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ttEVÍSTA DÉ HISTOHIA
DlrcetttrfPrepl«tario:
DR. JOSÉ PERAZA DE AYALA R. VALLABRÍQA
Individuo corrMpindianla de i t RMI Aetdemia da ta HIatarlá
Tome vil. La L«a.un« ( i * T«'n«rlf* (lal'aa Ganarla*) Afle XIII.
B8TADO ACTUÁI. SB X.AS INVBSTÍ&AClONBS
PREHISTORIOAS SOBRE CANARIAS
Metíiorla acerca de lod «estudios realizados ei^ 192^
en "El Museo Ganarlp" por el Profesor
Dr. losé Pérez de Barradas
Llega a nuestras, manos gentilmente ofrecido- por El Museo Canario,
de Las Pálmasf, uh folleto publieójción de está gloriosa entidad ya sexagenaria.
Su a'utor, el arqueólogo madrileño I>r. JoSé P^rez de &airrad&«,^
bien oonocidp y repü^do entre los conocedores de la prehistoria española^
disoipulo destacado de Obermaier. el sabio auftriaco que a los problenuis
ñfi la arqueología primiti'va de la Península Hispánica-, ha consagrado IM/
frutos más sazonados ée su talento y los mejores años deWi vida.
Tal autor y tal título no'podían menos que, produciir irauaitado iifite-rés
eíi cualquier lector conocedor del pasado de la» ísteB y 4© lfl« ««tiadioa
a él consagrados. El trabajo,, en efecto, ntv desmerece ni ipodla déaÉierer ,
<iw ée la firma'que to avala ,Y como vejpemo» e» íepwwio en puntos de
vista poco o nada 808!pechado« de los conocedores lootfles. Pero íio séria-naos
sinceros si disimulásempí Ifi^primera itrtprésión. penosa, que (produce
al bojearlo. Su pobreza material ae h,ac6 más sensible al acordar aquella
revista "El Mü*eo Canario" que vio ía luzdié 1988 a 1938, y cuya añoranza
será, difícil borrar 4«1 áijímo de )p« aímantes de tes Islas y. de la
ciencia, si somos tan desgraciados q^je no podamos.acariciarla de nuevo
entre lo? dedos ^al como era cuando al extinguirse paneoiá prometer una
vi<|a tan duradera como f eoiindav E^sta pdbrem de la publicación «lue nos
ocupa nos ha sido explicada por el ilustrado secretario de la entidad pu-blioadora
Sr. Jiménez Sándhezi y 4eriya de ina^egaibles dificultades mater
cíalos de <dñversOft d/denes. Aún así no deja de resultar laoc^italíle. por-'
qúo, - a ^ t e el aspecto simplemente estético a que^ nos referfamoi príoci*
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pálmente, repercute tamíbién en el v^alor científico del trabajo qne, en
parle resulta estéril al carecer de toda ilustración en materia que la exige
y de primera calidad. Hace ya •'mucihísimos años, tantos casi como
cuenta la benemérita sociedad canaria, que el Dr. Gbil se lamentaba de
la inxposibilidad de hacer un estudio digno de los materiales cerámicos
que ya atesoraba El Museo Canario recién fun'dado por falta de medios
•ie reproducción gráfica adecuados, muy explicable en aquella-época.
Transcurrido más de medio siglo, siquiera sea transitoriamente, volvemos
a la misima situación. Es seguí;o que El Museo salvará esta omisión
no inadvertida, en cuanto sus medios se lo permitan.
