A MI PADRE, UN HOMBRE BUENO
x~$ay una cosa cn cl mundo
más importante que dios:
que un hombre no escupa sangre
pa que otros vivan mejora.
(Fragmento de una canción de Atahualpa Yupanqui).
Resoplé, pero no me salio nadu. Nuda en ab-soluto.
Rotundamente, nada. Yolvi a resoplar, a
escupir, a escupir y a escupir. Y no me salió nada.
Intenté cualquier cosa, pero no consegui nada en
absoluto. Todo seguia irremediablemente igual.
Todo continuaba sin inmutarse. Un señor gor-do
iba cantando, cantaba, cantaba. Me miró y me
compadeció. Se compadeció. CEres un buen cízico,
hay que ayudarte~.
Gracias, gracias, gracias, mucUimas gracias,
gracias, gracias.
Recog-t todos mis piojos y segur! andando. Sigo
andando. 4 Pero adónde? Sigo andando.
Una mañana se Levantó, escribió unas cartas
a máquina, despidió a un amigo mio y se rompió.
Yo no lo oi m&. Mi madre y mis hermanos si Lo
vieron, y lo enterraron. Yo también lo enterré. To-dos
le pusimos una gran Losu bhaca, ciega. Y lo
enterramos bien abajo.
Un señor gordo SC mc acerc0 y me dio unas
palmadas en el hombro, y me dijo: «Ahora tienes
que ser un Izombtw. La vida cs asi*. Todo es asi,
242
como es. Todo seguirá ust, como está. Nada cam-biará,
todo seguirá igual. Todo seguirá igual. Nada
cambiará. Seguiremos enterrándonos unos a otros.
Todos seguiremos jugando, sepuItándonos. Con una.
gran Losa encima, anónima.
Mi padre no hablaba. Mi padre era anónimo.
Mi padre era bueno. Mi pudre era una hormiga.
Contaba las perras una a una, a una? a una, a
una. Y aguantaba. Caminaba deprisa con una
enorme cartera colgando de la mano, Deprisa, ner-vioso,
crispado. Con la frente enorme, urrugada,
preocupado, Contaba Las perras una. a una, a una,
a una. Siempre tecleando la mciquina de escribir,
machacándola. P aguu.nta,ba.. Y se ponía nervioso.
Las cosas se le enredaban en los dedos, se le caían,
se le caían, se le volvian a caer, las palabras no le
venian a la garganta, Miraba, nos miraba pensati-vo,
preocupado I Con La frente enorme crispada, re-torcida.
No hablaba. Escuchaba, leía con las gajas
caladas, caídas. Desgarbado, torcido, las manos t-or-pes,
huesudas, venosas. Mi padre. Era un hombre
callado. Mi padre. Era anónimo, silencioso . Era.
una hormiga. Y aguantaba. Era un,a ruedecita de
La máquina. Una pieza puntual, obedien.te, obe-diente,
nerviosa, cumplidora. Una ruedecita de la
máquina. Una ruedecita entre millones de ruede-citas.
Una pieza sin importancia, constante, ner-viosa.
Y aguantaba. Ir no paraba. Con la enorme
cartera colgando de la mano, todavía dobla las
equinas, nervioso, crispado, deprisa. Y aguantaba.
Ganaba las perras una a una, a una. Y no tenía
243
ninguna. Y aguantaba, aguantaba, aguantaba,
aguantaba.
Cinco señores gordos, relucientes, sentados e77
enormes sillones, en una gigantesca oficina, me di-jeron:
«Eres ~77. buen. chico. Estamos impresiona-dos,
conmovidos. Il’e va7nos a ayudar. Eres un
buen chico y te vamos a ayudar).
Gracias, muchisimas gracias, gracias, gracias,
gracias.
Mi hermana Silvia rompió a llorar. Pronto
se calló ,y sonrió. Mi hermana Silvia tiene ll años.
Mi hermana Elisa tiene 16 y lloró y no volvió a
llorar más. Mi hermana mayor a8ua7zta. Mi ma-dre
tiene dos enormes sombras negras bajo los ojos:
Ni una lágrima, seca. Mi madre es fuerte. Mi
madre es u.n,a muj’er J-uerte. Mi hermana Elisa ma-chaca
alzora la máquina de escribir.
Quise escupir y no me salió nada. Ahora
quiero escupir. Nada, nada. Todo sigue igual,
transcurre igual, tranquilo, sin novedades. Todo si-gue
fu7zcionando perfectanze7zte. La máquina, ni
mucho menos, se ha parado, ni siquie7.a se ha ave-riado.
Las piezas desaparecen, se rompe71 y vienen
otras nuevas, se rompen y viene71 otras nuevas. Y
todos ca7ztamos y cantamos, y todo sigue igual.
Escupo y no me sale nada. .Pero ya no cantare’
más. Lo juro.
