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Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 11 INTRODUCCIÓN Bajo este epígrafe contemplamos aquel grupo de personas que dedicaron la mayor part e de sus actividades retribuidas a satisfacer las necesidades nutritivas de la población en La Palma del X V I. Como se podrá compro b a r, han sido omitidos algunos oficios que dire c t a o indirectamente tuvieron algo que ver con el tema; es el caso de los comerciantes o m e r-c a d e re s, colectivo no muy amplio que, dadas sus especiales características, necesitan estudio a p a rt e . Es impensable un proceso de colonización y asentamiento sin el necesario apoyo logístico en cuanto al sustento de la comunidad, por tanto, una de las primeras preocu-paciones de las personas establecidas en la Isla fue el cubrir tal necesidad, lo que se tra-duciría, siguiendo los modelos colonizadores castellanos, en una inmediata roturación y plantación del terreno circundante al Real, de cara a recoger cosechas tempranas. Igualmente se procedió al acopio de productos naturales o a la incautación de gran parte de la cabaña autóctona. PRIMEROS OFICIOS Y OCUPACIONES ARTESANAS DE SANTA CRUZ DE LA PALMA (SIGLO XVI) —LA ALIMENTACIÓN— MANUEL GARRIDO ABOLAFIA* Resumen: En este artículo se analizan las actividades, situación social y relaciones man-tenidas por el amplio colectivo que durante el siglo XVI abasteció, en mayor o menor medi-da, las necesidades alimenticias de la pobla-ción. En una primera parte se reseña el apren-dizaje, regulación y las particularidades de los oficios, así como la ubicación y descripción de los lugares donde se ejercieron. La segunda, trata de sentar las bases para realizar un catá-logo biográfico de cada uno de los artesanos estudiados. Palabras clave: Oficios. Artesanías. Ali-mentación. Biografía. Siglo XVI. Abstract: This article analyzes the activi-ties, social situation and relationships of the social stratum which met, to a more or less ex-tent, the nutritional needs of the population during the 16th century. In the first part there is a review of the apprenticeship, regulation and special features of the crafts, as well as the location and description of the places where they were carried on. The second part aims at establishing the basis for a biographic catalogue of each of the analyzed craftsmen. Key words: Trades, Craftmanship, Nutri-tion, Biography, 16th century. *Mail: trufon@telefonica.net 12 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia La lejanía de los centros comerciales peninsulares o canarios así como la dificultad y peli-g ros derivados de las rutas marítimas fue suficiente para que la población basara su susten-to, en un alto porcentaje, sobre la producción local. Esta dependencia, en especial de los granos considerados alimento base en la alimentación isleña, era tal que su escasez o ausen-cia afectaba de forma dramática a las capas más humildes; bien influyendo en los índices de natalidad1 o mortandad del pueblo, bien modificando las pautas alimenticias mientras duraba la penuria. Estos períodos de carestía solían ser frecuentes y daban lugar a situacio-nes sociales que podemos considerar extremas, como la producida a consecuencia de la mucha esterilidad que hubo en la isla el año 1539. Debido a este hecho, se produce al año siguiente una gran escasez de granos lo que forzó al Concejo a prohibir su export a c i ó n , incluso se niega a que el diezmo correspondiente a la Iglesia se haga efectivo, circ u n s t a n c i a que dio lugar a que el Cabildo Catedralicio impusiera un entredicho a la Is l a2. Ta m b i é n contamos con el testimonio de Gaspar Frutuoso, quien en su visita del año 1598, se hace eco de una gran ola de calor que asoló a la misma durante los años 1561 y 1562: … no llo-vió gota que matase el polvo de la tierra; manteníanse solamente con carne, queso, ñames y leche sin que muriese nadie de hambre3. Este «sin que muriese nadie de hambre» es revelador puesto que hace hincapié en que la dieta citada era suficiente para las necesidades básicas de una persona. Alimentos, por otra parte, fundamentales en el régimen del isleño y común en la mesa familiar a lo largo de los siglos, especialmente y como se ha comentado, en épocas de penuria. A pesar de ello, preocupados los regidores por las periódicas carestías, intentan preverlas y contro-larlas adoptando una serie de medidas como la construcción de pósitos para almacenar granos o la implantación, en régimen de monopolio y mediante el sistema de propios, de la carnicería, pescadería e incluso en los primeros tiempos, de las ventas públicas4. También panaderos, confiteros o molineros vieron reguladas sus actividades por la Corporación. Teniendo en cuenta lo anterior y atendiendo a los gustos, costumbres y circunstancias de la época, el re p e rtorio alimenticio de la comunidad, si bien se puede decir que no era muy variado, sí era de calidad. Ya se ha comentado que la cebada, maíz y en especial el trigo fue-ron básicos en la alimentación. Además de consumirse como pan, los cereales, junto a las raí- 1… En términos generales, el número de los bautizados aumenta en los períodos inmediatos a la abundancia, y dis-m i n u ye en los momentos posteriores a la escasez; NADAL, Jo rdi La Población Es p a ñ o l a (X V I al X X). Edit. Ariel, pg. 25. 2 LORENZO RODRÍGUEZ, Juan B., 1987, pgs. 405-406. 3 FRUTUOSO, Gaspar,1964 pg. 110. 4 En 1520, se concede al Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma una Real Cédula mediante la cual este podía disponer como bienes de propios la renta producida por las tres ventas que había en la Isla: En 1553, tras el incendio, se pide un traslado de la misma. (A.M.L.P. Libro de Reales Cédulas y Traslados. Est. 41, leg. 732, fol. 24). Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 13 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). ces de helechos o altramuces, eran destinados a la preparación del gofio, alimento habitual en la dieta autóctona de la Isla y que pronto fue de consumo general5. Le sigue en import a n c i a la ingestión de carne (cabra, cerdoso, carnero, casquerías…), y pescado (morenas, viejas…) alimentos estos que, junto al queso de cabra, leche6, ve rduras, frutas y algunas confituras, com-plementaban la dieta de la época. Casi todos los platos estaban fuertemente condimentados o cargados de hierbas, pero aún no se conocían ni la patata ni el tomate, ya que éstos, junto al café, té o chocolate, todos ellos procedentes del Nuevo Mundo, no serían usados genéricamente en Europa hasta finales del siglo XVII. A pesar de que todos estos alimentos circulaban en los mercados y establecimientos públicos no toda la población tenía acceso a ellos. De todos los expuestos, gran parte de la comunidad sólo podía adquirir trigo, carne, leche o queso, y no siempre. En cuanto al comportamiento en la mesa y utillaje de la misma, el siglo no se carac-teriza por su refinamiento, siendo normal en las clases más bajas coger la comida con la mano, limpiarse en el mantel, cuando existía, o en la propia ropa, aunque en las familias más pudientes hacían uso de pañuelos de meza7. Sólo en Italia empiezan a tenerse en cuen-ta estas cuestiones, influidas sin duda por el espíritu del Renacimiento, costumbres que irán imponiéndose poco a poco a otros países europeos. De la mano de Leonardo Da Vinci llegaría el uso de la servilleta y el tenedor de tres puntas, ideado en principio para «facilitar» la ingestión de los espaguetis, ya que en aquellos tiempos el uso del tenedor de dos puntas, enorme, solo se conocía como útil de cocina. 1. CARNICEROS 1.1 Origen y regulación del oficio En una comunidad en la que desde un principio la ganadería menor fue fundamen-tal para el sostenimiento de sus moradores, no es de extrañar que de entre los primeros cabreros, pastores o «criadores», acostumbrados a sacrificar y descuartizar sus animales, así como de las familias relacionadas con la matazón y venta de la carne, surgieran los primeros carniceros oficiales. El abasto de la Ciudad en materia de carne, habida cuenta su importancia, fue inme-diatamente administrado por el Concejo y regulado por la Corona. Dos imperativos 5 Una vez más, será Gaspar Frutuoso quien deje constancia de la «Receta» utilizada por los palmeros en su preparación: …comen gofio de trigo y cebada amasado con aceite, miel y leche, Op. cit. pg. 108. 6 Otra costumbre particular de los aborígenes: … bebiendo dos partes de leche y una de agua que ellos llaman «Be b e-raje » dos veces al día, por lo que andan tan lucidos y gord o s . i d e m 7 A.I/ .P.N.P, Rodrigo Ponce, caja nº. 1, 16/ 01/ 1591. 14 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia básicos movieron a los regidores a tomar medidas: por un lado, controlar el proceso de producción y venta de la carne tanto para el consumo interno como para la exportación según las necesidades de la población8 o del mercado. Por otro, la supervisión directa en materia de sanidad y calidad del producto, para lo cual se hacían inspecciones periódicas y se disponía de un sello que, como era preceptivo, identificaba a la ciudad y se imponía a toda aquella carne que hubiera pasado los controles del Concejo. Bien por unos motivos o por otros, lo cierto es que los carniceros vieron su oficio regulado por fuertes medidas de control. Vigilancia que se hacía extensible a toda aque-lla persona que quisiera negociar con la carne por su cuenta o ejercer clandestinamente el oficio, lo cual y a tenor del número de ordenanzas que se dictaron en tal sentido, debió ser práctica habitual. Siguiendo las normas dictadas por la Corona, se prohibió atravesar y hacer acopio de carne para luego venderla, así como comprarla fuera de la carnicería9; también se pena-lizó con mil maravedíes a toda aquella persona que matara animales en su casa con el fin de venderlos10 e incluso se sanciona la venta de tocino por particulares. Con todas estas medidas, el Concejo prácticamente se aseguraba el monopolio sobre el comercio de la carne11. Intentaban poner freno al encarecimiento de la carne que producía la especula-ción. Durante este siglo fue tanta la preocupación que causaba este comercio ilícito que la Corona publicaría y haría pregonar varias Reales Pragmáticas advirtiendo de la prohi-bición de atravesar y revender carnes12. No solamente reguló dónde y quién podía vender la carne, sino que también la Cor-poración impuso aranceles sobre su comercio. El de la carne se fijaba en función de la clase de animal de que se trataba o la parte del mismo a vender. En las Ordenanzas de 1602, recogidas por Juan Lorenzo13, queda reflejado el arancel vigente en la época para, las carnes de todas las especies, y que dado su interés reproducimos (ver TABLA I). En épocas de penuria o al escasear la carne, los controles se intensificaban ya que ante calamidades de este tipo algunos desesperados no veían otra solución que asaltar la car-nicería para paliar el hambre. Ante esta eventualidad y para evitar que las peleas produ-cidas en el establecimiento fuesen a mayores, el Concejo adopta fuertes medidas sancio-nadoras: … Otrosí se manda que ninguna persona de cualquier estado y condicion que sea, 8 …Otrosí se hordena que ninguna persona meta quartos de fuera en esta isla sin licencia so pena de perderlos y de mill maravedís para el juez, denunciador y propios. VIÑA BRITO, Ana y Eduardo AZNAR VALLEJO, 1993, Ordenanza nº. 7. 9 Ibid., ordenanza nº. 3. 10 Ibid., ordenanza nº. 47. 11 Ibid., ordenanza nº. 37. 12 R.P., «Sobre la exportación de carne y la reventa», 23 de abril de 1552, «De las carnes y que no aya reven-dedores », 26 abril 1561 «Contra los corredores y revendedores de carne», 20 junio 1565. 13 LORENZO RODRÍGUEZ, Juan B., 1987 pág. 421 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 15 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). excepto la justicia y diputados, entre por fuerza en la carnicería y pescadería so la pena de la ley y perderllos, diez dias de cárcel y seis mill maravedís aplicados por el juez, denunciador y propios del cavildo14. Además de vender la carne, los carniceros tenían que cumplir otras obligaciones como ejercer de matarifes, ya que a ellos se les encomendaba el matar, desollar los animales y posteriormente pesar la carne; todo ello bajo la estricta supervisión del Veedor y previa licencia del Fiel que para tal efecto había sido nombrado por el Concejo. Al sacrificar la res, el carnicero se encontraba con una serie de subproductos que, como el cuero, era necesario marcar antes de proceder a su venta. También aquí el Concejo intervenía nombrando una persona encargada de herretear los cueros antes de que se vendieran a los zapateros. Longanizas de un palmo y manteca de cerdo eran otros de los numerosos alimentos vendidos en la carnicería15. 1.2 Carnicería No hemos encontrado referencia alguna a la fecha en que fue creada la primera car-nicería de la Ciudad. Según estudios realizados por Jaime Pérez García, una calle de la Carnero 1 libra 10 cuartos Asadura 6 cuartos Menudo 1/2 real Cabeza 1/2 real Vaca 1 libra 5 cuartos Cabra 1 libra 5 cuartos Asadura 1/2 real Menudo 2 cuartos Chivato de hoja 1 libra 1 real Asadura 1/2 real Menudo 2 cuartos Cabeza 2 cuartos Cerdoso 1 libra 1 real Asadura 6 cuartos Menudo (1 libra) 1 real Cabeza (1 libra) 1 real Oveja 1 libra 6 cuartos Asadura 1/2 real Cabeza (1 libra) 3 cuartos Chivato de Cumbre 1 libra 6 cuartos Asadura 1/2 real Menudo 2 cuartos Cabeza 2 cuartos Cerdosa 1 libra 6 cuartos Asadura 1/2 real Cabeza (1 libra) 3 cuartos Tocino Salado de 3 años 2 reales 14 VIÑA BRITO, Ana y Eduardo ANAZ VALLEJO, 1993, Ordenanza nº. 12. 15 MORALES PADRÓN, Francisco 1974 pags. 83-87. NOTA: En el campo, la libra de carne se vendía a 4 maravedís menos que en la ciudad. TABLA I.- Arancel de las carnes 16 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia misma se llamó así por estar ubicada en ella la carnicería pública, concretamente en el lugar que hoy ocupa el inmueble número quince de la calle que abarcaba el tramo comprendido entre El Puente y la Placeta de Borrero actuales16. Por otra parte, también Rumeu de Armas nos indica la situación de esta calle, la cual, parale-la a la Calle Real: …corría en la misma dirección la calle que se llamó primero de la Ca rnicería y más t a rde, calle Tra s e ra1 7. Cualquiera que fuera la fecha en que se abrió la carnicería, está claro que hubo de ser en los primeros años del XVI como así lo pone de manifiesto el que ya en 1522, un tal Ju a n Ro m e ro sea citado como carnicero y vecino de la isla de La Pa l m a1 8. Carecemos de datos directos sobre las instalaciones de la carnicería, pero junto a la ima-ginación que nos ilustra sobre la presencia de mostradores donde despachar la carne, gan-chos donde colgarla o toda una serie de cuchillos y machetes, se une el conocimiento que se tiene sobre las carnicerías de otras islas. En primer lugar, se ha de considerar que la carnicería abría desde que amanecía hasta la puesta del sol, con un descanso al mediodía para almorzar19. Durante todo este tiempo el carnicero estaba obligado, como hemos dicho, a pesar y a cortar la carne. Para su pesaje se requería que en la carnicería existiesen al menos tres tajones donde depositar respectivamente la de vaca, puerco y carnero. Al frente de cada uno de estos tajones, el carnicero debía de emplear a un oficial encargado. 1.3. Relaciones Sociales Considerado históricamente el oficio de carnicero como de baja condición20, no tiene nada raro el que la ocupación fuese poco demandada. La mala imagen social del carnicero a veces daba lugar a que ciertas actividades vedadas o mal vistas en otras personas libres les fue-sen encomendadas a ellos, así y en las poblaciones donde no había verdugo, correspondía al carnicero la ejecución de los condenados21. El estigma de carnicero afectaba no solamente a sus relaciones laborales sino que se hacía extensible a todos los aspectos de la vida cotidiana, especialmente sobre aquellos que por sí mismos constituían un cierto acontecimiento social como bautizos o matrimonios. 16 PÉREZ GARCÍA, Jaime. Conferencia leída el 2 de Junio de 1993 con ocasión de la presentación de la expo-sición Apuntes de un ocaso. Santa Cruz de La Palma. http://www.odalsi.com/usuarios/libros [ultima consulta 2004]. 17 RUMEU DE ARMAS, Antonio, 1991 T. II. pg. 329 18 MARTÍNEZ GALINDO, Pedro, 1988 pg. 412. 19 MORALES PADRÓN, Francisco 1974. 20 Las más variadas religiones de la humanidad, siempre preconizaron que todas aquellas personas dedicadas a sacrificar animales y descuartizarlos adquirían, en cierto modo, parte de la impureza que emanaba del cadáver. La Iglesia Católica no fue ajena a esta forma de pensar y así en un siglo como el que comentamos donde monar-cas de la talla de Felipe II abanderaban la fe cristiana, aún perduraba el estigma de los carniceros. 21 Revista Hidalguía. Oficios y Nobleza. Marzo - Abril 1994, núm. 243, Madrid. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 17 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). Precisamente será el matrimonio de Manuel Hernández, carnicero que ejercía por el año 1581, la ceremonia que nos sirva como ejemplo para mostrar la posición que ocupaban estos trabajadores en la pirámide social de la época. No conocemos la fecha en que Manuel con-trae matrimonio con Francisca, lo que sí sabemos es que esta «Francisca» sin apellidos, era esclava del comerciante Lesmes de Miranda cuando ambos se personan en la iglesia de El Salvador con Pedro, su hijo, para ser bautizado22. Inmediatamente llama la atención el hecho de que se permitiera el matrimonio entre una persona libre y otra esclava. En aquellos tiem-pos, esto sólo ocurría cuando la persona libre pertenecía a un grupo marginal, ya que en caso contrario pasaba a ser considerada socialmente como tal23. Las relaciones de amistad y trato que pudieron tener los carniceros y sus familias se verí-an condicionadas sin duda por estos aspectos, como también queda de manifiesto por las escasas apariciones en aquellos acontecimientos que antes citábamos y en los que se limitan a ser padrinos en los bautizos de esclavos o de sus hijos. Además de la funesta opinión que de ellos se tenía, se ha de considerar que prácticamente no había competencia ya que, como hemos visto, las ordenanzas municipales se ocuparon de que el negocio fuera un monopolio de la Corporación; por lo tanto, el hecho de que hayamos podido identificar a cinco carniceros a partir de 1522, y que ninguno de ellos coincidiera en el tiempo, nos induce a pensar que no hubieron de ser muchos más los que ejerc i e ron el oficio durante este siglo. 2. PESCADEROS Pocas son las noticias que hemos logrado reunir en cuanto al oficio de pescadero o per-sona encargada de la venta del pescado. La documentación sobre el tema se reduce a unas cuantas ordenanzas, al arancel que sobre el pescado impuso el Concejo y a la localización de la pescadería, todo ello referido a finales del siglo XVI o principios del siguiente. Uniendo todos estos datos sueltos y examinando la reglamentación que se practicó en otras islas sobre el tema, podemos hacernos una idea aproximada de lo acontecido en la ciudad de Santa Cruz de La Palma en cuanto al funcionamiento de la pescadería se refiere. En la aproximación que venimos realizando sobre los oficios, la pescadería es el único caso en que nos consta el oficio, pero carecemos de información sobre las personas que lo ejercieron. Sabemos por las ordenanzas de Tenerife que, a veces, el pescado se vendía en las 22 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 195v. 23 No sería este el único caso registrado de matrimonios mixtos. También personas con buena posición social y económica contraían matrimonios con esclavos. Para mas información sobre estos matrimonios consultar las obras: Los Libertos en la Sociedad Canaria del Siglo XVI., Manuel Lobo Cabrera, y Los Esclavos Bautizados en Santa Cruz de La Palma. 1564 -1600. Manuel Garrido Abolafia, S/C de La Palma, 1993. 18 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia carnicerías, aunque tan solo durante los primeros momentos. En la ciudad de Santa Cruz de La Palma, la carnicería y la pescadería estuvieron pronto diferenciadas y en lugares dis-tintos. Ya sabemos que la carnicería se estableció en la calle que en un primer momento recibió el nombre de la actividad, hacia el centro urbano; por el contrario, la pescadería se situó lógicamente desde un primer momento en: un núcleo de población en el puerto, junto a la aduana24, por más señas, cerca de: un callejón que va a San Telmo25. El comercio del pescado, así como el oficio de pescadero, estuvo regulado en térmi-nos semejantes a los establecidos para la carnicería; es más, las ordenanzas que sobre estos oficios se dictaron fueron tan similares que en ocasiones se hacen comunes para ambas, como cuando se prohibe: entrar por la fuerza en la carnicería y pescadería con armas26. Al igual que ocurrió con la carne, la venta de pescado no podía llevarse a cabo en otra parte si no era en la pescadería, por ello, se dictaron dos ordenanzas, una en el sentido que se acaba de apuntar27 y otra para sancionar a todo aquel que, sin ser el titular de la pescadería, vendiera pescado de fuera de la Isla28. En este caso se hace la salvedad de auto-rizar la venta del pescado capturado con caña, en la plaza pública. Esta última norma, como tantas otras, debió de ser común para todo el Archipiélago, ya que la encontramos también en las ordenanzas de las demás islas, como en las dictadas por el Concejo de Las Palmas29. 3. PESCADORES A pesar de que, por lo común, el pescador es citado en la documentación de la época como tal, no es menos cierto que una gran parte de los mismos compaginaron el arte de la pesca con el de la navegación, por lo que en ocasiones también son citados como mare-antes. Teniendo esto presente y dado que prácticamente es imposible distinguir cuándo se dedicaban a una u otra tarea, se ha optado por cuantificar y recoger datos solamente de aquellos que son citados expresamente como tales pescadores. Ya se apuntaba con anterioridad que el pescado era un alimento importante en la dieta de aquellos años, especialmente en las ciudades o pueblos costeros. Los caladeros donde acudían mayoritariamente los pescadores palmeros eran los habituales de la época, va-riando en función del calado del barco y de las artes empleadas. El principal, utilizado 24 PÉREZ GARCÍA; Jaime. S/C de La Palma, Urbanismo y Sociedad. Comunicación presentada en las II Jornadas sobre urbanismo y medio ambiente, V. Centenario de la fundación de S/C de La Palma. 1993. http://www.odal si.com/usuarios/libros [ultima consulta 2004]. 25 A.I./P.N.P. Andrés de Chavez. 1642. 26 VIÑA BRITO; Ana y Eduardo AZNAR VALLEJO 1993. 27 Ibid., ordenanza nº. 75. 28 Ibid., ordenanza nº. 70. 29 MORALES PADRÓN, 1974 pp. 83 – 87. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 19 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). por la pesca artesanal o de bajura, era la propia costa isleña donde, salpicada de refugios y embarcaderos, recalaban los barcos pesqueros en busca de amparo o para vender la pre-ciada carga. El trasiego de estos barcos entre los diferentes puertos de la Isla debió ser importante, o al menos nos da la impresión de que se quería impulsar por parte del Concejo, quien dispuso que todos los barcos que atracasen en cualquier puerto, debían contar con la licencia otorgada por la Corporación: excepto los de pescar30. Será pues la pesca costera, aprovechando las calmas que se producen en las aguas isleñas o en las cos-tas de África, el principal medio de vida de estos trabajadores del mar. En este tipo de pesca, se seguía la costumbre de distribuir el pescado por «soldadas» o lotes de capturas: a t r i b u yendo al dueño de la embarcación y de las artes, un determinado núme-ro de soldadas y a cada pescador la suya3 1. En el caso de los pescadores avecindados en la ciu-dad, tenían la obligación de vender el pescado capturado en la pescadería, para ello lo entre-gaban a un intermediario que era el encargado de ponerlo finalmente a la venta. Este inter-mediario pagaba a los pescadores de acuerdo al precio que era usual en el merc a d o3 2. No siempre el pescador era totalmente dueño de su embarcación, al contrario, muchos tenían que poner en venta parte de la barca para poder sobre v i v i r. Al venderla lo hacían con todos los aparejos y herramientas utilizadas en el oficio, por lo que a partir de ese momen-to los beneficios y los gastos corrían a medias o incluso a terc i a s3 3. Los precios acord a d o s por ambas partes para la mitad de una barca, varían entre las trece doblas de 1560 y las ve i n-te de ocho años más tard e . En los contratos de venta también suelen citarse los útiles más usuales en el oficio. Además de los aparejos propios de la embarcación como velas y ancoras y xarcias34, y rre-mos y los hierros del rrumbo35, se disponía de los propios de la pesca, todos ellos muy rudi-mentarios y a veces hechos sobre la marcha, pues entre las herramientas citadas aparece un martillo con que se hazen las poteras36. También solían llevarse calderas, barriles para la sal y agua potable, además de cuchillos y las imprescindibles cañas de pescar. Cuando la expedición de pesca era de mayor envergadura, los barcos solían ser pro-piedad de uno o varios comerciantes que mediante contrato enrolaban a los pescadores necesarios para hacer la travesía37. A veces, eran los mareantes dueños de embarcaciones 30 VIÑA BRITO; Ana y Eduardo AZNAR VALLEJO. 1993. 31 PÉREZ SAAVEDRA; Francisco., 1983, pg. 50. 32 LOBO CABRERA; Manuel., 1980, pg. 336 33 A.I/P.N.P., Hernand Pérez, caja nº. 1 22/01/1568. A.I/P.N.P. Luis Méndez, 27/07/1562 Inserto en la caja nº. 1 de Pedro Hernández. 34 A.I/P.N.P., Domingo Pérez, caja nº. 5, 09/09/1560 35 A.I/P.N.P., Luis Méndez. 27/07/1562. Inserto en la caja nº. 1 de Pedro Hernández. 36 Ídem. 37 Hasta un total de nueve pescadores, cinco adultos y cuatro mancebos se enrolan en un barco holandés con destino a las costas de berbería. (SANTANA PÉREZ; Germán., 1993, pg. 171). 20 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia quienes con el auxilio de algún socio capitalista organizaban estas expediciones, en tal caso, el mareante además de comprometerse a contratar los marineros y todos los apare-jos de pesca necesarios, consentía en que la mitad de lo que se pescare fuera dado al socio que aportaba el dinero38. Los caladeros a los que se dirigían estos barcos distaban de la Isla bastantes jornadas lo que obligaba a la tripulación a hacer acopio de bastimentos, los cuales consistían prin-cipalmente en bizcocho, carne, queso, pescado y agua39.También llevaban gran cantidad de sal con el objeto de salar los peces a medida que los iban capturando. El litoral era una fuente constante de pescado y no solamente para los pescadores de barc o , sino también para los de «tierra». Estos últimos utilizaron las técnicas de la liña y de la caña fija, pero también y aprovechando el sistema de mareas, un método antiquísimo empleado ya por los naturales de La Palma y que consiste (en algunas islas, aún sigue utilizándose) en la selección de una poza cercana al mar donde los peces con la pleamar puedan quedar atrapa-dos, ocasión esta que aprovechan los pescadores para cogerlos. En algunos sitios, se ve rtía en el agua de la poceta la savia de ciertos cactus, la cual, una vez diluida, tiene la cualidad de aton-tecer a los peces. A veces, determinadas pozas o charcas llegaban a ser tan populares entre los vecinos del municipio, que incluso quedaban como toponimias del lugar. Frutuoso dice de c i e rto lugar en la costa de Ma zo: hecha tres puntas hacia el mar que hacen unas caletas que lla-man - Charcos de las lisas -, que son peces que en ellas se cogen4 0. Como complemento a toda esta actividad pesquera, también eran dados los pesca-dores y particulares a recoger los mariscos que en mayor o menor medida proliferaban por la costa palmera. Son pocas las referencias documentales que hacen alusión al tipo de marisco recogido o sobre las preferencias culinarias al respecto. Cangrejos, almejas, mejillones y diversos moluscos acompañarían a las abundantes lapas; mención especial merece la recolección del crustáceo Balanus maritimus, conocido como Claca. Estos mariscos, similares a las lapas, fueron según Frutuoso muy abundantes en una bahía honda y espaciosa, llamada Llancón, de la cual el cronista dice que era tan ancha, que 38 Sepan (...) como yo Blas de Fonseca(...) mareante, de la barca nombrada la Conçepcion, que al presente esta surt a en el puerto desta çibdad otorgo y conosco que he resçibido de vos Juan He rnández Camillon, vº desta(...) veynte y çinco doblas de oro de a 500 mrs(...) las quales son por rrason que quiero hazer con la dicha barca viaje a la pes-quería, (...) y vendido que sea el dicho pescado que de la dicha pesquería tru xe re y dare y pagare media parte de aque-llo que qualquiera de la dicha pesqueria tru j e re y dare y pagare media parte de aquello que qualquiera de los (mari-n e ros) que en la dicha barca ov i e ren y ganaren… A. I./P. N. P., Luis Méndez, Sin Catalogar. 1570. 39 LOBO CABRERA; Manuel. 1980 pp. 316-317. 40 FRUTUOSO; Gaspar 1964, pg. 121. Una escritura notarial de 1555 confirma este dato: Anrique Hernández, yerno del Hidalgo, vº., y Ginebra Díaz, su mujer. Dicen que hicieron, puede hacer 6 ó 7 años, a Ángel Rico, vº., presente, de 1 cahiz de tierra que compraron de [espacio en blanco] Azevedo y de [espacio en blanco] su mujer, en la Breña de Abajo, al charco que dicen las liças, que lindan por una parte con tierras que fueron de Francisco de Mondoño, por abajo la mar, y por otra parte con tierras de Diego Álvarez, tonelero… Vid. HERNANDEZ MARTÍN, nº. 765, 17/01/1555. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 21 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). cabe una gran nave y puede servir para galeras. Geográficamente la sitúa entre Tenagua y La Galga, en el lugar de Bajamar41. 4. MOLINEROS 4.1 Molinos Como es sabido, el origen de la transformación del trigo en harina se remonta al Neo-lítico; pues bien, los molinos de esta etapa coinciden, con más o menos variantes, con los encontrados por los conquistadores cuando llegaron a Canarias ya que sus moradores se servían de ellos para triturar los cereales y raíces que recolectaban. Dos fueron los tipos de molinos que usaban los benahoaritas y que a pesar del trans-curso del tiempo siguieron empleándose, especialmente el que definimos como tipo «B», hasta principios de este siglo en economías rurales y para uso doméstico. El primero (A) es el más primitivo de todos y suele consistir en una piedra de forma oblonga, en la cual se practica una depresión para recibir el grano que será molido con otra piedra menor, cilíndrica o redonda, mediante roce continuo. El segundo tipo (B), de forma circular, se basa en la aceleración que produce el giro continuo, movimiento que se efectuaba con la mano y la ayuda de un palo clavado ver-ticalmente en la muela superior. La llegada a la Isla de una nueva cultura propició que se instalasen en ella algunos de los molinos «industriales» adoptados en la Edad Media y cuyo origen se remontaba a la época romana. Dada la orografía isleña, dos son los tipos de molinos que se construyen42, el primero y más primitivo sigue siendo el de tipo circular pero ya de grandes propor-ciones. Requería la fuerza de esclavos o animales lo que hizo que fuesen conocidos gené-ricamente como «molinos de sangre» aunque, en Canarias, se conocieron como tahonas. El segundo, movido por agua y que podríamos elevar a la categoría de complejo in-dustrial, fue parte importante de la economía de la época. Tanta importancia tenía la industria molinera que como veremos más adelante, el Concejo siempre dictó estrictas normas en forma de ordenanzas sobre todos los aspectos de producción y trabajo en los molinos, además, y dado que el dueño de un molino podía llegar a monopolizar la pro-ducción de harina, estuvo prohibido, durante muchos años, el que la propiedad de los mismos estuviese en manos de extranjeros. 