Don Elias Santos Abréu (1856-1937)
Por Manuel HENRÍQUEZ PÉREZ
Amblentaclón
El sigflo XIX alcanza la mitad en su devenir teíuporal. Las
Islas Canarias constituyen una sola provincia de España, cuyas
marejadas políticas, revoluciones y pronunciamientos militares
apenas turban el retiro silencioso del Archipiélago.
La isla de La Palma da a luz por esta época a un período muy
interesante, de efectos trascendentes, de su historia; se trata de
un verdadero renacimiento cultural, extendido a toda clase de
manifestaciones espirituales. Este movimiento estaba informado,
en parte, por un notable autodidactismo, impuesto necesariamente,
dado el aislamiento geosocial de las Canarias.
Entre las personalidades vigorosas que surgen se encuentran:
don Manuel Díaz, beneficiado de El Salvador, patriarca de esta
larga y variada familia de intelectuales palmeros; representa la
imaginería religiosa, la oratoria y la música sagradas, todo ello
guiado por su casi legendaria caridad. Fernández Ferraz, que
encarna la enseñanza, llevada dignamente a tierras americanas.
Méndez Cabezola, político de altura, creador y promotor infatigable
de entidades culturales, introduce la novedad isleña del
periodismo organizado. Rodríguez López, exuberante y proIíBco,
es el poeta del romanticismo palmense, llegado tardíamente a sus
playas. Don Victoriano Rodas, maestro, escritor y hábil dibujante,
12 [2]
violinista y compositor, es la variante musical por excelencia
de esta galería de hombres ilustres, incrementada por miembros
destacados de la familia Henriquez. González Méndez —aunque
su fíliación palmera aparezca un tanto desdibujada, como sucede
con Pérez Galdós respecto a Gran Canaria— personifíca la pintura,
con ios valores ecuménicos y eternos de sus retratos.
La fígura de Santos Abréu, aparecida hacia fínales del siglo,
supone el aspecto científico de este despertar gozoso de La Palma.
Los óptimos frutos de su labor se producen ya en pleno siglo
actual.
En su vida existen, a nuestro juicio, dos hechos fundamentales.
Un momento clave: la publicación de Nociones de enfermedades
de la piel. Y un punto culminante: la obtención del premio
«Agell>.
Alrededor de estos hilos conductores vamos' a entretejer, al
intentar reconstruirla, la malla de su proceso vital.
Don Elias Santos Abréu nació el 1.° de mayo de 1856 en la
entonces villa de Los Llanos (isla de La Palma), donde transcurrió
su infancia. Fueron sus padres don Domingo Santos Lorenzo,
natural de dicha villa, y doña Carolina Abréu Pérez, de Santa
Cruz de La Palma.
No fue nuestro biografiado un «niño prodigio»; no se manifestaron
precozmente en él las aptitudes extraordinarias que después
habría de revelar para las ciencias naturales. En lo único
que sí se mostró claramente Santos Abréu como futuro investigador
fue en su insaciable sed de aprender. A los seis años de edad
ingresa en la única escuela elemental que existía en el pueblo,
de donde pasa muy pronto a otra superior que a la sazón se había
creado. En ambas hace rápidos progresos, entregándose por entero
a esa ansia exaltada de saber.
Posee la materia prima: una inteligencia excepcional; en este
receptáculo natural y privilegiado se van acumulando datos,
observaciones y experiencias que, con el tiempo y tras un labo'-
[3] 13
rioso proceso de sedimentación y reelaboración, darán trabajos
espléndidos para gloria de La Palma y de las disciplinas a que
dedicó todo su fervor. Los rudimentarios conocimientos que
pudieron proporcionarle sus primitivos maestros hieren amorosamente
su inteligencia virgen, y en una recreación íntima, secreta,
don Elias, iluminado, entrevé, como en un sueño maravilloso,
vastas posibilidades, empresas a acometer, cual caballero andante
desencantador de verdades científicas.
Todavía en los umbrales de su adolescencia abandona por
vez primera la Isla, al marchar a la ciudad de La Laguna (Tenerife),
donde cursa los estudios de bachillerato. En una transición brusca,
sin soluciones graduales, el aguilucho, en su afán de vuelo, pasa
del ambiente rural de Los Llanos al de la docta ciudad de los
Adelantados. En unas horas todo se transfigura: el caserío esparcido
cordialmento por el risueño valle de Aridane, cobijado por
un bendito cielo azul como las encendidas ilusiones del joven
estudiante, se ve sustituido por la tristeza cerrada, teñida del gris
de sus implacables nubes, de la mitad monjil, mitad doctoral
ciudad lagunera.
Pero la adaptación no pudo ser difícil. Dado el espíritu
austero, introspectivo de Santos Abréu —que lo caracterizó siempre—,
es seguro que pronto se encontró a gusto en el paisaje
recoleto y silencioso de aquella antigua capital de Canarias. Es
más: lo que don Elias pretendía al trasladarse a la vecina isla lo
consigue brillantemente. En el Instituto Provincial hace el bachillerato
con una facilidad asombro de profesores y compañeros.
El 14 de junio de 1875, a los 19 años de edad, obtiene el
grado, con nota de sobresaliente.
II
Ya es nuestro protagonista bachiller. Con su flamante título,
sancionado por la máxima calificación, ha cubierto la primera etapa
de su vida.
Después de un breve verano p&sado con su familia, movido
de la vocación médica, en el mismo año de 1875 se dirige a
14 [4]
Sevilla, en cuya universidad gana, al cabo de cuatro años de estudio
intensivo, la licenciatura de Medicina y Cirujía, nuevamente
con nota de sobresaliente.
£1 27 de junio de 1879 ve don Elias satisfecha su más inmediata
aspiración: ser médico, quizás la más nOble, heroica y hermosa
de las profesiones, junto con la sacerdotal; no en vano las
atribuciones del uno han de extenderse con frecuencia al campo
del otro, complementándose necesariamente.