Ui padre sabia cómo aguantaba. Y 720 quería
dejarme aquello como herencia. ¡Wi padre me que-ría
a salvo, libre. Mi padre no queria que fuese
244
una ?Lorrr.$ga. I7 por eso aguantaba. 1’ yo le nor-día
el estómago y el pecho y Le chupaba la san-gre
g-ota a gota, a gota. Y SZemjwe me seg&a ani-mando.
Yo me desesperaba, pero él seguia. empu-jh&
rne, empu.*~ndome incansable, ernpu~‘ána?ome.
Y se agot-ó. El 16, extenuado, despidió a un
amigo mío y se r+om.pin’ en diez -nii¿ pedazos. Yo
cogí una losa helada, desnuda y se la puse enci-ma.
Y creo que me lo agradeció. Siento que me
lo agradeció. Necesito creer que me lo agracíeció.
c Adi&, Juanito, pórtate bien y a estu&ar mu-cho,
ieh? Lh fuerte abrazo. No Lo sentí más.
Hoy, en medio de todo esto que nos rodea,
que nos consume, empiezo a oir tu palabra sorda,
infatigable. Hoy Le empiezo CL echar de menos...
§
En una nueva serie de Nuesstra c~~~~?ayd sus honzbres
(h~~ersacioncs PZOT.WZ~&S), Encarnación Millares Carlo
cuenta su vida RI redactor jefe del EGO de Ca?zarz’as, Cnno
Vera. Comienza a publicarse en dicho periódico el 7 de
diciembre y concluye el 17, del mismo mes.
B
Sobre la indrrsMalizacidn en Canarias opina en el
Diario de Las Palmas del 5 de noviembre, Jos6 Bosch
Millares, ingeniero jefe de esta Delegación de Industria.
245
De Juan Marrero Bosch se publican, en el &XJ de cn-narias
del 19 de noviembre, las palabras que, bajo el tí-tulo
I-056- 1966: .Dim n~%~s de vida del Grfizpo kwZar de
Te&yo de Ccíazara de Las Pulunas, pronuncio en el home-naje
de despedida ofrecido R Flora y Ricardo ~ezcano
por el GaHne@ Ljterwio en el ano 1963.
Uno de los premios de erudicidn en SUS secciones de
historia y literatura Vz’ern y CZawj’o correspondiente al año
actual, de la Casa de Colón, ha recaído en el doctor Juan
Bosch Millares, por su trabajo titulado Historia de Za Me-dicina
en Canarias en los sigZos XV nZ XIX. El otro pre-mio
fue ganado por el profesor Esteve Chueca.
§
Para hacer la presentación del libro de poemas Ho-menaje
a Domingo Rivero recientemente publicado por la
coleccidn r@@ro, se llevo a efecto en ZZZ Museo Cn~zari0
una reunión literaria el 6 de octubre. En la misma se dio
lectura a los poemas publicados de Domingo Rivero y de
otros que le fueron dedicados por varios poetas canarios,
Entre los que intervinieron en el acto se encontraba José
Caballero Millares.
Carlos Bosch Millares ley6 en la Facultad de Farmacia
de la Universidad Central SLI tesis doctoral sobre el tema
Presencia de cdlulas sunguinneas in~~~zat~as en sangre pe-rjfí?
rica 7#07%d. Con tal motivo ha merecido, por unani-midad,
la calificacibn de sobresaliente cunz ZaticZe, y la fe-licitación
del Tribunal examinador.
§
El 3 de octubre, en El Museo Canario, se celebró un
Coloquio sobre Za Enclclica aChristi Matri Rosariin, en el
que intervinieron el sacerdote Santiago Cazorla y Car-
10s Bosch Millares, actuando como presentador y mo-derador
Alfonso Armas Ayala. Se encuentra una resella
de dicho acto en el Eco de Canarias del clia 4 del citado
246
mes. Posteriorme’nte (7-lo-66), en el mismo diario aparece
una carta abierta al Director, en la que Carlos Bosch
aclara sus palabras sobre la guerra y la paz en el repetido
coloquio.
§
La Hoja del Luws, en noviembre último, inicia la
publicacidn de un serial de artículos de Juan Bosch Mi-llares
con título general de ~¿enzpos pasndos y presentes.
(La playa de Zas Canteras.)
Con motivo de la muerte de Rafael O’Shanahan se ce-lebr6
una velada homenaje en El íkkseo Cunn~io, de cuya
sociedad fue presidente. Intervinieron Juan Bosch Milla-res,
Jose Miguel AIzola (ley6 un trabajo del presidente del
Colegio Médicos de Tenerife, Manuel Parejo Moreno) y
Gonzalo Monasterio como lector de un escrito de Juan
Rodríguez Doreste.
