La energía nuclear en Marruecos:
Tan Tan es sólo el comienzo
José Naranjo
Fue a principios de diciembre de 1998. El primer ministro marro-quí,
Abderramán El Youssufi, se trasladaba hasta China acompaña-do
de una amplia delegación de su país. El objetivo genérico de
aquella visita era ampliar las relaciones comerciales y de amistad
entre ambos países; sin embargo, entre los acuerdos pesqueros, tec-nológicos
e industriales firmados aquel mes de diciembre en Pekín,
destacaba uno: la construcción de la primera planta nuclear del
norte de África.
El acuerdo chino-marroquí era explícito. El reactor, de 10 mega-watios
de potencia, sería instalado en la localidad marroquí de Tan
Tan, a unos escasos doscientos kilómetros de Canarias. Su función
sería producir la energía suficiente para desalar agua de mar para
usos agrícolas, dada la situación de sequía en el sur marroquí. El
reactor, un NHR-10, es de tecnología china y muy similar a otros
usados ampliamente en los países de la órbita de la ex URSS y en
las propias ex repúblicas soviéticas.
Este acuerdo bilateral se inscribe dentro de un ambicioso plan de la
Organización Internacional de la Energía Atómica (OIEA), un
organismo dependiente de las Naciones Unidas creado para velar
por la seguridad de los proyectos nucleares que, en la práctica, se
ha convertido en un ente promotor de los mismos. Dicho plan, alen-tado
por Jurgen Kuppitz, incluye sembrar todo el Magreb de
El plan incluye
sembrar todo el
Magreb de
pequeños
reactores para
la obtención de
agua desalada
con fines
agrícolas
José Naranjo es periodista del dia-rio
de Las Palmas Canarias7.
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pequeños reactores del tipo NHR-10 para la obtención de agua
desalada con fines agrícolas. Entre los países incluidos en el estu-dio
estaban Libia, Egipto, Túnez y el propio Marruecos, donde su
principal valedor había sido el propio rey Hassán II, padre del
actual monarca alauí.
La energía nuclear vive momentos difíciles. Lejos quedan ya los
años cincuenta y sesenta, cuando este modelo de producción
energética vivió su época dorada de auge y expansión. El mundo
desarrollado se volcaba entonces hacia los logros de una energía
que se presentaba como panacea limpia, barata y segura. Sin
embargo, accidentes como los de Three Miles Island (EE UU),
Vandellós (España) y, sobre todo, la catástrofe de Chernóbyl
(Ucrania) han hecho de la nuclear una opción cuestionada en todo
el mundo. La energía atómica, que se estrenó aniquilando a miles
de personas en Hiroshima y Nagasaki (Japón) durante la II Guerra
Mundial, se ha ganado con todo merecimiento odios y recelos. Se
trata de una energía intrínsecamente peligrosa, como ha vuelto a
poner de manifiesto recientemente el accidente en la planta de pro-cesamiento
de uranio de Tokaimura (Japón) y las palabras envol-ventes
del lobby nuclear sobre las ventajas ecológicas de lo nucle-ar
suenan más a cantos de cisne desesperados.
Por todo ello, la OIEA, por cuyos pasillos se entremezclan los ecos
de los arrumacos de hombres de gobierno y ejecutivos de empresas
energéticas, ha dado su espaldarazo al programa que pretende
extender la energía nuclear a los países en vías de desarrollo, como
Marruecos. Así, en 1997, nace en su seno el llamado INDAG
(Grupo Asesor Internacional sobre Desalación Nuclear), enfocado
directamente hacia el Tercer Mundo. Es en este contexto donde
debe enmarcarse la ayuda y el respaldo internacional encontrado
por Marruecos para sus planes nucleares.
Sin embargo, Hassán II guardaba varias balas en la recámara. Un
informe de la embajada estadounidense en Rabat elaborado en
noviembre de 1992 ya alertaba sobre el creciente interés de
Marruecos por acceder a la energía nuclear. Seis años antes, en
1986, nacía en la capital alauí el Centre National de l’Energie, des
Sciencies et Techniques Nucleaires (CNESTEN). Poco después, el
gobierno marroquí se hace con su primer reactor experimental, el
Triga Mark II, comprado a la empresa estadounidense General
Atomics y que será instalado en el Centro de Maamora, situado a
unos 20 kilometros de la capital marroquí sobre 14.000 metros cua-drados
de terreno. En él se encontrará, además del citado reactor,
José Naranjo
El papel jugado
por Europa y
por España ha
sido de claro
apoyo a los
proyectos de
nuclearización
marroquí
CdG 63
edificios destinados a los laboratorios de producción de isótopos,
de análisis nucleares y los módulos de protección radiológica, apli-caciones
y residuos.
