Número 73
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Enero-Marzo de 1946
FACULTAD DE FILOSOFÍA Y LETRAS
DE LA UNIVERSIDAD DE LA LAGUNA
REVISTA DE HISTORIA
Director: el Decano, DR. ELÍAS SERRA RÁEOLS
Tomo XII La l.tigilna de TtMicrlfc (Islas Canarias)
El c a p í t u l o de C a n a r i as
en la «Crónica de Juan II»
(Versión original, inédita, de Alvar García de Santa María)
por )UAN DE MATA CARRIAZO
Aunque el reinado de Juan II de CJastilla fué historiado, como luego
veremos, por varios cronistas suis contemporáneos, cuando se habla de la
Crónica de Juan II se piensa en el texto publicado por Lorenzo Galíndez
de Carvajal (Logroño, 1517), reimpreso i)or T?enito Monfort (Valencia,
1779) y luego por Cayetano Rosell, en el tomo LXVIll de la Rihlioteca do
Autores Españoles (Madrid, 1877). Aquí se encuentra una de las más importantes
y conocidas referencias a las islas Canarias que contiene toda la
historiografía castellana. Es el cai)ítulo IV del año 1417. titulado ('(hiic
niosíni lUihín de lir(ir(Uninili' ¡Iruuuiiió a la lt<'}fiia ijiir l.c hicii'sr u)rrv<il
de laa ishln ilr Cauaria ¡Mira un piirirjilr siiifa; que dice así:
"En este tiempo, mosén Rubín de líracamo'nte, que fué almirante diFrancia,
suplicó a la reyna doña Catalina que hiciese merced de la conquista
de las islas de Canaria a un caballero su pariente, que se llamaba)
mosén Juan de Lctencor: f-1 qual, para venir em aquella conquista, habúi
emipeñado al dicho mosén Rubín una villa suya, por cie(rta Huma de coronas.
E a la Reyna plugo de le dar la conquista, con título de rey.
"El qual mosén Juan partió de Sevilla con ciertos miavíos armados, o
anduvo las islas, e halló que eran cinco: a la una decían la isla del Fierro,
e a otra de la Palma, e a otra del Infierno, e a otra de Lanzarote, e a otra
Ja gran Canaria. Come>nzó su conquista en la isla del Fierro, e ganóla, e
así mesmo las de Palma e del Infierno; e comenzó a conquistar la gran
Canaria, e no la pudo haber porque había en ella más de diez mil hombres
de pelea.
"E traxo destas islas muchos captivos, que vendió en Castilla y en Portugal,
e aún llevó algunos en Francia. Y éste hizo en la isla de Lanzarote
un castillo muy fuerte, aunque era de piedra seca e de barro, y d e ^ e aquel
castillo él señoreaba las islas que ganó; e des<4e allí «mbiaba c^n Sevillal
muchos cueros e sebo y esclavos, de que hubo mucho dinero. E allí estuvo
hasta que murió.
"E quedó en 8u lugar un caballero su pariente llamado mosén Menau-te.
Y el Papa Martín, quando dio el obispado de Canaria a un frayle llamado
fray Mendo, el qual le proveyó de ornamentos e cálices e cruces, e
las cosas necesarias para decir misas; e desque los canarios comenzaron
a haber conversación con los christianos, convirtiéronse algunos dellos a
nuestra Fé. E hubo contienda entre el dicho fray Mendo, obispo de Canaria,
e mosén Menaute, diciendo el obispo que después de chri&tianos algunos
de los canarios los embiaba a Sevilla, e los vtíndía. Y el obispo de Canaria
embió decir al Rey que aquellas islas se le darían, con tanto que el
dicho mosén Menaute fuese dende echado, que le no querían temer por
señor.
"Con estas cartas llegó al Rey don Juan de Castilla un hermano del
dicho obispo de Canaria, y el Rey e la Reyna maindaron que se viese en
Consejo; donde se acordó que Pero Barba de Campos fuese con tres naos
de armada, e con poder del Rey e de la Reyna para tomar las dichas islas.