Urla revista estuclinntil se ha editado con el tjtulo de
Tribuna joven. Sale del centro masculino del Instituto de
Enseñanza Media de Las Palmas con fecha de noviembre
de 1966. En este número 1, entre otras colaboraciones, fi-guran
un artículo de Salvador Sagaseta en la sección EZ
tiste q*Le ?ZO.S 1Znlz y otro de Agustin Millares Cantero bajo
título Vietnanz: unn puñalada a la paz Este dltimo da
también un poema: Sz@erw%sncia del hombre.
§
El periddico Panorama, de Venezuela, en su nUmero
del 5 de octubre de 1966, da reseiia amplia del acto aca-demico
celebrado en el Teatro Avila el día primero del
mismo mes con motivo de los 73 aaos de la fundacidn de
la Universidad del Zulia y los 20 de su reapertura. De la
citada información tomamos el siguiente texto: «...el Dr. Ji-menez
Nava dio lectura al veredicto del concurso 20 n8os de
tu Reinstahcidn de Zn Uîtiversidnd del Zulz‘a firmado por
el arquitecto Miguel Casas Armengol, y los doctores J. A.
Borjas S$nchez y Humberto Fernhndez Auvert. LOS gana-
247
dores del concurso fueron los doctores Agustin Millares
Carlo, Ramón Matheus y Raúl Osorin, el primero y iílti-mo
de la Facultad de Humanidades, y el segundo, de la
Facultnd de Ingeniería. Acto seguido fue leído el Acuerdo
del Consejo Universitario por medio del cual se le con-firió
al doctor Agustín Millares Carlo el título de Doctor
Honoris Causa en Educaciõn de la Facultad de Humani-dades
y Educacidn por su dz’íntada y fewnda actividad
magisterial... y porque dwa&e este aU%no lustro ha apor-tado
~$6 experiencia y consngrado sws nzejores esf$Lewos a
Ia forunncidn de Zas ?zuevas generaciones de humanistas
venezolanos.. . »
§
La misma publicación aludida en el párrafo precedente
contiene otro artículo bajo este epígrafe: .Ltia rz”lzdid ano-che
homemje al profesor Millares Ca&, en el que se da
cuenta de un homenaje de reconocimiento que la Univer-sidad
del Zulia rindió la noche del 4 de octubre último a
Agustín Millares Carlo y se hoce mencih al reciente pre-mio
por su obra Rafael Marla Baralt como también a la
investidura Honoris Caua. Una fotografía ilustra el es-crito.
En aquella aparecen, el homenajeado, el Decano,
doctor Jose Antonio Borjas Sánchez, y el director de la
Escuela de Letras, profesor Pascual Buxd. En honor al
maestro se dijeron palabras y se pronunciaron discursos,
A seguidas copiamos la sentida oracidn del profesor del
Liceo Baralt, Juan Gregorio Rodrlguez:
Venimos hoy, admirados prof~snrw, queridos comps-ñeros,
amigos todos, a rendir un tributo de homenaje n
uno de los hombres más grandes que han pisado los co-rredores
y aulas de nuestra Universi.dad, grande por la
nobleza de su corazõn, tanto como por la excelsitud de su
mente.
Desde que este hombre singular entro en el uso de su
razón plena, puede decirse que su historia es la historia
de su trabajo y de su pensamiento, como ha sido la de
tantos otros hombres que han seguido sus orientaciones
como Norte y han llevado SLI pensamiento como depdsito
sagrado de que eran deudores a los demás.
Cuando aún resuena el eco de los últimos cañonazos
de la Primera Gran Guerra, suena el primer clarinazo de
la batalla contra la ociosidad que va a emprender este
gran hombre, COI-I la publicación de su primera obra, Es-
¿%?t’OS ~u~eogrdficos, recien obtenido el título de Doctor
en F’ilosofía y Letras de ta Universidad & Ma&id.
Primera catedra de Latín en el Ateneo de la capital
española, Y poco despues la cátedra de Paleografía en la
Fuwltad de Filosofía y Letras de la Universidad Literaria
de Granada.
Su fama de joven catedrático trasciende rhpidamente
y es llamado a la hermana República del Plata para la
‘direccidn del Instituto de Filologia de la Universidad de
Buenos Aires, donde permanece un @o.
Gana por oposición la cátedra de Paleografía de la
Universidad Central de Madrid. Años de intenso trabajo
y estudio, cuyo fruto, no todo, está expuesto ante ustedes
y cuya relación seria prolijo enumerar.
Mil novecientos cincuenta y nueve. Sus ojos se posan
por primera vez en el hermoso lago de Coquivacoa, y junto
a su ingente y agotador trabajo de cátedra, en los años
heroicos del nacimiento de la Escuela de Letras, forma
parte del equipo meritorio que organiza la Escuela de Bi-bliotecología,
honra y prez de nuestra Facultad de Huma-nidades,
en la que es indudablemente principio morar.
