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. ..llegar con la ffla120 a esa capa fidsinra, casi incolora
ya del aire, domle esthz las idem inéditas.
JUAN RAMÓN JIMl?NEZ
El hombre es por su naturaleza inclinado R lo mara-villoso.
Todo lo que está fuera del alcance de sus sentidos
es objeto continuo de SU actividad. En SII jnsacjable am-bicidn,
en su deseo infinito de adivinar los misterios que
por todas partes le rodean, busca en su imaginacidn la
solucibn de cada enigma, y aspira a alcanzar en la tierra
el ideal que ha forjado en su mente.
Hay hombres tan superiormente dotados, de quienes
puede decirse que han vivido siempre con la vida del
espiritu, siendo su existencia un perpetuo sueno, una no
interrumpida ilusidn. En alas de su fantasía se han re-montado
a otras regiones, revistiendo de formas maravi-llosas
el mísero barro humano, y dotando, con frecuencia
al alma de cualidades imposibles.
El don divino de crear de que el hombre sblo est8
dotado, le coloca a una distancia inmensa en la escala
de los seres organizados.
Concebir una idea y exteriorizarla con la palabra
hablada o escrita, relacionar ésta con otras ideas y trans-mitirlas
todas al porvenir con signos convencionales re-producidos
hasta el iníìníto, es la señal más evidente de
su superioridad moral y de la cualidad de su maravilloso
organismo.
Cualquiera diría que el alma, presa en las redes de
la materia, se afana por revelar de ese modo su existencia,
y por emanciparse de los brutales instintos de Su envol-tura,
rompiendo los lazos que Ia sujetan n este mundo
inferior.
El genio es pues la más alta revelacidn del espíritu;
es fuego divino que brilla en la frente de aquellos que se
hallan mgs avanzados en cl camino de la perfeccibn, pero
cuando el genio quiere deiar una huella más intensa en la
llistorja de la humanidad, entonces reviste Ja forma de la
poesía.
Esos grandes visionarios, lOCOS para unos, sublimes
parn otl-os, SO,.-, 10s grandes maestros de IR hlrmanidad,
los reveladores del sentimiento, los misteriosos mÚsicOs
del alma.
ea poesía es, pues, el lenguaje de los cielos, Y al ha-blar
a los pueblos esa voz del corazh, que hace vibrar
armoniosamente las ocultas cuerdas de esa arpa mtis o
menos sonora que cada uno de noS0tfOS lleva en sí, CO-munica
a todos el febril entusiasmo que es al espíritu lo
que la vibraci6n magn&icn al cuerpo.
Ahora bien: siempre que la poesía quiere embriagar
con su perfume a todo un pueblo toma la forma de la
epopeya, de la leyenda o de la novela y se engalana con
los ricos atavíos de la imaginación.
La novela es, a no dudarlo, una de las liijas predilec-tas
del poeta, y por eso todos los grandes poetas han si-do
siempre más o menos soñaclores, esto es: m8s o menos
novelistas.
En efecto: <qué es la novela? ;qu(! lugar ocupa en el
cmpo de la literatura? La novela es la historia eterna-mente
nueva del corazdn humano, el reflejo de nuestros
infortunios o de nuestras alegrías, el eco tal vez de la vi-da
ultraterrena.
Cuando el bagaje de los recuerdos de un pueblo es
grande, y hay temor de perderJo entre las brumosas sen-das
del pasado, aparece un poeta que se encarga de reco-gerlos
en su mente y de fijarlos en prosa 0 en versos ar-moniosos,
para lanzarlos luego ~1 porvenir, comunic&ndo-les
con su genio el don de la inmortalidad. Esos recuerdos,
condensados de ese modo, se llaman luego, LLn Idzacìn,
La Diviwn Comeáia, el Fuusbo, y aparecen como faros
gigantescos cuya inmensa irradiacjdn sefiala nuevos hori-zontes
al progreso humano,
Las grandes epopeyas india, china y persa Cqué son
sino interminables novelas filosófico-religiosas? LOS lnag-níficos
poemas griegos, romanos y escandinavos [qué son
sino armoniosas novelas histdrico -heroicas?