El qual fué a Canaria, e hubo gran debate) entre moséji Mienaute e Pero
Barba; e hubiéronse de concertar quel dicho mosén Menaute le vendiese
las islas, lo qual s«c hizo con consentimiento de la Reyna. E después Pero
Barba vendió aquellas islas a un caballero de Sevilla que se llamaba Fernán
Peras".
Tal es el texto de la Crónica de Juan II, en la veirsión publicada por
Galíndez. Su importancia consiiste en Ihaber sido la. fuente principal sobro
este asointo de los comienzos de la conquista de las Canarias para toda
o caisi toda ila historiografía iposterior, tanto la .g«neirai eisipañoila como la
regional canaria. Pocas fuentes narrativas han conseguido una fortuna
tan alta y duradera. Desde 1517 ihasta nuestros días, la Crónica impresa
por Arnaldo Guillen de Brocar, bajo la dirección y con un prefacio de Galíndez
de Carvajal, viene siendo la información ¡más utilizada para estu-
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diiar la pniímera mitad del aiigJo XV castellano. Además de las ediciones citadas,
que son las principales, tenemos otras de Sevilla (1543) y Pamplona
(1591). Y entre sus eloífioa destaca el del marqués de Mondéjar, que
tenía esta Crónica por "la más puntual y la más segura de cuantas se conservan
antiguáis".
Crédito injusto y fatal, pues pudiendo haber sido una colección de fuen
tes directa», coetáneas y veraces, el liibro de Gailinde^z eis un, amaño tardío
y engañador, lleno de contradicciones y anacronismos. Todos sus méritos
no son más que pálidos reflejos de las fuentes originales que vino a su
plantar. Es un honor de la historiografía canaria, y de Viera y Clavijo en
particular, haber contribuido valientemente a la crítica de la versión (¡a
línidez de la Crónico, (fn Juan II.
Durante mudho tiempo, el capítulo canario de Galíndez fué una de las
piedras angulares para toda reconstrucción de la historia más antigua del
archipiélago. El prestigio inmerecido de esta fuente ofuscó y perturbó la
investigación de un tema tan sugestivo, complicando sus problemas y dando
pie a soluciones de compromiso, tan forzadas como insosteni'bleis. Para
mayor complicación, el otro pilar de tales reconstrucciones vino a ser otro
fraude historiográfico: el perpetrado por el autor del manuscrito de Juan V
de Betihencourt (que puiblicó por priwiera vez Fierre Bergeron en París,
1630) sobre el texto oriíginal del Cccnnrim, no conocido hasta que lo denunció
O. F. Warner en "The Atlheneum", 1890, y lo editó P. Margry (París,
1896).
Pero los errores del texto de Galíndez eran de tanto bulto, que a la postre
viiiieroin a desculbrirse. Viera y Clavijo los denuncia, singularmente en
el capítulo consagrado a estudiar el Derecho co-n qur fícthcn^ourt emprendió
la conquista y época en qué la cmnenzó Tenigo a <m2mo la edición de
La Provincia, (cuya dedicatoria hace a Enrique III, hijo de Alfonso XI).
En la •nota segunda de la página 187 del tomo I (1), Viera dice así:
"La Crónica de don Juan II contiene mudhos errores, de los cuales sólo
enumeraremos aquí los siguientes:
1) Que Mr. Rubin de Bracamente fuese almirante de Francia en 1417.
2) Que a Juan de Betihencourt se le apellide Letencor.
3) Que antes de haber obtenido la merced de la conquista, tuviese la
ligereza de empeñar su Villa.
(1) Libro III, § 29, nota última, de las demási ediciones.
4) Que Bethencourt sólo hubiese descubierto y tenido noticia de cinco
ialas.
5) Que empezase sus hazañas por la del Hierro.
6) Que hubiese g'anado las de la Palma y Tenerife o el Infierno.
7) Que residiese en la de Lanzarote hasta su muerte.
