HISTORIA ORAL SAHARAUI:
RELATO DE UN INVIDENTE
LAROSI HAIDAR
199
Sidati Essalami sería uno de “aquéllos cuya enfermedad significa el
poderío de los dioses, y cuya “segunda vista” les pone en relación con el
reverso de las cosas, hombres privados visión común, reducidos a no
ser para nosotros sino pura voz” (Zumthor, 1989: 69).
“Quien se dispone a hablar es Sidati uld Essalami uld Lehbib uld Almastafa
uld Assayad uld Abdeluahab; de la tribu de los Aulad Bussbah, fracción Ahl
Sidi Abdala, subfracción Ahl Sidi Abdeluahab. Mi año de nacimiento no se
puede precisar, pero posiblemente sea entre 1939, 1940 o, como viene reflejado
en los documentos oficiales españoles, 1941. Mi padre se llamaba Mohamed
Salem y era apodado Sal-lami, y mi madre era Etfarrah ment Chel El-Uali uld
Chej Maalainin; nací en el río Blanco1 en Anagyir, cerca de Bir Enzarán por la
parte sur”.
Así es como introduce Sidati Essalami la grabación magnetofónica en la
que nos habla de su vida, una vida que refleja de manera general la de cual-quier
otro saharaui de su generación. Abordaremos esta pequeña biografía
“oral” en tercera persona, pues nos parece la más adecuada para este trabajo.
El día en que nació, según le contaría más tarde su tía abuela materna
Tul-atfag ment Chej Maalainin, las mujeres del campamento habían
estado turnándose, pues cada vez se reunían en una de las jaimas, ma-taban
unos cuantos chotos de cabra y, tras cocerlos, untaban la carne
con mantequilla fundida (adhan)2 y guisaban arroz en su caldo o hacían
un suculento cuscús; se pasaban así todo el día comiendo y bebiendo
leche de camella para engordar y esto es lo que se denomina en hassanía
adhan)2 y guisaban arroz en su
el día comiendo y bebiendo
denomina en hassanía amuanlt3,
de labl4 en que esta última
esta operación y refiriéndose a
sinónimo de belleza. Se
3, operación muy practicada en el Sáhara y que se diferencia
1 Denominación hassaní:
Sidati Essalami sería uno de “aquéllos cuya enfermedad significa el poderío de
los dioses, y cuya “segunda vista” les pone en relación con el reverso de las cosas,
hombres privados de visión común, reducidos a no ser para nosotros sino pura voz”
(ZUMTHOR, 1989: 69).
“Quien se dispone a hablar es Sidati uld Essalami uld Lehbib uld
Almastafa uld Assayad uld Abdeluahab; de la tribu de los Aulad Bussbah,
fracción Ahl Sidi Abdala, subfracción Ahl Sidi Abdeluahab. Mi año de
nacimiento no se puede precisar, pero posiblemente sea entre 1939, 1940 o,
como viene reflejado en los documentos oficiales españoles, 1941. Mi padre
se llamaba Mohamed Salem y era apodado Sal-lami, y mi madre era Etfarrah
ment Chel El-Uali uld Chej Maalainin; nací en el río Blanco1 en Anagyir,
cerca de Bir Enzarán por la parte sur”.
Así es como introduce Sidati Essalami la grabación magnetofónica en la que nos
habla de su vida, una vida que refleja de manera general la de cualquier otro saharaui de
su generación. Abordaremos esta pequeña biografía “oral” en tercera persona, pues nos
parece la más adecuada para este trabajo.
El día en que nació, según le contaría más tarde su tía abuela materna Tul-atfag
ment Chej Maalainin, las mujeres del campamento habían estado turnándose, pues cada
vez se reunían en una de las jaimas, mataban unos cuantos chotos de cabra y, tras
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2 Término hassaní:
cocerlos, untaban la carne con mantequilla fundida (adhan)2 y guisaban arroz en caldo o hacían un suculento cuscús; se pasaban así todo el día comiendo y bebiendo
leche de camella para engordar y esto es lo que se denomina en hassanía amuanloperación muy practicada en el Sáhara y que se diferencia de labl4 en que esta última
la llevan a cabo las chicas antes de casarse. Respecto a esta operación y refiriéndose su práctica en la vecina Mauritania, Tauzin dice:
“En la sociedad mora, la gordura de la mujer es sinónimo de belleza. Se
obtiene, o se obtenía, pues su práctica en la actualidad es más bien residual,
mediante “gavage”(cebación) de la chica, según el término francés utilizado
en Mauritania. Este gavage [labluh] sólo se practicaba en el seno de los
grupos dominates, esos mismos que poseían suficientes animales para poder
disfrutar de un plus de leche y en los que la inactividad femenina era muy
valorada. [...] Todas las mañanas y tardes, después del ordeño, la chica bebía
un enorme cuenco de leche. La toma de peso era rápida y la experiencia, a
veces vivida con dolor, significaba la ascensión hacia el tan apreciado status
de mujer”5. (TAUZIN, 1993: 27)
En el territorio saharaui, en aquella época, la mujer tendía siempre a ser gorda,
enorme, pues de lo contrario nadie la querría ni la valoraría según las costumbres tradiciones en vigor. Para ello, además de la carne, la leche y el cuscús, también utilizaban ciertas plantas, como nos informa Emilio Guinea López ya en 1945
refiriéndose al tóxico lebtren (Hyscyamus muticus L.):