Cuando el Renacimiento asomó su cabeza por entre el
caos escolástico de la Edad Media (cuáles fueron Jos pri-
meros ensayos de la inteligencia? Las leyendas maravi-
110sas de los santos y los libros de Caballería: Reflejo
aquellas de Ias inocentes creencias del pueblo, recuerdos
éstos de las costumbres feudales.
Al empufiar Dante, Tasso y Ariosto el arpa olvidada
de la poesía <qué cantaron? La novela de la filosofía en ‘la
Divina Comedia, la novela de la fe en la ]eytisaZ&, la no-vela
del amor en el Ohmdo.
Al formarse el lenguaje en España ;cuál fue su pri-mer
balbuceo? Un cantico heroico al ll&-oe de la Recon-quista,
al Cid de imperecedera memoria; y cuando luego
creció fuerte y robusto ese mismo lenguaje, como lazo de
union que había de ser entre dos mundos lcu&\es fueron
tambign SUS ensayos m&s felices? La Celestina, espejo fiel
de las costumbres del siglo XV, la Araucana, canto epico
de hazañas increibles, y el Quijote, gigante a cuya altura
no alcanzará nunca otro poeta.
Pero llego el día en que un hombre, inspirado por el
mismo Dios, repitió el milagro de la reproducción de los
panes, sólo que ahora no era el pan del cuerpo el que se
multiplicaba, sino el pan del alma, la palabra escrita, el
pensamiento, la ídca.
El progreso no era posible sin la multiplicación del li-bro
y, así, cuando éste fue Ianzado en todas direcciones
por el maravilloso invento de Maguncia, la superficie in-relectual
del globo aumentó en extensiõn y densidad, y ya
no le fue posible R la ignorancia continuar su funesto im-perio
sobre la ínteligencia. La sombra retrocediõ ante fa
luz, el error tembló ante la verdad, la fe vacilo ante IR
razbn.
Ya le fue facil al pobre escalar con seguridad las al-turas
de la ciencia y hablar a cada instante con los ilus-tres
pensa.dores de todos los siglos y de todas las nacio-nes,
ensanchar el circulo de su horizonte intelectual, au-mentar
el ullivel-so de sus ideas y agregar a las antiguas,
otras nuevas.
El libro dej6 de ser privilegio de unos pocos, eman-cipdse
al fin y corrió libremente de mano en mano, con-vidando
a todos con el fruto del Rrbol que habían tantas
veces prohibido los reyes y los sacerdotes, e invitando a
todos al combate, R la lucha y R la discusibn, piedra de
toque de toda verdad.
Ensanchados de ese modo los dominios de la inteligen-cia,
la literatura principiú a culfivarse con rlLleV0 afán en
todas partes, y la novela surgió como principal ahlentO
de la curiosidad popular, sirviendo poderosamente a la
ensefianza y contribuyendo a difundir la aficián a la lec-tura
en aquellas clases más refractarias a toda ìlustración.
Así fue corno desde el siglo XVII el ilustre Feneldn
vació en su Telémaco las máximas de un gobierno muy
diferente del que entonces regía R Francia y conseguía
que su libro fuese leído en toda Europa.
Voltaite, luego, en el siglo siguiente, utjlizó (3.511a rma
poderosa para propagar sus doctrinas filosóficas que ha-bian
de minar los cimientos del viejo mundo y en su
Cchtdido y su Microl’olnegas, y en su Henriadn y la Doncella
de 09~knns batió en brechas las creencias de pasado siglos.
Rousseau al mismo tiempo con su Ewzih’o y su iVusva
Eloisa, y luego d’Alembert, Didesot, Desmoulins y cien
otros prepararon con sus obras de fantasia la era revolu-cionaria
que había de ser la aurora de la libertacl futura.
La novela sentimental o de costumbres se cultivaba
entretanto con gran éxito en Inglaterra y Alemania y
contribuían a sostener el culto del hogar doméstico, que
es la base de la familia y de la sociedad.
Pero llegó este siglo y después de la conclusi6n de la
guerra del Imperio, la Europa intelectual, deseosa de ganar
el tiempo perdido, se lanza hacia todos los ramos del sa-ber,
y de SUS numerosas investigaciones aparecen nuevas
ciencias que brotan poderosas del árbol del libre pensar,
Estas ciencias, al ocupar la atención de los sabios, reve-lan
principios desconocidos, fecundos en maravillosas de-ducciones.
