El topónimo «Hierro»: escarceos etimológicos
t>or JUAN RÉGULO PÉREZ
"No es poco el [caudal de erudición] que 8e ha malbaratado en
la [etimología] del nombre de la isla del Hierro"^. Estas palabras,
con que comienza Viera y Clavijo el estudio del origen del nombre
del Hierro, continúan valiendo aún hoy. Cuando él escribió, hace
ya cerca de dos siglos, pudo someter a crítica y rechazar las peregrinas
hipótesis de Núñez de la Peña, que "con sobrada razón",
añade, hicieron reír a "dos de los más famosos críticos de nuestra
España [Feijóo y Sarmiento]^. No creyó tampoco muy feliz la conjetura
de Martín Sarmiento, que relaciona el nombre de la isla con
el de Hera/Here, diosa griega, a través de Ptolomeo y de los árabes.
Y escribe, al final del capítulo citado: "Como quiera que sea, yo
no seguiré nunca sino las conjeturas más simples". Con lo que pasa
a afirmar que, para él, "el nombre de la isla del Hierro se originó
del hierro metal".
Sobre estas afirmaciones de Viera se siguió moviendo la erudición
regional, hasta que la investigación contemporánea ha venido
a proponer nuevas hipótesis para entroncar el actual nombre hispano
Hierro con una problemática denominación indígena. Y como
si tal nombre tuviera una suerte o atracción especial, por él comenzó
la serie de sus publicaciones nuestro investigador de las lenguas
prehispánicas de Canarias Dr. Álvarez Delgado". Este primer
artículo suyo ha dado origen a una reacción en cadena, que es curioso
seguir.
En efecto, en el tomo Vil, 1940-1941, págs. 210-212 de «Revista
de Historia>, el Dr. Álvarez publicó un artículo titulado Eti-
1 JOSÉ DE VIERA Y CLAVIJO, Noticias de la Historia de las Islas de Canarias,
lib. 1.°, cap. 22.
2 VIERA, loe. cit. en la nota 1.—Núñez de la Pefia pretendía que el nombre
Hierro procedía de un supuesto biznieto de Noé, llamado Hero.
3 Si bien es verdad que, tres meses antes, el Dr. Ivarez Delgado había
publicado Miscelánea guanche, I. Benahoare, en «Revista de Historia»,
VII, 1940-1941, págs. 180-185, se trata tan sólo de un anticipo de su primer
libro, del mismo título, aparecido dos años después.
3iB
mología de "•Hierro". ¿"Here$" o ^'£res"FE8te artículo tuvo eco en
otro de Georges Marcy, oublicado en 1945*, en que, aceptando Im
conclusiones del Dr. Alvarez, propone remontar la etimología a
formas relacionadas semántica y fonéticamente, qye va a buscar en
los dialectos beréberes.
La tesis de Marcy no ha sido acogida favorablemente; y un pres-tigioeo
bereberólogo, André Basset, en una comunicación leída ante
uno de los últimos congresos de lingüistas, que luego publicó la
revista tOnomastica»^, se opone a su método y a sus conclusiones.
Acusa Basset a Marcy de poner a contribución hechos lingüísticos
de diferentes épocas y lugares, sin atenerse a la cronología de lo»
cambios fonéticos y a la realidad geográfica, y termina por rechazar
las soluciones propuestas por Marcy.
En verdad, la excesiva ambición de algunos de los trabajos lin"
güísticos de Marcy, en los que pretende hallar siempre explicación
segura para cada problema—habida cuenta que la investigación se
desenvuelve en materia tan movediza, oscura y problemática como
las lenguas prehistóricas de Canarias—, había sido señalada ya por
otros especialistas^. Este juicio de desconfianza ante tales trabajos,
más seguros que convincentes, lo hemos apuntado ya en otro lu-
4 GEOROES MARCY, L'origine du nom de l'tle de Fer, en Müanges d'éhtdes
luso-marocaines dédiés á la mémoire de David Lopes et Fierre de CenivaL, Lisboa,
1945, 219-223.
5 ANDRÉ BASSET, De nouveau á propos du nom de l'ile de Fer, en «Onomástica
», revue internatiónale de Toponymie et d'Anthroponymie, II,
1948,121-122.