2
3
44 Término hassaní:
5 Texto original francés: “Dans la société maure, l’embonpoint est, chez la femme, synonyme de beauté.
Il est, ou était, obtenu -la pratique n’est plus que résiduelle de nos jours- par “gavage” de la fillette, selon
le terme utilisé dans le français de Mauritanie. Le gavage ne se pratiquait qu’au sein des groupes
dominants, ceux-là mêmes qui possédaient suffisament d’animaux pour bénéficier d’un surplus laitier, dans lesquels l’inactivité féminine se trouvait extrêmement valorisée. […]. Soir et matin, après la traite, 3 Término hassaní:
200
Larosi Haidar
de
mantequilla fundida (adhan)2 y guisaban arroz en su
pasaban así todo el día comiendo y bebiendo
lo que se denomina en hassanía amuanlt3,
que se diferencia labl4 casarse. Respecto a esta operación y refiriéndose a
Tauzin dice:
de la mujer es sinónimo de belleza. Se
práctica en la actualidad es más bien residual,
chica, según el término francés utilizado
labluh] sólo se practicaba en el seno de los
poseían suficientes animales para poder
los que la inactividad femenina era muy
tardes, después del ordeño, la chica bebía
toma de peso era rápida y la experiencia, a
la ascensión hacia el tan apreciado status
aquella época, la mujer tendía siempre a ser gorda,
querría ni la valoraría según las costumbres y
de la carne, la leche y el cuscús, también se
informa Emilio Guinea López ya en 1945
muticus L.):
l’embonpoint est, chez la femme, synonyme de beauté.
résiduelle de nos jours- par “gavage” de la fillette, selon
Le gavage ne se pratiquait qu’au sein des groupes
suffisament d’animaux pour bénéficier d’un surplus laitier, et
4 en que esta última
la llevan a cabo las chicas antes de casarse.
Respecto a esta operación y refiriéndose a su práctica en la vecina Mau-ritania,
Tauzin dice:
“En la sociedad mora, la gordura de la mujer es sinónimo de belleza. Se ob-tiene,
o se obtenía, pues su práctica en la actualidad es más bien residual, mediante
“gavage”(cebación) de la chica, según el término francés utilizado en Mauritania.
Este gavage [labluh] sólo se practicaba en el seno de los grupos dominates, esos
mismos que poseían suficientes animales para poder disfrutar de un plus de leche y
en los que la inactividad femenina era muy valorada. [...] Todas las mañanas y tardes,
después del ordeño, la chica bebía un enorme cuenco de leche. La toma de peso era
rápida y la experiencia, a veces vivida con dolor, significaba la ascensión hacia el tan
apreciado status de mujer”5. (Tauzin, 1993: 27)
En el territorio saharaui, en aquella época, la mujer tendía siempre
a ser gorda, enorme, pues de lo contrario nadie la querría ni la valoraría
según las costumbres y tradiciones en vigor. Para ello, además de la car-ne,
la leche y el cuscús, también se utilizaban ciertas plantas, como nos
informa Emilio Guinea López ya en 1945 refiriéndose al tóxico lebtren
(Hyscyamus muticus L.):
“La planta, tomada en pequeñas dosis, tendría la propiedad de hacer engordar.
Las mujeres la emplean para tal fin, haciendo cocer una pequeña cantidad de ella
en agua con harina y grasa; dejan que se reduzca e injieren el producto obtenido,
abrigándose después para transpirar”. (Guinea López, 1945: 120)
4 Término hassaní:
la llevan a cabo las chicas antes de casarse. Respecto a esta operación y refiriéndose su práctica en la vecina Mauritania, Tauzin dice:
“En la sociedad mora, la gordura de la mujer es sinónimo de belleza. Se
obtiene, o se obtenía, pues su práctica en la actualidad es más bien residual,
mediante “gavage”(cebación) de la chica, según el término francés utilizado
en Mauritania. Este gavage [labluh] sólo se practicaba en el seno de los
grupos dominates, esos mismos que poseían suficientes animales para poder
disfrutar de un plus de leche y en los que la inactividad femenina era muy
valorada. [...] Todas las mañanas y tardes, después del ordeño, la chica bebía
un enorme cuenco de leche. La toma de peso era rápida y la experiencia, a
veces vivida con dolor, significaba la ascensión hacia el tan apreciado status
de mujer”5. (TAUZIN, 1993: 27)
En el territorio saharaui, en aquella época, la mujer tendía siempre a ser gorda,
enorme, pues de lo contrario nadie la querría ni la valoraría según las costumbres tradiciones en vigor. Para ello, además de la carne, la leche y el cuscús, también se
utilizaban ciertas plantas, como nos informa Emilio Guinea López ya en 1945
refiriéndose al tóxico lebtren (Hyscyamus muticus L.):
2 Término hassaní:
3 Término hassaní:
44
5 Texto original francés: “Dans la société maure, l’embonpoint est, chez la femme, synonyme de beauté.
Il est, ou était, obtenu -la pratique n’est plus que résiduelle de nos jours- par “gavage” de la fillette, selon
le terme utilisé dans le français de Mauritanie. Le gavage ne se pratiquait qu’au sein des groupes
dominants, ceux-là mêmes qui possédaient suffisament d’animaux pour bénéficier d’un surplus laitier, dans lesquels l’inactivité féminine se trouvait extrêmement valorisée. […]. Soir et matin, après la traite, Texto original francés: “Dans la société maure, l’embonpoint est, chez la femme,
synonyme de beauté. Il est, ou était, obtenu -la pratique n’est plus que résiduelle de
nos jours- par “gavage” de la fillette, selon le terme utilisé dans le français de Maurita-nie.
Le gavage ne se pratiquait qu’au sein des groupes dominants, ceux-là mêmes qui
possédaient suffisament d’animaux pour bénéficier d’un surplus laitier, et dans lesquels
l’inactivité féminine se trouvait extrêmement valorisée. […]. Soir et matin, après la
traite, la fillette absorbait une grande calebasse de lait. La prise de poids était rapide,
et l’expérience, vécue parfois avec douleur, signifiait l’accession au statut convoité de
femme”.
