Vol. 3 Nº 1 págs. 97-107. 2005
www.pasosonline.org
© PASOS. Revista de Turismo y Patrimonio Cultural. ISSN 1695-7121
Actividad físico-deportiva, turismo y desarrollo local en España
F. Xavier Medina †
Instituto Europeo del Mediterráneo (España)
Ricardo Sánchez ‡
Universitat Ramon Llull (España)
Resumen: La práctica deportiva se ha convertido en estas últimas décadas en un aspecto cada vez más
cotidiano y habitual en la vida de la sociedad española en general; así cómo también en una alternativa
de ocio privilegiada para capas cada vez más amplias de la población. Desde esta perspectiva, y contan-do
con que el turismo es una de las principales actividades de ocio vacacional para la mayor parte de los
individuos, encontramos con que turismo y deporte –dos actividades que, por otro lado, han conocido
una evolución paralela a lo largo de todo el siglo XX- encuentran en este lugar de contacto una impor-tante
relación que, cada vez más, se pone de relieve y se intensifica. En la comunicación que propone-mos
pretendemos analizar algunos aspectos relacionados con esta importante vinculación entre oferta
turística y práctica deportiva desde una óptica contemporánea.
Palabras clave: Práctica físico-deportiva; Turismo; Desarrollo local; Territorio; Patrimonio cultural
Abstract: The sport practice has become these last decades in a daily and more and more habitual aspect
in the life of the Spanish society; and also in an important and privileged leisure alternative for ample
layers of the population. From this perspective, and counting whereupon the tourism is one of the main
activities of vacacional leisure for most of the individuals, we found whereupon tourism and deports -
two activities that, on the other hand, they have known a parallel evolution throughout all the 20th Cen-tury-
find in this place of contact an important relation. In this paper, we try to analyze some aspects
related to this important entailment between sport tourism and practical supply from a contemporary
optics.
Keywords: Sport practice; Tourism; Local development; Territory; Cultural heritage
† • Xavier Medina es antropólogo social, vinculado al Instituto Europeo del Mediterráneo (IEMed). Barcelona. E-mail:
xavier-medina@terra.es
‡ • Ricardo Sánchez es antropólogo social, vinculado a la Facultat de Ciències de l’Esport Blanquerna de la Univer-sitat
Ramon Llull (Barcelona). E-mail: ricardosm@blanquerna.url.es
98 Actividad físico-deportiva, turismo y desarrollo local …
Resulta casi una obviedad el hecho de
afirmar hoy en día que el interés de la po-blación
española en general por la práctica
físico-deportiva ha crecido significativa-mente
en las últimas décadas. Tal como
señala García Ferrando (1998:46-47), a
partir de datos procedentes de la Encuesta
sobre los Hábitos deportivos de los Españo-les,
mientras que en el año 1975 –recién
estrenada la nueva democracia- un 40% de
los encuestados manifestaba estar intere-sado
en el deporte, los resultados corres-pondientes
a la encuesta de 1995 mostra-ban
un ascenso de dicho porcentaje hasta
un 63%. Asimismo, y en relación con la
práctica deportiva, el porcentaje de encues-tados
que manifiesta practicar uno o varios
deportes ha ascendido de un 22% en 1975,
hasta un 39% en 1995.
Podemos observar, desde este punto de
vista, cómo la práctica deportiva se ha con-vertido
en estas últimas décadas, por una
parte, en un aspecto cada vez más cotidiano
y habitual en la vida de la sociedad españo-la
en general; y, por otra parte, cómo tam-bién,
y de manera particularmente relevan-te,
dicha actividad físico-deportiva ha pa-sado
a ser una alternativa de ocio privile-giada
para capas cada vez más amplias de
la población: un dato destacable, en este
sentido, es que alrededor de un 70% de la
población que practica alguna actividad
deportiva lo hace por su cuenta y como ac-tividad
no federada y no competitiva; es
decir, como actividad, de uno u otro modo,
ligada al ocio y al tiempo libre.
Desde esta perspectiva, y contando con
que el turismo es una de las principales
actividades de ocio vacacional para la ma-yor
parte de los individuos, encontramos
que turismo y deporte –dos actividades que,
además, han conocido una evolución bas-tante
paralela a lo largo de todo el siglo XX-encuentran
en este lugar de contacto una
importante relación que, cada vez más, se
pone de relieve y se intensifica. En las lí-neas
que siguen analizaremos algunos as-pectos
de interés relacionados con esta im-portante
vinculación entre oferta turística y
práctica deportiva.