41 FRUTUOSO; Gaspar 1964, pg., 123. 42 No se incluye en este cómputo el molino llamado de viento puesto que, a pesar de existir en algunos municipios de la Isla, su origen es re l a t i vamente reciente. Varios son los que aún hoy se conservan completos: cuatro en el tér-mino municipal de Garafía, concretamente en los pagos de Santo Domingo, El Calvario, El Castillo y Llano Ne g ro. Ot ro molino de viento hay en Pu n t a g o rda y otro en el Hoyo, municipio de Villa de Ma zo, entre otro s . 22 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia La tenencia de un molino era un valor altamente apetecido y no solo por lo comen-tado, sino también por la gran rentabilidad que proporcionaba. Por otra parte, un alto porcentaje de los molinos que se analizan a continuación fue adjudicado en un princi-pio a sus propietarios como premio a su participación en la conquista. Tanta riqueza pro-ducían los molinos, que en 1611 el maestre de campo Don Juan Angel Poggio declara en su testamento haber comprado al capitán Juan Vendaval Bellido uno de los molinos que le pertenecían para lo que tuvo que vender la cuarta parte de un décimo del ingenio de Argual.43 4.2 Situación geográfica Aprovechando el caudal de algunos barrancos, se utiliza en la Isla el molino de agua primitivo o rodezno, llamado así por la rueda de paletas (rodete o rodezno) que movida por el curso del agua, lo pone en funcionamiento. Este será el tipo que contó con una mayor implantación, sobre todo, en los municipios que tenían corrientes de agua cerca-nas44. En el municipio de Santa Cruz de La Palma estuvieron ubicados, a lo largo de la línea marcada desde el nacimiento del agua que abastecía a la ciudad, en un lugar cono-cido como Remanente del Río y hasta el actual barranco de los Dolores, el cual divide al municipio en dos mitades. Hasta un total de trece molinos se llegaron a levantar en cuatro grupos bien defini-dos. El primero de ellos, compuesto de dos molinos, en el mismo Remanente del Río. El siguiente lo forman cuatro molinos y está situado en el llamado Barranco del Río, junto a la carretera. Tres más se pueden contemplar en el pago de Tierritas y, finalmente, el con-junto más cercano a la ciudad, llamado de Bellido, con otros cuatro. Evidentemente la instalación de estos molinos corría pareja a las canalizaciones del agua, que en este caso pertenecían al Concejo y eran de uso público4 5. Por este motivo, cada vez que era necesario construir un molino, el dueño del terreno se hacía cargo de los gastos que 43 A . I / P. N . P., Juan Alarcón. 22/ 07/ 1661. 44 Quizás los primeros molinos de los que se tiene constancia sean los tres situados en el puerto de San Andrés, de los que al menos uno ya funcionaba en 1507. Dos se ubicaron en el llano de la iglesia de San Andrés, sien-do conocidos como el de Pa j a res y el de la Prinsesa. El otro estaba en el barranco del agua junto a la mar, en el p u e rto del Guindaste.( PÉREZ MORERA; Jesús. El He redamiento de Los Catalanes en «La Cultura del Az ú c a r. Los Ingenios de Argual y Ta z a c o rte» . Cabildo Insular de La Palma. 1994 , pgs. 110 - 111.) En la actua-lidad, aún se puede contemplar uno, que con el paso del tiempo ha dado en llamarse La Regenta. En Ta z a c o rt e , se encuentra otro en el barranco de Las Angustias, junto a la ermita. Además, en el Llano de Argual, estuvie-ron situados dos más, uno a cada lado del camino llamado de la bica. A uno de ellos se le denominaba «viejo» y al otro «nuevo». Fabricado este último por el Capitán Nicolás Massieu. Junto al camino y pegado a el cañave-ral que diçen de argual del llano (PÉREZ MORERA; Jesús El Llano de Argual, Plaza Señorial Cerrada en «La Cultura del Azúcar…» pgs. 35 y 36). 45 Dos Reales Cédulas, una con fecha de siete de mayo de 1548 y otra de diez de enero de 1559 conceden al Concejo, para aumento de propios, las aguas sobrantes de las pilas públicas. (LO R E N ZO RODRÍGUEZ; Ju a n B. 1987. Pg. 136). Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 23 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). suponía la desviación necesaria desde la acequia pública hasta el molino y desde éste, una vez aprovechada su fuerza, de vuelta a la misma. De los citados, al menos siete ya existían en el siglo X V I4 6, dos más se edificaron en el siguiente y el resto con posterioridad. De j a n d o a p a rte los más recientes y ciñéndonos a los primeros, ha sido posible corroborar docu-mentalmente los «seis o siete» que citan los contemporáneos y que pasamos a analizar4 7: A) Molino de Berlanga Situado sobre el molino de Juan de Llerena, en el Río de los molinos, más tarde cono-cido como Barranco del Río o de Los Molinos, es probable que fuese edificado por Juan Ruiz de Berlanga, escribano público y del Concejo. Afincado en la Isla desde los prime-ros años del siglo, había obtenido del Adelantado data de reparto. Como tantos otros dueños de molinos y por uno u otro motivo, Berlanga mantuvo pleito, en 1522, con el Concejo. En este caso, por considerar que una ordenanza: hecha y dada por el alcalde y regidores de dicha ysla, la cual le prohibía que pudiese maquilar en trigo o en grano, como le estaba permitido a los demás, era injusta. Por esto, se desplazó a la Corte de Burgos y apeló ante la Cámara Real, por lo que consideraba un agravio hacia su persona48. Cuarenta años más tarde el molino había cambiado de propietario, pasando a pertene-cer en esa ocasión a Don Pedro de Castilla49. B) Molino de Llerena Colindante con el anterior, el primer propietario conocido es Juan de Llerena, el cual p a rece ser que se negó a pagar el tributo de tres doblas que el Concejo había impuesto sobre el agua que movía el molino. Por esto, la Corporación le interpuso pleito ante la Justicia de la Isla. Apeló Juan de Llerena ante los Srs. Oi d o res de la Audiencia Real de Canarias, la cual ratificó el tributo y, además, le obligó a pagar los gastos de la apelación. Por lo visto no hizo caso de la sentencia ya que la Justicia decidió cortarle el suministro de agua y le dio el dere-cho de la misma al Regidor Luis Alva rez. Estando así las cosas, decide vender el molino al también Regidor Ma rcos Ro b e rto, quien fallecería poco tiempo después. Su viuda, Do ñ a Jerónima de Be n a vente Cabeza de Vaca, que vivía junto a sus hijas Doña Jerónima y Do ñ a 46 que como es notorio, en el término de esta ciudad hay seis molinos de moler pan, de donde toda esta ciudad y la mayor parte de la isla se sustentan y no hay hasta ahora otro genero de molienda, y desde la fundación de los dhos molinos que ha mas de 100 años. (LORENZO RODRÍGUEZ; Juan B. 1987. pg. 424). También Gaspar Frutuoso se hace eco del número de molinos existentes en la ciudad cuando visitaba la isla:…El arroyo que va a la ciudad es tan copioso que mueve seis o siete molinos. (1964 pg. 119). 47 De cara a una mejor identificación, se ha optado por nombrar a los diferentes molinos analizados con el ape-llido del primer propietario conocido. No m b re, que salvo en determinados casos, en modo alguno coincide con el que eran conocidos. 48 VIÑA BRITO; Ana y Ed u a rdo AZNAR VALLEJO. 1993, pg. 51. 49 A . I / P. N . P., Diego de Chaves. 15/09/1562. In s e rto en el libro de protocolos de Antonio López de Mo n t e ve rd e . 1854. fols. 300 / 304. 24 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia María, de las cuales era tutora y curadora, reclama en 1562 y previa aceptación del tribu-to, el derecho del agua. Doña Jerónima, además de pagar las tres doblas, se compro m e t i ó ante los re g i d o res con una serie de cláusulas muy duras entre las que cabe destacar aquella que estipulaba que si ella o sus here d e ros dejaban transcurrir dos años sin pagar el mencio-nado tributo, el Concejo tenía derecho a apropiarse del molino y del agua5 0. C) Molino de Hernández Enamorado Construido en el barranco del Río, perteneció en primera instancia a Gaspar Hernán-dez Enamorado hasta que pasó a ser propiedad de sus herederos, hecho que ocurre con anterioridad a 1558, año en que Rodrigo de Gámez y su mujer Blanca Hernández, como hija y yerno que eran del difunto, lo arriendan al molinero Juan González51. Dos años después aún seguía como arrendatario del molino el mismo molinero, como se estipula por otra carta de arrendamiento que vuelven a suscribir Rodrigo Gómez y Blanca Her-nández. En esta ocasión, la renta del alquiler se cifra en 40 doblas. También se dice que, junto al molino, se incluye: las cassas, cubo y quatro piedras una casi labrada y dos picade-ras y un martillo y las medidas con que se mide52. D) Molino de Acevedo Situado en el barranco de Los Molinos, entre los dos que se citan a continuación, perteneció en primera instancia al matrimonio formado por Pedro de Azevo e Isabel de Vergara. Fallecido el marido, las cosas no debieron de ir muy bien para la viuda ya que en 1542 hace donación del molino y de unas casas: «bajas y cubiertas de teja y piedra que yo tengo y poseo en esta çiudad asi las que salen a la calle Real prençipal, como las que salen a la calle de la Tenería en que yo al presente bibo y que lindan por la parte de abajo ambas cassas con las cassas de Juan Luis y por la parte de arriba con cassas de los herederos de Mateos Hernández, difunto, y por ambas partes las calles Reales»53 al clérigo presbítero Cristóbal Gutiérrez Calderón, la cual donación dice en las escritu-ras que fue en pago a las muchas veces que el clérigo la había socorrido económicamen-te. Ocho años más tarde figura como nuevo propietario del molino otro clérigo: Gonzalo Afonso, sucesor de Cristóbal Gutiérrez54. 50 Ibid. 51 A.I/P.N.P., Pedro de Belmonte, caja nº. 1. 18/03/1558. 52A.I/P.N.P., Luis Maldonado, caja nº. 2. 08/01/1560. 53 A . I / P. N . P., Alonso Camacho. 22/02/1542. In s e rto en el libro de protocolos de Antonio López de Mo n t e ve rd e . 1854, fl. 65. 54 Ibid. 22/02/1554. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 25 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). E) Molino de Morales Formando conjunto con el anterior y el de Ibarra, se ubicó en el barranco de Los Mo-linos, siendo su primer propietario conocido Francisco de Morales. A la muerte de éste, la titularidad pasó a nombre de su mujer e hijos55 quienes, finalmente, lo venderían ter-minando el siglo a Juan González, molinero56. F) Molino de Ibarra El primer propietario conocido fue Martín de Ibarra el cual, como conquistador, obtuvo del Adelantado tierras en Mirca y en Mazo57. Casado con Juana Rodríguez de Barrasa probablemente fue, junto a Berlanga, de los primeros en edificar alguno de los molinos que venimos analizando. Años más tarde, en fecha incierta, acabó por venderlo a Gonzalo Yanes58. G) Molino de Valcarcel Formando parte del conjunto de molinos conocido como de Bellido, se encuentra el molino que a finales de siglo pertenecía a Francisco de Valcarcel, escribano público y del Concejo. En primera instancia perteneció al también escribano y residente en Tenerife Pedro Belmonte Cabrera. Situado entre los molinos del escribano Diego de Chaves y el de Beatriz Prieto de Belmonte fue vendido, junto a unas casas de morada en la calle Real, a Francisco de Valcarcel. En el momento de la venta, 1592, declara el propietario: un molino de moler pan que con ruyna sobrebino en el, se derribo y a estado y esta derribado.59 H) Molinos de Bellido. En la actualidad se conoce como tal al conjunto de cuatro molinos situados en la peri-feria de la ciudad, límite impuesto por el barranco de Los Dolores y que en la actualidad son utilizados como vivienda de particulares. De los cuatro, solamente dos pertenecie-ron y fueron edificados por la familia que les da nombre, ya que como hemos visto el pri-mero perteneció a Francisco de Valcarcel, siendo construido el último siglos después. En el año 1609, Juan Vendowal Vellido, hijo de Luis Vandevalle «el viejo», y de Doña María Vellid y Cervellón, solicita del Concejo licencia para edificar: dos molinos de moler pan, además de la autorización necesaria para que pudiese ser llevada el agua desde el molino de Francisco de Balcarsel hasta los dichos molinos60. 55 A.I/P.N.P. Luis Méndez 3/11/1562. Inserto en caja nº. 1 de Pedro Hernández. 56 A . M . P, Hospital. Libro I de Legados y Do n a t i vos, est. 35, leg. 621, fol. 82. 57 PÉREZ GARCÍA; Jaime. 1985 pg. 107. 58 Ib i d . 59 A . A . J . F.G., escribanía de Andrés de Chaves. Carpt. H, leg. 1. 22/05/1609. 60 Ib i d . 26 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia 4.3 Tipología del molino hidráulico Hecho un somero repaso de los molinos que abastecían a la ciudad de la preciada hari-na, y teniendo como modelo estos cuatro últimos que hemos comentado, veamos la tipo-logía y el funcionamiento de los mismos. En el caso que comentamos, y en cuanto a su estructura se refiere, cada uno de los cuatro molinos responde a unas características similares que se fundamentan en dos par-tes bien diferenciadas: Por una, la vivienda-molina donde también se encontraba, en un piso inferior, el mecanismo hidráulico así como los establos o graneros. Por otra parte, en el exterior aunque adosado al edificio, el cubo o elemento vertical a través del cual el agua cae con fuerza. Las viviendas están realizadas con mampostería de piedra y barro, empleando la madera para los forjados y cubierta, esta última, con teja árabe. Los cubos, canales y arcos para la conducción del agua también están realizados con elementos básicos como el barro, piedra, madera y cal. En la contemplación panorámica del conjunto sobresale el cubo, torre de mampos-tería que se une a la ladera formando un acueducto de arcos de medio punto. Estos arcos se sustentan en sillares de piedra basáltica. FIGURA I.- Molino de Bellido Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 27 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). En la Figura I que lo reproduce, se puede observar como: «la altura del cubo esta en función del caudal de agua, siendo ésta en algunos casos de hasta 18 metros. Esta torre de mampostería –posiblemente antecesora de las tube-rías actuales– trabaja a presión por lo que el cubo se encuentra escalonado siendo máxima su amplitud en la base, punto de máxima presión del líquido. El peso del cubo y del agua hace que este se sitúe detrás de la casa, edificio que albergará en la planta alta el almacén y la maquinaria formada por dos piedras circ u l a res de basalto, dispuestas horizontalmente, una fija y otra girante unida por un eje de hierro a la rueda hidráulica horizontal situada en la planta inferior, en un lugar oscuro de donde p a rte nuevamente el agua por el canal, hasta alcanzar un nuevo elemento del re c o-rrido hidráulico. So b re las piedras de moler, se sitúa un silo de madera para almace-nar el grano que cae sobre las piedras por un agujero central»6 1. Por los anteriores comentarios vemos como la maquinaria del molino se componía fundamentalmente del rodezno o rueda motriz, de un eje y de las ruedas de moler. Los elementos de madera, eje y rodezno, solían hacerse de tea. Para los alabes de la rueda motriz se utilizaba el palo blanco. En cuanto a las piedras de moler, se conservan varias dispersas por todo el conjunto. Son de material basáltico y llevan talladas profundas hen-diduras dispuestas en radios. Esta talla solía hacerse antes de montar las piedras, pero por FIGURA 2.- Piedras de Molino Piedra molinera Rueda motriz 61 Comentarios y figuras extraídas del estudio realizado por Gmelch Díaz; José Antonio, José Dávila Gonzá-lez, Francisco Hernández Martín y otros. Máster en Rehabilitación de Edificios. Molinos de Vellido. Universi-dad de Las Palmas de Gran Canaria. Octubre 1991. 28 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia el constante roce a que se veían sometidos era necesario redibujarlas a menudo, para lo cual se desmontaban y en el mismo molino, se volvían a tallar. En su lugar y mientras duraba el proceso, se ponían otras de repuesto con que, normalmente, contaba cada molino, de lo cual se cuidaba mucho el molinero ya que el tiempo que estuviese parado corría en su contra. Además de la maquinaria propiamente dicha, el molinero necesitaba una serie de herramientas que en la práctica se limitaban a dos picaderas y un quartillo y una açuela y una hacha y una açada y la tabarra del perro y un almud y medio almud62. 4.4 Molineros Como hemos tenido ocasión de decir, el molinero rara vez era propietario del molino por lo que la mayoría habían de pagar una renta, la cual, se traducía generalmente en determina-das cantidades del grano llevado a moler6 3. Desde que se pusieron en funcionamiento, los m o l i n e ros empez a ron a cobrar por su trabajo la cantidad usual en otras ciudades del Im p e r i o , o sea, un almud por cada fanega de trigo llevada a moler y almud y medio si el grano era cen-t e n o. Este precio incluía el transporte desde el lugar de origen hasta la molina, operación que realizaban los numerosos almocrebes contratados y pagados por los molinero s . Para controlar que no se cometieran fraudes ni errores en el pesaje de la maquila, el Concejo había ordenado, desde muy antiguo, que el pesaje se hiciera sobre todos y cada uno de los sacos llevados al molino, esto suponía en la práctica, que se formasen colas en los molinos, teniendo a veces que volver en otra ocasión puesto que no les daba tiempo ese día. Pronto fueron unánimes las protestas y el Concejo dispuso que la maquila nor-malmente fuese calculada por el molinero con el auxilio de unos cajones de madera de sección trapezoidal, con base y boca rectangulares, de modo que se pudiese introducir con facilidad el grano. Estos recipientes estaban confeccionados según diferentes medi-das que iban desde la media fanegada hasta el almud, pasando por el celemín64. Con el paso del tiempo, los fraudes cometidos por los molineros y carre t e ros fueron en aumento, por lo que las quejas de los vecinos que se sentían engañados no hicieron sino aumen-tar a lo largo del siglo. En 1602 la Corporación municipal decide realizar una inspección en cada uno de los seis molinos. Realizada esta, los inspectores llegaron a las siguientes conclusiones: Primero, que los molineros hurtaban de dos a tres celemines de harina por cada fane-ga de trigo. 62 A.I/P.N.P., Pedro de Belmonte. caja nº. 1, 18/03/1558. 63 En la escritura de arrendamiento suscrita por Rodrigo González, encargado de la administración del moli-no de Gaspar Hernández Enamorado, hecha en 1558 a Juan González, molinero, se estipula que este había de pagar al dueño del molino …en cada una semana deste arrendamiento 12 hanegas de trigo de maquilas moli-das, puestas en esta çibdad a vuestra costa (A.I/P.N.P., Pedro de Belmonte. caja nº. 1, 18/03/1558). 64 Medida de amplio uso local que equivale a la doceava parte de una fanega. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 29 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). Segundo, que dada la escasez de los almocrebes contratados por los molineros, agri-cultores o mercaderes recurrían a contratar los servicios de particulares, no descontán-dose en tal caso la parte correspondiente de la maquila. Tercero, que algunos de los carreteros aprovechaban el largo trayecto recorrido entre el lugar de origen y el molino para «descuidar» pequeñas cantidades de grano que luego vendían como suyo. Varias más fueron las irregularidades observadas por los Regidores comisionados para la inspección, por ello, se adoptan fuertes medidas sancionadoras con-tra todos aquellos que pretendían cometer algún tipo de engaño en el proceso o en la infracción de las normas que también impusieron y que afectaban tanto a los molineros y sus mujeres como a los dueños del molino y almocrebes65. 5. PANADEROS Fue el pan, como en tantos otros siglos y culturas, uno de los principales alimentos de la población isleña. Es por esto que nos llama la atención la total ausencia, en los arc h i vo s consultados, de documentos que hagan re f e rencia al oficio de panadero. Tanto el arc h i vo notarial como el municipal, carecen de información re l a t i va a las actividades y normativa s comunes a estos profesionales. Tampoco ha sido posible localizar alguno de los fre c u e n t e s contratos de aprendizaje tan usuales en otros oficios. En realidad conocemos de la existen-cia de panaderos gracias a algún dato suelto contenido en el arc h i vo municipal6 6, puesto que ni tan siquiera son citados como padrinos o parientes en los libros sacramentales. Teniendo en cuenta esta falta de información y hasta en tanto no se obtengan datos concretos sobre las actividades desplegadas por los panaderos en la ciudad de Santa Cruz de La Palma, se ha optado por describir someramente el oficio tal como se utilizaba en las otras islas, práctica por otra parte común al mundo castellano. 5.1. Hornos de Pan. Normativa Las panaderías y hornos se instalaron en casas particulares, unas veces propiedad del panadero, otras en los bajos que para tal menester eran alquilados. El uso de estas taho- 65 LORENZO RODRÍGUEZ, Juan B. 1987, pp, 424/427. 66 En el libro de cuentas del pósito de pobres, instituido por Luis Vendaval, se hace referencia a los panade-ros, en el momento en que el mayordomo del pósito ordena que por haber sido un año muy bueno de cose-cha, se venda el trigo a sacar el precio a los panaderos de la ciudad. (A.M.P, Libro I de Cuentas del Pósito de pobres, Est. 42 Leg. 740, fol. 13. 1591). También Juan. B. Lorenzo recoge una alusión a los panaderos, cuan-do el Concejo dispone que las mujeres de los molineros y almocrebes no podían desempeñar el trabajo de panaderas, ya que tal circunstancia había dado lugar a fraudes. LORENZO RODRÍGUEZ, Juan B. 1987, pág. 426). 30 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia nas, como también eran conocidas, fue público y estaba regulado por el Concejo princi-palmente bajo tres aspectos: Primero de infraestructura, ya que se obligaba al panadero a dotar la panadería con al menos un tablero donde colocar la masa que llevaban los vecinos y varios más, en forma de estanterías, con el fin de depositar el pan antes y después de cocerlo. También estaba obligado a contar con las palas, artesas y herramientas necesarias para la profesión. En segundo lugar, el Concejo establecía las ganancias del panadero. De esta forma y en determinado momento, los que ejercían este oficio en Gran Canaria tenían derecho a quedarse con un pan de cada veinte que llevasen a cocer los vecinos67. Igualmente se regulaban los alimentos que podían ser cocidos en el horno, como: qualquier caçuela o pastel, o hojaldres, o otras tortas qualesquiera, o membrillos o peras68. Por último, se obligaba a tener el horno: bien caliente desde principios de octubre hasta fin de marzo69 y abierto durante todo el día. Algunas casas de familias adineradas también contaban con hornos particulares donde cocer el pan de la familia. Esta tarea, encomendada al personal femenino de la cocina, se llevaba a cabo una vez a la semana o con más dilación aún. Estos hornos, de los que aún hoy se contempla alguno en la ciudad, solían estar adosados a una fachada lateral de la casa, siendo del tipo llamado de bóveda vista, como posiblemente lo era el que poseían Melchor de Angulo y su señora Ana de Belmonte, en una casa de su pro-piedad situada en la calle Real, la cual se dice que tenía: cozina e horno70. Cuando se trataba de hornos públicos, el Concejo era muy estricto a la hora de vigilar la construcción de los mismos, los cuales debían de ser: bien fecho y de buena capilla y el suelo del sea de buenos ladrillos de Castilla o de losas que sean buenas, llanas y grandes por que el pan saquen bueno y suelto7 1. Evidentemente y a pesar de que la mayor parte de los panes cocidos en la panadería pertenecía a part i c u l a res, una buena cantidad correspondía a los confeccionados por los panaderos. En este caso, el pan debía obligatoriamente ser amasa-do con harina de trigo, sin mezcla de avena ni de centeno. En 1531, cuando se dictan las ordenanzas de Las Palmas, el peso de cada pan estaba estipulado en un mínimo de 16 onzas72. El estricto control que se tenía sobre este aspec-to, obligaba al panadero a disponer de: pesas de hierro enteras y sin añadiduras73. Como última regla, el panadero estaba obligado a vender el pan por él amasado en las plazas y lugares públicos y no en las panaderías como es de suponer74. 67 MORALES PADRÓN, Francisco 1974. pp. 83-87. 68 Ibid., pp. 83-87. 69 Ibid., pág. 81. 70 A.I/P.N.P. Lope de Vallejo. Inserto en la caja nº. 2 de Pedro Hernández. 71 MORALES PADRÓN, Francisco 1974, pág. 81. 72 Ibid., pág. 79. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 31 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). 6. COCINEROS Solamente las familias más ricas de la Isla se podían permitir el lujo de contar entre sus múltiples serv i d o res con algún que otro cocinero así que, como cabría esperar, el número de c o c i n e ros de los que queda constancia es mínimo. Solo hemos podido localizar a uno de ellos. La cocina en estas poderosas familias solía ocupar un gran espacio de la casa, la cual, en caso de contar con horno, se instalaba en alguna planta superior, ya que la naturaleza del trabajo desarrollado en ella, así lo requería. Además de fogones, chimeneas, mesas de trabajo, tinajas para almacenar el agua, alacenas para guardar alimentos y útiles de coci-na, también se requería el espacio necesario para ubicar el imprescindible horno, aunque este estuviera fuera, adosado al muro exterior de la casa. Téngase en cuenta, además, que varias veces al año eran organizadas grandes fiestas a las que acudían amigos, conocidos y parientes, siendo la comida uno de los principales elementos de ostentación. Se ha comentado en otros apartados la amplia variedad de alimentos que bien de origen animal o vegetal se daban en la Isla; todos ellos y algunos otros que llegaban ocasionalmente, c i rculaban por las principales cocinas de la ciudad. A veces era la misma familia la que cria-ba en sus haciendas animales domésticos que acababan abasteciendo las despensas7 5. En ocasiones muy especiales, los cocineros tenían más trabajo del normal ya que pre p a r a b a n comida para un gran número de personas. Estas grandes comilonas, a las que no estamos muy s e g u ros que acudiese la gente llana del pueblo, solían ser organizadas por el Concejo de la ciu-dad, como en la festividad de Pascua: En este ayuntamiento se acordo que se embie mandamiento a la guarda de la caldera para que traiga çien carn e ros para la pascua proxima ve n i d e ra7 6. En cuanto a la preparación y recetas empleadas por los cocineros, varias son las publi-caciones que recogen recetarios de la época. En lo concerniente a Canarias, sigue siendo un aspecto desconocido en la historia del Archipiélago, por lo que se ha creído oportu-no no hacer comentarios al respecto. 7. CONFITEROS Y PASTELEROS Como cabe suponer, en una isla donde en determinados momentos la principal pro-ducción fue el azúcar, uno de los pocos «caprichos» que se podían permitir la mayoría de 73 Ibid., pág. 80. 74 Ibid. 75 En las haciendas conocidas como Las Macheiras y situadas entre Las Breñas y Buenavista, dice Frutuoso que se criaban: …conejos, perdices y muchos pavos domésticos; (FRUTUOSO, Gaspar , 1964 pág. 121). 76 B.C. Fondo Antiguo. Carpt. nº. 4. 24 Marzo. 1569. 32 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia sus habitantes eran los dulces y confituras, alimentos estos, que en la época no solamen-te eran consumidos como golosinas sino también por otros motivos más materiales ya que el azúcar, además de su carácter edulcorante, fue considerado durante largo tiempo como especie, medicina o droga77. Tendremos ocasión de comprobar como, a veces, se confunden los oficios de boticario, especiero y dulcero, siendo normal que los boticarios preparasen remedios que hoy podríamos considerar como dulces o pasteles. También los confiteros desempeñaron una importante tarea al elaborar el bizcocho, ali-mento imprescindible en la dieta de todo aquel que embarcaba en las naves de la época. La p roducción de este alimento debió ser importante ya que a lo largo del siglo es fre c u e n t e-mente exportado a otros lugares, algunos tan lejanos como las islas de Cabo Ve rd e7 8. A pesar de que como se verá, la producción y variedad de confituras y dulces era abun-dante, solamente hemos podido constatar una mínima presencia de estos especialistas. Durante el período analizado, se han localizado un total de siete confiteros y ocho pastelero s dándose la circunstancia de que en algunas ocasiones coinciden varios al mismo tiempo, como por ejemplo en la década de 1560, años en los que, además de los confiteros Alonso Mejía y Andrés He r n á n d ez, también ofrecían sus servicios los pasteleros Antonio Go n z á l ez, Br i o l a n j a P é rez o el llamado Pi l a res; lo que nos induce a pensar que la ciudad, en determinadas épocas, fue bastante golosa en sus gustos. También hemos observado que el oficio pasaba de padres a hijos, como sin duda ocurrió con Alonso y Juan Mejias el primero de ellos, trabajando en la década de los sesenta. Su hijo Juan, lo haría en la siguiente. También en otra familia, la ape-llidada Pi l a res, varios de sus miembros dedicaron sus actividades a la re p o s t e r í a . Di versas pudieron ser las causas que motiva ron la escasez de estos profesionales. En pri-mer lugar, la no muy numerosa población de la ciudad, pero también el hecho de que las gran-des familias y ricos comerciantes dispusieran entre sus empleados de cocineros o trabajadore s que satisfacían sus gustos. Por otra parte un buen número de conservas, dulces y confituras se hacían en las casas unas veces para el consumo familiar y otras para su venta a terc e ros; tanto es así que algunas de estas confituras, en especial el bizcocho, son vendidas por part i c u l a res y en grandes cantidades7 9, lo que obligó al Concejo de la ciudad a disponer: Se ordena que nin-guna persona venda bizcocho sin licencia del Ca b i l d o8 0. 77 PÉREZ VIDAL, José: De la medicina galénica a la popular. Revista de Dialectología, XXXV 78 A.I/P.N.P. Domingo Pérez, Caja nº. 2, fol. 555r., y 555v. 20/ 10/ 1553. 79 Mateos González, del que se dice que es cerero, vende a Luis de Alcalá y con destino a Venecia doze cajas y dos escudillas de carne de membrillos que las doze caxas pesan 33 libras y las dos escudillas van sin pesar (…) y dos barriles medianos en que pueden haber quintal y medio de bizcocho blanco. (A.I/P.N.P. Luis Méndez 8/01/1565. Inserto en caja nº. 2 de Pedro Hernández). 80 VIÑA BRITO; Ana y Eduardo AZNAR VALLEJO. 1993, Orden nº. 40. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 33 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). 