Dejando ya estas circunstancias de forma, entremos a examinar como
merece el trabajo de Pérez de Barradas. Como explica el A. se tpata de
un estudio rápido y superficial hecho como resultado de una permanencia
accidental «n Las Palmas en 1938. Su interés estriba^ no en la aportación
de datos nuevos, ni siquiera -en la inventariación minuciosa de los
, ya adquiridos, sino en la visión de lo más granado de estos a través de la
lécnica de un arqueólogo profesional que saca de ellos sugestiones'y aspectos
que no podía prever el ajeno a tal técnica científica. Aun en este
mismo terreno es de lamentar el carácter accidental del trabajo pues más
largamente madurado, es seguro que la competencia del A. habría permitido
deducir conclusiones más precisas y por tanto más inmediatamente
títiles que no ah^ora. No digamos ya si la permanencia y los medios materiales
de que dispusiera le hubiesen permitido dirigir algunas prospecciones
y excavacionas ijiefódicas que.es lo que más falta hace a la arqueología
canaria. El A: después de una rápida ojeada a los errores de método
en que se ha incurrido habitualmenie entre los investigadores canarios,
señaladamente la confusión en un sólo tipo cultural de todos los
hallazgos, sin plantearse siquiera la posibilidad de diversos tipos sucesivos,
pasa a recapitular el estado de la investigación en los diversos aspectos
de raza, manifestaciones de cultura material, cerámica, piedra tallada
y pulimentada, tejidos, pieles, cuevas de habitación, Casas, etc., iil-tercaladas
con el estudio, siempre jumarlo, de aspectos culturales de orden
más-espiritual (ídolos y con ello* tipo de creencias sobrenaturales,
píntaíieras y adornos, inscripciones, enterramientos, datos etnológicos en
general). Sigue un apartado sobre Cronología y migraciones y termina,
can una copiosa Bibliografía que no ocupa menos de i2 apretadas páginas.
Como se comprenderá el.examen detenido de un trabajo de esta, naturaleza
nos obligaría á plantear todos, los temas tocantes a los aborígenes
canarios, cosa de que nos hemos de guardar. Sólo aludiremos a cier-f>
8 aspectos que de momento nos.han llamado la atención. Si bien es verdad
qíie no se ha intemtado clasificar cronológicamente o de otro modo
los hallazgos casi siempre casuales acumulados en nuestros mtjseos; el
mismo A. reconoce que por este ipismo carácter dispar no dan hasta ahora
base para ninguna sistematización seria. Bastante ha sido que en es-
'to8 últimos tien^pos se haya prestado atención a la sfiñaladísima diferen-
^ cía según las diversas islas, casi ignorada por los iniciadores de los alu*
máós museos en los cuales son hoy innúmeros los objetos &impleme;ite
'«T
clasificados como "guanches" en elsenüdo impreciso que este término
tomó en el pasado siglo en la pluma de los historiadores románticos, felices
de hallar un nombre propio con que designar a la nación indígena,
para ellos única, objeto de su sentimental admiración. Y por ciarlo que
hemos de lamentar que el A. recaiga en sc'm'ejante impropiedad, cuando
con Wplfel y otros ya se hahía conseguido restablecer el uso genuino de
dar o los aborígenes de cada isla el nombre con que los designaron los
antiguos viajeros y conquistadores, reservando, por tanto, el de guanches
a los de Tpn'erife. A esta voz. dio ya otro sentido particular Verneau,
eVprimer erudito que se consagró a los estudios canarios; él la aplicó á
un determinado tipo racial más o menos presente en todas las islas, perg
particularmente en la de Tenerife. En iodo caso suena á falso .esa denominación
en él sentido lato que lamentamos cuando nos habituamos a
leer la historia canaria en sus fuentes originales en lugar de arreglos tardíos.