Historia oral saharaui: relato de un invidente
201
El día mismo del nacimiento de Sidati, las mujeres estaban en la jai-ma
de sus futuros padres, jaima algo apartada de las demás; de hecho, es
costumbre alejar las tiendas unas de otras, sobre todo cuando las familias
poseen muchos camellos, y también se alejan para, según el dicho po-pular,
“dejar lugar donde caigan las malas palabras”, es decir, para que si
alguien despistado o sin querer critica a los vecinos, éstos no le oigan.
Las mujeres del campamento eran muchas y al ver el estado lamenta-ble
de Atfarrah, la madre de Sidati, le propusieron pasarle el turno a otra
familia, sin embargo, ella no aceptó por orgullo y porque tenía varias
esclavas a su servicio.
Las mujeres, cuando iban a reunirse en una jaima, solían hacerlo
al mediodía, cuando hacía calor y poca gente se movía fuera de las
tiendas. Las esclavas les hacían sombra, a la vez que las ocultaban de
las miradas de los hombres, con una enorme tela. Después, al acabar el
encuentro culinario, volvían al caer el sol, cuando la visión no era muy
buena y podían pasar desapercibidas. Después de comer, Atfarrah sin-tió
las primeras contracciones, mas no dijo nada y siguió aguantando
hasta ya rezado el penúltimo rezo, el del anochecer, cuando le hizo una
seña a su tía paterna Tul-atfag y le dijo “ven, vayamos delante de las
chicas; creo que estoy sintiendo algo”. Salieron las dos con paso acele-rado
y al llegar exactamente a la mitad de camino entre la tienda y el
resto del campamento, se sentó de golpe en el abrigo de una askafāya6
y, en un santiamén, cayó el niño al suelo, nació Sidati. Nació en pleno
desierto al abrigo de una askafāya, lejos de hospitales y de enfermeras,
y cuando las dos mujeres se dispusieron a cortarle el cordón umbilical,
no encontraron con qué hacerlo; entonces, Um-atfag cogió una piedra
de sílex, la rompió y con un trozo lo cortó. Rompieron el manto de una
de ellas para vendar la herida y envolver al recién nacido, tras lo cual se
dirigieron hacia la jaima. Después de llegar, algunas de las esclavas, en
la entrada de la jaima se pusieron a gritar de contento mientras otras
6 Una planta de askaf, de la que dice Emilio Guinea que es la Nucularia Perrini Batt;
“la vimos muy abundante en todo nuestro recorrido, a partir de la Sebja de Imililik
hasta cerca del pozo Zug. Abunda por todo nuestro desierto de Norte a Sur y de Este a
Oeste. Constituye un excelente pasto para el camello y un magnífico combustible para
el nómada”. GUINEA, 1945, p. 103.
202
Larosi Haidar
estaban llorando: las que gritaban de contento, o más precisamente
emitían un agudo gorjeo 4
una piedra de sílex, la rompió y con un trozo lo cortó. Rompieron el manto de una de
ellas para vendar la herida y envolver al recién nacido, tras lo cual se dirigieron hacia la
jaima. Después de llegar, algunas de las esclavas, en la entrada de la jaima se pusieron a
gritar de contento mientras otras estaban llorando: las que gritaban de contento, o más
precisamente emitían un agudo gorjeo llamado
azart7, lo hacían porque el recién
nacido era varón, costumbre que parece ser se remonta a los árabes preislámicos y “que
más bien es una mala costumbre”. Los árabes antiguos se entristecían al tener una niña
e, incluso, llegaban a enterrarlas vivas. Las esclavas que estaban llorando lo hacían
porque su señora había dado a luz fuera de su jaima, al aire libre, ella que era la hija de
Chej El-Uali, hijo del famoso Chej Maalainin fundador de la ciudad santa de Esmara en
1885. Y así fue, más o menos, cómo llegó al mundo Sidati Essalami.
Al tercer año de su vida perdió la vista y, según dicen algunos, la causa fue el
“mal de ojo” de una mujer muy conocida por este tipo de maleficios, pues al verlo con
apenas dos años gateando para acercarse a una tazia8 o enorme costal donde se suelen
guardar productos alimenticios, ésta le dijo: “vaya, vaya, sí que eres un miembro de la
tribu de Aulad Busbaa”. En la sociedad saharaui, la superstición del mal de ojo está muy
difundida, sobre todo respecto al efecto de éste sobre los niños, a los que se suele
proteger con toda suerte de amuletos y hechizos. Para este fín
avec douleur, signifiait l’accession au statut convoité de femme”.
6 Una planta de askaf, de la que dice Emilio Guinea que es la Nucularia Perrini Batt.; “la vimos muy
abundante en todo nuestro recorrido, a partir de la Sebja de Imililik hasta cerca del pozo Zug. Abunda por
todo nuestro desierto de Norte a Sur y de Este a Oeste. Constituye un excelente pasto para el camello y un
magnífico combustible para el nómada”. GUINEA, 1945, p. 103.
7 Término hassaní:
8 Término hassaní:
7, lo hacían porque el recién
nacido era varón, costumbre que parece ser se remonta a los árabes
preislámicos y “que más bien es una mala costumbre”. Los árabes an-tiguos
se entristecían al tener una niña e, incluso, llegaban a enterrarlas
vivas. Las esclavas que estaban llorando lo hacían porque su señora
había dado a luz fuera de su jaima, al aire libre, ella que era la hija de
Chej El-Uali, hijo del famoso Chej Maalainin fundador de la ciudad
santa de Esmara en 1885. Y así fue, más o menos, cómo llegó al mun-do
Sidati Essalami.