Turismo y deporte: necesidad de una oferta
turística alternativa
Como señala Montserrat (1996), a partir
de la segunda mitad de los años ochenta la
industria turística clásica de sol y playa
comienza ya a mostrar señales de agota-miento.
A pesar de continuar siendo una
elección turística mayoritaria, poco a poco
comienzan a existir indicios de que un por-centaje
creciente de individuos empieza a
sentirse interesado por una oferta de tu-rismo
alternativa que implemente las opor-tunidades
de ocio más allá del atractivo de
las costas y de los servicios habituales de
este tipo de medio.
De este modo, y de manera paulatina, se
va haciendo necesario a partir de ese mo-mento
el dar salida a una oferta alternativa
de turismo y ocio vacacional que dé res-puesta
a una demanda creciente de nuevas
posibilidades en este campo. Un campo en
el cual la actividad físico-deportiva se
muestra como una interesante posibilidad a
tener en cuenta de cara a una ampliación y
diversificación de la oferta, imprimiendo
incluso un carácter propio y diferenciado a
aquellas alternativas de las que entra a
formar parte.
En este sentido, y como ejemplo, puede
ser considerado como un hecho significativo
al respecto el que las autoridades de la R.P.
China, ya a finales de los años ochenta,
decidiesen invertir más de 6.500 millones
de las antiguas pesetas (más de 39 millones
de euros) en el primer complejo turístico de
la ciudad de Cantón, que fue desde sus ini-cios
concebido como un gran centro deporti-vo
–con importantes instalaciones para la
práctica del golf o del tenis, por ejemplo-,
reconociendo de este modo la importancia
del deporte como motor para atraer turismo
al país (Fructuoso y Pérez, 1988:95).
En el caso español, y como oferta turísti-ca
complementaria, el deporte se ha demos-trado
ya ampliamente como una actividad
que cuenta con el favor de la población.
Como ejemplo al respecto, en la encuesta
llevada a cabo por Montserrat (op. cit.:379)
en la costa de la provincia de Tarragona en
1995, esta autora obtuvo como resultado
que un 66% de los turistas que pasaron su
Xavier Medina y Ricardo Sánchez 99
período estival en este área tenían previsto
realizar algún tipo de actividad físico-deportiva
durante sus vacaciones. Por su
parte, Merino Mandly (1998) señala a su
vez que, en el caso de la Costa del Sol, la
oferta relacionada con el deporte es el se-gundo
reclamo turístico de esta zona en
temporada baja, y el tercero en temporada
alta (tras el turismo de sol y playa y el
atraído por la celebración de congresos).
La actividad físico-deportiva se consoli-da,
pues, según lo expuesto, como un im-portante
atractivo complementario para
zonas con una oferta turística tradicional.
Sin embargo, dicha oferta complementaria
debe sin lugar a dudas cumplir con toda
una serie de requisitos1. De este modo, debe
de tratarse de una actividad:
a) Integrada: No hemos de olvidar que
estamos hablando de una oferta principal-mente
complementaria y que, por lo tanto,
tiene que integrarse de manera cohesiona-da
con el resto de ofertas, mejorando en su
conjunto la calidad turística de la zona.
b) Atractiva: Estamos hablando de una
actividad de ocio vacacional y, por lo tanto,
dicha oferta tiene que resultar atractiva y
sugerente para los posibles usuarios.
c) Recreativa: Desde este mismo punto
de vista, hemos de pensar que este tipo de
actividades no tiene que suponer para los
posibles usuarios una sobrecarga de esfuer-zo
o de cansancio. Los principales aspectos
a enfocar son los de ocio y distracción, y no
los de la competición o el esfuerzo excesivo.
d) Promocionada: En tanto que activi-dad
ofertada, debe ser también una activi-dad
que sea dada a conocer –es decir, publi-citada-
a los posibles usuarios de forma
conveniente.