6 Dominik J. Wólfel y Antonio Tovar, que sepamos, se apartan, frecuentemente,
de las conclusiones de Marcy. Cf., para ejemplo, el artículo
de A. ToVAR, Papeletas de epigrafía Ubica, Sobre el significado de "bn-s", en
«Boletín del Seminario de Estudios de Arte y Arqueología», XIV, Vallado-lid,
1947-1948, 29-31.—Aquí Tovar no está de acuerdo con la identificación
de Marcy bn-a = Bes (dios egipcio paredro de Tanit), y mantiene que bn-s =
piedra, al parecer convincentemente.—Por cierto que, en este mismo artículo,
Tovar, comentando pasajes de Marcy relativos a nombres de dioses
procedentes de inscripciones votivas funerarias del África líbica, trae a
colación las expresiones a'-Adirmah o a'-Amakdaky también Adafeh (Ada-
**»); y ello es interesante, pues, sin pretenderlo, Tovar nos ha hecho asociar
las voces a'-Adirmah a la canaria Tirma, a'-Amakd<ih a la canaria Amago
y Adafeh a la palmera Idafe, de fonetismo y valor semántico aproxima-bles.—
Para más detalles, cf. el trabajo de MARCY en los «Anuales de l'Insti-tut
d'Études Orientales»,II, Argel, 1936,158 ss.; el libro, también de MARCY,
Les inscriptions libyques bilingües de VAfriqtte du Nord, Paris, 1936; y GREGORIO
CHIL, T NARANJO, Estudios históricos, climatológicos y patológicos de. la*
Islas Canarias, Las Palmas de Gran Canaria, 1876-1899, éste con las listas
de palabras canarias indígenas.
Por contra, WILHELM GIKSE, Acerca del carácter de la lengtta guanche, en
«Revista de Historia», XV, 1949, p. 202, cree el artículo que Marcy publicó
en «El Museo Canario» "de una importancia extraordinaria para averiguar
el carácter de la lengua guanche", en lo que, por lo demás, no hay contradicción.
gar^, como reflejo del de esos especialistas, y precisamente a propósito
de una de las monografías más ágiles y en apariencia más satisfactorias
acerca de los restos de las lenguas aborígenes de Canarias^.
Ahora bien, invalidada por Basset la etimología beréber propuesta
por Marcy, procedería considerar las explicaciones que, a
través del fonetismo español, propone el Dr. Alvarez para la serie
Hero, Acero, Ecero, Esero, que los cronistas explican por 'fortaleza',
'lugar fuerte'. Pero, el análisis de tal hipótesis, en la que no podemos
seguir al Dr. Alvarez, va más allá de nuestras posibilidades.
Mas lo que parece desconocer Marcy y preterir el prof. Alvarez* es
Í[uc antes de constar las formas indígenas y la actual Hierro está la
orma italiana y catalana Ferro (ortografíada Fero, pero con valor
fonético de Ferró), única usada en las cartas náuticas de los siglos
XIV y XV". Y esta forma, Ferro, es la que había que relacionar con
cualesquiera anteriores o contemporáneas—si bien aquí ello es casi
imposible, pues las voces transmitidas por los cronistas no van más
atrás del siglo XV—, ya que la actual no es sino su correcta traducción
castellana. Esta relación de Ferro—Hierro no ha sido establecida
hasta hoy. Todo, pues, hace pensar que estamos en presencia
de una palabra románica bien conocida, sin relación alguna con
formas indígenas, como, por lo demás, dan por supuesto los mismos
cronistas—casi todos del siglo XVI y postenores—que nos han conservado
las voces aborígenes de referencia.
En uno de sus cursos monográficos de historia de Canarias'', el
Dr. Serra Ráfols aventuró la conjetura de que el nombre Ferro/Hierro
de la isla no sea otra cosa que una antinomia lingüística. En efecto,
si se observa la posición de las islas atlánticas del noroeste africano
en los portulanos medievales, se ve que forman un arco, en uno de
cuyos extremos está la isla del Legname (luego Madeira/Madera),
7 Cf. JUAN RÉGULO PÉREZ, Bibliografía crítica de los estudios lingüísticos
relativos a Canarias, separata del Suplemento Bibliográfico de la «Revista
Portuguesa de Filologia>, Coimbra, 1949, p. 212.