Al tercer año de su vida perdió la vista y, según dicen algunos, la
causa fue el “mal de ojo” de una mujer muy conocida por este tipo de
maleficios, pues al verlo con apenas dos años gateando para acercarse
a una tazāia8 o enorme costal donde se suelen guardar productos ali-menticios,
ésta le dijo: “vaya, vaya, sí que eres un miembro de la tribu
de Aulad Busbaa”. En la sociedad saharaui, la superstición del mal de
ojo está muy difundida, sobre todo respecto al efecto de éste sobre los
niños, a los que se suele proteger con toda suerte de amuletos y hechi-zos.
Para este fin
“se colocaba en su cuello todo tipo de amuletos [...]. Servían para alejar a los
bebés del ‘mal de ojo’ como aún hoy se hace en varios países del Mediterráneo. Uno
de los tipos más usados tenía forma de cilindro; podían ser de madera, metal u oro
y dentro de ellos se introducían unos rollos de papiro en los que se habían escrito
algunos hechizos protectores.
‘(Mantendremos sanos sus manos y) sus diez dedos; mantendremos sanos sus
costados, su abdomen, su ombligo, su recto, todo su abdomen, sus fémures y sus
tibias’”. (Di Nóbile, 1996: 151)
Cuando empezó a notársele que sus ojos estaban enfermos, su madre
se lo llevó ante su propio padre, el abuelo del niño, para ver si podía
hacer algo al respecto. Téngase en cuenta que en la sociedad saharaui
una mujer nunca debe acercarse su hijo ni mostrarle su cariño en pre-
7 Término hassaní:
cortarle el cordón umbilical, no encontraron con qué hacerlo; entonces, Um-atfag cogió
una piedra de sílex, la rompió y con un trozo lo cortó. Rompieron el manto de una ellas para vendar la herida y envolver al recién nacido, tras lo cual se dirigieron hacia jaima. Después de llegar, algunas de las esclavas, en la entrada de la jaima se pusieron gritar de contento mientras otras estaban llorando: las que gritaban de contento, o más
precisamente emitían un agudo gorjeo llamado azart7, lo hacían porque el recién
nacido era varón, costumbre que parece ser se remonta a los árabes preislámicos y “que
más bien es una mala costumbre”. Los árabes antiguos se entristecían al tener una niña
e, incluso, llegaban a enterrarlas vivas. Las esclavas que estaban llorando lo hacían
porque su señora había dado a luz fuera de su jaima, al aire libre, ella que era la hija Chej El-Uali, hijo del famoso Chej Maalainin fundador de la ciudad santa de Esmara 1885. Y así fue, más o menos, cómo llegó al mundo Sidati Essalami.
Al tercer año de su vida perdió la vista y, según dicen algunos, la causa fue “mal de ojo” de una mujer muy conocida por este tipo de maleficios, pues al verlo con
apenas dos años gateando para acercarse a una tazia8 o enorme costal donde se suelen
guardar productos alimenticios, ésta le dijo: “vaya, vaya, sí que eres un miembro de tribu de Aulad Busbaa”. En la sociedad saharaui, la superstición del mal de ojo está muy
difundida, sobre todo respecto al efecto de éste sobre los niños, a los que se suele
proteger con toda suerte de amuletos y hechizos. Para este fín
avec douleur, signifiait l’accession au statut convoité de femme”.
6 Una planta de askaf, de la que dice Emilio Guinea que es la Nucularia Perrini Batt.; “la vimos muy
abundante en todo nuestro recorrido, a partir de la Sebja de Imililik hasta cerca del pozo Zug. Abunda por
todo nuestro desierto de Norte a Sur y de Este a Oeste. Constituye un excelente pasto para el camello y magnífico combustible para el nómada”. GUINEA, 1945, p. 103.
7
8 8 TTéérrmmiinnoo hhaassssaanníí::
Término hassaní: Historia oral saharaui: relato de un invidente
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sencia del padre de la misma; se dice, incluso, que aunque el niño se
estuviera quemando ella deberá permanecer en su sitio sin intervenir
ni decir nada. Sin embargo, la madre de Sidati, al ver que el estado de
sus ojos empeoraba cada vez más, hizo caso omiso de las reglas sociales,
cogió a su hijo en brazos y fue corriendo a donde estaba su padre, que
era un conocido hombre de religión. Al contarle lo sucedido, él le dijo
que podría curarlo pero sin darle garantías de que luego viva por mucho
tiempo, mas si quería que viviese larga vida, lo mejor es dejarlo como es-taba.
Ella le dijo que hiciera lo que creyera conveniente y él le respondió:
“Te aseguro que no les envidiará nada a sus semejantes”.
A los cinco años, totalmente ciego, empezó a recibir clases de Co-rán
de la mano de una maestra, pero al poco tiempo él se quejó ante su
padre porque no quería recibir clases de una mujer. La excusa dada a su
padre fue que “quien recibe clases de una mujer nunca está seguro de lo
que sabe”. En un principio, su padre se negó y, más tarde, le cambió la
maestra por otra. Volvió a quejarse y nuevamente su padre le contrató
a otra maestra de Corán. Finalmente, al ver que Sidati se empeñaba en
tener a un maestro, lo puso en manos de Mohamed uld Boira, maestro
de la tribu Aulad Busbaa que le enseñaría dos capítulos del Corán. Él
memorizaba rápidamente las aleyas coránicas y solía dejar atrás a todos
sus compañeros de escuela, hecho que causó muchos recelos entre la po-blación
infantil vidente. Luego recibiría clases de Mustafa uld Esneiba
hasta culminar los veinte capítulos y, tras el fallecimiento de éste, sería
discípulo de Mohamed Abdal-lahi, de la tribu de Aulad Tidrarín, con
quien no tardaría mucho tiempo. Después, sería alumno de su abuelas-tro,
Mohamed Fihalbarka uld Jatri uld Ahmad Zaid y primo hermano
de su primera maestra. Pasado un tiempo, en una ocasión se ausentó su
maestro durante unos días por lo que un colega de éste dio clases a Si-dati
en su ausencia. Al volver Mohamed, su colega le dijo que Sidati era
como una máquina de memorizar y que habría que darle triple cantidad
textual de lo que estaba recibiendo en realidad. Tras este mal de ojo,
estuvo dos años sin poder memorizar ningún texto coránico. Tuvo que
acudir a un curandero para que le “abriera” la cabeza y poder continuar
con sus estudios.