La química, la paleontología, la geología, abren a la
vista atdnita horizontes sin limites, y a SLI sombra la filo-sofía,
la metafísica, la historia y la literatura se modifican,
se amplían, toman nuevas formas, y dejando la vestidura
estrecha, que ya no se amolda a sus rubustns formas, to-ma
otra más ancha y desahogada y, rompiendo con fo pa-sado,
prepara para el siglo XX los elementos de una nue-va
y mLLs perfecta organización.
En este siglo, pues, es donde la novela ha ejercido la
más ilimitada influencia, difundiendo sobre los pueblos,
bajo las seductoras formas de la poesía, los problemas
más abstractos de las ciencias.
La novela histdrica, dando a conocer hechos olvidados,
detalles íntimos y desconocidos, recordando hechos y fe-chas
importantes, se elevó R una altura inmensa con Wal-ter
Scott, y hoy sigue triunfante su camino en Alemania,
Inglaterra y Francia, popularizando IRS biografias de to-dos
los hombres eminentes de los pasados tiempos.
La novela científica, nuevo genero que adivin6 en el
siglo XVII Cirano de Rergerac y que hoy ha tomado un
desarrollo provechoso, tiene sus principales representantes
en el genio fecundo de Verne y Flammarion,
La novela, por decirlo así, descriptiva, nos pone de
manifiesto países poco conocidos y nos divierte con la
descripciõn verdadera de regiones apartadas, sin olvidar
su historia. su fauna, su flora y hasta sus riquezas
minerales (1).
La novela de costumbres, la más importante de todas,
es la que trata de fotografiar la sociedad actual con sus
vicios y virtudes, sus aspiraciones y sus luchas, haciendo
odioso el vicio y necesaria la virtud para la perfeccibn y
felicidad de los hombres.
Este ejemplo de novela, salvo ligeras excepciones, ïe-trata
hoy con colores acentuados el genio y tendencias de
cada nación.
En Francia es ligera, inconsecuente, inmoral. En vez
de condenar el vicio le cubre de sedas y brocados y bus-ca
disculpas a las faltas más graves y trascendentales del
hombre y la mujer. Rerrato fiel de aquella sociedad, es
esckptica y burlona con Balzac, ampulosa y pedante con
Sue, complaciente y acomodaticia con Dumas, insípida y
descolorida ron Tebal y Soulik, torpe con Paul de I<OCk
(1) La novela política y religiosa nos pone de relieve los opuestos
principios de los bandos y sectas opuestos que aspiran al triunfo
definitivo de sus doctrinas y, haciendo jugar los resorks de la fabu-la,
pintan los vicios de la escuela que combaten, procurando pcrso-nificarlos
con los tipos que abundantemente ofrece el continuo olea-je
de los tiempos.
Dumas, hijo, eminentemente realista y Cínica CCm ZOh.
En cambio -rescatan estas faltas Jorge Sand con sn
inimitable prosa y su simp&tico taknt0, Lamartide COn SU
poetic lenguaje eco de su alma de sensitivo, y Víctor
Hugo profeta inspirado del porvenir.
En Italia, en Alemania, en los Estados Unidos, no re-viste
IR novela dc costumbres un color general, por 10
mismo que son aquellas naciones agrupaciones de dife-rentes
pueblos que refleja cada uno una fisonomía espe-cial.
Allí, sin embargo, se procura hacerla servir a la
perfeccidn del hombre, condenando el vicio bajo todas
sus formas.
En España, la novela estSt, por crear. Después del ti-tanico
esfuerzo que produjo el Quijote, el genio nacional
parece dormir indiferente sin asociarse al movimiento ci-vilizador
del siglo. Lo que hoy se conoce en Espaíia con
el nombre de novela, no merece ciertamente ese nombre.
Algunos ensayos, sin embargo, más felices, como los
intentados por Alarcón, Castro y Serrano y nuestro aven-tajado
canario Perez Galdds, dejan entrever la aurora de
mejores días, pero de esto a poseer una literatura propia,
t-ira y original hay tndavía IITIR distancia inmensa.
