nardino, nació en 1801 y murió el 28 de enero de 1857. Doctor en Medicina y Cirugía por las facultades de Montpellier y París en el año 1831, médico del Hospital de San Martín y vocal de la Comisión Sanitaria, lo fue igualmente de la de Recreo de El Gabinete Lite-rario. Asistió a las epidemias de fiebre amarilla ocurri-das en los años 1838, 1846 y 1847 y a la del cólera del año 1851, por cuyo motivo fue honrado con el nom-bramiento de Caballero de la Orden Americana de Isabel la Católica, retirándose de la profesión por ha-ber quedado enfermo a consecuencia de esta última epidemia. Casado con doña Alejandra cuando canta-ban 51 y 35 años de edad, procrearon dos hijos llama-dos Salvador, muerto en estado de soltería, y Bernarda, unida en matrimonio con don Santiago Fierro Van de Walle, natural de Santa Cruz de La Palma, del cual tuvo siete descendientes, José María, Alejandra, José María, María, Salvador, Félix y María del Carmen. Pues bien, al finalizar el año 1862, contrajo ma- trimonio doña Alejandra con don Gregorio, del cual tuvo una hija que murió a los pocos meses de nacida. Domiciliados en la calle de Torres número 10, abrió el Dr. Chil su despacho y atendía a su clientela. Tomó don Gregorio posesión de la biblioteca de don Salva dor, así como de cuatro esqueletos que éste había traído de Francia, donde había estudiado su carrera. Doña Alejandra Jaques Merino. 98 99 Don Gregorio Chil Naranjo, de 31 años de edad, durante la Expo sición de Agricultura del año 1862. Era doña Alejandra mujer vistosa, elegante y enérgica, por lo que nada tiene de extraño que don Gregorio, más joven que ella, se enamorara a pesar de su pasado matrimonial. Por otra parte era decidida y autoritaria y formaba parte de una logia masónica titulada " La Afortunada" que publicaba un periódico con el mismo nombre. Esta logia estaba situada en una casa de su propiedad, sita en la calle de Travieso, a cuyas reunio-nes asistía con el sobrenombre de Hermana Lucrecia Borgia. Poco después, el 26 de enero de 1869 falleció repentinamente, cuando contaba 52 años de edad. Pasados nueve de la muerte de su primera esposa, celebró su segundo matrimonio con la señorita Ro-senda Isabel Amalia Suárez Tascón, hija legítima de don Vicente Suárez Naranjo - Capitán del Regimiento Provincial de Telde, natural y vecina de Las Palmas-y de doña María Maximiana Tascón Perdomo, natural de Telde y vecina de Las Palmas con domicilio en la Plaza de Santa Ana número 7. Nacida el 10 de julio de 1833, en esta ciudad, y bautizada en la parroquia de San Agustín, fueron sus abuelos paternos don José Suárez Alvarado y doña Josefa Naranjo, y maternos don Juan Tascón, Capitán de Infantería y doña María Perdomo Ruiz. Tenían, en 1876, 45 y 43 años de edad respectiva-mente. Por este tiempo se habían publicado los pri-meros cuadernos de los Estudios históricos, climato-lógicos y patológicos de las islas Canarias, obra que, conforme detallé en páginas pasadas, fue excomul-gada por el Obispo de la Diócesis Don José María Urquinaona y Bidot. Vivía por entonces don Gregorio antes de casarse en la casa de su tío y padrino don Gregorio Chil Mo-rales, sita en la calle del Espíritu Santo, alternando la tranquilidad del hogar, muerta su primera esposa, con la asistencia a los enfermos y obligaciones espirituales compartidas con su tío; pero un día de los primeros meses de este año de 1876, al entrar el Canónigo en su despacho, le dijo, con voz apagada por la emoción y con lágrimas en los ojos y entre sollozos: " Tengo órdenes terminantes del Prelado de que dejes esta ca-sa" ; y el doctor, sin más consideraciones y haciéndose cargo del mal rato que estaba pasando, le contestó, sin esperar a que asomara a su cara la más leve pro-testa : " Está bien ..., tío". Bastó este simple diálogo para decidirse a casar, ya que no podía continuar viviendo con el Canónigo. En su vista, se dirigió al domicilio del párroco que le correspondía para solicitar la administración del sacra-mento que bendijera la unión con su prometida, y co-mo su respuesta fue negativa, sin pérdida de tiempo se decidió a hablar con el Prelado, sin contar con que " su celo apostólico - son palabras del Dr. Chil- no guardó armonía con la más trivial cortesía toda vez que hizo uso de un lenguaje incorrecto". Ante tal res-puesta y sin más miramientos ni dilaciones, resolvió contraer matrimonio fuera de la nación, a cuyo efecto, y de conformidad con su futura esposa, embarcaron ambos para la isla de la Madera, donde en su Catedral fueron bendecidos solemnemente el 19 de junio de 1876. De más está el decir que fueron recibidos con toda hospitalidad, especialmente por el historiador y jurisconsulto don Álvaro Rodríguez de Acevedo, pro fesor de Oratoria Poética y Literatura del Liceo Na cional de Funchal. Dolorido por el comportamiento de las autoridades religiosas de su isla, contrapuestas Doña Rosenda Suárez Tascón, en la fecha de su matrimonio con Don Gregorio Chil. 102 en un todo a las vivas simpatías y al trato fino y ca-balleroso de los habitantes portugueses, pensó en que-darse a vivir en Madera, si no hubiera sido porque, al caer enfermo, el compañero que le asistió le acon-sejó regresara seguidamente a Las Palmas o fuese a tomar aguas minerales en balneario adecuado para en-fermedades reumáticas. Como consecuencia de este consejo decidió vol-ver a Canarias, sin pasarle por su mente que el Prelado había dado órdenes de que se instruyese el correspon-diente expediente para dar al traste con el matrimonio celebrado en la mencionada Catedral, que desempeña-ba al mismo tiempo las funciones de parroquia, no sin antes haber descargado su furia sobre el presbítero y Licenciado en Derecho Civil y Canónico don Emiliano Martínez de Escobar, por considerarlo autor del con-sejo tomado. En esta situación don Gregorio puso en movi-miento todas sus amistades e influencias para contra-rrestar las decisiones del Obispo. A tal fin el Cónsul de España en Funchal, don Ventura de Castellón, obe-deciendo petición de don Gregorio, con fecha 25 de agosto de 1876 solicitó del Vicario Capitular copia de la partida de casamiento para hacer la inscripción de la misma en el registro municipal de la Madera y enviarla, una vez firmada, a Madrid con el fin de ac-tivar su despacho en los Ministerios de Estado y Gra-cia y Justicia y evitar su anulación. Pero fueron tantos los obstáculos que encontró en su tramitación y tal la extrañeza que producían las comunicaciones recibidas de la Diócesis de Canarias, que el propio cónsul, al verse sorprendido por la pregunta que le hizo un canó nigo portugués respecto al permiso que necesitaban obtener del Obispo para casarse, respondió que sólo estaban obligados a presentar los documentos legales. A pesar de ello, el 27 de septiembre del mismo Don Gregorio Chil y Naranjo, en la fecha de su matrimonio con Doña Rosenda Suárez Tascón. 104 año volvió a escribirle el referido cónsul diciéndole que al fin había logrado la copia del acta de casamiento y remitídola al Ministerio de Estado. No obstante ello, nada pudo conseguirse porque, en virtud de la senten-cia dada por el Excmo. y Reverendísimo Prelado Dio-cesano de Canarias con fecha 9 de abril de 1877, el celebrado en 19 de junio del año anterior en Funchal quedaba anulado. En consecuencia volvió a instruirse un nuevo ex-pediente en el Obispado de Canarias, que no he podido encontrar, pese a mis solicitudes y búsquedas, en virtud del cual en 9 de mayo de 1877, el Licenciado don Domingo Cortés y Santmartí, Abogado de los Tribunales del Reino, Canónigo Doctoral de la Santa Iglesia Catedral de Canarias y Provisor y Vicario General del Obispado, pasó a las ocho de la noche de ese día a la casa sita en la plaza de Santa Ana núme-ro 7, jurisdicción de la parroquia de San Agustín, y en ella casó, como habitación de la contrayente, in fasciae eclesiae y por palabras de presente, al Dr. Gregorio Chil Naranjo, natural de Telde y vecino de Las Palmas, hijo legítimo de Juan Chil Morales, difunto, y de do-ña Rosalía Naranjo, con doña Rosenda Suárez Tascón, natural y vecina de esta ciudad e hija legítima de don Vicente Suárez Naranjo y de doña Maxímina Tas-cón, difunta y viuda de don Alfonso Rodríguez Falcón, después de practicadas las diligencias de estilo y dis-pensadas las tres proclamas prevenidas por el Santo Concilio de Trento. Fueron testigos don Vicente Suá-rez Naranjo y doña Catalina Suárez Tascón, padre y hermana de la contrayente. CREACIÓN Y FUNDACIÓN DE EL MUSEO CANARIO Puedo decir, sin temor a equivocarme, que la prin-cipal obra legada por Chil a la posteridad fue la crea-ción y fundación de la sociedad El Museo Canario. Al hacerlo así presente, no hago otra cosa que con-firmar la opinión sostenida por sus paisanos, unánimes en reconocerlo y proclamarlo en todos los sentidos. Comenzada la publicación de su obra Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las islas Canarias, pasó por su mente la necesidad de estable-cer en la ciudad un centro dedicado a guardar y con-servar los numerosos objetos que tenía en su poder, relacionados con la existencia de los primeros pobla-dores. Era natural comprender, por lo tanto, que sien-do valiosas las colecciones que había logrado reunir en su domicilio, e importantes las relaciones cientí-ficas que sostenía con los maestros de la Antropología y de las restantes ciencias naturales de Francia y Es-paña, sintiera el deseo de fundar una sociedad donde reuniera el material de su propiedad, el disperso en otros sitios y el obtenido en las exploraciones llevadas a cabo en los distintos lugares de las islas. Un centro, en fin, que sirviera de enseñanza a los nativos y a cuantas personas nacionales y extranjeras estuvieran interesadas en estos problemas. De ahí que luchando y soñando con esta idea que venía inquietando su cerebro desde hacía tiempo, hi-ciera cuanto le fuera posible para convertirla en reali-dad, ya que durante su estancia en París supo aficio-narse a estos estudios puestos al día por sus maestros, y a dejarse dominar por el vehemente deseo de conocer sus secretos. Comunicada esta idea a un grupo de amigos, se dio cuenta seguidamente del cariño con que fue reci-bida y de las promesas y entusiasmos con que iban a corresponder, pues tal propósito no podía quedar en olvido dada la importancia y el papel que iba a des-empeñar en la historia de Canarias. Correspondieron, pues, los más entusiastas, percatados como estaban de la necesidad de llevar a cabo estas investigaciones, dado que el origen y vida de los primitivos pobladores de Canarias interesaba a todos los hijos de la región, y en especial a los que tenían conocimientos históricos y científicos de los canarios prehispánicos. Como se ve, la iniciativa de su creación partió del Dr. Chil y a fin de hacerla efectiva bastó solamente una simple convocatoria suscrita por él, don Andrés Navarro Torrens, don Juan Padilla Padilla y don Ama-ranto Martínez de Escobar, para que en la tarde del día 2 de septiembre de 1879 quedaran reunidos en el domicilio de este último, sito en la casa número 9 de la calle de López Botas. Una vez en ella, don Víctor Grau Bassas, don Mariano Sancho Chío, don Emilio Álvarez del Cueto y don Diego Ripoche Torrens, bajo la presidencia de don Juan Padilla Padilla como con-currente de más edad, y en compañía de la luz del sol que entraba a raudales por las ventanas iluminando las espirales del humo de los tabacos que se difumi-naban al ascender, fue nombrada la primera Junta Directiva de la Sociedad, que desde entonces tomó por nombre el de ' El Museo Canario'. Constituida ésta por don Domingo J. Navarro, Presidente; don Juan de León y Castillo, Vicepresi-dente l." ; don Andrés Navarro Torrens, Vicepresi-dente 2." ; don Juan Melián Caballero, Tesorero ; don Víctor Grau Bassas, Conservador; don Juan Pa-dilla Padilla, Bibliotecario; don Manuel Ponce de León, Vocal l." ; don Antonio Jiménez Suárez, Vocal 2." ; don Gregorio Chil Naranjo, Director; y don Amaranto Martínez de Escobar, Secretario, su primera declara-ción fue poner en conocimiento del público que la Sociedad tenía por fines principales la creación de un museo y una biblioteca destinados al desarrollo y pro-greso de la popular instrucción en los ramos que com-prende, y al estudio especial de los asuntos referentes al archipiélago canario en sus producciones naturales, arqueología e historia. Y para llenarlos contaba: l.", con un museo donde en sus correspondientes seccio-nes se hallasen coleccionados y expuestos al público objetos de ciencias naturales, antropológicos y de artes, especialmente los que se refirieran a este archipiélago y los que depositasen los particulares, siempre que és- tos los solicitasen; 2.", con un gabinete de reproduc-ciones o vaciados, anejos al mismo, de figuras clásicas y modelos de reconocido mérito para su estudio y com-paración ; 3", con una biblioteca y archivo canarios donde separadamente se encontrasen coleccionados periódicos, obras, folletos, manuscritos y autógrafos de escritores canarios y cuantas producciones relativas a estas islas se hubiesen publicado dentro y fuera de la nación' admitiéndose también en calidad de depósito las obras y producciones que con este carácter se en-tregasen; 4.", con una biblioteca general y gabinete de lectura para la instrucción y recreo de los socios y del público, donde deberán reunirse, para enriquecer su fondo, todas las publicaciones y revistas científicas y literarias tanto nacionales como extranjeras que los recursos de la Sociedad le permitieran adquirir; 5.", con una publicación periódica que reflejase la cultura intelectual del archipiélago en la forma y modo que la Junta Directiva estimase conveniente, o de anales, memorias y folletos que fueran manifestación de los trabajos de la Sociedad; 6.", organizará, para llevar a cabo estos fines, veladas o sesiones científico- literarias, donde se celebren y pronuncien discursos, certámenes y lecturas, bien en conmemoración de la inauguración de la Sociedad o de algún hecho notable relacionado con alguna ilustre entidad nacional o extranjera, o bien con conferencias públicas y privadas para la difusión de las letras, ciencias y artes canarias ; 7.", llevará a cabo excursiones científicas, exploraciones y rebuscas en esta isla y en las demás del archipiélago, siempre que las circunstancias lo permitieran; 8.", sostendrá una activa correspondencia con las sociedades afines y con los socios honorarios y corresponsales que se nombrasen a fin de coadyuvar a la mayor ilustración y adquisición de obras y ejemplares para el fomento de nuestra biblioteca y museo; y 9.", publicará obras inéditas canarias y traducirá e imprimirá las que en otros países se den a luz y sean de interés científico e histórico para estas islas. Aprobado el reglamento en lectura convocada al efecto, y admitido un buen número de socios, se dio cuenta de una instancia suscrita por varios de éstos, solicitando que el Ayuntamiento cediera provisional-mente las habitaciones altas de las Casas Consistoriales que miraban al norte de la plaza de Santa Ana, para instalar en ellas el museo y la biblioteca. Aceptada por la corporación la propuesta y arreglados los salones, se hicieron cuatro mesas para colocar los objetos con-seguidos y las colecciones de conchas y minerales que depositó don Dieg
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Calificación | |
Título y subtítulo | Don Gregorio Chil y Naranjo : su vida y su obra |
Autor principal | Bosch Millares, Juan |
Tipo de documento | Libro |
Lugar de publicación | Las Palmas de Gran Canaria |
Editorial | Cabildo Insular de Gran Canaria |
Fecha | 1971 |
Páginas | 186 p. |
Datos serie | III. Geografía e Historia ; 6 |
Materias |
Chil y Naranjo, Gregorio Biografía Canarios ilustres |
Formato Digital | |
Tamaño de archivo | 7718605 Bytes |
Notas | Incluye índice |