El método que usaba para memorizar consistía en lo siguiente: el
maestro cogía su palimpsesto de madera y le escribía una línea a la vez
204
Larosi Haidar
que se la leía en voz alta; él la repetía; luego hacía lo mismo con otra lí-nea
y Sidati repetía la primera y le añadía la segunda, y así sucesivamente
hasta acabar el palimpsesto, tras lo cual Sidati, esta vez solo, repetía todo
el texto cuarenta y una veces mientras la tinta se secaba sobre la madera
del palimpsesto. De esta manera terminó de memorizar el Corán en un
lugar llamado Udei Attahmía, lugar en el que recibió su titulación en
presencia del propio hijo de Chej Malaainin, Chej Mohamed Limam,
que se encontraba de visita en el campamento y le acompañaban, ade-más,
Ahmed Fal uld Mohamed Lamín, Mohamed Abdalahe alias “El
Ghal-laui” que más tarde sería profesor de árabe en colegios españoles,
Malaainin uld Laatig y otros más, todos ellos grandes estudiosos del
Corán. El día de la lectura del texto coránico, en el que todos estarían
presentes, Sidati se despertó temprano, desayunó con leche de camella
y empezó a recitar ante los presentes. En su recitación, “cayó”9 dos veces,
es decir, se equivocó dos veces: en la primera, añadió la terminación iā
Malaainin uld Laatig y otros más, todos ellos grandes estudiosos del Corán.
lectura del texto coránico, en el que todos estarían presentes, Sidati se
temprano, desayunó con leche de camella y empezó a recitar ante los
recitación, “cayó”9 dos veces, es decir, se equivocó dos veces: en la
la terminación i () en la segunda, al recitar una aleya
en “y no veis”10, se equivocó y dijo “y no oís”11. En este momento,
abuela paterna pidiendo al tribunal que le otorgaran unos minutos para
accedieron. Bebió e, incluso, se comió un par de chuletas de cordero.
miembros del tribunal, Malaainin uld Laatig, le dijo a la abuela que “de
no podrá digerir nada de eso mientras no acabe de recitar los diez
faltan”. Al terminar de recitar la totalidad del texto coránico, todos se
felicitaron; entonces, Malaainin uld Laatig se le acercó y le preguntó que
segunda vez que se equivocó y el tribunal le llamó la atención, él no se
únicamente se limitó a sonreír. Sidati respondió que él, en realidad, no
equivocado, pues esa era la palabra que le habían escrito en el palimpsesto,
nada al tribunal porque sabía que todos pensarían que no era más que una
Luego fue hacia su abuela para que le decorara la mano con alheña, señal
terminado de memorizar el Corán. Días después, su abuela llevaría acabo
a una palabra y, en la segunda, al recitar una aleya que terminaba en
“y no veis”10, se equivocó y dijo “y no oís”11. En este momento, intervino
su abuela paterna pidiendo al tribunal que le otorgaran unos minutos
para beber, a lo que accedieron. Bebió e, incluso, se comió un par de
chuletas de cordero. Uno de los miembros del tribunal, Malaainin uld
Laatig, le dijo a la abuela que “de todas formas, no podrá digerir nada
de eso mientras no acabe de recitar los diez capítulos que le faltan”. Al
terminar de recitar la totalidad del texto coránico, todos se levantaron y
le felicitaron; entonces, Malaainin uld Laatig se le acercó y le preguntó
que cómo es que la segunda vez que se equivocó y el tribunal le llamó
la atención, él no se puso nervioso y únicamente se limitó a sonreír.
Sidati respondió que él, en realidad, no se había equivocado, pues esa
era la palabra que le habían escrito en el palimpsesto, pero no dijo nada
al tribunal porque sabía que todos pensarían que no era más que una
excusa tonta. Luego fue hacia su abuela para que le decorara la mano
con alheña, señal ésta de haber terminado de memorizar el Corán. Días
después, su abuela llevaría acabo otro ritual muy difundido: le cogería la
9 Término hassaní:
11 Texto árabe: 10 Texto árabe:
presentes. En su recitación, “cayó”9 dos veces, es decir, se equivocó dos veces: en primera, añadió la terminación i () a una palabra y, en la segunda, al recitar una aleya
que terminaba en “y no veis”10, se equivocó y dijo “y no oís”11. En este momento,
intervino su abuela paterna pidiendo al tribunal que le otorgaran unos minutos para
beber, a lo que accedieron. Bebió e, incluso, se comió un par de chuletas de cordero.
Uno de los miembros del tribunal, Malaainin uld Laatig, le dijo a la abuela que “de
todas formas, no podrá digerir nada de eso mientras no acabe de recitar los diez
capítulos que le faltan”. Al terminar de recitar la totalidad del texto coránico, todos levantaron y le felicitaron; entonces, Malaainin uld Laatig se le acercó y le preguntó que
cómo es que la segunda vez que se equivocó y el tribunal le llamó la atención, él no puso nervioso y únicamente se limitó a sonreír. Sidati respondió que él, en realidad, no
se había equivocado, pues esa era la palabra que le habían escrito en el palimpsesto,
pero no dijo nada al tribunal porque sabía que todos pensarían que no era más que una
excusa tonta. Luego fue hacia su abuela para que le decorara la mano con alheña, señal
ésta de haber terminado de memorizar el Corán. Días después, su abuela llevaría acabo
otro ritual muy difundido: le cogería la misma mano alheñada y la untaría con
mantequilla fundida para que los demás niños del campamento se la lamieran y, de esta
manera, les sería más fácil memorizar el texto sagrado.