Es verdad que en Espafia falta aún pilblko que lea, y
no es la literatura una carrera que pueda proporcionar
gloria, riqueza y honores a los talentos que a ella se con-sagran.
En general aquellas novelas donde más se perturba a
la moral y donde aparecen figuras mtis patibularias y su-cesos
rnAs increiblcs, son las que obtienen m8s 6xito y
encuentran mayor número de lectores. El romance popu-lar
se codea aún con la novela y a veces se confunde con
ella.
Hay entretanto una nación donde este genero de lite-ratura
se halla a una altura colosal, donde talentos de
primer orden abandonan las mas altas regiones de la filo-sofía
y los cuidados de la gobernacidn del Estado para
vaciar en una FAbula las ideas más elevadas en el orden
moral, religioso, político y social, para popularizar las
teorías de 10s sistemas que profesan y para conservar en-
Cendido el fuego santo del hogar y de las virtudes pfibli-
160
cas y privadas que constituyen los buenos ciudadanos.
Esa nncidn que cuenta modelos en todos los ramos
del saber humano es la nacidn inglesa.
La patria de Shakespeare, de Byron y de Scott, posee
hoy, a nuestro humilde juicio, los primeros novelistas del
mundo. Nada hay comparable a la fina y mordaz crítica
de Thackeray, R la elevada dignidad y pureza de formas
de Bulwer y al estilo, plan, moralidad e intencidn profun-da
del inimitable Dickens.
Cuando se acaba de leer una de IRS obras cle estos
eminentes escritores, especialmente las del último, parece
que el alma se dilata y purifica, se encuentra uno en un
estado de beatitud que le hace olvidar las miserias del
mundo donde vive, y por mucho tiempo nos parece impo-sible
cometer ni pensar una mala acción; tal es el influjo
omnipotente que ejerce el poeta en el ánimo del lector.
Obras como esas forman en la clase que las 1c.c unn ad-mósfera
de pureza y de aspiraciõn a la perfectibilidad
que constituyen una de las fuerzas morales más podero-sas
de la nacibn en que se desarrollan.
Dickens, inexorable con todos los vicios, los azota
con el Idtigo dc su noble crítica, y los ridiculiza sin
compasión donde quiera que los encuentra; simpatizando
con todos los desheredados, los moraliza, eleva y consue-la
vertiendo en SLI alma palabras de esperanza y amor;
comprendiendo que la base de toda moralidad estriba en
la familia, hace de ella un santuario inviolable; Iris tipos
de esposa, hija y madre en SLIS novelas son modelos aca-bados
de castidad virginal; cuando habla de los nifios
hace vibrar, como Victor Hugo, cuerdas desconocidas en
el corazón humano; para esos retratos tiene siempre en
su paleta colores de una v~rr1a.d y hellem incomparables;
sus novelas han producido un cambio radical en los asi-los
de beneficencia, en las escuelas, pensiones y colegios;
el nino mártir hn encontrado en IXclrens su redentor: Te-velando
la crueldad y cinismo de los que a la sombra de
la impunidad y el olvido, los dejaban morir de hambre
en los hospicios, o los azotaban sin descanso en las es-cuelas
o les imponian horribles penitencias en los cole-gios
y pensiones, produjo una revulucibn completa en el
sistema de educación primaria, ejerciendo de este modo
en su @+ la noble y saludable influen& que todo talen-to
elevad0 tiene derecho ‘a reclamar. ECO de la.5 ideas li-berales
de la epoca en que ha vivido, ha combatido sin
tregua ni descanso el poder oligkquico de su patria y
10s vicios de sus decantadas instituciones; el pueblo ha
sido el objeto constante de sus afanes y a rehabilitarlo se
han dirigido los esfuerzos de su pluma y cle su genio in-mortal.
Dickens al morir ha dejado un nombre al que ~610 le
falta la huella del tiempo para ser grande entre los
grandes I
tY por qué esta aureola..? Porque comprtnL2iG In vex-dadera
misión del novelista, wzornlian~ deleiteando.
Es indudable, que son pocas las inteligencias que
pueden dedicarse a los estudios abstractos de las ciencias;
y si se quiere que esos conocimientos no formen un mis-terioso
arcano como en los tiempos de Egipto y de IR In-dia,
y queden completamente perdidos para el resto de Ia
humanidad, es necesario que haya otras inteligencias que
se consagren a clifunclirlos, poni&Molos al alcance de los
indoctos, de los indiferentes y de los ociosos.