Texto | JUAN BOSCH MILLARES Entre los primordiales propási-tos del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria se ha contado siem-pre el estímulo y exaltación de to-das las actividades del espíritu en la Isla. Para hacer más eficiente ese propósito, el Excmo. Cabildo, a través de su Comisión de Educa-ción y Cultura, ha emprendido unas cuidadas ediciones que abar-can diversas ramas del saber y de la creación literaria. Entre otros textos, se publica-rán antologías, moaografías y ma-nuales en que se presenten y estu-dien aspectos relativos a nuestras Islas; y se reeditarán, además, obras que por su rareza, por su importancia o por su antigüedad, merezcan ser divulgadas. A com-petentes especialistas se encomen-darán los prólogos y notas, así co-mo cada una de las ediciones. Esta empresa editorial constará de las secciones siguientes : 1.- Lengua y literatura. IL- Bellas Artes. 111.- Geografía e historia. lV.- Ciencias. V.- Libros de antaño. VI.- Varia. Ediciones del Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria ( Comisión de Educación y Cultura) ( Al cuidado de Ventura Doreste Y de Alfonso Armas) R . . . S; JUAN BOSCH MILLARES " , m A x l , P . . SOCIO DE HONORY DIRECTORDE EL MUSEO CANARIO DON GREGORIO ' L CHIL Y NARANFO C F SU VIDA Y SU OBRA A la Ciudad de Telde, dmde na-ció y vio la luz del mundo, Grego-rio Chil y Naranjo, uno de sus hijos más ilustres. PRIMERAS PALABRAS Entre los hombres del siglo XZX, naturales de es-ta isl~ q, u e dejaron huellas de buril en el surca de sus cminos, merece atención especial el que se llamó en vida Gregorio Chil y Naranjo. Dedicado desde su mayor edad al estudio e investigación de nues-tros antepasados, buscando en archivos, bibliotecas y museos, datos y noticim referentes a aquéllos, logró reunir en el trainscurso de Los Q ~ O S un material copioso que le sirvió de base para sus publicaciones y enseGanzas. Impulsado además por su amor a la tie-rra donde vio la luz del día, y guiado por su espiritu de observación, el Dr. Chil no dudó en consagrar su tiempo al conocimiento de cuanto concernia a los pri-mitivos pobladores y en poner su fe y entusiasmo en el trabajo de cada díq porque estaba convencido de que al final de su camino había de dejarnos un rico tesoro de objetos y documentos pertenecientes a las épocas pre y posthispánicas, Objetos y documentos que llegaron a inspirarle y conducirle a la cremión de un centro cultural denominado EL MUSEO CANA-RIO, donde se guardara el pasado de nuestra historia. Por estas razones constituyó pecado imperdona-ble, por parte de sus paisanos ensamblados en el olvido, el prolongado silencio en que se tenia a estos hombres destacados en las distintas ramas del saber humano, para los que fue pródigo el referido siglo. Por ello, rompiendo esa indiferencia que nos hace ser injustos, he sentido al empezar a escribir la presente biografía una intima satisfacción y sensación de bienestar al dar cumplimiento a este deber, porque estribando la nobleza del hombre en reconocer y proclamar las vir-tudes de los demás, esta ocasión y la causa que la ins-pira, son motivos suficientes para dedicar el tiempo necesario al estudio de la obra admirable que llevó a cabo en beneficio de todos, y en especial de los que sienten interés y atracción por esta clase de entendi-mientos. Si a ello se añade que mis años de Director de la Sociedad, cargo que ocupó en vida, han dado oportunidad y ocasión para conocer de cerca sus pasos en los terrenos de la ciencia y de la historia, resolvien-do dudas y ratificando o rectificando hechos, pueden valorarse la emoción con que voy grabando las cuar-tillas que siguen y la atención que he puesto buscando la marcha de su existencia. Como confirmación de lo dicho, basta pasear por las salas del museo y de la biblioteca que creó, en esas horas de la tarde en que la penumbra de la luz solar va amortiguándose lentamente, hasta borrczr las silue- tas de los objetos en ellas guardados, para sentir el escalofrío de la agitación interna q el deseo de dialogar con los cráneos inanimados y los legajos y manuscritos catalogados que parecen mirar y oír, desde sus vitrinas y anaqueles, el ritmo acompasado de los visitantes. Y por si fuera poco, durante esas horas las ricm colec-ciones de antropología, cerámica, prehistoriíz, etnolo-gía, mineralogía, petrografía, zoolcsgia y los valiosos documentos que alli duermen, van despertando en las almas de los que los contemplan, ese sentimiento de gratitud y de justicia hacia los hombres que, como el Dr. Chil y Naranjo y los que le acompañaron con vo-luntad y entusiasmo insuper~ bkesp, udieron legar a su tierra una joya inestimable y un centro de alto valor cientifico e histórico que el tiempo no desgasta. Son, pues, estas primeras palabras fiel expresión de mi admiración y reconocimiento hacia quien tan alto puso su amor a la tierra que le vio nacer y morir, dejándonos el principal lugar de investigcsc. t~ ónd el pa-sado y presente de nuestra historia, y una fundación que sirve de ejemplo y guia a los que interesados por ella van aportando, en la meada de sus fuerzas, el grano de arena que ha de añadirse al conjunto de co-nocimientos y costumbres que forman la cultura o estado social del pueblo canario. Réstame sólo hacer constar mi agradecimiento y estimación profundos d Excmo. Cabildo Insular de Gran Canaria y a su Comisión de Cultura, por haber dispuesto la publicación de esta obra, y a mis cdabo- radores Aurina Rodríguez Galindo, José Naranjo Suá-rez, José León Gutgwez y Cmlos Naranjo Suárez, por haberme qudado en la elaboración de la misma desde los puntos de vista fotográfico y de investigoción histórica. BIOGRAF~ A DE DON GREGORIO CHIL Y NARANJO TELDE EN EL SEGUNDO TERCIO DEL SIGLO XHX A trece kilómetros de Las Palmas y al este de la isla de Gran Canaria, se extienden tierras admirable-mente cultivadas de frondosas arboledas, grandes plan-taciones de caña de azúcar, platanales y otros frutos que daban a la vista del viajero, en la primera mitad del siglo XIX, una impresión altamente sugestiva. So-bre ellas y en lugar elegido por los primeros pobladores, fue. construida la ciudad de Telde, primera y más im-portante de la isla, residencia del Guanarteme del Sur y de centenares de aquéllos, repartidos en tres caseríos: uno, llamado Telde, fue ubicado en los alrededores de lo que es hoy plaza de San ruan; otro, denominado Santa María, en el lado del barranco debajo de lo que fue después iglesia de San Francisco, y el tercero, más alejado, en el grupo de cuevas conocidas por Caserones y Cendro. Por entonces, vistos desde lejos los diferentes pla-nos en que la ciudad y su vega estaban desarrolladas, el distinto verdor de sus cultivos, la esbeltez de sus elevadas y numerosas palmeras y araucarias, las torres de sus iglesias, los árboles de sus huertas y el diverso colorido de sus casas, daban la impresión de un con-junto de auténtica belleza que hacía imposible su ol-vido a través de los años. Si a ello se añade que Telde ocupó siempre lugar preferente en el desarrollo y evo-lución de la isla con sus construcciones religiosas y hospitalarias, tan antiguas como su propia vida a partir de la Conquista, y que sus anchas calles, clima salu-dable, importancia y riqueza agrícolas, le daban pecu-liaridades difíciles de encontrar en las que surgieron después, échase de ver que esta ciudad haya sido es-tudiada con toda escrupulosidad y cariño, desde los puntos de vista etnológico, histórico y político- toponí-mico por los Dres. don Pedro Hernández Benítez, Ve-nerable Cura Párroco de la Iglesia de San Juan Bautis-ta, en su magnífico libro Telde, y por el Cronista de Las Palmas y médico don Carlos Navarro Ruiz, en sus interesantes Sucesos históricos de Gran Canaria. No voy, pues, a repetir lo sabido, ni a detenerme en hechos sucedidos durante los siglos comprendidos entre el XV y el XVIII. Sólo voy a referirme a las mo-dificaciones sufridas por la ciudad durante el siglo XIX, época en que vio la luz primera nuestro don Gregorio Chil y Naranjo. Telde, como sus hermanas de la isla, antes de esta última fecha, parecía un pueblo abandonado en sus aspectos higiénico, urbanístico y cultural, a pesar de la anchura de sus calles y del aroma de los azahares de sus huertas de naranjos. Se asemejaba a una ciuda-dela llena de escombros y basuras que daban vida y facilitaba la reproducción de los animales que buscaban en elIos alimentos en descomposición, para subsistir. Fue por tanto necesaria la sucesión de varias convul-siones de orden interno en su ambiente pacífico, para que las autoridades civiles, militares y eclesiásticas se preocuparan de su progreso, a fin de colocarla en el puesto que su tradición exigía. Y fueron las epidemias de fiebre amarilla en el año 1838, la del hambre en 1847 con su mortandad de 359 personas, y la del cólera mor-bo- asiático en 1851 con sus 398 muertos, las que deci-dieron y obligaron a tratar de la conveniencia de traer un médico que atendiera a los enfermos, y de establecer una botica que coadyuvara con sus medicamentos a cu-rarlos, pues el hospital de San Pedro Mártir, creado después de la Conquista, sufrió un colapso en su vida asistencia1 cuando en el año 1815 le fueron negados el cobro de sus réditos. De igual manera, las invasiones del cigarrón berbe-risco ocurridas en 1833,1834 y 1844, destruyendo hier-bas, huertos, viñas y demás plantas, compelieron a las autoridades a tomar las medidas pertinentes para su exterminación, obligando a los habitantes a perseguir-los, bien tocando las campanas de los templos a rebato, bien comprando tea para las ahumadas con hachas, bien entregando catorce libras de insectos matados por cada persona mayor de 14 años, o bien abonando una multa de un cuarto por cada libra los que debieron recoger y no lo hicieron. Gracias a estas medidas, los cultivos posteriores se desarrollaron y recogieron con toda normalidad, llegando la agricultura de la Vega de Telde a adquirir la importancia y riqueza de que siempre gozó. Por otra parte, las nuevas Casas Consistoriales fueron inauguradas el 7 de julio de 1838 con la cele bración de su primera sesión municipal, y reedificadas y reformadas en 1856. Poco después, empezaron a cons truir la Alameda situada junto a la iglesia de San Juan Bautista, sustituyendo los álamos por plátanos orien tales y laureles de la India, a colocar cuarenta bancos de piedra, adquiridos por suscripción popular, en sus diferentes sitios y a asegurar su riego con agua del Chorro. Asimismo modificaron el alumbrado de la ciudad hecho a base de faroles alimentados de aceite, por otros de petróleo, dada la poca luminosidad que aquéllos proporcionaban, y comenzaron a embaldosar las aceras en atención a la falta de empedrado en las calles y a la abundancia de polvo que las cubrían. Plaza de San Juan Bautista, con la iglesia de su nombre a la derecha y la Alameda a la izquierda. En la calle que se ve al fondo, llamada de la Cruz, se encuentra en su acera derecha la casa de dos pisos donde nació Gregorio Chil y Naranjo, y fue después Hospital de Santa Rosalía. 20 Con respecto a la Instrucción Pública, existían en Telde durante el año 1838 tres establecimientos pú-blicos de primeras letras; uno, en el pueblo, dedicado a la enseñanza de 90 niños, cuyo preceptor o maestro cobraba anualmente 150 pesos corrientes, procedentes de unos tributos impuestos por el bienhechor don Die-go Montañez y del arriendo de un chorro de agua en ciertas noches; otro, destinado a la instrucción de 99 niñas, cuya directora percibía 60 pesos anuales; y un tercero, situado en el pago de Los Llanos, para educar a 92 niños cuyo maestro recibía 150 pesos anuales. Cuatro años después, es decir, en 1834, se señalaba por el Ayuntamiento al maestro existente en la juris-dicción la cantidad de 100 pesos y a la maestra 50. Contaba Telde entre los años 1831 y 1844 en que nació, vivió y salió de la ciudad mi biografiado, para comenzar los estudios de segunda enseñanza en Las Palmas, con la iglesia de San Juan Bautista, con-temporánea de la Conquista, de tres naves de regulares proporciones y una torre cuadrada con campana y re-loj; la plaza del mismo nombre convertida en Alameda; las Casas Consistoriales; la iglesia de San Gregorio, de tres naves y creada por R. C. de Isabel 11 de 1847; la alameda de su nombre situada en su parte norte y utilizada los domingos como mercado de productos alimenticios; y la plaza de Araus, después León y 10- ven, donde se celebraba la tradicional feria de ganados. Poseía además el Arciprestazgo del Sur, escribano pú-blico, juzgado de Instrucción y posteriormente, en los años 1865 y 1893, carretera y telégrafo que le unían a Las Palmas. La jurisdicción de Telde contaba con 12.000 habi-tantes, de los cuales 7.000 estaban repartidos entre la ciudad y sus dos barrios; uno el inferior, llamado San Juan Bautista, situado en la parte central de la ciudad, y otro, el superior, denominado Los Llanos en la parte más elevada, que contaba con uno de los sitios más típicos y antiguos nombrado San Francisco, constitui-do, a su vez, por viejos caserones coloniales de severas fachadas, calles pendientes y estrechas, pavimento em-pedrado y plazas y plazoletas enmarcadas por calcadas tapias, cuyas almenas sostenían antiguas cruces de pino de tea. De este viejo convento, sólo se conservaban la casa porter��a, la casa conventual y el osario del cemen-terio monástico. NACIMIENTO Y ADOLESCENCIA En esta ciudad sureña, llena de secuencias histó-ricas y de marcado influjo en la política de Gran Ca-naria, nació Gregorio Taumaturgo María de los Do-lores Chil y Naranjo el 13 de marzo de 1831. Hijo de Juan Chil Morales y de Rosalía Naranjo Cubas, vio la luz del mundo en la casa de sus padres sita en la calle de la Cruz número 2, y fue bautizado en la Iglesia Parroquia1 de San Juan Bautista cuatro días después, por el presbítero José Estebes Talavera y con licencia del beneficiado don Gregorio Chil Morales, al estar éste imposibilitado de firmar la partida para actuar de padrino en dicha ceremonia. Fueron sus abuelos paternos don Antonio Miguel Chil García Ortega y doña Juana Morales Suárez, y los maternos don Salva-dor Naranjo González y doña Ana Rosalía de Cubas Ortega, naturales y vecinos de Telde. Nada puedo decir respecto a la influencia que, desde el punto de vista genético, ejercieron los ascen-dientes paternos sobre Ia personalidad de mi biogra-fiado; sus vidas se deslizaron en un ambiente donde las costumbres, labores diarias y hábitos puestos en acción se sucedían dentro de la mejor convivencia social. Hombres de campo, trabajaban sin descanso para proporcionar a sus familias un cómodo vivir y un relativo bienestar. En cambio, entre los ascendientes maternos conviene señalar el camino trazado por su bisabuelo Adrián de Cubas Medina, pues después de haber abandonado sus estudios eclesiásticos volvió a coger sus hábitos para consagrarse al divino llamamien-to durante el resto de su vida. En efecto, joven, inteligente y aplicado, Adrián de Cubas cursó la carrera de sacerdote en el Seminario Conciliar de la Purísima Concepción, obedeciendo a sus convencimientos internos, pero he aquí que, ha-biéndose enamorado perdidamente de una joven tel-dense en una de las vacaciones reglamentarias del ve-rano, no dudó en abandonar sus estudios para contraer matrimonio con María de los Ángeles Ortega de Me-dina. De esta unión nacieron dos hijos, Francisco José, muerto a los pocos años de nacido, y Ana Rosalía que respiró el aire del mundo en abril de- 1773, fecha en que falleció su madre. Desaparecidos, por lo tanto, su mujer y el único varon habido, fue dominado por un estado de angustia y tristeza que creyó debido a castigo de la Providencia por haber abandonado la carrera comenzada, y sin más tiempo para pensarlo ni más remordimientos de conciencia, volvió al Seminario pa-ra terminarla y encargarse del cuidado espiritual de los seres humanos. Una vez ordenado, fue nombrado cura de la parroquia de San Lorenzo durante diez años consecutivos, pasando en 1790 a la de San Juan Bautis- ta en Telde, cargo que estuvo desempeñando hasta su fallecimiento. Más tarde su hija Rosalía casó en la misma ciudad el 21 de marzo de 1795 con don Salvador Naranjo González, y de esta unión nacieron tres hijos, uno de los cuales, Rosalía, contrajo matrimonio con don Juan Chil Morales, padres de Gregorio, Ana y Juan. Su tío y padrino don Gregsrio Chil Morales ejer-ció gran predominio en su educación y cultura, hasta el punto de que sus deseos fueron que su sobrino si-guiera su misma carrera. Nacido en Telde el 12 de agosto de 1800, ocupó durante treinta y cinco años el cargo de Beneficiado Servidor de la Parroquia de San Juan Bautista, plaza que ganó por oposición en el año 1829, y que no le fue dada en propiedad hasta 1831 por la reina Isabel 11. Durante el período que estuvo gobernándola, fue testigo del desplome de la nave central de su iglesia, de la asistencia espiritual prestada a los que fallecieron del hambre de 1847 y del cólera morbo en 1851, y de la creación de la pa-rroquia de San Gregorio de conformidad con lo dis-puesto en la Real Cédula ya citada. A todos estos con-tratiempos hizo frente con una entereza de ánimo y celo pastoral que han dejado huella imborrable entre sus paisanos. Al pasar a Las Palmas por disposición del Obispo en virtud de haberle cabido en turno, con arreglo al Concordato vigente, se posesionó en 6 de abril de 1864 de la Canonjía vacante en la Catedral Basílica, y poco después fue nombrado Rector y Ca-tedrático de Filosofía y Teología del Seminario, Exa-minador Sinodal del Obispado y Miembro Correspon- diente de la Real Academia Nacional de la Historia. Falleció en Las Palmas el 20 de enero de 1882. Estudió Gregorio Chil y Naranjo las primeras letras con su padre que era maestro, pero no hay que olvidar que fue su tío el que se encargó de desarrollar las facultades intelectuales del pequeño, inculcándole el gusto por los clásicos latinos y griegos y familiari-zándole con las doctrinas de Platón y Aristóteles, a tal punto que cuando traducía a Homero y Tácito le hacía meditar sobre ellos, con la reflexión propia de su edad, hasta llegar a despertarle gusto especial por la historia. Una vez terminados sus estudios primarios, tuvo necesidad de trasladarse a Las Palmas para comenzar los secundarios en el Seminario Conciliar, único centro autorizado para ello. A este propósito es conveniente recordar que, expulsados los jesuitas de la isla el 23 de abril de 1767, fue cerrado el colegio durante dos años a la cultura de la ciudad, por cuya razón el Iltmo. Sr. Obispo don Juan Bautista Servera, en su deseo de fundar el Seminario, elevó una exposición al rey Carlos 111 pidiendo la creación en Canarias de un centro que sirviese de educación a la juventud de las islas. Auto-rizado para ello, el 3 de mayo de 1777 tomó posesión del mismo, y con las rentas que tenían la Mitra y el Cabildo Catedral organizó la enseñanza, creando las