8 GEORGES MARCY, El apostrofe dirigido por Iballa en lengua guanche a
Hernán Peraza, en «El Museo Canario», núm. 2, 1934,1-14.
9 Decimos "preterir"', porque, si bien el Dr. Alvarez admite, como
tercera hipótesis, la posibilidad de que "Fero y Hierro sean nombres arbitrarios
y sin relación con lo indígena impuestos por los navegantes europeos"
(pág. 212), allí mismo afirma que encuentra "muy seductora" la hipótesis
del aborigenismo, a la que parece inclinarse tanto en este primer
artículo como en estudios posteriores (Cf. J. LVAREZ DELGADO, Ecero.
Notas lingüisticas sobre El Hierro, «Revista de Historia», XI, 1945, y XII,
1946, especialmente la pág. 290).
10 Cf. CHARLES DE LA RONCI ERE, La décMtverte de VAfrique au Hoyen Age.
Gartographes el explorateurs, Le Caire, 1924, passitn, que reproduce la colección
más copiosa, aparecida hasta hoy, de portulanos con los nombres
de nuestras Islas.
11 Cf. JUAN RÉGULO PÉREZ, LOS cursos monográficos de historia de Canarias,
en «Revista de Historia», XIV, 1948, 260-264.
lili' í,"- ^itS J 357
y en el otro la isla del Fero. Los marinos que informaron a los autores
de portulanos crearían la antilogía hierro-madera, para unas
islas contrapuestas, una de las cuales se caracterizó por su arbolado
hasta la orilla del mar, y la otra por la desnudez de sus costas de
color rojo metálico.
He aquí, como prueba gráfica, el proceso de Fero >• Hierro,
Legname >-MadeiralMadera, tomado de hhvoa y portulanos medievales.
A partir de la mitad del siglo XV, las formas empiezan a
coincidir ya con las a c t u a l e s ".
Vtebt Fuente Nombre» para Nombrea para
El Hierro Madera
¿Mitad del XIV? Libro del conosQimicnto" isla de lo fero isla de lecmane
1375 Atlas de A. Cresques Ínsula de lo fero Ínsula de legname
1404 Le Ganarien^* isle de fer
1413 Port. de M. Viladestes i[nso]la de ffero insola de lenyame
1426 Port. de G. Giroldi y" délo fero y" de madiere
1436 Port. de A. Bianco »" de I fero y" de madera
Siglo XV Port. italiano Vaticano isola del ferro isola de madera
En resumen: La etimología del nombre de la isla del Hierro no
ha podido ser incontestablemente establecida, hasta hoy. Pero, parafraseando
a Viera, esto es, guiándonos por " l a s conjeturas más
simples", en el razonamiento anüba expuesto, creemos que el nombre
Hierro es románico, como románicos son los de las restantes islas,
excepto el oscuro de Tenerife. Y que, en todo caso, si la sugestión
del Dr. Serra no es verificable, es, por lo menos, verosímil.
12 LA RONCIERE, op. cil. en la nota 9.—Hay también algunos portulanos
con reproducciones de nuestras Islas y sus nombres, anteriores al siglo
XVI, en GUIDO PO, Le scoperte marittime dei portogheise, en Congreso
do mundo portugués, 111, Lisboa, 1940.
13 Acerca de este libro y su importancia para la historia primitiva de
nuestro Archipiélago, cf. BUENAVENTURA BONNET t REVERÓN, Las Canarias
y el primer libro de Geografía m^ieval, escrito por un fraile español en 1350, en
«Revistado Historia», X, 1944, 205-227, que pone la referencia exacta y da
la bibliografía correspondiente. Ponemos su fecha, en el cuadro, entre signos
de interrogación, porque no nos parece segura. Bonnet admitió, sin
discusión, tal data, que fué la establecida por Marcos Jiménez de la Espada,
cuando publicó dicho libro, por primera vez, en 1877, en el «Boletín
de la Sociedad Geográfica Española». —Para los que no puedan confrontar
a La Ronciere, digamos que CHIL Y NARANJO, Estudios históricos ... de las
Islas Canarias. I, 1876, mapa frente a la pág. 288, trae una buena reproducción
del portulano de Meciá de Viladestes, que figura asimismo, aunque
no tan claro, en «Revista de Historia», X, 1944, 221.