Sin embargo, el citado informe de la Embajada estadounidense
también hacía referencia a la posibilidad y el interés mostrado por
Marruecos de contar con un gran reactor nuclear para el año 2010.
Posteriormente, el propio gobierno de Marruecos ha confirmado
que existe un estudio de viabilidad en el que va a tomar parte la
OIEA para la construcción de una central nuclear de al menos 600
megawatios de potencia entre las ciudades de Essaouira y Safi, en
el sur de Marruecos. Esta central, que podría englobarse dentro de
los llamados Small and Medium Reactors (SMR), sólo se explica
para la producción de energía eléctrica.
En este punto es donde entra en juego la autopista de interconexión
eléctrica Marruecos-España, el llamado Cable de Tarifa, porque es
precisamente por esta ciudad gaditana por donde penetra en la
Península Ibérica. Allí, un grupo de jóvenes entusiastas ha conse-guido
reunir en torno a la Plataforma contra el Cable a cientos de
ciudadanos opositores a este proyecto, que se hizo realidad, final-mente,
en 1997.
Las administraciones española y marroquí argumentaron desde el
comienzo que el Cable sería unidireccional, es decir, que serviría
para trasladar al país norteafricano energía eléctrica producida en
España. Sin embargo, la Plataforma defendió contra viento y marea
sus tesis de que este cable escondía la construcción de centrales
nucleares en Marruecos que servirían para que la electricidad pro-ducida
en dichas plantas llegara hasta España vía cable. El tiempo
les ha dado la razón. Tanto un ex director general de Industria y
Energía como el actual consejero andaluz de Medio Ambiente han
admitido que el cable permite que la electricidad fluya en ambas
direcciones. Marruecos quiere tener centrales nucleares para expor-tar
la electricidad producida, máxime si se tiene en cuenta que en la
actualidad Endesa construye en suelo marroquí tres centrales tér-micas
de ciclo combinado.
Lo que fue una sospecha a mediados de los años noventa, se con-virtió
en realidad a comienzos de 1999, cuando el Ministerio de
Industria y Energía (MINER) concedió a la Office Nationale de
Electricité (ONE), el operador eléctrico marroquí, la condición de
agente externo. En otras palabras, España autorizaba a la ONE a
comprar y vender energía en el mercado español.
Otras cuestiones bien distintas son las del acceso a la materia prima
La energía nuclear en Marruecos
Se trataría de
un nuevo país
que se sumaría
al club nuclear
con todo el
horizonte de
ventas y
negocio que
ello supone
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y el valor geopolítico que tiene la energía nuclear en sí misma. En
la naturaleza, el uranio, principal alimento de las centrales nuclea-res,
se encuentra asociado a los fosfatos, un mineral con amplia
presencia en el Sáhara Occidental, concretamente en las minas de
Fox Bu Cráa. Además, contar con la tecnología necesaria para
fabricar armamento nuclear es, aún hoy, un factor notable de dese-quilibrio
político. No debe olvidarse que el Sáhara Occidental, ocu-pado
por Marruecos, es el último territorio del mundo sujeto a un
proceso de descolonización, tras la independencia lograda hace
escasos meses, no sin baño de sangre, por Timor Oriental.
El papel jugado por Europa y, más concretamente, por España ha
sido de claro apoyo a los proyectos de nuclearización marroquí. En
primer lugar, la condición del país magrebí como aliado occidental
en una zona inestable y próxima a Europa hacen que las pretensio-nes
marroquíes tengan siempre una fuerza inusitada y que sus
diplomáticos y representantes tengan un extraño poder de convic-ción.
No hay más que observar con detenimiento las actuales nego-ciaciones
sobre el Tratado de Pesca para percatarse de su fuerza.
La Unión Europea ha financiado con fondos REGIS el cable de
conexión eléctrica y España ha destinado varios millones de pese-tas
a los proyectos nucleares de desalación de agua de mar.
Evidentemente, ambas cuestiones están relacionadas.
A los países europeos y al lobby nuclear, que agrupa a las empre-sas
multinacionales del sector, les interesa que Marruecos cuente
con sus centrales. En primer lugar, porque se trataría de un nuevo
país que se sumaría al club con todo el horizonte de ventas y nego-cio
que ello supone; en segundo lugar, el reino alauí arrastraría con
los costes sociales y desventajas medioambientales que supone la
presencia de plantas nucleares, mientras que Europa podría contar
con una fuente de electricidad añadida.