7.1 Materias primas Evidentemente, la base de todos los productos elaborados por confiteros y pasteleros era el azúcar y los derivados de la caña aunque en algunas islas, las ordenanzas hacen hin-capié en que el azúcar empleado sea: de buen açucar blanco de cañas syn mestura de res-pumas ni escumas so pena81. En cuanto a esto, hemos de puntualizar que no ha sido posi-ble encontrar referencia alguna a conservas o dulces en cuya composición interviniera la miel de abeja82, la cual creemos sería consumida como remedio casero de ciertas enfer-medades, o como complemento dietético. Junto al azúcar, serán algunas frutas y verduras como peras, calabazas o membrillos, los componentes principales de las conservas en la época. También harinas, huevos, almendras o algunos ingredientes que se daban en la isla, como las semillas de arboles lau-reles silvestres del campo que se llaman baga e que hacen algunos vecinos pobres para vender-la y sustentar su pobreza83. En este mismo documento, se dice que con estas semillas se confeccionaban ciertos bollos. 7.2. Dulces y conservas de la época Como se habrá podido observar, varios son los grupos de productos confeccionados por los confiteros. En primer lugar se encuentran las conservas, tanto secas como almi-baradas. Por lo general se confeccionaban con las frutas y productos autóctonos, siendo más usuales las llamadas peradas84, calabacetes y membrilladas de azúcar85, estas últimas, también conocidas como carne de membrillo86. Dentro de las conservas merece especial atención los llamados «pipotillos», dulce muy apreciado en la Península como nos lo hace ver Pérez Vidal refiriéndose a un pasaje del Guzmán de Alfarache donde, en cierto mo-mento, se dice que Monseñor era muy aficionado a unos pipotillos de conservas almi-baradas que solían llevarle de Canarias87. Otra conserva tenida en gran estima, puesto que se le suponían propiedades medicinales, era el llamado «diacitrón», confeccionado a base de azúcar y cidra y que es citado en varias obras literarias como La Celestina o en la obra 81 MORALES PADRÓN, 1974. 82 Nos llama la atención que en toda la documentación consultada, tanto civil como eclesiástica, apenas si hay referencias a la miel. Proliferaron las colmenas a lo largo de la geografía isleña ya que la cera era un pro-ducto muy apreciado y utilizado en todo tipo de celebraciones religiosas. Algunos investigadores especiali-zados en apicultura sostienen que tal vez las colmenas de aquella época habían sido preparadas para poten-ciar la producción de cera en detrimento de la miel. 83 A.M.L.P. Libro IV de Reales Cédulas. Est. 41, leg. 732, fol. 121. 84 A.I/P.N.P. Domingo Pérez, caja nº.5, /10/1560. 85 Ibid. 86 A.I/P.N.P. Luis Méndez 3/11/1562. Inserto en caja nº. 1 de Pedro Hernández. 87 PÉREZ VIDAL, José: Las conservas almibaradas de las Canarias y las Azores. Inst. Hist. da Illha Terceira, 1950, nº. 14, pp 17-23. 34 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia de teatro El Deleitoso de Lope de Rueda. PérezVidal nos informa que este producto, unas veces aparece como golosina sólida y otras, como almibarado con la consistencia de la miel88. La confección de las confituras también solía estar regulada por el Concejo, ya que a menudo se cometían fraudes en el sentido de no utilizar los ingredientes adecuados o des-cuidando su hechura, por ello, se ordenó que las conservas se hagan y conserben, y esten en el azucar veinte y cinco dias a lo menos y que antes que se embarrilen los maestros dellas sean obligados a llamar a los veedores89. Vemos también, que se obliga a los artesanos para que dieran sus productos a comprobar antes de venderlos norma que, al igual que aque-lla que obligaba a estos reposteros a ser examinados para ejercer el oficio, era común en otras islas. Además de las conservas, los confiteros y especialmente los pasteleros realizaban otras clases de dulces sin almíbar. Algunos de ellos eran propios de la Isla como las rapaduras, pero los más eran dulces de tradición castellana, portuguesa o incluso árabe. De entre todos merecen destacar por las veces que son citados los alfeñiques y la alcorza. El pri-mero, era una pasta de azúcar estirada que una vez cocida adopta la forma de barras del-gadas y retorcidas. La alcorza, más que un dulce en sí mismo, era una pasta blanca com-puesta de azúcar y almidón con la que o bien se cubrían los dulces, o se realizaban figu-ritas y piezas decorativas. 8. HORTELANOS Y HUERTAS 8.1 La Huerta 8.1.1 Tipos de Huertas y Proceso de Instalación Como comentábamos al principio de estas notas gran parte de los productos ali-menticios básicos, procedían de los sembrados repartidos a lo largo de la geografía isle-ña, pero no todos los alimentos tenían su origen en el campo, también la urbe generaba alguno que otro. Serán los alrededores de los núcleos poblacionales los espacios reservados para las plantaciones hortofrutícolas u otros alimentos que, en menor medida, complementaban la dieta del momento. A finales del XV y durante todo el XVI, siglos en los que el desa-rrollo de la ciudad de Santa Cruz de La Palma experimenta un gran empuje, surgen nu-merosas huertas generalmente asociadas a la construcción de casas, conventos, ermitas…, en realidad casi en toda casa de nueva factura se acotaba un espacio destinado a comple- 88 PÉREZ VIDAL, José: De la medicina galénica…, Revista de Dialectología, XXXV. 89 MORALES PADRÓN, Francisco, 1974. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 35 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). mentar, de esta forma, la economía familiar90. Sin embargo, fueron las grandes familias, órdenes religiosas, entidades benéficas como el hospital o el propio Concejo de la ciu-dad, quienes pusieron en marcha la explotación de grandes huertas con el fin de obtener beneficios y abastecer el consumo local. Estas huertas, que por los testimonios llegados hasta nosotros debieron ser auténticos vergeles, alcanzaban precios considerables puesto que al coste de la tierra había que aña-dir el de su puesta en funcionamiento, lo cual incluía además de la construcción de cana-les y estanques para conducir y almacenar el agua, la casa del hortelano; así como corra-les, setos y vallas protectoras. 8.1.2 Explotación. Productos de la huerta El trabajo en la huerta era una labor constante a lo largo de todo el año, ya que la explotación, al ser de riego, así lo permitía. El agua, perteneciente a los propios del Concejo desde el año 155391, se suministraba de los caudales públicos mediante conce-sión o tributo en el que se establecían, además del precio a pagar, determinadas condi-ciones como la de no utilizar más de la necesaria92, o la obligatoriedad de que fuese el dueño de la huerta quien corriese con los gastos generados por la construcción de las ace-quias y canales que eran necesarios realizar desde las diferentes cajas de reparto hasta la huerta. El hecho de que el trabajo en la huerta no se viera demasiado influido por las esta-ciones, hacía prácticamente innecesarios los trabajadores temporeros, aunque en ocasio-nes y dependiendo de la extensión del terreno, los titulares contrataron a jornaleros para que les ayudasen en algunas tareas. La producción de la huerta era por lo común de índole hortofrutícola, y todo lo varia-da que permitía la época. A pesar de todo, cebollas, berenjenas, coles y calabazas, junto a frutales del tipo de duraznos, peras, brevas, manzanas, membrillos, cerezas, guindas o limones, abastecían el mercado isleño. 90 Es muy corriente encontrar en las particiones de casas y solares realizadas en la ciudad, referencias a peque-ños huertos familiares lindantes a su vez con otras huertas. En este sentido llama la atención el hecho de que Torriani en su visita y descripción de la ciudad, diga: las casas habían sido construidas al estilo Portugués, sin huertas ni corrales. Es de suponer que el autor se refiere a un conjunto de casas que bordeaban el litoral, las cuales efectivamente carecen de tierra apropiada para la instalación de una huerta. (RUMEU DE ARMAS, Antonio.1991 T. II, Primera Parte, pág. 325). 91 LORENZO RODRÍGUEZ, Juan B. 1987 pág. 15. 92 Como así se hace saber a Juan Ve n d oval Vellido quien había solicitado del Concejo, el año 1609, le dejasen conducir el agua publica a unos molinos de su propiedad Ot rosí con condición que puesta el agua el dicho Jo a n Ve n d oval Vellido en la dha caja de partimiento referida que esta en la dha su guerta no ha de usar mas de ella, por ningún caso que sea porque queda libre al dho cavildo, dándole la que tiene obligación para la dha su guert a. A . A . J . F.G. Andrés de Chaves, 23/04/1625 Carpt. H, leg. 1. 36 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia Como en tantos otros casos, el Concejo regula las actividades del hortelano, espe-cialmente desde el momento en que este se dispone a vender lo recolectado en la huer-ta. En primer lugar, es usual que en algunas ciudades se les obligue a poner a la venta dia-riamente y por la mañana: la carga de fruta y hortaliza que tuvieren en su huerta so pena93, también se fijaba la cantidad a vender y el precio, como lo hizo el Concejo de Las Palmas, al ordenar que se vendiesen por libras y medias libras 94. Pero no siempre el hortelano lle-vaba su cosecha al mercado de la ciudad sino que también era usual que ofreciese los pro-ductos a particulares95, o a las llamadas vendederas y trezeneras, figuras equivalentes a los actuales intermediarios. A ellas, también el Concejo les impondría el precio de venta. 8.1.3. Tipos de contratos. Aspectos laborales Cuando el dueño de la huerta decidía ponerla en explotación, recurría a contratar los servicios del hortelano. Para formalizar el acuerdo, se adoptaron principalmente dos o tres tipos de contratos. Por un lado tenemos el llamado contrato a partido, mediante el cual el hortelano se comprometía a atender la huerta para, una vez comercializados los productos, obtener un beneficio que variaba desde el treinta hasta el cincuenta por ciento quedando el resto para el dueño. Este último asumía el compromiso de proporcionar el agua, las bestias y los aperos necesarios para el buen funcionamiento de la huerta. Por otra parte, también solía utilizarse, (quizás en el caso de la isla de la Palma con más asiduidad que el comentado anteriormente), el contrato llamado de arrendamiento, fórmula mediante la cual el hortelano pagaba anualmente al dueño cierta cantidad de dinero. Treinta doblas anuales pagó Juan Díaz al convento de Santo Domingo a lo largo de cinco años por este concepto96. Por último, cabía la fórmula llamada a tributo la cual surge por la necesidad que en determinado momento tienen algunos hacendados de satisfacer deudas con terceros (ins-titución de capellanías, fundaciones, vínculos…) y no queriendo desprenderse de la pro-piedad, optan por imponer un tributo sobre la misma. La cuantía del tributo variaba en función del importe de la deuda, siendo factible su traspaso tanto a los herederos de los dueños como a los de quien aceptaba el tributo. Como ejemplo, tenemos el caso de Juan Fernández, sastre, quien junto a su mujer, seguramente acuciados por necesidades eco-nómicas, impone a finales del XVI un tributo de veintiuna doblas: sobre unas cassas terre-ras con su guerta y corrales que los dhos tenian en el barrio de Oros. El mismo es adquirido 93 MORALES PADRÓN, Francisco, 1974 pp. 83-87. 94 Ibid. 95 Gonzalo Yanes, hortelano, vende en 1578 a Juan de Sosa, cerrajero, …sien cabos de sebollas a medio real el cabo. A.I/P.N.P. Pedro Hernández, Caja nº. 4, 05/07/1578. 96 PÉREZ MORERA, Jesús, S/C de La Palma, 1993. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 37 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). por Francisco de Salazar y por Bartolomé Morel, que lo hacen en nombre del hospital de la ciudad. La cuantía anual que debían de satisfacer era de setecientos cincuenta mara-vedís, lindando: de una parte con cassas y guertas de Pedro Vaez, y por la banda de arriba con guertas de los herederos de Don Pedro de Castilla, y por delante con la calle rreal97. Cualquiera que fuese la fórmula utilizada, los hortelanos se obligaban a cumplir una serie de cláusulas como el vallar la huerta, si no lo estaba, acrecentar el rendimiento de la misma o entregar escrupulosamente la parte correspondiente de los beneficios al dueño; también se estipulaba que el hortelano no podía ve n d e r, alquilar o ceder ninguna parte de la propiedad. Finalmente, el propietario se comprometía a pro p o rcionar los materiales que fuesen necesarios en caso de realizar algún tipo de obra dentro de la huert a . 8.1.4 Relación de huertas Como hemos venido diciendo, un buen número de casas contaron con pequeñas huer-tas y corrales, pero en realidad las más citadas son las pertenecientes a los diferentes orga-nismos religiosos y civiles establecidos en la ciudad. Estas últimas y por diferentes moti-vos, unas veces fueron trasladadas de lugar, otras desapare c i e ron y algunas ampliaron sus tierras con nuevas adquisiciones. No entra dentro de los objetivos de este trabajo el analizar con detalle la evolución de las principales huertas de la ciudad, por lo que nos limitaremos a hacer una breve rela-ción de las más importantes, así como la historia de su nacimiento, propietarios y hor-telanos que las trabajaron a lo largo del XVI. A) Huerta del Monasterio de San Francisco El Real convento Franciscano de la Inmaculada Concepción fue el primero de los monasterios fundados en Santa Cruz de La Palma, hecho este que corrió a cargo de los franciscanos que acompañaron al Adelantado en la conquista de la Isla. En un primer momento se instalaron, de forma provisional, en los alre d e d o res de la er-mita de la Encarnación donde constru ye ron, para su morada, unas cuantas chozas en sola-res cedidos por Magdalena Infante y Ma rtín Camacho. Lo incómodo del lugar y habita-ción decidió a los frailes a cambiar de sitio, trasladándose en 1508 a una zona cercana al castillo de Santa Catalina, mas una de las periódicas avenidas del barranco homónimo, hoy de Las Ni e ves, arrasó el inmueble. Te m e rosos de que el hecho se volviera a re p e t i r, deciden trasladarse esta vez más hacia occidente: en unos amplísimos solares donde los frailes podían tener iglesia, convento y huerta9 8. En el mapa dibujado por Torriani en 1587 se puede apre-ciar cómo la huerta aneja al convento era enorme, quizás la más grande de la ciudad. 97 A.M.L.P. Hospital de Dolores. libro I de Mandatos y Visitas, est. 35, leg. 629, fol. 92r. 98 RUMEU DE ARMAS, Antonio, 1991 T. I, pág. 331 38 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia B) Huerta del Convento de Santo Domingo La fundación del convento y por ende de la huerta, data de 1530, año en que se des-plazan hasta la Isla el Vicario Provincial, fray Domingo de Mendoza además de cuatro religiosos, entre los que destacaría fray Pedro de Escobar, personaje de gran actividad, como lo atestigua el hecho de que figure asiduamente en los libros sacramentales de la parroquia de El Salvador y del que se dirá en su época que es varón de raro ejemplo99. Con las limosnas recibidas de los fieles y con la protección del rico mercader flamen-co Luis Van de Valle y de su esposa María Cervellón Bellid100, se dotó a la fundación de sitio y huerta. Tardaron dos años en acabar el edificio, gastando en su hechura al menos veintidós mil ducados. La huerta ocupó una amplia extensión en la parte posterior del convento, el cual fue edificado sobre la base de la antigua ermita en honor de San Miguel Arcángel, erigida en aquel lugar por el Adelantado101, y en la plaza más amplia de la ciudad a la que hacen cuadrada por una parte el convento de monjas de Sta. Catalina y por la otra, hermosos edificios y almenas102. Desde un principio esta huerta contó con agua corriente ya que el Ayuntamiento la había dotado con el equivalente de medio real103. Tras recorrer la huerta, el agua era con-ducida a través del claustro y llegaba hasta la cocina del convento, de donde se abastecí-an los frailes. El primer hortelano que trabajó la huerta y del que tenemos noticias fue Francisco Yanes, quien lo hace hasta el año 1551 en que, por razones que desconocemos, se arrien-da la huerta a Juan Díaz, estipulándose en esta ocasión la cantidad de 30 doblas anuales el precio del alquiler; especificándose, además, que el contrato estaría vigente por un perí-odo de cinco años. Ignoramos el nombre de los hortelanos que sucedieron a este último, hasta que en 1591 se nombra titular de la huerta a Francisco González Barros. C) Huerta de Santa Catalina Según estudios realizados por Jaime Pérez García, estuvo situada esta huerta: entre la actual llamada alameda y la marina, el barranco y el castillo, la que en el siglo pasado se la conoció como las Californias104, las conclusiones de este investigador nos hacen pensar que la mencionada huerta fue una de las pocas que teniendo su origen en el siglo XVI, logra-ron mantenerse en funcionamiento hasta tiempos recientes. 99 A.M.L.P., Hospital de Dolores, libro I de Mandatos y Visitas, est. 35, leg. 629, fol. 92r. 100 RUMEU DE ARMAS, Antonio, 1991 T.I, pág. 331. 101 Ídem 102 PÉREZ MORERA, Jesús., 1993, pág. 4. 103 …y que nos apruebe y confirme la data y re p a rtimiento que la justiçia y regimiento desta dicha ysla nos hizo del medio real de agua(...) para la guerta y serviçio del dicho conve n t o. A . I / P. N . P., Domingo Pérez, 1553, caja nº. 3. 104 PÉREZ GARCÍA, Jaime. Intervención realizada con ocasión del acto de presentación del libro La Bajada de la Virgen de Las Nieves. 1765. 1989. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 39 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). La propiedad, cambió de titulares a lo largo de los siglos y dado el carácter privado de la misma perteneció, en algunos momentos de su historia, al mismo hortelano que la trabajaba, como ocurriría con Marcos Hernández, quien declara poseer en bienes ganan-ciales junto a su mujer, María Hernández: una guerta ques muy conosçida llamada la guer-ta de Santa Catalina la qual tiene por tributo 50 doblas de prençipal ques y se pagan (…) a Diego de Guisla Vendaval 105. Con anterioridad, en 1618, la huerta perteneció a María Hernández, viuda de Pedro Pérez. Esta señora, casada en segundas nupcias con Francisco Hernández, mercader asen-tado en la ciudad, aportó al matrimonio la mencionada huerta. En esta ocasión se fijan los linderos y se describen las instalaciones existentes: «(…) por un lado con casas de Melchor de Monteverde y calle [roto] que va a la mar y por el otro lado, el barranco de Santa Catalina y por delante la calle Real y por abajo la costa de la mar, con tres moradas de cassas que están en la dicha huer-ta, que en la una vive el hortelano y otra sirve de cocina y otra que es establo con su tanque de agua106.» Al igual que en las ocasiones anteriores, varios fueron los hortelanos que trabajaron en esta huerta: El primero del que tenemos noticias es Domingo Hernández, quien tri-butaba al Ayuntamiento en nombre de Juan Vaez, herrero, seis mil maravedís anuales por los derechos de agua con que la regaba. Fallecido este hortelano en 1573, le sustituye en el cargo Juan Fernández, quien figuró como titular, al menos, hasta 1578. D) Huerta de Carmona Situada en el barranco de Los Dolores fue conocida desde muy antiguo con este nom-bre. En esta huerta estuvo situada una de las principales cajas de reparto de la ciudad107. Gonzalo de Carmona, titular del Almojarifazgo de la Isla108, pagaba al Concejo cuatro mil maravedís por el derecho del agua109. En determinado momento, que no hemos podido pre c i s a r, la huerta es dividida y pasa a pertenecer por una parte a sus here d e ros y por otra a Luis Van de Walle «El Viejo», impor-tante mercader natural de Brujas y casado en la Isla con María Be l l i d1 1 0. La corre s p o n d i e n-te a los here d e ros de Gonzalo Carmona, será citada como propiedad de los mismos a lo largo de los siglos X V I y X V I I. En cuanto a la de Luis Van de Walle lo sería hasta 1587, año 105 A.I/P.N.P. González Jiménez, caja nº. 1, 30/05/1649. 106 A.I/P.N.P. Pedro de Brito Fleitas, 1618. 107 A.I/P.N.P. Juan Sánchez, 26/07/1870. 108 PÉREZ GARCÍA, Jaime 1985, pág. 43. 109 A.M.L.P. Libro V de Reales Cédulas, leg. 726, fol. 37r. 110 PÉREZ GARCÍA, Jaime. 1990, pág 228. 40 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia en que fallece y la deja a su hijo Luis, quien la disfrutaría junto a su mujer Agueda de Br i t o hasta que en 1598, pasa a ser propiedad de Juan Vendawal Ve l l i d o. En este momento, la finca era valorada en doscientas cincuenta doblas, incluidos la casa y el tanque1 1 1. Solo tenemos conocimiento de un hortelano que trabajara, durante este siglo, en la mencionada huerta. Se trata de Francisco Pérez quien lo haría entre los años 1569 y 1575, ocasión esta última que pasaría a trabajar en otra huerta, la de San Telmo. E) Huerta de Horos Esta huerta, que podríamos situar entre las actuales calles Díaz Pimienta, José López y Jorós, perteneció desde principio de siglo, a Diego García Corvalan, natural de Cádiz y conquistador de la isla, siendo uno de los seis Regidores que formaron el primitivo Cabildo en 1495112. No es de extrañar pues, que en base a su participación en la con-quista de la isla, recibiera del Adelantado la data correspondiente a estos terrenos. El Concejo le hizo merced de un cañón de agua que se toma de una caja questá en la tierra de la dicha guerta nueba113. Con el paso del tiempo la huerta pasó a disfrutarla su hijo pri-mogénito Domingo García Corvalán, quién entablaría pleito contra el dueño de la Huerta Nueva, colindante, a causa de algún problema con el agua que desde ella se traía para regar. Pleito por otra parte que no tendría solución hasta principios del siglo siguien-te. Además de la mencionada, otra huerta, a la que no se le conoce nombre, lindaba por abajo con esta de Horós; perteneció a Juan Hernández, pedrero, hasta que la vendió al matrimonio formado por Andrés González y Malgarida García, moradores en el térmi-no de Tijarafe. En 1559, la ceden en dote a su hija Catalina González cuando esta con-trajo matrimonio con Bastián Fernández114. F) Huerta del Cabo Perteneciente al Concejo, estaba situada en el barrio de su mismo nombre, exten-diéndose a lo largo de los solares ocupados en la actualidad por la plaza de San Fernando y calles Abenguareme y Maldonado. Solamente tenemos noticias de un hortelano que la trabajase en este siglo, se trata de Antonio Anrriquez, quien lo hizo hasta 1571, año en que se marcha a trabajar a la Huerta Nueva. G) Huerta Nueva Situada en una amplia extensión de terreno que aproximadamente abarcaba desde las lindes de la huerta de Carmona hasta el lomo llamado Mataviejas, incluidas las actuales 111 A.A.J.F.G. Escribano Francisco de Valcarcel, est. 57, fol. 177, 16/11/1598. 112 PÉREZ GARCÍA, Jaime. 1985, pág. 83. 113 A.I/P.N.P. Andrés de Armas, caja nº. 1. 19/08/1605. 114 A.I/P.N.P. Pedro de Belmonte, caja nº. 1, 10/01/1559. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 41 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). calles de José López y el Pilar. En ella estaba instalada la caja de reparto del agua que rega-ba la finca y que después seguía, pasando por otras huertas, hacia el pozo del Concejo. Desde principios del siglo, la propiedad de la finca estuvo dividida en dos trozos, per-teneciendo cada uno a propietarios diferentes. En principio, una parte perteneció a Simón García Corvalan, regidor, dueño asimismo de la huerta de Horós. La otra mitad de la huerta era propiedad de Baltasar Pérez, también regidor. Ambos mantuvieron un largo pleito por el disfrute del agua que regaba ambas y que como se ha comentado, se tomaba de la caja situada en la Huerta Nueva. El pleito se prolongó a lo largo del siglo, hasta que en 1605 los herederos de ambas partes llegan a un acuerdo mediante el cual Domingo García Corvalan, Francisco Reje Corvalan, Margarita Reje Servellon e Isabel Reje Corvalán, ceden la parte que les correspondía a Francisco Salgado, regidor, y a Catalina Pérez, hija del mencionado Baltasar Pérez. En la escritura de transacción, se estipula que Francisco Salgado y Catalina se obligan: «(…) a dar todos los años a bos el dicho Domingo Garçia Corbalan y a vuestros here-d e ros un dia y una noche de agua de la guerta que tenemos y nos perteneçe que es en la dicha heredad de la guerta nueba, la qual agua se recoge siempre en el tanque de la dicha guerta para que con ella riege el dicho Domingo Corvalan las guertas que por herencia del dicho su padre le cupo y tiene en el barrio de Oro s1 1 5. » En 1612 era propietario de esta huerta el Pre s b í t e ro, Doctor en Cánones y Pro t o n o t a r i o Apostólico de Su Santidad, Pe d ro Escudero Sigura quien obtiene del Concejo la concesión de un cañón de agua por el cual debía de pagar mil maravedís anuales1 1 6. En cuanto a los hor-telanos que trabajaron en ella, solo conocemos a dos. El primero, Antonio Anrriquez que lo hace a partir del año 1571. El segundo, Antonio Go n z á l ez que lo será a partir de 1577. 8.2 Hortelanos Rara vez los hortelanos fueron propietarios de las grandes huertas; en realidad y como ya se ha comentado, pertenecieron a conventos, entidades oficiales o hacendados. Por tal motivo el hortelano dependía además de las cosechas, de la estabilidad económica del propietario si quería lograr una relativa seguridad en su trabajo, ya que fueron numero-sas las ocasiones en que el dueño, impulsado por las deudas, vendía o traspasaba parte o la totalidad de la huerta. Añádase a esta circunstancia las innumerables particiones que sufrían estas propiedades como consecuencia de dotes y mandas testamentarias. El hortelano y su familia vivían, por lo común, en la misma huerta utilizando la casa, laga-res y depósitos de la misma, por lo que no era frecuente el que contasen con una re s i d e n c i a 115 A.I/P.N.P. Andrés de Armas, caja nº. 1. 19/09/1605. 116 A.I/P.N.P. Juan Sánchez, (sin, cat.) 11/12/1612. 42 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia fija en la ciudad, siempre pendientes de nuevos contratos. Todas estas circunstancias que hemos analizado daban lugar a que en ocasiones se encontrasen sin trabajo y por lo tanto sin un lugar donde re s i d i r. Cuando esto tenía lugar, al igual que les ocurría a otros «parados», la situación familiar pasaba a ser muy precaria, dándose la circunstancia de que algunos sola-mente pudieron subsistir gracias a la caridad de conocidos o amigos. Es el caso del hort e l a n o Juan Díaz, a quien veíamos trabajar en la huerta de Santo Do m i n g o. Tan pobre llegó a ser, que María Vellid y Cervellón, mujer de Luis Ve n d a val, lo incluye a la hora de hacer testamento en una relación de seis pobres a los cuales ordena: se vistan de sayos, calsones y camisas1 1 7. No fueron muy numerosos los hortelanos establecidos en la ciudad a lo largo del siglo, tanto por las circunstancias que se han apuntado como por la escasa mano de obra que necesitaban las huertas. Hasta un total de veinticinco hemos podido contabilizar para un período de tiempo comprendido entre 1551 y 1559. Seis de ellos fueron titulares de huertas al menos durante diez años seguidos y solamente cuatro tuvieron más de dos hijos a lo largo de sus vidas. Al tal extremo llegaba la inseguridad de estos trabajadores, que en cuanto sus posibilidades se lo permitían, procuraban para sus hijos el aprendizaje de otras profesiones más estables. Es el caso de Francisco Yanes, hortelano, quien decide poner a su hijo Nicolás de aprendiz con Mateos González, cerero, instalado en la ciudad. En esta ocasión el hortelano se asegura un porvenir seguro para el hijo ya que, según los datos que poseemos, la ciudad solo contaba por estas fechas con Mateos González para reali-zar los encargos relacionados con la confección de velas y cirios PERSONAL DE SERVICIOS 9 TENDEROS. VENTEROS Hasta hace re l a t i vamente poco tiempo, en las ciudades y principales pueblos de las islas m e n o res y aún hoy en algunos núcleos de población rural, se puede encontrar una especie de tienda de todo conocida entrañablemente en Canarias como «venta». Estos estableci-mientos tenían y tienen, una clientela vecinal que acudía a ellos en busca de los alimentos y útiles cotidianos atraídos, además, por la comodidad que otorgaba el uso de la libreta, en aquella época tener cuenta, cuadernillo donde el ve n t e ro anotaba los fiados de los clientes. Deudas que se hacían efectivas cuando era recibido el jornal o el producto de la cosecha. Dos son los tipos de establecimientos que asentándose en Canarias desde el XV, se disputan el origen de las actuales ventas. Se trata de establecimientos igualmente cono-cidos como tiendas y ventas aunque diferenciándose de las actuales por la naturaleza de las mercaderías vendidas y por el fin al que estaban destinadas. 117 Testamento de Mª Vellid y Cervellon, mujer de Luis Ve n d a val 07/06/1570. Arch. Pa rticular: Jaime Pérez Ga rc í a . Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 43 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). 9.1 Ventas Curiosamente las llamadas ventas del siglo X V I no se corresponden con el concepto que tenemos de las actuales y esto por varios motivos. Pr i m e ro, el hecho de que aquellas fuesen bienes de pro p i o s ,1 1 8 c i rcunstancia que limitaba su número. Además, para elegir su empla-zamiento se tenían en cuenta las distancias existentes entre los principales núcleos de pobla-ción. De esta forma, los términos de Ta z a c o rte, Tihuya y Fuencaliente serán los tres únicos que cuenten con este tipo de establecimiento en toda la Isla, al menos durante este siglo1 1 9. Segundo y más importante de cara a esta diferenciación, es el servicio que propor-cionaban, el cual se traducía exclusivamente en la atención y mantenimiento de los via-jeros en su transitar por los caminos isleños. Como consecuencia de esta limitación, los productos comercializados se reducían a la bebida y comida, consistiendo esta última en carne y verduras, además de avellanas o almendras. También facilitaban cobijo ante el mal tiempo y favorecían el trasiego de información entre ambas bandas de la Isla. Hemos dicho que la renta de las ventas pertenecía de los propios del Cabildo y este, hacien-do uso de sus pre r ro g a t i vas, dictaba ordenanzas para su funcionamiento. Además, en estos bandos se indicaban los productos que se podían vender así como la cantidad que debía de satisfacer el arrendatario, quien recibía la administración del establecimiento bajo el sistema denominado a corrienda.1 2 0 El Concejo imponía, mediante la figura del Diputado, los pre c i o s que tenía que pagar el ve n t e ro a los mayoristas, al igual que la comisión que le estaba permi-tido ganar; en 1557 por ejemplo, esta comisión se fijaba en cinco maravedís por cada re a l . Como era de esperar, y dado que estos establecimientos no se localizan en la Ciudad, no hemos podido encontrar a ningún trabajador citado como ventero. 9.2 Tiendas Si tenemos en cuenta las características que definen a la venta del XVI o el concepto que de ella se tuvo en los siglos posteriores veremos que ambos establecimientos no son coincidentes, serán pues y en base a los datos que expondremos más adelante, las tiendas del XVI los establecimientos a partir de los cuales surgen las actuales y ya raras ventas. En un primer momento, las tiendas también fueron consideradas como bienes de propios, pero rápidamente se convierten en establecimientos privados aunque, como no, sujetos a una fuerte regulación por parte del Concejo. 118 El 22 de Abril de 1520 se promulga una Real Cédula autorizando al Concejo de la Isla para que pudiera disponer para propios, de las rentas producidas por las ventas. Tras el incendio de 1553, el Cabildo solicita una serie de copias de aquellos documentos quemados, que más necesarios les eran. Uno de ellos es el tras-lado de esta R.C, documento que se solicita el 22 de agosto de 1553, al mes siguiente del incendio. A.M.L.P. Libro de traslados y Reales Cédulas., est 41, leg. 732, fol. 24. 