Siguiendo el hilo de lo expuesto, la acti-vidad
físico-deportiva se convierte, sin lu-gar
a dudas, en una oferta turística com-plementaria
que imprime un fuerte carác-ter
diferenciador a la zona donde se lleva a
cabo. La preparación y realización de dicho
proyecto, sin embargo, necesita de la cola-boración
intensiva tanto del sector público
como de la iniciativa privada, pudiendo
convertirse –como de hecho lo está hacien-do-
en un espacio privilegiado de interac-ción
entre ambas esferas. En este sentido,
la actividad físico-deportiva ligada a la
oferta turística puede ser, como lo atesti-guan
ya diversos ejemplos en el marco del
Estado español, un elemento de significati-va
importancia ligado a proyectos específi-cos
de desarrollo local; y muy especialmen-te
en territorios y comarcas de interior,
donde su combinación con el turismo cultu-ral,
por ejemplo, puede dar frutos intere-santes.
Nuevas modalidades físico-deportivas, tu-rismo
y desarrollo local
Según los datos de la encuesta sobre los
hábitos deportivos de los españoles (1995),
un 16% de los practicantes deportivos pre-fieren
llevar a cabo su actividad en la natu-raleza
(cf. Lagardera y Martínez, 1998).
Siguiendo esta tendencia, y desde los años
ochenta, se ha producido una eclosión de
múltiples y nuevas modalidades físico-deportivas,
que se han generado fuera del
sistema deportivo moderno y que han esta-do
alejadas, en muchos casos, de las insti-tuciones
y organizaciones que hasta la fe-cha
venían gestionando este tipo de activi-dad.
Una práctica normalmente de ocio que
se realiza en medios naturales o semi-naturales
y, por lo tanto, habitualmente,
fuera de los lugares de residencia habitua-les,
lo cual suele implicar un desplazamien-to
de carácter turístico.
Han sido diversos los esfuerzos realiza-dos
para sistematizar y clasificar estas
nuevas modalidades. A finales de los años
ochenta, Laraña (1986, 1987, 1989) vincu-laba
la aparición de estos neo-deportes con
los cambios ocurridos en las sociedades
capitalistas occidentales. A partir de enton-ces
el fenómeno no ha dejado de atraer la
atención de cada vez más investigadores2.
En España, destaca el esfuerzo clasificador
de los estudios realizados sobre la práctica
de estas modalidades en Cataluña, que es
la comunidad autónoma donde han adqui-rido
mayor desarrollo (cf. Olivera y Olivera,
1995, 1996; De Marimón et al. 1996). La
importancia y el desarrollo de estas nuevas
modalidades deportivas, así como sus cada
vez más evidentes repercusiones sociocul-turales,
han obligado también, por otro
lado, a establecer un marco legal que las
reglamente (cf. Carretero et al. 1996)3.
Estas actividades deportivo-turísticas de
aventura enseguida han sido vistas como
100 Actividad físico-deportiva, turismo y desarrollo local …
un poderoso medio de modernización y de-sarrollo
del área rural o local. Así, por
ejemplo se han propuesto: como estímulo de
una zona rural deprimida (Rebollo y Gar-cía,
1996); como fuente de ingresos alterna-tiva
en los Parques Nacionales (Farías,
1996); o bien para incrementar la competi-tividad
de zonas tradicionalmente turísti-cas
y de servicios (Montserrat, op. cit.).
Hay que destacar, sin embargo, que la
mayor parte de estudios llevados a cabo en
el marco español se sitúan en Cataluña. Su
aparición y extensión en esta comunidad
autónoma se produjo antes y con mayor
intensidad que en el resto del Estado, lo
cual puede deberse a sus propias caracte-rísticas
de su implantación y a las diferen-cias
existentes en el marco organizativo del
deporte. Es un hecho destacable, a pesar de
todo, que estas prácticas se han desarrolla-do
gracias, mayoritariamente, a una oferta
privada de servicios. El gobierno de la Ge-neralitat
ha actuado en este caso con una
función subsidiaria, limitándose a regular
el sector y a ayudar a las organizaciones
privadas o empresas.
Estamos lejos de los criterios de igual-dad
que todo Estado de Bienestar pretende
para los niveles de calidad de vida de sus
ciudadanos. En efecto, no se ha tratado
hasta el momento de realizar inversiones
planificadas que doten de infraestructuras
a las zonas más necesitadas y conseguir así
un equilibrio territorial y social. Por el con-trario,
su implantación responde más bien
a criterios de racionalidad económica pri-vada
y concreta.