Hoy existe un medio poderoso para propagar las
ciencias, aún aquellas más repulsivas a la ‘generalidad, y
es el de las conferencias que se reproducen y se repiten
en las grandes cnpiklles con ese espkilu cle aclividad y
proselitismo que distingue tanto a nuestra epoca. Con la
conferencia se hace propaganda r.%pida y segura porque
~610 basta el impulso natural de la curiosidad y una do-sis
regular de sentido común; la idea penetra y se infiltra
de ese modo poco a poco en todas las clases de In socie-dad,
se despierta la afición a los estudios serios, se apren-de
involuntariamente y sin trabajo lo que se ignora, y se
recuerda aquello que se tenía olviclado. Los sabios no son
hoy los nigrom&nticos de otros tiempos, sucios oscuros e
inabordables: hombres de buena sociedad, de facil palabra
y de correcta fooímn literaria, no trabajan para un cjrculo
estrecho de iniciados, sino para toda la humanidad, su
fuerza estR en razón de1 ntimero de sus discípulos, CLIUI~~O
mayor es la esfera en que ejercen su influencia, mayor es
la dignidad, el respeto y la consicleracidn que alcanzan.
LOS Sabios comprenden que rodo hombre arrancado a la
ignorancia es un alma lanzada aI porvenir, esto es, a la
libertad, que toilo hombre que csk‘ucha la voz de su razbn,
es un alma que ha roto las cadenas cle la servidumbre y
busca la verdad, y 4ue todo hombre, en fin, que vea bri-llar
delante de sus ojos la antorcha de la ciencia, hollar8
tarde 0 tetnprano kajo sus pies las cien cadenas de ‘la
reaccidn que intenta, aunque en vano, hacer retroceder
el tiempo, ridiculizar la ciencia y negar la fuerza omni-potente
de la razón.
Pero allí donde la conferencia no puede hacer oir su
autorizada voz, penetra el libro, la novela y la poesía y,
bajo seductoras Iormas, los dogmas sacrosantos iiel cleber
y los derechos inviolables de la humanidad.
Entiéndase, sin embargo, que al defender nosotros IR
presente tesis imponemos como condicidn indispensable
que In novela sea digna de SLI noble misidn; nosotros no
defendemos ni podemos defender la noveln que corrompe,
destruye y mina los principios eternos de la moral, ni
menos aquella que, con mentidas frases, trata de perver-tir
ít la juventud, incitündola a echarse en brazos del vi-cio,
cuyo cieno cubre con manto seductor. Defendemos,
sí, la novela heroica, históric:~, clescriptiva, científica y
moral que, con amena fábula, buen estilo, frase castiza e
intencii>n marcada nos recuerda los grandes hombres de
la humanidad, los memorables hechos de la historia, la
variada fisonomía de nuestro planeta, los adelantos de las
cienrias y de las artes, los LISOS y costumbres de los pue-blos,
nuestras virtudes, en fin, y nuestros vicios, hacien-do
estos odiosos y aquellas dignas cle todos nuestros
afanes y Llesvelos.
Comprendida y circunscrita de este modo, la presente
tesis nos parece irrefutable en todos sus extremos.
Se dirS, tal vez, que es fácil abusar de la novela, y
que, por lo mismo que es tan atractiva e incitante su lec-
1~~2, el peligro cl’ecc en proporci6n; pero si cse flrgumen-to
tuviera alguna fuerza, lo tendría respecto de Ia poesía,
de la historia, de la pintura, de la escultura, de la músi-ca;
ahora bien, a nadie se le ha ocurrido nunca proscri-bir
la poesía porque los poetas griegos y romanos hayan
bollado con frecuencia las leyes del pudor ni se ha con-denado
la historia porque TBcito nos revele, con la des-
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nuclez cle la lelIgua latina, las orgías de 10s césares; ni ia
pintura poque existan cuadros deshonestos ni la escultu-ra
porque ofrezca sin velos grupos asquerosos ni la mú-sica
porque sirva para acompafiar lascivas danzas. De to-do
se abusa desgraciadamente en este mundo Y, por lo
mismo, aquí defendemos el uso lícito, no el abLlS0 inmOd.