En esa época universitaria de Sevilla comienza ya Santos
Abréu a dar pruebas fehacientes de su preparación única; la semilla
calurosamente cuidada fructifica. En el periódico <E1 Eco
Médico de Sevilla» publica varios ensayos de estudio, entre ellos.
Nociones de enfermedades de la piel, que llama en seguida la atención
de teóricos y facultativo's, hasta el punto de que su profesor
de Dermatología aprovechó dicha publicación para las conferencias
de clase. Este episodio es altamente significativo, habla muy
alto de la categoría intelectual de nuestro biografiado y nos ofrece
un avant-goút de lo que llegará a ser más tarde. £1 gozo moral
que este momento tuvo que producirle fue implícito, no ostensible.
En su modestia, en su introversión vital, que con el transcurso de
los años se acentuó más y más, no podía hacer al exterior partícipe
de sus reacciones, tanto si eran de alegría, como de dolor.
Detengámonos un poco a meditar en la importancia que tiene
la referida publicación de esas Nociones en la vida de Santos
Abréu. £1 orden jerárquico lógico, tradicional, de los valores humanos
queda trastocado en virtud de la bondad intelectual del
joven universitario: el profesor utiliza materiales ordenados, sistematizados,
no por un compañero ni por una autoridad consagrada,
sino por un alumno de veinte años, procedente de las lejanas y
entonces casi desconocidas islas españolas del Atlántico. ¡Cuánto
hubo de significar para don Elias este legítimo triunfo, más que
por su contenido material; por lo que simboliza y predice para el
futuro del sabio! Casi solitario en Sevilla, desvinculado por el
tiempo y la distancia de su tierra natal —las Canarias estaban mucho
más apartadas de la Península que hoy—, esta primera victoria
científíca vino a hacerle dulce compañía.
Terminados sus estudios, el licenciado de veinte años regresa
[5] 15
a La Palma y se establece en Los Llanos. Allí ejerce su profesión
durante un trienio, pues a principios de 1882 hace viaje a Cuba,
con el fin de visitar a su padre, ausente en aquella isla, aún española.
En diciembre del mismo año vuelve a La Palma. Parece
como si presintiera que en ella le esperan g-randes tareas que realizar,
vírgenes de toda actividad humana. La isla patria le atrae
con llamada impaciente y misteriosa para ofrendarle el tesoro de
sus flora y fauna más diminuta, aún por estudiar y clasificar.
Don Elias Santos se establece definitivamente en Santa Cruz
de La Palma, capital de la isla, y en poco tiempo se crea una nutrida
clientela, procedente de todos los estratos sociales. Los
pacientes, ganados por sus aciertos, cuyo eco se propagó velozmente,
y por la novedad de métodos y tratamientos del joven
médico, acudían a su consulta en demanda de curación y de las
palablas reconfortantes del galeno, que llevaban al ánimo del enfermo
la confianza expectante en el éxito.
En la misma ciudad capital formó una familia, al contraer matrimonio,
en 1886, con doña María del Rosario Rodríguez Pérez,
de una poderosa casa de armadores y comerciantes, compañera
cariñosa y comprensiva, a quien Dios, generosamente, le ahorró
el dolor de presenciar impotente la partida eterna de su esposo,
acogiéndola en su seno antes que a aquél. De este matrimonio
nacieron ocho hijos, de los que los varones se orientaron rápidamente
hacia el camino de las ciencias.
No satisfecho Santos Abréu con el empleo de medicamentos
y métodos curativos, en su deseo de ahondar más en la etiología
de las enfermedades infecciosas e infecto-contagiosas, y adelantándose
genialmente a la concepción actual del análisis clínico
como medio esencial para el establecimiento de diagnósticos
organizó en 1892 un pequeño laboratorio bacteriológico, primero
que se conoció en La Palma.
III
Normalizada su vida profesional, acomete don Elias la empresa
tan ardiente y largamente esperada, acariciada con ilusión en
16 [6]
los momentos de descanso de La Laguna y Sevilla. La entrega fue
total, agotadora para otra naturaleza que no fuera la suya.
Aplicó las privilegiadas y pacientes cualidades de su cerebro
al estudio de la flora del Archipiélago; así llegó a formar un interesante
herbario compuesto por todas las especies indígenas.
Pero sus atenciones preferentes se dirigieron al terreno zoológico,
más concretamente, a la entomología, desiderátum de su
labor. Simultaneó el estudio botánico con el de los insectos y, a
tal fín, recorrió la isla nativa en múltiples y laboriosas excursiones;
escudriñó palmo a palmo hasta los rincones más apartados, desde
las costas hasta las elevadas montañas, en una búsqueda incesante,
tenaz, de esos pequeños seres, piedras vivas, más preciosas para
el sabio que todos los diamantes del mundo.
Era éste, como se comprenderá, un trabajo de años, pero |con
cuánto amor buscaba don Elias! Exigió a montes y playas, colinas
y valles, matorrales y descampados que le revelaran sus secretos,
entregándole sus minúsculos habitantes; y regresaba de cada excursión
con los preciados trofeos de nuevos y raros ejemplares,
ganados en científica lid con la naturaleza.
Al cabo del tiempo reunió, ordenó y clasificó ejemplares de
gran variedad, pero dedicó especial atención a los dípteros. De
ellos hizo un concienzudo y exhaustivo estudio, al recoger gran
número de especies y hallar entre ellas muchas que eran desconocidas
hasta aquel momento para la ciencia. Sus investigaciones y
descubrimientos tomaron forma literaria en sus anotaciones, que
él llamaba Apuntes para el estudio de los dípteros de las Islas
Canarias,
IV
Y llega la plenitud de los tiempos para la consagración oficial
de Santos Abréu como sabio entomólogo. A base de sus cuadernos
de apuntes, ampliados y ordenados conforme a un riguroso
plan científico-expositivo, redacta la memoria titulada modestamente
por el autor Ensayo de una monografía de los tendipéndi-dos
de las Islas Canarias, con la que obtiene el premio «Agell»,
j . - -
^•i A!