8) Pero lo que parece argumento victorioso contra la opinión de nuestros
autores, es la reflexión obvia de que, si Juan de Bethencourt no había
emprendido en realidad su expedición hasta 1417, ¿cómo antes de primero
de junio de 1418, en que amaneció muerta la reina doña Catalina, había ya
reducido cuatro de las islas Canarias; vendido muchos esclavos en Castilla,
Francia y Portugal; comerciado en Europa con el sebo y cueros del país y
muerto en Lanzarote después de dejar su pequeño reino a Maciot ? ¿ Cómo
el mismo Maciot podía haiber vendido sus vasallos en Sevilla, tiranizado sus
pueblos y enredádose con un obispo, nombrado y regalado por el Papa?
i Cómo podía este obispo haber visitado su diócesis, llevado sus quejas al
Rey de Castilla y enviado a la corte con ellas a su hermano? i Cómo podían
el Rey don Juan II y la Reina doña Catalina, su madre y sai tutora, haber
despachado una armada? ¿Y cómo, en fin, podía Pedro Barba de Campos
haber hecfho con Menaute el tratado de venta de las islas, con consentimiento
de la referida señora ? Todo esto, ejecutado en el corto transcurso de un
año, sería a la verdad, una especie de prodigio, y no estamos en ánimo de
admitirlos sin necesidad".
Hasta aquí Viera y Clavijo. Cualquiera que sea nuestra opinión sobre
los errores que él mismo cometió, y que no le enajenan nuestra admiración,
ganada por sus méritos singulares, no es lícito negar que sus argumentos
en esta materia son tan rotundos como decisivos. Muchos más podrían aducirse,
y algunos se han aducido ya por diversos autores, para demostrar que
el texto de Galíndez está lleno de errores y confusiones. Todos ellos resultan
ociosos, como no sea para la historia de !a erudición, cuando podemos
exhibir el original que Galíndez seguía y maltrataba. Y que, además de la
de antigüedad, le lleva todas las otras ventajas que ahora com^írobarán
nuestros lectores.
La Crónica de Juan II puiblicada por Galíndez había tenido una larga y
complicada elaiboración, que el mismo editor explica en el prefacio que encabeza
la edición de 1517. Las noticias de este prefacio están analizadas
con detenimiento en el estudio preliminar al tomo IX, en prensa, de nuestra
Colección de Crónicas Españolas. Galíndez viene a decir que la Cró-
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nica había sido escrita por varios autores, a partir de Alvar Garicía de
Santa María, "el qual escribió desde prin*:ipio del año 1406... hasta el año
de veinte, ordenadamente por sus años". Y añade: "yo vi sus originailes
de aquel tiempo, que estaiban en el monasterio de San Juan de Burgos,
donde Alvar García yace sepultado". Luego confiesa ignorar quién esori-ibió
la Crónica de las años 1420 a 1435, que algunos atribuyeron a Jua(n
de Mena. De 1435 en adelante se refiere a los Sumarios que escribieron
algunos autores, de los que sólo nomibra a Pero Carrillo, halconero mayor
del Rey, con la refundición de su escrito que acometió el otbiapo don Lope
Barrientos.
Sigue diciendo Galíndez que estos diversos materiales vinieron a manos
de Fernán Pérez de Guzmán, que con ellos ordenó la Crónicn, resumiéndolos
y concertándolos, no sin ciertas alteraciones. Esta compilación
de Fernán Pérez se g^uardaiba en la cámara de la Reina Católica, que la
tenía en mucha estima. iHiabiendo recibido de D. Fernando el encargo de
correigir y publicar las Crónicas de Castilla, Galíndez vaciló entre publicar
loa originales que le eran conocidos de la de Juan II o imprimir la
conipilación de Guzímán; decidiéndose por lo segundo, en atención a la preferencia
de D* Isabel.
En el sdglo pasado se demostró, insistiendo en ello Menéndez y Pelayo,
que era imposible, tanto por razones de estilo como de cronología, que el
autor de las Gemeracionrs y semblünzas hubiera realizado el trabajo que
le atribuyó Galíndez. Por otra parte, los demás originales citados por éste
ise habían perdido, y algunos como Amador de los Ríos llegaron a in-ainuar
que no había.n existido nunca.
Pero existieron realmente, pues Zurita los manejó y estudió, y aun copió
por sua manos algunos de ellos. Y en nuestros díaa 'han ido apareciendo.