119 Una de ellas, sería trasladada más tarde a Puntallana. A.M.L.P Libro de Traslados y Reales Cédulas., est. 41, leg.732, fol. 24. 120 A.M.L.P Libro de Traslados y Reales Cédulas., est. 41, leg. 732, fol. 24. 44 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia Varios son los rasgos que definen la función de la tienda y su ámbito de actuación. Primero, se obliga al tendero a vender sus mercancías por menudo y esto quiere decir que, aparte de tener que abastecer a la población en pequeñas cantidades, se le fuerza a com-prar en pequeñas proporciones. Como consecuencia, se potencia la figura del mercader persona adinerada, que al no tener limitaciones en el comercio, (salvo las mercancías prohibidas) trae a la Isla grandes cantidades de artículos y alimentos, llegando a ejercer una especie de monopolio sobre ciertos géneros121. A pesar de esta clara diferenciación entre tendero y mercader, ambas actividades suelen confundirse, pues no es raro encon-trar alusiones a mercaderes con tienda propia, quienes además disfrutaban de la ventaja de ser mayoristas y minoristas al mismo tiempo.122 La tienda, y este era otro razgo definitorio, instalada por lo común en la casa del dueño y objeto de negocio familiar, es atendida la mayor parte de veces por mujeres, bien como medio de subsistencia en caso de viudedad, bien como contribución a la econo-mía familiar. Por ello no es raro encontrarse con que diversas ordenanzas, contratos o normativas hacen alusión a tenderas, venteras e incluso taberneras. 121 Varios son los testimonios con los que contamos referidos a personajes principales de la ciudad y que se «espe-c i a l i z a ron» en la compraventa de determinados artículos al por mayo r. Lesmes de Miranda, conocido y rico m e rc a d e r, centraliza la mayor parte de sus negocios en el año de 1557 en torno a los paños y finas telas traídos de Holanda e Inglaterra. Por el contrario, Guillermo del Reino, otro conocido merc a d e r, realiza en un solo mes, cinco negocios de compraventa de trigo que traía desde la isla de Fu e rt e ventura (A.I./P.N.P Hernand Pérez , caja nº. 1, 1570). En 1584, Hernand Álva rez de Si l va, encarga una serie de mercancías para su almacén, que dado el volumen y diversidad de las mismas, nos indican claramente la diferencia entre la venta al por mayo r de los grandes comerciantes, este es el caso, y las más modestas de las tiendas. Veamos el mencionado encargo: « Sepan como yo Hernand Álva rez de Si l va y yo Diego de Guisla (…) yo el dho Diego de Guisla me obligo de traer a vos Hernand Álva rez de Si l va, todas las mercaderías (…) que son: çien libras de Albayalde en sus barriles. Dos quintales de plomo en rrolo Dos millares de dedales de mugeres, todos grandes Una dosena de balansas de pesar 50 libras de hilo en ovillos 12 barriles de atriaca, pequeños 1 libra de almasigo de ramo 1 quyntal de caparrosa 1 pan de cardenillo 100 pergaminos que sean grandes y blancos para escribir y hazer libros 20 docenas de trampas de parís, grandes 6 dosenas de flautas medianas para negros una cajeta de cuerdas de viguela (roto) dosenas de cascabeles de metal para (roto) de caballos (roto) cuchillos de cachas doradas 10 dosenas de cuchillos de bainas de diez libras 6 libras de asogue 100 dosenas de peines (…) para lo traer, en unas dos urcas dentro del año primero» A.I./P.N.P, Lope de Ballejo, caja nº. 2, 01/ 07/ 1584. 122 En 1553, Pedro González , almocrebe, declara en su testamento que tiene quenta con Baltasar de Guisla, rico mercader y regidor de la ciudad, también dice que la deuda es por ropas que compró en su tienda. (HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis nº. 324, 27/ 10/1553). Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 45 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). Estas tiendas, como establecimiento comercial que eran, ponían a disposición del públi-co una buena cantidad de productos, –aunque no todos estaban permitidos: comestibles o bebidas, se servían en mesones, tabernas o en las ventas que acabamos de ver– que va r i a-ban en función de las pre f e rencias del tendero. En el caso de las llamadas tiendas de merc e-r í a s1 2 3 se ofrecían objetos finos de consumo femenino tanto para su adorno, botones de çeda, f rentillas blancas de çeda, gargantillas1 2 4 como para su entretenimiento y labor, agujas de Mylan, husos de palo, rrosarios de azabache, cuerdas de biguela, naypes1 2 5. También solían ve n-derse pequeñas herramientas como agujas de çapatero o productos tan diversos como azú-c a r, especias y eroguerías por menudo1 2 6. Otras tiendas ofrecían un genero de productos no tan selectos aunque sí variado. En ellas se encontraban telas y paños de todas clases, gorras, útiles y muchos otros artículos proporcionados por los artesanos de la ciudad. Independientemente de la naturaleza de los artículos vendidos, existieron unas nor-mas generales que establecidas por el Cabildo, eran de aplicación común para todas las tiendas y ventas. En primer lugar, se exigía que determinados artículos llevasen el sello de la ciudad, se manda que ninguna persona venda paño sin el sello de la ciudad 127, tam-bién se controlaban aquellos aspectos que podían generar fraude o abuso por parte del tendero. Por lo visto, uno de los más frecuentes, al menos en los primeros años, consis-tió en el trucaje de las pesas y medidas que la mayoría de establecimientos públicos esta-ban obligados a tener,128 de manera, que se acordó hacer obligatorio su afilado cada cua-tro meses, los pesos y medidas de las tiendas que lo tuvieren129; trabajo que era encomenda-do a los plateros. Por otra parte, los Veedores o en su caso los Diputados velaban por el estricto cumplimiento de las ordenanzas correspondientes al oficio. Finalmente, también se p rocuraba que la manipulación de los artículos vendidos fuese la correcta, así como el que se empleasen las herramientas adecuadas: se ordena que las vendedoras tengan sedacillo y funil 130. 123 En las ordenanzas del Concejo se hace referencia a estas mercerías …se manda que en las tiendas de merce-ria se benda azucar por menudo con postura VIÑA BRITO; Ana y Eduardo AZNAR VALLEJO 1993. 124 AI./.P.N.P, Luis Méndez. 24/ 07/ 1562. Inserto en la caja nº. 1 de Pedro Hernández. 125 Ibídem. 126 VIÑA BRITO, Ana y Eduardo AZNAR VALLEJO 1993. 127 Ibídem. 128 En la nota nº 121, veíamos como el comerciante Hernand Álvarez de Silva se hacía traer una serie de mer-cancías, entre ellas, una dosena de balansas de pesar, lo que nos indica el considerable número de estableci-mientos públicos existentes. A.I./P.N.P. Lope de Ballejo, caja nº. 2 01/ 07/ 1584. 129 VIÑA BRITO, Ana y Eduardo AZNAR VALLEJO 1993. 130 VIÑA BRITO, Ana y Eduardo AZNAR VALLEJO 1993. 46 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia 10. TABERNEROS No debieron de diferir mucho las tabernas de Santa Cruz de La Palma de aquellas que los escritores del siglo XVI describían en sus obras. Establecimientos con clientela emi-nentemente masculina, estaba prohibida la venta de toda mercancía que no fuese vino, como lo pone de manifiesto una ordenanza de la ciudad que prohibe bajo pena de dos mil maravedís, el que en las tabernas se venda pan ni otras cosas de comer131. El vino sería pues la excusa ideal para que estos lugares se convirtieran en centros de reunión de un amplio sector de la población entre los que se encontraban personas de paso, marineros a la espera de que se establecieran banderines de enganche, mujeres de dudosa reputa-ción, borrachos y algún que otro pendenciero. Siguiendo la costumbre castellana, todas las tabernas que se instalaron en la ciudad, de las cuales estuvieron abiertas al mismo tiempo por lo menos dos, venían obligadas a lucir en sus puertas o ventanas unas banderillas con el objeto de que se las pudiera iden-tificar rápidamente132. La apertura de uno de estos establecimientos suponía el solicitar y obtener las corres-pondientes cédulas y licencias. La primera, para poder ejercer como tal taberneros133. La segunda, era común para todos aquellos que quisieran vender vino o otras cosas de man-tenimiento por menudo134. El Concejo delegaba todo lo relacionado con el comercio del vino en los llamados Selladores del vino. Su misión principal consistía en controlar la cantidad de vino que ven-día el tabernero135, así como la que compraba al cosechero o dueño del mismo y que por lo común solía ser residente en la Isla, ya que la importación de vino estuvo fuertemen-te prohibida136. Este férreo control tenía sus motivos puesto que gracias a él, el Concejo se aseguraba de que el arancel y norma del vino se aplicara correctamente. También fijaba esta norma-tiva el salario del sellador del vino. El arancel se aplicaba sobre el precio que tenía el cuartillo, en una escala que según la documentación de la época osciló entre los dos cuartos (de real) y diez cuartos el cuarti- 131 Ibídem, pág. 36. 132 Ibídem, pág. 35. 133 Ibídem, pág. 10. 134 Ibídem, pág. 36. 135 En las ordenanzas del Concejo de Las Palmas, se dice refiriéndose al cometido de estos Diputados: (…) y que lleven consigo al escribano del cabildo y pongan por inventario todas las botas que dan licencia para vender a cada tabernero. MORALES PADRÓN 1974. 136 Otrosi se manda que ninguna persona de qualquier estado y condición que sea pueda meter vinos de fuera en esta isla so pena de perdellos y diez mill maravedíes para el juez, denunciador y propios del cavildo. También en otra ordenanza se dictamina ...que ninguna persona pueda vender vino sin el sello de la ciudad. VIÑA BRITO; Ana y Eduardo AZNAR VALLEJO 1993, pp 33 y 36. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 47 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). llo. Juan Bautista Lorenzo recoge una amplia escala de los precios y gravámenes aplica-dos a diferentes calidades de vino; a ella remitimos por considerar innecesaria su repeti-ción. A pesar de la recomendación, veamos un ejemplo de las ganancias repartidas entre cada parte: Si el vino se vendía a diez cuartos el cuartillo, al dueño le tocaban quinientos reales por cada bota de vino de doce barriles. El tabernero, por su parte, se quedaba con ciento sesenta reales por su vendaje y merma de cada bota137. Finalmente al sellador y arren-dador del donativo del vino, le tocaban doce reales por cada bota que, aunque eran paga-das por el tabernero, en realidad le eran descontadas al dueño. 11. MESONEROS « Muchas maneras de delictos se acostumbran y suelen cometer en los mesones, y tauernas asi por los tauerneros y mesoneros, y los que tienen en sus casas, como por los que vienen a posar a ellas, por esto sera necesaria cosa tratar de lo tocante a ello (…)»1 3 8. De esta forma tan poco diplomática calificaban los Regidores del antiguo Cabildo de Tenerife a los responsables de mesones y tabernas; establecimientos que a tenor de las ordenanzas dictaminadas, hubieron de ser constante foco de algarabías y trifulcas. El objetivo principal del mesón era pro p o rcionar cama y comida a los visitantes de la ciu-dad ya que una ordenanza hace hincapié en que no se diesen de comer a los vecinos casados. Los mesones estaban fuertemente controlados por el Concejo, el cual impuso el número de los establecimientos que podían ofertar sus servicios. Por ejemplo, en la ciu-dad de las Palmas se decidió otorgar licencia a más de seis mesoneros como máximo. También era competencia de la Corporación el nombramiento de sus titulares, así como los requisitos que habían de cumplir para tal menester, como el que: sean buenas y de buena fama y den fianças 139. Como lugares de alojamiento, fue obligatorio que contasen: en cada cama, un colchon, un jergon, dos sabanas, dos almohadas y frazadas140. También se les imponía el precio a cobrar que rondaba en torno al medio real por persona y no más de treinta y dos mara-vedís por pareja141. 137 LORENZO, Juan B. 1987, pág. 422. 138 Titulo XIV de Las Ordenanzas de Tenerife relativo a los mesones y tabernas. PERAZA DE AYALA, José. opus, cit. pág. 165. 139 MORALES PADRÓN, Francisco, 1974. 140 LORENZO, Juan B. 1987. 141 Ibídem. 48 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia Además de las anteriores, otras ordenanzas hacen referencia, en diversos municipios, sobre las obligaciones y derechos que tenían los mesoneros. Todas ellas en mayor o menor medida intentaban evitar los frecuentes conflictos generados en estos establecimientos, veamos algunas: – Que los mesoneros y venteros sean casados. – Que no acojan a ladrones, o criminales o alçados. – Que no puedan comprar carne ni ganado, por que lo compran a ladrones. – Que no hallan tableros para jugar, ni naipes, ni dados, ni tablas. – Que no tengan mujeres empleadas. – Que no den de comer mas de tres días a bagamundos (sic) ni a esclavos ajenos1 4 2. 142 MORALES PADRÓN 1974. 143 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 30. 144 MARTÍNEZ GALINDO, Pedro. Protocolos de Rodrigo Fernández (1520-1526). Fontes Rerum, Nº. XXVI, T.I, 1988, pág. 412. 145 HERNÁNDEZ MARTÍN; Luis nº. 280 14/09/1553. 146 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 17. 147 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol.195v. 148 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 327v. CARNICEROS BARTOLOMÉ VÁZQUEZ (1567). Ca-sado con Inés Gutiérrez143. JUAN GONZÁLEZ (1522-1553). Se trata del primer carnicero del que te-nemos noticias, aunque de forma indi-recta, al ser mencionado en un poder como deudor de dos doblas de oro a un vecino de Tenerife144. Años más tar-de lo encontramos otorgando un po-der al procurador Juan López145. J UAN YANES (1565). Casado con Po l o-nia Fe r n á n d ez figura, esta última, como madrina en una partida bautismal1 4 6. MANUEL HERNÁNDEZ (1581). Casado con Francisca, esclava de Lesmes de Mi-randa, tuvieron un hijo llamado Pe d ro1 4 7. MATEO GONZÁLEZ (1592). Contrajo matrimonio con Catalina de Alcalá148. CATÁLOGO DE ARTESANOS* Siglo XVI ALIMENTACIÓN * Las fechas entre paréntesis hacen referencia al pri-mer y ultimo año en que el sujeto aparece registra-do en los fondos documentales consultados. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 49 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). PESCADORES ANTONIO HERNÁNDEZ (1580). Ca-sado con Paloma González, tuvieron por hijo a Simón149. B LAS GONZÁLEZ (1570-1577). Casado con María Díaz, bautizan a Me l c h o r1 5 0. FRANCISCO DE MÉRIDA (1569). Ca-sado con Inés de Br i t o. Hijo, Fr a n c i s c o1 5 1. FRANCISCO HERNÁNDEZ (1567- 1581). Casado con Leonor He r rera tu-v i e ron, al menos, tres hijos: Se b a s t i á n , Juan y Caterina1 5 2. Compartió la pro-piedad de una barca con Fr a n c i s c o Ferráz, comerc i a n t e1 5 3. FRANCISCO PÉREZ (1557). Casado con Leonor Álvarez154. FRANCISCO YANES (1565). Testigo en una declaración de autos155. GASPAR GONZÁLEZ (1593-1597). Contrajo matrimonio en dos ocasio-nes. La primera con Ana Suárez, de la que tendría una hija llamada Ana. Con Beatriz Vázquez, tuvo dos hijos más: Juana y Baltasar156. G O N ZA LO PI N TO (1567-1571). Mu j e r, Inés Ro d r í g u ez. Hijos, Ba rt o l o m é1 5 7 y Matías. En 1567 lleva a bautizar a un hijo suyo llamado Matías, aunque en esta ocasión no se deja constancia del n o m b re de la madre1 5 8. G O N ZA LO DA CORDA (1562). De evidente origen portugués, vende, en el año de re f e rencia, la mitad de su barc a de pescar, llamada San Telmo, a Pe d ro Go n z á l ez, aserrador, por un precio de doce doblas y cuatro re a l e s1 5 9. HERNANDO DE ORTIZ (1567-1569). Casado con Ana Go n z á l ez, bautizan a Simón y a Francisca, sus hijos1 6 0. JORGE HERNÁNDEZ (1560). En esta fecha figura como miembro de la cofradía La Vera Cruz161. J UAN PI N TO (1566). Casado con Ma r í a Simón, tienen un hijo: Ga b r i e l1 6 2. LÁZARO GONZÁLEZ (1570). Mujer, María Vaez. Hija, Angela163. 149 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 187. 150 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 156v. y 64v. 151 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 60. 152 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 31v./66 y 199. 153 A.I/P.N.P. Hernan Pérez, caja nº. 1, 22/01/1568. 154 HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis nº. 1112, 20/02/1557. 155 HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis nº. 2243 10/01/1565 en prensa. 156 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 335v/ 360 y 391. 157 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 83. 158 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 31. 159 Sepan (...) como yo, Gonzalo da Corda, pescador, vº(...) vendo agora e para siempre a Pe d ro Gonzalez, aserra d o r (...) la mytad de my barco de pescar que a nombre San Te l m o, que yo tengo va rado en tierra, con las velas, cuerd a s , [ roto], quatro rremos e una caldera, e los hierros del rru m b o, e un martillo [roto] con que se hazen las poteras (...) en p resçio de 12 doblas e 4 rre a l e s . A . I / P. N . P. Luis Méndez. 27/07/1562 In s e rto en Pe d ro He r n á n d ez, caja nº. 1. 160 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 33v. y 61. 161 B. C. Libro de actas de la cofradía de la Vera Cruz, fondo antiguo. 02/05/1560. 162 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 28. 50 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia LÁZARO HERNÁNDEZ (1574). Con-trajo matrimonio con Magdalena González. Tuvieron una hija llamada Margarita164. LUIS HERNÁNDEZ (1567-1597). Contrajo matrimonio en tres ocasio-nes. La primera con Juana de Silva; fruto de este matrimonio nacieron Luis, Isabel y Matías. Con posteriori-dad casó con María Pérez, y con ella tuvo a María, su cuarta hija. Final-mente y fruto de su tercer matrimo-nio, esta vez con Dominga Martín, nacería Margarita165. MANUEL GONZÁLEZ. (1566-1568). Casado con Isabel Pérez, tiene a Catalina e Isabel por hijas166. MELCHOR VÁEZ, (1560-1565). En este año vende a Reinaldos del Campo, mercader, la mitad de su barca de pescar167. En 1565 aparece como sujeto de un poder notarial168. MELCHOR MARTÍN (1596). Casado con Magdalena Martín. Tienen a Francisca por hija169. MIGUEL GÓMEZ (1596). Mujer, Diega de Herrera. Hijo, José170. PABLO DE ESPINOSA (1569-1580). Casado con Angela Velosa, tiene dos hijos: María y Antonio171. PEDRO ÁLVAREZ (1593). Casado con Beatriz Bermúdez172. PE D RO DE SALA ZAR (1570). Contrajo matrimonio con Francisca He r n á n d ez , con la que pro c reó a Is a b e l1 7 3. PEDRO VÁEZ (1577-1589). Casado con María Antúnez, se les conoce un hijo: Juan174. ROQUE HERNÁNDEZ (1566-1571). Solo sabemos que tuvo una hija llama-da Margarita Hernández175. SALVADOR PÉREZ (1575-1576). Casado con Ana Martín, tuvieron a Catalina y a Pedro por hijos176. 163 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 69v. 164 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 118. 165 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 31/ 56/ 77v./ 277v. y 385v. 166 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 27v. y 50v. 167 Sepan(...) como yo Melchor Valle, pescador, vº (...) vendo agora e para siempre a vos Rreynaldos del [Campo] una barca nombrada candelaria que yo he e tengo en vuestra compañía, con la mitad de las [vel]as y ancoras y xarcias que en ella (...) por preçio de treze doblas de oro que por compra de la mitad de la dha barca e aparexo della HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis nº. 2070, 09/09/1561. 168 HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis nº. 2228, 07/02/1565. 169 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 372v. 170 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 32v. 171 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 182v y 55. 172 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 335v. 173 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 74v. 174 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 153v. y 299v. 175 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 24 y 82. 176 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 126 y 140. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 51 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). TOMAS HERNÁNDEZ (1571). Casa-do con María Pérez, bautizan a un hijo llamado Tomás177. MOLINEROS Y PANADEROS ANDRÉS HERNÁNDEZ (1567-1570). Casado con María Martín, tienen a Felipa y Ana por hijas178. ANTONIO AFONSO (1561). Habitó en una casa sita en La Somada, lin-dante con la calle real y solares del Antón Camacho, hijo. ANTONIO DÍAZ (1565). Padrino de bautismo179. B A LTASAR GONZÁLEZ.I (1593). Mu j e r, María He r n á n d ez. Hijo, Se b a s t i á n1 8 0. BALTASAR GONZÁLEZ II (1567). Contrajo matrimonio con Elena Begoña y tienen una hija; Ginebra181. B LAS HERNÁNDEZ (1538). Uno de los p r i m e ros molineros contabilizados, era natural del municipio de Vi l l a rejos de Fuentes, en Po rtugal. Solo se le conocen por parientes a dos hermanas, Catalina Blas y Juana Blas, ambas residentes en el citado pueblo de Vi l l a rejos. Poseía una viña en Las Breñas que tenía por linde-ros: por una parte con tierras de Fra n c i s c o Polite y por la otra con tierras de Fra n c i s c o de Mo n d o r i s. En el año de re f e re n c i a redacta testamento, dejando práctica-mente la totalidad de sus posesiones al Hospital de la ciudad1 8 2. BASTIAN GONZÁLEZ (1555). Figura como testigo en escritura notarial183. FRANCISCO RODRÍGUEZ (1565). En el año de re f e rencia, compra a Go n z a l o Yanes unas tierras en He d u y1 8 4. GASPAR HERNÁNDEZ (1598). Tuvo una hija llamada María185. GONZALO AFONSO (1569-1578). Estuvo casado en dos ocasiones. La primera, con Isabel Rodríguez, de la que tuvo a María, Lucas y Marcos. En su segundo matrimonio, contraído con Beatriz Martín, engendraron a Gonzalo186. JORGE HERNÁNDEZ (1560). Perte-neció, en el año de referencia a la co-fradía de La Vera Cruz187. J O RGE MARTÍN (1557-1580). Casado con Violante Ro d r í g u ez1 8 8. En 1557 177 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 87. 178 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 38v. y 73v. 179 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 18v. 180 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 334. 181 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 33v. 182 A.M.P. Hospital, Libro I de Legados y Donativos, est. 35, carpt., única, leg, 621, fols. 25-29. 183 HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis, nº. 2000, 1565. 184 HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis nº. 2370, 1565. 185 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 402. 186 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 53/ 160v. y 85. 187 B.C. Libro de actas de la cofradía de La Vera Cruz. Fondo Antiguo, 20/02/1560. 188 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 10. 52 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia paga quinientos mrs a Ba rtolomé Ga r-cía, merc a d e r, por un censo anual per-petuo impuesto sobre unas casas terre-ras, cubiertas de tejas, en la So m a d a , lindes por delante con la calle re a l1 8 9. J UAN AFONSO (1553). Es el único mo-l i n e ro que aparece denominado como m o l e d o r. De él solo conocemos que m a n t u vo relaciones laborales con Pe d ro Go n z á l ez, almocrebe, al que le debía, de un préstamo, 14 re a l e s1 9 0. JUAN FERNÁNDEZ (1573). Casado con Agueda Luis, bautizan a un hijo llamado Juan191. J UAN GONZÁLEZ (1547-1571). Casado con Catalina de Ja c o m a r, hija de Fr a n-cisco Calderón, se le conocen, al menos, dos hijos: Juan y Catalina He r n á n d ez1 9 2. Lo encontramos por primera vez en 1547 como testigo de un escrito nota-r i a l1 9 3. A mitad de siglo, compraba a Francisco de Morales un molino en el barranco llamado de los molinos1 9 4. En 1558 Rodrigo Go n z á l ez, curador de los hijos de Gaspar He r n á n d ez En a m o r a d o , le arrienda un molino que poseían en el barranco del Río1 9 5. JUAN MARTÍN (1580). Casado con Francisca López. Tienen un hijo: Juan196. MARCOS LUIS (1595). Casado con Ana Francisca, tuvieron una hija llamada Ana197. PEDRO PÉREZ (1572-1582). Casado con María Martín tiene con ella un hijo llamado Pedro. Contrajo segundo matrimonio con Catalina Hernández, de quien tuvo dos hijos más, Mar-garita y Juan198. SEBASTIÁN GONZÁLEZ (1566- 1572). Mujer, Elena de Bayona. Hijo, Blas199. Perteneció a la cofradía de La Vera Cruz200. VASCO LUIS (1567-1568). Casado con Catalina Rodríguez tuvo por hijos a Isabel y a Marcos201. MARIA GONZÁLEZ (1569). Única pa-nadera conocida, lo es por un registro en el que figura como madrina de bau-tismo202. 189 HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis nº. 1183, 08/02/1557. 190 HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis nº. 324, 27/10/1553. 191 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol.97v. 192 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 25/ 30 y 84v. 193 HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis nº. 145, 08/02/1547. 194 A.M.P. Hospital, Libro I de Legados y Donativos, est. 35, leg.621, fol.82. 195 A.I/P.N.P. Pedro de Belmonte. caja nº. 1, 18/03/1558. 196 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol.188v. 197 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol.364v.. 198 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 90 174 y 213.. 199 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 86v y 88v. 200 B. C. Fondo antiguo. Libro de actas de la cofradía de la Vera Cruz., fol. 40, 12/05/1566. 201 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 32 y 48. 202 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 53. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 53 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). COCINEROS PEDRO GONZÁLEZ (1565). Único cocinero que hemos podido localizar. Casado con Francisca González, tuvie-ron un hijo llamado Pedro. Posible-mente trabajase para Diego Cortes de Los Ríos, regidor203. CONFITEROS A LONSO MEXIA (1565-1567). Casado con Melchora de Espíndola, bautizan e n t re los años de re f e rencia a María e Is a b e l2 0 4. Por los datos que hemos podi-do reunir sobre su persona es de suponer que disfrutó de una posición económica bastante desahogada. En 1567 vende a Ba rtolomé Díaz, zapatero de Je rez de La Frontera que pasaba por la Isla, un escla-vo de treinta y cinco años2 0 5. Al año si-guiente aparece comprando al merc a d e r Tomas Ve n d a val mil setecientos treinta y dos mrs de azúcar y realizando el pago en t e l a s2 0 6. ANDRES HERNÁNDEZ (1560-1582). Figura varias veces como padrino en el l i b ro de bautismos, al igual que su hija Catalina Go n z á l ez2 0 7. También fue cofra-de durante doce años, como mínimo, de la cofradía de La Vera Cru z2 0 8. BALTASAR GONZÁLEZ (1592). Últi-mo de los confiteros registrados. Estu-vo casado con María Vallejos209. B E N I TO RODRIGUEZ (1572-1583). Contrajo matrimonio con Catalina de Cepedes, con la que tuvo dos hijos2 1 0. Tanto él como su mujer fueron padrinos de bautizos en numerosas ocasiones2 1 1. Como solía ocurrir en la época, mantu-vo negocios principalmente re l a c i o n a-dos con el vino2 1 2. HERNANDO DE FLEITAS (1581). Casó con Leonor He r n á n d ez y tuvieron un hijo llamado Ju a n2 1 3. GASPAR HERNÁNDEZ (1555). Figura como otorgante de un poder en el año de referencia214. JUAN MEXIAS (1577). Posiblemente se trate de un hijo de Alonso Mexia, aun-que solo tenemos noticias de él por una obligación suscrita, en su nombre, por Pedro de La Puente en la que figu-ra como deudor de 14 doblas a Barto- 203 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 20. 204 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols 11v. y 35. 205 A.I/P.N.P. Antonio de la Peña, 05/02/1567. Inserto en Domingo Pérez (HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis, nº. 2593). 206 A.I/P.N.P. Hernand Pérez, caja nº. 1, 05/06/1568. 207 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 209. 208 B.C. Fondo antiguo. Libro de actas de la cofradía de la Vera Cruz, fol. 20, 2/05/1560. 209 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol 327. 210 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols 126 y 143. 211 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols 88v/105v/132v/134v/138 y 206. 212 En 1578, vende a un particular …el caldo de botas de mosto bueno de a quatorce barriles cada una A.I/P.N.P. Pedro Hernández, caja nº. 4, 10/09/1578. 213 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol 198v. 214 HERNÁNDEZ MARTÍN; Luis nº. 736, 23/08/1555. 54 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia lomé Vázquez, por unas bestias y tela que le había comprado215. PASTELEROS ANA PÉREZ (1584). En esta fecha, com-pra una casa sobradada en La Somada, por importe de ciento sesenta doblas a Reinaldos del Campo, mercader216. ANTONIO GONZÁLEZ (1566). Casa-do con Mencía Gómez217. BRIOLANJA PÉREZ (1569). Solo cono-cemos de esta señora que fue, en varias ocasiones, madrina de bautismo218. DIEGO RODRÍGUEZ (1572). Casado con Josefa de Pi l a res, hija del pastelero Pi l a res, tuvieron a Beatriz por hija2 1 9. GONZALO DE SORIA (1559). Figura como deudor en un contrato suscrito por Pedro Casado y por importe de dos doblas de oro220. J UAN FERNÁNDEZ (1581). Mu j e r, Ca-talina de So t o m a yo r. Hija, Fr a n c i s c a2 2 1. LEONORA LUIS (1589). Consta en esta fecha como madrina de un niño2 2 2. MARIA DELGADA (1566-1572). Hija del pastelero Pilares, ejerce el oficio al menos hasta el año 1572, en que figu-ra como difunta223. PILARES (1565-1566). Padre de Josefa Pilares y María Delgada, desconoce-mos con quién estuvo casado. Se le menciona frecuentemente como pa-drino de bautizos y como padre de las anteriores224. SORIA (1561). En este año figura como cofrade de La Vera Cruz225. HORTELANOS ALFONSO GIL (1560). Uno de los pri-meros miembros de la cofradía de La Vera Cruz226. ADÁN PÉREZ (1575). Casado con Catalina González, bautizan en 1575 a su hija Ana227. ANTONIO ANRRÍQUEZ (1565- 1571). En 1565 figura casado con Catalina Díaz, con la que tuvo tres hijos, Francisco, Diego y Catalina228. 215 A.I/P.N.P. Pedro Hernández, caja nº. 4, 06/08/1577. 216 A.I/P.N.P. Pedro Hernández, 14/01/1586. 217 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 23v. 218 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 53v. 219 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 90v. 220 HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis 3/04/1559. 221 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 197. 222 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 300v. 223 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 90. 224 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols 19v./24 y 28v. 225 B.C. Fondo Antiguo.- Libro de actas de la cofradía de la Vera Cruz, 02/05/1560. 226 Idem. 227 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol.127. 228 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols.11v./ 33v y 53v. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 55 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). Al menos entre los años 1567 y 1569 fue el titular de la huerta del Cabo. Dos años más tarde, desarrolla su
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Calificación | |
Título y subtítulo | Primeros oficios y ocupaciones artesanas de Santa Cruz de La Palma (siglo XV): la alimentación |
Autor principal | Garrido Abolafia, Manuel |
Entidad | Sociedad de Estudios Generales |
Publicación fuente | Revista de Estudios Generales de la isla de La Palma |
Numeración | Número 00 |
Sección | Estudios |
Tipo de documento | Artículo |
Lugar de publicación | Santa Cruz de La Palma |
Editorial | Sociedad de Estudios Generales de la isla de La Palma |