Si bien se sigue tratando de un proceso
de modernización, éste parece separarse de
los planteamientos que hasta la fecha vin-culaban
la práctica deportiva con la calidad
de vida. Algunos estudios resaltan dos
datos muy significativos. Uno, el hecho de
que muchos empresarios que realizan sus
actividades, por ejemplo, en el entorno na-tural
del Pirineo de Lleida residan en Bar-celona
y, por tanto, sus beneficios no coin-cidan
exactamente con los de los lugareños.
Otro, la comprobación de que la mayor par-te
de practicantes de deportes de aventura
sean urbanos, lo cual no nos dice nada so-bre
la supuesta calidad de vida de la gente
de la zona (cf. Miranda, J. et al. 1994, 1995,
1995b). Con todo, aún es pronto para poder
asegurar nada. Las repercusiones socioeco-nómicas
y culturales para el desarrollo
local muestran ya algunos datos de interés,
pero no han sido aún suficientemente ana-lizadas
para poder observar todas sus con-tingencias.
En la actualidad contamos con estudios
relativamente recientes sobre algunos de
los impactos que se producen. En 1993 se
celebraron las Jornades sobre l’Esport, el
Medi Natural i el Municipi, y ya se perfila-ron
las problemáticas en el uso del espacio
y de los recursos, las dificultades en la fi-nanciación,
los conflictos en la propia per-cepción
simbólica del entorno y, en definiti-va,
las contradicciones de un choque cultu-ral.
En estas mismas jornadas, en una pri-mera
aproximación, Puig (1994) extrapoló
al ámbito rural o local algunos de los im-pactos
socioeconómicos del deporte en el
territorio urbano: creación de puestos de
trabajo, crecimiento de los niveles de renta,
aumento o disminución del precio del suelo
y de los alquileres, transformación de las
estructuras socioeconómicas, incrementos
de los gastos municipales, conflicto o co-existencia
de culturas, variaciones en el
significado simbólico del espacio, construc-ción
de identidades colectivas y mejoras en
las posibilidades de recreación de la pobla-ción.
Actualmente el INEFC de Lleida está
llevando a cabo toda una serie de estudios
de postgrado y de doctorado que tienen por
objeto de estudio el deporte de aventura.
Alguno de ellos ya se ha concretado sobre el
impacto ecológico de los neo-deportes (cf.
Lapetra et al., 1997).
Por su parte, Santana (1997: 67 y ss.),
en su estudio de referencia sobre antropo-logía
y turismo, lleva a cabo un interesante
análisis sobre los impactos generados en
relación con el binomio turismo-desarrollo,
en términos socioeconómicos (actividad
empresarial, empleo, dependencia económi-ca)
y de impacto físico sobre el medio (in-fraestructuras,
sostenibilidad, uso de espa-cios,
presión medioambiental, etc.) y el im-pacto
sociocultural tanto sobre las comuni-dades
visitadas, como en los visitantes,
haciendo en determinados ámbitos un es-pecial
hincapié en el medio natural, sus
retos y sus transformaciones, en relación
con las cuales el turismo de carácter depor-tivo
tiene, en muchos casos, bastante que
ver.
Es interesante destacar también el es-
Xavier Medina y Ricardo Sánchez 101
tudio llevado a cabo por la Diputación de
Barcelona y que ha estado publicado con el
título de Estudi sobre la pràctica sostenible
de l’esport en el medi natural. También es
interesante por lo que tiene de primeras
conclusiones sobre el fenómeno el artículo
de Lagardera y Martínez (1998). Para estos
autores, se han producido dos procesos so-ciales
paralelos: a) la masificación de las
actividades físico-deportivas en la natura-leza
acompañadas por un incremento de las
instalaciones adecuadas para su práctica y
b) una alarma creciente ante los problemas
medioambientales, con quejas y acciones
frecuentes de las organizaciones ecologis-tas4.
Todo ello ha llevado a un debate cre-ciente
en torno a las consecuencias ecológi-cas
de las actividades deportivo-turísticas
en el medio natural.
En opinión de los autores citados, se
constata que se producen una serie de efec-tos
perversos no deseados tanto de tipo
directo (ruptura de la armonía del entorno
natural, polución ambiental, compactación
y erosión del suelo, etc.) como indirecto
(mayor consumo de energía, concentración
de deportistas, conflictos con los lugareños,
etc.).
No obstante, los autores acentúan el im-pacto
favorable de la promoción deportivo-turística,
ya que es considerada como un
factor de gran importancia en el desarrollo
socioeconómico rural5, ya se trate –como
diferentes ejemplos- de actividades físico-deportivas
diversas en el desierto de Ta-bernas
(Almería), de barranquismo en el
valle de Guara (Zaragoza), de rafting en el
Pirineo ilerdense o de senderismo en la
Sierra de la Demanda (Burgos).