Primero se encontró la parte de la Crónica <tc Juan II correspondiente
a los años 1420-1435, original de Alvar García de Santa María, publicada
en loa tomos XCIX y C de la Colección {le documentos inéditos para
la Historia de España (Madrid, 1891). Luego han aparecido la Cróni-nica
o Sumario de Pero Carrillo, y el arreiglo que hizo de ella el obispo
D. Lope Barrienitos. Los imprimimos y estudiamos ahora, oon los títulos
de Crónica del Halconero de Juan I! y Refundición de la Crónicn del
Halconero, en los volúmenes VIH y IX, en prensa, de nuestra Colección
de Crónicas Españolas.
Finalmente, han sido reconocidos varios manuscritos que contienen la
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versión original de Alvar García correspondiente a los años 1406-1420. El
análisis de esta fxiente y de sus manuscritos se dará, extensamente, en ©1
estudio de la edición que estamos preparando. Lo que aíhora queremos adelantar,
como una primicia brindada a nuestros amiígos de Canarias, es el
capítulo canario del texto que sirvió de base a la refundición publicada
por Gaiíndez,
Este nuevo texto, y «u comparación con el antiguo, vale para apreciar
con cuánta libertad y desenfado procedía el refundidor. Pero vale, sobre
todo, porque su versión es imucího más extensa y detallada, y está libre de
los igTuesos errores señalados en la versión impresa.
En efecto, al capítulo de Galíndez copiado más arriba corresponde en
la versión original de Alvar García de Santa María, tal como la contiene
el manusci'ito 85-5-24 de la Biblioteca GolomWna, folio 298 y siguientes,
lo que viene a continuación. Ponemos en cursiva y entre paréntesis, a continuación
de nuestras correcciones, algunas palabras que «on descuidos del
copista del manuscrito. Y taimbién entre paréntesis, pero con letra redonda,
algunas letras o sílabas que faltan en el original. Que dice así:
"Ay vmas yslas en derecho de Cáliz, desde Cáliz a buen tienpo ban allá
en ocho días, e estas yslas son llamadas de Canaria; que son vnas ^erca
de otras. E por questas yslas son de la conquista del Rey de Castilla, vino
al Reí de Castilla mosén Robín de Bracamonte, almirante de Francia, e
demandó al Rei de Castilla que diese la conquista de las dichas yslas a vn
í^u pariente del dicho mosén Robín de Bracamonte que dlzíen moeén {case)
Juan de Vetencor. E seg^und dizen, el dicho mosén Juan enpeñó vna su villa
al dicho mosén Robín, que llamaban Vetancor, por cierta contía-de coronas,
(e) partieron la dicha conquista.
"E al Rey plogo dello, e am dióle el Rey titulo de rrexir a Canaria,
o de la conquistar. E por ende, d dicho mosén Juan partió de Seuilla para
la conquista destas yslas, e falló que heran vnas syete o ocho islas: a la
vma dezian la ysla de Fierro, e a la otra de Palmas e a la otra de Ynfier-no,
e a otra de Langarote, e a otra de Canaria la Grande. E ansy tenían
sus nonbres las otras yslas.
"E este mosén Juan, que se llamaba Rey de Canaria, armó ciertos na-bics,
e fué a la dicha conquista. E la primera ysla que conquistó fué la
ysla del Fierro, e conquiríó la ysla de Langarote, e la ysla de Palmas, e la
del Y'nfiemo; e comengó a conquistar la ysla de Canaria la Grande. E como
avía en ella dos rreies, que avía contienda el vno cc>n el otro, e avía en
esta ysla más de dies mili omes de pelea, e por ende no la pudo conquistar,
"E destas yslas traxo el dicho mosén Juan muchos canarios, que vendió
«tti Castilla e en Portugal, e dellos que llevó al Rey de Fraaíia. E fizo en
vna ysla, do avía como más manera de puerto que en la& otras, la qual
hera (la) de Langarote, vn castillo de piedra seca con tierra, e allí se aco-xía.
E fazia traer a Seuy(lla) muchos cueros de cabras, e seuo, e tocinos,
quél avía de su señoría; «^ue facía muchos dineros dellos, e de los canarios.