Don Elias Santos Abréu
Foío hecha a raíz do ¡a conres.ón Jel Pwmio flsjel/
Don Elias Santos Abréu
Obra (¡el escultor don José ¡•elipc Hidalgo. - Mitr-eo de Histonn
Natural de La Cosnio/ócjica», Santa Cruz de La Palma
[7] 17
que para estos temas tenía establecido la Real Academia de Ciencias
y Artes, de Barcelona, correspondiente al año 1916.
El trabajo callado y paciente de largos años recibía así ei
reconocimiento público y ofícial y, con él, la fama indiscutible para
el sabio investigador de sesenta años de edad. £1 nombre de La
Palma, por gracia de uno de sus hijos más ilustres, adquiere de
esta manera resonancia en todo el ámbito nacional. Ya veremos
cómo esta universalidad de la figura de Santos Abréu se extiende
fuera de España.
El 24 de febrero de de 1917, la citada Academia le designa
Miembro Correspondiente, con derecho a que se le publiquen, a
expensas de dicho organismo, las demás obras que escriba. Iniciado
el camino con la memoria premiada, los sucesivos trabajos
brotaron de la pluma de don Elias, puesta al servicio de su inteligencia,
con una continuidad fecunda, como se deducen lógicamente
las consecuencias de una premisa fundamental. La obra
premiada se publicó en enero de 1918.
Eran ingentes los materiales acumulados por Santos Abréu en
años de búsqueda constante e infatigable, máxime si tenemos en
cuenta el considerable número de monografías que dejó sin publicar,
cinco de ellas incompletas. Unas y otras esperan, un poco
como el arpa becqueriana, la llamada catalogadora de obras postumas,
mediante terminación de las inacabadas y publicación de
todas por quien pueda hacerlo con la precisa autoridad. Cada una
de estas monografías puede ser una magnífica tesis para el doctorado
en ciencias naturales. A pesar de lo árido de su temática,
poco propicia a los desarrollos imaginativos, su forma literaria
tiene una clara y elegante corrección.
No termina ahi la trascendencia de los descubrimientos de
Santos Abréu.
Varios naturalistas, en atención a su labor científica, le dedican
ciertas especies nuevas, de Canarias, por ellos estudiadas.
El célebre naturalista español don Ignacio Bolívar, en 1926, y
RHL, 2
18 [8]
ante la inminente publicación de una pequeña obra sobre ortópteros
de este Archipiélago, le escribía: «Entre las especies que
fígfurarán en esta obrita, se encuentra un bonito grillo, que he
bautizado con el nombre de V., como justo homenaje a su labor
entomológica que lleva adelante con tanta constancia y que es de
tan gran valor científico». El Dr. Torres Mínguez, en sus Notas
Malacológicas, del año 1928, da el nombre de Amalia santosi a
una especie do molusco pulmonado desnudo que Santos Abréu
había encontrado en La Palma y le había enviado para su estudio.
Esta incorporación al mundo zoológico de los ejemplares hallados
por nuestro biografiado, este bautismo con su nombre de
sus hijos científicos —no en balde él los trajo a la vida de la ciencia—,
no se da solamente en España. Sus escritos traspasan las
fronteras nacionales, y así el abad O. Parent, de Aire-sur-la-Lys,
Pas de Calais (Francia), sabio especialista en dolichopodidos (dípteros),
en 1929 estudia y clasifica con el nombre de Hercosiomus
santosi una especie de dicha familia, también descubierta en La
Palma por Santos Abréu y remitida al referido abad.
Aún hay más: el área de apreciación de su figura y aportaciones
científicas se extiende a tierras todavía más distantes de su
isla. En el año 1927, el eminente doctor de fama internacional
H. Schmitz, S. J., profesor de Biología y Filosofía Natural del Colegio
de San Ignacio, en Valkenburg (Holanda), le propone hacer,
conjuntamente, una revisión de su monografía de los Phoridos de
las Islas Canarias. Tal proposición es gustosamente aceptada por
don Elias, y en 1934 se edita dicha obra revisada, en lengua latina,
en Helsingfors (Finlandia), con el siguiente título: Catalogas Pho'
riadarum Canariensium, autoribus Dr. Med, E. Santos Abreu et
Dr. Phil. nat. H. Schmitz, S. J.
VI
Hasta aquí hemos tratado la personalidad de don Elias Santos
Abréu en sus aspectos de sabio entomólogo —perfil esencial y
universal de su. genio— y de médico. Pero su inteligencia y
su actividad ininterrumpida, prueba de una vitalidan impar, son
polifacéticas.
[9] 19
Existe, además, un Santos Abréu músico, literato, dibujante
y conocedor de idiomas, del que es preciso hablar, aunque sea
someramente.
Fue don Elias durante toda su vida muy amante de la música.
De niño, ya tocaba el flautín en la banda de afícionados que existía
en Los Llanos. Más tarde, en su juventud, se reveló como un
buen guitarrista, que llegó a interpretar obras difíciles en este
intrumento de tradicional estirpe española. Al poco tiempo de
fijar su residencia en Santa Cruz de La Palma —hacia 1883—, se
funda en dicha ciudad una Sociedad Filarmónica; Santos Abréu es
designado director de la orquesta que se constituye, cargo que
ostenta mientras esa entidad instrumental vive. Al frente de ella
realiza una meritoria labor de difusión musical y, con ello, el nivel
cultural de la capital de la Isla adquiere un gran impulso. Hemos
tenido ocasión de consultar varios programas de los conciertos de
la referida orquesta, que plasman la preocupación de su director
por ofrecer a sus auditorios, dentro, claro está, de la relativa modestia
de medios técnicos y de los gustos de la época en una
ciudad pequeña, versiones musicales de calidad.
Su actividad en el campo de la música fue completa, pues
abordó también la composición. Colabora con el poeta Rodríguez
López al poner música a dos saínetes líricos de éste, titulados
Don Pantaleón y Los dos antifaces, el segundo estrenado por una
compañía lírica que actuaba entonces en la ciudad. Además, compone
una Loa a la Virgen de los Remedios, de Los Llanos, con
versos del mismo poeta; otra a la Virgen de Bonanza, de El Paso,
y varias danzas características para las Fiestas Lústrales en honor
de Nuestra Señora de Las Nieves, en colaboración con el poeta
festivo don Domingo Carmona; todo ello aparte de muchas piezas
de salón (valses, polkas, mazurcas) para piano.