9
10
111 1 TTeexxttoo áárraabbee::
Término hassaní: 11 Historia oral saharaui: relato de un invidente
205
misma mano alheñada y la untaría con mantequilla fundida para que los
demás niños del campamento se la lamieran y, de esta manera, les sería
más fácil memorizar el texto sagrado.
Desde entonces, repitió los sesenta capítulos del Corán sesenta veces
para no olvidarlos jamás y esta operación es lo que se denomina en has-sanía
capítulos del Corán sesenta veces para no
denomina en hassanía zaaf alurn12,
embargo, de las demás materias no sabía nada,
religión ni literatura... era un verdadero
en los alrededores de lo que luego serían
paso dos mozos familiares de su difunta
colegios árabes. Por la tarde, estuvieron
mientras Sidati, sentado cerca de ellos,
decían. En un momento dado, uno de los
al no recordar el último verso dictado le
pero pasados unos segundos, volvió a
Sidati recitando el verso en cuestión. Los
dijeron con sarcasmo: “¿vaya, tú también
traumatizó al pequeño Sidati, pues ellos eran
su madre y, por lo tanto, eran sus “tíos
en su jaima y él no podía pensar que
como lo habían hecho. En ese mismo
y caminó en dirección sur unos 1500
despejado y plano que está al sur del
juró a sí mismo que jamás dejaría de
12, es decir, “hacer reptar al Corán”. Sin embargo,
de las demás materias no sabía nada, pues nunca había estudiado gra-mática,
ni religión ni literatura... era un verdadero ignorante. Tres años
más tarde, cuando vivían en los alrededores de lo que luego serían las
famosas minas de fosfatos, llegaron de paso dos mozos familiares de su
difunta madre y que habían estado estudiando en colegios árabes. Por
la tarde, estuvieron leyendo libros de gramática y discutiendo, mien-tras
Sidati, sentado cerca de ellos, guardaba silencio y escuchaba todo lo
que decían. En un momento dado, uno de los jóvenes dictaba y el otro
escribía, y este último, al no recordar el último verso dictado le pidió
al primero que lo repitiese; se lo repitió, pero pasados unos segundos,
volvió a pedirle que lo repitiera y, entonces, intervino Sidati recitando
el verso en cuestión. Los dos mozos callaron, miraron hacia Sidati y
le dijeron con sarcasmo: “¿vaya, tú también has memorizado un verso?
Esta conducta traumatizó al pequeño Sidati, pues ellos eran dos chicos
cultos, que pertenecían a la tribu de su madre y, por lo tanto, eran sus
“tíos maternos”, que han sido recibidos con honores en su jaima y él no
podía pensar que pudiesen llegar a reírse de él o ridiculizarlo como lo
habían hecho. En ese mismo momento, Sidati se levantó, salió de la jai-ma
y caminó en dirección sur unos 1.500 metros, exactamente hasta el
rag13 o terreno despejado y plano que está al sur del torrente seco de los
Troncos14, se detuvo y se juró a sí mismo que jamás dejaría de estudiar y
aprender hasta morir. Más tarde, cuando ya había vuelto a la jaima y les
sirvieron las asaduras de la cabra degollada en honor a los visitantes, al
intentar comerse un trozo de carne no pudo tragar nada de lo enfadado
que estaba por las palabras que le habían dirigido los huéspedes. Al día
siguiente, después de que éstos se marcharan, Sidati pidió a su maestro
12 Expresión hassaní:
pues nunca había estudiado gramática, ni religión ni literatura... era un verdadero
ignorante. Tres años más tarde, cuando vivían en los alrededores de lo que luego serían
las famosas minas de fosfatos, llegaron de paso dos mozos familiares de su difunta
madre y que habían estado estudiando en colegios árabes. Por la tarde, estuvieron
leyendo libros de gramática y discutiendo, mientras Sidati, sentado cerca de ellos,
guardaba silencio y escuchaba todo lo que decían. En un momento dado, uno de los
jóvenes dictaba y el otro escribía, y este último, al no recordar el último verso dictado pidió al primero que lo repitiese; se lo repitió, pero pasados unos segundos, volvió pedirle que lo repitiera y, entonces, intervino Sidati recitando el verso en cuestión. Los
dos mozos callaron, miraron hacia Sidati y le dijeron con sarcasmo: “¿vaya, tú también
has memorizado un verso? Esta conducta traumatizó al pequeño Sidati, pues ellos eran
dos chicos cultos, que pertenecían a la tribu de su madre y, por lo tanto, eran sus “tíos
maternos”, que han sido recibidos con honores en su jaima y él no podía pensar que
pudiesen llegar a reírse de él o ridiculizarlo como lo habían hecho. En ese mismo
momento, Sidati se levantó, salió de la jaima y caminó en dirección sur unos 1500
metros, exactamente hasta el rag13 o terreno despejado y plano que está al sur del
torrente seco de los Troncos14, se detuvo y se juró a sí mismo que jamás dejaría estudiar y aprender hasta morir. Más tarde, cuando ya había vuelto a la jaima y les
sirvieron las asaduras de la cabra degollada en honor a los visitantes, al intentar comerse
un trozo de carne no pudo tragar nada de lo enfadado que estaba por las palabras que habían dirigido los huéspedes. Al día siguiente, después de que éstos se marcharan,
12
131 3 TTéérrmmiinnoo hhaassssaanníí::
12 13 Término hassaní: 14 Denominación hassaní:
ávidamente, pero al llegar a la mitad alguien le dijo que “ese libro suelen leerlo más
bien las mujeres”, lo que hizo que lo dejara. Entonces Sidati le dijo a su maestro que enseñara libros “grandes y auténticos” de los que pudiera aprender de verdad, pues no
quería perder tiempo con los “pequeños, que más bien los leen las mujeres”. A partir de
aquí, empezó a escribirle los libros árabes más conocidos y difundidos de la época,
tocando prácticamente los tres campos esenciales de la producción escrita de entonces:
gramática árabe, literatura árabe y teología musulmana.