"E tanto duró en esta conquista, quel dicho mosén Juan murió; e quedó
en su lugar vn caballero su pariente que dezían moséjn Ma^eot; e por
esta manera syempre le rrendían mucho estas yslas. E al Papa Benedito
terziodézimo le fué pedido el obispado destas islas, e él otogólo a vn frai
Alonso de Sanlúcar, fraile de la Orden de Saai Francisco, e púsole nonbre
obispo de Rubicón. E el Papa le fizo ayuda para la yda.
"E este fray Alonso detóbose que no fué allá tan aína como el Papa
quisiera. E fué al dicho Papa, a demandar el dicho obií»pado, otro frailC;
desta dicha Orden, que le dezían frey {rrcy) Mendo: porquel dicho frai
Alonso no yba a las dichas islas, demandó al dicho Papa el (ni) dicho obispado.
E fué probeido del, e dióle el dicho Benedito, Papa, el dicho obispado,
e ornamentos para dezir misa, e cruces (e) cáliz de plata.
"E muchos destos canarios, después que vieron la conversasión de los
cristianos, se tomaron cristianos. E ovo contienda entre el dicho mosén
Ma5eot e el dicho freí Méndez, obispo de Canaria, estando en Canaria, di-ziendo
quel dicho mosén Ma<;eot que vendía lc« canarios después de cris^
tianos e los traía a Seuilla salba fee. E por ende, envió el dicho obispo a'
dezir al Rei este fecho, c otrosy en cómo la ysla maior e otras yslas que
fasta entonces heran rrebeldes que se querían dar al Rey de Castilla, tanto
quel dicho mosén Jhoan ni el dicho mosén Ma^eot su {en) señor se fuesen
demde. E quéllos no quei-ian por señor a ning^uno dellos. E que su merced
fuese de enviar con su poder vn caballero a quien se diese(n).
"E con estas cartas llegó a Madrid Diego Fernandes, vn hermano del
dlicho fraile obispo de Canaria, en queriendo el Rey tomar el rregimiento
de sus rreino». El Rei lo mandó ver, después de tomado el rregimiento en
sy, e fué acordado quel Rei enviase e deuía enbiar allá vn cauallero sobre
esta rracón. E por ende, el dicho señor Rei enbió allá con su poder e con
treb naos a Pedro Barba de Campos, el qual luego partió para Canaria.
"E por quel dicho obispo anymase más al dicho señor Rei, envió a él
con su hermano Diego Fernandes des canarios de la ysla de la Gran Canaria,
que heran cristianos. E el vno hera gran luchador: maguer que hera
dte quarenta años, no avía en la corte quien luchase con él. E este murió de
dolencia, que no le (qn/c lo) probó la tierra; e el otro fué c«n Pero Barba.
"E el que ordenó esta Corónica fizo mucho por saver de dónde e de
qué gentes quedaron estos canarios; que eran vnas gentes que andauan
desnudos, saluo que traían vnas bragas de palmas. E vnos dezían que avían
sido de los que hecho Ti(to) Vesípasiano en las barcas, quando conquirió a
Iherusalem. E otros dizen que fueron aláraves inlmmres) moros de la
mar, que aportaron a aquellas yslas de la tierra. La verdad que mejor dello
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se pudo sauer, es que vn Rei de Córdoba que llamavan Almancor, que por
traición que le fizieron aquellas gentes los hecho en aquellas islas, que entonces
dis que heran de Córdoba. Como quiera que cada vna destas islas
tobiese su lenguaje".
Tail es el texto de Alvar García, que por sí mismo se alaiba. Es de esperar
que los inves'tig-adores de la historia del archipiélago aprovecharán a
fondo todas las variantes y novedades que contiene. Nosotros lo presentamos
con la satisfacción de poder ofrecer, una vez más, para el estudio de
la incorporación de las islas Canarias al mundo civilizado y a la corona de
Castilla, una fuente narraitiva desconocida. Empresa más difícil y arriesgada,
pero mucho menos remuneradora, que la de alumbrar en sus campos
sedientos un venero de aguas corrientes.