14 Cf. P. BEROERON, Histoire de la premiere descoin>erte et conqueste des
Canaries, Paris, 1630; G. GAVRIER, Le Canarien, Livre de la Conquéte et Conversión
des Canaries (1402-1422) par Jean de Béthencourt, Rouen, 1874; R. H.
MAJOR, The Ganarían, or book of the Gonquest and Conversión of the Canarians
in the year 1402, London, 1872; P. MARGRY, La Conquéte et les Conquérants des
lies Canaries... Le vrai manuscrit du Canarien, Paris, 1896.
358
Como seguramente la mayoría dé nuestros lectores
no tienen oportunidad de consultar los artículos de G.
Marcy y A. Basset que comentamos, y porque, además,
son breves, los transcribimos, íntegros, a continuación.
Podríamos darlos en su original francés; pefro editados
así ya en las publicaciones reseñadas, creemos más útil
traducirlos aquí ahora, para aumentar su difusión.
Hacemos las siguientes advertencias: Cuando Marcy
cita, en francés, frases que fueron escritas en espafiol
por Ivarez Delgado, damos, en nuestra traducción, las
palabras originales de Alvarez y no su retraducción del
francés, que no siempre es coincidente del todo; las
notas numeradas son de los autores, y las indicadas
por letras, del traductor; lo que en el cuerpo de los artículos
aparece entre corchetes es asimismo adición del
traductor.
Al final nos es grato dar las gracias más cumplidas
al Dr. D. Manuel de Paiva Boleo, de la Universidad
de Coimbra, y al Institut Franjáis au Portugal, por habernos
facilitado el libro Mélanges... David Lopes-Pierre
de Genival; y al Dr. D. Sever Pop, de la Universidad de
Lovaina (Bélgica), por habernos proporcionado el artículo
de A. Basset.
EL ORIGEN DEL NOMBRE DE LA ISLA DEL HIERRO
La tosca civilización beréber de los guanches—los primeros y
más antiguos habitantes conocidos de las islas Canarias—se extinguió,
como 86 sabe, hacia la mitad del siglo XVI de nuestra era,
menos de cincuenta años después de la conquista española del archipiélago.
Empero, son numerosos los vestigios lingüísticos que han
sobrevivido en la toponimia actual de las islas, más o menos adulterados,
a veces, por la hispanización. La isla del Hierro, en particular,
debe su nombre moderno a un juego de palabras, bastante
divertido, hecho por los conquistadores. Las grafías españolas conocidas
del nombre indígena son Esero (Abreu Galindo), Eccero (Marín
y Cubas) y Hero (Viana)^ Su significado, según Abreu Galindo,
era el de "fortaleza"^, voz que es preciso entender en el sentido d«
1 Cf. J. ABREU GALINDO, Historia de la conquista de la siete islas de
Oran Canaria, ed. de 1632 (nosotros hemos utilizado una copia manuscrita
conservada en la Biblioteca Municipal de Santa Cruz de Tenerife, signatura
R-8-S) y ed. de 1848; en la ed. de 1848, p. 46 y en el ms. Esero.—TOMÁS MARÍN
Y CUBAS, Historia de las siete islas de Canaria: origen, descubrimiento p
canqaieta, dividida en tres libros, 1.* ed. 1687, 2.* ed. 1694 (hemos utilizado
copias manuscritas de ésta, una (I), hecha en 1878 por Agustín Millares Torres
y conservada en la Biblioteca de El Museo Canario de Las Palmas de
Gran Canaria; la otra (II), anónima, conservada en la Biblioteca Municipal
de Santa Cruz de Tenerife, signatura 13-R-8), ms. I, p. 88: £ccero.—ANTONIO
DE VIANA, Antigüedades de las Islas Afortunadas de la Oran Canaria, conquista
de Tenerife y aparición de la santa imagen de Candelaria, en verso suelto
y octava rima, ed. de Santa Cruz de Tenerife, 1854, p. 20: Hero.