Mucho tiempo después, cuando fueron a vivir a la ciudad, encontró a Ahmad Fal
uld Mohamed Lamín, marido de su tía materna Babba ment Chej El Uali y que también
le había amamantado; Ahmad Fal había sido secretario de Chej Malaainin en Esmara maestro de algunos de sus hijos, así que no podía encontrar mejor maestro para
enseñarle literatura y teología y exégesis del Corán. Además, también contactó con su
amigo, “El Ghal-laui”, para que le diera clases de gramática árabe. Ninguno de los dos
maestros sabía que Sidati recibía otras clases además de las suyas, medida que adoptó
Sidati por “temor al mal de ojo”. De esta manera seguiría estudiando y aprendiendo
hasta hoy en día.
La familia de Sidati tenía un negocio en Esmara y al ver que el señor encargado
del asunto no estaba haciendo su trabajo como debía, decidieron enviarle a él para
sustituirle y vender toda la mercancía, cosa que hizo de la mejor manera. Después
volvería a El Aaiún y, pasado un tiempo y gracias a la insistencia de su familia,
empezaría a dedicarse de nuevo al comercio. Al principio, vendía en una especie de
14 hassaní:
206
Larosi Haidar
que le escribiera el libro que ellos habían estado leyendo. El libro era
un manual de gramática en el que se analizaban 51 versos árabes y él lo
memorizó en dos días, tras lo cual volvió a pedirle a su maestro que le
escribiera otro libro. Esta vez le escribió un libro de teología musulmana
que empezó a memorizar ávidamente, pero al llegar a la mitad alguien le
dijo que “ese libro suelen leerlo más bien las mujeres”, lo que hizo que lo
dejara. Entonces Sidati le dijo a su maestro que le enseñara libros “gran-des
y auténticos” de los que pudiera aprender de verdad, pues no quería
perder tiempo con los “pequeños, que más bien los leen las mujeres”. A
partir de aquí, empezó a escribirle los libros árabes más conocidos y di-fundidos
de la época, tocando prácticamente los tres campos esenciales
de la producción escrita de entonces: gramática árabe, literatura árabe y
teología musulmana.
Mucho tiempo después, cuando fueron a vivir a la ciudad, encontró
a Ahmad Fal uld Mohamed Lamín, marido de su tía materna Babba
ment Chej El Uali y que también le había amamantado; Ahmad Fal ha-bía
sido secretario de Chej Malaainin en Esmara y maestro de algunos
de sus hijos, así que no podía encontrar mejor maestro para enseñarle li-teratura
y teología y exégesis del Corán. Además, también contactó con
su amigo, “El Ghal-laui”, para que le diera clases de gramática árabe.
Ninguno de los dos maestros sabía que Sidati recibía otras clases ade-más
de las suyas, medida que adoptó Sidati por “temor al mal de ojo”.
De esta manera seguiría estudiando y aprendiendo hasta hoy en día.
La familia de Sidati tenía un negocio en Esmara y al ver que el se-ñor
encargado del asunto no estaba haciendo su trabajo como debía,
decidieron enviarle a él para sustituirle y vender toda la mercancía, cosa
que hizo de la mejor manera. Después volvería a El Aaiún y, pasado un
tiempo y gracias a la insistencia de su familia, empezaría a dedicarse de
nuevo al comercio. Al principio, vendía en una especie de jaima, luego
evolucionó y se trasladó a una tienda; después, al aumentar el negocio,
empezó a vender en un gran almacén.
A finales de 1962 un enviado de la Radio Televisión Española le
propuso ser coordinador para la emisora de radio de El Aaiún; aceptó el
puesto y empezó a trabajar para la radio local pero sin dejar su negocio.
Sin embargo, Sidati no era como los demás empleados, pues a fin de
mes, cuando todos cobraban, él se negaba a cobrar porque se considera-
Historia oral saharaui: relato de un invidente
207
ba “hijo de una familia respetable” y, como tal, no debía aceptar ningún
salario como pago a su trabajo. De hecho, Sidati estuvo trabajando en
dicha emisora desde 1962 hasta 1971 sin aceptar cobrar “ni un duro” y
sólo fue a partir de finales de este mismo año cuando se vio obligado a
aceptar recibir un salario como los demás empleados, pues desde media-dos
de 1966 había dejado el negocio. Su trabajo consistía en viajar por
todo el territorio saharaui durante tres meses, yendo de lugar en lugar,
de sabio en sabio, de poeta en poeta, e ir grabando toda la información
en cintas magnetofónicas; luego, al volver, trabajaba en la emisora du-rante
unos diez días, grabando los futuros programas y, al terminar, re-tornaba
a su inacabable viaje por la tradición oral saharaui. Incluso, una
vez, extendió el viaje a la vecina Mauritania, de donde trajo una cantidad
ingente de textos orales grabados sobre todo tipo de saberes conocidos
en el ámbito de la cultura bidani.