Se ofrecen como soluciones al problema
de cómo hacer frente a las consecuencias no
deseadas de la implantación de los nuevos
deportes en el ámbito rural al control del
volumen de personas que el medio es capaz
de soportar y a la educación medioambien-tal
considerada como factor clave para re-ducir
el impacto de las prácticas, apuntan-do
en todo momento a un desarrollo soste-nible
de las zonas en cuestión.
Por lo que respecta a los procesos de so-cialización
y aculturación de estas nuevas
modalidades deportivas también han esta-do
estudiadas recientemente (cf. para el
caso francés Corneloup, J. 1991, 1995). Las
ciencias sociales, en Cataluña especialmen-te,
también han reflexionado sobre este
tema. Para algunos autores (cf. Laraña,
1987) estos neo-deportes de aventura, im-plican
un rebasamiento de los valores de la
modernidad y de la sociedad industrial. Nos
encontraríamos con un tipo de práctica
posmoderna que representa una vuelta a la
naturaleza y al hedonismo como forma de
percibir el propio cuerpo (Olivera, 1995).
Para otros, hay que buscar su razón de ser
en una racionalidad propia de la tradición
físico-deportiva catalana que había sido
desplazada por la racionalidad instrumen-tal
que llegó junto con el proceso de indus-trialización
y los deportes modernos ingle-ses
(Lagardera y Puig, 1996).
No debe sorprendernos que ante una so-ciedad
cada vez más reflexiva, donde la
percepción de las contingencias (sociales,
políticas, ecológicas, económicas, etc) y de
las incertidumbres futuras va en aumento,
el sistema deportivo genere un ámbito nue-vo,
los neo-deportes de aventura, donde
cada vez más encontremos una cultura
deportiva que genera situaciones análogas
y produce percepciones comparables a las
que se dan en el sistema sociocultural6. No
en vano es ampliamente significativa la
importancia del deporte como transmisor
de cultura. En efecto, junto a la sociedad
del riesgo, el deporte de riesgo.
Si la sociedad contemporánea está mar-cada
por el hiperindividualismo competiti-vo,
el "narcisismo dirigido", la crisis de sen-tido,
la pluralidad de códigos y signos, la
complejidad, la contingencia y la incerti-dumbre
y, en definitiva, el riesgo, ¿qué po-demos
esperar del subsistema deportivo?
Así pues, es el deporte de aventura el espa-cio
privilegiado donde los individuos expe-rimentan
de forma voluntaria con el riesgo
en un tiempo de ocio para después hacer
frente, en mejores condiciones, al riesgo
social en general. Así, el desarrollo de estos
neo-deportes se produce alrededor de los
años ochenta7, justo cuando la crisis del
Estado de Bienestar se hace evidente. Si el
Estado de Bienestar se caracteriza por la
colectivización de los riesgos, los recortes en
éste nos llevan a una creciente privatiza-ción
de los riesgos8.
Pero, por otro lado, no podemos olvidar
de que estamos hablando de una práctica
deportiva que se desarrolla habitualmente
en un tiempo vacacional, de ocio, y en un
102 Actividad físico-deportiva, turismo y desarrollo local …
espacio que no es el habitual de residencia
para los individuos que lo practican, pero
que tampoco acostumbra a ser –al menos
hasta ahora- un lugar desarrollado específi-camente
como lugar turístico masificado.
Esto implica que la práctica de deportes de
aventura en la naturaleza puede suponer,
por un lado, un particular atractivo turísti-co
y de desarrollo local para determinadas
zonas en las que, por otro lado, no deben
perderse nunca de vista sus limitaciones a
todos los niveles, teniendo siempre como
objetivo un modelo de desarrollo sostenible
que, sin embargo, y en muchos casos, no
siempre es fácil de mantener.
Deporte y turismo urbano
Las intersecciones entre deporte y tu-rismo,
como es evidente, se dan a distintos
niveles. Si las nuevas actividades físico-deportivas
en el medio natural parecen
haber captado la atención de cada vez más
usuarios que buscan un tiempo de ocio al-ternativo
en un marco distinto a las pro-puestas
turísticas habituales, este hecho no
implica que la unión entre deporte y turis-mo
no se dé también en otros ámbitos.