Fecha | 2004 |
Páginas | pp. 011-064 |
Materias | Historia ; Etnografía ; Patrimonio ; Cultura ; Canarias ; La Palma ; Publicaciones periódicas ; Nutrición ; Alimentos ; Siglo 15 ; Oficios ; Artesanía |
Enlaces relacionados | Enlace a la Revista en la web del editor: http://www.palmensis.com/estudios-generales/ |
Notas | Actas del I Congreso (I): Historia y Etnografía |
Copyright | http://biblioteca.ulpgc.es/avisomdc |
Formato digital | |
Tamaño de archivo | 278816 Bytes |
Texto | Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 11 INTRODUCCIÓN Bajo este epígrafe contemplamos aquel grupo de personas que dedicaron la mayor part e de sus actividades retribuidas a satisfacer las necesidades nutritivas de la población en La Palma del X V I. Como se podrá compro b a r, han sido omitidos algunos oficios que dire c t a o indirectamente tuvieron algo que ver con el tema; es el caso de los comerciantes o m e r-c a d e re s, colectivo no muy amplio que, dadas sus especiales características, necesitan estudio a p a rt e . Es impensable un proceso de colonización y asentamiento sin el necesario apoyo logístico en cuanto al sustento de la comunidad, por tanto, una de las primeras preocu-paciones de las personas establecidas en la Isla fue el cubrir tal necesidad, lo que se tra-duciría, siguiendo los modelos colonizadores castellanos, en una inmediata roturación y plantación del terreno circundante al Real, de cara a recoger cosechas tempranas. Igualmente se procedió al acopio de productos naturales o a la incautación de gran parte de la cabaña autóctona. PRIMEROS OFICIOS Y OCUPACIONES ARTESANAS DE SANTA CRUZ DE LA PALMA (SIGLO XVI) —LA ALIMENTACIÓN— MANUEL GARRIDO ABOLAFIA* Resumen: En este artículo se analizan las actividades, situación social y relaciones man-tenidas por el amplio colectivo que durante el siglo XVI abasteció, en mayor o menor medi-da, las necesidades alimenticias de la pobla-ción. En una primera parte se reseña el apren-dizaje, regulación y las particularidades de los oficios, así como la ubicación y descripción de los lugares donde se ejercieron. La segunda, trata de sentar las bases para realizar un catá-logo biográfico de cada uno de los artesanos estudiados. Palabras clave: Oficios. Artesanías. Ali-mentación. Biografía. Siglo XVI. Abstract: This article analyzes the activi-ties, social situation and relationships of the social stratum which met, to a more or less ex-tent, the nutritional needs of the population during the 16th century. In the first part there is a review of the apprenticeship, regulation and special features of the crafts, as well as the location and description of the places where they were carried on. The second part aims at establishing the basis for a biographic catalogue of each of the analyzed craftsmen. Key words: Trades, Craftmanship, Nutri-tion, Biography, 16th century. *Mail: trufon@telefonica.net 12 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia La lejanía de los centros comerciales peninsulares o canarios así como la dificultad y peli-g ros derivados de las rutas marítimas fue suficiente para que la población basara su susten-to, en un alto porcentaje, sobre la producción local. Esta dependencia, en especial de los granos considerados alimento base en la alimentación isleña, era tal que su escasez o ausen-cia afectaba de forma dramática a las capas más humildes; bien influyendo en los índices de natalidad1 o mortandad del pueblo, bien modificando las pautas alimenticias mientras duraba la penuria. Estos períodos de carestía solían ser frecuentes y daban lugar a situacio-nes sociales que podemos considerar extremas, como la producida a consecuencia de la mucha esterilidad que hubo en la isla el año 1539. Debido a este hecho, se produce al año siguiente una gran escasez de granos lo que forzó al Concejo a prohibir su export a c i ó n , incluso se niega a que el diezmo correspondiente a la Iglesia se haga efectivo, circ u n s t a n c i a que dio lugar a que el Cabildo Catedralicio impusiera un entredicho a la Is l a2. Ta m b i é n contamos con el testimonio de Gaspar Frutuoso, quien en su visita del año 1598, se hace eco de una gran ola de calor que asoló a la misma durante los años 1561 y 1562: … no llo-vió gota que matase el polvo de la tierra; manteníanse solamente con carne, queso, ñames y leche sin que muriese nadie de hambre3. Este «sin que muriese nadie de hambre» es revelador puesto que hace hincapié en que la dieta citada era suficiente para las necesidades básicas de una persona. Alimentos, por otra parte, fundamentales en el régimen del isleño y común en la mesa familiar a lo largo de los siglos, especialmente y como se ha comentado, en épocas de penuria. A pesar de ello, preocupados los regidores por las periódicas carestías, intentan preverlas y contro-larlas adoptando una serie de medidas como la construcción de pósitos para almacenar granos o la implantación, en régimen de monopolio y mediante el sistema de propios, de la carnicería, pescadería e incluso en los primeros tiempos, de las ventas públicas4. También panaderos, confiteros o molineros vieron reguladas sus actividades por la Corporación. Teniendo en cuenta lo anterior y atendiendo a los gustos, costumbres y circunstancias de la época, el re p e rtorio alimenticio de la comunidad, si bien se puede decir que no era muy variado, sí era de calidad. Ya se ha comentado que la cebada, maíz y en especial el trigo fue-ron básicos en la alimentación. Además de consumirse como pan, los cereales, junto a las raí- 1… En términos generales, el número de los bautizados aumenta en los períodos inmediatos a la abundancia, y dis-m i n u ye en los momentos posteriores a la escasez; NADAL, Jo rdi La Población Es p a ñ o l a (X V I al X X). Edit. Ariel, pg. 25. 2 LORENZO RODRÍGUEZ, Juan B., 1987, pgs. 405-406. 3 FRUTUOSO, Gaspar,1964 pg. 110. 4 En 1520, se concede al Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma una Real Cédula mediante la cual este podía disponer como bienes de propios la renta producida por las tres ventas que había en la Isla: En 1553, tras el incendio, se pide un traslado de la misma. (A.M.L.P. Libro de Reales Cédulas y Traslados. Est. 41, leg. 732, fol. 24). Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 13 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). ces de helechos o altramuces, eran destinados a la preparación del gofio, alimento habitual en la dieta autóctona de la Isla y que pronto fue de consumo general5. Le sigue en import a n c i a la ingestión de carne (cabra, cerdoso, carnero, casquerías…), y pescado (morenas, viejas…) alimentos estos que, junto al queso de cabra, leche6, ve rduras, frutas y algunas confituras, com-plementaban la dieta de la época. Casi todos los platos estaban fuertemente condimentados o cargados de hierbas, pero aún no se conocían ni la patata ni el tomate, ya que éstos, junto al café, té o chocolate, todos ellos procedentes del Nuevo Mundo, no serían usados genéricamente en Europa hasta finales del siglo XVII. A pesar de que todos estos alimentos circulaban en los mercados y establecimientos públicos no toda la población tenía acceso a ellos. De todos los expuestos, gran parte de la comunidad sólo podía adquirir trigo, carne, leche o queso, y no siempre. En cuanto al comportamiento en la mesa y utillaje de la misma, el siglo no se carac-teriza por su refinamiento, siendo normal en las clases más bajas coger la comida con la mano, limpiarse en el mantel, cuando existía, o en la propia ropa, aunque en las familias más pudientes hacían uso de pañuelos de meza7. Sólo en Italia empiezan a tenerse en cuen-ta estas cuestiones, influidas sin duda por el espíritu del Renacimiento, costumbres que irán imponiéndose poco a poco a otros países europeos. De la mano de Leonardo Da Vinci llegaría el uso de la servilleta y el tenedor de tres puntas, ideado en principio para «facilitar» la ingestión de los espaguetis, ya que en aquellos tiempos el uso del tenedor de dos puntas, enorme, solo se conocía como útil de cocina. 1. CARNICEROS 1.1 Origen y regulación del oficio En una comunidad en la que desde un principio la ganadería menor fue fundamen-tal para el sostenimiento de sus moradores, no es de extrañar que de entre los primeros cabreros, pastores o «criadores», acostumbrados a sacrificar y descuartizar sus animales, así como de las familias relacionadas con la matazón y venta de la carne, surgieran los primeros carniceros oficiales. El abasto de la Ciudad en materia de carne, habida cuenta su importancia, fue inme-diatamente administrado por el Concejo y regulado por la Corona. Dos imperativos 5 Una vez más, será Gaspar Frutuoso quien deje constancia de la «Receta» utilizada por los palmeros en su preparación: …comen gofio de trigo y cebada amasado con aceite, miel y leche, Op. cit. pg. 108. 6 Otra costumbre particular de los aborígenes: … bebiendo dos partes de leche y una de agua que ellos llaman «Be b e-raje » dos veces al día, por lo que andan tan lucidos y gord o s . i d e m 7 A.I/ .P.N.P, Rodrigo Ponce, caja nº. 1, 16/ 01/ 1591. 14 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia básicos movieron a los regidores a tomar medidas: por un lado, controlar el proceso de producción y venta de la carne tanto para el consumo interno como para la exportación según las necesidades de la población8 o del mercado. Por otro, la supervisión directa en materia de sanidad y calidad del producto, para lo cual se hacían inspecciones periódicas y se disponía de un sello que, como era preceptivo, identificaba a la ciudad y se imponía a toda aquella carne que hubiera pasado los controles del Concejo. Bien por unos motivos o por otros, lo cierto es que los carniceros vieron su oficio regulado por fuertes medidas de control. Vigilancia que se hacía extensible a toda aque-lla persona que quisiera negociar con la carne por su cuenta o ejercer clandestinamente el oficio, lo cual y a tenor del número de ordenanzas que se dictaron en tal sentido, debió ser práctica habitual. Siguiendo las normas dictadas por la Corona, se prohibió atravesar y hacer acopio de carne para luego venderla, así como comprarla fuera de la carnicería9; también se pena-lizó con mil maravedíes a toda aquella persona que matara animales en su casa con el fin de venderlos10 e incluso se sanciona la venta de tocino por particulares. Con todas estas medidas, el Concejo prácticamente se aseguraba el monopolio sobre el comercio de la carne11. Intentaban poner freno al encarecimiento de la carne que producía la especula-ción. Durante este siglo fue tanta la preocupación que causaba este comercio ilícito que la Corona publicaría y haría pregonar varias Reales Pragmáticas advirtiendo de la prohi-bición de atravesar y revender carnes12. No solamente reguló dónde y quién podía vender la carne, sino que también la Cor-poración impuso aranceles sobre su comercio. El de la carne se fijaba en función de la clase de animal de que se trataba o la parte del mismo a vender. En las Ordenanzas de 1602, recogidas por Juan Lorenzo13, queda reflejado el arancel vigente en la época para, las carnes de todas las especies, y que dado su interés reproducimos (ver TABLA I). En épocas de penuria o al escasear la carne, los controles se intensificaban ya que ante calamidades de este tipo algunos desesperados no veían otra solución que asaltar la car-nicería para paliar el hambre. Ante esta eventualidad y para evitar que las peleas produ-cidas en el establecimiento fuesen a mayores, el Concejo adopta fuertes medidas sancio-nadoras: … Otrosí se manda que ninguna persona de cualquier estado y condicion que sea, 8 …Otrosí se hordena que ninguna persona meta quartos de fuera en esta isla sin licencia so pena de perderlos y de mill maravedís para el juez, denunciador y propios. VIÑA BRITO, Ana y Eduardo AZNAR VALLEJO, 1993, Ordenanza nº. 7. 9 Ibid., ordenanza nº. 3. 10 Ibid., ordenanza nº. 47. 11 Ibid., ordenanza nº. 37. 12 R.P., «Sobre la exportación de carne y la reventa», 23 de abril de 1552, «De las carnes y que no aya reven-dedores », 26 abril 1561 «Contra los corredores y revendedores de carne», 20 junio 1565. 13 LORENZO RODRÍGUEZ, Juan B., 1987 pág. 421 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 15 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). excepto la justicia y diputados, entre por fuerza en la carnicería y pescadería so la pena de la ley y perderllos, diez dias de cárcel y seis mill maravedís aplicados por el juez, denunciador y propios del cavildo14. Además de vender la carne, los carniceros tenían que cumplir otras obligaciones como ejercer de matarifes, ya que a ellos se les encomendaba el matar, desollar los animales y posteriormente pesar la carne; todo ello bajo la estricta supervisión del Veedor y previa licencia del Fiel que para tal efecto había sido nombrado por el Concejo. Al sacrificar la res, el carnicero se encontraba con una serie de subproductos que, como el cuero, era necesario marcar antes de proceder a su venta. También aquí el Concejo intervenía nombrando una persona encargada de herretear los cueros antes de que se vendieran a los zapateros. Longanizas de un palmo y manteca de cerdo eran otros de los numerosos alimentos vendidos en la carnicería15. 1.2 Carnicería No hemos encontrado referencia alguna a la fecha en que fue creada la primera car-nicería de la Ciudad. Según estudios realizados por Jaime Pérez García, una calle de la Carnero 1 libra 10 cuartos Asadura 6 cuartos Menudo 1/2 real Cabeza 1/2 real Vaca 1 libra 5 cuartos Cabra 1 libra 5 cuartos Asadura 1/2 real Menudo 2 cuartos Chivato de hoja 1 libra 1 real Asadura 1/2 real Menudo 2 cuartos Cabeza 2 cuartos Cerdoso 1 libra 1 real Asadura 6 cuartos Menudo (1 libra) 1 real Cabeza (1 libra) 1 real Oveja 1 libra 6 cuartos Asadura 1/2 real Cabeza (1 libra) 3 cuartos Chivato de Cumbre 1 libra 6 cuartos Asadura 1/2 real Menudo 2 cuartos Cabeza 2 cuartos Cerdosa 1 libra 6 cuartos Asadura 1/2 real Cabeza (1 libra) 3 cuartos Tocino Salado de 3 años 2 reales 14 VIÑA BRITO, Ana y Eduardo ANAZ VALLEJO, 1993, Ordenanza nº. 12. 15 MORALES PADRÓN, Francisco 1974 pags. 83-87. NOTA: En el campo, la libra de carne se vendía a 4 maravedís menos que en la ciudad. TABLA I.- Arancel de las carnes 16 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia misma se llamó así por estar ubicada en ella la carnicería pública, concretamente en el lugar que hoy ocupa el inmueble número quince de la calle que abarcaba el tramo comprendido entre El Puente y la Placeta de Borrero actuales16. Por otra parte, también Rumeu de Armas nos indica la situación de esta calle, la cual, parale-la a la Calle Real: …corría en la misma dirección la calle que se llamó primero de la Ca rnicería y más t a rde, calle Tra s e ra1 7. Cualquiera que fuera la fecha en que se abrió la carnicería, está claro que hubo de ser en los primeros años del XVI como así lo pone de manifiesto el que ya en 1522, un tal Ju a n Ro m e ro sea citado como carnicero y vecino de la isla de La Pa l m a1 8. Carecemos de datos directos sobre las instalaciones de la carnicería, pero junto a la ima-ginación que nos ilustra sobre la presencia de mostradores donde despachar la carne, gan-chos donde colgarla o toda una serie de cuchillos y machetes, se une el conocimiento que se tiene sobre las carnicerías de otras islas. En primer lugar, se ha de considerar que la carnicería abría desde que amanecía hasta la puesta del sol, con un descanso al mediodía para almorzar19. Durante todo este tiempo el carnicero estaba obligado, como hemos dicho, a pesar y a cortar la carne. Para su pesaje se requería que en la carnicería existiesen al menos tres tajones donde depositar respectivamente la de vaca, puerco y carnero. Al frente de cada uno de estos tajones, el carnicero debía de emplear a un oficial encargado. 1.3. Relaciones Sociales Considerado históricamente el oficio de carnicero como de baja condición20, no tiene nada raro el que la ocupación fuese poco demandada. La mala imagen social del carnicero a veces daba lugar a que ciertas actividades vedadas o mal vistas en otras personas libres les fue-sen encomendadas a ellos, así y en las poblaciones donde no había verdugo, correspondía al carnicero la ejecución de los condenados21. El estigma de carnicero afectaba no solamente a sus relaciones laborales sino que se hacía extensible a todos los aspectos de la vida cotidiana, especialmente sobre aquellos que por sí mismos constituían un cierto acontecimiento social como bautizos o matrimonios. 16 PÉREZ GARCÍA, Jaime. Conferencia leída el 2 de Junio de 1993 con ocasión de la presentación de la expo-sición Apuntes de un ocaso. Santa Cruz de La Palma. http://www.odalsi.com/usuarios/libros [ultima consulta 2004]. 17 RUMEU DE ARMAS, Antonio, 1991 T. II. pg. 329 18 MARTÍNEZ GALINDO, Pedro, 1988 pg. 412. 19 MORALES PADRÓN, Francisco 1974. 20 Las más variadas religiones de la humanidad, siempre preconizaron que todas aquellas personas dedicadas a sacrificar animales y descuartizarlos adquirían, en cierto modo, parte de la impureza que emanaba del cadáver. La Iglesia Católica no fue ajena a esta forma de pensar y así en un siglo como el que comentamos donde monar-cas de la talla de Felipe II abanderaban la fe cristiana, aún perduraba el estigma de los carniceros. 21 Revista Hidalguía. Oficios y Nobleza. Marzo - Abril 1994, núm. 243, Madrid. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 17 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). Precisamente será el matrimonio de Manuel Hernández, carnicero que ejercía por el año 1581, la ceremonia que nos sirva como ejemplo para mostrar la posición que ocupaban estos trabajadores en la pirámide social de la época. No conocemos la fecha en que Manuel con-trae matrimonio con Francisca, lo que sí sabemos es que esta «Francisca» sin apellidos, era esclava del comerciante Lesmes de Miranda cuando ambos se personan en la iglesia de El Salvador con Pedro, su hijo, para ser bautizado22. Inmediatamente llama la atención el hecho de que se permitiera el matrimonio entre una persona libre y otra esclava. En aquellos tiem-pos, esto sólo ocurría cuando la persona libre pertenecía a un grupo marginal, ya que en caso contrario pasaba a ser considerada socialmente como tal23. Las relaciones de amistad y trato que pudieron tener los carniceros y sus familias se verí-an condicionadas sin duda por estos aspectos, como también queda de manifiesto por las escasas apariciones en aquellos acontecimientos que antes citábamos y en los que se limitan a ser padrinos en los bautizos de esclavos o de sus hijos. Además de la funesta opinión que de ellos se tenía, se ha de considerar que prácticamente no había competencia ya que, como hemos visto, las ordenanzas municipales se ocuparon de que el negocio fuera un monopolio de la Corporación; por lo tanto, el hecho de que hayamos podido identificar a cinco carniceros a partir de 1522, y que ninguno de ellos coincidiera en el tiempo, nos induce a pensar que no hubieron de ser muchos más los que ejerc i e ron el oficio durante este siglo. 2. PESCADEROS Pocas son las noticias que hemos logrado reunir en cuanto al oficio de pescadero o per-sona encargada de la venta del pescado. La documentación sobre el tema se reduce a unas cuantas ordenanzas, al arancel que sobre el pescado impuso el Concejo y a la localización de la pescadería, todo ello referido a finales del siglo XVI o principios del siguiente. Uniendo todos estos datos sueltos y examinando la reglamentación que se practicó en otras islas sobre el tema, podemos hacernos una idea aproximada de lo acontecido en la ciudad de Santa Cruz de La Palma en cuanto al funcionamiento de la pescadería se refiere. En la aproximación que venimos realizando sobre los oficios, la pescadería es el único caso en que nos consta el oficio, pero carecemos de información sobre las personas que lo ejercieron. Sabemos por las ordenanzas de Tenerife que, a veces, el pescado se vendía en las 22 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 195v. 23 No sería este el único caso registrado de matrimonios mixtos. También personas con buena posición social y económica contraían matrimonios con esclavos. Para mas información sobre estos matrimonios consultar las obras: Los Libertos en la Sociedad Canaria del Siglo XVI., Manuel Lobo Cabrera, y Los Esclavos Bautizados en Santa Cruz de La Palma. 1564 -1600. Manuel Garrido Abolafia, S/C de La Palma, 1993. 18 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia carnicerías, aunque tan solo durante los primeros momentos. En la ciudad de Santa Cruz de La Palma, la carnicería y la pescadería estuvieron pronto diferenciadas y en lugares dis-tintos. Ya sabemos que la carnicería se estableció en la calle que en un primer momento recibió el nombre de la actividad, hacia el centro urbano; por el contrario, la pescadería se situó lógicamente desde un primer momento en: un núcleo de población en el puerto, junto a la aduana24, por más señas, cerca de: un callejón que va a San Telmo25. El comercio del pescado, así como el oficio de pescadero, estuvo regulado en térmi-nos semejantes a los establecidos para la carnicería; es más, las ordenanzas que sobre estos oficios se dictaron fueron tan similares que en ocasiones se hacen comunes para ambas, como cuando se prohibe: entrar por la fuerza en la carnicería y pescadería con armas26. Al igual que ocurrió con la carne, la venta de pescado no podía llevarse a cabo en otra parte si no era en la pescadería, por ello, se dictaron dos ordenanzas, una en el sentido que se acaba de apuntar27 y otra para sancionar a todo aquel que, sin ser el titular de la pescadería, vendiera pescado de fuera de la Isla28. En este caso se hace la salvedad de auto-rizar la venta del pescado capturado con caña, en la plaza pública. Esta última norma, como tantas otras, debió de ser común para todo el Archipiélago, ya que la encontramos también en las ordenanzas de las demás islas, como en las dictadas por el Concejo de Las Palmas29. 3. PESCADORES A pesar de que, por lo común, el pescador es citado en la documentación de la época como tal, no es menos cierto que una gran parte de los mismos compaginaron el arte de la pesca con el de la navegación, por lo que en ocasiones también son citados como mare-antes. Teniendo esto presente y dado que prácticamente es imposible distinguir cuándo se dedicaban a una u otra tarea, se ha optado por cuantificar y recoger datos solamente de aquellos que son citados expresamente como tales pescadores. Ya se apuntaba con anterioridad que el pescado era un alimento importante en la dieta de aquellos años, especialmente en las ciudades o pueblos costeros. Los caladeros donde acudían mayoritariamente los pescadores palmeros eran los habituales de la época, va-riando en función del calado del barco y de las artes empleadas. El principal, utilizado 24 PÉREZ GARCÍA; Jaime. S/C de La Palma, Urbanismo y Sociedad. Comunicación presentada en las II Jornadas sobre urbanismo y medio ambiente, V. Centenario de la fundación de S/C de La Palma. 1993. http://www.odal si.com/usuarios/libros [ultima consulta 2004]. 25 A.I./P.N.P. Andrés de Chavez. 1642. 26 VIÑA BRITO; Ana y Eduardo AZNAR VALLEJO 1993. 27 Ibid., ordenanza nº. 75. 28 Ibid., ordenanza nº. 70. 29 MORALES PADRÓN, 1974 pp. 83 – 87. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 19 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). por la pesca artesanal o de bajura, era la propia costa isleña donde, salpicada de refugios y embarcaderos, recalaban los barcos pesqueros en busca de amparo o para vender la pre-ciada carga. El trasiego de estos barcos entre los diferentes puertos de la Isla debió ser importante, o al menos nos da la impresión de que se quería impulsar por parte del Concejo, quien dispuso que todos los barcos que atracasen en cualquier puerto, debían contar con la licencia otorgada por la Corporación: excepto los de pescar30. Será pues la pesca costera, aprovechando las calmas que se producen en las aguas isleñas o en las cos-tas de África, el principal medio de vida de estos trabajadores del mar. En este tipo de pesca, se seguía la costumbre de distribuir el pescado por «soldadas» o lotes de capturas: a t r i b u yendo al dueño de la embarcación y de las artes, un determinado núme-ro de soldadas y a cada pescador la suya3 1. En el caso de los pescadores avecindados en la ciu-dad, tenían la obligación de vender el pescado capturado en la pescadería, para ello lo entre-gaban a un intermediario que era el encargado de ponerlo finalmente a la venta. Este inter-mediario pagaba a los pescadores de acuerdo al precio que era usual en el merc a d o3 2. No siempre el pescador era totalmente dueño de su embarcación, al contrario, muchos tenían que poner en venta parte de la barca para poder sobre v i v i r. Al venderla lo hacían con todos los aparejos y herramientas utilizadas en el oficio, por lo que a partir de ese momen-to los beneficios y los gastos corrían a medias o incluso a terc i a s3 3. Los precios acord a d o s por ambas partes para la mitad de una barca, varían entre las trece doblas de 1560 y las ve i n-te de ocho años más tard e . En los contratos de venta también suelen citarse los útiles más usuales en el oficio. Además de los aparejos propios de la embarcación como velas y ancoras y xarcias34, y rre-mos y los hierros del rrumbo35, se disponía de los propios de la pesca, todos ellos muy rudi-mentarios y a veces hechos sobre la marcha, pues entre las herramientas citadas aparece un martillo con que se hazen las poteras36. También solían llevarse calderas, barriles para la sal y agua potable, además de cuchillos y las imprescindibles cañas de pescar. Cuando la expedición de pesca era de mayor envergadura, los barcos solían ser pro-piedad de uno o varios comerciantes que mediante contrato enrolaban a los pescadores necesarios para hacer la travesía37. A veces, eran los mareantes dueños de embarcaciones 30 VIÑA BRITO; Ana y Eduardo AZNAR VALLEJO. 1993. 31 PÉREZ SAAVEDRA; Francisco., 1983, pg. 50. 32 LOBO CABRERA; Manuel., 1980, pg. 336 33 A.I/P.N.P., Hernand Pérez, caja nº. 1 22/01/1568. A.I/P.N.P. Luis Méndez, 27/07/1562 Inserto en la caja nº. 1 de Pedro Hernández. 34 A.I/P.N.P., Domingo Pérez, caja nº. 5, 09/09/1560 35 A.I/P.N.P., Luis Méndez. 27/07/1562. Inserto en la caja nº. 1 de Pedro Hernández. 36 Ídem. 37 Hasta un total de nueve pescadores, cinco adultos y cuatro mancebos se enrolan en un barco holandés con destino a las costas de berbería. (SANTANA PÉREZ; Germán., 1993, pg. 171). 20 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia quienes con el auxilio de algún socio capitalista organizaban estas expediciones, en tal caso, el mareante además de comprometerse a contratar los marineros y todos los apare-jos de pesca necesarios, consentía en que la mitad de lo que se pescare fuera dado al socio que aportaba el dinero38. Los caladeros a los que se dirigían estos barcos distaban de la Isla bastantes jornadas lo que obligaba a la tripulación a hacer acopio de bastimentos, los cuales consistían prin-cipalmente en bizcocho, carne, queso, pescado y agua39.También llevaban gran cantidad de sal con el objeto de salar los peces a medida que los iban capturando. El litoral era una fuente constante de pescado y no solamente para los pescadores de barc o , sino también para los de «tierra». Estos últimos utilizaron las técnicas de la liña y de la caña fija, pero también y aprovechando el sistema de mareas, un método antiquísimo empleado ya por los naturales de La Palma y que consiste (en algunas islas, aún sigue utilizándose) en la selección de una poza cercana al mar donde los peces con la pleamar puedan quedar atrapa-dos, ocasión esta que aprovechan los pescadores para cogerlos. En algunos sitios, se ve rtía en el agua de la poceta la savia de ciertos cactus, la cual, una vez diluida, tiene la cualidad de aton-tecer a los peces. A veces, determinadas pozas o charcas llegaban a ser tan populares entre los vecinos del municipio, que incluso quedaban como toponimias del lugar. Frutuoso dice de c i e rto lugar en la costa de Ma zo: hecha tres puntas hacia el mar que hacen unas caletas que lla-man - Charcos de las lisas -, que son peces que en ellas se cogen4 0. Como complemento a toda esta actividad pesquera, también eran dados los pesca-dores y particulares a recoger los mariscos que en mayor o menor medida proliferaban por la costa palmera. Son pocas las referencias documentales que hacen alusión al tipo de marisco recogido o sobre las preferencias culinarias al respecto. Cangrejos, almejas, mejillones y diversos moluscos acompañarían a las abundantes lapas; mención especial merece la recolección del crustáceo Balanus maritimus, conocido como Claca. Estos mariscos, similares a las lapas, fueron según Frutuoso muy abundantes en una bahía honda y espaciosa, llamada Llancón, de la cual el cronista dice que era tan ancha, que 38 Sepan (...) como yo Blas de Fonseca(...) mareante, de la barca nombrada la Conçepcion, que al presente esta surt a en el puerto desta çibdad otorgo y conosco que he resçibido de vos Juan He rnández Camillon, vº desta(...) veynte y çinco doblas de oro de a 500 mrs(...) las quales son por rrason que quiero hazer con la dicha barca viaje a la pes-quería, (...) y vendido que sea el dicho pescado que de la dicha pesquería tru xe re y dare y pagare media parte de aque-llo que qualquiera de la dicha pesqueria tru j e re y dare y pagare media parte de aquello que qualquiera de los (mari-n e ros) que en la dicha barca ov i e ren y ganaren… A. I./P. N. P., Luis Méndez, Sin Catalogar. 1570. 39 LOBO CABRERA; Manuel. 1980 pp. 316-317. 40 FRUTUOSO; Gaspar 1964, pg. 121. Una escritura notarial de 1555 confirma este dato: Anrique Hernández, yerno del Hidalgo, vº., y Ginebra Díaz, su mujer. Dicen que hicieron, puede hacer 6 ó 7 años, a Ángel Rico, vº., presente, de 1 cahiz de tierra que compraron de [espacio en blanco] Azevedo y de [espacio en blanco] su mujer, en la Breña de Abajo, al charco que dicen las liças, que lindan por una parte con tierras que fueron de Francisco de Mondoño, por abajo la mar, y por otra parte con tierras de Diego Álvarez, tonelero… Vid. HERNANDEZ MARTÍN, nº. 765, 17/01/1555. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 21 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). cabe una gran nave y puede servir para galeras. Geográficamente la sitúa entre Tenagua y La Galga, en el lugar de Bajamar41. 4. MOLINEROS 4.1 Molinos Como es sabido, el origen de la transformación del trigo en harina se remonta al Neo-lítico; pues bien, los molinos de esta etapa coinciden, con más o menos variantes, con los encontrados por los conquistadores cuando llegaron a Canarias ya que sus moradores se servían de ellos para triturar los cereales y raíces que recolectaban. Dos fueron los tipos de molinos que usaban los benahoaritas y que a pesar del trans-curso del tiempo siguieron empleándose, especialmente el que definimos como tipo «B», hasta principios de este siglo en economías rurales y para uso doméstico. El primero (A) es el más primitivo de todos y suele consistir en una piedra de forma oblonga, en la cual se practica una depresión para recibir el grano que será molido con otra piedra menor, cilíndrica o redonda, mediante roce continuo. El segundo tipo (B), de forma circular, se basa en la aceleración que produce el giro continuo, movimiento que se efectuaba con la mano y la ayuda de un palo clavado ver-ticalmente en la muela superior. La llegada a la Isla de una nueva cultura propició que se instalasen en ella algunos de los molinos «industriales» adoptados en la Edad Media y cuyo origen se remontaba a la época romana. Dada la orografía isleña, dos son los tipos de molinos que se construyen42, el primero y más primitivo sigue siendo el de tipo circular pero ya de grandes propor-ciones. Requería la fuerza de esclavos o animales lo que hizo que fuesen conocidos gené-ricamente como «molinos de sangre» aunque, en Canarias, se conocieron como tahonas. El segundo, movido por agua y que podríamos elevar a la categoría de complejo in-dustrial, fue parte importante de la economía de la época. Tanta importancia tenía la industria molinera que como veremos más adelante, el Concejo siempre dictó estrictas normas en forma de ordenanzas sobre todos los aspectos de producción y trabajo en los molinos, además, y dado que el dueño de un molino podía llegar a monopolizar la pro-ducción de harina, estuvo prohibido, durante muchos años, el que la propiedad de los mismos estuviese en manos de extranjeros. 