cátedras de Latín, Humanidades, Teología, Filosofía y de Canto Llano y redactó, en unión de dos capitulares, las constituciones para el régimen y buen gobierno del establecimiento conciliar que tituló de la Purísima Concepción. Dos años después, por una R. C. se permitió in-corporar a la Universidad los estudios que se hicieron en el referido Seminario, y al año siguiente, 1780, se aprobaron por su Real Persona las Constituciones y Estatutos del mismo. Por su parte, la Real Sociedad Económica de Amigos del País en 1785 solicitó del mismo Rey se donaran al Seminario los bienes de los jesuitas para dotar con ellos cuatro cátedras de Leyes, Cánones, Medicina y Náutica, y se le concediese la facultad de conferir los grados menores a fin de que pudieran habilitarse médicos para curar y jurisconsul-tos para actuar en los tribunales de justicia de Cana-rias. A principios del siglo XIX, además de estas ense-ñanzas, comenzaron a explicarse las de Agricultura por el Dr. Bandini en 1806, la de Matemáticas en 1810 y más tarde las de Física, cuyas lecciones no pasaban del estudio teórico de las propiedades generales de los cuerpos y sólo de nombre se daban las de Geografía, Historia, Química e Historia Natural. Pues bien, el joven Gregorio Chil, según se deduce del expediente personal conservado en la secretaría del Seminario, estudió, con gran aprovechamiento, las dis-tintas materias de que se componía el llamado Bachi-llerato. Y así vemos que en el curso de 1844, es decir, a los trece años de edad, aprobó con nota de Sobresa-liente, Latinidad y Humanidades antes de pasar al cur-so de Filosofía; en el de 1845, las asignaturas de Ló-gica, Gramática General, Dibujo Lineal y Elementos de Matemáticas extensivos a los de Aritmética, Álge-bra y Geometría, con la de Notablemente aprovechado; en el de 1846, las de Lengua Latina, Castellano, Reli-gión y Moral, Geografía, Lengua Francesa, Trigono-metría rectilínea y Topografía, con la de Sobresaliente; y en 1847, un segundo curso de Filosofía, Física, Quí-mica, Historia Natural, Retórica y Poética con la mis-ma calificación, dando con ellas término a su bachille-rato. En posesión de este título dejó el Seminario donde había ingresado con el propósito de seguir la carrera del sacerdocio, que no empezó por circunstancias espe-ciales, y fue enviado a París para comenzar los estudios de Medicina, merced a la ayuda económica de su tío y padrino que se hizo cargo de los gastos mientras du-rase su estancia en la capital francesa. Por aquellos tiempos la ciudad de Las Palmas seguía progresando y extendiéndose en sus límites gra-cias a la creación de centros que modificaron en gran parte su fisonomía. Entre ellos son dignos de mención: el Colegio de San Agustín ( fundado por el entusiasmo de los socios de " El Gabinete Literario", a fin de opo-nerse a la R. O. de 22 de octubre de 1843, que disponía la no incorporación de los estudios seguidos en los Se-minarios a las Universidades del Reino); la Casa Con-sistorial que fue incendiada el 29 de marzo de 1842 y reconstruida y terminada después de muchos inci-dentes y obstáculos en el año 1852, bajo el reinado de Isabel 11; y la Plaza del Mercado situada en el solar formado por la unión de la calle Carnicería con el Ba-rranco, y abierta al público el 1 de julio de 1858. SU ESTANCIA EN PARÍS Una vez en condiciones legales para estudiar una carrera, don Gregorio Chil y Naranjo, con sus 17 años de edad, se vio dominado por los ideales de la juven-tud y la ansiedad de aspirar y ocupar un puesto en la intelectualidad canaria. Familiarizado, con los clá-sicos latinos y griegos y con las doctrinas de Platón y Aristóteles, no se dejó dominar por estas enseñanzas, y por lo tanto abandonó la idea de comenzar la de sacerdote, carrera que hubiera sido del agrado de su tío y padrino. Por el contrario, enamorado de la Natu-raleza y anheloso de conocer las funciones normales y patológicas del cuerpo humano y de los animales, optó por empezar los estudios de Medicina. Por entonces ( principios del siglo XIX), los cien-tíficos españoles hicieron cuanto les fue posible para ponerse a la altura de los demás centros culturales existentes en las naciones europeas. Traían médicos del extranjero para contribuir a los adelantos de la ciencia del curar y enviaban fuera de nuestra nación a los más interesados en el arte de saber. Este deseo de nivelar la cultura mundial sufrió una grave crisis al crearse la situación interna en que se debatía nuestra nación con las guerras de la Inde-pendencia primero y las existentes entre los partidarios y enemigos de Fernando VI1 después. Como conse-cuencia de estas luchas se produjo una honda separa-ción entre los médicos de ambos partidos que dio lugar al estancamiento de las ciencias médicas, ya que unos fraternizaron con los franceses invasores y otros se vieron perseguidos por sus ideas liberales. Si a esto añado que la guerra de Sucesión ai~ ment6e sta discor-dia y que España se vio arruinada al perder sus colo-nias, se comprenderá que el estudio de la carrera de Medicina estuviese en un estado lamentable, a pesar del influjo que sobre ella ejercieron los colegios de Cádiz, Barcelona y Madrid durante la segunda mitad del siglo XVIII. Ante este panorama presentado a la juventud estudiosa de las islas, la idea de comenzar los estudios universitarios de Medicina en algunas de aquéllas fue desbordada en el sentido de efectuarlos en las Facul-tades de Medicina de Montpellier y París, por ser las de más categoría en el ambiente científico del mundo. De estas dos, Montpellier atraía por su prestigio y adelanto en la ciencia del curar a muchos estudiantes europeos y americanos y a un buen grupo de nuestras islas, si tenemos en cuenta el n- úlmero de habitantes de cada una de ellas. Si a esto agrego que estaba nuy próxima a nuestra España, que fue fundada por los Reyes de Aragón, que contaba con un magnífico plan-tel de profesores y que era la más antigua y más sa- turada de historia, se explicará que muchos de nuestros estudiantes acudieran a sus aulas. A pesar de ello, no constituyó obstáculo su fama para que otros lo hicieran en París, atraídos por la grandeza arquitectónica de la capital francesa, su influencia política y el respeto a la libertad de ideas y pensamientos. Al llegar don Gregorio a la bella ciudad de Europa, sugestionado por su justa y merecida reputación como gran urbe de la ciencia, del arte, de la industria y del placer, quedó extasiado ante la inmensidad de su ex-tensión atravesada por el Sena con su principal tribu-tario el Marne. De los veinte distritos en que estaba dividida, sinti6 predilección por el llamado El Pan-teón, conocido desde antiguo con el nombre de Barrio Latino en razón a que en él se agrupaban la Universi-dad, los grandes centros docentes y el Museo de Pa-leontología y Anatomía, y el de Luxemburgo, dada la mucha animación de la vida estudiosa y agitada a causa de encontrarse en su recinto los establecimientos de enseñanza, residencias de maestros y escolares y el boulevard Saint- Germain. París fue para Chil y Naranjo una ciudad incom-parable por su estructura interna y sus alrededores y por lo mucho que debió a la naturaleza y a la mano del hombre. Teatros, monumentos, fuentes, estatuas, puentes, museos, escuelas y facultades, numerosos y valiosos elementos culturales sembrados en ella, cons-tituyeron sus tesoros en todos los aspectos. Cada ma-nifestación de la civilización popular era un asombro para los timoratos como Chil, que estaba acostum- brado en su isla a la monótona influencia del exterior; su visión ante la gran capital francesa le ensimismaba y le obligaba a recogerse en su interior. De ahí su per-plejidad cuando visitaba el teatro de la Comedia, el del Odeón, las grandes librerías instaladas en sus pór-ticos para la atracción de la población estudiosa, el Panteón consagrado a la memoria de los grandes hom-bres, el Arco del Triunfo con su enorme anchura, altura y espesor, y tantos otros lugares que sería pro-lijo enumerar. Pero sobre todos ellos mi biografiado sentía li-gazón fuerte y apretada por la Facultad de Medicina terminada en 1776 y ampliada considerablemente hasta alcanzar una fachada monumental que daba al boule-vard Saint- Germain, con su gran anfiteatro capaz para 1.500 oyentes, y su Museo de Anatomía Comparada o Museo Orfila, donde se guardaban piezas anatómicas, cristales, minerales, e instrumentos quirúrgicos anti-guos y modernos. Asimismo llamó su atención el Museo del Tro-cadero, donde se conservaban colecciones de moldes, bajorrelieves religiosos, altares, monumentos egipcios, esfinges, planos, tipos de indígenas, paños, alfarería, vasos, mascarillas, trajes y vitrinas con diversas cu-riosidades de los países de Europa; es decir, todo lo que con el tiempo y más adelante habría de constituir uno de los principales fines de su vida. Cuando llegó Chil y Naranjo a París había esta-llado la revolución del 24 de febrero de 1848 que dio al traste con la monarquía constitucional de Luis Fe-lipe de Orléans nombrado rey por el viejo revolucio- nario Lafayette. Durante su reinado París se engran-deció y embelleció notablemente, se edificaron varios puentes, terminóse la construcción de la Magdalena y del Arco del Triunfo de la Estrella, se erigió el Obelisco de Luqsor en la plaza de la Concordia y se levantó la Columna de julio en la plaza de la Bastilla. La monarquía democrática no cuajó a pesar de los pesares, y los agitadores consiguieron provocar la re-volución de aquella fecha, anunciándose de nuevo la República en las sangrientas escenas del 23 al 26 de junio del mismo año que sofocó Cavaignac y presidió Luis Napoleón, sobrino de Napoleón 1. Así es que durante la estancia de don Gregorio en la capital francesa estuvo la nación sometida a la influencia de este hombre conocido en la historia con el sobrenombre de Napoleón 111, quien temeroso de la mayoría monárquica de la Asamblea y de la posible restauración de los Borbones, dio un golpe de estado en el año 1852 que trajo como consecuencia la desapa-rición de la Segunda República y el nacimiento del Segundo Imperio. Durante su mandato tuvo lugar en el interior del país un gran resurgimiento económico y un total respeto al principio de las nacionalidades. El Bosque de Bolonia se transformó en hermoso par-que, se organizaron los bulevares exteriores; se puso en cornbnicación el Louvre con las Tullerías y se ce-lebraron la primera Exposición Universal en 1855, y la segunda en 1857. Napoleón 111 fue depuesto en 1870 después de la guerra franco- prusiana y a continuación se proclamó la Tercera Repúiblica. Nada tiene de extraño que, dado el ambiente revolucionario que se respiraba en París, el joven Chil y Naranjo, en unión de su entrañable amigo don Juan Padilla Padilla, interviniera en los sucesos del mes de febrero del año 1848 y en los que tuvieron lugar en las jornadas de junio de la misma fecha en las que el arzo-bispo de París, Monsieur Affre, fue herido y muerto en el faubourg de Saint- Antoine. Fuera de estos impulsos juveniles, hijos del am-biente y del amor a la libertad, el joven Chil y Naranjo, una vez versado en el conocimiento de la lengua fran-cesa, dedicó su principal obligación al estudio de la Ciencia médica y de la Cirugía, siguiendo el plan esta-blecido por la legislación vigente. Creo - sin lugar a dudas- que en esta obediencia sin titubeos al cumplimiento del deber ejercieron in-fluencia principalísima los consejos que desde esta isla le prodigaba, en cartas que eran evangelios, su tío don Gregorio Chil Morales, pues en ellas le hablaba de la veneración y respeto que debía a sus profesores, de los sentimientos de caridad y afecto a los pobres y enfermos que encontrara en las calles y salas del hos-pital, y del desprecio al lujo y la vanidad, hijas siempre de las malas acciones. Y para que no se olvidara de su pequeña patria le decía, con el mejor cariño, que en las cuevas de Tara, Cendro y Caserones y en las que-bradas calles de Gavia y Cazadores, donde habitaban los fieles de su parroquia, veía alegrías que salían del corazón y ensanchaban el alma, en contraste con las imaginadas en Tullerías, Versalles y otras altas regio-nes, donde se figuraba contemplar tristísimas caras de adulación y risas, hijas de las pasiones que traen con- sigo la presunción y la envidia. " Piensa - le añadía pa-ra terminar- continuamente en Dios y medita sobre nuestro Divino Señor para que veas siempre a todos más desgraciados que tú." Una vez estudiada y practicada la lengua francesa, cursó las asignaturas de Física, Química Orgánica e Inorgánica, Botánica, Historia Natural y Zoología en el año 1849, las de Anatomía General y Descriptiva, y Fisiología en 1850, y las de Patología General y Ele-mentos de Patología Interna y Externa, en 1851. Cuatro años después de su llegada a París, es decir, en el curso 1852- 53, sufrió el primer examen público de Anatomía General y Descriptiva y de Fisiología; en el del 53 al 54, los de Patología General, Patología Interna y Externa, Anatomía Patológica, Medicina y Operaciones practicadas en el cadáver; en el del 54 al 55, los de Física Médica, Química Orgánica e Inorgá-nica, Botánica, Historia Natural y Zoología; en el del 56 al 57 los de Clínica Interna y Externa, Partos, En-fermedades de la Mujer y Niños, y en el del 57 al 58 los de cuantas ramas comprendía la Medicina y Ci-rugía necesarias para completar los estudios de esta profesión. Terminadas las materias de que constaba la ca-rrera, presentó la tesis para obtener el grado de Doctor con el título " Des différentes moyens qui ont eté em-ployés dans le but de guérir les rétrécissements de l'urktre", dedicada a su madre doña Rosalía Naranjo Cubas, a su tío carnal y padrino don Gregorio Chil Morales y a su hermano Juan. Fue leída ante el tri-bunal constituido por los profesores Nelaton, Denou- villiers, Robin y Roger, y calificada con la nota de " Bien satisfait" en el año 1859. Dividida en cuatro partes, describía en la primera la anatomía de la uretra y su mucosa por ser esta mem-brana la porci��n más importante del órgano, ya que sin un conocimiento perfecto de su estructura no era posible darse cuenta de las dificultades que presentaba el tratar de introducir un instrumento en el canal y de seguir su dirección. En la segunda trataba de su fisio-logía ; en la tercera de su anatomía patológica ; y en la cuarta de los procedimientos empleados para curarlos, entre los cuales hacía mención de la dilatación, caute-rización, incisiones verificadas de fuera adentro, según aconsejaba Contonniere, de dentro afuera como seña-laba Maisonneux, de atrás adelante como indicaba Reybard y de delante atrás como decía Civiale. En París adquirió su principal cultura, su distin-ción social y sus aficiones a los estudios antropológicos y naturales, que por entonces comenzaban a desarro-llarse. El ambiente que se respiraba en la capital fran-cesa, la tolerancia para las distintas maneras de pensar propias de las luchas políticas que en ella tuvieron lugar y las teorías que sobre el origen del hombre iban adquiriendo adeptos en extremo, fueron circunstancias que influyeron mucho en su educación y en las rela-ciones que estableció con personas que sobresalían en estas ramas de la ciencia, especialmente con el profesor Broca, que fue sin dvda alguna el principal fundador de la Antropología. Durante su permanencia en París compaginó su obligación para el estudio, hija de la responsabilidad nacida ante su familia, con el cumplimiento de sus de-beres como alumno universitario. Asistió a centros culturales, salas de fiestas, teatros y otros locales de expansión, mantuvo relaciones con las personas que fueron después sus amigos y consagró sus mejores elogios a las virtudes femeninas de las que fue ardiente defensor. En su correspondencia particular se conser-van algunas cartas de damas francesas de diferente contenido y emoción ; las coleccionó, sin duda alguna, como reliquias del pasado pensando tal vez en los pos-teriores momentos de su vida en los que la melancolía y el recuerdo de alegres horas pasadas con ellas, como las páginas de un libro, les servirían de consuelo a los sinsabores que habría de sufrir después. Por ello su amor a París fue tan marcado y gra-bado en su alma, que, transcurrido el tiempo y en ocasión de un viaje que llevó a cabo a la capital de Francia por motivos de salud, escribió: " Yo admiro a París porque París admira a todo el mundo. París es un volcán verdadero que continuamente está en ebu-llición, bien buscando lo viejo e indagando en las ca-vernas y en las profundidades de la tierra los secretos de su formación, bien pretendiendo salvar las barreras del presente . lanzándose en las conquistas del porvenir, para arrancar sus secretos al tiempo que pasó, y al que vendrá." SU VIDA EN LAS PALMAS. SU LABOR CIENTÍFICA Al regresar a esta ciudad en 1859, después de nueve años de estancia en París durante los cuales vivió las más variadas sensaciones y llenó su alma de ilusiones y propósitos, el Dr. Chil y Naranjo no cesaba de respirar a sus anchas el aire del mar de su isla, pues mientras fue joven gozó de sus brisas y del trepidar de las olas del Atlántico. Nada tiene de extraño que al pisar estas playas recordara las que bañaba el mar Mediterráneo de la bella ciudad de Marsella, lugar donde pasaba las vacaciones estivales, ante la imposi-bilidad material de trasladarse a su