A lo largo de su vida, Sidati vivió tiempos durísimos, pues tuvo que
viajar mucho a pesar de que era ciego: en su época de comerciante viajó
en numerosas ocasiones a Mauritania en camello para traer mercancías
y una vez a Senegal, donde pasó dos años ocupándose de un asunto que
le había encomendado su padre, además de entablar amistad con ulemas
y gente de letras de los que siempre estaba aprendiendo. Como muchos
jóvenes saharauis de la época, formó parte de las fuerzas de resistencia
y participó con el Ejército de Liberación en la guerra del 58. En el año
1987, las autoridades marroquíes le encarcelaron por su indisimulada
repulsa a la invasión marroquí del Sáhara y a su política de represión
y terror practicada sobre la población civil saharaui. No sería liberado
hasta 1991.
En general, Sidati dice que, hasta cierto punto, el “ser humano le ha
defraudado”, por lo que insiste en el conocido dicho de que “las persona
son como las piedras [arrojadas]: aquellas que te yerran son mejores que
las que te alcanzan”15. A esta conclusión llegó, sobre todo, en sus años de
comerciante, pues por su condición de ciego muchos intentaban enga-ñarle.
Otros, le compraban cosas con la promesa de que se las pagarían
en un par de semanas. Sin embargo, nunca volverían a entrar en su tien-da,
ni siquiera para saludarle y, algunos, hasta llegaron a negar que le
15 Original árabe:
ellos.
Conclusiones
Las palabras citadas más arriba, une especie de esbozo biográfico en cuatro
líneas, son fruto de la memoria de Sidati Es-salami que es, indiscutiblemente, uno de los
especialistas más prestigiosos en el ámbito de la cultura saharaui, cultura que, a día hoy, vive y sobrevive gracias a la memoria individual y colectiva y gracias a su difusión
oral de generación en generación. Las palabras de Es-salami son la expresión de realidad vivida directa e indirectamente por él mismo, por su generación y, de manera
más general, por su pueblo que es el pueblo autóctono del Sáhara Occidental. La vida Es-salami, su historia que él mismo nos ha pergeñado en unas cuantas palabras, también la historia de su familia, de su tribu, de su nación... De hecho, la historia de nación saharaui está en la mente de todos los saharauis pero, sobre todo, en la memoria
de personas tan singulares como Es-salami. Si los demás pueblos y naciones han
logrado que su historia se plasme y se fije por escrito desde hace ya mucho tiempo, historia moderna del pueblo saharaui, al contrario, se encuentra únicamente en memoria de sus protagonistas, los saharauis.
15
208
Larosi Haidar
debieran algo. Hoy en día, aún sigue conservando el cuaderno en el que
apuntaba sus nombres y sus deudas contraídas entre 1960 y 1963 . Unos,
ya han muerto, que en paz descansen, otros, todavía siguen vivos. Y lo
que más le ha dolido a Sidati Essalami es que todo lo que ha padecido
se debió, ante todo, porque era invidente.
De pequeño, había creído que todo el mundo era como él, sin em-bargo,
cuando tuvo uso de la razón empezó a darse cuenta de que no era
así, pues los otros “veían”, podían leer e iban a estudiar, mientras que él
no podía hacerlo y siempre era marginado por los demás; ellos cami-naban
solos y él tenía que estar acompañado. De niño, cuando alguien
le decía que era ciego, se enfadaba y no aceptaba, a la hora de trabajar
en cualquier tarea, hacer menos que los demás o estar a la zaga. Sabía
degollar y despellejar una cabra, excavar un pozo, trenzar cuerdas, arar,
afilar palos, cortar troncos, sacar agua del pozo, ...tareas que le daba lo
mismo hacerlas con hombres o con mujeres. Cuando ya era mayor y en
el Sáhara empezaron a abundar los aparatos de radio y los magnetófo-nos,
aprendió a desarmarlos y arreglar sus averías; también sabía arreglar
fusiles y escopetas de caza y fabricar su munición; muchas veces hacía de
guía por el desierto sobre camello o en coche, y únicamente la persona
a la que guiaba debía describirle el terreno en el que se encontraban y
Sidati le iba señalando la dirección que debían tomar. En resumen, Si-dati,
a pesar de su ceguera, no sólo era igual a sus congéneres sino que, en
realidad y en casi todo, era muy superior a la gran mayoría de ellos.
Conclusio nes
Las palabras citadas más arriba, une especie de esbozo biográfico en
cuatro líneas, son fruto de la memoria de Sidati Es-salami que es, in-discutiblemente,
uno de los especialistas más prestigiosos en el ámbito
de la cultura saharaui, cultura que, a día de hoy, vive y sobrevive gracias
a la memoria individual y colectiva y gracias a su difusión oral de gene-ración
en generación. Las palabras de Es-salami son la expresión de la
realidad vivida directa e indirectamente por él mismo, por su generación
y, de manera más general, por su pueblo que es el pueblo autóctono del
Sáhara Occidental. La vida de Es-salami, su historia que él mismo nos
Historia oral saharaui: relato de un invidente
209
ha pergeñado en unas cuantas palabras, es también la historia de su
familia, de su tribu, de su nación... De hecho, la historia de la nación
saharaui está en la mente de todos los saharauis pero, sobre todo, en la
memoria de personas tan singulares como Es-salami. Si los demás pue-blos
y naciones han logrado que su historia se plasme y se fije por escrito
desde hace ya mucho tiempo, la historia moderna del pueblo saharaui, al
contrario, se encuentra únicamente en la memoria de sus protagonistas,
los saharauis.
Bibliografía
Di Nóbile, L. (1996). “La familia en el antiguo Egipto”, en Boletín de la
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Guinea López, E. (1945). La vegetación leñosa y los pastos del Sáhara
español: aspecto forestal del desierto. Madrid: Instituto Forestal de In-vestigaciones
y Experiencias.
tauzin, a. (1993). Contes arabes de Mauritanie. París: Karthala.
Zumthor, P. (1989). La letra y la voz. Madrid: Cátedra (trad. cast. Ju-lián
Persa).