Dedica el resto de su tiempo, como si fuera paco, en días
de cuarenta y ocho lloras, pues de otro modo no se ex-plica,
a desempolvar la historia de Maracaibo, del Zulia,
de Venezuela, dormida en su mayor parte, en archivos
virgenes, que esperan como Eldorado la sed de SUS segui-dores
Continua SUS colaboraciones en multitud de publi-caciones,
reedita libros suyos, rapidamente agotados, im-prime
otros nuevos, dirige, revisa, corrige innumerables
p&ginas, recensa, clasifica, y en fin, se sumerge en una
tarea dc muchos hombres, ~610 posible a quien como 61,
no ha sabido y no ha podido tener un minuto de descanso.
La lista de sus colaboraciones es francamente abru-madora:
Investigador en el Centro de Estudios Históricos de
Madrid, dirigido por don Ram6n Menéndez Pidal, y cola-borador
desde sus primeros números.
249
Colaborador y traductor en la Unión Tipográfica Edi-torial
Hispano Americana; en las publicaciones del Fondo
de Cultura Económica de Méjico; de la Fac~Ikl de Filo-sofía
y Letras de Madrid; en la Revista de Filología Es-pañola,
en la de Historia de America, que dirigiera hasta
su llegada a Maracaibo, y en la que aparecen con SU firma
cuantas notas y comentarias est$m dedicadas a la Historia
de Venezuela; Investigador en el Instituto Bibliográfico de
la Biblioteca Nacional de Mejico; en la Nueva Revista de
FiIología $&,p&nica; en la Revista de Archivos, Bibliotecas
y Museos; en la de la Facultad de Filosofía y Letras de
Méjico; en la Revista de Divulgación Histórica, en Letras,
El Hijo Prodigo, España Peregrina, Romance, De Mar a
Mar, El Museo Canario de Las Palmas, que desde aquí
dirige, Boletin de la Biblioteca de la Universidad, Baral-liana,
Recensiones... etc..., etc.
Es preciso que aluda a dos, entre otros muchos, tra-bajOS
que tiene en preparacidn.
Se trata de Colectckn Vene&?Znna, en la que dedica
un capítulo a los llamados infidentes dc Maracaibo, para
demostrar que la participación del Zulia no fue indiferente
a la causa de la emancipación. La otra es una serie de
estudios, comentarios y notas basados en el fondo de los
llamados Expedientes Diversos del Archivo del ConseJo
Municipal, para el Centro Histórico del Zulia, con un pro-logo
del doctor Pedro Alciro Barboza de la Torre.
Este es el ciudadano que en Acto Solemne obtuvo hace
días el titulo de Doctor Honoris Causa de nuestra Uni-versidad,
a quien creo debiera habérsele otorgado el de
Doctor Laboris Causu, pues no hay mayor honor que el
que del trabajo proviene.
He presentado al hombre trabajador, y no quiero ter-minar
Sin presentar al hombre humano. Al hombre de tem-planza,
de paz y de concordia, al hombre bueno, laborioso
y entusiasta, al que está por encima de la malicia de am-biente
de mezquinas pasioncillas, a quien todos los que
aquí estamos hemos tenido la honra de tratar y conocer
como varón ejemplar, sencillo, modesto, toilo corazõn,
maestro de profesores y profesor de maestros.
A cumplidos de su deber, pocos, si es que hay algu-no,
le habrán ganado; no tomó la cátedra ni antes ni aho-
250
ra, como pesado y enojoso débíto que el Estado paga, y
no se le han enfriado los entusiasmos con el peso frío de
los años.
Es la suya una vida serena y noble, una vida ejem-plar;
vida, en cierto modo, de niño grande -y pocas co-sas
hay más nobles que ser un niño grande- y vida tam-bién
de poeta, de un verdadero poeta, no de un literato,
de poeta en la acepción m&s estricta, la etimolcgicn, de
la palabra, vida de hacedor, en ese trabajo solitario de in-vestigación
y rebusca, de erudicicín y creacidn, y Ihay que
ver lo que es esto en un ambiente donde no hay rebus-cadores
ni investigadores, donde ha tenido uno que hacér-selo
todo!
V quiero terminar al rendir este tributo de homenaje
al hombre bueno, laborioso, pacífico, transigente, concilia-dor,
cumplidor de su deber, y que libre de envidia y de
ruindad pone la capacidad toda que Dios le ha dado al
servicio de su ministerio público patriótico, con el anhelo
ferviente de que sea nuestro modelo. De que seamos ca-paces
todos los alumnos y profesores de nuestra Univer-sidad
de poner todo nuestro entusiasmo y toda nuestra ca-pacidad
en el estudio y en nuestra superación, pues así
la culturs patria estar8 a salvo, como los ha puesto y los
pone don Agustín Millares Carlo.
251