Fijado este importante punto, f&cil nos es dfdUCir IaS
precisas consecuencias: Si la novela reúne las condicio-nes
que le hemos asignado, es lbgico concluir que, por
SU forma, se adapta mbs que ninguna otra composicidn
literaria al mejoramiento moral del pueblo. Las mlrls sanas
doctrinas, si van envueltas en un lenguaje ácido y severo,
si no tienen atractivo en la forma y se traducen en precep-tos
abstractos, no penetran en el corazbn de las masas y
sus efectos ~610 se dejan sentir en la superficie para olvi-darse
al poco tiempo. Si por el contrario, la magia del
verso las imprime en la memoria, y el gracejo e interks de
la ficción las fija de una manera indeleble, el pueblo las
convierte en apdlogos, parábolas y sentencias, que reasu-men
luego en pocas palabras toda In sabidurín clt: Ins
naciones.
Los gran-les le&ladores y los fundadores de todas
las religiones, fieles a este principio, han propagado sus
códigos de moral y SLIS máximas políticas con el auxilio
de la parAbola, del cuento y del apblogo. De este modo,
sabían que sería imperecedera la impresi6n qne produci-rían
en la humanidad y abundante la semilla que sembra-ban.
Viejo es, como Horacio, aquello de ensefiar delei-tundo
y nada nuevo afirmamos al sostener nuestra tesis,
porque es lo mismo que todos los preceptistas han con-signado
en SUS diversas obras de enseñanza.
De todo lo que hemos expuesto se deduce, por último,
que con la novela se difunde la afición a la lectura y,
aún cuando no se obtuviera más que este solo resultado,
su importancia sería inmensa para el adelanto intelectual
del hombre.
La nación que lee no puede ser esclava, La base fun-damental
de toda tiranía está en la ignorancia de sus
subordinados,
Si reflexionamos 13or un momento en el misterio que
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encierran esos signos convencionales del pensamiento, su
misma profundidad nos asombra.
La comunidn de las almas se alcanza por medio de
la lectura en toda su plenitud. Ni el tiempo ni la distan-cia
ni los obstáculos ni las persecuciones, podrhn nunca
impedir que yo me ponga en comunicacion con Pitágoras,
Socrates, Platdn, Hornero, Herodoto, Aristútcles, Cicerbn,
Dante, Descartes, Espinosa, Newton, Byron o Lamartine.
El día y a la hora que yo elija, aTargo el brazo, abro el
libro y me habla cualquiera de estos pasados genios con
la voz de su alma, que ha quedado impresa en aquellas
hojas con curnctercs indeleI3les, que suI3sistirán mientras
la tierra ruede en el espacio y haya espíritus que animen
esta fragil cubierta terrenal.
sus ideas pasan a mi cerebro y asimilandome aque-llas
que me son simpaticas, alcanzo en breves horas toda
la ciencia que, tal vez, costó siglos de experiencia y de
ensayos penosos R varias genzrclciones de pacientes
sabios.
Para mí no hay placer comparable al de la lectura,
ni auxiliar mas poderoso de la perfectibilidad y del pro-greso.
La lectura eleva el alma, fortifica las buenas ideas,
destruye los malos instintos, modifica el fuego de las pa-siones
y conforta la razd11, robusteciéndola. Los conoci-mientos
se extienden, la naturaleza levanta el velo de sus
misterios, y el hombre penetra con el espíritu regiones
que nunca pisará. su planta. La sombra que la ignorancia
proyectaba sobre los principios mas sencillos se desvane-ce
como niebla que el sol deshace, el error huye avergon-zado
y el universo se nos aparece por primera vez bajo
la forma que le diera Dios.
Con la lectura conocemos el lugar que ocupamos en
la creacibn. La bóveda azul suspendida sobre nuestras ca-bezas,
ya no es el cielo de cristal detras de cuya con-vexidad
se ocultaban antes los fingeles, sino el color que
toma el aire de la atmosfera donde bebemos la vida. Ya
la tierra no estd, fija en el centro del universo mientras
los demás astros giran a su alrededor tributandole home-naje,
que es el átomo de cieno que oculta SUS miserias
en un rincón olvidado de uno de tantos millones .de mi-
IIones de sistemas planetarios perdidos en la inmensidad.