tierra. Una vez terminada su carrera empezó a formar sus planes para dar cima a lo que había constituido su ideal en la vida; ejercer su profesión, comportarse co-mo un buen ciudadano y dar a su patria chica el pro-ducto de su trabajo. Y como no podía ofrecer las pri-micias de su carrera en tierra española mientras no revalidara su título en una universidad de la nación, embarcó para Cádiz y en su Facultad de Medicina obtuvo el de Licenciado, en 16 de junio de 1860, con nota de Sobresaliente. Situado definitivamente en la calle de Los Balco-nes n." 19, de Las Palmas, empezó a ejercer la profesión con nobleza y desinterés adquiriendo pronto una buena clientela por su ciencia, habilidad, delicadeza y aten-ciones. Entre ella abundó la clase pobre, a la que oía con cariño y caridad, pues además de no cobrarle le ayudaba pecuniariamente para la compra de los pocos medicamentos que recetaba, ya que no era muy par-tidario de prescribirlos y sí, en cambio, de aconsejar remedios caseros para curar. Por entonces el cuerpo médico de Las Palmas, a causa de haber sufrido las consecuencias de todo orden debidas a la epidemia de cólera morbo del año 51, estaba constituido por los Dres. Domingo José Nava-rro, Pedro Suárez Pestana, Miguel de Rosa Báez, Ma-nuel González González, Luis Navarro Pérez y Domin-go Déniz Grek, es decir, un conjunto de profesionales que honraron la historia de la Medicina de Gran Ca-naria por su saber y patriotismo. Vestido a la antigua usanza, con levita, chistera, bastón con puño de plata, y reloj de oro pendiente de una cadena también de oro que saltaba de un bolsillo a otro del chaleco, hacía sus visitas domiciliarias en quitrín arrastrado por caballo alazán que chispeaba con sus herraduras la dureza del adoquinado de las calles; y todo el mundo a su paso le saludaba con cariño y respeto, o le estrechaba la mano, cediéndole el sitio cuando marchaba por las aceras. Se creó gran popularidad, dadas su conversación amena y humorística, sus ideas democráticas, su ca-rácter sencillo y natural y su deseo de confraternizar con todo el mundo llamando " hermano, hermano", a cada uno de sus conocidos y amigos. Amante de las ciencias naturales e interesado por los cultivos del país, se vio sorprendido, en un viaje que hizo a París en el año 1863, con la noticia de la existencia de nuevos productos químicos extraídos del carbón de piedra capaces de competir con la cochinilla, comercio que constituía la riqueza de las islas. Para asegurar esta impresión y poder alzar la voz de alarma ante las autoridades y agricultores de Gran Canaria, presentó una memoria que leyó a la Sociedad Imperial de Agricultura de París presidida por . M. Chevreuil, Catedrático de Química de la Facultad de Ciencias y el hombre más competente en estas cuestiones, pidien-do el parecer sobre la bondad de la fuschina y el azul de kyon como sustancias colorantes. Evacuado el informe correspondiente, favorable en un todo al brillante porvenir que les esperaba y al peligro que amenazaba el cultivo del insecto de la cochinilla, dejó oír la verdad del peligro ante la Real Sociedad Econó-mica de Amigos del País, de la que era socio numerario desde el 16 de junio de 1861, proponiendo para susti-tuirlo la introducción y cultivo del gusano de seda, Bombyx Cynthia, que se alimentaba de la hoja del tártago, arbusto aclimatado y conservado en buen nú-mero en estas tierras, A este propósito y con el fin de que llegase a conocimiento de todos, publicó en el Boletín de la misma sociedad un instructivo trabajo sobre el nombrado gusano que sirviera a los agricul- tores de consejo y estudio y de nueva fuente de ri-queza del país. Nadie le hizo caso, pero a los pocos años todo el mundo le dio la razón. En 28 de noviembre de 1864, fue nombrado miembro de la " Societé Imperiale de Zoologique et Aclimatation" de París, y en este mismo invierno, en otro viaje que llevó a cabo a Marsella, impulsado por sus aficiones naturalistas, visitó el Museo de Historia Natural dirigido por M. Barthélemy Lapommerage. Tal fue su sorpresa ante las bellezas que contenía, que sin dudarlo le invitó a ponerse en relación con la men-cionada Sociedad Económica para ensayar la aclima-tación en las islas de ciertas plantas y animales, a cuyo efecto le entregó una cajetilla con semillas de varias clases de maíz del Perú. Asimismo fue nombrado en 30 de diciembre de 1874 socio corresponsal de la " Sociedad Protectora de Animales y Plantas" de Cádiz, a la que mostró su inte-rés durante el tiempo de su estancia en la bella ciudad gaditana en tanto preparaba los exámenes de reválida del título francés. Mientras estos pequeños éxitos y satisfacciones tenían lugar y prestaba su asistencia facultativa a los enfermos, contribuyendo con su labor ininterrumpida a cuantos actos culturales se sucedían en el seno de la Sociedad Económica, seguía bullendo en su cerebro la idea, nacida al calor de sus estudios de antropología realizados en la capital francesa, de dedicarse a las in-vestigaciones histórica y científica de los primitivos pobladores de Canarias. El Dr. Chil, concentrando sus pensamientos e ideas en un crisol atiborrado de re- cuerdos de su juventud vivida en París, empezó a fijar su mirada en el camino a emprender, para realizar una obra que dejara indelebles huellas en el transcurso de los años. Y con su enorme voluntad, su fe en el triunfo y esperanza en sus conocimientos, emprendió el estu-dio de los esqueletos de los aborígenes, leyó cuantas publicaciones habían dejado escritas los antiguos his-toriadores, coleccionó numerosos objetos relacionados con ellos, comenzó a reunir documentos que consti-tuyeron un verdadero tesoro y soñó en reconstruir pueblos y comarcas de los aborígenes. Para el logro de tales fines describió los lugares donde moraron y los sitios donde ocurrieron los principales hechos de la historia, haciendo acopio de cuantos objetos les pertenecieron y acometió peligrosas exploraciones y rebuscas acaparando momias, cráneos, huesos, objetos de cerámica, tejidos y otras industrias, sin tener en cuenta la merma que ello representaba para su patri-monio. El pasado era para el Dr. Chil bálsamo que curaba el presente. De ahí que, cuando trataba de des-cifrar el misterio de un gran enigma, hacía un espe-ranzador esfuerzo para arrancarle su secreto. Fruto de estas investigaciones fue la preparación y presentación de una comunicación, titulada " Origen de los canarios primitivos impropiamente llamados guanches", al Congreso celebrado en la ciudad de Lille el 25 de agosto de 1874 por la " Association Francaise pour l'avancernent des Sciencies", con asistencia de hombres eminentes de Francia y del extranjero. En ella después de hacer una reseña histórica y geográfica de las islas, se extendió con numerosos argumentos y con- sideraciones de tipo filosófico, arqueológico y antropo-lógico, hasta hacer entrar en la discusión al profesor Broca, su antiguo maestro, y a los Dres. Dally, Berti- Ilon, Carl Vogt y Lagneau, para afirmar que los guan-ches constituían una colonia enviada por Juba, rey de la Mauritania a fin de establecer un sistema social antes de la Era Cristiana. Este tipo guanche, continuaba di-ciendo, se conserva entre los campesinos, es de una agilidad sorprendente y posee articulaciones tan poten-tes y contráctiles como los de cualquier cuadrumano. En cambio, Broca, en su intervención, juzgó la pobla-ción de los canarios más antigua que la del rey Juba y encontró en ella los dos tipos bereberes : el rubio y el moreno. A su regreso de Lille, después de un largo viaje por Francia, la Península y algunas islas canarias, trajo como regalos para sus estudios y gabinete de Historia Natural, que ya tenía en marcha, una caja surtida de instrumentos necesarios para hacer preparaciones ma-croscópicas, 15 cráneos donados por la Escuela de Antropología de París y el molde de un feto, con vicio de conformación, enviado por el Dr. Hamy. Si a ello se agrega que el Dr. Chil efectuó durante este tiempo frecuentes viajes a Tenerife y Bretaña, con el fin de investigar en los archivos públicos y privados, de sa-ciar su ansia monomaníaca de buscar papeles, docu-mentos y objetos de los antiguos canarios y de no escatimar tiempo, esfuerzos y dinero para obtener co-lecciones y noticias que habría de ordenar después, se comprenderá que el principal objeto de estos tra- bajos fue el de investigar el verdadero origen de los canarios. Como resultado de su viaje a Lille y de su comu-nicación al Congreso, fue nombrado en 21 de enero de 1875, Miembro Corresponsal de la " Societé d'An-thropologie de París," Socio Correspondiente de la " Societé d'EtnographieV de la misma capital en 6 de julio, y Correspondiente de la " Societé de Géographie" en 4 de agosto de la misma fecha. Ninguno de estos nombramientos le enorgulleció para dejar de proseguir su obra humanitaria, pues, obedeciendo a sus sentimientos caritativos puestos en acción múltiples veces, organizó una gran mascarada para atender las peticiones de los habitantes de Lanza-rote y Fuerteventura que atravesaban una situación crítica por la terrible sequía que obligó a muchos de ellos a embarcar para Las Palmas en busca de alimen-tos. Y sin pérdida de tiempo, ayudado por valiosos elementos, vistióse con traje de guanche, recorrió las calles de la población y solicitó donativos para contri-buir a obra tan meritoria, caritativa y patriótica. De esta mascarada nació el Paseo que lleva su nombre, porque gracias a su insistencia e interés comenzaron los trabajos que dieron lugar al trazado de ese camino, situado en la parte alta de la ciudad, desde el cual se divisan su hermosura, el mar azul e infinito que se pier-de en la lejanía, la gran obra del Puerto de la Luz, los edificios, iglesias, platanales y la variada arquitectura de los hoteles que forman las llamadas Ciudad Jardín y Alcaravaneras. En este festival celebrado en el año 1875, se frac- turó la extremidad inferior de la pierna izquierda, accidente que le obligó a permanecer en cama du-rante algunos días, tiempo que aprovechó para ir preparando la publicación de su obra Estudios histó-ricos, climatológicos y patológicos de las islas Cana-rias.' A tal fin, en estos ratos de descanso forzoso, re-cibió de Marsella cuatro cajas que contenían papel para su impresión, encargó a París el broquel y los útiles necesarios para la confección de las monedas y pidió precio de una prensa para su composición y encuader-nación. Dividida en tres partes, una dedicada a la His-toria de las islas, otra a la Climatología y una última a la Patología, constituyó la síntesis de todos los es-tudios llevados a cabo durante ese tiempo sobre el origen de los primitivos pobladores de Canarias. Poco después, la Academia de Stanislao fundada el 28 de diciembre de 1750 por el rey de Polonia, Du-que de Lorraine y de Bar, reconocida como institución de utilidad pública por Decreto Imperial del 21 de junio de 1864, organizó en julio de 1875 una exposición de objetos antiguos de arte del Universo, con motivo del Congreso de Americanistas celebrado en la ciudad de Nancy. En él se ofreció testimonio de reconocimien-to a varios de sus miembros por los trabajos, celo y contribución aportados al progreso de las ciencias, a propuesta del profesor de la Facultad de Medicina de la misma Universidad, M. Bimonin. Entre ellos se en-contraba el Dr. Chil por haber presentado un trabajo sobre " La Atlántida de Platón" que obtuvo el segundo premio, y la colección completa de antiguos objetos canarios constituida por momias, armas y utensilios, que llamó grandemente la atención. Por estos méritos fue nombrado Socio Correspon-diente de la mencionada Academia, con fecha 6 de agosto del mismo año, y El Correo de Ultramar, anti-gua e importante revista que se publicaba en París, comentando el nombramiento, hizo muchos elogios de su personalidad, al haber sido uno de los dos indivi-duos agraciados por la Mesa Presidencial con la en-trega de un Diploma que le acreditaba como miembro correspondiente de la Sociedad Etnográfica de la ca-pital francesa. Asimismo, en el celebrado por esta mis-ma época en Nantes, dio cuenta de un trabajo titulado " De la religión de los canarios y de la piedra pulimen-tada", que mereció de Carlos Vogt estimadas consi-deraciones, y amistades por parte de M. Saint- Claire Deville, miembro del Instituto Geológico de Francia y de los profesores Lyell, von Fritsch y Haecquel. El 14 de julio de 1876 fue designado miembro de la " Association des Médécins des Bureaux de Bien-faisance" de París; el 1 de mayo de 1877, correspon-diente de la " Societé de Géographie Commerciale", y el 8 de marzo de 1878, socio numerario del Gabinete Científico de Santa Cruz de Tenerife. En este mismo año presidió una de las sesiones del Congreso Antro-pológico de Bruselas, fue elegido Vicepresidente del Congreso Universal de Antropología y Presidente Ho-norario para el Adelantamiento de las Ciencias cele-brado en París, distinciones que demostraban las pre-rrogativas y alto aprecio que le guardaban los sabios allí reunidos. Como consecuencia de estas distinciones, fue nombrado en 8 y 15 de noviembre de este mismo año, miembro de número de la “ Societé d’Anthropo logie” de París y de la “ Societé Française d’Hygiéne” de la misma capital. En marzo de 1879 formó parte del Comité de Honor del Congreso Internacional de Geografía Co mercial y en 17 de mayo fue nombrado “ Officier de l’Académie de France”, por el Ministro de Instruc ción Pública y Bellas Artes, privilegio honroso que enalteció al Dr. Chil y que agradeció profundamente según se deduce del texto de su contestación firmado en 22 de julio del mismo año. ,. , , -, # /. ‘,. 1 4 qs : . .,- /,,_ 4>* l, ,. .4’. 2 —. .. “... 4....’.... .—“ F . 4’ ? i ‘ 4 4 . -, 4’,’..’ 1 . ¿ 1 L.’. ‘ 4—. ..;‘.‘.‘.— 14’.* 424 4 ‘.‘.*‘ £# .1,44._ s. j 44’” 42.24 a,—- .‘., ‘“.‘ / 7 ‘ 4,5 -, - 4. fJ.... ‘.‘. ø. I 4.4’., J - ‘ 54.. 4 • s’L. ,‘ “ 4- ‘‘ 44 ,’, 44.414, I4j4’ 4., - ..‘ 4’— a”. / d ‘..,‘.. J— 5e y’., . — # A 3,; L’ Este nombramiento le dio motivos para ostentar 54 modestamente, pero con dignidad, las Palmas de la Academia Francesa en el ojal izquierdo del frac. En 1884 fue nombrado Corresponsal de la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Sevilla y miembro fundador de la Academia de Ciencias Mé-dicas de Las Palmas. En junio de 1886, individuo de la Sociedad Española de Historia Natural de Madrid, y en noviembre del mismo año, socio de la Real So-ciedad Económica de Amigos del País de Santa Cruz de Tenerife. En 1890, socio corresponsal de la " Societá Italiana de Antropologia, Etnologia y Psicologia Com-parata" ; y en 1891, " Membre Signataire du Congres International des Orientalistes". En 31 de marzo de 1895 la Real Sociedad Económica de Amigos del País de Las Palmas en atención a los valiosos servicios y beneficios que prestó a la misma desde su ingreso verificado en 1861, concurriendo asiduamente a las sesiones, colaborando en todas sus tareas y desem-peñando a satisfacción las comisiones que se le enco-mendaron - entre las cuales ocupó la Presidencia de la Sección de Industria y Artes Mecánicas-, le nombró Socio de Mérito . de la misma. En 8 de junio de 1899 es designado miembro co-rrespondiente de la " Sociedad Geográfica de Madrid" fundada en 1876, con derecho al uso de medalla, dis-tinción que sólo se otorgaba a los correspondientes de mayores conocimientos. En 18 de agosto de este mismo año fue, de igual manera, designado miembro del Consejo Permanente de Antropología y Arqueo-logía Internacional prehistórica del Congreso que se celebró en París, al que presentó un trabajo sobre " L'état social des aborighes canariens ou Guanches, serait- il l'état social de la race de Cro- Magnon i sa plus haute civilisation?," que fue leído por otro miem-bro, ya que sintiéndose enfermo regresó seguidamente a Las Palmas. Junto a esta labor científica, nada podemos decir de su dedicación a la política, pues, considerándolas contrapuestas, nunca intervino en esta Última. Sólo en su afán de defender los intereses de Canarias fue nom-brado en septiembre de 1887 Diputado Provincial por la isla de Lanzarote, cargo del que se valió para ave-riguar el paradero de un legado del Dr. _ Mena sobre la construcción de un hospital en la isla de Fuerteventura, Hizo cuanto le fue posible para desenterrarlo del sitio que dormía, y el hospital se construyó más tarde con el nombre de La Ampuyenta, sin que fuera dedicado al fin para el que fue creado, pues con el tiempo fue objeto de subasta judicial y destinado a otros queha-ceres. Con respecto a sus publicaciones en la prensa dia-ria, revistas, y periódicos profesionales, he de agregar que escribió varios artículos en la revista El Museo Canario. De su primera época son los que llevan por título " Importancia de las exploraciones; expediciones a Guayadeque", en e! que manifiesta que el pueblo de Agüimes, considerado por los historiadores como el antiguo argones tan célebre en la historia de Cana-rias, no es otro que Guayadeque y que los primitivos pobladores canarios no colocaban los cadáveres aisla- damente y en una misma dirección con separación de sexos, sino que lo hacían en considerable número con sus propias vestiduras, en diferentes posiciones y mez-clados unos con otros; " La apófisis estiloides en el cráneo de los guanches", en que llama la atención sobre su gran tamaño; " Platón y su Timeo" y " Platón