Sus conocimientos de la técnica musical, como es lógico, no
podían ser muy amplios, pero una intuición feliz llenaba las lagunas
existentes. Bástenos decir que si en la ciencia Santos Abréu
se manifiesta como un verdadero sabio, en la música lo hace como
un ingenio fácil y brillante, ya que convirtió esta arte en su violín
de Ingres.
* * *
20 [10]
Asiduo colaborador en los diarios locales, su obra literaria
pura, que comprende ensayos, artículos, discursos, conferencias,
leyendas palmeras, etc., se halla dispersa en la prensa de la época.
* * *
Era Santos Abréu, además, excelente dibujante, hasta el punto
de ser siempre elogiadas las bellas láminas que ilustraban sus monografías,
por la comisión de publicaciones de la Academia de
Ciencias y Artes barcelonesa.
Dominaba el latín y con'ocía el francés y el alemán. Este último
idioma lo estudió casi sin maestro, estimulado por el deseo de
traducir algunas obras científicas alemanas, especialmente las referentes
a insectos, que —decía— eran insuperables e insustituibles
en su género.
En resumen: la capacidad creadora y de estudio de este hombre
ilustre es pasmosa. Una voluntad férrea y un vigor físico
excepcional, puestos al servicio de su inteligencia señera.
* * *
La grandeza de su personalidad atrajo sobre él la gloriosa
pesadumbre de cargos, distinciones, honores y condecoraciones.
La Palma, la Península y el extranjero contribuyen a rodear a don
Elias de esas satisfacciones que él apreciaba modestamente, como
justo reconocimiento a sus indiscutibles méritos científicos.
VII
Era hombre de carácter austero y poco comunicativo, señal
de una vida interior muy intensa. Su presencia imponía inmediatamente
respeto cariñoso y admiración profunda; de su persona
emanaba, sin afectación, ese algo imponderable que distingue
al sabio.
Todo es extraordinario en él: su capacidad de trabajo, su
producción monográfica, la variedad de asuntos que abarcó literariamente,
el ejercicio de la medicina y de la dirección orquestal,
que alterna con la composición musical; incluso, un dominio total
de las emociones, de las pasiones, como la vanidad, innata en el
[11] 21
ser humano, que Santos Abréu supo aherrojar en lo más hondo
de su conciencia.
Sus estudios especializados le llevaron a la conformación de
una filosofía teñida de panteísmo, alejada de todo principio escolástico.
Liberal en ideas políticas, nunca las llevó al desag^radable
terreno práctico, ni siquiera polémico. Quisiera o no, su destacada
figura tuvo que formar en los movimientos culturales y filosóficos
de aquel período histórico que le tocó vivir, tuvo que participar
in mente de unas inquietudes espirituales que, como todo fenómeno
de nuevo signo, se extendieron al campo de las especulaciones
científicas. Los eternos interrogantes de la vida y de la muerte se
alzaron frente a él, rodeados de las doctrinas que antaño, como
hogaño, pretendieron estérilmente resolver las suprahumanas incógnitas;
y, al fin y a la postre, seguramente tras lucha terrible,
intelectualmente agotadora, la mente superior de don Elias descansó
en Dios, creador y guardián celoso de estos altos secretos
donde se condensa la esencia del mundo.
Con todo, su altura intelectual, la pureza de su actitud viril,
sin mácula de mezquindades ni de perjuicios de mala fe, vulgares
o pueriles, lograron la armonía de una convivencia perfecta en la
sociedad, con gentes de todos los estados, creencias e ideologías.
De otra parte, y a pesar de su ordinario hermetismo, su opinión
se hizo oir en momentos dolorosos para las Islas Canarias: la
demanda de auxilio, por medio de la prensa, para los habitantes
de Fuerteventura, reseca y hambrienta, es buena muestra de ello.
Su preocupación por los problemas humanos y por el porvenir
isleño se hace patente en su labor médica continua y en su artículo
periodístico sobre el incendio de los montes de Garafía.
VIH
El conjunto físico de Santos Abreu respiraba fortaleza y vitalidad
exuberantes. Era de estatura mediana; color moreno clare
ojos grandes, oscuros; frente despejada y boca un poco alargada;
cuerpo robusto, con las espaldas un tanto encorvadas, producto^
quizás, de la índole de sus trabajos, de su inclinación continuada
22 [12]
sobre el microscopio, sobre la carne doliente de sus enfermos,
sobre la tierra en sus búsquedas entomológicas. Su paso era menudo
y más bien rápido. En su juventud llevó barba corta y bigote;
más tarde hizo desaparecer la barba, pero conservó el bigote hasta
su muerte. Aditamentos imprescindibles de su persona eran sombrero
negro y bastón, que usaba solamente para andar por la
ciudad, como un objeto de adorno.
En don Elias hubo dos vidas, si no opuestas, si distintas: la
pública de la cotidiana consulta en su despacho, la de su núcleo
de amistades cuya intimidad, dado su carácter, tuvo que ser limitada
en cantidad y calidad; la de conferencias, actuaciones musicales
y festividades conmemorativas. Y la profundamente privada, encerrado
en su casa, ensimismado en las tareas científicas, rodeado
de sus colecciones de insectos, de sus notas y fichas, de sus libros
de consulta. Este último es el aspecto más interesante y perdurable
de su personalidad; es aquí donde está el sabio, con su torre de
marfil tachonada de esas miniaturas vivientes de la entomología.
Para la generalidad de las gentes se mostraba don Elias serio,
parco en palabras; pero en la intimidad era, casi siempre, jovial y
bromista. Estaba dotado de un sentido finísimo del humor. Sus
anécdotas, llenas de esa gracia inimitable que parece ser prerrogativa
del palmero (algún día debe escribirse la historia de la antiquísima
y hoy desaparecida «institución» de La Mueca), son innumerables.