Ya no hay aquello de que lirs estrellas, SOlcS inmen-
~0s e infinitos, centro cada uno de infinitos mundos, fue-ro*
creadas para que nuestros ojos las contemplaran en
las noches que las nubes lo permiten. Ya el Camino de
S;intiago no es una luz difusa que aparece en las serenas
y transpnrcIi[es ~~o&es parn inGZWnos In.5 pisaclas del
apbsrol, que eS un conjunto de millares de soles marchan-do
entre Sí, en arm3nico concierto, en CombhaCihl COn
Otros enjambres de luminares, independientes y apartados
de aquellos que cruzan el éter a diStanCiaS que S610 el
pensamiento se atreve a. descifrar. Ya se sigue el curso
de la vida en la escala gradual de sus manifestaciones
desde la célula hasta el hombre, y nuestro árbol genenld-gico
no encuentra ya grandes encomiadores, porque nues-tros
ascendientes se confunden con el mono.
Con In. Iccturn ene de los ojos la venda de rlluchOs
errores, y el hombre, colocado en su verdadero y humil-dísimo
lugar, ve, desde su pequeí’íez, mRs grande y su-blime
a Dios.
Si con la lectura se consiguen tantas cosas y otras
mil que omito en este instante y la novela se presta a
activar esa afici0n @mo no afirmar que la novela es la
forma literaria que más se adapta a la ensei%mza moral
del pueblo, cuando reúne las condiciones de belleza en la
forma, interés en la fabula y moralidad en el plan? Si 10
contrario fuera, aquellas naciones Clonde se da mayor tul-to
a la poesía y a la amena literatura estarían m&s atra-sadas
moral y políticamente consideradas (Y sucede eso?
De ningún modo: Francia, Inglaterra y Alemania marchnn
al frente del mundo civilizado y, aunque no en todas se
escribe la novela ni se cultiva el arte dramcttico de la ma-nera
que nosotros lo comprendemos, es lo cierto que se
lee, y 10 malo con lo bueno se destruye -siw%¿z sinzih’-
bus curclntzlr-. Desgraciado el pueblo donde se condena
SiStemátiCamente la lectura y se asegura que el hombre
es feliz con lo que de viva voz oficialmente se Ie ensena.
Desgraciado, repetimos, el pueblo donde se cree que el
libro puede condenarse y donde se respeta y al)laude
Semejante abominacidn. Al libro se le combate pero uo se
le asesina. La condenacida indica miedo, y el que terne
166
no esta muy seguro de la justicia de su causa. $Y que re-sultados
se obtienen con esas largas listas de procriptos
donde figuran siempre en primera linea los hombres más
eminentes en ciencia y virtudes de todos los pueblos y
edades? Que sus obras sean más buscadas y leídas con
mayor fervor; y que ailn aquellas que no son dignas de
ninguna celebridad, la alcancen por las mismas manos
que han lanzado sobre ellas el anatema de su injusta re-probacidn.
El libro hoy es invulnerable y no puede destruirse;
si no se imprime en este pueblo se imprime en otro; si
no se vende al público se vende ocultamente, si no lo
leen unos lo leen otros, y {creen ustedes, que dejan
de leerlo los mismos que lo abominan? Pareceme ver-los
devorandolo en lo mas oscuro de su gabinete con el
mismo afan con que Eva hinco el diente en la celebre
n1antanä.
La persecucion es uno de los medios mas eficaces
para que un libro se lea. Dichoso aquel que ha sido
prohibido.
Estamos pues íntimamente convencidos de que con la
novela se puede preparar a los pueblos a lecturas mtls
titiles y provechosas, si bien con esto no queremos decir
que sean inferiores esos estudios de la fantasin a otras
manifestaciones de la inteliaencia. También creemos que
con la novela se puede inculcar y generalizar con mejor
éxito todos los principios de moral que han sobrenadado
siempre sobre todas las revoluciones humanas, y que,
afortunadamente, van depurándose hoy de día en día. Y,
por último, estamos persuadidos de que la novela, como
hija querida de la poesía, ennoblecerá todo lo que toque,
si está dignamente escrita, y comunicar8 al hombre el
deseo de imitar los ejemplos que le ofrezca en el terreno
del bien y de apartarse de los que le presente en el terre-no
del mal.