y La Atlántida" referidas a estos problemas históricos y geológicos; '" 1 Dr. Pérez y su sistema de aclimata-ción previa"; " Cartas sobre la exposición Internacional de París", en las que pone de manifiesto sus imgresio-nes recogidas sobre este acontecimiento artístico y científico; " Museos antropológicos", en los que hace la descripción de los europeos por él visitados; " El Mu-seo en sus relaciones con la industria canaria; " Las exploraciones de 1886"; " El Museo con relación al pa-sado histórico de las islas Canarias"; " Anatomía pa-tológica de los aborígenes canarios", en el que detalla las fracturas observadas en los cráneos y huesos largos de los primitivos pobladores; y " La Cerámica entre los guanches de Gran Canaria". En los Anales de la Real Sociedad Económica de Amigos del País, en el año 1870, publicó un informe, en colaboración con don Emiliano Martínez de Es-cobar, sobre " Propagación de la vacuna de brazo a brazo para evitar los peligros de transmisión de algunas enfermedades". En él hacían ambos autores hincapié para que la sociedad proporcionase una cantidad de pus tomada inmediatamente de la vaca a fin de inocu-lar a las nacidas en el país y efectuar anualmente la vacunación a las personas. En 25 de febrero de 1877 reseñó en un erudito discurso los importantes trabajos llevados a cabo por la mencionada Sociedad para le-vantar la industria tan abatida de nuestras islas, dete-niéndose en multitud de datos que lo enriquecieron y en métodos que lo ilustraron. Igualmente publicó otro trabajo, en los mismos Anales, dedicado al cultivo y caracteres del gusano de seda Bombyx Cynthia, con el que trataba de sustituir al de la cochinilla llamado a desaparecer por el descubrimiento de las anilinas. En 1887 dio a conocer en la prensa local varios artículos sobre la cría de la sardina y sus caracterís-ticas, el estado de su pesca en Francia, España y Las Palmas y ventajas que ofrecían las islas de Gran Ca-naria, Lanzarote y Fuerteventura para la creación de esta industria. Entre sus discursos y conferencias hay que señalar las dedicadas a La Atlántida en los años 1881 y 1882; la pronunciada en abril de 1880 en El Gabinete Li-terario sobre " Climatología de las islas Canarias", en la que expuso las distintas versiones sostenidas por varios autores referentes a las propiedades y condicio-nes de la atmósfera, constitución del suelo, propiedades de las aguas y funciones que desempeñan en el orga-nismo. Y con ejemplos prácticos tomados de la patolo-gía hizo ver las modificaciones que sufrían ciertas enfermedades, según los lugares de la isla en que se desarrollaban. Asimismo dictó otra sobre " E1 agua como alimento indispensable para la Agricultura e in-fluencia que en la misma ejerce." En colaboración con los médicos de la isla publicó un trabajo sobre " Análisis de las aguas de Azuaje e informe médico sobre sus cualidades", aparecido en el Boletín de la Real Sociedad Económica de Amigos del País. Y de esta manera, sin mencionar los trabajos que leía en la inauguración de cada curso en El Museo Canario, de los que haré referencia más adelante, dio pruebas el Dr. Chil de su amor al trabajo, a la ciencia y a la historia, contribuyendo con sus investigaciones y conocimientos al adelanto cultural de las islas. Su vida estuvo consagrada al estudio de cuanto concer-náa a nuestra tierra, sin más finalidad que la de poseer un museo donde se guardaran las reliquias del pasado y fuera a la vez centro y foco luminoso de la civiliza-ción en todos sus aspectos. Fruto de esta labor fue el respeto que se le tuvo por todo el mundo, hasta el punto de que en un día de marzo de 1885, con motivo de celebrarse en el Ateneo de Madrid una sesión científica a cargo de su Sección de Ciencias Naturales, tomó la palabra el antropólogo Sr. Antón para explicar los últimos des-cubrimientos llevados a cabo por el Dr. Verneau en Canarias, referidos a cráneos recogidos en El Museo. Terminado su discurso, el Sr. Pérez del Toro se levantó para defender al Dr. Chil de los cargos que le dirigió el Sr. Antón, aun sin nombrarlo, haciendo entusiastas elogios del sabio antrop6logo isleño, y notando la con-ducta del gobierno español que no gastaba cantidad alguna para esta clase de investigaciones si se la com-paraba con la del francés, que ponía a disposición del citado profesor Verneau fuertes subvenciones para llevar a cabo, en el Archipiélago, colecciones de objetos y las exploraciones pertinentes. ESTUDIOS HISTÓRICOS, CLIMATOLÓGICOS Y PATOLÓGICOS DE LAS ISLAS CANARIAS Las investigaciones llevadas a cabo durante los dieciocho años transcurridos desde su regreso de Francia hasta el año 1876, dieron como resultado la preparación y publicación de la obra que lleva el título de Estudios históricos, climatológicos y patoló-gicos de las islas Canarias, en parte dada a conocer a los centros culturales de algunas naciones del mun-do, y en parte inédita y guardada en los archivos de la biblioteca de El Museo Canario. Durante estos años, el Dr. Chil, como otros tantos hombres de la his-toria, sufrió disgustos y desengafios que sorteó y al-ternó con las alegrías y satisfacciones que encontraba en el estudio de las letras y las ciencias, pues éstas le proporcionaban un caudal de conocimientos que le sirvieron para estructurar y capitulizar las distintas materias que habían de formar parte de su obra. Bastó para ello mirar retrospectivamente a los inocen-tes tiempos de su infancia y a los inquietos, impresio-nantes y felices de su juventud. Volvió a leer a Tácito como en aquellos años pasados, y de su lectura surgió la firme decisión de entregarse con todo entusiasmo a la organización de su propósito. Contaba a la sazón el Dr. Chil 41 años. Para llevar a cabo tamaña empresa, leyó y releyó cuanto se había escrito sobre Canarias en todos los idiomas, buscó y guardó cuadernos, libros, folletos, manuscritos, hojas perdidas y olvidadas, visitó archi-vos y bibliotecas públicas y privadas tanto nacionales como extranjeras, y embarcó para aquellos sitios don-de esperaba encontrar noticias y documentos relacio-nados con sus estudios. Y así en Madrid, entabló re-laciones con don Manuel Rivadeneira que le facilitó importantes datos referentes a estas islas, y con los Sres. Bermejo, autor de la Estafeta de Palacio, Pedro González de Velasco, Director del Museo Antropoló-gico Nacional, José Benavides y el académico Juan Eugenio Hartzenbusch. En Normandia celebró largas conferencias con el investigador M. Gabriel Gravier, a quien tanto debe la historia de estas tierras, y con la condesa de Mont Ruffet, descendiente de la familia Béthencourt. Visitó, más tarde, los archivos de Rouen y Dieppe, pasó por Aviñón y estuvo en París durante los años 1864, 1874 y 1875 en los cuales sus compañe-ros y maestros le ayudaron con todo afecto y entu-siasmo. De estos viajes a la capital francesa nació la amistad y gratitud con los Dres. Broca y Verneuil, profesores de la Facultad de Medicina, especialmente con el primero, que fue fundador de la Sociedad de Antropología de París, creador de la ciencia antro-pológica, descubridor de la tercera circunvolución frontal donde está localizado el centro del lenguaje articulado, constructor de diferentes aparatos para ha-cer mediciones en el cráneo y escribió varias obras científicas, entre las cuales adquirieron fama mundial La Etnologia en Francia, Instrucciones generales para las investigaciones antropológicas, L'Homme préhis-torrique y Memorias sobre el cerebro del hombre y los primates. Falleció en París en el año 1880. De igual manera le ayudó el Profesor del Liceo de San Luis, don Jerónimo Frontera, marcándole el camino a seguir en muchos puntos de sus investigaciones. Embarcó también para la Costa de África donde encontró y recogió noticias relacionadas con nuestra historia. Llegado a esta isla, fue coleccionando cráneos, momias, jarros, utensilios de barro y objetos que tu-vieran relación con los primitivos habitantes; y con ellos fue organizando un pequeño museo que sirvió de base al que más tarde se estableció en la calle que lIeva su nombre. Con todos estos materiales históricos, antropo-lógicos y etnológicos y ayudado de las amistades que había fundado con hombres eminentes de Francia y España, dio comienzo a la preparación de esta obra, fruto de sus investigaciones y estudios, auxiliado por sus íntimos amigos, Juan Padilla Padilla, médico y compañero en París, y los licenciados en Derecho y Teología, hermanos Amaranto y Emiliano Martínez de Escobar. Todos ellos, en perfecta colaboración y unidos por un mismo objetivo, pusieron en favor de don Gregorio el consejo, la ayuda moral y los destellos de sus inteligencias para que la obra fuera digna de Canarias, aun a sabiendas de que su publicación habría de traducirse en pérdida de tranquilidad y de dinero. La obra fue apareciendo en cuadernos y con ciertos intervalos, en los comienzos del año 1876. Dedicada a su tío y padrino don Gregorio Chil Morales en prueba de gratitud por haberle costeado su carrera y donado en 3 de diciembre de 1869 su rica biblioteca compuesta de 4.000 volúmenes repartidos entre temas de Teología, Historia eclesiástica y profana, Literatura, Ciencias filosóficas y políticas y Gramática, amén de otras escritas en lenguas vivas y muertas, constituyó un acontecimiento intelectual dentro del páramo en que transcurría la cultura isleña. Estructurada en tres tomos la parte publicada y conocida, estaba dividido el primero en tres partes; una dedicada a los tiempos prehistóricos con la edad de piedra en sus períodos paleolítico y neolítico; otra, a los protohistóricos ; y la tercera a los históricos, sub-divida, a su vez, en dos épocas, la primera que abar-caba los tiempos de Juba hasta los de Juan de Béthen-court, y la segunda, desde éstos a la conquista de la isla, completando su estudio con las descripciones geográ-ficas y un resumen de los caracteres intelectuales, morales, fisiológicos y patológicos de los guanches. El- segundo trata del estudio de los reinos de Tenerife, Palma, Gomera y Hierro y del origen de sus habitantes desde el punto de vista antropológico; y el tercero de la Climatología y la influencia que sobre las enfer-medades ejercen la temperatura, luz, atmósfera, elec-tricidad, humedad presión, vientos, ozono del aire, periodicidad meteorológica, aguas naturales, pluviales, corrientes y marinas. La obra fue saludada, por los elementos cultos de la isla, con los mejores auspicios y las más altas consi-deraciones, siendo el primero que dio cuenta de su aparición en la prensa, el Profesor don Alejo Luis y Yagüe, Director del Instituto Local de segunda Ense-ñanza, y de la Revista de Las Palmas. En ésta decía que la obra, una vez terminada, estaría compuesta de tres partes; la primera dedicada a la Historia, la se-gunda a la Climatología y la tercera a la Patología de nuestras Canarias. " Su modesto título de Estudios - añadía- nos revela que la parte histórica es en su mayor parte una colección curiosa y rica de materiales que dan segu-ridad a cuanto afirma en sus páginas. No en balde este trabajo ha ocupado la vida de quince años del Dr. Chil. Sus recientes viajes a Tenerife, sus investigaciones en archivos públicos y privados de Bretaña, su ansia mo-nomaníaca de buscar papeles, documentos y objetos de los antiguos canarios y su resolución de no esca-motear esfuerzos y dineros para lograr su propósito, han dado lugar a la obtención de noticias que sólo esperaban ser ordenadas para formar un todo armó-nico". " Pero si en esta parte debemos mucho al Dr. Chil, hay otra que es exclusivamente suya, porque se refiere a una materia de la que jamás se ha tratado y que constituye un cuerpo de doctrina. En ella se estudia la etnología local o investigación del origen de los primeros canarios de la que carecíamos de datos referidos a los tiempos anteriores a la Conquista. A este propósito no quiso fiarse de sí mismo y por ello asistió a los Congresos de Lille y Nancy en los que consultó e hizo examinar sus disertaciones con los hombres más competentes en tales asuntos, entre los cuales destaca el profesor Broca". " La segunda parte o Climatología es otra materia sumamente interesante que si bien ha sido tratada por los sabios, nunca ha constituido un todo lo bastante claro para formarse una idea más o menos aproximada de la variedad asombrosa de climas, de la diversidad de zonas productoras y de las bellezas naturales que encierran las Canarias. Esta parte de la obra es un agradable oasis para los que se cansan con la seriedad histórica, porque con ella se admiran los bellos pano-ramas de la naturaleza o se estremece el ánimo contem-plando los cuadros imponentes que ofrecen las islas. " La tercera parte o Patología íntimamente enla-zada con la Climatología, es la parte en que se descubre al médico en la extensión de sus vastos conocimientos. Con ella ha hecho un verdadero tratado de Patología de Canarias y será un libro que habrán de consultar los facultativos." En estas circunstancias, y cuando la paz y la tran-quilidad existían en la ciudad, se vieron sorprendidos sus habitantes con la noticia publicada en algunos pe-riódicos, y corrida de boca en boca, acerca de que la obra había sido excomulgada por el Obispo de la Dió-cesis. A este propósito es necesario decir que don José María Urquinaona y Bidot, que la desempeñaba por la Gracia de Dios y de la Santa Sede Apostólica, admi-nistrador Apostólico de Tenerife y Subdelegado Cas- trense de estas islas, nació en Cádiz, y desempeñó distintos cargos eclesiásticos en Jerez de la Frontera, Guádix y Granada, antes de su toma de posesión del Obispado de Canarias en 22 de abril de 1869. Hombre inquieto y enérgico, al llegar a esta ciudad reorganizó los estudios del Seminario poniendo a su frente un profesorado competente, a fin de obtener de la Santa Sede y del Gobierno de la Nación la autori-zación necesaria para conceder grados mayores. Do-tado de inteligencia y vasta cultura, en la visita que hizo el 27 de julio de 1867 a la iglesia de San Juan Bautista de Telde, se congratuló de la actuación del párroco don Gregorio Chil Morales al observar la lim-pieza de los ornamentos y vasos sagrados y el buen espíritu de instrucción y celo de que gozaba; pero en contraposición se dolió de la mala disposición que ha-bía notado en gran parte del vecindario respecto a la pérdida de la fe y piedad cristiana. Fueron famosos sus sermones en la cuaresma, porque en ellos y en mu-chos actos de su vida religiosa dio muestras de su incompatibilidad con otras ideas. En 14 de octubre de 1878, después de haber residido diez años en esta isla, fue preconizado Obispo de Barcelona y nombrado Senador por su provincia. Falleció en la Ciudad Condal el año 1883. Pues bien, el Sr. Urquinaona, con fecha 30 de abril de 1874, dirigió al venerable clero y altos fieles de las dos diócesis de Canarias y Tenerife la siguiente comu-nicación: " Habiendo entendido que la obra que se publica en esta ciudad por el Dr. don Gregorio Chil Naranjo titulada Estudios históricos, clirncctológicos y patológicos de las islas Canarias contiene algunos errores y deseando proceder con la prudencia debida en la apreciación de las doctrinas contenidas en ella, en cumplimiento de nuestro cargo pastoral de velar porque no se perjudique a los fieles encomendados a nuestra solicitud con el parto nocivo de perniciosas enseñanzas, por las presentes damos comisión a los Sres. Examinadores Sinodales, Doctor don Vicente Delgado y Licenciados don Juan Inza Morales y don Domingo Cortés, Canónigos de oficio de la misma Santa Iglesia Catedral para que examinen las entregas publicadas de la mencionada obra y las califiquen a tenor de las censuras que usa la Santa Iglesia Católica y nos den cuenta detallada de lo que según su leal saber y entender hallaren contrario al dogma o sana moral católica para obrar en su visita como fuere oportuno y les recomendamos, por lo interesante del asunto, evacuen su informe a la posible brevedad." Antes de seguir adelante he de decir que el motivo del referido castigo fueron las declaraciones hechas en el prefacio de la obra por el Dr. Chil, de conformidad en un todo con las doctrinas de la So-ciedad Antropológica de París que defendía las teorías de Lamarck y Darwin sobre el origen del hombre. Describía en él, a grandes rasgos, el desenvolvimiento de la creación tal cual lo ofrece la ciencia hasta llegar al conocimiento del antropoide humanizado. Reclama para sí las primicias de la nueva doctrina y lamenta no existir durante muchos años para robustecerla con las nuevas e irrecusables pruebas que se irían presen-tando, pues creyó siempre que el único medio de llegar a la adquisición de la verdad es abrazarla con fe y sin prevención. Y para llegar a este medio era necesario que esas pruebas fueran expuestas en el seno de los pueblos libres, porque en ellos los hechos y los hom-bres se equilibran ya que en este equilibrio reside la verdadera libertad. A estas manifestaciones escritas y dadas a conocer al público, la Junta de Teólogos compuesta por los mencionados señores, expuso numerosos argumentos opuestos a las doctrinas vertidas en la Introducción de tipo materialista por el Dr. Chil Naranjo, publicados en algunos periódicos de Gran Canaria y Tenerife y en especial en la revista El Gólgota, órgano de los católicos de la isla. No voy a exponerlos todos porque alargarían el texto de esta