41 FRUTUOSO; Gaspar 1964, pg., 123. 42 No se incluye en este cómputo el molino llamado de viento puesto que, a pesar de existir en algunos municipios de la Isla, su origen es re l a t i vamente reciente. Varios son los que aún hoy se conservan completos: cuatro en el tér-mino municipal de Garafía, concretamente en los pagos de Santo Domingo, El Calvario, El Castillo y Llano Ne g ro. Ot ro molino de viento hay en Pu n t a g o rda y otro en el Hoyo, municipio de Villa de Ma zo, entre otro s . 22 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia La tenencia de un molino era un valor altamente apetecido y no solo por lo comen-tado, sino también por la gran rentabilidad que proporcionaba. Por otra parte, un alto porcentaje de los molinos que se analizan a continuación fue adjudicado en un princi-pio a sus propietarios como premio a su participación en la conquista. Tanta riqueza pro-ducían los molinos, que en 1611 el maestre de campo Don Juan Angel Poggio declara en su testamento haber comprado al capitán Juan Vendaval Bellido uno de los molinos que le pertenecían para lo que tuvo que vender la cuarta parte de un décimo del ingenio de Argual.43 4.2 Situación geográfica Aprovechando el caudal de algunos barrancos, se utiliza en la Isla el molino de agua primitivo o rodezno, llamado así por la rueda de paletas (rodete o rodezno) que movida por el curso del agua, lo pone en funcionamiento. Este será el tipo que contó con una mayor implantación, sobre todo, en los municipios que tenían corrientes de agua cerca-nas44. En el municipio de Santa Cruz de La Palma estuvieron ubicados, a lo largo de la línea marcada desde el nacimiento del agua que abastecía a la ciudad, en un lugar cono-cido como Remanente del Río y hasta el actual barranco de los Dolores, el cual divide al municipio en dos mitades. Hasta un total de trece molinos se llegaron a levantar en cuatro grupos bien defini-dos. El primero de ellos, compuesto de dos molinos, en el mismo Remanente del Río. El siguiente lo forman cuatro molinos y está situado en el llamado Barranco del Río, junto a la carretera. Tres más se pueden contemplar en el pago de Tierritas y, finalmente, el con-junto más cercano a la ciudad, llamado de Bellido, con otros cuatro. Evidentemente la instalación de estos molinos corría pareja a las canalizaciones del agua, que en este caso pertenecían al Concejo y eran de uso público4 5. Por este motivo, cada vez que era necesario construir un molino, el dueño del terreno se hacía cargo de los gastos que 43 A . I / P. N . P., Juan Alarcón. 22/ 07/ 1661. 44 Quizás los primeros molinos de los que se tiene constancia sean los tres situados en el puerto de San Andrés, de los que al menos uno ya funcionaba en 1507. Dos se ubicaron en el llano de la iglesia de San Andrés, sien-do conocidos como el de Pa j a res y el de la Prinsesa. El otro estaba en el barranco del agua junto a la mar, en el p u e rto del Guindaste.( PÉREZ MORERA; Jesús. El He redamiento de Los Catalanes en «La Cultura del Az ú c a r. Los Ingenios de Argual y Ta z a c o rte» . Cabildo Insular de La Palma. 1994 , pgs. 110 - 111.) En la actua-lidad, aún se puede contemplar uno, que con el paso del tiempo ha dado en llamarse La Regenta. En Ta z a c o rt e , se encuentra otro en el barranco de Las Angustias, junto a la ermita. Además, en el Llano de Argual, estuvie-ron situados dos más, uno a cada lado del camino llamado de la bica. A uno de ellos se le denominaba «viejo» y al otro «nuevo». Fabricado este último por el Capitán Nicolás Massieu. Junto al camino y pegado a el cañave-ral que diçen de argual del llano (PÉREZ MORERA; Jesús El Llano de Argual, Plaza Señorial Cerrada en «La Cultura del Azúcar…» pgs. 35 y 36). 45 Dos Reales Cédulas, una con fecha de siete de mayo de 1548 y otra de diez de enero de 1559 conceden al Concejo, para aumento de propios, las aguas sobrantes de las pilas públicas. (LO R E N ZO RODRÍGUEZ; Ju a n B. 1987. Pg. 136). Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 23 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). suponía la desviación necesaria desde la acequia pública hasta el molino y desde éste, una vez aprovechada su fuerza, de vuelta a la misma. De los citados, al menos siete ya existían en el siglo X V I4 6, dos más se edificaron en el siguiente y el resto con posterioridad. De j a n d o a p a rte los más recientes y ciñéndonos a los primeros, ha sido posible corroborar docu-mentalmente los «seis o siete» que citan los contemporáneos y que pasamos a analizar4 7: A) Molino de Berlanga Situado sobre el molino de Juan de Llerena, en el Río de los molinos, más tarde cono-cido como Barranco del Río o de Los Molinos, es probable que fuese edificado por Juan Ruiz de Berlanga, escribano público y del Concejo. Afincado en la Isla desde los prime-ros años del siglo, había obtenido del Adelantado data de reparto. Como tantos otros dueños de molinos y por uno u otro motivo, Berlanga mantuvo pleito, en 1522, con el Concejo. En este caso, por considerar que una ordenanza: hecha y dada por el alcalde y regidores de dicha ysla, la cual le prohibía que pudiese maquilar en trigo o en grano, como le estaba permitido a los demás, era injusta. Por esto, se desplazó a la Corte de Burgos y apeló ante la Cámara Real, por lo que consideraba un agravio hacia su persona48. Cuarenta años más tarde el molino había cambiado de propietario, pasando a pertene-cer en esa ocasión a Don Pedro de Castilla49. B) Molino de Llerena Colindante con el anterior, el primer propietario conocido es Juan de Llerena, el cual p a rece ser que se negó a pagar el tributo de tres doblas que el Concejo había impuesto sobre el agua que movía el molino. Por esto, la Corporación le interpuso pleito ante la Justicia de la Isla. Apeló Juan de Llerena ante los Srs. Oi d o res de la Audiencia Real de Canarias, la cual ratificó el tributo y, además, le obligó a pagar los gastos de la apelación. Por lo visto no hizo caso de la sentencia ya que la Justicia decidió cortarle el suministro de agua y le dio el dere-cho de la misma al Regidor Luis Alva rez. Estando así las cosas, decide vender el molino al también Regidor Ma rcos Ro b e rto, quien fallecería poco tiempo después. Su viuda, Do ñ a Jerónima de Be n a vente Cabeza de Vaca, que vivía junto a sus hijas Doña Jerónima y Do ñ a 46 que como es notorio, en el término de esta ciudad hay seis molinos de moler pan, de donde toda esta ciudad y la mayor parte de la isla se sustentan y no hay hasta ahora otro genero de molienda, y desde la fundación de los dhos molinos que ha mas de 100 años. (LORENZO RODRÍGUEZ; Juan B. 1987. pg. 424). También Gaspar Frutuoso se hace eco del número de molinos existentes en la ciudad cuando visitaba la isla:…El arroyo que va a la ciudad es tan copioso que mueve seis o siete molinos. (1964 pg. 119). 47 De cara a una mejor identificación, se ha optado por nombrar a los diferentes molinos analizados con el ape-llido del primer propietario conocido. No m b re, que salvo en determinados casos, en modo alguno coincide con el que eran conocidos. 48 VIÑA BRITO; Ana y Ed u a rdo AZNAR VALLEJO. 1993, pg. 51. 49 A . I / P. N . P., Diego de Chaves. 15/09/1562. In s e rto en el libro de protocolos de Antonio López de Mo n t e ve rd e . 1854. fols. 300 / 304. 24 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia María, de las cuales era tutora y curadora, reclama en 1562 y previa aceptación del tribu-to, el derecho del agua. Doña Jerónima, además de pagar las tres doblas, se compro m e t i ó ante los re g i d o res con una serie de cláusulas muy duras entre las que cabe destacar aquella que estipulaba que si ella o sus here d e ros dejaban transcurrir dos años sin pagar el mencio-nado tributo, el Concejo tenía derecho a apropiarse del molino y del agua5 0. C) Molino de Hernández Enamorado Construido en el barranco del Río, perteneció en primera instancia a Gaspar Hernán-dez Enamorado hasta que pasó a ser propiedad de sus herederos, hecho que ocurre con anterioridad a 1558, año en que Rodrigo de Gámez y su mujer Blanca Hernández, como hija y yerno que eran del difunto, lo arriendan al molinero Juan González51. Dos años después aún seguía como arrendatario del molino el mismo molinero, como se estipula por otra carta de arrendamiento que vuelven a suscribir Rodrigo Gómez y Blanca Her-nández. En esta ocasión, la renta del alquiler se cifra en 40 doblas. También se dice que, junto al molino, se incluye: las cassas, cubo y quatro piedras una casi labrada y dos picade-ras y un martillo y las medidas con que se mide52. D) Molino de Acevedo Situado en el barranco de Los Molinos, entre los dos que se citan a continuación, perteneció en primera instancia al matrimonio formado por Pedro de Azevo e Isabel de Vergara. Fallecido el marido, las cosas no debieron de ir muy bien para la viuda ya que en 1542 hace donación del molino y de unas casas: «bajas y cubiertas de teja y piedra que yo tengo y poseo en esta çiudad asi las que salen a la calle Real prençipal, como las que salen a la calle de la Tenería en que yo al presente bibo y que lindan por la parte de abajo ambas cassas con las cassas de Juan Luis y por la parte de arriba con cassas de los herederos de Mateos Hernández, difunto, y por ambas partes las calles Reales»53 al clérigo presbítero Cristóbal Gutiérrez Calderón, la cual donación dice en las escritu-ras que fue en pago a las muchas veces que el clérigo la había socorrido económicamen-te. Ocho años más tarde figura como nuevo propietario del molino otro clérigo: Gonzalo Afonso, sucesor de Cristóbal Gutiérrez54. 50 Ibid. 51 A.I/P.N.P., Pedro de Belmonte, caja nº. 1. 18/03/1558. 52A.I/P.N.P., Luis Maldonado, caja nº. 2. 08/01/1560. 53 A . I / P. N . P., Alonso Camacho. 22/02/1542. In s e rto en el libro de protocolos de Antonio López de Mo n t e ve rd e . 1854, fl. 65. 54 Ibid. 22/02/1554. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 25 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). E) Molino de Morales Formando conjunto con el anterior y el de Ibarra, se ubicó en el barranco de Los Mo-linos, siendo su primer propietario conocido Francisco de Morales. A la muerte de éste, la titularidad pasó a nombre de su mujer e hijos55 quienes, finalmente, lo venderían ter-minando el siglo a Juan González, molinero56. F) Molino de Ibarra El primer propietario conocido fue Martín de Ibarra el cual, como conquistador, obtuvo del Adelantado tierras en Mirca y en Mazo57. Casado con Juana Rodríguez de Barrasa probablemente fue, junto a Berlanga, de los primeros en edificar alguno de los molinos que venimos analizando. Años más tarde, en fecha incierta, acabó por venderlo a Gonzalo Yanes58. G) Molino de Valcarcel Formando parte del conjunto de molinos conocido como de Bellido, se encuentra el molino que a finales de siglo pertenecía a Francisco de Valcarcel, escribano público y del Concejo. En primera instancia perteneció al también escribano y residente en Tenerife Pedro Belmonte Cabrera. Situado entre los molinos del escribano Diego de Chaves y el de Beatriz Prieto de Belmonte fue vendido, junto a unas casas de morada en la calle Real, a Francisco de Valcarcel. En el momento de la venta, 1592, declara el propietario: un molino de moler pan que con ruyna sobrebino en el, se derribo y a estado y esta derribado.59 H) Molinos de Bellido. En la actualidad se conoce como tal al conjunto de cuatro molinos situados en la peri-feria de la ciudad, límite impuesto por el barranco de Los Dolores y que en la actualidad son utilizados como vivienda de particulares. De los cuatro, solamente dos pertenecie-ron y fueron edificados por la familia que les da nombre, ya que como hemos visto el pri-mero perteneció a Francisco de Valcarcel, siendo construido el último siglos después. En el año 1609, Juan Vendowal Vellido, hijo de Luis Vandevalle «el viejo», y de Doña María Vellid y Cervellón, solicita del Concejo licencia para edificar: dos molinos de moler pan, además de la autorización necesaria para que pudiese ser llevada el agua desde el molino de Francisco de Balcarsel hasta los dichos molinos60. 55 A.I/P.N.P. Luis Méndez 3/11/1562. Inserto en caja nº. 1 de Pedro Hernández. 56 A . M . P, Hospital. Libro I de Legados y Do n a t i vos, est. 35, leg. 621, fol. 82. 57 PÉREZ GARCÍA; Jaime. 1985 pg. 107. 58 Ib i d . 59 A . A . J . F.G., escribanía de Andrés de Chaves. Carpt. H, leg. 1. 22/05/1609. 60 Ib i d . 26 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia 4.3 Tipología del molino hidráulico Hecho un somero repaso de los molinos que abastecían a la ciudad de la preciada hari-na, y teniendo como modelo estos cuatro últimos que hemos comentado, veamos la tipo-logía y el funcionamiento de los mismos. En el caso que comentamos, y en cuanto a su estructura se refiere, cada uno de los cuatro molinos responde a unas características similares que se fundamentan en dos par-tes bien diferenciadas: Por una, la vivienda-molina donde también se encontraba, en un piso inferior, el mecanismo hidráulico así como los establos o graneros. Por otra parte, en el exterior aunque adosado al edificio, el cubo o elemento vertical a través del cual el agua cae con fuerza. Las viviendas están realizadas con mampostería de piedra y barro, empleando la madera para los forjados y cubierta, esta última, con teja árabe. Los cubos, canales y arcos para la conducción del agua también están realizados con elementos básicos como el barro, piedra, madera y cal. En la contemplación panorámica del conjunto sobresale el cubo, torre de mampos-tería que se une a la ladera formando un acueducto de arcos de medio punto. Estos arcos se sustentan en sillares de piedra basáltica. FIGURA I.- Molino de Bellido Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 27 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). En la Figura I que lo reproduce, se puede observar como: «la altura del cubo esta en función del caudal de agua, siendo ésta en algunos casos de hasta 18 metros. Esta torre de mampostería –posiblemente antecesora de las tube-rías actuales– trabaja a presión por lo que el cubo se encuentra escalonado siendo máxima su amplitud en la base, punto de máxima presión del líquido. El peso del cubo y del agua hace que este se sitúe detrás de la casa, edificio que albergará en la planta alta el almacén y la maquinaria formada por dos piedras circ u l a res de basalto, dispuestas horizontalmente, una fija y otra girante unida por un eje de hierro a la rueda hidráulica horizontal situada en la planta inferior, en un lugar oscuro de donde p a rte nuevamente el agua por el canal, hasta alcanzar un nuevo elemento del re c o-rrido hidráulico. So b re las piedras de moler, se sitúa un silo de madera para almace-nar el grano que cae sobre las piedras por un agujero central»6 1. Por los anteriores comentarios vemos como la maquinaria del molino se componía fundamentalmente del rodezno o rueda motriz, de un eje y de las ruedas de moler. Los elementos de madera, eje y rodezno, solían hacerse de tea. Para los alabes de la rueda motriz se utilizaba el palo blanco. En cuanto a las piedras de moler, se conservan varias dispersas por todo el conjunto. Son de material basáltico y llevan talladas profundas hen-diduras dispuestas en radios. Esta talla solía hacerse antes de montar las piedras, pero por FIGURA 2.- Piedras de Molino Piedra molinera Rueda motriz 61 Comentarios y figuras extraídas del estudio realizado por Gmelch Díaz; José Antonio, José Dávila Gonzá-lez, Francisco Hernández Martín y otros. Máster en Rehabilitación de Edificios. Molinos de Vellido. Universi-dad de Las Palmas de Gran Canaria. Octubre 1991. 28 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia el constante roce a que se veían sometidos era necesario redibujarlas a menudo, para lo cual se desmontaban y en el mismo molino, se volvían a tallar. En su lugar y mientras duraba el proceso, se ponían otras de repuesto con que, normalmente, contaba cada molino, de lo cual se cuidaba mucho el molinero ya que el tiempo que estuviese parado corría en su contra. Además de la maquinaria propiamente dicha, el molinero necesitaba una serie de herramientas que en la práctica se limitaban a dos picaderas y un quartillo y una açuela y una hacha y una açada y la tabarra del perro y un almud y medio almud62. 4.4 Molineros Como hemos tenido ocasión de decir, el molinero rara vez era propietario del molino por lo que la mayoría habían de pagar una renta, la cual, se traducía generalmente en determina-das cantidades del grano llevado a moler6 3. Desde que se pusieron en funcionamiento, los m o l i n e ros empez a ron a cobrar por su trabajo la cantidad usual en otras ciudades del Im p e r i o , o sea, un almud por cada fanega de trigo llevada a moler y almud y medio si el grano era cen-t e n o. Este precio incluía el transporte desde el lugar de origen hasta la molina, operación que realizaban los numerosos almocrebes contratados y pagados por los molinero s . Para controlar que no se cometieran fraudes ni errores en el pesaje de la maquila, el Concejo había ordenado, desde muy antiguo, que el pesaje se hiciera sobre todos y cada uno de los sacos llevados al molino, esto suponía en la práctica, que se formasen colas en los molinos, teniendo a veces que volver en otra ocasión puesto que no les daba tiempo ese día. Pronto fueron unánimes las protestas y el Concejo dispuso que la maquila nor-malmente fuese calculada por el molinero con el auxilio de unos cajones de madera de sección trapezoidal, con base y boca rectangulares, de modo que se pudiese introducir con facilidad el grano. Estos recipientes estaban confeccionados según diferentes medi-das que iban desde la media fanegada hasta el almud, pasando por el celemín64. Con el paso del tiempo, los fraudes cometidos por los molineros y carre t e ros fueron en aumento, por lo que las quejas de los vecinos que se sentían engañados no hicieron sino aumen-tar a lo largo del siglo. En 1602 la Corporación municipal decide realizar una inspección en cada uno de los seis molinos. Realizada esta, los inspectores llegaron a las siguientes conclusiones: Primero, que los molineros hurtaban de dos a tres celemines de harina por cada fane-ga de trigo. 62 A.I/P.N.P., Pedro de Belmonte. caja nº. 1, 18/03/1558. 63 En la escritura de arrendamiento suscrita por Rodrigo González, encargado de la administración del moli-no de Gaspar Hernández Enamorado, hecha en 1558 a Juan González, molinero, se estipula que este había de pagar al dueño del molino …en cada una semana deste arrendamiento 12 hanegas de trigo de maquilas moli-das, puestas en esta çibdad a vuestra costa (A.I/P.N.P., Pedro de Belmonte. caja nº. 1, 18/03/1558). 64 Medida de amplio uso local que equivale a la doceava parte de una fanega. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 29 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). Segundo, que dada la escasez de los almocrebes contratados por los molineros, agri-cultores o mercaderes recurrían a contratar los servicios de particulares, no descontán-dose en tal caso la parte correspondiente de la maquila. Tercero, que algunos de los carreteros aprovechaban el largo trayecto recorrido entre el lugar de origen y el molino para «descuidar» pequeñas cantidades de grano que luego vendían como suyo. Varias más fueron las irregularidades observadas por los Regidores comisionados para la inspección, por ello, se adoptan fuertes medidas sancionadoras con-tra todos aquellos que pretendían cometer algún tipo de engaño en el proceso o en la infracción de las normas que también impusieron y que afectaban tanto a los molineros y sus mujeres como a los dueños del molino y almocrebes65. 5. PANADEROS Fue el pan, como en tantos otros siglos y culturas, uno de los principales alimentos de la población isleña. Es por esto que nos llama la atención la total ausencia, en los arc h i vo s consultados, de documentos que hagan re f e rencia al oficio de panadero. Tanto el arc h i vo notarial como el municipal, carecen de información re l a t i va a las actividades y normativa s comunes a estos profesionales. Tampoco ha sido posible localizar alguno de los fre c u e n t e s contratos de aprendizaje tan usuales en otros oficios. En realidad conocemos de la existen-cia de panaderos gracias a algún dato suelto contenido en el arc h i vo municipal6 6, puesto que ni tan siquiera son citados como padrinos o parientes en los libros sacramentales. Teniendo en cuenta esta falta de información y hasta en tanto no se obtengan datos concretos sobre las actividades desplegadas por los panaderos en la ciudad de Santa Cruz de La Palma, se ha optado por describir someramente el oficio tal como se utilizaba en las otras islas, práctica por otra parte común al mundo castellano. 5.1. Hornos de Pan. Normativa Las panaderías y hornos se instalaron en casas particulares, unas veces propiedad del panadero, otras en los bajos que para tal menester eran alquilados. El uso de estas taho- 65 LORENZO RODRÍGUEZ, Juan B. 1987, pp, 424/427. 66 En el libro de cuentas del pósito de pobres, instituido por Luis Vendaval, se hace referencia a los panade-ros, en el momento en que el mayordomo del pósito ordena que por haber sido un año muy bueno de cose-cha, se venda el trigo a sacar el precio a los panaderos de la ciudad. (A.M.P, Libro I de Cuentas del Pósito de pobres, Est. 42 Leg. 740, fol. 13. 1591). También Juan. B. Lorenzo recoge una alusión a los panaderos, cuan-do el Concejo dispone que las mujeres de los molineros y almocrebes no podían desempeñar el trabajo de panaderas, ya que tal circunstancia había dado lugar a fraudes. LORENZO RODRÍGUEZ, Juan B. 1987, pág. 426). 30 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia nas, como también eran conocidas, fue público y estaba regulado por el Concejo princi-palmente bajo tres aspectos: Primero de infraestructura, ya que se obligaba al panadero a dotar la panadería con al menos un tablero donde colocar la masa que llevaban los vecinos y varios más, en forma de estanterías, con el fin de depositar el pan antes y después de cocerlo. También estaba obligado a contar con las palas, artesas y herramientas necesarias para la profesión. En segundo lugar, el Concejo establecía las ganancias del panadero. De esta forma y en determinado momento, los que ejercían este oficio en Gran Canaria tenían derecho a quedarse con un pan de cada veinte que llevasen a cocer los vecinos67. Igualmente se regulaban los alimentos que podían ser cocidos en el horno, como: qualquier caçuela o pastel, o hojaldres, o otras tortas qualesquiera, o membrillos o peras68. Por último, se obligaba a tener el horno: bien caliente desde principios de octubre hasta fin de marzo69 y abierto durante todo el día. Algunas casas de familias adineradas también contaban con hornos particulares donde cocer el pan de la familia. Esta tarea, encomendada al personal femenino de la cocina, se llevaba a cabo una vez a la semana o con más dilación aún. Estos hornos, de los que aún hoy se contempla alguno en la ciudad, solían estar adosados a una fachada lateral de la casa, siendo del tipo llamado de bóveda vista, como posiblemente lo era el que poseían Melchor de Angulo y su señora Ana de Belmonte, en una casa de su pro-piedad situada en la calle Real, la cual se dice que tenía: cozina e horno70. Cuando se trataba de hornos públicos, el Concejo era muy estricto a la hora de vigilar la construcción de los mismos, los cuales debían de ser: bien fecho y de buena capilla y el suelo del sea de buenos ladrillos de Castilla o de losas que sean buenas, llanas y grandes por que el pan saquen bueno y suelto7 1. Evidentemente y a pesar de que la mayor parte de los panes cocidos en la panadería pertenecía a part i c u l a res, una buena cantidad correspondía a los confeccionados por los panaderos. En este caso, el pan debía obligatoriamente ser amasa-do con harina de trigo, sin mezcla de avena ni de centeno. En 1531, cuando se dictan las ordenanzas de Las Palmas, el peso de cada pan estaba estipulado en un mínimo de 16 onzas72. El estricto control que se tenía sobre este aspec-to, obligaba al panadero a disponer de: pesas de hierro enteras y sin añadiduras73. Como última regla, el panadero estaba obligado a vender el pan por él amasado en las plazas y lugares públicos y no en las panaderías como es de suponer74. 67 MORALES PADRÓN, Francisco 1974. pp. 83-87. 68 Ibid., pp. 83-87. 69 Ibid., pág. 81. 70 A.I/P.N.P. Lope de Vallejo. Inserto en la caja nº. 2 de Pedro Hernández. 71 MORALES PADRÓN, Francisco 1974, pág. 81. 72 Ibid., pág. 79. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 31 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). 6. COCINEROS Solamente las familias más ricas de la Isla se podían permitir el lujo de contar entre sus múltiples serv i d o res con algún que otro cocinero así que, como cabría esperar, el número de c o c i n e ros de los que queda constancia es mínimo. Solo hemos podido localizar a uno de ellos. La cocina en estas poderosas familias solía ocupar un gran espacio de la casa, la cual, en caso de contar con horno, se instalaba en alguna planta superior, ya que la naturaleza del trabajo desarrollado en ella, así lo requería. Además de fogones, chimeneas, mesas de trabajo, tinajas para almacenar el agua, alacenas para guardar alimentos y útiles de coci-na, también se requería el espacio necesario para ubicar el imprescindible horno, aunque este estuviera fuera, adosado al muro exterior de la casa. Téngase en cuenta, además, que varias veces al año eran organizadas grandes fiestas a las que acudían amigos, conocidos y parientes, siendo la comida uno de los principales elementos de ostentación. Se ha comentado en otros apartados la amplia variedad de alimentos que bien de origen animal o vegetal se daban en la Isla; todos ellos y algunos otros que llegaban ocasionalmente, c i rculaban por las principales cocinas de la ciudad. A veces era la misma familia la que cria-ba en sus haciendas animales domésticos que acababan abasteciendo las despensas7 5. En ocasiones muy especiales, los cocineros tenían más trabajo del normal ya que pre p a r a b a n comida para un gran número de personas. Estas grandes comilonas, a las que no estamos muy s e g u ros que acudiese la gente llana del pueblo, solían ser organizadas por el Concejo de la ciu-dad, como en la festividad de Pascua: En este ayuntamiento se acordo que se embie mandamiento a la guarda de la caldera para que traiga çien carn e ros para la pascua proxima ve n i d e ra7 6. En cuanto a la preparación y recetas empleadas por los cocineros, varias son las publi-caciones que recogen recetarios de la época. En lo concerniente a Canarias, sigue siendo un aspecto desconocido en la historia del Archipiélago, por lo que se ha creído oportu-no no hacer comentarios al respecto. 7. CONFITEROS Y PASTELEROS Como cabe suponer, en una isla donde en determinados momentos la principal pro-ducción fue el azúcar, uno de los pocos «caprichos» que se podían permitir la mayoría de 73 Ibid., pág. 80. 74 Ibid. 75 En las haciendas conocidas como Las Macheiras y situadas entre Las Breñas y Buenavista, dice Frutuoso que se criaban: …conejos, perdices y muchos pavos domésticos; (FRUTUOSO, Gaspar , 1964 pág. 121). 76 B.C. Fondo Antiguo. Carpt. nº. 4. 24 Marzo. 1569. 32 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia sus habitantes eran los dulces y confituras, alimentos estos, que en la época no solamen-te eran consumidos como golosinas sino también por otros motivos más materiales ya que el azúcar, además de su carácter edulcorante, fue considerado durante largo tiempo como especie, medicina o droga77. Tendremos ocasión de comprobar como, a veces, se confunden los oficios de boticario, especiero y dulcero, siendo normal que los boticarios preparasen remedios que hoy podríamos considerar como dulces o pasteles. También los confiteros desempeñaron una importante tarea al elaborar el bizcocho, ali-mento imprescindible en la dieta de todo aquel que embarcaba en las naves de la época. La p roducción de este alimento debió ser importante ya que a lo largo del siglo es fre c u e n t e-mente exportado a otros lugares, algunos tan lejanos como las islas de Cabo Ve rd e7 8. A pesar de que como se verá, la producción y variedad de confituras y dulces era abun-dante, solamente hemos podido constatar una mínima presencia de estos especialistas. Durante el período analizado, se han localizado un total de siete confiteros y ocho pastelero s dándose la circunstancia de que en algunas ocasiones coinciden varios al mismo tiempo, como por ejemplo en la década de 1560, años en los que, además de los confiteros Alonso Mejía y Andrés He r n á n d ez, también ofrecían sus servicios los pasteleros Antonio Go n z á l ez, Br i o l a n j a P é rez o el llamado Pi l a res; lo que nos induce a pensar que la ciudad, en determinadas épocas, fue bastante golosa en sus gustos. También hemos observado que el oficio pasaba de padres a hijos, como sin duda ocurrió con Alonso y Juan Mejias el primero de ellos, trabajando en la década de los sesenta. Su hijo Juan, lo haría en la siguiente. También en otra familia, la ape-llidada Pi l a res, varios de sus miembros dedicaron sus actividades a la re p o s t e r í a . Di versas pudieron ser las causas que motiva ron la escasez de estos profesionales. En pri-mer lugar, la no muy numerosa población de la ciudad, pero también el hecho de que las gran-des familias y ricos comerciantes dispusieran entre sus empleados de cocineros o trabajadore s que satisfacían sus gustos. Por otra parte un buen número de conservas, dulces y confituras se hacían en las casas unas veces para el consumo familiar y otras para su venta a terc e ros; tanto es así que algunas de estas confituras, en especial el bizcocho, son vendidas por part i c u l a res y en grandes cantidades7 9, lo que obligó al Concejo de la ciudad a disponer: Se ordena que nin-guna persona venda bizcocho sin licencia del Ca b i l d o8 0. 77 PÉREZ VIDAL, José: De la medicina galénica a la popular. Revista de Dialectología, XXXV 78 A.I/P.N.P. Domingo Pérez, Caja nº. 2, fol. 555r., y 555v. 20/ 10/ 1553. 79 Mateos González, del que se dice que es cerero, vende a Luis de Alcalá y con destino a Venecia doze cajas y dos escudillas de carne de membrillos que las doze caxas pesan 33 libras y las dos escudillas van sin pesar (…) y dos barriles medianos en que pueden haber quintal y medio de bizcocho blanco. (A.I/P.N.P. Luis Méndez 8/01/1565. Inserto en caja nº. 2 de Pedro Hernández). 80 VIÑA BRITO; Ana y Eduardo AZNAR VALLEJO. 1993, Orden nº. 40. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 33 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). 