Habitualmente era hombre reposado; sin embargo, a veces
tenia explosiones violentas de carácter que, afortunadamente, duraban
poco. Se indignaba cuando tenía que visitar a un enfermo
al que había reconocido varias veces en el término de escasas
horas; pero, generalmente, calmada la tempestad —su bondad podía
más que la incidental iracundia—, a los pocos minutos salía a la
casa del fastidioso paciente. A pesar de que en sus últimos años
de lucidez se sentía agotado por la edad y la tarea realizada en su
fructífera vida, nunca desoyó, aún en las horas más intempestivas,
la angustiada voz de una parturienta que le llamaba junto a su lecho.
[13] 23
A falta de los modernos medios de locomoción, durante la
casi totalidad de su vida profesional tuvo que vistar a sus enfermos
a pie. En cualquier época del año, hiciera frío o calor, viento o
lluvia, se le podía ver recorrer pacientemente las pinas calles de
la ciudad, en ejercicio de sus deberes humanitarios. En el invierno,
cuando la lluvia era abundante, empleaba en sus salidas unas
botas altas, de ^oma, que le alcanzaban las rodillas, y un buen
impermeable.
No se lucró con su profesión. A pesar de que su clientela era
la más extensa y variada de la capital, pues a él acudían enfermos
de todos los estratos sociales y de casi todos los pueblos de la
Isla, rara vez pasaba cuenta de sus honorarios; cobraba lo que
voluntariamente le abonaban.
Hombre muy metódico, tenía perfectamente distribuidas las
horas del día. Siempre fue madrugador; en su juventud y madurez
abría la consulta a las ocho y media de la mañana. A las diez en
punto almorzaba. Seg'uidamente, salía a visitar sus enfermos; al
reg^reso, hacía un rato de lectura, paseando. Rara vez se le veía
sentado; incluso las tertulias con sus amigos se desarrollaban en
este plan peripatético. A las cinco de la tarde cenaba, y después
iba a la casa de algún amigo, como eran don Manuel Abréu
Lecuona, médico también, y don Miguel de Sotomayor. Como
remate de cada jornada estaba, indefectiblemente, el ensayo de
la Orquesta Filarmónica, mientras la misma existió; terminado éste
—diez de la noche—, regresaba a su hogar. Al disolverse la Orquesta,
continuó la tertulia con sus amistades, hasta que la muerte
la truncó inevitablemente, hacia principios del siglo. Le quedó
otra tertulia: la de la rebotica de don Blas Hernández Carmena,
donde se reunían muchos personajes, entre ellos don Fernando y
don Sebastiáa Arozena, don Manuel Lujan, don Leopoldo y don
Luis Pereyra, don Miguel Castañeda, don Eugenio Carballo y otros.
Andando el tiempo, las horas de las comidas sufrieron alteraciones;
las costumbres sociales evolucionaban y había que adaptarse
a ellas, aunque las demás suyas particulares siguieran inalterables.
Por entonces, después de cenar y antes de salir, disfrutaba de una
velada musical a cargo de sus hijos mayores, que interpretaban al
piano, a cuatro manos, oberturas y fantasías de las obras en boga.
24 [14]
En su juventud fue un excelente jinete; luego se convirtió en
un g^ran andarín. Todas las excursiones minuciosas a través de
la Isla las efectuó a pie. Como en sus primeros tiempos era muy
aficionado a la fotografía, en sus salidas llevaba consigo la correspondiente
cámara; de este modo captó los lugares más bellos y
pintorescos de La Palma; él mismo revelaba las placas, que pasaba
al papel también personalmente.
Con frecuencia iba de pesca, pretexto tras el cual se ocultaba
el verdadero objetivo de estas salidas marítimas: mientras los amigos,
marinos pescadores, se dedicaban a su tarea, él saltaba a tierra
y buscaba afanosamente insectos en la playa, pues sabía que determinadas
especies de dípteros sólo viven en las costas. Gran fumador
de cigarros puros, se le veía con frecuencia en compañía de los
pescadores, con los que sostenía largas charlas, interferidas por
bocanadas espesas de humo.
Incondicional amante de la naturaleza, todos los veranos marchaba
a su finca de La Dehesa de la Encarnación, donde pasaba
los calores estivales. Estos meses los disfrutaba con un entusiasmo
que le remozaba; entonces sólo se trasladaba a la ciudad cada tercer
día, para atender su consulta; el resto de la semana lo compartía
entre ascensiones a los montes, a la caza de insectos —que se
hicieron menos frecuentes a partir de 1916—, y la redacción de sus
monografías. Casi todas ellas fueron escritas en La Dehesa. Pero
los Apuntes para el estudio de los dípteros los escribió lentamente
en su despacho, entre visita y visita de sus clientes; sobre la mesa
del microscopio tenía las cuartillas siempre preparadas.
Sentía Santos Abréu gran cariño por los árboles; quién los
maltratara se convertía automáticamente en su enemigo irreconciliable.
Conocía con detalle todos los bosques de la Isla, y en sus
frecuentes excursiones a los mismos se extasiaba en la contemplación
de la naturaleza botánica en plena y solemne libertad. Cuando
sabía de alguna matanza en masa de los montes, se encendía en
santa, justa ira.
Otro de sus grandes amores fue La Palma. Después de su
regreso del viaje a Cuba, solamente volvió a salir de la Isla en
mayo de 1894, fecha en que se trasladó a la de La Gomera con
objeto de visitar a su tío, el presbítero don Elias Santos Loreenzo,
[15] 25
párroco del pueblo de Agulo; aprovechó la ocasión para recoger
plantas e insectos de dicha ínsula. La Palma era para él la región
más hermosa, más interesante del mundo. Esta apasionada entrega
al terruño puede explicarnos su vida constante en la insularidad
palmera. Varios naturalistas que le trataron personalmente expresaron
su opinión de que este hombre, si hubiese vivido en otro
medio cultural y científico, donde hubiera tenido a su alcance todo
lo necesario para desarrollar sus privilegiadas facultades, habría
producido mayores cosas todavía.