biografía, pero no resisto al deseo de co-piar algunos y el final del informe solicitado por la autoridad episcopal, y emitido, en un todo, de acuerdo con la opinión de la Iglesia y de sus representantes. " Lo absurdo del transformismo se demuestra tam-bién por otros argumentos más directos. El Espíritu Santo ha escrito ' in principio creavit Deus cellus et terram'. Aquí se ve que sólo se trata de la creación y por ningún concepto de evolución ni de transfor-mación a menos de admitir que Dios no sabe lo que dice o que no conoce el empleo de los términos, lo que constituirá una enormidad tal, que ni por un momento se debe pensar en ello. Más adelante dijo el mismo Espíritu Santo ' Formavit Deus Hominem de limo terra. Dios creó al hombre de lodo'. ¿ Con qué derecho pues esos pretendidos sabios intentan rebajar este no- ble origen hablándonos de antropoides, de monos in-teligentes? ¿ La Biblia no dice, por otra parte, que este hombre de cieno ha sido formado a imagen y seme-janza de Dios? ¿ Debemos admitir pues que Dios se parece a un mono? Dios hijo quedaría necesariamente envuelto en la misma humillación." Más tarde sigue diciendo el informe : '" a fe nos enseñó cómo en la plenitud de los tiempos el verbo Eterno para efectuar la redención del hombre unió hipostáticamente la naturaleza humana a su naturaleza divina conservándose ambas íntegras, distintas y con-fusas con sus propiedades y operaciones respectivas y siendo desde entonces tan propias de la persona di-vina la una como la otra. Si pues nos atenemos a los principios del Dr. Chil, tendremos que el hijo de Dios tomó, aunque ya modificada, la naturaleza del simio, que el simio en Cristo es Dios y que las operaciones del mismo, humanizado, son propias de Dios como las de Dios en Cristo propias del simio. ¡ Qué horror! i Qué blasfemia ! " " Por tanto, Iltmo. Sr., una obra como la de Es-tudios históricos, ciimatológicos y patológicos de las islas Canaii; as en cuya introducción además de querer mancillar injustamente la vida de un eclesiástico por todos conceptos respetable, además de colocar el sa-cerdocio católico a la misma altura de los sacerdotes de Budha, de Confucio y de los ministros del paga-nismo animados de desmoralizadores fines sin distin-ciones de ninguna clase, además de llegar a lo último del delirio afirmando que el hombre " mientras más se ha emancipado de la esclavitud religiosa más se ha ido acercando a Dios por el conocimiento de su obra", sin cuidarse de la enorme contradicción en que incurre y de la notoria mala fe de que parece hacer alarde ; ade-más de todo esto vierte doctrinas cono las que de-jamos combatidas enteramente contrarias a las Santas Escrituras, a la Tradición y a las decisiones solemnes de la Iglesia, al Sínodo, ajustándose a las prescripcio-nes canónicas no puede menos de calificar a la men-cionada obra que tales doctrinas en su introducción encierra, como en realidad la califica, de falsa, impía, escandalosa y herética." A la vista de este informe el Obispo refrendó su contenido añadiendo las siguientes palabras : " Nada tenemos que agregar a lo que se contiene en esta censura; ella comprueba, hasta la evidencia, que los Estu ¿ Fios históricos, climatológicos y patológicos de las islas Canarias publicados por el Dr. Chil, están impregnados en el error del darwinismo desenvolvién-dose en ellos una doctrina contraria a la creación de la Iglesia y a la definición solemne del Concilio Vati-cano donde se ratificó lo ya definido por la Iglesia sobre esta materia en otros concilios. Por lo tanto, mandamos a nuestros más autorizados fieles que se abstengan de leer la mencionada obra y las entregas que hayan recibido y conserven, las remitan con cu-bierta cerrada a Nos o a sus respectivos Párrocos, los que cuidarán de transmitirlas a nuestro poder; pues condenada la obra como la condenamos, ningún fiel cristiano, cualquiera que sea su instrucción y categoría, puede retenerlas a no estar facultado por la Silla Apos-tólica para leer los libros prohibidos; de lo contrario incurrirá en las censuras con que se hacen estas prohi-biciones por la Iglesia." " Como esta medida nos la inspira el celo de la gloria de Dios y del bien de las almas, debéis compren-der, hijos muy amados, que no envuelve prevención ni sentimiento alguno contra el autor de la obra; re-petimos lo que antes hemos dicho con sinceridad de nuestra alma, que lo amamos de corazón, que nos duele mucho encontrarnos obligados a condenar su producción literaria y deseando con ansias muy vivas su eterna salvación, pedimos al Cielo que le conceda auxilios muy eficaces de su divina gracia, para que conozca su error y se retracte públicamente de él, ma-nifestándose lo mismo en sus creencias que en su conducta, hijo obediente de la Iglesia Católica según se hace indispensable como lo encarece el gran augus-tino para que tengamos a Dios por padre y esperemos con sólida esperanza la herencia suprema que nos me-reció con su gran sacrificio Jesús, nuestro Señor." " Con este motivo y no siendo posible que nuestra solicitud pastoral provea lo conveniente sobre cada una de las publicaciones a los dogmas de nuestra fe católica o por algún concepto ofensivas a nuestra Santa y Divina Religión que por desgracia circulan con m& frecuencia, renovamos de nuevo la amonestación o advertencia que tenemos hecha, antes de ahora, a nues-tros amadísimos fieles sobre la obligación grave de no admitir en sus casas producciones de este género sin leerlas, ni permitir que las conserven o lean las per-sonas que dependen de ellos; de lo contrario incurri-rán en la desobediencia de la Iglesia y se expondrán a experimentar un doloroso naufragio en la fe que pueda ser causa de su condenación eterna." " Y queriendo alejar de todos vosotros tamaña desgracia y alcanzaros el bien supremo de la eterna felicidad con nuestro corazón puesto en Dios, os ben-decimos de lo más interno de nuestra alma, en el nom-bre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Dado en Palacio Episcopal, el 21 de junio de 1876." " Los Venerables párrocos darán conocimiento de la condenación de esta obra a sus feligreses anuncián-dolo en el Ofertorio de la misa y, según lo estimen conveniente, atendidas las circunstancias, se servirán de los testimonios y las reflexiones que se contienen en esta Nuestra Carta Pastoral y en la censura inserta en la misma, para afianzar la fe en las almas contra los errores condenados en la obra si por desgracia se hubiere introducido ésta en la feligresía y sus malas doctrinas prevalecieran al menos en algunas inteli-gencias." El efecto que produjo la publicación de esta pas-toral en las islas, y especialmente en las de Gran Cana-ria y Tenerife, fue sorprendente. No otra finalidad pudo producir, porque, acostumbrados a vivir sus hijos en un ambiente de tranquilidad sólo alterado por las conmociones políticas de la madre patria, la lectura de la misma en todas las iglesias, el respeto que merecía el Dr. Chil como médico investigador y ciudadano distinguido, y sobre todo el no estar acostumbrado el pueblo a esta clase de castigos espirituales, levantaron un estado de opinión entre los simpatizantes de una y otra parte actuantes en la cuestión, que se tradujo en la existencia de hechos desagradables mantenidos durante algún tiempo en efervescencia, hasta que el transcurso de los años fue enterrándolos en el silencio. Por su parte, mi biografiado, ante tal campaña y excomunión, se preguntaba disgustado y entristecido: ¿ a qué es debida tan sangrienta cruzada?, ¿ qué signi-ficación tiene desde el punto de vista de las relaciones humanas, tan tajante determinación? Es verdad que en la introducción de la obra sentaba doctrinas bas-tante añejas conocidas en el ambiente científico de las naciones cultas, las que siendo discutidas en este te-rreno no fueron objeto jamás de resoluciones extremas por parte de la Iglesia. Fui el primero en confesar que no las había inventado ni cabían caprichos en esas teorías, pues si el estudio de la naturaleza es el estudio de los fenómenos productos de la observación, contra ellos no había textos de escritura, opiniones de Padres de la Iglesia, ni argucias teológicas. Es m��s - conti-nuaba diciendo-, cuando los teólogos que han cen-surado los primeros fascículos de mi obra, puesto que aún ha de pasar tiempo para verla terminada, me de-muestren que los hechos son una mentira, que las cien-cias exactas nos engañan, que lo que se ve no es tal cual lo vemos, que el sabio legislador del pueblo he-breo, el historiador de la creación, no escribió lo que la tradición le había comunicado, que lo que hoy se sabe, se ha descubierto y se ha observado, es una farsa indigna, yo seré el primero en rendirme a ese torrente de textos que los entendidos sinodales han aglomerado en su censura interpretándolos de la manera más có-moda que les ha parecido. Lejos de mi ánimo - sigue respondiendo- im-pugnar nada de lo que allí se manifiesta, lejos de mí ridiculizar una carta que emana de un Prelado celoso que cree ver originalidad donde no hay sino simples referencias, un resumen y no más de lo que han obser-vado y escrito hombres por tantos títulos respetables. El Iltmo. Sr. Urquinaona ha cumplido como Obispo de igual manera que yo seguiré cumpliendo con mi cargo de historiador o coleccionador de datos y noti-cias para los que toman sobre sí, algún día, la difícil pero honrosísima tarea de escribir la Historia General de las islas Canarias. Por lo mismo no he debido pres-cindir de transcribir íntegro un documento en el que la dulzura del Pastor y su celo Apostólico que no lo es menos, resalta de un modo notable al lado de la suficiencia y sabiduría de sus distinguidos sinodales que no escasean los epítetos caritativamente depri-mentes de mi persona humilde y de la distinguidísima de los sabios en cuyos libros he aprendido la ciencia. i Si esos Sres. teólogos los hubieran estudiado con la asiduidad y constancia que yo lo vengo haciendo desde hace mucho tiempo, de seguro que los habrían tratado con el respeto que merecen la ciencia y los años! Si alguna amargura hay en mis palabras, no es porque esa condenación me haya afectado ni porque el número de suscriptores haya disminuido, no; hay en mí, un sentimiento más noble y elevado ; el disgus-to que me causa ver que así se cierran las puertas a la inteligencia, que así se quiera cegar al hombre y pri-varle de admirar y contemplar la obra de Dios, que es más grande a nuestra limitada comprensión cuanto más se estudie el globo que habitamos y la estrellada bóveda que le rodea. Como es natural comprender y siempre sucede en estos casos, las opiniones de los ciudadanos se di-vidieron en uno y otro sentido. El asunto se prestaba a ello, y unos con entereza de ánimo, otros con indife-rencia, y los menos, temerosos de ser descubiertos, mostraban de palabra y por escrito sus simpatías hacia una de los dos contendientes. En el extranjero M. Eugenio Véron publicó en Le Bien Public, de París, un artículo titulado " Exco-munión de la Antropología" en el que manifestaba: " Todo el mundo sabe que hay una verdadera ciencia y una ciencia falsa, como hay una libertad del bien y una libertad del mal. El clero está por la primera contra la segunda y esto es bastante natural, pues la primera es la que él hace y la segunda la que lo deshace. Si nos remontamos a 250 años vemos que el represen-tante dela ciencia era Galileo. Los verdaderos sabios de la Inquisición apoyándose en el testamento infali-ble de Josué condenaron al sabio distinguido a prisión y a la tierra a la inmovilidad. Hoy Satán está represen-tado por el Dr. Chil que ha tenido la audacia impía de exponer, en el prefacio de su obra Estudios histó-ricos, climatológicos y patológicos de las islas Cana-rias, las doctrinas de la Sociedad de Antropología de París sobre el origen del hombre. Este monstruo vomitado por el Imperio no teme confesar que entre las afirmaciones del Espíritu Santo representado por Moisés y las inducciones de Lamarck, Darwin y tutti cuanti, no vacila un instante en optar por los últimos. De la misma manera, el digno Obispo don José María Urquinaona Bidot no titubea, por su parte, en arrojar el anatema sobre este peligro detestable y en mandar a recoger todos los ejemplares por los curas de aquellas benditas islas. Sin embargo, tuvo el cuidado de reparar de antemano todas las lumbreras de la ciencia ecle-siástica. Un sínodo de sabios episcopales ha declarado sacrílega la obra del Dr. Chil y absurdas e insensatas las doctrinas que contiene. Por su parte, en la " Revue d9Anthropologie" del año 1878 ( tomo V número 4) editada en París bajo la dirección del Profesor Broca, publicó Ludovico Martillet un largo artículo dedicado a esta obra del Dr. Chil, que fue calificada de impía de absurda por un sínodo de teólogos, anatematizada por el Obispo de Canarias don José María Urquinaona Bidot y con-fiscados todos sus ejemplares por los sacerdotes de las islas afortunadas. Es más, a los fieles que persis-tieran en guardarlos a pesar de las órdenes formales dadas por los superiores eclesiásticos, se les amena-zaba con cerrarles las puertas de la penitencia y abrir-les las del infierno. Entrando en materia, se pregunta M. Martillet: ¿ De qué se acusa culpable al Dr. Chil? Sencillamente se responde, por exponer en la introducción de la mis-ma, sin comentarlas, las teorías del transformismo tal y como la concibieron Lamarck, Darwin y sus discí-pulos. Como era de esperar, sigue comentando, la publi-cación de la obra produjo gran emoción, porque jamás se había dado a conocer en letras de imprenta, una riegación tan atrevida de la autoridad divina, y jamás se había dicho y sospechado que el hombre no hubiese sido hecho a la imagen de su Creador. Con tal motivo, El Gólgota, revista religiosa de Las Palmas de Gran Canaria, lanzó el primer grito de alarma y llamó la atención de los eclesiásticos hacia su autor, hasta el punto de que fue separado del seno de la Iglesia y su tío, el Venerable Canónigo de la Catedral, amonestado por estar a él dedicada la obra. Como consecuencia, el Obispo, con gran pena de su alma, emitió su opinión contra las doctrinas perniciosas expuestas en ella ten-dentes a oscurecer el sol de la fe en menoscabo de la revelación divina, la observancia de la ley sagrada y la sumisión a la Santa Iglesia. Para remediar el mal, para impedir que los fieles no escaparan a su abrazo paternal, el Obispo Urqui-naona nombró una comisión de teólogos encargada de examinarla y censurarla. Terminado, poco tiempo des-pués, el correspondiente informe, es curioso deducir de su lectura, continúa diciendo el Sr. Martillet, desde todos los puntos de vista estudiado, el grado de into-lerancia y de aberración a los que había llegado el Ca-tolicismo al otro lado de los Pirineos. Y para demostrarlo, el mismo comentarista hace alusión a algunos paisajes del mismo llenos de un li-rismo realmente suspicaz. En efecto, copiando algunos párrafos del referido informe dice: " Ellos no son más que librepensadores bastante corrientes que asaltan con impetuosidad el trono de la Verdad Eterna, que marchan en pos de la investigación de otras fuentes y penetran con singularidad arrogante en términos desconocidos y bajo el imperio de una razón obcecada y de una inteligencia obscurecida, y que se imaginan haber descubierto voluminosos torrentes de luz y ver-dad para regenerar a la humanidad. ¡ Miserables! Ellos no ven en su frenesí, el germen de la corrupción arrolIado por estas aguas que se parecen a aquellos que engloban la prole humana, dejando tras ella la ruina y la desolación, derramando las tinieblas sobre la inteligencia, corrompiendo la voluntad, falseando los principios de la ciencia, aniquilando la justicia y la moralidad de los pueblos. Leones que devoran rugien-do alrededor de la generación creyente, se esfuerzan en impregnarles el veneno de sus doctrinas. No saben ellos que si el hombre no hubiera tenido por guía otros principios que los proclamados por sus rugidos, la tie-rra seria presa de la desolación más espantosa y la vida social llegaría a ser imposible." " Según la escuela a la que pertenece Chil, el hom-bre es un mono perfeccionado cuyo cerebro está do-tado de la facultad de abstracción. El hombre es un mono perfeccionado repite. i Qué absurdo ! Moisés nos dijo que Dios creó al hombre a su imagen y seme-janza. ¿ Es posible dudar de la intervención inmediata de Dios en la formación de esta obra? ¿ Puede hablarse de la creación del hombre con una claridad más evi-dente? ¿ Puede sostenerse todavía que el hombre no es más que una modificación del mono? La fe nos en-seña cómo en la plenitud del tiempo, el Verbo Eterno para rescatar al hombre unió hipostáticamente la na-turaleza humana y la divina, y las conservó enteras, distintas y sin mezclas. Por otra parte, el Dr. Chil compara al hombre con los animales salvajes y nos lo muestra viviendo de frutos, raíces y carne cruda, como si fuera un antropófago nómada viviendo o refugián-dose en las cavernas, sin tener nociones del fuego ni de la manera de preparar sus alimentos. El Génesis elevando su autorizada voz destruye estas alegaciones inciertas. Plantaverat autem Dominus Deo paradisum a voluntates a principio in que posuit hominem quem formaverat. Es pues evidente, que en el paraíso y no en las cavernas, Dios ha colocado al hombre desde el principio, pues en él no ha tenido necesidad de nu-trirse