Esta postura es notablemente hipócrita si se tiene en cuenta el futu-ro
de la energía nuclear en los países desarrollados. Tan solo
Francia, y cada vez más cuestionada, apuesta por esta opción; el
resto de los países europeos ha emprendido ya el camino del des-mantelamiento
a medio plazo de sus centrales, estando aprobadas
en la mayoría de los países moratorias a la construcción de nuevas
plantas. La fuerte contestación ecologista y la constatación de que
las centrales y las plantas de procesamiento de uranio van apareja-das
a altos índices de cáncer y leucemia en zonas próximas han
hecho retroceder o frenarse a los proyectos nucleares. Endosar los
costes y aprovecharse de los beneficios es, desde la óptica capita-
José Naranjo
El reino alauí
arrastraría con
los costes
sociales y
desventajas
medioambien-tales
de las
plantas
nucleares,
mientras que
Europa contaría
con otra fuente
de electricidad
CdG 65
lista, un negocio redondo, pero, enfocado desde la ética, estamos
ante un hecho reprobable.
Otro aspecto que podría destacarse de la construcción de plantas
nucleares en Marruecos es que los proyectos hasta ahora apuntados
se asientan sobre zonas sísmicamente inestables. La falla Trans
Agadir-Nekor, que recorre el país de noreste a suroeste, ha provo-cado
sucesos en el pasado dignos de recordar, como el terremoto de
Agadir de 1960, que causó la destrucción de amplios sectores de la
ciudad y que dejó tras de sí miles de muertos, como recogen las
crónicas periodísticas de la época. Aunque la construcción de plan-tas
atómicas siempre debe realizarse con la previsión de movi-mientos
telúricos, parece un riesgo añadido e innecesario tentar a la
suerte de esa manera.
Hasta hace bien poco, Canarias no parecía haber despertado ante
este peligroso sueño nuclear que surgía a las puertas de casa. Sin
embargo, de la última reunión entre la Plataforma Antinuclear de
Canarias y el presidente canario, Román Rodríguez, salió la pro-mesa
de ofrecer a Rabat tecnología limpia alternativa a la nuclear
para la desalación de agua de mar. Desde el primer momento, el
Instituto Tecnológico de Canarias (ITC) había presentado tal posi-bilidad
a Marruecos. De hecho, una delegación del ITC llegó a des-plazarse
al país magrebí para iniciar un estudio que diera a conocer
los recursos y demandas de energía en cinco provincias marroquíes,
Essaouira, Agadir, Tiznit, Guelmim y Tan Tan, así como averiguar
su potencial eólico.
Pero la postura oficial canaria, preocupada por los proyectos
marroquíes, adolece de una grave incoherencia. Si bien el
Gobierno, en boca de su presidente, rechaza la instalación de reac-tores
nucleares junto a Canarias, el grupo parlamentario de
Coalición Canaria acaba de respaldar al Partido Popular en su
rechazo al cierre de las centrales españolas en el plazo de quince
años, tal y como defendía el PSOE. No parece de recibo alarmarse
por el riesgo nuclear y, unos días más tarde, dar su voto a quienes
pretenden mantener las centrales españolas más allá de lo que sería
su vida útil y segura.
La energía nuclear es intrínsecamente peligrosa. No existe instala-ción
totalmente a salvo de accidentes y fugas por mucha experien-cia
que tenga el país o el personal asignado. El ejemplo de la plan-ta
de procesamiento de uranio de Tokaimura ha sido, en este senti-do,
revelador. Además, aún nadie ha podido solucionar la cuestión
de los residuos que toda planta nuclear genera y que permanecen
La energía nuclear en Marruecos
Entre los países
desarrollados,
tan sólo Francia,
y cada vez más
cuestionada,
apuesta por la
opción nuclear
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radiactivos durante millones de años, como una herencia envene-nada
a las futuras generaciones.
Cuando las investigaciones en torno a las energías limpias que usan
como fuentes el sol o el viento están empezando a cuajar en reali-dades
concretas y rentables, parece un paso atrás impulsar modelos
energéticos de los que se ha comprobado su peligrosidad y sus cos-tes
sociales. Sin embargo, el mundo “civilizado” parece empeñado
en seguir promocionando un modelo energético caduco allí donde
las consecuencias de un posible desastre vendrían amortiguadas por
la distancia.
Finalmente, sería bueno destacar una cuestión relacionada también
con la energía nuclear. En los puertos canarios hacen escala desde
1998 grandes barcos de contenedores que llevan a bordo uranio,
cobalto y óxido de uranio, el combustible nuclear por excelencia.
Tras un acuerdo firmado entre la Autoridad Portuaria de Las
Palmas y la naviera SAECS, el Puerto de la Luz es punto de esca-la
de los barcos que transportan estos materiales radiactivos entre
las minas sudafricanas y los puertos belgas, desde donde parten
hacia centrales de ese país y francesas. El acuerdo sigue en pie y los
buques siguen pasando por las Islas. Si uno de esos barcos sufre un
día un incendio o se hunde, las consecuencias podrían ser nefastas.
José Naranjo
El Gobierno
canario rechaza
la instalación,
pero CC acaba
de respaldar al
PP en su
rechazo al cierre
de las centrales
españolas en el
plazo de quince
años
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