En este sentido, podemos destacar la re-levancia
del contexto urbano, el cual parece
proporcionar un marco mucho más que
apropiado para una atracción turística vin-culada
con acontecimientos deportivos de
diferente índole. De esta manera, citas de-portivas
de distinta importancia -y que
pueden ir desde un derby futbolístico hasta
unos Juegos Olímpicos, pasando por una
final de tenis, un campeonato nacional o
regional o una maratón popular- pueden
convertirse en atractivos turísticos impor-tantes
y en absoluto desdeñables.
Un ejemplo de la importancia que puede
llegar a alcanzar una cita olímpica en la
promoción internacional de una ciudad
sede de unos juegos puede ser el comentario
de un periodista televisivo norteamericano
durante la ceremonia inaugural de los
JJOO de Barcelona‘92:
“A propósito, Bob, cuando dejamos Seúl
hace cuatro años, tuvimos que apresurar-nos
a localizar Barcelona en el atlas, y aún
más la región de Cataluña. Esta noche más
de tres mil millones de telespectadores de
todo el mundo conocerán su historia a tra-vés
de la televisión9”
No cabe duda de que la fecha clave de
1992 ha sido, concretamente para la ciudad
de Barcelona, un importante punto de in-flexión
en la historia contemporánea de la
ciudad, y no únicamente de cara a las im-portantes
inversiones -en infraestructuras,
sin ir más lejos- que recibió, sino –y princi-palmente,
desde la perspectiva que aquí
nos interesa revisar- en relación con la
promoción internacional a gran escala en la
que se vio involucrada y que significó su
(re)lanzamiento como un punto de atracción
turística internacional de primer orden.
Pero, desde el punto de vista del depor-te,
hay que señalar que no es necesaria una
cita olímpica para que una ciudad atraiga
visitantes. Citas internacionales anuales
como las maratones de Nueva York o Lon-dres
o los torneos de Roland Garros (París)
o Wimbledon, entre otros, u ocasionales o
alternativas, como por ejemplo una final de
la Copa Davis, pueden desplazar hacia una
ciudad un importante contingente de per-sonas
que aprovechan la cita deportiva
como aliciente turístico, con las repercusio-nes
económicas que este hecho implica.
Otros aspectos de la práctica deportiva
resultan bastante más novedosos, como
puede ser, por ejemplo, el “turismo skater”
hacia determinados destinos (la ciudad de
Barcelona es uno de ellos) en los cuales
algunas de sus plazas duras (como la que se
encuentra frente al Museu d’Art Contempo-rani
MACBA, la cual, debido a su populari-dad
internacional, ha llegado incluso a ser
reproducida como pista en unos campeona-tos
en Nueva York10) se han convertido en
verdaderas mecas de un turismo deportivo
incipiente, aún poco representativo, pero en
crecimiento notable11.
De este modo, la vinculación deportiva
puede potenciar, sin lugar a dudas y desde
distintos ámbitos, un turismo urbano que,
por otro lado, cada vez es escogido por un
mayor número de usuarios.
Deporte y patrimonio
Pero la asociación entre deporte y tu-rismo
posee también, más allá del especio
en el cual se lleve a cabo y más allá de las
diferentes constataciones empíricas, otras
connotaciones de orden simbólico que es
interesante revisar. En este sentido, pode-mos
encontrar una vinculación importante
Xavier Medina y Ricardo Sánchez 103
en este campo en relación con el cada vez
más extendido y reivindicado concepto de
patrimonio. Así, y como señala Estévez
(1999:118), hoy en día "no hay aspecto de la
vida social que no tenga ya un tratamiento
patrimonial".
En palabras de Prats (1996:294): "el pa-trimonio
es, naturalmente, una construc-ción
social (o cultural, como se prefiera). No
existe en la naturaleza, ni siquiera en todas
las sociedades humanas ni en todos los
períodos de la historia. (Su rasgo esencial
es) su carácter simbólico, su capacidad para
representar, mediante un sistema de sím-bolos,
una determinada identidad". Igual-mente,
hemos de contar con que la concep-ción
de patrimonio implica asimismo una
cierta voluntad de transmisión intergene-racional;
es decir, de un bien cultural –ya
sea “físico” o simbólico- que debe conservar-se
y continuar disponible y accesible en el
futuro.