* * *
Ese dominio total de sus nervios y emociones que hemos ya
señalado, esa formación casi ascética de su sicología, le impedían
demostrar sus sentimientos y afectos de forma efusiva; por ello
aparentaba frialdad e indiferencia. Pero era sumamente cariñoso,
no ya con su familia, a la que veneraba, sino con los particulares.
En los trances amargos de su existencia se le transparentaba la
lucha por mantener la serenidad y la presencia de ánimo; mas,
algunas veces, la resistencia quebró como cristal herido por relámpago
doloroso, y entonces las lágrimas llegaban a brotar de los
ojos de este varón fuerte e ilustre.
En sus últimos años, desgastado el cerebro por el intensivo
trabajo de su gloriosamente fecunda vida, sufrió un proceso de
locura senil, con origen somático en esclerosis arterial. En virtud
de esta cruel y larga enfermedad, quedaron inacabadas interesantes
monografías.
El 30 de marzo de 1937, a los 81 años de edad, se extinguió
definitivamente la existencia del ilustre sabio; para la ciencia, su
autorizada voz hacía tiempo que se había perdido.
IX
Hoy, colocados ya en la necesaria perpectiva histórica, podemos
enjuiciar la vida de don Elias Santos Abréu como la de un
sabio, sin duda alguna, sin que quede en esta afirmación la menor
señal de hipérbole.
26 [16]
Esta conclusión a que hemos llegado al término de su biografía,
donde sólo hemos recogido sus rasgos principales, no es gratuita;
se halla sólidamente asentada en las bases constituidas por
sus estudios de entomología. Uno solo de ellos hubiese bastado
para calificarlo inmediatamente. Su nombre, unido a su obra, tiene
categoría y resonancia universales en el campo de sus estudios;
sus trabajos fueron apreciados en seguida en su justa importancia,
apenas conocidos por sus colegas nacionales y extranjeros. Pero,
como los buenos caldos, su labor engrosadora de la ciencia de los
insectos adquiere mayor calidad a medida que pasan los años. £1
hecho de que el nombre de Santos Abréu se pronuncie con respeto
por los naturalistas de varias naciones; la aparición de sus apellidos
en tratados, citas y bibliografías de la materia; la existencia
de moluscos y dípteros que tienen por nombre específico su primer
apellido, son factores que constituyen nn legítimo timbre de orgullo
para La Palma.
La Isla le vio nacer, triunfar y morir; le brindó su inmensa
cuna, el espacio cordial para sus descubrimientos y la tierra acogedora
de su tumba. En el panteón familiar de Santa Cruz de La
Palma reposa lo finito, caduco y perecedero de su ser, ya que su
espíritu genial se transmite de boca en boca a través de las generaciones
y ha quedado perpetuado gráficamente en su obra. La
Palma, con impulso y desprendimiento maternales, le dio todo
cuánto pidió y obtuvo; Santos Abréu, buen hijo agradecido a tanta
bondad, no quiso apartarse jamás de ella, y devolvió con creces
lo que había recibido, al enaltecer con su vida ejemplar el nombre
de la Isla patria.
APÉNDICES
l'
LA OBRA
a) Monografías publicadas:
-Fungivorídos. Febrero de 1920. Real Academia de Ciencias
y Artes, Barcelona. 151 págs. 27X20 cms. y dos láminas.
Í17] 27
2.—Phoridos. Mayo de 1921. R. A. C. A., Barcelona. 86 pájs.
27X30 cms. y 1 lám.
3.—Melusinidos. Marzo de 1922. R. A. C. A,, Barcelona. 45 págfs.
27X20 cms. y 1 lám.
A.—Limonidos Agosto de 1923. R. A. C. A., Barcelona. 129
págfs. 27X20 cms.'y 4 láms.
S.—Syrphidos. Diciembre de 1924. R. A. C. A., Barcelona. 144
págs. 27X20 cms, y 4 láms.
6.—Típulidos. Marzo de 1926. R. A. C. A., Barcelona. 18 pigs.
27X20 cms. y 1 lám.
7.—Bombylidos. Diciembre de 1926. R. A. C. A., Balcelona. 65
págs. 27X20 cms. y 1 lám.
8.—Dolichopodidos. Mayo de 1929. R. A. C. A., Barcelona. 120
págs. 27X20 cms. y 2 láms.
9—Psychodidos. Agosto de 1930. R. A. C. A., Barcelona. 36
págs. 27X20 cms. y 1 lám.
b) Monografías inéditas y completas:
1.—Anthomyidos.
2.—Stratiomyidos,
3.—Clythiidos.
4.— Therevidos.
5.—Dory laidos
6.—Erinnidos.
7.—Omphralidos.
8.—Bibionidos.
9.—Asilidos.
10.—Rhagionidos.
11.—Lycoriidos.
c) Monografías inéditas e incompletas:
1.— Trypetidos.
2.—Sepsidos. '
3.—Empididos.
4.— Tachinidos.
5.—Muscidos.
28 [18]
d) Varia:
1.—El alambre, artículo publicado en «Diario de Avisos», de
Santa Cruz de La Palma, de fecha 17 de junio de 1893, dedicado
a la inauguración del telégrafo entre dicha ciudad y las villas de
Los Llanos y El Paso.
2.—Trabajo leído en el reparto de premios de la Exposición
Laboral de la Mujer, organizada por la Sociedad Económica de
Amigos del País, con motivo de las fiestas del cuarto centenario
de, la conquista de La Palma. 1893.
3.—La Prensa, artículo publicado en el número 1 del periódico
«El Dinamo en Aridane», de fecha 2 de julio de 1894.
4.—La pared de Roberto, leyenda palmera, de 1900, publicada
por tercera o cuarta vez en «Las Canarias», de Madrid, de fecha
31 de agosto de 1928. Sabemos que la leyenda fue escrita por
don Elias a finales del siglo pasado, pero ignoramos en qué periódico
se publicó originalmente, aunque creemos que la segunda
vez lo fue en el que publicaba don Antonio Lugo en La Orotava,
titulado «El Campo».