2 ABREU GALINDO, op. cit. p. 46.
ssa
"fortaleza natural, lugar escarpado y fácil de defender". En efecto,
de acuerdo con los textos históricos, parece que los suanches no
tuvieron "casas fuertes" en sentido propio, levantadas por ellos
para oponerse al atacante; por el contrario, tenían particular destreza
para protejerse en lugares naturales a guisa de nidos de
águilas, de los que algunos, especialmente en Gran Canaria, como
recuerdos de estos episodios guerreros de la época de la conquista,
llevan todavía el nombre de "La Fortaleza"*. Abreu Galindo consigna,
por lo demás, en otro pasaje de su obra, que el gran cráter
quebrado por uno de sus flancos* existente en el centro de la isla de
La Palma y que en la actualidad llaman "La Caldera" se llamó antiguamente,
en lengua palmera, Acero^. Y añade Abreu Galindo que
en el habla de La Palma la voz Acero "quiere decir lugar fuerte
que parece querer significar lo mismo que en lenguaje herreño
Ecerro"K
Por otra parte, el poeta Viana, habituado al juego de palabras
etimológico, propuso una interpretación que le es personal: ésta
aproxima la forma Hero del nombre de la isla a la voz guanche he-res
(sic) "hoyo de agua", incliiso arreglada, en ciertos versos,
para su propósito, en hero^.]. Alvarez Delgado ha deshecho esta
etimología caprichosa, al consignar que la h del español del siglo
XVI se aspiraba todavía frecuentemente, hecho que diferencia con
toda claridad Hero, nombre de la isla, y eres (tal es la pronunciación
auténtica de esta segunda voz, sin aspiración inicial), usada
comúnmente en el habla rústica de Tenerife para designar el "hoyo
o poceta formado en las rocas impermeables del álveo de los barrancos,
donde se acumula con el agua de la lluvia arena fina y
limpia""'. En efecto, eres no es otra cosa, con toda evidencia—
pero sólo un bereberistu lo podía poner en claro—que la voz tuareg
írei, de significado muy semejante*. J. Alvarez Delgado admite, además,
la probable aproximación de Hero a la serie Acero, Ecerro, etc.,
mediante el tratamiento fonético aspirado de la silbante inicial de
3 Cf. especiahnente ABREU GALINDO, op. cU., pp. 146, 147, 149.
4 ID., ibid., od. de 1848, p. 174: Acero{msi. Asoro). Ecerro (ms.: id.), p. 175:
Acero (ms.: id.), p. 187: Aceró (ms. ^ccro).—MARÍN Y CUBAS, op. ctt.ms.I,
p. 174, pone Eecero como nombre indígena de La Palma, en las otras islas.
5 Ibid., p. 174.
6 VIANA, op. cit., pp. 20-22.
7 J. i LVARV.zVir.hGAno, EHmologia de "Hierro", <ín <Eevista de Historia
», La Laguna, n.° 64, abril-junio de 1941, p. 210.
8 Gf. en efecto el P. DK FOUOATII.I), DictionHaire ahrégé touar«g->franfais
(diakcte Ahaggar), puhl. II. Bassot, Alger, Carbonel, 1S18-21, t. II, p. 461:
íres "puits (trou creusó dans le sol pour en tirer de l'eau, ayant plus de 2
métres de profondeur)".
a grand craUre égueulé es la forma del original.
b Maroy interpreta: une cavilé tiaturclle en terrain imperméahh oii M dipose
el se conterve VeandeplMÍe sous une cauche assee épaiga» de sable fin.