Como señala el mismo autor citado
(Prats, op. cit.: 296), “a partir de los años
sesenta, con la masificación y planetariza-ción
del fenómeno turístico, el patrimonio
se espectaculariza. Procesos productivos,
rituales, culturas enteras se han convertido
en artículo de consumo (…) para el turismo
cultural (…) Las activaciones patrimoniales
así inspiradas responden pues activamente
a una demanda turística (…) y siguen una
lógica de mercado: que el cliente quede sa-tisfecho
y regrese en otra ocasión”.
Es en este punto donde el deporte entra
a ser objeto también, junto con otros de-terminados
aspectos culturales, de este
proceso de patrimonialización en tanto que
elemento susceptible de ser un elemento de
identidad “mostrable” a la vez que un
atractivo turístico interesante.
Un ejemplo de esta patrimonialización
puede ser el de los llamados deportes étni-cos
o tradicionales. Así, casos como el de la
pelota vasca12 o el de la pelota valenciana o
“de carrer”, la lucha canaria13 o el lanza-miento
de la barra aragonesa o pirenaica
pueden ser paradigmáticos. Por un lado,
han sido considerados grupalmente como
referentes culturales que forman parte de
identidades colectivas concretas; pero, por
otro lado, son también expuestos y mostra-dos
al público en general como elementos
únicos y excepcionales, como algo “de aquí,
y que sólo aquí puede verse auténticamen-te”.
Y, desde esta perspectiva, se convierten
también en elementos patrimonializados de
innegable atractivo y con amplias posibili-dades
de explotación turística.
Otro ejemplo distinto, en el cual una vie-ja
competición informal dentro de un itine-rario
comercial local –el del transporte de
pescado en la región parisina- ha sido recu-perada,
deportivizada y patrimonializada
con claros fines –y resultados- turísticos
puede ser el de la “Carrera del pescado” (la
“Route du poisson”) que se celebra en la
localidad francesa de Boulogne-sur-mer14.
Según Pégard y Pruneau (2001:166), esta
“puesta en escena” deportiva cumple una
doble función: la primera, aportar a los
espectadores una sensación de identidad
local, de pertenencia, a través de un ele-mento
cultural patrimonializado; y la se-gunda,
evidentemente, atraer a un público
que, si bien en las primeras ediciones de la
prueba, a principios de los noventa, era
principalmente local, es atraído cada vez
más de territorios fuera del área donde la
carrera se lleva a cabo, promocionando el
turismo rural en esta zona.
A modo de conclusión
A través de estas líneas hemos podido
observar brevemente distintos aspectos en
relación con una cada vez más estrecha
vinculación entre deporte y oferta turística.
De entre ellos, podemos destacar algunos
puntos significativos: en primer lugar, la
presencia de actividades físico-deportivas
mejora y diferencia la oferta turística de
una localidad o de una zona. En segundo
lugar, dichas actividades, además de poder
llevarse a cabo en zonas costeras, pueden
realizarse –y así lo hacen, principalmente,
en varias de sus modalidades- en zonas de
interior, con lo cual contribuyen a potenciar
este tipo de turismo alternativo. En tercer
lugar, y en relación con aquellas activida-des
que suelen darse en un entorno natu-ral,
hay que tener en cuenta diversos facto-res:
positivos, en cuanto a la potenciación
del turismo, la actividad económica y el
desarrollo local en estas zonas, o a una
oferta alternativa y atractiva de cara al
usuario, pero también negativos, como es,
principalmente, la inevitable degradación
del medio ambiente y la posible masifica-ción
de áreas que no cuentan con las in-
104 Actividad físico-deportiva, turismo y desarrollo local …
fraestructuras necesarias para ello. En
cuarto lugar, la necesidad de colaboración
entre instituciones públicas y empresas
privadas, a la hora principalmente de in-vertir,
potenciar y promocionar este tipo de
acciones. Y, finalmente, no podemos olvidar
la vinculación con la cultura e incluso con el
patrimonio cultural de estas actividades,
hecho este que contribuye a potenciar el
turismo cultural de una localidad, de una
región o de un país específicos.
Si algo podemos constatar, sin embargo,
de lo expuesto hasta ahora, es la extrema
complejidad del fenómeno. La selección de
los proyectos de desarrollo local a través de
la implantación de alguna de las diversas
posibilidades en la oferta de actividades
deportivas conlleva una serie de incerti-dumbres
que todavía resultan difíciles de
planificar y evaluar, y que continúan siendo
asignaturas pendientes a tener en cuenta
de cara al futuro. Y es que el sistema de-portivo,
su institucionalización y su prácti-ca,
no se agota en su interpretación como
elemento significativo del grado de desarro-llo
social o del nivel de calidad de vida.