Sin propósito de agotar el análisis de esta nueva versión, añadiremos
algunas observaciones esenciales. Sea lo primero garantizar la autenticidad
del nuevo texto. El manuscrito de la Colombina es del siglo XV y fué
de la reina D* Isabel, que lo regaló al marqués de Tarifa. Este lo dejé a la
cartuja sevillana de las Cuevas; de la que pasó, a raíz de la exclaustración,
a la biblioteca Capitular, unida a la Colombina. Zurita lo vio y estudió
en la sacristía de las Cuevas. Su lección reúne las características señaladas
por Galíndez a la versión original de Alvar García.
Tenemos comprobado que este ilustre converso, amigo muy estimado
de Fernán Pérez de Guzmán, iba escribiendo su Crónica de Juan II a medida
que ocurrían los sucesos. El capítulo canario fué escribo el mismo
año 1419, o poco después. La refundición publicada por Galíndez se forjó
hacia el año 1500.
La primera novedad del texto hasta ahora inédito es que presenta los
comienzos de la empresa franco-normanda como cosa remota, según sabemos
también por otras fuentes, narrativas y documentales; y no como
planteada y cumplida en el año 1417, "en este tiempo", como disparata la
versión de Galíndez. La cronología de los sucesos deja así de merecer las
censuras de Viera y de los autores modernos.
Son variantes del mayor interés el númer» de islas, cinco en Galíndez
y siete, u ocho en Alvar Garda; y el nombre del pontífice, MairiSIn V
(1417-1431) con notorio anacronismo, en Galíndez, Benedicto XIII en Alvar
García. EJste carece de la referencia, todavía más anacrónica, a Fernán Peras,
o Peraza; referencia que al mismo Viera y Clavijo, tan prevenido cont
r a el texto de Galíndez, sugirió insostenibles hipótesis.
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Pero más que las variantes importan las novedades. Son del mayor interés
las siguientes:
1) La navegación desde Cádiz a Canarias en ocho díais de buen tienipo.
2) Que la villa empeñada por Mosén Juan a Mosén Robín se llamaba
Vc'tancor.
3) Que en la isla de Gran Canaria había dos reyes en contienda.
4) Que el emplazamiento del fuerte se determinó por la vecindad de
un puerto natural,
5) Que los cueros que se traían a vender a Sevilla eran de cabras.
6) Que tamibién se traían a vender tocinos.
7) Que antes de fray Mendo fué nombrado obispo de Canarias fray
Alonso de Sanlúcar, o de Barrameda.
8) Que el título de la sede fué obispado de Rubicón.
9) Que Benedicto XIII ayudó económicamente a fray Alonso para su
viaje no emprendido.
10) Que fray Mendo instó personalmente su nombramiento de obispo.
H) Que eran de plata el cáliz y probablemente las cruces regalos de
Benedicto XIII.
12) Que los canarios que estaban dispuestos a entregarse al rey do
Castilla eran los de la isla mayor, la Gran Canaria en la miente de Alvar
García, y los de las otras islas rebeldes.
13) Que la idea de enviar a las islas un caballero de la confianza del
Rey fué isxigerida por el oibispo fray Mendo.
14) Que el hermano y (mensajero del obispo se llamaba Diego Fernández.
16) Q(ue éste llegó a la corte calando el Rey estaba a punto de ser declarado
mayor de edad. Bsto ea, a fine» de 1418 o coimienzos de 1419.
16) Que el acuerdo de enviar al caballero se tomó después que el Rey
se hizo cargo del regimiento del reino. Esto ocurrió en las cortes de Madrid,
el 7 de marzo de 1419.
17) Todo lo de los dos camardos que llevó Diego Fernández, eepecial-mente
lo del pugilista cuarentón, vencedor de toda la corte y vencido por
el caihíbio de clima: el más antiguo precursor conocido, a lo que entiendo,
de.un Fo/ro de Maspalomas y sois émulos en ludha canaria.
18) Toda la erudición de Alvar García sobre el origen de los canarios;
en la que (¡manea de Ben-Farroukh!) vuelven a salir los musulmanes, y
algo tendrán que decir los arabistas.
Por nuestra parte, lo ddciho es suficiente: Los investigadores de la historia
de Oainariag, nuestros amigos Elias Serra y Buenaventura Bonnet,
por ejemplo, tienen la palaibra.