En el problema racial, el A. reconoce lá subsistencia de las conclusiones
gejiorale^ establecidas por Verneau. si bien con la salvedad propia
de los actuales métodos científicos: una mayor reserva en establecer relaciones
entre tipos que nos aparecen en áreas tan alejadas, como los
Cro-M^gnon de Francia y nue,stros guanches. Eli ^studio de los restos de
la cultura material, realizado por el A. en las ricas colecciones de El Museo
Canario, es la parte central y de máximo interés del sucinto estudio que
comentamos. Lft cerámica sobre todo es objeto de cuidadosa clasificación
por especies y formas, desgraciadamente inutilizable hasta qu* S€ acompañe
ilustración., Por ello dejaremos para mejor ocasi(Jn su comentario
y sólo diremos algo de las aipreciaciones del A. en cuanto a la cultura
moral de los primitivos isleños, materia en la que no choca con aquella
limitación. Del todo coincidimosscon sus juicios en lo tocante a la existencia
de una cultura matriarpal en Gamarias (pág. 17). Aun añadiremos que
también para Oran Ganada, contra el parecer'del A., los cronistas d«jan
traslucir instituciones matriarcales por ellos no comprendidas y por eso
•mal explicadas. ¿Cómo hay que interpretar sino los ccmplicados parentescos
de los Guanartemes. que goibiernan siempre en nombre de una sobrina
o prima?: "de voluntad de la prima se ,puSo por falcan de Oáldar
un tío della hermano de madre que llamaron Guanaohe Settiidan"; "este
Guanartéme (de Telde) ahijado del Rey y tenía como tutor lo que per-tf-
nesía a la sobrina", "no sesaba Dn. Fernando de amonestarles que se
diesen, y entregassen a feu Señora..." Creo que es un vano intento del
cronista para dar una explicación europea de una institución canaria.
Tamibién debe verse una institución integrante de este tipo de culturas
(que llamamos matriarcales, con o sin propiedad), la de los colegios de
llarimaguadas, que hallan su paralelo en otros cuadros de vida primitiva
análogos.
• Interesante es tamibién la conclusión a que llega el A. en cuanto a
las inscripciones. Contra la tradicional explicación que las atribuye a ac-cidentales
visitas de extranjero», no vacila en acoger el punto de vista
que Q. Maroy expone en un trabajo que no hemos podido ver todavía: es-
M
tan en lengua "guanche" y en un alfabeto africano conocido y por tanto
"se leen y. se comprenden". Así serían debidas a lo& propios habitan-fes
de las islas, siquiera fuesen de geher^ciones muy anteriores a las que
sufrieron la <í^onquista. Es inútil ponderar el interés de estas afirmaciones
de Maroy.
EU máximo esfuerzo para extraer conclusiones de su estudio lo hace
el A. en el apartado final que titula "Cronología y migraciones". Son en
extremo interesantes sus hipótesis sobre la época de llegada de los diversos
elementos constitutivos de la población canaria. Pero toda prudencia
será poca en el camino de formar bloques de elementos culturales que se
postulan inseparables. Así el A. no puede menos de chocar con la ausencia
de 6kgricúltura en las dos islas más occidentales, donde precisamente
tenemos informes contrarios al supuesto monoteísmo anejo a. la ganadería.
Y en cu«nto a Ips jefes que las crónicas si^ponen reyes es más que
probable una deformación de los hechos ^aor cronistas que no concebían
otra organización política. Obsérvese que el veneciano Ca da Mosto se
muestra mueho menos CO,ncluyente y que sus palabras nos sugieren la
'<Jea del clan social antes que la del principado político. Finalmente la
Bibliografía que cierra el traibajo ha sido redactada con más preooypa-ción
de la cantidad qvi.e la oalidatl, 1Q cual desluce su real importancia,
que se ciñe a los títulos estrictamente necesarios; que son los menos, pero
algunos de gran interés como el aludido trabajo.de MarCy y varios artículos
de viejas revistas insulareis hoy rarísimas.
En conclusión, el trabajo de Pérez de Barradas es de tal interés que
no podrá prescindirse de él cuando se quiera tratar científicamente sobra
nuestros aborígenes, y solamente cabe lamentar que íiu brevedad y pobreza
defrauden en parte las esperanzas que scconciben al abrirlo. Es éste,
en realidad, el único agravio que contra él sentimos.