5.—Los últimos incendios, artículo publicado en «La Cruz
Roja», boletín mensual de dicha organización en La Palma, correspondiente
al mes de septiembre de 1902, n.° 5, dedicado a los
incendios que devantaban continuamente los montes palmeros.
6.—Artículo sin titulo, publicado en el número de «Fénix
Palmense», de Santa Cruz de La Palma, de fecha 8 de mayo de
1905, dedicado a Cervantes.
7.—Erbania, artículo dedicado a Fuerteventura, con motivo
de; su miseria y sequía, publicado en el único número que salió de
«Prensa Palmera», de Santa Cruz de La Palma, en julio de 1909.
8.—Memoria correspondiente ai año 1912, de la sociedad «La
Cosmológica», de Santa Cruz de La Palma, impresa por dicha
sociedad. Consta de 15 págs. en 8°.
9.—Artículo periodístico con motivo del centenario de las
Cortes de Cádiz. 1912.
10.—Trabajo leído en la citada sociedad «La Cosmológica»,
al celebrar ésta el centenario de Viera y Clavijo. 1913.
[19] 29
11.—Ensayo musicológico titulado Origen y desarrollo de la
música española, desde la Edad Antigua hasta los albores de la
Edad Moderna, leído por el autor en el Real Nuevo Club, de Santa
Cruz de La Palma, durante las fiestas de las Bellas Artes. 1916.
12.—Discurso en la velada celebrada en su honor por «La
Cosmológica», a raíz de la concesión del premio *Agell». 1916.
13.—Articulo sin título publicado en «Diario de Avisos», de
Santa Cruz de La Palma, de fecha 10 de junio de 1918, dedicado a
don Adolfo Cabrera Pinto y su labor docente.
14.—Particularidades geográficas e históricas, artículo publi-bado
en «La Prensa», de Santa Cruz de Tenerife, en su número
de fecha 3 de octubre de 1926, dedicado a la isla de La Palma.
II
Cargos, distinciones, honores y condecoraciones
1.—Médico titular e Inspector Municipal de Sanidad del
Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma, desde el 24 de septiembre
de 1892 hasta el 18 de diciembre de 1933, fecha en que
fue jubilado a petición propia.
2.—Con la misma fecha de su jubilación, dicho ayuntamiento
acordó dar su nombre a la antigua calle de Joros, de la capital.
3.—En marzo de 1883 ingresó como socio numerario en la
sociedad «La Cosmológica»; y en 12 de enero de 1892, en sesión
extraordinaria de dicha sociedad, fue elegido director de Museo
de Historia Natural y Etnográfico, cargo que ostentó hasta su
muerte.
4.—En diciembre de 1897 fue nombrado Médico suplente de
la Estación Sanitaria del Puerto de Santa Cruz de La Palma.
5.—En 1898 se le designó Médico Militar de los batallones
de Luchana y Reserva de Canaria núm. 3; y en 1900, del de Cazadores,
todos de guarnición en La Palma.
6,—En enero de 1899 fue nombrado director de la Real
Sociedad Económica de Amigos del País, de Santa Cruz de La
Palma, cargo que ostentó hasta su muerte.
30 [20]
7.—Director Facultativo del Cuerpo Médico de la Cruz Roja
Española. La Asamblea Suprema le otorgó la Medalla de Oro, y
le expidió el correspondiente diploma en 28 de mayo de 1898.
La misma Asamblea le concedió el 29 de octubre de 1900 la Medalla
Conmemorativa de la Expatriación.
8.—Miembro de Honor de la asociación ifiternacional «I nos-trí
contemporanei», de Roma.
9.—Medalla de Plata de los Sitios de Zaragoza.
10.—Medalla de Bronce conmemorativa del centenario de
las Cortes de Cádiz, así como de su Constitución y Sitio.
11.—Don Alfonso XIII le nombra Caballero de la Orden Civil
de Alfonso XII. Noviembre de 1919.
12.—Hijo Adoptivo de Santa Cruz de La Palma. 1916.
13.—El Ayuntamiento de Los Llanos da el nombre de «Elias
Santos Abreu» a la antigua Plaza Trasera, donde se halla la casa
en que nació. 1916.
14.—Socio de Mérito de la Real Sociedad Económica de
Amigos del País, de Santa Cruz de La Palma.
15.—Perteneció a las siguientes entidades: Real Sociedad
Española de Historia Natural; Sociedad Aragonesa de Ciencias
Naturales; Sociedad Entomológica de España; Museo Canario;
Instituto de Estudios Canarios; Socio Fundador de la Sociedad
Española de Antropología, Etnografía y Prehistoria; Socio Fundador
de la Sociedad Ibérica de Cfencias Naturales, de la que fue
Presidente en 1929.
III
DE LA INTRODUCCIÓN A LA MONOGRAFÍA DE LOS TENDIPÉDIDOS
Próximo ya a terminar el estudio del interesante orden de los Dípteros dr las
Islas Canarias, emprendido por mí, desde hace algfunos años, quizás con mayor
dosis de voluntad y perseverancia que de fortuna y éxito, muéveme hoy la idea de
dar a conocer, siquiera sea por vía de ensayo, al^na de las familias que comprende
dicho orden, escogida para ello al azar, hasta que más adelante puedan estos
trabajos, ya mis completos y meditados, ser objeto de una obra que abarque la posible
totalidad de las especies que viven en este Archipiélago, tanto exclusivas de
¿I como comnnes • otras regiones del Globo.
[21] 31
Me estimula a ello el hecho de que alg'unos entomólogos extranjeros que han
visitado este hermoso Archipiélago han descrito y publicado muchas especies por
ellos recogidas y estudiadas y que resultan nuevas para la Ciencia, mientras que
en mis trabajos se encuentran casi todas ellas estudiadas con anterioridad y como
es natural descritas con otros nombres, como haré notar oportunamente cuando de
ellos se trate y cite las fechas de mis descripciones en las libretas y cuadernos
originales que conservo con el nombre de Apuntes para el estudio de los Dípteros
de las Islas Canarias. Estos datos y detalles resultan en cierto modo dignos de
lástima, al considerar que toda esa serie de especies nuevas bien pudieran haber
aparecido por primera vez en idioma español y no en revistas y otras diferentes
publicaciones científicas del extranjero.