Se dice cotntinmente, que el que se acostumbra a
leer novelas no lee despues otra cosa, y yo digo, que
si hay alguien que tal cosa le suceda, es porque no
esta llamado a elevarse mas allá, en la escala del saber y
afiado que, para que nunca hubiese leido ni hubiese
hojeado jan& un libro, vale nx%s que lea ufla novela.
167
otros, que ~011 10s mí%, las miran con desclén cre-yendo
que nada bueno han de encontrar en ellas. Entre
esos llay algunos que no leen novelas, poesías, ni cosa
alguna que tenga forma literaria, no porque en el fondo
tengan formado sobre ello una opinión fija, sino porque
carecen de sentido estético.
A esos desgraciados Ics falta un sentido y yo los
comparo con aquellos para quienes no hay diferencia en-tre
una sonata de Beethoven y el ruido de un tambor o
entre un lienzo de Rafael y una muestra de barbería.
Otros las difaman por darse importancia: “-No tengo
tiempo, dicen, para ocuparme de esas bagatelkis-” y lla-man
bagatelas a las obras maestras de Scott, Cooper,
Byron, Dickens, Lamnrtine y Hugo. Esos son los mismos
que se creen hombres de ciencia, porque se han declica-clo
exclusivamente a un ramo del saber, cuyo título han
obtenido, sin comprender que hoy est8n las ciencias tan se-lacionadas
entre sj, que aquel que por ser jurisconsulto ~610
sabe de leyes, y el que es médico, medicina, y el que es
ingeniero, maternaticas, sin conocer la historia, In filosofía
y la literatura en general, harSi siempre un papel muy
desairado donde quiera que se atreva R presentarse.
El saber no ocupa hueco; de todo es bueno saber un
poco, y nada debe desdeñarse, especialmente cuando se
habla de lo que no se conoce y de lo que está respetado
en otros países que valen mas que el nuestro.
Por Ultimo, la novela contribuye poderosamente, co-mo
ya hemos repetido con insistencia, R difundir eI gusto
por la lectura y, aunque no la consideráramos más que ba-jo
ese aspecto, sería suficiente para colocarla a una altu-ra
respetable entre otras producciones del ingenio humano.
Aquellos que todavía tienen fc en los destinos de la
humanidad y para quienes no son suefios las mCigicas pa-labras
de Dios, alma, inmortalidad, ciencia, libertad, pro-greso;
aquellos que todavía sienten latir su corazdn con
el relato de una acción heroica y tienden su mano al des-graciado,
y se afanan por legar a su familia, n su patria
y al mundo un nombre puro y sin mancilla; aquellos
que, obreros del pensamiento, creen que la lectura es el
único medio de arrancar al pueblo de los lazos de la ig-norancia
y del embrutecimiento y prepararlo para un por-venir
mejor; aquellos, en fin, que tienen la firme convic-cidn
de que en el mundo invisible que nos rodea se ope-ra
sin descanso un trabajo de ascensión lento y continuo
en el orden intelectual y moral; para esos que unos Ila-man
poetas, otros, visionarios y otros, locos, pero a quie-nes
yo llamo mártires sublimes, pata esos, la lectura e.s
el signo de la redencibn del alma. ,
Aceptemos todo lo que nos acerque al libro, porque
el libro es el 18baro de toda libertad.
Todo hombre a quien se enseña a leer, es un soldado
que se arranca de las filas de la reacción. El día en que
todos lean, ni habrá fanáticos ni esclavos, porque todos
harán uso de su razdn y comprenderán, en cuanto pueda
alcanzar la humana ciencin, los misteriosos arcanos de la
creacidn, sin necesitar de turor que dirija SUS pasos en la
tierra ni de intérprete que les ensefíe a Dios en el cielo.
AGCJST~N MILLARES TORRES
NOTA: Discurso leído por Agustín Millares Torres rl zg de
noviembre de 1874 bajo el título: La novela es Za Joma literaria pc
más se adajta a Za enseñanza moral del pueblo, u pro~agm- Za itrrsfra-cah3
y u dzj%~adir la culiura.
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