7.1 Materias primas Evidentemente, la base de todos los productos elaborados por confiteros y pasteleros era el azúcar y los derivados de la caña aunque en algunas islas, las ordenanzas hacen hin-capié en que el azúcar empleado sea: de buen açucar blanco de cañas syn mestura de res-pumas ni escumas so pena81. En cuanto a esto, hemos de puntualizar que no ha sido posi-ble encontrar referencia alguna a conservas o dulces en cuya composición interviniera la miel de abeja82, la cual creemos sería consumida como remedio casero de ciertas enfer-medades, o como complemento dietético. Junto al azúcar, serán algunas frutas y verduras como peras, calabazas o membrillos, los componentes principales de las conservas en la época. También harinas, huevos, almendras o algunos ingredientes que se daban en la isla, como las semillas de arboles lau-reles silvestres del campo que se llaman baga e que hacen algunos vecinos pobres para vender-la y sustentar su pobreza83. En este mismo documento, se dice que con estas semillas se confeccionaban ciertos bollos. 7.2. Dulces y conservas de la época Como se habrá podido observar, varios son los grupos de productos confeccionados por los confiteros. En primer lugar se encuentran las conservas, tanto secas como almi-baradas. Por lo general se confeccionaban con las frutas y productos autóctonos, siendo más usuales las llamadas peradas84, calabacetes y membrilladas de azúcar85, estas últimas, también conocidas como carne de membrillo86. Dentro de las conservas merece especial atención los llamados «pipotillos», dulce muy apreciado en la Península como nos lo hace ver Pérez Vidal refiriéndose a un pasaje del Guzmán de Alfarache donde, en cierto mo-mento, se dice que Monseñor era muy aficionado a unos pipotillos de conservas almi-baradas que solían llevarle de Canarias87. Otra conserva tenida en gran estima, puesto que se le suponían propiedades medicinales, era el llamado «diacitrón», confeccionado a base de azúcar y cidra y que es citado en varias obras literarias como La Celestina o en la obra 81 MORALES PADRÓN, 1974. 82 Nos llama la atención que en toda la documentación consultada, tanto civil como eclesiástica, apenas si hay referencias a la miel. Proliferaron las colmenas a lo largo de la geografía isleña ya que la cera era un pro-ducto muy apreciado y utilizado en todo tipo de celebraciones religiosas. Algunos investigadores especiali-zados en apicultura sostienen que tal vez las colmenas de aquella época habían sido preparadas para poten-ciar la producción de cera en detrimento de la miel. 83 A.M.L.P. Libro IV de Reales Cédulas. Est. 41, leg. 732, fol. 121. 84 A.I/P.N.P. Domingo Pérez, caja nº.5, /10/1560. 85 Ibid. 86 A.I/P.N.P. Luis Méndez 3/11/1562. Inserto en caja nº. 1 de Pedro Hernández. 87 PÉREZ VIDAL, José: Las conservas almibaradas de las Canarias y las Azores. Inst. Hist. da Illha Terceira, 1950, nº. 14, pp 17-23. 34 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia de teatro El Deleitoso de Lope de Rueda. PérezVidal nos informa que este producto, unas veces aparece como golosina sólida y otras, como almibarado con la consistencia de la miel88. La confección de las confituras también solía estar regulada por el Concejo, ya que a menudo se cometían fraudes en el sentido de no utilizar los ingredientes adecuados o des-cuidando su hechura, por ello, se ordenó que las conservas se hagan y conserben, y esten en el azucar veinte y cinco dias a lo menos y que antes que se embarrilen los maestros dellas sean obligados a llamar a los veedores89. Vemos también, que se obliga a los artesanos para que dieran sus productos a comprobar antes de venderlos norma que, al igual que aque-lla que obligaba a estos reposteros a ser examinados para ejercer el oficio, era común en otras islas. Además de las conservas, los confiteros y especialmente los pasteleros realizaban otras clases de dulces sin almíbar. Algunos de ellos eran propios de la Isla como las rapaduras, pero los más eran dulces de tradición castellana, portuguesa o incluso árabe. De entre todos merecen destacar por las veces que son citados los alfeñiques y la alcorza. El pri-mero, era una pasta de azúcar estirada que una vez cocida adopta la forma de barras del-gadas y retorcidas. La alcorza, más que un dulce en sí mismo, era una pasta blanca com-puesta de azúcar y almidón con la que o bien se cubrían los dulces, o se realizaban figu-ritas y piezas decorativas. 8. HORTELANOS Y HUERTAS 8.1 La Huerta 8.1.1 Tipos de Huertas y Proceso de Instalación Como comentábamos al principio de estas notas gran parte de los productos ali-menticios básicos, procedían de los sembrados repartidos a lo largo de la geografía isle-ña, pero no todos los alimentos tenían su origen en el campo, también la urbe generaba alguno que otro. Serán los alrededores de los núcleos poblacionales los espacios reservados para las plantaciones hortofrutícolas u otros alimentos que, en menor medida, complementaban la dieta del momento. A finales del XV y durante todo el XVI, siglos en los que el desa-rrollo de la ciudad de Santa Cruz de La Palma experimenta un gran empuje, surgen nu-merosas huertas generalmente asociadas a la construcción de casas, conventos, ermitas…, en realidad casi en toda casa de nueva factura se acotaba un espacio destinado a comple- 88 PÉREZ VIDAL, José: De la medicina galénica…, Revista de Dialectología, XXXV. 89 MORALES PADRÓN, Francisco, 1974. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 35 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). mentar, de esta forma, la economía familiar90. Sin embargo, fueron las grandes familias, órdenes religiosas, entidades benéficas como el hospital o el propio Concejo de la ciu-dad, quienes pusieron en marcha la explotación de grandes huertas con el fin de obtener beneficios y abastecer el consumo local. Estas huertas, que por los testimonios llegados hasta nosotros debieron ser auténticos vergeles, alcanzaban precios considerables puesto que al coste de la tierra había que aña-dir el de su puesta en funcionamiento, lo cual incluía además de la construcción de cana-les y estanques para conducir y almacenar el agua, la casa del hortelano; así como corra-les, setos y vallas protectoras. 8.1.2 Explotación. Productos de la huerta El trabajo en la huerta era una labor constante a lo largo de todo el año, ya que la explotación, al ser de riego, así lo permitía. El agua, perteneciente a los propios del Concejo desde el año 155391, se suministraba de los caudales públicos mediante conce-sión o tributo en el que se establecían, además del precio a pagar, determinadas condi-ciones como la de no utilizar más de la necesaria92, o la obligatoriedad de que fuese el dueño de la huerta quien corriese con los gastos generados por la construcción de las ace-quias y canales que eran necesarios realizar desde las diferentes cajas de reparto hasta la huerta. El hecho de que el trabajo en la huerta no se viera demasiado influido por las esta-ciones, hacía prácticamente innecesarios los trabajadores temporeros, aunque en ocasio-nes y dependiendo de la extensión del terreno, los titulares contrataron a jornaleros para que les ayudasen en algunas tareas. La producción de la huerta era por lo común de índole hortofrutícola, y todo lo varia-da que permitía la época. A pesar de todo, cebollas, berenjenas, coles y calabazas, junto a frutales del tipo de duraznos, peras, brevas, manzanas, membrillos, cerezas, guindas o limones, abastecían el mercado isleño. 90 Es muy corriente encontrar en las particiones de casas y solares realizadas en la ciudad, referencias a peque-ños huertos familiares lindantes a su vez con otras huertas. En este sentido llama la atención el hecho de que Torriani en su visita y descripción de la ciudad, diga: las casas habían sido construidas al estilo Portugués, sin huertas ni corrales. Es de suponer que el autor se refiere a un conjunto de casas que bordeaban el litoral, las cuales efectivamente carecen de tierra apropiada para la instalación de una huerta. (RUMEU DE ARMAS, Antonio.1991 T. II, Primera Parte, pág. 325). 91 LORENZO RODRÍGUEZ, Juan B. 1987 pág. 15. 92 Como así se hace saber a Juan Ve n d oval Vellido quien había solicitado del Concejo, el año 1609, le dejasen conducir el agua publica a unos molinos de su propiedad Ot rosí con condición que puesta el agua el dicho Jo a n Ve n d oval Vellido en la dha caja de partimiento referida que esta en la dha su guerta no ha de usar mas de ella, por ningún caso que sea porque queda libre al dho cavildo, dándole la que tiene obligación para la dha su guert a. A . A . J . F.G. Andrés de Chaves, 23/04/1625 Carpt. H, leg. 1. 36 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia Como en tantos otros casos, el Concejo regula las actividades del hortelano, espe-cialmente desde el momento en que este se dispone a vender lo recolectado en la huer-ta. En primer lugar, es usual que en algunas ciudades se les obligue a poner a la venta dia-riamente y por la mañana: la carga de fruta y hortaliza que tuvieren en su huerta so pena93, también se fijaba la cantidad a vender y el precio, como lo hizo el Concejo de Las Palmas, al ordenar que se vendiesen por libras y medias libras 94. Pero no siempre el hortelano lle-vaba su cosecha al mercado de la ciudad sino que también era usual que ofreciese los pro-ductos a particulares95, o a las llamadas vendederas y trezeneras, figuras equivalentes a los actuales intermediarios. A ellas, también el Concejo les impondría el precio de venta. 8.1.3. Tipos de contratos. Aspectos laborales Cuando el dueño de la huerta decidía ponerla en explotación, recurría a contratar los servicios del hortelano. Para formalizar el acuerdo, se adoptaron principalmente dos o tres tipos de contratos. Por un lado tenemos el llamado contrato a partido, mediante el cual el hortelano se comprometía a atender la huerta para, una vez comercializados los productos, obtener un beneficio que variaba desde el treinta hasta el cincuenta por ciento quedando el resto para el dueño. Este último asumía el compromiso de proporcionar el agua, las bestias y los aperos necesarios para el buen funcionamiento de la huerta. Por otra parte, también solía utilizarse, (quizás en el caso de la isla de la Palma con más asiduidad que el comentado anteriormente), el contrato llamado de arrendamiento, fórmula mediante la cual el hortelano pagaba anualmente al dueño cierta cantidad de dinero. Treinta doblas anuales pagó Juan Díaz al convento de Santo Domingo a lo largo de cinco años por este concepto96. Por último, cabía la fórmula llamada a tributo la cual surge por la necesidad que en determinado momento tienen algunos hacendados de satisfacer deudas con terceros (ins-titución de capellanías, fundaciones, vínculos…) y no queriendo desprenderse de la pro-piedad, optan por imponer un tributo sobre la misma. La cuantía del tributo variaba en función del importe de la deuda, siendo factible su traspaso tanto a los herederos de los dueños como a los de quien aceptaba el tributo. Como ejemplo, tenemos el caso de Juan Fernández, sastre, quien junto a su mujer, seguramente acuciados por necesidades eco-nómicas, impone a finales del XVI un tributo de veintiuna doblas: sobre unas cassas terre-ras con su guerta y corrales que los dhos tenian en el barrio de Oros. El mismo es adquirido 93 MORALES PADRÓN, Francisco, 1974 pp. 83-87. 94 Ibid. 95 Gonzalo Yanes, hortelano, vende en 1578 a Juan de Sosa, cerrajero, …sien cabos de sebollas a medio real el cabo. A.I/P.N.P. Pedro Hernández, Caja nº. 4, 05/07/1578. 96 PÉREZ MORERA, Jesús, S/C de La Palma, 1993. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 37 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). por Francisco de Salazar y por Bartolomé Morel, que lo hacen en nombre del hospital de la ciudad. La cuantía anual que debían de satisfacer era de setecientos cincuenta mara-vedís, lindando: de una parte con cassas y guertas de Pedro Vaez, y por la banda de arriba con guertas de los herederos de Don Pedro de Castilla, y por delante con la calle rreal97. Cualquiera que fuese la fórmula utilizada, los hortelanos se obligaban a cumplir una serie de cláusulas como el vallar la huerta, si no lo estaba, acrecentar el rendimiento de la misma o entregar escrupulosamente la parte correspondiente de los beneficios al dueño; también se estipulaba que el hortelano no podía ve n d e r, alquilar o ceder ninguna parte de la propiedad. Finalmente, el propietario se comprometía a pro p o rcionar los materiales que fuesen necesarios en caso de realizar algún tipo de obra dentro de la huert a . 8.1.4 Relación de huertas Como hemos venido diciendo, un buen número de casas contaron con pequeñas huer-tas y corrales, pero en realidad las más citadas son las pertenecientes a los diferentes orga-nismos religiosos y civiles establecidos en la ciudad. Estas últimas y por diferentes moti-vos, unas veces fueron trasladadas de lugar, otras desapare c i e ron y algunas ampliaron sus tierras con nuevas adquisiciones. No entra dentro de los objetivos de este trabajo el analizar con detalle la evolución de las principales huertas de la ciudad, por lo que nos limitaremos a hacer una breve rela-ción de las más importantes, así como la historia de su nacimiento, propietarios y hor-telanos que las trabajaron a lo largo del XVI. A) Huerta del Monasterio de San Francisco El Real convento Franciscano de la Inmaculada Concepción fue el primero de los monasterios fundados en Santa Cruz de La Palma, hecho este que corrió a cargo de los franciscanos que acompañaron al Adelantado en la conquista de la Isla. En un primer momento se instalaron, de forma provisional, en los alre d e d o res de la er-mita de la Encarnación donde constru ye ron, para su morada, unas cuantas chozas en sola-res cedidos por Magdalena Infante y Ma rtín Camacho. Lo incómodo del lugar y habita-ción decidió a los frailes a cambiar de sitio, trasladándose en 1508 a una zona cercana al castillo de Santa Catalina, mas una de las periódicas avenidas del barranco homónimo, hoy de Las Ni e ves, arrasó el inmueble. Te m e rosos de que el hecho se volviera a re p e t i r, deciden trasladarse esta vez más hacia occidente: en unos amplísimos solares donde los frailes podían tener iglesia, convento y huerta9 8. En el mapa dibujado por Torriani en 1587 se puede apre-ciar cómo la huerta aneja al convento era enorme, quizás la más grande de la ciudad. 97 A.M.L.P. Hospital de Dolores. libro I de Mandatos y Visitas, est. 35, leg. 629, fol. 92r. 98 RUMEU DE ARMAS, Antonio, 1991 T. I, pág. 331 38 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia B) Huerta del Convento de Santo Domingo La fundación del convento y por ende de la huerta, data de 1530, año en que se des-plazan hasta la Isla el Vicario Provincial, fray Domingo de Mendoza además de cuatro religiosos, entre los que destacaría fray Pedro de Escobar, personaje de gran actividad, como lo atestigua el hecho de que figure asiduamente en los libros sacramentales de la parroquia de El Salvador y del que se dirá en su época que es varón de raro ejemplo99. Con las limosnas recibidas de los fieles y con la protección del rico mercader flamen-co Luis Van de Valle y de su esposa María Cervellón Bellid100, se dotó a la fundación de sitio y huerta. Tardaron dos años en acabar el edificio, gastando en su hechura al menos veintidós mil ducados. La huerta ocupó una amplia extensión en la parte posterior del convento, el cual fue edificado sobre la base de la antigua ermita en honor de San Miguel Arcángel, erigida en aquel lugar por el Adelantado101, y en la plaza más amplia de la ciudad a la que hacen cuadrada por una parte el convento de monjas de Sta. Catalina y por la otra, hermosos edificios y almenas102. Desde un principio esta huerta contó con agua corriente ya que el Ayuntamiento la había dotado con el equivalente de medio real103. Tras recorrer la huerta, el agua era con-ducida a través del claustro y llegaba hasta la cocina del convento, de donde se abastecí-an los frailes. El primer hortelano que trabajó la huerta y del que tenemos noticias fue Francisco Yanes, quien lo hace hasta el año 1551 en que, por razones que desconocemos, se arrien-da la huerta a Juan Díaz, estipulándose en esta ocasión la cantidad de 30 doblas anuales el precio del alquiler; especificándose, además, que el contrato estaría vigente por un perí-odo de cinco años. Ignoramos el nombre de los hortelanos que sucedieron a este último, hasta que en 1591 se nombra titular de la huerta a Francisco González Barros. C) Huerta de Santa Catalina Según estudios realizados por Jaime Pérez García, estuvo situada esta huerta: entre la actual llamada alameda y la marina, el barranco y el castillo, la que en el siglo pasado se la conoció como las Californias104, las conclusiones de este investigador nos hacen pensar que la mencionada huerta fue una de las pocas que teniendo su origen en el siglo XVI, logra-ron mantenerse en funcionamiento hasta tiempos recientes. 99 A.M.L.P., Hospital de Dolores, libro I de Mandatos y Visitas, est. 35, leg. 629, fol. 92r. 100 RUMEU DE ARMAS, Antonio, 1991 T.I, pág. 331. 101 Ídem 102 PÉREZ MORERA, Jesús., 1993, pág. 4. 103 …y que nos apruebe y confirme la data y re p a rtimiento que la justiçia y regimiento desta dicha ysla nos hizo del medio real de agua(...) para la guerta y serviçio del dicho conve n t o. A . I / P. N . P., Domingo Pérez, 1553, caja nº. 3. 104 PÉREZ GARCÍA, Jaime. Intervención realizada con ocasión del acto de presentación del libro La Bajada de la Virgen de Las Nieves. 1765. 1989. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 39 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). La propiedad, cambió de titulares a lo largo de los siglos y dado el carácter privado de la misma perteneció, en algunos momentos de su historia, al mismo hortelano que la trabajaba, como ocurriría con Marcos Hernández, quien declara poseer en bienes ganan-ciales junto a su mujer, María Hernández: una guerta ques muy conosçida llamada la guer-ta de Santa Catalina la qual tiene por tributo 50 doblas de prençipal ques y se pagan (…) a Diego de Guisla Vendaval 105. Con anterioridad, en 1618, la huerta perteneció a María Hernández, viuda de Pedro Pérez. Esta señora, casada en segundas nupcias con Francisco Hernández, mercader asen-tado en la ciudad, aportó al matrimonio la mencionada huerta. En esta ocasión se fijan los linderos y se describen las instalaciones existentes: «(…) por un lado con casas de Melchor de Monteverde y calle [roto] que va a la mar y por el otro lado, el barranco de Santa Catalina y por delante la calle Real y por abajo la costa de la mar, con tres moradas de cassas que están en la dicha huer-ta, que en la una vive el hortelano y otra sirve de cocina y otra que es establo con su tanque de agua106.» Al igual que en las ocasiones anteriores, varios fueron los hortelanos que trabajaron en esta huerta: El primero del que tenemos noticias es Domingo Hernández, quien tri-butaba al Ayuntamiento en nombre de Juan Vaez, herrero, seis mil maravedís anuales por los derechos de agua con que la regaba. Fallecido este hortelano en 1573, le sustituye en el cargo Juan Fernández, quien figuró como titular, al menos, hasta 1578. D) Huerta de Carmona Situada en el barranco de Los Dolores fue conocida desde muy antiguo con este nom-bre. En esta huerta estuvo situada una de las principales cajas de reparto de la ciudad107. Gonzalo de Carmona, titular del Almojarifazgo de la Isla108, pagaba al Concejo cuatro mil maravedís por el derecho del agua109. En determinado momento, que no hemos podido pre c i s a r, la huerta es dividida y pasa a pertenecer por una parte a sus here d e ros y por otra a Luis Van de Walle «El Viejo», impor-tante mercader natural de Brujas y casado en la Isla con María Be l l i d1 1 0. La corre s p o n d i e n-te a los here d e ros de Gonzalo Carmona, será citada como propiedad de los mismos a lo largo de los siglos X V I y X V I I. En cuanto a la de Luis Van de Walle lo sería hasta 1587, año 105 A.I/P.N.P. González Jiménez, caja nº. 1, 30/05/1649. 106 A.I/P.N.P. Pedro de Brito Fleitas, 1618. 107 A.I/P.N.P. Juan Sánchez, 26/07/1870. 108 PÉREZ GARCÍA, Jaime 1985, pág. 43. 109 A.M.L.P. Libro V de Reales Cédulas, leg. 726, fol. 37r. 110 PÉREZ GARCÍA, Jaime. 1990, pág 228. 40 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia en que fallece y la deja a su hijo Luis, quien la disfrutaría junto a su mujer Agueda de Br i t o hasta que en 1598, pasa a ser propiedad de Juan Vendawal Ve l l i d o. En este momento, la finca era valorada en doscientas cincuenta doblas, incluidos la casa y el tanque1 1 1. Solo tenemos conocimiento de un hortelano que trabajara, durante este siglo, en la mencionada huerta. Se trata de Francisco Pérez quien lo haría entre los años 1569 y 1575, ocasión esta última que pasaría a trabajar en otra huerta, la de San Telmo. E) Huerta de Horos Esta huerta, que podríamos situar entre las actuales calles Díaz Pimienta, José López y Jorós, perteneció desde principio de siglo, a Diego García Corvalan, natural de Cádiz y conquistador de la isla, siendo uno de los seis Regidores que formaron el primitivo Cabildo en 1495112. No es de extrañar pues, que en base a su participación en la con-quista de la isla, recibiera del Adelantado la data correspondiente a estos terrenos. El Concejo le hizo merced de un cañón de agua que se toma de una caja questá en la tierra de la dicha guerta nueba113. Con el paso del tiempo la huerta pasó a disfrutarla su hijo pri-mogénito Domingo García Corvalán, quién entablaría pleito contra el dueño de la Huerta Nueva, colindante, a causa de algún problema con el agua que desde ella se traía para regar. Pleito por otra parte que no tendría solución hasta principios del siglo siguien-te. Además de la mencionada, otra huerta, a la que no se le conoce nombre, lindaba por abajo con esta de Horós; perteneció a Juan Hernández, pedrero, hasta que la vendió al matrimonio formado por Andrés González y Malgarida García, moradores en el térmi-no de Tijarafe. En 1559, la ceden en dote a su hija Catalina González cuando esta con-trajo matrimonio con Bastián Fernández114. F) Huerta del Cabo Perteneciente al Concejo, estaba situada en el barrio de su mismo nombre, exten-diéndose a lo largo de los solares ocupados en la actualidad por la plaza de San Fernando y calles Abenguareme y Maldonado. Solamente tenemos noticias de un hortelano que la trabajase en este siglo, se trata de Antonio Anrriquez, quien lo hizo hasta 1571, año en que se marcha a trabajar a la Huerta Nueva. G) Huerta Nueva Situada en una amplia extensión de terreno que aproximadamente abarcaba desde las lindes de la huerta de Carmona hasta el lomo llamado Mataviejas, incluidas las actuales 111 A.A.J.F.G. Escribano Francisco de Valcarcel, est. 57, fol. 177, 16/11/1598. 112 PÉREZ GARCÍA, Jaime. 1985, pág. 83. 113 A.I/P.N.P. Andrés de Armas, caja nº. 1. 19/08/1605. 114 A.I/P.N.P. Pedro de Belmonte, caja nº. 1, 10/01/1559. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 41 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). calles de José López y el Pilar. En ella estaba instalada la caja de reparto del agua que rega-ba la finca y que después seguía, pasando por otras huertas, hacia el pozo del Concejo. Desde principios del siglo, la propiedad de la finca estuvo dividida en dos trozos, per-teneciendo cada uno a propietarios diferentes. En principio, una parte perteneció a Simón García Corvalan, regidor, dueño asimismo de la huerta de Horós. La otra mitad de la huerta era propiedad de Baltasar Pérez, también regidor. Ambos mantuvieron un largo pleito por el disfrute del agua que regaba ambas y que como se ha comentado, se tomaba de la caja situada en la Huerta Nueva. El pleito se prolongó a lo largo del siglo, hasta que en 1605 los herederos de ambas partes llegan a un acuerdo mediante el cual Domingo García Corvalan, Francisco Reje Corvalan, Margarita Reje Servellon e Isabel Reje Corvalán, ceden la parte que les correspondía a Francisco Salgado, regidor, y a Catalina Pérez, hija del mencionado Baltasar Pérez. En la escritura de transacción, se estipula que Francisco Salgado y Catalina se obligan: «(…) a dar todos los años a bos el dicho Domingo Garçia Corbalan y a vuestros here-d e ros un dia y una noche de agua de la guerta que tenemos y nos perteneçe que es en la dicha heredad de la guerta nueba, la qual agua se recoge siempre en el tanque de la dicha guerta para que con ella riege el dicho Domingo Corvalan las guertas que por herencia del dicho su padre le cupo y tiene en el barrio de Oro s1 1 5. » En 1612 era propietario de esta huerta el Pre s b í t e ro, Doctor en Cánones y Pro t o n o t a r i o Apostólico de Su Santidad, Pe d ro Escudero Sigura quien obtiene del Concejo la concesión de un cañón de agua por el cual debía de pagar mil maravedís anuales1 1 6. En cuanto a los hor-telanos que trabajaron en ella, solo conocemos a dos. El primero, Antonio Anrriquez que lo hace a partir del año 1571. El segundo, Antonio Go n z á l ez que lo será a partir de 1577. 8.2 Hortelanos Rara vez los hortelanos fueron propietarios de las grandes huertas; en realidad y como ya se ha comentado, pertenecieron a conventos, entidades oficiales o hacendados. Por tal motivo el hortelano dependía además de las cosechas, de la estabilidad económica del propietario si quería lograr una relativa seguridad en su trabajo, ya que fueron numero-sas las ocasiones en que el dueño, impulsado por las deudas, vendía o traspasaba parte o la totalidad de la huerta. Añádase a esta circunstancia las innumerables particiones que sufrían estas propiedades como consecuencia de dotes y mandas testamentarias. El hortelano y su familia vivían, por lo común, en la misma huerta utilizando la casa, laga-res y depósitos de la misma, por lo que no era frecuente el que contasen con una re s i d e n c i a 115 A.I/P.N.P. Andrés de Armas, caja nº. 1. 19/09/1605. 116 A.I/P.N.P. Juan Sánchez, (sin, cat.) 11/12/1612. 42 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia fija en la ciudad, siempre pendientes de nuevos contratos. Todas estas circunstancias que hemos analizado daban lugar a que en ocasiones se encontrasen sin trabajo y por lo tanto sin un lugar donde re s i d i r. Cuando esto tenía lugar, al igual que les ocurría a otros «parados», la situación familiar pasaba a ser muy precaria, dándose la circunstancia de que algunos sola-mente pudieron subsistir gracias a la caridad de conocidos o amigos. Es el caso del hort e l a n o Juan Díaz, a quien veíamos trabajar en la huerta de Santo Do m i n g o. Tan pobre llegó a ser, que María Vellid y Cervellón, mujer de Luis Ve n d a val, lo incluye a la hora de hacer testamento en una relación de seis pobres a los cuales ordena: se vistan de sayos, calsones y camisas1 1 7. No fueron muy numerosos los hortelanos establecidos en la ciudad a lo largo del siglo, tanto por las circunstancias que se han apuntado como por la escasa mano de obra que necesitaban las huertas. Hasta un total de veinticinco hemos podido contabilizar para un período de tiempo comprendido entre 1551 y 1559. Seis de ellos fueron titulares de huertas al menos durante diez años seguidos y solamente cuatro tuvieron más de dos hijos a lo largo de sus vidas. Al tal extremo llegaba la inseguridad de estos trabajadores, que en cuanto sus posibilidades se lo permitían, procuraban para sus hijos el aprendizaje de otras profesiones más estables. Es el caso de Francisco Yanes, hortelano, quien decide poner a su hijo Nicolás de aprendiz con Mateos González, cerero, instalado en la ciudad. En esta ocasión el hortelano se asegura un porvenir seguro para el hijo ya que, según los datos que poseemos, la ciudad solo contaba por estas fechas con Mateos González para reali-zar los encargos relacionados con la confección de velas y cirios PERSONAL DE SERVICIOS 9 TENDEROS. VENTEROS Hasta hace re l a t i vamente poco tiempo, en las ciudades y principales pueblos de las islas m e n o res y aún hoy en algunos núcleos de población rural, se puede encontrar una especie de tienda de todo conocida entrañablemente en Canarias como «venta». Estos estableci-mientos tenían y tienen, una clientela vecinal que acudía a ellos en busca de los alimentos y útiles cotidianos atraídos, además, por la comodidad que otorgaba el uso de la libreta, en aquella época tener cuenta, cuadernillo donde el ve n t e ro anotaba los fiados de los clientes. Deudas que se hacían efectivas cuando era recibido el jornal o el producto de la cosecha. Dos son los tipos de establecimientos que asentándose en Canarias desde el XV, se disputan el origen de las actuales ventas. Se trata de establecimientos igualmente cono-cidos como tiendas y ventas aunque diferenciándose de las actuales por la naturaleza de las mercaderías vendidas y por el fin al que estaban destinadas. 117 Testamento de Mª Vellid y Cervellon, mujer de Luis Ve n d a val 07/06/1570. Arch. Pa rticular: Jaime Pérez Ga rc í a . Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 43 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). 9.1 Ventas Curiosamente las llamadas ventas del siglo X V I no se corresponden con el concepto que tenemos de las actuales y esto por varios motivos. Pr i m e ro, el hecho de que aquellas fuesen bienes de pro p i o s ,1 1 8 c i rcunstancia que limitaba su número. Además, para elegir su empla-zamiento se tenían en cuenta las distancias existentes entre los principales núcleos de pobla-ción. De esta forma, los términos de Ta z a c o rte, Tihuya y Fuencaliente serán los tres únicos que cuenten con este tipo de establecimiento en toda la Isla, al menos durante este siglo1 1 9. Segundo y más importante de cara a esta diferenciación, es el servicio que propor-cionaban, el cual se traducía exclusivamente en la atención y mantenimiento de los via-jeros en su transitar por los caminos isleños. Como consecuencia de esta limitación, los productos comercializados se reducían a la bebida y comida, consistiendo esta última en carne y verduras, además de avellanas o almendras. También facilitaban cobijo ante el mal tiempo y favorecían el trasiego de información entre ambas bandas de la Isla. Hemos dicho que la renta de las ventas pertenecía de los propios del Cabildo y este, hacien-do uso de sus pre r ro g a t i vas, dictaba ordenanzas para su funcionamiento. Además, en estos bandos se indicaban los productos que se podían vender así como la cantidad que debía de satisfacer el arrendatario, quien recibía la administración del establecimiento bajo el sistema denominado a corrienda.1 2 0 El Concejo imponía, mediante la figura del Diputado, los pre c i o s que tenía que pagar el ve n t e ro a los mayoristas, al igual que la comisión que le estaba permi-tido ganar; en 1557 por ejemplo, esta comisión se fijaba en cinco maravedís por cada re a l . Como era de esperar, y dado que estos establecimientos no se localizan en la Ciudad, no hemos podido encontrar a ningún trabajador citado como ventero. 9.2 Tiendas Si tenemos en cuenta las características que definen a la venta del XVI o el concepto que de ella se tuvo en los siglos posteriores veremos que ambos establecimientos no son coincidentes, serán pues y en base a los datos que expondremos más adelante, las tiendas del XVI los establecimientos a partir de los cuales surgen las actuales y ya raras ventas. En un primer momento, las tiendas también fueron consideradas como bienes de propios, pero rápidamente se convierten en establecimientos privados aunque, como no, sujetos a una fuerte regulación por parte del Concejo. 