La causa de ello no se me achaque a negligencia, ni a falta de voluntad.
Acháquese solamente el relativo aislamiento en que se vive en estas Islas. Lejos
de Museos en que se guardan ricas colecciones entomológicas donde poder estudiar
con facilidad todas las especies que se desean; lejos de Bibliotecas que poseen
todas las Revistas y obras entomológicos indispensables para el conocimiento de la
Fauna de las distintas regiones del Globo; lejos de sabios profesores con quienes
aprender y a quienes comunicar las incertidumbres y dudas que a cada momento
ocurren acerca del lugar que deben ocupar algunos ejemplares de defectuosos
caracteres, se hace muy dificil el escribir para su publicación cierta clase de trabajos,
sin ir acompañados de algún temor y desconfianza.
Lejos de aquellas fuentes de conocimiento, hácese indispensable la adquisición
de obras apropiadas, con preferencia descriptivas; pero como generalmente
las descripciones de las obras clásicas adolecen de claridad insuficiente para la
determinación exacta de las especies, bien por su extremada concisión, bien por
la frecuente omisión de la mayor parte de los caracteres anotómicos, hay que recurrir
a toda una larga serie de trabajos esparcidos aquí y allá en Anales, Revistas,
Monografías, etc., lo cual supone gastos exorbitantes que sólo pueden hacer
aquellas personas que cuentan con suficiente capital.
La importante familia de los Tendipédidos ha sido muy poco estudiada en las
Islas Canarias. La pequeña talla de la mayor parte de las especies que la componen,
la organización sumamente delicada de algunas de ellas, la extremada rareza
de otras, hacen que no sea su recolección, preparación y estudio cosa fácil, sencilla
y ligera, pues si bien para lo primero se requiere tan sólo curiosidad y esmero,
para lo último se hacen indispensables especiales conocimientos, reservados a los
grandes Maestros de la Ciencia entomológica.
[Parece ser que los nApantes» los comentó en 7893].
32 [22]
IV
DICTAMEN ACERCA DEL TRABAJO «ENSAYO DE UNA MONOGRAFÍA
DE LOS TENDIPÉDIDOS DE LAS ISLAS CANARIAS» CON OPCIÓN
AL PREMIO «AGELL»
En cumplimiento del acuerdo de esta Sección 4" de la Real Academia de
Ciencias y Artes, que me fué comunicado en oficio de 28 de enero de 1916, paso
al informe de la Memoria titulada «Ensayo de una monografía de los Tendipédi-dos
de las Islas Canarias» que opta al premio Agell y es como sigue:
Empieza el autor con un preámbulo en el que indica estar terminando el estudio
del interesante orden de los Dípteros de las Islas Canarias, del que la Monografía
de los Tendipédidos se refiere a una familia, escogida al azar entre sus
trabajos dipterológicos. Hace muchos años que el autor, según indica, se dedica
a esta labor, en la que adelanta lentamente por las grandes dificultades con que
tropieza debidas al aislamiento científico en que se vive en las Islas, sin museos,
ni bibliotecas para consultar, lo que retrasa considerablemente las publicaciones
entomológicas, dándose el caso de que muchos profesores extranjeros han dado a
conocer especies recogidas por él con anterioridad y que a pesar de ello fueron
descritas previamente en lengua exótica y publicadas en Revistas de Europa.
La pequeña talla de los Tendipédidos, su organización sumamente delicada,
la extrema rareza de la mayoría de sus especies, hacen que su recolección, preparación
y estudio, ofrezcan grandes dificultades y debido a ello, los entomólogos
que con alguna frecuencia han recorrido las Islas en busca de estos insectos, han
dado a conocer relativamente poco número de ellos, así es que el pro/esor Beclcer,
de Berlín, que es quien más ha trabajado en este sentido, no reunió en 1908 más
que unas 15 especies de Tendipédidos, 6 de ellas nuevas, mientras que el autor
describe en la Memoria de que me voy ocupando, 96 especies, de ellas 53 nuevas
para la Ciencia y 34 variedades y un subgénero, nuevos también.
Continúa su trabajo el autor dando una minuciosa descripción de los caracteres
generales de la famila, tanto en lo que sa refiere al insecto en su estado
perfecto, como en lo relativo a las larvas, ninfas y huevecillos.
Las descripciones, tanto de las especies conocidas como de las nuevas, son
precisas y detalladas, ajustándose en todo a las prescripciones clásicas con buenos
diagnósticos diferenciales.
Establece claves dicotómicas, por lo que se llega fácilmente desde la familia
a las subfamilias, géneros, especies y variedades.
Cultiva el autor con singular esmero el análisis de las sinonimias, asi como
las citas bibliográficas, que son numerosas, completas y exactas, pues muchas de
ellas las he podido comprobar.
Finalmente está adornado el opúsculo con 2 láminas que contienen en suma
13 figuras dibujadas y pintadas a mano, representativas de otras tantas especies.
Como quiera que la Memoria, que consta de 503 cuartillas, está desarrollada
de una manera magistral, que indica en el autor, a pesar de tu modestia, un hábito
[23] 33
inveterado en esta clase de trabajos, no titubeo en informar que no sólo es merecedora
del premio Ag'ell por reunir todas las condiciones requeridas, sino que
recomiendo su publicación por la Real Academia de Ciencias y Artes.
Dios gfuarde a V. S. muchos años.—Barcelona 14 de abril de 1916.—JOSÉ
MARÍA BOFILL.
t
Aprobado .en Junta General de 26 de junio de 1916.—El Secretario gfeneral.—
ARTURO BOFILL Y POCH.
«Boletín de la Real Academia de Ciencias y Artes de B«rcelona>, Tercera
Época, Enero de 1917, Vol. IV, Núm. 1. Páys. 44-45.
BHt, 3