de raíces y carnes crudas, ya que las especies que poseía eran agradables a la vista y dulces al gusto. El Señor no había dicho a Adán, ¿ tú comerás de todos los árboles del jardín a excepción del de la ciencia del bien y del mal? Cuanto a la inteligencia del primer hombre, el libro sagrado la pone en evidencia, ya que Adán dio de conjunto un nombre a todas las especies animales y de pájaros y Dios le dotó de un espíritu de ciencia y prudencia para distinguir el bien del mal, por lo que no es admisible pretender que el hombre carezca de nociones tan usuales como las de hacer el fuego y preparar los alimentos." Después de argumentar contra el materialismo, concluye diciendo el referido informe " que la obra" Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las islas Canarias, es mala desde todos los puntos de vista, por lo que debe ser declarada de falsa, impía, escanda-losa y herética." El Dr. Chil, añade por su parte M. Martillet, tiene hoy la triste experiencia de haber sufrido las amenazas del Obispo condenándole a la excomunión de los sa- cerdotes y predicando desde la cátedra evangélica el ateísmo de la obra y de los fieles que la han secuestrado como pestífera. Sus amigos, por otra parte, le han abandonado, sus suscriptores se han retirado aterro-rizados por las amenazas de los curas, pero ¿ qué im-porta? La obra continuará publicándose desde el punto de vista trazado; y nosotros, franceses, nos sentimos satisfechos al felicitarle con coraje y tenderle una ma-no amiga. La excomunión del Dr. Chil por el Obispo Ur-quinaona tuvo resonancia en los " Anales del Libro Pensamiento Internacional". El reportaje de Ludovico Martillet que antecede, publicado en la Revue d'An-thropologie, fue difundido en Inglaterra y Estados Uni-dos en libros de orientación anticlerical, no antirreli-giosa. Y así en la revista Acdemy, tomo XIII ( 1878), se dice que la iglesia no sólo se contentó con denunciar la obra, sino que condenó al Dr. Chil con excomunión mayor, lo cual en las Islas Afortunadas quiere decir aislamiento social. Este comentario de Academy fue transcrito veinte años más tarde en el famoso tratado anticlerical de Andréw D. Wlicte, que tiene por título A History of the Wc~ rfareo f Science with Theology in Christerdem, ( una historia de la guerra de la ciencia con la teología en la Cristiandad) el que en su nueva edición publicada en New York en el año 1955, incluye el informe de los teólogos nombrados por el Obispo Urquinaona sobre la obra de Chil, como exponente del furibundo antidarwinismo de los sectarios protestantes de los Estados Unidos. De nuestra nación y de nuestra isla recibió don Gregorio numerosas cartas de adhesión, de las cuales haré relación sucinta de aquellas que lo merecen, por el interés de su contenido. Así don Rosendo García Ramos y Brétillard, con fecha 16 de julio de 1876, le decía desde Santa Cruz de Tenerife, refiriéndose a la teoría de la creación progresiva basada en las ideas del célebre naturalista francés Lamarck tal cual vieron la luz en Francia en 1802, que la misma no implica una formación positiva o terminante de ateísmo, ni siquiera de no intervención de una divinidad en la organización de los vivientes de nuestro planeta. Asi-mismo don Nemesio Gili, también desde Santa Cruz y en carta firmada el 21 del mismo mes y año, le ma-nifestaba que la obra publicada revelaba poseer pro-fundos conocimientos científicos, pues en la introduc-ción que la encabezaba hallábanse en sólida doctrina los últimos adelantos de la ciencia moderna, resultado de los preciosos trabajos llevados a cabo por Lyell, Lubbok, Vogt, Huxley, Dupont, Broca, Granolet etc. Todos estos conocimientos - añadía- le colocaban a Vd. a envidiable altura, pero si algo faltaba al cuadro era la correspondiente sombra que hiciese resaltar la brillantez del colorido y ésta también la posee Vd. ahora; de ello se ha encargado el Sr. Obispo. " Felicito a Vd. por la obra y añada su nuevo parabién por la cen-sura que contra ella ha sido fulminada. No sé si en una sociedad poco dilatada puede ella proporcionarle dis-gustos; si así fuera, no le será difícil sobreponerse a ellos, que no pueden turbar la serena región de la ciencia los aullidos rabiosos de la impotente i, a noran-cia." Por su parte, el abogado de la misma capital tiner-feña, don Miguel Villalba Hervás, que fue Gobernador Civil de la provincia durante los meses de abril a oc-tubre de la Primera República Española, en escrito de fecha 23 de julio de 1876, le decía: " Una vez más se ha cumplido una ley histórica. Los sacerdotes del oscu-rantismo excomulgan al sacerdote de la ciencia. Fal-taba a Vd. este timbre y la dura cerviz teológica se la ha otorgado. Sea mil veces enhorabuena." En 7 de agosto de 1876 el Secretario del Ayunta-miento de Gáldar, don Francisco Ramos, le manifesta-ba que, con motivo de haberse leído en la iglesia de aquella población la carta pastoral del Obispo con-denando su obra para dar vida al fanatismo, causa de todos los males que a la sociedad afligen, quería felicitar a Chil por el nuevo laurel que acababa de obte-ner en su científica carrera de historiador canario. Estas cartas le sirvieron de consuelo y aliento para seguir trabajando en el estudio y publicación de la obra, sobre todo cuando se vio obligado, por efec-to de la excomunión, a trasladarse a la isla de la Ma-dera para contraer matrimonio con su segunda esposa, doña Rosenda Suárez Tascón, el día 17 de junio de 1876. En 1 de febrero de 1878, el periódico Atlante es-cribía: " No tema el Dr. Chil la censura de espíritus mezquinos que sin tener conocimiento del asunto y atendiendo al interés de secta tratan de retener la difu-sión de su importante obra. Sus esfuerzos en este punto serán tan varios como lo han sido para retener el progreso de las ideas." Con fecha 8 de febrero de 1878, don Agustín Mi-llares Torres, en el mismo periódico, hacía considera-ciones sobre los esfuerzos llevados a cabo por los que trabajan intelectualmente luchando contra la escasez de manuscritos, libros y objetos curiosos para dar a conocer sus estudios. Asimismo ponía de manifiesto . lo que es necesario combatir cuando escasean los me-dios económicos y cuánto daño hacen los ultrajes " lanzados, por el solo hecho de tener el valor de exponer su opinión en uso de sus íntimas convicciones, y de despreciar el lodo arrojado por las manos de los que creen manchar al hombre honrado y laborioso consa-grado al bien de su patria. Refiriéndose a la obra añadía que era un monu-mento glorioso que levantaba a su patria y que, aun cuando no se había terminado de publicar el primer tomo, el plan trazado era vasto porque en su concep-ción cabían todos los detalles históricos y científicos que ofrecía el archipiélago a las investigadoras miradas de los sabios. El estilo es claro, castizo y elegante y la franqueza con que expone sus opiniones y manifiesta sus dudas, le conquista las simpatías del lector. El Dr. Chil concibe la historia como felizmente empieza hoy a escribirse, y su espíritu libre pensador que vivi-fica sus páginas es el motivo más seguro que tiene el autor para rendir tributo a la ciencia moderna, y para emanciparse de la tutela que durante siglos se ha ve-nido ejerciendo en la esfera de la inteligencia parali- zando todo movimiento progresivo y anatematizando todo conato de libertad. En 28 de febrero escribía Sabino Berthelot desde Santa Cruz : " La coordinación de esta obra es perfecta y Vd. ha sabido arreglarla según un plan de los mejores concebidos. Todos aquellos que se ocupan de las cien-cias piensan como yo y cuando esta obra magnífica esté finalizada, tendrá Vd. la gloria de haber dotado a vuestro país de un libro precioso y de los más instruc-tivos sobre las grandes cuestiones que han sido tra-tadas con la alta crítica, la independencia de opinión y el saber que a Vd. distingue. Lo que voy a decirle no es un elogio; entre nosotros la alabanza está de más, y me sería penoso que Vd. pueda asimismo sospe-charlo." Un año después, en 5 de febrero de 1879, don An-tonio María Manrique decía: " Doy a Vd. la enhora-buena por la gloria imperecedera que se ha conquis-tado haciendo un grandísimo beneficio a la Humanidad entera y muy particularmente a aquellos seres que yacen envueltos en el romanticismo, pues al fin y al cabo sustentarán sus errores no por convicción, sino por sistema y necesidad imperiosa." En 13 de mayo de este mismo año, don Francisco Giner de los Ríos escribía: " Todo el mundo conoce al Dr. Chil y sus Estudios, pero quizá, y no es corta ventura que así acontezca, los nacionales sabemos e1 precio de sinsabores y quebrantos que, como es natural en estos pueblos y tiempos, le cuestan los servicios que ha prestado a la Ciencia y a la cultura patria." Pasaron los meses y con ellos fueron apareciendo los restantes fascículos del primer tomo hasta su ter-minación, no obstante las dudas de los timoratos y enemigos. Durante este tiempo fue víctima el Dr. Chil del comportamiento de algunas personas abiertamente reñidas con todo lo que significaba progreso y adelanto de la ciencia, y de la conducta de otras que, por su posición económica y diplomas, estaban llamadas a dar ejemplo de buena educación. Condenada, como es sabido, la obra por un sínodo de teólogos, que ignoraban por completo los elementos m. ás triviales de la geología paleontológica y de todo aquello que tenía relaciones con la historia del mundo y del hom-bre, llevaron los disconformes su ensañamiento hasta intentar privarle de la clientela, pintándole a los ojos de los timoratos como un ateo y por lo tanto carente de conocimientos médicos. Y ello fue tanto más la-mentable cuanto que entre las personas que más le persiguieron algunas ocupaban altas jerarquías ecle-siásticas. Como consecuencia de esta conducta, muchos suscriptores se retiraron inducidos por los consejos y amenazas de los detractores pensando sin duda en que al ser los ingresos recaudados menores que los gastos, llegaría a suspenderse la publicación de la obra. Sin embargo no sucedió así, porque mantenido el Dr. Chil en su empeño de continuarlos y llevarlos a buen tér-mino, había montado, como ya he referido, un esta-blecimiento tipográfico qui si bien le costó muchos miles de francos, le hizo economizar algunas canti-dades. Al aparecer el segundo tomo en el año 1880, la prensa liberal siguió halagándolo como antropólogo y como historiador, pues sus escritos, basados en las doctrinas del darwinismo, habían merecido plácemes de eminentes gublicistas de Europa. Bien es verdad que desde joven reveló poseer espíritu de investigador y que sus estudios de la naturaleza y de las razas hu-manas fueron su preocupación constante, ya que dota-do de conocimientos científicos trabajó en la solución del problema más espinoso que la filosofía puede pro-poner; esto es, el origen de la especie hominal. Por otra parte, siguió las leyes desarrolladas magistral-mente por Darwin, y acometió con gigantescos alien-tos la ardua empresa de buscar al hombre de los largos siglos prehistóricos. Los agravios a su persona continuaron por to-dos los medios posibles, siendo dignos de mencionar los inferidos a su tío y padrino, el Canónigo don Gre-gorio Chil Morales, por haber aceptado la dedicatoria de la obra, y los dirigidos al presbítero y Licenciado en Derecho Civil y Canónico don Emiliano Martínez de Escobar y Luján, por prestar a dichos trabajos su autorizado criterio. Si a ello se añaden los cuantiosos gastos que la publicación llevaba consigo, puede de-ducirse la serie de contrariedades y disgustos que venía sufriendo don Gregorio. En relación con ellos no puedo menos de transcribir párrafos de una carta que con fecha 8 de febrero le envió un amigo: " Comprendo todo lo que Vd. ha sufrido; sé que el mundo, lleno de gentes malévolas y envidiosas, muerde a todos los que valen y tira piedras a los que están altos, ¿ y cómo no había de ser Vd. blanco de sus tiros si se alejaba del vulgo y formaba parte de los hombres de ciencia? No extrañe Vd. las persecuciones que ha sufrido; nadie es profeta en su tierra." Poco después, en este mismo año de 1882, falle-cieron aquellas dos personas y, a pesar de ello, el Dr. Chil supo perdonar las ofensas que le habían pro-ferido los disconformes con las teorías defendidas en su obra, porque estaba convencido de que la única verdad que se encuentra sin buscarla y que se abraza sin discutirse, es la eterna: Dios. Sin embargo, lo que nunca pudo olvidar fue la mordacidad de la ignorancia al querer calumniar a la ciencia. Si a ello se une la des-aparición del célebre matemático don Jerónimo Fron-tera ; del profesor De Mortillat ; del doctor Vilanova, eminencia en Paleontología; del profesor don Pedro González de Velasco; Director del Museo Antropo-lógico, del Gabinete de Curación y de la Sociedad Antropológica de Madrid ; y del Dr. don Vicente Pérez de la Orotava, puede colegirse el estado de ánimo que le dominaba y la tristeza en que estaba sumido. En carta de 8 de mayo de 1883, don Salvador Pa-dilla Pérez le manifestaba que había encontrado su-blime y magníficamente redactada su interesante obra científica cuya producción demuestra el esclarecido talento, conocimientos y disposiciones brillantes de que es acreedor. En la sesión celebrada por la Sociedad de Antro-pología de París, con fecha 4 de noviembre de 1887, M. Cavalier de Cuverville, Contraalmirante de fraga-ta, al referirse el Dr. Verneau a la antigua población del archipiélago canario, llamó la atención de la dicha sociedad sobre los trabajos del Dr. Chil. Amigo del llorado Broca - dijo-, hizo sus estudios en la capital de Francia y sentía por ella vivísimas simpatías. Tan sabio como modesto investigador, dirige en Las Pal-mas un museo, en donde ha logrado con grandes es-fuerzos y sacrificios reunir las reliquias de aquella interesante raza primitiva de los guanches, cuyos orí-genes permanecen rodeados de profunda oscuridad; allí se encuentran, en orden perfecto, cráneos, osamen-tas, momias recogidas en las cavernas que servían de necrópolis y especímenes de la industria de los aborí-genes. El Dr. Chil contribuyó a esclarecer esta impor-tante cuestión con la publicación de la obra Estudios que completan los llevados a cabo por Well, Webb y Berthelot. Pasados unos años, en febrero de 1891, sin dejar de sucedérse ' las contrariedades que le amargaron la existencia, sufrió el dolor irreparable de la muerte de su íntimo y leal amigo, unido en vida en París y Las Palmas, Dr. Juan Padilla PadiIIa, con quien colaboró profesional y científicamente, copiando y coleccionan-do muchos y valiosos manuscritos que constituyeron rico tesoro para sus trabajos. En octubre de 1894, el Catedrático de Anatomía de Madrid, don Federico Olóriz, le rendía tributo de admiración por ser uno de los antropólogos más no-tables de nuestro país; y en abril de 1897, Jean d'Arden-ne participaba que, retirado el Dr. Chil de su profesión, había llevado a cabo con honor y gloria un trabajo erudito y una obra considerable conocida con el título de Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las islas Canarias, de la cual iban publicados dos tomos. Al aparecer el tercero, en el año 1899, el Dr Chil manifestaba que, a pesar de los numerosos aspectos que presentaba la historia de Canarias, tenía el pro-pósito de continuar la línea de conducta que se ha-bía trazado desde el comienzo, aunque haría algunas observaciones sobre lo ya conocido. Era muy cierto - añadía- que había encontrado los mismos escollos y las mismas dificultades durante su publicación, que había consumido su tiempo, gastado el dinero y abu-sado de sus amigos, y que si continuaba editándola lo hacía impulsado por su amor a la tierra y por los alientos cariñosos de don Amaranto Martínez de Es-cobar, campeón de la literatura isleña y Secretario Perpetuo de El Museo Canario. Gracias a él siguieron apareciendo sin interrupción los fascículos, hasta que tuvo lugar el fallecimiento del autor, en la madrugada del 4 de julio de 1901, fecha en que dejaron de com-ponerse los sucesivos y la obra quedó suspendida. E1 resto del original se conserva inédito en unas cajas preparadas al efecto en los archivos de la Sociedad, esperando a que ella o alguna otra corporación oficial, le tribute el honor de darla a conocer a su patria. SUS MATRIMONIOS Don Gregorio Chil Naranjo, al cumplir los 31 años de edad, casó en primeras nupcias con doña Alejandra Jaques Merino, hija de don Juan Gregorio Jaques de Mesa y Pacheco Solís - Coronel de Milicias del Regi-miento de Guía, Caballero de Cruz y Placa de la Real y Militar Orden de San Hermenegildo, Alguacil Mayor y Fiel Ejecutor de la Real Audiencia de Canarias- y de doña Estebana Merino y Ruiz de Quesada, naturales respectivamente de Las Palmas y la villa de Santa Ma-ría de Guía. Doña Estebana era Patrona de la Capilla de la Trinidad de su iglesia y falleció en su casa de la calle de San Justo de esta ciudad el 25 de diciembre de 1842. De esta unión perteneciente a la más rancia nobleza y efectuada el 10 de noviembre de 1801, na-cieron diez hijos ( cuatro varones y seis hembras), de las cuales Alejandra, nacida en 21 de junio de 1817, fue la séptima. Fueron sus abuelos paternos don Agus-tín Jaques de Mesa y Acedo y doña Josefa Pacheco Solís Carauso, naturales de Las Palmas y Santa Cruz de Tenerife, y maternos el Capitán don José Merino Muxica y doña Estebana Ruiz de Quesada, naturales de