360
la dicción, de lo que hay en español varios ejemplos clásicos». En
resumen, Hero •< cteru(?). La explicación es buena, pero no es
necesario recurrir a la fonética española; la variante Hero se explica,
en efecto, por ella misma, en el interior del sistema beréber,
por la aféresis dialectal—muy conocida en todas las hablas zenetas
—de la vocal *a- inicial del nombre y el tratamiento aspirado *z >-h,
muy usado en tuareg, de la silbante sonora. No hay duda alguna
que aquí se trata de la voz tuareg azeru "muralla rocosa a pico, alta
muralla rocosa vertical"'», que da en guanche, especialmente, la
variante dialectal hero {•<*zero •<*a-zero, por aféresis de prefijo nominal
a-). La dicción existe en muy gran número de otras hablas
beréberes bajo las formas azru, azru [sic, traductor], azri^^, aunque
en el sentido de "piedra, roca", a veces "bloque grande de piedra";
el sentido como la forma, ambos tuareges—la única con vocal
intermedia—aparecen, pues, como se ve, más próximos al prototipo
canario. La isla del Hierro se presenta efectivamente, vista desde
lejos, como un alto acantilado abrupto que cae a pico sobre el mar.
De esta dicción Hero, los españoles, como consecuencia de una
divertida etimología popular—posiblemente favorecida no sólo por
la asonancia directa herojhierro, sino también por la de la variante
Acero con el nombre español del acero (que parecía confirmar la
etimología)—, sacaron la denominación actual Hierro. Así, la isla
ha recibido, como consecuencia de este juego lingüístico, el nombre
genérico de un metal que fué siempre completamente desconocido
a sus primitivos habitantes. J. Alvarez Delgado, cuya nota a
este respecto es excelente y nos ha sido muy útil, presintió el significado
del vocablo indígena, aunque, por su desconocimiento del
beréber, se paró al borde de la identificación decisiva.
O. MARCY
OTRA VEZ A PROPÓSITO DEL NOMBRE
DE LA ISLA DEL HIERRO
Marcy {Uorigine du nom de file de Fer, pp. 219-223 des Mélan-ges
d'études luso-marocaines dédiés a la mémoire de David Lopes et
Fierre de Cenival, 1945) ha identificado el nombre de la isla del
9 ID., ibid., p. 212, y Miscelánea gttanche, I. Benahoare, La Laguna de
Tenerife, 1943, p. 99.
10 FouoAULD, Did. cit., t. II, p. 728.
11 Con esta variante dialectal aeri convendría tal vez relacionar especialmente
la forma Hieri—por desgracia sospechosa, a causa del diptongo
de la primera sílaba, de ser una grafía falsa—, mencionada por MARÍN V
CUBAS como nombre local de la isla del Hierro (op. cit., p. 174).
sei
Hierro con la palabra beréber azru "roca", o sea, según la definición
de Foucauld [Dictionnaire abrégé touareg-fran^ais, t. II, p. 728)
"muralla rocosa a pico, alta muralla rocosa vertical". Independientemente
de los datos lingüísticos, el que Marcy se apoye, simultáneamente,
en la traducción, interpretada, de Abreu Calindo "fortaleza";
en el nombre del cráter de la isla de La Palma, y en el aspecto
de la isla del Hierro vista desde alta mar, todo ello importa
poco, porque no es la hipótesis en sí misma, tentadora o no, lo que
nos proponemos examinar hoy.
El nombre guanche de la isla, sea su diferenciación gráfica o fonética,
es asero según Abreu Galindo, eccero según Marín y Cubas,
Aero según Viana. Para Marcy, como para su predecesor J. Álvaresí
Delgado, hero no es sino una variante de las dos formas anteriores.
Ahora bien, mientras Alvarez Delgado, prescindiendo de toda etimología,
se apoya en sus conocimientos de hispanista para explicar
la h, para Marcy (y por mayor prudencia reproduzco sus propias
palabras):
"La variante Hero s'explique, en effect, d'elle-méme, á l'inté-rieur
du systéme berbére, par l'aphérése dialcctale—bien connue de
tous les parlers zénétes—de la voyelle *a- initiale du nom et le trai-tement
aspiré: *z >-h, fort usuel en touareg, de la sifflante sonore"
(p. 222, lineas 1 a 6).
Aquí es donde está la cuestión.
El tratamiento z >A de los tuareges actuales, en el norte solamente,
invocado por Marcy, no atañe sino a z no enfática breve.