118 El 22 de Abril de 1520 se promulga una Real Cédula autorizando al Concejo de la Isla para que pudiera disponer para propios, de las rentas producidas por las ventas. Tras el incendio de 1553, el Cabildo solicita una serie de copias de aquellos documentos quemados, que más necesarios les eran. Uno de ellos es el tras-lado de esta R.C, documento que se solicita el 22 de agosto de 1553, al mes siguiente del incendio. A.M.L.P. Libro de traslados y Reales Cédulas., est 41, leg. 732, fol. 24. 119 Una de ellas, sería trasladada más tarde a Puntallana. A.M.L.P Libro de Traslados y Reales Cédulas., est. 41, leg.732, fol. 24. 120 A.M.L.P Libro de Traslados y Reales Cédulas., est. 41, leg. 732, fol. 24. 44 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia Varios son los rasgos que definen la función de la tienda y su ámbito de actuación. Primero, se obliga al tendero a vender sus mercancías por menudo y esto quiere decir que, aparte de tener que abastecer a la población en pequeñas cantidades, se le fuerza a com-prar en pequeñas proporciones. Como consecuencia, se potencia la figura del mercader persona adinerada, que al no tener limitaciones en el comercio, (salvo las mercancías prohibidas) trae a la Isla grandes cantidades de artículos y alimentos, llegando a ejercer una especie de monopolio sobre ciertos géneros121. A pesar de esta clara diferenciación entre tendero y mercader, ambas actividades suelen confundirse, pues no es raro encon-trar alusiones a mercaderes con tienda propia, quienes además disfrutaban de la ventaja de ser mayoristas y minoristas al mismo tiempo.122 La tienda, y este era otro razgo definitorio, instalada por lo común en la casa del dueño y objeto de negocio familiar, es atendida la mayor parte de veces por mujeres, bien como medio de subsistencia en caso de viudedad, bien como contribución a la econo-mía familiar. Por ello no es raro encontrarse con que diversas ordenanzas, contratos o normativas hacen alusión a tenderas, venteras e incluso taberneras. 121 Varios son los testimonios con los que contamos referidos a personajes principales de la ciudad y que se «espe-c i a l i z a ron» en la compraventa de determinados artículos al por mayo r. Lesmes de Miranda, conocido y rico m e rc a d e r, centraliza la mayor parte de sus negocios en el año de 1557 en torno a los paños y finas telas traídos de Holanda e Inglaterra. Por el contrario, Guillermo del Reino, otro conocido merc a d e r, realiza en un solo mes, cinco negocios de compraventa de trigo que traía desde la isla de Fu e rt e ventura (A.I./P.N.P Hernand Pérez , caja nº. 1, 1570). En 1584, Hernand Álva rez de Si l va, encarga una serie de mercancías para su almacén, que dado el volumen y diversidad de las mismas, nos indican claramente la diferencia entre la venta al por mayo r de los grandes comerciantes, este es el caso, y las más modestas de las tiendas. Veamos el mencionado encargo: « Sepan como yo Hernand Álva rez de Si l va y yo Diego de Guisla (…) yo el dho Diego de Guisla me obligo de traer a vos Hernand Álva rez de Si l va, todas las mercaderías (…) que son: çien libras de Albayalde en sus barriles. Dos quintales de plomo en rrolo Dos millares de dedales de mugeres, todos grandes Una dosena de balansas de pesar 50 libras de hilo en ovillos 12 barriles de atriaca, pequeños 1 libra de almasigo de ramo 1 quyntal de caparrosa 1 pan de cardenillo 100 pergaminos que sean grandes y blancos para escribir y hazer libros 20 docenas de trampas de parís, grandes 6 dosenas de flautas medianas para negros una cajeta de cuerdas de viguela (roto) dosenas de cascabeles de metal para (roto) de caballos (roto) cuchillos de cachas doradas 10 dosenas de cuchillos de bainas de diez libras 6 libras de asogue 100 dosenas de peines (…) para lo traer, en unas dos urcas dentro del año primero» A.I./P.N.P, Lope de Ballejo, caja nº. 2, 01/ 07/ 1584. 122 En 1553, Pedro González , almocrebe, declara en su testamento que tiene quenta con Baltasar de Guisla, rico mercader y regidor de la ciudad, también dice que la deuda es por ropas que compró en su tienda. (HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis nº. 324, 27/ 10/1553). Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 45 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). Estas tiendas, como establecimiento comercial que eran, ponían a disposición del públi-co una buena cantidad de productos, –aunque no todos estaban permitidos: comestibles o bebidas, se servían en mesones, tabernas o en las ventas que acabamos de ver– que va r i a-ban en función de las pre f e rencias del tendero. En el caso de las llamadas tiendas de merc e-r í a s1 2 3 se ofrecían objetos finos de consumo femenino tanto para su adorno, botones de çeda, f rentillas blancas de çeda, gargantillas1 2 4 como para su entretenimiento y labor, agujas de Mylan, husos de palo, rrosarios de azabache, cuerdas de biguela, naypes1 2 5. También solían ve n-derse pequeñas herramientas como agujas de çapatero o productos tan diversos como azú-c a r, especias y eroguerías por menudo1 2 6. Otras tiendas ofrecían un genero de productos no tan selectos aunque sí variado. En ellas se encontraban telas y paños de todas clases, gorras, útiles y muchos otros artículos proporcionados por los artesanos de la ciudad. Independientemente de la naturaleza de los artículos vendidos, existieron unas nor-mas generales que establecidas por el Cabildo, eran de aplicación común para todas las tiendas y ventas. En primer lugar, se exigía que determinados artículos llevasen el sello de la ciudad, se manda que ninguna persona venda paño sin el sello de la ciudad 127, tam-bién se controlaban aquellos aspectos que podían generar fraude o abuso por parte del tendero. Por lo visto, uno de los más frecuentes, al menos en los primeros años, consis-tió en el trucaje de las pesas y medidas que la mayoría de establecimientos públicos esta-ban obligados a tener,128 de manera, que se acordó hacer obligatorio su afilado cada cua-tro meses, los pesos y medidas de las tiendas que lo tuvieren129; trabajo que era encomenda-do a los plateros. Por otra parte, los Veedores o en su caso los Diputados velaban por el estricto cumplimiento de las ordenanzas correspondientes al oficio. Finalmente, también se p rocuraba que la manipulación de los artículos vendidos fuese la correcta, así como el que se empleasen las herramientas adecuadas: se ordena que las vendedoras tengan sedacillo y funil 130. 123 En las ordenanzas del Concejo se hace referencia a estas mercerías …se manda que en las tiendas de merce-ria se benda azucar por menudo con postura VIÑA BRITO; Ana y Eduardo AZNAR VALLEJO 1993. 124 AI./.P.N.P, Luis Méndez. 24/ 07/ 1562. Inserto en la caja nº. 1 de Pedro Hernández. 125 Ibídem. 126 VIÑA BRITO, Ana y Eduardo AZNAR VALLEJO 1993. 127 Ibídem. 128 En la nota nº 121, veíamos como el comerciante Hernand Álvarez de Silva se hacía traer una serie de mer-cancías, entre ellas, una dosena de balansas de pesar, lo que nos indica el considerable número de estableci-mientos públicos existentes. A.I./P.N.P. Lope de Ballejo, caja nº. 2 01/ 07/ 1584. 129 VIÑA BRITO, Ana y Eduardo AZNAR VALLEJO 1993. 130 VIÑA BRITO, Ana y Eduardo AZNAR VALLEJO 1993. 46 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia 10. TABERNEROS No debieron de diferir mucho las tabernas de Santa Cruz de La Palma de aquellas que los escritores del siglo XVI describían en sus obras. Establecimientos con clientela emi-nentemente masculina, estaba prohibida la venta de toda mercancía que no fuese vino, como lo pone de manifiesto una ordenanza de la ciudad que prohibe bajo pena de dos mil maravedís, el que en las tabernas se venda pan ni otras cosas de comer131. El vino sería pues la excusa ideal para que estos lugares se convirtieran en centros de reunión de un amplio sector de la población entre los que se encontraban personas de paso, marineros a la espera de que se establecieran banderines de enganche, mujeres de dudosa reputa-ción, borrachos y algún que otro pendenciero. Siguiendo la costumbre castellana, todas las tabernas que se instalaron en la ciudad, de las cuales estuvieron abiertas al mismo tiempo por lo menos dos, venían obligadas a lucir en sus puertas o ventanas unas banderillas con el objeto de que se las pudiera iden-tificar rápidamente132. La apertura de uno de estos establecimientos suponía el solicitar y obtener las corres-pondientes cédulas y licencias. La primera, para poder ejercer como tal taberneros133. La segunda, era común para todos aquellos que quisieran vender vino o otras cosas de man-tenimiento por menudo134. El Concejo delegaba todo lo relacionado con el comercio del vino en los llamados Selladores del vino. Su misión principal consistía en controlar la cantidad de vino que ven-día el tabernero135, así como la que compraba al cosechero o dueño del mismo y que por lo común solía ser residente en la Isla, ya que la importación de vino estuvo fuertemen-te prohibida136. Este férreo control tenía sus motivos puesto que gracias a él, el Concejo se aseguraba de que el arancel y norma del vino se aplicara correctamente. También fijaba esta norma-tiva el salario del sellador del vino. El arancel se aplicaba sobre el precio que tenía el cuartillo, en una escala que según la documentación de la época osciló entre los dos cuartos (de real) y diez cuartos el cuarti- 131 Ibídem, pág. 36. 132 Ibídem, pág. 35. 133 Ibídem, pág. 10. 134 Ibídem, pág. 36. 135 En las ordenanzas del Concejo de Las Palmas, se dice refiriéndose al cometido de estos Diputados: (…) y que lleven consigo al escribano del cabildo y pongan por inventario todas las botas que dan licencia para vender a cada tabernero. MORALES PADRÓN 1974. 136 Otrosi se manda que ninguna persona de qualquier estado y condición que sea pueda meter vinos de fuera en esta isla so pena de perdellos y diez mill maravedíes para el juez, denunciador y propios del cavildo. También en otra ordenanza se dictamina ...que ninguna persona pueda vender vino sin el sello de la ciudad. VIÑA BRITO; Ana y Eduardo AZNAR VALLEJO 1993, pp 33 y 36. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 47 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). llo. Juan Bautista Lorenzo recoge una amplia escala de los precios y gravámenes aplica-dos a diferentes calidades de vino; a ella remitimos por considerar innecesaria su repeti-ción. A pesar de la recomendación, veamos un ejemplo de las ganancias repartidas entre cada parte: Si el vino se vendía a diez cuartos el cuartillo, al dueño le tocaban quinientos reales por cada bota de vino de doce barriles. El tabernero, por su parte, se quedaba con ciento sesenta reales por su vendaje y merma de cada bota137. Finalmente al sellador y arren-dador del donativo del vino, le tocaban doce reales por cada bota que, aunque eran paga-das por el tabernero, en realidad le eran descontadas al dueño. 11. MESONEROS « Muchas maneras de delictos se acostumbran y suelen cometer en los mesones, y tauernas asi por los tauerneros y mesoneros, y los que tienen en sus casas, como por los que vienen a posar a ellas, por esto sera necesaria cosa tratar de lo tocante a ello (…)»1 3 8. De esta forma tan poco diplomática calificaban los Regidores del antiguo Cabildo de Tenerife a los responsables de mesones y tabernas; establecimientos que a tenor de las ordenanzas dictaminadas, hubieron de ser constante foco de algarabías y trifulcas. El objetivo principal del mesón era pro p o rcionar cama y comida a los visitantes de la ciu-dad ya que una ordenanza hace hincapié en que no se diesen de comer a los vecinos casados. Los mesones estaban fuertemente controlados por el Concejo, el cual impuso el número de los establecimientos que podían ofertar sus servicios. Por ejemplo, en la ciu-dad de las Palmas se decidió otorgar licencia a más de seis mesoneros como máximo. También era competencia de la Corporación el nombramiento de sus titulares, así como los requisitos que habían de cumplir para tal menester, como el que: sean buenas y de buena fama y den fianças 139. Como lugares de alojamiento, fue obligatorio que contasen: en cada cama, un colchon, un jergon, dos sabanas, dos almohadas y frazadas140. También se les imponía el precio a cobrar que rondaba en torno al medio real por persona y no más de treinta y dos mara-vedís por pareja141. 137 LORENZO, Juan B. 1987, pág. 422. 138 Titulo XIV de Las Ordenanzas de Tenerife relativo a los mesones y tabernas. PERAZA DE AYALA, José. opus, cit. pág. 165. 139 MORALES PADRÓN, Francisco, 1974. 140 LORENZO, Juan B. 1987. 141 Ibídem. 48 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia Además de las anteriores, otras ordenanzas hacen referencia, en diversos municipios, sobre las obligaciones y derechos que tenían los mesoneros. Todas ellas en mayor o menor medida intentaban evitar los frecuentes conflictos generados en estos establecimientos, veamos algunas: – Que los mesoneros y venteros sean casados. – Que no acojan a ladrones, o criminales o alçados. – Que no puedan comprar carne ni ganado, por que lo compran a ladrones. – Que no hallan tableros para jugar, ni naipes, ni dados, ni tablas. – Que no tengan mujeres empleadas. – Que no den de comer mas de tres días a bagamundos (sic) ni a esclavos ajenos1 4 2. 142 MORALES PADRÓN 1974. 143 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 30. 144 MARTÍNEZ GALINDO, Pedro. Protocolos de Rodrigo Fernández (1520-1526). Fontes Rerum, Nº. XXVI, T.I, 1988, pág. 412. 145 HERNÁNDEZ MARTÍN; Luis nº. 280 14/09/1553. 146 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 17. 147 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol.195v. 148 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 327v. CARNICEROS BARTOLOMÉ VÁZQUEZ (1567). Ca-sado con Inés Gutiérrez143. JUAN GONZÁLEZ (1522-1553). Se trata del primer carnicero del que te-nemos noticias, aunque de forma indi-recta, al ser mencionado en un poder como deudor de dos doblas de oro a un vecino de Tenerife144. Años más tar-de lo encontramos otorgando un po-der al procurador Juan López145. J UAN YANES (1565). Casado con Po l o-nia Fe r n á n d ez figura, esta última, como madrina en una partida bautismal1 4 6. MANUEL HERNÁNDEZ (1581). Casado con Francisca, esclava de Lesmes de Mi-randa, tuvieron un hijo llamado Pe d ro1 4 7. MATEO GONZÁLEZ (1592). Contrajo matrimonio con Catalina de Alcalá148. CATÁLOGO DE ARTESANOS* Siglo XVI ALIMENTACIÓN * Las fechas entre paréntesis hacen referencia al pri-mer y ultimo año en que el sujeto aparece registra-do en los fondos documentales consultados. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 49 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). PESCADORES ANTONIO HERNÁNDEZ (1580). Ca-sado con Paloma González, tuvieron por hijo a Simón149. B LAS GONZÁLEZ (1570-1577). Casado con María Díaz, bautizan a Me l c h o r1 5 0. FRANCISCO DE MÉRIDA (1569). Ca-sado con Inés de Br i t o. Hijo, Fr a n c i s c o1 5 1. FRANCISCO HERNÁNDEZ (1567- 1581). Casado con Leonor He r rera tu-v i e ron, al menos, tres hijos: Se b a s t i á n , Juan y Caterina1 5 2. Compartió la pro-piedad de una barca con Fr a n c i s c o Ferráz, comerc i a n t e1 5 3. FRANCISCO PÉREZ (1557). Casado con Leonor Álvarez154. FRANCISCO YANES (1565). Testigo en una declaración de autos155. GASPAR GONZÁLEZ (1593-1597). Contrajo matrimonio en dos ocasio-nes. La primera con Ana Suárez, de la que tendría una hija llamada Ana. Con Beatriz Vázquez, tuvo dos hijos más: Juana y Baltasar156. G O N ZA LO PI N TO (1567-1571). Mu j e r, Inés Ro d r í g u ez. Hijos, Ba rt o l o m é1 5 7 y Matías. En 1567 lleva a bautizar a un hijo suyo llamado Matías, aunque en esta ocasión no se deja constancia del n o m b re de la madre1 5 8. G O N ZA LO DA CORDA (1562). De evidente origen portugués, vende, en el año de re f e rencia, la mitad de su barc a de pescar, llamada San Telmo, a Pe d ro Go n z á l ez, aserrador, por un precio de doce doblas y cuatro re a l e s1 5 9. HERNANDO DE ORTIZ (1567-1569). Casado con Ana Go n z á l ez, bautizan a Simón y a Francisca, sus hijos1 6 0. JORGE HERNÁNDEZ (1560). En esta fecha figura como miembro de la cofradía La Vera Cruz161. J UAN PI N TO (1566). Casado con Ma r í a Simón, tienen un hijo: Ga b r i e l1 6 2. LÁZARO GONZÁLEZ (1570). Mujer, María Vaez. Hija, Angela163. 149 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 187. 150 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 156v. y 64v. 151 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 60. 152 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 31v./66 y 199. 153 A.I/P.N.P. Hernan Pérez, caja nº. 1, 22/01/1568. 154 HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis nº. 1112, 20/02/1557. 155 HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis nº. 2243 10/01/1565 en prensa. 156 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 335v/ 360 y 391. 157 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 83. 158 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 31. 159 Sepan (...) como yo, Gonzalo da Corda, pescador, vº(...) vendo agora e para siempre a Pe d ro Gonzalez, aserra d o r (...) la mytad de my barco de pescar que a nombre San Te l m o, que yo tengo va rado en tierra, con las velas, cuerd a s , [ roto], quatro rremos e una caldera, e los hierros del rru m b o, e un martillo [roto] con que se hazen las poteras (...) en p resçio de 12 doblas e 4 rre a l e s . A . I / P. N . P. Luis Méndez. 27/07/1562 In s e rto en Pe d ro He r n á n d ez, caja nº. 1. 160 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 33v. y 61. 161 B. C. Libro de actas de la cofradía de la Vera Cruz, fondo antiguo. 02/05/1560. 162 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 28. 50 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia LÁZARO HERNÁNDEZ (1574). Con-trajo matrimonio con Magdalena González. Tuvieron una hija llamada Margarita164. LUIS HERNÁNDEZ (1567-1597). Contrajo matrimonio en tres ocasio-nes. La primera con Juana de Silva; fruto de este matrimonio nacieron Luis, Isabel y Matías. Con posteriori-dad casó con María Pérez, y con ella tuvo a María, su cuarta hija. Final-mente y fruto de su tercer matrimo-nio, esta vez con Dominga Martín, nacería Margarita165. MANUEL GONZÁLEZ. (1566-1568). Casado con Isabel Pérez, tiene a Catalina e Isabel por hijas166. MELCHOR VÁEZ, (1560-1565). En este año vende a Reinaldos del Campo, mercader, la mitad de su barca de pescar167. En 1565 aparece como sujeto de un poder notarial168. MELCHOR MARTÍN (1596). Casado con Magdalena Martín. Tienen a Francisca por hija169. MIGUEL GÓMEZ (1596). Mujer, Diega de Herrera. Hijo, José170. PABLO DE ESPINOSA (1569-1580). Casado con Angela Velosa, tiene dos hijos: María y Antonio171. PEDRO ÁLVAREZ (1593). Casado con Beatriz Bermúdez172. PE D RO DE SALA ZAR (1570). Contrajo matrimonio con Francisca He r n á n d ez , con la que pro c reó a Is a b e l1 7 3. PEDRO VÁEZ (1577-1589). Casado con María Antúnez, se les conoce un hijo: Juan174. ROQUE HERNÁNDEZ (1566-1571). Solo sabemos que tuvo una hija llama-da Margarita Hernández175. SALVADOR PÉREZ (1575-1576). Casado con Ana Martín, tuvieron a Catalina y a Pedro por hijos176. 163 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 69v. 164 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 118. 165 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 31/ 56/ 77v./ 277v. y 385v. 166 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 27v. y 50v. 167 Sepan(...) como yo Melchor Valle, pescador, vº (...) vendo agora e para siempre a vos Rreynaldos del [Campo] una barca nombrada candelaria que yo he e tengo en vuestra compañía, con la mitad de las [vel]as y ancoras y xarcias que en ella (...) por preçio de treze doblas de oro que por compra de la mitad de la dha barca e aparexo della HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis nº. 2070, 09/09/1561. 168 HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis nº. 2228, 07/02/1565. 169 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 372v. 170 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 32v. 171 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 182v y 55. 172 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 335v. 173 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 74v. 174 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 153v. y 299v. 175 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 24 y 82. 176 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 126 y 140. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 51 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). TOMAS HERNÁNDEZ (1571). Casa-do con María Pérez, bautizan a un hijo llamado Tomás177. MOLINEROS Y PANADEROS ANDRÉS HERNÁNDEZ (1567-1570). Casado con María Martín, tienen a Felipa y Ana por hijas178. ANTONIO AFONSO (1561). Habitó en una casa sita en La Somada, lin-dante con la calle real y solares del Antón Camacho, hijo. ANTONIO DÍAZ (1565). Padrino de bautismo179. B A LTASAR GONZÁLEZ.I (1593). Mu j e r, María He r n á n d ez. Hijo, Se b a s t i á n1 8 0. BALTASAR GONZÁLEZ II (1567). Contrajo matrimonio con Elena Begoña y tienen una hija; Ginebra181. B LAS HERNÁNDEZ (1538). Uno de los p r i m e ros molineros contabilizados, era natural del municipio de Vi l l a rejos de Fuentes, en Po rtugal. Solo se le conocen por parientes a dos hermanas, Catalina Blas y Juana Blas, ambas residentes en el citado pueblo de Vi l l a rejos. Poseía una viña en Las Breñas que tenía por linde-ros: por una parte con tierras de Fra n c i s c o Polite y por la otra con tierras de Fra n c i s c o de Mo n d o r i s. En el año de re f e re n c i a redacta testamento, dejando práctica-mente la totalidad de sus posesiones al Hospital de la ciudad1 8 2. BASTIAN GONZÁLEZ (1555). Figura como testigo en escritura notarial183. FRANCISCO RODRÍGUEZ (1565). En el año de re f e rencia, compra a Go n z a l o Yanes unas tierras en He d u y1 8 4. GASPAR HERNÁNDEZ (1598). Tuvo una hija llamada María185. GONZALO AFONSO (1569-1578). Estuvo casado en dos ocasiones. La primera, con Isabel Rodríguez, de la que tuvo a María, Lucas y Marcos. En su segundo matrimonio, contraído con Beatriz Martín, engendraron a Gonzalo186. JORGE HERNÁNDEZ (1560). Perte-neció, en el año de referencia a la co-fradía de La Vera Cruz187. J O RGE MARTÍN (1557-1580). Casado con Violante Ro d r í g u ez1 8 8. En 1557 177 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 87. 178 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 38v. y 73v. 179 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 18v. 180 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 334. 181 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 33v. 182 A.M.P. Hospital, Libro I de Legados y Donativos, est. 35, carpt., única, leg, 621, fols. 25-29. 183 HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis, nº. 2000, 1565. 184 HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis nº. 2370, 1565. 185 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 402. 186 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 53/ 160v. y 85. 187 B.C. Libro de actas de la cofradía de La Vera Cruz. Fondo Antiguo, 20/02/1560. 188 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 10. 52 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia paga quinientos mrs a Ba rtolomé Ga r-cía, merc a d e r, por un censo anual per-petuo impuesto sobre unas casas terre-ras, cubiertas de tejas, en la So m a d a , lindes por delante con la calle re a l1 8 9. J UAN AFONSO (1553). Es el único mo-l i n e ro que aparece denominado como m o l e d o r. De él solo conocemos que m a n t u vo relaciones laborales con Pe d ro Go n z á l ez, almocrebe, al que le debía, de un préstamo, 14 re a l e s1 9 0. JUAN FERNÁNDEZ (1573). Casado con Agueda Luis, bautizan a un hijo llamado Juan191. J UAN GONZÁLEZ (1547-1571). Casado con Catalina de Ja c o m a r, hija de Fr a n-cisco Calderón, se le conocen, al menos, dos hijos: Juan y Catalina He r n á n d ez1 9 2. Lo encontramos por primera vez en 1547 como testigo de un escrito nota-r i a l1 9 3. A mitad de siglo, compraba a Francisco de Morales un molino en el barranco llamado de los molinos1 9 4. En 1558 Rodrigo Go n z á l ez, curador de los hijos de Gaspar He r n á n d ez En a m o r a d o , le arrienda un molino que poseían en el barranco del Río1 9 5. JUAN MARTÍN (1580). Casado con Francisca López. Tienen un hijo: Juan196. MARCOS LUIS (1595). Casado con Ana Francisca, tuvieron una hija llamada Ana197. PEDRO PÉREZ (1572-1582). Casado con María Martín tiene con ella un hijo llamado Pedro. Contrajo segundo matrimonio con Catalina Hernández, de quien tuvo dos hijos más, Mar-garita y Juan198. SEBASTIÁN GONZÁLEZ (1566- 1572). Mujer, Elena de Bayona. Hijo, Blas199. Perteneció a la cofradía de La Vera Cruz200. VASCO LUIS (1567-1568). Casado con Catalina Rodríguez tuvo por hijos a Isabel y a Marcos201. MARIA GONZÁLEZ (1569). Única pa-nadera conocida, lo es por un registro en el que figura como madrina de bau-tismo202. 189 HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis nº. 1183, 08/02/1557. 190 HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis nº. 324, 27/10/1553. 191 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol.97v. 192 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 25/ 30 y 84v. 193 HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis nº. 145, 08/02/1547. 194 A.M.P. Hospital, Libro I de Legados y Donativos, est. 35, leg.621, fol.82. 195 A.I/P.N.P. Pedro de Belmonte. caja nº. 1, 18/03/1558. 196 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol.188v. 197 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol.364v.. 198 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 90 174 y 213.. 199 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 86v y 88v. 200 B. C. Fondo antiguo. Libro de actas de la cofradía de la Vera Cruz., fol. 40, 12/05/1566. 201 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols. 32 y 48. 202 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 53. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 53 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). COCINEROS PEDRO GONZÁLEZ (1565). Único cocinero que hemos podido localizar. Casado con Francisca González, tuvie-ron un hijo llamado Pedro. Posible-mente trabajase para Diego Cortes de Los Ríos, regidor203. CONFITEROS A LONSO MEXIA (1565-1567). Casado con Melchora de Espíndola, bautizan e n t re los años de re f e rencia a María e Is a b e l2 0 4. Por los datos que hemos podi-do reunir sobre su persona es de suponer que disfrutó de una posición económica bastante desahogada. En 1567 vende a Ba rtolomé Díaz, zapatero de Je rez de La Frontera que pasaba por la Isla, un escla-vo de treinta y cinco años2 0 5. Al año si-guiente aparece comprando al merc a d e r Tomas Ve n d a val mil setecientos treinta y dos mrs de azúcar y realizando el pago en t e l a s2 0 6. ANDRES HERNÁNDEZ (1560-1582). Figura varias veces como padrino en el l i b ro de bautismos, al igual que su hija Catalina Go n z á l ez2 0 7. También fue cofra-de durante doce años, como mínimo, de la cofradía de La Vera Cru z2 0 8. BALTASAR GONZÁLEZ (1592). Últi-mo de los confiteros registrados. Estu-vo casado con María Vallejos209. B E N I TO RODRIGUEZ (1572-1583). Contrajo matrimonio con Catalina de Cepedes, con la que tuvo dos hijos2 1 0. Tanto él como su mujer fueron padrinos de bautizos en numerosas ocasiones2 1 1. Como solía ocurrir en la época, mantu-vo negocios principalmente re l a c i o n a-dos con el vino2 1 2. HERNANDO DE FLEITAS (1581). Casó con Leonor He r n á n d ez y tuvieron un hijo llamado Ju a n2 1 3. GASPAR HERNÁNDEZ (1555). Figura como otorgante de un poder en el año de referencia214. JUAN MEXIAS (1577). Posiblemente se trate de un hijo de Alonso Mexia, aun-que solo tenemos noticias de él por una obligación suscrita, en su nombre, por Pedro de La Puente en la que figu-ra como deudor de 14 doblas a Barto- 203 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 20. 204 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols 11v. y 35. 205 A.I/P.N.P. Antonio de la Peña, 05/02/1567. Inserto en Domingo Pérez (HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis, nº. 2593). 206 A.I/P.N.P. Hernand Pérez, caja nº. 1, 05/06/1568. 207 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 209. 208 B.C. Fondo antiguo. Libro de actas de la cofradía de la Vera Cruz, fol. 20, 2/05/1560. 209 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol 327. 210 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols 126 y 143. 211 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols 88v/105v/132v/134v/138 y 206. 212 En 1578, vende a un particular …el caldo de botas de mosto bueno de a quatorce barriles cada una A.I/P.N.P. Pedro Hernández, caja nº. 4, 10/09/1578. 213 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol 198v. 214 HERNÁNDEZ MARTÍN; Luis nº. 736, 23/08/1555. 54 Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) Manuel Garrido Abolafia lomé Vázquez, por unas bestias y tela que le había comprado215. PASTELEROS ANA PÉREZ (1584). En esta fecha, com-pra una casa sobradada en La Somada, por importe de ciento sesenta doblas a Reinaldos del Campo, mercader216. ANTONIO GONZÁLEZ (1566). Casa-do con Mencía Gómez217. BRIOLANJA PÉREZ (1569). Solo cono-cemos de esta señora que fue, en varias ocasiones, madrina de bautismo218. DIEGO RODRÍGUEZ (1572). Casado con Josefa de Pi l a res, hija del pastelero Pi l a res, tuvieron a Beatriz por hija2 1 9. GONZALO DE SORIA (1559). Figura como deudor en un contrato suscrito por Pedro Casado y por importe de dos doblas de oro220. J UAN FERNÁNDEZ (1581). Mu j e r, Ca-talina de So t o m a yo r. Hija, Fr a n c i s c a2 2 1. LEONORA LUIS (1589). Consta en esta fecha como madrina de un niño2 2 2. MARIA DELGADA (1566-1572). Hija del pastelero Pilares, ejerce el oficio al menos hasta el año 1572, en que figu-ra como difunta223. PILARES (1565-1566). Padre de Josefa Pilares y María Delgada, desconoce-mos con quién estuvo casado. Se le menciona frecuentemente como pa-drino de bautizos y como padre de las anteriores224. SORIA (1561). En este año figura como cofrade de La Vera Cruz225. HORTELANOS ALFONSO GIL (1560). Uno de los pri-meros miembros de la cofradía de La Vera Cruz226. ADÁN PÉREZ (1575). Casado con Catalina González, bautizan en 1575 a su hija Ana227. ANTONIO ANRRÍQUEZ (1565- 1571). En 1565 figura casado con Catalina Díaz, con la que tuvo tres hijos, Francisco, Diego y Catalina228. 215 A.I/P.N.P. Pedro Hernández, caja nº. 4, 06/08/1577. 216 A.I/P.N.P. Pedro Hernández, 14/01/1586. 217 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 23v. 218 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 53v. 219 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 90v. 220 HERNÁNDEZ MARTÍN, Luis 3/04/1559. 221 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 197. 222 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 300v. 223 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol. 90. 224 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols 19v./24 y 28v. 225 B.C. Fondo Antiguo.- Libro de actas de la cofradía de la Vera Cruz, 02/05/1560. 226 Idem. 227 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fol.127. 228 A.P.S.P. Libro I de Bautismos, fols.11v./ 33v y 53v. Revista de Estudios Generales de la Isla de La Palma, Núm. 0 (2004) 55 Primeros Oficios y Ocupaciones Artesanas en la isla de La Palma (Siglo XVI). Al menos entre los años 1567 y 1569 fue el titular de la huerta del Cabo. Dos años más tarde, desarrolla su |
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