Guía y Gáldar, según consta en sus partidas de na-cimiento. Oriundo de Flandes, el apellido Jaques ( cuya tra-ducción a nuestra lengua corresponde al nombre pro-pio de Jaime) pasó a España a principios del siglo XVI y se estableció en la ciudad de Pamplona. Varios de sus caballeros ingresaron en distintas órdenes milita-res y civiles y ostentaron títulos del Reino. La rama establecida en Canarias tuvo su primer asiento en el Valle de la Orotava y desde allí se repartió por distin-tos lugares de las islas. Avecindada en la calle de la Botica, hoy Remedios, doña Alejandra había casado, antes de su unión con don Gregorio, con los hermanos Bernardo y Salvador González Torres del Real, hijos de don Felipe González Torres y doña María Isabel del Real Martínez, natu-rales y vecinos de la villa y Puerto de la Cruz de la Orotava, en la isla de Tenerife, los que, al quedar huér-fanos cuando contaban pocos años de edad, fueron recogidos, educados y atendidos por sus tíos don Lu-cas, comerciante hacendado de Las Palmas, y doña Ma-ría Gil, que vivían en la calle Torres, número 8, de esta misma ciudad. Don Bernardo nació en 1796 en el Puerto de la Cruz, fue Vicecónsul de los Estados Unidos de Amé-rica y de Holanda y Alcalde Corregidor Constitucional de Las Palmas en el año 1842, fecha en que tuvo lugar el incendio de las Casas Consistoriales. Dotado de carácter decidido y enérgico, inició la cuestión pú-blica para proceder a su nueva construcción, solicitó ser inscrito como primer socio de número en la reunión de notables convocada para la constitución de El Ga-binete Literario y fue nombrado su Presidente en el año 1846. Casó in fasciae eclesiae, el 25 de agosto de 1844, cuando contaba 48 años y doña Alejandra 27 y tu-vieron dos hijos: Esteban, que celebró sus bodas con doña María Dolores de Rosa y Falcón, hija del Dr. don Miguel de Rosa Báez, y Félix, casado con doña María Teresa Rivero González. Falleció don Bernardo en el año 1851, durante la epidemia de cólera morbo. El segundo marido, don Salvador Antonio Ber-nardino, nació en 1801 y murió el 28 de enero de 1857. Doctor en Medicina y Cirugía por las facultades de Montpellier y París en el año 1831, médico del Hospital de San Martín y vocal de la Comisión Sanitaria, lo fue igualmente de la de Recreo de El Gabinete Lite-rario. Asistió a las epidemias de fiebre amarilla ocurri-das en los años 1838, 1846 y 1847 y a la del cólera del año 1851, por cuyo motivo fue honrado con el nom-bramiento de Caballero de la Orden Americana de Isabel la Católica, retirándose de la profesión por ha-ber quedado enfermo a consecuencia de esta última epidemia. Casado con doña Alejandra cuando canta-ban 51 y 35 años de edad, procrearon dos hijos llama-dos Salvador, muerto en estado de soltería, y Bernarda, unida en matrimonio con don Santiago Fierro Van de Walle, natural de Santa Cruz de La Palma, del cual tuvo siete descendientes, José María, Alejandra, José María, María, Salvador, Félix y María del Carmen. Pues bien, al finalizar el año 1862, contrajo ma- trimonio doña Alejandra con don Gregorio, del cual tuvo una hija que murió a los pocos meses de nacida. Domiciliados en la calle de Torres número 10, abrió el Dr. Chil su despacho y atendía a su clientela. Tomó don Gregorio posesión de la biblioteca de don Salva dor, así como de cuatro esqueletos que éste había traído de Francia, donde había estudiado su carrera. Doña Alejandra Jaques Merino. 98 99 Don Gregorio Chil Naranjo, de 31 años de edad, durante la Expo sición de Agricultura del año 1862. Era doña Alejandra mujer vistosa, elegante y enérgica, por lo que nada tiene de extraño que don Gregorio, más joven que ella, se enamorara a pesar de su pasado matrimonial. Por otra parte era decidida y autoritaria y formaba parte de una logia masónica titulada " La Afortunada" que publicaba un periódico con el mismo nombre. Esta logia estaba situada en una casa de su propiedad, sita en la calle de Travieso, a cuyas reunio-nes asistía con el sobrenombre de Hermana Lucrecia Borgia. Poco después, el 26 de enero de 1869 falleció repentinamente, cuando contaba 52 años de edad. Pasados nueve de la muerte de su primera esposa, celebró su segundo matrimonio con la señorita Ro-senda Isabel Amalia Suárez Tascón, hija legítima de don Vicente Suárez Naranjo - Capitán del Regimiento Provincial de Telde, natural y vecina de Las Palmas-y de doña María Maximiana Tascón Perdomo, natural de Telde y vecina de Las Palmas con domicilio en la Plaza de Santa Ana número 7. Nacida el 10 de julio de 1833, en esta ciudad, y bautizada en la parroquia de San Agustín, fueron sus abuelos paternos don José Suárez Alvarado y doña Josefa Naranjo, y maternos don Juan Tascón, Capitán de Infantería y doña María Perdomo Ruiz. Tenían, en 1876, 45 y 43 años de edad respectiva-mente. Por este tiempo se habían publicado los pri-meros cuadernos de los Estudios históricos, climato-lógicos y patológicos de las islas Canarias, obra que, conforme detallé en páginas pasadas, fue excomul-gada por el Obispo de la Diócesis Don José María Urquinaona y Bidot. Vivía por entonces don Gregorio antes de casarse en la casa de su tío y padrino don Gregorio Chil Mo-rales, sita en la calle del Espíritu Santo, alternando la tranquilidad del hogar, muerta su primera esposa, con la asistencia a los enfermos y obligaciones espirituales compartidas con su tío; pero un día de los primeros meses de este año de 1876, al entrar el Canónigo en su despacho, le dijo, con voz apagada por la emoción y con lágrimas en los ojos y entre sollozos: " Tengo órdenes terminantes del Prelado de que dejes esta ca-sa" ; y el doctor, sin más consideraciones y haciéndose cargo del mal rato que estaba pasando, le contestó, sin esperar a que asomara a su cara la más leve pro-testa : " Está bien ..., tío". Bastó este simple diálogo para decidirse a casar, ya que no podía continuar viviendo con el Canónigo. En su vista, se dirigió al domicilio del párroco que le correspondía para solicitar la administración del sacra-mento que bendijera la unión con su prometida, y co-mo su respuesta fue negativa, sin pérdida de tiempo se decidió a hablar con el Prelado, sin contar con que " su celo apostólico - son palabras del Dr. Chil- no guardó armonía con la más trivial cortesía toda vez que hizo uso de un lenguaje incorrecto". Ante tal res-puesta y sin más miramientos ni dilaciones, resolvió contraer matrimonio fuera de la nación, a cuyo efecto, y de conformidad con su futura esposa, embarcaron ambos para la isla de la Madera, donde en su Catedral fueron bendecidos solemnemente el 19 de junio de 1876. De más está el decir que fueron recibidos con toda hospitalidad, especialmente por el historiador y jurisconsulto don Álvaro Rodríguez de Acevedo, pro fesor de Oratoria Poética y Literatura del Liceo Na cional de Funchal. Dolorido por el comportamiento de las autoridades religiosas de su isla, contrapuestas Doña Rosenda Suárez Tascón, en la fecha de su matrimonio con Don Gregorio Chil. 102 en un todo a las vivas simpatías y al trato fino y ca-balleroso de los habitantes portugueses, pensó en que-darse a vivir en Madera, si no hubiera sido porque, al caer enfermo, el compañero que le asistió le acon-sejó regresara seguidamente a Las Palmas o fuese a tomar aguas minerales en balneario adecuado para en-fermedades reumáticas. Como consecuencia de este consejo decidió vol-ver a Canarias, sin pasarle por su mente que el Prelado había dado órdenes de que se instruyese el correspon-diente expediente para dar al traste con el matrimonio celebrado en la mencionada Catedral, que desempeña-ba al mismo tiempo las funciones de parroquia, no sin antes haber descargado su furia sobre el presbítero y Licenciado en Derecho Civil y Canónico don Emiliano Martínez de Escobar, por considerarlo autor del con-sejo tomado. En esta situación don Gregorio puso en movi-miento todas sus amistades e influencias para contra-rrestar las decisiones del Obispo. A tal fin el Cónsul de España en Funchal, don Ventura de Castellón, obe-deciendo petición de don Gregorio, con fecha 25 de agosto de 1876 solicitó del Vicario Capitular copia de la partida de casamiento para hacer la inscripción de la misma en el registro municipal de la Madera y enviarla, una vez firmada, a Madrid con el fin de ac-tivar su despacho en los Ministerios de Estado y Gra-cia y Justicia y evitar su anulación. Pero fueron tantos los obstáculos que encontró en su tramitación y tal la extrañeza que producían las comunicaciones recibidas de la Diócesis de Canarias, que el propio cónsul, al verse sorprendido por la pregunta que le hizo un canó nigo portugués respecto al permiso que necesitaban obtener del Obispo para casarse, respondió que sólo estaban obligados a presentar los documentos legales. A pesar de ello, el 27 de septiembre del mismo Don Gregorio Chil y Naranjo, en la fecha de su matrimonio con Doña Rosenda Suárez Tascón. 104 año volvió a escribirle el referido cónsul diciéndole que al fin había logrado la copia del acta de casamiento y remitídola al Ministerio de Estado. No obstante ello, nada pudo conseguirse porque, en virtud de la senten-cia dada por el Excmo. y Reverendísimo Prelado Dio-cesano de Canarias con fecha 9 de abril de 1877, el celebrado en 19 de junio del año anterior en Funchal quedaba anulado. En consecuencia volvió a instruirse un nuevo ex-pediente en el Obispado de Canarias, que no he podido encontrar, pese a mis solicitudes y búsquedas, en virtud del cual en 9 de mayo de 1877, el Licenciado don Domingo Cortés y Santmartí, Abogado de los Tribunales del Reino, Canónigo Doctoral de la Santa Iglesia Catedral de Canarias y Provisor y Vicario General del Obispado, pasó a las ocho de la noche de ese día a la casa sita en la plaza de Santa Ana núme-ro 7, jurisdicción de la parroquia de San Agustín, y en ella casó, como habitación de la contrayente, in fasciae eclesiae y por palabras de presente, al Dr. Gregorio Chil Naranjo, natural de Telde y vecino de Las Palmas, hijo legítimo de Juan Chil Morales, difunto, y de do-ña Rosalía Naranjo, con doña Rosenda Suárez Tascón, natural y vecina de esta ciudad e hija legítima de don Vicente Suárez Naranjo y de doña Maxímina Tas-cón, difunta y viuda de don Alfonso Rodríguez Falcón, después de practicadas las diligencias de estilo y dis-pensadas las tres proclamas prevenidas por el Santo Concilio de Trento. Fueron testigos don Vicente Suá-rez Naranjo y doña Catalina Suárez Tascón, padre y hermana de la contrayente. CREACIÓN Y FUNDACIÓN DE EL MUSEO CANARIO Puedo decir, sin temor a equivocarme, que la prin-cipal obra legada por Chil a la posteridad fue la crea-ción y fundación de la sociedad El Museo Canario. Al hacerlo así presente, no hago otra cosa que con-firmar la opinión sostenida por sus paisanos, unánimes en reconocerlo y proclamarlo en todos los sentidos. Comenzada la publicación de su obra Estudios históricos, climatológicos y patológicos de las islas Canarias, pasó por su mente la necesidad de estable-cer en la ciudad un centro dedicado a guardar y con-servar los numerosos objetos que tenía en su poder, relacionados con la existencia de los primeros pobla-dores. Era natural comprender, por lo tanto, que sien-do valiosas las colecciones que había logrado reunir en su domicilio, e importantes las relaciones cientí-ficas que sostenía con los maestros de la Antropología y de las restantes ciencias naturales de Francia y Es-paña, sintiera el deseo de fundar una sociedad donde reuniera el material de su propiedad, el disperso en otros sitios y el obtenido en las exploraciones llevadas a cabo en los distintos lugares de las islas. Un centro, en fin, que sirviera de enseñanza a los nativos y a cuantas personas nacionales y extranjeras estuvieran interesadas en estos problemas. De ahí que luchando y soñando con esta idea que venía inquietando su cerebro desde hacía tiempo, hi-ciera cuanto le fuera posible para convertirla en reali-dad, ya que durante su estancia en París supo aficio-narse a estos estudios puestos al día por sus maestros, y a dejarse dominar por el vehemente deseo de conocer sus secretos. Comunicada esta idea a un grupo de amigos, se dio cuenta seguidamente del cariño con que fue reci-bida y de las promesas y entusiasmos con que iban a corresponder, pues tal propósito no podía quedar en olvido dada la importancia y el papel que iba a des-empeñar en la historia de Canarias. Correspondieron, pues, los más entusiastas, percatados como estaban de la necesidad de llevar a cabo estas investigaciones, dado que el origen y vida de los primitivos pobladores de Canarias interesaba a todos los hijos de la región, y en especial a los que tenían conocimientos históricos y científicos de los canarios prehispánicos. Como se ve, la iniciativa de su creación partió del Dr. Chil y a fin de hacerla efectiva bastó solamente una simple convocatoria suscrita por él, don Andrés Navarro Torrens, don Juan Padilla Padilla y don Ama-ranto Martínez de Escobar, para que en la tarde del día 2 de septiembre de 1879 quedaran reunidos en el domicilio de este último, sito en la casa número 9 de la calle de López Botas. Una vez en ella, don Víctor Grau Bassas, don Mariano Sancho Chío, don Emilio Álvarez del Cueto y don Diego Ripoche Torrens, bajo la presidencia de don Juan Padilla Padilla como con-currente de más edad, y en compañía de la luz del sol que entraba a raudales por las ventanas iluminando las espirales del humo de los tabacos que se difumi-naban al ascender, fue nombrada la primera Junta Directiva de la Sociedad, que desde entonces tomó por nombre el de ' El Museo Canario'. Constituida ésta por don Domingo J. Navarro, Presidente; don Juan de León y Castillo, Vicepresi-dente l." ; don Andrés Navarro Torrens, Vicepresi-dente 2." ; don Juan Melián Caballero, Tesorero ; don Víctor Grau Bassas, Conservador; don Juan Pa-dilla Padilla, Bibliotecario; don Manuel Ponce de León, Vocal l." ; don Antonio Jiménez Suárez, Vocal 2." ; don Gregorio Chil Naranjo, Director; y don Amaranto Martínez de Escobar, Secretario, su primera declara-ción fue poner en conocimiento del público que la Sociedad tenía por fines principales la creación de un museo y una biblioteca destinados al desarrollo y pro-greso de la popular instrucción en los ramos que com-prende, y al estudio especial de los asuntos referentes al archipiélago canario en sus producciones naturales, arqueología e historia. Y para llenarlos contaba: l.", con un museo donde en sus correspondientes seccio-nes se hallasen coleccionados y expuestos al público objetos de ciencias naturales, antropológicos y de artes, especialmente los que se refirieran a este archipiélago y los que depositasen los particulares, siempre que és- tos los solicitasen; 2.", con un gabinete de reproduc-ciones o vaciados, anejos al mismo, de figuras clásicas y modelos de reconocido mérito para su estudio y com-paración ; 3", con una biblioteca y archivo canarios donde separadamente se encontrasen coleccionados periódicos, obras, folletos, manuscritos y autógrafos de escritores canarios y cuantas producciones relativas a estas islas se hubiesen publicado dentro y fuera de la nación' admitiéndose también en calidad de depósito las obras y producciones que con este carácter se en-tregasen; 4.", con una biblioteca general y gabinete de lectura para la instrucción y recreo de los socios y del público, donde deberán reunirse, para enriquecer su fondo, todas las publicaciones y revistas científicas y literarias tanto nacionales como extranjeras que los recursos de la Sociedad le permitieran adquirir; 5.", con una publicación periódica que reflejase la cultura intelectual del archipiélago en la forma y modo que la Junta Directiva estimase conveniente, o de anales, memorias y folletos que fueran manifestación de los trabajos de la Sociedad; 6.", organizará, para llevar a cabo estos fines, veladas o sesiones científico- literarias, donde se celebren y pronuncien discursos, certámenes y lecturas, bien en conmemoración de la inauguración de la Sociedad o de algún hecho notable relacionado con alguna ilustre entidad nacional o extranjera, o bien con conferencias públicas y privadas para la difusión de las letras, ciencias y artes canarias ; 7.", llevará a cabo excursiones científicas, exploraciones y rebuscas en esta isla y en las demás del archipiélago, siempre que las circunstancias lo permitieran; 8.", sostendrá una activa correspondencia con las sociedades afines y con los socios honorarios y corresponsales que se nombrasen a fin de coadyuvar a la mayor ilustración y adquisición de obras y ejemplares para el fomento de nuestra biblioteca y museo; y 9.", publicará obras inéditas canarias y traducirá e imprimirá las que en otros países se den a luz y sean de interés científico e histórico para estas islas. Aprobado el reglamento en lectura convocada al efecto, y admitido un buen número de socios, se dio cuenta de una instancia suscrita por varios de éstos, solicitando que el Ayuntamiento cediera provisional-mente las habitaciones altas de las Casas Consistoriales que miraban al norte de la plaza de Santa Ana, para instalar en ellas el museo y la biblioteca. Aceptada por la corporación la propuesta y arreglados los salones, se hicieron cuatro mesas para colocar los objetos con-seguidos y las colecciones de conchas y minerales que depositó don Dieg |
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