En las mismas hablas z' (enfática) se mantiene z'. Ahora bien,
02*ru lleva z' (enfática) y, efectivamente, Foucauld (II, 728) da
az'erou, pl. i¿erán (y no aherou, pl. iherán).
La caída de la vocal inicial, en las hablas donde ésta se produce,
es un fenómeno condicionado. Para ello es preciso, a lo que parece,
que ella preceda a una consonante breve, seguida ésta, a su vez,
de una vocal plena a, i, u: fus <: afus, fud < afud, ghil < aghil,
(Tar*: aíTar, tghat't'•< taghaCt\ etc. Si aun hay puntos delicados—
persistencia de la vocal inicial en condiciones semejantes, por ejemplo
tamurt en el habla chaouia de los Ait Frah' de M. Nezzal; o
aghil al lado de ghil en la misma habla; caída de la primera o de
la segunda vocal en los nombres de tres sílabas: macT«n< amacCun^
frente a insi-< inisi—, parece fuera de toda clase de duda que jamás,
en las hablas en cuestión, cae la vocal inicial cuando la primera
consonante es larga o cuando las dos primeras consonantes no están
separadas por una vocal plena. Y, en efecto, en la misma habla de
los Ait Frah' se da azru y no zru.
De este modo, en ambos casos, los hechos invocados por Marcy
carecen de valor probatorio.
362
Queda otra serie de problemas que no se refieren tanto al uso
deficiente de argumentos como al método.
Podrá producir extrañeza que los dos argumentos utilizados
conjuntamente por Marcy para la interpretación de una misma palabra
guanche hayan tenido que ser tomados de dos regiones actuales
no superpuestas. Por más molestias que ello pueda producir de
hecho, yo mismo he insistido ya bastante acerca de la muy frecuente
autonomía mutua de los hechos dialectales en la Berbería
actual, para detenerme en este punto.
Aunque nosotros suponíamos que Marcy, de acuerdo con lo que
escribe, tuvo ideas muy claras acerca de la antigüedad del fenómeno
tuareg y acerca de la posibilidad de relaciones especiales entre
guanches y tuareges, ¿cómo admitir que se pueda jugar, en condiciones
tan aleatorias y sin pruebas más fehacientes, con el tiempo
y el espacio, como si los sacara de un rico depósito de fórmulas
siempre valederas en todo lugar y para cualquier época?
Más aún: puesto que sabemos que Marcy estudió el material
guanche. ¿cómo explicar—si el nombre estudiado no es una supervivencia
de un habla anterior, susceptible de escapar a la adaptación—
que Marcy no se haya apoyado en los mismos hechos guanches,
fuera de los nombres propios, como es natural, y haya preferido
remitirse directamente, para su demostración, a fenómenos tuareges
o a fenómenos calificados de zenetas?
En fin: hubo seguramente variaciones dialectales entre las hablas
guanches; pudo haber habido incluso vacilaciones en el interior
de una misma habla, como, precisamente en nuestros días, en
Djanet, en condiciones perfectamente claras, para el tratamiento
de la z. Pero, ¿se puede asegurar que las diferentes grafías de Abreu
Calindo, Marín y Cubas y Viana reflejan necesariamente diferen.
cías dialectales? Si es verdad, como yo lo he dicho no hace mucho
todavía, que no se deben despreciar sin examen y preconcebidamente
los materiales proporcionados por recopiladoros de este tipo,
no es menos cierto que se los ha de manejar con un mínimo de
prudencia.
Si yo he hecho esta exposición hoy, en este congreso, aunque
Marcy no esté aquí y haya muerto muy recientemente, es porque la
argumentación criticada, puramente beréber y accesible sólo a los
bereberistas, estaba inserta en el desenvolvimiento de una hipótesis
que no interesa sólo a los bereberólogos. Por otra parte, la aceptación
que Marcy alcanzó en vida, el crédito que pueden gozar aún en
lo futuro sus escritos, explican cumplidamente el no haber considerado
propio dejar de hablar de ello.
ANDKÉ BASSET
Prof.de la EicueU de Lcagau
Orteatdcf de Paríf.