Tampoco si le añadimos su calidad como
instrumento para la modernización y el
bienestar. El sistema deportivo es en sí
mismo un producto cultural y una cons-trucción
social. Su tratamiento como siste-ma
social complejo y auto-referente en un
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NOTAS
1 Cf. en este sentido también las aportaciones de
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2 En 1992 ya se habían señalado las transformacio-nes
en sistema deportivo catalán vinculándolas a
los nuevos valores de la tardomodernidad en Cata-luña
(Sánchez. y Sánchez, 1992). Y, más reciente-mente,
en otro ensayo sobre el deporte de aventura,
éste es visto como un aparato semántico importante
para la configuración de una ética de la contingen-cia
imprescindible en las modernas sociedades de
riesgo (Sánchez, 1996)
3 En Cataluña, las Actividades Turísticas de Aventura
han sido reguladas por el decreto 81/1991, del 25 de
marzo de ese mismo año, y especificadas por la Orden
del 10 de abril de 1991. Estas actividades que se des-arrollan
en la naturaleza y las que conllevan una cierta
dosis de riesgo son: rafting, river-ski, hidrobob, hydros-peed,
piragüismo, parapente, heliesquí, heliexcursión,
marcha a caballo, trekking, descenso de barrancos,
mountain bike, puenting y salto elástico. (Sánchez, R. y
Sánchez, J.: 1992)
4 En relación con este hecho, resulta muy interesan-te,
con un ejemplo maltés, el artículo de Boissevain
y Theuma, 2000, donde analizan las diferentes
interacciones y juego de intereses entre promotores
turísticos, autoridades locales y ecologistas en la
ciudad de La Valletta, capital de Malta.
5 Véanse los programas de promoción citados por los
propios autores: Turismo verde (uso moderado y
restringido de los Parques Naturales); Turismo rural
(promoción del espacio rural, economía alternativa a la
tradicional, contribución al desarrollo sostenible de la
zona); Turismo activo (desarrollo de actividades
recreativas, deportivas y culturales); Turismo ecológico
(prácticas sometidas a la conservación del medio
natural). (Lagardera, F. y Martínez, J.R. 1998).
6 Una de las primeras interpretaciones desde la ciencias
sociales en España, que vinculaba características esencia-les
de la posmodernidad con los nuevos deportes de
aventura fue realizada por Laraña, E. (1986, 1989).
7 Véanse Olivera, J. (1995) y Pociello (1995, 1996).
8 "La sociedad se individualiza porque determinados
individuos re-socializan, devuelven a la sociedad riesgos
que estaban conjurando, según ellos, sin las contrapresta-ciones
suficientes. Estamos ante un cierre social que
acarrea la apertura individual al riesgo". (Noya,
J.:1993:115).
9 Extracto del discurso de un comentarista de la cadena
norteamericana NBC, citado en Moragas (sf.: 4).
10 Cf. El Periódico de Catalunya. Barcelona, 25 de
julio de 2004, p. 34.
Xavier Medina y Ricardo Sánchez 107
11 Sobre el tema de los nuevos usos de los espacios
urbanos y sus transformaciones, especialmente en
relación con el fenómeno “skater”, cf. Ricardo
Sánchez (2004).
12 En otro lugar (Medina, 1994) hemos abordado
más extensamente este ejemplo.
13 En un artículo de prensa publicado durante los
Juegos Olímpicos de Barcelona’92 se señala sobre
los deportes autóctonos canarios: “tan solo la lucha
canaria y el palo llegaron hasta nuestros días (en
Canarias) como legado deportivo del pueblo guan-che”.
Poy, R. “Los ancestrales deportes guanches”,
en El Observador. Barcelona, 10 de julio de 1992.
No es extraño, por otro lado, en las Islas, encontrar
espectáculos de lucha canaria exhibidos para turis-tas,
junto con otras manifestaciones de más o me-nos
calidad de música y folklore isleño.
14 Pégard y Pruneau (2001) han abordado este
ejemplo en un interesante artículo.
Recibido: 13 de agosto de 2004
Aceptado: 30 de noviembre de 2004